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Edward Hallet Carr no e5 s6lo uno de los mas eminentes historindores de nuestra época, sino también uma de las figuras intelectuales que mayor influencia politica han efercido, sobre todo en el dominio de la politica internacional y en momentos cruciales de Ia historia. ‘Terminada la guerra, Carr se consagré a la redaceién de su obra maestra: Ja monumental A History of Soviet Russia, La serie de conferencias que reproduce el presente libro es una meditacién’sobre el objeto, la finalidad y el método de la historia, considerada en su doble y combinado aspecto de investigacién llevada a cabo por el historiador y de los acontecimientos T H 2. Ln, | 6Quées | lahistoria? | 2 LED H Prepay O? oi del pasado que investiga. A la pregunta de si & | puede darse tuna historia objetiva responde el | autor negativamente, conveneido de que la 5 interpretacién es elemento constituyenté del a \ dato hist6rico. Al afirmar el autor que el se \ historindor debe yer el pasado con los ojos del gS presente, abunda en Ja famosa frase de Croce sh. segan Ia cual toda In historia es historia §) contemporanea. \ = = | 1 | \ \ Be, | | a Ane i, dka| Atel ia ffrx = Universidad Nacional i) Federico Villarreal ANTROPOLOGIA http://antropologiaunfv.wordpress.com https://www.facebook.com/antroposinergia iQUE ES LA HISTORIA?E. H. Carr QUE ES gsllGg, La HISTORIA? AS Difusidn gratuita. Conferencias “George Macaitlay Trevelyan” ! 1 dictadas en la Universidad de Cambridge La fotocopia no mata en enero-marzo de 1961 ol
(11). Cuando ame siento tentado, como me ocurre a veces, a envi- iar la inmensa seguridad de colegas dedicados a Ja historia antigua o medieval, me consuela la idea de que tal seguridad se debe, en gran parte, a lo wwucho que igneran de sus temas, B) historiador de ea(2 © Mermcowen, Story i 4 chaning word (839, pis (lip Lenin Srusentoy, Pdlogo a Esinent Victorian. 1»— épocas mAs recientes no goza de ninguna de las ‘yentajas de esta inexpugnable ignorancia. Bebe culti- var por si mismo esa tan necesaria ignoraneia, tanto mas cuanto mds se aproxima a su propia época, Le | incumbe la doble tarea de descubrir los pocos datos _ elevates y convertrios en hechos histricos, y de descariar ios macho dator carentes de tmportankia ahist@ricos. Pero esto es exactamente lo contra: tio de la herejia decimonénica, segin la cual la historia consiste en Ja compilacién de Ja mayor car tidad posible de datos i les v objetivos. Guien | caiga en tal hereji, o tendra que abandonar Ia his- toria por considerarla tarea inabarcable y dedicarse a coleccionar sellos o a cuslquier otra forma de coleccionismo, 9 acabard en el manicomio. Esta herej{a es la que tan desvastadores efectos ha tenido en los tltimes cien afos para el historiador moder- no, produciende en Alemania, Gran Bretafia y Esta- dos Unidos una amplia y creciente mas de historias fécticas, dridas como lo que mds, de monografiss minuciosamente especializadas, obra de aprendices de historiadores sabedores cada vez mas acerca de cada vez menos, perdidos sin dejar rastro ea un océano de datos, Me temo que fuera esta herejia —mis que el conflicto, alegado al respecto, entre la lealtad al liberalismo o al catolicisme— lo que malo- gx6 a Acton como historiador. En un ensayo de su primera época, dijo de su maestro Déllinger: «Por | nada escribiria partiendo de un material imperfacto, y para él todo material era imperfecto» (12). Acton (12) Gitsdo por G. P, Gooch, History and Historians in the Nine~ eenth. Conary, pig. 385; ulterlormente dijo Acton de Dillinger que Se fue dado configurar su Mose dem historia sobre In mayor Iinduceiéa jomés al aleanee ‘del hombre” (Uistory of Freedom end Other Essays, 1901, pig, 135, 20 estaba sin duda pronunciando aqui un veredicto an- Hicipado sobre si mismo, sobre aquel curioso fené- meno de un historiador en el que muchos ven ef mais distinguido ocupante que Ja cétedra Regius de Historia Moderna en esta Universidad ha tenido munca, y que, sin embargo, no escribié ninguna historia. Y Acton escribié su propio epitafio en la sota introductoria al primer volumen de la Cam- bridge Modern History publicado a poco de su musr- te, cuando lamentaba que los requerimientos que agobiaban al historiador «amenazan con convertirle, de hombre de letras, en. compilador de una enciclo- pedis» (13). En alguna parte habfa_un error. ¥ ‘error era la fe en esa incansable e interminable” acumulacién de hechos rigurosos vistos como fun- damento de Ja historia, Ia_conviccién de que Jos dates hablan por si solos ¥ de _que_nunca se demasiados datos, conviccién tan inapelable entonces — que fueron pocos Jos historiadores del momento que _ cytyeron necesario —y hay quienes todavia siguen | ezeyéndolo innecesario— plantearse la pregunta 7Qué_ es la Historia? El fetichismo decimondnico de los hechos yeni) completada y justificado por un fetichismo de los | documentos. Los documentos eran, en_el templo de Jos hechos, él Atca_de—la Alianza. El historiador — devoto Iegaba ante ellos con la frente humillada, y¥ hablsba de ellog en tono reverente. Si Jos docu: ~ mentos lo dicen, serd verdad. Mas, qué nos dicen, 2 fin de cuentas, tales documentos: los decrctos, Ios | tratados, las cuentas de los arriendos, los libros am Jes, la correspondencia oficial, las cartas y los diarios _ privados? No hay documento que pueda decirnos ~ (01) Cambridge Modern Hlstory, 1 (92), 4. aacerca de un particular mas de lo que opinaba de 41 su autor, lo que opinaba que habia acontecido, Jo que en su opinién tenfa que ocurrir u ocurriria, 0 acaso tan sélo lo que queria que los dems creyesen que él pensaba, o incluso solamente lo que él mismo crey6 pensar. Todo esto no significa mada, hasta que el historiador se ha puesto a trabajar sobre ello y_ lo ba descifrado. Los datos, hayan sido encontrados | en. 1 ono, tienen que ser elaborados por_ Pace an ono. Semen gre see Se oreees Poe mente.1n_procesode elaboracién, i Voy a ilustrar lo que trato de decir con un ejem- plo que casualmente conozco bien. Cuando Gustav Stresemann, ¢l ministro de Asuntos Exteriores de la Republica de Weimar, murig en 1929, dejé una masa ingente —300 cajas Uenas— de documentos oficiales, semioficiales y privados, relatives casi todos a los seis afios durante los cuales tuvo a su cargo Ia cartera de Asuntos Exteriores, Como es légico, sus amigos y fa- miliares pensaron que Ja memoria de hombre tan in- signe debfa honrarse con un monumente. Su leal se cretario Bernhard puso manos a la obra; y en un pla- zo de tres afios salieron_tres_gruesos volimenes de unas 600 paginas cada uno, que contenfan una selec cién de los documentos de las 300 cajas, y que lleva: ban el impresionante titulo de Stresemanns Ver miichinis («El legado de Stresemann»). En