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Lamana Gonzalo. Dominacion Sin Dominio. El Encuentro Inca Espanol en El Peru Colonial Temprano

Tras la derrota de Manco Inca y el establecimiento del dominio español, surgió un nuevo orden político liderado por Paullu Túpac Inca. Aunque usualmente retratado como un peón de los españoles, Paullu representó un desafío al colonialismo español mediante constantes improvisaciones que aprovecharon las fisuras del sistema. Esto permitió la emergencia de nuevas reglas de reconocimiento político que no eran ni tradicionales incas ni españolas, sino sui generis. Paullu cuestion

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Lamana Gonzalo. Dominacion Sin Dominio. El Encuentro Inca Espanol en El Peru Colonial Temprano

Tras la derrota de Manco Inca y el establecimiento del dominio español, surgió un nuevo orden político liderado por Paullu Túpac Inca. Aunque usualmente retratado como un peón de los españoles, Paullu representó un desafío al colonialismo español mediante constantes improvisaciones que aprovecharon las fisuras del sistema. Esto permitió la emergencia de nuevas reglas de reconocimiento político que no eran ni tradicionales incas ni españolas, sino sui generis. Paullu cuestion

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________Archivos de Historia Andina 1051________
Travaux de I'Institut Franjáis d’Etudes Andines 328
Gonzalo Lamana: IFEA (Lima), Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de
Las Casas (Cusco)

Dominación sin dom inio: el encuentro inca-español en el Perú colonial temprano /Gonzalo
Lamana; IFEA, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas. - Cusco:
CBC, 2016.
270 p .: maps., tbls. - (Archivos de historia andina, 1051)

HISTORIA/PERIODO INCAICO/DESCUBRIMIENTO/CONQUISTA
PERU/AMERICA

20.07.06 (OCDE-CBC Biblioteca)

DOMINACIÓN SIN DOMINIO. EL ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN EL PERÚ COLONIAL TEMPRANO


Derechos Reservados
© Gonzalo Lamana
© Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas
© Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), UM IFRE17, CNRS-MAEDI

Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas / CBC


Pasaje Pampa de la Alianza 164, Cusco
Telef.: 084-245656/245415 . '
Correo electrónico: [email protected]
Página Web: www.cbc.org.pe
Este volumen corresponde a la Serie Archivos de Historia Andina 1051 del Fondo Editorial CBC

Instituto Francés de Estudios Andinos, UMIFRE 17, MAEDI/CNRS - USR 3337 AMÉRICA LATINA-
Jirón Batalla de Junín 314 Lima 04 - Perú
Teléf.: (511) 447 60 70
Correo electrónico: [email protected]
Pag. web: http://www.ifea.org.pe
Este volumen corresponde al tomo 328 de la Colección «Travaux de l’lnstitut Franjáis d'Étu-
des Andines» (ISSN 0768-424X)

Primera edición en inglés


Domlnatlon without Dominance: Inca-Spanish Encounters in Early Colonial Perú
Duke University Press, 2008 - 287 páginas

Primera edición en español ' -


Cuidado de la Edición: Anael Pilares (CBC)
Traducción: Aroma de la Cadena y Eloy Nelra Riquelme
Corrección de estilo: Rubén P. Villa
Diagramación: Nuria Urquiza

Ilustración de Portada: Atahuaipa XIV inca y Carlos V rey del Perú. Detalle de la Genealogía de
los incas y reyes del Perú. Santuario de Copacabana. Lima.

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2016-04875


ISBN: 978-612-4121-17-3

Imprenta: Alpha Servicios Gráficos S.R.L.


AV. Infancia n°. 416 Dpto. A
1 a edición
Tiraje: 10 0 0 ejemplares

Cusco, abril de 2016

*Prohibida la reproducción total o pardal de las características gráficas y textos de este documento,
sin autorización escrita de los editores.
ÍNDICE

Pág. 7 Agradecimientos

Pág. 11 Introducción
Intervenciones situadas: Improntas coloniales,
maniobras decoloniales

Pág- 35 Capítulo 1
Más allá de la exotización y la similitud: La alteridad
y la producción de sentido en un encuentro colonial

Pág- 73 Capítulo 2
Realismo cristiano y magicalidad
durante el encarcelamiento de Atahualpa

Pág- 107 Capítulo 3


Por qué apostar un barril de conservas puede ser
una mala maniobra. Hazañas y remoras civilizatorias

Pág. 137 Capítulo 4


Ilusiones de supremacía.
La guerra de Manco Inca y lo normal colonial

Pág. 171 Capítulo 5


El surgimiento de una conciencia de “nuevo mestizo”
Un Inca impensable

Pág. 205 Capítulos


El poder como movimientos. Un repertorio de mediados
de la década de 1540 de cómo dar vuelta la moneda

Pág. 239 Capítulo 7


“Fin”

Pág- 245 Bibliografía

Pág. 268 Glosario

Pág. 270 Cronología básica política del período


CAPÍTULO 5

El surgimiento de una conciencia


de "nuevo mestizo"
Un inca
impensable
1
\

v
La guerra que condujo Manco Inca fue el desafío abierto más serio que enfrenta­
ron los conquistadores del Perú. Su fracaso, señalan las narrativas del siglo XVI y
contemporáneas, marcaron un quiebre. Tras su retorno de Chile en abril de 1537,
Diego de Almagro no solo puso fin al cerco de Manco sino que también encarceló
a los principales pizarristas y tomó el control del Cusco como nuevo gobernador.
De ahí en adelante, e í conflicto abierto entre conquistadores ocupó el centro del
escenario, mientras que Manco se retiró a un área aislada al norte del Cusco don­
de fundó un así llamado estado neo-inca, Vilcabamba. Según el esquema narrati­
vo del respetado cronista español Pedro Cieza de León (c. 1553), la "Conquista de
los Incas” casi había terminado, en tanto que las “Guerras Civiles del Perú” acaba­
ban de comenzar. Las versiones históricas contemporáneas a menudo adoptan
el esquema de Cieza; se centran ya sea en los conflictos entre españoles o en la
sobrevivencia heroica de Manco y sus sucesores en Vilcabamba. En ambos casos,
el paisaje después del cerco es claro: la dominación española se expande sobre
la autoridad Inca como la tinta sobre un papel secante dando paso a un orden
colonial en blanco y negro. Los objetos a ser reconocidos y las reglas de reconoci­
miento parecen dados.
Sugiero que esta imagen refleja los deseos e imaginación de los conquis­
tadores antes que el paisaje cultural y político real. El orden Inca no cesó o sim­
plemente pasó al exilio tras el repliegue de Manco, sino que se reinventó a sí
mismo. La extraordinaria incertidumbre que campeó tras el fin del asedio al
Cusco le dio la oportunidad de emerger á un orden de las cosas alternativo. El
personaje clave para trazar este proceso es Paullu Túpac Inca, medio-hermano
de Manco, coronado como nuevo Inca en 1537. Las narrativas actuales — si es
que lo mencionan— tienden a retratar a Paullu como un peón de los españoles.
Sostengo, en cambio, que Paullu representó un desafío para los conquistado­
res. Mediante constantes improvisaciones que aprovechaban las fisuras del co­
lonialismo español, este nuevo Inca produjo nuevas reglas de reconocimiento,

173
las cuales no fueron ni tradicionales ni españolas sino sui generis. Fue una nueva
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ CO LONIAL TEMPRANO
SIN DOMINIO

política mestiza, la cual Ies permitió a los actores nativos cuestionar el sentido
de superioridad de los conquistadores precisamente cuando parecía ser menos
cuestionable: tras la derrota de Manco Inca.
Este reto ha sido ignorado en la mayor parte de las narrativas pasadas y actua­
_ ________________________ DOMINACIÓN

les porque inicialmente fue impensable, y una vez que dejó de serlo y fue articula­
do discursivamente, se tomó muy problemático, ya que se escapó de los lentes en
blanco y negro a través de los cuales la conquista de los Incas era imaginada1. Esta
imposibilidad de pensar el siglo XVI ha tenido un impacto material en el registro
histórico: solo los proyectos de los conquistadores están fácilmente disponibles,
lo que silencia las visiones contestatarias y los proyectos plurales que existieron
tras el repliegue de Manco y, a su vez, vuelve ininteligible la política de Paullu Inca.
Una vez que son desechas las diferentes formas de "silenciar el pasado” (Troui-
llot 1995) —a niveles de la producción documental, trabajo de archivos, y narrati­
vas—, pasa a ser reconocible un nuevo tipo de pensamiento político, uno que no
se basa en la tradición ni en la confrontación sino en la apropiación y la cooptación.
La clave de su éxito fue su capacidad de desafiar al colonialismo español desde
adentro, subvirtiendo los espacios de la dominación y la resistencia tal como son
comúnmente entendidos. El resultado fue un "espacio gris” (Lamana 2001).
Empiezo mi argumento cuestionando los supuestos que están detrás del
campo de visibilidad pasado y presente. Con este fin, revisito la coronación de
Paullu Inca-ln 1537, contrastando las bien conocidas versiones españolas con las
nativas recuperadas de los archivos, destacando los distintos objetos que cada
uno reconocía y las distintas narrativas que los organizaban. Esto abre el camino
a una relectura del desenlace de la guerra de Manco Inca, sugiriendo que estaba
lejos de ser un asunto solo de los españoles. Nó existió una línea divisoria clara,
sino un paisaje plural de significados y jerarquías. La turbidez resultante me lleva a
cuestionar la ilusión de una narrativa fácil que ciertas categorías tienden a transmi­
tir. En un ambiente en el que la Improvisación era primordial y las alianzas hetero­
doxas eran comunes, las formas sociales (Inca, gobernador, obispo o curaca) eran
necesariamente fluidas y podían cristalizarse de diferentes maneras, con atributos
particulares, y el resultado dependía del éxito de los actores en moldear la realidad
de una manera u otra: Esto último no era fácil, ya que en el momento del repliegue
de Manco las prácticas con frecuencia marchaban por delante de los discursos.
Es tan solo hacia 1540, en la ciudad del Cusco, que los últimos alcanzaron a las pri­
meras, permitiendo que fuera inteligible por qué un Inca pagano daba diezmos a
la Iglesia Católica mientras que los conquistadores se negaban a hacerlo, por qué
los Incas y los conquistadores reclamaban se asignaban crédito por el resultado
de las mismas batallas, o por qué algunos clérigos se ponían del lado de los seño­

1 Estoy siguiendo las ideas de Michel-Rolph Trouiliot (1995) sobre lo impensable y sobre discursos y prácti­
cas que no marchan al mismo paso.

174
res nativos y en contra de sus compatriotas. A medida que estas imágenes dejan
de parecer raras, comienza a ser reconocible una estrategia Inca de aprendizaje y
apropiación de los españoles —sus potencias, cosmología y formas— para luego
sobrepasarlos.
Esta estrategia expresa una forma de pensar cuya importancia va más allá
del caso en cuestión; forma parte, sugiero, de una “alter-genealogía” de diseños
globales todavía vigentes, una que des-centra la pretensión de universalidad de
Occidente. El proyecto de Paullu puede ser visto como una respuesta tempra­
n as dicha pretensión, semejante, por ejemplo, a aquellas como la del intelectual
nativo Cuamán Poma de Ayala, de W. E. B. Du Bois y de la escritora chicana Glo­
ria Anzaldúa. Todos ellos comparten una comprensión de la mecánica de subal-
ternización de Occidente como epistemológica en última instancia, y reaccionan
consecuentemente. Porque es un proyecto particular pero se presenta a sí mis­
mo como universal, el colonialismo Occidental define implícitamente la realidad
y luego se declara como superior a sus Otros de manera auto-evidente; el efecto
que tiene es convertir a los modos alternativos de construir sentidos en sinsenti­
dos (superstición, irracionalidad, infantilidad, etc.), y a las formas alternativas de
ser en subjetividades defectuosas (el Primitivo, el Indio, el Negro, el Homosexual,
etc.). Todas las respuestas antes mencionadas son respuestas desde adentro; in­
tentan impugnar el orden moderno/colonial de las cosas pasando de una política
de confrontación —que en última instancia confirma las categorías hegemóni-
cas— a una de producción, yendo más allá del pensamiento blanco/negro. Es este
binarismo el que hizo que el proyecto de Paullu Inca fuera impensable en primer
lugar. Comienzo mi análisis revisitando su oscura coronación.

La coronación de un buen y cuerdo indio

En abril de 1537, culminando una expedición a Chile de casi dos años que no produ­
jo ningún fruto, Diego de Almagro, el socio de Pizarra convertido en Competidor,
regresó al Cusco con unos 500 españoles. La guerra de Manco je dio la oportu­
nidad de mejorar su fortuna: procedió a “liberar” la ciudad y declararla parte de
su gobernación en estado potencial, la Nueva Toledo. Lo que hasta ese entonces
existía fundamentalmente en papel empezó a parecer real2. Tres meses más tarde,
reafirmó su proyecto en la batalla de Abancay al derrotar a Alonso de Alvarado, un
mariscal que Pizarra había enviado desdé Lima en noviembre de 1536 para ayudar
GONZALO LAMANA

a los sitiados. Tras la batalla, convencido de que Manco no vendría en son de paz,
Almagro coronó al leal Paullu Inca como nuevo Inca, recompensando su ayuda
en Chile y Abancay — o así se dice usualmente. Según gran parte de los estudios

2 Como vimos en el Capítulo 3, a quién pertenecía el Cusco era algo que estaba lejos de quedar claro. Para
una descripción de los diferentes títulos, véase Hemming 1993:216, n.216.

