0% encontró este documento útil (0 votos)
162 vistas386 páginas

America Latina. Democracias Frágiles y Conflictividad.

Este documento describe un procedimiento para acceder de forma gratuita a la lectura en la nube de un libro electrónico. Los usuarios deben enviar por correo electrónico una fotografía del código de barras y del ticket de compra del libro. En un plazo máximo de 72 horas laborables, recibirán un código de acceso con instrucciones para visualizar el libro electrónico de forma individual y privada a través de la nube de lectura. El uso bibliotecario o público que permita el acceso a una comunidad de lectores queda excl

Cargado por

Diana Balarezo
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
162 vistas386 páginas

America Latina. Democracias Frágiles y Conflictividad.

Este documento describe un procedimiento para acceder de forma gratuita a la lectura en la nube de un libro electrónico. Los usuarios deben enviar por correo electrónico una fotografía del código de barras y del ticket de compra del libro. En un plazo máximo de 72 horas laborables, recibirán un código de acceso con instrucciones para visualizar el libro electrónico de forma individual y privada a través de la nube de lectura. El uso bibliotecario o público que permita el acceso a una comunidad de lectores queda excl

Cargado por

Diana Balarezo
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 386

ACCESO GRATIS a la Lectura en la Nube

Para visualizar el libro electrónico en la nube de lectura envíe


junto a su nombre y apellidos una fotografía del código de barras
situado en la contraportada del libro y otra del ticket de compra
a la dirección:

[email protected]

En un máximo de 72 horas laborables le enviaremos el código


de acceso con sus instrucciones.

La visualización del libro en NUBE DE LECTURA excluye los usos bibliotecarios


y públicos que puedan poner el archivo electrónico a disposición de una
comunidad de lectores. Se permite tan solo un uso individual y privado
AMÉRICA LATINA.
DEMOCRACIAS FRÁGILES
Y CONFLICTIVIDAD
COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES

Manuel Asensi Pérez


Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada
Universitat de València
Ramón Cotarelo
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de
la Universidad Nacional de Educación a Distancia
Mª Teresa Echenique Elizondo
Catedrática de Lengua Española
Universitat de València
Juan Manuel Fernández Soria
Catedrático de Teoría e Historia de la Educación
Universitat de València
Pablo Oñate Rubalcaba
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración
Universitat de València
Joan Romero
Catedrático de Geografía Humana
Universitat de València
Juan José Tamayo
Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones
Universidad Carlos III de Madrid

Procedimiento de selección de originales, ver página web:


www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales
AMÉRICA LATINA.
DEMOCRACIAS
FRÁGILES Y
CONFLICTIVIDAD

MÉLANY BARRAGÁN
SALVADOR MARTÍ I PUIG
Coordinadores

tirant humanidades
Valencia, 2023
Copyright ® 2023

Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reprodu-
cirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo
fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de información y
sistema de recuperación sin permiso escrito de los autores y del editor.

En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant Humanidades publicará


la pertinente corrección en la página web www.tirant.com.

Director de la colección
JOAN ROMERO GONZÁLEZ
Catedrático de Geografía Humana
Universitat de València

© Mélany Barragán,
Salvador Martí i Puig (Coords.)

© TIRANT HUMANIDADES
EDITA: TIRANT HUMANIDADES
C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia
TELFS.: 96/361 00 48 - 50
FAX: 96/369 41 51
Email:[email protected]
www.tirant.com
Librería virtual: www.tirant.es
DEPÓSITO LEGAL: V-
ISBN: 978-84-19588-28-9
IMPRIME:
MAQUETA: Tink Factoría de Color

Si tiene alguna queja o sugerencia, envíenos un mail a: [email protected]. En caso de no ser


atendida su sugerencia, por favor, lea en www.tirant.net/index.php/empresa/politicas-de-empresa nuestro
procedimiento de quejas.
Responsabilidad Social Corporativa: http://www.tirant.net/Docs/RSCTirant.pdf
Autores
Bernabé Aldeguer
Mélany Barragán
Ana Belén Benito
Joao Botelho
Andrea C. Bianculli
Benedicte Bull
Miguel Carrera
Enrique Coraza
Rafael Grande
Alicia Lissidini
Arturo López-Levy
Salvador Martí i Puig
Alberto Martín
Márgara Millán
Analía Minteguagua
Detlef Nolte
Daniel Rodríguez
Guiomar Rovira
Francisco Sánchez
Treethep Srisa-nga
Carlos de la Torre
Víctor Tricot
Gemma Ubasart
Gabriel Vommaro
Yanina Welp
ÍNDICE
PRÓLOGO.............................................................................................................. 11
Manuel Alcántara Sáez

INTRODUCCIÓN: LUCES Y SOMBRAS DE LA DEMOCRACIA EN


AMÉRICA LATINA.............................................................................................. 13
Mélany Barragán
Salvador Martí i Puig

ACTORES E INSTITUCIONES
DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA: CICLOS POLÍTICOS Y REN-
DIMIENTO INSTITUCIONAL.......................................................................... 19
Mélany Barragán
Bernabé Aldeguer

LAS DERECHAS EN AMÉRICA LATINA. DE LA DEMOCRATIZA-


CIÓN AL FIN DEL GIRO A LA IZQUIERDA................................................ 45
Gabriel Vommaro

EL EQUILIBRIO ESTABLE COMO PROBLEMA: LOS GOBIERNOS DE


IZQUIERDA SUDAMERICANOS Y ‘SUS’ MOVIMIENTOS SOCIALES
(1990-2022)............................................................................................................. 67
Alicia Lissidini
Yanina Welp

LAS ÉLITES (POLÍTICAS) DESDE AMÉRICA LATINA.............................. 89


Benedicte Bull
Francisco Sánchez

CONTEXTO SOCIOECONÓMICO
VEINTICINCO AÑOS DE POLÍTICAS ECONÓMICAS Y CRECIMIEN-
TO EN AMÉRICA LATINA................................................................................ 123
Miguel Carrera
10 Índice

DINÁMICA DEMOGRÁFICA Y ESTRUCTURA SOCIAL: EVOLUCIÓN


Y TENDENCIAS.................................................................................................... 149
Rafael Grande

DEMOCRACIA Y BIENESTAR EN AMÉRICA LATINA............................. 173


Analía Minteguiaga
Gemma Ubasart-González

DINÁMICAS Y PROCESOS
MOVILIZACIÓN Y PROTESTA EN AMÉRICA LATINA........................... 207
Salvador Martí i Puig
Victor Tricot

FEMINISMOS DESBORDADOS EN AMÉRICA LATINA: AUTOCON-


VOCATORIAS MASIVAS, MULTITUDES CONECTADAS Y REPERTO-
RIOS ANTISISTÉMICOS.................................................................................... 243
Guiomar Rovira
Márgara Millán

CLIENTELISMO................................................................................................... 267
Ana Belén Benito
Joâo Carlos Amoroso Botelho

POPULISMOS DEL SIGLO XXI......................................................................... 293


Carlos de la Torre
Treethep Srisa-nga

VIOLENCIA Y MOVILIDADES HUMANAS EN AMÉRICA LATINA..... 315


Enrique Coraza
Alberto Martín

RELACIONES INTERNACIONALES
RELACIONES CON ESTADOS UNIDOS Y LA POTENCIA EMERGEN-
TE (CHINA)........................................................................................................... 337
Arturo López-Levy
Daniel Rodríguez

AUGE Y DECLIVE DEL REGIONALISMO LATINOAMERICANO......... 361


Andrea C. Bianculli
Detlef Nolte
PRÓLOGO
Manuel Alcántara Sáez
Universidad de Salamanca, España

Dentro de la política, la democracia es la lógica de funcionamiento


que conlleva mayor número de avatares. Además, se trata del tipo de ré-
gimen político que se encuentra sometido a tensiones que no solamente
proceden del exterior o de las consecuencias de los resultados de las
políticas que lleva a cabo, sino que es muy sensible a procesos de ero-
sión que se dan en su seno. América Latina, una región extremadamente
heterogénea en la que en términos institucionales su principal deno-
minador común es el presidencialismo, camina hacia el medio siglo de
vigencia del patrón democrático.
Constituye un lapso en gran medida inédito en una región en la que
se había instalado la inestabilidad y la tutela militar. No obstante, desde
finales de la década de 1970 los diferentes ciclos acaecidos se han dado
siempre manteniéndose la variedad electoral de la democracia, produ-
ciéndose como consecuencia la alternancia política.
Sin embargo, en la segunda mitad de la pasada década, en coinci-
dencia con el cambio de ciclo derivado del fin del boom de las mate-
rias primas, así como de los efectos relacionados con la desaparición
del liderazgo ejercido por Hugo Chávez entre 1999 y 2013, se inició una
nueva etapa. La combinación entre el malestar de la gente, que ocupó las
calles como consecuencia de la insatisfacción de las expectativas en la
mejora de sus niveles de vida, y el deterioro en la representación política
traducido en la crisis de los partidos y en el surgimiento de líderes con
un marcado personalismo y escaso interés en la construcción de insti-
tuciones, supuso un momento complejo que encendió avisos de fatiga.
A todo ello se sumaron los efectos de los dos años de pandemia con
enormes implicaciones en la economía y en la salud emocional de las
personas, además del rastro de muerte y de dolor que dejaron.
2022 es un momento adecuado para analizar el estado de las cosas
en una región que fue especialmente golpeada por la COVID-19, pero
12 Manuel Alcántara Sáez

en la que se avizoraban rasgos preocupantes en el funcionamiento de


las instituciones, así como en las dinámicas del comportamiento de los
actores. Por otra parte, el legado de una política en la que la participa-
ción siempre tuvo una mayor impronta que la representación siguió es-
tando presente. Viejas expresiones como el populismo, la movilización
social, la violencia y el clientelismo, junto con expresiones nuevas como
el feminismo, cobraron una insólita relevancia. A ello venían a sumarse
los efectos de un crecimiento económico errático y de las dificultades
existentes a la hora de poner en marcha políticas distributivas eficientes
y constantes que eliminaran la lacerante desigualdad existente. Igual-
mente, no es menos relevante recordar en qué medida en apenas dos
décadas China llegó a convertirse en el gran actor internacional de una
región que sigue retrocediendo a pasos agigantados en la ilusión inte-
gracionista.
El presente libro es un ejercicio no exento de complejidad que anali-
za estos aspectos desde una perspectiva plural. El abordaje de los temas
es realizado por un equipo de personal académico procedente de dife-
rentes centros de estudio e investigación y de distintas tradiciones con lo
que se alcanza un equilibrio notable que enriquece la obra.
INTRODUCCIÓN: LUCES Y SOMBRAS DE
LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA
Mélany Barragán
Universidad de Valencia, España
Salvador Martí i Puig
Universidad de Girona, España

La tercera ola de democratización reconfiguró los sistemas políti-


cos de América Latina. Desde las primeras experiencias en República
Dominicana y Ecuador (1978) hasta la tardía transición chilena (1989)
y los episodios postbélicos centroamericanos, los diferentes países lati-
noamericanos fueron transitando de dictaduras militares a regímenes
democráticos. La excepción se mantuvo en Cuba, como régimen sovié-
tico congelado en el Caribe.
La llegada de la democracia abrió un nuevo horizonte poliárquico
para América Latina: produjo grandes avances para garantizar el dere-
cho universal al voto, la celebración de elecciones libres y vigiladas, el
acceso al poder en condiciones de competencia, la construcción de nue-
vos entramados institucionales y nuevas alianzas internacionales. Sin
embargo, las democracias latinoamericanas han experimentado en los
últimos años un constante proceso de erosión: las instituciones se mues-
tran ineficientes para canalizar las demandas ciudadanas, el bajo creci-
miento económico ha empeorado los desequilibrios sociales y nuevos
liderazgos autoritarios han ganado terreno. La tendencia personalista,
que ha acompañado a la política latinoamericana prácticamente desde
el inicio de su historia, hoy vuelve con fuerza de la mano de las nuevas
tecnologías de la comunicación y actores y fuerzas políticas emergentes
que buscan controlar los espacios de poder acotando derechos y liber-
tades.
La llegada del nuevo siglo vino acompañada de una cierta paráli-
sis institucional y de ausencia de voluntad política para dar contenido
a las promesas reformistas con las que se legitimaron las transiciones.
Los problemas estructurales no resueltos durante décadas comenzaron
14 Mélany Barragán - Salvador Martí i Puig

a minar la fortaleza de los modelos democráticos, y el surgimiento de


la oleada populista, desde la derecha y la izquierda, alimentó la con-
centración del poder en torno a liderazgos carismáticos. Por la derecha
con experiencias de populismo punitivo y el neoliberalismo a ultranza,
y por la izquierda con el recurso discursivo de implementar un socia-
lismo del siglo XXI a través de petrodólares provenientes de Venezuela.
Así las cosas, reaparecieron líderes fuertes de diverso signo, destacando
los casos de Álvaro Uribe en Colombia y Hugo Chávez en Venezuela.
Otra cuestión es que después de años de gobiernos moderados y con-
servadores, en la primera década del siglo XXI, tres cuartas partes de
los habitantes de la región llegaron a estar administrados por gobiernos
que se encuadraban a la izquierda. Este fenómeno fue bautizado como
la “ola rosa” (y no roja) al agrupar líderes, partidos y proyectos muy di-
versos: desde propuestas socialdemócratas como las de Bachelet y Lula,
hasta proyectos más radicales y verticales, como los de Morales, Correa
o Chávez. Frente a esta marea, una década después, resurgieron electo-
ralmente alternativas desde la derecha. Este juego político, más encona-
do y polarizado que en la época de las transiciones, supuso un desgaste
institucional y la quiebra de puentes de interlocución.
Esta tendencia a erosionar las estructuras democráticas se hizo toda-
vía más patente una vez agotada la “larga década” del boom de las com-
modities y la irrupción de la crisis sanitaria y social de la COVID-19. El
contexto de estancamiento económico profundizó las fracturas deriva-
das de problemas estructurales de la región, aumentando el descontento
y la tensión social, y el desarrollo de liderazgos en tiempos de excepcio-
nalidad constitucional por la crisis humanitaria aceleró el ejercicio del
poder de manera caudillista.
Pese a que resulta complicado dinamitar cuatro décadas de experien-
cia democrática, aun cuando esta haya estado ligada a condiciones de
debilidad e incertidumbre, América Latina atraviesa en el primer cuarto
del siglo XXI un momento de fuerte tensión. El relato antiliberal cada
vez cobra más fuerza y la tentación autoritaria está latente en diferentes
países de la región. La presencia de una alternativa iliberal eficiente a
nivel global (con China de abanderada) ha revitalizado experiencias que
hasta la fecha eran difíciles de justificar por propios y ajenos, como es el
fenómeno de Bukele en El Salvador.
Introducción 15

Focalizándose en este contexto, la presente obra tiene como objetivo


ayudar a pensar sobre los principales desafíos que enfrenta en la actua-
lidad América Latina, a partir de una mirada crítica sobre su evolución
desde la reinstauración de la democracia hasta la actualidad, poniendo
especial énfasis en el último cuarto de siglo. En concreto, se atiende a los
actores, procesos y dinámicas que han configurado la implantación de
poliarquías que, pese a mostrar diferencias entre sí, han logrado sobre-
vivir si bien no han evitado entrar en crisis.
A lo largo de catorce capítulos, estructurados en torno a cuatro gran-
des bloques, se persigue una visión actualizada que recoja los cambios
que está viviendo América Latina, ayudando a comprender y debatir los
elementos que configuran las principales tendencias políticas, económi-
cas y sociales de las poliarquías en la región.
El hilo conductor que guía este trabajo es que los procesos de transi-
ción conllevaron la llegada de democracias que han perdurado desde el
punto de vista procedimental, pero que no han estado exentas de con-
flictos y debilidades. La sucesión de diferentes ciclos políticos, las trans-
formaciones y heterogeneidad existentes tanto en la izquierda como en
la derecha, las crisis económicas, la desigualdad, la dependencia exte-
rior, la violencia o el auge del populismo han tensionado los sistemas
políticos latinoamericanos y en más de una ocasión han erosionado la
calidad de la democracia
Las democracias latinoamericanas han sobrevivido a más de cuatro
décadas de vaivenes, pero se encuentran fatigadas y enfrentan nume-
rosos retos como la recuperación tras la pandemia de la COVID-19,
los altos índices de criminalidad, la desigualdad estructural, la vuelta
del populismo y las tendencias autoritarias, con Venezuela y Nicaragua
como ejemplos de poliarquías colapsadas.
Mediante un análisis riguroso y basado en el conocimiento de los
casos y la evidencia empírica, el libro persigue identificar los principales
ejes de conflicto, las dinámicas y procesos más relevantes de la política
latinoamericana, el papel jugado por los diferentes actores y los desafíos
presentes y futuros.
ACTORES E INSTITUCIONES
DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA:
CICLOS POLÍTICOS Y RENDIMIENTO
INSTITUCIONAL
Mélany Barragán
Universidad de Valencia, España
Bernabé Aldeguer
Universidad de Valencia, España

1. INTRODUCCIÓN
El estallido de la crisis sanitaria derivada del SARS-CoV-2 no hizo
más que empeorar la ya de por sí crítica situación de América Latina
(Barragán, 2020). Un año antes de la pandemia la región enfrentó una
ola de protestas como consecuencia de la crisis económica derivada de
la caída del precio de las materias primas, de la erosión democrática
provocada por el fuerte hiperpresidencialismo y del papel cada vez más
activo de las Fuerzas Armadas y de las fuerzas de seguridad en la vida
pública. A esto se unían otros problemas como la corrupción, las defi-
ciencias en la estructura productiva y una fuerte desafección política
Desde una perspectiva histórica, esta situación no resultaba anómala
y podía calificarse como una etapa cíclica más en la inestabilidad crónica
del área. En este sentido, caben destacar los desequilibrios originados por
las crisis de la deuda en las décadas de 1980 y 1990 y la caída del precio de
las materias primas a partir de 2014. Junto con la inestabilidad económica,
un gran número de países también se vieron inmersos en crisis políticas
e institucionales que desembocaron incluso en la caída de presidentes1.

1
Destacan, entre otras, las interrupciones de mandato de Jorge Serrano Elías (Gua-
temala, 1993), Carlos Andrés Pérez (Venezuela, 1993), Manuel Zelaya (Honduras,
2009), Fernando Lugo (Paraguay, 2012), Collor de Mello y Dilma Rousseff (Brasil,
1992 y 2016 respectivamente) o Abdala Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutierrez
(Ecuador, 1997, 2000 y 2005).
20 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

No obstante, pese a la existencia de coyunturas críticas de naturaleza


política y económica que generaban inestabilidad, incertidumbre y fati-
ga, en el momento en el que estalló la crisis sanitaria América Latina se
encontraba en el período de mayor continuidad democrática de su his-
toria. En primer lugar, por la consolidación de una democracia electoral
desde el inicio de las transiciones democráticas, con las primeras expe-
riencias en República Dominicana y Ecuador en 1978. Desde entonces,
los comicios se han celebrado de manera regular y periódica, pese a la
existencia de altibajos y diversos grados de precariedad institucional.
En segundo lugar, porque la región ha sido capaz de resolver las crisis
económicas, políticas y sociales por vías constitucionales, evitando la
reversión autoritaria. Aunque se han producido crisis políticas que han
llevado a la disolución de alguno de los poderes electos, los regímenes
no han derivado en dictaduras. Y, por último, porque desde inicios de la
década de 1980 se ha producido toda una serie de reformas del Estado
que han favorecido a la democratización de los diferentes países y la
institucionalización de los sistemas políticos.
El proceso de consolidación democrática, con sus luces y som-
bras, se ha desarrollado en diferentes períodos en los que los distintos
países han coincidido en la aplicación de varios modelos de políticas
públicas y ciclos de reforma institucional. Tras las transiciones a la
democracia, en la década de 1990 se produce el triunfo de las ideas
neoliberales. Con la liberalización y la desregulación de la economía
se produjo también una reducción de la presencia del Estado y una
profunda transformación de la estructura social. Posteriormente, la
crisis del modelo neoliberal facilitó la llegada al poder de fuerzas de iz-
quierda que introdujeron un papel mucho más activo del Estado en la
economía, políticas sociales de corte redistributivo y políticas públicas
activas en el mercado laboral. La crisis de las materias primas inició el
fin de este giro a la izquierda y abrieron la puerta a un posible viraje
conservador en la región con la victoria de líderes como Jair Bolsonaro
en Brasil, Sebastián Piñeira en Chile o Luis Lacalle Pou en Uruguay.
No obstante, la irrupción de la pandemia abrió un nuevo escenario en
la región que revierte esta tendencia.
A partir de este diagnóstico inicial, el presente capítulo acerca al
lector a la evolución política e institucional de la región latinoame-
Democracia en América Latina 21

ricana en las últimas tres décadas. A través de un análisis riguroso


y sistemático de lo acontecido en el período de estudio, este trabajo
comienza describiendo los diferentes ciclos políticos y económicos
por los que ha atravesado la región. A continuación, profundiza en
las bases que sostienen la institucionalidad democrática de la región
y su impacto sobre la calidad de la democracia. El capítulo concluye
haciendo una evaluación de las principales fortalezas y debilidades del
proceso de consolidación democrática y señalando las cuestiones pen-
dientes en la región.

2. DE LAS TRANSICIONES A LA ACTUALIDAD: LOS


CICLOS POLÍTICOS POR LOS QUE HA ATRAVESADO
LA REGIÓN
Desde el final de las dictaduras, la democracia se ha consolidado
como el estado natural de los sistemas políticos latinoamericanos
(Alcántara, Buquet y Tagina, 2020). Aunque algunas democracias en
América Latina presentan deficiencias, tal y como señalan autores
como Diamond y Morlino (2005), los Gobiernos y Parlamentos de los
distintos países se han configurado de forma regular a través de elec-
ciones razonablemente libres y competitivas. Si se analizan los proce-
sos electorales celebrados en las últimas décadas, es posible identificar
una serie de tendencias generales que permiten hablar de ciclos polí-
ticos a nivel regional. La primera es que, por una serie de característi-
cas históricas, políticas, sociales y económicas, el efecto contagio entre
países en términos ideológicos parece ser más bien una constante que
una excepción en la región (Sánchez y García Montero, 2019). La se-
gunda es que, en las últimas tres décadas de historia latinoamericana,
los ciclos políticos parecen haber seguido la senda marcada por los
ciclos económicos.
22 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

Tabla 1. Ciclos políticos y económicos en América Latina (1980-2021)

1980-1990 1990-2000 2000-2014 2014-2022


Recuperación
Crisis de representación: temporal de
Ciclo Giro a la
neoliberalismo, populismo, la derecha y
político izquierda
crisis políticas e institucionales ausencia de un
rumbo definido
Crisis
Recuperación económica.
Década
económica. Caída del precio
Ciclo perdida. Crecimiento y
Crecimiento de las materias
económico Deuda Pública. redistribución
con primas.
Hiperinflación
desigualdad La pandemia y
sus efectos
Fuente: elaboración propia con base a Barragán y Alcántara (2020)

Como se muestra en la tabla 1, la llegada de la democracia coin-


cidió con el ascenso de los postulados neoliberales, los cuales fueron
implementados con mayor o menor intensidad en los diferentes países
de la región. Dentro de un marco globalista, el Fondo Monetario Inter-
nacional y el Banco Mundial ejercieron un fuerte liderazgo ideológico,
siguiendo la senda marcada por el Consenso de Washington, que im-
pregnó a los gobiernos latinoamericanos.
Este período se caracterizó, fundamentalmente, por una creciente
liberalización de la economía, la privatización de servicios y la retirada
del Estado de ámbitos clave de protección social mediante la disminu-
ción del gasto público. La creciente inserción de las economías latinoa-
mericanas en el comercio internacional, no obstante, incrementó la vul-
nerabilidad a los shocks internos y generó crisis económicas periódicas
como la de México en 1994, Brasil en 1998, Argentina en 2001 o Uru-
guay en 2002.
Estas crisis, unidas a la persistencia de la desigualdad estructural de
la región, contribuyeron a la deslegitimación del proyecto neoliberal y
sentaron las bases para un cambio de ciclo electoral (Levitsky y Roberts,
2011). Como consecuencia, a partir de 1998 se inició un período de
revitalización de los gobiernos de izquierda en América Latina sin pre-
cedentes. Sin embargo, se trató de una nueva izquierda que difería de
Democracia en América Latina 23

la tradicional en la medida en que mostraba un mayor alejamiento de


los postulados marxistas, una postura menos hostil en relación con el
mercado, la búsqueda de la participación electoral y una postura anti-
imperialista que, a diferencia de la vieja izquierda, fue más fruto de la
defensa de la soberanía que del anticapitalismo (García Montero, Selios
y Marenghi, 2019).
En este nuevo ciclo se posicionaron proyectos políticos que abando-
naron el discurso de la reducción del Estado y favorecieron el flujo de
los capitales privados. Con la llegada de Chávez al poder se inició un
nuevo ciclo político en el que los partidos de izquierda reivindicaron
un cambio económico, el papel de la sociedad civil, democracia partici-
pativa y programas políticos de inclusión social, consiguiendo la fuerza
necesaria como para competir electoralmente con ventaja (Levitsky y
Roberts, 2011)
Todo ello se vio acompañado de un período de bonanza económica
provocado, en gran medida, por el incremento en el precio de las mate-
rias primas. Esto favoreció que los nuevos gobiernos contaran con ma-
yores recursos y autonomía respecto a organismos financiadores para
adoptar políticas públicas redistributivas para paliar la desigualdad y
la pobreza. Se gestó un nuevo modelo de relación entre el Estado y la
sociedad, otorgando a los poderes públicos un papel central como ga-
rantes del bienestar de la sociedad.
La llegada al poder de líderes de izquierda, sobre todo entre 2002 y
2010 con las presidencias de Luis Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff,
Tabaré Vázquez, José Mujica, Evo Morales y Michelle Bachelet, supuso
por tanto un viraje respecto a la etapa anterior, marcada por las direc-
trices del Consenso de Washington. No obstante, este giro a la izquierda
no se manifestó de manera homogénea por toda la región, pudiendo
distinguir diferentes corrientes. Para Castañeda (2006), la izquierda de
la época se distribuye entre líderes socialdemócratas y otros de tenden-
cia populista. Dentro del primer grupo se ubican presidentes como Luis
Inácio Lula da Silva, Tabaré Vázquez o Néstor Kirchner, mientras que en
el segundo se encuentran líderes como Hugo Chávez, Evo Morales o Ra-
fael Correa. Por su parte, Weyland, Madrid y Hunter (2010) distinguen
entre izquierda moderada (Lula y Bachelet) y la izquierda contestaria
24 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

(Morales y Chávez). Para los autores, todos los líderes del llamado giro
a la izquierda coincidían los objetivos fundamentales de sus reformas,
pero diferían en las formas de conseguirlos.
Estas diferentes izquierdas, no obstante, entraron en crisis práctica-
mente a la vez. El agotamiento del período de crecimiento económico
por la caída en el precio de las materias primas marcó el inicio de un
nuevo ciclo en la región. Junto a los problemas económicos, los gobier-
nos del período progresista también se vieron afectados por un ago-
tamiento interno caracterizado por la desconfianza de los ciudadanos
hacia la política, la asunción de que la democracia no resolvía los pro-
blemas, la percepción de que la corrupción no había cesado y la crecien-
te polarización.
Esta crisis en la izquierda sirvió como ventana de oportunidad para
el surgimiento de una nueva derecha que se alejaba de los parámetros del
siglo XX, adoptando principios del liberalismo y la democracia social, y
compitiendo con los gobiernos progresistas con propuestas inclusivas.
Este auge de la derecha se manifestó en la elección de líderes como Mau-
ricio Macri en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil o Sebastián Piñeira en
Chile; la pérdida del plebiscito por el cual Evo Morales pretendía habili-
tar su reelección para un cuarto período o la victoria de la oposición en
las elecciones legislativas de Venezuela en 2015. No obstante, pronto fue
contrarrestado por las victorias de Manuel López Obrador en México,
Luis Arce en Bolivia y Alberto Fernández en Argentina.
En medio de estos virajes ideológicos, la región entró en un deterio-
ro democrático derivado del enquistamiento de problemas no resueltos
(Martí i Puig y Alcántara, 2021). En primer lugar, se dio una crisis de la
estatalidad en Venezuela y un auge del autoritarismo en países como Ni-
caragua, Honduras y Bolivia. Por otro lado, produjeron crisis institucio-
nales y de contestación social en Perú, Chile y Ecuador. En tercer lugar,
los presidentes de Brasil, México y El Salvador experimentaron una alta
personalización y concentración del poder que afectó a la oposición. Por
último, a todo se suma una creciente debilidad de la dinámica electoral,
puesta en evidencia tras las últimas elecciones en Venezuela, Nicaragua,
Paraguay y Bolivia, donde los resultados no fueron reconocidos ni por
la oposición ni por los veedores internacionales.
Democracia en América Latina 25

Con la llegada de la pandemia se mantuvo la inercia de Ejecutivos


fuertes, posibilitándose la concentración del poder en manos de los pre-
sidentes y contrarrestando la influencia de otras instancias del Estado
bajo el paraguas de la emergencia sanitaria. Sin embargo, prácticamente
ningún gobierno fue capaz de salvarse del desgaste derivado de la crisis.