circuns- tancias normales, los entos propiamente dichos habrian ido descomponiéndose en algiin sétano o des- van, y se habrian perdido para siempre. O acaso, al cabo de un centenar de afios o asf, habria dado con ellos cierto investigador curioso y emprendido su comparacién con el texto de Bernhard. Lo realmente 2 ccurride fue mucho més truculento, En 1945 los do- cumentos cayeron en Jas manos de los gobiernos bri- ténico y norteamericano, quienes los fotografiaron todos y pusieron las £otocopias a disposicién de los investigadores en el Public Record Office de Londres _ y en los National Archives de Washington, de forma ‘que, con Ja suficiente curiosidad y paciencia, podemos ver con exactitud Jo hecho por Bernhard, Lo que habla hecho no era ni insélite ni indignante. Cuando Stresemann murié, su politica occidental parecia haber sido coronada por una serie de brillantes éxi tos: Locarno, la admisién de Alemania en la Socieds dh de Naciones, los planes Dawes y Young y les emprés~ titos norteamericanos, Ia retirada de los ejércitos: aliados de ocupacién del territorio del Rhin. Parecia ésta la parte importante-a ta vex que fructifera de la politica exterior de Stresemann: y no es de extrafiar que la seleccién documental de Bernhard destacase con mucho este aspecto, Por otra parte, la politica oriental de Stresemann, sus relaciones con Ia Union Soviética, parectan no haber Hevado a ninguna parte, y como no eran muy interesantes ni engrandecian en nada la fama del estadista aquellos montones de do- cumentos acerca de negociaciones que no dicron mAs que triviales resultados, el proceso de seleccién po- la ser més riguroso, En realidad Stresemann dedicé una atencién mucho mds constante y solicita a las Te~ Jaciones con la Unién Soviética, que desempefiaron un papel mucho mayor en el conjunto de su polftica extranjera, de lo que puede deducir el lector de Ja antologla de Bernhard. Pero me temo que muchas colecciones publicadas de documentos, sobre las que se funda sin vacilaciones el historiador normal, son ‘peores que los volimenes de Bernhard. 23 |Pero mi historia no termina aqui, Poca después de publicados los tomos de Bernhard, subid Hitler al poder. Se relegé al olvide en Alemania el nombre de ‘Stresemann y los libros desaparecieron de Ja circula- cién: muchos ejemplares, quizds In mayorta, fueron destruidos, En la actualidad, el Stresemanns Ver- miichinis es un libro més bien diffcil de encontrar.) Pero en Occidente, la fama de Stresemann s¢ mantu- ‘9 firme. Fin 1935 un editor inglés publied-una-ta> “| in abreviada de la obra de Bernhard, una scleceién de la selecciOn de Bernhard: se omitié aproximar damente la tercera parte del original, Sutton, conoci- do traductor del alemén, hizo su trabajo bien y de snado competente. La versién inglesa, explicaba en el prologo, estaba «ligeramente condensada, pero sola: ‘mente por la omisién de wma parte de lo que —en su sentir— era lo més efimero... de escaso interés para los lectores o estudliosos ingleses» (14), Esto también es bastante natural. Pero el resultacio es qué Ja politica oriental de Stresemann, ya insuficiente- mente destacad en Ia edicién de Bernhard, se pierde aiin m&s de visa, y en los volimenes de Sutton 1a Unién Sdviética aparece como un mero intruso oca- sional, y mds bien inoportuno, en la politiea predo- minantenfente occidental de Stresemann, Sin embar go conviene dejar sentado que es Sutton, y no Bern. hard —y menos atin los documentos mismos— quici representa para el mundo occidental, salvo unos, cuantos especialistas, la aut le Stresemani De haber desaparecido Tes"documentos en 1943, du- yante los bombardeos, y de haberse perdido el ras- tro de los restantes volimenes de Bernhard, munca s (U9) Gustav Stresemann, Hts Diaries, Letters end Popers, 1 (B35), ciate Bates. = Cape cote Coe toe. m4 Sedieran puesto en tela de juicio la autenticidad y Ia ‘sstoridad de Sutton. Muchas colecciones impresas de Gecumenos aceptadas de buena gana por los histo- sisdores a falta de los originales, descansan sobre ‘== base tan precaria como ésta. Pero quiero Hevar sin mis lejos Ia historia. Olvi- Zemos lo dicho acerca de Bernhard y Sutton, y agra- Sezcamos el poder, silo deseamos, consultar los do- samentos auténticos de uno de los principales acto- zes-de algunos de los acontecimientos importantes de Ge historia europea reciente. ¢Qué nos dicen los docu- s=entos? Contienen entre otras cosas notas de unos Ssantos centenares de conversaciones entre Strese- cqann y ¢l embajador sovittico en Berlin, y de una ‘yeintena con Chicherin, Tales notas tienen su rasgo <= comin, Presentan a un Stresemann que se Hevaba ‘Sepirte del ledn en las conversaciones, y revelan sus stgumentos invariablemente ordenados y atractivos, Stunto que Jos de su interlocutor son las més de las sects vacios, confusos y mada convincentes, Es ésta Sa caracteristica comiin a todos los apuntes de con- ‘ersaciones diplomaticas, Los documentos no nos di cen lo que ocurrié, sino tan sélo lo que Stresemann exey6 que habia ocurido, o lo que deseaba que los denis pensaran, o acaso lo que él mismo queria creer que habia ocuricio, El proceso seleccionadot =o lo empezaron Bernhard ni Sutton, sino el mismo Stresemann. ¥ si tuviéramos, por ejemplo, los apun- tes de Chicherin acerca de dichas conversaciones, nos ‘qedariamos sin embargo enterados tan s6lo de lo ee de ellas pensaba Chicherin, y lo que realmente courié tendrfa igualmente que ser reconstruido en Za mente del historindor. Claro que datos y docu sentos son esencisles para el historiador. Pero hay 25a ~ ‘que guardarse de convertirlos en fetiches. Por si solos no constituyen historia; no brindan por si solos am Ia fat de -qué-es la Histori: Llegados a este punto, quisiera decir unas palabras sobre Ix razon por la que los historiadores del siglo pasado solian desentenderse de Ia filosofia de la his toria, La expresién la invent6 Voltaire, y desde enton- ces se la viene utilizando en distintas acepciones; pero yo la usaré, si es que alguna vez la uso, como con- testacion a nuestra pregunta: Qué es Ja Historia? Para los intelectuales de Europa occidental el siglo x2x fue un perfodo cémodo que respiraba confianza y op- timismo, Los hechos resultaban satisfactorios en con junto; y la inclinacién a plantear y contestar pre- guntas molestas acerca de ellos fue por lo tanto débil. Ranke crefa piadosamente que la divina providencia Se ee et es cargaba de Jos Kechos; y Burckhardt, con um matiz cinico mas moderno, obscrvaba que «no estamos iniciados en los designios de la eterna sabiduris>. EI profesor Butterfield apuntaba con visible satisfac: cidn, nada menos que en 1931, que «los historiadores han reflexionade poco acerca de la naturaleza de las cosas y aun acerca de la naturaleza de su