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Literatura Española Desde La Guerra Civil Hasta 1975

Este documento resume la literatura española desde la Guerra Civil hasta 1975, enfocándose en la poesía. Describe las principales tendencias poéticas de las décadas de 1940 a 1970, incluyendo la poesía social de posguerra, los novísimos, y las nuevas corrientes de los años setenta. También resume brevemente el teatro de posguerra y su desarrollo a través de las décadas.

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Literatura Española Desde La Guerra Civil Hasta 1975

Este documento resume la literatura española desde la Guerra Civil hasta 1975, enfocándose en la poesía. Describe las principales tendencias poéticas de las décadas de 1940 a 1970, incluyendo la poesía social de posguerra, los novísimos, y las nuevas corrientes de los años setenta. También resume brevemente el teatro de posguerra y su desarrollo a través de las décadas.

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LITERATURA ESPAÑOLA DESDE LA GUERRA CIVIL HASTA 1975

LA POESÍA ESPAÑOLA EN LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA


Tras la muerte o el exilio de prácticamente la totalidad de la generación del 27, la Edad de Plata de la
literatura española toca su fin.
La cultura española queda fragmentada en la España exiliada y los que se quedaron, divididos a su vez, en
vencedores y vencidos. Debido a la victoria nacional, España sufre un aislamiento internacional y represión
política. Los poetas que se quedan en España pueden posicionarse del lado de los vencedores y su ideología
(poesía arraigada), o bien sufrir en silencio, a la espera de poder expresar su dolor y rebeldía (poesía
desarraigada). En los años cuarenta, se inició cierta apertura al exterior, lo cual coincide con el auge de la
poesía social.
LA POESÍA DE LA POSGUERRA: LOS AÑOS CUARENTA
Existen diversas tendencias:
Miguel Hernández abandona su tendencia de la generación del 27 y alcanza su plenitud en “El rayo que no
cesa”, tratando sus temas predilectos (la vida, el amor y la muerte), con un tono cálido, arrebatador y
humano. El “Cancionero y romancero de ausencias”, escrito en la cárcel, expresa su angustia por su
esposa e hijo.
En la poesía arraigada, revistas como “Escorial” o “Garcilaso” publican versos de Leopoldo Panero y Luis
Rosales, que intentan recuperar la influencia de los del 27. Recurren a formas clásicas, con expresión
sencilla y temas relacionados con el paisaje, el amor y la religiosidad.
La poesía desarraigada, con autores como Vicente Aleixandre o Dámaso Alonso, opta por el
existencialismo, con una literatura menos retórica y más comprometida con el sufrimiento humano. Nace
el grupo de poetas de la mística natural, compuesto por Carlos Bousoño, Vicente Gaos (“Sobre la tierra”),
José Hierro o José María Valverde (“La espera”).
Revistas como “Cántico”, de la mano de Pablo García Baena, abogan por una poesía preciosista y
refinada. Por su parte, el postismo (que intenta recuperar el dadaísmo). Cuenta con poetas como Carlos
Edmundo de Ory.
Entre las mujeres poetas de esta época, destacan Carmen Conde y Gloria Fuertes.
De Vicente Aleixandre, nace “Sombra del paraíso”, con esencia surrealista. Se presenta un mundo cercano
al paraíso del que el ser humano se aleja, llevado por su empeño de destrucción.
“Hijos de la ira”, de Dámaso Alonso, refleja la angustia, el dolor, la injusticia y el horror de la época. Se
aleja de los metros habituales (con algunos versos larguísimos) y el tono existencial se presenta en el
rechazo a Dios, pidiéndole cuentas, y expresando un profundo desarraigo como protesta.
LA POESÍA DE LOS AÑOS CINCUENTA
Surge la poesía social, que pretende mostrar la realidad por la que pasa el país y los españoles: testifica y
denuncia las injusticias, desigualdades y falta de libertades, transformando la poesía en un instrumento
para transformar el mundo.
