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Tema 2 - Teología de La Revelación

La revelación cristiana se presenta en tres oraciones: 1) Dios se revela a sí mismo al hombre de forma trinitaria a través de Cristo, quien es tanto el mediador como la plenitud de la revelación divina. 2) Cristo revela completamente a Dios al ser la Palabra hecha carne, manifestando el misterio de Dios a través de sus palabras y obras, especialmente en su muerte y resurrección. 3) La revelación de Dios ocurre a través de la historia de salvación mediante palabras y obras intrínsecamente

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Tema 2 - Teología de La Revelación

La revelación cristiana se presenta en tres oraciones: 1) Dios se revela a sí mismo al hombre de forma trinitaria a través de Cristo, quien es tanto el mediador como la plenitud de la revelación divina. 2) Cristo revela completamente a Dios al ser la Palabra hecha carne, manifestando el misterio de Dios a través de sus palabras y obras, especialmente en su muerte y resurrección. 3) La revelación de Dios ocurre a través de la historia de salvación mediante palabras y obras intrínsecamente

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TEMA 2: LA REVELACIÓN CRISTIANA

1) La revelación, autodonación del Dios Trino al hombre

En la concepción cristiana, la revelación es autorrevelación de Dios, en el


sentido de autocomunicación y automanifestación personal de Dios al hombre.
El significado de esa expresión implica
la voluntad amorosa de Dios de entregar, dándolo a conocer, el misterio de su vida
a los hombres.

DV 2 presenta la revelación como un proceso que arranca de la voluntad de


Dios: «…placuit Deo in sua bonitate et sapientia».
Esta fórmula introduce un cambio respecto a la del Vaticano I
«…placuisse eius saspientiae et bonitati»
que pone de manifiesto el carácter marcadamente personal con el que Dei Verbum
quiere presentar la revelación.

La revelación no es la mera comunicación de un mensaje,


sino un encuentro en el que
- Dios habla como un amigo
- e invita a los hombres a entrar en su intimidad.
Por eso, aunque Dei Verbum no use el término, la presentación que hace de la
revelación es la de una autocomunicación de Dios al hombre.
A partir de aquí se da un recentramiento teologal de la revelación divina: se trata del
mismo misterio de Dios que
- se presenta y fundamenta desde sí mismo,
- y cuya acción entre los hombres no tiene otra razón de ser que su libertad.
Y este recentramiento teologal es trinitario.

El misterio de Dios es su vida íntima, trinitaria, manifestada por Cristo,


y a la cual los hombres tienen acceso por el mismo Cristo en el Espíritu.
Por eso la autocomunicación de Dios
- no implica solamente la apertura y manifestación de algunos atributos divinos
(como la voluntad o la sabiduría),
- sino también del designio salvador de Dios.
La revelación de Dios es presentada desde el principio en una concepción integral,
en relación integral con la salvación.
El hombre está llamado a la intimidad misma de Dios donde se verá transformado
- en su ser total,
- no solo en su inteligencia.
Así, a la concepción integral de la revelación
corresponderá una concepción integral de la fe.

Por tanto, Dios tiene la voluntad de autocomunicarse, ofreciendo al hombre su


intimidad salvadora por medio de la palabra y la historia.
Por estos medios Dios quiere provocar un diálogo con el hombre, que es
- interlocutor homólogo,
- creado por la misma Palabra,
- constituido desde su origen como oyente.

1
2) Cristo, mediador y plenitud de la revelación

La revelación tiene una dimensión cristológica,


ya que la autocomunicación de Dios tiene su plenitud en «Cristo, que es a un tiempo
mediador y plenitud de toda la Revelación» (DV 2),
es revelador y revelación de Dios simultáneamente.
Por eso, no es legítima una consideración de la figura de Jesús que no tuviera en cuenta
tanto su relación con Dios como su relación con el hombre.

Visión reductiva de la relación de Cristo con la revelación: R. Bultmann


Jesús es el revelador de Dios pero NO la revelación (lo que Dios dice).
Distingue entre el dass (el que) y el was (lo que). Jesús es dass, no el was.

