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De qué trata el análisis crítico del discurso
(ACD). Resumen de su historia, sus
conceptos fundamentales y sus desarrollos 1
Ruth Wodak
Más allá de la descripción o de la aplicación superficial, la ciencia crítica de
cada esfera de conocimiento plantea nuevas preguntas, como las de la res
ponsabilidad, los intereses y la ideología. En vez de centrarse en problemas
puramente académicos o teóricos, su punto de partida se encuentra en los
problemas sociales predominantes, y por ello escoge la perspectiva de quie
nes más sufren para analizar de forma crítica a quienes poseen el poder, a los
responsables, y a los que tienen los medios y la oportunidad de resolver di
chos problemas (Van Dijk, 1986, pág. 4).
Extraer consecuencias para la acción política de la teoría crítica es la aspira
ción de quienes tienen intenciones serias, y sin embargo, no existe ninguna
regla general, como no sea la necesidad de indagar en la propia responsabili
dad (Horkheimer, citado en O ’Neill, 1979).
Observaciones preliminares
Los términos lingüística crítica (LC) y análisis crítico del discurso (ACD)
se utilizan con frecuencia de manera intercambiable. De hecho, en los úl
timos tiempos, parece que se prefiere el término ACD, usándose para
denotar la teoría que antes se identificaba con la denominación LC. El
ACD estudia «el lenguaje como práctica social» (Fairclough y Wodak,
1997), y considera que el contexto de uso del lenguaje es crucial (Wodak,
2000c; Benke, 2000). Además, el ACD se interesa de modo particular
por la relación entre el lenguaje y el poder. De modo más específico, el
término ACD se utiliza hoy en día para hacer referencia al enfoque que,
desde la lingüística crítica, hacen los académicos que consideran que la
amplia unidad del texto discursivo es la unidad básica de la comunica
ción. Esta investigación tiene en cuenta, de modo muy concreto, los dis
cursos institucionales, políticos, de género y mediáticos (en el más am
plio sentido) que dan testimonio de la existencia de unas más o menos
abiertas relaciones de lucha y conflicto.
El párrafo citado más arriba de Teun van Dijk, que he utilizado como
epígrafe, resume algunos de los objetivos y metas de la LC y el A CD, en
particular aquellos que señalan la interdependencia entre los intereses de
la investigación y los compromisos políticos, interdependencia que este
autor analiza mediante lo que él llama ciencia crítica, expresión en la que
la exclusiva noción que tiene Van Dijk de la voz «crítica», tal como la
utiliza en su afirmación programática, destaca el consuetudinario senti
do del talante «crítico que la academia encarna». Con este espíritu «crí
tico» quisiera proporcionar una visión de conjunto de algunos de los
principios teóricos fundamentales de la LC y el A CD ,2 así como algunas
breves descripciones de las más destacadas escuelas que han aparecido
tanto en la LC como en la ACD. De hecho, el carácter heterogéneo de
los enfoques metodológicos y teóricos presentes en este campo de la lin
güística tendería a confirmar el argumento de Van Dijk, que sostiene que
el ACD y la LC «son, como mucho, una perspectiva común sobre el
quehacer propio de la lingüística, la semiótica o el análisis del discurso»
(Van Dijk, 1993, pág. 131).
Esta perspectiva común guarda relación con el término «crítico» que,
en la obra de algunos «lingüistas críticos», podría remontarse a la in
fluencia de la Escuela de Francfort o a la de Jürgen Habermas (Thomp
son, 1988, págs. 71 y sigs.; Fay, 1987, pág. 203; Anthonissen, 2001). En
nuestros días, sin embargo, se usa de modo convencional en un sentido
más amplío para denotar, como argumenta Krings, el vínculo práctico
que une «el compromiso social y político» con «una construcción socio
lógicamente informada de la sociedad» (Krings et al., 1973, pág. 808),
pese a reconocer, en palabras de Fairclough, «que, en los asuntos huma-
nos, las interconexiones y los encadenamientos de causa y efecto pueden
hallarse distorsionados en lugares ocultos a la vista; lo que nos lleva a la
conclusión de que la «crítica» es, en esencia, hacer visible la interacción
de las cosas (Fairclough, 1985, pág. 747; véase igualmente Connerton,
1976, págs. 11-39, y también aquí mismo, más adelante).
De este modo, la LC y el ACD pueden definirse como disciplinas
que fundamentalmente se ocupan de analizar, ya sean éstas opacas o
transparentes, las relaciones de dominación, discriminación, poder y
control, tal como se manifiestan a través del lenguaje. En otras palabras,
el ACD se propone investigar de forma crítica la desigualdad social tal
como viene expresada, señalada, constituida, legitimada, etcétera, por los
usos del lenguaje (es decir, en el discurso). La mayoría de los analistas
críticos del discurso aceptarían por tanto la afirmación de Habermas,
que sostiene que «el lenguaje es también un medio de dominación y una
fuerza social. Sirve para legitimar las relaciones del poder organizado.
En la medida en que las legitimaciones de las relaciones de poder, [...] no
estén articuladas, [...] el lenguaje es también ideológico» (Habermas,
1977, pág. 259, y también aquí mismo, más adelante).
