No Temas Al Amor - Alice A. Cross
No Temas Al Amor - Alice A. Cross
—¡Sorpresa!
Mi madre extiende su mano izquierda sobre la mesa y me muestra el
anillo dorado que cubre su dedo anular. Parpadeo varias veces para
comprobar que lo que estoy viendo es cierto, que no estoy soñando.
—¡Will me ha pedido matrimonio y le he dicho que sí! —dice mirando el
anillo por millonésima vez desde que ha entrado en la cocina—. ¿Qué te
parece la noticia?
Sé que está esperando una respuesta de mi parte pero ahora mismo no
tengo palabras para describir lo que siento. Intento decirle que me alegro
mucho por ella y que vamos a ser una familia feliz, pero le estaría mintiendo,
ya que no es lo que pienso de verdad.
Desde el día que Will y Dylan se presentaron en nuestra puerta supe que
algo iba a cambiar. Han pasado dos años desde entonces y su relación ha
llegado más lejos de lo que pensaba. No tengo ningún problema con él ya que
hace feliz a mi madre, el problema es su hijo.
Dylan y yo tenemos un pasado. Estuvimos saliendo antes de que nuestros
padres se conocieran. Mi madre sabe cuánto he sufrido por él pero eso no la
frenó a la hora de salir con el padre de mi exnovio. Y por lo que veo tampoco
le ha supuesto un problema para comprometerse con él.
—Cariño, ¿estás bien? —Se acerca a mí y aprieta mi mano haciéndome
volver en mí.
—Me alegro mucho por ti, mamá, es una gran noticia.
—¿Sí, verdad? Después de tu padre nunca pensé que encontraría a
alguien que me quisiera tanto como él —dice con una sonrisa en los labios—.
Tengo que pedirte un favor.
—Dime.
—Sé que tienes exámenes finales dentro de poco pero esta noche necesito
que me acompañes a casa de Will, vamos a darle la noticia a Dylan.
* * *
¿Dónde te has metido? Mañana quiero que me des una buena explicación
sobre lo que ha pasado esta noche.
CAPÍTULO 2
Harper
Por mí sí.
Erika
Por mí también.
Harper
¡Perfecto!
* * *
* * *
Cuando regreso a casa entro directamente en el baño para quitarme la
arena. Me doy una ducha rápida y salgo como nueva. Al salir al pasillo me
encuentro con Dylan, lleva puestos unos vaqueros rotos y una sudadera
negra.
La puerta principal se abre asustándonos a los dos. Agarra mi brazo
bruscamente y me arrastra hacia el interior de mi habitación.
—Dylan, ¿qué haces?
Pega mi cuerpo contra la puerta y pone su dedo sobre mis labios
pidiéndome que guarde silencio. Me falta el oxígeno. Estoy muy cerca de él,
demasiado, diría yo. Dejamos de escuchar los pasos en el pasillo y nos
miramos el uno al otro.
Nuestros padres han vuelto antes de tiempo.
—No les digas que me has visto.
Mi respiración aún está acelerada y él lo nota. Abre la puerta y baja
corriendo las escaleras. Un poco después mi madre pasa por el pasillo y se
detiene en mi puerta.
—No sabía que estabas aquí cariño. —Se acerca a mí y me rodea con sus
brazos.
—¿Ha pasado algo? ¿Por qué habéis vuelto tan pronto?
—Os echábamos de menos y decidimos venir antes para daros una
sorpresa.
—¿Has visto a Dylan? —pregunta Will cuando pasa por el pasillo.
—No, no lo he visto.
CAPÍTULO 5
La comida ya está servida en la mesa y solo falta Dylan por bajar. Mamá
está temblando y Will tiene la mirada perdida en el plato. Están actuando
muy raro desde esta mañana y no me sorprende porque el teléfono no ha
parado de sonar.
No me han querido decir nada pero han estado caminando de un lado a
otro después de hablar con quien sea que hayan hablado. Llaman al timbre y
todos miramos hacia la puerta de la entrada.
Carmen sale de la cocina y camina hacia el recibidor. Abre la puerta y
deja pasar a alguien pero desde mi sitio no puedo distinguir muy bien quién
es. Carmen entra en el comedor… seguida por mi hermano.
Mi corazón se detiene y mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas. Me
levanto rápidamente de la silla y corro a abrazarle. Me envuelve alrededor de
sus brazos y pone sus manos sobre mi espalda.
—¿Qué tal estás?
—Feliz de que estés aquí con nosotros. Te he echado mucho de menos.
Me aparto de Mat y mamá aprovecha para abrazarlo. Mi hermano deja la
mochila en el suelo y saluda a Will.
—Tenía muchas ganas de veros y tampoco me iba a perder el cumpleaños
de mi hermana.
Me vuelve a atrapar entre sus brazos y caigo en la cuenta de que es cierto.
Dentro de cuatro días es mi decimoctavo cumpleaños y se me había olvidado
por completo. Mat mira la mesa y se pasa la lengua por los labios. Se frota el
estómago y mira a mamá.
—¿Hay un plato para mí?
Ella asiente y Carmen desparece en la cocina. Mat aparta la silla y se
sienta a mi lado.
—Will y yo estamos organizando un fiesta por tu cumpleaños —el
comentario de mi madre consigue que levante la mirada del plato—. Vamos a
invitar a nuestros amigos y a los tuyos.
—No deberíais tomaros tantas molestias. No es necesario.
Will niega con la cabeza y coge su copa de vino. Mi madre me mira y
posa su mano sobre mi hombro.
—También tenemos una sorpresa para ti.
Miro a Mat y me sonríe. Él debe saber algo porque mi madre no es de
esas personas que saben guardar los secretos. Carmen deja un plato enfrente
de Mat. Él le da las gracias y empieza a degustarlo.
Dylan por fin aparece y se sienta a la mesa. Saluda a mi hermano y se
centra en el plato que acaba de traer Carmen para él.
—No es necesario que te diga que tú vas a asistir.
Dylan mira a su padre pero no dice nada, solo se dedica a asentir.
Acabamos de comer y nos levantamos todos de la mesa. Carmen y yo nos
quedamos en el comedor, los demás desaparecen en el salón.
Recogemos las cosas de la mesa entre las dos y dejamos todo al lado del
fregadero. Le ayudo a lavar los platos, secarlos y guardarlos. En cuanto
termino, entro en el salón y me siento al lado de Mat. Carmen deja sobre la
mesa una bandeja con varios vasos y una jarra llena de limonada.
—¿Qué tal el viaje?
—Bastante aburrido pero ya estoy aquí. —Sonríe y apoya sus brazos
sobre el respaldo del sofá.
—¿Has tenido alguna misión importante? —pregunta Dylan
sorprendiéndonos a todos.
Mat niega con la cabeza y se frota la frente. Nos mira a todos y pronuncia
tres palabras que logran que nuestra madre empiece a toser exageradamente.
—Me han suspendido temporalmente.
Ella le mira sin poder creérselo.
—¿Por qué?
—El porqué no es relevante, creo que por una vez quiero estar en casa
con mi familia.
—Pero si no tienes trabajo, ¿qué vas a hacer?
Mat encoge sus hombros y bebe un poco de limonada. Damos por
finalizada la conversación y todos se marchan del salón dejándonos solos.
Miro de reojo a mi hermano y suspira. Sé que está esperando mi pregunta y
me aventuro a hacérsela.
—¿Me puedes decir la verdad sobre lo que ha pasado?
—Te lo digo pero no se lo cuentes a nadie.
—Puedes confiar en mí—le insisto.
—Quise saltarme las normas en un protocolo que tuvimos hace dos
semanas. A mis jefes no les pareció lo adecuado en ese momento y me han
suspendido por un tiempo.
—¿Y has esperado hasta ahora para decírnoslo?
—Sabes cómo se toma las cosas mamá, no quiero meterla en mis
problemas. Ya no puedo arreglar nada.
Mat se tapa la cara con las manos y suspira.
—Te echaba de menos.
—Yo también. No ha habido ni un momento en el que no pensara en ti.
—¿En serio?
Asiente y me atrapa entre sus brazos.
—¿Lo dudabas?
Niego con la cabeza y me apoyo en su pecho. Me cuenta algunas
anécdotas que ha vivido mientras estuvo allí y no reímos a carcajadas.
—Creo que voy a ir a darme una ducha. —Mi hermano se levanta del
sofá y camina hacia las escaleras.
No debería haberle preguntado nada a mi hermano porque tengo un grave
problema y es que no sé guardar secretos. Por eso nunca me cuentan nada.
* * *
* * *
Logan
* * *
* * *
Cuando salgo del vestuario las chicas han desaparecido. Las espero
durante un buen rato en el vestíbulo pero no aparecen.
—¿Esperas a alguien?
—Sí.
Logan deja su mochila en el suelo y se sienta en uno de los sofás que hay
enfrente de mí.
—¿Quieres que te lleve a casa?
Por un segundo pienso en decirle que no pero su propuesta tampoco es
tan mala. Cuando salimos del club ya es de noche. Subimos a su coche y
salimos del parking. Conecta la radio y descubro que es un amante del Blues.
Detiene el coche enfrente de la puerta y no tardo nada en desabrocharme
el cinturón. Logan sigue cada uno de mis movimientos poniéndome más
nerviosa aún.
—Gracias por traerme. —Bajo del coche rápidamente.
—No tienes por qué darlas. Buenas noches Madison.
—Buenas noches.
CAPÍTULO 8[*1]
Abro los ojos asustada al escuchar ruidos en el tejado y me incorporo
rápidamente en la cama. Paso mi mano por la mesilla en busca del teléfono,
lo enciendo y miro la hora. Son las tres de la mañana. Es tarde y toda la casa
está en completo silencio.
Me levanto de la cama y miro por la ventana en busca del culpable de
esos ruidos. Las hojas de los árboles del jardín golpean con fuerza el tejado
yendo de un lado a otro por el aire.
Caso resuelto.
La poca luz de la luna que entra por la ventana ilumina la habitación y me
ayuda a llegar a la puerta. Salgo de la habitación, bajo las escaleras y entro en
la cocina. Para distraerme preparo un poco de chocolate caliente y lo sirvo en
una taza. Dejo todo ordenado antes de salir y subir de nuevo a mi habitación.
Subo los escalones despacio para no hacer ruido y enciendo la luz del
pasillo. Al pasar al lado de la habitación de Dylan una ráfaga de aire frío
envuelve mi cuerpo poniéndome la piel de gallina. La puerta está abierta. La
empujo un poco y miro el interior de la habitación en busca de Dylan, pero
no lo encuentro. Entro y cierro la puerta tras de mí.
Nunca había estado en su habitación y me la imaginaba de otra manera.
Está casi vacía y todos los muebles que hay en ella son sencillos. No hay
fotos, ni libros ni nada que indique que esta habitación es de alguien. Me
recuerda a una de las habitaciones de invitados.
La única ventana de la habitación está abierta de par en par. Es extraño,
Dylan no nos ha acompañado durante la cena y mi madre se encarga todas las
noches de comprobar que ninguna de las ventanas esté abierta. No es la
primera vez que intentan robar o entrar en esta casa.
