Continuamos el periplo siguiendo las huellas de nuestra guía geológica de 1926 con destino la
famosa Sierra de Guadarrama, que separa Madrid y Castilla y León compartiendo territorio.
Como seguro nos acordamos, dejamos la anterior entrada en el puente de San Fernando.
Página de la guía
A partir de ese punto nuestra guía, que sigue en sus primeros kilómetros la vía de ferrocarril
Madrid-Irún, avanza entre las cuencas sedimentarias de los ríos Guadarrama y Manzanares hasta
alcanzar la colonia del Viejo Plantío, antaño un poblado de filosofía higienista (apoyado en los
frondosos bosques de pinos del Monte del Pilar y el cazadero de El Pardo) y hoy un estrecho
reducto encajonado entre la vía del tren y la autovía A-6. Por cierto nuestra guía explica, muy
acertadamente, que los bosques cercanos semejan los de Extremadura, Salamanca o la Bética.
En 1926 la colonia estaba en su máximo apogeo, y duró así hasta la infausta y muy añorada por
algunos Guerra Civil Española, que destruyó multitud de los "hotelitos" que servían de segundas
residencias a pequeños burgueses y profesionales de la capital española.
Antes de comenzar a recorrer este peculiar enclave tenemos que explicar su morfología: se trata de
una urbanización estrecha y larga entre la A-6 y la avenida de la Victoria (antigua N-VI), con una o
dos calles paralelas a esta ultima y multitud de calles transversales que configuran manzanas más o
menos cuadradas. La construcción del apeadero, en 1920, fomentó que la mayor densidad del
poblado se diera alrededor del mismo, como luego veremos.
Reja original en C/ Pilar Andrade
Pues bien, comenzamos en el cruce de la avenida de la Victoria con la calle de Pilar Andrade.
Avanzamos por ésta última y encontramos, a nuestra izquierda, una vieja y oxidada puerta de reja
que nos permite imaginar el aspecto del barrio hace cien años, cuando todavía no se habían
descubierto las bondades de las ristras de impersonales y anodinos chalets adosados. Detrás de la
reja, un sencillo cubito.
Vivienda popular en peligro de extinción, en la C/ Pilar Andrade
Tras pasar la calle Rafael Villa encontramos, a la izquierda, una casita blanca de una altura
construida en 1946, que me recuerda a las viviendas de Regiones Devastadas. Trato de grabarla en
mi retina ya que no creo que dure mucho: si en una parcela puedes construir dos o tres alturas ¿por
qué conformarnos con una?
Volvemos a la calle Rafael Villa y la cogemos en dirección noroeste. A la derecha, un grupo de
viviendas unifamiliares de estética muy noventera, con una falsa fachada de ladrillo que quizás
pretenda camuflar el funcional conjunto. En la esquina con la calle de Gerda Taro (legendaria
fotógrafa que murió en la GCE aplastada por un tanque) encontramos un solar cerrado con otra reja
antigua, quizás esperando chaletazo. A la derecha, unos interesantes chalets adosados de los años
60, con buenos ventanales y juegos de volúmenes. Más allá, a la izquierda, una casa blanca de dos
alturas construida en 1950, que podría estar en cualquier pueblecito; tiene un emparrado muy
chulo, por cierto.
Casa neovernácula de 1960, en C/ Sáinz de la Calleja
Seguimos hasta la calle de Sáinz de la Calleja, que cogemos a la derecha hasta encontrar un
interesante chalet que parece, con su entramado separando paños de ladrillo, una construcción
vernácula salmantina o un caserío vasco, a elegir.
Volvemos a la calle de Rafael Villa, donde avanzamos entre casas sencillas, encaladas, de
arquitectura popular, y chalets más modernos, algunos cúbicos pero sin estridencias: ibicencos,
porqué no.