propia ma- teria de estudio (15), Pero mi predecesor en estas conferencias, el Dr. A. L. Rowse, mis preciso en su critica, escribi6 de «La Crisis Mundial» de Sir Wins- ton Churchill (su libro acerea de la primera Guerra Mundial) que, aunque estaba a la altura de la Histo- ria de la Revoluctdn Rusa de Trotsky en lu que hacla a personalidad, viveza y vitalidad, quedaba por de- C15) HL. Berruxmm, The Whig faterpretaion of ' old lg tncerpretation of History (NL), 26 ‘Gsjo de elln a un respecto: «no habia detris filosofia & ia historia algunas (16), Los historiadores brit ‘sicos se negaron a dejarse arrastrar, no porque cre- seen que Ia historia carece de sentido, sino porque Sein a éste implicito y evidente. La concepcidn Nbe- ‘so de la historia del siglo-xrx tenia sina _estrechs afi-/ ‘s#is4 con Ia doctring econémica_del_iaissezfaire, a ees serena Sereda, Cue cada cual prosiga con su especialidad, y= provers la mano cculta a a armonfa universal. es hechos de la historia eran por si mismos una rocka del hecho supremo de que existia un progreso Seséfico, y al parecer infinito, hacia cosas mas eleva- ss Era aquélla Ia edad de la inocencia, y los histo- Sedores paseaban por el Jardin del Edén sin un re- sexo de filosof{a con que cubrizse, desnudos y sin grecgonzarse ante el dios de la historia. Desde enton- ‘ces, hemos conocide el Pecado y hemos experimen exo en nosotros Ja Caida; y los historiadores que en actualidad pretenden dispensarse de una filosofia eis historia tan sdlo tratan, vanamente y sin natu: catidad, como miembros de una colonia mudista, de cecrear el Jardin del Edéa en. sus jardincillos de su- Zurtio. La molesta pregunta no puede ya ser eludi- 2 hoy. Durante los dltimos cincuenta aiies se ha levado a cabo no poco trabajo serio a propésito de Ia pre gata 2Oué es Ia Historia? De Alemania, el pals que Sento iba a contribuir a perturbar el muelle reinado al liberalismo decimonénico, salié en los dos tiltimes (0) ALL, Rowse, The End of an Epoch (197), pes. 22283, 21decenios del siglo xix el primer desafio a la doctrina de la primncfa y Ia autonomia de los hechos en Ia historia. Los filésofos que salieron a Ia palestra ape- nas son ya algo m4s que nombres: Dilthey es el uni- co que ha sido recientemente objeto de un tardlo re- conocimiento en Gran Bretafia, Antes de cambiar ct siglo, la prosperidad y In confianza eran todavia de- masiadas en este pafs para dedicar atencién alguna a los berejes que arremetfan contra el culto de. los hechos. Pero no bien hubo empezado el nuevo siglo; pasé a Italia Ia antorcha, donde empezaba Croce a, abogar por una filosofia de la historia que desde luc- go debla mucho a los maestros alemanes. Declaré Croce que toda In histora-ce-chistoria contemport nea» (17), queriends eon ello decir que Ja his consiste esencialmente en ver el pasado por los ojos del presente y a Ia luz de los problemas de ahora, y\ que la tarea primordial del historiadar no es recoger datos sina valorar? porque sino valora, edmo puede saber Io que merece ser recogido? En 1910 el histo- riador norteamericano Carl Becker afirmaba, con lenguaje deliberadamente provocador, que «los he- chos de Ia historia no existen para ningin historia dor hasta que él los creas (18). Tales desafios pasa-“~ ron We momento casi desapercibidos. Hasta pasa- do 1920 no empezé a estar de moda Croce —y lo es- tuvo bastante— en Francia y Gran Bretaia. Y no tal vez porque Croce fuera pensador més sutil o me- estilista que sus predecesores alemanes, sino por- después de Ia primera Guerra Mundial los he- parecieron sonreimos de modo menos propicia en los afios anteriores a 1914, y éramos por tanto ‘giis asequibles a uns filosofia que se proponia dismi- ‘saic su prestigio. Croce ejercié un gran influjo sobre ‘'@ Silésofo historiador de Oxford, Collingwood, el “Geico pensador britinico de este siglo que haya rea- filosofia de 1s histo- & Novi stante para escribir el tratado sis- que tenfa planeado; pero sus papeles, publi- ‘geios y no publicados, sobre el particular, fueron re- ‘sepidos después de su muerte en un volumen editada 4545, titulado La Idea de ta Historia. Puede resumirse coms sigue el parecer de Colling fia de Ia historia no se ocupa «del pa- de Ja opinién-que.de-éLen s{ se forma relacionadas dos significa- Ja investigacién a cabo por el historiador y Ja seri mitos del pasago que investiga. «El pasado te ‘semcia cl historiador no es un pasado muerto, si == pasado, que en cierto modo vive atin en el pre-) ‘gexie. Mas un acto pasado esté muerto, es decir, ca- sex ce significado para el histariador, a no ser que ‘$e= pueda entender el pensamiento que se sitia tras 4 Foreso, «toda la historia cs Ja historia del = | (07) Bt costesto de este tmmov0 alone es ol siguiente: “Lot ro- ‘peiccio», y «la historia es Ia reproduccion en Ia men os . SpSeice dan 8 a ht 3a toda 'C earicer de altri contempordney porque, bor remotor ‘= £1 historiador de] pensamicnto cuya historia es Se hen fee soca terire oars ‘je. La reconstitucion del pasado cn Ja weute del situiclanes presenter en que vibran_ dichos.scontectmlentor (B. Cam> Gta Mistoris come Haweha deta Libertad, tra sb F.C. Eo Masco). Us) “Altowie Monthly, octubre 1910, pg. 528, 28 ‘oriador se apoya en la cvidencia empirica. Pero no ‘e= Ze suyo un proceso empirico ni puede consistir en =z mera enumeracién de datos. Antes bien el pro- 29ceso de reconstitucién rige la seleccién y Ia interpre taci6n de los hechos: esto es precisamente lo que los hnnce hechos histérieos, «La Historia», dice el profe) sor Oakeshott, que en esto esté muy cerca de Co. Hingwood, «es Ja experiencia del historiador. Nadi “hace” como no sea el historiader: el imico modo de_ hacer historia es escribirla» (19), Esta critica penetrante, aunque puede inspirar se- rias reservas, saca a la luz ciertas verdades olvidadas. Ante todo, los hechos de la historia nunca nos Megan en estaclo «puror, ya que ni existen ni pueden exiétir en una forma pura: siempre hay una refrac- cién al pasar por la mente de quien los recoge, De que, cuando Ilegara nuestras manos un libro de his- toria, nuestro primer interés debe ir al historiador que lo escribid, y no a los datos que contiene. Pex mitaseme tomar como ejemplo al gran historiador en cuyo honor y con cuyo nombre se fundaron estas con- ferencias. Trevelyan, segin cuenta él mismo en su autobiografia, fue xeducado por su familia en una tradicidn liberal un tanto exuberantes (20); y espera que no me desautorizarfa si le describiese como el Ultimo, en el tiempo que no por la. valia, de los gran- des historiadores liberales ingleses dentro de la tra- dicién whig. No en vano se remonta en'su genealogia familiar hasta Macaulay, indudablemente el mayor de los historiadores liberales, pasando por el gran historiader, asimisme whig, George Otto Trevelyan. La mejor obra, y la mis madura, del Dr. Trevelyan, Inglaterra bajo la Reina Ana, fue escrita con estos an- tecedentes, y sélo teniendo en cuenta estos antece- dentes comprenderd el lector todo su alcance y sige 09) M. Oumsnar, Experience and its Modes (1933), pig. 9. 