Michel Foucault (1926-1984): filósofo, sociólogo, historiador y psicólogo
francés.
El trabajo de Foucault ha influido a importantes personalidades de las
ciencias sociales y las humanidades en el mundo occidental.
Foucault aportó nuevos conceptos que desafiaron las convicciones de la
gente sobre la cárcel, la policía, la seguridad, el cuidado de los enfermos
mentales, los derechos de los homosexuales y el bienestar. Intentó mostrar
que las ideas básicas que la gente considera verdades permanentes sobre la
naturaleza humana y la sociedad cambian a lo largo de la historia.
En Vigilar y Castigar (1975), el filósofo francés Michel Foucault realiza una impresionante
investigación acerca del desarrollo, en la modernidad, de unas nuevas tecnologías: un conjunto de
procedimientos para dividir en zonas, controlar, medir, encauzar a los individuos y hacerlos a la vez
‘dóciles y útiles’. La disciplina se ha desarrollado en los hospitales, en el ejército, en las escuelas, en
las cárceles y en los talleres.
La tesis central de este libro, es la de que en nuestras sociedades modernas, hay que situar los sistemas
punitivos en cierta economía política del cuerpo; incluso si no apelan a castigos violentos o sangrientos,
incluso cuando utilizan los métodos ‘suaves’ que encierran o corrigen. Siempre es del cuerpo del que
se trata – del cuerpo y de sus fuerzas, de su utilidad y de su docilidad, de su distribución y de su sumisión
-.
De singular importancia también son sus análisis sobre casos institucionales; la modernidad que colocó
a las instituciones como principio organizativo fundamental de la sociedad, sentó las bases al mismo
tiempo para la vigilancia continua de los sujetos albergados en ellas. El siglo XIX, pero también la
sociedad actual, produjo el despliegue de una vasta red de instituciones de sujeción y control, entre las
que sobresalen la cárcel, la escuela, la fábrica, el manicomio, el hospital y otras semejantes.
A través de estas nuevas instituciones se trata de establecer una vigilancia permanente sobre los individuos
(durante toda su existencia) por alguien que ejerce sobre ellos un poder, y que, porque ejerce ese poder,
tiene la posibilidad de constituir un saber sobre aquellos a quienes vigila. Se trata de saber si un individuo
se conduce o no como debe, para lo cual se construye una norma que establece qué es normal y qué no lo
es, qué se debe o no hacer. La forma del poder-saber (de las ciencias humanas: psiquiatría, psicología,
sociología, pedagogía) es la base del poder disciplinario.
Foucault analiza el sistema carcelario pero no con el objeto de encontrar una solución al problema de los
delitos o a la reincidencia de los delincuentes, sino en tanto se constituye allí un sistema de poder utilizable
en otras instituciones sociales y que debe ser comprendido como una estructura nueva de dominación.
Michel Foucault: Poder
Foucault tratará principalmente el tema del poder, rompiendo con las concepciones clásicas de este
término. Para él, el poder no puede ser localizado en una institución o en el Estado; por lo tanto, la "toma
de poder" planteada por el marxismo no sería posible. El poder no es considerado como un objeto que el
individuo cede al soberano, sino que es una relación de fuerzas, una situación estratégica en una sociedad
en un momento determinado. Por lo tanto, el poder, al ser resultado de relaciones de poder, está en todas
partes. El sujeto está atravesado por relaciones de poder, no puede ser considerado independientemente de
ellas. El poder, para Foucault, no sólo reprime, sino que también produce: produce efectos de verdad,
produce saber, en el sentido de conocimiento.
➢ Leemos dos definiciones del poder, dadas por Foucault en diferentes libros:
“El poder no se concibe como una propiedad, sino como una estrategia, sus efectos de dominación no son
atribuidos a una “apropiación” del mismo, sino a disposiciones, a maniobras, a tácticas, a técnicas, a
funcionamientos. Se descifra en el poder una red de relaciones siempre tensas, siempre en actividad, más
que un privilegio que se podría detentar. Se le da como modelo la batalla perpetua más que el contrato que
opera un traspaso o la conquista que se apodera de un territorio. Hay que admitir, en suma, que este poder
se ejerce más que se posee, que no es el “privilegio” adquirido o conservado de la clase dominante sino el
efecto de conjunto de sus posiciones estratégicas. Este poder no se aplica a quienes “no lo tienen” pura y
simplemente como una obligación o una prohibición; más bien los invade, pasa por ellos y a través de
ellos; se apoya sobre ellos. Lo cual quiere decir que estas relaciones de poder descienden hondamente en
el espesor de la sociedad, que no se localizan en las relaciones del Estado con los ciudadanos o en la
frontera de las clases y que no se limita a reproducir, en el nivel de los individuos, de los cuerpos, los
gestos, los comportamientos, la forma general de la ley o del gobierno. Finalmente, estas relaciones de
poder no son unívocas; definen puntos innumerables de enfrentamiento, focos de inestabilidad que
comportan riesgos de conflicto, de luchas y de inversión, por lo menos transitoria, de las relaciones de
fuerza. El derrumbamiento de estos “micropoderes” no obedece, pues, a la ley del todo o nada; no se
obtiene de una vez para siempre por un nuevo control de los aparatos ni por un nuevo funcionamiento o
una destrucción de las instituciones.
