Juan Bautista Fuenmayor - El Pacto de Punto Fijo. Antecedentes, Contexto y Análisis
Juan Bautista Fuenmayor - El Pacto de Punto Fijo. Antecedentes, Contexto y Análisis
Editorial Aurora
Caracas, 2023
Digitalización
Daniela Añez L.
Revisión y edición
Carlos Aquino G.
Diagramación
Alejandro Díaz M.
Diseño
Tomás Peraza A.
https://EditorialAurora.home.blog
Scribd: Flipbook:
2
CONTENIDO
3
Nota preliminar
i
Capítulo 24, secciones 9 y 10. Tomo editado en 1983.
ii
Capítulo 12, secciones 4, 5, 6 y 8. Tomo editado en 1984.
iii
Maracaibo, 28 de septiembre de 1905 - Los Teques, 19 de mayo de 1998.
4
Finalmente, llamamos la atención del lector
sobre algunos detalles formales. En primer lugar,
las cursivas, los paréntesis y las acotaciones en-
tre rayas (–) pertenecen a la versión original,
mientras que los corchetes denotan puntuales
adiciones o supresiones hechas por nosotros. En
segundo lugar, las notas del autor a pie de página
están señaladas con un asterisco (*), y las que in-
corporamos especialmente para la presente pu-
blicación se marcaron como notas de la Editorial
(N. de la Edit.). En tercer lugar, los títulos de todas
las secciones fueron modificados por razones de
estilo.
Editorial Aurora
Octubre de 2023
5
A raíz del golpe del 2 de diciembre de 19521, o
mejor aún, después de la designación de Marcos
Pérez Jiménez como «presidente constitucional»,
en abril de 19532, el partido socialcristiano Copei3
pasó definitivamente a realizar una oposición to-
tal aunque cívica, es decir, opuesto a la tesis de la
insurrección putschista que preconizaba la direc-
ción de Acción Democrática [AD]4. Sin embargo,
dadas las condiciones generales impuestas por la
dictadura en su nueva forma de gobierno uniper-
sonal5, las actividades oposicionistas no eran per-
mitidas en el plano legal. Por consiguiente, la ac-
1
Se refiere a la maniobra ejecutada ese día mediante la renuncia de la Junta de
Gobierno y la designación –por parte de los comandos militares– de Pérez Jimé-
nez como presidente provisional, en fraudulenta respuesta a la derrota del régi-
men en las elecciones del 30 de noviembre de 1952 para elegir la Asamblea Cons-
tituyente (N. de la Edit.)
2
Pérez Jiménez fue «electo» como presidente de la República por la Constituyente,
para un período de cinco años que culminaba el 19 de abril de 1958 (N. de la Edit.)
3
«Comité de Organización Política Electoral Independiente». Partido reacciona-
rio, conservador democristiano, de origen falangista, fundado por Lorenzo Fer-
nández y Rafael Caldera. Se legalizó el 23 de febrero de 1946 y se lanzó pública-
mente el 13 de abril de ese año en San Cristóbal, Táchira (N. de la Edit.)
4
Partido socialdemócrata fundado por Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos y An-
drés Eloy Blanco, entre muchos otros provenientes del ilegal Partido Democrá-
tico Nacional (PDN). Se legalizó en julio de 1941 y fue lanzado públicamente el 13
de septiembre de ese año, agrupando a sectores de la pequeña y la gran burgue-
sía, y de la intelectualidad (N. de la Edit.)
5
Tras el golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948 se instaló una Junta Militar
de Gobierno, la cual fue presidida por el teniente coronel Carlos Delgado Chal-
baud hasta su asesinato el 13 de noviembre de 1950, convirtiéndose en Junta de
Gobierno, encabezada por el doctor Germán Suárez Flamerich hasta su renuncia
el 30 de noviembre de 1952. De ambas Juntas formaron parte los coroneles Pérez
Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, y el primero constituía el poder real en la se-
gunda de éstas (N. de la Edit.)
6
titud de Copei estuvo circunscrita a una «resis-
tencia moral, intelectual y política» que no podía
exteriorizarse en actos públicos conocidos por
toda la ciudadanía. La vida del partido, por tal ra-
zón, permanecía en una situación larvada, pese a
lo cual, algunos dirigentes copeyanos fueron per-
seguidos y presos, tales como Luis Herrera Cam-
píns, Edilberto Escalante, Hilarión Cardozo, Pe-
dro Pablo Aguilar, José Luis Zapata, José Cama-
cho, Eduardo Tamayo, Valmore Acevedo Amaya,
Paulino Mayorca, Carlos Villarroel, Horacio Gó-
mez Ghersy, Tomás Mercado y Carlos Atilano, de
los cuales fueron expulsados del país Herrera
Campíns, Villarroel, Zapata, Moros, Mercado y
Atilano.
De tales persecuciones no podía escapar el lí-
der máximo de la organización socialcristiana y,
así, el 21 de agosto de 1957, la dictadura hizo
prender al doctor Rafael Caldera6. Su detención
duró [cuatro meses] hasta el 24 de diciembre de
1957, pero el primero de enero de 1958 recibió in-
formaciones confidenciales según las cuales el
gobierno tenía intenciones de eliminarlo física-
mente, por suponer que estaba en conexión con
6
*Manuel Vicente Magallanes. Los partidos políticos en la evolución histórica vene-
zolana. Editorial Mediterráneo. Madrid, 1973, p. 426.
El Comité de Exiliados de los partidos AD y URD publicaron en México una Decla-
ración conjunta sobre esta detención. Hela aquí: «Desde el 21 de agosto encuén-
trase preso en Caracas, por arbitraria disposición de la policía política venezolana,
el doctor Rafael Caldera, cuyo nombre venía señalándose como posible candidato
único de la oposición, a la Presidencia de la República. La rígida censura existente
en Venezuela no ha permitido que la noticia sobre la detención del doctor Caldera
sea publicada por la prensa venezolana. Pero es urgente denunciarla ante la opi-
nión continental, porque, interpretada como respuesta a la conducta de los Partidos
que han exigido clima propicio para que el problema político venezolano se resuelva
democráticamente, descartando la violencia, por la vía del sufragio universal, pa-
rece significar que el gobierno del general Pérez Jiménez está decidido a impedir que
la oposición participe en las elecciones, lo que implicaría no sólo el rechazo a la
única solución sensata planteada en Venezuela, sino un emplazamiento irrespon-
sable del propio gobierno a las mayorías democráticas del país…».
7
los hechos conspirativos ocurridos en ese día7.
Ante tal amenaza, el doctor Caldera resolvió asi-
larse en la Embajada Pontificia. Diecinueve días
después salió del país, rumbo a Nueva York, y fue
recibido el día 20 de enero en el aeropuerto de di-
cha ciudad por los exiliados venezolanos que allí
se encontraban, a saber: Rómulo Betancourt [AD]
y Jóvito Villalba [URD]8 que se habían reunido a
fin de concertar el llamado Pacto de Nueva York,
al cual adhirió el doctor Caldera a nombre de su
partido Copei. Del aeropuerto se dirigieron al
Club Atlético, en donde convinieron en hacer
frente común a fin de derrocar la dictadura9. Era
la adhesión a la cual nos hemos referido. Tres
días después, el 23 de enero, el dictador abandonó
el territorio venezolano, trasladándose a la ciu-
dad capital de República Dominicana para re-
unirse con su colega el dictador Rafael (Chapita)
Trujillo Molina10.
7
El 1 de enero de 1958 se produjo la primera crisis militar de la dictadura, con la
sublevación de una parte de la guarnición aérea de Maracay, en combinación
con fuerzas motoblindadas y de artillería en Caracas comandadas por el coronel
Hugo Trejo (N. de la Edit.)
8
«Unión Republicana Democrática». Partido socialdemócrata fundado por secto-
res de capas medias profesionales y de la pequeña burguesía. Se legalizó el 14 de
diciembre de 1945; tres meses después ingresó en él Jóvito Villalba, y antes de un
año se retiró la mayoría de los fundadores y Villalba se hizo con la jefatura del
partido (N. de la Edit.)
9
*Además de Betancourt, Caldera y Villalba figuró en la reunión de Nueva York el
conocido escritor colombiano Germán Arciniegas, más tarde Embajador acredi-
tado en Caracas. ¿A qué obedecía la presencia de este personaje en una reunión
netamente venezolana? No es fácil saberlo, pero se sospecha que fue invitado
para que explicara las excelencias de la unidad entre conservadores y liberales,
que tan buenos resultados les había dado a las clases dominantes de Colombia,
después del derrocamiento [en mayo de 1957] del general [Gustavo] Rojas Pinilla.
Y presente estuvo también en las conversaciones que dieron origen al Pacto de
Nueva York, el señor Maurice Bergbaum, Encargado de los Asuntos Latinoame-
ricanos del Departamento de Estado del país norteño, lo cual denuncia la inje-
rencia directa del gobierno de Estados Unidos en la realización del mentado
Pacto. En la revista Momento, de Caracas, apareció el retrato del mencionado
Bergbaum junto con los exiliados líderes venezolanos, en Nueva York, con oca-
sión de la firma del conocido Pacto.
10
*Manuel Vicente Magallanes. Los partidos políticos en la evolución histórica vene-
zolana. Editorial Mediterráneo. Madrid, 1973, p. 427.
8
A comienzos de 1957, había visitado la ciudad
de Quito el doctor Alfredo Tarre Murzi11, si-
guiendo un itinerario que se había propuesto con
el fin de lograr el consenso de voluntades de muy
diversos personajes políticos venezolanos en el
exilio con ánimo de lograr la acción mancomu-
nada contra la dictadura. En esa oportunidad,
tuve ocasión de conversar con él, pues uno de sus
objetivos era obtener mi aprobación de tal plan.
Hube de manifestarle que yo no estaba en la acti-
vidad política pues había roto mis relaciones con
la dirección del Partido Comunista en el cual mi-
litara durante veintinueve años. Por consi-
guiente, mi aquiescencia poco podría significar
en la tarea que él se proponía. Allí conversó tam-
bién con Augusto Malavé Villalba12, que se encon-
traba de visita en esa ciudad capital de la Repú-
blica del Ecuador, y con Braulio Jatar Dotti13, que
se hallaba también de paso por ella. Nos informó
de sus conversaciones con Rómulo Betancourt y
Jóvito Villalba, cuyas opiniones eran coinciden-
tes con las suyas, así como también con Gustavo
Machado14, que estuvo de acuerdo en el movi-
miento unitario. De modo, pues, que la conver-
11
1919-2002. Destacado especialista en derecho laboral, fue director de Cultura
Popular en el Ministerio del Trabajo (1944-1945), diputado en la Asamblea Cons-
tituyente (1946-1948) y desde 1952 –por concurso abierto– miembro profesional
del personal de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra,
Suiza. En 1957 recorrió varios países de Latinoamérica fungiendo como asesor
de la OIT en educación obrera (N. de la Edit.)
12
1904-1977. Reconocido dirigente sindical de AD, estuvo exiliado en Costa Rica
durante la dictadura militar y cumplió tareas en varios países para la Organiza-
ción Regional Interamericana del Trabajo (ORIT), filial de la socialdemócrata
Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) (N. de
la Edit.)
13
1919-1999. Dirigente de AD en el estado Falcón, estuvo exiliado en Chile durante
la dictadura militar (N. de la Edit.)
14
1898-1983. Para entonces, era el máximo dirigente del PCV en el exterior. Estuvo
exiliado en México durante la dictadura militar (N. de la Edit.)
9
gencia política hacia el fin perseguido era prácti-
camente total. Como se recordará, en la Confe-
rencia de Exiliados de Acción Democrática reu-
nida en Puerto Rico15, se había ratificado la tesis
de ese partido, iniciada en San José de Costa Rica,
de llamar a todas las organizaciones políticas ve-
nezolanas a formar un solo frente común con el
objeto de lograr el derrocamiento de la dictadura.