0) GM. Tarvin, Ax Auiodiopraphy (M6), pég- 30 nificadc. Desde luego el auor no brinda al lector ex cusa alguna para ignorarlos. Porque'si, a la usanza de los aficionados de verdad a las novelas policiacas, se lee primero el final, se hallard en las ltimas pigi nas del tercer tomo el, a mi juicio, mejor compendio de In que hoy se lama interpretacién liberal de 1a historia; y se verd que Jo que Trevelyan trata de he cer es investigar el origen y ol desarrollo dela tra dicion Hberal inglesa, y arraigarla limpia y claramen- 1 Ye @A les aos que siguieron a la muerte de su funda- dor, Guillermo ILI. Aunque tal vez no sea ésta a tini- ca interpretacién concebible de los acontecimiantos del reinado de Ia reina Ana, es una interpretacién vi- lida, y,en manos de Trevelyan, fructifera. Pero para apreciarla en todo su valor, hay que comprender 1o que‘ esti haciendo el historindor. Porque si, como | historiador tiene que_ceproducir jo que hisn ido discuriendo sux dravtia- | mentalment: f tis personae, el lector; ast Vez, habrd de repreducir el proceso seguido por Ia mente de! historindor. Estit— dien ol hhistoriador antes de ponerse a estudiar los hechos, Al fin y. al cabo, no es muy dificil. Es lo que ya hace el estudiante inteligente que, cuando se Je re- Tomieada que lea una obra del eminente catedritico Jones, busca a un alumno de Jones y Je pregunta qué tal es y de qué pie cojea. Cuando se lee un libro de historia, hay que estar atento a las cojeras. Si no le gran descubrir ninguna, o estén ciegos,o el histo- ‘tiador no anda. ¥ es que los hechos no: se parecen realmente en nada a los pescados en el méstrador del Pescadero. Mas bien ce asemejan x los peces que na- dan en un océano anchuroso y aun a veces inaccesi- ble; y lo que el historiador pesque dependera en par- te dela suerte, pero sobre todo de la zpna del mar aLen que decida pescar y del aparejo que haya elegido. determinados desde huego ambos factores por la se de peces que pretenda atrapar. En general pu decirse que el historiador encontrard la clase de bh chos que busca, Historiar significa interpretar. Cl que; si, volviendo a Sir George Clark del revés, definiese la historia como «un. s6lido nucleo interp! tativo rodeado de Ja pulpa de Jos hechos controvert bless, mi frase resultarfa, a no dudario, parcial y equ voca; pero con todo me atrevo a pensar que no lo se~ ria mds que Ia frase original. La segunda observacién es aquella mas far para nosotros de la necesidad, por parte del histori dor, de una compren de las personas que le ocupan, del pensamiento sub Yaténte a sus actos: digo «comprensién magit Y no esimpatias, por temor a que se crea que implica acuerdo. El siglo 1x fue flojo en histori medieval porque le repelian demasiado las creencias supersticiosas de Ia Edad Media y las barbaridades por ellas inspiradas como para comprender imagina- tivamente a los hombres medievales. O témese la cen- soria observacién de Burckhardt acerca de Ie guerra de los Treinta Atos:
(25). ‘Collingwood, en su reaccién contra la chistoria de Jers cola», contra una mera compilacién de hechos, == acerca peligrosamente a tratar la historia camo igo brotado del cerebro humano, con fo que nos seintegra a Ja conclusién aludida por Sir George ‘Gark en el pérrafo anteriormente citado, la de que see existe verdad histérica “objetiva”s. En ver de la AM, Judgements on Hlcry snd BHR Coumowaon, The Mes: of Hiszory (196), ple. 23 ZA Pree Short Studies Great Subjets, | (N, wle- = 35teoria de que la historia carece de significado, se nos ofrece aquf Ja teoria de su infinidad de significados, ninguno de los cuales es mejor ni mas clerto que Tos demés, lo que en el fondo equivale a lo mismo. Des- de luego la segunda teoria es tan insostenible como la primera. No puede deducirse, del hecho de que una montafia parezca cobrar formas distintas desde dife- Tentes angulos, que carece de forma objetiva o que tiene objetivamente infinitas formas. No puede dedu- cirse, porque Ja interpretacién desempefic un papel necesario en Ja fijacién de los hechos de la historia, ni porque no sea enteramente objetiva ninguna inter- pretacién, que todas Jas interpretaciones sean igual- mente validas y que en principio los hechos de la his- toria no sean susceptibles de interpretacion objetiva. Mis adelante nos detendremos en el significado exac~ to de la objetividad en la historia. Pero tras la hipétesis deCOllingwood, se oculta otro peligro atin mayor, Si el historiador ve neces riamente ¢l periode histérico que investiga con ojos de su ¢poca, y si estudin los problemas del pasado come clave para Ja comprensién de los presentes,
, por fin ese convirtié en individuo espiritual y se re conoclé a sf mismo como tal». Ulteriormente, el culto se ligé a la aparieién del capitalismo y del protestan- tismo, a Ios comfenzos de la revojucién industrial y a las doctrinas del laissez-faire. Los derechos del hom- bre y del ciudadano proclamados por la Revolucion Francesa_eran los derechos" del individuo. El indivi dualismo era la base de a gran filosofia decimonéni- ca del utilitarismo. El ensayo de Morley, On Compro- mise, documento caracteristico del liberalismo victo- tiano, calificaba el individualismo y el utilitarismo de «rcligién de !a felicidad y el bienestar humanos>. Un «rabioso individualismo», tal era la nota clave del progresn humano. Este puede ser un andlisis per- fectamente adecuado y vilido de la ideologia de una época histérica determinada. Pero lo que quiero de- jer claro es que la creciente individualizacién que acompafié a la aparicién del mundo modero no Fue 44 ino _un proceso normal en una civilizacién en max: cha, Una revolucién social elev a una posicién de poder a nuevos grupos sociales. Tuvo lugar, como Siempre, por mediacién de individuos, y brindando nuevas oportunidades de desarrollo individual; y ‘somo en las primeras fases del capitalismo Ins unida- des de produccién y de distribucién se hallaban en gran parte en manos de individuos aislados, 1a ideo: fogia de! nuevo orden social dystacé poderosaiiente el papel de Ia iniciativa individual dentro del orden ‘social, ero el praceso fue tedo él un proceso social, Tepresentativo de un momento especifico del desa- rrollo histérico, y no puede explicarse como una re- belién de los individues contra Ia sociedad, ni en fun- cin de una emancipacién de los individuos de sus trabas sociales. Muchos sintomas sugieren que, aun en el mundo occidental que fue foco de tal desarrollo y tal