La Vida de Un Legionario - Erik Abranson
La Vida de Un Legionario - Erik Abranson
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Erik Abranson
La vida de un legionario
En la época de la guerra de las Galias
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Título original: La vie d'un légionnaire au temps de la guerre des Gaules
Erik Abranson, 1978
Traducción: Consuelo Muntañola
Ilustraciones: Jean-Paul Colbus
Retoque de cubierta: Redna G.
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LEYENDA DE LAS GUARDAS: Detalle de un campamento militar romano. Cada fila de
tiendas de campaña aloja a una centuria (80 legionarios, a razón de 8 por tienda) y se
pueden ver las tiendas individuales de los centuriones al extremo de las filas, en el
lado izquierdo de la figura. Las tiendas de dos centurias de un manípulo se levantan
frente a frente y delimitan un espacio en forma de plaza destinado a la reunión de los
soldados, a las cocinas, etc. Las bestias de carga se encuentran instaladas al fondo de
la plaza.
Las ilustraciones de esta obra recrean, con todo detalle, la vida de tiempos
pasados tal y como pudo ser vivida.
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Las legiones de Roma
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En la cumbre de su grandeza, el Imperio Romano se extendía desde Inglaterra hasta
el Alto Egipto y desde Armenia hasta Marruecos. Las legiones romanas fueron las
que permitieron a Roma primero conquistar, y más tarde conservar, esos vastos
territorios. Por tanto, la historia de Roma guarda una estrecha relación con la de sus
legiones y, a lo largo de más de doce siglos de historia, las legiones no cesaron de
evolucionar, tanto en sus estructuras y reclutamientos como en sus armas y tácticas.
Todo ello adquirió un gran auge bajo el mandato de Julio César, quien entre el 60 y el
50 a. de C. llevó a las legiones a la victoria. Es precisamente este período, el que
contempla la conquista de las Galias, al que vamos a dedicar una especial atención.
En esa época, las legiones estaban formadas por soldados profesionales, mientras
que hasta las reformas de Mario, a finales del siglo II a. de C., se nutrían de los
reclutamientos que se realizaban, cada año y para cada campaña militar, entre los
ciudadanos de las clases acomodadas. Las legiones se designaban por números, y así,
podemos decir que César comenzó la Guerra de las Galias con las legiones VII, VIII,
IX y X, todas ellas venidas de la Galia Cisalpina, y la terminó con diez legiones
romanas, desde la VI hasta la XV, a las cuales se había aliado la legión gala de la
Alondra. En aquel momento, el conjunto de huestes romanas estaba compuesto por
una veintena de legiones, lo que representaba un efectivo humano de 60 a 90.000
legionarios. El efectivo nominal de una legión era de 4.800 hombres, pero en la
práctica, durante la Guerra de las Galias, no sobrepasaba apenas los 4.000. Cada
legión se componía de 10 cohortes de unos 400 soldados aproximadamente, divididas
a su vez en tres manípulos de unos 140 hombres. Se necesitaban dos centurias para
formar un manípulo. La división más pequeña era la «tienda común», formada por
ocho hombres que dormían bajo un mismo toldo.
En un principio, los cónsules ejercían el mando supremo de las legiones; sin
embargo, después de Sila (en el 79 a. de C.), aquéllos preferían permanecer en Roma,
y así, las legiones emplazadas lejos de la ciudad, quedaban sometidas al mando de los
procónsules (delegados de los cónsules); César fue procónsul de las Galias. Durante
las campañas, el procónsul delegaba el mando del destacamento de la reserva o de la
legión a unos legados que ejercían el cargo de generales. Independientemente del
procónsul o de su legado, existía para cada legión un estado mayor de tribunos
militares, en un principio formado por seis hombres que, bajo el mandato de Julio
César, llegaron a ser diez. Los centuriones ejercían como oficiales subalternos,
llevando el mando de cada una de las sesenta centurias.
Asimismo, cada legión poseía equipos de suboficiales, tales como los
portaestandartes, los sargentos mayores y diversos especialistas (cuerpo de
ingenieros, servicios de información, músicos, etc.). Las legiones constituían
exclusivamente unidades de infantería de línea pesada; cada agrupación de varias
legiones se completaba tácticamente con diversas tropas auxiliares regulares,
compuestas de arqueros y jinetes que no poseían el título de ciudadanos romanos,
pero que sin embargo sí estaban bajo el mando de prefectos romanos. La intendencia
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de cada ejército estaba atendida por un oficial general, el cuestor.
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Esquema de una legión: cada legión constaba de 4.800 hombres; una legión se componía
de 10 cohortes (I a X) de 480 hombres cada una; una cohorte estaba formada por 3
manípulos (A, B, C) de 160 hombres cada uno; un manípulo se componía de 2 centurias
(X e Y) de 80 hombres cada una; y una centuria estaba formada por 10 grupos (Y) de 8
hombres (Z) cada uno.
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1: Legionario de la primera mitad del siglo II antes de nuestra era; es un hastatus
o princeps(lancero), es decir, un soldado de primera o de segunda línea, armado
con espada, puñal y lanza. Su armadura consiste en una placa de metal sobre el
pecho; su casco, en bronce, pertenece al modelo «etrusco-corintio»; su escudo es
ovalado y curvado.
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2: Legionario de la época de Julio César. Sus armas son las mismas que las del
anterior. Lleva una cota de mallas de hierro (lorica hamata). Su casco, en bronce,
pertenece al tipo denominado de Montefortino, aunque el tipo etrusco-corintio se
seguía utilizando.
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3: Legionario de la época de Trajano (principios del siglo II de nuestra era). La lanza
se hace más pesada mediante una bola de plomo introducida sobre el asta; no utiliza
puñal. La armadura está formada por placas de hierro articuladas (lorica segmentata)
y el casco, también de hierro, es del tipo galo. El escudo es ahora rectangular y
muy curvado.
Condiciones del servicio
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Durante la vieja república, solamente estaban sometidos al servicio militar los
ciudadanos romanos acomodados y los reclutamientos se efectuaban cada año en el
mes de marzo. Los soldados eran desmovilizados en otoño. Mario, en el año 107 a. de
C., suprimió la situación de privilegio e instauró los reclutamientos de larga duración,
hasta 20 años, para los ciudadanos pobres o desocupados, y de esta forma nació el
ejército profesional.
En la época de César los legionarios debían ser siempre ciudadanos romanos, es
decir, originarios de la península itálica al sur del río Po. Los esclavos y los libertos
no podían ingresar en el ejército. La quinta no se aplicaba nada más que en caso de
urgencia. La mayor parte de los legionarios eran voluntarios que procedían de la
Italia rural y pobre y, en el caso del ejército galo, de la Galia Cisalpina. Italia estaba
dividida en distritos de alistamiento dirigidos por reclutadores (conquisitores).
En las leyes sobre ciudadanía había excepciones que, durante el Imperio, llegaron
a ser la norma. En el año 51 a. de C., César reclutó una legión de Galos transalpinos
(es posible que les prometiera la ciudadanía en el momento del alistamiento o de la
desmovilización). Esta legión era «romana» como las demás, si bien carecía de
número y, desde el principio, se denominó Legio Alaudae (Legión de la Alondra). No
obstante, en el 47 a. de C. se convirtió en la Legio V Alaudae. Durante la guerra civil
los pompeyanos pusieron en pie dos legiones reclutadas en Hispania.
Al incorporarse a sus legiones, los reclutas (tirones) prestaban juramento de
fidelidad (sacramentum) en el transcurso de una ceremonia de carácter religioso
dirigida por los tribunos. El voluntario debía jurar delante del águila (emblema de la
legión), según la siguiente fórmula: «Yo prometo servir a la República y no
abandonar el servicio sin la orden del cónsul antes de que haya finalizado mi
alistamiento». Si los voluntarios eran muy numerosos, únicamente recitaba la fórmula
ritual el primero de ellos, mientras que los demás se contentaban con responder:
«Idem in me» («Yo, lo mismo»).
