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Derechos de la naturaleza: ¿innovación trascendental, retórica jurídica o


proyecto político?

Iuris Dictio. Revista del Colegio de Jurisprudencia - Nú m. 15, Enero 2013


Autor: Farith Simon Campañ a
Cargo: Profesor a tiempo completo en el Colegio de Jurisprudencia de la
Universidad San Francisco de Quito
Páginas: 9-38
Id. vLex VLEX-480664698
Link: https://app.vlex.com/#vid/derechos-trascendental-jura-dica-pola-tico-
480664698
Resumen

¿La sola innovació n puede ser considerada como un avance? La carga emotiva de lo
“nuevo”, de lo “diferente” suele arrastrar una reacció n entusiasta en muchos
sectores, a la par suele provocar má s de una resistencia. En el tema derechos de la
naturaleza se ha desarrollado una literatura jurídica cada vez má s extensa que la
pondera como una contribució n ecuatoriana al pensamiento jurídico mundial. Este
trabajo es una revisió n de la innovació n constitucional, sus fundamentos, las
categorías jurídicas involucradas, para realizar una evaluació n inicial sobre el tema
y sentar algunas bases a fin de entender si puede considerarse como una innovació n
trascendental o es una retó rica jurídica al servicio de un proyecto político

Texto
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Contenidos
• I. Algunos antecedentes de la reforma constitucional
• II. Las disposiciones constitucionales referidas a la naturaleza
• III. Fundamentos para el reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derechos
– 1. La justificación utilitarista.
– 2. La justificación esencialista o del valor intrínseco.
– 3. La justificación “animista”.
– 4. La justificación política.
• IV. Aspectos preliminares sobre algunas categorías jurídicas involucradas
– 1. El derecho como técnica de regulación de la conducta.
– 2. Sujeto de derechos, derechos subjetivos, deber, capacidad.
• 2. 1 Derecho subjetivo.
• 2. 2 Deber jurídico.
• 2. 3 Capacidad.
• V. Conclusión provisoria

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I
Algunos antecedentes de la reforma constitucional
La Constitució n del Ecuador del 2008 tiene una serie de novedades en varios
campos del derecho, posiblemente una de las má s llamativas es la determinació n
normativa de la naturaleza como sujeto de derechos, lo que convierte al Ecuador en
el primer país del mundo en asignarle esa categoría jurídica a la naturaleza1.
Algunos autores sostienen que la Constitució n Política de Bolivia, vigente desde el
2009, contiene igual declaració n; no comparto esa opinió n, si bien en su Preá mbulo
se hace referencia a la Pachamama (“Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos,
con la fortaleza de nuestra Pachamama y gracias a Dios”) y dos de sus normas se
refieren al medio ambiente, no existe declaració n o regla que permita arribar a la
conclusió n de que en Bolivia se considere a la naturaleza como sujeto de derechos.
En el artículo 33 de la Constitució n de Bolivia se establece que “Las personas tienen
derecho a un medio ambiente saludable, protegido y equilibrado. El ejercicio de este
derecho debe permitir a los individuos y colectividades de las presentes y futuras
generaciones, ademá s de otros seres vivos, desarrollarse de manera normal y
permanente”, el derecho al medio ambiente de acuerdo a esta norma es de las
personas (individuales o colectivas).
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Efectivamente la regla se refiere a que el ejercicio de ese derecho debe permitir que
“otros seres vivos” se desarrollen normalmente, no se le asigna a esos otros seres
vivos un “derecho a la vida” o la titularidad de cualquier otro derecho.
El reconocimiento constitucional de la Naturaleza como sujeto de derechos ha
suscitado má s de una adhesió n entusiasta en el mundo jurídico, empero la reacció n
favorable no es uná nime2, existen varias voces que consideran que esta es una
declaració n sin un verdadero impacto prá ctico, que se sitú a má s en un plano
retó rico porque sus efectos no son mayores, siendo posible alcanzar iguales
objetivos con una mejora de las normas de protecció n al medio ambiente.
Algunas críticas se sitú an en un nivel má s teó rico, siendo un buen ejemplo el artículo
de José Sá nchez Parga, cuyo expresivo título es “Discursos retrorevolucionarios:
Sumak Kawsay, derechos de la naturaleza y otros pachamamismos” 3
Muchos de los defensores de este cambio han presentado como argumento central
una lectura “progresista” de varias categorías jurídicas como sujeto del derecho,
derecho subjetivo y capacidad, sin embargo esos aná lisis se han centrado en la
revisió n de teorías surgidas en el Siglo XIX, que han sido superadas posteriormente
Un ejemplo que revela esto es que en el informe de la Mesa sobre “derechos
fundamentales” de la Asamblea Nacional, se presentó la propuesta de articulado
sobre los derechos de la naturaleza, efectú a una sola referencia doctrinaria al jurista
Rudolph von Jhering (1818-1892).
En este artículo paso revista al contenido de las normas constitucionales que se
refieren a la naturaleza, revisaré los diferentes argumentos justificatorios para la
declaració n a la naturaleza como sujeto de derechos, sin ninguna pretensió n de
exhaustividad4, finalmente analizaré algunos de los conceptos jurídicos
involucrados.

II
Las disposiciones constitucionales referidas a la naturaleza
El preá mbulo de la Constitució n establece el marco má s general para entender
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el tratamiento jurídico que se da a la naturaleza en el Ecuador: la “armonía con la
naturaleza” es un elemento de una nueva forma de “convivencia ciudadana”,
condició n necesaria para alcanzar el “buen vivir”, el “sumak kawsay”, uno de los ejes
de la Constitució n del 2008.
A partir de esto se pueden identificar normas constitucionales que regulan los temas
de la naturaleza a partir de dos perspectivas: las que la reconocen como sujeto de
derechos (perspectiva biocentrica o de la ecología profunda); y, como derechos de
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las personas y colectividades, constituyéndose en objetivo y límite para la actividad


estatal (perspectiva antropocéntrica, de derechos humanos o ambientalista).
El artículo 10, inciso segundo, establece que “La naturaleza será sujeto de aquellos
derechos que le reconozca la Constitució n”, son tres esos derechos (artículos 71 y
72): 1) respeto integral de su existencia; 2) mantenimiento y regeneració n de sus
ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos; y, 3) derecho a la
restauració n, como un derecho autó nomo al que tienen derecho los individuos y
colectivos a ser indemnizados en caso de un dañ o ambiental.
Se concede amplia legitimació n activa a toda persona, comunidad, pueblo o
nacionalidad para exigir a las autoridades pú blicas el cumplimiento de los derechos
declarados. Esta actio popularis se complementa con el establecimiento, en el
artículo 399, de una tutela estatal sobre el ambiente con una corresponsabilidad de
la ciudadanía en su preservació n, lo que se articula, dice la norma, a través de un
“sistema nacional descentralizado de gestió n ambiental”, que tiene a su cargo la
defensoría del ambiente y la naturaleza.
Al Estado se le impone obligaciones de promoció n, respeto, garantía y reparació n de
esos derechos, estas son de cará cter similar a las que nacen de los derechos
humanos. De forma adicional se establece una obligació n de largo plazo: la
“restauració n”
Las normas, del capítulo sobre los derechos de la naturaleza, se completan con una
obligació n específica de “incentivo” y dos prohibiciones.
El Estado, de acuerdo al tercer inciso del artículo 72, debe “incentivar a las personas
naturales y jurídicas, y a los colectivos, para que protejan la naturaleza”, se entiende
que es una obligació n adicional a la de promoció n.
Se prohíbe (i) la de apropiació n de servicios ambientales, pero sin limitar su
prestació n, producció n, uso y aprovechamiento por particulares, al determinar que
estos deben ser regulados por el Estado; y, (ii) la introducció n de organismos y
material orgá nico e inorgá nico “que puedan alterar de manera definitiva el
patrimonio genético nacional”.
Para la interpretació n y aplicació n de los derechos se fijan como criterios específicos
los de precaució n y restricció n; que se definen como “medidas” para limitar
actividades que puedan conducir a la extinció n de especies, la destrucció n de
ecosistemas o la alteració n permanente de los ciclos naturales.
El segundo inciso del artículo 71, contiene una norma de reenvío para aplicació n e
interpretació n de los derechos de la naturaleza: en lo que proceda se podrá n aplicar
los principios constitucionales sobre los derechos y las reglas interpretació n
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constitucional; los primeros contenidos en el artículo 11 y las segundas en el
artículo 4275.
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Se reconoce el derecho de los seres humanos –actuando de forma individual o


colectiva- a beneficiarse del ambiente y de las riquezas naturales que les permitan el
buen vivir. Se considera un deber de los ecuatorianos y ecuatorianas “Respetar los
derechos de la naturaleza, preservar un ambiente sano y utilizar los recursos
naturales de modo racional, sustentable y sostenible” (artículo 83.6).
Las normas citadas se complementan con el principio in dubio pro natura, para la
aplicació n e disposiciones legales en materia ambiental que, en caso de duda, se
hará siempre en el sentido má s favorable a la protecció n de la naturaleza. Este
principio hermenéutico está contenido en el artículo 395.4, norma que contiene los
principios constitucionales en materia ambiental 6.
Se pueden identificar otras 19 disposiciones constitucionales que se refieren a la
naturaleza:
En el art. 66.22 se considera un derecho de las personas el vivir en un ambiente
sano, ecoló gicamente equilibrado, libre de contaminació n y en armonía con la
naturaleza; estas pueden beneficiarse del ambiente y de las riquezas naturales que
les permitan un buen vivir.
Para alcanzar el buen vivir, reza el inciso tercero del artículo 275, se requiere que
las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente de sus
derechos, y ejerzan responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del
respeto a sus diversidades, y de la convivencia armó nica con la naturaleza.
Uno de los objetivos del régimen de desarrollo (artículo 276.4) es: “Recuperar y
conservar la naturaleza y mantener un ambiente sano y sustentable que garantice a
las personas y colectividades el acceso equitativo, permanente y de calidad al agua,
aire y suelo, y a los beneficios de los recursos del subsuelo y del patrimonio natural.
El sistema econó mico y la política econó mica (artículo 283), que “reconoce al ser
humano como sujeto y fin”, se dice, “debe propender a una relació n diná mica y
equilibrada entre sociedad, Estado y mercado, en armonía con la naturaleza; y tiene
por objetivo garantizar la producció n y reproducció n de las condiciones materiales
e
Page 14
inmateriales que posibiliten el buen vivir”.
En las normas que regulan el “Régimen del Buen Vivir” aparece la naturaleza como
parte del “marco” en el que tiene que actuar el “sistema nacional de ciencia y
tecnología, innovació n y saberes ancestrales”, de forma específica se dice que debe
respetarse “al ambiente, la naturaleza, la vida, las culturas y la soberanía” (artículo
385). Es una responsabilidad del Estado (artículo 387.4) garantizar la libertad de
creació n e investigació n, siempre respetando “a la ética, la naturaleza, el ambiente, y
el rescate de los conocimientos ancestrales”.
En la “gestió n del riesgo” (artículo 389) el Estado debe proteger “a las personas, las
colectividades y la naturaleza frente a los efectos negativos de los desastres de
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origen natural o antró pico mediante la prevenció n ante el riesgo, la mitigació n de