[…]
Pocas dudas puede haber acerca de la injeren-
cia del Departamento de Estado norteamericano
en la celebración del Pacto de Nueva York, y no
por mera casualidad la reunión de los tres líderes
de los partidos mayoritarios tuvo como escenario
la capital económica del Imperio Americano. Na-
turalmente, de dicho Pacto fue excluido expresa-
mente el Partido Comunista de Venezuela [PCV],
pero estaba sobreentendido que éste, en silencio,
apoyaba su constitución. La posición de Rómulo
Betancourt no había dejado de ser beligerante y
excluyente contra los comunistas, de modo que,
inclusive en los primeros días del mes de enero
de 1958, dirigió a los militantes de Acción Demo-
crática un mensaje, en forma clandestina, en el
cual recomendaba «no integrar a los comunistas,
sino a las acciones coincidentes», y recomendaba
también «que no se atacase a los militares». La ac-
titud de Acción Democrática y de Copei era con-
cordante en lo relativo a la posición que había de
tomarse respecto a la Junta Patriótica, «porque
15
Se refiere a la «Conferencia de Exiliados» realizada en 1956 –justo después del
fallido atentado contra Pedro Estrada (director de la Seguridad Nacional)–, en la
que Betancourt debió formular un mea culpa por los errores sectarios que carac-
terizaron su política en el pasado y lanzar un llamado a la unidad (N. de la Edit.)
10
carecía de porvenir y no lograría nada»16.
Así, pues, la formación de la Junta Patriótica,
contrariamente a lo que pudiera pensarse, no era
fruto de la unidad lograda en el Pacto de Nueva
York, hecho ocurrido muchos meses después de
fundada aquélla. Por eso, se explica la actitud re-
celosa de Acción Democrática ante la Junta Pa-
triótica, cuando fue invitada a incorporarse a su
seno, lo cual hizo en un comienzo enviando sim-
plemente un «observador».
Cuando en septiembre de 1957 viajaba el autor
de este libro entre Francia e Italia, tuvo noticia de
las primeras conversaciones sostenidas en el ex-
terior (Estados Unidos) por dos de los principales
integrantes del Pacto de Nueva York, acerca de la
unificación tripartidista que se perfeccionó con
la llegada del doctor Caldera a la capital econó-
mica de Norteamérica. Igualmente fuimos infor-
mados sobre las primeras actividades agitativas
realizadas por los estudiantes de Caracas contra
la dictadura, a las cuales el régimen no daba la
importancia que tenían, aunque las reprimía con
violencia. Pérez Jiménez y su camarilla no podían
concebir que aquello era el comienzo de la caída
de su oprobioso régimen. Ellos calificaban tales
actividades como «escarceos estudiantiles».
El Pacto de Nueva York no era expresión única
de la nueva política instaurada por Estados Uni-
dos respecto a Venezuela. En realidad, se trataba
de una posición aplicable a todos los países de
América Latina. Así, vimos por ejemplo, el caso de
16
*Moisés Moleiro. El Partido del Pueblo. Hermanos Vadell Editores. Caracas, 1978,
p. 183.
11
Colombia, donde los dos grandes partidos tradi-
cionales (Liberal y Conservador) que antes ha-
bían mantenido una pugna terrible, sobre todo
durante la administración profascista de don
Laureano Gómez17, celebraron un acuerdo simi-
lar al que se logró en Nueva York. En efecto, esos
dos partidos convinieron en distribuirse el Poder,
alternativamente, de modo que ninguno pudiera
monopolizarlo. Tal acuerdo obtuvo la categoría
de norma constitucional. Así, una vez gobernaba
el Partido Liberal y, a continuación, lo hacía el
Partido Conservador. La adopción de tal estrate-
gia política obedecía exactamente a las mismas
causas que engendraron el Pacto de Nueva York.
Aunque el Partido Comunista de Colombia era
ideológica y orgánicamente muy débil, tal cir-
cunstancia no aminoraba el peligro de que se
desatara en el vecino país un movimiento revolu-
cionario en el seno de las masas que pudiera dar
al traste con la vetusta estructura económica del
país. Cuando las condiciones objetivas lo impo-
nen, estallan los movimientos que configuran
una verdadera revolución, la cual podrá ser diri-
gida no importa por cuál persona o grupo de per-
sonas. De donde menos se piensa surgen los ca-
becillas, líderes y conductores de la revuelta po-
pular.
Cosa parecida podría ocurrir en Venezuela, y,
contra ello, deseaban prevenirse el imperialismo
americano y la oligarquía criolla. De aquí su em-
17
1889-1965. Político católico ultraconservador que fue presidente de la República
desde 1950 hasta el golpe de Estado de Rojas Pinilla el 13 de junio de 1953 (N. de
la Edit.)
12
peño en lograr este tipo de acuerdos en el seno de
las clases dominantes.
En Cuba, a la sazón, se desarrollaba un movi-
miento guerrillero contra la dictadura de Fulgen-
cio Batista, a cuya cabeza se encontraba un cono-
cido líder procedente de la ortodoxia cubana18, el
doctor Fidel Castro Ruz. […] Nadie podía pensar
en aquella época que el Movimiento 26 de Julio19
iba a convertirse en la fuerza revolucionaria, ins-
pirada en el marxismo, que habría de dar al traste
con la vieja estructura económica, política y so-
cial de la Perla de las Antillas. El Partido Socialista
Popular de Cuba (Comunista)20, había condenado
el método de guerrillas adoptado por Fidel Cas-
tro21, considerándolo de estirpe pequeño bur-
guesa, caudillista, etc., que no podría desembocar
en una verdadera revolución democrática. Sin
embargo, fue a través del movimiento encabe-
zado por Fidel Castro por donde se desató la revo-
lución cubana, […] que se ha transformado en re-
volución socialista22. A esto era a lo que principal-
mente temían el imperialismo americano y la oli-
18
En referencia al llamado «Partido Ortodoxo», fundado en 1947 por Eduardo Chi-
bás, que estaba integrado por sectores populares y de la pequeña burguesía. Fidel
Castro militaba en él antes del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, tras el
cual empezó a organizar un movimiento revolucionario aparte (N. de la Edit.)
19
Organización encabezada por Fidel Castro. El nombre hace referencia al histó-
rico asalto al cuartel Moncada, que ejecutaron el 26 de julio de 1953 (N. de la Edit.)
20
«Partido Socialista Popular» (PSP) –llamado anteriormente, desde 1939, «Unión
Revolucionaria Comunista» (URC)– fue el nombre que asumió en enero de 1944
el partido comunista fundado por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, entre
otros, en 1925 (N. de la Edit.)
21
Tras denuncias en los tribunales de justicia (1952), el asalto al cuartel Moncada
(1953), purgar cárcel por estos eventos (1953-1955) y demostrar que no había ca-
minos pacíficos para derrocar a la sangrienta dictadura, el 2 de diciembre de
1956, procedente de México, desembarcó Fidel Castro al frente de 82 hombres
para iniciar la guerra de liberación, que se coronaría el 1 de enero de 1959 con el
triunfo de la Revolución Cubana (N. de la Edit.)
22
El 16 de abril de 1961, poco más de dos años después del triunfo de la Revolución
y un día antes de la invasión mercenaria de Playa Girón, Fidel Castro declaró el
carácter socialista de la revolución, con nítido contenido marxista (N. de la Edit.)
13
garquía criolla, de aquí, su empeño en asegurarse
contra el desbordamiento de la acción multitudi-
naria de las masas que podían ser conducidas por
no importa cuál partido, grupo o personalidades,
hacia una revolución de tipo socialista23, o, por lo
menos, nacional revolucionaria.
La Revolución Cubana estaba todavía en ca-
mino de triunfar y para muchos no era claro que
llegaría a la toma del Poder, cuando se suscitaron
los acontecimientos políticos de Colombia, que
acaecieron en 195724, con la desaparición de la
Junta Militar y el ascenso al Poder de Alberto Lle-
ras Camargo25, hombre de una contextura moral
y política similar a la de Rómulo Betancourt. Se
iniciaba así una nueva Era llamada del «Frente
Nacional», que consistía, como dijimos, en tur-
narse pacíficamente en la presidencia, los dos
partidos, por un período de dieciséis años conse-
cutivos. De esta manera pensaban las clases do-
minantes y el imperialismo, preservar a Colom-
bia de todo peligro de revolución social.
Durante el desarrollo del movimiento guerri-
llero de Fidel Castro, y cuando ya se vislumbraba
una posibilidad de victoria sobre Fulgencio Ba-
23
Efectivamente, la confianza de la clase obrera y ser vanguardia de las masas po-
pulares no es patrimonio exclusivo ni «derecho divino» de alguna organización
–llámese como se llame–, sino que debe construirse y forjarse; no lo decreta na-
die, sino que debe ganarse en la lucha de masas y de ideas. Qué tan consecuente
será ese movimiento con los intereses estratégicos de emancipación del pueblo
trabajador, está en dependencia del contenido genuinamente revolucionario y
profundamente marxista que tenga su dirección (N. de la Edit.)
24
El 10 de mayo de 1957 renunció el impopular presidente de facto Rojas Pinilla, lo
sucedió una Junta Militar que asumió el Gobierno, y el 1 de diciembre se realizó
un plebiscito sobre la reforma constitucional que selló el pacto de alternancia y
gobernabilidad entre liberales y conservadores (N. de la Edit.)
25
La Junta Militar gobernó hasta el 7 de agosto de 1958, cuando tomó posesión el
presidente electo en los comicios del 4 de mayo de ese año, el liberal Alberto Lle-
ras Camargo (N. de la Edit.)
14
tista, Washington intentó atar a Fidel Castro gra-
cias a un compromiso similar al que logró pri-
mero en Colombia y después en Venezuela me-
diante el Pacto de Nueva York. El compromiso se
firmó a espaldas de Fidel, y consistía, igual-
mente, en compartir el mando de la Isla con otras
fuerzas burguesas proimperialistas. La maniobra
fracasó, porque el doctor Castro Ruz desautorizó
a las personas que, abusando de sus funciones,
habían intentado comprometerlo en la forma in-
dicada. Gracias a ello, pudo desarrollar una revo-
lución intensamente popular, que rápidamente
ha evolucionado hacia formas socialistas, con in-
menso enojo del imperialismo americano y de la
burguesía de todos nuestros países26.
En Venezuela, la acción iniciada por Washing-
ton tuvo completo éxito, instalando en el Poder a
26
*En efecto, en una carta dirigida por Fidel Castro a los dirigentes del Partido Re-
volucionario [conocido popularmente como «Partido Auténtico»], del Partido del
Pueblo Cubano [el llamado «Partido Ortodoxo»], de la Organización Auténtica,
de la Federación Estudiantil Universitaria, del Directorio Revolucionario y del
Directorio Obrero Revolucionario, fechada el 14 de diciembre de 1957 y publi-
cada [en enero de 1958] en la revista Humanismo [editada en México], con el tí-
tulo de «Para caer con dignidad no hace falta compañía», el líder de la Revolución
Cubana explana todo el problema ocurrido con la mentada «unidad» que se pen-
saba constituir con el fin de usufructuar el Poder, una vez que Batista hubiese
sido derrocado. Los tales dirigentes «revolucionarios» no se hallaban dentro de
Cuba luchando contra el tirano, sino en Miami, lugar donde fue firmado el fa-
moso pacto que comprometía a Fidel Castro y su movimiento a gobernar dentro
de una organización que se denominaría «Junta de Liberación», formada, desde
luego, mayoritariamente, por los mentados dirigentes. Se trataba, en una pala-
bra, de que Fidel les cediera el Poder a quienes nada habían hecho, excepto ha-
blar mucho, para conquistarlo, pero que representaban los intereses de la oligar-
quía y del imperialismo, por mucho que se disfrazaran con el nombre de «revo-
lucionarios».
El líder del Movimiento 26 de Julio aclaró que no había designado ni autorizado
a ninguna delegación para discutir las negociaciones que condujeron al Pacto de
Unidad, lo que significaba que era totalmente desconocido por él hasta el 20 de
noviembre, en que les llegó sorpresivamente el documento que contenía las ba-
ses públicas y secretas del famoso pacto en el cual aparecía comprometido dicho
Movimiento. En opinión de Castro, el derrocamiento del dictador llevaba en sí el
desplazamiento del Congreso espurio, la dirigencia de la CTC [Central de Traba-
jadores de Cuba] y también los alcaldes, gobernadores y demás funcionarios que
directa o indirectamente se hubiesen apoyado y aprovechado para escalar sus
cargos, en las supuestas elecciones del 1 de noviembre de 1954. […]
15
Rómulo Betancourt27, pero con la participación
activa de URD y de Copei, que recibieron los co-
rrespondientes ministerios y gobernaciones de
los estados y cuyas fracciones parlamentarias
aseguraban una base muy amplia de sustenta-
ción al sistema iniciado. Más adelante, el doctor
Raúl Leoni28 intentó conservar aquella alianza,
pero no tuvo el mismo éxito de Betancourt, por-
que uno de los partidos29 se negó a continuar for-
mando parte del gobierno. La coalición quedó
rota y mermadas las fuerzas gobernantes, pero el
peligro principal había pasado ya, de modo que
cuando las fuerzas de izquierda intentaron la
toma del Poder, era tarde. […]
27
El Pacto de Nueva York se firmó el 20 de enero de 1958 y las elecciones en las que
resultó ganador Betancourt se realizaron el 7 de diciembre de 1958, por lo que,
para entender a cabalidad cómo lograron imponerse las fuerzas proimperialis-
tas, es imprescindible analizar integralmente esos poco más de diez meses y me-
dio de 1958 (N. de la Edit.)
