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0017/2019-S2
III.1.2. El derecho de las mujeres a vivir libres de violencia y discriminación; y, el consiguiente deber del Estado
y la sociedad de eliminar toda forma de violencia en razón de género
La magnitud de la violencia contra las mujeres a nivel nacional e internacional y los resultados adversos que
ocasiona a la víctima, pone de manifiesto el grave problema que la sociedad enfrenta.Detrás de estos cuadros de
violencia contra la mujer, se devela una discriminación estructural, resultante de categorías, roles y diferencias
culturales y sociales, donde predominó y continúa predominando una visión patriarcal; es decir, la posición
subordinada de la mujer respecto del varón, se origina en una estructura social construida sobre la base de un modelo
de masculinidad hegemónica; ya que en el caso de la mujer, no existen razones naturales o biológicas que la releguen
a una posición de subordinación o dependencia; puesto que, su situación no es asimilable a otros sectores poblaciones,
que por sus características físicas o psíquicas resultan vulnerables. Sin embargo, la construcción cultural y social vista
desde una visión patriarcal, es la que tiende a situarla en un escenario de desigualdad.
Ahora bien, la violencia de género, se presenta como un reflejo de esta situación de desigualdad, basada en la
distribución de roles sociales que fueron transcendiendo históricamente; lo cual, engloba a las diversas aristas que
adquiere la violencia contra la mujer, que según el espacio físico o personal en el que ocurre el hecho de violencia,
comprende aquella que la mujer sufre en el ámbito doméstico o familiar. Ello, nos demuestra que la violencia hacia
las mujeres, y en particular, la violencia en el seno familiar, no es un problema que deba resolverse entre
particulares, por la trascendencia y connotación social que adquirió, como una violación a los derechos humanos
de las mujeres y los demás miembros del núcleo familiar, que limita el desarrollo pleno de sus potencialidades,
y que el Estado no puede desatender.
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I.1.2. Derecho supuestamente vulnerado
Denuncia la lesión de su derecho a la libertad; citando al efecto los arts. 23.I, 109 y 116
de la Constitución Política del Estado (CPE).
I.1.3. Petitorio
Solicita se expida mandamiento de libertad de forma inmediata, a su favor.
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cursante de fs. 108 a 111 vta., concedió la tutela impetrada, disponiendo que la autoridad
demandada, resuelva la situación jurídica procesal del accionante en el plazo de
veinticuatro horas a partir de la notificación con dicha Resolución Constitucional.
Determinación efectuada con los siguientes fundamentos: 1) El accionante se
encuentra con detención preventiva determinada por Auto Interlocutorio 548/17 de 25 de
octubre de 2017; por esta condición, la autoridad demandada tenía el deber de sustanciar
la audiencia programada para el 20 de junio de 2018, aun sin la presencia del Ministerio
Público, de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia o sin el cuaderno de investigación,
ya que su inconcurrencia no es causal de nulidad; 2) La Jueza demandada demoró en
tramitar y resolver la solicitud de cesación de la detención preventiva; asimismo, vulneró
el principio de celeridad y la linea jurisprudencial contenida en las SSCC “224/2004-R,
862/2005-R”, referidas a que las decisiones judiciales vinculadas con el derecho a la
libertad, deben ser tramitadas, resueltas y efectivizadas con la mayor celeridad; puesto
que, debió haberse resuelto con la prueba aportada por la parte accionante y no esperar
que el Ministerio Público remita el cuaderno de investigación, debiendo tener presente
que en estas solicitudes, la carga de la prueba corresponde a la parte peticionante y no
a la autoridad jurisdiccional; y, 3) De las pruebas adjuntas, se tiene que el Ministerio
Público pronunció un Requerimiento Conclusivo de Sobreseimiento a favor del impetrante
de tutela, que fue de conocimiento de la autoridad jurisdiccional el 3 de mayo de 2018;
en virtud al cual, se solicitó audiencia de cesación de la detención preventiva, en la que
se dará la posibilidad de fundamentar la concurrencia o no de riesgos procesales; por lo
que, le corresponde a la autoridad judicial demandada, resolver la referida petición.
I.3. Trámite procesal en el Tribunal Constitucional Plurinacional
Mediante decreto constitucional de 6 de septiembre de 2018 (fs. 115), se dispuso la
suspensión del cómputo de plazo, a efectos de recabar información complementaria;
habiéndose obtenido la misma, a partir de la notificación con el decreto constitucional de
27 de febrero de 2019 (fs. 136), se reanudó el cómputo del plazo; por lo que, la presente
Sentencia Constitucional Plurinacional se pronuncia dentro del término legal.
Asimismo, al no existir consenso en la Sala, de conformidad con el art. 30.I.6 de la Ley
del Tribunal Constitucional Plurinacional (LTCP), se convocó al Presidente de este
Tribunal, a fin de dirimir con su voto el caso en análisis.
II. CONCLUSIONES
De la revisión y compulsa de los antecedentes que cursan en obrados, se establece lo
siguiente:
II.1. Por Auto Interlocutorio 548/17 de 25 de octubre de 2017, emitido por Omar
Ramiro Monasterios Alarcón, Juez de Instrucción Anticorrupción y Contra la Violencia
Hacia la Mujer Segundo de la Capital del departamento de La Paz, se dispuso la
detención preventiva de Jhonathan Milton Márquez Loza -ahora accionante-, en el Centro
Penitenciario de Qalahuma (fs. 31 a 33 vta.).
II.2. Cursa Requerimiento Conclusivo de Sobreseimiento a favor del accionante,
sustentado en que los elementos de convicción son insuficientes para fundamentar una
acusación responsable por la comisión del delito de violencia familiar o doméstica;
disponiéndose el archivo del presente caso; señalando que, no se pudo establecer con
elementos de prueba suficientes e idóneos, que puedan ser valorados por la autoridad
jurisdiccional en juicio, la autoría en sus diferentes grados de participación criminal del
imputado; toda vez que, durante la etapa preparatoria, la parte denunciante demostró
dejadez en coadyuvar en la presente investigación; pues, si bien es obligación del
Ministerio Público actuar de oficio para el esclarecimiento de un hecho tipificado como
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delito, no es menos cierto que en este tipo de delitos, es indispensable la presencia activa
de la parte denunciante para llegar a la verdad material del hecho (fs. 91 a 93 vta.).
II.3. Se tiene Informe de 14 de septiembre de 2018, elaborado por la Juana Janneth
Cortez Choque, Fiscal de Materia Coordinadora Corporativa de la Fiscalía Especializada
de Víctimas de Atención Prioritaria (FEVAP) de El Alto, dirigido al Fiscal
Departamental de La Paz; señalando que María Salomé Yujra Aliaga, impugnó la
Resolución de Sobreseimiento de 3 de mayo de 2018; que mereció decreto, disponiendo
la remisión de antecedentes a la Fiscalia Departamental de La Paz, para su
pronunciamiento (fs. 125). A través de memorial de 28 de mayo de 2018, María Salome
Yujra Aliaga impugnó la Resolución de Sobreseimiento de 3 de mayo de 2018, debido a
una errada valoración de las pruebas aportadas, dirigidas a demostrar el ilícito penal
cometido, concernientes a: i) Certificado Médico Forense de 24 de octubre de 2017, que
evidencia contusiones simples en rostro y torax anterior; en el cua, también se otorgó
cinco días de incapacidad; ii) Informe Psicológico Preliminar de 24 de octubre de 2017,
que concluye que la adolescente identifica al agresor Jhonathan Milton Márquez Loza
como autor del hecho; y, iii) Declaración de su hija víctima, en cámara Gesell, de 27 de
abril de 2018; la cual, a la fecha no fue remitida ni cursa en el cuaderno de
investigaciones; solicitando se prosiga el trámite de rigor, se remitan antecedentes al
Fiscal superior, conforme establece el procedimiento, sea con las formalidades de ley (fs.
