0 calificaciones 0% encontró este documento útil (0 votos) 222 vistas 44 páginas Viveiros de Castro, Eduardo (2004 (2002) ) - Perspectivismo y Multinaturalismo en La América Indígena.
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Eduardo Viveiros de Castro
Museo Nacional, Rio de Janeiro
La relatividad del espacio y del tiempo ha sido imaginada como
si dependiese de Ia eleccidn del observador. Es perfectamente
legitimo incluir al observador si él facilita las explicaciones.
Pero lo que necesitamos es el cuerpo del observador, no su
mente.
A.N. Whitehead
Ast pues, la reciprocidad de perspectivas que considere la ca-
racteristica propia del pensamiento mitico puede reivindicar
un dominio de aplicacién mucho més vasto.
C. Lévi-Strauss
Itema de este ensayo es el aspecto del pensamiento amerindio en el qi
se manifiesta su “cualidad perspectiva” (Arhem 1993) 0 “relatividad
perspectiva” (Gray 1996): se trata de una concepcién, comtin a muchos
pueblos del continente, segtin la cual el mundo est habitado por diferentes
especies de sujetos o personas, humanas y no-humanas, que lo aprehenden
desde puntos de vista distintos. Las premisas y conclusiones de esta idea
son irreductibles (como mostré Lima 1995:425-38) a nuestro concepto co-
rriente de relativismo con el que a primera vista parecen relacionarse, pues
se disponen, justamente, de modo exactamente ortogonal a la oposicién
entre relativismo y universalismo. Esta resistencia del perspectivismo ame-
rindio a los términos de nuestros debates epistemolégicos pone en entredi-
cho la solidez y posibilidad de extrapolacién de las divisiones ontolégicas
que los sustentan. En particular, como muchos antropélogos ya han con-
cluido (aunque por otros motives), la distincién clsica entre Naturaleza y
Cultura no puede emplearse para explicar aspectos o Ambitos de cosmo-
logias no-occidentales sin someterla antes a una critica etnolégica rigurosa.
En el caso presente, esta critica exige la disociacién y redistribucién de
las cualidades atribuidas a las dos series paradigmdticas que tradicional-
mente se oponen bajo las etiquetas de Naturaleza y Cultura: universal y
particular, objetivo y subjetivo, fisico y moral, hecho y valor, dado y cons-
truido, necesidad y espontaneidad, inmanencia y trascendencia, cuerpo y
espiritu, animalidad y humanidad, y otros tantos. Ese barajar las cartas
conceptuaes me leva a sugers el ino lini pa Sela38
uno de los rasgos que diferencian el pensamiento amerindio de las cos-
mologias “multiculturalistas” modernas. Mientras que éstas se basan en la
implicacién mutua entre la unicidad de la naturaleza y la multiplicidad de
las culturas -la primera garantizada por la universalidad objetiva de los
cuerpos y de la sustancia, la segunda por la particularidad subjetiva de los
espiritus y del significado?-, la concepcién amerindia supondria, por_el
contrario, najunidad del espiritu y una diversidad de los cuerpos! La
cultura 0 el sujeto serfan aquf la forma de lo universal; la naturaleza 0 el
objeto, la forma de lo particular.
Esa inversi6n, quizd demasiado simétrica para ser algo més que una
especulacién, tierte que desarrollarse en una interpretacién de las nociones
cosmolégicas amerindias fenomenolégicamente rica, capaz de determinar
las condiciones de constitucién de los contextos que se podrian llamar
“naturaleza” y “cultura”. Recombinar, portanto, para a continuacién des-
sustancializar, pues las categorias dé Naturaleza y'Cultura) en el pensa-
miento amerindioyno Solo no tienen los mismos contenidos, sind que tam>
pOG6 poseemel. mismo estatuto de sus andlogos occidentales; estas catego-
rfas no seftalan regiones del ser, sino configuraciones relacionales, perspec-
tivas cambiantes, en resumen, puntos de vista.
Como esta claro, creo que la distincién naturaleza/cultira debe’ ser
sometida a critica, pero no para concluir que tal cosa no existe (ya hay
demasiadas cosas que no existen). El “valor esencialmente metodolégico”
que Lévi-Strauss (1962b:327) le atribuy6 sera, aqui, entendido como un
valor esencialmente comparativo. La floreciente industria de Ia critica al
cardcter occidentalizante de todo dualismo ha propugnado el abandono de
nuestra herencia intelectual dicotémica; el problema es bien real, pero las
contrapropuestas motivadas etnolégicamente se han reducido, hasta ahora,
a aspiraciones post-binarias mas verbales que propiamente conceptuales,
Prefiero, entretanto, relativizar nuestras diferencias, comparandolas con las
distinciones que efectivamente operan en las cosmologfas amerindias.
Perspectivismo
Inicialmente, esta reflexin fue motivada por las abundantes referencias en
la etnograffa amaz6nica a una concepcién indigena segiin la cual el modo
en que los seres humanos ven a los animales y a otras subjetividades que
pueblan el universo (dioses, espiritus, muertos, habitantes de otros niveles
césmicos, plantas, fenémenos meteoroldgicos, accidentes geograficos, obje-
tos e instrumentos) es radicalmente distinto al modo en que esos seres ven.
a los humanos y se ven a si mismos.
Tipicamente, emcondiciones normales,los humanos se.vemaisimismos
como humanos y a los animales como animales; en cuanto a los espiritus,
elhecho de vera estos seres, normalmente invisibles, es ya un signo segurode que las “condiciones” no son normales. Los animales depredadores y los
espiritus ven a los humanos como animales de presa, mientras que los
animales de presa ven a los humanos como espfritus 0 como animales de-
predadores: ” El ser humano se ve a si mismo como tal. La Luna, la serpiente,
el jaguar y la madre de la viruela lo ven, sin embargo, como un tapir o un
pecari, a los que ellos matan”, sefiala Baer (1994: 224) a propésito de los
Machiguenga. Viéndonos como no-humanos,es.a si mismos a quienes los
animales y los espfritus ven. como humanos. Ellos se aprehenden como
antropomorfos cuando estén en sus propias casas 0 aldeas y consideran sus
propios habitos y caracteristicas como una especie de cultura: ven su alimen-
tocomo alimento humano (los jaguares ven la sangre como cerveza de man-
dioca, los muertos ven a los grillos como peces, los urubtis vena los gusanos
de la carne podrida como pescado asado, etc.), sus atributos corporales
(pelaje, plumas, garras, picos) como adornos o instrumentos culturales, su
sistema social como organizado idénticamente a las instituciones humanas
(con jefes, chamanes, ritos, reglas matrimoniales, etc.). Ese “ver como” se
refiere literalmentea los perceptos y no analégicamentea los conceptos, pese
a que, en algunos casos, el énfasis caiga mds en el aspecto categorial del
fenémeno que en el sensorial; de cualquier modo, los chamanes, maestros del
esquematismo césmico (Taussig 1987:462-63) dedicados a comunicar y regu-
lar las perspectivas que solo ellos atraviesan, estan siempre ahf para trans-
formar en sensibles los conceptos o en inteligibles las intuiciones.
En resumen, los animales son gente, 0 se ven como personas. Esta
concepcién esté casi siempre asociada a la idea de que la forma material de
cada especie es un envoltorio (una “ropa”) que esconde una forma interna
humana, normalmente visible tan solo a los ojos de la propia especie o de
ciertos seres transespecificos, como los chamanes?. Esa forma interna es el
espiritu del animal: una Tees idad formalmente idén-
tica ala conciencia humana, materializable, por decirlo asf, en un esquiema
corporal humano, oculto bajo la mascara animal. Tendrfamos entonces, a
primera vista, una distincién entre una esencia antropomorfa de tipo espi-
ritual, comin a los seres animados, y una apariencia corporal variable,
propia de cada especie; esta apariencia no serfa un atributo fijo, sino una
“ropa” intercambiable y desechable. En efecto, la nocién de “ropa” es una
de las expresiones privilegiadas de metamorfosis (espiritus, muertos y cha-
manes que asumen formas animales, bestias que se transforman en otras
bestias, humanos que inadvertidamente son convertidos en animales), pro-
ceso omnipresente en el “mundo altamente transformacional” (Riviere
1994) de las culturas amazénicas*.
Esas concepciones son consignadas en varias etnografias surameri-
canas, pero, en general, han sido objeto de referencias breves y parecen estar
muy desigualmente elaboradas en las cosmologias estudiadas®. También
se encuentran, y con un valor quizé todavia més definido, en las culturas
dela zona septentrional de América del Norte y Asia, y més raramente entrealgunos pueblos cazadores-recolectores tropicales de otros continentes®. En
América del Sur, las sociedades del noroeste amazonico ofrecen un desarrollo
més completo (ver Arhem 1993 y 1996, al que se debe en buena parte la
caracterizacién precedente; Reichel-Dolmatoff 1985; S. Hugh-Jones 1996).
Pero son las etnografias de Vilaca (1992) sobre el canibalismo wari” y la de
Lima (1995) sobre la epistemologia juruna las que hacen aportaciones mas
directamente relacionadas con el presente trabajo, pues sitiian la cuestién de
(Viveiros de Castro 1993, 1996a)’.
Se imponen algunas aclaraciones previas. En primer lugar, el perspec-
tivismo rara vez se aplica incluyendo a todos los animales (aparte de
englobar otros seres), parece incidir mas bien en las especies de grandes
depredadores y carnivoros, como el jaguar, la serpiente, el urubtio la arpia,
asf como en las presas tipicas de los humanos, como el pecari, los monos,
os peces, los venados 0 los tapires. Pues uno de los aspectos basicos, quiz4,
el aspecto constitutivo de las inversiones de perspectivas, se encuentra en
e los humanos
ene una cualidad a poste-
riori esencial. La posibilidad de que un ser hasta entonces insignificante se
revele como un agente prosopomérfico capaz de intervenir en los asuntos
humanos est siempre abierta; la experiencia personal, propia o ajena, es.
més decisiva que cualquier dogma cosmolégico sustantivo.
Por lo demés, no siempre ocurre que se atribuya alma o subjetividad a los
representantes individuales, empiricos, de las especies vivas; hay ejemplos.
de cosmologias que niegan a todos los animales pos-miticos la capacidad de
laconciencia o de cualquier otro atributo espiritual’ . Por otra parte, la nocién
de espiritus “duefios” de los animales (“Madres de la caza”, “Maestros de
los pecaries”, etc.) goza, como es sabido, de enorme difusién en el continente.
Estos espfritus-maestros, invariablemente dotados de una intencionalidad
andloga a la humana, funcionan como hipéstasis de las especies animales
a las que estan asociados, creando un campo intersubjetivo humano-animal
incluso allf donde los animales empiricos no son espiritualizados. Tengamos
también en cuenta que la distinci6n entre los animales dotados de alma y los
espiritus-maestros de las especies no siempre es clara o pertinente (Alexiades
1999: 194); en fin, siempre puede ocurrir que lo que parecfa sélo un animalcuando lo encontramos en la selva, resulte ser el disfraz de un espiritu de
naturaleza completamente diferente. Recordemos, por tiltimo y en especial,
que si hay una noci6n particularmente universal en el pensamiento
amerindio, es la de un estado originario de indiferenciacin entre humanos
y animales, descrito por la mitologia:
(:Qué es un mito?) - Si se le preguntara a un indio americano, es muy
probable que respondiese: es una historia del tiempo en el que hombres y
animales todavia no se distinguian. Esa definiciin me parece muy
profunda (Lévi-Strauss y Eribon 1988:193).