Cristo es: - mediador por su relación esencial con Dios y con los hombres
- la plenitud de la revelación porque Él
es personalmente la suprema autocomunicación de Dios a los hombres.
Esta distinción entre mediador y plenitud
permite considerar la forma y el contenido de la revelación.

a) Cristo mediador. Cristo es


el revelador de Dios,
mediador perfecto de la revelación,
porque como Verbo de Dios que se ha encarnado es Dios eterno y hombre perfecto;
- realiza las obras de Dios;
- habla de lo que ha visto;
- conoce a Dios y sabe lo que hay en el hombre.
La revelación cuyo mediador es Jesucristo presenta una forma trinitaria: la
Trinidad, además del contenido, es principio formal de la misma revelación. La
mediación reveladora de Cristo exige mantener al transcendencia de Dios sobre el
mundo. La mediación de Cristo permite el acceso al misterio de Dios
pero NO lo anula como misterio.

b) Cristo plenitud. DV 4.
En él se da la Palabra hecha carne, la máxima integración de palabras y hechos.
Cristo es la revelación plena de Dios.
Desde el punto de vista formal existe una especie de tensión dialógica
entre revelación y misterio,
que se convierte en convergencia si se los considera desde el punto de vista del
contenido.
La revelación es revelación del misterio,
autocomunicación que el Padre hace del misterio del propio ser.
El Deus absconditus se revela en Jesucristo.
La invisibilidad y el silencio de Dios solo se abren desde dentro.
El misterio que Dios da a conocer es a sí mismo y el «misterio de su voluntad»,
es decir, del designio salvador.
La revelación del amor de Dios en Cristo es ya salvadora, su verdad es verdad
salvífica.

2
Cristo revela al Padre en cuanto que es Hijo y el Verbo eterno.
Revelación y encarnación.
En Cristo la revelación de Dios
que tiene lugar «por la palabra y hechos intrínsecamente unidos» (DV 2)
ha llegado a su plasmación más clara y perfecta en cuanto Palabra hecha carne.
Cristo es revelador
no sólo a través de palabras
sino también a través de su propia realidad.
No solo la enseñanza de Jesús,
sino la misma encarnación es reveladora.
Jesucristo es verdaderamente verbum abbreviatum,
compendio y plenitud de la revelación.
En la encarnación del Hijo-Logos culmina la autocomunicación de Dios a los hombres.
Dice Santo Tomás que la encarnación es
la suprema comunicación de Dios a la criatura intelectual.
En consecuencia, la función reveladora
- está constituida en la misma constitución de Cristo,
- se comprende a la luz de algunos datos fundamentales.
Estos datos, según Alfaro, son los siguientes:
- El realismo del ser humano de Cristo.
- El carácter personal de Cristo como Hijo de Dios, palabra eterna del Padre.
- La encarnación como asunción de nuestra naturaleza por el Hijo de Dios.
- La experiencia religiosa propia del hombre Jesús como Hijo de Dios: en ella
vive el misterio de su filiación divina.
- El testimonio de Cristo como palabra humana de la palabra personal divina,
como autorrevelación personal de Dios a los hombres.

En Jesucristo, Verbo encarnado, Dios se ha hecho máximamente cercano al


hombre a quien revela no sólo el misterio de Dios,
sino el misterio del propio hombre.

La revelación en la cruz y resurrección. La revelación salvífica de Dios tiene


su momento culminante en la muerte y resurrección de Cristo.
a) En este punto encontramos la doctrina de Lutero, que destaca la revelación en la
Cruz (theologia crucis) hasta le punto
de que piensa que ahí se encierra el auténtico conocimiento de Dios,
frente al conocimiento natural de Dios
desarrollado en la teodicea (theologia gloria) que sería
provisional.
b) La teología católica no admite este planteamiento dualista.
Más bien, la revelación en la Cruz se constituye junto con la resurrección
como el momento cumbre de la revelación divina.
La Cruz representa la forma más alta pensable del vaciamiento, de la kénosis de Dios.
En ese anonadamiento se manifiesta el poder de Dios que vence la muerte
y el poder de su amor a los hombres.
La respuesta del Padre a la entrega del Hijo es la resurrección,
que da plenitud de sentido revelador a la encarnación y a la
muerte.