Me acerco asustada a la ventana y al asomar la cabeza encuentro a Dylan
sentado en el tejado. Tiene las piernas flexionadas y la cabeza escondida
entre sus brazos.
—¿Dylan?
Levanta la cabeza de los brazos para observarme fijamente. Tiene la
mirada perdida y los ojos húmedos, como si hubiera estado llorando.
Pongo las manos en el borde de la ventana y de un impulso salto al otro
lado. Cuando mis pies tocan el tejado, miro preocupada la distancia que hay
desde donde estoy hasta el suelo. La caída puede ser mortal. Camino hacia él
con cuidado y me siento a su lado.
—¿Estás bien?
—Necesito paz.
Esconde de nuevo la cabeza entre sus brazos y permanece en silencio.
Dylan oculta tantas cosas y está actuando de una manera tan extraña que me
preocupa. Es una persona fría y reservada por eso me sorprende verle tan
vulnerable.
—¿Te gustaría acompañarme a un sitio? —ha susurrado esas palabras en
un tono tan bajo que tardo un momento en asimilar su petición.
—¿A dónde?
—Ven, sígueme.
No me da tiempo a responderle ya que se levanta y camina hacia la
ventana. Él es el primero en entrar y yo le sigo por detrás. Se acerca directo al
armario y arranca una chaqueta de la percha. Coge las llaves de su coche de
la mesilla y sale al pasillo sin esperarme. Le sigo todo el rato hasta llegar al
garaje. Todavía no me ha dicho a donde vamos y creo que tampoco lo va a
hacer.
Al subir al asiento del copiloto, me pongo el cinturón y observo
detenidamente su coche. Desprende un agradable aroma afrutado y los
asientos son bastante cómodos. En la parte trasera hay una mochila, una
almohada y una manta doblada. ¿Está durmiendo en el coche?
La puerta del conductor se abre y Dylan se acomoda en el asiento antes
de arrancar el motor. Primero salimos del garaje y después de la
urbanización. Cuando nos incorporamos a la carretera, acelera y aumenta la
velocidad. Enciende la radio para matar el silencio que nos envuelve y baja la
ventanilla para acomodar su brazo en el marco.
Viendo que Dylan no tiene pensado sacar ningún tipo de conversación,
apoyo la cabeza en la puerta y cierro los ojos. Dejo de escuchar la radio y mi
respiración se vuelve más relajada cuando me duermo.
****
—Madison, despierta.
Abro ligeramente los ojos al escuchar la voz de Dylan y me reincorporo
en el asiento. Ya nos hemos detenido y estamos rodeados de árboles. Salimos
del coche y sigo confundida a Dylan por el recorrido que según los carteles
lleva al Rattlesnake Ridge, uno de los miradores más conocidos de Seattle.
—¿Estás seguro de adónde vas?
—Sí, llevo haciendo este recorrido desde hace años —por su tono sonaba
tan confiado y seguro.
El camino hasta el mirador es bastante largo, por eso a mitad del camino
nos paramos para tomar un poco de aire y descansar. Cuando llegamos a
Rattlesnake Ridge subimos hasta el lugar más alto, una gran roca desde la
que teníamos una impresionante vista de un gran lago rodeado de un inmenso
bosque montañoso.
—Este lugar es impresionante. ¿Qué pasa Dylan? ¿Traes aquí a todas las
chicas a las que quieres impresionar?
Gira su cuerpo para mirarme y rápidamente me doy cuenta de que acabo
de meter la pata con mi comentario. Dylan procesa detenidamente sus
palabras antes de contestarme. Cierro los ojos esperando una dura respuesta
de su parte pero una vez más consigue sorprenderme.
—Yo no hago eso —su expresión es seria pero no parece cabreado
conmigo—. Siempre vengo a este lugar solo, nunca he traído a nadie.
Decido tener la boca cerrada para no decir nada que pueda fastidiar lo
poco que he conseguido con él. Dylan se tumba en la roca dejando que sus
piernas cuelguen en el borde. Me araño un poco las manos al sentarme y me
tumbo quedando a la misma altura que él.
—Sé que a lo mejor me estoy metiendo en la boca del lobo pero… ¿Por
qué estabas llorando?
Sé que no le estoy dando el espacio que necesita. Estoy actuando por
impulso por culpa de las ganas que tengo de conocer que le atormenta.
—Mi padre ha intentado pegarme. Tal vez yo me lo he buscado por cómo
le he contestado, pero hacía años que no hacía algo así.
—¿Cómo? ¿Me estás diciendo que ya lo había intentado antes?
—Mi padre dice ser un hombre nuevo pero no es así. En cuanto algo no le
gusta vuelve a ser el mismo monstruo de siempre. No es la primera vez que
amenaza con pegarme. Cuando era pequeño no solo eran amenazas, era una
realidad. ¿Qué por qué estaba llorando? —se incorpora un poco para poder
mirarme a los ojos—. Simplemente me ha sorprendido su reacción porque
llevaba años sin hacerlo. Antes me hacía daño, ahora simplemente me da
igual. Soy fuerte a causa de él.
La confesión de Dylan consigue dejarme atónita, ahora entiendo tantas
cosas. Por eso Dylan no quiere estar con su padre y tal vez ese sea también el
motivo por el que nunca está en casa.
Siento como si este momento nos estuviera acercando un poco más.
Espera. ¿Eso quiere decir que quiere acercarse a mí? Una extraña sensación
recorre mi cuerpo solo de pensarlo. No estoy segura de si quiero dejarle
entrar de nuevo en mi vida. Ya me hizo daño una vez y no quiero que se
vuelva a repetir.
El problema es que llevo tanto tiempo esperando poder hablar con él de lo
que ocurrió que no voy a desaprovechar las oportunidades que se me
presenten, y aunque quiero respuestas creo que este no es el momento
correcto.
CAPÍTULO 9
Dylan ha pasado el fin de semana fuera de casa como siempre desde que
vivimos aquí. Mi madre no ha querido decirme dónde está y sé que todos lo
saben menos yo. Mi teléfono empieza a vibrar en la mesilla. Lo cojo y miro
el mensaje de Logan.
Logan
¿Cómo?
Logan
Por favor… Ya lo tengo todo preparado. Solo una cena. Como amigos.
Madison
De acuerdo.
Logan
* * *
Logan
* * *
Los gritos de Roland se escuchan por todo el pasillo. No son ni las ocho
de la mañana y él ya está despierto. Escondo la cabeza debajo de la almohada
pero no consigo volver a dormirme.
Todos abrimos las puertas de nuestras habitaciones a la vez y miramos
hacia el pasillo, parece que estemos sincronizados. Caminamos hacia el salón
y observamos cómo el pequeño Roland salta en el sofá y enciende la
televisión. Mat se sienta junto a él y yo le acompaño. Le miro y revuelvo su
pelo. Mi hermano me mira molesto e intenta peinárselo con los dedos.
—Tengo sueño. —Cierra los ojos.
Le doy un golpe en la frente y abre los ojos, ríe malvadamente y empieza
a hacerme cosquillas. Intento apartarlo de mí pero es mucho más fuerte que
yo.
—Buenos días chicos. —Mi madre entra en el salón y nos da un beso a
cada uno.
Nos mira fijamente mientras se ata el cinturón de su bata alrededor de la
cintura y se arregla el pelo. Will entra detrás de ella y los dos desaparecen en
la cocina. El olor a bacon recién hecho empieza a inundar el salón.
Nos levantamos del sofá y nos sentamos con los demás a la mesa. Dylan
entra en la cocina junto a Roland y se sientan al lado de Will. Queda un
hueco libre y solo queda por llegar Sean.
—Madison, ¿podrías ir a despertar a Sean?
Salgo de la cocina y me dirijo a su habitación. Llamo a la puerta pero no
responde. Si no está aquí solo puede estar en un lugar. Espero que mi instinto
no me falle ahora.
Bajo las escaleras del sótano y por fin encuentro a Sean. Tiene la cabeza
escondida entre sus brazos y está profundamente dormido. Ha pasado toda la
noche arreglando su robot y se ha quedado dormido en el taller. Zarandeo su
brazo consiguiendo despertarle. Abre los ojos y los frota con sus manos.
—¿Qué hora es?
—Hora de levantarte principito. —Sean sonríe ante mi comentario y se
despereza—. El desayuno ya está preparado.
—Ahora subo, gracias.
—No debes presionarte tanto.
—Lo sé.
Subo las escaleras y entro en la cocina. Vuelvo a mi sitio y bebo un poco
de café. Sean se sienta al lado de su madre y apoya el brazo en la mesa.
—Sean. —Le regaña.
—Perdón mamá —Sean aparta el brazo y se sienta erguido.
Will se levanta de la mesa y saca de su bata una carta. La deja sobre la
mesa enfrente de Dylan y le indica con la cabeza que vaya al salón. Dylan
coge la carta y sale de la cocina detrás de Will.
Me entran unas ganas urgentes de ir al baño. Me levanto y me disculpo
antes de salir al pasillo. Me detengo cuando escucho sus voces en el salón.
Me pego a la pared e intento descubrir de qué hablan, lo hacen tan bajo que
no puedo escucharlos.
—Tu madre se dejó esto en casa. Lo encontré el otro día en el desván por
casualidad —Will señala el sobre.
—Esta carta era para ti.
—Exacto. La dejó sobre la mesa de la cocina cuando quiso separarte de
mí. Nunca me he atrevido a leerla y quiero que lo hagamos juntos.
—¿Por qué te haces esto, papá? Pasó hace años, olvídalo ya. —Dylan le
devuelve el sobre a su padre—. Ella está en el hospital y no quiero que
manches su nombre con esta estúpida carta.
—Dylan no te apresures, te estoy diciendo que no la leí. Yo quería a tu
madre y no quiero que pienses que lo hago para darte una mala imagen de
ella. Te equivocas.
—El que se equivocó eres tú. No valoraste a mi madre y por eso ocurrió
todo —dice Dylan con apenas un hilo de voz—. Si siguieras con ella todo
sería diferente. Margaret es agradable pero nunca será mi madre.
—Dylan...
—No. Estoy harto papá. Quiero estar con ella y en cuanto salga del
hospital me iré. Estoy harto de ti y de Madison, creéis que sabéis todo sobre
mí y estáis muy equivocados.
Trago saliva y camino hacia el baño. Por suerte consigo encerrarme antes
de que me pillen escuchándoles. Dylan puede llegar a ser muy cruel y esta
vez sus palabras me han hecho daño.
—Le he dado la carta pero no se ha molestado en leerla —dice Will
agotado.
—Creía que tú tampoco la habías leído —le responde mi madre.
—Y no la he leído, pero puedo imaginarme lo que pone en ella —le
escucho suspirar—. Solo quería que supiera la verdad sobre mí. Todo intento
de hablar con él es inútil, creo que debo dejarle ir.
Abro la puerta y los dos me miran asustados. Paso a su lado y agacho la
cabeza. Saben que les he escuchado pero no me dicen nada.
