Winderbaum Patagonia Temas y Problemas Sin Editar
Winderbaum Patagonia Temas y Problemas Sin Editar
Temas y problemas
Silvio Winderbaum
Ediciones
Pido la Palabra
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1.- Los espacios patagónicos
En 1903, hace más de 100 años, el lugar donde hoy se encuentra la ciudad de Neuquén
era un caserío disperso donde vivían algo más de 400 personas.
Hoy es una enorme ciudad comercial y de servicios donde viven más de 230.000
habitantes.
Usuahia, la ciudad más austral del mundo, era en 1914 apenas una aldea de menos de
1500 habitantes con una base naval y una importante cárcel. Hoy tiene casi 57000
habitantes, gran parte de los cuales migraron desde otras provincias argentinas a
trabajar en las fábricas que se establecieron allí.
¿Cómo se produjeron semejantes cambios? Para entender por qué la sociedad ocupó
el espacio de ese modo y no de otro es necesario viajar hacia el pasado.
Todos los cambios espaciales son producidos por los sujetos sociales a lo largo del
tiempo. Cuando un vecino decide plantar un árbol para tener sombra en la vereda de
su casa, o construir una ampliación de su vivienda, está modificando el espacio.
Cuando el gobierno nacional decidió construir la represa de El Chocón, sobre el río
Limay, y trasladar la localidad de Picún Leufú a otra ubicación para que no quedara
bajo las aguas del lago, también, pero en una escala mucho mayor.
Plantar un árbol, construir una casa, modificar el cauce del río con un embalse,
relocalizar una ciudad, son decisiones tomadas por distintos sujetos sociales -un
vecino, el gobierno- con una determinada intención, y que producen cambios en el
espacio que habitamos.
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transitaron libremente de uno a otro lado durante unos 10.000 años, muchísimo antes
de que se crearan los estados nacionales, hace menos de 150 años.
La palabra patagonia, en ninguno de los dos países, designa a una ciudad o a una
provincia en particular. El nombre corresponde a un espacio, una zona, un área con
límites no siempre coincidentes. En Argentina, es mayoritariamente aceptado que
forman parte de la patagonia los territorios al sur de los ríos Barrancas y Colorado,
incluyendo las provincias de Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz, y Tierra del
Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. En Chile, el límite norte suele ser ubicado en
el seno (golfo) de Reloncaví, el Río Petrohué, el Lago de Todos los Santos y el río Peulla
hasta el cerro Tronador, en el límite con Argentina, incluyendo a las regiones de Los
Lagos, Aysén y Magallanes.
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En la patagonia extraandina -que abarca el resto del territorio continental- el relieve
va descendiendo hacia el este y formando mesetas y serranías que alcanzan el mar en
forma de acantilados. La humedad de la zona cordillerana desaparece rápidamente. El
clima es semi-árido -con vegetación de arbustos y hierbas- en algunas zonas y en la
mayor parte árido, seco y con vegetación sólo de hierbas, con una cubierta vegetal
discontínua. Las temperaturas disminuyen en general hacia el sur, y las diferencias
térmicas entre el día y la noche son importantes en gran parte del territorio: por eso se
también se la considera una zona con clima desértico.
Al sur de Tierra del Fuego y en la Antártida el clima es polar, tiene casi
permanentemente temperaturas por debajo de los 0º y escasas precipitaciones.
La Patagonia andina
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En cualquier escuela de Neuquén es común escuchar a los niños decir, cuando un
compañero los empuja, el chilenismo “me pasó a llevar!”, o a las niñas llamar “chuflín”
a la gomita con que se atan el pelo, cumunmente llamada “colita” en Buenos Aires.
Un espacio fronterizo es, entonces, mucho más que un lugar cercano al límite político
entre países: es un verdadero espacio de intercambio económico, social y cultural.
Terremotos y volcanes
La corteza de nuestro planeta no está fija, se mueve. Está formada por placas
tectónicas que se desplazan y a veces chocan entre sí. En algún momento los distintos
continentes estuvieron unidos formando la pangea (que significa “toda la tierra”), pero
luego de su ruptura, comenzó la deriva continental. La Plaza de Nazca (en el Océano
Pacífico) se desplaza más de 2 centímetros al año hacia el este, mientras la Placa
Sudamericana (bajo nuestro continente) lo hace 1 centímetro al año en dirección
contraria.
Hace unos 80 millones de años, la Placa de Nazca y la Placa Sudamericana chocaron y
así se formó la Cordillera de los Andes. En ese choque, gran cantidad del magma del
interior de la tierra ascendió y así se formó la base de la actual Cordillera de los Andes
e infinidad de volcanes.
Esos movimientos de las placas tectónicas y la actividad de algunos volcanes continúan
hasta hoy. Por eso, la cordillera patagónica está expuesta a la posibilidad de terremo-
tos y a sufrir el efecto de erupciones volcánicas, como la del volcán Hudson (Chile,
1991), Puyehue (Chile, 2011), o la del Copahue (Neuquén, 2012), con importantes
consecuencias sobre las localidades afectadas.
En buena parte del territorio patagónico hay huellas de antigua actividad volcánica.
Algunas toman la forma de conos volcánicos, como el Tromen, Domuyo, Copahue (en
plena actividad) o Auca Mahuida en la provincia de Neuquén. Muchas otras, la forma
de planicies o mesetas, cubiertas por bloques de basalto.
Antes del surgimiento de la Cordillera de los Andes, gran parte del territorio patagóni-
co estaba cubierto por las aguas del actual Océano Pacífico.
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Maravillas naturales, ciudades turísticas y contrastes
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volvieron desde Chile -adonde se habían refugiado del genocidio del Ejército
Argentino- y se dedicaron a la crianza de ganado en las tierras en las que pudieron
establecerse.
En el centro y norte de Neuquén, en las cercanías de Chos Malal, Andacollo y otros
pueblos más pequeños, muchas familias o comunidades mapuches, y también criollos,
se dedican a la ganadería trashumante. En verano, después del deshielo, llevan a sus
animales a la veranada, es decir, a pastar en lo alto de las montañas. Recorren para
ello, a veces, más de 100 kilómetros con sus animales. Y en otoño bajan a campos más
protegidos del riguroso clima cordillerano, a sus refugios de invernada. Se trata en
general, de pequeños productores, mayoritariamente de chivos.
Hacia el sur, en cambio, encontramos importantes estancias ganaderas, en tierras de
las que, inicialmente, se apropiaron los empresarios que solventaron la expedición
militar que expulsó de allí a los pueblos originarios. Estas estancias ocupan las mejores
tierras cordilleranas, en las cercanías de Junín de los Andes, San Martín de los Andes,
Villa La Angostura, Bariloche y El Bolsón, Esquel, Trevelin, que son aptas para la cría
del ganado vacuno. Más al sur, hasta Tierra del Fuego, predomina el ovino.
En los últimos años, algunas de esas tierras fueron compradas por ricos empresarios
extranjeros, y el manejo que hacen de ellas ha generado conflictos. En algunos casos
porque han ocupado tierras que reclaman como propias comunidades mapuches y en
otros, porque sus alambrados impiden el libre acceso de los pobladores locales a las
costas de ríos y lagos como el Escondido, en las cercanías de El Bolsón.
Algunas comunidades mapuches, además de su actividad ganadera, se dedican en
algunos casos a administrar centros turísticos y ofrecer distintos servicios, como es el
caso del Parque de Nieve Batea Mahuida, en Villa Pehuenia o de la comunidad
Currhuinca en el balneario Catritre, en San Martín de los Andes, ambas en Neuquén.
Un enclave minero
Bien al sur, llegando a Tierra del Fuego y en medio de estancias , nos encontramos con
las localidades de Río Turbio y 28 de Noviembre, surgidas a partir del funcionamiento
allí de la más importante mina de carbón en explotación del país.
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Descubierta y bautizada como Mina Delfina en 1887 por el Teniente Coronel Agustín
del Castillo, el comienzo de su explotación comenzó muchos años después, hacia 1940,
empujada por la necesidad del gobierno nacional de lograr el abastecimiento local de
combustibles.
En 1946, el gobierno creó la Dirección de Combustibles Sólidos Minerales de YPF y en
1958 una empresa específicamente destinada a la explotación del carbón: Yacimientos
Carboníferos Fiscales (YCF). Ambos acontecimientos contribuyeron a consolidar el
inicial campamento minero de Río Turbio y a convertirlo en un pueblo, igual que a la
vecina localidad de 28 de noviembre.
Ubicada la mina a pocos kilómetros del la localidad chilena de Puerto Natales,
inicialmente la mayor parte de los trabajadores fueron de origen chileno. Lentamente,
con la transformación del campamento en un pueblo, fueron instalandose
trabajadores argentinos con sus familias.
La cuenca carbonífera tiene las características de un enclave: alejada de cualquier otro
centro urbano, todas las actividades de la zona y la supervivencia de sus pobladores
giran alrededor de las actividades de la mina de carbón.
Es por ello que estas localidades crecieron y decayeron al ritmo de las decisiones que
fueron tomando los distintos gobiernos nacionales respecto a la explotación
carbonífera. Cuando se creó YCF, en 1958, y el gobierno nacional realizó importantes
inversiones, la cuenca se consolidó y creció. Cuando en 1994 la mina fue concesionada
por 20 años a una empresa privada que despidió a buena parte del personal, ambos
pueblos perdieron habitantes y entraron en decadencia.
En la zona pueden verse, cerca de los bosques de lenga característicos de la cordillera
austral, enormes montañas de material de deshecho producto de la explotación
carbonífera y kilómetros de chatarra acumulada.
A partir de 2002, la mina volvió a manos del estado, y desde entonces el gobierno
nacional volvió a realizar fuertes inversiones. La última y más importante de ellas es la
construcción de una central eléctrica conectada al Sistema Interconectado Nacional
que se alimentará con el carbón producido en la mina.
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La patagonia extra andina
La ganadería ovina
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mucho más las grandes nevadas, la falta de pastos, la baja de los precios o la caída de
ceniza volcánica. Esto provoca, en muchos casos, el éxodo de los jóvenes hacia las
ciudades en busca de un destino mejor.
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obras públicas -vivendas, escuelas, hospitales-, y el aumento de la producción de
petróleo y gas alentaron la llegada de nuevos habitantes y el establecimiento de una
importante cantidad de comercios y otras empresas de servicios.
Hoy, la ciudad de Neuquén es una metrópoli regional, la ciudad más importante de la
patagonia. En 1970 tenía 45.000 habitantes. Según el censo de 2010, hoy tiene
233.000, y varios miles más que habitan ciudades cercanas desarrollan cotidianamente
sus actividades allí.
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Existen otros valles bajo riego de menor importancia y producción, como los cercanos
a las localidades de Valcheta y Catriel, en Río Negro, y otras zonas con potencialidades
para desarrollar obras de regadío.
Pero requieren, para su desarrollo o avance, en todos los casos, de apoyo estatal para
la realización de obras de infraestructura y mantenimiento, y para el sostenimiento de
la pequeña producción agropecuaria.
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Las ciudades de la costa atlántica
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portuaria como central, alrededor sobre todo de la pesca, a la que San Antonio suma el
turismo en su vecina localidad de Las Grutas.
Pueblos en la inmensidad
En la patagonia hay muchas otras ciudades y pueblos pequeños que son centros de
servicios para la zona rural que los rodea. En general tienen pocos habitantes y se
encuentran bastante aislados, pero cumplen un papel muy importante en medio de la
inmensidad de las mesetas patagónicas, ofreciendo abastecimiento, salud, educación y
comunicaciones a los pobladores de un amplio territorio. La población joven de estas
localidades suele verse atraída a migrar hacia centros urbanos más importantes para
conseguir mejores empleos o para cursar estudios, por lo que su cantidad de
habitantes crece muy lentamente o directamente decae. Alrededor de las estaciones
del ferrocarril que une San Antonio Oeste con Bariloche, por ejemplo, encontramos
entre otras a las localidades de Maquinchao, Ingeniero Jacobacci, Pilcaniyeu.
Los habitantes de muchos otros pueblos no tienen el beneficio de la comunicación
ferroviaria, y a veces ni siquiera el de una ruta asfaltada que los comunique con
ciudades más importantes. Más pequeñas aún, en Chubut, encontramos entre otras
comunas rurales como Gastre, Los Altares, Cerro Centinela.
En Neuquén, pueblos como El Huecú, Las Coloradas, Octavio Pico, Barrancas o
Varvarco cumplen ese papel alejados de los centros urbanos más importantes.
Otros, como Fitz Roy, en la provincia de Santa Cruz, tenían su estación ferroviaria que
los conectaba a los centros más importantes, pero al cerrarse los ramales entraron en
decadencia y sólo sobreviven por ser parada obligada de los viajeros para cargar
combustible.
Koluel Kayke, también en Santa Cruz, también se originó como pueblo a partir de una
estación ferroviaria, decayó al cerrarse ésta, y hoy forma parte de una experiencia que
intenta hacer funcionar todas las actividades del pueblo en base a la energía del hidró-
geno.
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La Patagonia no continental
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La importancia del Atlántico Sur
La zona del Océano Atlántico Sur tiene una enorme importancia a nivel mundial, por
distintos motivos.
Uno de ellos es la existencia de un paso interoceánico, es decir una comunicación
marítima entre los océanos Atlántico y Pacífico. Hace más de 500 años los navegantes
españoles buscaban en esta zona el paso que les permitiera llegar a oriente, y
Hernando de Magallanes lo encontró en 1520. Hoy, centenares de buques,
comerciales, científicos y turísticos, transitan de un oceáno a otro por el Estrecho de
Magallanes y el Cabo de Hornos.
Tan grande era y es la necesidad de comunicar ambos océanos para agilizar el
comercio internacional que Estados Unidos construyó, en 1914, en América Central, el
Canal de Panamá. Actualmente Nicaragua planea la construcción de un nuevo canal en
su territorio, y Brasil y Perú la construcción de una carretera interoceánica.
El otro gran factor que hace del Atlántico Sur una zona tan importante es la presencia
de importantísimos recursos naturales.
Entre los años 1600 y 1800 navegantes ingleses, franceses y holandeses se dedicaron a
la pesca y a la caza de ballenas y lobos marinos en el Atlántico Sur hasta casi agotarlos.
Hoy, buques de las más diversas nacionalidades capturan masivamente diversas
especies. Se conoce, la existencia, en el fondo del mar, de enormes cardúmenes de
krill, un crustáceo parecido al camarón, rico en proteínas.
En los últimos años, se investiga la presencia de importantísimas reservas de petróleo
y gas tanto en el Atlántico Sur como en la Antártida.
Finalmente, el Atlántico sur es la ruta de acceso al continente antártico y a sus
potenciales recursos naturales.
Por estos motivos los países más poderosos siempre estuvieron interesados en tener
presencia en esta zona.
A unos 500 kilómetros de las costas patagónicas, las Islas Malvinas (denominadas
“Falkland Islands” por los británicos) son un archipiélago que forma parte de la
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plataforma continental argentina. Lo conforman dos islas principales, Soledad y Gran
Malvina, separadas por el Estrecho de San Carlos, y otras 200 islas e islotes.
Con una costa muy irregular y recortada, en la que se alternan suaves playas con
acantilados, su territorio es recorrido por serranías bajas. En el fondo de sus valles
corren los llamados “ríos de piedra”, que no son en verdad ríos sino pequeños arroyos
sobre los que encontramos gran cantidad de gigantescas rocas.
