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Jacobo Arminio. Vida, Pensamiento y Legado - José Rodríguez

Este documento es un resumen biográfico de Jacobo Arminio, un teólogo holandés del siglo XVI. Describe su educación en universidades protestantes como Leyden y Ginebra, donde estudió bajo Teodoro de Beza. Luego se convirtió en pastor en Amsterdam, donde sus sermones sobre el libro de Romanos despertaron controversia teológica. Se casó con la hija de un líder comercial e iglesia de Amsterdam y tuvo diez hijos.

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Jacobo Arminio. Vida, Pensamiento y Legado - José Rodríguez

Este documento es un resumen biográfico de Jacobo Arminio, un teólogo holandés del siglo XVI. Describe su educación en universidades protestantes como Leyden y Ginebra, donde estudió bajo Teodoro de Beza. Luego se convirtió en pastor en Amsterdam, donde sus sermones sobre el libro de Romanos despertaron controversia teológica. Se casó con la hija de un líder comercial e iglesia de Amsterdam y tuvo diez hijos.

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UN LIBRO DE TEXTO

A NIVEL UNIVERSITARIO

SOBRE LA VIDA Y OBRAS DE

JACOBO ARMINIO
TABLA DE CONTENIDO

BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

LA CARTA A HIPOLITO A COLLIBO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

LA APOLOGIA O DEFENSA DE ARMINIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

UNA DECLARACION DE LOS PENSAMIENTOS DE ARMINIO . . . . . . . . . . . . . . . 60

VARIOS DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82

CIERTOS ARTICULOS PARA SER EXAMINADOS


Y PONDERADOS DILIGENTEMENTE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93

NOTAS DE REFERENCIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96

BIBLIOGRAFIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

(Esta biografía está basada en la de Carl Bangs, Arminius: A Study in the Dutch Reformation
(Arminio: Un Estudio en la Reforma Holandesa). Sin embargo, las citas directas de ese libro se
indican de la manera acostumbrada.)

EL ESTUDIANTE

Jacobo Arminio nació el 10 de octubre de 1560 en Oudewater, un pueblo cerca de la ciudad


de Rotterdam, en Holanda. Su nombre era Jacob Harmensz., la forma corta del patronímico
Harmenszoon, o hijo de Herman. Su padre se llamaba Harmen Jacobsz., y su madre se llamaba
Engeltje Jacobsdr. (Jacobsdochter, o hija de Jacob). Arminius fue el nombre latinizado de Har-
mensz., como era la costumbre en aquel tiempo.

El padre de Arminio era un cuchillero, pero ese término debe entenderse en el sentido am-
plio de herrero quien hacía espadas y armaduras, un oficio de bastante importancia en aquel
entonces. Se describe como de la clase media. Su padre murió bien sea cuando Jacobo era niño o
aun antes de su nacimiento. "Parece muy posible que Arminio no provino de una familia desco-
nocida, y esa puede ser una razón por la cual llegó a captar la atención de una serie de benefactores,
quienes se aseguraron de que él tuviera acceso a la mejor educación disponible.1

Un sacerdote local, Teodoro Aemilius, de tendencias protestantes, lo cuidó hasta que fue un
adolescente y salió de Oudewater para realizar sus estudios universitarios. Fue durante este período
que Arminio conoció a Johannes Uitenbogaert, quien se hizo amigo íntimo y de toda la vida.

Después de la muerte de Aemilius, probablemente en 1575, un conciudadano de Oudewater,


quien era profesor en la Universidad de Marburgo, Rudolfo Snellius, se constituyó en su protector y
lo llevó a esa universidad para estudiar. En agosto Arminio se informó acerca de la masacre de
Oudewater por los españoles después de un sitio, y viajó de Marburgo a Oudewater para informarse
de la suerte de sus familiares. Encontró que la madre y los hermanos habían muerto en la masacre.
Después, regresó caminando los cuatrocientos kilómetros a Marburgo, donde estudió por casi un
año.

Una de las primeras cosas que hizo Guillermo de Orange después de libertar la ciudad de
Leyden en 1574, era proponer el establecimiento de la primera universidad de Holanda en ésa, lo
cual se efectuó en febrero del próximo año, con las facultades de Teología, Derecho, Medicina, y
Filosofía y Letras. Se puede observar la lentitud con la cual el establecimiento de la universidad
progresó, por el hecho que cuando Arminio se matriculó el 23 de octubre de 1576, como alumno de
Artes Liberales, fue el duodécimo alumno matriculado en dicha universidad. Fue allí que, por pri-
mera vez, usó la forma latinizada de su nombre. Se destacó en varias áreas de sus estudios, pero
especialmente en la teología.
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

Terminó sus estudios en la universidad de Leyden en 1581, pero por tener apenas veintidós
años, se le consideraba demasiado joven para el pastorado. Entonces, los burgomaestros y pastores
de Amsterdam le animaban a continuar sus estudios. El gremio de San Martín de esa ciudad
ofreció mantenerle en sus estudios por tres o cuatro años más con la condición que firmara un
contrato, prometiendo servir como pastor en Amsterdam por el resto de su vida. En 1582 se ma-
triculó en la Academia que Juan Calvino había fundado en Ginebra. El director de ella era Teo-
doro Beza, el sucesor de Calvino. Debe recordarse que fue Beza quien formuló la forma más ex-
trema del calvinismo, la que ahora se conoce como supralapsarianismo, y eso es lo que Arminio
aprendió durante sus años de estudio. Aunque aparentemente estaba de acuerdo con ese punto de
vista en aquel tiempo, tuvo que salir de esa institución en 1583, debido a que se adhirió a la lógica
de Pedro Ramus en vez de la aristoteliana que estaba en boga allí. Fue a Basilea donde estudió por
un año. Le ofrecieron un doctorado, pero Arminio lo rehusó, diciendo que su juventud (sólo tenía
unos veinticinco años) no traería honor al título. El 10 de octubre de 1584 se matriculó por
segunda vez en la academia de Ginebra, evitando esa vez el problema anterior al evadir las disputas
sobre la lógica. Al terminar sus estudios en 1586, y antes de comenzar su pastorado en Ams-
terdam, Arminio, acompañado de otro estudiante, viajó a Italia. Los rumores de ese viaje le causa-
ron problemas cuando llegó a Amsterdam, porque algunos afirmaron que mientras estaba en Roma
había besado el pie del Papa y asociado con un cardenal, hechos rotundamente negados por
Arminio.

EL PASTOR

"Cuando Arminio se dirigió a Amsterdam en el otoño de 1587, para asumir los deberes
pastorales, se estaba cambiando de la corriente principal de la vida teológica reformada, al centro
floreciente de la vida comercial holandesa."2 Amsterdam se había hecho una ciudad "protestante"
en 1566, debido a los esfuerzos de un grupo de comerciantes, entre ellos Laurens Jacobsz Reael, el
que llegaría a ser el suegro de Arminio unos veinticuatro años después. Después de un año la
ciudad regresó al redil catolicorromano; Reael y los otros comerciantes tuvieron que huir. No fue
hasta 1578 que la ciudad se hizo protestante otra vez y los comerciantes pudieron regresar. Estos
mismos comerciantes llegaron a ser los líderes en la nueva Iglesia Reformada y en el gobierno de la
ciudad.

Aunque Arminio se presentó ante varios comités examinadores desde octubre de 1587, no
fue sino hasta el 7 de febrero de 1588 en que predicó su primer sermón en Amsterdam como un
proponent o predicador a prueba. Desde el inicio causó una impresión favorable ante sus oyentes.
En la oración fúnebre por Bertius, se describe su estilo como sigue:

Esta recepción favorable no debe provocar maravilla; porque--y hablo ante los que lo
concocían bien--había en él una cierta solemnidad increíble templada por una amenidad
alegre; su voz era un poco débil, sin embargo dulce, armoniosa, y penetrante. . . . No se
dignaba usar ningún floreo retórico, y no usaba las frases melosas coleccionadas para ese
propósito de los griegos.3

Después de su período de prueba, se le extendió a Arminio la invitación a unirse con los otros
ministros de la ciudad, para cumplir con los deberes pastorales el 11 de agosto. Fue ordenado el 27
de agosto de 1588. Los otros ministros de Amsterdam, cuando Arminio fue ordenado, eran
Johannes Cuchlinus, Johannes Ambrosius, Johannes Hallius, Everhardus Hermanni, y Petrus
Plancius, de los cuales el único que merece más mención es Plancius, por el hecho que fue el pri-
mer calvinista rígido que había ministrado en la iglesia de Amsterdam, y que llegó a ser un enemi-
go acérrimo de Arminio. Pronto Arminio empezó a tomar su lugar predicando en todos los cultos
de los domingos.
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

(Debe entenderse que en el sistema empleado en ese tiempo, un pastor lo era de la ciudad, y no de
una iglesia en particular. Entonces la congregación no sabía cuál ministro predicaría un
determinado domingo.) El era un predicador popular, especialmente entre el elemento regente de la
ciudad, los burgomaestros y miembros del Concilio.

En noviembre de 1588 Arminio empezó a predicar del libro de Romanos.

Es decir que Arminio desde el principio de su ministerio en Amsterdam estaba haciendo


frente a los problemas de la gracia y la predestinación. Esta serie de sermones sobre Ro-
manos duró hasta el 30 de setiembre de 1601. Y no fue sino hasta 1591, cuando había
llegado al capítulo siete, que su predicación despertó la controversia.4

El 16 de setiembre de 1590, Arminio se casó con Lijsbet (Elizabet) Reael, hija del ya men-
cionado Laurens Jacobsz Reael y Geerte Pieterdsdr. Su suegro era un comerciante en cereales y un
líder tanto en el gobierno de la ciudad como en la iglesia de Amsterdam. Resulta significativo que
en un tiempo en que muy pocas mujeres sabían leer y escribir, Elizabet podía firmar el registro
civil. Con el nacimiento del primer hijo, la familia se estableció en una casa pastoral en el antiguo
claustro de Sta. Ursula. Puesto que Arminio nunca escribió acerca de su vida familiar, sólo se
pueden imaginar los detalles de lo que era característico en aquel tiempo. Los hijos de Arminio y
Elizabet, con el año de nacimiento de cada uno, eran: Harmen (I) (1591); Harmen (II) (1592);
Engheltien/Engeltje (1593); Harmen (III) (1594); Pieter (1596); Jan (1598); Laurens (I) (1600);
Laurens (II) (1601); Jacob (1603); Willem (1605); Daniel (1606); y Geertruyd (1608); de los cuales
sólo nueve sobrevivieron la infancia. Puesto que en lo que sigue, el énfasis no será en la familia de
Arminio, se dará la información relevante acerca de su esposa e hijos. Elizabet vivía una vida
larga, pero triste; cuando ella murió a la edad de setenta y nueve años en 1648, sólo dos de sus hijos
todavía vivían. Cuando Pieter tenía veintidós años, murió ahogado. Cuando Willem tenía catorce
años, murió de tuberculosis. Engeltje se casó, pero murió en 1625 sin hijos. Harmen (III), Jan y
Jacob salieron para las Indias Orientales y nunca regresaron, pues murieron allí sin casarse.
Laurens (II) se casó y tuvieron cinco hijos; murió en 1646. Daniel se hizo médico; se casó, pero no
tuvieron hijos; murió en 1649. La hija menor, Geertruyd,

no podía recordar a su padre pero . . . se hizo la matriarca del vasto clan de descendientes
de Arminio. En 1626 se casó con Jacob Rombouts, quien después fue un comerciante en
Amsterdam, y tuvieron cinco hijos. De esta línea Arminio y Elizabet tuvieron veintiocho
bisnietos.5

El Dr. Bangs afirma en el epílogo de su obra,

Hoy hay muchos descendientes de esta y otras líneas, probablemente de varios centenares
cuya ascendencia puede ser seguida, más otros incontables. Algunos descendientes de
Arminio son holandeses, algunos ingleses, algunos franceses, algunos españoles, algunos
indonesios, y algunos norteamericanos.6

El año 1591 marca el comienzo de las controversias teológicas que decidirían la suerte de
Arminio por el resto de su vida. Probablemente en ese año el Consistorio de Amsterdam le solicitó
que escribiera una refutación a un folleto intitulado "Una Respuesta a Algunos de los Argumentos
Presentados por Beza y Calvino; de un Tratado Acerca de la Predestinación, Sobre el Capítulo
Nueve de la Epístola a los Romanos." Como ya se ha mencionado, por esa fecha había llegado al
capítulo siete de Romanos en su exposición de esa epístola. Arminio llegó a la conclusión que el
hombre en Romanos 7 no es regenerado, opinión contraria a la del Alto Calvinismo, y comenzó la
controversia. El Dr. Bangs concluye:
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

Toda esta evidencia indica una conclusión: a saber, que Arminio no estaba de acuerdo con
la doctrina de la predestinación de Beza cuando comenzó su ministerio en Amsterdam; real
y probablemente nunca estuvo de acuerdo con ella. La cuestión no se había levantado
agudamente para él, sin embargo, hasta los eventos que acaban de mencionarse, en cual
caso se opuso a las dos posiciones afirmadas entonces por el Alto Calvinismo--el supralapsa-
rianismo y el sublapsarianismo. De repente se encontró enfrentado con un nuevo juego de
problemas: la libertad de conciencia, la interpretación correcta de la Confesión [Belga] y el
Catecismo de Heidelberg y la autoridad del consistorio y del "presbiterio" sobre un
ministro.7

No se sabe si era hostilidad de parte de Plancius o qué era la causa, pero de repente muchos le
acusaban a Arminio de ser pelagiano o sociniano.

En enero de 1592 ocurrió una reunión del "presbiterio" en cuanto a la predicación de Ar-
minio sobre Romanos 7. En la reunión Plancius levantó las objeciones que, "Arminio estaba ense-
ñando pelagianismo, dependía demasiado de los primeros padres, se desviaba de la Confesión Belga
y del Catecismo de Heidelberg, y sostenía opiniones incorrectas acerca de la predestinación y la
perfección del hombre en esta vida."8 Arminio se defendió de todas las acusaciones, excepto de las
últimas dos, diciendo que esas no tenían relevancia en cuanto a Romanos 7. En febrero la contro-
versia había llegado a tal punto, que los burgomaestros, la mayoría de los cuales simpatizaban con
Arminio, intervinieron. Insistieron en que los ministros debieran resolver sus conflictos entre sí y
no llevarlos al púlpito y así hacerlos públicos, para mantener la paz tanto de la Iglesia, como de la
República. No condenaron a Arminio, pero dijeron que debía tener cuidado en la predicación de
"nuevas doctrinas." A la vez, reafirmaron su apoyo a la tolerancia religiosa y al papel de ellos
como guardianes de la paz de la iglesia.

En 1593, cuando Arminio llegó a Romanos 9 en su predicación, surgió la controversia otra


vez, y ahora se hizo obvio que existían dos partidos en la ciudad, uno encabezado por Plancius y
algunos de los burgomaestros, y el otro por Arminio y otros burgomaestros. En una reunión del
consistorio en marzo, Arminio defendió su posición, admitiendo que su interpretación de Romanos
9:18 fue diferente de la de la Confesión, pero a la vez afirmando que sólo estaba ejerciendo la
misma libertad de interpretación que todos sus hermanos ministros hacían todo el tiempo. En la
reunión del consistorio el 20 de mayo, sus adversarios insistieron en que debería declarar
claramente sus opiniones respecto a los artículos de fe. Poniéndose a la altura de las circunstancias,
Arminio les desafió que censuraran sus sermones. Nadie podía responderle directamente, aunque
uno de ellos dijo que seguramente podía inferirse que estaba enseñando algo contrario a la fe
reformada, por el hecho que los luteranos, los anabaptistas, y los libertinos estaban gloriándose de
los discursos de él sobre Romanos 9.

En la reunión del consistorio de la próxima semana, Arminio de nuevo los desafió a decir
si habría algo digno de censura en sus sermones. Por fin Plancius tuvo que traer sus acusaciones.
Eran tres.

Primero, en su predicación sobre Romanos 9, Arminio había enseñado que "nadie está
condenado excepto por el pecado," lo cual equivalía a excluir a los niños de la condenación.
En otras palabras, la doctrina de la predestinación como Beza la enseñaba estaba puesta
en peligro. Segundo, Arminio había enseñado que "no podía atribuirse demasiado a las
buenas obras, tampoco podían ser alabadas suficientemente, con tal que ningún mérito les
fuera atribuido." Tercero, Arminio había enseñado que los ángeles no son inmortales.9
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

Arminio se defendió bien en los tres puntos y mencionó en cuanto al tercero que nunca había
hablado acerca de ese asunto en un sermón, sino solamente en una conversación privada en el hogar
de Plancius. A continuación reiteró su acuerdo con la Confesión y el Catecismo, con sólo una
excepción, y más que todo de interpretación, antes que de las palabras mismas, referentes al artículo
dieciséis de la Confesión Belga.

Es el artículo sobre "la elección eterna," lo cual afirma que Dios libra y preserva "a todos
quienes El, en su consejo eterno e inmutable, por mera bondad ha elegido en Jesucristo
nuestro Señor." Su excepción era esta: La palabra "todos" ?se refiere a creyentes, o es un
decreto arbitrario a otorgar fe? El aceptaba la primera interpretación y rechazaba la se-
gunda. Sin embargo, aceptaba los términos del artículo.10

El Consistorio aceptó la declaración de Arminio y animó a los adversarios a tener compañerismo


fraternal hasta que un sínodo (concilio) general pudiera pronunciar sobre la interpretación correcta
del artículo. Aunque en el futuro se dieron otras acusaciones contra Arminio, fue la última vez que
su predicación se discutió en el Consistorio.

En 1594 los burgomaestros le asignaron a Arminio la tarea de reformar las leyes para las
escuelas de Amsterdam, e hizo tan buen trabajo que las reformas que él creó, quedaron vigentes
hasta el siglo diecisiete.

Mientras tanto, cumplía las responsabilidades ordinarias de un pastor de aquel entonces,


entre ellas la de visitar a miembros de la iglesia para reprenderles por sus faltas. Es interesante
que les tocó a Plancius y a él una vez, visitar a una miembro para convencerla de que el bailar no
era "un pecado muy pequeño".11 En diferentes ocasiones servía como secretario o tesorero del
"presbiterio." Y desde 1590 era delegado al sínodo de Holanda del Norte, fungiendo como presi-
dente del mismo en 1600.

Es interesante que durante ese período algunos ingleses reformados, escapándose de la


intolerancia religiosa en Inglaterra, llegaron a Amsterdam. Pronto empezaron a criticar a sus
anfitriones, no sobre doctrina, sino sobre la política de la iglesia en Amsterdam. Arminio se unió
con Plancius y otros calvinistas más moderados para defender la posición holandesa.

En 1599 los sínodos de Holanda del Norte y Holanda del Sur le asignaron a Arminio la
tarea de escribir una refutación de la posición anabaptista. Por el año 1608, todavía no había
terminado el proyecto, y era bastante obvio que estaba buscando evasivas y que nunca la termina-
ría. El Dr. Bangs pregunta ?por qué Arminio no quería escribir la refutación?

?Era porque no quería perseguir a "herejes?" No, porque en numerosas otras ocasiones lo
había hecho. ?Era porque había adoptado opiniones anabaptistas en cuanto a la iglesia y
los sacramentos? No, porque sus escritos teológicos durante este período . . . indican un
punto de vista completamente reformada en cuanto al bautismo. Hay otra razón.

La controversia con los anabaptistas era acerca de dos cuestiones. Una, la vieja
cuestión sobre el bautismo y la naturaleza de la iglesia. La otra, los asuntos de la gracia, la
predestinación, y el libre albedrío. Hay escritos anabaptistas de ese tiempo sobre esos temas
que muestran que Arminio se habría mostrado poco dispuesto a escribir una condenación
comprensiva de todo lo que estaban enseñando.12
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

Más adelante el Dr. Bangs concluye:

Era sobre estos asuntos de la gracia y el libre albedrío que Arminio tenía su
dificultad. Estaba convencido del punto de vista anabaptista, y a menudo ellos asistieron a
su predicación. A la vez, trataba de evitar los conflictos directos con sus colegas reformados
al no dar declaraciones acerca de la predestinación. No es que pensaba que los anabaptistas
no estaban involucrados en algunos errores, sino que no pensaba que estaban totalmente
equivocados.13

En 1601 la peste bubónica mató a 20,000 habitantes de Amsterdam. Arminio servía con
mucha valentía a las víctimas, ministrándoles tanto física como espiritualmente. Puso en peligro
su vida y estaba preocupado por su familia en caso que muriera. Escribió a Uitenbogaert que casi
había quemado sus escritos por temor que cayeran en manos equivocadas después de su muerte.
Pero decidió no hacerlo y les pidió a Uitenbogaert y a Jacobo Bruno, su cuñado, que después de su
muerte revisaran y corrigieran sus escritos a beneficio de sus herederos.

La última década del siglo XVI vio el surgimiento de una aventura comercial de
muchísima importancia para Holanda y especialmente para la ciudad de Amsterdam: la formación
de la Compañía General de las Indias Orientales, según algunos historiadores, la primera sociedad
anónima moderna. Aunque es verdad que Arminio invirtió un poco de dinero en la Compañía
cuando se formó, esa no era la manera en que más le afectaba personalmente.

En la nueva Amsterdam del siglo XVII, empujada a su Edad Dorada por el impulso del
comercio mundial, Arminio ya no podía contar con la protección de los Viejos Pordioseros
[los exiliados de 1566]. Una nueva casta estaba tomando posesión, audaz, loca por ganan-
cias, intolerante en la religión, inclinada al calvinismo que se había importado del Sur.14

Y esa nueva casta, representada por algunos de los directores de la Compañía, les causaría a los
seguidores de Arminio mucha aflicción en el futuro.

Probablemente fue durante los años del pastorado que Arminio escribió muchos de sus
tratados doctrinales, incluso sus famosos estudios sobre Romanos 7 y 9. Puesto que en otro lugar
existe una traducción de casi todo el capítulo del Dr. Bangs sobre Romanos 7, no se tratará aquí en
la biografía. Pero para entender algunos eventos en este período de la vida de Arminio, es necesario
por lo menos resumir su estudio sobre Romanos 9, lo cual es especialmente importante por el hecho
que fue allí donde no pudo evitar el luchar a brazo partido con el tema de la predestinación.

Arminio muestra que parte del problema es que sus adversarios yerran, porque buscan la
respuesta a una pregunta que el capítulo no está haciendo, a saber:

"?Fracasará la palabra de Dios si bien la mayoría de los judíos son rechazados?" Para esta
pregunta obtienen la respuesta: "Realmente Dios, en la palabra de la promesa, invitó a
todos los judíos y los llamó a participar en el pacto, sin embargo, por su decreto eterno y su
propósito, de hecho había determinado hacer a sólo algunos de ellos partícipes, pasando por
alto a los otros y dejándolos en su estado anterior.15

Según él, la pregunta debe ser, "'?No viene a resultar inefectiva la palabra de Dios si aquellos
judíos que buscan la justicia, no por la fe, sino por la ley, son rechazados por Dios?'"16 Y su
respuesta es: "'Dios, en su palabra y en la declaración de su promesa, mostró que consideraba que
sólo los judíos quienes buscaban la justicia y la salvación por la fe estaban en la relación de hijos,
pero los que las buscaban por medio de la ley, estaban en la relación de extranjeros.17
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

En el próximo punto él considera el uso de tipos y antitipos por Pablo. Dice que Isaac y
Jacob deben considerarse tipos de hijos de la promesa e Ismael y Esaú de hijos de la carne, y no
como ejemplos en sí mismos del propósito de Dios. Si se acepta éste, entonces Beza tenía razón en
enseñar el decreto de predestinación absoluta. A diferencia de eso, Arminio los considera como
tipos de clases:

Es decir, hay una predestinación de clases que tiene prioridad sobre (o toma el lugar de) la
predestinación de individuos. Las clases están marcadas por ciertotipo de cualidad, es
decir, los que buscan la justicia por obras y los que la buscan por la fe. Ismael y Esaú son
tipos de la clase de aquellos que buscan la justicia por obras; Isaac y Jacob, de aquellos que
la buscan por la fe. Según Arminio, no es parte del argumento de Pablo que en este
contexto también son miembros del antitipo.18

A continuación, muestra que el pecado es "una transgresión voluntaria de la ley."19 Si por


decreto Dios da a algunos la habilidad de obedecer y a otros no se la da, entonces para estos no es
pecado. Arminio subraya su punto de vista al decir: "Un hecho que es inevitable a causa de la
determinación de algún decreto no merece llamarse pecado."20 Los adversarios de Arminio
interpretaron el pasaje de manera que hay dos voluntades en Dios, una revelada y una secreta. El
muestra que en Dios hay una sola voluntad. Pero ?qué, entonces, de aquellos quienes, según el
pasaje, Dios los endurece? Arminio contesta, "No hay nada más claro en la Escritura que el hecho
de que los pecadores que perseveran en sus pecados contra la paciencia de Dios, quien los invita a
arrepentirse, sean aquellos quienes Dios quiere endurecer."21 Finalmente, según Arminio, Beza
había interpretado incorrectamente la palabra 'masa' en 9:21. El la había interpretado como la
humanidad no creada, mucho menos corrupta, que está de acuerdo con el supralapsarianismo.
Siguiendo a Agustín, Arminio interpreta la palabra en el sentido de la humanidad ya caída. Según
su interpretación, Dios determina crear a la humanidad (la masa) y es el hombre quien decide si va
a ser un vaso para honra o para deshonra.

En 1596, en un evento social, Arminio conoció a un profesor de Teología de la Universidad


de Leyden, Francisco Junius. En su conversación, Arminio se enteró de que Junius estaba
revisando la teoría de la predestinación de Beza. "Acordaron continuar la discusión por cartas y
mantener la correspondencia confidencial para que no causara dificultad en la iglesia."22 Arminio
la inició, y Junius escribió una respuesta a cada una de las proposiciones. Y después Arminio
respondió a cada una de las respuestas de Junius. La correspondencia entre ellos, como ahora la
tenemos, llega a casi 250 páginas. Arminio se molestó por el hecho que la condición de
confidencialidad no se mantuvo; un alumno que vivía en la casa de Junius vio la correspondencia,
la copió, y la distribuyó entre otros alumnos. Ella muestra que Junius sostenía una posición
intermedia entre la posición extrema de Beza (supralapsarianismo) y la de Arminio; podía llamarse
un calvinismo moderado. Sostenía que la predestinación refería al hombre in puris naturalibus o
de naturaleza neutral, mientras Arminio se oponía aun a esa posición, al decir que aun ella hace a
Dios el autor del pecado; él afirmaba que el objeto de la predestinación es el hombre pecador.

Fue durante el pastorado que Arminio escribió lo que es "el documento básico del
arminianismo,"23 su Investigación del Folleto de Perkins sobre el Orden y el Modo de la Pre-
destinación. William Perkins (1558-1602), un teólogo inglés, escribió en 1599 el libro El Orden y
el Modo de la Predestinación. Arminio empezó a escribirle una crítica de su libro que llegó a más
de 200 páginas, pero Perkins murió en 1602 antes que él pudiera mandársela. En su investigación
Arminio expresa sus opiniones sobre asuntos que llegarían a constituirse en las grandes diferencias
entre el calvinismo y el arminianismo, tales como la gracia, el libre albedrío, la posibilidad de
caer de la gracia, y la presciencia de Dios de futura fe de parte de un individuo.
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

El Dr. Bangs resume el contenido de la Investigación en los siguientes puntos:

1. La gracia evangélica es el afecto de Dios al hombre como pecador.


2. La predestinación está subordinada al nombramiento de Cristo como mediador; los
creyentes son predestinados en Cristo.
3. El dejar de restringir la gracia evangélica a la humanidad pecadora es hacer a
Dios el autor del pecado.
4. El pecado es permitido por Dios, por cuanto suspende los impedimentos que prohiben el
pecado, pero no por cuanto no provee nada suficiente para evitar el pecado.
5. La gracia salvadora no es universal; se da solamente a los que creen.
6. Se niega la distinción entre gracia común y gracia peculiar (especial, eficiente).
7. Se afirma la necesidad de una distinción entre la salvación suficiente y la salvación
aplicada.
8. La fe es lo que interviene entre la salvación suficiente y la salvación aplicada.
9. La promesa de la salvación y el mandato de creer son igualmente extensos.
10. El acto de creer es una elección del libre albedrío que por la gracia ha sido traído de su
adicción al mal, a un punto de flexibilidad.
11. La salvación del libre albedrío por la gracia involucra la elección del libre albedrío, si
no, no podría decirse que el libre albedrío es salvo.
12. Esta doctrina no es pelagianismo, porque atribuye toda buena cosa a la gracia y nada
al hombre aparte de la gracia.
13. Perkins no había refutado la posibilidad de que un creyente cayera de la verdadera fe.
14. Por una predestinación absoluta Dios quiere salvar a los que creen y condenar a los
que perseveran en la desobediencia; por una predestinación condicional, Dios quiere salvar
a aquellos individuos quienes El prevé como creyendo y perseverando y condenar a aquellos
quienes prevé como no creyendo.24

EL PROFESOR

La misma peste que fue mencionada anteriormente causó efectos aun más devastadores en
la ciudad de Leyden. En agosto de 1602, Lucas Trelcatius, un profesor de Teología en la
universidad murió, y en octubre del mismo año Junius, otro profesor de Teología, murió de la peste.
Cuando los directores de la universidad se reunieron a fin de buscar un nuevo sustituto para
reemplazarlos, el nombre de Arminio surgió. El actual profesor de Teología, Francisco Gomarus,
se opuso a su nombramiento, diciendo que había causado suficientes problemas en la iglesia en
Amsterdam y que podría provocar problemas mucho más serios en la universidad. Pero por el
hecho de que Gomarus no lo conocía personalmente, se cree que fue Plancius quien estuvo detrás
en la oposición contra Arminio.

A pesar de esa contrariedad, decidieron acercarse a los burgomaestros de Amsterdam para


hablar del nombramiento de Arminio. (Recuérdese que él había firmado un contrato para servir
a la iglesia de Amsterdam por el resto de su vida.) Cuando le propusieron a Arminio este asunto,
en enero de 1603, él contestó que sólo podía considerarlo si fuera liberado de sus obligaciones en
Amsterdam. Finalmente, después de un período de negárseles, tanto de parte de los burgomaestros
como del consistorio (aunque por diferentes razones), el 15 de abril, a Arminio se le eximió de sus
obligaciones. El 8 de mayo fue nombrado oficialmente profesor de Teología de la Universidad de
Leyden, pero no sin tener que defender algunas de sus opiniones teológicas y su interpretación de
Romanos 7, en una conferencia requerida especialmente para satisfacer las inquietudes de
Gomarus.

Aunque Arminio no describió detalladamente su vida como profesor, se puede reconstruir


BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

la rutina diaria típica de él, como lo hace el Dr. Bangs:

Habla de leer hasta las 9:30 de la mañana (se supone que era madrugador) y de enseñar
una clase de 10:00 a 1:30. A la casa otra vez (y si se puede comparar su vida con la de un
profesor moderno en Leyden, un almuerzo ligero con un vaso de vino, y tal vez una siesta)
y después de nuevo a sus conferencias. . .de 4:00 a 7:30. A la casa de regreso una cena, y
cartas a escribir. La ruta de su casa a la universidad requería de cinco a diez minutos. A
veces había un evento universitario en Pieterskerk, la iglesia grande que la universidad
usaba para sus funciones. Los domingos asistía al culto.25

Para Arminio los años en Leyden fueron de mucha enfermedad, y a veces fue
necesario que saliera de la ciudad para su recuperación. Los primeros biógrafos atribuyeron sus
frecuentes enfermedades a la tensión y a demasiado trabajo, pero las sucesivas referencias al catarro
en su correspondencia, indicaban que realmente sufría de tuberculosis.

El 19 de junio de 1603 Arminio se presentó para los exámenes doctorales ante un comité en
el cual participó Gomarus. Estaban satisfechos con sus respuestas, aunque años después Gomarus
dijo que lamentaba haberle aprobado en esa ocasión. El 10 de julio tuvo que defenderse en un ejer-
cicio académico en defensa oral de una tesis usando la lógica formal. El tema era La Naturaleza
de Dios, y en el debate expresó algunas ideas contrarias a las de Beza; por ejemplo, dijo que la pres-
ciencia de Dios no predetermina los eventos. El próximo día, cuando recibió el título de doctor en
Teología, Arminio pronunció una oración sobre el sacerdocio de Cristo que no era controversial.
Mientras tanto, tuvo que regresar a Amsterdam, y no pudo trasladarse completamente a Leyden
hasta setiembre, porque no habían podido encontrar a un ministro que le sustituyera, y una de las
condiciones para anular su contrato era que él se quedara hasta que apareciera un suplente.

Por fin, a finales de setiembre pudo comenzar su carrera de profesor. Comenzó dando tres
conferencias, muy pulidas y en ningún sentido controversiales: "El Objeto de la Teología," "El
Autor y Fin de la Teología," y "La Certeza de la Teología Sagrada."

En 1604 los profesores elaboraron entre sí un horario de debates públicos. El 7 de febrero


le tocó a Arminio, y su tema era la predestinación. "Ahora por primera vez en la universidad
hablaría directamente sobre el tema que se había convertido en el punto crucial de las disputas
entre los teólogos."26

La manera propia de discutir la predestinación fue pacificadora, no controversial; no


mencionó ni a Calvino ni a Beza. Pero su pensamiento fue una réplica de lo que ya había dicho en
su obra sobre Romanos 9 y su Investigación del folleto de Perkins; entonces se puede decir que fue
intransigente. Dice el Dr. Bangs:

No fue hasta el 31 de octubre de 1604 que la batalla teológica empezó seriamente.


Gomarus la hizo estallar cuando tuvo un debate público sobre la predestina-ción, fuera de
orden y no como parte del horario establecido. Empezó con un "prefacio mordaz" . . .
disculpándose por hablar fuera de orden con una base en que se había divulgado el
error--no mencionó directamente a Arminio, pero su mensaje fue claro. Después propuso
sus tesis, que cubrieron esencialmente la misma posición tomada por Beza . . . Dios sabe
cosas futuras de antemano definitivamente porque El las ha predestinado por decreto.27

Aunque Arminio había empezado a sufrir físicamente, y este ataque le causó angustia mental, sin
embargo preparó una respuesta a las tesis de Gomarus, la cual en sus Obras se intitula
Investigación de las Tesis de Gomarus sobre la Predestinación.
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

En febrero de 1605 Arminio fue elegido Rector Magnificus, oficial principal, de la


universidad. Aunque esta elección demuestra el aprecio de la mayoría de sus colegas, sus adversa-
rios continuaron sus ataques contra él. Observaron todos sus hechos y palabras para ver si de
alguna manera podían atraparle. Probablemente incitada por Plancius, hubo más de una
investigación de parte de diputados de los sínodos y otros líderes eclesiásticos durante el año.
Arminio siempre respondió que tuvo que solicitar el permiso de los directores de la universidad
para poder responderles, y en un esfuerzo por mantener su independencia, la universidad le negó
ese permiso.

El período de Arminio como Rector Magnificus terminó el 8 de febrero de 1606, y como era
la costumbre, dio la oración rectoral. El tema fue "La Reconciliación de Disensiones Religiosas
entre Cristianos." Propuso la convocatoria de un sínodo nacional para resolver el problema de into-
lerancia, la cual estaba causando conflictos dentro de la iglesia, con algunas recomendaciones de
cómo debería conducirse tal sínodo. Muestra sus tendencias erastianas (de Tomás Erasto), las
cuales abogan por la supremacía del Estado en asuntos eclesiásticos.