175
académicos, de ahí en adelante el nuevo Inca permanecería leal a los españoles,
DOMINACIÓN SIN DOMINIO
ÉL ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ COLONIAL TEMPRANO

traicionando a su hermano y a su raza. En pos de “acomodarse” fácilmente, él sería


para siempre tan solo un “Inca títere” en manos españolas.
De hecho, la coronación de Paullu parece un no-evento; ocupa la mitad de
una de las 698 páginas de The Conquest of the Incas de Hemmings (1993:226),
es caricaturizada como un acto sumiso por los historiadores nacionalistas que la
analizan en detalle (Dunbar Temple 1937,1939), y es pasada por alto por quienes
se centran en la “heroica” lucha de Manco Inca (e.g., Guillén Guillén 1994). Estas
narrativas imaginan con estrechez los espacios de resistencia y dominación (solo
cuenta Manco), conciben la agencia como unilateral (los españoles hacen, Paullu
sigue) y adoptan formas españolas (“coronación”). Si bien estas opciones enca­
jan en las agendas de sus autores, sugiero que no pueden ser reducidas a estas.
La manera en la que la coronación de Paullu es reducida a un no-evento tiene
una larga historia; reproduce el orden de las versiones españolas del siglo XVI:
un régimen de visibilidad “monotópico” (Mignolo 2000:18) — esto es, europeo,
pero aparentemente universal. Para revisarla, comenzaré por examinar la forma
en que los relatos españoles dieron sentido a la coronación, y pasaré luego a las
narrativas de tipo nativo, las cuales corrigen la imagen, y finalmente veré como
ambas formas de dar sentido se entretejían.
Solo tres relatos españoles describen la coronación de Paullu. De acuerdo
a la anónima Relación del sitio (RS [1539] 1879:125), considerando la negativa de
Manco de venir en son de paz y la buena disposición y los servicios de Paullu, Al­
magro decidió darle la borla (insignia real). Con este propósito, mandó a llamar a
muchos señores étnicos, quienes reconocieron a Paullu como nuevo Inca, y luego
les pidió que se preparen para luchar contra Alvarado, el mariscal pizarrista, en
Abancay. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés pinta un cuadro simi­
lar. Convencido de que Manco no vendría en son de paz, Almagro coronó a Paullu
— “hombre bien quisto y valerosa persona”— como Inca en un acto público, una
recompensa tras la batalla ([1547] XLVII, 9,1959: 5:160). La agenda de cada texto
explica el único enigma — el momento del evento— . La Relación, una pieza piza­
rrista, lo emplea para armar su caso contra Almagro: los indios spn movilizados
para luchar contra los cristianos; Oviedo, un almagrista, lo usa para presentar a
Almagro en un acto de buen gobierno: recompensa a un Indio que ha servido a su
Majestad. El tercer relato es de un cura lascasiano, Cristóbal de Molina (el “alma­
grista"; [c. 1553] 1968:93). Su agenda moral es la de elogiar el buen orden nativo
y condenar la brutalidad de los conquistadores. Manco, un gobernante justo irri­
tado por los abusos de los españoles, se vuelve un tirano cruel, lo que justifica la
decisión de Almagro. En el Cusco, a su retorno de Chile, recompensa con la borla
la lealtad de Paullu, “buen indio y cuerdo y bien disciplinado” (loe. cit.)3.

3 Para un análisis detallado de la coronación de Paullu y el fin del asedio de Manco, véase Gonzalo Lamana
1997 a.

176
El mecanismo de subalternización es el mismo en los tres casos. Si uno tra­
duce las relaciones laborales en regímenes narrativos, en cada caso la coronación
está formalmente subsumida (Marx 1977:1019-1060) por un orden que la convier­
te en un asunto español; el objeto permanece a la vista, pero está subordinado. La
agencia es española y lo son también tanto la autoridad que inviste a Paullu como
la lógica detrás del acto. Si acaso, los actores nativos son títeres en el escenario
sobre el cual actúan los españoles — son castigados, coronados y se les dice que
luchen— . Hasta aquí existe una total coincidencia entre los cronistas españoles
y la literatura contemporánea; no es solo que uno decide y los otros siguen, sino
que parece haber un único orden de las cosas— lo que significaba “coronar” y la
autoridad que la validaba parecen ser transparentes— . Las únicas inconsistencias
—cuándo y dónde sucedió— parecen insignificantes. No obstante, estos detalles
se convierten en indicios reveladores (Ginzburg 1989) si uno presta atención a
las fuentes de tipo nativo. En estas, como parte de un giro radical en el régimen
de visibilidad, son las formas y políticas Incaicas las que ordenan la trama — los
españoles siguen.
En 1599 se realizó en Cusco.una información en respuesta a. un petitorio del
nieto de Paullu Inca, Melchor Carlos. Entre los eventos que abordaron los ancia­
nos testigos nativos estuvo la coronación de Paullu. El giro es total. Declararon que
Paullu se ciñó la borla antes de entrar al Cusco, que su autoridad como nuevo Inca
fue decisiva para poner fin al cerco de Manco y que la autoridad de Paullu fue es­
tablecida mediante formas incaicas. Dos de nueve testigos fueron a Chile durante
la guerra de Manco, tres permanecieron en el Cusco sitiado y cuatro fueron con
Manco. Quienes volvieron de Chile vieron que luego de que Paullu se ciñera la borla
todos los nativos en el contingente "obedezieron y rrespetaron por su rrey y como
tal les mandaua” (BNE, Ms. 20193, f- 152v)- Una vez en las proximidades del Cusco,
el nuevo Inca empezó a tejer su red: él "enbió muchos chasquis a todos los natura­
les alterados [para que lo reconociesen] y anssí luego que se supo... como... Paullo
tenía la borla de rrey se le llegaron muchos naturales que andauan por los altos y
quebradas [del Cusco] y de los que seguían [a]... Mango Ynga... y tenían cuercada
la dicha <;iudad”, y fueron donde él en paz (loe. cit.). Aquellos testigos que se halla­
ban en la ciudad — los enemigos de Manco— vieron llegar a Paullu con la borla y
lo reconocieron y obedecieron como Inca (ibid., e.g. ff. 15 8 ,163V); pronto actuaron
de manera similar aquellos que estaban con Manco en Ollantaytambo (ibid, f. 124).
En el nuevo campo de visibilidad, la puesta en escena que ordena las relacio­
nes es Inca. Primero, el final de la guerra de Manco deja de ser un asunto español.
GONZALO LAMANA

Hasta abril de 1537, quienes deseaban abandonar a Manco tenían como única op­
ción aceptar las reglas y pulsaciones hegemónicas de los españoles. El retorno de
Paullu reconfiguró el escenario, ofreciendo una nueva opción: cambiar de bando
Inca. Este giro desplazó efectivamente a los españoles del centro de la escena, y
al mismo tiempo los mantuvo como actores relevantes: en su mensaje a los se­
ñores vecinos Paullu les aseguro a quienes deseaban cambiarse de bando que

177
no serían castigados por los Viracochas (BNE, Ms. 20193, f. 146V). Segundo, en el
__________________________ DOMINACIÓN SIN DOMINIO
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ CO LONIAL TEMPRANO

nuevo campo de visibilidad, la producción de la autoridad Inca no está en manos


españolas. En la ciudad del Cusco, en medio de las guerras en curso, Paullu organi­
zó una solemne coronación en la que participaron capitanes Incas, gobernadores
Incas y señores étnicos (ibid., ff. 156-156V). A la ceremonia siguieron varios días de
celebraciones a la usanza Inca, en la que el reconocimiento a Paullu por parte de
los señores tuvo más que ver con las nociones andinas de relaciones asimétricas
creadas a través del intercambio de presentes que con llevar ceñida la borla per
se. Además de la generosidad institucionalizada, Paullu obligó a los señores otor­
gándoles privilegios tales como el uso de andas, nombró nuevos gobernadores y
capitanes, y llevó a cabo el importante rito de pasaje a la adultez de jóvenes incas.
En breve, Paullu estaba produciendo normalidad y autoridad inca precisamente
donde se suponía que ya no existían.
A diferencia del régimen monotópico de visibilidad de los cronistas españo­
les, la trama tiene ahora por lo menos dos conjuntos de formas sociales, dos pro­
yectos y dos lecturas. Almagro y Paullu estuvieron forjando alianzas en contra de
sus respectivos enemigos; cada autoridad se entretejía con la otra. Si uno va más
allá de la solución del tipo juego de espejos, entonces surge la pregunta de cómo
fue imaginado el tejido resultante. La respuesta de la mayor parte de los estudios
actuales — y la de los tres cronistas españoles analizados— sería clara: Almagro
actuó, Paullu siguió (un nativo dócil); una respuesta que, a su vez, implica que los
testigos nativos que declararon en 1599 o deliraron o mintieron para favorecer el
caso del nieto de Paullu. La imagen establecida de una conquista española casi
completa, y las preocupaciones acerca de la confiabilidad documental (los textos
españoles fueron escritos mucho antes que la Información), harían razonable este
veredicto. Sin embargo, tal como probaron los eventos de 1533 en Pachacamac
que involucraron sesiones de tortura y caballos espeluznantes (Capítulo 2), la ra-
zonabilidad en los escenarios coloniales con frecuencia es un resultado de las asi­
metrías de poder. En el acto retrospectivo de lograr que la historia sea inteligible,
los cronistas españoles (y con frecuencia los estudiosos actuales) le otorgan a los
conquistadores una supremacía que no tenían.
Si bien los libros de actas del cabildo del Cusco fechados entre 1535 y 1545 se
han extraviado, se conserva una carta del cabildo a Carlos V con fecha 27 de julio
de 1537. El texto justifica largamente el ingreso de Almagro al Cusco y la batalla
de Abancay, defendiendo su tarea como gobernador. Al concluir, la carta intenta
consolidar la imagen de Almagro como un buen vasallo cuyos actos buscan paci­
ficar la tierra y servir al rey; señala que Almagro había enviado un ejército para lu­
char contra Manco porque, viendo las “diferencias” entre los españoles, el mismo

bolbió a hazer e hizo mucha guerra a los pueblos de yndios que avían venido
de paz a el dicho governador y se avían rreduzido al seruigo de V. Magestad.
(HL, P L218-1, f.852v)

178
Es decir, Almagro estaba reparando el daño que las “diferencias” habían
causado, ayudando a que los indios reconocieran al rey. Las formas son claras, y la
trama es familiar: la lógica que ordena los eventos y el escenario es española, los
indios son el enemigo necesario. Pero la carta continúa:

y estos [pueblos] son muchos, porque... le pareció [al governador] que con-
venya a el seruiqio de V. Magestad alqar e al<;ó por Inga e señor de los natu­
rales... a vn hermano del...Ynga...al qual le avía venydo e vienen de toda la
térra de paz (énfasis m ío).

La imagen cambia: era la autoridad de Paullu la que estaba siendo reconocida


por los curacas, y Almagro dependía de ella. El testimonio de los conquistadores
escrito cuando los acontecimientos estaban teniendo lugar reproducía el paisaje
inesperado de potencias que quiere negar; para dar cuenta de la autoridad de Al­
magro, no puede escapar la de Paullu. De hecho, era un orden de cosas poco claro
para todos. Testificando en una probanza de 1540, el licenciado Antonio de Castro
declaró que en 1537 vio como “el dicho Pavlo Ynga truxo muchos caciques e princi­
pales de paz... de muchas partes e cantidad de más de tres myll yndios... que los
vido estar todos juntos los quales heran de diversas provincias según sus trajes e
lenxos tierras los quales vido que mocharon al dicho Gouemador don Diego de Al­
magro” (AGI, L 204, n. 11, f. 17). La mocha es el gesto andino de reconocimiento de
autoridad. Los curacas que habían respondido a Manco venían en son de paz tanto
hacia el nuevo Inca como hacia el nuevo jefe de los Viracochas, probablemente
inseguros de la eficacia de cualquiera de ambos actos. Este doble reconocimiento
problematiza aún más la certeza de los relatos pasados y contemporáneos, per­
mitiéndole a uno recuperar los incipientes sentidos del orden; sentidos del orden
que, a su vez, sugieren que no hay una respuesta única sobre a qué diseño emergía
cuando las autoridades se entretejían, puesto que no estaba claro para los actores
mismos. Esta incertidumbre política se radicalizó, sostengo, debido a otra más sus­
tancial: no existían formas sociales efectivas que guiaran las acciones.