El estado argentino dice que fueron avistadas por primera vez en 1520 por Esteban
Gomez, un marino integrante de la expedición de Hernando de Magallanes que
desertó de la misión antes de llegar al estrecho. Formaron parte de la cartografía del
imperio español y sucesivos gobernadores españoles ejercieron dominio sobre ellas.
En 1833, Gran Bretaña las ocupó y permanecen en esa situación hasta el día de hoy,
pese a los reiterados reclamos realizados desde entonces, y al intento de ocuparlas
militarmente en 1982, que desataría una guerra en la que Argentina fue derrotada.
Con una población de alrededor de 3000 personas, en su enorme mayoría
descendientes de británicos, su actividad económica principal ha sido, históricamente,
la ganadería ovina, a la que en las últimas décadas se sumó la pesca y la explotación de
petróleo en el mar.
Su capital, denominada Puerto Stanley por los británicos, se encuentra en la isla
Soledad, y gran parte de las tierras pertenecen a una sola empresa: la Falkland Islands
Co. Una importante base militar de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico
Norte) resguarda, con la presencia de misiles, los intereses de los ocupantes de las
islas y la posesión de uno de los pocos territorios coloniales que aún quedan en el
mundo.
La Antártida
El continente antártico es una masa de tierra cubierta de hielo, con una forma más o
menos circular, de aproximadamente 4500 kilómetros de diámetro ubicada casi por
completo dentro del Círculo Polar Antártico.
De todo el planeta, la Antártida es el sector que peores condiciones tiene para el
desarrollo de la vida. Apenas líquenes, musgos y muy pocos hongos y plantas florales
constituyen su vegetación.
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Contrariamente a lo que ocurre en tierra, en los mares antárticos abunda la vida
animal y vegetal. Los animales que obtienen su sustento en el mar y pueden vivir en
condiciones polares son pocos, pero se los encuentra en gran cantidad. Las aves y
mamíferos marinos usan poco el continente: obtienen su alimento del mar y se
mantienen en las costas, en general sin internarse en el territorio. Sobresalen, entre
ellas, distintas especies de focas y pingüinos.
Distintos países se disputaron este territorio y reclamando soberanía sobre él, con
miras a la explotación de las que suponen enormes reservas de gas, petróleo y
minerales en su subsuelo. Finalmente, en 1959 se firmó el Tratado Antártico, que
establece el uso exclusivo de la Antártida con fines pacíficos, la prohibición de toda
medida de carácter militar en su territorio, la libertad de investigación científica y el
congelamiento de cualquier reclamación territorial mientras dure su vigencia.
Llamamos Antártida Argentina al sector del continente antártico sobre el que nuestro
país reclama soberanía. Sobre el mismo sector también han hecho reclamos Chile y
Gran Bretaña, pero estas disputas se mantienen congeladas mientras esté vigente el
Tratado Antártico.
Nuestro país tiene 6 bases antárticas permanentes, en las que, en el año 2010,
habitaban 230 personas, que son relevadas periódicamente. La primera de ellas, la
Base San Martín, fue fundada en 1951. Otras 7 son llamadas “de verano” ya que no
hay allí población permanente.
En todas ellas se desarrollan una gran diversidad de actividades científicas,
investigaciones y estudios sobre biología, ecología, mareografía, sismografía entre
otras.
En la Base Esperanza invernan 7 familias con sus niños todos los años y funciona una
escuela. En la Base Carlini funciona, desde 2005, la sala de cine más austral del mundo,
adonde concurren no sólo pobladores de otras bases argentinas sino también de otros
países con presencia en la Antártida.
Los espacios que habitamos son representados para orientarnos, para encontrar
lugares y saber cómo llegar a ellos, para estudiarlos...
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La forma más simple de representación del espacio es el croquis, un simple boceto de
lo que se quiere representar visto desde arriba. Un plano es un dibujo más completo y
en escala, que indica los elementos que se encuentran en un determinado espacio
vistos desde arriba: una habitación, una ciudad...
Como nuestro planeta tiene una forma más o menos esférica, la forma más
aproximada de representarlo es el globo terráqueo. Pero para transformar esa
representación a un papel lo más exactamente posible, y hacer un mapa, es necesario
hacer una proyección de lo que en la realidad es esférico a una superficie plana.
También definir una escala, para que cada centímetro de mapa represente
exactamente una determinada distancia en la realidad.
Con los avances tecnológicos, disponemos de fotografías aéreas y de imágenes
satelitales, que permiten visualizar aspectos antes desconocidos. Como la sociedad
transforma el espacio en forma permanente, los planos, los mapas y las imágenes de
un lugar no sirven para siempre, requieren periódicas actualizaciones.
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2.- Una economía de "islas " y enclaves
Cuando los pueblos originarios recogían piñones de las araucarias para alimentarse,
cuando cazaban un guanaco para alimentarse con su carne o construir un toldo con
su cuero, se apropiaban de elementos de la naturaleza que les resultaban útiles para
vivir o para intercambiar.
Lo mismo hace nuestra sociedad cuando extrae carbón de Río Turbio para quemarlo
en centrales que producen electricidad, o cuando pesca merluza en el Mar Argentino
para comercializar ese alimento.
A los elementos de la naturaleza que la sociedad decide otorgarles un valor y utilizarlos
se los llama recursos naturales.
No todo elemento de la naturaleza es un recurso natural, ni los recursos naturales
fueron los mismos en todas las épocas. Desde hace muchos siglos, por ejemplo, se
conoce la existencia del petróleo, pero sólo hace algo más de cien años que la sociedad
lo utiliza como combustible. Antes, para hacer funcionar los motores a vapor se usaba
carbón mineral, y en las últimas décadas, ante el agotamiento del petróleo, se ha
vuelto a utilizar.
Los recursos naturales más importantes son el suelo, la atmósfera, el agua, los
minerales y las rocas, la flora, la fauna, las bellezas paisajísticas y las distintas formas
de energía. Y varios de ellos son abundantes en la patagonia.
La explotación de los recursos naturales tiene límites muy claros, porque la naturaleza
tiene ritmos propios que no se pueden forzar: los árboles en los bosques tardan una
cantidad de años en reproducirse, y lo mismo ocurre con la población de merluza en el
mar. Cuando el aprovechamiento se realiza respetando esos límites, los ciclos
naturales se cumplen. Pero ésto muchas veces no ocurre, porque hay quienes talan
árboles sin plantar otros que los reemplacen, o pescan tantas merluzas que ponen a la
especie en peligro de extinción. Y así aparecen los conflictos ambientales.
Por eso, es tan importante conocer y debatir qué clase de utilización se está haciendo
hoy de los recursos naturales patagónicos.
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Recursos naturales y desarrollo sustentable
Cuando las personas realizamos un trabajo para venderlo o cambiarlo por otra cosa,
estamos realizando una actividad económica.
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Las actividades económicas que consisten en extraer algo de la naturaleza son
llamadas actividades primarias. Tanto la actividad de criar ganado (ganadería), la de
cultivar (agricultura), como la de extraer petróleo o minerales del interior de la tierra
pertenecen a este grupo.
Cuando comemos una manzana, estamos consumiendo esa fruta tal como estaba en la
planta. Pero si con esa manzana elaboramos sidra, tendremos que realizar el trabajo
de dejar fermentar esa manzana, extraer su jugo y fabricar la sidra. La manzana es la
materia prima de la sidra, como la madera puede ser la materia prima de un mueble.
Las actividades económicas que consisten en transformar los recursos naturales son
llamadas actividades secundarias o industriales. Cuando se transforma la manzana en
sidra o cuando se convierte el petróleo crudo en nafta se está realizando una actividad
industrial.
Hay otras actividades económicas a las que se llama terciarias. Todas las actividades
comerciales entran dentro de este grupo. A veces, sin embargo, lo que se vende no es
un producto, sino un servicio: por ejemplo, un pasaje para viajar, o la reparación de un
televisor.
Cuando las personas con su trabajo producen sidra a partir de las manzanas, o
máquinas a partir del hierro, le están agregando valor a la materia prima.
Para producir la carrocería de los autos por ejemplo, el proceso se inicia con la
extracción de hierro en una mina; esta actividad es primaria. El mineral es procesado
industrialmente para obtener distintos productos como chapas. En las fábricas
automotrices utilizan las chapas para hacer carrocerías. Esta etapa corresponde a las
actividades secundarias. Los procesos de transformación son más complejos en cada
etapa, y van agregando trabajo y valor al producto: es por eso que los productos
industriales valen más que los primarios. Y es uno de los motivos por los que se venden
a un precio muy superior.
Las provincias y países que venden productos con mucho valor agregado porque
tienen industrias se encuentran en ventaja sobre los que solo venden productos sin
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elaborar como manzanas, carnes y materias primas como lana, cuero, o petróleo
crudo.
¿Por qué? Entre otros motivos, porque reciben más dinero por sus productos, porque
las industrias emplean a muchos trabajadores y requieren, a su vez, de muchos
servicios. Esos servicios también necesitan personas que trabajen, y así se va
produciendo un gran efecto multiplicador de la actividad económica.
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Las “islas” turísticas
El bosque en peligro
Los bosques de la zona cordillerana cumplen una importante función reguladora de los
lagos y ríos que reciben el agua del deshielo. ¿Por qué? Porque el suelo de las laderas
montañosas retiene una parte importante de esa humedad y las raíces de los árboles
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la captan, haciendo que las vertientes no se transformen en un torrente hacia los
lagos.
La riqueza forestal de la patagonia andina se encuentra en peligro por un conjunto de
problemas ambientales, entre ellos los incendios.
Durante los meses de verano, el ambiente se pone más seco en la zona. La falta de
agua, sumada a la presencia de mucho material combustible en el suelo -troncos,
ramas u hojas-, crean las condiciones para que un pequeño accidente, natural o
provocado, desate un incendio. Se sabe que en la zona siempre los hubo por causas
naturales, pero actualmente la mayor parte de ellos son provocados por los seres
humanos. Puede ser una fogata en un campamento, o la intención de despejar de
árboles una zona donde se quiere realizar una construcción: una vez iniciado el fuego,
éste se propaga muy rápido porque las condiciones climáticas lo ayudan.
En los últimos años los incendios destruyeron importantes extensiones de bosques.
Pero no se trata sólo de los árboles: en este ambiente se desarrolla una riquísima
biodiversidad de especies animales y vegetales que va desapareciendo con ellos.
La invasión de las áreas urbanizadas en localidades como Bariloche también pone en
peligro el bosque. Distintos barrios se han formado a expensas de la arboleda sin que
nadie lo haya impedido, y no se ha planificado la expansión urbana de modo tal que la
riqueza forestal quede a salvo.
La extracción de madera es otro de los problemas, porque la tala de árboles es mucho
mayor y más rápida que la plantación y crecimiento de las especies autóctonas.
Cuando se realizan plantaciones, además, se suelen colocar especies exóticas como el
pino, que impiden el crecimiento del bosque nativo.
Las consecuencias de la desaparición del bosque pueden ser gravísimas. Es el
extraordinario paisaje de los bosques y los lagos lo que atrae a miles de turistas todos
los años, y muchos pobladores viven de esta actividad. Las especies que habitan el
bosque -varias de ellas, únicas en el mundo- se pueden perder para siempre. Y el
caudal de los ríos puede aumentar, provocando importantes consecuencias aguas
abajo.
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Ganadería y desertificación
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artificiales en estancias tan extensas, por ejemplo, concentra muchos animales en las
zonas húmedas y allí se perde rápidamente la cubierta vegetal y la biodiversidad.
La explotación del petróleo, en las últimas décadas, también ha sido un factor de de-
sertificación, por su convivencia con explotaciones ganaderas y la contaminación de los
acuíferos.
La pesca
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La presión de la industria pesquera sobre los recursos marinos es cada vez mayor, y a
pesar de que existen convenios internacionales al respecto, como la Convención de las
Naciones Unidas sobre el derecho del Mar, cada vez hay más especies en peligro.
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Los enclaves petroleros
El petróleo y gas de la patagonia tienen una importancia enorme para el país: de cada
diez barriles de “oro negro” que se extraen en la Argentina, aproximadamente ocho
salen de su suelo. Desde Neuquén y Río Negro hasta Tierra del Fuego, en el todo el
territorio patagónico encontramos yacimientos.
Desde que se descubrieron los primeros pozos, en 1907 en Comodoro Rivadavia
(Chubut) y en 1918 en Plaza Huincul (Neuquén), hasta hoy, la actividad ha sufrido
grandes transformaciones.
Desde sus inicios, durante muchos años estuvo a cargo de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales (YPF), una empresa completamente estatal que, además de ocuparse de su
actividad específica, construía viviendas, hospitales y centros recreativos para sus
empleados. En esos años localidades como Catriel (Río Negro), Caleta Olivia (Chubut),
Las Heras (Santa Cruz) y otras se consolidaron alrededor de las actividades de YPF.
Pero en 1994 esta empresa fue privatizada, es decir, vendida a empresarios cuyo único
interés era obtener las máximas ganancias a los menores costos. En ese momento
fueron despedidos miles de trabajadores y cerraron muchas instalaciones y oficinas.
También fueron afectados una gran cantidad de comercios y otras actividades que
proveían de productos y servicios a los trabajadores petroleros.
A partir de la privatización, los yacimientos petroleros se convirtieron en verdaderos
enclaves manejados por empresas multinacionales, y la riqueza producida comenzó a
fluir en su mayor parte al exterior del país.
La mayor o menor actividad en los enclaves petroleros y gasíferos dependía de las
decisiones que tomaban las casas centrales de las empresas a cargo de los
yacimientos, casi siempre en lugares lejanos: Madrid (España), Nueva York o Texas
(Estados Unidos). Estas decisiones, muchas veces, tenían que ver con el precio de
venta del petróleo crudo en el mercado internacional. Si el precio del barril de petróleo
estaba bajo, decidían producir menos hasta que volviera a subir. Entonces despedían a
una parte de su personal, otra parte la suspendían, y la actividad era mínima en los
yacimientos. Cuando el precio subía la actividad volvía a intensificarse.
La presencia y el control del Estado en los enclaves petroleros y gasíferos era
prácticamente inexistente.
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En el año 2012, el gobierno nacional decidió recuperar el control de YPF, pasando
desde entonces a ser una empresa mixta, con mayoría estatal pero importante
participación privada.
Desde entonces, la vida cotidiana en los yacimientos no cambió demasiado: la
actividad allí la siguen llevando adelante mayoritariamente empresas privadas, aunque
las decisiones más importantes son tomadas por el gobierno nacional, y una parte
mayor de las riquezas producidas queda en el país.
La vida en un enclave petrolero es dura: las personas que trabajan en esta actividad
cobran altos salarios a cambio de realizar sus tareas en un lugar completamente
aislado y en condiciones difíciles. Muchas veces trabajan dos semanas corridas en el
campo y recién vuelven una a su hogar. No descansan domingos ni feriados. Trabajan
en turnos rotativos, de mañana, de tarde y de noche, y cuando hay una emergencia
todos tienen que acudir al lugar del problema para solucionarlo.
En los últimos años, por la baja en las reservas de petróleo y gas, se han desarrollado
nuevas tecnologías para su extracción que llegan a lugares a los que antes no se podía
acceder con los pozos “convencionales”.