La soldada, al comienzo de la Guerra de las Galias, era de 5 ases diarios, lo cual
constituía un salario mísero (en Roma un pequeño artesano ganaba, por término
medio, 12 ases al día). Además, de este sueldo se deducían cantidades para el pago de
la alimentación, las armas, la vestimenta y las tiendas de campaña. Hacia el final de
la guerra, César —movido por una mezcla de realismo, humanismo y visión política
— dobló la paga, y no cabe la menor duda de que este aumento se efectuó
parcialmente con el tributo de los Galos. Tras este aumento de soldada, los
legionarios llegaron a vivir aceptablemente e, incluso, pudieron ahorrar 2/7 partes de
su sueldo. Estos ahorros los administraban los signíferos (portaestandartes) y los
guardaban en el santuario (sacellum) del águila y demás enseñas. El cuestor o su
delegado entregaba las pagas a los jefes de unidades, previa presentación de las
nóminas, en una ceremonia en la que las tropas estaban vestidas de gala y formadas
en orden de batalla. Los jefes de unidades distribuían las soldadas entre los
legionarios. Tales pagos se efectuaban a intervalos regulares, una vez al año, por
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adelantado, o cada cuatro meses.
El botín podía constituir una prima importante y, sin duda, era uno de los
principales reclamos para el alistamiento de los voluntarios. La práctica del pillaje
(praeda) era más o menos oficial y muchos de los generales debían permitirla para
así obtener la fidelidad incondicional de sus tropas, llegándose a realizar algunas
acciones bélicas con este único fin, lo cual daba lugar a excesos. Las rapiñas
individuales se toleraban o no según las circunstancias, pero el botín legal se repartía
de acuerdo con las reglas establecidas. Habitualmente los botines consistían en
dinero, ganado, muebles diversos y, sobre todo, prisioneros para ser vendidos como
esclavos. Entre los mercaderes que acompañaban a las legiones había traficantes que
se preocupaban de rescatar todos estos bienes en especie. César fue el primer general
que llegó a inculcar entre sus tropas una idea no tan materialista, un espíritu de
cuerpo y un cierto patriotismo. A pesar de la reputación de saqueador que le adjudicó
Suetonio, César jamás permitió que la avaricia de sus tropas obstaculizase la
realización de sus planes e, incluso en algunas ocasiones, disminuyó las posibilidades
de obtener botines, bien por razones políticas, bien por razones estratégicas, por
ejemplo cuando liberó a los supervivientes Helvecios.
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Un recluta voluntario presta su juramento ante el águila, emblema de la legión, en el transcurso de una solemne
ceremonia. El soldado que sujeta el águila lleva puesta una armadura de escamas (lorica squamata). El primer
centurión (primipilo), colocado en el centro, mantiene entre sus manos un tronco de viña, símbolo de los
centuriones (e instrumento de disciplina). El centurión de la derecha lleva prendidas sus condecoraciones,
torques y medallas. En el extremo de la derecha, un tribuno observa la ceremonia.
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El equipo personal
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El Estado proporcionaba a los soldados el uniforme, las armas y todo el resto del
equipo reglamentario, pero el coste total del mismo era deducido de la paga. El
legionario romano llevaba las prendas interiores de lino, parecidas a los calzoncillos y
camisetas actuales; sobre ellas se ponía una túnica, de lana de manga corta, que le
llegaba casi hasta las rodillas. Calzaba unas sandalias claveteadas (caligae), y,
además, llevaba un sayo de estameña en forma de capa corta, que le servía también
como manta. En los países fríos, usaba pantalones o calzones (bracae) como los que
usaban los Bárbaros.
El conquistador romano había adoptado de los Galos conquistados un nuevo tipo
de vestimenta, la cota de mallas, que pesaba aproximadamente 10 kilos. En la cabeza
llevaba un casco provisto de carrilleras y para los desfiles o en combate se adornaba
con un penacho de plumas. Su armamento defensivo se completaba con un escudo de
aproximadamente 1,50 metros de altura, de forma ovalada o cilíndrica, construido
con listones de madera contrachapada, recubiertos de cuero o de fieltro de lana
pintado. Estaba adornado por una raya de color y en la parte central poseía un
pequeño cono de hierro (umbo) del que el legionario se servía, durante la batalla, para
golpear al enemigo. En tiempo de paz las pinturas del escudo se protegían mediante
una funda de cuero, y el conjunto de la panoplia defensiva pesaba de 18 a 20 kilos,
por lo que podía considerarse al legionario como soldado de infantería pesada.
El legionario llevaba tres armas ofensivas: la lanza, la espada y el puñal. La lanza
era un venablo de 2,10 metros de longitud, que constaba de un mango de madera de
1,50 metros, y de una cuchilla de hierro de 60 cm, fijada al anterior mediante dos
remaches, uno de los cuales era de madera para que se rompiese con el impacto y el
arma quedase inútil para el enemigo. César mejoró este procedimiento de tal forma
que el extremo libre de la cuchilla metálica de la lanza estuviera destemplado para
que al chocar contra el escudo se torciera, adoptando la forma de un gancho e
impidiendo su extracción, lo que obligaba a su portador a abandonarlo. También
había un modelo de lanza más ligero en la que el hierro se unía al ástil mediante una
boquilla. El máximo alcance de la lanza era de 30 metros, pudiéndose alcanzar
distancias de 60 metros cuando el lanzamiento se efectuaba con la ayuda de una
correa. La espada (gladium) tenía una hoja de hierro corta y puntiaguda, con doble
filo, para herir de punta y de filo. La empuñadura de la espada solía ser de hueso y el
pomo de bronce. Se llevaba colgada del cinto, en el lado izquierdo los oficiales y en
el derecho los soldados. Este arma era de invención hispana, al igual que el puñal que
se llevaba también colgado del cinto, al lado opuesto de la espada.
Además, cada soldado llevaba dos de las estacas que servirían para construir el
vallado del recinto del campamento, cuando estaban en regiones con poco arbolado,
lo cual no era preciso en las Galias, por tratarse de una comarca fértil y dotada de
grandes bosques que proporcionaban madera abundante.
Concebido para vivir en el campo, el legionario iba equipado con una especie de
pico (dolabra) que tenía un extremo de corte horizontal, como una azada, y otro
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vertical, como un hacha; un zapapico; un azadón afilado para cortar las hierbas; una
hoz; una sierra y un cestillo para transportar escombros. Además, llevaba en un
zurrón raciones de comida para por lo menos tres días; una piedra de moler grano
(probablemente partida); una marmita y un cazo de bronce para el rancho; un
cinturón de cuero; una cadena; un hatillo con su sayo y sus mudas; su bolsa con los
útiles de afeitarse y de primeros auxilios. Todo este equipo, con un peso aproximado
de 40 kilos, lo transportaba en la parte superior de un largo bastón en forma de T.
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El equipo del legionario:
1: Casco.
2: Lanza.
3: Espada y vaina.
4: Puñal y funda.
5: Escudo.
6: Bolsa para efectos diversos.
7: Cantimplora (6 y 7 son interpretaciones de objetos
de este tipo que aparecen, entre otros, en la columna
de Trajano).
8: Cazo de bronce.
9: Pico.
10: Azadón.
11: Zapapico.
12: Cesto para escombros.
13: Cuerda y cadena.
14: Sandalia militar (caliga), confeccionada de una
pieza de cuero agujereado que se sujetaba mediante
lazos, a la que se unía una suela claveteada.
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Levantamiento del campo. En el centro, un legionario ya equipado parece impacientarse por el retraso de sus
compañeros. Su equipo está ya colocado sobre la furca (horca o bastón en forma de T). Detrás de él aparece un
mulo cargado con una tienda de campaña.
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El adiestramiento
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Fueron precisamente la disciplina y el adiestramiento de sus legiones lo que permitió
a Roma la conquista de su Imperio y, en las guerras civiles, cuando se enfrentaban
entre sí las legiones, la victoria la lograban siempre las mejor preparadas. En los
tiempos de Julio César, no existía ningún reglamento concreto respecto al
adiestramiento y éste se dejaba a la iniciativa de sus jefes y legados. Había legiones
de «novatos» y legiones de veteranos, siendo estos últimos los que, a pesar de lo
reducido de sus efectivos a causa de los combates y el desgaste del tiempo,
constituían el máximo valor guerrero del ejército. César forjó a sus nuevas legiones
distribuyéndolas al principio en cohortes o centurias para las escaramuzas de poca
envergadura. Con el fin de dar un buen entrenamiento a sus legiones de reclutas,
incorporó a éstas veteranos, y reclutó a los centuriones de las legiones más
experimentados. Esto es más o menos todo lo que sabemos sobre la formación de los
legionarios de César, pero es probable que se pudiera comparar a la de los legionarios
del Imperio que describiremos seguidamente.