El tema principal es el testimonio de la pobreza y las clases bajas, la alienación del ser humano y la
apelación a la solidaridad y la revolución. Predomina la preocupación por España y el odio provocado por
la Guerra Civil. El lenguaje es directo, coloquial o conversacional, con el fin de difundirse entre la
inmensa mayoría.
Los principales autores son Gabriel Celaya (“Cantos Íberos”), Ángela Figuera (“El grito inútil”), José
Hierro (“Cuanto sé de mí”), Blas de Otero (“Que trata de España”) y Carmen Conde (“Mientras mueren
los hombres”).
LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE LOS AÑOS SESENTA HASTA 1975
A mediados de los años cincuenta aparece un nuevo grupo de poetas que, sin deja de lado el compromiso
social, se interesan por la poesía como arte. El movimiento de los novísimos influenciará en la época de
transición.
Con la promoción de los años sesenta, se busca la expresión de lo personal, a la vez que los novísimos
investigan vías renovadoras.
LA PROMOCIÓN DE LOS AÑOS SESENTA
Son la generación nacida en la posguerra, que vive la pobreza y miseria del país. A pesar de la influencia de
los poetas sociales y la obra como método de comunicación y testimonio, todo ello queda en segundo
plano para centrarse en las experiencias personales, que es lo que consideran lo primordial en la producción
poética.
Los temas se inclinan hacia el intimismo y la recreación de la experiencia individual: es la poesía de la
experiencia. Trata los temas de la vida cotidiana e íntima de las personas.
El tono coloquial, comunicativo y apelativo de la poesía social se eleva a un nivel artístico. Se busca el tono
individual, con la intención de atraer al lector por medio del humor y la ironía del poeta. El yo poético es
una herramienta literaria, donde el desdoblamiento, mediante el uso de la segunda persona, expresa el
reflejo y el carácter narrativo de la poesía.
Los autores principales son Claudio Rodríguez (“Don de la ebriedad”), José Agustín Goytisolo (“Salmos al
viento”), Jaime Gil de Biedma (“Poemas póstumos”) o José Ángel Valente (“La memoria y los signos”).
LOS NOVÍSIMOS Y LAS NUEVAS CORRIENTES POÉTICAS
Estos poetas se alejan de la denuncia social y el reflejo de la realidad inmediata, sino que defienden la
autonomía del arte y ponen énfasis en el tono del lenguaje.
En cuanto a los temas, se recrean en la cultura de la España franquista (canciones, tebeos, radio…) y
comparten el gusto por la evasión y los tiempos pasados del Modernismo (Venecianismo: presencia de
Venecia). Por otro lado, reciben la influencia de autores internacionales (cosmopolitismo), y de nacionales,
como Vicente Aleixandre, Luis Cernuda o Jaime Gil de Biedma.
Finalmente, su poesía se aleja del realismo y regresa a la experimentación vanguardista, como la escritura
mecánica o el collage. Destaca el gusto por lo exótico, y algunos poemas emplean el monólogo dramático
en boca de personajes históricos, como “autor” de los versos.
Estos poetas nacen de la antología “Nueve novísimos poetas españoles” que comprende a José María
Álvarez, Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Pere Gimferrer, Antonio Martínez Sarrión, Ana María
Moix, Leopoldo María Panero y Manuel Vázquez Montalbán.
Las nuevas corrientes de los años setenta
La poesía culturista, que acentúa la presencia de los elementos culturales. La poesía clasicista, que se
inspira en el Siglo de Oro. Y la poesía experimental, que profundiza en la vinculación con las vanguardias.
LA LITERATURA EN DEMOCRACIA
Desde el punto de vista literario, esta se ve muy favorecida por el cambio: mayor acceso a las obras, auge en
la creación literaria, salto al mundo tecnológico y acercamiento entre autor y lector gracias a las redes
sociales. La novela se establece como género predilecto.
