0% encontró este documento útil (0 votos)
209 vistas79 páginas

Doctrina Del Purgatorio en El Desarrollo Teológico

Este documento presenta un resumen de la tesis doctoral titulada "La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico". La tesis estudia el desarrollo de la doctrina del purgatorio a lo largo de dos milenios, teniendo en cuenta factores como los contextos históricos, las corrientes filosóficas y las categorías intelectuales de cada época. El estudio abarca desde las referencias escriturísticas hasta el siglo XX, cuando la comprensión teológica del purgatorio alcanzó una

Cargado por

Taty L.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
209 vistas79 páginas

Doctrina Del Purgatorio en El Desarrollo Teológico

Este documento presenta un resumen de la tesis doctoral titulada "La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico". La tesis estudia el desarrollo de la doctrina del purgatorio a lo largo de dos milenios, teniendo en cuenta factores como los contextos históricos, las corrientes filosóficas y las categorías intelectuales de cada época. El estudio abarca desde las referencias escriturísticas hasta el siglo XX, cuando la comprensión teológica del purgatorio alcanzó una

Cargado por

Taty L.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 79

issn: 0214-6827

EXCERPTA E DISSERTATIONIBUS IN SACRA THEOLOGIA

cuadernos
doctorales
de la facultad de teología

publicación periÓdica de la facultad de teología


universidad de navarra / pamplona / españa

F. Lorenzo Naya Sarsa


La doctrina del purgatorio Centro, unidad o servicio de

en el desarrollo teológico
Centro, unidad o servicio de
Centro, unidad o servicio de se

volumen 66 / 2017

separata
EXCERPTA E DISSERTATIONIBUS IN SACRA THEOLOGIA

cuadernos
doctorales
de la facultad de teología

publicación periódica de la facultad de teología / universidad de navarra


pamplona / españa / ISSN: 0214-6827
volumen 66 /2017

director/ editor Esta publicación recoge los extractos de las tesis doctorales
J. José Alviar defendidas en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.
universidad de navarra
La labor científica desarrollada y recogida en esta publicación
vocales
ha sido posible gracias a la ayuda prestada por el Centro
Juan Luis Caballero
universidad de navarra Académico Romano Fundación (CARF)
Fernando Milán
universidad de navarra

secretaria
Isabel León
universidad de navarra

Redacción, Edita: Fotocomposición: DL: NA 733-1984


administración, Servicio de Publicaciones Pretexto sp iSSN: 0214-6827
intercambios y de la Universidad Imprime:
suscripciones: de Navarra, S.A. Ulzama Digital
Excerpta e Dissertationibus Campus Universitario
in Sacra Theologia. 31080 Pamplona (España) Tamaño: 170 x 240 mm
Facultad de Teología. T. 948 425 600
Universidad de Navarra.
31080 Pamplona Precios 2017:
(España) Suscripciones 1 año: 30 €
Tel: 948 425 600. Extranjero: 43 €
Fax: 948 425 633.
e-mail: [email protected]
EXCERPTA E DISSERTATIONIBUS IN SACRA THEOLOGIA

cuadernos
doctorales
de la facultad de teología
volumen 66 / 2017

Pablo González-Alonso
El hijo del Hombre de Jn 3,13 a la luz de la literatura apocalíptica 5-81
Tesis doctoral dirigida por el Prof. Dr. Juan Chapa

Fortunato Nsue Esono Ayíambeng


Las tentaciones de Jesús (Mt 4,1-11) en clave intertextual 83-149
Tesis doctoral dirigida por el Prof. Dr. Vicente Balaguer

Carlos Varela Vega


Tres conceptos fundamentales en el debate litúrgico posconciliar: historia salutis
– mysterium paschale –logiké latreía. Una aproximación al pensamiento litúrgico
de Salvatore Marsili, Louis Bouyer y Joseph Ratzinger 151-215
Tesis doctoral dirigida por el Prof. Dr. Pablo Blanco

Charles Ndaka Salabisala


Les points majeurs du débat théologique dans la litterature francophone autour
du sacrement de confirmation apres le Concile Vatican II 217-279
Tesis doctoral dirigida por el Prof. Dr. José Luis Gutiérrez

Rubèn Mestre Andrés


La Iniciación cristiana en la enseñanza del beato Ildefonso Schuster (1880-1954) 281-363
Tesis doctoral dirigida por el Prof. Dr. Alfonso Berlanga

F. Lorenzo Naya Sarsa


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico 365-443
Tesis doctoral dirigida por el Prof. Dr. José Morales

Ricardo Spuch Redondo


José María Blanco White: de la ortodoxia a la disidencia. Historia de una conciencia 445-513
Tesis doctoral dirigida por el Prof. Dr. Enrique de la Lama
Universidad de Navarra
Facultad de Teología

F. Lorenzo Naya Sarsa

La doctrina del purgatorio


en el desarrollo teológico

Extracto de la Tesis Doctoral presentada en la


Facultad de Teología de la Universidad de Navarra

Pamplona
2017
Ad normam Statutorum Facultatis Theologiae Universitatis Navarrensis,
perlegimus et adprobavimus

Pampilonae, die 26 mensis aprilis anni 2017

Dr. Ioseph Morales Dr. Ioseph Alviar

Coram tribunali, die 23 mensis februari anni 2016, hanc


dissertationem ad Lauream Candidatus palam defendit

Secretarius Facultatis
D. nus Eduardus Flandes

Cuadernos doctorales de la Facultad de Teología


Excerpta e Dissertationibus in Sacra Theologia
Vol. LXVI, n. 6
Presentación

Resumen: El desarrollo teológico que ha acompaña- Abstract: The theological development, which has
do a lo largo de los siglos la doctrina de la Iglesia acerca accompanied the teaching of the Church on purga-
del purgatorio ha estado marcado por la propia vida de tory throughout the centuries, has been marked by
la Iglesia, por su culto, su liturgia y la reflexión creyente the proper life of the Church—by her worship and lit-
sobre las realidades últimas. Esta tesis de doctorado es urgy—and by the reflection of the faithful concerning
el resultado de un amplio estudio sistemático del dog- the Last Things. This doctoral thesis is a result of an
ma del purgatorio y del desarrollo teológico en el que extensive systematic investigation on the dogma of
se apoya. Se tienen en cuenta la influencia de los di- purgatory and the theological development on which
versos contextos históricos y culturales, las corrientes the former is based. The thesis takes into account the
filosóficas y las categorías en las que se expresa la fe en influence of diverse historical and cultural contexts. All
las distintas lenguas. Todo ello influye en el quehacer of them exert an influence on the theological work and
teológico y marca con diversos matices la doctrina del mark the doctrine of purgatory with different nuances.
purgatorio.
The theological study on purgatory should go over
El estudio de la teología sobre el purgatorio exige re- and contemplate a path of reflection that spanned
correr y contemplar un camino de reflexión a lo largo two millenniums: since the Sacred Scripture does not
de dos milenios: en la Sagrada Escritura no hay una contain any explicit and detailed revelation concerning
revelación explícita y detallada, lo que implica una purgatory, the study requires a reflection in conformity
reflexión según las categorías intelectuales-científicas with the intellectual-scientific categories of the epoch
de la época y según el nexus mysteriorum del que parti- and with the nexus mysteriorum in which the escha-
cipa la escatología como parte de la fe de la Iglesia. En tology—as a part of the Church’s faith—participates.
este desarrollo doctrinal destaca la segunda mitad del In this doctrinal development, the second half of the
siglo XX como un tiempo particularmente fructífero; twentieth century is a particularly fruitful period; it can
puede decirse que, desde la perspectiva del estudio de be said that, from the standpoint of its development,
su desarrollo, en las últimas décadas la comprensión the theological understanding of purgatory underwent
teológica del purgatorio ha supuesto una revisión y ha a revision and reached a notable maturity in the last
alcanzado una notable madurez. decades.
Palabras clave: Purgatorio, Escatología, Teología ca- Keywords: Purgatory, Eschatology, Catholic theology
tólica.

El tema de la tesis de doctorado es La doctrina del purgatorio en el desarrollo


teológico. La cuestión del estado intermedio, del Purgatorio, ha generado un
estudio profundo e intenso en la elaboración teológica. Se trata de un tema
que no ha permanecido en la indiferencia ni de los teólogos ni del pueblo fiel;
sino que más bien ha suscitado un enorme interés tanto a la hora de elaborar
una reflexión teológica, como en el modo concreto en que los fieles han vivido

EXCERPTA E DISSERTATIONIBUS IN SACRA THEOLOGIA


cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 / 365-443 367
ISSN: 0214-6827
F. Lorenzo Naya Sarsa

a lo largo de la historia las múltiples prácticas de piedad hacia los difuntos. Es,
por tanto, un tema de la escatología individual que posee gran interés y de aquí
la oportunidad de realizar una tesis comprehensiva sobre él.
El estudio significativo y moderno de un tema convulso, con cambios,
con modificaciones en la literatura escatológica, ha sido el horizonte último de
este primer trabajo de investigación. A lo largo de su elaboración nos hemos
encontrado una gran cantidad de material al que hemos tenido que ir dando
forma.
Este trabajo teológico, entendiendo la teología como ciencia de la fe,
ofrece, a través de la compilación de las fuentes, un amplio abanico en el que se
pueden contemplar las diferentes etapas de la historia en las que va madurando
la idea de una purificación ultraterrena. En la consideración de las diferentes
etapas del desarrollo de la teología del purgatorio ha de tenerse en cuenta
también la influencia de las culturas, las corrientes filosóficas, las categorías de
las diferentes lenguas, y otros factores, que marcan, y no poco, en el quehacer
teológico.
La estructura de la tesis es amplia, como el diafragma que pretende abar-
car este tema de forma extendida. Arranca con una introducción en la que se
muestra la importancia del método teológico utilizado, y se describen los plan-
teamientos, los objetivos y los límites de esta tesis. Le siguen siete capítulos
que constituyen el núcleo del trabajo. En ellos se desarrolla de modo orgánico
y sistemático el estudio histórico-teológico sobre el purgatorio: La doctrina de
la Sagrada Escritura y del judaísmo contemporáneo sobre la remisión de los
pecados más allá de la muerte. Los precedentes patrísticos, litúrgicos y medie-
vales. La formación y el asentamiento de la doctrina del purgatorio, teniendo
como marco el método escolástico en el que se inscribe. El planteamiento de
nuestra cuestión en la escatología ortodoxa, que fomenta un debate intenso,
profundo y apasionado. El protestantismo, con toda su proyección escatológi-
ca que lanza al futuro, incluso hasta nuestros días. El Concilio de Trento y la
época posconciliar.
En el último capítulo se aborda la doctrina del purgatorio en la época
moderna y actual, especialmente iluminada por el Concilio Vaticano II, en su
época previa y en la posterior hasta el momento presente. Para ello el estudio
de los autores modernos más significativos, respecto al dogma del purgatorio,
será muestra segura para la profundización.
El estudio queda cerrado con unas amplias conclusiones por capítulos
que pretenden sintetizar el vasto material presentado y clarificar el itinerario
seguido. Y, junto con ellas, otras de tipo más general y teológico fruto del es-

368 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


presentación

tudio realizado. Las primeras tienen un carácter más analítico, mientras que
estas últimas recogen sintéticamente las cuestiones teológicas de fondo que
emergen del estudio de la doctrina del purgatorio.
El estudio sistemático y diacrónico del dogma del purgatorio, que ha sido
objeto de investigación de la tesis, desea mostrar esta realidad del hombre, la
que acaece tras la muerte, como un signo luminoso de esperanza ante al an-
gustioso interrogante acerca de su porvenir.
El estudio de la teología del purgatorio desde la perspectiva del desa-
rrollo del dogma, desde sus raíces bíblicas hasta los desarrollos contemporá-
neos, aporta una visión diacrónica original. El recorrido amplio y ordenado de
nuestra investigación permite percibir con luces nuevas la especial sensibili-
dad contemporánea hacia la cuestión escatológica. De hecho, a lo largo de las
páginas de la tesis queda puesta de relieve la riqueza de la doctrina moderna
sobre el purgatorio, quizás menos conocida que las aportaciones patrísticas y
medievales, pero que conserva una sensibilidad especial y una claridad exposi-
tiva que permite augurar ulteriores desarrollos.
La doctrina sobre el purgatorio, como otras de las enseñanzas de la Igle-
sia, no se desarrolló únicamente gracias a las aportaciones positivas de la re-
flexión creyente de los intelectuales cristianos y del pueblo fiel, sino que tam-
bién fue madurando al hilo de pulsiones negativas, es decir, de la necesidad de
defender al fe ante aquellas doctrinas que, por un camino u otro, rechazaban
la escatología intermedia.
En lo referente a la doctrina del purgatorio, jugó un papel de primordial
importancia la conciencia de la Iglesia que fue madurando por medio de la
predicación popular, desarrollada siempre bajo la luz y la guía de la autori-
dad magisterial. De hecho, el modo cómo la tradición homilética ha tratado
las cuestiones escatológicas, ha tenido una gran influencia en los desarrollos
teológicos y no pocas de sus ideas han prevalecido hasta hoy. En este ámbito,
jugaron sin duda un papel importante las órdenes mendicantes.
El estudio de «la doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico» exi-
ge recorrer y contemplar un camino de reflexión a lo largo de dos milenios
que arranca de la Sagrada Escritura. En los textos bíblicos no encontramos
una revelación explícita y detallada del purgatorio, sin embargo, la reflexión
sobre el purgatorio que a lo largo del tiempo se ha desarrollando, en parte
influenciada por las categorías intelectuales y científicas de cada época, es una
reflexión normada por la Escritura.
En la patrística la teología se caracteriza por su intensa matriz bíblica y,
como es natural, los testimonios que encontramos sobre la purificación final

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 369


F. Lorenzo Naya Sarsa

siguen muy de cerca en el fondo y en la forma a las enseñanzas bíblicas. En


este sentido no encontramos testimonios teológicos explícitos; sin embargo
–y esto es de primordial importancia– en la vida de la Iglesia, en la mutua
relación entre la lex orandi y la lex credendi, sí que aparece una clara conciencia
de lo que significa la muerte cristiana; así se ve, por ejemplo, en las prácticas
de piedad respecto de los fieles difuntos que viven ya los primeros cristianos.
Es un ejemplo de cómo la vida y la oración de la Iglesia precede, acompaña
y sustenta los desarrollos teológicos. Ya a partir del siglo III, en general, los
Padres coinciden en la estructura dual del hombre –separándose de la filosofía
platónica–, y se comienza a hablar de un sufrimiento penitencial que antecede
a la resurrección. Se va aquilatando así un vocabulario particular respecto al
estado intermedio de purificación.
En la teología escolástica se da ya un tratamiento teológico-científico de
la fe católica y, en particular, de la doctrina del purgatorio. Santo Tomás marca
un punto álgido. Sin embargo, la escolástica que por el perfeccionamiento del
método teológico supuso grandes avances y arrojó gran claridad en muchas
cuestiones, produjo también, en ocasiones quizás por acercamientos unilate-
rales, algunos límites y desembocó en lo que hemos llamado el colapso de la
teología postridentina. Comprobamos que en la doctrina que llega a la época
actual hay puntos débiles como son unas claves excesivamente cosmológicas,
racionalistas, juridicistas, quizá incluso de temor servil. Esto se ve reflejado,
por ejemplo, en el modo de tratar la naturaleza de las penas del purgatorio, o
cuestiones como su duración, su carácter e intensidad, o el mismo concepto
fuego, etc.
Ha sido en la segunda mitad del siglo XX y especialmente después del
Concilio Vaticano II cuando por el método más perfecto del quehacer teo-
lógico, se ha alcanzado una comprensión del purgatorio más acorde con la
claridad deseable en esta verdad escatológica. En este sentido han surgido
opiniones interesantes, positivas, incluso atrevidas, que han llevado, no a un
replanteamiento a fondo, pero sí a una cierta revisión. De ahí el hincapié que
hace nuestro trabajo en el pensamiento de algunos autores modernos espe-
cialmente significativos y el motivo de elección del capítulo de los autores
contemporáneos para esta publicación.
En todo caso se percibe con claridad la importancia de la reflexión teoló-
gica anterior, sobre la muerte y el más allá. Se trata de un auténtico trasfondo
sobre el que emergen las nuevas aportaciones. Es decir, la reflexión teológica
sobre el purgatorio, que después del Concilio Vaticano II se mueve en térmi-
nos relativamente nuevos, es la maduración de un desarrollo que hunde sus

370 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


presentación

raíces en muchos siglos de historia de la teología. En la actualidad, la doctrina


del purgatorio continúa todavía su desarrollo, permanece abierta a desarrollos
futuros que no sabemos cómo se van a producir.
El objeto de investigación de la tesis ha sido realizar un estudio históri-
co-teológico de la doctrina del purgatorio para comprender «desde dentro»
sus propios desarrollos y sus principios fundamentales. Por esta razón, se ha
procurado en todo momento que los temas abarcados y sus periodos, estuvie-
sen muy delimitados. Para ello hemos acotado muy bien el tratamiento de las
cuestiones dejando necesariamente en el tintero algunos aspectos concretos,
perspectivas o retos, desafíos y problemáticas, que, saliendo a nuestro paso
al hilo de la investigación, podrían habernos llevado por caminos que serían
muy interesantes, pero que implicarían alejarnos del objetivo concreto y de los
límites de este trabajo.
Se ha intentado llevar a cabo el deseo de ser fiel al conjunto de aporta-
ciones significativas sobre el tema, partiendo del estudio de la Sagrada Es-
critura de un modo riguroso y moderno. Hemos profundizado en los hitos
luminosos y claves de la historia de la Teología. Nos hemos asomado a au-
tores, con la profundidad que el límite de la extensión de este trabajo nos ha
permitido, que han hecho aportaciones importantes y significativas, espe-
cialmente en la época moderna, u otros que no coinciden con la doctrina del
Magisterio y que aparecen como demasiado «originales» en sus posturas y en
sus propuestas. De estos últimos hemos dado noticia y los hemos presentado
en cuanto que han de ser tenidos en cuenta para alcanzar una visión panorá-
mica de las cuestiones tratadas. Sin embargo, como es razonable de acuerdo
con nuestra perspectiva, estos autores no han sido objeto directo de nuestra
investigación.
Como extracto de la tesis se ha considerado oportuno recoger en estas
páginas el último de los capítulos del trabajo, el capítulo VII, que lleva por
título «La doctrina del purgatorio en los siglos XIX y XX».

***

Para finalizar, querría dedicar unas letras de agradecimiento sincero y


explícito. A la Universidad de Navarra, a su Gran Canciller, Mons. Fernando
Ocáriz, al Decano de esta Facultad de Teología Prof. Dr. D. Juan Chapa, y
al claustro de profesores, por haber sabido transmitir un auténtico amor a
la Teología como servicio a la Verdad y al conocimiento de Dios. A mi muy
querido Prof. Dr. D. José Morales, bajo cuya dirección he descubierto una sa-

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 371


F. Lorenzo Naya Sarsa

biduría nada encorsetada, sabios consejos, anchos horizontes y un modo sose-


gado, confiado y apasionante de comprender la Teología, la Iglesia y la vida. Al
Centro Académico Romano Fundación por su apoyo económico. Finalmente,
agradezco al que fue mi Obispo, Mons. Jesús Sanz Montes, quien me confirió
el orden del presbiterado y me envió a esta Universidad a realizar la Licencia-
tura y este Doctorado en Sagrada Teología.