Se trata de perforaciones mucho más profundas que las tradicionales, en las que se
debe producir una fractura en la roca o en la arcilla donde se encuentra el petróleo o el
gas para que éste salga al exterior.
Para producir esta fractura, normalmente llamada “fractura hidráulica horizontal” o
“fracking”, se inyecta en el pozo una enorme cantidad de agua con arena y productos
químicos a muy alta presión.
Se necesitan entre 10 y 30 millones de litros de agua para extraer gas de un solo pozo
no convencional. Esto equivale al consumo diario normal de agua de unas 120.000
personas, más de la mitad de los habitantes de la ciudad de Neuquen.
En Francia, por ejemplo, este tipo de pozos están prohibidos, por la enorme cantidad
de agua que se necesita para explotarlos. También, por el gran peligro de
contaminación para los acuíferos con los productos químicos que se inyectan allí.
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En Argentina esta técnica se encuentra en pleno desarrollo, y existe un importante
debate sobre sus consecuencias ambientales a futuro.
Desde los primeros tiempos posteriores al genocidio de los pueblos originarios, a partir
de 1880, militares y exploradores advirtieron sobre la presencia de una importante
riqueza minera en la patagonia. Sin embargo, para extraer, procesar y transportar el
mineral en grandes cantidades se necesitan una infraesctructura y equipos muy caros,
por lo que su explotación en gran escala demoró décadas en producirse.
Oro, plata, hierro, carbón y otros minerales que se utilizan para la industria (caliza,
yeso, pórfidos, dolomita, arcillas, bentonitas) son, entre otros, los que se explotan en
la patagonia. Hoy, la mayor parte de las explotaciones las llevan adelante empresas
privadas de capitales extranjeros, en algunos casos asociadas con empresas
provinciales. Casi todos los minerales que se extraen -sobre todo el oro, la plata y el
hierro- se exportan, es decir, se envían para su procesamiento e industrialización en el
exterior. Así, se trata de verdaderos enclaves manejados desde las casas centrales de
las empresas mineras. Una parte mínima de esa riqueza queda en nuestro país: la
mayor parte es enviada a las cuentas bancarias que las empresas tienen en el exterior.
Los yacimientos se encuentran en general muy apartados de las ciudades y sus
trabajadores permanecen durante muchos días en su lugar de trabajo antes de
regresar a sus hogares. Cotidianamente, los mineros manipulan máquinas y
herramientas muy pesadas y permanecen muchas horas bajo tierra, por lo que los
riesgos de accidentes laborales son importantes.
Algunos yacimientos en actividad son Cerro Vanguardia (oro y plata, Santa Cruz),
Manantial Espejo (oro y plata, Santa Cruz), Piedra Púrpura (pórfidos, Chubut),
Andacollo (oro, Neuquén), Huevos Verdes (oro y plata, Santa Cruz), Cerro Negro (oro,
Santa Cruz), Sierra Grande (hierro, Río Negro), Los Menucos (piedra laja y pórfidos, Río
Negro), Barda Negra y Cerro Bandera (bentonita, Neuquén) y Río Turbio (carbón,
Santa Cruz).
Los altos precios internacionales de algunos metales y la reforma en la legislación que
se produjo en nuestro país en la década de 1990 para favorecer los intereses de las
31
grandes multinacionales mineras permitieron, en los últimos años, la aparición de una
enorme cantidad de nuevos proyectos, en muchos casos cuestionados por el impacto
ambiental que provocaría su ejecución.
32
La crisis de la agricultura bajo riego
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Producir electricidad con el agua de los ríos
El agua de los ríos Neuquén, Limay, Colorado, Chubut y otros es utilizada, como ya
vimos, para alimentar oasis de riego. Y también, en algunos casos, para generar
electricidad.
Los ríos de la patagonia nacen en la Cordillera de los Andes. El agua proveniente del
deshielo y de las lluvias baja con fuerza casi siempre hacia el Océano Atlántico. Es esa
fuerza del movimiento del agua cuando cae la que se aprovecha para producir energía
eléctrica.
¿Cómo se hace esto? Colocando en el recorrido del agua, una turbina conectada a un
generador que transforma ese movimiento en electricidad.
Para que el agua caiga desde una mayor altura y aún con más fuerza, se realiza un
salto en el terreno. Y se construyen represas que frenan el agua y la embalsan
formando un lago artificial. La función de los embalses es doble: regulan el caudal del
río aguas abajo para prevenir posibles inundaciones y acumulan agua para la
producción de electricidad. Al pie de la represa se realiza el salto y se colocan las
turbinas y generadores.
La electricidad producida se transporta muchos kilómetros a través de cables que
forman líneas de alta tensión, que llegan a las ciudades más importantes de nuestro
país.
Casi todas las centrales que producen energía eléctrica en nuestro país
(hidroeléctricas, térmicas, nucleares) y las lineas de alta tensión que la transportan
forman una red que se llama Sistema Interconectado Nacional.
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la planta productora de aluminio ALUAR, en Puerto Madryn. Y en el valle inferior del
río Chubut encontramos la central Florentino Ameghino.
Construídas en su mayor parte por el estado, durante la década de 1990 estos
complejos hidroeléctricos fueron privatizados, es decir, entregados en concesión por
muchos años a empresas privadas -casi todas con sede en otros países- que se dedican
a ganar dinero con la producción de energía eléctrica. Por eso hoy funcionan como
enclaves, manejados por empresas que se llevan las ganancias a sus lugares de origen.
Dos organismos del estado controlan la operación de estas centrales: la Autoridad
Interjuridiccional de Cuencas (AIC) se ocupa de la cantidad de agua que erogan y la
situación general de las cuencas hídricas. El Organismo de Seguridad de Presas
(ORSEP) controla las condiciones de seguridad en que se encuentran.
Son pocas las personas que se necesitan para mantener funcionando una represa
hidroeléctrica. Pero fueron miles los obreros y técnicos que trabajaron para construir
esas enormes obras de ingeniería. La construcción de cada una llevó años. Por eso se
construyeron villas temporarias para alojar a los trabajadores y en algunos casos a sus
familias durante ese tiempo. Allí había escuelas, sala de atención médica, en algunos
casos hasta cine. En la villa temporaria de El Chocón, por ejemplo, llegaron a vivir más
de 5000 personas.
Casi todas las villas temporarias fueron desmanteladas al finalizar las obras.
Las industrias
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• En Plaza Huincul, Neuquén, encontramos algunas industrias vinculadas al petróleo:
una refinería y la planta de producción de metanol son las más importantes.
• En el parque industrial de la ciudad de Trelew hay una importante cantidad de
empresas del rubro textil, donde se procesa gran parte de la lana que se produce en el
país.
• En Neuquén encontramos también fábricas que producen cerámicos con materia
prima local.
Gran parte de estas industrias pudieron instalarse en la patagonia gracias a políticas de
promoción del Estado como créditos o exención del pago de impuestos.
• El ejemplo más claro de esto es el llamado polo tecnológico de Tierra del Fuego. La
sanción de una ley de promoción industrial en 1972 permitió importar componentes
industriales pagando muy pocos impuestos, y allí tuvo su origen el importante parque
industrial de la ciudad de Río Grande, donde se destacan las fábricas que se dedican al
armado de electrodomésticos y productos electrónicos con componentes importados.
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Superar la economía extractiva diversificando las actividades económicas y
estableciendo nuevas industrias que agreguen valor a los recursos naturales es un viejo
desafío para la patagonia.
El otro, cada vez más urgente, es el de la explotación sustentable de sus enormes
recursos naturales.
Otras posibilidades
• Las costas patagónicas son de las más aptas del planeta para el desarrollo de la
energía mareomotriz. Los fuertes vientos que cruzan su territorio lo hacen ideal, en
muchos sectores, para la instalación de parques eólicos que generen energía eléctrica.
Ambas son fuentes energéticas limpias y renovables, que actualmente no son
aprovechadas.
• Importantes oasis de riego permanecen improductivos o muy por debajo de su
capacidad, como los que existen en los valles inferiores de los ríos Negro y Colorado. Al
mismo tiempo, los embalses brindan, desde hace décadas, enormes posibilidades para
el desarrollo de nuevos oasis en los que podría desarrollarse la agricultura familiar y el
cultivo de vegetales que se adaptan al clima local.
• La represa hidroeléctrica de El Chocón, en la década de 1970, fue construida como
un emprendimiento multipropósito: producción de energía, instalación de industrias
en las cercanías y desarrollo de oasis de riego. Sólo se llevó adelante el primero de
estos propósitos. Los otros dos siguen plenamente vigentes, pero se avanzó muy poco
en ellos.
• Una enorme cantidad de bellísimos parajes patagónicos podrían ser convertidos en
fuente de ingresos turísticos si tuvieran la difusión y la infraestructura necesaria para
que los potenciales turistas los conozcan y puedan llegar y alojarse allí.
• La ganadería también ofrece posibilidades casi no exploradas. El guanaco por
ejemplo, es un animal típico de la zona y que fue fundamental en la vida del pueblo
tehuelche. Su fina lana es muy valorada. Pero su cría y la industrialización de sus fibras
son actividades casi sin desarrrollo.
• Las turberas, humedales con importante cantidad de materia orgánica que existen en
Tierra del Fuego, permanecen sin aprovechamiento alguno.
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¿“Progreso” o “Buen vivir”?
La sociedad en la que vivimos requiere cada vez más petróleo, gas y minerales para
alimentar cada vez más automóviles, para producir cada vez más televisores, celulares
y otros objetos de consumo. Pero, como vimos, algunos de esos recursos comienzan a
agotarse. Por eso, ahora se extrae petróleo de los últimos resquicios donde se lo
puede encontrar en las profundidades de la tierra con la técnica del “fracking”. Y los
minerales que antes se extraían realizando galerías para encontrar vetas, ahora
requieren volar todo el cerro para separar pequeños fragmentos realizando una
minería “a cielo abierto”.
Estamos acostumbrados a pensar que una persona “progresa” cuando se compra un
automóvil nuevo, un televisor más grande o un celular más moderno. Que vivir mejor
es sinónimo de poseer cada vez más objetos, aunque no sean necesarios. Y que un país
“progresa” cuando sus habitantes consumen cada vez más.
Esta forma de pensar está llevando, entre otras consecuencias, al cambio climático y a
una crisis ecológica como nunca vivió nuestro planeta. Es que, simplemente, la tierra
ya no soporta los actuales niveles de consumo y la forma de vivir de los seres
humanos.
Frente a esta situación, es bueno recuperar algunas ideas de los pueblos originarios de
América como la de “buen vivir” (sumak kawsay en quechua, suma qamaña en
aymara, o ñandareko en guaraní) entendida como una vida en armonía con la
naturaleza, tomando de ella sólo lo que realmente necesitamos, respetando la
pluralidad de culturas y asegurando los derechos básicos a todos y todas.
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3.- Los pueblos originarios
Los pueblos originarios que habitaron la Patagonia vivían de modos muy diferentes,
pero siempre adaptados y en equilibrio con el medio natural que los rodeaba.
El conocimiento de las características del paisaje que habitaban, del clima, de los
recursos que podían utilizar, de los vegetales y sus propiedades, de los animales y sus
hábitos, los ayudaron a mejorar su vida y a organizar sus actividades cotidianas.
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- Los Araucanos, en el actual territorio de Chile, desarrollaron la agricultura en valles
protegidos de los vientos por las montañas cordilleranas. La humedad proveniente del
Océano Pacífico favoreció esta actividad.
- Los primeros Pehuenches habitaron el centro y norte cordilleranos del actual
Neuquén, con un clima seco y un suelo árido. Se dedicaron sobre todo a la caza y a la
recolección de piñones de araucaria.
- Los Poyas vivieron en la zona del lago Nahuel Huapi. Eran hábiles navegantes y
pescadores: construían canoas solo con tres tablas. Se relacionaban con los Araucanos
del otro lado de la cordillera.
- Los Tehuelches habitaron las enormes extensiones no andinas de la Patagonia.
Practicaron un nomadismo de larga distancia que les permitía aprovechar, en distintas
épocas del año, ambientes muy diferentes como la costa del mar o la meseta.
- Los Selk’nam, Yámanas y Alkalufes habitaron la actual provincia de Tierra del Fuego.
Los primeros eran nómades terrestres, mientras Yamanas y Alkalufes practicaban un
nomadismo marítimo: vivían en sus canoas, con las que recorrían todos los rincones
de los incontables canales fueguinos.
Ya vimos que la Patagonia, de ambos lados de la cordillera, era para los pueblos origi-
narios un mismo territorio donde vivían distintos grupos que aprovechaban, cada uno
a su modo, los recursos que la naturaleza les ofrecía. Los que vivían en la zona cordille-
rana estaban en permanente contacto, por vía marítima y terrestre, con los grupos del
otro lado, a los que los españoles llamaron araucanos. Los pasos entre las montañas y
los lagos, más que como un límite entre países, funcionaban como un puente que rela-
cionaba distintas culturas.
La cantidad de habitantes de la Patagonia fue aumentando, y también los intercambios
de todo tipo entre distintos grupos. Aquellos que vivían en las zonas costeras estaban
en comunicación con los de la meseta, y éstos, a su vez, tenían contacto con los de la
cordillera. La cordillera era atravesada en uno y otro sentido sin limitaciones. Eso sí:
cada grupo tenía el control de determinadas zonas, ríos o arroyos, y no hablaban todos
el mismo idioma.
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Hace unos 1500 años comenzaron a usar vasijas cerámicas para cocinar sus alimentos,
arcos y flechas para cazar sus presas, y se han encontrado restos funerarios, lo que nos
habla de algún tipo de rito sagrado en relación a los muertos. En las paredes de las
cuevas se encontraron gran cantidad de pinturas rupestres. El testimonio más impor-
tante del arte de estos primeros hombres se encuentra en la cueva de las manos, en la
actual provincia de Santa Cruz. Allí, a lo largo de 200 metros, se pueden observar imá-
genes de manos, escenas de caza de guanacos, dibujos de distinto tipo de animales y
figuras geométricas, entre otras expresiones artísticas.
Los pueblos originarios de la Patagonia vivieron tranquilos durante muchos años, hasta
que, alrededor del año 1400, los Incas intentaron, sin éxito, dominarlos. Se trataba de
uno de los grandes imperios que existían en América antes de la llegada de los
españoles, y la experiencia les serviría a los pueblos de la Patagonia para enfrentar lo
que vendría poco después.
En 1492 llegó la primera expedición española al continente americano. Buscaban una
ruta para llegar a la India, pero rápidamente se dieron cuenta de que habían llegado a
un lugar desconocido y con una enorme cantidad de riquezas. Entonces iniciaron la
conquista. ¿Para qué? Para controlar el nuevo territorio y extraer de allí la mayor can-
tidad posible de cosas valiosas, sobre todo metales como el oro y la plata para llevar a
España. Primero dominaron a los Aztecas y a los Incas, que vivían en los territorios que
hoy conocemos como México y Perú. Estos pueblos habían construido enormes impe-
rios, muy bien organizados, con ciudades, importantes rutas, mercados, acueductos,
enormes templos y palacios de piedra. Los conquistadores desorganizaron su forma de
vivir, y los pusieron a trabajar en la extracción de metales. Miles y miles de ellos murie-
ron como consecuencia de los trabajados forzados y las enfermedades.
