La región amazónica La Amazonia con 7,4 millones de km2 representa el
4,9% del área continental mundial, y cubre extensiones de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador,
Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. La cuenca del río Amazonas es la más grande del mundo con
un promedio de 230.000 m3 de agua por segundo, que corresponde aproximadamente al 20% del
agua dulce en superficie terrestre mundial. Los 476.000 km2 de la porción colombiana, ubicados
en el confín noroccidental de la Gran Cuenca representan 6,4% del total del bioma amazónico y el
41,8% del territorio nacional. Está compuesta por los departamentos de Amazonas, Caquetá,
Guainía, Guaviare, Putumayo y Vaupés. La región amazónica colombiana comprende 48 millones
de hectáreas en las que predominan tres figuras de ordenamiento territorial; la zona conservada
ocupa 38 millones, de las cuales, 178 resguardos indígenas se sitúan en 25 millones, y 12 parques
nacionales naturales en cerca de 8 millones; existen, asimismo, 8 millones de hectáreas bajo la
figura de zonas de reserva forestal (Ley 2 de 1959). Finalmente, 8 millones más componen la zona
ya intervenida. Entre estas agrupaciones hay traslapes en 4 millones de hectáreas. 1 3 5 7 9 12 15
17 2 Aunque la Amazonia está en el imaginario como una región remota, uniforme y deshabitada,
en la práctica está interrelacionada con el resto del país, siendo la conexión de los Andes con la
Amazonia una de sus mayores fuentes de riqueza biofísica. La región presenta una enorme
variabilidad climática y ecosistémica al incluir la vertiente de la cordillera Oriental, donde se
encuentra una amplia gama de temperaturas y condiciones ambientales características de un país
tropical. La enorme diversidad social, económica y ambiental en su interior permite hablar de
cuatro subregiones amazónicas en Colombia. Adicional a la gran variedad, los ecosistemas
amazónicos se caracterizan por la fragilidad al encontrarse en su mayoría asentados sobre suelos
pobres muy vulnerables a la lluvia y el sol, por lo que una vez talado el bosque la fertilidad de los
suelos se agota con rapidez. Así, la gran exuberancia de la selva no se debe a la buena calidad
agrológica del suelo, sino que resulta de la particular forma de funcionamiento de sus ecosistemas,
que se basa en un ciclo de alimentación generado por la selva y las condiciones ambientales de
alta humedad y calor imperantes. La región ha cambiado en forma acelerada en los últimos años y
la percepción acerca de ella no se ha ajustado a las nuevas dinámicas que han surgido como
resultado de cambios en las condiciones externas y también internas, asociadas a la ampliación de
demandas resultantes del crecimiento de la población. En el periodo 1985-2005 la tasa de
crecimiento poblacional promedio para los departamentos amazónicos fue mayor que la nacional.
Las circunstancias que han inducido algunos de estos cambios han propiciado nuevas presiones
sobre los recursos del espacio amazónico que se expresan en la ampliación de las áreas
intervenidas, procesos de deforestación y praderización, intensificación de actividades extractivas
como la pesca y la minería, y el establecimiento de los cultivos de uso ilícito, todas ellas con sus
efectos adversos. La Amazonia es hoy una región habitada por población colona en asentamientos
rurales y urbanos, que busca actividades que les represente ingresos y que aspira a estándares de
vida similares a los del resto del país. Sin embargo, un 45,8% de los hogares en la región presentan
necesidades básicas insatisfechas, muy superior al promedio nacional (27,7%). Por otra parte, el
17% de la población amazónica corresponde a grupos indígenas que ofrecen una variedad cultural
y lingüística de enorme riqueza. Estos pobladores milenarios han aprovechado en forma sostenible
los recursos de la región, gracias a un profundo conocimiento de su biodiversidad y su
funcionamiento ecosistémico. Sin embargo, ahora las comunidades indígenas viven en medio de la
selva con conexiones con el mundo exterior y con interés por participar en las dinámicas
económicas y sociales. El mayor conocimiento sobre la Amazonia muestra cómo sus complejos
ecosistemas, la riqueza de los recursos de este territorio y la diversidad cultural de las
comunidades locales que la habitan, demanda del Estado una prudente administración y la
adopción de mejores políticas y medidas para la protección de los recursos biológicos y la
salvaguardia cultural, necesarias para prevenir el riesgo que, por la extrema fragilidad de sus
ecosistemas, podría ocasionar un indebido aprovechamiento de sus recursos naturales. La
Amazonia es además una región con una gran relevancia geopolítica nacional e internacional,
debido por lo menos a: (a) la escasez internacional de recursos estratégicos, (b) su importancia
ambiental y ecológica, (c) su condición de región transfronteriza con presencia de economías
ilegales, y (d) su patrimonio cultural.
Árbol por árbol, la selva se acaba Aunque la Amazonia tiene enormes riquezas, el aislamiento
relativo y la falta de conocimiento sobre las mismas han llevado al abandono por parte del Estado.