372 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


Índice de la Tesis

Abreviaturas13
Introducción15

Capítulo I
Doctrina de la Sagrada Escritura y del judaísmo contemporáneo
sobre la remisión de los pecados más allá de la muerte
1. Introducción29
2. Evangelios31
2.1. Lc 16, 22 ss. 32
2.1.1. Cuerpo doctrinal 32
2.1.2. Enseñanzas del judaísmo contemporáneo 34
2.2. Lc 23, 43 36
2.3. Otros textos evangélicos 38
3. Escritos apostólicos41
3.1. El tema estar con Cristo referido a la etapa ultraterrena inmediata del hombre 47
4. Composición escatológica49
4.1. Ausencia de conceptismo helénico 49
4.2. Temas centrales en la teología paulina 50
4.3. Virtualidades catabáticas del Nuevo Testamento 51

Capítulo II
Precedentes patrísticos, litúrgicos y medievales
1. Precedentes patrísticos55
1.1. Padres Apostólicos 55
1.1.1. Dualidad alma-cuerpo como antropología subyacente en la doctri-
na escatológica 55
1.1.2. Inmortalidad del alma 56
1.1.3. Juicio particular-juicio universal 57
1.1.4. Cuestiones últimas 60

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 373


F. Lorenzo Naya Sarsa

1.2. Padres Apologistas 62


1.2.1. El hombre compuesto de alma y cuerpo. La inmortalidad del alma 63
1.2.2. Almas separadas y juicio particular 66
1.2.3. La Parusía 67
1.3. San Justino 68
1.3.1. La purificación ultraterrena 69
1.4. San Ireneo 71
1.4.1. Compuesto de alma y cuerpo 71
1.4.2. La muerte como separación del alma y del cuerpo 72
1.4.3. La purificación postmortal. El purgatorio 73
1.5. Tertuliano 74
1.5.1. Dualidad y unidad 75
1.5.2. La purificación postmortal 76
1.6. San Agustín 78
1.7. San Gragorio Magno 88
2. Precedentes litúrgicos89
2.1. El culto a los difuntos 95
2.2. La oración por los difuntos 97
2.3. La Misa de los difuntos 99

Capítulo III
Formalización de la Doctrina
1. La alta Edad Media101
2. El siglo XII103
2.1. Hugo de San Víctor (+1141) 103
2.2. San Bernardo de Claraval (+1153) 105
2.3. Pedro Lombardo (+1160) 106
2.4. Elaboraciones parisinas 108
3. Asentamiento de la doctrina109
3.1. El papa Inocencio III (1198-1216) 109
3.2. Thomas de Chobham 111
3.3. Los pecados veniales 112
3.4. Número, espacio y tiempo 113
3.5. La ordenación escolástica 114
3.6. El purgatorio y las órdenes mendicantes 114
3.6.1. Franciscanos 115
3.6.1.1. Alejandro de Hales 115
3.6.1.2. San Buenaventura 116
3.6.2. Dominicos 118
3.6.2.1. Santo Tomás de Aquino 118
3.7. Primera definición pontificia del purgatorio 123
3.8. El segundo concilio de Lyon y el purgatorio (1274) 125
3.9. El triunfo social del purgatorio 127

374 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


índice de la tesis

Capítulo IV
La escatología ortodoxa
1. Datos bíblicos129
2. Datos patrísticos131
3. La posición latina134
3.1. Doctrina del purgatorio 134
3.2. Novedad de la doctrina latina del purgatorio 137
3.3. Acuerdos con los principio de la teología latina 138
3.4. La defensa de la teoría del purgatorio por los latinos y su refutación por los
ortodoxos en el concilio de Florencia 139
3.5. La exposición de la posición latina por el Cardenal Cesarini 140
3.6. La primera memoria de san Marcos de Éfeso 142
3.7. El discurso de Besarión de Nicea 144
3.8. La segunda y tercera memoria de San Marcos de Éfeso 147
4. Las enseñanzas de la teología ortodoxa después del concilio de Florencia152
5. El Purgatorio en autores ortodoxos157
6. Reflexión conjunta sobre la purificación postmortem163
7. Aportaciones de la escatología ortodoxa a la católica165

Capítulo V
El Protestantismo
1. Introducción167
2. Sola gratia, solus Christus, sola fides, simul iustus et peccator170
3. Simul iustus et peccator173
4. Las indulgencias y su práctica174
5. Controversias176
6. Teología protestante en los siglos XIX-XX 182
7. Algunos autores186
7.1. Paul Althaus 186
7.2. Karl Barth 188
7.3. Emil Brunner 191
7.4. Oscar Cullmann 196
7.5. Rudolf Bultmann 201
8. Perspectiva temporal en la escatología protestante204
9. Acercamiento de algunos teólogos católicos al nuevo programa escatológico206
10. Consideración final207

Capítulo VI
El Concilio de Trento y la época postconciliar
1. Introducción209
2. Declaraciones pontificias y conciliares desde el siglo XIII hasta el Concilio de Trento210

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 375


F. Lorenzo Naya Sarsa

3. El Concilio de Trento212
4. La idea católica de justificación217
5. La 25ª sesión del concilio de Trento233
6. Síntesis de la teología católica post-tridentina235
7. Objeciones239
7.1. Objeciones dogmáticas 241
7.2. Las penas del Purgatorio 243
7.3. Naturaleza de las penas 246

Capítulo VII
La doctrina del purgatorio en los siglos XIX y XX
Introducción251
1. John Henry Newman254
1.2. El Sermón 25 (1 de noviembre de 1835) 257
2. Michael Schmaus265
2.1. Biografía 265
2.2. Reflexión teológica 267
2.2.1. Responsabilidad de los pecados ya perdonados 267
2.2.2. Purgatorio y extremaunción 269
2.2.3. Esencia del purgatorio 270
3. Hans Urs Von Balthasar276
3.1. Introducción 276
3.2. Situación 278
3.3. Reducción 279
3.4. Expansión 283
3.5. Purificación 284
4. Reginald Garrigou-Lagrange286
4.1. Biografía e introducción 286
4.2. Razones de conveniencia de la existencia del purgatorio 289
4.3. Razones teológicas de la existencia del purgatorio 290
4.4. Naturaleza de la pena principal del purgatorio 292
4.5. El estado de las almas del purgatorio 294
4.6. La comunión de los santos 297
5. Joseph Ratzinger297
5.1. Biografía 297
5.2. El purgatorio 301
5.2.1. Problemas que presenta el material histórico 301
5.2.2. Lo permanente de la doctrina sobre el purgatorio 303
5.3. La Carta Encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI 305
6. L. F. Ladaria309
6.1. Biografía e introducción 309
6.2. La escatología en el concilio Vaticano II 310
6.3. Conclusión 314

376 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


índice de la tesis

7. J. J. Alviar314
7.1. Introducción 314
7.2. Debate entorno a la escatología intermedia 315
7.2.1. Coordenadas fundamentales de la escatología individual 315
7.2.2. El purgatorio como misterio de maduración última 316
7.3. Hacia una escatología del siglo XXI 319
7.3.1. Interpretación de la Sagrada Escritura 319
7.3.2. Los misterios escatológicos como culminación de las líneas funda-
mentales de la economía salvífica 320
8. Juan Luis Ruiz de la Peña321
8.1. Biografía e introducción 321
8.2. Reflexiones teológicas 323
9. El Catecismo de la Iglesia Católica325
9.1. Introducción 325
9.2. El juicio particular 327
9.3. El cielo 328
9.4. La purificación final o purgatorio 328
9.5. El infierno 329
9.6. El Juicio final 330
10. El Catecismo católico para adultos333
10.1. Presentación 333
10.2. Introducción 334
10.3. ¿Hay vida después de la muerte? 335
10.4. El purgatorio 339
10.5. El cielo nuevo y la tierra nueva 341
CONCLUSIONES
Conclusiones por capítulos
I Doctrina de la Sagrada Escritura y del judaísmo contemporáneo sobre la
remisión de los pecados más allá de la muerte 348
II. Precedentes patrísticos, litúrgicos y medievales 351
III. Formalización de la doctrina 357
IV. La escatología ortodoxa 360
V. El protestantismo 363
VI. El Concilio de Trento y la época postconciliar 366
VII. La doctrina del purgatorio en el siglo XX 370
Conclusiones generales 383
BIBLIOGRAFÍA
Magisterio389
Fuentes390
Libros y monografías 391
Artículos396

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 377


Bibliografía de la Tesis

Magisterio

Benedicto XVI, Spe salvi, Roma, 2007.


Catecismo para adultos, Madrid, 1988.
Catechismus heidelbergensis, Zollinkon-Zürich 1938.
Comisión Teológica Internacional, Algunas cuestiones actuales sobre la escatología,
en Pozo, C. (ed.), Documentos 1969-1966: Veinticinco años de servicio a la teología de
la Iglesia, Madrid, 1998, 455-498.
Congregación para la doctrina de la fe, Carta sobre algunas cuestiones relativas a
la escatología, en Ecclesia 39 (1979), 7-8.
— Instructio de Ecclesiali Theologi vocatione, Roma, 1990.
Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución apostólica Gaudium et spes.
— Constitución dogmática Dei Verbum.
— Constitución dogmática Lumen Pentium.
— Decreto Optatam totius.
Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et ratio, Roma, 1998.
Pablo VI, Professio fidei, Roma, 1968.

Fuentes
Belarmino, R., De purgatorio.
Claraval de, B., Sermo XVI. In die S. Andreae, de triplici genere bonorum (ed. J. Lecler-
cq y H. Rochais, Sancti Bernardi Opera, vol. VI,1: Sermones III, Roma, 1970).
— In obitu Domni Humberti (ed. J. Leclercq y H. Rochais, Sancti Bernardi Opera,
vol. V: Sermones II, Roma, 1968, 440-447).
Clemente de Alejandría, Stromata V (ed. Merino, M., Clemente de Alejandría.
Stromata IV-V, «Fuentes Patrísticas» 15, Madrid, 2003).
Clemente de Roma, Carta a los Corintios. Homilía anónima (Secunda Clementis),
«Fuentes Patrísticas» 4, Madrid, 1994, 202-204.
Didaché, ed. J.J. Ayán Calvo, Didaché. Doctrina Apostolorum. Epístola del Pseudo-Ber-
nabé, «Fuentes Patrísticas» 3, Madrid, 1992.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 379


F. Lorenzo Naya Sarsa

Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica, 3, 39, 13.


Gutierrez, D., Hieronymi Seripandi scripta, Madrid, 1964, 142-152.
Hales de, A., De vera poenitentia, de poena purgatorii et de relaxationibus, Glossa in
quattuor libros sententiarum Petri Lombardi, IV, Florentia 1957.
— De remissione et punitione venalium de aedificandis aurum, foenum, stipulam, de Sep-
tem modis remissionis peccati, Florentiae 1957.
Ignacio de Atioquía, Carta a los esmiornitas, ed. Ayán Calvo, J. J., Ignacio de Antio-
quía, Cartas, «Fuentes patrísticas» 1, Madrid, 1991.
Juan Damasceno, De fide orthodoxa, ed. Ledrux, M. P., Jean Damascène. La foi or-
thodoxe, SC 540, Paris, 2011.
Justino, Apología, ed. Munier, Ch., Justin. Apologie pour les Chrétiens, SC 507, Paris,
2006.
Leal, J., Actas latinas de mártires africanos, «Fuentes Patrísticas» 22, Madrid, 2009.
Lutero, M., De captivitate babylonica Ecclesiae, WA 6.
Pasión de Perpetua y Felicidad, ed. Leal, J., Actas latinas de mártires africanos, «Fuentes
Patrísticas» 22, Madrid, 2009.
Petit, L. y Hoffman, G., De purgatorio disputationes in Concilio Florentino habitae,
Roma, 1969.
Suárez, F., De purgatorio in genere.
Tertuliano, Adversus Marcionem, CCSL I, Turnhout, 1954.
— De monogamia, CCSL I, Turnhout, 1954.
— De corona, CCSL I, Turnhout, 1954.
— De resurrectione mortuorum, CCSL I, Turnhout, 1954.
— De anima, CCSL II, Turnhout, 1954.
— De spectaculis, CCSL II, Turnhout, 1954.
Tomás de Aquino, Summa Theologiae.

Libros y monografías

Alviar, J. J., Escatología, Pamplona, 2004.


— Escatología. Balance y perspectivas, Madrid, 2001.
Alszeghy, Z., Nova creatura. La nozione della grazia nei comentari medievali di S. Pao-
lo, Roma, 1956.
Anónimo, El purgatorio: una revelación particular, Madrid, 2005.
AA.VV., La storiografia altomedievale, Spoleto, 1970.
Barr, J., The Semantic of Biblical Languaje, London, 1961.
Barth, K., Esbozo de Dogmática, Santander, 2000.
Baumgartner, Ch., La gracia de Cristo, Barcelona, 1969.
Billot, L., Quaestiones de Novissimis, Roma, 1946.
Borsiven, J., Le judaïsme Palestinien au temps de Jésus Christ, Paris, 1935.
Boulgakov, S., L’orthodoxie. Essai sur la doctrine de l’Eglise, Lausanne, 1980.

380 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


bibliografía de la tesis

Burkhart, E. y López, J., Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josema-


ría, I, Madrid, 2011.
Chollet, J. A., Nos Morts: au purgatoire au ciel, Paris, 1908.
Codina, V., Los caminos del oriente cristiano. Iniciación a la teología oriental, Santander,
1997.
Coll, J., El Purgatorio y la devoción a las benditas almas, Madrid, 1881.
Colzani, G., La vita eterna: inferno, purgatorio, paradiso, Milano, 2001.
Congar, Y. M., Amplio mundo mi parroquia, Estella, 1965.
Corbin, M., Le chemin de la théologie chez Thomas d’Aquin, Paris, 1974.
Codina, V., Los caminos del oriente cristiano. Iniciación a la teología oriental, Santander,
1997.
Congar, Y. M., La fe y la teología, Barcelona, 1970.
Cullmann, O., Inmortalité de l’âme ou Resurrection des morts?, Paris, 1956.
Cumont, F., Lux perpetua, Paris, 1959.
Chenu, M. D., Introduction à l’étude de saint Thomas d’Aquin, Paris, 1950.
Chobham de, T., Summa confessorum, Lovaina-Paris, 1968.
D’Alés, A., La question du purgatoire au concile de Florence, Roma, 1922.
Evdokimov, P., L’ortodoxie, Paris, 1979.
Díaz y Gomara, M., El purgatorio (Carta pastoral), Murcia, 1945
Di Berardino, A., Dizionario patristico e di antichitá cristiane, II, Milano, 1962.
Dupont, J., L’union avec le Christ suivant S. Paul. Première Partie, Paris, 1952.
Fabro, C., El temple de un Padre de la Iglesia, Madrid, 2002.
Fazio, M., Historia de las ideas contemporáneas, Una lectura del proceso de secularización,
Madrid, 2006.
Fernández, A., La Escatología en el siglo II, Burgos, 1979.
Fischer, J., Studien zum Todesgedanken in der alten Kirche, München, 1954.
Frisque, J., Oscar Cullmann, una teología de la historia de la historia de la salvación,
Barcelona, 1966.
Gabás, R., Escatología protestante en la actualidad, Vitoria, 1965.
Garrigou-Lagrange, R., La vida eterna y la profundidad del alma, Rialp, Madrid,
1951.
Genova de, C. Trattato del purgatorio e altri scritti, Torino, 1996.
— Tratado sobre el purgatorio, Barcelona, 1946.
Gherardini, B., Theologia crucis. L’eredità de Lutero nell’evoluzione teologica della Ri-
forma, Roma, 1978.
Gill, J., Le concile de Florence, Belgium, 1964.
Gómez heras, J. M., Teología protestante, Madrid, 1972.
Goff le, J., El nacimiento del purgatorio, Madrid, 1981.
— La naissance du purgatoire, Paris, 1981.
Guerra, M., Antopología y Teología. Antropologías helénico-bíblicas y su repercusión en la
teología y espiritualidad cristianas, Pamplona, 1976.
— Antropología y Teología, Pamplona, 1976.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 381


F. Lorenzo Naya Sarsa

Iserloh, H.; Glazik, J. y Jedin, H., Manual de Historia de la Iglesia, V, Barcelona, 1972.
Joüon, P., L’evangile de N. S. Jésus Christ, Paris, 1930.
Landgraf, A. M., L’Introduction à l’histoire de la littérature théologique de la scolastique
naissante, Montréal-Paris, 1973.
Lagrange, M. I., Etudes sur les réligions sémitiques, Paris, 1903.
Larchet, J., La vie après la mort selon la Tradition orthodoxe, Paris, 2004.
Longère, J., Ouvres oratoires de maîtres parisiens au XII siècle, II, Paris, 1975.
Lortz, J., Historia de la Iglesia II: Edad Moderna y Contemporánea, Madrid, 2008.
Luneau, A., L’historie du salut chez les Pères de l’Église, Paris, 1964.
Martimort, A. G., La Iglesia en oración, Barcelona, 1992.
Mateo-Seco, L. F., Sobre la libertad esclava, Madrid, 1978.
McKeating, C., Escatología en los sermones anglicanos de John Henry Newman, Disser-
tatio ad Doctoratum in Facultate Theologiae Pontificiae Universitatis Gregoria-
nae, Roma, 1992.
Morales, J., Introducción a la Teología, Pamplona, 1998.
Moriones, F., Teología de San Agustín, Madrid, 2004.
Ntedika, J., L’evolution de la doctrine du purgatoire chez saint Augustine, Paris, 1966.
— L’Évocation de l’au-delà dans la prière pour les morts, Louvain, 1971.
Orbe, A., La antropología de San Ireneo, Madrid, 1969.
— Parábolas Evangélicas en San Ireneo, Madrid, 1972.
Parrot, A., Le «refrigerium» dans l’au delà, Paris, 1937.
Pioger, L. M., La vida después de la muerte o sea la vida futura según el cristianismo,
Barcelona, 1875.
Piolanti, A., Il mistero della communione dei santi nella Rivelazione e nella Teologia,
Roma, 1957.
Pozo, C., Teología del más allá, Madrid, 2001.
Rahner, K., Curso fundamental sobre la fe, Barcelona, 1979.
Ratzinger, J., Mi vida. Recuerdos (1927-1977), Madrid, 2005.
— Escatología, Barcelona, 1992.
Righetti, M., Storia liturgica, Milano, 1946.
— Historia de la Liturgia, I, Madrid, 1955.
Roa de, M., El purgatorio: de su existencia, de sus penas y del deber de orar por los fieles
difuntos, Madrid, 1845.
Ruiz de la Peña, J. L., La otra dimensión, Escatología cristiana, Santander 1986.
— La Pascua de la creación, Madrid, 2000.
— La otra dimensión, Santander, 1994.
Saranyana, J. I. y Illanes, J. L., Historia de la Teología, Madrid, 2002.
Sayés, J. A., Escatología, Madrid, 2006.
Schmaus, M., Il problema escatologico del cristianesimo. Problemi e orientmienti di teologia
dogmática, II, Roma, 1966.
— Teología dogmática VII, Rialp, Madrid, 1961.
Servière de la, J., La théologie de Bellarmin, Paris, 1908.

382 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


bibliografía de la tesis

Sesboüé, B., Historia de los dogmas II: el hombre y su salvación, Salamanca, 1996.
Smalley, B., Lo studio della Bibblia nel Medioevo, Bolonia, 1972.
Von Balthasar, H. U., Karl Barth Darstellung und Deutung seiner Theologie, Einsie-
deln, 1976.
— Escatología en nuestro tiempo, Madrid, 2008.
Wallace, D. y Mandrill, J. M., Early Germanic Kinship in England and on the con-
tinent, Oxford, 1971.
Weisheipl, J. A. Friar Thomas d’Aquino, his life, Thought and Works, Oxford, 1974.
Zoffoli, E., Vita futura e dogma del purgatorio, Udine, 1995.

Artículos
Alfaro, J., «La resurrección de los muertos en la discusión teológica sobre el por-
venir de la historia», en Gregorianum 52 (1971), 537-554.
Alviar, J. J., «La Escatología como dimensión de la existencia cristiana. Tendencias
de la escatología contemporánea», en Morales, J. (ed.), Cristo y el Dios de los
cristianos. Hacia una comprensión actual de la teología. (Actas del XVIII Simposio Inter-
nacional de Teología), Pamplona, 1988, 399-421.
Baltar, S., «Estadio intermedio y almas separadas», en Verdad y vida 48 (1990),
275-400.
Basevi, C. et al., Epístolas de San Pablo a los Romanos y a los Gálatas, en Casciaro, J.
M. (dir.), Sagrada Biblia, Pamplona, 1992, 118-119.
Bavaud, G., «Une apologie du purgatoire par un protestant français du XVII siecle»,
en Nova et vetera 73/II (1998), 57-67.
Brian, D., The Hope of the Early Church: A Handbook of Patristic Eschatology, Cam-
bridge 1991.
Brisbois, E., «Durée du purgatoire et sufragues pour les défunts», en Nouvelle revue
theologique 81 (1959), 838-845.
Bristow, P., en Gran enciclopedial Rialp (GER), XVI, Madrid, 1979, 781-783.
Capelle, B., «L’intercession dans la messe romaine», en Revue Benedictine, 65
(1955), 181-191.
Congar, Y. M., El purgatorio en VV.AA., El misterio de la muerte y su celebración, Bue-
nos Aires 1962, 197-237.
Díaz, J., «La discriminación y retribución inmediatas después de la muerte (precisio-
nes neotestamentarias y de la literatura judía contemporánea)», en VV.AA., XVI
Semana Bíblica Española. La escatología individual neotestamentaria a la luz de las ideas
en los tiempos apostólicos (1956), 85-157.
Fuenterrabía, F., «Doctrina del Nuevo Testamento y del judaísmo contemporáneo
sobre la remisión de los pecados más allá de la muerte», en VV.AA., XVI Semana
Bíblica Española. La escatología individual neotestamentaria a la luz de las ideas en los
tiempos apostólicos (1956), 189-224.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 383


F. Lorenzo Naya Sarsa

Gabas, R., «La escatología de Paul Althaus», en Scriptorium Victoriense 11 (1964),


7-47.
Garofalo, S., «Sulla escatología intermedia in S. Paolo», en Gregorianum 34 (1958),
335-352.
Garrigou-Lagrange, R., «La nouvelle théologie, oú va-t-elle?», Angelicum 23
(1946), 126-145.
Gits, A., «Purgatory and Extreme Unction», en Irish ecclesiastical record 68 (1946),
210-258.
Goff le, J., «Le purgatoire entre l’Enfer et le paradis», en Maison Dieu 144 (1980),
103-138.
Hoffmann, L., «Formulae previae ad definitionem concilii Florentini de Novissi-
mis», en Gregorianum 18 (1937), 337-360.
Jugie, M., «La question du purgatoire au concile Ferrare-Florence», en Échos
d’orient 17 (1922), 269-282.
Kerns, V., «The traditional doctrine of purgatory», en Irish Ecclesiastical Record 80
(1953), 326-342.
Krusch, B., «Vita Fursei», en Monumenta Germaniae Historica. Scriptores rerum me-
rowingicarum IV (1902), 423-451.
Ladaria, L. F., «Fin del hombre y fin de los tiempos», en B. Sesboüé (dir.), Historia
de los dogmas, II: El hombre y su salvación, Salamanca, 1996, 309-356.
Lanne, E., «The teaching of the catholic church on purgatory», en One in Christ
28 (1992), 13-30.
Manselli, R., «L’Eschatologia di S. Gregorio Magno», en Ricerche di storia religiosa
I (1954), 72-83.
Maspero, G., «Theologia – oikonomia – historia: La teologia della storia di Gre-
gorio di Nissa», en Excerpta e dissertationibus in Sacra Teología 45 (2003), 383-451.
Mateo-Seco, L. F., «Escatología», en Oroz Reta, J. y Galindo Rodrigo, J. A.
(dir.), El pensamiento de San Agustín para el hombre de hoy. II. Teología Dogmática,
Valencia 2005, 961-998.
— «Teología de la Cruz», en Scripta Theologica 14 (1982), 165-180.
Mégier, E., «Deux exemples de prepurgatoire chez les historiens. A propos de la
naissance du purgatoire de Jacques Le Goff», en Cahiers de civilisation medievales
28 (1985), 45-62.
Michaud, H., «Objections protestantes contre le purgatoire», en Revue apologétique
61 (1938), 30-77.
Michel, A., «La question du purgatoire chez les grecs», en Revue pratique
d’apologétique 32 (1921), 385-404.
Mills, J. O., «Preaching on purgatory», en New Blackfriars 71 (2007), 304-306.
Moioli, G., «Dal De novissimis all’escatologia», en La scuola catolica 101 (1973), 553-
576.
Morales, J., «La personalidad de John Newman en su Teología en torno a un cen-
tenario», en Scripta Theologica 22 (1990), 689-701.

