0% encontró este documento útil (0 votos)
31 vistas17 páginas

Wodak Ruth Y Meyer Michael - Metodos de Analisis Critico Del Discurso

El documento resume la historia, conceptos fundamentales y desarrollos del análisis crítico del discurso (ACD). Explica que el ACD estudia el lenguaje como una práctica social influenciada por el contexto y la relación entre lenguaje y poder. También describe que el ACD se enfoca en los discursos institucionales, políticos, de género y mediáticos para analizar críticamente las relaciones de poder, discriminación y control manifestadas a través del lenguaje. Finalmente, señala que el ACD se bas

Cargado por

erika Sánchez
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
31 vistas17 páginas

Wodak Ruth Y Meyer Michael - Metodos de Analisis Critico Del Discurso

El documento resume la historia, conceptos fundamentales y desarrollos del análisis crítico del discurso (ACD). Explica que el ACD estudia el lenguaje como una práctica social influenciada por el contexto y la relación entre lenguaje y poder. También describe que el ACD se enfoca en los discursos institucionales, políticos, de género y mediáticos para analizar críticamente las relaciones de poder, discriminación y control manifestadas a través del lenguaje. Finalmente, señala que el ACD se bas

Cargado por

erika Sánchez
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 17

1

De qué trata el análisis crítico del discurso


(ACD). Resumen de su historia, sus
conceptos fundamentales y sus desarrollos 1
Ruth Wodak

Más allá de la descripción o de la aplicación superficial, la ciencia crítica de


cada esfera de conocimiento plantea nuevas preguntas, como las de la res­
ponsabilidad, los intereses y la ideología. En vez de centrarse en problemas
puramente académicos o teóricos, su punto de partida se encuentra en los
problemas sociales predominantes, y por ello escoge la perspectiva de quie­
nes más sufren para analizar de forma crítica a quienes poseen el poder, a los
responsables, y a los que tienen los medios y la oportunidad de resolver di­
chos problemas (Van Dijk, 1986, pág. 4).

Extraer consecuencias para la acción política de la teoría crítica es la aspira­


ción de quienes tienen intenciones serias, y sin embargo, no existe ninguna
regla general, como no sea la necesidad de indagar en la propia responsabili­
dad (Horkheimer, citado en O ’Neill, 1979).

