Bleichmar - llopresti,+PONENCIA - 251 - Almagro,+María+Florencia - 23
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1. Introducción
Muchas consideraciones se han ido planteando en los últimos años respecto a la tendencia
a la patologización del padecimiento humano, principalmente la denuncia -que claramente
compartimos-, a la tendencia a la biologización y medicalización con la que se pretende interpretar
y abordar las diversas formas de presentación del sufrimiento en niños, niñas, adolescentes y
adultos. Problemática insoslayable de la cuestión del diagnóstico.
El objetivo de este trabajo se orienta a reflexionar sobre algunas de las dimensiones que
atraviesan a la práctica psicoanalítica, específicamente en relación a los modos del diagnóstico y al
ordenamiento de la psicopatología. Dar cuenta de la complejidad que circunscribe el diagnóstico
en términos metapsicológicos y, de este modo, establecer una suerte de distingo con relación a los
discursos ideológicos sobre la patología, la salud, la normalidad y las prácticas, dado que esta
temática se localiza en un punto de entrecruzamiento de discursos donde se pueden identificar
representaciones que no son psicoanalíticas en sentido metapsicológico, sino enunciados
ideológicos que en muchos casos llegan a abolir la necesidad de establecer un diagnóstico,
presuponiendo que este reproduce las lógicas imperantes en la producción de subjetividad en una
sociedad y que por tanto legitima las modalidades de normalización que el imaginario social
impone. Planteo sostenido en gran medida desde una crítica foucaultiana, legítima cuando se
analizan los efectos políticos de las prácticas, pero que termina proponiendo que no habría que
diagnosticar para no legitimar el discurso ideológico que normaliza o anormaliza a determinados
sujetos. O a la inversa, dado que el diagnóstico tiene este carácter, todo diagnóstico es siempre la
imposición de un rótulo, la instrumentación de un etiquetamiento, o un encorsetamiento del
funcionamiento psíquico.
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En este sentido, ha sido un eje central del legado de psicoanalistas como Jean Laplanche y
Silvia Bleichmar -sobre los que se apuntalará este escrito- la enseñanza respecto a que no hay
forma de poner a trabajar de manera rigurosa las problemáticas psicoanalíticas si no es revisando
los fundamentos, identificando los impasses y las contradicciones de los edificios teóricos al punto
de testear los grados de coherencia de los enunciados conceptuales, pero siempre en correlación
con la puesta a prueba con la práctica en sus alcances transformadores del objeto sobre el que se
pretende operar. Retornar sobre los fundamentos para renovarlos y poder repercutir en la
práctica. De este modo es una propuesta que no sólo tiene incidencias en la clínica, sino también
de una raigambre ética crucial.
Una lectura problemática, crítica e histórica de la obra freudiana y de todos los autores
posfreudianos. posibilita un verdadero trabajo del Psicoanálisis. El Psicoanálisis es una teoría en
tensión, abierta a revisión y volcada a una tarea de pensar cada momento histórico, pero no para
degradarse en un relativismo empobrecedor sino para rescatar la vigencia de los grandes núcleos
de verdad que conserva el descubrimiento freudiano.
El propósito de este trabajo es, por tanto, dejar sentadas algunas coordenadas históricas y
epistemológicas que permitan visualizar y problematizar el estado de situación en el que se
encuentra la psicopatología psicoanalítica, en pos de generar la apertura de un ordenamiento más
fecundo.
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invariables de la constitución del psiquismo, universales que se definen desde el campo específico
del psicoanálisis (Bleichmar, 2009).
Otro punto clave a señalar alude a que todo ordenamiento de la psicopatología produce
un recorte del campo, y de este modo ofrece al mismo tiempo un modelo de su organización. Si
nos centramos en los
comienzos del Psicoanálisis, se pueden relevar los diferentes momentos en los que Freud
fue definiendo reordenamientos psicopatológicos y cómo fue arribando a ello.
El primer propósito fue diferenciar las parálisis motrices orgánicas de las parálisis
histéricas, basándose en la distinción entre una causalidad ligada a una lesión orgánica, de
aquellas otras ligadas a un orden representacional y de cantidad de afecto no tramitado que
determinaban el síntoma histérico (Freud, 1993). Distinción clave en pos de no interpretar un
síntoma neurológico desde el punto de vista psicoanalítico, es decir, de dilucidar cuáles eran las
patologías a las cuales se podía aplicar el método. Su concepción dualista lo llevaba a desestimar la
idea groddeckiana de que el síntoma neurológico fuera producto de una fantasía.
