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Apunte Mensaje Cristiano

El documento resume los 8 temas principales de un mensaje cristiano. Los temas incluyen los cuatro evangelios y el testimonio sobre la vida y doctrina de Jesús, la vida de Jesús de Nazaret, el mensaje de Jesucristo como el Hijo de Dios, la muerte y resurrección de Jesús como el Hijo del Hombre, el misterio de Jesucristo como Dios y hombre, la Iglesia de Jesucristo, el misterio de Dios como la Trinidad, y las realidades últimas. El primer tema proporciona detalles adicionales sobre

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Apunte Mensaje Cristiano

El documento resume los 8 temas principales de un mensaje cristiano. Los temas incluyen los cuatro evangelios y el testimonio sobre la vida y doctrina de Jesús, la vida de Jesús de Nazaret, el mensaje de Jesucristo como el Hijo de Dios, la muerte y resurrección de Jesús como el Hijo del Hombre, el misterio de Jesucristo como Dios y hombre, la Iglesia de Jesucristo, el misterio de Dios como la Trinidad, y las realidades últimas. El primer tema proporciona detalles adicionales sobre

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Mensaje cristiano

Tema 1. Los cuatro evangelios, testimonio sobre la vida y doctrina de Jesús

Tema 2. La vida de Jesús de Nazaret

Tema 3. El mensaje del Hijo de Dios

Tema 4. La muerte y la resurrección del Hijo del hombre

Tema 5. El misterio de Jesucristo, Dios y hombre

Tema 6. La Iglesia de Jesucristo

Tema 7. El misterio de Dios Trinidad

Tema 8. Las realidades últimas.

Tema uno

• 0. Introducción

• 1.1. El evangelio, buena noticia

• 1.2. La formación de los evangelios

• 1.3. La tradición sobre los evangelios

• 1.4. El evangelio según san Mateo

• 1.5. El evangelio según san Marcos

• 1.6. El evangelio según san Lucas

• 1.7. El evangelio según san Juan

• 1.8. Los niveles en la redacción

• 1.9. La verdad de los evangelios

• 1.10. Dos testimonios arqueológicos

1. Los cuatro evangelios, testimonio sobre la vida y doctrina de Jesús

1.1. El evangelio, buena noticia

• El concepto evangelio es anterior a su uso por parte de la comunidad cristiana. Se


trata de un sustantivo griego, εὐαγγέλιον, que describe el premio o el regalo que se
hace al que porta una buena noticia. También significa la buena noticia misma.

• En el Imperio Romano se empleaba para describir las buenas noticias como las
victorias sobre los enemigos, las conquistas de los territorios o el nacimiento de un
heredero para el emperador.
El término “evangelio” como buena noticia es utilizado en el AT, por Jesús en el NT y en la
predicación de los Apóstoles.

“Le dieron el libro del profeta Isaías y, al abrirlo, encontró el pasaje que dice: El Espíritu del
Señor está sobre mí porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de la
salvación; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a liberar a
los oprimidos y a proclamar un año en el que el Señor concederá su gracia”. (Lc 4,17-19; Is
61,1).

“Después de que Juan fuera encarcelado, Jesús se dirigió a Galilea, a predicar la buena noticia
de Dios. Decía: El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en
la buena noticia” (Mc 1,14-15).

1.2 La formación de los Evangelios

• 1ª Etapa: La vida y la enseñanza de Jesús.

Según la cronología del evangelista san Juan, se ha mantenido como etapa de predicación de
Jesucristo los años 27 al 30. San Lucas, que sitúa todo en un solo año, según el proyecto de san
Marcos, ofrece algunos datos cronológicos en el inicio del ministerio del Bautista: “Corría el
año quince del reinado del emperador Tiberio” (Lc 3,1), que reinó entre el 14 y el 37 d. C., lo
que dataría ese momento en el año 28. Más adelante (Lc 3,23) añadió que, “al comienzo de su
ministerio, Jesús tenía unos treinta años, y todos creían que era hijo de José”.

• 2ª Etapa: La tradición oral:

Esta segunda etapa, llamada apostólica, se extendió desde el año 30 hasta finales del siglo I, es
decir, hasta la muerte del último apóstol. La predicación fue oral, aunque, durante este
tiempo, se empezaron a redactar los primeros textos escritos que luego van a formar parte de
los evangelios y, sobre todo, las cartas, en particular las de san Pablo.

Los apóstoles y misioneros anunciaban el mensaje tanto a los judíos como a los paganos, para
que se convirtieran a Cristo; explicaban la fe en las catequesis bautismales para fortalecer la
esperanza de los que se iban adhiriendo al grupo de los creyentes; y predicaban la Palabra de
Dios en las celebraciones, sobre todo en la fracción del pan.

• 3ª Etapa: Los Evangelios escritos.

La tercera etapa tuvo lugar tiempo después, cuando empezaron a desaparecer los testigos
presenciales y era necesario dejar constancia escrita de todo lo sucedido. El concilio (DV 19)
explicó el proceso con estas palabras: “Los autores sagrados compusieron los cuatro
evangelios, escogiendo datos de la tradición oral o escrita, reduciéndolos a síntesis,
adaptándolos a la situación de las diversas iglesias”, sin perder, en esta fijación textual, el
espíritu del anuncio y la predicación.

En el inicio del evangelio según san Lucas (Lc 1,1-3), su autor explica cómo procedió para su
redacción: “Muchos son los que han intentado escribir una historia coherente de los hechos
que acaecieron entre nosotros, tal y como nos los transmitieron quienes desde el principio
fueron testigos presenciales y encargados de anunciar el mensaje”. También él, una vez
investigado todo lo sucedido, a fondo, desde el principio, pretendía ponerlo por escrito, con
orden.

• Las tradiciones más antiguas, a principios del siglo II, mencionan ya que los cuatro
evangelios fueron escritos por san Mateo, san Marcos, san Lucas y san Juan.

• Eusebio de Cesarea (ca. 263-339) en Historia eclesiástica (3,39,3) recoge un texto de


Papías, del año 125, aproximadamente, en el que dice que: “Marcos fue intérprete de
Pedro y escribió con fidelidad, aunque desordenadamente, lo que solía interpretar,
que eran los dichos y los hechos del Señor. Él mismo no había oído al Señor ni había
sido su discípulo, sino que fue discípulo de Pedro [...] Todo su cuidado estuvo en una
sola cosa: No omitir nada de los que había oído y no poner falsedad alguna en ello. En
cuanto a Mateo, ordenó en lengua hebrea las sentencias del Señor; y cada uno las
interpretó según su capacidad”.

• San Ireneo de Lyon (ca. 130-202) en Adversus Haereses (3,1,1) añade, hacia el año 177,
que: “Mateo, estando entre los hebreos, escribió en su lengua un escrito del evangelio
al tiempo que Pedro y Pablo evangelizaron en Roma y fundaron allí la Iglesia. Marcos,
discípulo e intérprete de Pedro, nos dejó también escrito lo que Pedro había
predicado. Asimismo, Lucas, compañero de Pablo, redactó en un evangelio lo que
aquel había predicado. Después, Juan, discípulo del Señor, el que se había reclinado
sobre su pecho, publicó también su evangelio, cuando vivía en Éfeso de Asia”.

• La tradición sobre la fecha de la redacción de los evangelios:

Algunos textos parecen sugerir que fue antes de los acontecimientos que tuvieron lugar en el
año 70, cuando Jerusalén fue destruida, porque lo presentan como algo del futuro.

El evangelio según san Mateo explica que “Jesús salió del templo y, cuando ya se iba, sus
discípulos se acercaron a él para hacerle admirar las construcciones del templo. Pero él les
dijo: ¿Veis todo esto? Pues os aseguro que aquí no va a quedar piedra sobre piedra. ¡Todo será
destruido!” (Mt 24,1-2). En el mismo sentido, se expresan san Marcos (Mc 13,1-27) y san Lucas
(Lc 21,5-6).

