COMENTARIO 2. MANIFIESTO DE LOS PERSAS.
SEÑOR: Era costumbre de los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después del fallecimiento de su rey, a fin
de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor. Para serlo
España a V.M. no necesitaba igual ensayo en los seis años de su cautividad. Del número de los españoles que se
complacen al ver restituido a V.M. al trono de sus mayores, son los que firman esta reverente exposición con el
carácter de representantes de España (...). La monarquía absoluta (...) es obra de la razón y de la inteligencia: está
subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado: fue establecida por derecho de
conquista o por la sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron a sus Reyes. Así que el Soberano
absoluto no tiene facultad de usar sin razón de su autoridad (derecho que no quiso tener el mismo Dios); por esto ha
sido necesario que el poder soberano fuese absoluto, para prescribir a sus súbditos todo lo que mira al interés
común, y obligar a la obediencia a los que se niegan a ella (...). El [remedio] que debemos pedir, trasladando al papel
nuestros votos, y el de nuestras provincias, es con arreglo a las leyes, fueros, usos y costumbres de España. (...) que a
este fin se proceda a celebrar Cortes con solemnidad, y en la forma en que se celebraron las antiguas (...): que se
suspendan los efectos de la Constitución, y decretos dictados en Cádiz, y que las nuevas Cortes tomen en
consideración su nulidad, su injusticia y sus inconvenientes (...). Madrid, 12 de abril de 1814.
Este es un fragmento del “Manifiesto de los Persas” firmado por 69 diputados conservadores, absolutistas
al Antiguo Régimen de las cortes de Cádiz, aunque principalmente redactado por Bernardo Mozo de
Rosales; absolutista convencido que formó la regencia de Urgell durante el Trienio Liberal. Fue
presentado al rey Fernando VII a su llegada a Valencia en 1814 una vez finalizada la guerra de la
Independencia. Es un texto de carácter político que transmite una ideología de un grupo representativo
de las Cortes. El objetivo del texto es convencer al Rey de que derogue toda la obra legislativa de las
cortes de Cádiz.
El fragmento comienza elogiando a la monarquía absoluta a través de una antigua tradición persa de
pasar 5 días de anarquía tras la muerte de un monarca. Matiza que hay unos límites: “está subordinada a
la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado”. Diciendo que la monarquía absoluta es
obra de la razón y la inteligencia, el monarca ha de actuar siempre en beneficio del pueblo y bajo los
criterios de dicha razón. Finaliza solicitando la suspensión de las leyes formuladas en Cádiz y la
convocatoria de nuevas cortes como las del Antiguo Régimen. Los firmantes del documento consideraban
toda la obra de las cortes ilegítima por actuar en ausencia del rey.
La fecha está datada en abril de 1814, en ese mismo año los países europeos más poderosos (Rusia,
Austria, Prusia y Gran Bretaña) derrocaron a Napoleón en la batalla de Waterloo. Estos países formaron
pues la Santa Alianza, con objeto de recuperar el absolutismo en Europa. España en ese momento, a
causa de la guerra de independencia, no solo está hundida económicamente (en agricultura y ganadería)
y en cuanto a infraestructuras se refiere (caminos, edificios, fábricas, etc.), también está políticamente
destrozada y dividida en liberales y absolutistas. En cuanto terminó Fernando su cautividad, Napoleón le
hizo firmar el tratado de Valançay, que impediría al rey a actuar en asuntos de política europea.
Al cruzar el Rey la frontera regresando a España, fue recibido con gran entusiasmo por campesinos, que
eran muy leales al rey por su mentalidad apegada ala tradición, al grito de “Vivan las Caenas” que
vociferaban al tiempo que quitaban a los caballos del carro y los propios campesinos tiraban de él,
arrollando por el camino lápidas de liberales.
Para los firmantes, la mayoría nobles y militares, la monarquía no tenía que ser estrictamente absoluta. Lo
que realmente querían era una monarquía moderada por las cortes y con un papel directivo para la
nobleza. Pedían la convocatoria de cortes como las del Antiguo Régimen, divididas en estamentos:
privilegiados (nobleza y clero) y no privilegiados (pueblo llano).
El Rey obtiene el apoyo de varios generales del ejército que se ponen a su completa disposición para
recuperar el absolutismo tras reunirse con ellos en cuanto llega a Valencia. El 4 de mayo de 1814 dicta un
decreto definitivo que resolverá el debate entre liberales y absolutistas: declara ilegal toda la obra
legislativa de las cortes de Cádiz, pero promete, en vano, convocar cortes.
Fernando VII fue considerado un monarca del Antiguo Régimen. Eliminó la libertad de prensa, restauró la
Inquisición, las Pruebas de Nobleza para entrar al ejército, los gremios y los Derechos Señoriales;
haciendo que la Nobleza y el Clero vuelvan a tener exclusividad ante la ley y los impuestos. Su reinado no
fue pacífico durante sis años (1814-1820) debido a los continuos pronunciamientos militares contra su
persona. Ninguno fructificó hasta 1820 cuando el Comandante Riego dio paso al Trienio Liberal (1820-
1823) durante el cual volvieron a gobernar los liberales restaurando de nuevo la Pepa en primer lugar.
Los tres años del Trienio Liberal no fueron tranquilos, pues guerrilleros formados por campesinos
absolutistas voluntarios luchaban contra los liberales apoyados por el Rey, la Iglesia (descontenta por la
política altamente anticlerical) y la Regencia de Urgell (grupo de nobles insurrectos que se auto-
declararon los “Salvadores” de la Patria). Los absolutistas lograron formar un gobierno en Madrid y
cuando la situación casi deriva en una Guerra Civil, en abril de 1823 llegaron los “100.000 hijos de San
Luis” (ejército francés respaldado y financiado por la Santa Alianza) y devolvieron a Fernando VII el poder.
En conclusión, “El Manifiesto de los Persas” es el primer texto de la historia de España que recoge el
ideario de un grupo político que, aunque parezca puramente absolutista, destacan por primera vez que el
poder del Rey no se debe entender como ilimitado. El manifiesto llevó al periodo Constitucional en
España a su fin por orden de Fernando VII, del que siempre se dijo que su reinado fue pésimo, aunque la
situación (muy afectada por la guerra de Independencia) no lo habría sido fácil de controlar para ningún
monarca. Todo esto añadido a una inminente pérdida de las colonias, que privó finalmente a España de
recuperarse económicamente de forma estable.