Introducción
Después de dos siglos de contradicciones y malentendidos, las dos etiquetas
"iuspositivismo" e "iusnaturalismo" tienen poco significado. Quizás estas sectas
tuvieron un cierto significado en el apogeo del positivismo científico en el siglo XIX
y los dolores de la muerte de mediados del siglo XX. Su reflejo indirecto fue que en
el campo del derecho, el derecho y el derecho estaban obligados a conducir la
misma investigación científica. La afirmación dogmática de que sólo el derecho
positivo puede llamarse "correcto". En cualquier caso, para entender el significado
en el que todavía se puede hablar de "ley natural contemporánea", debemos volver
a dibujar brevemente el cuadro general del tema controvertido para finalmente
presentar al autor.1
Por clásico se entiende la época del nacimiento del iusnaturalismo, en Grecia y
Roma, con los autores que han puesto las bases de esta concepción del
derecho. Sus coordenadas fundamentales tendrán una continuidad en la época
medieval, aunque dominada por la cultura cristiana. Por iusnaturalismo ilustrado se
entiende la forma de iusnaturalismo desarrollada en la época de la Ilustración, a
partir del cambio de mentalidad que supone el nacimiento y el desarrollo de la
ciencia moderna y de la ruptura de la unidad cultural que significan la reforma
protestante y el descubrimiento de América.
En este trabajo pretendo hablar también del pensamiento de Hobbes a la luz de
ambas tradiciones para mostrar que, en realidad, ambas interpretaciones tenían
razón de ser y por ende, en lugar de considerarse excluyentes como hasta
ahora, deberían considerarse complementarias. En lo que sigue examinaremos los
aspectos fundamentales del iusnaturalismo y del iuspositivismo
para, posteriormente, analizar el pensamiento político hobbesiano en el marco de
ambas tradiciones y mostrar así que, contrario a lo que suponían Warrender y
Oakeshott, este pensador no puede ubicarse estricta ni exclusivamente en ninguna
de estas corrientes, sino en una especie de punto medio entre ambas.
1 Enciclopedia de Filosofía y teoría del derecho, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 2015, p.
En primer lugar, la investigación actual sobre el derecho natural es inseparable del
esclarecimiento de su relación con el derecho. En este sentido, la combinación de
naturalismo y positivismo es bastante nueva, aunque desde entonces ha sido
necesario considerar ambas tendencias al mismo tiempo. Al respecto, debemos
agregar que desde un punto de vista histórico, el argumento de que el positivismo
justo es el sucesor de una determinada ley natural, es decir, la ley racionalista, es
razonable. Por lo tanto, habrá una continuidad histórica entre las dos nivel superior
la evolución será solo positivismo. En este sentido, la ley natural debe considerarse
obsoleta. De hecho, como se verá, la oposición entre naturalismo y positivismo
sigue siendo importante en determinadas condiciones. La más antigua es la pareja
ley natural-ley positiva, que es la invención de la ley natural como la llamamos
ahora.
Antes de nada debemos partir de algunos puntos en común, unos tópicos en su
sentido más estricto el énfasis en la consideración del Estado como única o
principal, según el caso, fuente del derecho válido la aceptación del monismo en
vez del dualismo jurídico la reivindicación de la expresión lingüística
determinable, en especial de la palabra escrita, como la forma propia del
derecho, para así diferenciar lo jurídico de la moral, que no se agota en el lenguaje, y
precisar los alcances de la norma. En términos generales, mientras el funcionalismo
se centra más en la pregunta por el derecho eficaz, el estructuralismo se centra más
en la pregunta por la validez de la norma a partir del ordenamiento jurídico. De esta
forma, un funcionalista se pregunta por la función del derecho en campos judiciales
o sociales, mientras que el estructuralista define el derecho mismo desde la norma
jurídica y desde el ordenamiento jurídico. Sin embargo, las fronteras entre
funcionalismo y estructuralismo no son del todo claras, puesto que, como bien lo
demostró Guibourg, ninguna ha podido prescindir por entero de la otra al momento
de explicar la complejidad del derecho.