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Por último, el envío del Espíritu Santo hace la revelación cristiana definitiva,
no transitoria ni imperfecta.
La revelación y la salvación es plena y definitiva
3) Revelación como verdad y como historia.
Palabras y acciones en el proceso de la revelación

A) Palabras y gestos

La revelación, avisa Dei Verbum, responde a un plan, una economía, que se


administra siguiendo unos trazos fundamentales
que son las palabras y hechos (verba, gesta), intrínsecamente conexos entre sí.
Los hechos y las palabras muestran que
- la revelación tiene lugar en la historia, como historia de salvación,
- al mismo tiempo es una comunicación de verdad.
Los hechos «manifiestan y confirman la doctrina» porque son como palabras en acto,
y las palabras
«proclaman los hechos»
y descubren el misterio revelado que en ellas se contiene.
Por una parte, la palabra,
- teniendo la fuerza de Dios desencadena unos hechos que son obra suya
- dicha por quien tiene la facultad de interpretar los hechos como comunicación divina,
- la palabra manifiesta su sentido
- los hace verdaderamente reveladores.
Por otra, los hechos vienen
a confirmar la palabra anunciada realizándola en el espesor de la historia humana.

Ya la misma creación lleva en sí un modo de presencia y comunicación de


Dios. La creación se ve como el primer acto histórico-salvífico que afecta a toda la
humanidad. En ella están presentes palabra y acción:
- la creación es un hacer al decir, de lo que se sigue la verbalidad de lo real;
- en su facticidad el mundo es revelador.

La inseparabilidad entre gesta y verba, opera y doctrina, res y verba, verba y


mysterium permite reconocer una característica sacramental de la revelación. A través
de las palabras y de los hechos, es el misterio de Dios el que se entrega. Esta
autocomunicación de Dios tiene su plenitud en Cristo. La identificación entre palabras
y hechos llega a su identificación perfecta en Jesucristo, la Palabra hecha carne.

B) Revelación histórica

A diferencia de
la revelación de la creación,
la revelación que consiste en la automanifestación de Dios
se caracteriza por tener lugar en la historia, de forma que la historia resulta ser la
condición básica de la que llamamos revelación sobrenatural. La revelación de Dios en
la historia es un acontecimiento localizado en el tiempo y en el espacio, en un contexto
cultural y lingüístico determinado. La revelación atestiguada en la Biblia presenta lo
decisivo para el presente como una serie de sucesos concretos de la historia: historia de

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Israel (origen del pueblo, éxodo, destierro, etc), y, sobre todo, historia de Jesús de
Nazaret.

La historia es el «medio» de la revelación,


la cual se presenta como revelación en la historia y como historia.
Al mismo tiempo la revelación no se confunde con la historia.
En el seno de la historia de los hombres, acontece una historia de salvación.
A través de acontecimientos históricos, Dios realiza su designio salvador.
Esta forma de actuar de Dios está marcada por al libertad, su autocomunicación es
plenamente personal. En la historia puede ocurrir lo nuevo, lo singular.

C) La verdad de la revelación

En el contexto deísta y racionalista, lo que se negaba a la revelación cristiana


era precisamente que se pudiera relacionar con la verdad (que pertenecía solo al ámbito
de la razón humana). La reacción ante esto hizo ver que la noción de verdad no era
unívoca en la filosofía y en la Sagrada Escritura.

El concepto filosófico. La metafísica clásica entiende la verdad como verdad


del ser en identidad consigo mismo,
adecuación permanente entre la representación del entendimiento y la realidad
El sentido bíblico de la verdad (Jn 14, 6: Yo soy la verdad) es más como
fidelidad, Dios es fiel a sí mismo. El concepto de veritas salutaris. Al final, la única
verdad sería Cristo. Entre ambos sentido no hay oposición

Las palabras y la acción de Dios en la historia son reales.


La revelación es verdadera.
Ahora bien, hay que partir de que la revelación cristiana goza de las cualidades de
la trascendencia
y la
sobrenaturalidad.
La consecuencia de estas propiedades de la revelación es
que solo se accede a ella considerándola como un don.
El juicio de la verdad de la revelación
- NO ES resultado de la potencia del conocimiento humano,
- sino resultado de la acogida confiada del Dios de la verdad y del amor, del Dios
Trino.
Todo ello manifiesta una concepción de la realidad que
- no es sólo aquella en al que el hombre se sitúa y que él puede conocer,
- sino que también hay otra realidad anterior y más plenamente real (sobrenatural) que
supera las capacidades del entendimiento humano.

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4) Revelación y experiencia

En el campo filosófico, experiencia desgina el conocimiento sensible o


empírico, que se contrapone al conocimiento racional.
Según Kant esta experiencia es trascendental, es decir, a priori, ya que el conocimiento
sensible es el conocimiento espacio-temporal; espacio y tiempo son formas a priori de
la sensibilidad.
En la filosofía de la existencia, a partir sobre todo de Kierkegaard, la experiencia
acompaña a la percepción de la propia existencia o, si se prefiere, de lo subjetivo.

