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0079 El Último Grumete de La Baquedano

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Pyeesuin on aa cuidadosamenteseleccionados pra que los ern ne cee ees ceer CSS Tc ar aati TT recomendados po los programas de estudio. vigentes con el prepésito de Prey Tepe aat aera can Ee eee eaten tae Cc an TTR ya ‘ Prasat | be cans % H — < 8 2 3 & incisco Coloane ‘que fon Fn recuerdo de la lamas pene de marin chile indice Rumbo al sur) Primers noche, {HL ultimo gramete? Ws estribor! del “Leonora Tres EL fantasy ‘Tempestad mar afuera Lrcaza de ballenas Los alacalufes De Punta Arenas a“La Tumba det Diablo” “Detrs de los Témpanos” “EL Paraiso de las Nuttias “EL avestruz de Mar De tegreso La Tocura de Escobedo u » 7 sl 0 89 106 7 rt Ra 126 1 jRumbo al sur! — (Veinte grados mas a babor! —exclamé en vor alta el teniente de guardia en el puente de mando de la corbeta “General Baquedano”, —iVeinte grados mas a babor! —repitio, como uneco, cl timonel, mientras sus callosas manos daban vigorosas vueltas a las cabillas de la rueda del timén. Una réfaga del noroeste recosté a la nave hasta hundirle la escora de babor entre las grandes olas, cuyos negros lomos pasaban rodando hacia la obs- curidad de la noche; el ulular del viento aumenté entre las jarcias, el velamen hizocrujirlaenvergadura, y cl esbelto buque-escuela de la Armada de Chile, blanco como un albatros, puso proa rumbo al sur, empujado a doce millas por hora por la noroestada que pegaba por la aleta de estribor. 7 Era el tiltimo viaje de este hermoso barco. Des- pués de educar a su bordo a numerosas generaciones de oficiales, suboficiales y marineros para la Marina chilena, la Superioridad Naval habia dispuesto que realizaraese titimo crucero hasta el Cabo de Hornos, para proceder, a su vuelta, al desguazamiento de la nave, en raz6n de que, envejecida en sus luchas con los mares de todas las latitudes, ya no ofrecia segu- ridades para la navegaci6n en las peligrosas rutas que nen que surcar los marinos de guerra. Con trescientos hombres de tripulacién, de co- mandante a grumete, al caer de una tarde de otofio, levé anclas en la bahia del puerto militar de Talcahuano, pas6 con su motor auxiliar la isla Quiriquina, y ya mar afuera, i26 todo su velamen y puso la proa ai sur, en cumplimiento de esa orden. ‘Trescientos hombres de tripulacién consignaba en sus paginas el libro bitécora el dia de su partida; pero, en realidad, iban trescientos uno: jNadie sabia abordonada de este iltimo tripulante! En un pafiol de proa, bajo el canastillo, acurrucado entre los rollos de Jarcias y cadenas, un nifio demas 0 menos quince afios permanecia, tembloroso, entre las sombras, en espera de su incierto destino. Hacfa cerca de tres horas que se encontraba en ese escondite, seguro de que nadie sospecharia su presencia a bordo, pues la vigilante guardia del por- talén debia estar cierta de que ningiin extrafio pas 8 Por esa nica entrada d la corbeta en las horas en que se preparaba para el zarpe. Esta seguridad le dio cierta tranquilidad; pero Tuego penséen la noche que le esperaba en el pequefio ecinto del pafiol, que un marinero habia cerrado, sin darse cuenta de la permanencia del nifio, con una cadena y un candado por fuera. De vez en cuando un barquinazo lo obligaba a aferrarse a los rollos de jarcias para no ser lanzado violentamente contra las paredes de hierro, y luego, cuando la nave parecia recobrar su posiciGn, ofa claramente el golpe de las olas contra el casco, casi encima de su cabeza. “jCaramba —se dijo—, estoy debajo del agua!” En realidad era asf: el pafiol quedaba bajo la linea de flotacién, y cuando la proa montaba una ola y cafa al fondo, en el vacfo que queda entre una y otra, el golpe de agua resonaba pavorosamente en el casco del buque. Pronto sintié un pequerio malestaren la cabeza y el estémago, algo asi como si le faltara aire: él malestar se intensificé y violentos vémitos empeza- ron a sacudir su cuerpo, que ya también estaba siendo victima del frio. Se toms con las manos del borde de un rollo de cabo y vomité enel interior de é1 hasta quedar casi sin nada en su estémago. Disminuyé el dolor de cabeza y qued6 més tranquilo y apacible; su contextura de 9 muchacho fuerte habia hecho que el mareo, que se apodera de todos los que se embarcan por primera vez, fuera slo un ataque pasajero. Cansado, se recosts como pudo en el piso y, de pronto, la vision de su madre y de su tibio hogar de Talcahuano le vino a 1a mente; un atoro, como un nudo duro y amargo, se le subié por la garganta y un dolor agudo le hizo fruncir el entrecejo y... ya no aguanté mas; como quien aprieta un racimo de uvas con la mano, le brotaron gruesas ligrimas; pero sacudié su cabeza, apreté con todas sus fuerzas un grueso cabo y la ola de angustia también pas6, como el marco. Luego recordé el liceo, a sus compaieros de juegos, a su curso, el terver aiio B, y asus profesores, Tos malos y los buenos; mas todos eran buenos ahora que le parecfa aquello tan lejano. El recuerdo de su madre acongojada era lo que més le conmovia, Qué haria sin su tinico hijo aestas horas? Recordé cuando ella planchaba la ropa de los marineros, mientras él hacia sus tareas en una mesita arrinconada en el cuarto de planchado o soplaba con un cartén el brasero, y la poderosa plancha grande, cargada de carbon de espino, como un extraiio barco avanzando en el arrugado mar de camisas y cuellos, almidonados, quc los capitanes lucirian en las tenida del domingo. 10 Su madre, dofia Maria, viuda de un marinero, tenfa fama de ser la mejor lavandera del puerto. Era indtil que le hicieran la competencia en ropa blanca las lavanderfas quimicas modernas que se habian stalado en Talcahuano; la novedad le arrebataba algunos cl pero al poco tiempo los viejos apitanes volvian a buscarla, porque su lavado era mis blanco que la nieve y no destrufa el tejido de las ropa Recordé con amargura los Muviosos dias de invierno en que la vefa agachada en las tinas, lavar y mais lavar, + “— {Desde que murié tu padre en el naufragio del *Angamos’ —solia decirle—, no hemos tenido mis riquezas que mis buenas manos, “Quedamos huérfanos —continuaba— con tu hermano Manuel. Un dia, él, viendo que trabajaba demasiado, me dijo: Madre, no quiero seguir estu- diando; los pobres no podremos nunca seguir tan largosestudios. Usted trabaja demasiado; yo ya tengo quince afios; he conseguido que un barco carbonero me lleve, trabajando el valor de mi pasaje, hasta Magallanes, lejana tierra donde dicen que se gana mucho dinero cazando nutrias, lobos, zorros y otros animales de pieles finas. Me voy, madre; de all vendré con bastante plata para que usted no trabaje mis, y una buena capa de guanaco para ponerla a sus pies en los inviernos. “Asif se fue un dia y no volvié nunca més, ni he tenido una noticia de éi. Seguramente habré mucrto enesos mares, porque de lo contrario hubiera escrito, pues era muy cumplido.” Recordé que siempre en esta parte del relato su madre prorrumpfa en Hanto. EI Ia consolaba entonces diciéndole: “—jNo Hore, mamacita; yo seré grande, marinero como mi padre, ganaré dinero para mantenerla y recorreré todos esos mares del sur hasta encontrar a mi herma- no o rastros de él para traérselos™ Estudié con ahinco en la escuela primaria y en el liceo fue uno de los mejores alumnos; pero su tinico afén era ingresar ala Escuela de Grumetes de la Armada, y no pudo hacerlo, a pesar de las gestiones. que realiz6 dofia Maria, su madre, ante los jefes, navales Cuando supo que la corbeta “Baquedano” iba a efectuar su tiltimo viaje de instruccién con los cursos superiores de la Escuela Naval y de Grumetes, des- pués de reflexionar mucho, tomé la decision de embarcarse a escondidas, a pesar de que habia oido decir que castigaban severamente a los que se embar- caban en forma clandestina y que. en algunos barcos jJaponeses y chinos, hasta los echaban al mar para no pagar las multas que las policias maritimas aplican a los capitanes que Hevan “pavos”. 12 Noleimportaron esas historietas marineras: y asi escribié dos cartas, una para su madre y otra para el profesor-jefe de su curso en el liceo, donde explicaba Jas razones de su decisi6n; hacerse hombre y encontrar astt hermano, y en las que pedfa perdén por no haber solicitado a su madre y profesores el permiso que, seguramente, le negarfan, Hecho esto, se dispuso a embarearse, y aqui se encontré ante lo mas d En esta parte de sus recuerdos iba, cuando de pronto varias fosforescencias, desde un rincén del pariol en sombras, turbaron su meditacién, Pestaied, entrecerrs los ojos y vislumbré tres ratas grandes, colorinas, casi del tamaiio de un gato. Un estremecimiento le recorrié el cuerpo al re- cordar narraciones en que muchos mariners habian sido devorados por las ratas. En Talcahuano, un nifio de dos afios habia sido muerto una vez por los ratones. Habja lefdo que en el Far West existe un fuerte que se Hama “de ratas”, porque su guarnicién, debilitada por elhambre, habia sido devorada por estos roedores. E: el surde Chile, en la regidn de los lagos, una invasic de ratas vino de la Argentina, y habia devorado ovejas, perros, cerdos y ahuyentado a familias ente ras de agricultores, Los ojos relampagueantes se acerearon; el nite, tambaledndose, bused el chicote o extremo de unt jarcia, pero como no lo hallara suficientemente sot 13 do, avanz6 por encima de los rollos y se abalanz6 a puntapiés contra las ratas. Cua no seria su asombro al ver que, en vez de huir, saltaban como pequeiios perros rabiosos, tratando, de morderle las piernas; pero apenas una fue alcan- zada por un puntazo y azotadacontra la pared, huyeron las otras por la obscuridad del rincén. ‘Inifio volvi6 a descansar sobre las jarcias y not6 que cierto debilitamiento empezaba a dominarle: la boca la tenfa seca y el estémago vacio, Pronto ven drian el suefio, el hambre y la sed a cerrar esa noche de angustias. “Resistiré hasta que no pueda mas —se dijo—y, por ultimo, golpearé con fuerza en la puerta de hierro, aunque es dificil que me oigan.” Empez6 a cabecear: el suefio cra més poderoso queel hambre y lased; poco a poco fueron apareciendo de