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03 Lobo Perdido Dañado Leela Ash & Tabitha ST George

El documento presenta la historia de Ash Anderson, una joven que no heredó los poderes de cambiaformas de su madre a pesar de ser hija de una poderosa bruja liebre. Ash se siente rechazada por no ser considerada una verdadera cambiaforma. Su madre la reprende por intentar infiltrarse en la madriguera de cambiaformas local para presentar su tesis. Ash acepta que nunca será aceptada como una igual por los cambiaformas.

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03 Lobo Perdido Dañado Leela Ash & Tabitha ST George

El documento presenta la historia de Ash Anderson, una joven que no heredó los poderes de cambiaformas de su madre a pesar de ser hija de una poderosa bruja liebre. Ash se siente rechazada por no ser considerada una verdadera cambiaforma. Su madre la reprende por intentar infiltrarse en la madriguera de cambiaformas local para presentar su tesis. Ash acepta que nunca será aceptada como una igual por los cambiaformas.

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Leela Ash & Tabitha St.

George Lobo perdido dañado

1
Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Leela Ash &

Tabita St.George

Lobo perdido
dañado

Serie Cambiaformas de la
Égida 03

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Nota a los lectores


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que les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y por eso queremos
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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Sinopsis
Durante años Ash ha luchado para ganarse un lugar de honor
entre los Cambiaformas. Una y otra vez, la rechazan. Hasta el día en que
un Lobo Perdido viene a su rescate…

Ash Anderson, hija de una poderosa Liebre Bruja, no heredó el don


de su madre. Se la considera una Kin, pero no una verdadera
Cambiaformas. Como tal, se siente condenada a ser una extraña para
siempre. No es particularmente especial… pero tampoco es exactamente
normal…

Su improbable salvador es Lucas Clay. Ninguna mujer se acerca a


su corazón, porque es un hombre Lobo, condenado a vivir y morir solo.
O eso cree él. Entonces, Ash lo presenta en la sociedad de los
Cambiaformas y su mundo se pone patas arriba. De repente, hay
esperanza tanto para él como para su amor.

Una esperanza que se hace añicos cuando su introducción en la


Manada de Lobos local sale terriblemente mal.

De repente, Ash y Lucas huyen, perseguidos tanto por los


Cambiaformas como por los malvados Colmillos de Apophis. Atrapados
en una red de traición, luchan por desentrañar un misterio que amenaza
a todo el mundo de los Cambiaformas. Los instintos del Lobo Solitario lo
instan a huir, a dar la espalda a los Cambiaformas que le atacan
injustamente. Sin embargo, no puede soportar dejarla. Su pasión es la
delgada correa que lo une a su humanidad. Pero ella esconde un secreto
que podría destruir su vínculo antes de que se afiance firmemente…

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Capítulo Uno
La luz del sol llenaba el comedor. Bajo su toque, las paredes de
color blanco crema ardían color oro. Los destellos brillaban en el
impecable vidrio de la mesa y en las baldosas de arenisca del suelo. Aquí
no se toleraba ni la suciedad, ni el ruido. El único sonido era el suave
siseo del aire acondicionado, el solitario defensor que mantenía a raya el
calor del verano de Arizona.

Bajo la mirada fulminante de su madre, Ash Anderson anhelaba


derretirse como un cubo de hielo. Sin dejar nada atrás excepto un
pequeño charco de miseria.

—¿Estoy en problemas?

—¿Tú? No. Yo, por otro lado, he sido reprendida por tu estupidez.
—La nariz de su madre se crispó, una sutil señal de su molestia.
Magdalene Anderson era una Cambiaformas, una Liebre Bruja. Alta,
delgada como una vara, con una corona de pelo rojo brillante que
anunciaba su poder mágico a cualquier persona sabia. Sus ojos, también,
proclamaban su naturaleza: uno verde, otro azul, como todas las grandes
Liebres.

Los ojos de Ash eran marrones, como su pelo. Baja, con curvas
suaves y un rostro redondo y “lindo”. No había heredado nada del aspecto
de su madre.

O su talento mágico. Lo cual era la razón del problema.

—No entiendo por qué tu Madriguera se molestaría. Era un buen


trabajo, mi tesis de Maestría. Mis asesores dijeron que…

—Tus asesores son profesores, no Brujas, Ashbaline —suspiró su


madre.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Señor, ¡cómo odiaba Ash su nombre completo! Sin embargo, por


mucho que suplicara, mamá no lo dejaba pasar.

—¿Alguien la leyó siquiera?

—Sí.

—¿Y? —Resoluta, segura, se preparó para discutir. Su teoría sobre


la interpretación del simbolismo religioso de Ancestral Puebloan1 era un
avance sorprendente, lo que, para algunas personas, significaba que
tenía que ser una completa locura. Ash ya había sido desafiada una
docena de veces por colegas académicos e investigadores.

—Y fallaste completamente en comprender lo que es la Madriguera


de Sedona.

Ese argumento la tomó por sorpresa, y sintió que sus discursos


preparados se desvanecían.

Cruzando las manos sobre la mesa, su madre le dirigió una mirada


triste y compasiva. Debajo de ella, Ash sintió que su madurez ganada con
tanto esfuerzo se desvanecía. Cada vez que su madre la sermoneaba,
volvía a tener doce años.

—La Madriguera de Sedona es el primer aquelarre de América, uno


de los más prestigiosos del mundo de los Cambiaformas.

Eso estaba abierto a debate. Ash podía nombrar tres Madrigueras


que le venían a la mente que no cederían el primer lugar al de Sedona.

1
Los Ancestrales Puebloans eran una antigua cultura nativa americana que abarcaba
la actual región de las Cuatro Esquinas de los Estados Unidos, que comprende el
sureste de Utah, el noreste de Arizona , el noroeste de Nuevo México y el suroeste
de Colorado .

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Somos una Madriguera trabajadora. Somos Brujas, no


investigadoras. Cambiaformas de todo el mundo vienen a nosotras por
hechizos y orientación.

—¡La orientación adecuada requiere conocimiento! —protestó Ash.

—Lo hace. Y en nuestro tiempo libre todas las Liebres, por


supuesto, continúan sus estudios. Sin embargo, la investigación
mundana no es nuestro objetivo. Somos Liebres. Somos Brujas.

—¡Pero…!

—Detente. —Una palabra, una mano cansada elevándose en el


aire, y todos los argumentos de Ash desaparecieron—. Ashbaline, nunca
serás bienvenida en mi Madriguera. No eres una Liebre. Solo eres una
Kin2.

Ahí estaba. La línea de fondo. El hecho que hacía que le ardiera la


cara de vergüenza.

Solo un puñado de hijos de los Cambiaformas crecía para


convertirse en Cambiaformas. Algunos Kinds3, como los Lobos, a menudo
se volvían verdaderos. Pero no las Liebres. Al nacer, Ash perdió la lotería
genética de los Cambiaformas. No importa lo mucho que estudiara, no
importa lo mucho que se esforzara, nunca sería igual a su madre. No era
una Liebre… así que no era una Bruja.

Fin de la historia, para mamá.

Aunque no para ella.

2
Kin o Pariente de un Cambiaformas, que no puede cambiar pero que puede tener algún
poder intermedio.
3
Kinds: o clase, distintos tipos de Cambiaformas. Así hay un kind Lobo, un kind
Liebre…

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Puede que no sea una Bruja completa, lo admito. Sin embargo,


todavía tengo cierta sensibilidad, algunas habilidades psíquicas que…

—Para. —La orden fue más aguda ahora, frustrada—. Esto es


patético. Si tuvieras alguna habilidad mágica útil, lo sabría.

“Patético”. Sus mejillas ardían tan calientes como el sol de la tarde.


Eso era lo que su madre pensaba de ella.

—Tienes que dejar de solicitar la admisión en la Madriguera. Te has


vuelto una vergüenza.

Las náuseas se apoderaron de ella, una vergüenza profunda que le


retorció las entrañas.

—Mi Reina Bruja estaba especialmente disgustada al descubrir que


robaste mi identificación y la usaste para infiltrarte en la Madriguera. Un
crimen que también me afecta negativamente. Oh, Ashbaline, ¿en qué
estabas pensando?

Pensé que si podía poner mi tesis en el escritorio de Danielle LePierre,


ella la leería y vería cuánto podría contribuir a la Madriguera de Sedona.

—Tienes que aceptar la realidad. No eres una Cambiaformas.


Nunca serás una Cambiaformas, o un igual a un Cambiaformas. Acepta
lo que eres.

Un fracaso. Una Kin. Una decepción.

—¿Me entiendes? Esto termina ahora. ¿De acuerdo?

—Sí. —Su boca dijo las palabras, como lo había dicho una docena
de veces antes.

Esta vez, sin embargo, incluso su corazón no pudo estar en


desacuerdo.

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Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

*****

Esa nube de tristeza se cernió sobre Ash todo el camino de vuelta


a su apartamento en el centro de Phoenix. Permaneció durante todo el
fin de semana, mientras reflexionaba sobre su futuro. ¿Cuál era el punto
de obtener un doctorado ahora? Nada de lo que hiciera sería lo
suficientemente bueno para su madre o para la Madriguera.

El lunes por la noche sonó el teléfono. Cuando contestó, la voz


alegre de una mujer hizo el primer agujero en su miseria.

—Hola, estoy intentando contactar con Ash Anderson.

—Estás hablando con ella.

—¿Eres la autora de “Continuidad del Simbolismo Litúrgico en el


Arte Ancestral Puebloan”?

—Sí… —El verano era una época extraña para recibir una llamada
de la universidad.

La delicia burbujeaba alrededor de las palabras de la persona que


llamaba, una emoción contagiosa que se sentía como una brisa fresca en
el alma quemada de Ash.

—¡Excelente! Soy Lucy Adams de la Madriguera de L.A.4

El shock casi le hizo que se le cayera el teléfono. ¿Una Liebre…


llamándola? Y desde Los Ángeles, ¡una Madriguera tan buena como la de
Sedona!

—¿Cómo te enteraste de mi tesis?

4
L.A.: Los Ángeles.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Una de las Liebres de Sedona me envió una copia. Es… espera.


Eres la hija de Magdalene Anderson, ¿verdad?

—Sí.

—Bien. Así que no te vas a volver loca si te hablo de Cambiaformas.

—No, en absoluto —dijo riendo.

—¡Uf! Eso es un alivio. Bueno, como iba diciendo, conseguí una


copia y pensé que tus ideas eran brillantes. Podría ser el avance que
necesitamos para comprender lo que realmente significa el arte rupestre
en esta región.

Cada palabra la envolvía como un abrazo amoroso. Un beso suave


para quitarle todo el dolor de sus moratones.

—Gracias. Escuchar eso significa… bueno, gracias.

—¡Por supuesto! Aunque tengo que hacer una pregunta incómoda.


¿Por qué Sedona no se quedó contigo?

Oh. Eso explicaba por qué estaba llamando. El corazón de Ash se


hundió cuando el destino la obligó a destruir sus propias oportunidades.

—Solo soy una Kin.

—Bueno. —La Liebre hizo una pausa, lo suficiente para despertar


una confusa esperanza—. Y eso te mantiene fuera de su cuadro de
investigación… ¿por qué?

—Investigación… ¿qué?

—Cuadro de investigación. Un cuerpo de académicos, tanto


humanos como Cambiaformas, asociados a una Madriguera. Enfocados

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Serie Cambiaformas de la Égida
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en proyectos especializados pero no mágicos que aumentan el trabajo


mágico de las Madrigueras.

¡Mierda santa! Ese había sido su sueño desde que era pequeña.

Aunque era un sueño que la Madriguera de su madre no compartía.

—Sedona no tiene un cuadro de investigación.

—¿En serio? ¿Sin cuadro? Está bien… no juzgo… no juzgo… pero


guau.

En la pausa que siguió, una amarga alegría brotó dentro de Ash.


¿Sedona era la primera Madriguera del mundo? ¡Ja! ¡Y tanto por el
orgullo de su madre!

Cuando pasó el shock, Lucy se rió entre dientes.

—Bueno, supongo que son buenas noticias. Cuando oí que


rechazaron a una mujer tan brillante pensé que tenía que haber algo
desesperadamente malo en ti. ¡Me alegra saber que no erres una asesina
en serie!

¿Brillante? ¿Una Liebre, una Bruja completa, la había llamado


brillante? Mareada de deleite, Ash se unió a la risa de la Cambiaformas.

—Vale, ya que no estás cortando a indigentes, déjame llegar al


punto de esta llamada. A diferencia de Sedona, L.A. tiene un cuadro de
investigación. ¿Es una línea de trabajo en la que estarías interesada?

¿Estaría interesada en el trabajo de sus sueños?

—Eh… ¿sí?

—Genial. Actualmente estoy alquilando un lugar en las afueras de


Yuma. ¿Alguna posibilidad de que puedas hacer una entrevista mañana?

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En persona. Lo siento por eso —añadió—. Sé que es un largo viaje, pero


necesito examinar tu aura y hacer algunas pruebas para comprobar tu
sensibilidad mágica. No puedo hacer eso por teléfono.

¿La Madriguera de L.A. creía en las habilidades psíquicas? ¿No


creían que todo el poder mágico residía únicamente en las manos de los
Cambiaformas? La mente de Ash giró. Todo lo que había soñado… ¡todo
se estaba haciendo realidad!

—Puedo estar ahí, sí.

—Impresionante. ¿Te iría bien a las siete de la tarde? —Lucy dio


una dirección—. No dejes que el camino de tierra te asuste. El lugar es
un poco remoto, pero cuando llegues aquí, verás por qué. Tal vez puedas
ayudarme a averiguar lo que está pasando.

Una Liebre quería su consejo. Ash Anderson, la mayor decepción


de Magdalene Anderson, ¡aconsejaría a una Bruja! Apenas podía evitar
que le temblara la voz.

—Suena asombroso. Estaré allí.

—A las siete entonces. Oh, y una pequeña cosa más.

Por primera vez, un escalofrío atenuó el alegre entusiasmo de la


Liebre.

—¿Puedo pedir que mantengas esto en silencio por ahora? Las


Liebres pueden ponerse muy furiosas cuando piensan que alguien les
está “robando”.

—No sería un robo. Sedona no me quiere.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—¿Has oído hablar de la fábula de Esopo, “El perro en el pesebre”?


¿Sobre un perro que no puede comer heno pero que tampoco deja que los
caballos coman?

Ash tuvo que reírse de eso.

—Odio decirlo, pero eso suena como mi madre.

Lucy también se rió, aunque su alegría inicial parecía más tenue.

—Créeme, la Guerra de las Brujas apesta. Entonces, si no te


importa, me gustaría mantener esto en secreto al principio. Si decidimos
contratarte, y si te gusta nuestra oferta, entonces puedo dejar que mi
Reina Bruja descubra cómo anunciar esto.

—Por supuesto. Tiene perfecto sentido para mí —le aseguró Ash.

Francamente, si lo mencionara ahora, su madre se burlaría de ella.


Eso era lo último que necesitaba: ¡Mamá destrozando su autoestima justo
antes de la entrevista más importante de su vida!

—¡Entonces nos vemos mañana!

—¡Mañana a las siete!

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Capítulo Dos
Menos mal que Lucy le había advertido sobre el camino de tierra
porque el “camino” era suficiente para dar pesadillas a cualquier persona
cuerda. Ash había visto pistas de tracción a las cuatro ruedas en mejor
forma.

En pleno verano, la puesta de sol llegaba tarde a Arizona. Lo que,


afortunadamente, significaba que podía ver claramente cada surco,
bache y roca afilada del miserable camino de vacas. Durante casi un
kilómetro y medio, avanzó paso a paso a través de agujeros y se encogió
cuando las rocas resonaban en el eje inferior de su Nissan.

Pero no dejó que eso la asustara, ni siquiera cuando estaba segura


de que su pequeño sedán tocaría fondo en el siguiente bache.

¿Qué Madriguera se quedaría conmigo si soy demasiado gallina


para llegar al sitio de la entrevista?

Sin embargo, se hizo una promesa: tan pronto como recibiera su


primer cheque de pago, iría a comprar una camioneta. Los lugares
arqueológicos no tenían convenientes caminos pavimentados para llegar
a ellos. Si trabajaba para la Madriguera de L.A., necesitaría un vehículo
todoterreno sólido.

La luz del sol brillaba sobre algo en la distancia. Esa luz calmó la
voz nerviosa en su cabeza que le susurraba que se había pasado el desvío
y que ahora se estaba adentrando en el desierto. Más cerca, el brillo se
convirtió en un hermoso Jeep nuevo. Una capa de polvo opacó su elegante
pintura negra, pero ningún barro o abolladuras lo estropearon. ¡Un coche
así podría volar por este estúpido sendero!

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

El Jeep estaba estacionado junto a una antigua casa de adobe con


el techo caído. Una choza destartalada que probablemente costaba una
décima parte de lo que costaba ese coche.

¿Qué podría atraer a un Bruja a un lugar tan desolado? El corazón


de Ash latía más rápido mientras estacionaba. Lucy advirtió que había
un misterio aquí. Resolverlo podría garantizarle un lugar en la
Madriguera de L.A.

Tomó su bolso, saltó y se alisó su falda corta. Un extraño escalofrío


acechaba en el aire. Arriba, el sol caía con implacable ferocidad. A su
alrededor, las olas de calor resplandecían por la tierra. Sin embargo, de
pie ante esta destartalada choza, se estremeció, incluso mientras las
primeras gotas de sudor le corrían por la frente.

Inquieta, agarró su bolso con fuerza.

De acuerdo, hay un hechizo aquí. ¿Y qué? Si me asusta un poco de


magia, ¡será mejor que encuentre otra profesión!

Tranquilo y sensato, ese pensamiento calmó sus nervios. La última


pizca de preocupación se desvaneció cuando la voz burbujeante de Lucy
respondió a su primer golpe.

—¡Adelante Ash!

La puerta se abrió a una ruina. Suelo de tierra, telarañas en cada


esquina. El aire que salía era húmedo y frío. Deslumbrada por el sol de
la tarde, no podía ver mucho. Unas cuantas formas oscuras que podrían
ser una mesa y una silla. Parpadeando, se dirigió hacia la sombra para
dejar que sus ojos se ajustaran.

—Supuse que eras tú —bromeó Lucy—, ya que los coyotes no


pueden llamar. Así que… ¡hola!

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—¡Hola! —Su piel se erizó cuando una corriente de aire se deslizó


por ella. A pesar del tono amistoso de la Liebre, la boca de Ash se secó.
Algo estaba mal aquí. Desesperadamente mal.

Aunque… tal vez ese era el punto. Lucy había dicho que quería ver
si tenía habilidades psíquicas. ¿Era por eso que se reunían en esta
espeluznante ruina?

Una persona se paraba frente a ella en la oscuridad. ¿Lucy? Se


acercó más, tanteando el suelo en busca de agujeros.

Sin avisar, la puerta por detrás de ella se cerró, sumiendo a la


habitación en una completa oscuridad. Por un segundo…

Entonces Lucy hizo clic en una linterna, llenando la decrépita


habitación con una luz pálida.

Lo que reveló envió una ola de miedo a través de Ash.

Su anfitriona estaba de pie junto a una mesa podrida, con una


mano en el interruptor de la lámpara. Parecía… bueno, la Liebre típica.
Delgada como un palillo, una cascada de mechones rojos, y ni una onza
de grasa corporal a la vista. No había sorpresas ahí.

Lo que asustó a Ash fue el hecho de que no estaban solas.

Cinco hombres rodeaban la habitación, de espaldas a la pared, con


los brazos cruzados sobre sus pechos. Con los rostros inexpresivos,
miraban fijamente al frente como maniquíes. Solo la subida y bajada de
sus pechos demostraba que estaban vivos. Bajo sus miradas vacías y sin
alma, ella se estremeció.

La luz tenue le jugó una mala pasada. Una sombra, una mancha
de oscuridad yacía bajo los ojos de cada hombre.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—¿Lucy? ¿Qué está pasando?

La Liebre no respondió, y mientras Ash la miraba más de cerca, vio


sombras bajos sus ojos también. Una pequeña brizna de melancolía que
normalmente descartaría como rímel corrido.

Solo que todos en esta habitación lo tenían. Excepto ella.

—Hermanos. —La voz de Lucy sonó, fría y hueca, y nada como su


habitual personalidad alegre—. Esta es el anfitrión. ¿Quién de vosotros
la usará?

¿Usarme a mí? ¡¿Usarme a mí?! ¿Qué demonios significa eso?

La mano de Ash se deslizó a su bolso y encontró un cilindro familiar


y reconfortante. El spray de pimienta. No estaba indefensa, ni siquiera
ante un enemigo como este. Uno de los hombres bloqueaba la puerta,
pero ella se acercó a él.

Un hombre alto y musculoso con el pelo muy corto respondió


primero.

—Mis ropas son insulsas y han resultado inútiles. Las descartaría.

—Entonces tómala a ella —le instó Lucy.

¿Tomar? ¿Usar? ¿Ropas? ¿Qué diablos significaba eso? Nada de


esto tenía sentido. Pero todo eso aterrorizó a Ash.

Sabía una cosa, sin embargo. Esto no era una entrevista. Era una
trampa.

El matón se volvió hacia ella. No se acercó más, un hecho que le


ofreció un destello de esperanza. Hasta que empezó a llorar.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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“Lagrimas” negras y como tinta brotaron de sus ojos. Bajaron por


sus mejillas en un grueso chorro que empapó su camisa. Más y más, un
torrente que se sumergió en su estómago, bajando por las piernas, para
acumularse alrededor de sus pies. Mientras las últimas gotas de baba
negra goteaban hasta el suelo, el hombre se tambaleó y parpadeó como
si no tuviera ni idea de dónde estaba.

—¿Qué está pasando aq…?

El hombre de la izquierda levantó un arma y disparó dos balas a


quemarropa. Pintando la pared de sangre y hueso.

Ash gritó mientras él se desmoronaba en el suelo empapado de


sombras.

Luego volvió a gritar cuando ese charco de pesadilla empezó a


deslizarse por el suelo hacia ella.

Como el hielo, el miedo la congeló en su lugar. Frío terror


entumeció sus dedos haciendo que casi se le cayera el pequeño cilindro…
su única esperanza. La niebla heló su mente, envolviendo todos sus
pensamientos en un velo de horror.

Solo un pensamiento sobrevivió al ataque del miedo.

Si no corro, estoy muerta.

Esa verdad fue el mazo que rompió el abrazo mortal del miedo.

¿No decían que la mejor defensa era una buena ofensiva? Sacó de
su bolso la pequeña lata de gas pimienta que había estado agarrando y
la descargó en la cara del guardia que bloqueaba la puerta.

El spray de pimienta no era mágico. Tal vez no podría hacer daño


a estas cosas, fueran lo que fueran. Pero devastó sus “ropas”. El tipo

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frente a ella gritó y se tambaleó, arañándose la cara. Dándole el segundo


que necesitaba para poner un brazo sobre sus propios ojos y salir
disparada por la puerta.

Aullidos de indignación llenaron el aire. Sin una sola mirada hacia


atrás, Ash salió corriendo hacia su coche.

Y vio a otro matón esperando a su lado.

Levantó el spray de pimienta de nuevo y soltó otro chorro. Pero a


este hombre no le tomó desprevenido. Se alejó corriendo, cubriéndose la
cara. Los gases lo rodeaban pero, aunque se ahogó, el agarre a la puerta
de su coche nunca vaciló.

No podía abrirse paso a la fuerza para pasar junto a él. Incluso si


lo hiciera, estaría cegada por su propio spray.

Pasos tronaban detrás de ella. Sin pensarlo, salió corriendo de la


cabaña en ruinas.

El camino. A kilómetro y medio de distancia, era su única


esperanza. Podría correr hasta allí.

¿No podría?

Las maldiciones sonaron por detrás mientras subía por la


carretera. Luego, el sonido de un motor de Jeep rugiendo a la vida…

Dejar atrás a los mercenarios era algo dudoso. Dejar atrás a un


coche, imposible. Solo el desierto ofrecía alguna esperanza. Abandonó el
camino, atravesando la salvia y los matorrales.

El Jeep hizo lo mismo.

Desesperada, escudriñó el horizonte en busca de cualquier


obstáculo que pudiera frenar a su enemigo. ¿Piedras? ¿Colinas?

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¡Allí!

Un barranco, de un metro y medio de profundidad, dividía la tierra


reseca. Una grieta demasiado profunda para que la cruzara un Jeep.

Ash se dejó caer al suelo en su borde y se descolgó hacia abajo,


siseando de dolor mientras las rocas le cortaban las piernas. Con un
golpe cayó en el fondo…

Y se encontró cara a cara con un enorme Lobo negro.

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Capítulo Tres
Ni siquiera Metallica pudo salvar este día.

Rodeado por su ritmo trepidante y sus salvajes acordes de guitarra,


Lucas Clay, volaba por la carretera, luchando para escapar de sí mismo.

En algún lugar detrás de él un grupo de turistas entraba en


estampida en la oficina de Sunrise Tours hirviendo de indignación y con
la intención de presentar una queja formal.

¡Nuestro guía nos abandonó, nos abandonó, a mitad de camino! Si


no hubiéramos podido seguir el camino, nos hubiéramos PERDIDO en el
desierto y MUERTO.

Lucas resopló. Un sendero pavimentado de un metro de ancho era


bastante difícil de perder. Pero si alguien pudiera lograrlo, eran esos
payasos. Un padre que no dejaba de hablar sobre valores derivados y de
la cantidad de dinero que había hecho. Una madre que aparentemente
se había ahogado en un tanque de perfume esa mañana y empapó el
desierto en su enfermizo y dulce hedor. Luego tres mocosos que solo
dejaron de quejarse el tiempo suficiente para meter otra barra de
caramelo en sus fauces abiertas.

Durante dos horas completas los había soportado. Su ruido. Su


hedor. Recogiendo la basura que arrojaron por el desierto y explicando,
una vez más, que no, que no estaba mucho más lejos. A nadie le importó
un comino su discurso sobre las maravillas del desierto o los trucos que
usaban los animales para sobrevivir en este duro entorno.

Cuando por fin llegaron al mirador, a nadie le importó la vista.


Todos se apresuraron a ir a los retretes y luego salieron tambaleándose,
chillando por el olor.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—¡Dijiste que habría instalaciones! —se lamentó la Señora Huelo-


un-Montón.

—Señora, estas dependencias se limpian con regularidad y…

—¡Mamá, tengo que ir! —aulló el pequeño Johnny—. ¡Tengo que ir


ahora mismo!

—Increíble —gimió el Señor Derivados—. ¿Quién dirige este


infierno?

—El Departamento de California…

—¡¡¡¡Mammmmiiiii!!!!

—…de Parques y…

—¿Dónde va a hacer sus necesidades mi hijo?

—…Recreación es responsable…

—¡Mami, tengo que hacer pis! —Ahora Timmy y Jimbo se unieron


al estridente coro.

Eso fue todo. Un chillido agudo e infantil más. Lo siguiente que


supo Lucas es que estaba trotando por el sendero hacia la carretera y
lejos de estos idiotas. Las estridentes quejas se desvanecieron en la
distancia hasta que no quedó nada excepto la brisa del desierto y el golpe
de sus botas de senderismo en el pavimento caliente.

Criminal. Completamente irresponsable. Así es como Sunrise Tours


lo llamaría.

Como Moab Outfitters. Y Grand Canyon Adventures. Y todas las


demás empresas para las que había trabajado.

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Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Bueno, eso es lo que obtenían por contratar a un monstruo.

Metallica, estuvo de acuerdo. Sad But True5 gimió por los altavoces.
Esa era su vida en tres palabras.

La gente normal ponía su educación a trabajar. Pagaban sus


deudas y mantenían trabajos estables. Sus novias se convertían en sus
esposas. Se establecieron y formaron familias y todos a su alrededor se
maravillaban de lo maravillosa que era su vida.

¿Pero Lucas? No era una persona.

Era un monstruo. Un hombre Lobo.

Los monstruos no trabajaban de nueve a cinco.

Oh, lo intentó. Encantador cuando lo quería ser, delgado y en


forma, no tenía problemas para conseguir trabajos en la recreación al
aire libre. ¿Pero podía mantenerlos? No. Porque eso siempre estaba ahí.

Ahora podía verlo por el rabillo del ojo, el espíritu que lo perseguía.
Un Lobo peludo de patas largas, con un pelaje negro como la medianoche,
siempre acechando cerca. Sentía su rebelión cada vez que su jefe le daba
una orden. La rutina aburría al Monstruo. Soñaba con la caza, con cantar
bajo la luna. Por mucho que intentara trabajar duro, tarde o temprano
su mente seguía al Monstruo hasta el desierto. Los deberes, el trabajo,
las obligaciones… todo quedaba olvidado. Hasta que volvía a sus cabales
y encontraba una carta de despido esperándole.

El Monstruo tampoco era una ilusión. Era un demonio, una


criatura sobrenatural. En los días malos, tomaba el control de su cuerpo.
Su hambre, su anhelo crecía demasiado para ser negado. Cuando eso
sucedía, Lucas se perdía a sí mismo. La piel estallaba por todo su cuerpo.

5
Sad But True: Triste pero verdadero.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Le brotaban garras, colmillos. Cuando no quedaba ningún rastro de su


ser humano, escapaba al desierto. Corriendo, olfateando, aullando.
Perdido en los simples placeres animales

Vivía aterrorizado por el día en que perdiera el control y cambiara


de forma delante de alguien. Le dispararían como a un perro. O como a
un Lobo, reflexionó.

Eso era lo que le pasaba a los monstruos en las películas, ¿verdad?


La gente normal los mataba.

Así que vagaba por la vida, de un trabajo a otro. Nunca se quedaba


mucho tiempo en un lugar. ¿Novias? Ninguna. No podía dejar que nadie
se acercara, no con el secreto que guardaba.

No. Era un solitario, un perdedor. Algunos días deseaba que sus


abuelos lo hubieran ahogado cuando descubrieron que era un hombre
Lobo.

Por supuesto que sabía lo que el abuelo diría a eso. Le daría una
bofetada en la cabeza y resoplaría: “Deja de ser un idiota y vuelve al
trabajo”. Y la abuela sería peor. Solo suspiraría su nombre. “Oh, Lucas”.
Decepcionada. Como si no tuviera el sentido común que Dios le dio a una
gallina roja.

Maldición, los extrañaba. Mirando la tierra estéril que pasaba, se


dio cuenta de que no había estado en casa en más de un año. Demonios,
ni siquiera había llamado en dos meses.

Era hora de arreglar eso.

Abandonó la interestatal, optando por las carreteras secundarias


más lentas. Metallica fue reemplazada por una lúgubre canción country
que (él esperaba) enfriara su ira. Calmara sus nervios, tranquilizara a la
Bestia, antes de que fuera a casa.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Era un buen plan. Si el hogar hubiera estado más cerca, podría


haber funcionado. Pero tres horas en el coche volvían loco de
aburrimiento al Monstruo. En su cabeza gimió, se inquietó. Amenazó con
cambiar en este mismo momento, ¡a la mierda la conducción segura!

Bien. El estúpido Lobo era tan quisquilloso como esos niños


turistas. Una pequeña carrera debería calmarlo.

En una pequeña parada al norte de Yuma, Arizona, salió y dejó que


la primera brisa de la tarde le erizara el pelo oscuro y rebelde. La Bestia
brincaba emocionada, más como un perro juguetón que como un
monstruo. Le resultaba difícil odiar a la Cosa cuando se ponía así.

Con una rápida mirada para asegurarse de que estaba solo, se


desnudó, tiró la ropa en la parte trasera de su Honda, y cambió.

El mundo a su alrededor floreció. Las orejas puntiagudas se


alzaron, atrapado los suaves deslizamientos de los ratones y lagartos. Su
aguda nariz absorbió los olores del desierto. Todo su cuerpo acogía la
caricia del viento que se deslizaba por su piel.

Entonces, se rindió al Monstruo y corrió. Atravesando las rocas y


enebro, los músculos cantando con poder y fuerza. Consumido por la
alegría de correr libre.

No sabía cuánto tiempo duró eso. Pero el sol aún estaba en el


horizonte cuando oyó a una mujer gritar. No muy lejos.

Se detuvo, jadeando, con las orejas en alto.

Otro grito.

Trotó hacia adelante, lentamente al principio, luego más rápido,


rompiendo en una carrera. Alguien estaba en problemas. Su mitad

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

humana se preocupaba profundamente. Incluso el Monstruo, ansioso de


luchar, se estremeció de emoción.

En algún lugar, un coche arrancó. Abajo, junto al suelo en su forma


de Lobo, no podía verlo. Sin embargo, mientras ronroneaba más cerca,
vio la columna de polvo que levantaba. Saltó a un pequeño barranco y
trotó a lo largo de la hondonada, manteniendo al coche fuera de la vista.

De repente, apareció una figura en el borde de la caída.

Una mujer estaba parada sobre él, una que no estaba vestida para
caminar por el desierto. Una falda plisada azul bastante severa y una
blusa blanca almidonada dejaban ambos brazos y piernas expuestos a
las espinas ocultas del desierto. Ya podía ver una fina tela de arañazos
sangrientos que estropeaban esas bien formadas pantorrillas.

Su rostro, suave y redondo, habría sido dulce si no fuera por el


terror que retorcía sus deliciosos rasgos en una máscara. Ella ni siquiera
lo había visto todavía. Lo que fuera que la perseguía la asustaba más que
el riesgo de las rocas y las serpientes de cascabel entre ellas.

Con un silbido de dolor, la chica se deslizó por el barranco,


ganándose otra salpicadura de cortes. Retorciéndose, se puso de
rodillas…

…y se congeló cuando finalmente vio al monstruo que la esperaba.

Oh, diablos. ¿Y ahora qué? Lucas se encontró perdido. Incluso el


Monstruo, al no encontrar nada que atacar, se quedó callado.

Pero la chica no. Gruñó desafiante y le agitó un pequeño bote. El


hedor que emanaba de él le prendió fuego a la nariz del Monstruo.

—¡Déjame en paz —le gritó—, o ayúdame, o entonces te vaciaré esta


cosa encima!

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Lloriqueando, Lucas se echó hacia atrás. ¿Qué clase de lunática


hablaba con un Lobo? El Monstruo lo instó a correr, no quería tener nada
que ver con algo que olía tan mal. Por muy tentador que fuera, Lucas
luchó contra ese impulso. La mujer había gritado. Necesitaba su ayuda,
incluso si no sabía que él estaba de su lado. En lugar de huir, movió su
cola un poco, esperando calmar a la frenética mujer.

Por encima de ellos, un Jeep se deslizó hasta detenerse con un


rocío de grava. Dos enormes culos malos se amontonaron fuera. La mujer
se alejó de ellos. Su brazo se balanceaba hacia adelante y hacia atrás
mientras trataba de cubrir a los hombres y al Lobo con su spray de
pimienta.

Violadores, probablemente. Los dientes del Monstruo se


desnudaron de sus colmillos mientras una furia roja se hinchó en su
corazón. Escoria de la tierra.

Bueno, sabía cómo tratar con los violadores. Incluso podía ver
ahora los titulares.

Lobo rabioso muerde a los violadores.

El Monstruo amaba este plan.

¡Muerde! ¡Persigue! ¡Ataca!

Poderosas ancas lo lanzaron al aire. Aterrizó al lado de un hombre


y hundió sus dientes en la pantorrilla del tipo, sus afilados colmillos
desgarrando sin esfuerzo sus gruesos vaqueros.

¡Disfruta de tus vacunas contra la rabia, idiota!

El matón gritó, un sonido inmensamente satisfactorio. Su amigo,


sin embargo, solo maldijo con molestia.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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¡No era la reacción normal al ataque de un Lobo! La primera


corriente fría de duda barrió a Lucas. Y se profundizó cuando vio dos
figuras más.

Al lado de cada hombre había un gran Lobo gris. No un Lobo de


verdad. No, estas criaturas eran fantasmas. Cosas como la Bestia que
solo él podía ver.

¿Eso significaba que eran monstruos como él? ¿Qué no era el único
hombre Lobo de la Tierra?

El tipo al que había mordido se derrumbó, agarrándose la pierna.


Sus gritos se hicieron más fuertes, más desesperados, y una especie de
extraña luz plateada salió de debajo de sus dedos. Lucas estaba a punto
de descartarlo como un completo debilucho cuando la espalda del
hombre se arqueó bruscamente, sus mandíbulas abriéndose de par en
par, y de repente un géiser de suciedad negra irrumpió en el aire.

La rabia se apoderó de Lucas. El mundo se volvió rojo cuando el


Monstruo tomó el control y se lanzó hacia adelante. Horrorizado, se
defendió, ordenando a su cuerpo que se fuera. Esta vez su Lobo no podía
ser negado. Su ira lo inundó, lavando todo pensamiento consciente
mientras atacaba.

¡Chasquido! Sus dientes atravesaron el spray y se juntaron. La


suciedad, aceite y podredumbre, llenaron su boca. El sabor enfermaba a
Lucas, pero el corazón del Monstruo cantaba de alegría.

¡Esto! ¡Esto es lo que hacemos! ¡Esto es lo que somos!

La inmundicia explotó. La baba negra desapareció en una


bocanada de humo nocivo. Mientras lo hacía, los gritos del hombre
mordido se apagaron y se desplomó, apenas consciente.

Su amigo, sin embargo, maldijo y sacó una pistola.

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Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Desafortunadamente para el matón, el Monstruo no era fácil de


matar. Mientras Lucas luchaba por recuperar su ingenio, su Lobo ya
volaba para la siguiente matanza. Un disparo sonó. Esquivó ágilmente y
sintió que una bala le rozaba el pelaje. Entonces estuvo cerca, demasiado
cerca para que disparara. Saltando por el brazo del hombre, tiró del arma
hacia arriba, con los dientes apretando una muñeca peluda.

Otro grito terrible. Otra fuente de inmundicia disparada por el aire.


El Monstruo saltó a su encuentro, con los colmillos brillando. Una vez
más, el repugnante desastre se evaporó mientras lo hacía pedazos.

Aterrizó suavemente al lado del Jeep. Agazapado. Listo para


derribar la siguiente amenaza.

No llegó ninguna. Los dos hombres se retorcían en el suelo,


gimiendo y aturdidos. Esos fantasmales Lobos-Monstruos se
acurrucaron cerca de ellos, con las cabezas inclinadas sumisamente ante
su propio Monstruo furioso.

En algún lugar en la distancia se disparó un tiro. Una bala chirrió


en una roca a su derecha.

Seis matones más estaban corriendo a través del desierto hacia él,
todos fuertemente armados. Fuera del alcance de las armas por ahora,
aunque eso no duraría.

¡Hora de irse!

Escondido detrás del Jeep, desterró al Monstruo. Por una vez,


saciado por sus “muertes”, el Lobo no discutió. La piel y los colmillos se
encogieron y cuando volvió a ser humano, se acercó cautelosamente al
borde del barranco.

—¿Señora? ¡No dispare! Estoy de su lado.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ella ya había guardado el spray de pimienta y se dirigía a su lado.

—Ya lo sé. No estoy ciega.

¿Qué demonios significa eso? Ella no podía saber que él era un


hombre Lobo.

¿Podía?

Ya se preocuparía por eso más tarde.

—Tenemos a tipos malos viniendo. Tenemos que salir de aquí.

—Correcto. —Ella pasó a toda velocidad junto a él y saltó detrás


del volante del Jeep que seguía en marcha sin notar o preocuparse de
que él estuviera completamente desnudo, ya que había dejado su ropa en
su Honda.

Um, vale, genial. Así que ella iba a conducir y…

Otra bala dio en el guardabarros del Jeep.

—¡Sube ya! —gritó la mujer.

Buena idea. Lucas se subió. Antes de que su puerta se cerrara, ella


puso el Jeep en marcha y pisó el acelerador.

Y tanto por él rescatando a una damisela en apuros. Mientras


rebotaban por el desierto, se abrochó el cinturón de seguridad y se aferró
por su vida.

Y se preguntó qué tipo de mujer acababa de “rescatar”.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Capítulo Cuatro
Chillando a todo pulmón, el sermón de mamá no hizo nada para
calmar los nervios de Ash. Pero cuando colgó el teléfono, sabía que era
una idiota una docena de veces. Por creer que una Madriguera la querría.
Por aceptar una “entrevista” secreta. Por no aceptar las limitaciones
naturales de los Kin Cambiaformas. No, no le quedaba nada por hacer
salvo olvidar que este incidente había ocurrido. La Madriguera de Sedona
haría un seguimiento. No, ella no podía ayudar. No, no necesitaban nada
de ella. No.

Solo… no.

El Honda del extraño era un horno, calentado hasta el punto de


ebullición por el sol de la tarde. Cerrando los ojos, se golpeó la cabeza
suavemente contra el salpicadero. En la radio, un cantante de música
country se quejaba de la mujer que lo había dejado.

La puerta se abrió de golpe y su salvador, ahora ya completamente


vestido, saltó adentro.