Observaciones preliminares

Los términos lingüística crítica (LC) y análisis crítico del discurso (ACD)
se utilizan con frecuencia de manera intercambiable. De hecho, en los úl­
timos tiempos, parece que se prefiere el término ACD, usándose para
denotar la teoría que antes se identificaba con la denominación LC. El
ACD estudia «el lenguaje como práctica social» (Fairclough y Wodak,
1997), y considera que el contexto de uso del lenguaje es crucial (Wodak,
2000c; Benke, 2000). Además, el ACD se interesa de modo particular
por la relación entre el lenguaje y el poder. De modo más específico, el
término ACD se utiliza hoy en día para hacer referencia al enfoque que,
desde la lingüística crítica, hacen los académicos que consideran que la
amplia unidad del texto discursivo es la unidad básica de la comunica­
ción. Esta investigación tiene en cuenta, de modo muy concreto, los dis­
cursos institucionales, políticos, de género y mediáticos (en el más am­
plio sentido) que dan testimonio de la existencia de unas más o menos
abiertas relaciones de lucha y conflicto.
El párrafo citado más arriba de Teun van Dijk, que he utilizado como
epígrafe, resume algunos de los objetivos y metas de la LC y el A CD, en
particular aquellos que señalan la interdependencia entre los intereses de
la investigación y los compromisos políticos, interdependencia que este
autor analiza mediante lo que él llama ciencia crítica, expresión en la que
la exclusiva noción que tiene Van Dijk de la voz «crítica», tal como la
utiliza en su afirmación programática, destaca el consuetudinario senti­
do del talante «crítico que la academia encarna». Con este espíritu «crí­
tico» quisiera proporcionar una visión de conjunto de algunos de los
principios teóricos fundamentales de la LC y el A CD ,2 así como algunas
breves descripciones de las más destacadas escuelas que han aparecido
tanto en la LC como en la ACD. De hecho, el carácter heterogéneo de
los enfoques metodológicos y teóricos presentes en este campo de la lin­
güística tendería a confirmar el argumento de Van Dijk, que sostiene que
el ACD y la LC «son, como mucho, una perspectiva común sobre el
quehacer propio de la lingüística, la semiótica o el análisis del discurso»
(Van Dijk, 1993, pág. 131).
Esta perspectiva común guarda relación con el término «crítico» que,
en la obra de algunos «lingüistas críticos», podría remontarse a la in­
fluencia de la Escuela de Francfort o a la de Jürgen Habermas (Thomp­
son, 1988, págs. 71 y sigs.; Fay, 1987, pág. 203; Anthonissen, 2001). En
nuestros días, sin embargo, se usa de modo convencional en un sentido
más amplío para denotar, como argumenta Krings, el vínculo práctico
que une «el compromiso social y político» con «una construcción socio­
lógicamente informada de la sociedad» (Krings et al., 1973, pág. 808),
pese a reconocer, en palabras de Fairclough, «que, en los asuntos huma-
nos, las interconexiones y los encadenamientos de causa y efecto pueden
hallarse distorsionados en lugares ocultos a la vista; lo que nos lleva a la
conclusión de que la «crítica» es, en esencia, hacer visible la interacción
de las cosas (Fairclough, 1985, pág. 747; véase igualmente Connerton,
1976, págs. 11-39, y también aquí mismo, más adelante).
De este modo, la LC y el ACD pueden definirse como disciplinas
que fundamentalmente se ocupan de analizar, ya sean éstas opacas o
transparentes, las relaciones de dominación, discriminación, poder y
control, tal como se manifiestan a través del lenguaje. En otras palabras,
el ACD se propone investigar de forma crítica la desigualdad social tal
como viene expresada, señalada, constituida, legitimada, etcétera, por los
usos del lenguaje (es decir, en el discurso). La mayoría de los analistas
críticos del discurso aceptarían por tanto la afirmación de Habermas,
que sostiene que «el lenguaje es también un medio de dominación y una
fuerza social. Sirve para legitimar las relaciones del poder organizado.
En la medida en que las legitimaciones de las relaciones de poder, [...] no
estén articuladas, [...] el lenguaje es también ideológico» (Habermas,
1977, pág. 259, y también aquí mismo, más adelante).
A diferencia de otros paradigmas del análisis del discurso y de la lin­
güística textual, la LC y el ACD no sólo se centran en textos, hablados o
escritos, considerándolos como objetos de investigación. Una explica­
ción plenamente «crítica» del discurso requeriría por consiguiente una
teorización y una descripción tanto de los procesos y las estructuras so­
ciales que dan lugar a la producción de un texto como de las estructuras
sociales y los procesos en los cuales los individuos o los grupos, en tan­
to que sujetos históricos, crean sentidos en su interacción con textos
(Fairclough y Kress, 1993, págs. 2 y sigs.). Por consiguiente, tres son los
conceptos que, de manera indispensable, han de figurar en todo ACD: el
concepto de poder, el concepto de historia y el concepto de ideología.3
A diferencia de la investigación en la sociolingüística pragmática y
tradicional en la que, según los lingüistas críticos, las variables contex­
túales se ponen, de forma un tanto ingenua, en correlación con un siste­
ma autónomo de lenguaje (por ejemplo Kress y Hodge, 1979), la LC y el
A CD tratan de evitar el postulado de una simple relación determinista
entre los textos y lo social. Teniendo en cuenta las intuiciones de que el
discurso se estructura por dominancia,4 de que todo discurso es un ob­
jeto históricamente producido e interpretado, esto es, que se halla situá­
do en el tiempo y en el espacio, y de que las estructuras de dominancia
están legitimadas por las ideologías de grupos poderosos, el complejo
enfoque que defienden los proponentes de la LC y el ACD permite ana­
lizar las presiones provenientes de arriba y las posibilidades de resisten­
cia a las desiguales relaciones de poder que aparecen en forma de con­
venciones sociales. Según este punto de vista, las estructuras dominantes
estabilizan las convenciones y las convierten en algo natural, es decir, los
efectos del poder y de la ideología en la producción de sentido quedan
oscurecidos y adquieren formas estables y naturales: se los considera
como algo «dado». La resistencia es así considerada como una ruptura
de las convenciones y de las prácticas discursivas estables, como un acto
de «creatividad» (Fairclough y Kress, 1993, págs. 4 y sigs.).
Desde luego, en el A CD de hoy en día existe una enorme continuidad
con la LC (véase, por ejemplo, Fairclough y Wodak, 1997; Blommaert y
Bulcaen, 2000), continuidad que se desarrolló en los años setenta y ochen­
ta, primero en la Universidad de East Anglia, con Roger Fowler, Tony
Trew y Gunther Kress (véase más adelante). Esta continuidad es visible
sobre todo en la afirmación de que los discursos son ideológicos y de
que no hay arbitrariedad de signos (véase también Kress, 1993). La lin­
güística sistémica funcional ha demostrado ser de la mayor importancia
para los análisis de textos llevados a cabo por esta escuela (véase Halli-
day, 1978).
Otras raíces de la LC y el ACD se encuentran en la retórica clásica, la
lingüística textual y la sociolingüística, así como en la lingüística aplicada
y en la pragmática. Las nociones de ideología, poder, jerarquía y género,
así como la de las variables sociológicas estáticas, han sido todas ellas
consideradas como elementos relevantes para la interpretación o la expli­
cación del texto. Las cuestiones sometidas a investigación difieren en fun­
ción de los distintos departamentos y estudiosos que aplican el ACD. Las
investigaciones de cuestiones relacionadas con el género, con el racismo,
con los discursos de los medios de comunicación o con las dimensiones
de la identidad han adquirido gran relieve (véase Wodak et al., 1999;
Blommaert y Verschueren, 1999; Martín-Rojo y Van Dijk, 1997; Pedro
1977; Martín-Rojo y Whittaker, 1998; así como muchos de los editoria­
les aparecidos en Discourse and Society a lo largo de los años, en especial
el debate entre Emanuel Schegloff y Michael Billig en los números 2-4
de 1999 y 2-4 de 2000). Las metodologías difieren también grandemen­
te: es posible encontrar pequeños estudios cualitativos de casos concre­

to
tos y también amplios conjuntos de datos extraídos del trabajo de cam­
po y de la investigación etnográfica.