Kelsen, por ejemplo, consideró que la eficacia determina la validez de la norma la
costumbre la revolución el desuso o costumbre negativa el ideológico o como
ideología que, sintetizando, considera al derecho válido. El metodológico o como
modo de acercarse al estudio del derecho que, grosso modo, señala que el discurso
científico legítimo del derecho no es otro que el que se ocupa del estudio del derecho
positivo o válido, y no del derecho que debería ser derecho, es decir, derecho
ideal, por lo que la elección determinada y consciente del objeto de estudio es lo
que lo hace un positivismo, dejando de lado otras facetas que si bien igualmente
pudieron ser estudiadas se dejan en manos de otras disciplinas diferentes a la
jurídica. Una forma de positivismo es la que se pregunta por el derecho positivo, ya
sea porque es el válido por ser fruto de un ordenamiento jurídico estatal, ya sea
porque es el eficaz, y esto incluso, para muchos, lo hace considerar como el válido
en tanto es el que cumple una función real dentro de un sistema social o judicial-
estatal concreto. Pero también es posible hablar de un positivismo como una forma
de asumir el discurso científico del derecho. Por regla general uno conlleva al
otro, pero es posible ser positivista metodológico sin ser teórico, como sería quien
piense que el derecho no se agota en la teoría estatal del derecho pero que solo es
científicamente legítimo estudiar ese derecho fruto de la teoría estatal.
En clave liberal puede entenderse el positivismo como una forma de articular la
voluntad con la razón, esto es, el Estado de derecho. Según el liberalismo político, el
Estado no debe ser de hombres sino de leyes, por lo que la voluntad debe estar
regida por la razón, aunque es derecho, en últimas, lo que la voluntad de-termine
según un procedimiento que garantice la democracia representativa de la
soberanía, popular o nacional. Entonces, la prédica de que el derecho es obligatorio
porque es fruto del representante del soberano es una manera en la que se
pretendió limitar la voluntad, la política, protegiendo así la democracia decimonónica
moderna.
En este capítulo que trata de los desarrollos antes de la codificación, tendremos que
mencionar con precisión el par ley natural-ley positiva, que es la característica típica
de la ley natural en la que se centra este capítulo. Todo esto nos ha llevado a
imaginar que el naturalismo y el positivismo no son histórica y conceptualmente
simétricos, su reciente interdependencia plantea un problema específico y limitado.
De hecho, el naturalismo y el naturalismo no se excluyen mutuamente. Habrá una
manera de ver cómo se superponen parcialmente, por ejemplo, cuando enfrentan
el mismo problema, y cómo hacen diferentes preguntas, las cuales son importantes
para la investigación legal. Es la referencia a la ley natural-ley positiva, que es la
característica típica de la ley natural en la que se centra este capítulo. 2
A partir de ahora para complicar la situación la ley natural no necesariamente
considera la ley natural o la justicia como información inmutable. A pesar de la
asimetría histórica, los lectores de hoy deben comenzar por considerar la relación
entre la ley natural y el positivismo legal. La razón de esto es que la comprensión
actual de la ley natural depende en gran medida de cómo la ven sus oponentes, y
la mayoría de las teorías legales de hoy se basan en la relación entre la ley natural
y la ley positiva, incluso si no menciona el derecho La ley natural es clara, pero sigue
haciendo las mismas preguntas. Sin embargo, en algunos aspectos, las posiciones
incomprendidas del positivismo justo también son interesantes porque
indirectamente nos hablan del contenido de la propia ley natural, porque muestran
lo que la ley natural se opone o considera oponer, aunque no siempre es correcto.
El derecho natural entiende que se opone o se opone al escepticismo ético,
ideología que justifica la obligación de obedecer al poder político a toda costa.
Desde una perspectiva valorativa, es una visión jurídica neutral. De ahora en
adelante, si la diferencia entre la ley natural y la ley actual es típica de la ley natural,
entonces, de ahora en adelante, la primera proposición es incluso irrazonable.
Estaba equivocado porque creía que los abogados de derecho natural solo
cooperan con el derecho natural, y los abogados de derecho positivo son los que
están realmente interesados en el derecho positivo. La premisa de la reflexión sobre
el derecho natural es precisamente la existencia del derecho positivo y su plena
vigencia jurídica. Si no hay una ley real, no tiene sentido hablar de ley natural.