—Está bien, las llantas del están Jeep cortadas. Solo para
asegurarnos, arrojaré las llaves entre los arbustos a unos tres kilómetros
más adelante. Salgamos de aquí antes de que esa gente aparezca.

A ella le pareció bien. Ash le ofreció una sonrisa cansada.

—Soy Ash Anderson, por cierto. Gracias por salvarme ahí atrás.

Parpadeó, como si su gratitud lo sorprendiera.

—Supongo que así fue, ¿no? Lucas Clay. Encantado de conocerte.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Fiel a los Kind Lobo, era delgado y esbelto. Cabello castaño barrido
por el viento se derramaba alrededor de un rostro cincelado en piedra
arenisca. El sol había quemado su piel hasta un marrón miel oscuro. A
diferencia de la mayoría de los Lobos, él conducía un Honda, no una
Harley. Y su ropa era… extraña. Pantalones cortos beige que dejaban al
descubierto sus piernas largas y musculosas. Una camisa a juego con el
nombre de “Sunset Tours” y “Lucas” bordado en ella. Sin joyas, excepto
un gran anillo de plata, como un anillo de graduación, en su mano
izquierda.

No era la habitual vestimenta de moteros que adoraban los Lobos.


Además, “Sunset Tours” sonaba sorprendentemente mundano. Era un
poco extraño pensar en un Lobo con un trabajo estable. Mamá odiaba a
los de su Kind. Ella había dejado a Ash con la impresión de que todos los
Lobos se ganaban la vida robando y traficando con drogas.

Lucas salió a la carretera vacía y bajó la música.

—¿Por qué no buscas en Google dónde está la comisaría de Yuma?


Esa es probablemente la más cercana.

¿Estaba bromeando?

—¿Por qué querríamos hablar con la policía?

—¿Porque esos tipos nos estaban disparando? Y asumo que


hicieron algo para hacerte gritar así.

—Bueno, sí, pero son Cambiaformas. Nunca involucras a los


mortales en los problemas de los Cambiaformas. —Ash resopló con
incredulidad—. ¿No te enseñaron tus padres eso tan pronto como pudiste
caminar?

Él le lanzó una mirada cautelosa, ¡cómo si fuera ella la que


estuviera diciendo tonterías!

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Mis padres están muertos, pero no, mis abuelos nunca lo


mencionaron.

—¿Sand o Sage?

—¿Qué? —Su inquietud parecía crecer. Empezó a preocuparse de


que él la lanzara a un lado de la carretera.

—¿Big River? ¿De qué Manada eres?

—¿Manada…? —Su pie soltó el acelerador y el Honda comenzó a


disminuir la velocidad.

¿Por qué eso no estaba claro?

—Eres un Lobo. ¿De qué Manada vienes?

Como un hombre en una silla eléctrica, Lucas se sacudió y se


quedó rígido como una tabla. Con los nudillos blancos, sus manos se
aferraron alrededor del volante en un agarre mortal. Sus ojos, abiertos y
asustados, miraban fijamente al frente.

—¿Por qué me llamaste Lobo? —Él pensó que había sido muy astuto
al ocultar su verdadera naturaleza allí. ¡Y por qué no estaba ella
absolutamente enloquecida!

¿Qué le pasaba a este tipo?

—Porqué te transformaste allá atrás en el… ¡oh, Dios! —Una


bombilla se encendió en su cabeza. ¿Padres muertos? ¡Comprobado!
¿Ignorancia de las reglas más básicas de los Cambiaformas?
¡Comprobado!—. Eres uno de los Perdidos, ¿verdad? Solo que tú no lo
sabrías, por supuesto, porque eres un Perdido. Vale, mira, te conviertes
en un Lobo, ¿verdad?

No dijo nada, los ojos muy abiertos pegados a la carretera.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Y no conoces a nadie más que haga cambios de forma, ¿verdad?

—¿Hay… otros? —Su agarre mortal al volante se suavizó


ligeramente.

—Sí. Un montón de ellos, y se llaman Cambiaformas. Tienen su


propia sociedad, sus propias reglas.

—¿También eres un Lobo? ¿Por qué no cambiaste de forma?

—No, solo soy una Kin. —Solo. Incluso ella no pudo evitar añadir
eso—. Eso significa que soy hija de un Cambiaformas, pero no heredé la
habilidad de Cambiar de forma.

—Así que fuiste criada por Lobos.

—Liebres.

—¿Existen los conejos Cambiaformas?

¿Conejos Cambiaformas? ¡Oh, tenía que llamar a su madre así la


próxima vez que pelearan! Riendo, Ash asintió.

—Sí, más o menos. Mira, hay un montón de cosas que debería


decirte. Volvamos a Phoenix. Allí es donde vivo. Entonces podrás
preguntarme cualquier cosa.

—¿Qué vamos a hacer con esos, eh, Cambiaformas de ahí atrás?


Quiero decir que no podemos simplemente irnos…

—He llamado a la Madriguera de mi madre, así es como se llama a


un grupo de Liebres Brujas. Se encargarán de ello.

Y no querían ninguna ayuda. Mamá había dejado eso


perfectamente claro.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Conejos Brujas… —murmuró Lucas, ganándose otra sonrisa de


ella.

¡Oh, esta iba a ser una charla divertida!

*****

De vuelta en su apartamento de Phoenix, Ash dejó a Lucas en el


sofá y procedió a poner su mundo aún más patas arriba.

Como Kin, ella sabía todo sobre los Perdidos. A veces los niños
Cambiaformas se separaban de sus familias, ya fuera por muertes o por
negligencia. Solos, sin nadie que les explicara su don, se consideraban
monstruos.

Disipar ese miedo la deleitó. No, él no era un monstruo. Toda una


sociedad de Cambiaformas lo esperaba, una comunidad secreta de miles.
Gente como él que se transformaba en animales: Liebres, Ratas, Lobos,
Osos, todo tipo de cosas. Incluso Dragones. Él era normal, incluso con
talento.

Y no estaba solo.

Varias veces Lucas se puso de pie tambaleándose y caminó de un


lado a otro. Los Lobos hacían eso, lo sabía. El movimiento… correr,
caminar… le ayudaba a lidiar con las emociones fuertes. Cada vez, Ash
esperaba pacientemente hasta que se controlaba. Toda una vida de
defensas, de soledad y fracaso, se estaba desmoronando.

Sin embargo, no toda la charla fue agradable. Aunque la mayoría


de los Cambiaformas eran buenos ciudadanos respetuosos de la ley,
había excepciones, especialmente entre los Lobos. Y cuando los
Cambiaformas se volvían rebeldes, se volvían malos a lo grande. Los locos
negaron su humanidad y degeneraron a asesinos en serie. Los arrogantes
que se creían por encima de la ley atacaban a cualquiera que se les

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

cruzara. Los peores Cambiaformas se unieron a los Colmillos de Apophis,


una cábala secreta liderada por Dragones caídos. Asesinos y ladrones,
esclavizaron a los Cambiaformas más débiles.

Noticias terribles para Lucas, pero sería un pecado no advertirle de


los peligros de su nuevo mundo. Recientemente los Colmillos habían
estado muy activos en la región de los Four Corners6, lo que hizo que su
advertencia fuera aún más crítica. Lo que ellos tramaban, nadie lo sabía.

No es que Lucas pareciera preocuparse mucho por los Colmillos.


Los enemigos lo inquietaban menos que el descubrimiento de la sociedad
de los Cambiaformas. Casi le hizo reír… hasta que recordó por qué.

Él ha estado solo toda su vida. “Maldito” por un poder que lo alejó


de los amigos y familia. Ahora descubre que tiene un pueblo, un lugar al
que pertenece. Comparado con eso, ¿a quién le importan unos cuantos
criminales?

—¿Hay algo más que quieras saber? —le preguntó la siguiente vez
que pasó por delante.

—No, creo que mi cerebro está lleno.

Las comisuras de sus labios se crisparon.

—¿Puedo traerte algo de comer o beber? Nos saltamos la cena. Oh,


y puedes pasar la noche aquí. El sofá es bastante cómodo.

Si quería dormir allí, quería decir. Quién sabe lo que le esperaba.


No era la primera vez que Ash le robaba una mirada furtiva a su huésped.

Horas después de la pelea, Lucas Clay era un desastre. Machas de


tierra manchaban sus mejillas mientras su ropa, polvorienta y empapada

6
Four Corners: Cuatro Esquinas. Ya mencionado antes, la región donde se unían los
límites de cuatro estados.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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de sudor, se aferraba a su cuerpo. A Ash no le importó ni un poco. Una


camisa más holgada habría ocultado las delicias de su delgado y
musculoso cuerpo. La aguda definición de sus abdominales, la hinchazón
de sus bíceps. Esas “sombras” de suciedad resaltaban sus pómulos y su
fuerte barbilla. Sobre ellos, unos ojos marrones brillaban, cálidos y
sensuales. La suciedad y el sudor lo envolvieron en un aura
sorprendentemente masculina. Una sensación de salvajismo y peligro
que le provocaba un feroz anhelo.

—Sabes, en realidad no tengo mucha hambre. —¿De qué hablaba?


¡Oh, claro! ¡Su pregunta! Estaba tan ocupada admirando las vistas que
se había olvidado por completo de eso—. Hay una cosa que realmente
podría venirme bien, sin embargo.

—¡Claro! ¡Cualquier cosa!

—¿Puedo usar tu ducha? Pasé el día haciendo senderismo y


luego… ya sabes.

Bueno, maldita sea, ¡ahí se fue su desastre! No es que ella pudiera


negarle un baño.

—Por supuesto. Es a través de mi dormitorio. Las toallas están allí.

Mientras él se limpiaba, ella arregló el sofá. Sábanas, manta,


almohadas. Luego, una revisión rápida para asegurarse de que había pan
fresco y los complementos para sándwiches, por si el hambre superaba a
alguno de ellos en mitad de la noche.

No le llevó mucho tiempo, pero cuando terminó escuchó que el


agua se había cerrado. Un momento después Lucas se aclaró la garganta
detrás de ella.

—¿Tienes una lavadora?

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ash se giró, sonriendo.

—Claro. Está en… oh.

No debería haberla sorprendido. Él solo tenía una muda de ropa, y


si necesitaba lavarlas, no la llevaría puesta. Todo muy lógico. Aún así, la
vista que la esperaba fue un shock y una delicia.

¡Esa ducha no había arruinado su “desorden” en absoluto! Rizos


rebeldes de pelo marrón húmedo se aferraban a su frente, con la puntas
con brillantes gotas de agua. Un brillo húmedo cubría su cuerpo y dejó
gotas de agua que brillaban en medio del vello de su pecho. Todo lo que
usaba era una toalla que se había puesto despreocupadamente alrededor
de sus caderas. Debajo de ella, podía finalmente ver las delicias que sus
pantalones cortos le habían ocultado. Pantorrillas tensas, muslos
poderosos y largas, largas piernas

Las piernas de un Lobo. Un cazador. Un depredador. Su corazón


latía más rápido cuando las imaginó a horcajadas sobre ella, presionadas
contra sus caderas, su cuerpo atrapado en su apasionado abrazo.

—¿Qué decías?

¿Qué decía? ¡Oh, claro! ¡La lavandería!

Con las mejillas ardiendo, forzó sus ojos hacia arriba, lejos de esos
tentadores miembros.

Y encontró a Lucas sonriendo de oreja a oreja.

Santo cielo. ¡Aquí estaba ella, comiéndoselo con los ojos como si
fuera alguien en traje de baño de las páginas centrales!

—Lo siento. No quise… quiero decir… es solo que… te ves muy bien.

—Con una toalla. —Los ojos marrones brillaban con humor.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Um, sí. —¿Podría ser más tonta? El rubor de Ash se profundizó


aún más.

—Es bastante cómoda. Podrías probarte una también. Si quieres.

¿Una toalla? ¿Estaba sugiriendo…?

Por primera vez, ella notó su mirada. Cómo la estudió,


deteniéndose sobre el cuello de su blusa mientras se hundía entre sus
pechos. Cómo sus ojos se deslizaban a lo largo de su cuerpo, saboreando
las suaves y bronceadas curvas de sus propias piernas.

Que estaban cubiertas de polvo, al igual que su ropa.

—¿Sabes qué? Tienes razón. A mí también me vendría bien una


ducha. Y luego… —Dejando a un lado todas sus preocupaciones, se
lanzó—. Entonces creo que me voy a dar una oportunidad con una de
esas toallas.

Pasando por delante de él, se dirigió al baño, sorprendida por su


propio descaro.

Normalmente no me gustan las citas y el sexo en la primera cita.


Pero había algo en este hombre que la empujaba. ¿Y sabes qué? Después
de hoy, ¡me merezco algo de diversión!

Se quitó la ropa sucia y entró en la ducha. El vapor siseó a su


alrededor cuando el agua caliente acarició su piel y barrió los últimos
rastros de la suciedad del día. Inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que
el agua la bañara.

Las gotas se deslizaron por sus pechos, burlándose de los pezones


que se habían despertado al ver la piel desnuda de Lucas. Un suave
suspiro de placer se deslizó entre sus labios mientras se ofrecía al
golpeteo del agua. Las olas cayeron en cascada por su cuerpo. Tejiendo

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Serie Cambiaformas de la Égida
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alrededor de sus pechos. Deslizándose por su estómago. Luego se enroscó


juguetonamente entre sus muslos, donde creció un delicioso fuego.

El olor a madera de sándalo llenó el aire, un remanente de la ducha


de Lucas. A media que se enjabonaba, se hacía más fuerte. Dulce pero
fuerte, insinuando bosques oscuros y misteriosos. Lo respiró mientras
pasaba la barra a lo largo de su brillante piel. La espuma se unió a las
corrientes de agua que se resbalaban por su cuerpo. Las burbujas
susurraban a través de su piel ya excitada. Se burlaban del vello mojado
de su sexo, como los dedos de un amante fantasmagórico.

Una vez más se rindió al agua. Volviéndose, los ojos cerrados de


felicidad, mientras se enjuagaba. Un momento, una última pausa para
disfrutar de su calor purificador. Entonces cerró el agua. Saliendo en
medio de la niebla, encontró una toalla y se secó. Un paño de algodón la
cubrió, borrando todo rastro de esa seductora humedad. Más áspero que
el sinuoso abrazo del agua, emocionó su cuerpo, removiendo su sangre
aún más.

Envuelta alrededor de su pecho, la toalla escondía sus pechos y su


sexo… apenas.

Con la respiración rápida y superficial, salió del humeante baño.


Buscando al hombre que cumpliría las promesas vacías de la ducha.

Lucas la esperaba en la cama. Ojos codiciosos la devoraban


mientras salía de la niebla. Se quedaron fijos en la base de la toalla,
atraídos por los destellos de vello húmedo que revelaba. Hambrientos.
Rogando por más.

Su propia toalla había sido abandonada, tirada a un lado.


Despojado de su cubierta, él yacía allí, en todo su esplendor masculino.
Pecho cincelado, culo apretado, músculos elegantes. Todo esto era suyo,

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al menos por esta noche. El eje de su hombría se asomaba, ya cada vez


más ansioso.

Sus dedos encontraron el nudo de su toalla. Esta noche, ninguna


ropa los separaría. No había que andar a tientas con los sujetadores, no
había botones que deshacer. Un tirón liberó su cuerpo. Su toalla cayó
flotando en el suelo y, desnuda, se quedó de pie al lado de su amante.

Lucas se levantó para encontrarla. Fuertes brazos la rodearon,


acercando sus cuerpos. Vello castaño rozó sus pezones mientras la
arrastraba hacia su pecho. El oleaje de su hombría se acarició contra el
de su propio sexo, provocando un delicioso dolor. Tocado por su propia
humedad, su polla se puso tiesa, hambrienta.

Una mano callosa, áspera por el trabajo duro, le agarró la barbilla


y la levantó. Los labios se encontraron, enviando un escalofrío por la
columna vertebral. Sus brazos se enroscaron alrededor de su cintura y
dejó que sus curiosas manos exploraran su cuerpo. Primero las curvas
cerradas de su culo, caliente bajo sus dedos. Ella se deslizó más abajo,
moviéndose a lo largo de las líneas firmes de sus muslos, y luego
subiendo por la espalda y hombros. Tan duro, tan poderoso. Tan
diferente de su propio y delicado cuerpo.

Sus labios se separaron, una ruptura que la dejó dolida por la


necesidad. Rápidamente, sin embargo, su boca volvió a probar su
garganta, el pulso de su corazón golpeando contra sus labios.
Levantándose a lo largo de la curva de su cuello, sus labios encontraron
el lóbulo de su oreja, escondido bajo el pelo húmedo. Lo chuparon
hambrientos, mordisqueándolo, haciéndole cosquillas en una risa
encantada. Una vez más su boca volvió a la de ella. Bajo su toque, sus
labios se separaron. Su lengua, juguetona, curiosa, se lanzó a través de
ellos. Explorándola, reclamándola.

41
Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

El deseo ardía dentro de ella, despertando un calor feroz. Cuando


sus bocas se separaron de nuevo, ese anhelo la dejó temblando. Sacudida
por una necesidad, un hambre, que no podía ser negada.

Un hambre que Lucas compartía, y que pretendía saciar.

La tomó en sus brazos, una extravagante y deliciosa muestra de


fuerza. Mientras ella gritaba con placer, él se giró y la arrojó sobre la
cama. Un rebote, una risa… y luego se abalanzó sobre ella.

Los brazos le sujetaron los hombros. Sus muslos presionaron


contra sus piernas, tal como ella había soñado en la ducha. Sostenido
por fuertes brazos, su cuerpo presionado contra ella, lo suficientemente
pesado para mantenerla quieta. Un calor embriagador y delicioso la
recorrió. La sensación de estar atrapada en una trampa de la que nunca
quiso escapar.

Más fuerte ahora, más rápido, esos besos regresaron cuando


reclamó a su “cautiva”. A través de su vientre, el calor de su pecho se
burlaba de su sexo. Luego su boca se elevó para tomar el premio de sus
pechos, los besos rodearon sus globos y sus pezones se endurecieron con
un fuerte anhelo. Atraídos por su necesidad, sus labios se curvaron a su
alrededor. Chupando, el látigo de su lengua arrancó gemidos de placer
de ella.

Esos gritos lo excitaron, completamente. Dura, erguida, exigente,


su polla rozó su húmedo vello. Mientras su necesidad la devoraba, Ash
se retorcía, rogándole en silencio que terminara con esta exquisita
tortura.

Él hizo un gesto interrogativo…

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Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿No deberíamos conseguir un…? —Pero ella sacudió la cabeza


con impaciencia y dijo—. No, está bien… —Mientras intentaba acercarlo
de nuevo.

En lugar de eso, él se puso de rodillas, elevándose por encima de


ella. Un pilar de fuerza y poder. Su hombría espesa y lista, gloriosa en su
necesidad. Una vez que eso se resolviera, ¿seguramente la tomaría,
entonces, empujándola dentro de ella? ¿Llevando a ambos al clímax que
necesitaban?

Pero no, ese momento no había llegado. Aún quedaban alturas de


pasión, y él no se las negaría.

Con manos seguras y hábiles, Lucas volteó a Ash sobre su


estómago y la guió hasta ponerla de rodillas. Esa posición, tan extraña,
tan exótica, llevó su excitación a un punto febril.

Él bajó, cerca pero en alto, de modo que nada de su peso cayó sobre
ella. Sintió el calor de su pecho contra su espalda, el cosquilleo de su
vello contra su suave piel. Su hombría sobresalía entre sus piernas,
frotándose contra los pelos inferiores de ella. Tentando, burlándose,
volviéndola casi loca de necesidad.

Se inclinó hacia ella, el primer indicio de su peso la tocó. Los besos


se esparcieron por sus hombros y por la nuca, mientras escalofríos de
placer la sacudían. Una de sus manos se elevó a sus pechos.
Acariciándolos, ahuecándolos, mientras ella se derretía bajo sus besos. Y
siempre su polla estuvo allí. Deslizándose contra sus labios inferiores.
Deslizándose por su pelo del pubis. Burlándose de ella con su cercanía.

Suavemente levantó su otra mano, probándola. Arrodillado, su


peso no era grande como ella esperaba. La vista de él, con su silueta
encima de ella, la llenó de un deseo animal primitivo. Por una noche, fue
una Loba, uniéndose a su amante Lobo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Con un empujón de sus caderas, entró en ella. Su cuerpo, mojado


y acogedor, lo tomó. Mientras el grosor de su virilidad la llenaba, ella
gimió y empujó sus caderas hacia atrás contra él, impulsándolo hacia
delante.

Golpes firmes y seguros avivaron las llamas de su pasión.


Liberando sus manos, vagaron por su cuerpo. Ahuecando sus pechos,
acariciando sus pezones mientras esas embestidas exprimían sus
gemidos.

Llegando al clímax, sintió su mano deslizándose por su vientre. Sus


dedos encontrando su sexo, húmedo y hambriento. Un dedo se deslizó
entre sus labios y de repente el calor floreció contra su clítoris. Ash jadeó
de sorpresa y placer.

Y entonces ese dedo se movió, deslizándose por su clítoris con


firmes caricias. Acariciándola, frotándola, al tiempo de sus embestidas.
Atrapada entre su pene y el dedo, su sexo explotó de placer. Ella gimió,
arqueando su espalda. Sus caderas se mecían contra él, atrapadas en el
ritmo de la pasión.

Más duro, más salvaje, él siguió. Un Lobo, reclamando a su


Compañera. Con la barbilla en su hombro, su aliento caliente contra su
mejilla, él gimió con la fuerza de su propia necesidad animal.

Y entonces ella se corrió, en una oleada de éxtasis que la hizo gritar


de alegría. El grito de él se unió al suyo mientras el placer de ella lo
llevaba al límite. Otro empujón, uno más, y se unió a ella en el clímax.

Sudando, agotada por su propio placer, Ash se desplomó sobre la


cama. Un momento después, Lucas se bajó a su lado. Jadeando, ella se
acurrucó contra su pecho. Todavía mecida por ese primitivo y feroz
acoplamiento, se dio cuenta de que las palabras se le escapaban. Y

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entonces simplemente se acurrucó, a salvo en sus brazos, hasta que el


sueño se los llevó.

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Capítulo Cinco
El aroma del café, rico y fuerte, despertó a Lucas. Ash se había ido
hace tiempo, su lado de la cama se había enfriado. Pero ese tentador olor
lo llevó a la sala de estar donde ella esperaba.

—¿Rollos de canela? ¿Café?

Con la luz de la mañana estaba hermosa. Piel fresca y cremosa.


Hoyuelos pícaros. ¿Era su imaginación, o parecía brillar? Ash no tenía
unas piernas kilométricas y el cuerpo demacrado de una supermodelo,
pero era linda como el infierno. Su sonrisa… tan inocente, tan confiada…
la llenaba de un suave resplandor que hacía que le doliera el corazón.
Anhelaba tomarla en sus brazos y abrazarla, cerca de su corazón.

Anoche había sido increíble. Sin embargo, una vez más, como lo
había hecho en tantas “mañanas posteriores”, se sintió afligido. Iba a
extrañar a Ash cuando se fuera. ¿Por qué no duraba ninguna de las cosas
buenas de su vida?

Es el Monstruo. No puedo dejar que nadie se acerque a mí, o los


destruirá.

Aunque… no tenía que irse ahora. Los rollos de canela nunca le


hicieron daño a nadie, ¿verdad?

—Me encantarían algunos.

Se sentaron entonces, tomando el desayuno y bebiendo café


caliente sin decir una palabra. No había nada raro en este silencio. Era
la quietud de viejos amigos o viejos amantes. Diablos, hasta el Monstruo
estaba tranquilo esta mañana. Su Lobo se dejó caer a la luz del sol como
un perro de gran tamaño.

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Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Por supuesto que la vida no podía permanecer así. Los seres


humanos disfrutaban de mañanas tranquilas. Criaturas como él no
llegaban a disfrutar placeres tan simples. Cada dulce alegría que probaba
se agriaba porque sabía que no podía durar.

Era hora de la inevitable separación.

—¿Qué sigue?

—Si quieres, puedo presentarte a algunos Cambiaformas. Hay tres


grandes Manadas de Lobos en la región de Four Corners.

Sage, Sand y Big River. Los había mencionado ayer.

¿Quería conocer a otros Lobos?

Más o menos. Al menos no estaría solo entonces. Habría gente


como él, que entendería lo que se siente al tener una fuerza extraña, un
animal viviendo en tu alma. Aquellos que conocieran las maravillas y los
terrores de no estar solo en tu propio cuerpo. Pero.

Pero la mitad de él solo quería decir “al diablo” y quedarse aquí.


Con ella. Terminar el café y volver a la cama para otra ronda. Acostarse
todo el día y pedir una pizza a domicilio. Y luego…

¿Y luego qué? No tengo trabajo ni futuro. No puedo vivir de esta pobre


chica. Necesito aprender más sobre estos Cambiaformas y descubrir qué
estoy haciendo con mi vida.

—Claro. Visitemos la Manada de Lobos. —Aunque de alguna


manera sería más fácil irse ahora. Pero si fuera honesto consigo mismo,
le alegraría tener una excusa para pasar un poco más de tiempo con ella
antes de su inevitable adiós.

—La Manada Sage es la más cercana. ¿Por qué no…?

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Su teléfono sonó. Ash se quedó en silencio mientras lo sacaba.

—¿Hola?

—Buenos días, Lucas.

La voz ronca de su abuelo lo animó enseguida. No importaba lo mal


que se pusieran las cosas, siempre era bienvenido en casa.

—Hola, abuelo. ¿Qué tal?

La pausa que siguió le hizo temer que la abuela hubiera muerto. O


que Dodger, su antiguo border collie, finalmente perdiera una discusión
con un coyote.

—Tuve una visita en el rancho anoche. Hijo, creo que podría ser tu
hermana.

Una sensación de náusea, mitad excitación, mitad nervios, lo llenó


al pensarlo.

—¿Tengo una hermana?

—Dijo que se llamaba Lily King.

—Lily King. —¿Por qué demonios repetía todo lo que decía el


abuelo, como una grabadora rota?

Los ojos de Ash se abrieron de par en par. Claramente ese nombre


significaba algo para ella.

—¿Alguna posibilidad de pasarte por aquí pronto? No parece el tipo


de cosas de las que se habla por teléfono.

—¿Qué tal esta tarde? Mi trabajo terminó, así que estoy libre. —
Esa era una forma de decirlo…

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—Bien. Nos vemos entonces. La abuela limpiará tu habitación.

—Te quiero, abuelo. Nos vemos entonces.

Se volvió hacia Ash.

—¿Quién es esa “Lily King” que te tiene tan emocionada?

—Ella y su padre son los Alfas de la Manada Sand. ¡Vienes de la


nobleza, amigo!

Huh. Nobleza. Él.

Eso era incluso más extraño que tener una familia de la que nunca
había oído hablar.

Pensó que su mente podría derretirse por la sobrecarga en este


punto. Ayer no era nadie… un monstruo… y ahora era un… ¿qué? ¿Un
príncipe? Bueno, “ir con la corriente” siempre había funcionado en el
pasado… aquí que…

—¿Cómo puede haber dos Alfas en una Manada? Quiero decir, creo
que sé lo que es un Alfa, pero solo debería haber uno, ¿verdad?

—Normalmente, sí. Sin embargo, las Manadas Lobos tienen dos.


Uno para las hembras, otro para los machos. La Manada Sand es un poco
inusual. Normalmente los Alfas son una pareja acoplada, pero la pareja
de Aaron King está muerta.

Su madre.

—¿Cómo se llamaba?

La nariz de Ash se arrugó de manera deliciosamente linda


haciéndole querer besarla.

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—Sabes… no tengo ni idea. Murió hace años. Probablemente


alrededor de cuando tú naciste.

—¿Así que ese Aaron King es mi padre?

—Sí. Tal vez. Quiero decir, si tu abuelo tiene razón sobre Lily. No
entiendo cómo King pudo “perder” a uno de sus hijos.

Lucas podría. El viejo probablemente dejó embarazada a su otra


chica y no quiso confesar. Podría ser que nunca supiera que tuvo un hijo.
Su propia madre podría haberse llevado ese secreto a la tumba.

Solo había una forma de averiguarlo.

—¿Quieres venir al rancho de mi familia y escuchar lo que mi


abuelo tiene que decir?

—Claro. Y, si quieres, podemos hacer una visita a la Manada Sand


después.

*****

Dodger lo vio mucho antes de que su Honda llegara al rancho Clay.


El pelo gris moteaba el hocico del collie y un ojo hacía tiempo que se había
quedado ciego. Sin embargo, la vieja chica todavía miraba con ferocidad
y hostilidad su coche “extraño”. Este era su valle, y nadie se metía con
él.

Su suave gruñido se cortó de raíz cuando él salió. Moviendo la cola,


ella se acercó con sus patas rígidas para lamerle la mano.

Ash salió y miró alrededor. Probablemente no estuviera demasiado


impresionada con el granero destartalado del rancho y la pintura
descolorida.

—¡Qué perro tan viejo!

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La cola de Dodger se ralentizó. No ladró, pero marchó hacia el otro


lado del coche para darle a esta nueva mujer una buena olida.

—¡Lucas!

El abuelo entró en el porche. No tan decrépito como su perro, pero


mostrando su edad. Cada vez que volvía a casa, sus abuelos parecían
diez años mayores.

Supongo que necesito visitarlos más a menudo…

Su ropa no había cambiado ni un poco. Un mono y una maldita


camisa de franela, a pesar del calor del verano. El pelo blanco sobresalía
en todas las direcciones, una fregona esponjosa que avergonzaría a Albert
Einstein. Cuando vio a Ash, el anciano se pasó una mano por encima. Lo
que no ayudó en absoluto.

—Abuelo. ¡Hola, abuela!

Amanda Clay apareció en la puerta. Ella también notó a Ash de


inmediato, y su sonrisa se transformó en una mueca de sorpresa.

—¿Quién es tu amiga?

Dijo “Amiga”, por supuesto, con un pequeño acento que regañaba


“¡No nos dijiste que tenías una novia!”

—Esta es Ash Anderson. Ash, estos son mis abuelos, Jeffrey y


Amanda Clay. El perro que está tratando de decidir si sacarte de la
propiedad o no es Dodger.

—Encantada de conocerla —dijo la mujer. Su cortesía formal hizo


que el Monstruo se moviera con irritación, como si sintiera una pulga
escarbando bajo su pelaje.

—Lo mismo digo —dijo el abuelo.

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—Lucas no nos dijo que traía a una… amiga.

Ya está. Ahora la abuela tenía la queja al descubierto. En cinco


minutos, exigiría saber cuándo era la boda y cuántos bebés planeaban
tener. Amaba a sus abuelos, pero lo trataban como un toro premiado que
debía ser puesto a criar lo antes posible. Lo hizo querer volver a subirse
al coche y huir a las colinas.

Era hora de aplastar sus esperanzas.

—No somos amigos.

Ahora Ash le echó una mirada herida.

Oh, mierda, pensó. Tal vez eso fue demasiado lejos. Maldición,
nunca digo lo correcto. Pero sabía que no podía quedarse. Sí, se habían
divertido anoche, pero mejor no meterse más hasta el fondo. Ese siempre
había sido su camino en el pasado.

En su opinión, eso era solo sentido común. Pero por primera vez
en su vida, su corazón se rebeló. Susurró que tal vez las cosas habían
cambiado anoche. El Monstruo lloriqueó, descontento con él.

Tal vez un poco de adulación la calmaría.

—Ash es una experta. Una profesora.

—Estudiante de posgrado —murmuró ella.

Y tanto por la adulación. Por eso él evitaba a la gente. Apestaba en


las conversaciones.

—Pero sabe mucho sobre cosas como… mi problema. El Monstruo.

Esa admisión no sorprendió a sus abuelos tanto como él esperaba.


Ambos sabían del Monstruo. Su primer cambio golpeó cuando tenía

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Serie Cambiaformas de la Égida
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catorce años y casi los mató del susto. Pero su amor había sobrevivido a
ese shock sin cicatrices. Siempre supo que no compartía sangre con los
Clay. A pesar de eso, le dieron un nombre y un hogar y más amor del que
la mayoría de la gente encontró en toda su vida. A través de los años,
mientras luchaba por entender y controlar los extraños impulsos
animales que lo empujaban, sus abuelos le cuidaron la espalda. Lo
protegieron. Lo blindaron. Ellos lo amaban.

Como lo hicieron hoy.

—Bueno, entra entonces, jovencita. Me imagino que Amanda puede


arreglar la habitación de invitados para ti.

—Por supuesto. —La abuela mantuvo la puerta de pantalla abierta


para todos ellos, y Dodger.

—Hay mucha limonada.

La charla trivial no era el fuerte de Lucas. Preguntas educadas y


falsa cortesía pinchaban a su Lobo como un palo afilado. Cada pequeña
cortesía le hacía desear cambiar y huir hacia las colinas.

Hoy no. Hoy, el Monstruo yacía a su lado, tan contento como un


perro grande. Él mismo no se unió a la charla, pero eso no lo volvió loco.
¿Por qué el cambio? Tal vez era Ash, quien parecía genuinamente
interesada en su vida y en sus abuelos. O tal vez era cuestión de tiempo.
Cada segundo de charla era otro momento que podía pasar con ella. Otro
pequeño aplazamiento antes de que se separaran, para siempre.

Al final fue el abuelo quien cortó las cosas. Dejando su vaso sobre
la mesa, miró sombríamente a Ash.

—Así que sabes que mi nieto es… es…

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Un Lobo. Se llaman a sí mismos “Cambiaformas”. —Su sonrisa


era cálida y tranquilizadora—. Normalmente no hablaría de esto con
nadie. Pero, ya que estáis emparentados con un Cambiaformas, sois Kin.
Como yo. Así que puedo hablar libremente. No deberías compartir esta
información con gente normal.

—¿Por qué iría a hacerlo? —se quejó el abuelo—. Me encerrarían


en un manicomio.

Suficientemente cierto. Lucas se encontró retorciendo su anillo, el


que su madre le había “dejado”. Un molesto hábito nervioso. Obligó a sus
manos a abandonar ese movimiento sin rumbo fijo.

—Dijiste que alguien apareció diciendo ser mi hermana.

—No, ella vino aquí buscando información sobre tu madre.


Aparentemente su padre, tu padre también, supongo, la llevó a la
carretera. Murió allí, y un hombre llamado Aaron King la acogió y la crió.
Como nosotros te acogimos a ti.

Después de que su madre lo trajera aquí. En la dirección opuesta


a la de su marido.

¿Por qué se separarían, cada uno con un bebé? Eso no tiene sentido.

El Monstruo rugió su desacuerdo. Sabía cuándo una Manada se


separaba.

Algo los perseguía. Una cosa. Tomaron a sus cachorros y se


dispersaron. No podría cazarlos a ambos.

Un pensamiento escalofriante para Lucas. ¿Había algo todavía ahí


fuera, buscándolo?

—¿Le hablasteis a Lily de mí?

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—No. —El abuelo sacudió la cabeza bruscamente, haciendo que un


mechón de pelo blanco rebotara—. No era cosa nuestra. Si quieres
hacerlo, es asunto tuyo. Te apoyaremos, sea lo que sea lo que elijas.

Como siempre lo hicieron. Lucas sonrió a sus abuelos e incluso el


interminable paseo del Monstruo desapareció.

Durante todo esto, Ash se había sentado en silencio, sorbiendo su


limonada. Ahora, se aclaró la garganta.

—Aaron y Lily King son los líderes de la Manada Sand, una Manada
de Lobos local.

—A la gente le gusta mi chico —La voz del abuelo se volvió áspera.

—¿Y las chicas? —Añadió la abuela—. Hay Lobas chicas, ¿verdad?


Quiero decir, debe haberlas. Esta Lily era una chica. Muy, muy bonita,
si me preguntas.

—Abuela —murmuró Lucas—, dime que no estás tratando de


engancharme con mi hermana.

—Oh, no, no, yo…

Todos rieron ante su sonrojo.

Excepto Ash. Se quedó sentada, agarrando su limonada, con una


sonrisa brillante y rígida plasmada en su rostro.

Lamentablemente, la abuela estaba en una racha de


emparejamientos.

—Creo que serías mucho más feliz con los de tu propia especie.
Con chicas como tú. ¿Por qué…?

—Abuela, para.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Pobre Ash. No estaba en posición de considerar seriamente una


relación. Tenía demasiada mierda que necesitaba juntar en su propia
vida primero. Aun así, esta era una manera increíblemente brutal de
reventar cualquier ilusión que ella tuviera. Odiaba verla sufrir, pero
cuanto más rápido te quitabas la venda, menos dolía, ¿verdad? Las
rupturas eran iguales. Era más amable de esta manera. Trató de
convencerse de esto al menos.

Solo que no se sentía amable. Se sentía culpable. Traicionero y


bajo, como si hubiera destruido su vida. Sus vidas. Incluso el Monstruo
lo fulminaba con la mirada con unos ojos que ardían de furia. El Lobo al
que nunca le importó ninguna mujer se había vuelto extrañamente
posesivo con ésta.

Ash era increíble, le concedería eso al Monstruo. Inteligente,


hermosa, amable, ingeniosa. Alguien con quién podía pasar su vida.

Tal vez. Si realmente él quería eso.

Lo cual no hacía, le recordó a su Lobo. Especialmente ahora,


cuando su vida era un completo espectáculo de mierda.

El Monstruo se dio la vuelta disgustado. No estaba tragándose sus


excusas.

La suave voz de Ash lo sacó de esos pensamientos.

—Si quieres, puedo presentarte a la Manada Sand.

—Claro.

—¿Estás bien? —Ella miró de cerca su cara, escudriñándola en


busca de… algo.

—Sí. ¿Por qué no iba a estarlo?

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Esto es mucho para procesar. Descubrir a los Cambiaformas,


saber que tienes una familia que nunca conociste…

Las mujeres. Siempre hablando de los “sentimientos”

—Estoy bien. Siempre supe que era adoptado, así que no es una
sorpresa. Y es bueno saber que no soy un Monstruo solitario.

—Vale. ¿Entonces no estás molesto? ¿En absoluto?

Honestamente, no sabía lo que sentía. Agitado… excitado… un


caso de nerviosismo tan malo que casi parecía ira.

No es que tuviera sentido pensar en esas tonterías.

—No. Estoy bien.

—Bien. —Con la incredulidad en la cara, Ash se puso de pie—.


Entonces, vamos a conocer a la Manada Sand.

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Capítulo Seis
Incluso una hora más tarde, la velocidad con la que Lucas la había
“superado” todavía seguía picando. Así que, cuando llegaron a la Guarida
de la Manada Sand, Ash se deleitó con su horror.

—¿Esta es “mi gente”?

En lo alto, un letrero oxidado que decía “Ringo’s Spread” crujió con


el viento. Más allá había un grupo de remolques destartalados. Coches
desechados cubrían los matorrales. Los restos de una hoguera ardían,
llenando el aire con el hedor del humo viejo. Una docena de moteros
vestidos de cuero yacían desmayados a su alrededor. Las latas de cerveza
brillaban alegremente a la luz del sol.

Ash rodeó un charco de vómito. ¡Parecía que la Manada Sand


celebró una increíble fiesta anoche!

Aún aturdido, Lucas se negó a seguirla. Algo oscuro se agitó dentro


de ella al ver su disgusto.

Ay, ¿qué te pasa? ¡Encajarás perfectamente! Apuesto a que a estos


tipos les impresionará muchísimo lo rápido con lo que puedes hacer el
fantasma con una chica.

Está bien, no era justo… pero era lo que ella sentía. Sí,
técnicamente ellos no eran algo. Nadie hizo ninguna promesa. Diablos,
ninguno realmente conocía al otro. Pero aún así, anoche se sintió
especial. Para ella, de todos modos. Apasionada, intensa, y, bueno…
amorosa. Lucas parecía conocer intuitivamente sus necesidades más
profundas. Eso tenía que significar algo.

Sí, era bueno en la cama. ¿Y qué? Todavía seguía siendo un imbécil.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Claramente, la Manada Sand no está en su mejor momento esta


mañana —murmuró ella.

—¿Tú crees? —Su nariz se arrugó cuando él también rodeó el


vómito.

La puerta de un remolque se abrió de golpe para revelar la primera


cosa limpia en el Spread. Vestido todo de negro, pantalones negros,
camisa negra, chaqueta negra, emergió un hombre elegante, mirándolos
fijamente. Con sus pómulos altos y su pelo perfectamente peinado,
parecía un aristócrata viviendo en los barrios bajos en una fiesta motera.

—Santo infierno —susurró Lucas—. No bromeabas sobre los


Dragones…

¿Un Dragón? ¿Aquí? No por primera vez, Ash maldijo su falta de


visión de los Cambiaformas.

—¿Su espíritu tiene cuernos?

—Sí. Curvos.

