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Asker Jeukendrup (1999) - Metabolismo de Las Grasas Durante El Ejercicio

Esta primera parte de la revisión discute la movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo y su transporte hacia el músculo, así como su metabolismo dentro del músculo. Se sabe que los ácidos grasos son un importante combustible para el músculo durante el ejercicio. Tras la lipólisis, los ácidos grasos deben ser transportados a través de la sangre desde el tejido adiposo al músculo. Dentro del músculo, las proteínas transportadoras de ácidos grasos los moviliz

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Asker Jeukendrup (1999) - Metabolismo de Las Grasas Durante El Ejercicio

Esta primera parte de la revisión discute la movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo y su transporte hacia el músculo, así como su metabolismo dentro del músculo. Se sabe que los ácidos grasos son un importante combustible para el músculo durante el ejercicio. Tras la lipólisis, los ácidos grasos deben ser transportados a través de la sangre desde el tejido adiposo al músculo. Dentro del músculo, las proteínas transportadoras de ácidos grasos los moviliz

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PubliCE, (PubliCE) 1999

Monografía

Metabolismo de las Grasas Durante


el Ejercicio: Una Revisión Parte I:
Movilización de Ácidos Grasos y
Metabolismo Muscular
Asker Jeukendrup1, William H Saris1 y Anton J Wagenmakers1
1
Nutrition Research Center, Department of Human Biology, Maastricht University, Maastricht, The Neterlands.

RESUMEN

Esta es la primera parte de una serie de tres artículos acerca del metabolismo de grasas durante el ejercicio. En esta parte
se discutirá la movilización de los ácidos grasos y su metabolismo como así también los posibles pasos limitantes de la
oxidación de grasas. Se sabe desde hace largo tiempo que los ácidos grasos son un combustible importante para el
músculo en contracción. Luego de la lipólisis, los ácidos grasos del tejido adiposo tienen que ser transportados a través de
la sangre hacia el músculo. Los ácidos grasos derivados de triacilglicéridos (TG) circulantes pueden también ser utilizados
como combustible pero se cree que son menos importantes durante el ejercicio. En el músculo, los depósitos de TGIM
también pueden proveer ácidos grasos para la oxidación luego de la estimulación de la lipasa hormona-sensible. En la
célula muscular, los ácidos grasos serán movilizados por proteínas transportadoras de ácidos Grasos (PTAG), y luego de la
activación, la acil-CoA grasa tiene que atravesar la membrana mitocondrial a través del sistema carnitina palmitoil-
transferasa, luego de lo cual acil CoA ser degradada a acetil CoA para su oxidación. Los dos pasos que probablemente
limiten mas la oxidación de grasas son la movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo, y el transporte de ácidos
grasos dentro de la mitocondria, junto con la densidad mitocondrial y la capacidad de los músculos de oxidar ácidos
grasos. En la célula muscular, los ácidos grasos será movilizados por proteínas transportadoras de ácidos Grasos (PTAG), y
luego de la activación, la acil CoA grasa tiene que atravesar la membrana mitocondrial a través del sistema carnitina
palmitoil-transferasa, luego de lo cual la acil CoA puede ser degradada a acetil CoA para su oxidación. Los dos pasos que
probablemente limiten más la oxidación de grasas son la movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo, o el
transporte de ácidos grasos dentro de la mitocondria, junto con la densidad mitocondrial y la capacidad de los músculos de
oxidar ácidos grasos.

Palabras Clave: metabolismo de las grasas, ácidos grasos, triacilglicéridos intramusculares, PTAG, ejercicio, lipóli

INTRODUCCION

Las dos fuentes principales de energía para la contracción muscular son los carbohidratos y las grasas. Si bien los
aminoácidos de cadena ramificada, así como otros aminoácidos, pueden ser oxidados en el músculo, se piensa que su
contribución al gasto total de energía es insignificante durante el ejercicio aeróbico. En la década pasada se llevo a cabo
una investigación extensiva acerca del rol de los carbohidratos durante el ejercicio, lo que condujo a un entendimiento casi

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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completo del metabolismo de los carbohidratos bajo condiciones de ejercicio. Hay mucho menos información disponible
acerca del rol de las grasas durante el ejercicio. Por eso, nuestra comprensión del metabolismo de las grasas durante el
ejercicio esta lejos de ser completa. El propósito de esta revisión es dar un panorama del conocimiento actual del
metabolismo de las grasas durante el ejercicio. Se le da una especial atención a los factores que limitan la oxidación de
grasas y los efectos del entrenamiento. La revisión del metabolismo de las grasas durante el ejercicio esta dividida en tres
artículos separados.

Parte I: Movilización de los ácidos grasos y metabolismo muscular.


Parte II: Regulación del metabolismo y los efectos del entrenamiento.
Parte III: Los efectos de las intervenciones nutricionales sobre el metabolismo de las grasas.

En esta parte se discuten los procesos de lipólisis y movilización de ácidos grasos, el transporte de ácidos grasos, y el
consumo y oxidación por parte del músculo. Las revisiones que trataron estos temas en el pasado incluyen las Refs. (55) y
(108), y una publicación muy reciente de Van der Vusse y Reneman (126).

NOMENCLATURA

En la literatura se manejan diversas nomenclaturas respecto de los ácidos grasos. Para evitar malos entendidos o malas
interpretaciones se explicara la nomenclatura en este artículo. Se debe distinguir entre los ácidos grasos que son
incorporados a triacilglicéridos (o su sinónimo intercambiable, triglicéridos) u otras partículas, y ácidos grasos que no son
incorporados a triacilglicéridos. Los ácidos grasos que no son esterificados para formar un mono, di o triacilglicéridos son
llamados ácidos grasos no esterificados (AGNE), o ácidos grasos libres (AGL). El término ácido graso libre, puede de
alguna manera ser ambiguo debido a que, por ejemplo en el plasma, estos ácidos grasos están unidos a la albúmina y no se
encuentran “libres”. También existe una pequeña fracción de ácidos grasos (menos del 0.01% del “pool” de ácidos grasos
en plasma) que está realmente libre, y no unido a ningún otro compuesto (ácidos grasos no unidos a proteínas) (44, 101,
102). Por lo tanto utilizaremos el termino ácidos grasos (y no ácidos grasos libres) en esta revisión para designar a los
ácidos grasos que no están esterificados a mono, di, o triacilglicéridos, pero podrían estar unidos a la albúmina o a
proteínas (PUAG). La estructura química básica de los ácidos grasos se muestra en la Figura 1.

En humanos, la longitud de cadena de los ácidos grasos generalmente varía de C14 a C24, aunque pueden haber ácidos
grasos con longitud de cadena más larga o más corta (Tabla 1). Los ácidos grasos con una longitud de cadena de C8 o C10
son llamados ácidos grasos de cadena media (AGCM) mientras que aquellos con una longitud de cadena de C6 o menos son
llamados ácidos grasos de cadena corta (AGCC)(67).

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Tabla 1. Nomenclatura y fórmulas de los ácidos grasos (AG).

Los ácidos grasos más abundantes son los de cadena larga (AGCL) con una longitud de cadena de C12 o más. De los ácidos
grasos de cadena larga, los ácidos palmítico (C16) y oleico (C18, con una unión doble) son los mas abundantes. Los ácidos
grasos sin unión doble en su cadena de hidrocarbono son llamados ácidos grasos saturados, y aquellos con una o más
uniones dobles, ácidos grasos no saturados. Los ácidos grasos con una unión doble se conocen como ácidos grasos
monoinsaturados mientras que los ácidos grasos con dos o más uniones dobles son llamados poliinsaturados. También la
posición de la unión doble es usualmente indicada. Por ejemplo C20:4 (n-3) significa que este acido graso de 20 carbonos
con cuatro uniones dobles tiene la primera unión doble comenzando desde el tercer carbono, contando desde el grupo
metilo Terminal (Figura 1). Otra forma de indicar el ácido graso y la posición de la unión doble es C20: 4 w3.

Los combustibles lípidos oxidables incluyen ácidos grasos, triacilglicéridos intramusculares (TGIM) y triacilglicéridos
circulantes en plasma (TG; quilomicrones y lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL)). Estos TG en plasma son
comúnmente incorporados en las lipoproteínas como quilomicrones, lipoproteínas de baja densidad (LDL), lipoproteínas de
densidad intermedia (IDL), o lipoproteínas de alta densidad (HDL). Estas lipoproteínas difieren en sus densidades,
contenido de TG y contenido de colesterol pero ellos también cumplen diferentes funciones. El VLDL, por ejemplo, es la
especie principal de lipoproteínas para el transporte de triacilglicéridos desde el hígado hacia el tejido adiposo y el
músculo mientras que la función del HDL, es el transporte de colesterol desde los tejidos periféricos hacia el hígado. Por lo
tanto, se cree que los quilomicrones y el VLDL pueden desempeñar un rol en el metabolismo energético durante el
ejercicio, mientras que la LDL, IDL y HDL probablemente no desempeñen un rol significativo en la provisión de energía
para el músculo. Los compuestos derivados de grasas como los cuerpos cetónicos (acetoacetato y beta-hidroxibutirato)
pueden servir como combustibles mientras que el glicerol puede ser convertido en glucosa en el proceso de glucogénesis
en el hígado, y subsecuentemente utilizado como glucosa.

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Figura. 1. Estructura química de algunos ácidos grasos comunes. a) Ácido esteárico, 18:0; b) Ácido oleico 18:1 (n-9); c) Ácido
linoleico 18:2 (n-6); d) α ácido linoleico 18:3 (n-3)

ACIDOS GRASOS VERSUS CARBOHIDRATOS

Los ácidos grasos tienen diversas propiedades bioquímicas y físicas lo cual los distingue de los carbohidratos y, en muchos
casos, los hace el sustrato de elección. Una de estas propiedades es que las grasas contienen más del doble de energía por
gramo que los carbohidratos, 38 kj/gr (9 kcal/gr) para las grasas versus 18 kj/gr (4 kcal/gr) para los carbohidratos.
Además, los carbohidratos son almacenados en presencia de agua, mientras que las grasas son almacenadas casi en forma
anhidra (1 gr de glucógeno contiene aproximadamente 2 gr de agua [67]). Esto hace de las grasas un combustible mucho
más eficiente por unidad de peso. Si todas las grasas en nuestro cuerpo serian sustituidas por una cantidad equienergética
de carbohidratos nuestro peso seria el doble. Las grasas parecen ser el combustible ideal para el ejercicio prolongado en
situación de los cuales la provisión de alimentos es limitada. Un buen ejemplo para ilustrar este hecho son ciertas especies
animales, como las aves migratorias, que vuelan por días sin comer. Estas aves que dependen fuertemente de sus
depósitos de energía endógenos, ya que almacenan casi exclusivamente grasas como combustibles (43).

En humanos tanto grasas como carbohidratos son almacenados. Los carbohidratos son almacenados como glucógeno en
los músculos y en el hígado. El glucógeno muscular puede ser utilizado directamente como combustible de los procesos
contráctiles, mientras que la glucosa del glucógeno hepático primero tiene que ser transportada por la sangre, y tomada
por el músculo antes que esta pueda ser oxidada. Los sustratos gluconeogénicos como lactato, glicerol y aminoácidos
pueden ser convertidos en glucosa en el hígado, y pueden servir indirectamente como sustrato energético. Además, las
fuentes exógenas de carbohidratos también pueden proveer glucosa para los procesos oxidativos en el músculo, luego de
haber sido absorbidas en el intestino y de haber entrado en la circulación. Los depósitos de carbohidratos son pequeños.
La cantidad total de glucógeno hepático muscular de un hombre de 80 kg es de aproximadamente 400 gr (Tabla 2) aunque
los individuos entrenados pueden tener depósitos de glucógeno más grandes. El glucógeno hepático representa
aproximadamente 80-100 gramos. La cantidad total de sustratos en plasma (glucosa y lactato) es de aproximadamente 20
gramos. Expresado en términos de energía, los depósitos de carbohidratos del cuerpo representan aproximadamente 8.00
kj (2.000 kcal). En comparación con esto, los depósitos de grasas son muy grandes y, teóricamente, los depósitos de grasas
podrían proveer energía por días mientras que los depósitos de glucógeno se pueden depletar dentro de los 60-90 min. Se
ha estimado que al correr una maratón se requieren aproximadamente 83 kj/min (21 kcal/min) para corredores de maratón
de elite mientras que los corredores que no son de elite gastan una cantidad similar de energía durante toda la distancia
(42:2 km: aprox. 12.000 kj)(92). Por lo tanto, se puede calcular que 500 gr de glucógeno pueden servir de combustible para

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correr aproximadamente 95 min a ritmo de maratón para corredores de elite. Calculando la cantidad de energía
almacenada como grasas para un hombre de 80 kg y una mujer de 60 kg (composición corporal promedio) se podrían
obtener respectivamente 450.000 kj (110.000 kcal) y 550.000 kj (135.000 kcal) la energía almacenada en forma de
carbohidratos puede variar en un rango desde 6.00 kj (1.500 kcal) hasta 12.000 kj (3.00 kcal) en otras palabras, si
pudieran ser utilizadas solo las grasas o solo carbohidratos como combustible, los depósitos de carbohidratos de los
músculos en ejercicio podrían contribuir con energía por no mas de 95 min de carrera en la maratón, mientras que la
energía derivada de los depósitos de grasas seria satisfactoria para 119 horas de carrera de maratón continua (92).

Tabla 2. Los depósitos de energía de un hombre de 80 kg

Los valores dados son estimados para un hombre de 80 kg la cantidad de proteínas en el cuerpo no esta mencionada pero
podría ser aproximadamente 10 kg (160.000 kj), principalmente ubicadas en el músculo.

Por supuesto que el tejido adiposo contiene la mayor cantidad de grasas, y la mayoría de las grasas en el hombre son
almacenadas en el tejido adiposo subcutáneo y visceral profundo. El almacenamiento de grasas es dinámico, lo cual
significa que en el caso de un balance negativo de energía, el tamaño de las células grasas del individuo decrecerá,
mientras que con un balance positivo, el exceso de ácidos grasos ser convertido en triacilglicéridos, lo que resulta en
hipertrofia de células grasas. Si bien el tejido adiposo es lejos el sitio más importante de almacenamiento, las grasas
también son almacenadas dentro del músculo. El tamaño de este “pool” de grasas es difícil de determinar, pero se estima
que es de entre 7 y 40 mmol/kg ps (14, 35, 40, 70, 109). Se estimo que la cantidad total de grasas almacenadas en todas las
células musculares es de aproximadamente 300 gramos (10), pero asumiendo una masa muscular de 18 kg en un hombre
de 80 kg, y la concentración de TG en el músculo en el rango de 7 y 40 mmol/kg ps, esto puede variar desde 100-600
gramos. La cantidad de ácidos grasos almacenados varía sustancialmente entre tejidos pero también dentro de los mismos.
En el tejido muscular por ejemplo, se demostró que las fibras tipo I tienen un contenido de TG mas alto que las de tipo II
(35, 39). Al margen de estos depósitos de TG en el tejido adiposo y el músculo existe una pequeña fracción de ácidos
grasos en la sangre, transportada por lipoproteínas o como un acido graso, unido a la albúmina.

Los ácidos grasos proveen más ATP por molécula que la glucosa. Una molécula de glucosa puede producir 38 ATP mientras
que una molécula de acido esteárico puede producir 147 ATP. Sin embargo, para producir la misma cantidad de ATP, la
oxidación de ácidos grasos requiere más oxígeno que la oxidación de carbohidratos (88). La oxidación de una molécula de
glucosa requiere 6 moléculas de oxígeno mientras que, por ejemplo, la oxidación completa del acido esteárico requiere 26
moléculas de oxígeno.

Además, por unidad de tiempo puede ser derivado más ATP desde los carbohidratos (glucosa) que desde la oxidación de
ácidos grasos (88). Cuando los ácidos grasos provenientes de la sangre son oxidados la tasa máxima de formación de
fosfato de alta energía (FAE) es 0.40 mmol FAE/min, mientras que la ruptura aeróbica o anaeróbica de glucógeno
endógeno puede generar 1.0-2.4 mmol FAE/ min (126). Debido a que las vías metabólicas mas allá de la formación de acetil
CoA son idénticas para la oxidación de carbohidratos y ácidos grasos, el paso tasa-limitante en la utilización total de grasas
debe ser próximo al Ciclo de los ácidos Tricarboxílicos (CAT) (posiblemente por beta oxidación, activación del acido graso,
transporte a través de la mitocondria mediado por la carnitina, o transporte de ácidos grasos desde la sangre hacia el sitio
intracelular de activación). En el presente, la pregunta acerca de que parte de la utilización total de ácidos grasos es tasa-
limitante no esta resuelta aun. Los posibles pasos limitantes serán discutidos a continuación.

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LAS GRASAS COMO COMBUSTIBLES DURANTE EL EJERCICIO

En los primeros años, Zuntz (145,146), Krogh y Lindhart (80) y mas tarde Christensen y Hansen (24) demostraron que en
reposo, y durante el ejercicio, se utiliza una mezcla de carbohidratos y grasas. Basados en el hecho de que los
carbohidratos producen diferentes cantidades de CO2 y requieren diferentes cantidades de O2 cuando son oxidados, estos
investigadores utilizaron mediciones de VO2 y VCO2 en gases espirados para obtener información acerca de la utilización
de sustratos. El cociente VCO2 / VO2 en el aire espirado, el índice de intercambio respiratorio (R) puede ser de 0.69-0.73
cuando se oxidan solo grasas (dependiendo del largo de la cadena de carbono del ácido graso oxidado), y puede ser 1.0
cuando se oxida solo glucosa. Estos primeros estudios no solo demostraron que tanto carbohidratos como grasas fueron
utilizados durante el ejercicio sino también que sus contribuciones relativas cambiaron dependiendo de la intensidad, la
duración del ejercicio y la dieta previa al mismo (24, 32, 80). En general más del 50% de los requerimientos energéticos en
reposo es derivado de la oxidación de ácidos grasos (50). Los ácidos grasos siguen siendo un sustrato muy importante
durante el ejercicio, mientras la intensidad de ejercicio esta por debajo de 80-90 % VO2 máx (47, 50, 105). Por encima de
esta intensidad de ejercicio, los carbohidratos son el sustrato predominante (1, 47, 50, 105).

En tanto los primeros estudios estuvieron principalmente basados en mediciones de intercambio de gases respiratorios,
luego de la Segunda Guerra Mundial se dispuso de marcadores de isótopos radioactivos y estables, y con técnicas de
dilución de trazadores fue posible investigar la cinética de la movilización y utilización de sustratos (97). También fue muy
importante la reintroducción de la técnica de biopsia muscular por parte de Bergstrom y Hultman (8, 9, 69) al final de los
años sesenta. Estas técnicas hicieron posible cuantificar los flujos de sustratos y medir la concentración de sustrato en los
tejidos.

PROCESOS QUE POTENCIALMENTE LIMITAN LA OXIDACION DE GRASAS

Dado que los depósitos corporales de glucógeno son relativamente pequeños y a que se demostró que la deplección de
estos depósitos resulta en fatiga, seria beneficiosos para el rendimiento, si a la misma intensidad de ejercicio pudieran ser
oxidados más ácidos grasos y menos carbohidratos. Sin embargo, aunque los depósitos de grasas son relativamente
grandes, la capacidad de oxidar ácidos grasos es limitada, y en muchos casos los carbohidratos son el sustrato dominante.
La razón para esta limitación en el uso de los depósitos de grasas sigue sin ser completamente dilucidada. Las limitaciones
en oxidación de grasas podrían estar ubicadas a diferentes niveles.

1. Movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo.


2. El transporte de ácidos grasos hacia el músculo.
3. El consumo de ácidos grasos por parte de la célula muscular.

a- El consumo de ácidos grasos plasmáticos.

b- El consumo de ácidos grasos desde la unión lipoproteína- TG circulante en plasma.

4. Movilización de ácidos grasos de los “pools” de TGIM.


5. El transporte de ácidos grasos dentro de la mitocondria.
6. La oxidación de ácidos grasos en la mitocondria.

Movilización de ácidos grasos

La mayoría de los tejidos (e.g., el músculo, hígado, intestino, cerebro) contienen solo pequeñas cantidades de grasas y la
disponibilidad de estos tejidos para la síntesis “de novo” de grasas es pequeña, en compararon con la resíntesis
(“turnover”) de ácidos grasos durante el ejercicio. Por lo tanto la mayoría de los tejidos depende de un continuo
abastecimiento de ácidos grasos de la dieta y del tejido adiposo. Esto también es valido para el músculo. La tasa de
movilización de ácidos grasos del tejido adiposo depende de:

1) la tasa de lipólisis; 2) la tasa de reesterificación de los ácidos grasos dentro del adiposito; y 3) la tasa de transporte de
ácidos grasos desde el tejido adiposo hacia la sangre.

Lipólisis en el tejido adiposo

En el tejido adiposo, los ácidos grasos son continuamente movilizados por lipólisis (hidrólisis de tri-acilgliceroles), un

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proceso que puede ser iniciado por el sistema nervioso simpático (SNS). Un primer paso en el proceso de movilización de
lípidos desde los adipositos es la transferencia de triacilgliceroles desde la gotita principal de lípidos hasta el sitio de
descomposición enzimática en el citoplasma del adiposito (Figura 2). Si bien solo hay una pequeña información acerca de
este proceso, se cree que no es un factor tasa-limitante (11). Un segundo paso en la movilización de ácidos grasos es la
descomposición enzimática del triacilglicérido en el citoplasma. Los ácidos grasos en el exterior o la posición beta de los
triacilglicéridos son hidrolizadas por la acción de la lipasa hormona-sensible (LHS). Esta enzima esta sujeta a la regulación
hormonal. El monoacilglicerol remanente (glicerol con un acido graso en la posición-alfa (interior) es entonces hidrolizado
por la enzima mas activa monoaciglicerol lipasa.

Figura 2. Movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo. Los triacilgliceroles son transportados desde la gotita de lípidos
hacia el citoplasma del adiposito. Este triacilglicerol esta sujeto a descomposición por la enzima lipasa hormona-sensible (LHS); se
forman un monoacilglicerol y dos ácidos grasos, los cuales se pueden difundir dentro de la circulación. El monoacilglicerol remanente
es descompuesto por la enzima monoacilglicerol lipasa (MGL) en glicerol y otro ácido graso, el cual también puede difundirse dentro
de la circulación. El monoacilglicerol remanente es descompuesto por la enzima monoacilglicerol lipasa (MGL) en glicerol y otro ácido
graso, el cual también puede difundirse dentro de la circulación. El paso tasa- limitante en la movilización de los ácidos grasos desde
la gotita de lípidos es la LHS. Esta enzima esta presente en una forma activa e inactiva, y puede ser activada por estimulación
adrenérgica, lo cual disparar una cascada de eventos conduciendo a la fosforilación de la hormona sensitiva lipasa inactiva. La
insulina estimula la fosfodiesterasa conduciendo a niveles reducidos de cAMP y activación disminuida de LHS (PK = Protein-Kinasa;
LHS = Lipasa hormona-sensible; TG = Triglicérido, ácidos grasos = ácidos grasos libres).

El glicerol no puede ser reutilizado por el adiposito para formar nuevos triacilglicéridos debido a que la enzima glicerol
quinasa, solo esta presente en muy bajas concentración o aun ausente en el tejido adiposo (y músculo) (104). El glicerol es
una pequeña molécula soluble en agua que puede difundirse fácilmente a través de la membrana celular dentro de la
sangre. Por lo tanto todo el glicerol producido por lipólisis en el adiposito es liberado en la circulación. Por esta razón la
aparición de glicerol en la sangre generalmente es utilizada como medición (de todo el cuerpo) de lipólisis. Sin embargo,
debe señalarse que en ciertas condiciones como isquemia, también puede haber otras fuentes de producción de glicerol
(e.g., Hidrólisis de glicerol-3-fosfato en glicerol) como lo muestran de Groot et al (29) para músculo cardiaco. Además, Elia
et al (31) han mencionado la posibilidad de que el glicerol liberado del TGIM podría ser directamente oxidado, lo cual
puede resultar en una subestimación de la lipólisis corporal total determinada por el marcador. A diferencia del glicerol,
los ácidos grasos pueden ser reesterificados para formar nuevos triacilglicéridos, un proceso llamado ciclo triacilglicérido –
graso. Los estudios con marcadores generalmente asumen que alguno de los ácidos grasos y todo el glicerol formado por
lipólisis en el citoplasma se difundirá fuera del adiposito en la circulación.

La tasa de lipólisis es ampliamente dependiente de la activación de la Lipasa Hormona-Sensible. La regulación de la

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actividad de esta enzima es de importancia primaria para la movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo. La
actividad de la enzima depende de diversos factores inhibitorios y estimulantes. El SNS y la concentración de epinefrina
circulante parecen ser los mayores factores inhibitorios y estimulantes (41), y la insulina probablemente es la mayor
hormona tiroidea contrarregulatoria (58). Estudios en adipositos humanos aislados revelaron que a concentraciones
fisiológicas, las catecolaminas, los glucocorticoides, la hormona tiroidea estimulante y la hormona del crecimiento son
buenos estimulantes de la lipólisis (26, 58). La importancia relativa de estos factores estimulantes sobre la lipólisis no esta
completamente dilucidada. Por el contrario, el lactato (53), los cuerpos cetónicos (26) y especialmente la insulina (58)
tienen un efecto inhibitorio sobre la enzima.

La transferencia de la actividad del SNS al nivel celular ocurre a través de receptores adrenérgicos. En el tejido adiposo
humano, las catecolaminas tienen ambos efectos sobre la tasa de lipólisis, el efecto alfa-adrenérgico inhibitorio, y el efecto
beta-adrenérgico estimulante (26, 37). A través de los receptores adrenérgicos se disparan una cascada de eventos: el
sistema adenilato ciclasa es activado, lo cual estimula el sistema Protein-quinasa. La Protein-quinasa, en cambio, activara
la lipasa por fosforilación. La insulina actúa principalmente estimulando las fosfodiesterasas lo cual rompe al cAMP a AMP,
previniendo, por lo tanto, la estimulación de LHS. Por otro lado, la cafeína por ejemplo, es un estimulante conocido del
sistema adenilato ciclasa, y por lo tanto también un potente estimulante de la lipólisis (ver sección acerca de cafeína, parte
III: Efectos de las intervenciones nutricionales).

Estudios que utilizaron micro-diálisis demostraron que en el hombre, los mecanismos inhibitorios alfa-adrenérgicos
modulan la lipólisis en reposo, mientras que los efectos estimulantes beta-adrenérgicos son predominantes durante el
ejercicio.

Durante el ejercicio la concentración de insulina en plasma decrece, principalmente debido al efecto inhibitorio de la
epinefrina, y en un menor grado de la norepinefrina, sobre la liberación de insulina pancreática. Debido a que la insulina es
un fuerte inhibidor de la lipólisis, el efecto neto será una lipólisis incrementada. Al mismo tiempo se incrementara la
sensibilidad de los receptores beta-adrenérgicos a las catecolaminas en el tejido adiposo (133). La combinación de estos
efectos resulta en una lipólisis incrementada en el tejido adiposo durante una intensidad de ejercicio de baja a moderada. A
altas intensidades de ejercicio >80% VO 2 máx, los altos niveles de epinefrina circulante, en combinación con flujo
glucolítico incrementado, y las concentraciones aumentadas de lactato en plasma pueden reducir la lipólisis e incrementar
la reesterificación en el tejido adiposo, resultando en una reducción de la Tasa de aparición (Ra) de ácidos grasos.

Tasa de Remoción de Ácidos Grasos

Si bien los mayores factores regulatorios que controlan la movilización de ácidos grasos del tejido adiposo son a través de
la estimulación adrenérgica y de la insulina, la tasa a la cual los ácidos grasos son removidos del tejido adiposo parece ser
otro factor. La tasa de remoción de los ácidos grasos desde el tejido adiposo depende de la concentración de albúmina en
el plasma, el cociente acido graso arterial/albúmina y el flujo sanguíneo a través del tejido adiposo (17). La concentración
de albúmina en plasma es bastante constante (aproximadamente 6 mmol/l), mientras que en la mayoría de las condiciones
(excepto en el ayuno prolongado y en el ejercicio de resistencia de larga duración), la concentración de ácidos grasos varia
entre 0.2-1.0 mmol/L. Durante una intensidad de ejercicio moderada la concentración de ácidos grasos en el plasma
arterial se puede incrementar más de veinte veces. Esto conduce a cambios en el cociente ácidos grasos/albúmina desde
un valor de reposo de 0.2 a valores de 3-4 durante el ejercicio. Dado que la albúmina se une a los ácidos grasos con
afinidad decreciente, al ser ocupados más lados de las uniones (113), los incrementos en el cociente ácidos
grasos/albúmina están acompañados de las concentraciones incrementadas de la fracción de ácidos grasos no unida a
proteínas en el plasma. Esto en cambio favorece la reesterificación dentro del adiposito dado que el cociente ácidos
grasos/albúmina en el plasma se incrementa aun más (15,20). También se demostró que el flujo sanguíneo del tejido
adiposo incrementa marcadamente la tasa de remoción desde tejido adiposo, y por lo tanto, la movilización de ácidos
grasos (17,20).

Madsen et al (83) demostraron que en el tejido adiposo perfundido los incrementos en el cociente ácidos grasos/albúmina
como también los detrimentos en el flujo sanguíneo adiposo reducen la movilización de ácidos grasos. Ellos sugirieron que
la producción neta de ácidos grasos reducida fue debido al incremento de las tasas de reesterificación o una capacidad
reducida de transporte de la sangre. Durante el ejercicio, el flujo sanguíneo a través del tejido adiposo se puede
incrementar mas de tres veces lo cual puede compensar parcialmente la capacidad reducida de transporte causada por el
incremento del cociente ácidos grasos/albúmina (16, 18, 19).

Ciclo Triacilglicérido-Ácidos Grasos

Como se mencionó antes, el glicerol que es liberado luego de la lipólisis, no puede ser incorporado en los triacilglicéridos,
dado que la enzima glicerol-quinasa esta virtualmente ausente en el tejido adiposo y en el músculo (104). En el tejido
adiposo esta enzima, además, de necesita para convertir glicerol en glicerol-3-fosfato (G-3-F) que es la columna vertebral

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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de una molécula de triacilglicérido. Por lo tanto, la tasa de aparición (Ta) de glicerol generalmente es utilizada como
indicador directo de lipólisis (141). El G-3-F requerido para la reesterificación deriva indirectamente de la glucosa en el
tejido adiposo. La formación de G-3-F involucra la reducción del fosfatodihidroxiacetona, un intermediario glucolítico. Los
G-3-F nuevamente formados pueden entonces ser ligados a acil CoA para sintetizar triacilglicéridos. Con bajos niveles de
glucosa en sangre, menos G-3-F se formará, y consecuentemente la tasa de reesterificación de ácidos grasos decrecerá
(142,143). El exceso de ácidos grasos será liberado en la circulación. Esta hidrólisis de TG y subsecuente reesterificación
fue el primer ciclo de sustratos documentado, y es llamado el ciclo triacilglicéridos-ácidos grasos (Figura 3). El
funcionamiento de este ciclo permite al adiposito ajusta la liberación de ácidos grasos rápidamente en respuesta a las
alteraciones en las demandas metabólicas. Pero ejemplo, cuando no hay suficiente glucosa disponible, la reesterificación se
reducirá y más ácidos grasos son movilizados desde el tejido adiposo (142). La reesterificación puede ocurrir dentro del
adiposito (reesterificación intracelular) o los ácidos grasos pueden ser liberados y reesterificados en algún otro tejido
(reesterificación extracelular).

Asumiendo la hidrólisis completa de cada molécula de TG, la liberación de 1 molécula de glicerol debería estar
acompañada por la liberación de 3 moléculas de ácidos grasos, si no ocurre reesterificación luego de la histolisis de los
triacilglicéridos. Sin embargo, se descubrió que el cociente de liberación entre glicerol (Ta glicerol) y ácidos grasos (Ta
AG) usualmente es 1-2 (142). Esto significa que parte de los ácidos grasos derivados de la lipólisis no entrarán en el
torrente sanguíneo pero serán utilizados para reesterificación. La estimulación de la lipólisis tiene lugar muy rápidamente
luego del comienzo del ejercicio (5). Sin embargo, la tasa de lipólisis excede por lejos la necesidad de ácidos grasos en los
procesos oxidativos. Por lo tanto, se concluyó que la movilización de ácidos grasos fue regulada por la reesterificación.
Durante los primeros 30 min de ejercicio al 40% VO2 máx, la reesterificación de los ácidos grasos estuvo marcadamente
reducida. Mientras que en reposo aproximadamente un 70% de todos los ácidos grasos liberados fue reesterificado,
durante el ejercicio solo el 25% fue reesterificado (142). Descubrimientos similares fueron obtenidos por Hodgetts et al
(62) durante el ejercicio al 50-70% del VO2 máx. Durante los primeros30 min de ejercicio, la reesterificación se suprime, y
al mismo tiempo, la lipólisis y el flujo sanguíneo al tejido adiposo son incrementados (16). Esto resulta en un incremento
masivo en la tasa de aparición y disponibilidad de ácidos grasos en el plasma. La tasa de reesterificación también depende
de la disponibilidad de plasma para transportar hacia fuera los ácidos grasos liberados (i.e., el número de sitios libres de
unión a la albúmina para los ácidos grasos y el flujo sanguíneo del tejido adiposo), y la disponibilidad de glucosa para
producir G-3-F. Además, se demostró que el lactato incrementa la tasa de reesterificación de ácidos grasos (73, 98, 111).
Shaw et al (111) expresaron que una concentración de lactato de 2 mmol/l reduce la producción de ácidos grasos un 35-40
% en todo el animal.

Figura 3. El ciclo triacilglicérido-acido graso. Los ácidos grasos (AG) movilizados luego de la hidrólisis de los triacilglicéridos (TG)
pueden ser liberados en la circulación o reesterificdo con una molécula de glicerol-3-fosfato (G-3-F). Esta hidrólisis de TG y la
subsecuente reesterificación es llamada ciclo triacilglicérido-ácido graso.

Transporte de lípidos por la sangre

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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Cuando los ácidos grasos pasaron la membrana celular del adiposito pasivamente, o mediados por proteínas asociadas a la
membrana como la ácido graso-translocasa (AGT) o como la proteína transportadora de ácidos grasos (PTAG) (60, 110,
126), estos se moverán a través del intersticio unidos a la albúmina, pasarán la pared vascular de los capilares, y
nuevamente se unirán a la albúmina circulante. Dado que la albúmina tiene al menos tres sitios de unión con ácidos grasos
de alta afinidad (113), bajo circunstancias fisiológicas una minoría de todos los sitios de unión esta ocupada. La fracción
mas grande de los ácidos grasos en el plasma (más del 99.9 %) es transportada unida a la albúmina (101, 102). Previo a la
extracción por parte del músculo esquelético, los ácidos grasos tienen que ser liberados desde la albúmina debido a que la
permeabilidad de las células endoteliales, que revisten la pared de los capilares musculares, es muy baja para el complejo
albúmina- ácido graso (7). Como se discutió previamente, el flujo sanguíneo y la saturación de complejo albúmina- ácido
graso parecen ser factores importantes en la movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo (21). En el hígado los
ácidos grasos pueden ser incorporados en las lipoproteínas (lipoproteínas de muy baja densidad, VLDL). Otras
lipoproteínas también funcionan como trasportadores de ácidos grasos a través de la sangre (quilomicrones, lipoproteínas
de baja densidad [LDL], lipoproteínas de alta densidad [HDL].

Mecanismo de consumo de ácidos grasos

Havel et al (61) en 1967, demostraron que durante el ejercicio las concentraciones de ácidos grasos en el plasma se
incrementaron junto con el consumo de los mismos aunque la tasa de extracción fraccional se redujo. Estudios en hombres
y perros sugirieron que existe una relación lineal entre concentraciones de ácidos grasos en la sangre y la utilización de los
mismos, sugiriendo que el consumo de ácidos grasos por el músculo es un proceso pasivo que curre por difusión pasiva (4,
71). Sin embargo, esta visión tradicional fue puesta en tela de juicio recientemente (7, 125). Se está acumulando evidencia
que indica la existencia de un “sistema transportador” de ácidos grasos a través de la membrana celular. Si bien los
detalles del transporte de ácidos grasos dentro de la célula muscular son desconocidos en gran medida, generalmente se
acepta que una o más proteínas asociadas a la membrana están involucradas (22, 99, 129). En los adipositos se
identificaron proteínas transportadoras como TAG y PTAG con propiedades estimulantes del transporte de ácidos grasos
(60). Recientemente, también se identificaron en el músculo esquelético proteínas de unión con AG (PUAG) (22), TAG (2,
45) y PTAG.

Junto con el transporte mediado por proteínas, parte de los ácidos grasos pasaran pasivamente las membranas celulares
debido a la naturaleza lipofílica de los mismos (45, 126).

El paso inicial en el consumo de ácidos grasos del plasma podría ser un desplazamiento a través de la membrana luminar
de la célula endotelial, el compartimiento citoplasmático de la célula endotelial, y subsecuentemente a través de la
membrana albuminal de la célula endotelial (Figura 4). Luego, los ácidos grasos tienen que ser transportados a través del
espacio intersticial, mas probablemente unidos a la albúmina (125). Allí los ácidos grasos serán trasportados a través del
sarcolema, tanto por difusión pasiva como facilitado por la membrana plasmática ligada a PUAG (125), o como se sugirió
recientemente, por proteínas en la membrana: TAG y PTAG (45, 129). En el citoplasma, los ácidos grasos están ligados a la
PUAG citoplasmática (PUAGc), y el transporte de los mismos dentro del citoplasma ocurre ligado a esta proteína (45, 46,
129). Vork et al (130) reportaron una correlación positiva significativa entre el porcentaje de contenido de PUAG del
músculo y el porcentaje de fibras oxidativas en el músculo esquelético, sugiriendo que las PUAG desempeñan un rol
importante en la tasa de oxidación de ácidos grasos.

Si bien el mecanismo de transporte de ácidos grasos dentro de la célula se desconoce en gran medida, la existencia del
transporte mediado por un transportador podría explicar los descubrimientos de Turcotte et al (124) y Kiens et al (77). En
el músculo esquelético aislado de ratas perfundido (124), y también en el hombre (77), se observó que el consumo de
ácidos grasos no unidos a proteínas por el músculo siguió una cinética de saturación y no se incrementó linealmente con
las concentraciones incrementadas de ácidos grasos en la sangre como generalmente se creyó. Por encima de cierta
concentración de ácidos grasos, se produce la saturación del proceso de transporte, lo cual podría indicar una limitación
en el transporte a través de la membrana celular aunque no se pueden excluir las limitaciones distantes del consumo de
ácidos grasos (e.g., oxidación). Los datos que implican la cinética de saturación del consumo de ácidos grasos son
derivados de gráficos de consumo de ácidos grasos versus la fracción distribuida de ácidos grasos no unidos a proteínas
(51, 77, 112, 118, 124). Recientemente se sugirió que si bien la fracción mas grande de ácidos grasos en plasma (99.9 %)
es trasportada unida a la albúmina, el consumo de ácidos grasos puede depender de la pequeña fracción de ácido graso no
ligado a las proteínas en el plasma (0.1 % del “pool” total de ácidos grasos en plasma) (77, 124).

