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M. Pérez, ÍNDICE Y PRÓLOGO - El-Mito-Del-Cerebro-Creador

Este documento es el prólogo a la segunda edición del libro "El mito del cerebro creador". Brevemente resume la tesis principal del libro, que es que a pesar de que el tamaño y estructura del cerebro humano han sido los mismos por decenas de miles de años, lo que el cerebro puede hacer depende en gran medida del contexto sociocultural. Así, el cerebro de los egipcios antiguos no era diferente al de los renacentistas, pero los egipcios no desarrollaron la perspectiva tridimensional en el arte,

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Este documento es el prólogo a la segunda edición del libro "El mito del cerebro creador". Brevemente resume la tesis principal del libro, que es que a pesar de que el tamaño y estructura del cerebro humano han sido los mismos por decenas de miles de años, lo que el cerebro puede hacer depende en gran medida del contexto sociocultural. Así, el cerebro de los egipcios antiguos no era diferente al de los renacentistas, pero los egipcios no desarrollaron la perspectiva tridimensional en el arte,

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Marino Pérez Álvarez

El mito
del cerebro creador
CUERPO, CONDUCTA Y CULTURA

Segunda edición

Alianza Editorial
Primera edición: 2011
Segunda edición: 2022

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión
y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren,
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o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a tra-
vés de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

© Marino Pérez Álvarez, 2011, 2022


© Alianza Editorial, S.A. Madrid, 2011, 2022
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid
www.alianzaeditorial.es
ISBN: 978-84-1362-633-8
Depósito Legal: M. 27.771-2021
Printed in Spain

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«El cerebro del hombre es el más potente
entre las especies animales por su gran capacidad
para adquirir de la sociedad nuevas
organizaciones funcionales. Pero, por otra parte,
es el más impotente si carece de las influencias sociales.»

Luciano Mecacci
Radiografía del cerebro

A mi padre, in memoriam
ÍNDICE

PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN. EL PERSISTENTE MITO


DEL CEREBRO CREADOR .............................................................. 13

PRÓLOGO ................................................................................................. 21
¿De qué trata este libro? ........................................................................ 21
¿Qué pretende y qué cabe esperar? ......................................................... 21
¿A quién va dirigido? ............................................................................. 22
¿Cómo surge? ........................................................................................ 23
El argumento capítulo a capítulo ........................................................... 24

INTRODUCCIÓN. EL CEREBROCENTRISMO: MODA, MITO E


IDEOLOGÍA DEL CEREBRO ........................................................... 27
El cerebro está de moda ......................................................................... 28
El mito del cerebro creador ................................................................... 32
Ideología del cerebro ............................................................................. 35

1. SEDUCCIONES NEUROCIENTÍFICAS: VENTANAS Y ENGAÑOS. 39


Ventanas al cerebro, pero ¿qué se ve en realidad? ................................... 40
¿Qué nos dicen las neuroimágenes de los fenómenos psicológicos? ........ 44
¿Qué nos dice la neurociencia, valga por caso, del amor, la justicia, la
ética, la política y la religión? ................................................................. 48
10 EL MITO DEL CEREBRO CREADOR

Engaños del cerebro, pero ¿quién se engaña en realidad? ........................ 50


¿Es el mundo una gran ilusión? ............................................................. 56
¿Es la libertad un fantasma del cerebro? ................................................. 58
¿Quién se engaña en realidad?, en el fondo, una cuestión filosófica ........ 62

2. FILOSOFÍA DEL CEREBRO: NI DUALISMO NI MONISMO, MA-


TERIALISMO FILOSÓFICO ............................................................. 65
La idea de materia y el principio tecnológico ......................................... 66
El papel trascendentall del sujeto operatorio ............................................ 70
Una idea de materia y tres géneros de materialidad ................................ 71
Ni dualismo ni monismo: error de Descartes y error de Damasio .......... 83
El dualismo cuántico como materialismo filosófico ............................... 88
Del cerebrocentrismo al cerebro situado en el cuerpo y en la cultura ..... 94