A diferencia de otros paradigmas del análisis del discurso y de la lin
güística textual, la LC y el ACD no sólo se centran en textos, hablados o
escritos, considerándolos como objetos de investigación. Una explica
ción plenamente «crítica» del discurso requeriría por consiguiente una
teorización y una descripción tanto de los procesos y las estructuras so
ciales que dan lugar a la producción de un texto como de las estructuras
sociales y los procesos en los cuales los individuos o los grupos, en tan
to que sujetos históricos, crean sentidos en su interacción con textos
(Fairclough y Kress, 1993, págs. 2 y sigs.). Por consiguiente, tres son los
conceptos que, de manera indispensable, han de figurar en todo ACD: el
concepto de poder, el concepto de historia y el concepto de ideología.3
A diferencia de la investigación en la sociolingüística pragmática y
tradicional en la que, según los lingüistas críticos, las variables contex
túales se ponen, de forma un tanto ingenua, en correlación con un siste
ma autónomo de lenguaje (por ejemplo Kress y Hodge, 1979), la LC y el
A CD tratan de evitar el postulado de una simple relación determinista
entre los textos y lo social. Teniendo en cuenta las intuiciones de que el
discurso se estructura por dominancia,4 de que todo discurso es un ob
jeto históricamente producido e interpretado, esto es, que se halla situá
do en el tiempo y en el espacio, y de que las estructuras de dominancia
están legitimadas por las ideologías de grupos poderosos, el complejo
enfoque que defienden los proponentes de la LC y el ACD permite ana
lizar las presiones provenientes de arriba y las posibilidades de resisten
cia a las desiguales relaciones de poder que aparecen en forma de con
venciones sociales. Según este punto de vista, las estructuras dominantes
estabilizan las convenciones y las convierten en algo natural, es decir, los
efectos del poder y de la ideología en la producción de sentido quedan
oscurecidos y adquieren formas estables y naturales: se los considera
como algo «dado». La resistencia es así considerada como una ruptura
de las convenciones y de las prácticas discursivas estables, como un acto
de «creatividad» (Fairclough y Kress, 1993, págs. 4 y sigs.).
Desde luego, en el A CD de hoy en día existe una enorme continuidad
con la LC (véase, por ejemplo, Fairclough y Wodak, 1997; Blommaert y
Bulcaen, 2000), continuidad que se desarrolló en los años setenta y ochen
ta, primero en la Universidad de East Anglia, con Roger Fowler, Tony
Trew y Gunther Kress (véase más adelante). Esta continuidad es visible
sobre todo en la afirmación de que los discursos son ideológicos y de
que no hay arbitrariedad de signos (véase también Kress, 1993). La lin
güística sistémica funcional ha demostrado ser de la mayor importancia
para los análisis de textos llevados a cabo por esta escuela (véase Halli-
day, 1978).
Otras raíces de la LC y el ACD se encuentran en la retórica clásica, la
lingüística textual y la sociolingüística, así como en la lingüística aplicada
y en la pragmática. Las nociones de ideología, poder, jerarquía y género,
así como la de las variables sociológicas estáticas, han sido todas ellas
consideradas como elementos relevantes para la interpretación o la expli
cación del texto. Las cuestiones sometidas a investigación difieren en fun
ción de los distintos departamentos y estudiosos que aplican el ACD. Las
investigaciones de cuestiones relacionadas con el género, con el racismo,
con los discursos de los medios de comunicación o con las dimensiones
de la identidad han adquirido gran relieve (véase Wodak et al., 1999;
Blommaert y Verschueren, 1999; Martín-Rojo y Van Dijk, 1997; Pedro
1977; Martín-Rojo y Whittaker, 1998; así como muchos de los editoria
les aparecidos en Discourse and Society a lo largo de los años, en especial
el debate entre Emanuel Schegloff y Michael Billig en los números 2-4
de 1999 y 2-4 de 2000). Las metodologías difieren también grandemen
te: es posible encontrar pequeños estudios cualitativos de casos concre
to
tos y también amplios conjuntos de datos extraídos del trabajo de cam
po y de la investigación etnográfica.
Para empezar: una breve historia sobre la formación de un
«grupo científico de iguales»
Como red de estudiosos, el ACD surgió a principios de los años noven
ta, tras un pequeño simposio celebrado en Amsterdam, en enero de
1991. Por suerte, y gracias al apoyo de la Universidad de Amsterdam,
Teun van Dijk, Norman Fairclough, Gunther Kress, Theo van Leeuwen
y Ruth Wodak pasaron dos días juntos y tuvieron la maravillosa opor
tunidad de discutir teorías y métodos de análisis del discurso, en especial
de ACD. La reunión permitió que todos presentaran a todos los muy di
ferenciados y distintos enfoques, enfoques que aún hoy distinguen a las
diversas tendencias existentes (véanse los trabajos que componen este li
bro y también la literatura relacionada con ellos). En este proceso de for
mación de grupo quedaron expuestas las diferencias y las semejanzas; di
ferencias respecto de otras teorías y metodologías del análisis del
discurso (véase Titscher et al., 2000), y sem ejanzas de tipo programático
que podrían enmarcar los distintos enfoques teóricos debidos a las va
riadas biografías y escuelas de los respectivos estudiosos.
