La Educación Ambiental para el desarrollo sostenible
(compilación)
Álvarez-Lires et al. (2016): Going to action? A literature review on educational
proposals in formal Environmental Education, Environmental Education Research,
DOI:10.1080/13504622.2015.1101751
Actualmente, informes de diferentes organismos internacionales, entre otros GEO-5,
PNUMA , el Banco Mundial, Worldwatch Institute y IPCC, señalan importantes
problemas ambientales a los que debemos hacer frente para alcanzar un futuro
sostenible, tales como la contaminación creciente y sin fronteras, el cambio climático, la
degradación de los ecosistemas, la destrucción de recursos o la situación de pobreza
extrema e insalubridad de muchas personas. Las razones subyacentes a estos problemas
ambientales están relacionadas con estilos de vida de los seres humanos y ligadas a una
apuesta por un crecimiento económico continuo, basado en un hiperconsumo de las
sociedades “desarrolladas”, que sigue creciendo como si las capacidades de la Tierra
fueran infinitas
Así, desde el ámbito educativo se recomienda tomar medidas al respecto, la ONU
proclamó la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014) como
“una invitación a repensar nuevas políticas educativas, nuevos programas y nuevas
prácticas pedagógicas para que la educación pueda jugar el papel que le concierne en
el desarrollo de las capacidades de todos los miembros de la sociedad con el fin de
trabajar juntos en la construcción de un futuro durable”. Su objetivo es integrar los
principios, valores y prácticas del Desarrollo Sostenible en todos los aspectos de la
educación y el aprendizaje, con el objetivo de fomentar cambios de comportamiento
necesarios para preservar en el futuro la integridad del medio ambiente y para que las
generaciones actuales y venideras gocen de justicia social.
Por ello, la educación se entenderá como una formación integral que debe promover
formas de actuar que contribuyan al bienestar de las personas y de las comunidades. Tal
y como señala Novo existe una relación clara entre formación y desarrollo, pues aunque
la educación es un derecho humano fundamental, los sistemas educativos dominantes
contribuyen a determinar el tipo de sociedad y de persona que prevalece y, por
consiguiente, el grado, la forma y, sobre todo, la orientación del desarrollo que se
pretende lograr.
Alcanzar un desarrollo sostenible implica un cambio en los hábitos y estilos de vida de
las comunidades, pero conseguir comportamientos significativamente sostenibles es
muy complejo, por la variedad de sus causas e influencias (Stern, 2005). En este
sentido, múltiplos teorías e investigaciones han intentado explicar el proceso
de enseñanza y aprendizaje de la Educación Ambiental. Heimlich y Ardoin
(2005) señalan que actualmente existen dos tendencias contrapuestas, una parte de
la educación ambiental más conductista que consideran que el último propósito de la
educación es conseguir un cambio de comportamiento específico de los ciudadanos
hacia patrones de conducta sostenibles , y otros que sostienen que el principal papel de
la educación es facilitar la capacidad intelectual de un individuo y no imponer a las
personas cómo deben vivir.
Todo esto unido a un mundo en continuo cambio, caracterizado por un amplio uso de
las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), que facilitan y dificultan, al
mismo tiempo el uso de la información, ha conducido a que en los últimos años
numerosos autores (Mogensen y Schnack. 2010, Stevenson et al., 2013) defiendan un
cambio en el objetivo principal de la educación ambiental. Así debe orientarse hacia el
desarrollo de una competencia para la acción, basada en el pensamiento crítico del
alumnado, como un ideal formativo desde una perspectiva democrática, que abarque
mucho más que conocimientos y actitudes y que contribuya a la formación de una
ciudadanía responsable y comprometida con el medio y las personas, que comprenda la
complejidad del mundo actual y sea capaz de luchar con los problemas ambientales
presentes y futuros.
La metodología juega un importante papel en el proceso de enseñanza y aprendizaje
de la Educación ambiental. Stern et al. (2014) han realizado una recopilación de las
mejores prácticas que se pueden llevar a cabo en este campo (Tabla 1), que tienen en
común metodologías participativas, centradas en el estudiante, que abarcan un contexto
amplio del trabajo por proyectos.