3. EL RENDIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES TRAS


LAS TRANSICIONES A LA DEMOCRACIA
En paralelo a todos los ciclos políticos y económicos citados, la región
ha atravesado por toda una serie de procesos de cambio institucional.
La aprobación de nuevas constituciones, la puesta en marcha de proce-
sos de reforma constitucional y los cambios en los modelos de gestión
pública han sido una constante en las últimas décadas. Pero, además,
también se han producido crisis institucionales que han desembocado
en interrupciones presidenciales que han puesto a prueba la estabilidad
de los sistemas políticos latinoamericanos. En los siguientes epígrafes
se desarrollan algunos de los ejes principales que permiten evaluar el
rendimiento de las instituciones tras las transiciones a la democracia.

3.1. Crisis institucionales: mandatos interrumpidos y supervi-


vencia de la democracia
Para poder ahondar en el rendimiento de las instituciones, es impor-
tante partir del contexto específico de la región. A este respecto, cabe se-
ñalar que la inestabilidad ha sido una nota constante en los sistemas polí-
ticos latinoamericanos desde los procesos de transición. Desde la llegada
de la democracia se han producido numerosas interrupciones presiden-
ciales (tabla 2). Pero, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, estas se
han procesado mediante la activación de mecanismos constitucionales.
Como principales variables explicativas a la caída de los presiden-
tes se encuentran los conflictos institucionales (Lijphart, 1994; Carey,
2003), la movilización ciudadana (Hochstetler y Edwards, 2009; Pérez-
Liñán, 2008), las crisis económicas (Przeworski, 2014) y las desavenen-
cias en el seno del gobierno (Llanos y Marsteintredet, 2010).
26 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

Tabla 2. Interrupciones presidenciales

País Interrupción
• Renuncia de Raúl Alfonsín en 1989.
Argentina
• Renuncia de Fernando de la Rúa en 2001.
• Renuncia de Hernán Siles Suazo en 1985.
• Renuncia de Hugo Banzer Suárez en 2001.
Bolivia
• Renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003.
• Renuncia de Evo Morales en 2019.
• Juicio político a Collor de Mello en 1992.
Brasil
• Juicio político a Dilma Rousseff en 2016.
• Destitución Abdalá Bucaram por incapacidad en 1997.
Ecuador • Renuncia de Jamil Mahuad en 2000.
• Destitución por abandono de Lucio Gutiérrez en 2005.
• Autogolpe y dimisión de Jorge Serrano Elías en 1993.
Guatemala
• Renuncia y desaforamiento de Otto Pérez Molina en 2015.
Honduras • Golpe de Estado a Manuel Zelaya en 2009.
• Renuncia de Raúl Cubas en 1999.
Paraguay
• Juicio político a Fernando Lugo en 2021.
• Autogolpe de Alberto Fujimori en 1992.
• Renuncia de Alberto Fujimori en 2000.
Perú • Renuncia de Pedro Kuczynski en 2018.
• Declaración de incapacidad moral de Martín Vizcarra en 2020
• Renuncia de Manuel Merino en 2020.
República • Suicidio de Antonio Guzmán 1982.
Dominicana • Renuncia (pacto de gobernabilidad) de Joaquín Balaguer en 1996.
• Juicio político a Carlos Andrés Pérez en 1993.
Venezuela
• Golpe de Estado a Chávez en 2002.
Fuente: elaboración propia.

Pese a la inestabilidad que pudieron generar estas crisis en el mo-


mento de su desarrollo, en líneas generales se consideran como hechos
positivos las caídas presidenciales en la medida en que estas evitaron
riesgos mayores como una mayor tensión e incluso la posible quiebra
del régimen (Serrafero, 2018). Así, pese a que cayeron gobiernos, los re-
gímenes democráticos se mantuvieron, aunque pudieran ver erosionada
su calidad.
Democracia en América Latina 27

Asimismo, estas caídas presidenciales dentro de un marco constitu-


cional han configurado un nuevo escenario en la región, incrementan-
do el poder de los legislativos poniendo en cuestión la excesiva rigidez
del presidencialismo que propugnó Linz (1990). Como señalan Mejía-
Acosta y Polga-Hecimovich (2011), en las últimas décadas se ha pro-
ducido una flexibilización y cuasiparlamentarización del sistema presi-
dencial que ha permitido superar las crisis políticas a través de salidas
constitucionales.

3.2. Reformas constitucionales


Si la llegada de la democracia supuso la aprobación de nuevas Cons-
tituciones o la reinstauración de los textos anteriores a las dictaduras
militares, los cambios de ciclo y las crisis han implicado la puesta en
marcha de procesos de reforma a lo largo y ancho de la región. A di-
ferencia de lo que ocurre en el resto del mundo, en América Latina los
procesos constituyentes son frecuentes y es habitual adoptar un nuevo
texto no solo cuando se transita de un régimen autoritario a uno de-
mocrático, sino también cuando se producen crisis de representación
o gobernabilidad que no pueden ser resueltas con meras enmiendas
constitucionales (Negretto, 2009). La magnitud de los cambios, no obs-
tante, no ha sido uniforme: mientras que algunos países han optado por
modificaciones puntuales, otros han redactado nuevas Constituciones
(tabla 3).
Tabla 3. Reformas constitucionales

País Constituciones
• Constitución Política de la República Argentina de 1853.
Argentina
• Constitución de la Nación Argentina de 1994.
• Constitución Política de la República de Bolivia de 1967 con
reformas de 1994, 1995 y 2002.
Bolivia • Ley N. 2650. Reforma Constitucional materia electoral de Bolivia
de 2004.
• Constitución Política del Estado de 2009.
Brasil • Constitución de Brasil de 1980, 2010 (reforma)
28 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

País Constituciones
• Constitución Política de la República de Chile de 1833, 1925.
• Decreto Ley No. 3464. Constitución Política de la República de
Chile de 1980.
• Modificación de la Constitución Política de la República de Chile
de 1989.
Chile • Ley No. 19295. Modifica la Constitución Política de la República
de Chile de 1994.
• Ley No. 19948. Incorpora disposición transitoria que indica a la
Constitución Política de la República de Chile de 1996.
• Ley No. 20050. Reforma a la Constitución Política de la República
de Chile (2005)
• Constitución de Colombia de 1886, 1991 (reforma), 2003
Colombia
(reforma), 2004 (reforma), 2005 (reforma)
• Constitución de Costa Rica de 1949, 1969 (reforma), 1997
Costa Rica
(sinopsis de reformas parciales), 2003 (reforma), 2019 (reforma)
Ecuador • Constitución de Ecuador de 1979, 1996, 1998, 2008.
El Salvador • Constitución de El Salvador de 2009 (reforma)
Guatemala • Constitución de Guatemala de 1985, 1993 (reforma)
• Constitución de Honduras de 1963 (reforma), 1999 (reforma),
Honduras
2004 (reforma)
• Constitución de México de 1962 (reforma), 1972 (reforma), 1977
(reforma), 1981 (reforma), 1986 (reforma), 1987 (reforma), 1990
México (reforma), 1992 (reforma), 1994 (reforma), 1997 (reforma), 1999
(reforma), 2011 (reforma), 2012 (reforma), 2013 (reforma), 2014
(reforma)
• Constitución de Nicaragua de 1950, 1974, 1990 (reforma), 1995
Nicaragua (reforma), 2000 (reforma), 2004 (reforma), 2005 (reforma), 2010
(reforma), 2014 (reforma)
Panamá • Constitución de Panamá de 1983.
Paraguay • Constitución de Paraguay de 1967, 1992.
• Constitución de Perú de 1979, 1993, 2000 (reforma), 2011
Perú
(reforma).
República
• Constitución de República Dominicana de 1996, 2002, 2010.
Dominicana
Uruguay • Constitución de Uruguay de 1967, 1997 (reforma), 2004 (reforma)
Venezuela • Constitución de Venezuela de 1999.
Democracia en América Latina 29

Fuente: Observatorio de Reformas Políticas en América Latina (2021)

Pese a las diferencias existentes en la orientación de las reformas de-


sarrolladas en cada país, la mayor parte de ellas comparten una serie
de principios comunes (Uprimny, 2011). En primer lugar, suponen un
cambio en la concepción de la unidad nacional a partir de un recono-
cimiento de las diferencias y del pluralismo en todas sus formas, am-
parando a grupos tradicionalmente discriminados como los indígenas
y afrodescendientes. En segundo lugar, implican una ampliación en el
reconocimiento de los derechos constitucionales de la población tanto
en términos civiles como económicos, sociales y culturales. En tercer
lugar, una gran parte de las Constituciones han adoptado una postura
muy comprometida con la defensa de la igualdad. Finalmente, muchas
incorporan la fórmula del Estado social y democrático de derecho, de
tradición europea, y reconsideran la función económica del Estado.
Para algunos autores, el continuo espíritu de reforma responde a la
necesidad de crear una nueva institucionalidad capaz de resolver los
problemas no abordados por las anteriores constituciones, sobre todo
en términos de integración social, mayor bienestar y participación de-
mocrática (Viciano y Martínez Dalmau, 2010). En este sentido, la apro-
bación de nuevas constituciones, sobre todo a partir del nuevo siglo, ha
ido orientado a solventar conflictos sociales derivados de la aplicación
de las políticas neoliberales. Sin embargo, autores como Edwards (2010)
señalan que algunos de estos procesos de cambio constitucional han
adoptado formas características del populismo, promoviendo el uso re-
currente de plebiscitos y referendos que apelan a las masas para avanzar
en la agenda política y social de los gobiernos.

3.3. Los desafíos para la Administración Pública


Para evaluar el funcionamiento del sistema político es pertinente
atender al papel de la Administración Pública en la medida en que esta
es un nexo entre el poder político y la ciudadanía. En este sentido, las
trayectorias de reforma de la Administración Pública en América La-
tina están vinculadas a los diferentes ciclos políticos experimentados
en la región, atendiendo a diversos esquemas o paradigmas, aún en un
30 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

característico contexto de diversidad e inestabilidad (Barzelay, 2001).


Continúan siendo reiterados los análisis que resaltan los esfuerzos reali-
zados y los logros alcanzados por los diferentes países de la región más
allá de algunos acontecimientos derivados de la coyuntura política que
han supuesto instantes puntuales de ruptura o paralización de progra-
mas de reforma (Peters y Filgueiras, 2022). Quedan pendientes algunos
retos persistentes que han trascendido a los distintos ciclos políticos que
se han sucedido a lo largo de las cuatro últimas décadas, entre los que
cabría resaltar:
• Dificultades en la continuidad y estabilidad, tanto de los gobier-
nos como de los programas de reforma.
• Debilidad institucional en cuanto a la presencia del Estado en
áreas como la gestión tributaria o la corrección de la desigualdad.
• Problemas de coordinación, especialmente en contextos de des-
centralización territorial o entre diferentes unidades de gestión
en el ámbito de gobierno y administración estatal.
• Inseguridad jurídica en la organización del régimen jurídico de
las Administraciones Públicas2.
• Fracasos en la implantación de técnicas de gestión eficaces.

2
Uno de los indicadores de consolidación y fortalecimiento de los marcos de ges-
tión y Administración Pública ha sido el proceso de codificación del régimen jurí-
dico y el proceso o procedimiento del derecho administrativo en América Latina,
estrechamente vinculado a la definición de los límites relacionados con el interés
general y el amparo de los derechos constitucionales de la ciudadanía en su rela-
ción con la Administración Pública. Este análisis adquiere relevancia en estudios
destinados a evaluar la capacidad de generar legitimidad entre la ciudadanía en la
medida en que dichas regulaciones y procesos de codificación se encuentran en la
interfaz entre el Estado y la ciudadanía, siendo un signo de madurez “en el equili-
brio que tiene que existir siempre en una sociedad democrática entre la adminis-
tración pública y sus poderes y prerrogativas y los administrados y sus derechos
y garantías” (Brewer-Carías, 2011). De este modo, sin incurrir en una orientación
epistemológica de carácter jurídico, resulta oportuno no obviar la relevancia del
desarrollo normativo y del margo general regulatorio de la Administración Públi-
ca, pues su codificación permite determinar el alcance atribuido al interés general
y a la conexión de este con el proceso de codificación resultante de las diferentes
propuestas democráticamente formuladas.
Democracia en América Latina 31

Considerando los principales informes y rankings que miden la ca-


lidad democrática en América Latina, se evidencia un creciente esfuer-
zo por incorporar a las metodologías de análisis aquellas dimensiones
relativas a la capacidad institucional de las Administraciones Públicas,
destacando el impacto que, en términos democráticos, adquiere la reso-
lución de algunos de los problemas persistentes en la región: desigual-
dad, corrupción, deuda pública y privada, entre otros. Así, la opera-
cionalización del rendimiento institucional ha evolucionado de forma
paralela al desarrollo teórico de la evaluación y la medición de la calidad
democrática.
Los planteamientos neogerenciales y neoliberales formulados por
el modelo de la Nueva Gestión Pública (NGP) e implementados en
América Latina entre los años ochenta y noventa del siglo XX, incor-
poraron, entre otras propuestas, la evaluación del rendimiento de los
productos resultantes de la acción política, pública y administrativa, o
la privatización de servicios públicos, obviando el impacto que, en tér-
minos democráticos pudiera derivarse de tales cambios estructurales,
tal y como los modelos neopúblicos han evidenciado posteriormente
(Ramió, 2001; Arenilla, 2011). La implementación en América Latina
quedó homogeneizada por el impulso internacional que dio origen a
su generalización, con ciertas adaptaciones a la región que se concreta-
rían en las recomendaciones de instituciones como el Banco Mundial,
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la
Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID) o,
más recientemente, el Centro Latinoamericano de Administración para
el Desarrollo (CLAD).
Así, las reformas administrativas de segunda generación incluyen
otros principios como los de eficacia, equidad o la generación de en-
tornos propicios para la iniciativa social y atienden, precisamente, a la
reflexión que se realizó sobre el impacto democrático de las políticas
de primera generación: descentralización, privatización, desregulación,
externalización, reducción de personal (Ramírez Brochoud, 2009) (ta-
bla 4).
32 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

Tabla 4. Paradigmas y ciclos de reforma de la Gestión Pública

Paradigmas Ideas fuerza Casos de referencia


Agencialización
Análisis de la demanda
Calidad
Cartas de servicio
Cliente
Competitividad
(Gerencial) Eficiencia
Argentina (reforma
Nueva Gestión Empresa
del servicio civil),
Pública (1980- Externalización
Chile, Colombia,
1990) (outsourcing)
Flexibilidad
Gestión indirecta
Internacionalización
Gerenciales Liberalización
Primera fase Mercado
o ciclo de Privatización
reformas
Complejidad
Complementariedad
Coordinación
Crisis actores
tradicionales
Gobernanza3 y Gobernanza económica
Redes Gobernanza multinivel
(2000-actualidad) Gobierno colaborativo
Interdependencia
Partenariado
Redes de expertos
Redes de políticas
públicas

3
La literatura especializada ha generado una pluralidad de metodologías y de pro-
puestas de indicadores e índices de gobernanza, aunque en esta investigación se
ha optado por indicar, mayoritariamente, las referencias académicas, sin obviar
algunas citas institucionales o de carácter profesional (informes y recomendacio-
nes de instituciones tales como el Instituto del Banco Mundial (Governance Mat-
ters), OCDE —Government at a Glance—, Transparencia Internacional —Corrup-
tion Perception Index, Bribe Payers Index—, Global Integrity —Gobal Integrity’s
Index—, Banco Central Europeo —Public Sector Efficiency and Performance—,
Banco Mundial —Country POlicy and Institutional Assessment—, Foro Económi-
Democracia en América Latina 33

Paradigmas Ideas fuerza Casos de referencia


Alianza para el
Agenda digital Gobierno Abierto
Apertura de procesos, (2011): los países
procedimientos, adheridos a la
documentos y datos (Big Alianza para el
data) Gobierno Abierto
Calidad de la democracia en orden según
Cohesión social fecha de adhesión:
Neopúblicos Nuevo Servi-
Co-producción Chile, Colombia, El
Segunda fase cio Público y
Escucha activa Salvador, Guatemala,
o ciclo de Gobierno Abierto
Gobierno 2.0 Honduras,
reformas (2011-actualidad)4
Igualdad de género México, Paraguay,
Inclusión Perú, República
Innovación Dominicana y
Integridad Uruguay (2011);
Participación Argentina y Costa
Rendición de cuentas Rica (2012); Jamaica
Transparencia activa (2016) y Ecuador
(2018).
Fuente: elaboración propia.

3.4. Los vínculos entre la infraestructura institucional y los pro-


cesos de reforma de la Administración para consolidar la
democracia
La trayectoria de las últimas cuatro décadas permitiría corroborar
el vínculo que, tanto a nivel teórico como metodológico, se establece
entre las propuestas de reforma de las Administraciones Públicas y
su aportación al fortalecimiento de la infraestructura institucional de
la democracia. Además, la secuencia de los diferentes ciclos políticos
condicionaría, en gran medida, las fases paradigmáticas de reforma

co Mundial —The Global Competitiveness Index— o el Institute for Management


Development —World Competitiveness Yearbook—, entre otros).
4
De acuerdo con la OCDE, “el Gobierno abierto se define como una cultura de
gobernanza que promueve los principios de transparencia, integridad, responsabi-
lidad, participación de los interesados en apoyo de la democracia y el crecimiento
inclusivo” (OCDE, 2019).
34 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

administrativa, en la medida en que, como indica Ramírez Brouchoud


(2009), las reformas “en América Latina no constituyen una experien-
cia novedosa; no obstante, se registran profundas diferencias entre las
reformas previas a los años ochenta y las actuales. Pero ¿qué distingue
a unas de otras? Fundamentalmente, el contexto ideológico en el que se
instauran (…)” (Ramírez Brouchoud, 2009).
Al margen de los planteamientos normativos inspiradores de cada
modelo paradigmático de reforma, la evaluación de las políticas públi-
cas ha incorporado, de forma creciente, la preocupación por evidenciar
el alcance de la reforma administrativa sobre la calidad democrática.
Algunos de los informes institucionales más relevantes en el estudio
de la calidad democrática han incorporado el rendimiento y la capa-
cidad institucional de los gobiernos y administraciones públicas para
atender y resolver adecuadamente los principales problemas sociales y
económicos5. No obstante, los resultados no son concluyentes respecto
del impacto efectivo o el alcance que, en términos positivos, han tenido
ciertos procesos de reforma administrativa sobre todas las dimensiones
que miden y dan cuenta de la calidad democrática.
El panorama institucional sobre las reformas administrativas con un
impacto sobre la calidad de la democracia se ha visto afectado, en cierto
modo, por la perseverante heterogeneidad y disparidad de las experien-
cias impulsadas en América Latina. Del mismo modo, la sucesión de
los diferentes ciclos políticos y sus distintos ritmos de aplicación habría
afectado a la sostenibilidad de los proyectos de reforma administrati-
va e innovación democrática. Estas circunstancias, a juicio de algunos
autores, vendría a resultar una de las “variables más poderosas para ex-
plicar el escaso arraigo de la innovación y los estrechos alcances de las

5
Cabe citar, además, iniciativas y recursos como los informes regionales del Sistema
FLACSO, la Red de Repositorios Latinoamericanos, la Red Innovación o el Obser-
vatorio Latinoamericano de la Innovación Pública Local. Si bien, los principales
indicadores de calidad democrática incluyen dimensiones relativas a la gobernan-
za, la eficacia gubernamental y la capacidad institucional. Algunos ejemplos son
los siguientes: Economist Intelligence Unit, IDEA, Worldwide Governance Indi-
cators (WGI), World Justice, International Development Association, Varieties of
Democracy y Freedom House.
Democracia en América Latina 35

reformas estatales” (Oszlak, 2003). De hecho, para atender esta realidad,


Sheperd (1999) vino a clasificar las reformas entre modelos aislados y
discontinuos, por una parte, y por otra, las aplicadas por medio de en-
claves o de manera global. El autor ofrece una evaluación acerca de los
resultados óptimos derivados de aquellas experiencias implementadas
de forma aislada y en enclaves (agencias, organismos autónomos), fren-
te al fracaso de aquellas reformas globales que, sin embargo, habrían
resultado eficaces, excepcionalmente, en casos como Chile (Sheperd,
1999).
Cabe constatar que las trayectorias de reforma de la Administración
Pública son el resultado de modelos inicialmente formados en el escena-
rio de los discursos políticos6, aunque también cabe considerar el peso
de la contingencia histórica o path-dependence, así como la influencia
de las recomendaciones o acuerdos internacionales, concretamente en
escenarios de asistencia o dependencia financiera internacional. Del
mismo modo, las reformas, revestidas de una significativa carga de sim-
bolismo, connotación ideológica y fundamentación normativa también
se convierten en variables independientes capaces de generar y explicar
cambios sustanciales, especialmente en contextos disruptivos o de cam-
bio de ciclo político.
Con relación a la eficacia, cabría incorporar aquellos indicadores de
rendimiento destinados a medir el alcance de los servicios prestados a
partir de los objetivos inicialmente enunciados, así como el grado de
cumplimiento de los servidores públicos (altos cargos, funcionarios,
empleados públicos y directivos) en el ejercicio de sus funciones (Polli-
yy y Bouckaert, 2000).
En este sentido la abundante literatura generada sobre las reformas
del Estado, la gestión y la Administración Pública en América Latina a
lo largo de las últimas cuatro décadas ha evidenciado la dificultad que
ha supuesto la importación de paradigmas y técnicas por parte de los

6
De acuerdo con Oszlak, las estrategias de reforma y modernización del Estado en
América Latina vendrían a caracterizarse por un elevado grado de “ceremoniali-
dad y simbolismo” (Oszlak, 2020), lo cual no resta importancia a las ideas en tanto
que fundamentales para los procesos de cambio (Peters y Filgueiras, 2022).
36 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

Estados de la región, generando, en ocasiones, disfunciones que han


puesto en riesgo la viabilidad, continuidad y efectividad de los progra-
mas de modernización (Ramió, 2001; Orsuela, 2007; López Egaña, 2014;
Ramírez-Alujas, A. y Dassen, N., 2012; Ramírez-Alujas, A. y Dassen, N.,
2014; Güemes, 2016).
A esta cuantificación de la evaluación del rendimiento y el des-
empeño no han escapado algunas áreas de administración con eleva-
do componente normativo, tales como la gestión de la integridad o el
buen gobierno, en un contexto de irrupción tecnocrática (Valencia y
Aldeguer, 2020) que ha transformado el buen gobierno en “gobernanza,
analizándolo como una narrativa de transformación conceptual, en la
que se ha pasado de una lógica normativa a una lógica tecnocrática”
(Abellán-López, 2017).
El esfuerzo metodológico de generar indicadores para evaluar la ca-
lidad de la democracia ha favorecido el desarrollo de dimensiones con-
ceptuales destinadas a concretar el rendimiento institucional relativas a
la gestión de los recursos presupuestarios, logísticos y de personal, pero
también de los intangibles asociados a la custodia y oferta pública de la
información y el conocimiento (Plaz et al., 2004).
La medición del desempeño o el rendimiento institucional (perfor-
mance measurement) ha pervivido más allá de los planteamientos ca-
racterísticos de la NGP y han trascendido a modelos tales como, más
recientemente, el Nuevo Servicio Público, por lo que cabe enfatizar que:
“las tendencias de las reformas recientes apuntan a la necesidad de re-
construir el Estado para hacer frente a los complejos problemas formu-
lados globalmente” (Peters y Filgueiras, 2022). Del enfoque propio de
la NGP, destinado a favorecer la calidad del gobierno a partir de menos
Estado, los enfoques más recientes pretenden favorecer un mejor Estado
a través de su fortalecimiento estructural e institucional.
La conexión entre la calidad del gobierno y de la democracia ha ge-
nerado, sin embargo, ciertas confusiones conceptuales y metodológicas
no exentas de debates teóricos con implicaciones prácticas en la aplica-
ción de las estrategias de evaluación. En este sentido, sirva de ejemplo
el Banco Mundial, institución que viene a incorporar una dimensión de
calidad democrática a la hora de ofrecer una medición de la calidad del
Democracia en América Latina 37

gobierno, de modo que hay que realizar una verdadera labor de depu-
ración para encontrar indicadores que se refieran exclusivamente a la
cara de la moneda democrática relacionada con el ejercicio del poder
político. Se observa, así, cómo la tendencia modernizadora está dirigida
reforzar la legitimidad de la acción pública desde una doble perspectiva:
• Económica (legitimidad por resultados o por rendimientos), a
partir del fomento de la eficiencia y la efectividad; y,
• Político-social (legitimidad democrática), a través del desarrollo
de una serie de principios orientadores de las decisiones y accio-
nes públicas que ayuden a recuperar la confianza social en las
instituciones estatales y a mejorar la calidad democrática.
Por ello, y más recientemente, tras los resultados derivados la NGP,
la finalidad de modelos de carácter neopúblicos, como los del Gobier-
no Abierto o el Nuevo Servicio Público, no sólo se limitan a elementos
parciales de la Administración Pública, sino que ofrecen un modelo de
Estado cuya meta “no sólo es garantizar las políticas del bienestar (y las
de tercera y cuarta generación) para asegurar la cohesión social, sino
también mejorar la democracia. Desde esta perspectiva, los actores del
Estado en acción (el Gobierno y la Administración Pública), además de
desarrollar su función social, recuperan, así, su función política” (Alde-
guer y Pastor, 2020).

