Giorgio Agamben
Por eso se dice que el conocimiento supremo es aquel
que llega demasiado tarde, cuando ya no nos sirve. Ese,
que ha sobrevivido a nuestras obras, es el fruto extremo
y más precioso de nuestra vida, y, sin embargo, de algún
modo ya no nos concierne, como la geografía de un país
que estamos a punto de dejar. Es -al menos hasta que los
hombres no hayan aprendido a hacer de él su más bella
fiesta, su sábado eterno- un asunto personal, que debe
realizarse de prisa y a escondidas. Y nos deja con la extra
ña sensación de haber comprendido por fin el sentido de
ambas obras y de su inexplicable división, y de no tener,
entonces, nada más que decir.
!6
¿QUÉ ES LO CONTEMPORÁNEO?
l. La pregunta que desearía inscribir en el umbral de
este seminario1 es: "¿De quién y de qué somos contem
poráneos? Y sobre todo, ¿qué significa ser contemporá
neos?" . En el transcurso del seminario leeremos textos
cuyos autores están a muchos siglos de nosotros y otros
más recientes o recientísimos: pero, en todo caso, lo esen
cial es que tendremos que llegar a ser, de alguna manera,
contemporáneos de esos textos. El "tiempo" de nuestro
seminario es la contemporaneidad; esto exige que seamos
contemporáneos de los textos y de los autores que analiza.
Tanto su nivel como su resultado se medirán por su -por
nuestra- capacidad de estar a la altura de esa exigencia.
De Nietzsche nos llega una indicación primera, provi
soria, para orientar nuestra búsqueda de una respuesta. En
un apunte de sus cursos en el College de France, Roland
Barthes la resume así: "Lo contemporáneo es lo intem
pestivo". En 1874, Friedrich Nietzsche, un joven filólogo
que había trabajado hasta entonces en textos griegos y
dos años antes había alcanzado una celebridad imprevista
1 El texro retoma la lección inaugural del curso de Filosofía Teórica 2006-
2007 en la Facold.. di Arri e Design del Isriruro Universitario di Architetrura
di Venezia.
17
Giorgio Agamben
con El nacimiento de la tragedia, publica Unzeitgemiisse
Betrachtungen, las Consideraciones intempestivas, con las
cuales quiere ajustar cuentas con su tiempo, tomar posición
respecto del presente. "Esta consideración es intempestiva
-se lee al comienzo de la segunda "Consideración"- por
que intenta entender como un mal, un inconveniente y
un defecto, algo de lo cual la época, con justicia, se siente
orgullosa, esro es, su cultura histórica, porque pienso que
rodos somos devorados por la fiebre de la historia y debe
ríamos, al menos, darnos cuenta de ello". Nietzsche sitúa,
por lo tanto, su pretensión de "actualidad", su "contempo
raneidad" respecto del presente, en una desconexión y en
un desfase. Pertenece en verdad a su tiempo, es en verdad
contemporáneo, aquel que no coincide a la perfección con
este ni se adecua a sus pretensiones, y entonces, en este
sentido, es inactual; pero, justamente por esto, a partir de
ese alejamiento y ese anacronismo, es más capaz que los
otros de percibir y aferrar su tiempo.
Esta no-coincidencia, esta discronía, no significa, como
es natural, que sea contemporáneo aquel que vive en otro
tiempo, un nostálgico que se siente más cómodo en la Ate
nas de Pericles o en la París de Robespierre y del Marqués
de Sacie que en la ciudad y en el tiempo que le tocó vivir.
Un hombre inteligente puede odiar su tiempo, pero sabe
de rodos modos que le pertenece irrevocablemente, sabe
que no puede huir de su tiempo.
La contemporaneidad es, pues, una relación singular
con el propio tiempo, que adhiere a este y, a la vez, toma su
distancia; más exactamente, es esa relación con el tiempo que
18
¿Qué es lo contemporáneo?
adhiere a este a través de un desfase y un anacronismo. Quienes
coinciden de una manera demasiado plena con la época,
quienes concuerdan perfectamente con ella, no son con
temporáneos ya que, por esta precisa razón, no consiguen
verla, no pueden mantener su mirada fija en ella.