La búsqueda de un paso marítimo que les permitiera unir los océanos Atlántico y
Pacífico para llegar a las “tierras de oriente” (actualmente Asia) fue el principal
41
propósito de los navegantes españoles alrededor del año 1500. El objetivo lo lograría
Hernando de Magallanes, en 1520, al descubrir el estrecho que hoy lleva su nombre,
pero que entonces él llamó “de todos los Santos”. Llamó a las tierras que lo rodeaban
Tierra de los Fuegos por las muchas fogatas que encendían, en la costa, sus habitantes
originarios.
Años después, en 1534, llegó Simón de Alcazaba, un portugués al servicio de España a
quien los reyes habían designado gobernador de todas las tierras más al sur del
continente. Pero el intento colonizador fracasó: los soldados se rebelaron y
terminaron regresando todos a España.
No era fácil establecerse e intentar colonizar la Patagonia para quienes no conocían
sus características. Tan mal o peor que a Alcazaba le fue a Sarmiento de Gamboa,
quien llegó a fundar en 1584 dos poblaciones en el Estrecho de Magallanes, que
desaparecieron rápidamente por el hambre y los rigores del clima, al que sus hombres
no estaban adaptados. Dos años después, un marino inglés, Thomas Cavendish,
desembarcó en un lugar al que llamó "Puerto del hambre" y encontró tres
sobrevivientes de la expedición de Gamboa. Poco después, halló en las chozas de uno
de los establecimientos que Gamboa había fundado los cuerpos de varios de sus
soldados, muertos en sus catres.
Desde entonces, muchos buques españoles, ingleses y holandeses siguieron utilizando
el paso descubierto por Magallanes para cruzar entre los dos océanos. Estaban
interesados en la explotación de la fauna marina de la zona, sobre todo ballenas y
lobos de mar. Por ello, enviaron numerosas expediciones a la zona y buscaron
establecer allí poblaciones permanentes.
Se detenían en las costas patagónicas, pero desconocían el interior del territorio
porque tenían miedo de introducirse en él: sentían que era una tierra misteriosa
habitada por unos gigantes -los llamaron patagones, de allí el nombre Patagonia-, de
la que pocos habían podido regresar. Sin embargo, más allá de sus fantasías, en varias
oportunidades tanto tehuelches como onas colaboraron en el aprovisionamiento de
los viajeros.
También llegaron exploradores desde el otro lado de la cordillera. A partir de 1550,
desde la Gobernación de Chile, ingresaron al actual territorio de Neuquén distintos
comandantes españoles buscando mano de obra para trabajar en las minas. Realizaron
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muchas expediciones esclavistas llamadas "malocas", y llegaron a atrapar a más de
15000 personas. Pero nunca lograron dominar a los pueblos que habitaban la patago-
nia .
Una vez que dominaron a los Incas del actual Perú, los españoles avanzaron hasta el
actual territorio de Chile. En el sur vivía un pueblo dedicado a la agricultura, al que lla-
maron araucanos. Como hasta el momento les había resultado bastante fácil, pensa-
ron que dominarlos no les iba a dar mucho trabajo. Pero se equivocaron. A pesar de
que pelearon mucho, no pudieron con ellos. La resistencia de los araucanos fue tal que
en 1641 los españoles tuvieron que aceptar su presencia, reconociéndolos como una
"nación" distinta, con sus propias autoridades.
Esto les creaba un problema. En todos los demás lugares que habían conquistado, los
españoles esclavizaban a los habitantes originarios. ¿Ahora quién iba a trabajar la tie-
rra, quién iba a extraer los minerales preciosos de las montañas?
Así fue que, buscando esclavos para trabajar en sus minas y haciendas, y sal para con-
servar sus alimentos, los españoles cruzaron la cordillera para adentrarse en el norte
del actual Neuquén. También buscaban por oro y plata, soñando con encontrar aquí
una riquísima y enorme ciudad de la que todos contaban cosas fabulosas, la Ciudad de
los Césares.
Con la misión de evangelizar a los pobladores de estas tierras vinieron sacerdotes je-
suitas. Querían convertir a los indígenas a la religión católica, porque decían que el que
no creía en el mismo Dios que ellos era una especie de animal salvaje, un "infiel".
Los pueblos originarios tenían otras creencias. Ya habían conocido la crueldad y las
mentiras de los que venían a buscar esclavos, y no les creyeron: a la mayoría los mata-
ron. Esto ocurrió en 1673 con el Padre Mascardi en la zona del lago Nahuel Huapi, y
con varios de los que quisieron continuar su trabajo.
Así fue que ni los expedicionarios ni los curas evangelizadores consiguieron establecer-
se en forma permanente de este lado de la cordillera. La ciudad de los Césares nunca
fue encontrada. Para conseguir la sal y otros productos que necesitaban tuvieron que
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comerciar con los pueblos originarios. Y se tuvieron que resignar a convivir en relativa
paz con ellos.
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“rastrilladas” con sus respectivos “paraderos” donde descansar y aprovisionarse
recorría la patagonia y llegaba hasta Buenos Aires y Chile.
Algunas costumbres,como la de andar a caballo, fueron adoptadas aprovechando la
existencia de estos animales que los españoles habían traído. Otras,como la de tomar
bebidas alcohólicas, fueron promovidas por los propios conquistadores para sacar
ventajas. También incorporaron costumbres como los juegos de naipes, a los que los
tehuelches eran muy aficionados, y el uso de armas de metal, el consumo de yerba, de
cereales, y de elementos de oro y plata. El comercio proveyó a los pueblos originarios
de estos objetos que se fueron acostumbrando a consumir, transformándose para
ellos en verdaderas necesidades.
Su organización social y sus formas de pensar también fueron cambiando. Eligieron
jefes permanentes para relacionarse con los españoles, y así aparecieron diferencias
de jerarquía y de riqueza entre los mismos pueblos originarios.
Hacia el año 1750, los reyes de españa comenzaron a preocuparse por la seguridad de
sus dominios en el sur de América, amenazados por Inglaterra y otras potencias. Las
frecuentes expediciones de otros países en la zona los convencieron de fortalecer su
presencia allí, y por ello tomaron una serie de medidas. Entre ellas crearon, en 1776, el
Virreynato del Río de la Plata, e intentaron establecer poblaciones permanentes en la
costa atlántica patagónica. Se realizaron varias expediciones con este objetivo, y se
fundaron varios fuertes. Pero la distancia, la dificultad para abstecerlos, y la
incapacidad de los españoles para sobrevivir con los recursos del lugar les impidieron
sostenerse. El único fuerte que logró sobrevivir fue el que Francisco de Viedma fundó
en 1779, en la desembocadura del río Negro (actualmente Carmen de Patagones),
llamado "Nuestra señora del Carmen", que fue, por casi 100 años, la única población
blanca de la patagonia.
A partir de su existencia, la vida de los pueblos originarios de la Patagonia se
transformó más aún. Numerosos grupos se acercaban al fuerte (a veces recorriendo
cientos y cientos de kilómetros) para ofrecer cueros, ganado, ponchos, plumas, cueros,
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y otros productos a cambio de tabaco, aguardiente, naipes, porotos, yerba, artículos
de hierro y otros que ellos no tenían.
Algunos de esos grupos, después de una primera etapa de enfrentamientos, se
establecieron allí en forma casi permanente, y entablaron una relación de mayor
cercanía con los españoles. Tenían una relación complementaria que convenía a ambas
partes: recibían regalos, raciones de comida, y entregaban a cambio animales,
información…
En contacto con los pueblos originarios, los españoles aprendieron a conocer las carac-
terísticas de la Patagonia y las formas de sobrevivir en ella. Fue gracias a su aprovisio-
namiento, a su conocimiento del terreno, que Viedma y los suyos consiguieron perma-
necer allí, en un enclave aislado y a unos mil kilómetros de cualquier otra población
blanca.
Los tehuelches
¿Cómo habían vivido hasta ese momento los tehuelches? Es difícil distinguir los hábitos
originarios de aquellos que fueron adoptando de los españoles o de otros pueblos,
porque la mayor parte de la información con que contamos proviene de españoles,
ingleses y otros blancos que tomaron contacto con ellos en tiempos en que el proceso
de aculturación ya había comenzado.
El nombre mismo de tehuelches, por ejemplo, proviene de cómo los denominaban los
araucanos del otro lado de la cordillera, de donde los españoles tomaron el nombre.
Sin embargo, ellos no se reconocían así: quienes habitaban la zona sur de la Patagonia,
entre el Estrecho de Magallanes y el río Santa Cruz, se llamaban a sí mismos Aonik’enk.
De allí hasta la zona del río Senger y los lagos Musters y Colhue Huapi habitaban los
Penk’enk, y hacia el norte, hasta los ríos Negro y Colorado, era el territorio de los
Günün a küna.
Conocer su vida cotidiana, sus hábitos, su sabiduría nos va a permitir entender hasta
qué punto están equivocados quienes llaman primitivos, salvajes, o consideran de una
cultura inferior a los tehuelches, sólo porque eran cazadores o porque vestían pieles
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de guanaco. Y por qué es un verdadero crimen contra la humanidad que su cultura
haya desaparecido, en lugar de integrarse en un estado plurinacional y multicultural.
Un nomadismo estacional
Cuando dicen que los tehuelches eran nómades, muchos entienden que su vida era
desorganizada, y que simplemente vagaban por la meseta patagónica buscando su
alimento de cada día. La realidad era la contraria: sus movimientos y su alimentación
estaban perfectamente organizados. Su nomadismo era estacional: se movían en
función de los lugares donde, en cada época del año, podían encontrar a sus
principales presas, el avestruz y el guanaco.
No se detenían ni transitaban por cualquier parte. Conocían perfectamente las
características y los recursos disponibles en cada lugar, y por eso tenían distintos tipos
de asentamientos. En algunos lugares se quedaban durante varios meses, y establecían
allí un “campamento base”, desde donde los hombres salían a realizar sus tareas de
caza, o, en épocas posteriores, de comercio. Las mujeres, los niños y los ancianos
permanecían en el campamento realizando otras tareas. A veces se detenían en un
lugar determinado sólo por cuatro o cinco días, porque en las cercanías había una gran
concentración de guanacos y se podía obtener una caza importante.
Tenían lugares que funcionaban como paraderos, es decir, sitios donde pasaban sólo
una noche durante largas travesías que, por algún motivo, debían realizar con rapidez.
Las rutas por las que transitaban estaban perfectamente determinadas, y las había
tanto en sentido paralelo a los ríos como transversal a ellos. De hecho, gran parte de
estos caminos fueron utilizados con posterioridad por los blancos.
¿Cómo vivían?
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guanaco y el ñandú eran la base de su dieta, también se alimentaban de aves como el
pingüino, el biguá; mamíferos como ratones, jaguares, pumas y zorros.
La recolección era muy importante para su vida y su alimentación. Recogían raíces,
frutas y bulbos para alimentarse, algunos de los cuales hacían hervir o los molían
previamente para hacer una especie de torta. A veces asaban la comida, o la cocinaban
con piedras calientes. Con las tripas rellenas con sangre preparaban una especie de
morcilla. La grasa sobrante la embolsaban y la guardaban en lugares seguros para
utilizarla después.
En general desechaban toda aquella carne que no tuviera grasa, la que quedaba tirada
en el campo. Y los animales flacos directamente no llamaban su atención, porque su
alimentación necesitaba las calorías de las partes gordas, para soportar las
inclemencias del frío patagónico.
Como se ve, en general estaban muy bien alimentados. Eran muy sanos y podían
caminar muchos kilómetros sin detenerse. Conocían perfectamente las propiedades de
cada vegetal, de cada piedra, de cada líquido, de la madera de cada árbol. Y de allí se
proveían para su vida cotidiana: de las salinas extraían la sal que les permitía conservar
la carne, con la arcilla de algunas lagunas hacían jabón. Se lavaban el pelo con su
propio orín fermentado. Todas las veces que el clima lo permitía se bañaban: en
general eran mucho más limpios que los españoles y los criollos. Las mejores
boleadoras las hacían con piedras de basalto de las mesetas, o con mineral de hierro
de Sierra Grande. La resina del molle era usada para pegar la piedra con la madera.
También la mascaban como chicle, y los ayudaba a mantener sus dientes blancos. Con
otros vegetales fabricaban escobas para limpiar el toldo, escobillas que usaban a modo
de peines. Con hojas, flores y cortezas preparaban infusiones (como nuestros tés) y
remedios. Fabricaban pinturas con vegetales y se pintaban el cuerpo para verse bien y
para cuidar su piel.
En general, el toldo de los tehuelches estaba formado por una gran cantidad de pieles
de guanaco, cosidas y estiradas sobre filas de estacas con horquetas en su extremo
superior. En la parte más baja -que siempre miraba hacia el oeste- estaban los
dormitorios, separados entre sí por cueros. En la más alta estaba el comedor, con su
correspondiente fogón. Su vestimenta era un manto de cuero de guanaco, cosido con
tendones del mismo animal o de avestruz, conocido como “quillango”.
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Los hombres se ocupaban de la caza, de las armas y, cuando conocieron el caballo, de
las cabalgaduras. Cocinaban después de la cacería, preparaban la carne disecada -el
“charqui”- y derretían y almacenaban la grasa. Estaqueaban y preparaban los cueros
para preparar mantos o toldos.
En el campamento, la comida era preparada por las mujeres en el fogón. Ellas se
ocupaban por lo general de las tareas de recolección, de la costura de los mantos, de la
preparación de trampas para cazar animales pequeños, de la cestería, de los
elementos de adorno. También transportaban el toldo y los utensilios de uso diario.
Los niños jugaban a imitar las actividades que realizaban sus mayores como la caza,
con boleadoras de juguete que los iban entrenando en la actividad. Jugaban con
muñecos, que confeccionaban con huesos y piel de avestruz.
Antes de la llegada de los primeros españoles, hacia el año 1500, los grupos tehuelches
estaban conducidos por un cacique que se ocupaba de organizar la caza, los
desplazamientos de la toldería, las relaciones con otros grupos. Era el más respetado y
escuchado del grupo. En ese momento todos vivían más o menos del mismo modo: el
jefe no tenía más riqueza que los demás, como sí ocurriría hacia el año 1800.
Había, además, un hechicero, que oficiaba rituales como la imposición del nombre de
los niños, los funerales, una curación o el comienzo de la pubertad.
Cada toldería tenía dominio sobre los recursos de una determinada zona, pero otros
grupos, si respetaban determinadas normas, podían transitar o ingresar a cazar en su
territorio. No existía la “propiedad” como la conocemos hoy.
Los mapuches
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vida que es su wajmapu (territorio), porque desde el punto de vista de la cosmovisión
mapuche, no es posible desintegrar la vida de su entorno natural, es decir, de todas las
vidas que conforman el ecosistema. Para el mapuche la montaña tiene vida, el río tiene
vida, un arroyo tiene vida, una piedra tiene vida (...) El mapuche toma contacto con
cada uno de esos poderes y de esas fuerzas. El mapuche vive y se desarrolla gracias a
que esos otros elementos le dan vida. Hay una interdependencia que los mapuches no
pueden romper: cuando el mapuche agrede a cualquiera de esas otras fuerzas, está
desequilibrando su propia vida. En ese sentido, el mapuche es un elemento más, no es
superior a la montaña, superior al río, superior al viento: todos los elementos son
necesarios, imprescindibles, y ninguno es superior a otro” .
