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Ondas Largas Una Revisión de La Interpretación de Ernest Mandel Tras 50 Años de El Capitalismo Tardío

Este documento resume y revisa el modelo de ondas largas de acumulación capitalista propuesto por Ernest Mandel hace 50 años. Señala que aunque siguen vigentes aspectos centrales del modelo, autores posteriores han observado y teorizado elementos adicionales que mejoran la comprensión sin invalidarla, como la evolución de los ciclos, el comercio internacional y la composición orgánica del capital. También considera fenómenos como la financiarización, la formación de un mercado mundial y la nueva hegemonía neoliberal que merecen at
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Ondas Largas Una Revisión de La Interpretación de Ernest Mandel Tras 50 Años de El Capitalismo Tardío

Este documento resume y revisa el modelo de ondas largas de acumulación capitalista propuesto por Ernest Mandel hace 50 años. Señala que aunque siguen vigentes aspectos centrales del modelo, autores posteriores han observado y teorizado elementos adicionales que mejoran la comprensión sin invalidarla, como la evolución de los ciclos, el comercio internacional y la composición orgánica del capital. También considera fenómenos como la financiarización, la formación de un mercado mundial y la nueva hegemonía neoliberal que merecen at
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MISCELÁNEA

Política y Sociedad
ISSN-e: 1988-3129

https://dx.doi.org/10.5209/poso.76119

Ondas largas: una revisión de la interpretación de Ernest Mandel tras 50 años de


El capitalismo tardío
Daniel Albarracín Sánchez1

Recibido: 20-05-2021 // Aceptado: 16-01-2023

Resumen. Revisamos el modelo de las ondas largas de Ernest Mandel, tras 50 años de su planteamiento en El capitalismo
tardío, para mostrar el potencial de su esquema, al tiempo que apuntamos las cuestiones a superar a la luz de las evidencias
y reflexiones teóricas aportadas por otros autores marxistas posteriores.
Cuestiones no previstas o aún no concebidas por Ernest Mandel han sido abordadas por Anwar Shaikh, Claudio
Katz, Francisco Louça, François Chesnais, Michel Husson, Eric Toussaint, Jesús Albarracín o Jacques Governeur,
entre otros, revisando y actualizando el modelo. Estos autores han observado y teorizado elementos que mejoran, sin
invalidar, los aspectos centrales del modelo de Mandel. Particularmente, entre otros, sobre la evolución precisa de los
ciclos, el comercio internacional o aproximaciones mejor definidas del significado y papel de la composición orgánica
del capital.
Los fenómenos de financiarización —que muestran su influencia en el proceso de acumulación—, la tendencia a la
formación de un mercado mundial en un contexto geopolítico conflictivo, o la nueva hegemonía neoliberal autoritaria
merecen su consideración. Además, daremos cuenta sobre la experiencia de la última fase de acumulación, desde los años 80
hasta la actualidad. El artículo, asimismo, aborda la necesaria articulación de la teoría de las ondas largas con la teoría de la
dependencia. Por último, se discute la dinámica y el papel del proceso de oligopolización y el papel de la financiarización, en
tanto que han dado pie a numerosas controversias, que apuntó Mandel, con algunas respuestas de interés, que no terminaron
de cerrar el debate.
Palabras clave: economía política; acumulación capitalista; capitalismo; ciclos económicos; marxismo; Ernest Mandel;
teoría de la dependencia.

[en] Long waves: A review of Ernest Mandel’s interpretation after 50 years of Late capitalism
Abstract. This paper reviews Ernest Mandel’s model of long waves, 50 years after its inception in Late Capitalism, in order
to show its potentialities, as well as the aspects of his work that could have been overcome in the light of the evidence and
new theoretical reflections brought by other Marxist authors later on.
Ernest Mandel did not foreseen o conceived several issues addressed subsequently by the contributions of Anwar Shaikh,
Claudio Katz, Francisco Louça, François Chesnais, Michel Husson, Eric Toussaint, Jesús Albarracín or Jacques Governeur,
among others. These authors pointed out and theorized elements of interest, which improve without invalidating the core
aspects of Mandel’s model. Particularly, among other items, on the precise evolution of cycles, international trade or better-
defined approximations of the meaning and role of the organic composition of capital.
The phenomena of financialisation, displaying their influence on the accumulation process, the trend towards the
formation of a world market in a conflicted geo-political context, or the new authoritarian neoliberal hegemony, deserve be
considered. Additionally, we reflect on the experience of the last accumulation phase, and its complex and long period after
80’s until now. The paper also discusses the necessary articulation of long wave theory with dependency theory. Finally, it
deals with the dynamics and role of the oligopolisation process and the role of financialisation, as they have given rise to
numerous controversies, which Mandel pointed out, with some interesting responses, but which did not bring the debate to
a close.
Keywords: political economy; capitalist accumulation; capitalism; economic cycles; Marxism; Ernest Mandel; dependency
theory.

Sumario. 1. ¿Qué sigue vigente de la interpretación de Ernest Mandel? 2. Hacia una revisión del modelo de ondas largas de
Ernest Mandel. 3. Conclusiones y perspectivas. 4. Bibliografía.

Como citar: Albarracín Sánchez, D. (2023). Ondas largas: una revisión de la interpretación de Ernest Mandel tras 50
años de El capitalismo tardío. Polít. Soc. (Madr.) 60(3), 76119. https://dx.doi.org/10.5209/poso.76119

1
Universidad de Sevilla (España).
ORCID:0000-0002-6625-1991
E-mail: [email protected]
1
Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023
2 Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023

1. ¿Qué sigue vigente de la interpretación de Ernest Mandel?