Las narraciones miticas estan pobladas de seres cuya forma, nombre y
comportamiento mezclan inextricablemente atributos humanos y no-huma-
nos, en un contexto comtin de intercomunicabilidad idéntico ai que define
el mundo intra-humano actual. El perspectivismo amerindio tiene, pues, en
el mito su lugar geométrico, por asi decir, donde la diferencia entre puntos
de vista es al mismo tiempo anulada y exacerbada. En ese discurso abso-
luto, cada especie de ser aparece a los otros seres como se aparece a si misma
-como humana- y al mismo tiempo se comporta manifestando ya su natu-
raleza distintiva y definitiva de animal, planta o espiritu. En cierto modo,
todos los personajes que pueblan la mitologia son chamanes, lo cual, de
hecho, es afirmado por algunas culturas amaz6nicas (Guss 1989: 52). Dis-
curso sin sujeto, dijo Lévi-Strauss del mito (1964:19); discurso “s6lo sujeto”
podriamos igualmente decir, hablando no de la enunciacién del discurso,
sino de su enunciado. El mito, punto de partida universal del perspec-
tivismo, habla de un estado del ser en el que los cuerpos y los nombres, las
almas y las acciones, el yo y el otro se interpenetran, sumergidos en un
mismo medio pre-subjetivo y pre-objetivo. Medio cuyo fin, justamente, la
mitologia se propone contar.
Este fin, también en el sentido de finalidad, es, como sabemos, la dife-
renciacién entre cultura y naturaleza analizada en la monumental tetra-
logia de Lévi-Strauss (1964, 1966, 1967, 1971). Sin embargo -y esto ha sido
relativamente poco destacado-, este proceso no nos informa de una diferen-
ciacién de lo humano a partir de lo animal, como es el caso en nuestra
mitologia evolucionista moderna. La condicién original comuin a humanos y
animales no es ta animalidad, sino la humanidad. En la gran division mitica, no
es tanto Ja cultura la que se aparta de la naturaleza como ésta la que se aleja
de aquélla: los mitos cuentan cémo los animales perdieron los atributos
heredados 0 mantenidos por los humanos (Lévi-Strauss 1985: 14,190;
Brightman 1993: 40,160). Los humanos son los que continuaron iguales a
s{ mismos: los animales son ex-humanos, y no los humanos ex-animales"”.
En algunas etnografias amaz6nicas se encuentra claramente formulada
la idea de que la humanidad es la materia del plenum primordial, ola forma
original de practicamente todo, no s6lo de los animales:
aLa mitologia de los Campa es, en gran medida, la historia de cémo, uno
a uno, los Campa fueron irreversiblemente transformados en los prime
ros representantes de diversas especies de animales y plantas, asi como
de cuerpos celestes o de accidentes geogrificos. [...] De este modo, el
desarrollo del universo fue un proceso de diversificacion y la humani-
dad es la sustancia primordial a partir de la cual emergieron, si no
todas, muchas categorias de seres y cosas del universo; los Campa de
hoy son los descendientes de los Campa ancestrales que escaparon a la
transformacion (Weiss 1972: 169-70).
Asi, si nuestra antropologia popular considera que la humanidad se ha
elevado sobre sus origenes animales, normalmente escondidos por la cul-
tura (habiendo sido en otro tiempo “completamente” animales, seguimos
siendo animales “en el fondo”), el pensamiento indigena llega a la conclu-
sién contraria de que, habiendo sido en otro tiempo humanos, los animales
y otros seres del cosmos contintian siendo humanos, aunque de modo no
evidente.
En resumen, para los amerindios “el referencial comtina todos los seres,
de la naturaleza no es el hombre en cuanto especie, sino la humanidad en
cuanto condicién” (Descola 1986:120). Conviene destacar esta distincin
entre la especie y la condicién humanas" pues tiene una conexién evidente
con la idea de las ropas animales que esconden una “esencia” humana-
espiritual comtin, y con el problema del sentido general del perspectivismo.
Chamanismo
Elperspectivismo amerindio esta asociado a dos caracteristicas recurrentes
en la Amazonia: la valorizacién simbélica de la caza y la importancia del
chamanismo". En cuanto a la caza, debemos subrayar que se trata de una
resonancia simbélica, no de una dependencia ecolégica: horticultores esme-
rados como los Tukano y los Juruna -que ademas son principalmente pes-
cadores- no difieren fundamentalmente de los grandes cazadores de Cana-
dé y Alaska en cuanto a la importancia cosmolégica conferida a la depre-
dacion animal (venatoria 0 haliéutica), a la subjetivacién espiritual de los
animales y a la teoria de que el universo esta poblado de intencionalidades
extra-humanas dotadas de perspectivas propias"®. En ese sentido, la espi-
ritualizacién de las plantas, meteoros e instrumentos tal vez se pudiera
considerar secundaria a la espiritualizacién de los animales o derivada de
ella. El animal parece ser el prototipo extra-humano del Otro, manteniendo
una relacién privilegiada con otras figuras prototipicas de la alteridad,
como los afines".
Se trata de una ideologia de cazadores, pero es también y sobre todo una
ideologia de chamanes. La nocién de que los no-humanos actuales poseenun lado prosopomérfico invisible es una premisa fundamental de muchos
aspectos de la practica indigena, pero pasa al primer plano en un contexto
particular, el chamanismo. El chamanismo amazénico puede definirse co-
mo la habilidad que tienen ciertos individuos de cruzar deliberadamente
las barreras corporales y adoptar la perspectiva de subjetividades alo-
especificas, con miras a dirigir las relaciones entre éstas y los humanos.
Viendo a los seres no-humanos como éstos se ven (como humanos), los
chamanes son capaces de asumir el papel de interlocutores activos en el
diélogo transespecifico; ademés, son capaces de volver para contar la his-
toria, algo que los legos dificilmente pueden hacer. El encuentro 0 el inter-
cambio de perspectivas es un proceso peligroso y tiene mucho de arte
politica, es decir, de diplomacia. Si el “multiculturalismo” occidental es el
relativismo como politica publica, el perspectivismo chaménico amerindio
es el multinaturalismo como politica césmica.
El chamanismo es un modo de actuar que implica un modo de conocer,
un cierto ideal de conocimiento. Ese ideal se encuentra por varias razones
enel polo opuesto de la epistemologia objetivista favorecida por la moder-
nidad occidental. En esta ultima, la categoria del objeto nos proporciona el
telos: conocer es objetivar; es poder distinguir en el objeto lo que le es
intrinseco de lo que pertenece al sujeto cognoscente, y que, como tal, fue
indebida y/o inevitablemente proyectado en el objeto. Conocer, asi, es des-
subjetivizar, explicitar la parte del sujeto presente en el objeto, de modo que
se pueda reducir a un minimo ideal. Los sujetos, igual que los objetos, son
vistos como resultantes de procesos de objetivacién; el sujeto se constituye
oreconoce a si mismo en los objetos que produce y se conoce objetivamente
cuando consigue verse “desde fuera”, como un “eso”. Nuestro juego epis-
temoldgico se llama objetivacién; lo que no fue objetivado permanece irreal
y abstracto. La forma del Otro es la cosa.
El chamanismo amerindio parece guiado por el ideal inverso. Conocer
es personificar, tomar el punto de vista de aquellos que deben ser conocidos
-de aquello, o mejor, de aquél; pues el conocimiento chaménico se dirige a
un “algo” que es en verdad un “alguién’”, otro sujeto o agente. La forma del
Otro es la persona’.
Para usar un vocabulario en boga, dirfa que la personificacién o subje-
tivacién chaménicas reflejan una propensién a universalizar la “actitud
intencional” destacada por Dennett (1978) y otros filésofos modernos dela
mente (0 fildsofos de la mente moderna). Para ser mas preciso -dado que los
indigenas son perfectamente capaces de adoptar las actitudes “fisica” y
“funcional” (op. cit.) en su vida cotidiana- dirfa que estamos ante un ideal
epistemoldgico que, lejos de intentar reducir a cero la “intencionalidad
ambiente” a fin de llegar a una representacién absolutamente objetiva del
mundo, toma la decisién opuesta: el conocimiento verdadero tiene como
meta la revelacién de un maximo de intencionalidad, a través de un proceso
sistemdtico y deliberado de “abduccidn de la agencia (agency)” (Gell 1998)*
8Antes dije que el chamanismo es un arte politica. Ahora digo que es que
es unarte politica'® . Pues la buena interpretaci6n chaménica es aquella que
consigue ver que cada acontecimiento es, en realidad, una accién, una ex-
presidn de estados 0 atributos intencionales de algui nte (ibid.:16-18).
El éxito interpretativo es directamente proporciondl al orden de intencio-
nalidad que se consigue atribuir al objeto o noema””.. Un ente o un estado
de cosas que no se presta a la subjetivacién, o sea, a la determinacién de
su relacién social con el sujeto cognoscente, es chamanisticamente insig-
nificante, es un residuo epistémico, un “factor impersonal”, resistente al
conocimiento preciso. Huelga decir que nuestra epistemologia objetivista
toma el camino opuesto: considera la actitud intencional del sentido co-
mtin como una mera ficcién cémoda, algo que adoptamos cuando el
comportamiento del objeto de conocimiento es demasiado complicado
para ser descompuesto en procesos fisicos elementales. Una explicacion
cientffica exhaustiva del mundo debe poder reducir toda accién a una
cadena de eventos causales y estos, a interacciones materialmente densas
(nada de “accién” a distancia).
En definitiva, si en el mundo naturalista de la modernidad un sujeto
es un objeto insuficientemente analizado, la convencién interpretativa
amerindia sigue el principio inverso: un objeto es un sujeto incomple-
tamente interpretado. Para esta ultima, es preciso saber personificar, por-
que es preciso personificar para saber. El objeto de la interpretacién es la
contra-interpretacién del objeto'’. Pues éste debe o ser expandido hasta
alcanzar su plena forma intencional -de espfritu, de animal en su cara
humana- 0, como minimo, haber demostrado su relacién con un sujeto, es.
decir, ser determinado como algo que existe “en la proximidad” de un
agente (Gell op. cit.). En lo que respecta a esta segunda opcién, la idea de
que los agentes no-humanos se perciben a si mismos y su comportamiento
bajo la forma de la cultura humana desempefia un papel crucial. La
traduccién de la “cultura” para los mundos de las subjetividades extra-
humanas tiene como corolario la redefinicidn de varios eventos y objetos
“naturales” como indicios a partir de los cuales la agencia social puede
ser abducida. El caso mas comiin es el de Ja transformacién de algo que,
para los humanos, es un mero hecho sin més, en bruto, en un invento
artificial o comportamiento muy civilizado desde el punto de vista de otra
especie: lo que llamamos “sangre” es la “cerveza” del jaguar, lo que
tenemos por un barrizal es para los tapires una gran casa ceremonial, etc.