Para empezar: una breve historia sobre la formación de un


«grupo científico de iguales»

Como red de estudiosos, el ACD surgió a principios de los años noven­


ta, tras un pequeño simposio celebrado en Amsterdam, en enero de
1991. Por suerte, y gracias al apoyo de la Universidad de Amsterdam,
Teun van Dijk, Norman Fairclough, Gunther Kress, Theo van Leeuwen
y Ruth Wodak pasaron dos días juntos y tuvieron la maravillosa opor­
tunidad de discutir teorías y métodos de análisis del discurso, en especial
de ACD. La reunión permitió que todos presentaran a todos los muy di­
ferenciados y distintos enfoques, enfoques que aún hoy distinguen a las
diversas tendencias existentes (véanse los trabajos que componen este li­
bro y también la literatura relacionada con ellos). En este proceso de for­
mación de grupo quedaron expuestas las diferencias y las semejanzas; di­
ferencias respecto de otras teorías y metodologías del análisis del
discurso (véase Titscher et al., 2000), y sem ejanzas de tipo programático
que podrían enmarcar los distintos enfoques teóricos debidos a las va­
riadas biografías y escuelas de los respectivos estudiosos.
Desde luego, el comienzo de esta red de ACD está también marcado
por la salida al mercado de la revísta de Van Dijk, Discourse and Society
(1990), así como por la aparición de varios libros como Language and
Power de Norman Fairclough (1989), Language, Power and Ideology ,
de Ruth Wodak (1989), o el primer libro de Teun van Dijk sobre el ra­
cismo, Prejudice in Discourse (1984). Sin embargo, la reunión de Ams­
terdam supuso un comienzo institucional, un esfuerzo tendente a empezar
un programa de intercambio (ERASMUS, durante tres años),5 además
de múltiples proyectos conjuntos y colaboraciones entre los distintos
estudiosos y los diversos enfoques, a lo que hay que añadir un núme­
ro especial de Discourse and Society (1993) que reunió los mencionados
enfoques. Desde entonces se han producido muchos cambios, tanto en
la agenda como en los estudiosos implicados. Nuevas revistas han vis­
to la luz, se han escrito múltiples exposiciones panorámicas del área, y
en este momento el ACD es un paradigma establecido en el campo de la
lingüística.
Desde aquella primera reunión (por supuesto, el ACD y la LC ya
existían antes, pero no como un grupo de estudiosos tan internacional,
heterogéneo y estrechamente interrelacionado), se han celebrado simpo­
sios anualmente, simposios que han acompañado el surgimiento de este
paradigma, un paradigma que conserva su unidad más por su agenda y
su programa de investigación que por la existencia de alguna teoría o
metodología común. Nuevos estudiosos han empezado a tomar parte en
estas conferencias, y nuevos investigadores han comenzado a indagar en el
campo del ACD, como, por ejemplo, Ron Scollon. Era raro que los es­
tudiosos provenientes del mundo de habla alemana interviniesen, debi­
do a que las conferencias se daban siempre en inglés. No obstante, Utz
Maas así como Siegfried Jáger y sus enfoques han recibido comprensión
y reconocimiento (véase Fairclough y Wodak, 1997; Titscher et al.>
2000). Esto explica la gran variedad de enfoques distintos que presenta
este libro, diferencias observables tanto desde el punto de vista teórico
como desde el empírico, así como la amplia gama de instrumentos lin­
güísticos utilizados para analizar el discurso. La crítica que frecuente­
mente SC dirige al A CD comprende varias dimensiones, que también se
examinan en esta obra: el enfoque hermenéutico dado al análisis de tex-
tOS{ el vasto contexto que se usa para interpretar los textos; el con fre­
cuencia amplísimo marco teórico que no siempre se ajusta a los datos, y
sobre todo, la posición política que explícitamente adoptan los investi­
gadores (véase Titscher et al ., 2000 para una visión de conjunto de las
crítiMI al ACD, así como la contribución que hace Michael Meyer en
este libro).

La historia de la lingüística crítica y del análisis crítico


dtl diacurso

Le década de los setenta conoció el surgimiento de una forma de análisis


del discurso y el texto que reconocía el papel del lenguaje en la estructu­
ración de las relaciones de poder en la sociedad (véase Anthonissen,
2001, para un amplio resumen de esta evolución). En aquella época, gran
parte de la investigación lingüística realizada en otros lugares se centra­
ba en los aspectos formales del lenguaje que integraban la competencia
lingüística de los hablantes y que, teóricamente, podía aislarse de los ca­
los específicos de utilización del lenguaje (Chomsky, 1957). Allí donde
f