4. DEBILIDADES Y DESAFÍOS PARA LA DEMOCRACIA


EN AMÉRICA LATINA HOY
La alternancia de diferentes ciclos políticos y económicos, las sucesi-
vas crisis y los procesos de reforma han ido modificando la realidad de
América Latina en las últimas décadas y eso ha influido directamente en
el proceso de consolidación democrática. Para poder evaluar este ren-
dimiento democrático, resulta oportuno acudir tanto a las percepciones
de los ciudadanos como a indicadores objetivos de rendimiento insti-
tucional.
Para interpretar las percepciones de los ciudadanos cabe partir de
la premisa de que la satisfacción con el desempeño del sistema político
38 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

está condicionada por factores coyunturales determinados por la capa-


cidad del mismo para atender adecuadamente las necesidades y deman-
das de la ciudadanía (Fernandes, 2017). El nivel de satisfacción respecto
a la agregación de demandas puede terminar afectando a la legitimidad
y apoyo al conjunto del sistema político. La legitimidad, de este modo,
aporta “lealtad a largo plazo pese al descontento, malentendidos, des-
acuerdos o protestas que acareen temporalmente sus decisiones” (Ma-
gre y Martínez, 1999).
En este sentido, el gráfico 1 muestra que, en las últimas décadas, más
del 50% de la población considera que la democracia muestra capacidad
para solucionar los problemas de la región.
Gráfico 1. Capacidad de la democracia para solucionar los problemas
para el conjunto de América Latina

56,0%

54,0%

52,0%

50,0%

48,0%

46,0%

44,0%
1995 2002 2005 2010 2016 2020

Fuente: Latinobarómetro. Evolución diacrónica de las respuestas, en el conjunto agregado


de los países de Latinoamérica, a la pregunta: “Por favor, dígame si está muy de acuerdo, de
acuerdo, en desacuerdo o muy en desacuerdo, con las siguientes afirmaciones: La democra-
cia permite que se solucionen los problemas que tenemos”. Aquí sólo los que se muestran
de acuerdo.

Esto muestra una fuente de legitimidad para la democracia, pero


también evidencia que una parte considerable de la población conside-
ra que existen deficiencias en la agregación de demandas y solución de
problemas. Siguiendo este argumento, el gráfico 2 evidencia un apoyo
mayoritario a la legitimidad de la democracia como sistema político.
Democracia en América Latina 39

Gráfico 2. Legitimidad de la democracia como sistema político


(1995-2020)

100,0%

80,0%

60,0%

40,0%

20,0%

0,0%

La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno


En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible
A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático

Fuente: Latinobarómetro.

Junto con los datos de opinión pública, conviene atender a indica-


dores de evaluación del sistema político. En este sentido, y de acuerdo
con el último informe de Varieties of Democracy (2022), en la actualidad
la región latinoamericana no quedaría exenta de la autocratización que
habrían experimentado las democracias tras la crisis sanitaria, en un
contexto de creciente polarización y de una menguante calidad de la
información pública recibida por las sociedades (V-Dem, 2022). Esta
situación de cierta afectación negativa sobre la democracia se debería,
fundamentalmente, a la persistencia de ciertos marcos de excepcionali-
dad o de medidas de emergencia cuyos efectos o impactos a largo plazo
en términos democráticos podrían agravarse en caso de no adherirse a
principios constitucionales y administrativos de necesidad y proporcio-
nalidad (Kolvani, Lundstedt, Edgell y Lachapelle, 2021).
En este sentido, se da una tensión entre los valores democráticos y el
auge de populismos y autoritarismos de diversa índole que contribuyen
a debilitar las instituciones esenciales (Levitsky y Ziblatt, 2018). Frente a
coyunturas críticas, en la región se han expandido liderazgos fuertes que
asumen una retórica represiva y punitiva, anteponiendo la seguridad a
la libertad y el Estado de Derecho (Diamint, 2021). Algunos ejemplos
han sido el incremento de la militarización de la esfera pública en paí-
40 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

ses como la Colombia de Iván Duque, El Salvador de Nayib Bukele o el


México de López Obrador.

5. CONCLUSIONES
En este capítulo se ha asumido la concepción sistémica del rendi-
miento institucional derivado de la generación de productos, servicios
y valores que resultan de las instituciones representativas y de las Ad-
ministraciones Públicas y su impacto sobre la calidad democrática. Este
trabajo se elabora, además, en un contexto caracterizado por un reque-
rimiento persistente; a saber: la “coordinación de política, gestión públi-
ca y capacidad institucional más robusta mejorará la eficacia del sector
y contribuirán a recuperar la confianza ciudadana” (OCDE-BID, 2020).
Parece existir un cierto consenso académico, por todo lo expuesto
más arriba, acerca del proceso de desarrollo de las tendencias demo-
cratizadoras en la región durante los diferentes ciclos políticos y eco-
nómicos por los que ha pasado la región y las reformas administrativas
que han impactado sobre las formas de gestión y la percepción ciuda-
dana sobre las capacidades de lo público (lo político, en definitiva) para
atender problemas especialmente presentes en América Latina, como la
desigualdad.
En este sentido, el desempeño institucional de los sistemas políticos
de la región apelaría a la capacidad de los poderes públicos para la gene-
ración de productos legislativos y de gestión7 apropiados para resolver
tanto coyunturas críticas como una gran parte de las demandas ciuda-
danas que afectan al ámbito público (capacity building) (Bersch, 2019).
No obstante, la falta de continuidad y estabilidad en la implementa-
ción de las estrategias de reforma estructural en América Latina, como
una característica particular de la región vinculada a la naturaleza elec-
toral y de los partidos políticos (Mainwaring, 2018), exige prestar aten-
ción, en investigaciones futuras, a los factores explicativos que ayuden a

7
Prestación de servicios públicos, generación de marcos reguladores, inversiones
presupuestarias, entre otros.
Democracia en América Latina 41

entender la brecha entre: los anuncios ambiciosos sobre dicho ámbito; y,


la ausencia de resultados efectivos y trasladados a la práctica del diseño
institucional (Oszlak, 2020). Esta circunstancia de decoupling (de Bree
y Stoopendaal, 2020) ha venido a interferir en la relación entre moder-
nización de la administración y democratización del sistema político
como parte de un vínculo característico de las trayectorias experimen-
tadas en la región (O’Donnell, 1996). Conviene no obviar la existencia,
por otra parte, de características diferenciadas para las distintas situa-
ciones nacionales al margen de las características comunes manifesta-
das en la región: polarización, clientelismo, desigualdad, fragmentación,
entre otras.
Por último, señalar que los procesos de consolidación institucional y
los procesos de reforma han estado enmarcados en un contexto discur-
sivo de calidad y legitimidad democráticas que han logrado consolidar
la democracia desde el punto de vista procedimental pese a las sucesivas
crisis sociales, económicas e institucionales por las que ha atravesado la
región. No obstante, la llegada de la pandemia ha hecho resurgir friccio-
nes democráticas que han erosionado algunos de los avances logrados
en las últimas décadas y apuntan al resurgimiento de ciertas tendencias
autoritarias.

6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Abellán López, M. Á. (2017). “Del cielo normativo a la tosca materia. La transformación
discursiva del buen gobierno en gobernanza”. Foro interno, 17, 55-72.
Alcántara, M. Buquet, D. y Tagina, M.L. (2020). Elecciones y partidos en América Latina
en el cambio de ciclo. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.
Alcántara, M. y Paredes, A.M. (2020). “Discusión teórica sobre la calidad de la demo-
cracia en el contexto suramericano y ecuatoriano”. Analecta Política, 10 (18), 11-35.
Aldeguer, B. y Pastor, G. (2020). “El Estado en acción: gobierno y Administración Pú-
blica en las democracias contemporáneas”. En B. Aldeguer y G. Pastor, Democracia,
Gobierno y Administración Pública contemporánea. Madrid: Tecnos.
Arenilla, M. (2011). Crisis y reforma de la administración pública. Oleiros: Netbiblo
Barragán, M. (2020). “América Latina 2019: vuelta a la inestabilidad”. Revista Iberoame-
ricana, 19(73), 231-259.
Barragán, M. y Alcántara. M. (2020). “The meaning of left and right in Latin Ameri-
can politics”. En A. Freire et al. (eds), Political representation in Southern Europe
42 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

and Latin America: crisis or continuing transformation following the Great Recession?
Londres: Routledge.
Barzelay, M. (2001). “La Nueva Gerencia Pública, Un ensayo bibliográfico para estudio-
sos de Latinoamérica y otros”. Revista CLAD Reforma y Democracia, 19, Caracas,
Venezuela.
Beetham, D., et al. (2009). Evaluar la calidad de la democracia: guía práctica. Estocolmo:
Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral.
Bersch, K. (2019). When democracy deliver. Governance reform in Latin America. Cam-
bridge: Cambridge University Press.
Bree, M. y Stoopendaal, A. (2020). “De-and recoupling and public regulation”. Organi-
zation Studies, 41(5), 599-620.
Brewer-Carías, A. R. (2011). “La regulación del procedimiento administrativo en Amé-
rica Latina con ocasión de la primera década (2001-2011) de la Ley de Procedimien-
to Administrativo General del Perú (ley 27444)”. Derecho PUCP, nº. 67, pp. 47-76.
Carey, J.M. (2003). “The reelection debate in Latin America”. Latin American Politics and
Society, 45(1), 119-133.
Castañeda, J. (2006). “Latin America´s left turn”. Foreign Affairs, 85(3), 28-43.
Cejudo, G. (2013): “¿Cómo la democracia mejora la calidad de los gobiernos? De va-
riables agregadas a componentes específicos”. En G.Munck, y S. Mantilla (eds.), La
calidad de la democracia: perspectivas desde América Latina. Quito: CELAEP y Fun-
dación Hanns Seidel, 219-252.
De Bree, M. y Stoopendaal, A. (2018). “De- and Recoupling and Public Regulation”.
Organization Studies, Vol. 41 (5), 599-620.
Diamint, R. (2021). Predilecciones autoritarias: el papel de los militares en América Lati-
na. Real Instituto Elcano, 37.
Diamond, L. y Morlino, L. (2005). Assessing the quality of democracy. Estados Unidos:
The John Hopkins University Press.
Edwards, S. (2010). Left behind: Latin America and the false promise of populism. Chica-
go: Chicago University Press.
Fernandes, L. (2017). “El efecto de la experiencia democrática en la estructura de la legi-
timidad en América Latina y el Caribe”. Opinião Pública, 23 (2), 289-315.
García Montero, M., Selios, L. y Marenghi, P. (2019). “¿El mito de las dos izquierdas? La
agenda ideológica del posneoliberalismo”. En F. Sánchez M. y García Montero, Los
ciclos políticos y económicos de América Latina y el “boom” de las materias primas.
Madrid: Tecnos.
Gascó, M. (2009). “El Papel de las Instituciones en el Desarrollo del Gobierno Electró-
nico en América Latina: algunas reflexiones”. Estado, Gobierno y Gestión Pública,
14, 37-59.
Güemes, C. (2016). Trátame suavemente. Confianza Social en América Latina, con la
lupa en Argentina. San José de Costa Rica: Flacso.
Democracia en América Latina 43

Güemes, C. (2019): “Wish you were here confianza en la administración pública en


América Latina”. Revista de Administração Pública, 53 (6), 1067-1090.
Held, D. (2006). Models of democracy. Stanford: Stanford University Press.
Hochstetler, K. y Edwards, M. (2009). “Failed presidencies: identifying and explaining a
South American anomaly”. Journal of Politics in Latin America, 1 (2), 31-57.
Kolvani, P.; Lundtedt, M., Edgell, A. B. y Lachapelle, J. (2021). Pandemic Backsliding: A
Year of Violations and Advances in Response to COVID-19. Policy Brief, 32.
Levitsky, S., y Roberts, K. M. (Eds.). (2011). The resurgence of the Latin American left.
Estados Unidos: The John Hopkins University Press.
Levitsky, S. y Ziblatt, D. (2018). How democracies die. Nueva York: Crown.
Lijphart, A. (1994). “Presidentialism and majoritarian democracy: theoretical observa-
tions”. En J. Linz y A. Valenzuela (eds), The failure of presidential democracy. Estados
Unidos: The John Hopkins University Press, 91-105.
Linz, J. (1990). “The perils of presidentialism”. Journal of democracy, 1(1), 51-69.
Llanos, M. y Marsteintredet, L. (2010). Presidential bvareakdowns in Latin America:
Causes and outcomes of executive instability in developing democracies. Suiza: Sprin-
ger.
López Egaña, J. L. (2014). ¿Pueden los estados seguir gobernando nuevas ciudadanías bajo
viejos paradigmas? Los desafíos políticos del Gobierno Abierto en América Latina y El
Caribe. Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, D.C.
Magre, J. y Martínez, E. (1999), “La cultura política”. En M. Caminal Badía (editor),
Manual de Ciencia Política. Madrid: Tecnos.
Mainwaring, S. (2018). Party systems in Latin America. Institutionalization, decay and
collapse. Cambridge: Cambridge University Press.
Martí i Puig, S. y Alcántara Sáez, M. (2021). América Latina y Covid-19: democracias
fatigadas en tiempos de pandemia. Revista mexicana de sociología, 83(2), 11-37.
Mejía Acosta, A. y Polga-Hecimovich, J. (2011). “Coalition erosión and presidential ins-
tability in Ecuador”. Latin American Politics and Society, 53(2), 87-111.
O’Donnell, G. (1996). “Uma outra institucionaliaçao: América Latina e alhures”. Lua
Nova-Revista de Cultura E Politica, 37, 5-31.
Orsuela, L. I. (2007). “Ideologías, tecnocracia y sociedad: implicaciones para América
Latina”. En G. Hoyos Vázquez (comp.), Filosofía y teorías políticas entre la crítica y la
utopía. Buenos Aires: CLACSO.
Oszlak, O. (2003). ¿Escasez de recursos o escasez de innovación?: la reforma estatal argen-
tina en las últimas dos décadas. Trabajo presentado al VIII Congreso Internacional
del CLAD sobre la Reforma del Estado y la Administración Pública, Panamá.
Oszlak, O. (2020). “Los procesos de reforma y modernización estatal: una caracteriza-
ción a partir de la experiencia latinoamericana”. Administración y Desarrollo, 50 (1).
Pérez Liñán, A. (2008). “Instituciones, coaliciones callejeras e inestabilidad política: pers-
pectivas teóricas sobre las crisis presidenciales”. América Latina Hoy, 49, 105-126.
44 Mélany Barragán - Bernabé Aldeguer

Peters, G. y Filgueiras, F. (2022). “Introduction: Looking for Governance: Latin Ameri-


can Governance Reforms and Challenges”. International Journal of Public Adminis-
tration.
Plaz, R. et al. (2004). “Capital Intelectual en la Administración Pública Española: El pro-
yecto SICAP”. Revista Electrónica de Ciencia Administrativa, 3(1), 1-32.
Polliyy y Bouckaert, G. (2000). Public Management Reform: A Comparative Analysis.
Oxford: Oxford University Press.
Preworski, A. (2014). The State and the economy under capitalism. Londres: Routledge.
Ramió, C. (2001). “Los problemas de la implantación de la Nueva Gestión Pública en
las Administraciones Públicas latinas. Modelo de Estado y cultura institucional”.
Revista Reforma y Democracia, 21, 74-116.
Ramírez-Alujas, A. y Dassen, N. (2012). “Gobierno abierto: la ruta hacia una nueva
agenda de reforma del Estado y modernización de las administraciones públicas
en América Latina y El Caribe”. En N. Dassen y J. Cruz. (eds.). Gobierno abierto
y transparencia focalizada. Tendencias y desafíos para América Latina y El Caribe.
Washington DC: Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, 41-71.
Ramírez-Alujas, A. y Dassen, N. (2014). Vientos de cambio. El avance de las políticas de
gobierno abierto en América Latina y El Caribe. Washington DC: Banco Interame-
ricano de Desarrollo.
Ramírez Brouchoud, M. F. (2009). “Las reformas del Estado y la administración pública
en América Latina y los intentos de aplicación del New Public Management”. Estu-
dios Políticos, (34), 115-141.
Sánchez, F. y García Montero, M. (2016). “Reforma institucional en tiempos hiperpre-
sidenciales en América Latina”. Sistema: revista de ciencias sociales, 242, 101-120.
Sánchez, F. y García Montero, M. (2019). Los ciclos políticos y económicos de América
Latina y el boom de las materias primas. Madrid: Tecnos.
Schmitter, P. C. y Lynn Karl, T. (1991). “What democracy is… and is not”. Journal of
Democracy, 2(3), 75-88.
Serrafero, M. (2018). “Siete cuestiones en torno de la teoría de las caídas presidenciales”.
Política y gobierno, 25(2), 403-440.
Sheperd, G. (1999). “El desafío de la reforma administrativa”. Revista del CLAD Reforma
y Democracia.
Uprinmy, R. (2011). “Las transformaciones constitucionales recientes en América Lati-
na: tendencias y desafíos”. El derecho en América Latina.
Viciano, R. y Dalmau, R. (2010). Los procesos constituyentes latinoamericanos y el
nuevo paradigma constitucional. IUS. Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas de
Puebla AC, 25, 7-29.
Weyland, K., Madrid, R. y Hunter, W. (2010). Leftist governments in Latin America: Suc-
cesses and shortcomings. Cambridge: Cambridge University Press.
LAS DERECHAS EN AMÉRICA LATINA.
DE LA DEMOCRATIZACIÓN AL FIN DEL
GIRO A LA IZQUIERDA
Gabriel Vommaro
Universidad Nacional de San Martín/CONICET, Argentina

1. INTRODUCCIÓN
“Pese a los rigores de la crisis económica que vivimos, la modernización
económica y social de Chile desde 1973 ha sido extraordinaria. Reconocerlo
no sólo se impone como un acto de justicia, sino como el único medio para
que los principios básicos que las han inspirado —y que nuestro movimiento
comparte— no sean destruidos hacia adelante” (Documento de la Unión De-
mócrata Independiente, “Chile Ahora”, septiembre de 1986)

“La Argentina ocupó un lugar entre las diez primeras naciones del mundo
hasta la segunda guerra mundial. A lo largo de los últimos cuarenta años fue
retrocediendo en términos relativos hasta el septuagésimo u octagésimo pues-
to que ocupa ahora, para desembocar en la crisis presente. La causa de esa
lamentable evolución debe encontrarse en el abandono del sistema liberal de
la Constitución Nacional, y su reemplazo por otro sistema de naturaleza esta-
tista, dirigista e inflacionario que abarcó no sólo el ámbito socio-económico
sino también el jurídico y el de la organización del Estado […] Este sistema no
admite correcciones parciales ni reformas a medias: debe ser definitivamente
abandonado, reemplazándolo por otro sistema […] que […] recoja los avances
de la ciencia económica y los nuevos criterios sociales de fines del siglo XX”
(Plataforma de la Unión del Centro Democrático, Argentina, 1989)

Los fragmentos de documentos partidarios con que iniciamos el ca-


pítulo dan cuenta de dos preocupaciones centrales de las derechas la-
tinoamericanas1 a la salida de los regímenes autoritarios: por un lado,

1
Las estrategias de las derechas para influir en el poder son de tipo partidario y no
partidario (Luna y Rovira Kaltwasser, 2014). Definimos a los partidos de derecha
como aquellos que tienen su núcleo electoral en las élites económicas y los sectores
medio-altos y altos (Gibson, 1996). Esta definición puede complementarse con
una definición ideacional que asocia a los grupos de derecha con la defensa de una
46 Gabriel Vommaro

cómo adaptarse de manera exitosa a la dinámica de competencia elec-


toral que se reabría en ese contexto; por otro lado, como evitar, en esa
dinámica, el regreso de la amenaza redistributiva identificada con los
movimientos y partidos ubicados del centro a la izquierda del espectro
político. Esa amenaza percibida había estado en la base de la alianza en-
tre grupos de derecha y sectores militares, plasmada en el apoyo abierto
a los golpes de Estado y en la colocación de funcionarios en gobiernos
militares en Argentina, Bolivia, Chile, El Salvador, Ecuador, Guatemala,
Perú, Uruguay…
Desde luego, los recursos con que contaban las derechas en los dis-
tintos países para enfrentar ambos desafíos eran desiguales. Allí donde
existían derechas partidarias competitivas, o donde los períodos auto-
ritarios habían tenido éxito en estabilizar la situación económica y en
concitar adhesiones de la población, como en el caso de Chile, se trataba
de encontrar los medios para “defender” las posiciones ganadas, tanto
a nivel del diseño del modelo de acumulación como de los consensos
sociales y culturales hacia políticas de libremercado. En cambio, en paí-
ses como Argentina, con derechas históricamente débiles en términos
electorales y una dictadura fallida tanto en el terreno económico como
en el militar, las derechas tenían más bien que construir un espacio en la
arena electoral al tiempo que pregonaban ideas que no contaban con la
adhesión social mayoritaria. ¿Cómo enfrentaron estos desafíos las dere-
chas latinoamericanas? ¿cómo se relacionaron las derechas no partida-
rias y las partidarias en la construcción de estrategias tanto en la arena
electoral como en la esfera pública, donde se dirimen buena parte de los
temas de agenda y los consensos sociales?
Este capítulo se propone brindar un panorama de las derechas lati-
noamericanas desde los años 1980 hasta la actualidad. Aunque el reco-

concepción individualista de la libertad y con la oposición a las políticas redistri-


butivas (Luna y Rovira Kaltwasser, 2014). Ambas definiciones se entrelazan: los
intereses y las visiones del mundo de las élites económicas, que imprimen su sello
en el programa de los partidos de derecha, están asociadas a la oposición a las po-
siciones redistributivas. Esta definición ideacional es pertinente para identificar el
signo distintivo de las derechas no partidarias y su lucha por el poder desde otras
arenas diferentes a la electoral.
Las derechas en América Latina 47

rrido se inicia en los años 1980, cuando los desafíos de la democratiza-


ción reconfiguran una parte de las estrategias de las derechas, se hace
alusión a procesos históricos que se inician antes de ese período, así
como a organizaciones más antiguas que deben redefinirse en las nue-
vas condiciones. Se analizan las estrategias de construcción de poder
en relación con dos tipos de recursos que son los más costosos para
la conformación de organizaciones políticas estables: los recursos or-
ganizacionales y los recursos ideacionales (Cyr, 2017). En base a esta
distinción, el argumento central de este capítulo es que las derechas la-
tinoamericanas fueron más activas y productivas en la edificación de
recursos organizacionales durante el proceso de democratización, en
tanto que a partir de la crisis del consenso neoliberal la inversión en
recursos organizativos menguó y, en cambio, las derechas fueron más
activas en la innovación en materia ideacional. En el primer caso, las
derechas conformaron partidos competitivos, en muchos casos apoya-
dos en los legados de los procesos autoritarios (Loxton, 2021), así como
organizaciones no partidarias, como think tanks y fundaciones, que fue-
ron centrales tanto para consolidar la influencia electoral y no electoral
de los grupos conservadores como para comunicar a estos grupos con
su núcleo social y con audiencias secundarias. En el segundo caso, las
derechas latinoamericanas, frente al desafío de un consenso social ad-
verso, participaron de la construcción de encuadres para la moviliza-
ción conservadora en materia cultural (contra los avances en materia de
derechos sexuales, reproductivos y familiares) y se apropiaron de temas
“vacantes” o abandonados por las fuerzas progresistas, en especial en
materia de seguridad y de moralidad pública, para ganar influencia en
la esfera pública y en la arena electoral. El resultado de estas décadas
de desarrollo de las derechas latinoamericanas es así la preminencia de
organizaciones débiles y el crecimiento de canales vibrantes de propaga-
ción de ideas conservadoras.
El capítulo desarrolla este argumento en tres secciones. La primera
se ocupa del devenir de los recursos ideacionales de las derechas, desde
los años 1980 hasta la actualidad. La segunda y la tercera sección tratan
de los recursos organizacionales. En la segunda la atención se centra en
la construcción de partidos y vehículos electorales, la cual se ordena en
tres olas históricas, desde los años de salida de los regímenes autorita-
48 Gabriel Vommaro

rios hasta la actualidad. En la tercera, en los desarrollos organizativos


no partidarios: los think tanks y fundaciones, los movimientos conser-
vadores de “reacción cultural” y las estrategias digitales de los influen-
cers conservadores. Al final, se recapitulan los argumentos principales
de este capítulo.