Actos adecuados para formas inexistentes

El desordenado status-quo del Cusco en 1537 no solo subvierte la imagen de una


dominación española clara expandiéndose linealmente, y la consiguiente subal-
GONZALO LAMANA

ternización Inca; también hace que sea necesario poner en cuestión las categorías
utilizadas para narrarla. El problema que quiero resaltar es el de las formas socia­
les y sus atributos. ¿Qué es ser gobernador si un Inca es coronado? ¿Qué es ser
Inca si un gobernador es instalado? Igualmente, ¿qué es un Inca si ya existe uno, y
qué es un gobernador si ya existe uno? En cada caso, ¿quién debe ser obedecido,
cómo, y por qué? El asunto no es solo quién es qué — lo que caracteriza a la histo-

179
ria en general— , sino también quién es qué. Si no hubo batallas claras que involu­
__________________________ DOMINACIÓN SIN DOMINIO
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN EL PERÚ COLONIAL TEMPRANO

craran a actores dados, sino más bien constantes improvisaciones culturales y po­
líticas con resultados inciertos, entonces uno puede preguntarse si los elementos
que orientaban las acciones españolas y nativas— categorías, relaciones sociales,
interpretaciones— no eran borrosos, y si su definición no era parte del juego.
Para abordar esta cuestión crucial encuentro útil la distinción de Sahlins
(1985: X-XII) entre la acción “performativa” y la “prescriptita”. Los actos prescrip-
tivos son aquellos que tienden a confirmar la forma social que ios contiene, mien­
tras que los performativos tienden a producirla. “Los amigos entregan regalos”
y “los regalos hacen amigos” ejemplifican cada uno de estos actos. Mi análisis
aplica esta distinción a lo largo de dos dimensiones, sincrónica y diacrónica. En
el primer caso, sugiero que, en un contexto significante fundamentalmente al­
terado por la presencia de un Otro, las acciones prescriptivas necesariamente se
convierten en performativas (i.e. los actos prescriptivos eran imposibles). Estos
ya no respondían a formas sociales, sino que las creaban activamente. Y, más aún,
mientras que ser un “amigo” es algo claro independientemente del contexto, ser
un Inca en 1537 no lo era. Por lo tanto, si uno pregunta: “¿Fue Paullu realmente un
Inca?”, uno tiene que aceptar que no había respuesta, puesto que su importan­
cia se iba définiendo conforme iba ocurriendo — por la forma sui generis en que
otros respondían y por las relaciones sociales que se establecían frente a esta res­
puesta, antes que por — aunque en interacción con— sus atributos tradicionales.
De manera similar, ¿Qué era quien tenía un papel que decía que él era un goberna-
dor?¿Cuál era la autoridad precisa que podía ejercer? ¿Sobre quién? Sugiero que
es también este dilema lo que hizo que los señores étnicos reconocieran tanto
Paullu como a Almagro.
Se podría argumentar que esta fluidez caracterizó toda la transición al régi­
men colonial español; las relaciones entre Almagro y Paullu se parecen mucho a
las de Pizarra y Manco en 1534. Sostengo, sin embargo, que la fluidez alcanzó su
pico en 1537, porque en ese momento las acciones eran prescriptivas o perfor­
mativas también en relación con eventos pasados, lo que hacía que diferentes
futuros fueran más o menos plausibles o imaginables. Permítaseme elaborar. La
distinción de Sahlins se basa en el énfasis de Saussure en el carácter relacional del
valor: el valor de un signo se determina en relación con aquellos de otros signos
(Saussure 1995). Este principio del análisis estructuralista pone énfasis en el pre­
dominio de la sincronía sobre la diacronía; es necesario saber cuál es la configura­
ción de un sistema en un momento dado para saber lo que significa un signo. Si
uno adapta la ¡dea de Saussure, manteniendo su carácter relacional pero enfati­
zando la diacronía, el resultado es que una cosa es lo que en otros momentos no
es. No existe ser estático, sincrónico. Lo mismo puede decirse de los atributos de
una forma social. Paullu — y Almagro, en menor medida— tuvieron que definir los
atributos de las formas sociales a las que ellos aspiraban (Inca, gobernador) en
relación no solo entre ellos y con los otros actores (curacas, gobernadores Incas,

180
conquistadores, clérigos, indios del común, etc.), sino también con las formas an­
teriores y sus referentes establecidos (Manco y Pizarro). La clave de sus proyec­
tos descansaba, por lo tanto, en su capacidad de hacer que ciertos futuros fueran
más plausibles que otros, congregando imaginaciones y acciones.
Esta dinámica puede verse en los repetidos intentos de Almagro y Paullu
por reducir la proliferación de significantes y de acciones políticas ambiguas, con­
virtiendo los actos performativos en prescriptivos. Sin embargo, en cada caso,
ambos líderes enfrentaron los mismos problemas. Primero, luego de la guerra de
Manco los actos estuvieron "en los límites de lo imaginables” volviendo borrosos
los futuros; a menudo el “dlscurso.Jba a la zaga de la práctica” (Trouillot 1995:88,
89), y esta última no era concluyente —al igual que los fue para los franceses e in­
cluso para los esclavos africanos durante la larga revolución haitiana— . Segundo,
además de eso — o quizás a causa de ello— los intentos de cada líder socavaban
los del otro. Estos problemas explican por qué un proyecto fracasó — el de Alma­
gro— mientras que el otro tuvo éxito, pero solo años más tarde, hacia 1540. Solo
entonces Paullu fue capaz de crear un espacio para sí mismo dentro de la cos­
mología española del orden, espacio que blindó su proyecto frente a la violencia
abierta española. Permítaseme comenzar examinando estas dinámicas estudian­
do primero los escenarios en los que coexistieron los intentos de Almagro y de
Paullu, y luego pasar a los intentos de este último hasta el fina! de la acción militar
de envergadura, hacia 1540.
A su regreso al Cusco Almagro estaba en desventaja, tratando de hacer de
su autoridad una práctica de la forma por entonces dada, en la medida que estaba
actuando en contra de lo que parecían ser sentidos la de autoridad ya estableci­
dos. Pizarro tuvo una gran ventaja para fijar el significado de gobernador y hacer­
lo suyo: él había performado la transformación mágica original que convirtió los
cuerpos y espacios nativos en objetos del régimen jurídico español, había funda­
do varias ciudades, entregado encomiendas y títulos de tierras, actuado frente
a la Corona como gobernador, y — más concretamente— se había quitado de
encima a “su” Inca (Manco).
Para desestabilizar la desventaja, Almagro, imitando a Pizarro, se hizo cargo
de la acción significante y militar. Primero se aseguró el reconocimiento y apoyo
del Concejo del Cusco, y llevó a cabo numerosos actos públicos, legales y propa­
gandísticos a la vez. Una vez que quedó establecida una cierta lectura tentativa
de la realidad, reafirmó su pretensión en la batalla que tuvo lugar el 12 de julio
de 1537 cerca del río Abancay contra el mariscal pizarrista Alonso de Alvarado4.
GONZALO LAMANA

Aunque una “batalla” evoca bandos claros, la dinámica real.de Abancay revela la
fluidez del momento: solo un núcleo pequeño de hombres luchó, brevemente;
la mayoría simplemente cambió de bando. Algunos cambiaron de bando porque

4 Alvarado había salido de Lima en noviembre de 1536 con 500 hombres fuertemente armados, y lenta­
mente se abrió camino hacia la sierra en una guerra sin cuartel contra los hombres de Manco (Guillen
Guillen 1994:100-102).

181
Pizarra, después de prometerle a Pedro de Lerma el liderazgo, a último momento
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ CO LONIAL TEMPRANO

se lo dio a Alvarado, y Lerma, ofendido, acordó con Almagro cambiar de bando y


convocó a otros a hacer lo mismo56 . Por otro lado, y no menos importante, muchos
_______ ____________DOMINACIÓN SIN DOMINIO

cambiaron de bando porque en ese momento particular pocos podían decir quién
era el (real) gobernador, de quién eran las órdenes que eran válidas. De hecho, la
breve batalla estuvo precedida por largos y disputados intentos rituales de definir
el verdadero orden de cosas. Ellos incluyeron, por ejemplo, que el enviado de Al­
magro vociferara la lectura del título de Almagro de un lado a otro del río, junto
con un requerimiento, al que los pizarristas en la otra orilla respondieron con gri­
tos y tapándose los oídos — para evitar hacer caso omiso a las palabras de su rey
(Molina, “el almagrista”, [c.1553] 1968:93)®.
Los relatós españoles sobre Abancay lo convierten en un asunto español,
lo mismo que el éxito de Almagro; Paullu, si es mencionado, es un personaje sub­
ordinado a Almagro, a quien ayuda denodadamente (e.g., PP [1571] 1965:212-214,
RS [1539] 1879:126 -130). Uno puede comenzar a cuestionar esta taxonomía bien
conocida utilizando fuentes no narrativas. Cuarenta y cinco días después de la
batalla el cabildo de Lima hizo una probanza contra Almagro. El fiscal de la ciudad
preguntó si Almagro había usado 10,000 “indios" (hombres de Paullu) para atacar
a los “cristianos” (hombres de Alvarado) (AGI, P185, r. 16, n /f). La mayoría de los
testigos se limitó a decir que sí, pero Tomás Vázquez agregó detalles. Declaró que
vio a unos 4,000 indios luchando contra Alvarado y a Almagro

diziendo... al Inga que porqué no hechava a los cristianos los diez myll yndios
que le avía prometido porque diesen en ellos por las espaldas, y el...Ynga
dezía que aquel día vernyan [y nunca lo hicieron]; porque al paresqer deste
testigo el... Ynga tenya poca gana de dar en los... cristianos, (ibid.)

Los objetivos eran difusos, lo mismo que los límites. Preguntado si Almagro
“ordenó" a Paullu que detuviera a cualquier “cristiano” que huyese a Lima des­
pués de la batalla, Pedro Cermeño declaró que los hombres de Paullu llevaron a
la plaza principal del Cusco las cabezas de algunos conquistadores, y la prueba de
otro que habían matado, diciendo: “ves aquy las armas e ropa de aquel viracocha,
que quyere dezir en lengua de yndios cristiano” (ibid.). El terreno confuso, con
entrecruzamientos de los bordes y las autoridades cristiana e india, fue en efecto
un resultado natural de la condición de la duplicidad de bandos en Abancay. En su
probanza de 1561 los curacas de Hatún Jauja declararon que Alvarado llevó consi­
go a 532 Huancas a la batalla, quienes lucharon en contra — y fueron derrotados
por— los hombres de Paullu (en Espinoza Soriano 1971:267).

5 Alvarado, por su parte, le prometió a Picado, el poderoso secretario de Pizarra, que él "pacificaría” defi­
nitivamente a los Huancas, quienes constituyeron una gran parte de la encomienda de Picado (P. Pizarra
[1571] 1965:212).
6 La complejidad de los intercambios excede el alcance del presente estudio. La analizo en Lamana s.f.

182
Es decir, Abancay, al igual que el Cusco anteriormente, fue un escenario plu­
ral en el que Paullu trató de fortalecer su autoridad, haciendo su ser Inca más real.
A su regreso al Cusco, estaba en desventaja frente a su hermano. Manco había
disfrutado de un largo periodo al mando que estableció la forma de entender su
autoridad, haciendo de ella una práctica de la forma social tradicional. La acción
tradicional fue, tal como hemos visto, el programa de Manco. Paullu tomó un ca­
mino distinto. En 1537 estaba claro que los viracochas no podrían ser derrotados,
lo cual eliminaba la opción de la tradición y la confrontación. La carrera de Paullu
como Inca solo podía basarse en la cooptación de la potencia de los españoles y
en la apropiación de sus categorías. Esto puede verse en los constantes actos de
improvisación con los que Paullu intervino para intentar dar respuesta a las pre­
guntas quién es Inca y qué significa serlo.
Su coronación siguió la lógica del conflicto asignado inca por el cual los her­
manos competían por el cargo de Inca, pero la ceremonia incluyó a clérigos es­
pañoles, los intermediarios con la poderosa huaca de los Viracochas. Probable­
mente recibió la borla de manos de Almagro, cuya potencia alcanzó su pico en
ese momento, pero si bien ostentarla identificaba a un Inca, serlo era resultado
del reconocimiento personal de cada señor nativo y de la confirmación de sus
condiciones especiales. Esto explica por qué Paullu, por un lado, multiplicó las ins­
tancias rituales en las que se establecieron lazos personales (la singular iteración
de coronaciones que mencionan las fuentes) y, por otro, necesitó de batallas
para asentar su autoridad, probando su camac y su atao, sanciones que eran in­
dispensables.
El siguiente paso del nuevo Inca fue el de eliminar a sus competidores di­
rectos. En el Cusco, hizo que Almagro matara a un Inca de alto rango, el Inca
Pazca, quien había comandado los contingentes nativos anti-Manco durante el
asedio (AGI, Ec 1007c, f. 265.); posteriormente, él mismo persiguió a Manco.
Por ese entonces el Inca se había replegado en Víteos, un agreste lugar mon­
tañoso cercano al Cusco. Los relatos españoles señalan que dado que él aún
constituía una amenaza, luego de Abancay, Almagro envió a Víteos a su general
Rodrigo Orgóñez con un poderoso ejército que derrotó y desbandó a los hom­
bres de Manco. Manco escapó a pie y solo mientras los cristianos saqueaban su
campamento (RS 1879:132-134; Cieza 21,1991:98-101). Paullu no es mencionado
salvo para decir que, extrañamente, Orgóñez guardó para él el ídolo de oro del
Sol -u na muestra inusual de generosidad. En contraste, en la Información de
1599 todos los testigos nativos declararon que Paullu y muchos hombres to­
GONZALO LAMANA

maron parte activa en el ataque. Más aún, invierten el argumento y cambian


sus elementos. Paullu con algunos españoles atacaron a Manco, cuyos hombres
lo abandonaron para reconocer a Paullu — no se desbandaron. Además, Paullu
rescató a su madre, Añas Collque, y a su mujer principal, Tocto Ussica, a quienes
Manco había tomado prisioneras (BNE, Ms. 20193, e.g., ff. 124,132). Por último,
haciendo inteligible el gesto de Orgóñez, el hijo de Manco, Tito Cussi, señala