Este poder, en su funcionamiento, se ejerce sobre aquellos a quienes se castiga, de una manera más general
sobre aquellos a quienes se vigila, se educa y corrige, sobre los locos, los niños, los colegiales, los
colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda
su existencia”. (Vigilar y Castigar)
“Cuando se habla de poder, la gente piensa inmediatamente en una estructura política, en un gobierno, en
una clase social dominante, en el señor frente al esclavo, etc. Pero no es en absoluto en esto en lo que yo
pienso cuando hablo de relaciones de poder. Me refiero a que en las relaciones humanas, sean cuales sean
–ya se trate de una comunicación verbal (…), o de relaciones amorosas, institucionales o económicas- el
poder está siempre presente: me refiero a cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la conducta
del otro. Estas relaciones son por tanto relaciones que se pueden encontrar en situaciones distintas y bajo
diferentes formas; estas relaciones de poder son relaciones móviles, es decir, pueden modificarse, no están
determinadas de una vez por todas.(…) Las relaciones de poder son por tanto móviles, reversibles,
inestables. (…) No obstante hay que señalar que existen efectivamente estados de dominación”. En los
hechos o estados de dominación las relaciones de poder “en lugar de ser inestables y permitir a los
diferentes participantes una estrategia que las modifique, se encuentran bloqueadas y fijadas. Cuando un
individuo o un grupo social consigue bloquear un campo de relaciones de poder haciendo de estas
relaciones algo inmóvil y fijo, impidiendo la mínima reversibilidad de movimientos –mediante
instrumentos que pueden ser tanto económicos como políticos o militares-, nos encontramos ante lo que
podemos denominar un estado de dominación” (Hermenéutica del sujeto)
Michel Foucault: Disciplina
Foucault entiende por “disciplinas” todos los métodos que permiten el control minucioso de las
operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de
docilidad-utilidad. La disciplina fabrica así cuerpos sometidos y ejercitados, en última instancia, cuerpos
dóciles.
Muchos procedimientos disciplinarios existían desde largo tiempo atrás, en los conventos, en los ejércitos,
también en los talleres. Pero esas disciplinas han llegado a ser, en el transcurso de los siglos XVII y XVIII,
fórmulas generales de dominación. Distintas de la esclavitud, puesto que no se fundan sobre una relación
de apropiación de los cuerpos, constituye incluso la elegancia de la disciplina prescindir de esa relación
costosa y violenta obteniendo efectos de utilidad, como mínimo, igual de grandes. Distintas también de la
servidumbre, que es una relación de dominación constante, global, masiva, no analítica, ilimitada, y
establecida bajo la forma de la voluntad singular del amo, de su “capricho”. El momento histórico de las
disciplinas es el momento en el que nace un arte del cuerpo humano que no tiende únicamente al aumento
de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino a la formación de un vínculo que, en
el mismo mecanismo, lo hace tanto más obediente cuanto más útil, y viceversa.
El poder disciplinario tiene como función principal “enderezar conductas”; no encadena las fuerzas para
reducirlas, lo hace de manera que a la vez pueda multiplicarlas y usarlas. “Encauza” las multitudes móviles,
confusas e inútiles de cuerpos y de fuerzas en una multiplicidad de elementos individuales. La disciplina
“fabrica” individuos; es la técnica específica de un poder que toma a los individuos a la vez como objetos
y como instrumentos de su ejercicio.
El éxito del poder disciplinario se debe en efecto al uso de instrumentos simples: la vigilancia jerárquica,
la sanción normalizadora y su combinación en un procedimiento que les es propio: el examen.
Vigilancia jerárquica: La vigilancia debe ser una mirada que vea sin ser vista. Por ejemplo, empezarán
a construirse edificios que no estén hechos para ser vistos (palacios) ni para ver el exterior (fortalezas),
sino para permitir un control interior. De esta forma se van constituyendo el hospital-edificio (como
instrumento de la acción médica), la escuela-edificio (como máquina-pedagógica), etc.
El ejercicio de la disciplina supone un dispositivo que coacciona mediante el juego de la mirada. Eso es
un aparato en el que las técnicas que permiten ver inducen efectos de poder y donde, a cambio, los medios
de coerción hacen claramente visibles aquellos sobre los que se aplican. En ese esquema, la conformación
de esas técnicas ha construido "observatorios" de la multiplicidad humana.
Sanción normalizadora: en el corazón de todos los sistemas disciplinarios funciona un pequeño
mecanismo penal. Goza de cierto privilegio de justicia, con sus propias leyes, sus delitos especificados,
sus formas particulares de sanción, sus instancias de jucio. Dado que el castigo disciplinario tiene por
función reducir las desviaciones, debe ser fundamentalmente correctivo y apuntar a una normalización.
Examen: combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza. Es una mirada
normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos
una visibilidad a través de la cual se los diferencia y se los sanciona. A esto se debe que, en todos los
dispositivos disciplinarios el examen se halle altamente ritualizado, manifestando el sometimiento de
aquellos que están sometidos. El examen lleva consigo todo un mecanismo que une cierta forma de
ejercicio del poder con cierto tipo de formación de saber.