El 15 de marzo de 1606 los Estados Generales aprobaron la convocatoria de un sínodo


nacional, pero los términos de la invitación no agradaron a las iglesias porque se dijo que era para
revisar la Confesión Belga y el Catecismo de Heidelberg, mientras lo que se quería era una
interpretación o clarificación de ellos y no una revisión o modificación. En el proceso se les pidió a
los profesores de Teología su opinión sobre la Confesión y el Catecismo, pero dos de los profesores
dijeron que debía decidir esto toda la Facultad de Teología; mientras Arminio se opuso y dijo que lo
que se quería era la opinión de cada individuo, entonces resultó que los profesores se abstuvieron de
responder.

En 1607 se intensificaron los ataques contra Arminio y su amigo Uitenbogaert,


principalmente relacionados con su posición en cuanto a algunos aspectos del propuesto sínodo
nacional. En mayo se reunió una Convención Preparatoria compuesta de representantes de las
varias provincias; Arminio, Uitenbogaert, Gomarus, y otros tres representaron a Holanda. Los
Estados habían mandado varios puntos que la Convención debería considerar. Hubo consenso en
casi todos los puntos, pero Arminio y otros tres delegados eran una minoría, en cuanto a si los
delegados debieran tener libertad de expresión, comprometidos sólo con la Biblia. La minoría dijo
que sí, mientras los otros trece dijeron que además, debieran estar comprometidos de antemano con
la Confesión Belga y el Catecismo de Heidelberg. La minoría también dijo que el propósito del
sínodo era la revisión de la Confesión y del Catecismo, mientras la mayoría dijo que los Estados
Generales debieran quitar ese aspecto de la invitación para convocar el sínodo y dejarle a éste
mismo decidir si quería revisarlos o no.

Después Arminio y Uitenbogaert fueron calumniados, no sólo en los sínodos de Holanda


del Norte y del Sur, sino también en el extranjero, como en Inglaterra y Francia, por su opinión
minoritaria. Incluso, Arminio tuvo que defenderse contra las acusaciones de ser el autor del
Catecismo de Gouda, un esfuerzo por simplificar el Catecismo de Heidelberg para el uso de los
niños; (aunque los autores le consultaron y él lo aprobó, Arminio no tuvo nada que ver con el hecho
de escribirlo).

Cuando lo acusaron de recomendar a sus alumnos que leyeran los escritos jesuitas y de
Coornhert (un humanista holandés, quien se opuso al calvinismo) Arminio respondió a uno de los
burgomaestros de Amsterdam:

Afirmo que en la interpretación de las Escrituras Calvino es incomparable, y que sus


Comentarios son más valiosos que todo lo que nos ha llegado de los escritos de los
Padres--hasta tal punto que le concedo cierto espíritu de profecía en el cual se distingue
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

sobre otros, sobre casi todos, y realmente sobre todos.28

Sin embargo, en cuanto a las Instituciones de Calvino, dice que deben leerse "con discriminación".29

Se puede ver que por ese período Arminio empezó a sentirse amenazado por todos lados, y
que los ideales de tolerancia religiosa que había abogado en su oración rectoral lenta, pero segu-
ramente estaban siendo traicionados.

En 1608 Arminio tuvo que defenderse continuamente ante los ataques de sus enemi-
gos--ahora la palabra 'adversario' no es suficientemente fuerte. A comienzos del año, Sibrando
Lubbertus, profesor en la Universidad de Franeker en Frisia, informó mal contra Arminio en una
carta escrita a Heidelberg. Hipólito a Collibus, el embajador del Palatinado ante La Haya, decidió
investigar el asunto y le invitó a Arminio a La Haya para defenderse. Le gustaron tanto las res-
puestas que Arminio dio, que le pidió escribirlas, lo que Arminio hizo en una carta fechada el 5 de
abril. Representa las opiniones de Arminio sobre los siguientes asuntos en 1608: la deidad del
Hijo de Dios, la providencia de Dios y el problema relacionado sobre la necesidad del pecado, la
predestinación, la gracia y el libre albedrío, y el problema de la imputación respecto a la justifica-
ción.

El 30 de mayo la Corte Alta convocó a una reunión entre Gomarus y Arminio y cuatro de
los delegados, incluso Uitenbogaert, quienes habían estado en la Convención Preparatoria, para
tratar de resolver sus diferencias por medio del diálogo. Gomarus negó que existieran diferencias
mayores entre ellos, pero Arminio ofreció escribir sus opiniones respecto a la justificación para que
pudieran examinarlas y decidir si fueran erróneas. Finalmente la Corte decidió que sus diferencias
fueron sutilezas y recomendó la tolerancia entre ellos; mandó un informe diciendo lo mismo a los
Estados. Los Estados llamaron a Gomarus y Arminio para felicitarles por el informe que habían
recibido, pero en esa reunión Gomarus dijo que a él no le gustaría comparecer ante Dios el juez
con las opiniones teológicas de Arminio y que a menos que fueran suprimidas, causarían disensión
por todas las provincias. (Se dice que un laico presente en la reunión dijo que preferiría
comparecer ante Dios el juez con la teología de Arminio que con el amor mostrado por Gomarus.)

El hostigamiento por los enemigos llegó a tal punto que aparecieron escritos bajo el nombre
de Arminio, los cuales presentaron conceptos heréticos como si fueran los de Arminio. Fue así que
en 1608 salieron treinta y una proposiciones teológicas, atribuyendo ideas heréticas a Arminio y a
Adrián Borrius, un seguidor de Arminio y uno de los pastores en Leyden. Por supuesto, Arminio
sintió la necesidad de refutar cada una de esas proposiciones con una respuesta extensa, pero sus
amigos lo convencieron de no publicarlas en esa ocasión, para no provocar medidas más drásticas
por sus enemigos. Eventualmente fueron publicadas en 1629 en sus Obras bajo el título "Apología
contra Treinta y Un Artículos Difamatorios."

En un período de sentimientos anticatólicos particularmente fuertes, debido a eventos


ocurridos a nivel nacional, por esfuerzos para lograr una tregua con España, surgieron otra vez los
rumores acerca de su visita a Roma cuando era joven, y los enemigos le acusaron de todavía sim-
patizar con el Papa y la Iglesia Católica. Por esa razón él publicó algunos escritos vehementemente
anticatólicos durante este período. Pero aun así, sus enemigos le acusaron de no ser suficientemente
anticatólico.

En fin, llegó a tal extremo que le culparon a Arminio por cualquier cosa mala que
ocurriera, fuera en la universidad, la ciudad, o el país. En una carta a un amigo, él dijo,
seguramente sintiéndose un poco paranoico, "Si alguien asesinara al Príncipe Mauricio mañana
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

(estaba recordando el asesinato de Guillermo de Orange), ?estoy seguro que me echarían la culpa
por eso también!"30

El 30 de octubre de 1608 leyó su Declaración de Pensamientos ante la plena asamblea de


los Estados de Holanda y Frisias Occidentales en La Haya. Esto fue en respuesta a la petición de
la Corte Alta en mayo que Gomarus y él presentarían sus opiniones teológicas por escrito, pero
Arminio quiso presentarlas no sólo por escrito, sino públicamente. La Declaración de Pensamien-
tos representa sus opiniones maduras sobre los temas de Dios y el hombre, la gracia y el libre
albedrío, la deidad del Hijo de Dios, y la perfección evangélica. Casi se percibe que se daba cuenta
que tal vez no viviría mucho tiempo más (ya hubo menciones frecuentes de su enfermedad en su
correspondencia) y que quiso testificar públicamente acerca de sus creencias antes de morir. De
todos modos se considera uno de sus escritos más importantes; junto con sus otras obras apologéticas
(la "Carta a Hipólito a Collibus" y la "Apología contra Treinta y Un Artículos Difamatorios"),
constituyen lo que casi podría considerarse como los artículos de fe del arminianismo.

Como un ejemplo de su contenido, se consideran sus pensamientos en cuanto a la


predestinación. Demuestra con veinte razones lógicas e históricas por qué considera intolerable la
posición supralapsariana. Amontona sus críticas, al decir que es contraria a la naturaleza de Dios,
del hombre, del pecado, al acto de la creación, la gracia, la gloria de Dios, Jesucristo nuestro
Salvador, y la salvación del hombre. Entonces presenta su propia doctrina de la predestinación,
como el Dr. Bangs la resume:

Dios ha decretado designar a su Hijo como el Salvador, a recibir en su favor a aquellos


pecadores que se arrepienten y creen en Cristo, y a administrar los medios que son
suficientes y eficaces para tal fe; entonces El decreta la salvación y condenación de personas
particulares con base en la presciencia divina de la creencia y perseverancia, o la falta de lo
mismo, de los individuos.31

Después de opinar sobre las otras doctrinas ya mencionadas arriba, vuelve al asunto de la
revisión de la Confesión y del Catecismo. Dice que no hay nada malo en poner en duda lo que no es
incuestionable, y lo único para él que es incuestionable son las Escrituras. Aunque profesa estar de
acuerdo tanto con la Confesión como con el Catecismo, en cuanto a aquélla, dice que la reduciría a
"aquellas verdades que son necesarias para la salvación," quitando las "explicaciones, pruebas,
digresiones, redundancias, y amplificaciones", porque es en esas que se pueden cometer errores.32
Evidentemente pensó que al quitar esos aspectos de la Confesión, sus enemigos no tendrían bases
para imponer sus creencias, pero en ese punto se mostró un poco ingenuo.

Fue durante los años como profesor, que Arminio conoció a Simón Bisschop, un estudiante
en la Universidad de Leyden. Bisschop es mejor conocido por su nombre latinizado, Episcopius.
El manto de Arminio cayó sobre él al morir, y Simón Episcopius llegó a ser el primer profesor cen-
surante de Teología.

Gomarus pidió a los Estados de Holanda el mismo privilegio de presentar sus creencias
públicamente que le habían concedido a Arminio. El 12 de diciembre de 1608, le tocó a él
explicarlas. En su totalidad, fue un ataque contra Arminio. Según Gomarus,

Arminio se había desviado hacia los errores de los pelagianos y los jesuitas sobre la gracia
y el libre albedrío, sobre la justificación y la santificación, y sobre la ley de Dios. Le acusa
a Arminio de enseñar que la fe no viene de la gracia sino de la habilidad natural del
hombre, que no somos justificados por la justicia imputada de Cristo sino por nuestro acto
de fe como una obra de nuestra propia justicia, y que los creyentes pueden cumplir
BIOGRAFIA DE JACOBO ARMINIO

perfectamente la ley de Dios.


............................
Gomarus continúa. Arminio estaba equivocado sobre la predestinación, la doctrina
de fe prevista (Gomarus no niega la presciencia, pero pone el motivo de la presciencia en la
elección de Dios), sobre el pecado original, la posibilidad de que un creyente cayera de la
gracia, la autoridad de la Escritura, la Trinidad, la providencia de Dios, la Encarnación,
la santificación de Cristo, la regeneración, la iglesia, y buenas obras. Entonces viene el
colmo: Arminio no enseña todas estas herejías abiertamente en la universidad; ?algunas de
ellas él enseña sólo privadamente a sus alumnos en su casa!33

Por lo menos se puede decir que los Estados estaban ofendidos por la oración de Gomarus. Su
espíritu fue demasiado amargado, y no podían creer que estaba hablando acerca de la misma
persona cuya piedad les había impresionado tanto, solo unas pocas semanas antes.

Al empezar febrero, a intervalos, Arminio sufrió de su enfermedad. A finales de julio fue


a Oudewater para recuperar algo de las fuerzas que había perdido por defenderse constantemente
contra los ataques de sus enemigos, y casi muere mientras estuvo en su ciudad natal.

Los Estados llamaron a Arminio y a Gomarus y cuatro ministros para aconsejarle a cada
uno con el propósito de resolver las diferencias entre los profesores de Leyden en una "conferencia
acogedora." La reunión comenzó el 13 de agosto en La Haya. El líder para los Estados dijo que el
único propósito de la conferencia era averiguar cuáles eran las diferencias doctrinales entre ellos y
poder remitir un informe a un sínodo. Gomarus respondió que no era sólo un asunto de diferencias
doctrinales entre ellos, sino entre Arminio y la doctrina de la iglesia; a esa acusación Arminio
respondió que siempre había afirmado su creencia en la Confesión y el Catecismo. El 18 de ese mes,
Arminio tuvo que salir por enfermedad, y los Estados despidieron la conferencia el 21, pidiendo a
cada uno de ellos que presentara por escrito sus opiniones, los argumentos a su favor, y la refu-
tación de la opinión contraria, dentro de catorce días. Gomarus entregó el trabajo a tiempo;
Arminio tuvo que escribir a los Estados el 12 de setiembre, que según se sabe fue la última carta,
explicándoles que por la gravedad de su condición, no podía terminarlo. El 19 de octubre de 1609,
rodeado de su familia y algunos amigos, Arminio murió tranquilamente, y el 22 de octubre fue
sepultado dentro de la iglesia Pieterskerk en Leyden. Ese mismo día Pedro Bertius pronunció la
oración fúnebre en el Gran Salón de Actas de la universidad.
UNA CARTA

POR

EL REVERENDO JACOBO ARMINIO, D.D.

A SU EXCELENCIA, EL NOBLE SEÑOR, HIPOLITO A COLLIBO, EMBAJADOR DEL


PRINCIPE ILUSTRISIMO, EL ELECTOR PALATINO, A LAS SIETE PROVINCIAS UNI-
DAS HOLANDESAS, JACOBO ARMINIO LE DESEA SALUD Y EXITO.

Muy Honorable Señor,

Cuando recientemente me fue permitido conversar con usted, tuvo la bondad de indicarme
los informes que Ud. entendía habían sido circulados en Heidelberg acerca de mi heterodoxia en
ciertos Artículos de nuestra fe; y me dio esta información, no sólo para que pudiera usted mismo
escuchar de mí personalmente toda la verdad acerca del asunto, sino, aun mucho más, para que, por
la intervención de sus buenos oficios, las sospechas en cuanto a mí, que han sido concebidas y
propagadas tan indecorosamente, pudieran ser eliminadas de las mentes de otras personas, puesto
que esto es un proceder que la Verdad requiere. En esa entrevista me esforcé para obedecer su
atento pedido con diligencia y seriedad, y al dar una respuesta franca y abierta a cada una de
aquellas preguntas que su Excelencia propuso, al instante revelé mis pensamientos acerca de esos
respectivos Artículos. Porque, además de tener que hacer esto por mi deber como cristiano, y espe-
cialmente como un teólogo, un tal procedimiento me fue exigido por la franqueza, el aire protector,
y la benevolencia que usted me mostró.1

Pero mi explicación le fue tan agradable a su Excelencia, (lo cual atribuyo a un acto de
Benignidad Divina hacia mí) como para inducirle, en esa ocasión, a creer necesario que esas pro-
posiciones mías debieran ser escritas y transmitidas a usted; no sólo con el propósito de poder más
cierta y firmemente formar su propio juicio sobre el asunto cuando había madurado en su refle-
xión, sino también con el propósito de comunicar mis respuestas escritas a otros, para que pudieran
confutar las calumnias y vindicar mi inocencia. Habiendo seguido el consejo de su prudencia, y
confiando firmemente en esa misma esperanza, ahora accedo a sus deseos adicionales, en esta carta;
y le suplico a su Excelencia que tenga la bondad de examinar con detenimiento su contenido con la
misma franqueza y ecuanimidad que fueron mostradas cuando Ud. escuchó su pronunciación. A
menos que me engañe mucho mi mente, su Excelencia encontrará en esta carta lo que no sólo puede
eliminar, sino erradicar completamente, cada sospecha injusta en cuanto a mí, de las mentes de
aquellas buenas personas que saben, que cada individuo es el mejor intérprete de sus propios
pensamientos, y que el crédito máximo debe dársele al que sagradamente, y en la presencia de Dios,
atesta su propio significado.2

Los Artículos de Doctrina sobre los cuales su Excelencia pidió informes, eran, si me sirve
bien la memoria, los siguientes: la Deidad del Hijo de Dios, la Providencia, la Predestinación
Divina, la Gracia y el Libre Albedrío, y la Justificación.
CARTA A HIPOLITO A COLLIBO

En cuanto a todos estos Artículos Doctrinales afirmo con toda confianza, que nunca he
enseñado ninguna cosa, ni en la Iglesia ni en la Universidad, que se opone a los Escritos Sagrados,
los cuales deben ser para nosotros la única regla de creencia y enseñanza, o que se opone a la Con-
fesión de Fe Holandesa o al Catecismo de Heidelberg, los cuales son nuestros formularios más
estrictos de consentimiento. En prueba de esta declaración podría producir, como los más claros e
incuestionables testimonios, las Tesis que he compuesto sobre estos Artículos respectivos, y que se
han discutido como Debates Públicos en la Universidad. Pero, puesto que aquellas Tesis no están
facilitadas para todos, ahora discutiré cada una de ellas particularmente, hasta el punto que lo crea
necesario.3

I. LA DEIDAD DEL HIJO DE DIOS.

Respecto a la Deidad del Hijo de Dios, he enseñado, y todavía enseño, que el Padre nunca
ha sido sin su Verbo y su Espíritu; pero que el Verbo y el Espíritu no deben considerarse en el
Padre bajo la noción de propiedades, como son la Sabiduría, la Bondad, la Justicia, o el Poder,
pero bajo la de personas existiendo realmente, a quienes pertenecen el ser, vivir, comprender, que-
rer, ser capaces, y hacer o actuar, todos los cuales, cuando se unen, son indicaciones y pruebas de
una persona; pero que son así en el Padre como para ser también del Padre; y que son del Padre, en
un cierto orden de origen, no por colateralidad, para ser referidos al Padre; y que son del Padre, ni
por creación ni por decisión, sino por una emanación interna muy maravillosa e inexplicable, la
cual, con respecto al Hijo, la Iglesia Antigua llamaba generación, pero que respecto al Espíritu
Santo, era denominado espiración o respiración un término requerido por la misma . . . palabra
espíritu. Pero acerca de esta respiración no interpongo mi juicio, si es del Padre y del Hijo, como
los Padres Latinos lo expresan. O del Padre por medio del Hijo, como los Padres Griegos prefieren
definirlo; porque este asunto, confieso, es muy superior a mi capacidad. Si hay un tema sobre el
cual debemos hablar y pensar con sobriedad, en mi opinión, debe ser éste.4

Los que saben que el Padre en el Hijo ha reconciliado al mundo consigo mismo, y admi-
nistra la palabra de reconciliación por el Espíritu, asimismo saben que, en la dispensación de la
salvación, tiene que considerarse un orden entre las Personas de la Trinidad, y que sus atributos no
tienen que ser confundidos, a menos que deseen caer en la herejía de los Patripasionistas.5
Porque donde se establece el orden, es necesario hacer un principio de alguna primera
persona o cosa, de otra manera habrá confusión que seguirá ad infinitum. Pero, en cuanto a ori-
gen, El quien es el Primero en este orden no tiene su origen de nadie: El quien es el Segundo, tiene
su origen del Primero: El quien es el Tercero tiene su origen del Primero y del Segundo, o del
Primero por medio del Segundo. Si no fuera éste el verdadero estado del asunto, habría una cola-
teralidad, la cual haría a tantos Dioses como hubiera personas colaterales propuestas; dado que la
Unidad de la deidad en la Trinidad se defiende contra los Antitrinitarios sólo por la relación de
origen y del orden según el origen.6

Es claro de estos pasajes, según los pensamientos de la Iglesia Antigua, que el Hijo, así
como El es Dios, es del Padre, porque El ha recibido su deidad, según la cual El se llama "Dios,"
por ser nacido del Padre; aunque el nombre de Dios no indica este modo de ser o existencia. De
estas citas también es evidente, que por el hecho que el Padre es la fuente del Hijo y del Espíritu
Santo, El es llamado la fuente de toda la Deidad; de veras, no porque Dios tiene principio u origen
alguno, pero . . . porque la Deidad se comunica por el Padre al Hijo y al Espíritu Santo. Esta
expresión está muy lejos, entonces, de ser correcta, "El Hijo de Dios porque El es Dios, no es de
nadie"; y "respecto a su esencia, El es de sí mismo y no es de nadie." Porque El que ha recibido su
esencia por ser nacido del Padre, es del Padre en cuanto a su esencia.7
CARTA A HIPOLITO A COLLIBO

II. LA PROVIDENCIA DE DIOS.

Mis pensamientos con respecto a la providencia de Dios son los siguientes: La providencia
es presente con, y preside sobre, todas las cosas. Y todas las cosas, según sus esencias, cantidades,
cualidades, relaciones, acciones, pasiones, lugares, tiempos, estaciones, y hábitos, son sujetos a su
gobierno, conservación, y dirección. No excluyo cosas ni particulares, ni sublunares, ni viles, ni
contingentes, ni aun las voluntades libres de personas ni de ángeles, ni el bien ni el mal: Y, aun
más, no quito del gobierno de la Providencia Divina aun los pecados mismos, cuando tengamos en
cuenta su comienzo, su progreso, o su terminación.8

1. Con respecto al comienzo del pecado, atribuyo los actos siguientes a la providencia de
Dios:

Primero. Permiso, y ésa no vana, pero que tiene unida en sí cuatro actos positivos. (1) La
preservación de la criatura según su esencia, vida, y capacidad. (2) El cuidado para que un poder
mayor o igual no sea puesto en oposición. (3) El ofrecimiento de un objeto contra el cual el pecado
se cometerá. (4) La concesión destinada o su concurrencia, que, por la dependencia de una Segunda
o Primera Causa, es una concurrencia necesaria.

En segundo lugar. La administración de argumentos y ocasiones, necesarios para la comi-


sión del pecado.

En tercer lugar. La determinación del lugar, el tiempo, la manera, y de circunstancias


semejantes.

En cuarto lugar. La concurrencia inmediata de Dios con el acto del pecado.

2. Con respecto al progreso del pecado, también atribuyo los siguientes cuatro actos al
gobierno divino:

El primero es la dirección del pecado, que ya se ha comenzado, hacia cierto objeto, hacia el
cual la criatura culpable o no ha apuntado, o no ha apuntado absolutamente.

El segundo acto es la dirección del pecado hacia el fin que Dios mismo quiere, sea que la
criatura deseara ese fin o no, mejor dicho, aunque desea un fin distinto y opuesto.

El tercer acto es el de prescribir y determinar el tiempo durante el cual El quiere o permite


que dure el pecado.

El cuarto acto es el de definir su magnitud, por el cual se pone límites sobre el pecado, para
que no pueda aumentarse y asumir mayor fuerza.

La totalidad de estos actos, ambos en cuanto al comienzo y al progreso del pecado, los
considero distintamente en relación con el acto mismo, y con la anomía o transgresión de la ley, un
curso que, según mi juicio, es necesario y útil.

3. En último lugar, con respecto al fin y la terminación del pecado, atribuyo a la provi-
dencia divina o el castigo por medio de la severidad, o la remisión por gracia; los cuales conciernen
el pecado, referente a ser pecado y a ser una transgresión de la ley.9

Pero con mucha solicitud evito dos causas de ofensa, que Dios no sea propuesto como el
autor del pecado, y que su libertad no sea quitada de la voluntad humana. Estos son dos puntos los
CARTA A HIPOLITO A COLLIBO

cuales si alguien sabe evitarlos, él no pensará de ningún acto que en ese caso con mucho gusto no
permitiré que sea atribuido a la providencia de Dios, con tal que tenga una justa consideración para
la preeminencia divina.10

Por esto, entonces, declaro que estoy muy sorprendido, y no sin buena razón, al ser difa-
mado con esta calumnia; que sostengo opiniones corruptas en cuanto a la providencia de Dios. Si es
permisible conjeturar, creo que esta calumnia tuvo su origen en el hecho que negué que, con
respecto al decreto de Dios, Adán pecó necesariamente; una afirmación que todavía niego constan-
temente, y creo que es una que no debe ser tolerada, a menos que la palabra "necesariamente" sea
recibida en la acepción de "infaliblemente," como ahora hacen algunas personas; aunque este cam-
bio no está de acuerdo con la etimología de las dos palabras: Porque, necesidad es una disposición
del ser, pero infalibilidad es una disposición de la mente. Sin embargo fácilmente soporto el uso de
la primera de estas palabras, con tal que se eviten fielmente esos dos inconvenientes a los cuales
recientemente aludí.11

III. LA PREDESTINACION DIVINA.

Con respecto al artículo sobre la Predestinación, mis pensamientos son los siguien-
tes: Es un decreto eterno y gratuito de Dios en Cristo, por el cual El determina justificar y adoptar
a creyentes, y a darles la vida eterna, pero a condenar a los incrédulos e impenitentes; como he
explicado en las Tesis sobre el mismo tema, que fueron públicamente debatidas, y en las cuales
nadie encontró nada para reprender como falso o erróneo. Excepto que era la opinión de algunas
personas, que aquellas Tesis no contenían todas las cosas que pertenecen a este decreto; más aún,
que la predestinación sobre la cual hay la mayor controversia en este tiempo, no es el tema de la
investigación de aquellas Tesis. Confieso que es la verdad. Porque lo consideré el mejor proceder
discutir aquel decreto de predestinación que es el cimiento del cristianismo, de nuestra salvación, y
de la seguridad de la salvación; y sobre la cual el apóstol trata en los capítulos ocho y nueve de la
Epístola a los Romanos, y en el primer capítulo de la Epístola a los Efesios.12

Pero el decreto tal que allí he descrito no es aquel por el cual Dios se resuelve a salvar a
algunas personas particulares, y, para que El pueda hacer esto, se resuelve a darles la fe, pero a
condenar a otros y no darles la fe. Sin embargo, mucha gente declara, que éste es el tipo de pre-
destinación sobre la cual el apóstol trata en los pasajes que acabamos de citar: Pero yo niego lo que
ellos afirman.13

Asiento que hay un cierto decreto eterno de Dios, según el cual El administra los medios
necesarios para la fe y la salvación, y El hace esto de tal manera como sabe ser conveniente a la
justicia, es decir, a su misericordia y severidad. Pero acerca de este decreto no creo que es necesario
saber más que, la fe es el mero don de la misericordia graciosa de Dios; y que la incredulidad en
parte puede atribuirse a la culpa de la maldad de las personas, y en parte a la venganza justa de
Dios, que abandona, ciega, y endurece a los pecadores.

Pero en cuanto a aquella predestinación por la cual Dios ha decretado salvar y dar fe a
algunas personas particulares, pero a condenar a otros y no darles fe, tan variados son los pensa-
mientos tenidos aun por los teólogos de nuestra profesión, que esta misma diversidad de opinión fá-
cilmente declara la dificultad con la cual es posible determinar cualquiera cosa con respecto a ella.
Porque mientras algunos proponen, como el objeto de la predestinación generalmente considerada,
es decir, de elección y reprobación, a la humanidad como pecadora y caída en Adán; otros proponen
a la humanidad como fue creada y puesta "in puris naturalibus." Algunos consideran que este
objeto es la humanidad todavía no creada; o, como algunos lo expresan, la humanidad salvable y
condenable, como capaz de ser creada y de caer. Otros proponen como el objeto de la elección y
CARTA A HIPOLITO A COLLIBO

reprobación, que ellos denominan no-elección y preterición, a la humanidad considerada en común


y absolutamente; pero proponen como el objeto de la reprobación, que llaman precondenación y
reprobación afirmativa, a la humanidad como pecadora y culpable en Adán. Finalmente, algunos
suponen que el objeto debe considerarse enteramente en común, la humanidad todavía no creada,
como creada, y como caída.14
CARTA A HIPOLITO A COLLIBO

Sé que, cuando esta diversidad de opinión se ofrece como una objeción, lo usual es contestar,
que en la sustancia del asunto hay acuerdo completo, aunque existe alguna diferencia en las cir-
cunstancias. Pero estaría dentro de mi poder comprobar, que las opiniones anteriores difieren mucho
en muchas de las cosas que conducen a la materia y sustancia mismas de este tipo de predestinación;
pero que no hay consentimiento o acuerdo excepto en las mentes de los que tienen tales pensamientos, y
quienes están preparados a tener paciencia con aquellos que difieren de ellos tanto como se extienden
estos puntos.15

IV. LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRIO.

En cuanto a la gracia y el libre albedrío, esto es lo que enseño según las Escrituras y el
consentimiento ortodoxo. El libre albedrío no puede comenzar o perfeccionar cualquier bien verdadero
y espiritual sin la gracia. Para que no pueda decirse que yo, como Pelagio, practico el engaño con
respecto a la palabra "gracia," quiero decir por ella aquella que es la gracia de Cristo y que pertenece a
la regeneración: Afirmo, entonces, que esta gracia es simple y absolutamente necesaria para la
iluminación de la mente, el ordenamiento debido de los afectos, y la inclinación de la voluntad hacia lo
bueno: Es esta gracia la que opera en la mente, los afectos, y la voluntad; que infunde buenos pensa-
mientos en la mente, inspira buenos deseos en los afectos, e inclina la voluntad para llevar a cabo
buenos pensamientos y deseos. Esta gracia precede [praevenit], acompaña, y sigue; estimula, ayuda, y
opera para que queramos, y coopera para que no queramos en vano. Ella previene las tentaciones,
ayuda y da socorro en medio de las tentaciones, sostiene a la persona contra la carne, el mundo, y
Satanás, y en esta gran contienda da a la persona el gozo de la victoria. Levanta de nuevo a los que
han sido conquistados y a los que han caído, los establece y les suple nuevas fuerzas, y los hace más
cautelosos. Esta gracia comienza la salvación, la promueve, y la perfecciona y la consuma.

Confieso que la mente de una persona natural . . . y carnal es oscura y tenebrosa, que sus
inclinaciones son corruptas y desmesuradas, que su voluntad es terca y desobediente, y que la persona
misma está muerta en pecados. Y añado esto, Aquel maestro obtiene mi aprobación más alta, quien
adscribe lo máximo posible a la gracia divina; con tal que también defienda la causa de la gracia, para
no infligir perjuicio a la Justicia de Dios, y no quitar al hombre el libre albedrío para hacer aquello
que es malo.16

V. LA JUSTIFICACION.

El último artículo es sobre la Justificación, acerca de la cual estos son mis pensamientos: La
fe, y sólo la fe, (aunque no hay fe sola sin obras,) se imputa por justicia. Sólo por ésta somos
justificados ante Dios, absueltos de nuestros pecados, y contados, pronunciados, y declarados justos por
Dios, quien da su juicio desde el trono de la gracia.

No entro en la cuestión de la justicia activa y pasiva de Cristo, ni la de su muerte y su vida.


Sobre este tema ando en libertad: Digo, "Cristo ha sido hecho justicia por mí por Dios;" "El ha sido
hecho pecado por mí, para que por medio de la fe yo pueda ser la justicia de Dios en El."

Pero algunos me acusan de este crimen, que digo, El acto de la fe, es decir, el creer mismo, se
imputa por justicia, y eso en un sentido propio, y no por una metonimia. Me confieso culpable de esta
acusación; puesto que tengo al apóstol Pablo, en Romanos 4, y en otros pasajes, como mi precursor en el
CARTA A HIPOLITO A COLLIBO

uso de esta frase. Pero la conclusión a la que llegan de esta afirmación, a saber, "que Cristo y su
justicia son excluidos de nuestra justificación, y que nuestra justificación así se atribuye al mérito de
nuestra fe," de ninguna manera concedo que sea posible que la deduzcan de mis pensamientos.17

Porque la palabra, "imputar" significa, que la fe no es la justicia misma, sino que es gratui-
tamente contada por justicia; por esta circunstancia, todo mérito se quita de la fe, excepto el que es por
medio del juicio gratuito y condescendiente de Dios. Pero esta condescendencia gratuita y este juicio no
son sin Cristo, sino respecto de Cristo, en Cristo, y a causa de Cristo; a quien Dios ha nombrado como la
propiciación por la fe en su sangre.

Afirmo, entonces, que la fe es imputada a nosotros por justicia, a causa de Cristo y su justicia.
En esta enunciación, la fe es el objeto de la imputación; pero Cristo y su obediencia son la causa impe-
tradora que consigue o meritoria de la justificación. Cristo y su obediencia son el objeto de nuestra fe;
pero no son el objeto de la justificación o la imputación divina, como si Dios nos contara por justicia a
nosotros a Cristo y su justicia. Esto no puede ser, puesto que la obediencia de Cristo es la justicia
misma, tomada según el rigor más severo de la ley. Pero no niego, que la obediencia de Cristo nos es
imputada; es decir, que es imputada a nosotros y para nuestro beneficio, porque esta misma cosa, que
Dios considera que la justicia de Cristo fue hecha a favor de nosotros y para nuestro beneficio, es la
causa por qué Dios nos imputa nuestra fe por justicia, que tiene a Cristo y su justicia como su objeto y
cimiento, y por qué El nos justifica por fe, de fe, o por medio de la fe.18
CONTRA CIERTOS ARTICULOS TEOLOGICOS DISTRIBUIDOS EXTENSIVAMENTE, Y
CIRCULADOS ACTUALMENTE POR LO MENOS POR LAS MANOS DE ALGUNAS
PERSONAS EN LOS PAISES BAJOS Y MAS ALLA DE SUS CONFINES; EN LOS CUALES
AMBOS ARMINIO, Y ADRIAN BORRIO, UN MINISTRO DE LEYDEN, SE SOSPECHAN
DE NOVEDAD Y HETERODOXIA, O ERROR Y HEREJIA, SOBRE EL TEMA DE LA
RELIGION.1

Ciertos artículos relacionados con la religión cristiana están ahora en circulación. En un


papel que no hace mucho fue entregado en mis manos, el número de ellos se distingue en dos series,
uno que consiste de veinte y el otro de once artículos. Algunos de ellos se atribuyen a mí, otros a
Adrian Borrio, y varios de ellos a los dos. Aquellas personas por las cuales al principio fueron
diseminados, trataron por medio de ellos de hacernos sospechosos de haber introducido, en la Iglesia
y la Universidad de Leyden, novedades e instrucciones heréticas, y de acusarnos de error y herejía,
para que ambos, los alumnos de divinidad y la gente común puedan estar alerta contra nosotros,
quiene tenemos esta marca negra impresa en nosotros, para que no sean infectados con la misma
enfermedad venenosa, y para que aquellas personas quienes poseen la supremacía ambos en la Igle-
sia y en el Estado, puedan interponer oportunamente su autoridad, para evitar que se extienda más
el mal, o mejor para extinguirlo en su mero comienzo; lo cual, si se olvidan de hacer, "serán ins-
trumento eficaz para producir el detrimento mayor a la verdad divina, y la discordia política y
eclesiástica de estas Provincias.2"

La dispersión de algunos de estos artículos es una circunstancia no muy reciente: Porque,


hace más de dos años que diecisiete de los treinta y uno llegaron a mis manos, expresados exacta-
mente en las mismas palabras de los que ocurren en el escrito que es el tema de mis observaciones
presentes. Pero guardé el silencio y escondí mi pesar; porque pensé que aquellos artículos en su in-
fancia sufrirían una muerte natural, puesto que una parte de ellos estaba desprovista de narración
histórica, por no ser atribuidos a los que habían sido sus autores; y parte de ellos estaba desprovista
de todo verdadero sentido teológico, por una mezcla extraña de la verdad y la falsedad. Pero el
asunto no respondió según mi expectación. Porque no sólo se quedaron sin disminución, sino que
ganaron un aumento, por la adición de otros catorce a los deicisiete Artículos anteriores, y con una
dispersión mucho más amplia de lo que al principio se había hecho. Este resultado inesperado
tenía el efecto de inducirme a pensar, que debía oponer su progreso por medio de una respuesta
moderada, para que mi silencio continuado no se interpretara como equivalente a una confesión.3

En esta respuesta usaré franqueza y conciencia. Confesaré y defenderé lo que sé que es la


verdad: Sobre cualesquiera temas en el cual sienta irresolución alguna, no esconderé mi ignorancia:
Y cualquier cosa que mi mente dicte ser falsa, la negaré y refutaré. ?Que el Dios de verdad y paz
dirija mi mente y mano por su Santo Espíritu! Amén.4

ARTICULOS I & II

I. La fe, es decir, la fe justificadora, no es peculiar a los electos.


II. Es posible que los creyentes finalmente se aparten y caigan de la fe y la salvación.

RESPUESTA

La conexión entre estos dos artículos es tan íntima, que cuando se supone el primero se
infiere necesariamente el segundo; y, de igual manera, cuando éste se supone aquel se infiere, según
la intención de aquellas personas que idearon estos artículos. Porque si "la fe no es peculiar a los
electos," y si la perseverancia en la fe y la salvación
APOLOGIA

pertenece sólo a los electos, sigue que los creyentes no sólo pueden, sino que algunos de hecho real-
mente "caen de la fe y la salvación:" Y, al contrario, si sea "posible que creyentes finalmente caen
de la fe y la salvación," sigue que "la fe no es peculiar a los electos," siendo ellos los individuos
acerca de quienes los que idearon estos artículos afirman, que es imposible que no sean salvos. La
razón para la consecuencia es, porque las palabras fe y creyentes, según esta hipótesis, tienen un
significado más amplio que las palabras elección y los electos. Aquellas incluyen a algunas perso-
nas que no son electos, es decir, algunos quienes finalmente caen de la fe y la salvación.5"

I. Pero, para tratar cada artículo por separado, declaro, en cuanto al primero, que nunca
he dicho en público o en privado, "La fe no es peculiar a los electos." Este artículo entonces no se
atribuye a su autor correcto; y así se comete un error histórico.