28
1905-1972. Dirigente de AD, presidente de la República en el período 1964-1969
(N. de la Edit.)
29
Se refiere a URD (véase nota 59) (N. de la Edit.)
16
más contribuyó a la caída de la dictadura. En
efecto, Betancourt había publicado un año antes
su opinión al respecto. Veamos tal opinión:
1.- El PCV es un pequeño grupo político, de es-
caso arraigo popular y de muy limitada capacidad
de influencia sobre los trabajadores.
2.- Sin aportar fuerzas considerables al frente
antidictatorial, la presencia en él del PCV le restaría
el apoyo de vastos sectores venezolanos que son, al
propio tiempo, enemigos del régimen actual y hos-
tiles al comunismo.
3.- Los comunistas son aliados inseguros en las
luchas políticas nacionales, porque cambian sin
mayor esfuerzo visible su línea de conducta cuando
así convenga a la estrategia mundial de la Unión
Soviética; y
4.- En el plano internacional, la presencia del
PCV en ese frente sería vista con marcado recelo
por los movimientos nacional-revolucionarios, so-
cialistas y democráticos de América Latina, así
como por los sectores obreros y liberales de Estados
Unidos. Las luchas venezolanas contra el despo-
tismo han recibido la asistencia moral de esas co-
rrientes políticas y sindicales de ambas Américas,
pero razones abonan la creencia de que no la pres-
tarían ya más, por su militante repudio a los méto-
dos y prácticas de los comunistas, a un frente donde
el PCV figurase.30
Lo que a Betancourt más preocupaba no era la
opinión de los «socialistas» y liberales de Estados
Unidos, sino la del gobierno de Washington y la
de las corporaciones de Wall Street, en particular
la de Rockefeller y compañía, que habían sido sus
protectores. Recordemos, si no, su posición en la
30
*Rómulo Betancourt. ¿A dónde va Venezuela? Cuadernos Americanos. Vol. 15, no-
viembre-diciembre de 1956.
17
guerra de Corea [1950-1953], cuando se declaró
en favor de apoyar la intervención norteameri-
cana, cosa que rechazó la dirección de Acción De-
mocrática que actuaba en el interior de Vene-
zuela. Veamos lo que al respecto dijo Guido
Acuña31 en su libro sobre el asesinato de [Leo-
nardo] Ruiz Pineda32:
…se ofrecía al debate para su consideración la
recomendación de Rómulo Betancourt, acerca del
pronunciamiento del partido en la clandestinidad,
dándole nuestro apoyo a la intervención de los Es-
tados Unidos de Norteamérica en Corea. El Comité
Seccional (CES) del Distrito Federal, de manera ab-
soluta, rechazó ese predicamento que recomen-
daba el Presidente desde el exilio.33
Domingo Alberto Rangel34, en su obra La revo-
lución de las fantasías, completa la información
al respecto al decirnos:
…llamar a la solidaridad con los Estados Unidos
equivaldría a darle visos de verosimilitud al rumor,
muy reiterado, de que se busca el retorno al Poder
ofreciendo mercancías de entrega al imperia-
lismo.35
Betancourt, en efecto, afirmaba que Vene-
zuela había suscrito el pacto de Río de Janeiro36,
31
1919-1996. Dirigente de AD en el estado Miranda, fue diputado en la Asamblea
Constituyente (1946-1948) y formó parte de la lucha clandestina contra la dicta-
dura militar (N. de la Edit.)
32
1916-1952. Prestigioso dirigente de AD, en 1949 asumió la Secretaría General del
partido en la clandestinidad, y fue asesinado por la Seguridad Nacional el 21 de
octubre de 1952 en la avenida principal del barrio San Agustín del Sur, en Cara-
cas (N. de la Edit.)
33
*Guido Acuña. Cuando mataron a Ruiz Pineda. Ediciones Rafael Arévalo Gonzá-
lez. Caracas, 1977, p. 66.
34
1923-2012. Dirigente de AD hasta 1960, fue una de las principales figuras de la
corriente de izquierda del partido en los años cincuenta (N. de la Edit.)
35
*Domingo Alberto Rangel. La revolución de las fantasías. Ediciones Ofidi. Cara-
cas, 1966, p. 16.
36
Se refiere al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), suscrito el
2 de septiembre de 1947 en Brasil, para responder conjuntamente ante el ataque
armado a cualquier país del continente americano (N. de la Edit.)
18
lo cual obligaba a alinearse «a las trincheras del
mundo libre», es decir, a anunciar su solidaridad
con Estados Unidos. Semejante postura era la que
rechazaban Ruiz Pineda y los dirigentes de AD en
aquella oportunidad. Como se comprende fácil-
mente, no se trataba aquí de la cuestión de llegar
a un acuerdo unitario entre todas las fuerzas po-
líticas y sociales del país con vista a derrocar a Pé-
rez Jiménez y constituir nuevo gobierno, sino de
un problema relativo a la política internacional
del imperialismo.
20
año de 195840. De allí, que el convenio logrado os-
tentara el nombre de Pacto de Punto Fijo. Dicho
pacto, firmado el día 31 de octubre del mentado
año, estaba firmado por Rómulo Betancourt, Raúl
Leoni y Gonzalo Barrios, en representación de Ac-
ción Democrática; y por Jóvito Villalba, Ignacio
Luis Arcaya y Manuel López Rivas, en representa-
ción de URD; en tanto que, por Copei, firmaban
Rafael Caldera, Pedro del Corral y Lorenzo Fer-
nández, aunque en el acto también estuvieron
presentes los representantes de Fedecámaras41 y
del Comité Sindical Unificado Nacional42, así
como también los de la Federación de Centros
Universitarios [FCU], de la Junta Patriótica y de la
Federación de Gremios Universitarios, los cuales,
de este modo, se convertían en garantes del con-
venio celebrado y de apoyo esencial al nuevo sis-
tema político que se iba a instalar en el país. So-
lamente fue excluido, de manera expresa, el Par-
tido Comunista de Venezuela [PCV], por cuya ra-
zón, tanto la Junta Patriótica como los represen-
tantes estudiantiles dejaron constancia de su
protesta. Es de hacer notar, sin embargo, que
también fue excluido de esa participación el
nuevo partido democrático surgido, que llevaba
40
Las elecciones generales se llevaron a cabo el 7 de diciembre de 1958, poco más
de cinco semanas después de que se firmara el Pacto de Punto Fijo (N. de la Edit.)
41
Federación de Cámaras de Comercio y Producción de Venezuela, constituida en
julio de 1944 (N. de la Edit.)
42
Constituido el propio 23 de enero de 1958 al ocupar la Casa Sindical los dirigentes
de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) disuelta por la dicta-
dura en mayo de 1950. Con participación de todos los sectores políticos que ejer-
cían influencia en la masa sindical, será la representación de los trabajadores
hasta la realización del III Congreso de la CTV, en noviembre de 1959 (N. de la
Edit.)
21
por nombre el de Integración Republicana43. La
exclusión del primero se comprendía en atención
a los conocidos sentimientos profundamente an-
ticomunistas de Rómulo Betancourt, cuya línea
de acción en esta materia ha quedado exhausti-
vamente explicada […], no así la de Integración
Republicana en la cual estuvieron ausentes las
posturas izquierdistas, amén de su corta edad, de
apenas algunos meses.
Según los términos del pacto, éste perseguía
las siguientes finalidades:
Primero, fortalecer las instituciones democrá-
ticas, los poderes legislativo, y judicial, así como
el poder municipal.
Segundo, desarraigar para siempre los vicios
y corruptelas de la administración pública, me-
diante «una lucha implacable contra el peculado,
el tráfico de influencias y todo género de enri-
quecimiento ilícito».
Tercero, disminuir la dependencia respecto al
petróleo, «mediante un plan integral de desarro-
llo económico, de largo alcance, que contemplase
todos los aspectos de la producción industrial y
agropecuaria», haciendo uso del «papel prepon-
derante del Estado en el fomento de la riqueza
nacional».
Cuarto, realizar una reforma agraria «conce-
bida como uno de los instrumentos fundamenta-
les de la transformación económica del país» y
para elevar la condición del campesino venezo-
43
Constituido en marzo de 1958, agrupaba a sectores populares y de las capas me-
dias profesionales, animados a la participación política con el derrocamiento de
la dictadura. Algunos de los médicos de su dirección surgieron como posibles
candidaturas presidenciales de unidad (N. de la Edit.)
22
lano.
Quinto, mejorar la distribución del ingreso
nacional, y
Sexto, revisar a fondo el sistema de educación
en sus distintas ramas.
Los signatarios del pacto reconocieron que, a
pesar de las interminables gestiones realizadas
por las mesas redondas en busca de candidato de
unidad, todo había fracasado, no obstante lo cual,
Acción Democrática, URD y Copei estaban intere-
sados, al unísono, en la consolidación de la uni-
dad democrática y en garantizar una tregua polí-
tica, aunque conservando la autonomía orgánica
e ideológica de cada uno de ellos. Es decir, que se
trataba, simplemente, de una tregua política, di-
rigida a «la despersonalización del debate, la erra-
dicación de la violencia interpartidista y la defini-
ción de normas que faciliten la formación del Go-
bierno y de los cuerpos deliberantes, de modo que
ambos agrupen equitativamente a todos los secto-
res de la sociedad venezolana interesados en la es-
tabilidad de la República como sistema popular de
Gobierno»44. Para ello, se comprometían a traba-
jar en defensa de las autoridades constituciona-
les, en caso de que alguna fuerza intentase un
golpe de Estado, aun cuando en el transcurso de
los cinco años del período constitucional las cir-
cunstancias de la autonomía que se reservaban
las organizaciones firmantes, pudieran colocar a
cualquiera de los partidos comprometidos por el
pacto en la oposición al gobierno, la cual debía ser
44
Véase en la pág. 37 (N. de la Edit.)
23
ejercida en forma leal y democrática45, esto es,
que si uno de los partidos abandonaba la coali-
ción pactada, no debía aliarse a fuerzas afines al
perezjimenismo o a los comunistas para desalo-
jar del poder a los partidos que continuaban go-
bernando. El Pacto de «Punto Fijo» significaba,
entre otras cosas, que, para el período 1959-1964,
se descartaba el gobierno monopartidista, por
considerar que en tanto subsistieran las amena-
zas contra el régimen democrático iniciado el 23
de enero, el gobierno de Unidad Nacional era «el
camino para canalizar las energías partidistas y
evitar una oposición sistemática que debilitara el
movimiento democrático»46. Todo esto significaba
la renuncia de los partidos signatarios a la hege-
monía en el Gabinete Ejecutivo, en el cual debían
estar representados todas las corrientes naciona-
les y los sectores independientes del país, «me-
diante una leal selección de capacidades»47. Todas
no, pues el Partido Comunista había sido cuida-
dosamente excluido de aquellas manipulaciones,
uno de cuyos objetivos era precisamente ese: ex-
cluir a los comunistas. Y, así, con el objeto de fa-
cilitar la cooperación entre los partidos signata-
rios durante el proceso electoral y su colabora-
ción en el Gobierno Constitucional, los partidos
se comprometían a concurrir a dicho proceso de-
fendiendo «un programa mínimo común cuya eje-
cución sea el punto de partida de una administra-
ción nacional patriótica y del afianzamiento de la
45
Véase en la pág. 39 (N. de la Edit.)
46
Véase en la pág. 39 (N. de la Edit.)
47
Véase en la pág. 39 (N. de la Edit.)