129 a 131).
III. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DEL FALLO
El accionante denuncia que al existir Requerimiento Conclusivo de Sobreseimiento de
3 de mayo de 2018, a su favor; solicitó audiencia de cesación de la detención preventiva;
empero, la misma fue suspendida en más de tres oportunidades, vulnerando con ello, su
derecho a la libertad física; por lo que, pide se expida mandamiento de libertad, de forma
inmediata.
En consecuencia, corresponde dilucidar en revisión, si tales argumentos son evidentes
a fin de conceder o denegar la tutela solicitada; para el efecto, se analizarán los siguientes
temas: a) La protección de los derechos de la víctima en casos de violencia en razón de
género, en el marco de un enfoque integral del problema jurídico: a.1) El equilibrio entre
los derechos de la víctima y del imputado en el Estado Constitucional y su análisis en las
acciones de defensa; a.2) El derecho de las mujeres a vivir libres de violencia y
discriminación; y, el consiguiente deber del Estado y la sociedad de eliminar toda forma
de violencia en razón de género; a.3) Las normas especiales de la Ley 348, aplicables
en los procesos judiciales y administrativos por hechos de violencia en razón de género;
y, a.4) El enfoque integral del problema jurídico en casos de violencia en razón de género
en las acciones de defensa; y, b) Análisis del caso concreto.
III.1. La protección de los derechos de la víctima en casos de violencia en razón
de género, en el marco de un enfoque integral del problema jurídico
La comisión de un hecho delictivo y su correspondiente denuncia o descubrimiento,
constituye el germen del proceso penal, y la víctima es la persona a quien el Estado debió
proteger, para impedir que en su contra se consumara el atentado al bien jurídico
tutelado; de ahí, que si bien la protección de los derechos del acusado es fundamental
dentro del proceso penal; empero, también es necesario precautelar los derechos de la
víctima; por ello, no puede dejar de abordarse el problema jurídico material que dio inicio
al proceso penal, equilibrando los derechos del imputado y de la víctima, en particular,
en delitos de violencia contra la mujer; en los cuales, el Estado, a través de las instancias
de investigación, de acusación y de juzgamiento, tiene la obligación de actuar con la
debida diligencia, en el marco de las normas constitucionales y los instrumentos
internacionales sobre Derechos Humanos.
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En ese marco, es importante desarrollar los derechos de las víctimas en un Estado
Constitucional, y de manera concreta, el derecho de las mujeres a vivir libres de violencia
y discriminación; y el consiguiente deber del Estado y la sociedad, de eliminar toda forma
de violencia en razón de género.
III.1.1. El equilibrio entre los derechos de la víctima y del imputado en el Estado
Constitucional y su análisis en las acciones de defensa
Con referencia a los derechos de las víctimas de un delito, la SC 0815/2010-R de 2 de
agosto[1], señala que la Constitución Política del Estado vigente, asume una nueva visión
de protección a las mismas; pues, si bien el Estado asume el ius puniendi -poder
punitivo-, cobran importancia trascendental los derechos de la víctima; pues, conforme al
art. 121 de la CPE, tiene derecho a ser oída antes de cada decisión judicial. Asimismo,
la indica SC 0815/2010-R, hizo referencia a la Declaración Sobre los Principios
Fundamentales de Justicia Para las Víctimas de Delitos y del Abuso de Poder, adoptada
por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de
la Resolución 40/34 de 29 de noviembre de 1985.
Dicha Declaración, establece los derechos de las víctimas, entre ellos, el acceso a la
justicia y trato justo; según el cual:
Acceso a la justicia y trato justo
4. Las víctimas serán tratadas con compasión y respeto por su dignidad. Tendrán
derecho al acceso a los mecanismos de la justicia y a una pronta reparación del daño
que hayan sufrido, según lo dispuesto en la legislación nacional.
En el marco de dicho derecho, la referida Declaración señala también que:
6. Se facilitará la adecuación de los procedimientos judiciales y administrativos a las
necesidades de las víctimas:
a) Informando a las víctimas de su papel y del alcance, el desarrollo cronológico y
la marcha de las actuaciones, así como de la decisión de sus causas, especialmente
cuando se trate de delitos graves y cuando hayan solicitado esa información;
b) Permitiendo que las opiniones y preocupaciones de las víctimas sean
presentadas y examinadas en etapas apropiadas de las actuaciones siempre que
estén en juego sus intereses, sin perjuicio del acusado y de acuerdo con el sistema
nacional de justicia penal correspondiente;
c) Prestando asistencia apropiada a las víctimas durante todo el proceso judicial;
d) Adoptando medidas para minimizar las molestias causadas a las víctimas,
proteger su intimidad, en caso necesario, y garantizar su seguridad, así como la de
sus familiares y la de los testigos en su favor, contra todo acto de intimidación y
represalia;
e) Evitando demoras innecesarias en la resolución de las causas y en la
ejecución de los mandamientos o decretos que concedan indemnizaciones a las
víctimas. (…) [las negrillas son agregadas].
A partir de dichas normas, la SC 0815/2010-R antes citada, concluyó que el derecho
procesal penal, no solo debe operar como manifestación del poder sancionador del
Estado, a favor del incriminado, sino, que debe procurar también por los derechos de la
víctima, haciendo: “…compatibles los intereses de ambos sujetos procesales, pues, el
perjudicado con el delito no puede convertirse en una pieza suelta e ignorada por la
política criminal del Estado ya que, como se ha explicado, los derechos de los sujetos
procesales constituyen valores y principios reconocidos por la Constitución Política…”[2].
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En la misma línea, la SC 1388/2011-R de 30 de septiembre, señala que todo hecho
punible, genera una colisión entre las garantías fundamentales de la víctima, del
imputado, y en último término, de la sociedad; por ello:
…se requiere lograr un justo equilibrio entre los derechos constitucionales de la
víctima y las garantías procesales del imputado, que naturalmente nadie niega y
todos deben respetar; así encontramos entre los valores en el que se sustenta el Estado
Plurinacional, el ‘equilibrio’ y ‘el bienestar común’ reconocidos por el art. 8.II de la CPE;
valores éstos que forman parte del concepto ‘buen vivir’ y del modelo Boliviano de ‘Estado
de Derecho del vivir bien’, asumiendo el Estado una responsabilidad fundamental (las
negrillas son incorporadas).
En el marco de la jurisprudencia anotada precedentemente, es evidente que en las
diferentes acciones de defensa, que llegan a conocimiento de la jurisdicción
constitucional, emergentes de procesos penales, no se debe pasar por alto el equilibrio
que se busca entre los derechos del imputado y de la víctima; especialmente, cuando
éstos se encuentran en conflicto. En ese sentido, ya sea que la acción de defensa sea
presentada por la víctima o por el imputado, este Tribunal debe considerar los derechos
de la otra parte dentro del proceso penal; y por ende, sus resoluciones no pueden
limitarse a analizar el problema jurídico planteado en la acción de defensa de manera
unilateral, sino también, examinando el contexto y los derechos en conflicto, cuando
corresponda; más aún, tratándose de los casos de violencia hacia las mujeres, en los
cuales, se deben aplicar los estándares initernacionales e internos para la tutela de sus
derechos, conforme se analizará en el siguiente fundamento.
