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El Embarazo Accidental Del Lobo, Un Romance de Pareja PredestinadaHechizo

Este documento narra una historia de rivalidad entre dos lobos, Titus y Eli. Eli dispara e hiere gravemente a Molly, la compañera embarazada de Titus. Esto lleva a una feroz pelea entre Titus y Eli donde ambos resultan heridos de bala. A pesar de sus heridas, Titus lucha para proteger a Molly de Eli, quien intenta matarla con una daga de plata.

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El Embarazo Accidental Del Lobo, Un Romance de Pareja PredestinadaHechizo

Este documento narra una historia de rivalidad entre dos lobos, Titus y Eli. Eli dispara e hiere gravemente a Molly, la compañera embarazada de Titus. Esto lleva a una feroz pelea entre Titus y Eli donde ambos resultan heridos de bala. A pesar de sus heridas, Titus lucha para proteger a Molly de Eli, quien intenta matarla con una daga de plata.

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Mi atracción por la bruja forastera estaba prohibida por la manada,

pero no puedo controlar mis deseos.

Soy el lobo Alfa más rico del mundo, un playboy con una
reputación traviesa,

y pensé que ninguna mujer podría domesticarme.

Cuando la vi por primera vez invadiendo mi tierra de manada, entendí


cómo se podía sentir una bala de plata.

Pero su ingenio atrevido me hizo volver por más.

Hay algo entre nosotros, una conexión diferente a todo lo que he sentido
antes.

Estoy dispuesto a sacrificarlo todo, para perseguir este vínculo secreto.

Y eso fue antes de las dos pequeñas


Es horrible ver cómo disparan a tu compañera embarazada.

La puerta se abrió de golpe y, desde su lugar en el exterior de la


casa, Titus miró hacia el interior justo a tiempo de ver a Molly retroceder
por el impacto de la bala.

Los ojos de su hermosa compañera destinada, se abrieron de par en


par mientras se tambaleaba hacia atrás. Tropezó con la mesa de centro y
cayó, atravesando la tapa de cristal para aterrizar sobre el montón de
fragmentos. Incluso en el aire, sus manos volaron hacia su abdomen,
hacia el bebé que llevaba dentro.

Una rabia, como nunca había sentido Titus, explotó en su interior


al oír el grito de dolor de Molly. Corrio contra la casa con gruñidos que
brotaban de sus labios y con sus colmillos de lobo fácilmente expuestos a
través de la lluvia torrencial.

Titus atravesó la puerta, que oscilaba suavemente, con la suficiente


fuerza como para arrancarla de sus goznes y encontrar al pistolero de pie
junto a la encimera de la cocina.

Eli.

Eli, con el pelo y la piel saturados de lluvia por el aguacero que caía
fuera, estaba de pie a tres metros de distancia con una mirada salvaje y
enloquecida, con la pistola apuntando a Molly. Sus ojos estaban muy
abiertos por la sorpresa y su rostro se torció en una mueca sádica
mientras la veía retorcerse.

Cuando Titus golpeó la puerta, Eli volvió a levantar la pistola,


lentamente, con un brillo frío en los ojos, apuntando. Al parecer, ni
siquiera era consciente de la presencia de Titus, sólo disfrutaba del dolor
de Molly y esperaba ponerle un fin eterno. Apretó el gatillo justo cuando
Titus entraba en la habitación y soltó un grito, demasiado lejos para
detenerlo, para impedir que Eli metiera una última bala en el cuerpo de
Molly. La puerta, libre de su marco, se estrelló contra él, y su disparo se
volvió desatinado, fallando a Molly por un amplio margen.

Titus cargó contra él, logrando recorrer un metro y medio antes de


sentir que la primera bala le atravesaba el pulmón. ¡Pum! La bala se
estrelló contra él con suficiente fuerza como para hacerlo retroceder,
atravesando sus órganos y saliendo disparada por el otro lado. No
importaba. Sólo era una bala, mientras no fuera de plata, estaba bien. El
dolor era temporal, pero proteger a Molly lo era todo. Se tambaleó hasta
ponerse de pie. ¡Pum! Otra, ésta se alojó en su pierna. ¡Pum! Justo en el
pecho, con suficiente fuerza para detener su impulso de nuevo. ¡Pum!
¡Pum! ¡Pum!

Titus perdió la cuenta de cuántos agujeros le hizo Eli, pero después


del quinto o sexto, se tambaleaba por el flujo constante y pulsante de
sangre, que salía de cada herida.

Nada de eso importaba, aceptaría mil balas por Molly y, además, la


adrenalina que martilleaba su cuerpo, hacía que el dolor fuera pasable.

El rostro de Eli se retorcía de odio, y la T grabada en su frente


prácticamente palpitaba de un rojo intenso. Los Hermanos también le
habían dado la espalda, pero a Titus le importaba un bledo el motivo de
su vuelta, sólo que Eli había hecho algo inaceptable: había herido a Molly.

Y por eso, Eli moriría.

Eli fisparo más balas a Titus hasta que finalmente, el arma hizo
clic. Vacía. Los ojos de Eli se entrecerraron y agarró la hoja de plata
clavada en la encimera.

Titus se tambaleó y escupió un trozo de saliva ensangrentada en el


sucio suelo. El dolor lo irradiaba y su cuerpo le gritaba que se mantuviera
en el suelo, pero sabía que, si lo hacía, Eli mataría a Molly y al niño que
ella seguía intentando proteger desesperadamente.

Eso era lo que Eli quería, lo que siempre había querido: destruir a
Titus de una vez por todas, y nada complacería más a ese maldito traidor,
que matarlos a ambos y eliminar al heredero de Titus en el proceso.

Titus se sacudió el dolor y se lanzó hacia Eli, tirándolo al suelo. La


daga se escabulló, fuera de su alcance, ganando Titus un tiempo precioso,
tiempo para curarse y recuperar sus fuerzas.

Juntos, los dos hombres cayeron al suelo y se produjo una feroz


lucha. Titus era más grande, más fuerte y mejor luchador, pero estaba
malherido. Sentía que su fuerza se desvanecía con cada segundo que
pasaba, mientras la sangre salía de sus heridas, saturando su ropa
mientras dejaba sus músculos flojos y débiles. Los bordes de su visión
eran borrosos, pero ignoró las órdenes de su cuerpo de desconectarse y
desmayarse. Su curación cambiante lo haría volver, pero para entonces,
Eli habría llegado a Molly de nuevo.

El tamaño más pequeño de Eli jugaba a su favor, su velocidad y


agilidad combatían la enorme potencia de Titus y el hecho de que éste
estaba jodidamente cabreado. Pero no era una pelea justa, no todavía.
Todo lo que Titus tenía que hacer era sobrevivir y contener a Eli hasta
que sus heridas sanaran.

¿Después de eso? Eli moriría.

Ni destierro, ni encarcelamiento, no otra vez. De una forma u otra,


uno de ellos moriría esta noche. Después de todos estos años, después de
todas las peleas al crecer y la rivalidad, Eli había ido demasiado lejos, y
su relación finalmente había estallado. No había llegado un momento
demasiado pronto.

En un desenfoque de puños, colmillos y garras, los dos lobos se


desplazaron parcialmente de un lado a otro, de la carne humana a la piel
de lupino y viceversa. Eli luchaba como un animal atrapado, mientras
que Titus lo hacía como un hombre con todo por perder.

Eli clavó sus garras profundamente en las heridas de bala de Titus


y se burló mientras éste aullaba. Eli siguió adelante, luchando de forma
barata y aprovechando las heridas de Titus.

—Así es como termina, tú...

Esas fueron todas las palabras burlonas que Eli logró escupir antes
que Titus volviera a golpear.

Titus le dio un puñetazo a Eli en la mandíbula, lo suficientemente


fuerte como para arrancarle unos cuantos dientes y romperle los nudillos
a Titus. Mientras éste se tambaleaba hacia atrás, escupiendo dientes y
sangre en el suelo, Titus retiró el puño para dar otro golpe con los nudillos
reacomodándose hasta recuperar toda su salud, mientras se echaba hacia
atrás...

... y sintió que Eli le clavaba la hoja de plata en el costado.


La plata ardió como el fuego, en cuanto se deslizó por la piel,
chisporroteando entre el músculo y el hueso. Maldiciendo. Era casi
invencible, pero no por la plata. Eli retiró la cuchilla, dispuesto a hundirla
de nuevo en la carne de Titus, con sus dientes manchados de sangre
brillando con su mueca vengativa.

Pero no tuvo en cuenta una cosa: la determinación de Titus de vivir.

El odio de Titus hacia Eli.

Y la completa y total falta de capacidad de Titus para fallar y dejar


que cualquier daño le ocurriera a Molly.

Titus reunió las fuerzas que le quedaban y rodeó el torso de Eli con
sus brazos. En una agonizante ráfaga de poder, lanzó el cuerpo más
pequeño y ligero de Eli a través de la ventana, jadeando por el dolor de la
profunda herida de la daga de plata.

Eli voló a través del cristal, haciéndolo añicos y aterrizando


torpemente en el suelo empapado. Se puso en pie, resbalando en el barro
y la lluvia, sin dejar de empuñar la daga que brillaba con la sangre de
Titus. Titus se tambaleó y su vista se nubló, pero no cayó mientras se
colocaba entre Eli y Molly, que gemía de dolor detrás de él. Podría morir
de cualquier manera, pero estaba seguro que no iba a dejar que ese
psicópata se acercara a Molly. Moriría con gusto antes de dejar que Eli le
tocara un pelo a Molly.

Eli miró con desprecio a Titus. Sus ojos brillaban con odio y regocijo,
mientras pasaba un dedo por la hoja manchada de sangre. Había querido
hacer esto desde que eran niños. Por fin se había atrevido a hacerlo. —
¿Aún no has terminado?.

El resto del recinto comenzó a agitarse por la conmoción. Las luces


se encendieron y el sonido de gritos y pasos, resonó en el aire.

¡Boom!

Un rayo cayó cerca, arrojando una luz espantosa sobre Eli mientras
se acercaba, con la sangre de Titus aún goteando de la daga. Titus dio un
paso adelante, pero cada paso era una agonía.

¡Al diablo con eso.!

Apretó los dientes, luchando contra el dolor punzante, para


concentrarse en lo único que importaba: su compañera destinada estaba
en peligro, y la causa estaba justo delante de él. Sentía que las heridas
de bala ya se estaban curando y, con cada segundo que pasaba, su visión
se aclaraba. La herida profunda en su costado de la daga de plata inmune
a una habilidad curativa, palpitaba cada vez más. Su mano se apoyó en
ella, pero la sangre se filtró entre sus dedos. Se tragó las ganas de vomitar,
mientras su corazón martilleaba en su pecho y miraba a Eli.

Toda la rabia, todo el resentimiento, todas las veces que quiso


estrangular al pequeño imbécil santurrón hirvieron a la superficie, pero
todo lo demás se desvaneció cuando el recuerdo del grito de dolor de Molly
resonó en su cráneo. Eli había disparado a Molly, y estaba sonriendo.
Cada vez más rápido, la sangre de Titus palpitó hasta que no pudo sentir
nada más que pura rabia.

Titus rodó los hombros, atravesando la ventana destrozada


mientras clavaba los ojos en Eli. Titus había estado esperando este
momento durante años. Eli estaba a punto de descubrir por qué Titus era
el Alfa de la manada y Eli no. Giró la cabeza hacia un lado y escupió la
sangre que le llenaba la boca, con las fosas nasales encendidas y las
manos temblando de odio.
Eli atacó, apuñalando salvajemente a Titus con la daga de plata,
pero Titus le quitó la hoja y lo tiró al suelo. Los dos lobos lucharon en el
barro y la lluvia cegadora frente a la casa de Molly. Y aunque Eli tenía
una ventaja inicial, las probabilidades cambiaron considerablemente a
medida que las fuerzas de Titus volvían lentamente.

Eli era débil, y lo suficientemente cobarde como para ir tras la


compañera y el heredero de Titus.

Titus era el Alfa.

Y se notaba.

Titus se desató sobre Eli, años de antipatía alimentando cada golpe.


En una pelea justa, Eli sabía que no tendría ninguna oportunidad. Por
eso nunca había desafiado a Titus por la posición de Alfa de la manada
en todos estos años, no hasta que Titus tuviera una compañera que Eli
pudiera usar como arma.

Los nudillos de Titus se estrellaron contra la mandíbula de Eli y la


lluvia salpicó el impacto. Otro golpe limpio. Esta paliza había tardado
mucho en llegar. Casi podía ignorar el dolor que todavía irradiaba de la
puñalada, que aún sangraba libremente por su costado. Eli trató de
zafarse, lanzando a Titus con las caderas y agarrando la daga de plata
del barro. Intentó apuñalar a Titus, pero éste lo bloqueó.

—¡Titus, uidado!.

La voz de Molly rompió la concentración de Titus. Instintivamente,


se giró para verla de pie en la ventana con una mirada horrorizada, pero
viva. La sangre goteaba por su hombro y su otra mano lo cubría mientras
se apresuraba a ayudarlo.
Titus retrocedió justo a tiempo, para que Eli le clavara la daga de
plata en el corazón.
Hace varios meses

Mil veces, Molly deseó que los artefactos estuvieran embrujados.

Sólo para tener un poco de emoción. Sólo una gota, solo una prueba,
para recordar cómo era.

¡Sé una investigadora, Molly! ¡Es confiable, Molly! ¡Y puedes jugar


con tus manos!

Sí. Nadie mencionó nunca el maldito aburrimiento mental de


trabajar sola, excepto Carl, y si era sincera, probablemente prefería
trabajar sola, que con ese Romeo pelirrojo. Había un número limitado de
horas que podía pasar descifrando línea tras línea de texto en un
aburrido maldito cuenco, antes que se volviera loca. En serio, ¿quién
había hechizado un cuenco y por qué importaba lo que decía?

Cuando su cerebro no podía contener más runas, salía de las


laberínticas salas traseras del museo, como una criatura cavernícola y se
dedicaba a pasear por la planta principal. A excepción de alguna
excursión escolar de vez en cuando, o de alguna pareja de ancianos que
se quedaba mirando un artefacto durante horas, el museo solía estar
desierto.
No estaba mal el primer año, y no era horrible el segundo, pero
ahora que estaba llegando al tercer año de esta misma rutina...

Sabía todo sobre cada artefacto, y cuando se sentía especialmente


inquieta, Molly rebotaba entre las vitrinas protectoras, evitando a Carl
mientras las limpiaba. A veces, miraba dramáticamente por las ventanas
el tráfico que pasaba, e imaginaba que estaba a punto de ser aplastada
por un autobús. Por supuesto, nunca lo haría.

No tenía sentido para un inmortal, de todos modos.

Este era uno de esos días. Esos días aburridos, tediosos. Si el día
hubiera sido una especia, habría sido harina. No tenía nada de malo, pero
tampoco nada interesante.

Llevaba días estudiando la hoja de una daga de plata que se había


roto por la empuñadura. La hoja tenía runas, pero como faltaban la mitad
de las runas más allá de la empuñadura, gran parte era un misterio. Le
habían encargado que respondiera a una simple pregunta relacionada
con su experiencia: ¿Para qué se utilizaba?

Apuñalar cosas parecía una apuesta segura, pero esa no era la


historia completa. ¿Qué, en particular, se utilizó para apuñalar y por qué?
¿Sacrificios? ¿Hombres lobo? ¿Calabazas? Tal vez alguien lo usó para
sacrificar calabazas a los hombres lobo. Demonios si lo sabía, había
estado trabajando todo el día, por tercer día consecutivo. Hojeando viejos
textos. Tratando de compararla con otros artefactos. Haciendo hipótesis
y pruebas. Revisando las notas escritas a mano en su diario de campo.
Suplicando que tuviera sentido en los momentos de desesperación.
Arrepintiéndose de sus decisiones vitales y preguntándose por qué no
había seguido su sueño de ser profesora. Cosas básicas de la investigación.
Por fin había llegado a un punto en el que estaba harta de eso.
Aunque fuera paciente, era hora de volver a casa. Molly suspiró y se
apretó el puente de la nariz. Sus apuntes se agolpaban frente a sus ojos
y su agotado cerebro se resistía a procesar más información. Hora de irse,
según el reloj y su subconsciente.

No era que tuviera ningún lugar al que ir, excepto su pequeño


apartamento de mierda; ni nadie con quien ir a casa. Podría ir al gimnasio
y luego arrastrar su agotado trasero a casa, pero ¿qué sentido tenía?

Inmortal, comprobado. Casada con su trabajo, comprobado. Una


bruja, aunque débil, comprobado. Razonablemente atractiva, según el
espejo y sus hermanas, comprobado.

Soltera como el infierno, comprobado.

Sabía que no podía quejarse demasiado. La investigación en el


museo no satisfacía sus sueños más salvajes de la infancia, pero era una
vida honesta. Cuando crecía, quería ser una sanadora o una cazadora de
demonios, alguien que realmente pudiera marcar la diferencia. Y cuando
sus tres hermanas empezaron a desarrollar sus poderes, los suyos nunca
aparecieron. Esperó y esperó, y mientras sus hermanas podían hacer
cosas asombrosas, ella apenas podía conseguir unas pocas chispas.

Acabó siendo una excusa mediocre para una bruja, que apenas
podía hacer algunos hechizos de curación leves en un buen día, y sus
sueños de una vida emocionante se vinieron abajo. Si necesitabas un corte
de papel, curado en pocos segundos, ella era tu chica. Aparte de eso,
bueno... no tanto mucho. Pero estaba bien, se aseguró a sí misma. Podía
hacer otras cosas relacionadas con la magia. Podía seguir siendo una
heroína, sólo que entre bastidores.
Como desperdiciar su vida mirando piedras y leyendo runas todo
el día, consumiéndose lentamente por la soledad.

Para ser justos, algunos días eran más emocionantes que otros. El
otro día, mientras se afanaba en su escritorio en la parte de atrás, un
mosquito se posó en un antiguo bastón de brujo y se frió con un
chisporroteo teatral y un impresionante estallido de chispas, que la hizo
salir corriendo de su despacho. Pero esos momentos eran escasos,
dejándola alternar entre el estudio intenso y el deambular por los pasillos,
como un artefacto escapado.

Deambuló por el museo, comprobando por milésima vez que todo


estaba exactamente como de costumbre, con su teléfono apoyado en la
oreja mientras su hermana, Heather, parloteaba sin pausa. Heather era
una charlatana. Treinta minutos al teléfono hasta el momento, y la mayor
parte del tiempo era sólo Heather hablando de la nueva tienda de yogur,
de algún trabajo que le interesaba y de lo mucho que le gustaba su nueva
casa. Molly solía intentar unirse a las conversaciones e interceder a veces,
pero con el tiempo se dio cuenta que era mejor si se limitaba a escuchar.

—Y este trabajo suena muy sospechoso, ¿verdad? Pero pensé, qué


demonios, ¡vive un poco! Así que me presenté. Las mantendré
informadas—, dijo Heather.

—Suena muy bien—, respondió Molly distraídamente.

¿Era una mala hermana por estar distraída? Tal vez. Pero Heather
tenía la costumbre de emocionarse innecesariamente por las cosas. Una
vez, en la universidad, había llamado a Molly a la salida de un examen
para decirle que había habido un zorro en su coche por la mañana.
Probablemente Molly podría colgar el teléfono durante treinta minutos y
volver, y Heather pensaría que estaban teniendo la mejor conversación
de la historia. Además, tal vez no quería escuchar siempre lo increíble
que era la vida de su hermana más dotada, en ese momento. Tal vez la
frustraba no haber heredado ningún poder decente, a pesar de su
habilidad y dedicación al estudio académico de la magia.

No seas una zorra con tu hermana, Molly, se reprendió a sí misma.


No es su culpa que seas un desastre con la magia.
—Muy bien—, le dijo a su hermana. Le inyectó un poco más de
sinceridad a su tono: quería lo mejor para Heather, y no era justo que
arrastrara su equipaje, cuando hablaban. Aunque Heather pudiera ser
insensible a veces.

Se sacudió, no era momento para eso. Tenía que apoyar a su


hermana y aguantarse. Chúpate esa, ranúnculo. A su abuela le
encantaba decir eso. También era una alcohólica empedernida, pero eso
estaba fuera de lugar.

Molly giró a la derecha en la sección de bestias prehistóricas, que


sonaba más impresionante de lo que era. No tenían presupuesto para más
que la mitad de una costilla de un Aarok, unas cuantas conchas marinas
antiguas infundidas con magia y una momia egipcia que había intentado
sin éxito lanzarse un hechizo de inmortalidad y sólo había conseguido
convertirse en piedra. La sección atrajo a pocos invitados, ya que los
moluscos mágicos tenían un atractivo mínimo para el público.

—De todos modos—, dijo Heather, cambiando de tema. —¿Qué tal


el museo?.

Molly apoyó la frente en una fría vitrina de cristal, mirando


fijamente la antigua lanza maldita que había dentro, mientras daba una
suave patada a la base de la exposición. —Oh, ya sabes, intenso.
—¿Sí?.

Se golpeó la cabeza contra el cristal. Thunk.

Era hora de ser positiva con su hermana y guardar su actitud de


mierda. Heather estaba sin trabajo y tratando de encontrar un lugar para
quedarse. Ya tenía bastante con los problemas de Molly, y ¿qué clase de
hermana mayor sería Molly, para añadir estrés?

—Sí, estoy trabajando en una extraña daga de plata. Está rota, así
que no sé lo que dice el resto de la runa, pero he estado trabajando todo
el día tratando de adivinar lo que podría ser y creo que me estoy
acercando.

—Suena... interesante—, dijo Heather. No estaba interesada,


Molly podía decirlo, pero aún así, estaba haciendo un esfuerzo.

Molly se alegró de saber de ella, de verdad, pero al mismo tiempo,


era un momento inoportuno. Después de todo, tenía mucho trabajo que
hacer, y ¿cómo iba a averiguar lo que hacía la daga, sin pasar otras treinta
horas hurgando en ella y tratando de adivinar, antes que fuera montada
en algún lugar detrás de un cristal? Era un trabajo importante, un
trabajo salvavidas. Resopló divertida ante su propia broma.

Molly se rió. —Lo sé, no es para todos. ¿Qué más hay de nuevo en
ti?.

Heather adquirió un sonido disimulado y travieso en su voz. —He


estado hablando con Zoey y Gwen sobre algo que hemos encontrado.

—¿Oh?— Ella volvió a golpear su cabeza contra el cristal. Cuando


Heather se reunía con sus otras dos hermanas, casi siempre salía alguna
mierda.
—Un hechizo de amor. Uno de pareja predestinada.

Molly vaciló y contuvo el impulso de reírse. ¿Un hechizo de amor?


—Ya hemos hablado de ellos. No funcionan.

—¡No! ¡No, Gwen lo encontró y cree que realmente podría


funcionar si lo hacemos juntas!.

Molly abrió la boca para protestar. —Heather, esas cosas suelen


ser aceite de serpiente. Casi nunca funcionan. Además—, se aclaró la
garganta, —los verdaderos, requieren mucha energía.

—¡Podemos hacerlo juntas!.

—Tal vez—, dijo Molly. —Pero probablemente yo, no pueda


mantener mi parte—. ¿Cómo es que todavía apestaba decir eso, después
de todos estos años?

Ding. Su teléfono vibró contra su cabeza. —Te envié la información.


Un hechizo. Necesitamos tu ayuda. ¿Puedes hacerlo esta tarde? Porr-
favooor?.

Ah. Ahí estaba. La llamada de Heather no era sólo una cháchara,


después de todo.

Molly se quedó mirando la exposición que tenía delante. Opción A:


seguir aburridísima y atrapada en un trabajo sin futuro. Opción B: probar
un ridículo hechizo de amor que, sin duda, no era más que un truco. Pero
tal vez era como la lotería, cómo la gente vivía con la esperanza de que,
tal vez, podría ganarlo todo al día siguiente.

Bajó el teléfono para alejarlo de su cara, tapando el micrófono con


los dedos. —¿Qué te parece?—, susurró al cadáver de piedra. Como era
de esperar, no respondió. Permaneció en silencio, con el rostro congelado
en un eterno grito. —¿Nada? Vaya, muchas gracias.

Volvió a acercarse el teléfono a la oreja justo a tiempo para


escuchar cómo Heather seguía intentando convencerla. —Será como en
los viejos tiempos. Y piénsalo: ¡todas estamos solteras al mismo tiempo!
¿Cuándo más vamos a probarlo?.

—Es una estafa—, dijo Molly, poniendo los ojos en blanco. —He
trabajado en cientos de ellos y todos han sido falsos. Si hay uno real por
ahí, es uno entre mil millones. Las parejas predestinadas no son un tipo
de magia con la que se pueda jugar.

—Puede que ya les haya dicho a Gwen y Zoey que lo harías—.


Heather aclaró su garganta mientras su confesión colgaba
incómodamente entre ellas. —Lo siento, ¡pensé que te gustaría! Ahora
también están entusiasmadas con eso.

Molly se frotó el puente de la nariz. Naturalmente, Heather se


comprometió por ella, sin consultar a la única de ellas que realmente
sabía de qué estaban hablando. Puede que las tres tuvieran más potencia,
pero cuando se trataba de artefactos y hechizos, ése era el territorio de
Molly. Por algo era la salutatorian (segunda en las más altas
calificaciones), de su universidad, con un título en Artes Mágicas, maldita
sea.

Suponía que Heather ya había convencido a Zoey: si conseguía que


su hermana mercenaria, cazadora de monstruos, dijera que sí a un
ridículo hechizo de amor, Molly no tenía ninguna posibilidad.

Bien. Bien, bien, bien.


Ella no sería la coja aquí. Si todas sus hermanas querían su ayuda,
se aguantaría y lo haría, sólo para que no la siguieran molestando por
eso. Hacía más o menos un año que a Heather se le había ocurrido la idea
de lanzar un hechizo de amor, y Molly había resistido hasta ahora. Pero
bien, si había que salir de excursión y hacer el hechizo, para demostrar
que era una estafa, lo haría. De alguna manera, encontraría una forma
de encajarlo en su increíblemente ocupada agenda, justo entre el trabajo
con la daga, el entrenamiento a solas en el gimnasio, y el estar sola.

Respiró profundamente. —Bueno. Yo...—, consultó su teléfono, —


tengo que guardar algunas cosas y luego encontraré un hueco para hacer
esto.

Después de colgar el teléfono, Molly pensó más en la idea del


hechizo de amor. Si no era capaz de generar suficiente energía, el hechizo
fallaría. Si eso ocurría, Heather podría pedirle que lo intentara de nuevo,
ya que no podían decir con seguridad si el hechizo era falso.

Molly no tenía ni de lejos la potencia mágica de sus hermanas. No


podría llevar a cabo un hechizo como ése, si resultaba ser real, y no sabía
si estaba dispuesta a ese tipo de humillación. Para este tipo de hechizo,
se necesitaba un coche de carreras, y ella era una chatarra. Podía
intentarlo con todas sus fuerzas, pero no iba a ser posible.

Le dio vueltas en su cabeza, tratando de encontrar una forma de


conseguir ese tipo de poder. Probablemente podría utilizar un artefacto,
pero así era como la gente se fastidiaba. Estas cosas eran viejas y
antiguas. ¿Quién sabe si eran fiables? Podrían funcionar, y ella podría ser
vaporizada. ¿Y qué clase de estúpido elogio se daría por eso? Molly era
una chica dulce, pero desafortunadamente, se vaporizó tratando de
encontrar el amor. Incluso un inmortal podía ser asesinado, si un
artefacto se volvía contra ellos. Ella quería morir con un poco más de
dignidad que eso.
Mientras regresaba a su oficina para arreglarse para la noche,
tuvo una idea. Ahora que lo pensaba, había una arboleda en el bosque
cercano con una corriente mágica ambiental, tal vez la suficiente para
elevarla al nivel de sus hermanas. Las brujas solían utilizar esa arboleda
todo el tiempo durante la Prohibición. Nadie sabía con certeza de dónde
procedía la corriente mágica de la arboleda, pero hacía grandes a las
brujas buenas y asombrosas a las grandes.

Y a ella la haría decente.

Sólo había un pequeño problema.

La arboleda era ahora propiedad de la manada de lobos.

Inmediatamente, la idea fue descartada. ¿Qué clase de idea


estúpida era ésa? ¿Ir al territorio de los lobos como una extraña, sólo para
probar que los hechizos de amor no existían? Los lobos eran ferozmente
territoriales, y la gente que entraba sin permiso... bueno, era una mala
idea. Estudió las manadas de lobos en la Universidad, y eran nada menos
que fascinantes. Entre los recintos y los guardias armados, esas
comunidades aisladas veneraban a sus Alfas como si fueran reyes-dioses.
La palabra del Alfa, era siempre la ley.

Y esta no era cualquier manada de lobos. Titus Carston, magnate


del desarrollo de armas, era el Alfa de la manada. Estaba equipado, y eso
significaba que su complejo estaba vigilado hasta los dientes. Una mosca
no podría acercarse a menos de 30 metros de las paredes del complejo,
sin ser abatida o detenida.

¿Pero el bosque? ¿Por qué iban a vigilar un bosque?

Sin embargo, la idea le estaba gustando. Necesitaba un poco de


emoción. Seguramente el bosque no estaría bloqueado. Y Carston podía
ser un sociópata que fabricaba armas de guerra, pero no la mataría, si la
atrapaba.

Y ahora tenía la oportunidad de demostrar que no estaba tan


muerta y polvorienta como las reliquias con las que pasaba sus días. No
se trataba de encontrar el amor, aunque no se oponía a ello. Pero la parte
de vivir un poco, sentir la sangre correr por sus venas en lugar de ir
siempre a lo seguro...

Cuanto más pensaba en eso, más la atraían la emoción y el peligro.


Le vendría bien un poco de adrenalina. Luchó contra eso, durante todo el
tiempo que pudo. Sería una tontería que cualquiera de sus hermanas
fuera allí, y estaban mil veces más equipadas que ella para protegerse
mágicamente, si las cosas se ponían feas. Por otro lado, los lobos tenían
un bosque entero rodeando su recinto, y ella sólo tendría que adentrarse
un kilómetro y medio. ¿Se darían cuenta realmente? ¿Sólo una chica,
entrando y saliendo a escondidas?

Además, esto todavía era América. No podían matarla, ¿verdad?


Si la atrapaban, tal vez la regañarían y harían que la arrestaran, tal vez
eso fuera emocionante. Tal vez la idea de arriesgar algo, la inspiraba
ahora mismo.

Tal vez estaba a punto que le dieran en el culo.

Pero valía la pena intentarlo. Ya no se trataba del hechizo, sino de


ella, de escapar del polvo y del aburrimiento y de esa maldita hoja rota y
de vivir un poco. Si estaba en lo cierto y todo era un montón de tonterías
como cualquier otro hechizo de revelación de pareja predestinada, tendría
razón.

Y si se equivocaba y encontraban a su pareja predestinada... todas


saldrían ganando.

Pero realmente, ¿cuáles eran las probabilidades de eso?


A Titus Carston le encantaba que la gente se metiera en el terreno.

Cuando era un cachorro, le molestaba. Este era su territorio,


maldita sea, y la gente pensaba que podía pasearse por él, cuando
quisiera.

¡ Oh, es sólo tierra!

Odiaba ese argumento. Sí, pero era tierra de la manada, no era


diferente a entrar en el patio trasero de alguien. La única diferencia era
que su patio trasero, era mucho más grande.

Antes que se convirtiera en el Alfa de la manada, la vida había sido


un gran juego, lleno de fiestas, mujeres hermosas y coches rápidos. Pero
tuvo que crecer,dejó su propia vida a un lado para asumir las
responsabilidades de la manada, y eso significó pasar menos tiempo en sí
mismo y un infierno de tiempo dentro y fuera de las reuniones de las
juntas.

Ese día, era una larga fila de reuniones, y él estaba terminando


con la última de la noche, la luna ya se extendía en lo alto del cielo.

Acompañó a los representantes de uno de sus mayores proveedores


a la salida de su despacho, mientras sonreía e intercambiaba buenos
deseos. Se rió de uno de los chistes de los representantes y les deseó un
buen día mientras salían del edificio. En el momento en que la puerta se
cerró, su sonrisa se desvaneció. Entendía el sentido de dar la mano a un
grupo de imbéciles con traje, pero eso no lo hacía menos molesto.

