Módulo 2: Filosofía Antigua: consideraciones acerca de la verdad y la realidad
IN TR ODUCCIÓN AL MÓDULO
Introducción
UN IDAD 3: SÓCR ATES Y LOS SOFISTAS
Introducción a la unidad
Tema 1: Sócrates y los so stas
UN IDAD 4: PLATÓN Y AR ISTÓTELES
Introducción a la unidad
Tema 1: Platón y Aristóteles
CIER R E DEL MÓDULO
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Lección 1 de 6
Introducción
En este módulo veremos a los tres pensadores de la filosofía antigua. La ruptura marcada por Sócrates con los filósofos anteriores y las bases del pensamiento
occidental, su confrontación con el relativismo de los sofistas, y la necesidad de establecer la objetividad de los conceptos, como base del conocimiento y la
moral. Los diversas posturas de Platón y Aristóteles, sus discusiones y diferencias; y las bases que sentaron para el desarrollo posterior de la filosofía occidental.
Objetivos del módulo
Comprender la problemática del mundo antiguo acerca del pensamiento y de la realidad.
Reconocer la importancia de las filosofías de Sócrates, Platón y Aristóteles para el desarrollo del pensamiento posterior.
Contenidos del módulo
Unidad 3. Sócrates y los sofistas
1. El concepto versus el relativismo.
2. La Democracia ateniense.
3. Los sofistas.
4. Sócrates. Su misión como educador.
5. Mayéutica: método socrático.
6. El concepto.
Unidad 4. Platón y Aristóteles
1. Platón. Datos biográficos.
2. El pensamiento de Platón: los dos mundos.
3. La Alegoría de la caverna.
4. Aristóteles. Datos biográficos.
5. Diferencias con Platón.
6. La realidad de las “substancias”. El cambio de la substancia.
7. Las cuatro causas.
Lección 2 de 6
Introducción a la unidad
¿Cómo es posible una verdad objetiva y su acceso a ella?
Contenidos de la unidad
1 Sócrates y los sofistas: el concepto versus el relativismo.
2 La Democracia ateniense.
3 Los sofistas.
4 Sócrates. Su misión como educador.
5 Mayéutica: método socrático.
6 El concepto.
En la presente unidad veremos el sentido de la confrontación de Sócrates con los sofistas. Cuál es el alcance del relativismo. El aporte de Sócrates con su
desarrollo del concepto y el método educativo, como escape al relativismo moral e intelectual. La misión del filósofo como educador.
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Lección 3 de 6
Tema 1: Sócrates y los sofistas
Sócrates y los sofistas: el concepto versus el relativismo
La Democracia ateniense
Hasta mediados del s. VIII a.c. Atenas era una monarquía pero, al igual que todas las demás ciudades-estados griegos, el monarca fue perdiendo atribuciones en
manos del Consejo del Areópago, que era un consejo de nobles, y ya en el siglo VII dominaba una oligarquía con una creciente concentración de la riqueza. Por otra
parte, fruto de algunas malas cosechas, la situación social se agravó, lo que produjo revueltas populares, que terminaron en el año 594 a.C. con la designación de
Solón, como magistrado absoluto, quien hizo una serie de reformas beneficiosas para los sectores más postergados. No obstante esto, las revueltas siguieron. La
situación social en Atenas se tornó caótica, hasta que una tiranía tomó el poder y anuló las reformas de Solón. Pero un aristócrata inteligente, Clístenes, en el año
510 a.c. asumió el poder después de la deposición del tirano Hipias, y realizó enormes reformas políticas en Atenas, por lo que es considerado el padre de la
democracia griega, la que llegó a su perfección con Pericles a mediados del siglo V a.C..
Los sofistas
Como la democracia ateniense permitía a todos los ciudadanos participar activamente en el gobierno del Estado, esto incentivaba a buscar la capacitación
intelectual que permitiese el acceso al gobierno, que se obtenía por el voto directo del pueblo. Surge así la necesidad de la educación y de la formación de esas
capacidades, y por lo tanto, de maestros capaces de suministrar esos conocimientos. Estos maestros de la nueva educación, fueron los sofistas, quienes se
presentaban como maestros de sabiduría y de virtud, capaces de instruir en historia, leyes, literatura y especialmente maestros de oratoria y de retórica.
Conocimientos, estos, indispensables para ser un ciudadano capaz de gobernar. Los sofistas cobraban por sus clases.
En un primer momento, los sofistas gozaron de cierto prestigio intelectual, pero con el tiempo el término “sofista” adquirió un sentido peyorativo, y fue sinónimo de
embaucador y charlatán. No obstante esto, algunos de ellos alcanzaron jerarquía de filósofos, este es el caso de Protágoras (480-410 a.C.) y Gorgias (483-375 a.C).