ideo- logia, dicho periado histérico ha tocado = su fin: no necesito insistir aqui sobre Jo que se denomina demo- cracia de masas, ni en In sustitucién gradual de for mas de produccién y de organziacién econémicag pre- dominantemente privadas por otras predominante- mente colectivas. Pero la: ideologis originada por ‘aque! largo y fructifero periodo es todavia una fuer- za dominante en Europa occidental y en los paises de habla inglesa, Cuando hablamos en términés abs- 7a igual: o entre Ta Tiberiad individual y Ta justicia social, jas no Henen I entre ideas absiraclas. NO Sn € ies entie in @ Cuanto tales y la sociedad en cuanto t sino extre grupos de individuos en_la_socieda cada uno de los cuales confiende por impo 45polfticas sociales que le son favorables, y por frus- trar las que le son contrarias. El individualismo, en ‘3U Acepcién, no ya de gran movimiento social, sino de falsa oposicién entre el individuo y la sociedad, se hha convertido hoy en lema de um grupo interesado y debido a su cardcter polémico, en barrera que di- ficulta nuestra comprensién de lo que scontece en el mundo, No tengo mada que decir en contra del culto del individuo como protesta contra Ia ten- dencia que trata al individuo como un medio y que hace de Ja sociedad © del Estado un fin. Pero Megaremos_a una comprensién del pasado ni dk ‘ndliduo abs facie at margen de is socieda Bstracto all margen de Ia sociedar Y¥ esto me Ileva finalmente ala médula de mi I digresion. La concepcién de sentido comin de la toria la considera como algo escrito por los ind duds acerca de los individuos. Este enfoque fue desde liiego"el adopiada y fomentado por los historiadores liberales del siglo 20x, y no es fundamentalmente erréneo. Pero hoy nos parece excesivamente simpli: ficado ¢ insuficiente, y hemos’ de profundizar mds €m nuestro examen. El saber del historiador no €3_propisdad _suya_exchisiva: hombres de varias generaciones han contribuida probablemente a 5 acumulacién. Los hombres cuyos actos estudia historiador no fueron individuos aislados que obi ban en el_vacio: actuaron en el contexto, y_baj impulsg, de una sociedad pretérita, En mi amiterio: conferencia describi la historia como un proceso de interaccién, come un didloge entre cl historiador: pre: sente y los hechos pasados. Quiero ahora detenerme en el peso relative de los elementos individuales y sociales en ambos lados de la ccuncién. Hasta qué 46 punto son los hi i unio producto de su sociedad y de su dpoca? ta qué punto son los hechos de la his acerca de individuos aislados y hasta qué punto he- chos sociales? Bl historiador, pues, es un ser humano individual. Lo mismo que los demds individuos, es también un fenémeno social, producto a la ver que portavaz Sanselente o inconsciente de la sociedad a que per tenece; en concepto de tal, se enfrenta con Jos hechos del pasado histérico. Hablamos a veces.del curso Wistérieo dieiendo que es un desfile en marchi ‘La metéfora no es mala, siempre y cuando el histo- rindor no caiga en la tentacién de imaginarse aguila espectadora desde una cumbre solitaria, 0 personaje importante en Ia tribuna presidencial. {Nada de cool El historindor to es sina un oscuro personaje mas, que marcha en otro punto del desfile. Y conforme pasa el desfile, Muctuando ya a Ia derecha ya a la iaguierds, y hasta dobléndose a veces sobre si mis- mo, las posiciones relativas de las diversas partes de 1a comitiva, cambian de continuo, de forma tal que ro seria un despropésito decir que estamos. hoy mas cerea de la Edad Media de lo que estaban nues- tros bisabuelos un siglo atrés, 0 que los tiempos de César estén més préximos a nosotros que los de Dante. Nuevas perspectivas, nuevos enfoques van sur- glendo constantemente a medida que el desfile —y con ¢! el historiador— sigue su curso. El historiado es parte de Ja histori . Su posicién en el desfile de Sedans ai-punta de visa sabre el pasa. ~~ Esta perogrullada no deja de ser clerta cuand 41el periodo investigado por el historiador dista mu- cho de su propia época, Cuando yo estudiaba historia antigua, los cldsicos en Ia materia eran —y todavia son probablemente— la Historia de Grecia de Grote Ja Historia de Romi de Mommisen. Grote, un bar quero radical ilustrado que escribia en el quinto dczenlo- dl siete past, encarné las aspiraciones de Ia clase media britdnica, pujante y polfticaments progresiva, cn una imagen idealizada de In democre- cia ‘ateniense, en la que Pericles parece un refor- mador de la escuela de Bentham y donde Atenas adquirié un imperio en un acceso de distraccién. Acaso no sca del todo descaminado sugerir que el sbandono, por parte de Grote, del problema ate niense de la esclavitud, reflejara cl hecho de que el grupo social a que pertenecia no sabia hacer frente al problema de la nueva clase obrera Tabril inglesa, Mommsen era un liberal germano desengafiado por las confusiones y las humillaciones de la revalucién. alemana de 1848-1849. Mommsen, que escribia en la década siguiente, In que vio nater el término y el concepto de la Realpolitik, estaba imbuida del senti- do de Ja necesidad de un hombre fuerte que barriera Jos escombros del fracaso del pueblo aleman en sit intento de realizar sus aspiraciones polfticas; y nun- ca apreciaremos su historia en lo que vale si no nos pereatamos de que su_conocida idealizaciéa de Cé- sares producto de aquél anhelo de un hombre fuerte que salvase de Is ruina a Alemania, y que el abogado y politico Cicerén, aquel charlatan ineficaz y turbio contemporizador, es un personaje que parece direc- tamente salido de los debates de la Paulikixche en Frankfurt, en 1848, ¥ en verdad, no me pareceria paradoja absurda el que alguien dijese que la Histo- 48 ria de Grecia de Grote nos informa. en Ia actualidad tanto acerca del pensamiento de los radicales filas6fi- cos ingleses del quinto decenio del pasado siglo co acerca de la democracia atenfense en.¢l siglo V ant de nuestra era; o que quien desee comprender que 1848 represents para los liberales alemanes del tomar la Histeria-de Roma de Momsen como ut de sug libros de texto. Lo cual no disminuye su wal como grandes obras histéricas, ‘as No aguanto la moda lanzada por Bury en su lee cién inaugural, de pretender que Ja grandeca de Mommsen no se funda en su Historia de Roma, sino sm el corpus de inscripciones y en su trabajo sobre el derecho constitucional romano: esto es reducir la historia al nivel de la compilaciéa. La gran_historia se exoribe predisementecunndo ts viens oasade por parte del historiador se jumina con_sus cono- Himientes de_los problemas del_preseate, Se ha expresado a menudo sorpresa porque Mommsen interumpié su historia en el momento de Ia caida de ia repiiblica. No le falté para seguir, ni tlempo, ni ocasidn, ni conocimientos. Pero cuando Mommsen escribié su historia, atin no habia surgido en Ale~ mania el hombre fuerte. Durante su carrera activa, in cuestidn de qué ocurriria una ver asumido el po- der por cl hombre fuerte no era todavia problema real, Nada inducfa a Mammsen a proyectar este pro- blema sobre el escenario romano; y Ja historia del erio quedé sim escribir. vr Facil multiplicar los ejemplos de este fend- meno entre los historiadores modernos, Ea mi ile ma conferencia rendi homenaje # 1a Ingtaterra bajo ta Reina Ana del Dr, Trevelyan, como monument @e Ia tradicion liberal en que habia sido educado. 