Añado, aunque hubiera hecho una declaración tal, habría sido preparada una defensa de
ella. Porque omito las Escrituras, de las cuales una discusión más prolija de este tema podría ser
formada; y puesto que los Padres Cristianos con una gran apariencia de la verdad, han defendido
sus pensamientos de aquella fuente divina, podría emplear el Consentimiento de Aquellos Padres
como un escudo para defenderme contra la acusación de novedad; y la Armonía de Confesiones, que
son individualmente la composición de aquellas Iglesias que se han separado del Papismo y que
están comprendidas en la denominación de "Protestantes" y "las Reformadas," podría yo adoptar
como un pectoral pulido, para desviar el dardo de herejía que se lanza contra mí. Ni debo temer
mucho si este tema sea puesto para adjudicación en las balanzas de la Confesión Belga y el
Catecismo de Heidelberg.6

2. La Armonía de Confesiones podría contribuir a mi defensa en la siguiente manera:


Este dogma afirma, que "la fe es la propiedad peculiar de los electos," y que "es imposible que
creyentes finalmente se aparten de la fe y la salvación." . . . Pero la Confesión Augustana [o Lute-
rana] dice, que "condena a los Anabautistas, quienes niegan que aquellas personas que una vez han
sido justificadas puedan volver a perder el Espíritu Santo." Además, Felipe Melanchton con sus
seguidores, y la mayor porción de las Iglesias Luteranas, son de la opinión, que "la fe se otorga aun
a los no electos." Sin embargo, no tememos reconocer a estos Luteranos como hermanos.7

II. Con respecto al Segundo Artículo, digo, que debe hacerse una distinción entre poder y
acción. Porque es una cosa declarar, que "es posible que los fieles caigan de la fe y la salvación," y
es otra cosa decir que "de hecho caen." Esta distinción es de una observancia tan extensa, que aun
la antigüedad misma no temía afirmar, en cuanto a los electos y los que deben ser salvos, "que era
posible que no se salvaran;" y que "la mutabilidad por la cual era posible que no estuvieran
dispuestos a obedecerle a Dios, no les fue quitada," aunque era la opinión de los antiguos, "que tales
personas nunca serían condenadas en la realidad." Sobre este mismo tema, también la mayoría de
nuestros teólogos propone una diferencia: Porque, dicen, "que es posible que caigan tales personas,
si su naturaleza, que se inclina a caídas y deserción, y si las tentaciones del mundo y de Satanás,
sean las únicas circunstancias tomadas en consideración: pero que finalmente no caerán, porque
Dios les volverá a traer a sus electos a sí mismo antes del final de su vida." Si alguien afirma, "que
no es posible que creyentes, en consideración de ser personas electas, cayeran finalmente de la
salvación, porque Dios ha decretado salvarles," contesto, El decreto en cuanto a la salvación no
quita la posibilidad de la condenación, pero quita la condenación misma. Porque "el ser realmente
salvo," y "la posibilidad de no ser salvo," son dos cosas no contrarias la una de la otra, sino en
acuerdo perfecto.8

Por eso añado, que de esta manera hasta ahora he discriminado estos dos casos: Y en una
ocasión, ciertamente dije, con una explicación adjunta, "que era posible que creyentes finalmente se
apartaran y cayeran de la fe y la salvación." Pero en ningún período he afirmado, "que creyentes
de hecho se apartan y caen de la fe o la salvación." Este artículo entonces se atribuye a alguien que
APOLOGIA

no es su autor; y es otra ofensa contra la veracidad histórica.9

Adjunto, que hay una gran diferencia entre la enunciación de estas dos declaraciones: (1)
"Es posible que creyentes se aparten de la fe;" y (2) "Es posible que creyentes se aparten de la sal-
vación." Porque ésta, cuando es examinada rígida y correctamente, apenas puede admitirse; siendo
imposible que creyentes, mientras siguen siendo creyentes, se aparten de la salvación. Porque, si
esto fuera posible, aquel poder de Dios que El ha determinado emplear para salvar a creyentes sería
conquistado. Al otro lado, si creyentes caen de la fe y se hacen incrédulos, es imposible que hagan
otra cosa que apartarse de la salvación, es decir, a condición de que todavía continúen como
incrédulos. . . . Por esta razón, el segundo artículo debe corregirse en la siguiente manera: "Es
posible que creyentes finalmente caigan o se aparten de la fe;" o mejor, "Algunos creyentes
finalmente caen y se apartan de la fe." Dado que así sea, el otro puede inferirse necesariamente,
"entonces también realmente se apartan de la salvación."10

ARTICULO III

Se puede dudar, si la fe por la cual se dice que Abraham fue justificado, era una fe en
Jesucristo quien aún iba a venir. No se puede aducir ninguna prueba de que él entendió las
promesas de Dios de otra manera de que él iba a ser heredero del mundo.11

RESPUESTA

I. A la Primera Cláusula respondo:


Primero. Nunca pronuncié esta expresión; pero en más de una ocasión, he enseñado ambos
en público y en privado una doctrina contraria. Sin embargo, recuerdo cuando un cierto ministro
en Leyden se había jactado de la claridad de este artículo, y se asombró que cualquiera persona
pudiera encontrarse con una opinión diferente acerca de ello, le dije, que la comprobación de ello
no le sería una ocupación muy fácil si tuviera que encontrar un adversario poderoso, y le desafié
que lo probara; tal desafío ahora reitero.12

En segundo lugar. "Una fe en Cristo" puede recibirse en dos acepciones: O según la pro-
mesa, que estaba envuelta en los tipos, figuras y sombras de las palabras y cosas, y propuesta de esa
manera; o, es según el evangelio, que es claramente manifestado. La diferencia entre estas dos es
tan grande, que en cuanto a ella se dice acerca de los judíos, "antes que viniese la fe, estaban
confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada" (Gál. 3:23). Y dice el
Apóstol, "y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no
fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido" (2 Cor. 3:13), es decir, en el fin de la
ley, como es evidente de todo el capítulo, y de Romanos 10:5, donde se dice que Cristo es "el fin de la
ley para justicia a todo aquel que cree." Que sea considerada atentamente toda la descripción de la
fe de Abraham, que el apóstol explica extensivamente en Romanos 4, y parecerá que ninguna
mención explícita de Jesucristo se hace en ella, pero se implica de tal manera que nadie puede ex-
plicarla fácilmente.13

II. A la Segunda Cláusula de este artículo contesto:


Primero. Nunca hice tal afirmación.
En segundo lugar. Aunque lo hubiera hecho, no habría exigido ninguna reprensión mere-
cida, excepto de un hombre que quería por ese hecho mismo mostrar inmediatamente la debilidad
de su juicio y su falta de experiencia. (1) Es una indicación de un juicio que no es el más correcto,
el culpar a cualquier hombre por decir lo que, es posible comprobar, ha sido escrito por el Apóstol
mismo claramente. Porque si el estado de ser heredero del mundo le fue prometido a Abraham con
estas palabras, "Tu serás el padre de muchas naciones," ?por qué hay que asombrarse si Abraham
APOLOGIA

entendió las promesas en ninguna otra manera de como fueron pronunciadas divinamente? (2) Es
una indicación de gran inexperiencia en los hombres que formularon estos artículos, el suponer que
el estado de ser heredero del mundo que le fue prometido a Abraham, pertenecía a esta vida animal
y a beneficios carnales; porque el mundo del cual se hace mención en aquel pasaje, es aquel mundo
futuro al cual pertenece el llamamiento de los gentiles, el llamamiento por el cual Abraham fue
hecho el padre de muchas naciones. Esto es aparente de la consideración, que se dice que él fue
hecho el heredero del mundo por la justicia de la fe, de la cual San Pablo (Rom. 4:13) comprueba
que los gentiles también son partícipes; y en Efes. 3:1-11, el Apóstol trata sobre la vocación de los
gentiles, y dice, que ella pertenece a "la gracia del evangelio, y al compañerismo del misterio que
desde el principio del mundo ha sido escondido en Dios y ahora se ha revelado por Cristo, por él
cual Dios creó todas las cosas." Lo repito, aquella vocación no pertenece a la sabiduría por la cual
Dios formó el mundo, sino a aquella por la cual El constituyó a Cristo Su Sabiduría y Poder para
salvación a aquellos que creyeran; y por la cual El fundó la Iglesia, que permanecerá para
siempre.14

ARTICULO IV

La fe no es un efecto de la elección, pero es un requisito necesario previsto por Dios en


aquellos que deben ser electos: Y el decreto en cuanto al dar la fe precede al decreto de la elección.

RESPUESTA

Hay dos cláusulas completas en este artículo también:


I. En la primera cláusula, se incluyen tres afirmaciones, (1) "La fe no es un efecto de la
elección." (2) "La fe es un requisito necesario en aquellos que deben ser electos o salvos." (3) "Este
requisito se prevé por Dios en las personas que deben ser electas." Confieso, que todos estos, cuando
son entendidos y explicados correctamente, están en completo acuerdo con mi opinión sobre el tema.
Pero el último de los miembros se propone en términos demasiado odiosos, puesto que no hace
ninguna mención de Dios, de quien confieso que la fe es su beneficio y don.

Ahora, voy a explicarme sobre cada una de estas afirmaciones:15


1. En cuanto a la primera, la palabra "elección" es ambigua. Porque o significa "la elec-
ción por la cual Dios determina justificar a creyentes, mientras aquellos quienes son incrédulos o
'hacedores' de obras se rechazan de la justicia y la salvación:" O significa "la elección por la cual
El determina salvar a ciertas personas particulares, como tales, y a darles la fe para su salvación,
siendo rechazadas también otras personas particulares meramente por ser tales individuos particu-
lares." La elección se entiende según esta última significación, por los que me acusan con estos
artículos. Yo lo considero en aquella acepción, según Romanos 9:11, "(pues no habían aún nacido,
ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección per-
maneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor." Ahora
no entraré en un debate prolijo, sobre si es correcto o no el sentido en que entiendo el pasaje. Es
evidente, por lo menos, que hay algún decreto de Dios por el cual El determina justificar a los
creyentes; y que, puesto que excluye a los incrédulos para la justicia y la salvación, se llama apro-
piadamente "el decreto según la elección" o "con elección," siendo aquello que no incluye a todos los
hombres dentro de su alcance. Considero este decreto el cimiento del cristianismo, de la salvación
de la humanidad, y de la seguridad de su salvación; y es ésta la que el Apóstol trata en los capítulos
nueve, diez, y once de su Epístola a los Romanos, y en el primer capítulo a los Efesios.16

Pero hasta ahora no he declarado mis pensamientos en general acerca de aquel decreto por el cual
se dice que Dios "determinó absolutamente salvar a ciertas personas particulares, y a darles la fe
APOLOGIA

para su salvación, mientras se reprueban otras de la salvación y la fe;" aunque he confesado que hay
un cierto decreto de Dios, según el cual El determina administrar los medios de fe y salvación,
como El sabe ser apropiados a su justicia, misericordia, y severidad. De estas premisas se deduce
como una consecuencia manifiesta, que la fe no es un efecto de aquella elección por la cual Dios
determina justificar a los que creen.17

2. En cuanto a la segunda afirmación, del particular así explicado se concluye que, la fe es


un requisito necesario en aquellos que serán partícipes de la salvación según la elección de Dios;" o,
"que es una condición prescrita y requerida por Dios, que debe ser realizada por aquellos que
obtendrán su salvación." "Esta es la voluntad de Dios, que quienquiera que crea en el Hijo tiene la
vida eterna; el que no crea, será condenado." Las proposiciones contenidas en este pasaje no pueden
resolverse en una que sea más breve que ésta, que asimismo se encuentra en las Escrituras, "Cree, y
serás salvo," en la cual la palabra "cree" tiene la fuerza de un mandato o requisito; y la frase "serás
salvo" tiene la fuerza de una persuasión, por medio de un bien que se promete. Esta verdad es tan
clara y perspicua, que la negación de ella sería la prueba de gran perversidad o de extrema
ineptitud. Si alguien dice, 'Es una condición, sin embargo es una que es evangélica, que Dios
mismo puede realizar en nosotros, o, (como se expresa mejor,) que El puede por su gracia causarnos
hacer.' La persona que habla así no contradice esta verdad sino la confirma cuando añade esta
explicación, 'no importa la descripción de aquella condición.18'

3. En cuanto a la tercera afirmación, digo, que tenemos que distinguir entre la condición
por la cual es requerida, por la cual se hace, y por la cual se ve o se prevé como hecha. Esta tercera
cláusula entonces se propone en una manera demasiado confusa. Sin embargo cuando esta con-
fusión se corrige por la distinción que hemos declarado, nada absurdo será aparente aun en ese
miembro. Porque el prever o el ver, en la naturaleza y el orden mismo de las cosas, siguió la acción
misma; la acción tiene sus propias causas en las cuales tiene que ser resuelta; y la eficiencia de
aquellas causas no es necesaria, a menos que la fe sea prescrita y requerida por la ley de la fe y el
evangelio. Entonces puesto que se dice que la fe "se prevé por Dios en los que deben ser salvos,"
aquellas causas, sin la intervención de las cuales no podía existir la fe, no son quitadas, sino son
ordenadas. Entre esas causas considero como la principal la gracia preveniente, acompañante, y
subsecuente de Dios. Y digo, con Fulgencio, "Serán salvas aquellas personas, o ellas han sido
predestinadas y electas, a quienes Dios previó que creerían por la ayuda de su gracia preveniente, (y
añado yo, y de su gracia acompañante,) y quienes perseverarían por la ayuda de su gracia sub-
secuente." En esta primera cláusula, entonces, no hay nada excepto la verdad más pura.19

II. La segunda cláusula es, "El decreto en cuanto al don de la fe, precede al decreto de
elección;" en la explicación del cual empleo la misma distinción que en aquel, y digo, 'El decreto de
elección, por el cual Dios determina justificar y salvar a creyentes, precede al decreto acerca de dar
la fe.' Porque la fe es innecesaria, más bien, es inútil, sin este decreto previo. Y el decreto de
elección, por el cual Dios resuelve justificar y salvar a esta o aquella persona particular, es subse-
cuente a aquel decreto según el cual El determina administrar los medios necesarios y eficaces para
la fe, es decir, el decreto respecto al don de la fe.20

Si alguien dice, 'Primero, Dios ordena absolutamente salvar a alguna persona particular; y
puesto que ordena eso, también ordena darle fe, (porque sin fe no es posible que sea salva)',yo le
digo que propone proposiciones contradictorias; que 'Dios ordena absolutamente salvar a alguna
persona sin consideración a la fe;' y sin embargo que 'según la voluntad de Dios, no puede ser salva
sin fe.' Por medio de la voluntad de Dios se nos ha revelado, Sin fe es imposible agradar a Dios, o
ser salvo: Entonces en Dios no hay otra voluntad, por la cual El ordena que alguna persona sea
salva absolutamente sin consideración a la fe.
Porque voluntades contradictorias no pueden atribuirse a Dios.21
APOLOGIA

Si alguien responde, 'Dios ordena el fin, antes que ordena los medios que conducen al fin;
pero la salvación es el fin, y la fe el medio que conduce al fin', respondo, Primero, La salvación no
es el fin de Dios; pero la salvación y la fe son los dones de Dios, liados y conectados en este orden
entre sí por la voluntad de Dios, que la fe debe preceder la salvación, ambos en cuanto a Dios el
Dador de ella; y en la realidad. En Segundo lugar. La fe es una condición requerida por Dios que
sea hecha por aquel que será salvo, antes que sea un medio para obtener aquella salvación. Puesto
que Dios no dará la salvación a ninguno, excepto al que cree, el individuo por eso se incita a estar
dispuesto a creer, porque sabe que su mayor bien se pone en la salvación. El individuo, entonces,
con la fe como el medio, trata de alcanzar la salvación como el fin; porque sabe, que no es posible
obtener la salvación excepto por ese medio: Y no adquiere este conocimiento excepto por la decla-
ración de la voluntad divina, por la cual Dios requiere la fe de parte de los que quieren ser salvos,
es decir, por la cual El pone la fe como una condición en el objeto, es decir, en la persona que se
salvará.22

ARTICULO V

No puede decirse que nada entre las cosas contingentes se hace necesariamente respecto al
decreto Divino.

RESPUESTA

Mi opinión en cuanto a necesidad y contingencia es, 'que no pueden ser aplicadas al mismo
tiempo al mismo evento.' Pero hablo de la necesidad y la contingencia que son ambas del mismo
tipo, no de aquellas que son diferentes en su género. Los escolásticos afirman, que hay una
necessitas consequentis [una necesidad absoluta], y otra necessitas consequentiae [una necesidad
hipotética]. Aquella es, cuando la necesidad surge de una causa antecedente a la cosa misma. Pero
necessitas consequentiae una necesidad hipotética surge de ciertas premisas [o principios] an-
tecedentes a la conclusión. Una contingencia consecuente [o absoluta], no puede ser consecuente
con una necesidad consecuente [o absoluta], ni pueden reunirse en un sólo evento. De la misma
manera, una conclusión no puede ser ambas necesaria y contingente en cuanto a su consecuencia,
[es decir, no puede tener, al mismo tiempo, una necesidad y una contingencia que son hipotéticas].
Pero la razón por qué una cosa no puede ser necesaria y contingente a la vez, es ésta, 'que lo que es
necesario, y lo que es contingente, dividen toda la amplitud del ser.' Porque cada ser es o necesario
o contingente. Pero aquellas cosas que dividen la totalidad del ser, no pueden coincidir o reunirse
en un sólo ser cualquiera. De otra manera no dividirían toda la extensión del ser. Lo que es
contingente, y lo que es necesario, asimismo difieren en sus esencias enteras y en la totalidad de su
definición. Porque aquel es necesario que es imposible que no exista o sea hecha, . . . Y aquel es
contingente que es posible que no exista o sea hecha. Así contradictoriamente son opuestos el uno al
otro; y esta oposición es infinita, y por eso siempre divide la verdad de la falsedad.23

Pero dicen, 'Es posible que el mismo evento sea necesario y contingente en diferentes res-
pectos, necesario con respecto a la Primera Causa, que es Dios, y contingente con respecto a segun-
das causas.' Respondo, primero. Aquellas cosas que difieren en sus esencias enteras, no coinciden
en respectos. En segundo lugar. La necesidad o contingencia de un evento debe estimarse, no de
una causa, sino de todas las causas unidas juntas.24
APOLOGIA

No sólo es un dicho imprudente, sino falso e ignorante, el decir, 'que una cosa que se hace
contingentemente en cuanto a segundas causas, se hace necesariamente en cuanto al decreto divino.'
Porque el decreto divino mismo, siendo una acción interna de Dios, no es la causa inmediata de
una cosa; pero, cualesquiera efectos que pueda producir, los hace por medio de poder, según el modo
del cual será dicho que una cosa se hace necesaria o contingentemente. Porque si Dios resuelve
usar un poder irresistible en la ejecución de Su decreto, o si El determina emplear una cantidad tal
de poder que nada puede resistirlo o evitar que ello cumpla su propósito, seguirá que la cosa
necesariamente empezará a tener existencia. Así, los malos, quienes perseveran en sus pecados,
necesariamente perecerán;' porque Dios por una fuerza irresistible los echará hasta las profundida-
des del infierno. Pero si El resuelve usar una fuerza que no es irresistible, pero una que puede ser
resistida por la criatura, entonces se dice que aquella cosa se hace, no necesaria, sino contingente-
mente, aunque su ocurrencia actual ciertamente fue prevista por Dios, según la infinidad de su
conocimiento, por el cual El sabe todos los resultados cualesquiera que resultarán de ciertas causas
que son asentadas, y si esas causas producirán una cosa necesaria o contingentemente. Del cual los
escolásticos dicen, que "todas las cosas se hacen por una necesidad de infalibilidad; tal frase se usa
en un sentido determinado, aunque las palabras en las cuales se expresan su enunciación son mal
escogidas. Porque la infalibilidad no es una disposición de un ser, el cual existe por medio de
causas; sino es una disposición de una Mente que ve o que prevé de cuales causas sucederá.25

Pero los inventores de estos artículos tratan de probar por los ejemplos que producen, que
'la misma cosa, que con respecto a causas secundarias se hace contingentemente, con respecto al
decreto divino se hace necesariamente. . . . De veras si la sabiduría divina sabe efectuar lo que ha
decretado, por emplear causas según su naturaleza y movimiento, (sea contingente o libre su na-
turaleza y movimiento), la alabanza debida a tal sabiduría es mucho más grande que si empleara
un poder que es imposible que ninguna criatura resista. Aunque Dios puede emplear un tal poder
cuando quiera que parezca conveniente a su sabiduría. Así que tengo la opinión, que no cometí
ninguna ofensa cuando dije, "Ninguna cosa contingente, es decir, nada que se hace o que ha sido
hecho contingentemente, puede decirse que fue hecho necesariamente con respecto al decreto divi-
no.26"

ARTICULO VI

Todas las cosas se hacen contingentemente.

RESPUESTA.

Este Artículo se expresa en una manera tan tonta y sin sentido, que los que me lo atribuyen
a mí, declaran por esta misma circunstancia, que no perciben bajo cuantas falsedades esta expresión
obra; mejor dicho, no entienden el significado de las palabras que emplean. Porque si se dice que
lo que se hace contingentemente es aquello que es posible no hacer, [o que puede no ser hecho],
después que todas las causas requeridas para que sea hecho han sido fijadas. Y, al otro lado, si se
dice que lo que se hace necesariamente es aquello que no se puede dejar no hecho, [que tiene que ser
hecho], después que todas las causas requeridas para que sea hecho han sido fijadas. Y si yo
concedo que, después que algunas causas han sido fijadas, es imposible que cualquier otro evento
ocurra, excepto que la cosa debiera ser hecha y debiera existir; ?entonces, cómo puedo ser de la
opinión, que "todas las cosas se hacen [u ocurren] contingentemente?" Pero ellos se han engañado
por su propia ignorancia; de la cual sería posible que se liberaran, si dieran una atención apropiada
a pensamientos que son más correctos, y obtuvieran del autor un conocimiento de sus opiniones en
una manera amable.27
APOLOGIA

He declarado y enseñado además, que "necesidad, con referencia a decirse que una cosa existe u
ocurre necesariamente, es absoluta o relativa." Es una necesidad absoluta, en cuanto a decirse
simplemente que una cosa "existe u ocurre necesariamente," sin tener consideración a la suposición .
. . de una causa alguna. Es una necesidad relativa, cuando se dice que una cosa "existe u ocurre
necesariamente," después que una causa había sido asentada o fijada. Así, Dios existe por una
necesidad absoluta; y por la misma necesidad absoluta, El comprende y ama a sí mismo además.
Pero el mundo, y todas las cosas producidas de ello, son, según una consideración absoluta,
contingentes, y son producidos contingentemente por Dios operando libremente. Pero supuesto que
Dios quiere formar el mundo por su Poder Infinito, al cual nada en sí mismo puede ser igual a la
materia en el estado más perfecto de preparación; y también supuesto que Dios realmente emplea
este poder; entonces se dirá, 'Fue imposible que el mundo no existiera por medio de esta causa;' [o,
'De esta causa el mundo tuvo que existir.'] Y esta es una necesidad relativa, que se llama así de la
hipótesis que una causa antecedente es asentada o fijada.28

Explicaré lo que quiero decir de otra manera: En este lugar dos cosas vienen bajo nuestra
consideración, la causa y el efecto. Si los dos sean fijados necesariamente, es decir, si no sólo el
efecto sea fijado necesariamente cuando la causa es fijada, pero si la causa también exista necesa-
riamente, y si se supone que opere necesariamente, la necesidad del efecto es en ese caso simple y
absoluta. En esta manera surge la necesidad absoluta del efecto Divino, por la cual se dice que
Dios conoce y ama a sí mismo; porque el conocimiento divino y la voluntad divina no pueden ser
inoperantes, [tienen que operar]. Esta operación de Dios no sólo es interna, pero también es ad
intra [hacia dentro], tendiendo a un objeto, que es El mismo. Pero cualquiera cosa que Dios puede
hacer ad extra [hacia afuera], es decir, cuando actúa sobre un objeto que no es El mismo, [o, algo
diferente de El mismo], sea este objeto unido a El en conocimiento y El tiende a ello por un acto
interno, o sea en realidad separado de El y hacia el cual El tiende por un acto externo, la totalidad
de ésto El hace libremente, y la totalidad de ello se dice entonces que es absolutamente contingente.
Así Dios libremente decretó formar el mundo, y de hecho lo formó libremente. Y, en este sentido,
todas las cosas se hacen contingentemente respecto al decreto Divino; porque no existe ninguna
necesidad por qué el decreto de Dios debe ser ordenado; puesto que procede de su propia voluntad
pura y libre [o no obligada].29

Bajo esta consideración, la necesidad relativa de cualquier evento es doble. Primero.


Cuando una causa que existe necesariamente pero que no opera necesariamente, usa un poder de
acción que no puede ser resistido. Así que, dado que es fijado, que "Dios, quien es un Ser necesario,
decide crear un mundo por su omnipotencia," un mundo en ese caso tiene que llegar a existir. En
segundo lugar. Cuando una causa que no existe necesariamente pero sin embargo opera nece-
sariamente, actúa con tanta eficacia que es imposible que sea resistida por una materia o un sujeto
sobre el cual opera. Así, se dice que la paja se consume necesariamente por el fuego, si es echada en
el fuego; porque es imposible o que el fuego restrinja su poder de consumir para que realmente no
queme, o que la paja resista el fuego. Pero por el hecho que Dios puede evitar que el fuego
consuma cualquiera materia combustible que se acerca a ello o que se pone en ello, este tipo de
necesidad se llama parcial con respecto a la causa, y sólo según la naturaleza de las cosas mismas y
la relación mutua entre ellas.30

Cuando se explican estos asuntos así, quisiera ver qué podría decirse en oposición. Deseo,
que preferiblemente contendamos por la necesidad de sólo Dios, es decir, por su existencia necesaria
y por la producción necesaria de sus actos ad intra [internos], y que debemos contender por la
contingencia de todas las otras cosas y efectos. Tal procedimiento de nuestra parte conduciría
mucho más a la gloria de Dios; al cual por este método se le atribuiría ambos la gloria de su exis-
tencia necesaria, es decir, de su eternidad, según la cual es un acto puro sin [el ejercicio de] poder, y
la gloria de su creación de todas las otras cosas, por la cual también su bondad se hace un objeto su-
premo de nuestra comendación.31
APOLOGIA

ARTICULO VII

Dios no ha determinado por su decreto eterno cosas futuras y contingentes a la una parte o
a la otra.

RESPUESTA

La palabra "determinado" es de descripción ambigua; porque significa (1) o, 'la determi-


nación de Dios por la cual El resuelve que algo sea hecho; y cuando tal determinación se fija, (por
una acción, movimiento e impulso de Dios, sea cual fuere su tipo,) la segunda causa, ambos en
cuanto a su poder y el uso de ese poder, queda libre o a actuar o a no actuar, así que, si sea la vo-
luntad de esta segunda causa, puede suspender . . . su propia acción.' O significa, (2) 'una deter-
minación tal, que, una vez que ha sido fijada, la segunda causa (por lo menos en cuanto al uso de
su poder), queda no más libre para poder suspender su propia acción, cuando la acción, movimiento
e impulso de Dios han sido fijados; pero por esta determinación, [la segunda causa] se inclina nece-
sariamente a un curso o al otro, siendo completamente quitada toda indiferencia a cualesquiera de
las dos partes, antes que sea producido este acto determinado por una criatura libre.32'

1. Si la palabra "determinado" en el Artículo propuesto aquí sea interpretada según este


primer método, lejos de mí negar un tipo tal de determinación divina. Porque estoy enterado que se
dice, en el cuarto capítulo de los Hechos de los Apóstoles, "Porque verdaderamente se unieron en
esta ciudad contra su santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y
el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucedie-
ra." Pero sé también, que Herodes, Poncio Pilato, y los judíos, hicieron esas mismas acciones
libremente; y (no obstante esta "predeterminación de Dios," y aunque por su poder cada acción,
movimiento e impulso Divino que fue necesario para la ejecución de esta "predeterminación", eran
todos fijados,) sin embargo era posible que este acto (la crucifixión de Cristo) que había sido "antes
determinado" por Dios, no fuera producido por aquellas personas, y ellas hubieran podido quedarse
libres e indiferentes a la ejecución de esta acción, hasta el momento de tiempo en el cual
perpetraron el hecho. Que se examine la narrativa de la pasión de nuestro Señor, y que se observe
cómo se condujo todo el asunto, los argumentos por los cuales Herodes, Poncio Pilato, y los judíos
fueron movidos e inducidos, y el tipo de administración . . . que se empleó en el uso de esos
argumentos, y entonces será evidente, que lo que afirmo es la verdad.33

Pero si la palabra "determinado" sea recibida según la segunda acepción, confieso que
abomino y detesto aquel axioma (como uno que es falso, absurdo, y preparando el camino para
muchas blasfemias,) que declara que "Dios por su decreto eterno ha determinado a la una parte o a
la otra cosas futuras contingentes. Por esta última frase entienda "aquellas cosas que se hacen por
el libre albedrío de la criatura."34

ARTICULO VIII

Se otorga suficiente gracia por el Espíritu Santo a quienes se predica el evangelio, quienes-
quiera que sean, para que, si quieren, pueden creer. Si no, Dios sólo se burlaría de la humanidad.35

RESPUESTA

Jamás, en público o en privado, he dicho esta proposición en estas palabras, o en cuales-


quiera expresiones que eran de fuerza equivalente, o que expresan un significado parecido. . . .
APOLOGIA

Porque, a menos que este Artículo reciba una explicación modificada, ni lo apruebo en el presente,
ni nunca ha obtenido ninguna porción de mi aprobación.36

En este Artículo hay tres tópicos acerca de los cuales deseo dar una explicación apropiada.
Primero. En cuanto a la diferencia que subsiste entre las personas a quienes se predica el
evangelio. En las escrituras se hace mención frecuente a esta diferencia, y particularmente en los
siguientes pasajes. "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de
los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños" (Mt. 11:25). La explicación de estas
palabras tal vez se pueda descubrir en 1 Cor. 1 y 2. "Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis,
informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. Y al entrar en la casa, saludadla.
Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se vol-
verá a vosotros" (Mt. 10:11-13). Los judíos de Berea "eran más nobles que los que estaban en
Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud" etc. (Hch. 17:11). "Por lo demás, her-
manos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue
entre vosotros, y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.
Pero fiel es el Señor," etc. (2 Tes. 3:1,2.)37

En segundo lugar. En cuanto al otorgar gracia suficiente, ?qué se entiende por un tal don?
Es bien conocido, que hay gracia habitual, y la gracia que ayuda. Ahora la fraseología del Artícu-
lo pudiera entenderse según esta acepción, como si se infundiera algún tipo de gracia habitual en
todos a quienes se predica el evangelio, que los haría más aptos [o inclinados] a creerlo. Pero esta
interpretación de la frase es una que no apruebo. Pero esta suficiencia, después que se dice todo
acerca de ella, en mi opinión tiene que ser adscrita a la ayuda del Espíritu Santo, por la cual El
ayuda la predicación del evangelio, como el órgano [o instrumento] por el cual El [el Espíritu San-
to] se acostumbra ser eficaz en los corazones de los oyentes. Pero es posible explicar esta operación
de la ayuda del Espíritu Santo, en una manera modificada y apropiada así, y tal suficiencia pueda
ser adscrita a ella, como para mantenerse a la máxima distancia posible del pelagianismo.38

En tercer lugar. En cuanto a la expresión, 'Por esta gracia suficiente pueden creer, si quie-
ren.' Estas palabras, cuando expresadas en una forma tan cruda e indigesta, son capaces de llegar a
tener una interpretación muy mala, y un significado de nada de acuerdo con las escrituras, como si,
después que ese poder había sido dado, el Espíritu Santo y la gracia divina se quedaran comple-
tamente inactivas, esperando para ver si la persona usara apropiadamente el poder que ha recibido,
y si creyera el evangelio. Cuando, al contrario, él que quiere tener y decir pensamientos correctos
sobre este tema, considerará necesario adscribir a la gracia su propia competencia, que de veras es la
principal, la de persuadir la voluntad humana que puede ser inclinada a asentir a aquellas
verdades que se predican.39

ARTICULO IX

Las aflicciones temporales de creyentes se llaman inapropiadamente "correcciones," sino


son castigos por los pecados. Porque Cristo ha hecho satisfacción sólo por castigos eternos.40

RESPUESTA.

Este Artículo se me atribuye por una falsedad doble y sumamente notoria: La primera de
las cuales se encontrará en el Artículo mismo, y la segunda en la razón añadida.