La característica fundamental del pensamiento los estos sofistas era su escepticismo intelectual y moral; consideraban que era imposible alcanzar la verdad.
Protágoras en una sentencia famosa afirma "el hombre es la medida de todas las cosas..." El hombre como única medida o parámetro de lo que es y de lo que debe
ser. Esta afirmación elimina toda posibilidad de validez objetiva, tanto en el ámbito del conocimiento, como en el ámbito de la moral; “todo es relativo al sujeto, una
cosa será verdadera, justa, buena o bella para quien le perezca serlo, y será falsa, injusta, mala o fea para quien no le parezca.” (Carpio, 2004, p 59) Como dijimos,
los sofistas enseñaban el arte de la oratoria, según Protágoras esta habilidad consistía en “el arte mediante el cual podía volverse buenas las malas razones, y
malos los buenos argumentos, es decir, el arte de discutir con habilidad tanto a favor como en contra de cualquier tesis”.(Carpio, 2004, p 59)
Gorgias fue el otro sofista cuyo pensamiento llegó a tener nivel filosófico. Su reflexión se concentra en tres principios concatenados: “Nada es. Pero si algo fuera,
no lo podríamos conocer. Y si lo pudiéramos conocer, no lo podríamos expresar (comunicar)”. Nada es eterno, único, inmóvil, sino que por el contrario todo está,
sometido al devenir, al cambio, y a la desaparición. Nada es, quiere decir, que nada trasciende esta realidad cambiante y efímera. Pero si algo fuera, es decir, si
quisiéramos atribuirle algún grado de realidad al devenir del mundo, no la podríamos conocer, porque ello implicaría pensar, es decir, mantener en la inmovilidad; lo
que rompe la relación entre el pensamiento y la realidad lo que funda todo acto de conocer. Pero además, si lo pudiéramos conocer de ese objeto evanescente, no
serían más que imágenes sensoriales relativas a cada sujeto, que no podríamos comunicar puesto que el lenguaje es algo fijo y permanente que no puede expresar
ese cambio constante.
Contra el relativismo de los sofistas se alzarán las voces de Sócrates y Platón.
Sócrates. (469 -399 a.c.)
Su misión como educador
Sócrates dedicó su vida a confrontar con el relativismo de los sofistas a quienes acusaba de ser precursores de la crisis moral de la Polis ateniense. La figura de
Sócrates está estrechamente ligada a la de su discípulo más conocido, Platón. Lo que nos llega del pensamiento socrático nos viene por la obra platónica, dado
que Sócrates nunca escribió; sumado a esto, la forma en que murió, han que generado un halo mítico alrededor de su figura. En el diálogo platónico, La apología de
Sócrates, se narra la historia del oráculo en la que se cuenta la visita que Querefonte, amigo de Sócrates hizo al templo del Dios Apolo en la ciudad de Delfos. Allí
Querefonte le pregunta al dios “quién era el más sabio, el oráculo respondió que el más sabio de los hombres era Sócrates. Pero cuando éste se entera, queda
perplejo, porque no reconoce en sí mismo ninguna sabiduría en el sentido corriente de la palabra. Sócrates se siente confundido, porque tiene conciencia de estar
lleno de dudas, no de conocimientos.” (Carpio, 2004, p 62) Pensó, entonces, que las palabras del dios tenían un sentido que él no llegaba a interpretar, por eso
decidió buscarlo. “Para aclarar las palabras del oráculo, Sócrates no encuentra mejor camino que el de emprender una especie de pesquisa entre sus
conciudadanos; se propone interrogar a todos aquellos que pasan por sabios y confrontar así con los hechos la afirmación del dios y comprobar entonces si los
demás saben más que él o no, y en qué sentido.” (Carpio, 2004, p 63) Así, decide interrogar a aquellos hombres que son considerados sabios en sus respectivas
ocupaciones, “entonces, empieza por interrogar a los políticos, y los interroga ante todo sobre algo que debieran saber muy bien: ¿qué es la justicia?; ya que el
propósito fundamental de todo gobierno debiera ser primordialmente lograr un Estado justo.”(Carpio, 2004, p 63) Pero sucede que al poco del interrogatorio,
empiezan a titubear y responder de modo contradictorio. “Sócrates interroga luego a los poetas, y observa que en sus poemas suelen decir cosas maravillosas,
muy profundas y hermosas; pero que, sin embargo, son incapaces de dar razón de lo que dicen, de explicarlo convenientemente, ni pueden tampoco aclarar por qué
lo dicen.”(Carpio, 2004, p 63) Hasta aquí, ni los políticos ni los poetas pueden ser llamados sabios. Sócrates repitió la operación con otros hombres considerados
sabios en lo suyo, y el resultado fue el mismo. Después de esta experiencia Sócrates creyó entender el mensaje del dios: “Es probable atenienses, que el dios sea
en realidad sabio y que, en este oráculo, diga que la sabiduría humanaes digna de poco o nada. […] ‘Es el más sabio, el que, entre vosotros hombres, conoce, como
Sócrates, que en verdad, respecto de su sabiduría es digno de nada.” (Platón, 1993, 23 a-b) A partir de esta anécdota, Sócrates tiene la seguridad de que el dios le
ha encomendado una misión, la de educar; la de hacerles tomar conciencia a los demás de su propia ignorancia. "El Dios me ha puesto sobre la Polis como al
tábano sobre el noble caballo: para pincharlo y mantenerlo despierto".