Los objetos artificiales poseen una ontologia ambigua que no carece de
interés: son objetos, pero apuntan necesariamente a un sujeto, pues son
como acciones congeladas, encarnaciones materiales de una
intencionalidad no-material (Gell 1998: 16-18, 67). Y asi, lo que unos
aman “naturaleza” bien puede ser la “cultura” de los otros. He aqui una
leccién que la antropologia podria aprovechar"®Animismo
El lector habra advertido que mi “perspectivismo” recuerda la nocién de
“animismo” recientemente recuperada por Descola (192,196) para desig-
nar el modo de articulaci6n de las series natural y social que seria simétrico
e inverso al totemismo. Afirmando que toda conceptualizacién de los no-
humanos se refiere siempre al Ambito social, Descola distingue tres modos
de “objetivacién de la naturaleza”: el totemismo, donde las diferencias entre
las especies naturales sirven para organizar ldgicamente el orden interno
de la sociedad, esto es, donde la relacién entre naturaleza y cultura es de
tipo metaférico y esta marcada por la discontinuidad intra e interserial; el
animismo, donde las “categorias elementales de vida social” organizan las
relaciones entre los humanos y las especies naturales, definiendo asi una
continuidad de tipo sociomérfico entre naturaleza y cultura basada en la
atribucion de “disposiciones humanas y caracteristicas sociales a los seres
naturales” (id. 1996:87-88); y el naturalismo, tipico de las cosmologias
occidentales, que supone una dualidad ontolégica entre naturaleza-ambito
dela necesidad- y cultura -Ambito de la espontaneidad-, regiones separadas
por una discontinuidad metonimica. El “modo animico” seria caracteris-
tico de las sociedades en las que el animal es el “centro estratégico de la
objetivacién de la naturaleza y de su socializacién” (id.1992: 115), como en.
la América indigena, donde reina soberano en las morfologfas sociales
desprovistas de segmentacién interna elaborada. Pero este “modo animico”
se puede presentar en coexistencia o combinacién con el totemismo, donde
s{existen esas segmentaciones, como en el caso de los Bororo y su dualismo
aroe/ bope (Crocker 1985).
La teoria de Descola es un ejemplo mas de la insatisfaccion generalizada
con el énfasis unilateral en la metafora, en el totemismo y en la légica
clasificatoria que marcarfa la imagen Iévi-straussiana del pensamiento sal-
vaje. Esta insatisfaccién ha suscitado recientemente varias tentativas de
exploracién de la cara oculta de la luna estructuralista que trataban de
rescatar el sentido radical de conceptos como “participacién” y
“animismo" ,apartados por el intelectualismo de Lévi-Strauss”. No obstan-
te, esta claro que muchas de las propuestas de Descola (como él seria el
primero en admitir) ya estaban presentes en la obra de aquel autor. Asi, las
“categorias elementales de estructuracién de la vida social” que organizan
las relaciones entre humanos y no-humanos son esencialmente, en los
casos amaz6nicos discutidos por Descola, las categorias del parentesco y,
en particular, las categorias de la consanguinidad y de la afinidad. Ahora
bien, en El Pensamiento Salvaje podemos leer la siguiente observacion:
Entre las poblaciones donde las clasificaciones totémicas y las especiali-
zaciones funcionales tienen un rendimiento muy reducido, si no estén
completamente ausentes, los intercambios matrimoniales pueden pro-
8porcionar un modelo directamente aplicable a la mediacién de naturaleza
y cultura. (Lévi-Strauss 1962b:170).
Esto es una prefiguracién concisa de lo que muchos etnégrafos escribieron
después sobre la funcién de la afinidad como operador cosmoldgico en la
Amazonia. Al sugerir, ademas, la distribucién complementaria de ese
modelo de intercambio entre naturaleza y cultura y de los sistemas
totémicos, Lévi-Strauss parece apuntar a algo muy parecido al modelo
animico aqui discutido. Otra coincidencia: Descola menciona a los Bororo
como ejemplo de coexistencia entre animismo y totemismo; pero podria
haber citado también el caso de los Ojibwa, donde la cohabitacién de los
sistemas tdtem y manido (Lévi-Strauss 1962a: 25-33), que sirvié de base para
la oposicién general entre totemismo y sacrificio (id. 1962b: 295-302), se
puede interpretar directamente en el marco de la distincién totemismo/
animismo”.
Voy a centrar mi comentario en las diferencias entre animismo y natu-
ralismo, pues es un buen punto de partida para la aprehensién de la
diferencia caracteristica del perspectivismo amerindio. Tomo las diferen-
cias en un sentido ligeramente diferente del original, pues creo que la
descripcién del naturalismo moderno en términos exclusivamente de “dua-
lismo ontoldgico” es algo incompleta. En cuanto al totemismo, me parece
un fendémeno heterogéneo, mas clasificatorio que ontoldégico: no es un sis-
tema de relaciones entre naturaleza y cultura, como los otros dos modos, sino
de correlaciones puramente légicas y diferenciales. Quedémonos pues, por
ahora, con el animismo y el naturalismo.
Elanimismo se puede definir como una ontologia que postula el caracter
social de las relaciones entre las series humana y no-humana. El intervalo
entre naturaleza y sociedad es en si social. El naturalismo se basa en el
axioma inverso: las relaciones entre naturaleza y cultura son en si natura-
les. En efecto, si en el modo animista la distincién naturaleza/cultura es
inherente al mundo social, pues humanos y animales se encuentran in-
mersos en el mismo medio socio-césmico (y en ese sentido la naturaleza
forma parte de una socialidad englobante), en la ontologia naturalista la
misma distincién es inherente a la naturaleza (y en ese sentido la sociedad
humana es un fenémeno natural entre otros). Para el animismo, el polo no-
marcado es la sociedad; para el naturalismo, la naturaleza: estos polos
funcionan, respectivamente y contrapuestos, como el momento de lo univer-
sal de cada modo. Animismo y naturalismo son, por lo tanto, estructuras
asimétricas y metonimicas (lo que los distingue del totemismo, estructura
metaférica y simétrica)”
En nuestra ontologia naturalista, la articulacidn sociedad /naturaleza
es natural: los humanos son organismos como los otros, cuerpos-objetos
en interaccién “ecolégica” con otros cuerpos y fuerzas, regulados todos
por las leyes necesarias de la biologia y de la fisica; las “fuerzas produc-tivas” utilizan las fuerzas naturales. Solo pueden existir relaciones socia-
les, es decir, relaciones contractuales 0 instituidas entre sujetos, dentro de
la sociedad humana. Sin embargo, y este es el problema del naturalismo,
gen qué medida son esas relaciones “no-naturales”? Dada la universali-
dad de la naturaleza, el estatuto del mundo humano y social es profun-
damente inestable, y, como muestra nuestra tradicién, permanentemente
oscilante entre el monismo naturalista (dos de cuyas manifestaciones
actuales son la sociobiologfa y la psicologia evolutiva) y el dualismo
ontolégico naturaleza /cultura (cuyas expresiones contempordneas son el
culturalismo o la antropologia simbélica, entre otras)". Sin embargo, la
afirmacién de este tiltimo dualismo y de sus correlatos (cuerpo/mente,
raz6n pura/raz6n practica, etc.) no hace sino reforzar el cardcter de
referencial tiltimo de la nocién de Naturaleza, al revelarse descendiente
en linea directa de la oposicin teolégica entre esta nocién y la de
Sobrenaturaleza, de etimologia transparente. Pues la Cultura es el nombre
moderno del Espiritu-recordemos la distincién entre Naturwissenschaften
y Geisteswissenschaften- 0, al menos, el nombre del compromiso incierto
entre Naturaleza y Gracia. Por parte del animismo, serfa tentador decir
que la inestabilidad esté en el polo opuesto: el problema es administrar
la mezcla de cultura y naturaleza presente en los animales, y no, como
entre nosotros, la combinacién de humanidad y animalidad que consti-
tuye a los humanos; la cuestién es diferenciar una naturaleza a partir del
sociomorfismo universal, y un cuerpo “particularmente” humano a partir
de un espiritu “publico”, transespecifico.
Todo esto estd muy bien; pero, jes realmente posible, y sobre todo
interesante, definir el animismo como una proyeccién de las diferencias
y cualidades propias del mundo humano sobre el mundo no-humano,
esto es, como un modelo “sociocéntrico” donde las categorias y relaciones
intra-humanas son usadas para trazar mapas del universo (Descola
1996)? Esta interpretacidn proyectivista esta explicita en algunas versio-
nes de la teoria: “si los sistemas totémicos toman a la naturaleza como
modelo de la sociedad, los sistemas animicos toman a la sociedad como
modelo de lanaturaleza” (Arhem 1996:185). El problema aqui, obviamen-
te, es evitar una proximidad incémoda con Ia acepcién tradicional del
término “animismo” o una reduccidn de las “clasificaciones primitivas”
a derivaciones de la morfologia social; pero también lo es superar otras
caracterizaciones clasicas de la relacién sociedad /naturaleza, en particu-
lar la que debemos a Radcliffe-Brown, en su primer articulo sobre el
totemismo* .
Ingold (1991,1996) mostré cémo los esquemas de proyeccién metaférica
0 de modelizacion social de la naturaleza escapan al reduccionismo natu-
ralista para caer en un dualismo naturaleza /cultura que, al distinguir entre
una naturaleza “realmente natural’ y una naturaleza “culturalmente
construida”, se revela como una tipica antinomia cosmolégica, viciada por48
la regresién al infinito. La nocién de modelo 0 analogia supone una
distincién previa entre un Ambito en el que las relaciones sociales son
constitutivas y literales y otro en el que son representativas y metaféricas.
En otras palabras, la idéa de que humanos y animales estén relacionados
por una socialidad comtin depende contradictoriamente de una discon-
tinuidad ontolégica anterior. El animismo, interpretado como proyeccién
de la socialidad humana sobre el mundo no-humano, no pasaria de
metéfora de una metonimia, permaneciendo cautivo de una lectura
totémica 0 clasificatoria®.
Entre las cuestiones que quedan por resolver esté la de saber si el
animismo puede describirse como un uso figurado de las categorias del
Ambito humano-social para conceptualizar el Ambito de los no-huma-
nos y sus relaciones con el primero. Esto obliga a indagar hasta qué
punto el perspectivismo, que podria considerarse como una especie de
corolario del “animismo” de Descola, expresa realmente un antropo-
centrismo. {Qué significa, al fin y al cabo, decir que los animales son
personas?
Otra cuestién: si el animismo consiste en atribuir a los animales las
mismas facultades sensibles de los hombres y una misma forma de subje-
tividad, es decir, si los animales son “esencialmente” humanos, jcudl es
entonces la diferencia entre los humanos y los animales? Si los animales
son gente, zpor qué no nos ven como gente? Por qué, justamente, el pers-
pectivismo? Cabe también preguntar si la nocién de formas corporales
contingentes (la “ropa”) puede explicarse, de hecho, en términos de una
oposicién entre apariencia y esencia (Descola 1986:120; Arhem 1993:122;
Riviére 1994; S. Hugh-Jones 1996).
Por tiltimo, si el animismo es un modo de objetivacién de la naturaleza
en el que el dualismo naturaleza/cultura no esté en vigor, ;qué hacer con
las abundantes indicaciones de la centralidad de esta oposicién en las
cosmologias suramericanas? Se trataria sélo de otra “ilusién totémica”,
cuando no de una proyeccién ingenua de nuestro dualismo occidental? :Es
posible hacer un uso de los conceptos de Naturaleza y Cultura que fuera
algo més que sindptico, o estos serfan solo “etiquetas genéricas” (Descola
1996: 84) empleadas en las Mitoldgicas para organizar los multiples contras-
tes semanticos de los mitos americanos, irreductibles a una dicotomia tinica
y fundamental?