Desde luego, el comienzo de esta red de ACD está también marcado
por la salida al mercado de la revísta de Van Dijk, Discourse and Society
(1990), así como por la aparición de varios libros como Language and
Power de Norman Fairclough (1989), Language, Power and Ideology ,
de Ruth Wodak (1989), o el primer libro de Teun van Dijk sobre el ra
cismo, Prejudice in Discourse (1984). Sin embargo, la reunión de Ams
terdam supuso un comienzo institucional, un esfuerzo tendente a empezar
un programa de intercambio (ERASMUS, durante tres años),5 además
de múltiples proyectos conjuntos y colaboraciones entre los distintos
estudiosos y los diversos enfoques, a lo que hay que añadir un núme
ro especial de Discourse and Society (1993) que reunió los mencionados
enfoques. Desde entonces se han producido muchos cambios, tanto en
la agenda como en los estudiosos implicados. Nuevas revistas han vis
to la luz, se han escrito múltiples exposiciones panorámicas del área, y
en este momento el ACD es un paradigma establecido en el campo de la
lingüística.
Desde aquella primera reunión (por supuesto, el ACD y la LC ya
existían antes, pero no como un grupo de estudiosos tan internacional,
heterogéneo y estrechamente interrelacionado), se han celebrado simpo
sios anualmente, simposios que han acompañado el surgimiento de este
paradigma, un paradigma que conserva su unidad más por su agenda y
su programa de investigación que por la existencia de alguna teoría o
metodología común. Nuevos estudiosos han empezado a tomar parte en
estas conferencias, y nuevos investigadores han comenzado a indagar en el
campo del ACD, como, por ejemplo, Ron Scollon. Era raro que los es
tudiosos provenientes del mundo de habla alemana interviniesen, debi
do a que las conferencias se daban siempre en inglés. No obstante, Utz
Maas así como Siegfried Jáger y sus enfoques han recibido comprensión
y reconocimiento (véase Fairclough y Wodak, 1997; Titscher et al.>
2000). Esto explica la gran variedad de enfoques distintos que presenta
este libro, diferencias observables tanto desde el punto de vista teórico
como desde el empírico, así como la amplia gama de instrumentos lin
güísticos utilizados para analizar el discurso. La crítica que frecuente
mente SC dirige al A CD comprende varias dimensiones, que también se
examinan en esta obra: el enfoque hermenéutico dado al análisis de tex-
tOS{ el vasto contexto que se usa para interpretar los textos; el con fre
cuencia amplísimo marco teórico que no siempre se ajusta a los datos, y
sobre todo, la posición política que explícitamente adoptan los investi
gadores (véase Titscher et al ., 2000 para una visión de conjunto de las
crítiMI al ACD, así como la contribución que hace Michael Meyer en
este libro).
La historia de la lingüística crítica y del análisis crítico
dtl diacurso
Le década de los setenta conoció el surgimiento de una forma de análisis
del discurso y el texto que reconocía el papel del lenguaje en la estructu
ración de las relaciones de poder en la sociedad (véase Anthonissen,
2001, para un amplio resumen de esta evolución). En aquella época, gran
parte de la investigación lingüística realizada en otros lugares se centra
ba en los aspectos formales del lenguaje que integraban la competencia
lingüística de los hablantes y que, teóricamente, podía aislarse de los ca
los específicos de utilización del lenguaje (Chomsky, 1957). Allí donde
f
era tenida en cuenta la relación entre el lenguaje y el contexto, como su
cede en la pragmática (Levinson, 1983), desde un enfoque centrado en la
competencia pragmática y sociolingüística de los hablantes, aún se con
sideraba que las proposiciones y los componentes de las proposiciones
eran las unidades básicas. Gran parte de la investigación sociolingüística
de la época se dirigía a describir y a explicar las variaciones del lenguaje,
así como los cambios del lenguaje y de las estructuras de la interacción
comunicativa, prestando una atención limitada a las cuestiones relacio
nadas con la jerarquía y el poder social (Labov, 1972; Hymes, 1972). En
este contexto, la atención a los textos, a su producción, su interpretación
y su relación con los impulsos y las estructuras societales señalaba un
tipo de interés muy diferente (De Beaugrande y Dressler, 1981; véase
Titscher et al., 2000, para una visión panorámica). Los trabajos de Kress
y Hodge (1979), Fowler et al. (1979), Van Dijk (1985), Fairclough (1989)
y Wodak (comp.) (1989), sirvieron para explicar e ilustrar las principales
asunciones, principios y procedimientos de lo que ya había llegado a co
nocerse por entonces como LC.