2 Ibídem. pp. 4-5
Este es un punto capital y puede entenderse con un ejemplo histórico, que revela
una de las características del derecho natural, especialmente las características
antiguas. Los juristas romanos reflexionaron sobre el derecho real y su sistema de
su tiempo, y llegaron a la conclusión de que la esclavitud solo se basaba en el
derecho real, pero esto no era solo desde la perspectiva de la justicia natural, porque
era solo desde la perspectiva de la justicia natural. Todas las personas tienen el
derecho natural a la libertad. Por tanto, de la misma forma, el derecho positivo
introduce derechos de propiedad, pero según los derechos naturales, la propiedad
de la tierra es de todos. Sin embargo, estos juristas nos dicen que el derecho desea
justicia, y ese deseo abre espacio para el juicio de las leyes existentes. No se trata
simplemente de distinguir entre el derecho que es y el derecho que debería ser, sino
de entender los límites del derecho y su estructura fundamental, además de sus
relaciones con las demás esferas o prácticas humanas.
La discordancia entre el derecho positivo y el derecho natural es además el terreno
de cultivo de preguntas cruciales, por ejemplo sobre la obediencia moral que se
debe al derecho existente, pregunta que es posible solamente si derecho y moral
son dos cosas distintas. Por eso es fundamental tener como punto de partida el
mismísimo derecho existente. En realidad, hay que notar que el tipo de
planteamiento bottomup es característica esencial de la tradición del iusnaturalismo
hasta un cierto punto. En este sentido, el error de quién trabaja sobre el
malentendido que estamos examinando está causado por la tendencia bien a
equivocar el sentido de la cuestión puesta por el iusnaturalismo, bien a identificar el
iusnaturalismo con una de las posiciones propuestas por los autores que se inspiran
en el iusnaturalismo.
Cuando Kelsen o Raz critican el iusnaturalismo porque no tiene una noción de
validez jurídica están equivocando el sentido de la cuestión puesta por ejemplo por
Agustín de Hipona o por Tomás de Aquino a propósito de la famosa frase lex iniusta
non est lex. Cuando el iuspositivismo tiende a insistir de esa manera sobre su
objetivo crítico se está refiriendo a uno de los desarrollos históricos del
iusnaturalismo, en particular, a la última etapa de la que se tratará en este
capítulo. El verdadero objetivo de la crítica es, en efecto, aquella forma que el
iusnaturalismo adoptará a partir de la tendencia racionalista dominante en la edad
de los códigos y del despotismo ilustrado. En esa época se intentará a identificar el
derecho natural en la forma de un código establecido por la razón humana, que el
legislador iluminado debe hacer valer como derecho positivo.
El efecto de este desarrollo histórico es que el derecho natural se separa de la
realidad del derecho positivo y se hace más fácilmente objeto de especulación
abstracta. Como conclusión parcial de esta parte podemos decir que hay que
distinguir distintas etapas en la historia del derecho natural, caracterizadas por
nociones diversas de lo que es ese derecho natural, de su relación con el derecho
positivo y de su método.
Si vale la hipótesis antes apuntada, la aclaración del concepto de derecho incluirá
también la noción de derecho positivo y su validez jurídica, por supuesto. Ya se ha
dicho que apelarse al derecho natural es hacer uso de una noción de justicia como
criterio de juicio del derecho positivo. Cuando se piensa en el derecho natural como
criterio de medida o de juicio del derecho positivo, se piensa como consecuencia
necesaria que su contenido es válido tendencialmente siempre y para todos. Si cada
uno tuviera su derecho natural, no se entiende cómo se podría sostener que el
derecho positivo deba aspirar a él.
El problema se puede formular de manera idéntica con referencia a la justicia. En
esta línea, los críticos del derecho natural han pensado que quienes sostienen el
derecho natural necesariamente se oponen al pluralismo. Al realizar esta
inferencia, han dado un paso muy significativo, pues a través de este camino se
llega a cambiar el contexto de la discusión y, al fin y al cabo, se nos obliga a
abandonar el campo de la oposición iusnaturalismo-iuspositivismo. La existencia de
un criterio universal de medida del derecho positivo es, en efecto, independiente de
esa relación.