384 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


bibliografía de la tesis

— «Veinte años decisivos en la vida de John Henry Newman: 1826-1845», en Scrip-


ta Theologica 10 (1978), 123-221.
Moriconi, B., «Il purgatorio soggiorno dell’amore», en Ephemerides Carmeliticae 31
(1980), 539-578.
Nicolás, A., «La vida como purificación y responsabilidad. Hacia una interpreta-
ción religiosa del purgatorio», en Estudios eclesiásticos 50 (1975), 155-178.
Nossent, G., «Mort, immortalité, resurrection», en Nouvelle Revue Theologique 91
(1969), 614-630.
Ombres, R., «Latin and greeks in debate over purgatory», en Journal of Ecclesiastical
History 35 (1984), 1-14.
Orbe, A., «Definición del hombre en la teología del siglo II», en Gregorianum 48
(1967), 560-562.
Philippeau, H. R., «Orígenes y evolución de los ritos funerarios», en Beaudin, L.
(ed.), El misterio de la muerte y su celebración, Buenos Aires 1952, 133-152.
Piolanti, A., «Il dogma del purgatorio», en Euntes Docete 5/II (1952), 287-311.
Rahner, K., «Le purgatoire. Mystère de miséricordie», en Vie spirituelle (1963),
157-168.
Ratzinger, J., «Jenseits des Todes», en Internationale Katholische Zeitschrift 9 (1980),
231-244.
Reinach, S., «De l’origine des prières pour les morts», en Revue des Études juives 41
(1900), 161-173
Revillont, E., «Testi egizi e caldei relativi all’intercessione dei vivi pei morti», en
Revue égyptologique VII (1896), 1-24.
Rowland, T. J., «La escatología individual en S. Agustín», en Augustinus 31 (1986),
253-261.
Sandreau, A., «Pensées sur le purgatoire», en Vie spirituelle 41 (1934), 45-92.
Sicard, D., «La liturgie de la mort dans L’Eglise latine des origines à la réforme ca-
rolingienne», en Liturgiewissenschaftliche Quellen und Forschungen. Veröffentlichun-
gen des Abt-Herwengen-Instituts der Abtei Maria Laach, vol 63, Munstero 1968,
89-91.
Simonetti, M., «Milenarismo», en Di Berardino, A. (dir.), Dizionario patristico e di
antichitá cristiane, II, Milán 1962, 2248-2250.
Tausiet, M., «Gritos del más allá. La defensa del purgatorio en la España de la
Contrarreforma», en Hispania Sacra 115 (2005), 81-108.
Tornos, A., «Vigencia actual de las formulaciones escatológicas», en Estudios ecle-
siásticos 48 (1973), 477-489.
Trapè, A., «Introduzione» en Opere di Sant’Agostino: La Città di Dio, VI/I, Roma,
1978, ix-xcviii.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 385


Abreviaturas de la Tesis

CCSL Corpus Christianorum Series Latina (Turnhout).


CEC Catecismo de la Iglesia Católica, Ciudad del Vaticano 1997.
CIC Código de Derecho Canónico, Ciudad del Vaticano 1983.
DH Denzinger, H. J. D. y Hünerman, P., Enchiridion symbolorum,
definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, Barcelona, 2000.
DSp Dictionnaire de Spiritualité. Ascétique et mystique, doctrine et histoire
(Paris).
DTC Dictionnaire de Théologie Catholique (Paris).
DV Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum.
ED Euntes Docete (Roma).
FD Juan Pablo II, Carta Encíclica Fides et ratio, Roma, 1998.
GS Concilio Vaticano II, Constitución pastorial Gaudium et spes.
OT Concilio Vaticano II, Decreto Optatam totius.
PG Migne, J. P., Patrologia graeca, Paris.
PL Migne, J. P., Patrologia latina, Paris.
SC Sources Chrétiennes (Paris).
ScrTh Scrpita Theologica (Pamplona).
WA Lutero, M., Werke, Weimarer Ausgabe, Weimar 1883-1929.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 387


La doctrina del purgatorio en los siglos XIX y XX

Introducción

Y
a existe una monografía reciente –hecha por un doctorando de la Pon-
tificia Universidad de la Santa Cruz (Roma)– sobre el tratamiento del
misterio del purgatorio en los manuales de dogmática del siglo XX1.
Este capítulo no pretende repetir ese trabajo de investigación, sino que se
va a limitar a identificar aportaciones que parecen más válidas e interesan-
tes de ciertos autores: aquellas que señalan un camino prometedor hacia una
reflexión teológica sobre el purgatorio, en clave dialogal y personalista. Por
esta misma razón, no nos detendremos en las ideas sobre el purgatorio de los
autores seleccionados que son más discutidas, sino que remitimos al lector a
las valoraciones críticas ya publicadas, en forma de monografías completas,
capítulos o artículos extensos, y recensiones2.
Puede resultar extraño que tratemos –en esta etapa y en este capítulo
VII– solamente algunos autores del ámbito católico, desde J. H. Newman has-
ta J. L. Ruiz de la Peña, quedando omitidos otros –vamos a decirlo así–, que
por la complejidad de su doctrina exigirían, a mi juicio, un estudio más amplio
y una valoración crítica desde las raíces filosófico-teológicas de su pensamien-
to. Por ejemplo, L. Boros3, G. Greshake4, K. Rahner5, P. Althaus6, C. Stange7,
G. Colzani8, etc. Las razones son varias. Por un lado, nos llevaría demasiado
lejos describir su postura teológica y la consiguiente refutación, porque habría
que tratar sus principios filosóficos y teológicos y el contenido de esta tesis
doctoral se alargaría demasiado.
Además, siendo una tesis doctoral, hemos preferido centrarnos en los
autores de doctrina coherente con la fe católica más representativos, además
del Magisterio reciente. Por otra parte, es el primer trabajo de investigación
del doctorando y conviene, a nuestro juicio, tratar primero de las posturas
coherentes con la fe católica. En este sentido, el estudio de la doctrina sobre el

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 389


F. Lorenzo Naya Sarsa

purgatorio que se encuentra en algunos autores no católicos o que se desvían


de la fe de la Iglesia en torno a las realidades últimas sobrepasa los objetivos
del presente capítulo.
Nos ha parecido que no aportaría incluir en esta tesis doctoral un re-
sumen o síntesis al estilo del manual del profesor Sayés9, o bien al estilo del
trabajo del profesor Alviar10, cuya calidad presuponen muchos años de investi-
gación y estudio, cosas que exceden, por ahora, al doctorando.

1. John Henry Newman

Seguidamente veremos cómo concebía John H. Newman el «Estado In-


termedio» o Purgatorio. Colm McKeating11 afirma que dos Sermones predi-
cados en la Fiesta de Todos los Santos (1 de noviembre de 1830 y de 1835)
están dedicados totalmente al «estado intermedio». Llama la atención que
fueron pronunciados cuando aún era pastor anglicano pero, como veremos
en breve, estaba madurando su paso a la Iglesia Católica Romana, con la con-
siguiente maduración teológica. Pero antes de exponer su doctrina hemos de
dar unos apuntes, breves, acerca de su vida12 ya que, a nuestra opinión, sin
conocerla es difícil entender su teología.
Nació en Londres en 1801. Fue profesor y preceptor de Oriel College
(Oxford) y rector de Santa María, la capilla universitaria. Fue líder del «mo-
vimiento de Oxford» y se acercó progresivamente a la Iglesia Católica, a la
que se adhirió en 1845. Se ordenó sacerdote católico, fundó la congregación
de los oratorianos de San Felipe Neri en Inglaterra (Birmingham); fue creado
cardenal en 1879 y falleció once años después.
La primera conversión de Newman, a la edad de 15 años, lo fue al evange-
lismo, un movimiento que empezó en la Iglesia de Inglaterra bajo el liderazgo
de John Wesley. Era una corriente religiosa que se difundió mediante un activo
apostolado y predicación de la palabra, cuyos miembros tendían al liberalismo
en sus creencias13. El liberalismo religioso era un peligro grave para la religión.
Como afirma el profesor Morales, la vida de Newman –calvinista, anglicano y
católico– fue una batalla firme contra el liberalismo religioso, es decir, la opi-
nión «según la cual no existe una verdad positiva en el ámbito dogmático, sino
que cualquier credo es tan bueno como cualquier otro... y la religión revelada
no es una verdad, sino un sentimiento o inclinación» (cfr. Biglietto Spech.,
12.5.1879)14. Newman profesó siempre lo que denomina «principio dogmá-
tico», que es en realidad la aplicación primera del hecho de que el espíritu

390 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

humano necesita de la Verdad15. En la vida de Newman se observa la búsqueda


de la Verdad, la armonía fe y razón, la primacía de la conciencia recta en la
búsqueda de la Verdad.

Junto a ese principio dogmático cabe señalar –a final de la década de los


veinte– el descubrimiento de la importancia del llamado principio sacramental (la
doctrina consistente en que las cosas materiales y visibles pueden ser figura e imagen de
realidades invisibles), y de las trágicas consecuencias que el liberalismo podría aportar
al futuro del anglicanismo16. Es decir, el relativismo doctrinal del liberalismo
planteaba o todas las religiones son válidas, o, en contra del liberalismo, sólo
una lo será, de ahí que de su teoría tripartita de la única Iglesia Universal –se
manifiesta en «tres ramas»: la comunión oriental, la católica latina y la angli-
cana– pase a considerar: ¿cuál de las tres ramas es la verdadera y, las otras dos
son separaciones de la verdadera? Su proceso de conversión –que no tratamos
ahora17– le llevó a reconocer que la Iglesia Universal es la Católica pues ha
sido garante de la Verdad desde los orígenes, y a pedir su entrada en 1845.
Además de su rectitud de conciencia –apuesta por la Verdad– le ayudó sus
investigaciones patrísticas, época en que había «una sola Iglesia».
Newman fue ante todo un pastor de almas. Semanalmente predicaba des-
de el púlpito de Santa María y se publicaron sus sermones bajo el título de
homilías parroquiales (1836-1842). Para la materia que nos interesa trataremos
los dos Sermones predicados en la Fiesta de Todos los Santos (1 de noviembre
de 1830 y de 1835), citados al principio.

1.2. El Sermón 25 (1 de noviembre de 1835)

Este sermón es un comentario del Apocalipsis, capítulo sexto9.

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los inmolados a
causa de la palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron10. Clamaron con
gran voz diciendo: ¡Señor santo y veraz!, ¿para cuándo dejas el hacer justicia
y vengar nuestra sangre contra los habitantes de la tierra? 11Entonces se les
dio a cada uno una túnica blanca y se les dijo que aguardaran todavía un poco,
hasta que se completase el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser
inmolados como ellos.

Newman comienza distinguiendo entre el sentido literal del texto y las


verdades contenidas que, al trascender nuestra razón, son un misterio; de ahí

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 391


F. Lorenzo Naya Sarsa

que su comentario exija humildad para alcanzar hasta donde se pueda el pen-
samiento de Dios. Las palabras velan el misterio y lo manifiestan.
Afirma que los sujetos que claman a Dios son los mártires, pero lo que
ellos dicen puede aplicarse a los santos. Estos hermanos están –lo afirma cla-
ramente Newman– en el «estado intermedio», que es un estado de reposo en
el cual gritan, piden consuelo, y piden venganza contra sus perseguidores, y se
les dice que esperen con paciencia.
Se les dice a los santos, en primer lugar, que aguarden. Este aguardar toma
forma de descanso; esta expresión aparece también en Ap 14,13. Estando así las
cosas, la pregunta que se hace Newman es ¿qué existe después de la muerte?;
¿qué nos ocurrirá después de esta vida mortal? Responde diciendo que el pa-
ganismo no ha dado ninguna solución; es un misterio que nos sobre pasa y que
la Sagrada Escritura da una explicación.
El mundo cristiano ha intentado dar explicaciones a lo que la Sagrada
Escritura ha revelado y la respuesta común es que las almas de los cristianos
van «a una prisión que se llama purgatorio, donde se las mantiene entre el fuego y
el tormento». Newman comenta qué panorama tan triste y deprimente porque
se añaden sufrimientos postmortem a los sufrimientos ya sufridos en la vida
mortal, y nos referimos a los que mueren en gracia18; pero también afirma que
«de hecho, Cristo ha intervenido con su compasión, para asegurarnos de forma expresa
que nuestros amigos han sido mejor tratados de lo que esa doctrina puede prometer».
Ciertamente, nos dice más adelante, los santos que ya han partido, mien-
tras descansan aguardando el día del juicio final, aún no han recibido su verda-
dera recompensa. Están incompletos y esperan la Resurrección; incompletos
no sólo en cuanto –antropológicamente-carecen del cuerpo, sino también en
cuanto al lugar –están «bajo el altar»–; es decir, no están aún en el cielo sino en
lo que la Escritura denomina «seno de Abraham», o «paraíso», o «descendió
a los infiernos»19.
Las almas en el Estado Intermedio, dice Newman, están en comunica-
ción con Dios y con el mundo terrenal. «La felicidad de los santos en el estado
intermedio es incompleta». Y explica unas realidades a nuestro juicio muy inte-
resante. La razón de este Estado Intermedio es la necesidad que tenemos de
crecer en santidad. La santidad es como una semilla sembrada en el corazón
del hombre que ha de desarrollarse. Muchos hombres olvidan esta realidad, o
la descuidan, o simplemente la ignoran; el hecho es que habitualmente no bas-
ta el arrepentimiento antes de morir para alcanzar la santidad sin tacha, plena.
En ese «estado intermedio» o purgatorio el alma del difunto y santa deberá
purificarse, en mayor o menor grado, para alcanzar esa santidad plena, cuyo

392 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

modelo es Cristo. Newman entiende que ese «tiempo de espera» a la Parusía


está marcada por la esperanza de alcanzar ese estado de plena santidad y, en la
Parusía, encontrarse en condiciones aptas ante el Sumo Juez. De ahí que New-
man enlace, aúne, las dos venidas de Cristo: su primera venida que, para el fiel
se aplica en su generación bautismal; y la segunda venida cuando resuciten
nuestros cuerpos al fin del mundo. Este estado intermedio marca más bien una
distinción que no una separación; es decir, el proceso de purificación comienza
ya en esta vida mortal y se prosigue en la vida postmortal.
Newman se fija en que la Sagrada Escritura da a entender que «todos los
santos forman un solo cuerpo, en el que Cristo es la cabeza, sin que haya distinción
real entre los vivos y los muertos», como hay también un solo Espíritu. A nuestro
juicio parece que Newman, en clave eclesiológica, ve la muerte como un hiato
que distingue dos estados del cristiano, pero no se trata de dos partes separadas
e inconexas; de hecho la purificación premortal se continúa en la purificación
postmortal.
El mismo Newman, cerca del final de su Sermón, hace una conclusión a
lo expuesto:

Así pues, en conjunto, podemos creer con humildad que la condición de los
santos antes de la Resurrección es un estado de reposo, descanso, seguridad;
pero hago hincapié en que se trata de un estado más parecido al paraíso que
al cielo; es decir, un estado que aun no ha alcanzado plenamente la gloria que
se nos revelará después de la Resurrección, un estado de espera, meditación,
esperanza, en el que lo sembrado ha de madurar y coronarse.

Antes de terminar la exposición de Newman indicamos dos cosas. La


primera20, dice Newman que en el pasado se pensaba demasiado en los muer-
tos y, ahora, hemos ido al extremo opuesto. Los hombres se centran en el
presente, en lo que ven, de modo que se da un olvido de los difuntos (pasado)
y no se considera el futuro (el porvenir, las realidades escatológicas). Explica
que «el pensar en los difuntos se convierte en algo que nos da moderación».
De hecho, el pasado sigue presente –la vida no desaparece, se transforma–, no
estamos solos en el presente; los de ahora estamos dentro de la Tradición viva:

Aquellas multitudes de los tiempos primitivos, aquellos que creían, y ense-


ñaban, y oraban como nosotros, siguen viviendo en Dios y, en sus obras pasadas
y en sus voces presentes, claman desde el altar. Nos animan con su ejemplo;
nos exhortan con su compañía; están a nuestra derecha y a nuestra izquierda:
mártires, confesores, y demás, encumbrados y humildes, que creyeron nuestro

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 393


F. Lorenzo Naya Sarsa

mismo Credo, celebraron los mismos misterios y predicaron el mismo Evan-


gelio que nosotros. Y a ellos se han ido uniendo, al avanzar el paso del tiempo,
incluso en los períodos de persecución, incluso hoy en estos tiempos de divi-
sión, más y más testigos de la Iglesia terrenal.

La segunda, es que Newman trató de otras realidades escatológicas que,


ciertamente, tienen conexión con el estado intermedio. Siguiendo el traba-
jo de Colm McKeating21, podemos señalar las siguientes: Se muere como se
vive. Aun en el supuesto del arrepentimiento final, puede quedar mucho que
purificar después de la muerte. Esta purificación preparará el corazón para el
encuentro con Dios.
La Sagrada Escritura es muy parca en dar noticias sobre el Estado Inter-
medio. La investigación de Newman se basará en dos principios: la doctrina
de la Comunión de los Santos, y la necesidad de purificación espiritual. El
interlocutor con Dios en el cielo será solamente el que es plenamente santo, lo
que supone una transformación antes y/o después de la muerte. La Sagrada
Escritura anuncia la Segunda venida y la resurrección final como meta prin-
cipal a la que deben dirigirse todos los cristianos. Al Estado Intermedio se le
debe dar una importancia secundaria ante estas dos realidades
Durante ese Estado Intermedio –antes de la Resurrección o inmediata-
mente antes de esta–, a los justos fallecidos antes de Cristo les llegaría la Reve-
lación. La Escritura describe su estado como un estado de descanso y añade un
detalle, como que están «dormidos». Este término indica algún tipo de con-
ciencia pero la cuestión es compleja22 porque se ha de armonizar fe y razón.
El alma es inmortal, no perece con la muerte y da continuidad del indivi-
duo. Las identidades individuales no se destruyen ya que el núcleo de su per-
sonalidad se conserva hasta el último día. El alma separada tiene una relación
con el pasado y con el futuro: con su vida mortal y con el cielo que espera al
final de su purificación.
Newman trata de la actividad de los fallecidos, porque una vida sin acción
carece de sentido. Esto exige que las almas de los fallecidos posean un tipo de
conciencia. La separación del cuerpo les facilita entender con mayor claridad
la vida interna de la Iglesia, etc. La Comunión de los Santos está ligada a esta
actividad vital anterior y posterior a la muerte.
El Estado Intermedio, tal como se concebía en la antigüedad como un
lugar meramente punitivo, no se concilia bien con Dios clemente, misericor-
dioso y justo, de allí que sea necesario purificar esta concepción de la doctrina
romana del purgatorio con una visión «positiva».

394 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

Newman describe el Estado Intermedio, en su aspecto negativo, como


un estado incompleto y de suspensión respecto a tres aspectos: el grado de
autoconciencia del fallecido; las almas no tienen un conocimiento pleno ni
una comunicación plena con los santos del cielo y los hombres de la tierra; y,
su morada es temporal y, una existencia temporal, es una existencia incomple-
ta. En su aspecto positivo los fallecidos gozan de una felicidad limitada, y el
objeto de sus afectos aún no ha sido colmado. La felicidad completa exigirá la
resurrección de los cuerpos.

2. Michael Schmaus23

2.1. Biografía

Teólogo alemán nacido en Oberbaar (Baviera) en 1897. Hizo sus estudios


teológicos en Freising y Munich, siendo ordenado sacerdote en 1922. Discí-
pulo del gran medievalista M. Grabmann, trabaja con él hasta 1929, en que es
llamado a la cátedra de Dogmática de la Universidad de Praga, de donde pasa
a Münster (Westfalia) en 1933.
Después de la guerra mundial va a Munich (1946) para reorganizar su
Facultad de Teología, reuniendo a un selecto claustro de profesores (Pascher,
Mórsdorf) y formando numerosos discípulos como Ratzinger o Scheffzyck.
Fue Rector de la Universidad de Munich de 1951 a 1956. Fue prelado domés-
tico de Su Santidad, miembro de la Academia Romana de Teología y de otras
entidades científicas y culturales y Director del Instituto Martin Grabmann
de Historia de la Teología. Fue perito en el Conc. Vaticano II, adscrito a la
Comisión Teológica que redactó la Constitución Dogmática Lumen gentium.
El nombre de Michael Schmaus irá unido a su célebre Katolische Dog-
matik, extensa exposición del dogma católico, comenzada en 1941, objeto de
numerosas reediciones, traducida a los principales idiomas (en castellano:
Teología Dogmática, ocho volúmenes, Madrid 1958-62). En esta obra gravi-
tan todas las características del hacer teológico de Schmaus, su formación
escolástica junto a Grabmann, su extenso conocimiento de los Padres y su
atención a los movimientos culturales contemporáneos, tanto en Filosofía
como en Teología. Este conjunto de factores, y el hecho de que el texto de
la Dogmática presuponga una exposición oral y académica, dan a veces a sus
páginas un estilo difuso que dificulta la síntesis; de ahí, tal vez, que en los
prólogos de las sucesivas ediciones recomiende Schmaus insistentemente a

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 395


F. Lorenzo Naya Sarsa

los alumnos la utilización, como base, de algún manual clásico antes de leer
su Dogmática.
El éxito de ésta radica, sin duda, en haber unido al serio estudio especu-
lativo de los dogmas una religiosa meditación de estos, basada en la Sagrada
Escritura, los Padres y la Liturgia, y orientada a la comprensión viva de la
existencia cristiana. La autoridad de Schmaus fue decisiva para contrarrestar
el intento de la Escuela de Innsbruck (Jungmann, Lakner, Lotz, Rahner) que,
en la década de los años 1930, pretendía superponer a la Teología científica o
escolástica otra, de carácter vital y catequético, con método y objeto propios,
que sería la Teología kerigmática. Schmaus defendió enérgicamente la unici-
dad de la Teología y el carácter de servicio a la vida del cristiano y de la Iglesia
que distingue a la auténtica teología científica.
El modo de elaborar la teología se sitúa en continuidad con la manua-
lística neoescolástica, pero se aprecian los inicios de un cambio de enfo-
que. Se emplea con mayor frecuencia la Sagrada Escritura y se incorporan
abundantemente testimonios de la tradición patrística y teológica. Es más
sensible a una perspectiva ecuménica y sigue un planteamiento histórico-
salvífico, es decir, presenta las verdades de la fe en el marco de la historia
de la salvación.
El tomo Los Novísimos es el séptimo de los ocho que componen la obra
completa. El libro está dividido en dos partes. Como una novedad en esos
años, presenta la escatología universal antes que la individual. La escatología
es plenitud de la cristología, porque la muerte y la resurrección humanas con-
tienen eficacia salvadora sólo en la medida en que participan en la muerte y
resurrección de Cristo.
Schmaus fue un gran sintetizador de la tradición teológica recibida como
veremos a continuación.