Como era de esperar, dirigir una empresa armamentística


multimillonaria, implicaba un montón de mierda política. Tenía que
gestionar, dirigir, motivar, negociar con los proveedores, tomar decisiones
sobre los canales de distribución, bla, bla, bla. Llenaba la mayor parte de
su tiempo vistiendo un traje y ocupándose de asuntos corporativos,
hablando con investigación y desarrollo, o con marketing, o con cualquier
otra división.

Así que, cuando algún idiota irrumpía, le daba una encantadora


excusa para alejarse del trabajo y salir a la naturaleza. Podía enviar a un
equipo de seguridad para que se encargara de eso, pero ¿qué gracia tenía?
Había estado encerrado dirigiendo los negocios todo el día. Era un lobo,
por el amor de Dios. Cumplía con su deber para con la manada sirviendo
como Alfa, pero no había nada que pudiera reemplazar la sensación de la
tierra negra y suave entre sus patas y el viento contra su pelaje.

Así que, por extraño que pareciera, cuando recibió el aviso de que
se había detectado un intruso en el bosque por algunas de las cámaras
justo al anochecer, se había alegrado. Cuando su secretaria lo comunicó,
prácticamente se puso en pie. Por fin, algo de acción real.

Entró por la puerta como un niño en Navidad. Miró a su secretaria,


una loba más joven llamada Samantha, con una sonrisa fácil y una
habilidad para mandar a la mierda a los solicitantes. Como la mayoría de
los lobos de la manada, se enderezó en su silla en señal de respeto cuando
él salió de su despacho.
—No me pase llamadas—, le dijo con una sonrisa.

—¡Sí, señor!—, respondió ella, girando hacia el ordenador de su


mesa. —¿Quiere que envíe un equipo de seguridad? .

Se quitó la chaqueta del traje y la arrojó sobre uno de los sofás. —


No hace falta. Lo tengo controlado.

Ella lo miró fijamente y, por un segundo, hubo un verdadero deseo


en sus ojos. Él se dio cuenta de una cosa sobre ella hace mucho tiempo:
Ella deseaba el poder, y Titus lo tenía todo.

Había ignorado su aspecto durante meses, no era su tipo.


Demasiado convencional. Cuando encontrara a su reina, sería una fuerza
a tener en cuenta. Un espíritu audaz y salvaje que lo viera a él, no a su
poder o posición.

Samantha se sorprendió a sí misma mirando y se apartó para


volver a mirar la pantalla. —Por supuesto.

Algún día, la gente aprendería que la manada vigilaba cada


centímetro de su territorio. Algún día, pero no hoy.

No sólo protegían el territorio de la manada. Eran los laboratorios


de desarrollo donde las armas del mañana, se desarrollaban hoy. A
muchos de sus competidores les encantaría tropezar allí, accidentalmente.

Otras manadas, menos exitosas, trataban constantemente de


infiltrarse en su operación. A todos ellos les encantaría aprender el
secreto de su éxito. Entonces, ¿cuál sería este intruso? ¿Un idiota
borracho? ¿Un espía de un rival? Era como la Rueda de la Fortuna,
excepto para los idiotas. La Rueda de los Idiotas.
Para cuando llegó afuera, Seth lo estaba esperando.

Como Beta de Titus, era su sombra constante, listo para sustituirlo


si ocurriera algo. Seth comenzó como una obligación, sólo por ser el hijo
del Beta original. Al igual que el puesto de Alfa, pasaba por las líneas de
sangre más poderosas. Pero, con el tiempo, Seth se había convertido en
un verdadero aliado, aunque todavía estaba demasiado metido en la alta
vida.

Había mejorado mucho, había madurado. Realmente se había


puesto en la piel de su padre, convirtiéndose en un hábil segundo de a
bordo y con un sólido potencial para sustituir a Titus si fuera necesario.
Sin embargo, seguía sin tener el aspecto de un ejecutivo: el pelo rubio
desordenado y la sonrisa ladeada, lo hacían parecer más bien, Tom
Sawyer.

Pero, como demasiada gente había aprendido por las malas, su


personalidad despreocupada escondía un formidable conjunto de garras.

Hizo un saludo burlón, cuando Titus salió del edificio. —Señor.

La noticia había corrido rápido. Titus le devolvió el saludo con un


gesto fácil. —Descansa.

—Entonces, ¿a qué nos enfrentamos?— preguntó Seth mientras


sus manos se movían para aflojar su corbata.

—¿Otro intruso?—, irrumpió una tercera voz.

Eli. Las sonrisas de Seth y Titus se desvanecieron cuando se


giraron para ver al inoportuno intruso.

Eli era inteligente, extremadamente inteligente, pero su


inteligencia venía acompañada de una actitud de mierda y una
personalidad espinosa y desagradable. Titus valoraba la inteligencia de
Eli y aceptaba el carácter de mierda, como el coste de hacer negocios con
él.

Un silencio incómodo y sensible, como dijo Seth en una ocasión, y


Titus estuvo de acuerdo en privado, aunque no le convenía al Alfa de la
manada participar en chismes sobre otros lobos.

Titus eligió sus palabras con cuidado mientras Eli lo miraba


expectante. —Sí, un intruso.

Tratar de conversar con Eli era peligroso. Siempre parecía tener


algo bajo la manga. Todo el mundo sabía que no estaba contento con la
forma en que Titus había estado dirigiendo las cosas, pero no se atrevía
a decir nada. Su rivalidad había comenzado cuando el anterior Alfa -el
padre de Titus- murió, y la manada votó entre las dos familias principales
para ver quién sería el siguiente.

Eli perdió.

Por goleada.

Desde entonces, su relación se mantuvo unida por un delgado


ligamento de profesionalidad y deseo de que la manada tuviera éxito. Al
menos, Eli nunca había llegado a desafiar a Titus de frente. Cuando
llegara ese día, si es que llegaba, Titus se encargaría de ello. Pero por
ahora, manejaríaa las actitudes generalmente amargas, no era que
dejaría que se acercara demasiado a él. Mientras Eli se mantuviera en su
laboratorio e hiciera el trabajo para impulsar la parte comercial, podía
quedarse.

Pero Titus sabía que, en el momento en que Eli empezara a darle


palmaditas en la espalda, era porque estaba buscando un lugar donde
clavar un puñal.

Durante un segundo, Titus y Eli se miraron fijamente y una


incómoda tensión se extendió por la escena. Funcionaban bastante bien
aislados, pero era la misma historia cada vez que se acercaban el uno al
otro.

—Quería decírtelo—. Titus se aclaró la garganta. Era hora de ser


el líder. El unificador. —Gran trabajo en el GTX-74. Realmente estás
destacando en R&D.

Los labios de Eli se afinaron en una apretada sonrisa. —Feliz de


hacer mi parte. No puedo imaginar lo que debes tener en tu plato estos
días. Me alegro de tener que ocuparme sólo de una cosa.

Menuda mierda pendenciera. Los ojos de Titus se entrecerraron y


una cuerda de rabia lo atravesó. Pendenciero. Esa era la única manera
de describir a Eli. Simplemente... pendenciero. Nunca hacía nada, sino
que se limitaba a ser un grano en el culo, y Titus mentiría si a veces no
deseara que Eli lo desafiara directamente. Pero ese día nunca llegaría.
Dicho esto, si alguna vez llegara... él estaba más que dispuesto a acabar
con esta tensión de mierda.

Seth se aclaró la garganta y se interpuso entre ellos. —¿Qué tal


ese intruso, eh?.

Titus no rompió el contacto visual con Eli. Haz algo. O haces algo
de una vez, o te callas de una puta vez. Tal vez Titus lo respetaría más si
Eli le daba un golpe. Seth y Titus habían ido a pelearse una vez después
de una fiesta cuando eran cachorros y estaban bien.

Eli tosió y apartó la mirada. —Estoy muy orgulloso de mi equipo.


Estamos haciendo grandes progresos.

Así que hoy no era el día, después de todo.

Titus volvió a centrar su atención en Seth, enfriando su


temperamento. Eli era valioso para la manada, y por muy tentador que
fuera, Titus no podía dejar que el conflicto personal con él, perjudicara
los intereses de la manada. Ese era el objetivo de todo esto: mantener a
todos a salvo y felices. Mantener su comunidad próspera, y si eso
significaba aguantar a Eli, él haría ese sacrificio. Era mejor para todos
mantener a raya su conflicto y asegurarse que Eli fuera compensado, -de
forma adecuada- por su trabajo.

Titus se puso en marcha en dirección al lugar donde se había visto


al intruso. Mientras caminaba, se transformó en su forma de lobo.
Siempre era una sensación extraña. No importaba cuántas veces se
transformara, seguía sintiendo una descarga de adrenalina cuando sus
huesos y su piel se remodelaban y el lobo que llevaba dentro salía a la
superficie. Se sentía libre, libre de las normas humanas, libre de la
política y de las relaciones y de todo. Era sólo un lobo y la naturaleza, tan
real y tan cruda como era.

Cuando salió del recinto y se adentró en el oscuro bosque, respiró


el aroma del mismo, disfrutó del golpe de sus patas al golpear la suave
tierra bajo él. Estaba hecho para esto. Libertad, pura y dura. Podría ser
un ejecutivo y manejar la política de la manada más tarde. Por ahora,
corría como el animal salvaje que siempre se movía bajo su piel.

Miró detrás de él y vio la forma de lobo rubio de Seth, siguiéndolo.


Eli estaría al otro lado. No le importó comprobarlo. Tal vez se trataba de
esto. Por eso lo hacía, por eso se rompía el culo día tras día para hacer
crecer el negocio: para que mientras fuera Alfa, ni un solo miembro de su
manada se preocupara por el futuro. Podrían sentirlo y nunca temerían
perderlo.

Detectó el olor del intruso a cien metros de distancia. Vainilla. Lo


siguió, moviéndose silenciosamente a través del bosque y disminuyendo
su paso a medida que se acercaba. Redujo la velocidad hasta llegar a la
cima de una colina que dominaba el bosque. Todavía en su forma de lobo,
miró por encima de la cornisa para ver qué era...

Wow.

Había hecho esto cien veces a cien intrusos diferentes. Gente que
vivía de forma salvaje, parejas encerradas en abrazos amorosos,
excursionistas perdidos, espías corporativos, otros lobos, artistas
ambulantes. De todo tipo.

Pero esto no.

La respiración se le atascó en la garganta y el corazón de lobo le


retumbó en el pecho. Parpadeó, con fuerza, al ver lo que estaba mirando.

Una mujer.

Una preciosa mujer.

Se movía como si tratara de escabullirse del bosque, mirando


detrás de ella y manteniendo sus manos cerca de los costados. Su larga
melena oscura le caía por la espalda y llevaba una mochila, entre otras
cosas. Su ropa informal dejaba entrever sus curvas femeninas y se movía
con gracia y seguridad.

Titus sonrió. Esto sería divertido.


Cuando ella volvió a mirar hacia atrás, él vislumbró sus ojos, que
eran de un dorado intenso. Había algo sorprendente en ella, algo en sus
ojos, que lo sorprendió. Se movía con una gracia y una fuerza difíciles de
explicar. Por primera vez en décadas, se sintió como un joven que acaba
de tener su primer enamoramiento. Olió con cautela y percibió el olor de
la magia en ella. Había hecho un hechizo recientemente. Una bruja,
probablemente.

Ella no los vio.

En cambio, mientras miraba hacia atrás, tropezó con algo y se


agarró.

—Hijo de puta—, siseó mientras se enderezaba y miraba a su


alrededor en busca de más obstáculos.

Titus se detuvo. Por un lado, era evidente que se estaba


entrometiendo. Pero, por otro lado, sentía curiosidad por saber qué hacía
ella aquí. Nunca había entrado una bruja en los terrenos. Hizo un gesto
a Eli y Seth para que mantuvieran la distancia mientras la seguían en
silencio en forma de lobo.

—Haz un hechizo de amor verdadero, Molly—, murmuró la mujer


en voz baja, cojeando de algo: un tobillo torcido, supuso él, a juzgar por la
forma en que se detuvo para girar suavemente un pie. —Esto va a hacer
que me maten.

El procedimiento estándar sería acercarse a ella, pero se mantuvo


alejado, mientras sus compañeros se quedaban detrás de él. Había algo
demasiado convincente en ella, como para confrontarla todavía, y no
podía evitar sentir curiosidad. ¿Por qué le resultaba tan... familiar?
Estaba seguro que la reconocería si la hubiera visto antes, pero no podía
evitar la sensación de que la conocía de toda la vida.

Sus ojos se entrecerraron. Tenía que ser magia, algo era extraño
aquí, nada encajaba. No la conocía y ninguna de sus emociones tenía
sentido. La única explicación lógica era que ella era una bruja y usaba
algún tipo de magia. Como hombre lobo, debería ser inmune, pero tal vez...

Hizo una pausa.

Sólo un poco más.

Sólo para ver qué pasaba.

Y luego intervino.
Molly quería saber qué demonios le pasaba.

El hechizo había salido exactamente como ella temía.

Estaba... bueno, algo confiada cuando encontró un trozo de bosque


sin seguridad y entró. Se sintió bien al principio, pero su confianza se
desvaneció a medida que caminaba. Se dijo a sí misma que todo lo que
tenía que hacer era llegar a la arboleda, hacerlo rápidamente y
marcharse, y estaría mejor por haber corrido el riesgo.

No estaba preparada para lo espeluznante que iba a ser el bosque,


y por todas partes sentía que algo la observaba. Cuanto más caminaba,
menos sentido tenía que hubiera venido en primer lugar. Estaba sedienta
de emociones y ¿se había adentrado sola en el territorio de los lobos?
Incluso si no la atraparan los lobos, podría haber todo tipo de animales
hambrientos por aquí, a los que les encantaría un sabroso tentempié de
bruja, se sentía impulsiva. Debería haberse hecho un pequeño tatuaje o
algo así, pero en lugar de eso, había arriesgado su vida y se había
adentrado en el espeluznante bosque en la oscuridad, sola.

Brillante.

Simplemente brillante.
Llegó al lugar y, de inmediato, sintió el poder del ambiente. Tal vez,
con este impulso, ella podría realmente mantener su parte. ¿Pero lo hizo?
Por supuesto que no. Lo había hecho todo bien. Había conseguido todos
los materiales, preparado todo exactamente como se suponía, y recitado
todo perfectamente.

Y.

Falló.

Había empezado tan bien que se había permitido soñar por un


segundo, que realmente funcionaría y que podría aprovechar lo que
necesitaba. Se había sentido fuerte, más fuerte que nunca, y todo le
parecía bien.

Y entonces todo empezó a ir mal, justo cuando menos lo esperaba,


todo se vino abajo. Como un castillo de naipes que se derrumba, trató de
atraparlo, pero no tuvo ninguna oportunidad.

Justo al final del hechizo, justo después de la última palabra del


conjuro, el hechizo exigió de repente más poder, mucho más poder y ella
había intentado dárselo, de verdad, pero se había quedado sin energía y
el hechizo se había roto. La energía mágica se había desvanecido y ella
había perdido su toque en él, dejándola allí de pie, con un hechizo a medio
terminar. En el mensaje de grupo, una por una, cada una de sus
hermanas confirmó que su parte había pasado. Habían hecho su trabajo.
Por supuesto que sí, no era ninguna sorpresa. Siempre fueron mejores
que ella en el trabajo de hechizos, por mucho.

Pero se negó a permitir que volviera a ser así. En lugar de darse


por vencida, decidió que no podía rendirse. Así que había configurado todo
de nuevo, usando todos los materiales de repuesto que había traído, por
si acaso.

Lo intentó de nuevo.

Y volvió a fracasar.

Y otra vez y otra vez.

Al final de su tercer intento, estaba agotada, se sentía como si


acabara de hacer una carrera de seis kilómetros. Le dolían los músculos
y tenía un dolor de cabeza palpitante en la nuca. Sentía la lengua seca y
sus dedos seguían chocando con los restos de estática del hechizo. Le dolía
todo el cuerpo y sólo quería dormir durante diez horas.

Ella lo sabía.

Sabía que no iba a funcionar, y se había mentido a sí misma y había


intentado convencerse de lo contrario.

La amarga vergüenza del fracaso le dolía, le dolía hasta la médula.


Lo único que quería era acostarse y dormirse y olvidar lo mala que era en
comparación con sus hermanas. Ella era la hermana mayor, la más
inteligente, por el amor de Dios. Podía hacer algunos hechizos aquí y allá,
pero como siempre, en cuanto algo requería un poder real... era inútil. Y
ahora, ni siquiera podía usar la excusa de no tener una fuente de energía
lo suficientemente buena. Cualquier bruja que se preciara, podría haber
hecho eso.

El sol hacía tiempo que se había ocultado tras los árboles, por lo
que intentaba salir del bosque sin tener apenas idea de adónde iba. Se
aventuró basándose únicamente en su memoria, y como su cerebro estaba
básicamente frito por los hechizos, no iba a confiar en ella. Todo le parecía
igual a su cansado cerebro. Cada liana, cada roca y cada árbol eran
exactamente iguales a los anteriores.

También aprendió una lección de vida crucial: los bosques daban


mucho miedo, por la noche.

Los cantos de los búhos resonaban en las oscuras copas de los


árboles y sentía los ojos del bosque sobre ella, a cada paso que daba.
Miraba constantemente hacia atrás, escudriñando a través de la
oscuridad para ver si algún lobo la seguía, pero hasta el momento, sólo
veía conejos y ratones de campo, en los silenciosos y ominosos árboles.

Pero eso no significaba que no hubiera cosas más aterradoras


escondidas en las sombras, cosas que ella no podía ver. No podía ver nada,
y la luz de su teléfono estaba haciendo un trabajo más malo de lo que
podría haber previsto.

En su mano izquierda, sostuvo el teléfono en alto y avanzó con


cuidado por el camino que el tenue resplandor iluminaba delante de ella.
En la derecha, cerraba el puño en torno a sus llaves, con los bordes
dentados sobresaliendo entre los dedos, como si fueran nudillos de latón
improvisados. Como si tuviera tiempo de reaccionar, si los lobos
estuvieran aquí.

Se sentía mal al estar aquí. Esto ya no era emocionante, era


simplemente aterrador. Incluso si un lobo no la atrapaba, había criaturas
asilvestradas por aquí, o tal vez sólo mala gente humana normal. ¿Y qué
sabía ella de defensa personal? Se había dejado el silbato antiviolación en
el trabajo por accidente, y no era que nadie fuera a ayudarla aquí. Su
mejor opción era apuñalar algo con una maldita llave de la Oficina de
Correos, y eso no era nada. Algo crujió entre los arbustos y ella se giró
hacia la fuente del sonido, lanzando un grito de miedo. Proyectó la
terrible luz de su teléfono sobre la vegetación, tragándose el miedo y
abriéndose paso a su alrededor.

Una brisa solitaria y fría recorrió el bosque, helándola hasta los


huesos y haciendo que la vegetación se agitara. Probablemente había sido
sólo el viento... ¿no?

Era una idea horrible, y cuando llegara a casa, nunca volvería a


dejarse convencer de algo así.

Miró su teléfono, cero barras. Por supuesto.

Molly estaba sola, perfectamente, completamente sola, sin nadie a


quien llamar y sin nadie que viniera a guiarla. Se lo tomó con calma,
dándole la espalda a la maleza. Ella era dura, maldita sea, y...

Y eso era un maldito lobo.

Estaba frente a ella, en el centro de su camino.

Era grande, mucho más grande de lo que ella esperaba. Parecía


más un oso pequeño que un lobo, pero era indistinguible incluso en la
oscuridad de la luna. La miró fijamente, pero no la atacó. La inteligencia
humana brillaba detrás de los ojos marrón chocolate, y el grueso pelaje
marrón oscuro, reflejaba la luz de la luna llena que se colaba entre las
copas de los árboles.

Su coraje se esfumó mientras miraba al lobo que avanzaba. Sus


ojos se abrieron de par en par y su corazón comenzó a acelerarse dentro
de su pecho. La habían atrapado y sólo podía culparse a sí misma. Incluso
antes de venir aquí, sabía que era un error, y ahora estaba atrapada con
los pies en la tierra, con sólo algunas llaves para defenderse de una
manada notoriamente territorial. Deseaba poder correr, pero el miedo le
paralizaba las piernas, dejándola bien clavada en su sitio, mientras el
lobo se acercaba.

—Ya me voy—. Levantó las manos en un gesto de rendición y una


risa nerviosa se le escapó de la garganta mientras daba un paso atrás. El
lobo ladeó la cabeza y la observó mientras ella quería que su cuerpo de
plomo, se diera la vuelta. —No hay daño.

Cuando se giró, vio a otros dos lobos: uno de color marrón claro y
el otro de color oscuro, lo suficientemente negro como para que apenas se
distinguiera del propio bosque. Ambos mostraron sus colmillos con
gruñidos de advertencia, y ella sintió que todo el valor que le quedaba, se
desvanecía. Quiso seguir retrocediendo, pero no tenía dónde ir: la habían
inmovilizado.

Sus ojos se abrieron de par en par y su ritmo cardíaco se disparó,


aunque se obligó a esbozar una débil sonrisa. Siguió intentando no perder
de vista a todos ellos, pero el más grande, el primero, llamaba cada vez
más su atención, mientras avanzaba lentamente.

Mierda, maldicion, demonios, esos dientes parecían perfectos para


hundirse en su carne. Estaba rodeada en todos los sentidos: miró al lobo
Alfa que tenía delante, mientras los otros dos se abrían en abanico y
dejaban bastante claro que no llegaría más allá de un par de metros, si
intentaba correr. Por ahora, se quedaron atrás, pero tuvo la impresión de
que estaban listos para abalanzarse, si ella hacía un movimiento para
cualquier cosa.

—Yo... yo...— Intentó pensar en algo que decir. Tal vez darles una
buena excusa, “o es que esperara piedad de una manada de lobos
cambiantes”.
Mientras tartamudeaba e intentaba salir del paso de alguna
manera, sus ojos volvieron a posarse en el primer lobo, que la miraba
fijamente.

Era hermoso, pensó.


No, no era hermoso.
Aterrador.
Absolutamente aterrador. Su pelaje parecía grueso y suave, pero
ella no podía apartar su atención de sus colmillos expuestos, que
brillaban a la luz de la luna desde su largo hocico. Tal vez si fueran
amigos, querría enroscarse en ese pelaje afelpado y acurrucarse durante
una fría noche de invierno, pero todo lo que quería ahora, era alejarse lo
más posible. Gruñó en tono de advertencia cuando ella pareció estar a
punto de salir corriendo. ¿A quién quería engañar? No podía huir de ellos,
no de tres lobos en su propio territorio.

De repente, el lobo comenzó a transformarse en forma humana


ante sus ojos. Ya había oído hablar de los cambiantes, por supuesto, pero
ver uno en persona era increíble. Por un segundo, casi se olvidó de tener
miedo, ya que su curiosidad científica la llevó a mirar con asombro cómo
una criatura se convertía en otra. Contempló en silencio atónita cómo su
cuerpo cambiaba, al principio lentamente, borrando los bordes de su
pelaje. Sus rasgos no tardaron en desaparecer cuando se alzó sobre sus
patas traseras. Un cálido y suave resplandor envolvió su forma con
hermosos zarcillos de magia que se enroscaban a su alrededor. Cuando el
resplandor se desvaneció, el lobo desapareció y un hombre ocupó su lugar.

Y santa mierda, que hombre.

Era alto, orgulloso y musculoso. Sus anchos hombros encajaban


perfectamente con una camisa de vestir de seda carmesí lisa, que se
estrechaba en unos atractivos pantalones. La camisa estaba remangada
hasta la mitad de los antebrazos, revelando unos antebrazos musculosos
y unos tatuajes que se arremolinaban en su piel, como un lienzo. Parecía
un dios, un dios perfecto y hermoso, con unos ojos azules pecaminosos y
más estructura en las mejillas de la que la mayoría de la gente tiene en
su vida. Irradiaba poder y autoridad; lo llevaba como el lobo oculto dentro
de su forma humana. Al mirarlo por primera vez, sintió que estaba
mirando al hombre que mandaba. El Alfa.

Supo quién era, en cuanto lo vio.

Titus Carston.

El lobo Alfa más rico del mundo y el soltero más codiciado del
mundo.

Aunque quisiera, era un hombre al que no podía imaginarse


desobedeciendo. En un segundo, con una sola mirada, perdió todo deseo
de huir. Le parecía mal poner a prueba a alguien como él. Los hombres
como él tenían autoridad, y aunque nunca lo había visto en su vida, no
pudo resistir el instinto de seguirlo. Se congeló como una gacela ante un
león. Ni en un millón de años pensó que se encontraría con él, en mitad
de la noche.

La miró de arriba abajo con una expresión ilegible. —¿Saliste a dar


un paseo nocturno?

Su voz profunda y rica le atravesó el cráneo y le recorrió la columna


vertebral, y sintió que algo se desplegaba en su interior. Excitación. Dudó
durante un segundo, mientras intentaba dar sentido a su reacción.

Bueno, si Titus Carston era su gusto, no era de extrañar que Carl


no hiciera una mierda por ella.
Intentó quitárselo de encima. No era el momento de caer rendida
ante un poderoso Alfa. Podía ser sexy, poderoso y rico, pero eso no
significaba que tuviera la intención de mostrarle alguna piedad o que
cualquier parte de esto estuviera bien. Seguía atrapada con tres extraños,
extraños que estaban justificadamente enfadados con ella, por entrar sin
autorización.

—Yo...yo, estaba haciendo un hechizo—, consiguió decir mientras


daba un paso atrás. Detrás de ella, los otros dos lobos gruñeron. —Lo
siento, ya me iba.

—Estabas entrando sin permiso.

La forma en que lo dijo la detuvo en su camino. No había forma de


evitarlo: había entrado sin autorización. Antes que ella pudiera responder,
él siguió adelante.

—No te pareces a la mayoría de la gente que viene aquí. Tienes


magia en ti, y fuiste a la arboleda. Has venido con un propósito—. Sus
ojos se entrecerraron mientras la miraba fijamente. —Necesito saber de
qué se trata.

Ella se mordió el labio. Bueno, esto había sido una estupidez en su


mente, pero de alguna manera era mil veces más embarazoso declararlo
en voz alta a un multimillonario y sus amigos. —Estaba haciendo un
hechizo de parejas predestinadas con mis hermanas. No me han seguido
hasta aquí, lo juro. Nadie sabe que estoy aquí.

La excitación cuajó en su vientre mientras se retorcía de vergüenza.


Sabía que iba a sentirse estúpida al decir eso en voz alta. No había estado
preparada para lo tonta que se sentiría al salir y declararlo. Era el
equivalente mágico de "me he colado para poder jugar con mis coches de
juguete en la tierra de la diversión". Las parejas predestinadas existían,
pero los hechizos de parejas predestinadas eran un montón de mierda, y
alguien como Titus lo sabría. ¿Por qué le importaba lo que ese tipo
pensara de ella?

Podía entender por qué necesitaba parecer que no era una


amenaza para la manada, pero ¿por qué le importaba si él pensaba en
ella como una idiota o no? ¿No era eso algo bueno, si parecía totalmente
inofensiva?

Tan pronto como dijo las palabras hechizo de compañeros


predestinados, su ceja se alzo y un leve indicio de sonrisa se formó en sus
labios. —¿Quieres decir que has entrado en territorio fuertemente
vigilado, sólo para jugar a la magia?.

—¡Está mintiendo!—, dijo una voz fría detrás de ella. Se giró para
ver que los otros lobos se habían desplazado. Uno de ellos era alto y
bastante mono en plan Tom Sawyer, pero el otro “el que hablaba, si tenía
que adivinar” tenía unos inquietantes ojos azul pálido que la helaban
hasta los huesos.

—Es una espía, y no se le puede permitir que se escape—, dijo.


Definitivamente era él, y la malicia en su tono era inconfundible.

Tal vez no era la mejor respuesta a la situación, pero


aparentemente, su cuerpo no estaba respondiendo como de costumbre hoy.
Así que, en lugar de asustarse, resopló con diversión automáticamente,
tratando de fingir una bravuconería que no sentía. —No puedes hablar
en serio.

Le devolvió la mirada. —Lo estoy. ¿Qué hay en la bolsa?.

—No es una espía—. Titus volvió a aparecer, dando un paso


adelante con un tono de voz molesto. —Mírala, por el amor de Dios.
Déjala en paz.

De repente, se sintió medio insultada por el hecho de que él no


pensara que ella podía ser una espía. Pero, dado que la única razón por
la que no la estaban arrestando, era que no la consideraba capaz de ser
una espía, no quiso discutir con él.

El otro lobo le agarró la mochila y se la arrancó de los hombros,


tirándole dolorosamente del pelo. Ella lanzó un grito de dolor y se apartó
de la mochila cuando la liberó y tiró su contenido al suelo, revelando unas
cuantas páginas de notas garabateadas sobre esa maldita daga, unas
cuantas velas quemadas para el ritual, un libro de hechizos, una bolsita
de hígados de pollo, un par de bolsas de hierbas aromáticas y algunas
otras cosas. Todo para el hechizo de la pareja predestinada.

Tropezó hacia atrás cuando el lobo la empujó, pero el otro -el lobo
rubio- la atrapó. La sujetó con un agarre flojo, pero irrompible, mientras
su compañero olfateaba el contenido inocuo de su bolsa, que parecía
sospechosamente un material que no era de espionaje. Titus gruñó y dio
un paso furioso para acercarse.

—¡Eli!— La voz de Titus sonó mientras le quitaba la bolsa al otro


lobo. —He dicho que no era una espía—. Sacudió la bolsa vacía y señaló
las cosas en el suelo. —¡Recógelo!.

El lobo “Eli” enseñó sus dientes humanos. —Está mintiendo, Alfa.


Es imposible que sea tan estúpida como para arriesgar tanto por un
hechizo de amor.

Ouch.

El comportamiento de Titus cambió. De repente, pasó de ser sexy-


peligroso a... bueno, peligroso sexy.

Con un brillo duro en los ojos, se acercó a Eli hasta que sus caras
casi se tocaron. Los ojos del otro lobo se abrieron de par en par durante
un segundo, antes que pareciera aceptar el desafío, con los ojos
entrecerrados. Titus era más grande, más fuerte y con un aspecto cien
veces más aterrador, pero había algo intrínsecamente peligroso en el otro
lobo, algo inestable e imprevisible.

Molly miró fijamente a Eli y quiso retroceder ante el odio que


irradiaba de él. Se dio cuenta que no era el primer conflicto entre estos
dos. Se sentía como si la hubieran metido en una disputa y ella fuera el
argumento que rompía el equilibrio. El lobo que la sujetaba soltó una
maldición silenciosa y sus dedos se clavaron en sus hombros con ansiedad,
mientras se desarrollaba el conflicto.

Titus empujó la bolsa en el pecho del otro lobo. —Eli. Te dije que la
dejaras en paz. Recoge, eso, andando.

La tensión era agonizante. Por un segundo, cautivada por el drama


que se desarrollaba frente a ella, olvidó que estaba en grave peligro. Con
la luz de la luna en lo alto y el suave susurro de la vegetación en el fresco
viento, se sentía como si estuviera en un extraño mundo de ensueño. Se
sintió como si estuviera mirando a dos leones que se disputaban la
manada.

Esto era más que una petición para recoger algunas cosas. Esto lo
era todo, aunque ella no supiera lo que estaba en juego. Su corazón se
aceleró cuando los sonidos del bosque desaparecieron y los dos hombres
se miraron fijamente. Todo quedó en silencio. Ni siquiera las criaturas
nocturnas se atrevieron a hacer ruido. Pasó un segundo tras otro, en el
que ninguno de los dos hombres quiso inclinarse ante el otro. La
verdadera cuestión era quién cedería, y quién ganaría la pelea, si ninguno
de los dos lo hacía.

Finalmente, Eli cedió. Sus ojos cayeron y agarró con rabia la


mochila. Se agachó y volvió a meter con brusquedad sus pertenencias
dentro. Titus lo miró fijamente durante un duro segundo antes de
volverse hacia Molly con un brillo furioso en los ojos.

—Tú. Bruja—. Entrecerró los ojos mientras la miraba de arriba


abajo. —Vas a venir con nosotros. Coopera, y serás libre de irte una vez
que descubra quién eres.
Titus se quedó mirando a la bruja del otro lado de la mesa y se
preguntó por qué no estaba enfadado con ella.