Mayéutica: el método socrático
El método de Sócrates consiste en un diálogo entre maestro y discípulo en el que, mediante preguntas y respuestas, el educador guía a su alumno para que
descubra las verdades que ya tenía dentro de sí, pero que había olvidado. “El filosofar socrático no es la faena de un hombre que, más o menos solitario o aislado
del mundo, escriba en su gabinete de trabajo páginas y más páginas conteniendo sus "doctrinas". Por el contrario, Sócrates filosofa conversando con los demás,
mediante el diálogo como especial organización de preguntas y respuestas convenientemente orientadas…” (Carpio, 2004, p 66).
Sócrates llamó a su método, “Mayéutica” que en griego significa “dar a luz”. Lo hizo en honor a su madre que era partera; él consideraba que del mismo modo que
ella ayudaba a dar a luz a los niños, él ayudaba a que saliera a la luz el conocimiento. El método consiste en dos momentos:
Refutación: primer momento, de carácter negativo porque lo que Sócrates se proponía era demostrarle al interlocutor es que lo que creía que sabía era, en realidad,
una falsedad; en esto consiste la refutación. Esto conduce a una Catarsis, purificación en griego. Sócrates pregunta con Ironía, Pues pretende no saber, lo que, en
realidad, ya sabe. Este momento es imprescindible para purificar al alma de los falsos saberes, que son el principal obstáculo para llegar al verdadero
conocimiento
Mayéutica: segundo momento del método, de carácter positivo, porque después de la purificación las preguntas del maestro conducen al alumno hasta llegar a la
verdad.
Ahora veremos un ejemplo del método socrático. En el diálogo de Platón, Hipias Mayor, están conversando Sócrates e Hipias quien le está contando a Sócrates que
ha hecho un bello discurso.
Sócrates, entonces, le pregunta: "¿podrías tú decir qué es lo bello?" Porque — sigue diciendo — lo justo es justo por la justicia, lo bueno lo es por el bien, lo sabio lo
es por la sabiduría, y supongo que las cosas bellas lo son por lo bello. ¿Estás de acuerdo? Hipias contesta que, naturalmente, está de acuerdo.
Dice Sócrates: ¿Existe lo bello? Responde Hipias: claro que existe. Entonces,- continúa
Sócrates,- dime qué es lo bello.
Hipias: ¿acaso quieres saber qué cosas son bellas?
Sócrates: No, no, quiero saber qué es lo bello
Hipias: ¿qué diferencia hay?
Sócrates: ¿te parece que no hay ninguna diferencia?
Hipias: No hay ninguna
Sócrates: Reflexiona, amigo, tú lo sabes. No te pregunto qué cosas son bellas, sino qué es lo Bello.
Hipias: Bien, voy a contestarte qué es lo Bello y seguramente no me refutarás, una bella doncella.
Sócrates le contesta que también hay yeguas bellas, que hay liras bellas y también ollas bellas. Pero que lo que él quiere saber es qué es lo bello en sí, aquello que
está presente en las doncellas, las yeguas, las liras y las ollas y que las hacen bellas.
Entonces Hipias, le dice que lo que nace bellas a las cosas cuando está presente en ellas es el oro.
Sócrates lo refuta: ¿Las obras de arte de Fidias no son bellas? Y sin embargo no están hechas con oro sino con mármol. En ese caso, ¿el mármol es bello?
Hipias dice que cuando el uso del mármol es adecuado es bello. Y entonces dice Sócrates: ¿cuando no es adecuado, es feo? Hipias acepta que cuando no es
adecuado es feo. Entonces, dice Sócrates, trátese del oro, del marfil o del mármol, debemos decir que si son adecuados hacen que las cosas sean bellas y cuando
no son adecuados que son feas.
Hipias acepta lo que dice Sócrates.
Y Sócrates insiste: Cuando hacemos hervir en una bella olla hermosas legumbres, ¿qué es lo adecuado? ¿Usar una cuchara de oro o una de madera?
Hipias debe reconocer que es más adecuada una cuchara de madera.
Pero entonces, dice Sócrates, si lo bello es lo más adecuado deberás reconocer que es más bella una cuchara de madera que una de oro.