2. LAS IDEAS CONSERVADORAS, ENTRE LA


MODERACIÓN Y LA RADICALIZACIÓN
El notorio debilitamiento de la legitimidad de la vía autoritaria para
llegar al poder, tanto a nivel de la opinión pública como de las élites,
fue acompañada de una reorganización ideológica de las derechas en
la región. La alianza liberal-conservadora, consolidada en buena parte
de América Latina durante el siglo XX, se debilitó y dio paso a una cri-
sis del conservadurismo cultural y a una revitalización del liberalismo
económico, ahora bajo los ropajes más radicales del neoliberalismo en
ascenso.
En materia económica la nueva coyuntura de la democratización
ofrecía oportunidades para las derechas: la crisis de la deuda externa y
del modelo de industrialización por sustitución de importaciones ero-
sionaron los consensos en favor de economías protegidas y fuertemente
reguladas por el Estado, y abrieron paso a un relativamente largo reina-
do del consenso neoliberal, que proveyó un clima de época favorable a
las ideas económicas de derecha, así como oportunidades de ingreso de
las élites económicas en nuevos negocios asociados con la influencia en
la esfera pública y la presión sobre las políticas de gobierno, en espe-
cial en el área de la información y la comunicación (Becerra y Mastrini,
2017). De hecho, las privatizaciones en el área de las telecomunicaciones
fueron uno de los vectores de influencia privada en la construcción de
consensos sociales para consolidar su rol creciente en la provisión de
bienes públicos, acentuado en áreas antes cuasi-monopolizadas por el
Estado, como la energía y el agua (Etchemendy, 2011).
El consenso neoliberal también fue propicio para el avance de las
reformas de los Estados latinoamericanos. Junto con la venta de acti-
vos estatales y la privatización de servicios públicos, se privatizaron los
Las derechas en América Latina 49

sistemas previsionales y de salud (Mesa Lago, 2004), y se desregularon


los mercados de trabajo y financieros, mientras se reducían drástica-
mente las barreras de protección a las industrias nacionales. Asimismo,
el aumento de la inversión extranjera directa creció en toda la región
incorporando nuevos actores económicos de veto en la definición de las
políticas públicas en cada país.
Como en otras latitudes, la consolidación de consensos sociales
pro-mercado dio más poder e influencia a las ideas de derecha. De esta
situación se beneficiaron actores no partidarios, como los think tanks
neoliberales. Pero no fue necesariamente en favor de los partidos de
derecha, que en muchos países siguieron siendo débiles. En esos casos,
las reformas fueron llevadas a cabo por partidos populares, como es el
caso del peronismo en Argentina, en fenómenos de “neoliberalismo por
sorpresa” (Stokes, 2001) que lograron en el corto plazo ser exitosos en
los objetivos reformistas, pero contribuyeron a los severos desalinea-
mientos de la competencia política que desembocaron en la crisis de los
sistemas de partidos y en la desafección política de parte de la ciudada-
nía, huérfana de representación.
En el campo cultural, al contrario, las ideas conservadoras perdieron
fuerza a nivel de la sociedad y a nivel de las élites. Ciertamente, este
proceso tuvo temporalidades diferentes y algunas excepciones, pero la
“secularización” de las sociedades latinoamericanas en materia de dere-
chos sexuales, modelos familiares y de género, y en menor medida re-
productivos, fue un proceso generalizado (Kessler, Vommaro y Assusa,
2022). Una parte significativa de los grupos de derecha abandonaron
paulatinamente, durante las primeras décadas del período analizado, las
aristas culturales y morales de su programa, para abocarse a la batalla
económica. Así, mientras el neoliberalismo marcaba la agenda econó-
mica, los movimientos progresistas se apropiaron de la agenda cultural,
elaboraron nuevas demandas y dominaron el activismo en ese terreno.
La agenda de los derechos humanos también puso a los grupos de
derecha en la retaguardia y los obligó a moderar las aristas más pro-
autoritarias de sus discursos para poder ganar audibilidad en la esfera
pública. El caso chileno es claro al respecto. Luego de que el clivaje au-
toritarismo-democracia dominara la competencia política durante los
50 Gabriel Vommaro

años 1990 (Tironi y Agüero, 1999), y confinara a la derecha electoral


a un rol de minoría, la reelaboración de la relación de los actores de
derecha con la dictadura de Pinochet les permitió tomar distancia de su
legado, condenar las violaciones a los derechos humanos y ubicarse más
cerca de los consensos sociales progresistas (Rovira Kaltwasser, 2019).
Al contrario, un tópico central de la construcción de visibilidad y
relevancia pública de las derechas fue el de la seguridad. Tema incó-
modo para gobiernos y fuerzas progresistas, se volvió “propiedad” de
actores partidarios y no partidarios de derecha. Sus discursos de “mano
dura” resultaron respuestas populares a la creciente preocupación por
el aumento de la violencia y el delito en buena parte de las ciudades
latinoamericanas. Por caso, el partido Arena en El Salvador logró con
su programa centrado en la seguridad crecer electoralmente más allá
del núcleo de votantes conservadores (Holland, 2013). El discurso de
derecha sobre la seguridad impugnó una parte de la agenda de derechos
humanos progresista —al criticar el uso de la doctrina de los derechos
humanos para proteger a los “delincuentes”— sin volver a ubicarse en la
defensa de posiciones asociadas con el pasado dictatorial.
La situación general cambió en la década siguiente. Las severas cri-
sis vividas por buena parte de los países de la región provocaron una
deslegitimación de las políticas de apertura y desregulación y la confor-
mación de un nuevo consenso en materia político-ideológica, que po-
demos llamar posneoliberal, y que se canalizó en un “giro a la izquierda”
(Levitsky y Roberts, 2011) en buena parte de la región. Con la llegada
al poder de fuerzas de izquierda, progresistas y nacional-populares cre-
cieron los consensos sociales pro-distributivos (Kessler, Vommaro y As-
susa, 2022) y los apoyos a la ampliación del gasto social de los estados.
Las ideas de derecha no sólo se enfrentaron a un retroceso electoral, sino
también a la deslegitimación de sus ideas y sus programas tradicionales
(Luna y Rovira Kaltwasser, 2014). En este contexto pueden entenderse
las elaboraciones programáticas de actores de derecha en relación a dos
agendas que habían estado en manos de la izquierda hasta entonces. Por
un lado, la creciente movilización conservadora en oposición a los avan-
ces en materia de género, derechos sexuales y reproductivos (Caminotti
y Tabbusch, 2021). Por otro lado, la incorporación de la lucha contra la
corrupción como tópico central de la movilización en las calles y de la
Las derechas en América Latina 51

impugnación de los gobiernos progresistas. La moralidad pública pasó a


ser, al final del ciclo de los gobiernos progresistas, una agenda dominada
por actores de derecha.
En los epígrafes que siguen se desarrolla cómo este devenir en las
ideas de derecha se relacionó con la evolución de sus actores organiza-
dos. En especial, se estudia la oferta partidaria (epígrafe 3) y tres tipos
de actores no partidarios (epígrafe 4): los think tanks neoliberales, los
movimientos conservadores y los activistas digitales.

3. LAS DERECHAS PARTIDARIAS


A la salida de las dictaduras, cerrada o al menos debilitada severa-
mente la vía militar, algunos grupos conservadores crearon vehículos
electorales que les permitieran enfrentar la competencia por los votos
(Gibson, 1996). Nuevos partidos se sumaron a las derechas tradiciona-
les, forjadas entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
Los partidos de derecha tradicionales eran fuertes en aquellos países
que no experimentaron regímenes militares, como Venezuela o Colom-
bia, pero también donde construyeron un fuerte arraigo social, como
en Honduras, Paraguay o Uruguay. En los primeros casos, los partidos
tradicionales de derecha sufrieron un profundo declive (Venezuela) o
debilitamiento (Colombia), en el contexto del colapso del sistema de
partidos a finales de los años 1990. En el segundo caso, los partidos tra-
dicionales sobrevivieron a estas crisis y a la aparición de contrincantes
de derecha e izquierda. El Partido Colorado (PC) en Paraguay volvió
al poder tras un breve interregno de gobierno progresista; el Partido
Nacional (PNH) en Honduras se mantuvo en el gobierno entre 2009 y
2021; Partido Nacional (PN) en Uruguay logró vencer al Frente Amplio
(FA) tras quince años de predominio de la izquierda.
La oferta electoral de derecha surgida a partir de la democratización
de puede organizar en tres cohortes, en función del contexto histórico
de nacimiento. El primer grupo es el de los partidos de raíces autorita-
rias, nacidos durante las dictaduras o a partir de actores y recursos fuer-
temente ligados a ese período. El segundo grupo es el de los partidos y
vehículos electorales nacidos durante el giro a la izquierda, en un con-
52 Gabriel Vommaro

texto más adverso, que explica que su éxito sea menor. El tercer grupo
está compuesto por la oferta electoral surgida a partir del final del giro a
la izquierda, que logró capitalizar la crisis de los gobiernos progresistas.

3.1. Los partidos conservadores y la herencia autoritaria


Al final del período autoritario, nuevos partidos de derecha busca-
ron hacer pie en las condiciones políticas que imponía la competen-
cia electoral. En líneas generales se trata de partidos que invirtieron en
construir organizaciones más o menos sólidas y que tenían un carácter
programático orientado a la defensa de una agenda económica neolibe-
ral. Se trataba en algunos casos de defender los legados de la dictadura,
como en la ya mencionada Unión Demócrata Independiente (UDI) en
Chile (Luna, 2010), así como su socio en la coalición electoral, Reno-
vación Nacional (RN), o bien de tomar ventaja del agotamiento de los
modelos sustitutivos de exportaciones y del debilitamiento de los esta-
dos con la crisis de la deuda externa para pregonar la necesidad de llevar
a cabo reformas pro-mercado, como hizo la Unión del Centro Demo-
crático (UCEDE) en Argentina (Gibson, 1996). Estos partidos tuvieron
destinos desiguales. La UDI y RN lograron construir lazos organizativos
con el mundo empresario, desplegar anclajes territoriales más o menos
sólidos —en especial en el caso de la UDI— y crecer electoralmente
hasta llegar al gobierno en 2009; en tanto, la UCEDE fue perdiendo peso
electoral hasta fusionarse con el peronismo en su versión pro-mercado
de los años 1990. Logró su cometido programático de participar de la
aplicación de un programa de apertura económica y desregulación de
los mercados, pero al precio de echar por la borda el primer proyecto
de partido conservador competitivo en Argentina desde principios del
siglo XX.
En otros países, la suerte de los partidos de derecha surgidos en este
período también fue dispar: Arena en El Salvador, como mencionamos,
construyó un electorado robusto y gobernó el país entre 1989 y 2009. En
cambio, el Partido de Avanzada Nacional (PAN) en Guatemala entró en
crisis tras un periodo de relativo éxito en virtud de una serie de escisio-
nes que involucraron a su máximo dirigente y al líder que lo secundaba
(Loxton, 2021). Otros partidos con raíces autoritarias, como la Alianza
Las derechas en América Latina 53

Democrática Nacionalista (ADN) en Bolivia, también sucumbieron, en


este caso tras la muerte del líder, Hugo Banzer, que provocó una crisis
interna de la que el partido no pudo recuperarse, dejando un espacio
disponible en el sistema partidario boliviano que aún no ha sido llena-
do (Cyr, 2017). El caso de ADN muestra que los partidos nacidos en
contextos autoritarios gozaron del “viento a favor” del consenso neoli-
beral y pudieron hacer pie en el clivaje entre partidarios y detractores
del período autoritario, pero sucumbieron cuando no fueron capaces de
reformular su oferta programática tras la crisis del consenso neoliberal,
así como de tomar distancia del período autoritario cuando este perdía
adeptos en la sociedad y, en cambio, se politizaban otros aspectos divisi-
vos, como la desigualdad social y étnica.
En definitiva, al inicio del giro a la izquierda los partidos forjados al
calor del período autoritario debieron reconstituir su discurso o pere-
cieron ante un contexto social desfavorable.

3.2. Los partidos conservadores en el giro a la izquierda


La segunda generación de partidos de derecha está conformada por
las agrupaciones nacidas del colapso de los sistemas de partidos en al-
gunos países de América Latina, entre los inicios de la crisis del con-
senso neoliberal y el inicio del giro a la izquierda. En esta generación,
los partidos exitosos en términos de construcción partidaria son menos
numerosos y, en cambio, se destacan los vehículos personalistas y los
movimientos no partidarios. El partido Propuesta Republicana (PRO)
en Argentina es una excepción. Se trata tal vez del caso más exitoso
de construcción partidaria de la cohorte. Nacido de un think tank en
el contexto de la crisis argentina de 2001-2002, y organizado en torno
al liderazgo del empresario Mauricio Macri, el PRO eligió la vía local
de crecimiento, logró establecerse en la ciudad de Buenos Aires, donde
llegó al gobierno en 2007, y allí obtuvo los recursos para su nacionali-
zación, que terminó de lograrse en 2015, con la coalición Cambiemos,
que llevó a Macri a la presidencia (Vommaro, 2019). A pesar de la mala
performance de su gobierno, el PRO se mantuvo como partido compe-
titivo en las siguientes elecciones.
54 Gabriel Vommaro

En Colombia, en tanto, el antiguo líder liberal Alvaro Uribe llegó a


la presidencia en 2002, en una alianza heterogénea de facciones parti-
darias y líderes subnacionales. A diferencia de Macri y sus colaborado-
res, Uribe no eligió la vía partidaria como primera opción, y construyó
recursos desde el poder, en especial con relación a la principal bandera
que le daría prestigio ante una parte del electorado: la línea dura en el
tratamiento del conflicto interno, que Uribe llamó política de “seguri-
dad democrática”. Habría que esperar su salida del poder, y la disputa
con su sucesor, para que Uribe creara el partido Centro Democrático
(CD), muy dependiente de la figura de su líder, con bajo desarrollo or-
ganizativo y anclaje social. Esta debilidad está en la base de que, tras
gobernar el país entre 2018 y 2022, el CD no haya logrado presentar
un candidato competitivo en las siguientes elecciones. Lo mismo se ob-
serva en otras fuerzas de derecha que lograron relevancia en la arena
electoral y/o en el espacio público y hasta lograron llegar al poder, pero
permanecieron como débiles vehículos personalistas, como el caso de
CREO del banquero Guillermo Lasso, en Ecuador.

3.3. La emergencia de una derecha radical


La última cohorte de opciones electorales de derecha es la que so-
breviene con la crisis de los gobiernos progresistas y el fin del giro a
la izquierda, hacia la segunda mitad de la década de 2010. Se trata de
un conjunto de movimientos y vehículos personalistas que, en algunos
casos, pueden ser calificados de movimientos populistas de derecha ra-
dical. El caso más resonante es el del ex militar Jair Bolsonaro en Bra-
sil. Con baja inversión organizativa, pero con un fuerte trabajo en sus
programas y discursos electorales, estos movimientos se apalancaron en
la crisis y el descrédito de los gobiernos progresistas, en discursos anti-
establishment político y anticorrupción, al tiempo que establecieron una
alianza estratégica con los movimientos conservadores disconformes
con los avances de la agenda cultural progresista, como es el caso del
Partido Restauración Nacional de Fabricio Alvarado en Costa Rica. Si-
guiendo una estrategia de movilización política informal, como Javier
Milei en Argentina, o como resultado de la escisión de partidos de de-
recha anteriores, como Cabildo Abierto en Uruguay (Noceto, Piñeiro y
Las derechas en América Latina 55

Rosenblatt, 2020) y el Partido Republicano en Chile (Campos Campos,


2021), estas fuerzas políticas no sólo lideran el descontento con las élites
políticas progresistas y la reacción a las agendas culturales y distributi-
vas del giro a la izquierda, sino que también producen una ruptura con
la moderación programática de los partidos de derecha nacidos desde la
década de 1980 (Rovira Kaltasser, 2019; Vommaro, 2019).

4. DERECHAS NO PARTIDARIAS
Las estrategias de poder no partidarias dominaron el panorama de
las derechas latinoamericanas hasta el período de la democratización.
Las coaliciones con actores corporativos —la iglesia católica, las fuer-
zas armadas— fueron clave para ocupar lugares en gobiernos no de-
mocráticos o con débil legitimidad electoral. Cerrada —al menos en la
mayor parte de la región— la vía militar de acceso al poder, los grupos
de derecha no partidarios reorientaron sus estrategias de influencia en
tres sentidos fundamentales: la construcción de organizaciones de lo-
bby y diseño de políticas públicas afines a los intereses de las élites eco-
nómicas; la adopción del curso de acción propio de la “sociedad civil”
democrática, que llevaron a los movimientos conservadores a dejar de
estar solo asociadas a la institución eclesial para buscar ganar la calle
y la sociedad; la elaboración de estrategias de “guerra cultural” en los
medios de comunicación, primero en los medios tradicionales y más
recientemente en el espacio público digital. En esta sección nos ocu-
pamos de tres tipos de casos que ilustran estas estrategias. El primero
es el de los think tanks y fundaciones que buscan promover las ideas
económicas neoliberales para ganar influencia en la esfera pública y en
los gobiernos. El segundo, el activismo conservador en materia cultural,
que llevó a cabo una importante movilización de resistencia y oposi-
ción a los avances progresistas en temas de género, derechos sexuales
y reproductivos. El tercero, la estrategia digital de lo que podemos lla-
mar influencers conservadores, actores que llevan a cabo una “guerra
cultural” contra las ideas progresistas tanto en materia cultural como
económica y que dan cuenta de la radicalización reciente de una parte
de las derechas, en reacción a la moderación de las derechas partida-
rias mainstream. Estas tres estrategias tienen, como veremos, historias
56 Gabriel Vommaro

y objetivos específicos diferentes, pero comparten dos rasgos centrales


de la movilización no partidaria de las derechas latinoamericanas en la
actualidad: por un lado, la construcción de redes transnacionales que
expresan tanto la coordinación de encuadres y de recursos organizacio-
nales y financieros como el carácter global de buena parte de las causas
que defienden; por otro lado, su arraigo en los conflictos socio-políticos
regionales y el intento de construir fuerza social para dar pelea en el
terreno de las ideas contra lo que consideran la hegemonía de las ideas
antagónicas: el keynesianismo y el estatismo en el terreno económico;
el progresismo en el terreno cultural. Las izquierdas y los populismos
latinoamericanos, asociados con promesas redistributivas, encarnan en
este contexto el gran enemigo a vencer.

4.1. Think tanks y fundaciones


La construcción de fundaciones y think tanks forma parte de una es-
trategia de las derechas mundiales que se inicia en la segunda posguerra
del siglo XX, con la creación de diferentes entidades que buscaban inci-
dir en la “batalla de las ideas”. Desde la formación de la Sociedad Mont
Pelerin en 1947, los intelectuales neoliberales, en una guerra abierta al
keynesianismo (Dean, 2014) se lanzaron a la conquista de la sociedad
civil a través de estrategias de producción de ideas y a su difusión en
medios de comunicación (Mirowski y Plehwe, 2015). Los apoyos de
estas organizaciones estuvieron desde el principio en el financiamien-
to empresario. En este sentido, los think tanks pueden ser vistos como
“unidades que combinan módulos de conocimiento experto, consulta,
lobby o apoyo activo” y que “proporcionan una infraestructura vital y
un reservorio de competencias profesionales para sus clientelas de clase”
(Fischer y Plehwe, 2013:74).
En el caso chileno, al final del periodo autoritario, las élites econó-
micas financiaron fundaciones que buscaban producir ideas, cuadros
técnicos y políticas públicas llave en mano para proteger el legado eco-
nómico de los años de Pinochet (Huneeus, 2016). El principal think
tank neoliberal creado por esos años fue el Centro de Estudios Públicos
(CEP), fundado en 1980 por economistas que ocuparon altos cargos en
el gobierno, entre ellos los ministros de Economía, Sergio de Castro y
Las derechas en América Latina 57

Pablo Baraona; el vicepresidente del Banco Central, Jorge Cauas, y el


director del diario El Mercurio, Arturo Fontaine Aldunate (Alenda, Gar-
tenlaub y Fischer, 2020). El CEP se convirtió rápidamente en la princi-
pal institución chilena promotora de las ideas neoliberales —el econo-
mista F. von Hayek, visitante frecuente, fue su presidente de honor— y
elaboradora de ideas que conciliaban la doctrina social de la iglesia con
el liberalismo económico (Alenda, Gartenlaub y Fischer, 2020). Los em-
presarios lograron a través de este think tank un puente para interactuar
con los funcionarios del gobierno.
Siguiendo sus pasos, algunos grupos empresarios promovieron la
creación de la Fundación Libertad y Desarrollo (LYD), que buscaba
proveer de tecnócratas y programas a los partidos de derecha mien-
tras aprendían el proceso de la democracia, especialmente en el ámbi-
to legislativo. En tiempos de democracia, LYD se dedicó a promover y
defender las ideas neoliberales en el ámbito de las políticas públicas y,
especialmente, a asesorar a los congresistas de derecha en temas parla-
mentarios (Moreno, 2010). De hecho, LYD fue una creación de, entre
otros, el candidato derrotado en las primeras elecciones presidenciales
tras el fin de la dictadura, el ex ministro de Economía de Pinochet, Her-
nán Büchi. Tuvo desde su origen un carácter fuertemente doctrinario.
Así, a pesar de que LYD participó activamente en el diseño del progra-
ma de gobierno del líder de RN Sebastián Piñera, e incluso aportó cua-
dros para su gabinete, el director ejecutivo del think tank levantó su voz
contra algunas políticas heterodoxas del gobierno, como el aumento de
impuestos (Moreno, 2010: 120).
LYD también logró financiamiento de la Fundación Atlas para la In-
vestigación Económica, nacida en 1981 por el impulso de Antony Fis-
her, fundador del British Institute of Economic Affairs. La Fundación
Atlas se propuso fomentar y apoyar organizativa y económicamente a
think tanks neoliberales en el mundo, y tiene una intensa actividad en
América Latina. Según Fischer y Plehwe esta Fundación “ha pasado
a funcionar como nodo central de transmisión de fondos, personal y
otros recursos que demanda el flujo transnacional de ideas y políticas
neoliberales” (Fischer y Plehwe, 2013:77). Entre otras fundaciones, At-
las brindó apoyo financiero al Instituto para la Libertad y la Democracia
de Hernando de Soto, en Perú, al Centro de Estudios en Economía y
58 Gabriel Vommaro

Educación de México, así como la Fundación Atlas para una Sociedad


Libre de Argentina. La construcción de instituciones de promoción del
pensamiento neoliberal en la región es así un asunto de interconexiones
transnacionales, con fuerte influencia de las instituciones anglosajonas,
pero también de la Europa continental, como la alemana Fundación
Friedrich Naumann para la Libertad y la Fundación Iberoamérica Eu-
ropa basada en España.