24
democracia como sistema»48. Igualmente se dejó
establecido el mito de que «todos los votos emiti-
dos a favor de las diversas candidaturas democrá-
ticas, serán considerados como votos unitarios y la
suma de los votos por los distintos colores como
una afirmación de la voluntad popular a favor del
régimen constitucional y de la consolidación del
Estado de derecho»49. Esta ficción permitía a la
burguesía, en su conjunto, y a Betancourt en es-
pecial, rechazar todo intento de modificar el es-
tado de cosas existente, y de cambiar el modo de
producción establecido y destruir los privilegios
de las clases poseedoras del país, todo ello encu-
bierto bajo la apariencia de que se estaba lu-
chando simplemente contra toda tentativa de re-
torno por parte de quienes habían sido derroca-
dos el 23 de enero.
Por último, dejaron establecido que las necesi-
dades de la unidad no eran incompatibles con las
diversas candidaturas presidenciales y sus co-
rrespondientes listas legislativas50, porque ya era
público y notorio que no habría candidato único
de Unidad Nacional como había sido el iluso em-
peño de algunas fuerzas políticas, en especial del
PCV. Las resoluciones del Pacto de «Punto Fijo»
denotaban el interés de reducir la unidad al solo
ámbito de los partidos pertenecientes a las clases
poseedoras, aunque sus signatarios hablaban de
«representación de todos los sectores venezola-
nos».
48
Véase nota 60 (N. de la Edit.)
49
Véase en la pág. 44 (N. de la Edit.)
50
Véase en la pág. 42 (N. de la Edit.)
25
La firma del Pacto de «Punto Fijo» para el esta-
blecimiento de un gobierno de coalición, no fue
un fenómeno exclusivo de Venezuela, sino prác-
tica conocida en diversos países en los cuales
existieron condiciones o amenazas revoluciona-
rias de los pueblos. Sobre el particular, es conve-
niente conocer la opinión de un conocido diri-
gente revolucionario, como lo fue Vladimir Ilich
Lenin. Veamos lo que sobre el particular dijo:
La revolución enseña a todas las clases con una
rapidez y una profundidad jamás vistas en épocas
normales, pacíficas. Y los capitalistas, los mejor or-
ganizados y más expertos en materia de lucha de
clases y de política, fueron quienes aprendieron
con mayor rapidez. Cuando vieron que la posición
del gobierno era insostenible, recurrieron a un mé-
todo que los capitalistas de otros países venían
practicando durante decenios, a partir de 1848,
para engañar, dividir y debilitar a los obreros. ESTE
MÉTODO ES EL DE LOS LLAMADOS GOBIERNOS DE
«COALICIÓN» […]51
Rómulo Betancourt, que fue un político muy
avezado, no ignoraba esta práctica, y sabía sobra-
damente todo cuanto era preciso saber sobre su
eficacia. De aquí que no dudara ni por un ins-
tante en aplicarla a la situación entonces impe-
rante en Venezuela.
Años más tarde, en 1978, Betancourt declaró
[…] que ellos habían excluido a los comunistas del
Pacto de «Punto Fijo», porque «el único objetivo de
los comunistas era combatir a Estados Unidos». En
efecto, al ser interrogado por el periodista acerca
51
*V.I. Lenin, «Las enseñanzas de la revolución» (julio de 1917), Obras escogidas en
tres tomos, t. 2, Editorial Progreso, Moscú, 1981, pp. 217-218. (Mayúsculas nues-
tras). [cita y fuente actualizadas por la Edit.]
26
de cómo era cierto que la exclusión del PCV del
Pacto de «Punto Fijo» había marcado el comienzo
de la división, esto es, de la pugna que se esceni-
ficó en los años subsiguientes, Betancourt, que
había sido el que disparó primero, respondió así:
En 1958, el PC forma parte de la Junta Patriótica
en un momento de actuación unitaria de todos los
partidos. Cuando éstos se reconstruyen, los parti-
dos nacionales Copei, URD y AD, llegan a la conclu-
sión de que ellos no pueden ligar su suerte a un par-
tido de filosofía política contraria al sistema de li-
bre empresa y de una política internacional con un
solo objetivo, que es combatir a Estados Unidos por-
que esa es la línea que le viene de la Unión Soviética.
Entonces, Rafael Caldera, Jóvito Villalba y Ró-
mulo Betancourt se reúnen en «Villa Clarita», casa
de Luis Villalba, a mediados de 1958, cada uno
acompañado de uno de los miembros de su partido;
nos reunimos con Gustavo Machado, y le plantea-
mos que no podemos firmar documentos ni tener
acciones conjuntas con su partido, que era un par-
tido internacional con una sucursal en Venezuela,
porque su estrategia y su táctica no estaban deter-
minadas por conceptos venezolanos. En el Pacto de
«Punto Fijo», firmado por Copei, URD y AD se ex-
cluyó al PC por eso.
En mi discurso del 5 de diciembre de ese año en
la plaza de El Silencio, dije que si ganaba las eleccio-
nes, el PC no tendría influencia en mi gobierno, que
tendría derecho a existir, pero no a participar en el
gobierno. Y eso lo ratifiqué ante el Congreso al pre-
sentar mi primer mensaje. ¿Qué agresión signifi-
caba eso? ¿Qué elementos exhibían para pretender
influencias en el gobierno del país?52
52
*El Universal del 23 de enero de 1978. Entrevista a Rómulo Betancourt, realizada
por la historiadora Alicia Frelich de Segal.
27
Los argumentos esgrimidos por el expresi-
dente –hoy desaparecido– para justificar la ex-
clusión total del PC de toda acción conjunta y
toda toma de posición frente a cualquier pro-
blema capital de la vida venezolana, no pueden
ser más deleznables. En efecto, dichos argumen-
tos se pueden sintetizar así: Primero porque la fi-
losofía que informa la doctrina del PC es contra-
ria al sistema de la libre empresa. ¿Qué quiere de-
cir eso? Pues nada más y nada menos que lo si-
guiente: el Partido Comunista propugna el adve-
nimiento de una sociedad sin clases, en la cual no
existan explotadores ni explotados y en la cual los
medios de producción hayan sido socializados. El
sistema de la libre empresa no es otro que el ca-
pitalismo. De modo que Betancourt rechazaba a
los comunistas porque consideraban que el capi-
talismo debía desaparecer, con el objeto de dar
paso a un modo de producción superior que eli-
minara la injusticia, la explotación, la miseria, el
atraso, la desigualdad, la opresión de clase y to-
das aquellas cosas que son inherentes a todo sis-
tema basado en la explotación del trabajo ajeno.
Gracias a ello, Betancourt consideraba que los co-
munistas no tenían cabida en la lucha por la de-
mocracia burguesa. Sin embargo, cuanto estaba
en el substrato de la posición adoptada cuando se
les excluyó en el Pacto de «Punto Fijo» era que el
imperialismo yanqui exigía que una decisión de
tal naturaleza fuese tomada, y, en caso contrario,
no darían su visto bueno a cuanto se estaba reali-
zando en Venezuela. Se trataba, en realidad, de
28
una simple aplicación de los principios de la
«Guerra Fría» que los imperialistas de toda pe-
lambre habían declarado contra el socialismo y
contra todo movimiento de independencia na-
cional, fuese donde fuese.
Ahora bien, el segundo argumento de Betan-
court se refiere a que la política internacional del
PC no se basaba en «conceptos venezolanos, sino
que le venían de la Unión Soviética», pero ocurría
que la política internacional practicada por él
(Betancourt), le venía de Norteamérica, pues él
no hacía sino aplicar los principios de la geopolí-
tica, que colocaba a Venezuela dentro de la órbita
de Estados Unidos, por una especie de fatalidad
inmodificable. Entonces, también él y su partido
estarían descalificados para inmiscuirse en la
política venezolana, porque sus conceptos no
eran venezolanos, sino que le venían de EEUU.
En cuanto al argumento basado en que el PC
ataca al imperialismo norteamericano, tal cosa
no tiene sentido alguno, a no ser que Betancourt
considerara a EEUU como su verdadera patria. El
criterio de que unos son amigos y otros enemigos
del imperialismo puede tener, sin embargo, otro
sentido, cual es el de que los primeros son agen-
tes del capital extranjero, en tanto los otros son
enemigos de la penetración imperialista en nues-
tros países. Pero la exclusión, en este caso, debían
practicarla los comunistas para rechazar toda
entente53 con quienes se muestran partidarios de
53
«Pacto, acuerdo, convenio, especialmente entre países o Gobiernos, y, por extensión,
el que se hace entre empresas para limitar la competencia.», Real Academia Espa-
ñola, Diccionario de la lengua española, 23ª ed., [versión 23.6 en línea],
<https://dle.rae.es> [10/2023] (N. de la Edit.)
29
la dependencia nacional y el colonialismo. ¿Era
éste el caso venezolano de entonces? He aquí la
cuestión.
Viendo las cosas de frente es necesario admi-
tir que si bien los comunistas pudieran no tener
derecho a participar en un gobierno presidido
por Betancourt, en cambio sí lo tenían a partici-
par en todo movimiento encaminado a defender
las formas constitucionales de la democracia
burguesa, cuando éstas eran atacadas por ele-
mentos de tendencias autocráticas, como ocurrió
cuando entraron a formar parte de la Junta Pa-
triótica. Betancourt, en esa ocasión, no rechazó a
los comunistas, porque necesitaba del trabajo de
hombres valerosos, que constituían mano de
obra muy calificada en labores de organización,
agitación y propaganda. Después de alcanzado el
objetivo, procedió a darles un puntapié. Pero esto
ocurrió por el errado empeño del PCV en mante-
ner la política de «Unidad Nacional» más allá de
los linderos necesarios, pretendiendo erigirla en
norma para un largo período de la vida venezo-
lana. Debieron ser los dirigentes del PCV quienes,
oportunamente, dieran «la patada histórica» a
Betancourt, y no esperar a que éste se las diera a
ellos. En realidad, al parecer, el PCV se forjó la ilu-
sión de que, mediante la política de Unidad Na-
cional, se podría realizar la revolución democrá-
tico-burguesa, en estrecha unión con los partidos
de las clases poseedoras, cosa naturalmente im-
posible. En su sueño, creyó tal vez que sería posi-
ble edificar «un capitalismo progresista» para
30
preparar el advenimiento del socialismo en un
futuro quizá no muy lejano. Vana ilusión o sueño
dorado del cual hubo de despertarlos Betancourt
con su brusca manera de actuar. Si acaso abriga-
ron tales esperanzas, es preciso decir que se tra-
taba de una utopía, porque las clases explotado-
ras no renunciarán jamás, voluntaria y pacífica-
mente, a la explotación de la mano de obra ajena.
Si la clase obrera pudiese adquirir con oro su li-
beración total, gustosamente lo haría, pero la
burguesía no renunciará a vender su derecho a
explotar. Solamente cuando la burguesía se en-
cuentra en una situación muy grave, metida en
un verdadero aprieto, es cuando conviene en rea-
lizar alianzas con la clase obrera y su Estado Ma-
yor, pero sólo para romper su compromiso al día
siguiente.
Sin caer en la oposición extrema a los partidos
democrático-burgueses, el PCV debió mantener
una política independiente frente a ellos [a lo
largo de 1958] y frente al gobierno que constitu-
yeron en 1959 –tan pronto se realizaron las elec-
ciones–. Sin embargo, como se verá más ade-
lante54, […] el PCV pasó de una política extrema de
«Unidad Nacional» a otra de guerra declarada
contra el gobierno de coalición surgido del Pacto
de «Punto Fijo». Este cambio de postura parece
totalmente irracional y, si en la primera postura
estuvo errado, no menos lo estuvo en la segunda.
54
El autor se refiere a los tomos 12 y 13 de Historia de la Venezuela política contem-
poránea 1899-1969, que abarcan los acontecimientos de 1959 a 1961 y, por ende,
el bandazo del PCV desde sus posiciones y actuaciones oportunistas de derecha
(de 1958 a principios de 1960) hasta sus desviaciones izquierdistas (iniciadas en
1960 y consolidadas en 1961) (N. de la Edit.)
31
Los hechos ulteriores demostraron cuán cierta es
esta conclusión.
Algunos cronistas políticos han achacado a la
tesis leninista de la existencia de etapas en el pro-
ceso revolucionario de los países atrasados, la
culpa de los errores del PCV en la oportunidad
que analizamos, pero tal cosa es completamente
falsa. En más de una ocasión hemos aclarado el
verdadero contenido de la mentada tesis leni-
nista que no consiste en entregar la dirección del
movimiento de masas a la burguesía para que
ella gobierne y realice su revolución, como gene-
ralmente se cree en ciertos círculos de la iz-
quierda venezolana. La raíz de los errores come-
tidos en Venezuela durante el año de 195855 está
en otra parte, que no es el caso de entrar a inves-
tigar aquí.