3. PONIENDO AL CEREBRO EN SU SITIO: EN EL CUERPO Y EN


LA CULTURA ..................................................................................... 99
El papel de la mano y del lenguaje en la evolución del cerebro ............... 101
Sin andamios no hay cerebro que valga ................................................. 107
La cultura como «trinquete» evolutivo ................................................... 109
Razones para estudiar el funcionamiento del cerebro al hilo de la conduc-
ta y de la cultura .................................................................................... 115

4. NEUROBIOLOGÍA ARISTOTÉLICA: DE LA POIESIS DEL ALMA


A LA PLASTICIDAD CEREBRAL ...................................................... 125
El cuerpo como punto de partida .......................................................... 127
El alma como capacidad funcional del cuerpo ....................................... 130
El alma escultora de sí misma a través de acciones y formas ................... 133
Aristóteles materialista y conductista ..................................................... 137

5. LA PLASTICIDAD CEREBRAL: CÓMO LA CONDUCTA Y LA


CULTURA MODULAN EL CEREBRO ............................................. 141
La plasticidad cerebral antes de su nombre ............................................ 142
La plasticidad cerebral por su nombre ................................................... 151
La plasticidad, ¿un concepto más entre otros similares o un concepto
primordial? ............................................................................................ 158
La plasticidad y sus tipos ....................................................................... 164

6. LA PLASTICIDAD CEREBRAL Y EL ALMA DE ARISTÓTELES:


LA HIPÓTESIS REVOLUCIONARIA ............................................... 177
Canarios, músicos, polígamos, taxistas, malabaristas, matemáticos, clien-
tes de psicoterapia, cualquiera que sepa leer ........................................... 178
Más Aristóteles, menos neuroimagen ..................................................... 195
ÍNDICE 11

RECAPITULACIÓN, CONCLUSIONES E IMPLICACIONES .............. 203


BIBLIOGRAFÍA COMENTADA ............................................................... 217
REFERENCIAS .......................................................................................... 229
ÍNDICE DE OBRAS CITADAS EN EL TEXTO ....................................... 241
ÍNDICE ANALÍTICO ............................................................................... 245
ÍNDICE ONOMÁSTICO .......................................................................... 249
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN

EL PERSISTENTE MITO DEL CEREBRO


CREADOR

De acuerdo con el neurocientífico y Premio Nobel de Medicina y Fisio-


logía Erik Kandel (citado en este libro), el tamaño y la estructura del ce-
rebro humano son probablemente los mismos desde hace 40.000 o inclu-
so 150.000 años. Sin embargo, las cosas que puede hacer el cerebro —si
personificamos en este órgano lo que en realidad hacen los individuos—
dependen en realidad de las épocas y contextos socioculturales. Así, por
ejemplo, el cerebro de los egipcios de tiempos de las pirámides, 3.000
años antes de nuestra era, no sería distinto del cerebro de la gente del Re-
nacimiento. Pero el cerebro de los egipcios de entonces no generó la pers-
pectiva tridimensional en el arte, que no se descubriría hasta el siglo xv,
v
en un contexto social y artístico distinto. Si Brunelleschi o cualquiera de
los demás descubridores de la perspectiva en la Florencia del Quattro-
cento vivieran en el Antiguo Egipto, pintarían en dos dimensiones. Por
contra, si los pintores bidimensionales de hace 45 siglos vivieran en el si-
glo xv,
v pintarían en tres dimensiones, como sería ya común en adelante.
La perspectiva en la pintura, por natural que parezca, no es cosa del
cerebro, sino de los individuos con su cerebro, faltaría más, situados en
14 EL MITO DEL CEREBRO CREADOR