Disponibilidad de ácidos grasos en plasma

Debido a que las grasas son almacenadas principalmente fuera del músculo en el tejido adiposo, la disponibilidad de ácidos
grasos del sustrato depende de la lipólisis en el tejido adiposo, el transporte a través de la sangre, y el consumo de ácidos
grasos por el músculo. Sin embargo, la lipólisis en el músculo puede ser otro factor muy importante que determina la
disponibilidad de ácidos grasos especialmente en humanos entrenados en resistencia. Durante los primero minutos de

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ejercicio la concentración de ácidos grasos en plasma decrece como resultado de una demora entre el consumo
incrementado de ácidos grasos directamente luego del comienzo del ejercicio, y la estimulación de la lipólisis (23). Una vez
que la lipólisis es completamente activada y la reesterificación es suprimida, la concentración de ácidos grasos en plasma
se elevará (142). La concentración de ácidos grasos en plasma se incrementa progresivamente con la intensidad en
incremento del ejercicio submáximo (48, 49, 92). A altas intensidades de ejercicio (> 80% VO2 máx), sin embargo, la
disponibilidad de ácidos grasos puede ser limitada como resultado de una liberación disminuida de ácidos grasos (Tasa de
aparición [TA] de ácidos grasos) desde el tejido adiposo (195).

Al cese del ejercicio la utilización de ácidos grasos es drásticamente reducida mientras que la actividad lipolítica será
mantenida debido a la activación metabólica.

Figura 4. Transporte de ácidos grasos desde el espacio vascular en la mitocondria de la célula muscular. Los ácidos grasos en plasma
están unidos a la albúmina, y luego del transporte en el espacio intersticial otra vez se unen a la albúmina. Los ácidos grasos cruzan el
sarcolema por una membrana plasmática, ligados a la proteína de unión de ácidos grasos (PUAGpm), y en el sarcolema serán ligadas a
una proteína unión de ácidos grasos citoplasmática (PUAGc). Subsecuentemente, los ácidos grasos serán activados por la acil-CoA-
sintetasa para formar un acil-CoA que puede ser transportado vía carnitin-palmitoil transferasa I (CPT I), una translocasa y carnitin-
palmitoil transferasa II (CPt II) en la matriz mitocondrial. Ese transporte dentro de la mitocondria es carnitina-dependiente. Las
unidades de Acil-CoA dentro de la matriz mitocondrial pueden estar sujetas a una descomposición enzimática en la beta-oxidación.

Como resultado se incrementaran los niveles de ácidos grasos en la sangre en el periodo post-ejercicio (92). Luego de
10-15 min se alcanza un pico de concentración de ácidos grasos, y las concentraciones declinaran otra vez a los niveles de
reposo (0.2-0.5 mmol/L). Luego del ejercicio, y a veces aun durante el ejercicio, las concentraciones de ácidos grasos se
pueden incrementar más de 2 mmol/L. Generalmente se presume que concentraciones de ácidos grasos por sobre los 2

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mmol/L son tóxicas para los humanos (74, 92). Altas concentraciones de ácidos grasos post ejercicio también pueden ser
consideradas en forma positiva, dado que estos rellenan los depósitos de TG en músculo (134). Hagenfeldt et al (57)
demostraron que la oxidación de ácidos grasos depende en gran parte de la concentración de ácidos grasos en plasma. Sin
embargo, la tasa de oxidación de ácidos grasos en el músculo en esfuerzo, no solo es determinada por la concentración de
ácidos grasos en el plasma, sino también por factores tales como el numero y el tamaño de la mitocondria (ver parte II, los
efectos del entrenamiento sobre la utilización de ácidos grasos en plasma), y probablemente también la presencia de otros
sustratos como la glucosa, determinan la tasa a la cual los ácidos grasos pueden ser oxidados. Coyle et al (27) demostraron
que la oxidación reducida a ácidos grasos de cadena larga durante el ejercicio en presencia de hiperglucemia e
hiperinsulinemia fue, en parte, debido a la reducción en la disponibilidad de ácidos grasos en plasma, y en parte debido a
otros factores situados dentro de la célula muscular. Horowitz et al (68) demostraron que la ingesta de glucosa pre-
ejercicio resulto en una reducción de la oxidación de ácidos grasos. Este efecto fue causado en parte por una reducción en
la lipólisis inducida por la insulina, y una reducción en la concentración de ácidos grasos plasmáticos. Sin embargo, cuando
los niveles de ácidos grasos en plasma fueron restaurados al mismo nivel que durante la prueba de control (sin
alimentación de glucosa pre-ejercicio), perfundiendo una emulsión de triacilglicéridos mas heparina, la oxidación de grasas
fue solo parcialmente restaurada. Estos hallazgos indican que la concentración de ácidos grasos puede ser un factor
importante pero no es el único factor de la oxidación de ácidos grasos plasmáticos.

En otro estudios se demostró que tasas mas altas de glucogenólisis y la subsecuente glucólisis lo cual conduce a mayores
concentraciones de piruvato en músculo a altas intensidades de ejercicio (107, 114) están acompañadas por tasas mas
bajas de oxidación. Aparte de una reducción de la tasa de oxidación de ácidos grasos por altas concentraciones de piruvato
en músculo (a través de la PDH (ciclo glucosa-acido graso) o a través de la malonil CoA; ver discusión en parte II, también
existen sugerencias de que altas tasas de oxidación de ácidos grasos solo pueden ser mantenidas en presencia de una
mínima cantidad de intermediarios de ciclo TCA (TCAI) (107, 127, 128). En ausencia de carbohidratos, la oxidación de
ácidos grasos es inhibida en el miembro inferior de la rata aislado y perfundido (103, 123). Se demostró claramente que la
concentración de TCAi en el músculo esquelético se incrementa varias veces, rápidamente, luego del comienzo del
ejercicio (107). La reacción alanina- aminotransferasa en el músculo (piruvato + glutamato <-> alanina + alfa -
cetoglutarato) parece funcionar para lograr este incremento y mantener altas concentraciones de TCAi durante el ejercicio
prolongado (107, 127, 128). El incremento en la concentración de piruvato en el músculo por lo tanto es la fuerza
conductora para mover la reacción alanina-aminotransferasa (reacción de equilibrio) a la derecha hacia la síntesis de alfa-
cetoglutarato y de otro TCAi. Sin embargo, no se puede mantener una tasa anaplerótica adecuada cuando el glucógeno
muscular se depleta durante el ejercicio prolongado y las concentraciones de piruvato en músculo comienzan a caer. Esto
implica que el máximo flujo del ciclo TCA ser reducido una vez que el glucógeno muscular se deplete y los ácidos grasos se
hayan tornado en el sustrato principal. La oxidación de ácidos grasos se ve disminuida en ausencia de carbohidratos (103,
127). Esto puede explicar porque los atletas de resistencia durante la competencia tienen que reducir la intensidad de
ejercicio hasta aproximadamente 59 % VO2máx cuando los depósitos de glucógeno llegan a depletarse, y los ácidos grasos
pasaron a ser el combustible principal.

Captación de Ácidos Grasos por Parte de las Lipoproteínas Circulantes

Otra fuente potencial de ácidos grasos son los triacilglicéridos (triglicéridos) ligados a las lipoproteínas (VLDL y
quilomicrones) (61). El endotelio muscular es virtualmente impermeable para las lipoproteínas circulantes. Antes que los
ácidos grasos puedan ser captados por el músculo, estos tienen que ser liberados desde los triacilglicéridos formando el
núcleo de las lipoproteínas (VLDL y quilomicrones). Solo luego de la hidrólisis de los compuestos TG-lipoproteínas por la
acción de las lipoprotein-lipasa (LPL), los ácidos grasos pueden ser transportados dentro de la célula muscular. La LPL
esta ubicada sobre la superficie luminar de la pared vascular (13) e hidrolizar alguno de los TG en las lipoproteínas que
pasan a través del lecho capilar. La actividad de la LPL se encuentra en la mayoría, sino en todos, los tejidos. Las
actividades mas altas se reportaron en el músculo cardiaco y en los esqueléticos (rojos), y en el tejido adiposo. La
respuesta de la actividad de la LPL a ciertos estímulos (como ayuno o ejercicio) parece ser específica de cada tejido (81).
Por ejemplo, durante el ayuno o el ejercicio la actividad de la LPL se incrementa en el corazón y músculo esqueléticos,
mientras que al mismo tiempo la actividad de la LPL en el tejido adiposo se reduce (81).

Si hicieron intentos, utilizando balances arteriovenosos y TG marcados radioisotópicamente, para cuantificar la oxidación
de TG en plasma. De la mayoría de los estudios, la contribución de los ácidos grasos derivados de los TG plasmáticos al
metabolismo total de las grasas durante el ejercicio, parece ser muy pequeña (56, 61, 95, 96). Intentos por cuantificar la
utilización de las VLDL-TG durante el ejercicio revelaron que el consumo de ácidos grasos de las lipoproteínas-
triacilglicéridos plasmáticos ocurre lentamente (44), y da cuenta de menos del 5 % del CO2 derivado de los ácidos grasos
durante el ejercicio prolongado (61, 72). Por lo tanto, generalmente se cree que los TG en el plasma contribuyen solo
minimamente a la producción de energía durante el ejercicio (61, 72, 144). Sin embargo, existen algunas observaciones
interesantes que necesitan investigación adicional. Por ejemplo, la actividad de la LPL se incrementa significativamente
luego del entrenamiento (79), y luego de una dieta alta en grasas se incrementa marcadamente. Adicionalmente, el
ejercicio agudo también estimula la actividad de la LPL en el músculo (121). Además, estudios en perros en ejercicio

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demostraron que la contribución de las VLDL-TG no es insignificante (122). Estos hallazgos combinados sugieren que los
TG de las lipoproteínas plasmáticas pueden ser un combustible importante durante el ejercicio, aunque algunos intentos de
medir la contribución de los TG en plasma, directamente, mostraron que éstos no son un combustible principal durante el
ejercicio. Por lo tanto, la contribución de las VLDL-TG (y de los compuestos quilomicrones-TG) al gasto de energía sigue
siendo incierta.

Triacilgliceroles en Músculo

Los triacilglicéridos en el músculo son almacenados en depósitos, generalmente adyacentes a la mitocondria (66) (Figura
5). El músculo esquelético contiene en promedio aproximadamente 12 mmol/kg ps de TG (14, 35, 52, 70, 109) pero esto
puede variar marcadamente debido a factores tales como el tipo de fibra, la nutrición y el ejercicio físico. Estudios
histológicos revelaron que las fibras de tipo I contienen más TG que las de tipo II en humanos. Las fibras de tipo IIb
presentaron la menor concentración de TG intramuscular (35). Las fibras glucolíticas recurren menos a los TG como fuente
de energía, y como consecuencia de ello, los “pools” de TG pueden ser menores en estas fibras. Como se discutirá mas
adelante, a veces es difícil distinguir entre triacilglicérido intramuscular e intermuscular (e.g., Triacilglicérido de los
adipositos que están intercalados entre las fibras musculares). Poco se sabe acerca del rol de los depósitos de
triacilglicéridos intermusculares vs intramusculares. Sin embargo, el hecho de que los sujetos entrenados tienen más
triacilglicéridos intramusculares y menos intermusculares (66), y en tanto oxidan más triacilglicéridos en el músculo (84),
sugiere que los depósitos intramusculares de triacilglicéridos son los más importantes en términos de provisión de energía.

Figura 5. Imagen de Microcospía electrónica de una gotita de lípidos (li) en proximidad cercana a la mitocondria (mi), en el músculo
esquelético. También son visibles los gránulos de glucógeno intramuscular (gl). Cortesía micrográficas de: H Claasen, Intitute of
Anatomy, Univerisity of Bem, Switzerland.

Si bien el metabolismo de los triacilglicéridos en el tejido adiposo fue descrito a fondo con el correr de los años, nuestro
conocimiento acerca de la regulación del metabolismo de los TG en el músculo es muy limitado. De manera sorprendente,
ni siquiera la enzima responsable de la hidrólisis de TG ha sido identificada. En el músculo esquelético de ratas se
descubrieron tres triglicérido-lipasas (TGLi) diferentes, cada una con distintas actividades a un pH de 5.0, 7.0 u 8.5. Estas
lipasas son conocidas como ácidas, neutras o alcalinas, respectivamente. La lipasa alcalina se identificó como lipoproteín-
lipasa (119). Se sugirió que esta TGLi alcalina (LPL) en el músculo sirve principalmente para catalizar la descomposición
de ácidos grasos de los TG circulantes. La TGLi neutral, que probablemente este bajo control hormonal, e influenciada por
el sistema adrenérgico, puede ser la enzima responsable la lipólisis intramuscular (52). Sin embargo, la información acerca
de esta enzima en el músculo esquelético es escasa. La regulación de las lipasas intramusculares se estudio
indirectamente. Cuando se perfundió norepinefrina, se observó una reducción significativa en el contenido de TGIM en
humanos (40). Además, la estimulación de los receptores beta-adrenérgicos en el diafragma de ratas, con isoproterenol,
incremento la lipólisis in vitro, y a su vez, este incremento fue parcialmente bloqueado por la adición de insulina al medio

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de incubación (3). Además, se descubrió que la administración de propanolol a ratas durante el nado evita la declinación de
los triacilglicéridos en músculo, indicando que el bloqueo del beta-adrenoreceptor inhibe efectivamente la degradación
intramuscular neutral de lípidos durante el ejercicio (116). En el corazón aislado y perfundido con epinefrina se demostró
que se incrementó la liberación de glicerol (137). Además con la perfusión con dibutiril adenosina-monofosfato 3’5’ –cíclico
(cAMP), los TG decrecieron en un 50 % en corazones de ratas perfundidas (42). Esto puede indicar que, como en el tejido
adiposo la lipólisis cardiaca es mediada, al menos en parte, a través de la clásica cascada cAMP. Cleroux y cols. (25)
demostraron que la lipólisis de triacilglicérido en el músculo esta medida por beta2-adrenoreceptores. En sujetos que
realizan ejercicio prolongado hasta el agotamiento, la utilización de triacilglicéridos en el músculo estuvo completamente
bloqueada por el nadolol, un bloqueador no selectivo, mientras que no cambió con atenolol, un bloqueador selectivo beta1-
adrenoreceptor. Un respaldo indirecto para estas observaciones en el músculo esquelético proviene de estudios que
demuestran que la lipólisis de triacilglicéridos en el músculo ocurre principalmente en las fibras lentas (115, 117), las que
también tienen una densidad más alta de beta2-adrenoreceptores (136). Debido a que los resultados indican que la lipólisis
extra-muscular decreció en un mismo grado con el bloqueo de beta1-adrenoreceptores o de beta  beta2-adrenoreceptores
se concluyó que la lipólisis en el tejido adiposo es solo parcialmente controlada por el sistema adrenérgico y
principalmente a través de los beta1-adrenoreceptores, mientras que la ruptura del triacilglicérido en el músculo
esquelético parece ser controlada por el sistema adrenérgico a través de los beta-2adrenoreceptores (25). Sin embargo
hasta el presente sigue sin estar completamente claro hasta que grado los beta1, beta2 y beta3-adrenoreceptores están
involucrados en la lipólisis del músculo esquelético. También existe evidencia de que la lipólisis en el músculo y la
degradación de TGIM puede estar influenciada por la estimulación directa del nervio ciático (115), o luego de la
estimulación directa del músculo con electrodos (65), indicando que otros factores ajenos a la estimulación adrenérgica
(e.g., mecanismos locales) pueden desempeñar un rol en la regulación de la lipólisis intramuscular. Gorski et al (52)
hipotetizaron que el Ca2+ puede ser un posible candidato a ejercer un efecto de estimulación local sobre las TG-lipasas
endógenas.

Los primeros estudios que utilizaban ácidos grasos marcados con 14C para cuantificar el reciclado (turnover) de ácidos
grasos indicaron que durante el ejercicio se utilizaron los TG musculares (56, 61). Estos estudios revelaron que durante el
ejercicio submáximo (60-120 min), los ácidos grasos en el plasma contribuyeron solo en un 50 % de la oxidación total de
grasas, implicando que el residuo puede haber venido de otras fuentes, probablemente triacilglicéridos intramusculares.
Con el microscopio electrónico, fueron estudiadas las vacuolas de grasa en el músculo, antes y después del ejercicio (94).
El tamaño de las vacuolas fue mas pequeño luego del ejercicio sugiriendo realmente que los ácidos grasos fueron
movilizados desde las vacuolas, y subsiguientemente oxidados (94). Estudios que utilizaron biopsias musculares indicaron
que el contenido de TG en músculo decrece durante el ejercicio (14, 36, 39, 100). Sin embargo, otros estudios no fueron
capaces de encontrar diferencias entre el contenido de TG pre y post-ejercicio, en biopsias musculares (48, 75). Parte de
los resultados inconsistentes pueden ser explicados por la técnica de biopsia muscular aplicada. La biopsia muscular
(usualmente 50-150 mg de peso seco [ps]), representa solo una pequeña parte del músculo entero, o no podría ser
representativa de los depósitos de TG de todo el músculo. Los TG no son almacenados en forma homogénea a lo largo de
los compartimentos del músculo, y como se ha mencionado antes, los diferentes tipos de fibras levemente diferente
contenido de TG (109). Especialmente en biopsias de músculo humano, esto puede ser un problema del momento ya que
las biopsias pre y post-ejercicio usualmente tienen una composición de fibras levemente diferente. Wending et al (135)
demostraron recientemente que los TG medidos en repetidas biopsias musculares presentaron una gran variación
resultante en coeficientes de variación de entre 20-26 %. Ellos sugirieron que solo pueden ser detectables los cambios en
TGIM mayores al 24%. En adición a la utilización de triacilglicéridos musculares exactamente cuantificada, es de suma
importancia que toda grasa circundante sea cuidadosamente disecada de las fibras musculares, antes de que el contenido
de triacilglicéridos sea analizado. Si no se realiza esta disección, el contenido de triacilglicéridos medido podría ser la
suma de los triglicéridos musculares y el de los adipositos ubicados entre las fibras musculares. Recientemente, fueron
utilizadas técnicas de espectroscopia por resonancia magnética, para cuantificar las concentraciones intramusculares de
triacilglicéridos “in vivo” (12). Estas técnicas pueden permitir mediciones mas precisas de concentraciones de
triacilglicéridos intramusculares en el futuro. Boesch et al (12) reportaron un error del 6 % en sus métodos. Sin embargo,
ellos también reportaron diferencias considerables entre sus individuos cuando se investigó el mismo músculo.