nuevo en el rincén, dos, tres, cinco pares de ojos, fosforescentes. Asquerosas, rojas y peludas estaban ahf, otra vez, las ratas, para lanzarse en el momento oportuno sobre su victima. Con gran esfuerzo iba a levantarse a combatirlas de nuevoa puntapiés, cuando Ja cadena de la puerta produjo un ruido como si hubiera sido tomada por alguien y la puerta fue tironeada para abrirla, El nifio se escondié tras los rollos. La puerta se abri6, un farol a petréleo alumbré el pafiol y, cuando el que lo Hevaba se disponfa a retirarse, un perro 14 policial salt6 sobre el farol y se abalanz6 ladrando hacia el lugar del escondite. Una voz enérgica alcanz6 a gritar: “jPatotolo!”, y el perro, ladrando, volvié de mala gana; una mano Jo tom6 del collar y ta misma voz grits: —{Quién esté allt? —iYo: Alejandro Silva! —exclamé el nio, con forzada entereza. El reglamento del buque escuela dispone que todas las noches un oficial, acompaiiado de un cabo y dos marineros armados, efectiie un recorrido de popa a proa y de la cala al puente, revisando minu- ciosamente todos los rincones con un potente farol. Este grupo de hombres se denomina la ronda, es ‘comandada generalmente porun guardiamarina, tiene atribuciones especiales y es muy respetada por todos, en el buque. EI nifto Alejandro, que desconocfa los regla- mentos de navegacién en un buque de guerra, no esperaba esta sorpresiva visita. —jSalga! —ordené el comandante de ronda. EI “Patotolo”, hermoso perre policial, mascota del buque e infaltable acompafiante de la ronda, volvié a ladrar. Alejandro se levanté de entre los rollos, dos fornidos marineros avanzaron con sus bayonetas caladas y lo tomaron de los brazos. A la luz del farol aparecié un nifio de regular 16 estatura, delgado y nervudo, de cara palida, nariz un poco aguilefia, de ojos grises, acerados, pero bonda- dosos y tranquilos; una cabellera color castafio claro completaba la figura de un adolescente atlético, vi- vaz, fuerte, pero con cierta melancolia cn el brillo de sus ojos. Su figura apuesta y noble no se amilané ante la ronda. El cabo, con el farol y el perro, avanzé delante, en seguida el guardiamarina y, atrds, entre los dos. marineros armados, el nifio Alejandro Silva, cuya faz inquieta iluminaba de vez en cuando la luz del farol, que oscilaba entre las manos del cabo de ronda. 7 2 Primera noche —‘Permiso, mi capitén! {Durante la noche hemos ncontrado, escondido, a este nifio en un paiol de proa; el resto de la corbeta, sin novedad! —exclamé el guardiamarina, cuadréndose ante cl oficial del detalle o segundo comandante EI segundo, un capitén de corbeta de mas 0 menos cuarenta afios de edad, vigoroso, alto, fruncié el cefio; disgustado por este hallazgo extrafio, que reditar la vigilancia que debe existir en todo buque de guerra, pregunts con tono fuerte: —{Quién eres tii? —Soy Alejandro Silva Céceres, tengo 15 afios de edad, alumno del Liceo de Talcahuano —contesté el nifio con la cabeza alta, voz clara, firme y respetuosa. —iPor qué has venido? —Deseaba ser marinero, mi madre esté anciana, es lavandera, y pronto ya no podré trabajar. Hizo lo que pudo para que ingresara a la Escuela de Grume- 19 tes, peronoloconseguimos. Supe que la“Baquedano” hacia su iiltimo viaje, no pude contenerme y me decidi a partir escondido: dejé todo arreglado, sefior: una carta a mi madre y otra a mis profesores, pidién- doles perdén. —{Cémo entraste? —inquirié el capitan de cor- beta, un poco mas apaciguado. —Un muchachito de! puerto, uno de esos que Haman los marinos “pistoleros” y que viven de lo que los barcos les regalan, me trajo en su chalana, y aprovechando una ocasién trepé por la cadena, subi a la proa y me escondi donde acaban de encontrarme. ‘SE que nome echarin al agua: cumpliré conel castigo que me impongan, seiior, pero déjeme a bordo; quiero ser marinero de la “Baquedano”, serviré en algo. barriendo, baldcando, limpiando papas 0 en lo que me quieran ensefiar. El capitan lo qued6 mirando un rato y luego se dirigié ala popa y descendié al interior del buque. El nifio, rodeado de la ronda, respiré con placer el viento salobre que venia del mar, miré las olas que ‘aparecian y desaparecfan como lontys de negras y grandes bestias en la noche, y sus ojos se agrandaron, de asombro al contemplar el especticulo impresio- nante del velamen del buque hinchado por el fuerte viento del noroeste, escorado peligrosamente por el lado de babor y corriendo a doce millas por hora en la inmensidad del mar y de la noche. 20 Unordenanzallegsa ronda y su prisionero —Mi comandante Calderén desea ver al nifio —dijo el grumete, Siguicron al guardiamarina que comandaba el grupo y descendicron por una elegante esca bronce a fa cimara del primer comandante del buque, que quedaba bajo la toldilla, Elcomandante Calderén era un capitiin de navio, alto, gordo, moreno, con ese aspecto bonachén de los viejos marinos que han recorride muchos mares. visto muchas cosas y mandado muchos buques. EI segundo comandante ya lo habia informado del hallazgo. EL nif se sorprendié un poco de la cle Ja camara, tapizada de alfombra, con una mesa de Fina madera y cubierta de una carpeta de felpa roja, grandes sillones y kimparas potentes. El comandante hizo retirar la ronda y se quedé solo con el segundo y el nifio, Con aire severo, pero bondadoso, le pidié que le hablara con confianza, Elnifio, después de la dureza del oficial de ronda y del segundo, encontré al comandante tan bueno como al mejor de los profesores, y empe76 acontarle su vida, lade su madre, viuda de un marinero del transporte “Angamos”, el viaje sin regreso de su hermano a Magallanes y, por fin, su decision de interrumpirel silenciode la ancia de 2 hacerse marinero e ir en busca de su hermano Ma- nuel. El comandante lo escuch6 con atencién. Luego, dirigiéndose al segundo, expres6: —Que se ponga un radio a la Direccién General de la Armada, dando cuenta del hecho y pidiendo instrucciones. Podriamos recalar en Corral oen Puerto Mont, para entregarlo a las autoridades; pero me parece dificil: la Orden de Viaje dispone que debe- mos seguir directo a Punta Arenas por mar afuera y a vela hasta el Golfo de Penas y a maquina por los canales, entrando por el Messier. —Viene a ocasionarnos un poco de molestias, amigo; desde luego, el arresto de la guardia corres pondiente a la hora en que usted entré, Trate de comportarse bien y hacer lo que le digan —y diri- gigndose al segundo, el comandante termin6— Ie den un coy' y comida en la guardia. EI viento seguia ululando en las jarcias y un sonido como de un bombo colosal interrumpia aratos, asinfonia de la noche tempestuosa, cuando una vela de cuchilla no cazaba bien el viento y se azotaba flameando. Alejandro Silva comié asado, pan y buen café caliente, en esos caracteristicos jarros enlozados, * Hamaca de Yona donde duermen los marineros: se ama de los extremos en ganchosdisuestos en el cielo del enteepuen 2 marca “Marina de Chile”, que tiene medio litro. Cuando bajé al entrepuente. por esti situada frente al canastillo, una gigantes Ia como de pequeiios dirigibles navega sombrio y amplio espacio del recinto: la mariner dormia en sus coy. ‘Acabezazos llegé a un espacio abierto, donde el grumete que lo acompaiiaba le enseiié a armarel coy, con cl colchén y las dos mantas de reglamento. Intent6 tres veces subir y sdlo a la cuarta consigui acomodarse en la hamaca. En ella no se sentia cl balanceo del buque, permanecia siempre a plomo: esta tranquilidad y el cansancio hicieron que se quedara inmediatamente dormido. 3 EL Gltimo grumete! —jAlza arriba! —Un potente grito del contramaestre estall6 desde la escotilla del entrepuente. Un estri- dente toque de corneta anuncié la diana, y, como un solo hombre, todos los mariners saltaron de sus coy. Alejandro tambign bajé de su coy y sinti6 sobre sila mirada de asombro de cientos de ojos. —iY éste? —dijo, en tono despectivo, un mari- nero. —jSélo falta que ti —grit6 otro. —jCaliente el biberén, mi cabo Santos! —ex- clamé un pecoso mala cara. . El nifio, parado, con sus ropas ajadas, sintié una intensa congoja. Ese enorme y obscuro entrepuente, leno de hombres extrafios, hostiles, burlones, sobre- cogié su tierno espiritu. El paitol de las ratas era un igan guaguas y mujeres! 4 paraiso al lado de la desolacién que le produjo tanta gente extraiia. Los marineros fueron saliendo por Ia escalera hacia la cubierta. Todos pasaban a echarle una mira- da, una mirada de curiosidad algunos, de indiferencia otros, y algunos de cordialidad. Pronto la escotilla, como una boca abierta a la luz, se tragé al dltimo marinero, y el entrepuente qued6 vacio como una gigantesca tumba. El nifio tirité de desamparo, sin saber qué hacer; mir6 sus ropas,cl cielo raso gris, y apreté sus manos arrugando los extremos de su modesta chaquetilla, Oh, esto era més duro de lo que se imaginaba! Por laescotilla aparecieron de pronto una cabeza redonda, una cara blanca y unos ojos buenos. Un grumete de unos diecisiete afios descendié por la escalera de hierro y se dirigio a Alejandro: —Ven arriba, a lavarte; anoche te vi cuando te sacaron de tu escondite; no tengas miedo, no seas tonto; sélo algunos viejos brutos son malos, el resto son buenos; les gusta hacer chistes, pero no hacen dafio. Ya verds, si quedas a bordo lo vas a pasar bien; yo te vine a buscar porque me gustan los tipos “gallos” y no es cualquiera el que se atreve a embar- carse de “pavo” en un buque de guerra, {Si quedas a bordo!...” —el nifio recordé las palabras del comandante: La Orden de Viaje dispone 25 seguir directo a Punta Arenas...; esto lo hizo sentirse confortado. + —Gracias —dijo, y siguié al grumete, que le pas6 su toalla y su jabon. —Después preguntas dor y te presentas al sargento primero escr “ordenard lo que hagas —le dijo aquél. En la cubierta, la tripulacién estaba formada pasando revista, y, en realidad, se dio cuenta de que nadie se fijaba en él ahora, como sino existiera. Esto loalent6; preferfa sentirse solo; se lav6, devolvid as protector los titiles del aseoy se dirigiéalaAyudantia, que quedaba en el centro del buque. , De paso pudo ver un mar verde, florecido de olas, regulares, que reventaban en espuma, empujadas