Ernest Mandel (1923-1995) fue, posiblemente, el intelectual marxista que abordó una mayor amplitud de
problemas de relevancia en la segunda mitad del siglo xx. No solo participó en la construcción estratégica y
organizada de iniciativas políticas incómodas, también lo hizo actualizando y potenciando un marxismo abier-
to, sólido y fundamentado, ligado al movimiento de lo real, en un periodo de amplios cambios y novedades.
Su aproximación omnicomprensiva y la fundamentación científica de su obra son los que hacen del autor
belga una referencia obligada para comprender el desarrollo capitalista del siglo xx. Sin duda, hay otras refe-
rencias. Entre otras, las escuelas basadas en la historia del muy largo plazo, como la Escuela de los Annales
(Braudel, 1995); la teoría del desarrollo geográfico social (Harvey, 2004); los grandes cambios hegemónicos
en la economía-mundo (Wallerstein, 2006), o los largos ciclos sistémicos de acumulación impulsados por po-
tencias hegemónicas en el campo mercantil y financiero (Arrigui, 2014). Otras escuelas de referencia, como la
regulacionista (Aglietta, 1998; Lipietz, 1997; Alonso, 1999), caracterizarán diferentes modos de desarrollo en
el capitalismo, atribuyendo una importancia central al Estado y al medio plazo. En este contexto, Mandel nos
traerá una perspectiva marxista que refiere al proceso de producción capitalista, y lo hará integrando los aspec-
tos históricos, geoestratégicos, ecológicos, de género o tecnológicos de una manera abierta, amplia y original.
La obra intelectual y política de Mandel coincidió con el convulso periodo en el que las fuerzas antagonistas
ponían en tela de juicio al imperialismo y al capitalismo, no solo en la pizarra sino en el terreno real. Fue la
época del ascenso del movimiento obrero, los movimientos anticoloniales y del socialismo real. Fue una etapa
que coincidió con la aparición de un grupo de intelectuales que ya son clásicos del pensamiento, contribuyendo
a que el nivel del análisis, debate y propuestas, elevasen su calidad, al mismo tiempo que calaba en las direc-
ciones políticas y sindicales del movimiento obrero. Mandel fue uno de ellos. Desafortunadamente, fallecía en
1995. La historia, como no puede ser de otro modo, siguió su curso, sorprendiéndonos.
Aquí, daremos cuenta de la vigencia y revisión del modelo de acumulación capitalista que desarrolló Man-
del2. Elaboró este modelo para dar cuenta del curso y las tensiones de los factores objetivos, que suponen la
base material sobre la que los sujetos colectivos operan.
El economista belga (Mandel, 2018) acuñó el término “determinismo paramétrico”, inspirado por Karl
Marx, que afirmaba que “los sujetos hacen su historia, aunque no escogen las condiciones en que la hacen”
(Marx, 1992). Esta forma de análisis da pie a una posible caracterización algebraica de las tensiones socioe-
conómicas, en virtud de la cual pueden identificarse las relaciones causales de los factores determinantes que
sitúan, definen y sobre los que operan los sujetos, entendiendo el resultado de los vectores potenciales como
fruto de un campo de fuerzas. Desde este punto de vista, cuando se consolidan las condiciones de desarrollo,
los sujetos ven delimitado su margen de acción por las leyes de la mercancía y la ganancia. Ahora, los sujetos
colectivos no asumen un papel de títeres. Las bases, tanto concretas como generales, de la dinámica general
pueden modificarse, y con ello podría, también, alterarse o superarse la ley del valor. Estas oportunidades de
cambio nunca están cerradas si bien son potencialmente más propicias cuando se desatan contradicciones que
hacen inestables las formaciones socioeconómicas. Su resolución depende de respuestas sociopolíticas con-
cretas en el curso tenso de la acción histórica. Las viejas reglas pueden acabar derribándose, y con ello la vieja
economía política. Ahora bien, constituir las bases de nuevos criterios de asignación, producción y distribución
de los recursos depende, en última instancia, del resultado de las luchas de clases.
De ahí la pertinencia de la crítica de la economía política que desarrolla Mandel, y la relevancia del análisis
de la acumulación capitalista, de cara a analizar el estado de los factores sociohistóricos y económicos objeti-
vos, sobre los que los sujetos se mueven y construyen su historia.
A continuación, caracterizamos y situaremos la interpretación de Mandel. Vendrá seguida de observaciones
críticas o aportaciones posteriores que han permitido revisar su alcance y limitaciones, y mejorar su modelo.

1.1. El modelo de las ondas largas de acumulación

El capitalismo irrumpe con un proceso de acumulación originaria (Marx, 2000: 241, Libro I, Tomo III), ligado
al pillaje y al proceso de apropiación y colonización (García, 2019), que explica en gran medida por qué se de-
sarrolla la industrialización en primer lugar en los países imperialistas. Se impone, depredando, sustentándose
y apropiándose de la riqueza del planeta y se consolida con la explotación del valor producido por el trabajo.
Desde la instauración de las nuevas relaciones sociales, se han extendido el Estado burgués y la lógica de la
mercancía, siendo, a partir de entonces, la lógica de acumulación del capital la dinámica económica predomi-
nante.
Tras aquello, la dinámica económica se impregna de la lógica en la que se produce la extracción y apro-
piación del plusvalor, por el que rivalizan, mediante la competencia, los agentes capitalistas. Esta lógica del
capital conduce a una inercia, si no tiene corrección, respondiendo a la ley del valor (Marx, 2000).
2
Obra que se inspira en los trabajos iniciales de León Trotsky (1923).
Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023 3

Estas relaciones sociales de producción, una vez consolidadas, van a verse determinadas y van a encauzar
el desarrollo de las fuerzas productivas. La aportación original de Mandel estriba en el análisis de la dinámica
de acumulación, guiada a largo plazo en torno a la tasa de ganancia3 (Mandel, 1980), que centra la atención
como novedad en lo sucedido tras la II Guerra Mundial. Son la tasa de explotación o plusvalor —como patrón
de apropiación y distribución— y la composición orgánica del capital —como factor sociotécnico— las que
pautan dicha tasa4, en un marco de factores multideterminantes, contextualizados y entrelazados. Dicha tasa
describe ondas expansivas y depresivas5, con una dinámica propia condicionada en todo momento por disputas
sociales y políticas y posibles contratendencias (Albarracín, 2010a; y Albarracín y Albarracín 2010b).
Así, en la historia del capitalismo se han descrito diferentes etapas de desarrollo coincidentes con ondas
largas de acumulación6. Estas etapas fueron configuradas por:

a) contextos sociopolíticos específicos y situaciones de tensión internacional —guerras, alianzas diplo-


máticas, movimientos de liberación, etc.—;
b) la primacía de determinadas potencias hegemónicas;
c) una determinada división internacional del trabajo;
d) la orientación específica de las políticas económicas;
e) el ordenamiento y la amplitud de los mercados y de las formas de competencia de distinta naturaleza;
f) los diseños tecnológicos, la organización del trabajo, las estructuras empresariales;
g) las bases energéticas y las materias primas accesibles, así como el proceso de producción y las formas
de consumo, etcétera.