55
Lo más alarmante –y de ahí la importancia de su análisis– es que esos errores del
PCV en 1958 se reeditaron 40 años después, por más tiempo y con peores resul-
tados, mediante la funesta práctica de conciliación de clases asumida por la di-
rección figuerista y sus más de cinco lustros de subordinación al proyecto so-
cialreformista de Hugo Chávez –tanto en vida de éste como después de muerto–
(N. de la Edit.)
32
sobre las bases y mediante las consideraciones si-
guientes:
PRIMERA: Como es del conocimiento público,
durante varios meses las distintas fuerzas políticas
que han participado en las acciones unitarias para
la defensa del régimen democrático han mante-
nido conversaciones destinadas a asegurar la inte-
ligencia, mutuo respeto y cooperación entre ellas,
interesadas por igual en la consolidación de la uni-
dad y la garantía de la tregua política, sin perjuicio
de la autonomía organizativa y caracterización
ideológica de cada una, conforme se declaró expre-
samente en el acta de ampliación de la Junta Patrió-
tica firmada el 25 de enero de 1958 por los partidos
políticos que la integraban inicialmente. El resul-
tado obtenido es favorable, toda vez que las natura-
les divergencias entre los partidos, tan distintas del
unanimismo impuesto por el despotismo, se han
canalizado dentro de pautas de convivencia que
hoy más que nunca es menester ampliar y garanti-
zar. El análisis cabal de los antecedentes, de las ca-
racterísticas actuales y de las perspectivas de nues-
tro movimiento democrático; la ponderación com-
prensiva de los intereses legítimamente represen-
tados por los partidos a nombre de los centenares
de miles de sus militantes; el reconocimiento de la
importancia de amplios sectores independientes
que constituyen factor importante de la vida nacio-
nal; el respaldo de las Fuerzas Armadas al proceso
de afirmación de la República como elementos ins-
titucionales del Estado sometido al control de las
autoridades constitucionales, y el firme propósito
de auspiciar la unión de todas las fuerzas ciudada-
nas en el esfuerzo de lograr la organización de la
Nación venezolana han estado presentes en el estu-
dio de las diferentes fórmulas propuestas.56
56
*El Nacional, del 1 de noviembre de 1958.
33
De la lectura de este párrafo inicial no se des-
prende ninguna razón para que el Partido Comu-
nista, uno de los que luchó con más denuedo en
el proceso de caída de la dictadura, fuese ex-
cluido, ya que en él se reconocen las disparidades
filosóficas y políticas existentes entre las diver-
sas agrupaciones políticas que lo firmaron. Be-
tancourt, para segregar a los comunistas de este
Pacto, adujo razones de ideología y filosofía polí-
tica, y es del caso contemplar que el objetivo pro-
puesto era el de auspiciar la unión de todas las
fuerzas ciudadanas con ánimo de lograr la orga-
nización de la República en sus aspectos mera-
mente políticos, manteniendo el respeto mutuo
entre los partidos y la convivencia durante una
etapa determinada, todo ello dirigido a impedir
el retorno al Poder de aquellas fuerzas desplaza-
das el 23 de enero. Por consiguiente, la exclusión
del PCV resultaba a todas luces incomprensible,
toda vez que este partido había demostrado su
absoluta lealtad a la causa democrática en la
etapa histórica que Venezuela estaba viviendo. La
lucha común era contra los elementos autorita-
rios recién echados del Poder y, de ninguna ma-
nera impedir el avance de las ideas revoluciona-
rias en Venezuela. Surge entonces la sospecha de
que los autores del comentado documento se
preocupaban también, y muy especialmente, por
iniciar una nueva etapa de luchas ideológicas
contra una porción importante de la colectividad
venezolana, cuya actuación en las jornadas con-
tra la dictadura habían sido modelo de pondera-
34
ción, arrojo y lealtad hacia los aliados. Solamente
por la idea fija de una persona obcecada por pre-
juicios o espíritu de venganza por hechos ocurri-
dos en el pasado o impulsada por el deseo de
afianzar sus vínculos con los amos extranjeros,
podría explicarse una conducta excluyente como
la que se practicó el 31 de octubre de 1958, al fir-
marse este pacto entre los partidos.
Naturalmente, nunca olvidamos que toda esa
maniobra no era creación propia ni exclusiva del
señor Betancourt, sino la realización de ideas y
proyectos trazados por los imperialistas yanquis,
aceptados por los líderes y por las clases domi-
nantes, que nunca dejaron de tener el control del
Gobierno y de su economía, conjuntamente con
los trusts petroleros.
Los hechos que se realizaron el propio día 31
de octubre en los momentos previos a la firma del
documento y con posterioridad a él, configuran
algo que arroja luz acerca de la naturaleza de
cuanto se estaba haciendo. En efecto, en la
Quinta «Punto Fijo», residencia particular del
doctor Rafael Caldera, situada en Las Delicias de
Sabana Grande57, se habían dado cita una gran
cantidad de personas, entre ellos los periodistas
de los principales órganos de publicidad de la ca-
pital, y, asimismo, los representantes de la Fede-
ración de Centros Universitarios y los miembros
de la Junta Patriótica, entre los cuales podemos
mencionar a los señores Jesús Sanoja Hernández,
Antonio Requena y Luis Barrios Díaz, algunos de
57
En la 2ª Transversal, actual avenida Francisco Solano López (N. de la Edit.)
35
los cuales se retiraron, antes de que terminara el
acto de la firma, seguramente para testimoniar
el desacuerdo con los procedimientos empleados.
El doctor Lorenzo Fernández había insistido en
que las personas extrapartidos, allí presentes, pa-
saran a la sala de la firma, pero ellos, discreta-
mente rechazaron la invitación. Luis Barrios
Díaz, de los Gremios profesionales universita-
rios, expresó:
La firma del documento es un hecho positivo,
aunque no se logró la candidatura de unidad. De
otra parte, considero que el Partido Comunista ha
debido ser incluido, aunque yo creo que no tendrá
inconveniente para adherirse.
Conforme a estos hechos, se comprende mejor
que la intención puesta de manifiesto en esta ex-
clusión demostraba un principio de división de
las fuerzas democráticas, a todas luces imposible
de aceptar.
Los resultados de esta política no tardarán en
ponerse de relieve, suscitándose entonces acon-
tecimientos muy graves para la salud moral de la
Nación. No podrán extrañar, por consiguiente,
los hechos que van a ocurrir en el futuro inme-
diato, cuya responsabilidad recae fundamental-
mente en quienes adoptaron el principio de la ex-
clusión y de la división en el país.
Más adelante, el documento continuaba de la
siguiente manera:
SEGUNDA: Las minuciosas y largas conversa-
ciones han servido para comprometer a las organi-
zaciones unitarias en una política nacional de largo
alcance cuyos dos polos podemos definir así: a) se-
guridad de que el proceso electoral y los Poderes Pú-
36
blicos que de él van a surgir responda a las pautas
democráticas de la libertad efectiva del sufragio; y
b) garantía de que el proceso electoral no solamente
evite la ruptura del frente unitario, sino que lo for-
talezca mediante la prolongación de la tregua polí-
tica, la despersonalización del debate, la erradica-
ción de la violencia interpartidista y la definición
de normas que faciliten la formación del Gobierno
y de los cuerpos deliberantes de modo que ambos
agrupen equitativamente a todos los sectores de la
sociedad venezolana interesados en la estabilidad
de la República como sistema popular de Gobierno.
En este segundo punto del Pacto, tampoco en-
contramos ningún elemento que pudiera servir
de base para justificar la segregación decretada
por Betancourt respecto al Partido Comunista. En
efecto, se acepta a todos los sectores interesados
en la estabilidad de la República y, sin embargo,
se excluye a los comunistas, tildándolos, por con-
siguiente, de ser elementos desestabilizadores, lo
cual no se correspondía con la verdad.
Si los dos objetivos que se proponía el Pacto
eran la seguridad de que en el proceso electoral
se evitara la ruptura de la unidad y se fortaleciera
la tregua política, y, al mismo tiempo, se lograra
que los Poderes Públicos que surgieran de él res-
pondiesen a la pauta de la libertad y de la demo-
cracia, no se comprende por qué habría de ex-
cluirse a una fuerza política que había dado prue-
bas reiteradas de su anhelo de libertad y demo-
cracia, como las había dado el Partido Comunista.
Sin lugar a dudas, fue un grave error político,
por decir lo menos, la exclusión realizada, cuyos
nefastos resultados veremos más adelante al exa-
37
minar el gobierno que presidió Rómulo Betan-
court58. No era ésta, por lo demás, la primera vez
que se ponía en práctica la segregación de los co-
munistas de toda acción conjunta, pues a través
de esta historia hemos visto cómo Betancourt y
su grupo político lo hicieron, tanto durante la dic-
tadura militar en que se negaron a constituir el
Bloque Único para coordinar las acciones de la
oposición clandestina, como en Nueva York al
realizarse el Pacto que lleva ese nombre, razón
por la cual es fácil ver que el autor principal de
semejante política no era otro que el propio líder
de Acción Democrática.
Lo único nuevo es que ahora logra arrastrar
hacia el divisionismo, a otras importantes fuer-
zas políticas como lo eran URD y Copei, aunque el
partido de Jóvito Villalba hubo de abandonar más
adelante la senda trazada por Betancourt en
«Punto Fijo». En efecto, veremos en su oportuni-
dad59, cómo URD abandonó el llamado Gobierno
de Coalición, pasando así a engrosar las filas opo-
sicionistas.
El texto del Pacto continuaba diciendo así:
TERCERA: Establecidos esos principios de carác-
ter general, Copei, AD y URD comprometen su ac-
ción y su responsabilidad en los términos siguien-
tes:
a) Defensa de la constitucionalidad y del dere-
cho a gobernar conforme al resultado electoral.
58
El autor se refiere a los tomos 12, 13, 14 y 15 de su Historia de la Venezuela política
contemporánea 1899-1969, que abarcan los acontecimientos de 1959 a principios
de 1964 (N. de la Edit.)
59
El autor se refiere al tomo 12 de Historia de la Venezuela política contemporánea
1899-1969, en el que, entre muchos otros aspectos, describe y analiza la salida de
URD del gobierno de coalición en noviembre de 1960 (N. de la Edit.)
38
Las elecciones determinarán la responsabilidad
en el ejercicio de los Poderes Públicos, durante el
período constitucional 1959-1964. La intervención
de la fuerza contra las autoridades surgidas de las
votaciones es delito contra la Patria. Todas las orga-
nizaciones políticas están obligadas a actuar en de-
fensa de las autoridades constitucionales en caso
de intentarse o producirse un golpe de Estado, aun
cuando en el transcurso de los cinco años las cir-
cunstancias de la autonomía que se reservan dichas
organizaciones hayan podido colocar a cualquiera
de ellas en la oposición legal y democrática al Go-
bierno. Se declara el cumplimiento de un deber pa-
triótico la resistencia permanente contra cualquier
situación de fuerza que pudiese surgir de un hecho
subversivo y su colaboración con ella, también
como delito de lesa patria.
b) Gobierno de Unidad Nacional.
Si bien el ejercicio del Poder por un partido es
consecuencia legítima de una mayoría electoral, la
suerte de la democracia venezolana y la estabilidad
del Estado de Derecho entre nosotros imponen con-
vertir la unidad popular defensiva en gobierno uni-
tario, cuando menos, por tanto tiempo como perdu-
ren los factores que amenazan el ensayo republi-
cano iniciado el 23 de enero. El gobierno de Unidad
Nacional es el camino para canalizar las energías
partidistas y evitar una oposición sistemática que
debilitaría el movimiento democrático. Se deja cla-
ramente sentado que ninguna de las organizacio-
nes signatarias aspira, ni aceptará, a la hegemonía
en el Gabinete Ejecutivo, en el cual deben estar re-
presentadas las corrientes políticas nacionales y los
sectores independientes del país, mediante una leal
selección de capacidades.60
60
En la tercera base del acuerdo también hay un aparte «c», denominado «Pro-
grama mínimo común», al que hace referencia el documento del Buró Político
del PCV (p. 51) (N. de la Edit.)