era tenida en cuenta la relación entre el lenguaje y el contexto, como su­


cede en la pragmática (Levinson, 1983), desde un enfoque centrado en la
competencia pragmática y sociolingüística de los hablantes, aún se con­
sideraba que las proposiciones y los componentes de las proposiciones
eran las unidades básicas. Gran parte de la investigación sociolingüística
de la época se dirigía a describir y a explicar las variaciones del lenguaje,
así como los cambios del lenguaje y de las estructuras de la interacción
comunicativa, prestando una atención limitada a las cuestiones relacio­
nadas con la jerarquía y el poder social (Labov, 1972; Hymes, 1972). En
este contexto, la atención a los textos, a su producción, su interpretación
y su relación con los impulsos y las estructuras societales señalaba un
tipo de interés muy diferente (De Beaugrande y Dressler, 1981; véase
Titscher et al., 2000, para una visión panorámica). Los trabajos de Kress
y Hodge (1979), Fowler et al. (1979), Van Dijk (1985), Fairclough (1989)
y Wodak (comp.) (1989), sirvieron para explicar e ilustrar las principales
asunciones, principios y procedimientos de lo que ya había llegado a co­
nocerse por entonces como LC.
Kress (1990, págs. 84-97) proporciona una explicación de los fun­
damentos teóricos y de las fuentes de la lingüística crítica. Él indica
que el término LC fue «adaptado de forma plenamente deliberada»
(1990, pág. 88) a partir de su contrapartida filosófica, como una desig­
nación utilizada por el grupo de estudiosos que trabajaba en la Uni­
versidad de East Anglia en los años setenta (véase también Wodak,
1996a; Blommaert y Bulcaen, 2000). Al comenzar los años noventa, la
denominación A CD llegó a utilizarse de forma más coherente con lo
propio de este particular enfoque del análisis lingüístico. Kress (1990,
pág. 94) muestra el modo en que, por esa época, «surgía el ACD como
teoría diferenciada del lenguaje, como un tipo de lingüística radical­
mente diferente». Este autor enumera los criterios que caracterizan el
trabajo en el paradigma del análisis critico del discurso, ilustrando de
qué modo estos criterios distinguen este trabajo de otros análisis del
discurso políticamente comprometidos. Fairclough y Wodak (1997)
llevaron más lejos estos criterios y establecieron los 10 principios bási­
cos de un programa de A CD . En las contribuciones a este volumen,
encontramos una elaboración aún más amplia de estas afirmaciones y
propuestas programáticas.
Muchos de los supuestos básicos de la LC y el ACD que poseían re­
lieve en los primeros tiempos y que fueron elaborados en ulteriores de­
sarrollos de la teoría se encuentran articuladas en la obra de Kress. Esto
incluye afirmaciones como las siguientes:

• El lenguaje es un fenómeno social.


• No sólo los individuos sino también las instituciones y los grupos
sociales poseen significados y valores específicos que se expresan
de forma sistemática por medio del lenguaje.
• Los textos son las unidades relevantes del lenguaje en la comunica­
ción.
• Los lectores o los oyentes no son receptores pasivos en su relación
con los textos.
• Existen semejanzas entre el lenguaje de la ciencia y el lenguaje de
las instituciones, etcétera (Kress, 1989).