Se estimó que la contribución de los TG musculares al gasto total de energía durante el ejercicio (65 % VO2 máx) fue de
15-35 % (70, 75). Debería mencionarse, sin embargo, que esta contribución se calculó sustrayendo el consumo de ácidos
grasos plasmáticos de la oxidación total de grasas, y la diferencia teóricamente refleja los TG musculares, los TG entre las
fibras musculares y los TG en VLDL. En este estudio se asumió que la contribución de las VLDL-TG fue insignificante.
Romijn et al (105) investigaron la contribución energética de distintos sustratos durante el ejercicio a tres intensidades
diferentes de ejercicio. La contribución de los TG intramuscular fue del 7 %, 26 % y 8 % durante el ejercicio al 25 %, 65 %
y 85 % VO2 máx, respectivamente (Figura 6). Esto sugiere que hay una óptima utilización de TG musculares en algún nivel
entre el 25 % y el 85 % VO 2 máx. Los atletas entrenados en resistencia recurren más a sus TGIM. Martin et al (84)
demostraron que el entrenamiento incrementó la contribución de la utilización de TGIM al gasto total de energía. Esto será
discutido en mas detalle en la parte II de esta revisión (sección: “el efecto del entrenamiento sobre la utilización de

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Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio: Una Revisión Parte I: Movilización de Ácidos Grasos y Metabolismo Muscular. PubliCE
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TGIM”).

En general se puede concluir que los TG musculares son utilizados durante el ejercicio submáximo, y estos son un sustrato
importante para el músculo en contracción. Desafortunadamente, los problemas metodológicos hacen muy difícil la
cuantificación de la utilización de triacilglicéridos musculares.

Figura 6. Utilización de sustratos a diferentes intensidades de ejercicio (25 % VO2 máx, 65 % VO2 máx y 85 % VO2 máx). Datos
adaptados de Romijn et al (105)

Transporte de ácidos grasos a través de la membrana mitocondrial

Una vez que los ácidos grasos entran al citoplasma de la célula muscular pueden ser tanto esterificados como almacenados
en los TG intracelulares (28); o el ácido graso puede ser ligado a la PUAG para el trasporte al sitio de oxidación, y activado
para convertirse en acil CoA graso por la enzima acil CoA sintetasa. La activación del ácido graso es un proceso
extramitocondrial. La membrana mitocondrial interna es impermeable para el acil CoA (o ácido graso) de manera tal que
se necesita un transportador para el desplazamiento del ácido graso activado a través de la membrana mitocondrial
interna. Primero el éster acil CoA es convertido en acil-carnitina por la carnitin-acil-transferasa (CAT I) ubicada en la cara
externa de la membrana mitocondrial interna y reconvertido en acil CoA graso en el lado de la matriz de la membrana
mitocondrial interna por la enzima CAT II (Figura 4). La acil carnitina atraviesa la membrana interna en un intercambio 1:1
con una molécula libre de carnitina, un paso del transporte que es controlado por la proteína acil carnitin-translocasa (93,
126). Generalmente, se cree que los ácidos grasos de cadena media y corta pueden ser difundidos más libremente en la
matriz mitocondrial, donde son convertidos en sus respectivos ésteres CoA. Sin embargo, al menos parte de estos ácidos
grasos son transportados por proteínas transportadoras especificas acil CoA-transferasas de cadena corta o media (54,
106). Debido a que la malonil Coa, un intermediario de la biosíntesis de ácidos grasos, inhibe la CATI, se cree que este
compuesto esta involucrado en la regulación de la utilización total de grasas (27, 85 - 87, 106, 138-140). El posible rol de la
malonil CoA en la regulación de la oxidación de ácidos grasos será discutido en la parte II de esta revisión (sección:
“regulación a través del malonil CoA”).

La importancia del sistema de transporte acil-carnitina a través de la membrana mitocondrial interna se torna obvia
cuando se consideran las serias complicaciones observadas en los pacientes deficientes en carnitina (120). Estos pacientes
esta imposibilitados reutilizar las grasas como combustible. En consecuencia, ellos recurren fuertemente a sus depósitos
de glucógeno, los cuales se depletarán mas precozmente durante el ejercicio. Esto resulta en fatiga temprana y una
reducción de la performance.

Existe evidencia indirecta preliminar que sugiere que el trasporte de ácidos grasos de cadena larga dependiente de la
carnitina dentro de la mitocondria puede ser el paso tasa-limitante en el proceso de oxidación de ácidos grasos. Cuando se
dan infusiones intravenosas de ácidos grasos de cadena larga (que depende del sistema de transporte de carnitina para
atravesar la membrana mitocondrial interna), se encuentran menores tasas de oxidación, comparado con los ácidos grasos
de cadena media los cuales son menos dependientes del sistema de transporte de carnitina (27, 89). Sin embargo, en el

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Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio: Una Revisión Parte I: Movilización de Ácidos Grasos y Metabolismo Muscular. PubliCE
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presente es incierto el grado en el cual el transporte de ácidos grasos dependiente de la carnitina dentro de la mitocondria
es un factor tasa-limitante.

Oxidación de ácidos grasos

En la beta-oxidación, el acil-CoA graso es degradado en gran medida a acetil-CoA y un residuo de acil-CoA acortado en dos
carbonos. Las unidades de acetil-CoA pueden entrar al Ciclo de los ácidos Tricarboxílicos (ciclo ATC) y seguir exactamente
el mismo camino que las unidades de acetil-CoA desde el piruvato. El acil-CoA graso acortado actúa otra vez como un
sustrato para el camino beta-oxidativo hasta que es completamente oxidado. La tasa a la cual los ácidos grasos son
oxidados depende del tipo de ácidos grasos. Los acil grasos que son pobremente oxidados por la mitocondria (i.e., ácidos
grasos de cadena muy larga) también pueden ser oxidados (126). Se demostró que tanto el número de átomos de carbono
como el grado de saturación influyen en la tasa de oxidación. Se sabe que los ácidos grasos de cadena media (AGCM) son
oxidados mas rápida y completamente que los ácidos grasos de cadena larga (AGCL) (6). Jones et al (78) estudiaron las
tasas de oxidación corporal total de ácidos grasos con longitud de cadena similar (C18), pero con diferentes grados de
saturación. Se observaron diferencias remarcables en las tasas de oxidación; el ácido oleico (C18:1 n-9) se oxidó mas
rápido que el ácido linoleico (C18:2 n-6), el que en cambio se oxidó mas rápido que el ácido esteárico (C18:0). Estudios in
vivo llevados a cabo con ratas (82) demostraron que las tasas de oxidación de los ácidos grasos decrecieron con el
incremento de la longitud de cadena (C12:0 > C14:0 > C16:0 > C18:0). Hubo diferencias considerables en las tasas de
oxidación de diferentes ácidos grasos insaturados (C18:3 n-3 > C18:1 n-3 > C18:3 n-6 > C22:6 n-3 > C20:4 n-6). El ácido
oleico (C18:1) se oxidó a una tasa considerablemente alta, casi tan rápido como el ácido lúrico (C12:0). De los ácidos
grasos n-6 el ácido linoleico (C18:2 n-6) se oxidó a una tasa mas rápida que cualquiera de estos metabolitos, siendo el ácido
araquidónico (C20:4 n-6) el que oxidó a la tasa mas baja. La tasa de oxidación del ácido alfa-linoleico (C18:3 n-3) fue casi
tan rápida como la de los ácidos lúrico (C12:0) y oleico (C18:1 n-9). En cultivos de hepatocitos incubados, las tasas de
captación de ácidos grasos y formación de cuerpos cetónicos fueron del orden de C16:1 > C16:0 > C18:2 > C18:1 > C18:0
(34). Hagenfeldt y Wahren (56) también observaron una leve extracción preferencial de los ácidos linoleico (C18:2 n-6) y
oleico (C18:1), comparados con el ácido palmítico (C16:0) a través del antebrazo. De estos estudios se desprende el hecho
de que parece que los ácidos grasos saturados e insaturados se oxidan a tasas diferentes.

Otros Metabolismos de las Grasas

Otros componentes relacionados con las grasas como el glicerol y los cuerpos cetónicos también pueden servir como
combustibles durante el ejercicio. El glicerol es liberado luego de la hidrólisis de TG y es transportado al espacio vascular.
Vía sangre, el glicerol es transportado hacia el hígado donde puede servir como precursor glucogénico de la glucosa. Sin
embargo, estudios con administración de glicerol demostraron que la tasa de conversión de glicerol a glucosa fue
inadecuada para contribuir significativamente al gasto de energía durante el ejercicio (90, 91).

Los cuerpos cetónicos (acetoacetato y beta-hidroxibutarato) son productos de la oxidación incompleta de ácidos grasos.
Bajo circunstancias normales, el hígado es el único órgano con aptitud para producir cuerpos cetónicos. Por otro lado, los
cuerpos cetónicos pueden ser oxidados por la mayoría de los tejidos incluyendo el músculo esquelético. La concentración
de cuerpos cetónicos en el plasma es usualmente muy baja (50-150 mmol/L), pero se puede incrementar marcadamente
luego del ayuno o durante el ejercicio prolongado (14, 30, 31). Durante el ayuno la producción de cuerpos cetónicos es
extremadamente importante dado que estos sirven como combustible alternativo a la glucosa en el cerebro. Normalmente
hay bastante glucosa para proveer al cerebro de sustratos energéticos. Sin embargo, durante el ayuno la disponibilidad de
glucosa esta marcadamente reducida y los cuerpos cetónicos pueden servir como un combustible alternativo en las células
musculares. Con respecto a la provisión de energía durante el ejercicio, generalmente se cree que la contribución de los
cuerpos cetónicos no es significativa (38, 92).

RESUMEN Y CONCLUSIONES

Los ácidos grasos son un combustible importante para el músculo en contracción. Luego de la lipólisis, los ácidos grasos
del tejido adiposo tienen que ser transportados a través de la sangre hacia el músculo. Los ácidos grasos derivados de los
TG circulantes también pueden ser utilizados como combustible pero se cree que son menos importantes durante el
ejercicio. En el músculo los depósitos de TGIM también peden proveer ácidos grasos para oxidación, luego de la
estimulación de la Lipasa Hormonosensible. En la célula muscular, los ácidos grasos serán transportados por proteínas
trasportadoras (PTAG), y luego de la activación del acil-CoA graso tienen que atravesar la membrana mitocondrial a través
del sistema carnitin-palmitoil-transferasa, luego de lo cual el acil-CoA será degradado a acetil-CoA para su oxidación.

En la parte II de esta revisión focalizaremos en la interacción entre los carbohidratos y metabolismo de las grasas, y en la

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regulación del metabolismo de ácidos grasos. También serán enfocados los efectos del entrenamiento.

En la parte III de esta revisión discutiremos los efectos de varias manipulaciones nutricionales.

RECONOCIMIENTO

Agradecemos la ayuda del Dr. Hans Hoppeler (Universidad de Berna, Suiza), quien proveyó la excelente microfotografía de
la Figura 5.

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Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio: Una Revisión Parte I: Movilización de Ácidos Grasos y Metabolismo Muscular. PubliCE
20
Cita Original

Asker E. Jeukendrup, William H. M. Saris y Anton J. M. Wagenmakers, Metabolismo De Las Grasas Durante El Ejercicio:
Una Revisión Parte I: Movilización de ácidos Grasos y Metabolismo Muscular. Resúmenes del Simposio Internacional de
Actualización en Ciencias Aplicadas al Deporte, Biosystem, 142-158 (1999)

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio: Una Revisión Parte I: Movilización de Ácidos Grasos y Metabolismo Muscular. PubliCE
21
PubliCE, (PubliCE) 1999

Monografía

Metabolismo de las Grasas Durante


el Ejercicio Una Revisión. Parte II:
Regulación del Metabolismo y los
Efectos del Entrenamiento
Asker Jeukendrup1, William H Saris1 y Anton J Wagenmakers1
1
Nutrition Research Center, Department of Human Biology, Maastricht University, Maastricht, The Neterlands.

RESUMEN

Esta parte discute la compleja regulación del metabolismo de las grasas. Las catecolaminas como estimulador de lipólisis y
la insulina como supresor, desempeñan roles muy importantes en la regulación de la oxidación de las grasas. La
interacción de los carbohidratos y el metabolismo de las grasas fue largamente estudiada en la pasada década pero la
comprensión de esta regulación multi-factorial es compleja y sigue sin entenderse por completo. En 1963, Randle et al,
propusieron al ciclo glucosa- ácido graso como un posible mecanismo, y más recientemente se propuso la teoría de la
regulación a través de la malonil CoA como posible camino para explicar los cambios en el metabolismo de carbohidratos y
grasas en reposo y durante el ejercicio. La intensidad del ejercicio afecta la oxidación de las grasas, principalmente
incrementando la lipólisis y la disponibilidad de ácidos grasos durante el ejercicio de baja a moderada intensidad. A altas
intensidades de ejercicio, tanto la reducción en la disponibilidad de ácidos grasos (Ta AG reducida), así como los factores
intramusculares reducen la oxidación de las grasas. Estos factores intramusculares se desconocen en gran medida. La
densidad mitocondrial incrementada luego del entrenamiento y el aumento de las enzimas oxidativas pueden explicar en
parte la oxidación aumentada de ácidos grasos durante el ejercicio, tal como se observa luego del estimulo de
entrenamiento. Sin embargo, también puede ser importante el suministro de ácidos grasos para la mitocondria. La
evidencia disponible sugiere que los ácidos grasos adicionales oxidados luego del entrenamiento son derivados
principalmente de los triacilglicéridos intramusculares, y no de los ácidos grasos derivados del tejido adiposo o de los
triacilglicéridos circulantes.

Palabras Clave: entrenamiento, ciclo glucosa-ácido graso, malonil CoA, epinefrina, insulina, intensidad de ejercicio

INTRODUCCION

En la parte I de esta revisión, “Movilización de ácidos grasos y metabolismo muscular” publicada en una edición previa del
Internacional Journal of Sports Medicine (70), se hizo una reseña de la importancia de las grasas como sustrato durante el
ejercicio, y se describió que nivel de grasas se moviliza desde el tejido adiposo, cuanto de ese monto es transportado a
través de la sangre, tomado por el músculo y utilizado en el mismo para su oxidación. Además se discutieron los roles de
diferentes combustibles lípidos (ácidos grasos en plasma, ácidos grasos derivados de lipoproteínas plasmáticas, ácidos
grasos de triacilglicéridos intramusculares). La parte II se concentrará en la interacción entre el metabolismo de

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio Una Revisión. Parte II: Regulación del Metabolismo y los Efectos del Entrenamiento. PubliCE
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carbohidratos y grasas, y la regulación de la utilización de sustratos. Además se discutirá el efecto de la intensidad del
ejercicio y el entrenamiento. En la parte III: “Efecto de las intervenciones nutricionales”, en una edición posterior de esta
publicación (71), se le prestará atención a los efectos de las diversas manipulaciones nutricionales sobre el metabolismo de
los ácidos grasos.

REGULACION DE LA UTILIZACION DE SUSTRATOS

Regulación hormonal

Los cambios en la gluconeogénesis, lipólisis y cetogénesis durante el ejercicio pueden ser explicados, al menos en parte,
por los cambios en las concentraciones de hormonas. El perfil catabólico hormonal, tal como se observa durante el
ejercicio de resistencia intenso se promoverá luego de una dieta baja en carbohidratos o con un balance de energía
negativo (40, 41, 77, 80). Las hormonas pueden afectar primariamente la movilización de ácidos grasos (e.g., lipólisis). La
concentración de insulina decrece mientras que los niveles de glucagón, epinefrina, norepinefrina, así como también la
hormona de crecimiento (STH) y cortisol, se incrementan. La STH tiene un efecto facilitador sobre las catecolaminas, y por
lo tanto también sobre la liberación de ácidos grasos en el torrente sanguíneo. Las catecolaminas tienen un potente efecto
estimulante sobre la lipólisis, mientras que la insulina es un fuerte inhibidor de la lipólisis (48) (ver también parte I de esta
revisión: Sección “Lipólisis en el tejido adiposo”. Galbo (40) concluyó que los cambios en las concentraciones plasmáticas
de estas hormonas fueron principalmente causadas por cambios en las concentraciones plasmáticas de glucosa. Sin
embargo, no puede excluirse una estimulación simpática de liberación de hormonas. Durante el ejercicio las catecolaminas
plasmáticas y la actividad simpática neural se elevan exponencialmente con el incremento de la intensidad de ejercicio. Sin
embrago, el efecto de las concentraciones de catecolaminas en el plasma sobre la lipólisis y la oxidación de grasas durante
el ejercicio no han sido muy bien descritas. Romijn et al (102) demostraron que durante el ejercicio a baja intensidad (25 %
VO2 máx) la renovación (turnover) de ácidos grasos se incrementó cinco veces, mientras que las concentraciones de
catecolaminas en plasma se elevaron solo 50 % por sobre los valores de reposo. Cuando se incrementó la intensidad del
ejercicio hasta el 65 y 85 % del VO2 máx los niveles de catecolaminas en plasma se incrementaron 3-6 y 7-19 veces,
respectivamente, pero la renovación de ácidos grasos en realidad decreció. Por lo tanto, otros factores como el flujo
sanguíneo del tejido adiposo (11, 12), la concentración de lactato en plasma (67), la concentración plasmática de insulina
(63) y el incremento del flujo glucolítico (111) pueden desempeñar un rol principal durante el ejercicio a intensidades
moderadas a normales. Se revisó extensivamente en diversas publicaciones recientes el rol de las hormonas durante el
ejercicio y su influencia en la utilización de sustratos (34, 38, 39, 100, 120).

El ciclo glucosa-ácidos grasos en reposo

La interacción entre el metabolismo de grasas y los carbohidratos puede ser explicado en parte por la existencia del
llamado ciclo glucosa-ácidos grasos propuesto por Randle en 1963 (94) (Figura 1). Un incremento en la concentración de
ácidos grasos en plasma podría conducir a una oxidación de grasas aumentada. El flujo acelerado a través de la vía de la
beta-oxidación puede resultar en una acumulación de acetil CoA y NADH, lo cual en cambio podría inhibir la actividad de
la enzima piruvato dehidrogenasa (PDH) y por lo tanto inhibir la oxidación de piruvato. La inhibición de la piruvato
dehidrogenasa podría conducir a un ahorro de carbohidratos, dado que el piruvato convertido en acetil CoA, y es sometido
a oxidación. Adicionalmente, una concentración incrementada de acetil CoA y de hecho un aumento en el cociente acetil
CoA/CoA resultaría en un incremento de la concertación de citrato conduciendo a una inhibición de la enzima
fosfofructokinasa (PFK), una enzima llave (determinante de la velocidad) en la vía glucolítica. Estos efectos podrían
resultar en una reducción de la tasa de glucólisis y glucogenólisis. Concentraciones mas bajas de ácidos grasos pueden
generar, por supuesto, las adaptaciones opuestas.

Si bien se obtuvo evidencia a favor de la existencia de este ciclo glucosa-ácidos grasos en el músculo cardíaco de ratas (42,
43, 94, 95) y en el diafragma de ratas (42, 43, 94, 95) estudios iniciales en músculos esqueléticos de ratas sugirieron que la
disponibilidad de ácidos grasos no inhibe la disponibilidad o la oxidación de glucosa (8, 49, 101). Sin embargo, los
resultados fueron más bien conflictivos, dado que otros estudios reportaron una disminución de la utilización de glucosa
luego de adicionar ácidos grasos al medio de perfusión en el músculo esquelético de ratas aislado (91, 98, 99). Rennie et al
(99) hallaron que el incremento en la disponibilidad de ácidos grasos disminuyó la tasa de degradación de glucógeno en
músculos esqueléticos estimulados de ratas. Las concentraciones de citrato se incrementaron en los músculos de fibras
lentas ST; sóleo) y rápidas semi-oxidativas (FTOx; porción profunda del vasto lateral), pero no en los músculos de fibras
rápidas glucolíticas (FTGl; porción superficial del vasto lateral). Por eso la diferencia en los estudios mencionados
previamente puede ser, en parte, explicada por los diferentes tipos de músculos estudiados. Otra diferencia entre los
estudios, podría ser el momento de medición. Zorzano et al (130) concluyeron que el ciclo glucosa-ácidos grasos no opera
en estado de reposo en el sóleo de una rata privada de alimentos, pero opera en el período post ejercicio.