Aplicada la experiencia a la revelación, surge entonces la cuestión de lo


subjetivo y lo objetivo en el constituirse y en el recibir la misma revelación. La
revelación existe para ser recibida y, en cierto modo, cuando es recibida. En este
sentido la revelación puede dar lugar a una auténtica experiencia, que será siempre
experiencia de fe.

En el protestantismo,
1) F. Schleiermacher afirma que
NO ES la razón la que puede acceder a Dios
el único modo de captar la realidad divina es la intuición encerrada en el sentimiento.
2) A. Sabatier afirma que el hecho de la revelación coincide con el hecho de la
conciencia religiosa que existe en todos los hombres y en todas las religiones, pero de
manera más viva en Cristo. El principio fundamental de la experiencia reveladora es la
emoción religiosa. Las expresiones dogmáticas son puramente simbólicas y están
sometidas a la ley de la evolución. El único elemento perenne es la experiencia
religiosa.

El modernismo, con toda su explicación de la experiencia, fue condenado por


san Pío X en la Encíclica Pascendi y el Decreto Lamentabili. A partir de estos
documentos, la teología renunció en gran medida a tratar un tema que resultaba tan
espinoso como el de la experiencia.
Años más tarde, Dei Verbum (Vaticano II) introdujo de forma matizada la
terminología de la experiencia (DV 8).

La experiencia de la revelación, vivida como experiencia cristiana, se


relaciona con la experiencia humana en general y particularmente con la experiencia
religiosa. La experiencia religiosa cuenta con el hombre, el misterio de Dbios y el tipo
específico de relación entre el hombre y Dios. La experiencia cristiana la entendemos
como experiencia de la revelación de Dios. La experiencia de la revelación se da en tres
niveles:
1. La experiencia de Jesús. Es única, una experiencia inmediata de Dios, de su
amor, de su paternidad, de su vida.

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2. La experiencia de los Apóstoles. Aunque reciben una comunicación
inmediata de Dios, necesitan la fe para acoger lo que es revelado. Esta experiencia es
también única, en cuanto es la propia de los mediadores de la revelación elegidos por
Dios.
3. La experiencia del creyente. El cristiano vive de un modo único su
experiencia de Dios, a quien descubre, ama y se entrega por medio de la fe y de la
adhesión a Jesucristo. La revelación es ese encuentro entre Dios y el hombre donde la
totalidad del hombre se ve comprometida con lo que implica el cristianismo. Y esta
experiencia de la revelación depende de la fe, consiste en vivir la revelación recibida
en la fe. Depende de la mediación de los Apóstoles y de la Iglesia. El fundamento del
existir cristiano calificado como experiencia no es la proyección de una opción de
carácter subjetivo, sino que trasciende al sujeto.
5) La transmisión de la revelación

La revelación salvadora (cuyo centro y plenitud es Jesucristo) es transmitida en


la Iglesia, y a la Iglesia compete conservar y anunciar el misterio de Dios revelado por
Cristo. Puede distinguirse entre
- la constitución
- la transmisión de la revelación.
La revelación se constituye a lo largo de la historia como
- preparación (AT)
- de la plena realización (NT).
Una vez constituida, se transmite a la Iglesia.
Así queda reflejado en Dei Verbum (capítulo I y capítulo II).
Sin embrago, la distinción no debe exagerarse al ser la revelación histórica. La íntima
relación entre constitución y transmisión de la revelación se debe entender a la luz
- de la acción del Espíritu Santo
- de la misión de los Doce, de los Apóstoles. DV 7-10.

Los Apóstoles, testigos de la revelación de Cristo. La revelación de Dios en


Cristo, al ser actuación del mismo Dios en la historia, requiere testigos: hombres que
hubieran presenciado esos hechos. La Iglesia está fundada
sobre la obra de Cristo
sobre el testimonio de los Apóstoles.
En sentido estricto, los testigos de Jesús son solamente los «Doce». Su
testimonio es un testimonio específico y autorizado. La especificidad del testimonio
apostólico depende de que:
1) han sido elegidos por Dios;
2) han convivido con Cristo siendo testigos de su vida pública y después de
resurrección;
3) han recibido la misión.
El testimonio y la predicación apostólicos acaban siendo la norma de la fe cristiana.
La experiencia apostólica es insuperable. Ese testimonio permanece como criterio de
autenticidad de todo ulterior desarrollo bajo la forma de «tradición apostólica».