4.2. Reacción cultural y movilización conservadora


La existencia de voceros de posiciones conservadoras en el espacio
público también tiene una larga historia en América Latina. La iglesia
católica había sido el eje vertebrador del conservadurismo desde fines
del siglo XIX. Las críticas a los principios liberales, por un lado, y socia-
listas, por el otro, delinearon un catolicismo social con fuerte pregnan-
cia en algunos países que buscó convertirse en un movimiento de masas,
con fuerte capilaridad (organización en parroquias y pregnancia en el
mundo obrero, campesino, juvenil, de las mujeres, etc.) y capacidad de
movilización. En cambio, los grupos evangélicos tuvieron hasta fines del
siglo XX menor protagonismo en la movilización social y defendieron
aspectos más progresistas en su concepción de la relación entre religión
y política, al pugnar por la no tutela religiosa de la vida social, afín a su
demanda de separación de la iglesia católica del Estado (Semán, 2019).
En los años 1980 y 1990 se produjeron transformaciones en ambos
movimientos. De un lado, los católicos conservadores experimentaron
cambios en su agenda y en sus estrategias organizativas. La Encíclica de
Juan Pablo II Evangelium Vitae en 1995 dio el marco para la moviliza-
ción contra la agenda asociada a cambios culturales, políticos y legales
demandada por los movimientos feministas y por la diversidad sexual
(Vaggione, 2012). Para llevar a cabo esta disputa, los conservadores cató-
licos se adaptaron a los procesos de democratización y buscaron estrate-
gias de organización y movilización menos ancladas en las instituciones
eclesiales y más en la sociedad civil. El objetivo fue influir en la agenda
pública “desde abajo” y no sólo “desde arriba” (Mujica, 2007:40). Para
este autor, esto fue posible a través de un encuadre centrado en la defen-
sa de la “vida” y de la “familia”. En cuanto a los movimientos evangélicos,
Las derechas en América Latina 59

emergió el pentecostalismo como tercera corriente evangélica en Amé-


rica Latina (Semán, 2019). Esta corriente tiene una relación menos dis-
tante con la vida pública. Los primeros partidos evangélicos se organi-
zaron, aunque sin que su programa estuviera claramente orientado a la
agenda de género. Los años del giro a la izquierda dieron nuevo impulso
a la agenda de género y feminista. Este impulso encontró movimientos
conservadores con base religiosa bien organizados. Se produjo entonces
una confluencia entre evangélicos y católicos que algunos autores lla-
man neoconservadurismo de base religiosa. Los evangélicos, además,
abandonaron posiciones más pragmáticas y realizaron un giro decidido
a la derecha (Semán, 2019) con particular éxito en Brasil (Smith, 2019).
La movilización de los grupos de base religiosa, tanto católicos como
pentecostales, fue clave en algunas coyunturas críticas de debate de le-
yes o fallos judiciales en favor del avance de la agenda progresista en
materia de género y derechos sexuales y reproductivos. La defensa de
la familia ante la “ideología de género” asociada con esos avances fue
un encuadre poderoso de la movilización en Perú detrás de la consigna
“Con mis hijos no te metas”, que buscó contestar la potestad del Estado
para aplicar el “enfoque de género” en la educación básica, como parte
de una reforma curricular promovida por el Ministerio de Educación
Nacional en 2017. Algo similar sucedió poco antes en Colombia, cuan-
do los movimientos conservadores se movilizaron contra medidas del
mismo tinte. Estos públicos fueron muy activos en la oposición a los
Acuerdos de Paz en ese país, que logró imponerse por escaso margen en
el plebiscito de 2016, en el que la oposición a la “ideología de género” fue
exitosamente instrumentada por el partido CD de Uribe, que buscaba
frenar los avances en los acuerdos (Rondón, 2017).

4.3. Influencers conservadores


En los últimos años, con la centralidad de las redes sociales y el espa-
cio público digital en la interfaz entre comunicación y política, actores
de derecha, en especial de la derecha extrema, encontraron un terreno
propicio para propagar sus ideas y para disputar posiciones y puntos de
vista tanto con las derechas mainstream como con las izquierdas. Lla-
mamos a estos actores influencers conservadores y, para el caso latinoa-
60 Gabriel Vommaro

mericano, influencers antipopulistas reaccionarios (Kessler, Vommaro y


Paladino, 2022). Como los publicistas reaccionarios de los siglos XVIII
y XIX, estos influencers utilizan las redes sociales para defender abier-
tamente sus causas de manera frontal, polémica y mordaz, a contrapelo
del ideal regulador de la objetividad que formó parte del ethos perio-
dístico en buena parte del mundo occidental. En la era de los medios
digitales, los influencers reaccionarios recogen esa tradición directa y
sarcástica, que toma partido abiertamente, pero sin renunciar a un dis-
curso argumentado y basado en el realismo: del binarismo sexual, de las
leyes de la economía de mercado o de la familia normal. Son en buena
parte cuentrapropistas, microemprendedores intelectuales que inter-
vienen públicamente en dos espacios fundamentales: por un lado, las
redes sociales (Twitter, Facebook, YouTube), por otro lado, charlas y con-
ferencias organizadas en una vasta red de instituciones conservadoras
en América latina, que va desde universidades y colegios confesionales
hasta think tanks y comunidades religiosas.
Así, su circuito de consagración es dual: en las redes sociales donde
construyen sus públicos, pero también a través de libros (publicados
por pequeñas editoriales y en autoediciones) en los que desarrollan sus
ideas. Los libros son la plataforma desde la que organizan presentacio-
nes y conferencias, muchas veces como parte de “giras” en la América
Hispana y en Estados Unidos. La publicación de libros es consistente
con su percepción de estar librando, de manera gramsciana, una “bata-
lla cultural”, que recuerda las cruzadas ultraconservadoras de las “gue-
rras culturales” en el Estados Unidos 1980 y 1990 del siglo pasado. En
ese sentido, utilizan una construcción dicotómica amigo-enemigo clási-
ca de la derecha radical: el enemigo puede venir por diferentes lugares,
incluso los más inesperados, pero siempre se trata del combate por las
“almas”.
Estos dos terrenos —las redes y los libros— dan cuenta de la versa-
tilidad e hibridez de estos personajes: aunque la vida universitaria no
es su actividad principal, se apoyan en las “ideas” y los argumentos, en
consonancia con la tradición conservadora letrada. En tanto, en las re-
des sociales despliegan un lenguaje “meme”, irónico y descontracturado;
algunos de ellos, además, ensayan una estética “pop” adaptada al públi-
co juvenil que forma parte de sus seguidores.
Las derechas en América Latina 61

Uno de los influencers reaccionarios latinoamericanos más popular


es el argentino Agustín Laje. Nacido el 16 de enero de 1989 en la provin-
cia de Córdoba, proviene de una familia de clase media conservadora y
católica. Es licenciado en Ciencias Política por la Universidad Católica
de Córdoba y periodista, pero se define como escritor. Lleva publicados
cinco libros. En 2013 editó, junto a Nicolás Márquez, Cuando el relato es
una farsa: la respuesta a la mentira kirchnerista. Otra vez con Márquez
publicó, en 2016, El libro negro de la nueva izquierda, donde se alejaron
de las disputas políticas locales para enfocarse en un combate de alcance
mayor: su enemigo ya no es el peronismo y el progresismo argentinos,
sino el feminismo y el “homosexualismo ideológico”. El libro combina
argumentos de libertad y tradición. Para los autores, la “ideología de gé-
nero” tiene una matriz autoritaria porque se impone mediante el apoyo
coercitivo del Estado. La “autopercepción” de las minorías se vale del
Estado para avanzar sobre los derechos de la mayoría. En este sentido,
vuelven a unir neoliberalismo económico y conservadurismo moral, en
una diatriba antiestatal en nombre de la libertad de elegir modelos de
familia y definiciones de genéro sin injerencia estatal. A partir de su pu-
blicación, en el contexto de la movilización conservadora mencionada
en el punto anterior, Laje realizó recorridas por centros de estudio y co-
munidades religiosas de la región. El libro se volvió un best-seller y Laje
un verdadero influencer de la derecha reaccionaria. Como soporte ins-
titucional para su actividad, creó la Fundación Centro de Estudios LI-
BRE, que según se define en su página oficial “busca promover el respe-
to por la libertad individual, la propiedad privada y el republicanismo”.
Laje, como caso paradigmático, muestra que los influencers antipo-
pulistas encuentran su lugar a la derecha de la derecha mainstream, a la
que critican por “hipócrita” (Kessler, Vommaro y Paladino, 2022). Así,
aunque su adversario son las agendas y los actores políticos y sociales
progresistas, las derechas “tibias” se vuelven objeto frecuente de su críti-
ca. Contra la derecha que se modera, los influencers insisten en tópicos
y consignas que refuerzan las posiciones más polarizadas. Su incursión
en la competencia electoral puede ser esquiva y marginal —con excep-
ciones, como el caso de algunos líderes que acompañaron a Bolsonaro
Brasil y, más recientemente, a Milei en Argentina—, por lo que su dis-
puta por el público de derecha con las derechas mainstream es, por así
62 Gabriel Vommaro

decirlo, “desde abajo”, o al menos desde afuera del sistema político ins-
titucional. El lenguaje meme les permite desarrollar un humor liviano
pero corrosivo respecto de la política institucional.
La principal estrategia para competir con la derecha por derecha es
disputar a su público. Y como cuentapropistas de las redes, construyen
el público a partir de la acumulación de seguidores. Su estrategia es en-
tonces centralmente digital: se vuelven influencers porque adoptan len-
guajes y estéticas de las redes, pero también necesitan encontrar temas
y coyunturas propicias para sobresalir y ser percibidos como voceros
de ideas y públicos reaccionarios. Estos actores del espacio público di-
gital pueden encontrar una oportunidad de crecimiento en coyunturas
críticas de sus países, cuando la derecha mainstream y los medios de
comunicación tradicionales asociados a ella toman una actitud mode-
rada, o en todo caso no tienen un discurso unificado a la altura de las
expectativas de las bases conservadoras. Así, el debate sobre el aborto
en Argentina en 2018, las movilizaciones en Chile en 2019, o el impea-
chment a Dima Rousseff en Brasil, en 2016, constituyeron momentos
propicios para el aumento de la cantidad de seguidores de los publicistas
de cada país. Pasados los eventos en los que encontraron en ellos mar-
cos de sentido para interpretar la coyuntura, los nuevos seguidores no
abandonan a sus influencers, sino que se incorporan a su público. Para
ganar seguidores, los influencers utilizan ideas simples que se combinan
entre si: el chavismo es aliado de las “feminazis”, el cambio climático y la
intervención del Estado son parte de una misma política que restringe
libertades. Las etiquetas simplificadoras estereotipan al adversario: fe-
minazi, avalancha gay, pedofilia, estatismo, etc. definen un entramado
de intereses entre actores cómplices a los que se debe combatir.

5. CONCLUSIONES
En conjunto, el panorama de las derechas latinoamericanas en el
arco histórico que va desde la salida de las dictaduras hasta la actua-
lidad muestra una gran vitalidad de las organizaciones y movilizacio-
nes no electorales y algunos problemas de las derechas para construir
organizaciones durables en el terreno electoral. A pesar de la clausura
Las derechas en América Latina 63

de la vía militar de acceso al poder, la defensa de los intereses de las


élites económicas no se volcó masivamente a los partidos, sino que se
repartió entre apoyos más o menos abiertos a candidatos y organiza-
ciones partidarias conservadoras y la creación y el financiamiento de
think tanks y fundaciones activos tanto en la esfera pública como en las
arenas gubernamentales. La fortaleza organizativa desplegada tanto en
el terreno de las fundaciones y think tanks como en el partidario durante
las primeras décadas del período analizado contrasta contra la relativa
debilidad en este campo mostrada por las derechas en los últimos años.
Influencers cuentapropistas en el espacio público digital y líderes polí-
ticos personalistas parecen dominar el paisaje de la derecha política en
la actualidad. Si su debilidad organizativa es notoria, su capacidad para
producir innovaciones programáticas y combinaciones atractivas entre
el pensamiento conservador en lo cultural y el pensamiento neoliberal,
así como para apropiarse de un discurso anti-establishment apalancado
por una defensa de la moralidad pública fue evidente. En una región
fuertemente convulsionada, en los últimos años, por el descontento so-
cial con las élites políticas, las cuentas pendientes dejadas por los go-
biernos progresistas del giro a la izquierda y los problemas económicos
de un mundo que no ofrece, como a la salida del período neoliberal,
buenas condiciones para el crecimiento y redistribución, la vitalidad de
las derechas en el espacio público y la fortaleza de las redes nacionales y
transnacionales de defensa de intereses de las élites económicas parece
tener sólidas bases para su supervivencia.

6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Alenda, S., Gartenlaub, A. y Fischer, K. (2020). “Ganar la batalla de las ideas”: el rol de
los think tanks en la configuración de la nueva centroderecha chilena”. En S. Alenda,
(ed.), Anatomía de la derecha chilena: Estado, mercado y valores en tiempos de cam-
bio. (pp. 119-156). Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica.
Becerra, M. y Mastrini, G. (2017). La concentración infocomunicacional en América
Latina 2000-2015: nuevos medios y tecnologías, menos actores. Bernal: Universidad
Nacional de Quilmes.
Caminotti, M. y Tabbusch, C. (2021). “El embate neoconservador a las políticas de
igualdad de género tras el fin del “giro a la izquierda” en América Latina”. Población
y Sociedad, 28(2), 29-50.
64 Gabriel Vommaro

Campos Campos, C. (2021). “El Partido Republicano: el proyecto populista de la dere-


cha radical chilena”. Revista Uruguaya de Ciencia Política, 30(1): 105-134.
Cyr, J. (2017). The Fates of Political Parties: Institutional Crisis, Continuity, and Change in
Latin America. Nueva York: Cambridge University Press
Dean, M. (2014). “Rethinking neoliberalism”. Journal of Sociology, 50(2), 150-163.
Etchemendy, S. (2011). Models of Economic Liberalization. Nueva York: Cambridge Uni-
versity Press.
Fischer, K., y Plehwe, D. (2013). “Redes de think tanks e intelectuales de derecha en
América Latina”. Nueva Sociedad, (245), 70-84.
Gibson, E. (1996). Class and Conservative Parties: Argentina in Comparative Perspective.
Baltimore: John Hopkins University Press.
Holland, A. C. (2013). Right on crime? conservative party politics and” mano dura”
policies in El Salvador. Latin American Research Review, 48(1), 44-67.
Huneeus, C. (2016). El régimen de Pinochet. Madrid: Taurus.
Kessler, G., Vommaro, G. y Assusa, G. (2022). “Cultural battles and/or distributive con-
flicts? Unpacking the processes of polarization in Latin America”. Trabajo presenta-
do en la Conferencia Annual de Repal, Buenos Aires, UTDT.
Kessler, G., Vommaro, G. y Paladino, M. (2022). “El ascenso de los antipopulistas re-
accionarios en el espacio público digital latinoamericano”. Estudios Sociológicos, 40
(120), 651-674.
Levitsky, S., y Roberts, K. M. (eds.). (2011). The resurgence of the Latin American left.
Baltimore: John Hopkins University Press.
Loxton, J. (2021). Conservative Party-building in Latin America: Authoritarian Inheri-
tance and Counterrevolutionary Struggle. Nueva York: Oxford University Press.
Luna, J. P. (2010). “Segmented party-voter linkages in Latin America: The case of the
UDI”. Journal of Latin American Studies, 42(2), 325-356.
Luna, J. P., y Rovira Kaltwasser, C. (eds.). (2014). The resilience of the Latin American
right. Baltimore: The John Hopkins University Press.
Mesa-Lago, C. (2004). “Models of development, social policy and reform in Latin Ame-
rica”. En T. Mkandawire (dir.), Social Policy in a development context. Londres: Pal-
grave Macmillan, 175-202.
Mirowski, P., y Plehwe, D. (eds.). (2015). The road from Mont Pèlerin: The making of the
neoliberal thought collective, with a new preface. Cambridge/Boston: Harvard Uni-
versity Press.
Moreno, M. (2010). “Think tanks en Chile: Estilos y prácticas tecnocráticas en la forma-
ción de políticas”. Enfoques, 8(12): 103-125.
Mujica, J. (2007). Economía política del cuerpo. La reestructuración de los grupos con-
servadores y el biopoder. Lima: Centro de Promoción y Defensa de los Derechos
Sexuales y Reproductivos.
Las derechas en América Latina 65

Nocetto, L., Piñeiro, R., y Rosenblatt, F. (2020). Uruguay 2019: Fin del ciclo progresista
y reestructura del sistema de partidos. Revista de ciencia política (Santiago), 40(2),
511-538.
Ramírez, M. C. (1990). El Catolicismo social: un tercero en discordia: Rerum novarum,
la “cuestión social” y la movilización de los católicos mexicanos (1891-1911). México:
El Colegio de México.
Rondón, M. A. R. (2017). La ideología de género como exceso: pánico moral y decisión
ética en la política colombiana. Sexualidad, Salud y Sociedad (Rio de Janeiro), 27,
128-148.
Rovira Kaltwasser, C. (2019). “La (sobre) adaptación programática de la derecha chilena
y la irrupción de la derecha populista radical”. Colombia Internacional, (99), 29-61.
Semán, P. (2019). “¿Quiénes son?¿Por qué crecen? ¿En qué creen?: Pentecostalismo y
política en América Latina”. Nueva Sociedad, 280, 26-46.
Smith, A. E. (2019). Religion and Brazilian democracy: mobilizing the people of God.
Nueva York: Cambridge University Press.
Stokes, S. C. (2001). Mandates and democracy: Neoliberalism by surprise in Latin Ameri-
ca. Nueva York: Cambridge University Press.
Tironi, E. y Agüero, F. (1999). “¿Sobrevivirá el nuevo paisaje político chileno?” Estudios
Públicos 74, 151-168.
Vaggione, J. M. (2012). “La “cultura de la vida”: desplazamientos estratégicos del activis-
mo católico conservador frente a los derechos sexuales y reproductivos”. Religião y
Sociedade, 32, 57-80.
Vommaro, G. (2019). De la construcción partidaria al gobierno: PRO-Cambiemos y los
límites del “giro a la derecha” en Argentina. Colombia Internacional, (99), 91-120.
EL EQUILIBRIO ESTABLE COMO
PROBLEMA: LOS GOBIERNOS DE
IZQUIERDA SUDAMERICANOS Y ‘SUS’
MOVIMIENTOS SOCIALES (1990-2022)
Alicia Lissidini
Universidad de San Martin (UNSAM), Argentina
Universidad de la República (UDELAR), Uruguay
Yanina Welp
Albert Hirschman Centre on Democracy, Suiza

1. INTRODUCCIÓN
La historia del origen de los partidos políticos los identifica como sur-
gidos de movimientos sociales, como organizaciones que consiguen reu-
nir y estructurar demandas programáticas presentes en la sociedad. Aún
si es corriente encontrar partidos creados por liderazgos carismáticos y/o
personalistas, su institucionalización marca un punto de quiebre con el
líder cuando la organización adquiere valor per se y sostenibilidad en el
tiempo (sobrevive a sus fundadores). Mucho se ha estudiado la relación
entre partidos y liderazgos, mientras se ha dedicado menor atención a
la relación entre los partidos y los movimientos sociales que les dieron
origen o con los que se vinculan. Esto a pesar de que la (pérdida de) co-
nexión con sus bases es una de las claves de la actual crisis de legitimidad
(Mair, 2013). Los partidos de izquierda o centroizquierda surgidos de mo-
vimientos sociales (como es el caso del MAS en Bolivia) y/o con mayor
vinculación con sindicatos (como ocurre con el Justicialismo en Argen-
tina o el Partido de los Trabajadores en Brasil) se ven tensionados por la
necesidad de responder a sus bases y cumplir con sus programas, por un
lado, y la de ampliar sus apoyos, por el otro1. A la vez, las expectativas de

1
Véase la diferente articulación de los partidos de derecha, en que los think tank
tienen un rol destacado, Vonmaro en este volumen.
68 Alicia Lissidini - Yanina Welp

implementación de una agenda de transformación rápida (el escenario


latinoamericano más frecuente cuando estos partidos llegan al poder) y
con un foco en las políticas redistributivas se enfrenta a obstáculos polí-
ticos (cuando no hay mayorías parlamentarias que las aseguren), institu-
cionales (marcos normativos que impiden o dificultan algunas reformas)
y estructurales (insuficientes recursos económicos). Presiones, tales como
los compromisos de deuda con organismos internacionales —que suelen
conducir a políticas de ajuste— o la priorización de inversiones que su-
ponen un menoscabo al medioambiente pero que pueden permitir la en-
trada rápida de recursos, van directamente en contra de las demandas de
los movimientos que los catapultaron al gobierno —sectores populares,
campesinos, indígenas, ecologistas. Otras presiones que ejercen la Iglesia
y grupos evangélicos frente a los intentos de avanzar en la agenda de de-
rechos de las mujeres y colectivos LGTB colocan a los gobiernos en una
situación de extrema tensión. Sin embargo, la interacción entre el gobier-
no y sus bases incide tanto en la posibilidad de que se cambie (suspenda o
matice) la agenda como en su estrategia comunicacional. Es en este sen-
tido que las relaciones (o su ausencia) entre el partido gobernante y sus
movimientos afines son claves para explicar el devenir de un gobierno y
es con este supuesto que se analizan en este capítulo.
Se pretende cuestionar la idea de que la autonomía de los partidos
pueda entenderse por defecto como un objetivo deseado. En un extre-
mo, esta desvinculación sería uno de los causales de la crisis de repre-
sentación que derivó en el estallido en Chile en 2019. En el otro extre-
mo, el alineamiento vertical y controlado de las organizaciones sociales
con el aparato partidario en el gobierno expresa el avance de prácticas
autocratizantes que socavan el pluralismo, como ocurrió en Venezuela.
Se propone que otros formatos intermedios de relación del gobierno
con el partido y con las bases sociales podrán ser más efectivos para
canalizar el conflicto sin violencia y para sostener lazos de comunica-
ción que condicionan la legitimidad del sistema político como un todo
(como ocurriría en Uruguay).
Este capítulo se centra en partidos de izquierda asumiendo que la
discusión sobre qué define empíricamente a un partido como de iz-
quierda, sus fronteras con el autoritarismo en casos como el venezolano
y con el populismo en casos como el argentino suele generar enardeci-
El equilibrio estable como problema 69

dos debates. Para la selección se han escogido países sudamericanos en


los que esta vinculación entre partidos y organizaciones sociales estuvo
presente al menos en la campaña. En cuanto a la definición, se sigue
a Andrés Malamud (2016) cuando propone la intersubjetividad como
criterio de identificación: “El reconocimiento de los pares cierra la dis-
cusión: en América Latina, la izquierda es lo que los presidentes que
se dicen de izquierda dicen que es de izquierda” (2016:50). Se analizan
siete partidos que pertenecen a este grupo y que llegaron al gobierno
en la historia latinoamericana reciente: el Partido Justicialista (PJ) en
Argentina desde 2003 con la victoria electoral de Néstor Kirchner y los
gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández, has-
ta la actualidad; el Partido de los Trabajadores (PT), desde la asunción
de Lula en 2003 hasta la destitución Dilma Rousseff en 2016 en Brasil; el
Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia a partir de la llegada al go-
bierno de Evo Morales en el 2005 hasta la actualidad con Luis Arce pre-
sidente; la Concertación de Partidos por la Democracia que permanece
en el gobierno durante cuatro períodos —1990 hasta 2010 y luego Nue-
va Mayoría en 2014 en la que es reelecta Michelle Bachelet (hasta 2018)
en Chile; Alianza País en Ecuador entre 2006 y 2017, bajo los gobiernos
de Rafael Correa; el Frente Amplio en Uruguay entre 2005 y 2020, y el
Movimiento V República desde 1999 hasta 2008, luego Partido Socialis-
ta Unido de Venezuela (PSUV) en Venezuela hasta la actualidad (2022).