Pseudocaserío fake en José Lombana Iglesias esquina Faustino Garijo
Cruzamos la calle de Walman y avanzamos entre verdes muros de hiedra que esconden viviendas de
varias épocas y estilos similares a los ya vistos. Giramos la izquierda en Carlos Dubois para coger, a
la derecha, la calle de José Lombana Iglesias. En el cruce con Faustino Garijo encontramos otro
sucedáneo de caserío, con entramado visto en la parte superior del hastial y alero volado;
interesantes las caóticas rejas blancas.
Trasera de la villa "El Capricho", luego veremos la delantera
Cruzamos Montero Calvo y, en la esquina, encontramos un edificio casi totalmente tapado con una
verde enredadera, lo que me hace recordar el famoso dicho de Frank Lloyd Wright "un médico
puede enterrar sus errores pero un arquitecto apenas puede aconsejar a sus clientes que planten
enredaderas". Un servidor lo ha sugerido en alguna obra suya y funciona, oiga.
Un poco más adelante, a la izquierda, encontramos la trasera de la villa más llamativa de El Plantío:
"El Capricho", con su elegante torre que mezcla el estilo art decó con un regionalismo que
recuerda a las casonas de indianos asturianas. A la vuelta del recorrido la visitaremos por su frente
aunque observamos el par de copas que flanquean la entrada, símbolos de la abundancia de unos
antiguos propietarios fetén.
Vivienda de Antonio Palacios, arquitecto
Justo en la esquina con la calle de Cimarra descubrimos un precioso muro de ladrillo con una
original rejería, de estilo art decó. Pertenece a la casa del gran arquitecto Antonio Palacios
Ramilo, edificada en 1943 y en la que el propio Palacios murió en 1945. Se trata de una vivienda
bastante discreta, de estilo regionalista que nada tiene que ver con los bizarros edificios pétreos
diseñados por el arquitecto, como el Palacio de Telecomunicaciones (actual ayuntamiento de
Madrid) o el Círculo de Bellas Artes.
Continuamos dejando atrás tres parcelas vacías -a ver lo que duran- y unos adosaditos hasta llegar a
la calle de Ginés y Navarro, que nos fuerza a girar a la izquierda, llegando a la calle principal de El
Plantío, la Avenida de la Victoria.
La parroquia de El Plantío, de 1940
Cruzamos la calle y, a la derecha, encontramos la iglesia del poblado, Nuestra Señora del
Carmen, construida en 1940 en un estilo regionalista manchego. El blanco patio porticado, con
columnas soportadas por pequeños contrafuertes, es verdaderamente agradable.
Frondoso arroyuelo
Avanzamos en dirección noroeste -junto a un murallón de interesantes adosados blancos y
prismáticos- para toparnos con un frondoso regato con sauces llorones (que luego recorreremos de
vuelta) y lo cruzamos por un puentecillo, enfilando la calle de Álvaro Caballero.
Casona en C/ Álvaro Caballero esquina C/ Federico Agustí
En la esquina con la calle de Federico Agustí encontramos una reluciente villa de 1942 que parece
asturiana, con elementos pintados en esquinas y vanos.
Cogemos esta calle, a la izquierda, hasta desembocar en la calle de Cuevas del Valle, limitada por
la vía del tren. Un cercanías pasa raudo y veloz, cortando el murmullo incesante de la autovía A-6.
Tejado y toldos en calle Federico Agustí esquina Cuevas del Valle
En esta esquina encontramos un chalet equipado de larguísimo tejado y toldos a rayas muy
vintage, evidenciando que se construyó en 1960.
Un "hotelito" de 1940, en C/ Cuevas del Valle
Seguimos Cuevas del Valle en dirección noroeste, con el talud de las vías a la izquierda. A la
derecha aparece un pequeño chalet color crema construido en 1940, infiriendo que estamos
alcanzando el núcleo más primitivo de El Plantío, que se configura en torno al antiguo apeadero
ferroviario.
¿Rem Koolhaas en El Plantío?