Hipias, de mala gana, acepta que es más bella la de madera. Pero agrega: "Me parece que, tú tratas de definir lo bello como algo tal que nunca parezca feo a nadie
en ninguna parte".
Sócrates responde: Exactamente, Hipias, ahora lo comprendes muy bien.
El diálogo continúa con aseveraciones de Hipias y refutaciones de Sócrates, sin que se llegue, finalmente, a ninguna definición de qué cosa sea la belleza en sí, es
decir aquello que debe estar presente en las cosas bellas, y que es precisamente lo que las hace bellas.
El concepto
Según Aristóteles, uno de los grandes aportes de Sócrates a la filosofía es el descubrimiento del concepto. Un concepto es una representación mental, objetiva y
universal de alguna cosa. En todo acto de conocer se plantea una relación entre un sujeto que conoce y un objeto que es conocido. Ahora bien, en tanto
representación, el concepto pertenece al sujeto, la cuestión entonces es ¿cómo es posible que sea universal? Pues bien, cuando conocemos algo, es decir,
cuando construimos su representación captamos su esencia. Entendemos como esencia a aquello que hace que una cosa sea lo que es. La esencia está
constituida por el conjunto de rasgos que, de faltar uno, la cosa deja de ser lo que es; por ejemplo, si nos preguntamos ¿Qué es una silla? Podríamos responder que
"es algo que sirve para sentarse", pero se podría objetar a esa respuesta que un banco también sirve para sentarse. Podríamos agregar que además la silla tiene un
respaldo, lo que implica que el ‘tener respaldo’ es un rasgo esencial de la silla, porque si no lo tuviera no sería silla, sino banco. Además, toda silla concreta que
haya existido, exista o existirá, tiene que tener respaldo; de lo que se sigue que los rasgos esenciales son universales. Por lo tanto, el concepto, al captar la
esencia, es universal como ella.
Así, con el descubrimiento del concepto, Sócrates logra sentar las bases para poder llegar a la verdad objetiva, base de todo conocimiento posible.
Sócrates discute el relativismo de los sofistas a partir de su desarrollo del “concepto” objetivo y universal,
que sirve como base de los principios universales y verdaderos. Por otra parte, propone un método
didáctico que permite llegar a la verdad.
Lección 4 de 6
Introducción a la unidad
¿Cuál es el mundo real y cómo se caractirza ese mundo?
Contenidos de la unidad
1 Platón.
2 Aristóteles.
En la presente unidad veremos, en primera instancia, el pensamiento de Platón que se caracteriza por diferenciar el mundo real, que es el de las Ideas y el mundo
aparente que es el de las cosas concretas, el que captamos por los sentidos. La prioridad del mundo de las Ideas se basa en la perfección de los entes que forman
parte de dicho mundo, caracterizado por su racionalidad. En segunda instancia, veremos las críticas que Aristóteles hace de la teoría platónica; y el desarrollo que
hace de su propia teoría, partiendo de la base de que existe un solo mundo, el concreto y cambiante.
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Lección 5 de 6
Tema 1: Platón y Aristóteles
Platón
Datos biográficos
Platón nació en Atenas en 429 a.C. y murió en la misma ciudad en 348 a. C. Pertenecía a una familia noble, lo que le permitió acceder a una gran formación
intelectual. Fue discípulo de Cratilo, quien seguía las enseñanzas de Heráclito. También tuvo una gran influencia del pensamiento pitagórico. Pero a los veinte años
conoce a quien sería su gran maestro, Sócrates. En el año 385 aproximadamente, funda en Atenas su escuela, la Academia, que fue la primera institución de altos
estudios de Occidente.
“Esta escuela y centro de investigación, donde se cultivaron no sólo la filosofía sino todas las ciencias, ejerció incomparable influencia hasta que fue cerrada, y
sus bienes confiscados, por el emperador Justiniano, en 529 d.C; de manera que duró más de 900 años (más de lo que haya durado hasta el momento cualquier
universidad existente).” (Carpio, 2004, p 79)
La obra de Platón es extensa y nos ha llegado completa. Está escrita en forma de diálogos en honor a Sócrates y su método de enseñanza. Se puede hablar tres
períodos en la obra platónica: el de juventud, de madurez y de vejez. En el período de juventud, encontramos los diálogos en los que se refleja el pensamiento
socrático; el periodo de madurez en los que encontramos el núcleo del pensamiento propio de Platón, en ese período se desarrolla la teoría de las Ideas, aunque el
personaje que expresa las tesis principales sigue siendo Sócrates; y, por último, el período de madurez, en el que revé gran parte de su filosofía anterior, e incluso,
la figura de Sócrates ya no ocupa un lugar central.