Desde este punto de vista, las ondas largas no operan de manera mecánica7. Su inauguración y formas
de desarrollo están jalonadas por luchas a diferentes niveles —políticas, ideológicas, organizativas, sociales,
laborales, etc.—. Su dinámica también responde a una tensión de factores múltiples de naturaleza histórica,
social, política, técnica y económica, y que van a verse reunidos y relacionados paramétricamente con efectos
en la tasa de plusvalor y la composición orgánica del capital, bases de definición de la tasa de rentabilidad.
Las ondas largas completadas, las tres primeras, fueron de duración pareja. Se iniciaron con un periodo de
prosperidad de unos 25 años para luego entrar, de manera endógena, en un periodo de declive por un tiempo
similar. Sin embargo, el paso de una fase depresiva a otra de prosperidad requirió de cambios sociales y polí-
ticos estructurales, de circunstancias sociohistóricas no estrictamente económicas, para restablecer la tasa de
rentabilidad tanto como norma cualitativa como a un nivel cuantitativo y relativo suficiente, que sostuviese de
manera vigorosa la acumulación.
Las tres primeras ondas largas se produjeron en el siglo xix y primera mitad del xx. El trabajo más original
de Mandel se centró en la cuarta onda larga, o capitalismo tardío, que comenzó tras la reconstrucción posterior
a la IIGM. Para elevar la tasa de rentabilidad y empujar la acumulación de esta onda larga, tuvo que producirse
antes un largo periodo de fascismos, políticas restrictivas y proteccionistas, y una II Guerra Mundial genoci-
da. Todo esto causó un ascenso formidable de la tasa de explotación y una destrucción de aparato industrial
importante, y el consiguiente ascenso de la tasa de rentabilidad. De tal modo que facilitó las condiciones de
negocio para la reconstrucción industrial y la aplicación de tecnologías nuevas (Albarracín, 2022:438) —cuyo
conocimiento se había acumulado durante tiempo— en las nuevas inversiones, como la microelectrónica, la
robótica o —después— la telemática, de materias primas como las fibras sintéticas, o nuevos sistemas de ex-
tracción energética, como la nuclear. Gracias a este punto de partida, se desplegó la III Revolución científico-
tecnológica, dadas las condiciones de mercado y rentabilidad favorables (Albarracín, 2022:442). El mercado
capitalista ensanchó en ese periodo, abarcando más de medio planeta.
La economía capitalista mundial, a partir de 1990, tras la simbólica caída del Muro de Berlín, se amplía y
completa hacia el oriente (europeo y asiático). Las cadenas de valor productivas a escala global se terminan
de consolidar, los países occidentales aplican una gestión neoliberal de Estado con políticas que favorecen la
creación de capital ficticio —políticas monetarias expansivas, creación de deuda—, China desarrolla una polí-
tica de capitalismo de Estado, y en ella una nueva generación de innovaciones en el campo de la III revolución
científica se abre paso.

3
Marcelo Carcanholo (Carcanholo, 2017) relativiza este papel y lo sitúa más en el lado del síntoma que de la causa, al considerar que la dinámica de
la rentabilidad depende de la tendencia a la sobreproducción. A nuestro juicio, estas dinámicas están mutuamente relacionadas, lo que no invalida
el análisis de Mandel, en tanto que la tasa de ganancia es su expresión empírica.
4
La tasa de rentabilidad= p/(c+v)= tasa de plusvalor /(c.o.c.+1); donde tasa de plusvalor es p/v y c.o.c. es composición orgánica del capital (c/v).
5
Tomará Trotsky (1923) los trabajos estadísticos de Kondratiev (1995), evitando su lectura mecanicista.
6
Manuel Garí, en una nota personal, comenta “La concepción mandeliana de las ondas largas no se puede entender de forma aislada del corpus com-
pleto de su elaboración en teoría económica. La cuestión de las ondas largas y en concreto Las ondas largas del desarrollo capitalista (1980) forma
parte de una misma matriz sobre los tiempos de la acumulación y las crisis capitalistas y se puede encontrar la secuencia genética en el Tratado de
economía marxista (1962), El capitalismo tardío (1972), La crisis (1978) y su posterior El capital: Cien años de controversias sobre la obra de
Marx (1985)”.
7
También se observan ciclos de menor duración dentro de aquellas ondas: los ciclos industriales periódicos —resultado de la oscilación de la oferta y
demanda agregadas y de la acumulación de existencias (Shaikh, 2011)—, y a medio plazo, fluctuaciones producto del desfase entre ciclo productivo
de la industria pesada y capital fijo y el de la industria ligera.
4 Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023

Estos hechos sucedieron tras el fallecimiento del economista belga, y vendrán a corregir el curso previsto
de la IV onda larga. Atravesamos, así, desde los años noventa una transición que cuenta con una mutación de
las bases del desenvolvimiento capitalista. La interpretación de su carácter y su rumbo plantea una controversia
pendiente de abordar.

2. Hacia una revisión del modelo de ondas largas de Ernest Mandel

2.1. Sobre el declive de la cuarta onda larga y su duración

La aportación más novedosa, omnicomprensiva y certera consistió precisamente en el análisis de la fase as-
cendente de la cuarta onda larga (Mandel, 1980) y la correcta anticipación de la crisis de los años setenta. No
obstante, sus previsiones del periodo posterior no podían incluir lo que sucedió después. Tras la crisis de ren-
tabilidad de los años setenta, desde los ochenta la tasa de beneficio asciende otra vez (Louça, 2019) hasta 2005
(Husson, 2013), para caer posteriormente. Esto supuso nuevas preguntas para el propio modelo explicativo.
Tras setenta años desde su comienzo, así, se debate la situación de esta última onda larga. En los países
centrales occidentales y en Japón parece constatarse una duración más larga que la de las ondas anteriores. Las
crisis de 2000 —en Japón desde 1990—, 2008 y 2020 muestran el agotamiento de su vigor, con un crecimiento
débil y errático. El episodio de restauración se limitó a no más de 20 años, con una clara inflexión desde 2008.
Mientras, los países asiáticos han sostenido una acumulación fuerte. Sin embargo, no han logrado arrastrar e
impulsar al resto del mundo, salvo, parcialmente, a los países periféricos que se han ligado económicamente a
dicha área económica emergente.
Esta irrupción ha abierto paso a una nueva potencia central hegemónica que, en cualquier caso, no está
desconectada de las contradicciones de la globalización capitalista. Variables claves de su desarrollo depen-
den de la demanda de importación de los mercados de la vieja Triada, de que EE. UU. devuelva sus deudas a
su acreedor principal —China—. También depende a escala ecológica de la crisis ambiental, así como de la
disponibilidad barata de materias primas y energía a escala mundial. Para poner en contexto, el espacio econó-
mico asiático pesa no más del 20% del mercado mundial. China, ya la primera potencia comercial, para 2018
exportaba el 12,8% de las mercancías a nivel mundial, según la OMC (Vázquez, 2021), y no está en condicio-
nes de sustituir plenamente aún a las potencias clásicas. Tampoco de tirar de la economía mundial por sí sola.
Se comprueba así, también, la relativa interdependencia económica entre potencias (Katz, 2011) y de la marcha
del capitalismo global, que enmarca los límites de las avances y retrocesos de unas áreas y otras.
En este complejo contexto, se mundializa el capitalismo a escala mercantil y financiera y, lo que es más
importante (Katz, 2018), se interconectan plenamente las cadenas de producción y suministro globales. Han
quedado en vías de extinción viejas formas de relaciones de producción, ya residuales. Las grandes corpora-
ciones transnacionalizan la producción y compiten con otras grandes empresas globales en un mercado mucho
más amplio y abierto, devorando o subordinando al capital local. El gigantismo e internacionalización de las
grandes corporaciones se combina con la formación de la empresa-red vertical. Pero la competencia genera un
dinamismo incesante, los viejos oligopolios enfrentan una fuerte renovación, en la que las grandes tecnológicas
irrumpen y desplazan a las viejas y grandes compañías del ámbito comercial, productivo o energético, y posi-
blemente, pronto, del sector bancario (Escribano y Jareño, 2020) con la banca online y las monedas virtuales.
Se plantea un debate razonable fruto de la observación de la duración y regularidades alteradas y diferencia-
das a escala global y según la región. Las ondas largas no pueden entenderse de manera mecánica y automática.
En este contexto, para robustecer el modelo, el principio de desarrollo desigual y combinado8 se torna cada vez
más pertinente y necesario, ahora en un nuevo contexto. Además, la combinación de viejas y nuevas formas de
relación de producción no juegan el papel de antaño.
Algunos autores admiten que el capitalismo tardío se prolonga más de lo previsto (Louça, 2019; Husson,
2013). Estos apuntan la debilidad de la acumulación, sea por causa de la detracción del rentismo y las finanzas
sobre la oscilante rentabilidad, sea por la debilidad de la productividad global. Otros (Roberts, 2016; Harman,
2008; Kliman, 2020; Freeman, 2012), describen, por el contrario, una tendencia declinante, en forma de sierra
y persistente9, de la tasa de rentabilidad durante ya 70 años.
Katz advierte, de una manera diferente a estas dos corrientes, que el término etapa puede ser más oportuno
dada la debilidad del modelo de ondas largas a la hora de registrar novedades e impulsos no previstos. De tal
modo, que el desarrollo desigual y combinado de un capital mundializado brinda un esquema que enriquece la