desastres, la recuperació n y mejoramiento de las condiciones sociales, econó micas y
ambientales, con el objetivo de minimizar la condició n de vulnerabilidad”.
Otro límite a las políticas econó micas son los límites “biofísicos” de la naturaleza
(numerales 4 y 7 del artículo 276).
Las normas que regulan el “Régimen de Desarrollo” contienen varias disposiciones
sobre la naturaleza: es deber del Estado, para la consecució n del buen vivir:
“Garantizar los derechos de las personas, las colectividades y la naturaleza” (el
artículo 277.1).
En el artículo 290.2 (que contiene las reglas sobre endeudamiento pú blico) se
determina que el Estado debe “velar” que el endeudamiento no afecte a la
“soberanía, los derechos, el buen vivir y la preservació n de la naturaleza”.
En lo referido a la política comercial se establece la obligació n de “desincentivar” la
importaciones que “afecten negativamente a la producció n nacional, a la població n y
a la naturaleza” (el artículo 306).
En el artículo 318 se declara que “El agua es patrimonio nacional estratégico de uso
pú blico, dominio inalienable e imprescriptible del Estado, y constituye un elemento
vital para la naturaleza y para la existencia de los seres humanos…”.
El inciso segundo del artículo 319, norma en la que trata “la organizació n de la
producció n y su gestió n” se ordena al Estado desincentivar todas las formas de
producció n que atenten contra los derechos de la població n “o los de la naturaleza”.
En las disposiciones que regulan la protecció n de la biodiversidad y recursos
naturales, algunas ya citadas previamente, se establece la prohibició n de suscripció n
de convenios o acuerdos de cooperació n que incluyan clá usulas que menoscaben la
conservació n y el manejo sustentable de la biodiversidad, la salud humana y los
derechos colectivos y de la naturaleza (artículo 403).
El artículo 408, que se refiere a la propiedad estatal sobre los recursos naturales no
renovables establece, entre varias condiciones para la explotació n de esos recursos,
el “estricto cumplimiento de los principios ambientales establecidos en la
Constitució n”, y se determina como un deber estatal garantizar que los mecanismos
de producció n, consumo y uso de los recursos naturales y la energía preserven y
recuperen los ciclos naturales.
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La aparente ambivalencia en el tratamiento constitucional, por un lado se la trata
como sujeto de derechos (ya examinaremos con má s detenimiento esta categoría
jurídica) y por otro como un objeto de apropiació n y explotació n, es explicada por
los defensores de los derechos de la naturaleza haciendo una distinció n entre un
aprovechamiento dirigido a la satisfacció n de necesidades vitales (un uso legítimo
dirigido a asegurar la sobrevivencia) y la “crueldad por simple comodidad y el abuso
superfluo o innecesario”7.
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Algunos defensores del reconocimiento constitucional de la naturaleza como sujeto


de derechos, especialmente los que provienen del mundo del derecho, han usado
varias categorías jurídicas para apoyar o explicar la reforma, especialmente las
nociones sujeto de derechos, capacidad, derecho subjetivo y deber; han confundido
el fundamento y los instrumentos usados para dar forma al objetivo de proteger a la
naturaleza (al medio ambiente), trasladando de forma automá tica sus visiones
esencialistas al aná lisis de las categorías involucradas, asumiendo como base de la
crítica –o de la justificació n- perspectivas que han sido superadas en la teoría del
derecho o que al menos tienen como contraparte otras perspectivas.
A continuació n presentaré algunos de los fundamentos (los argumentos) expuestos
a favor de declarar a la Naturaleza como un sujeto de derechos, para posteriormente
examinar algunas de las categorías jurídicas involucradas.

III
Fundamentos para el reconocimiento de la naturaleza como sujeto de derechos
Para facilitar el aná lisis de los argumentos que se han esgrimido para justificar este
tratamiento normativo de la naturaleza como sujeto de derechos los he agrupado en
cuatro categorías: utilitaristas, esencialistas, animistas y políticos.
Los defensores de los derechos de la naturaleza podrá n alegar que es una
simplificació n, que este es un tema que no puede ser leído (interpretado) así, ya que
precisamente la transformació n conceptual má s profunda tiene que ver con la
complejidad (la mirada holística) de los temas estudiados, que todo está relacionado
y es interdependiente y que la fragmentació n es un defecto del mundo occidental.
Es posible que mi (de)formació n occidental me impida acercarme al conocimiento
de otra forma, asumo el riesgo, y no niego que cualquier intento de explicació n
racional de un concepto supone su “descomposició n” -y ,por tanto, su
fragmentació n-, lo que en caso alguno niega la complejidad y las relaciones que
existen en los diferentes aspectos aquí expuestos. La complejidad es vista como una
negació n de las relaciones exclusivamente binarias, pero para acceder a un
conocimiento complejo hay que descomponerlo.
Se podrá decir que tres de las cuatro líneas que se presentan a continuació n, está n
relacionadas, que unas se apoyan en las otras y que se refuerzan (excepto la
utilitarista), a partir de esto podría rechazarse este intento de sistematizació n,
empero se encuentran diferencias entre los distintos discursos justificatorios que es
necesario señ alar.
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1. La justificación utilitarista
Entiendo que se corresponde a la perspectiva “utilitarista” todas las justificaciones
que tienen su origen en la idea central de que reconocer a la naturaleza como sujeto
de derechos es un medio para alcanzar cierto estado de cosas, por tanto, su valor
está ligado al logro de ciertos objetivos.
El cambio del estatus jurídico de la naturaleza de objeto a sujeto de derechos
aseguraría una mejor y mayor protecció n del ambiente, aseguraría un desarrollo
sostenible “… que no amenace la existencia de los ecosistemas, garantizando así, que
las futuras generaciones puedan disfrutar, de la misma manera que nosotros, de la
naturaleza y sus beneficios”8.
Elizalde Hevia deja en claro esta posició n
…asumiendo que es imprescindible la protección de la naturaleza, sería
necesario preguntarse cómo hace más eficaces las leyes que eventualmente se
expedirían para protegerla frente a las agresiones y la depredación que
constantemente sufre. Si existe conciencia de que debe ser utilizada con prudencia
y no abusar de ella. Si se considera que es un absurdo pensar que el ser humano es
propietario de la naturaleza. Es decir si en realidad, la naturaleza ha dejado de ser
objeto propiamente dicho y se le comienzan a reconocer intereses distintos a los
humanos.9(resaltado no consta en el original)
La justificació n utilitarista busca “elevar” el nivel de protecció n jurídica a la
naturaleza, asumiendo que las leyes ambientales son insuficientes y que se han
revelado ineficientes para detener la destrucció n del medio ambiente y preservarlo
para futuras generaciones.
El Informe de mayoría sobre los Derechos de la Naturaleza de la Asamblea Nacional
Constituyente, podría considerarse como el mejor ejemplo de las argumentaciones
puestas al servicio de un fin pragmá tico
Lo que nos preocupa y lleva a proteger a la Naturaleza, elevá ndola de objeto de
protecció n jurídica a sujeto de derecho, es la necesidad de cambiar el paradigma de
desarrollo, el enfoque de aproximació n legal y la relació n que el ser humano tiene
con su entorno, a fin de evitar o, al menos paliar las imprevisibles
consecuencias que se producirán si mantenemos el sistema de depredación
antropocéntrico.10(resaltado no consta en el original)
En este nivel el cambio de paradigma, el nuevo estatus jurídico, no tiene por objeto
la protecció n de un bien valioso en sí mismo sino evitar las “imprevisibles
consecuencias” de su destrucció n.
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2. La justificación esencialista o del valor intrínseco


Se sustenta en la idea bá sica, aunque pueda asumir diferentes sentidos, de que
“Cuando se reconocen los derechos de la Naturaleza, se está n admitiendo valores
propios o intrínsecos en ella”11.
Se parte de un supuesto: la atribució n de un derecho está ligado a una “esencia”,
esto podría darse a partir de tres “abordajes”, dice Gudynas 12, que se presentan
confundidos y superpuestos en los postulados de la llamada “ecología profunda”:
1) el bienestar y florecimiento de la vida humana y no humana tiene un valor en sí
mismo, de forma independiente a la utilidad que presten a los humanos; 2) el
reconocimiento de que un objeto es valioso en cuanto posee propiedades que no
dependen de las relaciones con el entorno u otros objetos; y, 3) las cosas tienen un
valor “objetivo” que no depende de las evaluaciones que le otorguen terceros.
Se busca sustraer la calificació n de un objeto, de un ser, de valoraciones externas a
él, por tanto el derecho se limita a reconocer jurídicamente algo que es valioso con
independencia de lo jurídico.
Quienes defienden esta posició n sostienen que se produce un cambio radical desde
un antropocentrismo que considera que “todas las medidas y valoraciones parten del
ser humano, y los demá s objetos y seres son medios para sus fines”; hacia un
biocentrismo, que implicaría, en palabras de Gudynas, que la Naturaleza tiene
valores propios, al igual que todas las formas de vida, una igualdad que se traduce
en que “… todas las especies son ‘iguales en sus derechos a vivir y florecer y alcanzar
sus propias formas de desplegarse y auto-realizarse” 13.
El filó sofo alemá n Otfried Hö ffe sostiene que quienes defienden, lo que él llama una
“política ecoló gica”, buscan establecer un nuevo imperativo categó rico
Los representantes del debate ecoló gico abogan en términos tan sencillos como
poco modestos por un nuevo imperativo categórico o una nueva moral,
respectivamente. Bajo diferentes términos –como el cará cter sagrado de la vida
(Hans Jonas) o defendiendo al menos dos generaciones antes y, sin embargo, no
mencionando el respeto (Albert Schweitezar) o la paz con la naturaleza (Meyer-
Abich), o bien la capacidad de sufrimiento- se sostiene una misma idea rectora; se
pretende que la moral abandone lo que antes era natural para ella: una
referencia exclusiva al hombre. Si denominamos antropocéntrica aquella moral
que defiende la referencia exclusiva y a la moral que rechaza la exclusividad ya sea
biocéntrica, cuando se trata de cualquier vida, o patocéntrica, cuando se trata
ú nicamente de vida capaz de sufrir, hemos encontrado el primer elemento, la piedra
fundamental.
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Este elemento define la pregunta rectora: “moral antropocéntrica o bien biocéntrica
o patocéntrica.14(resaltado no consta en el original)
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Es llamativo que la idea del reconocimiento de lo “intrínseco”, es de decir del ser, de


lo ontoló gico, que sustenta a las propuestas teó ricas má s conservadores con
respecto a la categoría persona (en el mundo jurídico) y la perspectiva unitaria de
ese concepto, que equipara en vida humana, ser humano y persona (como categoría
jurídica) son lo mismo, sus defensores asumen una paridad ontoló gica entre
persona y Homo sapiens (como ser en general y sus propiedades metafísicas), es
decir, la ló gica que sustenta la total exclusió n de cualquiera que no sea humano
(actuando individual o colectivamente) como titular de derechos es la que se usa
para sostener la tesis contraria15.

3. La justificación “animista”
Se sostiene que la carta constitucional ecuatoriana significa la irrupció n de una
nueva forma de constitucionalismo -el constitucionalismo andino- esto por la
incorporació n en las constituciones ecuatoriana y boliviana de dos conceptos
provenientes de la cosmovisió n de los pueblos ancestrales, de su comprensió n de su
entorno y de sus prá cticas de convivencia. Esos dos conceptos son: Sumak kawsay y
la Pachamama16.
Se afirma que el Sumak kawsay (“buen vivir”) es considerado en la cultura andina un
sistema de vida que contiene una serie de principios, normas o reglas que
establecen un modelo econó mico, social, político de sociedad 17. Este “modelo”
depende de cuatro principios bá sicos que se afirma son parte de la filosofía andina 18:
relacionalidad, correspondencia, complementariedad, reciprocidad. Uno de los
elementos de esa visió n es la convivencia armó nica con el entorno.
Estermann considera que el “nú cleo principal del pensamiento andino” es la
relacionalidad de todo acontecer y ser: “el individuo como tal es vano y perdido, si
no está bien insertado dentro de un sistema de relaciones mú ltiples”: lo explica de la
siguiente forma “El individuo concebido como ser particular y autó nomo es para el
pensamiento andino algo sin lugar (u-tó pico), sin fundamento (an-á rquico) y sin
centro (ex – céntrico)”19.
El “cosmos como un sistema ético” tiene como la expresió n má s clara la relació n de
los individuos con “…la pachamama, la madre tierra. Só lo cuando se respeta
Page 19
debidamente las relaciones entre ser humano y cosmos, la tierra produce y es
fértil”20.
Complementaridad y reciprocidad son dos formas particulares de relacionalidad.
Complementaridad “significa que a cada ente y cada acció n corresponde un
complemento (elemento complementario) que de estos recién hace un todo integral.
El contrario de una cosa no es su negació n, sino su contra-parte, entonces su
complemento y su correspondiente necesarios”, esto significa que “no hay negació n
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absoluta, sino só lo relativa”; a partir de esto se rechaza toda concepció n de