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio Una Revisión. Parte II: Regulación del Metabolismo y los Efectos del Entrenamiento. PubliCE
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Si bien la mayoría (5, 35, 36, 115, 123, 129), pero no todos, los estudios proveen datos que respaldan la existencia del ciclo
de Randle en el músculo esquelético en reposo, este tema seguirá siendo un asunto de debate continuo. Ferrannini et al
(36) demostraron que los niveles elevados de ácidos grasos en plasma inhibieron el consumo de glucosa, hallazgo que fue
confirmado posteriormente por Walter et al (123). Estudios en los cuales se investigó la tolerancia a la glucosa con altos y
bajos niveles de ácidos grasos plasmáticos, sugieren un efecto inhibidor directo de los ácidos grasos sobre el transporte de
glucosa (35). Wolfe et al (128), por otro lado, observaron que los niveles elevados de ácidos grasos no afectaron la
oxidación de glucosa en plasma cuando el consumo de esta se mantuvo constante. En cambio, los niveles elevados de
ácidos grasos suprimieron la oxidación de glucógeno, Baron et al (7) administraron “Intralipid” y heparina, y observaron
que la utilización corporal total de glucosa mediada por insulina se inhibió en reposo.

La mayoría de los estudios en sujetos humanos en reposo sostienen el concepto de que un incremento en la disponibilidad
de ácidos grasos afecta la utilización de glucosa intracelular o extracelular, o ambas. Sin embargo, los mecanismos
mencionados son, en gran medida, desconocidos, y si bien hay indicadores de que el ciclo de Randle es operativo en el
músculo esquelético de humanos en reposo, hay poco respaldo para el ciclo en condiciones de ejercicio.

Figura 1. Ciclo glucosa-ácidos grasos (Ciclo de Randle). Este ciclo describe los mecanismos por los cuales la oxidación de ácidos
grasos puede inhibir la oxidación de glucosa. Cuando los ácidos grasos entran al citoplasma estos pueden ser activados a acil CoA
graso, y subsecuentemente transportados dentro de la mitocondria. Vía beta-oxidación las unidades de acil CoA graso se
transformarán en acetil CoA. Una concentración aumentada de acetil CoA citoplasmático o del cociente acetil CoA/CoA inhibirá la
actividad de la PDH, y por lo tanto inhibirá la decarboxilación del piruvato a acetil CoA. Además una concentración incrementada de
citrato puede conducir a la inhibición de la PFK. Concentraciones aumentadas de glucosa-6-P citoplasmática pueden inhibir el
transporte de glucosa dentro de la célula muscular. (PDH = piruvato dehidrogenasa; PFK = fosfofructokinasa; P = fosfato).

El ciclo glucosa-ácidos grasos durante el ejercicio

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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En uno de los primeros estudios que analizaron el ciclo glucosa-ácidos grasos en humanos durante la realización de
ejercicio, se observó que el consumo de glucosa durante el ejercicio fue inhibido por un incremento en las concentraciones
plasmáticas de ácidos grasos (23). En un clásico estudio, Costill et al (23) alimentaron a sus sujetos con una comida alta en
grasas y les dieron una infusión de heparina para elevar los ácidos grasos en plasma. Los sujetos se ejercitaron 30 min
sobre una cinta ergométrica al 70 % VO2 máx. La elevación de los ácidos grasos plasmáticos de aproximadamente 1
mmol/L redujo la tasa de ruptura de glucógeno muscular en un 40 %, comparado con la prueba control en la cual la
concentración de ácidos grasos en plasma fue de aproximadamente 0.2 mmol/L. Vulkovich et al (121) observaron efectos
similares de ahorro de glucógeno con alimentación con grasas y la infusión de “Intralipid”, en combinación con infusión de
heparina. Estos hallazgos fueron además confirmados por Dyck et al (30) quienes infundieron “Intralipid” y heparina para
elevar los ácidos grasos en plasma, observando un ahorro significativo de glucógeno luego de 15 min de pedaleo al 85%
VO2 máx. Sin embargo, este último estudio no observó ninguna diferencia en el citrato muscular, acetil CoA y PDH entre
las pruebas con “Intralipid” y las de control, sugiriendo que otro mecanismo que no es el ciclo glucosa-ácidos grasos debe
ser el responsable de la regulación de la utilización de combustibles. Los autores sugieren una regulación al nivel de la
glucógeno-fosforilasa (30). Hargreaves et al (51) elevaron las concentraciones de ácidos grasos en plasma por infusión de
“Intralipid” y heparina. Durante el ejercicio (extensión de rodilla), se midieron la diferencia arterio-venosa de diferentes
sustratos y se tomaron biopsias musculares. Ellos observaron que el consumo de glucosa fue inhibido, mientras que no
pudieron ser encontradas diferencias ni en el índice de intercambio respiratorio del músculo ni en los niveles de glucosa-6-
fosfato. Las concentraciones elevadas de ácidos grasos no resultaron en una disminución de la ruptura de glucógeno. Los
autores sugirieron que los ácidos grasos tienen un efecto directo sobre el consumo de glucosa del espacio vascular. Estos
resultados se obtuvieron durante ejercicios de baja intensidad, sin cambios en las concentraciones hormonales (51). Sin
embargo, Romijin et al (103) demostraron que durante el ejercicio intenso, el consumo de glucosa no fue inhibido por las
concentraciones aumentadas de ácidos grasos en plasma. Asimismo, para demostrar la contradicción de los hallazgos,
Ravussin et al (96) no pudieron encontrar un cambio en la contribución relativa de grasas y carbohidratos a la oxidación
total, durante el ejercicio al 44 % VO2máx, aunque los ácidos grasos plasmáticos estuvieron significativamente elevados
por el suministro de una comida pre-ejercicio que contenía triacilglicéridos de cadena media (TCM).

Los resultados de diversos estudios están lejos de ser consistentes, especialmente durante el ejercicio (17, 23, 55, 96, 98,
99). Sin embargo, alguna de las diferencias en los resultados puede ser explicada por el diseño experimental. Algunos
estudios fueron realizados en situaciones con tasas muy bajas de oxidación de ácidos grasos (79). Estas bajas tasas de
oxidación de ácidos grasos se pueden encontrar, por ejemplo, durante muy bajas o muy altas intensidades de ejercicio.
Algunos estudios administraron solo pequeñas cantidades de grasa exógena, lo cual puede haber sido insuficiente para
elevar significativamente la oxidación de grasas (19, 79). Otros factores también pueden haber causado la no uniformidad
en los resultados. Adicionalmente, el ciclo glucosa-ácidos grasos, probablemente, esté sujeto a la influencia de diversas
hormonas, lo que hace dificultosa la comparación de diferentes fuentes de investigación. En la literatura, los diferentes
hallazgos de estudios, algunos de los cuales observaron “ahorro de glucógeno” y otros que no, son generalmente
explicados por el grado al cual se elevaron los niveles de ácidos grasos plasmáticos.

Sin embargo, puede ser más importante el grado al cual los niveles de ácidos grasos plasmáticos descendieron en la
situación de control. Si el músculo es privado de ácidos grasos plasmáticos, como combustible (concentración baja,
aproximadamente 0.2 mmol/L), el nivel de energía de la célula muscular puede estar reducido, conduciendo a una
glucogenólisis acelerada.

Otra vía para observar los resultados posiblemente conflictivos es que el efecto de ahorro de glucógeno observado en
algunos de los estudios no es el resultado de una reducción en la ruptura de glucógeno, sino mas bien una aceleración de
la ruptura de glucógeno en las pruebas control. Estudios en los cuales se observó ahorro de glucógeno con niveles elevados
de ácidos grasos (23, 30, 121), tuvieron niveles muy bajos de ácidos grasos plasmáticos en sus grupos control (por debajo
de 0.2 mmol/L), lo cual puede haber privado al músculo de un sustrato plasmático. Por otro lado, los niveles de AGL en los
estudios que no fueron capaces de demostrar este efecto, fueron de alguna manera mas altos (por encima de 0.4 mmol/L)
(96). Esto es análogo al hallazgo de que el ácido nicotínico, un fuerte inhibidor de la movilización de ácidos grasos, que
hace decrecer la disponibilidad de ácidos grasos usualmente por debajo de 0.2 mmol/L, incrementó la glucogenólisis
muscular (9, 92). Esta visión es sostenida, además, por observaciones de Dyck et al (30) quienes demostraron un pobre
nivel de energía en el músculo (bajo AMP y PCr) en los grupos control en los cuales la disponibilidad de ácidos grasos fue
baja, comparado con las pruebas de “Intralipid” con concentraciones muy altas de ácidos grasos plasmáticos.

En conclusión, no hay evidencia de que el ciclo glucosa-ácidos grasos, tal como se propuso originalmente, sea operativo en
el músculo esquelético de humanos en ejercicio. Si bien diversos estudios demostraron una disminución en la utilización de
glucosa cuando los ácidos grasos son elevados, la regulación puede no ser a través del clásico ciclo glucosa-ácidos grasos.
Por lo tanto la pregunta que subsiste es: si el ciclo glucosa-ácidos grasos no es el mecanismo regulador durante el
ejercicio, ¿qué es lo que determina entonces la utilización de grasas y carbohidratos?

Regulación a través de la Malonil CoA

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio Una Revisión. Parte II: Regulación del Metabolismo y los Efectos del Entrenamiento. PubliCE
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Otro posible mecanismo es la regulación a través de la Malonil CoA. Se sugirió que la carnitin-acil-transferasa I (CAT I), el
paso tasa-limitante en el transporte de AGCL-CoA (AGCL = Ácidos Grasos de Cadena Larga) dentro de la mitocondria, es
un importante sitio de regulación de la oxidación de ácidos grasos (Figura 2). La actividad de la CAT I, en cambio, es
regulada por la Malonil CoA, la cual se forma por la acetil CoA-carboxilasa (ACC) en el paso tasa-limitante de la síntesis de
ácidos grasos. La CAT I es muy sensible a cambios en las concentraciones de Malonil CoA (83). En ratas privadas de
alimentos y diabéticas, los niveles de Malonil CoA hepático están reducidos y la oxidación de ácidos grasos, así como
también la cetosis, están incrementadas (85). En situaciones de escasez de glucosa como el ayuno, la ACC es inactivada, y
el resultado es una disminución en la concentración de Malonil CoA y un incremento de la tasa de beta-oxidación. Luego de
la realimentación, las ratas previamente privadas de alimentos, incrementaron los niveles de Malonil CoA y redujeron la
oxidación de ácidos grasos (85).

Figura 2. Mecanismos por los cuales la Malonil CoA puede regular el flujo de ácidos grasos dentro de la mitocondria. La glucosa y la
insulina pueden estimular la acetil CoA-carboxilasa (ACC) conduciendo a una acumulación de Malonil CoA, a cambio de lo cual se
puede inhibir el transporte de ácidos grasos de cadena larga (AGCL), carnitina-dependientes, a través de la membrana mitocondrial.
El transporte de ácidos grasos de cadena media (AGCM) a través de la membrana mitocondrial, la que es menos sensible a los
cambios en la concentración de Malonil CoA, puede ser inhibido en un menor grado (25).

Estas observaciones sugieren que la Malonil CoA puede desempeñar un rol importante en la regulación de la oxidación de
ácidos grasos (84). Si bien estos efectos se demostraron en estudios en el hígado (82, 84) y en el corazón (105), también
existe evidencia de la regulación a través de la Malonil CoA en el músculo esquelético (31, 84, 106-108, 124, 135). La
evidencia recogida en el músculo esquelético aislado y prefundido sugiere que la disponibilidad de carbohidratos puede ser
un factor importante que determina la utilización de ácidos grasos (107). En hígado, corazón y también en músculo, los
incrementos en las concentraciones de glucosa e insulina, y especialmente las dos en combinación, conducirán a una
actividad incrementada de ACC y a un aumento en la formación de Malonil CoA (28, 107). Además, se ha demostrado que
el acetoacetato (108), el ejercicio (124, 125) y las condiciones inducidas por estimulación eléctrica (28, 107) reducen en
forma aguda la concentración de Malonil CoA en el músculo esquelético de ratas. Los modelos con animales indican que
cuando el músculo es abastecido con combustibles extras que no son ácidos grasos, los niveles de Malonil CoA se
incrementan (28, 107, 124, 125). A la inversa, los niveles de Malonil CoA decrecen cuando se priva al músculo de
combustible, o el uso de energía se incrementa por contracción (28, 107, 124, 125).

Sin embargo, todos estos hallazgos son en modelos animales y no se hicieron mediciones directas de oxidación de ácidos
grasos, o de algún aspecto del metabolismo de las grasas. Recientemente, reportamos que el flujo glucolítico incrementado

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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durante el ejerció, a partir de hiperglucemia e hiperinsulinemia, redujeron la oxidación de ácidos grasos de cadena larga,
pero no la de los de cadena media (25). Esto se interpretó para sugerir que el flujo glucolítico incrementado reduce
activamente la entrada de ácidos grasos de cadena larga en la mitocondria, debido a que el transporte de los mismos a
través de la membrana mitocondrial parece ser menos dependiente de la CAT I (106). Se sugirió que el flujo glucolítico
incrementado puede haber aumentado la concentración de Malonil CoA en el músculo, tal como fue demostrado por Elayan
y Zinder (31) lo cual puede haber inhibido la CAT I, y por lo tanto la entrada de ácidos grasos de cadena larga dentro de la
mitocondria. Hallazgos similares fueron reportados por Sidossis et al (111), quienes provocaron el incremento en el flujo
glucolítico aumentando la intensidad de ejercicio desde el 40 % hasta el 80 % del VO2 máx, observando una inhibición
específica de la oxidación de ácidos grasos de cadena larga, en comparación con los de cadena media, a altas intensidades
de ejercicio. Otra vez estos resultados sugieren que el trasporte de ácidos grasos de cadena larga dentro de la mitocondria
es inhibido a nivel de la CAT I, lo cual puede estar regulado a través de la Malonil CoA (111). Si bien esta es una hipótesis
atractiva, la misma puede no tener evidencia directa de los mecanismos mediadores de parte de la Malonil CoA, dado que
las concentraciones de Malonil CoA en el músculo no fueron medidas en estos estudios (25, 111). Odland et al (90) fueron
los primeros en medir Malonil CoA en el músculo esquelético humano. Ellos reportaron bajos niveles en reposo (comparado
con los valores reportados en músculo esquelético de ratas), y una declinación del 20 % durante el ejercicio, aunque
fallaron en demostrar significación estadística (90). Por ello, los primeros datos en humanos no son muy concluyentes y se
necesita investigación adicional para dilucidar el rol de la Malonil CoA en la regulación de la oxidación de grasas. Otro
problema no resuelto es que el Ki de la Malonil CoA para CAT I, medido “in vitro” es mucho mas bajo que la concentración
medida en músculos de ratas y humanos “in vivo”, ambos en reposo y durante el ejercicio (84). De hecho a la concentración
presente “in vivo”, se podría esperar una inhibición completa de la CAT I, pero esto no parece prevenir que los ácidos
grasos con el tiempo se tornen un combustible incrementadamente importante en intensidades de ejercicio de suaves a
moderadas. Una posibilidad es la concentración observada de la CAT I en la membrana mitocondrial externa, que de hecho
es mucho mas baja que la concentración de Malonil CoA medida en el extracto del músculo entero, pero tampoco se puede
excluir que el mecanismo de la Malonil CoA no sea tan importante como se sugiere en literatura reciente relacionada con
la fisiología del ejercicio. Además, la concentración de Malonil CoA aún tiene que estar directamente vinculada a cambios
en la oxidación de grasas durante el ejercicio en músculos de humanos o de ratas (122).

EL EFECTO DE LA INTENSIDAD DE EJERCICIO SOBRE EL METABOLISMO DE


LAS GRASAS

La intensidad de ejercicio es el principal factor determinante del grado de oxidación de grasas o carbohidratos durante el
ejercicio. En forma relativa, los ácidos grasos serán más importantes durante el ejercicio de baja intensidad. Durante el
ejercicio al 25 % VO2 máx casi todo el gasto de energía derivó de las grasas (102). Durante el ejercicio al 65 % VO2 máx la
oxidación de grasas aportó el 50 % del gasto de energía, pero dado que la renovación (“turnover”) de energía fue mucho
más alta, las tasas absolutas de oxidación de grasas fueron mayores. Las tasas absolutas de provisión de energía de las
grasas parece ser óptimo a niveles de ejercicio de entre 50 y 70 % VO2 máx. Romijn et al (102) investigaron el consumo de
ácidos grasos plasmáticos y la utilización estimada de TGIM, utilizando isótopos estables. Ellos descubrieron que durante
el ejercicio de baja intensidad (25 % VO2 máx) los TGIM contribuyen minimamente a la provisión de energía. Los ácidos
grasos y la glucosa en plasma parecen ser los sustratos más importantes a esa intensidad donde las grasas son por lejos el
combustible predominante. A intensidad de ejercicio moderada (65 % VO 2 máx) los sustratos en el músculo (TGIM y
glucógeno) se tornan mas importantes (Figura 3). Los TGIM fueron oxidados a altas tasas, a esta intensidad de ejercicio,
mientras que los ácidos grasos plasmáticos fueron utilizados a una tasa levemente mas baja, comparado con el ejercicio de
baja intensidad (Figura 3). Cuando la intensidad del ejercicio fue incrementada adicionalmente al 85% VO 2 máx, la
contribución de los ácidos grasos plasmáticos se tornó aun menor, mientras que también la oxidación de TGIM se redujo.
La contribución decreciente de los ácidos grasos plasmáticos que se observó en este estudio, puede ser causada por una
disminución en la disponibilidad de ácidos grasos, lo cual en cambio puede ser causado por tasas mas bajas de aparición de
ácidos grasos en el plasma (TaAG) (71, 72). Esta TaAG disminuida (71), sin una reducción simultánea de la lipólisis (102)
puede indicar que los ácidos grasos pueden quedar atrapados dentro del adipocito (56), tal vez como resultado del
incremento de las concentraciones de lactato (67) o como resultado de la vasoconstricción en el tejido adiposo (12, 13,
104). Sin embargo. Aunque la movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo es uno de los factores que puede ser
parcialmente responsable de la reducción en la oxidación de ácidos grasos durante el ejercicio a altas intensidades, esto
puede no ser el único factor. Cuando los niveles de ácidos grasos en plasma estuvieron elevados a altos niveles, durante el
ejercicio al 85 % VO2 máx, por infusión de “Intralipid” y heparina, las tasas de oxidación de grasas, en cierta forma se
incrementaron (103), pero siguieron siendo más bajas que durante el ejercicio al 65 % VO2 máx (102). Esto indica que otros
factores (intramusculares) pueden reducir la oxidación de ácidos grasos durante el ejercicio de alta intensidad. Un posible
mecanismo puede ser que las altas tasas de glucólisis y altas tasas de formación de acetil CoA desde la glucosa-6-fosfato, a

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esas intensidades de ejercicio, inhiben el transporte de ácidos grasos de cadena larga dentro de la mitocondria al nivel de
CAT I, incrementando las concentraciones de Malonil CoA (111). Además, durante el ejercicio intenso, serán reclutadas
más fibras rápidas (FT) y menos fibras lentas (ST) (110). Dado que las fibras FT tienen una menor capacidad de oxidar
ácidos grasos, la oxidación de grasas decrecerá, y concomitantemente, la oxidación de carbohidratos se incrementará
cuando más de estas fibras sean reclutadas (110). También se sugirió que durante el ejercicio de alta intensidad hay un
incremento en la competencia entre el piruvato que se convierte en acetil CoA vs los ácidos grasos que se transforman en
acetil CoA, en una disputa por entrar dentro del ciclo ATC (60).