8
Dentro del Seminario sobre “El capitalismo contemporáneo”, celebrado en 2019 en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires (IEALC), a cuyos audios pudimos tener acceso, Katz apuntaba esta sugerente reflexión, inspirando y desarrollando el enfoque de David
Harvey con una lectura propia.
9
Tanto Kliman (2020) como Freeman (2012) se apoyan en la interpretación del sistema único temporal (TSSI), incluyendo en el cálculo de la tasa de
beneficio dentro del denominador el capital fijo o los activos financieros, lo que implica una estimación a la baja de su rumbo. Michael Roberts, a su
vez, con un trabajo empírico prolífico de referencia obligada, proporciona una lectura mecanicista y estancacionista. Por el contrario, Husson (2013)
aplica la teoría de la punción del excedente para explicar cómo, desde los años noventa, la recuperación de la tasa de beneficio fue compatible con
una tasa de acumulación débil, dado que las finanzas drenaron la capacidad de reinversión.
Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023 5

interpretación, el único capaz de incorporar la mutación del capitalismo global con la irrupción de China (Katz,
2018) y el cambio tecnológico.
A nuestro juicio, Katz acierta y se equivoca, siempre de manera inspiradora. Se equivoca en considerar
que Mandel adoptaba una perspectiva mecanicista y esperaba una regularidad precisa a las ondas largas de
acumulación. Acierta, no obstante, en varios puntos: el principio del desarrollo desigual y combinado permite
incluir el ascenso, declive y surgimiento de nuevas potencias y formas de producción en el capitalismo global.
Coincide, después de todo, con la interpretación mandeliana de que la clave pivota en torno a la lucha de clases
en cada periodo.
Desde nuestro punto de vista, si tomamos la lógica de acumulación, sobreproducción y de rentabilidad, e
incorporamos la lucha de clases y la historia, podremos comprender mejor el papel de la dinámica, de su con-
tinuidad y de sus rupturas. Las ondas largas de acumulación y rentabilidad se comportan con una continuidad,
tras ser establecidas las bases institucionales, geopolíticas y productivas de un periodo. Las luchas de clases, en
la lógica abierta del determinismo paramétrico, desempeñan una influencia en los factores que animan o desa-
niman las tendencias de la acumulación. En otros, pueden propiciar incluso cambios y rupturas, transformando
las propias bases de la dinámica económica de conjunto —por ejemplo, si hay grandes reformas o introducción
de sistemas postcapitalistas que dejan de guiarse por la lógica de la mercancía y la ganancia—. Cambiadas las
reglas, sean dentro del capitalismo, o fuera de él, las tendencias se alteran y los análisis abstractos se vacían
de sentido.
Desde esta óptica, la incorporación de la historia y la agencia humana entrañan la clave. El resultado de sus
conflictos y la formación de respuestas gobierna o altera la dinámica de fondo, aunque no lo hará al margen
de las estructuras heredadas, sino a partir de ellas. Solo cuando se consolidan las bases socioeconómicas cabe
observar ondas y ciclos, tendencias propias. Ahora, lo sucedido en las últimas décadas son cambios históricos,
geopolíticos e institucionales fruto de las luchas de clases y de la competencia tecnológica, comercial y pro-
ductiva. Son cambios dentro de la lógica capitalista, que hay que analizar. Si esos cambios se han dado, otros
podrían producirse en otra dirección, si se diesen las condiciones políticas para ellos.
En este periodo reciente, en la vieja Triada se ha consolidado un neoliberalismo de Estado. En China, la
amplitud de los mercados asiáticos, la elevada tasa de explotación, su política comercial internacional en torno
a la Ruta de la Seda, la inversión pública dirigida y combinada con la economía de mercado en su interior y los
márgenes de maniobra para cierto desarrollo endógeno han resituado a este país cerca de la hegemonía. Podría
decirse que el vigor relativo de su acumulación interna y su inserción en la cadena comercial global explica
la intensidad diferenciada de su “propia onda larga”, que sin romper tendencias sigue un ritmo de proporción
diferente. Esto contribuiría a explicar el nuevo marco del periodo, en el que China asciende, la vieja Triada
pierde ritmo y, sin embargo, la acumulación global cada vez es más débil.
Lo que se dirime hoy, de seguir el modelo capitalista, es si puede restaurar la rentabilidad o no. La res-
puesta dada está siendo diferente en cada área regional. Si bien el balance, debido a la sobreproducción, el
estancamiento de la productividad global y la crisis ecológica —que se torna el factor de fondo decisivo ante
el fin del acceso barato y fácil a materias primas y energías esenciales para el modelo industrial fosilístico—,
es claramente negativo. Las perspectivas de pervivencia del capitalismo, en cualquier escenario, solo pueden
acompañarse con la degradación de las condiciones de vida y trabajo de las amplias mayorías y de las condi-
ciones de habitabilidad del planeta.
Una restauración global de la tasa de la rentabilidad exige dos precondiciones, o al menos un balance neto
ascendente de la combinación de ambas, y que han de contar, además, con un contexto favorable.
La primera precondición es la recuperación de la tasa de plusvalor, cuyas bases podrían estar teniendo un
efecto real ascendente (Husson, 2013:8). La segunda precondición, supone una disminución relativa de la
composición orgánica del capital. Esto requiere una fuerte destrucción de capital ficticio y productivo, fruto de
una crisis empresarial importante. Esta segunda precondición exigiría, cuanto menos, una destrucción empre-
sarial amplia, por una crisis de insolvencia, de deuda o financiera (Toussaint, 2014), u otro fenómeno depresivo
duradero10.
En cuanto al contexto, dos notas para el periodo. El estancamiento de la productividad —salvo para el
periodo 1995-2004, gracias a la revolución digital (Chesnais, 2019) en el que hubo un crecimiento medio
anual del 5%— no mejora mucho el margen posible. El mundo asiático tampoco ofrece una evolución de la
productividad suficiente. Ha reducido su brecha con Occidente, pero está lejos de alcanzar a EE. UU. (Váz-
quez, 2021). En cuanto a la disponibilidad de energía neta y materias primas, se ha sobrepasado varias veces la
capacidad de carga del planeta, desde al menos 1980. Se han sobrepasado picos de extracción en la década de
los 10 de varias materias primas clave (Turiel, 2020); en años o décadas venideros sucederá con otras también
importantes, y nada augura una mejora con materiales sustitutivos, sino más bien todo lo contrario (Fernández
y González, 2018).