. 183
que Paullu también obtuvo el control de varios elementos clave del aparato im­
DOMINACIÓN SIN DOMINIO
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ COLONIAL TEMPRANO

perial Inca: los ídolos del Sol y de Huanacaure, los cuerpos de varios Incas y
Collas (reinas Inca) y las andas de Manco ([1570)1985:27 )7.
Tal como sugieren estos ejemplos, ninguno de los líderes logró solucionar
el problema de la incertidumbre de las autoridades y las imaginaciones. Al mismo
tiempo, esta misma turbidez deja en claro que la derrota de Manco no marcó el
fin del poder Inca. No hubo un hecho consumado ni Paullu como un "Inca títere”
(Hemming 1993:226, 249; Varón Gabai 1996:241) simplemente se acomodó al plan
de los españoles (DunbarTemple 1937,1939); él produjo orden en un momento que
no era Tawantinsuyu ni tampoco colonia española. Los conquistadores admitieron
su proyecto tan solo de manera contradictoria, ya que el reconocerlo habría contra­
rrestado sus pulsaciones hegemónicas, compartiendo (otra vez) la definición del or­
den con quien consideraban su subalterno. Luego de que la insurrección de Manco
hubiera simplificado el escenario habían dejado de hacer tales concesiones.
El panorama poco claro de autoridades duró varios años. Desde mediados
de 1537 hasta mediados de 1539, pizarristas, almagristas, Manco, Paullu y los seño­
res étnicos lucharon entre sí en numerosas batallas, forjando alianzas cambiantes.
Para cuestionar la comprensión común de estos eventos como indicando explí­
citamente un avance español, lo que hace de los españoles los únicos agentes y
de Paullu — en caso de ser mencionado— un traidor a su patria, reseñaré las bata­
llas y resaltaré sus lecturas contrapuestas. La presentación de este punto de vista
alternativo es indispensable para comprender el siguiente punto de inflexión en
nuestro relato: la ciudad del Cusco hacia 1540, una vez que cesó la acción militar
principal. En ese momento los discursos alcanzaron a las prácticas, permitiendo a
Paullu articular un proyecto político en abierto desafío a los diseños de los conquis­
tadores — un Inca con un gobernador se convirtió, entonces, en algo plausible— .
La carrera de Almagro fue breve. Después de las victorias de Abancay y Vít­
eos trató de hacer que el ejercicio de su gobernación pareciera real: bajó hacia
la costa, fundó la villa de Almagro, instaló su cabildo, y recibió a los funcionarios
reales de su gobernación. Su siguiente paso, indispensable, era llegar a Carlos V
— hasta ese momento, en la Corte solo se disponía de la versión de Pizarro de
uri Almagro controlado por “el Enemigo” ([1537] 1865:62) (el Diablo). Esto resul­
tó imposible porque Pizarro controlaba el mar, impedía celosamente que saliera
desde el Perú cualquier información que le fuera adversa, y se aseguraba la leal­
tad de todo recién llegado. Las negociaciones subsiguientes solo fortalecieron a
Pizarro y debilitaron a un Almagro aislado. El 26 de abril de 1538, Hernando Pizarro
lo derrotó en la batalla de Las Salinas, para finalmente ejecutarlo el 8 de julio8.

7 Los cuerpos, como cabezas de las panacas, organizaban la mayoría de las celebraciones político-religio­
sas de la elite Inca. Existe información contradictoria respecto a los cuerpos de qué Incas tenían en su
poder exactamente Manco y Paullu (véanse Hampe 1982, Guillen Guillen 1983, Lamana 1996).
8 Almagro había liberado a Hernando durante las negociaciones. Para el relato más completo del conflicto,
véase Cieza [c.1553] 1991. Para estudios actuales, veánse Del Busto 2000:2:295-330; Rubén Vargas ligarte

184
El intento de Paullu Inca de constituirse en Inca continuó después de la muer­
te de Almagro. Entre agosto de 1538 y febrero de 1539, Paullu con hasta 15,000
hombres, y Hernando y Gonzalo Pizarro con algunas pocas docenas de hombres
se enfrentaron a ejércitos nativos en el sureste del imperio. Dando testimonio de
la pluralidad de los planes en marcha, la campaña fue desatada por una solicitud
de ayuda de los señores Hatun Colla. Estaban siendo atacados por ios ejércitos
unificados de los Lupaca-Pacajes, quienes habían decidido no reconocer ni a los
Incas ni a los españoles (Hemming 1993:233-239, Gulllén Gulllén 1994:115-117). Tras
derrotar a los Lupaca-Pacajes, los aliados se desplazaron hacia el sur a luchar con­
tra ejércitos multlétnlcos bajo el mando del general de Manco, Tizo Yupanqui.
Entre abril y julio de 1539, luego de retornar del Collasuyo, Paullu con varios miles
de hombres y Gonzalo Pizarro con una fuerza de 400 hombres atacaron con éxito
Vilcabamba, la fortaleza de Manco9. Finalmente, en octubre de 1539 fue captu­
rado Villac-Umu, el líder religioso de la facción de la élite incaica que apoyaba a
Manco (Hemming 1993=241- 245. Guillén Guillén 117-120).
En la medida que el estudio en detalle de estas batallas repetiría el tipo de
análisis que he hecho sobre el Cusco en 1537, me limitaré a señalar elementos que
ilustran la heterogeneidad del status-quo vigente. En general, sugiero que si una
fuerza militar de 15,000 indios y unos 60 cristianos derrotan a una fuerza militar
nativa de varios miles de hombres uno no puede decir a favor de quién redunda el
crédito de la victoria; menos aún, qué personaje ganó legitimidad como resultado
de esto. Las fuentes le permiten a uno entrever este punto. Por ejemplo, el ge­
neral de Manco y los señores que lo apoyaban en el sur del Imperio, se rindieron
solo en respuesta al llamado de Paullu; cuando lo hicieron, replicando los actos de
doble reconocimiento de 1537, ellos “hicieron reverenda con mucha humildad,
primero a Hernando Pizarro y luego a Paulo" (Murúa [1590-1611]: 71,1987:254). Y
esto último no fue solo un gesto cortés. Durante la campaña, Paullu le ordenó a
un señor étnico (el de Pomata) que trajera suministros, pero él se negó, diciendo
que “la tierra está por los españoles y así no tiene el Inca que mandarme” (Ramos
Gavilán [1621] 1988:189). El Inca respondió enviando a algunos hombres que en­
contraron y decapitaron al señor, y le trajeron su cabeza.
No hay duda de que de alguna manera estas batallas promovieron el régi­
men español; sin embargo, sus efectos no fueron los de un escenario en blanco y
negro, con zonas liberadas y conquistadas. Tal imagen solo reificaría el discurso de
los conquistadores, según el cual el orden que ellos producían regía todas las inte­
racciones y Paullu era un “Indio bueno” que quijotescamente intentaba emulara
GONZALO LAMANA

sus amos. El poder no es tan efectivo, ni, tal y como subraya Sayer (1994:369-371),

1966:118-132; y Juan Pérez de Tudela 1963.


9 Después de Víteos, Manco había tratado de recuperar el control de la Sierra Central librando una guerra
sin cuartel contra los Huancas, tan solo para retirarse luego a Vilcabamba (Guillén Gulllén 1994:112-113). A
finales de 1538 Manco había doblegado una fuerza española de 30 hombres a pie que fueron enviados
para perseguirlo. Aunque el ataque conjunto de 1539 fue exitoso, el Inca volvió a escapar.

185
los proyectos hegemónicos son tan completos como pretenden serlo. Lo que sí
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ CO LONIAL TEMPRANO
_________________________ DOMINACIÓN SIN DOMINIO

son, sip embargo, es efectivo al escribir historia-ficción — lo que Furet (1984:20)


identifica como la segunda Ilusión de la verdad de la práctica histórica: lo que su­
cedió (el colonialismo español) es lo que debe haber sucedido.
En el caso en cuestión, la ilusión se filtra afectando incluso la forma en que
han sido leídos los manuscritos españoles del siglo XVI. El 20 de abril de 1539, Pi­
zarra otorgó a Paullu una gran encomienda. Abarcaba grupos de producción de
coca en los Andes, grupos de producción de maíz en Mohína, cerca del Cusco, y
ricos grupos ganaderos en Hatun Cana, cerca del lago Titicaca (BNE, Ms. 20193, f-
11)10. Aunque a menudo ha sido presentado como una recompensa al servilismo
de Paullu, sugiero que el título deja en claro que la supremacía no estaba clara;
fue excepcional, tanto porque no fue entregado como parte de un repartimiento
general como porque Paullu lo diseñó. Para satisfacer la petición del Inca, Pizarra
tuvo que despojar a su hermano Hernando (Julien 1998) y al conquistador Mancio
Sierra de varios grupos. Tal como Sierra explicó en su testamento (AGI, P 107, r.
2, f. 10), Pizarra tuvo que complacer a Paullu porque era “sub<;essor de los yngas
y señor deste rreino” (loe. cit.); y sin embargo dos transcripciones modernas del
documento dicen “sucesor de los ingas y señores de este reino” (mi énfasis)'1.
Este alisamiento (y cubrimiento) del pasado hace eco a deseos que tienen casi
500 años. Pero hacia 1540, el orden de las cosas estaba lejos de estar resuelto y
conformar a los deseos de los conquistadores.

Clérigos, españoles y cristianos

Después del ataque militar a Vilcabamba en 1539 ía acción militar importante en el


Tawantinsuyu cesó durante dos años, lo que hizo que el grueso de la interacción es­
pañola-india volviera a los espacios urbanos cotidianos. ¿Cómo era el paisaje religio­
so y político en Cusco de 1540? En particular, ¿cómo coexistía el proyecto de Paullu
de ser Inca con las pulsaciones hegemónicas de los conquistadores? De acuerdo a
los historiadores que incluyen a Paullu en sus relatos de la conquista, su posición
mostró los beneficios no-elogiables de estar del lado de los ganadores. Su futuro
era disfrutar de sus "recompensas”: su gran encomienda, su magnífico palacio en
Colcampata, y más tarde su escudo de armas'2. Las únicas sombras en el horizonte
eran los rumores de que Paullu planeaba unirse a Manco en contra de los cristianos,
y el hecho de que su riqueza tentaba a algunos españoles con poca fortuna.
Sin embargo, los rumores pronto probaron ser infundados y el Inca, gracias
a su pro-hispanismo, congregó ayuda para conjurar las tentaciones (Dunbar Tem­
ió Rómulo Cúneo Vidal (1925:169-173) publicó un documento ligeramente diferente y más corto que el que
he usado, con fecha 20 de enero de 1539. No indica la fuente.
11 Véase el testamento en Revista Peruana (1879) 2(4):250-258, y RAHC (1953) 4:91-102.
12 El rey español le otorgó a Paullu su escudo de armas el 9 de mayo de 1545 (AGI, L 56 6 , 1. 5, f. 163).

186
pie 1940, Hemming 1993:247'2 49 )- La imagen se ajusta a la descripción de Paullu
como un Inca títere débil, condescendiente; el verdadero reto estaba en otra par­
te, en Vilcabamba.
No obstante, el cronista Martín de Murúa ([1590-1611] 70,1986:249) describe
estos años en forma algo diferente:

solo diré que... los indios que había en el Cuzco y su comarca, que no acudían
adonde estaba Manco Ynga, iban a reconocer a Paulo Topa como a hijo de
Huaina Capac... Los españoles vecinos y encomenderos..., queriendo evitar
inconvenientes que... podían suceder, y porque Paulo Topa no se ensorbe-
ciese, mandaron que ninguno fuese a su casa, sino eran sus criados, y así...
entendieron ...que desta manera se quitaría la ocasión de rebelarse como
su hermano.

