La Información Etimológica en Los Diccionarios Generales Españoles Del Siglo XX
La Información Etimológica en Los Diccionarios Generales Españoles Del Siglo XX
Abstract:In Greek tradition, etymology was defined as the “true sense” of words. Then, the search
of origin implies an explanation of the nature of things through language interpretation. This is a
philosophical aspect because it relates significata and designata, which has gained nowadays an
historical sense: to make etymology a truly history of words throughout documentary and
historical stages at morphophonemic and semantic levels. This would lead to the structure
reconstruction or real systems (Zamboni, 1989:1). Therefore, establishing genesis, language entry,
and chronology becomes an essential step. Etymology is better represented in lexicography,
particularly, through an etymological dictionary. There, it follows scientific procedures for
registering and describing word origin. However, etymological information may be included in
some language synchronic dictionaries, whether prescriptive or descriptive. This is normally
related with the concept of word origin, which includes information about lexical root, word
formation, and word history. Most contemporary dictionaries offer such an information
satisfactorily, though sometimes it is of uncertain origin. This article aims at studying how Spanish
works describe information about word origin and how this perception has been evolved.
Keywords:etymology, lexicography, Spanish Language Dictionaries.
1. LA ETIMOLOGÍA
La etimología es el estudio del origen de las palabras; las relaciones, formales y semánticas, que
implican su procedencia con respecto a otras unidades lingüísticas más antiguas. Para el desarrollo
de la etimología moderna, dentro de la lexicografía diacrónica -la que se refiere al estudio de la
lengua a lo largo de su evolución, históricamente-, fueron decisivos los estudios indoeuropeos a
los que se dedicó Jacob Grimm en 1822, quien, en su Deutsche Grammatik, formuló la primera ley
fonética, fruto de la aplicación rigurosa del método comparado a la investigación histórico-
lingüística. La Lautverschiebung, o “primera mutación consonántica” (del alemán Laut, ‘sonido,
fonema’, + Verschiebung, ‘desplazamiento, cambio’), estudiaba la correspondencia entre los
fonemas con el fin de demostrar científicamente el parentesco genético entre las lenguas. El
fundamento práctico y teórico de la lingüística comparada indica el cambio desde una perspectiva
sistemática y mecanicista de las ciencias a una concepción histórica y, más tarde, evolucionista.
Gracias al movimiento cultural provocado en Europa por el Romanticismo se constituye, pues, una
ciencia lingüística y se empieza a hablar de una etimología científica que se basa en una patente
noción del porvenir histórico y de las relaciones históricas de las lenguas y descubre en sus
cambios normas que permiten, al menos en la mayor parte de los casos, distinguir entre fantasía
etimológica y ciencia, entre sueño y realidad. El estudio de las lenguas abandonará la descripción
taxonómica fundada en las diferencias morfológicas exteriores y se orientará hacia la búsqueda de
relaciones de semejanza recíproca y de eventuales vínculos de parentesco y afinidad genética,
basada en una comparación sistemática.
El hecho de indicar o no la etimología en los diccionarios sincrónicos es muy discutido entre los
lexicógrafos. Haensch (Haensch et al., 1982: 484-486) y Porto Dapena (2002: 193), entre otros,
consideran que la información etimológica carece de importancia en los diccionarios que no sean
ni etimológicos ni históricos porque, en su lugar, se debería aprovechar el espacio para introducir
el mayor número de entradas y ofrecer más indicaciones sobre uso y ejemplos. Además, la
etimología de muchas palabras no se conoce todavía y para quien consulta un diccionario para
saber el significado de una palabra, es innecesaria. La indicación etimológica en los diccionarios
sincrónicos se puede justificar solo en casos muy especiales. Es decir, cuando puede ayudar al
usuario a comprender el significado de una palabra (smog: cruce entre smoke ‘humo’ y fog
‘niebla’); cuando explica elementos de formación de palabras, especialmente prefijoides y
sufijoides (eco-, bio-, - grafia, etc.) o cuando nos informa sobre el uso de una voz, sobre todo
cuando coexiste con otra de origen distinto (Haensch et al., 1982: 485).