2. PARTIDOS Y ORGANIZACIONES SOCIALES EN EL


ESCENARIO LATINOAMERICANO
Hay cierto consenso en la academia sobre el valor de los movimien-
tos sociales para impulsar cambios sociales, políticos y culturales (Ta-
rrow, 1996). Hay también relativo consenso sobre el valor de los parti-
dos políticos como conectores entre las demandas de la sociedad civil
y el Estado (Freidenberg y Suárez Cao, 2014). Sin embargo, hay escasas
conexiones entre ambas literaturas más allá de los estudios de caso. En
América Latina, ha sido un gran aporte el estudio de los movimien-
tos indígenas y su actuación política formando partidos o articulando
alianzas con partidos (véase Rice 2012) y de los partidos de base movi-
mientista en casos emblemáticos como el boliviano (Anria, 2013; Del
70 Alicia Lissidini - Yanina Welp

campo et al. 2020). Otros estudios han cuestionado la adopción acrí-


tica a la ‘importación’ de conceptos occidentales (véase von Bulow y
Bidegain, 2015). Entre las especificidades, destaca por ejemplo el que el
modelo económico latinoamericano no genera un sindicalismo fuerte2
—con un sector informal muy grande3— a lo que se agrega la diversidad
de identidades como una expresión histórica a la que se suman nuevas
demandas (von Bulow y Bidegain, 2015).
La institucionalización de los sistemas de partidos depende entre
otros factores de la autonomía partidaria. Esto es, de la medida en que
las organizaciones políticas adquieren un estatus independiente y un va-
lor propio y son autónomas frente a movimientos y organizaciones que
inicialmente pueden haberlas creado con fines instrumentales (Main-
waring y Scully, 1995). Estas mismas teorías proponen que el arraigo
en la sociedad es una variable relevante para los partidos, lo que abre la
discusión sobre la forma que esta relación podría adquirir y admite gra-
duaciones que no se subsumen en el espectro autonomía-cooptación.
Siguiendo a Mark Warren (2017), el desafío político es construir
instituciones democráticas más inclusivas, más deliberativas y políti-
camente responsables. Tanto la inclusión, como la politización de los
problemas (thematization), así como la canalización de las demandas
ciudadanas son responsabilidad de las instituciones políticas que de-
ben proveer de estructuras que actúen como el tejido conector de la
democracia. Así, los déficits de inclusión se vinculan a las debilidades
de las conexiones entre las organizaciones intermedias y los órganos de
decisión política. Si aspiramos a democracias robustas, las elites políti-
cas deberían escuchar las voces de las organizaciones sociales. Pero no
cualquier forma de inclusión es democrática.
Desde la década del noventa creció y, en algunos casos, ‘estalló’ (como
con ‘el caracazo’ en Venezuela) la demanda por una mayor presencia del
Estado. Estas voces, expresadas a través de diferentes repertorios, mar-

2
Graciela Bensusán y Marta Subiñas (2014) analizan la situación de los sindicatos y
cómo su crisis abrió nuevas alternativas a la representación de las y los trabajadores.
3
En 2013 el empleo informal no agrícola en América Latina bajó a 46,8 (siendo
mayor entre las mujeres que entre los varones), según la OIT, 2014
El equilibrio estable como problema 71

caron el inicio de una etapa postneoliberal. Es en ese contexto que líde-


res políticos auto percibidos como de izquierda, outsiders o integrantes
de partidos institucionalizados, con discursos anti-neoliberales ganaron
elecciones dando lugar al denominado “giro a la izquierda”. Parte de la
literatura sobre el tema analizó el cambio de signo electoral a nivel la-
tinoamericano con clasificaciones poco parsimoniosas y también poco
productivas. Una de las más extendidas dividió a las izquierdas en dos
categorías. Por un lado, la “buena izquierda”, “moderada”, “socialdemó-
crata”, “moderna” que representó los gobiernos de Lula da Silva y Dilma
Rousseff en Brasil, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en Chile, Tabaré
Vázquez y José Mujica en Uruguay. Del otro lado se ubicó a una “iz-
quierda radical”, “mala izquierda”, “populista”, “anticapitalista” de Evo
Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Hugo Chávez y Nicolás
Maduro en Venezuela (Castañeda, 2006).
Este trabajo se posiciona críticamente frente a las teorías que redu-
cen a la democracia tanto a la representación, como a la participación
y no son capaces de captar el germen de crisis como la evidenciada en
Chile en 2019. Panizza (2009) identifica tres formas de representación
que se dan en distintas graduaciones, la partidista (con el partido y sus
dinámicas internas adquiriendo peso en la definición de lineamientos
programáticos y de gestión), la societalista (que señala fuertes víncu-
los con organizaciones afines) y la personalista (con liderazgos muy
fuertes). Construyendo y ampliando este enfoque, analizamos las es-
trategias de los partidos de izquierda en el gobierno en su relación con
los movimientos sociales afines con relación a: 1) la incorporación de
referentes de movimientos y sindicatos al gobierno, 2) la vinculación
de sus demandas con la agenda legislativa y de políticas públicas y 3) la
conexión con los movimientos a través del partido. Estas estrategias son
complementarias y pueden adquirir distintas formas, o no manifestarse,
como se verá a continuación.

3. ANÁLISIS
La tabla presenta los casos que se analizan a continuación.
72 Alicia Lissidini - Yanina Welp

Tabla 1. Partidos de izquierda y centro izquierda en el gobierno desde la


transición a la democracia

Año de Períodos de gobierno Organizaciones


País Partido
creación analizado sociales vinculadas
Sindicatos, movi-
2003-2007 (Néstor mientos de derechos
Kirchner) humanos (Madres y
2007-2015 (Cris- Abuelas de Plaza de
Partido
Argentina 1946 tina Fernández de Mayo), movimientos
Justicialista
Kirchner) de desocupados,
2019- (Alberto Fer- piqueteros, organi-
nández) zaciones de base,
economía solidaria
2004-2019 (Evo Mo-
Sindicatos mineros,
Movimiento rales, tres mandatos)
Bolivia 1997 movimientos campe-
al Socialismo Gobierno interrumpido
sinos, indígenas
2020- (Luis Arce)
Central Única de
Trabajadores, el
2003-2010 (Lula da
Movimiento Sin Tierra,
Silva)
Partido de los la Confederación Na-
Brasil 1980 2011-2016 (Dilma
Trabajadores cional de Trabajadores
Rousseff) Gobierno
Rurales y de la Agricul-
interrumpido
tura y el Movimiento
por la vivienda.
1990-1994 (Patricio
Las organizaciones
Aylwin)
sociales no forma-
Concertación 1994-2000 (Eduardo
ron parte de las
de Partidos Frei)
bases sociales de la
por la 2000-2006 (Ricardo
Chile 1990 Concertación, aunque
Democracia Lagos)
alguno/as líderes es-
Nueva 2006-2010 (Michelle
tudiantiles trabajaron
Mayoría Bachelet)
en la candidatura y
2014-2008 (Michelle
gobierno de Bachelet
Bachelet)
Comienza con el apo-
yo de movimientos
2006-2017 (Rafael indígena, ecologista y
Ecuador Alianza País 2006
Correa, tres mandatos) feminista que se dis-
tancian rápidamente
del gobierno.
El equilibrio estable como problema 73

Año de Períodos de gobierno Organizaciones


País Partido
creación analizado sociales vinculadas
Sindicatos, Gremios
2005-2010 (Tabaré
estudiantiles, orga-
Vázquez)
nizaciones de base,
2010-2015 (José
Uruguay Frente Amplio 1971 barriales, feministas,
“Pepe” Mujica)
grupos LGTB, coope-
2015-2020 (Tabaré
rativas (especialmente
Vázquez)
de vivienda)
En el inicio cuenta
con el apoyo de
Mov. V varias organizaciones
República/ 1999-2013 (Hugo sociales que luego
Partido Chávez, tres períodos) retiran ese apoyo.
Venezuela 1999
Socialista 2013- (Nicolás De forma incipiente
Unido de Maduro) grupos organizados
Venezuela desde el propio
gobierno (como los
círculos bolivarianos).
Fuente: elaboración propia

3.1. Argentina: Partido Justicialista, institucionalización con


base clientelar
El Partido Justicialista (PT) fue creado en 1946 por Juan Domingo
Perón. Es el más antiguo de los analizados en este trabajo. Su historia
está marcada por las derivas autoritarias en el país (el péndulo cívico
militar, que se caracterizó por frecuentes golpes de estado) y un anclaje
ideológico del partido que se vincula con las experiencias corporativis-
tas del período de entreguerras, con una fuerte presencia organizadora
del Estado y el alineamiento alrededor del liderazgo de Perón. Aunque
el partido tuvo desde sus orígenes una vinculación con la izquierda (uno
de los partidos que se fusionan para su fundación es el Laborista) se
ha resaltado su carácter heterogéneo y su verticalismo. Para el presente
análisis nos centramos en los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007)
y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2019) y el actual de Alberto
Fernández (2019-).
74 Alicia Lissidini - Yanina Welp

A diferencia de otros gobiernos progresistas de la región, Néstor


Kirchner accede al Gobierno con pocos votos (22,25%) y como el “mal
menor” frente a la posibilidad de que ganara nuevamente Carlos Menen
(promotor del neoliberalismo en Argentina, representante del mismo
partido), quien renuncia a competir en la segunda vuelta (al obtener
24,25% en la primera). En el contexto de una grave crisis económica
y política post 2001, primaba el descontento y la desconfianza hacia la
“clase política”. Néstor Kirchner se propone y logra construir una nue-
va identidad peronista —kirchnerista— que rompe con la menemista
con aspectos novedosos que lo posicionan como un líder progresista, en
sintonía con Lula y Hugo Chávez (en el gobierno en aquel momento).
Retoma sus vínculos con algunos actores sindicales, pero rompe con
otros, como con los que integraban la Confederación General del Tra-
bajo (CGT) vinculados al menemismo y construye fuertes vínculos con
los movimientos sociales orientados a la defensa de los derechos hu-
manos y la búsqueda de detenidos-desaparecidos durante la dictadura
militar, como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. En el 2005 armó
el Frente para la Victoria, generando una puja interna dentro del Partido
Justicialista (algo común en la historia del peronismo). Los adversarios
políticos tantos de Néstor como de Cristina serían, como señalan Ana
Soledad Montero y Lucía Vincent (2013), aquellos asociados con la dé-
cada del 90 y la dictadura militar: los militares, la Iglesia, los medios
opositores, ciertos grupos económicos (especialmente el “campo”) y el
Fondo Monetario Internacional. Entre sus bases de apoyo destacan los
grupos que dependen de los planes sociales manejados por líderes so-
ciales mayoritariamente afines al gobierno o que necesitan del Estado
para construir su poder. Las organizaciones se ubican entre la coopta-
ción y la negociación. Varios de estos dirigentes ocuparon cargos en los
ministerios de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Esta estra-
tegia con marcado carácter clientelar funcionaría canalizando deman-
das y evitando un estallido social en el contexto de crisis económica
acentuado a mediados de 2022. Así, parece existir una tensión inherente
al partido entre los liderazgos fuertes, la organización vertical y los vín-
culos de carácter clientelar más que programáticos que conducen a un
resultado ambiguo: mientras permiten canalizar los conflictos, limitan
las posibilidades de construir una sólida institucionalidad democrática,
El equilibrio estable como problema 75

pero a la vez están tan arraigados como para sostener a un partido que
sobrevive a sus liderazgos.

3.2. Bolivia: el Movimiento al Socialismo se institucionaliza sin


cooptar a sus bases
El Movimiento al Socialismo (MAS) fue creado en 1997 y llegó al go-
bierno en 2005. La iniciativa de crear un partido político surgió entre los
productores de coca del Trópico de Cochabamba en 1987, pero pasaron
diez años hasta que lograron sortear los obstáculos institucionales que lo
impedían. En 1999 se presentó a elecciones por primera vez obteniendo
y desde entonces ganó peso regional y nacional. En las elecciones de 2002
una red de movimientos sociales se activó para trabajar por el partido
y compensar la falta de recursos económicos. El resultado fue sorpren-
dente, alcanzó el 21% de votos (a apenas 1,5% del ganador, el MNR) y se
convirtió en el principal partido en los departamentos de La Paz, Cocha-
bamba, Oruro y Potosí (Harten, 2007; Mayorga y Rodríguez, 2010).
Desde 2005 el MAS ha ganado todas las elecciones con amplias ma-
yorías. Esto se ha dado no sin tensiones que en buena medida derivan de
las demandas de los movimientos sociales y sus bases tradicionales entre
indígenas y campesinos y la estrategia del partido de incorporar y man-
tener a las clases medias urbanas. Entre las claves que definen la relación
del partido y las organizaciones afines puede decirse que la tensión entre
las mismas fue in crescendo, que hubo una fuerte inversión en fortale-
cer el partido y que la mayoría de los ministerios quedaron en manos de
personas de partido con formación técnica, con algunas excepciones de
perfiles con más base social y sindical. En el mismo sentido, la agenda del
gobierno en más de una ocasión enfrentó a sus bases, incluso con repre-
sión, de lo que es un ejemplo destacado el conflicto por el Tipnis. El con-
flicto por la construcción de la carretera fue emblemático pues significó
un cambio de postura del gobierno respecto a su compromiso inicial en
cuanto a respetar y a no invadir las tierras indígenas. Luego de un lar-
go enfrentamiento los movimientos lograron frenar la construcción de
la ruta (ver Tapia, 2012). También el resultado del referéndum de 2016,
que vetó la posibilidad constitucional de reelección, puede leerse como
una demanda por la democratización de las decisiones del gobierno que
76 Alicia Lissidini - Yanina Welp

tenía y tiene una gran base social. Evo Morales no escuchó las voces, que
no solo eran de “la derecha”, y se presentó a las elecciones junto a Álvaro
García Linera (Welp y Lissidini, 2017) Ese fue uno de los detonantes de
la “salida” (golpe de Estado). Pero el MAS logró rearticularse y presentar
a las elecciones una fórmula electoral encabezada por Luis Arce, ex mi-
nistro de economía que representa crecimiento y estabilidad económica,
y David Choquehuanca, ex canciller del gobierno anterior, aymara, con
vinculación con las organizaciones indígenas y la reivindicación ideológi-
ca del “buen vivir”. En definitiva, la vinculación entre las organizaciones
sociales, el Poder Ejecutivo y el partido, fue de negociación, conflicto y
cooperación. Hubo momentos en que Evo Morales debió desistir e in-
cluso retroceder en sus decisiones, otras veces los movimientos sociales
fueron quienes perdieron en sus reivindicaciones, pero la alianza entre
movimientos y actores políticos fue clave para que el MAS alcanzara el
gobierno y también para que lo recuperara en 2020.

3.3. Brasil: el Partido de los Trabajadores priorizó la gobernabi-


lidad social entre los suyos
El Partido de los Trabajadores (PT) surgió en Sao Paolo a fines de
los setenta impulsado por operarios metalúrgicos para hacerle frente a
la dictadura. Los sindicatos fueron el núcleo duro durante la formación
del partido, que al comenzar a crecer amplió sus bases de apoyo. Poste-
riormente se sumaron otros grupos sindicales además de intelectuales
de izquierda y representantes de la teología de la liberación. Desde la
transición a la democracia el PT se consolidó como actor de peso en
la arena electoral, quedando en el primer o segundo lugar en todas las
elecciones presidenciales. Luiz Inácio Lula da Silva (que viene de la Cen-
tral Única de los Trabajadores, CUT) se convirtió en el líder incuestio-
nable compitiendo en cuatro elecciones presidenciales hasta su triunfo
en 2003. El PT conservó la presidencia hasta 2016 cuando Dilma Rous-
seff vivió un controvertido proceso de impeachment.
Uno de los debates fundacionales del partido refiere a la construc-
ción de una organización política para acceder al gobierno en lugar de
limitarse a la acción sindical. Otro elemento fuerte fue que desde sus
orígenes se distanció del marxismo y los modelos soviético y chino aun-
El equilibrio estable como problema 77

que también mantuvo una postura crítica frente a los partidos socialde-
mócratas. La formación del partido se produce en unas dinámicas que
muestran que la distinción entre activistas y actores partidarios no se
observa en el campo, donde hay mayores interacciones y pertenencias
múltiples. Así, aún si la composición de los gobiernos del PT fue en bue-
na medida condicionadas por las alianzas a que conduce el sistema mul-
tipartidista, los gobiernos subnacionales se convirtieron en una fuente
de provisión de beneficios para sus bases electorales fundamentalmente
a través del empleo público a los líderes de las organizaciones y los sub-
sidios (Gómez Bruera, 2015).
Gómez Bruera (2015) señala que en Brasil no se produce un distan-
ciamiento del PT de sus organizaciones afines, sino que la fórmula esco-
gida para mantener esa relación es lo que influye en las dinámicas pos-
teriores. El PT logró asegurar la dimensión social de la gobernabilidad
a través de vínculos basados en la provisión de puestos de trabajo para
los líderes y la asignación de subsidios estatales masivos. Esto contribu-
yó a amortiguar las prácticas de protesta entre sus bases de apoyo y más
en concreto la Central Única de Trabajadores, el Movimiento Sin Tierra,
la Confederación Nacional de Trabajadores Rurales y de la Agricultura
y el Movimiento por la vivienda. Durante el gobierno de Lula el boom
de las commodities permitió acomodar intereses de un amplio rango de
grupos simultáneamente, algo que se vio cada vez más limitado cuando
esta bonanza comenzó a hacer crisis. Brasil emerge así como un caso muy
particular en que el liderazgo de Lula mantiene su relevancia pero a la vez
se apoya fuertemente en el partido y sus organizaciones aliadas en una red
de articulaciones que desafía la tradicional división entre actores partida-
rios y actores sociales y consigue amortiguar la conflictividad social en sus
bases pero, algo a explorar por futuras investigaciones, genera una gran
polarización y rechazo en otros sectores que conduce al ‘antipetismo’ que
aupará al líder de la derecha radical Jair Bolsonaro al gobierno.

3.4. Chile: de la debilidad de los lazos al quiebre de la represen-


tación
A diferencia del resto de las izquierdas latinoamericanas, la chilena
asumió con reglas establecidas por el régimen dictatorial de Augusto Pi-
78 Alicia Lissidini - Yanina Welp

nochet, teniendo que lidiar con “enclaves autoritarios” (Garretón, 2010)


que condicionaron el funcionamiento del Congreso Nacional, junto con
un sistema electoral binominal que restringió la representación, provo-
cando exclusión, oligarquización y desafección política (Alvarado Es-
pina, 2015). Más allá de la dimensión institucional, la Concertación no
pudo acercarse a las demandas de la ciudadanía. Como señala Marcelo
Mella (2014), la coalición se caracterizó por a) La condición de insider
o de “reproductor endogámico” de los liderazgos presidenciales, b) la
mezcla de continuidad programática y ruptura estratégica, y c) la incli-
nación al inmovilismo institucional y la desmovilización social.
A partir de 2001 comienzan a tomar mayor visibilidad las protestas
en la calle. El malestar social, quedó de manifiesto en la juventud que se
movilizó contra del modelo educativo heredado de la dictadura. Si bien
la desafección política llevó a muchas personas a la indiferencia elec-
toral dejando de votar4, eso no significó necesaria o únicamente apa-
tía política. Las protestas no solo fueron de estudiantes universitarios,
antes fue la “revolución pingüina” (de estudiantes de secundarios) en
2006 y le siguieron los movimientos feministas, el movimiento contra
las administradoras de Fondos de Pensiones (No más AFP), los indíge-
nas, los ambientalistas y el movimiento por una nueva constitución. La
Concertación perdió las elecciones en 2010, cuando triunfó Sebastián
Piñera (derecha).
Michelle Bachelet volvió a presentarse como candidata en 2013, aho-
ra desde la coalición Nueva Mayoría que incluía más sectores y obtuvo
buenos resultados con una baja participación (41,98 %). El programa,
de Bachelet denominado “Chile de Todos” incorporó tres grandes re-
formas: tributaria, educativa y reemplazo constitucional. Sin embargo,
fue poco lo que pudo concretar en relación a sus propias propuestas
y mucho menos en relación a las expectativas puestas en su gobierno.
Un nuevo giro electoral en 2018 trajo a Sebastián Piñera de vuelta a la
presidencia y una mayor acumulación de demandas que terminó por
propiciar una salida colectiva: un estallido inédito e inesperado en 2019.
Una serie de manifestaciones y respuestas violentas de parte de los cara-

4
A partir de 2012 el voto dejó de ser obligatorio.
El equilibrio estable como problema 79

bineros cambiarían para siempre el escenario político y social chileno.


Un nuevo cambio electoral llevó a Gabriel Boric —quien formó parte de
las movilizaciones estudiantiles— representando una ampliación de la
alianza Apruebo Dignidad hacia la centroizquierda a la presidencia en
20225. El tiempo dirá si la antigua concertación consigue recuperarse
y/o si estos cambios conducen a una reformulación de la socialdemo-
cracia con arraigo en la sociedad.

3.5. Ecuador: el personalismo de Correa ahoga y aísla el partido


Alianza País fue creada en 2006 para las presidenciales del mismo
año, congregando en aquel momento a muchos actores sociales. Sin
embargo, no fue un proyecto creado colectivamente por la articulación
de movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil, lo que
marca una diferencia crucial con los casos analizados arriba. Alianza
País surge de la iniciativa de Rafael Correa tras su salida del Ministerio
de Economía. A la vez, no hubiera alcanzado el gobierno en 2006 sin el
apoyo del movimiento indígena y el Movimiento Pachakutik,
Correa sostuvo un papel protagónico que impidió que el partido
se fortalezca y autonomice de su principal promotor mientras a la
vez se va distanciando de forma creciente de sus bases sociales. Por
ejemplo, la disputa respecto al extractivismo en el Parque Nacional
Yasuní —área natural protegida localizada al nororiente de Ecuador,
en las provincias de Pastaza y Orellana— enfrentó a los movimientos
indígenas y ecologistas con el gobierno y fue uno de los grandes con-
flictos que terminó por aislar a Correa de sus bases sociales. Violando
sus compromisos y campaña, sin realizar la consulta previa obligatoria
por mandato constitucional, decidió aumentar la zona de explotación

5
Como señala Pamela Figueroa (2022), el gabinete presentado por el presidente Bo-
ric fue considerado un acierto político por tres razones. En primer lugar, porque
amplía de manera concreta su alianza política hacia el socialismo democrático. En
segundo término, porque reconoce el liderazgo femenino al nombrar a una mayo-
ría de mujeres (14 de 24 ministerios). Por último, porque garantiza la diversidad,
alejándose de las elites políticas tradicionales del país, con especialistas reconoci-
dos en cada una de las áreas comprometidos con el programa de gobierno.
80 Alicia Lissidini - Yanina Welp

del petróleo en el área. Como reacción, se conformó el colectivo “ya-


sunidos”, que ejercieron la resistencia civil, reuniendo a un conjunto
diverso de actores sociales, con gran presencia de la juventud, de mo-
vimientos indígenas y de personas por la defensa de la naturaleza y
contra el neoextractivismo.
El conflicto entre Correa —que amenazaba con perpetuarse en el
poder— y la CONAIE se inició en 2009 se fue agudizando y amplián-
dose a otros actores, provocando la ruptura con “la calle”, como señala
Franklin Ramírez (2019). Correa también se enfrentó al movimiento
feminista y amenazó con renunciar a la presidencia si se aprobaba el
aborto en caso de violación. Señala Annie Wilkinson (2017) que la es-
trategia de Correa fue debilitar los movimientos feministas, a veces en-
frentándolos directamente, otros apoyando avances moderados de las
colectividades LGTB. Siempre dentro de las políticas promovidas por
los grupos religiosos conservadores que salieron fortalecido de este pe-
ríodo e influyeron fuertemente en el discurso y la política del gobierno.
El presidente emitió comentarios y ataques sexistas y homofóbicos, es-
pecialmente a través de los enlaces ciudadanos6. Este conflicto alejó a
mujeres y disidencias. Al igual que el caso venezolano (véase abajo),
el gobierno ecuatoriano desdeñó toda mediación con la ciudadanía,
partidaria y de las organizaciones sociales (sindicatos, movimientos y
ongs). Correa. como Chávez, trataron de conectarse directamente con
la población a través de las estrategias comunicativas permanentes, ple-
biscitando constantemente sus gobiernos. La agenda de concreción de
derechos para las mujeres y la población LGTB no fue posible en esos
países. En ninguno de los dos se aprobó el matrimonio igualitario, por
el contrario, predominó la visión heteronormativa de la familia y no
se avanzó en la despenalización en casos de violación. En Ecuador se
aprobó recién en 2022.

6
Enlace Ciudadano fue un espacio de radio y televisión gubernamental ecuatoriano
que se emitió desde el 20 de enero de 2007 hasta el 20 de mayo de 2017 de forma
semanal los sábados en la mañana de 10h00 hasta las 14h00 hora local, por 54
emisoras de Ecuador, a través de la televisión estatal Ecuador TV y Gama TV.
El equilibrio estable como problema 81

3.6. Uruguay: un Frente Amplio institucionalizado y mecanis-


mos de participación que canalizan conflictos
El Frente Amplio (FA) surge en Uruguay en un contexto —década de
los setenta— de larga crisis de los partidos tradicionales y crecimiento
de sectores y discursos rupturistas. Las y los trabajadores, y estudian-
tes se movilizaron en un contexto fuertemente represivo y conflictivo,
especialmente la Federación de Estudiantes Universitarios de Uruguay
(FEUU). También la central sindical se unificó en la Central Nacional
de Trabajadores (CNT) en 1966 y adquirió una fuerza que nunca an-
tes había tenido, ellas, junto a otras organizaciones sociales, como la
Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua
(FUCVAM), apoyaron la creación del Frente Amplio. Sin embargo, las
organizaciones sociales mantuvieron y mantienen cierta autonomía con
relación al Frente Amplio y mecanismos de democracia interna, lo cual
conlleva a que la conducción vaya cambiando. Los principales sectores
políticos que conformaron la coalición de izquierda se habían presen-
tado a elecciones anteriores, otros eran escindidos de los partidos tra-
dicionales (blancos y colorados) y se crean nuevos grupos. Después del
golpe militar y del régimen dictatorial (1973-1984), la coalición de iz-
quierda renovó su propuesta programática y salió —paradójicamente—
legitimada y fortalecida. Tabaré Vázquez, electo en 1989 como Inten-
dente de Montevideo, fue el primer presidente de izquierda en Uruguay
por la coalición Encuentro Progresista-Frente Amplio.
Un indicador de la tensión se observa en los ejercicios de democracia
directa. Si bien a partir del retorno de la democracia, el Frente Amplio
y la mayoría de las organizaciones populares tendieron a coincidir —
no sin debates y sin diferencias— a partir de que la izquierda accedió
al gobierno, las diferencias se hicieron más evidentes. Es por ello que,
en algunas iniciativas ciudadanas, el Frente Amplio en su conjunto no
acompañó con la recolección de firmas y no llegaron a transformarse
en consulta popular. Un ejemplo claro fue la iniciativa ciudadana con-
tra la ley de riego (Lissidini, 2022). La relación con las organizaciones
feministas y los colectivos LGTB pasó por distintas etapas, no exenta
de conflictos y coyunturas de extrema tensión, especialmente cuando
el presidente Tabaré Vázquez vetó en 2006 la ley que despenalizaba el
82 Alicia Lissidini - Yanina Welp

aborto, pero ni la coalición, ni el vínculo se quebró, aunque tuvo costos


políticos. El aborto terminó aprobándose durante el gobierno de José
“Pepe” Mujica en 20127. Es decir, predominó un vínculo de apoyo elec-
toral al Frente de buen para de las organizaciones sociales, pero desde
la autonomía mutua. Y un dato que consideramos relevante: las organi-
zaciones promovieron la democracia interna, con elecciones regulares
de sus dirigentes, así como asambleas y debates. Los mecanismos de de-
mocracia interna, tanto en el partido de gobierno como en las organiza-
ciones sociales, contribuyen a la autonomía de cada organización, y en
su conjunto contribuyen a aumentar la pluralidad de voces, obligando a
los actores a negociar constantemente, no sin conflictos y sin eventuales
desprendimientos de grupos que deciden abandonar la coalición o el
apoyo a la misma.