Kress (1990, págs. 84-97) proporciona una explicación de los fun
damentos teóricos y de las fuentes de la lingüística crítica. Él indica
que el término LC fue «adaptado de forma plenamente deliberada»
(1990, pág. 88) a partir de su contrapartida filosófica, como una desig
nación utilizada por el grupo de estudiosos que trabajaba en la Uni
versidad de East Anglia en los años setenta (véase también Wodak,
1996a; Blommaert y Bulcaen, 2000). Al comenzar los años noventa, la
denominación A CD llegó a utilizarse de forma más coherente con lo
propio de este particular enfoque del análisis lingüístico. Kress (1990,
pág. 94) muestra el modo en que, por esa época, «surgía el ACD como
teoría diferenciada del lenguaje, como un tipo de lingüística radical
mente diferente». Este autor enumera los criterios que caracterizan el
trabajo en el paradigma del análisis critico del discurso, ilustrando de
qué modo estos criterios distinguen este trabajo de otros análisis del
discurso políticamente comprometidos. Fairclough y Wodak (1997)
llevaron más lejos estos criterios y establecieron los 10 principios bási
cos de un programa de A CD . En las contribuciones a este volumen,
encontramos una elaboración aún más amplia de estas afirmaciones y
propuestas programáticas.
Muchos de los supuestos básicos de la LC y el ACD que poseían re
lieve en los primeros tiempos y que fueron elaborados en ulteriores de
sarrollos de la teoría se encuentran articuladas en la obra de Kress. Esto
incluye afirmaciones como las siguientes:
• El lenguaje es un fenómeno social.
• No sólo los individuos sino también las instituciones y los grupos
sociales poseen significados y valores específicos que se expresan
de forma sistemática por medio del lenguaje.
• Los textos son las unidades relevantes del lenguaje en la comunica
ción.
• Los lectores o los oyentes no son receptores pasivos en su relación
con los textos.
• Existen semejanzas entre el lenguaje de la ciencia y el lenguaje de
las instituciones, etcétera (Kress, 1989).
Kress se concentra en la «economía política» de los medios de repre
sentación: esto es, trata de entender de qué modo valoran varias socieda
des los distintos modos de representación y cómo los utilizan. Un as
pecto capital de su trabajo es el esfuerzo encaminado a comprender la
formación del ser humano individual como individuo social que respon
de a las «fuentes de representación» que encuentra.
Su actual cargo como miembro de un instituto de investigación edu
cativa ha tenido como consecuencia que gran parte del esfuerzo de Kress
se haya encauzado hacia una reflexión sobre el contenido del currículo
educativo, realizada en términos de recursos de representación y en tér
minos de su utilización por parte de los individuos en la constante trans
formación de sus subjetividades, según el proceso que habitualmente lla
mamos «aprendizaje». Un subproducto de su interés investigador ha
sido su creciente implicación en cuestiones manifiestamente políticas,
incluyendo la política de la cultura.
Ya nos hemos referido a Fowler et al. (1979) al determinar los prime
ros fundamentos de la LC. Los trabajos posteriores de Fowler (1991,
1996) muestran cómo pueden utilizarse las herramientas que proporcio
nan las teorías lingüísticas estándar (una versión de 1965 de la gramática
de Chomsky, y una teoría de Halliday de la gramática funcional sistémi
ca) para descubrir estructuras lingüísticas de poder en los textos. No
sólo en los nuevos discursos, sino también en la crítica literaria, Fowler
ilustra que los dispositivos de la gramática sistemática tienen la función
de establecer, manipular y naturalizar las jerarquías sociales.
Fairclough (1989) expone las teorías sociales que sustentan el ACD y,
como ocurre en algunas de las primeras obras de crítica lingüística, ana
liza una variedad de ejemplos textuales para ilustrar el área, sus objetivos
y sus métodos de análisis. Más tarde, Fairclough (1992, 1995) y Chou-
liariki y Fairclough (1999) explican y elaboran algunos avances produci
dos en el ACD, mostrando no sólo cómo se ha desarrollado el marco
analítico para investigar el lenguaje en relación con el poder y la ideolo
gía, sino también por qué resulta útil el ACD en el descubrimiento de la
naturaleza discursiva de gran parte de los cambios sociales y culturales
contemporáneos. En particular, se examina con todo detalle el lenguaje
de los medios de comunicación de masas, medios que se consideran una de
las sedes del poder, de la pugna política y uno de los ámbitos en los que
el lenguaje es en apariencia transparente. Las instituciones mediáticas
pretenden a menudo que son neutrales debido a que constituyen un es
pacio para el discurso público, a que reflejan desinteresadamente los esta
dos de cosas y a que no ocultan las percepciones ni los argumentos de
quienes son noticia. Fairclough muestra el carácter falaz de estas asuncio
nes, e ilustra el papel mediador y constructor de los medios con una di
versidad de ejemplos.