una época y sociedad. Al final, lo que puede hacer el cerebro, si se me


permite hablar de esta manera organocéntrica, depende de los indivi-
duos como un todo (cerebro incluido), situados en un mundo supra-
individual, colectivo, con su cosmovisión, formas de vida y prácticas
sociales, sean por caso los tiempos de las pirámides o de la Florencia
renacentista.
Por poner un ejemplo empírico, téngase la conocida ilusión óptica
de Müller-Lyer en la que dos líneas iguales parecen de distinta longitud
según sus extremos terminen en una punta de flecha hacia dentro o
hacia fuera. Lejos de ser universal, resulta que esta ilusión perceptiva es
propia de las sociedades occidentales, familiarizadas con la perspectiva
en base a líneas y ángulos de edificios, puertas, mesas, objetos geomé-
tricos y así (Henrich et al., 2010). Para que el cerebro nos «engañe»,
según se suelen personificar las ilusiones perceptivas, parece ser necesa-
rio que los individuos estén socializados en el mundo occidental sobre
el que se realizan los estudios. La cuestión es que la sociedad occidental
se toma como el patrón universal representado por su cerebro, pasan-
do por alto que el propio cerebro está situado, para el caso, occidenta-
lizado, sin ser esta la única perspectiva.
Por poner un experimento de dimensiones históricas que además se
da en la historia personal de cada uno de nosotros, ténganse la escritu-
ra y la lectura. La escritura es probablemente la invención humana más
decisiva en la historia, como aprender a leer y escribir lo es en la vida
de cada cual. Sin embargo, la escritura no estaba prevista en el diseño
evolutivo del cerebro ni preprogramada en el genoma. Ni siquiera es
una derivación inherente al lenguaje. Miles de lenguas no han desarro-
llado la escritura. Por natural que nos parezca ahora, la mayoría de la
gente que ha existido a lo largo del tiempo, y aún muchos hoy en día,
fueron o son analfabetos.
Ahora bien, desde que se inventó la escritura hace unos 6.000 años
—probablemente como una derivación de llevar cuentas y no como
una necesidad del lenguaje—, y en particular desde la aparición de la
escritura alfabética hace poco más de 2.000 años, ya nada sería igual en
las sociedades alfabetizadas, ni en los individuos y sus cerebros. La es-
critura reorganiza las sociedades, así como el cerebro de cada cual. La
lectura y la escritura son invenciones culturales que reorganizan el pro-
pio cerebro, que, a su vez, facilita su aprendizaje sucesivo, amén de
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN 15

otros desarrollos y funciones, entre ellas la reflexividad y la autocon-


ciencia. La objetivación del lenguaje puesto por escrito permite inte-
ractuar con uno mismo de forma inédita. Mientras que las palabras
vuelan, la escritura permanece y uno puede volver sobre ella, sobre lo
que dijo, lo que quería decir y lo que piensa.
Hoy en día, la alfabetización es una institución básica de nuestra
sociedad por la que los niños aprenden a leer y escribir en 2 o 3 años,
pero llevó 5.000 o 6.000 años llegar hasta aquí. De este recordatorio,
tres cosas merecen ser destacadas en orden al papel del cerebro.
Una es que la invención de la escritura no es una creación del cere-
bro, sino que el propio cerebro se reorganiza en función de la alfabeti-
zación ya institucionalizada, conforme, cómo no, a una sinergia entre
el cerebro y la lectura-y-escritura. Aprender a leer forma redes cerebra-
les especializadas que influyen sobre nuestra psicología en varios domi-
nios diferentes, incluyendo la memoria, el procesamiento visual y el
reconocimiento de caras. La alfabetización cambia la biología y la psi-
cología de la gente sin alterar el código genético subyacente (Henrich,
2020).
Otra es que la alfabetización, como institución social, viene a ser
un andamiajee que sustenta el funcionamiento del cerebro de la mane-
ra en que este funciona. Sin andamiaje, no hay cerebro que valga. Esta
obviedad no se puede obviar en el contexto cerebrocéntrico, que per-
sonifica en el cerebro actividades y funciones que, en realidad, reali-
zan los individuos, cuyas realizaciones suponen una sociedad sin la
cual ni los individuos ni sus cerebros harían lo que hacen.
La otra cosa es que las instituciones sociales, empezando por la alfa-
betización como andamiaje permanente, funcionan como trinquetes
que impiden la vuelta atrás y de paso nos dan la impresión de que todo
sale del cerebro y está sustentado en él, como si hasta los andamios
mismos fueran creación suya. Un experimento imaginario según el
cual niños recién nacidos sobreviviesen tras ser abandonados en alguna
isla de las Galápagos no permite suponer que sus cerebros fuesen a de-
sarrollar alguna forma de escritura, como lo harían en pocos años en
una sociedad alfabetizada. Y puede que ni en 6.000 años inventaran
alguna.
El genio del cerebro no estaría, pues, en crear, causar o producir las
actividades y funciones humanas para las que, en todo caso, es impres-
16 EL MITO DEL CEREBRO CREADOR