10
Cabe apuntar que la crisis pandémica (Albarracín, 2021) de 2020 interrumpió el final del ciclo de recuperación iniciado en 2014, causada por un
modelo depredador del entorno que agrede la biodiversidad y propicia fenómenos de zoonosis cada vez más a menudo, si bien supuso un factor ex-
traeconómico que es ajeno, aunque afecte, al proceso de acumulación, y pudo estar anticipando lo que próximamente sería un nuevo ciclo industrial
de estancamiento.
6 Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023

La irrupción de China no puede atribuirse a una mera desconexión (Roberts, 2016:233) de la dinámica de
la producción y del mercado mundial. La tendencia que sigue, aunque en proporciones diferentes, es parecida.
Sin embargo, su envergadura y vigor se traducen en fuerte influencia en las áreas económicas regionales vincu-
ladas a este polo de desarrollo endógeno, de las que tira y a las que favorece, sin poder hacerlo con el conjunto
mundial. En nuestra opinión, no cabe hablar de que China, o la introducción de muchos países del Este en
el capitalismo, hayan inaugurado una nueva onda larga. Ahora bien, sí han alterado el desarrollo económico
internacional, generando una dinámica regional propia que altera el equilibrio de competencia intercapitalista
mundial.
Cabe preguntarse si la irrupción de China, y otros países emergentes como India o Rusia, han configurado
una propia onda larga para su región. Nosotros pensamos que ese impulso ha lanzado a China para estar en
condiciones de aspirar a ser superpotencia mundial. Podría suponer una condición necesaria para un nuevo
periodo de prosperidad en cuanto a la acumulación se refiere. Desde luego, no suficiente. China está ligada,
como venimos afirmando, al capitalismo global (Vázquez, 2021). Además, la situación del clima, la energía
y las materias primas, o la evolución de la productividad, no prometen precisamente una intensificación de la
acumulación, lo que no es obstáculo para que se acentúen las prácticas de la explotación laboral, la depreda-
ción natural o el conflicto por los recursos.
En este sentido, el desarrollo capitalista sigue su curso, pero ha adoptado cambios en su seno que debemos
tener en cuenta. Se conforman grandes mercados regionales amparados con instituciones y dinámicas propias.
Se relocalizan las fases extractivas e industriales hacia una serie de países semiperiféricos —en detrimento de
otros—, donde se destinarán crecientemente las inversiones occidentales y chinas. Mientras, el tejido produc-
tivo se reestructura en los países centrales, concentrándose en la concepción industrial, las finanzas y la distri-
bución comercial, al mismo tiempo que se racionalizan costes. También despegan algunas economías y China,
llegado el siglo xxi, constituye la nueva superpotencia industrial y comercial, capaz de generar sus amplias
áreas de influencia global y establecer un esquema de capitalismo de Estado que afianza su capacidad competi-
tiva, de inversión, de producción y de disciplina laboral, empleando, cuando lo requiere, fórmulas autoritarias.
La metamorfosis del capitalismo global muestra su sustancia concreta, que nos impele a caracterizar los
cambios y reconocer las potencias de lo que está en transición. La controversia no está cerrada, las viejas con-
tradicciones no están superadas, más bien son más complejas y agudas. Las transiciones y cambios no permiten
afirmar, en cualquier caso, la inauguración de una nueva fase ascendente, tampoco descartarla. Ahora, por el
momento, no hay indicios más que de un estancamiento neto a escala global, precursor de una degradación
general si no se impide. La historia no para, y la acción política, o su ausencia, desempeña un papel clave para
decantar las consecuencias de las contradicciones sistémicas.

2.2. Precisiones sobre los factores de la tasa de beneficio: costes financieros y composición orgánica del
capital

Ha sido en estas últimas décadas en las que algunos autores (Shaikh, 2011) han realizado precisiones oportunas
para el modelo de las ondas largas.
Para Shaikh no bastaría con indagar los componentes globales brutos de la tasa de rentabilidad, equivalentes
a la tasa de ganancia o beneficio. Es preciso hilar fino de cara a establecer la relación entre tasa de rentabilidad
y tasa de acumulación. A este respecto, no basta con una caída de la rentabilidad para que comience a descen-
der la tasa de acumulación. También ha de producirse una caída en la masa de beneficio global (Shaikh, 1992).
A su vez, la tasa de beneficio que orienta la inversión es la que toman en cuenta las empresas y no la tasa
de ganancia general (que suma los beneficios brutos empresariales —el rédito del capital activo—, más los
intereses que obtienen del capital financiero). La tasa de beneficio de las empresas —tasa neta de ganancias, o
tasa de beneficio efectivo— recoge la diferencia entre la tasa de beneficios antes de impuestos e intereses y lo
que le resta la tasa de interés que han de devolver al capital financiero, siempre midiéndolas en términos reales,
descontando la inflación.
Otra puntualización para la comprensión de la tasa de rentabilidad la realizan el economista belga Jacques Go-
verneur, o el francés Michel Husson (Husson, 2013), fijándose en el denominador de la ratio. Mandel, en general,
va a apuntar que hay una tendencia a su ascenso, pero no agota la reflexión de su análisis, como si fuese fruto de un
cambio técnico y la competencia. Sin embargo, la composición orgánica del capital está compuesta de otros factores
(Governeur, 2001: 93), algunos de ellos en absoluto mecánicos. Su evolución depende de:

a) El grado de mecanización, que tiende a crecer.


b) La evolución de la relación entre los valores unitarios (valorMP/valorMC11), que depende de la marcha
de la productividad.
c) El salario real depende de relaciones de fuerzas (y, diríamos nosotros, también del coste de reproduc-
ción de la fuerza de trabajo).