Hoy he resuelto varias piezas del rompecabezas pero aún quedan muchas
preguntas sin responder.
¿Qué le paso a la madre de Dylan? Y la pregunta clave. ¿Por qué ella
decidió separar a Dylan de su padre?
* * *
Cierro la maleta y miro por última vez la habitación. Hoy por la tarde
regresamos a Seattle y creo que no veré a mis primos por un tiempo. Arrastro
la maleta hasta el salón y la dejo junto a la de los demás.
Will ha salido esta mañana muy temprano a buscar a Dylan y Mat le ha
acompañado. No sabemos nada de él desde anoche, se marchó sin hacer ruido
mientras dormíamos.
El teléfono empieza a vibrar en mi mano y abro los ojos sorprendida al
descubrir que es él. Cojo la llamada rápidamente y me levanto del sofá.
—¿Dylan?
Es difícil escuchar nada con la música de fondo pero consigo distinguir su
voz.
—¡Madison! Necesito tu ayuda.
—¿Dónde estás?
—No. —Hace una pausa—. Primero dime si me vas a ayudar o no.
—Te ayudaré si me dices dónde estás.
—Estoy en un bar.
—Eso es obvio. —Me acerco al sofá y agarro las llaves del coche de mi
tía—. ¿En cuál de todos los bares de Washington estás?
Subo al coche y enciendo el GPS. Dylan me da dirección y la añado en el
aparato.
—Espérame.
Dylan termina la llamada y miro la pantalla asustada. Está muy borracho
y tengo miedo de que haya hecho algo malo.
—¡Madison espera!
Sean corre hacia el coche. Bajo la ventanilla y me entrega las entradas del
partido de béisbol al que iba a ir conmigo esta tarde.
—Ve con Dylan.
—Sean no puedo… Íbamos ir tú y yo juntos.
—Da igual, pasadlo bien.
Besa mi mejilla y entra de nuevo a casa. Tengo un primo con un corazón
que no le cabe en el pecho.
Arranco el motor y hago caso a las indicaciones del GPS. Trago saliva
cuando veo el cartel neón que indica que he llegado a mi destino. Aparco
enfrente del local y salgo rápidamente del coche. Respiro hondo antes de
abrir las puertas del bar. El humo y el olor a tabaco inunda mis pulmones.
Empiezo a toser llamando la atención de todo el mundo.
—Solo es tabaco, princesa —dice un hombre delgado y con mal aspecto
desde una de las mesas.
Miro por todo el bar pero no hay rastro de Dylan. Me acerco a la barra y
pregunto al camarero. No me hace falta pronunciar su nombre. Señala la
puerta del baño y al instante, como si le hubieran llamado, aparece Dylan.
Sale tambaleándose y se sienta en uno de los taburetes sin darse cuenta de
que estoy aquí.
—Otra —le pide al camarero.
Este me mira y niego con la cabeza. No pienso ver cómo se sigue
emborrachando. Le doy un toque en el brazo. Dylan gira su cabeza y me mira
fijamente. Permanece inmóvil en el taburete sin articular ninguna palabra.
—Creo que ya has bebido suficiente.
—No. —Vuelve a mirar al camarero—. Te he dicho que me pongas otra.
—No te va a poner otra —intento coger a Dylan del brazo pero se suelta
de mi agarre.
—¿Es usted su mujer? —me pregunta el camarero.
Reprimo una carcajada y niego con la cabeza.
—Su hermana.
—Hermanastra —dice Dylan arrastrando las palabras.
Le pido la cuenta al camarero para que podamos irnos de aquí cuanto
antes. Me tiende un papel y chillo cuando veo todo el dinero que se ha
gastado Dylan en cervezas.
—¡Dylan, es mucho dinero!
—Déjalo, yo me encargo de la cuenta —rebusca en su bolsillo hasta dar
con su cartera, al abrirla descubre que está completamente vacía—. Vaya, no
tengo dinero —dice mientras empieza a reírse a carcajadas.
—Lo pago yo con la condición de que me lo devuelvas todo cuanto antes.
—Te lo devolveré todo, tranquila.
Apoya los brazos en la barra y su cabeza entre ellos, cierra los ojos y su
respiración se vuelve más lenta. Saco la cartera del bolso y compruebo si
tengo dinero suficiente para pagar la cuenta. Me duele deshacerme del poco
dinero que estaba empezando a ahorrar para el alquiler del piso en Nueva
York, pero como siempre Dylan sabe cómo arruinar mis planes. Saco
rápidamente el dinero antes de arrepentirme y se lo entrego al camarero.
—¿Quieres que llame a un taxi?
Niego con la cabeza. Cojo de la barra el carnet de Dylan y pongo su brazo
alrededor de mi hombro. Salimos del bar y abro la puerta del copiloto. Cargo
todo su peso sobre mi hombro y le ayudo a sentarse en el coche. Cuando
estoy dentro miro el carnet y me fijo en su edad.
—Veintidós años. —Guardo el carnet en mi bolso—. ¿Estás de broma?
—Es un carnet falso.
—¿Lo has usado aquí?
—Sí.
—Eres desesperante.
Marco el número de Will pero Dylan me detiene y me arrebata el
teléfono.
—Por favor, no le llames. No quiero que me vea así.
—Te están buscando. Tengo que decirle que estás conmigo.
—Por favor...
Suspiro y recupero lo que me ha quitado.
—¿Dónde quieres ir?
—A cualquier lugar menos a Seattle.
Le miro extrañada y niego con la cabeza. En mi bolso están guardadas las
dos entradas y sería una buena idea pasarnos por el Nationals Park ya que no
quiero perder el dinero que he pagado por ellas. Cuando volvamos a casa de
mis tíos debo disculparme con Sean porque el que debería estar en ese asiento
es él, no Dylan.
—Tenemos que llegar pronto, si no perderemos el avión.
Dylan se deja caer en el asiento y cierra los ojos durante el trayecto.
Aparco en el parking del estadio. Me quito el cinturón y bajo del coche.
—Ya hemos llegado.
Al no escuchar ninguna respuesta por su parte giro mi cuerpo y observo
que Dylan todavía sigue dentro del coche. Me acerco y abro la puerta del
copiloto. Viendo que no está por la labor de quitarse el cinturón decido
ayudarle.
Apoyo mi rodilla en su asiento e intento acercarme a su cinturón. Mi
mano resbala y todo mi cuerpo cae sobre Dylan. Levanto la cabeza y me
encuentro con su sonrisa.
Se quita el cinturón y me aparto de él. Bajamos los dos del coche y nos
paramos en la larga cola que rodea el estadio para entrar. Saco mi teléfono sin
que Dylan se dé cuenta y envío un mensaje a mi madre.
Cuando lo guardo en el bolso me encuentro con la mirada de Dylan.
Entorna los ojos como si intentara descifrar lo que acabo de hacer. Saco las
entradas y sonrío nerviosa.
—¡Nos toca!
Le entrego las entradas al guardia de seguridad y nos deja pasar.
Encontramos dos sitios libres y nos sentamos abajo del todo de las gradas.
Hoy juega el equipo local, los Washington Nationals, contra los Atlanta
Braves. El uniforme de los primeros es blanco y el de los segundos es azul.
Es muy fácil diferenciarlos.
Saco de mi bolso la gorra con el logo del equipo local que me ha regalado
Sean y la acomodo sobre mi cabello.
—¿Y eso? —Dylan señala la gorra.
—Regalo de Sean. —Me encojo de hombros—. Le debes una entrada.
—Tú me has traído, entonces se la debes tú.
Inflo mis mejillas y centro mi mirada en el campo.
El partido empieza y el primer bateador se pone en la base. Agarra el bate
mientras que el pitcher lanza la pelota. El bateador la golpea y consigue
mandarla muy lejos del campo. Corre rápidamente pero solo llega a la tercera
base antes de que uno de los jugadores coja la pelota y se la lance al catcher.
Están haciendo un gran juego y no puedo evitar emocionarme cada vez
que batean. Llega el turno del último bateador. Tengo los nervios a flor de
piel y Dylan parece estar más espabilado que antes. El bateador mueve su
cuello de un lado a otro y se coloca en la base. El pitcher lanza la pelota con
todas sus fuerzas.
Cierro los ojos un instante. Todo el estadio empieza a vitorear al bateador
que corre por todas las bases hasta llegar a la última. En la pantalla aparece
las palabras Home Run y el equipo entero le levanta en el aire.
Dylan y yo nos miramos emocionados e impulsivamente le abrazo. Me
quedo helada cuando me doy cuenta de lo que he hecho, pero lo que más me
sorprende es sentir que me está atrayendo hacia él. Nos separamos para no
obstaculizar el paso y recogemos nuestras cosas.
Todo el mundo se va levantando de sus asientos y bajando por las
escaleras hasta la salida. Me hago hueco entre la gente y aunque no le veo, sé
que Dylan me sigue por detrás.
Tropiezo con algo pero agarra mi brazo antes de que me caiga. Miro al
suelo y doy con una pelota. La cojo y corro hacia la barandilla. Intento llamar
la atención del bateador que ha conseguido el Home Run. Este me mira y se
acerca a mí. Estiro mi brazo y consigo que coja la pelota.
—Espero que hayas disfrutado del partido.
Hace una firma sobre la pelota y me la entrega. Asiento y le enseño la
pelota a Dylan. Está serio pero cuando me ve saltar de la emoción sonríe.
Salimos del campo y nos dirigimos directos al coche. Saco las llaves de mi
bolso pero Dylan me las arrebata.
—Dylan aún estás borracho, no vas a conducir.
—¿Y eso quién lo dice?
—Yo. Dame las llaves. —Alargo mi mano pero cada vez las pone más
arriba para que no pueda cogerlas.
Al final cede y me entrega las llaves. Algo vibra dentro de mi bolso. Miro
la pantalla y me tomo unos segundos antes de contestar la llamada.
—¿Sí?
—¿Dónde estáis?
—En el partido de béisbol. Acabamos de salir.
—Me has preocupado.
Miro el reloj. He hablado con ella hace dos horas pero conociéndola sabía
que sería capaz de montarse sus propias paranoias.
—Ya vamos.
Me despido de ella dando por finalizada la conversación. Ya dentro del
coche arranco el motor y espero a que Dylan se decida a entrar. Le cuesta un
poco pero se sube al coche y cierra la puerta.
—Sobre lo de antes… —intento hablar pero Dylan me corta.
—Ha sido un abrazo, no le des importancia.
Pienso en detener el coche y echarlo a patadas pero me controlo. Aprieto
los labios y centro la mirada en la carretera. Cuando llegamos todos están
fuera esperándonos.
—Vamos a actuar con normalidad, ¿vale?
Dylan no me ha escuchado y ya está fuera del coche recibiendo una
mirada de preocupación por parte de todos. Will aparca el coche de mi tío en
la acera. Se acerca a Dylan con velocidad, levanta la mano para pegarle una
bofetada pero mi madre le detiene.
—¿Dónde estabas?