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, se ve que los cristianos acuden con normalidad al
templo de Jerusalén. El final del texto coincide con la liberación de Pablo, hacia los años 61-63.
San Lucas no menciona su martirio, que debió de tener lugar hacia el año 67, en Roma.

• Los textos evangélicos originales se han perdido, pero sus copias ofrecen toda garantía
de autenticidad.

• Las copias más antiguas de los textos evangélicos están datadas en el siglo II, como el
papiro Bodmer 14-15, que contiene los evangelios de san Lucas y san Juan. El papiro
Rylands, escrito hacia el 125, contiene algunas frases del evangelio de san Juan. Los
papiros Chester Beatty, datados a principios del siglo II, conservan, completos, los
cuatro evangelios.

1.4. El evangelio según san Mateo


• En la actualidad, casi todos los investigadores están de acuerdo al afirmar que el
evangelio según san Mateo fue escrito originariamente en griego, alrededor del año
80, lo que no impide que utilizara, en la redacción, textos anteriores escritos en
hebreo o en arameo.

• Su autor, anónimo, habría sido un cristiano procedente del judaísmo, afincado en


Palestina, probablemente en torno a la comunidad de Antioquía de Siria (Hch 11,19-
30).

• En aquella ciudad, san Pedro tuvo un papel importante, lo que podría reflejarse en el
tratamiento singular que este evangelio dedica a su figura (Mt 15,15; 16,16-19; 17,24-
27; 26,33). Hacia el año 110, san Ignacio de Antioquía, obispo de aquella ciudad, utiliza
ya, en sus cartas, algunos textos de este evangelio.

• La comunidad a la que se dirige el evangelio según san Mateo, probablemente en


Antioquía de Siria, tiene, al menos, cuatro características:

1. Se trata de una comunidad formada, en gran medida, por cristianos procedentes del
judaísmo (Mt 10,5). El autor supone un conocimiento amplio del Antiguo Testamento
(Mt 5,23; 12,15; 23,5; 15,23).

2. En el seno de la comunidad existen también cristianos procedentes del paganismo (Mt


28,19).

3. Los cristianos de esta comunidad se sitúan en una oposición evidente contra el


judaísmo fariseo, ortodoxo, que se impuso sobre las demás tradiciones hebreas
después de la destrucción de Jerusalén por las tropas de Tito el año 70.

4. Los cristianos de esta comunidad necesitan, por tanto, en su proceso de composición


interna, algunos criterios firmes y claros, basados en las enseñanzas de Jesús.

• Las fuentes que utiliza el evangelista son, fundamentalmente, tres:

1. El evangelio según san Marcos, que incorpora casi en su totalidad, con algunas
variantes significativas en torno al ministerio de Cristo en Galilea.

2. La llamada fuente de dichos (Q), como los materiales de carácter discursivo.

3. Una serie de noticias propias, procedentes, sobre todo, del acervo tradicional de sus
comunidades, que llega a ocupar casi la cuarta parte de la obra.

 El autor establece, con atención, las series de milagros, las parábolas, las controversias
y, sobre todo, los cinco grandes discursos de los capítulos 5-7, 10, 13, 18 y 23-25, que
siempre terminan con la fórmula: “Cuando Jesús terminó este discurso” (Mt 7,28).

• El texto presenta tres contenidos teológicos:


1. Subraya, especialmente, la relación entre la antigua y la nueva alianza, entre Jesús y el
Antiguo Testamento, en un diálogo permanente entre la promesa y el cumplimiento.
Jesús es el Mesías, el hijo de David, el Hijo de Dios.

2. Establece la continuidad entre Israel, el Pueblo de Dios, y la Iglesia, el nuevo Pueblo de


Dios (Mt 21,43).

3. Resulta relevante el tratamiento que hace de los discípulos, en los que la autoridad se
concibe como servicio a los más necesitados (Mt 18,1-14; 23,8-12).

1.5. El evangelio según san Marcos

• El evangelio según san Marcos fue el primero que se escribió. Él fue el creador del
género evangelio.

• Un análisis con mayor detención permite reconocer una explicación teológica muy
elaborada, nada improvisada.

• Este texto constituye la fuente principal de los evangelios según san Mateo y según
san Lucas.

• Debe ser estudiado con la misma atención que el resto de los relatos evangélicos. En
algunos aspectos, por su precedencia temporal, incluso con más cuidado.

• El autor de este segundo evangelio habría sido un cristiano llamado Juan Marcos (Hch
12,12; 13,5.13; 15,37.39) al final de la etapa apostólica, también llamada primera
generación cristiana, alrededor del año 60.

• Marcos tuvo la idea, en cierto modo genial, de reunir en un solo relato, coherente,
todas las noticias que conocía sobre la vida, el ministerio y la enseñanza de Jesús de
Nazaret. Esta información se conservaba en las comunidades cristianas como una
información preciosa, venerable, y se había ido narrando, una y otra vez, como un
tesoro propio.

• Los dos motivos fundamentales para la redacción del texto evangélico fueron:

1. La desaparición progresiva de los testigos oculares de los acontecimientos. El recuerdo


sobre Jesús corría el riesgo de deteriorarse, modificarse, perderse.

2. El inicio de la persecución contra los cristianos. La memoria de Jesús, maestro, Mesías,


Señor, pretendía ser aliento en el sufrimiento y enseña en el combate.

 La comunidad cristiana a la que se dirige Marcos tuvo las siguientes características:


 Es una comunidad de origen no judío. Marcos explica a sus lectores las costumbres y
los ritos judíos (Mc 7,3-5) y traduce algunas expresiones arameas (Mc 5,41; 8,34).
 Esta comunidad debe de estar localizada en Roma, en relación con la predicación de
san Pedro. La figura de Pedro es cuidada, explicada con detalle (Mc 8,29-33; 9,5;
14,29-72).
 Esta comunidad tiene algunos problemas que el evangelista san Marcos quiere
reparar. Ante todo, es una comunidad perseguida por el judaísmo más ortodoxo y por
el paganismo grecorromano. El seguimiento de Jesús lleva a la incomprensión, el
desprecio, el maltrato (Mc 8,34-38; 10,30.35; 13,8-10).

• Las fuentes para el relato evangélico son, fundamentalmente:

1. El Antiguo Testamento, sobre todo las tradiciones teológicas sobre el Mesías.

2. Los relatos biográficos helenísticos, que le sirven de inspiración formal.

3. La memoria de Jesús conservada en la primitiva comunidad cristiana de Roma.

4. Posiblemente, también, algunos breves relatos escritos que contengan la memoria de


ciertos hechos y dichos de Jesús. Podrían haberse redactado ya algunas pequeñas
unidades literarias como el relato de la Pasión (Mc 14-16), colecciones de milagros (Mc
1,21-2,12; 4,35-5,43), de parábolas (Mc 4,1-34) o de controversias (Mc 2,15-3,6) que él
utiliza.

• Los dos contenidos teológicos fundamentales del evangelio según san Marcos son:

1. La revelación del auténtico rostro de Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios (Mc 1,1;
8,29; 14,62), cuya identidad se va reconociendo en medio del secreto.

2. La delimitación de la identidad del discípulo, elegido por Jesús (1,16-20) para que esté
con él (Mc 3,14; 5,37; 9,2; 14,33) y para enviarle (Mc 3,14; 16,5-18).

1.6. El evangelio según san Lucas

• El evangelio según san Lucas es la primera parte de una obra mayor que incluye,
también, el libro de los Hechos de los Apóstoles. El mismo autor añade un prólogo al
principio de cada parte (Lc 1,1-4; Hch 1,1-2) en el que lo explica, con detalle.

• El proyecto teológico-narrativo del evangelista es también doble. El evangelio se


presenta como un viaje de Jesús a Jerusalén. El libro de los Hechos muestra el camino
inverso, que va desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.