Kress se concentra en la «economía política» de los medios de repre­


sentación: esto es, trata de entender de qué modo valoran varias socieda­
des los distintos modos de representación y cómo los utilizan. Un as­
pecto capital de su trabajo es el esfuerzo encaminado a comprender la
formación del ser humano individual como individuo social que respon­
de a las «fuentes de representación» que encuentra.
Su actual cargo como miembro de un instituto de investigación edu­
cativa ha tenido como consecuencia que gran parte del esfuerzo de Kress
se haya encauzado hacia una reflexión sobre el contenido del currículo
educativo, realizada en términos de recursos de representación y en tér­
minos de su utilización por parte de los individuos en la constante trans­
formación de sus subjetividades, según el proceso que habitualmente lla­
mamos «aprendizaje». Un subproducto de su interés investigador ha
sido su creciente implicación en cuestiones manifiestamente políticas,
incluyendo la política de la cultura.
Ya nos hemos referido a Fowler et al. (1979) al determinar los prime­
ros fundamentos de la LC. Los trabajos posteriores de Fowler (1991,
1996) muestran cómo pueden utilizarse las herramientas que proporcio­
nan las teorías lingüísticas estándar (una versión de 1965 de la gramática
de Chomsky, y una teoría de Halliday de la gramática funcional sistémi­
ca) para descubrir estructuras lingüísticas de poder en los textos. No
sólo en los nuevos discursos, sino también en la crítica literaria, Fowler
ilustra que los dispositivos de la gramática sistemática tienen la función
de establecer, manipular y naturalizar las jerarquías sociales.
Fairclough (1989) expone las teorías sociales que sustentan el ACD y,
como ocurre en algunas de las primeras obras de crítica lingüística, ana­
liza una variedad de ejemplos textuales para ilustrar el área, sus objetivos
y sus métodos de análisis. Más tarde, Fairclough (1992, 1995) y Chou-
liariki y Fairclough (1999) explican y elaboran algunos avances produci­
dos en el ACD, mostrando no sólo cómo se ha desarrollado el marco
analítico para investigar el lenguaje en relación con el poder y la ideolo­
gía, sino también por qué resulta útil el ACD en el descubrimiento de la
naturaleza discursiva de gran parte de los cambios sociales y culturales
contemporáneos. En particular, se examina con todo detalle el lenguaje
de los medios de comunicación de masas, medios que se consideran una de
las sedes del poder, de la pugna política y uno de los ámbitos en los que
el lenguaje es en apariencia transparente. Las instituciones mediáticas
pretenden a menudo que son neutrales debido a que constituyen un es­
pacio para el discurso público, a que reflejan desinteresadamente los esta­
dos de cosas y a que no ocultan las percepciones ni los argumentos de
quienes son noticia. Fairclough muestra el carácter falaz de estas asuncio­
nes, e ilustra el papel mediador y constructor de los medios con una di­
versidad de ejemplos.
Los primeros trabajos de lingüística textual y análisis del discurso de
Van D ijk (1977, 1981) muestran ya el interés que siente por los textos y
los discursos comprendidos como unidades básicas y como prácticas
sociales. Al igual que otros teóricos de la lingüística crítica, Van D ijk
busca los orígenes del interés lingüístico en unidades de lenguaje mayo­
res que las proposiciones, así como en la dependencia que tienen los sig­
nificados respecto del texto y el contexto. Van D ijk y Kintsch (1983)
han estudiado la relevancia del discurso para el estudio del procesa­
miento del lenguaje. Han desarrollado un modelo cognitivo de la com­
prensión del discurso en los individuos, y lo han hecho evolucionar gra­
dualmente hasta convertirlo en varios modelos cognítivos que explican
la construcción del significado en el plano societal. En la obra Hand-
book o f Discourse Analysis (Manual del análisis del discurso) (1985), Van
D ijk recoge el trabajo de distintos estudiosos para quienes el lenguaje y
el modo en que éste opera en el discurso es, de diversos modos, el obje­
to de investigación fundamental, o un instrumento con el que investigar
otros fenóm enos sociales. Esta obra es en cierto modo una relación del
«estado de la cuestión» de la lingüística crítica a mediados de los años
ochenta, y condujo posteriormente a un nuevo manual (1997). En este
tiempo han adquirido relieve nuevas cuestiones que pasaré a discutir más
adelante.
Van Dijk se interesa especialmente por el discurso mediático, y no
sólo expone sus propias reflexiones sobre la comunicación en los medios
de masas (Van Dijk, 1986), sino que también reúne las teorías y las apli­
caciones de diversos estudiosos interesados en la producción, usos y
funciones de los discursos mediáticos (Van Dijk, 1985). Al analizar críti­
camente varios tipos de discursos que, de forma cifrada, incluyen prejui­
cios, el interés de Van Dijk se centra en desarrollar un modelo teórico
que pueda explicar los mecanismos de procesamiento del discurso cog-
nitivo (Wodak y Van Dijk, 2000). En fecha reciente, Van D ijk se ha ocu­
pado de cuestiones de racismo e ideología (Van Dijk, 1998).
A finales de los años ochenta, la LC logró describir sus objetivos y
sus intereses de investigación, y también pudo escoger su perspectiva
y sus métodos de análisis con una especificidad y un rigor mucho mayo­
res que los conseguidos hasta entonces. Wodak (1989) enumera, explica
e ilustra las más importantes características de la investigación en lin­
güística crítica, tal como han quedado establecidas por la ininterrumpi­
da investigación. Se reitera la importancia de investigar la utilización del
lenguaje en entornos institucionales, y se introduce un nuevo enfoque
basado en la necesidad de una perspectiva histórica (el enfoque histórico
del discurso). Esto vino seguido de varios proyectos de investigación
vinculados a las prácticas discursivas en contextos institucionales, pro­
yectos que nos ayudarán a desarrollar una teoría integrada del análisis
crítico del discurso (véase la contribución de Wodak en este libro).
Wodak (1996a, b) muestra cómo los estudiosos que se han adentra­