2.2. Reflexión teológica

2.2.1. Responsabilidad de los pecados ya perdonados

Dios impone por los pecados castigos que no siempre son expiados du-
rante el transcurso de la vida terrena. Dios perdona junto con el pecado mortal
la pena eterna, pero no todas las penas. Además no siempre perdona junto con
los pecados veniales las penas a ellos debidas. Para comprender la relación
entre pecado y pena hay que pensar en que el hombre se porta, cuando peca,

396 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

como si fuera señor de si mismo. Trata de sacudirse el dominio de Dios. No


honra a Dios de forma que lo constituya en Señor de su vida.
La entrega desordenada del bautizado a las cosas de este mundo significa
una medida especial de confusión y caos en el mundo. Pues al cristiano ha
sido infundido por el bautismo el germen de una vida nueva, distinta de las
formas de este mundo, a saber: de la vida gloriosa de Cristo, de forma que el
mundo no tiene para él significación última y definitiva. Cuando el bautizado
se comporta con el mundo como si fuera realidad última, cuando se aparta de
su relación con Dios y con Cristo, se sitúa a sí mismo en contradicción con su
propia comunidad con Cristo, fundada en el bautismo, y con la referencia del
mundo a Cristo.
El hombre, que se hace culpable por su pecado de este desorden en el
mundo, presiente el caos producido por él cuando las cosas de este mundo
se vuelven con enemistad contra él. Las tribulaciones y el padecimientos,
el sufrimiento y la muerte son la expresión del desorden causado por el au-
tónomo orgullo del hombre. En ellos siente el castigo que provoca todo
pecado. Nada sabemos de la medida de desorden que produce cada pecado.
Nos es desconocido, por tanto, en qué medida impide y daña la vida humana
el pecado.
Si el pecado tienen importancia para toda la historia humana y para el
cosmos, el apartarse de él implica estar dispuesto a reparar el desorden pro-
ducido por él en el mundo redimido por Cristo. Esta disposición pertenece
al arrepentimiento de los pecados porque Dios confió al hombre el orden del
mundo y el hombre es responsable de tal orden. El hombre puede reparar su
desordenada entrega y volver a ordenar a Cristo la entrega de su propio ser.
Puede hacerlo de dos modos: haciéndose responsable de las consecuencias
de su pecado y reparando los daños causados por él y cultivando la entrega a
Dios y la distancia al mundo por determinadas obras penitenciales. Como el
acercamiento a Dios significa acercamiento al fundamento de la existencia y al
poder ordenador del mundo, la conversión tiene fuerza ordenadora.

2.2.2. Purgatorio y extremaunción

Todas las reflexiones llevadas a cabo hasta ahora hacen congruente el he-
cho de una purificación después de la muerte, garantizado por la Revelación,
por no decir que lo hacen evidente. Muy pocos se librarán de esta purificación.
Entre las excepciones tal vez se pueda contar a quienes recibieron la extre-
maunción con una disposición incondicional para la muerte.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 397


F. Lorenzo Naya Sarsa

Hasta la Edad Moderna existía entre los teólogos la opinión de que la


extremaunción libraba al sujeto de todas las manchas del pecado. Esta muerte
aceptada en comunidad con Cristo y en plena entrega a Dios borra las dificul-
tades que impidan al hombre la inmediata entrada en el cielo. Sin embargo,
aunque podamos conceder una fuerza tan amplia a la extremaunción, sigue
siendo cierto que la mayoría de los hombres necesitan una purificación des-
pués de la muerte.

2.2.3. Esencia del purgatorio

Sobre su esencia hay muy poco revelado. Sobre su modo, duración, situa-
ción etc., por la Revelación no nos dice nada expresamente. La fe viva se con-
tenta con las escasas alusiones que ofrece la Revelación y no cae en la tentación
de suplir con palabrería humana el misterioso silencio del Espíritu Santo.

1. El lugar del purgatorio.


En primer lugar hay que decir que los hombres sometidos al proceso
de purificación están ligados al espacio, aunque no sometidos a las leyes
espacio-temporales de esta vida terrena, pero viven con alguna relación al
espacio.
Desconocemos totalmente el lugar en que las almas de los difuntos pasan
el proceso de purificación. En todo el universo no podemos indicar un sitio e
identificarlo con el purgatorio. Lo esencial no es el lugar sino el proceso.

2. Poena sensus y poena damni.


Mientras el hombre no sea purificado hasta sus raíces, es imperfecto y no
puede participar en la visión de Dios, a la que está esencialmente ordenado.
En el juicio se dará cuenta de su imperfección y verá la distancia que le separa
de Dios. La contradicción en que el hombre está frente a Dios tiene que ser
vivida con violencia y despierta conciencia. El insatisfecho anhelo de Verdad y
Amor quema al hombre como fuego. Lo devora el anhelo de Dios.
En la terminología teológica esa falta de visión de Dios se le llama pena
de daño (poena damni), de la que los teólogos distinguen la pena de sentido
(poena sensus), sentimientos expiatorios especiales a quienes están sometidos
al proceso de purificación. El tormento del purgatorio consistiría, de este
modo, en la experiencia y conciencia de la contradicción culpable con Dios,
con su santidad y verdad. El fuego sería, por tanto, el tormento del amor
insatisfecho.

398 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

3. Dolor y alegría.
Por muy doloroso que sea el proceso de purificación tiene, sin duda, su
alegría. Podríamos decir que si el tormento es mayor que todos los dolores de
esta vida también es mayor la alegría. Dolor y alegría se entretejen misterio-
samente. La razón de la alegría de quienes están en el purgatorio es su amor a
Dios y su alegría de salvarse. La opinión de que no están todavía seguros de su
salvación fue condenada por León X.
La terrible tensión en que el hombre espera la sentencia de Dios se ha
descargado. Quienes están en el purgatorio pueden ya cumplir perfectamente
el precepto del Señor de no tener angustia24. Viven ya bajo su absoluta protec-
ción pues hasta sus penas son ya fuente de alegría, porque sufren plenamente
entregados a la voluntad de Dios son incapaces de cometer pecados porque el
amor de Dios no se lo permite; con amor encendido, aunque todavía imper-
fecto, adoran el misterio de la santidad y justicia de Dios. El purgatorio no es
el infierno temporalmente sino la antesala del cielo.

4. El objeto de la purificación.
Las deficiencias de las que el hombre es purificado en el purgatorio
son tres: pecados veniales, inclinación al pecado y penas temporales por los
pecados.
Los teólogos modernos suponen que Dios perdona los pecados veniales
inmediatamente después de la muerte, en razón de un acto perfecto de amor,
y que, por tanto, en el purgatorio no ocurre más que el cumplimiento de las
penas temporales debidas por los pecados y la purificación de las inclinaciones
desordenadas. Sería solo un doloroso estado de espera, como un prisionero
arrepentido a la espera de su liberación.
Hay que decir que parece que no tiene suficientemente en cuenta que el
alma separada del cuerpo tiene un ser más pobre y débil que el de los ángeles.
Aunque después de separarse del cuerpo pueda penetrar su ser natural en cier-
ta medida, no puede penetrar por sus propias fuerzas en su relación con Dios
más que en la medida que Dios le conceda.
Conviene recordar que cuando la Escritura alude al proceso de purifi-
cación después de la muerte, habla del perdón de los pecados después de la
muerte y no sólo del cumplimiento de las penas.
Los testimonio de los Santos Padres y los teólogos medievales hablan
en el mismo sentido: no sólo se cumplen las penas, sino que se perdonan los
pecados. Santo Tomás enseña en su obra De malo que los pecados veniales son
perdonados en el purgatorio por un acto de amor. Defiende que en el purga-

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 399


F. Lorenzo Naya Sarsa

torio no hay culpa sin pena ni pena sin culpa. A ello hace referencia también
en el Comentario al Libro de las Sentencias.
Las oraciones que la Iglesia hace por los difuntos testifican de manera
especial que después de la muerte se perdonan los pecados veniales en el pur-
gatorio. Los testimonios litúrgicos podrían ser debilitados aduciendo que la
palabra peccatum significa pena debida al pecado; sin duda, implica también
la pena. Ello procede de una época en que no se distinguía entre pecado y
pena debida por él. Sin embargo significa también, y preferentemente, culpa
y pecado. Tal interpretación está tanto más justificada cuanto que la liturgia
distingue a veces expresamente pecado y pena debida por él.
La cuestión siguiente es si esos pecados veniales son perdonados en un
solo momento o poco a poco, en un lento proceso. Santo Tomás parece opi-
nar que son perdonados en un sólo momento, pero añade que la inclinación a
pecar es eliminada en un lento proceso purificador. San Buenaventura parece
opinar que la purificación del purgatorio es un proceso lento. Suponiendo que
le proceso de purificación sea lento, puede explicarse por la estructura gradual
de la persona humana.
La purificación como satisfacción. Aunque los castigos del purgatorio im-
puesto por Dios al hombre después de la muerte deben ser entendidos como
experiencia de la lejanía de Dios, no duran más que la plena transformación
del hombre. Su fin coincide con el fin del proceso de purificación. La relación
entre pecado y castigo debe entenderse en el sentido de que la purificación
progresiva del pecado es el cumplimiento progresivo del castigo y la unión
creciente a Dios. En este proceso no hay carácter de meritoriedad porque sólo
puede hacerlos en su vida terrena. A consecuencia de esta unión de las almas
con Dios por medio del amor se puede decir que ya no pueden satisfacer la
justicia de Dios, sino padecerla en la debida medida.
Acerca de su duración nada sabemos. La Revelación no aporta nada en
referencia a esta cuestión temporal y las revelaciones privadas han de ser to-
madas en cuenta con mucha cautela y precaución.
«Podemos ayudar eficazmente a los difuntos»25. Esta afirmación fue de-
clarada dogma de fe en los Concilio de Lyon, Florencia y Trento. Está testi-
ficada en el segundo libro de los Macabeos, del que ya hemos hablado, y en
numerosos textos de los Padres. La posibilidad de ayudar a los difuntos que se
encuentran en el purgatorio es fruto de la communio sanctorum. Todos los uni-
dos a Cristo están íntimamente unidos entre sí. Por eso toda la comunidad es
afectada por las obras de cada uno. En la acción del individuo está misteriosa-
mente actuando la comunidad. Esto no significa que cada uno pueda disponer

400 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

de la salvación o condenación de los demás, sino que todos dependen entre


sí, y son portadores de la salvación unos para otros de modo parecido a como
los miembros de un organismo son solidarios entre sí. También las almas que
sufren el proceso de purificación son alcanzadas por el amor de sus hermanos
y hermanas de la tierra.
La muerte no destruye la comunidad fundada por Cristo, sino que la
perfecciona. No puede hacer más que destruir la proximidad corporal pero la
unión con Cristo no depende de la cercanía espacial y subsiste después de la
muerte. Logra su intensidad debido a que el Espíritu Santo actúa como pode-
roso vínculo de amor entre los cristianos. En Él están unidos los que peregri-
nan y los que descansan en Cristo. El amor con que los que viven en Cristo
abrazan a los difuntos obra ante Dios como una súplica por los muertos. En
ese amor pueden ayudar a los difuntos a modo de sufragio. Puede surgir la
cuestión de si la unión y comunión entre vivos y muertos puede realizarse
también en ayuda que los muertos del purgatorio presten a los vivos. Las opi-
niones de los teólogos medievales eran muy diversas pero en nuestro tiempo
se ha ido imponiendo la opinión de que las almas del purgatorio pueden ayu-
dar con sus oraciones a los vivos y especialmente a los que estuvieron unidos a
ellos durante esta vida26.

3. Hans Urs Von Balthasar27

3.1. Introducción

Hans Urs von Balthasar nació en Lucerna (Suiza) en 1905. Realizó estu-
dios de música, filología germánica y filosofía en Viena, Berlín y Zurich. En
1929 entró en la Compañía de Jesús. En su formación teológica son decisivas
las relaciones con Erich Przywara y Karl Barth, pero sobre todo destacan dos
encuentros en particular: con Henri de Lubac, su maestro en teología, y con
Adrienne von Speyr, junto a la que comenzó una experiencia de vida religiosa
centrada en una visión trinitaria de la vida cristiana y en una presencia activa
en el mundo. Al mismo tiempo funda y dirige la editorial Johannes Verlag,
que se propone publicar los escritos de los Padres de la Iglesia y de algunos
teólogos que situaron como centro de su reflexión a Cristo.
Su pensamiento teológico está dominado por la idea de que sólo el amor
es creíble. Sobre este fundamento von Balthasar construyó su vasta obra teoló-
gica cuya forma más acabada se encuentra en la trilogía Gloria, Teodramática

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 401


F. Lorenzo Naya Sarsa

y Teológica. En reconocimiento a su persona como punto de referencia para


toda la teología católica, fue nombrado cardenal por el papa Juan Pablo II
pocos días antes de su muerte, acaecida el 26 de junio de 1988.
La postura vital, existencial, que Balthasar ha querido mantener en su
teología, es en primer lugar, como Palabra de Dios, Palabra pronunciada por
Dios. Por lo tanto, en primer lugar, una Palabra de Dios, una Palabra pro-
nunciada por Dios, que no anula sino que, por el contrario, suscita y provoca
nuestra respuesta. Y de esa teología de Dios podemos pasar a la teología sobre
Dios, que es siempre un momento segundo, un momento de respuesta. La
única actitud propia para acercarse a la revelación es, para Balthasar, la ora-
ción. Por eso, el método teológico tendrá que ser un método científico, sí,
porque la teología es ciencia; pero un método científico que se mueva entre
dos actitudes fundamentales: la actitud de adoración y la actitud de obedien-
cia. De ahí la famosa frase de Balthasar, posiblemente una de las más famosas
de su teología, en la que aboga por una «teología arrodillada» frente a lo que
él llama una «teología de pupitre», o una «teología sentada».
Balthasar contempla la figura de Cristo como el teólogo por excelencia;
Cristo es el exegeta de Dios, aquel que es en sí mismo la Palabra de Dios, la
Palabra sobre Dios. Por eso, la figura de Cristo, el teólogo, y la teología, de
alguna manera, coinciden. Para Balthasar, teología y santidad son dos concep-
tos inseparables. La teología consiste, para nuestro autor, en mantener firme
la unidad entre la reflexión teológica, la reflexión personal y el estilo de vida;
mantener la unidad entre el saber y la verdad.

3.2. Situación

En la teología de nuestro tiempo la escatología es el «rincón de donde


salen nuestras tormentas». La radicalización de la teología liberal, llevada a
cabo por obra de Wette, Weis, Schweitzer y Wenner, se realizó bajo el signo
de la «parusía aplazada», y por ello, desde la escatología. El contramovimiento
de Karl Barth y los suyos ha sido una escatologización programática de toda la
teología. Y, aunque Barth, desde que escribió la Dogmática de la Iglesia, ha ab-
jurado del escatologismo unilateral, siempre será cierto que su reconstrucción
de toda la teología protestante, se ha llevado desde la escatología. La tercera
oleada de fondo sobrevenida en el pensamiento teológico, que trajo, con Bul-
tmann, la desmitologización y la existencialización de la teología, partió una
vez más del ángulo escatológico, tanto negativamente como positivamente.

402 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

Las postrimerías son el lugar en el que se pone de manifiesto sobre todo el


carácter aporético de la teología.
La producción escrita puede dividirse en varios apartados, aunque los
terrenos se interfieran mutuamente.
1. Ciertos tratados que se presentan como si en los últimos cincuenta
años no hubiese pasado nada esencial, o como si todo pudiera incor-
porarse sin más, con unas cuantas notas adicionales, a los viejos mar-
cos de los tratados medievales y contrarreformistas.
2. Una extensa literatura de alta «vulgarización». En ella la mayoría de
los autores tratan de dar de forma ensayística una breve síntesis del
conjunto de los problemas de la escatología o de alguna parte impor-
tante de la misma, para contribuir así a un cambio que se ha hecho ne-
cesario, y al mejoramiento de la arquitectura general de la escatología.
3. La labor decisiva se está llevando a cabo en las investigaciones par-
ticulares, que en todos los campos de la escatología plantean nuevas
cuestiones, enseñan a ver las viejas de un modo nuevo y enseñan a ver
bajo una luz más pura lo que dicen la Escritura y la Tradición.
No hace falta indicar, que las controversias que se están llevando a cabo
no tratan de minar o poner en duda lo que la Iglesia afirma dogmáticamente.
Por ejemplo: la universalidad de la muerte, el castigo del pecado, la muerte
como término de todo merecimiento, el juicio particular, la entrada inmedia-
ta del alma en la eterna visión beatífica de Dios después de expiar las penas
temporales del pecado o los pecados veniales en el purgatorio, el estado de
eterna perdición en el infierno, la Parusía del Señor al final de los tiempos o la
resurrección corporal de todos los hombres para el juicio final.

3.3. Reducción

Extraer de las imágenes del mundo antiguo la verdad cristiana revelada


es empresa tan audaz como absolutamente necesaria. Para iniciar esta labor la
teología no ha tenido que esperar a Bultmann. Las postrimerías del hombre,
de su historia y del cosmos en su totalidad hubieron de entrar en una dimen-
sión completamente nueva, que por de pronto solo podía ser una dimensión
perteneciente estrictamente a la revelación y a la fe.
Esto tuvo unas consecuencias. Las llamadas postrimerías, al perder su
carácter intuitivo, ganaron actualidad, se convirtieron en los «acontecimien-
tos últimos» que afecta al ser y a la historia del hombre. El cosmos es puesto

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 403


F. Lorenzo Naya Sarsa

en relación con el obrar de Dios. No olvidemos que en los grandes teólogos,


como en la Escritura misma, todo lo cosmológico fue desde siempre puro
acompañamiento del tema principal. Dios es la postrimería de la criatura. Lo
es como cielo ganado, como infierno perdido, como juez que juzga, como pur-
gatorio purificador. Es el modo en el que Dios se dirige al mundo, en su Hijo
Jesucristo, que es la revelación de Dios, y, por consiguiente, el resumen de
las postrimerías. La escatología es así en su totalidad la doctrina de la verdad
redentora. Algo sencillamente central.
Así se entiende por qué el actual pensamiento escatológico posee un ca-
rácter antiplatónico que llega a menudo hasta el resentimiento. La solución
filosófica del problema escatológico de cómo el hombre y el mundo, a pesar de
la muerte, pueden ser eternos, fue, en su punto más alto, la división socrático-
platónica del hombre en una parte mortal, el cuerpo, y otra inmortal, el alma.
La enorme dificultad teorética que supone que el pensamiento redentor exija
asegurar la salvación del hombre entero en Dios la hacen pesar sobre los sal-
mistas y los profetas; y la exigencia no intuitiva de salvarse en Dios ha de des-
envolverse en la expectación neotestamentaria de la resurrección del hombre
y del mundo.
La muerte del creyente, y por ella, la muerte del hombre en cuanto tal es
la incorporación del alma difunta a este cuerpo celestial, a esta casa celestial de
la humanidad resucitada en Cristo. La resurrección de Jesús, y con ella, la es-
catología, penetra más decididamente hasta ordenar toda la dogmática en este
centro y hace surgir de él la Iglesia, los sacramentos, la Eucaristía, así como la
justificación y la vida cristiana.
Antes de la muerte en cruz y del descenso al sheol del Señor no existía en
el más allá ninguna entrada al cielo. Las tinieblas en las que ha de sumergirse
la humanidad pecadora se ponen al descubierto en el momento en que, en el
descenso de Cristo al estado de perdición (no se dice lugar sino estado) esas
tinieblas se abren para ser iluminadas por la luz de la redención. Con ello
está dicho que el purgatorio no podía existir en la Antigua Alianza. En este
aspecto es verdadera la doctrina de Santo Tomás de que el fuego del infierno
y el del purgatorio son el mismo fuego, si bien, por otro lado, es precisamente
esta parte de la teología medieval la que necesita ser reelaborada de un modo
particular.
Poco avanzaríamos si considerásemos únicamente al purgatorio como un
estado, si no nos decidiéramos a trasladar la realidad purificadora de este esta-
do al encuentro del pecador con el Kyrios que aparece para juzgarlo. Joachim
Gnilka dice, como la mayoría de los exegetas modernos, que el «fuego proba-

404 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

dor» del «día del Señor» se refiere al Señor que vuelve para el juicio final. Es
una imagen de la majestad de Dios. Por otra parte no podemos decir que hay
dos días de juicio y dos juicios, sino sólo uno. Por eso tenemos que ver el juicio
particular que viene después de la muerte, en relación dinámica con el juicio
final. Si se llega a comprender el purgatorio como una dimensión del juicio en
cuanto este es el encuentro del pecador con el «rostro de llamas» y los «pies
de fuego» de Cristo28, se habría ganado mucho en el diálogo ecuménico. Si se
mantiene este tema del encuentro, entonces el juicio se explica en su sentido
bíblico como una confrontación cara a cara con el Juez Redentor. La indisolu-
ble unión que se da entre el juicio y la redención es la garantía de rectitud de
la exigencia que el Nuevo Testamento impone a los cristianos de aguardar el
juicio con temor y esperanza.
En el momento en el que los teólogos opinan que es deber suyo disponer
de una certeza de fe sobre el resultado del juicio, quedan decididas de ante-
mano una serie de cosas que forzosamente influyen aún en los tratados más
lejanos. Las consecuencias que aquí se derivan se alejan de las afirmaciones
bíblicas acerca de la salvación; con ello ponen de manifiesto su carácter de
conclusiones teológicas problemáticas. El disponer del resultado del juicio tie-
ne por lo menos tres consecuencias:
1. Hay que cargar con la doctrina de la doble predestinación, que ente-
nebrece la fe cristiana.
2. Desde el momento en el que Cristo no es ya el eschaton, sino que dis-
ponemos de los resultados del juicio como de objetos de ciencia, la
fe toma el carácter de un acto intelectual que abarca las verdades de
salvación como las de perdición.
3. Se pone fin a una línea de textos escriturarios que ponen la redención
de todos los hombres en el dominio de lo esperable (pero nunca de lo
cognoscible).
La escatología que deja abierto el resultado del juicio, que se detiene en la
persona del Juez Redentor y renuncia a todo sistema definitivo, dando cabida
a la experiencia cristiana, es desde siempre un rasgo peculiar de la escatología
de los hombres espirituales y místicos, en los cuales las experiencias de la «no-
che» y del «infierno» han tenido siempre un carácter soteriológico.
Los eschata han de entenderse de un modo totalmente cristológico, y esto
quiere decir, si se piensa a fondo, de un modo trinitario. Así es como ha de
entenderse el juicio, el purgatorio, el infierno y el sheol. La escatología ya no
contendrá residuos de una filosofía infracristiana, y su objeto se convertirá en
una parte integrante de la obediencia personal de fe a Jesucristo.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 405


F. Lorenzo Naya Sarsa

3.4. Expansión

La estructura cristológica de la escatología tiene unas consecuencias en


todos los campos de la escatología y hasta en la interpretación filosófica del
hombre y del mundo. La estructuración de la escatología solo puede llevarse
a cabo hoy desde una estrecha conexión con la teología en general y con una
manera actual de entender al hombre y al mundo. La Iglesia lo hace acer-
cándose a la Escritura con una mirada nueva. En lugar de desmitologizar la
Escritura interpreta la Palabra de Dios tal como se nos presenta y se nos mani-
fiesta. La explicación de cómo los eschata están presentes en los demás tratados
teológicos es algo que se encuentra todavía en los comienzos.