El pasaje es extraño por dos motivos. Primero, describe el reconocimiento


de los pueblos nativos a la autoridad de Paullu, algo que los cronistas mencio­
nan rara vez. Segundo, este reconocimiento aparentemente Incomodaba a los
conquistadores. Si Paullu había demostrado en muchas ocasiones lo útil que les
había sido, es extraño que dudaran de su lealtad y que lo comparasen con Manco,
quien planteó una verdadera amenaza que Paullu ayudó a contener. ¿Por qué la
contradicción?
Con el fin de abordarla, necesito traer a colación a un actor social bien co­
nocido por los estudios del colonialismo: los clérigos. Ellos aparecen rara vez en
mi relato porque mayormente están ausentes en el registro documental. Están
solo hacia 1540 que afloran en dos textos cruciales. Uno es una larga carta en­
viada al rey desde el Cusco en 1539 por Vicente de Valverde, el fraile que se en­
contró con Atahualpa en Cajamarca. Valverde viajó a España en 1534 y regresó
como primer obispo del Cusco en 1538. El otro texto es una exhaustiva relación
enviada a Carlos V por Luis de Morales, el provisor (juez eclesiástico) del Cusco,
cuando acaba de llegar a Sevilla, a principios de 1541.
Observar el Cusco cotidiano a través de sus ojos revela las formas en las que
todavía se pudo cristalizar una realidad diferente, un antídoto a la imagen nítida,
bucólica, que los conquistadores yfuncionarios reales trasmitían. Para fundamen­
tar su proyecto alternativo, haciéndolo sensato a otros oídos, Morales y Valver­
de recurrieron a llevar el discurso jurídico de la Corona a sus extremos lógicos y
a remoldear formas pre-contacto para sugerir continuidades. En el primer caso,
GONZALO LAMANA

los clérigos utilizaron dos conceptos jurídicos que estaban en el corazón del ima­
ginario político colonial de la Corona: la libertad de los Indios y el señor natural.
Comenzaré analizando el uso de (a libertad de los indios para dar cuerpo ai Cusco
cotidiano de la década de 1540, y luego situaré en él a Paullu. Mi argumento es
que, al apropiarse de la noción de señor natural, Paullu construyó una posición de
sujeto legítima dentro del imaginario de los cristianos pero fuera del diseño de los

187
conquistadores. Este desafío al normal colonial incipiente señala el punto en el
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑO L EN E L PERÚ CO LONIAL TEMPRANO
s i n d o m in io

que los discursos alcanzaron a las constantes improvisaciones que se iniciaron en


1537. Como tal, sugiero, marca el inicio de una conciencia mestiza cuya lógica era
la de la apropiación y la subversión en vez de la tradición y la oposición.
Luego de la catastrófica experiencia en el Caribe, donde la conquista diezmó
___________ d o m in a c ió n

las poblaciones nativas, la Corona enfatizó la libertad de los indios como un me­
dio para preservar la población de tributarios— los esclavos no pagaban tributo
(Pietschmann 1989). Aprobada en las Leyes de Burgos de 1512, recalcada regu­
larmente en cédulas reales, y reforzada por el Papa Pablo III en la bula Sublimis
Deus de 153713, la libertad de los indios implicaba que los vasallos indígenas de la
Corona tenían que ser tratados en los mismos términos que los peninsulares— la
única excepción era lo que hacía a la conversión. Con frecuencia esta igualdad le­
________________

galmente establecida no funcionó en la práctica; sin embargo, cuando fue hecha


cumplir, como en el caso del Cusco de 1540, se chocó frontalmente con el normal
colonial emergente. Las dinámicas de la jerarquía y la humillación en la ciudad por
ese entonces asemejaban las de los caminos y el campo que he estudiado en el
capítulo anterior.
Morales denunciaba, por ejemplo, que indios pudieran ser llevados a la fuerza
por español mientras iban caminando para hacerlos sus sirvientes (AGI, P 185, r.
24, ff. 14V-15), que pudiesen ser marcados y convertidos en esclavos por supuestos
actos de guerra (ibid., ff. 3, 8v), o convertidos en mercancías y alquilados para pa­
gar deudas (ibid., f. 3) — resultados que las autoridades españolas locales incluso
legalizaban. Esta alienación cotidiana de la humanidad de los indios era respaldada
mediante prácticas precisas, las cuales señalaban continuidades de la guerra a la
paz y reconfiguraciones desde Europa a las Indias. Hemos visto el uso de perros
durante el asedio de Manco para aterrorizar a los indios prisioneros. Si bien en las
guerras europeas los españoles utilizaban diversos medios para infligir dolor a los
enemigos, incluidos los perros, en el Perú estos últimos eran reservados para indios
(los Varner 1983:122). Esta reconfiguración de las fronteras de la alteridad abarcaba
técnicas judiciales usuales (la tortura de prisioneros españoles incluía el uso del fue­
go y la dislocación de miembros, pero no el acoso con perros) y la vigilancia de los
espacios públicos. Allí, las razones técnicas se mezclaban con las pulsaciones hege-
mónicas hechas carne. “Más páresele crueldad [e] y[n]umanidad que no castigo”,
se quejaba Morales, que los vecinos tengan perros cebados que andaban sueltos y
en ocasiones se encarnizan con los indios y los atacaban; “e no quiero dezir que por
su pasatyenpo, algunos sin propósito y algunos por hacer sus perros carniceros y
feroses, [los] asoman... a los...yndios naturales medio burlando medio de veras;”
“e con dezir 'no lo quisiera hazer, o no lo vide”’ fingen ignorancia (ibid., f. 2). La
deshumanización era consistente. Por ejemplo, españoles errantes sin fortuna en
ocasiones rancheaban pueblos de indios, y si al defenderse los indios llegaban a
13 Declaró que los Indios eran seres humanos, racionales y, por lo tanto, capaces de recibir la fe (Hanke
1937)-

188
1
matar alguno, un grupo de castigo del pueblo español más cercano tomaba severas
represalias (ibid., i6v).
La libertad de los indios también era violada en formas que incumbían direc­
tamente a la autoridad del Provisor. Los vecinos españoles del Cusco, Morales se
quejaba repetidamente, vivían “como en la ley de Mahoma”, con muchas mujeres
nativas como compañeras sexuales, a las que a veces tenían en un régimen de
semi-redusión (e.g., ibid., f. 14). Este comportamiento no cristiano se yuxtaponía
con otros. Muchos españoles no permitían que sus indios— compañeras sexuales
y otros— asistieran a misa y escucharan doctrina los domingos, como resultado
de lo cual, “si torpes estaban y suzlas en su ley y qeta mucho más agora por nues­
tra buena c o n v e rs ió n y enxenplo” (Ibid., f. 2v). La ironía de Morales apuntaba
a un elemento clave de la cosmología civilizadora española (aún vigente en la de
muchas otras naciones): que el simple contacto con sus portadores es beneficio­
so. Al igual que en el caso del rancheo o el cargar indios, los conquistadores toma­
ban sus prácticas urbanas como normales: "es público”, señala Morales; nadie se
preocupa por ello, y — más perturbador aún— “[aquellos involucrados] piensan
que no hay pecado” (ibid., f. 4v).
Uno podría pensar que, al igual que los marineros británicos del siglo XVIII
(Sahlins 1981:40), los conquistadores perdían sus costumbres cristianas al ir más
allá del Cabo de Hornos. Sin embargo, esto tergiversaría el colonialismo español
por dos razones. Primero, porque de la misma manera que la Corona trató de
establecer en las Indias un sistema de gobierno más directo que el de España,
algunos clérigos quisieron imponer una sociedad con normas morales más estric­
tas. Morales les exigía a los españoles del Cusco que se comportaran de manera
que era poco frecuentes en la España pre-Trento, donde las relaciones sexuales
extramatrimoniales de los hombres eran comunes y las concubinas eran a menu­
do parte de la vida cotidiana incluso de los clérigos (Rawlings 2002:78-99, Haliczer
1996). En la intimidad del Cusco cotidiano, Morales percibió que la cristianización
era necesaria tanto para los españoles como para los indios, porque él-no podía,
como otros clérigos críticos del colonialismo español lo hicieron en Mesoamérica
(Clendinnen 1987, Florescano 1997:80-90), crear espacios aislados de la corrup­
ción del Viejo Mundo y de la depredación de los conquistadores, espacios donde
los indios pudieran convertirse en sujetos cristianos ideales.
Segundo, porque coexistían varias dinámicas, desde intentos de tener el po­
der absoluto a intentos de producir orden a través de la imitación. Considérese,
por ejemplo, los lazos de los españoles con las mujeres nativas. Subsisten dos ve­
GONZALO LAMANA

redictos dados en 1539 por Valverde, obispo del Cusco, en su calidad de protector
de los indios ([1539] 1943:11-15). El primer caso muestra la pulsación hegemónica
de un conquistador y también que, si se daban los medios, los indios podían de­
safiarla. Mencia, una mujer india, denunció a su señor por sus abusos. Al ser inte­
rrogado por Valverde, él admitió sin tapujos haber tenido encadenada a Mencia
"para que no pudiera escapar”, y haberla azotado “en ocasiones”. El obispo lo

189
condenó y liberó a Mencia. El segundo caso sugiere una relación personal. Fran­
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN EL PERÚ COLONIAL TEMPRANO
____________ _____________ DOMINACION SIN DOMINIO

cisco Hernández denunció que Francisco González había tomado, mantenido por
la fuerza, a la india Pospocolla y abusado de ella. Después de un interrogatorio
rápido en el que ella declaró que tal era el caso, Valverde condenó a González e
instruyó solemnemente a Pospocolla sobre su libertad. Ella declaró entonces que
su voluntad era estar con Hernández. Por último, es probable que, al igual que el
Inca que trataban de reemplazar, los conquistadores hicieran política a través de
las mujeres. Alonso de Mesa, por ejemplo, en 1542 tenía en su casa y cuidaba con
ahínco a cuatro niños de cuatro mujeres (Mesa 1927), y en 1544 a ocho niños de
ocho mujeres (BNP, A-397, ff. 363,365V), uno de los cuales era de Caycay, el pue­
blo de su encomienda principal (Tasa... [c.1570-1590] 1975:165), lo que sugiere una
alianza con el señor local al estilo de la práctica política inca. Si estoy en lo cierto,
esta poligamia era parte de una imitación española mayor: los encomenderos, por
ejemplo, exigían ser llevados en andas como el Inca (P. Pizarra [1571]1968:153).
Existe, sin embargo, una manera en que los marineros británicos del siglo XVIII
y los conquistadores españoles del siglo XVI —quienes probablemente se habrían
horrorizado por la comparación— se parecían entre sí: ninguno lograba estar a la
altura de sus mitos occidentalistas (Coronil 1996)— en este caso, el de la suprema­
cía. Aunque la conducta de los conquistadores dice mucho de su voluntad de poder
absoluto, revela también una realidad que amenazaba con escapárseles. El uso de
perros, por ejemplo, era común en las Indias, pero ningún conquistador del Perú lo
señalaba como una fuente de mérito. Más bien, se asemejaba al recurso al terror en
escenarios neo/coloniales cuando el ser abrumadoramente superados en número
atemorizaba a los supuestos amos— considérese que el total de la población espa­
ñola en el Perú de 1540 era solo de 4,000 person.as (Lockhart 1968:12) frente a una
población nativa de varios millones. En este caso, el uso de perros para establecer
el orden urbano era la versión institucionalizada del recurso de Hernando Pizarra en
1533 al aura misteriosa de los caballos para lograr que la plaza de Jauja fuera despe­
jada; se trataba de reflejar una imagen de miedo y de hacer efectiva, material, una
ascendencia que les era esquiva.
Los ejemplos examinados hasta ahora indican que el estado social y cultural
del Cusco de 1540 difería tanto del de los caballeros cristianos que decían luchar
contra indios impíos durante la conquista como del de los clérigos que dirían luchar
contra las idolatrías indígenas en la década de 1560. Durante los años en cuestión la
amenaza provenía no de una diferencia que era externa a los diseños cristianos ya
establecidos (Dean 1999), diferencia que los españoles fácilmente podían intentar
conquistar o extirpar, sino de un orden alternativo de las cosas que desafiaba el
normal colonial naciente desde el interior del marco discursivo colonial. La segun­
da forma legal impulsada por la Corona, el señor natural, le dio a tal orden la opor­
tunidad de ser articulado. Tal como dejarán en claro los siguientes ejemplos, su
fuerza radicaba en su potencial para vincular de modo efectivo las imaginaciones
de los obispos y de los Incas y aunarlas contra las de los conquistadores.