11
Donde MP son medios de producción y MC medios de consumo.
Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023 7

2.3. Teoría de la dependencia, oligopolios y tasas de ganancia diferentes

Mandel aplicó empíricamente el modelo de las ondas largas centrándose sobre todo en los países centrales.
Para el estudio de los países del sur, en cambio, tomó el esquema del desarrollo desigual y combinado. El
economista argentino Claudio Katz, con originales aportaciones, ha sido su mejor continuador, hasta el punto
de invertir la caracterización, poniendo por delante la dinámica de desarrollo desigual a la del rumbo de la
rentabilidad.
Mandel estudió el capitalismo a escala mundial. Observaba que el tercer mundo, debido al imperialismo
capitalista, caía en la dependencia. Para el grueso de países, se traducía en miseria (Mandel, 1972). Los países
del sur se veían conducidos a la primarización agrominera, debido al dominio de los países centrales. Tam-
bién indicó que una serie de países lograron cierto desarrollo industrial (Katz, 2018:45) gracias al proceso de
sustitución de importaciones. Su lectura del desarrollo desigual preveía un empobrecimiento absoluto para la
mayoría de los países del sur, semiindustrialización dependiente en otros pocos, que podrían entenderse como
semiperiferias. Se darían procesos de transferencia de valor del sur al norte permanentes. Solo en casos muy
limitados cabrían resquicios para el desarrollo parcial de algunas economías de la periferia superior (Katz,
2018: 46).
Conviene recoger las críticas sobre el debate de las transferencias de valor, que ha dado lugar a no pocos
malentendidos. Sin duda, la teoría de la superexplotación (Marini, 1992) cayó en una lectura miserabilista y
contradicciones teóricas (Carcanholo, 2017; Katz, 2018) —al admitir que los salarios pueden remunerar de
manera duradera12 por debajo de las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo—. Si hay diferenciales
de salarios directos o indirectos no es causado, desde luego no únicamente, por transferencias de valor dentro
de la clase trabajadora, sino a la formación de salarios que orbitan sobre condiciones de reproducción social
de la fuerza de trabajo y de la productividad desigual, respondiendo a la desigual división internacional del
trabajo. Para prevenirse de estos problemas, resulta necesario tomar la referencia de los análisis sobre el trabajo
potenciado (Astarita, 2010), y considerar que la apropiación de plusvalía global se realiza también a través de
la competencia, en la que suelen ser los capitales de países centrales quienes se la apropian en mayor medida,
por la mayor productividad del segmento de actividad en el que están, entre otros factores. De lo que cabe duda
es de que se produzca una explotación entre clases trabajadoras de diferentes países.
La conclusión, a pesar de las críticas, sería que no conviene abandonar la teoría de la dependencia, sino más
bien corregirla (Carcanholo, 2017).
Cabría decir que, aunque resulta firme la tendencia a la dependencia y a la divergencia y desarrollo desigual
relativos de aquellos pueblos que no han podido librarse de la dominación, no parece confirmarse un empo-
brecimiento absoluto general. Se han registrado allí procesos de industrialización, extensión del empleo y del
salario real —compatibles, en algunos periodos y territorios, con la caída del salario relativo— y de crecimien-
to (Astarita, 2009). Esto no impide que dichas economías se vean atrapadas de manera subalterna, que solo
salga beneficiada una burguesía local ligada a los intereses del capital internacional, o que la productividad sea
inferior —debido al segmento de actividad y la composición del capital en el que se especializan—. Tampoco
que sea impracticable romper algunas cadenas que sujetan a algunos territorios con políticas de desarrollo
endógeno y cambio político —desde el capitalismo de estado chino, las experiencias de algunos países latinoa-
mericanos (Katz, 2018), o un salto postcapitalista como el que se produjo en la URSS durante décadas— cuyo
alcance dependerá de sus características concretas.
Ernest Mandel (1972), para comprender el desarrollo desigual y combinado, fijó la atención en, primero, la
acumulación originaria y su violencia, y, segundo, la formación de ganancias extraordinarias13 de los oligopo-
lios de las empresas de los países imperialistas. Atribuía la presencia de tasas de ganancia duales al papel del
capital monopolista occidental. Concebía, asimismo, la teoría del comercio internacional marxista como una
derivación especial del esquema de ventajas comparativas de David Ricardo. A nuestro juicio, Anwar Shaikh
(2009) supera este enfoque recuperando y adaptando, desde un enfoque marxista, la teoría de las ventajas ab-
solutas14 de Adam Smith.
El capitalismo tiende a la globalización mercantil, de la producción y de las finanzas. Se mueve para recabar
más valor a partir de la explotación del trabajo, y trae consigo la subordinación de las tareas de cuidados y la
depredación de la naturaleza. Si el curso de una onda larga se ve pautado por la evolución de la tasa de ganan-

12
Puede producirse de manera temporal, pero una dinámica permanente rompería la lógica del valor según la fuerza de trabajo se remunera según sus
condiciones de reproducción. Otra cosa es que esas condiciones sean diferenciales en cada región, poniéndolas en relación con las condiciones de
productividad.
13
Estas surgen, según Mandel (1972: 77 y 78) por factores institucionales o estructurales (monopolio de propiedad de la tierra, por ejemplo), por
contar con una ventaja exclusiva de productividad, cuando se reduce el precio pagado por la fuerza de trabajo por debajo de su valor social, porque
se pague menos por los componentes del capital constante, o cuando la reproducción del capital circulante se acelera. Todas estas sobreganancias
van en detrimento de la tasa de ganancia del resto, al apropiarse el oligopolio del plusvalor globalmente extraído.
14
La teoría de la ventaja absoluta establece una relación de largo plazo entre el tipo de cambio real y los costos laborales unitarios reales relativos e
integrados verticalmente, que conduce a una divergencia de saldos exteriores permanente entre países. Las ventajas absolutas se producen con dos
factores principales, el nivel de productividad y el de los costes salariales.
8 Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023

cia, cabe preguntarse por la incidencia de desarrollos dispares o proporciones distintas entre diferentes áreas
de mercado —transnacional, nacional, local—.
El curso de la acumulación no presenta una sincronicidad ni ritmos iguales entre regiones económicas. En
la práctica, se dan una multiplicidad de tasas de rentabilidad, que, si bien siguen tendencias parecidas, se mue-
ven por escalones y ritmos diversos. Contribuyen esas diferencias a explicar la movilidad de los capitales y, en
parte, los flujos de la fuerza de trabajo migrante.
Lo que explicaría las causas de que se produzcan tasas de rentabilidad específicas en cada área económica
sería la formación sociohistórica diferenciada de, por un lado,

1) una serie de condiciones determinadas:


a) Productividad —tecnología, organización sociotécnica del trabajo, cualificación y disponibilidad
de mano obra…—.
b) Disponibilidad de materias primas y energía y su tipología.
2) factores concretos:
c) La formación y amplitud de los mercados.
d) La situación de la tasa de plusvalor.
e) La composición orgánica del capital.