Antes de que existieran Argentina y Chile, la cordillera no representaba un límite
territorial: es por ello que, desde hace unos 13000 años, los antecesores de araucanos
o mapuches habitaron tierras a ambos lados de los Andes. Restos arqueológicos
confirman el temprano contacto entre los hombres y mujeres de uno y otro lado de los
Andes.
Los mapuches habitan, aún hoy, el norte de la patagonia, sobre todo su zona
cordillerana, a ambos lados de los Andes. Antes del genocidio que llevaron adelante los
ejércitos de Argentina y Chile hacia 1880, estaban agrupados en distintas etnias o
parcialidades que adaptaron su forma de vivir a los recursos naturales que los
rodeaban. Asi, los araucanos de los valles del sur chileno fueron sobre todo
agricultores. Quienes habitaban las tierras cercanas al lago Nahuel Huapi eran
canoeros y pescadores. Los del norte de la actual provincia de Neuquén eran, ante
todo, recolectores de piñones de araucaria. Y también los hubo salineros, como los que
explotaban y comercializaban la sal de la mina de Truquico, cerca de Chos Malal
(Neuquén).
Sabemos poco sobre los primeros antecesores de los mapuches. Igual que otros
pueblos de la patagonia, inicialmente eran nómades, no permanecían todo el año en el
mismo lugar. Se iban moviendo según la estación, en busca de agua, animales para
cazar y protección del clima.
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Vivían en cuevas que se encontraban en cercanías de algún río o lago. Para alimentarse
hacían trampas que les permitían atrapar zorros, peludos y otros animales pequeños.
También cazaban guanacos, recolectaban huevos de choique y pescaban en los ríos.
Comían frutos, a veces semillas, brotes tiernos y piñones (fruto de la araucaria).
Utilizaban herramientas de piedra para cazar, para moler los frutos, y también agujas y
punzones hechos con hueso.
Con la llegada de los españoles, su vida se fue transformando. Y, cada vez más, la
ganadería y el comercio pasaron a ser sus actividades más importantes. Los tejidos
mapuches, por ejemplo, eran muy demandados por los españoles y se comercializaban
en grandes cantidades. Pero la presencia, en la pampa, de una enorme cantidad de
ganado en estado cimarrón que ellos podían comercializar los fue convirtiendo, sobre
todo, en intermediarios de un enorme circuito ganadero.
Este comenzaba en la actual provincia de Buenos Aires. Desde allí, trasladaban el
ganado hacia los valles cordilleranos de la actual provincia de Neuquén. Allí los
animales descansaban y engordaban después de la larga travesía. Y, al llegar el verano,
eran vendidos a hacendados de la Gobernación de Chile, que preparaban con ellos
carnes saladas, sebos y cueros para vender a otros países.
Hacia el año 1800, los caciques mapuches que controlaban los pasos cordilleranos, en
la actual provincia de Neuquén, eran ya poderosos jefes con importantes tolderías que
negociaban de igual a igual con españoles, criollos y otros grupos de pueblos
originarios.
La vida cotidiana
Hacia el año 1800, por ejemplo, los Pehuenches que habitaban los valles de los ríos
Curilevú y Reñilevú, en el norte de la actual provincia de Neuquén, ya no eran
nómades sino trashumantes. Es decir, no cambiaban todo el tiempo de lugar en busca
de su alimento, sino que vivían en lugares fijos según la época del año. Su principal
actividad era la cría y el engorde y el comercio de ganado. Por eso, sus tolderías se
ubicaban cerca de lugares con pastos y agua para alimentar los animales.
En cada toldo vivía una familia grande: el jefe, sus mujeres (eran polígamos) y sus hijos.
Los hijos casados y demás parientes se ubicaban a su alrededor.
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La ganadería no los hizo abandonar sus antiguas actividades, la caza y la recolección de
vegetales y frutos. Conocían perfectamente las propiedades de cada vegetal, algunos
de los cuales utilizaban como remedios para los enfermos.
Eran muy coquetos: se pintaban la cara y el cuerpo de colores. Las mujeres se hacían
hermosos collares, trenzas y adornaban sus cabellos.
Querían muchísimo a sus niños y niñas, y los retaban muy poco. Nos los vestían hasta
que aprendían a caminar. Los bebés eran llevados por las mamás en sus espaldas, en
cunas hechas con pequeñas tablas y acolchadas con piel de oveja.
Los selk’nam, también conocidos como onas, fueron los principales habitantes de la
Isla Grande de Tierra del Fuego.
Eran cazadores nómades y se organizaban en clanes familiares que tenían entre 40 y
120 integrantes . Cada uno de ellos habitaba un territorio perfectamente delimitado,
llamado haruwen.
Estaban divididos en tres parcialidades: párika (habitantes de las pampas del norte),
herska (habitantes de los bosques del sur) y chonkoyuka (de las serranías frente a
Bahía Inútil).
Los haush o mánekenk, por su parte, habitaban el extremo sudeste de la isla, al que,
según parece, fueron desplazados hacia el año 1600 por los selk’nam.
Entre todos estos grupos había una gran unidad cultural. Su vida era parecida a la de
los tehuelches. Los hombres cazaban y se ocupaba de las armas. Las mujeres, de las
labores domésticas e instalaban las viviendas, llamadas kawi. La organización era
patriarcal, es decir que el hombre era el jefe de familia.
Se alimentaban de guanacos, aves y frutos silvestres, y los habitantes de las zonas
costeras también de mariscos, o de alguna ballena que quedaba varada en la playa.
Vestían pieles, en general de guanaco, y como calzado utilizaban una especie de
mocasín del mismo material. Llevaban su rostro pintado todos los días, y para las
ceremonias religiosas se pintaban todo el cuerpo.
Tenían una amplia vida espiritual. El sol y la luna tenían gran importancia en su
cosmovisión. Creían en muchos dioses y en un ser supremo, Temáukel, que mantenía
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el mundo en orden. Realizaban ceremonias rituales de iniciación para sus adolescentes
varones: allí se les revelaban los secretos para mantener su orden social basado en el
patriarcado.
Los yaganes (o yámanas) y los kawésqar (o alcalufes) también habitaron la Isla Grande
de Tierra del Fuego, desde hace unos 6000 años atrás. Pero, a diferencia de los
selk’nam y los haush, su nomadismo era sobre todo marítimo. Los yaganes habitaron la
costa sur de la Isla Grande de Tierra del Fuego hasta el cabo de Hornos. Entre ellos se
reconocen cinco parcialidades diferentes según la zona de la isla que habitaban. Los
kawésqar, en cambio, recorrían los extensos canales que se forman al oeste y al sur de
dicha isla.
Ambos pueblos pasaban practicamente todo el día en sus canoas, en las que
encendían, sobre un poco de arena, un fuego permanente para calentarse. En las
embarcaciones, que inicialmente eran fabricadas con cortezas de coihue y luego con
troncos ahuecados, podía entrar una familia completa.
Se alimentaban de lobos marinos, focas, nutrias, pinguinos, y otra gran variedad de
especies marinas. A veces también de ballenas varadas, como los selk’nam. Ambos
pueblos fabricaban cestos que utilizaban para bucear en busca de mariscos o para
guardar el producto de su pesca. A veces, cuando acampaban, también comían carne
de guanacos y aves.
Mientras las mujeres manejaban las canoas, los hombres se encontraban alertas con
sus arpones listos para atacar la presa.
Sólo las mujeres sabían nadar. Cuando nacía una niña yagán, no importaba el frío que
hiciera, su madre la ponía a sus espaldas y entraba con ella al agua hasta dejar fuera de
ella sólo su cabeza, para acostumbrarlas al contacto con el agua.
Tenían el torso, los hombros y los brazos mucho más desarrollados que sus piernas. En
tierra les costaba mantenerse parados, ya que pasaban gran parte de su vida en las
canoas.
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El lenguaje de los yaganes era riquísimo, con una enorme variedad de expresiones.
También su vida espiritual era importante, con gran cantidad de mitos que formaban
parte de su cosmovisión.
Mientras el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata intentaba avanzar
hacia el sur, distintas naciones europeas estaban interesadas en apropiarse de la
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patagonia y sus recursos naturales. Entre 1826 y 1836 tres misiones inglesas de
exploración, de las que participó el científico Charles Darwin, recorrieron la patagonia
relevando detalladamente su geología, flora y fauna. Hacia 1830, el comandante inglés
Fitz Roy y pastores de religión anglicana realizaron varios intentos fracasados de
evangelizar y “civilizar” a los yaganes de Tierra del Fuego, y hasta llevaron cuatro de
ellos a vivir a Londres. Parte de ese avance fue la ocupación por la fuerza, en 1833, de
las Islas Malvinas, donde permanecen hasta hoy. También establecieron, en 1871, una
sede misional en la bahía de Usuahia a cargo de Thomas Bridges, antes que el propio
estado argentino llegara al lugar.
Otros viajeros europeos recorrieron y publicaron libros sobre la patagonia para ofrecer
información sobre ella en sus países de origen, como el francés Alcides D’Orbigny en
1829 y el inglés George Musters en 1869.
Recién hacia 1880, antes y después de las campañas militares que llevaron adelante el
genocidio de los pueblos originarios, el estado argentino destinó mayores esfuerzos al
reconocimiento del territorio patagónico. Científicos, ingenieros y naturalistas
recorrieron el territorio que el estado pretendía ocupar. Las expediciones de Francisco
P. Moreno -conocido como el “perito” Moreno- estuvieron entre las más importantes.
En distintos viajes a partir de 1873, reconoció el interior patagónico y fue el primer
científico argentino en llegar al lago Nahuel Huapi.
Años después, entre 1877 y 1892, Ramón Lista también realizaría varios viajes explora-
torios, entre ellos uno a Tierra del Fuego en 1886 en el que, con sus hombres, mataron
a un número importante de pobladores onas.
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Unos y otros utilizaban el mismo recurso: la gran cantidad de animales (sobre todo
caballos) en estado salvaje, “cimarrón”, que había en la pampa. Durante un tiempo
hubo animales para todos. Pero el ganado “cimarrón” se fue acabando. Y ahí empezó
la pelea, porque los dos circuitos ganaderos conseguían sus animales del mismo lugar.
Cuando en 1820, aproximadamente, comenzaron las expediciones militares que fue-
ron ocupando territorio indígena, éstos respondieron organizando grandes malones.
¿Qué hacían? Entraban a las estancias de los blancos y les sacaban los caballos, las va-
cas y las ovejas.
Claro, los blancos dijeron que los mapuches eran ladrones. Los indígenas dijeron que
los ganados y las tierras eran de ellos desde siempre y que los ladrones eran los blan-
cos. Así estuvieron peleando unos cuantos años.
Durante algunas décadas los ataques contra los pueblos originarios se detuvieron, en-
tre otros motivos, porque los criollos no se ponían de acuerdo respecto de la organiza-
ción del nuevo país. Hacia 1860 estos problemas estaban camino de resolverse. Desde
Inglaterra y el resto de Europa había una gran demanda de lanas y productos agrope-
cuarios. Necesitaban apropiarse de muchas más tierras para concretar ese enorme
negocio. También les preocupaba la posibilidad de que el gobierno de Chile avanzara
sobre las tierras de este lado de la cordillera. Así, los grandes estancieros prestaron
dinero al gobierno para equipar al Ejército con todo lo necesario y adueñarse comple-
tamente de los territorios de la Patagonia.
En 1876, Adolfo Alsina ocupó casi todo lo que hoy es la Provincia de Buenos Aires y en
los años siguientes se internó en lo que hoy es La Pampa, llevando adelante una políti-
ca de negociaciones.
Las divisiones entre los pueblos originarios se profundizaron: algunos grupos se some-
tieron pacíficamente , mientras otros se prepararon para pelear hasta el final.
Poco después, con Julio Argentino Roca, la política cambió, y el gobierno decidió avan-
zar por la fuerza. Entre 1879 y 1885, el Ejército realizó las expediciones conocidas co-
mo “Conquista del desierto” y ocupó toda la Patagonia.
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No sabemos exactamente cuántos habitantes había antes de las campañas militares,
pero como mínimo podemos hablar de unas 50.000 personas. Pelearon como pudie-
ron, pero los blancos tenían armas mucho mejores. Muchos murieron; otros se escapa-
ron hacia Chile. A algunos prisioneros los llevaron como soldados a la Marina, o a tra-
bajar en las estancias de los ganaderos de Buenos Aires. Los chiquitos fueron regala-
dos. Algunas mujeres fueron llevadas para trabajar como sirvientes en las casas de
familias ricas.
El genocidio, el etnocidio
Los crímenes que el Ejército Argentino y los estancieros patagónicos llevaron adelante
contra los pueblos originarios constituyen un genocidio y un etnocidio. ¿Por qué?
Porque ellos tomaron y llevaron adelante la decisión de exterminar a estos grupos y
aniquilar su cultura.
Los hechos confirman esto.
- No hubo enfrentamientos armados entre el ejército y los pueblos originarios. En
muchos casos el ejército atacaba directamente las tolderías donde sólo había mujeres
y niños cuando los hombres no estaban. En otros se trató directamente de
fusilamientos, como los que llevó adelante Julio Popper por cuenta del estanciero José
Menendez en Tierra del Fuego. Está documentada la masacre en las playas de San
Sebastián, en Tierra del Fuego, en 1886, donde Ramón Lista y sus hombres asesinaron
a 27 onas. También la muerte de 500 onas en un solo día por el envenenamiento de
una ballena varada de la cual se alimentaron, en la playa de Sprinhill.
- Las familias apresadas eran dispersadas y las madres separadas de sus hijos - de 2, 3 y
hasta 8 años- para que no se reprodujera su cultura. Unos y otros eran entregados, por
separado, como mano de obra esclava, incluso publicando avisos en los diarios. Hubo
también muchos suicidios, de madres con sus hijos al ver que los separarían, y de
padres que iban a perder a su familia.
- Existieron numerosos campos de concentración en cercanías de las actuales
localidades de Valcheta, Chichinales, Rincón del Medio, Malargüe, la isla Martín García.
Allí murieron de hambre gran cantidad de indígenas.
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Hay quienes afirman que en esos años murieron alrededor de 15000 habitantes origi-
narios de la patagonia y quienes elevan la cifra a unos 90.000.
Terminadas las campañas militares, algunos de los que habían escapado hacia Chile
volvieron de este lado, estableciéndose en lugares que todavía los blancos no habían
ocupado. Sus espacios eran ahora muy reducidos, porque las mejores tierras habían
sido ocupadas por grandes estancias de propietarios ingleses, companías chilenas o
ganaderos de Buenos Aires. En esta situación, la mayor parte de los grupos de origen
tehuelche o mapuche se fusionó para sobrevivir, predominando el idioma y las
costumbres mapuches. Muy pocos descendientes de tehuelches mantuvieron su
cultura, que lentamente fue desapareciendo.
En Tierra del Fuego, hacia 1900 ya quedaban muy pocos selk’nam y hoy han
desaparecido. Los kawesqar sobrevivientes -como mucho unas pocas decenas- viven
hoy en las cercanías de Punta Arenas, Chile. Los yámanas también son muy pocos.
En 1994, la reforma de la Constitución Nacional reconoció a los pueblos originarios
como comunidades preexistentes a la Nación Argentina. Sin embargo, estos cambios
legales no se tradujeron en un cambio de su situación social.