190
Ensamblar el primer diseño global occidental incluyó definir por primera vez
el estatus y el lugar en el esquema de las cosas — incluida la creación— de gente
que hasta entonces desconocida, y de la que nadie había dado cuenta. Testimonio
de la complejidad de la tarea fue el acalorado debate que tuvo en todos los ám­
bitos de la sociedad española del siglo XVI sobre el derecho y los procedimientos
de la conquista española (Hanke 1985,1988). En este debate, la figura del señor
natural jugó un papel clave. Rechazando la idea de que los pueblos nativos de las
Indias tenían una inferioridad innata que los hacía incapaces de gobernarse a sí
mismos, lo que habría justificado la conquistadlos dominicos Francisco de Vitoria
y Bartolomé de Las Casas sostuvieron que la presencia de los españoles era legíti­
ma solo si respetaba los derechos y la autoridad de los señores naturales, la cual
no cesaba a causa de su ignorancia del orden y policía cristianos (Hanke 1985,
1988; Brading 1991; Pagden 1982).
El debate tuvo consecuencias reales. La figura del señor natural limitó las
compañías a partir de 1513 cuando, en respuesta al sermón crítico de 1311 de Fray
Antonio de Montesinos, la Corona creó el Requerimiento. En resumen, el texto
declaraba que Dios había creado el mundo y a sus habitantes, que el Papa era
su representante, y que como tal le había concedido al rey español el dominio
sobre las nuevas tierras y gentes. Cuando los españoles encontraban un nue­
vo pueblo, el Requerimiento tenía que serle leído a su señor; dependiendo de
su respuesta — si reconocía al rey cristiano o no— se abría legalmente la puer­
ta a la sumisión pacífica o a la guerra justa. Lejos de cerrar el debate, el texto
lo avivó; el contenido del Requerimiento, su puesta en práctica, su derecho a
la propiedad de otros fueron cuestionados. Sin embargo, como Pietschmann
(1989) destaca, los destinatarios del Requerimiento no eran los indios sino los
conquistadores. Su performace reafirmaba ante ellos la autoridad de la Corona
sobre actos, tierras y pueblos que estaban, en la práctica, más allá de su control.
En particular, el texto era la piedra angular de la afirmación de supremacía de la
Corona, en la medida que convertía al rey de España en sucesor de la soberanía
de los señores locales'4.
El discurso de la Corona regulando la intervención tenía efectos contradicto­
rios. Si un señor accedía al Requerimiento, en teoría abría las puertas a una rela­
ción pacífica con los cristianos, reconociendo la autoridad del rey sobre la propia
y reteniéndola. En la práctica, el máximo representante del rey en la escena local
era el jefe de la compañía, cuyas metas más urgentes eran recuperar el capital
invertido y consolidar su poder. Sin embargo, puesto que el señor natural había
GONZALO LAMANA

reconocido al rey, el capitán no podía simplemente despojarlo de sus tierras y


vasallos; tenía que participar en un delicado equilibrio, teniendo en cuenta sus
propios intereses, la presión de sus hombres, la competición de otras compañías,14

14 El texto también atenuó el efecto de las voces criticas radicales dentro de la iglesia respecto de los con­
quistadores, fortaleció la posición de España ante las otras potencias católicas europeas que habían que­
dado fuera de la conquista, y satisfizo la conciencia del rey (Pietschmann 1989:80-82,96-09,105,122).

191
y la amenaza de una intervención directa de la Corona. En el caso Inca, Manco Inca
__________________________ DOMINACIÓN SIN DOMINIO
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ COLONIAL TEMPRANO

puso a Pizarro en un dilema que acabó solo una vez que se “rebeló”. Desde ese
momento, Manco dejó de ser un problema legal y se convirtió en uno militar, algo
más manejable para los conquistadores. Es por eso, argumento, que la guerra de
Manco significó para los conquistadores no el inicio de los problemas, como a
menudo se sostiene, sino un cambio en su naturaleza, provocado para eliminar
un status-quo incómodo.
Incluso habiéndose resuelto el problema que Manco presentaba, los señores
naturales importaban porque, como es sabido, los cristianos tuvieron que recurrir a
ellos para explotar a las poblaciones nativas. La forma institucional de esta depen­
dencia fue la encomienda. En teoría, una encomienda no violaba la libertad de los
indios; solo delegaba a un conquistador el derecho de la Corona de cobrar el tributo
pagado por un determinado grupo de indios. Morales denunció que en la práctica
“los yndios naturales e señores e caciques de la provincia del Perú están tan quarta-
dos al seruiqio de su amo y a lo que ellos les quieren mandar... que... están harto afli­
gidos e no como libres ni vasallos de Vuestra Magestad sino como esclavos” (AGI,
P 185, r. 24, f. 23V). Enfatizando que esto era una desviación de la forma jurídica, el
provisor le pidió al rey que ordenara,

que dados los tributos los... yndios señores e caciques... son obligados e sue­
len dar a los dichos sus amos, que sean libres de sus amos... para que hagan lo
que quisieren e trabajen donde quisieren e se alquilen a quien quisieren e se
vayan a holgar adonde quisieren, asy como con el señor natural e con otros
señores (loe cit.).

La lucha de Morales en contra del sometimiento de los señores nativos a


los encomenderos del Cusco se explica por su papel crucial en la doctrina de la
conversión pacífica de los indios: si los señores se convertían, sus vasallos los
seguirían (Assadourian,1994:173). Teniendo en cuenta que el comportamiento
de los españoles en el Cusco era más un obstáculo que una ayuda para lograr la
conversión de los señores naturales, la manera de hacer de ellos vasallos cris­
tianos era ganar su voluntad liberándolos de la opresión de sus amos. Dado que
en 1540 Manco Inca estaba en Vilcabamba, el personaje principal en el Cusco
nativo era Paullu Inca, quien captó la atención de Morales. El juez eclesiástico
se quejó de que,

por quanto... Paulo Ynga, señor natural, tiene faltas de tierra en que senbrar
mays conforme a la casa y el señorío que tiene, y algunos señores e caciques
de la provincia le quieren senbrar en sus tierras algunas chacaras de mays para
conplazelle,... los amos de los dichos caciques no lo quieren consentir ni con­
sienten, no por el daño que a ellos les viene, sino porque no hagan bien... al
dicho Paulo (AGI, P 185, r. 24, f. 24V; mi énfasis).

192
La cita es doblemente reveladora. Señala que Paullu Inca recibía, ocho años
después de Cajamarca y en la principal ciudad del Perú, tributo en tiempo de tra­
bajo de parte de los curacas que pertenecían a encomiendas de conquistadores;
se lo daban en reconocimiento a su autoridad como Inca, siendo el maíz un pro­
ducto del más alto valor simbólico en los Andes (Murra 1975, Cap. 2). Así mismo, al
hacerlo, los curacas y Paullu desafiaban abiertamente el normal colonial, ponien­
do límites a las pulsaciones hegemónicas de los conquistadores. Este ejercicio de
la libertad por parte de los indios apuntaba a la contradicción central entre el mar­
co legal de la Corona y las prácticas locales. El efecto subversivo que tenía que un
curaca entregase tributo a su encomendero y reconociera a otro señor, y nativo,
debía ser especialmente chocante entre 1539 y 1540, cuando los años de guerra
constante habían desatado una hambruna aguda y disparado los precios de los
granos en la zona del Cusco (Assadourian 1994:19-62).
Los conquistadores reaccionaban tanto por la pérdida económica como por­
que lo percibían — con razón— como un desafío al orden de cosas que ellos soste­
nían; tener, nuevamente, un señor natural entre ellos y sus vasallos, Ies resultaba
inaceptable. Su respuesta, dirigida tanto a Morales como a Paullu, hace visible la
complejidad de las visiones y proyectos en contienda en el Cusco de la década de
1540. Además de su comportamiento abiertamente no-cristiano ya examinado,
muchos conquistadores le quitaron apoyo a su iglesia. En la carta que le dirigió al
Rey en 1539 (1865:97), Valverde señaló que se negaban a entregar el diezmo, ocul­
taban sus cosechas entre las de sus indios, y no llevaban los productos a la ciudad,
diciéndoles a los clérigos que los fueran a recoger ellos mismos. Más preocupante
aún, se quejaba Morales, los conquistadores les decían a los indios que no estaban
obligados a pagar el diezmo (AGI, P 185, r. 24, f. nv).
Estas acciones eran perjudiciales para los clérigos no solo por su impac­
to económico, sino porque minaban y denigraban la base de su programa: la
divinidad de la Iglesia — sus hombres, lugares y teorías. Valverde y Morales es­
taban profundamente interesados en transmitir todo esto a los indios porque
su proyecto religioso también era uno de producción de realidad; para hacerlo
plausible, ambos hombres intentaban moldear a su favor las formas sociales
aún poco claras forjando continuidades con prácticas pre-contacto. Por ejem­
plo, Valverde le pedía al rey que los indios sirvieran a las iglesias argumen­
tando que “los indios desta tierra tenían aplicados indios e pueblos para las
casas que tenían dedicadas al sol, y para esto no es menester dar mas razón
de que son casas de Dios” ([153911865:105). Del mismo modo, decía, los indios
GONZALO LAMANA

entregarían diezmos porque estaban acostumbrados “a tributar siempre y a


ofrescer de todas las cosas que cogen al sol, al cual ellos tenían por Dios”
(ibid.: 96). La homología podía ser extendida abarcando incluso propiedades
inmuebles: dado que Dios había sustituido al Sol y a otras deidades locales,
todas las tierras que estas tenían debían ser entregadas a las iglesias y monas­
terios (Instrucción... [1543] 19 7 8 :1: 34).

193
En su intento por moldear las formas pre-conquista a su favor, ios clérigos no
__________________________ DOMINACIÓN SIN DOMINIO
E li ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ CO LONIAL TEMPRANO

estaban solos; tal como hemos visto (Capítulo 4), los conquistadores justificaron
la práctica de cargar indios porque era “la costumbre de la tierra”, y afirmaban
claramente el control absoluto sobre sus indios como una imitación del poderío
Inca. Sin embargo, Morales y Valverde fueron capaces de afirmar continuidades
más fundamentales. Dieron vuelta el discurso de la Corona (en el fondo, una cos­
mología cristiana, como muestra el Requerimiento) y lo llevaron a su extremo
lógico: Valverde argumentó ([1539] 1865:98-99) que si Dios le había entregado las
ricas tierras del Perú al Rey, quien les concedió graciosamente a los conquistado­
res el derecho a explotarlas, era justo que los conquistadores le devolvieran algu­
nas de esas riquezas a Dios. El razonamiento tenía perfecto sentido y fue tenido
en cuenta en la corte.
Los actos de los clérigos radicales (defendiendo indios) y su palabras (colo­
cando a un rey y Dios protectores en el centro de las relaciones coloniales) des­
encadenaron la percepción de los señores nativos de un orden y caracteres alter­
nativos a aquellos encarnados y producidos por los conquistadores. El primero en
sacar ventaja de las fisuras del colonialismo español fue Paullu Inca. Morales le pi­
dió al rey que ordenara a los indios que diezmaran— lo ,tomarían por algo “bueno
y santo", lo sabía porque había hablado con los señores nativos, quienes le habían
dicho que lo querían hacer. Como primer resultado, “Paulo Ynga... encomendó a
desmar e truxo a el yglesia su diesmo de mays y coca y obejas, y todos los otros
súditos como lo bieron se esforzaron a hazer lo mesmo" (AGI, P 185, r. 24, f. nv).
Si el acto de diezmar cuando la obligación de los indios de hacerlo era impugnada
es en sí notable, lo es aún si se toman en cuenta el rechazo la resistencia a hacer­
lo por parte de los conquistadores. Al pagar públicamente el diezmo y llevarlo a
la iglesia del Cusco, ubicada en la plaza principal de la ciudad, Paullu volvió cues­
tionable — esta vez no en términos militares, sino en términos morales— la total
sumisión de los indios ante los conquistadores, tan ansiada por estos últimos. La
clave del acto estaba no en la pérdida material (implícita), sino-en su doble efecto
subversivo. Primero, ponía en tela de juicio las reglas de reconocimiento (Bhabha
1994:110,119): los indios podían actuar como sujetos plenos, más allá de sus auto-
proclamados amos. Segundo, abría una brecha en el normal colonial emergente
que socavaba los cimientos de su jerarquía: le permitía a los señores nativos cons­
truir yos respetables, demostrando que podían ser mejores cristianos que los cris­
tianos — más civilizados que los civilizados.
Superar a los cristianos era una parte del proyecto más amplio de Paullu de
de-occidentalizar a los españoles — el cual se anticipó a mi proyecto académico en
casi 500 años—; la otra parte era presentar a los conquistadores como malos cris­
tianos. Un ejemplo de esta última maniobra se muestra en un diálogo entre Paullu
y el juez eclesiástico Luis de Morales, quien lo estaba instruyendo. Al abordar los
temas del matrimonio y el bautismo, Morales le dijo a Paullu que debía tomar (solo)
una mujer que sería bautizada junto con él, momento en el que el Inca le preguntó

194
“para qué los otros cristianos tenyan tantas mugeres... pues que este que depone
ie mandava a él que tuviese una”. A este dilema civilizatorio el clérigo solo pudo res­
ponder que aquellos eran “vellacos, malos cristianos, e que no hazían lo que man­
daba Dios" (AGI, P 231, n. 1, r. 4, f. 5).15
Volveré a referirme a esta doble estrategia en el siguiente capítulo. De
momento, enfatizo que la contradicción en la cita de Murria al inició de esta
sección era tan solo aparente: Paullu Inca desafiaba a los conquistadores inde­
pendientemente de su relación con Manco Inca. La imagen de un único orden
gobernando las interacciones en el Cusco expresaba la pulsión hegemónica de
los primeros, no su realización. Si, como sostiene Bhabha (1994:98), la identi­
dad de un colonizador está constituida en parte por las respuestas de los colo­
nizados, la mirada que estos le devolvían en el Cusco de 1540 no se ajustaba a
las expectativas de los conquistadores. Desafiaba su orden, y también sus yos;
no por medios militares sino, más inquietante aún, desde el interior del marco
civilizatorio, desdibujando los espacios de dominación y resistencia. Para los
conquistadores del Cusco la cuestión era, por lo tanto, esclarecerlos.