El Vuelo de las Nieves, entonces, no el Primer Vuelo. Era muy


importante saber con cuál de las dos bandas de dragones enemigos
hablabas. Por lo que dijo mamá, su Vuelo era extremadamente formal.
Se esforzó por recordar los honoríficos apropiados para tal reunión.

—¡Saludos a ti, oh hermano del viento! —gritó Ash. Varios Lobos


se despertaron al oír su grito, mirando malévolamente a la mujer que los
había despertado.

Sin embargo, el Dragón sonrió, y eso era todo lo que importaba.


Abriéndose camino limpiamente a través de la basura por la que pasaba.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Saludos, también, viajera desconocida para mí. Soy Casey


Briggs. Sé bienvenida a Ringo’s Spread.

¡Que era el último lugar en la tierra donde esperaba encontrar a un


miembro del Vuelo de las Nieves!

—Soy Ash, la hija de Magdalene Anderson de la Madriguera de


Sedona. Kin, no Liebre. Este es Lucas Clay…

Una energía llenó el aire, una carga eléctrica como la calma antes
de una tormenta. Casey se enderezó y su mirada se clavó en su
compañero.

Felicidades, Lucas. Tienes toda la atención del Dragón.

—Lucas Clay. Nieto de Amanda y Jeffrey Clay. Recuerdo tu foto.

—Encantado de conocerte. —Solo una leve palidez bajo su


bronceado traicionó el nerviosismo del Lobo.

Para ser justos, si yo viera a un depredador de dieciocho metros de


largo mirándome, estaría sudando como una tormenta.

Algunos días era agradable ser un Kin, no un Cambiaformas. Es


mucho más fácil hablar racionalmente cuando no puedes ver el T-Rex
que se cierne sobre ti.

No, ella estaba tan fría como el hielo mientras explicaba la razón
de su visita.

—¿Los visitaste con Lily King? Entonces sabes de la extraña mujer


que murió en el rancho Clay hace un par de décadas.

—Liliana. Madre de Lily King. Y, supongo, de ti, señor Clay.

Lucas asintió lentamente.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—¿Mi madre se llamaba Liliana? ¿Quién era mi padre?

Ash se detuvo, esperando que él le explicara. En su lugar, el Dragón


hizo una brusca reverencia.

—Disculpadme. Debería despertar a Lily. Querrás conocer a tu


hermana.

Toda la charla había despertado a más Lobos. Se estiraron,


rascaron y fruncieron el ceño, llenando el Spread de gente con aspecto
de gruñones y somnolientos. Inmune a sus ceños fruncidos, Casey se
alejó.

Lucas miró fijamente al Dragón, rígido y silencioso. Ash reprimió el


impulso de preguntarle si estaba bien.

Por supuesto que lo está. Él está bien. Es un hombre, después de


todo, y siempre están bien. O eso dicen.

Dos minutos más tarde Casey regresó, con una mujer que hizo que
Ash tragara saliva en estado de shock.

Lily King era preciosa. Delgada y fuerte, se movía con la gracia de


un galgo, trotando por el Spread con los pies descalzos. Se había puesto
un par de vaqueros y una camiseta de “Made in America”. Rizos marrones
rodeaban un rostro angelical, con labios rojos y un delicado mentón.

¡Oh, Dios mío, lo que no daría yo por salir de la cama con ese aspecto!

También llevaba un hermoso collar de plata, completamente en


desacuerdo con su estilo grunge de recién despertada. Ash no lo
reconoció. Tal vez era algún tipo de símbolo de estatus en la manada.

Los Lobos se acercaron a escuchar mientras su Alfa se acercaba.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Lucas Clay, Ash Anderson —dijo el Dragón—, esta es mi


Compañera, Lily King.

¿Compañera? ¡Santo cielo! Mamá estaría horrorizada; solo las


Liebres eran “suficientemente buenas” para los Dragones, según su
criterio. Pero Ash pensó que era algo dulce saber que el amor no
discriminaba de la forma en que lo hacía su madre.

—Lily, este es Lucas Clay. Tu hermano.

Los ojos de la Loba lo rastrillaron de arriba abajo.

—Hola.

—Hola —gruñó Lucas en respuesta.

Ash y el Dragón hicieron un gesto de dolor.

—Lily… —suspiró él.

—¿Qué?

—Sé agradable.

—¿Agradable? ¿Yo? Eso es todo un salto. Necesitaré mucha más


cafeína antes de que puedas escurrir un “agradable” de mí.

Parecía que dependía de ella y de Casey suavizar las cosas.

—Um. Señora King… —Vale, ¡eso fue un error! Lily frunció el ceño
como si acabara de acercarse y pellizcar su nariz—. Lily. Hasta ayer,
Lucas no sabía que era un Cambiaformas.

—Genial —gimió la Loba—. Un Lobo Perdido. Justo lo que cada


Manada necesita.

Esa fue la gota que colmó el vaso para Lucas.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¡Que te jodan a ti y a tu Manada! No estoy seguro de que te


necesite.

¡Dios mío, esto no iba bien! Ahora los dos Lobos se fulminaron con
la mirada, con los ojos clavados el uno en el otro.

Probablemente uno de esos horribles juegos de dominio por los que


los Lobos eran famosos. Se apresuró a seguir, esperando que una
corriente alegre de parloteo interrumpiera la postura antes de que las
cosas se volvieran violentas.

—Le he hablado mucho sobre la sociedad Cambiaformas pero estoy


segura de que aún tiene mucho que aprender.

La nariz de Lily se arrugó.

—¿Tienes una pregunta, Chico Perdido?

Los labios de Lucas se curvaron hacia atrás para revelar sus


dientes.

—Sí. ¿Dónde está el baño?

—¿Qué pasa con esos arbustos?

—Bien.

Una vez que estuvo fuera del alcance del oído, Casey se acercó a su
Compañera.

—Lily, ¿qué te pasa? —La exasperación agudizó sus palabras—.


¿Es así como tratas a tu hermano? ¿A tu familia?

Pero Lily King no era la Alfa de la Manada Sand por nada. Ni


siquiera un Dragón furioso la intimidaba.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Sí, lo es. Ayer me enteré de que no soy pariente de mi padre. Me


das nuevos padres, un nuevo hermano… y esperas que me importen una
mierda, ¿así de fácil? —Chasqueó los dedos—. Bueno, que te den. Yo no
lo hago.

—Pensé que habías superado tu ira —resopló él.

¿En un día? Ash comenzó a sentir un poco de lástima por la


malhumorada Loba. Lucas no era el único que tenía su mundo patas
arriba. Y cuando los Lobos se enfadaban, tendían a morder.

¿Tal vez un poco más de mantenimiento de la paz ayudaría?

—Estoy segura de que esto es mucho para tratar con ello,


especialmente en un solo día. Pero con el tiempo…

Lily se acercó a ella.

—¿Te estás tirando a mi hermano?

—¿Qué? —gritó Ash.

—Mi hermano. El imbécil de los arbustos. ¿Sois vosotros dos


pareja?

—¡No! —Sus mejillas se volvieron rojas—. No, no diría que somos…


cualquier cosa. Quiero decir, no somos… no…

—¿Te dejó embarazada?

—¡Lily! —balbuceó Casey—. ¡Modales! Modales, por favor, ¡te lo


ruego!

—¿Qué? Solo estoy haciendo una pregunta. ¿Te dejó embarazada?

—No —tartamudeó Ash—. ¿Por qué piensas eso?

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Lily hizo un gesto al aire vacío que les rodeaba.

—Porque todos los Lobos en el Spread se están acercando y


olfateando. La última vez que eso sucedió fue cuando me quedé
embarazada.

¿Un bebé?

—Eso es imposible. Estoy tomando la píldora.

¿De verdad acababa de decir eso en voz alta?

—Así que vosotros estáis durmiendo juntos. —Lucas se estaba


apresurando a volver ahora, subiéndose la cremallera de su bragueta. El
Lobo se acercó y ella bajó su voz—. Hermana, si yo fuera tú, orinaría en
un palo muy pronto.

Ash se alejó, fragmentos de pensamientos revoloteando en su


mente como pájaros aterrorizados. Un bebé. Un bebé de Lobo. ¿Cómo
podría seguir trabajando en su doctorado si…? ¿Cómo podía si quiera
hacer esto…? ¿Qué iba a pensar su madre?

Lucas vio su cara de sorpresa y de inmediato llegó a una conclusión


errónea. Golpeando su mano sobre el hombro de Lily, hizo girar a la Loba.

—Sal de su cara, tú…

El anillo y el collar chocaron entre sí.

¡FWOOM!

Todo el aire a su alrededor se precipitó violentamente hacia los dos


Lobos, como si un pequeño agujero negro acabara de estallar en el
Ringo’s Spread. La fuerza arrastró a Ash hacia adelante y se derrumbó
indefensa contra Lucas.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

¡BOOM!

La magia explotó hacia fuera, un tsunami invisible de fuerza que


onduló en el aire. Lanzada como una pluma en un huracán, voló cabeza
abajo, golpeando el suelo con una fuerza que le quitó el aliento.

Jadeando, Ash se puso de rodillas.

Los remolques se estremecieron, sacudidos por el poder que fluía a


través del desierto. Los Lobos se pusieron en pie, maldiciendo y gritando.
Lucas y Lily yacían, gimiendo. Solo Casey había resistido bien la
explosión. El Dragón se quedó de pie, frunciendo el ceño ante algo en el
suelo.

Donde habían estado parados ellos antes, un disco del tamaño de


un plato de piel blanca yacía en el suelo. Sencillo, sin adornos, parecía
un pequeño y delicado escudo. Desconcertado, el Dragón se agachó y lo
recogió.

La luz destelló alrededor de sus bordes y Casey se tensó. Esta vez,


sin embargo, no hubo ninguna explosión. Una mancha oscura, como
tinta derramada, nadó hasta la superficie del cuero blanco. Se enroscó y
retorció, formando una pequeña imagen de un Dragón con cuernos.

Ash se puso en pie tambaleándose.

—¿Qué pasó? —dijo con voz ronca.

—No lo sé. —Casey giró el disco de un lado a otro. Con cuidado,


ella pasó un dedo por el borde. Estaba tibio, como cuero cocido al sol.

No pasó nada cuando lo tocó. Por supuesto. Ella era solo una Kin,
después de todo.

—¿Qué demonios fue eso? —murmuró Lily mientras se levantaba.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ella también lo tocó. Para sorpresa de Ash, no se formó ninguna


imagen. Un momento después la Loba frunció el ceño y comenzó a
escudriñar el suelo a su alrededor.

—¿Dónde está mi collar?

Algo tan grande no debería ser difícil de encontrar. Ash se unió a


su búsqueda.

Lucas fue el último en recuperarse. Como Lily, fulminó con la


mirada el suelo a su alrededor.

—¿Dónde diablos está mi anillo?

Una terrible sospecha surgió de la mente de Ash. El collar de Lily


era enorme, una cadena gruesa decorada con barras largas y delgadas
de plata. ¡No podía desaparecer simplemente! ¡Con esta luz del sol debería
brillar como un faro!

Los Lobos se acercaron. Lily les hizo señas para que se volvieran,
desesperada por encontrar su reliquia perdida.

Un hombre desaliñado con una larga cola de caballo sal y pimienta


se abrió paso entre la multitud.

—¿Qué demonios es este alboroto?

Ese debe ser Aaron King, el Alfa de los hombres. Ash no lo conocía
de vista, pero todos los Cambiaformas de tres estados sabían su nombre.

Antes de que pudiera explicarlo, Casey se ofreció como voluntario.

—Este es Lucas Clay, hijo de los padres biológicos de Lily. —Los


ojos del Alfa se abrieron de par en par, pero contuvo la lengua—. Cuando
él y Lily se tocaron, hubo una explosión. ¿Magia?

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Miró a Ash para pedirle ayuda. Todo lo que pudo hacer ella fue
encogerse de hombros.

—Supongo que sí. Pero solo soy una Kin, no una Liebre.

—El collar de tu hija desapareció, y esto apareció en su lugar. —


Levantó el escudo blanco, con su imagen de Dragón solitario.

—Mi anillo también ha desaparecido. —Lucas le dirigió a Lily un


ceño fruncido venenoso, como si todo esto fuera culpa suya.

—¿Ese anillo fue un regalo de tus padres? —Cuando el Lobo


asintió, Casey hizo un gesto de dolor—. Entonces creo que este disco es
ambas cosas. Anillo y collar.

Ash tragó mientras su razonamiento se volvía claro para ella.

—¿Así que crees que los padres de Lucas rompieron esta cosa en
dos pedazos y escondieron uno con cada bebé?

—Sí. Y cuando hermano y hermana se encontraron de nuevo, fue


rehecho.

—Pero, ¿qué es? —preguntó Ash. Honestamente, no parecía tan


impresionante.

Sin embargo, el Dragón lo manejó con reverencia, como si tuviera


el Santo Grial.

—Creo que lo sé. Sin embargo, tenemos que hablar con los sabios.
Llevaré esto a la Madriguera de Sedona.

Enfadado y herido, Lucas acechó hacia él.

—Espera un segundo. ¡No puedes robar mi anillo e irte!

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—No voy a robar nada.

—¡Sí, lo estás! ¡Esa cosa se comió mi anillo, el único regalo que me


dejaron mis padres!

—Lo mismo ocurre con mi collar, hermano. —La ira de ella se hizo
eco en la de él, aunque estaba dirigida a su hermano, no a su
Compañero—. No eres el único que ha perdido algo precioso.

A su alrededor, el gruñido de los Lobos se volvió más oscuro. Lucas


le tendió la mano.

—Dámelo. Lo llevaré a Sedona.

—¿Por ti mismo? —Su hermana se burló—. Ni siquiera tienes una


Manada para defenderte.

—No necesito un montón de perdedores borrachos para


mantenerme a salvo —respondió con desdén.

Profundos gruñidos resonaron as su alrededor, y la boca de Ash se


secó.

Eso definitivamente no fue lo correcto para decir.

—Mirar, mi madre es una Bruja de la Madriguera de Sedona. Si


queréis, puedo llevárselo.

Siempre tranquilo, Casey se aferró al escudo.

—Soy un Dragón. Esta reliquia está más segura en mis manos.

Un punto difícil de discutir. Aún así, Lucas hizo un condenado


intento de arrebatárselo.

Casey le agarró la muñeca con un puño de hierro.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—No hagas eso —le advirtió.

Lucas tiró hacia atrás mientras varios de los moteros cambiaban a


su forma de Lobo. Sin embargo, superado en número, enfrentándose a
una fuerza imbatible, él no retrocedió. A pesar de todo, Ash encontró un
respeto a regañadientes por su valor. Sin importar cuáles fueran las
probabilidades, él no se rendiría.

—Eso me pertenece.

Aaron King vadeó a través de su Manada que se arremolinaba.

—Chico, compartes tu sangre con mi hija. Es la única razón por la


que no te patearé el trasero y arrastraré tu cadáver hasta Phoenix detrás
de mi moto. Si quieres quedarte en una pieza, tienes que irte. Ahora.

Aún así, se enfrentó a ellos, con las manos en puños.

Ash puso una mano suave sobre su hombro.

—Vamos, Lucas. Debemos irnos.

—Pero…

Ella podía ver las probabilidades imposibles, incluso si él no podía.

—Resolveremos esto. El señor Briggs va a llevar esto a Sedona,


¿verdad?

—Sí, lo haré.

—Entonces nos encontraremos allí. Le explicaré a mi madre y a su


Madriguera por qué tú, Lucas, tienes derecho a reclamar este objeto.

Poco a poco cedió, permitiéndola que lo alejara de los Lobos


gruñones.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Aunque, mientras se alejaban, él no pudo resistirse a gritar:

—Os veremos en Sedona.

Lo que harían.

Inmediatamente después de que ella se detuviera en una farmacia


para conseguir una prueba de embarazo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Capítulo Siete
A Lucas le dolía el corazón.

Literalmente. Un dolor persistente, un hueco se lo comió. Perder


ese anillo se sintió como si le hubieran cortado un dedo, o incluso un
brazo. El espacio vacío donde solía estar carcomía su alma. Algo, una
parte de él a la que nunca había prestado mucha atención, había
desaparecido. Ahora que lo había perdido, finalmente comprendió lo
importante que había sido el regalo de sus padres.

Desde el sofá, los Clay observaban ansiosamente cómo caminaba


él de un lado a otro de la sala de estar. Dodger hervía de rabia. Su anciano
cerebro canino no entendía lo que estaba mal, pero por Dios, cuando el
ladrón apareciera, esa vieja chica lo iba a morder.

¡Y el Monstruo…!

Su Lobo se enfureció, aullando y gruñendo. Inundó su mente con


órdenes. Algunas tontas como “¡Corre! ¡Corre hasta que te caigas!”.
Algunas terribles, como “¡Muerde a tu manada!”.

No iba a golpear a sus abuelos, ni patear a Dodger, sin importar


cuánto anhelara el Monstruo descargar su furia con algo, cualquier cosa.

¡Corre, entonces!

No. Él era el amo de su alma, no esa Cosa. Además, su única


esperanza de recuperar el anillo estaba aquí. Con Ash Anderson.

¡Quien todavía estaba en el baño!

—¿Qué demonios le está tomando tanto tiempo? —chasqueó él.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Lucas, cálmate —ordenó el abuelo. Como si fuera el cachorro


emocionado de Dodger.

Se las arregló para sentarse, todavía temblando de impaciencia.


Final, finalmente, la puerta del baño se abrió y Ash salió.

Lucas se puso en pie de nuevo.

—¿Te escucharán?

—¿Qué? ¿Quiénes? —Ella parpadeó, su cara vacía y confundida.

—La Madriguera de tu Madre. La gente que tiene mi anillo.

El abuelo también se levantó frunciendo el ceño.

—¿Está bien, señorita Anderson?

Ash estaba pálida y sudaba. ¿Estaba enferma? Aquí estaba tan


concentrado en sí mismo que no se había dado cuenta de que ella no se
veía bien. Consternado consigo mismo, Lucas le ofreció una mano.

—No te ves muy bien. Ven, siéntate.

—Te traeré un poco de agua. —La abuela se escabulló hacia la


cocina. A los ojos de la abuela, la comida y la bebida resolvían todos los
problemas.

Dodger se incorporó y comenzó a tambalearse por la habitación. Si


Lucas estaba abandonando sus deberes de control del paseo de un lado
a otro, el border collie se encargaría de ello.

—Estoy bien —murmuró Ash. Aunque parecía todo lo contrario—.


Solo un poco mareada. —Aceptó un vaso de la abuela y bebió con
gratitud. Después de un par de minutos, el color volvió a sus mejillas—.
Gracias.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Lucas se sentó sobre sus manos y luchó por no ir a comprobarla e


intentar consolarla mientras se recuperaba de… lo que fuera.

Por fin, justo cuando estaba a punto de levantarse y moverse a su


lado, ella dejó su vaso y se puso en acción.

—Me temo que no tengo grandes noticias. No soy nadie en la


Madriguera. Ni siquiera soy una Cambiaformas. Sin embargo, mi madre
es una importante Liebre Bruja. Espero poder convencerla de que
intervenga en tu nombre. Pero te advierto que a ella no le gustan mucho
los Lobos.

—¡A mí tampoco! Un montón de idiotas borrachos, perezosos y


ladrones.

Ash soltó una risa débil.

—Eso es lo que ella dice. Tal vez seas el primer Lobo que le guste.

Sus ojos se iluminaron… ¿con lágrimas? ¿Qué demonios estaba


pasando?

—¿Quieres recostarte un poco, querida? —La abuela le dio una


palmadita en la mano a Ash.

—No, deberíamos irnos. Quiero hablar con mamá antes de que la


Madriguera tome una decisión. Cuanto antes, mejor.

Eso estaba bien para él. Lucas se puso en pie.

—Yo conduciré. Por cierto, ¿dónde está tu coche?

—En la casa donde me encontraste. La Madriguera me hará saber


cuando sea seguro recogerlo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

El abuelo y la abuela también se levantaron, con fuerza. Dodger


vino para una olfateada de despedida.

—¿Este anillo vale una pelea? —La cara curtida del abuelo se
arrugó con un ceño fruncido—. Si es así, no te rindas. No crié ningún
cobarde en esta casa. Pero si es solo un pedazo de metal…

—No lo es. Tampoco es solo una reliquia. —Se frotó las manos,
incapaz de hacer desaparecer el dolor—. Puedo sentirlo. O, bueno, el
hecho de que no esté aquí. Es como si un pedazo de mi alma fuera sacado
y tirado. Suena loco, ¿verdad?

—¡No, para nada! —Ash realmente se iluminó—. Suena como


magia. Si hay alguna conexión mística entre tú y ese artefacto, eso
importa. Hace que sea mucho más probable que la Madriguera respete
tu reclamación. Siempre y cuando, ya sabes, Lily King no sienta algo
similar.

¡Ahuyéntala! rugió su Lobo. ¡Échala! ¡Eso es nuestro!

Tentador… pero no.

Cuando quiera un consejo, Monstruo, lo pediré, ¿de acuerdo?

Su Lobo gruñó, siguiéndolo en un enfado distanciado. Lucas lo


ignoró y tomó las llaves de su coche.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Capítulo Ocho
El viaje, las cinco horas que duró, transcurrieron en un silencio
casi absoluto. Lucas meditaba, inquieto sobre su anillo perdido.

A Ash no le importó. Le dio tiempo para pensar en sus propios


problemas.

Estaba embarazada. La prueba lo confirmó. Y el padre ni siquiera


pensaba que eran “amigos”.

El terror y la furia la golpearon primero. ¡Esto era tan injusto! Fue


una noche… ¡una! ¡Y ella había tomado precauciones! Ahora estaba
embarazada… ¡de un Lobo, nada menos! Mamá iba a matarla. No podía
hacer eso, no podía hacer malabares con la universidad y un bebé.

Sabía lo que su madre diría: “Hay clínicas discretas que harán que
este problema desaparezca. No hagas lo que yo hice. No lo conserves”.

Las lágrimas ardían al pensarlo, pero sabía que era verdad. Ella fue
el mayor error de su madre. Lo que más lamentaba mamá. Después del
divorcio, se vio obligada a criar a Ash sola. El tiempo que pasaba con un
bebé era tiempo que no podía dedicarle a la Madriguera. ¿Cuántas veces
su madre había sido pasada por alto para los ascensos? Todo por su
culpa. Le había dicho a Ash eso, una docena de veces. Sería la Liebre
mano derecha de Danielle LePierre… si no fuera por ella.

Mi carrera también sufrirá.

La emoción convocada por ese pensamiento la conmocionó.

Apatía.

No le importaba.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Fui a la universidad para probar que era digna para unirme a la


Madriguera de Sedona. Y, bueno, esa esperanza ha sido rechazada. Soy
una Kin. Nunca seré lo suficientemente buena.

Lo que significaba que su futuro era una pizarra en blanco.


Cualquier cosa podría pasar. Cualquier cosa que ella quisiera.

Y quería este bebé.

Nunca había considerado el matrimonio o una familia. ¿Por qué


ofrecerse como voluntaria para toda la miseria por la que pasó su madre?
Sin embargo, ahora, sabiendo que llevaba una pequeña vida dentro de
ella, todo cambió.

No tengo que ser mi madre. Podré amar a este niño. Podría poner a
mi bebé primero y no quejarme de cómo arruinó mi vida. Podría ser una
madre. Una verdadera madre, una madre amorosa. No como…

No como la de ella. Hizo un gesto de dolor, pero esas palabras


contenían la mordedura de acero de la verdad.

Las cosas podrían ser diferentes. Mejores. Puedo criar a un niño.

¿Sola?

Miró a Lucas que fruncía el ceño a la carretera. No, él no quería ser


parte de esto. Oh, estaría dispuesta a darle una oportunidad, si él lo
hiciera. En un abrir y cerrar de ojos. Claro, hoy fue un mal día para él.
Ayer, sin embargo, cuando la rescató, le mostró su verdadero corazón.
Era un hombre que arriesgaba su vida para salvar a un extraño, un
hombre que vino corriendo cuando oyó a una mujer gritar.

Ash no podía decir que estuviera enamorada de Lucas Clay;


acababa de conocerlo… pero tenía la sensación de que podría caer
enamorada del hombre, y con bastante facilidad. Si él quería.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Él maniobró el Honda hacia el carril de adelantamiento para pasar


a un conductor lento.

Su esperanza murió mientras lo estudiaba. No, él había dejado sus


sentimientos claros. Para él, anoche fue divertida, nada más. Ella era la
que tendría que vivir con las consecuencias de su pasión.

Y… eso estaba bien. La paz se asentó sobre ella, y sonrió


suavemente. No sería la primera madre soltera del mundo. Ella y su bebé
se las arreglarían para superar esto, de alguna manera. ¡Al menos estaba
segura de que no podía hacerlo peor que su propia madre! ¿Quién sabría?
Tal vez los Clay querían un bisnieto. Una mañana, eso era todo lo que le
costaba a ella amarlos. Abiertos, cariñosos y amables, eran todo lo que
una familia debería ser. Hace veintidós años abrieron sus corazones a un
bebé huérfano. Seguramente le darían la bienvenida a ella y a los suyos.

¡Zas! Lucas se desvió de nuevo hacia su propio carril.

Probablemente él perderá la cabeza si me “entrometo” en “su”


familia.

Una lástima… para él. No podía decidir lo que sus abuelos harían.
Hablarían. Ellos decidirían.

Sin embargo, ahora no era un buen momento. Tenía nueve meses.


Mejor esperar a que toda esta locura se calmara.

*****

Para su sorpresa, Lucas y mamá se llevaron bien. No desde el


principio. Una vez que vio a su Lobo, su madre frunció el ceño a Ash
como si hubiera tirado el cadáver de un mapache podrido en medio de la
sala. Ese olor a desdén persistió a través de las presentaciones y las
primeras explicaciones. Sin embargo, tan pronto como Lucas comenzó a
quejarse de la Manada Sand, la cara de mamá se iluminó de alegría. Ash

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Serie Cambiaformas de la Égida
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se recostó en el sofá y dejó que los dos se unieran en torno a los Lobos
que hablaban basura.

—Por supuesto que me encantaría hablar con la Reina Bruja en tu


nombre —aseguró mamá al Único Lobo Decente del Mundo—. Estoy
segura de que no permitirá que una reliquia tan importante esté en
manos de un grupo de criminales como la Manada Sand. Especialmente
si compartes un vínculo mágico con ella.

—Gracias. —A Lucas parecía gustarle su madre. ¡El odio hacía


extraños compañeros de cama!

—Hay un problema —intervino Ash—. El Dragón.

Mamá agitó su mano, alejando su preocupación.

—Casey Briggs del Vuelo de las Nieves. El Vuelo de la pobre


criatura tiene una deuda de sangre con Aaron King y por lo tanto está
atrapado sirviendo como guardaespaldas de la hija de King. Me da mucha
lástima.

—Él llamó a Lily su “Compañera”.

—¡¿Compañera?! —Mamá dejó su taza, lo suficientemente fuerte


como para derramar el té en la mesa. Su boca se convirtió en una U
invertida, de asco—. ¿Un Dragón y una Loba? ¡Qué repugnante!

¿Crees que eso es malo? ¿Qué tal un Lobo y una Liebre?

Una risa malvada brotó dentro de Ash, junto con el impulso de


soltar su secreto. Necesitó toda su voluntad para contener su lengua. ¡El
shock en la cara de mamá sería tan delicioso! En vez de eso, todo lo que
dijo fue:

—Así que eso podría complicar las cosas.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Lo dudo. Si se ha metido en ese infierno, el señor Briggs está loco


o tiene un juicio extremadamente pobre. Claramente no es el tipo de
Dragón en el que una confiaría.

Yo creía que los Dragones elegían a sus Compañeros a través de un


ritual místico llamado el Rito de Reclamación. Alguna guía infalible para el
Amor Verdadero, según las historias de los Cambiaformas.

Sin embargo, defender a Casey Briggs solo iniciaría una discusión.


Así que, de nuevo, Ash no dijo nada. Como lo hacía muy, muy a menudo.

Ese fue el final de las bromas. Mamá se ofreció amablemente a


pagar un par de habitaciones de hotel. Dos, ya que obviamente su hija
no compartiría cama con un Lobo, no importa lo agradable que pudiera
parecer.

Afortunadamente, mamá no tenía ni idea de que esto podía ser un


peligro.

—Ahora, vosotros, iros. Una vez que el artefacto llegue,


probablemente lo estudiaremos por un día o dos. Así que acomodaos.
Sentaos junto a la piscina, relajaos si podéis. Os llamaremos cuando os
necesitemos para preguntas o pruebas.

O podría conducir a casa. Phoenix no estaba tan lejos. Dejar que


Lucas se guisara, solo, por sí mismo…

En un complejo turístico de lujo. Rodeado de mujeres hermosas y


ricas.

Eso no sonaba como una receta para guisarse.

¿Y qué? Si él quería perseguir a todas las mujeres bronceadas de


Arizona, ¡déjalo! No podría importar menos.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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¿O sí?

A pesar de todo, anhelaba ir con él. Para hablar. Para pasar tiempo
juntos, simplemente conociéndose. Para saber si tenían lo suficiente en
común para hacer que algo funcionara entre ellos.

Dos días no era mucho, pero podría ser tiempo suficiente para
resolver este estado de “no amigos”.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Capítulo Nueve
De hecho, el complejo turístico no resolvió nada. Oh, era
encantador, lleno de arte nativo y música New Age. No podías escapar de
eso en Sedona.

Pero Lucas no podía relajarse. Se paseaba por su habitación,


ansioso y enfadado. Ash señaló todas las distracciones que el lugar
ofrecía. Masajes… una piscina brillante… bebidas…

Nada. Él no quería nada de eso.

Al menos sabía lo irracional que era.

—Lo siento —suspiró, cuando ella trató de arrastrarlo a la piscina—


. Es como si estuviera rabioso o algo así. Debería ir a correr.

Las carreras son la forma tradicional de desahogarse de los Lobos.

Pero fue una carrera larga. Ash esperó junto a la piscina toda la
tarde, sorbiendo daiquiris congelados y empapándose del sol. La hora de
la cena llegó y se fue. Sin Lucas. Él se escabulló justo antes de que ella
se fuera a la cama. Quería pedirle que viniera, pero él se veía tan
cansado y abatido, que no lo hizo.

Y tanto por salvar su barco que no es ni siquiera “amigo”…

Por la mañana Ash decidió ir a correr. La mañana temprano era el


mejor momento para ello, antes de que el calor del día se volviera
demasiado feroz. Tan pronto como entró en el pasillo, la puerta de Lucas
se abrió.

—¿Pasa algo malo? —preguntó él.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—No. —Ash sonrió—. Es que prefiero ir a correr en momentos más


frescos que tú.

—¿Quieres compañía?

—¡Claro! Te lo advierto, probablemente podrás correr círculos a mí


alrededor.

Él sonrió con una sonrisa deslumbrante, y Ash sintió que pequeñas


mariposas revoloteaban en su estómago.

—Iré lento.

Sedona nunca se enfriaba en verano, pero era agradable. Los dos


corrieron por la carretera, disfrutando del desierto y las casas. Los
paseantes de perros asintieron mientras pasaban al trote.

Ash necesitaba su aliento para correr; no era muy corredora. Para


Lucas, sin embargo, esto era casi un paseo. Para su deleite, en realidad
él se abrió un poco.

—Lamento haber sido tan imbécil.

—Est’ bien —jadeó—. Las cosas… están pasando. Lo entiendo.

—El Monstruo ha estado tan alterado. Siempre está ahí, furioso en


mi mente.

¿El monstruo? Oh, ¿su Lobo? Jadeando, lo hizo detenerse.

—No lo llames así. Es tu Lobo, no un monstruo. Es parte de ti.

—Sí. —No parecía convencido—. Me va a llevar un tiempo pensar


en él de esa manera.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Es una parte de tu alma. Natural. Si está alterado, tienes que


escucharlo.

—¡No voy a escucharlo! Es un idiota. —Hizo una mueca de dolor.


Ella apostó que su Lobo le dio un buen mordisco por ese insulto—.
¡Morder y correr son sus soluciones para todo!

—Bueno, no digo que debas hacer todo lo que dice. Pero eres tú.
Escúchalo. Honra sus sentimientos, incluso si no eliges seguir sus
sugerencias.

Y, por supuesto, a la primera mención de “sentimientos” se volvió


todo un hombre contra ella. Gruñó, se encogió de hombros… y empezó a
correr de nuevo. Obligándola a callarse o a quedarse atrás.

Eligió callarse.

“Callarse” es un tema muy desagradable en mi vida. Necesito dejar


de hacerlo.

Más tarde. Incluso tuvo que poner los ojos en blanco ante ese
pensamiento.

Otro kilómetro y medio los llevó de vuelta al centro turístico. Pero


cuando el estacionamiento se hizo visible, Lucas la tomó del brazo y la
hizo detenerse.

—¿Por qué está ese Dragón aquí?

¿Casey Briggs? Ella no podía ver tan lejos. Pero tampoco podía ver
su alma Cambiaformas, lo que sería tan obvio como un elefante.

—No lo sé. ¿Por qué no vamos a preguntar?

En su lugar, Lucas se agachó y la arrastró detrás de un grupo de


arbustos decorativos en el jardín arreglado de alguien.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Hay un montón de otros Cambiaformas, también. Veo un par de


Osos… dos Liebres… y una docena de Lobos.

Esos números le provocaron un escalofrío en la columna vertebral.


Ash se le unió voluntariamente ahora en su pequeño escondite.

—Algo está mal. Déjame llamar a mi madre.

¿Por qué estaba susurrando? Cualquier grupo de Cambiaformas


serían amigos… ¿verdad? Sin embargo, un sentimiento persistía, un
temor como si algo la persiguiera.

Mamá respondió al primer tono.

—Ashbaline, ¿dónde estás? —No hubo saludos. Nada de “hola”.

—¿Qué pasa? —respondió.

—¿Dónde estás?

—¡Dime qué pasa! —Una vocecita en su cabeza dijo que ni siquiera


su madre era de fiar.

Podía oír una respiración pesada, como si fuera su madre la que


corría, no ella.

—¿Dónde está la reliquia?

—¿Cómo voy a saberlo? Casey Briggs dijo que iba a entregarla a la


Madriguera ayer.

—Lo hizo. Anoche, fue robada.

—¿Robada? —gritó—. ¿De la Madriguera? ¿Cómo? —A su lado, la


indignación iluminó la cara de Lucas y él golpeó con su puño el césped
blando.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

El veneno inundó la voz de su madre, convirtiendo todo su mundo


en carámbanos.

—Oh, para, Ashbaline. Sabemos que os la llevasteis.

Las piernas de Ash se rindieron y se sentó, duro, al lado del Lobo.

—¿Crees que Lucas la robó?

—No Lucas. Tú. Las cámaras de seguridad te captaron, claro como


el día.

La sangre se drenó de su cara.

—No. Yo no… yo…

—¿Esta es tu idea de venganza? ¿Porque la Madriguera no se


desmayó por tu tonta investigación?

No era tonta. Es lo mejor que he hecho nunca.

Las lágrimas picaban en sus ojos.

—Mamá, no robé esa reliquia.

—¿Esperas que me crea que estás poseída? —se burló la Liebre.

¿Como la gente que la atrajo al desierto? Su mente recordó


instantáneamente sus miradas en blanco. Todo ese episodio era otro tema
que había estado tratando de ignorar. Tal vez era posible que ella hubiera
cometido un acto vil mientras dormía… como una marioneta de esos
hombres. Sin embargo, otras teorías más oscuras parecían más
probables.

—Sabes, mamá, es posible tomar la forma de otra persona,


mágicamente.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—No intentes pensar. No eres buena en eso.

A su lado, Lucas, escuchando la conversación, apretó los puños, el


cuerpo tenso y listo para estallar en violencia… tan pronto como se
presentara un objetivo.

—Lily King dijo que podrías tener una razón para robarla para ese
Lobo tuyo. ¿Puedes explicar eso?

El bebé. Oh, diablos, la hermana de Lucas sabía, o sospechaba,


que estaba embarazada.

Tenía motivos y pruebas en su contra. Y estaba ciertamente


familiarizada con la disposición de la Madriguera. Prácticamente había
crecido allí, por su cuenta, mientras su madre trabajaba.

Todo lo que podía hacer era insistir en la verdad.

—Mamá, no he robado nada. Estuve en el resort toda la noche.

—¿Dónde estás ahora? —El enfado goteaba de las palabras de su


madre, como miel envenenada—. Si realmente crees que estás poseída,
debes venir a la Madriguera. Te examinaremos y llegaremos al fondo de
eso.

Ese tono, como si fuera una niña mala y podrida, fue lo que
finalmente empujó a Ash al límite. La ira se elevó, limpia y caliente,
quemando su confusión y su inútil culpa.

—No creo que esté poseída. Creo que tu Madriguera tiene un ladrón
dentro. Esto fue claramente un trabajo interno.

—¡Cómo te atreves! —balbuceó mamá—. Nos acusas de… de…

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Sí. Y no me acercaré a la Madriguera hasta que averigüe qué


pasó. ¡De lo contrario, ese ladrón probablemente arreglará un “accidente”
para mí!

—Ashbaline Anderson, ¡no harás tal cosa! Vas a…

Ella presionó “fin de la llamada” con un satisfactorio “Clic”.

Furiosamente se quitó de un manotazo esa cobarde lágrima de su


rostro.

Suave, vacilantemente, Lucas puso una mano sobre su rodilla.

—¿Estás bien?

—Sí. —Sorbió por la nariz—. Mi madre me acaba de acusar de robar


tu reliquia para vengarme de ella. Todos los Cambiaformas de cuatro
estados nos están buscando, incluyendo a un Dragón cabreado. ¿Pero
sabes qué? Que se jodan. ¡No necesito su ayuda!

—Nosotros no necesitamos su ayuda.

¿Nosotros? Incluso en su ira y su dolor, escuchó esa palabra. La


sintió, en su corazón.

Nosotros.

Tal vez había un camino a seguir con Lucas.

Solo que no ahora.

Más adelante. Como todo en mi vida. Todo vendrá después.

Malditos fueran sus ojos traicioneros y con filtraciones. Ash se forzó


a sentarse derecha y mirar al Lobo a los ojos.

—Vamos a averiguar quién robó tu anillo, ¿vale?

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Capítulo Diez
Un Uber a Budget Rent-a-Car. ¡Gracias a Dios por las tarjetas de
crédito y las riñoneras! Un corto viaje hasta Flagstaff, ignorando el
impresionante paisaje mientras subían las montañas. Las tiendas ya
habían abierto cuando llegaron. Otra rápida oración de agradecimiento
por el dinero de plástico, y luego, con ropa nueva, se sentaron a planear
en un desayuno tardío.

Ash giró sus tortitas alrededor de su plato, limpiando cada gota de


jarabe de arce.

—El ladrón tiene que ser alguien de la Madriguera. Mamá tiene


razón: el lugar tiene buenas defensas, tanto mágicas como mundanas.

Lucas había elegido la opción menos azucarada de “bistec y


huevos” para el desayuno.

—¿Entonces el cambio de forma es una cosa? ¿Algo como, gente


específica?

—Sí, aunque es extremadamente difícil. Tienes que conocer bien al


objetivo.

—¿Quién está familiarizado contigo?

La pregunta casi me hizo reír.

—Prácticamente todos los de la Madriguera. Yo como que crecí allí,


bajo sus pies. Pero solo unas pocas Liebres en Sedona podrían logar eso.
Danielle LePierre, la Reina Bruja. Thana Blair, su asistenta. Tal vez dos
o tres de las investigadoras principales.

—¿Y qué hay de tu madre?

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ese pensamiento no la molestó como debería.

—Técnicamente, sí podría. Pero mamá no es una buena actriz, y


parecía realmente disgustada conmigo.

Lucas masticó pensativamente su filete.

—Mencionó algo sobre la posesión. ¿Eso también es real?

—Sí, y lo cambia todo. Cualquiera podría ser el ladrón.

—¿Incluso tú?

—Sí. Pero no creo que estuviera poseída.

—¿Lo sabrías?

Esa era realmente una pregunta justa. Ash sacó su teléfono y se


desplazó a través de algunas aplicaciones mientras el Lobo continuaba
masticando su camino a través del montón de comida apilada frente a él.

—Vale, no llamé a nadie para que me llevaran anoche. No tengo


coche. ¿Te he robado las llaves?

—No. Todavía las tengo.

—Bueno, me dolería todo si hubiera caminado hasta la Madriguera


y vuelto. Así que no, no creo que yo haya robado la reliquia.

—Bien. —Así de simple, él la creyó. Un calor floreció dentro de ella,


uno que no tenía nada que ver con el café caliente que se tragó. Lucas
confiaba en ella.

Incluso si no eran “amigos”.

—Entonces, ¿cómo vamos a encontrar mi anillo?

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Esa era la gran pregunta. Lamentablemente, no tenía una


respuesta.