“substancia”, como un ser que existe en y de en sí mismo21.
El principio de reciprocidad es la expresió n de la complementaridad en lo moral y
prá ctico: “Cada acció n recién cumple su sentido y fin en la correspondencia con una
acció n complementaria, la cual restablece el equilibrio (trastornado) entre los
actores sociales”, existe un “orden có smico como un sistema balanceado de
relaciones… cada relació n tiene que ser bi-direccional; es decir: recíproca.”22
Finalmente, el principio de correspondencia y transició n entre micro y
macrocosmos, que implica que el “orden có smico y el orden humano corresponden
mutuamente e interfieren de diferentes maneras”23.
La Pachamama, en la racionalidad andina, se dice es la
…fuente principal de vida, continuació n del proceso có smico de regeneració n y
transformació n de la relacionalidad fundamental y del orden có smico. En este
sentido la Pachamama vive, “es un ser vivo orgá nico que ‘tiene sed’[…], que se
‘enoja’, que es ‘intocable’ […] que ‘da recíprocamente’[…] La naturaleza
(pachamama) es un organismo vivo, y el ser humano es, en cierta medida, su
criatura.24
Por ello se afirma que tiene vida, que los seres humanos somos una parte al igual
que los animales, los minerales, el agua.
Este discurso asume que los pueblos ancestrales saben “relacionarse” con la
naturaleza, respetan sus ciclos, su forma de vida es medioambientalmente
responsable; frente a los pueblos occidentales, especialmente los capitalistas, que
son depredadores, irresponsables con el medio ambiente y son los causantes de los
desastres ecoló gicos.
El objetivo de este trabajo impide un aná lisis en profundidad de esta afirmació n. Sin
embargo, hay varios estudios que desmienten la hipó tesis de que “…todos los
pueblos indígenas del pasado eran (y que los actuales todavía son) administradores
moderados y ecoló gicamente prudentes de sus respectivos entornos, conocían y
respetaban profundamente la naturaleza, vivían con inocencia en un virtual
paraíso….”25
Page 20
En realidad, ambas posiciones extremas de esta controversia –la de los racistas [que
consideran que los indígenas no tienen capacidad para manejar sus recursos
naturales] y la de los creyentes en los paraísos del pasadocometen el error de
considerar que los pueblos indígenas del pasado eran esencialmente diferentes de
los pueblos del moderno Primer Mundo, ya sea por su inferioridad o su
superioridad. Gestionar de forma sostenible recursos ambientales ha sido siempre
difícil, desde los tiempos en que el Homo sapiens desarrolló el ingenio, la eficiencia y
las destrezas de caza modernas desde hace aproximadamente cincuenta mil añ os26.
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Esto no significa negar el hecho de que varios pueblos ancestrales tengan una
relació n “mística”, respetuosa del entorno, que sepan gestionar de forma adecuada
sus recursos naturales; sin embargo esto no es un atributo generalizable de acuerdo
a los datos disponibles en la actualidad27.
Al margen de este debate varios autores relacionan -de hecho afirman- que
confluyen el concepto andino de la Pachamama y las tesis occidentales sobre Gaia
un “supraorganismo extremadamente complejo, que requiere de cuidados y debe
ser fortalecido, es sujeto de dignidad y portador de derechos, porque todo lo que
vive tiene un valor intrínseco, tenga o no uso humano.” 28El uso de la “hipó tesis Gaia”
(ahora la “tesis Gaia”), como base científica para sustentar la visió n de la naturaleza
como un sujeto con vida y por tanto con valor intrínseco, es recurrente, lo que ha
permitido a sus defensores darle un valor “científico” a sus afirmaciones.
He revisado trabajos de James Lovelock (quien formuló la hipó tesis Gaia) y los
escritos de Lynn Margulis (una de las científicas evolucionistas má s relevantes),
para verificar las afirmaciones de los defensores de esta hipó tesis.
Empezaré por Lynn Margulis, en su libro “Captando Genomas”, al referirse a este
tema lo hace de la siguiente forma
La hipó tesis Gaia de James Lovelock ha representado un gran avance desde que
Vernadsky reconociera a la vida como fuerza geoló gica. Lovelock postula que tanto
la composició n química de la atmosfera, como su temperatura global, la salinidad de
sus océanos y la alcalinidad de la superficie de estos (pH 8,2), no son pará metros
aleatorios, sino que presumiblemente vienen regulados por el metabolismo de la
suma de la vida sobre la Tierra. Esa clase de modulació n global no significa que la
superficie de nuestro planeta sea el equivalente a un organismo, porque a
diferencia de la biosfera, no pude sobrevivir de sus propios residuos ni
respirar sus propias excreciones gaseosas. Sin embargo, la superficie de la Tierra
sí presenta algunos rasgos propios de los organismos. Está constituida en gran
medida a base de
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células que se reproducen, toma sus nutrientes del agua y produce incesantemente
residuos. Ambas entran en asociaciones ecoló gicas, en ocasiones simbió ticas,
absolutamente necesarias para el reciclado de residuos, lo cual determina que el
reino celular se expanda. El resultado consiste en que, con el paso del tiempo, el
medio ambiente se vuelve cada vez má s organizado, diferenciado y
especializado”29(resaltado no consta en el original)
En otras palabras, la Tierra actú a como un organismo pero no es un organismo.
Margulis, en la misma obra, se refiere a la “hipó tesis” de Lavelock de la siguiente
forma
Al darle al planeta el nombre de la diosa griega, Lovelock, en un verdadero acto de
bautismo, convirtió su idea en memorable, tanto para la ciencia como para sus
enemigos. Logró personalizar el objeto de estudio y centrar la atenció n de sus
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colegas en sus características sobresalientes. En la mente de muchos, «Gaia» quedó


reducida a un eslogan: «la Tierra es un organismo gigante», de hecho un organismo
«femenino». ¿Có mo –protestá bamos ante Lovelock- podría ser la Tierra un
«organismo», cuando ningú n organismo puede vivir de sus propios residuos? ¿Por
qué insistes en promover la imagen de la Tierra como un ser ú nico y gigantesco –le
recriminá bamos- alejá n-dote de la ciencia y atrayendo hacia a (sic) ti la potencial
enemistad de respetables colegas? ¿Por qué no decir que Gaia es un ecosistema
gigante, que reconoce la pluralidad de los seres que lo componen , le sugeríamos.
Pero él insistía. El término «ecosistema» le parece engorroso, difícil de definir y
completamente opaco para quienes no estén familiarizados con la ecología. Es má s,
se atreve a defender su metá fora de la diosa. «Si consigo que piensen en la Tierra
como en un ser vivo –explica- aprenderá n a respetarla y a amarla. Si el planeta no es
má s que un montó n de rocas, no hay inconveniente en darle puntapiés y maltratarlo.
A nadie le importa. Por supuesto, Gaia no es un organismo único ni ninguna
diosa, pero está viva y merece nuestra comprensión y nuestra
reverencia.»30(resaltado no consta en el original)
Esta cita no deja duda del uso metafó rico de la figura de “organismo”.
Dos breves citas de Lovelock confirman el uso inicialmente metafó rico de Gaia, las
dos han sido tomadas del que se considera su mejor obra “Las edades de Gaia”:
“Para mí era evidente que la Tierra estaba viva en el sentido de que era un sistema
autorganizado y autorregulado.”31
La homeostasis, base de la propuesta, se explica como
La hipó tesis de Gaia, cuando la expusimos en los añ os setenta, suponía que la
atmó sfera, los océanos, el clima y la corteza de la Tierra se encuentran ajustados a
un estado adecuado para la vida por el comportamiento de los mismos organismos
vivos. Concretamente, la hipó tesis de Gaia dice que la temperatura, el estado de
oxidació n, de acidez y algunos aspectos de las
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rocas y las aguas se mantienen constantes en cualquier época, y que esta
homeostasis se obtiene por procesos cibernéticos llevados a cabo de manera
automá tica e inconsciente por el biota. La energía solar sustenta estas condiciones
favorables para la vida. Estas condiciones son só lo constantes a corto plazo y
evolucionan en sincronía con los cambios requeridos por el biota a lo largo de su
evolució n. La vida y su entorno están tan íntimamente asociados que la
evolución afecta a Gaia, no a los organismos o al medio ambiente por
separado.32(resaltado no consta en el original)
Mario Melo, uno de los má s activos defensores del cambio constitucional, en lo que
al inicio me pareció un uso metafó rico de los conceptos pero que posteriormente me
he convencido, leyendo sus trabajos posteriores, que es una descripció n afirma
Que la Naturaleza es nuestra madre, es una verdad evidente que la repiten todos los
niñ os de preescolar. Siendo nuestra madre, ella cumple día a día con su deber de ser
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soporte de vida para todas las especies, incluyendo la especie humana. Madre al fin,
ella tolera paciente pero no indolente, cuanto agravio le causamos los humanos en
nuestra desenfrenada carrera por la acumulació n de capital y el desarrollo. 33Para
afirmar posteriormente “A la Naturaleza, como ser, no se puede mezquinar sus
derechos. El derecho de la Naturaleza a existir y a que sus ciclos vitales que le
permite sostener la vida no sean alterados por agresiones provenientes de la
especie humana…”34.
Obviamente la visió n animista y la esencialista se relacionan, sin embargo se pueden
estudiar de forma diferenciada, en el animismo se asume que la naturaleza tiene un
derecho a existir y seguir sus propios procesos vitales 35que cumple con un deber
que es sustentar la vida36. Es “un ‘alguien’ que nos procrea, nos nutre y nos acoge”37.
La perspectiva esencialista le da un valor ontoló gico a la Naturaleza, un fin en sí
mismo, pero no –necesariamente- se le atribuye una “vida”, o considerarla un
organismo vivo con un “proyecto de vida”.

4. La justificación política
Reconocer a la Naturaleza como un sujeto derechos, promover el buen vivir se dice,
es cuestionar “el modelo neoliberal en relació n a la organizació n de la economía y de
la sociedad, pero en ú ltima instancia el mismo sistema capitalista” 38. La Naturaleza
objeto “ha convertido a todos los seres vivientes en materia prima de diferentes
procesos industriales”39.
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Se considera que el reconocimiento de la Naturaleza como sujeto de derechos se
convierte en una tarea “civilizatoria” que implica su “desmercantilizació n”, para ello
“Los objetivos econó micos deben estar subordinados a las leyes del funcionamiento
de los sistemas naturales, sin perder de vista el respeto a la dignidad humana,
siempre procurando asegurar la calidad de vida de las personas.” 40. Por ello los
“derechos de la naturaleza tienen un componente político: constituyen un llamado al
mundo entero para iniciar un cambio urgente”41.
Esto implica, dicen los defensores de esta posició n, contraponer el modelo de
desarrollo capitalista basado en la explotació n de los recursos naturales, en el que la
naturaleza se pone al servicio del capital 42, a otra en la que se reconoce a la
Naturaleza como quien “nos procrea, nos nutre, nos acoge”, en la que debe imperar
una “relació n de no utilizació n, sino de respeto e incluso de solidaridad”. 43No se
niega la posibilidad de que los seres humanos satisfagan sus necesidades vitales
“pues la vida es un continuo en que todos sobrevivimos, pero excluye la crueldad
por simple comodidad y el abuso superfluo e innecesario” 44. Se afirma, que desde la
vigencia de los Derechos de la Naturaleza, es “indispensable avizorar una
civilizació n postcapitalista, que exige una lucha de liberació n…”45.
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Los defensores de esta posició n caen en una simplificació n, asocian un modelo


político al respeto del medio ambiente. Existen suficientes evidencias que los niveles
de deterioro y destrucció n ambiental son (fueron) igualmente graves en países que
optaron por un sistema político diferente al capitalismo, ejemplo de ello son la ex
Unió n Soviética y China. Por el contrario, Nueva Zelanda es reconocido como país
con un gran respeto por la naturaleza y con altos está ndares de protecció n
medioambiental46.