Relacionados con el étimo y excelente muestra de cómo se ha ido construyendo una lengua son
los dobletes léxicos, formados por dos palabras (una culta y otra patrimonial) que proceden de
una misma palabra latina, pero que difieren en su evolución fonético-gráfica: plicare > plegar,
llegar; cathedra > cátedra, cadera; clamare > clamar, llamar. Es en el plano de la significación, en
su etimología, donde podemos encontrar las pistas perdidas de la existencia de las palabras; por
eso, la información etimológica debería representar un hecho funcional en el artículo lexicográfico,
un acto útil, ventajoso y apto para llegar a un conocimiento más profundo de las lenguas y del
lenguaje. En efecto, la indicación etimológica, reflejando directa o indirectamente la realidad
histórica del período en el que aparece, establece vínculos significativos entre la historia de la
lengua y la historia de la cultura.
etimología
En el prólogo de la segunda edición de 1770 se incluyeron solo las etimologías que aparecían
propias y fundadas. Sucesivamente, en la nueva versión de 1780, que hoy se conoce como la
primera edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), se eliminaron todas las
etimologías de las voces y también las citas de autoridades, dejando solo la voz, la definición y la
correspondencia latina4, con la intención de realizar una obra más manejable y económica. Desde
entonces han aparecido 23 ediciones, y habrá que esperar a la undécima, de 1869, para que la
Academia suprima también las correspondencias latinas, defendiendo, sin incluirla, la etimología y
mostrando su intención de realizar un diccionario etimológico, que quedó solo en proyecto. La
mayor novedad de esta 11.a edición «es la supresión de las correspondencias latinas. Estas
adolecían de algunas inexactitudes inevitables [...] tampoco podían servir de guía para la
etimología de las voces castellanas, por cuanto el mayor número de estas procede
inmediatamente del latín vulgar, y las correspondencias se tomaban del latín clásico» (Diccionario
de la lengua castellana, 11.a edición: 1869, «Al lector»).
Con la duodécima edición, de 1884, comienzan a incluirse las etimologías (excepto en las voces
de origen incierto o desconocido o de palabras de etimologías obvias) hasta que, en 1914, la
inclusión se hizo definitiva.
jacuzzi
Las voces de los étimos árabes, hebreos y de otras lenguas que emplean sistemas gráficos
propios se dan en transliteración:
aleluya
Del lat. tardío halleluia, y este del hebr. hallĕlū yăh 'alabad a Dios’.
En la última edición, por primera vez, se incluye también la transliteración de las voces
griegas: psique Del gr. ψυχή psychḗ.
«No siempre la ausencia del paréntesis etimológico obedece a desconocimiento; se omite por
economía siempre que queda puesto en evidencia el étimo en la propia definición» (Seco, 1987:
17). Sin embargo, cuando se deduce de la primera acepción, no se considera necesaria: «Estamos
ante casos de información etimológica por ausencia», como señala Ahumada (1989: 64), es decir,
la importancia de la primera definición permite omitir la indicación etimológica en algunas voces:7
abochornar
1. tr. Dicho del excesivo calor: Causar bochorno a alguien o algo. U. t. c. prnl.
Puede ser, incluso, que la información aparezca en segundo o tercer lugar, bien porque se ha
movido el orden de las acepciones como resultado de la aplicación del criterio de uso, bien porque
es la última que se ha introducido (Jiménez Ríos, 2001: 261):
aguileño, ña
De águila.
Finalmente, no se incluye la etimología de los lemas derivados cuando aparece en otro artículo
lexicográfico:
hermandad
De hermano.
hermano, na
Del lat. [frater] germānus '[hermano] carnal', der. de germen 'germen', ‘brote’.
Por lo que concierne a las explicaciones y criterios para ordenar las acepciones, ya a partir de su
duodécima edición de 1884, la Academia incluye «Reglas o advertencias». En la edición de 1984 se
lee textualmente que estas «van colocadas por este orden […]: primero las de uso vulgar y
corriente; después las anticuadas, las familiares, las figuradas, las provinciales e hispanoamericana,
y, por último, las técnicas y de germanía». Sin embargo, el Diccionario académico en numerosos
artículos lexicográficos no se ha mantenido fiel al orden empírico (basado en la frecuencia de uso)
que se había propuesto; al contrario, sobre todo hasta la 21ª edición de 1992, en numerosos
artículos lexicográficos siguió el criterio cronológico, es decir, el histórico. El orden de las
acepciones de la última edición del DRAE, la de 2014, es el resultado de la aplicación de diversos
criterios, no siempre fácilmente armonizables entre sí, lo que implica atenderlos con flexibilidad:
gramatical,8 de frecuencia,9 el histórico,10 el lógico-semántico11 y el de marcación12 (DRAE, 2014:
Advertencias).