do en la lingüística, la semiótica y el análisis del discurso provistos de
distintos bagajes académicos comparten una particular perspectiva en
la que los conceptos de poder, ideología e historia ocupan un lugar
central. En una visión de conjunto del desarrollo de una tradición crí­
tica en el análisis del discurso, esta autora hace referencia al hecho de
que la disciplina se apoye en la lingüística de Halliday, en la sociolin-
güística de Bernstein, así como en la obra de críticos literarios y de filó­
sofos sociales como Pécheux, Foucault, Habermas, Bajtin y Voloshi-
nov. Wodak respalda la sugerencia realizada por otros lingüistas críticos
que creen que las relaciones entre el lenguaje y la sociedad son tan com­
plejas y polifacéticas que es preciso proceder a una investigación inter-
disciplinar.
Tanto si los analistas con un enfoque crítico prefieren centrarse en
las características microlingüísticas, las macrolingüísticas, las textuales, las
discursivas o las contextúales, como si su ángulo de aproximación es fun­
damentalmente filosófico, sociológico o histórico, en la mayoría de los
estudios se hace referencia a la gramática funcional sistémica de Halli-
day. Esto indica que una comprensión de las afirmaciones básicas de la
gramática de Halliday y de su enfoque del análisis lingüístico resulta
esencial para una adecuada comprensión del A CD. Para una exposición
de la contribución de Halliday al desarrollo de la LC deberíamos con­
siderar la obra del propio Halliday (1978,1985), así como la obra de los
estudiosos que han trabajado en estrecha relación con la gramática de
Halliday y que no sólo han aplicado la teoría, sino que también la han
elaborado. Yo remitiría específicamente a los lectores a las obras de
Kress (1976), Martin y Hasan (1989), Martin (1992) y Iedema (1997,
1999). En fecha tan temprana como la de 1970 M. A. K. Halliday desta­
caba la relación entre el sistema gramatical y las necesidades sociales y
personales que el lenguaje ha de satisfacer (Halliday, 1970, pág. 142).
Halliday distinguía tres metafunciones del lenguaje que se encuentran
en interconexión constante: en primer lugar, la función ideadora a tra­
vés de la cual el lenguaje confiere estructura a la experiencia (la estruc­
tura ídeacional guarda una relación dialéctica con la estructura social,
reflejándola y, a la vez, influyendo sobre ella); en segundo lugar, la fun­
ción interpersonal, que fragua relaciones entre los participantes; y en
tercer lugar, la función textual, que confiere coherencia y cohesión a los
textos.
Además, la teoría de la argumentación y la retórica han sido combi­
nadas con éxito con la lingüística sistémica funcional (véase Reisigl y
Wodak, 2001; Muntigl et al., 2000; Van Leeuwen y Wodak, 1999).
El reconocimiento de la contribución de todos los aspectos del con­
texto comunicativo al significado del texto, junto con la creciente con­
ciencia que existe, por regla general, en los estudios mediáticos respecto
de la importancia de los aspectos no verbales de los textos, ha hecho que
la atención se vuelque más hacia los dispositivos semióticos del discurso
que hacia los lingüísticos. Theo van Leeuwen ha realizado un precursor
trabajo sobre la interacción entre lo verbal y lo visual en los textos y el
discurso, así como sobre el significado de las imágenes. Debe mencio­
narse aquí, de forma particular, la teoría presentada por Kress y Van
Leeuwen (1996), ya que proporciona un marco útil para considerar el
potencial comunicativo de los dispositivos visuales que aparecen en los
medios (véase Anthonissen, 2001; R. Scollon, 2001). Desafortunada­
mente, no hemos podido incluir una contribución de Van Leeuwen en
este volumen, y hemos de referirnos a su muy relevante «análisis del ac­
tor» (Van Leeuwen, 1996), que es una forma sistemática de analizar a los
protagonistas y sus roles semánticos en discursos de varios tipos.
Van Leeuwen ha estudiado la producción de películas cinematográfi­
cas y la producción televisiva además de la lingüística de Halliday. Sus
principales publicaciones se ocupan de temas como la entonación de los
pinchadiscos y los presentadores de los noticiarios, el lenguaje de las en­
trevistas de televisión y los reportajes periodísticos, y, en fecha más re­
ciente, la semiótica de la comunicación visual y la música. Su enfoque le
ha ido llevando cada vez más al campo de la educación. Van Leeuwen
distingue dos tipos de relaciones entre los discursos y las prácticas socia­
les: «el propio discurso [como] práctica social, el discurso como forma
de acción, como algo que la gente hace a alguien, para alguien o con al­
guien. Y luego está el discurso en sentido foucaultiano, el discurso como
forma de representar la práctica o prácticas sociales, como forma de co­
nocimiento, como sucede con las cosas que dice la gente sobre la prácti­
ca o prácticas sociales» (1993a, pág. 193). El «análisis crítico del discur­
so», según van Leeuwen, «se ocupa, o debería ocuparse, de los dos
aspectos: del discurso como instrumento de poder y de control, y tam­
bién del discurso como instrumento de la construcción social de la reali­
dad» (ibid .).
La escuela de Duisburgo ha recibido una enorme influencia de las
teorías de Michel Foucault. Siegfried Jáger se ocupa de la lingüística y de
las características icónicas del discurso, centrándose en los «símbolos co­
lectivos» (topoi) que ejercen importantes funciones de cohesión en los
textos. El discurso es considerado como el fluir del texto y la conversa­
ción a lo largo del tiempo (Jáger, 1993, pág. 6). Los discursos tienen raí­
ces históricas y están entretejidos ( diskursives Cewimmeí). Jáger ha de­
sarrollado un programa y una metodología de investigación muy
explícitos que permiten el análisis en varios pasos. Los principales temas
de investigación han sido los discursos de la derecha en Alemania, así
como el análisis de algunos periódicos sensacionalistas ( Bildzeitung).
(Véase también Titscher et al., 2000, para una amplia visión de conjunto
del enfoque Lesarten y de la escuela de Duisburgo.)
Las nociones de «crítica», «ideología» y «poder»