3.7. Venezuela: del verticalismo corporativista del PSUV a la


autocratización
Hugo Chávez llegó al gobierno en la estela dejada por el ‘Caracazo’
(1989). El ‘Caracazo’ fue un estallido social que surgió como respuesta
espontánea y escasamente organizada a la aplicación del aumento del
precio de las tarifas de transporte público y el ajuste económico “or-
todoxo” anunciado por el gobierno de Carlos Andrés Pérez (contra lo
prometido en su campaña electoral). El Poder Ejecutivo respondió con
represión, pero a partir de entonces, se registró un creciente protagonis-
mo “de la calle”, de un sinfín de grupos escasamente organizados (em-
pleados públicos, vecinos de los barrios, buhoneros, jubilados) y orga-
nizaciones estudiantiles que emplearon mecanismos como los cierres de
calles y el disturbio para manifestarse (López Maya, 2002)
Junto a la creciente abstención, los dos intentos golpistas de 1992
fueron las manifestaciones más claras de la decadencia partidaria y la
crisis política. Chávez llegó al Gobierno con un abanico de apoyos polí-
ticos y sociales auto percibidos como “progresistas” (excepto del Partido

7
Un análisis de los avances en términos de derechos de las mujeres y de la población
LGTB puede leerse en Johnson, Rodríguez Gustá y Sempol (2020)
El equilibrio estable como problema 83

Comunista que no dio su apoyo), con un discurso que prometió el retor-


no del Estado, contra los partidos políticos y a favor de los más pobres.
Aunque fue perdiendo parte de esos apoyos, mantuvo un lazo fuerte con
los sectores más postergados y empobrecidos del país, especialmente el
sector informal a partir de lazos clientelares y fue ampliando sus lazos
con los militares con su entrada al gobierno y a los negocios del Estado.
Hasta la fundación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)
en 2007 el vínculo se crea y recrea en la figura de Chávez y “el pueblo”,
pues si bien existen agrupaciones partidarias para cada elección, se ar-
man y desarman. A diferencia del caso argentino, los sindicatos no fue-
ron ni son parte del proyecto chavista, por el contrario, se oponen al
mismo desde el inicio. Las organizaciones sociales, como las defensoras
de los derechos humanos, que participaron de la redacción de algunos
artículos de la Constitución de 1999, no sólo abandonaron el proyecto,
sino que pasaron a ser perseguidas por el propio Chávez e incluso algu-
nas de esas personas debieron abandonar el país. A diferencia de todos
los casos analizados aquí, las fuerzas armadas se fueron convirtiendo en
una central fuente de apoyo del gobierno.
Las organizaciones que forman parte del proyecto fueron creadas por
el propio gobierno. Es así que surgieron los “círculos bolivarianos”, por
iniciativa del propio Hugo Chávez en el 2001. Como analizan Nelly Are-
nas y Luis Gómez Calcaño (2005), además de ser portadores del culto a
Bolívar, contenían las marcas del autoritarismo militarista, desdeñaban
las diferencias sociales y por tanto la democracia liberal. En los hechos,
se transformaron en centros para ‘realizar los trámites’ ante el Estado
con el fin de lograr la satisfacción de las necesidades de las personas
(Arenas y Gómez Calcaño, 2005). Y fueron el germen de los “colectivos”,
grupos organizados que defienden la “revolución” de Chávez —algunos
armados—, que se dedican a la seguridad, el control y la vigilancia sobre
la sociedad. Junto con el aumento de la injerencia de Cuba, de la mano
del poder de los militares, estos grupos han adquirido mayor poder en
las calles. En definitiva, el caso venezolano se aleja por completo de los
demás países. No solo ya no es una democracia, su vínculo con las orga-
nizaciones sociales es autocrático.
84 Alicia Lissidini - Yanina Welp

4. CONCLUSIONES
El foco en este análisis ha estado puesto sobre la tensión entre la
institucionalización e independencia del partido y sus vínculos con los
movimientos y organizaciones sociales afines. En el análisis de cada
caso se puso especial atención al origen del partido. En este sentido,
algunos de los partidos analizados estaban institucionalizados desde
mucho antes de alcanzar el gobierno (el PJ, el FA, en alguna medida el
PT) mientras otros fueron creados para la contienda electoral en la que
llegan al gobierno (AP, PSUV)— con un caso intermedio: el MAS que
estaba en vías de institucionalizarse y lo consiguió en 2019 al llegar a las
elecciones renovando sus candidaturas, tras la crisis que significó el gol-
pe de Estado en 2019. Esto tiene enorme influencia sobre el devenir del
partido, no lo determina, pero sí establece un rumbo. Y ahí surge otra
diferencia relevante refiere a la importancia del liderazgo. Mientras en
Argentina el partido surge de un liderazgo fuerte y se conforma un par-
tido vertical, en Bolivia o Brasil, aun considerando la suma relevancia de
los liderazgos de Morales y Lula, el partido mantiene mayor autonomía
y debate interno. También, los tipos de liderazgos son diferentes: mien-
tras que Correa y Chávez son outsiders, Lula y Evo Morales son líderes
sindicales con fuerte vinculación con sus partidos (PT y MAS respec-
tivamente), los cuales imponen límites a sus respectivos gobiernos. En
los casos de Argentina, Chile y Uruguay son insiders, con una diferencia
importante: en el caso uruguayo surgen de un ejercicio de democracia
interna en la coalición de partidos, única en la región y este ejercicio
que supone también control sobre el gobierno, se mantiene a lo largo del
gobierno. En Argentina, aunque con conflictos internos de gran enver-
gadura, el Partido Justicialista también ejerce presión sobre la persona a
cargo de la presidencia (incluso movilizando a sus organizaciones afines
en la interna partidaria). En el caso chileno, los gobiernos trabajaron a
partir de comisiones y comités cuyo eje central estuvo asentado en La
Moneda, dado el carácter presidencialista del régimen.
Al observar la relación de los partidos con sus organizaciones afines
se puede distinguir distintos modelos. En un extremo, la relación par-
tido-bases se diluye y esto acaba teniendo efectos tanto sobre el apoyo
que el partido recibe como en su capacidad de amortiguar conflictos. Es
El equilibrio estable como problema 85

lo que le habría ocurrido a la centroizquierda chilena pre-estallido y que


en alguna medida forma parte del contexto explicativo de la crisis. Chile
es en este marco nuestro caso extremo de incapacidad de los partidos y
de los gobiernos de interpretar y dar voz y respuesta a las organizaciones
sociales en particular y a “la calle” en general. La Concertación gobernó
obturando el conflicto que explotó finalmente en octubre de 2019. Las
élites gobernantes mantuvieron una autonomía respecto a las organiza-
ciones en aras de mantener una política de consenso que contenía una
extrema desigualdad. En el otro extremo aparece el chavismo en Vene-
zuela, en que se combinan el personalismo con la fortaleza del aparato
del partido y también de sus organizaciones. Sin embargo, las organiza-
ciones carecen de autonomía y se organizan en un modelo jerárquico en
que las bases tienen escasa incidencia en la toma de decisiones.
En Argentina, se podría concluir que durante los gobiernos “kir-
chneristas” de Néstor y Cristina hubo un fuerte presidencialismo, pre-
dominó el discurso amigo-enemigo típico del peronismo, aunque con
una impronta progresista, una apelación a la ciudadanía (que no fue
acompañada por propuestas de incorporación de mecanismos institu-
cionalizados de participación como se regulan en Uruguay) y un intento
de transversalidad. El modo en que opera la relación con sindicatos y
movimientos sociales combina unas dinámicas clientelares con estre-
chas relaciones con sus líderes que sirve como válvula de contención del
conflicto. Estas organizaciones a su vez no se alinean como ocurre en
Venezuela, lo que también introduce una válvula de contención frente a
intentos de concentración de poder (pluralismo por defecto).
El Partido de los Trabajadores en Brasil muestra un origen del par-
tido más cercano al del MAS en Bolivia o al del FA en Uruguay, como
proyecto colectivo fuertemente arraigado en sus bases de apoyo y com-
bina a la vez el perfil carismático del liderazgo de Lula. Los gobiernos
del PT, como ocurre en Argentina, también consiguen canalizar y amor-
tiguar conflictos con sus bases a partir de este liderazgo y de la provi-
sión de subsidios y empleo para los líderes cívicos vinculados al partido.
Abierta queda para futuras investigaciones la cuestión de cuánto puede
haber impulsado esta estrategia la polarización y el rechazo al PT por los
adversarios políticos que abonan el triunfo a Jair Bolsonaro.
86 Alicia Lissidini - Yanina Welp

El MAS en Bolivia mostraría una situación alternativa en que el


partido invierte en su propia institucionalización pero no puede o no
quiere cooptar a los movimientos que conservan su autonomía. Esto
muestra la resistencia del proyecto político que excede a Evo Morales
y marca un rumbo al momento de restablecer la democracia en 2020.
Este caso muestra, como también el ecuatoriano y el venezolano, que
el hiperpresidencialismo, tan caro a América Latina, es uno de los pro-
blemas frecuentes de izquierdas que se basan en liderazgos fuertes y los
impulsan a costa de la participación ciudadana y de las decisiones en
el Congreso. Sin embargo, las salidas fueron muy distintas. Mientras
Venezuela se convierte en una dictadura, en Ecuador unas elecciones
cambian el ciclo y en Bolivia esto ocurre de forma más conflictiva y vio-
lenta, pero recuperando la democracia en el corto plazo.
Uruguay tal vez sea el caso que mejor logró combinar autonomía,
participación y representación, aunque no sin conflictos y sin despren-
dimientos —“salidas” en el sentido de Hirschman— de sectores y perso-
nas. En este caso, fueron claves el ejercicio de la democracia interna ya
mencionada, así como el ejercicio de la democracia directa, para permi-
tir el ejercicio de la voz.
A modo de cierre, se puede decir que las dinámicas de relación entre
gobiernos de izquierda y sus organizaciones sociales afines que aparecen
como más prometedoras para sostener la legitimidad y la institucionali-
dad democrática son aquellas que lejos de un equilibrio estable se basan
en una dinámica de negociación y conflicto institucionalizados a partir
de los procesos de democracia interna de los partidos y de participación
ciudadana.

5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Alvarado Espina, E. (2015). “Exclusión, oligarquización y desafección política. Los efec-
tos del sistema binominal en la democracia chilena. Un análisis contextual de las
elecciones parlamentarias (2001-2013)”. Revista Enfoques: Ciencia Política y Admi-
nistración Pública, XIII(22),11-37. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.
oa?id=96040292002
Anria, S. (2013). “Social Movements, Party Organization, and Populism: Insights from
the Bolivian MAS”. Latin American Politics and Society, 55 (3), 19-46
El equilibrio estable como problema 87

Arenas, Nelly y Gómez Calcaño, Luis. (2005) “Los círculos bolivarianos: el mito de la
unidad del pueblo”. América Latina Hoy, 39, 167-193. Disponible en: http://www.
redalyc.org/resumen.oa?id=30803907
Bensusán, G. y Subiñas, M. (2014). “Representación e intermediación en el ámbi-
to del trabajo: actores, recursos y estrategias”. Revista Mexicana de Ciencias Polí-
ticas y Sociales, 59 (220),55-80. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.
oa?id=42131173003
Castañeda, J. (2006). “Latin America’s Left Turn”. Foreign Affairs, 85(3), 28-43. https://
doi.org/10.2307/20031965
Del Campo, E., Resina, J. y Welp, Y. (2019). “Crossing the ocean: the influence of the Bo-
livian MAS on the Spanish Podemos”. En C. Flesher Fominaya y R. Feenstra(eds.),
The Handbook of Contemporary European Social Movements. Londres; Routledge.
Figueroa, P. (2022). Constitutional referendum during the Covid-19 pandemic: the case
of Chile. Estocolmo: International Institute for Democracy and Electoral Assistance
(IDEA). Disponible en https://www. idea. int/sites/default/files/constitutional-re-
ferendum-during-the-covid-19-pandemic-the-case-of-chile-en. pdf. Accessed, 10.
Freidenberg, F. y Suárez-Cao, J. (Eds.) (2014). Territorio y Poder: Nuevos actores y com-
petencia política en los sistemas de partidos multinivel en América Latina. Salamanca:
Ediciones Universidad de Salamanca.
Garretón, R. (2010). “La democracia incompleta en Chile: La realidad tras los rankings
internacionales”. Revista de ciencia política (Santiago), 30(1), 115-148.
Gómez Bruera, H. (2015). “Securing Social Governability: Party-Movement Relations-
hips in Lula’s Brazil”. Journal of Latin American Studies, 47, 567-593.
Harten, S. (2007). “¿Hacia un partido “tradicional”? Un análisis del cambio organizativo
interno en el Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia”, Nuevo Mundo Mundos
Nuevos.
Johnson, N., Rodríguez Gustá, A.L. y Sempol, D. (2020). “Claves para explicar avan-
ces y retrocesos en los derechos de las mujeres y las personas LGBT en Uruguay.
Múltiples presiones, resistencia política e inercias estructurales”. En: E. Jay Fried-
man (comp) Género, sexualidad e izquierdas latinoamericanas. El reclamo de de-
rechos durante la marea rosa. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/
gt/20200610052155/Genero-sexualidad-izquierda.pdf
Lissidini, A. (2022) “Democracia directa contra déficit democrático: el caso uruguayo”.
Revista Recerca. Revista De Pensament I Anàlisi. Disponible en: DOI: https://doi.
org/10.6035/recerca.5600
López-Maya, M. (2002) Venezuela después del Caracazo: Formas de la protesta en un con-
texto desinstitucionalizado. Working Paper # 287 -July. Kellog Institute. Disponible
en: https://kellogg.nd.edu/sites/default/files/old_files/documents/287_0.pdf
Mainwaring, S. y Scully, T. (eds.) (1995). Building Democratic Institutions: Party Systems
in Latin America. Stanford: Stanford University Press.
Mair, P. (2013) Gobernando el vacío. Madrid: Alianza Editorial
88 Alicia Lissidini - Yanina Welp

Malamud, A. (2016). “¿Por qué retrocede la izquierda en América Latina?” En: M. Le-
rias, Marcelo; A, Malamud y P. Stefanoni. ¿Por qué retrocede la izquierda? Buenos
Aires: Capital Intelectual.
Mayorga, F. y Rodríguez, B. (2010). “Nacionalismo e indigenismo en el gobierno del
MAS”. Temas y Debates, 20. Disponible en: URI: http://hdl.handle.net/2133/2052
Mella, M. (2014). “Propensión coalicional en Chile: un análisis de los casos del Frente
Popular, la Unidad Popular y la Concertación de partidos por la democracia”. CON-
fines, 20, 59-90
Montero, M.S y Vincent, L. (2013). “Del “peronismo impuro” al “kirchnerismo puro”:
la construcción de una nueva identidad política durante la presidencia de Néstor
Kirchner en Argentina (2003-2007)”. POSTData 18 (1), 123-157
Panizza, F. (2009). “Nuevas izquierdas y democracia en América Latina”. Revista CIDOB
d’Afers Internacionals, 85-86,75-88
Quiroga, M.V. (2010). “Somos nosotros, somos gobierno. Experiencia de movimientos
sociales en Bolivia”. Revista de Estudios Bolivianos, 15-17, 264-276.
Ramírez, F. (2019). “Las masas en octubre. Ecuador y las colisiones de clase”. NUSO, 284.
Disponible: https://nuso.org/articulo/las-masas-en-octubre/
Rice, R. (2012). The New Politics of Protest, Tucson.: The University of Arizona Press.
Tapia, L. (2012) “Los pueblos de tierras bajas como minoría plural consistente”. En R.
Bautista et al. (comps.), La victoria indígena del TIPNIS. La Paz: Autodetermina-
ción, 253-295.
Tarrow, S. (1996). Power in Movement. Cambridge: Cambridge University Press.
Von Bülow, M. y Bidegain Ponte, G. (2015). “It Takes Two to Tango: Students, Political
Parties, and Protest in Chile (2005-2013)”. En P. Almeida y A. Cordero Ulate (eds.),
Handbook of Social Movements across Latin America. Nueva York: Springer,179-194.
Warren, M. E. (2017). “A problem-based approach to democratic theory”. American Po-
litical Science Review, 111(1), 39-53.
Welp, Y. y Lissidini, A. (2017). “Democracia directa, poder y contrapoder. Análisis del
referendo del 21 de febrero de 2016 en Bolivia”. Journal of Bolivian Studies, 22, 162-
190.
Wilkinson, A. (2017). “La Revolución Ciudadana de Ecuador (2007-2017). Una década
perdida para los derechos de las mujeres y la igualdad de género”. En E. Jay Fried-
man.[et al.], Género, sexualidad e izquierdas latinoamericanas: el reclamo de derechos
durante la marea rosa. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO.
LAS ÉLITES (POLÍTICAS) DESDE
AMÉRICA LATINA
Benedicte Bull
Universidad de Oslo, Noruega
Francisco Sánchez
Instituto de Iberoamérica, Universidad de Salamanca, España

1. INTRODUCCIÓN
Desde los años sesenta, el estudio de las élites en América Latina
ha servido no sólo para entender quién gobierna —como diría Dahl
(1961)— sino también, y sobre todo, para comprender mejor las re-
laciones de poder en contextos donde las instituciones, y por ende
los Estados, son débiles. Esta aproximación analítica tiene su traba-
jo seminal en el texto clásico de Lipset y Solari (1967), en el que se
plantearon estudiar las élites en contextos donde las instituciones, la
burocracia y los partidos políticos de masas eran endebles, a diferen-
cia de otras democracias que funcionaban en gran medida gracias a la
fortaleza de estos actores.
En los últimos años, los estudios sobre élites en la región han ad-
quirido una dinámica sin precedentes a nivel teórico, metodológico
y empírico. Un reflejo de ello es el aumento de las publicaciones aca-
démicas sobre el tema o la formación de grupos y redes internaciona-
les especializadas en el entorno de la Asociación Latinoamericana de
Ciencia Política (ALACIP), del Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales (CLACSO) u otras instituciones académicas1. Una de las prin-
cipales razones de la revitalización de este campo de investigación es

1
Como un resultado de ese proceso se ha formado la Red de investigación sobre
las Élites de América Latina (RedElites) que agrupa a investigadores que trabajan
sobre el tema. En su página web se encuentra información sobre publicaciones
recientes, entre otras cosas. Las élites (políticas) desde América Latina 91 (https://
redelites.networksprovidehappiness. com/)
90 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

la de comprender las continuidades que se dan en los patrones de des-


igualdad económica y política de la región, a pesar de los procesos de
democratización y reforma ocurridos a lo largo de la tercera ola de de-
mocratización o de los cambios económicos y políticos impulsados por
los gobiernos de izquierda, mayoritarios en América Latina durante los
primeros lustros del siglo XXI. Analizando las élites se buscan respues-
tas de por qué los procesos no han ido a más, o el motivo por el cuál, a
pesar de dichos procesos, las élites se han mantenido o adaptado para
conservar su poder.
Aunque la idea de élites presupone una cierta continuidad y, por
ello, muchas veces se ofrece como explicación de las desigualdades la
presencia continua de redes opacas de poder y concentración de rique-
za, sin embargo, como las propias investigaciones han revelado, hay
importantes cambios en la composición, la forma de ejercer influencia
y los ejes de acumulación de las élites (Cárdenas et al. 2020 y Robles
Rivera, 2010). En este sentido, una de las agendas de investigación
más interesante es la que trata de explicar el rol de las nuevas élites en
el mantenimiento y reproducción de las estructuras de desigualdad,
fenómeno que sucede incluso en élites que llegan al poder cuestio-
nando el statu quo (Bull y Sánchez, 2020). Otros campos importantes
de investigación incluyen el tema de la captura del estado por parte
de élites (Crabtree y Durand, 2017; Fuentes Knight, 2022; Nercesian,
2020 y Waxenecker, 2018), o el análisis del rol de las élites en la cons-
trucción del Estado (Centeno, 2002; Flores-Macias, 2022; Kurtz, 2013;
Kurtz y Schrank, 2012 y Soifer, 2015). También se han revitalizado
los estudios sobre élites inspirados en la literatura que explica el sur-
gimiento y consolidación de los sistemas democráticos gracias a una
serie de pactos y acuerdos de élites, enfoque que parte del supuesto de
que éstas tienen una fuerte influencia en el diseño y desarrollo de los
sistemas políticos (Karl y Schimitter, 1993; Morlino, 1985; O´Donnell
y Schimitter, 1986). Esta visión se complementa desde las teorías de la
cultura política que señalan que el incremento de los valores demo-
cráticos es una fuerza social que fortalece la élite (Inglehart y Welzel,
2006), aunque uno de los problemas para la consolidación del régimen
democrático en la región está en el respaldo que aún mantienen las
opciones autoritarias (Bohigues, 2021).
Las élites (políticas) desde América Latina 91

Con el afán de ir más allá, este capítulo se inicia con una propues-
ta instrumental del concepto de élites y una taxonomía que pretende
ordenar los diversos enfoques de análisis. En las siguientes seccio-
nes se desarrolla el uso del concepto de élite para explicar distintos
procesos políticos ocurridos en la región. El punto de partida aquí
es un análisis sobre el rol de las élites en América Latina a partir
de una definición “basada en recursos”. Desde esa óptica, las élites
no emergen solo del capital económico y las instituciones políticas,
sino también del dominio de otros elementos como el aparato de
violencia y control, los símbolos o el conocimiento. Se entiende ade-
más que puede haber una superposición, siendo la combinación del
control sobre varios recursos, durante un cierto período de tiempo,
lo que determina si los grupos se establecen como élites (Bull, 2014).
Después, respetando cierto orden cronológico, se revisan las expli-
caciones que se han dado a la formación de los Estados en América
Latina desde la teoría de las élites para, a continuación, describir
cómo se ha usado este marco teórico a fin de comprender procesos
políticos contemporáneos, como el populismo y el giro a la izquierda
de inicios del siglo XXI. Ambos procesos tienen el particular interés
de que, por formar parte de su naturaleza el cuestionamiento del
orden establecido, cuestionan también el papel de las élites. Antes de
concluir, a partir de la idea de la profesionalización de la política, se
recurre a algunos desarrollos acerca de los rasgos individuales de las
élites y cómo estos contribuyen a su pertenencia al grupo de poder y
a su mantenimiento en el mismo.

2. ¿QUÉ ES UNA ÉLITE?