Dylan niega con la cabeza y entra en la casa.
—¿Le ibas a pegar? —Todos me miran y mi madre me pide que me calle.
—Ha estado toda la noche fuera y viene borracho. ¿Qué hago yo para que
escarmiente?
—Podrías intentar hablar con él. La violencia no soluciona nada.
Le miro defraudada y me abro paso entre todos. Cojo la maleta del pasillo
y sigo a mi tío hacia el coche. Dylan llega a mi lado y deja su bolsa de mala
manera en el maletero. Sube al coche y cierra la puerta.
Me acerco a mi tía y le doy un abrazo de despedida, le voy a echar de
menos. Sean me tiende la mano y yo se la estrecho. Me quito la gorra e
intento dársela pero él me la devuelve.
—Un regalo para que me recuerdes.
—Gracias.
Me pongo de nuevo la gorra y cojo en brazos a Roland para darle un
abrazo. Me da un beso en la mejilla como despedida y lo dejo de nuevo en el
suelo.
Nos sentamos como el otro día y desde mi posición observo a Dylan
disimuladamente. Tiene la mirada perdida en la ventanilla al igual que Will.
Mi tío arranca el coche y nos lleva al aeropuerto. Aparca enfrente de la
entrada y todos sacamos nuestras maletas. Me acerco a mi tío y le abrazo con
todas mis fuerzas. Todos se despiden de él y entramos en el aeropuerto.
Mientras caminamos hacia la terminal mi hermano no despega la mirada
del teléfono. Intento mirar su conversación pero la aparta de mi vista y niega
con la cabeza.
—¿Es la chica que conociste el otro día en mi fiesta?
Él asiente y me saca la lengua.
Facturamos las maletas, entregamos nuestros billetes y subimos
directamente al avión. Mat deja sus cosas encima de la mesa y se pone los
auriculares. Descanso mi cabeza sobre el asiento y miro por la ventanilla.
He disfrutado mucho de este viaje y estoy deseando volver.
CAPÍTULO 16
* * *
Mamá
Como me dijiste que esta noche vas a estar con Logan, le he dicho a
Carmen que se puede ir a casa. Will me ha comentado que Dylan pasara
la noche fuera de nuevo, cuídate.
Camino hacia el baño y me doy una ducha rápida. Selecciono del armario
unos vaqueros, un top blanco acompañado de una blusa vaporosa blanca y
unas zapatillas, y me arreglo rápidamente.
Bajo las escaleras y entro directamente en la cocina. Cojo la botella de
agua de la nevera y me sirvo un poco en un vaso. Descubro a Dylan
observándome en el pasillo mientras coge las llaves de la puerta de la entrada
y desaparece en el garaje.
Desde la cocina escucho cómo arranca el coche y sale a toda velocidad
del garaje. No puedo decirle que voy a ver a Logan, seguro que me seguiría
como aquella vez en la cabaña y al final terminaría pillándonos. Necesito
solucionar esto por mi mejor amiga.
Salgo de casa en dirección a mi coche. Abro la puerta y entro dentro de
él. Antes de arrancar el motor envío un mensaje a Harper para que sepa
dónde voy a estar por si llegara a pasarme algo.
Mientras avanzo por el vecindario observó la tranquilidad que siempre lo
envuelve. Ya estoy acostumbrada a vivir aquí. Todos los vecinos son muy
agradables y me han recibido con los brazos abiertos.
Mi teléfono empieza a vibrar dentro del bolso. Pienso por un momento en
cogerlo pero me centro en la carretera, no quiero tener un accidente. Cruzo
varias calles antes de detener el coche en la puerta de su casa.
Estoy tan nerviosa por lo que pueda pasar.
Llamo al timbre y rápidamente Logan abre la puerta. Me recibe con un
beso en la mejilla y me deja pasar. Caminamos directamente hacia la cocina y
el olor a palomitas recién hechas invade mi nariz. Saca la bolsa del
microondas y las echa en un bol.
Me paro enfrente de las escaleras y espero a que venga. Apaga la luz de la
cocina y señala las escaleras con la cabeza.
—Vamos.
Subo los escalones de dos en dos y sigo a Logan hasta su habitación. Está
muy ordenada. Tiene diplomas por las paredes y una estantería llena de
trofeos. En una de las esquinas está apoyada su guitarra y enfrente de la cama
tiene una televisión de plasma.
Hay un objeto que llama mi atención. Tiene un reloj con forma de cohete
sobre la mesilla. Lo cojo y se lo muestro.
—No es mío. —Coge un puñado de palomitas y se lo mete en la boca.
—¿Entonces?
—Bueno, está bien. Soy culpable de tener un despertador con forma de
cohete. —Levanta las manos.
Dejo el despertador en su sitio. Coloco mi bolso sobre la mesilla y me
siento en la cama un poco alejada de él. Logan enciende la tele y le da al
play.
* * *
* * *
* * *
Aún no tenemos noticias de Will desde que se ha ido. Hemos puesto una
película para distraernos pero ni eso ha conseguido que mi madre deje de
mirar su móvil cada dos segundos.
La puerta principal se abre asustándonos. Salta del sillón pensando que es
Will pero el que aparece por la puerta es Mat. La mira confundido y después
dirige su mirada a mí.
— ¿Qué te pasa, mamá?
— ¿Has visto a Will? —pregunta ella antes de que pueda responderle.
—No. ¿Debería?
Ella niega con la cabeza y vuelve a sentarse en el sofá. Mat deja las llaves
en la entrada y desaparece en su habitación. La puerta se abre de nuevo y esta
vez sí que es Will. Mi madre se abalanza sobre él y le abraza.
—Estaba preocupada. ¿Qué ha pasado?
—He intentado ver a Gemma pero Dylan me ha echado de la habitación.
Mi madre me mira pidiéndome que les deje solos. Pillo la indirecta y
salgo del salón dándoles su espacio. Subo las escaleras y llamo a la puerta de
la habitación de Mat.
—Pasa.
Encuentro a mi hermano sentado en la cama.
—Nunca te había visto tan aplicado. Estoy sorprendida.
Deja el libro sobre la mesa y me pide que me siente.
—Solo repasaba unas cosas. ¿Qué ha pasado abajo?
Encojo los hombros a modo de respuesta y miro para otro lado al
acordarme del beso con Dylan. Mat golpea mi brazo y me señala con el dedo.
—Dímelo.
No quiero contarle nada pero al final consigue sacármelo todo a base de
cosquillas. Le he contado todo omitiendo algún que otro detalle.
—Entonces a ver si lo he entendido bien. La que ha estado en coma es la
madre de Dylan y acaba de despertar.
—Exacto. —Cojo uno de los almohadones de la cama y apoyo mi cabeza
sobre él.
— ¿Y qué pasa con Dylan?
—Supongo que se irá a vivir con ella. —Suspiro—. En Washington
escuché una pelea entre Will y él y dejó muy claro que se marcharía.
—Pronto tendrá dieciocho años y ya será mayor para decidir por sí solo.
Su madre acaba de despertar de un coma después de cuatro años, es normal
que quiera estar con ella. ¿Acaso te molesta que se mude?
Me pongo tensa al instante y sé que él lo ha notado. Miro la posibilidad
de huir y no responder a su pregunta pero ve mis intenciones y agarra mi
muñeca.
—Responde.
—No —digo intentando transmitir tranquilidad para que no se dé cuenta
de que en realidad si me molesta—. Ojala se vaya lejos.
Mat niega con la cabeza. Me conoce muy bien y no cree ninguna de mis
palabras. Intento levantarme pero tira de mí y caigo de nuevo en la cama.
—No podéis tener nada, sois hermanastros.
Otra vez ese comentario. Estoy harta. A Dylan y a mí no nos une nada, no
hay un lazo de sangre que nos impida estar juntos. Pero eso nadie lo entiende.
Muevo mi brazo para que me suelte y lo hace.
—No tenemos nada y aunque lo tuviéramos no compartimos sangre, no
hacemos nada malo.
—Mamá te va a matar como lo descubra.
—¡Te digo que no tenemos nada!
Mi madre no puede ser más oportuna y pasa a la habitación. Me mira
confusa y Mat empieza a toser exageradamente.
— ¿Es verdad que Dylan se va a ir a vivir con su madre? —pregunta Mat
para llamar su atención.
—Es algo complicado, pero sí, creo que no le veremos más por casa.
— ¿Se va a ir sin más? ¿Will no va a hacer nada?
Pasa a la habitación y cierra la puerta.
—Ahora no hay nada que Will pueda hacer.
—Yo que le empezaba a coger cariño —bromea Mat.
CAPÍTULO 19
* * *
Los días pasan con rapidez y sin darme cuenta ya es sábado. Hoy vamos a
hacer la deseada fiesta de pijamas que planeamos hace un tiempo porque es el
último día que vamos a pasar con Erika antes de que se marche a Nueva York
y queremos que sea inolvidable.
Harper y Erika entran en el salón y se dejan caer en el sofá. Las dos me
miran fijamente haciendo que me ponga nerviosa. ¿Por qué me miran de esa
manera?
—¡Qué! —Estallo harta de que me miren así.
—¿No está Dylan?
—No. Se va a mudar —Miro fijamente la pantalla y le quito importancia.
Aunque realmente sí me importa—. Ayer vino y se llevó todas sus cosas.
Ahora va a vivir con su madre en un piso, lejos de aquí.
—¿Se ha peleado con Will?
—No.
Harper interrumpe la conversación con un silbido.
—Dejemos a tu hermanastro y centrémonos en lo importante. Mañana te
vas a Nueva York y tenemos que aprovechar el tiempo al máximo. —Harper
coge mi ordenador de la mesa y abre el navegador.
—¿Qué haces? —Erika y yo nos acercamos a ella.
—Esta noche vamos a irnos de fiesta.
—Harper no tenemos 21 años. No podemos entrar en ningún club —dice
Erika sobre su hombro como si fuera su conciencia.
—Por eso necesitamos carnets falsos.
Cuando analizo lo que ha dicho Harper no puedo evitar reírme
recordando aquella mañana en Washington con Dylan en el bar.
—Yo no pienso ir. Paso de meterme en más líos.
—Madi. Es un amigo y es de confianza. —Harper me mira y junta sus
manos—. ¡Por favor! Es nuestra última noche juntas y me gustaría hacer algo
divertido.
Pienso un momento los pros y los contras de este plan. Pasar toda la
noche con mis amigas en un club nocturno tampoco está tan mal. El único
contra que veo es que acaben muy borrachas y sea yo la que tenga que cargar
con ellas.
Finalmente acepto y las dos se abalanzan sobre mí. Me abrazan y me dan
las gracias.
—No sé por qué siempre me arrastráis con vosotras.
—Porque nos quieres. —Erika besa mi mejilla.
Niego con la cabeza y le pido que me ayude a elegir lo que me voy a
poner esta noche.
CAPÍTULO 20
* * *
Las semanas pasan volando y cada vez queda menos para que me marche
a Nueva York. Dylan y yo hemos intercambiado varios mensajes desde la
última vez que nos vimos, pero aún tenemos que aclarar muchas cosas.