Hicieron una lluvia de ideas, lanzando ideas salvajes de un lado a


otro. El filete y las tortitas desaparecieron. Taza tras taza de café
desaparecieron. Cuando su camarera empezó a mirarlos mal, volvieron
al coche.

Sin un plan y sin ideas decentes.

Un momento después, su teléfono sonó. Probablemente otro


mensaje de mamá. En ese momento tenía alrededor de unos treinta.

No era un mensaje, un correo electrónico. Y no de mamá. De una


dirección que no reconoció.

—¿Conoces un “nemo@hotmail”?

—No. —Los ojos de Lucas brillaban—. No me comunico con los


peces perdidos.

—Tonto —bromeó—. “Nemo” significa “nadie” en latín.

—¿Seguro que no es el pez?

La línea del asunto mató ese chiste en un instante.

“Incriminada” era todo lo que decía.

No había mucho más en la propia carta. Ash la leyó en voz alta.

—Has sido incriminada. El objeto robado está en el 2417 de Central


Street en Flagstaff.

Un silencio eléctrico llenó el aire.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Tío, eso no suena como una trampa ni nada, ¿verdad? —resopló


Lucas.

—Este es un nuevo mínimo para mi madre. —El desayuno cayó en


el estómago de Ash como una tonelada de ladrillos—. Fingiendo una pista
anónima para atraerme a una emboscada.

—No puede ser ella.

—Lucas, sé que te gustaba, pero no conoces a mamá.

—Sé que ella piensa que robaste la reliquia —respondió—. Así que
“Ven aquí para encontrarla y limpiar tu nombre” es el cebo equivocado.
Para ella.

—¡Tienes razón! —Su confusión se profundizó—. Quienquiera que


haya enviado esto cree que somos inocentes.

Lo que descartaba a casi todos los Cambiaformas de la región de


Four Corners.

—¿Crees que es legítimo? Tal vez los ladrones se están volviendo


unos contra otros. —Por lo que había oído, era algo común entre los
Colmillos de Apophis.

Lucas miró el tráfico que pasaba zumbando. Bajo el sol de la


mañana, el coche se calentó.

—No creo que valga la pena arriesgarse —dijo al final. Aunque no


la miraba mientras lo decía.

—Por supuesto que sí. Dijiste que ese artefacto es un pedazo de tu


alma. Necesitamos recuperarlo.

—O podría aprender a vivir sin él.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¡No! ¡Nadie debería “aprender a vivir” con un agujero en su


corazón!

—¡Entonces debería ir por mi cuenta!

Ash sacudió la cabeza.

—No voy a dejar que hagas esto solo. No soy muy buena en una
pelea, pero sé mucho más de magia que tú.

Su voz cayó, hasta que fue poco más que un susurro.

—No quiero que salgas herida. No por mi estúpido anillo.

Conmovida por el hecho de que quería protegerla, ella le dedicó una


sonrisa torcida.

—Tu anillo… y mi reputación. Soy la única acusada del robo,


¿recuerdas?

—Yo también estoy en esto. Así que vamos a buscar Central Street.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Capítulo Once
El 2417 de Central Street no parecía peligroso. Un pequeño rancho
de color canela, estaba agazapado en medio de un césped seco manchado
con hierba de cangrejo. Casas exactamente iguales a las que se alineaban
a ambos lados de la calle. Los coches pasaban zumbando, los
conductores intentando llegar a otro lugar.

Estacionado al otro lado de la calle, Lucas frunció el ceño ante el


lugar monótono.

—¿Y ahora qué? No podemos simplemente caminar hasta allí.

Honestamente, Ash no estaba segura. Las Liebres no peleaban a


menos que las cosas se pusieran desesperadas. ¿Y una Liebre como ella?
¡Nunca!

—Probablemente no. Quiero decir, si estos son los Colmillos de


Apophis, esperaría que hubiera un montón de Cambiaformas armados.
—Y dispuestos a matarlos. Pero dejó esa parte fuera—. Lo siento. No
tengo experiencia en este tipo de cosas.

—Yo tampoco. Este será mi primer asalto y mi primer allanamiento


de morada.

Ash se rió y sintió que el nudo en su estómago empezaba a


deshacerse.

—¿Tu Lobo tiene algún consejo?

—Sí. Patea la puerta y muerde a todo lo que se mueva —dijo,


uniéndose a su risa—. Juro que el Monstruo solo tiene tres marchas:
correr, jugar y morder.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Estores oscuros escondían el interior de la casa. Con un suspiro,


el Lobo abrió su apuesta.

—Echaré un vistazo. Tal vez pueda ver algo en una de las ventanas
traseras.

—¡Ten cuidado! —¡Oh, como si él no pensara en eso por sí mismo!


Ash hizo un gesto de dolor—. Quiero decir, no parezcas demasiado
sospechoso. Los vecinos podrían darse cuenta.

Él miró arriba y debajo de la calle.

—Así que ser lo suficiente sigiloso para que los malos no me vean…
pero no tan sigiloso como para que los vecinos llamen a la policía.

—Sí. —Cielos, dicho de esa manera, sonaba idiota. Y desesperado.

Ash se recostó cuando Lucas comenzó su vigilancia. Al menos


ahora esas gruesas cortinas también los protegían a ellos. Nadie en el
interior podía ver al Lobo merodeando en sus puertas.

Los minutos transcurrieron, sintiéndose como horas. En todo


momento estaba esperando escuchar disparos o un grito, temiendo que
ese grito pudiera venir de él.

Estaba tan concentrada en la casa que no se dio cuenta del


caminante hasta que casi llegó al coche. Un hombre pequeño, con un
pelo castaño grasiento y una cara fina y fea, deambulaba por la acera
chupando un Big Gulp7 la mitad más grande de lo que era su cabeza.
Una bolsa abierta de patatas fritas colgaba en su otra mano. No parecía
peligroso…

…hasta que se inclinó para mirar por su ventanilla abierta.

7
Big Gulp: Vaso de refresco con una pajita que se vende 7-eleven.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿Puedo ayudarla?

—Uh, no. —Un vecino entrometido, ¿o un villano? Bueno, al menos


no iba a dispararle con las manos ocupadas—. Solo estoy esperando a
alguien.

—Ya veo. —Retrocedió un paso, todavía estudiándola—. ¿Eres la


mensajera?

¡Oh, cielos, era un Colmillo! El miedo se apoderó de ella, haciendo


que su corazón martilleara. Sin embargo, incluso en su agarre, vio la
oportunidad que su enemigo le había dado.

—Sí, soy la mensajera.

Esos ojos bizcos suyos barrieron la calle de arriba a abajo.

—¿Dónde está tu conductor?

—Revisando tu lugar. Es un Lobo. No pueden quedarse quietos ni


cinco minutos.

El hombre se rió, confirmando que era un Cambiaformas.


Probablemente una Rata. Nada era tan feo. A pesar de su sonrisa
“amistosa”, sus ojos se movían por toda la calle. Prueba de que no se
había ganado su confianza… todavía.

—Describe el paquete.

¡Una pregunta que ella podía responder!

—Es un escudo de cuero del tamaño de un plato de comida. Blanco.


Tiene una marca que parece un dragón.

Las últimas sospechas de la Rata se desvanecieron.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—No abrí el paquete, pero eso suena bastante bien. Entra.

Aturdida, Ash salió del coche y lo siguió. ¿Así que esto no era una
trampa? ¿Realmente iba a entrar y llevarse la reliquia de Lucas?

La puerta principal se abría a un pequeño vestíbulo, oscuro y sin


luz. No había señales de Lucas… o cualquier otro Colmillo. Su guía giró
a la derecha en una sala de estar llena de muebles andrajosos y una
alfombra manchada. Mientras lo seguía, dejó cuidadosamente la puerta
principal entreabierta. Con suerte Lucas lo descubriría.

Le vendría realmente bien un poco de apoyo porque, por supuesto,


las cosas tenían que tener problemas.

Justo ahora.

La Rata tiró su comida en una estantería vacía y se volvió hacia


ella.

—Una última formalidad. ¿Cuál es la palabra clave?

Oh, diablos. ¿Conjeturaría “Nemo”? ¿Pero qué pasa si se


equivocaba?

Es mejor entretener. Ash alcanzó su teléfono.

Y de repente había un arma en las manos de la Rata. Apuntándola.

—¡Teléfono! —chilló—. ¡Voy a coger mi teléfono! Yo… no recuerdo


la palabra clave. Necesito comprobar mis órdenes.

—Sácalo lentamente. —Todas sus dudas habían regresado. El


arma no vaciló cuando ella sacó el teléfono de su bolso.

Con las manos temblorosas, pasó por sus aplicaciones, ganando


todo el tiempo que se atrevió.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿Y bien? Se acabó el tiempo.

—Lo siento, no me dieron palabra clave. Mira, Nemo me envió esto,


si eso ayuda.

No lo hizo.

—No conozco a ningún Nemo. —El cañón del arma se elevó para
apuntar directamente a su cara.

—¡Oye, lo siento! Alguien la ha cagado. Pero sabes que soy legítima.


Si no crees que soy la mensajera, abre el paquete. ¿Quién más sabría
cómo se ve?

—La gente a la que se lo robaron.

Vale, así que él no era un idiota. Maldita sea.

—¿Esas personas saben tu dirección?

—Podría ser que pudieran encontrarla.

—¿Y luego qué? ¿Enviarían a un Lobo y a una mortal a


recuperarlo? ¿No al Dragón que lo posee?

—Eh, buen punto. No eres exactamente material de fuerza de


ataque. —Finalmente, finalmente, su brazo cayó y un ceño fruncido de
preocupación arrugó su poco atractivo rostro—. Dragón, ¿eh? Feliz de
librarme de esta maldita cosa, entonces. Escuché que pueden rastrear
su basura si es robada.

No era exactamente cierto. Los Dragones sabían cuándo habían


perdido algo, pero no dónde estaba. Sin embargo la Rata no necesitaba
saber eso.

—Sí, cuanto antes nos pongamos en marcha…

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Un movimiento, detrás de ella. Ash giró mientras la Rata levantaba


su arma de nuevo.

Lucas estaba en la puerta de la sala de estar, congelado por la


indecisión.

—¡Este es Tom! —gritó ella—. Tom el Lobo. ¡Mi conductor!

Lamentablemente, Lucas no estaba siguiéndole la corriente. Con la


boca abierta y disgustado, se quedó boquiabierto mirando el aire a la
izquierda de la Rata.

—¿Qué demonios es esa cosa?

¿Qué era qué? ¡No había nadie allí!

Entonces la golpeó. Lucas era un Cambiaformas. A diferencia de


ella, él podía ver las almas de los otros Cambiaformas. Y, por lo que había
oído, las Ratas eran horribles. Monstruosas alimañas del tamaño de un
perro con colas escamosas y dientes amarillos que sobresalían de sus
grasosas fauces. Como uno de los Perdidos, él nunca había visto una
Rata antes.

Desafortunadamente para ellos, esta Rata sabía lo raro que era.


Nadie trabajaba para los Colmillos sin tropezar con una Rata.
Probablemente cada día de sus vidas.

Esta vez el villano no dudó. El primer disparo sonó mientras


levantaba su arma, y rebotó en el suelo de la sala.

Aterrorizada, Ash se dejó caer al suelo y se puso detrás de un sillón.


Pero Lucas…

Lucas fue asombroso.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Su Lobo tomó el control, sin duda, sin inmutarse. Incluso mientras


la pistola de la Rata se elevó, él estaba cayendo. Encogiéndose, el pelaje
destellando a través de su cuerpo mientras cambiaba. Esta vez no hubo
tiempo de quitarse la ropa. Su ropa fue destrozada, incluso mientras de
un solo salto cruzó la habitación. Este era el hombre que la había
rescatado en Yuma. El héroe, el guerrero, afrontémoslo, el animal, que le
había robado el corazón.

La bala gimió por encima de la cabeza mientras Lucas saltaba hacia


su enemigo. La Rata chilló de terror cuando el Lobo se abalanzó sobre él.
Un grito que se convirtió en un chillido de agonía cuando Lucas hundió
sus dientes en la muñeca del hombre.

El arma se deslizó por el suelo mientras la Rata gemía y golpeaba


inútilmente al monstruo peludo que la sostenía.

Ash se agachó y se cubrió los ojos. Lucas iba a arrancarle la


garganta. Lo sabía. Sabía lo que los Lobos hacían. Ella…

¡Pum! El lamento de la Rata se cortó y fue reemplazado por un


suave gemido.

Ash abrió un ojo.

Lucas estaba arrodillado desnudo en forma humana, con la mano


en un puño. La Rata se movía debajo de él, un ojo morado ya empezando
a cerrarse.

—¿Le… golpeaste?

El Lobo no entendió su punto completamente.

—¡Él trató de dispararme! ¿Qué se suponía que debía hacer?

—Bueno, yo pensé que… no lo sé. Arrancarle la garganta o algo así.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿Arrancarle la garganta? ¿Matas a la gente a menudo?

—¡No! Nunca he matado a nadie.

—Bueno, yo tampoco.

Eso podría ser un problema. Un débil gemido hizo que sus miradas
volvieran a la Rata temblorosa.

¿Qué se suponía que debían hacer ahora?

*****

Un par de cosas eran obvias. Ash recuperó el arma de la Rata


mientras Lucas se aseguraba de que no tuviera otras armas. Luego,
mientras el Lobo se cernía sobre el hombre, ella registró la casa hasta
que encontró un gran sobre acolchado. Sellado, sin dirección. Una rápida
mirada al interior confirmó que sí, este era el anillo de Lucas. O, bueno,
la cosa parecida a un escudo en la que se había convertido.

La presencia de la reliquia pareció calmar al Lobo, aunque lo dejó


dentro del sobre. La ropa que encontró del tipo ajustada también le
quedaba bien… así que tampoco le dolió.

Una vez que todo eso se solucionó, solo quedaba una pregunta
difícil.

¿Qué hacer con la Rata?

Primero la información. Fijando su más severa mirada en el


hombre, Ash dijo:

—¿Quién eres?

—Ralph.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿Ralph la Rata8? —Los labios de Lucas se crisparon.

—Sí. Ralph Waters, idiota.

—Trabajas para los Colmillos de Apophis, ¿verdad? —Ash intentó


dirigir el interrogatorio hacia temas útiles.

—Sí.

—¿Por qué? —Había oído rumores de chantaje y secuestros de Kin.

La historia de Ralph era más simple.

—Pagan bien. ¿Y por qué no debería hacerlo? Los Cambiaformas


nos tratan a las Ratas como basura. “Ooh, ¡qué asco!” —balbuceó,
mirando al Lobo con su único ojo bueno—. “¿Qué es ese monstruo
asqueroso?” —imitó.

—Cállate —gruñó Lucas—. Nunca había visto a uno de vosotros,


monstruo.

—Eso es bueno. El Chico-Perro me llama “monstruo”. De todos


modos, es por eso. Si me van a tratar como basura, también podría recibir
un sueldo decente.

¿No podrían dejar de discutir?

—Lo que sea… así que robaste esta reliquia de la Madriguera de


Sedona y…

—No, no lo hice. Alguien más lo hizo. Recibí un mensaje con la


ubicación del paquete. Lo recogí, luego me enviaron aquí y me dijeron
que lo guardara hasta que llegara el mensajero.

8
Ralph fue la primera rata clonada.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Así que Ralph no era un súper ladrón. Esto todavía podría ser un
trabajo interno.

Viendo que su muerte no era inminentemente cercana, la Rata se


arriesgó a hacer una pregunta rápida.

—¿Cómo me encontrasteis?

¿Qué daño haría decírselo?

—Recibimos un correo electrónico anónimo que decía que el


artefacto estaba en esta dirección.

—¿Ese tipo Nemo que mencionaste? —Ash no quiso confirmar eso


y Ralph frunció el ceño—. Eso no tiene sentido. ¿Quién me vendería?

Lucas resopló.

—Si la traición te molesta, tal vez deberías trabajar para los


buenos.

—Ja, ja.

Honestamente, tampoco tenía mucho sentido para ella. Por otra


parte, no era su problema.

La Rata lo era.

—¿Lucas? Creo que hemos terminado aquí. Y tenemos que… ya


sabes.

—¿Qué?

¿En serio? ¿Iba a hacer que ella se lo deletreara?

—Tenemos que, eh… matarlo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ralph se quedó quieto y tenso, mirándolos con una terrible


concentración que hizo que su estómago se anudara.

Lucas no parecía más feliz.

—Bueno, tienes su arma. Si crees que eso es lo que tienes que


hacer…

¿Ella? ¿Disparar a alguien?

—Yo… yo nunca he matado a nadie.

—¿Y crees que yo sí? ¿En serio? No sé qué crees que hacen los
Lobos para divertirse, pero no ando por ahí mordiendo y asesinando
gente.

—Deshacerse de los villanos todavía me parece una tarea de


hombres. No creo que pueda disparar a alguien.

—Tampoco quiero matarlo particularmente.

—Y yo no quiero que me maten —intervino la Rata—. ¿Ves?


Tenemos algo en común aquí. ¿Por qué no hacemos algo a partir de eso?

Ash presionó sus nudillos contra sus labios, sofocando una risa
nerviosa. Si este tipo la hacía reír, nunca tendría el valor de matarlo.

—No podemos dejarte ir.

—¡Claro que podéis! Tomad vuestro paquete, salid por la puerta


principal y no me volveréis a ver nunca más.

—Hasta la próxima vez que nos jodas por los Colmillos —murmuró
Lucas. Incluso él estaba empezando a ver a dónde tenía que llegar esto.

—Te doy mi palabra de no volver a trabajar para ellos.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿Por qué demonios te creeríamos?

Los tres suspiraron. Ash miró tristemente el arma en la mesa antes


de mirar a Lucas.

Él sacudió la cabeza.

—Matar al tipo en el calor de la batalla es una cosa. Podría hacerlo.


¿Pero acercarme a un hombre desarmado y meterle una bala en la
cabeza? Eso es algo totalmente distinto. ¿No tenéis cárceles para los
Cambiaformas?

—¿En la Madriguera de mamá? No. Tal vez podría llamar al Primer


Vuelo. Puede que ellos tengan algo.

—¿Oíd, chicos? —El lloriqueo de la Rata interrumpió su


conversación—. Si no me vais a matar enseguida, ¿podéis darme una
toalla para mi muñeca? Estoy un poco mal. Sangro por todas partes y…

Afortunadamente para todos, Ralph no era un asesino entrenado.


En medio de la frase, sus ojos se dirigieron de repente a la puerta de
detrás de ellos. Lucas y Ash se giraron.

Dos hombres estaban parados allí, sosteniendo armas con


silenciadores.

Parecía que los verdaderos mensajeros habían llegado finalmente…

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Capítulo Doce
Enemigos. ¡Qué alivio!

Toda esta charla había vuelto loco al Monstruo. Mata a la Rata. No


mates a la Rata. Sin cárceles, sin opciones, bla, bla, bla, ATRAPADO, sin
otra opción. Justo el tipo de mierda que hace que un Lobo empiece a
morder todo lo que está a la vista. ¿Y por qué era su trabajo asesinar a
un espía idiota? ¿Mover bienes robados era ahora un delito capital?

Así que cuando se encontró enfrentando amenazas reales, con


armas reales, casi se alegró. ¡Por fin! Algo en lo que él y el Monstruo
podrían estar de acuerdo.

Toda la confusión, todas las preocupaciones persistentes se


desvanecieron en un instante. La furia se apoderó de él mientras
entregaba el control a su Lobo.

Amenazan a nuestra Compañera. ¡Ellos deben morir!

Nuestra… ¿eh? No importa. No pensar. Si se mete con el juju del


Monstruo, conseguiría que todos murieran.

Porque su Lobo no tenía dudas. Tomó el control de su cuerpo,


retorciéndolo en su forma lupina, incluso mientras esas pistolas se
movían hacia él. Entonces estaba cargando, esquivando detrás de un
sofá, atravesando una mesa lateral mientras las balas silenciadas
silbaban silenciosamente por encima.

¡Fft! ¡Fft! ¡Fft!

Golpeó al primer matón en el pecho, derribándolo con la fuerza de


su carga. Una mano callosa se cerró sobre su cuello… demasiado tarde.

106
Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Con un solo corte de sus colmillos, destrozó la garganta del hombre. La


sangre salpicó, enviando una ola de repulsión a través de él.

Pero no a través del Monstruo. Ningún shock, ninguna lástima


frenó a su Lobo. Estos bastardos amenazaron a su Compañera. Por eso,
morirían. Él la protegería, sin importar el costo.

¡Fft!

Una bala lo rozó y le quemó en el hombro mientras giraba hacia el


último enemigo.

Y encontró la pistola apuntando directamente a su rostro. A


quemarropa. El tiempo se ralentizó mientras se agachaba. Vio al asesino
tensarse, vio su dedo apretar el gatillo…

¡Click! ¡Click, click, click!

Alguien no había contado los disparos. Con una maldición, el


Colmillo arrojó su arma vacía y se fue a la puerta. El arma rebotó en el
pecho de Lucas mientras iba tras él. Se agarró al tobillo mientras abría
la puerta. Gritando y pataleando, el hombre se defendió… por un
momento. Luego el Monstruo terminó con él también.

Fuera, las llantas chirriaron cuando un coche arrancó.

—Y… ahí va el conductor. —Ralph la Rata sonaba como si estuviera


a punto de llorar—. Probablemente ya esté hablando por teléfono a su
jefe, diciéndole cómo os vendí el artefacto a vosotros. Gracias, chicos.
Ahora soy oficialmente un ex-Colmillo.

El Monstruo ignoró estos ruidos estridentes de la Rata. Solo


importaba una cosa. Lucas trotó de regreso a la sala de estar, buscando
a su Compañera.

107
Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ella estaba agachada en el suelo detrás de un sillón. Se lanzó a su


lado, olfateando en busca de sangre, alguna herida. ¿Habían herido a su
Compañera? ¡Si lo hubieran hecho, habría cazado a ese coche y matado
a todos los que iban en él!

—¡Eh! —graznó Ash. Una mano temblorosa se extendió para


acariciar su piel—. Me has salvado, otra vez.

No había señales de daño. Pero el olor del miedo la rodeaba. Lucas


se quejó e intentó lamerla. ¡Eso siempre calmaba a un Compañero! gritó
el instinto.

—¡No! —gritó ella, empujándolo hacia atrás.

Otro lloriqueo más triste. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué su
Compañera lo rechazaba?

Su mano giró en círculos delante de su cara.

—No me lamas. Tienes sangre por todo tu… hocico.

El Monstruo no entendía por qué eso era un problema. Lucas lo


hizo, y eso abrió la primera brecha entre él y su Lobo. Suavemente forzó
a su alma de Cambiaformas a regresar, tomando el control de su cuerpo
una vez más.

Mientras regresaba a su forma humana, notó de repente el terrible


sabor a cobre llenando su boca. Un sabor que al Monstruo no le
importaba en absoluto.

—Oh, demonios —gimió Lucas.

Ralph recuperó su Big Gulp y lo sostuvo ante él. El Lobo lo aceptó


agradecido, borrando ese horrible sabor con un trago de Mountain Dew.

108
Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Maldición, hay ciertas partes del cambio a las que nunca te


acostumbras.

Ahora Ash fue la que se precipitó hacia adelante, envolviéndolo con


sus brazos y dándole un fuerte y tembloroso abrazos. Lucas enterró su
cara en los cortos rizos de su pelo castaño, perdiéndose en su dulce y
femenino aroma.

La alegría irradiaba del Monstruo, una emoción que nunca antes


había sentido.

Nuestra Compañera está a salvo. La hemos protegido. Hemos


expulsado a los enemigos de ella de la Manada.

El contento, una satisfacción profunda, lo llenó. Nada se había


sentido nunca tan bien como este momento. Esto era lo que él era. Esto
era lo que la vida significaba que fuera para él.

Demasiado pronto, ella se alejó.

Ralph no había huido. Se sentó en el sofá, un pequeño bulto de


miseria.

—¿Por qué no huiste? —preguntó Lucas.

—Porque estoy bastante seguro de que tú corres más rápido que


yo. Además, ¿a dónde iría? Estoy jodido. —Lucas le ofreció su refresco de
vuelta. Los ojos de Ralph se pusieron en blanco al ver la pajita
ensangrentada—. Puedes quedarte con eso.

Eh, claro. Dejó el vaso a un lado y le sonrió a Ash.

—No sé tú, pero yo me siento mucho mejor dejando ir a este tipo


ahora.

—Yo también. —El orgullo en sus ojos hizo que su corazón saltara.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Hurra. Genial. —Ralph no parecía muy emocionado por su


libertad condicional.

Durante la pelea, el paquete había caído al suelo. Lucas lo recogió


y se asomó al interior para asegurarse de que el escudo (o lo que fuera
en lo que se había convertido su anillo) estaba a salvo.

—¡Supongo que podemos volver a Sedona! —gorjeó Ash.

Una sombra cayó sobre su alma cuando sintió el terrible


desacuerdo que se avecinaba.

—¿Por qué haríamos eso?

—Tenemos que devolver el artefacto y hacer que todos sepan lo que


pasó.

Las cosas estaban tan claras para ella, tan simples. No tenía que
vivir con las consecuencias de esta elección. Él lo hizo. Su agarre en el
sobre se apretó.

—No voy a volver a Sedona.

—¿Qué? Tenemos que limpiar nuestros nombres.

—¿A qué costo? No puedo arriesgarme a perder mi anillo otra vez.


—Una vez más, la idea de que su alma se rajara una vez más lo llenó de
temor.

—Mamá hará todo lo que pueda, estoy segura.

—¿Estás segura que todo lo que ella pueda es lo suficientemente


bueno? Necesito esta cosa.

Enfrentada a esa fea pregunta, Ash se marchitó. Aunque al menos


no hizo una promesa vacía como “Todo estará bien”.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Lucas, escucha. Necesitas confiar en otros Cambiaformas.

—¡Yo no lo haría! —canturreó Ralph—. ¡Son unos gilipollas!

Ash lo fulminó con la mirada en silencio y continuó.

—Ten fe en que obtendrás un juicio justo. Si los desafías, la


Madriguera de Sedona, a la Manada Sand, al Vuelo de las Nieves…
diablos, probablemente el Primer Vuelo, también… te conviertes en
enemigo de un montón de Cambiaformas.

—¿Y qué? —Su barbilla se elevó y una salvaje e indómita rebelión


iluminó sus ojos—. He estado solo toda mi vida. ¿Por qué querría hacer
amigos ahora?

Ash hizo una mueca de dolor, exprimiendo un patético gemido del


sanguinario Monstruo.

Nuestra Compañera. No le digas eso a ella.

—Pero acabas de encontrar el mundo Cambiaformas.

—Lo que significa que no lo echaré mucho de menos. —Los


recuerdos del Ringo’s Spread se elevaron en su mente—. Honestamente,
no estoy realmente impresionado hasta ahora.

—Sin embargo, ¿a dónde irás? ¿Qué harás?

—Montana… Florida… Washington… ¿quién sabe? —Lucas se


encogió de hombros—. Me las arreglaré. Siempre lo hago.

La miseria, la pena en la cara de ella lo asustó. ¿Le importaba si él


se quedaba o se iba?

Peor aún, ¿por qué le importaba a él? ¿Por qué dudaba él, cuando
la solución era obvia? El camino despejado era la respuesta a todo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Cuando la mierda que llenaba su vida se hacía demasiado profunda,


ofrecía la salvación. Salir a la carretera, dejar huellas… y dejar el desastre
atrás. Una ruptura limpia, empezar de nuevo, una nueva vida.

Ese plan le había funcionado, durante años. Pero ahora…

Ahora exigía que se alejara de Ash también. Por una vez, dejaría
atrás algo que le importaba. Ella. El único punto brillante en su maldita
vida.

A menos que…

—Podrías venir conmigo.

Una de sus manos se deslizó hacia su vientre. Un extraño y


protector gesto que no entendía.

—No puedo irme sin nada. Sin dinero, sin planes. Un enemigo de
cada uno que he conocido.

Eso era pedir mucho. Sin embargo, su rechazo escoció. Una parte
de él, un loco e irracional rincón en la mente del Monstruo, se negó a
creer que ella lo “abandonaría”.

Incluso si era él el que se alejaba.

—¿Estás segura?

—Sí. —Lentamente ella asintió y por un segundo creyó ver lágrimas


en sus ojos—. Hay algo más que en mí misma en lo que tengo que pensar.

Es curioso, él no había pensado que ella fuera tan cercana a su


madre.

—Bueno, puedes decirle a la Madriguera que me fui con el


artefacto. No te culparán por no detenerme, ¿verdad?

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—No. No hay nada que un Kin Liebre pueda hacer contra un Lobo.

Su miseria se duplicó, dejándolos a ambos sin palabras.

—Bueno… —Lucas tragó con fuerza mientras el peso del momento


presionaba su corazón. A su lado, el Monstruo era un charco de dolor—.
Debería irme ahora.

—Sí. Ambos deberíamos.

—¿Vas a estar bien sin un coche?

—Tengo mi tarjeta de crédito y mi teléfono. Estaré bien.

Las palabras se extinguieron. Él miró fijamente a la pared, ella a


sus pies.

—Gracias —dijo él al final—. Por ayudarme.

—Gracias por rescatarme. —Una cortesía, lúgubre, hueca y vacía.


Una forma adecuada de poner fin a esta “relación” poco entusiasta.

—Cuando quieras.

Entonces no había nada más que decir. Mientras Lucas salía por
la puerta, el Monstruo soltó un largo y triste aullido.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Capítulo Trece
Ash se sentó, afligida. Su mente se ahogaba en el pantano de la
desesperación por Lucas dejándola atrás. Jirones de esperanzas y sueños
murieron a su alrededor, profundizando la oscuridad.

Finalmente, Ralph aclaró su garganta.

—Hay un 7-eleven en el camino. ¿Quieres que te traiga algo? ¿Un


par de perritos calientes? ¿Donuts? Comer siempre me anima.

—No. Gracias. —Esta no era el tipo de crisis que la comida podía


arreglar.

La desesperación tampoco la arreglaría. Sacudió la cabeza,


luchando por quitar el sudario de dolor que sofocaba su espíritu.

—Tengo que irme. Tú también deberías irte ahora. Adelántate antes


de que lleguen otros Cambiaformas.

—Sí. —Se rascó la nariz—. Sabes, si estás metida en una mierda,


podría llamar a mi jefe. Tal vez si le cuentas sobre ese personaje Nemo,
resolvería mi problema. Y yo podría hablar bien de ti.

El solo pensamiento la hizo reír.

—Ha sido un mal día, pero mi vida no es tan terrible como para
querer unirme a los Colmillos de Apophis.

—Sí, bueno, espera. Si se pone peor. —La Rata salió de la sala de


estar. Cuando regresó, le tendió una hoja de papel—. Es mi número.
Llámame si cambias de opinión. O si necesitas un testigo para explicar
lo que pasó aquí.

Desconcertada, Ash lo tomó.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—¿Así que trabajarás con cualquiera de los dos bandos? ¿No te


importa cuál?

—No, no realmente. —La triste sonrisa de Ralph reflejó el dolor en


su propio corazón—. No estaba bromeando cuando dije que todos nos
trataban mal.

Tenía razón. La única cosa que su madre despreciaba más que a


un Lobo era a una Rata. Ash empujó a Ralph, el hombre que pensó matar,
a un cálido abrazo.

—Cuídate. —Qué semana más extraña fue esta.

—Lo haré. Eso es lo que siempre hacemos las Ratas.

Luego él también se escabulló.

Dejando que ella limpiara el desastre.

*****

Mamá contestó al teléfono al primer timbrazo.

—¿Hola?

—Soy yo, mamá.

Solo un segundo, pero la pausa pareció durar minutos.

—¿Dónde estás, Ashbaline?

No importaba lo mal que se pusieran las cosas, mamá seguía sin


soltar ese horrible nombre. La terquedad de su madre sacó una triste
sonrisa en su cara.

—Flagstaff. No tengo el artefacto. Pero tengo pruebas de que no lo


robé… y una fuerte evidencia de que fue un trabajo interno.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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El silencio que siguió a eso fue aún más largo.

—Cariño…

Ese apelativo cariñoso le provocó un escalofrío. Su madre nunca la


llamaba así.

A menos que algo hubiera pasado.

—¿Qué pasa?

—Thana Blair se ahorcó esta mañana.

¿La mano derecha de la Reina Bruja?

—¿Qué? ¿Por qué?

Su madre confirmó sus peores temores.

—Nadie está seguro, pero hay sospechas que podría haber ayudado
a robar esa reliquia. Parece que es importante. Mucho más valiosa de lo
que nadie sospechaba. ¿Sabes dónde está?

—No. —Lo cual, técnicamente, era cierto—. Sí sé lo que le pasó.

—Bueno, eso es al menos algo. Vas a volver a casa ahora, ¿verdad?

—Sí. —Había mucha gente con la que Ash necesitaba hablar.


Cambiaformas… Liebres… su madre…

Y, en asuntos más personales, con los Clay. Ahora que Lucas se


había ido, no había razón para no pedirles ayuda. Se preocuparía de
cualquier consecuencia más tarde.

—Llamaré a un taxi. Puedo estar en la Madriguera en una hora


más o menos.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Allí no. Vuelve a casa.

—Pero…

—Ashbaline. —Gris y sombría, su madre convirtió su nombre en


un canto fúnebre—. No estarías a salvo allí. No estamos seguros de haber
encontrado a todos los traidores en la Madriguera. Solo ven a casa.

Sedona significaba todo para su madre. Era su orgullo, su vida.


Más importante que cualquier familia o hija. Cómo debía matarla admitir
que había fallado.

—Estaré en casa en un rato, entonces. Espera ahí.

*****

Cuando llegó al impecable y frío apartamento de su madre nadie


respondió a su llamada. Con el corazón martilleando, entró con su propia
llave. Las cortinas echadas llenaban la casa de una penumbra fresca y
tenue.

Se detuvo en la puerta, lista para salir corriendo.

—¿Mamá?

La voz de su madre resonó desde el pasillo.

—En el baño.

De inmediato se sintió como una tonta. Saltando ante las sombras,


aterrorizada por el monstruo de debajo de la cama. Resopló ante su
propia estupidez y se dirigió a la cocina. Del armario tomó un vaso (cristal
de Baccarat hecho a mano… ¡nada más que lo mejor para mamá!) y lo
llenó con agua del grifo.

El susurro de pasos detrás de ella removió las cenizas de su miedo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Por el amor de Dios, ¿cuántas veces puede mamá asustarme


mortalmente en una mañana?

Estúpido… ridículo… pero.

¿Por qué no había oído la descarga del inodoro?

Su estómago se hundió, se giró.

Para descubrir que sí, era su madre la que estaba allí de pie.

—Gracias a Dios que estás bien… —Las palabras fueron amables,


pero siendo mamá, la Liebre no hizo nada excesivamente emocional.
Como darle un abrazo a su hija.

Por supuesto que no. La amargura brotó dentro de ella,


contaminando el brillante alivio del momento.

Hasta que Ash las vio.

Las manchas oscuras bajo los ojos de su madre.

Igual que la gente que la secuestró.

Rímel. Estaba arreglando su rímel en el baño y por eso… por eso…

La cabeza de su madre se inclinó bruscamente hacia la izquierda.

—Puedes verme. Qué raro.

El cristal se deslizó entre los dedos de Ash y se rompió en el suelo.

—Por supuesto que puedo verte. No estoy ciega.

Los labios de mamá se retorcieron en una rígida y poco natural


sonrisa.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—No, pero eres una terrible mentirosa. ¿Dónde está la Égida?

¿Égida? ¿La pequeña cosa del escudo?

—No sé a qué te refieres.

La mueca plasmada en la cara de ella se ensanchó.

—Entonces tendré que educarte.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Capítulo Catorce
Montana sonaba bien. O tal vez Banff, en Canadá.

Volando por la autopista, Lucas hizo todo lo posible para dejar


atrás la mañana. Pisaba con fuerza el pedal del acelerador, el heavy metal
estallando. Con las ventanillas bajadas, un tornado llenaba el Honda.
Como si esperara que un viento fuerte pudiera llevarse sus recuerdos.

No lo hizo. Por supuesto.

Ese último vistazo a Ash se le quedó grabado. De pie en la


penumbra, con la cara abatida. Tanta tristeza, tanta pena.

Por él. Porque se estaba yendo. Ella… se preocupaba.

El pensamiento despertó sentimientos sordos y desagradables.


Culpa. Resentimiento. ¿Por qué sentía como si estuviera dejando un
pedazo de sí mismo atrás? ¿Por qué le molestaba tanto que rechazara su
oferta de acompañarlo? ¿Por qué sintió que ya la extrañaba? Se habían
liado por una noche, por el amor de Dios.

La ira ardiente irradiaba del Monstruo en oleadas. Su Lobo se


resentía cada momento que los alejaba más de su “Compañera”.

¡Púdrete!, le gruñó. Soy un Lobo Solitario. No necesito una Manada.


No necesito una Compañera. No la necesito a ella. Estaba destinado a
estar solo. Ninguna mujer entenderá jamás al Monstruo que habita dentro.

Aunque… bueno, eso no era cierto. Ash realmente sabía mucho


más sobre los Cambiaformas que él. Esa excusa, la que había usado
durante años para mantener a raya a las mujeres, ya no era cierta.

La mirada de desdén del Monstruo permaneció inmutable.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—De acuerdo. Bien. La extraño, ¿de acuerdo? La invité a unirse a


mí, ¿recuerdas? No quería venir, y no puedo quedarme con ella. Me
quitarán esta… cosa. Sabes cuánto me dolió perderla. ¿Qué se suponía
que debía hacer?

El Monstruo tenía una idea.

—¿Morder todo? ¿En serio? —Lucas golpeó el volante, frustrado


por el Lobo y sus planes idiotas.

No. Él era humano. Él estaba a cargo. Se dirigían al norte hasta


donde pudieran llegar. Si Ash se quedaba atrás… lo sentía, pero era la
elección de ella.

Más adelante la carretera se dividió. La ruta 89 siguió avanzando,


conduciendo a la interestatal y a la libertad. La ruta 160 se desviaba
hacia la derecha, hacia Tuba City. Su camino estaba despejado.

Sin embargo, se encontró en el carril de giro, dudando.

La ruta 160 conducía a Colorado. A sus abuelos.

Huir significaba dejarlos también. A la única familia que había


conocido. La gente que lo amaba, que aceptaba el espíritu salvaje que lo
poseía, incluso cuando él pensaba que era un monstruo. A través de
pruebas y desafíos, lo apoyaron desde la infancia. ¿Podría abandonarlos?

No tenía elección.

¿Podría volver a casa? ¿Volver al rancho Clay y esconderse allí?

No claro que no. Lily King y su novio el Dragón sabían dónde creció.

Ellos sabían…

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Serie Cambiaformas de la Égida
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En el último momento giró el volante hacia la derecha. Los


neumáticos chirriaron cuando entró en la ruta 160.

La Manada Sand sabía dónde vivía su familia. También la


Madriguera de Sedona. Su familia no estaba a salvo.

Lucas frenó fuerte y salió del camino, buscando su teléfono.

Cuatro tonos… luego el buzón de voz.

—¿Abuela? ¿Abuelo? Soy Lucas. Contestad. Es importante.

Nada de eso sucedió. Colgó, las náuseas le llenaron la garganta de


bilis.

Había docenas de buenas explicaciones. Recados, un almuerzo en


Cortez, un viaje corto. Sin embargo, no pudo librarse de la sensación de
fatalidad. Su familia estaba en problemas. No los había protegido.

El Monstruo no intervino en esto. Solo lo observaba con esa mirada


hosca y acusadora.

Era hora de elegir. Qué camino tomar. Lo que más significaba para
él.

¿El norte a la libertad? ¿El este hacia la familia?

Al final, la elección no fue tan difícil como él esperaba. Lucas volvió


a la carretera y se dirigió a Tuba City. No podía alejarse dos veces en un
día de la gente que amaba.

*****

Una ominosa quietud llenaba el Rancho Clay. Sin el abuelo,


haciendo un esfuerzo por un viejo camión de chatarra. Ningún desafío

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Serie Cambiaformas de la Égida
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destartalado de Dodger. Lucas había llamado cuatro veces en el camino,


y nadie había respondido.

El camión del abuelo no estaba. Eso debería haber sido una buena
señal, pero mientras salía y examinaba la tierra vacía, el Lobo no podía
sacudirse de encima sus preocupaciones.

Algo estaba mal.

Llamó al móvil de la abuela una vez más.

Dentro de la casa “vacía”, sonó un alegre tono de llamada.

La adrenalina lo recorrió, haciendo que su corazón se acelerara. Al


diablo con la sutileza. Al diablo con la seguridad. Al diablo con la
planificación.

El Monstruo tenía razón. Morder a todo.