Así, la escuela puede ser una oportunidad para desarrollar estilos de vida sostenibles
que conduzcan hacia comunidades más justas, responsables y respetuosas con el
entorno. El papel de la educación está conceptualizado para proporcionar oportunidades
para desarrollar la capacidad de pensar de manera crítica, ética y creativa en la
valoración de las situaciones ambientales; para tomar decisiones informadas sobre esas
situaciones; y desarrollar la capacidad y el compromiso de actuar de forma individual y
colectiva en formas que sostienen y mejoran el medio ambiente. Por tanto, la educación
y en concreto la educación ambiental juega un papel fundamental en todos los niveles
educativos, por su carácter de inclusividad y amplitud, basado en la complejidad de los
problemas y realidades ambientales, por su potencial para desarrollar competencias
básicas como autonomía e iniciativa personal o de aprender a aprender.
En este contexto:
- Son necesarias propuestas educativas que muestren la complejidad de los
problemas ambientales. Por esta razón debemos abordar esta problemática
poniendo de relieve sus diferentes dimensiones e interrelaciones, donde los
aspectos científicos, económicos y sociales son particularmente relevantes.
- Deben ofrecerse oportunidades para reflexionar sobre estas cuestiones a través
del pensamiento crítico, la transformación de la información en conocimiento y
el análisis de los problemas ambientales desde diferentes ángulos, mostrando, de
esta forma, el rol de las personas en los problemas ambientales y la influencia de
los factores socio-culturales y económicos en sus estilos de vida.
- La promoción de la acción proambiental debe basarse en la toma de decisiones
independiente e informada, de modo que pueda contribuir a la transferencia de
conocimiento a los diferentes contextos y a recalibrar nuestras acciones
cotidianas.
- Las propuestas educativas deben estar basadas en diálogo y participación real
pueden ayudar a fomentar la implicación de los participantes, así como la
adquisición de valores democráticos y crear una cultura de la sostenibilidad.
Esto requiere que los estudiantes (y otros miembros de la comunidad)
construyan conocimiento de forma colaborativa, puedan expresar sus opiniones
y participen en el proceso de toma de decisiones. Por lo tanto, la interacción con
la comunidad y las acciones colectivas se deben fomentar desde la escuela,
ayudando a crear grupos comprometidos y redes que sostengan condiciones y
estilos de vida sostenibles, a la vez que construyen conocimiento. El experiental
learning parece tener un gran potencial para mejorar la relación entre los
elementos que forman los sistemas socio-ecológicos.
En definitiva, es necesario impulsar la transición hacia comunidades informadas y
conscientes del deterioro socioambiental de nuestro planeta, y que tomen parte en la
acción individual y colectiva. No es posible saber cómo va a actuar la ciudadanía en el
futuro o qué problemas tendrá que enfrentar. Lo único que podemos hacer desde la
escuela es sentar las bases para su acción futura; es decir, fomentar el desarrollo de
competencias que les puedan ayudar a tomar decisiones sostenibles de una manera
democrática.
Referencias
Heimlich, J. and N. Ardoin. 2008. Understanding behavior to understand behavior
change: a literature review, Environmental Education Research, 14 (3): 215-237
Mogensen F. and K. Schnack. 2010. The action competence approach and the ‘new’
discourses of education for sustainable development, competence and quality criteria.
Environmental Education Research 16 (1):59-74
Novo, M. 2006. El desarrollo sostenible: su dimensión ambiental y educativa. Madrid:
Pearson educación
Stern, P.C. 2000. Toward a coherent theory of environmentally significant behavior.
Journal of Social Issues 56:407–424
.
Stern, Robert B. Powell & Dawn Hill (2014) Environmental education program
evaluation in the new millennium: what do we measure and what have we learned?,
Environmental Education Research, 20:5, 581-611
Wals, A. E.J., R. B. Stevenson, M. Brody, and J. Dillon. 2013. “Tentative Directions
for Environmental Education Research in Uncertain Times” In International Handbook
of Research on Environmental Education, edited by Stevenson R.B., Brody, M., Dillon, J.
and Wals, A.E.J.New York : Routledge