III.1.2. El derecho de las mujeres a vivir libres de violencia y discriminación; y, el
consiguiente deber del Estado y la sociedad de eliminar toda forma de violencia en
razón de género
La magnitud de la violencia contra las mujeres a nivel nacional e internacional y los
resultados adversos que ocasiona a la víctima, pone de manifiesto el grave problema que
la sociedad enfrenta.Detrás de estos cuadros de violencia contra la mujer, se devela
una discriminación estructural, resultante de categorías, roles y diferencias culturales y
sociales, donde predominó y continúa predominando una visión patriarcal; es decir, la
posición subordinada de la mujer respecto del varón, se origina en una estructura social
construida sobre la base de un modelo de masculinidad hegemónica; ya que en el caso
de la mujer, no existen razones naturales o biológicas que la releguen a una posición de
subordinación o dependencia; puesto que, su situación no es asimilable a otros sectores
poblaciones, que por sus características físicas o psíquicas resultan vulnerables. Sin
embargo, la construcción cultural y social vista desde una visión patriarcal, es la que
tiende a situarla en un escenario de desigualdad.
Ahora bien, la violencia de género, se presenta como un reflejo de esta situación de
desigualdad, basada en la distribución de roles sociales que fueron transcendiendo
históricamente; lo cual, engloba a las diversas aristas que adquiere la violencia contra la
mujer, que según el espacio físico o personal en el que ocurre el hecho de violencia,
comprende aquella que la mujer sufre en el ámbito doméstico o familiar. Ello, nos
demuestra que la violencia hacia las mujeres, y en particular, la violencia en el seno
familiar, no es un problema que deba resolverse entre particulares, por la
trascendencia y connotación social que adquirió, como una violación a los
derechos humanos de las mujeres y los demás miembros del núcleo familiar, que
limita el desarrollo pleno de sus potencialidades, y que el Estado no puede
desatender.
Estos aspectos fueron visibilizados en la comunidad internacional; así, la Declaración
Sobre la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, establece: “…la violencia contra la
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mujer constituye una violación de los derechos humanos y las libertades fundamentales
e impide total o parcialmente a la mujer gozar de dichos derechos…”[3]. Asimismo, señala
que esta clase de violencia:
…constituye una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre
el hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la discriminación
en su contra por parte del hombre e impedido el adelanto pleno de la mujer y que la
violencia contra la mujer es uno de los mecanismos sociales fundamentales por los que
se fuerza a la mujer a una situación de subordinación respecto de hombre [4].
Esta Declaración, entiende por violencia contra la mujer, a todo acto de violencia basado
en la pertenencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño o
sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales
actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida
pública como en la privada.
Así los Estados Partes; por una lado, deben identificar los actos que constituyen
violencia y su carácter vulnerador de los derechos humanos; y por otro, su procedencia
específica de las pautas culturales, en concreto, de la visión patriarcal, que atribuye
diferentes características y roles a mujeres y varones, ubicándolos en una jerarquía
distinta, en la que el varón ostenta un lugar superior, mientras se perpetúa la condición
inferior que se le atribuye a la mujer en la familia, el lugar de trabajo, la comunidad y la
sociedad.
Estos elementos fueron evidentes para el constituyente boliviano, incidiendo en el
reconocimiento de derechos; de modo tal, que la Constitución Política del Estado,
contienen en su catálogo de derechos fundamentales, específicamente en el art. 15, la
disposición que señala:
I. Toda persona tiene derecho a la vida y a la integridad física, psicológica y sexual
(…)
II. Todas las personas, en particular las mujeres, tienen derecho a no sufrir
violencia física, sexual o psicológica, tanto en la familia como en la sociedad;
III. El Estado adoptará las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar la
violencia de género y generacional (…) tanto en el ámbito público como privado (…) [el
resaltado es adicionado].
El reconocimiento de los derechos a la integridad física, psicológica y sexual; y, a una
vida digna, no podría adquirir efectividad en un escenario de violencia; razón por la que,
se requiere del Estado, acciones positivas -medidas legislativas, administrativas, entre
otras-, que atenúen esta situación, a fin de garantizar el ejercicio efectivo de los mismos.
Ahora bien, una de las pautas que guían a la justicia constitucional, es el principio de
interpretación conforme a los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos; por el
cual, las normas internas deben ser interpretadas sobre la base no solo del texto
constitucional, sino también, de las disposiciones normativas consignadas en los
instrumentos internacionales en materia de Derechos Humanos, a partir de lo dispuesto
en los arts. 13 y 256 de la CPE y a la aplicación preferente de los Tratados Internacionales
en Derechos Humanos, siempre que el reconocimiento o interpretación que derive de
éstos, contenga un estándar de protección más favorable al derecho en cuestión.
En ese marco, a continuación se anotarán algunos de los estándares más importantes,
aplicables al caso, sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia y las
obligaciones que genera para el Estado:
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i) Debida diligencia: El Comité Para la Eliminación de la Discriminación Contra la
Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés), supervisa el cumplimiento de las normas
contenidas en la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Contra la Mujer[5]; la cual, se constituye en el instrumento jurídico
internacional del Sistema Universal de Protección de los Derechos Humanos, que
significó un importante avance en el reconocimiento de la igualdad de los derechos entre
hombres y mujeres.
El CEDAW, emitió la Recomendación General 19 de 29 de enero de 1992 -sobre La
Violencia Contra la Mujer-; la cual, afirma que la violencia contra la mujer es una forma
de discriminación, que impide gravemente que ésta, goce de derechos y libertades en pie
de igualdad con el hombre; y que dicha violencia, conlleva responsabilidad estatal, no
solamente por actos violentos cometidos por agentes estatales, sino por particulares,
cuando el Estado no implementa los mecanismos necesarios para proteger a las mujeres,
y cuando no adopta medidas con la diligencia debida, para impedir la lesión de los
derechos o para investigar y castigar los actos de violencia e indemnizar a las víctimas.
El mismo CEDAW, en la Recomendación General 33 de 3 de agosto de 2015, sobre el
Acceso de las Mujeres a la Justicia, encomendó a los Estados a ejercer la debida
diligencia para prevenir, investigar, castigar y ofrecer la reparación, por los delitos
cometidos contra mujeres, ya sea, perpetrados por agentes estatales o no estatales;
garantizando que la prescripción se ajuste a los intereses de las víctimas, tomando
medidas apropiadas para crear un entorno de apoyo, que las aliente a reclamar sus
derechos, denunciar delitos cometidos en su contra y participar activamente en los
procesos; revisando las normas sobre pruebas y su aplicación específicamente en casos
de violencia contra la mujer, mejorando la respuesta de la justicia penal a la violencia en
el hogar.
Por su parte, en el Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos, la
Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la
Mujer (Convención de Belém do Pará), en su art. 7, establece, entre otras, las
obligaciones de los Estados de:
b. actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia
contra la mujer;
c. incluir en su legislación interna normas penales, civiles y administrativas, así
como las de otra naturaleza que sean necesarias para prevenir, sancionar y erradicar
la violencia contra la mujer (…) [las negrillas son añadidas].
Asimismo, el Estado boliviano al ratificar la Convención de Belém do Pará, mediante
Ley 1599 de 18 de octubre de 1994; por ende, asume la norma de la debida diligencia;
en ese sentido, la violencia hacia la mujer es un asunto que compromete y responsabiliza
al mismo, que está obligado a realizar acciones -legislativas, administrativas y judiciales-
para prevenir, intervenir, erradicar y sancionar los diferentes tipos de violencia ejercidos
contra la mujer, entre ellos, la violencia en la familia. Para ello y como punto de partida,
se dejó atrás aquella postura pasiva, en la cual, se sostenía que por principio, todas las
cuestiones relativas a la familia formaban parte de la esfera privada de sus integrantes, y
por lo tanto, estaban exentas de toda intromisión estatal.