Ella había invadido las tierras de la manada. Había llevado su


disputa con Eli a la violencia casi física. Evidentemente, había mentido
sobre algo, porque era imposible que hubiera arriesgado su vida para
hacer un ridículo hechizo de pareja.

Entonces, ¿por qué no podía verla como una enemiga?

Después de atraparla en el bosque, la acompañó de vuelta al


complejo. Más concretamente, la llevó a las habitaciones de los invitados,
una pequeña suite con una cama, un baño y una pequeña cocina. Era el
lugar donde se alojaban los diplomáticos y los visitantes, cuando se
cerraban los tratos.

No era exactamente una prisionera, al menos técnicamente, pero


el acuerdo estaba claro. Se quedaría hasta que él decidiera que no era
una amenaza para la manada. Si lo era, la arrestarían y la acusarían de
allanamiento y robo de magia.

Dentro de la habitación de los invitados, se sentaron en la pequeña


mesa, ella a un lado y él al otro.
Él no dijo nada, simplemente la miró fijamente y esperó a que
hablara. Era evidente que ella estaba nerviosa. Preocupada por algo. Sus
ojos no dejaban de recorrer la habitación, y sus manos estaban
perfectamente dispuestas en forma de tipi, sobre la mesa, con los dedos
flexionados por su ansiedad. Parecía una niña a la que han pillado con
las manos en la masa, pero había algo... encantador en ella.

Nunca había atrapado a un intruso y había pensado: "Me gusta


esta persona". Tal vez era sólo su aspecto. Él, desde luego, no podía
resistir los poderosos impulsos primarios que lo invadían cada vez que la
miraba. Era bonita, pero más que eso, era linda. Atractiva, de una
manera extraña. Inmediatamente simpática y hermosa, y por razones
que lo superaban, la quería en su cama. Apartó sus pensamientos
amorosos al fondo de su mente. Fuera lo que fuera lo que le ocurría, la
conexión que aparentemente tenían, debía dejarse de lado por ahora, por
el bien de la manada.

En lugar de preguntarle algo, se limitó a observarla. Ella le dijo


mucho sin abrir la boca. Era evidente que estaba nerviosa.

Los espías no se ponen tan nerviosos.

Sus ojos de oro fundido eran agudos e inteligentes, con un brillo


impulsivo, por lo que probablemente tenía ambición en su vida, o al
menos el gusto por la aventura. Tal vez era una adicta a la adrenalina.

Sin embargo, parecía estar fuera de su elemento e insegura de lo


que estaba haciendo. Pero estaba claro que era muy inteligente, y no
había forma de que se arriesgara a la enemistad de la manada por una
mierda de hechizo de pareja predestinada.

Entonces, ¿por qué estaba realmente aquí?


¿Qué demonios había llevado a alguien así, a hacer algo tan tonto
y peligroso?

Se aclaró la garganta y lo miró. —¿Vas a preguntarme algo?.

Él se inclinó hacia atrás, todavía estudiándola. —¿Por qué iba a


hacerlo? Ya me estás respondiendo.

Ella se removió bajo su dura mirada. —Entonces, ¿vas a matarme?.

—¿Importa?.

—Tiendo a pensar que sí, pero soy bastante parcial.

—Todavía no estás muerta.

Sólo por un segundo, vio una chispa de desafío parpadear en esos


preciosos ojos. A ella no le gustaba esto, y quería decírselo, bien. Él lo
respetaba, más puntos para ella. A decir verdad, ya sabía lo que
necesitaba saber. Esta mujer no era una espía, y esa era su principal
preocupación: que la enviara otra manada o un competidor.

Nunca tuvo esa impresión de ella, pero Eli había parecido tan
seguro y él había llegado a preguntarse si su atracción por la bruja lo
cegaba a sus intenciones. Así que hizo lo más responsable y la interrogó.
Si se había equivocado, eso causaría aún más problemas.

Pero obviamente no era una espía o una pirómana o un vándalo.


Ni nada, eso era evidente. La mujer que tenía enfrente no podía estar
más lejos de una criminal empedernida si lo hubiera intentado.

Y eso es lo que le hacía sentir tanta curiosidad por ella. No


encajaba en el perfil del tipo de persona que intentaría colarse, en
absoluto.

—¿Cómo te llamas?—, le preguntó.

—Molly. Molly Jefferson.

Molly. Encajaba.

Terminaron aquí, pero quería seguir hablando. Algo en su interior


se tensó cuando pensó en enviarla con una advertencia. Sus instintos
prácticamente le ordenaron que conociera a esta mujer, y maldita sea, iba
a perseguir eso y ver a dónde conducía. Había algo embriagador en ella.
Estaba borracho por ella: su rostro, su olor, su actitud nerviosa, su
sensualidad casual.

Sus fosas nasales se encendieron y un suspiro encerrado escapó de


su garganta mientras su pene se endurecía en sus pantalones. ¿Qué debía
decir? No te vayas. Me muero por tocarte.

Sus instintos le pedían a gritos que la mantuviera allí, y a juzgar


por las miradas ardientes que enviaba en su dirección, ella sentía lo
mismo. Cada vez que la sorprendía mirando, ella apartaba la vista.

Había algo ahí. Un impulso compartido e inexplicable que no


podían ignorar. Por inexplicable que fuera, era imposible de ignorar.

Ella se movió en su asiento y cruzó los brazos alrededor de su


cintura. Cuando se observaron, una mirada culpable pasó por sus ojos
durante un segundo, como si él la hubiera sorprendido haciendo algo. El
calor le recorrió el cuerpo.

No sabía por qué, pero la mujer sentada frente a él, formaba parte
de su futuro.
No tenía ni idea del papel que desempeñaría. Pero incluso ahora,
con todo el estrés de la noche pesando sobre él, estaba hipnotizado.

Fruncio el ceño, no tenía ni idea de lo que habían estado


hablando. De nada. Se había pasado la última media hora interrogándola
y no había prestado ni una pizca de atención a sus respuestas, sólo a su
cara, a su cuerpo y al tono de su voz.

Ella había pasado su prueba. La única que importaba, en


definitiva. No podía retenerla por más tiempo, sin importar lo que
quisiera hacer con ella.

—Eres libre de irte—, retumbó, moviendo la barbilla hacia la


puerta, donde Seth esperaba para escoltarla hasta el límite del territorio.

Ella no se movió.

Ninguno de los dos habló durante un segundo, y el acalorado


silencio se volvió asfixiante. Sus ojos permanecían fijos y él ya no podía
ignorar el hambre en el rostro de ella. Respiró profundamente y dijo
exactamente lo que estaba pensando.

—No ignoremos lo que sentimos.

El corazón de Molly se aceleró ante sus palabras, pero reprimió la


emoción. Probablemente no lo decía en serio; éste era Titus Carston: rico,
poderoso y guapo. Podía tener a cualquier mujer que quisiera, no había
forma de que se conformara con alguien como ella. Sin embargo, el calor
fluyó por su columna vertebral, enroscándose cálido y pesado en su
estómago.

La comprensión la golpeó de una vez. No se equivocaba: ella lo


deseaba. Tal vez era la adrenalina de haber sido capturada por la manada,
tal vez era el hecho de que él estaba lo suficientemente cerca como para
tocarlo ahora, cuando en el pasado sólo había sido un concepto lejano. Tal
vez era el hecho de que tenía un hambre en su mirada, sentada debajo de
la mirada fría y calculadora. Molly movió las piernas, incapaz de
quedarse quieta de repente.

Los ojos de Titus abandonaron su rostro para seguir el movimiento,


observando cómo se movía, cruzando las piernas nerviosamente. Molly
observó la curva de su garganta, vio su manzana de Adán balancearse
mientras tragaba. Quizá no estaba tan loca, después de todo.

Era una sensación embriagadora, descubrir el efecto que estaba


teniendo en él. Una parte racional de su cabeza le decía que no era una
buena idea intentar seducir al muy peligroso lobo que la tenía cautiva,
pero lo ignoró. Ésta era una emoción que no había tenido en mucho,
mucho tiempo, y estaba decidida a perseguirla durante todo el tiempo que
pudiera.

Se puso en pie, con el corazón palpitando mientras se acercaba a


la silla de Titus. Él la miró con recelo mientras se acercaba, con las fosas
nasales encendidas. La olfateó.

—No juegues conmigo—, le dijo.

Molly endureció su expresión hasta convertirla en una inocencia


anodina. —No sé qué quieres decir.

Titus flexionó las manos a los lados, abriendo y cerrando los puños.
Molly sonrió para sus adentros. Algo en tener tanta influencia sobre Titus
la hacía sentir más sexy que cualquier cantidad de maquillaje o hechizos
de glamour temporales.

—Creo que sabes exactamente lo que quiero decir.


Cuando Titus habló, su voz era un gruñido que devolvió a Molly
esa oleada de calor. Lentamente, muy lentamente se puso de pie y levantó
una mano para apoyarla en la curva de la cintura de Molly. El contacto
ardió incluso a través de las capas de ropa de Molly, prendiéndola fuego,
a pesar de que aún, no se habían besado.

Y entonces... oh, y entonces Titus se inclinó lo suficientemente


cerca como para que Molly pudiera oler el almizcle amaderado de su
colonia, y sus labios sobre los de ella fueran como una marca. Dio un paso
adelante hasta que estuvieron pecho con pecho, y Molly tuvo que ponerse
de puntillas para alcanzarlo mientras se hundía profundamente en el
beso. Todavía era un alcance: Titus era alto y se elevaba sobre ella incluso
con el ligero tacón en sus zapatos, y cuando se estiró, casi perdió el
equilibrio y tuvo que dar un paso atrás para evitar caerse.

Titus la condujo de espaldas hacia la cama, paso a paso, hasta que


la parte posterior de las rodillas golpeó el colchón y, de repente, estaba de
espaldas, sonrojada y sin aliento, mientras Titus se cernía sobre ella.

—Parece que el hechizo ha funcionado después de todo—, susurró


Titus mientras se inclinaba para presionar besos con la boca abierta
contra la curva del cuello de Molly. Ella trató de responder, trató de
decirle que en realidad no había funcionado en absoluto, pero cuando
abrió la boca, todo lo que salió fue un gemido ahogado. Titus se rió entre
dientes contra su piel, el calor de su aliento se reflejó en el lugar donde
sus labios habían estado momentos antes. Molly se estremeció.

Entre besos suaves y caricias serpenteantes, más suaves de lo que


ella creía que era capaz de hacer, Titus empujó lentamente la camisa de
Molly por los costados, subiéndola justo por debajo de los pechos mientras
exploraba la piel suave y expuesta. Le arrancó gemidos de la garganta y
se los bebió profundamente, recompensándola cada vez con un suave
apretón en la cadera o un pellizco en la mandíbula.

Decidida a no dejar que él hiciera todo el trabajo, Molly metió la


mano entre ellos para tantear el botón de sus vaqueros. Podía sentir su
tensión contra la tela, caliente y pesada donde sus dedos presionaban su
insistente dureza. Era una sensación embriagadora saber que él estaba
tan caliente por ella y que ella, era la causante de todo.

Titus se apartó de la cama para tirar de su propia ropa, tirando la


camisa al suelo antes de arrodillarse entre las piernas abiertas de ella,
separándolas con sus anchos hombros. Molly se apoyó en los codos y
saboreó la vista de la tinta negra que fluía por sus musculosos brazos y
espalda.

Y entonces sus manos tiraron de la cintura de sus pantalones,


deslizando la tela por sus caderas, y... oh.

El primer roce de la lengua de él contra su núcleo fue como un


relámpago, húmedo y ardiente. Molly se metió un nudillo entre los
dientes para amortiguar el gemido de sorpresa que salió de su garganta
mientras la lamía. Desde su lugar entre sus muslos, sus implacables
lamidos enviaron un relámpago que recorrió su columna vertebral.
Estaba tan hambriento por ella, se dio cuenta, tan hambriento como ella
por él, y cualquier cosa que ardiera entre ellos parecía que los consumiría
a ambos.

Tiró de sus hombros para levantarlo y darle un beso,


estremeciéndose cuando sus gruesos dedos reemplazaron su lengua.
Incluso a través de la nebulosa distracción de su salvaje beso, podía sentir
su otra mano entre sus cuerpos mientras se arrancaba los pantalones y
los calzoncillos para liberar su caliente y duro pene.
Unos minutos de éxtasis florecieron entre ellos, antes que las cosas
dieran un paso más. Su incesante hambre de placer la acercó al clímax.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando una ola de puro placer recorrió
su cuerpo, su espalda se arqueó y sus dedos arañaron las sábanas
mientras se corría con jadeos.

Gruñó mientras se hundía en ella, profunda y primariamente. Sus


dientes encontraron la suave piel de su hombro y se hundieron mientras
él empujaba, con la suficiente fuerza como para que Molly supiera que
por la mañana encontraría un moratón en forma de marca de mordisco.
No pudo encontrar la forma de preocuparse mientras las sensaciones la
inundaban. Él la dominaba y la rodeaba, sus fuertes brazos la rodeaban
con calidez y su cadera presionaba la de ella cada vez que empujaba
profundamente.

No pasó mucho tiempo antes que sus empujones se volvieran


rápidos y bruscos, y sus besos más salvajes e insistentes. Molly sintió que
se alejaba. Un momento después, él dejó escapar un grito de placer y
terminó.

Cayó sin huesos a su lado después de un largo momento, ambos


agotados y jadeando por el esfuerzo. El pecho de ella subía y bajaba con
el torrente de pasión que se desvanecía lentamente, pero sus ojos
permanecían muy abiertos. ¿Qué demonios acababa de pasar? Era como
si algo se hubiera apoderado de ella, algo poderoso y primario. Si él no se
hubiera retirado, ella ni siquiera habría pensado en eso. Sin
preservativos, sin juegos previos, sin nada. Se sentía como si hubiera sido
golpeada con un hechizo de instalación.

Molly aún no estaba segura de cuál era su posición en toda esta


confusa, pero excitante, situación, pero al mirarlo a él y a la extraña y
tierna expresión de su rostro mientras le devolvía la mirada, tuvo la
sensación de que podría salir a plena luz del día y ninguno de ellos
intentaría detenerla.

Sin embargo, extrañamente, no quería irse.


Molly no pudo pensar con claridad durante media hora.

Seth, el lobo rubio, la condujo a casa por orden de Titus.


Aparentemente había pasado la prueba y la dejaron regresar. Seth la dejó,
le deseó buenas noches y se marchó, dejándola sola con sus pensamientos.

Mientras subía las escaleras hacia su apartamento, se sintió...


conmocionada. Aturdida, sorprendida por los acontecimientos de la noche.
Su cerebro se negaba a procesar lo sucedido y, aunque había subido las
escaleras de su casa miles de veces, era como si lo hiciera por primera vez.

Conoció a Titus Carston y se sintió más atraída por él, que por
ningún otro hombre en su vida.

Y entonces... bueno, le jodió su cerebro, y la envió a casa.

Sabía todo sobre él por las noticias. Cuando eras una estrella tan
grande como él, no era difícil reconocerlo. Ella lo había visto en todo. Era
una estrella, era el rostro de su marca, y había que reconocer que era un
gran rostro.

Nunca imaginó que lo conocería y, por lo que sabía, supuso que


tenía una gran operación publicitaria para reforzar su imagen. ¿Pero las
entrevistas y los perfiles que sugerían una persona magnética y
convincente? Eran reales. Era todo eso en persona y más. En realidad,
mucho más. No había mucho que pudiera recogerse en una pantalla. Las
pantallas y el papel no le hacían justicia.

En persona, era como estar cerca de un dios. Había algo en su


forma de comportarse, una confianza absoluta, que ya era
suficientemente atractiva. Pero combinado con su aspecto y sus
carismáticas miradas, se sintió como si hubiera estado perdida en otro
mundo, durante las últimas horas.

Y él... parecía sentir lo mismo. La tocó como si estuviera


hambriento. La tocó como ella quisiera tocarlo a él.

Se hundió en su sofá y exhaló un suspiro. Debería llamar a alguien


y contarle lo que acababa de suceder, pero ¿quién le creería? Sonaba
ridículo en todos los sentidos posibles. Era la vieja Molly aburrida:
trabajaba en el museo, pagaba el alquiler, iba a casa y leía un libro todas
las noches. Nunca le sucedió nada emocionante, no hasta que sus
hermanas la convencieron de que participara en algún estúpido hechizo
de amor.

Y en la última noche, había tenido más emoción de la que


normalmente tenía en un año.

Titus.

Maldito.

Carston.

Apenas pudo dormir esa noche. Se quedó mirando el ventilador del


techo que giraba sobre su cabeza, preguntándose qué demonios había
pasado.
Sólo había un pensamiento ridículo que daba vueltas en su cabeza:
¿Y si el hechizo funcionaba?

Según la leyenda, un hechizo de pareja predestinada no creaba


una conexión. Simplemente la revelaba. El hechizo acercaba a las dos
personas y las unía con una atracción sexual abrumadora. Era más una
guía que otra cosa. Científicamente hablando, habían hecho estudios
sobre parejas predestinadas y la forma en que se deseaban mutuamente
era realmente increíble. En teoría, la magia revelaba y encendía
respuestas muy reales, muy poderosas, y eso podía explicar lo que ella
había sentido hacia Titus.

Pero había algunos defectos: Las parejas predestinadas eran


reales, pero el hechizo de las parejas predestinadas, era una mierda. Tal
vez sólo se sintiera excitada por el hecho de haber sido secuestrada por
un multimillonario guapo y ligeramente intimidante. Eso sí que podía
servir.

A medida que avanzaba la noche, empezó a pensar que se


imaginaba su explosiva conexión. Después de todo, se trataba de Titus
Carston. El soltero más codiciado, bla, bla, bla. Él no había sido
etiquetado como el soltero más codiciado del mundo sin un poco de magia
de bajada de bragas. Tal vez ella simplemente se enamoró. Muchas
mujeres lo hacían.

No, probablemente nunca lo volvería a ver.

Al menos, ése era el plan.

Mantenía un pequeño y vergonzoso parpadeo de esperanza de que


pronto tendría noticias de él y se vería arrastrada de nuevo a ese mundo
de excitación y peligro. Tuvo la ridícula visión de que al día siguiente, él
estaría en su jardín, pidiendo verla y hablar con ella. O tal vez enviaría
a uno de sus lobos a verla e invitarla a volver, u honestamente, cualquier
cosa sería genial. Si era su pareja predestinada, funcionaría. El destino
los uniría, pensó, y finalmente se quedó dormida.

Al día siguiente, no oyó nada.

Absolutamente nada.

Ni siquiera una palabra, y nada más al día siguiente. Ni al


siguiente, ni al siguiente. Los días empezaron a acumularse y, al llegar a
una semana sin contacto con él, empezó a perder la esperanza.

Más que eso, se sintió avergonzada por haberlo imaginado siquiera.


¿De verdad creía que un multimillonario iba a quererla, cuando tenía el
mundo al alcance de su mano? Claro que habían compartido una noche
juntos en el calor de la pasión, pero se sintió infantil y estúpida por
permitirse creer que tal vez, podría salir algo más.

Volvió a su antigua rutina en el museo. El hecho de haber tenido


una noche excitante no significaba que su vida hubiera cambiado, y eso
se hizo dolorosamente obvio cuando volvió al trabajo. Ahora era peor, peor
ahora que había probado la excitación y el sabor de Titus en sus labios.
Ahora que por fin había probado un poco de emoción, el museo le parecía
aún menos atractivo.

En un día lluvioso de investigación y estudio, se tomó un descanso


y fue a ver pasar el tráfico. Las resbaladizas gotas de lluvia resbalaban
por el frío cristal, mientras ella bebía una taza de café caliente. Los coches
pasaban a toda velocidad, pero lo único que oía era el suave golpeteo de
la lluvia contra el techo y el lejano bullicio del tráfico.

¿Era esto?
El museo siempre había sido un poco aburrido, pero a ella le
gustaba el trabajo y la estabilidad. No tenía mucho poder de fuego mágico,
pero era malditamente buena en su trabajo. Le encantaba el trabajo de
detective y el cuidadoso y metódico proceso de identificación y
conservación. Normalmente, sólo tardaba uno o dos días en llegar a la
raíz de una runa. Le resultaba tan natural como leer.

En parte, por eso tenía tanto trabajo: Museos de todo el país


solicitaban sus servicios, y siempre que alguien necesitaba ayuda con un
objeto mágico especialmente difícil, ella era la primera persona a la que
llamaban. Se enviaban artefactos de toda América a su museo,
simplemente para que los analizara.

Hasta esa estúpida daga, al menos; su propósito y su origen


seguían eludiéndola, y dar vueltas a la cabeza no era su estilo habitual.
La daga no importaba, no realmente. Era sólo una cosa medio rota de
hace siglos, y probablemente podría devolverla con lo que sabía de ella
hasta el momento y el cliente estaría contento con el trabajo. Pero cuando
no tuvo noticias de Titus, volvió a sumergirse en eso, para ocupar su
mente y sus emociones. Esperando que su capacidad, compensara el
pequeño daño que había dejado Titus.

Aún así, no consiguió nada.

A la daga no le importaba que ella quisiera una pequeña muestra


de éxito en ese momento.

Y eso la volvía loca. Había cien cosas, mil cosas que podrían ser,
pero hasta que no encontrara una respuesta definitiva, no podría pasar
de ahí. Vivir en esa ambigüedad, tratando de preguntarse siempre sin la
otra mitad, la estaba volviendo loca. Si tuviera la otra mitad, podría
conseguirla en veinte segundos. El intento de escapar a su trabajo para
distraerse de sus enmarañadas emociones fracasó... y mucho.

Una semana después de su explosiva noche con Titus Carston, el


día comenzó como cualquier otro, encorvada sobre la daga rota, rayando
notas en un bloc de papel a su lado. Pasó unas cuantas horas inclinada
sobre ella, estudiando cosas y lanzando hechizo tras hechizo en vano.
Sencillamente, no funcionaba, y sintió que la sangre le hervía cuanto más
probaba y fallaba.

Alrededor del mediodía, Carl entró en la habitación y, como todos


los días, se sentó en el escritorio de ella para entablar una conversación
incómoda, presumir sin disimulo de su propio trabajo y luego retirarse en
un silencio incómodo, mientras seguía con sus asuntos.

Carl no era un mal tipo, sólo desagradable, y su relación se volvió


tensa cuando se dio cuenta que estaba enamorado de ella en secreto.
Acabó teniendo que decirle directamente que no habría nada allí.

Él había quedado destrozado, y eso había arruinado el trabajo


durante un tiempo. Se había sentido culpable por eso, pero era su vida, y
no estaba dispuesta a transigir con quien quería estar. Ahora, en las raras
ocasiones en las que se encontraban, él era aún más incómodo que antes.
Parecía decidido a restaurar su amistad, y aunque su corazón podría
estar en el lugar correcto, todavía era insoportablemente incómodo.
Entonces, cuando él entró mientras obviamente se esforzaba por no ser
incómodo, ella gimió internamente.

—Yo, yo...—, declaró.

Se agachó y siguió trabajando en su daga. —Hola, Carl.

—¿Una dura noche? Pareces agotada—. Esto era un clásico de Carl,


-señalando cosas que no eran buenas para señalar. —Necesitas dormir
más. ¿Yo? No puedo funcionar sin las ocho horas completas. Necesito mi
sueño reparador.

Sus ojos se dirigieron a él y volvieron a la daga. —Estoy bien,


gracias. ¿Hay alguna razón en particular por la que hayas vuelto aquí
hoy?.

La expresión de Carl se agrió. —Un tipo vino y me pidió que te


buscara.

Hizo una pausa. ¿Un tipo? Se recostó en su silla, con la daga en la


mano, y miró a su compañero de trabajo. —¿En serio?.

—Sí. Parecía un imbécil.

Había estado cerca de Carl lo suficiente como para traducir su


lenguaje a la realidad. Este tipo era genial, y Carl odiaba eso. Era como
su odio hacia el repartidor de agua, porque el repartidor de agua estaba
bien construído. Otra razón por la que nunca podrían estar juntos:
Siempre se comparaba con otros tipos, incluso cuando no había razón
para eso. Ella reprimió la creciente excitación en sus entrañas. Estaba
pensando demasiado, forzando lo que quería, en algo que no tenía nada
que ver. —¿Qué quería?.

Carl sacó una nota del bolsillo y se la entregó entre dos dedos.

—Dijo algo sobre una oportunidad de trabajo.

Ella le arrancó la nota de las manos y la desdobló, leyendo


ansiosamente las palabras garabateadas. Con cada palabra, su
entusiasmo aumentaba. Tal y como esperaba: una nota de la oficina de
Titus, pero escrita con una letra fuerte y sexy.
Querida Molly,

Me he enterado que la manada necesita un investigador


cualificado para analizar la sala de artefactos. Debido a tus habilidades
y experiencia, te invito a solicitarlo. Se te proporcionará más información
en persona. Por favor, ven a... y procedió a explicar las direcciones y el
horario de la reunión. Para cuando llegó al final, y el nombre de Titus
garabateado con una fuerte firma, estaba sonriendo de oreja a oreja.

Se levantó de su asiento, con la emoción a flor de piel. Era su


oportunidad. La oportunidad de un cambio, y la oportunidad de hacer que
ocurriera algo emocionante.

Y, por supuesto, la oportunidad de estar con un multimillonario


peligrosamente guapo y pecaminosamente hermoso, pero eso no venía al
caso.

Tal vez hace una semana, ella habría rechazado cortésmente la


oferta, pero ¿saben qué? Al diablo con eso. Estaba cansada de estar
atrapada en un cuarto de atrás sin ninguna emoción en su vida. ¿Cómo
sería trabajar para una manada de lobos? Tal vez sería divertido, y tal
vez sería terrible, pero lo único importante que necesitaba saber, era que
su vida iba a cambiar.

Necesitaba volver a perseguir ese sentimiento. Lo había hecho la


noche del hechizo, y miren a dónde la había llevado. No, no era el
momento de preocuparse por el futuro.

Era el momento de arriesgarse y ver a dónde la llevaba la vida.


Titus odiaba echar de menos a Molly.

Se suponía que el Alfa de la manada debía evitar los enredos


emocionales profundos, o al menos eso es lo que su padre le inculcó,
literalmente. Todavía recordaba su regreso a casa cuando era un cachorro
y su padre, el Alfa reinante, descubrió que Titus había hecho novillos para
pasar tiempo con una chica guapa. Titus había sido castigado,
severamente. Las cicatrices se habían desvanecido, pero las lecciones
estaban grabadas en su mente.

Los sentimientos eran una debilidad, y la debilidad podía ser


explotada. Era el jefe de la manada de lobos más poderosa y exitosa de
América, y cada uno de los miembros de la manada dependía de él, para
mantenerse. Convertirse en el Alfa, no era un trabajo de lujo y felicidad.
Era un sacrificio, una promesa de poner a los demás antes que a uno
mismo. No podía permitirse ningún error de juicio o debilidad.

Como ir por todo con una bruja de Dios sabía dónde. Era un polvo
rápido, nada más, se dijo a sí mismo.

No había sentado cabeza por varias razones, pero quizás la más


importante, era que no podía permitirse distraerse. A lo largo de su vida,
había conocido a muchos hombres y mujeres que perdieron su ventaja
después de conocer a sus parejas. No podía permitirse eso para sí mismo.
Su padre estaba muerto y enterrado, pero era difícil deshacerse de los
instintos que le había enseñado a Titus. El linaje de un Alfa era crucial,
y generalmente, un matrimonio arreglado lo aseguraba. Hasta ahora, él
era el único Alfa que se oponía a esa idea, pero su momento estaba
llegando.

Había estado muy tentado de acercarse a Molly la mañana después


de encontrarla en el bosque, pero resistió el impulso. Fuera lo que fuera
que sintiera, era demasiado poderoso. Por el bien de la manada, tenía que
mantenerse alejado y con la cabeza despejada.

Pero, al parecer, no estaba funcionando.

Un día, tras una reunión con unos posibles inversores, Titus se dio
cuenta que apenas recordaba nada de lo que se había dicho. Cuando la
puerta se cerró, Seth miró a Titus en la cabecera de la mesa. —Tú, eh...—
Seth se aclaró la garganta, como si estuviera tratando de encontrar una
forma de decir lo que fuera.

Titus se frotó el puente de la nariz y exhaló lentamente. —Sólo


escúpelo.

—Pareces distraído y cabreado.

Titus resopló. Seth se dio cuenta. Por supuesto que Seth podía
decirlo. Lo conocía mejor que nadie. —Así de obvio, ¿eh?.

—Sólo para mí—. Seth no era de los que metían la cabeza en los
asuntos de Titus a menudo, pero al parecer, se sentía inspirado. —¿Qué
está pasando?.

Esto iba a sonar tan jodidamente estúpido. Respiró profundamente,


frustrado. —¿Recuerdas la bruja que atrapamos en el bosque?
Seth hizo una pausa, con una mirada de confusión en su rostro. —
¿Sí?.

Titus clavó los ojos en su amigo, y finalmente admitió lo que odiaba


admitir, incluso a sí mismo. —No puedo dejar de pensar en ella.

Seth abrió la boca, pero Titus aún no había terminado.

—Sigo intentando olvidarme de ella, pero hay algo... Yo sólo...—


gruñó. —Es como si me hubiera maldecido.

Cuando levantó la vista de nuevo, Seth estaba sonriendo con


complicidad de oreja a oreja. —Correcto. Eso fue lo que pasó.

—No me vengas con eso.

La sonrisa de Seth se amplió. —Bienvenido a las emociones, Titus.

Titus quiso discutir con eso, pero Seth lo conocía, lo conocía incluso
en ese entonces. Habían sido amigos, la única conexión que se le permitía
a Titus, porque los Betas y los Alfas entrenaban juntos y era obligatorio.

Lo descartó como nada, pero sabía que era mentira. No podía


quitársela de la cabeza.

El plan era simple: dejar que Molly volviera a su vida y se olvidara


de eso, solo una aventura de una noche, después de que él no pudo
resistirse a su encanto de brujería. De todos modos, estaba más segura
lejos del despiadado mundo de la política de la manada. Se concentraría
en el trabajo, como siempre, y seguiría adelante con su vida. Encontraría
una pareja inobjetable algún día, engendraría una camada de Alfas y un
día seleccionaría al más fuerte para que fuera su sucesor.
Pero todos los días podía seguir oliendo a Molly a su alrededor,
incluso después de innumerables duchas. Su especia de bruja se quedaba
en la punta de la lengua y por la noche se despertaba con los ojos
desorbitados y jadeando, casi sin sentido por la excitación.

Durante las interminables reuniones que llenaban sus días, se


encontraba pensando en ella, excluyendo todo lo demás. La fuerza que los
unía y que despertaba la lujuria que bullía entre ellos, lo seguía
atormentando. Por mucho que intentara ignorarlo, sus instintos lo
empujaban a traerla de vuelta. A mantenerla cerca.

Después de una semana, se quebró. Estaba más distraído tratando


de ignorar sus instintos de lo que estaría con Molly alrededor, así que
finalmente se frustró y la buscó. La mayoría eran cosas básicas: Molly
Jefferson, treinta y tres años. Vivía en el pueblo de al lado y, al parecer,
se había labrado una buena reputación como investigadora mágica,
especializada en runas. Sabía que era inteligente cuando hablaba con ella
y veía la inteligencia que brillaba en sus ojos, pero la lista de credenciales
y publicaciones, lo dejó boquiabierto. No era sólo una cara bonita, sino
que sabía lo que hacía, y eso era cada vez más evidente.

Entonces, ¿cómo traerla de regreso de una manera que no fuera


obvia? Ya iba a ser cuestionable traer a un no miembro de la manada. No
era como si pudiera salir y pedirle una cena. Había reglas que seguir,
tradiciones. La manada seguía siendo pura, y un Alfa que invitara a una
bruja humana a pasar el rato en el recinto, sería un error.

¿Pero consultar a una bruja humana sobre un proyecto, en su


calidad de Alfa de la manada?

Ahora eso, eso estaba bien.


La manada llevaba mil años de existencia. Habían crecido,
sobrevivido y prosperado juntos, evolucionando con los tiempos y creando
armas mágicas para la guerra moderna. Sin embargo, una colección de
reliquias permanecía en los archivos de la manada y, con el tiempo, su
propósito se había perdido en la memoria. Sus runas se habían
desvanecido y su magia se había esfumado, y ningún lobo vivo tenía la
experiencia necesaria para redescubrir sus usos.