Me ha contado que Gemma está mejor y se ha esforzado mucho en la
rehabilitación, ha tenido que aprender a caminar de nuevo y los médicos
están sorprendidos con su rápida recuperación.
Llevo un tiempo sin verla por eso decido pasarme por el hospital para
hacerle una visita. Llamo a la puerta de la habitación y entro cuando escucho
su voz. Gemma intenta reincorporase en la cama y me sonríe. Aproximo el
sillón que hay a su lado para estar más cerca de ella y le dejo una caja de
bombones en la mesilla.
—¿Cómo estás?
—Bien. Gracias por los bombones, me encanta el chocolate.
Saco del bolsillo trasero de mi pantalón la foto que encontré aquel día en
el desván. Esta mañana la he cogido sin que mi madre se diera cuenta.
—He venido a preguntarte por esto.
Se la entrego y ella la mira con añoranza. Pensaba que me iba a preguntar
que de dónde he sacado la foto pero creo que ya se lo imagina.
—Recuerdo ese verano —dice Gemma sacándome de mis pensamientos
—. John me llevó a la playa aunque mis padres se negaron.
—¿Por qué?
—Lo conozco desde que tengo uso de razón. Tuvimos una amistad
imparable pero todo terminó por culpa de mis padres. El día en el que fue
tomada la foto, John me preparó una sorpresa e hicimos una escapada antes
de que yo me casara con Will. —Le miro sorprendida mientras ella sigue
hablando—. Yo estaba enamorada de él pero mis padres decidieron que lo
mejor para mí era casarme con Will ya que formaríamos parte de su familia y
nos sacarían de la pobreza que vivíamos en aquel momento.
—¿Cuantos años tenías? ¿Dieciséis?
Niega con la cabeza.
—Dieciocho. Como tú.
—Parece incluso más joven. —Miro la foto—. ¿Dylan lo sabe?
—¿El qué?
—Todo esto.
Gemma niega con la cabeza.
—El día del accidente me iba a llevar a mi hijo lejos de Will. John me
ofreció marcharme con él y no me lo pensé dos veces. Ha sido muy duro no
poder ver crecer a Dylan. Por eso necesito pedirte un favor, ¿podrías decirme
cosas de él?
—Por dónde empiezo… Es bueno cuando quiere.
Mi comentario hace reír a Gemma. Realmente no sé qué más decirle
sobre Dylan por eso decido permanecer en silencio y esperar a que ella
vuelva a preguntarme.
—¿Will está bien? No debería preguntar por él pero aunque estemos
divorciados me importa.
—Está bien. Se alegrará de saber que has preguntado por él.
Me niego a continuar hablando y meter la pata.
—Dime algo de ti, quiero conocerte, Madison.
Hablo con ella de mi vida pero evito contarle el detalle de que Will es mi
padrastro.
Dylan entra en la habitación y nuestras miradas conectan al instante. Me
levanto y dudándolo un poco le abrazo.
—Madison estaba contándome un poco sobre ella.
—Ah, ¿sí?
Dylan me mira asustado pero le digo que no se preocupe por nada. Le
cedo mi sitio y me siento en el sofá que hay al lado de la ventana. Le envío
un mensaje a mi madre para informarle de que estoy con Dylan en el hospital.
El tiempo se pasa volando y cuando nos queremos dar cuenta ya es de
noche. Gemma se lo ha pasado realmente bien con nosotros y hemos
conseguido que se olvide de dónde está por un momento.
—Es muy tarde. Debería irme ya.
—Espera. —Dylan coge su chaqueta y besa la frente de su madre—. Te
llevo a casa.
Salimos del hospital y vamos directos al coche. Saca las llaves de su
bolsillo y me abre la puerta para que suba al coche. Cuando ya estamos
dentro, Dylan enciende el motor y da marcha atrás para salir del
aparcamiento.
—Hay una cosa a la que no paro de darle vueltas. ¿De dónde has sacado
el dinero para alquilar el piso?
Mi pregunta no parece incomodarle porque en cuanto lo digo aparece una
sonrisa en sus labios.
—Tenía dinero ahorrado.
Ya puedo ver el vecindario a lo lejos. Antes de llegar intento entablar una
conversación con él. No me gusta el silencio que se ha creado de pronto en el
coche.
—Ella se ve mejor. Más feliz.
—Sí. Ya te dije que era una luchadora —se aclara la garganta y me mira
—. ¿Cómo está mi padre?
Esa pregunta llama mi atención.
—Está muy preocupado por ti y tu madre.
—No debí echarlo cuando vino al hospital pero perdí los nervios cuando
se puso a chillarle como un loco.
Detiene el coche enfrente de la puerta y apaga el motor.
—¿No vienes? —le pregunto.
Dylan niega con la cabeza y cierra los ojos durante unos segundos.
—Estoy cansado pero dales recuerdos de mi parte.
—Claro.
Entro en casa y en el salón me encuentro con Will que en cuanto me ve se
levanta del sofá y camina preocupado hacia mí.
—¿Has visto a Dylan?
—Sí.
Me duele verle así. Sabe que está perdiendo a su hijo cada vez más y no
puede hacer nada.
—¿Está bien? ¿Y Gemma?
—Los dos están bien. Dylan quería pasar a verte, pero estaba cansado.
—Entiendo. —Noto cierto tono de tristeza en su voz.
Will recoge el periódico y se marcha del salón. Desaparezco dentro de la
cocina y saludo a Carmen. Está preparando la cena mientras escucha música
en la radio.
—¿Cómo está Gemma?
—Todavía está en el hospital pero va mejorando poco a poco.
—Es una mujer muy fuerte, siempre lo fue. Esta casa no es la misma
desde que ella no está.
—Dylan la quiere mucho.
—Siempre ha sido así. Dylan nunca se ha llevado bien con su padre. —
Aparta la comida del fuego y la sirve en tres platos —. Cuando nació, su
padre se refugió en su trabajo y apenas pasaba tiempo con él.
—Ahora es Dylan quien no quiere pasar tiempo con su padre. ¡Menuda
paradoja!
Carmen asiente con una expresión triste en el rostro.
Terminamos la conversación y le ayudo a llevar los platos hasta el
comedor. Will entra en el comedor acompañado por mi madre.
Justo cuando nos sentamos la puerta principal se abre. Mat nos saluda y
se une a nosotros en la mesa.
—Tenemos que hablar contigo.
—¿Qué he hecho ahora?
—Nada. —Mamá mira a Will y le anima a hablar—. Cuéntaselo, cariño.
—Mañana vas a empezar a trabajar en mi empresa.
—¿En serio? —Mat se levanta sorprendido de la mesa—. Estoy
alucinando. ¡Gracias!
—No me las des. Vas a tener que trabajar muy duro, Mat.
—No te arrepentirás, te lo prometo.
Nunca había imaginado que vería a mi hermano trabajando en una
empresa. Pero estoy muy orgullosa de él.
* * *
Dylan
Sí.
Dylan
Claro.
Dylan detiene el coche y baja las ventanillas para que entre un poco de
aire fresco. Me desabrocha el cinturón y me ayuda a pasar a su asiento. Me
siento sobre él colocando mis piernas a cada lado de su cuerpo.
—Creo que deberíamos hablar de nuestros planes de futuro antes de
plantearnos nada serio. Pronto voy a empezar la universidad y nunca he
tenido una relación a distancia.
—Yo voy a estar aquí en Seattle cuidando a mi madre, pero eso no
significa que no podamos intentarlo.
Tiene razón. Da igual la distancia que nos separe o el tiempo que estemos
el uno sin el otro, si queremos podemos conseguir que esto funcione.
Miro sus labios antes de besarlos sutilmente. Aprieta con sus manos mi
cintura fundiendo mi piel con su tacto. No puedo pedir nada más para que
esta noche sea fantástica.
—Olvídate de eso ahora. Solo piensa en nosotros dos y en todo lo que
podemos crear juntos.
Dylan me mira preocupado y le doy un beso rápido en los labios para
tranquilizarlo.
—Nunca me has hablado de tu padre —suelta rompiendo el silencio.
Desde su muerte no he hablado con nadie de ello, ni con mi madre.
Supongo que yo sola puedo sobrellevar el dolor que siento al no tenerle a mi
lado. Dylan ha vivido mucho tiempo preocupado por su madre, pero él tuvo
suerte y ahora ella está bien.
—¿Te ha incomodado mi pregunta?
Niego con la cabeza y separo ligeramente los labios.
—Tuvo un infarto. Le había pasado varias veces antes pero la última fue
la que le quitó la vida. —Aprieto los ojos—. Siento que aunque me despedí
de él nunca fue suficiente.
—Él estaría orgulloso de ti, Madison.
—Lo sé.
—No pretendía incomodarte con mi pregunta. —Besa la punta de mi
nariz haciéndome cosquillas—. ¿Quieres que te lleve a casa?
Niego con la cabeza y me acerco más a él.
—Quiero pasar un poco más de tiempo contigo.
* * *
Al día siguiente, aunque el sol está escondido entre las nubes, sigue
haciendo un calor desorbitante. Dejo la toalla sobre la tumbona y me dejo
caer sobre ella. Will y mi madre se han marchado unos días a un viaje de
negocios y mi hermano y yo hemos aprovechado que tenemos la casa para
nosotros solos para invitar a nuestros amigos. Esta mañana Harper ha
llamado al timbre y se ha colado en mi casa para invadir la piscina.
El timbre suena varias veces. Me levanto de la tumbona y camino hacia la
puerta. Cuando la abro me aparto sorprendida, Thomas y James entran en
casa sin preguntarme si pueden pasar. Detrás de ellos entra Dylan quien me
da los buenos días con un dulce beso.
—¿Qué hacéis aquí? —Mi tono ha sonado más borde de lo que realmente
quería.
—¿No quieres que esté aquí? —Dylan se muestra sorprendido y cierra la
puerta tras él.
—Claro que sí, pero tu padre no está en casa.
—Lo sé. Por eso he venido —me sonríe.
Entramos en el patio encontrándonos con Thomas que está decidiendo si
entrar o no y con James que está atormentando a Harper persiguiéndola de un
lado a otro de la piscina. Dylan tira de mí y carga todo el peso de mi cuerpo,
sin apenas esfuerzo, sobre uno de sus hombros. Corre veloz hacia el borde de
la piscina pero se detiene un momento para mirarme. Intento suplicarle que
no lo haga, pero ambos caemos con la ropa puesta en la piscina.
Nado rápidamente hacia la superficie y me limpio el agua de la cara para
poder encontrar a Dylan. Me deslizo por el agua hacia él y golpeo su pecho
mientras le echo la bronca por lo que ha hecho. Consigo que empiece a reírse
a carcajadas, algo que me encanta.
Rodeo su cintura con las piernas y poso las manos sobre sus hombros con
intención de besarle, pero los gritos de mi amiga se escuchan por todo el
patio llamando nuestra atención.