El pensamiento de Platón: los dos mundos
Al igual que su maestro, Platón estaba en franca oposición a los sofistas, razón por la cual, una de sus metas fundamentales era atacar al relativismo moral e
intelectual de los maestros de oratoria. Sócrates había postulado su teoría del concepto. La objetividad se basa en la relación del concepto con la esencia; es decir,
en la capacidad de poder reflejar en un concepto la verdadera realidad de las cosas, que va más allá de su existencia concreta, variable e imperfecta. En este
punto, retoma Platón a su maestro y avanza más allá en el desarrollo de los que es la verdadera realidad, fundamento de todo conocimiento moral y ontológico.
Platón se va a preguntar cuál es la naturaleza de las esencias y su relación con las cosas concretas.
La esencia es lo que determina a las cosas en su ser, en otras palabras, es un conjunto de rasgos o características tales, que si falta alguna, la cosa deja de ser lo
que es. Platón llama “Ideas” a las esencias. La palabra “idea”, (eidosen griego), y significa “lo visto”, pero en el caso de Platón, alude a lo que se ve con la mente o
intelecto. Aquí aparece una distinción fundamental entre dos mundos, uno, el de lo concreto, el de las cosas, captable por los sentidos; el otro, inmaterial, captable
por razón. Tenemos entonces que existe una diferencia de naturaleza entre las cosas y sus esencias. Hay dos mundos de índoles absolutamente diferentes, el
mundo de las cosas, que se capta pos los sentidos, es por ello “sensible”; y el mundo de las Ideas, que se capta por la inteligencia, y es, por ello, Inteligible. Las
características de estos mundos, son, también, contrapuestas: las esencias o Ideas son Perfectas, pues carecen determinación, ej., La Belleza en sí misma (Idea
de Belleza), es el ser de la belleza en su plenitud; en cambio, las cosas bellas son imperfectas, porque tienen la limitación de lo concreto, ej., las cosas bellas son
imperfectamente bellas. Las Ideas son Eternas, no nacen ni mueren. En cambio, las cosas son perecederas, algún día aparecieron y algún día desaparecerán. Así,
la Idea de Belleza, perdurará aunque desaparezcan las cosas bellas. Las Ideas son Universales, pues abarcan todas las cosas concretas de una misma clase que
fueron y que serán; las cosas son particulares, tienen una existencia limitada a sí mismas. Las Ideas son Modelos o Paradigmas, mientras que las cosas
son copias o imitaciones; las cosas bellas copian imperfectamente a la Idea de Belleza.
Para explicar la relación entre de ambos mundos, partiremos de un ejemplo que desarrolla el mismo Platón en su diálogo Fedón (74a-75a; 78c-79a); allí toma la
figura de cuatro leños, un primer leño igual a un segundo, más pequeño que un tercero, y más grande que un cuarto. Tenemos, entonces, que el primer leño es, a la
vez, igual, menor y mayor. Obviamente, en términos de racionalidad, esto es contradictorio, pues el leño referido es, al mismo tiempo, igual y no-igual. Pero cuando
pensamos en la Idea (esencia) de Igualdad, nos damos cuenta de que, en realidad, la Igualdad en sí siempre es idéntica a sí misma, es más, es lo que determina la
igualdad de las cosas concretas iguales; “… la igualdad, o, como también dice Platón, "lo igual en sí", la idea de igualdad, no es igualdad en cierto respecto y en
otros no, no se convierte en la idea de la desigualdad (si esto sucediera, no podríamos pensar), sino que es siempre la igualdad, perfectamente idéntica a sí
misma.” (Carpio, 2004; p 82). Por otra parte, al leño en cuestión lo puedo cortar, por lo que dejaría de ser igual al segundo leño. Pero, si, además, observásemos
detalladamente a los dos leños iguales, nos daríamos cuenta de que no los son exactamente, pues en el mundo sensible las cosas nunca son perfectamente
iguales. “Las cosas iguales, pues, "aspiran" a ser como la igualdad en sí, pero en el fondo siempre les falta algo para serlo plena o perfectamente, son insuficiente
o imperfectamente iguales, deficientemente iguales.” (Carpio, 2004; p 82)
Hasta aquí, hemos explicado la teoría platónica de los dos mundos, ahora veremos cómo se mueve el alma humana en relación a esos mundos, para lo cual
acudiremos a la “Alegoría de la caverna”.
La Alegoría de la caverna
Uno de los textos más citados, leídos y analizados en la cultura occidental es la “Alegoría de la caverna” de Platón. En ella se narra la pelea del alma humana por
liberarse de las cadenas que la atan a un mundo ilusorio y sombrío; una cárcel que la mantiene sujeta a la ignorancia.