3.5. Purificación

Si no consideramos las cuestiones últimas como lugares, tiempos y es-


tados aislados en el más allá, como sugería la antigua cosmología, sino como
el encuentro con el Dios vivo, entonces nos resultará difícil contemplar este
encuentro desde otro punto de vista, necesariamente, como la purificación, el
acrisolamiento, el acendramiento que obviamente necesita de lo temporal, si
ha de pasar al seno purísimo de la vida eterna.
La purificación del hombre acontece al verse obligado a soportar el fuego
abrasador el Dios que lo juzga, su palabra de fuego, la llama de su mirada, has-
ta quedar abrasada la última negación, la resistencia más oculta que se pueda
poseer. La llama purificadora es el aspecto existencial del juicio. El poder pu-
rificador del amor divino no empieza en la muerte y en el juicio, sino que está
activo para todo el que quiere exponerse a ese poder amoroso. Cuanto más lo
hace, menos necesita temer la llama que lo pondrá a prueba, según la palabra
de san Pablo, y a través de la cual pasará toda la obra de su vida. De la misma
forma que el amor divino toma en serio al hombre cuando deja a éste pasar de
la dispersión en el tiempo al recogimiento eterno, del apartamiento al regreso,
de la cerrazón, en adicción al yo y al mundo, a la apertura amorosa, así también
toma en serio a cada uno en su singularidad.
De ahí que la vida eterna no es para nosotros aquí abajo algo extraño,
sino que es perfectamente posible vivir la temporalidad de tal forma que bus-
quemos las cosas de arriba, que nos nutramos ya realmente de las fuentes de la
vida eterna y lleguemos más allá, a ser nosotros mismos fuentes y repartidores
de lo eterno en el tiempo. Si lo hacemos así, el amor nos purifica y al morir

406 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

entramos en un reino que ya conocíamos desde siempre; entonces los ojos de


fuego nos encuentran tal y como siempre habíamos esperado y deseado, y al
mirarlos no sentimos dolor, a nos ser ese dulce dolor que acompaña a toda
admiración amorosa. Un amor perfecto expulsa el temor.
También podemos encontrar el otro extremo, que la purificación nos pa-
rezca una empresa imposible, por lo difícil, penoso y lento que es para nosotros
el entrenamiento en la vida eterna, en la mentalidad divina. Aunque hayamos
tenido tiempo durante todo la vida para aprender el amor, al final aparecemos
ante Dios como analfabetos. Es en este momento, en el que podría caer nues-
tro ánimo en el más profundo de los pesimismos cuando el autor nos exhorta
a mirarnos y comenzar con el amor hoy mismo. Nada produce más consuelo
ni da más esperanza que exponerse a su fuego, a su amor. En este mundo, para
todas las cosas es alguna vez demasiado tarde, pero nunca para amar.

4. Reginald Garrigou-Lagrange29

4.1. Biografía e introducción

El dominico Reginald Garrigou-Lagrange nace en Auch, Francia el 21


de febrero de 1877. Después de estudiar Humanidades en Roche-sur-Yon,
Vendée, Nantes y Tarbes, eligió la carrera de Medicina. Mientras la cursa en
Burdeos en 1897, lee L’Homme, de E. Hello; le provoca la decisión funda-
mental de su vida: abraza la vida religiosa. Novicio dominico en Amiens, se
forja su espíritu en las virtudes y en el estudio. A. Gardeil descubre pronto
sus valores, y lo orienta al trato familiar y apasionado con santo Tomás y los
grandes comentaristas; para perfeccionar su formación intelectual, lo envía a
la Sorbona. Allí reina el modernismo y Garrigou-Lagrange, que no lo soporta,
obtiene licencia para abandonar París.
Viaja a Viena, frecuenta algunos meses la Universidad de Friburgo y en
1905 entra a formar parte del equipo de profesores de Le Saulchoir. En 1909,
al abrirse el Angelicum, Ateneo Pontificio, hoy Universidad Pontificia de San-
to Tomás de Aquino, compartió con Jesús G. Arintero la cátedra de Teología
Fundamental, explicando el tratado De revelatione. Pasó más tarde a la cátedra
de Teología Dogmática, dio cursos sobre la Metafísica de Aristóteles, y, sobre
todo, escribió libros. Consagró 50 años a clases y publicaciones, alternando los
trabajos profesorales con el servicio a la Santa Sede en calidad de teólogo esti-
madísimo y con el ministerio pastoral, que amaba entrañablemente. Se jubiló
en 1960, y murió el 15 de febrero de 1964 en Roma.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 407


F. Lorenzo Naya Sarsa

Como profesor y escritor de Teología dogmática, Garrigou-Lagrange si-


gue la Summa Theologiae, que es «su» libro; seis tomos de comentarios, de cor-
te clásico, apoyándose también en Cayetano y Juan de Santo Tomás; una serie
innumerable de artículos y algunas «obras mayores» son índice de su fidelidad
al neotomismo, al mismo tiempo que revelan las cualidades peculiares del au-
tor: defensa y exposición de la doctrina del «Doctor Común», descubrimiento
y flagelación del inmanentismo modernista.
Para Garrigou-Lagrange, el modernismo es un enemigo que no muere.
Basta recordar su sonoro grito de alarma en 1946: La nouvelle théologie, oú va-t-
elle?30. La encíclica Humani generis, de Pío XII, ratificó muchas de las tesis por
las que Garrigou-Lagrange había luchado en sus clases y en sus libros. Garri-
gou-Lagrange dedicó su vida entera a lo que él llamaba las «tres sabidurías»
o ciencias de las cosas por su causa suprema: la Metafísica, la Teología y la
Mística. Poco a poco, en escala armónica y ascendente, se va inclinando por la
última. Su figura descuella entre los pensadores católicos de la primera mitad
del s. XX; irradió poderosamente su doctrina, a través de la cátedra y los libros.
La obra de Garrigou-Lagrange La vida eterna y la profundidad del alma, es
una de las obras preconciliares que ha servido de valorado referente en lo rela-
cionado con las realidades últimas y que también ha sido motivo de discusión
por parte de importantes y afamados teólogos. El autor divide la obra en seis
capítulos: la profundidad del alma y la vida presente, la muerte y el juicio, el
infierno como la vida eterna perdida para siempre, el purgatorio como la vida
eterna ardientemente anhelada y el cielo. Como podemos comprobar el esque-
ma que utiliza Garrigou-Lagrange es bastante clásico en cuanto a su distribu-
ción. Después de presentar la doctrina magisterial y antes de la fundamentación
bíblica haba del error protestante. La doctrina del purgatorio fue negada por los
albigenses, por los valdenses, por los husitas y por los protestantes.
Lutero empezó, en 1517, negando el valor de las indulgencias, atacando
su valor ante Dios, para la remisión de la pena debida por nuestros pecados31. A
continuación sostuvo que el purgatorio no puede probarse con la Sagrada Escri-
tura, que no todas las almas del purgatorio están seguras de su salvación, que no
es posible establecer que son capaces de merecer, y admite también que pecan
intentando evitar el sufrimiento para hallar el descanso. Más tarde apareció en
los escritos de Lutero la raíz doctrinal de todas las negaciones: la justificación por
la sola fe o confianza en los méritos de Cristo y la inutilidad de las buenas obras
para expiar nuestros pecados y, por consiguiente, la inutilidad del purgatorio.
En 1530 negó la necesidad de satisfacer por nuestros pecados ya que se-
ría una injuria a Cristo que ha satisfecho con abundancia por todas nuestras

408 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

culpas. Por la misma razón negó que la Misa sea un verdadero sacrificio, sobre
todo un sacrificio propiciatorio. Los protestantes de hoy se separan de sus pri-
meros maestros en este tema. Muchos de ellos admiten un estado intermedio
entre el cielo y el infierno, pero no quieren llamarlo purgatorio, y dicen que
las llamas que están en él pueden aún merecer y satisfacer. Algunos admiten
que las penas del infierno no son eternas.
Los teólogos católicos que escribieron contra el error protestante fueron
principalmente Cayetano, Silvestre de Prierias, San Juan Fisher, San Juan Eck,
San Roberto Belarmino. La Iglesia condenó solemnemente este error en el
Concilio de Trento.32

4.2. Razones de conveniencia de la existencia del purgatorio

Hay ante todo una razón de conveniencia, accesible incluso a los incré-
dulos. El orden moral de la justicia, cuando es violado exige una reparación. Si
esta reparación debida no se hace antes de la muerte, debe ser hecha o sufrida
después de esta vida. El argumento se ve confirmado por las tradiciones reli-
giosas de muchos pueblos, egipcios, persas, babilonios, que hablan de diversas
sanciones después de la muerte y antes de la felicidad celestial.
Hay otras razones de conveniencia que son validas, sobre todo, para los
creyentes. La doctrina del purgatorio está, en efecto, llena de cordura y de
afecto. Nos ofrece una idea elevada de la santidad y de la majestad de Dios:
nada manchado puede comparecer ante él. Fortalece nuestro sentido de justi-
cia, manifiesta el desorden con frecuencia inadvertido de las culpas veniales y
también que la fe en el purgatorio comienza ya a purificarnos mientras somos
aún peregrinos en este tierra. Nos permite también entrever un aspecto espe-
cial de la comunicación de los santos entre la Iglesia militante y la purgante.
La fuerza de estas razones de conveniencia se revelará después más claramente
al exponer las razones teológicas que se verán iluminadas por la luz de la divina
Revelación.

4.3. Razones teológicas de la existencia del purgatorio

El dogma definido del purgatorio no tiene solamente su fundamento en


la Escritura y en la Tradición; puede también deducirse con certeza de verda-
des reveladas más universales, en las que se halla implícitamente contenido.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 409


F. Lorenzo Naya Sarsa

Santo Tomás expone estas razones teológicas en su Comentario a las


Sentencias. En el artículo I, al afirmar la existencia del purgatorio y citar la
apoyatura bíblica del segundo libro de los Macabeos, capítulo 12, versículo
45 y un texto de San Gregorio de Nisa, expone la razón teológica, que es
la siguiente: Según la divina justicia, es necesario que aquel que muere con
contrición de sus pecados sin haber sufrido aun la pena temporal que estos
merecen, la sufra en otro mundo. Ahora bien, cuando llega la muerte, a
pesar de la contrición que cancela el pecado mortal y remite la pena eterna,
sucede que subsista una pena temporal a sufrir aún, al menos en parte, o su-
cede también que subsistan en el alma pecados veniales. Es preciso, pues, de
acuerdo con la justicia divina, que el alma de estos difuntos sufra una pena
temporal en la otra vida.
Esta razón teológica es demostrativa y echa por tierra el fundamento de
la negación protestante que impugna la existencia del purgatorio. Es indicada
por el Concilio de Trento33. También se basa en lo que afirma la Sagrada Es-
critura a propósito de la penitencia. Ya en el Antiguo Testamento se lee que,
aun después del perdón de la culpa, falta sufrir a menudo, una pena temporal.
El libro de la Sabiduría34 dice que Dios sacó a Adán de su pecado, y, sin embar-
go, tuvo que continuar cultivando la tierra con el sudor de su frente35. Moisés,
en castigo de una culpa ya perdonada, no entró en la tierra prometida36. Aún
después de haberse arrepentido David de su adulterio y de haber recibido el
perdón, fue castigado con la muerte del hijo37. Jesús y los Apóstoles predicaron
la necesidad de penitencia y las buenas obras satisfactorias para la expiación de
los pecados remitidos38.
Los protestantes objetaron diciendo que Cristo ya había satisfecho to-
das nuestras culpas a lo que la Tradición responde que los méritos de Cristo
son siempre suficientes pero es, no obstante, necesario que nos sean aplica-
dos para que resulten eficaces y nos son aplicados en el bautismo y, después
de una recaída, en el sacramento de la penitencia, del que forma parte la
satisfacción. El negar la necesidad de satisfacción en este mundo nos lleva a
negar la negación de la vida reparadora e incluso a la negación de la necesi-
dad de obras buenas, como si la fe sin obras fuese suficiente para la justifica-
ción y para la salvación.
Podemos encontrar otras razones teológicas. Hay pecados veniales que
subsisten en el alma y deben ser purificados después de esta vida terrena. Tam-
bién hay restos de pecados remitidos. Disposiciones desordenadas provocados
por actos precedentes y que se denominan reliquias del pecado.

410 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

4.4. Naturaleza de la pena principal del purgatorio

Según la doctrina común la pena del purgatorio es el aplazamiento de la


visión beatífica que gozan los santos del cielo. El autor presenta una diferencia
notable de la situación que se daba en el limbo antes de la muerte del Señor
Jesús. Para los justos este aplazamiento no representaba pena o castigo respec-
to a sus personas sino en cuanto a la naturaleza humana que aún no había sido
regenerada en Cristo.
El testimonio de la Tradición afirma que las penas del alma del purga-
torio son muy dolorosas. La razón teológica propuesta por Santo Tomás nos
muestra que la pena temporal supone un intenso deseo. Un deseo no obsta-
culizado por el peso del cuerpo, sino por los deseos y ocupaciones de esta vida
terrena. Tiende a Dios con un deseo intensísimo. Desde que el alma justa está
separada del cuerpo debería ver a Dios si las culpas no expiadas no constitu-
yesen un obstáculo, por lo que experimenta un hambre insaciable de Dios.
Experimentan un deseo intenso de Dios mucho mayor que el deseo natural de
ver a Dios que se da en la vida presente. Este deseo del que se habla es un de-
seo sobrenatural que procede de la esperanza y de la caridad infusas. Un deseo
que será satisfecho, pero más tarde, y en esta espera no habrá ni distracción,
ni ocupación.
Al hilo de esto se ha dicho, en no pocas ocasiones, que en las almas del
purgatorio hay como un flujo y un reflujo; son atraídas con fuerza por Dios
pero son retenidas al mismo tiempo por los pecados que tienen que expiar. De
ahí que el amor a Dios no disminuye su pena sino que la aumenta. Este amor
ya no es meritorio, porque el tiempo para que lo fuere ya ha pasado. Estas
almas pertenecen a la Iglesia paciente.

4.5. El estado de las almas del purgatorio

No teniendo ya el cuerpo, estas almas no poseen las operaciones de la


vida sensitiva. Como efecto del juicio particular, las almas del purgatorio están
seguras de su salvación y su esperanza tiene una certeza del llegar a su término.
El alma conoce por experiencia que no está en el cielo ni en el infierno sino en
un lugar pasajero de purificación donde, sin verlo, le ama sobre todas las cosas.
Estas almas están confirmadas en gracia, consecuencia del juicio particu-
lar. Los teólogos lo enseñan recordando que la Iglesia ha condenado esta pro-
posición de Lutero que decía que las almas del purgatorio pecan constante-

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 411


F. Lorenzo Naya Sarsa

mente tratando de evitar las penas para encontrar descanso.39 ¿Cómo pueden
estar confirmadas en gracia antes de la visión beatífica? Los tomistas proponen
una razón intrínseca diciendo que estas almas juzgan de modo inmutable so-
bre su fin último como nosotros juzgamos los primeros principios, y ellas se
adhieren a él inmutablemente. Están fijas en el bien.
En este apartado el autor introduce el testimonio de Santa Catalina de
Génova recogido en su obra Tratado sobre el purgatorio40, de mucha estima por
parte de los teólogos en el que hayan un precioso complemento de lo que la
ciencia teológica puede decir. En esta obra, que vamos a tratar brevemente, no
sólo se describe el aspecto negativo del purgatorio sino, sobre todo, el aspecto
positivo del que la santa tenía experiencia.
Según el Tratado, al final de la vida terrena, el alma queda para siempre
confirmada en el bien o en el mal que ella ha elegido. Las almas del purgatorio
están, por tanto, confirmadas en gracia (cap. IV). No pueden cometer pecado
ni conseguir méritos (cap. I).
El infierno y el purgatorio manifiestan la sabiduría de Dios. En el momen-
to en que el alma se separa del cuerpo va cada una al lugar que les es asignado
(cap. VIII). Los réprobos son castigados menos de lo que se merecen (cap. V).
Santa Catalina ve sin puertas el cielo. Pero es tan pura la divina esencia
de Dios que el alma no puede dejar de purificarse antes (cap. IX). Dios encien-
de en las almas del purgatorio el deseo de verle. Es tan fuerte este deseo que
resulta insoportable encontrar un obstáculo entre Dios y ellas (cap. III). El
alma ve que Dios no cesa de atraerla a su completa perfección. Ella misma ve
también que está enredada por las reliquias del pecado y no puede seguir esa
atracción (cap. XI). La pena más grande de estas almas es tener aún residuos
de pecado que purificar (cap. X). Su deseo de Dios es tan ardiente y tan pode-
rosamente reprimido que esto constituye un tormento (cap. XIII).
Santa Catalina ve los rayos del fuego que purifican el alma, como el oro
en el crisol (cap. XII). Si pudiesen aún merecer bastaría un solo acto de contri-
ción para saldar toda la deuda por la intensidad de ese acto (cap. XV).
Las almas del purgatorio son iluminadas acerca de la necesidad de puri-
ficación (cap. XVII). Estas almas sufren sus penas tan voluntariamente que no
querrían el menor alivio (cap. XVIII). Durante todo el tiempo de purificación
comprenden que, si se acercasen Dios por la visión beatífica, no estarían en
su lugar y experimentarían un dolor más vivo que siguiendo en el purgatorio
(cap. XVI).
Así, pues, las almas del purgatorio se conforman con la voluntad de Dios
(cap. VI). Son tan profundamente atraídas que ninguna comparación puede

412 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

hacerlo entender (cap. VII). La paz de que gozan solo es superada por la de los
santos del cielo; y esta paz aumenta a causa de la influencia de Dios (cap. II). El
amor divino les confiere una paz inefable. Tienen, paradójicamente, una gran
alegría y una gran pena (cap. XIV).
Santa Catalina concluye confesando que estas penas que sufren las al-
mas del purgatorio las lleva experimentando en si misma durante dos años
(cap. XIX).

4.6. La comunión de los santos

Dios acepta todos los actos sobrenaturales que se elevan hacia Él, acepta
el sufrimiento de estas almas que no pueden ya hacer nada por sí mismas.
También nos recompensa por nuestra caridad; así vemos, cada vez mejor, el
valor de la vida presente, el vacío de las cosas terrenas, la gravedad del pecado,
la necesidad de la reparación, el valor de la cruz y de la Misa.
Dios se complace en recompensar nuestros más pequeños servicios. Ade-
más las almas del purgatorio, beneficiadas por nosotros, tras su liberación, no
dejarán por gratitud de ayudarnos; es más, antes de su liberación ruegan por
sus bienhechores. Sienten, efectivamente, la caridad y toman como un deber
especial el rogar por aquellos de sus familiares que quedaron sobre la tierra.

5. Joseph Ratzinger

5.1. Biografía 41

Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI, nació en Marktl am Inn, diócesis


de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927 (Sábado Santo), y fue bautizado
ese mismo día. Pasó su infancia y su adolescencia en Traunstein, una pequeña
localidad cerca de la frontera con Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo.
En ese marco, que él mismo ha definido «mozartiano», recibió su formación
cristiana, humana y cultural.
De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela superior de filo-
sofía y teología de Freising y en la universidad de Munich, en Baviera. Recibió
la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951 y, un año después, inició su
actividad como profesor en la Escuela superior de Freising. En el año 1953 se
doctoró en teología con la tesis: «Pueblo y casa de Dios en la doctrina de la

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 413


F. Lorenzo Naya Sarsa

Iglesia en san Agustín». Cuatro años más tarde, bajo la dirección del conocido
profesor de teología fundamental Gottlieb Söhngen, obtuvo la habilitación
para la enseñanza con una disertación sobre La teología de la historia de san
Buenaventura.
Tras ejercer como profesor de Teología Dogmática y Fundamental en la
Escuela Superior de Filosofía y Teología de Freising, prosiguió su actividad
docente en Bona, de 1959 a 1963; en Munich, de 1963 a 1966; y en Tubinga,
de 1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático de dogmática e histo-
ria del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó también el cargo
de vicerrector de la Universidad. De 1962 a 1965 hizo notables aportaciones
al Concilio Vaticano II como «experto»; asistió como teólogo consultor del
cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia. Su intensa actividad científica
lo llevó a desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episco-
pal Alemana y de la Comisión Teológica Internacional. En 1972, juntamente
con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros grandes teólogos, fundó
la revista de teología Communio.
El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Mu-
nich y Freising. El 28 de mayo recibió la Ordenación episcopal. Pablo VI lo
creó cardenal, con el título presbiteral de Nuestra Señora de la Consolación en
el Tiburtino, en el consistorio del 27 de junio del mismo año. Juan Pablo II lo
nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y Presidente
de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional,
el 25 de noviembre de 1981. El 15 de febrero de 1982 renunció al gobierno
pastoral de la archidiócesis de Munich y Freising. El 5 de abril de 1993, lo
elevó al Orden de los Obispos, asignándole la sede suburbicaria de Velletri-
Segni.
Fue Presidente de la Comisión para la preparación del Catecismo de la
Iglesia católica que, después de seis años de trabajo (1986-1992), presentó al
Papa el nuevo Catecismo. Juan Pablo II, el 6 de noviembre de 1998, aprobó
la elección del cardenal Ratzinger como Vicedecano del Colegio cardenalicio,
realizada por los Cardenales del Orden de los Obispos. Y el 30 de noviembre
de 2002, aprobó su elección como Decano; con dicho cargo le fue asignada,
además, la sede suburbicaria de Ostia. Desde el 13 de noviembre de 2000 fue
Académico honorario de la Academia Pontificia de las Ciencias.
En la Curia romana, fue miembro del Consejo de la Secretaria de Estado
para las Relaciones con los Estados; de las Congregaciones para las Iglesias
Orientales, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para los
Obispos, para la Evangelización de los Pueblos, para la Educación Católi-

414 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

ca, para el Clero y para las Causas de los Santos; de los Consejos pontificios
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y para la Cultura; del Tri-
bunal Supremo de la Signatura Apostólica; y de las Comisiones pontificias
para América Latina, Ecclesia Dei, para la Interpretación auténtica del Código
de Derecho Canónico y para la Revisión del Código de Derecho Canónico
Oriental.
Entre sus numerosas publicaciones ocupa un lugar destacado el libro In-
troducción al Cristianismo, recopilación de lecciones universitarias publicadas en
1968 sobre la profesión de fe apostólica; Palabra en la Iglesia (1973), antología
de ensayos, predicaciones y reflexiones dedicadas a la pastoral. Sus publicacio-
nes fueron abundantes a lo largo de los años, constituyendo un punto de refe-
rencia para muchas personas, especialmente para los que querían profundizar
en el estudio de la teología. En 1985 publicó el libro-entrevista Informe sobre la
fe y, en 1996, La sal de la tierra. Asimismo, con ocasión de su 70° cumpleaños,
se publicó el libro: En la escuela de la verdad, en el que varios autores ilustran
diversos aspectos de su personalidad y de su obra.
Ha recibido numerosos doctorados «honoris causa»: por el College of St.
Thomas in St. Paul (Minnesota, Estados Unidos), en 1984; por la Universidad
católica de Eichstätt (Alemania) en 1985; por la Universidad católica de Lima
(Perú), en 1986; por la Universidad católica de Lublin (Polonia), en 1988; por
la Universidad de Navarra (Pamplona, España), en 1998; por la Libre Univer-
sidad María Santísima Asunta (LUMSA) (Roma), en 1999; por la Facultad de
teología de la Universidad de Wroclaw (Polonia), en 2000.