cindible. Sin cerebro, ni siquiera estaríamos hablando de esto ni de


nada. La ciencia del cerebro es también una invención humana, insti-
tucionalizada, no un producto del cerebro cual tela-de-araña secretada
por la propia araña. Si, como dice el cerebrocentrista, el cerebro pien-
sa, decide, reflexiona y demás, en coherencia no sería el cerebrocentris-
ta quien piensa y estudia el cerebro, sino su cerebro. El neurocientífico
no sería sino un médium de su propio cerebro estudiándose a sí mismo.
Las explicaciones neurocientíficas cerebrocéntricas —tipo el cerebro
piensa— quedarían atrapadas en su propia red reduccionista a poco
que fueran coherentes con su metafísica monista y su modo de hablar,
a diferencia de la araña, que ciertamente no queda atrapada en su red.
Por absurda que parezca (y malo si no lo pareciera), la personifica-
ción en el cerebro de las actividades humanas no es sólo una forma de
hablar, sin duda perezosa y engañosa (Mudrik y Maoz, 2015). Es la
«doctrina oficial» de la mente cartesiana (Gilbert Ryle). Esta doctrina
asimila ahora la mente al cerebro, dando lugar a una suerte de «teatro
cartesiano» (Daniel Dennett) que sitúa en un escenario cerebral las ac-
ciones que de hecho realizan las personas en el mundo. La neurocien-
cia, en su huida del dualismo mente/cerebro, cae en un monismo re-
duccionista según el cual las actividades humanas (autoconciencia y
problemas psicológicos incluidos) se explicarían por las actividades ce-
rebrales. De acuerdo con esto, somos nuestro cerebro.
Sin embargo, el monismo es una variante del dualismo, como se ve,
sin ir más lejos, en las personificaciones en las que incurre, del tipo «el
cerebro piensa», «decide», «nos engaña» y demás. Después de asimilar
la mente al cerebro, el monismo personifica en éste las actividades
mentales (psicológicas, comportamentales), como si ahora fueran rea-
lizadas en algún sitio concreto de la circuitería neuronal. El homúncu-
lo redivivo. No se trata ya del conocido homúnculo de Penfield, con-
sistente en la representación pictórica de funciones corticales, sino del
homúnculo como «hombrecillo en el cerebro», personificando las acti-
vidades que en realidad realizan las personas. Hasta nuevo aviso, son
las personas las que piensan, sienten, hacen; contando, naturalmente,
con el cerebro.
¿Cómo puede la neurociencia incurrir todavía en personificaciones
del cerebro y albergar explicaciones homunculares? Con una mala filo-
sofía, como es el monismo reduccionista, amén de una divulgación
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN 17