por un fresco viento que daba de costado en las velas. Lat nave, siempre escorada de babor, corria velozmente surcando el Océano Pacifico: costas no se divisaban por ninguna parte, a pesar de la claridad del dia, brillante de sol La El agudo silbato del contramaestre se dejé oft, y. al pie de los palos, voces vigorosas ordenaron: | —jCargar las escotas de las cughillas y de la mesana! Los grumetes se apifiaron junto a los motones y jjarcias, se oy6 el chillido de cabos que se cobran, las velas verticales que quedan entre los palos viraron un poco hacia el centro del buque, y éste se incliné ain donde queda la Ayudantia iente; él te 26 ms, adquiriendo mayor velocidad. De vez en cuando un ruido se producia en las lonas de las vergas y una ‘manga de viento bajaba haciendo crujir los aparejos. —{Quéhay? —dijoel sargentoescribiente, gordo y rechoncho, al ver al nifio, y continué—: jAh!... Ti eres el “pistolero” que se metié a bordo; hay diez hombres de plantén portuculpay un tenientearrestado en su camarote. —jPerdone! —Si, si —le interrumpis el escribiente—; todo el barco conoce ya tu historia; agradece que eres hijo de un ex marino; yo conocf a tu padre: y andas con suerte: la Superioridad contesté el radio del coman- dante autori plaza del “él indote para seguir a bordo ocupando la imo grumete”. El corazén del nifio no pudo contenerse de jul lo; dos kigrimas rodaron de sus ojos, y con una sonrisa de felicidad exclamé: —;Gracias, mi sargento! ra la primera vez que nombraba a un marino en forma reglamentaria, como si hubiera sido un antiguo grumete. Y ya, desde ese momento, lo era Durante la mafiana pas6 por todas las dispos ciones reglamentarias: filiaci6n, examen médico, corte de pelo al ras y, por tiltimo, lo Hevaron al paiiol de ropa, donde le entregaron su uniforme de dril para cl servicio y de paiio azul para la salida, ropa blane alpargatas y zapatos. 21 Cuando vestido de grumete, con su pequefio gorro blanco de facna, subié a cubierta para presen- tarse asus superiores una intensa emocin fo em- bargaha. Sesentia marino su gran sue: lasangre de su padre revivia en el océano, Hinch6 orgutloso. el pecho con el are sino, mirs la exbelta proa de su buque. y se dio cuenta de que. después de su madre, Jo que mas amaba era la gloriosa corbeta. : La vieja nave parecié tener alma, pues tevantd st bellomascardn de proa oteando los lejanos ene y emprendi6 con nuevos tris su carrer entre el jardin de espumas y olas del océano. En plena mar le habfa nacido un hijo més en su viaje postrero: Ale- jandro Silva, “el dltimo grumete” de la"Baquedano”, brotando desde sus entraiias como del obscure fondo ocesnico. 28 4 iTres bultos a estribor! Durante una semana estuvo recil iendo instruccién marinera, Tuvo que aprenderse de memoria un libro de tapas rojas donde estaban los nombres de todos los compartimientos, jarcias, velas y detalles de la es- tructura de una corbeta, Cuando sus instructores lo aprobaron, entré a servir en el personal del palo tringuete, pues la tripulacién se divide en guardias que correspond. los tres palos, de proa a popa: trinquet mesana, Cada personal compite con los otros para mante- ner cn mejor estado el aparejo y velamen de su palo Y para ser los mejores y primeros en las maniobras de Ja navegaci6n a vela, Se dividen en guardias, y, de noche y dia, permanentemente hay un grupo de Ertumictes y marinos al pie de cad palo, listos a los silbatos de los contramaestres que ordenan las ma niobras de esta deticada navega na mayor y 29 Por fortuna le corresponds su primera guardia nocturna una noche en que el Pacifico habia calmado as, ji ee pe guardia del trinquete a formar! —grit6 un cabo contramaestre, y los grumetes y marineros que les correspondia guardia subieron al puente, EI mar estaba en calma, la tuz de la tuna reverberaba entre las pequeiias olas y una brisa de este apenas inflaba los foques, juanetes, jarcias, is y cuchillas. era ee de la calma, se formaban algunas man- gasde ire quebajabanarremolinadas porel velamen. yuna de ells araneé de cugjo el café que un grume fe una garrafa. ced hateeecal grit6 uno del trinquete, En el puente de mando se divisaba al oficial de ruta dando ls sltimas instruceiones. La “Chancha’ como cariiosamente se Ie llamaba en la Marina ala “Baquedano”, cabeceaba lentamente, como un tar cetdceo, en busca del lejano sur. El toque de silencio, lastimero y prolongado, salié del cometa de guardia y se fue estirando, sineco, por la inmensidad del mar. Casi toda la tripulacién dormfa en los entrepuentes; sélo los de guardia per n sobre cubierta. ; pun pen jlencio invadis a la nave despues del toque de cometa; luego, mondtona, se dejé ofr una 30 voz. en el castillo, trinquete, que dijo: un eco otra vo; silen tuado en lo alto del palo de iUno!..."*“;Dos!” exclamécomo “jTres!”, remat6 una tercera, y el io reind de nuevo en el buque. Pero no mucho; I poco rato las extrafias voces que brotaban de la noche repiticron con ritmo monétono: “;Uno, dos, tres!” “Luego me va a tocar a mi”, se dijo el grumete Alejandro, y se tendi6 para dormir al pie del trinquete con sus demas compaiieros. El ya sabfa el origen de esas voces: durante la avegacién a vela, en las noches, tres vigias perma- Recen en constante alerta; uno parado en la cofa del trinqucte, atalayando las negruras, que se denomina el “tope”, y dos a cada costado de la cubiert Haman “serviolas Cada cierto tiempo, el “tope” grita: “jUno!”; “;Dos!”, repite el “serviola” deestribor, y";Tres!”.cl de babor; esto indica que no hay novedad en el mar y que permanecen alerta. e Como estas guardias son muy duras, especial- mente cuando hay temporal, el “tope” slo permane- ce una hora en la cofa, y los “serviolas”, dos. Ademas, atriis, en la popa, pasedndose sobre la toldilla, de’ babor a estribor, otro marinero con un salvavidas terciado, listo para ser arrojado al mar, es clencargado de vigilar siun hombre cae el agua desde las jarcias y dar el conocido grito de alarma: que se 31 bre al agua!” A este vigia, en jerga marin Mama “el picar6n”, por el parecido que tis salvavidas redondo con ese sabroso comestible. —"iAh, arriba el “tope”! Un grumete lo sacudié con fuerza. Alejandro se levanté restregandose | s habia corrido hacia el occidente, y s alacofa. En esos instantes descendfa el relevado. Era Ja primera guardia que hacia en ese puesto. Subié por la escala de cuerda, que a la vez servia de viento al trinquete, y se instalé en la cofa. En el dia, durante la instrucci6n, le habia pare- cido muy sencillo, pero en la noche, suspendido como un péndulo de reloj invertido, a tanta altura, aquello era impresionante. El barco avanzaba lentamente, cabeceando por lamarboba. Los tumbos hacia estribor eran contenidos: por el velamen, pero hacia babor eran tan grandes y el palo trinquete se inclinaba tanto sobre el mar, que Alejandro tenia que tomarse con ambas manos del, canastillo de la cofa para sentirse seguro. Uno!” grité desde lo alto por primera vez. “iD repitieron los “serviolas”, y él se puso més contento y con més énimo para resistir los, vaivenes al pensar que ya servia como un avezado grumete. Ya hacfa media hora ncomounamonétona 33 gotera en medio de la paz de la noche y el tenue crujir de las jarcias. Elviento, arriba més intenso, empezabaacalarle el cuerpo, a pesar del grueso chaquet6n de pelo de camello, “jUno!”, “jDos!", “Tres!” Y nada extraiio se divisaba en la inmensidad del mar, alumbrado sua- vemente por la luna. Desde la cofa, Alejandro, antes de gritar, ponia siempre la mano a manera de visera sobre los ojos, echaba el cuerpo fuera del canastillo y, como un viejo lobo de mar de los antiguos tiempos, recorria con su vista los horizontes; s6lo hasta entonces, cuando se cercioraba de haber cumplido fielmente su deber, exclamaba: “Uno!” Asi contemplaba con cierto agrado el mar, que desde su puesto parecia un campo arado, la mitad de luz y la mitad de sombra, cuando, de sibito, vio que en direccién a la amura de estribor, en la lejanfa, tres, bultos negros avanzaban hacia la corbeta rompiendo Agilmente las aguas. —iTres bultos negros por la amura de estribor! grits. ‘Tres bultos negros por la amura de estribor! —repitieron los “serviolas”. El oficial de guardia dio una voz, de mando, y el silbato de un contramaestre laceré el espacio, En un instante, los guardias de los tres palos 34 estuvieron listos, al con las velas. El grumete vio desaparecer a los tres bulto: semejaban submarinos nuevo: Pie de las escotas, para maniobrar " 8, que @ gran velocidad, y grité de —iDesaparecieron los tres bultos! —iDesaparecieron los tr ! ‘uno a uno los aa —iTres ballenas a babor! —iTres ballenas a 1 i eat babor! —repiticron los Los enormes ce rrarelucientes, se al dad del mar. ticeos, con sus lomos color piza- icjaron velozmente hacia la vaste. ope”, Alejandro con ironia, 2 a lay que conocer a primera vi Snel mar; para otra vez. gritas desde iBallenas a estribor!”, y ast a lo que se ve un principio: no hards despertar y 35 levantarse a todas las guardias, ;Mafiana te van a hacer muchas bromas! El nifio se mordis el labio inferior y un desgano pas como una réfaga helada por su cuerpo y su espiritu. Efectivamente, al otro dia, en cuanto alguien lo avist6, le grit6: “;Tres bultos a estribor!”, y una carcajada reson6 en el entrepuente. A la hora del almuerzo, la aventura de “los tres bultos a estribor” fue comentada por toda la tripula- cién. Esta era la hora en que Ia marineria conversaba las incidencias del viaje mas libremente, Cuando el ranchero, desde un extremo de la mesa, limpia y blanqueada con agua y soda, reparti6 los grandes trozos de pan, al lanzar el que le correspondia a Alejandro, uno grité: —jCuidado!, “bulto a estribor”. —jLos bultos no se comen! —exelamé otro. Esedfarecibiéel primerbautismode los bromistas del barco; fue reconocido por el apodo de “Tres Bultos”. : 36 sf EI fantasma del “Leonora” El dia, durante la navegacién, estaba distribuido en guardias, instrucciones, ejercicios y comidas. A ex- cepcién de la ensefianza militar y marinera, para los grumetes y cadetes navales, el barco no tenia gran diferencia con un instituto que de pronto se hubiera lanzado a