LA POESÍA DESDE 1975
La poesía en los años de la transición: convivencia de generaciones
En la poesía, siguen haciendo acto de presencia aquello poetas de la generación del 68 y los novísimos. Estos
se alejan de los excesos culturistas y se desvían hacia una poesía más personal e intimista. Entre las
principales corrientes, destaca la culturista, que se centra en algún dato, suceso o personaje y se construye un
monólogo dramático. La corriente clasicista recupera la forma y el estilo del Renacimiento y del Barroco,
adaptándolos al presente. Por último, la corriente experimental recupera los collages de las vanguardias, y
nace la metapoesía.
Nuevas tendencias de los años ochenta y noventa
En los años ochenta y noventa se propone una recuperación de la poesía realista, que busca la comunicación
con el lector. La más empleada es la poesía de la experiencia, con Felipe Benítez Reyes o Luis García
Montero.
Los temas de la poesía de la experiencia se centra en lo urbano y cotidiano, y lo sentimental. También vuelve
el compromiso de la poesía social. La forma también guarda ese recuerdo de la poesía de los sesenta, pero la
forma de la poesía social también hace acto de presencia (tono conversacional).
Entre las distintas manifestaciones, destaca poesía realista de nostalgia y sentimentalismo, con Andrés
Trapiello. La poesía figurativa de tono ensayístico, expresado en ironía (Luis Alberto de Cuenca, Jon Juaristi,
Carlos Marzal). Por último, la poesía elegíaca, nostálgica, de Juan Luis Panero.
En oposición a la poesía de la experiencia, encontramos el neosurrealismo, la poesía épica o coral, y la
poesía metafísica.
Los últimos años
No obstante, la poesía de los últimos años es difícil de catalogar en una tendencia. Aunque destaca la poesía
de la experiencia, ligada a Internet, también vuelve el simbolismo, la poesía religiosa o la neovanguardia.
EL TEATRO DE LA POSGUERRA
Durante la Guerra Civil, el teatro era una herramienta propagandística para ambos bandos. Tras el fin de
la guerra, se implanto una temática conservadora, llevado por el teatro comercial del siglo XX.
A los filtros comerciales del teatro del siglo XX, se le sumó la censura, que se mantuvo hasta 1977, afectando
a la producción teatral en mayor medida. La mayoría de la producción teatral queda inédita o autocensurada
por los escritores.
EL TEATRO DE LOS AÑOS CUARENTA
El teatro comercial de esta época es condicionado por el franquismo, mostrando una realidad falsificada,
ideológica y sin experimentaciones. Surgen varias corrientes de representaciones.
El cómico, como heredero del sainete, lleno de tópicos y chistes lingüísticos. El histórico-político,
ensalzando la figura de personajes del glorioso Imperio español. El clásico español, y la influencia de los
autores extranjeros.
Existen dos líneas de creación dramática. El drama burgués o alta comedia supuso la continuación de la
comedia benaventina, con autores como Joaquín Calvo-Sotelo, Edgar Neville o el propio Benavente. Estas
obras defienden los valores conservadores, la evasión, y la correcta construcción y elegantes diálogos.
El teatro de humor, de Enrique Jardiel Poncela, tratará de crear una comicidad nueva basada en la
inverosimilitud y la sorpresa, huyendo de los tópicos humorísticos. Sin embargo, como Benavente años
atrás, le toca adaptar su teatro a un público simple y plano. Sus obras más representativas son “Un marido
de ida y vuelta” o “Eloísa está debajo de un almendro”. Por otro lado Miguel Mihura escribe “Tres
sombreros de copa”, donde su humor absurdo, corrosivo y crítico hacia la burguesía le privan de su
representación durante 20 años. Para entonces, Mihura optaba por comedias más convencionales (“El caso
de la señora estupenda”, “Maribel y la extraña familia”).
EL TEATRO REALISTA DE PROTESTA Y DENUNCIA EN LOS AÑOS CINCUENTA
Con obras como “Historia de una escalera” de Antonio Buero Vallejo y “Escuadra hacia la muerte”, de
Alfonso Sastre, se intenta reflejar la realidad del momento de forma crítica.