1. En cuanto a la primera. Los que son meros novatos en la teología saben, que las aflic-
ciones y calamidades de esta vida animal, son castigos, correcciones, o pruebas. Es decir, al man-
darlos, Dios tiene la intención de castigo por pecados, en cuanto a los que ya han sido cometidos, y
APOLOGIA

sin otra consideración; o El tiene la intención de corrección, para que los que son los objetos de ella
no caigan después en la comisión de otras o similares ofensas; o, al mandar aflicciones y cala-
midades, Dios se propone probar la fe, esperanza, amor, paciencia, y otras virtudes y gracias cons-
picuas de su pueblo.41

2. Con respecto a la razón añadida, se apoya por la misma falsedad criminal como la parte
anterior del Artículo, y con mayor disparate de objeto, como voy a demostrar. Porque afirmo, en
primer lugar, que esta expresión nunca escapó de mis labios, y que tal idea nunca entró en mi ima-
ginación. Mi opinión sobre este tema es: 'Cristo es nuestro Redentor y Salvador de los pecados, que
merecen ambas la muerte temporal y eterna; y El nos libera no sólo de la muerte eterna, sino de la
muerte temporal que es la separación del alma del cuerpo.' Pero es maravilloso, que esta opinión
["Cristo ha hecho satisfacción sólo por castigos temporales,"] podía haber sido atribuida a mí por
personas de discreción, cuando las escrituras declaran claramente, "Así que, por cuanto los hijos
participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la
muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Heb. 2:14). En cuanto al término
muerte en este lugar debemos entender "la muerte de sólo el cuerpo," o "ésa junto con la muerte
eterna." "Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (1 Jn. 3:8). Y
entre aquellas obras que deben ser destruidas, tenemos que incluir la muerte temporal. . . . Hay la
máxima necesidad que la persona llegue a conocer las escrituras, quien niega, que "por medio de la
muerte de Cristo somos redimidos de la muerte temporal, y obtenemos el derecho y un título a una
resurrección feliz.42"

La siguiente es una afirmación que he hecho: 'No somos realmente liberados de la muerte
temporal, excepto por la resurrección de la muerte, por medio de la cual se destruirá nuestro último
enemigo, la muerte. . . . Pero confieso, que no puedo afirmar con una conciencia firme, y por tanto
no me atrevo hacerlo como si fuera un objeto de conocimiento cierto, que "la muerte temporal" que
se impone o inflije sobre los santos, no es un castigo, o no tiene nada que ver con castigo," cuando se
denomina "un enemigo que será destruido" por la omnipotencia de Cristo.43

ARTICULO X

No se puede comprobar de las Escrituras, que los creyentes bajo el Antiguo Testamento,
antes de la ascensión de Cristo, estaban en el Cielo.44

RESPUESTA.

Jamás enseñé una doctrina como ésta en público, y nunca la afirmé en privado. Recuerdo,
sin embargo, que dije, en una ocasión, a un ministro de la palabra de Dios, en cuanto a un sermón
que él acababa de dar, "Hay muchos pasajes en las Escrituras que parecen comprobar, que los
creyentes bajo el Antiguo Testamento, antes de la ascensión de Cristo, no estaban en el Cielo." Pro-
duje algunos de esos pasajes, contra los cuales él no tuvo mucho que objetar: . . . Con San Agustín,
entonces, "Prefiero dudar acerca de cosas secretas, en vez de hacer litigación acerca de las que son
inciertas." Ni tampoco hay la menor necesidad: Porque, en nuestros días, cuando Cristo,
habiéndose llegado a ser nuestro Precursor por su ascensión al Cielo, nos ha abierto un camino y
una entrada a ese lugar santo, ?por qué debo yo ahora contender acerca del lugar en donde des-
cansaban las almas de los Padres en los tiempos del Antiguo Testamento?45
APOLOGIA

Pero para que no se levante un informe calumnioso, como es usual en mi caso, sobre las
consecuencias que pudieran deducirse de esta opinión, como si fuera favorable al dogma papista de
un Purgatorio, o como si casi me acercara a los que creen que las almas de los muertos duermen o
han dormido, o, lo que es peor que todo, como si pareciera que me identifico con los que dicen, "Los
Padres eran como puercos que eran alimentados y engordados sin esperanza alguna de una vida
mejor," para que no se fabricaran informes como éstos, declararé abiertamente lo que es mi opinión
en cuanto al estado de los Padres antes de la ascensión de Cristo al Cielo.46

(1) Creo que las almas humanas son inmortales, es decir, nunca morirán. (2) De ésto,
deduzco, que las almas no duermen. (3) Que, después de esta vida, se abre a todas las personas un
estado de felicidad o miseria, en el cual entran inmediatamente al salir de este mundo. (4) Que las
almas de los Padres, quienes pasaron su tiempo en la tierra en fe y en la expectación del Redentor,
salieron a un lugar de tranquilidad, gozo, y bienaventuranza, y empezaron a gozarse de la presencia
feliz de Dios, tan pronto como escaparon del cuerpo. (5) No me atrevo a tratar de determinar donde
estaría ese lugar de tranquilidad, sea en el Cielo apropiadamente llamado así, al cual ascendió
Cristo, o en un lugar fuera de él. Si otra persona sea más aventurera sobre este tema, creo que debe
ser requerido que produzca razones por su opinión, o que debe ser ordenado que mantenga el
silencio. (6) Añado, que, en mi opinión, la felicidad de aquellas almas fue aumentada conside-
rablemente por la ascensión de Cristo al Cielo, y que será consumado completamente después de la
resurrección del cuerpo, y cuando todos los miembros de la Iglesia universal sean introducidos en el
Cielo.47

ARTICULO XI

Es un asunto de duda, si los creyentes bajo el Antiguo Testamento comprendieron que las
ceremonias legales eran tipos de Cristo y de sus beneficios.48
RESPUESTA.

No recuerdo haber dicho esto nunca: Más bien, soy consciente que nunca lo he dicho,
porque nunca me atreví a decir ninguna expresión parecida. Pero he dicho, que podría iniciarse
una investigación no del todo improductiva, "?hasta qué punto los judíos antiguos comprendieron
que las ceremonias legales eran tipos de Cristo?" Por lo menos yo siento bien seguro, que no com-
prendieron esas ceremonias, como lo hacemos nosotros a quienes el misterio del evangelio se revela.
Ni supongo que nadie tratará de negar esto. Pero quisiera que nuestros hermanos se encargaran
del trabajo de comprobar, que los creyentes bajo el Antiguo Testamento comprendieron que las
ceremonias legales eran tipos de Cristo y de sus beneficios. Porque no sólo saben que su opinión es
dudada por algunas personas, sino que también se niega confiadamente. Qué hagan el
experimento, y percibirán lo difícil de la empresa que han intentado. Porque los pasajes que pare-
cen comprobar su proposición, se les quitan en una manera tan especiosa por sus adversarios, que
un hombre que se acostumbra dar asentimiento sólo a aquellas cosas que son bien apoyadas por
pruebas, fácilmente podría dudar si los creyentes bajo el Antiguo Testamento tenían conocimiento
alguno sobre este asunto; especialmente si considera que, según Gál. 4:3, la totalidad de la antigua
Iglesia [judía] estaba en un estado de infancia o niñez, y por tanto poseía sólo el entendimiento de
un niño.49

Si alguien dijera, Sigue como consecuencia necesaria que "los Padres se salvaron sin fe en
Cristo:" contesto, la fe que tiene que ver con . . . la salvación de Dios que ha sido prometida por El,
y que "espera la redención de Israel" comprendida bajo una noción general, es "fe en Cristo" según
la dispensación de esa edad.50
APOLOGIA

ARTICULO XII

Cristo ha muerto por todas las personas y por cada individuo.51

RESPUESTA.

Esta afirmación nunca fue hecha por mí, ni en público ni en privado, excepto cuando se
acompañaba por una explicación tal como las controversias que son provocadas sobre este tema han
hecho necesaria. Porque la frase usada aquí posee mucha ambigüedad: Así puede significar "el
precio de la muerte de Cristo fue dado por todos y por cada uno," o que "la redención que fue
obtenida por medio de aquel precio, se aplica y se comunica a todas las personas y a cada una." (1)
Desapruebo enteramente del último pensamiento, porque Dios por un decreto perentorio ha resuelto
que sólo creyentes deban ser hechos partícipes de esta redención. (2) Que consideren los que
rechazan aquella opinión cómo pueden responder a las siguientes escrituras, que declaran, que
Cristo murió por todos los hombres; que El es la propiciación por los pecados de todo el mundo; (1
Jn. 2:2) que El quitó el pecado del mundo; (Jn. 1:29) que El dio su carne por la vida del mundo (Jn.
6:51) que Cristo murió aun por aquel que pudiera ser destruido por la comida de otra persona;
(Rom. 14:15) y que falsos maestros hacen mercadería aun de los que niegan al Señor que les rescató,
y quienes atraen sobre sí mismos destrucción repentina (2 Ped. 2:1, 3). Por tanto, él que habla así,
habla con las Escrituras; mientras él que rechaza tal fraseología, es una persona atrevida, una que
juzga las Escrituras y no es un intérprete de ellas.52

ARTICULOS XIII Y XIV

El pecado original no condenará a ninguna persona.


En cada nación, todos los niños que mueren sin haber cometido pecados actuales, son
salvos.53

RESPUESTA.

Se atribuyen estos artículos a Borrio. Para aumentar su número, los han hecho dos, cuan-
do uno habría sido suficiente, por el cual el otro sigue necesariamente, aun según su propia opinión.
Porque, si "el pecado original no condena a nadie," es una consecuencia necesaria que "serán salvos
todos que no han cometido transgresiones actuales." Todos los niños sin distinción son de esta
clase.54

Pero Borrio niega haber enseñado públicamente jamás o el uno o el otro. En privado
conferenció sobre este tema con algunos candidatos para la ordenación: Y considera que no era
ilícito que así lo hiciera, o que tuviera una opinión tal, bajo la influencia de razones que él somete
voluntariamente a la investigación de sus hermanos; quienes, cuando las han refutado, pueden ense-
ñarle doctrina más correcta, e inducirle a cambiar su opinión. Sus razones son las siguientes:

1. Porque Dios ha recibido a toda la raza humana en la gracia de reconciliación, y ha


entrado en un pacto de gracia con Adán, y con toda su posteridad con él. En el cual El promete la
remisión de todos los pecados a tantas personas como se mantengan firmes en y no traicionen, ese
pacto. Pero Dios no sólo entró en el pacto con Adán, sino después lo renovó con Noé, y al fin lo
confirmó y perfeccionó por medio de Cristo Jesús. Y puesto que los niños no han trasgredido este
pacto, no parece que merecen la condenación; a menos que mantengamos, que Dios está indispuesto
a tratar con los niños, que salen de esta vida antes de llegar a la edad adulta, en base de esa misma
condición graciosa bajo la cual, sin embargo, se incluyen . . . como partes del pacto; y por tanto que
su condición es mucho peor que la de los adultos, a quienes se ofrece la remisión de todos los pe-
APOLOGIA

cados, no sólo de los que fueron perpetrados en Adán, sino también, de los que han cometido
personalmente.55

2. Cuando Adán pecó en su misma persona y con su libre albedrío, Dios perdonó esa
transgresión: No hay razón entonces por qué era la voluntad de Dios imputar este pecado a niños,
de quienes se dice que han pecado en Adán, antes que tenían existencia personal alguna, y por ende,
antes que podían haber pecado por su propia voluntad y deseo.56

3. Porque en este caso, parecería que Dios actuara hacia los niños con mucho más severi-
dad que hacia los diablos mismos. Porque el rigor de Dios contra los ángeles apóstatas era extremo,
porque El no perdonaría el crimen que habían perpetrado. Hay el mismo rigor extremo de-
mostrado contra los niños, quienes se condenan por el pecado de Adán: Pero es mucho mayor;
porque todos los ángeles malos pecaron en su propia persona, mientras los niños pecaron en la per-
sona de su primer padre Adán. Por esta razón, los ángeles mismos eran culpables, porque cometie-
ron una ofensa que podían haber evitado; mientras los niños no eran culpables, sólo hasta el punto
que existieron en Adán, y por la voluntad de él eran involucrados en el pecado y la culpabilidad.57

Estas razones son indudablemente de tan gran importancia, que soy de la opinión que
aquellos que mantienen la opinión contraria tienen la obligación de refutarlas, antes que puedan
poner a cualquier persona una marca de herejía. Sé que ponen la Antigüedad en oposición, porque
dicen que tienen su juicio a su favor. Pero la Antigüedad no puede ser puesto en oposición por
aquellos que, sobre este tema, cuando se discute la salvación de los niños, no están dispuestos a
sujetarse al juicio de los Ancianos. Pero nuestros hermanos se desvían de la Antigüedad, acerca de
este mismo tema, en dos maneras:

(1) La Antigüedad mantiene, que todos los niños que salen de esta vida sin haber sido
bautizados, serían condenados; pero que los que fueron bautizados y que murieron antes de llegar a
ser adultos, serían salvos. . . . A esta doctrina nuestros hermanos de ninguna manera asentirán; pero
contradicen las dos partes de ella.

(2) La Antigüedad mantiene que la gracia del bautismo quita el pecado original, aun de los
que no han sido predestinados; según este pasaje de Prosper de Aquitain: "Aquella persona no es un
Católico quien dice, que la gracia del bautismo, . . . cuando es recibido, no quita el pecado original
de los que han sido predestinados a la vida." . . . Nuestros hermanos también objetan fuertemente a
esta opinión.58

ARTICULO XV

Si los paganos, y los que son extranjeros al verdadero conocimiento de Dios, hacen aquellas
cosas por los poderes de la naturaleza que pueden hacer, Dios no les condenará, sino recompensará
aquellas sus obras por un conocimiento aumentado por el cual pueden llegar a la salvación.59

RESPUESTA.

Esto nunca fue dicho por mí, ni tampoco por Borrio, bajo tal forma, y en estas expresiones.
Más aun, no es muy probable, que alguna persona, pequeña que fuera su habilidad en cosas sagra-
das, entregue las percepciones de su mente en una manera tan completamente confusa y de-
sordenada, como para engendrar el sospecho de una falsedad en las palabras mismas en las cuales
APOLOGIA

enuncia su opinión. Porque ?qué hombre hay, quien, como un extranjero al verdadero conoci-
miento de Dios, hará alguna cosa que pueda en alguna manera ser aceptable a Dios? Es necesario
que la cosa que complacerá a Dios, sea en sí misma buena, por lo menos en cierto respecto. Además
es necesario que él que lo hace sepa que es bueno y agradable a Dios. "Y todo lo que no proviene
de fe, es pecado," es decir, todo lo que se hace sin un conocimiento seguro que es bueno y agradable
a Dios. Así que es necesario, entonces, que él tenga un verdadero conocimiento de Dios, el cual el
Apóstol atribuye aun a los gentiles. (Rom. 1:18-21, 25, 28; 2:14, 15).60

Pero si nuestros hermanos realmente creen, que una persona puede hacer alguna porción
del bien por los poderes de la naturaleza, ellos mismos no están muy lejos del pelagianismo, el cual
sin embargo están ansiosos de imputar a otros. Este Artículo, enunciado así en su propio estilo,
parece indicar, que creen que la persona es capaz de hacer algo bueno "por los poderes de la natu-
raleza;" pero que, por un rendimiento tan bueno, "no escapará la condenación ni obtendrá un
premio.61"

Por tanto habrían actuado con mucho más cautela y con más seguridad, si hubieran omiti-
do su exageración, y si nos hubieran acusado de esta opinión, la cual saben que fue empleada por
los teólogos escolásticos, y que después insertaron en el posterior Artículo Diecisiete, pero enunciada
en una manera un poco diferente, "Dios hará lo que está en El, por la persona que hace lo que está
en sí mismo." Pero, aun así, la explicación de los teólogos debe haber sido añadida, "que Dios hará
ésto, no por merecimiento, sino por congruencia; y no porque el acto de la persona merece tal cosa,
sino porque cuadra con la gran misericordia y bondad de Dios." Sin embargo, yo mismo rehusaría
usar esta declaración de los teólogos, excepto con la adición de estas palabras: "Dios dará más
gracia a aquel individuo quien hace lo que está en él por el poder de la gracia divina que ya se le ha
dado, según la declaración de Cristo, Al que tiene le será dado;" en el cual él incluye la causa por
qué fue "dado a los Apóstoles el saber los misterios del reino de los cielos," y por qué "a otros no les
fue dado" (Mt. 13:11, 12). Además de este pasaje, y los capítulos uno y dos de la Epístola a los
Romanos que ya se han citado, lea lo que se relata en los Hechos de los Apóstoles, (10, 16, y 17,)
acerca de Cornelio el Centurión, Lidia, vendedora de púrpura, y los de Berea.62

ARTICULO XVI

Las obras de los no regenerados pueden complacer a Dios, y son (según Borrio) la ocasión,
y (según Arminio) la causa impulsadora, por las cuales Dios será movido a comunicarles su gracia
salvadora.63

RESPUESTA.

Hace unos dos años se hizo circular Diecisiete Artículos que me fueron atribuidos, y de los
cuales el decimoquinto se expresa así: "Aunque es imposible que las obras de los no regenerados
complazcan a Dios, sin embargo son la ocasión por la cual Dios se mueve a comunicarles su gracia
salvadora." Esta diferencia me induce sospechar, que el negativo . . . ha sido omitido en este
Decimosexto Artículo: . . . De esta transformación ellos dan un ejemplo manifiesto en este Artícu-
lo.64

1. Porque la palabra, "los no regenerados," puede entenderse en dos sentidos, (i) Que
denota aquellos que no han sentido el movimiento del Espíritu regenerador, o de su tendencia o
preparación para la regeneración, y quienes son por tanto destituidos del primer principio de la
regeneración. (ii) O puede significar aquellos que son nacidos de nuevo, y que sienten aquellos
movimientos del Espíritu Santo que pertenecen o a la preparación o a la misma esencia de la rege-
APOLOGIA

neración, pero quienes todavía no son regenerados: Es decir, por ella son inducidos a confesar sus
pecados, a lamentarse por ellos, a desear la liberación, y a buscar el Libertador quien les ha sido
señalado; pero todavía no les es suministrado el poder del Espíritu por el cual la carne, o el viejo
hombre, es mortificada, y por el cual una persona, habiendo sido transformada a una nueva vida, se
hace capaz de hacer las obras de la justicia.65

2. Una cosa complace a Dios, sea como un acto inicial que pertenece al comienzo de la
conversión, o como una obra perfecta en su propia esencia y como una obra hecha por una persona
que es convertida y nacida de nuevo. Así que la confesión, por la cual alguien reconoce que él
mismo es, "una criatura fría, ciega y pobre" complace a Dios; y el individuo por lo tanto corre a
Cristo, para "comprar de El colirio para los ojos, vestiduras blancas, y oro" (Apoc. 3:15-18). Obras
que proceden de amor ferviente también complacen a Dios. Vea la distinción que hace Calvino en-
tre "temor inicial y filial" y la de Beza, quien es de la opinión que "el dolor y la contrición por el
pecado no pertenecen a las partes esenciales de la regeneración, sino sólo a las partes que son
preparatorias", pero él pone "la misma esencia de la regeneración en la mortificación, y en la
vivificación o el avivamiento.66"

3. "La ocasión" y "la causa impulsiva por las cuales Dios se conmueve," generalmente no se
reciben en la misma manera, sino variadamente. Responderá a nuestro propósito si reproduzco dos
pasajes, comparando los cuales se puede recoger una distinción que es a la vez conveniente y
suficiente para nuestro propósito. El rey dice, (Mt. 18:32) "Toda aquella deuda te perdoné, porque
me rogaste." Y Dios le dice a Abraham (Gén. 17:16, 17,) "Por cuanto has hecho esto, y no me has
rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré." El que no percibe en estos pasajes, una dife-
rencia en los móviles impulsores, como también en el placer derivado, debe ser muy ciego en cuanto
a las Escrituras.67

4. "La gracia salvadora de Dios" puede entenderse o como primaria o secundaria, como
[praeveniente] precedente o subsecuente, como operadora o cooperadora, y como la que toca la puer-
ta, o la abre, o entra. A menos que una persona distinga correctamente cada una de éstas, y use
tales palabras como corresponden a estas distinciones, necesariamente tiene que tropezar, y hacer
que parezca que otros tropiecen, cuyas opiniones no comprende con exactitud. Pero si un individuo
considera diligentemente estas observaciones, percibirá que este Artículo está de acuerdo con las
Escrituras, según un sentido en que pueden ser interpretadas; pero que, según otro sentido, es muy
diferente.68

Que sea tomada la palabra "no regenerado" como una persona que . . . está ahora en el acto
del nuevo nacimiento, aunque todavía no ha nacido de nuevo realmente; que sea interpretado "el
placer" que Dios siente como un acto inicial; y que se sustituya gracia secundaria, subsecuente,
cooperadora, y entrante por "gracia salvadora;" y al
instante será manifiesto, que hablamos lo correcto cuando decimos: "El dolor serio por el pecado
complace tanto a Dios, que por ello, según la multitud de sus misericordias, El está conmovido a
dar gracia a una persona que es pecadora.69"

ARTICULO XVII

Dios no negará su gracia a cualquier persona que hace lo que puede.70

RESPUESTA.

Este Artículo está conectado tan naturalmente con los que lo preceden, que él que asiente
uno de los tres, puede con el mismo esfuerzo afirmar los demás; y él que niega uno, puede rechazar
APOLOGIA

todos los otros. Podrían haber ahorrado algo de esta labor innecesaria, y podrían haber propuesto
un artículo de la siguiente descripción con mayor conveniencia, en vez de los tres: "Es posible que
una persona haga algo bueno sin la ayuda de la gracia; y si lo hace, Dios recompensará o
remunerará ese acto por una gracia más abundante." Pero siempre hubiéramos podido poner una
acusación de falsedad en un artículo de este tipo: Por tanto les era un proceder mucho más seguro
el jugar con ambigüedades, para que el fraude de calumnia no pudiera ser conocido con igual faci-
lidad a todas las personas.71

Pero respecto a este artículo, declaro, que nunca entró en nuestras mentes el emplear ex-
presiones tan confusas como éstas, que, a la primera vista, excluyen la gracia del comienzo de la
conversión; aunque nosotros siempre y en todas las ocasiones hacemos que esta gracia preceda,
acompañe, y siga; y sin la cual, afirmamos constantemente, ninguna buena acción puede ser produ-
cida por el individuo. Es más, llevamos este principio hasta el punto que no nos atrevemos a
atribuir el poder aquí descrito ni aun a la naturaleza de Adán mismo, sin la ayuda de la gracia di-
vina, tanto infundida como asistente.72

Estimamos que este artículo es uno tan absurdo, que no pronto estaríamos inducidos a
atribuirlo a ninguna persona con la menor habilidad en asuntos sagrados. Porque, ?cómo puede un
individuo, sin la ayuda de la gracia divina, hacer cualquier cosa que sea aceptable a Dios, y que El
remunerará con el premio salvador o de más gracia o de la vida eterna? Pero este artículo excluye
la gracia primaria muy explícitamente, cuando dice, "a cualquier persona que hace lo que puede."
Porque si se entiende esta expresión en el sentido siguiente, "al que hace lo que pueda por la gracia
primaria que ya se le ha otorgado," entonces no existe lo absurdo en esta declaración, "Dios dará
más gracia al que usa con provecho aquella que es primaria:" Y, por la supresión malévola de lo
que debe haber sido añadido, los hermanos declaran abiertamente que es su deseo que gane
credibilidad esta calumnia.73

ARTICULO XVIII

Dios indudablemente convierte, sin la predicación externa del evangelio, grandes cantida-
des de personas al conocimiento salvador de Cristo, entre aquellos . . . que no tienen ninguna pre-
dicación exterior; y El efectúa tales conversiones o por la revelación interior del Espíritu Santo, o
por el ministerio de los ángeles. (Borrio y Arminio)74

RESPUESTA.

Nunca expresé ningún pensamiento como éste. Borrio ha dicho algo parecido, aunque no
exactamente lo mismo, en las siguientes palabras: "Es posible que Dios, por la revelación interior
del Espíritu Santo o por el ministerio de ángeles, instruyera a los magos, que vinieron del oriente,
acerca de Jesús, a quien vinieron a adorar." Pero las palabras "indudablemente" y "grandes canti-
dades de personas," son las adiciones de la calumnia, y ésta de un carácter de lo más audaz, acu-
sándonos de lo que, es muy probable, nunca hablamos, y de lo cual nunca pensamos.75

1. ?Es probable, que cualquier individuo prudente afirmará que "algo indudablemente se
hace en grandes cantidades de personas," de los cuales él no puede, cuando se le requiere, producir
ni un sólo ejemplo? Confesamos que no podemos dar ningún caso de lo que aquí se nos imputa.
Porque, si fuera dado por nosotros, llegaría a ser un tema de controversia; como ha sido la suerte de
los pensamientos de Zwinglio en cuanto a la salvación de Sócrates, Aristides, y de otros en
circunstancias parecidas, quienes deben haber sido instruidos acerca de su salvación por el Espíritu
Santo o por ángeles: Porque apenas está dentro de los linderos de la probabilidad, que habían visto
APOLOGIA

las Sagradas Escrituras y habían sido instruidos en ellas.76

2. Además, si nuestros hermanos hubieran recordado esta declaración de Cristo, "?Habla,


Pablo! no calles; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad." (Hch. 19:9, 10) [sic] no nos habrían
achacado de este artículo tan fácilmente, quienes hemos aprendido de este mismo dicho de Cristo,
que Dios manda la predicación externa de su palabra a las naciones, cuando es su buena voluntad
que grandes cantidades de ellas se conviertan.77

3. Lo siguiente es un dicho de uso muy común y frecuente: "El medio y órgano ordinario
de la conversión es la predicación de la palabra divina por personas mortales, a la cual, entonces,
todas las personas están obligadas; pero el Espíritu Santo no se ha obligado a sí mismo a usar este
método, para que no pueda operar en una manera extraordinaria, sin la intervención de la ayuda
humana, cuando le parece bueno a sí mismo." Ahora, si nuestros hermanos hubieran reflexionado,
que esta declaración muy común obtiene nuestra alta aprobación, no habrían pensado en acusarnos
de este artículo, por lo menos no lo habrían considerado erróneo. Porque, en cuanto al primero, lo
que es extraordinario no prevalece entre "grandes cantidades de personas;" porque si fuera así,
inmediatamente llegaría a ser ordinario. En cuanto al segundo, si "la predicación de la palabra de
personas mortales" es "el medio ordinario," por el cual se entiende también que algunos medios son
extraordinarios, y puesto que toda nuestra iglesia, más aún, en mi opinión, puesto que todo el
mundo cristiano testifica de ésto, entonces de veras ni es una herejía ni un error decir, "Aun sin este
medio sin la predicación de la palabra Dios puede convertir a algunas personas.78"

4. ?Qué peligro y error puede ser en que una persona diga, "Dios convierte grandes canti-
dades de personas, (es decir muchísimas,) por medio de la revelación interna del Espíritu Santo o
por el ministerio de ángeles", con tal que se afirme al mismo tiempo, que nadie es convertido excep-
to por medio de esta palabra misma, y por el significado de esta palabra, que Dios manda por
hombres a esas comunidades o naciones quienes El ha propuesto unir consigo mismo?79

ARTICULO XIX

Antes de su caída, Adán no tenía el poder de creer, porque no había la necesidad de tener
fe; Dios, por tanto, no le podía requerir que tuviera fe después de la caída.80

RESPUESTA

A menos que estuviera bien familiarizado con . . . la disposición de ciertas personas, podía
haber jurado solemnemente, que la atribución de este artículo a mí, como lo acabamos de citar, es
un hecho que les es atribuido por calumnia. ?Puedo ser de la opinión que "antes de su caída Adán
no tenía el poder de creer;" y, ciertamente, por esta razón, "porque no había la necesidad de tener
fe?" ?Quién no conoce la expresión del apóstol?, "Es necesario que el que se acerca a Dios crea [o
haya creído] que le hay, y que es galardonador de los que le buscan." No creo, que haya ni un
mahometano ni un judío que se atreva a hacer una aserción como contiene este artículo: El indivi-
duo que la afirmaría, debe ser ignorante de la naturaleza de la fe en su acepción universal. Pero
?quién puede amar, temer, adorar, honrar y obedecerle a Dios, sin la fe, que es el principio y el ci-
miento de todos aquellos actos que pueden ser hechos a Dios según su voluntad?81

Esta calumnia contra mí es audaz y necia. Pero creo que fue el deseo de sus inventores
APOLOGIA

haber añadido las palabras, "el poder de creer en Cristo;" y de veras deben haber hecho esta adición.
Sin embargo tal vez alguien sea tan insano para decir que "toda la fe en Dios es fe en Cristo," in-
clinándose a tal persuasión por el argumento, "que ahora no hay verdadera fe en Dios, que no sea la
fe en Cristo".

Digo por tanto, afirmo y asevero, profeso y enseño, "que, antes de su caída, Adán no tenía el poder
de creer en Cristo, porque la fe en Cristo no fue necesaria en aquel entonces; y que Dios por tanto no
podía requerir esta fe de él después de la caída:" Es decir, Dios no podía requerirla por esta razón,
"porque Adán había perdido aquel poder de creer por su propia culpa," la cual es la opinión de los
que me acusan con la doctrina de este artículo. Pero Dios podía haberla requerido, porque El fue
preparado [después de la caída] a otorgar aquellas ayudas graciosas que eran necesarias y
suficientes para creer en Cristo, y por tanto a otorgar la fe misma en Cristo.82

Ahora daré algunos argumentos en prueba de mi opinión.


Primero, En cuanto a la proposición, demuestro, "que, antes de su caída, Adán no poseía el
poder de creer en Cristo." (1) Porque una creencia tal habría sido fútil. Porque no había ninguna
necesidad, ninguna utilidad de creer en Cristo. Pero la naturaleza no hace nada en vano, mucho
menos lo haría Dios. (2) Porque antes de su pecado, Dios no podía requerirle la fe en Cristo.
Porque la fe en Cristo es fe en El como un Salvador de los pecados; por tanto él que crea en Cristo
debe creer que es un pecador. Pero, antes que Adán hubiera cometido cualquier ofensa, ésta habría
sido una creencia falsa: Por tanto al mandarle a Adán que creyera en Cristo, Dios le hubiera
mandado creer en una falsedad. Aquel poder, entonces, no fue capaz de producirse en un acto, y es,
por esa misma razón, inútil. (3) La fe en Cristo pertenece a una creación nueva, que se efectúa por
Cristo, en su capacidad de un Mediador entre los pecadores y Dios: Esta es la razón por la que El
se llama "El Segundo Adán" y "el Hombre Nuevo." Por tanto no es sorprendente que la capacidad
de creer en Cristo no le fuera dada a la humanidad en virtud de la primera creación. (4) La fe en
Cristo se prescribe en el evangelio. Pero la Ley y el Evangelio están tan opuestos el uno al otro en
las Escrituras, que un individuo no puede ser salvo por ambos al mismo tiempo;83

ARTICULO XX

No es posible comprobar a partir de las Sagradas Escrituras, que los ángeles ahora están
confirmados en su estado.84

RESPUESTA.

Este artículo también ha sido salpicado de calumnia; aunque soy de la opinión, que fue
hecho en ignorancia por aquel cuya narración me es impuesta. Porque no negué que este hecho
fuera incapaz de ser comprobado de las Escrituras; sino le pregunté, "Si es negado, ?con cuáles
argumentos de la Escritura lo comprobaría usted?" No soy tan imprudente como para decir, que no
se puede dar ninguna comprobación de la Escritura para un asunto cuyo contrario no puedo esta-
blecer satisfactoriamente por la Escritura, por lo menos si tal comprobación no ha producido certe-
za en mi propia mente.85

Ni es ése un argumento más fuerte, el que dice, "Es posible que caigan los ángeles, si no
están confirmados en lo bueno; y por tanto siempre tienen la necesidad de ser atormentados por un
temor de su caída, que puede ocurrir; y por un temor que es aun mayor, a causa del conocimiento
más claro que ellos tienen acerca del mal en el cual los ángeles apóstatas han caído." Porque es
posible que los ángeles sean asegurados de su certidumbre, es decir, que nunca apostatarán, aunque
ni son bendecidos, ni tan confirmados en lo bueno como para no ser capaces de caer. Pueden ser
APOLOGIA

asegurados, o con una tal certeza como excluya toda duda o temor, o con una tal certeza como
excluya todo "temor" ansioso "que lleva castigo," pero es consecuente con aquel "temor y temblor"
con los cuales se nos manda que "nos ocupemos en nuestra salvación" de quienes se dice que tenemos
"la plena certidumbre de fe" en cuanto a nuestra salvación.86

Pero ?qué necesidad hay de entrar en esta disputa, que no puede sin gran dificultad ser
decidida en base a las Escrituras; y la cual, cuando es decidida, nos será de poco servicio? Más
bien, dediquemos nuestra atención a este estudio. Haciendo ahora la voluntad de Dios como los
ángeles la hacen en el cielo, procuremos ser permitidos a hacernos partícipes con ellos de la biena-
venturanza eterna. Esto es especialmente nuestro deber, puesto que las cosas que nos han sido
escritas acerca del estado de los ángeles, y que son mandadas que sean recibidas por la fe, son muy
pocas en número.87

ARTICULO XXI (I)

Es un modo de hablar nuevo, herético y Sabeliano, más aún es blasfemia, el decir, "que el
Hijo de Dios es autotheon, (Dios mismo,)" porque sólo el Padre es Dios mismo, pero no el Hijo y el
Espíritu Santo.88

RESPUESTA.

La mayoría de las personas que me conocen siquiera un poco, saben con qué temor pro-
fundo, y con qué solicitud concienzuda, trato aquella doctrina sublime de la Trinidad de Personas.
Toda la manera de mi enseñanza demuestra, que cuando estoy explicando este artículo no me
deleito o en inventar nuevas frases, que son desconocidas a la Escritura o a la ortodoxia antigua, ni
en emplear las que han sido fabricadas por otros. Todos mis oyentes también testificarán, con que
gusto tengo paciencia con los que adoptan un modo diferente de hablar del mío, con tal que se pro-
pongan expresar un significado sano. Establezco estas cosas como premisa, no sea que alguien
suponga, que hubiera procurado fomentar una controversia acerca de esta palabra, con otras
personas que la han empleado.89

Pero cuando, durante un debate particular, cierto joven con mucha pertinacia y certeza
defendió no sólo la palabra misma, sino también aquel significado que creo y sé que es contrario a
toda la antigüedad, como también a la verdad de las Escrituras, y él no fue tímido en expresar su
desaprobación seria de las opiniones más ortodoxas; fui compelido a explicar mis pensamientos
acerca de la palabra y su significado.90

Dije que la palabra no se encuentra en las Escrituras: sin embargo, puesto que había sido
usada por los ortodoxos, ambos por Epifanio, (Heres. 69) y por algunos teólogos en nuestros días, no
la rechazo, con tal que sea entendida correctamente.91

Pero puede ser entendida en un significado doble, según el significado literal de la palabra;
y puede significar, o uno que es verdaderamente y en sí mismo Dios, o uno que es Dios de sí mismo.
Dije que en el primer significado, la palabra podía ser tolerada; pero en el segundo, está en
oposición a las Escrituras y a la ortodoxia antigua.92

Cuando el adversario todavía insistió, que él entendía la palabra en este último sentido; y
que Cristo era de veras autotheon, es decir, Dios de sí mismo, quien tiene en realidad una esencia en
común con el Padre pero no comunicada por el Padre; y cuando él afirmó esto con aun más auda-
cia, porque sabía que en esta opinión tenía a Trelcatio, de devoto recuerdo, de acuerdo con él, de
APOLOGIA

cuyas instrucciones parece que había derivado sus ideas sobre el tema; dije, que esta opinión era
novedosa, que nunca fue escuchada por los ancianos, y desconocida a ambos los Padres Griegos y
Latinos; y que, cuando es examinada rígidamente, se encontraría que es herética, y casi aliada con
la opinión de Sabelio, la cual era, que el Padre y el Hijo no son personas distintas, sino una
persona llamada por diferentes nombres. Añadí que, de esta opinión, la herejía completamente
opuesta asimismo podría ser deducida, la cual es, que el Hijo y el Padre son dos personas diferentes,
y dos dioses colaterales; esta es una blasfemia.93

Por lo tanto es muy asombroso, que nuestros hermanos se han atrevido acusarme de esto
como un pensamiento erróneo. Sin embargo, al hacer esto, no actúan con sinceridad, puesto que no
explican la palabra autotheos, por quitar su ambigüedad; lo cual indudablemente deben haber
hecho, para que nadie suponga que yo negaba que el Hijo fuera autotheon en todo sentido, y por lo
tanto que El no fuera Dios mismo y verdadero. Más particularmente deben haberlo hecho, porque
saben que siempre he hecho una distinción entre estas significaciones, y he aceptado una de ellas,
pero he rechazado la otra.94

He declarado sólo lo que sigue como consecuencias de estas frases, y de la opinión que está
de acuerdo con ellas; y por eso he dicho, que la gente debe dejar de usar tal fraseología. Me abs-
tengo de pruebas, multitudes de las cuales podía sacar de las Escrituras y los Padres; y si la necesi-
dad lo requiere, inmediatamente las daré, porque por muchos años las he tenido preparadas.95

DIOS--es desde la eternidad, teniendo la Esencia Divina.