Hace más de cien años, el Ejército los expulsó de sus tierras en nombre de la
"civilización". Los militares que encabezaron la campaña argumentaron que los
indígenas eran salvajes, y que su cultura representaba la "barbarie".
Hoy, en la Patagonia viven muchos descendientes de los pueblos originarios. Muchas
de estas familias apenas logran sobrevivir. En los inviernos, el frío penetra en sus
precarias viviendas sin gas natural, y muchas veces sin electricidad. Cuando la nevada
es importante, sus animales mueren por decenas. Las tierras que habitan se
encuentran en proceso cada vez más avanzado de desertificación.
¿Qué les aportó en estos cien años la "civilización"? ¿Quiénes se beneficiaron con el
genocidio y el etnocidio? ¿Quiénes fueron en realidad los salvajes?
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3.- Una población diversa,
una sociedad de frontera
El despojo de las tierras que pertenecían a los pueblos originarios se realizó, como ya
vimos, en nombre del “progreso” y la “civilización”. El discurso de las autoridades de la
época hablaba de la necesidad de poblar y establecer colonias agrícolas, pero esto no
ocurrió.
- Una parte de las tierras conquistadas le fue otorgada a los empresarios que habían
prestado dinero para realizar la campaña militar, a través de lo que se conoció como
“Ley de empréstito”. - Otra parte fue entregada a los miembros del Ejército que
habían participado efectivamente en ella, para quienes se dictó una “Ley de premios
militares”.
- Una fracción muy importante de las tierras fue vendida a través de remates públicos,
a precios muy bajos, a empresarios que tenían la obligación legal de realizar
construcciones, establecer población y ponerlas en producción, obligaciones que casi
nunca cumplieron.
-En Santa Cruz y Tierra del Fuego, se entregaron la mayor parte de las tierras -primero
en alquiler y luego en venta a precios bajísimos- a empresarios ingleses, españoles,
franceses y alemanes establecidos con anterioridad en la localidad chilena de Punta
Arenas. Allí se formarían enormes estancias dedicadas a la cría de ganado ovino.
- Otra parte directamente fue concedida “para colonizar” sin pago alguno por el
gobierno a particulares, como fue el caso de las 80.000 hectáreas entregadas en Tierra
del Fuego a Julius Popper.
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Casi ninguna de las personas que recibió tierras se estableció efectivamente en ellas.
Muchos, simplemente especularon que el aumento de su valor para luego venderlas.
El resultado fue un enorme proceso de concentración de la propiedad en pocas
manos. Unas 1800 personas terminaron siendo las dueñas de 15 millones de
hectáreas.
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Neuquén incrementó su población con la constrcución del Dique Neuquén, a partir de
1910, y con el descubrimiento de petróleo en Plaza Huncul, en 1918.
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La "cordillera libre"
Las tierras del alto valle del río Negro fueron casi todas entregadas a quienes habían
puesto dinero para pagar la campaña del Ejército y a quienes participaron de ella. Por
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ello, unos pocos empresarios y militares concentraron la propiedad de la tierra y
especularon con ella por muchos años.
Dos motivos dificultaban su puesta en producción: el aislamiento de los grandes
centros urbanos del país, que complicaba el traslado de personas y mercaderías, y las
devastadoras crecidas de los ríos, que, ponían en riesgo cualquier intento de extender
la actividad agrícola realizando obras de riego.
El problema del aislamiento fue resuelto en la década de 1890. El gobierno nacional,
preocupado por los incidentes limítrofes con Chile, encargó a la companía inglesa
Ferrocarril del Sur, que construyera un ramal ferroviario hasta la frontera. Dicha línea,
que recorre todo el alto valle, sólo llegaría en 1913 a la localidad neuquina de Zapala.
Fue la misma empresa inglesa la que financió, a partir de 1910, la constucción del
Dique Neuquén -hoy dique Ing. Ballester-, que frenaría las crecidas, y las obras de riego
que se extienden 100 kilómetros sobre el valle. También fueron los ingleses quienes
promovieron el desarrollo de la fruticultura en la zona, para ganar con el negocio del
transporte y la comercialización de lo producido.
Recién entonces, cuando aumentaron mucho su valor, los primeros propietarios de las
tierras comenzaron a venderlas y al alto valle del río Negro entró en producción a
medida que fueron llegando a las distintas zonas las obras de irrigación.
Así, alrededor de las estaciones ferroviarias surgieron las actuales ciudades de Cinco
Saltos, General Roca, Villa Regina, Allen, Cipolletti y otras. Sucesivas oleadas
migratorias fueron conformando lo que hoy es, con centro en Neuquén, el área
metropolitana más importante de la Patagonia.
La colonización galesa
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Se dirigieron al valle inferior del río Chubut y fundaron Rawson el 15 de setiembre de
ese mismo año, en homenaje al ministro que había comprometido el apoyo del
gobierno.
Sus primeros años fueron durísimos. La mayoría de ellos no tenía experiencia agrícola,
y la adaptación al clima patagónico les resultó muy difícil. La colonia sobrevivió gracias
a las buenas relaciones que establecieron con los tehuelches. Ellos acampaban en las
cercanías, los visitaban, intercambiaban productos y enseñaron a los jóvenes a cazar y
a montar caballos. Se estableció, así, una relación de convivencia y amistad.
A pesar de las dificultades lograron prosperar, y en 1874 llegaron nuevos inmigrantes
galeses. La colonia tenía sus propias autoridades. En sus escuelas y capillas se
enseñaba el idioma galés y se entonaban canciones religiosas. Esto provocó roces con
las autoridades, pero con los años fueron logrando convivir manteniendo su
autonomía cultural.
Otros pueblos fueron surgiendo: Gaiman en 1874, Trelew en 1886. En 1885, gracias a
su iniciativa, el gobernador de Chubut organizó, con 29 hombres, una expedición
conocida como “Los Rifleros del Chubut”,que recorrió la zona andina. Llegaron a una
zona que denominaron “Valle Hermoso” y allí fundaron, en 1888, la Colonia 16 de
Octubre, en tierras donde más tarde se crearía la localidad de Trevelin.
Francisco Pietrobelli fue un inmigrante que llegó contratado para la construcción del
ferrocarril que uniría Puerto Madryn con Rawson,y finalmente se instaló en la colonia
galesa.
Junto con otros pobladores organizaron expediciones para explorar el interior de
Chubut, y así llegaron a los lagos Musters y Colhue Huapi, donde encontraron un valle
fértil y solicitaron tierras para establecer un nuevo pueblo. Allí se fundaría, en 1897, la
Colonia Sarmiento. Sin embargo, el aislamiento era muy grande: las grandes distancias
al puerto de Camarones dificultaban el abastecimiento y el traslado de su producción.
Por ello decidieron crear otro puerto más cerca, en Rada Tilly. A pocos kilómetros de
allí Pietrobelli, buscando un mejor lugar para la llegada de los barcos, instaló el primer
galpón que daría origen, en 1901 a Comodoro Rivadavia.
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El nuevo pueblo recibió, en 1902, al primer grupo de inmigrantes boers (agricultores)
que venían de Sudáfrica escapando de una guerra en su país. No se trataba de simples
campesinos, sino de profesionales ya formados en las tareas agrícolas y ganaderas,
algunos de ellos con dinero, herramientas y materiales que trasladaron a la Argentina.
Hasta 1907 otros grupos de boers llegaron y se instalaron en distintas zonas de la
Patagonia, aunque algunos de ellos finalmente volvieron a su tierra.
En esos tiempos el principal problema de Comodoro Rivadavia era la falta de agua
dulce. Para resolverlo decidieron realizar perforaciones en profundidad. Pero
superados los 500 metros no encontraron agua, sino que comenzó a brotar un líquido
negro y aceitoso: habían descubierto petróleo.
El descubrimiento de lo que sería el primer pozo petrolero del país transformaría el
pueblo en una ciudad. La creación y crecimiento de YPF, unos años más tarde, traería
una enorme cantidad de nuevos pobladores que convertirían a Comodoro Rivadavia
en una de las ciudades más importantes de la Patagonia.
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Una característica de YPF (y también de YCF) fue que estas empresas del Estado se
ocuparon de construir barrios, hospitales y clubes para los trabajadores y sus familias,
que tenían así todas sus necesidades básicas cubiertas.
Durante unos dos mil años, desde mucho antes de que existieran Argentina y Chile
como países, cuando no había hitos ni otras marcas fronterizas, los habitantes de la
Patagonia transitaron libremente de uno a otro lado de la Cordillera de los Andes.
Y esto siguió ocurriendo después de las campañas militares. En 1895, de casi 30.000
personas que poblaban la Patagonia casi 10.000 eran chilenas, considerando que los
censos clasificaban como “chilenos” a los mapuches sobrevientes del genocidio.
En las áreas cordilleranas de Neuquén, Río Negro y Norte de Chubut, el tránsito y el
establecimiento de familias chilenas como mano de obra en las estancias o como
pequeños crianceros fue importante, por lo menos, hasta 1920. En esos años ambos
países aumentaron los controles del tránsito de mercaderías y de personas: las leyes
determinaron el fin de la “cordillera libre”, aunque en la realidad esto nunca ocurrió
completamente.
Los trabajadores chilenos también tuvieron una importancia central en el desarrollo de
la fruticultura en el Alto Valle del río Negro.
Y algo similar ocurrió en la Paragonia sur: provenientes de la ciudad chilena de Punta
Arenas, una importante corriente migratoria se estableció en Tierra del Fuego y Santa
Cruz. La enorme mayoría de los trabajadores de las estancias de la zona eran de ese
origen.
Siempre -todavía hoy- las familias chilenas buscaron conservar sus costumbres y su
cultura. Por eso, es común que las comunidades de distintas localidades de la
Patagonia realicen, en la semana del 18 de setiembre, “fondas”, “ramadas” y otros
festejos en conmemoración de la ruptura con España y la conformación de la Primera
Junta de ese país en 1810.
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En estas fiestas los integrantes de la comunidad chilena cantan, bailan, preparan
comidas típicas de su país y reafirman su identidad nacional.
En lugares muy alejados de las grandes ciudades, muchas veces el ferrocarril es casi la
única comunicación existente. A través de él, los pobladores pueden ir a visitar a sus
familias, recibir las mercaderías que necesitan o enviar su producción a los lugares de
destino. Y alrededor de las estaciones se agrupan viviendas que terminan dando vida a
un nuevo pueblo o ciudad.
Así, en territorios donde sólo había población dispersa, la presencia del ferrocarril
estimuló la formación de ciudades y el desarrollo de nuevas actividades económicas.
La linea ferrovaria que hoy va desde Bahía Blanca hasta Zapala (Neuquén) fue
encargada por el gobierno a empresarios ingleses para una posible guerra con Chile
que entonces se creía inminente. Llegó en 1897 a Río Colorado, en 1899 a Estación
Limay (hoy Cipolletti) y en 1913 hasta Zapala. Alderedor de sus estaciones se formaron
todas las ciudades del Alto Valle del río Negro y también la ciudad de Neuquén.
Permitió el desarrollo de la actividad frutícola, y la estación Zapala recibió durante
décadas la producción ganadera de la zona sur de Neuquén. Hasta 1993 transportó
pasajeros, hoy sólo transporta cargas.
La línea que hoy va desde San Antonio Oeste hasta Bariloche fue construída por el
Estado a partir de la Ley de Fomento de los Territorios Nacionales. Comenzó a
realizarse en 1908, en 1913 estaba en Maquinchao y recién llegó a Bariloche en 1934.
Valcheta, Los Menucos, Sierra Colorada, Maquinchao, Ing. Jacobacci, Pilcaniyeu,
Nahuel Niyeu y Comallo son algunos de los pueblos que se formaron alrededor de sus
estaciones y que dieron vida a la Linea Sur de Río Negro. También fue muy importante
para el desarrollo turístico de Bariloche. En la década de 1990 fue cerrada por el
gobierno nacional y luego reactivada por la provincia de Río Negro.
Hubo muchas otras líneas ferroviarias en la patagonia, que cuando fueron creadas
dieron vida a los pueblos que atravesaban y, al cerrarse, dejaron pueblos “fantasmas”.
Es el caso del Ferrocarril Central del Chubut, creado en 1886, por iniciativa del
inmigrante galés Lewis Jones, que recorría el tramo Puerto Madryn - Trelew, y se
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inauguró en 1888. Más adelante se extenderían ramales hasta Las Plumas, Rawson, y
el dique Florentino Ameghino. Pero la línea dejó de funcionar en 1961, transformando
en pueblos fantasmas a Las Chapas, Campamento Villegas, Laguna Grande y Boca de
la Zanja, hoy reducidas a su mínima expresión o directamente deshabitadas.
En 1910 comenzó la construcción del ferrocarril que unía Comodoro Rivadavia con
Sarmiento. Se inauguró en 1914 y fue pensado inicialmente para llegar hasta la
cordillera. También se construyó un ramal que llegaba a Rada Tilly. Fue utilizado para
el transporte de lana, hacienda, productos agrícolas y más adelante de petróleo crudo.
Cuando el gobierno lo cerró, en 1978, desaparecieron pequeños pueblos como
Enrique Hermitte, Holdich y otros.
En 1909, por iniciativa del gobierno nacional, se comenzó a construir el ramal que unió
Puerto Deseado con Las Heras, pensado también para llegar hasta la cordillera y
trasladar la producción de las estancias laneras de la zona. Comenzó a funcionar en
1915 con gran éxito de cargas y pasajeros. En la década de 1960 comenzó a declinar, y
fue cerrado en 1978, haciendo desaparecer pueblos como Pampa Alta, Antonio de
Biedma, Tehuelches, o dejando en su mínima expresión a otros como Koluel Kayke y
Jaramillo. Desde 2013 el gobierno provincial está intentando reactivarlo.
A partir de la década de 1960, una serie de iniciativas tomadas por los gobiernos
militares de la época dinamizaron las migraciones a la Patagonia.
Por entonces, en las más importantes ciudades del país se instalaron nuevas industrias.
Y fue necesario, para abastecerlas, producir más energía eléctrica. Así fue que el
gobierno decidió construir, sobre los ríos Limay y Neuquén, el Complejo Hidroeléctrico
El Chocón-Cerros Colorados.
Miles de trabajadores venidos de otras provincias y de países limítrofes participaron de
la construcción de estas represas, y la mayor parte de ellos terminó asentándose en la
zona en forma definitiva.
A éste complejo le seguirían otros emprendimientos hidroeléctricos, y cada uno de
ellos traería un nuevo contingente de migrantes.
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En Sierra Grande, provincia de Río Negro, hacia 1970, la empresa HIPASAM comenzó a
explotar el hierro de la zona, y miles de trabajadores se establecieron allí.
Para la misma época comenzó la construcción en Puerto Madryn, por iniciativa del
gobierno militar, de la única planta de aluminio del país, ALUAR (Aluminio Argentino), y
de la represa que abastecería de energía eléctrica a dicha planta, Futaleufú. La
población de Puerto Madryn pasaría de casi 7000 personas en 1970 a más de 20.000
en 1980.
También, una nueva política petrolera -que se abrió a una mayor participación de las
empresas privadas- provocó, desde 1958, un aumento de la producción y el traslado a
la patagonia de más trabajadores para su explotación.