Harper nos rodea para llegar a James. Se acerca a él en silencio y pone las
manos sobre sus hombros intentando hundirlo. Finalmente lo consigue,
aunque creo que James se está dejando vencer.
—Por tu culpa estoy empapada. —Le riño.
—Eso tiene arreglo —dice señalando mi vestido.
Juega un poco con él y me lo quita deslizándolo por mi cuerpo. Dylan
traga saliva y lo mira detenidamente.
—Ese bañador…
—¿No te gusta?
Lo compré hace unos años y aún me cabe. Sigo teniendo el cuerpo de una
adolescente de quince años.
Dylan asiente y se sumerge en el agua. Empiezo a reír pero él tira de mi
pierna y vuelvo al agua. Harper chilla pidiendo ayuda ya que es James el que
intenta ahogarla ahora.
Nos reímos y vamos en su ayuda. Yo cojo a mi amiga y la aparto de él.
Dylan se echa sobre James y le hunde. Thomas se une a ellos y entre los tres
organizan una pelea de agua.
Harper señala las toallas y me indica con la cabeza que salgamos de la
piscina. La sigo por detrás hasta las tumbonas y alcanzo mi toalla. Rodeo mi
cuerpo con ella y observo cómo hacen peleas dentro del agua.
—James es un bruto —gruñe—. Espero que su visita sorpresa no dure
mucho.
—¿Los invitamos a comer?
—No. ¿Me estás oyendo? —Por su respuesta veo que no le ha gustado mi
proposición—. ¡Quiero que se vaya!
—Vamos a proponérselo, seguro que dicen que no.
Me acerco a la piscina y silbo llamando la atención de los tres.
—¿Os apetece quedaros a comer? Tenemos carne y podemos hacer una
barbacoa.
—Perfecto, guapa —dice James ganándose una ahogadilla de Dylan.
—¿Qué habías dicho? —Harper cruza los brazos cabreada.
—Solo será un rato, pásatelo bien e intenta estar lo más alejada posible
de él.
—Lo dices como si fuera fácil.
Le aconsejo que no le de tanta importancia y recojo mis cosas. Abro la
puerta del patio con intención de dirigirme a la cocina pero la voz de Dylan
me detiene justo antes de entrar en casa.
—Madison, espera. Yo te ayudo —nada hacia mí y sube las escaleras.
Se quita la camiseta mojada y me arrebata mi toalla. Se la pasa por su
cuerpo mojado ganando toda mi atención. No puedo apartar la mirada de él.
Chasquea sus dedos enfrente de mí y ríe.
—¿Vamos?
Asiento y los dos entramos en la cocina. Esta mañana hemos comprado
un poco de carne para hacer una barbacoa. No la suficiente para cinco
personas pero tendremos que apañarnos, ya que no pensábamos que seriamos
tres más.
Saco la carne de la nevera y él se encarga de las cervezas. Volvemos al
patio y me paro enfrente de la barbacoa. Abro la tapa y miro a Dylan. Nunca
he sido una amante del fuego y necesito su ayuda para prender el carbón.
—Déjame a mí.
Coloca carbón sobre la superficie de la barbacoa, pone la parrilla encima
y enciende el fuego con una cerilla. Dylan deja las cervezas sobre la mesa y
todos se lanzan como lobos hambrientos a por ellas. Yo me hago con la única
que queda y bebo un trago.
—¿Qué vais a hacer cuando acabe el verano?
Todos miramos a Harper. Me sorprende que quiera hablar de ello cuando
es la primera que nunca quiere que acaben las vacaciones.
—Me han seleccionado para entrar en la Universidad de Detroit —James
levanta su cerveza y después bebe un trago—. Supongo que me iré allí
pronto.
Miro a Harper y me sorprende su expresión. Tiene la boca torcida y los
ojos bien abiertos como si se acabara de enterar de la noticia.
—Yo me iré a estudiar al extranjero. Nada más y nada menos que a
Londres —dice Thomas—. ¿Y tú, Madison?
—Estudiaré en Columbia.
—¿En Nueva York? —dice sorprendido James—. Creíamos que ibas a
estudiar en Seattle.
Niego con la cabeza.
—Cambio de planes. —Sonrío levemente.
Dylan se acerca a la barbacoa y pone la carne sobre la parrilla. Me
levanto de la mesa y me reúno con él. Se acaba la cerveza de un trago y deja
la lata sobre el césped. Le da vuelta a la carne y gira su cuerpo para poder
mirarme.
—¿Sabes dónde guardan el resto de cervezas? No quedan más en la
cocina.
—Abajo en el garaje. Voy a por más.
—Espera, te acompaño.
—¿Y la carne?
Dylan silba y señala la carne. James asiente y vuelve a la conversación
que está teniendo con Thomas.
Bajamos al garaje y camino directamente hasta la nevera que tenemos
reservada para bebidas. Abro la puerta y voy pasándole botellines de cerveza
a Dylan.
—Te conoces mi casa mejor que yo. —Ríe.
—Mi madre compró un nuevo frigorífico y nos pareció buena idea dejar
el viejo aquí. Para emergencias.
Cierro la puerta y observo cómo Dylan se acerca a mí. Me aprisiona
contra la nevera y apenas puedo mover ni un solo músculo.
—Como me gustaría quitarte este bañador... —Pasa su mano por mis
curvas.
Posa sus labios sobre mi cuello haciéndome temblar. Cierro los ojos y
aprieto ligeramente los labios intentando reprimir el jadeo que quiere escapar
de mis labios.
—¡La carne ya está lista! —se escucha chillar a Harper desde las
escaleras.
Detengo a Dylan y lo aparto un poco de mí.
—Nos esperan arriba.
Él asiente y coge las cervezas. Subimos las escaleras y volvemos al patio.
La carne ya está servida en los platos y han apagado la barbacoa.
Dylan deja las bebidas en la mesa y se sienta a mi lado. Después de
comer abre el mueble bar de Will y le quita una botella de Whisky.
Tras varias copas Harper ya no se reconoce ni así misma. James está
rodando de un lado a otro en el césped y Thomas se ríe mientras graba la
escena. Es el único que ha bebido solo una cerveza por lo que le tocara llevar
a los demás.
—¿Estás borracha?
Dylan me mira fijamente esperando a que le responda.
—Yo no pero tú si lo estás.
—Un poquito.
—Esta noche te quedas aquí. —Le miro preocupada.
—Sí, mamá.
Le doy un toque en el brazo y él empieza a reírse. Thomas sube como
puede a James y Harper en el coche.
—Por favor que lleguen bien a casa.
—Tranquila. Cuidaré de ellos.
Le doy un abrazo y me despido de Thomas.
—Cuida tú a mi amigo. Está borracho y es difícil dialogar con él cuando
está así.
—No te preocupes. Ya he tenido que lidiar más de una vez con él en ese
estado. No es nada nuevo para mí.
—Nos vemos.
Vuelvo de regreso a casa y salgo al jardín a por Dylan. No está sentado
donde lo he dejado y tampoco hay rastro de él por la piscina.
Subo directamente a mi habitación y lo encuentro allí durmiendo boca
abajo en el centro de la cama.
Me pongo el pijama y lo empujo un poco para hacerme hueco. Me tumbo
en el borde de la cama y cierro los ojos. Siento cómo su brazo rodea mi
cuerpo acercándome a él. Suelta un pequeño suspiro al lado de mi oreja que
provoca que toda mi piel se erice.
—Buenas noches.
—Buenas noches —me responde.
CAPÍTULO 23
Esa misma tarde nuestros padres volvieron de su viaje y Will nos reunió a
todos en el comedor.
***
Dylan
Ya estoy aquí.
Madison
Salimos enseguida.
Dylan. Es maravilloso que con un gesto como este le hayamos hecho tan
feliz. Ha pasado tantos años aferrado al dolor que se ha privado de este tipo
de cosas. La felicidad era algo que desconocía y lo único que necesitaba era
Me paro frente al espejo y aliso la falda del vestido para que todo esté
perfecto. Hoy voy a tener mi primera cita con Dylan y estoy muy nerviosa.
Bajo rápidamente las escaleras y cojo las llaves de casa pero mi madre me
detiene antes de que pueda abrir la puerta principal.
—¿Dónde vas?
—¿No te lo he dicho? —Le miro nerviosa por si no llegara a creerse mi
mentira—. He quedado con Harper y unos amigos.
—¿Qué vais a hacer?
Odio cuando se pone en modo detective conmigo.
—Vamos a tomar algo y a dar una vuelta.
—De acuerdo. Vuelve pronto.
Asiento y salgo rápidamente por la puerta. El coche de Dylan me espera
en la entrada. Subo intentando que no me vean desde la ventana y le pido a
Dylan que arranque el coche.
—¿Dónde tienes pensado llevarme?
Él me mira confundido y ríe.
—No había pensado en ningún lugar en concreto. Un buen plan sería
llevarte a comer algo y a mi piso. —Me mira y alza las cejas insinuándose.
Golpeo su brazo y empiezo a reír.
—Venga dímelo.
—Es una sorpresa.
Enciende la radio y empieza a cantar en voz alta. Le miro de arriba abajo
y compruebo cómo se ha arreglado. Lleva puestos unos vaqueros negros, una
camisa azul y una chaqueta vaquera que tiene un tono diferente al de la
camisa.
Dylan detiene el coche enfrente de un bar. Apaga el motor y cierra la
puerta cuando sale.
—¿No sales? —pregunta asomando la cabeza por la ventanilla de mi
puerta.
—Creo que me he arreglado demasiado.
Dylan niega con la cabeza y me ayuda a bajar del coche.
—Estás genial pero te falta algo.
Abre el maletero y de él saca un par de sombreros y dos pares de botas.
Abro los ojos sorprendida y le abrazo.
—¿Es un bar country? —digo ilusionada al ver donde estamos.
Ya estoy fuera.
Cojo una chaqueta fina del armario y salgo de casa a toda prisa. Dylan me
espera fuera del coche con los brazos cruzados sobre el pecho. Corro hacia él
y me acerco hasta sus labios para besarlo.
Dejamos su coche aparcado en la puerta de casa y caminamos hasta la
feria. Hay mucha gente cuando llegamos. Pasamos al lado de un puesto de
algodón de azúcar y compramos uno para los dos. Arranca un poco de
algodón y lo posa sobre mi lengua.
Nos encontramos con nuestros amigos y continuamos paseando por la
feria. Dylan está hablando con Thomas mientras que delante de nosotros van
Harper y James cogidos de la mano.
Montamos varias veces en la noria y conseguimos un peluche gigante en
uno de los puestos. Lo llevo entre mis brazos pero no puedo ver por dónde
voy. Dylan me lo arrebata y lo lleva él hasta el siguiente puesto donde se ha
detenido Harper.
—Nosotros nos vamos ya.
Harper suelta la pistola de agua y nos mira.
—¿Tan pronto?
—Estamos cansados y tengo que llevarla a casa.
Nos despedimos de ellos y Thomas y caminamos hasta el coche. Observo
detenidamente a Dylan y al peluche que lleva sobre el cuello. Nuestras
miradas se cruzan y noto cómo me sonrojo al instante. Libera una de sus
manos para coger la mía y acercarme a él.