El siguiente ejemplo pone de relieve las diferencias que resultan de ediciones diferentes
del DRAE en este asunto:
Tabla 1.
Ediciones DRAE.
Cuando se produce una confluencia entre varios lemas de distinto origen etimológico, estos se
distinguen mediante el empleo de un superíndice, y el orden depende de la mayor o menor
antigüedad de su incorporación al Diccionario.13
Hoy en día, generalmente, para la ordenación de las acepciones en los diccionarios generales de
lengua se aplica el criterio de frecuencia de uso o, como sugiere Haensch, el principio de lo general
sobre lo particular, dado que con el uso difícilmente se podría conseguir el máximum de
uniformidad, debido a la valoración subjetiva que esta solución implica en la mayoría de los casos
(Haensch et al., 1982: 472). No obstante, hay diccionarios que, aun siendo muy representativos de
la lengua actual, aplican el criterio histórico a la ordenación de las acepciones. Es el caso
del Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española (DGILE o VOX) y del Diccionario de uso del
español (DUE), de María Moliner.
La primera edición del DGILE se produjo casi a mitad del siglo XX, en 1945. Posteriormente, tuvo
varias ediciones: las supervisadas por Gili Gaya, en 1953 y en 1973; las que se realizaron bajo la
dirección de Manuel Alvar Ezquerra, en 1987 y en 1991.14
El prólogo de Menéndez Pidal, «El diccionario que deseamos», representa un verdadero ensayo
sobre la lexicografía. El diccionario debe cultivar el criterio histórico:
ha de considerar la vida de las palabras como un continuo flujo y reflujo, perpetuo devenir
en los actos sucesivos en que el lenguaje se realiza. No ha de representar las palabras
como desecadas, sino vivientes y en movimiento; ha de mostrar rápidamente el valor
originario de cada vocablo, su trayectoria histórica y su situación precisa en el presente,
dejando entrever cómo esa trayectoria habrá de continuar en el futuro. Así cooperará a la
fundamental fijeza del idioma […] dando conocimiento de la evolución histórica del
lenguaje […]. En fin, el Diccionario […] representará el habla, no en reposo de autorizada
estabilidad, sino en movimiento de avance; será como una fotografía instantánea del
idioma en actitud dinámica, representando al vivo la dirección del movimiento (DGILE,
1987: XXVIII).
En las «Características de este diccionario», escritas por Gili Gaya, se subraya que el diccionario
quiere conservarse «fiel a la tradición, y toma sin reparo aquí y allá acepciones, etimologías y
maneras de definir, después de haberlas cotejado unas con otras para elegir las que en cada caso
han parecido más adecuadas. Pero aspira también a perfeccionar el acervo general de la
lexicografía española con aportaciones originales que lo acerquen cuanto sea posible a ser un
diccionario de la lengua culta moderna» (DGILE, 1945: XXIX). Para la ordenación de las acepciones
Gili Gaya propuso el criterio histórico-genético, tomando como punto de partida la acepción más
cercana a la etimología.15 Cuando esto no fue posible, por no tener suficiente claridad sobre la
etimología, se empleó el recurso más didáctico (primero acepciones como adjetivo y luego como
sustantivo, por ejemplo). En el caso de que las acepciones sean muchas no se ordenan en línea
recta y única (como suelen ordenarse), cada una saliendo de la anterior, sino que se ramifican
engendrando ulteriores ramificaciones, como en un árbol genealógico.16 Solo una ordenación
genética, con la fecha absoluta o relativa de cada acepción, cuando eso sea posible, nos deja
apreciar de un vistazo la historia de la palabra, nos explica el nacimiento de cada nuevo significado
surgido y nos hace comprender la exacta propiedad de cada uno de ellos (DGILE, 1945: XXII). Solo
así es posible un cambio de perspectiva: el estudio del origen de la palabra deja paso a la
etimología como historia de la palabra, tan propugnada por Wartburg.