El abuelo nunca cerraba la puerta con llave, y hoy no fue la


excepción. Lucas irrumpió en la sala de estar, escudriñando salvajemente
en busca de cualquier amenaza.

Nada. No había enemigos, no había señales de lucha. Pero tampoco


los abuelos.

El teléfono de la abuela volvió a sonar. En la cocina.

Cruzó corriendo la habitación y se deslizó hasta detenerse ante el


fogón. ¡Nada! ¿Dónde estaban?

¡Ring!

¡Ahí! ¡El teléfono de la abuela! En el mostrador…

…en su cargador. Donde ella lo dejaba todo el tiempo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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La abuela nunca se acordaba de llevarse el móvil. ¿Y el abuelo?


¡Diablos, él no tocaría una de esas cosas! ¡Producían tumores cerebrales!

Sintiéndose como un tonto, Lucas volvió a la sala y se dejó caer en


el sofá. ¡Maldita sea, se había asustado mortalmente! Esperando lo peor…
suponiendo que volvería a casa y los encontraría muertos en el suelo. ¿Y
qué había pasado? Habían salido fuera durante el día y olvidaron su
teléfono.

Misterio resuelto.

No había nada que morder.

Frente a él, el aire comenzó a brillar. Las luces jugaban en una silla
vacía y, de repente, un hombre se sentó allí. Alto, regio, vestido
completamente de negro.

Lucas lo reconoció de inmediato.

Casey Briggs. El Dragón que Ash le advirtió que nunca podría


vencer en una pelea.

—Buenas tardes, señor Clay —dijo el Dragón—. Necesitamos


hablar.

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Capítulo Quince
Al diablo con la charla. ¡El tiempo para hablar se había ido hace
mucho tiempo!

Sin vacilar ni dudar, Lucas liberó al Monstruo. Su cuerpo se


disolvió en pelaje, garras, colmillos. La rabia y la preocupación que lo
habían roído durante horas se derramaron y cambió, la furia tomó forma.

Frente a él, una sombra cruzó la piel de Briggs.

Luchas saltó hacia él. Su salto por encima de la mesa del café y se
estrelló contra el Dragón. La fuerza de su ataque volcó la silla y los envió
a ambos volando hacia atrás. Cuando golpearon el suelo, chasqueó,
cerrando sus poderosas mandíbulas alrededor de la garganta del otro
hombre.

Fue como morder una viga de acero. Sus colmillos se deslizaron a


través de algo suave y completamente inquebrantable.

Desde el medio de sus mandíbulas, el Dragón habló.

—Soy un maleducado. Exijo una audiencia cuando debería pedirla.

¡Escamas! Más cerca ahora, las vio. Una telaraña de armadura


negra cubriendo la cara y la garganta de Briggs. ¿Estaba por todas
partes? Lucas chasqueó en las manos del hombre, su rodilla. Cada vez
que la tela se rasgó con un satisfactorio desgarrón esas escamas repelían
sus dientes con una fuerza discordante.

Y aún así la maldita serpiente parloteaba, ¡cómo si él no estuviera


atacándolo!

—Déjame reformularme. Lucas Clay, ¿podemos hablar?

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Serie Cambiaformas de la Égida
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El Lobo retrocedió, gruñendo. ¿Cómo diablos podía derrotar a un


enemigo al que no podía morder?

Uno que tampoco atacaba. El Dragón se sentó en el suelo.


Esperando. Paciente. Mirando los agujeros en su traje con una vaga
decepción.

Su absoluta indiferencia desconcertó al Monstruo y al hombre.

¿Quería hablar? De acuerdo. Lucas volvió a cambiar, todavía


gruñendo. Su Lobo caminaba detrás de él con una rabia desbordante.

—¿Qué le hiciste a mis abuelos?

Briggs no intentó ocultar su culpa.

—Entré en su casa sin permiso, lo cual es muy descortés. Cuando


regresen, me disculparé y trataré de enmendarlo.

¿De qué demonios estaba balbuceando?

—¿Dónde están ellos?

—Supongo que están en la ciudad. —De repente, el Dragón se


enderezó, sus ojos fijándose en el Lobo que acechaba, gruñendo, de un
lado a otro—. ¿Tienes razones para creer que están en peligro?

Antojos… miedos… corazonadas… Ninguno de ellos calificado


como “razones”. Sin embargo, Lucas no podía deshacerse del terror que
lo había perseguido durante horas.

—Son la única forma en que podrías encontrarme.

—Es cierto, sin embargo, ningún guerrero honorable jamás


amenazaría a un inocente. Tal comportamiento nunca es aceptable.

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Palabras estúpidas, rebuscadas y tontas. Sin embargo, a pesar de


todo, Lucas se encontró creyéndolas. El Dragón era un tipo raro. Pero
irradiaba una rígida e inquebrantable dignidad de un caballero de un
cuento de hadas. Cuanto más hablaban, menos creía que Briggs
amenazaría a una pareja de ancianos.

Sin embargo, no era la única amenaza en la ciudad.

—¿Qué hay de la Manada Sand? Ellos no me parecen honorables.

—A su manera, lo son. Muy honorables. Si el calor de su ira los


llevara a ignorar sus nobles ideales, yo evitaría que se avergonzaran a sí
mismos.

—¿Qué quiere decir eso? ¿Lucharías contra ellos? —El Dragón


asintió—. ¿Aunque tu novia sea una de ellos?

—Sí. Lily no me agradecería eso… hasta que se calmara. Entonces,


espero que esté agradecida.

Lucas tenía sus dudas sobre eso, pero lo que fuera.

—No te voy a dar mi anillo.

—No te obligaré. Se dará libremente o no se dará en absoluto. —


Briggs se puso de pie, sacudiendo sus pantalones rotos y volviendo a
levantar su silla—. ¿Podemos hablar?

Esa ofrenda debería haberlo calmado. Sin embargo, el Monstruo


siguió corriendo de un lado a otro de la habitación, llenando la mente de
Lucas con sus furiosas dudas.

—Bien. Hablemos.

Briggs señaló el sofá. La idea de sentarse realmente hizo que su


piel se erizara.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—No, estoy bien de pie.

Los ojos del Dragón se deslizaron de un lado al otro, estudiando a


su Lobo. Una nube de preocupación oscureció sus ojos.

—Primero, ¿está el artefacto a salvo?

—Sí. —Afuera en su coche, pero lo suficientemente seguro.

—Bien. Entonces déjame empezar por el principio. Una banda de


Cambiaformas sin escrúpulos llamados Colmillos de Apophis están
trabajando en esta área.

La gente que secuestró a Ash.

—He oído hablar de ellos.

—Excelente. Desean convocar a un antiguo y malévolo espíritu


llamado Nemagorix. Si tienen éxito, muchos miles de personas morirán.
Tus abuelos probablemente estarán entre ellos, ya que viven cerca de
donde está atado ese demonio.

Oh, demonios. Lucas se había preparado para una pelea. Una


docena de excusas se cocinaban en su mente, razones por las que no
podía entregar el artefacto. Frente a ese número, todas se desvanecieron.
Ese tipo de muerte y devastación lo cambiaba todo.

—¿Qué tiene que ver eso con mi anillo?

—Nemagorix ordenó a sus secuaces que encontraran algo llamado


“la Égida”. Que significa “escudo”.

Como el pequeño disco de cuero que apareció cuando él y Lily se


tocaron.

—¿Qué es eso?

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—No lo sabemos. Podría ser un arma o, más probablemente una


defensa. Pero sea lo que sea, es fundamental para la lucha contra esta
criatura.

—Crees que ese es el artefacto. ¿Por qué? Quiero decir, podría ser
cualquier escudo.

Incluso mientras lo decía, el Dragón continuó estudiando al


inquieto Lobo de Lucas.

—Hay otras pruebas. Los Colmillos llegaron a extremos


extraordinarios para robar el collar de tu hermana. Nunca averiguamos
por qué lo buscaban tan desesperadamente. Además tuvimos una
extraña conversación con el espíritu de Kachina Wells. Es una larga
historia, una para otro día. Al final, sin embargo, pregunté si cierto ladrón
buscaba la Égida. El espíritu encontró mi pregunta divertida. En ese
momento, no entendí por qué. Ahora me pregunto si se burló de mí
porque tu hermana estaba a mi lado con la mitad de la Égida alrededor
de su cuello.

—¿Así que crees que su collar y mi anillo son las dos mitades de
esa Égida? —Para su consternación, lo que el Dragón dijo tenía sentido.

—Exactamente. Hace veintidós años, tus padres dieron sus vidas


para salvar a sus hijos: a Lily y a ti. Cada padre tomó a un niño y la mitad
de la Égida, y luego huyeron.

Lejos de algún enemigo. Dividiendo la Manada para asegurar que


alguien viviera.

Exactamente lo que su Lobo pensó que deberían hacer.

Maldita sea, ¿por qué no podía pensar? Oscuras emociones se


arremolinaban en su mente. Enojo, miedo… y una profunda e
inquebrantable ansiedad que roía su alma. Estaba fallando. Fallando…

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

a alguien… gravemente. Con un aullido de dolor, su Lobo, comenzó a


trotar de un lado a otro, dando vueltas por la habitación como una bestia
enjaulada.

Los labios de Briggs se apretaron.

—¿Puedo preguntar qué está mal? Tu Lobo está muy agitado.

—Nada —tartamudeó Lucas—. Quiero decir, nada excepto tú


sorprendiéndome. Y que mis abuelos no están aquí.

Ese debería haber sido el final. Sin embargo, Briggs se retorció,


como si la ansiedad de su Lobo fuera contagiosa.

—Señor Clay, ¿tienes una Compañera?

—No.

De repente su Lobo aulló, un grito gutural de pura rabia.


Abandonando sus inútiles giros, atacó directamente a Lucas. Antes de
que pudiera siquiera levantar un brazo, se lanzó a su garganta, con las
mandíbulas abiertas y los colmillos brillando. Se estremeció, se volvió…

…y el Lobo voló a través de él. Después de todo era un espíritu. No


más sólido que un fantasma. Aunque eso no detuvo su ataque. Su Lobo
giró tan pronto como golpeó el suelo y comenzó a morder, feroz pero
ineficazmente, en los tobillos.

Lucas le dio una patada, sin más suerte. Su pie atravesó su forma
fantasmal, lo que le valió una andanada de gruñidos.

En su forma primitiva y correcta, Briggs mantuvo sus manos


dobladas en su regazo.

—Parece que tu Lobo no está de acuerdo con esa afirmación.

130
Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿Por qué? ¿Qué diablos quieres decir con “Compañera” de todos


modos?

—Quiero decir un alma gemela. La mujer que te completa. El


destino os une para siempre.

—Sí, bueno, no. No hay nadie así en mi vida. —¡Maldita sea, este
Lobo estaba rabioso! Lucas arrancó un cojín del sofá e intentó sacárselo
de encima.

—¿Qué hay de la señorita Anderson? ¿La amas?

—No. —¡Chas, chas, chas! Su lobo hizo todo lo que pudo para
matarlo—. Quiero decir, ella me gusta. Mucho. Pero… es complicado.

Con la gracia de un bailarín, Briggs se puso en pie. La luz brillaba


en sus ojos, brillando en el cuarto oscuro.

—No, señor Clay, es simple. Parece que Ash Anderson es tu


Compañera… y su vida está en peligro, ahora mismo. No has podido
protegerla.

Esa acusación le golpeó como un mazo. Era una estupidez. No tenía


sentido…

Sin embargo, lo dejó sin aliento. Porque en su corazón, su alma,


sabía que era verdad. Esas palabras sonaban a una verdad que no podía
negar, no importa lo irracional que sonaran.

Ash era su Compañera, su alma gemela.

Le había fallado.

—¿Dónde está ella? —exigió Briggs.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿Cómo voy a saberlo? Nos separamos en Flagstaff. Creo que ella


se iba a casa.

El Dragón pinchó su pecho con un dedo.

—No pienses. Siente. ¿Dónde está ella? Vosotros estáis atados. Tu


corazón sabe cómo rescatarla.

—Yo… —¡No lo sabía! Podía suponer, pero si se equivocaba…

Solo que no se equivocaba. De alguna manera lo sabía.

—Está en su casa. Yo… yo necesito llegar a Sedona de inmediato.

Un movimiento de cabeza brusco y el Dragón se dirigió a la puerta,


todo acción.

—Ven. Alquilaré un avión privado.

Aturdido, Lucas lo siguió. Su Lobo se adelantó con febril excitación,


sin dar señales de que acabara de intentar destrozarle la yugular. Los
Lobos tenían poca memoria cuando se salían con la suya. Todo fue
perdonado… por ahora.

—¿En serio vas a conseguir un avión privado? ¿Para mí?

—Para nosotros. Lucas Clay, Lobo Sin Manada, te ofrezco mi ayuda


si la aceptas.

¡Mierda, sí! Un hombre necesitaría un lanzacohetes para atravesar


las escamas de un Dragón. Altivo o no, Casey Briggs era exactamente el
tipo que quería a su lado en una pelea.

—Gracias. Eso es genial.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Entonces vayamos a Sedona y averigüemos qué le ha pasado a


tu Compañera.

En opinión de Lucas, no podrían llegar allí lo suficientemente


pronto.

Era curioso lo rápido que cambiaron las cosas. Hace quince


minutos, quedarse con su anillo era su mayor preocupación. Ahora, le
importaba un carajo la cosa. Si ese era el precio que tenía que pagar por
la ayuda de Briggs, que así fuera.

Lo único que importaba era llegar a Sedona a tiempo y rescatar a


su Compañera.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Capítulo Dieciséis
Una vez llegaron a la comunidad de condominios, Lucas dejó que
Briggs hablara.

La madre de Ash vivía en una comunidad cerrada. Fila tras fila de


condominios limpios y elegantes con piscinas y canchas de tenis. Detrás
de ellos se extendía un campo de golf completo de dieciocho hoyos,
bebiendo alegremente incontables galones de agua bajo el ardiente sol de
Arizona.

Un portal literal, con un guardia, protegía este lugar. La vista de la


camiseta de Lucas y los vaqueros desgastados hizo que el hombre
frunciera el ceño. Y eso fue cuando estaba al volante de un impecable
coche de alquiler. El Lobo no podía imagina que apestoso ojo el echaría
si condujera su Honda.

No ayudaba que estuviera tan nervioso como un adicto a la heroína


en su primer día de rehabilitación. No importaba cuánto se ordenara que
se estuviera quieto, no podía. Sus manos tamborileaban en el volante
mientras esperaba. Se retorcía, cambiaba, miraba por el espejo retrovisor
una docena de veces. En algún lugar de su corazón sabía que Ash estaba
en peligro. Ese miedo se había disparado hasta un sordo rugido durante
el vuelo. Ahora, tan cerca de ella, regresó rápidamente. Sintiendo esa
ansiedad, el guardia sospechó lo peor.

Afortunadamente, Casey Briggs, tuvo el efecto opuesto en el


hombre. Con su nuevo traje no mordido y su mirada regia, el Dragón
parecía el tipo de banquero de inversiones que poseyera una docena de
estos “pequeños” condominios. Unas pocas palabras pulidas… “amigo de
la familia”… “visita sorpresa”… “no hay necesidad de molestar a la señora
Anderson”… y cruzaron a través de las puertas.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Lucas negó con la cabeza mientras esperaba a que un carrito de


golf privado cruzara la calle delante de ellos.

—No puedo creer que ese tipo al menos ni insistiera en llamarla.


¿Es eso algún tipo de magia Dragón?

—No. Práctica. Años de convencer a la gente para que me den lo


que quiero.

Magdalene Anderson era la propietaria de una unidad al extremo


final con vistas a la calle. Probablemente el apartamento más elegante de
este lugar, si no te importaba que una pelota de golf golpeara tus
ventanas de vez en cuando. Lucas miró a su alrededor nerviosamente
mientras estaban ante su puerta.

—En realidad sé cómo abrir una cerradura, pero estoy seguro de


que uno de los vecinos me verá y objetará.

—Permíteme. —El Dragón fingió presionar el timbre de la puerta y


retrocedió con las manos dobladas educadamente frente a él. Una rápida
exploración para asegurarse de que nadie miraba… y de repente su pie
salió disparado golpeando la madera cerca del pomo de la puerta.

¡Bam! La puerta se abrió.

Tranquilo y sereno, Briggs entró. Lucas lo siguió, aturdido por la


velocidad de su entrada.

—Ya has hecho eso antes —susurró.

—Me acojo a la quinta9 —murmuró el Dragón en respuesta.


Rápidamente cerró la puerta rota, ganando algo de tiempo.

9
Quinta enmienda, o el derecho a no incriminarse.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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El silencio llenaba el condominio. El fresco y suave silencio de la


guarida de un depredador. Lucas se adelantó, pasando por delante de
Briggs. Con cada segundo, la energía nerviosa que lo llenaba se
transformaba en determinación y una resolución feroz. Él estaba aquí
ahora. Él salvaría a Ash.

Lucas Clay no sabía lo que era una Compañera, pero por dios, ¡iba
a salvar a la suya!

Nadie los esperaba en la sala de estar, con sus baldosas de pizarra


lisa y sus paredes blancas cubiertas de acuarelas de arreglos florales. Ni
el Lobo, ni el Dragón gritaron. Ambos sabían que un enemigo acechaba
aquí.

En algún lugar.

Unos pies susurraron sobre las piedras. Lucas se deslizó por la


habitación y miró a la cocina.

En la luz tenue vio una figura. Ash estaba al final de la habitación,


junto a la nevera. La vista de su ágil figura debería haberle llenado de
alivio…

Excepto que tenía un arma.

Apuntada hacia él.

—¡Ash! —gritó—. ¡Soy yo!

Por un segundo estuvo seguro de que estaría muerto. Luego su


corazón comenzó a latir de nuevo cuando el cañón caía hacia el suelo.

—¡Lucas!

Un chorro de sangre goteaba desde su sien.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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¡Alguien la había golpeado! ¡Iba a destrozar a ese bastardo cuando


lo encontrara!

—¿Estás bien?

—¡Viviré… pero estoy tan malditamente feliz de que estés aquí!


¡Creo que mi madre está poseída!

Un paso hacia ella, impulsado por la necesidad de tomarla en sus


brazos y prometerle que la protegería.

Entonces el Monstruo se detuvo, un suave gruñido retumbando en


su pecho.

Algo huele mal.

¿Cuál diablos era el problema de esta cosa? Todo el viaje su Lobo


había estado trepando por las paredes. Ahora, a tres metros de una Ash
herida, ¿se quedaba parado frío?

Pensé que esta mujer se suponía que era nuestra Compañera.

Tal vez. Muérdela y averígualo.

¿Morder a Ash? Cada gramo de su corazón humano le gritó para


que corriera a su lado. Sin embargo, cauteloso y sospechoso, su Lobo lo
retuvo. Sentía una trampa.

¿Como si supiera que Ash estaba en peligro? Tal vez debería


escucharlo por una vez.

Lucas tragó, reflejando la inquietud de la Bestia.

—¿Dónde está tu madre?

—No lo sé. Me noqueó y cuando desperté, se había ido.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Briggs se deslizó detrás de él, desconcertado por su vacilación. Al


verlo, la delicia iluminó la cara de Ash.

—Oh, qué regalo me has traído.

Los pelos de la nuca de Lucas se erizaron y los labios del Lobo se


curvaron hacia atrás enseñando los dientes. ¡Eso no sonaba como su
Compañera!

Como la sombra de un murciélago que pasaba, algo revoloteó por


la cara de su amante. ¿Un movimiento, una sombra, una mueca de
repulsión? La pistola se deslizó entre sus dedos y se estrelló contra el
suelo. Con los ojos muy abiertos, se tambaleó…

Y de repente era ella. Ash. Ni el hombre, ni el Lobo tenían dudas.

—¿Lucas? —gimoteó—. No me siento bien. —Sin más preaviso, sus


piernas cedieron y se derrumbó en el suelo.

Ambos, el Lobo y el Dragón, corrieron alrededor de la mesa de la


cocina. Lucas la alcanzó primero y cayó de rodillas, levantándola en sus
brazos.

—¡Ash! —El miedo y la rabia lucharon dentro de él. Su mitad


humana estaba aterrorizada, exigiendo que llamara a una ambulancia de
inmediato.

Pero la furia, no el miedo, espoleó a su Lobo.

¡Lucha! ¡Lucha!, rugió dentro de él. ¡Protégela!

¿¡¿De qué?!? No había nada aquí excepto…

Movimiento. Debajo de la mesa.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Su primer pensamiento fue para Ash, consciente pero aturdida.


Acercándola a su pecho, se puso de pie tambaleándose y retrocedió.

—¡En el suelo! —le gritó al sorprendido Dragón—. ¡El enemigo!

Briggs se agachó, con una calma que hizo que Lucas se sonrojara
por sus propios nervios. Por otra parte, sabía lo dura que eran las
escamas de un Dragón. Si él tuviera una armadura como esa, estaría
bastante tranquilo.

Lo que sea que el hombre vio no pareció molestarlo. Se quedó allí,


perfectamente equilibrado sobre sus talones, frunciendo el ceño. Lucas
acomodó a Ash suavemente en una silla, luego se arrodilló él mismo.

Nada esperaba debajo de la mesa. De hecho, el piso estaba


impecable, lo suficientemente limpio como para comer en él.

—¿Salió corriendo de la habitación, o…?

Briggs se levantó, frunciendo el ceño.

—No había nada ahí.

Las mejillas de Lucas ardieron. Literalmente estaba saltando de las


sombras. Eso fue lo que obtuviste cuando un guía turístico intentaba
jugar al héroe. Mierda, él debería limitarse a pastorear turistas y dejar lo
heroico a los verdaderos guerreros, como el Dragón.

O eso pensaba él. Su Lobo, sin embargo, ardía en rebelión.

¡Los enemigos están aquí! ¡Sé cauteloso! ¡Protege!

En sus brazos, Ash se estremeció.

—¡Ese no es Casey! —gimió—. ¡Hay un espíritu aquí! ¡Posee a la


gente!

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Una mueca fría e inhumana retorció el bello rostro de Briggs y envió


un cubo de agua helada por la espalda de Lucas.

—Gracias por el regalo, Lucas Hrolf-hijo. Este es el mejor traje que


cualquier Darkborn podría esperar usar. Con el, romperé los lazos que
mantienen a mi señor prisionero.

Nemagorix. El Destructor de Mundos que Briggs había


mencionado.

Mientras retrocedía, poniéndose entre Ash y esta amenaza, la


criatura abrió los brazos del Dragón en un gesto de bienvenida.

—Muere ahora, sabiendo que tu estupidez ha condenado tu


mundo.

Colmillos, garras, o fuego de Dragón… cualquiera de esos ataques


los habría esperado Lucas. En su lugar Briggs tomó un cuchillo de chef
del mostrador de la cocina y lo lanzó con una precisión letal.

Con Ash detrás de él, no podía esquivar.

Sin embargo, mientras su mente humana buscaba en vano una


solución, su reflejos de Lobo saltaron a la acción. Su mano se adelantó y
quitó al cuchillo del medio del aire.

La mandíbula de Lucas cayó. ¡Mierda santa, soy bueno!

Un aullido de alegría brotó de su Lobo, ahora que la batalla


finalmente había comenzado. ¡Cambia! ¡Muerde!

Sí, no. Eso no funcionó tan bien la última vez, ¿recuerdas?

Aparentemente la criatura no recordaba que casi se rompió un


diente en Briggs, porque le inundó la cabeza con esas exigencias.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Lucas las ignoró. Manteniendo a Ash por detrás de él y la mesa


entre él y el Dragón se dirigió hacia la sala de estar.

¡Zip! Otro cuchillo voló por el aire.

¡Slap! ¡Clang! Lo apartó de un golpe.

Frunciendo el ceño ahora, Briggs agarró una tercera arma.

—¿Por qué sigue tirando cosas? —susurró Ash.

—¿Por qué no lo haría? —Otro golpe, otra pieza de cubiertos rebotó


en el suelo.

—Porque incluso con su forma de medio Dragón podría


destrozarnos a ambos en un instante.

—Hmmm… buen punto. —Recordó, vívidamente, cuánto había


dolido incluso morder al Dragón.

—Esto se ha vuelto tedioso. —Briggs recogió la pistola de Ash del


suelo y la levantó.

¡Oh, diablos! ¡De ninguna manera podría batear las balas en el aire!

Su mente humana se agitó, atrapada entre dos fuerzas irresistibles.


Una, la necesidad de proteger a Ash. La otra, el hecho innegable de que
no tenía ninguna posibilidad contra un Dragón. No huiría y la
abandonaría. Preferiría morir protegiéndola.

Aunque eso probablemente no le salvaría la vida. Briggs tenía más


de una bala en esa pistola.

Dentro de él, su Lobo aulló un grito de batalla.

No tenía dudas.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Eso sabía qué hacer.

Y por una vez, Lucas confió en él. Lanzando la precaución al viento,


le dio al Lobo su libertad.

Incluso antes de que se transformara, los reflejos del Lobo tomaron


el control. Mientras el brazo de Briggs se levantaba, Lucas empujó a Ash
y la mandó a la sala de estar. Luego saltó hacia adelante, saltando a
través de la mesa. Un disparo sonó, ensordecedor en la pequeña
habitación. Pero él ya estaba retorciéndose, esquivando, moviéndose.
Arrojándose contra el Dragón mientras la bala pasó silbando junto a su
oído.

Mientras se lanzaba a la garganta del Dragón, Briggs levantó una


mano con garras. Una defensa débil… o eso pensó Lucas, hasta que se
estrelló contra ella. Fue como chocar contra un poste de acero en un
callejón sin salida. La fuerza de la colisión sacó el aire de sus pulmones
y aplastó su ataque. Dedos despiadados se cerraron en su pelaje y de
repente se vio atrapado, indefenso, en el aire.

No. No indefenso. Un Lobo nunca se rendía, no importa cuán


poderoso fuera su enemigo. Si moría, moriría luchando, ganando tiempo
para que su Compañera huyera.

Lucas giró la cabeza de un lado a otro y golpeó el brazo del Dragón.


Sus dientes rasparon la piel dura y escamosa que simplemente no podía
atravesar. La desesperación se apoderó de él. No podía vencer a Briggs.
Demonios, el Dragón lo mataría en un santiamén.

Entonces Ash sería la siguiente.

Se armó de valor, esperando que una mano con puntas de garras


lo destripara de un solo golpe de muñeca. En vez de eso, Briggs gritó de
dolor y lo dejó caer.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Luz plateada, no sangre, goteaba del lugar donde Lucas lo había


mordido.

¡Exactamente la misma luz que había salido del “violador” que


atacó a Ash, cuando se conocieron!

No es que a su Lobo le importara resolver este misterio. ¡Todo lo


que vio fue una debilidad! ¡Una oportunidad de terminar con su enemigo
caído!

Saltó sobre el dragón tambaleante, mordiendo una y otra vez.


Brazos, piernas, manos. Cada toque de sus colmillos dejaba brillantes
rastros de luz que atravesaban la piel de Briggs. Aullidos de agonía
resonaron en la casa cuando su enemigo cayó hacia atrás.

De repente, la espalda del Dragón se arqueó. Con un débil maullido


de dolor, una fuente de líquido como la tinta se disparó en el aire.

¡Chas! Los dientes de Lucas lo atravesaron, trayendo de vuelta el


ya conocido sabor a aceite y putrefacción.

La mancha de tinta se desvaneció, dejando nada más que un fétido


hedor detrás. El Lobo se abalanzó sobre su enemigo derrotado, olfateando
cualquier señal de otro espíritu.

Bajo sus patas, el pecho de Briggs se agitó.

—Señor Clay, ¿sería tan amable de alejarse de mí?

Con la lengua colgando de alegría, Lucas se alejó de un salto.

Eso sonaba como el Dragón que conocía.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Capítulo Diecisiete
A pesar del calor del día, Ash no podía dejar de temblar. El aire en
el apartamento de su madre parecía tan húmedo y frío como un
mausoleo. Solo Lucas, con su brazo alrededor de su hombro, le daba
algún consuelo. El calor de su cuerpo, las duras líneas de sus músculos,
encendieron un fuego en su sangre que luchó contra los terrores de la
mañana.

Casey Briggs no tenía a nadie que lo abrazara… y el Dragón parecía


sufrir por ello. Sus manos se movían inquietas. Cepillando motas de polvo
invisibles. Arreglando su ropa. Un inútil e innecesario acicalamiento que
Ash entendía perfectamente.

—También me siento sucia —murmuró.

El Dragón asintió.

—Lo que no daría por poder empaparme en un manantial de agua


caliente durante una semana. No tengo ni idea de cuánto tiempo tendré
que someterme a la purificación antes de sentirme yo mismo de nuevo.

A salvo en los brazos de Lucas, Ash apoyó su mejilla en su hombro.


Dejando que el calor de su cuerpo la empapara. Más allá de eso, no tenía
la cobertura para abordar lo que su regreso podría significar.

—¿Sabes dónde está tu madre? —le preguntó él.

—No. Esa cosa estaba dentro de ella cuando llegué. Después de


que saltó hacia mí, yo… la golpeé —El recuerdo de eso la enfermó.
Podrían discutir todo el tiempo, pero ninguna de ellas había sido violenta.
Golpeando a su madre… sintiendo el choque del impacto correr por su
brazo mientras golpeaba la cabeza de mamá contra la pared…

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Con un suave gemido, Ash cerró los ojos. Lucas la sostuvo cerca,
con su aliento suave contra su mejilla, hasta que las imágenes se
atenuaron y ella pudo continuar.

—Después de eso, no recuerdo mucho. Cuando te “usan”, pueden


desdibujar las cosas. Dificultan tu visión. Sé que alguien más vino aquí.
Un hombre, con un tarro de cerámica de algún tipo. Debía tener otro de
esos monstruos en él, para reemplazar al que saltó hacía mí, porque él y
mamá se fueron juntos.

—¿No tienes ni idea de adónde fueron? —preguntó Lucas. Ella


sacudió la cabeza.

—Esta noticia me angustia. —Casey comenzó a caminar por la


habitación, más como un Lobo ansioso que como un Dragón—. Pensamos
que expulsar a los Colmillos de la región de Four Corners nos mantendría
a salvo. Sin embargo, parece que había un gran nido de ellos más al sur.

—¿Son estos los Colmillos de Apophis? —le preguntó ella—. No


parecen Cambiaformas en absoluto. El que me agarró se llamó a sí mismo
“Darkborn”.

—Tienes razón. Son espíritus o algo así, no Cambiaformas —asintió


el Dragón—. Sin embargo, definitivamente están trabajando con los
Colmillos. Déjame hablar con… —Hizo una pausa, respirando
profundamente antes de continuar—… con alguien del Primer Vuelo.
Finn Donnelly. Puede que él sepa más.

Guau. Dada la enemistad entre los dos grupos de Dragones, ¡esa


era una oferta generosa!

—También llamaré a mi Compañera Lily. Es una experta


rastreadora, aunque sin su collar, es solo una sombra de lo que era antes.
Aún así, es posible que pueda seguir a tu madre.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Gracias. —A pesar de sus problemas, amaba a su madre. La idea


de ella, poseída, indefensa, hizo que Ash se sintiera mareada. Más
recuerdos pasaron por su mente: lo rápido y descuidadamente que sus
secuestradores habían asesinado a los poseídos, sus “ropas” como las
llamaban, una vez que no las necesitaban.

¿Y si mamá dejaba de ser útil?

No, no podía pensar en eso. Se derrumbaría en un charco de


lágrimas si lo hiciera. Es mejor hacerse a sí misma útil.

—¿Hay algo que podamos hacer?

—No en este momento, no. Sugiero que vosotros descanséis.

Ash miró alrededor del familiar apartamento. Cambiado,


manchado, por lo que había sucedido aquí.

—No creo que pueda quedarme en este lugar.

—Tomemos una habitación de hotel —le instó Lucas—. En algún


lugar con jacuzzi.

En algún lugar donde podría empaparse del sol y calor, y expulsar


este frío infernal de su corazón.

—Suena maravilloso.

—Recoge algo de incienso de salvia si puedes —aconsejó Casey—.


La salvia es sagrada y purificadora. —Eso era bastante fácil de hacer. No
podías ir más de tres metros sin toparte con una tienda de regalos en la
zona que la tuviera, para los turistas, por supuesto.

Mientras se dirigían a la puerta, el Dragón hizo una última petición.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Lucas Clay, Lobo Sin Manada, ¿confiarías la Égida a mi


custodia?

En sus brazos, sintió que su amante se ponía rígido.

—No me siento cómodo con eso.

—Soy el Cambiaformas más fuerte y podría defenderlo mejor.

—Bueno, estoy con la única mujer que parece ser capaz de detectar
a estos monstruos antes de que ataquen.

¿Quién…? ¡Oh! ¡Se refería a ella! Ash se sonrojó, ridículamente


complacida con sentirse útil.

El Dragón no estaba muy contento con esa respuesta, pero asintió.

—Muy bien.

—¿Eso es todo? ¿No vas a discutir? —Lucas todavía no se relajó.

—Te prometí que no te lo quitaría. Por otra parte, tu punto sobre


tu Comm… um, sobre las habilidades de la dama está bien hecho.

Santo cielo. ¡Ahora un Dragón alabándola! Cuando, por supuesto,


mamá no estaba aquí para escucharlo.

Ahora la tensión se drenó de la figura de Lucas.

—Gracias.

—Te di mi palabra. No necesitas agradecerme por no mentir.

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Capítulo Dieciocho
—Oye. ¿Qué pasa?

Al principio, Ash no se dio cuenta de que había estado mirando por


la ventanilla del coche durante mucho, mucho tiempo, mirando al
vestíbulo del complejo turístico con temor. Habían encontrado un lugar
que se ajustaba a los requisitos… y aparentemente había jacuzzis, pero
seguía sin estar segura.

Incluso Lucas se dio cuenta.

—¿No te gusta este lugar? Podría llevarte a otro sitio.

¿Cómo podría explicar la inquietud, la sensación de fatalidad que


la llenaba? Todo parecía oscuro ahora, y amenazador. ¿Ese portero, con
su limpio uniforme? Un monstruo podía acechar dentro de él,
controlando cada uno de sus movimientos como una marioneta. ¿Quién
lo sabría?

Demonios, podría estar todavía dentro de ella. Ash tembló,


envolviendo sus brazos fuertemente alrededor de su pecho. Oh, ellos
pensaron que habían matado a esa cosa. Sin embargo, un escalofrío
permaneció, un pequeño fragmento de hielo se alojó en su corazón. Algo
que susurraba, “No estás bien”.

Lo cual era una tontería, por supuesto. Todo estaba bien.

—No, está bien. Este lugar está… bien.

—Gilipolleces. —Su grosería burda y sin sentido la sacó de su


angustia. Por una vez, ella tuvo toda su atención, claramente a él no le
gustó lo que vio—. Estás asustada. Dime qué está mal.

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—Yo solo… —Lanzó sus manos al aire, desesperada—. El estar


poseída me sacudió. No me siento segura.

Excepto con él. El hombre que había arriesgado su vida por ella,
otra vez. Que había destrozado a ese horror. El hombre que había
reaparecido de la nada. ¿Pero había cambiado algo realmente?
Claramente, él se iría de nuevo cuando las cosas no le convinieran.

—¿Te sentirías mejor en tu propia casa?

—Sí, pero Phoenix está a horas de distancia.

—Solo dos. —Sin esperar su aprobación, puso el coche en


marcha—. Relájate, estaremos allí en un par de horas.

Esto era lo que amaba de él, lo rápido que saltaba a cualquier


oportunidad de ayudar y proteger. Un alma audaz, decidida y bondadosa
lo llenaba.

Esta noche, ella estaba agradecida por lo que él podía darle. Por el
hecho de que al menos en este momento hubiera una persona en este
mundo que se preocupaba por ella y quería defenderla.

*****

Sin embargo, ni siquiera su hogar le dio consuelo. En su propio


apartamento, rodeada de cosas familiares, Ash no podía quitarse ese
escalofrío. Su casa parecía extraña, casi alienígena. Y fría.

Lucas la miró, desconcertado y cauteloso.

—¿Estás segura de que estarás bien? Hay un Best Western a un


par de manzanas. Si necesitas cualquier cosa, llámame.

—Gracias. —Esto era tan tonto. ¿Él se iba a quedar en un motel?


Ella debería moverse… ir a la cama… hacer algo.

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No quedarse aquí, temblando, a su lado. Como si fuera la única


cosa segura en todo el mundo.

Él se acercó más, una mano se levantó para acariciar el nudo en


sus hombros tensos.

—Sigues pareciendo rara.

—Lo estoy. Yo… —En un impulso, las palabras se derramaron.


Cosas que su corazón, no su mente, le exigían decir—. ¿Te quedarías? No
quiero estar sola en este momento.

—Claro que sí. —Para dejar claro que sabía dónde estaban las
cosas, y que no podía tenerlo todo, él añadió—: No me importan los sofás.

Su calor, su sólida presencia física era un gran consuelo. Lucas era


una hoguera, llenando las habitaciones con calor y vida. Ash preparó el
sofá para él y se retiró a su dormitorio. Simplemente aceptaría lo que él
fuera capaz de dar.

Sin embargo, una vez que esa puerta se cerró, el frío volvió. El
sueño la eludió mientras daba vueltas y vueltas. La oscuridad parecía
acercarse a la cama. Al final ese vacío, ese hielo, la envió de puntillas a
la puerta de su dormitorio.

—¿Lucas? —susurró—. ¿Todavía estás despierto?

—Sí. No creo que pueda dormir pronto. ¿Necesitas algo? —Al oír su
voz, sintió un alivio tan profundo que la avergonzó.

Maldita sea, no había una forma fácil de decir esto. Iba a


estropearlo todo, pero…

—¿Dormirías aquí conmigo?

—Claro.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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¡Oh, Señor, probablemente pensó que se le estaba insinuando!


Cuando, de hecho, no había nada que ella quisiera menos en este
momento.

—Realmente no me siento como… ya sabes…

Una risa retumbó de él.

—Me imaginé eso, dado lo nerviosa que pareces. No te preocupes,


seré un caballero. Aunque hay cosas más agradables que hacer, hacer
cucharita también puede ser agradable.

Su Caballero Lobo. Ash sonrió mientras la escoltaba galantemente


de regreso a la cama y se deslizaba a su lado.

Y él era exactamente lo que ella necesitaba.

Presionado contra su espalda, el calor de su cuerpo la calentó y


sacó ese último y persistente frío de su sangre. Fuertes brazos la
rodearon, prometiendo seguridad y protección. Su aliento agitó su pelo y
su leve especia, masculina y viril, la cubrió con su aroma protector.

Con él, se sentía segura. Amada. Protegida.

Ningún monstruo podía amenazarla ahora.

Y así yacieron, acurrucados juntos. Con cada minuto que pasaba,


Ash se calmaba. Protegida en sus brazos, se calentó. A medida que los
últimos restos de escarcha se alejaban de su corazón, notó algo más.

Calor. Un tipo muy diferente al dulce calor que rompió el hielo de


la habitación.

Ese fuego se despertó dentro de ella, alimentado por su cercanía.


Sus nalgas presionaron suavemente contra su entrepierna, y recordó, tan

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

vívidamente, qué poder y placer residía allí. Esos brazos que la rodeaban
inocentemente la habían reclamado, la habían tomado.

Y podría hacerlo de nuevo.

¿En serio? ¿No hay algo que tenga que decirle antes de siquiera
considerar eso… de nuevo? ¿Y no acabo de decirle al pobre chico que no
quería hacer el amor?

Bueno, sí, necesitaban hablar… con el tiempo. Y ella no se había


sentido así. Entonces. Ahora lo hizo.

Una mujer tenía derecho a cambiar de opinión, ¿no? Y después del


día que había tenido, tenía derecho a apagar su cerebro. No podía
soportar más drama… y la verdad es que ahora mismo solo lo necesitaba
a él.

Se giró para enfrentarlo. En la penumbra, las sombras cubrían su


rostro. Oscureciendo el rastrojo de su mandíbula. Bajo su toque, sus ojos
marrones se volvieron más oscuros, más misteriosos.

—Gracias —le susurró.

—En realidad tenías frío. —El murmullo de su voz, profundo, rico


como el chocolate, despertó su deseo—. Yo…

¡No más charla! Ash lo besó, silenciándolo con sus labios.

Ese era todo el estímulo que Lucas necesitaba. En sus brazos, su


cuerpo se tensó mientras ella lo tomaba por sorpresa. Luego se derritió
en ella de inmediato. Sus labios le devolvieron el beso, más feroz, más
apasionado que su primer intento tentativo. La prueba de que compartía
el deseo que ella sentía. Los brazos la acercaron, borrando la pequeña
distancia entre ellos. Su pecho desnudo se presionó contra ella, enviando
el satén de su camisón susurrando entre sus pechos como el aliento de

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un amante. Ash entrelazó sus dedos en sus rizos, pasando las manos por
sus sedosos mechones. Ella deslizó una pierna sobre la de él, tirando de
él más cerca del calor que se desataba en su sexo. Calentado por eso, su
hombría se agitó, buscando el calor que le dio vida.