La contribución de los ácidos grasos se puede incrementar marcadamente cuando los depósitos de glucógeno en el
músculo comienzan a repletarse (1). Esto implica, sin embargo, que la “alta” intensidad de ejercicio no puede ser
sostenida, y que el ejercicio tiene que continuar a un nivel más bajo (92) debido a que la tasa de producción de ATP
decrecerá.

Figura 3. Utilización de sustratos a diferentes intensidades de ejercicio (25 % del VO2 máx, 65 % del VO2 máx y 85 % del VO2 máx).
Datos adaptados de Romijn et al (102).

ENTRENAMIENTO Y OXIDACION DE ACIDOS GRASOS

El entrenamiento de la resistencia afecta tanto la utilización de sustratos como la capacidad de ejercicio. Un gran numero
de estudios, ambos en animales y hombres, establecieron un marcado incremento adaptativo en el potencial oxidativo en
respuesta a una actividad física incrementada (57, 58). Una consecuencia notable, y probablemente un factor
contribuyente a la capacidad de ejercicio mejorada luego del entrenamiento de resistencia, es el cambio del metabolismo
hacia un mayor uso de las grasas y un concominante ahorro de los depósitos de glucógeno (6, 18, 46, 47, 57-59, 64, 69,
109, 110). El incremento en el rendimiento y el cambio hacia el metabolismo de grasas durante el ejercicio sub-máximo son
más pronunciados que el cambio en el máximo consumo de oxígeno corporal total (% VO2 máx) (45), y parece improbable
que otras adaptaciones al entrenamiento como un incremento en el volumen minuto cardíaco máximo o en la función
pulmonar sean un factor principal para explicar el cambio del metabolismo de carbohidratos al de grasas en el músculo
esquelético entrenado (47). La contribución de las grasas al gasto total de energía se incrementa luego del entrenamiento,
tanto a la misma intensidad relativa de ejercicio como a la absoluta (23, 54, 58, 64, 68, 69). Esto es de suma importancia
durante el ejercicio prolongado de moderada a alta intensidad (50-90 % VO2 máx) dado que se requieren carbohidratos
para mantener esos niveles de ejercicio. Tan pronto como los depósitos de glucógeno se comienzan a depletar y la
oxidación de carbohidratos cae por debajo de un nivel crítico, la intensidad de ejercicio tiene que ser reducida, ya que los
ATP no pueden ser generados a una tasa suficientemente alta (87).

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Si bien las ventajas de la oxidación de grasas incrementada durante el ejercicio son obvias, los mecanismos celulares y
moleculares que se refieren a este efecto benéfico del entrenamiento, son entendidos en forma incompleta. Diversas
adaptaciones pueden contribuir a una estimulación de la oxidación de grasas en sujetos entrenados: 1) un incremento en el
número de enzimas oxidativas, y del contenido mitocondrial en el músculo entrenado; 2) un aumento en la oxidación de
triacilglicéridos en el músculo; 3) un incremento en el consumo o captación celular de ácidos grasos; 4) alteraciones en la
movilización de ácidos grasos desde el tejido adiposo. No solo la causa de la oxidación incrementada de ácidos grasos
luego del entrenamiento es incierta, sino también la fuente o procedencia de estos ácidos grasos sigue sin ser
completamente dilucidada.

Un Incremento en el Número de Enzimas Oxidativas y en el Contenido Mitocondrial

Estudios acerca de la homogeneidad de todo el músculo demostraron que el músculo esquelético de las ratas efectúa
incrementos adaptativos en las capacidades para oxidar ácidos grasos (6, 86) y cetonas (126). Basados en la cinética de las
enzimas, Gollnick y Saltin (46) calcularon que la mejoría en la actividad de las enzimas involucradas en la oxidación de
ácidos grasos puede ser la primera causa del incremento de la oxidación de grasas, luego del entrenamiento.
Frecuentemente, se han reportado niveles incrementados de las enzimas involucradas en la activación del transporte y en
la beta- oxidación de los ácidos grasos de cadena larga (6, 15, 24, 57, 86). Se hallaron niveles aumentados de 3-hidroxiacil
CoA-dehidrogenasa en ratas entrenadas en resistencia (27), y en el hombre (64, 68). Otras enzimas que sostienen el
metabolismo de los ácidos grasos, las cuales tienen un incremento de su actividad o de su contenido luego del
entrenamiento, incluyen: carnitin palmitoil-transferasaI (186), carnitin acil-transferasa (86) y acil CoA graso-sintetasa (86).
Sin embargo, no solo las enzimas involucradas en la activación, transporte y oxidación de ácidos grasos se incrementan en
el músculo entrenado, sino también las enzimas involucradas en el ciclo ATC y en la cadena respiratoria (15, 24, 54). Dado
que el entrenamiento de la resistencia incrementa la capacidad de oxidar ácidos grasos como también de piruvato, subsiste
la pregunta: ¿por qué son oxidados proporcionalmente más ácidos grasos y menos carbohidratos? Esto puede ser explicado
por la densidad mitocondrial, como lo discutieron Gollnick y Saltin (46).

El entrenamiento de la resistencia incrementa tanto el tamaño como el número de mitocondrias (58). Esto incrementa el
área de superficie donde puede tener lugar el intercambio de sustratos y el ADP, y posiblemente el numero de proteínas de
transporte. Gollnick y Saltin (46) propusieron que el volumen mitocondrial total aumentado, tal como se observa luego del
entrenamiento, incrementa la capacidad de transportar ADP formado por el ciclo contráctil dentro de la mitocondria.
Consecuentemente, lo niveles de ADP libre (ADP l) son mas bajos en los músculos entrenados en el ejercicio que en los
músculos de no entrenados, a la misma actividad contráctil (22). Se demostró que la concentración de ADP l, el cociente
ATP/ADP l, y el cociente ATP/(ADP l x Pi), tanto en el citoplasma como en la mitocondria, son factores regulatorios “llaves”
del metabolismo (4, 29, 114). Al margen de estos factores, también el Pi extra-mitocondrial y el suministro de hidrogeno
fueron propuestos como importantes factores regulatorios de la respiración mitocondrial (114). De acuerdo al modelo de
Gollnick y Saltin (46), manteniendo niveles mas bajos de ADP l, o incrementos en el cociente ATP/ADP l, se favorecería una
mayor entrada a las vías oxidativas de acetil CoA provista por la degradación de ácidos grasos, debido a que el ADP l y el
cociente ATP/ADP l tienen una influencia estimulante sobre la glucólisis (88).

Comparados con no entenados, los sujetos entrenados tienen un contenido mitocondrial más alto (e.g., mayor capacidad
oxidativa), y durante el ejercicio a cierta carga de trabajo se formará menos ADP l [junto con cocientes ATP/ADP l y
ATP/(ADP l x Pi) mas altos]. Estos cambios controlarán directamente el metabolismo de energía estimulando la glucógeno-
fosforilasa, la PFK y la PDH, lo que resultará en un incremento del flujo glucolítico.

Si bien la actividad de las enzimas y la densidad mitocondrial se incrementan luego del entrenamiento, queda por
determinar si la actividad de las enzimas es la limitación principal en a oxidación de lípidos en la célula del músculo en
ejercicio. Un incremento en la capacidad oxidativa debería estar acompañado de un aumento cuantitativamente similar en
el suministro de ácidos grasos a la mitocondria (119). La evidencia para sostener esta visión es la observación de que los
corredores con tasas similares de oxidación de grasas, durante una carera de 60 min al 70 % VO2 máx, presentaron
diferencias considerables en la actividad de la carnitín palmitoil-transferasa I y de la succinil-dehidrogenasa (24).

Malonil CoA y Utilización de Grasas Luego del Entrenamiento

Tal como se discutió previamente, la Malonil CoA puede ser un regulador importante de la oxidación de ácidos grasos en el
músculo esquelético durante el ejercicio (124, 125). Niveles reducidos de Malonil CoA durante el ejercicio pueden permitir
que más ácidos grasos de cadena larga sean transportados dentro de la matriz mitocondrial, dado que la CAT 1 es menos
inhibida. Las concentraciones disminuidas de Malonil CoA en músculo durante el ejercicio son paralelas a la reducción en
el flujo de carbohidratos. Recientemente se ha provisto evidencia de que el flujo de carbohidratos regula directamente la
oxidación de ácidos grasos, durante el ejercicio al 50 % VO2 máx (23, 112). Por lo tanto, es tentador especular que el
entrenamiento puede resultar en una mayor caída de las concentraciones de Malonil CoA durante el ejercicio, mitigando
por lo tanto la inhibición de CAT I, y mejorando la oxidación de ácidos grasos. Sin embargo, estos mecanismos son más

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bien especulativos y se necesita investigación adicional para evaluar estas hipótesis contradictorias.

El entrenamiento también reduce el consumo de glucosa durante el ejercicio a la misma intensidad absoluta de ejercicio
(18, 20), aunque el numero de transportadores de glucosa (GLUT 4) en el músculo se puede incrementar (52). Se ha
sugerido que esta baja en el consumo de glucosa plasmática, en combinación con un incremento en a oxidación de grasas
luego del entrenamiento, es regulada a través del clásico ciclo glucosa-ácidos grasos. Sin embargo, Coggan et al (20)
reportaron que las concentraciones de citrato y de glucosa-6-fosfato fueron más bajas en el estado entrenado que en el no
entrenado, a la misma intensidad de ejercicio, lo cual contrasta con el concepto del ciclo glucosa-ácidos grasos.

Efecto del Entrenamiento sobre la Utilización de Ácidos Grasos Plasmáticos

Siendo el consumo y la oxidación de ácidos grasos dependiente de su concentración vascular y del potencial oxidativo
incrementado del músculo esquelético entenado en resistencia (2, 53, 65, 73, 116), se podría esperar que una mejor tasa
de lipólisis acompañe el entrenamiento. Esto puede ser representado como un mecanismo para proveer más ácidos grasos
al músculo activo, para dar sustento al potencial incrementado para oxidar ácidos grasos. Sin embargo, concentraciones
mas bajas de ácidos grasos en plasma luego del entrenamiento (26, 64, 81, 127) sugieren que el efecto del entrenamiento
sobre la oxidación de ácidos grasos plasmáticos, durante el ejercicio, es por una disminución de la movilización desde el
tejido adiposo, o por un incremento en la extracción de los ácidos grasos por parte del músculo.

Un estudio de Martin et al (81) utilizando trazadores isotópicos de palmitato ha demostrado que tanto la tasa de aparición
(Ta) como la tasa de desaparición (Td) de ácidos grasos están disminuidas como resultado del entrenamiento. Henriksson
(54) descubrió tasas similares de consumo de ácidos grasos entre una pierna entrenada y una no entrenada, durante el
ejercicio de dos piernas de 50 min a moderada intensidad; y Janson y Kaijser (68) no hallaron efecto alguno del
entrenamiento sobre la extracción de ácidos grasos plasmáticos en las piernas. Por lo tanto, si bien la oxidación de grasas
está marcadamente aumentada, es improbable que los ácidos grasos plasmáticos sean la fuente principal de ácidos grasos
que explican este incremento en la oxidación. Los estudios mencionados previamente (54, 64, 68, 81) respaldan el
concepto de que el entrenamiento no incrementa la extracción de ácidos grasos plasmáticos por parte del músculo. Sin
embargo, Turcotte et al (117) reportaron que, por encima de ciertos niveles de ácidos grasos en plasma, el consumo
muscular de ácidos grasos plasmáticos fue limitado en sujetos no entrenados, en comparación con los sujetos entrenados,
durante la tercer hora de un ejercicio de extensión de rodilla al 60 % VO2 máx. Mientras que el consumo de ácidos grasos
plasmáticos se elevó linealmente con el incremento en las concentraciones de ácidos grasos (no unidos a proteínas) en
sujetos entrenados, el mismo siguió la cinética de saturación en sujetos no entrenados con concentraciones en plasma por
encima de 700 mmol/L. La observación de que el consumo de ácidos grasos es un proceso saturable fue demostrada
previamente en un modelo en ratas (116). El entrenamiento puede provocar cambios en el trasporte a través de la
membrana (117). Se sugirió que las PUAG, TAG y TAGP pueden desempeñar un rol importante en el transporte a través de
la membrana y dentro del citoplasma (44, 119). En ratas, sin embargo, el entrenamiento incrementó el contenido de PUAG
del músculo cardiaco, pero no en el Extensor Digitorium Longus (EDL) y en el sóleo (118). Sin embargo, como fue discutido
por Coggan (21), los resultados de estudios que utilizaron ejercicios de extensión de rodilla, como los que aplicaron
Turcotte et al (117), no pueden ser fácilmente extrapolados al ejercicio de todo el cuerpo dado que con este ejercicio de
extensión de rodilla los cambios hormonales son mucho mas pequeños, comparados con el ejercicio corporal total. Dado
que la extracción de ácidos grasos no parece incrementarse luego del entrenamiento durante el ejercicio corporal total (68,
81), la reducción de la oxidación de ácidos grasos plasmáticos puede deberse a una lipólisis reducida. La explicación más
probable para un efecto de entrenamiento sobre la lipólisis del tejido adiposo es, probablemente, un detrimento en la
respuesta simpato-adrenal a un ejercicio de la misma intensidad absoluta. El nivel de actividad simpato-adrenal, el cual es
el principal determinante de la lipólisis del tejido adiposo en humanos, es marcadamente mitigado aún luego de varias
semanas de entrenamiento (127). Zinder et al (127) observaron una reducción del 55 % en las concentraciones plasmáticas
de catecolaminas durante el ejercicio prolongado (la frecuencia cardiaca reducida puede ser un indicador de actividad
simpato-adrenal disminuida luego del entrenamiento). El entrenamiento de la resistencia también atenúa el incremento
inducido por el ejercicio de las concentraciones en plasma de otras hormonas lipolíticas, tal como el glucagón y la hormona
de crecimiento (STH) (127). Asimismo, Lavoie et al (78) demostraron que luego del entrenamiento de resistencia se
incrementa el efecto inhibidor de la insulina sobre la lipólisis, lo cual conduce a una menor liberación (Ta) de ácidos grasos
(78, 81), y a una reducción en las concentraciones de ácidos grasos plasmáticos (18, 78, 81, 127). Sin embargo, si bien la
reducción de la liberación de ácidos grasos luego del entrenamiento puede principalmente ser explicada por la tasa de
lipólisis reducida, no se puede excluir el hecho que los sujetos entrenados tienen tasas más altas del ciclo triacilglicéridos-
ácidos grasos. Se reportó que la lipólisis disminuida (medida por Ta de glicerol) a la misma intensidad absoluta de ejercicio
es la misma (75), o es levemente menor (93) luego del entrenamiento, mientras que la lipólisis corporal total puede
incrementarse a la misma intensidad de ejercicio relativa (76).

Interesantemente, la lipólisis en el tejido adiposo parece estar reducida durante el entrenamiento, mientras que al mismo
tiempo la lipólisis en el músculo esquelético parece estar incrementada (ver “efectos del entrenamiento sobre la utilización
de TGIM”). El mecanismo que está detrás de estos efectos desiguales del entrenamiento no es claro. Sin embargo. Existen

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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varias diferencias en la lipólisis en el músculo esquelético y el tejido adiposo que pueden, al menos, explicar parcialmente
las diferentes respuestas al entrenamiento. Ante todo, la lipólisis del músculo esquelético parece ser mas sensible al
bloqueo beta-adrenérgico que la lipólisis del tejido adiposo (16), lo que implica que, a niveles mas bajos de estimulación
simpato-adrenal (tal como luego del entrenamiento [127]), la lipólisis será relativamente mas estimulada en el músculo
esquelético. En segundo lugar, se ha sugerido que existe una sub-regulación de la lipólisis específica del tejido en el estado
entrenado (81), tal como lo evidenció la actividad incrementada de la adenilato-ciclasa en el músculo esquelético de ratas
entrenadas, comparadas con no entrenadas (10). Tampoco se puede excluir que el ejercicio conduce a la activación
alostérica de la LHS, especialmente en músculos entrenados, o que el entrenamiento conlleva a un incremento en la
concentración de la enzima LHS en el músculo. Sin embargo, solo podemos especular acerca de esta interesante diferencia
entre individuos entrenados y no entrenados, ya que el mecanismo exacto no se conoce hasta el momento.

Efecto del Entrenamiento sobre la Utilización de TGIM

La oxidación de ácidos grasos plasmáticos a pesar de las tasas más altas de oxidación total de grasas luego del
entrenamiento sugieren que la grasa adicional oxidada durante el ejercicio tiene que derivar de otras fuentes que no sean
los triacilglicéridos del tejido adiposo, y posiblemente de los triacilglicéridos del músculo (53, 64, 66, 81). Algunos (73, 81),
pero no todos (64) los estudios reportaron que los músculos esqueléticos entrenados incrementaron las concentraciones de
triacilglicéridos musculares, lo cual puede servir como una fuente de energía significativa durante el ejercicio (14, 32, 33,
37, 64, 68, 97, 113). Debido a que las gotitas de lípidos están ubicadas en cercana proximidad a la mitocondria (61), el
tiempo de tránsito de los ácidos grasos desde los TG en una gotita de lípidos intramuscular hacia la membrana
mitocondrial externa será muy breve. Por lo tanto, también desde un punto de vista teleológico, el incremento en los
depósitos de triacilglicéridos musculares podría tener una ventaja práctica. La observación de que el entrenamiento
incrementa el número de gotitas de lípidos (62) se alinea con el reporte de un incremento de la oxidación de
triacilglicéridos intramusculares luego del entrenamiento (53, 64,66, 81, 93). De alguna manera paradójica, el
entrenamiento reduce el “drive” adrenérgico lo cual provoca la reducción de la lipólisis en el tejido adiposo (93), pero
incrementa la lipólisis intramuscular y la oxidación de ácidos grasos (ver discusión previa: “efecto del entrenamiento sobre
la utilización de ácidos grasos en plasma”). Falta evidencia del efecto directo del entrenamiento sobre la actividad de la
LHS en el músculo.

En resumen, se ha demostrado consistentemente que el entrenamiento incrementa el “pool” de TGIM y su oxidación


durante el ejercicio, a la misma intensidad absoluta. El mecanismo por el cual el ejercicio incrementa la utilización de
TGIM no está bien comprendido.

Efecto del Entrenamiento sobre la Utilización de VLDL-TG Plasmáticos

Es tentador creer que la actividad de la LPL (3, 74, 89) y una mayor área de superficie capilar endotelial luego del
entrenamiento (74), serán responsables del incremento de la lipólisis de triacilglicéridos plasmáticos, luego del
entrenamiento. Se ha demostrado que los incrementos en la actividad de la LPL están linealmente relacionados a
incrementos en la capilarización del músculo entrenado (74). Si bien las tasas de extracción de los TG circulantes fueron
relativamente pequeñas e inconsistentes (74). Kiens y Lithel (74) sugirieron, por lo tanto, que la degradación de VLDL-
Triacilglicérido probablemente sea más importante para su potencial influencia a largo plazo sobre los perfiles lipídicos en
sangre, que la contribución para una tasa más alta de oxidación de grasas durante el ejercicio luego del entrenamiento.
Además, el entrenamiento parece disminuir más que incrementar la disponibilidad de VLDL circulante (50), reduciendo la
producción de las mismas por parte del hígado.