9Consideremes ahora la imponente ¢ importante obra de quien, para Is mayoria de nosotros, es el més grande historiador briténico surgido en el campo académico.desde_la primera Guerra Mundial: Sir Lewis Namier. Namier era un verdadero conserva- dor, no el tipico conservador inglés, que analizado més de cerca resulta liberal en un 75 %, sino un conservador como no hemos visto entre los histo- tiadores briténicos en los wltimos diez afios. Entre mediados del siglo pasado y 1914 era poco menos que imposible para un historindor britdnico concebir el cambio histérico como no fuera para mejor. Des pués de 1920, entramos en un periodo en que el cam- bio empezaba a asociarse con el temor por el futuro, y podfa verse como transformacién para peor, perio- do éste de renacer del pensamiento conservador. Al igual que el liberalismo de Acton, el conservaduris- mo de Namier extrajo fuerzas_y profundidad de su faigambre continental (4). A diferencia de Fisher © Toynbee, Namier carecia de raices en el liberalis- mo decimonémico, y no las echaba de menos. Des- pués de que la prinfera Guerra Mundial y la paz frustrada revelaran la bancarrota del liberalismo, Ia reaccién no podia revestir mds que una de dos for. mas: socialismo 0 conservadurisme. Namier surgié como el historiador conservador. Trabajé sobre dos campos escogidos, y fue significativa Ia eleccién de ambos. En historia inglesa, retrocedié hasta el alti- mo periodo en que la clase dominadara pudo empe- (0) Acasa meresca In pena spuntar que et dnlea otro eseror co sermudor britinioo importante del periodo que separa las dos qucrras ‘Bundlales, T. S. Ello, gord (usblen de | ventaja de unos antec estes no beltinleor; nadie gue hublers sido educado en Gran Bro ‘28a antes de 19 podia Wurarse del todo del inhibidor infhujo de Bt tradlcign Mberal. 50 fiarse en alcanzar racionalmente posicién y poder en el seno de una sociedad ordenada y por lo gene ral estética, Alguien ha acusado a Namier de eliminar de kb historia 1a mente (5). Acaso no sea una frase del todo afortunada, pero de ella se deduce lo que trataba de decir el critico. La politica, cuando ac- cedié al trono Jorge Ill, estaba aim immune del fanatismo de las ideas, asi como de esa apnsionada fe en el progreso que habia de irrumpir en el mun- do con Ja Revolucion Francesa, y que desernbocaria en ¢l siglo del liberalismo triunfante, Ni ideas, ni revoluci6n, ni liberalismo: Namier opté por presen- tarnos el cuadro refulgente de una edad_Ubre toda- —aunque_fe_por_aucho_Hempo= de todos esos Peligros— toni tigaa ,20 4d, poeyreto. Pero Ia cleccién por parte de Namier de un se gundo tema, fue igualmente significativa, Namier pasé, sin detenerse en elas, junto a las grandes revo- juciones modernas, la inglesa y la francesa y la rusa; mo escribié mada digno de atencién sobre ninguna de ellas, y en cambio decidié brindarnos un. pe- netzante estudio de a revolucidn europes_de 1848: una revolucion que fracas6, un paso atras en toda Europa para las esperanzas nacientes del liberalismo, una demostracién de la impotencia de las ideas fren- tea la fuerza armada, de los demécratas cuando se enfrentan con los soldados, La intromisién de las ideas en el serio negocio de 1a politica, es fitil y peligrosa: Namicr eché sal sobre la herida, sobre la motaleja de aquel humillante fracaso, calificdndolo (5) La critica original, em ua artiovlo. andaimo de The Times Li terer) Supplement del 24 de agosto de 1883, acerca de “La concep. cidade In Hintocia de Namler", cela wali “Se acid a Derwin de Slinaar dei uriverso ls mente: y Sir Lewis ha sido ol Darwin de 1s historia polltca, em amis de un concepto”. 51de srevolucién de los inteleciuales». Y nuestra con- clusién no es mera inferencia; porque, aunque Na- mier no escribicra nada sistemstico sobre 1a filo- sofia de la historia, en un ensayo publicado hace unos afios se expresaba con su claridad y tajant precision usuales. «Asi gues, decfa, «cuanto menos amordace el hombre el libre fuego de su mente con na_docirin wun dogma politicos, tamto mejor para ju _pensamiento», Y tras de mencionar, aunque no rechazar, el cargo de que habia climinado la mente de la historia, proseguia: Algunos filésofos politicos se quejan de una «calma chicas y de la actual ausencia de discw sién sobre politica general en este pais; se buscan soluciones précticas para problemas concretos, en tanto que programas e ideales son relegados al alvido por ambos partidos. Pero a mi esta actitud me parece traslucir una mayor madurez nacional, yrno puedo sino desear que siga largo tiempo inata- cada por los fermentos da In filosofia politica (6). No quiero por ahora entrar a discutir este enfo- que: lo reservo para una conferencia ulterior. Mi propésito aqui se limita a ilustrar dos verdades importantes: la primera, que no puede comprender- seo apreciarse Ja obra de un historiador sin captaF antes la iin desde a qué él Ja aborda; Ta se- gunda, que dicha posicién tiene a su vez raices en una base social e histérica. No cabe olvidar que, como Marx dijo en una ocasién, el educador nece- sita ser educado él previamente; dicho en la jerga contemperénea, el cerebro de quien practica lava- (0) L.Nauen, Perso (O88), ps. 5.7 52 dos de cerebro ha sido ya tavado, El histoziador, antes de ponerse a-escribir historia. es producto de iz Historia. eee bistoriadores de que acabo de hablar —Grote y Momimsen, Trevelyan y Namier— hablan sido fun- 2 didos_ por_as{_decir, en wa mismo molde_social_y politico; no hay cambio mercado alguno entre sus primeras y sus Ultimas obras. Pero algunos historia: ue vivieron en épocas de répidas mitacrones jado en sus trabajos, no, uma sociedad y ts ea a seeial fino una_suceaiGn de drdenes_diferen. tes. El mejor ejemplo que yo conozco es el del gran historiador alemén, jecke, cuya vida y obra fue roa més largos de lo corriente y abarcaron una serie de cambios revolucionarios y catastréficos en les des- finos de su pais, Ab{ tenemos, on efecto, tres Mel neckes, portavoz cada cual de una ¢poca histérica diferente, y expres4ndose cada cual por una de sus tres obras principales. El Mcinecke de Weltbiirger- thurnsitid_Nationalstaat, publicada en_1907, ve con confianza la realizacién de