• El autor del tercer evangelio es san Lucas, un cristiano no judío, mencionado en otros
pasajes (Flm 24; Col 4,14; 2Tm 4,11), que escribe en el último cuarto del siglo I. Así se
indica ya en la Antigüedad y nunca se ha puesto en duda. La tradición le atribuye otros
oficios, como la medicina o la pintura, menos contrastados por la investigación.

• El evangelista se dirige a una comunidad muy determinada. San Lucas responde, con
su relato, las inquietudes, los conflictos, y también a las preguntas y las esperanzas de
un pueblo cristiano que quiere conocer “la autenticidad de la enseñanza” que ha
recibido (Lc 1,4).

1. Es una comunidad de origen pagano, surgida probablemente en el marco de la


predicación de san Pablo en la que ya ha sido superado el conflicto judeocristiano. Es
una comunidad abierta a la cultura grecorromana, que busca un puesto en el Imperio.
2. Se siente plenamente heredera, también, de las promesas hechas a Israel.

3. Esta comunidad debe resolver algunos problemas compartidos por la segunda


generación cristiana: El cansancio, la seducción del paganismo, la debilidad de la fe, la
tentación de renunciar o volver atrás, la pérdida de ilusión misionera.

• Las fuentes que utiliza san Lucas para redactar su evangelio son, al menos, tres:

1. El evangelio según san Marcos, que le sirve de base para la creación del relato y para la
redacción de una tercera parte de su obra.

2. La llamada fuente de dichos de Jesús (Q), un documento desaparecido, posiblemente


escrito, que emplea en una cuarta parte de su evangelio.

3. Las noticias propias que san Lucas llegó a recoger de la comunidad o elaboró él mismo
a partir de los relatos que fue conociendo en su investigación. Lo más propio de este
evangelista es el relato de la infancia de Jesús (Lc 1-2), ciertos detalles de la Pasión (Lc
22-24) y muchas de las parábolas (Lc 9-19).

• El contenido teológico del tercer evangelio es, sobre todo, el proyecto de salvación de
Dios para el hombre. Este tema, casi único, lo desarrolla de modos diversos:

1. La sociedad helenista, desorientada, está sedienta de salvación, y está dispuesta a


seguir a cualquiera que le ofrezca una salida. San Lucas anuncia que no todos los
planes de salvación son verdaderos. Dios ha establecido un camino de salvación y lo ha
revelado en Jesús, centro y Señor de la historia.

2. Jesús cumple las promesas hechas a Israel (Lc 1,68-77; 2,11). Su presencia, en los
caminos de Palestina, es salvación para el pueblo, liberado de la enfermedad (Lc 7,50;
8,36.48; 17,19; 19,9-10).

3. El proyecto de salvación de Dios se presenta como un camino que hay que recorrer.
Juan lo prepara (Lc 1,76) y lo allana (Lc 3,4-5). María se pone en camino (Lc 1,39). Jesús
enseña el camino y lo recorre (Lc 20,21; 18,31-32; 9,51-19,28). Ese camino también
tendrá que recorrerlo la Iglesia; y cada creyente.

1.7. El evangelio según san Juan

• El evangelio según san Juan presenta unas características particulares, ajenas a la


tradición de los otros tres, llamados sinópticos.

• El proyecto joánico no es completar, corregir ni suplantar los evangelios sinópticos;


sino suscitar la fe y fortalecer la esperanza de las comunidades que surgieron en torno
al discípulo amado.

• La investigación actual habla, sobre todo, de tres momentos en la redacción:

1. Un texto, parecido al de los sinópticos, que selecciona algunos pasajes más relevantes,
en un relato esencialmente histórico, con hechos y dichos de Jesús.
2. Una gran remodelación, con la trascripción de los grandes discursos joánicos.

3. Una tercera redacción que matizara algunas afirmaciones y añadiera Jn 21.

• Las fuentes del cuarto evangelio, o las influencias de su pensamiento, fueron, al


menos:

1. La influencia judía, con tratamiento amplio del Antiguo Testamento.

2. La influencia helenística, con interés en conceptos como la verdad o el logos.

3. La influencia del movimiento gnóstico, como la utilización de la idea del hombre


divinizado, el Dios misterioso, la fuente de la luz y de la vida.

4. La influencia de la literatura de Qumrán, sobre todo el uso del dualismo luz-tinieblas,


verdad-mentira, vida-muerte.

5. La influencia paulina, sobre todo en textos de las cartas a Ef, Flm y Col.

 No se debería hablar, por tanto, de un autor sino de los autores del cuarto evangelio,
que habría sido el resultado de una composición elaborada en colaboración. La autoría
principal del texto fue atribuida, ya desde san Ireneo, a finales del siglo II, al apóstol
san Juan, hijo de Zebedeo, hermano del apóstol Santiago.

 Algunos vieron en el texto final el resultado de una composición del siglo II,
fundamentalmente teológica.

 Otros hablan, sobre todo, de la actuación de un discípulo directo del apóstol san Juan
que habría puesto en boca de su maestro toda la redacción. Este discípulo habría sido
el que Jesús tanto quería, que, significativamente, nunca se nombra.

• La clave de lectura del texto, por tanto, debe buscarse en la respuesta a la situación
que vive la comunidad, cuya fe debe confrontarse con el judaísmo de Yamnia y con los
grupos cristianos más o menos heterodoxos. San Juan quiere resolver, sobre todo, la
polémica sobre la verdadera naturaleza de Cristo, Dios y hombre, enviado por el
Padre.

1.8. Los niveles en la redacción

• Los textos evangélicos, como hemos visto, presentan varios niveles de redacción. El
conocimiento de las fuentes originales permite analizar, también, el contenido
teológico de cada evangelio. Fundamentalmente, se podrían diferenciar, al menos, tres
niveles:

1. Las palabras de Jesús.


• Parece habitual conceder esta categoría a los textos en los que Jesús habla en
primera persona: “Yo soy luz y he venido al mundo para que todo el que cree
en mí no siga en las tinieblas” (Jn 12,46).

• También hay otras expresiones como aquellas en las que Jesús llama a Dios
Padre: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).

2. Las palabras de los evangelistas.

3. Las fórmulas de la liturgia.

• El evangelista san Mateo termina el evangelio con el envío de Jesús a sus


discípulos, para que vayan a hacer “discípulos a los habitantes de todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
(Mt 28,19), que parece ser una fórmula bautismal ya utilizada en la
comunidad.

1.9. La verdad de los evangelios

• Los mismos hechos que narran los evangelios han sido explicados, también, por otras
fuentes secundarias, contemporáneas de los acontecimientos.

• Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, escribe hacia el 112 una carta al emperador
Trajano en la que le pregunta qué debe hacer con “los cristianos”, que “tributan a
Cristo adoración como a un Dios”.

• Tácito, en los Anales de Roma, hacia el año 116, explica que “Cristo fue ajusticiado
bajo el mandato de Tiberio, por el procurador Poncio Pilato”.

• El Talmud de Palestina, entre el siglo I y el V, para ridiculizarlo, habla de Jesús, que


había sido colgado, “en la víspera de la Pascua, por hereje”.

• Suetonio, en la Vida de Claudio, escrita hacia el año 120, habla de que el emperador
“expulsó de Roma a los judíos por los disturbios que provocaban a causa de un tal
Cresto”.
El texto del Nuevo Testamento

• Contamos con más de 2.500 manuscritos referentes al Nuevo Testamento.

• Los más importantes son los 266 códices mayúsculos o unciales, y los 84 papiros.
Algunos de ellos datan del siglo II, es decir, de una época muy inmediata al periodo en
que el Nuevo Testamento se compuso.

• Teniendo en cuenta que las obras de la antigüedad clásica nos han llegado en
versiones que se remontan hasta la Edad Media, podemos decir que el Nuevo
Testamento es sin lugar a dudas la obra de la antigüedad de la que tenemos mejor
seguridad textual.