El nuevo recluta se familiarizaba de inmediato con las siguientes voces de mando:
Signa inferre! (¡Adelante!), Praege! (¡En marcha!), Certo gradu! (¡Al paso!), Incitato
gradu! (¡Paso ligero!), y Agmen torquere ad dextram o sinistram! (¡Girar la columna
a la derecha! o ¡a la izquierda!). Efectivamente, el nuevo recluta, al principio, se
entrenaba para la marcha realizando un recorrido diario de 5 horas: 20 millas romanas
(29,440 km) a paso de marcha (5,9 km/hora) o 24 millas (35,328 km) a paso ligero
(7,1 km/hora). También se entrenaba para la carrera, para el salto de altura y de
longitud, para la natación y para marchas especiales que realizaba llevando la
totalidad de su equipo de 40 kg, a cuyo fin y tras la orden de Signa statuere! (¡Alto!)
se detenía con un suspiro de alivio.
También aprendía el manejo de las armas bajo la supervisión de centuriones y
suboficiales, de veteranos o de antiguos entrenadores de gladiadores. Al recluta se le
entregaba un escudo de mimbre y una espada de madera, ambos con un peso doble
del de las armas verdaderas para desarrollarle los músculos, y se entrenaba peleando
contra un poste de seis pies (1,77 metros). En la fase siguiente, denominada
armatura, los reclutas se batían dos a dos con armas de madera de peso normal y
provistas de dianas. Asimismo arrojaban la lanza contra el poste, una lanza cuyo peso
era doble que el normal. Finalmente, también realizaban prácticas sobre el caballo de
madera, primero sin armadura y más tarde con ella. A los instructores se les
gratificaba con doble ración de rancho y a los malos reclutas se les sustituían sus
raciones de trigo por otras de cebada.
Se les adiestraba en la construcción de zanjas, en la instalación de los
campamentos, y eran sometidos a interminables ejercicios de maniobras para que
cualquier legionario conociera a la perfección cuál debía ser su puesto en las líneas de
combate y efectuara, sin titubeos, todas las maniobras necesarias para pasar de una
formación de combate a otra. De esta forma, la cohesión y la disciplina eran
automáticas, pudiendo mantenerse aun bajo las embestidas del enemigo. El recluta
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romano, como ocurre en todos los ejércitos, debía encontrarse presto para el combate
Legio expedita! (¡Firmes!), y el adiestramiento se completaba merced a grandes
maniobras (ambulaturae) sobre el terreno, con armas, pertrechos y caballería.
No obstante, el nuevo legionario permanecía todavía en su estado de «novato»
mientras no superase la prueba de combate real contra el enemigo. Si bien es cierto
que, bajo el mandato de Julio César, este bautismo de sangre no tardaba en llegar.
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Adiestramiento de los reclutas
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2. Otro grupo se entrena para la carrera bajo la mirada de un centurión.
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3. Un tercer grupo aprende el manejo de la espada con un veterano como supervisor.
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Oficiales subalternos y suboficiales
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Los centuriones que mandaban cada una de las 60 centurias de una legión formaban
los cuadros subalternos de esta última. De simples legionarios, habían sido
promovidos para el centurionado por los jefes del ejército, y tenían los mismos
orígenes sociales que los hombres a su cargo; con frecuencia eran paisanos de ellos.
Entre los centuriones existía un orden jerárquico, y así, en cada cohorte, desde la
2.a hasta la 10.a, el que tenía la superioridad era el pilus prior; los centuriones de la
1.a cohorte, denominados primi ordines, tenían superioridad sobre los de las otras
nueve, y su pilus prior, denominado primipilo, era el de rango más elevado, y gozaba
de un enorme prestigio, pues, a veces, podía incluso acceder al grado de tribuno. Los
pili priores y los primi ordines tenían posibilidad de ser invitados a los consejos de
guerra de los oficiales superiores. Como éstos, los centuriones usaban grebas y
llevaban la espada suspendida del cinto en el lado izquierdo y el puñal en el derecho.
No tenían que compartir su tienda, y gozaban del derecho a tener un mulo que
transportara la misma junto con sus pertenencias. Asimismo, poseían un caballo y a
veces un asistente. Su paga era sin duda el doble de la de los legionarios (pudiendo
llegar al quíntuplo en el caso de los primipilos). En los ejércitos mal dirigidos, los
centuriones se caracterizaban por su brutalidad, por las novatadas que gastaban a sus
subordinados y por la gran cantidad de recipientes con vino que aceptaban de quienes
podían pagarlos, a cambio de liberarles de los servicios de cuartel o por concederles
permisos. Por el contrario, en los ejércitos donde la moral era elevada, como el de
Julio César, los centuriones constituían una casta de élite valerosa y leal; hasta el
punto de que el mismo César, en sus Comentarios de la Guerra de las Galias,
menciona el ejemplar valor de un gran número de centuriones.
Los suboficiales (principales) eran los optiones, los tesserarii y los
portaestandartes. Un optio era el adjunto del centurión y era nombrado por este
mismo. Cada centuria disponía de su tesserarius (sargento mayor) encargado de la
guardia, quien recibía cada noche el santo y seña escrito sobre una tablilla. Los
portaestandartes llevaban los ástiles decorados que servían para señalar la situación
de las unidades en los campos de parada o de batalla. Cada manípulo tenía su propia
enseña (signum) que transportaba un abanderado y cada legión su águila (aquila), que
representaba el símbolo sagrado y que portaba el aquilífero. Los destacamentos
especiales disponían de un estandarte (vexillum), enarbolado por un abanderado
(vexillarius).
Los cornetas (cornicines) eran los encargados de hacer sonar los cuernos (cornu)
que servían para transmitir las órdenes del general. Los trompeteros (tubicines)
(tocadores de tuba o trompeta recta) transmitían las órdenes a nivel de las cohortes y
los manípulos, así como el toque a muerto en los entierros militares; los bucinatores
(tocadores de bucina) estaban encargados de señalar con sus toques las horas
nocturnas y el relevo de la guardia.
Finalmente estaban los oficiales subalternos y los suboficiales especialistas que
hoy en día denominaríamos «cuerpo de ingenieros». Efectivamente, puede parecer
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increíble que los Romanos, a pesar de su reputación de ordenados y metódicos, no
dispusieran, ni aun en la época de Julio César, de un cuerpo de ingenieros. Esto
permaneció así hasta el principio del Imperio, en que cada ejército ya dispuso de un
batallón de ingenieros. En la época que nos ocupa, los responsables de los diversos
trabajos de ingeniería castrense —y a veces civil— los designaba temporalmente el
propio César entre los cuadros del ejército regular. En capítulos posteriores («El
cuerpo de ingenieros», «El campamento», «Máquinas de guerra» y «El asedio») se
estudiarán las principales obras militares llevadas a cabo por tales especialistas; sin
embargo conviene no olvidar que los legionarios romanos también eran grandes
constructores de carreteras y que a ellos debemos la mayor parte de las famosas vías
romanas, que representaban un interés estratégico indiscutible. Al final de la
República, Italia estaba dotada de una amplia red de carreteras hasta el punto de
disponer de una que llegaba hasta Grecia y otra hasta Hispania.
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1: El signífero, tocado con una piel de lobo, lleva el signum que identifica a un destacamento especial de una
legión (defensa, avituallamiento, zapadores…), a un destacamento de veteranos reenganchados, a una cohorte
de infantería auxiliar o a un escuadrón de caballería. 2: El primipilo es el centurión de más alta graduación de
una legión, el que manda la primera centuria de la primera cohorte. 3: El pilus prior es el primer centurión de
cada una de las otras nueve cohortes. 4: El aquilífero, tocado con una piel de león, porta el águila, que es el
estandarte de la legión. 5: Centurión ordinario que sujeta entre sus manos una vitis (tronco de viña), símbolo
del grado de centurión. Su existencia está demostrada en la época imperial, pero es razonable suponer que se
remonta a una época mucho más antigua. 6: Los asistentes, en el ejército romano, generalmente no eran
suboficiales, sino esclavos, y se ocupaban de los trabajos más duros y bajos.