—Ahora mismo estoy dándole vueltas a algo.
—¿A qué?
—Estuve a punto de perder a la persona más importante de mi vida una
vez y no quiero perderte a ti también.
—Dylan, no me vas a perder. Pero debemos conseguir que esto funcione
aunque estemos a miles de kilómetros de distancia.
—Cuenta con ello. —Me guiña el ojo provocándome una sonrisa—.
Vámonos a casa.
—¿Eso quiere decir que vas a dormir conmigo? —Le miro ilusionada.
—Sí. Quiero despertarme junto a ti.
Acepto su propuesta y cuando llegamos a casa nos encerramos en la
habitación. Ya tumbados en la cama rodea mi cuerpo con su brazo y me
aprieta contra él. Escucho su respiración en mi oído y eso me tranquiliza para
poder dormirme.
CAPÍTULO 27
* * *
Cuando Cooper nos invitó a su casa pensaba que tan solo era una broma
pero… ¡qué equivocada estaba! Will ha aceptado su oferta de comer hoy con
él. Mi madre no se encontraba en condiciones de ir y se ha quedado en casa,
por eso solo vamos nosotros tres.
Salgo de la ducha y rodeo mi cuerpo con la toalla. Cuando salgo del baño
doy un salto asustada al ver a Dylan sobre mi cama. Me mira de arriba abajo
y sonríe. Puedo ver el brillo que aparece en sus ojos cuando me ve casi
desnuda. Agarro con fuerza la toalla y me acerco a él para besarlo.
Me tumbo sobre Dylan y aparto mi cabello. Beso sus labios y suspiro
cuando posa sus manos en mis caderas. Me da la vuelta y ahora su cuerpo
queda encima del mío.
—Tengo que vestirme. Vamos a comer con Cooper.
Cuando digo su nombre el cuerpo de Dylan se tensa y se aparta para
dejarme levantarme. Camino al tocador y me siento en el taburete. Mientras
desenredo mi cabello me fijo en que Dylan no ha dicho nada y eso es bastante
raro.
—¿Qué pasa?
—Pensaba que no queríais verle.
Dejo el peine en el tocador y me giro para poder mirarle a la cara.
—Y no queremos, pero va a ser el nuevo socio de tu padre y tenemos que
ir.
—¿Qué dice tu madre sobre esto?
Me encojo de hombros y le soy sincera.
—Ella no quiere enfrentarse a él porque le ha hecho sufrir mucho. Por eso
entiendo que no quiera verlo, pero ella no puede impedir que Cooper quiera
ver a Mat. Ahora que es mayor de edad, la decisión de verle o no es solo de
mi hermano.
—Yo solo quiero que no os haga daño a ninguno de vosotros.
—A mí no me puede hacer nada. —Suspiro—. Nada le une a mí, pero por
desgracia a Mat sí y es más vulnerable de lo que pensamos.
Dylan se acerca a mí y me levanta del tocador para abrazarme.
—No te preocupes.
Asiente y me besa la frente antes de salir de mi habitación y dirigirse al
despacho de su padre. Cierro la puerta y abro el armario. Me arreglo con una
sudadera que no llega a taparme el ombligo y unos vaqueros cortos.
Cuando bajo las escaleras me encuentro con Mat que me espera apoyado
en el marco de la puerta del salón. Levanta la mirada del suelo y puedo ver
las ojeras que rodean sus ojos cansados. Me acerco a él y froto su brazo para
que reaccione.
—¿Estás listo?
Asiente pero no dice nada más.
—Voy a estar contigo todo el tiempo, no te preocupes.
Will sale de la cocina y nos observa a los dos. Intentamos sonreír para no
fastidiarle el día y le seguimos hasta su coche. Mat y yo nos sentamos atrás.
La puerta del copiloto se abre y observamos cómo Dylan entra en el coche.
—¿Vas a venir con nosotros? —dice sorprendido Mat.
—Sí. —Apoya su barbilla en el asiento y nos observa—. Nunca os dejaría
solos ante el peligro.
Will sube al coche y presiona el botón para que la puerta del garaje y la
del exterior se abran. La casa de Cooper no está muy lejos de la nuestra pero
aun así el viaje se hace eterno.
Dejamos atrás la carretera y entramos directamente en una urbanización
bastante lujosa. Nos detenemos enfrente de la casa donde ha estado viviendo
Cooper durante estos últimos años.
Dylan no me da la mano cuando salimos del coche pero si permanece
junto a mí. Mat camina a nuestro lado como un zombie. Tiro de la manga de
su suéter y le pido que sonría.
Will llama al timbre y nos abre una mujer mayor. Nos pide que pasemos
y la seguimos hacia el salón. Allí delante de la chimenea y con una copa de
vino nos espera Cooper.
El salón de su casa parece sacado de una revista de decoración. Cuando
se da cuenta de nuestra presencia se acerca a saludarnos y nos ofrece algo de
beber. Yo niego rápidamente con la cabeza y me acerco aún más a Dylan.
Cooper deja la copa sobre la chimenea y señala el pasillo.
—¿Queréis ver la casa?
Le seguimos pero permanecemos detrás de Will. Mat se ha quedado en el
sofá bebiendo una copa. Necesita sofocar tanto dolor pero no sé si sumergirse
en el alcohol es lo mejor.
Pasamos al lado de una sala inmensa. Hay una gran biblioteca al fondo y
en el centro una mesa con dos sillas.
—Este es mi despacho.
Will lo mira asombrado.
—Es un poquito más grande que el mío —dice mientras lo observa con
profundidad.
Mientras todos miran superficialmente el despacho yo me fijo en la gran
caja fuerte que hay al lado de la ventana. Para abrirla se necesita un código.
Creo que voy a tener que buscar información en otro lado.
—Cooper. —La persona que nos ha recibido se asoma por la puerta—. La
comida ya está lista y servida.
—¿Comemos? —pregunta posando la mano en el hombro de Will.
Salimos del despacho y Cooper cierra la puerta. Dylan y yo nos sentamos
juntos a la mesa y Mat se sienta al lado de Will. La comida trascurre con
normalidad. Ya no salen temas comprometidos como el otro día y Cooper y
Mat saben guardar la compostura.
—¿Dónde está el baño?
Mi voz destaca sobre las demás y Cooper desvía su mirada hacia mí.
—Al final del pasillo, a la derecha.
—Gracias.
Me levanto de la mesa y camino por el pasillo hasta el baño. Abro la
puerta y compruebo que no haya nadie en el pasillo antes de cerrarla y
escaparme a su despacho. Abro la puerta con cuidado de no hacer ruido y la
cierro tras de mí.
Necesito encontrar información. No puede ser tan difícil, solo necesito
pensar un poco. Me acerco a su mesa y busco por todos los cajones. No hay
nada relevante en ellos. Busco entre todas las carpetas que tiene ordenadas en
las estanterías y doy con una que tiene el nombre de mi hermano.
Dentro de ella encuentro una serie de documentos que saco con cuidado
para poder leerlos. En la primera hoja de uno de ellos viene un montón de
información sobre Mat. Todo lo que ha hecho durante estos años y algunas
fotos de él. Al final de la carpeta hay un papel. Una orden de alejamiento
impuesta por mi madre unos días después de que Cooper se presentara en
nuestra casa.
Esto resuelve todas mis dudas.
Por eso Cooper no se ha acercado a Mat en todo este tiempo. Él
simplemente no puede hacerlo.
Eso no justifica lo mal que lo hizo pasar a mi madre, pero él ha cambiado.
Ya no es el hombre que se gastó todo el dinero en las tragaperras y que luego
obligo a mi madre a abortar porque no podían encargarse del niño debido a
las deudas. Mi madre nunca le dijo que no abortó a Mat. Simplemente hizo
las maletas y se marchó.
Lo que no entiendo de todo esto es porque Cooper ha regresado a la
ciudad si la orden de alejamiento aún sigue en pie y sobre todo por qué
estamos aquí.
Dejo todo dentro de la carpeta y lo coloco de nuevo en su sitio. Salgo del
despacho de Cooper con una sensación extraña. Me siento de nuevo en la
mesa e intento integrarme en una conversación que no es nada interesante.
CAPÍTULO 28
Dylan abre la puerta del piso y ayuda a su madre a entrar. Gemma lleva
todo el camino gritándole porque puede andar ella sola, pero él no cede. Se
suelta del agarre de su hijo y coge su maleta. Niega con la cabeza cuando
Dylan se acerca a ella y desaparece en la habitación.
—¿Por qué no te tranquilizas? Ella está bien, ya has oído al doctor.
—No quiero que se fuerce mucho, aún necesita recuperarse.
Acompaño a Dylan a la cocina y le quito importancia. Gemma se reúne
con nosotros y se sienta con cuidado en uno de los taburetes de la cocina.
—¿Qué queréis para cenar?
—¿Pizza? —sugiere Gemma.
Dylan niega con la cabeza y señala la nevera.
—Mejor algo que puedas comer tú.
Su madre alza sus cejas sorprendida y se ríe. Dylan abre la nevera y saca
varias verduras entre sus manos. Empieza a picarlas mientras Gemma y yo le
miramos hipnotizadas.
—Si no te importa nosotras te esperamos en el salón.
Gemma me coge del brazo y nos sentamos en el sofá.
—¿Cómo está tu madre?
—Bien… —Empiezo a ponerme tan nerviosa que mi pierna rebota de un
lado a otro.
—Tranquila, me lo ha contado todo Dylan y no pasa nada. Estoy muy
feliz por Will. —Sonríe—. No podía esperar que nada cambiase después que
me marchara y si tu madre le hace feliz me alegro de ello.
No esperaba que esta fuera la reacción de Gemma al enterarse de que mi
madre está casada con el que una vez fue su marido. Coge mis manos y las
aprieta en señal de confianza.
—¿Tu madre sabe lo vuestro?
Niego con la cabeza y suspiro.
—Ni ella ni Will.
—¿Por qué no se lo decís? No estáis haciendo nada malo, al revés, si lo
escondéis parece que sí lo hacéis.
No lo había pensado nunca de ese modo, pero ahora ya es tarde.
—No tenéis porque tener miedo. Si ellos están enamorados entenderán
que es inevitable que vosotros lo estéis —levanto la cabeza encontrándome
con su mirada—. Estáis hechos el uno para el otro y quien no lo vea está
ciego.
La abrazo con todas mis fuerzas y le doy las gracias.
Dylan sale de la cocina con tres platos en las manos y los coloca en la
mesa. Le ayudo a terminar de poner lo que falta y una vez que estamos
sentados en la mesa, empezamos a cenar.
La noche trascurre con normalidad. Terminamos de cenar y vemos una
película en el salón. Cuando llega la hora de irme Dylan coge las llaves del
coche y me acompaña a casa. Bajamos por el ascensor y entramos en el
coche. Dylan coge mi mano y la aprieta obligándome a mirarle.
—Gracias por todo.