Veamos el porqué de esta conclusión. El punto de partida clásico para examinar la
oposición iuspositivismo- iusnaturalismo suele ser la tesis de la relación entre
derecho y moral. El iuspositivismo afirma la tesis de la separación entre derecho y
moral, mientras el iusnaturalismo asume la existencia de una conexión entre
derecho y moral. El iuspositivismo se distingue del iusnaturalismo por el plano desde
el que realiza la crítica al derecho positivo.
El iusnaturalismo sostiene que la crítica al derecho positivo es de algún modo
interna a la juridicidad, pues se hace a partir del derecho natural. El punto importante
de la cuestión es que puestas así las cosas el problema de la contrariedad al
pluralismo sigue existiendo, pero esta vez es un problema común al iuspositivismo
y al iusnaturalismo, pues ambos piensan que sea oportuno disponer de criterios
para valorar o criticar el derecho positivo. Desde este punto de vista, la diferencia
significativa no está entre iusnaturalismo y iuspositivismo, pues esa distinción no
aclara el punto en cuestión. Ya se ha dicho que no todos los iuspositivistas son
escépticos o relativistas, pues los hay objetivistas.
En este sentido, la diferencia entre iusnaturalistas y iuspositivistas estriba en que
los primeros son todos objetivistas, mientras que los iuspositivistas pueden ser
objetivistas, o escépticos, o relativistas, pues la concepción moral de los
iuspositivistas es cuestión distinta de su posición sobre el derecho. Esta conclusión
es aún más importante si se piensa que el problema de la valoración crítica del
derecho positivo no es un problema típico de la edad clásica, sino más bien de
siempre. También hoy es importante preguntarse si el derecho existente puede
contar sobre bases justificadas y racionales y por lo tanto persuasivas, o si es
simplemente cuestión de opiniones y de preferencias subjetivas, y, en particular, el
resultado de la imposición por parte del más fuerte. Para dar razón de este
estudio, habría que preguntarse además si de la tradición del derecho natural
podemos aprender algo sobre el modo de plantear la cuestión del objetivismo desde
la perspectiva jurídica.
Sobre este punto no podemos interrogar al iuspositivismo, pues ya se ha aclarado
que para él ésa es una cuestión puramente moral y no jurídica. Hay que tener en
cuenta, en fin, que las diferencias entre las distintas versiones del iusnaturalismo
tienen que ver con el modo de entender el objetivismo y sobre todo con su
alcance. Al final del párrafo anterior ya se notaba la gran diferencia entre el
planteamiento clásico del derecho natural, por un lado, y el planteamiento
moderno, por otro. Ciertamente, desde los dos puntos de vista se puede alcanzar
un resultado objetivista o universal, en el sentido de que se presume válido para
todos, aunque es lícito pensar que los dos objetivismos-universalismos de resultado
serán distintos.
El objetivismo alcanzado bottomup será capaz de tener en cuenta el detalle, pues
nace a partir de institutos jurídicos existentes. Según el método topdown, si las
reglas de la moral/del derecho natural son racionales, tienen que valer para todo ser
racional. Si se encontrara un test de racionalidad, se tendría en la mano el
passepartout del conocimiento universal, que por supuesto tiene que ser único. No
obstante, ambas posiciones tendrán que resolver de alguna manera el carácter
universal de los criterios que usan para valorar el derecho y en la medida en que
abracen una u otra forma de objetivismo a ambas se las podrá acusar de
contrariedad al pluralismo.
En este sentido el problema es si toda forma de objetivismo es contraria al
pluralismo moral. Una cosa es preguntarse si un determinado instituto es justo
también desde el punto de vista natural- universal, otra cosa es indagar sobre el
mejor sistema moral, válido para todos. Este último problema con dificultad puede
ser considerado de competencia de la filosofía del derecho, mientras que la
pregunta sobre la medida objetiva del derecho es fácil que pueda serlo. Por eso su
enemigo principal es la tesis de la irracionalidad de la justicia y de la irrelevancia de
ésta respecto al derecho, no necesariamente el iuspositivismo.