IV
Aspectos preliminares sobre algunas categorías jurídicas involucradas
El cambio de estatus jurídico de la Naturaleza es mirado por sus defensores como
una auténtica revolució n jurídica, a punto de compararla con el fin de la esclavitud o
el reconocimiento del voto a la mujer 47. No só lo eso, se afirma que “La incorporació n
de la naturaleza al derecho constitucional en cará cter de sujeto de derechos abre un
nuevo capítulo en la historia del derecho, respecto del cual nuestra imaginació n es
pobre, porque nos movemos aú n dentro del paradigma que niega derecho a todo lo
no humano”48.
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No cabe duda de su novedad en el mundo del derecho, algo que podría tener
implicaciones significativas en mú ltiples aspectos de la vida social, má s allá de su
valor emotivo-simbó lico, fortaleciendo las medidas de protecció n
medioambientales, sin embargo, no existen evidencias hasta el momento, de que esa
protecció n haya mejorado sustancialmente, o vaya a mejorar, como resultado de la
declaració n constitucional.
Zaffaroni, en el trabajo ya citado, propone algunos de los posibles efectos de este
reconocimiento, pese a que advierte la preocupació n expresada por algunas
personas de que estas normas “carecerá n de efectos prá cticos diferenciales respecto
del derecho ambiental constitucional de las ú ltimas décadas.”49Algunas de estas
consecuencias serían: “cualquiera podría accionar en defensa de la naturaleza…sin
que sea menester invocar –y menos probar- la condició n de damnificado…”; al ser
un sujeto de derechos, dice Zaffaroni, ésta adquiere la condició n de tercero agredido
cuando se le ataque ilegítimamente se habilita al ejercicio de una legítima defensa
por parte de terceros, por tanto poner “obstá culos al avance de maquinarias de
desmonte y –por los menos- todos los medios de lucha no violenta será n conductas
lícitas”; afirma que la propiedad de animales sufrirá restricciones y que sus
“titulares incurrirá n en un abuso ilícito cuando ofendan a la Tierra haciendo sufrir
sin razó n a sus hijos no humanos”; se limitará la propiedad “fundiaria”, no se podrá
alterar los procesos regulativos; se deberá replantear el patentamiento de animales
y plantas. Todo esto en el marco del principio de que la “naturaleza puede ser usada
para vivir, pero no suntuariamente para lo que no es necesario […]. La explotació n
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artesanal pocas veces tendrá problemas, pero la industrial será siempre un


semillero de pleitos, donde se hará n jugar valores encontrados”.
En realidad cada uno de los posibles efectos señ alados por Zaffaroni pueden
lograrse en ordenamientos jurídicos que no reconozcan a la naturaleza como sujeto
de derecho, usando el actio popularis de las leyes ambientales, el derecho a la
resistencia de las personas y pueblos, las sanciones que existen por maltrato a los
animales, las limitaciones a la explotació n agrícola y las restricciones al
patentamiento de animales o plantas, algunas ya existentes.
No me detendré a profundizar en todas las posibles implicaciones prá cticas del
reconocimiento a la naturaleza como sujeto de derechos, me queda claro que la
mayoría de las derivaciones –al menos de las anunciadas hasta el momentose
podrían alcanzar con una protecció n ambiental reforzada, ahora bien debe
examinarse si existe tal “revolució n” jurídica, al menos en lo conceptual y que
efectivamente ésta implicó “…resolver las limitaciones jurídicas de una concepció n
del derecho como atributo exclusivamente individual […], debió enfrentar los temas
de titularidad, acció n y tutela[…], ademá s la relació n entre derechos y deberes…”50.
Si efectivamente la crítica jurídica podría derivarse de que la naturaleza no puede
ser “titular de derechos…si no los puede exigir por sí misma”51.
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Estas afirmaciones implican que en el Ecuador –antes de la Constitució n del 2008-
existía una concepció n en la que los derechos son un “atributo exclusivamente
individual”, que el titular de un derecho siempre asumía una obligació n y que el
derecho no podía atribuírsele a quien no se puede exigir su cumplimiento.
Cualquiera que conozca el derecho ecuatoriano responderá que, al menos desde la
Constitució n de 1998, los derechos no son un atributo exclusivamente individual 52,
que tener un derecho no implicaba asumir una obligació n53, y que no era una
condició n poder exigir un derecho (tener voluntad) para ser titular de uno 54.
Otra obviedad es decir que todos estos conceptos han sufrido profundas
transformaciones, al punto que en la teoría del derecho contemporá nea, desde una
perspectiva normativa, no existiría inconveniente alguno para declarar a la
naturaleza como sujeto de derechos como se hizo en este país, sin que esto
represente una verdadera revolució n jurídica.
La dificultad real –de grandes dimensiones e implicaciones- se refiere a las
motivaciones políticas, las valoraciones involucradas, las consecuencias reales de
esta determinació n.
Es imposible desligar al derecho de lo humano, solamente el Homo sapiens es capaz
de optar por un determinado comportamiento que, má s allá de los fines y el
contenido específico de las reglas.
¿Realizar esta afirmació n es una expresió n de antropocentrismo? Me parece que es
apenas una manifestació n de realismo: mientras no exista evidencia de que la
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naturaleza, como un todo, es un organismo vivo, que tiene planes de vida, que se
comunique y que nosotros no podemos entenderla porque nuestra limitada
racionalidad nos lo impide55, asumiré que el centro del derecho es el ser humano.
Muchos de los defensores de éste tema parecen haber perdido de vista que el
derecho es humano y para humanos, que las categorías involucradas: sujeto,
derecho subjetivo, capacidad, titularidad, etc., son creaciones, construcciones
necesarias para el funcionamiento del derecho.
Esto no significa negar el impacto que tiene (ha tenido) el Homo sapiens sobre su
entorno y la necesidad, por cierto urgente e indispensable, de establecer reglas que
impidan la devastació n de la Tierra, su destrucció n sea que lo hagamos para
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preservar nuestra propia existencia, los intereses de las generaciones futuras o por
ser la naturaleza valiosa intrínsecamente.
De regreso al mundo jurídico, abordaré algunos de los temas señ alados, a partir de
una literatura jurídica bastante conocida y por tanto de fá cil acceso.

1. El derecho como técnica de regulación de la conducta


En la clá sica distinció n entre técnicas de regulació n de la conducta humana se
estudian a las reglas morales, las de trato social y las jurídicas 56. Me detendré
ú nicamente en las jurídicas por ser de interés para este trabajo.
El derecho tiene como objetivo regular el comportamiento humano en cuanto
impacte a los demá s y a su entorno. Elementos centrales tienen que ver con la
convivencia y la cooperació n, por tanto es bilateral o multilateral. Da origen a
conductas exigibles, en cuanto tienen una manifestació n externa.
Se puede señ alar muchos rasgos distintivos de las normas jurídicas: su origen
institucional (no se diferenciaría del Derecho canó nico), que viene acompañ ado de
la amenaza del uso de la fuerza (lo que no lo diferenciaría de la amenaza de una
banda de asaltantes que obliga a cierta conducta), por lo que se resalta que su
característica principal es su “impositividad inexorable”, es decir, frente al
incumplimiento de la regla se desencadena las consecuencias previstas en las
normas y para su aplicació n se cuenta con el Estado.
La ley (en su sentido má s amplio) es una “regla general que rige un nú mero
indeterminado de hechos, expresando las relaciones en las que dichos hechos se
encuentran”57. Se pueden distinguir (en sentido amplio) tres clases de leyes: las leyes
naturales (las que rigen a la naturaleza) que se manifiestan en relaciones de causa y
efecto (“si A entonces B”); leyes sociales que se expresan como reglas de
probabilidad (“si A puede ser B”); y, las que nos interesan en particular, que son las
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leyes, reglas o normas de conducta que se expresan relaciones del deber ser (“si es A,
debe ser B”).
Con lo que volvemos al punto de partida inicial, las normas se dirigen al ser humano
estableciendo un deber ser, un estado de cosas a alcanzar. Kelsen, a propó sito de
este tema dice
La conducta humana regulada por un orden normativo es ora una acció n
determinada por ese orden, ora la omisió n de esa acció n. La regulació n de la
conducta humana a través de un orden normativo, se produce de una manera
positiva y una manera negativa. La conducta humana está regulada por el orden
normativo en manera positiva, por de pronto, cuando se exige a un hombre una
determinada acció n, o la omisió n de una acció n determinada (cuando se exige la
omisió n de una acció n, la acció n está prohibida). Decir
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que la conducta de un hombre es exigida por una norma objetivamente vá lida,
significa lo mismo que afirmar que el hombre está obligado con respecto de esa
conducta58.
La normatividad requiere de algunas categorías, como se advirtió , todas ellas
involucradas en la regulació n jurídica de la naturaleza, todas elaboraciones
humanas.

2. Sujeto de derechos, derechos subjetivos, deber, capacidad


En los discursos justificatorios sobre esta materia se tratan en el mismo nivel la
definició n de persona en términos jurídicos (teoría general del Derecho), quiénes son
los entes sobre las que recae esta condició n (un tema que corresponde al
ordenamiento jurídico de cada país), en qué consiste la esencia de ser sujeto (tema
de Sociología y de la Antropología filosó fica), y a quién el derecho debe reconocer
personalidad jurídica (estimativa jurídica o filosofía política)59
Por el objetivo de este trabajo pasaré revista a dos de los cuatro debates antes
descritos, qué es un sujeto derechos y quiénes son los sujetos del derecho.
Sujeto de derechos o persona es una categoría jurídica que implica la determinació n
de un “ente que tiene la capacidad para ser sujeto de las normas jurídicas (activa o
pasivamente)”60. Recaséns Siches dice “La personalidad jurídica es tan só lo la
síntesis de tales funciones jurídicas imputadas por la norma no a los hombres que
las realizan, sino a un sujeto ideal, construido consistente en ese comú n término
ideal de imputació n”, en esa medida un ordenamiento jurídico61.
Es el resultado de una imputació n normativa, de acuerdo al concepto de Kelsen, son
relaciones creadas por las reglas de cará cter jurídico, a estas se asocian ciertas
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consecuencias cuando se cumplen determinados supuestos. Estas relaciones no


existen en la realidad, son resultado de una determinació n normativa62.
En resumen, establecer que la naturaleza es sujeto de derechos es una decisió n que
depende del derecho positivo de cada país y , siguiendo a Valencia Zea y Ortiz, no
debe confundirse los conceptos o nociones con las cosas de las cuales se predican 63.
Así, al otorgar normativamente a la naturaleza derechos se la convierte en sujeto de
derechos, en su titular.
Estos dos conceptos, derechos subjetivos y capacidad, son usados de forma equívoca
en varias de las argumentaciones que se presentan al tratar el tema del presente
estudio: 1) se realiza una asociació n automá tica entre derecho subjetivo y deber del
mismo sujeto titular del derecho; 2) se afirma que en el derecho contemporá neo se
requiere expresar voluntad para poder ser titular de un derecho subjetivo; y, 3) se
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confunde capacidad legal con responsabilidad.