¿Quién estaba más cualificado para supervisar un proyecto de


investigación, que Molly? Tenía en mente los fondos y el bien de la
manada. Envió una nota a Molly, que cuidaba de su museo, y esperó. Si
ella aceptaba la invitación, genial. Si no, dejaría esto atrás. De cualquier
manera, su deseo de concentrarse mejoraría...En teoría.

El tiempo se acercaba cada vez más al momento para el que había


programado la entrevista. Necesitaba ser profesional en esta ronda.
Cualquier poder que tuviera sobre él, tenía que desaparecer para que la
tuviera cerca. Si cada vez que la veía no podía dejar de pensar en sus
pasiones, no podía tenerla cerca. Esta era una prueba, una prueba para
ver si ella podía estar alrededor del grupo y hacer que él siguiera siendo
profesional y capaz de liderazgo.

Trabajó todo el día en su oficina, hasta que Samantha le avisó que


Molly estaba allí, para su reunión.

Se enderezó en su silla, sintiendo una oleada de excitación antes


de reprimirla. Respiró profundamente y de forma calculadora.

Titus se detuvo un segundo, levantando la vista de su laptop.

Esta vez, él estaría en el asiento del conductor. Tranquilo. Racional.


Previsible. Echó los hombros hacia atrás y se recostó en su silla de cuero,
tanteando su sensación de control. Lo había pillado desprevenido la
primera vez, pero no volvería a ocurrir. Se trataba simplemente de una
reunión para un trabajo. Había que dejar de lado todos los sentimientos
personales.

Pulsó el botón del interfono para responder. —Que pase—.

Un momento después, las pesadas puertas de roble se abrieron.


Molly entró. Su corazón tronó y el calor subió a su sangre cuando ella
entró por la puerta, con el pelo oscuro balanceándose por detrás.

Se veía... hermosa.

Exquisita.

Era la misma atracción que sintió la primera vez, sólo que ahora
la esperaba. Llevaba una modesta ropa profesional que dejaba entrever
las curvas que había debajo, unas curvas que él estaba deseando volver a
tocar. Su cabello negro enmarcaba su rostro, mostrando su suave piel de
marfil y esos impresionantes ojos dorados. Sonrió cuando lo vio, con esa
misma sonrisa burlona.

—Hola, Titus—, dijo mientras se acercaba al escritorio.

Profesional. Él se obligó a contener sus emociones y respiró


profundamente. Se levantó y dio unos pasos hacia delante para
encontrarse con ella al otro lado de la habitación, con un apretón de
manos y una sonrisa. —Molly. Es más agradable conocerte en
circunstancias menos... ilegales.

—Empezaba a pensar que te habías olvidado de mí—, dijo ella


mientras tomaba su mano entre las suyas. Sus dedos se tocaron y él sintió
un cosquilleo eléctrico en sus palmas. Ella también lo sintió, a juzgar por
la piel de gallina que vio recorrer su antebrazo.

Apenas. —He estado trabajando—, explicó él. —Estás aquí porque


eres una reputada investigadora de artefactos, y yo necesito, un reputado
investigador de artefactos.

Enarcó una ceja. —Claro—, dijo ella.

La guió de regreso a su escritorio, sacando su silla mientras ella se


sentaba, antes de dar la vuelta al otro lado. Sus emociones se enfriaron
un poco, lo que le permitió tomar decisiones más claras. Molly era una
persona normal, una profesional, y él la trataría como a cualquier otra
profesional. —La manada tiene una sala de artefactos de anteriores
conquistas y expediciones que se remontan al menos a mil años atrás.
Como puedes adivinar, muchos de estos artefactos tienen inscritas runas,
pero la magia que contienen se ha disipado con el paso de los años y no
sabemos con certeza para qué sirven. Si estás dispuesta a hacerlo,
pareces alguien que podría satisfacer esa necesidad.

Hizo una pausa antes de cruzar una pierna sobre la otra. —Estoy
segura que podría hacerlo—. Una chispa diabólica brilló en sus ojos por
un segundo. —¿Y supongo que trabajaría con...?— Se interrumpió, pero
su idea era obvia.

Él la miró a los ojos. Trabajarás de forma independiente, y no


llegaré a conocerte, porque eso sería algo terrible para la manada. —
Estarías trabajando directamente para mí.

Maldita sea.

Aun así, aunque lo que quería se deslizó por encima de lo que


pretendía decir, se sintió bien.
Su sonrisa se amplió, y los impulsos de Titus regresaron de forma
inoportuna y decididamente desafortunada. Quería inclinarla sobre el
escritorio y probar de nuevo ese cuerpo apretado, y ambos lo sabían.
Ambos sabían de qué se trataba. Nadie se sorprendería al saber que este
trabajo no era necesario y que la única razón por la que la había invitado
a regresar, era para estar cerca de ella. Las reliquias habían permanecido
intactas durante años y años y años. Podían seguir haciéndolo
perfectamente.

Y ella lo sabía. Cuando la miró fijamente, se dio cuenta que ella


sabía lo que estaba pasando. Sus manos, que habían estado descansando
a los lados, se dirigieron a sus muslos, con los pulgares frotando
suavemente la tela de sus pantalones sobre la carne curvilínea y
redondeada. Sus pupilas se dilataron ligeramente y él supo que ella
estaba pensando en lo mismo. Aun esforzándose por mantener la
profesionalidad, sintió que sus emociones se disparaban.

¿A dónde ir ahora? No tenían una relación. Sólo una aventura de


una noche y un fuerte deseo de una segunda.

Se levantó. —Vamos. Te enseñaré dónde vas a trabajar.

Titus pasó junto a ella, muy consciente de sus ojos sobre él y del
tirón magnético entre ambos, mientras se dirigía a la puerta de su oficina.
Con la perilla a medio girar, se quedó paralizado y se volvió hacia Molly.

No podía ignorar las demandas de su cuerpo, no cuando Molly


obviamente quería lo mismo. Le pasó un brazo por la cintura para
acercarla, juntando sus cuerpos. Era tan natural como respirar. Ella
levantó la vista y se encontró con sus ojos, mientras sus manos subían
para agarrar el cuello de su camisa y lo tiraba hacia abajo para encontrar
sus labios con los suyos.
Por un momento, el mundo se redujo a ellos dos, con los labios y
las manos y los cuerpos calientes, estrechamente unidos. Él no entendía
las fuerzas que los unían y no le importaba. Se perdió en la sensación,
empujándola contra la pared y besando el arco de su garganta mientras
ella gemía suavemente.

Sus manos y sus labios continuaron su frenética exploración. La


ropa se desprendió y él se deleitó en su cuerpo con las manos, los labios,
los dientes y la lengua, como había querido hacer en su primera noche
juntos. Más tarde, mientras la sostenía en sus brazos y se maravillaba de
las crudas emociones que ella le inspiraba, supo una cosa con seguridad:
Molly Jefferson era su futuro.

Y eso lo entusiasmó.
Las siguientes semanas fueron las más románticas y apasionadas
de la vida de Molly.

Apenas conocía a Titus, pero difícilmente podía apartar las manos


de él. Normalmente, se asustaría lo suficiente como para querer
abandonar, pero algo la hacía volver por más, día tras día. Los primeros
días fueron los más difíciles, en los que parecía que lo único en lo que
podía pensar era en estar con él físicamente, pero después de una semana
más o menos, la cruda lujuria que guiaba sus decisiones se enfrió
ligeramente y sus emociones empezaron a tener más sentido.

A medida que la abrumadora química sexual se iba convirtiendo


en algo más manejable, su relación indefinida encontró otro filón que
explorar: una conexión emocional. Aunque era dolorosamente obvio que
compartían una potente conexión sexual como nunca antes habían
sentido, no era suficiente para mantener una relación, y ambos lo sabían.

Ninguno de los dos hablaba de lo extraño que era, pero con el


tiempo empezaron a conocerse mejor. La manada contaba con una
impresionante variedad de artefactos antiguos, y a diferencia de la
colección del museo, los artefactos de la manada eran realmente
divertidos de estudiar. Se acabaron los cuencos y las dagas medio rotas.
Había coronas, armaduras, armas de civilizaciones extinguidas y mucho
más. Cada día, se despertaba con una renovada sensación de entusiasmo
por lo que el día podría deparar.

Por supuesto, una gran parte era el tiempo con Titus y la


exploración de estos nuevos y confusos sentimientos, pero el trabajo
también la inspiraba.

Pidió un tiempo libre en el museo y pasó la mayor parte de sus días


en el recinto de la manada, trabajando allí. Cuando estaba en el museo,
miraba constantemente el reloj hasta la hora de salida, cada día.

Se sentía más feliz, más ligera y más realizada. Ni siquiera Carl


la molestaba.

Lo que tenía con Titus era único, distinto a todas sus relaciones
anteriores. Y a medida que se enfriaba la primera oleada de química
sexual, aprendió más sobre el hombre: su sentido del humor, la forma en
que sonreía cuando ella entraba en la habitación, la forma en que fruncía
las cejas cuando el trabajo lo estresaba. Su conexión era más que sexual,
y cuanto más aprendía de él, más le gustaba.

Titus trabajaba mucho, pero siempre que tenía unos minutos libres,
la visitaba en la enorme sala donde se guardaba la colección. Era
agradable verlo y pasar el tiempo con él, pero una parte de ella se
preguntaba por qué parecía que estaba decidido a mantener las cosas
tan... secretas. Ella valoraba la privacidad, pero el modo en que él
mantenía las cosas en secreto le parecía un poco... bueno, de mal gusto a
veces. Como si fuera una amante, escondida de la manada.

Ella nunca lo mencionó.

Pero salvo los temores a los que no quería poner voz, las cosas iban
bien con Titus. Él no se abría fácilmente, pero a medida que pasaban los
días, aprendía más y más sobre quién era realmente, Titus Carston.

No era quien ella esperaba.

Por fuera, era un hombre enorme y dominante, con una


personalidad Alfa que hacía lo que quería. Irradiaba confianza y
sexualidad en bruto, pero bajo la superficie, ella se dio cuenta que era
mucho más que eso. Había un corazón debajo. Un buen corazón, que sólo
dejaba ver a unos pocos. Y las partes que le mostraba eran hermosas. Ella
sólo vio pequeños destellos, y antes que pudiera verlos bien, se habían ido.
Pero no le cabía ninguna duda: En realidad tenía un buen corazón, a
pesar de todos los duros negocios que hacía.

Eran pequeñas cosas que ella lo sorprendía haciendo, que lo


mostraban incluso cuando era difícil de ver. Pequeñas cosas, por supuesto,
pero que se sumaban con el tiempo. Un gesto considerado, o una sonrisa
sensible antes que todo volviera a ser serio. Pequeñas cosas.

Lo que empezó como una conexión física se convirtió en un afecto


muy real. No de la noche a la mañana, pero al cabo de un tiempo, se sentía
feliz y en paz a su lado. Su vida era mejor por tenerlo en ella.

Titus era lo mejor de cada día.

Y, por desgracia, a veces también era la peor parte.

Tenía un buen corazón, pero lo mantenía encerrado. El hombre se


negaba a mostrar cualquier emoción, y cada vez que buscaba grietas en
su armadura, se apagaba. Su rostro se congelaba y su comportamiento se
enfriaba, y ella sabía que estaba presionando demasiado.

Para ella, la vulnerabilidad y la conexión, eran naturales. Estaba


hecha para eso, y él... bueno, no.
Bailó alrededor del tema un par de veces, pero cada vez, él se cerró
con fuerza, como si tuviera miedo de formar conexiones profundas. Cada
vez que empezaban a acercarse, de repente tenía otras cosas que hacer.
O su tono cambiaba bruscamente y sólo quería hablar de sus progresos
con los artefactos.

Una tarde, ella había estado trabajando todo el día en la sala de


artefactos, cuando Titus le hizo una visita. Había hecho un gran avance
en una de las estatuas y estaba ansiosa por contárselo todo. Tal y como
ella esperaba, él se mostró entusiasmado y apoyó su trabajo, y la escuchó
atentamente mientras hablaba.

Y entonces, ella dijo algo malo.

—Estoy tan feliz de que estés en mi vida, Titus.

Eso fue todo. Ése fue su crimen. En el momento en que las palabras
salieron de su garganta, supo que debería haber guardado sus
sentimientos para sí misma. En efecto, los ojos de él se volvieron vidriosos
y respondió secamente que estaba feliz de que ella estuviera allí, y que la
manada necesitaba los artefactos.

¿De qué tenía tanto miedo?

¿Qué podría posiblemente, asustar a un cambiaformas


multimillonario con el mundo en sus manos?

Por mucho que intentara que se abriera, era un muro. Al principio,


era bastante fácil decirse a sí misma que sólo era una fase y que, tarde o
temprano, las cosas cambiarían. Podrían crear confianza y avanzar, se
dijo a sí misma. Pero nunca avanzó. Sexo caliente, buena conversación, y
luego se fue a casa. Sola.
¿De qué tenía miedo Titus?

Y una noche, él estuvo lo suficientemente borracho como para


decírselo.

Era un somnoliento sábado por la noche, y la invitó a su casa a


tomar una copa. Se sentía como un progreso, y Molly estaba encantada.
Titus era muy estricto en cuanto a la apariencia de profesionalidad, y la
tensión de ocultar su relación. Algo sobre la manada y la protección de la
gente. Ella no lo sabía.

Tuvieron una encantadora cena juntos, y mientras la luna se


alzaba en el cielo, abrieron una botella de vino y él se permitió un par de
copas, a las que siguió el whisky. Tal vez las bebidas lo ayudaron a
relajarse, pero mientras estaban tumbados en su cama y observaban el
silencioso bosque a través de las enormes ventanas, respiró
profundamente y abrió la boca.

—Molly—, dijo. —Te debo una disculpa.

De inmediato, ella supo que algo estaba mal. Titus nunca se


disculpaba. Estaba acurrucada en sus brazos, acomodada contra su pecho,
y se abalanzó sobre él de inmediato.

—¿Por qué?—, dijo ella con cautela.

—Por...— Hizo una pausa, y Molly respiró profundamente, oliendo


la fragancia a turba de la hoguera en su aliento. Rara vez bebía. No le
gustaba nada que le hiciera perder el control sobre su cuerpo, sus
emociones, su fuerza de voluntad, nada. —Sobre ser tan difícil. No soy
una persona fácil de conocer. Lo sé.

Ella lo miró. No jodas, quiso decir, pero se lo guardó. Titus por fin
estaba saliendo y explicándole sus emociones, y eso era algo que debía
alentar. Por muy tentador que fuera dejar que su frustración se
desbordara, pinchó más, esperando que él continuara si ella parecía
receptiva. —Pero cada uno es a su manera, ¿no?.

Se quedó pensativo mirando la luna con una mirada lejana. —No


estoy acostumbrado a tener a alguien—. Se aclaró la garganta incómodo.
—Ser criado como el futuro Alfa, significaba que no se me permitía tener
conexiones cercanas. Me separaron de mi madre, y mi padre me crió para
que sea duro y sin emociones, como un Alfa tenía que ser. Yo no... No sé
cómo dar o mostrar afecto real—. Se rió, pero fue hueco y sin humor. —
Supongo que ahora estaría orgulloso de mí.

Titus había pasado por lo menos un mes sin abrirse del todo, y con
básicamente cero advertencia, arrojó un pedazo gigantesco de
información altamente personal a sus pies. Sintió una punzada de
fastidio. ¿Después de todo esto? Después de todo este tiempo, ¿iba a decir
eso y ya está? Ella no era un perro faldero, y seguro que le molestaba. Se
tragó la frustración que había en su voz y lo abordó de otra manera.

—Bueno... gracias por decírmelo. Tiene que ser duro.

Trató de encontrar una buena manera de decir "Tu defecto me está


molestando seriamente y es algo de lo que tenemos que hablar". Ella
creció con sus hermanas en una familia grande, y había gente por todas
partes todo el tiempo. Podían ser pobres, pero siempre eran ricos en
familia y amigos. Era una parte fundamental de su vida. Más que eso,
era lo que ella era.

No podía imaginarse no tener a nadie más que a un padre frío y


manipulador. De repente, Titus tenía mucho más sentido. Después de
todo, era emocionalmente estéril por una razón. Eso no lo hacía menos
agravante, y él necesitaba crecer, pero al menos ahora, ella lo entendía.

Cuando abrió la boca, se detuvo. Diablos, Titus probablemente se


estaba abriendo a alguien por primera vez en su vida. Pero al mismo
tiempo, sus sentimientos importaban. Eran iguales, y Titus no querría
que ella se tragara algo que le molestaba, de todos modos.

—¿Estás trabajando en ello?.

Él movió la cabeza una vez, con esa misma mirada distante en sus
ojos antes de volver su atención hacia ella y sonreír. —Te doy mi palabra
de que me abriré más. Sólo dame un poco de tiempo. Todo esto es muy
nuevo para mí.

Ella le sonrió. No era perfecto. Pero la palabra de Tito lo significaba


todo para él. Tal vez estaba yendo a terapia. Tal vez lo estaba resolviendo
de alguna otra manera. Pero a ella no le importaba conocer los detalles:
si él le daba su palabra, lo hacía. Y punto. Pasara lo que pasara.

Ella inclinó el cuello y le plantó un suave beso en el pecho. —


Hazme saber cómo puedo ayudar.

Él bajó la mirada y le dio un beso en la frente, mientras ella se


acostaba de nuevo a su lado. —No está bien, y no es justo para ti. Estoy
trabajando en eso. Sólo quería que lo supieras.

Apoyó la cabeza en su pecho desnudo y escuchó el suave sonido de


su corazón latiendo lenta y metódicamente. La rodeó con un fuerte brazo
y la acercó aún más.

Titus mejoraría al abrirse. Incluso el hecho de que se lo dijera,


demostraba que estaba creciendo. El tiempo lo diría, pero por ahora, se
sentía aliviada de que por fin, hubieran hablado de ello. No fue algo de la
noche a la mañana, ni mucho menos, pero él le pidió tiempo. Si cambiaba,
genial. Si no... bueno, el tiempo lo diría. Pero él merecía esa oportunidad.

—Me alegro mucho que me lo hayas dicho—, dijo ella en voz baja.

Un segundo de pausa, y luego su brazo la apretó con fuerza


durante unos segundos. No dijo ni una palabra.

No volvieron a hablar del tema. Mientras pasaban más semanas y


él seguía avanzando lentamente, ni una sola vez ella sacó el tema. Siguió
siendo una puerta cerrada que él abrió una noche y cerró, antes que
pudiera salir demasiado, y eso estaba bien.

Las cosas dieron un giro positivo en su relación cuando él empezó


a dar grandes pasos para abrirse. Fuera lo que fuera que estuviera
haciendo, fuera como fuera que estuviera trabajando en ello, estaba
funcionando. Se sintió más tranquila y con los pies en la tierra, al saber
que él se preocupaba por ella, aunque no supiera expresarlo. Y eso valía
su peso en oro. El sexo era genial, pero eso no lo era todo. Quería alguien
con quien envejecer, y quería ver si Titus era la persona adecuada.

Y estaba feliz de haberlo hecho.

Su vida no era un cuento de hadas, pero estaba cerca.

Y entonces sucedió.

Alguien regresó dentro de su vida, alguien a quien ella no quería


volver a ver. Un monstruo oculto a la vista, que regresó a su vida para
joderlo todo.ayudar
El día de Molly empezó como cualquier otro.

Recorrió la sala de artefactos y eligió el siguiente en la fila: una


máscara de metal con hermosas e intrincadas runas en forma de telaraña
sobre su estropeada superficie. Había avanzado mucho, pero a pesar de
ello, apenas había recorrido una cuarta parte de la sala. Cuando parecía
que estaba haciendo muchos descubrimientos, se dio cuenta que apenas
había arañado la superficie.

El vestíbulo era una gran sala con un techo alto y arqueado, llena
de objetos en vitrinas, estanterías y pedestales.

Toda la sala olía como un museo, cálida, con una humedad


cuidadosamente controlada. Tenía los techos elevados y la sensación de
pequeñez y majestuosidad combinadas. Los grandes ventanales dejaban
entrar rayos dorados de luz, que hacían que todo el lugar se sintiera
aireado y cómodo, incluso liberador. La mayoría de los días era tranquilo,
y este día no era diferente. Sólo estaba Molly, paseando por el gran
espacio. Cada paso de sus pies parecía resonar con fuerza en la gran sala,
lo que la irritaba al principio, pero pronto se convirtió en algo que le
gustaba escuchar. Se sentía como un lugar de aprendizaje y,
automáticamente, se sentía como en casa.

Ya había recorrido parte de la sala después de empezar por el final


y trabajar hacia dentro. Comenzó con los artefactos más recientes y
decidió trabajar lentamente hacia los más antiguos. Era un trabajo
divertido. Gratificante, de una manera extraña. La mayoría de la gente
se aburriría trabajando todo el día sola, pero para Molly, nunca estaba
sola. No realmente, no cuando tenía todas las historias de los artefactos
para hacerle compañía.

A veces, sólo era una runa básica que revelaba el propósito. Otras
veces, tenía una historia detrás, que había quedado plasmada en la magia,
y como un científico que estudiaba a una criatura prehistórica fosilizada
en ámbar, ella llegaba a averiguar qué le había pasado a su dueño.

La máscara parecía un objeto prometedor. Obviamente, tenía un


propósito muy específico. Si tenía que adivinar, era para algún tipo de
ritual, y basándose en algunas de las marcas, apostaba por un ritual de
fertilidad.

Lo levantó con delicadeza del pedestal donde había estado colgado,


teniendo cuidado que por sus guantes de plástico, no se le escapara de las
manos accidentalmente. Al tocarlo, incluso a través de los guantes, sintió
que la magia recorría su cuerpo. Todavía estaba en marcha, después de
tantos años. Lo acercó con cuidado a su pecho, con la cara vuelta, y chocó
directamente con Eli.

Se lanzó hacia atrás con un grito ahogado, pero atrapó la máscara


antes que cayera al suelo. —¡Jesús!—, exclamó, con el corazón palpitando
como el de un conejo. —Jesús, estás muy callado.

No lo había visto de cerca desde la primera noche en que conoció a


Titus. A veces lo había visto deambulando por el recinto a través de las
ventanas del vestíbulo, pero no así, no de cerca.
La primera vez que lo vio, fue agresivo y hostil. Casi desafió a Titus,
y en ese momento, ella esperaba con todo su corazón que no lo volviera a
ver.

Pero él la miraba directamente y como eran las únicas personas en


la sala, era evidente que estaba allí por ella.

Sonreía, pero no llegaba a sus fríos ojos, mientras su odio irradiaba


de él. Tuvo la sensación de estar viendo a alguien que la odiaba. No, no la
odiaba, no estaba frustrado con ella, sino que era una rabia profunda,
hirviente, que se movía justo debajo de la superficie. Algo terrible se
agitaba detrás de esos ojos.

—Molly. Es un placer encontrarte—, dijo. Sonaba amistoso,


demasiado amistoso.

Era más grande de lo que ella recordaba y, de repente, se dio


cuenta que estaba a solas con él, y eso le pareció mal en todos los sentidos
posibles. Dio un paso atrás y apretó la máscara. Aunque sentía el máximo
respeto por todos los artefactos, si ese maldito asqueroso se acercaba más
a ella, no iba a dejar de golpear a un lobo con una máscara de fertilidad.
—Eli, qué sorpresa—, dijo. Odiaba destruir una reliquia importante, pero
al tantear los bordes de la máscara, se dio cuenta que era un arma muy
útil, y sus músculos se tensaron en previsión.

Se alejó, deseando haber escuchado a Titus cuando le recomendó


llevar un spray de pimienta o una pistola. Aquellos ojos muertos la
observaban como si se preguntara cómo era ella por dentro, pero la voz
alegre y la inflexión de su voz, le hacían parecer que se alegraba de verla.

—Estoy muy impresionado con tu trabajo—, comentó.

Se apartó de ella y miró la sala. —Tantos años de nuestra cultura


aquí, conservados. Es un lugar realmente increíble—. Volvió a girar la
cabeza hacia ella, y ella se quedó helada bajo su mirada fulminante. —
Por supuesto, tengo el máximo respeto por Titus, y si él decidió que una
forastera debía tener acceso a nuestra sala más preciada...

Se interrumpió, pero el punto era obvio. Ella tragó saliva, tratando


de frenar los latidos de su corazón. Había algo profundo e
intrínsecamente inquietante en Eli. Algo enfermizo, casi, pero no enfermo
en su cuerpo, sino en su corazón y en su mente. —Gracias...

Ella dio otro paso atrás cuando él avanzó más cerca. —Ha sido muy
interesante observar a Titus estos días, sabes. Pasa mucho tiempo aquí.
Me alegro que esté tan interesado en ocuparse de esta pequeña e
insignificante parte de su trabajo, mientras los demás trabajamos para
mantener la empresa a flote—. Una sonrisa se dibujó en su rostro. —
Estoy seguro que lo sabe muy bien. El resto de la manada... No lo sé. Creo
que están preocupados por él. Creen que está distraído por algo
últimamente. Equivocándose.

Se sentía como un conejo acorralado por un lobo: pequeña,


impotente e inherentemente jodida. Incluso con su magia, nunca podría
ganar en una pelea aquí, y él podría destrozarla en un segundo, y lo sabía.
No se trataba de Titus. Se trataba de ella.

—Mira, Eli—, comenzó, luchando contra el temblor que se filtraba


en su tono. —No sé qué...

Él dio otro paso adelante y ella retrocedió aún más. Su espalda


chocó contra la pared, con un golpe siniestro. No había más espacio. Dejó
escapar una risa nerviosa. —Mira, no sé qué está pasando. Sólo estoy
aquí para investigar.
Estaba peligrosamente cerca de ella, con las manos entrelazadas
en la parte baja de la espalda. La estudió detenidamente durante un
segundo. —Aparentemente.

Eli hizo una larga y prolongada pausa. —Si te preocupas por él, si
tienes algo de autoestima, te irás y lo dejarás hacer lo que debe hacer.
Liderar, antes que la manada lo derroque—. Curvó el labio. —Además,
¿a quién quieres engañar? Se aburrirá de ti tarde o temprano.

Mientras ella permanecía sin palabras, él sonrió y se alejó. —Adiós,


Molly. Que tengas mucha suerte con tus antigüedades.

Se giró con brusquedad y salió, con los zapatos chocando contra el


suelo de baldosas. Ella se quedó exactamente donde estaba, agarrando la
máscara mientras lo veía salir. Quiso gritar, pero su voz no cooperó. Sus
labios permanecieron sellados, sus ojos muy abiertos y su corazón
palpitando dentro de su pecho.

Tenía que estar mintiendo... ¿verdad? La manada era lo más


importante del mundo para Titus. Se había preocupado por ella, lo sabía,
pero creía que lo tenía todo bajo control y...

Espera.

No.

Se trataba de Eli. Eli odiaba a Titus. No había manera de que Eli


viniera a tratar de hablar con ella para ayudar a Titus. Él quería ver a
Titus fracasar. ...¿verdad? Por otra parte, por muy mierda que fuera, Eli
era un miembro devoto de la manada. Quizás tenía algo de razón. Tal vez
realmente estaba distrayendo a Titus y evitando que hiciera un buen
trabajo. Se había dado cuenta que estaba empezando a pasar mucho más
tiempo con ella, y le encantaba. Pero, ¿era realmente a expensas de su
trabajo? ¿De dónde sacaba el tiempo?

¿Podría estar perjudicándolo con su presencia?

Descartó la idea de inmediato, pero le rondaba por la cabeza.


Incluso después de que Eli se fuera y su ritmo cardíaco volviera a la
normalidad, no desapareció. Sin saber qué más hacer, siguió con el resto
del día, pero su corazón no estaba en ello.

Después del trabajo, Titus vino.

Ella no le dijo nada.

Lo pensó, pero las palabras se le atascaron en la garganta. No


sabía lo que sentía por todo el asunto, y una vez que se lo dijera a Titus,
nunca podría retractarse. Tal vez Eli era un imbécil y un mentiroso de
mierda. Tal vez Eli tenía razón. Pero tenía que decidirlo antes de decirle
nada a Titus. No quería causar problemas ahora, y mientras Eli no
volviera a aparecer, estaría bien. En el momento en que ese espeluznante
psicópata volviera a aparecer, Titus sería el primero en saberlo. Pero
ahora... se sentía mal.

Se sintió nerviosa durante el resto de la noche, lo que no era


habitual en ella. Por lo general, tenía todo bajo control cuando estaba bajo
estrés. Incluso la primera vez que se conocieron, cuando Eli la asaltó y
tiró su bolso por el suelo, no la había... perseguido así. En ese momento,
lo descartó como un imbécil y planeó no volver a verlo ni a hablar con él.
Simple.

Pero esto... ella no sabía qué pensar de esto.

Titus la invitó a sus aposentos e hicieron el amor. Aunque ella lo


disfrutó, no tuvo la misma magia que normalmente tenía.
—¿Estás bien?— preguntó Titus mientras ella se estiraba junto a
él y se tapaba el cuerpo desnudo con la sábana. El abismo que los
separaba -apenas unos centímetros- parecía enorme. —No has terminado.
¿Estás conmigo?.

Él alargó la mano para jugar con un mechón de pelo, pero Molly se


lo apartó de la cara, lejos de sus manos exploradoras, y volvió a dejar caer
la cabeza sobre la almohada. —Estoy bien—, dijo ella. —Un largo día de
trabajo.

Titus se encogió de hombros y la acercó. Ella se hundió en su pecho,


respirando profundamente contra su cálida piel. —Si tú lo dices—, dijo él,
con su voz como un profundo estruendo contra su oído.

Después de pasar la noche juntos, ella volvió a su apartamento


para pasar el resto de la noche. Las horas pasaban y el sueño no la
encontraba, mientras sus preocupaciones se agudizaban.

Titus había pasado mucho tiempo con ella.

No confiaba en absoluto en Eli, pero ya estaba preocupada por lo


que él decía. Le preocupaba desde la primera vez que vio, lo mucho que
significaba la manada para Titus. La manada lo era todo para Titus. Lo
dejaba todo por ella y trabajaba incansablemente para ser un buen Alfa;
parecía casi sobrehumano. Era lo más importante del mundo para él, pero
desde que apareció, pasaba su tiempo con ella.

Pero ese tiempo no había surgido de la nada.

No había chasqueado los dedos y creado horas extra cada día. Todo
venía de alguna parte, y Titus no hacía tiempo muerto.

Ella pensó que estaba de acuerdo con eso. Hablaron de ello y él


tenía claro que podía manejar su responsabilidades sin problemas.
Cumplir con sus deberes era increíblemente importante para él y, desde
su nacimiento, se le había inculcado la responsabilidad. Pasar un poco de
tiempo con ella no lo afectaría. Desde que lo pensó por primera vez hace
meses, la había preocupado. Era un hombre adulto y podía hacer lo que
quisiera. Le encantaba pasar tiempo con él y sabía que sentía lo mismo.
Pero le había preocupado que Titus se distrajera y la manada empezara
a resentirse por eso. Lo tenía cubierto, lo había prometido.

Pero tal vez le estaba diciendo lo que quería oír. Diablos, tal vez
estaba diciendo lo que él deseaba oír.

Eli podría haber venido para meterse debajo de su piel, pero no era
una coincidencia que eligiera este día después de todo este tiempo, para
caer y asustarla. Tenía que haber una razón para que eligiera
precisamente este día.

Tal vez Titus realmente estaba descuidando a la manada.

Tal vez ella realmente era una distracción.

Y por mucho que lo intentara, no quería fingir que estaba de


acuerdo con hacer daño a la manada que Titus amaba tanto. No
importaba lo mucho que quisiera quedarse. No quería irse, pero no quería
causar un gran problema en la vida de Titus. Tal vez había algún tipo de
solución, porque por mucho que Eli quisiera que se fuera, ella no iba a ir
a ninguna parte.

Se fue a dormir, con la esperanza de que el día de mañana, le


trajera algo de claridad.
Titus sabía que algo andaba mal con Molly.

No podía precisarlo, pero era bastante obvio que ella no era la


misma de siempre. Parecía distante durante el acto sexual, sólo se
limitaba a los movimientos, y a pesar de sus esfuerzos, no tuvo un
orgasmo. Eso estaba bien. Todo el mundo tiene días en los que se siente
y no se siente. Eso no había hecho saltar las alarmas, pero lo que sí había
hecho saltar las alarmas, era el comportamiento de ella el resto de la
noche.