Los códices mayúsculos o unciales


Los papiros

• Se llaman así por estar escritos en papiro (material de origen vegetal, más deleznable
que el pergamino, por lo que sólo se conservan los que han estado bajo condiciones
ambientales favorables)

• Llenan el hueco temporal entre los códices unciales más antiguos y la época de
redacción del Nuevo Testamento.

• Los más importantes son:


Tema DOS: 2. LA VIDA DE JESÚS DE NAZARET

• Introducción

• 2.1. Las primeras fuentes históricas

• 2.2. Las fuentes cristianas primitivas

• 2.3. La expectación de Israel

• 2.4. La interpretación cronológica

• 2.5. El evangelio de la infancia

• 2.6. El inicio de la vida pública

• 2.7. Las dudas de la investigación

• 2.8. Creer en Jesús de Nazaret

• Resumen

Objetivos

• Analizar las fuentes históricas sobre la vida de Jesús de Nazaret.

• Interpretar cómo se esperó en la Antigüedad la llegada del Mesías.


• Conocer el contexto histórico y religioso de Palestina en el siglo I.

• Situar los acontecimientos más relevantes de la vida de Jesús.

• Presentar algunas interpretaciones modernas sobre la verdad evangélica.

Introducción

• La vida de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, hecho hombre (Jn 1,14) es el fundamento de
la fe cristiana. La crítica histórica, en cierto momento de la investigación moderna
sobre los orígenes del cristianismo, sobre todo en torno a la Ilustración francesa y al
Modernismo racionalista, trató de demostrar que todo el relato evangélico había sido
una mera invención.

• En la actualidad, no cabe ninguna duda sobre la existencia histórica de Jesucristo, que


vivió en el siglo I, en el territorio de Palestina, bajo el gobierno militar del Imperio
Romano.

2.1. Las primeras fuentes históricas

• Que Jesús sea Dios es un dato de fe. Pero nada obsta para que su nacimiento, su
predicación y su muerte puedan ser analizados desde los criterios más exigentes de la
ciencia histórica.

• Tenemos 8 fuentes: Entre los filósofos grecorromanos, destacan Mara bar Sarapión y
los escritores Luciano de Samosata y Celso. Su testimonio se añade al del gobernador
Plinio el Joven, de Bitinia; y al de los historiadores Tácito y Suetonio. Entre los judíos,
hay dos testimonios fundamentales: El Talmud babilónico, escrito entre el siglo I y el
siglo V de la era cristiana, y el historiador Flavio Josefo.

• El testimonio sobre la crucifixión de Jesús de Mara bar Sarapión, un filósofo estoico de


Samosata, en Siria, fue escrito alrededor del año 73. Este autor estaba encarcelado en
Roma y, desde allí, escribió a su hijo una carta en la que le expresaba la indignación
que le producía la muerte de los tres grandes hombres de los que él había tenido
noticia: Sócrates, Pitágoras y el rey de los judíos.

• Dice el filósofo: “¿De qué le sirvió a los samios quemar vivo a Pitágoras, cuando su país
quedó cubierto de arena en un instante? ¿O a los judíos dar muerte a su sabio rey, si
desde entonces se han visto despojados de su reino?” Después del año 70, la
comunidad cristiana interpretó que la destrucción de Jerusalén se debía, sobre todo, a
la muerte de Jesús, el rey sabio de los judíos.

• Luciano de Samosata (ca. 120- ca. 181) fue un escritor satírico también nacido en la
ciudad siria de Samosata. Entre sus obras, escribió una titulada Diálogo sobre la
muerte del peregrino. Allí presenta a Jesús como un estafador, sobre todo a la hora de
su muerte, ridiculiza la caridad de los cristianos para con los habitantes del Imperio
Romano y el pueblo de Israel y, sobre todo, banaliza su particular comprensión de la
resurrección y la fe en la inmortalidad.

• “Estos desgraciados están convencidos ante todo de que son inmortales y de que van a
vivir eternamente. Por tanto, desprecian la muerte que muchos arrostran
voluntariamente. Su primer legislador les convenció de que eran todos hermanos.
Después de adjurar de los dioses de Grecia, adoran a su sofista crucificado y
conforman su vida a sus preceptos. Por eso desprecian todos los bienes y los tienen
para su uso común [...] Si surge entre ellos un hábil impostor, que sepa aprovecharse
de la situación, podrá enriquecerse muy pronto, dirigiendo a su gusto a esos hombres
que no entienden absolutamente nada”.

• La obra de Celso (ca. 115- ca. 180) titulada Discurso verdadero, contra los cristianos, se
conserva fundamentalmente por el tratado Contra Celso del filósofo Orígenes (ca. 185-
254), que trató de limitar su crítica y contestar a sus acusaciones.

• Celso acepta, sin ninguna duda, la existencia histórica de Jesús; pero su pensamiento
trata de atacar sus pretensiones de ser hijo de David (Mt 1,1) e Hijo de Dios (Mc 1,1).
Niega que se refieran a él las profecías del Antiguo Testamento y que fuera concebido
virginalmente. Además, ataca a los cristianos a los que considera peligrosos para la
sociedad y seguidores de un farsante que no resucitó después de ser crucificado por
malhechor.

• “Que un Dios haya bajado a la tierra para justificar a los hombres es algo que no
necesita de largos discursos para refutarlo. ¿Con qué designio habría venido Dios aquí
abajo? ¿Será quizás para aprender lo que ocurre entre los hombres? ¿Es que acaso no
lo sabe todo? O bien, si es que sabe todas las cosas, ¿estará su poder divino tan
limitado que no puede corregir nada sin enviar expresamente un mandatario suyo a
este mundo?”

• Plinio el Joven (ca. 62-113), gobernador de Bitinia, al norte de Turquía actual, escribió
al emperador Trajano alrededor del año 112 y le preguntó cómo debía comportarse
con los cristianos. Estos fieles eran buenos ciudadanos y seguían a Cristo como a un
dios.

• Dice el gobernador de Bitinia: “Los cristianos, a los que pertenece un gran número de
gentes de toda condición, edad y sexo, se reúnen en un día determinado, antes del
alba, para alabar a Cristo como un dios [...] y participan en una comida inocente”
(Epístola 10,96). Además de constatar la existencia de Jesús, muestra que ya los
cristianos estaban muy extendidos.

• El historiador Tácito (ca. 54-119) escribió los Anales de Roma hacia el año 116,
basándose en los archivos del Imperio. En relación con el incendio de Roma, del año
64, bajo Nerón, habló de los cristianos y de su fundador, Cristo, ajusticiado bajo
Tiberio. A ellos, se les hizo responsables, injustamente, del incendio causado por
Nerón.
• Dice el historiador romano: “Ellos tomaron el nombre de Cristo, que había sido
ajusticiado por el procurador Poncio Pilato bajo el Imperio de Tiberio. Frenada de
momento esta dañina superstición, volvía a difundirse no solo a través de Judea, en
donde tuvo su origen, sino también en la Urbe, donde confluyen y son aplaudidas
todas las cosas más vulgares e ignominiosas” (Anales, XV,44).

• El historiador Suetonio (ca. 75-160), en la Vida de los Doce Césares, hacia el año 120,
explicó cómo fueron perseguidos los cristianos bajo Nerón (Vita Neronis, XVI,2). En
relación con Claudio, también se refirió a cierto conflicto entre judíos y cristianos.

• Dice el historiador romano: “Claudio expulsó de Roma a los judíos por los constantes
disturbios que provocaban a causa de un tal Cresto” (Vita Claudii, XXV,4). Además de la
confusión del nombre de Cristo, no parece que Suetonio supiera distinguir, todavía,
entre los cristianos y los judíos.

• Entre los textos judíos, destaca el Talmud babilónico, escrito entre el siglo I y el V. Las
alusiones sobre Jesús son, fundamentalmente, despectivas porque lo considera un
judío que ha extraviado, con su palabra, al pueblo de Israel.