los ideales nacionales ger- Snanos en el Reich de Bismarck, y—como tantos pen- Sadores del siglo xix desde Mazzini en adelante— identifica el nacionalismo con la forma més_elevada del universalismo: Jo que es producto de la barro- ca secuela guillermista a la era de Bismarck. El Met Secke de Die [dee der Staatrison (7), publicada en 1935, habla con la mente insegura y atOnita de le repiblica de Weimar: el mundo de Ia ‘politica se ha convertido en palestra del conflicto, no resuelto, entre Ia razén de ‘Estado y una moralidad exterior a la po Ltica, pero que 10 ‘puede en tltima instancia pasar (7) Le idea de tn Raxén de Ertado, trad. oxp., Madrid, Insite d= Etudiog Potts, 53por encima de la vida y seguridad del Estado. Final- mente, el Meinecke de Die Entstehung des Historis- mus, publicada en 1936 cuando habia sido barrido de su honresa posic{@n académica por el torrente nazi, profiere un grito de desesperacién, rechazando un istoricismaque pacsee admitir que todo cuanto exis- te est bien,-y. tambaledndose inseguro entre Ia re- latividad histérica y un absoluto supra-racional. A la Ppostre, cuando Meinecke habia presenciado, ya viejo, el hundimiento de su pais bajo una derrota militar més total que la de 1918, recay6, inerme, en Ja creen- Gia en una historia 2 merced de un destino ciego, ine- xorable, formulada en su Die Deutsche Katastrophe de 1946 (8). EI psicélogo o el biégrafo se interesa: aqui por la trayectoria seguida por Meinecke como in- dividuo: lo qué ccupa al historiador es Ja forma que Meinecke refleja en el pasado histérico tres — hasta custro— periodos sucesivos, agudamente trastados, del presente. ‘© permitasenos tomar un ejemplo eminente mis préximo a nuestro pais. En los iconoclastas afios treinta y tantos, cuando el partido Liberal acababa de ser despojade de su fuerza real en Ie politica bri- ténica, el profesor Butterfield escribié un libro titu- lado La Interpretacion Whig de ta Historia, que fue acogido con un éxito tan resonante como merecido. Bra una obra notable en muchos aspectos y entre elles porque, pese a criticar a Jo largo de unas 130 paginas la interpretacién liberal, whig, no menciona —por lo que yo he pedide observar sin ayuda de un (@) Estoy squf ex deuds com of cxcclente antlisit que hiclera el Dr W, Stark del desarrollo de Mcinecke en su fatroduccién a una ‘aduccién Anglesa da Die feee cer Staaispacon, publicada bajo el tins Jo de Machiavatism, en 195%; neato eaagera el Dr. Stack ef elements supravacional en el tareer perindo de Malnecke, 34 fndice— un solo whig salvo Fox, que no era histo riader, ni un solo historiador salvo Acton, que no era ‘whig (9). Pero todo lo que al libro le falta en precisicn } detalle se compensa con una invectiva brillante, No Je cabla al lector ya dada de que la interpretacién Ti- peral era mala cosa; y uno de los cargos contra ella formulados era el de que «estudia el pasado refirlén- dolo al presente». Aqui, el profesor Butterfield se mostraba categérico y severo: El estudio del pasado con un ojo puesto, por deciz}o asi, en el presente, es Ia fuente de todos Jos pecacios y sofismas en historia... Es la esem- cia de lo que designamos por la palabra sahisté- ica» (10). Pasaron doce afios, La moda iconoclasta ee #1 pats rofesor Butterfield se hallaba sumido en una das que solia decirse se Jibraba en defensa de las fibertades constituctonales encarnadas por la tradi- cién liberal, y bajo Ia direcci6n de un gran lider que incesantemente invocaba el pasado, «con un ajo puesto, por asi decirlo, en el presentes. En um peque- fio libro titulado Et Inglés y su Historia, publicado ‘en 1944, el profesor Butterfield, no tan sélo decidié que In «inglesas era Ja intezpretacién liberal, whiz, de In historia, sino que aludié con entusiasmo a ela ‘alienza del inglés con su historia» y al shermanamien- to del pasado y el presenter (11). Llamar la atencién a Sletss 6F exces Tice ie th eee aera aa The Whig Interpretation of History (8), Phe eo The Englishman end his History C9), Bh 35eT sobre estas mutaciones en el enfoque no es crit hostil. No me propongo refuter el. prote-Butterfield con el deutero-Butterfield, ni carear al profesor But- terfield ebrio con el profesor Butterfield sobrio. Me doy perfecia cuenta de que, sé alguien se molestase en leer detenidamente algunas de las cosas por mi escritas antes, durante, y después de Ia guerra, podria sin dificultad hacerme reo de contradicciones ¢ in- congruencias tan palmarias por lo menos como las que he sefialado en otros. Hasta creo que no envidiar fa al historiador capaz de afirmar honradamente ha- ber pasado cincuenta afios sin modificar radicalmen- te su visién de algunos puntos. Me propongo sélo mostrar Jo fielmente que Ia obra del historiador re- feja k ‘secleded en gue tialajs. No sélo fluyen los aconiecimientas; fluye el propio hisioriador. Cuando e toma una obra histérica en las manos, no basta mirar el nombre del autor en la cubierta: hay que ver tambien In fecha de publicacién en que fue es rita, porque ello puede resultar atin mds revelador. Si razén tenfa el filésofo cuando decia que no se pue- de cruzar dos veces el mismo rio, acaso sea también verdad, y por igual motivo, que des libros no pueden ser escritos por el mismo historiador. ¥ si por un momento pasamos del historiador in- dividual a lo que pudieran Hamarse grandes corrien- tes de 1a produccién histérica, atin se hace mis pa- tente en cudn gran medida es el historiador producto de su sociedad. En el siglo xix los historiadores bri- ténicos, con contadas excepeiones, yelan en el cxirs dela Bistoria una demostracién del p _graso: Hmanifestaban la ideologia de una sociedad ei “Vias de progreso notablemente répido. La historia re bosaba significado para los historiados britinicos 56 isntras parecié seguir nuestra senda: ahora que te ha torcido, la fe en el significada de la historia se 2 convertide en herejfa. Después de la primera Gue- 2 Mundial, Toynbee llevé a cabo un denodado in- texto de susiituir una vistén lineal de la historia yor una teorla ciclica: la tipica ideologla de una so- Zu decsdencia (12). Desde el fracaso de Toyn- ‘See, los historiadores britdnicos se han Jimitado en. stiajofla a abandonar el juego, y a declarar que Ia Soro ne Sie Mogi pauta Ss-abaalto. Om ‘Sivial afirmacion de Fisher al respecto (13) tuvo casi tzsta resonancia come el aforismo de Ranke el siglo pasar. Si algaien me dice que tos historiadores bri- Sinicos de los titimos treinta afios experimentaron Sos cambios de parecer como resultado de una peofunda reflexién individual y tras haber quemado Se poce aceite en Ia soledad nocturna de sus buhar- 22las, no Jo pondré en dnda. Pero seguiré viendo en Sato pensamiento individual y tanto derroche de sceite un fenémeno social, producto y expresién