Estaba... tranquila. Más retraída. Molly normalmente tenía un


ingenio afilado y una personalidad juguetona y burlona. En el caso de
otra persona, podría haberla considerado como un mal día. Pero esta era
Molly. Estaban lo suficientemente unidos como para que supiera cuando
algo estaba mal con ella, y le molestaba no tener las respuestas.

Ya se habían peleado antes, y ella se había enfadado con él. Tenían


una gran conexión sexual y emocional, pero seguían siendo personas
diferentes. Era agresivo y estaba centrado en el negocio, mientras que
ella era una brillante soñadora que trabajaba mejor sola con sus
artefactos e investigaciones. Eso estaba bien. No quería estar con alguien
igual que él; necesitaba a alguien que lo equilibrara.

A veces discutían, por supuesto. Sabía cómo era Molly cuando se


enfadaba, y lo de anoche fue algo diferente. La cariñosa y juguetona Molly
le estaba ocultando algo. Y quería descubrirlo.

Era un territorio desconocido para él, y no estaba seguro de saber


cómo tener la conversación, pero por Molly, lo intentaría.

En el almuerzo, dejó su comida y entró en la sala de artefactos.

Se alegraría de verlo, ¿verdad? Nunca iba a visitarla durante su


descanso para comer, así que tal vez un esfuerzo extra, le demostraría lo
mucho que le importaba. Estaba postergando el trabajo para verla, y ella
lo sabría. El negocio era menos importante para él que para ella, y las
cosas habían estado un poco mal con su labor, de todos modos. Pero ella
no necesitaba saber eso.

La vio al otro lado del pasillo, al otro extremo, y comenzó a dirigirse


hacia ella. Sus rápidos pasos resonaron en la gran sala y llamaron su
atención.

Levantó la vista, rápidamente, como si la hubiera asustado. Sus


ojos se abrieron de par en par y retrocedió un paso, antes que sus hombros
se relajaran y se detuviera, con una expresión de cautela.

—¡Titus! Pensé que eras...me sorprendiste—. Ella miró a su


alrededor incómoda. —¿No estás trabajando ahora mismo?.

Él reprimió una punzada de fastidio ante su pregunta. Alégrate de


verme, pensó. Sí, estaba trabajando. Sí, tenía que tomar decisiones sobre
dónde estaba. Tenía que hacer el trabajo, y lo haría. Seguía siendo un
hombre adulto, pero a veces era como si se olvidara de eso. No era un
esclavo de su trabajo, y nunca lo había sido. Ella ya lo había hecho antes:
le había preguntado por sus responsabilidades como si necesitara que se
lo recordaran, pero ¿cómo podía saber lo que tenía que hacer? Era tan
molesto como si él entrara en su lugar de trabajo y dijera: —Oh, no te
olvides de manejar los artefactos con cuidado—. Nunca haría eso, porque
ella sabía lo que hacía.

A veces, parecía que olvidaba que él, también sabía lo que hacía.

—Pensé en pasarme por aquí—. Se acercó y le sonrió. Ella le


devolvió la sonrisa, pero era forzada. ¿Había hecho algo? ¿Por qué no lo
quería aquí? —¿Cómo va todo?.

Agarró uno de los artefactos de la estantería, sin dejar de mirarlo


con frialdad. —Estaba empezando con éste.

Ignoró el tono irritante de su voz. —Ah.

Ella miró el artefacto durante unos segundos y luego volvió a


mirarlo. —¿Estás...? ...¿no estás ocupado?.

La ligera molestia aumentó. —Molly—. Él mantuvo su tono suave.


—Hice tiempo. Quería verte.

Puede que Titus no sea el mejor para entender los grandes


sentimientos, pero entendía bastante bien las conexiones básicas. A la
gente le gustaba ser apreciada, y le consternaba que Molly respondiera
tan mal a su visita sorpresa.

—Simplemente no quiero que te distraigas conmigo—, le dijo. —


Sé que estás ocupado, y yo... no quiero estar en tu camino.

La irritación de Titus desapareció. ¿En su camino? Vio la cruda


vulnerabilidad en su rostro y se dio cuenta de lo que realmente la
molestaba. —No crees realmente que me estorbas, ¿verdad?.
Los labios de ella se curvaron en una sonrisa, pero sus ojos
permanecieron tristes y vidriosos. —Supongo que... a veces. La manada
es muy importante para ti, y me siento muy mal por distraerte de ella y
no dejarte hacer tu trabajo.

Entrecerró los ojos y la estudió detenidamente. Alguien le estaba


susurrando veneno al oído; ella no lo habría pensado así. —¿Quién ha
dicho eso?.

En cuanto terminó de hablar, se dio cuenta que había dado con el


verdadero problema. Sus ojos se dilataron ligeramente y su boca se abrió
como para decir algo, pero no salió ninguna palabra. Parecía aturdida, y
la ira ardió en su vientre.

Empezó a hablar, y fue como si se rompiera un dique y todas las


palabras brotaran, como si no pudiera parar y todo saliera a la luz.

—Siempre me ha preocupado, pero Eli vino aquí el otro día y dijo


que algunos de los otros lobos estaban preocupados porque estabas
perdiendo tu toque, y pensé que tal vez tenía razón, y no quiero distraerte
de nada, porque sé lo importante que es y...

El resto de sus palabras se interrumpieron cuando su sangre


comenzó a latir en sus oídos. Eli. El puto pedazo de mierda había estado
oculto desde que Titus lo había reprendido en el bosque aquel día, pero al
parecer, había vuelto a hacer lo que mejor sabía hacer: ser un puto
escurridizo y manipular a los demás. ¿Y vino aquí? ¿Se atrevió a hablar
con Molly, sabiendo que estaba bajo la protección de Titus?

Le dijo a Eli que se mantuviera alejado de Molly, pero sabía que


tarde o temprano, trataría de arruinar las cosas. Titus no iba a dejar
que Molly se convirtiera en un peón en los juegos de poder de Eli. Dejó
claro que Molly era suya, y que si volvía a acercarse a ella, se estaba
metiendo con el lobo equivocado. Pero lo hizo.

Dos veces.

No habría una tercera vez.

Un gruñido bajo escapó de su garganta desde lo más profundo de


su pecho, y miró a Molly. Parecía... asustada.

No por mucho tiempo.

—Me encargaré de eso—. Se dio la vuelta y comenzó a dirigirse


hacia las puertas que conducían al resto del complejo. —Quédate aquí.

Ella dio unos pasos tras él. —Espera, Titus, no hagas nada...

—Molly, por tu propia seguridad, quédate aquí.

Sus pasos se detuvieron cuando él atravesó las puertas. Bien,


pensó. Quédate donde sé que estarás bien.

Titus había mostrado misericordia a Eli, antes. Debería haberlo


desterrado, cuando lo había desobedecido la primera vez, cuando había
agarrado la mochila de Molly hacía meses. Eli había desobedecido una
orden directa de dejarla en paz, pero Titus había sido estúpido. Tuvo
piedad de Eli por lo bueno que era en su trabajo.

Pero al diablo con eso. La manada no podía sobrevivir con alguien


que constantemente provocaba problemas, y Eli se había salido con la
suya durante demasiado tiempo. Fue demasiado lejos, y ahora Titus no
podía esperar a enviar a ese desgraciado para siempre. Desde que asumió
el papel de Alfa, Eli no había sido más que una espina en su costado.
Pero eso se acababa hoy.

Titus sacó su teléfono del bolsillo y llamó a Seth. Necesitaría a su


Beta para esto. Tanto el Alfa como el Beta debían estar allí, para
desterrar a alguien. Después de unos segundos, Seth respondió.

Titus salió de la sala de artefactos y se dirigió a la parte de


Investigación y Desarrollo del complejo. Otros lobos en el patio lo vieron
y se apartaron del camino. —Reúnete conmigo en Investigación y
Desarrollo.

Seth hizo una pausa. —¿Todo bien?.

—Sólo reúnete conmigo.

—Estaré allí en treinta segundos.

Titus colgó. Pedazo de mierda. Eli realmente pensó que no se


enteraría. Al fin y al cabo, ahí era donde destacaba: creando conflictos.

Titus se había distraído y, de hecho, una vez que Molly estavo cerca,
rendía más que nunca en el trabajo. Ella lo motivaba a hacer más y a ser
mejor, así que la idea de que la manada estaba empezando a hablar, era
una chorrada. Sólo había una persona que estaba difundiendo mierda
sobre Titus, y ese miembro estaba a punto de recibir una patada en el
culo.

Mientras se dirigía a la oficina de Eli, reflexionó sobre lo que éste


había hecho. Había intentado manipular a Molly para que rompiera con
ella, haciéndole sentir que lo agobiaba, cuando la verdad era que con ella,
era lo mejor que había hecho nunca. Alcanzó a ver a Seth salir corriendo
de otra ala, con un traje completo y una expresión preocupada. En cuanto
vio la cara de Titus, sus ojos se abrieron de par en par.
—¡Titus!—, dijo mientras se ponía en fila junto a él. —¿Qué está
pasando?.

—Estamos desterrando a Eli—. Intentó mantener la compostura


lo mejor que pudo, a pesar de las ganas que tenía de atravesar la pared a
puñetazos. Seguía siendo el Alfa, y necesitaba mantener el equilibrio.

Seth aspiró un rápido y sorprendido aliento. —Oh—, dijo. —¿Qué...


qué pasó?.

—Desobedeció otra orden—, gruñó Titus. —Intentó intimidar a


Molly después que le ordenara que se alejara.

Los ojos de Seth se abrieron de par en par por la sorpresa.


Probablemente se preguntaba qué demonios le había pasado a Eli. Era
un bastardo astuto, pero no se había atrevido a hacer algo así antes. —
Finalmente lo hizo, entonces.

Titus atravesó el último conjunto de puertas dobles, con Seth


pisándole los talones. Eli estaba de espaldas a las puertas, hablando con
sus subordinados. Allí estaba, haciendo su trabajo diario como si no
hubiera desobedecido otra orden, como si no hubiera tratado de intimidar
a alguien que le importaba mucho a Titus, como si no estuviera a punto
de entregar el culo después de todos estos años.

—¡Eli!.

Esto terminaba, ahora.


Molly se apresuró a seguir a Titus y esperó no haber causado un
gran problema.

Nunca había visto esa mirada en sus ojos. Titus tenía un instinto
de protección increíblemente poderoso. Se aferraba a él como a una
segunda piel. Se tomaba la seguridad de la manada muy en serio. Tenía
que ser el protector, el salvador de todos. Consideraba a todos y cada uno
de los miembros de esa manada como su familia, y moriría por ellos sin
dudarlo sólo porque estaban bajo su protección. Y ella caía bajo esa
protección.

El lobo salvaje que llevaba dentro no respondía bien a las


amenazas, y cuando le contó lo de Eli, el depredador se hizo cargo y vio
su rabia animal por primera vez.

Cuando le habló de Eli, algo le había sucedido.

Salió otro lado que ella nunca había visto.

Furia.

Había estado frustrado antes, o estresado, pero no era nada


parecido a los cambios que lo invadieron entonces. Su cuerpo se había
tensado hasta que una vena de su garganta palpitó de forma evidente, y
ella vio al lobo agitándose bajo su piel. Parecía más grande, de alguna
manera, y más aterrador que de costumbre. Sus rasgos se afilaron y las
puntas de sus caninos descendieron hasta ser apenas visibles bajo su
labio superior. Sus ojos se oscurecieron y las pupilas se redujeron. Ojos
de depredador.

Era exactamente lo que ella temía.

No quería que fuera por Eli, no por ella, no si iban a llegar a las
manos. Hacía años que se estaba gestando un gran conflicto entre ambos,
y ella no quería ser la razón por la que estallara. Titus ya había explicado
su relación y su historia de fondo.

Persiguió a Titus mientras éste se acercaba a Eli, deslizándose por


la puerta detrás de Seth, mientras Titus gruñía el nombre de Eli.

Lucía... aterrador. Nunca lo había visto tan enfurecido. Se veía


como un dios furioso. Incluso Seth parecía mantener la distancia. Con el
corazón palpitando tan fuerte, observó horrorizada cómo Eli se giraba
despreocupadamente.

—¡Titus!— Los ojos de Eli se abrieron de par en par y vaciló,


pareciendo que estaba mirando la cara de la muerte. —¿Qué estás...?

—Te advertí que te mantuvieras alejado de ella—, replicó Titus. —


¡ Te lo advertí!.

Titus levantó un puño y golpeó a Eli en la barbilla, con fuerza. Eli,


que no era rival para el poderío físico de Titus, se desplomó en el suelo y
cayó de culo. Miró fijamente a Titus y se frotó la mandíbula, con el odio y
la furia compitiendo por el dominio de su rostro.

—Levántate—, gruñó Titus. —No hemos terminado.


El resto de los empleados se dispersó y Seth soltó una maldición
en voz baja. Las cosas acababan de cambiar fundamentalmente, y todos
los presentes lo sabían.

—¡No te mereces esta manada!— gritó Eli. Giró la cabeza y escupió


sangre. —¡Eres un maldito humano! No mereces liderarnos, si no puedes
dejar de pensar con tu pene.

Molly no podía ver la cara de Titus, pero su ancha espalda se


agitaba con su rabia. —Yo, Titus Carston, invoco mi derecho como Alfa a
desterrar a Eli Barret de esta manada, a partir de ahora y para siempre,
para que no se le permita volver a entrar y se le prohíba el contacto con
cualquier miembro de la manada.

Molly podría haber oído caer un alfiler.

Todo el mundo se quedó helado, incluso los ojos de Eli se abrieron


de par en par por la conmoción, mientras su mano se detenía contra su
dolorida mandíbula. Por un momento, todo quedó en silencio con el peso
del destierro suspendido en el aire. Seth, de pie detrás de Titus, bajó la
vista antes de volver a mirar a Eli con una mirada decepcionada, pero
resuelta. —Yo, Seth Everest, confirmo como Beta, este destierro.

Por un momento, todos se quedaron sin palabras. Incluso como


forastera de la manada, Molly sintió que se le apretaban las tripas
mientras miraba a los demás. Contuvo la respiración cuando la rabia de
Eli se hizo evidente.

—¿Me estás desterrando? ¿Después de todo lo que he hecho por


esta manada?— Sus ojos se fijaron en Molly, y su valor se encogió. —Tú
lo has metido en esto.

Titus volvió a dar un paso hacia él, llamando la atención de Eli. —


Sal de aquí. Ahora.

Eli se puso en pie, mirando al resto de los presentes como si


esperara que lo apoyaran. Cuando nadie lo hizo, su expresión cambió, la
rabia dando paso a la humillación. Probablemente pensaba que tenía más
aliados que eso. Si alguien lo había apoyado alguna vez, ahora se quedaba
callado. Mostró los dientes, teñidos de rojo por su sangre.

—Te vas a arrepentir—, espetó, dejando de lado a Titus mientras


se dirigía a la puerta, pasando por delante de Seth y Molly. Se detuvo en
la puerta y se giró como si estuviera a punto de lanzar otra amenaza. —
Tú...

Titus, con los ojos todavía duros y enfadados, dio un paso hacia él,
y Eli aparentemente decidió no hablar. Envió una última y fulminante
mirada a Molly antes de salir por la puerta y cerrarla de golpe.

Eli se había ido.

La habitación permaneció en silencio. Nadie dijo nada, o tal vez


simplemente no sabían qué decir. Ella sintió el peso del destierro
colgando en la habitación, aunque no comprendiera toda la profundidad
de lo que acababa de suceder. Titus salió furioso, sacando su teléfono y
acercándolo a su oreja mientras ladraba una orden para que la seguridad
escoltara a Eli fuera del territorio de la manada. Pasó por delante de
Molly, dejándola allí de pie con sólo Seth y los sorprendidos miembros del
departamento de Investigación y Desarrollo.

Seth soltó un bufido de incredulidad, mirando la puerta cuando se


cerró detrás de Titus. —Que me parta un rayo. Por fin ha ocurrido.

—Es mi culpa—, dijo alrededor del nudo en la garganta. —Yo causé


esto.
Seth miró a Molly, y su comportamiento amistoso volvió a brillar.
Ella no conocía bien a Seth, pero por todo lo que sabía, le gustaba. Era un
buen amigo de Titus y su personalidad relajada parecía equilibrar las
tendencias Alfa de Titus.

Cuando habló, su tono era suave. —Esto no fue tu culpa, Molly.


Esto se ha estado gestando desde que éramos niños.

Ella bajó la mirada, con las tripas revueltas por sus confusas
emociones. Se alegraba de que Eli se hubiera ido y que Titus saliera en
su defensa tan rápidamente, pero por otro lado, no podía quitarse de
encima la sensación de que había hecho algo malo. —Tal vez... pero yo fui
la gota que colmó el vaso.

—No te des demasiado crédito—. Seth le sonrió, aparentemente


imperturbable. —Si no hubieras sido tú, otra cosa lo habría hecho.

Por un momento, ninguno de los dos habló. El corazón de ella aún


se aceleraba dentro de su pecho, y sentía que tenía que hacer algo, pero
la gravedad de la situación aún no se había asentado. Todavía estaba
conmocionada. Hace diez minutos, estaba sola en la sala de artefactos, y
ahora, su compañero había golpeado a Eli en la mandíbula y lo había
desterrado. Porque la estaba protegiendo a ella. Salió al exterior,
entumecida, empujando las puertas y tomando asiento en un banco del
exterior.

Miró el recinto. Nunca se había aventurado en esta parte de las


instalaciones, pero pudo ver a algunos de los lobos caminando y haciendo
su vida normal. Algunos cuchicheaban entre ellos, mirando en una de las
direcciones a las que se habían dirigido Titus o Eli.

¿Qué demonios había pasado con su vida?


Todavía recordaba cuando lo que más le molestaba, era Carl y su
comportamiento inapropiado. Por aquel entonces, su vida era aburrida y
sosa. A veces, iba a observar a las parejas mayores mientras paseaban
por el museo y hablaban de los objetos expuestos.

Ahora, acababa de ver una pelea -corta y unilateral- entre un


multimillonario lobo y su rival en el recinto exclusivo para lobos, por ella.

Y, sencillamente, no estaba bien preparada para enfrentarse a eso.

Se sentía como si estuviera viviendo una loca y extraña fantasía,


en la que hombres magníficos y peligrosos luchaban contra otros hombres
por ella. Seth podía decir todas las cosas buenas que quisiera. Lo
apreciaba, de verdad, pero tenía ojos y oídos, y sabía que la pelea era por
ella. Eli y Titus habían mantenido un equilibrio muy delicado durante
años y años, y las cosas se desmoronaron cuando ella llegó.

Eli podía irse a la mierda. Él no le importaba. Pero a ella sí le


importaba Titus, y su presencia acababa de motivarlo a desterrar a un
líder muy exitoso, de su división más importante. ¿Qué pasaría ahora?
Seguramente, alguien podría ocupar el lugar de Eli, pero eso no era una
garantía.

Titus sabía lo que estaba haciendo. En el momento en que le contó


lo que Eli había dicho, supo que Titus no lo toleraría.

Odiaba que las cosas se hubieran salido tanto de control, y odiaba


que Eli la presionara, cuando debería haberse mantenido al margen de
los asuntos del Alfa. Él fue el que arruinó todo aquí, no ella. Esa no era
su carga, y sabía que Eli tenía su merecido. ¿Por qué tenía que venir a
amenazarla y arruinar todo? Sus dedos se hicieron un ovillo de
frustración y el nudo se hizo más fuerte en su garganta.
Pero otra parte de ella se sentía muy querida por lo que acababa
de ocurrir.

Durante toda su historia sentimental, ninguna de sus parejas la


había defendido así.

Titus la había protegido. Tal vez con más violencia de la que


esperaba, y tal vez deseaba que las cosas hubieran funcionado de otra
manera, pero él había estado ahí para ella sin dudarlo. Puede que todavía
sea terrible para expresar sus emociones, pero sus acciones le decían lo
importante que era para él.

Y eso la hacía feliz, estuviera bien o mal.

Esperaba no volver a ver esa mirada aterradora en sus ojos. Eli


tuvo suerte de que Titus sólo le hubiera dado un puñetazo. No tenía ni
idea de lo que Titus podría haber hecho si Eli se defendía. Pero
probablemente habría sido una paliza. Eli tenía suerte de haberse ido tan
bien como lo había hecho.

Casi de improviso, Titus apareció en su marco de visión desde el


otro lado del patio. Sus hombros seguían tensos, pero sus movimientos se
habían ralentizado, como si ya no estuviera encendido por su ira. La miró
fijamente y ella le devolvió la mirada en señal de invitación silenciosa.

Se puso de pie, mirándolo mientras él cruzaba el patio, con la


silueta del sol detrás suyo. Era un poco más alto que ella, y el sol por
detrás, lo hacía más bien una silueta, que otra cosa. Tenía un aspecto
fuerte y peligroso, su poderoso físico estaba cubierto por unos pantalones
y una camisa de vestir arremangada hasta la mitad de los brazos.

Se detuvo justo delante de ella, lo suficientemente cerca como para


tocarla. —¿Estás bien?.
Su voz profunda retumbó desde su centro, y ella asintió en silencio.

La abrazó y ella se fundió en su cuerpo, sintiendo el suave golpe de


su corazón contra su mejilla. Lo abrazó con fuerza, y cuando él empezó a
soltarla, apretó más. Todavía no. Quería sentir esto un poco más.

Y él obedeció fácilmente.

—Gracias—, susurró ella en su pecho.

Aunque él no dijo nada, le dio un suave apretón para reconocer su


afirmación.

Quería quedarse allí para siempre, los dos solos. Se sentía bien
estar protegida como uno de los lobos, aunque sabía que le llevaría tiempo
manejar sus emociones desordenadas y la culpa por el destierro de Eli.

Había tenido miedo de Eli desde aquel primer día. Esperaba y


rezaba para no volver a verlo, pero ahora se había ido. Desterrado,
presumiblemente para no volver a verlo. Sin embargo, no pudo evitar la
sensación de que no había visto lo último de él.

Así que el abrazo duró un poco más.


Titus no quería volver a ver ni saber nada de Eli, pero aun así, el
lobo desterrado le enseñó una valiosa lección.

Titus amaba a Molly.

No podía seguir ignorando sus sentimientos después de saber que


Molly podría estar en peligro.

Eli siempre había sido un imbécil baboso y engañoso. Había jugado


ese juego con mucha gente y, aunque nunca había sido tan estúpido como
para que lo pillaran, Titus había visto ese comportamiento en él, una y
otra vez. Era frustrante, claro, pero nunca tan malo como el
comportamiento de Eli con Molly.

La furia de Titus lo sorprendió y lo dejó sin palabras, y se dio


cuenta que su reacción era mucho más fuerte de lo que hubiera previsto.
Lo golpeó como una tonelada de ladrillos mientras se alejaba de la pelea,
flexionando los nudillos doloridos, resoplando rápido y furioso.

La amaba.

Siempre se alegraba de verla. Sonreía cuando ella entraba en la


habitación, y sus sonrisas y elogios se sentían como el sol. Quería verla
florecer en todos los aspectos de su vida.
Ahora que Eli le había hecho un favor y le había demostrado lo
mucho que sentía Titus por Molly, éste tenía que enfrentarse a la música.

Ella no era reemplazable. Ni en su vida, ni en su cama, ni en su


corazón.

Después del destierro de Eli, Molly seguía pareciendo apagada.


Estresada, a pesar de que Eli no estaba en ninguna parte. Todavía
parecía caminar con aprensión. Y una crujiente mañana, supo por qué.

—Buenos días, dormilona—, dijo Titus. Se inclinó y tocó con cariño


el trasero de Molly, cubierto por la manta. —Es hora de ponerse a trabajar.

Molly refunfuñó y se echó la manta por encima de la cabeza,


dejando a la vista sólo unos mechones de pelo oscuro. —Vuelve en una
hora.

Se rió mientras tiraba de las mantas, dejándola aferrada sólo a


una almohada con su camiseta de gran tamaño. —No. Hoy no—.

Ella levantó la vista hacia él, parpadeando con sueño, y él notó sus
ojos rojos e hinchados. Su sonrisa cayó.

Ella apartó la mirada, pero no hizo ningún esfuerzo por ocultar sus
ojos. —No he dormido muy bien.

Se sentó a su lado, rodeándola con un brazo. —Háblame, Molly.


Por favor. Algo pasa y no sé qué puedo hacer.

Sus ojos permanecieron bajos. —Es que...— Se mordió el labio. —


No puedo dejar de pensar en Eli. Sigo pensando que va a venir por mí.

A Titus se le heló la sangre al imaginarlo. Se vio obligado a soltar


los dedos sobre los hombros de ella. —Que lo intente—, gruñó. —No
dejaré que te pase nada. He cambiado los horarios de los guardias y lo he
dejado fuera del sistema. No va a volver, y si lo hace, no se irá.

Soltó un profundo suspiro. —Lo sé—. Le sonrió y le dio un beso en


los labios. —Sólo llevará tiempo.

Él la rodeó con sus brazos para protegerla. —No hay nada en este
planeta que pueda atravesar mi camino para hacerte daño. Te doy mi
palabra.

Lo decía en serio.

Mientras ella lo apretaba con fuerza, y un poco de ese miedo se


desvanecía de sus ojos y su personalidad normal brillaba más, él se dio
cuenta de algo.

Tal vez era hora que Titus se planteara sentar la cabeza. Traer a
Molly a su vida, compartir una vida juntos, o la alternativa. Estar solo y
ser miserable.

No era una elección difícil.

Seguían prosperando como pareja, pero él tenía muchas cosas que


afrontar en la manada. La ausencia de Eli fue un duro golpe para la
compañía. Les llevó algún tiempo, pero junto con Seth, encontraron un
sustituto y, tras algunos ajustes, la manada empezó a funcionar de nuevo
sin problemas, como una máquina bien engrasada.

Las cosas seguían siendo sólidas con Molly, y entonces, un día, hizo
algo tan estúpido que arruinó las cosas.

El plan había sido estupendo: planeó una elaborada cita en lugares


del recinto que significaban mucho para ella, con una encantadora cena,
un masaje y luego observación de las estrellas y vino, para terminar la
noche. Al final de la noche, le diría lo que sentía y le preguntaría si podían
ir más allá.

Aquella mañana, temprano, pasó por la sala de artefactos y vio que


ella estaba en su despacho del fondo, hurgando en algo y garabateando
notas en un bloc de notas. La observó, desconcertado por su proceso y su
paciencia. Por algo era la investigadora y él no.

Ella levantó la vista hacia él, y al instante, supo que estaba


molesta por algo. No se iluminó como de costumbre y parecía distraída.

—Hola, Titus—, dijo con brusquedad.

Entró en su despacho y la vio moverse entre sus apuntes, unos


cuantos libros abiertos, su portátil y el artefacto. —¿Cómo van las cosas?.

Tecleó algo en su portátil. —Bien.

La miró con desconfianza. —No te creo.

Ella lo miró y luego volvió a mirar lo que estaba haciendo. —Éste,


está siendo terco. Casi lo tenía. Y la magia, simplemente... se arrugó. No
puedo volver a establecer una buena conexión con él, y me está volviendo
loca. Y estoy tan agotada.

Titus apenas la escuchó. Estaba más que nada tratando de seguir


con el plan: encontrar un buen momento para decirle que se preocupaba
por ella. —Vamos a salir—, dijo. —Yo invito.

Lo miró antes de teclear algo más. —¿Podemos hacerlo más tarde?.


Él se tragó el nerviosismo que se enroscaba en su pecho. —Hazlo
más tarde. Lleva cien años aquí sentado. ¿Qué es un día más?

Molly le devolvió la mirada. —No funciona así. Por fin lo he puesto


en funcionamiento y mañana tendría que empezar de nuevo. Sería un
desperdicio.

—¿Realmente vas a luchar contra mí en esto?— La única vez que


por fin iba a salir a la palestra, y ésta, fue la vez que ella decidió ser terca.
Por el amor de Dios, se estaba ofreciendo a llevarla a comer y ella prefería
pasar el tiempo hurgando en una piedra sin vida.

Levantó la vista hacia él, con los ojos entrecerrados por la molestia.
—Titus, no estoy peleando contigo. Sólo estoy ocupada.

—Dirijo una empresa multimillonaria y estoy haciendo tiempo.


Creo que puedes dejar la maldita piedra y complacerme.

En el momento en que las palabras salieron, supo que fue un error.

El silencio se extendió entre ellos, espeso y caliente, y deseó poder


retirarlo. Hace unas semanas, se dio cuenta que ella era quisquillosa con
su trabajo. Él respetaba muchísimo su trabajo, pero a veces se sentía
como si caminara sobre un campo de minas a su alrededor. Se frustraba
rápidamente de una manera inusual para ella, cada vez que se sentía un
poco menospreciada. Siempre era más propensa a enfadarse después de
hablar con sus hermanas.

—No puedo dejar la piedra—, replicó. —Sí, diriges una gran


empresa. Genial. Eso no significa que los demás puedan dejar lo que
están haciendo cuando tú quieras. Llevo horas trabajando en esto, y si lo
dejo ahora, perderé la conexión y tendré que hacerlo todo de nuevo
mañana. ¿Me has contratado para que me vaya del trabajo, o me has
contratado para que haga mi trabajo?.

Su frustración se desbordó. —Te contraté para...— Respiró


profundamente y se apretó el puente de la nariz mientras recuperaba la
compostura. Tenía que tener cuidado, todo el mundo tenía que tener
cuidado, sobre hablar de su trabajo en comparación con las cosas. —Molly.
Sólo...

Había cosas positivas y negativas en las relaciones, y ésta, era una


de las negativas. Para cualquier otra persona, él simplemente les
ordenaría hacer algo, pero con ella, tenía que ser delicado. O al menos
tenía que intentarlo. Se frotó la frente. —Es importante.

Ella lo estudió detenidamente, y algo de su ira se enfrió. Siempre


había sido astuta y sabía leer entre líneas. Aunque no bajó sus armas
emocionales, quitó el dedo del gatillo. —¿Qué es importante?.

Simplemente lo es, maldita sea. Aunque pasaran el resto de sus


vidas juntos, sólo podría hacer esta gran confesión una vez. Podría
meterse con los artefactos todos los días durante el resto de su vida, si
quisiera.

Respiró profundamente. Al mismo tiempo, decirle sus


sentimientos ya era difícil, y decírselo cuando estaba enfadada con él,
simplemente no iba a suceder. —¿Cena?.

Ella entrecerró los ojos con curiosidad. Todo el enojo se había ido,
y parecía más bien curiosa por lo que estaba pasando ahora. —Si es un
gran problema, puedo faltar al trabajo.

—Vamos a cenar—. Además, puntos extra: más tiempo para


pensar en cómo quería decirlo.
Ella dudó, luego asintió. —Terminaré con esto y me reuniré contigo
para cenar.

Titus forzó una sonrisa. Molly, como todo el mundo, tenía altibajos,
y hoy estaba deprimida. La quería, pero a veces deseaba que no fuera tan
sensible con el tema del trabajo. Tenía sus puntos calientes, y lo sabía,
pero a veces sentía que no había nada correcto que decir. Incluso cuando
le decía lo que sentía honestamente por su trabajo, ella pensaba que
estaba siendo sarcástico porque la apoyaba demasiado. Era un trabajo
duro que él nunca podría hacer, ¡y esa era la verdad!

Se sacudió y se fue. Fuera lo que fuera lo que le ocurría a ella,


decidió no preguntar. Algunos hombres eran románticos y muy buenos
para hablar de sus sentimientos, pero él no lo era. Preguntaría qué le
pasaba, y eso, de alguna manera, siempre sería lo incorrecto. Si quería
hablar, sabía dónde encontrarlo, y él estaría encantado de intentar
ayudar. Pero por ahora, le daría espacio para averiguar lo que estaba
pasando.

Además, le vendría bien el resto del tiempo para hacer algo más
de trabajo. El sustituto de Eli había presentado algunos proyectos para
que los revisara. Titus había planeado hacerlo en algún momento del día
siguiente o así, pero podría lanzarlo ahora y ver qué tenía en mente el
tipo.

Decidió que pasaría el resto del día trabajando. Así no tendría que
pensar en su ansiedad y sería productivo.

Todos saldrían ganando.

Y luego, esta noche, tendría que volver a armarse de valor.

Malditas emociones complicadas.


Molly se sentía... extraña.

Exhausta.