• Dice el texto: “En la víspera de la Pascua fue colgado Jesús [...] Ha practicado la
hechicería, ha seducido a Israel y la lleva por mal camino” (Talmud VI,1).

• Uno de los testimonios más importantes de la Antigüedad sobre la vida de Jesús de


Nazaret fue el historiador judío Flavio Josefo (ca. 37-100), autor de dos obras:
Antiquitates Iudaicae, sobre la historia de los judíos, hacia el año 90; y De bello iudaico,
año 75, sobre la destrucción de Jerusalén, en el año 70, por las tropas de Tito.

• Dice el historiador: “En aquel tiempo, apareció Jesús, un hombre sabio. Porque fue
autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y
atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Y cuando Pilato, a causa de una
acusación hecha por hombres principales entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que
antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. Y hasta este mismo día, la tribu de los
cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido” (Antiquitates 18,3,3).

2.2. Las fuentes cristianas primitivas

• Primero. Hemos presentado en el tema anterior el testimonio de los evangelios


canónicos. A pesar de que su interés es fundamentalmente religioso, en ellos se
conserva la parte más importante de toda la información histórica sobre Jesús.

• Los evangelistas presentaron la vida y el ministerio de un personaje histórico y, por


tanto, la historia es la base sobre la que construyen un pensamiento y una confesión
de fe. Frente a la acusación de que ellos despreciaron la historia, incluso que la
falsificaron, la crítica actual coincide, cada vez más, cuando afirma que en ellos se
puede identificar, con exigentes métodos científicos, la verdadera historia de Jesús de
Nazaret.
• Segundo. Existen otras tradiciones bíblicas, sobre todo en los Hechos de los Apóstoles
y en las cartas de san Pablo (1Cor 7,10; 11,24-27; Rom 14,14; 1Tes 4,15-17), que
conservan algunos dichos de Jesús y, sobre todo, numerosas noticias sobre su vida y
ministerio. Así, por ejemplo, en el discurso de despedida de Pablo a los dirigentes de la
Iglesia de Éfeso, en Mileto, recordó la máxima de Jesús: “Más dicha trae el dar que el
recibir” (Hch 20,35), que debía de ser conocida ya entre los primeros cristianos.

• Tercero. Entre los textos cristianos primitivos que no se insertaron en el canon de la


Escritura, destacan los evangelios apócrifos. El estudio de su composición releva que
estamos ante textos singulares cuya validez histórica debe ser analizada con cuidado.
El concepto de apócrifo, como sinónimo de oculto o secreto, incluso de herético o
deformado, puede aplicarse, sin consideraciones peyorativas, a todos los textos
evangélicos que no fueron integrados en la lista de libros o canon de las Escrituras.

• Entre los textos evangélicos apócrifos, cabe distinguir, al menos, tres tipos distintos:

• Los evangelios de origen popular. Entre ellos, están el Evangelio de la infancia de Tomás y el
Protoevangelio de Santiago.

Fundamentalmente son textos que tratan de llenar un espacio poco conocido de la vida de
Jesús y de María. Normalmente, son relatos imaginativos, algo fantasiosos, en los que aparece
el Niño Jesús haciendo milagros.

• Los evangelios apócrifos judeocristianos. Entre ellos, están el Evangelio de los Hebreos y el
Evangelio de los Nazarenos.

Se trata de interpretar a Jesús desde los argumentos teológicos del Antiguo Testamento. La
dificultad fundamental para que formen parte del canon está en la ambigua consideración con
la que definen a Jesús como Hijo de Dios.

• Los evangelios gnósticos. Entre ellos, están el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Felipe.

• Cuarto. Tampoco formaron parte de la literatura canónica una serie de dichos de Jesús
llamados ágrafos. Se trata de textos, normalmente breves, localizados en las obras de
los Padres de la Iglesia primitiva o en algunas composiciones litúrgicas de las primeras
comunidades cristianas. Se podría hablar de unos veinte fragmentos, pero la
investigación actual parece tener serias dificultades con más de la mitad. En cualquier
caso, apenas aportan datos relevantes para la reconstrucción de la historia de Jesús.

• Quinto. Entre los autores cristianos están los Padres de la Iglesia, cuya proximidad a
los acontecimientos les permite recoger algunos datos muy significativos.

• San Clemente Romano. Fue el tercer sucesor de san Pedro en Roma. También conoció
a san Pablo y, de ellos, recibió noticias precisas sobre la vida de Jesús. Hacia el año 95,
escribió una Carta a los Corintios, en la que, junto a la solución de algunos problemas
entre la comunidad y los presbíteros, se expresa así:

• “Los apóstoles nos predicaron el evangelio de parte del Señor Jesucristo. Jesucristo fue
enviado de parte de Dios [...]. Los apóstoles, después de haber sido plenamente
instruidos, con la seguridad que les daba la resurrección de nuestro Señor Jesucristo,
salieron [...]. Jesucristo dio su sangre por nosotros, según el designio de Dios. Dio su
carne por nuestra carne y su vida por nuestras vidas” (42,1.3; 49,6).

• San Ignacio de Antioquía. Fue discípulo del apóstol san Juan y segundo obispo de
Antioquía. A principios del siglo II, escribió algunas cartas en su viaje a Roma, donde le
esperaba el martirio. En la Carta a los Tralianos, afirma:

• “Jesucristo es del linaje de David e hijo de María; nació verdaderamente, comió y


bebió, fue verdaderamente perseguido por Poncio Pilato, verdaderamente crucificado,
y murió a la vista de todos [...]. Él mismo resucitó verdaderamente de entre los
muertos, siendo resucitado por su Padre”. El problema no era, como podría ser hoy, la
confesión en Jesús como verdadero Dios sino que se negaba, sobre todo, su verdadera
humanidad. Dios no podía sufrir, decían los docetas; todo habría sido una apariencia.
Ante ello, reacciona este texto de san Ignacio.

• San Justino de Neápolis. Este filósofo palestino, nacido en Nablus, dirigió una Apología
de defensa de la fe al emperador Antonino Pío (imp. 138-161). Allí ofreció algunos
datos, ya conocidos, que confirman la verdad sobre a historia de Jesús. También
escribió otras obras similares, como el Diálogo con Trifón.

• Al emperador le dijo: “Cristo nació hace solo ciento cincuenta años, en tiempo de
Quirino [...] Sabemos que se hizo hombre por medio de una virgen [...] fue crucificado
bajo Poncio Pilato [...], resucitó de entre los muertos”. Le pidió que revisara las actas
de Pilato para que viera lo injusta que había sido esta condena.

2.3. La expectación de Israel

• La historia de Israel, con su fidelidad e infidelidad al proyecto de Dios, como la historia


de toda la humanidad, alcanzó su plenitud con la llegada del Mesías, Jesucristo, el Hijo
de Dios. Como anuncia san Pablo en la Carta a los Gálatas, “al llegar el momento
cumbre de la historia, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de
la Ley para liberarnos del yugo de la Ley y alcanzáramos la condición de hijos adoptivos
de Dios” (Ga 4,4). Este momento había sido preparado por Dios de una manera
especial. Sin embargo, la mayor parte del Pueblo de Dios ya no lo esperaba.

• Primero podemos hablar de los que le esperaban y le reconocieron. La presentación


de Jesús en el templo de Jerusalén, a los cuarenta días de su nacimiento, es
interpretada por san Lucas (Lc 2,22-40) como el cumplimiento de la Ley de Moisés (Lv
12,28), que mandaba que, en aquel momento, la madre debía ofrecer en el templo un
sacrificio de purificación y el padre debía rescatar a su hijo primogénito, que
pertenecía a Dios (Ex 13,2.12-13), con una ofrenda simbólica: una pareja de tórtolas o
dos pichones.

• Dos personajes clave: Simeón y Ana.