Los Apóstoles, enseñados por el Espíritu Santo. Dei Verbum después de


referirse a los que los Apóstoles habían recibido de Cristo añade: «o habían aprendido
por inspiración del Espíritu Santo». La revelación tiene una fuente pneumatológica.
Hay una estrecha unión entre la acción de Cristo y la del Espíritu Santo. La misión

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reveladora de Cristo incluye la acción del Espíritu Santo: la revelación del Espíritu
Santo forma parte de la misma revelación de Cristo.

La misión apostólica. La misión de predicar que reciben los Doce es única


entre las demás: ellos son los testigos auténticamente directos de Cristo, los únicos
que tienen el conocimiento inmediato y pleno del Verbo encarnado. La misión
apostólica de predicar y transmitir la Revelación responde a una disposición eterna del
Padre, y al orden de la dispensación de la Revelación y salvación que Cristo les hace
explícita.
De modo análogo a como la revelación se realiza por hechos y palabras,
la predicación apostólica
- no está formada solo por la transmisión de una enseñanza sobre el misterio de Cristo,
- sino también por una comunicación de «bienes divinos».

La transmisión apostólica de la revelación. Los Apóstolos realizan el encargo


de transmitir el Evangelio de un doble modo: por la predicación oral y por medio de sus
escritos.

a) Escritura y Tradición.
Inicialmente la transmisión de la fe es por la predicación oral y a través de la propia
vida de los Apóstoles identificada con la del Señor y de las instituciones que en ellos
tienen su origen.
En un segundo momento, los mismos Apóstoles, junto con varones apostólicos,
pusieron por escrito el mensaje de la salvación. En ellos, bajo la inspiración del
Espíritu Santo, se fija por escrito la misma predicación apostólica, la memoria Christi
de los Doce que ellos habían entregado, y continuaban haciéndolo, a la Iglesia. Todo
ello en continuidad con el AT.

b) Relaciones entre Escritura y Tradición. NO SON “dos” fuentes de la


revelación, la única fuente es Dios. Son como
dos funciones recíprocas
con una unidad de origen y de contenido.
La Escritura necesita complementarse con la Tradición para su recta inteligencia.
La Tradición transmite, conserva y explica la palabra de Dios.
El desarrollo de la función de los Apóstoles en la transmisión de la revelación se
completa con el principio de «Evangelio transmitido». Tanto la Escritura como la
Tradición son testigos del Evangelio.
¿Cuándo termina la revelación?
La fase constitutiva de la revelación ha terminado.
La economía cristiana es
- definitiva
- e irrebasable.
Todo progreso en la comprensión debe remitirse a Cristo. «no hay que esperar otra
revelación pública, antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor»
(DV 4).

El depósito de la fe. Una vez terminada la predicación apostólica, ésta adquiere


en la Iglesia el carácter de un depósito, el depositum fidei.
«La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura
constituyen un solo depósito sagrado

8
de la palabra de Dios
confiado a la Iglesia» (DV 10).
El depósito es
- norma de fe
- y ofrece la «regla» de fe
con la que medir la autenticidad de una enseñanza en la Iglesia.
Esto no significa presentar la revelación como algo estático e inerte.

6) La revelación entregada a la Iglesia

Los Apóstoles entregaron a la Iglesia lo que ellos habían recibido de Cristo y del
Espíritu Santo.
La Iglesia es la que continúa la acción salvadora de Cristo. Su misión respecto a lo
recibido consiste en conservarlo y transmitirlo hasta el final de los tiempos.

La revelación confiada a la Iglesia.


El ministerio apostólico
(en cuanto testimonio de los Apóstoles
elegidos por Dios como testigos de Jesús
y enviados a predicar)
es un ministerio llamado a terminar con su desaparición de la escena de la historia.
Pero si
la función de los Apóstoles, en cuanto tales, concluye con ellos mismos,
la misión de predicar el Evangelio se dirige y se proyecta constantemente hacia
delante.
La Iglesia es la depositaria y la transmisora de la revelación. La revelación ha sido
confiada a la Iglesia con la misión de
- serle fiel (conservarla)
- y anunciarla (transmitir).
La Iglesia se halla en la misma línea de mediación de Cristo participada por los
Apóstoles.
Ella continúa esa mediación que hace accesible a los hombres el mensaje de la
salvación.
La Iglesia forma parte del designio divino de autocomunicarse.
«Qua Ecclesia ab Apostolis, Apostoles a Christo, Christus a Deo» (Tertuliano).