Lentamente, con suaves caricias, cada uno exploró el cuerpo del


otro. Ella suspiró con placer mientras sus manos rodeaban sus nalgas y
acariciaban sus piernas. Sus propios dedos se deslizaron por los duros
músculos que corrían por la espalda de él. Amasándolos, acariciándolos.
Sintiendo cómo se derretían bajo sus manos mientras la tensión se
desvanecía.

En su primera noche, la pasión los había arrastrado como una


marea. Feroz, rápida, imparable. Esta noche era diferente. Esta noche,
no había prisa. No había miedo de que el otro amante pudiera cambiar
de opinión. Esta noche, la pasión creció en pasos medidos. Nada más
débil, nada menos que ese primer acoplamiento loco a pesar de su dulce
languidez. Tenía una profundidad, una intensidad, que le faltó a la
primera noche. Fortalecidos por su amor, por las pruebas a las que
habían sobrevivido, su pasión surgió como las mareas del océano.
Elevándose, inexorablemente, hacia las alturas.

Su corazón latía más rápido a media que el oleaje crecía. Más


rápido llegó su aliento. El hambre se apoderó de ellos y sus besos se
hicieron más urgentes, más exigentes. Sus piernas lo agarraron con
fuerza. Bajo el algodón de sus pantalones cortos se puso rígido mientras
su hombría se frotaba contra la promesa oculta de su sexo. Sintiéndolo,
burlada por ello, se sintió mojándose.

Con un grito ahogado, Ash se liberó de esa deliciosa prisión.


Arrodillándose, se puso de rodillas en la cama junto a él. Dejando que
sus ojos la devoraran. Permanecieron en sus pezones tensos, duros bajo
el camisón de satén. Cada movimiento de su pecho hacía que esa tela

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resbalara sobre ellos. Sus ojos se deslizaron por su vientre. El camisón,


que se acumulaba alrededor de sus caderas como una nube de nieve
blanca, los sostuvo solo por un momento. Luego su mirada cayó sobre
sus piernas bronceadas y sedosas, y el tesoro, insinuado no visto, entre
ellas.

Como un gran gato, Ash se estiró y se arrodilló derecha. Tomó los


tirantes del camisón y los levantó. Lentamente. Tentándolo con cada
nuevo vistazo a su cuerpo. El satén se deslizó por su estómago,
susurrando sobre sus pechos. Lo tiró a un lado, sacudiendo la cabeza
para dejar que sus rizos se extendieran libremente. Desnuda y orgullosa,
se elevó por encima de él. Deslumbrado por ella, atrapado por su belleza,
la miró con asombro y deseo.

Solo por un momento, y luego pateó las mantas. Ahora le tocaba a


ella quedarse fascinada por el apretado bulto en sus calzoncillos. Lucas
pasó el dedo por debajo del borde del elástico. Lo deslizó más abajo,
burlándose de ella, revelando los primeros pelos oscuros. Sus labios se
separaron, la punta de su lengua salió corriendo para mojarlos. Luego,
con un movimiento de su muñeca, deslizó los calzoncillos completamente
y los tiró detrás de su camisón.

Nada lo ocultó de sus ansiosos ojos. Su orgullosa polla se levantó


del arbusto de pelo oscuro. Al verla, Ash bebió de la vista. Recordándola
deslizándose, dura y lista, dentro de ella. Reverentemente se agachó y
acarició su pene, deleitándose con su poder, su fuerza. La caliente y
deliciosa promesa que tenía.

Solo quedaba una barrera entre ellos. Elevándose sobre un codo,


Lucas pasó un dedo sobre la banda de sus bragas. Se inclinó cerca,
plantando un lento y húmedo beso en su ombligo. Su mano le dio un
golpe en la nalga y la acercó a su boca hambrienta e indagadora.
Dispersando besos, la acarició con el mentón, empujando su ropa interior

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más abajo. El aliento y sus labios burlándose del vello corto de su pubis.
Un dedo se deslizó bajo la cinturilla, tirando de ella hacia abajo hasta que
las bajó. Ash las apartó y entonces ambos quedaron libres. Ningún jirón
de ropa se quedó para retrasar su satisfacción.

Agarrando sus caderas, Lucas la guió sobre él. Ahora ella se sentó
a horcajadas sobre su pecho mientras él la miraba con adoración. Manos
fuertes y firmes acariciaban sus lados, susurrando sobre su piel. La
visión de él entre sus piernas, su boca hambrienta tan cerca de su sexo,
enviaba destellos de placer agudos y eléctricos que la recorrían.

Las manos se cerraron alrededor de su cintura y la arrastraron


hacia abajo, hasta esos labios que anhelaban devorarla.

Su aliento fue lo primero que ella sintió, caliente sobre su piel.


Luego un beso, suave contra el montículo de su sexo. Ash gimió de placer,
su cuerpo temblando de anticipación.

Otro beso, más insistente. Los labios se cerraron, haciendo a un


lado los pliegues de su sexo. Caliente, húmedo, su aliento tocó el corazón
de ella. Entonces su lengua salió, caliente contra su sexo. Arrancándole
un gemido de placer mientras sus dedos se anudaban contra las
almohadas. Bajo los golpes de su lengua ella se retorcía, sacudida por las
olas de éxtasis que recorrían su cuerpo.

Animado, impulsado por el entusiasmo de ella, sus “ataques” se


volvieron más feroces. Tiró de ella hacia abajo, su rostro, su boca dura
contra su sexo mientras la devoraba. Los labios chupándola mientras lo
montaba. Y todavía esa lengua la atormentaba, azotando su pasión a un
tono febril. Cada vez más alto hasta que, con un sollozo de decepción,
tuvo que apartarse, para no dejarlo atrás cuando llegara al máximo del
placer.

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En la penumbra, sus ojos brillantes la miraron. Bebiendo hasta


saciarse de la alegría, el éxtasis, que había despertado en ella. Una vez
más la agarró por las caderas, esta vez para arrastrarla a su lado. Con
un rápido y elegante giro se elevó sobre ella y se deslizó entre sus piernas.

Ahora fue su turno de admirar. Las líneas duras y planas de sus


musculosas piernas. Los contornos afilados de su estómago y
abdominales. Y su verga, dura y erguida, en toda su gloria. El calor ardía
entre sus muslos mientras lo miraba, lista y mojada. Anhelando la
plenitud que le traería.

Lucas se bajó, cubriéndola. Llenando todo su cuerpo con su calor.


Por un momento sus ojos de clavaron el uno en el toro, atados por el
deseo. Luego él condujo hacia adelante, entrando en ella.

Resbaladiza y ansiosa, ella lo tomó. Con un grito, Ash envolvió sus


piernas alrededor de sus caderas. Guiándolo, tirando de él, impulsándolo
hacia delante. Cada embestida aumentaba su placer, un creciente
crescendo que devoraba todo pensamiento. Apenas sintió el vello de su
duro y musculoso pecho deslizarse por sus senos, provocando sus
pezones. Su aliento, caliente, jadeaba contra su oreja.

Sin embargo, todo palideció al lado del éxtasis que ardía en su sexo.
Cada golpe, cada impulso, debilitaba su resolución hasta que su voluntad
se quebró y ella gimió, atrapada en la agonía de esa pasión. Ash se perdió,
arañando sus hombros mientras se arqueaba, arrastrada por el placer. Y
aún así, él no se detuvo. Enloquecido por sus propias necesidades, su
propia hambre, se condujo en ella una y otra vez. Un ritmo feroz y urgente
que terminó abruptamente cuando ambos gritaron.

Los gritos se fusionaron, las pasiones se unieron, él explotó dentro


de ella. Por un maravilloso segundo, el mundo se disolvió en puro éxtasis.
Ash colgó, atrapada en el éxtasis, en la dicha.

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Luego él se dejó caer en la cama junto a ella, jadeando. Ambos


yacían saboreando las maravillas que se desvanecían de esa dicha. Sus
cuerpos calientes, sudorosos, hormigueantes, con el brillo de la pasión.
Pechos agitados mientras jadeaban.

Incluso cuando pudo hablar de nuevo, Ash no encontró palabras


para explicar cuánto había significado para ella. Todo lo que salió fue un
suspiro.

—Guau.

Viendo su deleite aturdido, Lucas se rió y le acarició la oreja.

—Te dije que había algo mejor que hacer cucharita —Fue todo lo
que él dijo.

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Capítulo Diecinueve
Una noche como esa merecía un final apropiado.

Debería despertarse en los brazos de su amante, con el cuerpo


hormigueando por la alegría que había bebido. Rodeada de sábanas
enredadas que susurraban de su feroz deseo, y de como había sido
saciado temporalmente al fin. Entonces, mientras el insistente sol se
deslizaba dentro de la habitación, ella se alejaba lentamente de sus
sueños de amor y placer. Solo para despertar con él, al verdadero y real
amor que yacía a su lado. Tal vez, cuando el toque dorado del amanecer
iluminara su cara, él también se despertaría. Con hambre. Codicioso de
su cuerpo. Y, una vez más, beberían hasta saciarse del cáliz del amor.
Las cosas se habían sentido tan bien anoche. Tal vez tendrían una charla
y ella le diría la verdad… ¡y tal vez todo saldría bien!

Debería haber terminado así… Ash despertó, feliz y satisfecha. A


salvo en sus brazos, el futuro y sus problemas no eran más que un débil
recuerdo. Pero mientras Lucas se despertaba y se acercaba con la nariz,
algo terrible sucedió. Algo que estaba a punto de descarrillar las cosas de
nuevo.

Un dolor punzante se disparó a través de su vientre. Sus tripas se


retorcieron en un nudo cuando una oleada de náuseas la envolvió.

—Buenos días, hermosa —le susurró Lucas al oído. Sus labios


encontraron su lóbulo y lo besaron, y se quedaron un momento para
chupar juguetonamente.

—Buenos… guh…

Y luego se tiró de la cama, corriendo hacia el baño.

—¡Ash! ¿Qué pasa?

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Con la mano apretada con fuerza sobre su boca, no pudo


responder. Se escabulló alrededor de la esquina y se dejó caer de rodillas
sobre la alfombra del baño. Luego lo perdió. Cena, bebidas… todo. Con
arcadas violentas sacudiendo su esbelta figura mientras su cuerpo
luchaba por expulsar todo lo que había comido en las últimas
veinticuatro horas.

Cuando el tsunami de náuseas pasó, la dejó agitada y débil. Puso


su cabeza sobre el asiento del inodoro, jadeando, conmocionada por la
violencia de esa repentina enfermedad.

Desde la puerta, Lucas llamó:

—¿Estás bien?

—Sí. Vaya, eso debe haber sido una intoxicación alimentaria. —O


algo así. Un frío temor floreció en su corazón mientras consideraba otras
explicaciones más ominosas.

—¿Estás segura? Yo me siento bien. —Probablemente porque tú no


estás embarazado, amigo—. Déjame traerte un vaso de agua.

Mientras sus pasos se alejaban por el pasillo, Ash se levantó con


piernas temblorosas y se lavó la cara. Su palidez viscosa la asustó.

Maldita sea, ¿las náuseas matutinas eran realmente tan malas?


¡No era de extrañar que su madre pensara que el embarazo fue la peor
época de su vida!

Con una mano en la pared para estabilizarse, se tambaleó hasta la


sala de estar y se desplomó en el sofá.

—Ten. —Ansioso, Lucas se arrodilló a su lado y le ofreció un vaso.

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El malestar desapareció tan rápido como apareció. Cinco minutos


y dos vasos de agua después, se sintió humana de nuevo.

—¿Mejor? —Él le acarició el pelo, la perplejidad y la preocupación


aún se reflejaban en su cara.

—En realidad, sí. De hecho… te vas a reír, pero… tengo hambre.


¿Quieres salir a desayunar?

—¿Desayunar? ¿Después de eso? —No hubo risas, pero sus ojos


brillaban—. Está bien. Lo que la dama quiera. Pero déjame ducharme
primero. ¿Quieres acompañarme?

Oh, quería. El calor se despertó en su sangre cuando lo imaginó.


Desnudo, el agua goteando por los músculos de su pecho, la espuma de
jabón arremolinándose en su piel desnuda.

Sin embargo, otros deberes exigían su tiempo. Unos que no podían


esperar.

—No, tomaré una más tarde.

—Claro.

¿Era eso decepción en su voz? Por un momento, Ash dudó. ¿Lo


había juzgado mal? Si él la amaba… si había alguna posibilidad de que
construyeran un futuro, juntos… ¿no debería compartir sus miedos con
él?

Espera, amiga. Está decepcionado porque no tendrá sexo en la


ducha y ahora intentas convertirlo en amor verdadero. Ahora se estaba
volviendo loca, sus nervios de los últimos días sacando lo mejor de ella. Le
gustaba el sexo con ella. Eso era todo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Una vez que escuchó el chorro de agua, Ash se sentó frente a su


ordenador. Hora con una cita con el Doctor Google.

La mala noticia fue que las náuseas matutinas duraban hasta la


semana veinte. La peor noticia era que generalmente no comenzaban
hasta la cuarta semana y sus náuseas parecían inusuales. Entonces
Internet le informó que había muchas cosas que podría hacer que una
mujer embarazada se mareara. Algunas de ellas muy, muy malas.

Envuelta en el miedo, rebotó de un sitio web a otro. El mundo que


la rodeaba fue olvidado hasta que una fría voz masculina habló
directamente detrás de ella.

—¿Náuseas matutinas graves?

El corazón se le hundió, Ash miró por encima de su hombro. Lucas


estaba allí, chorreando, una toalla le cubría casualmente las caderas. Por
muy sexy que fuera, no podía siquiera admirar sus abdominales
esculpidos porque su cara, congelada en una máscara cortés, mataba
cualquier pensamiento de romance.

—¿Hay algo que quieras decirme?

¿Querer? No, pero… ¿no le debía la verdad?

Sí. Buenos, sí… tal vez. Ash tomó una profunda y temblorosa
respiración.

—Estoy embarazada.

El miedo cruzó por su rostro, el pánico de un animal atrapado.

—¡Pensé que había dicho que estabas tomando precauciones!

Porque por supuesto, ¡eso era todo responsabilidad de ella!

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De la nada la rabia se apoderó de ella. Una ira imponente y justa


que lavó todos sus miedos con un golpe feroz y violento. ¿Era culpa de
ella? ¿Él no tenía ninguna responsabilidad? Se enteró de que tenía un
hijo, ¿y todo lo que podía pensar era en escapar? Toda la conexión de la
noche anterior pareció barrerse a un lado… y en su lugar cada insulto
que su madre había lanzado a los Lobos volvió a inundar su mente. Los
Lobos eran unos perdedores. Bestias borrachas e irresponsables que
holgazaneaban, esparciendo hijos ilegítimos de una costa a otra. Eran
cobardes que huían cuando las cosas se ponían difíciles.

Y se había acostado con uno. Ahora daría a luz el bebé de un Lobo.

Bueno, está bien. Después de todo, se haría cargo de sí misma y de


su hijo. De vuelta al plan A. ¿O era el plan B? Lo que sea. No necesitaba
nada de él.

Tampoco le debía nada a él.

Ni siquiera la verdad.

El desdén enfrío sus rasgos mientras se alejaba de él.

—No te preocupes. No es tuyo.

—Oh.

OMG10, ¿realmente acababa de decir eso? ¿Mentirle a la cara?


Incluso mientras estaba atrapada en esta ola de justa indignación, hizo
un gesto de dolor. Las mentiras no le salían naturalmente. ¿Pero qué más
podía hacer? ¿Atraparlo con un niño que no pidió? Y la palabra
“compromiso” parecía asustarlo en una estampida de retirada a gran
escala ante la menor mención. Ella no podía mirar su cara.
Probablemente algo bueno, porque el alivio en su voz llevó su ira a un

10
OMG: Siglas inglesas de Oh, Dios mío.

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punto agudo. Tal vez estaba leyendo demasiado en una simple sílaba, en
un “oh”. Pero parecía contento de que este fuera el problema de ella, no
el suyo.

Solo el suave tic-tac de su reloj de pared rompió el silencio, hasta


que Lucas recuperó su voz.

—Entonces, eh, ¿quién es el padre? ¿Es otro Cambiaformas?

Ash se alejó del ordenador y dijo, en voz baja:

—¿Cómo es eso asunto tuyo?

—Supongo que no lo es, pero, eh… —Sus ojos recorrieron la


habitación. Comprobando la hora, parpadeando hacia las ventanas.
Mirando a cualquier lugar excepto a ella—. Solo pensé…

—¿Pensar qué? —¿Por qué no podía decir lo que quería decir? Y ni


siquiera parecía preocuparse por ella. Tenía razón, todo se trataba de
sexo para él. Maldita sea, estaba cansada de esto.

—Eso… ya sabes. Después de anoche y, uh, antes, nosotros


somos… uh… —Se quedó en silencio, incapaz de encontrar una palabra
para terminar esa frase.

Un problema que Ash no compartía. ¡Ella tenía muchas palabras!

—No somos nada. Tú mismo lo dijiste. Este es un ligue. ¡Y un ligue


no te da derecho a interrogarme sobre mi vida sexual!

Ahora, él hizo una mueca. Ahora, el dolor llenó sus ojos

La enfureció. ¿El tipo que dijo que ellos ni siquiera eran “amigos”?
¿El tipo que eligió un estúpido anillo mágico en lugar de a ella? ¿Él iba a
fingir que era la villana aquí? El cruel. El imbécil.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Yo no llamaría a esto un “ligue”…

A ella se le escapó una risa amarga y sobresaltada de frustración.

—¡Pero lo hiciste! Literalmente, lo hiciste.

—No, no lo hice. Nunca dije eso.

La culpa en sus ojos lo traicionó, sin embargo. Incluso si no


hubiera dicho esas palabras, las había pensado.

—Le dijiste a tus abuelos que no éramos “amigos”. ¿Les mentiste?


¿Has cambiado de opinión?

—Yo, eh…

—¿Somos “amigos”, Lucas? Es una pregunta sencilla. ¿Sí o no? —


Ash se inclinó hacia atrás con sus brazos cruzados sobre el pecho y lo
miró con desprecio.

La agonía retorció su hermoso rostro mientras libraba una batalla


interna que ella no entendía.

—Somos… algo. Algo cambió esa noche, algo dentro de mí. Pero no
sé… no puedo…

Miserable, sus palabras se quedaron en silencio. Dejando a Ash


con un amargo y terrible problema.

Somos “algo”… ¿y eso lo confunde?

“Algo” no era lo mismo que “amigos”, ¿pero era lo suficientemente


bueno? ¿Un comienzo? Ahora le tocaba a ella hundirse en el pantano de
la confusión.

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—Dejemos esto, ¿de acuerdo? Tengo hambre. Voy a buscar el


desayuno. Ven si quieres.

Sin decir una palabra, se escabulló a ponerse algo de ropa.

Dejándola nadando en un océano de pensamientos enojados.

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Capítulo Veinte
El desayuno fue un asunto miserable. Lucas jugaba con su comida,
pinchando salchichas, revolviendo sus huevos, pero comía poco. Ash
engulló tortitas, huevos, y tira tras tira de beicon. Ahora que las náuseas
matutinas habían pasado, estaba hambrienta. Sentía como si tuviera una
enorme lombriz dentro de ella.

Durante todo esto, nadie dijo ni una palabra.

¿No era esta la peor mañana de todas? Mamá, perdida y


posiblemente poseída por alguna fuerza oscura. Y aquí estaba sentada.
Embarazada. No había forma de ayudar a su madre. Atascada con un
estúpido Lobo que no quería tener nada que ver con ella… pero que
pensaba que tenía derecho a dirigir su vida.

Ash se metió otra tortita en la boca y la comió.

Ahora, para colmo, un idiota la estaba mirando.

Al otro lado de la cafetería, un hombre guapo se sentaba tomando


una taza de café. Delgado y con las piernas largas, con músculos como
cuerdas rodeando sus brazos. Pelo castaño despeinado rizado en sus
rasgos duros y afilados. Honestamente, se parecía mucho a Lucas…
excepto por sus ojos, una extraña mezcla de lavanda y azul.

Esos tienen que ser lentes de contacto. Nadie tiene unos ojos como
esos.

Aunque eran preciosos. Había soñado con tener unos ojos así, en
lugar de sus simples y aburridos ojos marrones.

Sus miradas se encontraron. El hombre apartó la mirada


suavemente, inspeccionando a los clientes del restaurante. Ash volvió a

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su comida. Sin embargo, cuando alzó la vista, él la estaba mirando. De


nuevo.

Frunció el ceño, enviándole una advertencia silenciosa.

No me mires, amigo. No estoy de humor. Voy a dejar a los hombres


de lado por un año. ¡A todos vosotros!

Sin embargo, era un hombre malditamente atractivo. Casi perfecto


para sus cánones.

La vergüenza siguió a ese pensamiento, con la molestia pisándole


los talones.

¿Cómo puedo mirar a otro hombre cuando estoy con… con…? ¿Con
quién? ¿El tipo que no es mi “amigo”? ¿El tipo que se alegra de que este
bebé no sea suyo?

No, maldita sea. Ella podría mirar a cualquiera que quisiera.


Simplemente, bueno, no quería mirar a este extraño. Sí. Esa era la razón
por la que se sentía tan molesta.

Lucas apartó su plato.

—¿Estás bien? Pareces… —Su frase se desvaneció. El Lobo había


decidido claramente que las palabras eran peligrosas y que debería usar
la menor cantidad posible.

Un pensamiento perturbador se elevó en la mente de Ash. Si los


Colmillos sabían que Lucas tenía la Égida, ¡podrían ser atacados en
cualquier momento!

—Ese tipo de la cabina cerca de la esquina. El de los ojos violetas.


¿Es un Cambiaformas?

Lucas escaneó el restaurante sin ver.

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—¿Qué tipo?

—El de los lentes de contacto violetas. —¿Cómo se le pudo pasar


por alto?

—Uh… —Sus ojos vagaban de un lado a otro, desde el mostrador a


la esquina.

—¿Ves la esquina? La primera cabina en nuestra dirección.

—¿El tipo con la camiseta de los Oakland Raiders?

—Sí.

Lucas entrecerró los ojos… giró la cabeza de un lado a otro… y


luego la sacudió.

—No. No veo nada a su alrededor. ¿Qué dijiste que le pasaba a sus


ojos?

—Nada. Solo son violetas.

—Eh, no. Son azules.

Ash apretó los dientes. No, no, no, no, no. No iban a discutir sobre
el color de los ojos de un extraño, aunque tuviera que morderse la lengua.

El Lobo tenía un plan diferente para evitar una pelea.

—Tengo que ir al baño —murmuró—.Vuelvo enseguida.

Dejada sola, se encontró repentinamente revuelta por el almíbar


dulce y enfermizo.

¿Qué es lo que me pasa? No soy apta para la compañía humana en


este momento. O la compañía de un Lobo, para el caso.

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Honestamente, sin embargo, allí había un montón de cosas mal. El


secuestro de mamá, su relación (o falta de ella) con Lucas, y la
perspectiva de abandonar su programa de doctorado para ser una madre
soltera.

No me extraña que no esté de humor.

Dado lo que estaba pasando, debería ser más amable consigo


misma.

Con Lucas, también. Su mundo se ha puesto patas arriba en los


últimos días.

La penumbra que la envolvía se iluminó. Más bondad por todas


partes. Puede que no lo resolviera todo, pero haría la vida más soportable.
Para todo el mundo.

—Disculpe.

Ash saltó, sorprendida al darse cuenta de que alguien estaba junto


a su hombro. Levantó la mirada. Más allá de unos brazos fuertes, una
camiseta de los Raider que se aferraba fuertemente a sus abdominales
esculpidos… y a unos ojos violetas intensos.

¡El desconocido! Instintivamente, su mano se curvó alrededor de


su cuchillo. Como si un cuchillo para la mantequilla sin filo fuera a
hacerle algo a un Cambiaformas.

Solo que no era un Cambiaformas, según Lucas.

—¿Sí? —croó—. ¿Qué es lo que quieres?

—Yo… —Miró por el pasillo hacia los baños, donde Lucas había
desaparecido. Maldita sea, ¿dónde estaba ese Lobo? ¡Ella lo necesitaba!

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Sin embargo, cuando el borde de su miedo se atenuó, notó que no


había nada particularmente amenazador en el hombre. Él no se cernió
sobre ella, ni frunció el ceño. En todo caso, parecía… ¿avergonzado?

—Señora, hay algo que necesito decirle. Y me temo que va a sonar


completamente loco.

—¿Eres un Cambiaformas? —murmuró ella. A veces los


Cambiaformas no se reconocían entre sí, aunque eso era poco común.

Al oír esa palabra, suspiró con alivio.

—¿Eres Kin? ¿Así que sabes que estás desayunando con un Lobo?

Oh, qué alivio. Ash se rió, soltando su agarre mortal del cuchillo de
la mantequilla.

—Sí, ya lo sé.

—Bueno. Entonces puedo hablar claramente y no pensarás que


estoy loco. —Con sus siguientes palabras, su sonrisa se desvaneció—.
Estás embarazada, ¿verdad? Hay algo mal en el niño.

El horror se apoderó de ella, una marea helada que ahogó todo


pensamiento, todo sentimiento. A su alrededor, los sonidos y las
imágenes cotidianas se volvieron apagados, empequeñecidos por el
zumbido en sus oídos.

—¿Qué quieres decir? —susurró con los labios entumecidos.

—Creo que has entrado en contacto con algo oscuro y


contaminado.

Posesión. Sí, eso fue definitivamente “contacto”.

—Lo he hecho.

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—Bien. Bueno, no es “bueno”, pero al menos sabes que algo pasó.


Lo que sea que haya sido dejó una… una oscuridad. Una contaminación
en la que el bebé está empapado. Necesitas ser purificada. Hazlo rápido
y todos estaréis bien. El bebé también. —El alivio por eso casi la hizo
desmayarse—. Pero tienes que darte prisa.

—¿Cómo nos purifico?

Volvió a mirar nerviosamente hacia los baños otra vez.

—Habla con las Liebres de Sedona. Probablemente puedan


ayudarte. —Ash tenía sus dudas al respecto—. O haz una petición a los
Dragones del Vuelo de las Nieves. Saben mucho sobre el mundo de los
espíritus.

El Vuelo de Casey. ¡Y él había pensado que un poco de incienso de


salvia resolvería el problema!

—¿Tú no puedes ayudarme?

—No. —Se dirigió a la puerta, con los ojos todavía pegados a las
puertas del baño—. Tengo que irme. No puedo ayudarte.

—¡No puedes dejar caer una advertencia críptica y salir corriendo!


—protestó ella.

Su acusación trajo una sonrisa amarga a su rostro.

—Sí puedo. De hecho, ese es mi procedimiento operativo estándar.

Espera. ¿Eso significa…?

—¿Eres Nemo? ¿El tipo que me envió ese correo electrónico?

El desconocido se volvió, con las manos en forma de puños y los


ojos brillantes.

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Ojos verdes. No violetas.

—¿Eres una de las personas de Nemo? —siseó él.

Ash retrocedió, apartándose a lo largo del banco.

—¿Qué quieres decir? ¿Quiénes son “la gente de Nemo”?

Hizo una mueca. Y cuando volvió a abrir los ojos, volvieron a ser
violetas.

—Lo siento, respondí a mi propia pregunta. Tú no preguntarías si


lo conocieras.

—¿Quién es él? Todo lo que sé es que me envió un correo


electrónico muy extraño.

—Bórralo. Luego bloquéalo. —Una rabia apagada se cocinaba a


fuego lento detrás de esos hermosos ojos—. No importa lo que te haya
dicho, no importa cuán “útil” haya sido, recuerda esto: Nemo no es tu
amigo. No es amigo de nadie. No lo aprendas de la manera difícil, como
yo lo hice.

—Pero…

Al otro lado del restaurante, Lucas salió limpiándose las manos


húmedas en sus vaqueros. Inmediatamente el desconocido se alejó de
ella.

—Me tengo que ir.

—¡Espera!

Ash se puso de pie, pero él se alejó corriendo, deslizándose a través


de un grupo, tan resbaladizo como una anguila. Torpe en comparación,
ella se movió tras él, abriéndose camino entre la multitud.

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Lucas vio su movimiento repentino y se abrió paso a través del


restaurante hacia ella.

Ignorando los gritos de indignación, Ash salió a la calle.

La calle vacía. Los coches pasaban zumbando. Un par de mujeres


jóvenes cruzaron la calle, riéndose. El único hombre que estaba cerca era
un caballero bajito, mayor y con el pelo canoso, que miraba al escaparate
de la tienda de libros de al lado. Saltó cuando ella cargó y giró
salvajemente, buscando al desconocido.

—El hombre que acaba de salir corriendo. ¿Por dónde se fue?

—¿No vi a nadie?

Lucas salió a empujones por la puerta y se detuvo en el codo de


ella. El Lobo se erizó ante la amenaza y recorrió la calle con una fiereza
que realmente calentó el corazón de Ash. Tal vez no era su “amigo”, pero
Lucas Clay definitivamente patearía el trasero de cualquiera que la
amenazara.

—¿Qué ha pasado?

—Ese bicho raro por el que te pregunté era Kin. O algo así. Vino y
dijo un montón de cosas realmente extrañas.

—¿Te hizo daño? —Puso una mano protectora en su codo.

Ash se encontró cada vez más cerca de él. Escudándose en su


cruda furia masculina.

—No. Pero me asustó. Dijo que el bebé está en peligro por… lo que
pasó. —El viejo había vuelto a su escaparate, pero ella no quería parecer
demasiado extraña—. Y conocía a Nemo. Dijo que no era un buen tipo.

—Entonces, ¿dónde está?

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—¡No tengo ni idea! ¡Se ha desvanecido!

—Briggs se volvió invisible en la casa de mis abuelos. ¿Pueden otros


Cambiaformas hacer eso?

—No que yo sepa, no. Por otro lado, ¡tampoco sabía que los
Dragones pudieran hacerlo! Tal vez…

Detrás de ellos, sonó el timbre de la puerta del restaurante.

—¡Oye! —gritó su camarera—. ¡No podéis salir corriendo sin pagar!

¿Sin…? ¡Uy!

La camarera no se calmó hasta que tuvo dos billetes de veinte en


su mano. Incluso entonces, rechazó sus disculpas y explicaciones.

—No vi a nadie con ojos morados. Y yo atiendo esa mesa.

La adrenalina había mantenido a Ash en marcha. Para cuando


pagaron la cuenta y salieron, toda esa fuerza se había desvanecido.
Dejándole nada excepto el nerviosismo.

Y miedo.

¿Qué implicaba la “purificación”? No recordaba que su madre lo


hubiera hecho nunca. ¿Qué tan pronto era “de inmediato”? ¿Un mes?
¿Una semana?

¿Una hora? ¿Esta inmundicia estaba deformando a su hijo incluso


ahora? ¿Convirtiéndolo en una monstruosa parodia de un bebé?

Fuerte y firme, una mano se cerró alrededor de su codo.

—Oye —murmuró Lucas—. Dime lo que dijo ese tipo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Nada de eso era de su incumbencia, en realidad. Aún así, las


palabras se derramaron de ella en una avalancha imparable.

Él la escuchó en silencio. Deslizó un brazo alrededor de sus


hombros mientras caminaban. La sostuvo cerca. Ese calor, esa cercanía,
la calmó… y sus siguientes palabras hicieron que su corazón cantara.

—Mira, quiero que sepas que estoy aquí para ti. Sé que he dicho
alguna estupidez últimamente. Lo siento por eso. Pero estamos juntos en
esto.

¡Cuánto había anhelado oírle decir eso! Sin embargo, incluso en


medio de este feliz resplandor, una sombra permaneció. Porque estaba
equivocado. Ella estaba sola. Ni su amante, ni su madre la ayudarían con
este niño. Todo lo que tenía era a ella misma, y tal vez, a los Clay.

No tenía sentido engañarse.

—Gracias, pero… no tienes que hacerlo.

—Ya lo sé. Nadie me obliga a hacer nada. Esto es algo que quiero.
Mira, Ash, te lo debo.

—No, no me debes. Tú salvaste mi vida, ¿recuerdas? Si alguien está


endeudada, soy yo.

—Te debo porque he sido un imbécil. —Se le escapó un bufido de


risa poco femenino a ella, a pesar de sus preocupaciones, y Lucas
sonrió—. Lo he hecho. Lo sé. He estado tan atrapado en mis problemas
que no he prestado atención a los tuyos. Que son, honestamente, mucho
peores que los míos. Bueno, eso termina ahora. Estoy aquí para ti. Voy a
ayudarte a purificarte, sea lo que sea lo que eso signifique.
Encontraremos a tu madre y la rescataremos. Y luego… no lo sé.

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Ella tampoco lo sabía. Por el momento, se atrevió a soñar que


podría haber un camino a seguir por delante.

Para ambos.

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Capítulo Veintiuno
Resultó que la purificación requería un resort. Uno muy elegante.

Lucas charló todo el camino hasta el Ringo’s Spread. Sobre su vida,


su familia, la universidad y sus intentos poco entusiastas de hacerse una
carrera. En pocas horas, Ash averiguó diez veces más que en los últimos
dos días.

Tratando de animarme. Mantener mi mente alejada de la razón de


este viaje…

Ella lo apreciaba. Fue amable, un gesto dulce. Uno que demostró


que su “Lobo solitario” se preocupaba por otras personas.

Incluso funcionó. Más o menos. De vez en cuando las palabras se


desdibujaban en un ruido de fondo y se encontró mirando al desierto,
con el corazón enfermo. Cada vez que veía eso, Lucas la traía de vuelta
con una palmada en la mano, un toque suave. Nunca la regañó, ni
siquiera mencionó sus lapsus de melancolía.

Puede ser tan cariñoso… cuando quiere.

Solo Casey Briggs parecía contento de verlos. Sin embargo, una vez
que Lucas explicó por qué estaban aquí, incluso los malhumorados Lobos
de la Manada Sand se suavizaron. Nadie, Lobo o Dragón, tenía una pista
sobre el hombre de los ojos extraños. Sin embargo, el nombre de “Nemo”
hizo que las cejas se levantaran por todas partes.

Lily tembló de emoción.

—El mismo tipo nos dijo dónde encontrar la basura que los
Colmillos robaron del Vuelo de Casey.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—No era “basura” —resopló el Dragón—. Era un pequeño fetiche


de piedra, que simbolizaba la confianza que…

Su Compañera lo cortó.

—Vale, era una basura importante. Como esta cosa de la Égida.

—No tan importante —murmuró Casey.

Su desacuerdo hizo que los ojos de su Compañera se encendieran.

—Ahora solo estás siendo difícil. —Se rió entre dientes. Como si los
hombres difíciles fueran muy divertidos.

Lily King, decidió Ash era una mujer extraña.

—Así que “Nemo” sabe cuándo los Colmillos roban cosas. ¿En qué
lo convierte eso? ¿Alguna mente maestra Rata?

—¿Un miembro renegado de los Colmillos? —sugirió Lucas.

—No puede ser demasiado renegado-r… renegad-azo… —Lily se


encogió de hombros—, porque nunca nos advierte antes de que la basura
sea robada.

Ash asintió.

—Y el Hombre de los Ojos Violetas dijo que Nemo no era nuestro


amigo.

—Sí, pero tampoco estamos seguro que él Tipo Misterioso


Desaparecido sea un buen tipo —protestó la otra mujer.

—Bueno, me advirtió sobre la amenaza a mi bebé.

—Vale —admitió Lily—. Punto a favor del Tipo Desparecido. ¿Y


dónde nos deja eso? ¿Quién es Nemo? ¿Quién es el Tipo Desaparecido?

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Serie Cambiaformas de la Égida
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¿Cuál es su juego? —Los Cambiaformas y Kin se miraron los unos a los


otros, todos en silencio. Después de unos segundos, Lily se encogió de
hombros—. Bien. Yo tampoco tengo ideas. Necesitamos saber más. Así
que al diablo. Dejemos de perder el tiempo “pensando” y hagamos algo
en su lugar.

Casey negó con exasperada diversión.

—¿Qué sugieres que hagamos? No sabemos dónde encontrar a


nuestros enemigos.

—Lástima porque “golpear a los malos” es siempre la primera


opción.

La alegre amenaza en la voz de Lily elevó el espíritu de Ash. Rara o


no, la Princesa Lobo era una buena persona para tener de tu lado.

Ella también tenía razón. “Encontrar a Nemo”, podría esperar.

—¿Alguna idea de cómo puedo purificarme?

Para su profundo alivio, Casey asintió.

—Lily, ¿hay una cabaña para sudar aquí en el Spread?

—No. —La incredulidad goteaba de la palabra, como si el Dragón


acabara de pedir un “unicornio que tirara pedos de arco iris”.

—¿Qué tal una sauna?

La Loba hizo un gesto con la mano a los decrépitos remolques que


los rodeaban.

—¿Cuál de estas ruinas se parece al Spa del día? Quiero decir, no


hay aire acondicionado. Así que si hiervo una olla de agua en uno,
probablemente se convertirá en una sauna…

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Eso no es apropiado para la purificación. —Casey parecía


horrorizado por la mera sugerencia.

El corazón de Ash se hundió. ¿Era realmente tan difícil encontrar


una sauna adecuada?

Lily se golpeó el labio.

—¿Qué hay de Ancient Ways? Un sitio bonito como ese tiene que
tener saunas. Además el Oso que lo posee me debe un favor.

*****

“Sitio bonito” resultó ser un eufemismo. Ubicado con buen gusto


en medio de la arena del desierto y las rocas, Ancient Ways era un oasis
brillante que hasta su madre adoraría.

Su dueño, Rex Fairburn, era el Oso por excelencia. Un gran y


corpulento hombre de brazos gruesos y pecho como un tonel. Sin
embargo, se movía en silencio y hablaba con una suave fuerza. Tan
pronto como Lily le explicó por qué necesitaban el sauna, Rex dejó claro
que movería cielo y tierra para ayudarles. Los Osos eran todo sobre la
familia. Proteger a un niño no nacido sería un deber sagrado para uno.
Con Lucas a un lado y Rex al otro, Ash encontró que su confianza crecía.
Podían hacer esto. Juntos, salvarían al bebé.

Cuando Casey salió de su inspección de la sauna, el Dragón


parecía agradablemente sorprendido.

—Esto es… encantador. Porque tiene piedras de verdad en lugar de


un calentador barato.

—Solo lo mejor para mis huéspedes —retumbó Rex. Si la sorpresa


del Dragón lo insultó, no lo dejó ver—. Y lo tendrás todo para ti. Lo he
“apagado” para “reparaciones”.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Gracias. —Ash dejó que su alivio y gratitud calentaran esa simple


frase.

Incluso Lucas la apoyó, con un brazo alrededor de su cintura.

—¿Y qué pasa ahora?

—Ahora pongo un poco de salvia y hierbas en las piedras. Mientras


el sauna se calienta, cortaré algunas varas para ti.

—¿Varas? —Ash tragó—. No estoy segura de poder azotarme a mí


misma…

—Yo te ayudaré —se ofreció Lily—. Dame las varas. La golpearé.

De inmediato, Lucas se enfadó con su hermana.

—No vas a golpear a nadie.

—Los golpes son simbólicos —gruñó Casey, silenciando a los dos


Lobos antes de que la pelea empeorara—. Ligeros golpes para estimular
la sangre.

—Oh. —Lily pareció decepcionada.

Ash estaba aliviada.

—Tener a Lily contigo todavía sería bueno —interrumpió Rex—.


Algunas personas se desmayan durante su primera sauna. Ella puede
asegurarse de que no te sobrecalientes.

—Siempre y cuando no la asalte —refunfuñó Lucas.

Su hermana no hizo ninguna promesa.

*****

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Quince minutos después, las dos mujeres se sentaron sobres sus


toallas, rodeadas de vapor y calor sofocante. Dos hileras de bancos
rodeaban las piedras al rojo vivo. Rex advirtió que el banco inferior era el
más fresco y de debían salir a tomar una ducha fría cada quince minutos
para minimizar el peligro de agotamiento por calor.

Ash le dio las gracias y encontró un asiento en el banco más bajo,


Lily tomó sus palabras como un desafío y rápidamente trepó a la fila
superior segura de que podría hacer los cuarenta y cinco minutos
completos sin descanso.

¡No estoy segura de quién de nosotras va a cuidar a la otra!

El aroma de la salvia y las hierbas añadió un sabor fuerte al aire.


Ash respiró profundamente, dejando que las plantas hicieran su “magia”
tanto por dentro como por fuera. De vez en cuando se daba un golpecito
a medias con las varas. Mientras tanto, Lily se recostaba y miraba al
techo.

—Gracias por el consejo —le dijo Ash.

—¿Qué consejo?