Los temas tratados son problemas cotidianos de la gente humilde y sus desigualdades. Predomina el
realismo, con ambientación popular y costumbrista, con un lenguaje acorde a las distintas clases sociales.
El teatro posibilista de Buero Vallejo ejercía su denuncia de manera sutil, a través de la simbología, para
sortear la censura.
El teatro imposibilista, defendido por Sastre, escribe libremente a sabiendas de las posibles censuras y
provocando que la mayoría ni se representasen. Por ello se habla de un teatro soterrado.
Autores y obras principales
Alfonso Sastre, con “La mordaza” (denuncia de la censura), “Escuadra hacia la muerte” (contra el
militarismo) o “La taberna fantástica”.
Lauro Olmo representa un drama proletario y marginal en “La camisa”.
José María Rodríguez Méndez usa técnicas esperpénticas en “Bodas que fueron famosas del Pingajo y la
Fandanga”.
Carlos Muñiz pasa del realismo social de “El precio de los sueños” al expresionismo crítico de “El tintero”.
EL TEATRO DE BUERO VALLEJO. EL TEATRO DE LOS SESENTA
Antonio Buero Vallejo se convierte en el autor más conocido y de mayor presencia dentro del teatro que
se aleja de lo comercial. En sus obras, refleja una visión crítica de la sociedad española de la época.
LA OBRA TEATRAL DE BUERO VALLEJO
El puno de inflexión para el teatro de la época viene de la mano de “Historia de una escalera”.
Buero trata temas sociales y existenciales: compromiso con los temas humanos más universales. Su género
predilecto es la tragedia, que provoca la catarsis en los espectadores para impulsarles a ser ellos mismos. De
igual forma, la tragedia guarda un resultado inquietante, donde no se muestran soluciones a los problemas
expuestos en la producción.
El diálogo ocupa un papel fundamental: mediante un lenguaje preciso y medido, los personajes quedan bien
caracterizados.
Todo queda muy calculado y detallado, desde el espacio escénico descrito con minuciosidad, hasta la
música, ruidos y juego de luces, pasando por la gestualidad de personajes.
El efecto de inmersión es propio del teatro de Buero, con el fin de que el espectador experimente las
limitaciones de los personajes (juego de luces y sonidos para personajes ciegos o sordos).
“Un soñador para un pueblo” representa al subgénero de drama histórico. “La Fundación” o “El sueño de
la razón” muestran el drama de personajes con problemas físicos, a fin de simbolizar las limitaciones de la
sociedad.
NUEVAS FORMAS DE EXPRESIÓN DRAMÁTICA EN LOS AÑOS SESENTA
Los autores renovadores que luchaban contra el teatro comercial, también se enfrentaban a un público que
no aceptaba sus nuevas técnicas y críticas muy conservadoras. Como la generación anterior, también se
puede hablar del teatro soterrado o subterráneo.
Francisco Nieva etiqueta su creación como teatro furioso, con elementos vanguardistas y simbólicos. “La
carroza de plomo candente”.
Fernando Arrabal consiguió fama durante su exilio francés. Su teatro provocador y rebelde recoge
elementos de las vanguardias y del teatro del absurdo. El fracaso de “Los hombres del triciclo” supuso su
partida en el exilio. Hasta 1977, no se empezaron a conocer sus obras en el país , como “Pic-Nic” o “El
cementerio de automóviles”.
A finales de los sesenta, nacen grupos de teatro independientes, lo que supone una revolución. Estos
grupos son Els Joglars, Tábano, Los Goliardos y Teatro Experimental Independiente. Sus principales
características son una creación colectiva de la obra (se escribe entre todos, e interviene la improvisación);
se deja el texto de lado para darle mayor importancia a los elementos escénicos; se trabajan temas de
crítica, bajo un tinte burlesco, humorístico o caricaturesco; y se rompe con las convenciones del teatro “a la
italiana” (se rompe la cuarta pared, o los personajes pueden intervenir desde fuera del escenario).