39
En estos puntos se sintetiza el meollo del Pacto
de «Punto Fijo», pues aquí se aborda, directa-
mente, el problema de la composición del futuro
gobierno constitucional, repartiéndose entre los
tres partidos signatarios los cargos políticos de
dirección del Estado. Y aquí reside fundamental-
mente la cuestión, en el sentido de que no era
deseable para los signatarios la participación en
el gobierno de los representantes del Partido Co-
munista, aunque en puridad de principios tam-
bién debió corresponderle una parte del Poder,
proporcional al volumen de su votación, que en-
tre los cuatro partidos era la de menor signifi-
cado. El imperialismo extranjero, y en especial el
norteamericano, seguramente no aceptaba se-
mejante presencia en el gobierno. De aquí, la se-
gregación decretada por los firmantes. Como ve-
remos en el próximo tomo de esta historia61, el
Partido Comunista, a pesar de la exclusión de que
había sido objeto, se constituye en el principal de-
fensor del gobierno de coalición y en el más vigi-
lante, para que ninguna conspiración reacciona-
ria pudiera desarrollarse, cuyo filo apuntase al
derrocamiento de la democracia representativa,
e incluso, los dirigentes del PCV trabajaron siem-
pre para que se conservara la integridad de él [el
gobierno de coalición], preservando la unidad
entre Acción Democrática, Copei y URD, tal como
había sido establecida en «Punto Fijo». Sin em-
bargo, a pesar de tan diáfana como leal actitud,
no cesaron por eso las agresiones de Betancourt
61
El tomo 12, que abarca los acontecimientos de 1959 y 1960 (N. de la Edit.)
40
contra los comunistas. Todo esto resultaba injus-
tificable a la luz de los más sanos principios de la
democracia burguesa.
El Pacto de «Punto Fijo» considera que el go-
bierno pactado era de Unidad Nacional, lo cual no
se correspondía con la verdad, pues excluía a una
fuerza importante con señalada actuación en el
derrocamiento de la dictadura. En realidad, la
fórmula adoptada no iba más allá de ser una uni-
dad burguesa para el disfrute del Poder. Por lo de-
más, los objetivos de canalizar las energías parti-
distas y evitar la oposición sistemática se habían
logrado ya, desde el instante mismo de la consti-
tución de la Junta Patriótica, en los tiempos de la
dictadura, allá por mediados del año de 1957. No
era de esperarse, por consiguiente, que el país re-
gresara al canibalismo político de otros tiempos,
tan funesto para la consolidación de un régimen
de libertades.
Naturalmente, los autores del Pacto se com-
prometían a incorporar a sectores independien-
tes en la administración pública, mediante una
leal selección de capacidades, lo cual debía enten-
derse en el sentido de incorporar a destacadas
personas del campo de la burguesía en el nuevo
gobierno, posiblemente en el Gabinete Ejecutivo
y en las Gobernaciones de los estados o provin-
cias. Ello era así porque los tres partidos desea-
ban imprimirle al nuevo régimen un carácter
eminentemente burgués democrático, sin parti-
cipación del proletariado en ninguna de las ins-
tancias.
41
Lo más curioso de todo esto es que los dirigen-
tes del PCV, como ya ha quedado dicho anterior-
mente, aceptaron expresamente los términos del
Pacto y trataron de cumplirlo con exceso de celo,
aunque a la postre, hubieron de cambiar de acti-
tud y pasarse al campo de la oposición, con el
agravante de que lo hicieron utilizando el expe-
diente de las guerrillas y de los golpes militares,
lo cual constituyó un gravísimo error, causante
del desastre político y orgánico del movimiento
revolucionario.
El siguiente punto del Pacto decía:
CUARTA: El ideal de la unidad como instru-
mento de lucha contra la tiranía y contra las fuer-
zas en actitud de reagruparse para auspiciar otra
aventura despótica, sería la selección de un candi-
dato presidencial democrático único, la formación
de planchas únicas para los cuerpos deliberantes y
la formación de un frente único a base de un solo
programa integral de Gobierno.
En la práctica, se ha indicado que diversos fac-
tores reales contradicen esa perspectiva teórica,
mas, afortunadamente, hay otros medios idóneos
de preservar la unidad, de extender la tregua inter-
partidista y de garantizar el Gobierno de Unidad
Nacional. Por consiguiente, lejos de considerar
comprometida la unidad por la comprobación de
naturales contradicciones interpartidistas que se
corresponden con la esencia de la actividad demo-
crática, las organizaciones signatarias después de
confrontar sus distintas opiniones entre sí y con las
emitidas por voceros independientes autorizados
de la prensa y de otros factores nacionales, define:
1º) Los requerimientos de la unidad son compa-
tibles con la eventualidad de diversas candidaturas
y planchas legislativas.
42
2º) Para que la presentación de estas candidatu-
ras presidenciales y diversas planchas legislativas
pueda verificarse sin menoscabo de la unidad y sin
ruptura de la tregua interpartidista, es indispensa-
ble fortalecer el sentimiento de común interés pa-
triótico y la tolerancia y mutuo respeto entre las
fuerzas unitarias, base de la cual debe ser la sincera
y solemne adhesión de todas las fuerzas democráti-
cas a los puntos contenidos en esta declaración y al
espíritu que la anima, tal como hoy se consagra con
la firma de este documento.
3º) Para garantizar la tregua política y la convi-
vencia unitaria de las organizaciones democráti-
cas, se crea una Comisión Interpartidista de Uni-
dad, encargada de vigilar el cumplimiento de este
acuerdo. Dicha Comisión encargada de orientar la
convivencia interpartidista, debe conocer de las
quejas que se produzcan contra desviaciones perso-
nalistas o sectarias en la campaña electoral y de di-
ligencia ante cualquiera de los signatarios y a nom-
bre de todos, la morigeración62 y control en lo que
pudiera comprometer la convivencia democrática.
QUINTA: Para garantizar que varias postulacio-
nes presidenciales y varias planchas legislativas
sean en todo momento expresiones de la voluntad
nacional de celebrar elecciones que, en definitiva,
se traduzcan en fortalecimiento de la democracia,
se proclama:
I) Cada organización queda en libertad de sus-
tentar su propio candidato presidencial y sus pro-
pias planchas para los cuerpos colegiados dentro
del concepto de unidad aquí consagrado y en el sen-
tido de que garanticen la tolerancia mutua durante
la campaña y el cumplimiento de los compromisos
generales convenidos en esta declaración, cual-
62
«Templanza o moderación en las costumbres y en el modo de vida.», Real Academia
Española, idem (N. de la Edit.)
43
quiera que sea la candidatura o plancha que obtu-
viere mayor número de votos.
II) Todos los votos emitidos a favor de las diver-
sas candidaturas democráticas, serán considerados
como votos unitarios y la suma de los votos por los
distintos colores como una afirmación de la volun-
tad popular a favor del régimen constitucional y de
la consolidación del Estado de Derecho.
III) La postulación de los candidatos presiden-
ciales y de las planchas legislativas es de la respon-
sabilidad de cada partido o coalición. Será el pueblo
elector a quien le corresponde calificar con el voto
cualquier postulación.
Los partidos que suscriben en este documento
garantizan la adhesión a los principios y normas
aquí consagrados de sus respectivos candidatos a la
Presidencia de la República.
IV) Los partidos signatarios se comprometen a
realizar una campaña positiva de afirmación de sus
candidatos y programa dentro del espíritu de la
unidad evitando planteamientos y discusiones que
puedan precipitar la pugna interpartidista, la des-
viación personalista del debate y crear divisiones
profundas que luego pudieran comprometer la for-
mación del Gobierno de Unidad Nacional.
V) Después de publicado el resultado oficial de
las elecciones tendrá lugar en Caracas un gran acto
popular encargado de ratificar los siguientes prin-
cipios:
a) Pública adhesión de todas las organizaciones
y candidatos participantes al resultado de las elec-
ciones, como expresión de la soberana voluntad po-
pular.
b) Ratificación por parte de las organizaciones
signatarias de su sincero propósito de respaldar al
Gobierno de Unidad Nacional al cual prestarán leal
y democrática colaboración.
44
Hasta aquí, el texto medular de lo convenido
entre los partidos democráticos de las clases diri-
gentes que, como es fácil comprender, pretendía
no solamente preservar al gobierno constitucio-
nal que surgiera de las elecciones frente a cual-
quier intento de las fuerzas autocráticas milita-
ristas de atentar contra él, sino incluso, aunque
no está expresamente consagrado en el texto,
también contra cualquier intento revolucionario
de las fuerzas de izquierda, intencionalmente
marginadas y oblicuamente acusadas de antina-
cionales, antiunitarias y antidemocráticas. Be-
tancourt sabía que, dada la situación volcánica
existente en el campo venezolano y de los senti-
mientos antiimperialistas de grandes núcleos de
las masas, y en vista de la crisis económica cuyos
efectos ya se hacían sentir, era muy posible que
en Venezuela pudiese estallar un movimiento po-
pular revolucionario capaz de dar al traste con la
influencia política de él y de los restantes parti-
dos del sistema. Contra ello, deseaba precaverse
y, de allí, su interés en que la unidad todavía exis-
tente en el seno del pueblo venezolano, tomara el
cauce señalado en el documento que analizamos.
Ello explica, suficientemente, el porqué del mar-
ginamiento realizado con el Partido Comunista.
Así, pues, el Pacto de «Punto Fijo» tenía dos filos:
el uno apuntaba hacia la derecha autocrática, y el
otro hacia la izquierda revolucionaria. Y como
quiera que el Partido Comunista mantenía una
postura unitaria extrema y no había cometido
ningún acto del cual se le pudiera acusar, no fue
45
posible que en forma expresa se hablara acerca
de él, ni se mencionara siquiera la palabra «revo-
lucionario» para apostrofarlo e incluirlo entre los
enemigos expresos y declarados. Entre líneas, sin
embargo, podía leerse la intención oculta de Be-
tancourt y los suyos.
Extraña mucho, dentro del contexto de lo que
eran los partidos signatarios, que URD, capita-
neada por Jóvito Villalba, no se hubiese percatado
de este aspecto que cumplía también el llamado
Pacto de «Punto Fijo», pues ni él ni su partido
practicaron nunca el anticomunismo rabioso
que caracterizó a Betancourt y su partido.
Las mismas intenciones inmersas en el Pacto
que comentamos, estuvieron presidiendo las ma-
niobras realizadas para destruir a la Junta Patrió-
tica, dentro de la cual realizaba un papel desta-
cado el Partido Comunista de Venezuela, manio-
bras finalmente culminadas por el éxito, una vez
firmado el famoso Pacto63. Con ello, veía Betan-
court coronado el objetivo que se había propuesto
desde el principio. Gracias a todo ello y ante el im-
pulso de las masas impacientes porque no se les
resolvía ni uno solo de sus problemas fundamen-
tales, durante el año de 1959, primero de la admi-
nistración betancouriana, habrán de producirse
los choques iniciales entre las masas y las clases
poseedoras y su Estado, todo lo cual irá a desem-
bocar en actos de violencia armada, demasiado
63
«[…] la Junta Patriótica fue muriendo lentamente, […] desapareciendo paulatina-
mente en aras del error fundamental que presidió todo el año 58: esa unidad na-
cional sin fronteras, en la que [por parte del PCV] no se hacía separación de esta-
mentos ni de clases.», Eduardo Gallegos Mancera (1980); en Los errores del 58 (vol.
2), Editorial Aurora, Caracas, 2023, p. 67 (N. de la Edit.)
46
graves para la República.
Para terminar, el texto de «Punto Fijo» afirmó
lo siguiente:
Consideran las organizaciones signatarias que
la adhesión de todas las fuerzas políticas a los prin-
cipios y puntos fijados en esta declaración, es una
garantía eficaz para el ejercicio del derecho electo-
ral democrático dentro de un clima de unidad. La
cooperación de los organismos profesionales, gre-
miales, cívicos y culturales, de la prensa y de perso-
nalidades independientes, con los fines así precisa-
dos, consolidarían la convivencia nacional y permi-
tirían el desarrollo de una constitucionalidad esta-
ble que tenga en sus bases la sinceridad política, el
equilibrio democrático, la austeridad administra-
tiva y la norma institucional que son la esencia de
la voluntad patriótica del pueblo venezolano. Como
este acuerdo no fija principio o condición contra-
rios al derecho de las otras organizaciones existen-
tes en el país, y su leal cumplimiento no limita ni
condiciona el natural ejercicio por ellas de cuantas
facultades pueden y quieren poner al servicio de las
altas finalidades perseguidas, se invita a todos los
organismos democráticos a respaldar, sin perjuicio
de sus concepciones específicas, el esfuerzo com-
prometido en pro de la celebración del proceso elec-
toral en un clima que demuestre la aptitud de Ve-
nezuela para la práctica ordenada y pacífica de la
democracia.