científica perezosa y engañosa a nivel de calle. Pero no se trata sólo de


mala filosofía y peor divulgación, sino también de ideología. La neu-
rociencia se presta a eximir a la sociedad de la responsabilidad que tie-
ne en los malestares de la gente y a la gente misma de su propia respon-
sabilidad en lo que le pasa, como si todo fuera cosa del cerebro. Este
cerebrocentrismo, que todo lo remite a este órgano, viene a ser la últi-
ma frontera del individualismo de las sociedades neoliberales. Se trata
de un individuo conformado a imagen y semejanza del consumidor,
satisfecho, lleno de derechos y sin ninguna responsabilidad, que no
quiere problemas y, si es el caso, quiere soluciones técnicas. No soy yo,
es mi cerebro.
El auge de la neurociencia se corresponde con el creciente indivi-
dualismo, en el que el cerebro parece sustituir a la persona. En este
contexto de auge de la neurociencia y del cerebrocentrismo, las cien-
cias sociales y las humanidades se han «acomplejado» y ellas mismas se
han apresurado a adoptar las premisas y el prefijo neuro. Así, a partir
de la década de 1990 —no en vano la «década del cerebro»— han sur-
gido neurodisciplinas (neuroética, neuroeducación…) como hongos
después de la lluvia. Ha nacido una nueva época, en la que todo parece
girar en torno al cerebro. Este giro neuronal consiste, en realidad, en
un fenómeno cultural que va más allá de los conocimientos neurocien-
tíficos, pero que ha sido capaz de imponer una visión del ser humano
como sujeto cerebral, por más que esta visión no esté científicamente
justificada (Vidal y Ortega, 2021).
El presente libro, El mito del cerebro creador, confronta la (mala) fi-
losofía de la neurociencia y el cerebrocentrismo sin complejos, ofre-
ciendo una alternativa filosófica y desenmascarando la ideología. Pro-
porciona una alternativa filosófica al dualismo y el monismo, como es
el materialismo filosófico (Gustavo Bueno) sobre la base de una onto-
logía pluralista. Sobre esta base, el cerebro se sitúa en el cuerpo, el cuer-
po estaría situado en el mundo (cómo no) y el mundo ya preexistiría
con sus andamiajes e instituciones, entre ellas la institución de la lec-
tura y la escritura. La preexistencia del mundo sería la condición de
posibilidad del funcionamiento del propio cerebro de la manera en
que lo hace, incluyendo, por ejemplo, la perspectiva tridimensional
en el arte, las ilusiones perceptivas y las redes neuronales que abre la
alfabetización.
18 EL MITO DEL CEREBRO CREADOR

De acuerdo con este planteamiento, las actividades psicológicas se


sitúan en las relaciones comportamentales del individuo con el mun-
do, no en la mente o el cerebro. Ni que decir tiene que el individuo es
un sujeto corpóreo, un organismo, con un cuerpo y un cerebro. Por su
parte, el mundo es un mundo social históricamente dado. Las activi-
dades psicológicas, como actividades comportamentales de los sujetos
(individuos o personas), estarían en medio dee condiciones organísmicas
(neurobiológicas) y condiciones sociales y culturales (andamiajes, ins-
tituciones). De ahí el subtítulo del presente libro: Cuerpo, conducta y
cultura. Las actividades psicológicas siempre implican de alguna mane-
ra más o menos relevante aspectos neurobiológicos y sociales institu-
cionales, sin reducirse a ellos. La psicología, como disciplina entre me-
dias de lo biológico y lo cultural, tendría su propio nivel explicativo
funcional-contextual.
Téngase el caso del guiño. ¿Cómo saber si un parpadeo es un simple
parpadeo o un guiño? Podríamos contar con una descripción minucio-
sa de la inervación funcional del parpadeo, sin por ello saber si es un
tic o un guiño. Sin considerar el contexto y el posible sentido (direc-
ción y significado) del parpadeo, no sabríamos nada. Si va dirigido a
alguien con alguna intención y mensaje, estaríamos en presencia de un
guiño. Dentro de ser un guiño, podría tener diferentes significados.
Podríamos contar ahora también con la mejor descripción que permi-
tiera la tecnología de los mecanismos neuronales implicados en el gui-
ño, lo que probablemente involucraría numerosas regiones y conexio-
nes del cerebro. Pero no por ello sabríamos de qué tipo de guiño se
trata. Podría ser un coqueteo, una complicidad, una burla o una señal
de conspiración a un cómplice. De nuevo, el contexto sería necesario
y suficiente para comprender el guiño. La descripción neuronal sería
prescindible, por más que interesante para ver qué ocurre en el cerebro
cuando hacemos un guiño. Pero del cerebro no se deduce el sentido
del guiño (Pérez-Álvarez, 2021).
Asimismo, El mito del cerebro creadorr desenmascara la ideología a la
que se prestan las explicaciones cerebrales, encubridoras del papel de
la sociedad y de los propios individuos en lo que hacen y les pasa. El
papel del cerebro como sujeto de la acción («el cerebro decide») y ob-
jeto de intervención («entrena tu cerebro») se le devuelve a la persona.
Son las personas las que hacen lo que hacen (no sus cerebros). Si se
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN 19