5.2. El purgatorio42

5.2.1. Problemas que presenta el material histórico

La doctrina católica del purgatorio quedó definitivamente definida en los


concilios medievales que intentaron hacer la unión con las iglesias orientales.
La doctrina se volvió a formular en Trento, al rechazar los movimientos re-
formadores.
El Nuevo Testamento no desarrolló totalmente la cuestión de la «situa-
ción intermedia» entre muerte y resurrección, sino que la dejó abierta, si-
tuación que pudo aclararse con el desarrollo de la antropología cristiana y su
relación con la cristología. La decisión tomada en la vida se cierra de modo
definitivo con la muerte43. Pero eso no quiere decir necesariamente que el

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 415


F. Lorenzo Naya Sarsa

destino definitivo se alcance en ese momento. Puede ser que la decisión fun-
damental del hombre tenga adheridos elementos secundarios y lo primero
que haya que hacer sea limpiar esa decisión. Esta «situación intermedia» en la
tradición occidental recibe el nombre de purgatorio.
La Iglesia Oriental no siguió el camino de la Occidental que llevó a las
precisiones mencionadas sobre el destino del hombre en el más allá. Mantuvo
la idea de la situación intermedia a la que llegó San Juan Crisóstomo (+407) de
modo que la doctrina sobre el purgatorio apareció como algo controvertido en
los intentos de unión de Lyon (1274) y Ferrara-Florencia (1439). Por supues-
to que la diferencia era otra que la existente en Trento en la disputa con los
reformadores: los griegos rechazan la doctrina de un castigo y una expiación
en el más allá, pero tiene en común con los latinos la plegaria por los difuntos,
que se puede llevar a cabo con oraciones, limosnas, buenas obras y también, y
de modo especial, ofreciendo la Eucaristía por ellos. Los reformadores ven en
ello un ataque contra la suficiencia universal expiatoria de la muerte de Cristo
en la cruz y, desde luego, no pueden admitir ninguna clase de expiación a causa
de su doctrina sobre la justificación.
Los concilios anteriormente citados, en sus textos oficiales, no conocen
la idea de «fuego purificador». Evitan el término fuego y hablan sencillamente
de poenae purgatoriae seu catharteriae (castigos purificadores)44 o también de
purgatorio45. La fórmula tridentina es la más breve46. Trento, además, hace
una exhortación expresa a los obispos para que se opongan con energía a las
cuestiones sutiles, a la curiosidad y a la superstición:

Puesto que la Iglesia Católica, ilustrada por el Espíritu Santo apoyada en


las Sagradas Letras y en la antigua tradición de los Padres ha enseñado en los
sagrados Concilios y últimamente en este ecuménico Concilio que existe el
purgatorio y que las almas allí detenidas son ayudadas por los sufragios de los
fieles y particularmente por el aceptable sacrificio del altar; manda el santo
Concilio a los obispos que diligentemente se esfuercen para que la sana doc-
trina sobre el purgatorio, enseñada por los santos Padres y sagrados Concilios
sea creída, mantenida, enseñada y en todas partes predicada por los fieles de
Cristo. Delante, empero, del pueblo rudo, exclúyanse de las predicaciones po-
pulares las cuestiones demasiado difíciles y sutiles, y las que no contribuyen a la
edificación y de las que la mayor parte de las veces no se sigue acrecentamien-
to alguno de piedad. Igualmente no permitan que sean divulgadas y tratadas
las materias inciertas y que tienen apariencia de falsedad. Aquellas, empero,
que tocan a cierta curiosidad y superstición, o saben a torpe lucro, prohíbanlas
como escándalos y piedras de tropiezo para los fieles.

416 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

El apócrifo de la Vida de Adán y Eva (I d.C.) habla de la tristeza de Set


por la muerte de Adán y de la misericordia de Dios, anunciada por Miguel.
Esta misericordia implica, con todo, castigo. Es la preparación para la salva-
ción definitiva. Lo judío se relaciona aquí íntimamente con ciertas corrientes
de religiosidad contemporánea grecorromana, que conoce la plegaria por los
difuntos como posibilidad de salvarse. De modo que también aquí se ve que
las zonas de transición entre los elementos primitivos del judaísmo y del cris-
tianismo eran difusas y se situaban en la continuidad de una misma tradición.

5.2.2. Lo permanente de la doctrina sobre el purgatorio

El purgatorio adquiere su sentido estrictamente cristiano cuando se le


entiende cristológicamente y se dice que es el mismo Señor el fuego juzgador,
que transforma al hombre haciéndolo «conforme a su cuerpo glorificado»47.
No se trata de una especie de campo de concentración en el más allá
(como ocurre en Tertuliano), donde el hombre tiene que purgar penas que
se le imponen de una manera más o menos positivista. Es un proceso radical-
mente necesario de transformación del hombre gracias al cual se hace capaz de
Cristo, capaz de Dios, y en consecuencia, capaz de la unidad con toda la com-
munio sanctorum. La gracia no es sustituida por obras, sino que lleva solamente
así a su triunfo como gracia. El sí central de la fe salva pero esta situación se
encuentra en la inmensa mayoría de nosotros tapada por muchos elementos
secundarios. El hombre recibe misericordia pero tiene que cambiar. El en-
cuentro con el Señor es esta transformación, el fuego que lo acrisola hasta
hacerlo esa figura libre de toda escoria que puede convertirse en caso de eterna
alegría.
Esta conclusión se opondría a la doctrina de la gracia sólo en el supuesto
de que se considerara la penitencia como antagónica a la gracia y no como su
forma, como la posibilidad concedida que brota de la gracia. En la identifica-
ción entre purgatorio y penitencia eclesial, según piensan Cipriano y Clemen-
te, es importante que la doctrina cristiana sobre el purgatorio tenga su base en
la gracia cristológica de la penitencia y se sigue por necesidad intrínseca de la
idea de penitencia, de la disposición transformadora de aquel que ha recibido
el regalo del perdón. El amor vicario es un dato central en el cristianismo, y la
doctrina sobre el purgatorio dice que para este amor no existe la frontera de
la muerte.
Las posibilidades de ayudar o de beneficiar no se agotan para el cristiano
con la muerte, sino que abarcan a toda la comunión de los santos de este y del

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 417


F. Lorenzo Naya Sarsa

otro lado de la muerte. La posibilidad y hasta el deber de corresponder a ese


amor que va más allá de los sepulcros constituyen incluso el dato verdaderamen-
te radical de esa corriente de la tradición que se expresa tan claramente en 2 Mac
12, 42-45 (y quizás ya en Eclo 7, 33). Este dato jamás fue motivo de discusión
entre oriente y occidente y solo se dudó de él en las confesiones de la Reforma.

5.3. La carta encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI 48

Los últimos números de la encíclica son un comentario teológico a uno


de los artículos de la fe: «de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y
muertos». El juicio de Dios es la respuesta definitiva frente al sufrimiento y el
mal del mundo. El mal y la injusticia han sido el gran argumento del ateísmo
para negar la existencia de un Dios todopoderoso. El Papa reconoce que ante
el sufrimiento de este mundo, es comprensible la protesta contra Dios. Pero
tampoco el mundo, por sí mismo, tiene la respuesta satisfactoria ante el mal.
Ante una justicia que no deviene como se espera, o de cuya esfera se ha elimi-
nado, es el hombre quien está dispuesto y llamado a establecer la justicia. Es
presuntuosa e intrínsecamente falsa la pretensión de hacer lo que ningún Dios
es capaz de hacer. Un mundo que tiene que establecer la justicia por sí mismo
es un mundo sin esperanza.
Dios crea la justicia de un modo que nosotros no podemos concebir, pero
sí intuir por la fe. Este es un aspecto del juicio divino: la justicia de Dios, que
es pura gracia, no nos exime de nuestra responsabilidad. Y en el contexto de
la responsabilidad humana hay que situar lo que el Papa dice sobre el infierno
y el purgatorio:

La gracia no excluye la justicia. No convierte la injusticia en derecho49

La imagen de un banquete, en el que las víctimas se siente con los ver-


dugos, como si nada hubiese pasado, no se corresponde bien con lo que es la
gracia y el amor de Dios. El infierno, pues, se abre como una posibilidad real
y, sobre todo, como una seria advertencia.
Para explicar la necesaria purificación que implica todo encuentro con el
Señor el Papa asume las perspectivas de algunos teólogos contemporáneos. El
purgatorio hay que entenderlo como un encuentro purificador con el Señor.
Una purificación bienaventurada, por el poder del amor de Dios, que nos in-
troduce en la antesala del cielo.

418 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

El estado intermedio no es una especie de recinto provisional sino que en


él se goza ya, o se padece ya el castigo50. Respecto a la doctrina propiamente
del purgatorio, el Papa omite cualquier referencia al desarrollo histórico de
su doctrina para realizar una iluminación actual de este dogma. La opción de
vida que el hombre ha tomado a lo largo de su existencia se hace definitiva
con la muerte. El infierno o el cielo no es sino la culminación de la existencia
personal determinada por nuestra libertad en el obrar. Es una culminación
de lo que hemos sido y vivido. No obstante el Papa pretende encontrar un
punto intermedio en el sentido de que, como bien explica en el punto 46, no
somos ni tan malos ni tan santos. Es decir, que en las opciones concretas de la
vida nuestra apertura ha quedado empañada con compromisos con el mal, en
nuestra vida hay suciedad que recubre la pureza. ¿Qué ocurre con los que así
han vivido y se ponen delante del Juez?, ¿qué ocurre con toda esa mancha y
suciedad de sus vidas? La respuesta del Pontífice es clara:

(...) Para salvarse es necesario atravesar el «fuego» en primera persona para


llegar a ser definitivamente capaces de Dios y poder tomar parte en la mesa del
banquete nupcial eterno.51

El dolor del encuentro con Cristo en el que se hacen presentes nuestras


impurezas y maldades que han ofendido a Dios y han herido al hermano, está
la salvación. Es su mirada la que nos transforma, ciertamente con dolor, como a
través del fuego. Pero ese dolor es bienaventurado porque nos permite ser total-
mente nosotros mismos y totalmente de Dios. Ese dolor de amor no lo podemos
calcular según nuestras medidas temporales, pues el tiempo es un tiempo del
corazón, donde el juicio de Dios no sólo es gracia sino también esperanza. Ni
tampoco sólo justicia, sino juicio y gracia que nos inunda de esperanza52.
Es importante el consuelo que se pueden otorgar a las almas de los difuntos
por medio de la Eucaristía, la limosna y la oración. Ese amor y beneficio recí-
proco ha sido una convicción fundamental del cristianismo de todos los siglos.
De este modo podemos comprobar que purificación y solidaridad están estre-
chamente relacionadas eliminando cualquier resquicio de egoísmo que pudiése-
mos albergar, porque «ninguno peca solo» ni «nadie se salva solo».53 Termina
este tema con un bonito cierre que nos exhorta al apostolado personal:

Como cristianos, nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo


salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para
que otros se salven y para que surja también para ellos la estrella de la esperanza?
Entonces habré hecho el máximo bien también por mi salvación personal54.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 419


F. Lorenzo Naya Sarsa

6. L. F. Ladaria55

6.1. Biografía e introducción

Luis Fernando Ladaria nació en Manacor (Mallorca) en 1944. Estudió


Teología en la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, en la Philoso-
phisch-Theologische Hochschule Sankt Georgen de Frankfurt am Main y en
la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma donde obtuvo el Doctorado.
Ha enseñado teología dogmática en la Facultad de Teología de la Universidad
Pontificia de Comillas y fue profesor de la misma disciplina en la Pontificia
Universidad Gregoriana de Roma. En 1992 fue nombrado miembro de la Co-
misión Teológica Internacional. Actualmente es el Arzobispo-Secretario de la
Congregación para la Doctrina de la Fe.
L. F. Ladaria realiza un exhaustivo estudio de la cuestión escatológica en
el estudio titulado Fin del hombre y fin de los tiempos. Realiza una visión muy
detallada a través del tiempo, haciendo un gran hincapié en la época patrís-
tica, en la que se realiza una gran interpretación de la doctrina revelada por
el Señor Jesús. Este modo de proceder responde al nuevo método conciliar
que pretende buscar una renovación teológica enriqueciendo y abriendo pers-
pectivas desde la Escritura y la Patrística. Nuestra cuestión del purgatorio irá
apareciendo, puntualmente, en cada uno de los apartados que vamos a ir de-
sarrollando.

6.2. La escatología en el concilio Vaticano II

Entre el Concilio de Trento y el Vaticano II no encontramos ninguna


intervención pontificia que se refiera formalmente a la escatología, a no ser la
condenación de ciertas tesis de Rosmini56.
La teología de los tiempos modernos insistió mucho en la inmortalidad
del alma, a costa de la perspectiva de la resurrección. Por su parte, la pastoral
mantenía, con su predicación de las grandes verdades, la preocupación por la
sanción moral, pero la renovación bíblica y la recuperación de la teología de la
historia en el siglo XX volvieron a llamar la atención sobre la inmanencia de la
perspectiva escatológica en la totalidad del mensaje cristiano. Tomando nota
de estos cambios de perspectiva, el último concilio quiso consagrar un capítulo
entero de la Constitución Dogmática Lumen gentium a la doctrina escatológica
y volvió sobre ella en la Constitución Pastoral Gaudium et spes.

420 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

La escatología de la Constitución Dogmática Lumen gentium se centra en


el capítulo VII. La escatología se expone en perspectiva eclesiológica. El Con-
cilio contempla el conjunto de la obra salvífica de Jesús y el camino histórico
de la Iglesia hasta su consumación final. En este contexto se estudia también
la suerte definitiva de cada uno de los hombres. Este capítulo escatológico se
caracteriza por el uso del lenguaje bíblico; casi todo el texto está construido
con citas o alusiones a pasajes neotestamentario. El ámbito de la doctrina so-
bre la Iglesia en que el capítulo se inserta, favorece la perspectiva universal de
la escatología, en la que la posición central de Cristo es muy visible. En este
sentido se modifica sensiblemente la tendencia de los documentos magisteria-
les de la Edad Media y de Trento que, debido a las concretas circunstancias
históricas, se habían referido en un primer momento a las cuestiones de esca-
tología individual.
En la Constitución Pastoral Gaudium et spes el problema escatológico se
trata en diversos momentos y no es objeto como tal de un estudio sistemático.
La clave de toda la visión escatológica la encontramos en el número 45 de la
misma Constitución pastoral. Jesús, principio y fin de todas las cosas, es el
centro y el sentido de la historia humana:

El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para que, Hombre
perfecto, salvará a todos y recapitulara todas las cosas. El Señor es el fin de
la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos
de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón
humano y plenitud total de sus aspiraciones. El es aquel a quien el Padre
resucitó, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y de
muertos. Vivificados y reunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos
hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con
su amoroso designio: «Restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la
tierra» (Ef 1,10)57.

Después del concilio Vaticano II se han publicado dos documentos que


vuelven sobre las doctrinas escatológicas. El primero fue una Carta de la Con-
gregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones relativas a la
escatología publicada en 197958.
La Carta afirma que desea responder a la confusión que algunas contro-
versias teológicas públicas han podido causar entre los fieles. Por eso intenta
recordar, en una serie de fórmulas breves y sobrias, lo esencial de la fe de
la Iglesia sobre este tema, refiriéndose en primer lugar al Credo. No apor-
ta elementos nuevos. Domina la perspectiva de la resurrección, incluyendo

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 421


F. Lorenzo Naya Sarsa

en ella la afirmación de la subsistencia después de la muerte de un elemento


espiritual, dotado de conciencia y de voluntad, de manera que subsiste el yo
humano. Para designar este elemento la Iglesia utiliza la palabra «alma». Se
menciona además la pena eterna del infierno. A propósito del purgatorio se
expresa diciendo que la Iglesia cree para los elegidos en una eventual purifica-
ción previa a la visión de Dios aunque totalmente distinta a la de las penas de
los condenados.
El segundo es un documento oficial, sin ser magisterial. Es una reflexión
de la Comisión Teológica Internacional59. Este texto intenta situarse en el
contexto de la secularización y hacer frente a ciertas formas de mesianismo
temporal, que reintegran las afirmaciones escatológicas en la inmanencia de
nuestra historia. Su perspectiva fundamental es el vínculo entre la resurrec-
ción de Cristo y la nuestra, analizando expresiones bíblicas. Se dedica una
parte importante a criticar la tesis teológica reciente que, en nombre de una
reconsideración de la relación entre el tiempo y la eternidad y de un recha-
zo de la concepción dualista platónica del compuesto humano, habla de la
resurrección en la muerte, es decir, que cada difunto entra inmediatamente
en el mundo de la resurrección plena. Los autores intentan, por el contrario,
mantener una escatología de las almas y una etapa escatológica intermedia de los
elegidos, que están ya con Cristo, aunque tengan que esperar la resurrección
de su cuerpo. En esta etapa es donde tiene lugar la purificación del alma,
muy distinta de las penas del infierno y desconectada aquí de la idea de lugar,
aunque no de la de tiempo. El documento critica finalmente las concepciones
recientes de la reencarnación.

6.3. Conclusión

Ladaria termina su trabajo afirmando que el dogma cristiano relativo a


la escatología plantea hoy un problema particular de hermenéutica, el de la
relación de las afirmaciones con las representaciones. No siempre ha sabido la
teología mantener la discreción necesaria en ese plano, que se han convertido
a veces en conceptos cosistas. Las afirmaciones propiamente dogmáticas se
han mantenido siempre en una mayor discreción. Por ejemplo, la noción de
purgatorio sigue siendo distinta de las representaciones de lugar y se libera de
la idea mitológica de un fuego; recupera su noción primitiva, que es la purifi-
cación necesaria del hombre para ver a Dios.

422 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

7. J. J. Alviar60

7.1. Introducción

J. José Alviar es profesor de Teología Dogmática y subdirector del Depar-


tamento de Teología Dogmática de la Facultad de Teología de la Universidad
de Navarra, España. Nació el 28 de diciembre de 1955 en Manila, Filipinas,
y recibió la ordenación presbiteral el 2 de junio de 1985. Es bachiller en In-
geniería Química por la Universidad de la Salle, de Manila (Filipinas), doctor
en Sagrada Teología, premio extraordinario por la Universidad de Navarra,
España, en 1989. Imparte las materias de Creación, Escatología y Teología de
la Inculturación en la Universidad de Navarra, España.

7.2. Debate entorno a la escatología intermedia

Desde la óptica de los vivos podemos establecer una clara distinción entre
el momento de la muerte del individuo y el día del retorno del Señor. No obs-
tante podemos hacernos una serie de preguntas. ¿Qué sentido tiene hablar de un
estado intermedio; del alma separada; de una etapa posmortal de purificación?

7.2.1. Coordenadas fundamentales de la escatología individual

Si la salvación consiste esencialmente en la participación de los hombres


en la Pascua y en la incorporación al cuerpo de Cristo debemos tener en cuen-
ta tres puntos importantes que señalamos a continuación.
Debemos tomar en serio el Triduo Sacro del Señor y no obviar el misterio
del Sábado Santo. El Señor permanece a la espera de resurgir en la mañana del
domingo. Hay un tiempo de espera entre la muerte y la resurrección del Señor.
Un misterio de espera. Si el Cristo de la Pascua es el paradigma de la escato-
logía, conviene tener presentes ciertos datos de su resurrección: en su cuerpo
resucitado permanecen las marcas de la Pasión. Este hecho nos sugiere que el
cuerpo glorioso guarda continuidad con el cuerpo mortal. Cuando una persona
muere, su conexión con la historia terrena no acaba del todo. Esto es lo que nos
dice la doctrina de la comunión de los santos: subsisten los lazo de comunión del
difunto con los hombres, compartiendo el camino de salvación que prosigue en
la historia. Se puede decir que el hombre que muere posa un pie en la eternidad
pero sigue con el otro en la historia, mientras esta no haya acabado.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 423


F. Lorenzo Naya Sarsa

7.2.2. El purgatorio como misterio de maduración última

Los cristianos están llamados, como discípulos de Cristo, a crecer en el


amor al Padre durante su vida terrenal, y presentarse finalmente irreprensibles
en su presencia.61 Esta llamada implica un esfuerzo continuo por corregir toda
imperfección moral y eliminar toda afinidad con le pecado. Dado que nadie
con sombra de imperfección moral puede unirse a Dios Santo, surge espontá-
neamente la pregunta, ¿qué pasa con los imperfectos que mueren?
La tradición eclesial formula la respuesta en términos de una etapa pu-
rificatoria después de la vida mortal. La doctrina del purgatorio simplemente
significa que el proceso de perfeccionamiento, si no llega a consumarse en
esta vida, puede continuar y consumarse después de la muerte, para los que
mueren como amigos de Dios. Hay una dilación de la plena comunión con la
Trinidad mientras no se llegue a la madurez de amor y de la santidad:

«Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente


purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su
muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en
la alegría del cielo»62.