Etnocentrismo
En un texto muy conocido, Lévi-Strauss observa que, para los salvajes, la
humanidad termina en las fronteras del grupo, concepcién que se demos-
trarfa de forma ejemplar en la gran difusién de auto-etndnimos cuyo signi-
ficado es “los humanos verdaderos” y que implican por lo tanto una defi-nicién de los extranjeros como pertenecientes al Ambito extra-humano. El
etnocentrismo no seria asf el triste privilegio de los occidentales, sino una
actitud ideolégica natural, inherente a los grupos humanos. Elautor ilustra
la reciprocidad universal de tal actitud con una anécdota:
En las Grandes Antillas, algunos arios después del descubrimiento de
América, mientras los esparioles enviaban comisiones de investigacion
para averiguar si los indios tenian alma o no, éstos se dedicaban a
ahogar a los blancos que capturaban, para comprobar, después de una
paciente obseroncién, si sus cadéveres estaban o no sujetos a la putrefac-
cién (Lévi-Strauss 1952:384).
Lévi-Strauss extrae de esta pardbola una leccién paradéjica: “El barbaroes,
més que nada, el hombre que cree en la existencia de la barbarie”. Algunos
afios més tarde, volverfa a contar la anécdota de las Antillas, pero subra-
yando la asimetria de las perspectivas: en sus investigaciones sobre la
humanidad del Otro, los blancos recurrian a las ciencias sociales; los indi-
genas, a las ciencias naturales; y si los primeros llegaban a la conclusién
de que los indigenas eran animales, los segundos se contentaban con des-
confiar de que los blancos fuesen divinidades (id.1955a: 82-83). “A igno-
rance égale”, conclufa el autor, la ultima actitud era mas digna de seres
humanos.
Laanécdota revela algo mds, como veremos. Por ahora, observemos que
su “tema” general es simple: los indigenas, igual que los invasores euro-
peos, consideraban que solo el grupo al que pertenecian encarnaba la
humanidad; los extranjeros estaban al otro lado de la frontera que separa
a los humanos de los animales y espiritus, la cultura de la naturaleza y la
sobrenaturaleza. La oposicién naturaleza//cultura, origen y condicién dela
posibilidad de etnocentrismo, aparece como un universal dela apercepcién
social. En resumen, la respuesta a la pregunta de los investigadores espa-
fioles era afirmativa: los salvajes, realmente, tienen alma”
En el tiempo en que Lévi-Strauss escribia esas lineas, la estrategia para
hacer valer la plena humanidad de los salvajes, y asi hacerlos indistinguibles
de nosotros, era mostrar que ellos hacfan las mismas distinciones que noso-
tros: la prueba de que ellos eran verdaderos humanos es que consideraban
que s6lo ellos eran humanos verdaderos. Como nosotros, ellos distingufan la
cultura de la naturaleza, y también crefan que los Naturvélker son los otros.
La universalidad de la distincién cultural entre naturaleza y cultura atesti-
guaba la universalidad de la Cultura como Naturaleza de io humano.
‘Ahora, sin embargo, todo ha cambiado. Los salvajes ya no son etnocén-
tricos, sino cosmocéntricos; en lugar de tener que probar nosotros que ellos
son humanos porque se distinguen de los animales, ahora se trata de probar
cudn poco humanos somos nosotros que oponemos humanos a no-humanos
de un modo que ellos nunca hicieron: para ellos, naturaleza y cultura son
0Es
parte de un mismo campo socio-césmico. Los amerindios no sélo pasarian
de largo del Gran Divisor cartesiano que separé la humanidad de la ani-
malidad, sino que su concepcién social del cosmos (y césmica de la socie-
dad) anticiparia las lecciones fundamentales de la ecologia, que solo ahora
estamos en condiciones de asimilar (Reicher—-Dolmatoff 1976; Wagner
1977). Antes se ironizaba sobre el rechazo de los indigenas a conceder los
atributos de humanidad a otros hombres; ahora se subraya que ellos extien-
den tales atributos mucho mis allé de las fronteras de la especie, en una
demostracion de sabiduria “ecoséfica” (Arhem 1993) que debemos imitar
en la medida en que lo permitan los limites de nuestro objetivismo” . En
otras épocas, era necesario rebatir la asimilacin del pensamiento salvaje
al animismo narcisista, estadio infantil del naturalismo, mostrando que el
totemismo afirmaba la distincién cognitiva entre el hombre y la naturaleza.
En la actualidad, el animismo es de nuevo imputado a los salvajes, pero
ahora es proclamado (no por Descola, me apresuro a subrayar) como reco-
nocimiento verdadero, 0 al menos “valido”, del mestizaje universal entre
sujetos y objetos, humanos y no-humanos, al cual nosotros, los hombres
modernos, siempre estuvimos ciegos, por culpa de nuestro estipido, por no
decir pecaminoso, habito de pensar por medio de dicotomfas. De la hybris
moderna, sélvennos, pues, los hibridos primitivos y postmodernos.
Dos antinomias, por tanto, que son de hecho solo una: o los amerindios
son etnocéntricamente avaros en la extensién de su concepto de humani-
dad, y oponen totémicamente naturaleza y cultura; o son cosmocéntricos y
animicos y no reconocen tal distincién, siendo incluso modelos de toleran-
cia relativista al admitir la multiplicidad de puntos de vista sobre el mundo.
En resumen: zencierro en si o “apertura al Otro” (Lévi-Strauss 1991:16)?
Creo que la solucién a estas antinomias no estd en escoger una opcién
sosteniendo, por ejemplo, que la més reciente es la correcta y relegando la
otra a las tinieblas pre-pos-modernas. Se trata mas bien de mostrar que tanto
la tesis como la antitesis son razonables (ambas corresponden a intuiciones
etnograficas sélidas), pero aprehenden los mismos fenémenos bajo aspec-
tos distintos; y también de mostrar que ambas son imprecisas, pues presu-
ponen una concepcién sustantivista de las categorias de naturaleza y cul-
tura (sea para afirmarlas 0 para negarlas) inaplicable a las cosmologias
amerindias.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que las palabras indigenas
que se traducen habitualmente por “ser humano” y que entran en la com-
posicién de tales autodesignaciones etnocéntricas, no denotan la humani-
dad como especie natural, sino la condicién social de persona, y cuando
son modificadas por intensificadores del tipo “de verdad”, “realmente”,
“genuinos”, funcionan, pragmatica cuando no sintdcticamente, més atin
como pronombres que como sustantivos. Indican la posicién de sujeto: son un.
marcador de la enunciacion, no un nombre. Lejos de ser el resultado de un
proceso de restriccién seméntica que consistiria en tomar un nombre comuincomosi fuera un nombre propio (0 sea, tomando “gente” como nombre dela
tribu), esas palabras hacen lo opuesto, yendo del sustantivo al pronombre
(usando “gente” como en la expresién pronominal la gente)’. Por eso, las
categorias indigenas de identidad colectiva muestran la gran variabilidad de
Ambito referencial caracteristica de los pronombres, designando desde los
parientes proximos de un Ego hasta todos los humanos 0 todos los seres
dotados de conciencia; su condensacién en un nombre etnénimo parece ser,
en la mayoria de los casos, un equivoco producido en el contexto de la
interaccién con el etnégrafo. Tampoco es casualidad que la mayoria de los
etnénimos amerindios que han pasado a la literatura no sean autodesig-
naciones, sino nombres (frecuentemente peyorativos) dados por otros pue-
blos: la objetivacién etnonimica incide primordialmente en los otros, no sobre
quien est en la posicién de sujeto (ver Urban 1996: 32-44). Los etnénimos son
nombres de terceros, pertenecen a la categoria de “ellos”, noa la categoria de
“nosotros””’ . Esto es coherente, ademés, con el hecho, relativamente comtin en
la Amazonia, de evitar la auto-referencia en el plano de la onomastica per-
sonal: los nombres no son pronunciados por sus portadores ni en su presen-
cia; nombrar es externalizar, separar (d)el sujeto.
De este modo, las auto-designaciones colectivas del tipo “gente” signi-
fican “personas”, no “miembros de la especie humana”; y son pronombres
personales que expresan el punto de vista del sujeto hablante y no nombres
propiamente dichos. Decir entonces que los animales y espfritus son gente
equivale a decir que son personas; es atribuir a los no-humanos las capa-
cidades de intencionalidad y de accién consciente [agency] gracias a las
cuales pueden ocupar la posicin enunciativa de sujeto. Tales capacidades
estan cosificadas en el alma o espiritu de que esos no-humanos estén
dotados. Es sujeto quien tiene alma, y tiene alma quien es capaz de un punto
de vista. Las almas o subjetividades amerindias, humanas 0 no humanas,
son, pues, categorias relativas, deicticos cosmol6gicos cuyo anilisis requie-
re una pragmiatica del signo més que una psicologia sustancialista (Vivei-
ros de Castro 1992b; Taylor 1993a; 1996)” .
Asi pues, todo ser al que se le atribuye un punto de vista seré sujeto,
espiritu; 0 mejor, ahi donde estuviere el punto de vista, estar también la
posicion de sujeto. Lo mismo que nuestra cosmologia construccionista pue-
de ser resumida en la formula saussureana: el punto de vista crea el objeto
~siendo el sujeto la condicién originaria fija de donde emana el punto de
vista-, el perspectivismo amerindio procede segiin el principio de que el
punto de vista crea el sujeto; sera sujeto quien se encuentre activado 0 “accio-
nado” por el punto de vista®. Esta es la razén por la que términos como
wari” (Vilaca 1992), dene (McDonnell 1984) 0 masa (Arhem 1993) significan
“gente”, pero pueden ser dichos por y -por lo tanto dichos de~ clases muy
diferentes de seres; dichos por los humanos, designan a los seres humanos,
pero dichos por los pecaries, monos 0 castores, éstos se auto-refieren a los
pecaries, monos o castores.Sucede que esos no-humanos situados en la perspectiva de sujeto no solo
se “denominan” gente, sino que se ven morfoldgica y culturalmente como
humanos, como explican los chamanes y repiten los legos*. La espirituali-
zaci6n simbélica de los animales implicarfa su hominizaci6n y culturali-
zaci6n imaginarias, con lo que el caracter antropocéntrico del pensamiento
indigena pareceria incuestionable. Pero creo que se trata de algo totalmente
diferente. Todo ser que ocupa vicariamente el punto de vista de referencia,
estando en posicién de sujeto, se aprehende como perteneciente a la huma-
nidad. La forma corporal humana y la cultura -los esquemas de percepcién
yaccién “encorporados”® en disposiciones especificas~ son atributos pron-
‘ominales del mismo tipo que las autodesignaciones que acabamos de comen-
tar. Esquematismos reflexivos 0 aperceptivos (“‘cosificaciones”, sensu
Strathern 1988), tales atributos son el modo mediante el cual todo agente se
aprehende y no atributos literales y constitutivos de la especie humana
proyectados metaféricamente,o sea, impropiamente, sobre losno-humanos.
Esos atributos son inmanentes al punto de vista y se mueven con él. El ser
humano, naturalmente, goza de la misma prerrogativa, y por lo tanto, como
dice la engajiosa tautologia de Baer (ver supra), “se ve a sf mismo como tal”.