quiere entrenar el cerebro, no puede ser sino a través de las personas


comportándose de alguna manera (leyendo, tocando algún instrumen-
to musical, haciendo psicoterapia…). Las habilidades entrenadas, y en
su caso, las mejoras resultantes de una terapia psicológica, tendrán sus
correlatos neuronales, cómo no, pero se definen por sí mismas.
El genio del cerebro estaría en mediar y posibilitar las actividades que
realizan las personas de acuerdo con las disponibilidades y constriccio-
nes del mundo que habitan, siempre dentro de una sinergia y confor-
mación mutua (Fuchs, 2018). Ciertamente, no somos nuestro cerebro
(Gabriel, 2016). Pero todavía persiste el mito del cerebro creador.

Oviedo, octubre de 2021


PRÓLOGO

¿De qué trata este libro?

Trata de los usos del cerebro, por los que el cerebro ha llegado a ser una
moda, un mito y una ideología. Obviamente, el libro no va contra el
cerebro. ¿Quién podría ir contra el cerebro o siquiera tratar de rebajar
su importancia? El libro tampoco va contra la neurociencia sino, aca-
so, contra la filosofía que implica o, al menos, cierto uso de ella consis-
tente en un reduccionismo fisicalista según el cual todo sería reductible
a procesos fisicoquímicos. El libro va contra el cerebrocentrismo, esa
tendencia a explicar las actividades humanas como si fueran cosa del
cerebro. El caso es que esa tendencia cerebrocéntrica ha llevado a des-
cuidar el papel que tienen la conducta y la cultura en la conformación
del ser humano, incluyendo la configuración del propio cerebro.

¿Qué pretende y qué cabe esperar?

Pretende esclarecer la tendencia cerebrocéntrica que domina no ya la


neurociencia sino las ciencias sociales, las humanidades, la filosofía y
22 EL MITO DEL CEREBRO CREADOR

la cultura mundana. Se empieza por desenmascarar las seducciones


neurocientíficas, debidas a sus métodos y hallazgos (en particular, neu-
roimágenes), que parecen deslumbrar, más que iluminar, los saberes
académicos y el sentido común. Asimismo, se identifican los proble-
mas de fondo, que tienen que ver con cuestiones filosóficas relativas al
intento (erróneo) de superar el dualismo con el monismo. Sobre lo an-
terior, cabe esperar un replanteamiento de los problemas en juego, que
permita ver las cuestiones de otra manera. Este replanteamiento sigue
siendo materialista, pero filosóficamente más elaborado que el mate-
rialismo fisicalista profesado por la neurociencia actual. En esta pers-
pectiva, son otras las preguntas que cabe hacer, tales como ¿qué pasa en
el cerebro cuando se está teniendo tal experiencia o realizando tal acti-
vidad?, en vez de las preguntas usuales, embarazadas de presupuestos
infundados, sean, por ejemplo, ¿cómo el cerebro construye el mundo
o produce la conciencia?
El argumento está sacado del propio campo de la neurociencia, en
particular, del funcionamiento integrado cerebro-conducta-cultura y
del fenómeno candente de la plasticidad cerebral. En este sentido, no
se podría reprochar que la crítica de los usos del cerebro sea externa,
desde fuera de la neurociencia, desde otra dimensión. Así, por ejem-
plo, no se critica el materialismo de la neurociencia sino que se refunda
filosóficamente su materialismo, de otra manera insostenible. Lo cier-
to es también que de acuerdo con el materialismo filosófico las cuentas
salen de otra manera. Así, el cerebro no es visto sólo como causa sino,
y tanto o más, como efecto de las conductas y de los sistemas cultura-
les. Tan real y material como el cerebro es la conducta y la cultura, irre-
ductibles entre sí. Una consecuencia de este replanteamiento es la rei-
vindicación y recuperación de la persona como protagonista de los
asuntos humanos. Otra consecuencia es la recuperación, también, de
las humanidades y de las ciencias sociales a la par de la neurociencia,
sin los «complejos» que aquéllas parecen tener.