navegar con su alumnado adentro. Aquella tarde correspondfan clases de matemé- icas, historia y geografia, Al final de las clases, aqui donde todo esta teglamentado, se ordené una hora de costura. Cada grumete sacé de su cajén una carretilla de hilo, agujas y una cajita con botones, y unos en el entrepuente y otros en cubierta, empezaron a revisar sus ropas, a coscrlas, a prenderles los botones, etc. Alejandro se dirigié con su grupo al castillo, lugar preferido por él, porque desde alli se dominaba todo el buque, las maniobras y la vastedad del mar. 37 Sentados en cuclillas, grumetes y marineros ini- ciaron la revisién de sus prendas de vestir. Los muchachos comentaban alegremente diver- sas incidencias de la navegacién: los peligros en que unoestuvo al cargarlas velas de un sobrejuanete, otro enel extremo de una verga a punto de caer al mar; en, fin, cosas amenas y simples de su vida marinera, Asiestaban, cuando, con un pantalén en la mano yuna caja de costura en la otra, llegé a sentarse entre Jos grumetes un viejo sargento primero carpintero, el sargento Escobedo. —iA ver, muchachos, héganme un lugarcito: voy a aprovechar un ratito de tiempo para remendar este pantalén que esté mas viejo que yo, con |; diferencia de que él tiene quién lo remiende, mientras, que a mis pobres huesos no los retempla ni el diablo! —dijo el viejo sargento. Escobedo, antiguo carpintero de la“Baquedano”, habia vivido su vida en ese buque, y, ahora que sabia que a la vuelta lo iban a desguazar, estaba un poco apesadumbrado y pensaba que antes de pisar otras cubiertas preferia acogerse a la jubilacién. De indole noble, amaba a los grumetes y los ayudaba con sus consejos y experiencias para que no los castigasen; pero, sobre todo, gustaba contarles las, aventuras de sus mocedades. 38 —Yo, en mis primeros aiios, fui “mercantoso”! —empez6 diciendo el sargento Escobedo aquella tarde en el castillo de proa, mientras los grumetes, cosiendo, le escuchaban respetuosamente—. Viajé en los carboneros, en buques fruteros por los mares ecuatoriales; tuve muchas aventuras, pero nunca como la que me ocurrié en el puerto a donde llegaremos dentro de poco: Punta Arenas, ;Ahi vi un fantasma: ha sido la dnica vezen mi larga vida que he visto cosatan tara! Alofrnombrarel lejano lugar, Alejandro levant6 la cabeza con atencién: vinole a la memoria su hermano, del cual tenia un vago recuerdo, y la pro- mesa que le habia hecho a su madre de buscarlo por los canales y mares del sur, a donde la “Baquedano” se dirigia ahora. —Me quedé en esas tierras, hace muchos afios —continué el viejo sargento carpintero—, con el Propésito de hacer dinero trabajando en las estancias ganaderas; pero aunque pude hacerlo, no soporté la ausencia del mar, y me dirigi a la ciudad de Punta Arenas, en busca de plaza a bordo de cualquier barco. Los grumetes se acomodaron, aprontindose a tuchar una de las buenas narraciones del viejo —Y no encontré embarque —siguié el sargento, "Nombre con que despetivamente los marinos de guera aman 9 wolegas de ta ha mercante. ae " on 39 con acento calmoso—; pero, en cambio, lef en un periédico que se necesitaban dos hombres én “Leonora”. Z are Fee” habia sido un hetmoso Vole te cuatro palos que, rescatado de las rocas. ie pe de Magallanes, en un naufragio acaecido ek chisimos afios, habia sido convertido. Gale eae una compajifa naviera: es decir, en eo lega para guardar mercaderias de transbor Pe me “Su tripulacién estaba compuesta de un pa eros. : 7 regina pen demain ros donde me ones, y, al sie alee pa jieros de hospedaje que me ibaa pr ar para con cierta alarma: Mire, no es conveniente ae ah : a ese barco; para el ‘Leonora’ sélo se contrat ae desesperados; los peores marinero, los que no en cuentran contrato: porque desde hace muchos aos, cada cierto tiempo, desaparece misteriosamet Bae ese barco un hombre; nadie sabe cémo es veces se encuentrael caddveren laplaya, y boi . ni eso, Yo tuve un_compadre, Jesis Barra, ae aguant6 a bordo euairo aos, y durante ese tes ne desaparecieron cuatro de sus companeros ind poe afio. “;A mi no me lleva el demonio que tien "Titulo de la marina metcante que Hevan los comandantes de wh remoleador 0 un pontén, 40 Jado a este barco; voy a acabar con él!*, decia gol- peandose el pecho, mi compadre; fatalmente también se lo llevé una noche, porque todos han desaparecido de noche. ;Este afio no se ha llevado a nadie atin, y no vaya a ser usted el elegido!”, terminé medio en serio y en broma mi compaiiero de pensién. “No le hice caso, nunca he credo en patrafias: aunque ahora que me estoy poniendo viejo, suelo atar los cabos de tantas cosas que me han sucedido y tengo mis dudas —continué, sonriendo, el sargento, mien- tras algunos grumetes se tendfan en la cubierta del castillo, con la cara entre las manos, mirando al viejo Para no perder detalle de su relato, “Fui ala Oficina Armadora y me contraté para el “Leonora”; de alli esperaria el paso de algin vapor Para regresar a la zona norte. “Claro que mis compafieros eran unos granujas, de los que bota la ola en los puertos; me lo dijeron, apenas los vi, sus caras, donde mas de un cuchillo habia dejado su huella, El mismo patron no parecia de !ostrigos muy limpios. Aquino hay tal embrujamiento tne dije—; jcon éstos, quién no va a desaparecer! “En fin, a lo hecho pecho, y me puse a cumplir mis obligaciones, que eran muy pocas, pues la vida a bordo de los pontones es descansada; estin toda la ida anclados, girando sobre sus cadenas, con la proa iempre al viento, Se trabaja solo cuando atracaba 41 algin barco a descargar oa cargar, el resto del tiempo me entretenia haciendo pequefios bergantines o pes- cando sabrosos rébalos, choros 0 centollas. “Recorri el barco, que habia sido hermoso. Las paredes y cielos de la camara, tallados; las sillas y mesas, de caoba y cedro; las escaleras, con figuras de serpientes en las barandas, incrustaciones de bronce macizo; en fin, toda la riqueza de las antiguas naves. Pero lo que mas me Ilamé la atencién fue cuando, desde un bote, vi el mascarén de proa'. “Representaba una sirena, la cara y el cuerpo ta bonitos como una virgen, sus dos lindos brazos abier- toscomo queriendoabrazaral mary lasaletas pegad alos bordes, igual que una apa marmol.” Una ligera brisa suelta hizo flamear algu velas, que resonaron como tambores gigantesco: sargento mir6 escudrifiando el horizonte. —Parece que se va a levantar fresco —dijo, y continu6 su relato: el “Tuvimos algunos tempofales a bordo del “Leonora”, sin peligros ni consecuencias. Liegé el invierno; las montafias, la ciudad y la costa misma se pusieron blancas de nieve, los temporales disminuye- * Figuea que representa una dios, un dios una bella say, ve los antiguos barcos Hevaban en Ia pra, bajo cl auprés, y sobre los © corriansitos yleyendas, 43 ron y todo se puso tan tranquil y rio que parecfa de vidrio. ;Ya verdn ustedes lo rara que es esa tierr “Nada extrafio ocurria a bordo; bajébamos muy as veces a tierra y hasta nos olvidamos del caso que daba tanta fama al ‘Leonora’. ““LJeg6 julio, mes en que obscurece a las cuatro delatarde y amanece alas9 de lamafiana, Lasnoches feran largas y pesadas y la vida se hacfa aburridora en el pontén, Es malo que el hombre se acostumbre a flojo, y sino ha encontrado un lugar a su gusto, debe moverse hasta hallarlo; para eso la tierra es redonda y de todos —sentencié el sargento. “La flojera y la falta de trabajo me hacfan per tonterfas y asi me desvelaba noches enteras oyendo ‘cdmo el Viento silbaba en los palos de ese buque que reefa muerto, ¥ que en otros tiempos tuvo un Pelamen tan lindo como el de nuestra querida *Chan- ch sar “A estos desvelos me acompafiaron las pesadi- Has, y me tomé el mal genio en tal forma, que no hablaba con nadie. e “Decidi, pues, poner término ami contrato, y me dispuse para marcharme a tierra en quince dfas més “Una noche, después de una nevada, salid la Tuna, y todo queds tan quieto y cristalino, queaquello parecfa otro mundo. Di un paseo por lacubierta y me Pial camarote: no se extrafeen, tenfamos cada uno st 44 Cainarateshabfa ta ea ae aba tantos, que no tenfan importancia, 5 ra te, ocupaba algti t vere ipaba el que fue de algtin primer oA aba Ta sion SABE 1 Vela —usabamos esa tuz en el inte- or pipet ue me quedé dormido, sino que en -stado er uno, casi despierto, ve y suefia cosa que jurarfa verdaderas. ee LA ea, cuando a que abrian mi puerta la Yuna figura blanca entrs Cuidado a entré a cuarto; i a cuarto: al principio cref que eral uz de la Tuna, pero Tuego vi que Ia figura cerraba la puerta y continuaba {an blanca como los ‘“cauquiles’. ‘ e nate les he tenido ms temor alas cosas que a las del otro, a los vi ste mund 1s vivos que a los hvertes, y coma aquellotenfa trzas de wraps mn, me quedé lo mas tranquilo, esperando | sucediera, tile ee nies i que a figura se me aceres con caute- ; Vesta una tinica blanca; su cara, tan h Te festa ng eg : , tan hermosa que ie olvidaré jamds, y sus manos me hicieron se le que la acompaiiara. a Garin neniianeci¢ra soy, Oot permanecieraindeciso, me tom del bra- 0 : sé, me senti como atraido por esa figura tat jay la segué con la confianza s ‘ Ee -onfianza con que se sigue aun “Camin mos sobre la cubierta tapizada de nieve. ee alpmat races de una embarcacién 0 el paleo de a 45 descendimos por la escotitla de una bodega de proa, ella siempre adelante y Hlevindome de una mano; enel fondo de In bodega busc6 un rincén que siempre estaba cubierto de {elaraiias, abri6 una puerta que hasta entonces no conocia y por tina pequefia escaterilla bajamos hasta la sobrequilla; de allf avanzamos hacia la roda, y en la obscuridad, atenwada por el resplandor que producfa su fignra, me sefialé un enorme candado enmohecido que pasaba dos eslabones. “Volvimos a subi por donde bajamos y, ya en cubier- ta, me condujo hasta el escobén; yo queria preguntarle qué habfa detrés de ese enorme candado enmohecido por los aiios, hacia dénde me Hlevaba, ete., pero la lengua se me ttababa y una attaccién irresistible y misteriosa me obligaba a seguirla, “Pasatnos el escobén y empezamos a caminar sobre el bauprés, siempre de ta mano y con una seguridad que no la