El estado purgatorio, entendido como misterio de maduración última,


parece muy congruente con la santidad, justicia y misericordia de Dios. La
categoría de fuego, bastante común en la Sagrada Escritura y en la Tradición
para referirse a la aproximación salvadora de Dios, sugiere una línea de re-
flexión. Puede pensarse que la misma caridad del Espíritu Santo infundida en
la criatura suscita un deseo ardiente de ser agradable al Padre, al igual que el
Hijo. Un sufrimiento de amor surgiría en el caso de un individuo que muere
unido a Cristo, pero que todavía se percibe a sí mismo como imperfectamente
configurado con Él, como para presentarse ante el Padre. El sujeto se descu-
bre a sí mismo como inmaduro en el Amor. Y ese amor se convierte en dolor
al ver retardado el encuentro pleno con el Amado.
Se trata pues de una pena de retraso análoga a la nostalgia de los cris-
tianos por la parusía. Los que mejor han sentido y expresado este tipo de
sufrimientos han sido los místicos. Desde esta perspectiva se podría decir que
la pena que se siente en el purgatorio no se debe necesariamente a un fuego
exterior aplicado al alma sino más bien decir que el Espíritu divino infundido
en el hombre le provee de una «fuego» interior que provoca una impaciencia
filial. Se cumple de este modo una ley de la economía divina: la colaboración
del hombre en su propia salvación. Esta manera de enfocar el purgatorio y su

424 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

aspecto doloroso puede facilitar la superación de las diferencias entre oriente


y occidente, que hemos podido comprobar en capítulos y autores anteriores.
Del amor nace el dolor, y el mismo dolor perfecciona el amor.
No debemos olvidar el carácter solidario de la salvación. El Reino, aún
en su estadio incoado, es una estructura solidaria de salvación. Arranca desde
la encarnación y crece a lo largo de la historia con la incorporación de más
y más hombres. Jesucristo es el camino que permite a los hombres acceder
a la intimidad divina; primero en la vida terrena por el bautismo y después
por la muerte. Desde su sede a la derecha del Padre Jesús impetra por vivos
y muertos; y los que están asociados a Él piden juntamente con Él, oran con
Él como parte de ese Cristo total. Los miembros de la tierra suplican por los
difuntos; y los santos que ya están definitivamente incorporados a Él piden
por los vivos, en un misterio orgánico de caridad. En este contexto la práctica
de la oración por los difuntos, así como la intercesión de los santos, aparece
como un elemento natural. Nos encontramos inmersos en un gran entramado,
transpersonal y supratemporal, de caridad.

7.3. Hacia una escatología del siglo XXI 63

7.3.1. Interpretación de la Sagrada Escritura

En la escatología particularmente, los géneros bíblicos que han recibido


atención por parte de los estudiosos en las últimas décadas han sido los géne-
ros profético y apocalíptico.
Profético: Promesa de una novedad absoluta e irrevocable que traerá la
intervención salvífica de Dios, e impacto en el presente ya que el hombre se
da cuenta de que se abrirá a aquel futuro prometido por Dios en la medida en
que responda actualmente a la invitación de Dios.
Apocalíptico: Abundantes descripciones de sobrecogedores fenómenos
cósmicos, intención de remarcar el desnivel entre el eón actual y el futuro y
la pretensión de consolar a los justos que sufren persecución y advertir a los
impíos.
Se debe tener en cuenta, sobre todo, que las palabras bíblicas son intentos
(inspirados) de expresar con palabras lo inefable. De ahí que encontremos una
diversidad en las descripciones del Cielo, del Infierno, del Fin del Mundo. El
intento de fondo es transmitir los contenidos esenciales de nuestra esperanza:
la afirmación de un proyecto amoroso de Dios; de la meta de la unión eterna

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 425


F. Lorenzo Naya Sarsa

con Él, del drama real de la libertad peregrinante, de la certeza de la victoria


final de Dios y la glorificación del hombre en sus dimensiones material, es-
piritual, cósmica, social, etc. Esto obliga a reconsiderar pasajes bíblicos para
apoyar afirmaciones dogmáticas, para ver de qué modo sirven. Conviene in-
corporar con más fuerza la «corrección cristológica» a la hora de hacer exége-
sis de los pasajes bíblicos relacionados con el Reino.

7.3.2. Los misterios escatológicos como culminación de las líneas


fundamentales de la economía salvífica

Debemos rechazar la tentación de proceder enseguida al análisis de mis-


terios específicos. Por ejemplo: ¿en qué consiste el sufrimiento?, ¿es posible
una purificación ultraterrena?, ¿cómo resucitaremos?
Antes de nada debemos adentrarnos en los terrenos de la causa eficiente,
material o formal en el ámbito de la causa final con preguntas como las si-
guientes: ¿qué pretende Dios con la Parusía?, ¿para qué un juicio al final de la
historia? Es necesario una re-conexión entre Juicio, Parusía y Reino.

8. Juan Luis Ruiz de la Peña64

8.1. Biografía e introducción

Juan Luis Ruiz de la Peña nació el 1 de octubre de 1937 en Vegadeo


(Asturias). Estudió el Bachillerato en el Colegio Hispania (Oviedo). En enero
de 1954 ingresó en el Seminario Metropolitano de Oviedo, recibiendo la or-
denación presbiteral en 1961, con 23 años de edad, en la ovetense iglesia de
San Juan el Real. Posteriormente, fue a Roma para ampliar sus estudios en la
Pontificia Universidad Gregoriana, donde se licenció en Sagrada Teología, al
tiempo que, con el permiso de su prelado ovetense, completó en el Pontificio
Instituto de Música Sacra su formación musical, iniciada en los conservatorios
de Oviedo y Madrid. Fueron notables las cualidades musicales de Ruiz de la
Peña como pianista y organista.
En Roma, la relación con el profesor y jesuita Juan Alfaro le influyó en su
interés por la filosofía y la antropología65. Más tarde, como profesor de Escato-
logía, se adentró en el tema de la muerte y, finalmente, pasó a la Antropología
Teológica y la Teología de la Creación, estableciendo un diálogo con la filosofía
marxista, que también se preguntaba por la esperanza y el sentido de la vida.

426 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

Juan Luis Ruiz de la Peña fue profesor en la Facultad de Teología del


Norte (Burgos) de 1971 a 1976. A partir de 1964 lo fue de Teología Sistemá-
tica del Seminario de Oviedo, siendo también titular de la cátedra de Antro-
pología Teológica y Escatología de la Universidad Pontificia de Salamanca.
Asimismo, fue profesor invitado de la Universidad de Comillas (Cantabria)
y numerario del Instituto de Ciencias de la Religión de la Universidad de
Oviedo. Miembro fundador de la redacción española de «Communio. Revista
Internacional de Teología», colaboró frecuentemente en revistas nacionales y
extranjeras de su especialidad. Falleció el 27 de septiembre de 1996, a los 59
años de edad.
Su obra sigue teniendo vigencia, siendo objeto de reediciones y de es-
tudio. Algunos de sus trabajos (Teología de la creación, La Pascua de la creación,
El don de Dios, Imagen de Dios) terminaron por convertirse en manuales en
seminarios y facultades de Teología españoles. Aparte de los citados publicó
El hombre y su muerte.
El capítulo que el autor trata en la obra La pascua de la creación66 procede
del capítulo X del volumen La otra dimensión67. Obra que se mandó revisar por
tener algunas afirmaciones contrarias a la fe de la Iglesia. Se revisaron una vez
fallecido el autor. Ruiz de la Peña comienza señalando la importancia y el in-
terés ecuménico de la doctrina del purgatorio por la controversia interconfe-
sional. El autor opina que el tema del purgatorio no es un tema de escatología,
propiamente hablando, pues es un tema de doctrina de la gracia porque las
discrepancias arrancan de un modo particular de entender la justificación y el
perdón de los pecados. Esta densa problemática dificulta, no poco, el desarro-
llo del tema del purgatorio en la perspectiva del tema escatológico.

8.2. Reflexiones teológicas

Un modo tan extendido como errado de entender el purgatorio es con-


cebirlo al modo de una especie de infierno temporal, como ya se ha visto. Su
carácter penal no puede ser tan exagerado. El elemento de expiación ha de ser
equilibrado (no anulado) con la idea de proceso de madurez. La oposición de
los griegos a la idea de expiación nace de una inteligencia demasiada unilateral
de la justificación como ascensus ad Deum. Es muy probable que la insistencia
latina en la pena positiva (el fuego del purgatorio) haya obrado como revulsivo
en los teólogos griegos, produciendo la reacción de todo elemento expiatorio.
Como ya se ha señalado la noción dogmática de purgatorio no conlleva nin-

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 427


F. Lorenzo Naya Sarsa

gún tipo de precisión sobre la índole de las penas aunque se da por supuesto
que todo proceso purificatorio lleva inherente el sufrimiento.
De acuerdo con un principio ético-cristiano, el pecado crea en el hombre
una situación de desorden, cuyas consecuencias no pueden ser simplemente
canceladas con el perdón de los pecados. Es decir, que la idea de pena o castigo
es inseparable de la de culpa o pecado, pues fluye connaturalmente de éste,
sin necesidad de ser sobreañadido por una sanción convencional. Con estas
premisas es lícito decir que los concepto purificación-expiación, constituyen
dos momentos inseparable de un único proceso que da al hombre limitado e
imperfecto su acabada perfección.
El protestantismo actual mantiene la oposición de los viejos reformado-
res al purgatorio, por idénticos motivos: la tesis católica supone un intento de
autojustificación del hombre y deroga el mérito sobreabundante de Cristo,
con cuya justicia somos justificados. Por desgracia, nos encontramos ante el
trágico contrasentido que pesa sobre el protestantismo: la idea de que no pue-
de salvarse la eficacia soberana de Dios si no se afirma su eficacia exclusiva. Por
el contario, la verdad del purgatorio supone que el hombre no se limita a ser
salvado; también él se salva, debe obrar su salvación. Pero, ¿acaso no basta el
marco temporal de la historia de la persona para que ésta alcance su madurez?
Tanto la fe como la teología tienen que habérselas en este punto con el dato
revelado de la oración por los difuntos; la única explicación del mismo consiste
en admitir la posibilidad del estado ultraterreno de purificación.
Si alguna experiencia intramundana puede servir de base para represen-
tarnos el purgatorio, la más próxima es, sin duda, la experiencia mística, en la
que el sufrimiento inscrito en toda renuncia se une la íntima y reconfortante
cercanía de Dios, de suerte que el elemento penal, procedente de la imperfec-
ción misma, queda contrapesado por el gozo profundo de quien se sabe en la
paz del Señor. En esta perspectiva la comunión en la vida divina se inserta la
idea de solidaridad eclesial entre todos los miembros del cuerpo de Cristo, que
hace comprensible la eficacia de la oración de los vivos por los difuntos.

9. El Catecismo de la Iglesia Católica

9.1. Introducción

Tras la renovación de la Liturgia y el nuevo Código de Derecho Canó-


nico de la Iglesia latina y del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales

428 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

Católicas, este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de la


renovación de la vida eclesial promovida y llevada a la práctica por el Concilio
Vaticano II.
El Catecismo de la Iglesia Católica es fruto de una amplísima colabora-
ción, resultado de seis años de trabajo intenso llevado a cabo en un espíritu de
atenta apertura y perseverante ánimo. En 1986 se confió a una Comisión de
doce cardenales y obispos, presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, la tarea
de preparar un proyecto del Catecismo solicitado por los padres sinodales.
Un comité de redacción de siete obispos de diócesis, expertos en teología y en
catequesis, fue encargado de realizar el trabajo junto a la Comisión.
El Comité de redacción recibió el encargo de escribir el texto y de exami-
nar las observaciones que numerosos teólogos y maestros en la presentación
de la doctrina cristiana, diversas instituciones y, sobre todo, obispos del mun-
do entero, formularon en orden al perfeccionamiento el texto. El proyecto fue
objeto de una amplia consulta a todos los obispos católicos, a sus Conferencias
Episcopales o Sínodos, a institutos de teología y catequesis. En su conjunto,
el proyecto recibió una acogida considerablemente favorable por parte de los
obispos de ahí que pueda decirse que este Catecismo sea fruto de la colabora-
ción de todo el Episcopado de la Iglesia Católica.
El Catecismo de la Iglesia Católica fue aprobado por San Juan Pablo II
el 25 de junio de 1992 y ordenó su publicación el 11 de octubre de ese mismo
año, en el que se celebraba el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio
Ecuménico Vaticano II. Aprobar el Catecismo de la Iglesia Católica, y publi-
carlo con carácter de instrumento de derecho público, pertenece al ministerio
que el sucesor de Pedro quiere prestar a la Santa Iglesia Católica, a todas las
Iglesias particulares en paz y comunión con la Sede Apostólica, es decir, el mi-
nisterio de sostener y confirmar la fe de todos los discípulos del Señor Jesús68,
así como reforzar los vínculos de unidad en la misma fe apostólica. La referen-
cia que el Catecismo de la Iglesia Católica hace del purgatorio está inserto en
el artículo 11 Creo en la resurrección de la carne.
Comienza por afirmar la creencia que del mismo modo que Cristo ha
resucitado de entre los muertos y vive para siempre, así los justos después de
su muerte vivirán por siempre con Cristo resucitado y Él los resucitará en el
último día. Será obra de la Trinidad Santísima69. La creencia en la resurrección
de los muertes ha sido y es un dato esencial de la fe cristiana.

«La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cris-


tianos por creer en ella»70.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 429


F. Lorenzo Naya Sarsa

Después de abordar la resurrección de Cristo y la nuestra y el sentido de


la muerte cristiana se aborda en el artículo 12 la vida eterna, y en él, el juicio
particular, el cielo, la purificación final o purgatorio, el infierno, el juicio final
y la esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva. Es decir, de lo que en la
manualística preconciliar se denominaban como los «novísimos».

9.2. El juicio particular

La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la acepta-
ción o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo. El Nuevo Testamento
habla del juicio principalmente en relación con la segunda venida del Señor, en
el encuentro final con Cristo. No obstante también asegura la retribución inme-
diata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su
fe.71 Cada hombre al morir recibe en su alma la retribución eterna en un juicio
que es particular y que refiere a la vida de cada uno; para purificarse, para entrar
inmediatamente en la bienaventuranza del cielo o para condenarse para siempre.

9.3. El cielo

Los que mueren en gracia y amistad con Dios y está perfectamente puri-
ficados viven para siempre con Cristo y son semejantes a Él, para siempre, por
que lo ven tal cual es72. Podríamos definir el cielo, según el Catecismo, como la
vida perfecta con la Santísima Trinidad, en comunión de vida y amor en ella,
con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados.73
En el cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo la voluntad de
Dios, con alegría, con relación a los demás hombres y a la creación entera.

9.4. La purificación final o purgatorio

La explicación que el Catecismo hace de la doctrina del purgatorio, du-


rante siglos, es clara y concisa:

Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente


purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de la
muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en
la alegría del cielo. La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los
elegidos que es completamente distinta de los condenados74.

430 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

Finalmente hace una alusión a la antiquísima práctica eclesial de la ora-


ción por los fieles difuntos, ofreciendo sufragios, de modo particular el sacrifi-
cio eucarístico. Para que una vez purificados puedan llegar a la visión beatífica
de Dios. La Iglesia también recomienda, junto con los sufragios, la limosna y
la obras de penitencia a favor de los difuntos.

9.5. El infierno

Muy sencillamente enseña el Catecismo que no podemos estar unidos a


Dios salvo que lo elijamos libremente al amarle, pero no podemos amar a Dios
si pecamos gravemente contra Él, contra nosotros mismos o contra nuestro
prójimo. Quien no ama permanece en la muerte75. Muriendo, pues, en pecado
mortal permanecemos alejados de Dios para siempre por nuestra propia y li-
bre elección. Este estado de autoexclusión definitivo de la comunión con Dios
y con los bienaventurados se designa como infierno76.
La enseñanza de la Iglesia enseña y afirma la existencia del infierno y su
eternidad. Y la pena principal que se sufre en el infierno es la separación eterna
de Dios en quien únicamente puede tener el hombre vida y felicidad para las que
ha sido creado y a las que aspira. Esto es un llamamiento a la responsabilidad
para que el hombre use la libertad siempre con esa relación hacia su destino
eterno y constituye también un llamamiento a la conversión: Y como no sabe-
mos ni el día ni la hora, por aviso del Señor, debemos vigilar constantemente
para que, terminado el único plazo de nuestra vida terrena77, si queremos entrar
con Él a las nupcias merezcamos ser contados entre los escogidos78; no sea que,
como aquellos siervos malos y perezosos79, seamos arrojados al fuego eterno80, a
las tinieblas exteriores en donde «habrá llanto y rechinar de dientes»81.
Es digna la mención que hace el Catecismo a la no predestinación de na-
die al infierno, citando al Concilio de Orange y al Concilio de Trento82. Pues
la firme voluntad del Señor es que «quiere que nadie perezca, sino que todos
lleguen a la conversión»83.

9.6. El Juicio final 84

La resurrección de los muertos precederá al Juicio final. Frente a Cristo,


que vendrá como juez, serán puestos al desnudo la verdad de la relación de
cada hombre con Dios. Así pues el Juicio revelará hasta las últimas consecuen-

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 431


F. Lorenzo Naya Sarsa

cias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer en su vida
terrena. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar el Juicio.
Entonces Él pronunciará por medio de su Hijo, la Palabra definitiva sobre la
historia. El mensaje del Juicio final llama a la conversión, inspira el santo te-
mor de Dios y anuncia la bienaventurada esperanza de la vuelta del Señor. La
esperanza de los cielos nuevos y la tierra nueva: Al final de los tiempos llegará
el Reino de Dios a su plenitud.
La Sagrada Escritura llama cielos nuevos y tierra nueva a esta renovación
misteriosa que transformará la humanidad y el mundo; y Dios tendrá su mo-
rada entre los hombres. Para el hombre esta consumación será la realización
final de la unidad del género humano, querida por Dios desde la creación y de
la que la Iglesia peregrina era como el sacramento85.
La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a
los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mu-
tua86. Hay una profunda comunidad de destino del mundo material y el hom-
bre. También el universo está llamado a ser transformado. La figura de este
mundo, deformada por el pecado, pasará. Esta espera de una tierra nueva de
ningún modo debe debilitar la preocupación por esta tierra. Así pues debemos
aportar nuestra personal contribución a ordenar mejor la sociedad humana,
que interesa mucho al Reino de Dios. Todos los frutos que hayamos pro-
pagado por esta tierra los encontraremos después limpios de toda mancha,
iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y
universal. Dios será entonces todo en todos87.

10. El Catecismo católico para adultos88

10.1. Presentación

El Catecismo Católico para adultos, publicado en 1985 por la Conferencia


Episcopal Alemana, es uno de los logros más destacados en el conjunto de los
recientes esfuerzos pastorales por exponer a los fieles la fe cristiana. El Ca-
tecismo de los obispos alemanes se elabora cuando la Iglesia cuenta con una
nueva teología común que podemos llamar con razón la teología del Concilio
Vaticano II. El último concilio no cambió datos inalterables de la fe, pero sí
ha facilitado la inserción de los contenidos o verdades de la fe en un marco
de pensamiento coherente, sistemático y orgánico que responde a una nueva
situación histórica y cultural.

432 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

Se podría decir que el mérito principal del presente Catecismo alemán


consiste en haber conseguido exponer la doctrina católica, con orden y clari-
dad, a partir de una sistematización de las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
El Catecismo católico para adultos transmite el misterio de Dios. Pero lo hace sin
perder de vista al hombre, el sujeto creyente. Este es también un misterio: el
hombre es, para sí mismo, una pregunta a la que él no puede dar respuesta.
Dios, al revelarse, proyecta una luz que clarifica el misterio del hombre.

10.2. Introducción

La última afirmación de la profesión de fe esperamos la resurrección de los


muertos y la vida del mundo futuro, constituye la respuesta cristiana a la esperan-
za radical del hombre. La objeción más fuerte contra la esperanza puramente
intramundana es la muerte, pero la humanidad nunca se ha resignado a ella.
La respuesta a todos los interrogantes que todos los hombres se pueden plan-
tear se desarrollan en la doctrina de los novísimos: muerte, juicio, cielo, infier-
no, purgatorio, resurrección de los muertos, segunda venida de Cristo, juicio
final, fin del mundo y nueva creación.
Vida y muerte se compenetran, de ahí que cuando se oculta y silencia la
muerte como si se tratara de un tabú se ataca directamente la vida humana.
Sólo puede vivir de una manera verdaderamente humana el que mira la muer-
te cara a cara y la acepta. La pregunta por el sentido de la muerte y de la vida
aparece ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura. He aquí la primera
respuesta: Dios no quiere la muerte, pues la muerte es consecuencia del pe-
cado. En el pecado, el hombre quiere alcanzar el árbol de la vida y adueñarse
arbitrariamente de la vida misma. Al hacerlo se extravía y cae en el exceso y en
lugar de hallar la vida halla la muerte89.
Así San Pablo puede escribir:

«Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte»90.

Esto no significa que el hombre del Paraíso, de no haber pecado, habría


seguido viviendo para siempre una vida terrenal. La Escritura no trata la
muerte como algo biológico sino como experiencia personal y concreta que
el hombre tiene de la muerte: como corte y ruptura desoladora y absurda,
dolorosa y terrible. Esta es la muerte que no ha querido Dios; esta muerte
es manifestación del pecado y signo del alejamiento de Dios. De ahí que

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 433


F. Lorenzo Naya Sarsa

tengamos en la muerte nuestro último enemigo91. Para la Sagrada Escri-


tura es todavía más importante la muerte salvadora de Jesucristo, el nuevo
Adán, vencedor de la muerte. Siguiendo a Jesús la muerte puede entenderse
y aceptarse como expresión de la voluntad del Padre. De esta manera la
muerte ha perdido su aguijón92. Por eso, el que cree ha pasado de la muerte
a la vida93.

10.3. ¿Hay vida después de la muerte?