Hay un mejor nivel de conservación que en otros países amazónicos, pero la explotación y el
deterioro paulatino, no menospreciable, va acabando con sus recursos naturales. La ausencia
estatal se ha traducido en pocas mejoras en las condiciones de vida para la población (salud,
mortalidad infantil y educación). Sus habitantes pierden su capacidad para garantizar sus
condiciones básicas de sustento. La investigación es incipiente y, poco a poco la selva, su
biodiversidad, la riqueza cultural, la abundancia de agua y los recursos naturales, de por sí poco
valorados, se van perdiendo. Pescar en río revuelto La apuesta por la explotación de los recursos
naturales en una región desprotegida por la institucionalidad lleva a su destrucción. A las
presiones históricas de la ganadería, la explotación de madera y la colonización campesina de
tierras, se suman la minería, la explotación de petróleo y la agricultura mecanizada. La región
incrementa su participación en la proLa Amazonia colombiana puede verse confrontada a distintos
escenarios que muestran futuros muy diversos, según sean las apuestas que el país haga frente a
temas de alta relevancia para la región, como su visión geopolítica y fronteriza; la importancia del
cambio climático, la conservación y la salvaguarda de la cultura y conocimiento indígena; la
creciente presión por recursos naturales como minerales, tierra, agua y petróleo; las apuestas
productivas y la orientación de la investigación; el desarrollo de infraestructura, y la lucha contra la
ilegalidad. Estos escenarios se pueden manifestar en forma y tiempos diferentes para cada
subregión identificada. Su finalidad es promover una visión colectiva sobre lo que busca el país
para esta región. ducción nacional, pero los beneficiados no son los pobladores de la región ni el
país, y se amplifica la desigualdad. La migración de población desde otras regiones se acelera e
inclusive se empiezan a hacer notorios los emigrantes extranjeros. La riqueza natural se empieza a
perder en niveles acelerados. Se incrementan los recursos económicos de los entes locales, que
permanecen insuficientes ante las necesidades crecientes. Cada vez es más difícil para la población
local abastecerse de pescado, su principal fuente de proteína. Lo malo está en el abuso La
dicotomía entre explotación y conservación se resuelve a través de la explotación agrícola en
zonas que ya han sido altamente transformadas, la extracción minera y petrolera es autorizada
donde no atenta contra la conservación de la biodiversidad y la salvaguarda cultural. Hay un
estricto control por parte del Estado hacia la minería ilegal, se garantiza el cumplimiento de los
más rigurosos estándares ambientales, y se evitan la migración masiva, los asentamientos
permanentes y la construcción de infraestructura que atente contra la sostenibilidad. Al
incrementar su presencia en el territorio, el Estado lleva los servicios básicos mejorando el
bienestar de la población. La región es cada vez menos dependiente de las transferencias del
orden nacional, su economía depende principalmente de sectores productivos tradicionales y el
aprovechamiento de los recursos mantiene niveles razonables. Los caminos del bosque se hicieron
para ser recorridos Se define una vocación para la conservación y se obtiene el reconocimiento y la
puesta en valor de los servicios ecosistémicos y productos de la Amazonia. El rescate de los
saberes ancestrales de las comunidades indígenas y la inversión en investigación permiten obtener
un mayor conocimiento sobre la biodiversidad y sus beneficios para la humanidad y el papel de la
región en la regulación climática. Se desarrollan sistemas productivos de baja escala, bajo impacto
y alto valor agregado, consistentes con el bioma amazónico. El ecoturismo, la pesca controlada, los
sistemas agroforestales, el procesamiento de frutos amazónicos, el pago por el CO2 almacenado y
capturado, y la bioprospección, son promovidos como las principales apuestas productivas. La
población local realiza una explotación artesanal de bajo impacto ambiental de los minerales y los
transforma de acuerdo con sus prácticas tradicionales, generando productos de exportación para
mercados especializados. Los ríos son utilizados como las vías de la Amazonia y se promueven aún
más las telecomunicaciones y el transporte aéreo. Los sobrecostos de la conservación y del
aislamiento relativo son asumidos por el país y por la comunidad internacional.
Deforestación la ampliación de la frontera agrícola, la ganadería extensiva, los
incendios forestales y la tala para la venta de madera constituyen los principales motores de
deforestación de bosques tropicales en el mundo. Además de los motores tradicionales de
deforestación, en el país se presentan dinámicas como la colonización y el desplazamiento de
poblaciones, la minería y la siembra de cultivos ilícitos que aumentan la presión sobre el bosque.
Entre 2005 y 2010 se deforestaron 238.360 hectáreas anuales en el país, durante ese periodo la
Amazonia registró una pérdida anual de 79.800 hectáreas de bosque de acuerdo con el
Ideam(2011). Sinchi estima una tasa de deforestación anual mayor entre 2000 y 2007, de 153.000
hectáreas/ año; la mayor cantidad se presenta en Caquetá (44%) seguido por Meta (16%),
Putumayo (16%) y Guaviare (12%).