2. En 1 923, Ósip Mandelshtam escribe un poema
titulado " El siglo" (pero la palabra rusa viek significa tam
bién "época" ) . El poema contiene, no una reflexión sobre
el siglo, sino sobre la relación entre el poeta y su tiempo,
es decir, sobre la contemporaneidad. No el "siglo", sino,
según las paiabras que abren d pr i mer verso, "mi si gto"
(viek moi):
Siglo mío, bestia mía, ¿quién podrá
mirar en tus ojos
y soldar con su sangre
las vértebras de dos siglos?
El poeta, que debió pagar su contemporaneidad con
la vida, es aquel que debe mantener fija la mirada en los
ojos de su siglo-bestia, soldar con su sangre la espalda
quebrada del tiempo. Los dos siglos, los dos tiempos, no
sólo son, como se ha sugerido, el siglo XIX y el XX, sino
también y sobre todo el tiempo de la vida del individuo
(recuerden que el saeculum latino significa en el origen el
tiempo de la vida) y el tiempo histórico colectivo, que en
este caso llamamos el siglo XX, cuya espalda -descubrimos
19
Giorgio Agamben
en la última estrofa del poema- está quebrada. El poeta, en
cuanto contemporáneo, es esa fractura, es lo que impide que
el tiempo se componga y, al mismo tiempo, la sangre que
debe suturar la rotura. El paralelismo entre el tiempo -y las
vértebras- de la criatura y el tiempo -y l;:1s vértebras- del
siglo constituye uno de los temas esenciales del poema:
Mientras viva la criatura
debe cargar sus propias vértebras,
las ondas juegan
con la invisible columna vertebral.
Cual tierno, infantil cartílago
es e\ si.g\o neonato d.e \a tierra.
El otro gran tema -también, como el anterior, una
imagen de la contemporaneidad- es el de las vértebras que
bradas del siglo y su soldadura, que es ob ra del individuo
(en este caso, del poeta) :
Para liberar al siglo encadenado,
para dar inicio al nuevo mundo
con la flauta es necesario reunir
las rodillas nudosas de los días.
Que se trata de una tarea imposible de cumplir -o,
en todo caso, paradójica- lo prueba la es trofa siguiente,
que concluye el poem a. No sólo la époc:l-bestia tiene las
vértebras quebradas, sino que viek, el sigl o recién nacido,
con un gesto imposible para quien tiene la espalda rota,
20
¿Qué es lo contemporáneo?
quiere volverse atrás, contemplar sus propias huellas y, de
ese modo, muestra su rostro demente:
Pero tienes quebrada la espalda,
mi magnífico, pobre siglo.
Con una sonrisa insensata,
como una bestia otrora ágil,
te vuelves hacia atrás, débil y cruel,
a contemplar tus huellas.
3. El poeta -el contemporáneo- debe tener fija la mira
da en m tiempo. Pero tqué ve qui.en "Ve m tiempo, t.,_ somi.só.
demente de su siglo? Aquí me gustaría proponerles una se
gunda definición de la contemporaneidad: contemporáneo
es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para
percibir, no sus luces, sino su oscuridad. Todos los tiem
pos son, para quien experimenta su contemporaneidad,
oscuros. Contemporáneo es, justamente, aquel que sabe
ver esa oscuridad, aquel que está en condiciones de escribir
humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente. Pero
¿qué significa "ver una tiniebla", "percibir la oscuridad"?
Una primera respuesta nos la sugiere la neurofisiología
de la visión. ¿Qué sucede cuando nos encontramos en un
ambiente sin luz o cuando cerramos los ojos? ¿Qué es la
oscuridad que vemos en ese momento? Los neurofisiólo
gos nos dicen que la ausencia de luz desinhibe una serie
de células periféricas de la retina llamadas, precisamente,
off-cells, que entran en actividad y producen esa particular
21
Giorgio Agamben
especie de visión que llamamos oscuridad. La oscuridad
no es, por ello, un concepto privativo, la simple ausencia
de luz, algo así como una no-visión, sino el resultado de
la actividad de las off-cells, un producto de nuestra retina.