La Alegoría de la caverna está en el libro siete de la República, allí el personaje Sócrates comienza con la descripción de la situación de unos hombres condenados
a vivir presos en el interior de una caverna: “Allí desde su infancia, los hombres están encadenados por el cuello y por las piernas, de suerte que permanecen
inmóviles y sólo pueden ver los objetos que tienen delante, pues las cadenas les impiden volver la cabeza.”[i] (Platón, 1986; 514 a) Están sentados mirando el fondo
de la caverna. Detrás de ellos hay una especie de tapia, y un poco más atrás, un fuego con llamas bastante altas. Entre el fuego y la tapia, unos hombres mueven
unos objetos por encima de ella, de modo tal que la sombra de los objetos producidas por la luz del fuego se proyectan en el fondo de la caverna.
Sócrates prosigue diciendo: “[…] Si a uno de esos cautivos se lo libra de sus cadenas y se lo obliga a ponerse súbitamente de pie, a volver la cabeza, a caminar, a
mirar la luz, todos esos movimientos le causarán dolor y el deslumbramiento le impedirá distinguir los objetos cuyas sombras veía momentos antes.” (Platón, 1986;
515 c-d) La liberación de un prisionero, en primera instancia, una situación de desconcierto e incomodidad, a confrontar con la verdad o mundo verdadero, conlleva
una cuota de incertidumbre y dolor.
Al final, el liberado es arrastrado al exterior, y obligado a confrontar directamente con el mundo verdadero. Sigue diciendo Sócrates: “Y en caso de que se lo
arrancara por fuerza de la caverna —proseguí—, haciéndolo subir por el áspero y escarpado sendero, y no se lo soltara hasta sacarlo a la luz del Sol, ¿no crees que
lanzará quejas y gritos de cólera? Y al llegar a la luz, ¿podrán sus ojos deslumbrados distinguir uno siquiera de los objetos que nosotros llamamos verdadero.”
(Platón, 1986; 515 e-516 a) Pero, luego del primer momento de enojo, dolor y desconcierto, el liberado es capaz de mirar al Sol, fuente de vida y verdad. “Después
de lo cual, reflexionando sobre el Sol, llegará a la conclusión de que éste produce las estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y que, de una
manera u otra es causa de cuanto veía en la caverna con sus compañeros de cautiverio.” (Platón, 1986; 516 c) El prisionero liberado, en contacto con la verdadera
realidad, toma consciencia de que, durante su vida en cautiverio, había vivido engañado. Recuerda a sus compañeros y se siente dichoso de haber podido ser
liberado de las cadenas que lo sujetaban a la ignorancia. Y, agrega Sócrates, que si este hombre volviera a la caverna, a su antigua lugar, al comienzo, le costaría
mucho volver a acostumbrarse a las tinieblas nuevamente. “Y si cuando su vista se halla todavía nublada, antes de que sus ojos se adapten a la oscuridad –lo cual
no exige poco tiempo-, tuviera que competir con los que continuaron encadenados, dando su opinión sobre aquellas sombras, ¿no se expondrá a que se rían de él?
¿No le dirán que por haber subido a las alturas ha perdido la vista y que ni siquiera vale la pena intentar el ascenso? Y si alguien ensayara libertarlos y conducirlos a
la región de la luz, y ellos pudieran apoderarse de él y matarlo, ¿es que no lo matarían?
-Con toda seguridad- dijo [Glaucón].” (Platón, 1986; 516 e-517a)
El interior de la caverna y la situación de los prisioneros revela las circunstancias en las que viven los hombres carentes de educación, presos de la ignorancia. El
alma de dichas personas está encadenada a la creencia de que lo que los rodea es real, y que no hay ninguna realidad más plena que la de las sombras que sus
ojos les muestran. Los hombres que están detrás de la tapia y mueven las figuras que se reflejan en el fondo, representan a los sofistas, aquellos maestros que
negaban la existencia de la verdad, con lo que condenaban, según Platón, a sus discípulos a no ver más allá de lo que sus limitados sentidos les mostraban. No
cabe duda, de que el hombre liberado es el filósofo, más precisamente Sócrates quien fue condenado a muerte, precisamente por querer purificar las almas de los
falsos saberes. El Gran Maestro de Platón, fue condenado, precisamente, por cumplir con la misión que el dios de Delfos le había encomendado, liberar las almas
de los hombres de las cadenas de la ignorancia.
Aristóteles
Datos biográficos
Aristóteles nació en la ciudad de macedónica de Estagira en el 384 a.C. A los diecisiete años fue para Atenas e ingresó en la Academia de Platón, en la que estuvo
veinte años, hasta la muerte del maestro, que ocurrió en el año 347 a.C.. Espeusipo, sobrino de Platón, asumió la dirección de la Academia, Aristóteles se aleja de
Atenas. En el año 343 a.C., Filipo, rey de Macedonia, lo designa tutor de su hijo para que se ocupara de educarlo e instruirlo. Este niño, se convertiría años más tarde
en uno de los emperadores más importantes de Grecia, y se lo conocerá como Alejandro Magno. Con la muerte de Filipo, Aristóteles abandona entonces la corte de
Macedonia y vuelve a Atenas, donde abre una escuela universitaria en el barrio del Liceo, que dará nombre a su escuela, que quedará netamente definida como
opuesta a la Academia platónica. A los integrantes de esta escuela se los conocerá también como los “peripatéticos” que significa “paseo”, el nombre alude a la
costumbre de Aristóteles a dar clase paseando por los patios del edificio del Liceo. En el año 323 a.C. muere Alejandro, y temiendo represalia de sus enemigos
políticos se refugia en la ciudad natal de su madre, donde muere al año siguiente, 322 a.C., a los sesenta y tres años.