En Bolivia, esta problemática inicialmente fue abordada desde la perspectiva privada, a
partir de la promulgación de la Ley Contra la Violencia en la Familia o Doméstica -Ley
1674 de 15 de diciembre de 1995-.
Posteriormente, a través de la Ley Integral Para Garantizar a las Mujeres una Vida
Libre de Violencia -Ley 348 de 9 de marzo de 2013-, dada la gravedad e intensidad de la
violencia contra la mujer, se visibiliza a la misma como sujeto afectado en los contenidos
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de las tipificaciones penales, buscando así la prevención de estos delitos, sumado a que
el Estado Plurinacional de Bolivia asume como prioridad, la erradicación de la violencia
hacia las mujeres, en el marco de lo dispuesto en su art. 3.I, que tiene el siguiente texto:
“El Estado Plurinacional de Bolivia asume como prioridad la erradicación de la violencia
hacia las mujeres, por ser una de las formas más extremas de discriminación en razón
de género”.
La declaratoria de prioridad nacional, implica que todas las instituciones públicas deben
adoptar las medidas y políticas necesarias para erradicar la violencia contra las mujeres,
asignando los recursos económicos y humanos suficientes con carácter obligatorio.
Asimismo, la Ley 348 que acoge el contenido de las disposiciones internacionales, define
como tareas específicas coordinar y articular la realización de instrumentos, servicios,
acciones y políticas integrales de prevención, atención, sanción y erradicación de la
violencia hacia las mujeres, tanto en el nivel central como con las entidades territoriales
autónomas (ETA). Rompiendo progresivamente las tradicionales prácticas,
procedimientos y decisiones, que revelan sesgos de género, que relativizaban los
hechos de agresión hacia la mujer, y por ende, su vida e integridad.
ii) Protección a las víctimas: El CEDAW, en la referida Recomendación General
19, señala que los Estados Partes, entre otras medidas, deben velar porque las leyes
contra la violencia y los malos tratos en la familia, la violación, los ataques sexuales y otro
tipo de agresión contra la mujer, protejan de manera adecuada a todas las mujeres,
respetando su integridad y su dignidad; proporcionando protección y apoyo a las víctimas;
capacitando a los funcionarios judiciales, a los agentes del orden público y a otros
funcionarios públicos, para que apliquen la Convención Sobre la Eliminación de Todas
las Formas de Discriminación Contra la Mujer .
Por otra parte, la Convención de Belém do Pará, en el art. 7.d. y f. establece que los
Estados tienen el deber de:
d. adoptar medidas jurídicas para conminar al agresor a abstenerse de hostigar,
intimidar, amenazar, dañar o poner en peligro la vida de la mujer de cualquier forma que
atente contra su integridad o perjudique su propiedad; (…)
f. establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido
sometida a violencia, que incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio
oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos; (…) [las negrillas son nuestras].
iii) Sensibilidad de la justicia por temas de género -perspectiva de género-
: El mencionado CEDAW, en la citada Recomendación General 33, examinó las
obligaciones de los Estados Partes, para asegurar que éstas tengan acceso a dicho
derecho, al advertir que existen obstáculos y restricciones que les impiden efectivizarlo
en el marco de la igualdad; asimismo, hace referencia a la justiciabilidad, estableciendo
que se requiere el acceso irrestricto de la mujer a la justicia; y para ello, recomienda que
se debe mejorar la sensibilidad del sistema de justicia a las cuestiones de género,
empoderando a las mujeres para lograr la igualdad de jure y de facto -de derecho y hecho-
; asegurando que los profesionales de los sistemas de justicia, tramiten los casos,
teniendo en cuenta las cuestiones de género; y, revisando las normas sobre la carga de
la prueba, para asegurar la igualdad entre las partes, en todos los campos, en aquellas
relaciones de poder que priven a las mujeres a la oportunidad de un tratamiento equitativo
de su caso.
En el mismo sentido, la Convención de Belém do Pará, en su art. 8, establece que los
Estados Partes deben adoptar, entre otras, medidas específicas para modificar los
patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, para contrarrestar
prejuicios, costumbres y todo tipo de prácticas, que se basen en la premisa de la
inferioridad o superioridad de cualquiera de los géneros o en los papeles estereotipados
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para el hombre y la mujer, que legitimizan o exacerban la violencia contra la misma; así,
como para fomentar la educación y capacitación del personal en la administración de
justicia, policial y demás funcionarios encargados de la aplicación de la ley, así como del
personal, a cuyo cargo esté la concreción de las políticas de prevención, sanción y
eliminación de la violencia contra la mujer.
En el marco de lo anotado, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH),
en el Caso Gonzáles y Otras (“Campo Algodonero”) vs. México, en la Sentencia de 16 de
noviembre de 2009, sobre Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas,
estableció que debían removerse todos los obstáculos de jure o de facto -de derecho y
hecho- que impidan la debida investigación de los hechos y el desarrollo de los
respectivos procesos judiciales; además, que debía incluirse una perspectiva de género
en la investigación.
Por ende, en los procesos penales, la perspectiva de género debe ser adoptada desde
el inicio de la etapa preparatoria, tanto en el control jurisdiccional como en la fase de la
investigación.
iv) Reparación integral a la víctima: El CEDAW, también recomienda a los Estados
Partes, establecer y hacer cumplir recursos adecuados, efectivos; atribuidos con
prontitud, holísticos y proporcionales a la gravedad del daño sufrido por las mujeres;
recursos, que deben incluir, según corresponda, la restitución -reintegración-, la
indemnización -en forma de dinero, bienes o servicios- y la rehabilitación -atención
médica, psicológica y otros servicios sociales-.
Por su parte, la Convención de Belém do Pará, señala en su art. 7.g, la obligación para
los Estados de establecer los mecanismos judiciales y administrativos necesarios
para asegurar que la mujer objeto de violencia, tenga acceso efectivo al
resarcimiento, reparación del daño u otros medios de compensación justos y
eficaces. Por tanto, la protección que otorgan los Estados, a través de este instrumento
internacional, se extiende a los distintos momentos en los que se identifiquen indicios de
violencia que afecta el ejercicio de los derechos de las mujeres, pero va más allá, ya
que la simple sanción al agresor no resulta suficiente; pues lo que se busca, es la
reparación y compensación justa del daño causado, superando la naturaleza
sancionadora del hecho de violencia, encaminándose hacia un enfoque integral
para cumplir con la debida diligencia en casos de violencia contra las mujeres.
Todo lo cual, representa la obligación de los Estados de adecuar sus estructuras
orgánicas, procesos y procedimientos; y, de armonizarlos con la Convención de
Belém do Pará; lo cual, aconteció con la Ley 348 en el caso boliviano, conforme se
analizará en el punto siguiente.
III.1.3. Las normas especiales de la Ley 348, aplicables en los procesos judiciales
y administrativos por hechos de violencia en razón de género
Los estándares anotados en el anterior Fundamento Jurídico, deben guiar la actuación
de las y los servidores públicos de las diferentes instituciones y órganos del Estado,
siendo necesario resaltar al estándar de la debida diligencia; pues, se generaron normas
de desarrollo internas, contenidas en la Ley 348, que deben ser aplicadas de manera
exclusiva en los procesos judiciales -en especial penales- y administrativos, por violencia
en razón de género.