es preciso que el Diccionario español nos informe de cuándo se halla por primera vez cada
palabra y cada acepción de palabra, ora en los textos literarios, ora en los documentos
iliterarios o en los léxicos […]. La etimología y la fecha de la palabra han de ser el punto de
partida para la ordenación de las varias acepciones. Esa ordenación ha de servir no solo
para facilitar al lector la búsqueda de la acepción que desea, sino principalmente para
orientarle sobre la significación originaria del vocablo y sobre la relación que con ese
significado tienen las acepciones derivadas. (DGILE, 1945: XX).
En realidad, en las diferentes ediciones no se hace referencia alguna a la fecha de origen de los
vocablos y el diccionario se contenta con decir que una palabra procede del latín, del griego, del
árabe, etc.,18 y eso, como observaba también el mismo Menéndez Pidal, lleva a cometer
frecuentes errores en la investigación etimológica.
Tal como sucede en la tradición académica, modelo de referencia del DGILE en la manera de
presentar el material,20 la indicación etimológica se pone inmediatamente después del lema, entre
paréntesis y en letra cursiva. En ella se especifica la lengua y la palabra de origen. El signo < indica
‘viene de, procedente de’, y > ‘da, evolucionado a’.21 El asterisco delante de la palabra significa que
se trata de una forma no atestiguada, establecida para explicar la evolución de la palabra. 22 El
símbolo × indica un cruce fonético o semántico entre las voces que relaciona.23 Si en los casos de
homonimia cada lema corresponde a una entrada (diferenciada con números romanos), en los
casos de polisemia, es decir, cuando el origen de la palabra tiene otro derivado, esta se señala:
en caldo y óculo, del mismo étimo derivan cálido y ojo (Alvar Ezquerra, 1993:12).24 Si hay palabras
con doble etimología, se incluyen las dos.25
Los sustantivos y adjetivos españoles se formaron sobre todo a partir del acusativo latino; por
eso, a diferencia de los otros diccionarios que ponen la etimología en la forma del nominativo
seguido del genitivo, en el DGILE se pone el acusativo originario sin -m final, dado que en las
lenguas románicas se pierde.26 Cuando la palabra procede de casos distintos del acusativo, se da
como etimología el caso latino originario.27
Como afirma Seco (2003: 391), el rasgo renovador de esta obra está en considerar el diccionario
como una herramienta total del léxico; en la voluntad de superar el análisis tradicional de las
unidades léxicas y en el intento de establecer una separación entre léxico usual y léxico no usual.
Una obra, la de María Moliner, que no solo permite encontrar el significado de las voces o frases,
sino también que orienta al lector al uso, incluyendo muchos ejemplos e indicaciones de contexto.
Nos hallamos, subraya Porto Dapena (2003: 169), ante un diccionario que a su carácter
semasiológico, común a la mayoría de los diccionarios alfabéticos monolingües, añade el de
onomasiológico, propio de los diccionarios ideológicos y de sinónimos. Esto hace que la
microestructura de los artículos lexicográficos se establezca en torno a la organización de las
acepciones, en el que se da cuenta fundamentalmente del significado y significante de la palabra-
entrada (aspecto semasiológico), y a la inclusión de listas de palabras, donde se ofrecen diversos
grupos de vocablos semánticamente relacionados con la entrada (aspecto onomasiológico),
característica que permite bien la búsqueda de sinónimos, bien la del vocablo más adecuado.
El DUE, como subrayaba Haensch (2004: 222-223), con sus elementos paradigmáticos y
sintagmáticos, es a la vez un diccionario de recepción (pasivo) y un diccionario de producción
(activo) que ofrece además una serie de informaciones complementarias, lo cual justifica el
nombre de «diccionario de uso».
Las palabras iguales con distinta etimología (homónimos) aparecen en entradas independientes;
las palabras polisémicas, siendo diversas acepciones de una misma palabra, aparecen en una única
entrada.