¿A quién va dirigido?

Va dirigido a todo aquel que esté interesado en el interface


face de la neuro-
ciencia y las ciencias sociales, las humanidades y la filosofía, así como
PRÓLOGO 23

en el impacto que el conocimiento del cerebro tiene en la vida de la


gente. Comoquiera que el conocimiento del cerebro se ha incorporado
a la cultura popular, a menudo de una forma acrítica, un planteamien-
to crítico y reconstructivo como el seguido en este libro puede intere-
sar a cualquiera que tenga una mínima curiosidad acerca de lo que le
dicen de su cerebro, como si ahora de pronto todo estuviera en el cere-
bro y dependiera de él. Este libro puede concernir también a quien esté
interesado o atascado en el problema mente-cerebro. Más en particu-
lar, puede interesar a los propios neurocientíficos por lo que respecta a
los problemas conceptuales y filosóficos planteados por su disciplina,
entre ellos la relación de la neurociencia con la conducta y la cultura.
Por su parte, psiquiatras y psicólogos encontrarán problemas plantea-
dos en sus campos, replanteados de otra manera distinta a la usual, lo
que acaso permita nuevas ideas y proporcione otras miras psicotera-
péuticas. Así, por ejemplo, si como parece la reorganización del cere-
bro depende de la conducta y de la cultura (y para el caso de la psico-
terapia), puede que sea más relevante como objetivo y procedimiento
cambiar las formas de vida de la gente de manera sostenible que los
circuitos neuronales de sus cerebros, como si éstos fueran subsistentes
por sí mismos, al margen de hábitos y costumbres. El cerebro, por así
decir, no se sostiene al margen de formas y sistemas de vida. Después
de todo, siguen en pie preguntas tales como si el objetivo de la psico-
terapia es cambiar el cerebro o la persona o si hay que escuchar el efec-
to del psicofármaco o lo que tienen que decir las personas acerca de lo
que les pasa.

¿Cómo surge?

Surge en el contexto de una problemática que atraviesa el entendi-


miento y el estatus de los trastornos psicológicos (psiquiátricos o men-
tales), como es el impacto de la neurociencia, con su tendencia cere-
brocéntrica. Si, por un lado, cada vez es más claro que los trastornos
psicológicos tienen que ver con las condiciones de vida de la sociedad
actual, por otro lado, no cesa de darse esa tendencia a verlos como cosa
del cerebro. Algo tiene que estar aquí equivocado o cuando menos ser
equívoco. Al fin y al cabo, el mayor conocimiento del cerebro que sin
24 EL MITO DEL CEREBRO CREADOR

duda se ha producido en las últimas décadas no se corresponde con un


mayor y mejor conocimiento de los trastornos psicológicos ni, en ge-
neral, de cualquier actividad humana. Y, sin embargo, el discurso cere-
brocentrista se ha establecido como algo natural.
Siendo así, se hace necesario situarse frente al cerebrocentrismo, no
vaya a ser más una tendencia cultural que una concepción debida a ha-
llazgos científicos que nos obligarán a pensar de otra manera. No se
trata de negar el papel del cerebro ni la importancia de la neurociencia,
sino de situar las cosas en su sitio que, por lo que aquí respecta, supone
la perspectiva de una integración cerebro-conducta-cultura, entendida
de forma recíproca.
Esta problemática como tema y materia de estudio sistemático em-
pezó a tomar formaa con ocasión del título «Cerebro, Conciencia y So-
ciedad» propuesto por el profesor de la Universidad Central de Barce-
lona José Gutiérrez Maldonado para una conferencia dentro del marco
de un curso de verano de la UCB, que tuvo lugar en julio de 2008. El
título propuesto estaba concebido a medida de la consabida problemá-
tica. En todo caso, se agradece al profesor Gutiérrez Maldonado la oca-
sión brindada. El texto aquí presentado ha mejorado respecto de su
versión inicial gracias a Cristina Soto Balbuena y José Manuel García
Montes.