Diferencias con Platón
Si bien, la formación intelectual de Aristóteles se desarrolla principalmente en el ámbito platónico de la Academia, su visión del mundo va a ser profundamente
distinta a la de su maestro.
En principio, Aristóteles critica la división en dos mundos que hace Platón. Al igual que su maestro, sostiene que el verdadero conocimiento es aquel que se basa
en las esencias, es decir, en lo universal y permanente; pero rechaza de plano, la postura platónica, según la cual, las esencias o Ideas pertenecen a un mundo
especial, separado de las cosas del mundo concreto. Para Aristóteles la división platónica en dos mundos, es una duplicación innecesaria de la realidad que, lejos
de aclarar la índole de la verdad, complica la explicación.
Por otra parte, Aristóteles critica el modo en que Platón explica la relación entre ambos mundos, recurre a mitos, alegorías y términos tales como “participación” y
“copia”. Con todo ello, lejos de aclarar la cuestión, la hace aún más confusa. Además, es absolutamente incomprensible cómo entidades inmutables y estáticas,
pueden ser la causa del ser de cosas cambiantes y perecederas.
Por todo esto, Aristóteles parte de la base de que existe sólo un mundo, el de las cosas concretas que están ahí, frente a mis ojos. No existen los seres universales
en una realidad más allá de este mundo. Sólo existen los particulares.
La realidad de las “substancias”
Para explicar cuál es el modo de ser de esta realidad concreta en la que nos encontramos, comienza aclarando cuál es el sentido del verbo “ser”. En principio,
aclara que si pensamos cómo nos referimos al ser de las cosas, nos damos cuenta de que pronunciamos el verbo ser de diversas maneras. Pero si analizamos un
poco más, si bien, el ser se dice de muchas maneras, estas se reducen a dos formas fundamentales, a saber: el modo de “ser en sí” y el modo de “ser en otro”. El
“modo de ser” se refiere a todos aquellos seres o entes que tienen una existencia independiente, es decir, una existencia “en sí” y “por sí”, ejemplo, todas las cosas
que nos rodean, un hombre, un banco, una casa, un perro, un gato, etc., este es el modo de ser de la “substancia”. En cambio, el modo de “ser en otro”, se refiere a
todo lo que necesita “ser en otra cosa”, es decir, necesita “ser en una substancia”, alude a lo que se predica del ser en sí; ejemplo: si digo “la mesa es marrón” la
mesa es un ser en sí, una sustancia, de la que se predica que “es marrón”. El marrón no es en sí, no se da separado de las substancias, no hay “marrón en sí”, hay
cosas (substancias) marrones.
Tenemos, entonces, una primera aproximación a la substancia, como “ser en sí”. Además la substancia es un compuesto de materia y forma. La materia es el “de
qué está hecho”, por ejemplo, si nos referimos a una mesa de madera, la madera es la materia, es el “de qué está hecha” la mesa. La materia es lo pasivo, lo
indeterminado, lo que no determina el ser de la cosa. La forma, en cambio, es lo activo, lo que determina, ordena y estructura la materia; en el caso de la mesa de
madera, la forma es la estructura de la mesa. La forma es lo que hace que la cosa sea lo que es, es decir, la forma de mesa es lo que la hace ser mesa; por
ejemplo, podemos tener una mesa de madera, metal o plástico, lo que la hace ser mesa, evidentemente, no es la materia, sino al forma. Por lo cual, la forma es la
esencia de la substancia. La materia y la forma, en la naturaleza, se dan irremediablemente juntas, pues no podremos encontrar en el mundo que nos rodea ni
forma sin materia, ni materia sin forma.
El cambio de la substancia. Las cuatro causas.