Entre 1894-1897, Freud estableció la diferencia entre las neurosis actuales y las
psiconeurosis de defensa, cuyo sentido era delimitar cuáles podían ser trabajadas con un tipo de
modelo clínico y cuáles no. Mientras las neurosis actuales tenían una causación mecánica, las
psiconeurosis remitían a patologías cuya etiología estaba biológicamente instruida, no en el
sentido de que la biología instruye, sino a que la memoria se constituye a través de engramas
mnémicos que tienen lugar en los sistemas de neuronas (Freud, 1950), lo que hoy formularíamos
como lo relativo a los modos de inscripción de lo histórico. Nuevamente el motivo de esta
clasificación consistió en evaluar la adecuación del método. Si la psiconeurosis era una neurosis de
defensa en donde ha habido una fijación al traumatismo, el develamiento de esos contenidos
representacionales y cargas libidinales era a lo que debía apuntar el método analítico.
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considere que hay un modo de funcionamiento psíquico que se caracteriza por desplazamientos,
modos de organizaciones libidinales entre otros ejes. La introducción de la noción de narcisismo y
de transferencia reconfiguran el campo y la organización de la psicopatología.
A partir del 24, con el texto Neurosis y psicosis, las neurosis narcisísticas se dividen en
neurosis narcisísticas propiamente dichas y psicosis caracterizada por el conflicto entre el yo y la
realidad.
A partir de este breve recorrido por la obra de partida intentamos mostrar que para Freud
la cuestión diagnóstica indagada siempre ha estado al servicio de evaluar las condiciones de
analizabilidad del sujeto, es decir de aplicación del método en función del objeto tal como se lo va
modelizando metapsicológicamente.
Se evidencia en la clínica psicoanalítica cómo han ido variando las formas con las cuales se
presentan las consultas en la actualidad, y lo que esto implica respecto a las posibilidades de
analizabilidad. Gran parte de los indicadores psicopatológicos que se presentan no son todos ellos
fenómenos que puedan ser inicialmente absorbibles por el método analítico en sentido estricto.
Se observan problemáticas cuyos psiquismos presentan dificultades para organizar síntomas
simbólicamente logrados, con la capacidad estabilizadora de la economía libidinal que el síntoma
produce. Por el contrario, predominan formas de desregulación del funcionamiento psíquico;
desorganización de los procesos simbólicos o del pensamiento; compulsiones bajo la forma de las
múltiples modalidades del consumo; actuaciones que no tienen el carácter típico de los acting
histéricos, sino que en muchos casos impresionan como pasajes al acto, pasajes a la motilidad con
procesos simultáneos de desimbolización. Sufrimientos que reflejan la sensación del sujeto de
quedar inerme frente a ciertas circunstancias que lo superan, muchas veces donde las defensas
habituales han dejado de operar.
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pensar que el trabajo clínico se perfila indudablemente de manera diferente cuando estamos
frente a un psiquismo cuyas defensas son insuficientes o están desmanteladas para enfrentar
ciertas circunstancias. Y esto hace por tanto que la delimitación del estatuto metapsicológico de
los fenómenos clínicos sea fundamental a los fines de poder definir el prescriptivo, es decir qué es
lo que debemos hacer, qué tipo de intervención es la apropiada; siendo que en numerosas
oportunidades estamos frente a fenómenos que son rebeldes a la interpretación, es decir, su
estatuto no admite la interpretación como modalidad analítica de abordaje clásico.
De este modo, no sólo se amplían las herramientas técnicas, sino también los márgenes de
la analizabilidad, incluyendo dentro del tratamiento una serie de fenómenos que inicialmente no
serían analizables en sentido estricto en la medida en que no exigen la interpretación, pero sí son
tratables analíticamente a partir de la posibilidad de elegir entre otro conjunto de intervenciones.
2.2. Influencia del DSM y sus consecuencias
Dos dimensiones han atravesado el campo de la psicopatología desde hace varios años:
por un lado el modo con el cual el DSM ha impregnado con sus definiciones y sus esquemas
clasificatorios el cercamiento de la patología mental. Y por otro lado, la acumulación de
ordenamientos propuestos por las distintas Escuelas psicoanalíticas, con nociones que responden
a distintos marcos teóricos, motivo por el cual no se las puede homologar en sus concepciones de
base. Como mostraremos a continuación, la problemática de las categorías utilizadas no supone
sólo una cuestión de nominación, sino que subyacen profundas divergencias epistémicas,
ideológicas y éticas que inciden en la práctica clínica.