Dejémoslo claro: los animales y otros entes dotados de alma no son
sujetos porque son humanos (disfrazados), sino al contrario: son humanos
porque son sujetos (potenciales). Esto equivale a decir que la Cultura es la
naturaleza del Sujeto; es la forma por la cual todo agente experimenta su
propia naturaleza. El animismo no es una proyeccién figurada de las cua-
lidades humanas sustantivas sobre los no-humanos; lo que expresa es una
equivalencia real entre las relaciones que humanos y no-humanos mantie-
nen consigo mismos: los lobos ven a los lobos como los humanos ven a los.
humanos, es decir, como humanos. Claro que el hombre puede ser un “lobo
para el hombre”; pero en otro sentido, el lobo es un hombre para el lobo.
Puesto que si, como he sugerido antes, la condicién comin a humanos y
animales es la humanidad, no la animalidad, es porque umanidad es él
nombre de la forma general del Sujeto.
A la atribucién de conciencia e intencionalidad de tipo humano (para
no hablar de la forma corporal y de los habitos culturales) a los seres no
humanosse lesuele lamar “antropocentrismo” o “antropomorfismo” indis-
tintamente. Creo, sin embargo, que debe entenderse que estas dos etiquetas
designan actitudes cosmolégicas antagénicas. El evolucionismo popular
occidental, por ejemplo, es ferozmente antropocéntrico, pero no me parece que
sea particularmente antropom. Dicho
de otra forma, nuestra cosmologia imagina una continuidad fisica y una
discontinuidad metafisica entre los humanos y los animales, la primera
haciendo del hombre objeto de las ciencias de la naturaleza; la segunda, de
las ciencias de la cultura. El esp/ritu es nuestro gran diferenciador: es lo que
sitda a los humanos por encima de los animales y de la materia en general,
Io que singulariza a cada humano individual ante sus semejantes, lo que
distingue a las culturas 0 perfodos histéricos en cuanto “conciencias colec-
tivas” 0 “espiritus de la época”. El cuerpo, al contrario, es el gran
integrador, el vehiculo de la “participacién moderna”: lo que nos conecta
al resto de los seres vivos, unidos todos por un sustrato universal (el ADN,
Ja quimica del carbono, etc.) que, a su vez, remite a la naturaleza ultima de
todos los “cuerpos” materiales*. Los amerindios, en contrapartida, imagi-
nan una continuidad metaffsica y una discontinuidad fisica entre los seres
del cosmos; la primera da lugar al animismo -la “participacion primitiva’-
;la segunda, al perspectivismo. El espiritu, que no es aqui sustancia inma-
terial sino forma reflexiva, es lo que integra; el cuerpo, que no es sustancia
material sino inclinacién activa, lo que diferencia.
El perspectivismo no es un relativismo, sino un relacionalismo. Veamos ahora
otra mencién al supuesto relativismo amazénico: la de Renard-Casevitz
(1991) en su libro sobre la mitologia machiguenga. Comentando un mito en
el que los protagonistas humanos visitan diversas aldeas habitadas por
gentes extrafias que llaman “pez”, “aguti”, o “guacamayo” (comida huma-na) a las serpientes, murciélagos 0 bolas de fuego de que se alimentan, la
autora se da cuenta de que el perspectivismo indigena no es exactamente un
relativismo cultural:
El mito afirma que existen normas transculturales y transnacionales
en vigor en todas partes. Esas normas determinan los mismos gustos,
los disgustos, los mismos valores dietéticos y las mismas prohibiciones 0
aversiones. (...) Los malentendidos miticos son resultado de visiones
desfasadas, no de gustos barbaros o de un uso impropio del lenguaje (op.
cit: 25-26).
Pero eso no impide a la autora ver aqui algo perfectamente banal:
Esa puesta en perspectiva (mise en perspective) es solo la aplicacion y
trasposicion de practicas sociales universales, tales como el hecho de que
Ia madre y el padre de X son los suegros de Y... La variabilidad de la
denominacién en funcién del lugar ocupado explica como A puede ser
al mismo tiempo pescado para X y serpiente para Y (op. cit.: 29).
El problema es que esta generalizacién de la relatividad funcional propia
de la vida en sociedad, aplicada a las diferencias interespecificas 0 inter-
genéricas, tiene la consecuencia paraddjica de hacer de la cultura humana
(machiguenga) algo natural, es decir, absoluto: todo el mundo come “pes-
cado”, nadie come “serpiente”.
Por otra parte, la analogia que establece Casevitz entre las relaciones de
parentesco y lo que los diferentes tipos de ser consideran pescado o serpien-
te, es muy interesante. Hagamos un experimento mental. Los términos de
parentesco son relacionantes u operadores ldgicos abiertos; pertenecen ala
clase de nombres que definen algo por sus relaciones con otra cosa (los
lingiiistas seguro que tienen una etiqueta para esas palabras, tal vez “pre-
dicados de dos lugares” algo as‘). Y, por otro lado, conceptos como ‘pez”
0 “Arbol” son sustantivos “propiamente dichos”, cerrados o bien circuns-
critos, que se aplican a un objeto en virtud de sus propiedades autosubsis-
tentes y auténomas. Ahora bien, lo que parece ocurrir en el perspectivismo
indigena es que sustancias designadas por sustantivos como “pez”, “ser-
piente”, “hamaca” 0 “canoa”, se interpretan como si fuesen relacionantes,
algo a mitad de camino entre el nombre y el pronombre, el sustantivo y el
deictico. (Hay, supuestamente, una diferencia entre nombres de natural
kinds como “pez”, y nombres de cosas artificiales como “hamaca’ - ver mas
adelante). Alguien es padre sdlo porque existen otros de quien él es padre:
la paternidad es una relacién, mientras que la “pecificidad” o la
“serpentud” es una propiedad intrinseca de peces y serpientes. Lo que
sucede en el perspectivismo es que algo también es pez s6lo porque existe
alguien de quien este algo es pezPero si decir que los grillos son los peces de los muertos (ver Viveiros de
Castro, 2002: cap. 1) 0 que los lodazales son las hamacas de los tapires
equivale realmente a decir que Nina, la hija de mi hermana Isabel, es mi
sobrina -el argumento de Renard-Casevitz-, entonces, de hecho, no hay
ninguin relativismo. Isabel no es una madre para Nina, desde el punto de vista
de Nina, en el sentido usual, subjetivista, de la expresién. Ella es la madre
de Nina, es real y objetivamente su madre, y yo soy, de hecho, su tfo. La
relaci6nes interna y genitiva ~mi hermana es la madre de alguien de quien
yo soy tio, igual que los grillos de los vivos son los peces de los muertos-, y
no una conexién externa, representacional, del tipo “X es pez para al-
guien”, que implica que X es sdlo representado como pez, sea lo que fuere “en
simismo”. Seria absurdo decir que, como Nina es hija de Isabel pero no m{a,
entonces ella no es una “hija” para mi, pues de hecho ella es una hija de mi
hermana, precisamente. En Process and Reality, Whitehead observa: “La ex-
presion ‘mundo real’ es como ‘ayer’ o ‘mafiana’: cambia de sentido seguin el
punto de vista” (apud Latour, 1994:197). As{ pues, un punto de vista no es
una opinién subjetiva; no hay nada de subjetivo en los conceptos de “ayer”
y “mafiana” como tampoco lo hay en Jos de “mi madre” o “tu hermano”. El
mundo real delas diferentes especies depende de sus puntos de vista, porque
el “mundo” esta compuesto de diferentes especies, es el espacio abstracto de
divergencia entre ellas en cuanto puntos de vista: no hay puntos de vista
sobre las cosas, son las cosas y los seres los que son puntos de vista (Deleuze
1988: 203). La cuestién aqui, por lo tanto, no es saber “cémo ven el mundo
los monos” (Cheney y Seyfarth 1990), sino qué mundo se expresaa través de
los monos, de qué mundo sor ellos el punto de vista
Imaginemos que todas las “sustancias” que pueblan los mundos ame-
rindios sean de ese tipo. Supongamos que, asf como dos individuos son
hermanos porque tienen los mismos padres, fuesen coespecificos porque
tienen el mismo pez, la misma serpiente, la misma canoa, etc. Entendere-
mos, entonces, por qué es tan frecuente en las cosmologias amazénicas
relacionar por afinidad a los animales con los humanos. La sangre de los,
hhumanos es la cerveza de mandioca del jaguar exactamente igual que mi
hermana es la esposa de mi cuftado, y por las mismas razones. Los nume-
rosos mitos amerindios que ponen en escena casamientos interespecificos,
describiendo minuciosamente las dificiles relaciones entre los yernos 0
cufiados humanos y sus suegros 0 cuiiados animales, no hacen otra cosa
que combinar las dos analogias en una sola. Vemos asf cémo el pers-
pectivismo tiene una relacién estrecha con el intercambio. No slo puede
ser tomado como una modalidad de intercambio (la “reciprocidad de pers-
pectivas” de nuestro epigrafe) sino que el intercambio mismo debe ser
definido en estos términos, como intercambio de perspectivas (Strathern 1988,
1992a, b).
Tendriamos, asi, una ontologia integramente relacional en la cual las
sustancias individuales o las formas sustanciales no son la realidad tltima.
9Aqui no habrfa distincién entre cualidades primarias y secundarias -por
citar una distincién filos6fica tradicional-, ni entre “hechos brutos” y “he-
chos institucionales”-por citar la dualidad propuesta en un libro reciente
de Searle (1995).
Hablemos un poco de este libro de Searle. En é1, el autor opone lo que
lama hechos u objetos brutos, cuya realidad es independiente de la con-
ciencia, como la gravedad, las montaiias, los Arboles y los animales (todos
los natural kinds pertenecen a esta clase), a los objetos lamados
institucionales, cuya existencia, identidad y propésito derivan de significa-
dos culturales especificos atribuidos a ellos por los humanos, como el
matrimonio, el dinero, las hachas 0 los ordenadores. Notemos que este libro
se titula The construction of social reality, y no The social construction of reality,
como el de Berger y Luckmann. Los hechos brutos to son construidos, los
hechos institucionales sf (incluyendo las afirmaciones sobre los hechos
brutos). En esta versién modernizada del viejo dualismo naturaleza /cultu-
1a, el relativismo cultural valdria para los objetos culturales, al tiempo que
el universalismo natural se aplicaria a los objetos naturale:
Si por casualidad Searle se tropezase con mi exposicién del pers-
pectivismo amerindio, diria probablemente que lo que estoy diciendo es que
para los indigenas, todos los hechos son de tipo mental o institucional, y que
todos los objetos, incluso los 4rboles y los peces, son como el dinero o las.
canoas, en el sentido de que su tinica realidad (en cuanto dinero 0 canoas,
no en cuanto pedazos de papel o de madera) se debe a los significados y
sos que los humanos les atribuyen. Eso no seria sino un relativismo, una
forma incluso extrema, absoluta de relativismo.