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1: Enseña o signum. Probablemente había una por cada manípulo. Evidentemente el símbolo de la mano hace
pensar en el término «manípulo» (cuyo sentido etimológico es «mano pequeña», «puño» o «gavilla»). 2: El
águila o aquila era de oro o de plata. No todas las águilas llevaban corona de laurel, por lo que cabe pensar
fuera una condecoración concedida para recompensar algún hecho grandioso. 3: El estandarte servía de
banderín en los destacamentos especiales de una legión o en una tropa auxiliar.
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Generales y oficiales superiores
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Contrariamente a los hombres de la tropa y los suboficiales, la mayor parte de los
oficiales —que pertenecían a familias nobles— no eran soldados profesionales y
solamente ejercían mando militar por exigencia de su carrera en las magistraturas
romanas. Cada legión contaba por lo menos con seis tribunos, situados
inmediatamente por encima de los centuriones. Algunos de ellos provenían de alguna
familia senatorial, si bien la mayoría de los tribunos pertenecían a la clase ecuestre.
Tenían asignadas diversas funciones, ya que todos ellos podían mandar una o varias
cohortes (con César hasta media legión), cumplir destacadas misiones especiales o
incorporarse a los servicios de estado mayor. El Senado, de entre sus miembros,
nombraba casi siempre a los legados, pero el general en jefe podía proponer
candidatos, puesto que servían bajo sus órdenes inmediatas, y sus funciones eran muy
variables y cambiaban frecuentemente de destino. Un legado podía mandar una
fuerza de una a cuatro legiones o un cuerpo mixto (legión y caballería), o un cuerpo
de caballería. Asimismo, podía compartir con otros el mando de una sola legión e,
incluso, prestar sus servicios en el estado mayor. El legado propretor podía
reemplazar al general en jefe durante sus ausencias. El cuestor —uno por cada
ejército— era un magistrado senatorial que desempeñaba las funciones del intendente
general, es decir, administración de los avituallamientos y de la contabilidad. Sus
atribuciones no se limitaban al campo de la intendencia, y así, llegado el caso, podía
asumir el cargo de jefe de la legión y tomar el mando táctico en combate, o
encargarse del mando de un campamento de invierno.
El general que mandaba todas las tropas de una provincia o de un combate
concreto, debía ser bien cónsul o procónsul, bien pretor o propretor. A los generales
los designaban los comicios centuriales y sus nombramientos debían ser ratificados
por el Senado. Estaban dotados del Imperium (mando supremo que confería derecho
sobre la vida y la muerte) y las insignias de su función eran el paludamentum (gran
capa púrpura) y una silla curul. Los lictores, portadores de un hacha rodeada de un
haz de juncos, les acompañaban en sus salidas. Generalmente su guardia personal
estaba compuesta por italianos (cohorte pretoriana) y, a veces, también por bárbaros.
César no tenía cohorte pretoriana pero sí una legión predilecta (la 10.a), que hacía las
veces de ésta. Los generales eran aristócratas que, a excepción de César, solían
despreciar a sus soldados. César trató a sus soldados como hombres y como
ciudadanos. Les aseguró una mejor paga, desarrolló su espíritu de cuerpo y consiguió
de ellos una lealtad a toda prueba. Frente a estos logros positivos, César provocó el
principio de la politización del ejército profesional.
Todos los oficiales ascendían y disponían de asistentes y esclavos. Su uniforme de
gala constaba de la coraza de origen griego antiguo o, a veces, de la coraza de
escamas, del casco corintio con o sin carrilleras y de grebas labradas. Llevaban un
escudo redondo u ovalado, una espada larga y un puñal. No percibían sueldo, pero
algunos de sus gastos eran sufragados por el ejército y, además, recibían una parte
sustanciosa de los botines.
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El general en jefe en su tienda, el pretorio, rodeado de los miembros de su estado mayor. De derecha a
izquierda, un legado, el cuestor y dos tribunos. Los oficiales superiores llevan una fuerte coraza de bronce, a
veces plateada, de origen griego.
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El cuerpo de ingenieros
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Los trabajos de ingeniería militar comprendían la fabricación y mantenimiento de las
armas individuales y de la artillería, la construcción y conservación de los puentes,
calzadas y acueductos, de todas las obras de los campamentos, de las fortificaciones y
de los atrincheramientos (castrametatio), así como de las defensas, de los carromatos,
de los barcos y de las galeras. Eran trabajos de gran envergadura, no sólo por su
amplitud sino, también, por su variedad y frecuencia, que a menudo requerían una
mano de obra especializada.
Impresiona el tamaño, la solidez y la velocidad de ejecución de las obras
realizadas por los ejércitos romanos. La descripción detallada que nos dejó César,
sobre las obras de construcción del puente sobre el Rin, cerca de Coblenza,
efectuadas en el año 55 a. de C. —con una longitud de 500 metros y una altura de 8
metros— hace suponer que fuera ingeniero: «El (César) construyó el puente de la
siguiente forma: con una separación de dos pies, unió dos vigas que tenían un grosor
de 1,5 pies y una altura proporcional a la del río, un poco afiladas en su parte inferior.
Las colocó con la ayuda de máquinas y las clavó a golpes de mazo, como dos pilares,
inclinadas hacia la parte alta del río. A cuarenta pies de distancia, río arriba, realizó la
misma operación pero con los pilares inclinados hacia el lado contrario…, uniendo
ambos mediante traviesas. La disposición y la estabilidad de la unión eran tales que
cuanto más violenta fuese la fuerza de la corriente del agua, más rígida sería la
estructura. Sobre estas traviesas colocaba largueros longitudinales que recubría con
haces de ramas y cañizos. Además, por la parte baja introducía unas estacas que
actuaban de contrafuertes, mientras que por la parte alta disponía otras con el fin de
que sirvieran de defensa y amortiguaran los choques de objetos flotantes, en caso de
que los indígenas lanzaran al agua troncos de árbol o embarcaciones que, yendo a la
deriva, pudieran destruir el puente. El conjunto de todos estos trabajos duró unos diez
días desde la tala del primer árbol hasta que el ejército utilizó el puente para
pasar…». Este primer puente sobre el Rin fue excepcional por su longitud, pero las
legiones romanas construyeron otros y, por ejemplo, en el año 49 a. de C. César hizo
construir en dos días un puente sobre el río Segre, en Hispania, y días después, hizo
cavar varias zanjas de 10 metros de ancho, que salían del mismo cauce del río, con el
fin de desviar una parte de la corriente de agua para hacerlo vadeable. Sus enemigos,
los legados pompeyanos Afranio y Petreyo, se replegaron e improvisaron un puente
flotante sobre el Ebro.
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Esquema del puente de César. A, estacas introducidas hacia arriba para defender los pilares contra los objetos
flotantes a la deriva. B, el puente. C, pilote colocado en forma de arbotante como refuerzo contra la presión de la
corriente.
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Esquema de una balsa de mazas para la introducción oblicua de los pilares.
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Las herramientas de carpintero. 1: Sierra de bastidor. 2: Hacha. 3: Taladro de arco. 4: Azuela.
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La construcción del primer puente sobre el Rin el año 55 a. de C.; tiene una longitud aproximada de 500 m.
César construyó otro más en el 53 a. de C., y destruyó los dos al regreso de sus campañas para que no pudieran
ser utilizados por los Bárbaros.
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La caballería
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Así como los Romanos eran excelentes soldados de infantería, sin embargo eran
pésimos jinetes. Hasta finales del siglo II antes de nuestra era, cada legión tenía una
caballería de 300 jinetes —todos ellos eran ciudadanos acomodados—, pero a
menudo echaban pie a tierra para batirse. Esta caballería, así constituida, desapareció
tras la reformas de Mario y la caballería complementaria formada por los aliados
italianos (900 jinetes por legión) desapareció también como consecuencia de la
guerra social. Así pues, fue necesario completar la infantería pesada de las legiones
mediante unos cuerpos de caballería compuestos por auxiliares extranjeros. Esta
caballera no constituía una formación permanente, ya que estaba formada por
mercenarios o por contingentes aliados, que se empleaban únicamente durante el
período de duración de las campañas. En ella se podían encontrar Númidas, Tracios e
Hispanos, a los que, en tiempos de César, se unieron Galos y Germanos. Estos
cuerpos de caballería, denominados alae (alas), por razón de su disposición en la
línea de batalla, se componían de 300 a 400 jinetes y llevaban a la cabeza a los
praefecti equitati (prefectos de caballería) romanos, que ostentaban un grado superior
al de los tribunos, aunque no formaban parte de las legiones propiamente dichas. Los
oficiales sometidos al mando del prefecto de caballería solían tener la misma
nacionalidad que sus jinetes. Cada alae tenía su estandarte y estaba dividida en
escuadrones (turmae) de 30 jinetes. Cada turma poseía su signum y estaba distribuida
en 3 decurias de diez jinetes cada una, mandadas por un decurión ayudado por su
optio.