tiene el mejor grumete en el tangén “Ya nos aceredbamos al extremo. cuando oigo un erito: “Algo extrafio pas por mi persona, di vuelta la cara y vi al patrén,del Leonora arrebujado en su chaquetén y con una edfabina en las manos. -__ “Pero apenas lo alcancé a ver, perdf pie, me balanceé en el vacfo y caf del bauprés. Aferrado fuertemente de un 4e cable del canastillo, quedé suspendido balanceéndomecomo un mono. “La visién que tenia ante mis ojos no la olvidaré jamais! “jBra terrible!;Mejor hubiera cafdo al mar! Los pelos se me erizaron de punta ante lo que vefa y grité: “—jAqui esta! “Alli estaba miréndome, con los mismos ojos, con la misma cara, con las mismas manos que me condujeron a través del barco, el gran mascar6n de proa. {Era la misma figura de la aparicién! ‘ “=jUsted se esta volviendo loco, Escobedo! —me dijo el patrén cuando ya estaba en la cubierta, “—.No sé si es sueiio 0 verdad, patrén; no soy sondm- bulo, pero le juro que ta vi, y es la misma mujer del mascarén; si usted nome grita, éstaes la hora que estoy entre los erizos y centollas, con osinella. Mi turno haba llegado, y usted me salvé la vida —le dije al patron del Leonora, después de contarle el extrafio caso. “— Vamos a tomar un trago de ginebra —me dijo el hombre, y continué—: Sentf ruido de pasos, cref que algtin bote de ladrones habia asaltado el pontén, tomé mi “Winchester” y me iba a despertarlos, cuando vi que usted avanzaba con una mano estirada, como si esperara que alguien se la tomara, del escobén 49 al bauprés. Ird a levantar algiin anzuelo, me dije, pero luego vi que, como un sonimbulo, caminaba sobre el, bauprés y, antes que cayera al mar, le grité. “Al dia siguiente conté lo sucedido a mis compa- fieros; me miraron con curiosidad, como si no me encontraran en mi sano juicio; pero luego Hlegé el patrén y confirmé mi relato. “—Vamos a ver si es cierto lo del paiiol con el candado —dije, y bajamos a la bodega, “Encontré la misteriosa puerta, pero lena de telarafias, sin muestra de haber sido abierta “(Esta es la puerta! —exclamé; todos la mira- ronasombrados; nadie se habja dado cuenta, antes, de ella. Descendimos por la escalerilla a la roda, por el mismo camino que habja recorrido con el fantasma. Llegamos, alumbrandonos con un Farol, hasta unos tambores antiguos de brea vieja, endurecida por los, afios, como piedra. Los retiramos con gran esfuerzo, y alli vimos la pequefia puerta cerrada con el enorme candado. “Con una barreta rompimos,el mecanismo del candado y a tirones abrimos la puerta ajustada a su marco por los afios. “Agachéndonos, penetramos, el patrdn y yo, en esa especie de cubichete casi metido en la misma roda, como una carlinga. “—) Qué raro es todo esto! —murmuré el patrén 48 inientras yo levantaba el farol para acercamos a mirarlo, y vimos un bro. que se hallaba mas intacto, disp *#4masencontramosenelcubichete, nPonfamos a retirarnos, impresionados po yyanos, lazgo, cuando divisé or el ha- . SE algo ci cadaver, € algo como un papel cerca del poh momento! —dije,y me dirigt a recogerlo, era realmente 4un papel apergaminado; lo acer. un henubraTO1Y lefmos en él: “He eafdo en manos to secrete de LY Peneativo. Quiso'arrancarme ef del caborane’, Paneos de perlas que quedan al none eel abo man Ala, Primero ofreciéndome su mano ld lo lo que tenia, inclus a cuya proa hizo esculpir un mascarén serene ee mi pers 5 és Suphoion ns después me ha sometido a temibies Hagar, Lo por tltimo, me encarceléenestesiniesieg ar. Lo odio, porque asesiné a mi 1 . ‘sind a mi padre y destruyé near. Lo oto, as destn aepamnedio de un gran sufrimiento; pero no *Yaqueno pude vengarami padre, me llevane 49 alatumbael secreto de los bancos de ostras perliferas. Unamaldicién eterna caiga sobre Childrake, sobre su arco que lleva mi nombre y mi figura en su proa, sobre su tripulacién y sobre todo el que habite a su bordo. —LEONORA BRUCE. —13-VI-1863". “Pusimos los antecedentes en manos de las auto- ridades maritimas. Se Ievaron a tierra los poco huesos y el polvo del cadaver. El patrén del ‘Leonora’ no quiso saber nada con el mascarén y, hecho peda- 208, lo bot6 al mar. “En el cementerio de Punta Arenas, en un rincén apartado, hay una cruz que clavaron manos piados y enella una inscripcién que dice: ‘Leonora Bruce’, ¥y debajo, donde se ponen las fechas de nacimiento y fallecimiento, dos signos interrogativos —j rrados por un paréntesis. “Cada vez que recalamos en ese puerto voy al cementerio a visitar la cruz, pregunto si ha desapa- recido algiin tripulante més del ‘Leonora’, y me responden que no desde hace muchos afios” —termi- 1né el sargento carpintero. Ethorizonte empez6 a cargarse de nubes hacia el, suroeste; el pito de un oficial instructor se dejé ofr, y Ia tripulacién fue Hamada a otras obligaciones. 50 6 - ‘Tempestad mar afuera jEGy i —jAtrinea para la mar! ;Atrinca para la mar! La enérgica voz de orden fue repetida por dife- rentes voces de popa a proa y un movimiento de hombres y jarcias recorriéa lacorbeta y sus trescientos un tripulantes, El barémetro sigue bajando! —exclamé el comandante Calderén, mientras se paseaba en el puente de mando. —iY al anochecer estaremos a la altura del Cabo Tres Montes! —dijoel oficial denavegacién, teniente Martinez, La corbeta navegaba ya en plena zona austral, donde los mares son extremadamente tempestuosos y los vientos huracanados. La conversacién entre el primer comandante, ‘in de navio Calderén, y el oficial de ruta, tenien- te Martinez, tenia lugar precisamente cuando la “Baquedano” empezaba a tener a la cuadra de babor 51 a.esa arisca cabezota que se interna en el Pacifico, antes del Golfo de Penas: la Peninsula de Taitao, La corbeta avanzaba a grandes voltejeadas, mar afuera, luchando con un fuerte viento del sureste, muy raro en esas regiones y que cuando sopla es augurio de tempestad. Elvelamen superior habia sido cargado' y sélose navegaba con las cuchillas, mesana y vergas bajas —jHoy si que vas a ver bailar a la “Chancha”! —dijo un marinero, froténdose las manos de gusto, cuando encontré a Alejandro. Elnifio ya habia visto algunos temporales peque- fios; pero desde que, por el frio y las borrascas, nots que habfan entrado a una zona tempestuosa, empez6 a esperar con inquictud el anuncio de un temporal Los contramaestres con los marineros mis pri ticos recorrfan de popa a proa, amarrando cable: engrasando motones, retirando todo lo que pudiera estorbar en cubierta y disponiendo las escotas y jarcias para la rapidez de la maniobra, Un barco que fuera a entrar en combate no se prepararia mejor. Y un combate de proporciones le esperaba al parecer, pues el comandante Calderén se habia ves- tido con su ropa de agua, puesto sus botas y su gran sombrero encerado. Esto lo sabja muy bien la tripu- * Recogido. oui lacién: Cuando el viejo lobo de marsala desu ujosa guarida de popa y se ponia esta tenida, era porque ya habia olido la tempestad. Pee A pesar de la pericia con que se realizaban las voltejeadas y virajes, no era mucho lo que se avanza- ba en contra de ese maldito viento del sureste. La costa de la peninsula es abrupta, inhéspita y no ha 0 s , a a donde fondear. re og —iLo importante es ganar el Cabo Tres Montes, y lucgo, siel temporal arrecia, doblar hacia el interior del Golfo de Penas y buscar fondeadero en la costa norte! —dijo el comandante, empleando la jerga marinera, que era el vocabulario que usaba cuando se encontraba brazo a brazo luchando con su gente, — {Lo importante es pasar el Cabo! —subrayéel ial de guardia, La comii of a se sirvié como se pudo. Nadie pens en comer en plato, sino que los marineros, abrazados a las mismas garrafas, ingurgitaron con sus cucharas la sopa, los porotos y el asado mientras el barco bailaba de babor a estribor. A bordo la disciplina militar de cuadradas, ma- Nos a la visera, etc. nile; es imposible que un cabo se cuadre ante su teniente en medio de un temporal, cuando Ia cuadrada. puede hacer perder la vida a ambos, A bordo, en esos instantes, hay otra puesto, ladel valor, lade la serenidad; es superior solo el que posee mejores cualidades. 3 —Si puede ser tan grande el temporal, ;por qué no encienden los fuegos y navegamos a maquina? — interrogé un grumete. {Callate, imbécil, eso no lo dice un marino de la“Baquedano”! —le replicé otro, y continué—: Hay orden de navegar a vela hasta el Messier, y se cum- plird hasta donde se pueda, La noche empezé a caer con si ie otras noches. meer EI barometro sigue bajando, comandante! —comunicé el oficial de ruta. ey —No importa; mas fuerte que el tifén que tu- vimos en el Japén no ha de ser éste; lo importante es aleanzar Tres Montes! —expres6 el comandante. La obscuridad de la noche se hizo densa. La lluvia arrecié en aguacero. Todo fue amarrado y cerrado. Niunuidoextraio denotaba una puerta abierta, un cable suelto 0 un barril rodando; parecfa que el barco habia recogido todas sus cosas sueltas y las hubieri apretado contra su cuerpo hasta sentirse mas sélido, més unido y aligerado, para entrar en la Tucha con su ctcrno enemigo: el mar. —jTodo el mundo a su coy, con la ropa de agu: lista; sélo quedan en cubierta las guardias reforzadas! —ordené el comandante. jombras mis 54 En el entrepuente, la marineria se dispuso a descansar. Los viejos marineros se sacaron las ropas como todos los dias y algunos empezaron a roncar como siestuvieran ancladosen la més tranquila de las bahias. Los grumetes estaban un poco azorados; algunos se recostaron, con la ropa de agua puesta, en los coy; otros, imitando forzadamente a los viejos lobos de mar que roncaban, se desvistieron, pero s6lo para darse vueltas, nerviosos. en sus colchones. —jDuerman, nifios: si la “Chancha” se va para abajo, legaremos durmiendo hasta la madre jibia —dijo uno, —jEsta noche si que no hay “tres bultos a estri- bor”, amigo Silva! —exclam6 un grumete. iNi pilchas que echar por la borda! —replics Alejandro, aludiendo a la flojera de su compaiiero, que por no lavar su ropa la colgaba de una soga en la borda y dejaba que el mar se la lavase durante la navegaci6n, por lo cual habia sido amonestado en repetidas ocasiones, — Esta noche no hay “tope” ni “serviolas”; van a faltar brazos para cazar y aflojar las escotas! abl6 otro. Hoy todos somos iguales! —exclamé un marinero joven, muy dado a la lectura. —A ver, ti, 2por qué no vas al puente a tocar silencio? —dijo alguien cuando aparecié el corneta. 