Los primeros trabajos de lingüística textual y análisis del discurso de
Van D ijk (1977, 1981) muestran ya el interés que siente por los textos y
los discursos comprendidos como unidades básicas y como prácticas
sociales. Al igual que otros teóricos de la lingüística crítica, Van D ijk
busca los orígenes del interés lingüístico en unidades de lenguaje mayo
res que las proposiciones, así como en la dependencia que tienen los sig
nificados respecto del texto y el contexto. Van D ijk y Kintsch (1983)
han estudiado la relevancia del discurso para el estudio del procesa
miento del lenguaje. Han desarrollado un modelo cognitivo de la com
prensión del discurso en los individuos, y lo han hecho evolucionar gra
dualmente hasta convertirlo en varios modelos cognítivos que explican
la construcción del significado en el plano societal. En la obra Hand-
book o f Discourse Analysis (Manual del análisis del discurso) (1985), Van
D ijk recoge el trabajo de distintos estudiosos para quienes el lenguaje y
el modo en que éste opera en el discurso es, de diversos modos, el obje
to de investigación fundamental, o un instrumento con el que investigar
otros fenóm enos sociales. Esta obra es en cierto modo una relación del
«estado de la cuestión» de la lingüística crítica a mediados de los años
ochenta, y condujo posteriormente a un nuevo manual (1997). En este
tiempo han adquirido relieve nuevas cuestiones que pasaré a discutir más
adelante.
Van Dijk se interesa especialmente por el discurso mediático, y no
sólo expone sus propias reflexiones sobre la comunicación en los medios
de masas (Van Dijk, 1986), sino que también reúne las teorías y las apli
caciones de diversos estudiosos interesados en la producción, usos y
funciones de los discursos mediáticos (Van Dijk, 1985). Al analizar críti
camente varios tipos de discursos que, de forma cifrada, incluyen prejui
cios, el interés de Van Dijk se centra en desarrollar un modelo teórico
que pueda explicar los mecanismos de procesamiento del discurso cog-
nitivo (Wodak y Van Dijk, 2000). En fecha reciente, Van D ijk se ha ocu
pado de cuestiones de racismo e ideología (Van Dijk, 1998).
A finales de los años ochenta, la LC logró describir sus objetivos y
sus intereses de investigación, y también pudo escoger su perspectiva
y sus métodos de análisis con una especificidad y un rigor mucho mayo
res que los conseguidos hasta entonces. Wodak (1989) enumera, explica
e ilustra las más importantes características de la investigación en lin
güística crítica, tal como han quedado establecidas por la ininterrumpi
da investigación. Se reitera la importancia de investigar la utilización del
lenguaje en entornos institucionales, y se introduce un nuevo enfoque
basado en la necesidad de una perspectiva histórica (el enfoque histórico
del discurso). Esto vino seguido de varios proyectos de investigación
vinculados a las prácticas discursivas en contextos institucionales, pro
yectos que nos ayudarán a desarrollar una teoría integrada del análisis
crítico del discurso (véase la contribución de Wodak en este libro).
Wodak (1996a, b) muestra cómo los estudiosos que se han adentra
do en la lingüística, la semiótica y el análisis del discurso provistos de
distintos bagajes académicos comparten una particular perspectiva en
la que los conceptos de poder, ideología e historia ocupan un lugar
central. En una visión de conjunto del desarrollo de una tradición crí
tica en el análisis del discurso, esta autora hace referencia al hecho de
que la disciplina se apoye en la lingüística de Halliday, en la sociolin-
güística de Bernstein, así como en la obra de críticos literarios y de filó
sofos sociales como Pécheux, Foucault, Habermas, Bajtin y Voloshi-
nov. Wodak respalda la sugerencia realizada por otros lingüistas críticos
que creen que las relaciones entre el lenguaje y la sociedad son tan com
plejas y polifacéticas que es preciso proceder a una investigación inter-
disciplinar.
Tanto si los analistas con un enfoque crítico prefieren centrarse en
las características microlingüísticas, las macrolingüísticas, las textuales, las
discursivas o las contextúales, como si su ángulo de aproximación es fun
damentalmente filosófico, sociológico o histórico, en la mayoría de los
estudios se hace referencia a la gramática funcional sistémica de Halli-
day. Esto indica que una comprensión de las afirmaciones básicas de la
gramática de Halliday y de su enfoque del análisis lingüístico resulta
esencial para una adecuada comprensión del A CD. Para una exposición
de la contribución de Halliday al desarrollo de la LC deberíamos con
siderar la obra del propio Halliday (1978,1985), así como la obra de los
estudiosos que han trabajado en estrecha relación con la gramática de
Halliday y que no sólo han aplicado la teoría, sino que también la han
elaborado. Yo remitiría específicamente a los lectores a las obras de
Kress (1976), Martin y Hasan (1989), Martin (1992) y Iedema (1997,
1999). En fecha tan temprana como la de 1970 M. A. K. Halliday desta
caba la relación entre el sistema gramatical y las necesidades sociales y
personales que el lenguaje ha de satisfacer (Halliday, 1970, pág. 142).
Halliday distinguía tres metafunciones del lenguaje que se encuentran
en interconexión constante: en primer lugar, la función ideadora a tra
vés de la cual el lenguaje confiere estructura a la experiencia (la estruc
tura ídeacional guarda una relación dialéctica con la estructura social,
reflejándola y, a la vez, influyendo sobre ella); en segundo lugar, la fun
ción interpersonal, que fragua relaciones entre los participantes; y en
tercer lugar, la función textual, que confiere coherencia y cohesión a los
textos.