—No tienes por qué dármelas. Gemma es encantadora y la quiero mucho.
—Ella a ti también.
Dylan vuelve a centrar su mirada en la carretera pero la aparta
rápidamente cuando las palabras salen de mi boca.
—Tenemos que decírselo.
—¿El qué?
—Tenemos que contarles a nuestros padres lo nuestro.
Dylan se tensa y detiene el coche ante un semáforo en rojo.
—¿Estás segura?
—Sí. Solo nosotros podemos decidir si queremos estar juntos y si los
demás no lo entienden es problema suyo.
—¿Y cuándo se lo diremos?
—Mi madre celebra una reunión familiar mañana. Aunque no es el mejor
momento creo que tenemos que decírselo a nuestros padres en privado.
—Sí. Es un mal momento.
—Pero tenemos que hacerlo.
CAPÍTULO 30
Dylan
Ya te echo de menos.
Madison
Yo también, pero te veré en mis sueños.
Dylan
Espero que sean unos sueños bonitos. Buenas noches Madison.
Madison
Buenas noches Dylan.
CAPÍTULO 33
Han pasado tres meses desde que llegué a Nueva York y todavía no me
acostumbro a mi nueva rutina.
Apago el despertador y me levanto de la cama. Abro las cortinas y sonrío
al ver que todo el suelo de la calle está cubierto de nieve.
De pequeña esperaba con ansia que llegara el invierno, sobre todo por la
nieve y el chocolate caliente que preparaba mi padre. Era una tradición como
otra cualquiera pero era especial para nosotros.
Me visto rápidamente y entro en la cocina. Erika levanta la cabeza de su
tazón de cereales y me saluda con la mano.
—Buenos días —dice antes de meterse la cuchara en la boca.
—Buenos días. —Me siento a su lado —. Hoy tengo clase hasta la hora
de la comida y después he quedado con Dylan. No me esperes para comer.
—¿Con Dylan? —Abre la boca sorprendida—. ¿Hoy es el gran día?
Asiento con la cabeza y señalo el calendario que se encuentra en la
nevera.
—Eso te pasa por no mirar el calendario.
—No lo veo necesario. Todo lo que necesito, lo tengo aquí. —Señala su
cabeza con su dedo.
Me acerco a la nevera y miro el único día del mes que está marcado en
rojo. Después de tanto tiempo por fin voy a ver a Dylan y no puedo estar más
emocionada. Su avión llega por la tarde y nos encontraremos en el
Rockefeller Center. Un lugar tan precioso que merece la pena visitarlo en
estas fechas.
Cojo un vaso de plástico de la encimera y me sirvo un poco del café
recién hecho que ha preparado Erika. Le pongo una tapa y cojo el bolso de la
entrada. Erika se levanta del taburete y deja el tazón sobre el fregadero. Me
abraza y se vuelve a encerrar en su habitación.
Cierro la puerta de la entrada y bajo las escaleras intentando no derramar
el café. Saco las llaves del coche y enciendo el motor. Dentro se nota el frío
que hace en el exterior. Enciendo el aire acondicionado y pongo el aire
caliente al máximo.
El recorrido hacia la universidad se me hace corto como siempre, porque
ya conozco todas las calles. Aparco en el mismo hueco de siempre dentro del
aparcamiento privado del campus y me reúno con mi compañera, Sara.
La conocí el primer día y desde entonces somos inseparables. Tenía
miedo de no encajar en esta universidad ya que con Erika no coincido mucho
en clases y Harper está a muchos kilómetros de distancia.
— Aquí estás. Vamos a llegar tarde a clase. —Entrelaza nuestros brazos y
me guía hacia la puerta de la universidad—. Hoy viene Dylan, ¿no?
—Sí. Tengo muchas ganas de verlo.
—Normal. Yo también tendría ganas de verlo si llevara tres meses fuera.
—Suspira—. Qué pena que a lo mío no lo podemos llamar suerte.
—¿No estabas con Trevor?
—¡¿Qué?! —Grita—. No.
Entramos en el baño y espero a que Sara se retoque el maquillaje. Se echa
un poco de lápiz de labios y me guiña el ojo.
—¿Quieres?
Niego con la cabeza y le sonrío.
Las clases pasan tan rápido que cuando suena el timbre de la última clase
salgo rápidamente y entro en el coche. Enciendo la radio y la voz de un alegre
locutor inunda el coche.
* * *
Deslizo mis pies por el hielo y cojo la mano de Dylan. No paramos de dar
vueltas por la pista pero hasta ahora no hemos iniciado ninguna conversación.
—¿Quieres cenar conmigo? —Le pregunto llamando su atención—. Erika
trabaja esta noche y tenemos el piso para nosotros solos.
—¿Me estás proponiendo algo indecente?
—¿Indecente? —Río—. Solo vamos a comer pizza y ver la tele. ¿Qué
piensas que te estaba proponiendo?
Se detiene haciendo que mi cuerpo choque contra su espalda. Gira sobre
sí mismo y pone sus manos en mi cintura. Rodeo su cuello con mis brazos y
beso tímidamente sus labios.
Nos deslizamos por el hielo y nos acercamos a los bancos. Allí nos
quitamos los patines y los dejamos en el suelo. Caminamos cogidos de la
mano hasta el taxi que acabamos de pedir. Saludamos al conductor y nos
sentamos en la parte de atrás.
—Estoy deseando ver tu nuevo piso.
Dylan rodea mis hombros con su brazo y le sonrío. Lo único que no me
gusta de Nueva York es el tráfico, pasas la mayoría del trayecto detenido pero
es mejor ir en taxi que perder el tiempo buscando aparcamiento.
Cuando llegamos a nuestro destino pagamos al taxista antes de bajar.
Caminamos hacia el portal, entramos, subimos las escaleras y abro la puerta
del piso lo suficiente para dejar pasar a Dylan. Dejo el bolso en la entrada y
señalo el salón que está al final del pasillo.[*3][ecgew4]
—Ponte cómodo. Voy a pedir la cena.
Llamo a la pizzería y pido la cena para los dos.
—¿Quieres que te enseñe el piso?
—Sí, claro.
Dylan se levanta de golpe del sofá y me sigue. Primero le enseño la
cocina y la cruzamos para llegar a mi habitación. Abro la puerta y recojo la
ropa que he dejado tirada por el suelo esta mañana.
—Lo siento. No he tenido tiempo de recoger nada.
No dice nada y observa cada centímetro de la habitación. Centra su
atención en el tablero que hay en la pared. En él tengo colgadas con pinzas de
colores algunas fotos pero la que más le llama la atención es la última. En ella
salimos mi padre y yo juntos.
—Eres su viva imagen —se gira para mirarme y me enseña la foto—. ¿Lo
echas de menos?
—Todos los días.
Besa mis mejillas y me empuja hacia la cama. Nos tumbamos pero él
apoya la espalda en el cabecero de la cama.
—¿Has hablado con tu padre?
—No.
—Sé que lo que te hizo está mal pero tienes que hablar con él. Cada vez
que hablo con mi madre me dice lo preocupado que está por ti.
Aprieto nuestras manos para que centre su atención en mí.
—Will lo está pasando muy mal. Inténtalo por mí, por favor.
—Lo intentaré.
Sonrío y le doy un largo beso en los labios.
—¿Sabes algo de Mat? —me pregunta curioso.
—He hablado con él un par de veces. Últimamente está quedando mucho
con Cooper. Su relación ha mejorado bastante, le está demostrando que ha
cambiado.
—Desde que estoy aquí he perdido el contacto con ellos.
Besa mi mejilla y me sonrojo.
—¿Y tu madre cómo está? Hace tiempo que no sé nada de ella.
—Mucho mejor. John la cuida mucho y no la deja sola ni un segundo.
—Me alegro tanto. Estoy tan contenta por ella. Ojala la próxima vez que
vengas la puedas traer contigo.
—Está tan feliz de que estés aquí que todos los días se encarga de
recordarme que puedo venir cuando quiera. —Se detiene y me atrapa en sus
brazos.
—Lo entiendo, aunque me gustaría que estuvieras aquí conmigo. Es
difícil aguantar la distancia que nos separa pero yo siempre estaré aquí.
Esperándote.
—Hablando de distancia, hay algo que no te he pedido todavía.
—¿El qué?
Dylan se levanta de la cama y se agacha en el suelo. Coge mi mano y me
mira directamente a los ojos.
—¿Ahora es el momento en el que sacas el anillo y me pides matrimonio?
—No. —Se ríe—. Lo que quiero pedirte es que seas mi novia.
Tardo un poco en contestarle y noto cómo Dylan empieza a ponerse
nervioso. Me acerco a él y me agacho para llegar a su altura. Rozo sus labios
con los míos y le beso con fuerza.
—Sí, quiero ser tu novia.
Dylan se levanta rápidamente del suelo y con un abrazo me demuestra lo
contento que está por mi respuesta. El timbre suena interrumpiendo nuestro
momento. Dylan saca la cartera de su bolsillo y señala la puerta con la
cabeza.
—Me encargo yo.
Sale de la habitación y yo le sigo por detrás. Me siento en el sofá y
observo cómo cierra la puerta cuando el repartidor desaparece en el ascensor.
Camina directamente hacia mí con la pizza entre las manos y la deja sobre la
mesa.
Cenamos tranquilamente y recogemos todo antes de irnos a dormir. Dylan
se tumba en la cama y me observa mientras me pongo ropa más cómoda. Me
tumbo a su lado y coloco mi cuerpo enfrente del suyo. Le miro a los ojos y en
ellos veo la seguridad que necesito.
Dormimos toda la noche abrazados y al día siguiente al despertarme
encuentro una bandeja repleta de comida a los pies de la cama. Dylan sale del
baño y cierra la puerta despacio para no despertarme.
—Buenos días.
Sonríe cuando nuestras miradas se encuentran. Se acerca a la cama y besa
mis labios para hacerme saber que no es un sueño. Que todo lo que ha
ocurrido estos meses es real y que todavía no se ha marchado.
—¿Y eso? —Señalo la bandeja de comida.
Dylan la toma entre sus manos y la deja entre mis piernas. Coge una de
las tazas de café y me mira mientras se bebe todo su contenido.
—Me he levantado temprano y he pensado en hacerte el desayuno.
Coge una tostada y la posa sobre mis labios. Le doy un gran mordisco y
degusto el sabor de la mermelada. Se termina el desayuno en dos bocados y
deja la bandeja en el suelo para no tirarla cuando se tumba sobre mí. Me
acaricia el rostro y recoge un mechón de mi cabello colocándolo detrás de mi
oreja. Acerca sus labios a los míos y me besa con intensidad.
Cometí un gran error juzgando a Dylan sin conocer su historia. Creía que
no se acercaba a mí porque simplemente no le gustaba pero las cosas eran
muy diferentes. Su vida cambió tanto desde aquel accidente que no quería
perder a nadie más. Ese es el motivo por el que nunca le dio una oportunidad
al amor.
Por miedo a perderme.
EPÍLOGO[*5]
Dylan