Si él las crea y las cambia, sería absurdo, según Hobbes, suponer que está ligado
a algo que él mismo puede modificar a voluntad. Este argumento de Hobbes que, en
pocas palabras indica que la validez de la ley civil está dada por su origen en el
poder soberano, es lo que puede llevarnos a considerarle precursor del
iuspositivismo.
De manera que, si lo justo y lo injusto lo establecen las leyes, y las leyes las
establece el soberano, entonces la justicia y la injusticia la determina también el
soberano. Razón por la cual resulta absurdo, según Hobbes, juzgar de injustas a
las leyes civiles. Para Hobbes la ley civil es, para cada súbdito, aquellas reglas que
el Estado le ha ordenado de palabra o por escrito o con otros signos suficientes de
la voluntad, para que las utilice en distinguir lo justo de lo injusto, es decir, para
establecer lo que es contrario y lo que no es contrario a la ley . En una época de
enorme convulsión social como la suya, Hobbes consideraba que el único camino
para pacificar el Estado era defendiendo el poder exclusivo y absoluto del soberano
de establecer las leyes y de hacer uso de la fuerza necesaria para obligar a su
cumplimiento.
Por eso el soberano no debía subordinarse ni a la Iglesia ni a los dictados del
common law. De otra manera el poder del soberano sería un poder limitado, lo
cual, como hemos visto, sería un contrasentido para Hobbes. Por eso Hobbes bien
podría considerarse un precursor del iuspositivismo. Lo justo y lo injusto, lo bueno y
lo malo, no está dado por un criterio o una apelación a un orden trascendente, que
pueda o no coincidir con las leyes civiles de un Estado determinado como
pretendería el iusnaturalismo, sino que al contrario es necesariamente resultado de
los dictados del poder soberano.
En palabras del propio Hobbes, las normas de propiedad y de lo bueno y lo malo, de
lo legítimo e ilegítimo en las acciones de los súbditos, son leyes civiles, es
decir, leyes de cada Estado particular. No obstante, sería injusto soslayar aquí el
hecho de que Hobbes sí establece un límite al poder soberano. El soberano puede
quebrantar las leyes de naturaleza y el súbdito debe, aun así, obedecer. Según
Hobbes las leyes morales pueden ser trastocadas por el soberano, pero el derecho
natural a conservar la vida, no.
Esto quiere decir que, a pesar de que el soberano tiene entre sus facultades la
posibilidad de dictar el modo de vida de la colectividad que integra el Estado, no
puede sin embargo atentar contra el derecho natural de los súbditos a conservar su
vida sin que éstos rompan el pacto y entren en un estado de guerra con él. Es cierto
que las tesis de Hobbes acerca de las funciones y los alcances del poder soberano
respecto a los súbditos hoy días pueden estremecernos y consternarnos. Pero, para
defender un poco a Hobbes, me gustaría destacar que cuando nuestro autor dice
que la misión del soberano es procurar la seguridad del pueblo, aclara que por
seguridad no se entiende aquí una simple conservación de la vida, sino también de
todas las excelencias que el hombre puede adquirir para sí mismo por medio de una
actividad legal, sin peligro ni daño para el Estado.
Para un análisis de las contribuciones y actualidad de la teoría iusnaturalista resulta
imprescindible deshacerse de algunos perjuicios causados por una lectura de la
teoría iusnaturalista a través de una óptica iuspositivista, así como realizar una
contextualización histórica de sus ideas. Es cierto que esta es una tarea casi
imposible, pues el lector de hoy trae consigo toda una cultura jurídica no existente
en la época, principalmente producto de los avances aportados por el positivismo
jurídico. Sin embargo, una contextualización histórica y la consideración de que los
iusnaturalistas tenían la tarea de explicar el derecho sin un contexto de Estado bien
desarrollado facilita la comprensión de algunas de sus teorías ahora ya
definitivamente sustituidas y actualmente utilizadas en parte por el
neoconstitucionalismo sin menospreciar la construcción iusnaturalista por completo.