EL PADRE--no proviene de nadie, teniendo la Esencia Divina de nadie, que otros dicen es
"de sí mismo."
EL HIJO--proviene del Padre, teniendo la Esencia Divina del Padre.96

ARTICULO XXII (II)

Es la cumbre de la blasfemia decir, que Dios es libremente bueno.97

RESPUESTA.

En un debate se preguntó, "?Pueden la necesidad y la libertad ser reconciliadas la una con


la otra hasta el punto, que se puede decir que una persona produce necesaria y libremente uno y el
mismo efecto?," estas palabras siendo usadas correctamente según sus definiciones estrictas respec-
tivas, que se encuentran abajo: "Un agente actúa necesariamente, quien, cuando se ponen todos los
requisitos para la acción, no puede hacer otra cosa que actuar, o no puede suspender su acción. Un
agente actúa libremente, quien, cuando se ponen todos lo requisitos para la acción, puede refrenarse
de empezar a actuar, o puede suspender su acción." Declaré, "que los dos términos no podían
reunirse en un sólo sujeto." Otras personas dijeron, "que podían," evidentemente con el propósito
de confirmar el dogma que afirma, "Adán peco de veras libremente, y sin embargo necesariamente.
Libremente, con respecto a sí mismo y según su naturaleza. Necesariamente, con respecto al decreto
de Dios.98"

Para refutar mi opinión, expusieron un caso, o un ejemplo, en el cual la necesidad y la


libertad se reunieron; y eso era Dios, quien es ambos necesaria y libremente bueno. Esta
afirmación de ellos me disgustó tanto, como para causarme decir, eso no está muy lejos de la blas-
femia. Ahora, tengo una opinión similar acerca de ella; y en pocas palabras así compruebo su
falsedad, su absurdidad, y la blasfemia [contenida] en la falsedad.99
APOLOGIA

(1.) Su Falsedad. El que por necesidad natural, y según su misma esencia y la totalidad de
su naturaleza, es bueno, . . . El no es libremente bueno. Porque es una contradicción en un adjunto,
o una oposición en una aposición. Pero Dios es bueno por necesidad natural, según toda su
naturaleza y esencia, y El es la Bondad misma, el Bien supremo y primario, a partir del cual, por
medio del cual, y en el cual es todo lo bueno, etc. Por lo tanto, Dios no es libremente bueno.100

(2) Su Absurdidad. La libertad es una disposición de la voluntad divina; no de la esencia,


conocimiento, o poder divinos; y por lo tanto no es una disposición de la naturaleza divina consi-
derada en su totalidad. Es de veras un efecto de la voluntad, según el cual se dirige hacia un objeto
que ni es primario ni adecuado, y que es diferente de Dios mismo; y este efecto de la voluntad por lo
tanto es posterior en orden a aquella disposición de la voluntad según la cual Dios se dirige hacia
un objeto propio, primario, y adecuado, que es El mismo. Pero la bondad es una disposición de
toda la naturaleza, esencia, vida, conocimiento, voluntad, poder, etc. divinos. Por lo tanto, Dios no
es libremente bueno, es decir, no es bueno por el modo de la libertad, sino por el de la necesidad
natural.101

(3) Compruebo que la blasfemia está contenida en esta afirmación. Porque, si Dios es
libremente bueno, (es decir, no por la naturaleza y la necesidad natural,) El puede ser o ser hecho
no bueno: Puesto que cualquier cosa que uno quiere libremente, tiene en su poder el no querer; y
cualquier cosa que uno hace libremente, puede refrenar de hacer. . . . Pero ?con cuanto más equi-
dad la blasfemia se ata a los que declaran, "que Dios es libremente bueno!" Porque si El es libre-
mente bueno, ?asimismo libremente conoce y ama a sí mismo, y además hace todas las cosas libre-
mente, aun cuando engendra al Hijo y espira al Espíritu Santo!102

ARTICULO XXIII (III)

Ocurre frecuentemente, que una criatura que no está enteramente endurecida en el mal,
está indispuesta a cometer una acción porque ésta está asociada con el pecado; a menos cuando
ciertos argumentos y ocasiones le son presentados, los cuales actúan como incitaciones para su
perpetración. . . . La administración de esta presentación también está en la mano de la providencia
de Dios, quien presenta estas incitaciones para que El pueda cumplir su propia obra por el acto de
la criatura.103

RESPUESTA.

Pero algunas personas se han acostumbrado a la calumnia por tanto tiempo, que aun
cuando pueden estar abiertamente convencidas de ella, todavía no temen lanzarla contra una
persona inocente. Acerca de este hecho proveen un ejemplo lúcido en el presente artículo. Porque
aquellas cosas que presenté en las Tesis Sobre la Eficacia y Justicia de la Providencia de Dios en
cuanto al Mal, y que fueron debatidas en el mes de mayo de 1605, se citan aquí, pero en una ma-
nera mutilada, y con la omisión de aquellas cosas que son capaces de vindicar poderosamente la
totalidad de los ataques de la calumnia. Las siguientes son las palabras que usé en la Décimoquin-
ta Tesis de aquel Debate:104

"Pero puesto que un acto, aunque está permitido . . . a la habilidad y la voluntad de la


criatura, sin embargo puede ser quitado . . . de su poder actual, por la legislación; y puesto que,
entonces, ocurrirá frecuentemente, que una criatura, quien no está enteramente endurecida en la
maldad, está indispuesta a cometer un acto porque está conectado con el pecado, a menos cuando le
son presentados algunos argumentos y ocasiones, que parecen incitaciones para su perpetración: . . .
La administración de esta presentación [de argumentos y ocasiones] está también en la mano de la
APOLOGIA

providencia de Dios, quien presenta estas incitaciones, ambos para que El . . . pueda probar
plenamente si la criatura está dispuesta a refrenarse de pecar, aun cuando está animada, o
provocada, por incitaciones; porque la alabanza por abstenerse del pecado es muy poco, en la
ausencia de tales provocaciones; y que, si la criatura quiere ceder a aquellas incitaciones, Dios
puede efectuar su propia obra por el acto de la criatura.105"

Estas son mis palabras; de las cuales los hermanos han extraído lo que les parecía conve-
niente para establecer la calumnia, pero han omitido y completamente quitado aquellas cosas que,
en la manera más manifiesta, traicionan y refutan la calumnia. Porque yo propuse dos fines de
aquella administración por la cual Dios . . . dispensa los argumentos, ocasiones, incitaciones, e
irritaciones a cometer aquel acto que está conectado con el pecado: Y estos fines no fueron ni
colaterales, es decir, no igualmente pensados; ni fueron conectados juntos por una conjunción
cercana. El primero de ellos, que es la exploración o probación de su criatura, Dios primaria y
apropiadamente, y de sí mismo tiene por objeto. Pero el último, que es, que Dios pueda efectuar su
propia obra por el acto de la criatura no es pensado por Dios, excepto después que El ha previsto
que su criatura no resistirá estas incitaciones, sino que cederá a ellas, y eso por su propio libre
albedrío, en oposición al mandato de Dios, el cual fue su deber y dentro de su poder obedecer,
después de haber rechazado y rehusado aquellas tentaciones e incitaciones de los argumentos y
ocasiones. Pero este artículo de ellos propone mis palabras de tal manera, como si yo hubiera hecho
a Dios tener por objeto este último fin sólo y de sí mismo, omitiendo enteramente el primero; y así
omitiendo la condición previa bajo la cual Dios tiene por objeto este segundo fin por medio del acto
de su criatura, es decir, cuando es la voluntad de la criatura ceder a estas incitaciones.106

Pero por el hecho que el tentador sabe, que la criatura está indispuesta a cometer este acto,
a menos que ella esté incitada por argumentos, y que oportunidades sean ofrecidas, él presenta todo
lo que él puede de incentivos para tentar a la criatura a pecar. Sin embargo, Dios preside sobre
todas estas cosas, y por su providencia administra la totalidad de ellas, pero hacia un fin muy
diferente de aquel al cual el tentador las dirige. Porque Dios las maneja, en primer lugar, para la
prueba de su criatura, y, después, (si sea la voluntad de la criatura ceder,) para que El mismo pueda
efectuar algo por aquel acto.107

ARTICULO XXIV (IV)

La justicia de Cristo no nos es imputada por justicia; pero el creer [o el acto de creer] nos
justifica.108

RESPUESTA.

Aunque en este artículo parece que hay sólo dos enunciaciones distintas, sin embargo po-
tencialmente hay tres, las cuales tienen que ser separadas la una de la otra para hacer el asunto
inteligible. La primera, es, "La justicia de Cristo nos es imputada." La segunda, "La justicia de
Cristo es imputada por justicia:" Porque así ellos deben haber hablado, si su propósito fue el de
retener mis palabras correctamente; porque la expresión, "nos justifica" es de aceptación más amplia
que, "es imputada por justicia." Porque Dios justifica, y no es imputada por justicia. Cristo, "el
justo siervo de Dios, justifica a muchos por su conocimiento." Pero aquel por el cual El hace esto,
no es "imputado por justicia.109"

1. En cuanto a la primera, nunca dije, "La justicia de Cristo no nos es imputada:" Más
bien, afirmé lo contrario en mi Décimonono Debate Público Sobre la Justificación, Tesis X: "La
justicia por la cual somos justificados ante Dios puede en un sentido acomodado ser llamada im-
putativa, como siendo la justicia o en la estimación gratuita de Dios, puesto que no merece aquel
nombre según el rigor de derecho o de la ley, o como siendo la justicia de otra persona, es decir, de
APOLOGIA

Cristo, es hecha nuestra por la imputación gratuita de Dios." Es verdad que he puesto estas dos en
alternación. Por esta misma cosa declaro, que no desapruebo aquella frase. "La justicia misma de
Cristo nos es imputada, porque es hecha nuestra por la estimación gratuita de Cristo," es equivalente
a, "nos es imputada;" porque "imputación" es "una estimación gratuita." Pero para que nadie se
valga de estas expresiones como una ocasión para la calumnia, digo que reconozco, "La justicia de
Cristo nos es imputada;" porque creo que la misma cosa se contiene en las siguientes palabras del
apóstol, "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él" (2 Cor. 5:21).110

2. He dicho que desapruebo la segunda enunciación, "La justicia de Cristo nos es imputada
por la justicia:" ?Y por qué no puedo rechazar una frase que no aparece en las Escrituras, con tal
que no niegue cualquier . . . significación verdadera que puede ser probada por las Escrituras?
Pero esta es la razón de rechazar aquella frase: Lo que se imputa por la justicia, o a la justicia, o
en vez de la justicia, no es la justicia misma, tomada estricta y rígidamente: Pero la justicia de
Cristo, que El ha hecho en obediencia al Padre, es la justicia, tomada estricta y rígidamente: Por
tanto no es imputada por la justicia." Porque esa es la significación de la palabra "imputar,". . .111

3. La tercera así es enunciada: "La fe, o el acto de creer, es imputado por la justicia," las
cuales son mis propias palabras. Pero omitiendo mis expresiones, ellos han sustituido por ellas la
frase, "El acto de creer nos justifica." Diría que "Han hecho esto en su simplicidad," si creyera que
no habían leído el cuarto capítulo de la Epístola a los Romanos, en el cual esta frase se usa once
veces, "La fe, o el acto de creer, es imputada por la justicia."

. . . Entonces debieran haber reprendido, no la frase misma, sino la significación que yo le doy a
ella, si la explico en una manera pervertida. Habría parecido que expliqué la frase del Apóstol así
incorrectamente si hubiera dicho, "La justicia de Cristo no nos es imputada o no nos justifica, pero
la fe o el acto de creer sí lo hace." Pero ya he respondido, que esta afirmación acerca de mí es falsa,
y he declarado que creo que ambas expresiones son verdaderas, "La justicia de Cristo nos es
imputada," y "la fe es imputada por la justicia." . . . Pero ellos dirán, que así entiendo esta frase,
"La fe es imputada por la justicia," en su acepción estricta, cuando debe ser entendida figurativa-
mente: Debieran haber dicho esto porque sólo esto podían decir verdaderamente. De hecho esos son
mis verdaderos pensamientos sobre este tema; y las palabras requieren la acepción estricta de la
frase. Si una figura se esconde debajo de ella, esto debe ser probado por los que así lo afirman.112

ARTICULO XXV (V)

La totalidad de eso con lo cual comparecemos ante Dios, nos justifica. Pero comparecemos
ante Dios no sólo por la fe, sino también por las obras. Por lo tanto somos justificados ante Dios,
no sólo por la fe, sino asimismo por las obras.113

RESPUESTA.

Pero será trabajo bien dado, que transcriba mis propias palabras de un cierto debate sobre
la justificación del cual este artículo ha sido tomado; para que pueda aparecer con qué tipo de
fidelidad ellos han hecho su extracto. La Novena Tesis del mismo es expresada así:114

"De estas cosas, así afirmadas según las Escrituras, concluimos que aquella justificación,
cuando se usa por el acto de un Juez, o es puramente la imputación de la justicia, . . . dada, por la
misericordia desde el trono de la gracia en Cristo la Propiciación, a un pecador, pero a uno que
cree; o aquel hombre es justificado ante Dios, por deuda, según el rigor de la justicia, sin perdón
APOLOGIA

alguno. Por el hecho que los papistas niegan este último, ellos deben conceder aquel. Y esto es tan
verdadero que, no importa con cuanta fe, esperanza, y amor cualesquier de los santos puede ser
dotado, y cuán numerosos y excelentes pueden ser las obras de fe, esperanza, y amor que pueda
haber hecho; sin embargo no obtendrá de Dios el Juez una sentencia de justificación, a menos que
El salga del tribunal de su justicia severa, y se ponga a sí mismo en el trono de la gracia, y desde él
pronuncie una sentencia de absolución a su favor, y a menos que el Señor por su misericordia y
compasión gratuitamente cuente por justicia la totalidad de lo bueno con lo cual el Santo comparece
ante El. Porque ?ay de una vida de la inocencia más grande, si es juzgada sin la misericordia!
Aun los papistas parecen reconocer esta verdad, que las obras de los santos no pueden comparecer
ante el juicio de Dios, a menos que sean "rociadas con la sangre de Cristo'" (Debate Público
XIX).115

Hasta este punto mi tesis: ?Podía alguna persona imaginar que la premisa mayor en este
artículo puede, según mis pensamientos y designio, ser deducida de ella? "?La totalidad de aquello
con lo cual comparecemos ante Dios, nos justifica!;" ?cómo puede esto ser deducido cuando digo,
"?que ni aun este bien que los papistas pueden o saben atribuirles a los hombres más santos, puede
obtener de Dios una sentencia de Justificación, a menos que El por la misericordia desde el trono
de la gracia cuente esto gratuitamente por la justicia!" ?Quién no percibe, que asiento a esto por
tolerancia y concesión?, "Dios considera y estima por la justicia todo este bien en el cual los papis-
tas dicen, los santos comparecen ante Dios:" Concedo esto, para que pueda confutarles más fir-
memente; y así obtengo "que ni aun la totalidad puede ser contada por la justicia excepto gratuita-
mente y por medio de la misericordia.116"

Ahora procedo a la suposición que han adjuntado a esta Proposición, que es de ellos y no es
mía. Se lee así: "Pero comparecemos ante Dios, no sólo por la fe sino también por las obras."
Entonces, ?es su deseo, mis hermanos, comparecer así ante Dios? . . . Pero tal vez dirán, pues uste-
des no comparecen ante Dios "por las obras de la ley, sino ?por las obras producidas de la fe y el
amor! Quisiera que me expliquen, en qué consiste comparecer por la fe, y en qué consiste com-
parecer por las obras; y si posiblemente ocurre, que una persona pueda comparecer ambos por la fe
y por las obras. Yo sé, los santos quienes estarán puestos ante el trono de la justicia divina, han
tenido la fe, y por medio de la fe han hecho buenas obras. Pero, creo, comparecen y se paran ante
Dios con esta confianza, "que Dios . . . ha propuesto a su Hijo Jesucristo como una propiciación por
la fe en su sangre, para que puedan así ser justificados por la fe de Jesucristo, por medio de la
remisión de los pecados." ?No leo, que Cristo se constituye una propiciación por medio de las obras
en su sangre, para que también podamos ser justificados por las obras!117

ARTICULO XXVI (VI)

La fe no es el instrumento de la justificación.118

RESPUESTA

En la enunciación de este Artículo se da otra comprobación de la negligencia desesperada y


disoluta. ?Qué persona es tan completamente insensata como para negar universalmente, que la fe
pueda llamarse "un instrumento," puesto que recibe y aprehende las promesas que Dios ha dado, y
también de esta manera concurre en la justificación? Pero, ?quién, al otro lado, se atreverá a decir
que, en el asunto de la justificación, la fe no tiene otra relación que la de un instrumento? En-
tonces debe ser explicado, cómo la fe es un instrumento, y cómo, como un instrumento, concurre en
la justificación.119
APOLOGIA

Es, por lo menos, no el instrumento de Dios; no lo que El usa para justificarnos. Sin em-
bargo, este es el primer significado que se piensa al escuchar estas palabras, tomadas rígidamente.
Porque Dios es la Causa primaria de la justificación. Pero puesto que la justificación es una esti-
mación de la mente, aunque hecha al mandato de la voluntad, no es realizada por un instrumento.
Porque es cuando Dios quiere y actúa por su poder, que El emplea instrumentos. Entonces, en estas
palabras, "Crea en Cristo, y sus pecados le serán perdonados," o lo que es lo mismo, "y será
justificado;" digo que la fe es el requisito de Dios, y el acto del creyente cuando éste cumple el
requisito. Pero ellos dirán, "que es el acto de aprehender y aceptar, y que por eso esta fe tiene
relación a un instrumento:" Contesto, la fe como una cualidad tiene en ese pasaje relación al modo
de un instrumento; pero en la aceptación o aprehensión misma es un acto, y de veras uno de
obediencia rendida al evangelio. Que sea seriamente considerada asimismo aquella frase que se usa
tan frecuentemente por el Apóstol en Romanos 4, "La fe es contada por justicia." ?Es ésta la fe
como un instrumento, o como un acto? San Pablo resuelve la cuestión con una cita del libro de
Génesis, cuando dice, "Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia." La cosa misma, como
es explicada por nuestros hermanos, también resuelve la cuestión: "La fe le es imputada por
justicia a causa de Cristo, el objeto que la fe aprehende." Que sea concedido ésto: Sin embargo el
aprehender a Cristo está más cerca que el instrumento que aprehende, o por el cual El es aprehen-
dido. Pero el aprehender es un acto. Por tanto, la Fe, como no es un instrumento, sino puesto que
es un acto, es imputada por justicia, aunque tal imputación puede ser a causa de El a quien ella
aprehende. En breve, . . . la capacidad o la cualidad por la cual se aprehende cualquier cosa, y la
aprehensión misma, cada una tiene una relación al objeto que será aprehendido, aquella una
relación mediata, ésta una relación inmediata. Esta, entonces, es una metonimia más modesta,
siendo derivada de lo que está más cerca; aun cuando se concede que esta frase, "ella es imputada
por justicia" tiene que ser explicada con una metonimia. El individuo, entonces, que dice, "El acto
de fe es imputado por justicia," no niega que la fe como un instrumento concurre en la justifica-
ción.120

ARTICULO XXVII (VII)

La fe no es el don simple de Dios, sino depende parcialmente de la gracia de Dios, y par-


cialmente de los poderes del libre albedrío; para que, si una persona quiere, pueda creer o no
creer.121

RESPUESTA

Nunca dije esto, nunca pensé decirlo, y, confiando en la gracia de Dios, nunca enunciaré
mis pensamientos sobre los asuntos de esta descripción en una manera tan desesperada y confusa.
Simplemente afirmo que esta enunciación es falsa, "La fe no es el don simple de Dios;" que ésta es
asimismo falsa, si se toma según el rigor de las palabras, "La fe depende parcialmente de la gracia
de Dios, y parcialmente de los poderes del libre albedrío;" y que ésta también es falsa cuando está
enunciada así, "Si una persona quiere, puede creer o no creer."122

Para la explicación apropiada sobre este asunto se requeriría una discusión sobre la concu-
rrencia y concordancia de la gracia divina y el libre albedrío, o de la voluntad humana; pero puesto
que ésta sería una labor demasiado prolija, ahora no trataré de hacerla. Para explicar el asunto
emplearé un símil, el cual sin embargo, confieso, es muy desemejante; pero su desemejanza es más
favorable a mis pensamientos. Un hombre rico le da a un mendigo pobre y hambriento, una li-
mosna por la cual él puede mantenerse a sí mismo y a su familia. ?Deja de ser un don simple por-
que el mendigo extiende su mano para recibirlo? ?Puede decirse correctamente, que "la limosna
dependía parcialmente de la liberalidad del dador, y parcialmente de la libertad del receptor,"
APOLOGIA

aunque éste no hubiera poseído la limosna a menos que la hubiera recibido por extender su mano?
?Puede decirse correctamente, por el hecho que el mendigo siempre está preparado a recibir, que "él
puede tener la limosna, o no tenerla, exactamente como a él le place?" Si estas afirmaciones no
pueden decirse verdaderamente acerca de un mendigo que recibe una limosna, ?cuanto menos
pueden ser hechas acerca del don de la fe, para la recepción del cual se requiere muchos más actos
de la gracia divina! Esta es la pregunta que será requerida discutir, "?Cuáles actos de la gracia
divina se requieren para producir la fe en una persona?" Si omito cualquier acto que sea necesario,
o que concurra, en la producción de la fe, que sea demostrado en las Escrituras, y yo lo añadiré a
los demás.123

No es nuestro deseo hacer el menor daño a la gracia divina, por quitar de ella cualquier
cosa que le pertenece: Pero que tengan cuidado mis hermanos, que ellos mismos ni inflijan un
daño a la justicia divina, por atribuirle lo que rechaza; ni a la gracia divina, por transformarla en
otra cosa, que no puede ser llamada gracia. Para que pueda yo en una palabra intimar lo que ellos
tienen que comprobar, ellos efectúan una transformación tal cuando representan, "que es irresistible
la gracia suficiente y eficaz, que es necesaria para la salvación," o como actuando con tal potencia
que no puede ser resistida por cualquier criatura libre.124

ARTICULO XXVIII (VIII)

La gracia suficiente para la salvación se concede a los electos, y a los no electos; para que,
si quieren, puedan creer o no creer, puedan ser salvos o no ser salvos.125

RESPUESTA.

Nuestros hermanos manifiestan aquí la misma negligencia. . . . Saben que uso la palabra
"elección" en dos sentidos: (i) Para el decreto por el cual Dios resuelve justificar a los creyentes y
condenar a los incrédulos, y que es llamada por el Apóstol, "el propósito de Dios conforme a la
elección" (Rom. 9:11). (ii) Y para el decreto por el cual El resuelve elegir a estas o aquellas nacio-
nes y personas con el designio de comunicarles los medios de la fe, pero a pasar por alto a otras
naciones y personas. Sin embargo, sin esta distinción, me atribuyen estos pensamientos; cuando, por
la ayuda de esa distinción, estoy capacitado a afirmar, no sólo, "La gracia suficiente se concede a, o
más bien, se ofrece a los electos y los no electos;" sino también "La gracia suficiente no se ofrece a
nadie excepto a los electos." (i) "Se ofrece a los electos y a los no electos," porque se ofrece a los
incrédulos, sea que crean después o que no crean. (ii) "A nadie se le ofrece excepto a los electos,"
porque, por esa misma cosa que se les ofrece, dejan de ser del número de aquellos de quien se dice,
"El ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos" (Hch. 14:16) y "No ha hecho así con
ninguna otra de las naciones" (Sal. 147:20). Y ?quién me obligará a usar palabras según ellos
prescriben, a menos que se produzca una prueba tomada de la escritura que las palabras pueden ser
recibidas así y no en ninguna otra manera?126

Ahora procedo a las otras palabras del artículo: "Para que, si quieren, puedan creer o no
creer, puedan ser salvos o no ser salvos." Digo que estas palabras pueden ser recibidas en dos sen-
tidos diferentes, "Si quieren, pueden creer," es decir, o por sus propios poderes, o como que ellos
están animados y ayudados por esta gracia. "O pueden no creer," mientras que estén rechazando
esta gracia por su propio libre albedrío, y resistiéndola. "Pueden ser salvos o no ser salvos," es decir,
salvos por la admisión y el uso correcto de la gracia, no salvos por su propia . . . malicia,
rechazando la que sin la cual no pueden ser salvos.127
APOLOGIA

ARTICULO XXIX (IX)

Los creyentes pueden cumplir la Ley perfectamente y vivir en el mundo sin pecado.128

RESPUESTA.

Esto es lo que nunca dije. Pero cuando cierta persona una vez, en un debate público sobre
el bautismo de niños, por medio de una digresión larga, estaba tratando de llevarme al punto, o a
declarar que los creyentes podían cumplir la ley de Dios perfectamente, o que no podían, rehusé
contestarle, pero cité la opinión de San Agustín, del Segundo Libro de su Tratado Sobre los De-
méritos y la Remisión de los Pecados, en contra de los Pelagianos. Aquí transcribiré aquel pasaje,
para que pueda defenderme contra la acusación del pelagianismo; porque percibo, que los hombres
con quienes estoy tratando consideran que aun estos pensamientos son pelagianos, aunque de
ninguna manera pueden ser considerados así.129

San Agustín dice: "No podemos oponer al instante y con una temeridad incauta, a los que
afirman, que es posible que una persona en esta vida esté sin pecado. . . . En esta propuesta cuá-
druple de preguntas, si me preguntan, '?Es posible que una persona exista en la vida presente sin el
pecado?,' confesaré, que es posible por la gracia de Dios, y por el libre albedrío de la persona" (Cap.
6).130

No me opongo a esta opinión de San Agustín; pero no entro en una contienda acerca de
ninguna parte de todo el asunto. Porque creo que el tiempo puede ser empleado mucho más feliz y
útilmente en oraciones para obtener lo que falta en cada uno de nosotros, y en admoniciones serias
que cada uno trate de proceder y avanzar hacia la meta de la perfección, que cuando se pasa en
tales debates.131

Pero mis hermanos dirán, que en la pregunta 114 de nuestro catecismo se trata este mismo
tema, y que allí se pregunta, "?Pueden aquellas personas que son convertidas a Dios perfectamente
obedecer los mandatos divinos?" La respuesta adjuntada es, . . . "De ninguna manera." A esta ob-
servación, respondo, que no digo nada en contra de ella; pero que la razón por la respuesta negativa
[o por la prueba escritural añadida] es acerca del acto, mientras la pregunta misma es acerca de la
posibilidad; y que por tanto, de esto nada se comprueba.132

ARTICULO XXX (X)

Puede ser discutido, si el semipelagianismo no sea cristianismo verdadero.133

RESPUESTA.

En una cierta conferencia dije, que sería fácil, bajo el pretexto del pelagianismo, condenar
a todos aquellos a quienes no aprobamos, si podemos inventar . . . medio, un cuarto, tres cuartos,
cuatro quintos pelagianismo, y así sucesivamente: Y añadí que podría ser discutido si el semipe-
lagianismo no sea cristianismo verdadero. Con estas observaciones no fue mi deseo patrocinar la
doctrina pelagiana; pero quería intimar, que algo podría ser considerado como semipelagianismo
que no aparte de la verdad de la doctrina cristiana. Porque al igual que, una vez que se sale de la
Verdad, se hace más y más rápido el descenso hacia la falsedad; así, al retirarse de la falsedad, es
posible que las personas lleguen a la verdad, que frecuentemente se acostumbra mantenerse como el
medio entre dos extremos de la falsedad. De veras así es el estado del asunto en el pelagianismo y el
APOLOGIA

maniqueísmo: Si cualquier persona puede entrar en una via media entre estas dos herejías, él será
un verdadero católico, ni infligiendo un daño a la gracia como hacen los pelagianos, ni al libre
albedrío como hacen los maniqueos.134

ARTICULO XXXI (XI)

No se dice correctamente en el Catecismo, que "Dios se enfada con nosotros por los innata
pecados innatos;" porque el pecado original es un castigo. Pero cualquier cosa que sea un castigo no
es propiamente un pecado.135

RESPUESTA.

Pero cuando él empezó a ser aun más urgente en cuanto al Catecismo, deseando en ese
particular también gratificarle, traje algunos pasajes, y, entre otros, la Respuesta a la Décima Pre-
gunta, en la cual se dice que Dios "por métodos horrorosos está enfadado, ambos por causa de
pecados innatos, y por causa también de aquellos que nosotros mismos cometemos," etc. Dije, dos
cosas que en estas palabras podrían dar lugar a discusión: (1) Si correctamente podríamos llamar
[esta mancha universal en nuestra naturaleza] "pecados innatos" en el plural. Apenas había hecho
esta observación, cuando él, sin esperar más explicación, dijo, "que en una ocasión, mientras él
estaba explicando el Catecismo a algunos alumnos, él mismo había empezado a preguntarse si era
una frase buena y apropiada; pero que él la había defendido por este argumento: El Catecismo
emplea el plural a causa del pecado original mismo, y a causa del pecado cometido por Adán, el
cual fue la causa de aquel pecado original." Pero puesto que consideré que ese tipo de defensa era
indigno de confutación alguna, dije que le era mejor admitir inmediatamente que esas palabras
requerían enmendación, que dar una explicación tal de ellas. Después de esta conversación, añadí
otra observación. (2) Puede dar lugar a discusión, Si Dios podía estar enfadado a causa del pecado
original que nació con nosotros, puesto que parecía ser infligido a nosotros por Dios como un castigo
por el pecado real que había sido cometido por Adán y por nosotros en él. Porque, en ese caso, el
progreso sería infinito, si Dios, enfadado por el pecado real de Adán, nos castigara con este pecado
original; si estuviera enfadado otra vez con nosotros por este pecado original, y nos infligiera con
otro castigo; y, si por una causa similar El estuviera por tercera vez enfadado a causa de aquel
segundo castigo que había sido infligido, la culpabilidad y el castigo así mutua y frecuentemente
siguiendo la una al otro, sin la intervención de algún pecado real. Cuando él respondió a esta ob-
servación, "que todavía era pecado;" dije que no negaba que era pecado, pero que no era pecado real:
Y cité el séptimo capítulo de la Epístola a los Romanos, en el cual el Apóstol trata sobre el pecado,
y dice que "produce en el no regenerado todo tipo de concupiscencia," intimando así que tenemos
que distinguir entre pecado real, y aquel que es la causa de los otros pecados, y que por esta misma
razón podría ser denominado "pecado.136"

Por tanto, contesto a este artículo brevemente: Es falso que dije, "Que no se expresa co-
rrectamente en el Catecismo." Porque le dije a aquel ministro abiertamente, . . . que yo no prejuz-
garía el asunto; que quería esperar el juicio de mis hermanos en asuntos de este tipo, y sobre otros
que eran parte del Catecismo y la Confesión; y que, después que las cosas habían sido pesadas
madura y acertadamente, algo definido podría ser concluido.137
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

UNA DECLARACION DE LOS PENSAMIENTOS DE ARMINIO

1. SOBRE LA PREDESTINACION
El primero y más importante de los artículos en religión sobre el cual tengo que ofrecer mis
opiniones, y que por muchos años ha ocupado mi atención, es la predestinación de Dios, es decir , la
elección de las personas a la salvación, y la reprobación de ellas a la destrucción.1

2. Mis pensamientos sobre el esquema anterior de la predestinación. (supralapsarianismo)

Pero, por mi parte, al hablar mis pensamientos con libertad, sin embargo con una salvedad
a favor de un juicio mejor, soy de la opinión que esta doctrina de ellos contiene muchas cosas que
son ambas erróneas e impertinentes, y en completo desacuerdo entre sí; el tiempo no me permite
contar todos los ejemplos; pero lo examinaré sólo en aquellas partes que son más prominentes y
extensivas. Por tanto, me propondré cuatro secciones principales, que son de la mayor importancia
en esta doctrina; y cuando en primer lugar he explicado de qué tipo son, después declararé más
ampliamente el juicio y los pensamientos que he formado en cuanto a ellas. Son las siguientes:2

I. Que Dios ha decretado absoluta y precisamente salvar a personas particulares por su


misericordia y gracia, pero a condenar a otras por su justicia, y a hacer todo esto sin tomar en
cuenta en ese decreto la justicia o el pecado, la obediencia o desobediencia, que posiblemente podría
existir a la parte de la una clase de personas o de la otra.3

II. Que, para la ejecución del decreto anterior, Dios determinó crear a Adán, y a todas las
personas en él, en un estado recto de justicia original; luego de lo cual, también les ordenó que peca-
ran, para que así pudieran hacerse culpables de condenación eterna y ser privadas de la justicia
original.4

III. Que a aquellas personas quienes Dios ha querido positivamente salvar, las ha decreta-
do no solamente la salvación sino también los medios que pertenecen a ella; (es decir, a conducirles
y traerles a fe en Cristo Jesús, y a la perseverancia en aquella fe;) y que en realidad las conduce a
esos resultados por una gracia y un poder irresistibles, así que no es posible que ellas hagan otra
cosa que no sea creer, perseverar en la fe, y ser salvas.5

IV. Que a aquellos a quienes, por su voluntad absoluta, Dios ha preordenado a la perdi-
ción, él también ha decretado negarles aquella gracia que es necesaria y suficiente para la salva-
ción, y en realidad no se la confiere; así que ni están puestos en la condición posible ni en la capaci-
dad de creer o ser salvos.6

3. Rechazo esta predestinación por las siguientes razones.

I. Porque no es el fundamento del cristianismo, de la salvación, ni de su seguridad.7

II. Esta doctrina de la predestinación no comprende en sí ni el total ni alguna parte del


DECLARACION DE PENSAMIENTOS

evangelio, porque, según el tenor de los discursos dados por Juan y Cristo, como se nos describen por
los Evangelistas, y según la doctrina de los apóstoles y Cristo después de su ascensión, el evangelio
consiste parcialmente de un mandato a arrepentirse y creer, y parcialmente de una promesa a dar
perdón de los pecados, el Espíritu de gracia, y la vida eterna. Pero esta predestinación no pertenece
ni al mandato de arrepentirse y creer, ni a la promesa añadida. Más bien, esta doctrina ni aun
enseña a qué tipo de persona en general Dios ha predestinado, la cual es apropiadamente la
doctrina del evangelio; pero abarca en sí un cierto misterio, que es sabido sólo por Dios, quien es el
Predestinador, y en ese misterio se comprende cuáles personas particulares y cuántas personas él ha
decretado salvar y condenar. De estas premisas concluyo además, que esta doctrina de la
predestinación no es necesaria para la salvación, como un objeto del conocimiento, de la creencia,
de la esperanza, o del cumplimiento.8

III. Esta doctrina nunca fue admitida, decretada, ni aprobada en ningún concilio, sea
general o particular, por los primeros 600 años después de Cristo.9

IV. Ninguno de los doctores o teólogos de la Iglesia que tenía pensamientos correctos y
ortodoxos durante los primeros 600 años después del nacimiento de Cristo, jamás presentó esta doc-
trina ni le dio su aprobación.10

V. No está de acuerdo ni corresponde a la armonía de aquellas confesiones que se impri-


mieron y se publicaron juntas en un tomo en Ginebra, a nombre de las Iglesias Reformadas y
Protestantes.11

VI. Sin la menor pretensión o reparo, bien puede dudarse, si esta doctrina está de acuerdo
con la Confesión Bélgica y el Catecismo de Heidelberg, lo cual demostraré brevemente.12

1. En el Artículo Catorce de la Confesión Holandesa, se dan estas expresiones: El hombre


a sabiendas y vo-luntariamente se sometió al pecado, y, por consiguiente, a la muerte y a la maldi-
ción, mientras escuchaba las palabras engañosas y las imposturas del diablo," etc. De esta oración
concluyo, que la humanidad no pecó a causa de alguna necesidad por medio de un decreto anterior
de predestinación, inferencia que está diametralmente opuesta a aquella doctrina de predesti-
nación contra la cual ahora contiendo. Entonces, en el Artículo Dieciséis, que discute la elección
eterna de Dios, se encuentran estas palabras: "Dios se mostró a sí mismo misericordioso por librar
de la condenación, y por salvar, a aquellas personas quienes, en su consejo eterno e inmutable y
según su bondad gratuita, escogió en Cristo Jesús nuestro Señor, sin considerar sus obras: Y se mos-
tró a sí mismo justo, al dejar a otros en su caída y perdición, en las cuales ellos mismos se habían
precipitado." No me es obvio, cómo estas palabras son consecuentes con esta doctrina de
predestinación.13

VII. Afirmo, que esta doctrina es repugnante a la naturaleza de Dios, pero particularmen-
te a aquellos atributos de su naturaleza por los cuales él hace y maneja todas las cosas, su sabiduría,
justicia, y bondad.14

3. También es repugnante a la bondad de Dios. La bondad es un afecto [o disposición] en


Dios a comunicar su propia bondad hasta donde su justicia considere y admite que sea conveniente
y apropiado. Pero en esta doctrina el siguiente hecho se atribuye a Dios, que, por sí mismo, e in-
ducido a hacerlo por nada externo, quiere el mal mayor de sus criaturas; y que desde la eternidad
ha preordenado aquel mal para ellos, o ha predeterminado a impartírselo, aun antes que había
resuelto darles cualquier porción de lo bueno. Porque esta doctrina afirma, que Dios quiso
condenar; y, para que pudiera hacer esto, El quiso crear; aunque la creación es la primera salida .
. . de la bondad de Dios hacia sus criaturas.15
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

VIII. Tal doctrina de la predestinación es contraria a la naturaleza de la humanidad, en


cuanto a haber sido creado según la imagen divina en el conocimiento de Dios y en justicia, en
cuanto a haber sido creado con libre albedrío, y en cuanto a haber sido creado con una disposición y
aptitud para el disfrute de la vida eterna.16

1. Esta doctrina es inconsistente con la imagen divina, que consiste en el conocimiento de


Dios y la santidad. Porque según este conocimiento y justicia la persona estaba calificada y poten-
ciada, también fue puesta bajo la obligación de conocer a Dios, amarle, adorarle, y servirle.