CONCLUSIONES

En conclusión, la densidad mitocondrial incrementada luego del entrenamiento y el aumento de las enzimas oxidativas
pueden explicar, parcialmente, el incremento de la oxidación de ácidos grasos durante el ejercicio, tal como se observó
después de un periodo de entrenamiento. Sin embargo, también el suministro de ácidos grasos a la mitocondria puede ser
importante. La evidencia disponible sugiere que los de ácidos grasos oxidados en forma adicional, luego del entrenamiento,
son principalmente derivados de triacilglicéridos intramusculares y no provenientes de ácidos grasos derivados del tejido
adiposo o de triacilglicéridos circulantes.

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio Una Revisión. Parte II: Regulación del Metabolismo y los Efectos del Entrenamiento. PubliCE
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Cita Original

Asker E. Jeukendrup, William H. M. Saris y Anton J. M. Wagenmakers, Metabolismo De Las Grasas Durante El Ejercicio:
Una Revisión Parte II: Regulación del Metabolismo y los Efectos del Entrenamiento. Resúmenes del Simposio Internacional
de Actualización en Ciencias Aplicadas al Deporte, Biosystem, 159-171 (1999)

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio Una Revisión. Parte II: Regulación del Metabolismo y los Efectos del Entrenamiento. PubliCE
14
PubliCE, (PubliCE) 1999

Monografía

Metabolismo de las Grasas Durante


el Ejercicio: Una Revisión Parte III:
Efectos de las Intervenciones
Nutricionales
Asker Jeukendrup1, William H Saris1 y Anton J Wagenmakers1
1
Nutrition Research Center, Department of Human Biology, Maastricht University, Maastricht, The Neterlands.

RESUMEN

Por medio de cambios en la nutrición es posible manipular la oxidación de grasas. Generalmente se teoriza que el aumento
de la oxidación de grasas puede reducir la degradación de glucógeno, y en consecuencia, mejorar el rendimiento. Por lo
tanto, los efectos de la alimentación con grasas en forma aguda, en el corto y largo plazo, fueron tema de investigación por
muchos años. La ingesta de triacilglicéridos de cadena larga (TGCL) durante el ejercicio puede reducir la tasa de
vaciamiento gástrico, y los TGCL aparecerán en el plasma solo lentamente. Los triacilglicéridos de cadena media (TGCM)
no tienen estas desventajas y son rápidamente oxidados. Sin embargo, la contribución de los TGCM al gasto energético
solo es pequeña debido a que estos solo pueden ser ingeridos en pequeñas cantidades, para que no causen malestar
gastrointestinal. Por eso hasta el presente, la suplementación con grasas en las horas previas o durante el ejercicio
(triacilglicéridos de cadena larga o media) no es recomendable. Se sugirió que las dietas altas en grasas y el ayuno
incrementan la disponibilidad de ácidos grasos y ahorran glucógeno muscular, resultando en una mejora del rendimiento.
Tanto el ayuno como las dietas altas en grasas, en el corto plazo, disminuyen el contenido de glucógeno muscular y
reducen la resistencia a la fatiga. Las dietas altas en grasas, en forma crónica, provocan respuestas adaptativas que
previenen los efectos deletéreos sobre el rendimiento del ejercicio. Sin embargo, en el presente existe poca evidencia para
sostener esta hipótesis. También desde una perspectiva de la salud, se debería tener cautela al recomendar dietas altas en
grasas a deportistas.

Palabras Clave: dietas altas en grasas, triacilglicéridos, ayuno, TGCM, cafeína, carnitina.

INTRODUCCION

Esta es la última de tres partes de una revisión acerca del metabolismo de las grasas durante el ejercicio. En la parte I (44)
se mencionó la importancia de las grasas como sustrato durante el ejercicio, y se describió como estas son movilizadas
desde el tejido adiposo, además de discutir diversos aspectos de su metabolismo. La parte II (45) focalizó en la interacción
entre metabolismo de carbohidratos y grasas, y la regulación de la utilización de los sustratos. Además, se discutieron los
efectos de la intensidad del ejercicio y el entrenamiento. Aquí (en la parte III) discutiremos los efectos, a corto y largo
plazo, de la nutrición sobre el metabolismo de las grasas, así como también el efecto de los suplementos nutricionales
sobre la utilización de grasas y el rendimiento del ejercicio.

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio: Una Revisión Parte III: Efectos de las Intervenciones Nutricionales. PubliCE
1
NUTRICION Y UTILIZACION DE SUSTRATOS DURANTE EL EJERCICIO

Suplementación con Grasas

La suplementación con grasas usualmente es considerada indeseable dado que los depósitos endógenos de grasas son muy
grandes, y puede no ser necesario suplementar grasas adicionales. Además de este hecho, existe el riesgo de que la
ingesta de triacilglicéridos de cadena larga (TGCL) conduzca a un incremento del compartimiento del tejido adiposo e
incremente el peso corporal. Los argumentos que se antepusieron en favor de la suplementación con grasas están
principalmente basados en un posible “efecto de ahorro de glucógeno”, y la subsiguiente mejora del rendimiento. Los
suplementos de grasas pueden ser ingeridos como triacilglicéridos de cadena larga o de cadena media TGCL o TGCM).

Ingesta de Triacilglicéridos de Cadena Larga, Durante el Ejercicio

Las grasas nutricionales incluyen triacilglicéridos, fosfolípidos y colesterol, de los cuales los triacilglicéridos, y
posiblemente los fosfolípidos, pueden contribuir en algún grado a la provisión de energía durante el ejercicio (ver Parte I y
II de esta revisión [44,45]). En contraste con los carbohidratos, las grasas nutricionales alcanzan la circulación solo
lentamente dado que son potentes inhibidores del vaciamiento gástrico (33). Además, la digestión y absorción de las grasas
en el intestino también son procesos más que lentos, comparados con la digestión y absorción de carbohidratos. Las sales
biliares, producidas por el hígado y la lipasa secretada por el páncreas son necesarias para degradar los triacilglicéridos de
cadena larga (TCL) en glicerol y 3 ácidos grasos de cadena larga (AGCL), o monoacilglicerol y 2 ácidos grasos. Los ácidos
grasos se mueven dentro de las células de la mucosa intestinal y son reesterificados en el citoplasma para formar
triacilglicéridos de cadena larga (TGCL) (2). Estos TGCL serán capturados por los sacos de proteínas (quilomicrones) para
hacerlos solubles en agua (64). Estos quilomicrones son entonces liberados a través del compartimiento intersticial dentro
del sistema linfático el cual, en última instancia drena, en la circulación sistémica. Las grasas exógenas entran a la
circulación sistémica mucho más lento que los carbohidratos que son absorbidos como glucosa (o en menor grado como
fructosa o galactosa), y entran directamente a la circulación principal a través de la vena porta. Los ácidos grasos de
cadena larga en la dieta, característicamente, entran en la sangre 3-4 horas después de la ingesta (17,23).

También es importante que estos ácidos grasos de cadena larga entren a la circulación en quilomicrones, y generalmente
se cree que la tasa de ruptura de los triacilglicéridos ligados a quilomicrones por el músculo es relativamente baja, y
contribuye solo mínimamente al gasto de energía (49). Se sugirió que uno de los roles de estos triacilglicéridos en los
quilomicrones es la restitución de los depósitos intramusculares de triacilglicéridos, luego del ejercicio (65).

En resumen: La ingesta de triacilglicéridos de cadena larga durante el ejercicio es indeseable debido a las siguientes
razones: 1) Hace lento el vaciamiento gástrico; 2) los TCL solo aparecen lentamente en la circulación sistémica; y 3) Los
TCL entran a la circulación sistémica en quilomicrones, los que se cree que no son el combustible principal durante el
ejercicio, pero pueden servir para restituir los depósitos intramusculares de TG luego del ejercicio.

Ingesta de Triacilglicéridos de Cadena Media (TGCM)

Si bien en general las grasas son lentamente hidrolizadas y absorbidas, esto también depende de la longitud de cadena de
los ácidos grasos. En contraste con los triacilglicéridos de cadena larga, los de cadena corta y media (TGCM) son
absorbidos más rápidamente y no son transportados por quilomicrones, pero entran directamente a la circulación
sistémica a través de la vena porta. En consecuencia, entrarán a la circulación sistémica más rápidamente.

Con la introducción de los ácidos grasos de cadena media (AGCM) en la nutrición enteral y parenteral, su posible rol en la
nutrición deportiva se tornó en un tema de investigación. Los AGCM contienen 8 o 10 carbonos, mientras que los AGCL
contienen 12 o más carbonos. A diferencia de la mayoría de los TGCL, los TGCM son líquidos, a temperatura ambiente.
Esto es, en parte, el resultado del pequeño tamaño molecular de los TGCM. Los TGCM son más polares, y por lo tanto, más
solubles en agua. Esta mayor solubilidad en agua y menor tamaño molecular tiene consecuencias a todos los niveles de
metabolismo. Los TGCM son más rápidamente digeridos y absorbidos en el intestino que los TGCL. Además, los AGCM
siguen el sistema venoso portal y entran al hígado directamente mientras que los AGCL siguen el lento sistema linfático (2,
30, 35). Se ha sugerido que los TGCM pueden ser una fuente valorable de energía endógena durante el ejercicio, en
adición a los carbohidratos (42). También se sugirió que la ingesta de TGCM puede mejorar el rendimiento del ejercicio,
elevando los niveles de ácidos grasos en plasma y ahorrando glucógeno muscular (89), dado que se observó que el
incremento de la disponibilidad de ácidos grasos plasmáticos redujo la tasa de ruptura de glucógeno muscular y demoró el
comienzo del agotamiento (13, 29, 34, 73, 92).

Los TGCM adicionados a las bebidas con CHO no inhiben el vaciamiento gástrico (4). De hecho, las bebidas con TGCM se
vaciaron más rápido del estómago que las bebidas de CHO isocalóricas. En un estudio subsiguiente se investigaron las

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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tasas de oxidación de los TGCM ingeridos oralmente (42). Ocho atletas bien entrenados pedalearon 4 veces durante 180
min al 50 % Wmáx (57 % VO2máx). Los sujetos ingirieron CHO, CHO + TGCM, o TGCM solamente. Durante la segunda
hora (período de 60-120 min) la cantidad de TGCM oxidados fue el 72 % de la cantidad ingerida con CHO + TGCM,
mientras que durante la prueba de TGCM solamente el 33% fue oxidado. Se concluyó que se oxidaron más TGCM cuando
se ingirieron en combinación con CHO. Los datos confirmaron la hipótesis de que los TGCM orales pueden servir como
fuente de energía adicional a la glucosa durante el ejercicio, dado que la disponibilidad metabólica de TGCM fue alta
durante la última hora de ejercicio, siendo las tasas de oxidación tanto como del 70 % de la tasa de ingesta. Sin embargo,
las cantidades máximas de TGCM que podrían ser toleradas en el tracto gastrointestinal son pequeñas (aprox. 30 gr), y
esto limitó la contribución de los TGCM orales al gasto total de energía, a valores entre 3 y 7 %. Nosotros también
investigamos la oxidación de TGCM en los suplementos de CHO + TGCM, bajo condiciones donde la demanda de sustratos
sanguíneos es máxima, como es el caso de un estado de depleción de glucógeno (43). Los sujetos ejercitaron hasta el
agotamiento la tarde anterior al experimento, en el cual se determinó la oxidación de TGCM durante el ejercicio a 57 %
VO2máx. Si bien la oxidación total de grasas se incrementó marcadamente, la oxidación de TGCM se incrementó solo
marginalmente. La contribución de los TGCM al gasto total de energía siguió siendo pequeña (aprox. 6-8 %) (43).

También se sugirió que al elevar los niveles de ácidos grasos plasmáticos mediante la infusión de “Intralipid” y heparina
ahorrará glucógeno muscular, y mejorará el rendimiento durante el ejercicio (13, 92). En teoría, la ingesta de TGCM podría
también ser una vía para elevar los ni veles de ácidos grasos en plasma. Sin embargo, atletas bien entrenados que
ingirieron CHO + TGCM o CHO solamente, no presentaron diferencias significativas en la ruptura de glucógeno entre las
pruebas, ni en el cociente de intercambio respiratorio durante el ejercicio (47). Esto puede ser atribuido a la cantidad
relativamente pequeña de TGCM (aprox. 30 gr) que puede ser tolerada en el tracto gastrointestinal. Van Zeyl et al. (89)
sugirieron que la cantidad de TGCM ingerida fue demasiado pequeña para ejercer efectos positivos sobre el rendimiento;
por lo tanto le dieron a los sujetos 86 gr de TGCM, durante 2 horas de ejercicio, seguido de una prueba contra reloj de 40
km. Estos investigadores observaron una reducción en la ruptura de glucógeno y un incremento de el rendimiento, cuando
se ingirió una bebida de CHO + TGCM. Sin embargo, recientemente, realizamos un experimento similar en el cual los
sujetos recibieron 85 gr de TGCM en una bebida de TGCM (contenido único) o CHO + TGCM, durante 2 horas de ejercicio
de pedaleo al 60 % VO2máx (40). La ingesta de CHO + TGCM no mejoró el rendimiento, comparada con la ingesta de CHO
o placebo (46). Sin embargo, cuando se ingirieron solo TGCM, el rendimiento medido con un protocolo de prueba de
tiempo confiable (41), se redujo, y esto se atribuyó a las molestias gastrointestinales reportadas por los sujetos (40). No se
sabe por que los sujetos en el estudio de Van Zeyl et al. (89) no experimentaron molestias o trastornos gastrointestinales
luego de la ingesta de TGCM, y en nuestro estudio los sujetos si lo hicieron (40).

En conclusión: 1) los TGCM son rápidamente vaciados del estómago, absorbidos y oxidados; 2) La oxidación de TGCM
endógeno se mejoró cuando fue co-ingerida con CHO, 3) La ingesta de 30 gr de TGCM no afectó la ruptura de glucógeno
muscular; 4) Contribuyó solo en un 7 % al gasto de energía; 5) La ingesta de cantidades más grandes de TGCM resultó en
malestar gastrointestinal. Por ello, el TGCM no parece tener los efectos positivos que generalmente se sostiene que tienen
sobre el rendimiento.

Supuesta Evidencia de Substancias que Promueven la Oxidación

Cafeína

Se ha demostrado que la cafeína estimula la movilización de ácidos grasos, indirectamente incrementando los niveles de
epinefrina circulante, o directamente antagonizando los receptores de adenosina que normalmente inhiben la lipasa
hormono-sensible y la oxidación de ácidos grasos. Costill et al (13, 19, 36) demostraron que la cafeína ingerida una hora
previa al comienzo de un esfuerzo de ejercicio incrementó las concentraciones de ácidos grasos plasmáticos, mejorando el
rendimiento. La mejoría en el rendimiento se explicó por el incremento en la disponibilidad de ácidos grasos, lo cual podría
conducir a la supresión del metabolismo de carbohidratos, y consecuentemente, a una reducida utilización de glucógeno.
Sin embargo, los resultados de estudios que investigan los efectos ergogénicos de la cafeína y el posible rol de los ácidos
grasos, son contradictorios. Diversos estudios mostraron concentraciones de ácidos grasos aumentadas, pero no vieron
ningún efecto sobre la oxidación de grasas (50,85) o el rendimiento (18, 72, 85). Otros estudios, no observaron ningún
efecto sobre el metabolismo de las grasas o el rendimiento (7, 86, 95). Estudios recientes demostraron grandes mejorías en
el rendimiento con altas dosis de cafeína (24, 25, 67, 81), y estas mejorías no siempre estuvieron acompañadas por
cambios en los ácidos grasos plasmáticos u oxidación de los mismos. Por ejemplo, Pasman et al. (67) estudiaron a sujetos
que ejercitaron al 80 % VO2máx hasta el agotamiento, con dosis de cafeína extendiéndose desde 3-9 mg/kg. El tiempo hasta
el agostamiento se incrementó en 10-20 %, pero esto podría no ser explicado por el incremento en la disponibilidad de
ácidos grasos. Se concluyó que, si bien la cafeína estimula la movilización de ácidos grasos, el efecto ergogénico de la
misma no puede ser explicado por el aumento en la disponibilidad de ácidos grasos incrementada. Para más detalles
acerca del metabolismo y los efectos ergogénicos de la cafeína, nos referimos a diversas revisiones recientes (11, 14, 78,
80, 84, 88, 94).

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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Carnitina

La carnitina se produce endógenamente en el tejido hepático, riñones y cerebro, pero exógenamente solo es provista con la
dieta (principalmente de carnes rojas). La L-carnitina no se produce en el músculo y la concentración de carnitina en
músculo depende, por lo tanto, de la síntesis endógena y de la dieta, mientras que también existe una pérdida diaria de L-
carnitina a través de la orina y la materia fecal. En condiciones normales (hombres saludables) hay un balance entre
excreción y síntesis, y el suministro exógeno de L-carnitina. Como se discutió en la parte I (44), el rol principal de la L-
carnitina está en el transporte de ácidos grasos a través de la membrana mitocondrial interna (9). La importancia de la
carnitina en el metabolismo de la energía condujo a la creencia de que los suplementos de L-carnitina pueden incrementar
la oxidación de grasas, reduciendo por lo tanto la demanda a los depósitos endógenos de carbohidratos, lo cual
teóricamente podría incrementar el rendimiento de resistencia. Los suplementos con L-carnitina fueron introducidos como
ácidos ergogénicos luego de haberse difundido rumores de que el equipo Italiano de Fútbol, que salió Campeón del Mundo
en 1982, utilizó suplementos con L-carnitina. Se observó que la ingesta de L-carnitina incrementa las concentraciones de
ésta en plasma, pero el consumo de carnitina en el músculo no fue afectado por el incremento de las concentraciones en
plasma (79). Esto puede ser explicado por el hecho de que la concentración de carnitina en plasma es aproximadamente
100 veces más baja que la concentración de carnitina en músculo, y por lo tanto, para captar L-carnitina lo tiene que hacer
contra un gran gradiente de concentración. Aun la ingesta de una gran dosis oral de L-carnitina (3), o aun la infusión de la
misma (Rademaker, Rademakers, Saris y Wagenmakers: evidencia no publicada) pueden no resultar en un cambio
significativo en la concentración de L-carnitina en el músculo. Consecuentemente, no se encontraron diferencias en la
concentración de L-carnitina en el músculo, luego de la ingesta de la misma (3, 91). Si bien algunas investigaciones
reportaron efectos sobre la frecuencia cardíaca, máximo consumo de oxígeno y rendimiento (57), la mayoría de los
estudios no pudieron demostrar ningún efecto de la L-carnitina, administrada en forma oral o endovenosa, sobre la
utilización de sustratos o sobre el rendimiento (8, 27, 79, 87, 96) (para más detalles, ver revisión de [93] y [26]).

REGIMENES NUTRICIONALES Y OXIDACION DE GRASAS

Ayuno

Se propuso al ayuno como una vía para incrementar la utilización de grasas, ahorrar glucógeno muscular y mejorar el
rendimiento del ejercicio. En ratas, el ayuno en cortos plazos, incrementa las concentraciones de epinefrina y
norepinefrina en plasma, estimula la lipólisis y el aumento de la concentración de ácidos grasos circulantes. Esto, a
cambio, incrementa la oxidación de grasas y “ahorra” glucógeno muscular conduciendo a un similar (52), o aún
incrementado, tiempo de carrera hasta el agotamiento en ratas (16). En humanos, el ayuno también resulta en un aumento
en la concentración de catecolaminas circulantes, un incremento de la lipólisis, aumento de la concentración de ácidos
grasos en plasma (15), y una reducción en el “turnover” de glucosa (51). La concentración de glucógeno muscular no se vio
afectada por el ayuno (51,56). Sin embargo, el ayuno resultó en una disminución de los depósitos de glucógeno hepático,
tal como lo indicó la Ta de glucosa reducida durante el ejercicio, luego de 3.5 días de ayuno, comparado con el estado de
post-absortivo (51). Si bien se reportó que el ayuno no tuvo efecto sobre la resistencia a bajas intensidades de ejercicio (45
% VO2máx), Zinker et al. (97) observaron un 38 % de reducción en el rendimiento ante el ayuno, ante un esfuerzo al 79-86
% VO2máx. Loy et al. (56) reportaron una reducción del 15-63 % en el rendimiento con el ayuno, cuando los sujetos se
ejercitaron al 79-86 % VO2máx, y Gleeson et al. (22) reportaron un rendimiento menor, ante esfuerzos al 100% VO2máx,
ante la presencia de ayuno (Tabla 1). Esta reducción en el rendimiento no fue reversible por la ingesta de carbohidratos
durante el ejercicio (74).