La noción de «crítica» que resulta inherente al programa del ACD tam­


bién se comprende de modos muy distintos: unos se adhieren a la escue­
la de Francfort, otros a una noción de crítica literaria y aún otros a las
nociones planteadas por Marx (véase más arriba ReisigI y Wodak, 2001,
para una visión panorámica). Fundamentalmente, la noción de «crítica»
ha de entenderse como el resultado de tomar cierta distancia respecto de
los datos, enmarcar éstos en lo social, adoptar explícitamente una postu­
ra política y centrarse en la autocrítica, como corresponde a un estudio­
so que investiga. Para todos los que se ocupan con el ACD, la aplicación
de los resultados es importante, ya sea en seminarios prácticos para
maestros, médicos o trabajadores sociales, ya en textos escritos que ex­
pongan una opinión experta o que sirvan para diseñar libros escolares.
Esto, desde luego, apunta al parecer de Horkheimer que he citado como
epígrafe al principio de este artículo.
Max Horkheimer, director en 1930 del Instituto de Investigación So­
cial en Francfort, concibió el papel del teórico como un papel relaciona­
do con la articulación y la contribución al desarrollo de una conciencia
de clase latente. Las tareas de la teoría crítica consistían en ayudar a «re­
cordar» un pasado que corría el peligro de ser olvidado, en luchar en fa­
vor de la emancipación, en elucidar las razones para esa lucha y en defi­
nir la naturaleza del propio pensamiento crítico. Se consideraba que la
relación entre la teoría y la práctica era de carácter dinámico: no existe
ningún sistema invariable que fije el modo en que la teoría habrá de guiar
las acciones humanas.
Horkheimer creía que ningún método concreto de investigación po­
día producir resultados últimos y fiables sobre cualquier objeto de in­
vestigación dado, y que adoptar un único enfoque para una cuestión
dada era arriesgarse a caer en una imagen distorsionada. Sugirió que la
adopción de varios métodos de investigación permitiría que éstos se
completasen mutuamente. Aunque reconocía el valor del trabajo empí­
rico, Horkheimer destacaba que no podía sustituir al análisis teórico.
La referencia a la contribución realizada por la teoría crítica a la com­
prensión del ACD, junto con la referencia a las nociones de «crítica» e
«ideología», son importantes (véase Anthonissen, 2001, para una amplia
discusión sobre este asunto).6 Thompson (1990) aborda los conceptos de
ideología y cultura, así como las relaciones existentes entre estos con­
ceptos y determinados aspectos de la comunicación de masas. Thomp­
son señala que el concepto de ideología apareció por primera vez en
Francia a finales del siglo X V III, con lo que ha venido utilizándose por es­
pacio de unos dos siglos. Este término ha recibido funciones y significa­
dos variables en las distintas épocas. Para Thompson, la palabra ideolo­
gía se refiere a las formas y a los procesos sociales en cuyo seno, y por
cuyo medio, circulan las formas simbólicas en el mundo social.
Para el ACD, la ideología representa un importante aspecto del esta­
blecimiento y la conservación de unas relaciones desiguales de poder. La
LC tiene un interés particular en las formas en que la ideología resulta
mediada por el lenguaje en una gran variedad de instituciones sociales.
Para Thompson (1990), el estudio de la ideología es el estudio de «las
formas en que se construye y se transmite el significado mediante formas
simbólicas de diversos tipos». Este tipo de estudio también investiga los
contextos sociales en cuyo interior se emplean y se despliegan las formas
simbólicas. El investigador tiene interés en determinar si esas formas es­
tablecen o sostienen relaciones de dominación. Para Eagleton (1994), el
estudio de la ideología ha de tomar en consideración la diversidad de
teorías y los distintos teóricos que han examinado la relación entre el
pensamiento y la realidad social. Todas las teorías asumen «que hay ra­
zones históricas específicas para que las personas lleguen a sentir, razo­
nar, desear e imaginar tal como lo hacen» (1994, pág. 15).7
Las teorías críticas y, por tanto, también la LC y el ACD poseen una
posición especial como guías para la acción humana. Se proponen pro­
ducir ilustración y emancipación. Estas teorías no tratan sólo de descri­
bir y explicar, sino también de arrancar de raíz un particular tipo de con­
fusión. Incluso cuando se manejan conceptos de ideología diferentes, la
teoría crítica trata de generar en los agentes la conciencia de los modos
en que se engañan respecto de sus propias necesidades e intereses. Por
supuesto, éste era también el propósito de los conceptos desarrollados
por Pierre Bourdieu sobre la «violencia simbólica» y el «olvido volunta­
rio». Uno de los objetivos del ACD consiste en «desmitificar» los dis­
cursos mediante el descifrado de las ideologías.
Para el ACD, el lenguaje carece de poder propio, obtiene su poder
por el uso que las personas poderosas hacen de él. Esto explica por qué la
LC escoge con frecuencia la perspectiva de quienes sufren, y por qué
analiza de forma crítica el lenguaje de quienes poseen el poder, de quie­
nes son responsables de la existencia de desigualdades y también dispo­
nen de los medios y de la oportunidad para mejorar las condiciones vi­
gentes.
De acuerdo con sus predecesores de la teoría crítica, el ACD destaca
la necesidad del trabajo interdisciplinar con el fin de obtener una ade­
cuada comprensión del modo en que opera el lenguaje en, por ejemplo,
la constitución y la transmisión de conocimiento, en la organización de
las instituciones sociales o en el ejercicio del poder.
Una importante perspectiva en el ACD es la que sostiene que es muy
raro que un texto sea obra de una persona cualquiera. En los textos, las
diferencias discursivas se negocian. Están regidas por diferencias de po­
der que se encuentran, a su vez, parcialmente codificadas en el discurso
y determinadas por él y por la variedad discursiva. Por consiguiente, los
textos son con frecuencia arenas de combate que muestran las huellas de
los discursos y de las ideologías encontradas que contendieron y pugna­
ron por el predominio. Una característica definitoria del ACD es su
preocupación por el poder como condición capital de la vida social, así
com o sus esfuerzos por desarrollar una teoría del lenguaje que incorpo­
re esta dimensión como una de sus premisas fundamentales. El ACD no
sólo atiende a la noción relacionada con las luchas por el poder y el con­
trol, sino que también presta una detallada atención a la intertextualidad
y a la recontextualización de los discursos que compiten.
El poder tiene afinidad con las relaciones de diferencia, y sobre todo
con los efectos de las diferencias en las estructuras sociales. La constan­
te unidad del lenguaje y de otros asuntos sociales garantiza que el len­
guaje se halle entrelazado con el poder social de un buen número de ma­
neras: el lenguaje clasifica el poder, expresa poder, está involucrado allí
donde existe un desafío al poder o una contienda para conseguirlo. El
poder no deriva del lenguaje, pero el lenguaje puede utilizarse para plan­
tear desafíos al poder, para subvertirlo, para alterar las distribuciones de
poder a corto y a largo plazo. El lenguaje constituye un medio finamen­
te articulado para las diferencias de poder existentes en las estructuras
sociales jerárquicas. Son muy pocas las formas lingüísticas que no se ha­
yan visto, en uno u otro momento, obligadas a ponerse al servicio de la
expresión del poder mediante un proceso de metáfora sintáctica o tex­
tual. El ACD se interesa por los modos en que se utilizan las formas lin­
güísticas en diversas expresiones y manipulaciones del poder. El poder
no sólo viene señalado por las formas gramaticales existentes en el inte­
rior de un texto, sino también por el control que puede ejercer una per­
sona sobre una situación social mediante el tipo de texto. Con frecuen­
cia el poder se ejerce o se ve sometido a desafío en exacta correspondencia
con los tipos de texto que asociamos a las ocasiones sociales dadas.*
Las formas en que algunas de las investigaciones del ACD se encuen­
tran directa e indirectamente relacionadas con la investigación produci­
da en la tradición de la teoría crítica resultan particularmente evidentes,
cuando consideramos los conceptos centrales con los que operan las di­
versas áreas, así como los fenómenos sociales en los que concentran su
atención. De esto encontramos ejemplos pertinentes en los enfoques a
cuestiones como las siguientes:

• Qué es conocimiento.
• Cómo se construye el discurso en las instituciones sociales y cómo
éste es a su vez constructor de ellas.
• De qué modo opera la ideología en las instituciones sociales.
• Cómo obtiene y conserva la gente el poder en el interior de una co­
munidad dada.

Las contribuciones a este libro, y en especial el análisis de los textos


de ejemplo, proporcionan algunas respuestas a estas preguntas.

Cuestiones y perspectivas abiertas

A lo largo de los años han sido varias las cuestiones que, habiéndose re­
velado importantes en la agenda de la investigación, no han conseguido
recibir aún una adecuada formulación. Quisiéramos mencionar unas
cuantas que también son centrales en las contribuciones que este libro
reúne y que aborda en su capítulo Michael Meyer.

1. El problema de volver operacionales las teorías y de poner en re­


lación la dimensión lingüística con la dimensión social (el proble­
ma de la mediación).

• L a m uy reciente y estim ulante investigación de C h ristin e A nth onissen so bre las m o ­


dalidades de censura indirecta existentes en Suráfrica durante el apartbeid m anifiesta un
buen núm ero de estrategias lingüísticas y sem ióticas de poder y resistencia (véase A n th o ­
nissen, 2001, para una am plia discusión del co n cep to de poder).
2. La teoría lingüística que ha de aplicarse: a menudo se utiliza todo
un cajón de sastre de indicadores y variables lingüísticos para ana­
lizar textos sin que el análisis esté respaldado por nociones teóri­
cas y de teoría gramatical.
3. La noción de «contexto», que a menudo se define de forma muy
amplia o muy estrecha: ¿cuánta información necesitamos para ana­
lizar textos? ¿Qué importancia tiene el impacto de las teorías?
4. La acusación de ser un análisis sesgado: ¿cómo justificar y validar
determinadas lecturas de un texto?
5. Aún no se ha logrado que la intcrdisciplinariedad o la transdisci-
plinariedad sean realmente parte integrante del análisis textual.

Por supuesto, esta lista podría hacerse más extensa. Los enfoques que
presentamos en este libro contribuirán a clarificar algunos de los proble­
mas que aún es preciso resolver, y nos proporcionarán algunas respues­
tas a los muchos interrogantes que surgen al analizar el discurso.

Notas

1. Éste breve resumen está basado en largas y dilatadas discusiones con mis
amigos, colegas y colaboradores en la investigación, además de con los estu­
diantes. Me gustaría mencionar y expresar mi gratitud a Rudi De Cillia, Martin
Reísigl, Gertraud Benke, Gilbert Weiss, Bernd Matouschek y Richard Mitten,
con los que he trabajado durante años. Además, han sido muchas las ideas que
se han desarrollado en el trabajo realizado con mis alumnos. Quiero expresar mi
agradecimiento a Usama Suleiman, Alexander Pollak y Christinc Anthonissen
por sus amplias intuiciones y sus elaboraciones, así como por sus clarividentes
comentarios y críticas. Por último, quisiera agradecer a mi grupo de iguales, so­
bre el que he escrito, así como a los otros muchos colegas que no he podido
mencionar aquí.
2. Los términos LC y ACD fueron acuñados de forma independiente el uno
del otro, y puede que algunos de quienes trabajan, bien en la LC, bien en el
ACD, tengan discrepancias respecto de algunos puntos clave. En la mayoría de
los casos, puede decirse que todos aquellos cuyo trabajo sea susceptible de ins­
cribirse en cualquiera de las dos categorías ocupan el mismo espacio «paradig­
mático». En todo caso, en esta contribución, ambos términos y sus derivados,
como las expresiones «lingüistas críticos» o «analistas críticos del discurso», se
utilizarán de forma intercambiable.

También podría gustarte