Pero, por la intervención, o más bien, por la prevención, de esta predestinación, fue preordenado
que la persona debiera ser formada viciosa y debiera cometer el pecado, es decir, que no pudiera
conocer a Dios, ni amarle, adorarle, o servirle; y que no debiera hacer aquel que, por esta imagen de
Dios, fue bien calificada y potenciada para hacerlo, y que tenía la obligación de hacer. Esto
equivale a una declaración como la siguiente, que cualquiera podría hacer: Dios indudablemente
creó a la persona según su propia imagen, en justicia y verdadera santidad; pero, a pesar de esto,
preordenó y decretó, que la persona debiera hacerse impura y perversa, es decir, que debiera hacerse
conforme a la imagen de Satanás.17

2. Esta doctrina es inconsistente con el libre albedrío, en el cual y con el cual la humani-
dad fue creada por Dios. Porque impide el ejercicio de esta libertad, por atar o determinar la vo-
luntad absolutamente a un objeto, es decir, a hacer esta cosa precisamente, o a hacer aquella. Dios,
por lo tanto, según esta declaración, puede ser culpado por una u otra de estas dos cosas, (?de las
cuales ninguna persona acuse a su Hacedor!,) o por crear a la humanidad con libre albedrío, o por
impedirle en el uso de su libertad después de haberle formado como un agente libre.18

IX. Esta predestinación es diametralmente opuesta al acto de la creación.

1. Porque la creación es una comunicación de lo bueno según la propiedad intrínseca de su


naturaleza. Pero una creación con esta descripción, cuya intención o propósito es, proveer un medio
por sí mismo por lo cual la reprobación que anteriormente se había determinado pueda obtener su
propósito, no es una comunicación de lo bueno.19

2. La reprobación es un acto de odio, y del odio deriva su origen. Pero la creación no


procede del odio; no es, entonces, una manera o un medio, que pertenece a la ejecución del decreto
de reprobación.20

3. La creación es un acto perfecto de Dios, por lo cual El ha manifestado su sabiduría,


bondad, y omnipotencia. No es, entonces, subordinada al fin de cualquier otra obra o acción prece-
dente de Dios. Más bien debe verse como aquel acto de Dios, que necesariamente precede y es
antecedente a todos los otros actos que él puede posiblemente decretar o emprender. A menos que
Dios hubiera formado un concepto previo de la obra de creación, realmente no hubiera podido
decretar el emprender cualquier otro acto; y hasta que hubiera ejecutado la obra de creación, de
ninguna manera hubiera podido completar cualquier otra operación.21

4. Todas las acciones de Dios que tienden hacia la condenación de sus criaturas, son obra
extraña o ajena a él; porque Dios consiente en ellas por alguna causa que es muy extraña. Pero la
creación no es una acción que es ajena a Dios, sino que le es propia.22

5. Si la creación fuera la manera y el medio por la cual Dios quiso ejecutar el decreto de
su reprobación, estaba inclinado a querer más el acto de reprobación que el de la creación; y por
consiguiente tuvo más satisfacción del acto de condenar a ciertas de sus criaturas inocentes, que en
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

el acto de la creación.23

X. Esta doctrina es abiertamente hostil a la naturaleza de la vida eterna, y a los títulos por
los cuales se denomina en las Escrituras . . . Entonces, Dios no ha elegido a ninguna persona a la
vida eterna, ni ha determindado elegirlo, por su decreto absoluto, sin tomar en consideración la fe y
la obediencia.24

XI. Esta Predestinación es también opuesta a la naturaleza de la muerte eterna, y a aque-


llos apelativos por los cuales se describe en las Escrituras. . . . Entonces, Dios no ha preparado la
muerte para cualquiera persona, por un decreto absoluto, sin tomar en cuenta el pecado y la deso-
bediencia.25

XII. Esta predestinación es inconsistente con la naturaleza y las propiedades del pecado,
en dos maneras: (1) Porque el pecado es llamado "desobediencia" y "rebelión," términos que no se
pueden aplicar a una persona quien por un decreto divino previo se pone bajo una necesidad ine-
vitable de pecar. (2) Porque el pecado es la causa meritoria de la condenación. Pero la causa me-
ritoria que mueve a la voluntad divina a reprobar es según la justicia; e induce a Dios, quien odia
el pecado, a querer la reprobación. El pecado, entonces, que es una causa, no puede ser puesto entre
los medios, por los cuales Dios ejecuta el decreto o la voluntad de la reprobación.26

XIII. Esta doctrina es también repugnante a la naturaleza de la gracia divina, y, hasta el


punto que sus poderes permiten, efectúa su destrucción. No importa los pretextos bajo los cuales se
afirme, que "este tipo de predestinación es admirablemente adaptada y completamente necesaria
para el establecimiento de la gracia," sin embargo la destruye en tres maneras:27

1. Porque la gracia es tan templada y mezclada con la naturaleza de la persona, como para
no destruir dentro de ella la libertad de su voluntad, sino a darle una dirección correcta, a corregir
su depravación, y a dejarle al individuo poseer sus propias mociones. Mientras, al contrario, esta
predestinación introduce una especie tal de gracia, que quita el libre albedrío e impide su
ejercicio.28

2. Porque las representaciones de la gracia que las Escrituras


contienen la describen como capaz de "ser resistida (Hch. 7:51) y recibida en vano" (2 Co. 6:1), y que
es posible que la persona evite darle consentimiento; y que rehuse toda cooperación con ella: (He.
12:15; Mt. 23:37; Lc. 7:30.). Mientras, al contrario, esta predestinación afirma, que la gracia es una
cierta fuerza y operación irresistible.29

3. Porque, según la intención primaria y el propósito principal de Dios, la gracia conduce


al bien de aquellas personas a quienes se ofrece y por las cuales es recibida: Mientras, al contrario,
esta doctrina arrastra consigo la afirmación, que la gracia se ofrece aun a algunos reprobados, y se
les comunica a tal punto como para iluminar su entendimiento y para suscitar dentro de ellos un
deseo para los dones celestiales, sólo para este fin y propósito, que, en proporción a la altura a la
cual son elevados, pueda ser más profundo el abismo al cual son precipitados, y su caída la más
pesada; y para que puedan merecer y recibir la perdición mayor.30

XIV. La doctrina de esta predestinación es injuriosa a la gloria de Dios, que no consiste en


una declaración de libertad o autoridad, ni en una demostración de ira y poder, excepto hasta tal
punto que aquella declaración y demostración puedan ser consecuentes con la justicia , y con una
reserva perpetua a favor del honor de la bondad de Dios. Pero según esta doctrina, se sigue, que
Dios es el autor del pecado, que puede ser probada por cuatro argumentos:31
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

1. Una de sus posiciones es, que Dios ha decretado absolutamente demostrar su gloria por
medio de la justicia punitiva y la misericordia, en la salvación de algunas personas y en la conde-
nación de otras: lo cual ni fue realizado, ni pudo haber sido realizado, si el pecado no hubiera
entrado en el mundo.32

2. Esta doctrina afirma que, para obtener su propósito, Dios ordenó que la humanidad
cometiera pecado, y que se viciara; y de este orden o señalamiento divino, necesariamente siguió la
caída de la humanidad.33

3. Afirma que Dios le ha negado a la persona, o le ha retirado, esa porción de la gracia


que es suficiente y necesaria para habilitarle a evitar el pecado; y que esto fue hecho antes que la
persona hubiese pecado; que es un hecho que equivale a que Dios hubiera prescrito una ley a la
persona que sería absolutamente imposible que obedeciera, si
fuese tomado en cuenta la naturaleza en la cual había sido creado.34

4. Atribuye a Dios ciertas operaciones en cuanto a la persona, ambas externas e internas,


ambas mediatas (por medio de la intervención de otras criaturas) e inmediatas, que una vez habien-
do admitido la operación divina, la persona debía necesariamente pecar, por aquella necesidad la
cual los escolásticos llaman "una necesidad consecuente que antecede a la misma cosa," que
completamente destruye el libre albedrío. Esta doctrina le atribuye tal acto a Dios, y lo representa
como si procediera de su intención primaria y principal, sin presciencia alguna de una inclinación,
voluntad, o acción de parte de la persona.35

De estas premisas deducimos, como una conclusión más, que Dios realmente peca. Porque,
según esta doctrina, él inclina a pecar por un acto que es inevitable, y según su propio propósito e
intención primaria, sin haber recibido cualquiera provocación a tal acto de algún pecado previo o
demérito en la persona.36

De esta misma posición podríamos inferir, que Dios es el único pecador. Porque no se
puede decir que la persona ha pecado, si es impelida a pecar por una fuerza irresistible (es decir,
perpetrar algún acto que ha sido prohibido).37

Como una consecuencia legítima también se sigue, que el pecado no es pecado, puesto que
cualquiera cosa que Dios haga, ni puede ser pecado, ni debe recibir ese nombre cualesquiera de sus
actos.38

XV. Esta doctrina es sumamente deshonrosa A Jesucristo nuestro Salvador. Porque, (1) le
excluye completamente de aquel decreto de predestinación que predestina el fin: y afirma, que las
personas fueron predestinadas a ser salvas, antes que Cristo fue predestinado para salvarles; y así se
arguye, que él no es el fundamento de la elección. (2) Niega que Cristo sea la causa meritoria, que
otra vez obtuvo la salvación que habíamos perdido, por ponerle sólo como una causa subordinada de
aquella salvación que ya había sido preordenada, y así sólo como un ministro e instrumento para
aplicar esa salvación a nosotros. Realmente esto está en congruencia completa con la opinión que
dice, "que Dios absolutamente ha querido la salvación de ciertas personas, por el primer y supremo
decreto que él promulgó, y del cual todos sus otros decretos dependen y son consecuentes." Si esto es
correcto, fue entonces imposible que se haya perdido la salvación de estas personas, y por eso es
innecesario que sea reparada y de alguna manera recuperada, y descubierta, por el mérito de Cristo,
quien fue preordenado como un Salvador para ellos solos.39

XVI. Esta doctrina también es dañina a la salvación de las personas.


DECLARACION DE PENSAMIENTOS

1. Porque evita aquella tristeza salvadora y piadosa por los pecados que se han cometido, la
cual no puede existir en aquellos que no tienen convicción del pecado. Pero es obvio que la persona
que ha pecado por la necesidad inevitable del decreto de Dios, de ninguna manera puede tener ese
tipo de convicción del pecado (2 Co. 7:10).40

2. Porque quita todo el afán piadoso acerca de convertirse del pecado a Dios. Porque no
puede sentir ese afán la persona que es enteramente pasiva y se conduce como un muerto, no sólo en
cuanto a su discernimiento y percepción de la gracia de Dios que le está animando y ayudando, sino
también en cuanto a su asentimiento y obediencia a ella: ni tampoco la persona que es convertida
por tal impulso irresistible, que no sólo no puede evitar ser sensible a la gracia de Dios que conoce
dentro de sí mismo, sino que también tiene que dar su asentimiento a ella por necesidad, y así
convertirse a sí misma, o más bien, ser convertida. Es evidente que tal persona no puede producir
dentro de su corazón o concebir dentro de su mente, este afán a menos que haya sentido antes la
misma moción irresistible. Y si produjera dentro de su corazón esa inquietud, sería en vano y sin
ninguna ventaja, porque no puede ser un afán verdadero el que no se produce en el corazón sin
otros medios que una fuerza irresistible según el propósito e intención absoluta de Dios para
efectuar su salvación (Ap. 2:3; 3:2).41

3. Porque restringe, en las personas que se convierten, todo el fervor y consideración asidua
para las buenas obras, puesto que declara 'que los regenerados no pueden hacer ni más ni menos de
lo bueno de lo que están haciendo,' porque la persona que es impulsada e impelida por la gracia
salvadora, tiene que obrar, y no puede descontinuar su obra; pero la persona que no es impulsada
por esa misma gracia, no puede hacer nada, y tiene que suspender todos sus esfuerzos (Tit. 3:14).42

4. Porque extingue el fervor a orar, el cual es sin embargo un medio eficaz instituido por
Dios para pedir y obtener de él todo tipo de bendiciones, pero principalmente la mayor de ellas, la
salvación (Lc. 11:1-13). Pero por el hecho de haber sido determinado por un decreto inmutable e
inevitable, que esta descripción de personas (los electos) deben obtener la salvación, la oración de
ninguna manera puede ser un medio para pedir y obtener esa salvación.43

5. Quita todo ese temor y temblor saludables con los cuales se nos manda ocuparnos en
nuestra salvación (Fil. 2:12). Porque afirma, 'que el individuo que es elegido y cree, no puede pecar
con esa misma voluntad llena y entera como lo hace el impío; y que no puede caer total o fi-
nalmente de la fe o de la gracia.44

6. Porque produce dentro de las personas una desesperación dual en cuanto a hacer lo que
su deber requiere y a obtener aquello a lo cual se dirigen sus deseos. . . . cuando así son enseñadas,
casi es imposible esperar otro resultado que, el del individuo que no puede persuadirse que es electo
aun con mucha dificultad, pronto se consideraría como incluido en el número de los reprobados.45

XVII. Esta doctrina invierte el orden del evangelio de Jesucristo. Porque en el evangelio
Dios requiere el arrepentimiento y la fe de parte de la persona, prometiéndole la vida eterna, si se
convierte y cree (Mr. 1:15; 16: 16). Pero se afirma en este decreto [supralapsariano] de la predesti-
nación, que es la voluntad absoluta de Dios conferir la salvación a ciertas personas particulares, y
que quiso al mismo tiempo darles absolutamente a esas mismas personas el arrepentimiento y la fe,
por medio de una fuerza irresistible, porque era su voluntad y placer salvarles. En el evangelio,
Dios denuncia la muerte eterna a los impenitentes e incrédulos (Jn. 3:36) y esas amenazas contri-
buyen al propósito que El tiene en mente, que por ese medio El puede disuadirles de la increduli-
dad y así salvarles. Pero por este decreto de la predestinación se enseña, que Dios no quiere dar a
ciertas personas aquella gracia que es necesaria para la conversión y la fe, porque El ha decretado
absolutamente su condenación. El evangelio dice, "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

ha dado a su Hijo unigénito, para que TODO AQUEL que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna" (Jn. 3:16). Pero esta doctrina declara; "que de tal manera amó Dios a aquellos quienes
había elegido absolutamente a la vida eterna, que dio a su Hijo sólo a ellos, y produjo dentro de
ellos la fe en El por una fuerza irresistible." Para decir todo en unas pocas palabras, el evangelio
dice, "Cumpla el mandamiento, y obtendrá la promesa; crea, y vivirá." Pero esta doctrina [supra-
lapsariana] dice, "Puesto que es mi voluntad darle la vida eterna, por consiguiente es mi voluntad
darle la fe," lo cual es una transmutación real y manifiesta del evangelio.46

XVIII. Esta predestinación está en hostilidad abierta al ministerio del evangelio.

1. Porque si Dios da vida al que está muerto en sus delitos y pecados por una fuerza irre-
sistible, ninguna persona puede ser un ministro y "un colaborador de Dios" (1 Co. 3:9) . . .47

2. Porque por esta predestinación el ministerio del evangelio se hace "olor de muerte para
muerte" en el caso de la mayoría de los que lo oyen (2 Co. 2:14-16) así como un instrumento de
condenación según el propósito primario y la intención absoluta de Dios, in consideración alguna a
una rebelión anterior.48

3. Porque, según esta doctrina, el bautismo, cuando se administra a muchos niños repro-
bados (quienes son, sin embargo, hijos de padres que creen y son gente del pacto de Dios) evidente-
mente no es un sello [o ratificación] de nada, y así se hace enteramente inútil, según la intención
primaria y absoluta de Dios, sin culpabilidad alguna . . . de parte de los párvulos mismos, a quienes
se les administra en obediencia al mandato divino.49

4. Porque impide que las oraciones públicas se ofrezcan a Dios de una manera conveniente
y apropiada, es decir, con fe, y en la confianza que serán provechosas a todos los que oyen la pa-
labra; cuando hay muchos entre ellos a quienes Dios no sólo no está dispuesto a salvar, sino a
quienes por su voluntad absoluta, eterna, e inmutable (la cual es antecedente a todas las cosas y cau-
sas) es su voluntad y placer condenar. Mientras tanto, cuando el Apóstol manda que se hagan
oraciones y rogativas por todos los hombres, añade esta razón, "porque esto es bueno y agradable de-
lante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que TODOS LOS HOMBRES sean salvos y vengan
al conocimiento de la verdad" (1 Ti. 2:1-4.)50

5. La constitución de esta doctrina es tal que muy fácilmente podría hacer a los pastores y
maestros perezosos y negligentes en el ejercicio de su ministerio; porque, de esta doctrina les parece
como si fuera imposible que toda su diligencia sea útil a algunas personas, excepto sólo para aque-
llas a quienes Dios absoluta y precisamente quiere salvar, y quienes de ninguna manera pueden
perecer; y como si toda su negligencia no pudiera ser dañina a nadie, excepto sólo a aquellos a
quienes Dios absolutamente quiere destruir, quienes por necesidad tienen que perecer, y para
quienes otra suerte es imposible.51

XIX. Esta doctrina completamente subvierte el fundamento de la religión en general, y de


la religión cristiana en particular.

1. El fundamento de la religión considerada en general, es un amor doble de Dios; sin el


cual ni hay ni puede haber cualquiera religión: El primero de ellos es un amor a la rectitud o
justicia que da existencia a su odio al pecado: El segundo es un amor a la criatura quien está
dotado de la razón, y (en el asunto que está ahora ante nosotros,) es un amor a la humanidad, ..
52
.

Pero esta doctrina [supralapsariana] invierte este orden y relación mutua de dos maneras:
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

(1) Una es cuando afirma, que Dios absolutamente quiere salvar a ciertas personas particulares,
sin haber tenido en aquella intención la menor referencia o consideración a su obediencia. Esta es
la manera en que pone el amor de Dios a la persona antes de su amor a la justicia, y asienta la
posición, que Dios ama a las personas (como tales) más que a la justicia, y revela una aversión más
fuerte a su miseria que a su pecado o desobediencia. (2) La otra es cuando afirma, al contrario,
que Dios absolutamente quiere condenar a ciertas personas particulares sin manifestar en su decreto
cualquiera consideración a su desobediencia. En esta manera detrae de su amor a la criatura lo que
le pertenece; mientras enseña, que Dios odia a la criatura, sin alguna causa o necesidad derivada de
su amor a la justicia y su aborrecimiento a la iniquidad: En tal caso, no es verdad, "que el pecado
es el objeto primario del odio de Dios, y su única causa meritoria."53

2. Pero la religión cristiana también tiene su superestructura edificada sobre este amor
doble como un fundamento. Este amor, sin embargo, tiene que ser considerado en una manera algo
diferente, por consecuencia del cambio en la condición de la humanidad, la que, cuando había sido
creada según la imagen de Dios y en su favor, se hizo por su propia culpa una pecadora y una ene-
miga de Dios. (1) El amor de Dios a la rectitud [o la justicia] en el cual descansa la religión
cristiana, es primero, aquella justicia que El declaró sólo una vez, en Cristo; porque era su voluntad
que el pecado no debía ser expiado en otra manera que por la sangre y la muerte de su Hijo, y que
Cristo no debía ser admitido ante El como un Abogado, Deprecante, e Intercesor, excepto cuando
fuese rociado con su propia sangre. Pero este amor a la justicia es, en segundo lugar, aquel que El
manifiesta diariamente en la predicación del evangelio, en el cual El declara que es su voluntad
otorgar una comunicación de Cristo y sus beneficios a ninguna persona, excepto aquella que se
convierta y crea en Cristo. (2) El amor de Dios a los pecadores miserables, sobre el cual asimismo
se funda la religión cristiana, es primero, aquel amor por el cual dio a su Hijo por ellos, y le
constituyó como el Salvador de los que le obedecen. Pero este amor a los pecadores es, en segundo
lugar, aquel por el cual El ha requerido la obediencia, no según el rigor y severidad a los cuales El
estaba autorizado por su derecho supremo, sino según su gracia y clemencia, y con la adición de una
promesa de la remisión de pecados, provista para la humanidad caída que se arrepienta.54
La doctrina [supralapsariana] de la predestinación es, en dos maneras, opuesta a este fun-
damento doble: Primero, al declarar 'que Dios tiene un amor tan grande para ciertos pecadores,
que fue su voluntad salvarles absolutamente antes que hubiese dado satisfacción, por Cristo Jesús, a
su amor a la justicia, . . . y que así quiso su salvación aun en su propia presciencia y según su
propósito determinado.' Además, vuelca este fundamento total y completamente, al enseñar que es
'el placer de Dios, que la satisfacción sea pagada a su justicia, . . . porque El quiso absolutamente
salvar a tales personas,' lo cual es nada menos que hacer su amor a la justicia, manifestado en
Cristo, subordinado a su amor para los pecadores quienes es su voluntad salvar absolutamente. En
segundo lugar, se opone a este fundamento, al enseñar 'que es la voluntad de Dios condenar
absolutamente a ciertos pecadores sin consideración alguna de su impenitencia,' cuando al mismo
tiempo una satisfacción plenaria y completa había sido hecha, en Cristo Jesús, al amor de Dios a la
justicia . . . y a su odio al pecado. Así que ahora nada puede evitar la posibilidad de que extienda
su misericordia al pecador, quienquiera que sea, excepto la condición del arrepentimiento, a menos
que alguien escogiera afirmar lo que se declara en esta doctrina, 'que ha sido la voluntad de Dios
actuar hacia la gran mayoría de la humanidad con la misma severidad que ejerció hacia el diablo y
sus ángeles, o aun con mayor severidad, puesto que fue su placer que ni Cristo ni su evangelio
produjera mayores bendiciones para ellos que para los diablos, y puesto que, según la primera ofen-
sa, la puerta de la gracia está tan cerrada contra ellos como está contra los ángeles malos.' Sin
embargo, cada uno de aquellos ángeles pecó por sí sólo, en su propia persona, por su malicia indivi-
dual, y por su acto voluntario; mientras la humanidad pecó sólo en Adán su padre, antes que
existiera.55

. . . En estas palabras dos cosas se presentan como fundamentos de la religión, en oposición a los dos
dardos de fuego de Satanás, los cuales son las pestes más perniciosas para ella, y cada uno de los
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

cuales puede por sí mismo, volcar y extirpar toda religión: Uno de ellos es la seguridad, el otro la
desesperación. La seguridad opera cuando una persona se persuade a sí misma, que por más que sea
desatenta a la adoración a Dios, no será condenada, sino que obtendrá la salvación. La
desesperación opera cuando una persona abriga la persuasión que, cualquiera que sea el grado de
reverencia que pueda demostrar hacia Dios, no recibirá ninguna remuneración. Sea la que fuere la
mente que nutre cualesquiera de estas pestes, es imposible que en ella resida la adoración verdadera
y apropiada de Dios.56

XX. POR ULTIMO. Esta doctrina de la predestinación ha sido rechazada anteriormente


y en nuestros días, por la gran mayoría de los que profesan el cristianismo.57

2. UN SEGUNDO TIPO DE PREDESTINACION


Pero otros de nuestros doctores expresan el tema de la predestinación de Dios en una ma-
nera algo diferente. De paso tocaremos los dos modos que emplean.58

Entre algunos de ellos prevalece la siguiente opinión: [supralapsarianismo modificado]

1. Dios determinó dentro de sí mismo, por un decreto eterno e inmutable, hacer (según su
propia complacencia) a la menor porción de la masa general de la humanidad partícipes de su
gracia y gloria, para la alabanza de su propia gracia gloriosa. Pero según su complacencia, también
ha pasado por alto la mayor porción de la humanidad, y los ha dejado en su propia naturaleza, la
cual es incapaz de cualquiera cosa sobrenatural, [o más allá de sí misma] y no les comunicó la
gracia salvadora y sobrenatural por la cual su naturaleza, (si retuviera todavía su integridad,) po-
dría ser fortalecida, o por la cual, si fuera corrupta, podría ser restaurada, para una demostración
de su propia libertad: Sin embargo, después que Dios había hecho a estas personas pecadoras y
culpables de muerte, les castigó con la muerte eterna para una demostración de su propia justicia.59

2. La predestinación debe considerarse con respecto a su fin y a los medios que se inclinan
al mismo. Pero estas personas emplean la palabra "predestinación" en su acepción especial de
elección, y la oponen a la reprobación. (1) Con respecto a su fin, (que es la salvación, y una ilustra-
ción de la gracia gloriosa de Dios) la persona es considerada en común y absolutamente, tal como es
en su propia naturaleza. (2) Pero respecto a los medios, la persona es considerada como pereciendo
de y en sí misma, y como culpable en Adán.60

3. En el decreto respecto al fin, se deben observar las siguientes gradaciones: (1) La pres-
ciencia de Dios, por la cual conoció a aquellos quienes había predestinado. Entonces, (2) la divina
prefinición o predeterminación, por la cual preordenó la salvación de aquellas personas que había
previsto: Primero, por elegirles desde la eternidad; y, Segundo, por prepararles la gracia en esta
vida, y la gloria en el mundo venidero.61

4. Los medios que pertenecen a la ejecución de esta predestinación, son (1) Cristo mismo;
(2) Una llamada eficaz a la fe en Cristo, de la cual la justificación trae su origen; (3) El don de la
perseverancia hasta el fin.62

5. Hasta el punto que somos capaces de comprender su esquema de reprobación, consiste en


dos actos, el de la preterición y el de la precondenación. Antecede a todas las cosas, y a todas las
causas que o están en las cosas mismas o surgen de ellas; es decir, no tiene nada que ver con pecado
alguno, y sólo ve a la humanidad en un aspecto absoluto y general.63
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

6. Dos medios son preordenados para la ejecución del acto de la preterición: (1) El Aban-
dono . . . en un estado natural, que en sí mismo es incapaz de todo lo sobrenatural; y (2) La no
comunicación [o la negación de] la gracia sobrenatural, por la cual su naturaleza (si es en un estado
de integridad) podría ser fortalecida, y (si es en un estado de corrupción,) podría ser restaurada.64

7. La precondenación antecede a todas las cosas, sin embargo de ninguna manera existe sin
una presciencia de las causas de la condenación. Ve a la persona como un pecador, mereciendo la
condenación en Adán, y por esa razón pereciendo por la necesidad de la justicia divina.65

8. Los medios ordenados para la ejecución de esta precondenación, son (1) El abandono
justo, que puede ser el de la exploración, [o examinación], en la cual Dios no confiere su gracia, o
la de castigo cuando Dios quita del hombre todos sus dones salvadores, y le entrega al poder de
Satanás. (2) El segundo medio es la induración o endurecimiento, y aquellas consecuencias que
usualmente la siguen, aun hasta la condenación real de la persona reprobada.66

3. UN TERCER TIPO DE PREDESTINACION


Pero otros doctores entre nosotros afirman sus pensamientos sobre este tema de la siguiente
manera:67

1. Por el hecho que Dios quiso dentro de sí desde la eternidad hacer un decreto por el cual
podía elegir a ciertas personas y reprobar a las demás, El vio y consideró a la raza humana no sólo
como ya creada sino también como caída o corrupta, y a causa de eso mereciendo la maldición. De
entre este estado caído y maldito Dios determinó liberar a ciertos individuos y salvarles libremente
por su gracia, como una declaración de su gracia; pero resolvió por su propio juicio dejar a los
demás bajo la maldición como una declaración de su justicia: En ambos casos Dios actúa sin la
menor consideración del arrepentimiento y la fe de aquellos a quienes elige, o a la impenitencia e
incredulidad de aquellos a quienes reprueba.68

2. Los medios especiales que se relacionan particularmente a la ejecución de ambas, elec-


ción y reprobación, son exactamente los mismos que ya hemos expuesto en el primero de estos tipos
de predestinación, con la excepción de aquellos medios que tienen en común la elección y la repro-
bación; porque esta tercera opinión pone la caída de la humanidad, no como un medio preordenado
para la ejecución del decreto anterior de la predestinación, sino como algo que podría dar un
propósito fijo . . . u ocasión para hacer este decreto de la predestinación.69

4. MI JUICIO EN CUANTO A LOS DOS ULTIMOS ESQUEMAS


DESCRITOS DE LA PREDESTINACION

Ambas opiniones, como pretenden externamente, difieren de la primera en este punto, que
ninguna de ellas pone la creación o la caída como una causa mediata preordenada por Dios para la
ejecución del decreto anterior de la predestinación. Sin embargo, en cuanto a la caída, puede per-
cibirse alguna diversidad en estas últimas dos opiniones. Porque el segundo tipo de predestinación
pone la elección, en cuanto al fin, antes de la caída; también pone la preterición [o el pasar por
alto] antes de ese evento, la cual es la primera parte de la reprobación. Mientras el tercer tipo no
permite que cualquiera parte de la elección y reprobación comience hasta después de la caída de la
humanidad. Pero, entre las causas que parecen haber inducido a los inventores de los dos últimos
esquemas a enunciar la doctrina de la predestinación de esta manera, y a no ascender a una altura
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

tan grande como los inventores del primer esquema han hecho, esta no es la menor, que han
deseado usar la mayor precaución, para que no pudiera concluirse de su doctrina, que Dios es el
autor del pecado, con la misma probabilidad como es deducible de la primera descripción de la
predestinación (según la intimación de algunos de los que asienten a ambos últimos tipos).70

Sin embargo si estamos dispuestos a inspeccionar estas dos últimas opiniones un poco más
de cerca, y en particular si examinamos con exactitud el segundo y el tercer tipo y los comparamos
con otros pensamientos de los mismos autores en cuanto a algunos temas de nuestra religión, descu-
briremos que no es posible que la caída de Adán, según sus opiniones, sea considerada de otra
manera que como un medio necesario para la ejecución del decreto previo de predestinación.71

5. MIS PROPIOS PENSAMIENTOS SOBRE


LA PREDESTINACION

Hasta este punto he declarado aquellas opiniones en cuanto al artículo de la predestinación


que se inculcan en nuestras iglesias y en la Universidad de Leyden, y las cuales yo desapruebo. Al
mismo tiempo he dado mis propias razones por qué tengo tal juicio desfavorable en cuanto a ellas; y
ahora declararé mis propias opiniones sobre este tema, las cuales son de una descripción tal, que
según mis puntos de vista, parecen conformarse más a la Palabra de Dios.72

I. El primer decreto absoluto de Dios respecto a la salvación de la humanidad pecaminosa,


es aquel por el cual decretó nombrar a su Hijo Jesucristo como un Mediador, Redentor, Salvador,
Sacerdote, y Rey, quien podría destruir el pecado por su propia muerte, podría obtener por su
obediencia la salvación que se había perdido, y podría comunicarla por su propia virtud.73

II. El segundo decreto preciso y absoluto de Dios, es aquel en el cual decretó recibir con
favor a aquellos quienes se arrepientan y crean, y, en Cristo, por consideración a El y por El, efec-
tuar la salvación de tales penitentes y creyentes que perseveraran hasta el fin; pero dejar en el peca-
do y bajo la ira a todos los impenitentes e incrédulos, y condenarlos como ajenos a Cristo.74

III. El tercer decreto divino es aquel por el cual Dios decretó administrar en una manera
suficiente y eficaz los medios que fueron necesarios para el arrepentimiento y la fe; y hacer que tal
administración se instituya (1) según la sabiduría divina, por la cual Dios sabe lo que es apropiado
y conveniente ambas para su misericordia y para su severidad, y (2) según la justicia divina, por la
cual El está dispuesto a adoptar cualquier cosa que su sabiduría pueda prescribir y llevarla a ca-
bo.75

IV. A estos sigue el cuarto decreto, por el cual Dios decretó salvar y condenar a ciertas
personas particulares. Este decreto tiene su fundamento en la presciencia de Dios, por la cual El
sabía desde la eternidad los individuos que, por su gracia preveniente, creerían y, por su gracia sub-
secuente, perseverarían, según la administración antes descrita de aquellos medios que son
adecuados y apropiados para la conversión y la fe; y, por aquella presciencia, asimismo sabía los
que no creerían y perseverarían.76