Esto significa, si volvemos ahora a nuestra tesis sobre la
oscuridad de la contemporaneidad, que percibir esa oscu
ridad no es una forma de inercia o de pasividad sino que
implica una actividad y una habilidad particulares que,
en nuestro caso, equivalen a neutralizar las luces provie
nentes de la época para descubrir su tiniebla, su especial
oscuridad, que no es, sin embargo, separable de esas luces.
Puede llamarse contemporáneo sólo aquel que no se
deja cegar por las luces del siglo y es capaz de distinguir
en ellas la parte de la sombra, su Íntima oscuridad. Con
esto, sin embargo, aún no hemos respondido a nuestra
pregunta. ¿Por qué debería interesarnos poder percibir las
tinieblas que provienen de la época? ¿Acaso la oscuridad
no es una experiencia anónima y por definición impene
trable, algo que no está dirigido a nosotros y no puede, por
lo tanto, incumbimos? Por el contrario, contemporáneo
es aquel que percibe la oscuridad de su tiempo como algo
que le incumbe y no cesa de interpelarlo, algo que, más
que cualquier luz, se dirige directa y singularmente a él.
Contemporáneo es aquel que recibe en pleno rostro el haz
de tiniebla que proviene de su tiempo.
4. En el firmamento que miramos de noche, las estrellas
resplandecen rodeadas de una espesa tiniebla. Puesto que
22
¿Qué es lo contem poráneo?
en el universo hay un número infinito de galaxias y de
cuerpos luminosos, la oscuridad que vemos en el cielo es
algo que, según los científicos, requiere una explicación.
Me gustaría ahora hablarles justamente de la explicación
que la astrofísica contemporánea le da a esa oscuridad. En
el universo en expansión las galaxias más remotas se alejan
de nosotros a una velocidad tan alta que su luz no llega a
alcanzarnos. Lo que percibimos como la oscuridad del cielo
es esa luz que viaja velocísima hacia nosotros y que no obs
tante no puede alcanzarnos, porque las galaxias de las que
proviene se alejan a una velocidad superior a la de la luz.
Percibir en la oscuridad del presente esa luz que trata de
alcanzarnos y no puede: eso significa ser contemporáneos.
Por eso los contemporáneos son raros; y por eso ser con
temporáneos es, ante todo, una cuestión de coraje: porque
significa ser capaces, no sólo de mantener la mirada fija
en la oscuridad de la época, sino también de percibir en
esa oscuridad una luz que, dirigida hacia nosotros, se nos
aleja infinitamente. Es decir, una vez más: ser puntuales
en una cita a la que sólo es posible faltar.
Por eso el presente que la contemporaneidad percibe
tiene las vértebras rotas. Nuestro tiempo, el presente, no
es sólo el más distante: no puede alcanzarnos de ninguna
manera. T iene la columna quebrada y nosotros nos halla
mos exactamente en el punto de la fractura. Por eso somos,
a pesar de todo, sus contemporáneos. Entiendan bien que
la cita que está en cuestión en la contemporaneidad no
tiene lugar simplemente en el tiempo cronológico: es, en
el tiempo cronológico, algo que urge dentro de este y lo
23
Giorgio Agamben
transforma. Esa urgencia es lo intempestivo, el anacronis
mo que nos permite aferrar nuestro tiemp o en la forma de
un "demasiado temprano" que es, también, un "demasiado
tarde"; de un "ya" que es, también, un "no todavía". Y nos
permite, además, reconocer en la tiniebla del presente la luz
que, sin poder alcanzarnos jamás, está permanentemente
en viaje hacia nosotros.
5. Un buen ejemplo de esta especia l experiencia del
tiempo que llamamos la contemporane idad es la moda.
Lo que define a la moda es que introduce en el tiempo una
peculiar discontinuidad, q ue lo divide sesún su actualidad
o inacmalidad, su estar y su no-estar- más-a-la-moda (a la
moda y no simplemente de moda, que s� refiere sólo a las
cosas). Pese a ser sutil, esta cesura es evidente, en el sentido
de que quienes deben percibirla la percib�n infaliblemente
y de esa precisa manera certifican su estar � la moda; pero si
tratamos de objetivarla y fijarla en el tien:-tpo cronológico,
esta se revela inasible. Sobre todo el "ahma" de la moda, el
instante en que comienza a ser, no es ide!1tificable a través
de ningún cronómetro. ¿Ese "ahora" es a�:aso el momento
en que el estilista concibe la línea, el matiz que definirá
el nuevo modelo de la prenda? ¿O aquel en que la confía
al diseñador y luego a la sastrería que C0-'1fecciona el pro
totipo? ¿0, más bien, el momento del desfile, cuando la
prenda es llevada por las únicas personas clue están siempre
y sólo a la moda, las mannequins, que, sir¡ embargo, justa
mente por eso, nunca lo están realmente? I> orque, en última
24
¿Qué es lo contemporáneo?
