Universidad de Guadalajara
Centro Universitario de Ciencias de la Salud
Médico Cirujano y Partero
Tanatología
Gonzales Bautista Elba Griselda
En duelo en las diferentes etapas de la vida
Sánchez Pulido Verónica Isabella
2197541
El duelo en las diferentes etapas de la vida
Según describe L. Grinberg “…vivir implica pasar por una sucesión de duelos; la
evolución da tiempo al yo a la elaboración de las pérdidas y al restablecimiento de los
momentos transitorios de trastorno de la identidad”.
Dentro de las etapas del proceso de duelo, la población infantil como adulta, afronta
varios estados o fases con el fin de aprender a vivir con la ausencia de la persona que
hemos perdido. Por ello, es muy importante y saludable para la salud y bienestar físico
y mental, poder trabajar la negación, la necesidad de aceptar la realidad de la pérdida,
las alteraciones emocionales que esto conlleva, el afrontamiento del medio en el que el
fallecido está ausente, etc.
El tiempo que pueda llevar este proceso puede variar. El malestar, el sufrimiento y el
vacío emocional pueden reactivarse ante otros duelos, nuevas pérdidas,
acontecimientos biográficos, incluso reacciones de aniversario.
El duelo en la niñez
El duelo no es una cuestión de cociente intelectual sino de capacidad de amar, de
afectividad. Sí existe el duelo en los niños, aunque objeten que se considera duelo a
unos limitados signos de pena en el niño. Sólo en el futuro repercute la trascendencia e
intensidad de aquellas reacciones “transitorias”. La reacción característica del duelo es
la aflicción, y se puede presentar en los niños a cualquier edad, con una sintomatología
clínica inespecífica.
Los infantes suelen pasar duelos por acontecimientos que para un adulto serían
aparentemente intrascendentes, como un juguete que se rompe, un cambio de casa,
entre muchas cosas más.
Entre los dos y seis años, la actividad psíquica está dirigida a la afirmación de la
individualidad e independencia. No comprenden los conceptos de universalidad e
irreversibilidad de la muerte.
Desde los seis años hasta la pubertad, el desarrollo del niño se desplaza hacia lo
psíquico y lo corporal pierde relevancia. Comienzan a ser conscientes de que, tras la
muerte, el cuerpo ya no funciona y que la muerte es irreversible.
En la adolescencia, lo somático vuelve a primer plano. La noción de la muerte y la
elaboración del duelo ya pueden ser similares a las de una persona adulta.
El duelo en la adolescencia
El adolescente ya es consciente de su propia muerte y puede incluso fantasear con
ella, a punto de emerger ideaciones suicidas como alternativa a su sufrimiento y a los
problemas derivados de la pérdida. Con frecuencia, no quieren compartir con las
personas adultas las emociones derivadas de la pérdida por considerar que no
necesitan de los demás, o por no querer mostrarse vulnerables ante ellos. No quieren
ser diferentes de sus iguales.
Este tipo de situaciones pudieran dar lugar a que el adolescente renuncie a vivir su
propio duelo. Se puede sentir presionados para comportarse como personas adultas.
El duelo en la adultez
Los adultos muchas veces no demuestran sus emociones más íntimas por temor de
que otras personas adviertan vestigios de debilidad en sus manifestaciones. Como
generalmente se sitúan en la mejor etapa de la vida, en donde se supone que pondera
la madurez, expresar el sufrimiento puede implicar un signo de debilidad. No tienen
tiempo para estar triste si tienen que ocuparse de los hijos, trabajo y proyectos a futuro.
Por eso es posible que se trate del grupo etáreo que más invisibiliza el sufrimiento
durante el duelo, llegando a una falsa superación temprana del proceso del duelo.
El duelo en el adulto mayor
La persona de edad avanzada es altamente sensible a las pérdidas y merece una
especial atención. Es la etapa en la que se debe afrontar la mayoría de pérdidas
evolutivas. Hay una pérdida progresiva de la energía y también de la autonomía para
hacer las actividades de la vida diaria. La mayoría de veces ha de afrontar la muerte de
la pareja y a menudo también la muerte de los amigos cercanos. También se han de
afrontar enfermedades que invalidan. La vivencia del sentido de la muerte es muy
cercana.
Bibliografía
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