La predestinación, cuando se explica así, es

1. El fundamento del cristianismo, y de la salvación y su certeza.77

2. Es la suma y la materia del evangelio; más aún, es el evangelio mismo, y por esa razón
es necesario que se crea para la salvación, por lo concerniente a los primeros dos artículos.78
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

3. No ha necesitado ser examinada o determinada por ningún concilio sea general o parti-
cular, puesto que se contiene clara y expresamente en las Escrituras en esas mismas palabras; y
ninguna contradicción se ha ofrecida contra ella hasta ahora por ningún teólogo ortodoxo.79

4. Ha sido reconocida y enseñada constantemente por todos los profesores cristianos que
tienen pensamientos correctos y ortodoxos.80

5. Está de acuerdo con aquella Armonía_de_Todas_las Confesiones que se ha publicado


por las Iglesias Protestantes.81

6. Asimismo está de acuerdo muy excelentemente con la Confesión y el Catecismo Holan-


deses. . . .82

7. También está en concordancia excelente con la naturaleza de Dios, con su sabiduría,


bondad, y justicia; porque contiene la materia principal de todas ellas y es la demostración más
clara de la sabiduría, bondad, y justicia . . . divinas.83

8. En cada punto está de acuerdo con la naturaleza de la humanidad, sea cual fuere la
forma en la cual se contemple esa naturaleza, sea en el estado primitivo de la creación, en el de la
caída, o en el de la restauración.84

9. Está en concierto completo con el acto de la creación, al afirmar que la creación misma
es una comunicación real de la bondad, ambos en cuanto a la intención de Dios y en cuanto al mis-
mo fin o evento; que tuvo su origen en la bondad de Dios; que todo que se refiere a su continuación
y preservación procede del Amor Divino; y que su acto de creación es una obra perfecta y apropiada
de Dios, en el cual El se complace a sí mismo, y por el cual obtuvo todo lo necesario para un estado
sin pecado.85

10. Está de acuerdo con la naturaleza de la vida eterna, y con los títulos honrosos por los
cuales esa vida se designa en las Escrituras.86

11. También está de acuerdo con la naturaleza de la muerte eterna, y con los nombres por
los cuales esa muerte se distingue en las Escrituras.87

12. Afirma que el pecado es una verdadera desobediencia y la causa meritoria de la conde-
nación; y por eso está en perfecto acuerdo con la caída y con el pecado.88

13. En cada particular armoniza con la naturaleza de la gracia, al atribuirle todas


aquellas cosas que están de acuerdo con ella . . . y al reconciliarle más completamente con la justi-
cia de Dios y con la naturaleza y la libertad de la voluntad humana.89

14. Conduce muy claramente a declarar la gloria de Dios, su justicia y su misericordia.


También representa a Dios como la causa de todo lo bueno y de nuestra salvación, y a la humani-
dad como la causa del pecado y de su propia condenación.90

15. Contribuye al honor de Jesucristo, al ponerle a El como el fundamento de la predesti-


nación y la causa tanto meritoria como comunicativa de la salvación.91

16. Promueve grandemente la salvación de las personas: También es el poder, y el medio


mismo que conduce a la salvación, por despertar y crear dentro de la mente de las personas la pena
por el pecado, un afán para su conversión, la fe en Jesucristo, un deseo asiduo para hacer buenas
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

obras, y celo en la oración, y por causarles a las personas ocuparse en su salvación con temor y
temblor. También evita la desesperación, hasta el punto que sea necesario tal prevención.92

17. Confirma y establece aquel orden según el cual debe predicarse el evangelio, (1) reque-
rir el arrepentimiento y la fe, (2) y entonces prometer la remisión de los pecados, la gracia del Es-
píritu, y la vida eterna.93

18. Fortalece el ministerio del evangelio, y lo hace productivo respecto a la predicación, la


administración de los sacramentos, y las oraciones públicas.94

19. Es el fundamento de la religión cristiana; porque en ella el amor doble de Dios puede
ser unido; el amor de Dios a la justicia . . . y su amor a la humanidad pueden ser reconciliados el
uno con el otro con la mayor compatibilidad.95

20. En último lugar, esta doctrina de la predestinación siempre ha sido aprobada por la
gran mayoría de los que profesan ser cristianos, y aún en estos días, goza del mismo apoyo extenso.
No puede darle a nadie justa razón para expresar su aversión a ella; tampoco puede dar ningún
pretexto para contienda en la iglesia cristiana.96

Por eso es deseable que las personas no procedan más en este asunto, y que no traten de
investigar los juicios inescrutables de Dios, por lo menos no deben proceder más allá del punto que
esos juicios se han revelado claramente en las Escrituras.97

Hay ciertos otros artículos de la religión cristiana, los cuales poseen una afinidad cercana a
la doctrina de la predestinación, y que en gran manera dependen de ella: tales artículos incluyen la
Providencia de Dios, el Libre Albedrío de las personas, la Perseverancia de los Santos, y la Se-
guridad de la Salvación.98

II. LA PROVIDENCIA DE DIOS

Considero que la providencia divina es "aquella inspección y supervisión solícita, continua,


y universalmente presente de Dios, según las cuales El ejerce un cuidado general sobre todo el
mundo, pero muestra un cuidado especial para todas sus criaturas inteligentes sin excepción, con el
propósito de preservar y gobernarles en su propia esencia, cualidades, acciones, y pasiones, de una
manera que es a la vez digna de Sí mismo y apropiada para ellas, para la honra de su nombre y la
salvación de los creyentes." En esta definición de la providencia divina, de ninguna manera la pri-
vo de ninguna pizca de aquellas propiedades que concuerdan con ella o que le pertenecen; pero
declaro que preserva, regula, gobierna y dirige todas las cosas, y que nada en el mundo pasa
fortuitamente o por casualidad. Además, pongo en sujeción a la providencia divina a ambos el libre
albedrío y aun las acciones de una criatura racional. Así que nada puede hacerse sin la voluntad
de Dios, ni aun aquellas cosas que se hacen en oposición a ella; sólo que debemos observar una
distinción entre acciones buenas y malas, al decir, que "Dios igualmente tiene la voluntad y hace
actos buenos," pero que "sólo permite libremente aquellos que son malos." Aun más allá de esto, de
buena gana concedo, que aun todas las acciones cualesquiera en cuanto al mal que pueden posi-
blemente ser ideadas o inventadas pueden ser atribuidas a la providencia divina, empleando sólo
una precaución, "la de no concluir por esta concesión que Dios es la causa del pecado."99
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

III. EL LIBRE ALBEDRIO DE LAS PERSONAS

Esta es mi opinión respecto al libre albedrío de las personas: En su condición primitiva como salió
de las manos de su Creador, la humanidad fue dotada de una porción tal de conocimiento, santidad,
y poder, como para dejarle comprender, estimar, considerar, querer, y hacer el bien verdadero,
según el mandato que le fue entregado. Sin embargo, no podía hacer ninguno de estos actos, excepto
por la ayuda de la gracia divina. Pero en su estado caído y pecaminoso, la persona no es capaz, de y
por sí misma, de pensar, querer, o hacer lo que es realmente bueno; pero es necesario que sea
regenerada y renovada en su intelecto, afecciones o voluntad, y en todos sus poderes, por Dios en
Cristo por medio del Espíritu Santo, para que pueda ser habilitada correctamente para entender,
estimar, considerar, querer, y hacer lo que es realmente bueno. Cuando se hace partícipe de esta
regeneración o renovación, considero que, puesto que es liberado del pecado, es capaz de pensar,
querer, y hacer lo bueno, sin embargo no sin la ayuda continua de la gracia divina.100

IV. LA GRACIA DE DIOS


En cuanto a la gracia divina, creo, (1) Es un afecto gratuito por el cual Dios está conmovi-
do bondadosamente hacia un miserable pecador, y según el cual El, en primer lugar, da a su Hijo,
"para que todo aquel que en él cree tenga vida eterna," y, después, le justifica en Cristo Jesús y por
amor a El, y le adopta para tener el derecho de hijos, para la salvación. (2) Es una infusión (am-
bos en el entendimiento humano y en la voluntad y los afectos) de todos aquellos dones del Espíritu
Santo que pertenecen a la regeneración y la renovación del individuo, tales como la fe, la esperanza,
y el amor, etc.; porque sin estos dones clementes, el individuo no es suficiente para pensar, querer, o
hacer ninguna cosa buena. (3) Es ese auxilio perpetuo y ayuda continua del Espíritu Santo, según
el cual El obra sobre el bien y estimula al individuo que ya ha sido renovado, mediante la infusión
de pensamientos saludables, y por inspirarle con buenos deseos, para que realmente pueda querer lo
bueno; y según los cuales Dios puede entonces querer y obrar juntamente con el individuo, para que
él pueda hacer lo que quiere.101

De esta manera, atribuyo a la gracia el comienzo, la continuación y la consumación de todo


lo bueno, y llevo su influencia hasta tal punto, que una persona, aunque ya regenerada, no puede ni
concebir, ni querer, ni hacer ninguna cosa buena, ni puede resistir ninguna tentación, sin esta gra-
cia que previene y estimula, esta gracia que sigue y coopera. De esta declaración claramente se
mostrará, que de ninguna manera daño ni soy injusto con la gracia, atribuyendo demasiado al libre
albedrío del individuo, como se me acusa. Porque el total de la controversia se reduce a la solución
de esta pregunta, "?Es la gracia de Dios una cierta fuerza irresistible?" Es decir, La controversia
no se relaciona a aquellas acciones u operaciones que pueden ser atribuidas a la gracia (porque
reconozco e inculco tantas de estas acciones u operaciones como jamás hizo otra persona,) pero se
relaciona solamente al modo de operación, sea este irresistible o no. Con respecto a esto, creo, según
las Es-crituras, que muchas personas resisten al Espíritu Santo y rechazan la gracia que se les
ofrece.102

V. LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS

Mis pensamientos respecto a la perseverancia de los santos son, que aquellas personas que
han sido injertadas en Cristo por fe genuina, y así han sido hechas partícipes de su Espíritu vivi-
ficador, poseen suficiente poder . . . para luchar contra Satanás, el pecado, el mundo, y su propia
carne, para ganar la victoria sobre estos enemigos, sin embargo, no sin la ayuda de la gracia del
mismo Espíritu Santo. Jesucristo también por su Espíritu les ayuda en todas sus tentaciones, y les
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

proporciona la pronta ayuda de su mano; y, con tal que se mantengan listos para la batalla, pidan
su ayuda, y no falten nada en sí mismas, Cristo les preserva de caer. Así que no les es posible, por
la astucia ni el poder de Satanás, ser seducidas o arrastradas de las manos de Cristo. Pero creo que
es útil y será muy necesario en nuestra primera convención o Sínodo que sea instituida una inves-
tigación diligente de las Escrituras, si es posible que algunos individuos por negligencia deserten el
comienzo de su existencia en Cristo, adheriéndose de nuevo al presente mundo malo, extraviándose
de la sana doctrina que una vez
les fue entregada, perdiendo la buena conciencia, y causando que la gracia divina sea ineficaz.103

Aunque aquí lo afirmo abierta e ingenuamente, nunca enseñé que un verdadero creyente
puede total o finalmente caer de la fe y perecer; sin embargo no esconderé, que hay pasajes de las
Escrituras que me parecen llevar a este aspecto; y las respuestas a ellos que se me han permitido
ver, no son de tipo tal que comprueban ese punto, según mi entendimiento. Por otro lado, ciertos
pasajes son producidos a favor de la doctrina opuesta [de la perseverancia incondicional] que son
dignos de mucha consideración.104

VI. LA SEGURIDAD DE LA SALVACION


Con respecto a la certeza [o la seguridad] de la salvación, mi opinión es, que es posible para
el que cree en Jesucristo estar cierto y persuadido, y, si su corazón no le condena, él está ahora en
realidad asegurado, que él es un hijo de Dios, y que está en la gracia de Jesucristo. Tal certeza se
efectúa en la mente, tanto por la acción del Espíritu Santo moviendo al creyente internamente y por
los frutos de la fe, como de su propia conciencia, y el testimonio del Espíritu de Dios testificando
junto con su conciencia. También creo, que es posible que tal persona, con una confianza segura en
la gracia de Dios y su misericordia en Cristo, pueda salir de esta vida y comparecer ante el trono de
gracia, sin temor inquieto o pavor tremendo: sin embargo esta persona debe orar constantemente
'?Oh Señor, no entres en pleito con tu siervo!'105

Pero, puesto que "Dios es más grande que nuestros corazones, y sabe todas las cosas," y
puesto que una persona no se juzga a sí misma, de veras, aunque una persona no conoce nada por sí
misma sino el que le juzga es el Señor" (1 Jn. 3:19; 1 Co. 4:3), no me atrevo a poner esta seguridad
[o certeza] al nivel de aquella por la cual sabemos que hay un Dios, y que Cristo es el Salvador del
mundo. Sin embargo será apropiado hacer del alcance de los límites de esta seguridad, un asunto
de investigación en nuestra convención.106

VII. LA PERFECCION DE LOS CREYENTES EN ESTA VIDA


Además de aquellas doctrinas que he tratado, ahora hay mucha discusión entre nosotros en
cuanto a la perfección de los creyentes, o personas regeneradas, en esta vida; y se dice, que tengo
pensamientos sobre este tema, que son muy impropios, y casi aliados con los de los pelagianos, a sa-
ber, "que es posible que el regenerado guarde perfectamente en esta vida los preceptos de Dios." A
esto contesto, aunque pudieran haber sido mis pensamientos, sin embargo no debo ser considerado
un pelagiano a causa de esto, ni parcial ni enteramente, con tal que sólo hubiera añadido que "po-
dían hacer esto por la gracia de Cristo y de ninguna manera sin ella." Pero mientras nunca afirmé
que un creyente podía perfectamente guardar los preceptos de Cristo en esta vida, nunca lo negué,
pero siempre lo dejé como un asunto que todavía tiene que ser decidido. Porque me he contentado
con aquellos pensamientos que San Agustín ha expresado sobre este tema, cuyas palabras he citado
con frecuencia en la Universidad, y generalmente he adjuntado, que no tengo nada que añadir a
ellas.107
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

Dice Agustín, "Hay cuatro preguntas que requieren nuestra atención sobre este tema. La
primera es, ?Existió jamás una persona sin pecado, alguien que desde el principio de la vida hasta
el fin nunca cometió pecado? La segunda, ?Habrá existido, existe ahora, o podrá existir, un indivi-
duo que no comete pecado, es decir, que haya alcanzado un estado tal de perfección en esta vida
como para no cometer pecado, sino como para cumplir perfectamente la ley de Dios? Tercera, ?Es
posible para una persona en esta vida existir sin pecado? La cuarta, Si es posible que un individuo
exista sin pecado, ?por qué nunca se ha encontrado tal individuo?" San Agustín dice, "que tal
persona como se describe en la primera pregunta jamás vivió, ni en el futuro llegará a existir, a
excepción de Jesucristo. El no cree, que ningún hombre haya obtenido tal perfección en esta vida
como la que se representa en la segunda pregunta. Con respecto a la tercera cree que es posible "que
una persona sea sin pecado, por medio de la gracia de Cristo y el libre albedrío." Para contestar la
cuarta, la humanidad no hace "lo que es posible que haga por la gracia de Cristo, o porque lo bueno
escape de su observación, o porque en ello no pone ninguna parte de su deleite." De esta cita es apa-
rente que San Agustín, uno de los adversarios más tenaces contra la doctrina pelagiana, retuvo este
pensamiento, que "es posible que un individuo viva en este mundo sin pecado."108

Además de esto, el mismo Padre cristiano dice, "Que confiese Pelagio, que es posible que un
individuo sea sin pecado, de ninguna otra manera que por la gracia de Cristo y estaremos en paz."
La opinión de Pelagio a San Agustín le parecía ser, "que la persona podía cumplir la ley de Dios
por su propia fuerza y habilidad; pero aun más fácilmente por medio de la gracia de Cristo." Más
abundantemente ya he declarado que estoy a una gran distancia de tal pensamiento; además declaro
ahora, que considero que este pensamiento de Pelagio es herético y diametralmente opuesto a estas
palabras de Cristo, 'Separados de mí nada podéis hacer' (Jn. 15:5). También es muy destructivo y
daña gravemente la gloria de Cristo.109

VIII. LA DEIDAD DEL HIJO DE DIOS


En cuanto a la deidad del Hijo de Dios y la palabra autotheos, ['Dios por derecho propio']
ambas de las cuales se han discutido en nuestra universidad en la forma regular de debates escolás-
ticos, no puedo imaginarme suficientemente cual será el motivo, que ha creado un deseo en algunas
personas de hacerme sospechoso a otras personas, o hacerme un objeto de sospecha a ellos mismos.
Esto es aun más maravilloso, puesto que esta sospecha no ha tenido el menor fundamento de
probabilidad en qué descansar, y está a una distancia tan inmensa de toda razón y verdad, que, sean
cual fueren los informes que se han esparcido en cuanto a este asunto con perjuicio de mi carácter,
no pueden llamarse nada mejor que "calumnias notorias."110

Porque el Hijo, ambos en cuanto a su ser el Hijo y a su ser Dios, deriva su deidad del Pa-
dre. Cuando se llama Dios, es solamente entonces no expresado que El es del Padre; derivación que
se nota particularmente cuando la palabra Hijo se emplea. A la verdad, de ninguna manera puede
venir bajo nuestra consideración la esencia de Dios, a menos que se diga, "que la esencia divina se
comunica al Hijo por el Padre." Ni es posible decirse de ninguna manera, que esta Esencia es
ambos "comunicada a El" y "no comunicada;" porque estas expresiones son contradictorias, y no
puede reconciliarse la una con la otra de ningún modo. Si el Hijo tenga la esencia divina de sí
mismo con referencia a su ser considerada absolutamente, no puede ser comunicada a El. Si sea
comunicada a El con referencia a su ser considerada relativamente, El no puede tenerla de sí mis-
mo con referencia a su ser considerada absolutamente.111

Probablemente me preguntarán, "?No admite, que, ser el Hijo de Dios, y el ser Dios son
dos cosas enteramente distintas la una de la otra?" Contesto, Indudablemente consiento a tal distin-
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

ción. Pero cuando las mismas personas que preguntan así van más allá y dicen, "Puesto que el ser
Hijo de Dios significa que deriva su esencia del Padre, entonces el ser Dios de igual manera sig-
nifica nada menos que El tiene su esencia de sí mismo o de nadie;" niego esta afirmación, y declaro
al mismo tiempo, que es un error grande y manifiesto, no sólo en la teología sacra, sino también en
la filosofía natural. Porque, estas dos cosas, el ser el Hijo y el ser Dios, están en completo acuerdo
el uno con el otro; pero el derivar su esencia del Padre, y, a la vez, el derivarla de nadie, son
evidentemente contradictorios, y mutuamente destructivos el uno al otro.112

Así que, de ninguna manera puede esta frase, "El Hijo de Dios es autotheon, ['Dios de sí
mismo'] o ['por derecho propio'] ser justificada como correcta, o como habiendo sido expresada
adecuadamente. Ni puede llamarse una forma apropiada de hablar la que dice, "La esencia de Dios
es común a tres personas;" pero es inapropiada, puesto que se declara que la esencia divina es
comunicada por una de ellas a la otra.113

IX. LA JUSTIFICACION DE LA HUMANIDAD ANTE DIOS


No estoy consciente, de haber enseñado o considerado pensamiento alguno acerca de la
justificación de la humanidad ante Dios, excepto aquellos que se creen unánimamente por las
Iglesias Reformadas y Protestantes, y que están en completo acuerdo con sus opiniones expresa-
das.114

Se ha levantado una pregunta de estas palabras del Apóstol Pablo, "le fue contada la fe por
justicia." (Rom. 4). La pregunta fue, (1) Si esas expresiones deben entenderse propiamente, "así
que la fe misma, como un acto hecho según el mandato del evangelio, es contada ante Dios por o
hacia la justicia, y esa fe es de gracia; puesto que no
es la justicia de la ley." (2) Si deben entenderse figurativa e inapropiadamente, "que la justicia de
Cristo, siendo aprehendida por la fe, es contada a nosotros por justicia." O (3) Si se debe entender,
"que la justicia, por la cual, o hacia la cual la fe es contada, es la operación instrumental de la fe;"
la cual se afirma por algunas personas. En las Tesis sobre la justificación, que fueron debatidas
por mí cuando era el moderador, he adoptado la primera de esas opiniones, no en una manera
rígida, pero sencillamente, como también he hecho en otro pasaje que escribí en una carta particu-
lar. Es sobre esta base que se considera que tengo y enseño opiniones erróneas acerca de la justifi-
cación de la humanidad ante Dios. Pero será evidente en un tiempo apropiado y en una conferen-
cia mutua que tal suposición es infundada. Por el momento, sólo diré brevemente, "Creo que los
pecadores son considerados justos solamente por la obediencia de Cristo; y que la justicia de Cristo
es la única causa meritoria a causa de la cual Dios perdona los pecados de los creyentes y los
considera como justos como si hubieran cumplido perfectamente la ley. Pero puesto que Dios no le
imputa la justicia de Cristo a nadie excepto a los creyentes, concluyo, que en este sentido puede
decirse correcta y apropiadamente, A una persona que cree, la fe le es contada por justicia por me-
dio de la gracia, porque Dios ha puesto a su Hijo Jesucristo como una propiciación, un trono de
gracia, [o propiciatorio] por la fe en su sangre." Sea cual fuere la interpretación que puede ponerse
sobre estas expresiones, ninguno de nuestros teólogos le culpa a Calvino, o le considera heterodoxo
sobre este punto; sin embargo, mi opinión no es tan diferente de la de él como para evitar que
emplee la firma de mi propia mano al subscribir aquellas cosas que él nos entregó sobre este tema,
en el Tercer Libro de sus Instituciones; estoy preparado a hacer esto en cualquier momento, y a
darles mi aprobación completa.115
DECLARACION DE PENSAMIENTOS

X. LA REVISION DE LA CONFESION HOLANDESA Y

EL CATECISMO DE HEIDELBERG
(Puesto que este artículo trata enteramente de asuntos históricos y temporales, no he incluido nada
de ello en este resumen.)
VARIOS DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

DEBATE PUBLICO VIII.

SOBRE LOS PECADOS REALES

El Reaccionador, Caspar Wiltens.

I. Lo mismo que los teólogos y filósofos a menudo están compelidos, a causa de una pe-
nuria de palabras, a distinguir aquellas que son sinónimos, y a recibir otras en una significación
más estricta o más amplia que su naturaleza y etimología permiten; así en este asunto de pecado
real, aunque el término también se aplica al primer pecado de Adán, sin embargo, por una distin-
ción más precisa, comúnmente la toman por aquel pecado que el individuo comete, por la corrup-
ción de su naturaleza, desde el tiempo cuando él sabe usar la razón. La definen así: "Algo pensado,
hablado o hecho contra la ley de Dios; o la omisión de algo que ha sido mandado por aquella ley
que sea pensado, hablado o hecho." O, con más brevedad, "El pecado es la transgresión de la ley;" la
cual San Juan ha explicado en esta palabra compuesta anomía, "anomía" (1 Jn. 3:4).1

II. Porque, puesto que la ley se percibe como buena y como prohibiendo el mal, es necesa-
rio no sólo que una acción, sino que la negligencia de una acción, sean contadas como un pecado:
De ahí surge la primera distinción del pecado en la de comisión, cuando un acto prohibido se come-
te, como el hurto, el asesinato, el adulterio, etc.; y en la de omisión, cuando una persona se abstiene
de la ejecución de un acto que ha sido mandado; como cuando alguien no da el honor debido a un
juez, o cuando no da a los pobres en proporción a la amplitud de sus medios. Y puesto que la ley es
doble, una "la ley de las obras," llamada apropiadamente "la Ley," y la otra, "la ley de la fe" (Rom.
3:27) que es el evangelio de la gracia de Dios; por esto el pecado es algo que es cometido o contra la
ley, o contra el evangelio de Cristo (Heb. 2:2, 3). Lo que es cometido contra la Ley, provoca la ira
de Dios contra los pecadores; lo que es contra el Evangelio, causa que la ira de Dios descanse sobre
nosotros; el anterior por merecer el castigo; éste por evitar la remisión del castigo.2

III. Uno es un pecado per se, "de sí mismo;" otro, per accidens, "accidentalmente." (1) Un
pecado per se es cada acción externa o interna que es prohibida por la ley, o cada negligencia de
una acción mandada por la ley. (2) Un pecado es per accidens, o en cosas necesarias y restringidas
por la ley, o en cosas indiferentes. En las cosas
necesarias, o cuando un acto prescrito por la ley se hace sin sus circunstancias debidas, tal como el
dar limosna para que pueda obtener la alabanza de las personas (Mt. 6:2) o cuando un acto prohi-
bido por la ley es omitido, pero no de una causa debida y por un fin justo; como cuando alguien re-
prime su ira al momento, para que después pueda imponer una venganza más cruel. En las cosas
indiferentes, cuando alguien las usa para ofender a los débiles (Rom. 14:15, 21).3

¡Error! No se encuentra el origen de la referencia.


DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

IV. El pecado asimismo es dividido en cuanto al objeto personal en contra del cual la
ofensa es cometida; y es o en contra de Dios, en contra de nuestro prójimo, o en contra de nosotros
mismos, según lo que dice el Apóstol: "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a
todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos
en este siglo sobria, justa y piadosamente" (Tit. 2:11). Donde la sobriedad se refiere
apropiadamente a la persona misma; la justicia a nuestro prójimo; y la piedad, a Dios. Afirmamos
que estas asimismo se contienen en los dos grandes preceptos, "Ama a Dios sobre todas las cosas," y
"Ama a tu prójimo como a ti mismo." Porque por mucho que pueda parecer, que los Diez Manda-
mientos prescriben sólo lo que debemos a Dios y a nuestro prójimo; sin embargo este mismo
requisito es de tal naturaleza que no puede ser hecho por una persona sin cumplir al mismo tiempo
su deber a sí misma.4

V. Además se distingue, de su causa, en pecados de ignorancia, de flaqueza, de malignidad,


y de negligencia. (1) Un pecado de ignorancia es cometido cuando una persona hace cualquier cosa
que no sabe que es un pecado; así, Pablo perseguía a Cristo en su Iglesia (1 Tim. 1:13). (2) Un
pecado de flaqueza es cometido cuando, por temor, el cual puede pasar aun a un individuo valiente,
o por cualquier otra pasión vehemente y perturbación de la mente, comete cualquier ofensa; así,
Pedro negó a Cristo (Mt. 26:70) y así David, siendo ofendido por Nabal, estaba procediendo a des-
truirle a él y a todos sus siervos (1 Sam. 25:13, 21). (3) Un pecado de malignidad o malicia es
cometido cuando algo es hecho con un propósito determinado de mente y deliberadamente; así Judas
negó a Cristo (Mt. 26:14, 15), y así David causó que Urías fuera matado (2 Sam. 11:15). (4) Un
pecado de negligencia es cometido cuando una persona es sorprendida en alguna falta (Gál. 6:1),
que la rodea y la acosa antes que ella puede reflexionar dentro de sí misma acerca del acto (Heb.
12:1). En esta descripción se clasificará el de San Pablo contra Ananías el Sumo Sacerdote, si de
veras puede decirse que él pecó en aquel asunto (Hch. 23:3).5

VI. Cercanamente aliado a esto es la distribución del pecado en lo que es contrario a la


conciencia, y lo que no es contrario a la conciencia. (1) Un pecado contra la conciencia es el que se
comete por la malicia y el propósito deliberado, asolando la conciencia, y (si cometido por personas
santas) contristando al Espíritu Santo tanto, como para causarle desistir de sus funciones usuales de
conducirles hacia el camino correcto y de . . . hacerles alegres en sus conciencias por su testimonio
interno (Sal. 51:10, 13). Esto es llamado, para el propósito de la eminencia, "un pecado contra la
conciencia;" aunque, cuando se considera esta frase en una acepción amplia, un pecado que es
cometido por la flaqueza, pero que tiene un conocimiento seguro previo que es aplicado al hecho,
podría decirse ser contra la conciencia. (2) Un pecado no contra la conciencia es aquel que de
ninguna manera es así, y que no es cometido por medio de una ignorancia voluntaria y deseada de
la ley; como el individuo que se olvida de saber lo que es capaz de saber: O es aquel que, por lo
menos, no es así en un grado primario, pero es cometido por precipitación, de la cual la causa es
una tentación vehemente e imprevista. De este tipo fue el juicio demasiado precipitado de David
contra Mefiboset, producido por la acusación severa de Siba, que ocurrió justamente cuando huyó
David. Este se parecía mucho a una falsedad (2 Sam. 16:3, 4). Sin embargo, el que, cometido una
vez, no es contrario a la conciencia, llega a ser contrario a ella cuando se repite más frecuente-
mente, y cuando la persona omite la autocorrección.6

VII. A esto puede agregar, la división del pecado según sus causas, en cuanto al objeto real
acerca del cual se comete el pecado. Este objeto es "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, o la
vanagloria de la vida," es decir, el placer llamado así especialmente, la avaricia, o la altanería
arrogante; todos los cuales, procediendo de la fuente común del egoísmo o el afecto desmesurado,
tienden distintivamente hacia las cosas agradables de la vida presente: la altanería, hacia sus
honores, la avaricia, hacia sus riquezas, y el placer, hacia aquellas cosas por las cuales los sentidos
externos pueden experimentar la autogratificación. De estas cosas surgen aquellas obras de la carne
que se enumeran por el apóstol en Gál. 5:19-21, tal vez con la excepción de la idolatría.
DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

Sin embargo podría ser hecho un tema legítimo de la discusión, si la idolatría no podría ser referi-
da a una de estas tres causas.7

VIII. El pecado también se divide en venial y mortal. Pero esta distribución no se deduce
de la naturaleza del pecado mismo, sino accidentalmente de la estimación graciosa de Dios. Porque
cada pecado es en su propia naturaleza mortal, es decir, es aquel que merece la muerte; porque se
declara universalmente en cuanto al pecado, que "su paga es muerte" (Rom. 6:23), que de veras
podría venir inmediatamente encima de los transgresores si Dios quisiera entrar en juicio con sus
siervos. Pero lo que denomina un pecado venial, o capaz de ser perdonado, es esta circunstancia,
Dios no está dispuesto a imputar el pecado a los creyentes, o . . . a poner el pecado contra ellos, sino
está deseoso de perdonarlo; aunque con esta diferencia, que se requiere la penitencia expresa para
algunos, mientras en cuanto a otros es contento con esta expresión, "?Quién podrá entender sus
propios errores? Líbrame de los que me son ocultos" (Sal. 19:12). En este caso el motivo del temor
no es tanto que, por la agravación del pecado, las personas cayeran en desesperación, como que, por
su atenuación cayeran de nuevo en la negligencia y la seguridad; no sólo porque la persona tiene
más propensidad a esta que a aquel, sino también porque aquella declaración siempre . . . está a la
mano: "Porque no quiero la muerte del que muere," es decir, del pecador que merece la muerte por
su transgresión, "sino que se convierta y viva" (Ez. 18:32).8

IX. Por el hecho que decimos, que "la paga de cada pecado es muerte," no por esto, con los
estoicos, hacemos todos ellos iguales. Porque, además de la refutación de tal opinión por muchos
pasajes de la Escritura, también es opuesta a la diversidad de objetos contra los cuales el pecado es
cometido, a las causas de las cuales se levanta, y a la ley contra la cual la ofensa es cometida.
Además, la disparidad de castigos en la muerte que es eterna, comprueba la falsedad de este pensa-
miento. Porque un crimen contra Dios es más grave que uno contra el género humano (1 Sam.
2:25); uno que es cometido arbitrariamente, que uno cometido por error; uno contra una ley prohibi-
toria, que uno contra una ley mandatoria. Y será mucho más severo el castigo infligido a los habi-
tantes de Corazín y Betsaida, que a los de Tiro y Sidón (Mt. 11:23). Por medio de este dogma los
estoicos han tratado de apartar a las personas de la comisión de los crímenes; pero su esfuerzo no
sólo ha sido infructuoso, sino también injurioso, como se verá cuando iniciamos una deliberación
seria acerca de volver a traer al género humano del pecado al camino de la justicia.9

X. En las Escrituras, también es mencionado "un pecado de muerte" (1 Jn. 5:16), lo cual es
especialmente llamado así, porque de hecho trae la muerte segura sobre todos por los cuales ha sido
cometido. En el mismo pasaje es mencionado "un pecado que no sea de muerte," y que es opuesto al
anterior. En una columna paralela con estos, marcha la división de pecados en perdonables e
imperdonables. (1) Un pecado que "no sea de muerte" y es perdonable, es llamado así, porque es
capaz de tener el arrepentimiento subsecuente y de así ser perdonado, y porque a muchas personas
les es perdonado realmente por medio del arrepentimiento subsiguiente, tal como aquel que se dice
es cometido contra "el Hijo del Hombre." (2) El "pecado de muerte" o el imperdonable, es aquel
que nunca tiene el arrepentimiento subsecuente, o que el autor del cual nunca puede ser llamado de
nuevo al arrepentimiento, tal como aquel que es llamado "el pecado" o "la blasfemia contra el
Espíritu Santo" (Mt. 12:32; Luc. 12:10), del cual se dice, "no le será perdonado, ni en este siglo ni en
el venidero." Por esta razón San Juan dice, no debemos pedir por ese pecado.10

XI. Pero, aunque el significado apropiado y la naturaleza del pecado contra el Espíritu
Santo se averiguan sólo con la máxima dificultad, sin embargo preferimos seguir los que han dado
la definición más ponderosa y grave de ello, en vez de los que, al mantener seis especies de ello, han
sido compelidos a explicar "imperdonable" en algunos de esas especies, por lo que se remite con
dificultad o raramente o lo que de sí mismo no merece ser perdonado. Con la primera clase de
personas, entonces, decimos que el pecado contra el Espíritu Santo es cometido cuando alguna
DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

persona, con malicia determinada, resiste la verdad divina y de hecho evangélica, por amor a la
resistencia, aunque la persona sea tan apoderado de la refulgencia de la verdad, como para ser
incapaz de pretender ignorancia como excusa.
Esto entonces es llamado "el pecado contra el Espíritu Santo," no porque no es cometido contra el
Padre y el Hijo (porque ?cómo puede ser que no peca contra el Padre y el Hijo, quien peca contra
el Espíritu de los dos?), sino porque es cometido contra la operación del Espíritu Santo, es decir,
contra la convicción de la verdad por medio de milagros, y contra la iluminación de la mente.11

XII. Pero la razón por qué este pecado es llamado "irremisible" y por qué el individuo que
lo ha cometido no puede ser renovado al arrepentimiento, no es la impotencia de Dios, como si por
su omnipotencia más absoluta El no pudiera dar a este individuo el arrepentimiento hasta la vida,
y así no pudiera perdonar esta blasfemia. Pero puesto que es necesario, que la misericordia de Dios
deba detenerse en algún punto, siendo circunscrita por los límites de su justicia y equidad según la
prescripción de su sabiduría, se dice que este pecado es "imperdonable," porque Dios considera que
la persona que ha cometido un crimen tan horrible, y ha despreciado al Espíritu de la gracia, es
totalmente indigno de tener la benignidad divina y la operación del Espíritu Santo ocupadas en su
conversión, para que no parezca que El mismo estima esta operación y bondad sagradas a un precio
bajo, y que El necesita a un individuo pecaminoso, ?especialmente uno que es un pecador tan
monstruoso!12

XIII. La causa eficiente de los pecados reales es el individuo por su propio libre albedrío.
La causa obrando internamente es la propensidad original de nuestra naturaleza hacia lo que es
contrario a la ley de Dios, dicha propensidad la hemos contraído de nuestros primeros padres, por
la generación carnal. Las causas obrando externamente son
los objetos y ocasiones que inducen a los individuos a pecar. La sustancia, o causa material, es un
acto que, según su naturaleza, tiene referencia a lo bueno. La forma, o causa formal, de ello, es
una transgresión de la ley, o una anomía. Es desprovisto de un fin; porque el pecado es hamartía,
una transgresión, que se desvía de su punto. El objeto de ello es . . . un bien variable; hacia el cual,
cuando un individuo es inclinado, después de haber desertado del Bien inalterable, él comete una
ofensa.13

XIV. El Efecto de los pecados reales son todas las calamidades y miserias de la vida ac-
tual, entonces la muerte temporal, y después la muerte eterna. Pero en los que son endurecidos y
cegados, aun los efectos de los pecados precedentes llegan a ser ellos mismos pecados consecuentes.14

DEBATE PRIVADO XLVIII.