2. 1 Derecho subjetivo
La doctrina considera que la esencia del derecho subjetivo 64, categoría que ha
evolucionado de forma significativa, es
…la situació n o conducta del titular del derecho subjetivo constituye, segú n la
norma, el supuesto determinante de un deber en otro u otros sujetos. Así pues, en
general, tener un derecho subjetivo quiere decir que la norma vincula a una
situació n o conducta de un sujeto el deber de un cierto tipo de comportamiento en
otro sujeto. Resulta, por tanto, que derecho subjetivo -en su má s general y amplia
acepció n- es la cualidad que la norma atribuye a ciertas situaciones de unas
personas, consistente en la posibilidad de determinar jurídicamente (por imposició n
inexorable) el deber de una especial conducta en otra u otras personas. 65El derecho
subjetivo66tiene tres manifestaciones: a) derecho subjetivo como reverso material
de un deber jurídico de los demá s, impuesto con independencia de la voluntad del
titular del derecho; 2) el derecho subjetivo como pretensió n; y, 3) el derecho
subjetivo como poder de formació n jurídica.
El derecho subjetivo como reverso material de un deber jurídico existe a partir de
una disposició n normativa y no tiene relació n alguna con el hecho de que su titular
tenga o no voluntad, ya que no depende del titular para ser considerado un derecho.
Las acciones para exigir su cumplimiento pueden ejercerse por un tercero sin
considerar al titular. Un ejemplo de ello son los derechos de los niñ os má s pequeñ os
y la posibilidad de que se accionen los sistemas de protecció n por terceros.
Para la existencia de estos derechos subjetivos se requiere de tres elementos: una
norma que los establezca, un titular, un obligado u obligados.
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El derecho subjetivo como pretensión, al igual que los otros derechos subjetivos,
tiene su origen en una norma jurídica, lo que implica en ciertas situaciones
determinar un deber para algunas personas, la ejecució n forzada de este deber se
pone “…a la disposició n de otra persona (a quien beneficia dicho deber), que es
quien, por eso, figura como titular del derecho subjetivo (como pretensió n)”67.
El derecho subjetivo como poder de formación jurídica es aquel que depende el
nacimiento, modificació n y extinció n de ciertas relaciones jurídicas de los actos de
su titular. Los actos de un sujeto activo son los que dan origen a los deberes del o los
sujetos pasivos.
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De las tres es la primera forma de derecho subjetivo (reverso material de un deber
jurídico) la que expresa mejor la declaració n de la Naturaleza como sujeto de
derechos, desde una perspectiva estructural, el énfasis se coloca en el
establecimiento de obligaciones a terceros, má s allá de la voluntad, potencial o
inexistente, del titular del derecho; sin embargo la segunda (pretensión jurídica)
podría usarse para explicar su funcionamiento en los casos de inacció n o
incumplimiento de las obligaciones estatales.

2. 2 Deber jurídico
Un deber, en sentido jurídico, es el resultado de una norma que lo impone 68, por
tanto el obligado (el sujeto pasivo desde la perspectiva estructural) debe conducirse
de cierta manera porque una regla así lo establece, el contenido puede implicar, una
o muchas, obligaciones de acció n o abstenció n. En caso de no actuar de acuerdo a lo
previsto el sujeto(s) pasivo será “objeto de un acto de coacció n impositiva de
cará cter inexorable”.
El ser titular de un derecho no comporta, en todos los casos, un deber del mismo
titular ya que la obligació n le puede corresponder a otro; tampoco se requiere
voluntad o expresió n de voluntad del titular. Este derecho pude ser defendido,
accionado por otro u otros. La capacidad ser titular de derechos (capacidad de goce)
no se asocia a la expresió n real o potencial de voluntad, sino a una asignació n
normativa: una regla otorga derechos a un sujeto 69y de estos se derivan ciertas
obligaciones de acció n o abstenció n, las que pueden corresponder a otros sujetos
diferentes de los que ejercen su titularidad.

2. 3 Capacidad
Al hablar de capacidad en el mundo jurídico siempre pensamos en sus dos
dimensiones, goce o ejercicio. La capacidad de goce está vinculada a titularidad de
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un derecho. Es suficiente que se asigne normativamente un derecho para que su


titular se convierta en sujeto de derechos y por tanto tenga capacidad de derecho o
de goce.
La segunda dimensió n, capacidad de ejercicio o capacidad legal, de acuerdo a su
definició n normativa se refiere a las obligaciones civiles, a los “actos y declaraciones
de voluntad”, que tienen como un requisito de validez que la persona (el sujeto) se
legalmente capaz; esto no cubre otras dimensiones del mundo jurídico, ya que
alguien considerado legalmente incapaz puede actuar en otros á mbitos del mundo
jurídico sin limitació n.
El Có digo Civil la define así: “La capacidad legal de una persona consiste en poderse
obligar por sí misma, y sin el ministerio o la autorizació n de otra”70.
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La titularidad de derechos no está condicionada a la capacidad legal de una persona,
como tampoco el ejercicio de muchos de ellos tiene relació n con la posibilidad de
realizar negocios jurídicos.
También se encuentran diferencias importantes entre capacidad y responsabilidad.
La responsabilidad, responder por las consecuencias de un dañ o, se asocia a una
obligació n, por ello puede atribuirse la responsabilidad a un tercero diferente a
quien se le atribuye la acció n u omisió n, incluso cuando el dañ o ha sido causado por
animales o cosas, a los que obviamente no se les puede atribuir voluntad o
negligencia71.
Ejemplos de esta distinció n abundan. Citaré uno muy conocido.
El inciso quinto del artículo 1486 del Có digo Civil, como ejemplo de las obligaciones
naturales (aquellas que no confieren derecho para exigir su cumplimiento: pero que
cumplidas autorizan para retener lo que se ha dado o pagado en razó n de ellas”) a
las contraídas por personas que, teniendo suficiente juicio y discernimiento, son sin
embargo incapaces de obligarse segú n la ley como los menores adultos. La
distinció n entre capacidad y responsabilidad civil es tan clara que una persona que
no tiene capacidad legal puede ser responsable de sus acciones o de los dañ os de
terceros, incluso en el caso de dañ os causados por no humanos72.
Tampoco es equiparable responsabilidad penal con capacidad legal. Debe
recordarse que una persona en interdicció n por discapacidad intelectual debe estar
en esa situació n en el mundo civil pese a sus intervalos lucidos 73y bajo esa condició n
sus actos no surten efectos aunque se hayan realizado en unos de esos intervalos
lucidos74, pero podría ser responsable de sus acciones en el á mbito penal donde se
valora la “lucidez” en el momento del acto75.
En materia de derechos humanos no existe un correlato automá tico derecho/deber,
por ello es absurdo sostener que como rasgo estructural todo derecho puede ser
asociado un deber del mismo titular. Las personas no “perdemos” nuestros derechos
por irrespetar la ley, algunos pueden ser restringidos como resultado de una medida
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coactiva. Algunos derechos no admiten restricciones en caso alguno, por ejemplo la


protecció n contra la tortura.
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El presente ensayo no se dirige a contribuir con argumentos para aceptar o negar lo
que ya es un hecho, que la naturaleza sea sujetos de derechos, la intenció n es
demostrar que en una perspectiva de teoría del derecho contemporá nea y de
derecho positivo no existe limitació n alguna para realizar esta declaració n, algo que
depende de un acuerdo político, y como se podrá constatar, es parte de un proyecto
político.
Elevar el estatus jurídico de la Naturaleza (como un todo) de objeto a sujeto de
derechos, por tanto, depende de una decisió n normativa, de una modificació n de su
estatus en el mundo jurídico, sin desconocer que muchos de los elementos que
componen la naturaleza son “apropiables” de acuerdo a las disposiciones jurídicas.
Luis Felipe Borja, uno de los má s destacados juristas ecuatorianos de todos los
tiempos, enseñ aba a inicios del siglo pasado, que los derechos pueden “ejercerse
relativamente a la naturaleza no libre y a las personas. Podemos dominar, no toda la
naturaleza, sino una porció n determinada, separá ndola de su conjunto. La porció n
así separada se llama cosa; y aquí comienza la primera especie de derechos, el
derecho de una cosa, el cual, bajo su forma má s completa, se llama dominio.”76Es
decir, en el derecho civil ya se conocía que la naturaleza no era apropiable como un
todo, que existen porciones que no pueden estar bajo el dominio del ser humano por
imposible o porque pueden excluirse del “comercio” y de la apropiació n por
decisió n normativa.
La innegable novedad constitucional, al declarar a la naturaleza como sujeto de
derechos, se pierde cuando sus impulsores y defensores pierden de vista la
condició n humana del derecho y de las categorías jurídicas involucradas
Ferrajoli, uno de los autores má s citados por los neoconstitucionalistas
ecuatorianos, explica las categorías persona, personalidad jurídica y sujetos del
derecho de la siguiente forma:
…los conceptos de ‘personalidad’ y de ‘persona’, identificados por el específico
estatus jurídico de quien puede ser autor de actos o titular de situaciones, no agotan
todas las formas de subjetividad jurídica[…]. La imputació n de un comportamiento,
de una modalidad o de una expectativa no se identifica, en efecto, con la condició n
del autor del primero o de titular de la segunda o la tercera. En la experiencia
jurídica, podemos precisar ahora, existen actos y situaciones imputadas, ademá s de
a las personas que son sus autores o titulares, también a otros sujetos que no son
personas, como por ejemplo las sociedades simples, a las que se imputan actos y
situaciones imputadas también a los socios particulares que son sus autores o
titulares. Por lo tanto, junto al concepto de ‘persona’ es necesario disponer también
de otra figura, que llamaré ‘sujeto jurídico’ (o ‘sujeto del derecho’), para designar a
todo aquel que sea centro de imputació n de actos o situaciones independientemente
de que sea en cuanto persona, su autor o titular.77
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A partir de esta aclaració n establece una distinció n entre persona, sujeto y sujeto
jurídico
‘Persona’, a su vez, es todo aquel que, en virtud de su status personae o personalidad,
puede ser o no simplemente centro de imputació n de actos o de situaciones sino
má s específicamente autor de los primeros o titular de las segundas. Por eso todas
las personas son sujetos jurídicos y todos los sujetos jurídicos son sujetos, pero no
viceversa. Son por ejemplo sujetos jurídicos, pero no personas, no só lo los nascituri,
las sociedades simples y las asociaciones no reconocidas sino también en el derecho
internacional, sujetos colectivos como los pueblos – a los que se atribuye el
«derecho de autodeterminació n» y de «disponer libremente de las riquezas y
recursos naturales propios» e incluso la humanidad, identificada por algunos
tratados internacionales como el centro de imputació n del llamado «patrimonio
comú n de la humanidad». En cambio no son ni siquiera sujetos jurídicos, allí
donde no les sean (o hasta que no les sean) imputables por el derecho positivo
actos o situaciones, sujetos como las generaciones futuras o los animales y
demás seres sensibles.78 (resaltado no consta en el original)
No debemos, ni podemos, perder de vista que el reconocimiento de la Naturaleza
como sujeto de derechos es parte de un debate má s amplio y complejo sobre la
universalidad de los derechos humanos, algo que ha sido cuestionado por algunos
sectores por considerarlos occidentales y liberales, los que afirman que se parte de
la idea de que existe
…una naturaleza humana universal que se puede conocer por medio racionales; la
naturaleza humana es esencialmente distinta de, y superior a, la del resto de la
realidad; el individuo tiene una dignidad absoluta e irreductible que debe ser
defendida frente a la sociedad y al Estado; la autonomía del individuo requiere una
sociedad organizada de una manera no jerá rquica, como una suma de individuos
libres.79
De esta cita se puede concluir que se cuestiona la visió n occidental de la
superioridad de la naturaleza humana frente al resto de la realidad.
El mismo Boaventura de Sousa Santos considera que el “contrato social”, base de la
moderna obligació n política -en sus palabras- se basa en unos criterios de inclusió n,
por tanto de exclusió n, una de ellas es que
…só lo incluye a los individuos y a sus asociaciones; la naturaleza queda excluida:
todo aquello que precede o permanece fuera del contrato social se ve relegado a ese
á mbito significativamente llamado ‘estado de la naturaleza’. La ú nica naturaleza
relevante para el contrato social es la humana, aunque se trate en definitiva, de
domesticarla con las leyes del Estado y las normas de convivencia social. Cualquier
otra naturaleza o constituye una amenaza o
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representa un recurso.80Estas dos citas me llevan directamente a lo que considero el