El argumento capítulo a capítulo

El argumento del libro se desarrolla en seis capítulos, empezando por


una introducción que plantea de forma polémica la tendencia cerebro-
céntrica, consistente en explicar las actividades humanas como cosa
del cerebro. Esta tendencia cerebrocéntrica, en adelante denominada
«cerebrocentrismo», se muestra que es, más que nada, una moda, un
mito y una ideología. El capítulo 1, titulado «Seducciones neurocien-
tíficas: ventanas y engaños», presenta los métodos para estudiar el fun-
cionamiento cerebral, así como algunos fenómenos llamativos que dan
pie a hablar de engaños, como si el cerebro nos engañara creando la
ilusión del mundo, del yo y cosas por el estilo. Aunque en este capítu-
lo ya se ofrece una explicación alternativa a la del cerebro creador, el
argumento continúa y así plantea la cuestión de fondo. El capítulo 2,
PRÓLOGO 25

titulado «Filosofía del cerebro: ni dualismo ni monismo, materialismo


filosófico», plantea la cuestión filosófica de fondo que está en la base
del cerebrocentrismo. Se trata de un materialismo mal entendido, se-
gún el cual la única materia sería la fisicalista, a la que se reducirían
todas las actividades humanas. Es ésta la doctrina del monismo, abra-
zada por la neurociencia en su huida del dualismo. Sin embargo, el
monismo no es la solución al dualismo. Como alternativa, se ofrece
el materialismo filosófico, que tanto se opone al dualismo como al mo-
nismo. El materialismo filosófico distingue tres géneros de materiali-
dad: realidades físicas, realidades psicológicas y realidades objetivas
abstractas y culturales. En esta línea, el cerebro, la conducta y la cultu-
ra resultan tres realidades irreductibles entre sí y a la vez mutuamente
integradas. El capítulo 3, titulado «Poniendo al cerebro en su sitio: en
el cuerpo y en la cultura», desarrolla el punto de vista coevolutivo cuer-
po-conducta-cultura. El cerebro se pone en su sitio, no en un pedestal,
sobre los hombros, sino incorporado en el cuerpo y andamiado en la
cultura. Como se dirá, sin andamios no hay cerebro que valga. En esta
perspectiva, el cerebro dejará de verse como agente creador, según lo
ha personificado la neurociencia. Por el contrario, el cerebro se revela-
rá dependiente de hábitos y experiencias y de instituciones sociales y
culturales. Siendo así, se echa de menos una biología funcional de
cuerpo entero, lo que lleva a una neurobiología aristotélica.
El capítulo 4, titulado «Neurobiología aristotélica: de la poiesis del
alma a la plasticidad cerebral», presenta la alternativa de una biología
funcional de cuerpo entero, orgánica, no mecánica, cuyo prototipo es
el alma de Aristóteles. El alma aristotélica, como escultora de sí misma
a través de hábitos y costumbres, abre el camino a la plasticidad cere-
bral. El alma de Aristóteles no es una mariposa que se encuentre en el
vergel de las neuronas, sino la actividad de una persona por la que uno
puede ser, diría Cajal, escultor de su propio cerebro. El capítulo 5, ti-
tulado «La plasticidad cerebral: cómo la conducta y la cultura modu-
lan el cerebro», expone los principales aspectos de la plasticidad: su
origen, concepto y tipos. Aunque la plasticidad cerebral está en este
ensayo al servicio del argumento contra el cerebrocentrismo, este as-
pecto no se hace valer hasta el próximo capítulo. El capítulo 6, titulado
«La plasticidad cerebral y el alma de Aristóteles: la hipótesis revolucio-
naria», presenta nuevos ejemplos de plasticidad cerebral. Aquí la plas-

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