—Sobre hacer la prueba de embarazo. No tenía ni idea…

—Sí, me lo imaginaba. —La Loba hizo una mueca y empezó a


enrollar distraídamente el borde de su toalla—. Así que mi hermano, ¿va
a ser un hombre y se casará contigo?

No era asunto suyo. Sin embargo, aunque Ash no conocía


realmente a esta mujer, el impulso de compartir su dolor era demasiado
grande. Todas sus amigas de la escuela eran humanas. No tenía
Cambiaformas o Kin a los que pudiera desnudar su alma.

—Le dije que no era suyo.

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—¡Infiernos! —soltó la Loba—. ¿Es tan imbécil que no lo quieres


cerca?

—¡No! No, en absoluto. Yo…

¿Ella qué? Ella no lo amaba… ¿o sí?

Ash se lamió los labios y lo intentó de nuevo, sintiéndose


ligeramente mareada.

—No quiero que se sienta atrapado, o como si tuviera que casarse


conmigo. El matrimonio debería ser todo amor. No por errores.

Por una vez, todas las burlas huyeron del rostro de la Loba y sus
palabras se volvieron serias.

—Eso es inteligente. A nadie le gusta una trampa, especialmente a


los Lobos. Nos pones una correa y nos volvemos locos. Aún así, eso es
una gran taza de mierda para ti.

—En realidad no. —Su mano rozó su vientre, provocando otra


oleada de náuseas que Ash luchó por ignorar—. Quiero a este niño. Mi
madre probablemente me repudiará. —Si todavía está viva…—. Y no creo
que pueda quedarme en la universidad. Pero me las arreglaré. Nosotros
nos las arreglaremos.

—Bueno, si alguna vez necesitas un lugar donde quedarte, eres


bienvenida al Spread. Puedo echar a alguien de un remolque para ti.

Esa era una oferta amable. Una especie de amabilidad Lobuna,


pero aún así se sintió bien.

—Gracias. Yo…

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Un torrente de bilis se arrastró hasta su garganta. Ahogando sus


palabras. Ash se atragantó, sujetando una mano sobre su boca como si
pudiera contener físicamente su enfermedad.

—Voy a… voy a… —Se inclinó hacia adelante mientras sus


entrañas se convertían en líquido.

La Loba se revolvió con horror.

—¡En las rocas no! —gritó—. ¡No vomites en las rocas calientes!

En el último momento, Ash se apartó de las humeantes piedras


calientes. Mientras caía de rodillas en el suelo del sauna, vomitó,
miserable…

Y la oscuridad, no el vómito, pudo salir a raudales. Un grueso


coágulo de tinta negra cayó sobre el suelo de madera.

—¡Oye! —jadeó—. Oye, creo que esto funcionó.

La mancha se movió y se extendió hacia ella como una sanguijuela


aturdida.

Con un grito, Ash se subió al banco. Sobre ella, Lily se transformó,


gruñendo. Mientras la Loba se agachaba, lista para saltar sobre el
enemigo, ella la agarró por el cuello.

—¡No lo toques, Lily!

Las desafiladas garras se movían por la madera mientras la Loba


retrocedía. Luego aulló, un grito agudo que resonó en la habitación
cercana.

Ash miró hacia abajo. Un pequeño y fangoso tentáculo se había


apretado entre las tablillas del banco. Ahora se agitaba a ciegas,
buscando sus pies.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Con un chillido de repulsión, Ash se subió al banco de arriba junto


a Lily, que ladraba furiosamente. Debajo de ellas, la sanguijuela
demoníaca también se levantó y avanzó poco a poco sobre las tablas
calientes. Buscando la presa que podía sentir, pero no ver.

¿Qué demonios iban a hacer? ¡Ninguna de ellas podían tocar a esta


cosa! Miró salvajemente alrededor de la sauna vacía… y luego se dio
cuenta de que todavía tenía sus estúpidas varas, agarradas con fuerza
en una mano. Mientras Lily gritaba y aullaba, Ash se inclinó con cuidado
y golpeó a la sanguijuela tan fuerte como pudo.

Los palos la atravesaron, como si no fuera más que una sombra.


Sintiéndola, la mancha se agitó hacia su mano, estirándose en el aire.
Con un siseo de repulsión apartó su brazo. La criatura se movió de un
lado a otro, como si estuviera probando el aire, y continuó su apresurado
camino a través del banco.

De repente, la puerta de la sauna se abrió de golpe. Una ráfaga de


aire frío entró en la habitación y se congeló sobre su piel desnuda.

Tres hombres enormes, Lobo, Oso y Dragón, intentaron abrirse


camino al mismo tiempo.

—¡Cuidado! —Ash señaló la sanguijuela, medio oculta por el aire


humeante.

Para su sorpresa, los ojos del Oso se abrieron de par en par al


reconocerla sorprendido.

—¡No lo toques! ¡Poseen a la gente!

Todos sus aspirantes a salvadores se detuvieron, desconcertados


por el mismo problema: cómo se puede matar algo que no se puede tocar.

Casey comenzó a empujar a los otros.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Déjame quemarlo.

Rex no se movió.

—Son inmunes al aliento del Dragón. Los he visto recibir un golpe


directo sin inmutarse.

Solo que Lucas ignoró el debate. La luz brillaba en sus ojos y sus
labios se enroscaban hacia atrás mientras se transformaba. Antes de que
nadie pudiera detenerlo, el Lobo negro se lanzó a su pequeño enemigo.

—¡Lucas, no! —gimió Ash.

¡Chas! Sus dientes se cerraron alrededor de la sanguijuela y la


lanzó al aire. ¡Chas! ¡Chas! Y desapareció.

Luchas volvió a cambiar mientras los demás lo miraban en estado


de shock.

—¿Te acabas de comer esa cosa? —preguntó Rex.

—Uh… ¿tal vez? —El Lobo se rascó la cabeza—. No estoy seguro.


Como que se evaporó. O algo así. Ellos hacen eso.

—Esperemos que la sauna pueda arreglar eso también —suspiró


Casey.

—Espera. —Ash levantó una mano y miró de cerca a su amante—.


Creo que estás bien, Lucas. La gente tiene sombras bajo sus ojos cuando
están poseídos. Tú no tienes ninguna.

Una de las cejas del Dragón se arqueó estiradamente.

—¿Puedes identificar a los poseídos? Es muy bueno saberlo.

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Claramente, el destino de Ash era ser siempre alabada cuando su


madre no estaba allí para escucharlo. Aún así, el corazón de Ash se
hinchó de orgullo.

Hasta que Lily se transformó en humano y bramó a todo pulmón.

—¡QUÉ DEMONIOS, GENTE! ESTA ES LA SAUNA DE MUJERES,


¡FUERA!

Tres pares de ojos masculinos se lanzaron a las dos mujeres


desnudas. Tres pares de mejillas ardiendo al rojo vivo.

Luego los tres hombres Cambiaformas treparon unos a otros en su


prisa por escapar de la sauna.

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Capítulo Veintidós
—¿Náuseas?

—No.

—¿Escalofríos?

—No.

—¿Voces en tu cabeza?

—Diablos, no.

No importa cuántos síntomas preguntaran Briggs y Fairburn,


Lucas siguió encogiéndose de hombros.

—Chicos, no hay nada malo en mí. Creo que ya he matado a tres


de estas cosas. No he sido poseído todavía.

—Huh. —La cara cuadrada del Oso se arrugó de perplejidad—. Tal


vez el Primer Vuelo no sepa de qué está hablando.

Briggs hizo una mueca, decepción clara en sus palabras.

—Si bien me duele renunciar a una oportunidad de denigrar a ese


Vuelo, lo que dicen es correcto. Por lo que he oído, los espíritus oscuros
deben ser combatidos con magia y fuego.

El silencio se instaló alrededor del pequeño grupo mientras


esperaban a que las mujeres se vistieran.

—Oíd, no sé si esto importa —Lucas, lanzó la sugerencia, más para


matar el tiempo que porque fuera importante—. Una vez mordí a un Lobo

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poseído y tuvo convulsiones hasta que una de estas babosas saltó fuera
de él.

—Tu mordida… ¿lo exorcizó? —Briggs luchó para mantener su


expresión cortés.

Fairburn no desperdició la energía.

—Eso es una locura. Lo único que le dio a alguien de una


mordedura de Lobo fue rabia.

—Solo tirando eso fuera por ahí…

—Espera. —Con un fuerte movimiento de su mano, Briggs los


tranquilizó a ambos—. Nos olvidamos: no eres simplemente un Lobo. Tu
madre era una Adanai, una criatura del Otro lado.

—Y mi padre podría no haber sido un simple Lobo. La cosa que


poseía a la madre de Ash me conocía. Me llamó “Lucas Hrolf-hijo”.

El Dragón miró a Fairburn.

—Tú estás más familiarizado con los Cambiaformas de esta área


que yo. ¿Te suena ese nombre?

—No. Recordaría un nombre raro como ese.

Las dos mujeres entraron, más tranquilas y limpias. Lucas se puso


de pie, ofreciéndole a Ash una silla, que ella tomó, agradecida. Cuando
Briggs lo imitó, Lily lo ignoró y comenzó a caminar por los bordes de la
habitación. Un movimiento inquieto y atrapado que puso al propio Lobo
de Lucas al límite.

—Pillé el final de eso. Vosotros estabais diciendo que yo y el Imbécil


somos especiales y podemos morder estas cosas.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—¡Oye! —Lucas se puso firme, fulminando molesto a la mujer.

Lily los ignoró.

—Ash puede verlos. Nosotros podemos morderlos. ¡Suena como si


fuéramos una Manada de cazadores de demonios!

Fairburn se disolvió en carcajadas.

—Claro. Sois una Manada. Tan pronto como tú y Clay os peleéis


para ver quién es el Alfa.

—Desafío aceptado. —La sonrisa de Lily estaba llena de dientes


afilados.

Maldita sea, él nunca había golpeado a una mujer en su vida…


¡pero su hermana lo hacía tan tentador!

Ash, la voz de la razón, acabó con la incipiente discusión.

—¿Ha habido alguna noticia sobre mi madre? —Cuando el Dragón


sacudió su cabeza, su cara decayó—. Tiene que haber algo que pueda
hacer. Me volveré loca sentada aquí, esperando que algo caiga en mi
regazo.

Mataba a Lucas sentirse tan indefenso. Incapaz de ayudar o


proteger a las mujeres por las que él… la mujer por la que él, eh… tenía
sentimientos.

Fairburn le dio un codazo a su odiosa hermana.

—Oye, King, ¿no puedes rastrearla?

—Claro. No has oído las noticias. Mis habilidades de rastreo son


ahora oficialmente una mierda. No son mejores que las de cualquier Lobo
decente.

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—¿Qué ha pasado?

—Imbécil y yo nos encontramos.

—Deja de llamarme así —gruñó Lucas. Su hermana tenía una seria


necesidad de que le dieran golpes para arreglarla.

El brillo de sus ojos le hizo sospechar que ella quería una pelea.

—Él tenía un anillo, yo tenía un collar. Cuando se tocaron, se


convirtieron en una especie de escudo idiota.

Los ojos de Fairburn se agrandaron.

—Ese no será la Égida, ¿verdad?

Lily le dio un golpe en las costillas de Ash.

—Cielos, dile a Sedona que trabaje en su seguridad, ¿quieres?

—¡Lo dice la mujer que le dijo que tenemos la Égida! —resopló


Lucas. Lo que molestó a su hermana… ¡y se sintió bien!

—Claro que lo sé. —Fairburn no prestó ninguna atención a la pelea


de los Lobos—. Mi Compañera, Paige, y yo fuimos los primeros en
enterarnos de eso.

¿Así que alguien sabía algo sobre este artefacto come-anillos?

—¿Qué hace?

—Ni idea. Solo sabemos que Nemagorix, el espíritu o el señor


demonio detrás de todos estos Monstruos Mocos, lo quiere destruir.

No ayudaba en absoluto.

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—¿Sabes por qué se uniría a un Dragón? Cuando Briggs lo tocó,


apareció una imagen.

—¿Puedo verlo? Encontramos un montón de imágenes extrañas


cerca de uno de los sitios sagrados de Nemagorix.

—Por supuesto. —Lucas sacó el sobre de su mochila. El pequeño


escudo todavía estaba en él, sano y salvo. Lo sacó y lo sostuvo.

Mientras su mano tocaba el suave cuero blanco de la Égida, la


oscuridad floreció en su cara. La imagen de tinta de un Lobo, estilizada
y extraña, tomó su lugar al lado del Dragón.

—¡Pero qué…!

—¿Qué demonios has hecho? —Antes de que pudiera parpadear,


Lily le había arrebatado la cosa de la mano y la giró de un lado al otro,
mirando con indignación esta nueva imagen—. ¡No pasó nada cuando lo
toqué!

—¡Supongo que no le gustas! —Le devolvió la mirada. Siempre


encantado de anotar un par de puntos a costa de ella.

Disgustada, Lily le tiró la cosa a Fairburn como un frisbee. Lo


atrapó, y una vez más la superficie del escudo brilló cuando un Oso se
desvaneció a la vista. Sorprendido, el gran hombre casi lo dejó caer al
suelo.

—¿Esa cosa simplemente odia a las mujeres o qué? —refunfuñó


Lily. Más de la mitad del escudo ahora estaba cubierto con esas extrañas
runas—. Agrega Rata y Liebre, y tendremos uno de cada tipo de
Cambiaformas.

Lucas no sabía mucho sobre la sociedad de los Cambiaformas, pero


la sugerencia de su hermana tenía sentido para él.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Fairburn, sin embargo, sacudió su cabeza.

—No lo creo. Había una imagen en esas ruinas, donde descubrimos


lo de la Égida. Cinco criaturas convocando a Nemagorix. Estas parecen
tres de ellas.

—¿Estás seguro? —Lucas miró del Oso al Dragón—. Quiero decir,


no sé vosotros, chicos, pero no tengo la intención de convocar a ningún
monstruo devorador de mundos.

Por una vez, su desagradable hermana se puso de su lado.

—Sí, y yo pensé que el objetivo de este asunto de la Égida era


proteger a la gente de Nemagorix. El tipo quiere que lo destruyan, ¿no?

—Sí —admitió el Oso—. Tal vez no estoy recordando bien la imagen.

—¿Puedes llevarnos allí?

—No, tuvimos que destruirlo. Demasiado peligroso. Nemagorix


podía hablar con la gente a través de ellas. Pero puedo mostraros una
foto de la imagen. Venid conmigo.

*****

El hogar de Fairburn era una mansión en las afueras de Cortez,


Colorado. No tan lejos del rancho de los abuelos de Lucas… pero
probablemente valía cien veces más que su casa. Tan pronto como la
puerta se abrió, un mar de niños pequeños entró en el vestíbulo y rodeó
a los visitantes. Se gritaban nombres. Jake, Eden, Sam, Nate, Micah.
Lucas no tenía ni idea de qué nombre correspondía a cada niño (excepto
Eden, la única chica). Una mujer bonita vadeaba a través de la masa
como un enjambre para besar al Oso. Esa debía ser Paige (pronto a ser
Fairburn) Hall.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Recibí tu mensaje, amor. Tengo un pase de diapositivas de las


fotos de Nemagorix, arriba en el estudio.

—Gracias. Damas, caballeros… si me seguís.

Lo hicieron.

También lo hizo la manada de niños.

—¡Vosotros, id a jugar fuera! —Se quejó Fairburn—. Este es un


asunto de adultos.

Las protestas estallaron. Un tumulto de súplicas y engatusamiento


que hizo que la cabeza de Lucas diera vueltas. ¡Podrían ayudar! ¡No
podían ayudar y quedarse callados! Podrían…

—¡SueSue! —gritó una exasperada Paige—. ¡Ayuda!

De inmediato, una bruja de cuento de hadas salió de la cocina. Una


fregona de pelo rizado gris se hinchaba alrededor de su cara arrugada.
Una ropa que Goodwill no tocaría colgaba de su escuálido cuerpo,
cubierta con docenas de bolsillos abultados. A su lado, vio un
fantasmagórico y monstruoso roedor del tamaño de un perro.

Una Rata. ¡Maldita sea, esas cosas eran feas!

—¡Cachorros! ¡Cachorros! —Su chillido chillón cortó el


pandemónium—. ¿Qué hacemos cuando la gente nos dice que no somos
bienvenidos?

Un coro de suspiros y hombros caídos respondió a esa pregunta.


El chico más grande gimió y respondió:

—Nos vamos.

—Bien. ¿Y luego?

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Diablos, ¡ni siquiera Lucas sabía la respuesta a esa!

—¡Nos escabullimos cuando no nos miran! —gritó el niño más


pequeño a todo pulmón.

—¡Correcto de nuevo, Sammy! —Toda la manada de niños estalló


en un entusiasmo desenfrenado ante las noticias—. ¡Ahora nos vamos!
¡Es hora de trabajar en nuestras habilidades de escuchar a escondidas!

Como una marea que retrocede, los niños bajaron las escaleras.
Mientras la Rata guiaba su pequeña tropa a la parte de atrás, Lucas miró
hacia Fairburn.

—¿Es esa tú, uh, niñera?

—Sí. —Se rascó la cabeza—. SueSue es un poco tosca en los bordes


pero tiene unos talentos únicos.

—¿Cómo? —En el patio, la anciana se dejó caer al suelo y comenzó


a demostrar la técnica adecuada de un gateo bajo.

—Como trampas explosivas en un cuarto de lodo.

Su confusión debió haberse mostrado, porque Paige soltó una risa


ligera y sonora mientras los llevaba arriba.

—Lamentablemente, eso ya ha salvado algunas vidas. Así que


dejamos que SueSue haga lo que crea que debe hacer. Los niños también
la adoran.

Con sus sillas de cuero, su escritorio de madera oscura, y su


amplia vista panorámica del desierto, la guarida de Fairburn podría
entretener a una docena de personas. El Lobo se sentía un poco perdido;
la maldita oficina era tres veces más grande que su dormitorio. Una pared

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estaba cubierta por una televisión del tamaño de una balsa. En ella había
una obra de arte nativa directamente sacada de una pesadilla.

Un esqueleto gigantesco se elevaba de una nube de humo. Manos


con garras recogían a humanos que gritaban y los arrojaba a su boca
abierta. A su alrededor, las cosechas y las aldeas ardían.

Agrupados alrededor de un extraño símbolo, cinco figuras


levantaron sus brazos juntos. Las flechas se lanzaban hacia el monstruo
que se avecinaba desde sus manos levantadas.

¿Convocándolo? ¿O atacándolo? Lucas no podía decirlo. Lo que sí


sabía era que había visto a tres de esas figuras antes: en su pequeño
escudo.

—Tienes razón, Fairburn. Oso, Lobo, Dragón. Exactamente como


en la Égida.

—Sí. —El Oso tocó la pantalla del televisor—. Aunque ya ves por
qué no creo que las dos últimas figuras sean una Liebre y una Rata.

La cuarta figura había sido tachada. Solo quedaba un pie, y no


ofrecía ninguna pista. Mientras que la quinta…

La quinta era un esqueleto, rodeado por un rocío de trozos de


hueso. O tal vez los restos de las alas del esqueleto.

—¿Qué demonios es eso?

—Ni idea —respondió el Oso—. Sea lo que sea, sin embargo, está
muerto.

—¿Qué tal esto? —Lucas tocó el símbolo, un círculo con tres líneas
curvas que salían en espiral.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—De nuevo, nadie lo sabe. La Madriguera de Sedona nos dijo que


está cerca de un, eh…—Lanzando sus manos al aire, se volvió hacia su
Compañera—. ¿Cómo diablos lo llamaron? ¿No es un Triscuit11, es un…?

—Triskele —dijo Paige—. O triskelion. —Ninguna palabra


significaba nada para Lucas—. Aunque normalmente tienen tres
espirales, no tres líneas.

—Y qué hacen ellos, estos Tris… Trisk… —Maldita sea, en un


minuto iba a llamarlos “Triscuits” también.

Para su sorpresa, Ash habló.

—En la teoría mágica, los triskelions desvían la energía. Pueden ser


usados para atrapar o confundir espíritus malignos.

—¿Así que estos tipos de la foto, probablemente están luchando


contra ese monstruo? ¿No lo están invocando? —Eso esperaba, ya que
parecía ser uno de ellos.

El zumbido de un teléfono móvil sonó, y seis pares de manos se


movieron. Briggs frunció el ceño.

—Es Danielle LePierre. Disculpadme un momento.

La Reina Bruja de Sedona. A su lado, Ash se estremeció. Lucas


deslizó un brazo alrededor de ella y rezó para que no fueran malas
noticias.

Pero cuando el Dragón regresó, su expresión era sombría.

—La Madriguera de Sedona acaba de recibir un aviso. Ash, tu


madre fue vista en Farmington hace unos diez minutos.

11
Triscuit: Es una marca de galletas.

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Su rostro se iluminó.

—¡Está viva!

No era una alegría que Lucas pudiera compartir. Esta “buena


noticia” hizo que su Lobo gruñera suavemente.

—Farmington, Nuevo México… ¿Una pequeña ciudad a una hora


de aquí? ¿Qué hace ella allí?

—Ni idea. —El borde frío de las palabras de Briggs sugería que él
tampoco estaba contento.

—¿Por qué alguien en Farmington sabría llamar a Sedona? ¿Está


pasando algo mágico allí?

La esperanza se drenó de la cara de Ash mientras seguía su línea


de pensamiento.

—No que yo sepa, no.

—Voy volando para allí ahora —prometió el Dragón—. Llegaré al


fondo de esto.

—¡Estás bromeando! —protestó el Lobo—. Todo esto grita “trampa”.

Briggs no se asustó, ni se ofendió.

—Estoy de acuerdo con tu evaluación. Sin embargo, aún así iré. La


trampa más efectiva es aquella en la que el cebo es tan importante que
no puedes ignorarlo.

—Bueno, no vas a ir solo. —Nunca se perdonaría si se quedara


sentado mientras alguien más rescataba a la madre de Ash. Ash podía
decir que no eran “amigos”. Podía considerarlos no “una cosa”. Pero, ella

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era suya. Su Compañera a la que proteger y cuidar, y no iba a sentarse


en la banda mientras alguien más hacía todo el trabajo sucio.

—Señor Clay, no necesito…

Lily resopló, acortando la protesta de su Compañero.

—¿En serio? ¿Necesito recordarte lo que pasó la última vez que


decidiste ir solo? Los Colmillos con los que nos encontramos tenían
misiles Hellfire.

¿Qué… hellfire? Lucas tragó, de repente no estaba seguro de


cuánta ayuda sería él contra algo así.

Sin embargo, su hermana no compartía esas dudas.

—No. Imbécil y yo vamos contigo. Necesitas refuerzos.

—¡Oye! ¡Te dije que no me llamaras así!

Lily se alejó de un salto, casi retándolo a que la persiguiera.

—¿No te gusta? Entonces gánate un mejor apodo en esta pelea.

Rex Fairburn se aclaró la garganta.

—Si tienes sitio, yo también iré. Danielle LePierre me ha ayudado


mucho. Me gustaría devolverle el favor.

Su hermana le dio un codazo a Paige en las costillas.

—¿Y tú, Omega? ¿Te apetece una pelea?

Un ceño fruncido atronador apareció en la cara del Oso, pero su


Compañera solo se rió.

—Gracias, pero no, Lily. Creo que mis días de lucha han terminado.

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—Eso es lo que todas dicen —dijo la Loba, en tono oscuro y


sombrío—. Hasta que son emboscados. ¿Y tú, Bunny12?

—¿Yo? —Ash tragó.

—Sí, tú. ¿Tienes dientes?

¡Señor, su hermana era una psicópata!

—¡Ash no es una guerrera!

—Estoy hablando con Bunny, Imbécil. No contigo. Ella puede


responder por sí misma.

Afortunadamente, Ash dio la respuesta sensata.

—No. No soy una Bruja e incluso no puedo disparar un arma, de


verdad.

—¡Bien, eso tiene que ser arreglado! ¿Bunny, Omega? Cuando esto
termine, nosotras tres tendremos un Día de las Chicas en el Desierto.
Beberemos cerveza, dispararemos a la mierda, volaremos latas.
¿Entendido?

—Sí. —Con un brillo en los ojos, Paige se acercó a Ash—.


Simplemente acepta. Hará la vida más fácil.

Lucas le dio un apretón de manos a Ash.

—¿Vas a estar bien aquí?

—Sí. —Su sonrisa era triste y asustada—. Me gusta Paige.

—Te prometo que recuperaremos a tu madre. Sana y salva.

12
Bunny: Conejita.

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Rezó para que fuera una promesa que pudiera cumplir.

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Capítulo Veintitrés
Después de que los Cambiaformas se fueran, la casa se quedó en
silencio. Cualquier indicio de peligro ponía los dientes de SueSue al
límite. Los pequeños sintieron su nerviosismo y comenzaron a merodear
por la casa como pequeños espías, silenciosos y cautelosos.

Solo Paige y Ash eran inmunes a la creciente melancolía. Las dos


mujeres se sentaron junto a la piscina, bajo una sombrilla festiva que
protegía de los peores ataques del sol. Paige fue a buscar una jarra de
limonada con un equilibrio perfecto entre la dulzura y el sabor agrio, pero
Ash no pudo disfrutarla. Su mente seguía volviendo a Lucas y a la gente
que intentaba salvar a su madre.

Misiles Hellfire. ¿Quién demonios tiene algo así?

Bueno, la gente que planeaba matar a un Dragón. Ningún arma


pequeña tenía una oportunidad contra esas escamas.

Como Lobo, Lucas no tenía ese tipo de protección. ¿Cómo podría


sobrevivir a una pelea con los cazadores de dragones?

—¿Estás bien? —Un rubor siguió inmediatamente a las palabras


de Paige—. Qué pregunta tan estúpida. Tu madre está en peligro. Por
supuesto que no estás bien.

—¿Sabes lo que es terrible? —Ash no tenía ni idea de por qué


compartía ese doloroso secreto, pero la dulce y amable cara de la otra
mujer la hizo confiar en ella—. En realidad estoy más preocupada por
Lucas. No creo que haya estado en muchas peleas y sé que nunca ha
matado a nadie.

—No te preocupes. Su hermana lo compensa. Ha estado peleando


desde que estaba con pañales. —Esa imagen hizo reír a Ash—. Hablando

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en serio. Tiene el mejor respaldo: un Dragón, una Amazona y un Oso muy


duro. Además, si las cosas van mal, en realidad hay otro Dragón en la
ciudad. Finn Donnelly, del Primer Vuelo. Tienen todo el respaldo que
necesitan.

—Gracias. —Dos Dragones, dos Lobos y un Oso. No había ningún


problema que no pudieran resolver.

¿Verdad?

Dos niños pequeños pasaron arrastrando una silla de piscina a los


arbustos. Las mujeres fingieron educadamente que no veían a los
pequeños exploradores.

—Entonces, ¿tú y Lucas…? —Paige dejó que la frase se


desvaneciera.

Una pregunta que dejó a Ash luchando por llenar el espacio en


blanco.

—Es complicado. No sé lo que somos.

—Oh. —Su anfitriona dio unos golpecitos con el dedo en su vaso y


se mordió el labio—. Lo siento si me estoy metiendo en cosas que no son
de mi incumbencia.

—No, no es eso. Es solo que no sé qué decir.

—¿Le has preguntado dónde están las cosas?

—Más o menos. Quiero decir, le dijo a sus abuelos que no somos


amigos. Cuando le pregunté qué éramos, no supo qué decir.

—Inténtalo de nuevo.

Ash puso los ojos en blanco.

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—Lucas no es muy bueno para hablar.

—Muchos hombres no lo son, así que depende de ti. Si tú consigues


que hable, puede que esté pasando algo realmente estúpido. Los hombres
pueden obsesionarse con las cosas más estúpidas.

—Nada bueno sale de Lobos molestos.

—Dicen lo mismo sobre pinchar a los Osos, ¡y a mí me ha


funcionado de maravilla!

—¿Rex tampoco es un hablador? —Eso tenía sentido. Los hombres


rudos y masculinos como él no solían ser habladores.

—No. Le llevó una eternidad admitir que me quería. Asumí que no


le gustaba salir con su personal de limpieza. De hecho, pensó que le había
fallado a su primera esposa. Así que me estaba “protegiendo” al evitarme.
¡No tenía ni idea de lo que estaba pasando por su cabeza!

SueSue salió en puntillas de la casa, siguiendo el rastro que los


niños habían dejado. Más “prácticas de escuchar a escondidas”. La Rata
se llevó un dedo a los labios, haciendo callar a las mujeres.

Mientras se escabullía, Paige se extendió sobre la mesa para darle


un apretón a la mano de Ash.

—Por eso lo digo, hablad de nuevo. Lucas podría estar colgado por
alguna tonta preocupación.

—Supongo…

Él se había quedado con ella hoy. Ofreciéndole un hombro fuerte y


toques amables cuando los necesitaba. El hecho de que estuviera aquí
era una gran señal. Él tenía su preciosa Égida. Nada le impedía despegar
hacia Montana como había planeado.

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Espera. ¿Por qué no se había ido? La mandíbula de Ash cayó al ver


su propio error. Un enorme e inexplicable agujero en medio de los
acontecimientos del día, tan obvio como una jirafa en una fiesta de té.

Y se lo había perdido.

Su sorpresa hizo que los ojos de Paige se pusieran a bailar.

—Vale. Escúpelo.

—No es nada. Solo que… cuando nos separamos, Lucas planeaba


irse a Montana. Dejarme, dejar a sus abuelos. Obviamente Casey Briggs
lo convenció de que no lo hiciera, pero… ¿Cómo sabían que estaba
poseída? ¿Por qué lo harían?, ¡Literalmente!, ¿volar a Sedona para
rescatarme? ¿Cómo podían saber que estaba en problemas?

—¿No le preguntaste?

—¿No? Estaba tan aturdida… y, bueno, ninguno de los chicos


dijeron nada.

Paige golpeó su limonada en la mesa para enfatizar cada palabra.

—Hacer. Que. Ellos. Hablen. Tienes que hacer que los hombres
hablen, quieran o no.

—Es tan extraño. —Ahora que lo había notado, el misterio la dejó


atónita.

—O tal vez es una realmente buena señal. —Su anfitriona se inclinó


más cerca, temblando de emoción—. ¿Recuerdas esos cuentos de los
Cambiaformas sobre cómo un Dragón siempre sabe cuándo su
Compañera está en peligro? Bueno, son ciertos. Y cuando los

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Wellsprings13 se despertaron de nuevo, empezó a sucederle a otros Kind


lo mismo también. Rex sabe cuándo me siento amenazada ahora.

—¿En serio? ¿Un Oso? Yo nunca…

Entonces se dio cuenta de lo que realmente significaban las


palabras de Paige.

Este tipo de cosas solo le pasaban a los verdaderos Compañeros.

¿Podrían llamarlos así, a ella y Lucas? Almas gemelas. Atadas por


el destino, para siempre.

No, protestó su mente racional. Esta clase de amor solo ocurre en


los cuentos de hadas. No hay tal cosa como el destino o el sino.

Entonces, ¿cómo sabía él que necesitaba ayuda? ¿Había alguna


otra explicación?

La esperanza brotaba dentro de ella, un fuerte y embriagador


placer. ¿Y si eran Compañeros? ¿Él querría quedarse? ¿Renunciar a su
pasión por los viajes? Ser feliz construyendo una familia con ella,
haciendo un hogar para la pequeña partícula de vida que habían creado.
Si fueran verdaderos Compañeros, entonces ella no lo atraparía con algo
que solo lo dejaría resentido, y juntos los tres podrían hacer algo
hermoso. Un futuro.

Solo había un problema.

—Si tuviera una prueba mágica de que éramos Compañeros, ¿él no


me lo diría?

13
Wellsprings: Manantiales mágicos que son portales al Otro Mundo.

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—No necesariamente. Es un hombre, ¿recuerdas? Te sorprendería


lo que pueden dejar de mencionar.

Mientras se reían, la risa casual y fácil que dos mujeres podían


compartir, un silbido agudo sonó detrás de la cabaña de la piscina.

Ambas saltaron.

—¡Oh, te lo juro, esos niños! —refunfuñó Paige—. Asustan a los


pantalones de…

SueSue giró la esquina de la casa a toda velocidad, un ritmo


impactante para un anciana.

—¡SueSue! ¿Qué pasa?

Apuntando directamente al cobertizo, la Rata la ignoró.

—¿Cachorros? —siseó—. ¿Qué veis?

Los dos niños más pequeños, Sam y Nate, estaban agachados


detrás de un montón de salvavidas.

—Había una luz ahí fuera. Como el sol sobre el metal.

“Un coche” fue el primer pensamiento de Ash. Sin embargo, la finca


de Rex estaba muy lejos de la carretera.

—Probablemente una lata de cerveza o algo así —sugirió.

De uno de sus bolsillos llenos, SueSue recuperó un par de


binoculares. Mientras la Rata escudriñaba el desierto a su alrededor, los
últimos tres niños llegaron trotando.

Rodeada por un pequeño mar de rostros pálidos y asustados, Paige


sonrió.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Falsa alarma, chicos. Sam y Nate acaban de ser asustados por


un…

El chillido de SueSue la cortó.

—¡Evacuación, Cachorros! ¡Evacuación! ¡No es un simulacro!

Los niños salieron disparados de la choza, corriendo hacia la casa


lo más rápido que pudieron.

El miedo congeló la sonrisa de Paige en una mueca.

—¿Qué está pasando?

A pesar del pánico que la rodeaba, la voz de la Rata no tembló.

—Tres furgonetas en la carretera. Al menos seis hombres con


armas y rifles de asalto. No hay señales de nada más pesado.

¿Nada más pesado que… un rifle de asalto? El estómago de Ash se


ató a sí mismo en un nudo.

—Supongo que hay más en el interior. De doce a veinte en total.


Ellos…

SueSue se congeló, mirando fijamente la escena que Ash no podía


ver.

—Alguien recibió una llamada telefónica. Ahora están apagando los


cigarrillos y preparándose para ponerse en marcha. Señoras… —La Rata
se quitó los binoculares, su cara tensa y sombría—. Tenemos tres
minutos. Cinco como máximo. ¿Planes?

—Um… ¿hacer lo que hiciste la última vez que nos atacaron? —


sugirió Paige.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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—Demasiada gente. Mis trampas eran geniales contra un hombre,


inútiles contra doce.

Cuando los ojos brillantes de SueSue se dirigieron a Ash, ella tragó.

—¿Qué tal “Dejárselo a la Rata”, que parece ser la única persona


sensata aquí?

La Rata se rió. Con sus dientes de ciervo, la hizo parecer un


hámster encantado.

—Creo que me gustas. Bien, este es el plan. Los niños están


consiguiendo nuestras provisiones. Nos dirigimos hacia atrás, al desierto.
Tengo algunas motos de montaña escondidas y un montón de trampas
instaladas. Podemos…

—¿Pusiste trampas en mi patio trasero? —Paige hizo un gesto de


dolor—. ¿Por qué?

—Porque estas cosas pasan. Escuchad. Pasamos a estos Colmillos


por las trampas. Nos escondemos. Atacamos desde el escondite.

—¿Atacamos? ¿Con qué? —Ash ciertamente no tenía un arma.

—Con los rifles que escondí cerca de las motos.

La pobre Paige parecía haber sido golpeada con un bate de béisbol.


Los Fairburn necesitaban hacer un inventario en su patio trasero, pronto.

—No podemos eliminarlos a todos… pero no es necesario. Todo lo


que necesitamos es aguantar una hora.

—¿Qué pasa entonces?

—Llega la caballería. En el momento en que esos Colmillos


amenazaron a la señorita Hall, el señor Fairburn lo supo. ¡No se puede

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

jugar con una Compañera ahora que hay magia en el mundo otra vez!
Ahora mismo, está dando la vuelta y volviendo a casa. Está a una hora
de distancia, así que ese es nuestro peor escenario. Imagino que esto le
prenderá fuego bajo la cola, sin embargo, y tal vez pueda rascar un poco
de tiempo de eso.

—Y él será capaz de encontrarnos, sin importar dónde estemos —


asintió Paige lentamente, al ver la lógica de la Rata—. Los verdaderos
Compañeros pueden hacer eso.

¿No lo sabrían los Colmillos? No, Ash se dio cuenta con un


sobresalto. Probablemente no lo hacían. No podía imaginar que hubiera
mucho amor verdadero entre los Colmillos.

Aún así, una hora era un largo, largo tiempo.

—Van a tener Jeeps.

—Así que nos dirigimos a un terreno sobre el que no pueden


conducir.

Exactamente lo que ella había hecho, en Yuma. Por muy aterrador


que fuera el plan, tenía sentido.

—¿A menos que alguien tenga una idea mejor? —Ambas mujeres
sacudieron sus cabezas—. Bien. Agarremos a los Cachorros y corramos,
entonces.

Los niños ya salían de la casa con mochilas llenas de comida y


agua. “Bolsas de Evacuación14”, como las llamaban los preparadores. Ash
conocía el término pero nunca había conocido a nadie que tuviera una.

14
Una bolsa de emergencia o BOB es un equipo portátil que normalmente contiene los
elementos que uno necesitaría para sobrevivir durante 72 horas al evacuar de
un desastre, aunque algunos equipos están diseñados para durar más períodos.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Hasta ahora.

A medida que la Rata entregaba las mochilas más pesadas a los


adultos, el malestar de Ash crecía. No podía quitarse de encima la
sensación de que les faltaba algo. Algo importante. Algo crítico.

—Paige, ¿por qué los Colmillos están atacando? ¿Hay algo en la


casa que estén intentado robar?

—No se me ocurre nada.

Sin embargo, los Colmillos habían establecido una elaborada


estratagema para alejar a los Cambiaformas, luego montaron un gran
asalto bien armado.

¿Por qué?

—¿Quizás piensan que la Égida se quedó aquí? —Seguramente los


Colmillos no pensaron que sus enemigos harían algo tan tonto.

—¿Quién sabe? ¿A quién le importa? —refunfuñó SueSue—. No


tiene sentido preguntarse por qué se está portando mal un chico malo.

No estaba segura de estar de acuerdo. Si no entendías a tu


enemigo, estabas luchado a ciegas.

Ciego.

¿Por qué le molestaba esa palabra?

¿Estaba siendo ciega? No, eso no se sentía correcto. No estaba


ciega, era…

Puedes verme. Qué raro.

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Serie Cambiaformas de la Égida
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Las palabras de su madre volvieron a ella, rodeadas del frío de un


mausoleo. No, no eran de mamá. Esas palabras podrían haber caído de
la boca de su madre, pero pertenecían al espíritu del otro mundo que la
poseía.

—Sé lo que quieren. —Enferma, Ash sintió que la sangre se le


escurría de la cara—. Me quieren a mí. Puedo ver a estos espíritus, estos
“Darkborn”. Sé cuándo están poseyendo a alguien. Nadie más, ni siquiera
la Madriguera de Sedona, puede hacer eso.

¿Cuánto tiempo había anhelado tener algún don, algún talento


psíquico? ¿Algo que obligara a su madre y a las Liebres a reconocer que
ella, Ash Anderson, era valiosa?

Ahora tenía lo que siempre había querido.

Y eso podría matarla.

—¿A quién le importa? No importa lo que ellos quieran. —El desafío


de Paige llenó a Ash de un valor tranquilo y melancólico.

Una emoción que SueSue no se perdió.

—Importa mucho. Tú también lo sabes.

—Lo sé. Paige… —Ash respiró hondo y le entregó su mochila a la


Rata—. No voy a ir con vosotras.

—¿Qué? ¡No seas loca!

—Ellos me quieren. Si consiguen lo que quieren, os dejarán a ti y a


los niños en paz.

—¡Eso no lo sabes! —Pero lo hacía. Era la clave que hizo que todo
este lío tuviera sentido—. ¡Es un suicidio!

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Serie Cambiaformas de la Égida
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SueSue puso una mano paralizadora en el brazo de Paige.

—A veces un Nido tiene que dispersarse. No es bonito. No es justo.


Pero la vida no es bonita ni justa. La dispersión asegura que alguien salga
con vida.

—No. No puedo dejar que te mates. ¡Ni siquiera por mis hijos!

—No es un suicidio. —Puede que fuera una mentira, pero si lo


fuera, era una mentira que Paige necesitaba oír. La vida había vencido a
SueSue, la había hecho dura y práctica. Su nueva amiga aún no podía
tomar esas duras decisiones, así que Ash lo haría por ella—. Si tengo la
oportunidad de hablar, fingiré que hice algo para permitirme ver al
Darkborn. Algún ritual, algún hechizo del que necesitan saber.

—¡Oh, cielos, no hagas eso! ¡Te torturarán!

Siempre con la voz de fea voz de la razón, SueSue se encogió de


hombros.

—¡Una Rata torturada es una Rata viva! No pueden torturar a los


muertos.

—¡Eso no es tranquilizador! —gruñó Paige a su niñera.