En la esquina con la calle de Burgohondo encontramos un hotel de tres estrellas; extraña
ubicación, pardiez ¿será un picadero?. Más adelante una extraña visión: un edificio blanco de
picudos salientes, esquinas desmochadas y ventanales imposibles de limpiar, que inmediatamente
me trae a la memoria la Casa da Música en Oporto, obra del vanguardista arquitecto Rem
Koolhaas. Me parece un pegote de campeonato, pero lo que importa es que le guste al dueño,
faltaría más.
Caserío de gran porte en C/ Domingo Álvarez
Llegamos a la calle de Domingo Álvarez y miramos en lontananza: a lo lejos otro pseudocaserío
vasco, de gran porte. Mucho historicismo del norte de España por estos lares, por cierto.
Tremendo mirador
En la esquina de Cuevas del Valle con Federico Oriol encontramos otro hito de la arquitectura
moderna, un edificio de oficinas dotado de un impresionante mirador de 180º. Me presta más que
el Koolhaas, sin duda.
Proseguimos hasta el final de la calle, donde encontramos un agradable restaurante en el antiguo
edificio del apeadero de El Plantío, sustituido por la moderna estación de Majadahonda, algo más
adelante. Luego inspeccionaremos el edificio en un mejor lugar.
Casa de 1929
Tiramos por la avenida de la Estación y luego a la izquierda, por la calle del Ferrocarril,
bordeando un enorme colegio franqueado de multitud de modernos adosados. En la esquina con
Virgen de Icíar se yergue una casa de estilo andaluz datada en 1929, la más antigua que hemos
visto hasta ahora, y probablemente de lo poco que queda del Viejo Plantío en esta zona.
Racionalismo, para variar
Frente a la casa cogemos un paso peatonal, que nos lleva a la misma calle Virgen de Icíar. Casi al
final de la calle encontramos, como último resto del Viejo Plantío, una blanca vivienda cúbica de
1950, de aspecto racionalista.
Salimos de nuevo a la avenida de la Victoria, esta vez metamorfoseada en un feo carril de
incorporación a la A-6 con carril BusVAO, que seguimos a la izquierda. Al poco encontramos la
entrada de una urbanización de bloques aislados en H que funcionan de forma autosuficiente, con
bares y tiendas. Me cuelo por ahí pero no encuentro salida a la vía del tren, que es lo que intento
lograr. Por tanto sigo por el carril anterior hasta alcanzar el enorme aparcamiento de la estación de
Majadahonda, que bordeo por la izquierda por un sucio barrizal. Llego a una puerta abierta que me
lleva al andén de la estación.
Andén de la estación de Majadahonda
Hay que cruzar al otro lado por eso de llegar al bosque del monte del Pilar, por donde volveremos.
Para ello uso el subterráneo ad hoc, que me lleva al pequeño vestíbulo de la estación, por donde
salgo a un destartalado aparcamiento.
Estación de Majadahonda
Frente a mí algo inesperado: un enorme edificio abandonado, con un entramado metálico de vigas
inclinadas que esconde muros cortina de vidrio y paramentos ciegos pintarrajeados por los ubicuos
Banksys de pacotilla. Me acerco y lo observo, a través de su vallado de obra. Dentro, un sujeto se
mueve de un lado a otro como buscando algo. Me mira y agacha la mirada, como si no quisiera
verse escrutado.
Monumento al despilfarro
Se trata del edificio de la London School of Economics, el típico proyecto faraónico de político
megalómano y trincón apoyado por un banco o institución privada aún más oportunista, aderezado
con el visto bueno por una población local que se pirra por tan fardón e identitario edificio. Un
clásico a la altura de la Ciudad de la Justicia y tantas otras: regalar suelo público a instituciones
privadas a cambio de no se sabe qué exactamente. Propongo un nuevo uso acorde con los tiempos:
un botellódromo con distintos ambientes según renta per cápita, que en Majadahonda hay de todo y
no se suelen juntar.
La London School of Economics
Tiro hacia el sureste adentrándome en el pinar, y subo por el camino que bordea el enorme
mamotreto: la de pasta que se han dejado aquí. Encuentro una caseta semienterrada que exploro,
encontrando un posible ramal abandonado de la conducción del Canal de Isabel II, cuyo depósito
enterrado se encuentra unos cientos de metros al sur de donde me encuentro.