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Los términos con los que se pretende cercar la psicopatología no son inocuos, remiten a
categorías que suponen un recorte de la realidad a partir de modelos con los cuales se piensan los
modos con los que está compuesta y determinada esa realidad. Con esto aludimos a que el uso
expandido de las categorías bipolar, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno de espectro autista,
trastorno generalizado del desarrollo, trastorno de hiperactividad con déficit de atención, trastorno
de la alimentación, entre muchas otras, no apunta a dar cuenta de nuevas patologías producto de
la época, sino que intenta definir una etiología de orden neurobiológico y una dilución de las
estructuras productoras de síntomas en el interior de descripciones carentes de toda
determinación psicogenética, a partir de las cuales se prescriben operatorias cortas basadas en
terapias cognitivo-conductual y/o medicación.
Para explorar esta cuestión resulta interesante recuperar una crítica formulada desde
dentro mismo del campo disciplinar de la Psiquiatría, dado que dicha comunidad científica no
presenta un enfoque homogéneo al respecto.
Por otro lado, para este autor, desde el punto de vista epistemológico interno, la
Psiquiatría muestra una carencia de consenso en la comunidad de especialistas respecto del
paradigma psiquiátrico contemporáneo, observándose relaciones cada vez más arbitrarias entre
los gestos técnicos y la capacidad de formalizarlos teóricamente en forma consensuada.
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• Progresiva correlación bi-unívoca entre cada síndrome así descrito y una eventual
fisiopatología cerebral.
Se ha confundido al DSM con un manual cuando no constituye más que una propuesta de
clasificación, un gran cuadro sinóptico presentado bajo la forma de libro. Explícitamente, los
autores del DSM han intentado, con el concepto de a-teoricismo, describir exclusivamente y en
forma objetiva los síntomas que observaban. Pero resulta imposible epistemológicamente
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nombrar y describir sin hacer referencia a una teoría; las palabras vehiculizan tomas de posición
filosóficas y científicas. De hecho, el DSM no es una nosografía a-teórica, tal como lo indican las
referencias que se tomaron para su formulación, se refleja una nosografía multi-teórica, ecléctica
(Stagnaro, 2009).
Cabe señalar el efecto performativo que tienen estas prácticas. En el DSM, por ejemplo, no
aparecen términos como vínculo, relación interpersonal, el término neurosis fue expresamente
eliminado; están anulados todos los significantes que puedan expresar una temporalidad
biográfica del sujeto. Y esto va despojando de subjetividad al diagnóstico, que en su pretensión
objetiva pierde la dimensión de la persona humana, la cosifica (Stagnaro, 2009)
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Es síntesis, la biología no puede explicar nunca el modo con el que se constituye el sistema
de representaciones ni tampoco el modo en el que se organiza el sufrimiento humano que se abre
siempre no en correlato sino en oposición a la determinación biológica; aunque no se puede
desconocer que para algunas entidades, como en el caso de ciertos autismos, cada vez se plantea
más claramente la existencia de ciertos determinantes biológicos, sin embargo no significa que
esos determinantes sean la variable que va a determinar la emergencia del cuadro sino sólo la
condición de posibilidad de que se instaure.
En función del modo con el que funciona el psicoanálisis, como ciencia en crisis que no
puede organizar paradigmas unificados, se ha ido acumulando un conjunto de cercamientos de los
fenómenos que se caracteriza porque cada Escuela ha seguido avanzando en su denominación de
los modos de resolución del sufrimiento psíquico. Siendo esto más complejo aún dentro de la
psicopatología infantil, no sólo debido a la dificultad para enfrentar los procesos cambiantes que
se despliegan a lo largo de la constitución psíquica del niño, sino también por las diversas
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posiciones metapsicológicas que guardan los analistas respecto a los ordenadores con los cuales
se la pretende cercar.