Así, la Ley 348, en el Título IV sobre Persecución y Sanción Penal, en el Capítulo I,
hace referencia a la denuncia, estableciendo específicamente en su art. 45, las garantías
que debe tener toda mujer en situación de violencia, entre ellas:
ARTÍCULO 45. (GARANTÍAS). Para asegurar el ejercicio de todos sus derechos y su
efectiva protección, el Estado garantizará a toda mujer en situación de violencia: (…)
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3. El acceso a servicios de protección inmediata, oportuna y especializada, desde el
momento en que el hecho constitutivo de violencia se ponga en conocimiento de las
autoridades ordinarias o indígena originario campesinas y afrobolivianas. (...)
7. La protección de su dignidad e integridad, evitando la revictimización y maltrato que
pudiera recibir de cualquier persona responsable de su atención, tratamiento o de la
investigación del hecho.
8. La averiguación de la verdad, la reparación del daño y prevención de la
reiteración de los actos de violencia. (…) [las negrillas son añadidas].
La misma Ley 348, en el Capítulo II sobre las Investigaciones -del mismo Título I-,
en su art. 59, dispone que la investigación debe ser seguida de oficio,
independientemente del impulso de la denunciante; norma que está vinculada
directamente con la consideración de la violencia en razon género dentro del ámbito
público y no privado; por ello, aun la víctima desista o abandonde la investigación,
el Ministerio Público debe seguirla de oficio; por ello, no es sostenible rechazar
denuncias por falta de colaboración de la víctima, o porque ésta, una vez efectuada
la denuncia, no volvió a oficinas de la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia
(FELCV) o del Ministerio Público; pues, dichas afirmaciones vulneran no solo la
norma expresa contenida en el citado art. 59 de la Ley 348, sino también, el principio
de la debida diligencia; la obligación internacional del Estado de investigar,
sancionar y reparar los hechos de violencia hacia las mujeres; y, el derecho de las
mujeres a una vida libre de violencia.
De igual modo, en el Capítulo III sobre Persecución Penal -del referido Título I-,
específicamente en el art. 61 de la Ley 348, se determina que además de las atribuciones
comunes establecidas en la Ley Orgánica del Ministerio Público -Ley 260 de 11 de julio
de 2012-, las y los Fiscales de Materia que ejerzan la acción penal pública en casos de
violencia hacia las mujeres, deberán adoptar en el ejercicio de sus funciones, entre otras,
las siguientes medidas:
1. Adopción de las medidas de protección que sean necesarias, a fin de garantizar
a la mujer en situación de violencia la máxima protección y seguridad, así como a sus
hijas e hijos, pedir a la autoridad jurisdiccional su homologación y las medidas cautelares
previstas por Ley, cuando el hecho constituya delito.
2. Recolección de las pruebas necesarias, como responsable de la
investigación de delitos de violencia en razón de género, sin someter a la mujer a
pruebas médicas, interrogatorios, reconstrucciones o peritajes que no sean los
imprescindibles, debiendo recurrir a métodos de investigación alternativa, científica y con
apoyo de la tecnología, a fin de averiguar la verdad.
3. En caso de requerirse peritajes técnicos, no deberán ser exigidos a la mujer.
En caso de delito flagrante, será el imputado el responsable de pagar por éstos, así como
por el tratamiento médico y psicológico que la mujer requiera; si fuera probadamente
insolvente, se recurrirá a los servicios del Sistema de Atención Integral de su jurisdicción
(el resaltado es agregado).
Por otra parte, en el Título V sobre Legislación Penal, en el Capítulo III, específicamente
en el art. 86 de la Ley 348, se establecen los principios procesales que deben regir los
hechos de violencia contras las mujeres, disponiendo que:
ARTÍCULO 86. (PRINCIPIOS PROCESALES). En las causas por hechos de violencia
contra las mujeres, las juezas y jueces en todas las materias, fiscales, policías y
demás operadores de justicia, además de los principios establecidos en el Código
Penal deberán regirse bajo los siguientes principios y garantías procesales:
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1. Gratuidad. Las mujeres en situación de violencia estarán exentas del pago de
valores, legalizaciones, notificaciones, formularios, testimonios, certificaciones,
mandamientos, costos de remisión, exhortes, órdenes instruidas, peritajes y otros, en
todas las reparticiones públicas.
2. Celeridad. Todas las operadoras y operadores de la administración de justicia,
bajo responsabilidad, deben dar estricto cumplimiento a los plazos procesales previstos,
sin dilación alguna bajo apercibimiento.
3. Oralidad. Todos los procesos sobre hechos de violencia contra las mujeres
deberán ser orales.
4. Legitimidad de la prueba. Serán legítimos todos los medios de prueba y
elementos de convicción legalmente obtenidos que puedan conducir al conocimiento de
la verdad.
5. Publicidad. Todos los procesos relativos a la violencia contra las mujeres serán
de conocimiento público, resguardando la identidad, domicilio y otros datos de la víctima.
6. Inmediatez y continuidad. Iniciada la audiencia, ésta debe concluir en el mismo
día. Si no es posible, continuará durante el menor número de días consecutivos.
7. Protección. Las juezas y jueces inmediatamente conocida la causa, dictarán
medidas de protección para salvaguardar la vida, integridad física, psicológica, sexual,
los derechos patrimoniales, económicos y laborales de las mujeres en situación de
violencia.
8. Economía procesal. La jueza o juez podrá llevar a cabo uno o más actuados en
una diligencia judicial y no solicitará pruebas, declaraciones o peritajes que pudieran
constituir revictimización.
9. Accesibilidad. La falta de requisitos formales o materiales en el procedimiento no
deberá retrasar, entorpecer ni impedir la restitución de los derechos vulnerados y la
sanción a los responsables.
10. Excusa. Podrá solicitarse la excusa del juez, vocal o magistrado que tenga
antecedentes de violencia, debiendo remitirse el caso inmediatamente al juzgado o
tribunal competente.
11. Verdad material. Las decisiones administrativas o judiciales que se adopten
respecto a casos de violencia contra las mujeres, debe considerar la verdad de los
hechos comprobados, por encima de la formalidad pura y simple.
12. Carga de la prueba. En todo proceso penal por hechos que atenten contra la
vida, la seguridad o la integridad física, psicológica y/o sexual de las mujeres, la
carga de la prueba corresponderá al Ministerio Público.
13. Imposición de medidas cautelares. Una vez presentada la denuncia, la
autoridad judicial dictará inmediatamente las medidas cautelares previstas en el
Código Procesal Penal, privilegiando la protección y seguridad de la mujer durante
la investigación, hasta la realización de la acusación formal. En esta etapa,
ratificará o ampliará las medidas adoptadas.
14. Confidencialidad. Los órganos receptores de la denuncia, los funcionarios de las
unidades de atención y tratamiento, los tribunales competentes y otros deberán guardar
la confidencialidad de los asuntos que se someten a su consideración, salvo que la propia
mujer solicite la total o parcial publicidad. Deberá informarse previa y oportunamente a la
mujer sobre la posibilidad de hacer uso de este derecho.
15. Reparación. Es la indemnización por el daño material e inmaterial causado, al que
tiene derecho toda mujer que haya sufrido violencia (el resaltado es nuestro).
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En el mismo Capítulo III -del referido Título V-, respecto a las directrices de
procedimiento, en el art. 87.4 de la referida Ley 348, se dispone que en todos los
procedimientos administrativos, judiciales e indígena originario campesinos (IOC), se
aplicarán, entre otras, la siguiente directriz: “Obligación de investigar, proseguir y
procesar hasta lograr la sanción de todos los hechos que constituyan violencia
hacia las mujeres” (el resaltado es nuestro).