—Debería serlo. —La Rata se inclinó ante Ash, honrando su


sacrificio—. Una hora, niña. Eso es todo lo que necesitas para sobrevivir.

—¡Rex no sabrá dónde está! —gimió Paige.

—No será necesario. Su Lobo la encontrará.

Espera. SueSue no había estado allí cuando hablaron de Lucas.

—¿Cómo lo sabes?

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La Rata resopló, hinchándose de indignación.

—No soy un cachorro. ¡Mis habilidades de escuchar a hurtadillas


no necesitan pulirse!

Mientras Ash se reía, hizo una nota mental para nunca contratar a
una Rata para que cuidara de su hijo. Su amiga, sin embargo, no
encontró esto gracioso.

—¿De verdad vas a apostar tu vida por eso? No sabes si Lucas es


tu Compañero. Él y Casey podrían haberte encontrado de otras doce
maneras.

Al final, todo volvía al amor.

¿Lucas la amaba? ¿La conexión que compartían era “amor”? Amor


verdadero. El material de las fábulas y cuentos para niños. Una pasión
que los uniera para siempre. Una que podría torcer las leyes de la
naturaleza y dejar que él la encontrara, la protegiera, sin importar dónde
estuviera.

Dicho así, la pregunta la deprimió. El verdadero amor era un mito.


Nadie lo poseía.

Excepto Paige y Rex… Casey y Lily…

Si ellos habían encontrado el verdadero amor, ¿seguramente otros


lo habrían hecho?

Incluso… ¿ella y Lucas?

En la superficie, eso parecía una tontería. Apenas se conocían.


Demonios, Lucas no podía siquiera forzarse a decir que eran “amigos”.
¿Cómo podría ser eso amor verdadero?

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Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Porque Paige puede tener razón: los chicos tienen problemas con las
palabras. Puede que no crea en el “amor a primera vista”, pero hemos
pasado por mucho en pocos días. Peligros que revelan el verdadero
carácter de una persona. Quizá sepamos más del otro que las parejas que
llevan décadas casadas.

Tal vez, solo tal vez, el destino existía. Tal vez realmente había una
persona ahí fuera para ti. Alguien con quien estabas destinado a estar.

¿Pero era Lucas esa persona?

En su mente, ella lo imaginó. No a ese poderoso y hermoso cuerpo


suyo. A él. Su honestidad. La forma feroz e irreflexiva en que saltó en su
defensa. Hace solo una semana, se creía un monstruo, destinado a morir
solo y sin ser amado. Cuánto había cambiado, en solo unos pocos días.
Ash anhelaba quedarse, caminar a su lado el resto de su viaje. Para
hacerle ver que él era un héroe, su héroe, no una bestia.

Qué terrible es pensar en un mundo sin Lucas en él. En algún


momento, se dio cuenta de que la idea de huir con él a Montana había
dejado de parecer una locura.

¿Era eso amor? Necesitar a alguien. Sentir alegría cada vez que él
estuviera cerca. Desear construir una vida alrededor de ellos, sin
importar el costo.

Seguro que le sonaba a amor.

Paige todavía esperaba su respuesta. Ash sonrió mientras


alcanzaba las llaves del coche.

—Sí, estoy segura de que es mi Compañero.

Ahora si tan solo él sintiera lo mismo.

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Solo había una forma de averiguarlo.

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Capítulo
Veinticuatro
Con el corazón martilleando, Ash se deslizó al volante de su coche
de alquiler.

En algún lugar detrás de ella los otros se dirigieron a la seguridad


del desierto. No pudo ver ninguna señal de ellos, y bendijo a SueSue por
este hecho. También la bendijo por la pistola que estaba en el asiento del
pasajero. Una última oportunidad si se veía acorralada.

Solo un vago y descuidado plan se interponía entre ella y la tortura:


conducir tan rápido como pudiera a través de las tierras baldías. Su
objetivo era la carretera de asfalto. Si pudiera alcanzarla, podría rodear a
Cortez y mantenerse por delante de sus enemigos hasta que Lucas y los
otros Cambiaformas llegaran.

Tristemente, su plan murió a los tres minutos después de haber


comenzado.

Casey había escogido este coche de alquiler para su comodidad y


su recogida… no por sus prestaciones. No voló a través de las rocas
cubiertas de matorrales como ella esperaba. Golpeó. Se sacudió. Las
rocas repiquetearon bajo él, dejando una veintena de rasguños y
abolladuras en la hermosa pintura negra del Sedán. Ash se encontró
sacudida de un lado a otro, sacudida hasta la médula.

Y ni siquiera iba tan rápido. Detrás de ella, dos de las tres


camionetas se separaron para seguirla. Una, sin embargo, continuó hacia
la casa de los Fairburg.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Al verla, un sollozo de desesperación pasó por sus labios. Había


arriesgado su vida, jugado a ser carnada para comprarle a Paige y a sus
hijos el tiempo suficiente para escapar… y al final, su sacrificio no
importó…

Por supuesto que no. Porque yo nunca les importé. Solo soy una Kin.
¿Por qué pensé que yo importaría?

La tercera furgoneta se detuvo delante de la casa y seis hombres


armados salieron.

Asaltando la mansión. No siguiendo a los demás.

En caso de que yo no esté en este coche…

Santo cielo. ¡Tenía razón! ¡Los Colmillos estaban tratando de


capturarla!

Y estaban haciendo un buen trabajo. Con su gran espacio libre,


las furgonetas la seguían a toda velocidad, levantando nubes de polvo en
el aire. La mitad de su ventaja ya se había desvanecido, ¡después de solo
un par de minutos!

¡Más rápido! Ignorando las rocas que volaban y los terribles golpes,
Ash pisó el acelerador. Obediente, el coche se adelantó. La salvia pasó a
su lado, el polvo voló… y luego el suelo se hundió sin previo aviso. Era
una pequeña caída, un viejo canal de lluvia de no más de medio metro de
profundidad, difícil de ver entre los matorrales y el sol deslumbrante.
Pero, de repente, el coche se estrelló contra el suelo, aplastando su
guardabarros. Se inclinó hacia adelante, su cabeza rebotando en el
volante. Algo en el eje de tracción hizo un horrible gemido.

Sin embargo, no perdió el agarre del volante y el airbag no saltó.


Por un momento se aferró a la esperanza de que podría lograrlo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Hasta que llegó al otro lado de la zanja poco profunda. Las ruedas
giraron en la tierra suelta mientras el coche se arrastraba hacia arriba
y…

El metal se ralló contra la piedra cuando el coche se paró en seco.


Ash pisó el acelerador, enviando piedras y tierra por el aire. El rugido del
coche retumbó a través del desierto. Pero el coche no se movió.

¡Retrocede! ¡Sal de aquí!

Frenéticamente puso el coche marcha atrás. Más chirridos, más


arena lanzada al aire.

Y ningún movimiento. Lo que sea que la hubiera enganchado, se


mantuvo firme.

Entonces, los Colmillos estuvieron allí, patinando hasta detenerse


en el borde del barranco. A través de la nube de polvo vio las puertas
abrirse. Los hombres saliendo corriendo y poniéndose a cubierto por
detrás. Lo último que vio antes de que la nube de polvo se los tragara fue
el brillo de la luz del sol en sus rifles.

Ash se arrojó sobre los asientos y se estremeció, esperando que las


balas acribillaran el coche en cualquier momento.

Ahora descubriré si tengo la oportunidad de entretenerlos, o si solo


me quieren muerta.

No sonaron los disparos. ¿Podría realmente funcionar el plan?

El arma de SueSue había caído al suelo. Con el corazón


martilleando, la recogió.

Veamos cuántos de ellos puedo eliminar antes de que me capturen.

Un pensamiento valiente. Si tuviera el valor para matar a alguien.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Zapatos crujieron sobre la grava, acercándose a través de la gruesa


nube de polvo. Ash quitó el seguro, se tomó un momento para calmar sus
nervios… luego abrió la puerta y se asomó, apuntando su arma a su
enemigo invisible.

Del polvo surgió una figura familiar.

Su madre.

Incluso mientras su dedo se movía, sacudió su mano, enviando la


bala al desierto.

Su madre, o la cosa que la poseía, agarró la puerta del coche.

—Sabía que tú no dañarías estas ropas. Son importantes para ti.

¡Esa no es mi madre! ¡Eso es un horror del Otro Lado! Si no le


disparo…

Pero no pudo. Ni siquiera en la pierna. Porque esta era su madre.


Cualquier golpe que diera contra esta cosa, mamá lo soportaría.

No-Mamá extendió su mano.

—Dame el arma, Ashbaline. Tenemos que hablar.

La risa brotaba dentro de ella, loca e histérica. Incluso poseída,


mamá no podía dejar de lado ese horrible nombre.

El reloj del tablero de mandos advirtió que solo habían pasado siete
minutos.

Cincuenta y tres minutos para que los héroes llegaran.

Será mejor que hable mucho.

*****

220
Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

A pesar de las palabras de No-Mamá, nadie parecía ansioso por


charlar.

Los Colmillos la arrastraron de vuelta a la casa de los Fairburg y


luego la mantuvieron bajo vigilancia de guardia armada mientras barrían
la casa en busca de trampas. La reputación de SueSue la precedía.

La buena noticia era que no parecían interesados en los Fairburg.


Simplemente reunirían a todos en una habitación y los vigilarían.

La mala noticia era que tampoco parecían particularmente


interesados en ella.

Entonces, ¿por qué estaban aquí?

Mientras los otros se encargaban físicamente de la seguridad, No-


Mamá pintó unas runas en el suelo del vestíbulo de la entrada. Ash no
reconoció el hechizo, aunque claramente era una trampa. Quienquiera
que entrara por la puerta principal se metería en un terrible lío. Un
pensamiento escalofriante. Tal vez ella no era el objetivo de los Colmillos
después de todo…

Un hombre desaliñado con un BlueTooth se enderezó y gritó:

—¡Informe de situación!

No-Mamá abrió la puerta principal antes de retroceder.

—¿Sí?

—El vehículo ha entrado en Cortez.

—¿Alguna señal de los Dragones?

¿Dragones? ¿En plural? Debían haber pedido ayuda al Primer


Vuelo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—No. Las fuerzas se han dividido. El observador adelantado


confirma que los Dragones continuaron adelante.

—¿Hora estimada de llegada de Dire Wolves15?

La confusión de Ash se profundizó. ¿Qué demonios era un “Dire


Wolf”?

—Diez minutos.

—¡Excelente! —Una sonrisa feroz y depredadora retorció los rasgos


de su madre—. ¿Alguna señal de la Égida?

—No.

—La tienen, ¿no?

Esa última pregunta estaba dirigida a ella. Desafiante, miró a su


madre.

—No tengo nada que decirte.

—No importa. Lo averiguaremos pronto.

¿A qué estaban jugando los Colmillos? Ash se destrozó el cerebro,


luchando por darle sentido al ataque.

Un “asalto” señuelo alejó a todos los Cambiaformas. Lucas y


compañía tomaron un coche, los Dragones se dirigieron directamente al
desierto… lo que significaba que los dos grupos probablemente no podían
hablar entre sí. Una vez que un ataque real arrastró a Rex de vuelta a
casa, la Égida se separó de los Dragones, sus dos defensores más fuertes.

15
Dire se refiere a situaciones o eventos que causan mucho miedo y preocupación. Una
calamidad terrible causa mucho sufrimiento. Si una familia está en extrema necesidad,
necesitan ayuda inmediata. Las predicciones o advertencias nefastas nos dicen que
puede ocurrir un desastre en el futuro.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Esa parte tenía sentido. Pero, ¿por qué poner trampas en el hall de
la entrada? El Oso sabría que su Compañera no estaba en casa. Paige
debería estar clavada en el salón como cebo, no ella.

A menos que…

Paige tragó con fuerza cuando se le ocurrió la idea.

—Sabías que Lucas era mi Compañero, ¿verdad?

—Por supuesto —dijo No-Mamá—. Tu madre estaba ciega para no


verlo. Nosotros no somos tan tontos.

Lucas. El guardián de la Égida. Venía a salvarla… y caminaba


directo a una trampa.

Y tanto por el poder del amor verdadero. Nunca se había


horrorizado tanto al saber que tenía razón.

—No creía que los Colmillos de Apophis supieran que los


Cambiaformas normales pudieran tomar verdaderos Compañeros.

—¿Por qué importa lo que sepan nuestras ropas? Su idiotez no nos


afecta.

¿Los Colmillos eran ropa? ¿Qué significaba eso? ¿No eran aliados
o socios en el crimen?

Una pieza crítica de información, lanzada de manera casual. Ahora


bien, si solo pudiera sobrevivir lo suficiente para transmitir eso…

No es que la mataran de inmediato. SueSue dijo que las Ratas


muertas no podían ser torturadas. Bueno, tampoco podían ser amenazas.
Con ella muerta, no habría cebo para llevar a Lucas lanzándose a su
trampa.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ese pensamiento envió un escalofrío por su columna vertebral y


susurró una terrible solución: el suicidio. Una carrera hacia la puerta,
una bala en la espalda… y podría advertir a Lucas que huyera.

¿Lo amaba lo suficiente como para hacer eso?

Antes de que pudiera responder, se dio cuenta de que no era la


pregunta correcta.

No soy solo yo. Tengo un hijo en el que pensar. No puedo matar a mi


bebé, ni siquiera para salvar a Lucas o a la Égida.

¿Qué otra opción tenía? ¿Sentarse aquí y esperar, ver a su


Compañero morir?

O…

No-Mamá estaba de pie junto al sofá, quieta como una estatua.

Cuando me capturaron, me llamó “Ashbaline”. Solo mi madre usa


ese nombre. Así que mamá todavía existe, en algún lugar dentro de su
propia mente. ¿Ella podría ser lo suficientemente fuerte para tomar el
control?

Un pensamiento doloroso. Ash había estado indefensa durante su


posesión. Sin embargo, su madre era una Cambiaformas, una Bruja
completamente entrenada. ¿Seguro que eso contaba para algo?

—¿Mamá? —Los dos Cambiaformas poseídos inclinaron su cabeza


para mirarla. Como si fuera una cucaracha arrastrándose lentamente por
el suelo—. Sé que puedes oírme. Tienes que detener esto. Si estas cosas
destruyen la Égida, miles de personas morirán.

La fría diversión reptiliana iluminó los ojos de No-Mamá.

—A ella no le importa.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¡Mentiroso! ¡Mi madre puede ser una molestia pero no es un


monstruo! ¡No dejará que muera gente inocente!

—¿Estás segura de eso? —La boca de la criatura se abrió y una voz


suave susurró—. Realmente es un joven agradable. El Lobo más
simpático que he conocido. Pero, bueno, al final del día sigue siendo un
Lobo. No puede proteger a la Égida. No sabe qué hacer con ella. De verdad
es mejor que Yo me la quede.

¡Mamá! Esa era su verdadera madre, perdida en algún engaño de


Darkborn. Con febril urgencia, Ash aprovechó la oportunidad que le
dieron sus captores.

—¡Mamá, tú no la tendrás! Estas cosas lo harán. ¡Estás ayudando


a los espíritus oscuros, a las cosas del Otro Lado, a destruir nuestro
mundo!

Bien podría estar hablando consigo misma. Mamá la ignoró, como


siempre hizo. Murmurando una y otra vez sobre estúpidos Lobos y sabias
Liebres hasta que la criatura que la poseía cerró la boca en una sonrisa
presumida y regodeante.

Era una sonrisa destinada a romper el espíritu de Ash. En cambio,


una fiera y orgullosa esperanza se apoderó de ella.

Cometiste un grave error, No-Mamá: demostraste que tengo razón.


Necesitáis algún tipo de acuerdo con las personas “anfitrionas” que usais
como “ropa”. No te molestarías en engañar a mamá a menos que
necesitaras su consentimiento.

Recordaba haber golpeado despiadadamente hasta dejar


inconsciente a su madre, cuando ella estuvo poseída. ¿Qué había pasado
por su mente?

225
Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Estaba pensando que había querido darle un puñetazo a mamá en


la nariz durante mucho, mucho tiempo…

Ay. Le debía una disculpa a su madre cuando todo esto terminara.


Pero era otra pista de que un huésped tenía que estar de acuerdo, de
alguna manera menor y retorcida, con su parásito.

Si es así, necesitaba una razón “pura” para que mamá se resistiera,


algo que este monstruo no pudiera retorcer.

¿Qué era más “puro” que salvar miles de vidas?

Mamá no lo ve de esa manera, sin embargo. No está matando gente


atacando a Lucas. Ella está consiguiendo la Égida para alguien que pueda
usarlo mejor. Como ella.

La pureza importaba. La simplicidad importaba. La velocidad


probablemente también importaba. Dale a No-Mamá el tiempo suficiente
y ella encontrará la manera de torcer cualquier cosa.

Sin embargo, atrapada por sorpresa… si pudiera forzar a mamá a


tomar una decisión rápida…

La sombra de un plan se formó en la mente de Ash.

Justo a tiempo también, porque su guardia puso una mano sobre


su auricular y dijo:

—El vehículo ha entrado en la unidad.

—Excelente. —No-Mamá miró fijamente a la puerta principal que


se balanceaba suavemente con la brisa—. Da la orden.

—Todas las unidades en posición. Mantened el fuego hasta que los


Dire Wolves sean sometidos.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Los segundos pasaron. Lo suficiente para que le provocaran


úlceras. No había tiempo suficiente para mejorar su tambaleante plan.

Un motor rugió cerca. Neumáticos chirriaron. Las puertas se


cerraron de golpe.

Ahora o nunca. Envolviéndose en los buenos recuerdos, su octavo


cumpleaños, el orgullo en los ojos de su madre cuando se graduó la
primera de su clase, Ash se puso en pie. Mientras No-Mamá giraba hacia
ella, derramó cada onza de su amor por esta espinosa mujer en una
brillante sonrisa.

—Mamá, te quiero. Y estoy embarazada. Vas a ser abuela.

Entonces Ash se giró y salió corriendo por el pasillo hacia la puerta


principal.

—¡Trampa! —gritó a pleno pulmón—. ¡No entréis! ¡No entréis!

Maldiciones por detrás de ella, gritos. Luego el rugido de un rifle de


asalto.

Ash se tambaleó, segura de que esas balas la destrozarían. En vez


de eso, chocaron contra el techo y enviaron trozos de piedra contra su
cabeza.

Detrás de ella, No-Mamá y el guardia luchaban, cada uno tratando


de quedarse con el rifle. Aturdido por la rebelión de su “ropa”, la boca del
Darkborn se abrió de par en par en un shock cómico.

No sorprendió a Ash. Al final del día, Magdalene Anderson era su


madre. Ellas podrían discutir. Podrían decepcionarse mutuamente. Sin
embargo, no importaba cuán oscuros fueran los días, siempre había algo
puro en el amor de una madre.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Golpeando la pared, Ash se deslizó por los bordes de la trampa y


salió corriendo.

Lucas, Lily y Rex se quedaron congelados por su advertencia.

—¡No entréis! Hay una trampa mágica en…

Luces se encendieron en los ojos de los Lobos. Un brillo limpio y


plateado como la luna llena. Mientras se transformaban, Lily y Lucas
levantaron sus hocicos y aullaron. Dos notas entrelazadas. Un grito
penetrante que hizo que tanto Rex como Ash se estremecieran con su
feroz energía primaria.

Gritos estallaron a su alrededor, y disparos dispersos. Girando, vio


a No-Mamá y al guardia derrumbarse en espasmos. Se retorcían, con las
mandíbulas abiertas, hasta que, con un espasmo final, vomitaron fuentes
de sustancia negra viscosa al aire.

Una contaminación que se evaporó en un giro de humo oscuro.

Gritando como banshees, los Lobos-gemelos pasaron a su lado


para destruir a sus enemigos.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Capítulo Veinticinco
Cuando la batalla terminó, Lily llamó a la Manada Sand para
ayudar con la limpieza. La mayoría de los atacantes eran Colmillos,
villanos asesinos incluso antes de ser poseídos. Lucas y los otros
capturaron a muchos de ellos mientras luchaban por recuperar su
ingenio. Los otros que se escaparon fueron rápidamente atropellados por
los Lobos. Solo mamá era una víctima inocente. En medio de la violencia
y confusión, Rex los llevó rápidamente a su centro turístico, Ancient
Ways.

Dos horas más tarde, después de una ducha caliente y un par de


copas de vino, Ash comenzaba a sentirse humana de nuevo. Un mensaje
de la recepción la esperaba, informándole que había una reunión en la
Sala de Conferencias Anasazi en quince minutos. Se refrescó el
maquillaje, deseó en vano ropa limpia, y luego se dirigió al pasillo a la
hora indicada.

Su pequeño grupo de Cambiaformas esperaba. Con ellos estaba


Aaron King de la Manada Sand y una pareja que Rex presentó como Finn
Donnelly del Primer Vuelo y su Compañera Bree, una Liebre.

Mamá también estaba allí, erguida como una vara. Ash se deslizó
a su lado y abrazó su rígido cuerpo. Su madre se ablandó un poco en el
abrazo… pero no mucho.

—Ashbaline, tenemos que hablar.

—Lo haremos, mamá. Más tarde.

Incómoda con las muestras públicas de afecto, la Liebre asintió y


se alejó. Una vez eso le hubiera escocido. Una prueba más de que su
madre no la amaba.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ahora, lo sabía mejor. Ash tenía una prueba de amor que ninguna
preocupación podría asaltar. Si a mamá no le hubiera importado, ese
Darkborn le habría disparado por la espalda. Fin de la historia. Segura
con ese conocimiento, las debilidades y los malos modales de mamá
perdieron su aguijón. Oh, todavía estaban ahí, todavía molestos. Sin
embargo, pudo verlos como lo que eran realmente: signos de que su
madre era una persona dañada. Alguien que merecía paciencia y ayuda,
no desprecio. Y que en el fondo la amaba.

Todos estos años, me culpé por su miseria. Mamá estaría feliz si yo


fuera simplemente una Cambiaformas… si hubiera sido más inteligente…
si no hubiera nacido. De hecho, ella se hacía infeliz. No tenía nada que ver
conmigo. Mamá me quiere… tanto como puede. Está demasiado dañada
para amarme bien.

Rezó para que eso cambiara. Que un bebé, un nieto, pudiera


finalmente aflojar el nudo alrededor del corazón de su madre.

Cuando mamá se alejó para hablar con los Dragones, Ash se


reportó con Rex.

—Hola, ¿Paige y los niños están bien?

—Por supuesto. No estaría aquí si no lo estuvieran. —La amplia


sonrisa en el rostro del Oso apagó cualquier picadura en esas palabras—
. Aunque SueSue disparó a un pobre hijo de puta de la Manada Sand
antes de darse cuenta de que estaban del mismo lado.

—Oh, Dios mío, ¿está bien?

—Su dignidad está destrozada y su Manada podría empezar a


llamarlo “Mordisco de Rata”. Pero vivirá.

Ash echó un vistazo a los Cambiaformas agrupados.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¿Paige no quería venir?

—No. Los niños estaban bastante nerviosos, como puedes adivinar.


Está intentando que se asienten.

—Deben estar aterrorizados.

—No, más bien excitados. No pueden dejar de presumir de cómo se


escaparon, ¡cómo si ella no hubiera estado allí también! Nunca
conseguiremos llevarlos a la cama a una hora razonable.

Lucas se unió a ellos, envolviéndola con sus brazos. Ash se recostó


contra su amante, saboreando la seguridad de su fuerza.

—Hola.

—Hola a ti también. —Ella inclinó su cabeza hacia atrás contra su


hombro, rodeándose de su olor almizclado y masculino.

—¿Estás aguantando ahí?

—Sí. El Chardonnay de la casa ha sido de gran ayuda.

Él se sobresaltó, frunciéndole el ceño con perplejidad.

—¿Se supone que debes estar bebiendo? Dado que, ya sabes,


estás…

—¡Oh, mierda, tienes razón! —¿Cómo pudo olvidar eso?—. Tengo


algunos problemas para entender esto del embarazo.

Su ceño severo se suavizó de inmediato.

—Eh, estoy seguro de que un trago o dos no será un problema.

Cierto. Ella se apoyó contra él mientras Finn Donnelly golpeaba su


botella de cerveza contra el podio, para llamar la atención de todos.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¡Gracias por venir, amigos! Lo primero es lo primero. ¿Alguien


puede darme un pista de lo que ha pasado?

Casey se adelantó, más sombrío y reservado que el otro Dragón.

—Creemos que hemos descubierto la Égida. Parece ser un


artefacto, traído del Otro Lado por los padres de Lucas y Lily. Lo
rompieron por la mitad, enviando una pieza con cada uno de sus hijos.
Cuando los gemelos se encontraron de nuevo, la Égida se volvió a unir de
nuevo.

—¿Supongo que no sabemos para qué sirve? —preguntó el gran


Dragón.

—Todavía no. Aunque parece que se une a ciertos Cambiaformas


que lo tocan. Por ejemplo: conmigo, Lucas Clay y Rex Fairburn.

La charla se detuvo cuando se tomaron un descanso para pasar el


pequeño escudo por la habitación.

Lamentablemente, no reaccionó a nadie más, ni siquiera al nuevo


Dragón. Donnelly suspiró mientras la Égida permanecía completamente
indiferente a su toque.

—Al menos tenemos la cosa, aunque no sepamos qué hacer con


ella. Siguiente pregunta: ¿cómo demonios encajan los Monstruos de
Mocos en todo esto?

¡Por fin había algo en lo que ella pudiera contribuir!

—Darkborn —dijo Ash, entrando en medio del círculo de


Cambiaformas—. Así es como el que poseía a mamá se llamó a sí mismo.
También afirmó que los Colmillos eran meramente “ropas”, por ropa… lo
que significa que solo son cosas para ser usadas o utilizadas. —Así que

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

no son aliados, y no compartieron información con ellos. Parece que los


usaban… como marionetas.

Siguió un silencio sobresaltado, roto por un chillido de alegría.

—¡Oh, eso tiene mucho sentido! —Bree, la nueva Liebre,


prácticamente rebotó de alegría.

Su Compañero la miró con recelo.

—¿Por qué?

—¿Nunca te preguntaste cómo los Colmillos se organizaron tan de


repente? Han existido durante siglos. Acechando en el fondo. Luchando
por cada pizca de poder que podían conseguir. Pero nunca habían
trabajado juntos. Se apuñalaban por la espalda tan alegremente como
atacaban al Primer Vuelo. Nunca fueron una amenaza seria para la
mayoría de los Cambiaformas. Hasta ahora.

Ash jadeó cuando ella también vio el patrón.

—Ahora trabajan juntos. Ha empezado un programa masivo para


secuestrar a los Cambiaformas y a sus Kin.

Bree asintió.

—La mayoría son Ratas, por sus habilidades de espionaje, pero


apuesto a que algunos de esos pobres están destinados a ser ropas, como
ellos dirían. Qué asco llamar a alguien así. —Se estremeció—. Eso
también explica que los Colmillos siempre parecen estar un paso por
delante de nosotros. Antes de que el primer Wellspring despertara, ya
habían empezado a recolectar artefactos antiguos…

—… porque los Darkborns se habían infiltrado en los Colmillos de


Apophis —agregó Ash—, y sabían que la magia regresaría.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—¡Guau, guau, guau! —explotó Finn—. No me estáis diciendo que


los Colmillos son víctimas inocentes, ¿verdad?

—No, claro que no —le aseguró su Compañera—. Siguen siendo los


mismos monstruos malvados y egoístas de siempre. Pero ahora son más
inteligentes, porque están siendo controlados.

Eso pareció apaciguar al Dragón.

—Bueno, bien. Me iba a enfadar mucho si me enteraba de que los


Colmillos no eran villanos.

Las risitas rodearon la habitación. Ash no se unió a ellas, sin


embargo, porque había que decir algo desagradable. Algo que nadie
quería decir.

—Todavía tenemos que advertir a los Colmillos de Apophis sobre


los Darkborns.

—¡Ashbaline! —dijo su madre jadeando—. No seas ridícula.


Aunque los Darkborns sean de alguna manera “peores” que los Colmillos,
eso no nos convierte en aliados.

—Esto no ayudará a los Colmillos, mamá. Los aplastará. —Toda la


habitación de Cambiaformas se detuvo, escuchando. A ella. Ash
Anderson, una Kin mortal sin don alguno. Una vez eso la habría llenado
de orgullo. Hoy, parecía natural. Por fin, se había probado a sí misma—.
¿Qué pensarán cuando sepan que son peones y no reyes? Destrozarán
su propia organización tratando de encontrar a los Darkborns. Ningún
Colmillo puede confiar en otro.

—¡Exactamente! —asintió Bree—. Lo que hará diez veces más difícil


para los Darkborns traer de vuelta a este personaje de Nemagorix.
¡Estarán demasiado ocupados defendiéndose de nosotros y de los
Colmillos!

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Nunca pensé que vería el día en que ayudara a esos bastardos —


refunfuñó Finn—. ¿Cómo nos ponemos en contacto con ellos?

—Yo puedo hacerlo. —De nuevo, su madre la miró como si le


hubiera salido una segunda cabeza—. Tengo el número de teléfono de
Ralph Waters, una Rata que solía trabajar para los Colmillos. Puedo
pasarle esta información.

Lucas resopló.

—Probablemente la usará como carnada para volver a estar de


buenas con ellos.

—Apuesto a que estará mucho menos entusiasmado con trabajar


para los Colmillos cuando sepa que puede terminar como “ropa”.

Entonces la reunión se rompió. Mamá y Bree especularon sobre la


naturaleza del Darkborn mientras los hombres debatían sobre la Égida y
quién, o qué, podrían ser “Pie” y “Montón de Huesos en el dibujo.

Lucas, sin embargo, le llevó a un lado.

—Pareces cansada. ¿Quieres volver a tu habitación y llamar al


servicio de habitaciones?

—Claro. Me vendría bien un descanso.

Además, había cosas que necesitaban discutir, en privado. Cosas


que cambian la vida.

Sin embargo, una vez que llegaron a su habitación, Ash se encontró


con la lengua atada. Sentada en el sofá, con un agua con gas en la mano,
luchó por encontrar las palabras que necesitaba.

Tengo que decirle la verdad. Se merece eso.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Sin embargo, fue Lucas, no ella, quién habló primero.

—¿Ash? Tengo algo que necesito decirte.

¿Él quería hablar? ¡Eso era nuevo! Desconcertada, se enroscó los


pies debajo de sí.

—Rex, Lily y yo… hablamos mucho en ese coche. Sobre la familia.


Sobre los Compañeros. Supongo que los Compañeros son algo muy
importante.

—La mayoría de los Cambiaformas lo piensan, sí. —Ash estaba


satisfecha con esa respuesta tranquila. Mucho menos sarcástica que “Sí,
encontrar a la otra mitad de tu alma sí es importante”.

—Así que me hizo pensar. En ti. Sobre… nosotros. —Dudó por


primera vez, como si “nosotros” fuera una palabra que daba miedo—. Me
di cuenta que me gustas. Mucho.

Ahora el sarcasmo surgió.

—¿Eso nos hace “amigos”?

—Sí. —Le lanzó una sonrisa lastimosa—. Y me di cuenta de que me


gustaría ser más que amigos. Ash… —Al final, se puso frente a ella, fuerte
y decidido—. No tengo ni idea de como se supone que se siente, pero sé
esto: no puedo imaginarme una vida sin ti en ella. Quiero despertarme
cada mañana a tu lado. Quiero construir un futuro, junto a ti. No puedo
imaginarme ser feliz si no estás conmigo. Si eso es lo que es el amor,
entonces supongo que te amo.

Las lágrimas llenaron sus ojos, lágrimas de alegría.

—Eso seguro que me suena a amor.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Ahora, rodando, tomó sus manos en las suyas y se arrodilló ante


ella, Ash reconoció esa postura… ¿pero no podía estar preparándose en
serio para pedirle…?

Al darse cuenta de lo que parecía, Lucas dejó caer sus manos como
un par de patatas calientes y se arrastró de nuevo a su asiento.

Bueno. Así que él no se estaba declarando. Ash trató de ignorar la


aguda punzada de decepción.

—Sí. Así que, de todos modos… eh, me gustaría quedarme.

¡Y dijeron que el romance estaba muerto!

Con dificultad, se las arregló para no poner los ojos en blanco.

—No estaba planeando echarte, ya sabes.

—Sí, pero, lo que quiero decir es… —Sus ojos comenzaron a


parpadear por la habitación hasta que apretó los dientes y se forzó a
encontrarse con su mirada—. Lo que quiero decir es que no me importa
quién es el padre de tu bebé. Quiero estar ahí, para los dos. Lily y yo no
fuimos criados por nuestros “verdaderos” padres y salimos bien.

Vale, más o menos, pensó. Aunque tenía que sonreír, tanto por sus
palabras como por la dulzura de esa oferta.

También, a la apertura que él le había dado.

—Lucas, hay algo que necesito decirte, también. Algo que puede
cambiar tus sentimientos hacia mí.

—Está bien. —Golpeó los dedos de sus pies, rebosante en energía


nerviosa.

—Te he mentido… ¿sobre el bebé? Es tuyo.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

Le escudriñó la cara, temiendo ver que se repitiera el horror que


mostró cuando se enteró de que ella estaba embarazada. En cambio, todo
lo que encontró fue un shock.

Y alegría.

—¿Por qué no me dijiste la verdad?

—Parecías tan decidido a no estar atado. Ser libre para despegar


cuando quisieras, todo el asunto del “camino despejado”. Crecí
sintiéndome como un accidente. La carga indeseada de mi madre que la
alejaba de la vida que realmente quería. No quería que te sintieras
atrapado. No quería que estuvieras resentido con nuestro hijo. No haría
pasar a ningún niño por ese tipo de resentimiento.

—¿En serio? ¿Resentimiento? —Una sonrisa encantada y delirante


se deslizó en su cara—. Eso es lo último que siento. Inténtalo con
emocionado. Encantado.

—¿De verdad? ¿Estás feliz? —Ahora ella también se reía con


alegría.

—¡Demonios, sí! Significa que podemos… ¡ya sabes! Seremos una


familia. Puedo… ya sabes… Espera. —De repente se congeló, mirándome
fijamente con aprensión—. ¿Entonces yo te gusto?

Su duda, tan cómicamente fuerte, la hizo reír.

—Sí, me gustas. Hace tiempo que nos considero “amigos”,


¿recuerdas? De hecho, creo que iría tan lejos como para decir que te
quiero. Tenía mis dudas cuando me dejaste para irte a Montana. Pero…
sí. Lucas Clay, te quiero.

Su sonrisa se duplicó, como si él hubiera hecho algo terriblemente


inteligente.

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Serie Cambiaformas de la Égida
Leela Ash & Tabitha St.George Lobo perdido dañado

—Guay. No, mierda, eso no es lo que quería decir.

—¿Qué querías decir?

Se deslizó hacia adelante y por un momento ella juró que se estaba


preparando para arrodillarse de nuevo.

—Quise decir que nosotros… ya sabes. Deberíamos ser una buena


familia. Así lo creo.

—Está bien. —Otra vez él se balanceó. Otra vez se deslizó hacia


atrás en su asiento—. Lucas —dijo ella al final—. ¿Estás tratando de
proponerme matrimonio?

—Me gustaría —Hizo una mueca dolorosa—, pero no puedo.

—¿Por qué?

La desesperación llenó su cara. La adorable desesperación de un


niño de cinco años que había dejado caer su helado.

—No tengo un anillo.

¿Ese era el problema?

—¡Al diablo con el anillo! —La risa de Ash sonó—. Conseguiremos


uno más tarde. Simplemente dame a ti.

—¿Eso es todo lo que quieres?

—Todo.

—Entonces, eh, Ash Anderson, te amo. ¿Te casarías conmigo?

—Si vuelves a decir eso de rodillas… sí, lo haré.

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Y así lo hizo. Y sí, su propuesta no fue perfecta, pero aún así fue
perfecta para ella.

Fin

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Staff
Traductora: Mdf30y

Correctora: Pily1

Diseño: Lelu

Lectura Final: Auxa

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01 – Papá oso maltrecho
Un oscuro misterio se está gestando en este pequeño
pueblo… y una pasión ardiente está surgiendo…
La muerte persigue a Rex Fairburn. Su esposa, sus
mejores amigos… todos han muerto, dejándolo al
cuidado de cuatro niños afligidos. De las ruinas del
pasado, ha construido una familia cariñosa y unida, una
que moriría por proteger. Proveer para ellos lo consume
y no le deja el tiempo ni el deseo de amar.
Paige Hall llega a la ciudad, huyendo de sus propios
demonios. Con apenas un centavo a su nombre, lucha
por construir un futuro para ella y su hijo Jake. Ser
niñera del rebelde clan Fairburn le trae un dinero extra
muy necesario. ¡Incluso si el guapo y gruñón millonario
está fuera de su alcance!
Misteriosos sucesos obligan a Rex a pedir ayuda al
Primer Vuelo de Dragones. Su llegada revela un terrible
complot, uno que puede consumir todo el suroeste.
Atrapados en esta lucha, unidos a pesar de sus temores, Rex y Paige se
enfrentan a un enemigo monstruoso.
Uno que roba niños.
02 – Dragón protector
del alfa
Mientras este Dragón busca proteger a la hija del Lobo
alfa, el nivel de peligro aumenta… al igual que el vapor…
Cuando un Lobo Alfa apela a una deuda de sangre,
Casey Briggs salta ante la oportunidad de pagar la
obligación de su Vuelo. ¿La misión del Dragón? Proteger
a la hija del Alfa, Lily King, de los malvados Colmillos de
Apophis. Solo hay un problema: Lily también es un Lobo.
Y los Lobos no se toman bien el tener “niñeras”.
Pero a medida que aumenta el salvajismo de los ataques
de los Colmillos, incluso Lily llega a depender de su
guardaespaldas Dragón. Juntos, los dos Cambiaformas
corren para encontrar la causa de uno de estos asaltos
antes de que uno de los viciosos ataques de los Colmillos
rompa la inquebrantable vigilancia de Casey.
Sin embargo, mientras él lucha para protegerla, un peligro aún mayor surge: su
propia pasión.
En el momento en que se cruzan, nace un deseo irresistible, una atracción que
no puede ser rota por la desaprobación de su Manada y su Vuelo. Pero la pasión
es todo lo que los une. Aceite y agua, Dragón sofisticado y Loba salvaje y
despreocupada, los dos amantes no podrían ser más diferentes. A medida que
el destino los acerca, su orgullo y obstinación los separa.
¿Puede el mero deseo florecer en el verdadero amor? ¿O sus diferencias los
condenarán?

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03 – Lobo perdido
dañado
Durante años Ash ha luchado para ganarse un lugar
de honor entre los Cambiaformas. Una y otra vez, la
rechazan. Hasta el día en que un Lobo Perdido viene
a su rescate…
Ash Anderson, hija de una poderosa Liebre Bruja, no
heredó el don de su madre. Se la considera una Kin,
pero no una verdadera Cambiaformas. Como tal, se
siente condenada a ser una extraña para siempre. No
es particularmente especial… pero tampoco es
exactamente normal…
Su improbable salvador es Lucas Clay. Ninguna
mujer se acerca a su corazón, porque es un hombre
Lobo, condenado a vivir y morir solo. O eso cree él.
Entonces, Ash lo presenta en la sociedad de los Cambiaformas y su mundo se
pone patas arriba. De repente, hay esperanza tanto para él como para su amor.
Una esperanza que se hace añicos cuando su introducción en la Manada de
Lobos local sale terriblemente mal.
De repente, Ash y Lucas huyen, perseguidos tanto por los Cambiaformas como
por los malvados Colmillos de Apophis. Atrapados en una red de traición,
luchan por desentrañar un misterio que amenaza a todo el mundo de los
Cambiaformas. Los instintos del Lobo Solitario lo instan a huir, a dar la espalda
a los Cambiaformas que le atacan injustamente. Sin embargo, no puede
soportar dejarla. Su pasión es la delgada correa que lo une a su humanidad.
Pero ella esconde un secreto que podría destruir su vínculo antes de que se
afiance firmemente…

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Próximamente

04 –Cautiva de la Quimera

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Sobre la autora
A Leela Ash le encanta tejer cuentos de
Cambiaformas Alfa y la mujer que aman... ¿o es
un anhelo? ;) Ella misma es una gran fanática
de la fantasía y lo paranormal y le encanta
explorar esos elementos a través de sus
historias.

En su mundo de hacer creer que


cualquier cosa puede pasar, la chica siempre
consigue al chico, siempre maduran de la manera correcta y aprenden
las lecciones adecuadas... y los buenos siempre salen ganando.

Cuando no está escribiendo, le encanta amar a su colección de


mascotas de perros y gatos, así como a su propio Alfa... :) Ellos dividen
el tiempo entre las montañas y la ciudad en el lejano oeste... Ella espera
que sus historias traigan una sonrisa, una risa... y algo de vapor a
vuestro día.

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