Molly odiaba esa sensación. Incluso cuando se levantaba y se


movía, el agotamiento la seguía.

Había luchado con esa maldita daga durante semanas en el museo


y no se había frustrado tanto con ella, como con el artefacto actual
después de unas pocas horas de estar jugando con él. Y hace dos días, se
había sentido molesta con Titus por... bueno, ni siquiera estaba segura.
Simplemente lo estaba.

Titus tenía razón sobre el artefacto. No había sido tocado ni


activado en mucho tiempo, y tenía sentido que la magia que contenía
fuera tenue y escurridiza. Ella ya lo sabía, y todos los demás artefactos
habían sido iguales. Pero eso no le impidió sentirse frustrada.

Definitivamente le gritó a Titus, antes. Vio su expresión cuando lo


rechazó. Se había sentido herido. Enfadado. Debería haber aceptado la
invitación o no haber sido tan parca con él. Estaba aquí gracias a Titus.
Él la protegía, la cuidaba. No se sentía muy bien por cómo había ido la
conversación.

Decidió enviarle un mensaje de texto para disculparse. Intentó


agarrar el teléfono del escritorio sin pensar. Sus dedos fallaron y, al
buscarlo a tientas, lo tiró del escritorio, donde cayó al suelo junto a la
pared.

—Clavado—, murmuró en voz baja. —Ella dispara, ella anota.

Al levantarse, revolvió sus papeles y sus ojos se posaron en el


calendario.

Más concretamente, en los días tachados en los que había tenido


la regla por última vez.

Y aún más específicamente, en todos los días que habían pasado


desde que había dibujado una gran X roja en el día.

Sus ojos se abrieron de golpe y soltó un grito ahogado al darse


cuenta de por qué estaba tan cansada.

No.

No podía ser.

Su ritmo cardíaco se disparó y se sintió repentinamente mareada


incluso pensando en lo que podría significar. Habían sido tan cuidadosos.
Todo su mundo empezó a girar ante ella y se apoyó en la pared para
sostenerse. No podía estar embarazada. Por el amor de Dios, no estaba
preparada para ser madre. Ni siquiera separaba los blancos de los colores.
¿Cuidar a un niño? ¿Y cómo reaccionaría Titus? ¿Y la manada?

Se obligó a respirar profundamente. Bien. No estaba segura de


estar embarazada, todavía no. El agotamiento probablemente no estaba
relacionado. ¿Quizás? No era probable, pero no podía entrar en pánico
todavía. Podría entrar en pánico más tarde, pero por ahora, tenía que
obtener una respuesta.

Estuvo a punto de correr a la tienda para hacerse una prueba,


antes que su agotado cerebro recordara que era una bruja. Aunque fuera
una mierda de poder, seguía siendo una bruja y podía lanzar un hechizo
para averiguarlo inmediatamente. Ese tipo de hechizo requería el
equivalente mágico de pedirlo amablemente. Un niño de diez años podía
hacerlo, así que se sentía bastante segura de su capacidad para hacerlo.

Buscó un hechizo rápido en su teléfono, pero era difícil de ver. Sus


manos temblaban muy levemente, a pesar de sus mejores esfuerzos por
mantenerlas quietas, y el pequeño texto se movía frente a ella. Se obligó
a relajarse.

Rápidamente tomó una hoja de papel en blanco y garabateó las


runas. Trató de suavizarlas, pero terminaron movidas por sus manos
temblorosas. No importaba. Funcionarían de todos modos. Miró
alrededor de su oficina en busca de una vela. ¿Donde estaba? La utilizó
hace unos días para uno de los artefactos, y luego la dejó y ... allí.

La tomó y colocó delicadamente la vela de cera perfumada en


medio de la runa de su escritorio. En unos momentos, la vela se
encendería o permanecería como estaba. Si se encendía, el aroma fresco
de la noche de verano y el fuego, le harían saber en ese mismo momento,
que estaba esperando.

Ella respiró hondo. Calma. No entres en pánico. Cerró los ojos y


trató de concentrarse, forzando su respiración a estabilizarse y tratando
de aliviar la sangre furiosa que la recorría.
Inhala lentamente, exhala lentamente. Eso es. Calma...

Abrió los ojos y colocó las manos a ambos lados del papel. Leyó las
palabras mágicas en la pantalla de su teléfono. Sus dedos comenzaron a
zumbar con calidez, cuando la magia se formó alrededor de sus dedos
antes de viajar a través de su cuerpo, como una corriente eléctrica, no
dolorosa, pero hormigueante e incómoda. Agarró la magia y metió más en
el hechizo. Era agradable y manejable, tal como a ella le gustaba.

La magia bailó en ella mientras terminaba el breve y simple


hechizo. Justo cuando dijo las últimas palabras, miró la vela expectante.

Y no pasó nada.

Simplemente se quedó allí, como una vela perfectamente normal.


No se encendió y no pasó nada. Debió haberse equivocado. Sus hombros
se hundieron hacia adelante. Se sintió aliviada, seguro, pero... bueno, tal
vez la idea de estar embarazada de Titus era algo que no habría sido tan ...

La vela se encendió.

Su aliento se quedó atascado en su garganta, en el segundo en que


la diminuta llama apareció. Un escalofrío recorrió su cuerpo y sus dedos
se agarraron al borde del escritorio.

Molly estaba embarazada del hijo de Titus.

Se hundió en su silla como un saco de patatas, mirando fijamente


la pequeña llama que ondeaba en la brisa del aire acondicionado.
Encendida. Ella iba a ser madre y el padre era un cambiaformas Alfa
multimillonario.

Se sentó durante al menos diez minutos, mirando fijamente la


llama danzante. El hechizo nunca estuvo mal. Qué ... ¿Qué debería hacer
ahora? ¿Decirle a Titus? Pero ... ¿cómo? ¿Cómo reaccionaría? ¿Estaría
feliz? ¿Asustado como ella? ¿Y su hijo? ¿Sería el próximo Alfa? ¿Cómo
funcionaría eso, ya que ella no era un lobo?

Se inclinó hacia adelante sobre el escritorio, los ojos aún clavados


en la llama, y se tapó la nariz con las manos mientras sus fosas nasales
se ensanchaban con respiraciones rápidas. Sintió que podía oír la sangre
latiendo en su cráneo.

Bueno. Respira. Relájate.

Ella no sabía todas las respuestas en este momento, y eso estaba


bien. No tenía por qué hacerlo. Ella, ambos, tenían tiempo para resolverlo.
Acababa de enterarse algo enorme, algo que le cambiaría la vida. No
podía esperar estar operando a plena capacidad en este momento.

Se acercó el teléfono a la oreja y llamó a la única persona que


sabría qué hacer: Zoey. Su hermana mayor siempre tuvo un plan, desde
que eran niñas.

Sonó un par de veces mientras Molly pensaba en cómo explicarlo.


Las cosas se habían complicado con Titus, así que no les había contado
todo, exactamente. Por lo que sabían sus hermanas, Titus era su
empleador y eso era todo.

Zoey contestó, pero respiraba con dificultad. —¡Oye, Molly! Solo un


aviso, estoy subiendo una montaña nevada y no tengo idea de si perderé
el servicio, así que si desaparezco, no es nada de lo que dijiste. ¿Qué
pasa?—

Molly abrió la boca y la cerró. —Yo, um... Necesito hablar contigo.


La voz de Zoey cambió a un tono preocupado. —¿Estás bien?
¿Necesitas que patee el trasero de alguien?.

Molly resopló con diversión, pero la aplastante realidad de la


situación se apoderó de ella un segundo después y la sonrisa se
desvaneció. —No, no es así. Estoy…— Como una gomita elástica. —Zoey,
estoy embarazada.

Sabía que sería difícil de decir, pero no tenía idea del impacto que
tendría oírlo en voz alta. Su estómago se tensó incluso al escucharlo.

Zoey hizo una pausa, y por un segundo, Molly pensó que su


hermana había perdido el servicio antes de escuchar una respuesta. —Tú
estás... ¿Qué? ¿Cómo? ¿Estás viendo a alguien?

Molly miró hacia la puerta abierta de su oficina en el salón de los


artefactos. —Estoy saliendo con Titus. Es complicado—. Las náuseas
habían vuelto, pero esta vez por diferentes motivos. Su relación era
compleja y nunca había tenido que explicárselo a nadie, y nunca antes
habían hablado de un compromiso a largo plazo. Pero estaban juntos, en
lo que a ella respectaba. ¿Correcto?

Zoey jadeó en el teléfono. —Bueno, entonces está bien. Estás viendo


a un multimillonario. Naturalmente—. Se rió. —¡Es una noticia increíble!
¡Felicidades!.

Molly no estaba del todo segura de lo que esperaba de su hermana,


pero un apoyo entusiasta fue sorprendente. —Bueno, ¿cómo le digo a
Titus? Él es ...— ¿Emocionalmente distante? ¿Complicado? —Ocupado.
Me invitó a cenar hoy —. Mientras hablaba, la idea se posicionó cada vez
con más confianza. —Entonces se lo diré.

—De ninguna maldita manera...— Zoey murmuró, antes de volver


a la carga. —¡Lo siento! Acabo de reconocer a alguien a quien no
esperaba ver aquí. ¿Qué haces aquí arriba?— Se interrumpió de nuevo.
—¡Sí! Contarle a Titus durante la cena es un gran plan. Diez de diez. Lo
recomendaría.

Molly se aclaró la garganta. —No sé cómo decirlo, pero...

—Estás nerviosa por lo que dirá—, supuso Zoey. —Te preocupan las
implicaciones de que él sea un Alfa, y estaría dispuesta a apostar que te
estás machacando, en este momento.

Molly quiso encontrar algo malo en esa afirmación, pero se quedó


en blanco. —Me conoces tan bien—. Se rió con un ligero borde nervioso.

Zoey sonaba distraída. —Confía en ti misma, Molly. Si estás con


este tipo, no tengo ninguna duda que es bueno para ti. Solo díselo, pero
prepárate para que necesite unos minutos para alucinar. Los Alfas de la
manada pueden ser idiotas. Si son el uno para el otro, estará bien.
Relájate, ¿de acuerdo?.

La ansiedad de Molly comenzó a desvanecerse. De acuerdo, todavía


estaba casi segura de que Titus era su compañero predestinado. Eso, o su
extrañamente caliente conexión, fue una coincidencia. No era probable.
Si Titus era su compañero predestinado y ella confiaba en que lo era, las
cosas estarían bien. Funcionaría. Si no ... bien ... ella cruzaría ese puente,
cuando llegara a él.

Escuchar a Zoey explicar las cosas, hizo que todo pareciera mucho
más manejable. Zoey nunca entró en pánico. Ella era una roca emocional.
Desde que eran niñas, Zoey había estado allí para calmarla. Molly sabía
que tenía una tendencia desagradable a pensar demasiado las cosas y
ponerse nerviosa, que era parte de la razón por la que eligió un campo de
investigación tranquilo, en lugar de una ocupación de mayor estrés. Le
gustaba que las cosas fueran predecibles y sensatas, y tener un bebé
sorpresa con un lobo Alfa multimillonario, era lo más alejado de lo
predecible y sensato que alguien podía ser.

Respiró hondo y se frotó la cara. Ella podría hacer esto. Esto podría
ser estresante, pero todo saldría bien. Tenía que creerlo. Mientras
agradecía a su hermana por su consejo y la dejaba volver a lo que la
distraía tanto, Molly trató de concentrarse en lo positivo. Casi no tenía
idea de cómo reaccionaría Titus. Ninguna. A ella le gustaría imaginar que
sería feliz, pero él nunca había hablado de niños y, honestamente, no
conocía sus sentimientos hacia tener hijos.

Las horas pasaron con una lentitud agonizante. Intentó volver al


trabajo, pero no podía dejar de mirar la vela sobre su escritorio, mientras
se consumía lentamente. Apagarla le parecía mal. Puso un plato debajo
de ella y la dejó a un lado para que se derritiera mientras trabajaba, pero
no logró exactamente nada, el resto del día. Su mente estaba en las nubes,
en el futuro, y su trabajo no la distraía lo suficiente como para hacer algo.
Después de la quincuagésima vez que se desconectó y se perdió en sus
propios pensamientos, finalmente llegó el momento de prepararse para
ir a cenar.

Se duchó en su apartamento y, cuando sus manos pasaron por su


abdomen, se detuvo un segundo. Había un bebé ahí dentro, y era
imposible describir lo extraño que se sentía. Era demasiado pronto para
sentir los latidos del corazón, y aunque alguien la mirara fijamente,
nunca sabría que estaba embarazada. La idea la emocionaba.

Después de salir, se secó y limpió parte de la condensación del


espejo para mirarse. La última vez que se miró de forma tan crítica, había
sido la noche después de que ella y Titus hicieran el amor por primera
vez. Recordó lo sorprendida que se había sentido, lo desconocido que
había sido el rostro que tenía delante. Esto era diferente, y magnífico. Se
sonrió a sí misma en el espejo.

Molly, madre.

Le sonaba bien.

Se lo diría esta noche. Le daba miedo, y sólo esperaba que él


reaccionara bien, pero no tenía ni idea.

Si ella y Titus estuvieran casados y hubieran intentado tener un


hijo, esto no sería tan intimidante. Sentía que tenía que expresarse bien,
explicar las cosas y hacer que sonaran bien, aunque sólo fuera para ella.
¿Debía empezar por ahí? ¿Simplemente declararlo sin avisar? Tenía que
haber reglas en esto, pero si las había, ella no las conocía.

Terminó eligiendo su mejor vestido negro. Titus había dicho que se


trataba de una cena elegante, y conociéndolo, sería un lugar hermoso y
distinguido.

Más allá del embarazo, ¿qué le iba a decir Titus? ¿Sabía él que
pasaba algo? ¿Era por eso que era "importante" que ella viniera? Él no
daba sorpresas muy a menudo, así que no estaba segura de qué esperar.

Lo que ocurriera en la cena, afectaría al resto de sus vidas. Sólo


esperaba estar preparada.
Titus nunca había estado tan ansioso en toda su vida.

Tenía una vida que la mayoría de la gente consideraría estresante:


infancia aislada, Alfa de la manada, director general de una gran
empresa. La mayoría de la gente no envidiaría su horario ni la carga que
llevaba sobre sus hombros. Llevaba trabajando desde que podía caminar,
y cada vez era más difícil.

Con el paso de los años, se endureció aún más y dejó de


preocuparse por las cosas pequeñas. Diablos, dejó de preocuparse por las
cosas grandes. Parecía que cada semana había algún problema
importante, que alteraba la vida del negocio que tenía que resolver, y lo
hacía siempre. Todo en la línea se convirtió en un lunes corriente para él.
Tratar con algún problema enorme, era tan normal como una taza de café
por la mañana.

¿Pero esto? ¿Decirle a Molly lo que sentía por ella?

Joder, era difícil.

Pasó gran parte del día distrayéndose con el trabajo, pero a medida
que se acercaba la cena y se preparaba, su corazón se aceleraba por la
anticipación. ¿De qué tenía miedo? ¿De que ella no sintiera lo mismo? O
tal vez era sólo que nunca había hecho esto antes, pero se sentía como un
chico de quince años a punto de invitar a una chica a salir al baile por
primera vez.

El complejo tenía de todo, pero no era precisamente un lugar ideal


para una cita nocturna. Llamó con antelación al restaurante italiano más
bonito de la ciudad y compró el local para pasar la noche y tener algo de
intimidad. La fama tenía sus ventajas, pero era una molestia cuando
trataba de vivir su vida.

Además, no quería público. Esto debía quedar entre ellos, sólo ella
y él. Nadie más. Un momento especial.

El sol había empezado a ponerse cuando llegó al restaurante


conduciendo su coche deportivo favorito. Se encontraría con ella allí. La
luz del sol se reflejaba en los elegantes edificios de cristal y proyectaba
un cálido resplandor sobre la fachada del restaurante. Olivia's era el
mejor restaurante italiano de la ciudad, con lujosas cabinas privadas y
un menú que no se molestaba en enumerar los precios. La mayoría de la
gente tardaba meses en conseguir una mesa, pero Titus no era la mayoría
de la gente, y un cheque enorme era suficiente para conseguir el lugar
para él. Entregó sus llaves y un billete doblado al aparcacoches y entró.

El aparcamiento estaba casi vacío, salvo por los empleados. Bien.


Cuando llamó por primera vez para comprar toda la noche, se
comportaron como si estuviera haciendo el ridículo. Cuando dijo quién
era, cambiaron de opinión. Aparentemente, pospondrían cualquier
reserva con un cheque lo suficientemente grande.

Atravesó las puertas y los ojos de la empleada se convirtieron en


platillos en cuanto lo vio. —¡Bienvenido a, uh, bienvenido a Oliva's!
Tenemos su mesa esperando, Señor Carston.
Él la siguió y ella lo condujo a la mesa que había solicitado, situada
frente a un banco de ventanas que daban a la ciudad, la vista más
magnífica del edificio. Tomó asiento en los cómodos sillones, dio las
gracias a la anfitriona y miró a través de las ventanas las luces
parpadeantes de la ciudad, muy por debajo de ellos. Era un lugar
tranquilo, y se sentía como si estuviera en la cima del mundo desde allí.

Podía ver el complejo desde aquí: estaba aislado, enclavado en el


bosque. Había mucha luz, pero eso era de esperar con la magnitud de la
manada que vivía en la pequeña comunidad privada. Apenas podía
distinguir las formas de algunos edificios.

Se acomodó en la silla y consultó su reloj. Llegó temprano. Como


era de esperar. Intentó relajarse, pero sus dedos seguían golpeando la
mesa. ¿Por qué era tan difícil?

Y entonces, llegó Molly.

Estaba mirando por la ventana cuando oyó el clac-clac de los


tacones golpeando el suelo, y se giró para ver a Molly mientras seguía a
la anfitriona. Tenía un aspecto... exquisito. Llevaba un hermoso vestido
negro que se ceñía a su cuerpo, y el pelo le caía sobre los hombros, lo que
hacía que sus llamativos ojos dorados fueran aún más sorprendentes.
Parecía un ángel, un ángel hermoso, malvado y descarado. Ella le sonrió,
y él sintió que una punzada de emoción lo atravesaba.

Se sintió extrañamente cálido a su alrededor. Amado. Apreciado.


Incluso entonces, sólo con verla, se sintió más cálido y feliz.

Se puso de pie y la recibió con un beso. —Molly.


Sus ojos dorados se fijaron en los de él mientras sonreía. —Titus.

Titus le acercó la silla antes de unirse a ella en la mesa. La


anfitriona dijo algo de que vendría en un segundo a tomar su orden, pero
él no estaba escuchando. No podía pensar en nada más que en Molly al
otro lado de la mesa, en sus ojos y en cómo la amaba. El mundo se
desvaneció hasta que sólo estaba ella, su pelo negro enmarcando su cara
y un brillo en sus ojos.

—¿Qué?—, finalmente se rió.

—Sólo te admiraba—. Él sonrió. No estaba seguro de ser del tipo


doméstico, pero si alguna vez se establecía con alguien, sería con ella.

Ella sonrió y apartó la mirada con timidez. Se aclaró la garganta y


volvió a la realidad. Tomó el menú y lo ojeó, pero sólo podía pensar en lo
que les depararía la noche. Ahora que ella estaba aquí, sus nervios se
habían calmado un poco, pero aún así, admitir afecto y vulnerabilidad no
era algo con lo que se sintiera precisamente cómodo.

La cena comenzó de forma casual y sencilla. Fue cómoda y natural,


y la conversación fluyó. No hacían muchas cenas elegantes como ésta. De
vez en cuando, él quería salir y mimarla, pero por lo general, la mayoría
de las comidas provenían de cualquiera de los buenos restaurantes del
complejo. Ésta, era una noche especial, y quería hacerla valer.

Titus se fue soltando poco a poco. Esto ya no le parecía tan


aterrador. Después de todo, iba a decirle a alguien que amaba, que la
amaba. Estaba bastante seguro que ella sentía lo mismo, y era más fácil
ser vulnerable con ella que con cualquier otra persona.

A mitad de la cena, mientras ambos comían, decidió que era el


momento de exponerlo todo. A la mierda. El plan era esperar hasta el
postre, pero no podía aguantar más. Decidió entrar en el tema con
cuidado.

—¿Has conseguido que la piedra funcione?.

Ella resopló. —No, no lo hice. Me surgió algo que... me distrajo.

—¿Todo está bien, supongo?— Hizo un gesto de dolor al oírse a sí


mismo entrar en modo jefe. Era algo natural.

Ella le dirigió una larga mirada como si lo estuviera estudiando


por primera vez, antes de dedicarle una sonrisa ligeramente nerviosa. —
¡Eso espero! Pronto lo sabré.

—¿El trabajo va bien?.

Ella seguía picoteando su comida en lo que probablemente era la


conversación más formulista e incómoda que jamás habían tenido el lujo
de experimentar. —Bueno, algo así. Estoy progresando, pero encontré
una con una maldición persistente y un residuo de maldición que me la
pasó a mí. Estoy bien, pero por alguna razón, ahora soy alérgica a la
pimienta de cayena. Creo que desaparecerá.

Eso fue suficiente para sacarlo de su estupor. —¿Qué? ¿De verdad?.

Ella se rió. —Sí.

—Es una locura.

Ella miró hacia abajo. —Sí.

—Entonces—. Tomó un trago fortificante de vino. —Te pedí que


vinieras hoy, por una razón.
Lo miró mientras comía, estudiándolo con curiosidad. Ella había
estado actuando un poco extraño toda la noche, pero por un segundo, se
congeló como si él estuviera a punto de regañarla. —Yo también tengo
algo que decirte.

Se aclaró la garganta. Joder, ¿por qué era ésto, tan difícil? —Tengo
algo que decirte, algo que he estado pensando desde hace tiempo.

Sintió una energía que le recorría el corazón. Sintió que quería


levantarse e ir a luchar contra algo, pero luchó contra sus instintos y se
obligó a seguir hablando. —No podía explicar nuestra conexión al
principio, pero me ha gustado conocerte mejor, y...— Se interrumpió. Te
amo. —Estoy deseando continuarla.

Sintió una punzada de decepción. Con él mismo. ¿Qué demonios


fue eso? Toda esa acumulación, ¿y se acobardó? Una mirada
desconcertada apareció en la cara de Molly y se rió, apuñalando su pasta
con un tenedor y acercándola a su boca. —Um. ¿Yo también? Fue por eso
que me llamaste...

—Te quiero.

Se le apretó la tripa en el momento en que se le escaparon las


palabras. La conversación se detuvo en seco. Molly se congeló con la pasta
colgando del tenedor, con la boca abierta. Sus ojos se abrieron de par en
par y lo miró con sorpresa. —¿Qué?

Intentó decirlo de nuevo, pero no le salía. —Ya me has oído.

Ella lo miró sorprendida mientras una sonrisa se dibujaba en su


rostro. Dejó el tenedor y se acercó a su lado de la mesa, tirando de él en
un abrazo de oso. —Yo también te quiero, Titus.
En el momento en que las palabras llegaron a sus oídos, el alivio
lo invadió. Un alivio apacible y dulce. Era como si pudiera volver a
respirar. La estrechó entre sus brazos y luchó contra la creciente marea
de emociones en su pecho. Se sentía tan tranquilo. No, era más que eso.
Era mejor que eso, mejor de lo que había sido nunca. No pudo evitar
sonreír y admirarla, abrazándola mientras intentaba no emocionarse.
¿Qué mierda era esto? ¿Por qué tenía una influencia así? Por el amor de
Dios, ¡nada lo hacía emocionarse!

Ella permaneció pegada a él, pero sintió que su cuerpo temblaba


bajo sus manos.

—¿Estás bien?—, le preguntó. La miró con preocupación.

—Sí—. Ella lo miró con una sonrisa llorosa. —Esto va a hacer que
lo que te voy a decir, sea mucho más fácil de decir. Titus...— Se mordió el
labio y miró hacia abajo, luego volvió a levantar la vista y clavó los ojos
en él. —Yo...

Y entonces, vio las llamas que salían del recinto en la distancia.


Molly había esperado toda la noche el momento adecuado para
decirle a Titus que estaba embarazada.

Lo planeó. Esperó su momento. Estaba claro que él había tenido


algo en mente durante toda la noche, y ella decidió que sería mejor dejarlo
hablar antes de decírselo, sobre todo porque no tenía ni idea de lo que
tenía que decirle, sólo que era importante y una gran cosa.

Y entonces salió a la luz: él la amaba, y la inusual muestra de


vulnerabilidad la sorprendió y la emocionó hasta los huesos. Emocionada,
con el alivio recorriendo su cuerpo y un nuevo valor, abrió la boca para
decirle al hombre que amaba que estaba embarazada de él.

Lo miró a los ojos y todo se desvaneció. Las manos de él seguían


apoyadas en las caderas de ella por el abrazo. —Titus... Yo...

Y entonces Tito, el querido y dulce Tito, el hombre que ella amaba,


el padre de su hijo, miró por encima de su hombro y se tensó.

—¿Qué carajos es eso?—, gruñó.

Dejó caer los brazos y dio unos pasos hacia las ventanas, dejándola
allí de pie como una idiota con la palabra "embarazada" casi fuera. Ella
titubeó un segundo, todavía en estado de shock. Después de toda esa
acumulación, después de todo, él... ¿se distrajo?

Se giró para mirar y, de repente, supo exactamente lo que lo había


distraído: el complejo del otro lado de la ciudad, enclavado en el bosque,
estaba en llamas. Estaba demasiado lejos para ver mucho desde donde
estaban, pero era evidente que algo estaba ardiendo.

El corazón se le atascó en la garganta cuando él se alejó con una


maldición. —¡Mierda! Molly, ven conmigo.

Lo dijo como si fuera una orden, pero a decir verdad, ella lo habría
seguido de todos modos. Se apresuró a seguirlo mientras él corría hacia
la puerta, rozando al sorprendido empleado que estaba en la puerta
principal.

—Espere, señor, ¿va todo bien?.

Él lo ignoró, arrojando algo de dinero en su dirección y dirigiéndose


hacia la puerta. —¡Trae mi coche!.

Cuando salieron, su coche estaba esperando. El aparcacoches se


bajó con una enorme sonrisa y miró a Titus como si esperara recibir la
mayor propina del planeta de un multimillonario, pero Titus se subió al
coche y lo puso en marcha, dando a Molly el tiempo suficiente para
sentarse antes que salieran disparados. Se golpeó contra el cómodo
asiento mientras un rayo de adrenalina recorría su cuerpo.
Apresuradamente, con las manos temblorosas, tanteó el cinturón de
seguridad.

—¿Qué está pasando?—, preguntó cuando por fin lo colocó en su


sitio.

—No lo sé—, le gruñó antes de pulsar un botón en el salpicadero.


—Llamar a Seth—, le ladró al coche.

Sonó durante unos segundos mientras atravesaban las calles a dos


veces el límite de velocidad y dos veces el límite de Molly. Sintió que se
hundía en el asiento, con los nudillos blancos al apretar los puños contra
la tapicería de cuero. Confiaba en la conducción de Titus, ¿verdad?
Rodearon un coche y su coraje siguió disminuyendo. Por supuesto, Titus
también era inmortal. Esta no era su zona de confort, en absoluto.
Aunque sabía que Titus era un buen conductor, no pudo evitar tensarse
cada vez que no se estrellaban por poco.

Seth se puso al otro lado mientras Molly sopesaba los pros y los
contras de morir violentamente en un accidente de coche. —¿Ves el fuego?
Estoy en eso.

El motor rugió mientras Titus se desviaba hacia un carril abierto


de la autopista y pisaba a fondo, y fue entonces cuando Molly se dio
cuenta que, aunque habían ido rápido antes, no era absolutamente nada,
comparado con lo que el vehículo era capaz de hacer. El coche respondió
estupendamente, lo que fue una pena, porque dejó las tripas de Molly en
algún lugar, a unos quince metros atrás. Así sería. Así sería como moriría.
Al menos no tendría la oportunidad de salir herida. Ella no podía ver el
velocímetro completamente, pero podía ver que el marcador de 160 kms
por hora, era menor que lo que estaban haciendo. No, a esta velocidad, si
se estrellaban, no había posibilidad de sobrevivir y salir con una pierna
rota. Serían una salpicadura, como un bicho contra el parabrisas.

Titus maniobró expertamente a través del tráfico con nervios de


acero, bajando a toda velocidad por una salida hacia el recinto. —¿Qué
ha pasado?—, ladró en el audio del Bluetooth. —¿Has llamado ya a los
bomberos?
—Están en camino—, respondió Seth. Gritos y un forcejeo sonaron
en su lado del teléfono. —Alguien entró, no sabemos cómo. Parece obra
de los Hermanos. Entraron en R y D, y luego lo incendiaron. Se escaparon
con algo: uno de nuestros residentes los vio escapar y avisó, pero hace
tiempo que se fueron.

—¡Mierda!— Titus se desvió en una curva de la carretera. Al


menos ahora podían ver el bosque. —¿Alguien está herido?.

—Todos están bien—, respondió Seth. —Unos pocos lobos


sacudidos, pero nada malo. Era fuera de horario. Estaba vacío.

—¿Cómo entraron?— Titus se acercó al recinto. En los faros, un


guardia corrió apresuradamente a abrir las puertas, antes que las
atravesara.

—Evitaron a los guardias—, respondió Seth. —Esto... esto fue un


trabajo interno.

Titus frenó bruscamente al ver el complejo, puso el coche en el


aparcamiento y salió corriendo hacia el fuego que se extendía a lo lejos.

Molly eligió hacer otras cosas.

Concretamente, Molly eligió quedarse en el coche y fundirse en un


charco de nerviosismo.

Se quedó con la mirada perdida en el recinto que tenía delante.


Sentía como si hubiera perdido el cerebro un par de vueltas atrás y aún
no lo hubiera alcanzado. Lentamente, buscó a tientas el pomo de la
puerta y la abrió, saliendo con piernas temblorosas. Dio dos pasos antes
de doblarse y vomitar. En las películas mostraban al héroe saliendo
triunfante, pero nunca mostraban cuando el compañero vomitaba las
tripas, mientras el protagonista se iba a hacer cosas. Tal vez fuera el
embarazo, o tal vez simplemente, tuviera una aversión a casi morir en
viajes de alta velocidad en coche, pero sentía que estaba a punto de
desmayarse.

Se enderezó y respiró profundamente por la nariz. Lo había


conseguido. Eso, o había muerto en un ardiente accidente de coche y la
muerte se parecía sospechosamente a la vida normal.

Un edificio situado en el extremo del recinto, parcialmente oculto


por las demás estructuras, estaba en llamas. Las brillantes llamas
anaranjadas se elevaban hacia el cielo, y un humo negro ondulante
borraba la luna y las estrellas. Los gritos resonaban en los alrededores y
las sirenas aullaban, mientras los servicios de emergencia acudían al
lugar.

Seguía sintiéndose como si se hubiera derretido en un charco


nervioso, pero se recompuso y se dirigió hacia el incendio para ayudar.
Las sirenas se volvieron insoportablemente ruidosas mientras corría por
el lado del edificio, para encontrar el edificio de Investigación y Desarrollo
en llamas. La estructura en sí era enorme, una maravilla moderna con
hermosos ventanales y el tipo de aspecto que uno podría esperar de un
museo aeroespacial. O, al menos, en un momento dado lo parecía. Sin
embargo, ahora parecía que el fuego le estaba dando una patada en el
culo: el tejado se había derrumbado, los soportes estructurales del lateral
estaban cediendo y los cristales se habían derretido o roto y cubierto el
suelo a su alrededor. Lenta y seguramente, el edificio se derrumbaba,
poco a poco. Con el cielo negro de la noche rodeando las brillantes llamas,
tenía un aspecto sorprendentemente hermoso y aterrador al mismo
tiempo.

Los lobos se dispersaron lejos de él, aunque unos pocos lo rociaban


con extintores y mangueras de agua. No hizo mucha mella. El calor era
tan potente que, incluso a quince metros de distancia, sintió que se
acercaba demasiado, que podría salir sin cejas, si no tenía cuidado. Por
un momento, se quedó sorprendida y asombrada por el fuego que tenía
ante sí, por la enorme potencia que tenía.

Seth se apresuró a pasar por delante de ella con una flota de otros
lobos, trayendo más extintores. Justo en la base del edificio, lo
suficientemente cerca como para correr el riesgo de que las cosas cayeran
sobre él, Titus se puso de pie. Su poderosa estatura se perfilaba con las
llamas, dándole un aspecto increíble mientras ladraba órdenes y
organizaba los trabajos para apagarlo.