Además, la teoría de la argumentación y la retórica han sido combi
nadas con éxito con la lingüística sistémica funcional (véase Reisigl y
Wodak, 2001; Muntigl et al., 2000; Van Leeuwen y Wodak, 1999).
El reconocimiento de la contribución de todos los aspectos del con
texto comunicativo al significado del texto, junto con la creciente con
ciencia que existe, por regla general, en los estudios mediáticos respecto
de la importancia de los aspectos no verbales de los textos, ha hecho que
la atención se vuelque más hacia los dispositivos semióticos del discurso
que hacia los lingüísticos. Theo van Leeuwen ha realizado un precursor
trabajo sobre la interacción entre lo verbal y lo visual en los textos y el
discurso, así como sobre el significado de las imágenes. Debe mencio
narse aquí, de forma particular, la teoría presentada por Kress y Van
Leeuwen (1996), ya que proporciona un marco útil para considerar el
potencial comunicativo de los dispositivos visuales que aparecen en los
medios (véase Anthonissen, 2001; R. Scollon, 2001). Desafortunada
mente, no hemos podido incluir una contribución de Van Leeuwen en
este volumen, y hemos de referirnos a su muy relevante «análisis del ac
tor» (Van Leeuwen, 1996), que es una forma sistemática de analizar a los
protagonistas y sus roles semánticos en discursos de varios tipos.
Van Leeuwen ha estudiado la producción de películas cinematográfi
cas y la producción televisiva además de la lingüística de Halliday. Sus
principales publicaciones se ocupan de temas como la entonación de los
pinchadiscos y los presentadores de los noticiarios, el lenguaje de las en
trevistas de televisión y los reportajes periodísticos, y, en fecha más re
ciente, la semiótica de la comunicación visual y la música. Su enfoque le
ha ido llevando cada vez más al campo de la educación. Van Leeuwen
distingue dos tipos de relaciones entre los discursos y las prácticas socia
les: «el propio discurso [como] práctica social, el discurso como forma
de acción, como algo que la gente hace a alguien, para alguien o con al
guien. Y luego está el discurso en sentido foucaultiano, el discurso como
forma de representar la práctica o prácticas sociales, como forma de co
nocimiento, como sucede con las cosas que dice la gente sobre la prácti
ca o prácticas sociales» (1993a, pág. 193). El «análisis crítico del discur
so», según van Leeuwen, «se ocupa, o debería ocuparse, de los dos
aspectos: del discurso como instrumento de poder y de control, y tam
bién del discurso como instrumento de la construcción social de la reali
dad» (ibid .).
La escuela de Duisburgo ha recibido una enorme influencia de las
teorías de Michel Foucault. Siegfried Jáger se ocupa de la lingüística y de
las características icónicas del discurso, centrándose en los «símbolos co
lectivos» (topoi) que ejercen importantes funciones de cohesión en los
textos. El discurso es considerado como el fluir del texto y la conversa
ción a lo largo del tiempo (Jáger, 1993, pág. 6). Los discursos tienen raí
ces históricas y están entretejidos ( diskursives Cewimmeí). Jáger ha de
sarrollado un programa y una metodología de investigación muy
explícitos que permiten el análisis en varios pasos. Los principales temas
de investigación han sido los discursos de la derecha en Alemania, así
como el análisis de algunos periódicos sensacionalistas ( Bildzeitung).
(Véase también Titscher et al., 2000, para una amplia visión de conjunto
del enfoque Lesarten y de la escuela de Duisburgo.)
Las nociones de «crítica», «ideología» y «poder»
La noción de «crítica» que resulta inherente al programa del ACD tam
bién se comprende de modos muy distintos: unos se adhieren a la escue
la de Francfort, otros a una noción de crítica literaria y aún otros a las
nociones planteadas por Marx (véase más arriba ReisigI y Wodak, 2001,
para una visión panorámica). Fundamentalmente, la noción de «crítica»
ha de entenderse como el resultado de tomar cierta distancia respecto de
los datos, enmarcar éstos en lo social, adoptar explícitamente una postu
ra política y centrarse en la autocrítica, como corresponde a un estudio
so que investiga. Para todos los que se ocupan con el ACD, la aplicación
de los resultados es importante, ya sea en seminarios prácticos para
maestros, médicos o trabajadores sociales, ya en textos escritos que ex
pongan una opinión experta o que sirvan para diseñar libros escolares.
Esto, desde luego, apunta al parecer de Horkheimer que he citado como
epígrafe al principio de este artículo.
Max Horkheimer, director en 1930 del Instituto de Investigación So
cial en Francfort, concibió el papel del teórico como un papel relaciona
do con la articulación y la contribución al desarrollo de una conciencia
de clase latente. Las tareas de la teoría crítica consistían en ayudar a «re
cordar» un pasado que corría el peligro de ser olvidado, en luchar en fa
vor de la emancipación, en elucidar las razones para esa lucha y en defi
nir la naturaleza del propio pensamiento crítico. Se consideraba que la
relación entre la teoría y la práctica era de carácter dinámico: no existe
ningún sistema invariable que fije el modo en que la teoría habrá de guiar
las acciones humanas.