de ‘=e transformaciér fundamental en el cardcter y la sconera de pensar de nmestra sociedad desde 1914. So hay indicador mss irnportante del cardcter de una ted que sl tipo de Historie gus esibe-o dela @ escril Ge: istoriador holandés, muestra en STascinadora monografia traducida al inglés bajo el titulo de Napoledn, en pro y en contra cémo los jui- Glos sucesives de los historiadores de Napoledn en el SSzlo x1x francés reflejaban los cambios y canflictos 62) Marco Auello, en el ocaso del Imperio Rosiano, se consolxba setzionanio acerca de “cero todo 10 que ulwir poss ocurHiS ye on Zipesado y wohoerd = acontecer en al furuto” (A sf mismo, 3) 72); S'S sdbido, Toynbee tomd Ia ides de la Decndencin de Oocidente SSpengier. Gay ntroduccidn, feckadi a4 de diciembre de 19M, 2 A History SErpe, a7en los moldes de 1a vida politica y el pensamiento franceses a Io largo del siglo. El pensamiento.de-los historiadores, como el de los demAs humanes, viene moldeado por sus circunstancias de tiempo y lugar. Acton, que reconocia sin reservas esta verdad, tratd ae encontrar en la historia una forma de escapar a elle. La historia debe ser quien nos libre, no sélo d Ja indebida inffuencia de ofros tempos, sino de indebida influencia del nuestro, mundo que nos rodea y de la presién del aire que respiramas (14). espiramas ( Esto sonaré quizé como tina definicién por demis op- timista del papel de In historia. Pero me atrevo a pensar que el historiador, cuanto més consciente ¢s de su propia situacion, mis capaz es de trascenderla ¥ mejor armado esi para aquilatar Ia naturaleza eSencial de Tas diferencias entre si sociedad y con- ceptionés y las de otros perlodos y paises, que el historiador empefiado en proclamar que él es un in- dividno y no un fenémeno social. La capacidad del hombre de elevarse por sobre su situacién social ¢ histérica parece condicionada por su capacidad de aquilatar hasta qué punto est vinculado a ella. Dije en mi primera conferencia: antes de estudiar la historia, estudiese el_historiador, Ahora quisiera atadir: antes de estudiar al historiador, estidiese su ambiente histérico y social. Elhistoriader, siendo él lividuo, ¢3 asimism de Ja historia ¥ desde este doble punto de vista ti (1) Aeron, Lectures on Mogern History (180), pl. 33, 58 ‘ze el estudioso de la hisotria que aprender a anali- zale. Dejemos ahora al historiador y paserios a consi- denr el otro término de mi ecuacién —los hechor ela historia—a Ja luz del mismo problema. Qué es fiento dé los Individuos o Ia accién de las fuerzas_ sedales? Aqui piso un camino trillado. Cuando hace E05 iios publicé Sir Isaiah Berlin un luminoso y cElebre ensayo titulado Historical Inevitability —a saya tesis principal volveré a aludir en estas confe- rencias— le puso por epigrafe una expresién de .S. Eliot:
; y a sodo Jo largo del casayo satiriza a quienes creen que ‘sastas fucrzas impersonales» son. el factor decisive: 21a historia, y_né idividuos, Eo que lamaré 01 cepeién segun Is cual To impoi eset canicter y ¢l compartamient: ‘Sene un rancio abolengo. La tendencia a proclamar al genio individual como fuerza creadora de Ja histor 3 caracteristica_de las fases_primitivas de la_con- cncia histérica—Los griegos antiguos gustaban de. ‘bautizar Ios logros del pasado con los nombres de béroes epénimos supuestamente responsables de ellos, a atribuir su épica a un bardo lamado Home- 9, ¥ sus leyes o instituciones a un Licurgo o un So- én. Igual tendencia vemos en el Renacimiento, cuan- do Plutarco, biégrefe morslista, fue figura mucho mas célebre © influyente en el resurgir clasico que os historiadores de Ja Antigiiedad. En Gran Bretafia, particularmente, todos hemos aprendido esta teoria, dea historia de la nariz de Cleopatra, Ia con ante en_ia historia 59casi cabria decir desde Ia cuna; y acaso hoy debié- yamos reconocer que tiene algo de pucril, o cuando ‘menos de puerilizante, Era hasta cierto punto plau- sible en tiempos en que In sociedad era mas sencilla, y el negocio pablico estaba entre Jas manos de un pufiado de individuos conacidos, Pero es evidente que no encaja con la sociedad de nuestra épocs, mucho mis compleja; y el nacimicnto, en el siglo 21x, de Ja nueva ciencia socioldgica fue una respuesta a esta creciente complejidad. Pero Ia vieja tradicién se re siste a morir, A comienzos de este siglo, podia adn sentenciarse que «la historia ¢s la biografia de los grandes hombress, No hace mas que dicz afios, un distinguido:Bistoriador nortenmericano acusaba a sus colegas, quiz no del todo seriamente, de «geno- cidio de les personajes histéricos» al tratarlos como ehechuras de las fuerzas sociales y econémicas» (15). Los adeptos de esta teoria tienden hoy a ser circuns- pectos, pero tras ciertas pesquisas he hallade una excelente formulacién contemporinea en la intradisc: cién de uno de les libros de Miss Wedgwood, que eseribe: a El comportamiento de los hombres_como_in- dividuos me interesa mas que su Comportamiento como grupos o clases. La historia puede escribirse con este sesgo lo mismo que con otro cualquiera; no tiene por qué inducir més ni menos a erro! Este libro... es un intento de comprender cémo sent(an aquellos hombres, y por qué, sein su pro- criterio, obraron como lo hicieron (16). (13) American éeriett Review, LVL, ot 1 (enero BI, wb (16) C. ¥. Wimewnco, The King's Pesce (1955), pig. 17. 60 agui una declaracién precisa. ¥ como Miss Pao es una escritora de éxito, muchos serén, estoy seguro, quienes piensen conso ella. El Dr. Row: Sones dice, por ejemplo, que el sistema isabelino se Sino abajo porque Jacobo Lera incapaz de comprene Gerlo, y que la revolucién inglesa del siglo xv1r fe ce econiecimiento accidental» debido a a estupidez Gr los dos primeros monarcas Estuardos (17). Hasta Sir James Neale, historiador més austero que el dor tor Rowse, parece a veces mis ansioso de expresat su admiraciin por Ia reina Isabel que de explicar 10 {que representaba Ja monarquia Tudor; y Sit Isai Berlin, en suseciéa mencionado ensayo, esti tremens damente preocupado ante la posibilidad de que [os historindores puedan dejar de denunciar a Gerigis Kan ya Hitler como hombres malvades (18). Ca t60- a del rey_bueno_y el rey_mlo,le—que. ‘herttos “nos acereamos.atiempos mas recien Be anal Scifiear e comunismo de «parto del ‘Sezebro de Kari Marx» (tomo esta flor de una recien te circular de agentes de cambio y Bolsa) que ani par sus origenes y su cardcter; més holgado ats pair In revelucion bolchevique a Ia tonterfa de Nico” He IIo a! oro alemén que estudiar sus profunds ee as sociales, y ver en las dos Guerras Mundiales at en he ean ets, 28 SE, pone hl candy “is tenders a> Fee Sead erigacs_ no TOTS) goog de avigue V2 von mera tenders Ste ee oe io 61
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