instancia, el estar a la moda del "modelo" o del "aspecto"
dependerá de que las personas en carne y hueso, distintas
de las mannequins -esas víctimas sacrificiales de un dios
sin rostro-, lo reconozcan como tal y lo conviertan en su
propia vestimenta.
El tiempo de la moda está, por ende, constitutivamen
te adelantado a sí mismo y, justamente por eso, también
siempre retrasado, siempre tiene la forma de un umbral
inasible entre un "no todavía" y un "ya no". Es probable
que, como sugieren los teólogos, eso dependa de que la
moda, al menos en nuestra cultura, es una signatura teo
lógica del vestido, que deriva de la circunstancia de que la
primera prenda. de vestir fue confeccionada. porAdán y Evil
después del pecado original, en la forma de un taparrabos
compuesto de hojas de higuera (para mayor precisión, las
prendas que llevamos hoy derivan, no de ese taparrabos
vegetal, sino de las tunicae pelliceae, de los vestidos hechos
con pieles de animales que Dios, según Gén 3, 2 1 , hace
vestir, como símbolo tangible del pecado y de la muerte, a
nuestros progenitores en el momento en que los expulsa del
Paraíso). En cualquier caso, más allá de cuál sea la razón,
el "ahora", el kairós de la moda, es inasible: la frase "en
este instante estoy a la moda" es contradictoria, porque
en el instante en que el sujeto la pronuncia, ya está fuera
de moda. Por eso, el estar a la moda, como la contempo
raneidad, comporta cierta "soltura", cierro desfase, en el
que su actualidad incluye dentro de sí una pequeña parte
de su afuera, un matiz de démodé. De una señora elegante
se decía en París en el siglo XIX, en ese sentido: "Elle est
25
Giorgio Agamben
contemporaine de tout le monde" [Ella es contemporánea
a todos].
Pero la temporalidad de la moda tiene otro carácter
que la emparienta con la contemporaneidad. En el gesto
mismo en que su presente divide el tiempo según un "ya
no" y un "no todavía", esta instituye con esos "otros tiem
pos" -ciertamente con el pasado y, quizá, también con el
futuro- una relación particular. Es decir, puede "citar" y,
de esa manera, reactualizar cualquier momento del pasado
(los años veinte, los años setenta, pero también la moda
imperio o neoclásica) . Puede, por ello, poner en relación
lo que dividió inexorablemente, remitir, re-evocar y revi
talizar lo que incluso había declarado muerto.
6. Esta especial relación con el pasado tiene asimismo
otro aspecto. La contemporaneidad se inscribe, en efecto,
en el presente, signándolo sobre todo como arcaico, y sólo
aquel que percibe en lo más moderno y reciente los índices
y las signaturas de lo arcaico puede ser su contemporáneo.
Arcaico significa: próximo a la arché, es decir, al origen. Pero
el origen no se sitúa solamente en un pasado cronológico: es
contemporáneo al devenir histórico y no cesa de operar en
este, como el embrión continúa actuando en los tejidos del
organismo maduro, y el niño, en la vida psíquica del adulto.
La distancia y, a la vez, la cercanía que definen la contem
poraneidad tienen su fundamento en esa proximidad con
el origen, que en ningún punto late con tanta fuerza como
en el presente. Quien ha visto por primera vez, al llegar por
26
¿Qué es lo contemporáneo?
mar en la madrugada, los rascacielos de Nueva York, ha
percibido de inmediato esa facies arcaica del presente, esa
contigüidad con la ruina que las imágenes atemporales del
1 1 de septiembre hicieron evidente para todos.