• Segundo, vemos que, junto a este resto de Israel, representado por Simeón y Ana, por
los padres de Juan el Bautista, Zacarías e Isabel, por María y José, y por pocos más, la
realidad social de Jerusalén era más compleja.

• En este territorio, bajo el Imperio Romano, la autoridad política de Palestina en el siglo


I la detenta el rey de los judíos, el gobernador romano y el sanedrín. Este tribunal, el
sanedrín, formado por 71 miembros, es a la vez la suprema autoridad religiosa y
política de Israel, con algunas limitaciones impuestas por Roma, como la pena de
muerte (Mc 15,1-15). En su seno, está dividido entre las diversas facciones de la
sociedad: los ancianos, la mayoría perteneciente a la aristocracia de Israel; los
sacerdotes, fundamentalmente saduceos; y los escribas o maestros de la Ley,
normalmente fariseos.

• Los dos grandes grupos sociales de Israel fueron los saduceos y los fariseos, entre los
que se encontraban escribas, sicarios, zelotes, etc. Además había esenios y helenistas.

• Los saduceos eran los aristócratas judíos, muchos de ellos sacerdotes y hombres de
negocios, que no tenían reparo en colaborar con Roma. Negaban la resurrección de los
muertos (Lc 10,27; Hch 23,6) y pidieron a Jesús un signo del cielo (Mt, 16,1-12).

• Los fariseos eran miembros de una facción judía singularmente comprometida con el
cumplimiento escrupuloso de la Ley, a veces solo externamente. Eran líderes
espirituales del pueblo, con quien convivían por sus profesiones liberales. Muchos eran
maestros de los jóvenes judíos.

• Entre los fariseos, surgieron algunos revolucionarios que se levantaron contra Roma.
Los más conocidos fueron los sicarios (de sica, puñal) y los zelotes, entre los que pudo
estar alguno de los discípulos de Jesús, como Simón. También los escribas o maestros
de la Ley eran, normalmente, de la secta de los fariseos. Les caracterizaba su
formación en la Escritura (Lc 5,17) y su actuación como notarios, escribanos y
contables. Muchos acusaron a Jesús con calumnias (Mc 3,22-30), sostuvieron grandes
debates contra él y buscaban cómo matarlo (Mc 14,1-2).

• Los esenios fueron un grupo religioso apartado del culto oficial del templo de
Jerusalén a principios del siglo I. Eran ascetas cenobitas y estudiosos de la Ley, que
vivían en comunidad cerca del Mar Muerto. En 1946 fueron localizados muchos
manuscritos. Por su cercanía espacial, se identificaron como textos bíblicos utilizados
por estos esenios en su condena al culto oficial del templo. Se encontró también una
supuesta regla para la comunidad. Hoy no está claro todavía si es posible sostener esta
relación.

• Los judíos helenistas habían nacido fuera de Palestina. Hablaban griego común y leían
la Biblia en la traducción de los LXX. En Jerusalén, tenían sus propias sinagogas.
Tampoco ellos, como grupo, esperaban ya la llegada del Mesías.

2.4. La interpretación cronológica


• La literatura espiritual medieval trató de establecer una cronología exacta de la vida
de Jesús. Esta pretensión se ha mantenido, a lo largo de los siglos, y ha dado como
resultado las llamadas Vidas de Jesús, muy apreciadas por cierto público. Se analizó
cada palabra de los evangelios para encontrar en ellos algunos datos con los que fijar
en el tiempo y en el espacio los hechos más señalados. Sin embargo, este intento
chocó, permanentemente, contra una de las grandes riquezas del cristianismo: Los
cuatro evangelios y su explicación, matizada, diferente, de los mismos
acontecimientos.

• En definitiva, debe interpretarse como una la riqueza la existencia de cuatro miradas


sobre Jesús en los cuatro evangelios y comprender que el problema para fijar una
cronología exacta no es más que un aspecto de una dificultad mayor, que es la
incapacidad humana para agotar el misterio de Cristo.

• Dicho esto, no debe perderse toda esperanza para fijar algunos hechos, aunque
mínimos, de un cuadro mayor. Existen algunos datos que podemos utilizar para
establecer algunas fechas y lugares, sobre todo para el nacimiento, el inicio de la vida
pública, y la pasión y muerte de Jesús.

• El nacimiento de Jesús. Según todos los datos, Jesús nació en Belén de Judá, al sur de
Jerusalén, en tiempos del rey Herodes, entre el 4 y el 6 a. C.

• Jesús fue conocido como el Galileo o como el Nazareno, lo que podría interpretarse
como el lugar de su nacimiento. Pero debe entenderse, sobre todo, como el hogar de
su familia. Los dos evangelios que narran este momento, Mateo y Lucas, no tienen
dudas.

• El evangelista san Mateo dice: “Jesús nació en Belén, un pueblo de Judea, durante el
reinado de Herodes” (Mt 2,1). Era la patria del rey David (1Sm 16,1). Lucas, completa:
“Sucedió que, mientras estaban en Belén, se cumplió el tiempo del alumbramiento. Y
María dio a luz a su primogénito; lo envolvió en pañales y lo puso en un pesebre,
porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2,6-7).

• La fecha, sin embargo, es más difícil de precisar. El monje Dionisio el Exiguo, en el año
533, propuso sustituir la datación ab Urbe condita, en relación con la fundación de
Roma, por la datación del Anno Domini, es decir, del nacimiento del Señor. Él indicó
que Cristo nació el 753 de la fundación de Roma. Hoy todo parece indicar que Jesús
nació alrededor del 747 ab Urbe condita, o incluso antes.

• Sabemos que nació bajo el imperio de Augusto (27 a. C.-14 d. C.), como confirma san
Lucas (Lc 2,1) y bajo el dominio de Herodes el Grande en Judea (Lc 1,5), que reinó en
Jerusalén entre el 37 y el 4 a. C., siempre bajo el control del Imperio Romano. Algunos
añaden, al 4 a. C., otros dos años más para completar aquellos que habrían
transcurrido desde que Herodes tuvo noticia del nacimiento de Jesús hasta la decisión
que provocó la muerte de los Santos Inocentes (Mt 2,16-18).

• Como dato astronómico, cabe añadir que la célebre estrella de los magos pudo
coincidir con un cometa que recogen los registros astrales chinos, que se vio en marzo
del 5 a. C. y en abril del 4 a. C. En el año 7 también se produjo la conjunción de los
planetas Júpiter y Saturno, que provocó un nuevo acontecimiento planetario. Aquellos
magos, tuvieron un encuentro con Herodes, según completó san Mateo.

• Herodes el Grande murió en Calirroe, un manantial de aguas termales junto al Mar


Muerto en el año 750 de la fundación de Roma.

• El inicio de la vida pública. Según los evangelistas, Jesús inició su vida pública después
del bautismo de Juan en el Jordán, alrededor del año 28 de la era cristiana.

• Marcos indica que “Por aquellos días, llegó Jesús, procedente de Nazaret de Galilea y
Juan lo bautizó en el Jordán” (Mc 1,9). Lucas precisa algo más: “Corría el año quince
del reinado del emperador Tiberio. Poncio Pilato gobernaba Judea; Herodes, en
Galilea; su hermano Filipo, en Iturea y Traconítida; y Lisanias, en Abilene” (Lc 3,1).

• La historiografía actual ha podido datar el gobierno de casi todos: Tiberio (imp. 14-37
d. C.); Poncio Pilato (gob. 26-36 d. C.); Herodes Antipas (gob. 4 a. C.- 39 d. C.); Filipo
(gob. 4 a. C.-34 d. C.). Es cierto que Tiberio empezó a gobernar, asociado al imperio de
Augusto, desde octubre del año 12 d. C.; y, en solitario desde septiembre del año 14.
Pero lo normal es pensar en la segunda fecha.

• Por tanto, Cristo iniciaría su vida pública en enero del año 28 con unos 33 años.