Los sustantivos y los adjetivos de dos terminaciones se ordenan por la forma masculina
singular,29 pero los sustantivos que terminan en -a, que por etimología podrían formar parte de un
lema de dos terminaciones, «tienen entrada independiente, pues no siempre es evidente la
relación etimológica (DUE: XXI)».30 Subraya Haensch que la indicación del género es tan
importante que debería preceder a la etimología, para que la identificación de un sustantivo y su
diferenciación frente a homónimos resulte más inmediata (Haensch et al., 1982: 469-470). Al
contrario, la información etimológica la precede (cuando aparece) constituyendo la primera cita
después de la entrada, entre paréntesis.31
Al igual que el DRAE, en las voces latinas con más de dos sílabas se marca la vocal de la
penúltima sílaba con signo de larga o breve, si esta termina en vocal. Si la vocal es larga, es la que
lleva el acento en la pronunciación del latín; si es breve, la palabra lleva el acento en la vocal
anterior. La sílaba penúltima que termina en consonante es la que lleva el acento, aunque su vocal
no lleve signo de cantidad alguno.
Las voces etimológicas que no utilizan el alfabeto latino siempre se dan en transliteración, de
manera que a un mismo grafema o secuencia de grafemas del sistema de partida corresponda
siempre un mismo grafema o secuencia de grafemas del sistema de escritura de llegada,
independientemente de la pronunciación de las dos lenguas.32
Los extranjerismos no adaptados se indican con la voz de procedencia sin el étimo, que coincide
con el lema.33
Cuando en la información etimológica se indica una voz que procede de una marca
registrada, se pone la advertencia «marca registrada». En los textos españoles estas
voces, y las voces extranjeras en general, se escriben siempre con una marca gráfica que
destaque su condición de palabras pertenecientes a otra lengua: preferentemente en
cursiva (RAE, Ortografía, 2010: 601).34
No están presentes las indicaciones etimológicas, si son obvias, es decir, si las palabras
proceden de una ya utilizada en la definición - hermandad (de hermano) -, y, se expresan con
puntos de interrogación, si no están comprobadas.35
Sin embargo, allí donde no hay ninguna aparente relación entre la lengua de hoy y la lengua de
ayer, y donde se esperaría, por tanto, un comentario etimológico aclarador, es donde el
diccionario dice poco o nada. En realidad, ni se pretendería, dado que reconstrucción y etimología
no son sinónimos: cuando decimos que el latín ferunt viene del i.e. *bheronti, aclaramos el origen
de un lexema latino (etimología) con el reenvío a un lexema de una lengua no documentada
(reconstrucción). En este sentido, el DUE se limita a aclarar el étimo de la palabra y, como todos
los diccionarios no específicamente etimológicos, no desarrolla una información desde el punto de
vista de la etimología-historia36 de la palabra, sino que la incluye solo y exclusivamente como
indicación para mostrar la procedencia de la palabra, es decir, obedeciendo mayoritariamente a la
concepción de etimología-origen.37
Para la lingüística descriptiva, el diccionario monolingüe no debe ser otra cosa que una
descripción pormenorizada de la manera en que una comunidad lingüística utiliza su vocabulario.
Como ese uso varía cuantitativamente, el orden de acepciones del diccionario debiera
jerarquizarlas de mayor a menor uso, de mayor a menor frecuencia (Lara, 1998- 1999: 627). Es el
intento de un diccionario general de la lengua española que contiene informaciones etimológicas:
el Gran Diccionario de la Lengua Española Larousse (GDLE).
A diferencia del DGILE y del DUE, en los que a cada homónimo le corresponde una entrada, el
GDLE recoge las palabras homónimas bajo el mismo lema, separándolas con numeración romana.
Las palabras polisémicas, tal como en los otros diccionarios, forman parte de la misma entrada y
los diferentes significados aparecen con números distintos.
A continuación, resumo los datos del estudio comparativo realizado entre los diccionarios
académicos y no académicos y sus ejes macroestructurales y microestructurales específicos.
Tabla 2.
Diccionarios académicos y no académicos.