Hasta aquí, consideramos a la substancia como si fuera quieta, pero las substancias cambian; todas las cosas que nos rodean están en un proceso de cambio
constante. En este sentido, Aristóteles distingue dos tipos fundamentales de cambio: el cambio accidental y el cambio substancial. El cambio accidental es aquel
en el que cambian los predicados o atributos de la substancia o cosa, pero ella sigue siendo la misma; por ejemplo, a la mesa marrón se la pinta de blanco, cambió
el color, pero la mesa sigue siendo la misma. Por el contrario, el cambio substancial es aquel en el que la cosa deja de ser lo que era, para pasar a ser otra cosa, es
decir, cambia la substancia; ejemplo, si se quema la mesa, deja de ser lo que era, mesa, y será ceniza. Si volvemos un poco para atrás, recordaremos que la
estructura de la substancia era un compuesto de materia y forma, pero esta era una consideración estática de la cosa. Pero si la consideramos dinámicamente, es
decir, en su proceso de cambio, nos damos cuenta de que existe una tensión y un desequilibrio entre materia y forma: hay momentos en que predomina la materia,
y en otros, la forma; por ejemplo, si pensamos en una estatua, en el momento en que el escultor elije el bloque de mármol para trabajar, allí hay un predominio de la
materia sobre la forma, pero cuando la estatua está terminada, hay un claro predominio de la forma sobre la materia.
Para explicar el cambio, Aristóteles recurre a los conceptos de “ser en potencia” y “ser en acto”. El “ser en potencia” es lo que una cosa puede llegar a ser, pero
todavía, no es. “La potencia (δυναμις [dynamis]) es la materia considerada dinámicamente, esto es, en sus
posibilidades; en este sentido puede decirse, por ejemplo, que el árbol es una mesa, pero
no porque lo sea ahora y de hecho, sino porque lo es como posibilidad: en términos de
Aristóteles, el árbol es mesa en potencia”.(Carpio, 2004; p 120) Por el contrario, el “ser en acto” es lo que una cosa es ahora, en este momento, “el ser actual de la
cosa”, es el ser real; “el acto (ενεργεια [enérgueia]) es la forma dinámicamente considerada, es decir, la forma realizada, consumada, y, en el caso extremo, en su
perfección; en este sentido, el árbol que vemos es árbol en acto. Acto entonces se opone a potencia como realidad se opone a posibilidad. "Actual", pues, en el
lenguaje de Aristóteles, significa "real", por oposición a "posible" o "potencial". (Carpio, 2004; p120)
Aquí podemos esbozar una nueva definición de cambio: el pasaje de lo que una substancia es en acto a la realización de alguna de sus potencias. Pero, todavía no
está completa la explicación de porqué cambian las substancias, ya que todo cambio debe tener su causa. Según Aristóteles, para que el cambio se produzca se
tienen que dar cuatro casusas o factores: causa material, causa formal, causa eficiente y causa final.
La causa material: La causa material es la materia. Es decir, en toda modificación o cambio o evolución de las sustancias, existe siempre el sustrato material que
posee en potencia la forma a la que aspira y que la actualizará. La causa formal: La causa formal es la forma, que precisamente actualiza o realiza esa
potencialidad de la materia. La causa eficiente: La causa eficiente es la causa agente, es decir la causa que hace posible que la forma sea trasladada a la materia
y la actualice. Es decir que la causa agente es, en sentido estricto, aquella que traslada la forma a la materia.
La causa final: Como ya anticipamos, la causa final es el fin, aquello a lo que se aspira, aquello que realiza las potencialidades de la materia.
Trataremos de aclarar esto mediante un ejemplo. El ejemplo es tomado del propio Aristóteles, y se refiere a la realización de una estatua de bronce del dios
Hermes. ¿Cómo llega a ser, a realizarse esa estatua? Pues bien, para esa realización, es preciso que converjan las cuatro causas. En primer lugar la causa material.
En este caso, la causa material es el bronce; si no hay bronce, no puede llegar a surgir una estatua de bronce. Luego, el bronce es la materia, a partir de la cual es
posible realizar la estatua. Pero, tiene en potencia no sólo una estatua del dios Hermes. Porque, también tiene en potencia una vasija, una bandeja, y otros
innumerables entes o cosas que pueden construirse a partir del bronce. Después, es necesario que la potencia del bronce de ser el dios Hermes, se actualice por
una forma, en este caso, por la forma del dios. Y, para que la forma sea trasladada a la materia, es necesario que intervenga la causa eficiente, que, en este caso
es el escultor. Ahora bien: la causa eficiente, es decir la causa agente que traslada la forma a la materia, debe poseer en acto, la forma que va a imprimir a la
materia. El escultor, la causa eficiente, tiene la forma de Hermes en su intelecto, luego la imprime en la materia.
De este modo, Aristóteles logró explicar la característica fundamental del único mundo que él consideraba real: el mundo concreto que tenemos delante de
nuestros ojos; dicha característica es el cambio.
Para Platón, el mundo real es un mundo separado del mundo concreto y de una naturaleza
absolutamente diferente. Es el mundo de las Ideas o esencias, es eterno e inmutable, al que se accede por
el intelecto. Aristóteles rechaza la postura platónica, y sostiene que la única realidad es la de las cosas
concretas que se caracterizan por ser cambiantes.
Lección 6 de 6
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