Mientras en otros lugares del país la situación económica se mantenía estancada o
empeoraba, migrar hacia el sur fue la decisión de muchas familias.
La manifestación más importante de este proceso pudo observarse en la ciudad de
Neuquén, que aumentó su población de 45.000 habitantes en 1970 a más del triple,
170.000, en 1991.
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Más que verdaderas fábricas, eran gigantescos talleres donde armaban los productos a
partir de componentes importados. Tiempo después, algunas de ellas incrementaron
algo la cantidad y calidad del trabajo que se realizaba localmente.
De 60 establecimientos que había en el año 1976 se pasó a 155 en 1984. Todo esto
requería una enorme cantidad de trabajadores, y así llegaron las grandes migraciones
al sector argentino de Tierra del Fuego. La población se incrementó muchísimo: de
27.000 habitantes en 1980, llegó a casi 70.000 en 1991 y a más de 100.000 en 2001.
Con diversas modificaciones y algunas suspensiones durante la década del 90, la
promoción industrial continúa hasta hoy.
Frontera es la zona cercana al límite político que separa a un país de otro. Pero
también es un lugar alejado de los principales centros del país, muchas veces dejado
de lado o relegado por quienes toman las decisiones.
La Patagonia es fronteriza en los dos sentidos del término: su territorio tiene un
extenso límite con Chile y, al mismo tiempo, se encuentra a muchos kilómetros de
Buenos Aires, que es donde se concentra el poder en nuestro país.
La historia de su poblamiento y las características de la sociedad que se fue
conformando tienen que ver con ese carácter fronterizo. Su población proviene de dos
grandes vertientes: los descendientes de los pueblos originarios que sobrevivieron al
genocidio y los inmigrantes de otras provincias y países que vinieron a buscar una
oportunidad de trabajo, de estudio, de vida.
Su bajísima densidad poblacional tiene que ver con la ocupación inicial de las tierras
por grandes estancias que marginaron a los indígenas sobrevivientes a las peores
tierras e impidieron la formación de entramados urbanos.
Su poblamiento posterior se dio a partir de iniciativas privadas -los galeses en Chubut,
el capital inglés en el alto valle del río Negro-, y de acciones del gobierno nacional,
como la construcción de ferrocarriles, la presencia de YPF, los cuarteles de las Fuerzas
Armadas, las obras hidroeléctricas y otras.
Por eso su población es diversa y no tiene antiguas tradiciones comunes que la
caractericen, como sí ocurre, por ejemplo, en las provincias del norte de nuestro país.
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En la Patagonia se encuchan tonadas muy diferentes y conviven culturas muy distintas:
junto a las tradiciones mapuches encontramos la dureza de la cultura petrolera,
minera. Las costumbres de los peones y pequeños productores rurales se mezclan con
las de los habitantes de las ciudades turísticas. De allí que se trate de una sociedad
abierta.
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La ley decía que recién después de alcanzar los 60.000 habitantes un Territorio podía
transformarse en Provincia. Sin embargo, pasó mucho tiempo después de haber
superado esa cifra hasta que a los Territorios Nacionales se les reconoció ese derecho.
La sociedad que se fue conformando después de las campañas militares era una
mezcla que incluía mapuches, tehuelches, inmigrantes de distintas nacionalidades que
vinieron a probar suerte como colonos o comerciantes, militares y empleados del
Estado nacional que se fueron estableciendo en los Territorios.
Quienes ya habitaban la Patagonia desde antes de la campaña militar o vinieron en los
años siguientes se acostumbraron a una vida en la que no había muchas reglas que
cumplir: cada uno hacía más o menos lo que le parecía, y los problemas personales se
resolvían muchas veces por mano propia. A los jueces les resultó muy difícil imponer
su autoridad, porque los conflictos se resolvían en general a golpes, tiros o cuchilladas.
No era fácil convencer a los pobladores de que debían pagar impuestos y cumplir las
leyes.
Para obligar a los grupos de mapuches y tehuelches sobrevivientes a establecerse en
lugares fijos, las autoridades los forzaron a tener una “papeleta de conchabo”, un
papel que indicaba que estaban trabajando para un patrón. De ese modo, se les
impedía continuar con sus formas de vida anteriores, y los estancieros contaban con
más peones para los trabajos.
Las reparticiones del Estado nacional se fueron estableciendo muy lentamente. Los
servicios de salud y educación en los Territorios Nacionales no alcanzaban a toda la
población y sus carencias eran enormes. Faltaban maestros, profesionales y los
elementos más básicos necesarios para enseñar y atender la salud de la población. Las
escuelas del Estado se fueron instalando muy de a poco, con el declarado objetivo de
"civilizar" y "argentinizar" a una población compuesta en una parte importante por
indígenas sobrevivientes, chilenos y de otras nacionalidades. La Iglesia Católica, a
72
través de la congregación Salesiana, cumplió un papel importante con el mismo
objetivo.
Bandoleros en la patagonia
73
- importantes dificultades de comunicación.
- un Estado y una Justicia que en gran parte del territorio patagónico estaba ausente y
que pocos obedecían.
Estas condiciones eran ideales para la existencia de bandas de ladrones que podían
refugiarse y transitar sin ser encontrados.
Las bandas se dedicaban a robar comercios ubicados en zonas rurales, a realizar
asaltos en caminos poco transitados, o robos de ganado que, en algunos casos,
arreaban del otro lado de la cordillera. Solían usar boquetes o pasos cordilleranos poco
controlados para escapar cuando los perseguían. Algunos eran queridos y protegidos
por la población más humilde que, medio de una vida de pobreza, los consideraba
como “justicieros” que atacaban a los ricos. Juan Bautista Bairoletto, Juan Manuel
Sepúlveda, Víctor Elmes, Solano Rodriguez, Nicolás Roman, Pedro Sanchez, Pedro
Gutierrez, fueron algunos de sus nombres. El general eran varones jóvenes, que
actuaban en bandas de tres o cuatro personas.
La Patagonia también fue refugio de famosos bandoleros que escapaban de otros paí-
ses, como los norteamericanos Buch Cassidy, Sundance Kid y su mujer, Ethel Place,
quienes llegaron en 1901 a Buenos Aires y se establecieron en el valle de Cholila, Chu-
but. Allí durante algunos años se dedicaron legalmente a la ganadería haciéndose ami-
gos de funcionarios, estancieros y comerciantes, hasta que, hacia 1905, abandonaron
la zona.
74
Los trabajadores destinados a las tareas en el campo, como los que estaban en “boca
de pozo” o los “recorredores de producción” trabajaban en turnos rotativos de 8
horas, de mañana, de tarde y de noche. El primer turno comenzaba a las 6 de la
mañana con frío, viento, nieve o lluvia. El viento, con las piedritas que se pegaban en
las caras de los trabajadores sin poder impedirlo, era -y todavía hoy, es-
particularmente molesto. Se trasladaban con las herramientas en camionetas de la
empresa hasta la batería o pozo donde, en el mejor de los casos, había una casilla de
madera donde refugiarse y tomar unos mates en los momentos de descanso. Vestían
mameluco, botines, guantes y casco, aunque no siempre contaban con todos los
elementos de seguridad necesarios.
Realizaban un trabajo extremadamente peligroso entre motores, aparatos de bombeo,
correas, poleas y productos químicos de distinto tipo, que muchas veces les provocaba
accidentes.
La vida social y deportiva de los trabajadores ypefianos y sus familias era intensa, en
distintos clubes y cooperativas. Eran comunes los campeonatos de futbol donde
competían entre los distintos sectores de la empresa. También fue importante,
durante muchos años, el festejo del 13 de diciembre, Día Nacional del Petróleo, en
recuerdo del descubrimiento del primer pozo en Comodoro Rivadavia.
Esto no significaba que no hubiera conflictos. Las duras condiciones de trabajo muchas
veces provocaron reclamos, como las grandes huelgas petroleras de 1931-32 en
Comodoro Rivadavia y la de 1958 en Plaza Huincul, entre otras.
Si las labores de los hombres que trabajaban en las chacras eran duras y sacrificadas,
el esfuerzo de las mujeres era verdaderamente extraordinario: en el hogar lavaban la
ropa acarreando el agua que extraían bombeando a mano. En invierno debían calen-
tarla en tachos. En verano, muchas veces, utilizaban el agua de los canales de riego
para lavar. Planchaban con rudimentarias planchas a carbón, utilizando almidón o agua
de arroz para que la ropa se acartonara y tuviera mejor aspecto. De noche, mientras el
marido y los niños dormían, ellas cosían y remendaban la ropa, ya que se compraba
vestimenta muy de vez en cuando. Cuidaban la huerta familiar y los animales domésti-
75
cos, de donde sacaban, en general, el alimento de todos los días. Amasaban los fideos
y otras pastas. Hacían de enfermeras, preparando los remedios caseros: té de yuyos,
cataplasmas que se colocaban en las espaldas untados con grasa de cerdo u otros ani-
males. Eran las primeras en levantarse, y preparaban el desayuno para todos. Además,
casi siempre colaboraban con sus maridos en las duras tareas de la chacra.
Las heladeras no existían: se colgaban fiambreras debajo de algún árbol de modo que
el aire que atravesaba el tejido refrescara los alimentos.
En el Alto Valle, a partir de la década de 1960, las mujeres ocuparon más puestos de
trabajo en los galpones de empaque hasta convertirse hoy en la mayoría absoluta. Es-
to, sin embargo, no las relevó de las tareas domésticas, que siguieron desempeñando
como antes.
Las familias eran, por lo general, numerosas: en el nacimiento de los niños ayudaban
mujeres que se dedicaban especialmente a ello (las “parteras”), o directamente los
vecinos o maridos. Por la falta de dinero, muchas veces los almacenes daban crédito a
través de una libreta donde se anotaba lo que se iba gastando, y al cobrar la cosecha el
chacarero, se pagaba la cuenta, en la que siempre quedaban deudas.
El trabajo agrícola siempre tenía imprevistos: una gran helada, un canal de riego que se
rompía, o una nevada extraordinaria. En esos casos, las familias vecinas solían ayudar-
se a salir del problema.
Las enfermedades eran habituales y muchos niños morían antes de cumplir un año. El
clima muy duro colaboraba en este sentido. Médicos y remedios había muy pocos, y
en general se recurría a personas de confianza para aplicar remedios caseros, o para
“tirar el cuerito” de los niños y curarles el empacho.
¿Cómo se conocían las mujeres y los hombres jóvenes? A veces esto ocurría en las fies-
tas familiares, los bailes que se realizaban en los clubes, o en ocasiones como los ca-
samientos, los bautismos o los cumpleaños. Luego de “gustarse”, solían encontrarse en
la puerta de la casa de ella, bajo el control de su familia. Y sólo cuando el varón for-
malmente “pedía la mano” de la mujer para casarse, se le permitía entrar a su casa
algunos días por semana.
Había otra clase de encuentros sociales: los actos patrios, las festividades religiosas, los
carnavales, a los que concurría una parte importante de la población. Allí la gente
compartía experiencias, comentarios, noticias.
76
En el campo eran comunes las carreras cuadreras, donde los hombres apostaban y
solían tomar gran cantidad de alcohol. Y por ello, muchas veces los encuentros termi-
naban de forma violenta.
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“destete” -separar a los corderos o terneros de sus madres-, la marcación, la
castración, y hacia fin de año, si se trata de una estancia ovina, las tareas vinculadas a
la esquila.
La delimitación exacta de la frontera entre Argentina y Chile fue una fuente inagotable
de conflictos, desde los primeros intentos para separar en países distintos lo que
siempre había sido un solo territorio. Son más de 5.300 kilómetros de frontera
cordillerana que generaron muchas disputas, algunas de las cuales estuvieron al borde
del enfrentamiento armado.
Es una larga historia que comenzó con la fundación, en 1848, de la ciudad chilena de
Punta Arenas, en territorio que la Confederación Argentina consideraba propio. Siguió
con tratados, nuevos incidentes fronterizos y nuevos tratados complementarios, que
fijaron dos principios generales para la demarcación fronteriza:
- Argentina sobre el Océano Atlántico, Chile sobre el Océano Pacífico.
- El límite estaría sobre la línea de las altas cumbres que dividiera las aguas hacia
alguno de los dos océanos.
Si embargo, estos principios no eran tan fáciles de aplicar, porque en algunos lugares la
cordillera se bifurca, y en otros las altas cumbres no dividen las aguas. Y por ello los
incidentes sigueron.
En 1899, la guerra parecía inminente. Tanto, que el gobierno nacional encomendó a
capitales ingleses la construcción urgente del Ferrocarril del Sur, que actualmente une
Buenos Aires con Zapala, para de trasladar tropas y armas a la frontera. Finalmente, las
diferencias fueron sometidas a un árbitro, el rey de Inglaterra, cuyo fallo aceptaron las
dos partes.
Sin embargo, los conflictos continuaron en las siguientes décadas. Un nuevo pico de
tensión en 1978 estuvo nuevamente a punto de desatar acciones armadas, y esta vez
78
fue el Papa Juan Pablo II, a través del Cardenal Antonio Samoré, quien laudó en el
conflicto.
Actualmente los incidentes fronterizos han quedado aparentemente atrás, y los
municipios fronterizos de la Patagonia se reúnen para trabajar en la integración
económica entre zonas que, en realidad, la frontera entre países nunca terminó de
separar completamente.
Hacia el año 1900, hubo un grupo de políticos en Buenos Aires que pensaron en poblar
verdaderamente la Patagonia, haciendo realidad la creación de colonias agrícolas,
construyendo ferrocarriles e instalando industrias. Entre ellos se contaron Carlos
Pellegrini y Exequiel Ramos Mejía.
Ramos Mexía, desde 1906 Ministro de Agricultura y después de Obras Públicas,
proyectó un importante plan basado en la construcción de ferrocarriles y obras de
riego para la Patagonia y los demás Territorios Nacionales. Este plan se convirtió, en
1908, en Ley de Fomento de los Territorios Nacionales.
En 1910 Ramos Mexía contrató a un ingeniero norteamericano, Bailey Wiilis, para
colaborar en la construcción del ferrocarril desde San Antonio Oeste al lago Nahuel
Huapi, y para formular un plan de desarrollo económico para el área andina
norpatagónica.
Willis y su equipo, conocidos como Comisión de Estudios Hidrológicos, formularon
una serie de proyectos para el norte de la Patagonia que quedaron plasmados en dos
libros. Además de ampliar la red ferroviaria que estaba prevista en la Ley de Fomento
de los Territorios Nacionales, propusieron, entre otras obras, la construcción de una
represa hidroeléctrica en las nacientes del río Limay y la creación de una ciudad
industrial en Bariloche. Su plan era que los ferrocarriles trasladaran la producción
lanera patagónica hasta Bariloche para allí industrializarla.
Pero los poderosos intereses ingleses, propietarios de importantes estancias laneras y
del Ferrocarril del Sur y los políticos que actuaban como sus socios locales, boicotearon
y finalmente impidieron la concreción de estos planes. Nuevos ferrocarriles estatales
79
eran competencia para los ferrocarriles ingleses, y la instalación de industrias textiles
en la Patagonia restaría ganancias a las fábricas de ese país.
De todas las obras proyectadas, sólo llegaron a iniciarse las obras de riego del Alto
Valle del río Negro y las del ferrocarril San Antonio-Bariloche.