CONCLUSIONES
Es bien cierto que la función desarrollada por las indicaciones etimológicas en los diccionarios
generales es muy diferente con respecto a la que aparece en los diccionarios etimológicos
propiamente dichos, que, conforme con el desplazamiento que se produjo desde una concepción
de la etimología-origen a una de etimología-historia de la palabra, desarrollan una verdadera
historia de las palabras, desde su nacimiento hasta la actualidad, recorriendo posibles y eventuales
evoluciones a lo largo del tiempo y dando noticias de nuevas formaciones. Desde este punto de
vista, los diccionarios etimológicos ofrecen más garantía, fiabilidad y actualidad. No obstante, es
indudable que contar con la información etimológica en cualquier tipo de diccionario lleva a un
conocimiento adecuado del léxico y, sobre todo, representa el criterio básico de la distinción entre
homonimia y polisemia, que están relacionadas con el origen de las palabras. Como se observa en
todos los diccionarios analizados, se ofrece stricto sensu la etimología, es decir, el comentario
etimológico proporciona informaciones del étimo en cuanto significante. El discurso etimológico
es de tipo metalingüístico: su definición explicita la función de la unidad léxica definida. Se trata de
un comentario sobre el signo y no de una paráfrasis del significado. Sería oportuno, para que el
comentario etimológico sea útil y no se quede como algo marginal dentro de la microestructura de
los diccionarios de lengua, ampliarlo significativamente. Cabe preguntarse para qué sirve la
etimología como hecho discriminante dentro del artículo léxico. De hecho, la etimología, además
de interesarse por el origen de la palabra, tarea que la doctrina “etimología-origen” cumple, debe
tener también como función la de ofrecer informaciones sobre los posibles cambios de
significación de un étimo (productividad sémica), sobre la expansión morfológica del étimo
(productividad morfológica) y, tan importante como lo anterior, sobre la edad de la palabra. Solo
en estas condiciones la mención etimológica deja de ser “marginal” y se convierte en un hecho
funcional en el artículo léxico (Bugueño Miranda, 2004: 173-188).
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Notas
14 Probablemente, esta 5.a no es una verdadera edición, sino una reimpresión retocada.
15 La palabra maestro (contracción del lat. MAGÍSTRUM, acus. de MAGÍSTER, que tiene la misma
raíz del lat. MAG-IS y MAG-NUS, ‘grande’, MAJOR, con el sufijo TER, desinencia del comparativo)
originariamente significaba ‘el más fuerte’, ‘el mayor’, después, pasó a significar genéricamente el
‘jefe’ en sentido político y religioso (prefecto, gobernador, jefe de las artes, de la sociedad, de las
aldeas, milites a caballo, etc.). Sucesivamente, el término se especializó, por un lado, con el
significado de experto de una disciplina específica, por el otro lado, con el de preceptor de los
discípulos y, de ahí, más en general indicó al maestro. Tal como se explica en la premisa, la
ordenación de las acepciones respeta la evolución histórica de la palabra, dado que, en este caso,
es atestiguada y averiguable. Solo en el caso en que no lo fuera se seguiría una ordenación
didáctica, que clasifica las acepciones en forma fácil de encontrar para el lector. En andar, estar,
letra, por ejemplo, se toma como acepción fundamental una, escogida considerando el uso que se
hace de ella y detrás se colocan la otras como mejor parece.
16 pax-pacis > pangere, palus, propages, pagina, pagus > pacare (apaciguar) > pagar > pago,
pagote.
17 hermano, -na (l. germanu); hermanuco (de hermano).
18 Las voces árabes, hebreas y de otros idiomas que no utilizan el alfabeto latino siempre se dan
en transliteración: machucho, -cha (probl. del ár. machuch, gente del Norte) adj. Sosegado,
juicioso. 2 entrado en días.
19 mecenas (de Mecenas, el amigo de Augusto) m. Protector de las letras y las artes: es un ~ de los
artistas. ¶ Pl. mecenas.
voltio (de Volta, 1745-1827, físico italiano) m. Unidad de fuerza electromotriz, equivalente a la
diferencia de potencial que, aplicada a un conductor cuya resistencia sea un ohmio, produce una
corriente eléctrica de un amperio.
zepelín (del conde de Zeppelin, 1838-1917, su inventor) m. Globo dirigible de forma alargada, con
barquilla cerrada dispuesta para transportar personas o carga.