nú cleo esencial de la reivindicació n que encierra la declaració n de la naturaleza
como sujeto de derechos, para ello seguiré el razonamiento del mismo autor.
Para Boaventura da Sousa la “tarea central de la política emancipatoria actual”
consiste en “que la conceptualizació n y prá ctica de los derechos humanos se
transformen de un localismo globalizado en un proyecto cosmopolita insurgente” 81,
algo que se lograría a partir de lo que llama un “dialogo transcultural sobre la
dignidad humana”; incorporando al discurso de los derechos humanos otras
visiones culturales por medio de una hermenéutica diatópica que se formula a partir
de la idea de que cada cultura es incompleta, que se debe centrar la mirada en los
topoi (los tó picos) de cada una de ellas 82y construir respuestas a partir de cada una
de ellas debido a que, desde la visió n de la dharma (cultura hindú ) u otras visiones
culturales en las que se incluiría a la cosmovisió n andina, “los derechos humanos
son incompletos, porque no logran establecer un vínculo entre la parte (el
individuo) y el todo (la realidad), o, aú n má s radicalmente, porque se centran en lo
que es meramente derivado de los derechos, en lugar de centrarse en el imperativo
primordial, el deber de las personas de encontrar su lugar en el orden de toda la
sociedad y de todo el cosmos”83.
Así, esta hermenéutica diatópica sería “la ú nica forma de introducir en la cultura
occidental las ideas de los derechos colectivos, de los derechos de la naturaleza y las
de las generaciones futuras, así como las de los deberes y responsabilidades frente a
las entidades colectivas, sean la comunidad, el mundo o incluso el cosmos.” 84Este
autor va má s allá y considera que el reconocimiento de “derechos originales” que no
son sino –dice- “injusticias-originales” que se reivindican para una crear una nueva
“concepció n de derechos humanos poscolonial y posimperial”.
Uno de los cinco “derechos constitutivos o ur-derechos” 85es el “derecho al
reconocimiento de derechos a entidades incapaces de ser titulares de deberes,
concretamente la naturaleza y las generaciones futuras”, que se ha negado, de
acuerdo a Boaventura da Sousa, por la asimetría entre los sujetos de derechos y los
sujetos de deberes creados por la concepció n occidental de los derechos, que
considera que só lo quienes pueden ser sujetos de deberes pueden ser sujetos
derechos, esto es calificado como “á mbito del principio de reciprocidad” que dejó
por fuera a las mujeres, a los niñ os, los esclavos, los indígenas, la naturaleza y las
generaciones futuras86.
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A partir de esta informació n surge con claridad las razones por las que se afirme,
má s allá del naturalismo y las ideas sobre el biocentrismo, que la Constitució n del
2008 forma parte de un nuevo “constitucionalismo andino”, que –se afirma- ha
incorporado la visió n cultural indígena no precisamente por los derechos colectivos
o los derechos de la naturaleza, sino por la menció n a la Pachamama y al Sumak
Kawsay. Los dos, derechos colectivos y de la naturaleza, son un refuerzo a esa nueva
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concepció n que se considera parte un proceso de crear un “localismo globalizado”


que se quiere convertir en un proyecto “cosmopolita insurgente”.
Un ejemplo del uso de este “localismo globalizado” y en clave “cosmopolita
insurgente” es la acció n de protecció n que presentaron un grupo de personas
(ecuatorianas y extranjeras) en contra de la empresa britá nica British Petroleun
(BP), por el derrame de petró leo en el Golfo de México acaecido en el añ o 2010.
En la demanda se invocan los derechos de la naturaleza, de la Pachamama (“del
universo” dicen los demandantes), invocando los principios de “justicia universal”
Cualquier acto u omisió n que la degrade o destruya a toda o a una parte de ella má s
allá de su capacidad de recuperació n natural, en cualquier lugar que se produzca, es
un dañ o a esa totalidad de la Pachamama, por lo que la demanda en contra de los
autores de los actos causante de tales dañ os puede ser conocida y resuelta por
cualquier juez del mundo mediante la aplicació n por analogía de los principios de
justicia universal, ya porque los dañ os a la naturaleza con irrespeto a los ciclos
vitales de recuperació n constituyen un atentado contra los derechos
fundamentales que, en el Ecuador, incluye a los de la naturaleza, amenazan a la
superviviencia de las especie humana y también porque el desastre ecoló gico del
Golfo de México ofende a la conciencia de la humanidad.
…En suma, fundamentamos esta acció n en los imperativos de la ciencia y en la
profunda convicció n de que “otro mundo es posible” y que en él la justicia está a
favor de la naturaleza no solo como el há bitat de la especie humana sino también
como comunidad de seres vivientes interdependientes unos de otros y que es
universal la responsabilidad de velar por la supervivencia de esta “comunidad de
seres vivientes” de la que hablan con énfasis las Naciones Unidas.
…Cuando la Naturaleza está ejerciendo su derecho a regenerarse y desarrollar sus
procesos normales evolutivos, un derrame de varios millones de barriles de
petró leo es una acció n prohibida…87(resaltado no consta en el original)
Las pretensiones de los demandantes se dirigen a solicitar informació n sobre el
evento, la restauració n de la naturaleza afectada, compensació n (no para los
demandantes, sino la redirecció n de las inversió n para nuevas exploraciones
dejando en petró leo en el subsuelo), y que se dé garantías de no repetició n.
Má s allá de la simpatía que la causa puede provocar y el deseo de que se haga
justicia
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en el caso, sancionando a quien causó un dañ o grave, tomando medidas efectivas
para que esto hechos no se repitan, la coherencia jurídica de la demanda es
cuestionable ¿de aceptarse la demanda el juez ecuatoriano tiene la potestad para
exigir a una compañ ía britá nica que tome medidas por dañ os causados en el Golfo
de México? ¿la naturaleza ejerce el derecho a regenerarse y desarrollar sus procesos
evolutivos?
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Se dirá que el ejemplo del caso Pinochet es un antecedente para la aplicació n


transfronteriza de ciertas reglas, pero se pierde de vista que las acciones jurídicas
de ese caso se sustentó en un instrumento internacional específico, ratificado por
todos los estados involucrados, que sustentaba la competencia del juez y era fuente
de obligaciones para esos estados.
El Juez segundo de Trabajo de Pichincha, a quien le correspondió el caso, así lo
entendió , rechazá ndola por improcedente
…los hechos que han generado esta causa es el derrame de crudo en el Golfo de
México en aguas profundas donde la empresa British Petroleum realizaba sus
actividades; hecho que repercute en el medio ambiente, parte de la naturaleza que
en la prá ctica no reconoce fronteras […]; y por cuanto el Golfo de México y
exactamente donde ocurrió el desastre ambiental, no es territorio Ecuatoriano (sic),
no está amparado por nuestra Constitució n […]; en consecuencia …esta autoridad
no es competente para conocer la presente causa por el territorio […] se rechaza por
improcedente La (sic) Acció n de Protecció n presentada en contra de la EMPRESA
BRITISH PETROLEUM…88La acció n judicial deja en claro que el reconocimiento de la
naturaleza como sujeto de derechos debe ser “leída” en clave política, o como
sostienen muchos de sus defensores en “clave emancipatoria” antiglobalizació n.
El primer caso en que se tuvo conocimiento de aplicació n judicial de los derechos de
la naturaleza se dio en el añ o 2011. La Acció n de Protecció n, resuelta en segunda
instancia por la Sala Penal de la Corte Provincial de Loja 89, fue presentada por
Richard Frederick Wheeler y Eleanos Geer Huddle en contra del Gobierno Provincial
de Loja “a favor de la Naturaleza particularmente a favor del río Vilcabamba” por los
trabajos de ampliació n de la carretera Vilcabamba-Quinara. En su demanda se
refieren, ademá s, a los dañ os que sufrió su propiedad y las vecinas.
La Sala concedió el recurso. Acepta que “la acció n de protecció n resulta la ú nica vía
idó nea y eficaz para poner fin y remediar de manera inmediata un dañ o ambiental
focalizado”; aplica el principio de precaució n, dicen los jueces
…hasta tanto se demuestre objetivamente que no existe la probabilidad o el peligro
cierto de que las tareas que se realicen en una determinada zona produzcan
contaminació n o conlleven dañ o ambiental, es deber de los Jueces constitucionales
propender de inmediato al resguardo y hacer efectiva la tutela judicial de los
derechos de la Naturaleza, efectuando lo que
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fuera necesario para evitar que sea contaminada, o remediar. Nó tese que
consideramos incluso que en relació n al medio ambiente no se trabaja só lo con la
certeza de dañ o sino que se apunta a la probabilidad… 90La Sala recuerda que la
Constitució n “…sin precedente en la historia de la humanidad, reconoce a la
naturaleza como sujeto de derechos…”; asume como un hecho evidente e
indiscutible la “importancia de la Naturaleza”, a tal punto que considera “que
cualquier argumento respecto a ello resulta sucinto y redundante”, incorporando en
la decisió n la idea de que los dañ os causados a ella son ‘dañ os generacionales” que
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define como “aquellos que por su magnitud repercuten no só lo en la generació n