Horkheimer creía que ningún método concreto de investigación po
día producir resultados últimos y fiables sobre cualquier objeto de in
vestigación dado, y que adoptar un único enfoque para una cuestión
dada era arriesgarse a caer en una imagen distorsionada. Sugirió que la
adopción de varios métodos de investigación permitiría que éstos se
completasen mutuamente. Aunque reconocía el valor del trabajo empí
rico, Horkheimer destacaba que no podía sustituir al análisis teórico.
La referencia a la contribución realizada por la teoría crítica a la com
prensión del ACD, junto con la referencia a las nociones de «crítica» e
«ideología», son importantes (véase Anthonissen, 2001, para una amplia
discusión sobre este asunto).6 Thompson (1990) aborda los conceptos de
ideología y cultura, así como las relaciones existentes entre estos con
ceptos y determinados aspectos de la comunicación de masas. Thomp
son señala que el concepto de ideología apareció por primera vez en
Francia a finales del siglo X V III, con lo que ha venido utilizándose por es
pacio de unos dos siglos. Este término ha recibido funciones y significa
dos variables en las distintas épocas. Para Thompson, la palabra ideolo
gía se refiere a las formas y a los procesos sociales en cuyo seno, y por
cuyo medio, circulan las formas simbólicas en el mundo social.
Para el ACD, la ideología representa un importante aspecto del esta
blecimiento y la conservación de unas relaciones desiguales de poder. La
LC tiene un interés particular en las formas en que la ideología resulta
mediada por el lenguaje en una gran variedad de instituciones sociales.
Para Thompson (1990), el estudio de la ideología es el estudio de «las
formas en que se construye y se transmite el significado mediante formas
simbólicas de diversos tipos». Este tipo de estudio también investiga los
contextos sociales en cuyo interior se emplean y se despliegan las formas
simbólicas. El investigador tiene interés en determinar si esas formas es
tablecen o sostienen relaciones de dominación. Para Eagleton (1994), el
estudio de la ideología ha de tomar en consideración la diversidad de
teorías y los distintos teóricos que han examinado la relación entre el
pensamiento y la realidad social. Todas las teorías asumen «que hay ra
zones históricas específicas para que las personas lleguen a sentir, razo
nar, desear e imaginar tal como lo hacen» (1994, pág. 15).7
Las teorías críticas y, por tanto, también la LC y el ACD poseen una
posición especial como guías para la acción humana. Se proponen pro
ducir ilustración y emancipación. Estas teorías no tratan sólo de descri
bir y explicar, sino también de arrancar de raíz un particular tipo de con
fusión. Incluso cuando se manejan conceptos de ideología diferentes, la
teoría crítica trata de generar en los agentes la conciencia de los modos
en que se engañan respecto de sus propias necesidades e intereses. Por
supuesto, éste era también el propósito de los conceptos desarrollados
por Pierre Bourdieu sobre la «violencia simbólica» y el «olvido volunta
rio». Uno de los objetivos del ACD consiste en «desmitificar» los dis
cursos mediante el descifrado de las ideologías.
Para el ACD, el lenguaje carece de poder propio, obtiene su poder
por el uso que las personas poderosas hacen de él. Esto explica por qué la
LC escoge con frecuencia la perspectiva de quienes sufren, y por qué
analiza de forma crítica el lenguaje de quienes poseen el poder, de quie
nes son responsables de la existencia de desigualdades y también dispo
nen de los medios y de la oportunidad para mejorar las condiciones vi
gentes.
De acuerdo con sus predecesores de la teoría crítica, el ACD destaca
la necesidad del trabajo interdisciplinar con el fin de obtener una ade
cuada comprensión del modo en que opera el lenguaje en, por ejemplo,
la constitución y la transmisión de conocimiento, en la organización de
las instituciones sociales o en el ejercicio del poder.
Una importante perspectiva en el ACD es la que sostiene que es muy
raro que un texto sea obra de una persona cualquiera. En los textos, las
diferencias discursivas se negocian. Están regidas por diferencias de po
der que se encuentran, a su vez, parcialmente codificadas en el discurso
y determinadas por él y por la variedad discursiva. Por consiguiente, los
textos son con frecuencia arenas de combate que muestran las huellas de
los discursos y de las ideologías encontradas que contendieron y pugna
ron por el predominio. Una característica definitoria del ACD es su
preocupación por el poder como condición capital de la vida social, así
com o sus esfuerzos por desarrollar una teoría del lenguaje que incorpo
re esta dimensión como una de sus premisas fundamentales. El ACD no
sólo atiende a la noción relacionada con las luchas por el poder y el con
trol, sino que también presta una detallada atención a la intertextualidad
y a la recontextualización de los discursos que compiten.