Aunque, se puede argumentar que los efectos observados en la mayoría de estos estudios pueden deberse al hecho de que,
en la situación de los grupos control, la última comida fue provista 3 horas antes del ejercicio hasta el agotamiento (Tabla
1), y por lo tanto pudo haber un efecto residual de la alimentación pre-ejercicio mejorando la capacidad de resistencia, en
contraste con la reducción de el rendimiento durante el ayuno. Sin embargo, también los estudios que comparaban un
ayuno de 12 hs. con un ayuno más prolongado mostraron disminución en el rendimiento (51, 59, 97), y por lo tanto parece
justificado concluir que el ayuno decrece la capacidad de resistencia.

En resumen, el ayuno incrementa la disponibilidad de sustratos lípidos y resulta en un incremento en la oxidación de


ácidos grasos en reposo, y durante el ejercicio. Sin embargo, dado que los depósitos de glucógeno no son mantenidos (por
el ayuno), la resistencia a la fatiga y el rendimiento de resistencia empeoran.

Efectos de una Dieta Alta en Grasas, en el Corto Plazo

Un cambio en el contenido carbohidratos-grasas en la nutrición puede causar un cambio en la utilización de sustratos. El

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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cociente de los sustratos que proveen energía puede ser expresado como cociente de alimentación (AQ) en analogía a RQ.
Una dieta alta en grasas (AQ bajo), y concomitante dieta con bajos carbohidratos, conduce a un incremento en la
contribución de los ácidos grasos al gasto total de energía. Una dieta alta en grasas puede conducir a un peor rendimiento,
tal como fue demostrado en 1939 por Christensen y Hansen (10). En este primer estudio, la ingesta de una dieta alta en
grasas (> 90 % de la ingesta total de energía) redujo el tiempo hasta el agotamiento en una bicicleta ergométrica en un 60
%, comparado con una dieta alta en CHO (10) (Tabla 2). Luego del consumo de una dieta alta en carbohidratos (AQ alto) se
observaron valores de reposo más altos, mientras que con una dieta alta en grasas (AQ bajo) los RQ fueron más bajos. La
ingesta de 100-200 gr de carbohidratos en las horas precedentes al ejercicio resultó en un incremento en la oxidación de
carbohidratos a costa de la oxidación de grasas (1, 10, 62). Con la reintroducción de la técnica de biopsia muscular al final
de los años sesenta, de descubrió que una dieta alta en grasas, y baja en carbohidratos, resultó en menores niveles de
glucógeno muscular, y este fue el factor principal que causó falta de resistencia a la fatiga durante el ejercicio prolongado
(5, 6, 31, 32). Las concentraciones de ácidos grasos en plasma son elevadas en reposo, y se incrementan más rápidamente
cuando se consume una dieta baja en carbohidratos (12, 58, 60). Estos cambios en las concentraciones de ácidos grasos en
plasma, así como también concentraciones incrementadas de glicerol en plasma, luego de una dieta baja en carbohidratos,
son los indicadores de lipólisis aumentada (15, 16, 51, 56, 97). Jansson y Kaijser reportaron que el consumo de ácidos
grasos por el músculo durante 25 min de pedaleo al 65 % VO2máx fue un 82 % más alto en sujetos que recibían una dieta
alta en carbohidratos (75 %), durante 5 días. Los ácidos grasos en plasma contribuyeron en un 25 % y un 14 %, al gasto de
energía, respectivamente. Las concentraciones incrementadas de ácidos grasos en la sangre, luego de un período de
restricción de carbohidratos, conducirá a una cetogénesis aumentada. Luego de algunos días de alimentación alta en
grasas la producción de cuerpos cetónicos se incrementó 5 veces (20). La concentración arterial de cuerpos cetónicos se
puede incrementar 10-20 veces (20). En la primera fase del ejercicio suave a moderado, las concentraciones de cuerpos
cetónicos usualmente declinan, y luego de 30-90 min se incrementarán otra vez (20, 52, 97). Sin embargo, las
concentraciones observadas bajo esas condiciones siguen siendo más altas, luego de una dieta alta en grasas comparada
con dietas bajas en grasas. Las dietas restringidas en carbohidratos también pueden conducir a una incremento en la
ruptura de TG en el músculo (12, 39, 82).

Tabla 1. Los efectos del ayuno prolongado sobre el rendimiento de resistencia en hombres. VO2máx = consumo máximo de oxígeno, T
= entrenado; NT = no entrenado; HA = hasta el agotamiento. (*) Indica una diferencia significativa entre condición de ayuno a corto
plazo vs. largo plazo; P< 0.05.

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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Tabla 2. Los efectos de una dieta alta en grasas, en el corto plazo (<7 días), sobre el rendimiento de resistencia. El glucógeno
muscular de reposo es expresado en mg/kg, y fue medido en el músculo soleo en ratas, y en el músculo vasto lateral en humanos. Si
era aplicable, se usó un factor de conversión de tejido muscular seco a húmedo. VO2máx = máximo consumo de oxígeno, TP = tiempo
de pedaleo, HA = Hasta el Agotamiento: (*) Indica una diferencia significativa de rendimiento entre la dieta alta en CHO vs. alta en
grasas; p< 0.05.

En Tabla 2 se detallan los efectos de las dietas altas en grasas a corto y largo plazo sobre el rendimiento del ejercicio.
Como se discutió antes, el efecto de una alimentación alta en grasas en un corto plazo (3-7 días) puede reducir el tiempo
de ejercicio hasta el agotamiento (5, 10, 21, 31, 32, 58). Para nuestro conocimiento, solo hay un estudio que demostró un
efecto benéfico en comer una cantidad de grasas levemente más grande. Muoio et al. (63) examinaron los efectos de tres
dietas moderadas, por 7 días, en seis corredores. Los porcentajes de contribución de energía de carbohidratos, grasas y
proteínas fueron 61/24/14, 50/38/12 y 73/15/12, respectivamente. Los autores concluyeron que la dieta “alta en grasas”
(38% de grasas) incrementa el VO2máx y el tiempo de carrera hasta el agotamiento. Además los autores sugieren que el
mecanismo por el cual el rendimiento se mejora, es a través de la beta-oxidación y la oxidación de ácidos grasos. Sin
embargo, no se observaron diferencias en la oxidación de grasas (cociente respiratorio) entre las dietas. Los resultados
pueden ser explicados simplemente por el hecho de que las pruebas no fueron al azar, y que fueron administradas en el
orden “baja en grasas”, “moderada en grasas” y “alta en grasas”. Por eso los resultados de Muoio et al. (63) deberían ser
interpretados con mucha cautela.

Un estudio interesante fue realizado recientemente por Starling et al. (83), quienes trataron de manipular los depósitos
intramusculares de triacilglicéridos depletándolos parcialmente, durante un esfuerzo de pedaleo de 120 min al 65 %
VO2máx, del cual se demostró que resulta en tasas relativamente altas de ruptura de triacilglicéridos (75). Cada sujeto
ingirió una dieta alta en carbohidratos (83 % de energía) o una dieta alta en grasas (68 % de energía), por 12 horas, luego
de este esfuerzo de ejercicio. Luego de 12 horas de ayuno los sujetos fueron biopsiados y realizaron una prueba de
ejercicio (equivalente a 1.600 kJ). Las concentraciones de triacilglicéridos intramusculares, medidas por biopsias
musculares, cayeron en un 6-11 % durante el esfuerzo de ejercicio, aunque este detrimento no fue estadísticamente
significativo. La ingesta de una dieta alta en grasas incrementó los depósitos intramusculares de triacilglicéridos en un
21%, 24 horas después de pedalear, en tanto que siguieron bajos cuando se ingirió una dieta alta en carbohidratos.
Paralelamente a estos hallazgos, las concentraciones de glucógeno muscular fueron más altas luego de una dieta alta en
carbohidratos, resultando en un mejor rendimiento en la prueba por tiempo, comparada con la dieta alta en grasas.

En resumen, las dietas altas en grasas a corto plazo incrementan la disponibilidad de sustratos lípidos pero reducen el
almacenamiento de glucógeno. Como resultado, si bien la oxidación de grasas se puede incrementar durante el ejercicio, la
resistencia a la fatiga y el rendimiento durante el ejercicio parecen estar reducidos.

Efectos de la Dieta Alta en Grasas, en el Largo Plazo

Se ha sugerido que una alteración de 5-7 días en la composición de la dieta es un tiempo insuficiente para inducir una
respuesta adaptativa a la dieta modificada. Jansson y Kaijser concluyeron que una dieta alta en grasas durante un período
prolongado resultó en una menor utilización de carbohidratos, y que esta menor demanda sobre los mismos fue

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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compensada por una contribución incrementada de las grasas al metabolismo de energía (37, 38).

En ratas se demostró que la adaptación a una dieta alta en grasas conduce a mejorías considerables de la capacidad de
resistencia (61, 77). Estas adaptaciones pueden ser atribuidas al número de enzimas oxidativas y a la menor degradación
de glucógeno hepático durante el ejercicio (77). Por ejemplo, se demostró que las dietas altas en grasas, en el largo plazo,
incrementan las concentraciones de 3-hidroxiaciI CoA-dehidrogenasa muscular en ratas (54,61) y en humanos (48), e
incrementa la concentración de triacilglicéridos intramusculares (48), mientras que la concentración de glucógeno
muscular característicamente se reduce (Tabla 3). Estos resultados sugieren que luego de la adaptación a una dieta alta en
grasas la capacidad de oxidar ácidos grasos en lugar de carbohidratos se incrementa, debido a una adaptación de las
enzimas oxidativas en las células musculares.

Solo algunos estudios observaron el efecto de dietas altas en grasas, a largo plazo, sobre el metabolismo de las grasas y el
rendimiento del ejercicio en humanos. Phinney et al (71) investigaron el rendimiento durante la realización de ejercicios en
sujetos obesos, luego de 6 semanas de una dieta alta en grasas (90% de grasas). Antes y después de la dieta, la intención
fue tener a los sujetos ejercitando al 75 % VO2máx hasta el agotamiento. Los sujetos pudieron ejercitar más tiempo con la
dieta alta en grasas de lo que lo hicieron con su dieta normal, dado que luego de la dieta, las grasas se tornaron en el
sustrato principal. Los resultados de este estudio, sin embargo, pueden haber estado influidos por el hecho de que estos
sujetos no estuvieron en balance de energía y perdieron 10.6 kg de peso corporal. Por ello, aunque no hubo diferencias en
el VO2máx absoluto, antes y después del período de dieta, hubo diferencias considerables en la intensidad relativa (luego
de la dieta alta en grasas se realizó ejercicio al 60 % VO2máx, mientras que la intensidad de ejercicio antes de la dieta fue
del 76 % VO2máx).

Las mejorías observadas en el rendimiento pueden haber sido más un artificio que un efecto positivo del período de
adaptación. Por ello, Phinney et al (69, 70) realizaron un estudio de seguimiento en el cual se estudiaron sujetos
entrenados antes y después de una dieta alta en grasas de 4 semanas (menos de 20 gr de CHO por día). La dieta redujo
drásticamente la concentración de glucógeno muscular pre-ejercicio (143 ± 10 versus 76 ± 4 mmol de glucosa/kg de de
músculo, peso húmedo). Sin embargo, no se descubrió diferencia alguna en el promedio de tiempo hasta el agotamiento, al
62-64 % VO2máx, antes y después de la dieta. Sin embargo, los resultados son difíciles de interpretar debido a la gran
variabilidad de los tiempos de rendimiento de los sujetos (tiempo hasta el agotamiento). Un sujeto ejercitó 57 % más,
mientras que otros sujetos no demostraron mejorías, e incluso algunos mostraron peores tiempos hasta el agotamiento.
Además, la intensidad de ejercicio fue relativamente baja, y la demanda de los sujetos a los carbohidratos durante el
ejercicio al 62-65 % VO2máx fue también baja. En dicha situación, los depósitos de carbohidratos reducidos pueden no ser
limitantes. Es posible que a intensidades de ejercicio más altas, el rendimiento pudiera verse visto más reducido. Los
resultados del estudio de Phinney et al. (69.70) pueden sostener esta visión dado que los sujetos con los valores R más
altos (tasas más altas de oxidación de CHO) demostraron una reducción en el rendimiento, mientras que los sujetos con los
valores R más bajos presentaron un mejor tiempo de ejercicio hasta el agotamiento.
No obstante, es de remarcar que el rendimiento no se redujo en todos los sujetos aunque los niveles de glucógeno pre-
ejercicio fueron menores en casi un 50 %, y la oxidación de grasas durante el ejercicio fue marcadamente adaptativa,
incluyendo un incremento del 44 % en la actividad de la acil carnitín-transferasa (ACT), y una reducción del 46 % en la
actividad de la hexokinasa (70).

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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Tabla 3. Los efectos de una dieta alta en grasas, en el largo plazo (> 7 días) sobre el rendimiento de resistencia. La concentración de
glucógeno muscular en reposo está expresada en mg/gr, y fue medida en el músculo soleo en ratas, y en el vasto lateral en humanos.
Si era aplicable, se usó un factor de conversión de tejido muscular, de seco a húmedo. VO2máx = máximo consumo de oxigeno, HA =
Hasta el Agotamiento; (*) Indica una diferencia significativa en el rendimiento entre la dieta alta en CHO vs. dieta alta en grasas;
P<0.05.

Lambert et al. (53) alimentaron a 5 ciclistas entrenados en resistencia por 14 días con dietas (de alguna manera menos
extremas) altas en grasas vs. altas en carbohidratos. La dieta alta en grasas contenía 67 % de grasas y 7 % de CHO,
mientras que la dieta alta en carbohidratos contenía 74 % de CHO y 12 % de grasas. Con el objeto de evaluar el
rendimiento en ejercicio se realizaron tres diferentes tests de ejercicio: un test Wingate (ejercicio de velocidad), un test de
tiempo de pedaleo hasta el agotamiento a alta intensidad (90 % VO2máx), y un test hasta el agotamiento a intensidad
moderada (60 % VO2máx). Las concentraciones de glucógeno muscular fueron 44 % más bajas luego de las dietas altas en
grasas. No se encontraron diferencias en el rendimiento en la prueba de velocidad y en el tiempo hasta el agotamiento,
durante el ejercicio de alta intensidad. Sin embargo, el tiempo hasta el agotamiento durante el test de ejercicio de
intensidad moderada fue significativamente mayor (80 ± 8 min versus 43 ± 7 min). La dieta alta en grasas también resultó
en un incremento de las tasas de oxidación de grasas durante el ejercicio. Tanto el estudio de Lambert et al. (53), como el
de Phinney et al. (70), utilizaron intensidades de ejercicio relativamente bajas (60-65 % VO2máx), lo cual está muy por
debajo de las velocidades de competición. Por eso no está claro como es que éstos resultados podrían trasladarse a
aplicaciones prácticas en entrenamiento y competición.

Helge et al. (28) estudiaron 20 sujetos no entrenados que pasaron por un programa de entrenamiento de resistencia, por 7
semanas, mientras ingerían una dieta alta en grasas (62 % de grasas, n= 10), o una dieta alta en carbohidratos (65 % de
CHO, n= 10). El entrenamiento resultó en un 11 % de incremento en ambos grupos, luego de 7 semanas, mientras que
también el tiempo hasta el agotamiento al 80 % VO2máx fue significativamente mejorado en ambos grupos. El incremento,
sin embargo, fue más pronunciado en el grupo alto en CHO que en el grupo alto en grasas. El tiempo hasta el agotamiento
se incrementó de 35 min a 102 min con la dieta alta en CHO, y solo a 65 min en el grupo alto en grasas. De manera
interesante, luego de siete semanas, ambos grupos recibieron una dieta alta en carbohidratos, y el rendimiento se
manutuvo en el grupo alto en CHO, mientras que el grupo alto en grasas mejoró a 77 min. Esto, sin embargo, siguió siendo
menos que el rendimiento del grupo alto en CHO. Los autores, por lo tanto, concluyeron que ingerir una dieta alta en
grasas durante un programa de entrenamiento de resistencia va en detrimento del rendimiento. Debido a que el cambio a

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una dieta alta en CHO, luego de 7 semanas de una dieta alta en grasas no revierte los efectos negativos, los autores
concluyeron que este efecto negativo sobre el rendimiento no es simplemente debido a la falta de carbohidratos como
combustible, sino más que nada debido a adaptaciones sub-óptimas al entrenamiento. Los resultados de estos estudios se
resumieron en la Tabla 3.

Desde una perspectiva de salud, el comer grandes cantidades de grasas fue asociado al desarrollo de la obesidad y la
enfermedad cardiovascular. Aun no se determinó si este también es el caso en atletas. Desde nuestro conocimiento, no hay
estudios disponibles hasta este momento que describan los efectos de dietas altas en grasas sobre los factores de riesgo
cardiovascular en atletas entrenados. Recientemente, no se observaron cambios en los niveles de LDL, HDL y colesterol
total en plasma, en corredoras/es con dietas en el rango de los 17-40 % de grasas (55,68). Si bien generalmente es
aceptado que el riesgo de obesidad y de enfermedades cardiovasculares se incrementa con el consumo de dietas altas en
grasas en personas sedentarias, el ejercicio regular o el entrenamiento de la resistencia parecen atenuar esos riesgos (76).
La exposición a dietas altas en grasas también estuvo asociada a un incremento de resistencia a la insulina, y
recientemente se la vinculó con un efecto de los “pools” de triacilglicéridos intramusculares sobre el consumo de glucosa
(66). Sin embargo, esta observación se hizo en sujetos obesos, y no es claro si es que estos resultados pueden ser
extrapolados a atletas, especialmente porque los atletas parecen tener depósitos intramusculares de triacilglicéridos más
grandes, y mayor sensibilidad a la insulina. Adicionalmente, se asoció al consumo de dictas altas en grasas y al
entrenamiento con una reducción de la función inmune. Venkatraman et al. (90), sin embargo, no pudieron encontrar
ningún efecto perjudicial con una dieta de 40 % de grasas sobre diversos indicadores de la función inmune en corredores
bien entrenados. Como existe poca información acerca de los efectos negativos de la dieta alta en grasas sobre los
deportistas, y los efectos de esas dietas sobre el rendimiento no son claros, nosotros sugerimos tener cautela al
recomendar dietas altas en grasas a los atletas competitivos

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Cita Original

Asker E. Jeukendrup, William H.M. Saris y Antón J.M. Wagentnakers. Metabolismo de las Grasas Durante el Ejercicio: Una
Revisión Parte III: Efectos de las Intervenciones Nutricionales Resúmenes del Simposio Internacional de Actualización en
Ciencias Aplicadas al Deporte, Biosystem, 172-181 (1999)

Asker Jeukendrup, William H Saris y Anton J Wagenmakers. (1999)


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