Cultivos frustrados
El valle inferior del río Chubut fue el primero de la Patagonia donde se practicó la
agricultura bajo riego, a partir de la instalación de las colonias galesas en 1865.
A pesar de las grandes dificultades iniciales, hacia 1883 ya había en ellas 1300
habitantes que tenían 3200 hectáreas sembradas con trigo y en menor medida, cebada
y alfalfa. El trigo era molido en 71 molinos de mano instalados en las viviendas de los
pobladores y 16 de producción industrial. También era importante por entonces la
producción ganadera y el intercambio comercial con los Günün a Kuna (o tehuelches
del norte), a quienes compraban y luego revendían las muy valoradas plumas de
choique.
Hacia 1890 nuevos grupos de galeses se instalaron en la zona cordillerana de Chubut,
en la Colonia 16 de Octubre. Allí se dedicaron a la producción ganadera y cerealera.
Las cosechas tuvieron tanto éxito que el colono John Evans construyó el primer molino
harinero, que le dio su nombre, Trevelin -“el pueblo del molino”- a la localidad.
La producción de cereales en la zona de Trevelin siguió aumentando. En 1918 un grupo
de chacareros instalaron un nuevo molino, “Andes”, más moderno y con mayor
capacidad, en un moderno edificio de cuatro plantas.
La calidad del trigo de Trevelin fue reconocida entre de los de mayor calidad del mun-
do, obteniendo distintos premios internacionales. Pero esta producción competía con
los poderosos intereses de los terratenientes cerealeros de la “pampa húmeda”, que
actuaron para destruirla. En 1949, el gobierno nacional declaró “zona no triguera” las
tierras al sur del río Colorado, y estableció subsidios a las producciones del norte. Y así,
80
los productores trigueros de Chubut tuvieron que abandonar esta actividad y dedicar
sus tierras al cultivo de forrajeras y a la ganadería.
Hubo otros casos de iniciativas frustradas, como el del Ingenio San Lorenzo, en la
localidad rionegrina de General Conesa.
Benito Raggio y Juan Pegasano crearon allí, en 1929, un ingenio que producía azucar
de remolacha. Los cultivos se realizaban en tierras de la zona, y en Conesa se
construyeron el cuerpo principal del ingenio, los edificios de administración, taller,
viviendas para el personal y se instalaron las bombas para sacar agua del rio Negro. En
1933 se inauguró el ramal ferroviario de trocha angosta que llevaba la producción del
ingenio hasta el puerto de San Antonio.
Unas 1000 personas de los más diversos orígenes, entre el personal del ingenio y los
que desempañaban tareas agrícolas, trabajaron allí. La empresa ofrecía a las familias la
explotación de una fracción de tierra a cambio de salario y vivienda.
El rendimiento de la remolacha era el doble o el triple del que producía el azúcar de
caña tucumana. Se llegaron a cultivar en forma intensiva 1000 hectáreas, y en 1935
hubo una zafra record de 32.000 toneladas. Todo iba muy bien y los propietarios
proyectaban otros emprendimientos similares en Choele Choel, en Viedma y en
Balcarce... pero los poderosos intereses azucareros del norte del país se veían
perjudicados y actuaron para destruir la iniciativa.
Después de la zafra récord, una extraña peste se apoderó de los cultivos que se
marchitaban y morían. Una ley nacional fijó un límite a la cantidad de azúcar de
remolacha que se podía producir. Hubo amenazas a familias, y en 1940 un sospechoso
atentado hizo explotar una caldera del ingenio, matando a un operario.
Finalmente, Benito Raggio se vio obligado a cerrar el ingenio y vender sus instalaciones
a empresas azucareras del norte del país que pusieron como condición que se destruya
el edificio del ingenio, se quite el techo del galpón principal y se dinamiten las vivien-
das.
81
Hacia el año 1915 la economía lanera prosperaba en el sur de la Patagonia. Sin
embargo, los trabajadores, y en especial los peones de las estancias, vivían y
trabajaban en condiciones indignas: los esquiladores, por ejemplo, trabajaban 16 horas
diarias y vivían amontonados en cuartos sin calefacción con temperaturas por debajo
de los 15° bajo cero. La comida esa escasa, y muchas veces no les pagaban con dinero
sino con vales que sólo podían canjear en el almacén de la estancia a precios altísimos.
Si se les rompía una herramienta durante el trabajo, debían pagarla.
Esta situación provocó, hacia fines de 1914, los primeros reclamos.
Hacia 1920, los precios internacionales de la lana bajaron y los estancieros y
comerciantes acentuaron aún más la explotación de sus trabajadores, lo que llevó a
nuevos conflictos.
Los obreros eran en casi todos hombres solteros, mayoritariamente chilenos. También
españoles, italianos, rusos y argentinos. Y en esa época predominaban entre sus
dirigentes, como en gran parte de los sindicatos argentinos, las ideas anarquistas.
Un petitorio elevado a la Sociedad Rural fue rechazado, lo que desató la primera
huelga, que paralizó las tareas en el campo. Los estancieros, con sus guardias armados
y la policía, tomaron represalias, pero finalmente aceptaron un acuerdo reconociendo
las arbitrariedades que los trabajadores denunciaban.
Sin embargo, gran parte de los propietarios se negaron a reincoporar a los cabecillas
de la huelga y a cumplir los demás compromisos contraídos. Y esto llevó a un nuevo
conflicto.
Los estancieros acusaron a los trabajadores de delincuentes y el presidente Irigoyen
envió, a su pedido, tropas nacionales al mando del Coronel Héctor Varela.
Varela y sus tropas avanzaron sobre las estancias y apresaron a los huelguistas fusilan-
do a muchos de ellos cuando ya se habían rendido. Los trabajadores denunciaron
1500 fusilamientos. Hasta hoy se buscan los lugares donde fueron enterrados.
Refugio de nazis
82
¿Quiénes son los nazis?
Los nazis sostienen ideas racistas, y reivindican la superioridad de la raza aria por sobre
las demás. Su líder de entonces era Adolfo Hitler y encerraron en campos de
concentración y asesinaron, entre 1939 y 1945, aproximadamente seis millones de
judíos y centenares de miles de gitanos, discapacitados, homosexuales y opositores
políticos.
Para escapar del castigo por los crímenes que habían cometido, algunos de ellos
ingresaron a la Argentina con su identidad falsificada, y se establecieron en distintos
lugares del país, entre ellos Bariloche, San Martín de los Andes y algunas zonas del Alto
Valle del río Negro.
Erich Priebke fue uno de ellos. Responsable en Italia con otros oficiales nazis, en 1944,
de la Masacre de las Fosas Adreatinas, en la que fueron asesinadas 335 personas con
tiros en la nuca, escapó de Alemania en 1946. Se estableció en Bariloche, donde se
convirtió en un vecino conocido al dirigir el Instituto Cultural Germano Argentino
Bariloche y los colegios Primo Capraro.
En 1994, cincuenta años después de sus crímenes, fue identificado y enviado a Italia
para ser juzgado. Allí fue condenado a cadena perpetua en 1998, y falleció cumpliendo
prisión domiciliaria en el año 2013.
Como él, es muy probable que otros criminales nazis que no fueron identificados
hayan vivido y algunos aún vivan con sus familias en la Patagonia.
De Territorios a Provincias
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que los Territorios ocupaban casi la mitad de la superficie del país, nada de esto
ocurrió.
Los reclamos de los habitantes de los Territorios fueron en aumento, y se manifestaron
de muchas formas, exigiendo por ejemplo:
- que los Gobernadores designados tuvieran residencia previa en el Territorio,
- que fueran elegidos en forma popular y no designados por el Gobierno Nacional,
- que se realicen los puentes, caminos, escuelas y otras obras necesarias para sus
habitantes,
- que se otorgue mayor presupuesto a los municipios.
Pero la postergación de los Territorios Nacionales se mantuvo, muchas veces con el
argumento de que aún se encontraban “inmaduros” para ser Provincias.
Recién en 1955 una ley del Congreso Nacional provincializó los Territorios Nacionales
de Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz. Tierra del Fuego siguió siendo Territorio
Nacional hasta 1990, en que se creó la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas
del Atlántico Sur.
El golper militar de 1955 postergó la puesta en vigencia de la ley de provincialización y
recién en 1958 se realizaron en Río negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz las primeras
elecciones para Gobernador, legisladores provinciales y autoridades municipales.
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Desde entonces, una gran cantidad de establecimientos, tanto del Ejército como de la
Armada y la Fuerza Aérea se desplegaron en todo el territorio patagónico. En muchas
de sus ciudades hay barrios donde viven oficiales y suboficiales con sus familias.
Muchas veces este personal cumple, además de las estrictamente militares, otras
funciones. En las bases antárticas, por ejemplo, realiza investigaciones científicas. En
situaciones de emergencia como nevadas importantes, desborde de ríos o incendios
forestales, las unidades militares suelen prestar apoyo con sus tropas y su
equipamiento.
Como en todo el país, durante la dictadura militar que gobernó desde 1976 a 1983, en
algunos cuarteles patagónicos funcionaron centros clandestinos de detención donde
se interrogaba y se torturaba a trabajadores y estudiantes detenidos ilegalmente.
Estos delitos están siendo juzgados actualmente en distintos procesos judiciales, y
algunos de sus responsables ya fueron condenados.
a vimos que en 1833 Gran Bretaña ocupó por la fuerza las Islas Malvinas. Desde
entonces, los distintos gobiernos reclamaron, con argumentos históricos y geográficos,
contra ese despojo. La frase “Las Malvinas son Argentinas” fue impresa en los
boletines escolares de generaciones de argentinos, hasta el punto de convertirse en un
sentimiento y un reclamo compartidos por el conjunto de la población.
En 1982, la dictadura militar a cargo de Leopoldo Galtieri intentó aprovechar ese
sentimiento y frenar su desprestigio creciente lanzándose a recuperarlas militarmente.
El 2 de abril de ese año tropas argentinas desembarcaron en las islas y asumieron su
control, lo que fue respondido desde Gran Bretaña con el envío de una poderosa flota.
En 1° de mayo comenzaron los enfrentamientos armados.
La Patagonia vivió la guerra con enorme tensión: las tropas y los abastecimientos para
las islas partían de su territorio y, por eso mismo, sus ciudades podían ser blancos de
un ataque británico.
En todo el país enormes movilizaciones respaldaron la recuperación de las Malvinas.
Miles de personas donaron alimentos, ropa, sus joyas y dinero para un Fondo
Patriótico destinado a apoyar a las tropas argentinas. Pero nada de eso llegó a las islas.
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Nuestros soldados pasaron hambre y fueron maltratados -algunos torturados- por
muchos de sus mandos.
La guerra finalizó el 14 de junio de 1982 con la rendición argentina. Hasta hoy, el
reclamo diplomático continúa.
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Los gobiernos militares de esa época también retomaron la antigua preocupación por
“argentinizar” la Patagonia, todavía habitada por un importante porcentaje de extran-
jeros, sobre todo chilenos. Para ello promovieron la radicación de población argentina,
y fue con ese propósito inicial que se decretó la ley de promoción industrial para Tierra
del Fuego, en 1972.
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vida, de trabajo y el reconocimiento de los delegados electos por los obreros, que no
respondían a la conducción oficial del sindicato.
Duramente reprimidos y cercados por la policía, la única personalidad que apoyó la
protesta fue el obispo de Neuquén, don Jaime de Nevares, quien se solidarizó con los
trabajadores y actuó como mediador en el conflicto.
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Así es que, a pesar de lo que dice la ley, que nunca fue derogada, la capital de la Re-
pública Argentina sigue siendo la ciudad de Buenos Aires.
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El abandono y las injusticias que sufrieron los habitantes de la Patagonia desde que el
Ejército Argentino y los grandes estancieros expulsaron de sus tierras a los pueblos
originarios fueron forjando una historia de resistencias.
En la década de 1920 fueron las huelgas de los peones rurales de Santa Cruz. Los
estancieros y el Ejército, otra vez, actuaron para silenciarlos y fueron fusilados unos
1500 trabajadores.
Después, y por muchos años, fueron permanentes los reclamos en cada pueblo por las
escuelas, caminos, puentes, hospitales que faltaban, y por el derecho a elegir a sus
representantes, que encabezaban los comerciantes de cada localidad.
En 1970 fueron los obreros de El Chocón quienes levantaron su voz contra condiciones
de vida y de trabajo indignas. Fueron duramente reprimidos. En 1986, los trabajadores
de la represa de Piedra del Águila marcharon a pie más de 200 kilómetros para hacer
escuchar su reclamo.
Cuando, en la década de 1990, el gobierno nacional privatizó YPF y otras empresas del
Estado, fueron muchas las protestas contra estas medidas y sus consecuencias. En
1992 el pueblo de Sierra Grande, encabezado por sus mujeres, mantuvo cortada la
ruta nacional 3 resistiendo el cierre de la mina de hierro que era la fuente de ingresos
de la mayoría de sus habitantes.
En 1996 y 1997 fueron los habitantes de Cutral Có y Plaza Huincul los que cortaron la
ruta nacional 22 y llevaron adelante dos “puebladas”, desengañados por el
incumplimiento de todas las promesas que les habían realizado en el momento de la
privatización de YPF.
Los docentes patagónicos también levantaron en muchas ocasiones su voz en defensa
de la escuela pública, sus salarios y sus condiciones de trabajo. El 4 de abril de 2007 fue
reprimida, por orden del gobernador Jorge Sobisch, una protesta docente sobre la ruta
nacional 22, y allí el cabo Darío Poblete asesinó al maestro Carlos Fuentealba.
En los últimos años fueron creciendo algunas formas de explotación minera y petrolera
que tienen un fuerte impacto ambiental.
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La tradicional minería subterránea en la que se realizan galerías buscando la veta del
mineral está siendo reemplazada, cada vez más, por la modalidad de minería a cielo
abierto, en la que directamente se vuela el cerro con explosivos, y se buscan partículas
del mineral con líquidos altamente contaminantes disueltos en millones de litros de
agua.
Esto ha provocado fuertes resistencias en la Patagonia. En Esquel, Chubut, en 2002,
ante el intento de la empresa Meridian Gold de instalar a pocos kilómetros de la
ciudad una mina de oro a cielo abierto, una parte de la población se movilizó en su
contra. Quienes se oponían se organizaron como asamblea “No a la mina”, y lograron
que se realice una consulta popular en la ciudad. El 23 de marzo de 2003, el 82% de la
población de Esquel se pronunció contra el emprendimiento.
Algo similar sucedió cerca de la localidad de Loncopué, en Neuquén. Allí, el proyecto
de una empresa de origen chino era instalar una mina de cobre a cielo abierto en el
paraje Campana Mahuida, en tierras de la comunidad mapuche Mellao Morales. El 3
de junio de 2012, en un plesbicito, 82,2% de la población se pronunció por la
prohibición de todo emprendimiento minero a cielo abierto en la localidad.
Parecidas resistencias provoca el método de extracción de petróleo llamado fractura
hidráulica o fracking. Con este sistema se perfora a mucha mayor profundidad que en
los pozos tradicionales, y se extrae el combustible inyectando millones de litros de
agua mezclados con líquidos altamente contaminantes.
Donde más desarrollo ha tenido esta técnica es en el yacimiento Vaca Muerta, en la
provincia de Neuquén, y es allí donde se han producido las mayores protestas, encabe-
zadas por las comunidades mapuches que habitan la zona.
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