55 —jAnda a tocarle al viento para que deje de bramar y se acueste! - —Te la hace tragar! —dijeron varios. El cometa, sosteniéndose entun hierro, llev6 el instrumento a sus labios y traté de tocar el suave toque de silencio, pero s6lo logré dar un toque estri- dente y molesto. —iEh, nos vienes a hacer ruido en vez de silen- cio! —alcanz6 a protestar uno que fue despertado por el toque. Eran las 21 horas en punto, y ya no se oy6 voz, alguna en el entrepuente. En la cubierta solo dominaban el aguacero, cl viento y el mar. Los puestos mas peligrosos estaban servidos por marineros, y los grumetes, en los secun- darios. Algunos, por orden superior, estaban amarra~ dos al palo 0 a alguna parte del recinto en que les correspondia maniobrar. Las bordadas eran prolongadas y fatigosas. Du- rante ellas el barco corria veloz, escorado a estribor cuando iba hacia el este, y a babor cuando al oeste. Las guardias se agazapaban guareciéndose como podian de las olas que barrian la cubierta. El temporal no daba sefiales de amainar; por el contrario, iba cn aumento. El comandante Calderén en persona salia a la intemperie del puente a dar de propia voz las voces de mando, por medio de un 56 megafono; parecfa un lobo de mar, reluciente y cor- pulento, con su encerado baldeado por el agua. Los oficiales miraban sus relojes, nerviosos, sabiendo que las tempestades amainano aumentan de cuatro en cuatro horas. Enel entrepuente ya no dormian ni los marineros més viejos; se encendieron las luces, y los hombres, de caras serenas, pero con los ojos bien abiertos, miraban fijamente al techo. La corbeta parecia que. jarse, crujfan sus costados como si fuerzas enormes quisieran reventarla como un huevo. Los nifios, es decir, los grumetes, empezaron a abrir sus labios en un gesto de temor a cada golpe de mar que parecia hacer pedazos a la pobre nave. El ruido del mar venia de todos lados; de abajo, de los costados, de la cubierta misma, donde se ofa azotarse las olas contra los palos y casetas. Algunos grumetes, temerosos, temblaban ante una formidable sacudida, y se preguntaban mentalmente si estarfan navegando sobre el mar o bajo el agua. Las luces se apagaron de pronto y el sobrecogimiento aument6, Alejandro, con la ropa de agua puesta, se sentéen sucoy y miré en derredor; todoestabaen sombras, era aterrante; todos despiertos y atentos, pero nadie proferia una palabra. La luz se volvié a encender. El nifio, acostado, recordé las palabras de un marinero que un dfa le dijo: 37 “En el mar, cuando la muerte se acerca, hay que abrir bien los ojos y mirarla de frente; entonces no asusta: es como si fueras adesembarcar del barcoa un malecén. Por eso es menos feo un naufragio en un bote que en un buque; en el bote, uno estii mirando a Ja muerte cara a cara, dan ganas de levantarse y salir ‘caminando del brazo de ella por entre las olas; pero en un gran transatlantico hay tanto aparato, tanto ruido y bocinazos, la muerte se anuncia con tanta cosa terrorifica, que cuando Hlega, uno esti vuelto loco. Cuanto mas grande es el barco, mas feo es el naufra- gio.” De pronto el entrepuente se fue elevando hasta un punto a donde no habja Hegado antes, y después descendié vertiginosamente y un golpe sordo hizo temblar en forma estrucndosa a la nave; después quedé como detenida en un punto, oscilando, palpi- tando toda, como si estuviera en el umbral de un abismo. Los coy chocaron contra el cielo raso del entrepuente, uno o dos hombres cayeron al suelo y algo como un chillido de terror se oy6 en un rincén. ‘Alejandro quedé con el corazén en suspenso. como si se le fuera a salir por la boca; apreté sus manos hasta hundirse las utas en la carne y abri¢ los ojos desmesuradamente, esperando, esperando a la ‘muerte, pero no cara a cara, como le habia dicho el marinero, pot 8 “Chancha” siguié dando senates de vida entre tumbo y tumbo, mas resulta que nunca luchar con el mar. En realidad, tres grandes olas la habian peseado en una delicada maniobra de vitae y estuvo nel punto en que un buque uede irse por cargado de agua. 2 on; —;Fue una virada por a {Fue una virada por avante; parece 4 5 que se esté poniendo seriala cosa! —habl6 u sa! inmarinero, de: de mucho rato. an _—iLos foques y trinquetillas seguramente no cazaron bien el viento en la virada, y el barco se aconch6! —continud otro. virada por avante, de otro ‘modose puede perder todo loavanzadocn la bordada Gl comandante Calderon es buen marino, y jams virari dandole el trasero al viento! —terminé un i ol 4 ta terminé un sre ayleleve de guardias! —grts un contramaes- re, abriendo la tapa de la escoti Eran como las cuatrode la mafiana. Los marineros Y grumetes que les correspondia reemplazar a sus ‘compafieros se apearon con sus encerados y subieron Por grupos hacia la cubierta, Entre los del palo trinquete estaba Alejandro, ____Esperaron el paso de una gran ola y agrupados corrieron a sus puestos correspondientes; al nifio, con dos compaiieros mis, le correspondia una de is spond u jas 59 Elespectéculo de la cubierta no era menos terri- ble que cl del entrepuente. El buque corrfa montando verdaderas montafias de agua; el Pacifico Sur estaba enunade sus noches de furia, y s6lo grandes marinos podian desafiarlo asi Las mares chicas las pasaba velozmente y con facilidad; pero cuando Hegaban las tres caracteristi- cas mares grandes, la velocidad disminuia, se go- bernaba emproando de medio lado a las olas y las, cruzaba con el reventén de una de ellas sobre la cubierta, que era barrida por el agua de proa a popa. Era el momento de peligro; los grumetes se aferraban, al suelo para no ser arrastrados por el golpe de mar. Noche horrenda. El ser humano se reduce a un fragil juguete de los elementos y s6lo el heroismo no le permite entregarse prontamente a una muerte que se espera. —jEn tres bordadas mas creo que alcanzaremos adoblar Tres Montes! —dijoel comandante, mirando su reloj. —Pas6 la hora en que podia amainar, y la cosa sigue peor! —exclamé el oficiat de guardia, —jLadireccién del vientono cambia! —observ6 el oficial de ruta, Lacorbeta voltejeaba hacia mar afuera, segura a pesar del peligro. Alejandro comprobé, ya empapado de agua, que era preferible estar afuera midiendo el peligro que 60 entrepuente. encerrado en la ratonera del . é De pronto se oy6 un silbato que atraves6 las bocanadas de agua y viento, y un grito de orden: —jPrepararse para virar por avante! —grit6 el cabo contramaestre, que mandaba la guardia del trinquete. ; “En todos Jos palos los hombres se pusieron alerta. i —;Virar por avante! —grit6 una vor. —jCazar las escotas de estribor! ; Y otras voces de mando sucedieron a éstas. La tripulaci6n en sus puestos empez6 a aflojar y recoger los cabos de las escotas. La corbeta dio mis pa al viento y emprendié una carrera mas veloz. Cuando ibaenel mejor momento de esta carrera, el comandante, en el puente de mando, grité: — {Cierra a babor! / Y dos timoneles, con gran fuerza dieron vuelta a Jas cabillas de la rueda, y lanave empez6 a virar hacia ese lado. . —jCazar las escotas de babor! —se ordené en Ios palos. - ; ‘le “Baquedano” puso proa al viento, disminuy6 de golpe su andar y el velamen empez6 a flamear como trapos sueltos, con tal fuerza, que parecfa que iba ahacerse trizas. rea barea se debatia sin velocidad y, por lo tanto, sin direccién entre las grandes olas. Los instantes 62 eran terribles; el momento, el mas peligroso de 1a navegacién, Pronto el petifoque, foque y trinquetilla dejaron de flameary en su seno empezaron arecoger cl viento por el lado de estribor, el buque fue virando hacia babor, el resto del velamen empez6 a tomar viento y partié de nuevo, escorado, en su carrera, a media contra el viento, Los marineros y grumetes, después de tesar y amarrar sus escotas, se agazaparon de nuevo sobre cl suelo de la cubierta en espera del término de ese suplicio, Pronto Alejandro cambié de pensamiento y opind que era preferible morir descansando en el entrepuente que sufrirlosazotes de esa noche horrendaen lacubierta, Empapado, el frio empez6 a minar su cuerpo de mucha. cho de 15 afios, y poco a poco fue entrando en ese estado de inanicién en que se quicbran la voluntad mas heroica yeel espiritu més vigoroso. El mar aumentaba sus furias; ya no parecia océano, sino un mundo de montafias enloquecidas que bailaban estrelléndose unas con otras. El viento aullaba y bramaba a ratos, el aguacero ca‘a como si otro mar se descargara encima. De vez en cuando, algo como unos gritos lacerantes, plafideros, estent6reos salfan de las bocanadas de agua y viento: cra la voz de la tempestad. 63 La bordada se iba haciendo larga; hacfa una hora que se navegaba en la misma direccién, cuando de nuevo soné el silbato y resonaron las voces: —;Prepararse para virar por avante! El mismo movimiento anterior, Los hombres @ De nuevo la corbeta dio mas velamen, empren- di6 su veloz carrera y, cuando iba en lo mejor, un golpe de timén lahizo virar,esta vez haciaestribor. El Tnismo flameo de foques, cuchillas y mesana; las mismas mares terribles entrando por la proa y que~ tendo hacer zozobrar al buque, y los mismos instantes decisivos con la muerte al frente. ‘Los foques cazaron el viento, a mesana y cu chillasse inflaron, y empezaba laotra bordada, cuando algo extrafio se vio que ocurria en el palo mayor. ‘Una verga no obedecia y, trabada, se oponia al viento, haciendo peligrar la precaria estabilidad de la nave. El temporal parecié aprovechar el instante des- ventajosoenqueseencontrabasuenemigo, y aumento sus furias; el buque avanzaba en mala forma, El estruendo de la tempestad era horrisono. De pronto, un hombre se destacé entre las jarcias del mayor y trepé como un mono hacia la verga trabada. ‘Toda la tripulacién de guardia, en suspenso, contemplaba como podia el acto de ese valiente. 