Hacia el año 54 a. de C., César, aun conservando totalmente la caballería auxiliar,
reintrodujo la utilización de una caballería regular permanente que incorporó a las
legiones, pero que reclutaba entre los extranjeros, principalmente de origen galo o
germano. Es posible que los decuriones de esta caballería fueran romanos y
ostentasen un rango comparable al de los centuriones. La paga de los jinetes regulares
era superior a la de los legionarios, quizá alcanzase a ser el doble, mientras que la
soldada de los jinetes auxiliares podía compararse a la que recibían los legionarios.
Durante el mandato de Julio César, la caballería regular vestía al estilo romano, es
decir, los hombres llevaban la saya, la cota de mallas, el casco y, probablemente, la
rodela (parma equestris). La silla de montar era del tipo galo y sin estribos, y los
caballos estaban realmente protegidos con hierro (ésta fue otra aplicación copiada a
los Galos), bien con herraduras corrientes, bien con curiosos cascos mudables
llamados sandalias hípicas. Las armas que llevaban eran: la espada, un venablo que se
lanzaba con ayuda de una correa, o una lanza pesada (contus), de hierro, ancha y
plana, que tenía en su empuñadura una punta de hierro que permitía poder usar el
arma al revés, si se rompía el mango. Los jinetes auxiliares se equipaban siguiendo la
moda de sus respectivos países (ver «Los guerreros Galos» y «Los Germanos») y los
Hispanos iban armados con espada y contus. Sin embargo, no se conocen bien las
armas que utilizaban los Númidas que, sin duda, no llevaban armadura, al contrario
de los Tracios. César compraba o requisaba los caballos que destinaba a la caballería
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regular y en cuanto a los auxiliares, ellos mismos se proporcionaban sus propias
monturas.
El objetivo principal de la caballería consistía en atender a la protección de los
flancos de las líneas de infantería pesada y en hostigar a las líneas enemigas para
hacerlas prisioneras por la retaguardia. La caballería tenía una gran movilidad, pero,
si los caballos estaban engualdrapados (hecho que no sucedía en las Galias),
disminuía considerablemente y no podía enfrentarse contra una apretada línea de
infantería pesada. No obstante, su acción podía ser terriblemente devastadora cuando
perseguía y exterminaba a los fugitivos. Los jinetes hacían de exploradores, formaban
la vanguardia del agmen (columna en marcha), protegían la marcha y los depósitos de
provisiones, escoltaban a los pelotones que iban a recoger el avituallamiento y
realizaban rápidas incursiones de destrucción en los territorios invadidos. Raramente
se daban batallas puramente ecuestres.
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La caballería del ejército romano se componía de mercenarios bárbaros que se equipaban en parte al estilo
romano y en parte siguiendo el estilo de su país de origen. El arma más utilizada era la lanza larga de hierro
(contus): los escudos eran generalmente redondos. Obsérvese la ausencia de estribos.
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El decurión (con penacho blanco) podía ser un bárbaro o un romano;
el prefecto (con penacho rojo) era siempre un romano.
La infantería auxiliar
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Al igual que la caballería, la infantería auxiliar debía su existencia a la gran
especialización táctica de las legiones. Los soldados auxiliares de infantería se
agrupaban en cohortes de unos 500 hombres aproximadamente, al mando de los
prefectos romanos, y se subdividían en centurias; el número de cohortes era variable.
Las etnias representadas eran originarias de las Galias (Transpadana, Bracata,
Comata, que comprendía la Bélgica, la Céltica y la Aquitánica), de Germania, de
Hispania, de Baleares, de Creta y de Numidia. Como la caballería auxiliar, las
unidades de infantería, étnicamente homogéneas, se equipaban y se batían en
combate siguiendo las costumbres y usos de sus propios países. Los Galos y los
Germanos formaban cohortes de infantería ligera o media y todo nos indica que iban
armados con pequeñas lanzas y escudos planos y redondos. Los Galos portaban cotas
de mallas y cascos, mientras que los Germanos no los usaban.
César fue quizá el primer romano que utilizó la caballería mixta de origen
germánico, en la que cada jinete iba acompañado de un soldado a pie, lo que les
permitía protegerse mutuamente y combinar algunas ventajas de los dos cuerpos
militares. Este nuevo tipo de formación constituyó el origen de las Cohortes equitatae
del Imperio. Los Hispanos aportaron diversos tipos de soldados de infantería ligera
(sin armadura) cubiertos con cascos de cuero y armados con espadas, machetes o
picas. Los nativos de Baleares formaban cohortes de honderos sin armadura; sus
hondas eran sencillas o montadas sobre un palo corto y como proyectiles utilizaban
bolas de plomo o piedras redondas. Los Cretenses formaban cohortes de arqueros,
también sin armadura, pertrechados con pequeños arcos que tenían un alcance real de
unos 100 metros, es decir, tres veces más que el de los dardos.
Estos contingentes se reclutaban durante todo el tiempo que duraban las
campañas mediante alistamientos realizados en los territorios sometidos por los
Romanos o, también, eran aportados en bloque por los jefes de las tribus aliadas de
Roma. En este último caso, se les pagaba una soldada, no sabemos de qué cuantía,
bastante inferior a la de los otros legionarios.
La utilidad de estas tropas auxiliares variaba mucho y no siempre se podía confiar
en ellas. Las flechas y las hondas se usaban para cubrir las cargas de infantería o de
caballería de línea. En Bretaña, cubrieron el desembarco de los legionarios; en el
asedio de Uxellodunum, los arqueros y honderos fueron los que permitieron que
César impidiese a los Galos asediados abastecerse de agua.
A menudo, los soldados auxiliares tomaban parte en escaramuzas y patrullas y, en
ocasiones, se les enviaba a misiones de avituallamiento, de pillaje o de represalia.
Evidentemente, su actuación reforzaba los efectivos de las legiones en determinados
campos de batalla.
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Arquero númida llevando una coraza de escamas. Estos arqueros lucharon en el ejército pompeyano contra César
durante la guerra civil. No parece que César utilizara a los Númidas en las Galias, sino a los arqueros cretenses sin
armadura.
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Hondero de las Islas Baleares, cuyas cohortes pelearon junto a César en las Galias.
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La caballería mixta —en la que cada jinete iba acompañado por un «escudero» a pie— es de origen germánico.
Los hombres que van a pie se agarran a las crines de los caballos para no retrasarse.
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La marina
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En el año 56 a. de C., César organizó una expedición de represalia contra la
población marítima de los Vénetos (de la región de Vannes). A este fin, requisó
barcos de transporte entre sus pueblos aliados, contruyó galeras en el Loira e hizo
venir a las tripulaciones de la Provincia (Provenza) (remeros, marineros y timoneles).
César no ha dejado descripción alguna sobre esos tipos de galeras, pero sin duda eran
como las que se utilizaban en el Mediterráneo: trirremes, quinquerremes y liburnas.
Las trirremes medían aproximadamente 40 m de largo y 5 m de ancho; disponían de
170 remos situados en tres hileras o niveles y cada remo era manejado por un solo
hombre. Treinta marinos eran los encargados de realizar la maniobra de la gran vela
cuadrada auxiliar (que permanecía desplegada durante los combates); estas naves
podían transportar hasta 120 legionarios.
Las quinquerremes tenían las mismas dimensiones, aunque únicamente disponían
de 160 remos en tres hileras. Sin embargo, llevaban tripulaciones de 270 remeros y
20 marineros y tenían capacidad para transportar 200 legionarios. Las liburnas eran
naves más ligeras y rápidas, con 82 remos dispuestos en dos niveles.
Los Vénetos utilizaban unos veleros de 30 a 40 m de eslora y de 10 a 12 m de
manga con los que realizaban travesías comerciales a lo largo de la Armórica. Estas
naves eran panzudas y estaban mucho mejor adaptadas que las galeras para navegar
por el Atlántico. No llevaban remos. Tenían únicamente una o dos grandes velas
cuadradas de cuero flexible. Su cubierta quedaba a gran altura sobre el mar,
circunstancia que permitía a la tripulación protegerse mejor de los proyectiles
romanos, y sus cascos, hechos de madera de encina maciza, resistían sólidamente los
espolonazos de las galeras.