actual sino que sus efectos van a impactar en las generaciones futuras…” 91
Modifica la carga de la prueba liberando a los accionantes de probar los perjuicios,
estableciendo que es el
…Gobierno Provincial de Loja tenía que aportar pruebas ciertas de que la actividad
de abrir una carretera no afecta ni afectará el medio ambiente, Sería inadmisible el
rechazo de una acció n de protecció n a favor de la Naturaleza por no haberse
arrimado prueba, pues en caso de probables, posibles o bien que puedan presumirse
ya provocado su dañ o ambiental por contaminació n, deberá acreditar su
inexistencia no só lo quien éste en las mejores condiciones de hacerlo sino quien
precisamente sostiene iró nicamente que tal dañ o no existe… 92Pese al entusiasmo
que provocó este fallo en los defensores del reconocimiento de la naturaleza como
sujeto de derechos, la Sala no niega la posibilidad de la obra, sino que establece que
debe hacerse respetando “los derechos de la Naturaleza” sin especificar como se los
vulneró , se limita a repetir el texto constitucional: “se está violentando el derecho
que la Naturaleza tiene de que se le respete integralmente su existencia y el
mantenimiento y regeneració n de sus ciclos vitales, estructuras, funciones y
procesos evolutivos”.
Todo él razonamiento se reconduce hacía el derecho humano al medio ambiente
sano, de hecho la acció n parte de la defensa de un interés particular
En cuanto al alegato…de que la població n…necesita carreteras, es de indicar que: En
caso de conflicto entre dos intereses protegidos (sic) constitucionalmente, la
solució n debe ser encontrada de acuerdo con los elementos jurídicos que
proporcione el caso concreto y a la luz de los principios y valores constitucionales.
Esta labor de interpretació n es funció n primordial del Juez constitucional. Pero en
este caso no hay qué ponderar porque no hay colisió n de derechos constitucionales,
ni sacrificio de uno de ellos, pues no se trata de que no se ensanche la carretera
VilcabambaQuinara, sino que se haga respetando los derechos constitucionales de la
Naturaleza. En todo caso, el interés de esas poblaciones en una carretera resulta
minorado compará ndolo con el interés a un medio ambiente sano
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que abarca un mayor nú mero de personas.93
La sentencia declara que el Consejo Provincial es responsable por los dañ os
causados, ordená ndole que se acojan las recomendaciones ambientales y “pida
disculpas pú blicas por iniciar la construcció n de una carretera sin contar con el
licenciamiento ambiental”.
La revisió n de los dos fallos confirma que estas decisiones pudieron tomarse en base
a la normativa de protecció n medioambiental.
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V
Conclusión provisoria
Podría ser suficiente analizar el uso de las categorías jurídicas y su ampliació n
normativa sin buscar los fundamentos de tal reconocimiento por fuera del consenso
político. Puede decirse que luego de reconocidos los derechos de la naturaleza es
innecesario encontrar un fundamento absoluto, considerando que ni siquiera para
el caso de los derechos humanos, como lo demuestra Norberto Bobbio, esto es
posible, por ello parafraseando a este autor, en la actualidad estamos enfrentados a
un tema má s político (la aplicació n de las reglas) que filosó fico (su fundamentació n
de las mismas)94.
Aceptar como legítimo que evitar la destrucció n de la Tierra por parte del ser
humano, es un fin valioso, no es razó n suficiente para que aceptemos como vá lida
cualquier reforma normativa que suene a “revolucionaria” y avanzada, sin examinar
de manera concienzuda sus posibles consecuencias, especialmente cuando existe la
posibilidad de debilitar la protecció n de los derechos de los seres humanos.
¿Qué significa uso de subsistencia de la naturaleza? ¿cuá ndo afectamos sus ciclos
naturales? ¿a qué deberían dar má s peso los jueces a los derechos de la naturaleza o
a los derechos de los individuos y comunidades en un conflicto? ¿tenemos el mismo
valor ontoló gico seres humanos y naturaleza? ¿la naturaleza tiene un plan de vida
en el sentido de la busca deliberada de sobrevivencia y reproducció n?
Estos son unas pocas preguntas que surgen al analizar este tema, este es un trabajo
inicial, hay muchos temas de la relació n derechos de la naturaleza y derechos
humanos por profundizar, algunas estas conclusiones son provisorias y sujetas a
revisió n y profundizació n; ahora nos enfrentamos a una nueva realidad política,
provocada en parte por algunos de los “experimentos” normativos, esperemos que
esto nos deje tiempo para revisar estos aspectos del “nuevo” derecho ecuatoriano,
pero todo hace prever que pronto estaremos estudiando, defendiendo y explicando
la importancia de los derechos má s bá sicos, recordando la necesidad de considerar
al ser humano como centro de todo.
Lo anterior no significa negar la importancia de la protecció n al medio ambiente y
su relació n con los derechos humanos, esto se ve claramente reflejado en la opinió n
de John Knox, experto independiente de las Naciones Unidas sobre los derechos
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humanos y el medio ambiente: “los derechos humanos y el medio ambiente no só lo
está n relacionados entre sí, sino que ademá s son interdependientes…Un medio
ambiente sano es fundamental para el disfrute de los derechos humanos, y el
ejercicio de los derechos humanos es necesario para un medio ambiente
saludable…”95.
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[1] A propó sito de esto se puede leer a Eugenio Raú l Zaffaroni que en su ensayo “La
Pachamama y el humano” asegura que “Los Derechos de la Naturaleza no está n
solamente contemplados entre los artículo 71 a 74 de la Constitució n ecuatoriana, o
en el artículo 33 de la Constitució n Boliviana” (pp. 12, 25, 104). Este artículo se ha
publicado en los libros: “La Naturaleza con Derechos. De la filosofía a la política” de
Ediciones Abya-Yala, Quito, 2011, pp. 25 a 138 (esta edició n es la que utilizaré para
las citas a continuació n); “Los Derechos de la Naturaleza y la Naturaleza de sus
Derechos”, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Quito, 2011, pp. 3-34.
También disponible en línea en
http://www.derechosdelanaturaleza.com/2011/06/la-naturalezacon-derechos-
filosofia-y-politica/. Este artículo se publicó posteriormente como libro por la
editorial Colihue, Buenos Aires, 2012. De hecho, Gudynas, en un artículo publicado
en la misma obra de Zaffaroni dice que “Estas tensiones [al referirse al
enfrentamiento entre antropocentrismo y biocentrismo] se vuelven todavía má s
complejas en Bolivia, ya que en su reforma constitucional no se han incluido los
derechos de la Naturaleza. En efecto su nuevo texto constitucional se mantiene
dentro de la visió n tradicional donde el ambiente aparece entre los derechos
humanos de tercera generació n, como derechos a un ambiente sano.”. Eduardo
Gudynas, “Los derechos de la Naturaleza en serio. Respuestas y aportes desde la
ecología política”, publicado en “La Naturaleza con Derechos. De la filosofía a la
política” de Ediciones Abya-Yala, Quito, 2011, pá g. 270. Por cierto esta afirmació n
hecha al traste la idea, cada vez má s difundida, de que reconocer a la Naturaleza
como sujeto de derechos es parte de un “constitucionalismo andino”, una idea
sostenida por Zaffaroni, ademá s de Ramiro Á vila a nivel local.
[2] Se pueden leer las entusiastas reacciones que ha provocado esta declaració n en
varios libros publicados, dos de ellos han sido ya citados (ver nota 1), pero ademá s
se pueden consultar, entre otros, el libro “Derechos de la Naturaleza. El futuro es
ahora”, publicado por la editorial Abya-Yala, Quito, 2009.También se puede revisar
el artículo “La senda biocéntrica: valores intrínsecos, derechos de la naturaleza y
justicia ecoló gica”, publicado en la revista Tabula Rasa, Bogotá , No.13: 45-71, julio-
diciembre 2010; Brewster Kneen. En el libro “La Tiranía de los Derechos” (Editorial
Ram’s Horn, Ottawa, 2009) afirma que “Una postura muy refrescante está siendo
articulada en lo que se denomina ‘los derechos de la Naturaleza’ por gente y pueblos
que tienen una comprensió n de sí mismos y un punto de partida muy diferentes. Por
ejemplo, en la nueva Constitució n del Ecuador no son los derechos humanos o los
derechos de un individuo lo que es primordial, sino la afirmació n de la Pachamama,
de la vida misma” (pá g. 61). Este autor advierte que la redacció n final se logró “…con
la colaboració n de una organizació n sin fines de lucro de los EEUU que ha estado
ayudando a jurisdicciones en los Estados Unidos que reconocen que la protecció n
del medio ambiente no se puede lograr bajo la estructura de leyes que tratan a los
ecosistemas naturales como propiedad”, y como prueba de ello cita un boletín de
prensa de Community Environmental Legal Defense Fund (CELDF) en que se
informa el apoyo a la Asamblea Nacional Constituyente para la “el desarrollo y
redacció n de la nueva Constitució n para que incluyera directamente a los derechos
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de la naturaleza” (pp. 61-62). Este trabajo puede ser descargado de la siguiente


direcció n electró nica http://ramshorn.ca/la-tiran%C3%ADa-de-losderechos-0; el
artículo de Alberto Acosta Mesas, en el artículo “Hacía la Declaració n Universal de
los Derechos de la Naturaleza” afirma que “…en un pequeñ o país andino, Ecuador, se
dio un paso histó rico de trascendencia planetaria. En su Constitució n, aprobada
hace dos añ os, se asumió a la Naturaleza como sujeto de derechos. Por igual, se abrió
la puerta para la restauració n integral de la Naturaleza afectada por la acció n de los
seres humanos. É sta es una propuesta de vanguardia indiscutible.”, puede ser
consultado en línea en http://www.gloobal.net/iepala/gloobal/fichas/ficha.php?
entidad=Textos&id=12425
[3] José Sá nchez Parga,“Discursos retrorevolucionarios: Sumak Kawsay, derechos de
la naturaleza y otros pachamamismos”, publicado en la revista “Ecuador Debate”,
No. 84, diciembre 2011, pp. 31-50.
[4] Por ejemplo he dejado de lado todo el aná lisis del llamado especismo.
[5] “Las normas constitucionales se interpretará n por el tenor literal que má s se
ajuste a la Constitució n en su integralidad. En caso de duda, se interpretará n en el
sentido que má s favorezca a la plena vigencia de los derechos y que mejor respete la
voluntad del constituyente, y de acuerdo con los principios generales de la
interpretació n constitucional”.
[6] “1. El Estado garantizará un modelo sustentable de desarrollo, ambientalmente
equilibrado y respetuoso de la diversidad cultural, que conserve la biodiversidad y
la capacidad de regeneració n natural de los ecosistemas, y asegure la satisfacció n de
las necesidades de las generaciones presentes y futuras. 2. Las políticas de gestió n
ambiental se aplicará n de manera transversal y será n de obligatorio cumplimiento
por parte del Estado en todos sus niveles y por todas las personas naturales o
jurídicas en el territorio nacional. 3. El Estado garantizará la participació n activa y
permanente de las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades afectadas, en la
planificació n, ejecució n y control de toda actividad que genere impactos
ambientales. 4. En caso de duda sobre el alcance de las disposiciones legales en
materia ambiental, éstas se aplicará n en el sentido má s favorable a la protecció n de
la naturaleza.”
[7] Zaffaroni, “La Pachamama y el humano” en “La Naturaleza con derechos”, Op. Cit.,
pá g. 82.
[8] Thomas Alan Linzey, “Aportes sobre los Derechos de la Naturaleza”, publicado en
“Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora”, Alberto Acosta y Esperanza
Martínez (compiladores), editorial Abya – Yala, Quito, 2009, pp. 109-110
[9] Antonio Elizalde Hevia, “Aportes sobre los Derechos de la Naturaleza”, publicado
en “Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora”, Alberto Acosta y Esperanza
Martínez (compiladores), editorial Abya – Yala, Quito, 2009, pp. 70 -71.
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[10] Asamblea Constituyente, Informe de Mayoría sobre los Derechos de la


Naturaleza, Mesa No. 1 de Derechos Fundamentales y Garantías Constitucionales,
mayo 2008, pá g. 4.
[11] Eduardo Gudynas, “Los derechos de la Naturaleza en serio. Respuestas y
aportes desde la ecología política”, publicado en “La Naturaleza con Derechos. De la
filosofía a la política” de Ediciones Abya-Yala, Quito, 2011, pá g. 245.
[12] Eduardo Gudynas, “Aportes sobre los Derechos de la Naturaleza”, publicado en
“Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora”, Alberto Acosta y Esperanza
Martínez (compiladores), editorial Abya – Yala, Quito, 2009, pp. ; del mismo autor el
artículo, ya citado, “Los derechos de la Naturaleza en serio. Respuestas y aportes
desde la ecología política”, pp. 248-249; y, “La senda biocéntrica: valores intrínsecos,
derechos de la naturaleza y justicia ecoló gica”, Op. Cit., pá g. 50.
[13] Devall y Sessions, citados por Gudynas, Op. Cit., Los derechos de la Naturaleza
en serio. Respuestas y aportes desde la ecología política”, pá g. 270.
[14] Otfried Hö ffe, “Animal Morale”, publicado en “El proyecto político de la
modernidad”, Fondo de Cultura Econó mica, Buenos Aires, 2008, pá g. 248.
[15] A propó sito de éste tema es valioso el trabajo de Ilva Hoyos Castañ eda, “La
persona y sus derechos”, Temis, Bogotá , 2000, pp. 1-16. Es especialmente valiosa,
con el propó sito de entender la divisió n que hace entre teoría unitaria y
reduccionista y propone 10 tesis sobre el tema, la primera es la citada en este
trabajo “…admitir la paridad ontoló gica entre el hombre y la persona, esto es,
aceptar que el criterio objetivo para determinar quién es persona es su pertenencia
a la especie homo sapiens” (pá g. 4).
[16] Raú l Zaffaroni, “La Naturaleza con Derechos. De la filosofía a la política” de
Ediciones Abya-Yala, Quito, 2011, pá g. 103-117
[17] Raú l Llasag Ferná ndez, “Los Derechos de la Naturaleza y la Naturaleza de sus
Derechos”, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Quito, 2011, pá g. 82.
[18] Todos los artículos que he revisado reproducen un trabajo de Josef Estermann
(misionero, filó sofo y teó logo suizo)“Filosofía Andina”, para explicar las
particularidades de la ló gica andina. Josef Estermann y Antonio Peñ a, “Filosofía
Andina”, IECTACISA, Cuadernos de Investigació n en Cultura y Tecnología Andina No.
12, Iquique, 2004.
[19] Ibíd., pá g. 10.
[20] Ibíd., pá g. 11.
[21] Ibíd., pá g. 12.
[22] Ibíd., pp. 14-15.
[23] Ibíd., pá g. 18.
[24] Raú l Llasag Ferná ndez, “Los Derechos de la Naturaleza y la Naturaleza de sus
Derechos”, Op, Cit., pá g. 85.
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[25] Jared Diamond, “Colapso”, Debate, Bogotá , 2006, pá g. 30.