Esta obligación se complementa con lo previsto en el art. 90 de la Ley 348, que
determina que todos los delitos contemplados en el referido cuerpo normativo, son de
acción pública; de ahí, el deber no solo de perseguir de oficio, sino también, de investigar,
proseguir y procesar hasta lograr la sanción de los hechos de violencia hacia las mujeres;
obligación, que se refuerza con lo previsto por el art. 94 de dicha Ley 348, que con el
nombre de Responsabilidad del Ministerio Público, señala que:
Ninguna mujer debe tener la responsabilidad de demostrar judicialmente aquellas
acciones, actos, situaciones o hechos relacionados con su situación de violencia;
será el Ministerio Público quien, como responsable de la investigación de los
delitos, reúna las pruebas necesarias, dentro el plazo máximo de ocho (8) días bajo
responsabilidad, procurando no someter a la mujer agredida a pruebas médicas,
interrogatorios, reconstrucciones o peritajes, careos que constituyan revictimización.
En caso de requerirse peritajes técnicos, no deberán ser exigidos a la mujer. Si se
tratara de delito flagrante, será el imputado el responsable de pagar por éstos; si fuera
probadamente insolvente, se recurrirá a los servicios gratuitos de los Servicios Integrales
de Atención.
La o el Fiscal deberá acortar todos los plazos de la etapa preparatoria hasta la
acusación en casos de violencia contra la mujer por su situación de riesgo (las negrillas
son añadidas).
De lo anotado, se concluye que en el marco de los estándares internacionales e internos
de protección a las mujeres víctimas de violencia, el Estado tiene la obligación de actuar
con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la
mujer; debida diligencia que, en la labor de investigación, se traduce en la
investigación de oficio de los hechos de violencia hacia las mujeres, la celeridad
en su actuación, la protección inmediata a la misma, la prohibición de
revictimización y que la carga de la prueba corresponde al Ministerio Público y no
a la víctima.
Además, cabe señalar, que en la adopción de medidas cautelares, se debe privilegiar
la protección y seguridad de la mujer durante la investigación; entendimiento que ya fue
plasmado en la SCP 0394/2018-S2 de 3 de agosto, que al momento de establecer los
criterios de peligro para la víctima, contenidos en el art. 234.10 del CPP, señaló en su
Fundamento Jurídico III.2, que:
a) En los casos de violencia contra las mujeres, para evaluar el peligro de fuga contenido
en el art. 234.10 del CPP, deberá considerarse la situación de vulnerabilidad o de
desventaja en la que se encuentren la víctima o denunciante respecto al imputado; así
como las características del delito, cuya autoría se atribuye al mismo; y, la conducta
exteriorizada por éste contra las víctimas, antes y con posterioridad a la comisión del
delito, para determinar si dicha conducta puso y pone en evidente riesgo de vulneración,
los derechos tanto de la víctima como del denunciante;
III.1.4. El enfoque integral del problema jurídico en casos de violencia en razón
de género en las acciones de defensa
Los principios y garantías procesales a favor de las víctimas mujeres de violencia, que
fueron descritos en el anterior Fundamento Jurídico, no solo se aplican a los procesos
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penales, sino, como manda la misma Ley 348, a todas las causas por hechos de
violencia contra las mujeres, en todas las materias; consiguientemente, también en la
justicia constitucional; pues, en el marco de lo señalado en el Fundamento Jurídico III.1
de la presente Sentencia, es obligación del Tribunal Constitucional Plurinacional, analizar
el problema jurídico planteado en las acciones de defensa de manera integral,
considerando los derechos de las partes en conflicto; más aún, tratándose de casos que
emerjan de hechos de violencia en razón de género; pues en éstos asuntos, aun el
peticionante de tutela sea el imputado, corresponderá analizar el contexto del proceso
penal, para verificar si se cumplieron los estándares internacionales e internos respecto
a la protección de los derechos de las mujeres; de lo contrario, se cohonestaría
actuaciones contrarias a la normativa internacional e interna; incumpliendo con las
responsabilidades internacionales asumidas por el Estado boliviano.
Entendimiento, que es coherente con el principio de verdad material contemplado en el
art. 180.I de la CPE, a partir del cual, de acuerdo a la jurisprudencia constitucional, la o
el juzgador debe buscar la paz social, la aplicación de la justicia y el respeto a los
derechos humanos, encontrando la verdad de los hechos, por encima de mecanismos
formales o procesales; con la finalidad que las partes, accedan a una justicia material,
eficaz y eficiente. Así, la SCP 1662/2012 de 1 de octubre[6], entendió en el Fundamento
Jurídico III.3, que el contenido del principio de verdad material:
…implica la superación de la dependencia de la verdad formal o la que emerge de los
procedimientos judiciales, por eso es aquella verdad que corresponde a la realidad,
superando cualquier limitación formal que restrinja, parcialice o distorsione la
percepción de los hechos a la persona encarga de juzgar a otro ser humano, o de
definir sus derechos y obligaciones, dando lugar a una decisión injusta e irrazonable que
no responda a los principios, valores y valores éticos consagrados en la Norma Suprema
de nuestro país, a los que todas las autoridades del Órgano Judicial y de otras instancias,
se encuentran impelidos de aplicar, entre ellas, al principio de verdad material, por sobre
la limitada verdad formal (el resaltado es ilustrativo).
El principio de verdad material no solo es predicable respecto a las o los jueces, sino,
que como todo principio, se irradia hacia la actividad de las y los diferentes operadores
jurídicos, cuyas actuaciones se enmarcan en la debida diligencia, en el marco de los
estándares de la Corte IDH y lo previsto expresamente por el art. 86.11 de la Ley 348;
según el cual, las decisiones administrativas o judiciales, que se adopten respecto a
casos de violencia contra las mujeres, deben considerar la verdad de los hechos
comprobados, por encima de la formalidad pura y simple.
En mérito a lo anotado, esta Sala del Tribunal Constitucional Plurinacional, considera
que en las acciones de defensa que emerjan de procesos judiciales o
administrativos en los que se debatan hechos de violencia hacia las mujeres, la
justicia constitucional está obligada a efectuar un análisis integral del problema
jurídico, sin limitarse a la denuncia efectuada por la o el accionante, sino también,
analizando los derechos de la víctima y las actuaciones realizadas por las
autoridades policiales, fiscales o judiciales, de acuerdo al caso; pues, solo de esta
manera, se podrá dar cumplimiento a las obligaciones asumidas por el Estado y se
respetarán los derechos de las víctimas de violencia en razón de género, entre
ellos, el derecho a la vida, a la integridad física, psicológica y sexual, así como a
una vida libre de violencia.
III.2. Análisis del caso concreto
El accionante denuncia la dilación indebida en la que incurrió la autoridad judicial
demandada; toda vez que, pese a que se emitió una Resolución de Sobreseimiento a su
favor, dentro del proceso penal seguido en su contra, por la presunta comisión del delito
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de violencia familiar o doméstica, no se instaló ni celebró la audiencia de cesación de la
detención preventiva; debido a que la misma, fue suspendida en más de tres
oportunidades, sin justificación válida ni legal.
Sin embargo, en el marco de lo establecido en los Fundamentos Jurídicos III.1.1 y
III.1.4 de esta Sentencia Constitucional Plurinacional, corresponde a esta Sala, revisar el
problema jurídico de manera integral; y en ese sentido, analizar el origen de la petición
del accionante vinculada a la Resolución de Sobreseimiento emitida por el Fiscal de
Materia que conoce la causa, donde se encuentran involucrados los derechos de la
víctima de violencia familiar; Resolución, que si bien no fue impugnada, debe ser
analizada, para determinar si en el proceso penal seguido contra el impetrante de tutela,
se respetaron las normas internacionales e internas que protegen a las mujeres víctimas
de violencia en razón de género, que fueron resumidas en los Fundamentos Jurídicos
III.1.2 y III.1.3 de este fallo constitucional; pues, solo si las mismas fueron observadas, el
Estado habrá cumplido con sus obligaciones internacionales y se respetarán los derechos
de las víctimas; y en consecuencia, será posible analizar el acto denunciado de ilegal.