Durante la gran batalla naval cerca de Lorient, en la que se enfrentó la flota de
César a 220 naves vénetas, los Romanos cortaron las drizas de los barcos enemigos
con unas pértigas provistas de hoces, produciendo la desarboladura de las naves
enemigas y su inmovilización, y procediendo a continuación a su abordaje.
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Esquema de una liburna romana (pequeña galera con dos niveles de remos).
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Esquema de un pontón véneto.
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Los «pontones» vénetos estaban construidos a prueba de los espolonazos de las galeras y gracias a la altura de
su borda quedaban protegidos de las lanzas y de las flechas. Los romanos llegaron a cortar los cordajes con
hoces para desarbolar los «pontones». Sin embargo, lo que les aseguraba la victoria era el viento en calma, ya
que así las galeras se introducían entre los pontones enemigos para atacarlos uno por uno sin que éstos,
detenidos por la calma, pudieran hacer nada para defenderse.
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El campamento
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Desde sus orígenes, las legiones romanas tenían por costumbre establecer un
campamento fortificado (castra) al final de las jornadas de marcha o ante la
inminencia de una batalla. El general que ostentaba el mando podía elegir el lugar
para acampar, pero habitualmente delegaba esta diligencia en uno de los castrorum
metatores (oficiales encargados de la instalación de los campamentos), en alguno de
los tribunos o en los centuriones enviados como exploradores. Para la elección del
lugar de acampada se tenían en cuenta diversos requisitos: que hubiese agua, pastos
próximos para los caballos y bestias de carga, y otros de índole sanitaria o táctica.
La disposición del campamento era siempre la misma y cada hombre conocía
exactamente su tarea y su colocación. Los emplazamientos de muros, pasillos y
tiendas se medían y señalaban con ayuda de banderines. Dentro del recinto se
disponían los equipos y mientras la mitad de cada centuria se dedicaba a los trabajos
de explanación, la otra mitad y la caballería aseguraban su protección. Alrededor del
campamento se excavaba una zanja de 1 a 3 metros de profundidad y de 1,50 a 4 m
de anchura y los escombros se arrojaban hacia el interior para formar una defensa de
1,25 m de altura y de 3 a 4,50 m de anchura, coronada por una empalizada de estacas.
Otras veces, la muralla se coronaba con una encañizada formando almenas. Sobre la
muralla se erigían, a veces, plataformas de combate e incluso torres de madera, que
en muchos casos estaban unidas mediante pasarelas. La artillería se disponía en los
ángulos del campamento, cuyos únicos accesos eran cuatro puertas, generalmente en
forma de sencillos portillos, defendidas por caballos de Frisia. La magnitud de las
obras dependía tanto de la duración prevista de ocupación como del peligro que
representase el adversario.
El pasillo central era la Via praetoria, de 30 m de anchura, que iba desde la puerta
pretoriana hasta la puerta decumana y quedaba, en el ángulo derecho, atravesada por
otros dos pasillos mayores, la Via quintana y la Via principalis; esta última
desembocaba en las dos puertas laterales. Las tiendas se disponían a 70 m tras la
fortificación para protegerlas de los proyectiles y se alineaban en centurias,
manípulos y legiones. Estaban confeccionadas con piel de vaca o de cabra y medían
aproximadamente 2,90 m de lado. Las tiendas de los centuriones eran mayores y se
situaban en cada uno de los extremos de las filas de sus respectivas centurias. Los
oficiales superiores disponían de tiendas aún mayores, que bordeaban la Via
principalis. Al lado del forum estaba situado el praetorium, la tienda más grande,
donde residía el general, que también era el centro de reunión del estado mayor, y en
ella se encontraba el sacellum, pequeño santuario destinado a guardar las águilas y las
insignias. Cerca de éste, a la derecha, estaba el augural (recinto de las aves sagradas),
donde el general consultaba los auspicios. En el foro se encontraba la tribuna desde la
que se arengaba a los soldados, y algunos pequeños comercios.
A lo largo de la Via quintana, se podían encontrar tabernas y otras tiendas. A la
caída de la tarde, el tesserarius de cada manípulo debía acudir al pretorio para recibir
el santo y seña, dando comienzo las guardias. Una quinta parte de cada centuria
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permanecía de guardia y el relevo se efectuaba cada tres horas.
La guardia la componían los stationes (legionarios y jinetes que patrullaban fuera
del recinto), los custodes, que custodiaban las puertas, y los vigiles, que vigilaban
sobre las murallas y dentro del campamento.
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Esquema de un campamento de César, con dos legiones y con un número igual de tropas auxiliares. Cada
cuadrado M representa la situación de un manípulo (dos centurias); corresponde a la vista aérea de las primeras
páginas del libro. Cada grupo de tres cuadrados representa una cohorte. Una quinta parte de cada tropa se destaca
como extraordinarii, en los lugares E, por estar asignada a la guardia (cohortes pretorianas, guardia del
campamento…). Pr, Pretorio; Q, Quaestorium; T, Tienda de los tribunos; P, Tienda de los prefectos.
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La fortificación del campamento: Los legionarios cavan un foso (fossa) alrededor del recinto con dolobres y
zapapicos. Recogen los escombros en cestos para construir un terraplén (agger) por detrás del foso. Llevan sus
armaduras y sus armas, pues no estaban autorizados para quitárselas. El penúltimo soldado a la izquierda
amontona estacas para construir la empalizada sobre la muralla.
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Los campamentos de invierno y la alimentación
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Durante el invierno, a causa del clima, de la dificultad que existía para el
avituallamiento, y de la escasez o falta de pastos, se interrumpían las campañas
militares emprendidas y las legiones elegían posiciones estratégicas para levantar los
campamentos de invierno (hibernae). Estos se disponían de forma análoga a la de los
campamentos de verano, aunque se reforzaban las posiciones de defensa, se
instalaban almacenes y graneros y, en lugar de las tiendas, se levantaban
construcciones con materiales propios de la región, para lograr una perfecta
adaptación al clima. Así, César, durante su estancia en las Galias, hizo construir
chozas de paja al estilo galo. Las tropas solían invernar en un pueblo aliado, o en una
ciudad conquistada; en este último caso, no sin antes haber expulsado, asesinado o
vendido, como esclavos, a sus habitantes.
Los víveres se obtenían mediante pagos en especie o se requisaban. El legionario
de César destinaba aproximadamente la quinta parte de su paga a la alimentación,
bien en forma de descuento, bien comprando al contado entre los mercaderes del
campamento. La alimentación básica era el trigo, que se distribuía en grano y a
intervalos según las circunstancias; diariamente los calones (criados-esclavos) del
ejército molían y preparaban el trigo. Los hombres recibían diariamente una ración de
1 a 1,5 kg de grano, que utilizaban para hacer pan, tortas, galletas y gachas. La
cebada no se apreciaba, y se distribuía, únicamente como último recurso, si faltaba el
trigo, o como castigo. En cuanto a la carne (que tomaban salada o ahumada), era
bastante escasa. Sin embargo, en las Galias abundaba la carne de cerdo y de cordero.
Los legionarios de César veían cómo las tropas auxiliares indígenas despreciaban,
como buenos Bárbaros, las sopas de cereales y se aficionaron, al igual que ellos, a la
carne. En ocasiones, el menú se enriquecía y recibían queso, carne fresca y caza,
pero, al parecer, no probaban el pescado. Entre los soldados que luchaban en las
Galias había pocos aficionados a las lentejas, a pesar de ser éstas muy populares en
las regiones orientales y en los países mediterráneos. Como bebida, se tomaba la
posea, agua con vinagre; en principio no se les daba vino e incluso se les prohibía
tomarlo.
En resumen, la alimentación de los legionarios se podía comparar prácticamente a
la de las clases rurales de entre las que aquéllos habían sido reclutados. Hacían dos
comidas al día, el prandium por la mañana y la coena por la tarde.
Lógicamente, también los caballos y las bestias de carga necesitaban
alimentación; por ello, cada jinete recibía al mes de 150 a 200 kg de cebada. Además,
en verano se les proporcionaba hierba fresca, y en invierno heno, aunque éste
resultaba demasiado molesto para ser transportado en los desplazamientos de
campaña.