Definir y dominar

Si bien estaba relacionado con el de los clérigos críticos del colonialismo espa­
ñol, el proyecto de Paullu y el de los señores étnicos involucrados iba más lejos.
Encarnaba un orden y una autoridad alternativos en el Cusco, que a la vez abarca­
ba y escapaba a las formas cristianas. El español Sebastián Hernández de Espinos-
sa declaró en la Información del nieto de Paullu que vio que Paullu era “tenido en
mucha veneración" por los orejones (Incas nobles), curacas principales e indios
del común en el Cusco. Observó, dado que Paullu estaba “en servicio de Su Ma-
gestad” en tanto que Manco Inca estaba rebelado en Vilcabamba,

como los dichos yndios tenían y nonbrauan por señor al dicho Paüllo, el qual
hazía caballeros y daua dúhos... en que se sentauan los yndios que assí hazía
caballeros y caciques, como este testigo vio lo hizo con Anaranca, caqique
de los Yanaguaras que tenía en encomienda Gonqalo Hernández su padre
con qiertas qerimonias a su vsanssa que heran rreservadas a hazer a solos los
señores deste rreyno (BNE, Ms. 20193, f- 58v).
GO N ZALO LAMANA

La imagen es impactante. El dúho era el asiento del curaca, cuyo uso y


significado en los Andes eran unívocos: de los elementos que marcaban el

15 Enfrentado con el doble estándar, Paullu produjo una salida mimétlca, paradigmática de su relación con
los Viracochas: se convirtió junto con su esposa principal, Catalina Tocto Ussica, con quien tuvo dos hijos,
y tuvo también al menos 42 hijos con otras mujeres. (Dunbar Temple [1949-50:638] menciona 32 hijos,
pero enumera 42 en la nota 20).

195
ejercicio de autoridad, tales como plumas, trompetas y andas, el dúho era el
É L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ CO LONIAL TEMPRANO
____________________ ____ DOMINACIÓN SIN DOMINIO

indispensable. Evocaba el orden de una manera fundamental — en los ciclos


míticos andinos, la deidad o el héroe, en el momento de civilizar que seguía a
la acción se sentaba (Martínez Cereceda 1995)— y también expresaba autori­
dad en contextos domésticos y públicos. En términos de Turner (1967:20), el
dúho era el “símbolo dominante” que condensaba el valor ritual durante el
ejercicio del poder. Los Incas habían aprovechado este valor, regulando y co­
dificando estrictamente el uso de dúhos, involucrando así a los señores étni­
cos en la producción del orden imperial al entregarlo16. En otras palabras, años
después de los sucesos de Cajamarca y la derrota de Manco, en el corazón
del Cusco español, y a pesar del reparto de encomiendas, Paullu Inca llevaba
adelante la ceremonia Inca mediante la cual era legitimado el poder de un cu­
raca. Solo aquellos a quienes Paullu les había entregado dúhos se sentaban en
ellos, declaró Hernández; los otros estaban sentados en el piso a la espera del
don político. Y, como en el caso de los señores que le entregaban tributo, los
curacas que reconocían a Paullu como Inca en el acto de recibir de él el dúho
pertenecían a encomiendas de otros “amos”17.
La persistencia de esta importante ceremonia política muestra que en socie­
dades jerárquicas como las andinas el papel que cumplía el Inca no había sido bo­
rrado de un plumazo por la presencia de los españoles. Aquellos señores que se
habían integrado firmemente a la estructura imperial, ya sea por necesidad o para
expresar su proyecto político, respaldaban el papel del Inca en la generación de
orden en tiempos coloniales. El hecho de que los conquistadores conocieran esta
política de privilegio social (y que desde muy temprano demandaran ser cargados
en andas) convierte los actos de Paullu en la plaza principal del Cusco en más
desafiantes aún. Y, sin embargo, en la medida que el Inca reconocía la autoridad
del rey español, no podía ser atacado por ejercer la suya propia — encajaba en las
formas legales— .
Para resolver la presencia de un señor natural entre ellos y sus indios, los
afectados recurrieron a la estrategia utilizada contra Manco y Atahualpa: las acu­
saciones de que planeaba rebelarse y los abusos para empujarlo a hacerlo. En su
Relación de 1541 Morales denunció el juego. Le dijo a Carlos V que Paullu tenía que
ser recompensado por ser un “vasallo leal”, y protegido del “mal trato y delitos”
que recibía de los “españoles”, porque

como es señor natural de la tierra e los caciques de los españoles se huelgan


con él e le tienen palacio e beven y comen, fundados sobre enbidía que su

16 Los gobernadores Incas también recibían sus dúhos directamente de mano del Inca (Murúa: c. 13,
1987:378). Existió una detallada taxonomía imperial de dúhos que denotaban públicamente las jerar­
quías —véase la clasificación de Guarnan Poma sintetizada en José Martínez Cereceda 1995:75— .
17 Los principales pueblos de las encomiendas de Hernández estaban ubicados a unos 7 y 84 km. al oeste
del Cusco (Loredo 1941:312).

196
cacique no tenga más amystad con otro sino con su amo ni dé a otro más
sino fuere a el... persiguen a... Paulo y... le levantan mil fealdades (AGI, P185,
r. 24, f. i8v).

Las “fealdades” eran levantadas mediante rumores, como en el caso de Ata-


hualpa. Sin embargo, en 1540, Paullu tenía medios efectivos para contrarrestarlos.
En abril y mayo de ese año hizo una probanza de sus méritos y la envió al rey espa­
ñol. El documento es extraordinario en su materialidad; habla de la comprensión
de un señor nativo de los medios castellanos para impugnar significados públicos
en un momento muy temprano. La probanza de Paullu — como cualquier otra—
intenta demostrar al rey la importancia de la persona y servicios de su personaje
principal; lo que es notable en ella es que, una y otra vez, después de describir
una acción añade que Paullu podría haber matado a todos los cristianos, pero que
en cambio los había ayudado. Esto señala no el servilismo orgulloso de Paullu,
tal como algunos estudiosos han sostenido, sino su política. Dos preguntas de la
probanza abordan directamente el tenso contexto, e iluminan otros aspectos de
la difícil situación:

[9]... si saben que muchas vezes Mango Inga me a levantado muchas vella-
querías diziendo que yo tratava con él contra los cristianos e que nunca se a
hallado que yo aya dicho mentira ny ¿? ny tratado vellaquería. [10:]... si saben
y es público que cristianos e otras personas an dicho de mí que no tenía buen
coraqón y que hera vellaco y que nunca se a hallado en my vellaquería nyngu-
na (AGI, L 204, n. 11, f. iv).

Dos puntos a enfatizar: primero, que el singular proyecto de Paullu era ataca­
do no solo por los españoles; su adversario por el cargo de Inca producía rumores
como un medio para simplificar la ecuación política, un objetivo compartido con los
conquistadores'8. Segundo, e igualmente revelador, la mención en la pregunta 10 al
corazón de Paullu sugiere que tales experiencias aparentemente dispares de subal-
ternidad como aquella del Perú colonial y la de los Estados Unidos del siglo XX son
en esencia las mismas. Habla, sugiero, de una “doble conciencia" de 500 años, la ca­
pacidad de “[mirar] al yo a través de los ojos de otros” (Du Bois 1995:45). El acento
visual de Du Bois es particularmente pertinente para una comprensión del caso de
Paullu; independientemente de sus bien conocidos servicios al rey, de lo que era vi­
sible, él podía tener un corazón perverso — un razonamiento utilizado por antiguas
GO N ZALO LAMANA

y modernas cruzadas purificadoras. El corazón era el lugar interior donde residía la


verdadera naturaleza de una persona —recuérdese el de Cristo— y el truco de los
impíos era fingir. La pregunta muestra la clara conciencia de Paullu de la intención18

18 Manco también hizo que sus sacerdotes lanzaran conjuros debilitadores sobre Paullu (AGI, L 204, n. 11,
f. 13V). Ambos actos pueden verse como antecedentes de la campaña de propaganda de Vilcabamba,
identificados por Jean Philippe Husson (2001).

197
de los colonizadores; y de hecho, fue efectiva. Todos los que testificaron declararon
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN EL PERÚ COLONIAL TEMPRANO
__________________________ DOMINACION SIN DOMINIO

que siempre había sido buen amigo de los cristianos y que ellos nunca habían cono­
cido ninguna iniquidad en él; Martyn de Salas agregó, apropiadamente, que Paullu
"tiene un buen corazón, como tienen los cristianos” (ibid., f. 8v).
A los rumores le siguieron abusos y violencia, recordatorios de la asimetría
de poder existente19. A finales de 1540 el siervo de un conquistador "cacheteó
[a Paullu], le tiró del pelo y le dio otros malos tratos", tanto de acto como de
palabra, y quedó impune (AGI, L 5 6 6 , 1. 4, f. 288v). Algunos españoles disfrazados
intentaron incluso asesinar al Inca (AGI, L 204, n. 11, f. l8v). En otro ejemplo de las
alianzas heterodoxas que la figura del señor natural permitía, Morales denunció a
los magistrados locales (todos miembros del Cabildo y encomenderos) y le pidió
a su rey que designase un juez independiente para que se pronunciara sobre los
asuntos de Paullu (AGI, P 185, r. 24, f. 24V). La petición fue concedida, junto con
muchas otras que había hecho el clérigo, al igual que algunas que Paullu hizo di­
rectamente. La respuesta positiva de la Corona y el continuo ejercicio que hacía
Paullu de su autoridad indica que su estrategia suí generis de desafiar el dominio
colonial desde adentro era exitosa20.
Este éxito, a su vez, pone en duda no solo la historia política tradicional de la
conquista, sino también la imagen que los historiadores sociales dan de un orden
colonial cotidiano consumado (Lockhart 1968, Trelles 1996, Varón Gabai 1997).
A la luz de los ejemplos examinados, las redes empresariales que vinculaban los
recursos de los encomenderos (las cuales se pueden rastrear en el corpus docu­
mental de la década de 1540) no reflejan tanto el real status-quo sino las fuentes
primarias que son utilizadas -registros notariales. Estos últimos reifican las cate­
gorías legales españolas y hacen de los indios sus objetos, como también lo ha­
cen los títulos de las encomiendas. El tomar productos del régimen legal español
como si fueran un reflejo de la realidad replica la voluntad de los conquistadores
e ignora la forma en que los actores nativos le daban sentido a las interacciones.
Permítaseme elaborar. ,
Si bien, como se ha dicho, en los Andes el movimiento de bienes encon­
traba su sentido dentro de la relación social que lo subsumía, desdibujando así
la distinción occidental entre lo político y lo económico, cuando se estudia esta
época temprana es necesario enfatizar la diferencia, por dos razones. Primero, la
presencia española era entendida de manera inmediata como permanente. Res­
pondiendo a su rey en 1561, Polo Ondegardo subrayó que para comprender el
orden colonial temprano era necesario distinguir zonas y tiempos. Hasta 1534 la

19 No mucho antes, a mediados de 1539, Pizarra en represalia por un embuste de Manco Inca mató a varios
Incas principales quienes habían llegado en son de paz y que, por lo tanto, eran vasallos del rey (ílem-
mlng 1993:245-246).
20 De las 109 peticiones que contenía la “Relación" de Morales, el Consejo de Indias aprobó 43 Inmediata­
mente. Véanse las Reales Cédulas emitidas entre el 7 de octubre y el 29 de noviembre de 1541, en AGI,
L 566. Aunque no ha subsistido ninguna carta escrita por Paullu, sus peticiones pueden ser inferidas de
algunas de las Reales Cédulas relativas a él.

