LA MADUREZ DE LA IGLESIA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS
A. EL ESCENARIO PREVIO AL REGRESO DE CRISTO
“Meted la hoz, que la mies está madura; venid, pisad, que el lagar está lleno;
las tinajas rebosan, porque grande es su maldad”. Joel 3:13, LBLA
Así como el pecado avanzará hasta que reciba su juicio, la Iglesia de Jesucristo se irá
purificando hasta el día de la gran cosecha. Estará formada por hijos e hijas que han
decidido negarse a los placeres inferiores de este sistema, con características visibles que
evidencian a Cristo, y con un único y gran deseo: ver a Jesús regresar entre las nubes.
El escenario previo al regreso de Jesús nos muestra esta dualidad: Por un lado, una Iglesia
madura y lista para su cosecha (Ap. 14:14-16); y por otro, naciones airadas cuya
inmoralidad y pecado las han enceguecido a tal punto que intentarán vencer al Hijo del
Hombre y perecerán en el intento (Ap. 17:14). Este último grupo forma parte del lagar
preparado para ser pisado por Jesús (Ap. 14:17-20).
Conocer esta realidad, lejos de acobardarnos nos llena de esperanza y osadía. Nuestra
gran responsabilidad es poder transformarnos en esa Iglesia madura que Cristo cosechará
en aquel día. ¿Cómo lo hacemos?
B. UNA IGLESIA LIBRE DE CARGAS
“Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos,
despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve,
y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús,
el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz,
menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios”.
Hebreos 12:1-2, LBLA
Si queremos caminar como Iglesia hacia la madurez es necesario despojarnos de las cargas
innecesarias que tanto el sistema de este mundo como el religioso han puesto sobre
nuestras espaldas. ¿Cómo? Puestos los ojos en Jesús.
Los pesos que cargamos son fruto de quitar nuestra mirada de Jesucristo, de su persona,
de sus palabras y de su plan. Si queremos caminar hacia la madurez necesitamos con
urgencia identificar cuáles son las cargas innecesarias que tenemos sobre nuestras
espaldas.
El amor al dinero, el egoísmo, los celos, las contiendas, incluso el legalismo son cargas
innecesarias que ganan terreno cuando nuestros ojos dejan de estar en Jesús. ¿Qué
batallas innecesarias estás peleando? ¿Sientes que has perdido mucho tiempo en ellas?
¿Ha valido la pena?
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“Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón,
y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera”.
Mateo 11:29-30, LBLA
Una Iglesia madura es una Iglesia liviana que halla descanso aún en medio de la tormenta
porque sabe quién está en la barca. Escoge con sabiduría tus batallas, pelea la batalla de
la fe, a ella fuiste llamado, habiendo sido de testimonio entre los que te rodean (1 Ti. 6:12).
C. CINCO PILARES DE UNA IGLESIA MADURA
“Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas,
a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio,
para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe
y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro,
a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Efesios 4:11-13, LBLA
1. COMPASIÓN (evangelístico):
La Iglesia de los últimos tiempos es madura en compasión. La urgencia de los sucesos
finales y la evidencia del regreso de Cristo la impulsan a salir las calles e invitar a todos
para la gran boda (Mt. 22:9).
“Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio
a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. Mateo 24:14, LBLA
La madurez evangelística del Cuerpo de Cristo es un requisito dentro del plan de Dios para
que el Hijo del Hombre pueda manifestarse. Sin el peso del egoísmo y la insensibilidad,
necesitamos correr en compasión para que muchos puedan abrazar la misericordia y los
planes de Dios.
2. CARÁCTER (pastoral):
“Entonces os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con conocimiento
y con inteligencia”. Jeremías 3:15, LBLA
Si bien la expresión “según a mi corazón” no se traduce en “perfección”, representa un
estilo de vida que ha sabido alinearse a las prioridades y sentido de justicia del corazón de
Dios.
“Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la fuente de la vida”. Proverbios 4:23, RVC
Un corazón sano, bombea sangre correctamente a todo el cuerpo, y este funciona bien.
De la misma manera un corazón santo, bombea al Espíritu a todo el cuerpo, purifica, sana
y da vida al resto. Tener un corazón santo, es un beneficio personal, pues el Espíritu está
libre de implantar su sentir en él, y beneficiar al Cuerpo de creyentes. No hay doble
intención, no hay mensaje entre líneas.
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Una Iglesia madura en carácter es libre de la ofensa, pura en todas sus áreas, bien
dispuesta y enfocada en el otro. ¿Cuáles son las áreas de tu vida que Dios está queriendo
redimir? ¿Cuáles son las cargas que aún no te permiten avanzar?
3. ADORACIÓN E INTERCESIÓN (profético):
“En aquel día levantaré el tabernáculo caído de David, repararé sus brechas,
levantaré sus ruinas, y lo reedificaré como en tiempo pasado”. Amós 9:11, LBLA
“Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad su alabanza desde los confines de la tierra,
los que descendéis al mar y cuanto hay en él, las islas y sus moradores”. Isaías 42:10, LBLA
Tanto Amós como Isaías anuncian un movimiento de oración y adoración que funcionará
ininterrumpidamente previo al regreso de Cristo. La restauración del ministerio profético
forma parte de las bases de la Iglesia madura de los últimos tiempos.
También Jesús anuncia esta realidad diciendo: “¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos,
que claman a Él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles?” (Lucas 18:7).
Tener una intensa vida de intimidad con Dios, es la clave para activar lo profético. Cuanto
más cerca de Dios permanecemos, más oímos y más vemos el mundo espiritual.
Crecer en lo profético, no solo es conocer lo que ha de venir, sino que es conocer el
corazón de Jesús y darlo a conocer a esta generación (Ap. 19:10)
4. SABIDURÍA (bíblico):
“Muchos serán purificados, emblanquecidos y refinados;
los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos comprenderá,
pero los entendidos comprenderán”. Daniel 12:10, LBLA
Existe una promesa dada por Dios para la Iglesia entendida de los últimos tiempos:
Sabiduría. Daniel nos muestra que en medio del escenario de madurez, tanto de pureza
como de maldad, habrá una Iglesia entendida que procederá sabiamente.
La Biblia cuenta la historia de un Rey, un reino y una familia real; y del plan de este Rey de
conquistar la tierra a través de sus hijos. Entender la narrativa bíblica y el gran plan de Dios
nos lleva a desarrollar sabiduría en nuestra manera de vivir, nos libra de gastar fuerzas en
batallas inútiles y nos vuelve certeros en aquellas que valen la pena.
5. UNIDAD (apostólico):
“Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, os ruego que viváis
de una manera digna del llamamiento que habéis recibido, siempre humildes y amables,
pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu
mediante el vínculo de la paz”. Efesios 4:1-3, CST
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La unidad del Cuerpo de Cristo es vital para el cumplimiento del plan de Dios. La gran
cosecha de almas de Apocalipsis 14:14-16 representa a una Iglesia madura, libre de cargas
que, unida en el Espíritu recibe en los cielos a su Rey (2 Ts. 2:1).
Pablo también nos enseña que los cinco ministerios nos han sido dados por Jesucristo con
el propósito de alcanzar la unidad de la fe y transformarnos en una Esposa gloriosa.
Ahora… ¿Cómo luchar por la unidad de la Iglesia? “…os ruego que viváis de una manera
digna del llamamiento que habéis recibido siempre humildes y amables, pacientes,
tolerantes unos con otros en amor…”
a. Viviendo de manera íntegra y digna del llamamiento que hemos recibido
b. Desarrollando un estilo de vida de humildad y amabilidad
c. Siendo pacientes y tolerantes los unos con los otros en amor
“Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fuisteis llamados
a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo;
un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos”.
Efesios 4:4-6, CST
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