Efectuada dicha aclaración, se puede advertir que a través del Requerimiento
Conclusivo de 3 de mayo de 2018, el Ministerio Público dispuso el sobreseimiento del
imputado Jhonathan Miltón Márquez Loza -ahora accionante-, determinando el
archivo de obrados; motivo por el cual, solicitó a la Jueza demandada, señale día y hora
de audiencia de cesación de la detención preventiva; la que -como denuncia el accionante
y lo señala el Tribunal de garantías en la Resolución Constitucional que se revisa-
efectivamente fue suspendida por causales injustificadas; por cuanto, de acuerdo a la
línea jurisprudencial contenida en la SC 0078/2010-R de 3 de mayo[7],
retierada por las Sentencias Constitucionales Plurinacionales 0285/2018-S2 de 25 de
junio y 0508/2018-S2 de 14 de septiembre, entre otras, la inasistencia a la audiencia de
la o el fiscal no es causal para su suspensión; advirtiéndose en el caso de autos, dilación
en la celebración de la audiencia solicitada por el demandante de tutela, no obstante que,
de acuerdo a la jurisprudencia constitucional, las peticiones vinculadas al derecho a la
libertad, deben ser tramitadas con la mayor celeridad.
No obstante lo anotado precedentemente, es evidente que el origen de la solicitud del
accionante -audiencia de cesación de la detención preventiva- se encuentra en la
Resolución de Sobreseimiento emitida por la autoridad fiscal; Resolución sin la cual, el
impetrante de tutela no hubiera efectuado dicha petición; consecuentemente, resulta
indispensable su análisis.
En ese sentido, se tiene que el Requerimiento Conclusivo de 3 de mayo de 2018,
fundamentó el sobreseimiento del imputado, en que los elementos de convicción son
insuficientes para fundamentar una acusación por la comisión del delito de violencia
familiar o doméstica -art. 272 bis.1 del CP-; y toda vez que, en esta etapa la parte
denunciante demostró dejadez en coadyuvar en la investigación, considerando que
si bien es obligación del Ministerio Público actuar de oficio en el esclarecimiento
de un hecho tipificado como delito, no es menos cierto, que en este tipo de ilícitos
penales, es indispensable la presencia activa de la parte denunciante, para llegar a
la verdad material del hecho.
Dicho Requerimiento, fue impugnado a través de memorial de 28 de mayo de 2018, por
la denunciante, debido a una errada valoración de las pruebas aportadas dirigidas a
demostrar el ilícito cometido, concerniente al: a) Certificado Médico Forense de 24 de
octubre de 2017, que evidencia contusiones simples en rostro y torax anterior, donde se
le otorgó cinco días de incapacidad; b) Informe Psicológico Preliminar de 24 de octubre
de 2017, que concluye que la adolescente identifica al agresor Jhonathan Miltón Márquez
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Loza como autor del hecho; y, c) Declaración de su hija víctima en cámara Gesell de 27
de abril de 2018, que no fue remitida y no cursa en el cuaderno de investigaciones.
De ello, se advierte que el Requerimiento Conclusivo de Sobreseimiento incumple con
las normas internacionales de protección de los derechos de las mujeres víctimas de
violencia y lo previsto en la Ley 348, además de resultar incongruente, por los siguientes
motivos:
1) El sobreseimiento se basa en que no se aportaron suficientes elementos de
prueba en la etapa preparatoria; sin embargo, en la Resolución se consignan los actuados
de la fase preliminar y etapa preparatoria, haciendo referencia a: 1.i) Informe de Acción
Directa presentada por Bernardo Vega y Juan Mamani, funcionarios policiales asignados
al caso, por la supuesta comisión del delito de violencia familiar o doméstica y estupro de
24 de octubre de 2017; 1.ii) Certificado Médico Forense de la paciente AA de 15
años de edad, de 24 del citado mes y año, donde se concluye: “CONTUSIONES
SIMPLES EN TORAX Y ROSTRO” (sic); 1.iii) Acta de Declaración Informativa de la
denunciante de 24 de octubre de 2017; y, 1.iv) Informe Psicológico Preliminar realizado
a la menor de edad AA de 15 años de edad; la cual, relata que en mayo de 2017 decide
convivir con el imputado, con quien mantiene una relación de concubinato; elementos
probatorios que no fueron valorados por la autoridad fiscal ni se explicó el porqué no
serían suficientes para fundar una acusación; y,
2) La Resolución de Sobreseimiento también se fundamenta en la dejadez que
demostró la denunciante en coadyuvar en la investigación durante la etapa preparatoria;
señalando que si bien es obligación del Ministerio Público actuar de oficio al
esclarecimiento de un hecho tipificado como delito, no es menos cierto, que en este tipo
de ilícitos penales es indispensable la presencia activa de la parte denunciante, para
llegar a la verdad material del hecho.
Dicho argumento es contrario a la obligación del Estado de actuar con la debida
diligencia, que fue explicada en los Fundamentos Jurídicos III.1.2 y III.1.3 de esta
Sentencia Constitucional Plurinacional; así como a los derechos de las mujeres a una
vida libre de violencia, a su integridad física, piscológica y sexual; y, a las obligaciones
concretas derivadas de la Ley 348, que como se ha visto, en el marco de la debida
diligencia, establece que los delitos de violencia contra la mujer son perseguibles de oficio
y que corresponde al Ministerio Público la carga de la prueba; siendo ésta una garantía
de la víctima; pues, no se le puede exigir su presencia para “coadyuvar” en la
investigación; es más, aun frente a un desistimiento de denuncia, la obligación de
investigar que tiene la Policía Boliviana y el Ministerio Público se mantiene, por el carácter
público de los delitos de violencia contra las mujeres; además, la exigencia de la
participación de la víctima no resulta razonable -dado que, tanto las normas
internacionales como internas, prohiben la revictimización y la exigencia de su presencia
dentro del proceso penal-, porque puede involucrar, en la mayoría de los casos, su
revictimización.
Por todo lo explicado, se considera que la Resolución de Sobreseimiento, que dio origen
a la solicitud del accionante, no puede ser convalidada, aun la misma no hubiera sido
impugnada en la vía constitucional, porque de cohonestarla, se estarían incumpliendo
con los compromisos internacionales asumidos por el Estado boliviano y se vulnerararían
los derechos de la víctima de violencia en razón de género.
En tal sentido, si bien, como se concluyó, existió dilación en considerar las solicitudes
del impetrante de tutela vinculadas a la cesación de su detención preventiva; sin
embargo, dichas peticiones tienen su origen en una Resolución de Sobreseimiento que
vulnera los derechos de las mujeres víctimas de violencia; y que por ende, debe ser
anulada, a efecto que se pronuncie una nueva resolución, en el marco de los
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estándares internacionales e internos desarrollados en esta Sentencia
Constitucional Plurinacional.
Se aclara, que si bien la denunciante impugnó la Resolución de Sobreseimiento, y que
dicha impugnación se encontraría pendiente de resolución, lo que podría dar lugar a
considerar que no le corresponde a la justicia constitucional anular una Resolución que
se encuentra cuestionada; empero, en los casos de violencia hacia las mujeres, no
corresponde aplicar ningún criterio de subsidiariedad, por el riesgo que corren sus
derechos a la vida, integridad y a la no violencia, conforme lo entendieron las
Sentencias Constitucionales Plurinacionales 0033/2013 de 4 de enero y 0019/2018-S2
de 28 de febrero.