Enefecto, una de las consecuencias de la ontologia animico-perspectiva
amerindia es que no existen hechos naturales auténomos, pues la “natura-
leza” de unos es la “cultura” de otros (ver supra). Sila formula de una regla
constitutiva o de un hecho institucional es “X es como Y en el contexto C”
(Searle 1969: 51-52), los hechos indigenas que nos interesan aqui son,
realmente, de este tipo: “Sangre es como Cerveza de mandioca en el contexto
Jaguar”. Pero esos hechos institucionales (los “Y” de la formula de Searle)
son aqui universales, lo que escapa a la alternativa de Searle, donde los
hechos brutos son universales y los institucionales, particulares. Es impo-
sible reducir el perspectivismo a un tipo de relativismo construccionista
(que definiria todos los hechos como de tipo institucional y concluiria que
son culturalmente variables). Lo que tenemos aqui es un caso de universa-
lismo cultural cuya contrapartida es un relativismo natural (tomo la expresion
de Latour 1991:144). A esta diferencia frente a nuestra asociacién de la
naturaleza con lo universal y de la cultura con lo particular es a lo que yo
amo multinaturalismo.
Todos recordamos la frase de Wittgenstein: “Si un leén pudiese hablar,
no serfamos capaces de entenderlo”. Esta es una declaracin relativista.
Segtin los indigenas, diria yo, los leones -en este caso, los jaguares-no solopueden hablar, sino que somos perfectamente capaces de entender lo que
dicen; ahora bien, lo que ellos quieran decir con to que dicen, ya es otra
historia. Las mismas representaciones, distintos objetos; sentido tnico,
referencias multiples. El problema de los indigenas no es un problema
fregeano.
El cuerpo salvaje
La idea de que, en las cosmologfas amazénicas, el cuerpo aparece como el
gran diferenciador, es decir, como aquello que sdlo une a seres del mismo
tipo en la medida en que los distingue de los demés, permite reconsiderar
bajo una nueva luz algunas cuestiones clasicas de la etnologia regional.
De este modo, el tema ya antiguo de la importancia de la corporalidad en
las sociedades amazénicas (Seeger, Da Matta y Viveiros de Castro 1979)
adquiere un fundamento cosmolégico. Es posible, por ejemplo, entender
mejor por qué las categorfas de identidad -individuales, colectivas, étnicas
© cosmolégicas- se expresan tan frecuentemente por medio de idiomas
corporales, en particular a través de la alimentacién y del adorno corporal.
La pregnancia simbélica universal de los regimenes alimentarios y culina-
rios -de lo “crudo y lo cocido” mitoldgico y lévi-straussiano a la idea de los
Piro de que su “comida legitima” es lo que los hace, literalmente, diferentes
de los Blancos (Gow 1991); de las abstinencias alimenticias definidoras de
los “grupos de sustancia” del Brasil central (Seeger 1980) a la clasificacion
basica de los seres por su régimen alimenticio (Baer 1994: 88); de la produc-
tividad conceptual de la comensalidad, la semejanza de la dieta y la condi-
cidn relativa de presa-objeto y predador-sujeto (Vilaca 1992) a la omnipresen-
cia del canibalismo como horizonte predicativo de toda relaci6n con el otro,
sea matrimonial, manducatoria 0 guerrera (Viveiros de Castro 1993)- esa
universalidad manifiesta justamente la idea de que el conjunto de maneras.
y procesos que constituyen los cuerpos es el lugar donde emerge la diferencia.
Lo mismo podemos decir del intenso uso semistico del cuerpo en la
definicién de la identidad personal y en la circulacién de los valores socia-
les (Turner 1995). La conexidn entre esta sobre-exploracién del cuerpo
(sobre todo de su superficie visible) y el escaso recurso, en el socius ama-
z6nico, a objetos capaces de servir como soporte de relaciones, es decir, una
situacién en la que el intercambio no esta mediado por objetivaciones ma-
teriales densas como las que caracterizan las economias del don o de la
mercancia, fue sagazmente destacada por Turner, quien mostr6 cémo el
cuerpo humano debe aparecer entonces como prototipo del objeto social.
Pero el énfasis amerindio en la construccién social del cuerpo no puede ser
tomado como culturalizacién de un sustrato natural, sino como produccién
de un cuerpo distintivamente humano, entiéndase, naturalmente humano.
Este proceso parece expresar una voluntad no tanto de “desanimalizar” el
a.
cuerpo por su marcacién cultural, como de particularizar un cuerpo todavia
demasiado genérico, diferenciéndolo de los cuerpos de otros grupos humanos
as{ como de otras especies. El cuerpo, por ser el espacio de la perspectiva
diferenciadora, debe ser diferenciado al maximo para poder expresar ésta
completamente.
El cuerpo humano puede considerarse como lugar de confrontacién
entre humanidad y animalidad, pero no porque soporte una naturaleza
animal que deba ser escondida y controlada por la cultura (Rivire 1994).
Es el instrumento fundamental de expresién del sujeto y, al mismo tiempo,
el objeto por excelencia, aquello que se presenta a la mirada del otro. Poreso,
la objetivacién social maxima de los cuerpos, su maxima particularizacién
expresada en los adornos y la exhibicién ritual, es al mismo tiempo su
maxima animalizacién (Goldman 1975: 178; S. Hugh-Jones 1979: 141-142;
Seeger 1987: cap. 1 y 2; Turner 1991b, 1995) cuando estén recubiertos de
plumas, colores, grafismos, méscaras y otras prétesis animales. El hombre
ritualmente vestido de animal es la contrapartida del animal sobre-
naturalmente desnudo: el primero, transformado en animal, revela para si
mismo la distintividad “natural” de su cuerpo; el segundo, desnudo de su
forma exterior y revelandose como humano, muestra la similitud “sobrena-
tural” de todos los espiritus. El modelo de espiritu es el espiritu humano,
pero el modelo de cuerpo son los cuerpos animales; y si la cultura es la
forma genérica del yo y la naturaleza del él, la objetivacion del sujeto para
s{ mismo exige la singularizacién de los cuerpos, lo que naturaliza la
cultura, esto es, la “encorpora”, mientras que la subjetivacién del objeto
implica la comunicacién de los espiritus -1o que culturaliza la naturaleza,
es decir, la sobrenaturaliza-. La problematica amerindia de la distincién
naturaleza/cultura, antes de desaparecer en nombre de una comin socia-
lidad animica humano-animal, debe por lo tanto ser releida a la luz del
perspectivismo somatico.
Como argumento importante a favor de la idea de que el modelo de cuerpo
son los cuerpos animales, recordarfa que no hay practicamente ningtin ejem-
plo, enla etnologia y en la mitologia amazénicas, de animales “vistiéndose”
de humanos, esto es, asumiendo un cuerpo humano como si fuera una ropa.
Todos los cuerpos, incluido el humano, son concebidos como vestimentas 0
envoltorios; pero nunca se ve alos animales vistiendo un ropaje humano. Lo
que se encuentra son humanos vistiendo ropas animales y volviéndose ani-
males, o animales desvistiéndose de sus ropas animales y revelandose como
humanos. La forma humana es como un cuerpo dentro del cuerpo; es el
cuerpo desnudo primigenio, el “alma” del cuerpo”.
Es importante observar que esos cuerpos amerindios no son pensados
bajo el modo de el hecho, sino de lo hecho. De ahi, el énfasis en los métodos
de fabricacién continua de los cuerpos (Viveiros de Castro 1979), la concep-
cién del parentesco como proceso de “asemejamiento” activo de los indi-
viduos (Gow 1989, 1991) debido al hecho de compartir los fluidos corpo-rales, sexuales y alimenticios ~y no como herencia pasiva de una esencia
sustancial- la teoria de la memoria que inscribe éstaen la “carne” (Viveiros
de Castro 1992a: 201-207), y, més generalmente, una teoria del conocimien-
to que sitda a éste en el cuerpo (McCallum 1996). La Bildung amerindia
incide en el cuerpo antes que en el espiritu: no hay cambio espiritual que
no pase por una transformacién del cuerpo, por una redefinicién de sus
inclinaciones y capacidades.
El cardcter elaborado més que dado del cuerpo, concepcién que exige
diferenciar a éste “culturalmente” para que pueda servir “naturalmente” de
diferenciante, tiene una evidente conexién con la metamorfosis interespecifica,
posibilidad siempre presente en las cosmologfas amerindias. No debe sor-
prendernos un pensamiento que considera a los cuerpos como los grandes
diferenciadores y afirma al mismo tiempo su posibilidad de transforma-
cién. Nuestra cosmologia supone la distintividad singular de los espiritus,
pero no por eso declara imposible la comunicacién (aunque el solipsismo
sea un problema constante) ni desacredita la transformacién espiritual
inducida por procesos como la educacién o la conversién religiosa; en
realidad, precisamente porque los espiritus son diferentes es por lo que la
conversién se hace necesaria (los europeos querian saber si los indigenas
tenfan alma para poder modificarla). La metamorfosis corporal es la con-
trapartida amerindia del tema europeo de la conversién espiritual.
La relativa escasez de ejemplos inequivocos y elaborados de posesién
espiritual en el sistema amerindio del chamanismo puede estar, por lo
tanto, asociadaa la preeminencia del tema opuesto, la metamorfosis corpo-
ral. El problema de la conversién religiosa de los indigenas podria también
recibir alguna luz de esta reflexién. La experiencia indigena de la “acul-
turacién” parece centrarse mds en la incorporacién y encorporacién de las
practicas corporales occidentales -alimentacién, vestuario, sexo interétnico,
el lenguaje como capacidad somatica- que en la idea de una asimilacién
espiritual® . Las teorfas antropoldgicas sobre el cambio sociocultural tien-
den a rechazar, no hace falta decir que con razén, las ideas etno-genéticas
occidentales de que el mestizaje y la asimilacién racial conducen a la
pérdida de distintividad étnico-cuitural. Por el contrario, los procesos de
aculturacién se definen en términos de cambios ideolégicos, esto es, como
procesos esencialmente mentales que afectan antes que nada a las “creen-
cias” nativas; la aculturacién se piensa a imagen de la conversién religiosa,
justo como la “cultura” se piensa a imagen de la religién. Consecuentemen-
te, y por mas que conceptos como el de habitus traten de matizar esa tenden-
cia, los cambios corporales producidos por la aculturacién se interpretan
como consecuencia de los cambios en el plano de las “representaciones
colectivas”, antes que como su causa. Creo que los indigenas piensan de
forma diferente, incluso porque su “pensamiento” est diferentemente aso-
ciado a su “cuerpo”.
6Advirtamos que la metamorfosis amerindia no es un proceso tranquilo,
y mucho menos una meta. Si el solipsismo es un fantasma que amenaza
permanentemente nuestra cosmologia -reflejando el miedo de no recono-
cernos en nuestros semejantes, puesto que estos en realidad no lo son, dada
la singularidad potencialmente absoluta de los espiritus—la posibilidad de
la metamorfosis expresa el temor opuesto, el de no poder diferenciar ya lo
humano de lo animal y, sobre todo, el temor de ver el alma humana que
persiste bajo el cuerpo animal que se come (Goldman 1975:183; Brightman
1993; 206-ss; Erikson 1997: 223)”. Esto se traduce en una de las recurren-
cias etnogrdficas ms importantes del perspectivismo: la humanidad ante-
rior de los animales se suma a su espiritualidad actual oculta por la forma
visible para producir un extendido sistema de restricciones 0 precauciones
alimentarias, que tan pronto declara incomestibles ciertos animales miti-
camente consustanciales a los humanos, como exige la des-subjetivacién
chamanistica del animal antes de consumirlo, neutralizando su espiritu,
transustanciando su carne en vegetal o reduciéndolo semanticamente a
otros animales menos préximos de los humanos -todo eso bajo pena de
venganza en forma de enfermedad, concebida como contrapredacién cani-
bal, llevada a efecto por el espiritu de la presa convertida en depredador,
en una inversion mortal de perspectivas que transforma lo humano en
animal". El fantasma del canibalismo es el equivalente amerindio del pro-
blema del solipsismo: si este deriva de la inseguridad de que la semejanza
entre dos cuerpos garantice la comunidad real de los espiritus, aquel sos-
pecha que la semejanza de los espiritus pueda prevalecer sobre la diferencia
teal de los cuerpos, y que todo animal que se come siga siendo, pese a los
esfuerzos chamanisticos para su des-subjetivacién, humano. Lo que no
impide, naturalmente, que tengamos entre nosotros solipsistas mas o menos
radicales, ni que algunas sociedades amerindias sean, deliberada y mas 0
menos literalmente, canibales.