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Escena de unos cuarteles de invierno (castra hiberna). La muralla es más elevada que la de los campamentos
de verano y dispone de torres y de encañizadas que forman almenas. En el plano de atrás, se ve a un corneta
tocado con una piel de lobo.
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La marcha
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Para levantar el campamento se daban tres toques de cuerno. Al primer toque se
desmontaban las tiendas, al segundo, se cargaban las bestias y las carretas. A
continuación, los heraldos preguntaban por tres veces si los soldados estaban
dispuestos para el combate, y cada vez aquéllos respondían: «¡Estamos preparados!».
En ese momento sonaba el tercer toque y la vanguardia se ponía en movimiento,
seguida por el grueso de la tropa.
Cada legionario llevaba un pesado equipo personal sobre una horca, sistema que
fue introducido por Mario hacia el año 107 a. de C. El convoy de carga transportaba
la impedimenta pesada: tiendas, muelas manuales, artillería, provisiones, etc. Estaba
formado principalmente por animales de carga (sobre todo por mulos), pero también
lo componían algunas carretas tiradas por bueyes o por caballos. Los oficiales
superiores tenían derecho a varios mulos; cada centurión tenía uno y se disponía de
uno por tienda. Una legión contaba con 1.200 o 1.500 bestias de carga. El personal
del convoy de carga se componía de esclavos, los muliones (muleros, boyeros y
carreteros) y los calones, que servían como asistentes a los soldados.
Una vez dada la orden de marcha (agmen) resultaba prácticamente imposible
algún tipo de cambio. Los exploradores realizaban avanzadillas de exploración. La
vanguardia estaba formada por un destacamento de legionarios y otro de caballería,
seguidos de un cuerpo de ingenieros encargado de hacer transitable el camino. A
continuación marchaban los equipos de los oficiales, protegidos por una unidad de
caballería; les seguían los ayudantes de campo y el general con su escolta. Tras ellos,
otro destacamento de caballería, los legados y los tribunos con sus acompañantes, y,
en columnas de a seis, el grueso de las legiones. Cada una de ellas iba precedida por
el aquilífero, los abanderados y los músicos, y seguida por sus equipos. Finalmente,
marchaba la retaguardia, compuesta por los auxiliares y, en última fila, un
destacamento de legionarios en formación ligera. Cuando había peligro de un serio
ataque, el orden se modificaba para formar el agmen quadratum, dos o tres columnas
de frente, precedidas y seguidas por la caballería, y el convoy de equipos entre las
columnas. Mediante un simple giro de un cuarto de vuelta a derecha o a izquierda, los
soldados quedaban dispuestos en formación de combate (acies) en dos o tres líneas.
Normalmente, la etapa diaria era de 25 a 30 km, pero, a veces, era necesario realizar
marchas forzadas de 50 km, y cuando los legionarios dejaban, al final de la jornada,
su equipo, su escudo, su lanza y su casco, no lo podían hacer para descansar, sino
para cavar trincheras y para levantar el nuevo campamento.
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Se precisa de una gran disciplina y organización para conseguir el desplazamiento de un ejército numeroso.
Una columna de 20.000 hombres (el equivalente a 4 legiones) se extiende sobre 4 km aproximadamente (sin
mencionar la vanguardia) y el último soldado no se pone en marcha hasta pasados 40 minutos después de la
salida del general.
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La Galia y los Galos
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La Galia estaba dividida en cuatro regiones: la Bélgica, limitada al Sur por el Sena y
el Mame, al Este por el Rin, y al Norte por el mar; la Céltica, situada al sur de la
Bélgica; la Aquitania, al sur del Garona; y la Provincia, que comprendía el Rosellón,
la Provenza y el valle del Ródano hasta Lyón, y era colonia romana desde el año 118
a. de C. En la Galia, la agricultura, la ganadería y la artesanía estaban muy
desarrolladas y tanto el comercio terrestre como el fluvial alcanzaron gran auge.
Los Galos eran más altos y más rubios que los Romanos; los hombres se
trenzaban los cabellos y llevaban bigotes, se vestían con calzones (pantalones
anchos), túnica, capa y saya y se calzaban con zuecos. Las mujeres vestían una larga
túnica. Las familias se agrupaban en tribus y éstas en pueblos. La sociedad gala se
componía de una nobleza, adquirida por hechos de armas (los jefes guerreros), y otra
de linaje sacerdotal (los druidas), que poseían casi todas las tierras. A estas dos castas
hay que añadir la de los hombres libres, generalmente situados bajo el mecenazgo de
un noble, y la de los esclavos.
Los druidas no solamente eran los sacerdotes, sino que también ejercían como
preceptores de los jóvenes nobles, y en ocasiones ocupaban el puesto de jueces en los
litigios intertribales. Cada año, se reunían en un gran cónclave en un bosque sagrado,
cerca de Orleáns, para celebrar sus asambleas, presididas por un Gran Druida, al que
elegían de por vida. Su noviciado duraba varios años y gran parte de ellos
consagraban mucho tiempo al estudio de las tradiciones, en escuelas druídicas
situadas en Bretaña (Inglaterra). La Galia no tenía unidad política, pero sí consiguió
una unidad cultural, gracias a los druidas que conocían el alfabeto griego aunque no
lo utilizaban más que para conservar los registros y para llevar las cuentas. Nunca
dejaban nada escrito sobre sus conocimientos por miedo a que cayese en malas
manos. Entre los Galos, se había divinizado al Sol, a la Luna, a la Tierra-Madre, al
Rayo y a las Fuentes, y había otros dioses tribales y locales.
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Dos divinidades galas prerromanas
representadas en dos estatuas de bronce
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El toro de tres cuernos, como símbolo de potencia y vitalidad.
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Cernunnos, dios de la tierra (fertilidad y dominio de los muertos). Este último llevaba unos cuernos de ciervo (en
las sienes se ven los agujeros donde se colocaban). También lleva un collar en el cuello y otro puesto encima de
dos serpientes con cabeza de carnero que sostiene sobre sus rodillas.
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Los Galos vivían principalmente en poblados aislados. Las cabañas estaban hechas con bálago y encañizadas y
cimentadas con una mezcla de arcilla y de paja. El leñador que aparece de frente lleva puesto un collar y
brazaletes. Los cerdos que se ven nos recuerdan que ya entonces la Galia era famosa por sus tocinerías. A la
derecha, un horno de alfarero.
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Los guerreros Galos
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Los guerreros celtas eran hombres combativos y valerosos. Destacaban sobre los
Romanos por su capacidad inventiva en numerosos campos técnicos, tanto militares
como civiles. A excepción del pilum, el conjunto del armamento ofensivo y defensivo
de los Romanos había sido copiado de los Celtas. Sin embargo, los Romanos poseían
unos atributos de los que los Galos carecían: la disciplina, la organización y la unidad
de mando. Los guerreros galos eran valientes pero indisciplinados, lo cual no les
impidió infligir a los Romanos muchas e importantes derrotas, por lo que se podría
deducir que el ejército romano, sin las cualidades estratégicas y políticas de César,
hubiera podido perder esta guerra.
Los ejércitos galos carecían de homogeneidad, ya que las tropas que los
componían procedían de diferentes tribus, que ante todo peleaban por sus propios
intereses. La caballería formaba el arma noble del ejército. Los soldados de caballería
se protegían con cota de mallas o con armadura de cuero, y llevaban un escudo
parecido al de los legionarios, pero plano. Sus armas eran una lanza y una gran
espada de punta y de filo. Los caballos se herraban con herraduras corrientes o con
cascos mudables de metal, atados con cuero. Algunas tribus mezclaban arqueros y
soldados-volteadores con la caballería. Los soldados de infantería raras veces
llevaban armaduras. Sus escudos estaban hechos con listones de madera o con
mimbre trenzado y cuero tensado. Como los jinetes de caballería, se tocaban con
cascos de hierro o de bronce en forma de tazón, provistos de carrilleras. El casco
alado, llamado «céltico», al parecer era utilizado por los jefes. Los soldados de
infantería iban armados con dardos y espadas largas o medianas y normalmente
luchaban formando una masa compacta, la falange. La trompeta de guerra de los
Galos era el carnyx, instrumento en forma de S muy estilizada que se hacía sonar
verticalmente; el cuerno representaba una cabeza de jabalí. Al igual que los
Romanos, los Galos tenían insignias de bronce o de hierro, y sus emblemas preferidos
eran el gallo y el jabalí. Si resultaban vencidos en combate, los Galos se refugiaban
en sus plazas fuertes, los oppida, defendidas por gruesas murallas de piedra
reforzadas en sus muros por vigas perpendiculares.