Finalmente, podría señalarse que en esta acción de defensa, la autoridad fiscal que
pronunció la Resolución de Sobreseimiento no fue demandada, y que por lo tanto, no
correspondería pronunciarse sobre el contenido de dicha Resolución; sin embargo, en el
marco del principio de informalidad contenido en el art. 4.11 de la Ley 348, según el cual:
“…no se exigirá el cumplimiento de requisitos formales o materiales que entorpezcan el
proceso de restablecimiento de los derechos vulnerados y la sanción a los responsables”,
dicho argumento no puede ser considerado por este Tribunal.
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Fdo. Dr. Petronilo Flores Condori
PRESIDENTE
Fdo. MSc. Julia Elizabeth Cornejo Gallardo
MAGISTRADA
[1]ElFJ III.5, señala: “La Constitución Política del Estado vigente, asume una nueva
visión del principio de eficacia y la protección a la víctima -arts. 180.I y 113.I CPE-,
a partir de estos postulados fundamentales deben desarrollarse la normatividad, la
doctrina y la jurisprudencia, orientando el sistema constitucional hacia un Estado más
garantista y respetuoso de los Derechos Humanos.
Desde esta nueva perspectiva garantista aplicada al caso concreto; en la ponderación
de bienes superiores, nítidamente se contraponen dos criterios de protección: 1. Los
derechos de la víctima, al acceso efectivo a la justicia y la reparación del daño; y, 2. El
derecho del procesado a ser juzgado dentro de un plazo razonable. (…)
En este esquema, si bien es el Estado el que asume el ius puniendi, actualmente
cobran importancia trascendental los derechos de la víctima, que antes pasaron a
un segundo plano, en la medida en que los mismos fueron “confiscados” por el Estado
como único titular de la facultad sancionadora. (…)
Al respecto, la Organización de Naciones Unidas (ONU) adoptó en la Asamblea General
de 29 de noviembre de 1985, en la Resolución 40/34, la primera declaración sobre la
protección a la víctima: `Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para
las víctimas de delitos y del abuso de poder´, estableciendo los siguientes derechos de
las víctimas:
1. Acceso a la justicia y trato justo: Las víctimas deben ser tratadas con compasión y
respeto a su dignidad, superando los paradigmas del proceso penal para facilitar el
acceso y permitir el pago por los daños y perjuicios ocasionados por la existencia de un
hecho delictivo, para ello, los procesos judiciales y administrativos deberán adecuarse a
las necesidades de la víctima, lo que comprende: (…)
d) Proteger su dignidad, minimizar molestias, garantizar su seguridad, el de la familia
y testigos a su favor contra intimidaciones y represalias; (…)
`Dentro de la concepción de Estado Social de Derecho, que reconoce como principios
esenciales la búsqueda de la justicia y el acceso a la misma, el derecho procesal penal
no sólo debe operar como manifestación del poder sancionador del Estado, a favor
del incriminado, sino que debe procurar también por los derechos de la víctima.
Debe entonces -el proceso penal- hacer compatibles los intereses de ambos sujetos
procesales, pues, el perjudicado con el delito no puede convertirse en una pieza suelta e
ignorada por la política criminal del Estado ya que, como se ha explicado, los derechos
de los sujetos procesales constituyen valores y principios reconocidos por la Constitución
Política…´” (el resaltado es nuestro).
[2]Entendimientoasumido de la Sentencia C-277/98, emitida por la Sala Plena de la
Corte Constitucional de Colombia.
[3]Preámbulode la Declaración Sobre la Eliminación de la Violencia Contra la
Mujer, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, a través de la
Resolución 48/104 del 20 de diciembre de 1993.
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Disponible en:
https://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/ViolenceAgainstWomen.asp
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[4]Ibídem.
[5]
Adoptada y abierta a la firma y ratificación, o adhesión, por la Asamblea General de
la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en su Resolución 34/180 de 18 de
diciembre de 1979.
Ratificada por Bolivia mediante Ley 1100 de 15 de septiembre de 1989. Depósito del
instrumento de ratificación de 8 de junio de 1990.
[6]Elprincipio de prevalencia del derecho sustancial respecto al formal, se vincula
con el principio de verdad material, conforme lo entendió la SCP 1662/2012 de 1 de
octubre, al sostener en el FJ III.3, que: “…el principio de verdad material consagrado por
la propia Constitución Política del Estado, corresponde ser aplicado a todos los ámbitos
del derecho; en ese orden, debe impregnar completamente la función de impartir justicia.
Por ende, no es posible admitir la exigencia de extremados ritualismos o formalismos,
que eclipsen o impidan su materialización, dado que todo ciudadano tiene derecho a una
justicia material, como se desprende de lo estipulado por el art. 1 de la CPE, por lo que,
debe garantizarse que las decisiones de las autoridades jurisdiccionales a cargo del
proceso, sean producto de apreciaciones jurídicas, procurando la resolución de fondo de
las problemáticas sometidas a su jurisdicción y competencia; pues si bien, las normas
adjetivas prevén métodos y formas que aseguren el derecho a la igualdad de las partes
procesales, para garantizar la paz social evitando cualquier tipo de desorden o caos
jurídico; sin embargo, los mecanismos previstos no pueden ser aplicados por encima de
los deberes constitucionales, como es la de otorgar efectiva protección de los derechos
constitucionales y legales, accediendo a una justicia material y por lo tanto,
verdaderamente eficaz y eficiente. Todo ello con el objetivo final de que el derecho
sustancial prevalezca sobre cualquier regla procesal que no sea estrictamente
indispensable para resolver el fondo del caso sometido a conocimiento del juez”.
[7]ElFJ III.3, establece que se consideran dilaciones indebidas en los trámites de las
solicitudes de cesación de la detención preventiva, cuando:
“ a) En lugar de fijar directamente la fecha y hora de la audiencia y notificar a las partes,
se dispongan traslados previos e innecesarios no previstos por ley.
b) Se fije la audiencia en una fecha alejada, más allá de lo razonable o prudencial.
Plazo que puede ser en un límite de tres o cinco días máximo, dependiendo de la
particularidad de cada caso, cuando por ejemplo existan varias partes imputadas o
víctimas múltiples que tengan que ser notificadas, o por la distancia donde se deba
efectuar un determinado acto previo y esencial -como sucede con algunas notificaciones-
, o que el juzgado esté de turno, etc. Con la excepción única y exclusiva en los casos que
exista complejidad por la naturaleza propia y la relevancia del proceso, como los derechos
e intereses comprometidos y relacionados a la petición; situación que deberá ser
justificada por la autoridad judicial competente a momento de señalar la fecha de
audiencia, teniendo en cuenta la razonabilidad.
c) Se suspende la audiencia de consideración, por causas o motivos que no justifican
la suspensión, ni son causales de nulidad. Tal el caso de la inasistencia del representante
del Ministerio Público o de la víctima y/o querellante, si es que han sido notificadas
legalmente y no comparecen a la audiencia. En el caso del Ministerio Público al estar
regido por el principio de unidad tiene los medios para asistir a través de otro fiscal, y en
cuanto al querellante al ser coadyuvante y estar notificado, su participación es potestativa
en dicho acto, y por ende, su inasistencia no vincula a la autoridad jurisdiccional al estar
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cumplida la formalidad. No obstante, en caso de que la suspensión se deba a la falta de
notificación o a la inasistencia del propio imputado, no existe dilación indebida ni
afectación a derecho alguno, en cuyo caso deberá fijarse nueva fecha de audiencia
conforme a las directrices expuestas”.
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