LA NOVELA ESPAÑOLA EN LOS AÑOS CUARENTA Y CINCUENTA
Las consecuencias políticas, económicas, sociales e ideológicas influyeron en la labor literaria del momento y
condicionaron la creación novelesca. Algunos escritores se exiliaron. Otros, se sometieron a la censura. Pero
también hubo muchos autores afines al régimen que impulsaron su carrera por medio de la propaganda
patriótica.
LOS NOVELISTAS EN EL EXILIO
Una de las consecuencias de la guerra fue el exilio de un gran número de escritores, que configuraron la
llamada España peregrina. Hay tres temas comunes a casi todos ellos: el recuerdo del conflicto bélico y de
España, el exilio y el existencialismo. Los autores más relevantes son:
Ramón José Sender, de tendencia realista y social, tratando a España y la Guerra Civil. Destacan “Réquiem
por un campesino español” y la autobiografía “Crónica del alba”.
Las obras de Rosa Chacel se caracterizan por un gran cuidado estético y por la influencia del pensamiento de
Ortega. Entre sus novelas, destacan “Memorias de Leticia Valle” y “Barrio de Maravillas”.
En el caso de Max Aub, el tema principal es el ser humano como ser social, político y moral. Sus relatos, en
ocasiones tienen un corte tradicional, como “La calle de Valverde”; otras experimentales, como en “Juego de
cartas”. Otras obras suyas son “Jusep Torres Campalans” y la saga “El laberinto mágico”.
Francisco Ayala guarda un pesimismo hacia el ser humano, expresado con ironía. “Muertes de perro” y “El
fondo del vaso”
LA NOVELA EXISTENCIAL DE LOS AÑOS CUARENTA
A pesar del estancamiento cultural debido a la posguerra y al aislamiento internacional, surgen dos
corrientes que se abren paso entre la censura y las prohibiciones:
Novelas triunfalistas que relatan la guerra desde el punto de vista de los vencedores.
Novelas de evasión que normalmente desarrollan asuntos sentimentales, muy alejados de la desolación y de la
miseria del momento.
Estéticamente, ambos tipos no guardan ninguna singularidad. Sin embargo, en esta década se publicaron dos
novelas emblemáticas, muy diferentes entre sí, en las que se reflejaba una visión crítica de la realidad.
“La familia de Pascual Duarte”, de Camilo José Cela, que inicia la corriente denominada tremendismo, por
su fijación en los aspectos más crudos de la realidad: la miseria, la violencia, etc.
“Nada”, de Carmen Laforet, la novela más existencialista de la época.
Ofrecieron el testimonio de una existencia desoladora y conflictiva, muy diferente de la que el régimen
franquista presentaba. Son novelas realistas que, sin adoptar los tonos angustiosos de la poesía desarraigada,
retratan la lucha del individuo con el destino o con la vacuidad frustrante de lo cotidiano. También hay que
destacar la aparición Miguel Delibes y Gonzalo Torrente Ballester.
LA NOVELA SOCIAL EN LOS AÑOS CINCUENTA
A principios de los cincuenta se produjo un renacimiento del género narrativo. En este cambio participan
autores de la década anterior, pero el hecho destacable es la aparición de una nueva generación de narradores
jóvenes, la llamada generación del medio siglo, que desarrollan un nuevo tipo de novela.
El impulso para ese renacimiento lo proporciona Camilo José Cela con “La colmena”. Es una novela sin
apenas argumento: en el Madrid de posguerra, más de trescientos personajes nos muestran a través de
múltiples y pequeños fragmentos su vivir cotidiano, lleno de miseria y de penurias, donde lo primordial es la
supervivencia. Su estructura y perspectiva narrativa adelantan algunas innovaciones posteriores: el
protagonista colectivo; la ausencia de un final preciso, que la convierte en una novela abierta; el desorden
cronológico de los capítulos, divididos en breves secuencias; y, en parte, el objetivismo conductista de la
perspectiva narrativa.