22 madrugar (probl. l. v. *maturicare) intr. Levantarse temprano. 2 fig. Ganar tiempo, ser
diligente. 3 fig. fam. Adelantarse a ganar por la mano al que quiere hacer algún daño o agravio.
SIN. l Tomar la mañana; mañanear, madrugar habitualmente.
23 II) pagano, -na (de pagano I × pagar) adj. -s. irón. [pers.] Que paga, aplíc. gralte. al pagador de
quien otros abusan y al que sufre perjuicio por culpa ajena. SIN. Pagote.
24 caldo (l. -du; doble etim. cálido); cálido (l. -du; doble etim. caldo); óculo (l. -lu; ojo; doble
etim. ojo); ojo (l. óculu; doble etim. óculo).
25 pacificar (l. -are; doble etim. apaciguar). En la edición de 1945 la advertencia de la existencia
de la doble etimología, aparecía al final del artículo lexicográfico, después de todas las acepciones.
26 En la primera edición de 1945 se usaba el nominativo para expresar la voz de procedencia
latina: DGILE, 1945: hijo -a (l. filius); primo -ma (l. -us); tuyo, tuya, tuyos,
tuyas (l. tuus)*vino (l. vinum). DGILE, 1987: hijo -a (l. filiu); primo, -ma (l. -mu); tuyo, tuya, tuyos,
tuyas (l. tuus); **vino (l. vinu).
27 martes (l. Martis dies, día de Marte).
28 abecedario (del lat. tardío abecedarĭus) 1 m. Serie de las letras en el orden establecido.
≃Alfabeto.⇒Abecé, cristus. 2 Cualquier conjunto de signos que sirve para comunicarse:
‘Abecedario de las manos [Morse, Braille, telegráfico]’. ≃ Alfabeto. (DUE, 2007).
29 claro, -a ( del lat. clarus; adv. claramente).
30 clara (de claro) 1. f. Parte transparente del interior de un *huevo de ave que rodea la yema y es
el citoplasma de la célula. ⇒Merengue, PUNTO de nieve. ➤ Batir, montar. 2. Claro o zona más
transparente que el resto en un tejido de *paño. 3. *Calvicie. 4. Cerveza mezclada con gaseosa.
las claras (Cantar, Decir) *Verdades desagradables que se dicen a una persona. ⇒ CANTAR las
claras, CANTARLAS claras. ➤ *Brusco. *Verdades.
a las claras [o bien a las claras] Con claridad, sin disimulo o encubrimiento. ⇒ *Abiertamente,
sinceramente. cantar las claras V. las claras.
V. CÁMARA clara.
31 Todas las anotaciones que se incluyen en el paréntesis inicial afectan al lema o a todas sus
acepciones y subacepciones.
32 madraza 2 (del ár. and. madràsa) f. Escuela *musulmana donde se realizan estudios superiores.
≃Madrasa, medersa.
33 pack [pac] (ingl.; pl. packs) m. Envase que contiene un lote de productos de la misma clase: ‘Un
pack de seis yogures’.
34 ping-pong (del fr. Ping-Pong, marca registrada) m. Juego de *pelota que se practica sobre una
mesa partida por una red de modo semejante a un campo de tenis con una pelota pequeña y muy
ligera a la que se golpea con palas pequeñas. ≃-Pimpón, TENIS de mesa.
35 casaca (¿del it. casacca?).
36 El signo-lema en su totalidad y en su dimensión dinámica de cambio: étimo, significación del
étimo, primera documentación o datación, posibles derivados, etcétera.
MADURO, del lat. MATŪRUS íd. 1.º doc.: Berceo.
También en J. Manuel, J. Ruiz, etc. De uso general en todas las épocas y común a todos los
romances.
DERIV. Madurez [APal. 158b; madureza, ant., J. Manuel; APal. 66b; Nebr.] de matūrare íd., común
a todos los romances salvo el fr. y el rum.; maduración, antes madrugón; maduradero1;
madurador; maduramiento; madurante; madurativo. Cultismos. Inmaturo. Prematuro [Aut.].
1 En Cuba ‘secadero de tabaco’ (Ca., 211). (DCECH, 1984, tomo III).
Notas de autor
UNED
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