La idea originaria del Antiguo Testamento sobre la vida después de la


muerte era la de una existencia sombría en el reino de los muertos. Allí se
encuentra el difunto apartado de la vida, excluido sobre todo del amor por su
pueblo. Poco a poco, pero cada vez con más claridad, se fue abriendo paso a
otra doctrina. Dios es fiel. Aunque en la muerte se rompan todas las relaciones
con el mundo y la comunidad de los hombres, permanece en pie la relación
con Dios94. En esos textos se expresa el convencimiento de que la unión con
Dios es la única realidad que la muerte no puede destruir. Yahvé no sólo es
garantía de salvación para el Pueblo de Dios al final de la historia, sino que
también quiere que cada hombre en particular participe de este futuro del que
ni siquiera la muerte puede separarnos. Se afirma que la vida eterna es Dios
mismo y el amor tierno que Él nos da.
El Nuevo Testamento afirma también que Dios no es Dios de muertos
sino de vivos95. El Nuevo Testamento va mucho más lejos que el Antiguo.
Atestigua que la vida de Dios apareció definitivamente en Jesucristo. El mismo
Jesús es la resurrección y la vida96. Si el Antiguo Testamento nos dice que el
cielo, la vida eterna es Dios mismo y la unión eterna con Él, el Nuevo Testa-
mento afirma más en concreto: el cielo, la vida eterna es estar definitiva y ple-
namente en y con Cristo, y por Cristo en el Padre. Así, pues, para el Antiguo
y Nuevo Testamento, la esperanza en una vida que vence a la muerte no es un
simple complemento de la fe en Dios, sino su consecuencia última. El hombre
es un grito de inmortalidad y de vida eterna que él mismo no puede satisfacer,
porque ese anhelo exige más de lo que el hombre puede dar. La respuesta sólo
puede venir de la fuente y la plenitud de la vida. La vida eterna con Jesucristo
comienza ya en esta vida con la fe, la esperanza y la caridad, y se consuma ple-
namente en la visión de Dios cara a cara97.
El encuentro con Dios que tiene lugar en la muerte es también para el
hombre un juicio sobre su vida. Porque todos tendremos que comparecer ante

434 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho
mientras teníamos este cuerpo98.
Como ya hemos podido ver en capítulos anteriores, grandes teólogos
como San Agustín o Santo Tomás de Aquino enseñan que no hay que imagi-
nar este juicio como un proceso judicial externo, sino que hay que entenderlo
como un proceso espiritual. En él, el hombre verá claramente si ha ganado o
perdido su vida. La tradición de la fe de la Iglesia ha necesitado mucho tiempo
para formular con claridad la verdad de la vida nueva y eterna que a cada uno
se le manifiesta en la muerte.
Existió desde el principio un punto de partida firme y una razón evidente
que ayudó poco a poco a aclarar las ideas: las praxis de la oración de la Iglesias.
Esta praxis aparece, por ejemplo, en las catacumbas del cristianismo primitivo.
Siempre ha formado parte de la vida de la Iglesia, manifestándose sobre todo en la
celebración Eucarística por los difuntos y en las oraciones y ritos de las exequias.
Basándose en esta tradición práctica de la fe, en la Iglesia se fue imponiendo cada
vez más esta otra convicción: la muerte significa la separación de alma y cuerpo.
Mientras que el cuerpo se desmorona con la muerte, el alma de los que mueren en
estado de gracia es elevada a la comunión eterna con Dios. Esta doctrina sólo se
puede entender de un modo adecuado si se piensa que el alma no es únicamente
una parte del hombre de la misma categoría que el cuerpo, sino que es, además, el
principio vital de todo el hombre, su mismidad, el centro de su persona.
Las objeciones contra esta doctrina son numerosas. Según la Sagrada Es-
critura, y también según la antropología contemporánea, se dice que el alma
y el cuerpo no son dos partes del hombre, sino que el hombre (alma y cuerpo)
constituye una unidad. La muerte, en consecuencia, no afecta sólo al cuerpo,
sino a todo el hombre, y viceversa, la vida eterna no sería vida humana si no
valiera para el hombre entero. En la teología protestante se ha querido dedu-
cir de aquí la doctrina de la muerte total del hombre; al final de los tiempo el
hombre será creado otra vez por Dios. También se habla del sueño de las almas
hasta la resurrección de los muertos; ello contradice la doctrina de la Sagrada
Escritura y de la Tradición de la Iglesia.
La esperanza cristiana mira más allá de la unión personal de cada uno con
Dios y afirma la realidad de un futuro nuevo que todos viviremos en comu-
nión, de una corporeidad transformada en un mundo totalmente renovado, y
de la resurrección de los muertos. Por esta razón la tradición de la Iglesia dis-
tingue entre la plenitud que alcanza cada uno de los hombres en el momento
de su muerte, y la plenitud de la humanidad y de toda la realidad, que llegará
a su cumplimiento en la resurrección de los tiempos.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 435


F. Lorenzo Naya Sarsa

10.4. El purgatorio

La palabra «purgatorio» es una traducción de la palabra oficial purga-


torium (lugar de purificación o estado de purificación). La doctrina del pur-
gatorio tiene sus primeras raíces en el judaísmo. Sin embargo, en el Nuevo
Testamento sólo aparecen algunas alusiones a la misma. Para defenderla, la
Tradición de la Iglesia se apoya, sobre todo, en unas palabras de Jesús que su-
gieren la posibilidad del perdón en el mundo futuro99, y en una expresión del
apóstol Pablo, que habla de la posibilidad de salvarse como quien escapa de un in-
cendio100. No obstante, el verdadero fundamento de la doctrina es la praxis de la
oración y de la penitencia de la Iglesia. La oración por los difuntos presupone
la fe en una vida más allá de la muerte y, también, que el hombre tiene todavía
la posibilidad de purificarse en el más allá. Sólo poco a poco quedó plasmada
en la doctrina de un estado intermedio.
Cuando se habla de fuego se emplea como metáfora; pero una metá-
fora que se refiere a una realidad profunda. Este fuego puede entenderse
como la fuerza purificadora y santificadora de la santidad y la misericordia
de Dios. Para el hombre que ha optado radicalmente por Dios, pero que no
ha realizado esta opción en todas sus consecuencias y se ha quedado lejos
del ideal, el encuentro que se produce después de la muerte con el fuego del
amor de Dios tiene una fuerza purificadora y transformadora que ordena,
limpia, cura y completa todo lo que en el momento de la muerte era todavía
imperfecto.
El purgatorio es, por tanto, Dios mismo como poder purificador y santi-
ficador del hombre. Las declaraciones doctrinales de la Iglesia sobre el purga-
torio deben entenderse en este sentido101. La pobreza de las almas del purga-
torio radica en que ya no pueden purificarse por sí mismas sino pasivamente.
Sin embargo son almas que experimentan toda la riqueza de la misericordia de
Dios y que nos aventajan en el camino que conduce a la unión con Dios, ob-
jeto de nuestra esperanza. El sufrimiento que padecen consiste en que todavía
no se hallan purificadas para poder ser llenadas y beatificadas totalmente por
el amor de Dios. En este amor se unen solidariamente los miembros del Cuer-
po de Cristo. Por esta razón pueden ayudarse unos a otros con la oración y la
penitencia, completando así en el Cuerpo de Jesucristo, que es la Iglesia lo que
falta a los padecimientos de Cristo102. No es que Jesucristo no hiciera lo suficiente
con la pasión y muerte para nuestra redención. Al contrario, al hacernos par-
ticipar activamente en su obra salvadora por nuestra función vicaria podemos
contribuir a la salvación de nuestros hermanos.

436 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


La doctrina del purgatorio en el desarrollo teológico

10.5. El cielo nuevo y la tierra nueva

Como cristianos esperamos el Reino de Dios que ha sido ya definitiva-


mente establecido por Jesucristo en el Espíritu Santo. Mediante la Iglesia y los
sacramentos se hace realidad incoada en nuestro presente. Así pues, los cris-
tianos vivimos en dos tiempos. Esperamos todavía la consumación del Reino,
en el que Dios lo será todo para todos103 y la Iglesia se presentará santa e inma-
culada. De esta consumación del Reino de Dios no podemos hablar sino con
parábolas, como las que hayamos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento,
sobre todo en la boca del mismo Jesús, cuando habla con frecuencia del Reino
de Dios usando la imagen del banquete de bodas, que se refiere a la unión ín-
tima, gozosa y festiva de la vida y del amor. El Apocalipsis utiliza la grandiosa
imagen de la nueva Jerusalén104.
En la Sagrada Escritura encontramos también impresionantes imágenes
del fin del mundo que nos dicen cómo será en concreto el mundo futuro. El
Nuevo Testamento expresa la realidad decisiva del mundo nuevo con esta fra-
se: Dios será todo en todos105. Cuando se manifieste la gloria de Dios de manera
universal, se cumplirá también el anhelo más profundo de las criaturas y será
realidad el reino de la libertad de los hijos de Dios106.
La esperanza cristiana aguarda la consumación de la humanidad y del
mundo por el poder creador de Dios, como hecho escatológico cuya realidad
comenzó ya para nosotros irrevocablemente en Jesucristo. Sólo la esperanza
nos descubre el significado total del tiempo y de la historia. Porque se alza
contra la falsedad de aquellas promesas en las que se oculta la visión de un
futuro de la humanidad de orientación puramente tecnocrática, que encierra
una gran dosis de vació, miedo y desolación. Esta esperanza supera por com-
pleto las fronteras de lo humano y se basa firmemente en el Dios que, por
Jesucristo y en el Espíritu Santo, nos ha revelado definitivamente su amor y
nos ha hecho participes del mismo. Esta confianza y esta esperanza las expresa
también el amén con el que finaliza la profesión de fe de la Iglesia en la cele-
bración litúrgica. En el Nuevo Testamento, Jesucristo se llama a sí mismo el
amén107. Él es el principio, el contenido y el fin de nuestra esperanza.
En Él todas las promesas han recibido un sí. Y por Él podemos responder
amén a Dios, para gloria suya108.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 437


Notas

1. Aibhistín ó Haodha, D., Purgatory in the manuals of catholic dogmatic theology in the twentieth
century, Roma: Pontificia Universitas Sanctae Crucis, Facultas Theologiae, 2002.
2. Sobre Newman: Vélez Giraldo, J. R., «Death, immortality and resurrection in John
Henry Newman», en Excerpta e Dissertationibus in Sacra Theologia, XXXVI/2 (1999) 68-135;
sobre Garrigou-Lagrange: Congar, Y. M., «Bulletin de théologie dogmatique», en Revue
des sciences philosophiques et théologiques 33 (1949) 463-464); «Le purgatoire», en AA.VV. Le
mystère de la mort et sa célébration, Paris 1956, 279-336; sobre von Balthasar: Pitstick, A. L.,
Light in Darkness: Hans Urs von Balthasar and the Catholic Doctrine of Christ’s Descent into Hell,
Grand Rapids, Mich.; Cambridge: William B. Eerdmans, 2007; sobre Ratzinger: Sippo, A.
C., «Death & Eternal Life According to Ratzinger», en New Oxford Review, LXXV/11
(2008); sobre Ruiz de la Peña: Schickendantz, C., recensión a «La pascua de la creación»,
en Teología y Vida XLIV (2003) 137-139.
3. Ladislao Boros (1927-1981). Ordenado presbítero en 1957, miembro de la Compañía de
Jesús hasta 1973, año en el que abandona abandonando el ministerio. Muy brevemente dos
claves teológicas: la suerte eterna se decide en el último momento de la vida de manera que
o se salva o se condena; no tiene sentido hablar de una purificación posmortem. En la vida
mortal los actos previos a ese acto último y decisivo no tienen relevancia.
4. Gisbert Greshake (1933-). Nos interesa únicamente la siguiente tesis ya comentada en capí-
tulos anteriores: la resurrección acaece en el mismo momento de la muerte.
5. Karl Rahner (1904-1984). Sería muy extenso explicar la doctrina rahneriana en relación
anuestro tema. Nos fijamos en un pequeño detalle bastante sutil a nuestro juicio: cómo com-
prende Rahner la relación hombre-cosmos. En la vida mortal el hombre se relaciona con el
cosmos de la siguiente manera: es el alma quien a través del cuerpo se ralaciona con el cos-
mos. Muerto el hombre sigue habiendo una relación alma-cosmos, entendiendo por cosmos
un pancosmos; es decir, se relaciona con el cosmos desde siempre y en toda su extensión (no de
un modo limitado y finito como en su vida mortal). Así, de un modo muy sutil, el cadáver no
es relevante para la resurrección.
6. Paul Althaus (1888-1966). Teólogo alemán protestante. Postula una concpción estríctamente
espiritual de la felicidad. El cuerpo no es relevante para la felicidad. Esa felidad se da ya en
el alma separada, al margen del cuerpo. No postula la escatología intermedia. Para él ya una
fase única, definitiva e inmediata.
7. Carl Stange (1870-1959). Teólogo protestante. Sencillamente afirma que con la muerte mue-
re todo el hombre y la resurrección sería una nueva creación. Por tanto no contempla la
posibilidad de una escatología intermedia.
8. Gianni Colzani (1912-1992). Postula que la Sagrada Escritura es ajena a la escatología inter-
media. Frente a la visión dual cristiana de cuerpo y alma, tiene una visión unitaria del hombre.
Cuando el hombre muere lo hace totalmente y la resurrección se da como una segunda creación
de todo el hombre. Como Stange tampoco contempla la posibilidad de la escatología intermedia.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 439


F. Lorenzo Naya Sarsa

9. Cfr. Sayés, J. A., Escatología, Madrid, 2006, 170-176. Está recogido este resumen en el ca-
pítulo VIII de este manual, en el apartado: II. Las nuevas teorías. Le sigue el apartado: III.
Valoración de las nuevas teorías.
10. Cfr. Alviar, J. J., «La Escatología como dimensión de la existencia cristiana. Tendencias de
la escatología contemporánea», en Morales, J. (ed.), Cristo y el Dios de los cristianos. Hacia una
comprensión actual de la teología. (Actas del XVIII Simposio Internacional de Teología), Pamplona,
1988, 399-421.
11. McKeating, C., Escatología en los sermones anglicanos de John Henry Newman, Dissertatio ad
Doctoratum in Facultate Theologiae Pontificiae Universitatis Gregorianae, Roma 1992,
225.
12. Para un conocimiento de la vida Newman, puede consultarse: voz «Newman, John Henry»,
Bristow, P., Gran enciclopedial Rialp (GER), XVI, Madrid, 1979, 781-783. De este artículo
sacaremos las ideas de su biografía.
13. Bristow, P., op. cit., 781.
14. Morales, J., «La personalidad de John Newman en su Teología en torno a un centenario»,
en ScrTh 22 (1990), 698.
15. Ibid., 698.
16. Bristow, P., op. cit., 781-782.
17. Para este aspecto, cfr. Morales, J., «Veinte años decisivos en la vida de John Henry New-
man: 1826-1845», en Scripta Theologica 10 (1990), 123-221.
18. Adelantamos que ya nos va poniendo en guardia de que el Estado Intermedio no ha de ser
entendido como un infierno temporal o mitigado sino un lugar feliz pero con sufrimientos.
19. Newman subraya esta expresión –«descendió a los infiernos»– afirmando que no se trata del
infierno de los condenados, y está en relación con la teología del Sábado santo.
20. Forma parte del Sermón 25.
21. Cfr. Mckeating, C., op. cit., 222-239.
22. Parece que Newman habla de que las almas separadas están vivas con algún tipo de concien-
cia, pero si estar dormidos equivale a un estado parecido al coma, esas almas no serían cons-
cientes de su estado. Surgen dos paradojas; la primera, el binomio vivo y dormido equivalen
al binomio sí consciente y no consciente; la segunda, el alma separada se situaría en un estado
entre el ser y el no ser persona humana, y entre el ser y el no ser no cabe, metafísicamente
hablando, una situación intermedia.
23. Cfr. Schmaus, M., Teología dogmática VII, Rialp, Madrid, 1961, 473 ss.
24. Cfr. Jn 14, 1.
25. Cfr. DH 427, 456, 464, 535, 693, 983, 940, 950, 998. CIC 911.
26. Cfr. Piolanti, A., Il mistero della communione dei santi nella Rivelazione e nella Teologia, Roma
1957, 618 y ss.
27. Von Balthasar, H. U., «Escatología», en Feiner, J. et al. (dirs.), Panorama de la Teología
Actual, Madrid, 1961. Von Balthasar, H. U., Escatología en nuestro tiempo, Madrid, 2008,
106-115.
28. Cfr. Ap 1, 14. Dn 10, 6.
29. Garrigou-Lagrange, R., La vida eterna y la profundidad del alma, Madrid, 1951, 181-260.
30. Garrigou-Lagrange, R., «La nouvelle théologie, oú va-t-elle?», Angelicum 23 (1946), 126-
145.
31. Cfr. DH 758.
32. Cfr. DH 840.
33. Cfr. DH 904.
34. Cfr. Sab 10, 1.
35. Cfr. Gen 3, 17.
36. Cfr. Num 20, 11. Dt 34, 4.
37. Cfr. 2 Re 12, 14.

440 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


notas

38. Cfr. 2 Cor 5. Mt 3, 8.


39. Cfr. DH 779.
40. De Génova, C., Tratado sobre el purgatorio, Barcelona, 1946.
41. Ratzinger, J., Mi vida. Recuerdos (1927-1977), Madrid, 2005.
42. Ratzinger, J., Escatología, Barcelona, 1992.
43. Cfr. DH 1000.
44. Cfr. DH 856.
45. DH 1580, 1820.
46. Cfr. DH 1820.
47. Cfr. Rom 8, 29; Flp 3, 21.
48. Benedicto XVI, Spe salvi, Roma, 2007, 41-48. En adelante se citará como SS.
49. SS 44.
50. Ibidem.
51. SS 46.
52. Cfr. SS 47.
53. SS 48.
54. SS 48.
55. Ladaria, L. F., Fin del hombre y fin de los tiempos, en B. Sesboüé (dir.), «Historia de los dog-
mas», II: El hombre y su salvación, Salamanca 1996, 309-356.
56. Cfr. DH 3239, 3240.
57. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, 45b, 1966.
58. Congregación para la doctrina de la fe, Carta sobre algunas cuestiones relativas a la esca-
tología, en Ecclesia 39 (1979), 7-8.
59. Comisión Teológica Internacional, Algunas cuestiones actuales sobre la escatología, en
Pozo, C. (ed.), Documentos 1969-1966: Veinticinco años de servicio a la teología de la Iglesia,
Madrid, 1998, 455-498.
60. Alviar, J. J., Escatología, Pamplona, 2004, 323-353.
61. Cfr. 1 Tes 3, 12-13; 2 Cor 7,1; 1 Jn 3, 3.
62. CEC 1030.
63. Alviar, J. J., Escatología. Balance y perspectivas, Madrid, 2001, 59-109.
64. Este capítulo está basado en Ruiz de la Peña, J. L., La Pascua de la creación, Madrid, 2000.
65. Cfr. Alfaro, J., «La resurrección de los muertos en la discusión teológica sobre el porvenir
de la historia», en Gregorianum 52 (1971), 537-554.
66. Ruiz de la Peña, J. L., La pascua de la creación, Madrid, 2000.
67. Ruiz de la Peña, J. L., La otra dimensión, Santander, 1994.
68. Cfr. Lc 22, 32.
69. Cfr. Rom 8,11.
70. Cfr. Tertuliano, De resurrectione mortuorum 1, 1 (PL 2, 841).
71. Cfr. Lc 16, 22; Lc 23, 43; 2 Cor 5, 8; Hb 9, 27. 12, 23.
72. 1 Jn 3, 2.
73. Cfr. CEC 1024.
74. CEC 1030, 1031.
75. 1 Jn 3, 14-15.
76. Cfr. CEC 1033.
77. Cfr. Heb 9, 27.
78. Cfr. Mt 25, 31-46.
79. Cfr. Mt 25, 26.
80. Cfr. Mt 25, 41.
81. LG 48.
82. Cfr. CEC 1037.
83. 2 Pe 3, 9.

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 441


F. Lorenzo Naya Sarsa

84. Cfr. CEC 1038-1041.


85. LG 1.
86. Cfr. CEC 1045.
87. 1 Cor 15, 22.
88. Estepa, J. M. (ed.), Catecismo católico para adultos, Madrid, 1988, 439-475.
89. Cfr. Gen 2, 17; 3, 19.
90. Rom 5, 12.
91. Cfr. 1 Cor 15, 26; Ap 20, 14.
92. Cfr. 1 Cor 15, 55.
93. Cfr. Jn 5, 24.
94. Cfr. Sal 73, 23-26; 49, 16. Job 19, 25-27.
95. Mc 12, 27.
96. Cfr. Jn 11, 25; 14, 6.
97. Cfr. 1 Cor 13, 12.
98. Cfr. 2 Cor 5, 10; Rom 14, 10.
99. Cfr. Mt 12, 32; 5, 26.
100. 1 Cor 3, 15.
101. Cfr. DH 856, 1304.
102. Col 1, 24.
103. 1 Cor 15, 28.
104. Cfr. Ap 21, 2-5.
105. 1 Cor 15, 28.
106. Cfr. Rom 8, 22-23.
107. Ap 3, 14.
108. 2 Cor 1, 20.

442 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017


Índice del Excerptum

Presentación367
Índice de la Tesis373
Bibliografía de la Tesis379
La doctrina del purgatorio en los siglos XIX y XX389
Introducción389
1. John Henry Newman 390
1.2. El Sermón 25 (1 de noviembre de 1835) 391
2. Michael Schmaus 395
2.1. Biografía 395
2.2. Reflexión teológica 396
3. Hans Urs Von Balthasar 401
3.1. Introducción 401
3.2. Situación 402
3.3. Reducción 403
3.4. Expansión 406
3.5. Purificación 406
4. Reginald Garrigou-Lagrange 407
4.1. Biografía e introducción 407
4.2. Razones de conveniencia de la existencia del purgatorio 409
4.3. Razones teológicas de la existencia del purgatorio 409
4.4. Naturaleza de la pena principal del purgatorio 411
4.5. El estado de las almas del purgatorio 411
4.6. La comunión de los santos 413
5. Joseph Ratzinger 413
5.1. Biografía 413
5.2. El purgatorio 415
5.3. La carta encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI 418
6. L. F. Ladaria 420
6.1. Biografía e introducción 420
6.2. La escatología en el concilio Vaticano II 420
6.3. Conclusión 422

cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017 443


F. Lorenzo Naya Sarsa

7. J. J. Alviar 423
7.1. Introducción 423
7.2. Debate entorno a la escatología intermedia 423
7.3. Hacia una escatología del siglo XXI 425
8. Juan Luis Ruiz de la Peña 426
8.1. Biografía e introducción 426
8.2. Reflexiones teológicas 427
9. El Catecismo de la Iglesia Católica 428
9.1. Introducción 428
9.2. El juicio particular 430
9.3. El cielo 430
9.4. La purificación final o purgatorio 430
9.5. El infierno 431
9.6. El Juicio final84 431
10. El Catecismo católico para adultos 432
10.1. Presentación 432
10.2. Introducción 433
10.3. ¿Hay vida después de la muerte? 434
10.4. El purgatorio 436
10.5. El cielo nuevo y la tierra nueva 437

notas439
índice del excerptum443

444 cuadernos doctorales de la facultad de teología / vol. 66 / 2017

También podría gustarte