Descubrimientos sumatorios que responden a distintos modelos teóricos. Sólo por tomar
algunos ejemplos, se puede ver que coexisten los trastornos narcisistas descriptos por H. Kohut
(1989), con las neurosis de transferencia que definió Freud, con la psicosis simbiótica caracterizada
por M. Mahler (1977), con el concepto de barreras autistas de F. Tustin (1997), con la distinción
entre neurosis, psicosis y perversión propuesta por Lacan (1984). Categorías que no aluden a
distintas denominaciones de los mismos cuadros, en la medida en que el cuadro implica no
solamente un modo de concebir su determinación sino también todo un nexo conceptual que lo
define como tal; es decir, no pueden entenderse las formas de las psicosis desde el modelo de
Mahler si no se lo articula con la noción de simbiosis originaria. Del mismo modo, las estructuras
lacanianas se organizan en torno al eje de la circulación del falo y el significante del Nombre del
padre.
Si bien esta teoría de la fijación a los estadios impregnó a buena parte del psicoanálisis,
coexistió en sus contradicciones con otras teorías como el kleinismo, que si bien usó el concepto
de fase, lo hizo desde una tendencia más estructuralista, no evolutiva. Las posiciones
esquizoparanoide y depresiva fueron planteadas como posiciones que se pueden alternar, a las
que el sujeto puede volver, pero desde una perspectiva estructural, donde se articula un tipo de
relación de objeto, un tipo de defensa, un tipo de ansiedad, una dominancia del funcionamiento
libidinal, un tipo de fantasma que implica básicamente un modo de funcionamiento psíquico más
integrativo o menos integrativo.
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elemento. Desde esta escuela se han planteado estructuras homogéneas, definidas por la
operancia de un sólo mecanismo de defensa, excluyentes de un modo absoluto unas de otras. Por
el contrario, la clínica demuestra que las presentaciones psicopatológicas exceden esa pretensión
taxonómica de armar entidades tan claras y distintas. En el mismo sentido, no permite recoger
todo el conjunto de particularidades que específicamente ofrece la clínica y obliga a un
movimiento de forzamiento de inclusión de los particulares en un universal que no los contiene
necesariamente.
Si bien la noción de estructura sigue cobrando valor para pensar al sujeto psíquico, el
paradigma desde el cual el psicoanálisis introdujo la noción de estructura ha devenido un
obstáculo epistemológico. El estructuralismo es un modelo que tuvo dominancia epistemológica
durante la segunda mitad del siglo XX en todas las disciplinas humanas (Lingüística, Antropología,
Psicoanálisis, Psicología, Semiótica); con la pretensión de leer las estructuras -sean estas míticas,
psíquicas, sociales, psicopatológicas, lingüísticas- desde un modelo universalista, transhistórico,
ahistórico, formalista y transubjetivo.
Dentro del psicoanálisis se ha planteado del mismo modo la estructura como un a priori,
una estructura sin génesis. En ese sentido lo propio de este modelo psicoanalítico es resolver las
anomalías a partir de la producción de hipótesis ad-hoc para evitar la caída del estado de ciencia
normal, siguiendo la perspectiva de Tomas Kuhn. Categorías como psicosis ordinaria, al igual que
la idea de los inclasificables (Tendlarz, 2007), vienen a intentar acomodar aquello que el modelo
no logra resolver: ¿cómo es posible que se presente una psicosis sin ninguno de los requisitos que
definen a ese cuadro? Si se define la estructura a partir de la forclusión del significante primordial
y por tanto se entiende al delirio como una forma de restitución a posteriori, ¿cómo es posible que
haya psicosis en las cuales esos mismos elementos no estén presentes? En lugar de llevar a una
revisión de la noción de estructura, se incluye una hipótesis paralela que opera por sumatoria y de
este modo se atenta contra la propia vitalidad de la teoría. Tratando de mantener la teoría se le
está haciendo perder cierto orden de cientificidad, dado que, como lo ha demostrado Popper,
toda teoría se sostiene siempre que soporte la falsación.
En este tipo de encrucijadas psicoanalíticas es donde S. Bleichmar (2005) plantea la idea
de "sostener los paradigmas desprendiéndose del lastre", y para ello habría que remover el
obstáculo epistemológico producido por el estructuralismo, sin desmantelar la noción de
estructura.
3. Dominancia estructural. Heterogeneidad de las corrientes psíquicas
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En resumen, los articuladores conceptuales que permiten definir la noción de neurosis han
sido planteados por Freud: represión, conflicto y el síntoma como una solución psíquica, una
resultante del trabajo espontáneo de recomposición y de reequilibramiento intersistémico, sin
intencionalidad alguna, no dirigido a nadie; premisas freudianas que es crucial seguir sosteniendo.