El poder tiene afinidad con las relaciones de diferencia, y sobre todo
con los efectos de las diferencias en las estructuras sociales. La constan
te unidad del lenguaje y de otros asuntos sociales garantiza que el len
guaje se halle entrelazado con el poder social de un buen número de ma
neras: el lenguaje clasifica el poder, expresa poder, está involucrado allí
donde existe un desafío al poder o una contienda para conseguirlo. El
poder no deriva del lenguaje, pero el lenguaje puede utilizarse para plan
tear desafíos al poder, para subvertirlo, para alterar las distribuciones de
poder a corto y a largo plazo. El lenguaje constituye un medio finamen
te articulado para las diferencias de poder existentes en las estructuras
sociales jerárquicas. Son muy pocas las formas lingüísticas que no se ha
yan visto, en uno u otro momento, obligadas a ponerse al servicio de la
expresión del poder mediante un proceso de metáfora sintáctica o tex
tual. El ACD se interesa por los modos en que se utilizan las formas lin
güísticas en diversas expresiones y manipulaciones del poder. El poder
no sólo viene señalado por las formas gramaticales existentes en el inte
rior de un texto, sino también por el control que puede ejercer una per
sona sobre una situación social mediante el tipo de texto. Con frecuen
cia el poder se ejerce o se ve sometido a desafío en exacta correspondencia
con los tipos de texto que asociamos a las ocasiones sociales dadas.*
Las formas en que algunas de las investigaciones del ACD se encuen
tran directa e indirectamente relacionadas con la investigación produci
da en la tradición de la teoría crítica resultan particularmente evidentes,
cuando consideramos los conceptos centrales con los que operan las di
versas áreas, así como los fenómenos sociales en los que concentran su
atención. De esto encontramos ejemplos pertinentes en los enfoques a
cuestiones como las siguientes:
• Qué es conocimiento.
• Cómo se construye el discurso en las instituciones sociales y cómo
éste es a su vez constructor de ellas.
• De qué modo opera la ideología en las instituciones sociales.
• Cómo obtiene y conserva la gente el poder en el interior de una co
munidad dada.
Las contribuciones a este libro, y en especial el análisis de los textos
de ejemplo, proporcionan algunas respuestas a estas preguntas.
Cuestiones y perspectivas abiertas
A lo largo de los años han sido varias las cuestiones que, habiéndose re
velado importantes en la agenda de la investigación, no han conseguido
recibir aún una adecuada formulación. Quisiéramos mencionar unas
cuantas que también son centrales en las contribuciones que este libro
reúne y que aborda en su capítulo Michael Meyer.
1. El problema de volver operacionales las teorías y de poner en re
lación la dimensión lingüística con la dimensión social (el proble
ma de la mediación).
• L a m uy reciente y estim ulante investigación de C h ristin e A nth onissen so bre las m o
dalidades de censura indirecta existentes en Suráfrica durante el apartbeid m anifiesta un
buen núm ero de estrategias lingüísticas y sem ióticas de poder y resistencia (véase A n th o
nissen, 2001, para una am plia discusión del co n cep to de poder).
2. La teoría lingüística que ha de aplicarse: a menudo se utiliza todo
un cajón de sastre de indicadores y variables lingüísticos para ana
lizar textos sin que el análisis esté respaldado por nociones teóri
cas y de teoría gramatical.
3. La noción de «contexto», que a menudo se define de forma muy
amplia o muy estrecha: ¿cuánta información necesitamos para ana
lizar textos? ¿Qué importancia tiene el impacto de las teorías?
4. La acusación de ser un análisis sesgado: ¿cómo justificar y validar
determinadas lecturas de un texto?
5. Aún no se ha logrado que la intcrdisciplinariedad o la transdisci-
plinariedad sean realmente parte integrante del análisis textual.
Por supuesto, esta lista podría hacerse más extensa. Los enfoques que
presentamos en este libro contribuirán a clarificar algunos de los proble
mas que aún es preciso resolver, y nos proporcionarán algunas respues
tas a los muchos interrogantes que surgen al analizar el discurso.
Notas
1. Éste breve resumen está basado en largas y dilatadas discusiones con mis
amigos, colegas y colaboradores en la investigación, además de con los estu
diantes. Me gustaría mencionar y expresar mi gratitud a Rudi De Cillia, Martin
Reísigl, Gertraud Benke, Gilbert Weiss, Bernd Matouschek y Richard Mitten,
con los que he trabajado durante años. Además, han sido muchas las ideas que
se han desarrollado en el trabajo realizado con mis alumnos. Quiero expresar mi
agradecimiento a Usama Suleiman, Alexander Pollak y Christinc Anthonissen
por sus amplias intuiciones y sus elaboraciones, así como por sus clarividentes
comentarios y críticas. Por último, quisiera agradecer a mi grupo de iguales, so
bre el que he escrito, así como a los otros muchos colegas que no he podido
mencionar aquí.
2. Los términos LC y ACD fueron acuñados de forma independiente el uno
del otro, y puede que algunos de quienes trabajan, bien en la LC, bien en el
ACD, tengan discrepancias respecto de algunos puntos clave. En la mayoría de
los casos, puede decirse que todos aquellos cuyo trabajo sea susceptible de ins
cribirse en cualquiera de las dos categorías ocupan el mismo espacio «paradig
mático». En todo caso, en esta contribución, ambos términos y sus derivados,
como las expresiones «lingüistas críticos» o «analistas críticos del discurso», se
utilizarán de forma intercambiable.