Este proceso se da en un marco de mercados regionales con lazos de mayor o menor conexión interna y
externa, espacios monetarios amplios con regulaciones propias y distintas a otros, sistemas impositivos dife-
renciados, y barreras y condiciones para el comercio de diverso tipo, en periodos en los que las instituciones
y sus políticas desempeñan un rol en el medio plazo. Estos factores también influyen en la desnivelación de
tasas, afectando al proceso competitivo y de explotación.
Por otro lado, no cuentan con la misma tasa de rentabilidad el capital transnacional que el local, del centro
o la periferia o de las semiperiferias, la de las grandes corporaciones que la de las pequeñas. La tendencia a la
igualación de las tasas de ganancia, conviene recordar, solo comporta una tendencia reguladora en el horizonte.
Los aparatos estadísticos disponibles, en cualquier caso, además, no son adecuados directamente para calcular
una aproximación a una tasa (o tasas) de beneficio mundial15.
De aquí emana la discusión sobre el papel de los oligopolios. En El capitalismo tardío (Mandel, 1972)
señala que la oligopolización del capital explica las tasas duales de ganancia16. También nos advierte de que
no debemos caer en el sobredimensionamiento, del fenómeno (Sweezy y Baran, 1982)17, lo que equivaldría a
correr el riesgo de dejar sin efecto la ley del valor. Mandel reconoce que podría producirse un aplazamiento o
relativización por su incidencia, acotada por márgenes claros, no su interrupción. El cambio de denominación
para este periodo, escogiendo el de capitalismo tardío, significó un gesto de disconformidad con la caracteri-
zación dominante (capitalismo monopolista). Con esta precisión acierta incluyendo los aspectos de la relativa
y temporal limitación de la competencia o el papel de los monopsonios.
Los oligopolios cursan un ciclo de vida. Están afectados por la competencia, que nunca rige en condiciones
perfectas. La mundialización y el cambio tecnológico, comercial e institucional son constantes, y ninguna ven-
taja es permanente. Mandel señala, correctamente, que, si se extiende la influencia del oligopolio en su sector,
al final sus sobreganancias tenderán a acercarse a la tasa media. De tal modo que también están determinados
por la ley del valor. Conviene, además, señalar que la extracción de plusvalía global precede a la competencia
mercantil y la apropiación del excedente.
La cuestión de los oligopolios18 presenta, posiblemente, excesivo énfasis, si bien no es irrelevante o errónea.
Las observaciones (Mandel, 1972) referían al periodo de posguerra en el que las grandes compañías alcanzaron
una presencia notable. Ahora, no fueron ni son la única causa que explica la diversidad de tasas desiguales.
La división internacional del trabajo; la composición orgánica y la tasa de plusvalor diferenciada entre países
(Katz, 2018)19; el trabajo potenciado (Astarita, 2010; Mateo, 2020) —merced a la mayor composición del capi-
tal en los procesos productivos de los países desarrollados—; también las políticas de los Estados —regulación
fiscal, de gasto público o laboral—; o los acuerdos supranacionales, concurren como factores que influyen en
esta formación diferenciada.

15
Habitualmente el análisis de las ondas largas se ha circunscrito, normalmente por razones de disponibilidad estadística, a las potencias del norte.
Michael Roberts ha avanzado recientemente en la estimación de una tasa de ganancia mundial (Roberts, 2016, 2017 y 2020).
16
“La tasa media de superganancias, que disfrutan las corporaciones monopolistas, y la tasa más baja con las que tiene que conformarse el resto de
los empresarios capitalistas” (Mandel, 1969:29).
17
Estos sobredimensionan el papel de los oligopolios en varias formas. Primero, incluyen en el excedente, confundiéndolo con la masa de plusvalor,
los costos de depreciación, que forman parte de la reproducción del capital constante (Mandel, 1969:30). Segundo, si los oligopolios conducen a un
régimen permanente, la lógica de la administración de precios parecería que les exonera de la ley del valor, algo que no sucede en la práctica.
18
Resulta pertinente también cómo funcionan hoy las corporaciones transnacionales, en su formato de red vertical, en la que la competencia está
condicionada por acuerdos entre matrices, filiales, subcontratas o franquicias, que acuerdan un reparto de la plusvalía desigual en su interior.
19
Katz refiere a la “remuneración internacional diferenciada del trabajo más productivo”, citando a Machado Borges Neto, Joao. 2011. “Ruy Mauro
Marini: dependencia e intercambio desigual”, Crítica Marxista, n33.
Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023 9

En definitiva, los precios administrados por los oligopolios también tienen un margen de maniobra, sujeto
a la competencia. Como el propio Mandel advierte, tampoco funciona sin límites. Ese margen del poder oligo-
pólico solo puede aplazar el papel regulador de la competencia y la ganancia, no negarlo.

2.4. Políticas de financiarización y neoliberalismo de Estado

La tendencia a la caída de la tasa de ganancia que condujo a la crisis de los años setenta se interrumpe por
varios factores de naturaleza sociopolítica. En primer lugar, el retroceso político y organizativo del movimien-
to obrero y, segundo, por la reconfiguración política de las clases dominantes, cristalizándose un modelo de
gestión neoliberal singular.
La gestión neoliberal, con el propósito de restaurar la tasa de beneficio, marcó el nuevo periodo, si bien
su forma de aplicación adoptó un carácter pragmático que no ha coincidido fielmente con los marcos teóricos
de la escuela austríaca o neoclásica. El neoliberalismo realmente existente ha contado con la intervención del
Estado, eso sí, produciéndose la mutación de su protagonismo (Albarracín, 2012b).
De haber seguido el consejo de los economistas ortodoxos se habría aplicado un ajuste salarial, la privatiza-
ción de servicios públicos, una política monetaria restrictiva y una retirada del Estado para allanar el camino a
una mayor iniciativa privada sin apoyos públicos. Cabe notar que el primero de los puntos se ha producido. So-
bre el segundo, se han dado fórmulas híbridas de mercantilización, y que han contado con dinero público (Ma-
zzucato, 2014), como la cooperación público-privada y la externalización de servicios mediante contratación
y concesiones públicas. El tercero fue sustituido por una política monetaria flexible, relajación de la operativa
bancaria y la titularización. Lo que viene a ser la financiarización, en los años 90 —que, sin embargo, seguiría
privilegiando a la banca privada—, profundizándose en el siglo xxi, al menos hasta 2022, en que cambia la
tendencia. El cuarto, tampoco se ha producido, el Estado ha intervenido más activamente para subvencionar y
rescatar a empresas privadas y abandonar parte de sus políticas de bienestar o de producción pública. Esto es,
el periodo puede caracterizarse como el del neoliberalismo de Estado, lo que pone en tela de juicio los análisis
simplificadores habituales.
Estas políticas activaron contratendencias, no sin acumular nuevas contradicciones, especialmente desde
2008 y hasta la fecha actual, en la que se han alternado una fase recesiva hasta 2014, una de recuperación débil
hasta 2019, una pandemia en 2020-2021 con efectos depresivos fruto de la hibernación inducida y cortocir-
cuito en el suministro global, y un breve periodo con efecto rebote de recuperación, que ya muestra signos de
agotamiento.
La tasa de explotación empezó a crecer desde aquella década de los 80. El salario real por hora perdió el
ritmo seguido por la productividad horaria del trabajo desde entonces. La productividad también se ha ido
ralentizado, salvo entre 1995 y 2004 (Husson, 2013) fruto de las mejoras en el campo de la microelectrónica.
Esto, que conllevaba consecuencias recesivas al contener la capacidad adquisitiva en medio de una racionali-
zación productiva y paro crecientes, se compensó con el descenso de los tipos de interés20. La caída paulatina e
intensa de los tipos, también desde los años noventa, ocasionó que las inversiones fueran más fáciles y baratas
de financiar y que el consumo recobrase protagonismo. El tipo de beneficio de las empresas remontó prácti-
camente a los niveles de posguerra al comenzar ya el nuevo milenio. La rentabilidad bruta de explotación era
mayor al moderarse los costes laborales, y las tasas de interés eran bajas, por lo que la financiación cargaba con
unos servicios de la deuda asumibles.
Pero esta dinámica se agotó pasado 2005, la tasa de beneficio se estaba reduciendo, la productividad fue
estancándose y los costes de la financiarización, especialmente por el montante del principal de la deuda y no
tanto por el tipo de interés, sentaron las bases de la Gran Recesión 2008-2013. El apalancamiento de las em-
presas y el endeudamiento familiar se multiplicaron. Por último, las tasas de interés llegaron a casi su suelo,
para intentar evitar la depresión. La trampa de la liquidez, descrita por Keynes (1936), se ha extendido en la
economía haciendo ineficaz cualquier política monetaria. En el mejor de los casos, estas medidas no hundieron
más la economía, y supusieron un anabolizante financiero, a costa de la supervivencia de empresas zombi o la
continuidad y aumento de un capital ficticio, a los que los fundamentales ya no respaldan.
Estas circunstancias han causado una fuerte crisis de inversión. El ciclo 2014-2019 solo cabe explicarlo
como un ciclo industrial de recuperación débil, que abre paso a un nuevo estancamiento, tras año y medio de
depresión pandémica y un lapso de efecto rebote que cierra el ciclo.
Mandel solo pudo observar el inicio de este fenómeno. Discípulos de Mandel, como Jesús Albarracín
(1994), anticiparon también la hipertrofia financiera y sus consecuencias. Su incidencia, a pesar del papel de
liderazgo que ha podido tener el capital bancario, no debe empujarnos al exceso de aceptar la falsa divisoria
entre capital rentista e industrial (Astarita, 2009b); o a que se produzca un divorcio permanente entre tasa de
beneficios y acumulación, como parecen afirmar Dumenill y Levy (2004). Los diferentes segmentos del capital