«Fe en la Iglesia». La relación entre la revelación y la Iglesia no es extrínseca,


sino que hay una dependencia mutua:
- la Iglesia implica la revelación
- la revelación implica la existencia de la Iglesia.
La Iglesia depende completametne en su existencia de la acción reveladora de Dios en
la historia. La revelación cristiana sólo existe como tal en cuanto
- se constituye en una comunidad,
- es recibida también en una comunidad de fe.

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Para recibir la revelación cristiana es necesario tener fe en la Iglesia
- en cuanto lugar donde se encuentra a Cristo
- en cuanto realidad querida por Dios.

Modo divino-humano de la transmisión de la revelación.


El depósito de la fe
- NO ES propiedad de la Iglesia,
- sino que ella está a su servicio.
La Iglesia es depositaria en un sentido dinámico.

La Iglesia, sujeto y objeto de la tradición. La Iglesia actúa como sujeto y objeto


de la tradición cuando transmite lo que recibió de los Apóstoles
(a través de su palabra, de su vida y de su culto)
La Iglesia transmite «lo que ella es», el objeto es su propio ser.
Progreso de la tradición. La tradición progresa
- mediante la comprensión de las realidades y de las palabras transmitidas,
- mediante la contemplación y el estudio de los creyentes,
- por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales;
- por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma
cierto de la verdad (DV 8).

La «inteligencia de la fe» de la Iglesia: «sensus fidei» y Magisterio.


La inteligencia de la revelación se realiza en la Iglesia a través
A. del «sentido sobrenatural de la fe» (la inteligencia de todo el pueblo santo de
Dios)
B. y el magisterio (la enseñanza de los sucesores de los Apóstoles).

A. El sentido de la fe es una disposición cuasi innata al creyente


por la que juzga de modo connatural, instintiva y experimentalmente sobre lo que Dios
ha revelado. El sensus fidelium es el sentido sobrenatural de todo el pueblo santo de
Dios (cf. LG 12).
B. El magisterio no es algo extrínseco a la presencia de la revelación en la Iglesia,
sino un momento esencial, integrante de la función profética de toda la Iglesia. DV 10:
1) El depósito sagrado de la palabra de Dios ha sido confiado a la Iglesia.
2) Sólo el magisterio interpreta auténticamente la palabra de Dios (no por competencia
humana sino por autoridad de Cristo).
3) El magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio.
4) El Espíritu Santo garantiza con su asistencia al cumplimiento del mandato divino
sobre el magisterio.
Los actos del magisterio son escuchar lo transmitido (el depósito), custodiarlo,
explicarlo.
5) Hay una íntima relación entre Tradición, Escritura y Magisterio, de modo que
NO puede darse ninguno de ellos separado de los demás.

La indefectibilidad y la infalibilidad de la Iglesia.


Solo si la Iglesia es indefectible tiene auténtico sentido su fidelidad a la misión de
conservar y transmitir la revelación así como la adhesión que pide a los fieles.
La indefectibilidad es esa propiedad de la Iglesia por la que sigue siendo la misma a lo
largo del tiempo. Esta propiedad aplicada a su conocimiento y expresión de la verdad de
la revelación se llama infalibilidad.

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Que la Iglesia es infalible quiere decir que posee un carisma recibido de Dios
mediante el cual, en su acto esencial
(de conocimiento, de expresión, de predicación del don de la revelación divina)
no puede equivocarse.
a) La Iglesia no se autofinaliza en sí misma, sino en Dios. La indefectibilidad en cuanto
perduración a través del tiempo en identidad consigo misma es una propiedad de la
Iglesia que le asegurá que llegará a la vida eterna.
b) La indefectibilidad no sólo afecta al ser de la Iglesia, sino a su obrar.
El obrar de la Iglesia es: comunicación de gracia a través
de
1) los sacramentos, 2) y proclamación de palabra.
c) La indefectibilidad se realiza tanto en el creer (sentido de la fe)
como en la enseñanza de la Iglesia (magisterio).
d) La Iglesia es infalible porque goza de la asistencia infalible.
La asistencia es un carisma que consiste en preservar del error.
e) El magisterio de los pastores puede tener diversas modalidades (extraordinario,
ordinario y universal, ordinario). A cada forma le corresponden diversos tipos de
enseñanza.

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