198
dinámica dominante había sido el rancheo, siendo los grupos étnicos de los cami­
nos principales los más afectadas. Una vez que fueron entregados los títulos de
encomienda se dio inicio a una segunda época que duró hasta que se estableció
la Real Audiencia de Lima (1544). Pero aún entonces con frecuencia no quedaba
claro dónde estaban los grupos étnicos listados en un título, ni había un control
efectivo sobre los mismos. Cuando no estaban en ciudades cercanas,

pocos venían a servir ni se tenía quenta con tributo, sino cada uno pedía a su
cacique lo que avía menester de comida, y servicio, y él se lo traía; y los que
estaban más lexos yvan en persona con los soldados que les parecían nece­
sario para su siguridad y... pedían lo que podían sacar, y bolvíanse” ([1561]
1940:157)-

En medio de esta segunda época, Polo enfatizó la importancia de la guerra


de Manco Inca; después de ella, los españoles “vinieron en conosc;imiento de
los rrepartimientos y los yndios de sus amos, y a entender que podían exentarse
de la jurisdicción y dominio el inga y echar los governadores [Incas], y acudieron
a seruir a sus encomenderos” (loe. cit.).
Es decir, fue solo entonces, hacia 1540, que los curacas comenzaron a consi­
derar que la presencia española sería duradera, y solo en ciertas áreas. Tal como
vimos, la posición de Paullu había empeorado, coincidentemente, hacia 1540.
Esto explica desde otro ángulo por qué su autoridad era tan problemática: iba
en contra de la tendencia general, subvirtiéndola. El contexto de las guerras de
1537 hizo que fuera posible el nacimiento del proyecto sui-generis de Paullu — un
-Inca entre cristianos. Mientras que duraron las guerras, aparentemente él no fue
visto como una amenaza sino como un “Indio amigo” que ayudaba “a pacificar
la tierra”, una figura común en los relatos españoles. Los significados cambiaron
una vez que llegó un tiempo de paz, y así como todas las formas sociales fueron
revaluadas, lo mismo sucedió con Paullu en tantp Inca. Sugiero que es en este
punto que los clérigos se hicieron indispensables, porque le dieron a Paullu las
herramientas para hacer concebible su proyecto político, y por tanto, posible de
ser creído. Y, de hecho, no solo el de Paullu. La segunda razón por la cual se debe
poner énfasis en la distinción entre lo político y lo económico es que el hecho de
que los curacas entregaran tributos a los encomenderos no significa necesaria­
mente que la entrega legitimaba la jerarquía. El apoyo que los señores que tenían
un encomendero español le dieron a Paullu muestra que muchos de ellos vieron
GONZALO LAMANA

que la legitimidad descansaba en manos del Inca y no consideraban que la presen­


cia de los españoles fuera significativa2'.

21 Es probable que lo que legitimó las relaciones entre los españoles y los señores étnicos fueran otras for­
mas sociales diferentes a los títulos; por ejemplo, como en el caso de Pizarra yContarhuacho (véanse los
Capítulos 2 y 3), las alianzas matrimoniales incluyeron a los Viracochas en las redes nativas de parentesco,
las cuales regulaban las relaciones sociales en general.

199
El paisaje de autoridades e imaginaciones políticas a principios de la década
__________________________ DOMINACION SIN DOMINIO
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑOL EN E L PERÚ COLONIAL TEMPRANO

de 1540 cuestiona la imagen de un orden colonial ya establecido y regido por los


conquistadores. Igualmente importante, la amenaza no provenía de Vilcabamba.
En la ciudad del Cusco, los órdenes alternativos respaldados por alianzas hetero­
doxas entre clérigos críticos, señores andinos y un Inca sui-generis competía con
los diseños de los conquistadores. Estos factores obligan a repensar las dinámicas
políticas coloniales y las posiciones de sujeto: detrás de los rumores y abusos di­
rigidos hacia Paullu Inca no estaba la avaricia de algunos españoles de poca for­
tuna, sino que había objetivos políticos calculados; eran intentos por resolver en
blanco y negro un espacio gris que escapaba de las líneas de dominación y resis­
tencia como son concebidas con frecuencia.

Una alter-genealogía de espacios grises

Manco Inca y Paullu Inca resolvieron sus conflictos con los Viracochas de dife­
rentes maneras. Manco les puso fin dejando la ciudad e iniciando una resistencia
armada que no abandonaría. Su decisión definió los campos de interacción, sim­
plificándolos. Paullu Inca, en cambio, evitó recurrir a medios militares para resol­
ver sus conflictos con los españoles. Aprovechando las fisuras del colonialismo
español, eligió producir orden en la ciudad del Cusco como un señor natural en­
tre cristianos. Su decisión mantuvo el escenario indefinido, generando un “lugar
gris” (Lamana 2001).
Estos son espacios que son perturbadores a hora de clasificar las alternativas
posibles, espacios cuyo desafío surge no tanto de su potencial para revertir rela­
ciones de poder sino de su capacidad para dislocarlas, ya que su simple existencia
pone en tela de juicio las clasificaciones implícitas sobre las que esas relaciones de
poder están instituidas. Un poder entendido no como ubicado en instituciones
que tienen la capacidad de coerción, sino como operando a un nivel capilar e in­
herentemente productivo, un poder cuyo riesgo real es enfrentar situaciones que
ponen en tela de juicio la naturalidad de su orden. En otras palabras, si el dominio
es ejercido más allá de la fuerza física, a través de la definición de la realidad de
manera que se ajuste sus formas, la presencia de un Inca en tiempos de paz esta­
ba más allá de ellas — en ambos sentidos, fuera del alcance de su poder y fuera
de su comprensión. Constituía una fuente de legitimidad que escapaba al control
de los conquistadores, y por tanto cuestionaba el status quo, puesto que lo expo­
nía como singular, por lo tanto, arbitrario. No amenazaba la conquista, algo que
Vilcabamba hipotéticamente podía hacer, sino que subvertía su orden, mientras
que esta lo confirmaba.
Con el fin de elaborar sobre el concepto de lugar gris es útil el análisis que
hace De Certeau de la relación entre la producción y el consumo de bienes cul­
turales. Él distingue tactiques de stratégies para diferenciar al débil y al fuerte: el

200
fuerte tiene un lugar de poder que le pertenece (el lieu propre), que se define a
través de un orden particular del espacio, un lugar desde el cual él avanza hada su
exterior. Es por eso que una consecuencia fundamental de un lieu propre es “una
victoria del espado sobre el tiempo" (1990:60). En contraste, el débil carece de un
lieu propre, sino que opera dentro de un espacio cuyo dominio le es ajeno, como
un cazador furtivo (braconnier). Debido a que tiene que moverse dentro del cam­
po visual del enemigo, es el sentido de oportunidad el que le permite apropiarse
de las formas propuestas por los poderosos. Es esta capacidad de consumir de
manera diferencial la que hace que la tactique — las “artes de hacer con"— sea
posible para los débiles, evitando la simple sumisión.
En el análisis de De Certeau el orden y los lugares están dados — es por eso
que para él es braconnage, en el territorio del Otro. Pero en el caso en cuestión no
estaba claro quiénes eran los productores y quiénes los consumidores. Si a la dis­
tancia y en el largo plazo el proceso colonial sugiere una simple inversión de roles,
ese no era el caso cuando el nuevo orden iba adquiriendo sus formas. No era una
situación de completa asimetría, sino sí de regímenes de visibilidad y viabilidad
en contienda. Las formas estaban desdibujadas. Ser Inca teniendo un goberna­
dor era tan incierto como ser gobernador teniendo un Inca. Los señores étnicos
enfrentaron el mismo dilema y decidieron reconocer a ambos; y probablemente
se preguntaban qué gobernador y qué Inca era el “real”. Y todos — Incas, con­
quistadores y señores étnicos— se preguntaban si debían o no debían diezmar, y
por qué. ¿Era Dios, el rey o el Inca el que poseía y definía las cosas? En cada caso,
la solución no era tan solo una cuestión de determinar la filiación política, sino de
definir cómo iban a ser las cosas.
—- Esta indeterminación complicaba la posibilidad de asignar lugares claros, y
de determinar a quiénes les pertenecían. Desde el punto de vista de los conquista­
dores, las acciones apuntaban a hacer que sus pulsaciones hegemónicas se mate­
rializaran en un normal colonial, definiendo los espacios públicos del Cusco como
lieus propres. Desde el punto de vista incaico, las acciones apuntaban ya sea a
mantenerlos lugares de poder en un entorno aislado, tal como lo hizo A/lanco Inca
en Vilcabamba, o a producir orden y normalidad en espacios en disputa, tal como
lo hizo Paullu en la plaza principal del Cusco. Allí la cuestión era, precisamente, de­
finir qué orden definiría los espacios, si el de él o el de los conquistadores. Esto era
particularmente relevante en ese momento, en la medida que las propias formas
sociales eran difusas, sus manifestaciones concretas tenían un peso especial —
piénsese en el llevar el diezmo a la iglesia' principal y lo que esto decía de ser Inca
GO N ZALO LAMANA

o de ser cristiano.
Como es sabido, la Historia en tanto proceso material y la Historia en tanto
escritura no necesariamente coinciden. En particular, los eventos incongruentes
a menudo desaparecen en el “largo proceso de cocción de la historia” (Foucault
1984:79). La cocción responde a agencias y programas claros. De Certeau sostie­
ne que es “la capacidad de transformar las incertidumbres de la historia en espa-

201
dos legibles” (1990:60) lo que caracteriza el poder del conocimiento. Él lo pre­
__________________________ DOMINACIÓN SIN DOMINIO
E L ENCUENTRO INCA-ESPAÑO L EN E L PERÚ CO LONIAL TEMPRANO

senta como la constitución de un tipo Instrumental de conocimiento, como en


el caso de la historiografía británica del siglo XIX acerca de la India colonial (Guha
1997:1-3); sin embargo, también puede ser pensado como un intento de darles a
los procesos históricos una cohesión de la que carecen. En nuestro caso, mientras
que los cronistas españoles —y la mayoría de las investigaciones— transmiten la
sensación de que los conquistadores son los únicos agentes en un escenario en
blanco y negro, la variedad de régimen colonial de los últimos enfrentó obstácu­
los que escaparon a los lentes “o esto o lo otro”. Las constantes improvisaciones
mediante las cuales Paullu construyó su ser “un Inca entre cristianos” desafiaron
reiteradamente los marcos disponibles. Su autoridad no era ni una continuación
de las formas tradicionales ni una farsa. Era (y es) una práctica difícil de presentar
precisamente porque el binarismo dominador/dominado limita las formas y sub­
jetividades alternativas, arrinconándolas en el sinsentido.
Sugiero que el caso de Paullu —tanto como práctica y como narración de
esta práctica— puede pensarse como una instancia particular de la larga trayec­
toria de intentos de lidiar con diseños occidentales. La impensabilidad que lo
rodea resuena, por ejemplo, la que rodea a las chicanas como un resultado de
miradas hegemónicas mexicanas e inglesas de tipo “o esto/o lo otro” (Anzaldúa
1987). Los discursos de lealtad y pureza, de inadecuación y autenticidad, encor-
setan las acciones y subjetividades en ambos casos, sin importar lo distante que
puedan estar entre sí. Más aún, en ambos casos la respuesta a estas restricciones
es la misma: un intento de pasar de las opciones limitadas de una política reacti­
va (limitada porque hace eco de las categorías hegemónicas) a las posibilidades
abiertas de una política productiva, un cambio que señala “una nueva conciencia
mestiz[a]’’ (ibid., 77, énfasis en el original). De manera similar, la conciencia de
Paullu de los mecanismos españoles de subalternización resuena, nuevamente a
siglos de distancia, con la “doble conciencia" de W. E. B. Du Bois (1995:45). De nin­
guna manera ignoro las muchas diferencias entre los tres casos, pero quiero su­
gerir que pertenecen a la misma genealogía de intentos de tratar con Occidente
y sus pretensiones modernas y coloniales de universalidad — empleo genealogía
aquí en el sentido foucaulteano de un estudio que rescata eventos incongruentes
que señalan re-apropiaciones y re-significaciones y que no pretende descubrir una
condición original (Foucault 1984)— . De hecho, ubicar una instancia temprana de
esta genealogía en la conquista del Perú tiene especial sentido, ya que fue una
instancia crucial en la configuración de los diseños globales todavía vigentes.
Dentro de esta genealogía, uno puede ubicarla primera respuesta intelectual
a los diseños modernos/coloniales en el Perú del siglo XVII. Detrás del proyecto de
Paullu —y de los de muchos otros como veremos en el siguiente capítulo— es­
taba una forma de pensar que comprendía el naciente campo de poder y optaba
por utilizar las formas y potencias del colonizador para subvertirlas. Como tal, el
Inca anticipó en sus prácticas soluciones que intelectuales andinos como Felipe

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Guamán Poma de Ayala concebiría unos 70 años más tarde en la Nueva crónica
y buen gobierno. Su obra entremezcla lenguas y epistemologías (véase Adorno
2000) escapando del pensamiento binario “o esto/o lo otro"— de manera similar
a la obra de Anzaldúa—, y desafía el dominio de los conquistadores simultánea­
mente exponiéndolos como malos cristianos y superándolos, tal como Paullu lo
había hecho. El hecho de que su texto haya sido visto tradicionalmente como una
compilación confusa de curiosidades hace eco de la caricaturización de Paullu
como un inca títere. En ambos casos, sus políticas subvirtían las pretensiones es­
pañolas de dominio.

GONZALO LAMANA

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