Los historiadores de la literatura y del arte saben que
entre lo arcaico y lo moderno hay una cita secreta, y no
tanto porque las formas más arcaicas parecen ejercer en el
presente una fascinación particular, sino porque la clave de
lo moderno está oculta en lo inmemorial y lo prehistórico.
Así, el mundo antiguo en su final se vuelve, para reencon
trarse, hacia los orígenes: la vanguardia, que se extravió en
el tiempo, sigue a lo primitivo y lo arcaico. En ese sentido,
justamente, puede decirse que la vía de acceso al presente
necesariamente tiene la forma de una arqueología. Que
no retrocede sin embargo a un pasado remoto, sino a lo
que en el presente no podemos en ningún caso vivir y, al
permanecer no vivido, es reabsorbido sin cesar hacia el
origen, sin poder alcanzarlo jamás. Porque el presente no es
más que la parte de lo no-vivido en todo lo vivido, y lo que
impide el acceso al presente es precisamente la masa de lo
que, por alguna razón (su carácter traumático, su cercanía
excesiva) , no hemos logrado vivir en él. La atención a ese
no-vivido es la vida del contemporáneo. Y ser contempo
ráneos significa, en ese sentido, volver a un presente en el
que nunca estuvimos.
7. Quienes han tratado de pensar la contemporaneidad
pudieron hacerlo sólo a costa de escindida en varios tiempos,
27
Giorgio Agamben
de introducir en el tiempo una des-homogeneidad esencial.
Aquel que puede decir "mi tiempo" divide el tiempo, ins
cribe en él una cesura y una discontinuidad; y, sin embargo,
justamente a través de esa cesura, esa interpolación del pre
sente en la homogeneidad inerte del tiempo lineal, el con
temporáneo instala una relación especial entre los tiempos.
Si, como hemos visto, es el contemporáneo el que quebró
las vértebras de su tiempo (o en todo caso percibió su falla o
su punto de ruptura), él hace de esa fractura el lugar de una
cita y de un encuentro entre los tiempos y las generaciones.
Nada más ejemplar, en este sentido, que el gesto de Pablo,
en el punto en que experimenta y anuncia a sus hermanos
esa contemporaneidad por excelencia que es el tiempo
mesiánico, el ser contemporáneos del Mesías, que él llama
justamente el "tiempo-de-ahora" (ho nyn kairós). Ese tiem
po no sólo es cronológicamente indeterminado (la parusía,
el retorno de Cristo que marca su fin, es cierta y cercana,
pero incalculable), sino que tiene la singular capacidad de
relacionar consigo mismo cada instante del pasado, de hacer
de cada momento o episodio del relato bíblico una profecía
o una prefiguración (tjpos, "figura", es el término preferido
por Pablo) del presente (así Adán, a través de quien la hu
manidad recibió la muerte y el pecado, es "tipo" o figura del
Mesías, que trae a los hombres la redención y la vida).
Esto significa que el contemporáneo no es sólo aquel
que, percibiendo la oscuridad del presente, aferra su luz que
no llega a destino; es también quien, dividiendo e interpo
lando el tiempo, está en condiciones de transformarlo y
ponerlo en relación con los otros tiempos, de leer en él de
28
¿Qué es lo contemporáneo?
manera inédita la historia, de "citarla" según una necesidad
que no proviene en modo alguno de su arbitrio sino de
una exigencia a la que él no puede dejar de responder. Es
como si esa luz invisible que es la oscuridad del presente
proyectase su sombra sobre el pasado y este, tocado por ese
haz de sombra, adquiriese la capacidad de responder a las
tinieblas del ahora. Algo similar debía de tener en mente
Michel Foucault cuando escribía que sus indagaciones
históricas sobre el pasado son sólo la sombra proyectada
por su interrogación teórica del presente. Y Wa!ter Ben
jamín, cuando escribía que el índice histórico contenido
en las imágenes del pasado muestra que estas alcanzarán
la legibilidad sólo en un determinado momento de su
historia. De nuestra capacidad de prestar oídos a esa exi
gencia y a esa sombra, de ser contemporáneos no sólo de
nuestro siglo y del "ahora", sino también de sus figuras en
los textos y en los documentos del pasado, dependerán el
éxito o el fracaso de nuestro seminario.
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