Cuando saltó para ayudar en los esfuerzos, vio una figura que salía
a trompicones del edificio en llamas, tropezando con las mismas y
luchando por ponerse a salvo. Titus y Seth, junto con algunos de los otros
lobos, ayudaron al tipo a escapar. Por su mono de trabajo, era un conserje,
incluso con todo el hollín que cubría su ropa. Se dobló, tosiendo y con
arcadas, antes de volver a mirar el edificio con pánico.

—¡Jack! Jack sigue ahí dentro—, dijo, jadeando.

Titus miró hacia el enorme edificio en llamas. —¡Joder! ¿Dónde


estaba por última vez?

El tipo señaló hacia el segundo piso, mientras se agarraba la


garganta y resollaba. Titus soltó otra maldición. Volvió a mirar hacia la
carretera -en busca de vehículos de emergencia, supuso Molly- y cuando
no vio ninguno, agarró una de las mangueras y se roció con el agua fría.

De repente, Molly se dio cuenta de lo que estaba haciendo, pero


antes que pudiera procesarlo, su compañero se dio la vuelta y corrió sin
dudarlo hacia el edificio en llamas.
Titus esperaba que hiciera calor.

Pero, santa mierda, no tenía ni idea, hasta que se abrió paso a


través de las puertas delanteras rotas y entró en el infierno.

Incluso rociado con agua, en un segundo, se sintió seco de nuevo,


mientras el agua se calentaba y humeaba. El calor lo golpeó como un
puñetazo en la cara, lo suficientemente caliente como para hacerlo
retroceder y provocarle arcadas.

La ropa le seguía pesando, pero sentía que cada segundo que


pasaba dentro, era un momento más cercano a la muerte. El interior del
edificio, que antes contaba con un bonito vestíbulo con escaleras, y
escaleras mecánicas, ahora parecía una forma rápida de morir
horriblemente. También había un ascensor, pero no había forma de que
entrara en él ahora mismo. Como si fuera una señal, oyó el chasquido de
los cables y, unos instantes después, el estruendo del ascensor que se
precipitaba a la planta inferior.

Ahora, parecía que había entrado directamente en el infierno. Todo


estaba en llamas, quemado o a punto de arder. El mostrador de la
recepcionista se había consumido por completo, sin dejar más que madera
carbonizada y metal chamuscado. Las vigas de los otros pisos habían
empezado a derrumbarse, y por todas partes colgaban placas de yeso
humeantes y vigas que ardían lentamente. Los soportes estructurales de
acero seguían aguantando hasta ahora, pero el resto empezaba a
derrumbarse, y las llamas que había por todas partes hacían difícil ver
algo.

Segundo piso.

Mierda.

Se levantó la camisa mojada para cubrirse la nariz y la boca,


parpadeó con fuerza un par de veces para tratar de conseguir algo de
humedad que sus ojos escaldados necesitaban desesperadamente, y se
adentró más en la trampa mortal. Llegó a la mitad de las escaleras antes
que algunas de ellas cedieran bajo él. Se agarró a la barandilla para
sujetarse, siseando de dolor mientras su piel chisporroteaba contra el
metal caliente. Miró hacia abajo y vio que las quemaduras se desvanecían
inmediatamente en una piel fresca y pálida. Su curación de hombre lobo
lo mantendría con vida, eventualmente. Pero había un límite, y aún podía
morir aquí.

—¡Oye!— Joder, ¿cómo se llamaba el tipo? —¡Jack! ¡Grita! Haz algo


de puto ruido!.

Esquivó por poco una viga que cayó con suficiente peso como para
atravesar el piso y se precipitó al nivel del suelo. Volvió a mirar hacia la
puerta principal. Todavía estaba bastante cerca, quizá a unos diez o doce
metros. Si quería, podía salir y lograrlo, sin duda.

Ni siquiera era una pregunta.

Él era el Alfa de todos los miembros de esta manada, y eso


significaba que no podía dejar a nadie atrás. Seth estaba equipado para
reemplazarlo si era necesario, pero supo en un segundo, que nunca podría
vivir consigo mismo si escapaba ahora, sabiendo que podría haber
salvado a alguien. Se volvió hacia el edificio en ruinas y se apresuró entre
las llamas abrasadoras para adentrarse en el segundo piso, más lejos de
la seguridad y la huida. —¡Jack!.

Intentó oler, pero incluso su nariz de lobo no pudo captar nada más
que el humo espeso y venenoso. Era como estar ciego, entre los
abrumadores olores que adormecían sus células cerebrales y lo
desorientaban, hasta las olas de humo que le quemaban los ojos. Seguía
avanzando a trompicones, tosiendo y apartando el humo de sus ojos. —
¡Di algo!—, gritó, saltando de un trozo de suelo que se derrumbó cuando
puso su peso sobre él.

Una débil súplica de ayuda llegó a sus oídos, no lo suficientemente


fuerte como para poder distinguir lo que el tipo decía, pero sí lo suficiente
como para saber que estaba vivo.

—¡Sigue hablando!— Tosió, tropezando hacia el lugar de donde


provenía el sonido. —¡Más alto!.

La persona seguía llamando y Titus seguía, principalmente


tratando de distinguir algo y fracasando magníficamente. Todo estaba
muy caliente, y cada paso que daba era más horrible que el anterior. El
aire le abrasaba los pulmones cuando lo respiraba, y había tanto humo
que apenas podía ver las llamas. Tropezó con una silla de oficina medio
derretida. La pernera de su pantalón se prendió fuego, pero lo apagó
rápidamente antes que pudiera extenderse, y siguió avanzando. Los
gritos de socorro del tipo se hicieron cada vez más fuertes, hasta que...

¡Allí!

De repente, vio a Jack.


Y al instante, se dio cuenta que esto iba a ser difícil.

El tercer piso se había derrumbado sobre él, inmovilizando su


pierna bajo unas vigas caídas cerca de lo que solía ser el laboratorio de
armas. Su pierna estaba obviamente rota, destrozada bajo las vigas de
metal chamuscado, el hueso expuesto al aire humeante. Yacía, atrapado
y tratando desesperadamente de salir de la montaña de escombros que le
había aplastado la pierna. Tosió violentamente, la adrenalina sin duda
enmascaraba el dolor de lo que sería una desagradable recuperación,
incluso para un lobo con sus habilidades curativas.

Vio a Titus y sus ojos se abrieron de par en par, como si acabara de


ir al cielo y viera a su Alfa salir de la nada. —¡Titus!.

Titus se apresuró a su lado, agachándose y apartando un trozo de


escombro en llamas. En algún lugar de la distancia, otra parte del edificio
se derrumbó, enviando chispas y brasas a la sala ya agonizantemente
caliente.

—Te tengo—, gruñó Titus, agachándose, dispuesto a levantar la


viga y todo lo que había sobre ella, esperando con toda seguridad
lesionarse todos los músculos de su cuerpo. Podía ser que tuviera
superfuerza, pero sólo llegaba hasta cierto punto, y bien podría estar
intentando levantar un camión. —A la de tres, muévete.

Volvió a toser dentro de su camisa, tratando de reunir suficiente


aire. —Uno...

Otra cosa se derrumbó en algún lugar cercano. —Dos...

Titus colocó sus manos en la viga de acero caliente. Esperaba que


le doliera, y no lo defraudó. —¡Tres!.
Levantó con toda la fuerza que tenía en su cuerpo, pero incluso con
toda su potencia, no fue capaz de levantarla más que unos pocos
centímetros. Fue suficiente: el conserje se arrastró para liberarse, y Titus
la soltó con una maldición. Ignoró la agonía de sus manos. No quería
mirar: estaba muy quemado, y no tenía sentido detenerse a curar sus
heridas. Tenían que seguir avanzando o morirían aquí. Sus ropas estaban
ya muy secas, cada gota de agua se había evaporado en la caldera en la
que se encontraban.

—Vamos, te tengo—. Agarró al tipo y lo izó sobre su hombro,


tratando de no notar el crujido de algo grande a punto de romperse. —
¡Aguanta!.

Se dirigió hacia la salida lo más rápido que pudo con un tipo a


cuestas, esquivando escombros y evitando las llamas. Finalmente,
después de lo que le parecieron kilómetros de tos y escozor de ojos por el
humo, la vio: las puertas delanteras, y todo lo que tenía que hacer era
bajar por la escalera mecánica. Empezó a correr hacia abajo y llegó a la
mitad, antes de oír un grito agónico de metal, madera y vidrio.

El techo finalmente cedía.

Lo sintió al llegar a la planta baja. Una rápida mirada hacia arriba


y vio que el techo empezaba a derrumbarse, con miles de kilos de acero,
hormigón y barras de refuerzo que se desplomaban sobre ellos. Oyó a Jack
jadear, pero empezó a correr hacia la salida tan rápido como pudo,
sabiendo que en cualquier momento podrían ser aplastados.

Las puertas se habían atorado, atascadas, y las partes que


quedaban allí, estaban en llamas. No era que tuvieran otra opción. —
¡Aguanta!—
Estrechó el hombro y se lanzó hacia las puertas en llamas. Salieron
disparados al aire libre, justo a tiempo para que todo el techo se
derrumbara tras ellos, con un estruendo. Aterrizaron en el pavimento,
con trozos de escombros en llamas esparcidos a su alrededor, y los
arrastró, mientras oía a Molly y a los otros lobos correr hacia ellos.

—¡Titus!— La voz de Molly, de alguna manera, rompió el zumbido


en sus oídos. Rápidamente lo miró como si estuviera revisando las
heridas, y el terror brilló en sus hermosos ojos. —¡Oh, Dios mío! ¿Estás
bien?.

Tosió unas cuantas hogueras de humo, con los ojos llorosos y


escocidos, mientras otros lobos llevaban a toda prisa al conserje herido
para que recibiera ayuda médica. —Bien—, resopló.

Molly saltó hacia delante y lo abrazó, un gesto dulce que duró un


cuarto de segundo antes de soltarlo y alejarse. —¡Te estás asando!.

—Estoy bien—. Tal vez una respuesta más precisa habría sido:
"Estaré bien". En ese momento, no se sentía bien. Se sentía jodidamente
lejos de ello, en realidad, pero al menos estaba vivo. Se sentía como si lo
hubieran cocinado, y toda el agua se había ido, dejándolo seco y
chamuscado, y faltándole algo de pelo en los brazos y las cejas.

El sonido de los camiones de bomberos se hizo más fuerte al llegar


al lugar con las sirenas a todo volumen. Los bomberos salieron y lo
pusieron todo en marcha, lanzando chorros de agua de gran potencia
contra el edificio en llamas. Por un segundo, lo único que pudo hacer Titus
fue girarse y ver cómo uno de los edificios más importantes del complejo,
el corazón palpitante del sustento de la manada, se convertía en
escombros quemados.
Les falló.

Se quedó tieso como una tabla mientras veía cómo las llamas que
bañaban la estructura se ahogaban, dejando sólo restos carbonizados y
desmoronados. Los sonidos de los bomberos, de Molly preguntándole si
estaba bien, y de los aturdidos miembros de la manada hablando, todo se
desvaneció. Se limitó a mirar entumecido y a ver cómo todo se
derrumbaba.

Podría haber evitado esto.

Pero no lo hizo.

Porque había sido un idiota y se había distraído, había salido a


cenar y había puesto sus necesidades personales por delante de la
manada, por delante de sus verdaderas responsabilidades. Tal vez si
hubiera estado allí, si no se hubiera tomado la noche libre, esto podría
haberse detenido. Diablos, tal vez al menos habrían podido salvar
algunas cosas. En ese edificio había millones y millones de dólares en
investigación, y de alguna manera, los Hermanos habían entrado. ¿Pero
cómo había sabido una manada rival entrar así, sin alertar a los
guardias? No tenía sentido.

Eli.

Los puños de Titus se apretaron. Tenía sentido, por supuesto que


había sido esa maldita comadreja. Conocía todos los detalles de seguridad,
y aunque las habían cambiado cuando lo desterraron, seguía conociendo
el sistema lo suficientemente bien como para identificar y explotar todos
los puntos débiles. Titus nunca había esperado que Eli fuera capaz de
traicionar a la manada que decía amar, pero tal vez odiaba a Titus lo
suficiente como para hacer cualquier cosa para perjudicarlos, incluso
trabajar con una manada enemiga.

—¿Titus? Titus, ¿estás bien?.

Titus miró a Molly, que apoyó una mano en su brazo mientras lo


miraba con preocupación. Los dedos de ella se apretaron contra el
material chamuscado de su traje mientras le dedicaba una sonrisa triste.
—¿Estás bien?—

Él asintió, rígido. —Lo estaré.

Respiró profundamente y volvió a mirar el edificio en llamas. Lo


sintió. No apartó la mirada ni trató de evitarlo. Tuvo que obligarse a creer
que no era su culpa. Había hecho todo lo posible para proteger a la
manada después del destierro de Eli. Fue un trabajo interno, y
quienquiera que lo hiciera, ya conocía todos los puntos débiles del edificio.
Tenían un plan y materiales para hacerlo. Seth había estado aquí, y los
guardias, y la mayoría de los miembros de la manada. Tuvieron que
haberlo visto pronto, tan pronto como Titus lo habría hecho.

Reprimió su ira. Esto era un gran golpe, pero podían reconstruirse.


Se había asegurado de que cualquier contingencia como ésta estuviera
cubierta, y se aseguró que sólo él lo supiera. Eli no conocía todos los
planes de respaldo. En cierto modo, el hecho de que Eli fuera una persona
de mierda, había sido una bendición. Titus había tomado precauciones,
por si acaso ocurría algo.

Sólo que no creyó que fuera a necesitar usarlas.

Se volvió hacia la manada, que veían cómo se quemaba su medio


de vida con los ojos muy abiertos y expresiones de sorpresa. Cuando se
volvió, sus miradas se centraron en él. Esperando que lo arreglara todo,
esperando que sea su líder, esperando que su Alfa lo mejore.
No dijo nada durante un segundo. Sólo los escaneó, haciendo
contacto visual con todos y cada uno de ellos, barriendo desde Seth hasta
Molly y todos los demás lobos de la multitud. Las conversaciones se
apagaron, dejando atrás sólo el sonido de los camiones de bomberos en la
distancia, mientras esperaban que él hablara.

Respiró profundamente. —Nos han golpeado mucho. No voy a


mentirles—. Hizo una pausa y dejó que lo asimilaran. —Pero estamos
preparados para esto. Vamos a reconstruir. Tendré un equipo en eso
inmediatamente. Limpiaremos esto y lo reconstruiremos mejor de lo que
estaba antes, y mientras tanto, estamos equipados para manejar el
tiempo de inactividad—. Hizo una pausa y observó los rostros ansiosos
que tenía delante. —Tengan por seguro que cuando encontremos al
responsable, lo va a pagar. Con creces. Doblaremos la guardia y
pondremos todo bajo llave por esta noche.

Volvió a respirar profundamente mientras todos seguían


escuchando en silencio. —Tengo que hacer llamadas. Seth, duplica los
turnos de guardia y asegúrate de alternarlos. Luego necesito que
asegures las cosas para la limpieza. Pondré en marcha un equipo de
demolición y reconstrucción.

Mientras seguía hablando, las caras de la manada empezaron a


aflojarse y el miedo empezó a desaparecer. Creían en él. Creían en lo que
decía. Él los había guiado a través de luchas más duras que la pérdida de
un solo edificio, y todos lo sabían. Estarían bien, a pesar que los
Hermanos y Eli, intentaran paralizarlos.

Eran su manada. Mientras los miraba, sintió una oleada de orgullo.


Cada uno era diferente, diferentes géneros, diferentes edades, diferentes
personalidades, pero todos le importaban. Todos eran familia. Esto, aquí
mismo, era su familia. El edificio era sólo eso: un edificio. No significaba
nada. La razón por la que tenían éxito estaba frente a él, y eso nunca
cambiaría. Se cubrían las espaldas unos a otros, y nunca se rendían
cuando las cosas se ponían difíciles.

Sus ojos se fijaron en Molly. Destacaba, por supuesto. Era la única


no loba en la multitud, pero se mezclaba con ella. Ya no era una humana.
Era parte de esto. Le habían dado la bienvenida y se habían hecho amigos
de ella y, si llegaba el caso, la manada la protegería como a uno de los
suyos.

Era parte de la manada.

Parte de la familia.

Sonrió, con el orgullo llenando su pecho. Un momento después, la


realidad de la situación volvió a imponerse y su sonrisa se convirtió en
un ceño fruncido.

Eli quería una guerra.

Titus se la daría.

Y tendría a su reina a su lado.


Molly trató y fracasó durante la semana siguiente, de encontrar
un buen momento para decirle a Titus que estaba embarazada.

Titus era un verdadero líder, y lo demostró la noche del incendio.


Había tomado el mando, la manada lo había escuchado sin dudar. Su
confianza y control la asombraban. Siempre imponía respeto, y
dondequiera que iba, mandaba, pero ésta era la primera vez que ella lo
veía manejar una crisis.

La manada se había volcado en él. Al instante. Sin dudarlo ni un


segundo. Allí, aquella noche, con las llamas de su sustento extendiéndose
hacia el cielo nocturno, la gente había tenido miedo y temor. Pero cuando
Titus abrió la boca, todo cambió. Se había sentido increíblemente,
indescriptiblemente orgullosa. Su hombre era un rey, un líder. Con unas
pocas palabras cuidadosamente elegidas, había levantado el ánimo de la
manada y los había dejado sintiéndose tranquilos y seguros.

Pero eso no significaba que ella tuviera la menor idea de cómo


contarle lo del bebé. Zoey acabó preguntando por ella un día después del
incendio para ver cómo había ido, y Molly trató de explicárselo. Bueno,
me dijo que me quería, y antes que pudiera decir que estaba embarazada,
se dio cuenta que había un edificio en llamas en el recinto y no pude
terminar de decírselo, pero ahora estoy intentando averiguar cómo sacar
el tema, mientras él está lidiando con el estrés de reconstruir sus ingresos
desde cero. Ah, y su antiguo rival, el que abandonó la manada y traicionó
a todos, fue el responsable.

No era exactamente lo más fácil de explicar.

Titus trabajaba constantemente. Lo que hacía en su oficina, ella


no lo sabía. Haciendo llamadas, haciendo tratos. Los equipos de
construcción aparecieron aparentemente de la noche a la mañana, y en
poco tiempo, los restos habían desaparecido y los nuevos materiales
estaban llegando. Era realmente sorprendente. La manada siguió con su
vida normal, excepto que ahora la seguridad estaba en todas partes, con
guardias armados en cada esquina.

Las imágenes de seguridad, confirmaron las sospechas de Titus.


Eli y los miembros de una manada rival, los Hermanos, se colaron.
Aprovecharon los puntos débiles del avanzado sistema de seguridad.
Evidentemente, había sido una operación muy planificada, y lograron
salir con algunos planos y datos clasificados, del laboratorio de armas. El
equipo legal ya estaba en ello, y se estaban presentando cargos. Titus
mantenía confidenciales algunas de las medidas de seguridad, y Eli no
las conocía. Pero las pruebas eran claras, y ahora la manada se preparaba
para un largo proceso judicial.

Era fascinante ver trabajar a Titus. Parecía ir tres pasos por


delante de todo el mundo, y las cosas se movían sin problemas gracias a
él.

Pero había un problema.

Molly se moría por contarle lo del embarazo.

No quería aplazarlo más, pero cuando pensaba en su apretada


agenda de trabajo, en las responsabilidades que arrastraba, en el
agotamiento que lo embargaba cada día, perdía los nervios. No quería
añadir nada más a su plato, ahora mismo. Además, quería decírselo
cuando pudiera ser un momento feliz y especial, no una conversación
improvisada, cuando apenas pudiera estar cinco minutos a solas con él.

Después del ataque, Titus le pidió que se mudara a las


habitaciones de invitados del complejo. Dijo que le preocupaba que Eli la
persiguiera y la utilizara como peón, y como ella tenía una aversión
general a que los psicópatas la persiguieran y la utilizaran como peón,
accedió. Así, sus días pasaron de conducir por la ciudad, trabajar en el
museo y trabajar en el complejo, a que toda su vida girara en torno al
complejo.

Emocionante.

Se despertaba, iba a trabajar, volvía a sus aposentos y se iba a


dormir. Como una abeja obrera.

Titus estaba ocupado todo el tiempo, así que, aunque seguían


disfrutando de la intimidad emocional y sexual, era sobre todo en su
horario. Ella lo entendía, de verdad, pero pasaba más tiempo del que le
gustaría esperando fuera de su despacho a que él hiciera un hueco en su
día para ella. Intentó conocer a su ayudante, pero no era simpática y sus
personalidades no congeniaban.

Acabó hablando bastante con Seth, porque acababan sentados en


el mismo sitio y esperando a que Titus tuviera un minuto libre.

—Sabes, él realmente se preocupa por ti—, dijo Seth


despreocupadamente un día, mientras se sentaban juntos en el sofá de
cuero fuera de la oficina de Titus.
Ella lo miró. La secretaria se había ido al baño o algo así,
dejándolos solos. Parpadeó, sorprendida. Obviamente, ella lo sabía, pero
no esperaba que los demás lo supieran. —¿Titus?

Seth la miró y sonrió. —Oh, sí. Lo conozco desde que éramos


cachorros y nunca lo había visto así—. Lanzó la cabeza hacia la puerta
del despacho de Titus. —Nunca deja de hablar de ti. Bueno, tanto como
Titus.

La calidez floreció en su pecho y le devolvió la sonrisa, pero no


estaba muy segura de cómo responder. A Seth podría no gustarle la idea
de que Titus saliera con una humana, y lo último que ella quería era
entrar en ese tema ahora mismo.

Seth se acomodó en su asiento con satisfacción, lanzándole una


mirada divertida, como si supiera en qué estaba pensando. —Lo apoyo,
por cierto. Lo que tienen entre manos. Nunca me lo ha dicho
abiertamente, pero es difícil no verlo. Sinceramente, nunca pensé que
encontraría a alguien. El hombre no es precisamente el más fácil de
conocer de cerca—. Resopló. —Como estoy seguro que sabes.

Y ahí estaba la respuesta a esa pregunta. Apenas tuvo tiempo de


sentirse aliviada antes de querer seguir con la pregunta que se moría por
hacer a alguien que no fuera Titus y en quien pudiera confiar. Hizo una
pausa, bajando la mirada por un segundo. —Seth, ¿puedo preguntarte
algo?

Él la miró. —Dispara.

Ella dudó un segundo. —Yo...— Se aclaró la garganta. Tal vez era


una idea terrible, pero Seth parecía tan accesible y confiable. —¿Qué
crees que pensaría la manada si lo supiera?.
La sonrisa de Seth aumentó. —Oh, Molly, lo saben desde hace
tiempo. Puede que Titus nos haya engañado durante un tiempo, pero
cuando golpeó a Eli, se acabó la fiesta. Creo que el hecho de que Eli dijera
que Titus se estaba jodiendo a una humana, hizo que la gente se
preguntara de qué estaba hablando. No era precisamente muy
complicado de entender.

Su corazón tartamudeó. ¿Lo sabían? ¿Sabían que estaba con el


Alfa? ¿Creían que ella era una distracción para él?

La asistente de Titus, de vuelta a su escritorio, llamó a Seth y le


dijo que Titus estaba listo para él. Seth se puso en pie, se enderezó las
perneras de los pantalones y miró a Molly. —Quieren que su Alfa sea feliz.
Ha hecho mucho por todos nosotros. No creo que sea difícil de vender. Yo
no me preocuparía por eso. Todos esperamos que termines quedándote.

Y con eso, la dejó sola. Volvió a acomodarse en los cojines del sofá
con una sonrisa, mientras su corazón se ralentizaba y el cálido resplandor
se acumulaba en su pecho. ¿Lo sabían y les parecía bien? Ella esperaba
que nadie lo supiera, ya que Eli lo mantuvo todo en secreto hasta el
incendio. Pero lo sabían, y estaba... bien.

Unos minutos después, le tocó ver a Titus. Entró en su despacho,


planeando darle un beso y decirle que lo quería. Cosas básicas. Cosas de
relaciones, en las que ya era una profesional. Significaría mucho para él,
aunque no fuera del tipo demostrativo. Normalmente era muy brusco,
pero a ella le encantaba la suavidad de sus ojos, que guardaba sólo para
ella.

Estaba detrás de su escritorio, recostado en su silla con una mirada


cansada. Cuando la vio, sonrió y se levantó para estrecharla entre sus
brazos y dejar caer un beso en su boca sonriente. —Molly, qué agradable
sorpresa. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Sólo viniste a verme?.

Molly abrió la boca para explicar que acababa de decidir tomarse


un descanso de los artefactos y que quería venir a besarlo.

Pero no fue eso lo que dijo.

En su lugar, abrió la boca y soltó algo diferente.

—Estoy embarazada.

Su boca se cerró de golpe y sus ojos se abrieron de par en par. Se le


cayó el estómago y deseó haber imaginado que lo decía, pero a juzgar por
la cara de sorpresa y el cuerpo rígido de Titus, era real, demasiado real.
Se quedó inmóvil, observándolo con cautela para medir su reacción.

Él se rió torpemente. —¿Qué?— Miró a su alrededor como si


creyera que estaba soñando. La emoción se reflejó en su rostro. Sorpresa
y confusión, sobre todo. —¿Estás embarazada? ¿Estás segura?.

No, supongo que sí. Se mordió la respuesta sarcástica instintiva y


en su lugar, se mordió el labio y asintió. —Lo siento, no iba a añadir esto
ahora. Sé que tienes muchas cosas que hacer, y no quería empeorarlas...

—¿Empeorarlas?— La agarró con una enorme sonrisa. —Molly,


esto es... ¡estás embarazada!.

Antes que ella pudiera registrar sus palabras, él la atrajo en un


fuerte abrazo que prácticamente la asfixió. —¿De cuánto estás?—,
preguntó, aflojando su agarre mientras sus manos revoloteaban sobre su
cuerpo, enmarcando su bajo vientre con suaves toques.

Mientras ella respondía, no dejaba de mirar la pura felicidad en


sus ojos. Estaba encantado. Que iba a tener un bebé con ella. Las
lágrimas se agolparon en sus ojos y se derramaron, y Titus la volvió a
abrazar, haciéndola callar suavemente.

—Estoy bien—, jadeó ella. —Estoy tan feliz de que tú, seas feliz—.

Este era su compañero.

Y ella llevaba a su heredero.

El resto de ese día fue increíble. Estaba realmente con Titus, y él


estaba tan emocionado de tener un bebé con ella. Esta era una nueva
faceta: cuidarla, colmarla de afecto y mostrar su propia emoción en
ciernes.

Nada más parecía importar ese día.

Pasó un rato con Titus, hablando de cosas y pasando el tiempo


juntos antes de separarse. Volvió a los artefactos, donde pasó el resto del
día trabajando. Titus le prometió que volvería a verla esa noche en sus
aposentos, para cenar y pasar la noche juntos.

Prácticamente se fue flotando a su escritorio para terminar su


jornada de trabajo. Había habido algunos momentos difíciles, y ella había
tenido mucho miedo de hacerlo mal y disgustar a Titus, pero incluso
cuando lo hizo de la peor manera posible, él se había alegrado mucho.

Normalmente, Titus era una figura imponente y dominante que


siempre conseguía lo que quería, pero de vez en cuando, ella conseguía
ver la parte suave y vulnerable de él. Esta noche sería una de esas noches.
Iba a ir a casa, ducharse, afeitarse las piernas y prepararse para una
noche íntima y romántica
Cuando Molly regresó, ya había anochecido y se había desatado
una tormenta.

Había trabajado todo el día y Titus le había dicho que lo esperara


sobre las ocho o las nueve. Así que, para cuando se detuvo en el camino
de entrada a sus aposentos, el sol se había desvanecido bajo el horizonte,
con sólo unos pocos rayos de luz rosa violácea brillando en la distancia.
Con el silencioso estruendo de una poderosa tormenta y algo de lluvia
golpeando el techo metálico de su coche, era una escena preciosa.

Abrió la puerta de su casa y entró empujando la puerta con un


movimiento de la cadera, dejándola sin cerrar. No podía esperar a
meterse en un baño caliente y prepararse para que su prometido
celebrara su bebé. Titus llegaría en una hora y, si se daba prisa, se
pondría muy guapa para él.

Volvió a mirar la puerta sin cerrar por segunda vez mientras


dejaba caer el bolso y la chaqueta, pero siguió avanzando por la casa sin
volverse. No podía vivir con miedo. Además, Eli y los Hermanos no
habían sido vistos en años. Había visto al menos diez guardias armados
desde que salió de su oficina.
Llenó la bañera con algunos aceites esenciales, se quitó la ropa y
se sumergió en ella. Unos rizos de vapor salían de la superficie del agua.
Dejó que su mente vagara mientras se bañaba y se afeitaba. El agua
caliente le sentó muy bien a su piel y se sintió realmente... tranquila.
Contenta. Simplemente feliz, por muy cursi que fuera. Era como un
cuento de hadas. Su vida estaba tomando forma. Antes de conocer a Titus,
estaba bien. No era una damisela en apuros. En muchos sentidos, ella lo
salvó. Su amante, antes frío e impasible, era su pareja, enamorado y con
ganas de tener un hijo con ella.

Tal vez el hechizo había funcionado de verdad, o tal vez era un


montón de tonterías afortunadas que habían salido bien, pero en realidad,
a ella no le importaba. Sentía, no, sabía que Titus era su pareja
predestinada. Tal vez era un trabajo en progreso y nunca lo domesticaría
por completo, pero amaba al hombre cálido y generoso en el que se había
convertido. Además, ella tampoco era perfecta.

Salió de la bañera, limpia y suave, lista para verlo. Se maquilló, se


peinó y miró el reloj. En cualquier momento, Titus saldría del trabajo y
se dirigiría a su casa, y ella estaba decidida a estar allí, esperándolo. Ni
un segundo antes.

Salió del vaporoso cuarto de baño en sujetador y bragas y se dirigió


a la cocina con un agradable slap, slap, slap de sus pies descalzos sobre
el suelo de madera. Un buen descafeinado para beber, algo cálido y
agradable con la tormenta de afuera, sería una buena forma de saludarlo.
Prepararía el café, se vestiría y estaría lista para él. Agarró una de las
tazas de café de la estantería, se dirigió a la cafetera y...

Eli estaba en la habitación con ella.

Dejó caer la taza y se hizo añicos contra el suelo. El corazón le dio


un vuelco cuando lo vio de pie en su sala de estar. La miraba directamente,
chorreando por el suelo, con los ojos muertos y vacíos. Su mano, que
colgaba a su lado, aferraba una larga hoja de plata resbaladiza por la
lluvia.

En su frente, la letra T estaba profundamente grabada en la piel,


furiosa y roja.

¡Boom! Un trueno golpeó el exterior. Eli se acercó un paso,


mientras ella se quedaba congelada.

—Sshhhhh—. Su rostro se contrajo en una sonrisa antes de


fundirse en odio. —No. Digas. Una. Palabra—. Con la otra mano, levantó
una pistola que ella no había notado y la apuntó a su pecho.

Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras le ordenaba a su


cuerpo que se moviera, pero no lo hacía. Se sentía atrapada, como un
conejo frente a una serpiente. Estaba congelada, queriendo gritar, pero
sabiendo que sería lo último que haría.

—E-Eli—, susurró. —Por favor, déjame...

—Shhhhhh—. Él la cortó. —Ha pasado mucho tiempo, humana. Te


ves... bien.

Ella dio un paso atrás, agarrando sutilmente un cuchillo de la


encimera. Sus ojos se entrecerraron ante sus pequeños movimientos, y él
puso el dedo sobre el gatillo y se acercó a ella de nuevo, hasta que su
espalda quedó apoyada contra la nevera, atrapándola.

—Te reconozco el mérito. Hiciste algo que ninguna otra mujer fue
capaz de hacer—, dijo. —Has atrapado a Titus. El tipo grande. Y
arruinaste la manada, porque él quería follar con una bruja.
Ella abrió la boca, pero antes que pudiera hablar, él se abalanzó
hacia delante y le clavó la hoja de plata bajo la garganta. La punta de la
plata afilada presionó contra la parte inferior de su garganta, con la
suficiente presión como para romper la piel.