64 capa Atgeesscbs cmos fucraacaera ar pero espera que pasar el balnceo y en I ta vias aba para trepar un poco mis. De stibito, un resplandor ilumin6 su cara, EI ado que iluminaran la verga con el reflector. ipo Subis,con mis seguridad: su cara era noble y afrontaba el peligro serenamente, sin una mucca afronaba . sin una mueca de mot yctmandante y tov oficiales contemplaban onados, desde el puente de mando, la maniobra gmocionados lamaniobra soa ‘itiando se olvid de a tempestady se aera dos manos para ver mejor la heroici c oicidad de e dos ma i icidad de este ubié al pie de la verga. Se le vi unas arias y sacar su cuchillo marinero, que re lampague6 a la luz del reflector; se agaché y \ = se agach6 y empez6 a cortar un cabo manila ee one’ Pome sl vio morder el cuchillo on los jientes y tomarse del cabo que tenia trabada la verga: pero esto dur un segundo; al instante, su cuerpo se desprendié de donde estaba afirmado y,colgando del cable que cortara, empezé a balancearse, «teeta con fas manos a hieotedel eae ycon cuchillo entre los dientes, era un . . eFa un espectic sobrecogedor. rae Trat6, con una maroma, de trepar por el cabo; 65 pero una ola inmensaescoré peligrosamente al barco, un golpe de viento hizo girar el velamen de la verga y, azotado entre las jarcias, se desprendié de pronto y, como una sombra, se perdié entre la noche y el mar. Estaba de mas el grito de: “Hombre al agua!”, como asimismo iniitil “el picarén” con su salvavidas en la toldilla Tal cual lo prevefa cl comandante, a la tercera bordada, la“Baquedano” doblé el Cabo Tres Montes y entré de un largo hacia el interior del Golfo de Penas, en busca de un puerto para capear el temporal. Con las primeras luces del alba, en una feliz maniobra, entraba a “palo seco” en la guarnecida bahia de Puerto Refugio, que quedaba en la parte norte del golf Enel puerto les esperaba una sorpresa: una flota ballenera con el buque madre y cuatro pequefios cazadores capeaba el temporal. También los esperaba una huella trégica: el transporte de la Armada “Valdivia”, encallado afios antes en una roca marina desconocida, mostraba su popaen a superficie, como una triste advertencia a sus compafieros de flot; La gloriosa corbeta habfa tenido un hijo més en Ja primera etapa de su ruta, pero habia perdido otro muy querido, jEl libro bitacora consignaba otra vez.la ‘misma tripulacién del diade su partidadeTalcahuano: trescientos hombre: 66 a: La caza de ballenas Amanecié un dia espléndi i pléndido. La bahia de Puert Refugio es un rincén rodeado de grandes cordilleras Que lo defienden de todos tos vientos. Musgos y algut robles ra ct ti ién algunos robles raquitcos son ta nica vegetacion de Latempestad se habia isi rn pado, y comorecuerdo de ella slo algunas nubes blancas y algodonosas Pasaban de vez en cuando desgarrandose en los altos picos. Enel centro de la bahia, la “B. i > de la bahia, la “Baquedano” descan- sabacomo unanimal mojado,comoun caballo sudado que hubiera galopado leguas y leguas. Las velas colgaban de los méstiles, mojadas, inertes, como byavos enidos; en Ia prod se secaban los foques, \ejando esos pafiuelos que les ponen a los enfermos enfebrecides, ne" entea 67 ica ba todos los ras La pobre nave, alicafda, mostrat 1 gosdel forrendo temporal que habfa corrido lanoche anterior. : PO En cubierta, oficiales y tripulacién recorrian | dependencias arreglando los destrozos de la tempestad. "—jLa“Chancha” parece una boya, por lo buena- zapara la mar! —dijo Alejandro, mientras ayudaba a tun compafiero a extender una vela del trinquete en el oy adie es!—respondié aquél, y sti tr pri de hierro, luego triple fondo, primero el casco de’ Cen capa de madera especial, impermeable, dura y liviana como un corcho, y, por tiltimo, encima de todo, una revestidura de planchas de cobre para que no penetre la broma'. Esta no se hunde sino a —terminé el grumete. : MZS;No saldremos hasta reparar los desperfesos: fi tro. hasta pasado mafiana! —coment6 ot : elus ae de clan vino a interrumpir esta con versacién; se llamaba a formaci6n para la lectura jen del Dia y pasar lista. = Tod latripulacién, de comafdante a grumete, se i ierta. en correcta formaci6n en la cubie Pain cabo escribiente fue nombrando uno por uno alos tripulantes, que contestaban, cuadréndose, con la vor. de “jFirme!” + Gusano que horada el fondo de los barcos. 68 Habfa nombrado ya més de la mitad de la tripu- lacién, cuando di —Marinero primero Juan Bautista Carcamo. Un breve silencio, y luego se oyé una voz fuerte, pausada y grave: —jMuerto en acto de servicio! Algo extrafio recorrié los rostros de esos tres- cientos hombres, algunas pupilas se elevaron para mirar la bandera tricolor que flameaba a media asta en el palo de mesana y otras cabezas se agacharon tocadas por algo hondo en el corazén. Alejandro revivié la visi6n del marinero que se perdié entre la noche y el mar con el cuchillo relu- ciente apretado entre los dientes, y algo nuevo sintié ensu interior: un sentimiento de solidaridad, de unién con esos doscientos noventa y nueve hombres y ese barco. Todos eran una sola cosa ante el recuerdo del valiente camarada muerto, El cabo escribiente continué pasando lista. Una vez que hubo terminado, empezé la lectura dela Orden del Dfa. Después de leer las disposiciones de las faenas y maniobras diarias, lleg6 al siguiente acépite, breve, con ese laconismo que caracteriza a los mensajes de los hombres de mar. Marinero PrimeroJuan Bautista Cércamo. A las 4.45 de la madrugada, en circunstancias que este tripulante, en un acto de arrojo, subié a cortar unas 69 Jarcias que entrababan a a verga del mayor hacien- do peligrar el barco, después de haberlo conseguido, ‘cayé al mar, pereciendo. Murié cumpliendo con su deber. El comandante, interrumpiendo la lectura de la Orden, hablé: : —;Vamos a guardar un minuto de silencio en memoria de ese valiente hombre de mar! —jAtencién, firmes! —ordené el segundo co- mandante—. Cometa, toque silencio! EI lastimero toque de silencio resoné por los Ambitos de la bahia; la tercera nota, alta, prolongada, fue extinguiéndose como un lamento, y los trescien- tos hombres permanecieron firmes, cuadrados, hiersticos, con los ojos perdidosen la lejanfa ocednica, Algunos grumetes no pudieron contener gruesas lagrimas que rodaron por sus mejillas adolescentes. Todos tenfan la cabeza alta, menos uno, el viejo sargento carpintero Escobedo, que all en un extre- ‘mo, con la cabeza ladeada, contemplaba con intensa tristeza al mar, como quien centempla una tumba abierta, Recordaba que en esa misma posicién habia estado otras veces, en otros mares y latitudes, a bordo de ese mismo barco, despidiendo a otros compaiieros desaparecidos. El dia y el personal se distribuyeron en arreglos de destrozos, en pesca de choros en botes, y una 70 comisién de cadetes y grumetes, al mando de un oficial, fue invitada por los cazadores de ballenas a presenciar la cacerfa Pasaron primero a saludar al capitiin de! buque ignia,“Indus I", donde se descuartizaban las balle- nas y se derretian en grandes calderos para obtener el accite, y luego se distribuyeron en dos cazadores de los cuatro que esa mafiana se hacian a la mar: el “Chile” y el “Noruega”. Los marineros noruegos y chilenos que tripula- ban la flota les obsequiaron con boquillas de émbar de ballena y otros hermosos objetos de marfil ela- borados durante sus ratos de ocio. A Alejandro, que iba en la comisién, le corres- pondi6 subir al “Noruega”, pequefio y extraio vaporcito que comandaba un noruego macizo y an- chocomo un hipopétamo. Mientras montaba la borda, vio cémo sobre las enormes ballenas que rodeaban al buque madre, andaban hombres con zapatos que tenfan grandes clavos en lasuela para sostenerse en la resbaladiza piel y amarrar los cetéceos que eran izados a cubierta para descuartizarlos y derretirlos en los tachos hirvientes de aceite de baliena. Cuatro sirenas a un tiempo resonaron en la paz de Puerto Refugio. Contesté, més potente y gruesa, la del buque madre, y los cuatro pequefios, gréciles y esbeltos balleneros tomaron rumbo mar afuera, a dieciséis millas por hora. 7 i i los Hevaban Se abrieron en abanico. Dos de ell ba una comisién de tres o cuatro dfas, y el “Noruega” y el “Chile” s6lo de un dia, para dar oportunidad a los tripulantes de la “Baquedano” de presenciar una iloto del “Noruega”, y explicdndol Touees ‘grumetes, continué—: Los cazadores salen aalta mar en busca de ballenas po tres 0 cuatro dias, Primero se dedican exclusivamente a cazarlas. ‘A cada ballena cazada se le coloca en el lomo una bandera que lleva el nombre del barco; se la deja flotando la deriva, porque seria imposible continuar persiguiendo a tas otras con uno © dos de estos $ cetdiceos a remolque. Decale cada cazador trae de ocho a diez ballenas; a veces logra cazarlas en un dia, y otros demoran cuatro para obtener una. Dificil es que regrese uno sin ballena al puerto, donde nos espera el buque-industria o insignia, y si asf sucede, hay que taparse la cara de verglenza antes de entra —t nnriendo el piloto. ae ‘intra el “Noruega navegaba awa méqui- na, visitaron, ademds, el cain de pros. donde se coloca el arpén y se dispara con una carga de pélvora ii woyectil. we arpon es un hierro aguzado de més 0 menos un metro de largo y dos pulgadas de didmetro n2 —siguié explicando el piloto—, que en su punta lleva Tecogidos tres 0 cuatro hierros més pequefios que se abren en la forma en que se abren los rayos de un paraguas cuando el arpén ha penetrado en el cuerpo de la ballena, y el cable aque va adherido lo contiene: €so se Hama espoleta. La ballena, herida, se lanza a toda velocidad y el cable empicza a desenrollarse desde un tambor que hay en el fondo de la bodega y que tiene, ademas, un gran resorte de acero, para amortiguar los tirones de los tiltimos estertores, Habrian navegado mas de dos horas. El “Norue- ga” empez6 a dar grandes circulos, mientras en la cofa un vigia escudrifaba las lejanfas. -iEl grumete Silva debfa estar alli! —dijo uno, y todos rieron con cordialidad recordando la equivo- caci6n del nifio cuando hizo su primera guardia de “tope” y no supo distinguir las ballenas, El mar, con una ola un poco gruesa, parecfa un inmenso potrero arado. En la lejanfa se divisaba al “Chile”, rondando también como un curioso centine- la de esos mares. sirvi6 un buen