Enel canibalismo amazénico, lo que se busca es precisamente la incor-
poracién del aspecto subjetivo del enemigo, que es, por eso, hiper-
subjetivado, y no su des-subjetivacién, como en el caso de los cuerpos
animales (ver Viveiros de Castro, 1992a, 1996a, y Fausto 2001). Como ya he
dicho, buena parte del trabajo del chamén consiste en transformar a los
animales muertos en cuerpos puramente naturales, desespiritualizados y
asf susceptibles de ser consumidos sin riesgos. En contraste, lo que define
a los espiritus es, entre otras cosas, el hecho de ser supremamente
incomestibles; eso los transforma en comedores por excelencia, 0 sea, en
antrop6fagos. Por eso, es comtin que los grandes animales depredadores
sean las formas preferidas de los espiritus para manifestarse. Asi se entien-
de, ademés, por qué los animales de presa ven a los humanos como espi-
ritus, por qué los depredadores nos ven como animales de presa, y por qué
los animales considerados incomestibles suelen asimilarse a espiritus.La nocién de metamorfosis esta intimamente ligada a la doctrina de las
ropas animales, a la que nos hemos referido aqui varias veces. {Cémo
conciliar la idea de que el cuerpo es el espacio de la perspectiva dife-
renciadora con el tema de la apariencia y de la esencia, recordado siempre
para interpretar el animismo y el perspectivismo? Me parece que aqui hay
un equivoco importante, que es el de tomar la “apariencia” corporal como
inerte y falsa, la “esencia” espiritual como activa y verdadera (ver las
observaciones definitivas de Goldman 1975: 63, 124-25, 200). Nada mas
lejos, creo yo, de lo que los indigenas tienen en mente al hablar de los
cuerpos como ropas. No se trata tanto de que el cuerpo sea una especie de ropa,
como de que una ropa sea un tipo de cuerpo. No olvidemos que en estas socie-
dades se inscriben en la piel significados eficaces y se utilizan mascaras
animales (0 por lo menos se conoce su principio) dotadas del poder de
transformar metafisicamente la identidad de sus portadores si se usan en
el contexto ritual apropiado. Se viste una ropa-mascara mAs para activar los
poderes de otro cuerpo que para ocultar una esencia humana bajo una
apariencia animal". Las ropas animales que los chamanes utilizan para
desplazarse por el cosmos no son disfraces, sino instrumentos: se parecen
a los equipos de buceo 0 a los trajes espaciales, no a las mascaras de
carnaval. Lo que se pretende al ponerse una escafandra es poder funcionar
como un pez, respirando bajo el agua, y no esconderse bajo una apariencia
extrafia. Del mismo modo, las ropas que, en los animales, cubren una
“esencia” interna de tipo humano no son meros disfraces, sino su
equipamiento distintivo, dotado de las inclinaciones y capacidades que
definen a cada animal. Es verdad que “las apariencias engafian”
(Hallowell 1960; Riviére 1994); pero mi impresién es que las narraciones
amerindias que tratan sobre las ropas animales muestran tanto 0 mas
interés en lo que estas ropas hacen que en lo que esconden*®. Ademés, entre
un ser y su apariencia esta su cuerpo, que es mas que ésta -y las mismas
narraciones muestran cémo las apariencias son siempre “desenmascara-
das” por un comportamiento corporal incoherente con ellas“. En resumen:
no hay duda de que los cuerpos son desechables ¢ intercambiables, y que
“tras” ellos estan las subjetividades formalmente idénticas a lo humano.
Pero esta idea no equivale a nuestra oposicién entre apariencia y esencia,
sino que s6lo manifiesta que la permutabilidad objetiva de los cuerpos est&
fundada en la equivalencia subjetiva de los espiritus.
Otro tema clasico de la etnologia suramericana que podria ser interpre-
tado en este marco es el de la discontinuidad socioldgica entre los vivos
y los muertos (Carneiro da Cunha 1978). La distincién fundamental entre
los vivos y los muertos pasa por el cuerpo y no, precisamente, por el
espfritu; la muerte es una catastrofe corporal que prevalece como elemento
diferenciador sobre la comtin “animacién” de los vivos y de los muertos.
Las cosmologias amerindias dedican igual o mayor interés a la caracte-
rizaci6n del modo en que los muertos ven el mundo que a la visién de los
6|2
animales y, como en el caso de éstos, se complacen en subrayar las dife-
rencias radicales con el mundo de los vivos. Los muertos, en rigor, no son
humanos por estar definitivamente separados de sus cuerpos. Un muerto,
espiritu definido por su separacién de un cuerpo humano, es atraido
légicamente por los cuerpos animales; por eso morir es transformarse en
animal, como lo es transformase en otras figuras de la alteridad corporal,
especialmente los afines y los enemigos. De esta manera, si el animismo
afirma una continuidad subjetiva y social entre humanos y animales, su
complemento somatico, el perspectivismo, establece una discontinuidad
objetiva, igualmente social, entre humanos vivos y humanos muertos. (Las
religiones basadas en el culto a los ancestros parecen postular lo contrario:
la identidad espiritual atraviesa la barrera corporal de la muerte, los vivos y
Jos muertos son semejantes en la medida en que manifiestan el mismo espi-
ritu: ancestralidad sobre-humana y posesién spiritual, por un lado y anima-
lizacién de los muertos y metamorfosis corporal, por el otro).
Después dehaber examinado el elemento diferenciador del perspectivismo
amerindio, s6lo me falta atribuir una funcién cosmolégica a la unidad
transespecifica del espfritu. Aqui es donde creo que se puede proponer una
definicién relacional de la categoria de “Sobrenaturaleza”, hoy ya en descré-
dito, pero cuya utilidad me parece incuestionable**. Aparte de lo cmoda que
resulta para etiquetar 4mbitos cosmogréficos del tipo “hyper-tiranios”, 0 para
definir una tercera categoria de entidades intencionales ~pues decididamente
hay varios seres en las cosmologfas indigenas que no son ni humanos ni
animales (me refiero alos “espiritus” }~, esa nocién puede servir para designar
un contexto relacional especifico y una cualidad fenomenolégica propia, dis-
tinta tanto de la intersubjetividad caracteristica del mundo social como de las.
relaciones “interobjetivas” con los cuerpos animales.
Siguiendo la analogia con la serie pronominal (Benveniste 1966a, b) se ve
que entre el yo reflexivo de la cultura (generador del concepto de alma 0
espfritu) y el écon valor impersonal de la naturaleza (marcador de la relacién
con la alteridad corpérea), hay una posicién que falta, la del tii, la segunda
persona, 0 el otro tomado como otro sujeto, cuyo punto de vista sirve de eco
latente al del yo. Creo que este concepto puede ser de ayuda en la determi-
nacién del contexto sobrenatural. Contexto anormal en el cual el sujeto es
capturado por otro punto de vista cosmolégico dominante, donde él es el ttt
de una perspectiva no-humana, la Sobrenaturaleza es la forma del Otro como
Sujeto, implicando la objetivacién del yo humano como un fii para este Otro.
La situacién sobrenatural tipica en el mundo amerindio es el encuentro,
en la selva, de un ser humano ~siempre solo- y un ser al que se ha visto al
principio como un mero animal o una persona, que se revela como un
espiritu o un muerto y que habla con el hombre (la dindmica de esa comu-
nicaci6n estd excelentemente analizada por Taylor [1993a])*” . Esos encuen-
tros suelen ser letales para el interlocutor que, subyugado por la subjetivi-
dad no-humana, se pasa al lado de ésta, transformandose en un ser de sumisma especie: muerto, espiritu o animal. Quien responde aun tui dicho por
un no-humano acepta la condicién de ser su “segunda persona” y al
asumir, a su vez, la posicién de yo, lo haré ya como no-humano. (Sélo los
chamanes, personas multinaturales por definicidn y oficio, son capaces de
circular entre las perspectivas, tuteando y siendo tuteados por las agencias
extra-humanas sin perder su propia condicién de sujeto). La forma
arquetipica de esos encuentros sobrenaturales consiste, pues, en la intui-
cién stibita de que el otro es humano, entiéndase, que él es el humano, lo
que automaticamente deshumaniza y aliena al interlocutor, transforman-
dolo en presa, en animal. Y éste seria, en fin, el verdadero significado de la
inquietud amerindia sobre lo que se esconde bajo las apariencias. Las
apariencias engafian porque nunca se puede estar seguro de cudl es el
punto de vista dominante, esto es, de qué mundo esté en vigor cuando se
interactiia con los otros. Todo es peligroso; sobre todo, cuando todoes gente,
y nosotros tal vez no lo seamos.
Nota final
Es importante prestar atencién al hecho de que los dos puntos de vista
cosmolégicos aqui comparados -a los que he llamado “occidental” y
“amerindio”— no son “composibles”, desde nuestro punto de vista. Un
compas debe tener una de sus piernas firme, para que la otra pueda girar.
Nosotros hemos escogido como soporte la pierna correspondiente a la
naturaleza, dejando la otra describir el circulo de la diversidad cultural.
Los indigenas parecen haber escogido la pierna del compas césmico
correspondiente a lo que Ilamamos “cultura”, sometiendo asi nuestra
“naturaleza” a una inflexién y variacién continuas. La idea de un com-
pas capaz de mover dos piernas al mismo tiempo -un relativismo fina-
lizado-seria asi geométricamente contradictoria, o filos6ficamente ines-
table.