El iusnaturalismo no posee la misma competencia ni la precisión iuspositivista para
establecer criterios científicos sobre el fenómeno del derecho y tampoco construir
criterios seguros acerca de su identificación. Sin embargo, debe considerarse que
este no era el principal objetivo iusnaturalista. Si por un lado es verdad que las
críticas del iuspositivismo metodológico al iusnaturalismo pueden resultar
procedentes en lo que se refiere a su concepción de derecho como ciencia; también
es verdad que esto nunca ha sido un objetivo de los grandes filósofos
iusnaturalistas. Por lo tanto, resulta difícil realizar una confrontación entre
iusnaturalismo e iuspositivismo en el campo de la teoría del derecho. Comparado
con el positivismo jurídico, en una función de teoría del derecho, el iusnaturalismo
es en algunos puntos primario, por cuanto pasa a lo largo de muchas cuestiones
relativas al fundamento y funcionamiento de los sistemas jurídicos principalmente
en lo relativo a la eficacia de su ley natural. No obstante, a partir de una evolución
jurídica que consagra constituciones materiales que ocupan en la propia teoría del
Derecho una jerarquía máxima, gran parte de las concepciones iusnaturalistas tales
como la abstracción normativa, la adecuación material a las normas superiores y la
actividad de interpretación son en gran parte rescatadas por el
neoconstitucionalismo y mucho contribuyen con el derecho actual.
Con la previsión por grande parte de las constituciones de sistemas de derechos
fundamentales que, por su estructura normativa abierta acaban por constituir
verdaderas puertas de entrada de la moral en los sistemas jurídicos en el momento
en que permiten al intérprete construir racionalmente el sentido de términos abiertos
la preocupación iusnaturalista sobre el contenido que debe tener el derecho parece
volver a ser considerada tema relevante, mismo para una óptica positivista. En este
sentido, se destaca una renovación de la teoría iusnaturalista, que no viene a
oponerse a la teoría iuspositivista sino que la complementa, o mejor
dicho, complementa una insuficiencia de la teoría clásica del iuspositivismo en la
tarea de conceptuar el derecho actual. Sólo después de la interpretación es que
posible decir lo que es el derecho, no se discutiendo más entre el ser y el deber
ser, sino lo que es.
De la misma forma, considerando que la interpretación de contenidos abiertos
contempla una serie de posibilidades semánticas resulta innegable la penetración
de contenidos morales en el razonamiento y en la argumentación, práctica siempre
desarrollada en las teorías iusnaturalistas y que, a pesar de la dificultad de
aceptación del origen de la ley natural, siempre tuvo en la argumentación racional
una forma de proporcionar una solución adecuada al caso y trabajar con criterios
indeterminados previstos en una ley superior como era la ley natural.
Es evidente que no estamos ante de una vuelta al iusnaturalismo, incluso porque
es imposible retornar a un pasado ya superado y negar los experimentados por la
ciencia del derecho. Sin embargo, la actualidad de una contribución iusnaturalista
radica en el hecho de la necesidad de una aceptación de un derecho que no está
totalmente determinado, donde las reglas apuntan solamente a una solución a
priori, la cuál debe someterse a la adecuación con normas materiales que no raro
pueden prever contenidos acercados a la justicia.
Los cambios que se observan en las concepciones positivistas refliten nada más
que los cambios que ha sufrido el propio derecho. Esto se explica por la adopción
de una postura más científica respecto a la tarea que se propone el positivismo de
explicar el derecho, la cual, en su principio, era mezclada con una tarea ideológica
de romper con la lógica iusnaturalista de un derecho superior que no tenía una
fuente social, sino que metafísica. Cumplida la tarea con la consolidación de un
pensamiento jurídico que consagra las fuentes oficiales del derecho, fue posible a
los teóricos iuspositivistas se dedicaren a una concepción más descriptiva del
sistema jurídico. A pesar de que las diversas concepciones que se presentan bajo
el rótulo de positivistas concibieran el derecho bajo diferentes puntos de vista así
como alternaren posiciones considerablemente diversas respecto a las fuentes del
derecho, al proceso de producción de las normas, a la actividad de los
intérpretes, etc., ninguna de ellas ha dejado de presentar una coherencia con el
pensamiento positivista, pues siempre han defendido tanto una no conexión
necesaria entre derecho y moral como la de un derecho positivado, revelado a
través de procedimientos claros.