[26] Ibíd., pá g. 31.
[27] Un libro que aporta informació n muy interesante sobre éste tema es “1491.
New revelations of the americas before Columbus”, escrito por Charles C. Mann,
Random House, New York, 2005. Especialmente interesante es el capítulo 3 “In the
Land of Four Quarters”, en el que se relata el impacto que en el hombre tenía en la
naturaleza antes de la llegada de los españ oles (pp. 68-106).
[28] Alberto Acosta, “Los Derechos de la Naturaleza. Una lectura sobre el derecho a
la existencia” de Ediciones Abya-Yala, Quito, 2011, pá g. 345. En el mismo sentido
Zaffaroni en el texto aquí citado pp. 75 a 84.
[29] Lynn Margulis y Dorion Sagan, “Captando genomas. Una teoría sobre el origen
de las especies”, Kairos, Barcelona, 2003, pá g. 183.
[30] Ibíd., pp. 187-188.
[31] James Lovelock, “Las edades de Gaia. Una biografía de nuestro planeta vivo”,
Tusquets, Barcelona, 2000, pá g. 54.
[32] Ibíd., pá g. 40.
[33] Mario Melo, … “Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora”, Abya-Yala, Quito,
2009, pá g. 52.
[34] Ibíd, pá g. 60.
[35] Eduardo Gudynas, “Aportes sobre los Derechos de la Naturaleza”, Op. Cit., pá g.
49.
[36] Alberto Acosta, “Los grandes cambios requieren de esfuerzos audaces”,
publicado en “Derechos de la Naturaleza. El futuro es ahora”, Op. Cit., pá g. 17.
[37] Eduardo Gudynas, Op. Cit., “Aportes sobre los Derechos de la Naturaleza”, pá g.
57.
[38] Esperanza Martínez, Pró logo del libro “La Naturaleza con derechos”, Abya-Yala,
Quito, pá g. 12.
[39] Ibíd, pá g. 7.
[40] Alberto Acosta, “Los Derechos de la Naturaleza, una lectura sobre el derecho a
la existencia”, Abya-Yala, Quito, pá g. 339.
[41] Andrés Borja Ortiz, “Derechos de la naturaleza”, publicado en “Nuevas
instituciones del Derecho constitucional ecuatoriano, Tomo 1, INREDH, Quito, pá g.
132.
[42] Cfr. Esperanza Martínez, “Los Derechos de la Naturaleza en los países
amazó nicas”, publicado en “Los Derechos de la Naturaleza. El futuro es hora”, Abya –
Yala, pá g. 97.
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[43] Alberto Acosta, Op. Cit., “Los Derechos de la Naturaleza. Una lectura sobre el
derecho a la existencia”, pá g. 21.
[44] Raú l Zaffaroni, “La Naturaleza con Derechos. De la filosofía a la política”, Op.
Cit., pá g. 82.
[45] Alberto Acosta, “Los Derechos de la Naturaleza, una lectura sobre el derecho a
la existencia”, Op. Cit., pá g. 346.
[46] Es revelador el resultado del “Environmental Perfomance Index”, publicado por
la Universidad de Yale, disponible en http://
epi.yale.edu/dataexplorer/tableofmainresults
[47] Eugenio Zaffaroni, “La Pachamama y el humano”, Op. Cit., pá g. 57.
[48] Ibíd., pá g. 136.
[49] Ibíd., pp. 133-136.
[50] “Los grandes cambios requieren de esfuerzos audaces”, publicado en “Derechos
de la Naturaleza. El futuro es ahora”, Op. Cit., pá g. 17
[51] Mario Melo, Op. Cit., pá g. 53.
[52] Art. 84 de la Constitució n Política de la Repú blica de 1998 “El Estado
reconocerá y garantizará a los pueblos indígenas, de conformidad con esta
Constitució n y la ley, y el respeto al orden pú blico y a los derechos humanos, los
siguientes derechos colectivos…
[53] La titularidad del derecho no se encuentra condicionada en ninguna norma al
cumplimiento de algú n deber, el ejercicio de ciertos derechos pueden ser sometidos
a ciertas restricciones que deben estar legalmente contempladas, ser necesarias y
proporcionales al fin que se persigue. Pero algunos derechos no está n sometidos a
restricció n alguna, un ejemplo recurrente es de estar libres de tortura y de tratos
crueles, inhumanos y degradantes.
[54] La Constitució n de 1998 reconoció plenamente los derechos de los niñ os, niñ as
y adolescentes, sin distinguir en cuanto a su titularidad si tenían capacidad, o no,
para exigir el derecho declarado.
[55] Ramiro Á vila afirma que “La primera constatació n que tenemos que hacer es
que la Tierra es un ser vivo, tiene incluso planes de vida, y como todo ser vivo tiende
a la supervivencia y a la reproducció n para garantizar su existencia, que serían sus
fines, desde nuestra limitada racionalidad para comprender a otros seres vivos con
los que no tenemos iguales có digos de comunicació n.”. “El derecho de la Naturaleza:
fundamentos”, publicado en “Los Derechos de la Naturaleza y la Naturaleza de sus
Derechos”, Op. Cit. pá g. 45.
[56] Estos temas se abordan en diferentes obras, he tomado algunas ideas de
Eduardo García Má ynez, “Introducció n al estudio del Derecho”, Porrú a, México,
1998, pp. 15-35; Luis Recaséns Siches, “Introducció n al estudio del Derecho”,
Porrú a, México, pp. 83-106.
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[57] Aftalion, Vilanova y Raffo, “Introducció n al Derecho”, Abeledo-Perrot, Buenos


Aires, pp. 585 y siguientes.
[58] Hans Kelsen, “Teoría pura del derecho”, UNAM, México, 1982, pp. 28-29.
[59] Luis Recaséns Siches, “Introducció n al estudio del Derecho”, Editorial Porrú a,
México, 1997, pá g. 148 y sgts.
[60] Arturo Valencia Zea y Á lvaro Ortiz Monsalve, “Derecho Civil. Parte General y
personas”, Tomo I, decimoquinta edició n, Temis, Bogotá , 2000, pá g. 293.
[61] Luis Racaséns Siches, “Tratado General de Filosofía del Derecho”, Porrú a,
México, decimonovena edició n, 2008, pá g. 272.
[62] Kelsen, Op. Cit., pá g. 112.
[63] Valencia Zea y Ortiz Monsalve, “Derecho Civil. Parte General y personas”, Op.
Cit., pá g. 294.
[64] En éste tema seguiré, por una cuestió n de correspondencia con el uso de los
conceptos previos, a Luis Racaséns Siches, “Tratado General de Filosofía del
Derecho”, Porrú a, México, decimonovena edició n, 2008, pp. 232-239.
[65] Ibíd., pá g. 234.
[66] Seguiré la propuesta de Recaséns Siches, Ibíd., pá g. 235-239.
[67] Ibíd., pá g. 236.
[68] Cfr., Recaséns Siches, “Tratado General de Filosofía del Derecho”, Op. Cit., pá g.
241.
[69] La universalizació n de la titularidad de derechos para todo ser humano se
establece luego de la Segunda Guerra Mundial, aparece en la Declaració n Universal
de Derechos Humanos, en su artículo 1: “Todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos y, dotados como está n de razó n y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros” . Adoptada y proclamada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolució n 217 A (III), de 10 de
diciembre de 1948.
[70] Inciso final del artículo 1461 del Có digo Civil.
[71] Kelsen, Op. Cit., pp. 129 y sgtes.
[72] El artículo 2219 (inciso primero) del Có digo Civil dispone “No son capaces de
delito o cuasidelito los menores de siete añ os, ni los dementes; pero son
responsables de los dañ os causados por ellos las personas a cuyo cargo estén, si se
pudiera imputá rseles negligencia”; el artículo 2220 “Toda persona es responsable,
no só lo de sus propias acciones, sino del hecho de los que estuvieran a su cargo”;
artículo 2226 “El dueñ o de un animal es responsable de los dañ os causados por éste,
aú n después que se haya suelto o extraviado; salvo que la soltura, extravío o dañ o no
pueden imputarse a culpa del dueñ o o del dependiente encargado de la guarda o
servicio del animal. Lo que se dice del dueñ o se aplica a toda persona que se sirva de
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una animal ajeno; salvo su acció n contra el dueñ o, si el dañ o ha sobrevenido por una
calidad o vicio del animal, que el dueñ o con mediano cuidado o prudencia debió
conocer o prever, y que no tuvo conocimiento.”; artículo 2227 “El dañ o causado por
una animal fiero de que no reporte utilidad para la guarda o servicio de un predio,
será siempre imputable al que lo tenga; y si alegare que no le fue posible evitar el
dañ o, no será oído”.
[73] Artículo 478 del Có digo Civil “El adulto que se halla en estado habitual de
demencia, deberá ser privado de la administració n de sus bienes, aunque tenga
intervalos lú cidos”.
[74] Artículo 486 “Los actos y contratos del demente, posteriores a la sentencia de
interdicció n, será n nulos, aunque se alegue haberse ejecutado o celebrado en un
intervalo lú cido. Y por el contrario, los actos y contratos ejecutados o celebrados sin
previa interdicció n será n vá lidos, a menos de probarse que los ejecutó o celebró
estaba entonces demente”.
[75] Artículo 32 del Có digo Penal “Nadie puede ser reprimido por un acto previsto
en la Ley como infracció n, si no lo hubiere cometido con voluntad y conciencia”;
artículo 33 “Repú tanse como actos conscientes y voluntarios todas las infracciones,
mientras no se pruebe lo contrario; excepto cuando de las circunstancias que
procedieron o acompañ aron al acto puede deducirse que no hubo intenció n dañ ada
de cometerlo”.
[76] Luis Felipe Borja, “Estudios sobre el Có digo Civil Chileno”, tomo segundo, A.
Roger y F. Chernoviz, Paris, 1901, pá g. 3.
[77] Luigi Ferrajoli, “Principia iuris. Teoría del derecho y la democracia”. Tomo 1,
Teoría del derecho, Trotta, Madrid, 2011 (primera edició n en italiano 2007), pp.
327-328.
[78] Ibíd. pá g. 328.
[79] Boaventura de Sousa Santos, “Sociología jurídica crítica. Para un nuevo sentido
comú n en el derecho”, Op. Cit., Taurus, Madrid, 2009, pá g. 515.
[80] Boaventura de Sousa Santos, “Reinventar la democracia, reinventar el Estado”,
Abya-Yala y Friedrich Ebert Stiftung, Quito, 2004, pá g. 2.
[81] Boaventura de Sousa Santos, “Sociología jurídica crítica. Para un nuevo sentido
comú n en el derecho”, Op. Cit. pp. 516 a
519.
[82] Ibíd, pá g. 518.
[83] Ibíd, pá g. 519.
[84] Ibíd, pá g. 525.
[85] Los otros cuatro son: derecho al conocimiento, que implica reconocer los
conocimiento alternativos que debe “fundamentarse en una nueva epistemología
desde el Sur, desde el Sur no imperial”; el derecho a llevar el capitalismo histó rico a
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enjuiciamiento en un tribunal mundial; el derecho a una transformació n del derecho


de propiedad orientada a la solidaridad; y, el derecho a la autodeterminació n
democrá tica. Boaventura da Sousa, Op. Cit., pp. 534-538.
[86] Ibíd., pá g. 537.
[87] Demanda de acció n de protecció n presentada el 17 de enero del 2012 por
Vadana Shiva, Blanca Chancoso, Cecilia Cherréz, Nnimmo Bassey, Delfín Tenesaca,
Alberto Acosta, Líder Gó ngora y Esperanza Martínez.
[88] Sentencia 2012-12-03 , Juzgado Segundo de Trabajo, Causa No. 2012-0523.
[89] Sentencia Causa de 30 de marzo del 201, Acció n de Protecció n No. 11121-2011-
00010, Sala Penal de la Corte Provincial de Loja
[90] Ibíd., considerando quinto.
[91] Ibíd., considerandos séptimo y octavo.
[92] Ibíd., considerando décimo.
[93] Ibíd., considerando decimosegundo.
[94] Norbeto Bobbio, “Sobre el fundamento de los derechos del hombre”, publicado
en “El tiempo de los derechos”, Sistema, Madrid, 1991, pá g. 61.
[95] Reunió n mundial de Ministros del medio ambiente, Nairobi, 19 de febrero del
2013.

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