Siglo VIII a. de C.
753 Fundación de Roma por Rómulo. La primera legión de Rómulo consta de 3.000 soldados y 300 jinetes. Los
servicios de armas corresponden únicamente a los patricios.
Fundación de Massilia (Marsella) por los griegos focenses. Bajo el reinado de Tulio Hostilo (672-640), Roma
recluta varias legiones. Lucha contra Alba: episodio de los Horacios y los Curiacios.
El rey Servio Tulio (578-534) sustituye la distinción de casta entre patricios y plebeyos por una distinción
basada en la fortuna más que en la curia. Creación del ejército censatario, cuyo reclutamiento se basaba en la
fortuna: los ricos ostentaban el derecho de defender al Estado que dirigían. Cada legión estaba compuesta por
4.000 hombres agrupados en 40 centurias.
509 Caída de la monarquía e instauración de la República.
Siglo IV a. de C.
264-
Primera guerra púnica para la dominación de Sicilia. Victoria romana.
241
219 Roma conquista la Galia Cisalpina.
218- Segunda guerra púnica: Aníbal no explota su éxito de Cannas, en Italia. Los Romanos se reagrupan y logran
201 la victoria final de Zama, en Túnez, en el año 202. Roma arrebata Hispania a los Cartagineses.
168 Batalla de Pydna, en Grecia, donde las legiones romanas destruyen a las falanges macedonias.
148-
Tercera guerra púnica: Cartago es destruida. Grecia y Macedonia se convierten en provincias romanas.
146
133 Fin de una sublevación en Hispania (destrucción de Numancia).
129 Roma «hereda» el reino de Pérgamo.
122- Conquista de la Galia meridional. Fundación de Aquae Sextiae (Aix-en-Provence) y de Narbo o Narbona
118 (Narbonne): Galia Narbonense o Provincia.
112-
Guerra contra Yugurta, en Numidia.
105
107- Consulados de Mario, quien lleva a cabo las reformas militares que permitirían la creación del ejército de la
101 época de César.
102- Invasiones germánicas: los Teutones son rechazados hasta Aix-en-Provence y los Cimbros hasta la Galia
101 Cisalpina.
100 Nacimiento de Julio César.
90- La rebelión de los Aliados (guerra social) logra sofocarse, pero consigue el otorgamiento de la ciudadanía
88 romana a los aliados italianos: fin de la distinción entre las legiones romanas y los regimientos aliados.
81-
César es ayudante de campo de los gobernadores de Asia y de Cilicia.
78
80-
Amotinamiento en Hispania del general romano Sertorio, sofocado por Pompeyo.
77
73 Revuelta de los esclavos y gladiadores encabezada por Espartaco (guerra de los esclavos).
68- César obtiene sucesivamente los nombramientos de cuestor de Hispania y edil de Roma. Gran Pontífice y
61 propretor en Hispania.
60 Primer triunvirato: Pompeyo, César y Craso.
59 Primer consulado de César.
58 César es nombrado procónsul de la Galia Cisalpina, de la Galia Transalpina y de la Iliria.
Los Helvecios, bajo la presión de los Germanos, intentan emigrar en masa hacia la Santonia; César los hace
retroceder en su territorio (batallas de Arar y Bibracta): más tarde rechaza hasta más allá del Rin a los
Germanos que se habían establecido en el este de la Galia. Campaña contra el jefe suevo Ariovisto, ocupación
de Vesontium (Besangon). batalla cerca de Mulhouse.
57 Movilización de los Belgas, que están inquietos a causa de las aspiraciones imperialistas de César. Los
pueblos galos de los Senones (Sens) y de los Eduos (Autun) se alian con los Romanos. Sumisión de los
Remos (Reims), derrota de los Suesones (Soissons), de los Belovacos (Beauvais), de los Atrébatos (Arras), de
los Viromandos (Vermandois) y de los Nervianos (Tournoi) durante una batalla que casi termina mal para las
legiones. Los Galos alpinos atacan a los Romanos en Octodurus (Martigny), en el Valais, donde son
rechazados, pero obligan a los Romanos a abandonar la plaza.
56 Derrota naval de los Vénetos (Vannes) en la Armórica, por Bruto. Conquista de la Aquitania por Craso.
Ocupación por Titurio Sabino de la costa normanda y, por César, de la costa comprendida entre Bolonia y el
rio Escalda.
55 Habitantes de la otra orilla del Rin atraviesan el río en busca de tierras. César los rechaza pero luego decide
construir un puente sobre este río. Sabino arrasa y ocupa el país de los Menapios (Flandes), mientras que
César desembarca por un tiempo en Bretaña con dos legiones.
54 Guerra civil entre los Tréviros (Tréves): César permite al jefe tréviro pro-romano, Cingétorix, hacerse con el
poder. Esta campaña retrasa en un mes el segundo desembarco en Bretaña. Los Romanos cruzan el Tamesis.
Sumisión del jefe bretón Cassivellauno. Gran revuelta de varias tribus galas. Ambiórix, jefe de los Eburones,
masacra 15 cohortes que estaban bajo las órdenes de Titurio Sabino y Cotta. Quinto Cicerón, hermano del
famoso orador, se encuentra sitiado con la XI legión, por los Nervianos y los Eburones, pero César logra
llegar en su auxilio. Muerte de Julia, hija de César y esposa de Pompeyo.
53 Los Tréveres, los Nervianos, los Senones, los Carnutos y los Menapios son derrotados por los Romanos o se
ven forzados, uno tras otro, a someterse a ellos. César construye un nuevo puente sobre el Rin, lo cruza y
persigue en vano a los Suevos, que se refugian en los espesos bosques. Entonces retorna a la Galia, vence a
los Eburones, pero no logra capturar a su jefe, Ambiórix. Los Germanos sicambros aniquilan dos cohortes
romanas.
52 Los Carnutos masacran a los comerciantes romanos en Cenabum (Orleans); los Senones, Parisienses, Pictos
(Poitou), Cadurcos (Quercy), Turones (Touraine), Aulerces (Mayenne) y Lemovices (Limousin) se sublevan,
varios de ellos de acuerdo con los Arvernos (Auvergne), a cuyo frente se encontraba el gran jefe galo
Vercingétorix. César conquista Vellaunodunum a los Senones, Cenabum a los Carnutos (que somete al pillaje),
Noviodunum y Avaricum a los Bitúrigos. Labieno, con cuatro legiones, derrota a los Parisienses cerca de
Lutecia, pero César, con seis legiones, se ve obligado a retroceder frente a Vercingétorix en Gergovia, lo que
decide a los Eduos a unirse a la coalición gala. Sin embargo, sufren una derrota, lo que deja a Vercingétorix al
descubierto y le obliga a replegarse hacia Alesia con sus 80.000 hombres. Se ve rodeado por César y un
ejército galo de 240.000 soldados no logra romper el cerco romano, obligando a Vercingétorix a rendirse al
enemigo.
43-
Conquista de Bretaña bajo el mandato del Emperador Claudio.
47
117 Fin del reinado de Trajano. El Imperio se encuentra en el cénit de su expansión.
192 Asesinato del emperador Cómodo.
212 Se acuerda otorgar la ciudadanía a todos los hombres libres del Imperio. Los ciudadanos pierden interés por
la vocación militar, incluso para las altas graduaciones. Los legados son sustituidos por los prefectos de
campamento, que se transforman en prefectos de legión. A menudo proceden del pueblo y son de origen
bárbaro. Las funciones militares se hacen hereditarias. La caballería cobra importancia en detrimento de las
legiones de infantería.
235-
Invasión del Imperio por los Bárbaros. Formación de imperios provinciales autónomos.
268
270-
Reinado de Aureliano y resurgimiento del Imperio.
275
330 La capital del Imperio se transfiere a Bizancio (Constantinopla).
395 Muerte de Teodosio el Grande, último emperador que reina sobre todo el Imperio. Escisión definitiva entre el
Imperio de Oriente y el Imperio de Occidente.