Otro escritor influyente es Miguel Delibes, autor de “El camino”, en la que emplea un estilo sobrio y sencillo
para retratar el mundo rural castellano. Esa misma sencillez, junto a un vocabulario extraordinariamente rico y
preciso, aparece en “La hoja roja” o “Las ratas”.
Los nuevos narradores de la generación del medio siglo parten de un concepto delimitado de la literatura: esta
debe reflejar y denunciar la situación social. El objetivo de la obra literaria es conseguir que la gente tome
conciencia de las injusticias y de las desigualdades, y contribuya a su erradicación. El escritor es un ser
comprometido con la sociedad: debe ser solidario con el sufrimiento humano y luchar por una
transformación del mundo. Como consecuencia, la estética dominante es el realismo: las novelas reflejan la
realidad española y sirven como instrumento de denuncia de las injusticias sociales.
Características de la novela social
LA NOVELA ESPAÑOLA DESDE LOS AÑOS SESENTA HASTA 1975
La época de apertura y de cambio en la dictadura permitió un cambio de rumbo de la novela, bajo la
influencia de nuevos modelos narrativos importados. Con “Tiempos de silencio” de Luis Martín-Santos, y
“La ciudad y los perros” de Mario Vargas Llosa, la novela social evoluciona a la experimentación. El
nuevo interés se centra en el individuo y su personalidad. En este cambio intervienen los mismos autores de
la generación de medio siglo y de la novela social.
NUEVOS MODOS DE CONTAR
La novela continúa la reflexión crítica sobre la sociedad española, pero indagando más allá de lo visible. La
expresión es radicalmente novedosa, con léxico riquísimo y una expresividad compleja. Entre las técnicas
narrativas, destaca:
El narrador como elemento cambiante, ya sea por un cambio de narradores a lo largo de la novela o el
juego entre omnisciente y objetivo. De igual forma, el narrador juega con las perspectivas (primera persona,
tercera o incluso segunda).
El monólogo interior aparece como técnica novedosa, aportando complejidad a los personajes.
Ruptura con la secuencia lineal de la novela.
Se juega con la división del relato (nuevas técnicas o sin separaciones).
En las novelas experimentales, el argumento deja de tener importancia.
Todo esto hace que el lector tenga que participar más activamente en la novela, para seguir su complejidad y
no perderse.
DEL TESTIMONIO REAL A LA EXPERIMENTACIÓN
“Tiempos de silencio” cambió el rumbo de la novela en España. El empleo del humor amargo en un
ambiente existencial y el empleo de un léxico culto y rico hacen de esta obra una innovación. En esta línea se
distinguen a los escritores de la posguerra y a la generación de medio siglo.
Los autores de la primera promoción de posguerra
Camilo José Cela comienza su experimentación en “San Camilo 1936”, con un monólogo interior en
segunda persona en el que presenta a Madrid antes de la guerra.
Miguel Delibes escribe “Cinco horas con Mario”, donde introduce el monólogo interior con un lenguaje
coloquial. Chocan la visión egoísta de la viuda y la liberal de su difunto marido, al que le dedica un
soliloquio.
Gonzalo Torrente Ballester, con “La saga/fuga de J.B”.
Elena Quiroga experimentó en “Algo pasa en la calle”.
Los novelistas de la generación del medio siglo
Son autores que se ven limitados por la técnica objetivista de los años cincuenta.
Juan Goytisolo se renueva en “Señas de identidad”, donde el tema principal es la búsqueda del sentido de
la vida. En esta obra introduce la ruptura cronológica , la narración en segunda persona, los monólogos
interiores, empleo de otros idiomas en algunos párrafos y un lenguaje coloquial.
Juan Benet ser opuso al realismo social. En “Volverás a Región” se presencia la decadencia de la condición
humana y la ruina de su entorno. En esta novela se entremezclan espacios y tiempos, al igual que las
perspectivas de los personajes.
Juan Marsé publica “Últimas tardes con Teresa” y “Si te dicen que caí”.

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