SOBRE LA JUSTIFICACION.

I. Los beneficios espirituales que los creyentes disfrutan en la vida presente, por su unión
con Cristo por la comunión con su muerte y vida, pueden apropiadamente ser referidos a la de la
justificación, y de la santificación, puesto que en aquellas dos se contiene la promesa total del
Nuevo Pacto, en el cual Dios promete que El perdonará los pecados, y escribirá sus leyes en los
corazones de los creyentes, quienes han entrado en un pacto con El.15

II. La justificación es un acto justo y gracioso de Dios como un Juez, por la cual, desde el
trono de su gracia y misericordia, El absuelve de sus pecados a la persona, un pecador, pero quien es
un creyente, a causa de Cristo y la obediencia y justicia de Cristo, y le considera . . . justo, para la
salvación de la persona justificada, y para la gloria de la justicia y gracia divinas.16
DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

III. Decimos que "es el acto de Dios como un Juez;" quien, aunque como el Supremo
Legislador podía haber . . . dispensado regulaciones acerca de esta ley, y de hecho las dispensó, sin
embargo no ha administrado esta . . . dispensación por medio de la plenitud absoluta de poder
infinito, sino contuvo a Sí mismo dentro de los linderos de la justicia que El demostró por dos
métodos: Primero. Porque Dios no justificaría, salvo que la justificación fue precedida por la
reconciliación y la satisfacción hecha por Cristo en su sangre. En segundo lugar. Porque El no
justificaría a nadie excepto a los que reconocieron sus pecados y creyeron en Cristo.17

IV. Decimos que "es un acto gracioso y misericordioso," no en cuanto a Cristo, como si el
Padre, por la gracia como distinguida de la justicia estricta y rígida, hubiera aceptado la obediencia
de Cristo por justicia; sino en cuanto a nosotros, ambos porque Dios, por su misericordia graciosa
hacia nosotros, ha hecho a Cristo pecado por nosotros y justicia a nosotros, para que seamos hechos
justicia de Dios en El; y porque El ha puesto la comunión con Cristo en la fe del Evangelio, y ha
propuesto a Cristo como una propiciación por la fe.18

V. La causa meritoria de la justificación es Cristo por su obediencia y justicia; quien, por


lo tanto, puede ser justamente llamado la causa principal o la que mueve hacia afuera. En su obe-
diencia y justicia, Cristo es también la causa material de nuestra justificación hasta donde nos
Dios da a Cristo a nosotros por justicia, y nos imputa su justicia y obediencia. Respecto a esta causa
doble, es decir, la meritoria y la material, se dice que somos constituidos justos por la obediencia de
Cristo.19

VI. El objeto de la justificación es la persona, un pecador, reconociendo con pesar que así
lo es, y un creyente, es decir, creyendo en Dios quien justifica a los impíos, y en Cristo como ha-
biendo sido entregado por nuestras ofensas y levantado de nuevo para nuestra justificación. Como
un pecador, la persona necesita la justificación por la gracia, y, como un creyente, él obtiene la
justificación por la gracia.20

VII. La fe es la causa instrumental, o el acto, por la cual aprehendemos a Cristo propuesto


a nosotros por Dios para una propiciación y para justicia, según el mandato y la promesa del Evan-
gelio, en el cual se dice, "El que crea será justificado y salvado, y él que no crea será condenado."21

VIII. La forma es la . . . estimación graciosa de Dios, por la cual El nos imputa la justicia
de Cristo, y nos imputa la fe por justicia; es decir, El nos remite nuestros pecados, quienes somos
creyentes, a causa de Cristo aprehendido por la fe, y . . . nos cuenta como justicia en El. Esta
estimación o cuenta, tiene unida con ella la adopción como hijos, y el conferirnos el derecho a la
heredad de la vida eterna.22

IX. El fin por amor del cual, es la salvación de la persona justificada: Porque ese acto
. . . se hace para el bien de la persona misma quien es justificada. El fin que . . . fluye de la
justificación sin ninguna ventaja a Dios quien justifica, es la demostración gloriosa de la justicia y
la gracia divinas.23

X. Los efectos más excelentes de esta justificación son, paz con Dios, y tranquilidad de la
conciencia, . . . regocijo bajo las aflicciones en esperanza de la gloria de Dios y de Dios mismo; y
una expectación asegurada de la vida eterna.24

XI. El sello externo de la justificación es el bautismo; el sello interno es el Espíritu Santo,


testificando junto con . . . nuestros espíritus que somos los hijos de Dios, y exclamando en nuestros
corazones, ?Abba, Padre!25
DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

XII. Pero todavía tenemos que considerar la justificación, ambos acerca del comienzo de la
conversión, cuando todos los pecados anteriores son perdonados; y a través de toda la vida, porque
Dios ha prometido la remisión de los pecados de los creyentes, los que han entrado en un pacto con
El, siempre que se arrepientan y huyan por verdadera fe a Cristo su Propiciador y Expiador. Pero
el fin y terminación de la justificación será . . . cerca del final de la vida, cuando Dios otorgará a
los que terminen sus días en la fe de Cristo, para encontrar su misericordia absolviéndoles de todos
sus pecados que habían sido perpetrados a través de la totalidad de sus vidas. La declaración y
manifestación de la justificación serán en el juicio general futuro.26

XIII. El opuesto de la justificación es la condenación; y esto por una contrariedad inme-


diata, así que entre estas dos no se puede imaginar ningún punto medio.27

COROLARIOS

I. Que la fe y las obras concurren juntas para la justificación, es una cosa imposible.28

II. La fe es correctamente denominada la causa formal de la justificación; y cuando recibe


ese nombre de algunos teólogos de nuestra profesión, entonces es llamada así . . . inapropiada-
mente.29

III. Cristo no ha . . . obtenido por sus méritos que debemos ser justificados por la valía y el
mérito de la fe, y mucho menos que debemos ser justificados por el mérito de obras. Pero el mérito
de Cristo se opone a la justificación por obras; y, en las Escrituras, la fe y el mérito se ponen en
oposición la una al otro.30

DEBATE PRIVADO XLIX.

SOBRE LA SANTIFICACION DEL INDIVIDUO.

I. La palabra "santificación" denota un acto, por el cual cualquier cosa es separada del uso
común, y es consagrada al uso divino.31

II. Uso común, acerca de la santificación del cual a propósitos divinos ahora estamos
tratando, o es según la naturaleza misma, por la cual la persona vive . . . una vida natural; o es
según la corrupción del pecado, por la cual la persona vive para el pecado y lo obedece en sus
concupiscencias o deseos. Uso divino ocurre cuando un individuo vive según la piedad, en una
conformidad a la santidad y la justicia en las cuales fue creado.32

III. Por tanto esta santificación, en cuanto a . . . el término desde el cual procede, o es del
uso natural, o del uso del pecado. El término . . . al cual tiende, es el uso sobrenatural y divino.33

IV. Pero cuando tratamos acerca del individuo, como un pecador, entonces la santificación
se define así: Es un acto gracioso de Dios, por el cual . . . El purifica al individuo quien es un
pecador, y sin embargo un creyente, de la oscuridad de la ignorancia, del pecado morador y de sus
concupiscencias y deseos, y le imbuye con el Espíritu del conocimiento, de la justicia y de la santi-
dad; para que, siendo separado de la vida del mundo y hecho sumiso a Dios, el individuo pueda
vivir la vida de Dios, para la alabanza de la justicia y de la gracia gloriosa de Dios, y para su pro-
pia salvación.34

V. Por tanto esta santificación consiste en estas dos cosas: En . . . la mortificación del
DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

"viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos;" y en . . . la vivificación o la
animación del "nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.35"

VI. El Autor de la santificación es Dios el Padre Santo mismo, en su Hijo quien es el


Santo de los santos, por medio del Espíritu de . . . la santificación. El instrumento externo es la
Palabra de Dios; el interno es la fe sometida a la palabra predicada. Porque la palabra no santifi-
ca, sólo mientras es predicada, a menos que sea añadida la fe por la cual se purifican los corazones
de las personas.36

VII. El Objeto de la santificación es la persona, un pecador, y sin embargo un creyente:


Un pecador, porque, siendo contaminado por el pecado y adicto a una vida de pecado, él es . . .
inepto para servir al Dios viviente. Un creyente, porque él está unido a Cristo por la fe en El, sobre
quien nuestra santidad es cimentada; y está plantado junto con Cristo y unido a El en una
conformidad con su muerte y resurrección. Por eso él muere al pecado, y está resucitado o levan-
tado a una vida nueva. 37

VIII. El sujeto es, apropiadamente, el alma del individuo: Y, primero, la mente, que es
iluminada, siendo alejadas las nubes oscuras de la ignorancia. El siguiente, . . . la inclinación o la
voluntad, por el cual es liberada del dominio del pecado morador, y . . . es llenada con El Espíritu
de la santidad. El cuerpo no es cambiado, o en cuanto a su esencia o sus cualidades internas. Pero
puesto que es una parte del individuo que es consagrado a Dios, y es un instrumento unido al alma,
habiendo sido alejado de . . . los propósitos del pecado por el alma santificada que lo habita, es
admitido a y empleado en el servicio de Dios; "para que todo nuestro espíritu, y alma, y cuerpo sean
guardados irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo."38

IX. La forma consiste en la purificación del pecado, y en una conformidad con Dios en el
cuerpo de Cristo por su Espíritu.39

X. El fin es, que un creyente, siendo consagrado a Dios como un sacerdote y un rey, debe
servirle en vida nueva, para la gloria de su divino nombre, y para la salvación de las personas.40

XI. Así como, bajo el Antiguo Testamento, los sacerdotes, cuando se acercaron para dar
culto a Dios, solían ser rociados con sangre; asimismo la sangre de Jesucristo, que es la sangre del
Nuevo Testamento, sirve este propósito, para rociarnos, quienes somos constituidos por El como sa-
cerdotes, para servir al Dios viviente. Por lo que se refiere a esto, la rociada de la sangre de Cristo,
la cual sirve principalmente para la expiación de los pecados, y la cual es la causa de la justifica-
ción, pertenece también a la santificación. Porque . . . en la justificación, esta rociada sirve para
lavar los pecados que han sido cometidos; pero en la santificación, sirve para santificar a personas
que han obtenido la remisión de sus pecados, para que además puedan ofrecer adoración y
sacrificios a Dios por medio de Cristo.41

XII. Esta santificación no es completada en un sólo momento; pero el pecado, de cuyo


dominio hemos sido liberados por la cruz y la muerte de Cristo, se debilita más y más por . . . pérdi-
das diarias, y la persona interior día a día se renueva más y más, mientras llevamos con nosotros en
nuestros cuerpos la muerte de Cristo, y la persona exterior . . . está pereciendo.42

COROLARIO

Permitimos que esta cuestión sea el sujeto de la discusión: ?Trae la muerte del cuerpo la perfección
y la terminación de la santificación; y cómo se produce este efecto?43
DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

DEBATE PRIVADO LXIII.

SOBRE EL BAUTISMO Y EL BAUTISMO DE LOS NIÑOS

I. El bautismo es el sacramento inicial del Nuevo Testamento, por el cual el pueblo del
pacto de Dios es rociado de agua, por un ministro de la iglesia, en el nombre del Padre, del Hijo, y
del Espíritu Santo; para significar y testificar la ablución espiritual que es efectuada por la sangre
y el Espíritu de Cristo. Por medio de este sacramento los que son bautizados a Dios el Padre, y son
consagrados a su Hijo por el Espíritu Santo como un tesoro peculiar, tienen comunión con los dos,
y sirven a Dios todos los días de su vida.44

II. El Autor de la institución es Dios el Padre, en su Hijo el Mediador del Nuevo Testa-
mento, por el Espíritu eterno de los dos. El primer administrador de ello era Juan; pero Cristo era
el confirmador, ambos por recibirlo de Juan, y por administrarlo después por medio de sus discípu-
los.45

III. Pero puesto que el bautismo es doble con respecto a la señal y la cosa significada, la
una siendo el agua, y la otra la de la sangre y del Espíritu Santo, la primera externa, la segunda
interna; así la materia y la forma deben ser dobles también, la externa y terrenal del bautismo
externo, la interna y celestial de lo que es interno.46

IV. La materia del bautismo externo es el agua elemental, apropiada según la naturaleza
para purificar lo inmundo: Por esto también es apropiada para el servicio de Dios . . . para tipi-
ficar y testificar la sangre y el Espíritu de Cristo; y esta sangre y el Espíritu de Cristo son lo signifi-
cado en el bautismo externo, y la materia de lo que es interno. Pero la aplicación tanto de la sangre
y el Espíritu de Cristo, y el efecto de los dos, son lo significado por la aplicación de esta agua, y el
efecto de la aplicación.47

V. La forma del bautismo externo es aquella administración ordenada, según la institu-


ción de Dios, la cual consiste en estas dos cosas: (1) Que la persona que será bautizada sea rociada
de esta agua. (2) Que esta rociada sea hecha en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu
Santo. Análoga a esta es la rociada interna y la comunicación de ambos la sangre y el Espíritu de
Cristo, la cual se hace por Cristo solo, y las cuales pueden ser llamadas "la forma interna del bau-
tismo interno."48

VI. El propósito primario del bautismo es que pueda ser una confirmación y una selladura
de la comunicación de la gracia en Cristo, según el Nuevo Pacto, en el cual Dios el Padre ha
entrado con nosotros en Cristo y por amor a El. El propósito secundario es que pueda ser el símbolo
de nuestra iniciación en la iglesia visible, y una marca expresa de la obligación por la cual hemos
sido ligados a Dios el Padre y a Cristo nuestro Señor.49

VII. El objeto de este bautismo no es real, sino sólo personal; es decir, todo el pueblo del
pacto de Dios, sean adultos o niños, con tal que los niños sean nacidos de padres quienes son ellos
mismos en el pacto, o si uno de sus padres sea entre el pueblo del pacto de Dios; ambos porque la
ablución en la sangre de Cristo ha sido prometida a ellos; y porque el Espíritu de Cristo los ha
injertado en el cuerpo de Cristo.50

VIII. Por el hecho que este bautismo es un sacramento iniciatorio, no debe ser repetido
frecuentemente; por el hecho que es un sacramento del Nuevo Testamento, no debe ser cambiado,
sino continuará hasta el fin del mundo; y por el hecho que es una señal confirmando la promesa, y
sellándola, se afirma imprudentemente que, por medio de ello, la gracia es conferida; es decir, por
DEBATES PUBLICOS Y PRIVADOS

algún otro acto de conferir que aquel que es hecho por [significationem] la tipificación y la
selladura; Porque la gracia no puede ser conferida inmediatamente por el agua.51

DEBATE PRIVADO LXIV.

SOBRE LA CENA DEL SEñOR.

I. Puesto que en el Debate anterior hemos tratado sobre el Bautismo, el sacramento de la


iniciación; sigue que ahora discutimos la Cena del Señor, que es el sacramento de la confirmación.52

II. La definimos así: La Cena del Señor es un sacramento del Nuevo Testamento institui-
do inmediatamente por Cristo para el uso de la iglesia hasta el final del tiempo: en el cual, por la
distribución externa legítima, el tomar, y el disfrutar del pan y del vino, es anunciada la muerte del
Señor. Son significados el recibir interior y el disfrutar del cuerpo y la sangre de Cristo. Y aquella
unión o compañerismo más íntima y cerca, por la cual somos unidos a Cristo nuestra Cabeza, es
sellada y confirmada a causa de la institución de Cristo, y la relación analógica de la señal a la cosa
significada. Pero por medio de esto los creyentes profesan su gratitud y obligación a Dios, la
comunión entre ellos, y una diferencia marcada de todas las otras personas.53

III. Constituimos a Cristo el Autor de este sacramento; porque El solo es constituido, por
el Padre, el Señor y la Cabeza de la iglesia, poseyendo el derecho a instituir sacramentos, y a hacer
eficazmente esta misma cosa que es significada y sellada por los sacramentos.54

IV. La materia es el pan y el vino; los cuales, en cuanto a su esencia no son cambiados,
sino permanecen lo que antes eran; tampoco, en cuanto a lugar, son unidos juntos con el cuerpo o la
sangre, para que el cuerpo esté en, bajo, o con el pan, etc.; tampoco pueden ser separados el pan y el
vino en el uso de la Cena del Señor, para que, cuando se extiende el pan a los laicos, la copa no
pueda serles negada.55

V. Establecemos la forma en la relación y la unión más estricta, que existen entre las seña-
les y la cosa significada, y la referencia de las dos a aquellos creyentes que comunican, y por las
cuales son hechos por analogía y similitud algo unido. De esta conjunción de relación, se levanta
un uso doble de señales en este sacramento de la Cena del Señor. El primero, que estas señales son
representativas; el segundo, que, mientras representan a Cristo, también sellan a Cristo a nosotros
con sus beneficios.56

VI. El propósito es doble: El primero, es que nuestra fe deba ser fortalecida más y
más hacia la promesa de gracia que ha sido dada por Dios, y en cuanto a la verdad y la certeza de
nuestro ser injertados en Cristo. El segundo es, (1) que los creyentes puedan, por la memoria de la
muerte de Cristo, testificar su gratitud y obligación a Dios; (2) que puedan cultivar el amor entre
ellos mismos; y (3) que, por esta marca, puedan ser distinguidos de los incrédulos.57
CIERTOS ARTICULOS PARA SER

EXAMINADOS Y PONDERADOS DILIGENTEMENTE

XIX. SOBRE LA FE.


1. La fe justificadora no es aquella por la cual alguien cree que sus pecados le son remiti-
dos por amor a Cristo. Porque . . . esa fe sigue la justificación misma o el perdón de los pecados,
que es el efecto de la fe justicadora.1

2. La fe justificadora no es aquella por la cual uno cree que él mismo es elegido.2

3. No todos los individuos tienen que creer que ellos mismos son electos.3

4. El conocimiento y la fe por los cuales cualquier persona sabe y cree que posee la fe, es
anterior al conocimiento y la fe por los cuales cualquier persona sabe y cree que ella misma es ele-
gida.4

5. De estas observaciones algún juicio puede ser formado acerca de lo que a veces se afir-
ma, "Una persona creyente y elegida tiene que creer que es elegida.5"

6. La fe justificadora es aquella por la cual los individuos creen en Jesucristo, como en el


Salvador de los que creen universalmente, y de cada uno de ellos en particular, aun el Salvador de
aquel quien, por medio de Cristo, cree en Dios quien justifica a los impíos.6

7. La fe evangélica y salvadora es de una excelencia tan vasta como para exceder la natu-
raleza entera del individuo, y toda su comprensión, aun la de Adán cuando fue puesto en un estado
de inocencia.7

8. Dios no puede justamente requerir la fe en Cristo de aquel individuo a quien, por una
voluntad absoluta, El ha reprobado, sin consideración de pecado alguno, o como uno que ha caído
en Adán. Por lo tanto, no era su voluntad, que Cristo fuera de la menor ventaja para este indi-
viduo; o, más bien, El ordenó que Cristo no debiera aprovecharle.8

9. La fe es un don gracioso y gratuito de Dios, otorgado según la administración de los


medios necesarios para conducir al fin; es decir, según una administración tal como la justicia de
Dios requiere hacia el lado de la misericordia o al lado de la severidad. Es un don que no es otor-
gado según una voluntad absoluta de salvar a algunos individuos particulares. Porque es una
condición requerida en el objeto para salvarse, y es de hecho una condición antes de ser el medio
para obtener la salvación.9

10. La fe salvadora es aquella de los electos de Dios; no es la fe de todas las personas, de


las personas perversas y malas, ni de las que repelen la palabra de la gracia y cuentan a sí mismas
como indignas de la vida eterna, ni de las que resisten al Espíritu Santo, ni de las que rechazan el
consejo de Dios contra ellas mismas, ni de las que no han sido ordenadas para la vida eterna.
Ningún individuo cree en Cristo excepto el que previamente ha sido dispuesto y preparado por la
gracia preveniente o precedente para recibir la vida eterna, con la condición sobre la cual Dios
quiere otorgarla, según el siguiente pasaje de la Escritura, "El que quiera hacer la voluntad de
Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Jn. 7:17).10
CIERTOS ARTICULOS

XX. SOBRE LA REGENERACION Y LOS REGENERADOS


1. El sujeto inmediato de la regeneración, la cual se efectúa en la vida actual por el
Espíritu de Cristo, es la mente y los afectos de la persona, o la voluntad considerada según el modo
de la naturaleza, no la voluntad considerada según el modo de la libertad: No es el cuerpo del indi-
viduo; aunque el individuo, cuando es renovado por la regeneración, por medio de su mente y afec-
tos, realmente tiene la buena intención, y actúa bien por los instrumentos del cuerpo.11

2. Aunque la regeneración no es perfeccionada en un momento, sino por ciertos pasos e


intervalos; sin embargo, tan pronto como sea perfeccionada según su esencia, es decir, por la renova-
ción de la mente y los afectos, hace espiritual al individuo, y capaz de resistir al pecado por la
gracia ayudadora de Dios. Así también, a causa del Espíritu que predomina en él, él es llamado
espiritual y no carnal, aunque todavía tiene dentro de sí la carne codiciando contra el Espíritu.
Porque estos dos, un individuo carnal y un individuo espiritual, son llamados así en oposición, y
según aquel que es en cada uno de ellos el partido más poderoso, prevalente, o predominante.12

3. Los regenerados pueden hacer más del verdadero bien, y de lo que complace a Dios, de
lo que realmente hacen, y omitir más del mal de lo que omiten; y, por eso, si no hacen y omiten lo
que deben, eso no debe ser atribuido a ningún decreto de Dios o a ninguna ineficacia de la gracia
divina, sino debe ser atribuido a la negligencia de los regenerados mismos.13

4. El que dice que, "es posible que los regenerados, por medio de la gracia de Cristo, cum-
plan perfectamente la ley en la vida presente," no es un pelagiano, ni inflige ningún daño a la gra-
cia de Dios, ni establece la justificación por las obras.14

5. Los regenerados son capaces de pecar de propósito y contrario a sus conciencias, y de


asolar tanto su conciencia, por el pecado, como para no escuchar nada de ella excepto la sentencia
de la condenación.15

6. Los regenerados son capaces de contristar al Espíritu Santo por sus pecados; de modo
que por un tiempo, hasta que se dejan volver al arrepentimiento, El no ejerce su poder y eficacia en
ellos.16

7. Algunos regenerados realmente pecan así, asolan así la conciencia, y contristan así al
Espíritu Santo.17

8. Si David hubiera muerto en el mismo momento en que había pecado contra Urías por el
adulterio y el asesinato, habría sido condenado a la muerte eterna.18

9. Dios realmente aborrece los pecados de los regenerados y de los electos de Dios, y de
veras tanto más por el hecho que los que pecan así han recibido más beneficios de Dios y un mayor
poder para resistir al pecado.19

10. Hay distinciones por las cuales se dice que una persona peca con toda la voluntad, o no
con toda la voluntad; como para destruir la conciencia completamente, o no completamente sino
sólo parcialmente; y pecar según su parte no regenerada. Cuando se emplean estas distinciones en
el sentido que algunas personas las usan, son nocivas a la piedad e injuriosas a la buena moral.20
NOTAS DE REFERENCIA

Biografía de Arminio

1. Carl Bangs, Arminius: A Study in the Dutch Reformation (Nashville: Abingdon Press, 1971),
29.
London Edition, vol. 2, trans. James Ni-
2. Ibid., 83. chols (Kansas City, Missouri: Beacon Hill
3. Ibid., 11 Press of Kansas City, 1986), 689.
4. Ibid., 128.
5. Ibid., 359. 2. Ibid., 689-690.
6. Ibid., 359-60. 3. Ibid., 690.
7. Ibid., 141. 4. Ibid., 690-91.
8. Ibid., 144. 5. Ibid., 692.
9. Ibid., 149. 6. Ibid., 693.
10. Ibid. 7. Ibid., 696.
11. Ibid., 155. 8. Ibid., 696-97.
12. Ibid., 169. 9. Ibid., 697.
13. Ibid., 170. 10. Ibid., 697-98.
14. Ibid., 185. 11. Ibid., 698.
15. Ibid., 195. 12. Ibid.
16. Ibid. 13. Ibid., 698-99.
17. Ibid. 14. Ibid., 699.
18. Ibid., 196. 15. Ibid., 699-700.
19. Ibid., 197. 16. Ibid., 700-01.
20. Ibid. 17. Ibid., 701.
21. Ibid. 18. Ibid., 702.
22. Ibid., 199. La Apología
23. Ibid., 209.
24. Ibid., 220-21. 1The Works of James Arminius, The Lon-
25. Ibid., 243. don Edition, vol. 1, trans. James Nichols
26, Ibid., 262. (Kansas City, Missouri: Beacon Hill Press
27. Ibid., 263-64. of Kansas City, 1986), 733.
28. Ibid., 287.
29. Ibid., 289. 2. Ibid., 734.
3. Ibid., 734-737.
30. Ibid., 303. 4. Ibid., 738.
31. Ibid., 312. 5. Ibid., 738-39.
32. Ibid., 315. 6. Ibid., 739.
33. Ibid., 319. 7. Ibid., 740.
8. Ibid., 741.
Carta a Hipólito a Collibo 9. Ibid.
10. Ibid., 741-42.
1. The Works of James Arminius, The 11. Ibid., 742.

¡Error! No se encuentra el origen de la referencia.


NOTAS DE REFERENCIA

12. Ibid., 743. 59. Ibid., 14.


13. Ibid. 60. Ibid., 14-15.
14. Ibid., 744-45. 61. Ibid., 15.
15. Ibid., 745. 62. Ibid., 16.
16. Ibid., 745-48. 63. Ibid.
17. Ibid., 748. 64. Ibid., 16-17.
18. Ibid. 65. Ibid., 17.
19. Ibid., 749. 66. Ibid.
20. Ibid. 67. Ibid., 18.
21. Ibid., 749-50. 68. Ibid.
22. Ibid., 750. 69. Ibid.
23. Ibid., 751-52. 70. Ibid., 19.
24. Ibid., 752. 71. Ibid.
25. Ibid., 752-54. 72. Ibid.
26. Ibid., 754-55. 73. Ibid., 20.
27. Ibid., 755-56.
28. Ibid., 756. La Apología (continuada)
29. Ibid., 757-58.
30. Ibid., 758-59. 74. Ibid.
31. Ibid., 759-60. 75. Ibid., 20-21.
32. Ibid., 760. 76. Ibid., 21.
33. Ibid., 760-61. 77. Ibid.
34. Ibid., 761. 78. Ibid.
35. Ibid., 763. 79. Ibid., 22.
36. Ibid. 80. Ibid.
37. Ibid. 81. Ibid., 22-23.
38. Ibid., 763-64. 82. Ibid., 23.
39. Ibid., 764-65. 83. Ibid., 24.
40. Ibid., 766. 84. Ibid., 25.
41. Ibid., 766-67. 85. Ibid., 25-26.
42. Ibid., 768. 86. Ibid., 28.
43. Ibid., 768-69. 87. Ibid.
88. Ibid., 29.
44. The Works of James Arminius, The 89. Ibid.
London Edition, vol. 2, trans. James Ni- 90. Ibid.
chols (Kansas City, Missouri: Beacon Hill 91. Ibid.
Press of Kansas City, 1986), 1. 92. Ibid., 30.
93. Ibid.
45. Ibid., 1-2. 94. Ibid., 30-31.
46. Ibid., 2. 95. Ibid., 31.
47. Ibid. 96. Ibid., 32.
48. Ibid., 6. 97. Ibid., 33.
49. Ibid., 6-7. 98. Ibid.
50. Ibid., 7. 99. Ibid.
51. Ibid., 9. 100. Ibid., 33-34.
52. Ibid., 9-10. 101. Ibid., 34.
53. Ibid., 10. 102. Ibid., 34-35.
54. Ibid., 10-11. 103. Ibid., 35.
55. Ibid., 11. 104. Ibid., 35-36.
56. Ibid., 11-12. 105. Ibid., 36.
57. Ibid., 12. 106. Ibid., 36-37.
58. Ibid. 107. Ibid., 41.
NOTAS DE REFERENCIA

108. Ibid., 42. 12. Ibid., 622.


109. Ibid., 43. 13. Ibid.
110. Ibid., 43-44. 14. Ibid., 623.
111. Ibid., 44. 15. Ibid., 624-25.
112. Ibid., 45. 16. Ibid., 625.
113. Ibid., 46. 17. Ibid.
114. Ibid. 18. Ibid., 626.
115. Ibid., 46-47. 19. Ibid.
116. Ibid., 47. 20. Ibid., 627.
117. Ibid., 48-49. 21. Ibid.
118. Ibid., 49. 22. Ibid.
119. Ibid. 23. Ibid.
120. Ibid., 49-51. 24. Ibid., 628.
121. Ibid., 51. 25. Ibid.
122. Ibid. 26. Ibid.
123. Ibid., 52. 27. Ibid.
124. Ibid. 28. Ibid., 628-29.
125. Ibid., 53. 29. Ibid., 629.
126. Ibid. 30. Ibid.
127. Ibid. 31. Ibid.
128. Ibid., 55. 32. Ibid.
129. Ibid. 33. Ibid.
130. Ibid. 34. Ibid., 629-30.
131. Ibid., 56. 35. Ibid., 630.
132. Ibid. 36. Ibid.
133. Ibid. 37. Ibid.
134. Ibid., 56-57. 38. Ibid., 630.
135. Ibid., 57. 39. Ibid., 630-31.
136. Ibid., 58-60. 40. Ibid., 631.
137. Ibid., 60. 41. Ibid.
42. Ibid.
La Declaración de Pensamientos 43. Ibid., 631-32.
44. Ibid., 632.
1. The Works of James Arminius, The 45. Ibid.
London Edition, vol.1, trans. James Nichols 46. Ibid., 632-33.
(Kansas City, Missouri: Beacon Hill Press 47. Ibid., 633.
of Kansas City, 1986), 613-14. 48. Ibid.
49. Ibid.
2. Ibid., 617-18. 50. Ibid., 633-34.
3. Ibid., 168. 51. Ibid., 634.
4. Ibid. 52. Ibid.
5. Ibid. 53. Ibid., 635.
6. Ibid. 54. Ibid., 636.
7. Ibid., 618. 55. Ibid., 636-37.
8. Ibid., 619-20. 56. Ibid., 637-38.
9. Ibid., 620. 57. Ibid., 639.
10. Ibid., 621. 58. Ibid., 645.
11. Ibid. 59. Ibid.
60. Ibid.
Declaración de 61. Ibid., 645-46.
Pensamientos (continuada) 62. Ibid., 646.
63. Ibid.
NOTAS DE REFERENCIA

64. Ibid.
65. Ibid.
66. Ibid.
67. Ibid.
68. Ibid., 646-47.
69. Ibid., 647.
70. Ibid.
71. Ibid., 648.
72. Ibid., 653.
73. Ibid.
74. Ibid.
75. Ibid.
76. Ibid., 653-54.
77. Ibid., 654.
78. Ibid.
79. Ibid.
80. Ibid.
81. Ibid.
82. Ibid.
83. Ibid.
84. Ibid.
85. Ibid., 654-55.
86. Ibid., 655.
87. Ibid.
88. Ibid.
89. Ibid.
90. Ibid.
91. Ibid. 112. Ibid., 694
92. Ibid. 113. Ibid., 695.
114. Ibid.
Declaración de 115. Ibid., 697-700.
Pensamientos (continuada)
Varios Debates Públicos y Privados
93. Ibid.
94. Ibid. 1. The Works of James Arminius, The
95. Ibid., 656. London Edition, vol. 2, trans. James Ni-
96. Ibid. chols (Kansas City, Missouri: Beacon Hill
97. Ibid. Press of Kansas City, 1986), 157.
98. Ibid., 657.
99. Ibid., 657-58. 2. Ibid.
100. Ibid., 659-60. 3. Ibid., 157-58.
101. Ibid., 661-664. 4. Ibid., 158.
102. Ibid., 664. 5. Ibid., 158-59.
103. Ibid., 664-66. 6. Ibid., 159.
104. Ibid., 667. 7. Ibid.
105. Ibid. 8. Ibid., 160.
106. Ibid., 668-71. 9. Ibid.
107. Ibid., 672-78. 10. Ibid., 160-61.
108. Ibid., 678-82. 11. Ibid., 161.
109. Ibid., 683-89. 12. Ibid., 161-62.
110. Ibid., 691. 13. Ibid., 162.
111. Ibid., 693-94. 14. Ibid.
NOTAS DE REFERENCIA

15. Ibid., 405-06.


16. Ibid., 406. Ciertos Artículos para ser Examinados
17. Ibid. y Ponderados Diligentemente
18. Ibid.
19. Ibid. 1. The Works of James Arminius, The
20. Ibid. London Edition, vol. 2, trans. James
21. Ibid., 407. Nichols (Kansas City, Missouri; Beacon
22. Ibid. Hill Press of Kansas City, 1986), 723.
23. Ibid. 2. Ibid.
24. Ibid. 3. Ibid.
25. Ibid. 4. Ibid.
26. Ibid.
27. Ibid.
28. Ibid.
29. Ibid., 407-08.
30. Ibid., 408.
31. Ibid.
32. Ibid.
33. Ibid.
34. Ibid.
35. Ibid.
36. Ibid., 408-09.
37. Ibid., 409.
38. Ibid.
39. Ibid.
40. Ibid.
41. Ibid.
42. Ibid., 409-10.
43. Ibid., 410.
44. Ibid., 440.
45. Ibid.
46. Ibid.
47. Ibid.
48. Ibid.
49. Ibid.
50. Ibid., 441.
51. Ibid., 441-42.
52. Ibid., 442.
53. Ibid.

Varios Debates (continuado)


54. Ibid.
55. Ibid.
56. Ibid., 442-43.
57. Ibid., 443.
5. Ibid. 13. Ibid.
6. Ibid. 14. Ibid., 724-25.
7. Ibid. 15. Ibid., 725.
8. Ibid. 16. Ibid.
9. Ibid., 423-24. 17. Ibid.
10. Ibid., 424. 18. Ibid.
11. Ibid 19. Ibid.
12. Ibid. 20. Ibid.
BIBLIOGRAFIA

Arminius, James. The Works of James Arminius. 3 tomos. Trad. por James Nichols y William
Nichols. Kansas City: Beacon Hill Press of Kansas City, 1986.

Bangs, Carl. Arminius: A Study in the Dutch Reformation. Nashville: Abingdon, 1971.

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