20
“La tasa de ganancia general fue resucitada de su largo declive con un ataque concertado contra los trabajadores que hizo que los salarios reales
después de 1982 crecieran mucho más despacio que en el pasado. (…) La tasa de interés cayó radicalmente después de 1982. (…) El efecto neto de
estos dos movimientos sin precedentes históricos fue elevar de manera muy significativa la tasa de beneficio de empresa. Este es todo el secreto del
gran boom que comenzó en los años 1980” (Shaikh, 2011:8).
10 Albarracín Sánchez, D. Polít. Soc. (Madr.) 60(3) e76119, 2023

en la cadena de valor (financiera, extractivista, logística, industrial, comercial) conducen dinámicas comple-
mentarias, interrelacionadas entre sí, e intereses interdependientes para completar el proceso de valorización.
Las empresas compiten por la masa de plusvalor a posteriori, una vez extraída.
Hasta hace poco, las empresas financieras —también acreedoras y partícipes del resto de segmentos— ha-
bían liderado esta carrera competitiva. Ahora bien, el liderazgo que el capital financiero ha disfrutado sobre la
cadena de valorización capitalista se encuentra debilitado en el nuevo contexto. Podría abrirse paso una nueva
hegemonía de las grandes tecnológicas. Estas ascendieron formidablemente en los últimos años y ahora ocu-
pan los primeros puestos del ranking de capitalización bursátil, a pesar de cierta reducción de su valor en los
últimos meses21. Podrían jugar un papel de predominio competitivo sobre el resto de segmentos de capital en
la nueva fase.
Las políticas públicas aplicadas han escogido enfrentar esta severa crisis de rentabilidad y solvencia empre-
sarial con medidas que conjugan el ajuste salarial y laboral, el recorte de los salarios indirectos, la disminución
de los costes de los servicios públicos y su privatización, con ayudas a las empresas privadas —mediante
subvenciones— o la desfiscalización del capital —mediante desgravaciones, deducciones y caída de tipos
impositivos— y formidables rescates al sistema financiero. El resultado ha causado una crisis fiscal sin prece-
dentes, que ha generado un déficit público y un endeudamiento de los Estados cada vez mayor. Esto se canaliza
mediante una gigantesca operación de conversión de la deuda privada en pública, en un nuevo formato y episo-
dio de socialización de pérdidas a gran escala que, con las últimas medidas de la Unión Europea, ha supuesto
también un fuerte traslado de la carga de la deuda a escala de las instituciones europeas (Toussaint, 2014).

3. Conclusiones y perspectivas

En este artículo hemos puesto de relieve la consistencia del modelo de ondas largas, no sin antes apuntar la contro-
versia acerca de su duración, ni sin dejar de insistir en las difíciles condiciones para propiciar una nueva onda larga
expansiva. Hemos identificado algunas potenciales debilidades explicativas del modelo en cuanto al papel del régi-
men oligopolístico y riesgos de la interpretación que se apoya en las transferencias de valor para dar cuenta como
razones exclusivas del desarrollo desigual. Esta reflexión invita a una necesaria articulación compleja —pendiente
de armar— entre la teoría de las ondas largas y la teoría de la dependencia para construir un modelo más completo,
que incluya factores adicionales, como el trabajo potenciado, entre otros, y así dar cuenta del fenómeno de la diver-
gencia entre centros y periferias o el margen de posibilidad de un desarrollo endógeno. También hemos reflejado la
situación de la nueva fase que registra cambios políticos que fueron afectados por políticas monetarias expansivas,
desde los 90 y hasta 2022, así como por un papel activo del Estado para rescatar a segmentos del capital en crisis,
que pueden implicar además una mayor pasividad y menor generosidad en materia de política social. Un esquema
político que, ante la mayor conflictividad que puede causar, puede contribuir a la profundización de rasgos más au-
toritarios para la gestión neoliberal predominante.
El modelo mandeliano construyó una base fértil de análisis que ofrece elementos que cobran aún sentido,
si bien, necesitan desarrollo, y algunos necesitan mayor discusión. Siguiendo esas bases y enriqueciendo el
análisis con nuevas aportaciones, podríamos apuntar ciertas perspectivas.
La suma de contradicciones y la incapacidad de superar la sobreproducción, junto a los límites socioeco-
lógicos, apuntan a una larga crisis que oscilaría entre la recuperación débil, el estancamiento y la depresión.
La pandemia, la crisis climática y energética serían incluso factores para una decadencia y declive de la acu-
mulación más acentuados, fruto de la degradación múltiple de varias dimensiones ambientales, y no solo de la
lógica capitalista.
A nuestro juicio, si esta crisis sistémica no es confrontada con una alternativa organizada, el neoliberalismo
pragmático aplicado hasta ahora, dadas las constricciones, podría dar paso a un neoliberalismo autoritario y
disciplinario. En ausencia de una destrucción de capital a escala masiva, sea productivo o ficticio, la inercia
no será otra que una profundización de la intensificación y extensión de la explotación laboral a escala global.
La alternativa que seguimos imaginando y construyendo, para evitarlo, consiste en un trabajo decidido y
paciente por edificar una sociedad ecosocialista, libre, igualitaria y emancipada, que propicie de manera demo-
crática los cambios y las transiciones para una nueva sociedad, relaciones y modelo productivo y de trabajo,
solo concebibles bajo pautas radicalmente diferentes.

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