Pero no debemos olvidar en primer lugar que, si bien las puntas del
compas estén separadas, las piernas se articulan en el vértice: la distincion
entre naturaleza y cultura gira en torno a un punto donde ésta todavia no
existe. Este punto, como Latour (1991) tan bien arguments, tiende a mani-
festarse en nuestra modernidad solo como prdctica extra-teérica, visto que
la Teoria es el trabajo de purificacién y separacién del “mundo del medio”
de la practica en ambitos, sustancias 0 principios opuestos: en Naturaleza
y Cultura, por ejemplo. El pensamiento amerindio (todo pensamiento mito-
prdctico, quiza) toma el camino opuesto. Pues el objeto de la mitologia esta
situado exactamente en el vértice donde radica la separacién entre Natu-
raleza y Cultura. En este origen virtual de todas las perspectivas, el movi-
miento absoluto y la multiplicidad infinita son indiscernibles de la inmo-
vilidad congelada y de la unidad impronunciable.En segundo y tiltimo lugar: si los indigenas tienen razén, la diferencia
entre los dos puntos de vista 10 es una cuestién cultural, y mucho menos
de mentalidad. Si los contrastes entre relativismo y perspectivismo 0 entre
multiculturalismo y multinaturalismo fuesen lefdos a la luz, no de nuestro
relativismo multicultural, sino de la doctrina indigena, es forzoso llegar a
la conclusién de que la reciprocidad de perspectivas se aplica a si misma
y que la diferencia es de mundo, no de pensamiento:
Quizd Neguemos a descubrir, un dia, que, tanto en el pensamiento
mitico como en el pensamiento cientifico, opera Ia misma légica y que
el hombre siempre ha pensado bien. El progreso si es que podemos
aplicar el término en ese caso- no tendria entonces la conciencia por
teatro, sino el mundo, donde una humanidad dotada de facultades
constantes se encontraria, en el decurso de su larga historia, continua-
mente confrontado con nuevos objetos (Lévi-Strauss 1955b:255). Q
“Perspectivismo y multinaturalismo en la América indigena”, de Eduardo
Viveiros de Castro, es la traduccién del portugués realizada por Rosa Alvarez
y Roger Sansi del capitulo 7 del libro del mismo autor A inconstincia da alma
seloagem (Sao Paulo, Cosac y Naify, 2002, pp. 345-400).
Notas
1 Las paginas que siguen tienen su origen en un didlogo con Tania Stolze Lima.
La primera versi6n del principal de los articulos aqui refundidos (Viveiros de
Castro 1996c) fue escrita y publicada al mismo tiempo que el estudio de Lima
sobre el perspectivismo juruna, al cual remito al lector (Lima 1996). El ensayo
de Latour (1991) sobre la nocién de modernidad fue una fuente de inspiracién
indirecta, pero decisiva, para esta primera versin. Meses después de haber
publicado el articulo de 1996, lef un viejo texto de Fritz Krause (1931; citado en
Boelscher 1989: 212 n.10) donde encontré ideas curiosamente convergentes con
algunas de las aqui expuestas y que comentaré en otra ocasién. Pero la verdade-
ra coincidencia del articulo de 1996 ~ignorada entonces- se producfa con la teoria
desarrollada por Roy Wagner en The invention of Culture, libro que lef quince
aos antes (en 1981, afto de su segunda edicién) pero que se borré completa-
mente de mi memoria, seguramente por estar por encima de mi capacidad de
comprensién. Al releerlo en 1998, comprendi que algo habia asimilado, después
de todo, puesto que habia reinventado ciertos pasos cruciales del argumento de
Wagner. Peter Gow, Aparecida Vilaca, Philippe Descola y Michael Houseman
contribuyeron, como siempre, con sugerencias y comentarios en diversas fases
de la elaboracién del texto. Por fin, el desarrollo en curso de las tesis aqui
expuestas (Viveiros de Castro 2002) deben a las luces de Bruno Latour y Marilyn
Strathern mucho més de lo que es posible consignar en este momento.
2. “Esa es la logica de un discurso cominmente conocido como ‘occidental’ cuyo
fundamento ontolégico reside en una separacién de los ambitos subjetivo y
objetivo, el primero concebido como mundo interior de la mente y del sig-
nificado, el segundo, como mundo exterior de la materia y de la sustancia”
(Ingold 1991: 356).nt
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Cuando estan reunidos en sus aldeas en la selva, p. ej, los animales se quitan la
ropa y asumen su figura humana. En otros casos, la ropa seria transparente a
los ojos de la propia especie y de los chamanes humanos.
La nocién de “ropa” corporal ha sido documentada, entre otros, en los
Makuna (Arhem 1993), los Yagua (Chaumeil 1983:125-127), los Piro (Gow
com. pers.), los Trio (Riviére 1994) 0 los Alto-Xinguanos (Gregor 1977:322;
Viveiros de Castro 1977: 182). Es probablemente una nocidn panamericana,
con un gran rendimiento, p. ¢}., en la cosmologia kwakiut! (Goldman 1975: 62-
63, 124-25, 182-86, 227-28).
Cf, para algunos ejemplos, Baer 1994:102, 119-224 (Machiguenga); Grenand
1980: 42 (Wayapi); Jara 1996: 68-73 (Akuriy6); Osborn 1990: 151 (U"wa);
Viveiros de Castro 1992a: 68 (Araweté); Weiss 1969:158 (Campa).
Cf. p.¢j., Saladin d’ Anglure 1990, Fienup-Riordan 1994 (Esquimales); Nelson
1983, McDonell 1984 (Koyukon, Kaska); Tanner 1979, Scott 1989, Brightman
1993 (Cree); Hallowell 1960 (Ojibwa); Goldman 1975 (Kwakiutl), Guédon 1984
(Tsimshian); Boelscher 1989 (Haida). Para Siberia, cf. Hamayon 1990. Cf. final-
mente Howell 1984, 1996 y Karim 1981, para los Chewong y MaBetisék de
Malasia. El estudio de Howell de 1984 fue uno de los primeros en dedicar mas
atencién al tema. Concepciones semejantes también fueron documentadas en
una cosmologia melanesia, la de los Kaluli (Schiefflin 1976: cap.5).
Cf. Viveiros de Castro 2002, caps. 2y 4. Las nociones de perspectiva y punto de
vista tienen un papel decisivo en textos que escribi anteriormente, pero en
ellos su foco de aplicacién era principalmente la dinamica intra-humana, en
particular el canibalismo tupi, y su significado casi siempre analitico y abstracto
(Viveiros de Castro 1992a: 248-51, 256-59, 1996a, 2002 cap.4). Los estudios de
Vilaca y de Lima me demostraron que era posible generalizar esas nociones.
Cf. Reniard-Casevitz 1991:10-11; Vilaga 1992: 49-51; Arhem 1993:11-12; Howell
1996:133,
Overing 1985: 249; 1986: 245-46; Viveiros de Castro 1992a: 73-74; Baer 1994: 89.
La nocién de que el sujeto -los hombres, los indigenas, mi grupo- que
distingue es el término histéricamente estable de la distincién entre el “yo” y el
“otro” -los animales, los blancos, los otros indigenas- aparece tanto en el caso
de la diferenciacién interespecifica como en el de la separacién intra-especifica,
como se puede ver en los diferentes mitos amerindios de origen de los Blancos,
(CE, p.ej,, DaMatta 1970, 1973; S. Hugh-Jones 1988; Lévi-Strauss 1991; Viveiros
de Castro 2000, 2002 cap. 3). Los otros fueron lo que somos, y no, como
creemos nosotros, ellos son lo que fuimos. Y asi se comprende lo pertinente
que puede ser la nocién de “sociedades frias”: la historia existe, pero es algo
que solo sucede a los otros, 0 por su causa.
La distincién es andloga a las de Wagner (1981:133) 0 Ingold (1994), entre la
humanidad como especie (0 humankind) y la humanidad como ideal moral (0
Inunanity)..
La relacidn entre chamanismo y caza es una cuestién clasica. Cf. Chaumeil
1983: 231-32 y Crocker 1985:17-25.
La importancia de la relaci6n venatorio-chamanistica con el mundo animal en
sociedades cuya economia se basa en la horticultura y en la pesca mas que en
lacaza, suscita problemas interesantes para la historia cultural de la Amazonia
(Viveiros de Castro 1996b; 2002 cap. 6).
Cf. Erikson 1984:110-12; Descola 1986: 317-30, Arhem 1996. ‘Téngase en cuenta ademas
que, en las culturas de la Amazonia occidental, en especial en las que consumen
o15
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20
alucinégenos, la personificacién de las plantas parece ser al menos tan relevante como
la de los animales y que, en Areas como el Alto Xingu, la espiritualizacién de los
instrumentos desemperia una funcién cosmolégica de primer plano.
Observo que ese modo de explicar el contraste no solo es semejante a la célebre
‘oposicién entre “don” y “mercancia”, sino que entiendo que se trata del mismo
contraste, formulado en términos no-economicistas. “Si, en una economia mer-
cantil, as cosas y las personas asumen la forma social de la cosa, en la economia del
don asumen la forma social de la persona” (Strathern 1988:134; cf. Gregory 1982: 41).
*N. del T.: El autor emplea “agencia’ con el valor del término inglés “agency”
(propiedad 0 cualidad de agente; el que hace) que en espafiol, fuera de los
circulos de filosofia y ciencias sociales, es un término todavia poco comiin, y he
creido conveniente acompafarlo del inglés “agency” y “agent”.
La definicién tedrico-antropolégica de “arte” como proceso de abduccién de la
agencia fue magistralmente expuesta por Alfred Gell en Art and agency (1998).
Me refiero aqui al concepto de Dennett sobre la n-ordenalidad de los sistemas
intencionales. Un sistema intencional de segundo orden es aquel en el que el
observador atribuye no solo creencias, deseos y otras intenciones al objeto
(primer orden), sino también creencias, etc., con respecto a otras creencias, etc.
La tesis cognitivista més aceptada sostiene que solo el Homo sapiens demuestra
intencionalidad en orden igual o superior a dos. Obsérvese que mi principio
chamanistico de “abduccién de un maximo de agencia” se contrapone, evi-
dentemente, a los dogmas de la psicologia fisicalista: “Los psicélogos han
recurrido frecuentemente al principio conocido con el nombre de ‘canon de la
parsimonia de Lloyd Morgan’, que puede considerarse como un caso particu-
lar de la navaja de Occam. Ese principio postula que se debe atribuir a un
organismo el minimo de inteligencia, consciencia 0 racionalidad suficientes
para dar cuenta de su comportamiento” (Dennet op. cit: 274). En efecto, la
maraca del chamén es un instrumento de tipo enteramente diferente de la
navaja de Occam; esta puede servir para escribir articulos de légica, pero noes
muy buena, p. ¢j., para recuperar almas perdidas.
‘Como observa Marilyn Strathern a propésito de un régimen epistemolégico
parecido al amerindio: “(Esta) convencién requiere que los objetos de inter-
pretacién, humanos o no, sean entendidos como otras personas; en efecto, ef
propio acto de interpretacién presupone la “personeidad” (personhood) del que
est siendo interpretado. (...) Ast pues, lo que se encuentra haciendo in-
terpretaciones son siempre contra-interpretaciones...” (1999: 239)
Wagner (1981) fue uno de los pocos que supo hacerlo.
Para quedarnos en el Ambito americanista, recordemos, entre otros: el rechazo
de Overing (1985) del privilegio de la metfora a favor de un literalismo re-
lativista que parece apoyarse en la nocién de creencia; la teoria de la sinécdoque
dialéctica como anterior y superior a la analog(a metaforica, propuesta por
Turner (1991b), autor que, como otros especialistas (Seeger 1981, Crocker 1985),
ha intentado refutar las interpretaciones del dualismo naturaleza/cultura de los
J@ y los Bororo en términos de una oposicién estética, privativa y discreta; el
concepto de “dualismo triédico dual” o de “dualismo dinamico” de Peter Roe
(1990), que el autor considera una caracteristica distintiva del arte y pensamiento
amazénicos (lo que seguramente serfa suscrito por Lévi-Strauss: cf. Viveiros de
Castro 2002, cap. 8); 0 mi propia reconsideracién (Viveros de Castro 1992a) dela
diferencia entre totemismo y sacrificio a la luz del concepto deleuziano de
devenir, que trata de explicar la centralidad de los procesos de predacién
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