Firmaban el Pacto las siguientes personas: Jó-
vito Villalba, Ignacio Luis Arcaya, Manuel López
Rivas [URD]64, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni,
Gonzalo Barrios [AD]65, Rafael Caldera, Pedro del
64
Respectivamente: secretario general, presidente y vicepresidente de URD (N. de
la Edit.)
65
Respectivamente: presidente, primer vicepresidente y segundo vicepresidente
de AD (N. de la Edit.)
47
Corral y Lorenzo Fernández [Copei]66, es decir,
tres representantes por cada partido. La fecha co-
rresponde al 31 de octubre de 1958.
Del último texto transcrito se desprende que
los firmantes están dispuestos a aceptar la adhe-
sión de todo el mundo, menos del PCV, porque en
opinión de Betancourt, expresada en mil oportu-
nidades, los comunistas no eran partidarios de la
democracia, y sólo a los demócratas se llamaba a
cerrar filas alrededor del Pacto. Se aceptaba a los
organismos profesionales, a las organizaciones
gremiales, cívicas y culturales, a la prensa y a to-
das «las personalidades independientes» a iden-
tificarse con los fines perseguidos, de modo que
Betancourt logró, en «Punto Fijo», organizar, bajo
la apariencia de un frente unitario contra los as-
pirantes a la dictadura regresiva, un verdadero
movimiento de Unidad Nacional dirigido tam-
bién contra los comunistas, pero todo realizado
en una forma socarrona, sin hablar claro, porque
de otro modo hubiera sido muy difícil alcanzar el
objetivo que se proponía.
El proceso electoral de 1958 se realizó feliz-
mente, sin tropiezos y dentro de los lineamientos
que se había propuesto el líder de Acción Demo-
cracia, y, como veremos, pudo ganar el Poder, lo
cual le permitió llevar adelante, hasta sus últi-
mas consecuencias, el plan maestro que se había
propuesto, es decir, impedir por un largo plazo la
realización de la Revolución Agraria y Antiimpe-
rialista en Venezuela, sustituyéndola con refor-
66
Respectivamente: secretario general, presidente y primer vicepresidente de Co-
pei (N. de la Edit.)
48
mas parciales, cuyo curso aún no ha culminado
del todo67, asegurando de este modo la perviven-
cia del capitalismo bajo el pretexto de la lucha por
la democracia. Lo peor de todo era que, aparente-
mente al menos, los dirigentes del PCV no pare-
cían darse cuenta de nada y continuaban con los
viejos slogans de los últimos meses anteriores a la
caída de la dictadura, hablando de la Unidad Na-
cional68, sin darse cuenta de que Betancourt les
había cambiado el panorama ante sus propios
ojos y organizado otra unidad distinta para lu-
char contra ellos. Sólo mucho más tarde, empe-
zaron a entender el problema, pero habían per-
dido un tiempo precioso que no pudieron recupe-
rar jamás.
67
Estas líneas son de 1984, por lo que la esencia –más que la letra– del Pacto de
Punto Fijo aún perviviría poco más de una década, hasta que la crisis política de
finales de los años noventa, al no contar Venezuela con una organización míni-
mamente clara en los fundamentos marxistas y sólida en los principios revolu-
cionarios, permitió que un sector de la pequeña burguesía irrumpiera con fuerza
y se hiciera con la dirección política del Estado por más de 25 años, con un pro-
yecto chovinista-reformista y un discurso pseudorrevolucionario (N. de la Edit.)
68
«Se había forjado la línea de la unidad nacional para el derrocamiento de la dicta-
dura, y esa línea era correcta. Pero una vez logrado su objetivo, esa misma línea
debía ser cambiada casi de inmediato, para crear una nueva correlación de fuerzas,
un nuevo agrupamiento contra el enemigo fundamental, en este caso el imperia-
lismo y la oligarquía criolla asociada a ese imperialismo, que estuviese ligada o no
a la dictadura. El error de derecha en que incurrimos fue el de haber continuado
durante todo el año de 1958 con la línea de unidad nacional, sin exclusiones.»,
Eduardo Gallegos Mancera (1980); en Los errores del 58 (vol. 1), Editorial Aurora,
Caracas, 2023, p. 38 (N. de la Edit.)
69
Tanto entonces como hoy, para muchos resulta difícil de entenderlo, y aunque
parezca sorprendente, ese hecho –dada la propensión del Buró Político figuerista
hacia el acomodaticio revisionismo de la historia– es totalmente desconocido
para la militancia de las últimas casi tres décadas, ya que no aparecía en «cursos
de formación» ni está en los «análisis históricos» o en la «historia oficial» del
PCV (N. de la Edit.)
49
que expresó:
Como ya lo dijimos en la edición de Tribuna Po-
pular del día primero70, el documento contiene, en
nuestra opinión, un aspecto negativo y otro posi-
tivo. El primero consiste en el hecho de que se con-
sagra la tesis de candidatura plural, de los candida-
tos de los partidos; el segundo reside en el hecho de
que promete mantener la unidad para defender la
democracia y otros objetivos, que son comunes a to-
dos los venezolanos. Es conveniente dejar constan-
cia de que, en cuanto se refiere a los puntos positi-
vos, el PCV tomó parte en las discusiones de Mesa
Redonda de las cuales surgieron esos acuerdos, y
que en laboriosa consideración, tanto en su fondo
como en la forma de presentarlos, colaboraron los
camaradas que participaban en aquella Comisión
de Enlace.
Además, consideramos que es positivo el conve-
nio cuando declara que puede ser suscrito por todas
aquellas organizaciones políticas y personalidades
que estén interesados en el mantenimiento del ré-
gimen democrático en nuestra patria.
Del documento tomado en su conjunto, el PCV
respalda pública y solemnemente ante el pueblo ve-
nezolano, los siguientes aspectos:
Defensa de la constitucionalidad y del derecho a
gobernar conforme al resultado electoral
Estamos en todo de acuerdo con las afirmacio-
nes de que «la intervención de la fuerza contra las
autoridades surgidas de las votaciones es delito con-
tra la Patria» y con que «todas las organizaciones po-
líticas están obligadas a actuar en defensa de las au-
toridades constitucionales en caso de intentarse o
producirse un golpe de Estado (…) Se declara el cum-
plimiento de un deber patriótico la resistencia per-
70
Se refieren a la edición Nº 35 (III Época) del semanario del PCV, correspondiente
al 1 de noviembre de 1958 (N. de la Edit.)
50
manente contra cualquier situación de fuerza que
pudiese surgir de un hecho subversivo y su colabora-
ción con ella también como delito de lesa Patria».
Gobierno de Unidad Nacional
Ratificamos la aseveración siguiente: «Si bien el
ejercicio del Poder por un partido es consecuencia le-
gítima de una mayoría electoral, la suerte de la de-
mocracia venezolana y la estabilidad del Estado de
Derecho entre nosotros imponen convertir la unidad
popular defensiva en gobierno unitario, cuando me-
nos por tanto tiempo como perduren los factores que
amenazan el ensayo republicano iniciado el 23 de
enero».
Programa mínimo común
En las diferentes reuniones de la Mesa Redonda
surgieron un conjunto de puntos coincidentes en lo
que respecta al programa. En esa oportunidad se
designaron sendas comisiones para estudiar las di-
ferentes materias que dicho programa habría de
sintetizar. Una vez más manifestamos nuestro
acuerdo con la elaboración de ese programa mí-
nimo común y exigimos nuestra presencia en su
confección.71
A más de lo dicho anteriormente sobre la
aceptación del PCV respecto al Pacto de «Punto
Fijo», llama la atención el hecho de que, en forma
expresa, aceptaran que todo acto de subversión o
de fuerza contra el gobierno constitucional sería
considerado como «delito de lesa patria», sin dis-
criminar la naturaleza u origen de tales actos. Y
decimos esto porque, a vuelta de no mucho
tiempo, se suscitaron tres golpes militares contra
el régimen del señor Betancourt, en dos de los
cuales se vio implicado el movimiento de iz-
71
*El Universal, del 5 de noviembre de 1958.
51
quierda y, por ende, el Partido Comunista. Es im-
posible aceptar que la adhesión al Pacto de
«Punto Fijo» hubiese sido tan incondicional hasta
el punto de colocar al movimiento revolucionario
en difícil posición y en la imposibilidad de utili-
zar la fuerza para contrarrestar las acciones in-
deseables del gobierno constitucional. Era tanto
como firmar un cheque en blanco que compro-
metiera el total del patrimonio de una persona,
sólo para evitar que un tercero pudiera usar tam-
bién la fuerza. La magnitud de este error puede
medirse a la luz de los acontecimientos que se
suscitaron a partir de 1960, cuando se inicia en
Venezuela el movimiento de protestas populares
en las ciudades y en el campo, abstracción hecha
del criterio que se sustente acerca del movi-
miento guerrillero y su oportunidad y conve-
niencia o posibilidades de victoria […]. Indiscuti-
blemente, los dirigentes del PCV no se detuvieron
a meditar, ni siquiera un minuto, sobre el alcance
de la adhesión que realizaron de la mentada cláu-
sula del Pacto, pues de antemano se estaban au-
tocalificando de traidores a la Patria. En realidad,
al aceptar una condenatoria tan tajante como la
que Betancourt hizo estampar en el acuerdo tri-
partito de «Punto Fijo», los comunistas olvidaron
totalmente el principio de su doctrina, según la
cual la sociedad está dividida en clases antagóni-
cas y existe una contradicción de intereses entre
el proletariado y la burguesía, de tal naturaleza
que las acciones realizadas podían convertirse
rápidamente en hechos de violencia, sobre todo
52
teniendo en consideración que el presidente Be-
tancourt profesaba ideas anticomunistas extre-
mas que lo llevarían a enfrentarse al movimiento
popular con medidas de violencia realizadas con-
tra la clase obrera y el pueblo, lo cual, por cierto,
no estaba prohibido en el Pacto de «Punto Fijo»,
pues lo único previsto y condenado era la violen-
cia contra el gobierno constitucional. Pareciera
como si los dirigentes del PCV hubieran creído
que en Venezuela se avecinaba o iniciaba una era
paradisíaca, en la cual no habría lucha ni violen-
cia, y donde el único peligro existente era la cons-
piración militar de los elementos desplazados del
Poder. Pero tal cosa era completamente contraria
a la dinámica de la vida social y de la historia, así
como de la experiencia revolucionaria en todo el
mundo. La luna de miel iniciada a la caída de la
dictadura no era sino eso: luna de miel, que desa-
pareció muy rápidamente para dar paso a una
etapa de violencias inusitadas.
La cláusula que los comunistas hubieran po-
dido aceptar plenamente sería aquella según la
cual se comprometiesen las fuerzas democráti-
cas a defender el régimen de libertades públicas
contra las arremetidas de la extrema derecha ci-
vil o militar. Sin embargo, Betancourt, más ave-
zado que otros dirigentes políticos, hizo introdu-
cir la frase «las fuerzas en aptitud de reagruparse
para auspiciar otra aventura despótica», cuya am-
bigüedad salta a la vista, habida consideración de
que el caudillo guatireño consideraba a los comu-
nistas como totalitarios, autocráticos y despóti-
53
cos en el Poder. Todo esto se comprende tanto
más, al analizar la siguiente frase del Pacto: «Se
declara el cumplimiento de un deber patriótico la
resistencia permanente contra CUALQUIER SI-
TUACIÓN DE FUERZA QUE PUDIESE SURGIR DE
UN HECHO SUBVERSIVO Y SU COLABORACIÓN
CON ELLA, TAMBIÉN COMO DELITO DE LESA PA-
TRIA».
La amplitud de esta formulación comprendía
la totalidad de actos de fuerza contra el gobierno
constitucional, incluida la subversión de iz-
quierda, tal como ocurrió a partir de 1961. ¿No
vieron esto los dirigentes del PCV al adherirse al
Pacto? Es difícil creerlo, pero en todo caso de-
muestra una miopía increíble, pues no se concibe
que olvidasen que la violencia tiene un claro sen-
tido de clase, ya que puede ser ejercida tanto por
las clases poseedoras como por las explotadas.