—¡No te atrevas a decir una maldita cosa!—, le gruñó, antes de


apretar físicamente, recomponerse y arrastrar la hoja por su garganta,
antes de apartarla. No lo suficiente como para cortarle la garganta, pero
la presión era aterradora.

—Molly, Molly, Molly—. Se mordió el labio, mirándola con puro


odio. —Titus pensó que podría mantenerme fuera con los cambios de
seguridad. Pensó que yo no sabía lo de las cámaras adicionales. ¿Pero
sabes lo que pasa conmigo, Molly? La gente ha contado conmigo desde
que era un niño. Por eso Titus se convirtió en Alfa y yo me quedé como un
maldito investigador. Pero soy mejor que él, y siempre lo he sido. Yo
construí el maldito sistema de seguridad. Conozco todos los caminos de
entrada y salida.

Una sonrisa apareció en su boca. —¿Sabes por qué estoy aquí,


Molly?.

Ella se retorció nerviosa, deseando tener algo más que un


sujetador y unas bragas. También podría haber estado desnuda. Sus
dedos se agitaron, tratando de unir algo de energía mágica en un hechizo
que pudiera usar en defensa propia, pero no llegó nada. Si había un
momento para heredar algún poder, era ahora.

La sonrisa en el rostro de Eli desapareció. —Responde. La.


Pregunta. ¿Sabes por qué estoy aquí?.

—¿Para saludar?—, chilló ella, con la voz temblorosa. Su


mandíbula se cerró de golpe y lo miró fijamente, con los ojos muy abiertos.

Él la miró fijamente. —Estoy aquí para matarte, Molly—. Movió


la pistola. —A ti—. Levantó la elegante y larga daga de plata. —Y a Titus.

Mientras ella permanecía en un silencio aturdido y horrorizado, él


señaló la T cortada en su frente. —¿Ves esto? Los Hermanos me hicieron
esto. Me usaron y me marcaron para que ninguna otra manada me
aceptara. Me desfiguraron—. Clavó la hoja en la encimera y barrió un
cuenco de fruta al suelo. —Si se acabó para mí, también se acabó para ti.

Su dedo se dirigió al gatillo y ella se puso rígida. —Espera, Eli,


vamos, debemos ser capaces de llegar a...

Sonó un golpe en la puerta principal.

Ambos se congelaron. Titus. Tenía que ser él. Nadie más pasaba
por su casa, y se suponía que iba a ir temprano. Tal vez había terminado
de trabajar antes. El alivio la invadió antes de darse cuenta, que no había
absolutamente nada que impidiera a Eli dispararle allí mismo, y Titus no
tendría ni idea de que algo iba mal, hasta que fuera demasiado tarde.

La mirada de Eli oscilaba entre Molly y la puerta, mientras la


rabia contorneaba sus rasgos. Se dio cuenta que ella era el cebo. Eli
estaba aquí por Titus, después de todo, y ella era sólo un extra de
diversión.

Se detuvo un segundo, con la pistola todavía apuntando a su pecho.


Titus volvió a llamar a la puerta y ninguno de los dos dijo nada. Se
quedaron congelados en su sitio, ambos, esperando a ver qué hacía Eli.

Eli entrecerró los ojos y movió la cabeza hacia la puerta.


Ella se abrió paso alrededor de Eli lentamente, rodeándolo y
caminando hacia la puerta. Se sintió dolorosa y terriblemente consciente
de la pistola que le apuntaba a la espalda y que en cualquier momento
Eli podría apretar el gatillo. Estaba loco. Peligroso, pero peor que eso, era
impredecible.

—Ábrela.

Se dirigió a la puerta lentamente, tratando de pensar. ¿Qué


demonios se suponía que debía hacer? Su corazón martilleaba dentro de
su pecho.

Apoyó la mano en el pomo de la puerta por un momento. Le


entraron ganas de vomitar, sobre todo cuando sintió que Eli le clavaba el
cañón de la pistola en la espalda. Directamente, atravesándola a ella y a
su hijo.

—Abre. Abre.

Su mano hizo girar el pomo, y miró con horror entumecido y


aterrorizado mientras abría la puerta una rendija y veía a su compañero
predestinado fuera.

Miró a Titus fuera. Estaba de pie bajo el toldo fuera de su casita,


con una sonrisa. Parecía fuerte e imponente, sobre todo con la camisa de
vestir pegada al cuerpo por la lluvia. La tormenta se había intensificado
y la lluvia arreciaba a su alrededor, salpicando la acera de su casa y
convirtiendo el suelo en un pozo de barro.

Forzó un tono alegre en su voz, esperando, rezando, que Titus


supiera lo que estaba pasando. —¡Titus! Me alegro de verte.

Por favor, por favor, por favor, por favor, que sepa que algo va mal.
Titus le devolvió la sonrisa, pero era incómoda, como si se diera
cuenta que algo era inusual. —¿Llego demasiado pronto?— Se asomó a la
habitación detrás de ella, pero Eli estaba de pie donde no podía ser visto,
y seguía presionando la pistola en su columna vertebral. Sintió que se
retorcía, y casi vomitó por la imagen de lo que pasaría, si él lo hacía.

Sacudió la cabeza con fuerza, usando sus ojos para gesticular. Por
favor, entiende esto. —¡Acabo de salir de la ducha!

La expresión de Titus se tensó. Ella pudo ver que él se dió cuenta


que algo andaba mal. No había forma de que adivinara lo que era, pero
todo lo que sabía, era que algo estaba hiriendo a su chica y eso era todo
lo que necesitaba. Sus ojos se endurecieron y parecía estar tratando de
reconstruir lo que estaba sucediendo. —¿Debo entrar?.

—Oh, uh...

Eli le susurró al oído desde atrás, mientras le metía la pistola más


adentro. —Te verá morir.

Eli podía ser un lobo poderoso y aunque ella no era rival para él
físicamente, no estaba completamente indefensa. Se abalanzó sobre él y
le metió el talón entre las piernas. Él jadeó y retrocedió, lo que fue el
tiempo exacto para que ella se escabullera. Titus avanzó, irrumpiendo en
la puerta, pero no lo suficientemente rápido.

Eli, con una mirada salvaje y desesperada, volvió a levantar el


arma. Casi a cámara lenta, vio cómo le apuntaba al pecho desde la mitad
de la habitación.

Y supo que no sería capaz de detenerlo.

Eli apretó el gatillo.


Era horrible ver cómo disparaban a su compañera embarazada.

La puerta se abrió de golpe y, desde su lugar en el exterior de la


casa, Titus miró hacia el interior justo a tiempo de ver a Molly retroceder
por el impacto de la bala.

Los ojos de su hermosa compañera de destino se abrieron de par


en par mientras se tambaleaba hacia atrás. Tropezó con la mesa de café
y cayó, atravesando la tapa de cristal para aterrizar sobre el montón de
fragmentos. Incluso en el aire, sus manos volaron hacia su abdomen,
hacia el bebé que llevaba dentro.

La rabia, como nunca había sentido Titus, explotó en su interior al


oír el grito de dolor de Molly. Cargó contra la casa con gruñidos que
brotaban de sus labios y con sus colmillos de lobo fácilmente expuestos a
través de la lluvia torrencial.

Titus atravesó la puerta, que oscilaba suavemente, con la


suficiente fuerza como para arrancarla de sus goznes y encontrar al
pistolero de pie junto a la encimera de la cocina.

Eli.
Eli, con el pelo y la piel saturados de agua por el aguacero que caía
fuera, estaba de pie a tres metros de distancia con una mirada salvaje y
enloquecida, con la pistola apuntando a Molly. Sus ojos estaban abiertos
de par en par por la conmoción y el placer, y su rostro se torció en una
mueca sádica mientras la veía retorcerse.

Cuando Titus golpeó la puerta, Eli volvió a levantar la pistola,


lentamente, con un brillo frío en los ojos. Apuntando. Al parecer, ni
siquiera era consciente de la presencia de Titus, sólo disfrutaba del dolor
de Molly y esperaba ponerle un fin eterno. Apretó el gatillo justo cuando
Titus entraba en la habitación y soltó un grito -demasiado lejos para
detenerlo, para impedir que Eli metiera una última bala en el cuerpo de
Molly. La puerta, libre de su marco, se estrelló contra él, y su disparo salió,
fallando a Molly por un amplio margen.

Titus cargó contra él, logrando recorrer un metro y medio antes de


sentir que la primera bala le atravesaba el pulmón. ¡Pum! La bala se
estrelló contra él con suficiente fuerza como para hacerlo retroceder,
atravesando sus órganos y saliendo disparada por el otro lado. No
importaba. Sólo era una bala. Mientras no fuera de plata, estaba bien. El
dolor era temporal, pero proteger a Molly lo era todo. Se tambaleó hasta
ponerse de pie. ¡Pum! Otra, esta se alojó en su pierna. ¡Pum! Justo en el
pecho, con suficiente fuerza para detener su impulso de nuevo. ¡Pum!
¡Pum! ¡Pum!

Titus perdió la cuenta de cuántos agujeros le hizo Eli, pero después


del quinto o sexto, se tambaleó por el flujo constante y pulsante de sangre
que salía de cada herida.

Nada de eso importaba. Aceptaría mil balas por Molly y, además,


la adrenalina que martilleaba su cuerpo hacía que el dolor fuera olvidable.
El rostro de Eli se retorcía de odio, y la T grabada en su frente,
prácticamente palpitaba de un rojo intenso. Los Hermanos también le
habían dado la espalda. Pero a Titus le importaba un bledo el motivo de
su vuelta, sólo que Eli había hecho algo inaceptable: había herido a Molly.

Y por eso, Eli moriría.

Eli bombeó más balas a Titus hasta que finalmente, el arma hizo
clic. Vacía. Los ojos de Eli se entrecerraron y agarró la hoja de plata
clavada en la encimera.

Titus se tambaleó y escupió un trozo de saliva ensangrentada en


el sucio suelo. El dolor irradiaba y su cuerpo le gritaba que se
mantuviera en el suelo, pero sabía que, si lo hacía, Eli mataría a Molly y
al niño que ella aún intentaba proteger desesperadamente.

Eso era lo que Eli quería, lo que siempre había querido: destruir a
Titus de una vez por todas, y nada complacería más a ese maldito traidor,
que matarlos a ambos y eliminar al heredero de Titus en el proceso.

Titus se sacudió el dolor y se lanzó hacia Eli, tirándolo al suelo. La


daga se escabulló, fuera de su alcance, ganando Titus un tiempo precioso,
tiempo para curarse y recuperar sus fuerzas.

Juntos, los dos hombres cayeron al suelo y se produjo una feroz


lucha. Titus era más grande, más fuerte y mejor luchador, pero estaba
malherido. Sentía que su fuerza se desvanecía con cada segundo que
pasaba mientras la sangre salía de sus heridas, saturando su ropa
mientras dejaba sus músculos flojos y débiles. Los bordes de su visión
eran borrosos, pero ignoró las órdenes de su cuerpo de desconectarse y
desmayarse. Su curación cambiante lo haría volver, pero para entonces,
Eli habría llegado a Molly de nuevo.
El tamaño más pequeño de Eli jugaba a su favor, su velocidad y
agilidad combatían la enorme potencia de Titus y el hecho de que éste
estaba jodidamente cabreado. Pero no era una pelea justa, no todavía.
Todo lo que Titus tenía que hacer era sobrevivir y contener a Eli hasta
que sus heridas sanaran.

¿Después de eso? Eli moriría.

Sin destierro, sin encarcelamiento. No otra vez. De una forma u


otra, uno de ellos moriría esta noche. Después de todos estos años,
después de todas las peleas al crecer y la rivalidad, Eli había ido
demasiado lejos, y su relación finalmente había estallado. No había
llegado a un momento demasiado pronto.

En un desenfoque de puños, colmillos y garras, los dos lobos se


desplazaron parcialmente de un lado a otro, de la carne humana a la piel
de lupino y viceversa. Eli luchaba como un animal atrapado, mientras
que Titus lo hacía como un hombre con todo por perder.

Eli clavó sus garras profundamente en las heridas de bala de Titus


y se burló mientras éste aullaba. Eli siguió adelante, luchando de forma
barata y aprovechando las heridas de Titus.

—Así es como termina, tú...

Esas fueron todas las palabras burlonas que Eli logró escupir,
antes que Titus volviera a golpearlo.

Titus le dio un puñetazo a Eli en la mandíbula, lo suficientemente


fuerte como para arrancarle unos cuantos dientes y romperle los nudillos
a Titus. Mientras éste se tambaleaba hacia atrás, escupiendo dientes y
sangre en el suelo, Titus retiró el puño para dar otro golpe con los nudillos
reacomodándose hasta recuperar su salud mientras se echaba hacia
atrás...

... y sintió que Eli le clavaba la hoja de plata en el costado.

La plata ardió como el fuego en cuanto se deslizó por la piel,


chisporroteando entre el músculo y el hueso. Maldijo. Era casi invencible,
pero no por la plata. Eli retiró la daga, dispuesto a hundirla de nuevo en
la carne de Titus, con sus dientes manchados de sangre brillando con su
mueca vengativa.

Pero no tuvo en cuenta una cosa: la determinación de Titus de vivir.

El odio de Titus hacia Eli.

Y la completa y total falta de habilidad de Titus para caer y dejar


que cualquier daño le ocurra a Molly.

Titus hizo acopio de las fuerzas que le quedaban y rodeó con sus
brazos el torso de Eli. En una agonizante ráfaga de poder, lanzó el cuerpo
más pequeño y ligero de Eli a través de la ventana, jadeando por el dolor
de la profunda herida de la daga de plata.

Eli voló a través del cristal, haciéndolo añicos y aterrizando


torpemente en el suelo empapado. Se puso en pie, resbalando en el barro
y la lluvia, sin dejar de empuñar la daga que brillaba con la sangre de
Titus. Titus se tambaleó y su vista se nubló, pero no cayó mientras se
colocaba entre Eli y Molly, que gemía de dolor detrás de él. Podría morir
de cualquier manera, pero estaba seguro que no iba a dejar que ese
psicópata se acercara a Molly. Moriría con gusto antes de dejar que le
tocara un pelo a Molly.

Eli miró con desprecio a Titus. Sus ojos brillaban con odio y regocijo,
mientras pasaba un dedo por la hoja manchada de sangre. Había querido
hacer esto desde que eran niños. Por fin se había atrevido a hacerlo.
"¿Aún no has terminado?"
El resto del recinto comenzó a agitarse por la conmoción. Las luces
se encendieron y el sonido de gritos y pasos resonó en el aire.

¡Boom!

Un rayo cayó cerca, arrojando una luz espantosa sobre Eli


mientras se acercaba, con la sangre de Titus aún goteando de la daga.
Titus dio un paso adelante, pero cada paso era una agonía.

Al diablo con eso.

Apretó los dientes, luchando contra el dolor punzante para


concentrarse en lo único que importaba: su compañera predestinada
estaba en peligro, y la causa estaba delante de él. Sentía que las heridas
de bala ya se estaban curando y, con cada segundo que pasaba, su visión
se aclaraba. La herida profunda en su costado, de la daga de plata inmune
a una habilidad curativa, palpitaba cada vez más. Su mano se apoyó en
ella, pero la sangre se filtró entre sus dedos. Se tragó las ganas de vomitar
mientras el corazón le martilleaba en el pecho y miraba a Eli.

Toda la rabia, todo el resentimiento, todas las veces que quiso


estrangular al pequeño imbécil santurrón hirvieron a la superficie, pero
todo lo demás se desvaneció cuando el recuerdo del grito de dolor de Molly
resonó en su cráneo. Eli había disparado a Molly, y estaba sonriendo. La
sangre de Titus latía cada vez más rápido, hasta que no pudo sentir nada
más que pura rabia.

Titus rodó los hombros, atravesando la ventana destrozada


mientras clavaba los ojos en Eli. Había estado esperando este momento
durante años. Eli estaba a punto de descubrir por qué Titus era el Alfa
de la manada y Eli no. Giró la cabeza hacia un lado y escupió la sangre
que le llenaba la boca, con las fosas nasales encendidas y las manos
temblando de odio.

Eli atacó, apuñalando salvajemente a Titus con la daga de plata,


pero Titus le quitó la hoja y lo tiró al suelo. Los dos lobos lucharon en el
barro y la lluvia cegadora frente a la casa de Molly. Y aunque Eli tenía
una ventaja inicial, las probabilidades cambiaron considerablemente a
medida que las fuerzas de Titus volvían lentamente.

Eli era débil, y lo suficientemente cobarde como para ir tras la


compañera y el heredero de Titus.

Titus era el Alfa.

Y se notaba.

Titus se desató sobre Eli, años de antipatía alimentando cada golpe.


En una pelea justa, Eli sabía que no tenía ninguna oportunidad. Por eso
nunca había desafiado a Titus por la posición de Alfa de la manada en
todos estos años, no hasta que Titus tuviera una compañera que Eli
pudiera usar como arma.

Los nudillos de Titus se estrellaron contra la mandíbula de Eli y la


lluvia salpicó el impacto. Otro golpe limpio. Esta paliza había tardado
mucho en llegar. Casi podía ignorar el dolor que aún irradiaba la
puñalada, que todavía sangraba libremente por su costado. Eli trató de
zafarse, lanzando a Titus con las caderas y agarrando la daga de plata
del barro. Intentó apuñalar a Titus, pero éste lo bloqueó.

—¡Titus, cuidado!.

La voz de Molly rompió la concentración de Titus. Instintivamente,


se giró para verla de pie en la ventana con una mirada horrorizada, pero
viva. La sangre goteaba por su hombro y su otra mano lo cubría mientras
se apresuraba a ayudarlo.

Titus retrocedió justo a tiempo para que Eli le clavara la daga de


plata en el corazón.
Molly nunca había recibido un disparo.

Nunca pensó que sería fácil.

No tenía ni idea.

No estuvo tan mal al principio. Doloroso, pero sobrevivible. Eli


jodió el tiro y la golpeó en el hombro, lo que dolió como un hijo de puta,
pero al menos falló el resto de ella. Tropezó hacia atrás, cayó sobre la
mesa de café y pensó por un cuarto de segundo que debería doler mucho
más.

Y entonces empezó.

Sentía como si alguien la hubiera empalado con un atizador al rojo


vivo, y parecía empeorar a cada segundo. Intentó sobreponerse y se
levantó de la mesa de café destrozada para intentar ayudar a Titus, que
no necesitaba ayuda para hacer papilla a Eli. Los encontró en el césped
de enfrente, con Titus en clara ventaja, sin saber que Eli buscaba la daga
de plata en el barro mientras otros lobos se apresuraban a intentar
ayudar a su Alfa.

—¡Titus, cuidado!.

Llamarlo por su nombre para alertarlo de la daga, tuvo la reacción


exactamente opuesta a la que ella quería. Él se volvió para mirarla en
lugar de mirar a su oponente.

Y ella lo vio pasar todo, en cámara lenta.

Mientras otros lobos se apresuraban a ayudar, a pocos metros de


él, la mano de Eli agarró la daga. La alzó, rugiendo de rabia mientras
hundía la hoja en el ancho pecho de Titus, hasta el otro lado. Sintió que
el vómito le subía a la garganta al darse cuenta que la punta de la hoja
plateada atravesaba la espalda de Titus, directamente en su línea de
visión.

Los otros lobos abordaron a Eli y le quitaron la daga de la mano,


arrollándolo mientras Seth y los otros guardias llegaban. Eli estaba
inmovilizado bajo un montón de lobos que gruñían.

—¡Siéntelo, Titus!—, gritó. —¡Siente lo que he hecho!

Titus se puso en pie a trompicones con la daga aún clavada en el


pecho. A Molly se le subió el corazón a la garganta y salió corriendo por
la ventana hacia él, con los ojos muy abiertos de horror mientras Titus la
miraba, confundido y aturdido. Su mano agarraba con soltura la hoja,
como si no pudiera comprender la herida, pero era real, una herida mortal
para cualquiera. Incluso para un lobo casi invencible. Parpadeó una, dos
veces, mirando a Molly con expresión perpleja.

—Lo siento—, logró decir mientras la luz de sus ojos se apagaba.


Se desplomó en el suelo, cayendo con fuerza sobre su espalda, mientras
Seth corría hacia ellos.

El mundo de Molly se derrumbó al ver a su compañero exhalar su


último aliento allí mismo, en el barro, muriendo por ella. Por ellos.
Su oído se embotó y el resto del mundo se desdibujó al ver cómo
Seth sacaba la daga y trataba frenéticamente de reanimar a su Alfa.
Titus yacía inerte mientras su corazón bombeaba débilmente su sangre
vital desde su herida para gotear en la tierra. Cada bombeo era más lento
que el anterior mientras miraba el cuerpo de Titus. Musculoso,
sobrehumano. Inmóvil.

Cayó de rodillas entumecida mientras miraba fijamente los ojos de


Titus que no veían.

—¡No!— gritó Seth, golpeando a Titus en la mejilla. —¡No te


atrevas, maldicion! ¡Oye! ¡Tenemos una ambulancia en camino!
Escúchame.

Molly extendió una mano, acercándose a la herida. El dolor de su


propia herida se desvaneció cuando la sangre brillante cubrió sus manos.

Cerró los ojos y se le puso la piel de gallina al hacer algo que nunca
había podido hacer: invocar un poder mágico más allá de cualquier bruja:
el poder de la vida y la muerte, de sacar a alguien de las puertas de la
muerte. Algo que sus hermanas nunca harían juntas, y algo que ella no
podría ni soñar.

Pero nada de eso importaba ya.

Todo lo que importaba era Titus.

Agarró una fina cinta mágica y no aceptó un no por respuesta. La


arrastró hacia el hechizo, sintiendo que sus propios poderes aumentaban
en fuerza. Pidió más, y por primera vez en su vida, la magia le dio.
Susurró un hechizo de curación, con la voz temblorosa y las lágrimas
cayendo por sus mejillas, cuando sus manos temblorosas sintieron que el
bombeo de la sangre de Titus se ralentizaba.
Agarró la magia y la obligó a trabajar para ella, tirando más
profundo de lo que nunca había ido. El hechizo le pasó factura,
arrastrando su propia fuerza vital y agotando sus fuerzas. Poco a poco, se
fue volcando en el hechizo.

Si moría, moría. Lo único que importaba era salvarlo, por no ser


una maldita bruja terrible por una vez en su maldita vida, por salvar al
único hombre que había amado. No había vida para ella sin Titus.

Sus músculos se estremecieron con el esfuerzo cuando le introdujo


el poder en el pecho, empujando el aura por sus venas y ordenando que
su corazón volviera a latir. Tras cuatro o cinco segundos de agonizante
presión, sintió que el corazón de él se movía una vez, débilmente. Otra
oleada de piel de gallina la recorrió y tiró con más fuerza. Thump. Otra
vez. Thump.

—¿Qué...?— La voz de Seth. Ella lo ignoró, concentrándose en el


hechizo; el hechizo repitiendo sus órdenes una y otra vez hasta que fue
un canto gritado. El vello de sus brazos se erizó con la magia, y la sintió
en cada vena, en cada poro, en sus uñas y en el cosquilleo a lo largo de su
piel. Era más de lo que había sentido antes, plegándose a su voluntad.

Thump. Más fuerte esta vez, y más sangre se derramó en sus


manos. Thump. Fuerte de nuevo. Thump, thump, thump, thump, thump,
thump, thump!. Su corazón empezó a acelerarse, la sangre recorrió su
cuerpo cuando sus ojos se abrieron de par en par y miró a su alrededor.

A tres metros de la tierra empapada, levitaban con un capullo de


energía dorada que se arremolinaba a su alrededor como una tormenta.
La lluvia no podía atravesar la energía, que se movía y arremolinaba
como una criatura viva. Unos zarcillos dorados se movían por su cuerpo,
impregnándolo de un suave resplandor y conectándolos. Las manos le
temblaban por el esfuerzo necesario para sostener semejante hechizo y
su visión se oscurecía, pero seguía adelante.

Sentía que su cuerpo se quemaba al tratar de aprovechar un poder


tan abrumador que la atravesaba, cien veces más poder que el que incluso
las brujas más fuertes podían mantener a la vez. Pensó que podría
desmayarse. Tal vez morir.

Su concentración se enfocó aún más y se mantuvo centrada en lo


único que le importaba: el rostro amado de Titus. Incluso cuando el resto
del mundo se oscureció, ella mantuvo su mirada fija en él. La herida sobre
su pecho empezaba a curarse, pero no era suficiente, aún no. Todavía
podía morir, y ella era su única oportunidad. Sintió que los tejidos y los
músculos de él volvían a unirse, pero incluso cuando su cuerpo empezó a
temblar y el humo surgió de su piel, ella no se detuvo.

Una sola cosa.

Titus.

Eso es todo lo que ella necesitaba ver.

Sintió que se acercaba el desmayo. Le había pedido a su cuerpo


más de lo que podía dar, y sabía que una bruja no estaba destinada a
ejercer ese poder sola. Si era el final, sólo esperaba que su esfuerzo fuera
suficiente.

Sintió que su fuerza vital empezaba a desvanecerse. Lo sintió venir.


Su cuerpo, aunque abrasador al tacto, temblaba mientras sus sentidos
flaqueaban.

Era el momento.
El final.

Miró por última vez a Titus, con lágrimas en los ojos. Tal vez lo
encontraría en la próxima vida, pero por ahora, su historia podría haber
terminado. No había sido lo suficientemente fuerte, incluso con todo lo
que había pasado. Había puesto todo lo que tenía y más en el hechizo,
pero estaba fuera. Terminada. Acabada.

—Te quiero—, le susurró mientras la oscuridad la reclamaba. Lo


último que vio, fue que los ojos de Titus se abrieron de golpe, mientras
jadeaba.

Se fue.
Cinco años después

La arboleda estaba exactamente como la recordaba Titus.

Todavía recordaba haber conocido a Molly todos esos años atrás


justo donde estaba parado, bajo los enormes árboles. Ella era tan
desafiante, tan arrogante, tan jodidamente audaz. Entró en el territorio
de los lobos para, de todas las cosas estúpidas, hacer un hechizo de amor.
Un hechizo de pareja predestinada, uno de los hechizos más tontos y
frívolos.

Ella tenía que saber que era un fraude. ¿Verdad? Y a medida que
la conocía, se dio cuenta de algo sobre Molly: no había nadie más en el
planeta como ella. No había ido a ese bosque para encontrar el amor.
Entró en el territorio de los lobos para demostrarse a sí misma que podía,
que no era la bruja de mierda y que podía ser grande. O al menos, pasable.

Nunca se lo había preguntado.

Nunca lo haría.

Titus se había ablandado en los últimos cinco años. La vida tenía


la costumbre de hacerle cosas a un hombre. A veces, le gustaba bajar aquí
y pensar en lo que fue, y en lo que casi nunca fue. En esos momentos de
tranquilidad y reflexión, pensaba en Molly y en cómo se conocieron.

Y siempre le producía alegría, de una manera agridulce.

Él era tan diferente en ese entonces. Debería haberla tratado


mejor al principio. Debería haber sido más rápido para mostrarle su amor.
Ella apareció, puso su vida en desorden, cambió todo y lo devolvió mejor
que nunca. Y no la había apreciado, no en ese entonces. Luchó contra ella
y su deseo de formar una vida y una familia.

Su mano se dirigió a la cicatriz sobre su corazón. Recordó aquella


noche como si fuera ayer, sintió la fría mano de la muerte sobre él. Y
entonces, ella había estado allí, cálida y hermosa y sorprendente, tirando
de él de vuelta al mundo de los vivos. Ahora, era sólo un pálido trozo de
carne, pero era más que eso. Era un recordatorio.

Levantó la vista hacia el bosque, hacia las hojas que se movían con
la tranquila brisa. Los árboles crujían suavemente. Hacía años que no
estaba aquí, no así. Le trajo muchos recuerdos.

Cuando conoció a Molly en este lugar, Eli era un aliado. Por aquel
entonces, estaba soltero como un demonio y perfectamente feliz por eso.
No tenía a nadie y no quería a nadie. Mucho había cambiado desde
entonces. Seth dio un paso adelante para tomar el control de más del
negocio, y ahora trabajaban como socios, más que nada. El negocio había
tenido éxito más allá de sus sueños más salvajes. La manada prosperaba
y Eli estaba entre rejas de por vida. Los Hermanos habían sido
dominados hasta la sumisión, y todo lo que habían robado había sido
devuelto. Los responsables habían sido castigados como correspondía.

Sonrió para sí mismo, sólo por un segundo.


Qué tonto había sido la última vez que había estado aquí.

—¡Papi!

En cuanto oyó la voz de Ellie, sonrió de oreja a oreja y se giró para


ver a Molly y a su hija de cinco años, Ellie, bajando por el camino.

—¡Ya hemos llegado!— dijo Molly, sonriendo y tropezando con una


roca antes de recuperarse. —No me he tropezado. No viste eso.

Ellie corrió hacia Titus, que la levantó y la hizo girar en el aire. La


dejó en el suelo ante sus risas y su alegría. Ella corrió hacia el resto de la
arboleda, hurgando en varias cosas y distrayéndose salvajemente,
exclamando sobre las flores y las hojas. Tener a Ellie era un trabajo a
tiempo completo.

Titus recibió a Molly con un beso y un pellizco juguetón en el


trasero. —Estaba empezando a preguntarme dónde estabas.

—Bueno, alguien se llevó el mapa cuando se fue a trabajar, así que


tuve que recordar cómo llegar aquí, de memoria—. Ella levantó una ceja.
—Eras tú. Tú eras ese alguien.

—¿Yo?.

—No pasa nada—. Lo besó y sonrió, volviéndose hacia Ellie y


dejando caer la mochila. —¡Ellie, cariño! No toques eso—.

Ellie dejó el bicho, acercándose a toda prisa a ellos y sacando una


varita de entrenamiento de la bolsa. —¡Magia!

Titus vio cómo Molly le quitaba la varita y le daba otra, junto con
una guía de aprendizaje de hechizos para niños. Ellie estaba dotada. Muy
dotada. Había heredado un enorme poder mágico, lo que parecía hacer
muy feliz a Molly. Y también era una cambiante, lo que hacía feliz a
Titus. Era una niña fuerte y decidida.

Sería una gran Alfa.

Y era la favorita de la manada. Todos se encariñaron con Molly


muy rápidamente después de conocerla, y cuando estuvo a punto de morir
salvándolo, todos fueron aún más amables. Pasó un tiempo en cuidados
intensivos, pero cuando despertó, la manada le organizó una fiesta de
bienvenida. Titus no se consideraba una persona preocupada, pero su
estancia en el hospital fue una de las más estresantes de su vida. Seth
había dado un paso adelante, tomando las riendas, mientras Titus pasaba
todas esas noches con ella en el hospital. Esperando, deseando, rezando
para que un día Molly despertara.

En un segundo, había perdido a ambos. Y no podía hacer nada al


respecto. Con todo su dinero, todo su poder, toda su influencia, estaba tan
indefenso como todos los demás. Un día, ella podría despertar. O podría
no hacerlo. Pasó horas sosteniendo su mano fría y flácida, deseando un
milagro.

Y un día, ella simplemente... despertó.

Y ahora, era el primer día de entrenamiento mágico de su hija.


Puede que Molly no tuviera todo el poder del mundo, pero era una gran
maestra con un pozo de amor sin fondo para su hija. Molly era una gran
madre, y él estaba decidido a darle a su hija una vida normal. Todo eso
de sin influencias, la vulnerabilidad es una debilidad, era una mierda, se
dio cuenta. Las relaciones eran la fuerza. El amor no era una debilidad.
Era más débil cuando tenía amor en su corazón y lo ignoraba por miedo.
Ellie sería mejor que él. Mejor de lo que él podría haber sido.

¿Y eso?

Eso lo hacía feliz. Todo ello gracias a Molly, la mujer que no se


había dado por vencida cuando probablemente debería haberlo hecho, y
que se había quedado con él en los momentos difíciles y nunca había
dejado de amarlo, incluso cuando él lo hacía casi imposible.

Cuando vio a Molly por primera vez en esta arboleda, era un


hombre duro y frío, sin nadie que lo quisiera ni le correspondiera.

Y ahora, estaba viendo a su hermosa esposa enseñar a su hija a


hacer magia.

La vida era divertida.

Molly miró en su dirección y frunció la frente mientras lo miraba


con curiosidad. —¿Estás bien?.

Una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Sí, lo estoy.

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