almuerzo a bordo. —iNuesfras amigas ballenas parece que les tic- nen miedo a ustedes! —dijo en la pequefia camara el erueso capitan noruego. A la media tarde se oy, de pronto, la voz del vigia, que lanz6 el tradicional grito de: 3 —Ballena a proa! be La tripulaci6n corrié a sus puestos. El capitén noruego tomé personalmente la rueda del timén; el piloto chileno, que era el cazador, se fue a proa junto al cafién que estaba cargado con el arpén, y los visitantes se acomodaron de la mejor manera para presenciar la caceria. Enel horizonte, de stibito, varios chorros de agua se levantaron hacia el cielo. —iVienen arrancando del “Chile’ capitén. . Luego los chorros desaparecieron. El capitén ordené a toda maquina, viré répidamente a su buque y lo dirigié a un determinado punto, lejos del lugar donde habian aparecido los chorros. El viejo lobo de los mares nérdicos de Europa conoefa muy bien su profesién. Vio que las ballenas sezambulleron, y como sabia la direcci6n en que iban a nadar bajo el mar, se dirigié calculando el punto preciso en que suponfa que debfan asomar de nuevo ala superficie. El“Noruega” corria amas de dieciséis millas por hora. Todo el mundo estaba anhelante en sus puestos. ‘S6loel mar, impasible, parecfano darse cuenta de que Je iban a arrancar a uno de sus més hermosos y grandes hijos. - De pronto se ordené parar las méquinas; ni un ruido se ofaa bordo, y el capitan, en la cafia del timén, ! —profirié el "4 con la viada del andar, empezé a zigzaguear cautelo- samente, De stibito, el mar se levanté como impulsado por una extrafia corriente y algo como una ola més negra brotéen la superficie; luego otra mas pequefiaemergio asu lado y cuatro chorros de agua se levantarona gran altura. Eran una ballena grande y otra pequefia. El barco giré como lo hace un caballo sobre sus patas traseras cuando el huaso le aplica un golpe de riendas y de espuelas. Una detonacién dominé el tuido de aguas y el animal se sumergié rpidamente. El cable se desenroll6 s6lo un poco. El capitan, en tono airado, grité: —jNo dio en cl blanco, piloto! iSi, capitan; el arpén le entré en pleno cost do! —respondis el piloto, con seguridad Los segundos que pasaban eran de expectacién. __ De pronto, el pequefio barco cazador se estreme- cié y una ola gigantesca emergié en uno de sus costados, pas6 més arriba de la borda y se azoté contra las casetas del barco. La gente arrancé despavorida hacia el otro cos- tado, y cadetes y grumetes se mojaron como si hubiera entrado una ola, La ballena, embravecida, siguié dando terribles coletazos en el costado del pequefio cazador. 15 delante a toda maquina! —ordené el capi- tén, y el “Noruega” se desprendié de su enemiga. La ballena se sumergié de nuevo y esta vez el cable empez6 a desenrollarse vertiginosamente. El “Noruega” navegaba a toda maquina en la misma direccién; sobre la superficie, una gruesa estela de sangre indicaba el postrer camino del cetéceo. ‘Al poco rato, el carretel de la bodega dio todo el cable que enrollaba y s6lo quedé el resorte que amortiguaba los fuertes tirones que en los tltimos estertores, desde la lejania, producia la ballena ahondando su herida con el arpén y su espoleta abierta como cuatro anzuelos en sus entrafias, —Rara vez sucede esto; generalmente, apenas se sienten heridas, arrancan sumergidas —dijo el piloto alos grumetes. El buque empez6 a recoger el cable amedida que avanzaba, disminuyendo su andar proporcionalmen- te. Al acercarse, se vio algo que rondaba alrededor del cetéceo muerto; dos chorros de agua se levantaron de nuevo y desaparecieron de la supérficie. Es un ballenato, la ballena es hembra! —dijo el capitan, y continué—: Para muestra, basta por ho: remolcaremos con el mismo cable la ballena has Puerto Refugio. Al iniciar el remolque el “Noruega” con su ballena al costado, surgié en la superficie nuevamen- 16 teel pequetio y hermoso ballenatoal lado de su madre mer pequefio cetéceo, de unos ocho metros de largo, rondé un rato més alrededor del inerte cadaver, Joroz6conel hocico, como tratando de despertarla de su extrafio suefio, y luego se perdié lentamente bajo las aguas, para reaparecer una y otra vez mis como tratando de comprender lo que sucedia. — {Por qué no le disparan? —pregunt6 alguien. —jEsta prohibido matar un ballenato! —res- 1 buque. ren i Be, an al arpén, el cazador agaché la ‘cabeza como si la luz que venia del cielole molestara. 8 8 Los alacalufes BE Mot, Bex Meme, Teme De un largo, navegando una noche y un dfa, ta “Baquedano” atraves6 el Golfo de Penas, desde Puer- to Refugio a la entrada del Canal Messier. Al atardecer estuvo a la cuadra del Faro San Pedro y de la radioestacién que hay en ese solitario paraje. La etapa de navegacién a vela estaba cumplida. Se ordené arriar el velamen y la corbeta entré en tranquilas aguas de los angostos canales con sus méquinas auxiliares, que s6lo la hacfan desarrollar una velocidad maxima de siete millas por hora. Ademés, la navegacién a vela, para un buque grande, es imposible en esos estrechos canales de vientos extrafios y arremolinados. La navegacién continué con cierta monotoni EI barco se deslizaba noche y dia por entre canales tortuosos, en medio de grandes montafias y por aguas 79 quietas, profundas y renegridas por las sombras de 2 Tos canales magallénicos son inicosenel mundo. Es como si la Cordillera de los Andes estuviera partida en dos partes,en su lomo més alto, yen medio Ge ella hubiera un largo y angosto canal que la recorriera de norte a sur, entre picos nevados. La vida esta representada en esos desolados lugares sélo por las manadas de focas, las nutrias y alguna que otra paloma del Cabo, que destaca su plumaje blanco sobre el gris del paisaje. Las guardias se reducfan a cosas livianas; ya no hhabfa que dormir al pie de los patos. Sélo a veces. en medio de la noche, cuando la tripulacién estaba en el suefio mas profundo, se tocaba zafarrancho y se realizaban maniobras como de “hombre al agua “abandono de buque™, “fuego a bordo”, etc ‘Algunas tardes se hacia instruccién decanto, una fs bellas e impresionantes. ; AFT s babta te la cofpem Be oélacabe en el castillo de proa y la tripulacién formaba en el puente. Tres toques daba el maestro, urt oficial miisico, con su batuta en el atril, y a los acordes de la banda, cerca de trescientos hombres entonaban hermosas ones marineras. can an medio de la paz de esos canales, en la tranqui- lidad de ese mundo estético, se elevaban las voces varoniles formando una sola voz. grandiosa, impre- 80 sionante, cuyoeco repetian sonoramente los ancones, como si de todas esas soledades se levantaran de pronto innumerables voces humanas, de hombres, entonando un himno de conquista al paisaje arisco y sobrecogedor. EI “Paso del Abismo” fue una visién inolvidable para los grumetes y cadetes: las montafias empezaron aser ms clevadas y cortadas a pique y el canal se fue angostando cada vez més, De repente, aquello sobre- pas6 los limites de toda imaginacién: el canal se hizo angostisimo, como una garganta andina, y los cerros, arriba, parecian que iban a juntarse. La luz que entraba por esa garganta era tan poca que el buque re la penumbra de un constante creptis navegaba c del “Paso del Abismo” vino la “Angos- tura Inglesa”, el paso més dificil de los canales magallinicos, Al avistarla, se tomaron todas las medidas que ordena el reglamento néutico; se comprobs la co- triente, la posicién de las pirdmides situadas en la cumbre de las innumerables islas y rocas, las boyas y otras balizas que hacian el papel de policias dirigien- do el transito entre esa tierra despedazada En la angostura s6lo puede pasar una nave de una vez. Asi es que el reglamento dispone que, antes de iniciarcl paso, el buque lance un prolongado toque de 8 sirena, como los autos al doblar una curva en las carreteras. Dos hombres se pusieron en los winches del cabrestante, listos para lanzar las cadenas al fondo del mar en caso de peligro, y, cuando estuvo todo dis- puesto, la corbeta dio un pitazo largo y a toda maqui- na empez6 a culebrear entre los islotes. En el lamaniobra se hizo més dificil; debia bordear una redonda pasando al borde de un gigantesco cerro. ‘Aqui muchas naves han terminado su carrera. La “Baquedano” pasé rozando los robles del cerro. Viré rpidamente a babor y estribor y salié por el canal abierto que conduce a Puerto Edén. Puerto Edén es tan hermoso como su nombre lo indica, Es una bahia que se encuentra después de un dédalo de — Es extrafio que no nos haya salido al encuen- tro una flotilla de indios alacalufes, pues aqui hay muchos! —dijo un marinero que, junto a Alejandro, miraba la entrada al laberinto de islas. —(Mire! —dijo el nifio, y seftalé un barco de gran tonelaje que aparecié detrés de una isla. —jEsta encallado! —exclamé el marinero. Efectivamente, el barco estaba con la proa levan- tada y ladeado de estribor. A su alrededor habia ocho 0 diez canoas con indios. La corbeta pasé de largo, dio un rodeo por otro 82 cuando la perdieron —jAlgomalohan hechoestos badulaques cuando escapan! —dijo el comandante—; de lo contratio, se hubieran acercado a pedir pan y ropas. ‘ —jMire, comandante! —dijo el oficial de ruta sefialando una pirémide sobre una isla. : __—iCanallas! —expres6 aquél—, Cambiaron la pirémide de una isla a otra para hacer equivocarse a los capitanes de barcos y encallar las naves; avise inmediatamente a las radioestaciones y a los barcos que navegan en la ruta. También vienen otros a robarles sus picles de nutria! —coment6 un marinero por lo bajo. Los alacalufes son considerados la raza mas atrasada de la tierra; viven en los canales comicndo lobos y peces, y tenfan esta costumbre criminal de cambiar las balizas para hacer encallar a los buques y robar cuanto pillaban, Afortunadamente, la Armada ha construido en esa zona balizas que, pot su solide, son indestructibles e inamovibles. : _ Un dia entero la tripulacién trabajé para dejar la Pirémide en su sitio, y se siguié rumbo a Punta Arenas. iComunique alas naves que naveganen la ruta que el canal esta lleno de témpanos y la navegacién s peligrosa! —ordené el comandante. 83

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