Más adelante, el documento de adhesión de los
comunistas continuaba diciendo:
Sobre la tregua política, nos sumamos al crite-
rio, que para nosotros es norma diaria de acción, de
«realizar una campaña positiva de afirmación de sus
candidatos y programas dentro del espíritu de la uni-
dad, evitando planteamientos y discusiones que pue-
dan precipitar la pugna interpartidista, la desviación
personalista del debate y crear divisiones profundas
que luego pudieran comprometer la formación del
Gobierno de Unidad Nacional». El Buró Político del
Partido Comunista reitera que por boca de los diri-
gentes comunistas no se proferirá un solo insulto,
una sola calumnia, contra ninguno de los líderes y
partidos que forman en el frente de la unidad na-
cional. Cualesquiera críticas y observaciones que
54
adelantamos durante el debate electoral lo hare-
mos en un plano de altura ideológica y de princi-
pios.
Muy correcto era que ni en los mítines de
masa ni en las columnas de la prensa se utilizara
el dicterio72 o la calumnia contra los líderes de
otros partidos ni contra persona alguna aunque
no fuese líder. Igualmente correcto era que las
críticas debían formularse en tono de altura y
conforme a los principios. Sin embargo, no se de-
bía olvidar que dentro de Venezuela se movían
los agentes del capital financiero internacional y
que algunos de esos líderes habían demostrado
ser o comportarse como agentes políticos de los
intereses foráneos, enemigos de Venezuela. ¿Es
que acaso la «Luna de Miel» había cambiado to-
talmente todas las relaciones sociales y políticas
en Venezuela? ¿Es que acaso la Unidad Nacional
significaba el silenciamiento de los calificativos
que correspondían a esos líderes y a las acciones
que ejecutaran al comportarse como tales agen-
tes? Parece que no, porque la unidad debe ser
para avanzar, no para convertirse en encubrido-
res de quienes solapadamente traicionaban a Ve-
nezuela.
El siguiente punto del documento del PCV se
refería a los resultados electorales. Veamos
cuanto, al efecto, dijeron:
El Partido Comunista exige su participación en
el acto de «adhesión de todas las organizaciones y
candidatos participantes al resultado de las eleccio-
nes, como expresión de la soberana voluntad popu-
72
«Dicho denigrativo que insulta y provoca.», Real Academia Española, idem (N. de
la Edit.)
55
lar». En igual forma compartimos el «sincero propó-
sito de respaldar al Gobierno de Unidad Nacional», al
cual prestamos leal y democrática colaboración.
En síntesis, estos son los puntos que está dis-
puesto a respaldar el Partido Comunista.
Los otros puntos del documento que comenta-
mos se refieren a las candidaturas de partidos y al
resultado de la campaña electoral sobre esta base.
Ahora bien, como nuestro partido ha luchado
por una candidatura de unidad extrapartido, mal
puede suscribir acuerdos contrarios a esta justa as-
piración popular.
Más adelante veremos cómo las masas popu-
lares de la capital de la República demostraron,
en manifestaciones multitudinarias, el repudio a
la elección del señor Rómulo Betancourt, lo cual
significaba un rechazo de los resultados electora-
les de 1958. En tal oportunidad, los dirigentes del
PCV se dedicaron al apaciguamiento de las masas
haciéndoles ver cuán preciso era respetar el
triunfo alcanzado por el líder adeco. Para ello, hu-
bieron de subir a los cerros de Caracas donde vi-
vía hacinada la población marginal que no estaba
de acuerdo con el ascenso de Acción Democrática
al Poder. Tal cosa se hizo en aras de la Unidad Na-
cional y del cumplimiento del Pacto de «Punto
Fijo». Para ese entonces, existía un agudo pro-
blema de desempleo que afectaba duramente a
las capas más pobres de la población. No mucho
después, se produjeron diversas manifestaciones
callejeras destinadas a reclamar del gobierno
una política que asegurara los medios de cubrir
el sustento de esas masas. La respuesta de Betan-
court fue la violencia, con el correspondiente
56
saldo de muertos y heridos. Como veremos más
adelante, tales hechos crearon a los comunistas
muy serios problemas, pues se encontraban en-
tre el compromiso de luchar contra la violencia
dirigida hacia el gobierno en virtud del Pacto, y la
justedad de los pedimentos hechos por los secto-
res más necesitados de la población. La elección
no era difícil, y en tal virtud hubo de encabezar la
protesta popular, enfrentándose al gobierno de
Betancourt. De este modo, quedaba roto el com-
promiso y se iniciaba la pelea entre los comunis-
tas y el régimen imperante, todo lo cual desem-
bocó finalmente en forma de violencia armada.
Todo esto permite concluir en que fue falsa la ad-
hesión del PCV al Pacto de «Punto Fijo»73, a virtud
del cumplimiento de las leyes de la dialéctica que
imponen, imperativamente, cambiar los objeti-
vos de la lucha a medida que se producen los cam-
bios constantes en la vida social.
73
No sería exacto concluir que la adhesión del PCV al Pacto de Punto Fijo fuese
«falsa», ya que no fue fingida ni simulada, no fue incierta ni contraria a la ver-
dad; lo que sí es que, cuando menos, fue un gravísimo error, sintomático del
oportunismo de derecha que caracterizó a la dirigencia pecevista durante todo
ese período (N. de la Edit.)
74
En las semanas inmediatamente anteriores a la firma del Pacto de Punto Fijo (31
de octubre), se proclamaron las candidaturas de Rafael Caldera por Copei, Ró-
mulo Betancourt por AD y Wolfgang Larrazábal por URD. El 15 de noviembre se
inscribieron ante el Consejo Supremo Electoral, sumándose Integración Repu-
blicana y el Partido Socialista de Trabajadores al apoyo a Caldera, y a Larrazábal
el MENI y el PCV (N. de la Edit.)
57
«Programa Mínimo de Gobierno». El acto se
inició a las 7 y 16 minutos75 en el recinto de la Cá-
mara del Senado, en presencia del presidente del
Consejo Supremo Electoral [CSE], doctor Fidel
Rottondaro, y del secretario, doctor Manuel Qui-
jada. Su texto, en las partes esenciales, decía así:
Clausurada como ya ha sido la campaña electo-
ral y con el propósito de reafirmar el clima unitario
que ha prevalecido en Venezuela desde la jornada
cívico-militar del 23 de enero, de asegurar la convi-
vencia interpartidista y la concordia del pueblo ve-
nezolano y para disipar cualesquiera diferencias
que hubieran podido surgir entre las organizacio-
nes políticas en el curso del debate cívico que acaba
de concluir, condiciones todas indispensables a la
estabilidad de las instituciones democráticas y del
próximo gobierno constitucional, los candidatos a
la Presidencia de la República, tomando en cuenta
el contenido y el espíritu del acto de Unidad sus-
crito por Acción Democrática, Copei y Unión Repu-
blicana Democrática el 31 de octubre pasado, for-
mulan la siguiente Declaración de Principios:
1º) Respeto absoluto de las votaciones y defensa
del régimen constitucional. El candidato que re-
sulte electo por la voluntad popular gozará del res-
paldo de los otros candidatos y de los partidos que
suscriben aquel pacto, comprometiéndose todos a
actuar en defensa de las autoridades legítima-
mente constituidas y de las instituciones democrá-
ticas en el caso de que se produjera una acción que
pretenda vulnerar y desconocer la decisión sobe-
rana del pueblo.
2º) Con objeto de darle efectiva vigencia a la uni-
dad popular y obtener de ella sus máximos frutos,
75
Del sábado 6 de diciembre de 1958, víspera de las elecciones generales (N. de la
Edit.)
58
el Presidente Constitucional organizará un go-
bierno de unidad nacional, sin hegemonías parti-
distas, en el cual estarán representadas las corrien-
tes políticas nacionales y los sectores independien-
tes del país.
Lo declarado hasta aquí dio lugar al régimen
hoy conocido en nuestra reciente historia polí-
tica como Gobierno de Coalición, que contenía en
su seno a los más prominentes miembros de los
partidos firmantes, en conjunción con algunas
destacadas figuras del mundo de los negocios o
de la intelectualidad, con la única excepción del
Partido Comunista, que había sido expresamente
segregado de toda función pública unitaria, a
causa de las concepciones puestas en práctica
por Rómulo Betancourt a lo largo de toda su his-
toria, no por las razones aducidas por él, cuanto
porque tal era el designio del gobierno de EEUU y
de las grandes corporaciones de ese país. La razón
fundamental giraba alrededor de la idea según la
cual, los comunistas constituían un serio peligro
para los intereses norteamericanos en todas par-
tes del mundo, y, en especial, en la América La-
tina, la cual era algo así como el traspatio del Co-
loso americano. El peligro de que pudiera desa-
tarse un intenso movimiento revolucionario en
Venezuela después de haber sufrido una larga
dictadura como la de los militares excluidos el 23
de enero, les aconsejaba que quienes representa-
ran los intereses del capitalismo y la pervivencia
de los privilegios de clase en nuestro país debían
coaligarse y gobernar unidos de modo que pudie-
ran hacerle frente exitosamente a cualquier ten-
59
tativa de revolución popular en Venezuela. En tal
virtud, debían ser segregados los comunistas de
cualquier alianza destinada a tal fin y, con mucha
más razón, del gobierno que se organizara. En el
caso concreto que estudiamos, aunque el PCV
mantenía una posición franciscana desde el
punto de vista político y revolucionario, como he-
mos visto reiteradamente, y gracias a ello se ha-
bían convertido en los principales defensores del
Pacto de «Punto Fijo» y, más tarde, del propio Go-
bierno de Coalición, tanto los imperialistas como
la burguesía venezolana, en todos sus estratos,
no se confiaban demasiado en esta posición,
dado que el conglomerado venezolano sufría te-
rribles injusticias que bien pudieran estallar en
graves conflictos de clase capaces de dar al traste
con el sistema económico imperante. Esto era
comprendido, con extraordinaria claridad, por
Betancourt, quien, a causa de ello, ideó la necesi-
dad urgente de realizar en Venezuela una re-
forma agraria destinada a mitigar la injusticia y
de ganar para su causa el favor de las masas cam-
pesinas. No tuvieron la misma claridad de con-
cepciones los dirigentes del PCV, que permane-
cían en un especie de limbo, al parecer, sin darse
cuenta de los problemas que los rodeaban.
Más adelante, el Programa Mínimo conti-
nuaba así:
3º) El próximo gobierno constitucional realizará
una administración inspirada en el programa mí-
nimo de gobierno que en esta misma fecha aprue-
ban y suscriben los tres candidatos presidenciales.
4º) Preocupación fundamental del Presidente
60
de la República, de su gobierno y de las organizacio-
nes políticas signatarias del documento antes men-
cionado, será el mantenimiento y consolidación de
la tregua política y la convivencia unitaria de las
tres organizaciones democráticas como las mejores
y más sólidas garantías del afianzamiento y perma-
nencia de las instituciones republicanas.
A tales efectos, tanto el gobierno como los parti-
dos adoptarán las providencias que estimaren ne-
cesarias al cumplimiento de tan importantes fina-
lidades.
5º) Al suscribir la presente declaración de prin-
cipios, no anima nuestro espíritu ningún otro pro-
pósito que el de llevar a la conciencia de los venezo-
lanos la convicción de que al terminar este proceso
electoral, ejemplar en nuestra historia democrá-
tica, es indispensable el concurso generoso y res-
ponsable de todos sus hijos para realizar con sen-
tido de permanencia la obra de recuperación demo-
crática, cultural, espiritual y económica que re-
clama Venezuela.
No pasó mucho tiempo sin que se pusieran de
manifiesto las contradicciones sociales inheren-
tes a una nación en la cual las clases privilegiadas
mantenían un terrible sistema de explotación y
en la cual los intereses foráneos ingleses y norte-
americanos esquilmaban a las masas y robaban
las riquezas nacionales, mientras el pueblo vivía
sumido en la miseria. Ante las primeras manifes-
taciones multitudinarias en las calles, haciendo
uso de la pregonada democracia y del disfrute de
los derechos individuales, el régimen de la coali-
ción procedió a reprimirlas sangrientamente. En
ello se puso de relieve el verdadero sentido del
Pacto de «Punto Fijo».
61
La Editorial Aurora valora altamente
su opinión acerca del contenido, diseño
y diagramación de la presente publicación.
Igualmente, agradece cualquier otra sugerencia.
62