• La muerte de Jesús. De acuerdo a la investigación histórica, Jesús murió el viernes 14


de Nisán del 783 de la fundación de Roma, es decir, el 7 de abril del año 30 d. C.

• Sería el día de la preparación (Jn 19,31) de la Pascua y, por tanto, el día en el que se
sacrifican los corderos. Los evangelios sinópticos interpretaron, sin embargo, que se
trataba del mismo día de la Pascua, el 15 de Nisán, es decir, el 8 de abril de aquel año.

• En lo que todos coinciden es en que murió en viernes. Las dudas surgen porque los
sinópticos quieren hacer de la última cena una comida pascual. San Juan, sin embargo,
parece identificar el momento de la muerte con el sacrificio de los corderos en el
templo de Jerusalén, para la Pascua.

• El 14 de Nisán (Jn) cayó en viernes el año 30 y el 33. El 15 de Nisán cayó en viernes


(Mt, Mc y Lc) el año 27 y el 34. Si la vida pública de Cristo duró un año, según los
sinópticos, y se inició en enero del 28, la muerte habría sucedido el año 29. Si, como es
más probable, hubiera iniciado el ministerio a finales del 27 o enero del año 28, la
muerte de Cristo, según el cómputo de Juan, habría sucedido el 7 de abril del año 30.
Fue la víspera de la Pascua, el 14 de Nisán, según el calendario judío. Jesús tendría,
entonces, alrededor de 36 años.

2.5. El evangelio de la infancia

• Primero. En Jesús, se cumple la promesa hecha a David de mantener en el trono de


Israel un descendiente suyo para que sostenga y enriquezca un pueblo numeroso (2
Sam 7,12-16). Mateo reconstruye la genealogía de Jesucristo (Mt 1,1-17) que termina
en José, el esposo de María. Para él, es un dato que no admite duda: Jesús ha nacido
sin la intervención de varón, lo que le obliga a establecer ese último quiebro en su
esquema.

• Segundo. Después, completa la información en relación con la concepción de Jesús:


“María, su madre, estaba prometida en matrimonio a José; pero antes de convivir con
él quedó embarazada por la acción del Espíritu Santo” (Mt 1,18). Aparece, por primera
vez, el esquema promesa-cumplimiento, característico de san Mateo.

• • Jesús es verdaderamente Hijo de Dios. Ha sido concebido sin intervención de varón


por obra del Espíritu Santo.

• • Jesús es verdaderamente Hijo del hombre. Ha recibido la plena humanidad de las


entrañas virginales de María, su madre.

• • Jesús es el liberador de Israel. Es el descendiente legal de David. José recibió a María


en su casa y puso nombre al Niño para que se cumplieran las promesas.

• Tercero. El nacimiento de Jesús tuvo lugar en Belén, en tiempos del rey Herodes. Así lo
dicen, expresamente, los dos evangelistas (Mt 2,1; Lc 2,6-7). En el caso de san Mateo,
además, lo anuncia como cumplimiento de las profecías (Mi 5,1; 2 Sm 5,2): “Tú, Belén,
en el territorio de Judá, no eres en modo alguno la menor entre las ciudades
importantes de Judá, pues de ti saldrá un caudillo que guiará a mi pueblo Israel” (Mt
2,6).

2.6. El inicio de la vida pública

• En el inicio de la vida pública de Jesús que, según anotamos, tuvo lugar a principios del
año 28, se pueden localizar dos acontecimientos de un profundo significado teológico:
El bautismo en el Jordán y las tentaciones en el desierto de Judá.

• Primero. El bautismo en el Jordán es el inicio de la vida pública de Jesús según el


programa de los evangelios sinópticos (Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22). No hay
dudas de la historicidad del relato, que supone, si no se interpreta correctamente, que
Juan era superior a Jesús y que este se acerca a una fila de pecadores para ser
purificado.

• Segundo. Después del bautismo, Jesús padeció las tentaciones en el desierto, donde le
condujo el Espíritu Santo (Lc 4,1), durante cuarenta días, a merced de las insidias del
diablo. No existen razones para dudar de la historicidad de los diferentes relatos (Mt
4,1- 11; Lc 4, 1-13), algunos tan breves como el de san Marcos, que dice que “El
Espíritu impulsó a Jesús a ir al desierto donde Satanás lo puso a prueba durante
cuarenta días. Vivía entre animales salvajes y era atendido por los ángeles” (Mc 1,12-
13).

Tema 3. El mensaje del hijo de dios

• Introducción

3.1. Jesús, profeta del reino


3.2. La conciencia de Jesús

3.3. La oración, relación con el Padre

3.4. La construcción del reino de Dios

3.5. Los milagros, signos del reino

3.6. Las parábolas del reino

3.7. Las bienaventuranzas, nueva ley

3.8. Las exigencias de un nuevo orden

Introducción

• En un nuevo capítulo, tratamos de presentar, ordenado, el mensaje de Jesús, la buena


noticia, como expresión de su propia conciencia de ser el portador de una palabra
definitiva de Dios al hombre.

• Los milagros son la manifestación de que el reino de Dios está llegando.

• Las parábolas, como una manera de explicar el contenido del reino, y las
bienaventuranzas, como la manifestación de un nuevo orden, introducen a los oyentes
de Jesucristo en una nueva dinámica de salvación.

3.1. Jesús, profeta del reino

• En cierta ocasión, después de haber dado de comer a más de cinco mil personas y,
luego, a otras cuatro mil; después de haber curado a numerosos enfermos, Jesús y sus
discípulos llegaron a la región de Cesarea de Filipo. En este contexto, el maestro inició
un diálogo con sus seguidores que resulta interesante para conocer cómo fue
comprendido por sus contemporáneos. Lo recogen los tres evangelios sinópticos (Mt
16,13-20; Mc 8,27-30; Lc 9,18-21). Seguimos el relato de Mateo.

• En primer lugar, les preguntó por la opinión que tenía la gente a la que había curado y
dado de comer los panes y los peces: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron: Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros que
Jeremías o algún otro profeta” (Mt 16,13-14).

• Después, también quiso saber qué pensaban ellos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo? Entonces, Simón Pedro declaró: ¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!” (Mt 16,
15-16). Después de esta declaración, sin embargo, “Jesús ordenó a sus discípulos que
no dijeran a nadie que él era el Mesías” (Mt 16,20).

• La primera definición de Jesús es que él fue maestro de Israel. En su ministerio público,


él fue llamado rabbí como los antiguos. Además, mantuvo algunas de las
características fundamentales de todos los maestros de su tiempo.

• Convoca a un grupo de discípulos


• Mantiene discusiones sobre la Ley

• Interviene en debates teológicos

Habla con autoridad.

• En segundo lugar, Jesús fue interpretado como profeta. Los escribas recurrían a la
enseñanza de la Escritura y a las tradiciones de sus antepasados. Pero Jesús va más
allá. Él remite a una autoridad que nace de sí mismo y por eso fue considerado como
“un profeta semejante a los profetas antiguos” (Mc 6,15).

• Dios prometió a Moisés enviar un profeta muy particular, un segundo Moisés

• La misión de este profeta sería la transmisión de la Palabra de Dios, la interpretación


de los acontecimientos como manifestación de la voluntad del Padre

• En tercer lugar, Jesús es reconocido como el Mesías, el Señor, el que tenía que venir al
mundo: el Hijo de Dios.

• Jesús interpreta su muerte desde su condición salvadora. Habrá ocasión de estudiar el


misterio de Cristo. Él anunció el reino y reveló el misterio de Dios. Pero, sobre todo, Él
es el reino. Su mensaje no se agota al pronunciarlo sino que Cristo es, a la vez, el
mensaje, el contenido de la misma salvación (Jn 1,14).