Sin embargo, no todos los fenómenos psicopatológicos responden a este estatuto
metapsicológico.
En este sentido, la autora considera que no pueden ser considerados síntomas en sentido
estricto todas las manifestaciones patológicas o disruptivas mediante las cuales los seres humanos
manifiestan una tensión sufriente. Denomina trastornos a "aquellas emergencias patológicas que
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A partir de su premisa teórica que sostiene que el inconciente no es un existente desde los
orígenes, sino efecto de una fundación operada por la represión originaria, una de sus
preocupaciones ha sido diferenciar entre la constitución del inconciente y las inscripciones sobre
las cuales la represión se establece. Es en esta dirección que relata el trabajo con los padres de un
bebé de cinco semanas de vida que presenta un trastorno precoz del sueño.
Entre el proceso primario y libre y el proceso secundario y ligado existen, según esta
autora, formas intermedias y pasajes posibles. La introducción de un "más acá del principio del
placer" tiende a cercar estas modalidades intermedias de la economía libidinal. De este modo
concluye que de lo que se trata en este cachorro humano es de una compulsión de repetición que
intenta una evacuación de la energía, ya que los sistemas de ligazón no se han constituido aún. En
la misma dirección plantea:
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El hecho de que la represión opere de manera individual, tal como lo formulara Freud, da
lugar a considerar que no todas las representaciones tendrán necesariamente el mismo destino al
interior del psiquismo; por lo cual toda la psicopatología freudiana de la neurosis se basa en la idea
de diferentes corrientes de la vida psíquica. Como señalábamos anteriormente, ha sido el
estructuralismo el que introduce la idea de la dominancia del modo defensivo y en función de ello,
la organización de una homogeneidad estructural.
Ahora bien, en el marco de la polémica en torno al determinismo estructuralista en los
años 90, S. Bleichmar acuña la noción de dominancia estructural, dado que la idea de un
determinismo a ultranza, tornaba absolutamente paralizante la posibilidad de instrumentar un
proceso de transformación clínico.
Trabajar desde este modelo implica varias cosas: En primer lugar, cada vez que se plantea
un diagnóstico en términos de estructura se lo realiza en base al modo de funcionamiento que
gobierna globalmente a la estructura, pero no excluye la posibilidad de que otras corrientes de la
vida anímica puedan no ser homogéneas a esa dominancia estructural. Esto abre la posibilidad de
encontrar dentro de unas neurosis fenómenos psicopatológicos no neuróticos en sentido estricto;
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por lo cual se torna fundamental poder advertir el nivel de prescriptivo que corresponde respecto
de esos fenómenos. Pensar en términos de dominancia estructural implica por un lado pensar en
una dimensión metapsicológica, cómo uno piensa el psiquismo, su constitución y su modo de
funcionamiento; pero también supone una dimensión clínica porque determina las formas de
intervención del prescriptivo. Como lo fundamentó Freud desde los orígenes, el método debe
estar siempre subordinado al objeto.
En segundo lugar, tiene que ver con reconocer que existe heterogeneidad de los niveles de
simbolización, es decir que no toda materialidad psíquica se encuentra articulada en los mismos
términos o pertenece al mismo régimen de organización representacional. Hablar de dominancia
de la estructura alude al modo con el cual se articulan los conjuntos de representaciones en
relación a formas de organización predominantes, pero implica también que pueden coexistir
distintas corrientes psíquicas en un mismo sujeto, pero en un estrato más secundario. Por lo cual
es sumamente importante no anudar previamente la aparición del "síntoma" a la estructura sino
explorar qué lugar ocupa dentro de la dominancia estructural.
4. Consideraciones finales
Despejar las anomalías del paradigma psicoanalítico poniendo a trabajar sus fundamentos
creemos que es la vía más fecunda para contrarrestar la tendencia a la patologización pregnante
en el campo de la salud mental. La cura no se produce por añadidura, sino que está en el eje
mismo de la práctica psicoanalítica. Pretender aliviar el sufrimiento de una amplia gama de sujetos
cuya compleja humanidad se ve amenazada por los modos de descomposición que el contexto
socio-económico impone, coloca al psicoanálisis en un lugar central, pero no por ello sin riesgos,
como el de agotarse en un circuito de formulaciones carentes de respuesta, de enunciados vacuos
que circulan sin sostenerse más que en una realidad discursiva que no enraíza en lo histórico-
vivencial.
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