Tales conceptos, una vez incorporados, adquieren un significado propio, que no
necesariamente será lo que plantea la moral. Sin embargo, el significado que
adquieren estos términos con correspondencia moral es exactamente lo que
distingue el positivismo incorporacionista del iusnaturalismo y del positivismo
excluyente. En segundo lugar, una vez incorporados, los términos jurídicos de
estructura abierta con correspondencia en la moral poseen una diferencia lingüística
en relación a su correspondiente moral porque pueden adquirir un sentido propio en
el derecho. Este es uno de los rasgos distintivos entre un positivismo incluyente y el
excluyente.
La posición excluyente sostiene que tan sólo criterios de autoridad son suficientes
para describir el derecho y de que el sentido que los términos poseen fuera del
sistema jurídico simplemente no interesan, adoptando una posición casi que
realista. De forma más blanda, el positivismo incluyente reconoce la posibilidad de
que los términos no tengan en el derecho el mismo significado que poseen
esencialmente en la moral. Sin embargo, influenciado por la hermenéutica y la
lingüística, defiende que el significado jurídico no puede ser cualquier
significado, sino que un significado a lo menos compatible con el concepto
moral. Guastini, la afirmación de que el derecho puede adquirir cualquier significado
y, por lo tanto, creado por los jueces no se sostiene en primer lugar porque la propia
autoridad de los jueces es dependiente del derecho.
Conclusión
En el fondo de esta aproximación se reconoce la tesis que el derecho no es algo
aislado, sino que forma parte de una experiencia humana y social. Sin embargo, en
un sentido más intenso, el iusnaturalismo parece exigir una cierta razonabilidad de
los criterios asumidos para valorar el derecho positivo. El motivo de esta exigencia
tiene que ver con la justicia, que en su significado más simple está a indicar la
presencia de una justificación. Como se decía con anterioridad, lo que
verdaderamente se opone al iusnaturalismo es la tesis según la cual la justicia es la
utilidad del más fuerte.
Como no depende del más fuerte, significa que de alguna manera la concepción de
la justicia a defender puede ser compartida por el más débil desde el punto de vista
del poder contractual, es decir por quién se encuentra en una situación de
desventaja. La capacidad de convencimiento, también del más débil, es la base de
la universalidad de la justicia natural. Este tipo de consideraciones recordará al
lector ese sector de investigación que en los últimos cuarenta años ha alcanzado
gran notoriedad gracias a la obra pionera de John Rawls, Una teoría de la justicia,
41 publicada en 1971, por lo que podría concluirse que el iusnaturalismo está
superado pues, por un lado, el iuspositivismo ha sustituido el iusnaturalismo en el
estudio teórico del derecho, y por otro las teorías de la justicia se ocupan de
proponer criterios de juicio.
Interesa la justicia del derecho y no simplemente la justicia o la justicia de la
comunidad política. Por esta razón el iusnaturalismo sigue señalando la importancia
de indagar qué es el derecho, cuál es su naturaleza, a qué sirve, cuáles son los
bienes que garantiza. La justicia del derecho en este sentido es bien apropiado
hablar de derecho natural tiene que ver con la naturaleza/estructura del derecho.
Sin embargo, el iusnaturalista es también un defensor del derecho existente, por lo
cual no asumirá sin necesidad una posición revolucionaria, pues sabe que el
derecho que puede ser injusto en algún aspecto, es justo en muchos otros, y que
generalmente las instituciones jurídicas son capaces de garantizar algunos bienes
primarios, que están precisamente conectados con la existencia del derecho, como
por ejemplo aquel conjunto de características que llamamos rule of law. En algunos
casos, la resignación que en los últimos cuarenta años ha alcanzado gran
notoriedad gracias a la obra pionera de John Rawls, Una teoría de la justicia, 41
publicada en 1971, por lo que podría concluirse que el iusnaturalismo está superado
pues, por un lado, el iuspositivismo ha sustituido el iusnaturalismo en el estudio
teórico del derecho, y por otro las teorías de la justicia se ocupan de proponer
criterios de juicio. En algunos casos, la resistencia al derecho será necesaria y
entonces habrá que estar dispuestos a pagar personalmente.