3.2. La conciencia de Jesús

• La singularidad de Jesús se refleja en la conciencia que tiene de sí mismo, y se


manifiesta en la relación que establece con algunos ejes vitales del pueblo de Israel,
como la Ley o el perdón de los pecados, y reclama una adhesión y seguimiento radical.

• En primer lugar, la Ley, interpretada por Israel como la presencia misma de Dios en
medio de su pueblo, determina toda la vida del pueblo, desde que nace. Jesús no ha
venido a abolir la Ley, como manifiesta en diversos lugares (Mt 5,17), sino a darle su
verdadero significado. Esto no impide que se presente ante ella con verdadera
libertad, en particular ante tres de los principales argumentos de esta particular
interpretación de la relación del hombre con Dios: el sábado, el ayuno y la tradicional
pureza ritual.

• En segundo lugar, el pecado, como ruptura de la relación con Dios y con el pueblo, se
presenta como negación de la obra de Dios. El pueblo conoce los ritos litúrgicos
expiatorios. Pero Jesús reclama una autoridad capaz de perdonar, como el mismo Dios
perdona al que se arrepiente.

• La conciencia de Jesús y su autoridad sobre el pecado y la muerte se manifiesta


también en su cercanía con los pecadores, con los marginados, tanto económicos
como sociales. Esto le valió una acusación, que él interpreta como carencia del pueblo.

• El tercer rasgo que manifiesta la conciencia de Jesús es la llamada a un seguimiento


radial, que ya no admite mirar hacia lo que se deja (Mc 1,16-20; 8,35; Mt 8,18-22).
3.3. La oración, relación con el Padre

• En primer lugar, vemos que, entre los rasgos que descubren el interior de Jesús,
destaca, sobre todo, su conciencia de Hijo, que manifiesta en la intimidad, la
confianza, la reciprocidad que establece con el Padre en la que, por participación,
quiere introducir a toda la humanidad.

• Además, constatamos que Jesús no confunde la doble filiación. Él es el Hijo, el único


que conoce al Padre (Mt 11,27). Pero, como dice san Pablo, quiere que todos los
hombres lleguen a ser hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Ga 3,26).

• En tercer lugar, confirmamos que Jesús es un hombre de oración. Oraba de noche (Lc
6,12) y de madrugada (Mc 1,32); en la comida (Mt 8,6) y en los momentos
trascendentales de su existencia (Lc 22,39-46). Oraba en el desierto (Mt 4,1-10), en las
sinagogas (Lc 4,16), en soledad (Lc 5,16) y en compañía (Lc 9,28). Lo hacía por él (Mt
26,39) y por sus discípulos (Jn 17,6-19). Oraba, incluso, por sus ejecutores (Mt 22,46).

3.4. La construcción del reino de Dios

• Jesús de Nazaret interpreta el concepto de reino de Dios desde las categorías


intelectuales del Antiguo Testamento y del judaísmo intertestamentario; pero con
unas características muy concretas que presentamos en forma de enunciados.

• • No hace ninguna referencia al nacionalismo judío. Cuando terminó de curar al


ayudante de un oficial romano, exclamó: “Os aseguro que no he encontrado en Israel a
nadie con una fe tan grande como esta. Y os advierto que vendrán muchos de Oriente
y Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los
cielos. En cambio, los que primero fueron llamados al reino, serán arrojados fuera, a la
oscuridad” (Mt 8,10-12).

• • Rompe las esperanzas políticas de Israel.

• Es una realidad exclusiva de Dios, que lo va haciendo germinar: “Con el reino de Dios
sucede lo mismo que con la semilla que un hombre siembra en la tierra. Tanto si
duerme como si está despierto, así de noche como de día, la semilla germina y crece,
aunque él no sepa cómo” (Mc 4,26-27).

• Es un puro don.

• El reino de los cielos, en una terminología equivalente, se presenta como presencia de


Dios que sana, que trae la salud a los que lo aceptan. Entrar en el reino es entrar en la
vida, es salvarse (Mc 9,47; 10,23-24), frente a los que se pierden, a los que van al
infierno, a las tinieblas (Mt 25,30).

• También es una amenaza. El anuncio del reino obliga al hombre a optar entre la puerta
ancha “que conduce a la perdición”, o la estrecha, “que lleva a la vida” (Mt 7,13-14).

• En una novedad fundamental, identifica el reino de Dios con su propia persona y con
su misión. Cuando Pilatos preguntó a Jesús: ¿Eres rey?, Jesús le contestó: “Soy rey,
como tú dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para
eso nací y para eso vine al mundo” (Jn 18,37).

• Los signos del reino muestran que la salud que Dios prometió por boca de los profetas
se ha hecho verdad en Jesús: “Volved a Juan y contadle lo que estáis viendo y oyendo:
los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Mt 11,4; Is 61,1).

• Según el anuncio de Jesús, los hombres deben estar preparados porque el proyecto de
Dios se va a desarrollar.

• El reino, sobre todo, es la intervención de Dios en la historia para la salvación de cada


hombre. El reino es el mismo Jesús, presencia real y definitiva de Dios en el mundo.

• Las parábolas del reino, que explican su contenido con un lenguaje sencillo; las
bienaventuranzas, como un nuevo orden causado por el reino; y los milagros, como
signo y manifestación de que el reino ya está aquí, ocuparán los próximos números de
este tercer capítulo sobre el reino de Dios.

3.5. Los milagros, signos del reino

• Primero. La predicación de Jesús sobre el reino de Dios fue ratificada con signos o
milagros que manifiestan su divinidad y hacen presente la salvación que se anuncia. El
día de Pentecostés, Pedro confirmó a los israelitas que “Dios avaló” a Jesús de Nazaret,
entre ellos, “con los milagros, prodigios y señales” que realizó ante ellos a través del
mismo Jesús (Hch 2,22).

• Segundo. Los milagros son acciones de Dios en la creación más allá de las capacidades
naturales de la propia obra creada.

• Tercero. Se podría enunciar una definición de milagro como las actuaciones


sobrenaturales de Dios, que ostensiblemente realizan y manifiestan la salvación.

3.6. Las parábolas del reino

• Primero. En el anuncio del evangelio, Jesús utiliza las parábolas, las comparaciones, las
similitudes, para explicar cómo es el reino. Es un lenguaje propio, muy característico,
que aparece sobre todo en los evangelios sinópticos. El cuarto evangelio habla, sobre
todo, de ejemplos (Jn 10,6) o de un lenguaje figurado (Jn 16,25) que enfrenta a una
forma directa, clara, de hablar del misterio de Dios.

• Segundo. Las parábolas forman parte de la predicación de Jesús. Aprovecha su fuerza


visual; pero a la vez mantiene el misterio y, en cierto sentido, el lenguaje críptico.

• Tercero. Las parábolas son numerosas. Pero no es evidente el número de textos que
pueden clasificarse bajo esta categoría.

• Cuarto. La clasificación de las parábolas presenta menos dificultades.


Tradicionalmente se dividen en dos categorías: las didácticas o formativas y las
morales o parenéticas.
• Quinto. Las parábolas son un medio didáctico propio de Jesús que se inserta bien en la
mentalidad semítica. Se trata de hacer accesible el misterio del reino de Dios, explicar
su naturaleza y delimitar las disposiciones necesarias para ser admitido.

3.7. Las bienaventuranzas, nueva ley

• En el Nuevo Testamento, las bienaventuranzas son expresiones de Jesús de Nazaret


sobre los que considera felices, según el modelo del reino de los cielos. Vemos los dos
modelos interpretativos: el de san Lucas y el de san Mateo.

• El evangelista san Lucas, en un todo fundamentalmente social, menciona cuatro


bienaventuranzas o bendiciones (Lc 6,20-23), unidas a cuatro ayes o amenazas (Lc
6,24- 26), como preparación del discurso del amor a los enemigos.

• El evangelista san Mateo, en un tono espiritual, según se manifiesta en el llamado


Sermón de la Montaña, menciona ocho bienaventuranzas (Mt 5,3-12).

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