Ruina fontaneril
Desde este punto camino por el pinar siempre paralelo a la vía del tren, en dirección sureste. El
suelo está húmedo y mullido por las últimas lluvias y los pinos piñoneros son de gran porte, con
amplias copas en forma de paraguas. Miro hacia la Sierra, nuestro destino final, apreciando la
conocida silueta del monte Abantos, tras El Escorial.
Nuestro destino final: el monte Abantos y la Sierra de Guadarrama
El mapa geológico me informa de que estoy pisando un suelo de arcosas gruesas y lutitas ocres,
es decir, areniscas y sedimentos oscuros y compactados, pertenecientes a las cuencas fluviales de
los ríos Manzanares y Guadarrama.
Setitas en el pinar, Collybia
En el suelo hay multitud de agrupaciones de setas, algunas muy pequeñas que parecen del género
Collybia.
Un cuesco de lobo, no pisar
También encuentro algunos ejemplares sueltos de Lycoperdon perlatum, conocido como pedo de
lobo porque al pisarlo revienta soltando aire con esporas.
Por el amable pinar
Sigo por el pinar -paralelo a la vía- hasta que veo el edificio del antiguo apeadero, reconvertido en
restorán. Sobre el balcón central unos azulejos rezan "El Plantío-Majadahonda (APTRO)",
evidenciando que no fue solo apeadero sino también apartadero: un lugar donde los trenes podían
desviarse y aparcar, además de coger y dejar pasajeros.
Sendero ferroviario
Seguimos pegados a la verja de las vías hasta que no podemos más: una valla nos impide toda
progresión; menos mal que un buen samaritano hizo un boquete por el que se puede acceder al
recinto ferroviario, por lo que avanzo a unos metros de la vía del tren sin elementos de separación,
por un sendero bien marcado. Un padre y su niña recogen ramas y restos de troncos, supongo que
para alimentar la chimenea y, de paso, joder al autócrata ruso.
Arroyo de Valhondillo
Llegamos al arroyuelo de antes (el de los sauces llorones): ocasión inmejorable para regresar a El
Plantío cruzando el tremendo borde (como bien diría Kevin Lynch) que es una vía férrea. Avanzo
por el túnel, sorteando cantos rodados y enormes charcos, hasta llegar a la calle de Cuevas del Valle
y, siguiendo el regato, a la avenida de la Victoria.
Puerta con anagrama en Avenida de la Victoria
Prosigo en dirección sureste hasta alcanzar el Colegio Japonés de Madrid y, al lado, una casona
abandonada de curiosa puerta con anagrama, de estilo art decó (1940).
"El Capricho" por delante
Unos doscientos metros más adelante encontramos el frente de "El Capricho", una villa de 1950
de espectacular torre flanqueada por pináculos.
Acceso al monte del Pilar
Un poco más adelante y a la derecha, una elegante rampa de época -las bolas lo delatan- lleva a
cruzar la vía y acceder al monte del Pilar, verdadera razón de ser del Viejo Plantío, asueto y asoleo
de los antiguos pobladores.
Terminamos con un extinto y antiguo vivero
Más allá, a la izquierda, observamos un abandonado vivero que comenzó sus andadas en 1955 y
las finalizó recientemente. Una parcela de suelo industrial (así lo expresa el Catastro) que veremos
en qué se transforma ¡hagan juego, señores!.
Pues finalizamos nuestro periplo de hoy donde lo comenzamos, y bien que ha merecido la pena.
Hemos seguido nuestra vieja guía geológica descubriendo este enclave tan peculiar, plagado de
preexistencias y sabor añejo que nos han retrotraído casi un siglo atrás, descubriéndonos otros
matices que quizás no nos esperábamos.
Sin embargo todavía quedan varias entradas para alcanzar nuestro objetivo: la Sierra de
Guadarrama, que los maestros Hugo Obermaier y Juan Carandell tienen mucho que ofrecernos.
CONTINUARÁ