Frecuentemente, las élites son identificadas como grupos de perso-
nas que ocupan posiciones importantes en organizaciones de poder, y
por ende son capaces de afectar a los resultados de la política nacional
de manera regular y sustancial (Higley y Gunther, 1992). Sin embar-
go, con esta definición se pierden de la perspectiva grupos que debido,
por ejemplo, a su control de recursos económicos son influyentes, sin
ocupar posiciones formales de poder. Por ello, aquí se define como éli-
te a grupos de individuos que, debido a su control sobre los recursos
92 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

económicos, políticos, coercitivos, sociales, naturales, organizativos y/o


simbólicos (experiencia/conocimiento) se encuentran en una posición
privilegiada para influir de manera formal o informal en las organiza-
ciones y las prácticas institucionales (Bull, 2014). Esta opción concep-
tual y teórica es más dinámica, al permitir la inclusión, como parte de
las élites, de un amplio número de grupos, lo que proporciona un análi-
sis más exhaustivo y preciso sobre cómo operan las relaciones de poder
y la toma de decisiones.
Desde esta perspectiva, si se quiere estudiar por ejemplo la explota-
ción de recursos naturales de un determinado país, se tendría que plan-
tear un plan de investigación que prevea analizar las élites empresariales
locales y trasnacionales que controlan los recursos industriales y econó-
micos, lo que incluiría al capital y su entramado institucional a través de
bancos o financieras. Otro grupo por analizar sería el de quienes contro-
lan los recursos naturales en sí, es decir, la tierra, los hidrocarburos, el
agua, entre otros, éstos también pueden ser locales y/o transnacionales.
Ahora bien, en este caso, ese poder sobre los bienes naturales depende a
su vez de que manejen de forma directa o en alianza con otros grupos,
recursos políticos y organizativos, pues se trata de un sector que depen-
de de regulaciones en gran medida. Por ello, y continuando con el argu-
mento, sería necesario también incluir en el estudio a los tecnócratas o
personas del gobierno.
Siguiendo con el ejemplo, además de los sectores directamente re-
lacionados con el proceso en sí, en la hipotética investigación que aquí
se plantea hay otros grupos políticos y sociales que, sin estar directa-
mente relacionados con la explotación de los bienes naturales, tienen
una participación que puede ser determinante. En este sentido, habría
que incluir a los grupos que forman la cúspide de las instituciones po-
líticas —poderes ejecutivo, legislativo y judicial— en tanto en cuanto
manejan la regulación; y, por el lado de la sociedad deberían tomarse en
cuenta a las élites de los medios de comunicación que controlan el flujo
de información y conocimiento; a las élites intelectuales y científicas; o
a las ONG´s, sectores que podrían facilitar o no la explotación mediante
campañas de movilización de la opinión pública.
Las élites (políticas) desde América Latina 93

Como se puede ver en el ejercicio anterior, el enfoque basado en los


recursos tiene la ventaja de centrarse directamente, a la vez que de for-
ma plural, en los grupos que influyen en las decisiones y las prácticas
de la toma de decisiones, pues se trata de una visión amplia de las élites
que busca identificar a los grupos que controlan la multiplicidad de re-
cursos necesarios para tomar, o bloquear, una decisión. Pero no todos
los estudios sobre élites las definen (Smith, 2006; Woods, 1998), pues
se trata de un concepto que tiene implícita la idea de grupo de poder
—y a veces con ello es suficiente—, además, se trata de un concepto de
carácter polisémico que ha ido variando en función del contexto y el
tiempo. Así por ejemplo, Putnam (1976) puso más énfasis en explicar
las élites señalando que no se trata de estudiar las élites a través de
las transformaciones sociales sino más bien de lo contrario, es decir,
de conocer a las élites resultantes de los procesos, para entender a los
mismos, hipótesis que Best y Cotta (2000) retomaron en el estudio de
150 años de parlamentarios o el trabajo de Barragán et al. (2020) para
América Latina. Putnam (1976) también planteó la diferencia que re-
toma Hoffmann-Langue (2009) al plantear que metodológicamente se
puede identificar a las élites desde lo reputacional, lo decisional y lo
posicional. La primera tiene que ver con detectar quién tiene el poder;
la segunda con detectar a las personas que toman las decisiones y la
última asume que las élites lo son por la posición que ocupen en las
instituciones que tienen poder.
Para presentar las principales perspectivas que se han usado en el
estudio de las élites en América Latina, se toma la clasificación hecha
por Bull (2014) que los agrupa en tres grandes enfoques: el de economía
política estructural, el de la escuela italiana y el institucional. El primero,
que tiene una visión más economicista puede incluir elementos teóricos
del marxismo en ocasiones y define a las élites en función de la relación
con el capital y los medios de producción. Ha sido el enfoque dominante
en los estudios sobre las élites en América Latina que buscan explicar
las desigualdades y la división de clases en la sociedad. Como ejemplos
se pueden citar los trabajos de Hershberg y Perez Saínz (2014) sobre las
élites y la configuración de poder en Centroamérica o el Meza (2008)
que está centrado en el caso de Honduras.
94 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

En este enfoque el término élite se suele utilizar de forma indistinta


por “clases altas”, en contraposición con “clases populares” que serían la
“no élite”. Otra tendencia entre las personas que siguen esta perspectiva
es la de dar por sentado que las élites son los círculos empresariales, te-
rratenientes y políticos que pueden actuar en estrechas alianzas con las
élites político-económicas nacionales y/o las de otros países formando
una red internacional. En esta línea estarían, por ejemplo, los trabajos de
sociológica histórica que tratan sobre el papel de las élites terratenien-
tes y sus relaciones con el capital industrial (Paige, 1999; Torres-Rivas,
1989) o, desde una visión más estructural de los procesos, se puede citar
el trabajo de Conaghan (1988) que analiza el fortalecimiento económico
y político de los industriales ecuatorianos gracias al acceso a recursos
estatales que tuvieron por sus vínculos con el gobierno civil y la dictadu-
ra militar de finales de la década de 1970. Entre las investigaciones más
actuales que encajan en este enfoque, también estarían trabajos como
el de Cardenas (2015) que usa metodologías más sofisticadas, como el
análisis de redes, para determinar que las élites empresariales de Améri-
ca Latina no están interconectadas a nivel transnacional.
En la misma línea también estarían los trabajos que estudian el rol de
las élites en función de su relación con el capital, su propiedad y su papel
en la economía capitalista a nivel global y/o regional como los de Rob-
inson (2003) y Segovia (2006) sobre estos procesos en Centroamérica o
el de Robles Rivera y Voorend (2012) que también estudia esta parte de
América con énfasis en el papel de las élites vinculadas a los medios de
comunicación y la penetración del modelo económico en un contexto
que ellos denominan de la globalización neoliberal.
Agrupados bajo la etiqueta genérica de “escuela italiana” estarían los
trabajos que dan cuerpo al segundo grupo, al que también se podría de-
nominar enfoque basado en recursos, y que parten del núcleo de los es-
tudios clásicos sobre élites que tienen sus raíces en los escritos de Mosca
(1939); Michels (1962) y Pareto (1997). Se caracterizan por identificar a
las élites en función de su influencia en la política, en la sociedad y por
el control que tienen sobre diferentes recursos. Es el enfoque dominante
en los estudios sobre las élites en América Latina, donde el concepto se
ha adaptado a una visión que explica mejor las estructuras de la región
—así, por ejemplo, Wolf (2010:212) ha adaptado el concepto para poner
Las élites (políticas) desde América Latina 95

más énfasis en las desigualdades— y las definen como un grupo distin-


to, dentro de una sociedad, que goza de un estatus privilegiado y ejerce
un control decisivo sobre la organización de ésta.
El enfoque basado en los recursos se diferencia de los basados en la
clase social en que estos últimos vinculan el dominio de las élites prin-
cipalmente al control del capital económico —la infraestructura en tér-
minos marxistas— mientras que los seguidores de la “escuela italiana”
consideran que las élites pueden surgir del control de varios tipos de
recursos, posiblemente superpuestos, que pueden incluir recursos or-
ganizativos (control sobre las organizaciones), recursos políticos (apoyo
público), recursos simbólicos (conocimiento y capacidad para manipu-
lar símbolos y discursos) y recursos personales (como carisma, tiempo,
motivación y energía) (Etzioni-Halevy, 1997). Dentro de esta tendencia,
Solimano y Avanzini (2012) incluyen en su estudio de la circulación de
las élites transnacionales tres élites diferentes, aunque advierten tam-
bién de que éstas pueden solaparse: la “élite del conocimiento”, la “élite
empresarial” y la “élite política”. En está línea también podrían encajar
el trabajo de Bull y Aguilar-Støen (2014) sobre política medioambiental
en América Latina durante los gobiernos de izquierda.
El último enfoque de esta taxonomía es el institucional, que agrupa-
ría aquellos trabajos que entienden las élites, siguiendo la definición de
Mills (1956), como los grupos que pueblan los “esqueletos superiores” de
las instituciones sociales y políticas importantes. Para este autor, la élite
del poder está compuesta por personas cuyas posiciones les permiten
trascender los entornos ordinarios de los hombres y mujeres corrientes,
pudiendo tomar decisiones que tienen consecuencias importantes para
el conjunto. En este enfoque se basó el ya clásico estudio sobre las élites
latinoamericanas de Lipset y Solari (1967), aunque ampliaba la defini-
ción de Mills en lo que tenía que ver con las instituciones al centrarse
además en las estructuras sociales. En ese trabajo se define a las élites
como las personas que en la sociedad ocupan posiciones en la cima de
las estructuras clave, es decir, las posiciones más altas en la economía, el
gobierno, el ejército, la política, la religión, las organizaciones de masas,
la educación y la profesión, concepto a partir del cual estudiaron los
valores, las habilidades y las capacidades de las élites políticas, econó-
micas, militares y laborales (Lipset y Solari, 1967: 7). En ese momento
96 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

en que los trabajos estaban centrados en los Estados y los actores tradi-
cionales, ellos justificaron centrar su trabajo en las élites por el impacto
en la toma de decisiones que éstas tienen en los países en desarrollo
—como los latinoamericanos— en ausencia de las limitaciones de las
burocracias a gran escala y de la presión política de las masas, como las
que se encuentran en las sociedades “modernas”.
Este enfoque institucional suele ser el más habitual en los estudios
sobre las élites burocráticas y tecnocráticas. Como ejemplos se pueden
citar los trabajos de Ai Camp (2002) sobre México o el de Joignantand y
Güell (2011) sobre Chile. En esta línea, también estarían estudios como
el de Montecinos (1996) que en lugar de centrarse en casos nacionales
se enfoca en un actor político y/o profesional, el de los economistas en
los procesos de políticas públicas. Mención aparte merece el proyecto
Élites Latinoamericanas de la Universidad de Salamanca (PELA-USAL)
que, desde el año 1994, viene realizando encuestas de manera periódica
a los parlamentarios de dieciocho países de la región con el fin de co-
nocer cómo son y cómo se comportan, qué tienen en común y qué les
diferencia tanto ideológica como programáticamente. Para la obtención
de información, PELA-USAL utiliza un cuestionario estándar adaptado
a los distintos países y, de entre los muchos trabajos que se han hecho a
partir de estos datos, cabe citar los compilados de Alcántara (Ed.) (2008)
y Alcántara, García y Rivas (2020) que incluyen capítulos que reflejan
las distintas líneas de investigación del proyecto.
Cabe señalar que, en comparación con el enfoque institucional, el
basado en los recursos ofrece una imagen más completa de las élites y
los procesos, ya que es evidente que no sólo los titulares de determina-
dos cargos pueden influir en el proceso de toma de decisiones. En este
sentido, ofrece un modelo que permite ver cómo ganan terreno deter-
minados grupos que controlan la organización del conocimiento o que
adquieren capacidad de intervención a partir de sus recursos personales
y sus redes.
Para terminar esta sección, se quiere dejar constancia de que esta
propuesta de taxonomía y los trabajos que se citan, así como los ejem-
plos que ilustran la exposición, no pretenden ser una revisión exhaus-
tiva de la literatura sobre élites, sino más bien una forma de organizar
Las élites (políticas) desde América Latina 97

los enfoques más usados en la región para ofrecer una introducción a la


literatura sobre las élites en América Latina.

3. LAS ÉLITES Y LA FORMACIÓN DE LOS ESTADOS


EN AMÉRICA LATINA
Una vía para explicar la debilidad o la fortaleza de los Estados la-
tinoamericanos es la de analizar el papel de las élites en su formación.
Costa Rica y Uruguay casi siempre se mencionan como ejemplos exi-
tosos de acuerdos entre élites que se comprometen a fortalecer las ins-
tituciones estatales y los mecanismos de representación como salida a
los enfrentamientos entre grupos: Pero la lista de fracasos es extensa,
a pesar de que, desde el nacimiento de los distintos países, la corriente
que más contribuyó a los iniciales proyectos de construcción estatal en
América Latina fue el liberalismo político y el constitucionalismo libe-
ral. Las ideas de dicha corriente, preponderante entre las élites políticas,
militares e intelectuales que dirigieron los procesos de “state bulding”
de la región, dieron soporte a la emergencia del Estado central —frente
a la autonomía regional—, la inserción de las economías en el sistema
capitalista global y el rol del Estado en la formación de ciudadanos para
contribuir a los objetivos de orden y progreso (Mahoney, 2001; Thomp-
son, 2002).
Como resulta evidente, los resultados de este proceso no fueron ho-
mogéneos. Quizá el fallo principal estuviese en que durante esos mo-
mentos iniciales primó una lógica de suma cero, cuando al ser proce-
sos que se soportan básicamente en el consenso, más bien hubiera sido
necesaria la inclusión de, al menos, la mayoría de los jugadores de veto
con el fin de que no sabotearan el proceso. Al tratarse de un texto sobre
élites, no se analizará en profundidad la exclusión de la mayoría de la
población por motivos raciales o económicos como una de las razones
para explicar el fracaso de los Estados de la región, pero no se quería
dejar de mencionarlo.
La literatura sobre la construcción del Estado latinoamericano (Flo-
res-Macias, 2022; Kurz, 2013 y Soifer, 2015) enfatiza que las relaciones
entre las élites y sus decisiones fortalecen o debilitan las instituciones es-
98 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

tatales tal y como las entiende Centeno (2002), es decir, como el núcleo
permanente de la autoridad política sobre el cual se construyen y del
cual dependen los regímenes. Las élites y sus decisiones afectan sobre
todo a la centralización del poder en el Estado, la habilidad para extraer
recursos de la sociedad y la constitución del monopolio sobre la violen-
cia legítima. Estos elementos sobre los que actúan directamente las élites
son una especie de prerrequisitos para que un Estado emerja y, a su
vez, desarrolle funciones distributivas y cree un sentido de comunidad
y ciudadanía integradas.
En las visiones más pesimistas sobre el papel de las élites en la histo-
ria de la formación de los Estados, tenemos trabajos como el de Kurtz
(2013) que es muy escéptico sobre las intenciones de las élites en lo refe-
rente a la formación de los Estados. Señala que éstas realizarán inversio-
nes costosas en instituciones centrales si tienen una certeza razonable
de que los frutos de esas inversiones les beneficiarán sobre todo a ellas;
también que las élites económicas confían en el control local sobre el
aparato coercitivo oficial más que en el Estado central.
Según los enfoques “belicistas” de la formación de los Estados —
aquellos que siguen a Max Weber y Charles Tilly— las guerras favore-
cieron la formación de los Estados al centralizar el poder y el control de
los recursos, creando a la vez una burocracia que la gestione. En el caso
de América Latina esta hipótesis no funciona muy bien, pues las guerras
fallaron en conducir a la centralización del poder y en unificar a las éli-
tes, en gran medida porque las guerras no eran contra otros países sino
dentro de los países. Aunque las élites latinoamericanas compartían el
miedo común al “enemigo de abajo” (grupos subalternos no-blancos),
las divisiones entre liberales y conservadores o centralistas y federalis-
tas, entre otros, hicieron que el Estado no fuera capaz de imponer la
unidad interna requerida para el proceso de extracción de recursos y
gestión centralizada de los mismos. Es así como, por ejemplo, los capita-
listas rurales invirtieron en milicias locales, de las que se fiaban, en lugar
de invertir en un estado nacional que les brindase protección, pues no se
fiaban del “centro” (Centeno, 2002).
En este plano, la geografía es una dimensión específica que dividió
a las élites latinoamericanas. Como señala Soifer (2015: 35) la voluntad
Las élites (políticas) desde América Latina 99

de las élites para contribuir a los bienes públicos está correlacionada


con la proximidad a ellos, por eso las élites regionales fuertes pueden
ser compatibles con la provisión de bienes públicos locales, pero este
no constituye un contexto propicio para la construcción de un poder
estatal nacional. Esta hipótesis resulta evidente si analizamos los con-
flictos durante el proceso de formación de Argentina o las actuales
divisiones entre la costa y sierra ecuatoriana o la región de la “media
luna” y el altiplano boliviano. Knight (2002) va más allá y, a partir de
su trabajo sobre México, sostiene que la oposición regional debilita los
Estados, incluso en los casos en que ésta no desafía directamente la
autoridad central.
Los análisis sobre la formación de los Estados y el papel de las élites de
inspiración marxista consideran la evolución del Estado como una fun-
ción del modo de producción capitalista que los sostiene. Así, por ejemplo,
Thwaites Rey (2012) equipara las élites con las clases capitalistas y considera
el Estado como una función de la economía más que como una institución
diferenciada en términos de sus fortalezas, su presencia a través del territo-
rio y la calidad de la Administración Pública. A las élites no se les asigna una
gran capacidad de agencia y asumen más bien que se comportan de acuer-
do con las estructuras económicas de las que son parte. Aunque exista una
separación funcional entre las clases capitalistas y las élites estatales, para
este tipo de literatura, éstas últimas servirían a los intereses de las primeras
porque los que administran el aparato estatal dependen del mantenimiento
de la actividad económica que está ampliamente determinada por la inver-
sión privada en las economías capitalistas (Block, 1977).
Las diferencias en la presencia y fortaleza de los Estados en Latinoa-
mérica han sido explicadas en función de los procesos de incorporación a
la economía global, colonización y esferas de acumulación (Boron, 1995).
Los cambios contemporáneos de los Estados latinoamericanos se explica-
rían por la “desnacionalización” y la “desterritorialización” que han pro-
vocado variaciones en sus formas, pero no en sus propósitos (Moncayo,
2012; Robinson, 2010), por ello, los Estados no son “débiles” sino que han
canalizado sus fuerzas más bien en funciones específicas que dan soporte
a la expansión del capitalismo global. Aunque, como señala Teubal (2004)
a propósito del proceso argentino, la incorporación dentro de las econo-
mías capitalistas internacionales ha dado como resultado Estados neo-
100 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

coloniales que privilegian el capital extranjero, pero que sí cuentan con


aliados domésticos en forma de “burguesías nacionales” que, en términos
políticos, también han desarrollado sus fuerzas contrahegemónicas.
Uno de los limites analíticos de este tipo de literatura está en que no
diferencia el papel de las élites en función de los diferentes proyectos de
construcción del Estado que puedan adoptar, por eso, una de la críticas
que se puede hacer a esta tendencia es que los conflictos entre grupos
de élite basados en la competencia comercial, la ubicación geográfica,
los feudos familiares o las diferencias ideológicas generalmente son mi-
nimizados mientras las diferencias generales entre agroexportadores,
terratenientes, industriales y el capital financiero son magnificadas.
Otra línea de trabajo en la relación entre élites y Estado es la que
trata sobre la cuestión de la autonomía relativa de este último respec-
to a la estructura económica. Parten del supuesto weberiano de que la
burocracia estatal es —además de un subproducto del capitalismo— la
forma más eficaz de poder legítimo y la fuente del surgimiento de toda
una nueva clase, por ello buscan comprender la estructura y el poder de
la burocracia ya que el propio demos es una masa informe que nunca
“gobierna” asociaciones mayores, sino que es gobernada (Weber, 1964).
Esta afirmación ha llevado a que las burocracias, su espíritu de cuerpo
y la gestión del conocimiento hayan inspirado el estudio de las élites
tecnocráticas en América (véanse los trabajos ya citados de Montecinos,
1996; Ai Camp, 2002; Joignant y Güell, 2011).
Aunque nunca son autónomas del poder estatal, se consideran un
instrumento de poder superior con un alto grado de dinámica autóno-
ma que está por encima de cualquier forma de acción colectiva. En este
sentido, como se verá más adelante cuando se hable de élites y popu-
lismo, uno de los dilemas de las nuevas fuerzas políticas que adquieren
poder formal en un aparato estatal es que, mientras la burocracia puede
obstaculizar un cambio de políticas y prácticas, son a la vez un instru-
mento necesario para promulgar, aplicar y hacer cumplir sus propuestas
de políticas públicas y, por lo tanto, deben contar con ellas. Un ejemplo
de este tipo de enfoque se puede ver en el trabajo de Sánchez y Polga
(2019) sobre Ecuador durante el gobierno de Rafael Correa.
Las élites (políticas) desde América Latina 101

A manera de conclusión de esta sección, se retoma la sistematización


de la literatura sobre las élites en la construcción del Estado en Améri-
ca Latina realizada por Bull (2020) para afirmar que la voluntad de las
élites para invertir en las instituciones estatales históricamente depende
de 1) la división o unidad inicial de las élites; 2) el nivel en que sus ac-
tividades económicas demandan bienes públicos o requieren el invo-
lucramiento del Estado para dominar a los subordinados; 3) las ideas
dominantes sobre lo que es y debería ser el estado; y, 4) su inserción en
la economía global. De todas maneras, la mayoría de la literatura sobre
élites y construcción del estado está relacionada con un periodo en el
cual las élites pueden significar cosas muy diferentes, como se indicó en
la introducción, y es preciso tener en cuenta los contextos para enten-
derlas de mejor forma.

4. EL PAPEL DE LAS ÉLITES EN ALGUNOS PROCESOS


POLÍTICOS CONTEMPORÁNEOS DE AMÉRICA LATINA
La teoría de las élites también se ha usado para explicar procesos
políticos contemporáneos de la región y no solo procesos históricos
como la formación de los Estados. En este sentido, y en línea con la
necesidad de tener en cuenta los contextos, en la siguiente sección se
presentarán ejemplos recientes centrados en dos procesos de relevan-
cia en la región. En primer lugar, se plantea la relación entre élites y
populismo para, en segundo lugar, explicar cómo se ha usado el marco
teórico que sirve de base a este trabajo para analizar el ciclo del boom
de las materias primas y la hegemonía de los gobiernos de izquierda
de inicios del siglo XXI.
En los estudios sobre populismo se insiste mucho en el antielitismo
del líder populista y de su movimiento, pero no se explica cuál es la re-
lación del líder populista con la élite que necesariamente gobernará con
él. A pesar de definirse desde el cuestionamiento a las élites, el populis-
mo no cuenta con una consistente teoría de las élites, aunque sí cuenta
con sólidos aportes como el de Di Tella (1965). Es más, Germani (1968)
sentó tempranamente las bases para todo un corpus teórico que ve el
populismo como la relación entre un líder y la masa en el que no había
102 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

mucho lugar para las élites y otros elementos que intermedian esta rela-
ción o hacen posible el gobierno del populista sobre su pueblo.
En los estudios sobre populismo se insiste mucho en el antielitismo
del líder populista y de su movimiento, pero no se explica cuál es la re-
lación de ese líder populista con la élite que necesariamente gobernará
con él. Es más, Germani (1968) sentó tempranamente las bases para
todo un corpus teórico que ve el populismo como la relación entre un
líder y la masa donde no habría mucho lugar para las élites y otros ele-
mentos que intermediarían esta relación o hicieran posible el gobierno
del populista sobre su pueblo.
Di Tella (1965) usa la idea de incongruencia de estatus (Bendix y Lip-
set, 1972) para explicar el populismo desde la aparición de “élites incon-
gruentes”, es decir, colectivos cuyo poder político no se correspondería
con los recursos acumulados en distintos campos, que se suman a una
alianza interclasista que aúpa la salida populista como forma de rom-
per con un establishment que los excluye. Esto lo explica señalando que
existen élites cuyo acceso al poder político es limitado e “incongruente”
con los recursos económicos, sociales o de otro tipo que poseen y que
buscan cambiar esa situación sumándose a una coalición conformadora
de un movimiento político que plantea cambios en el statu quo. Para el
auto, las “élites incongruentes” y las masas movilizadas serían el resul-
tado de la “revolución de aspiraciones” que genera una ideología y un
estado emocional de entusiasmo colectivo que facilita la comunicación
entre líderes y seguidores.
El importante aporte de Di Tella explica bien el momento previo y
el aparecimiento del populismo, pero no da cuenta del surgimiento de
nuevas élites en su seno o la relación de éstas con el líder populista.
Las teorías del populismo han dado a las élites connotaciones princi-
palmente negativas, lo que implica rechazarlas tácitamente, incluyendo
la posibilidad (o realidad) de que pueda surgir una “élite populista”. Sin
embargo, la relación entre líderes y élites es crucial para entender el de-
sarrollo de los diferentes populismos. De hecho, desde los estudios clá-
sicos de la “escuela italiana” que se mencionaron anteriormente, se sabe
que las élites se establecerán en cualquier organización y que ningún
líder puede mantener el poder a lo largo del tiempo sin contar con un
Las élites (políticas) desde América Latina 103

grupo de respaldo, ya obtenga el estatus de élite por su posición en una


institución estatal, militar o en organizaciones económicas o sociales
fuera del Estado.
En definitiva, aunque los regímenes populistas sean personalistas,
siempre necesitarán de una élite para gobernar. Por eso la relación con
las élites es crucial para entender cómo evolucionan los regímenes po-
pulistas durante su proceso de llegada y permanencia, o no, en el po-
der, pues, en primer lugar, la existencia de élites incongruentes, es de-
cir, aquellas que han acumulado recursos, pero no poder político, es
condición necesaria para el surgimiento de los movimientos populistas,
mientras que, en un segundo momento, los líderes y movimientos po-
pulistas dependen del apoyo de las élites existentes o de generar nuevas
Recuperando este debate, la aportación de Bull y Sánchez (2020)
plantea que se da un segundo momento en el que se forman unas “éli-
tes alternativas” que se convierten en hegemónicas, es decir, grupos
vinculados a los populistas y su nuevo régimen que remplazarán a las
viejas élites tradicionales como factor de estabilidad y supervivencia de
los regímenes. Para ello comparan a los presidentes Chávez y Correa
y su estrategia deliberada para rodearse de nuevas élites. El primero
tuvo éxito en la construcción de élites alternativas, luego de su choque
frontal con las preexistentes, mientras Correa naufragó en su intento de
construir una élite tecnocrática y un partido que actuasen como su élite
alternativa, aunque provocó un shock institucional que le permitió la
renovación de la élite legislativa (Sánchez, 2022) y que se rodeó de mi-
nistros y tecnócratas que no venían de las élites tradicionales (Basabe-
Serrano et al., 2018; Wolff, 2018) el fracaso de debió a que ni la élite ni
el partido desarrollaron autonomía y dependían del poder de Correa y
de su supervivencia como líder. A mayores, también era imprescindible
el acceso a unos recursos públicos que se perdieron con la crisis de los
precios del petróleo. La falta de continuidad de la “Revolución Ciuda-
dana” demuestra que las posibilidades de que el movimiento populista
permanezca si el líder desaparece son mayores si se cuenta con una élite
alternativa. El caso contrario es el chavismo que, con su “mala salud de
hierro”, sobrevive a través de un movimiento político cada vez más au-
toritario bajo el liderazgo de Maduro a la cabeza de una nueva coalición
dominante.
104 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

Además de poder estudiarse como casos de populismos, los go-


biernos de Correa y Chávez forman parte del grupo de gobiernos que
se beneficiaron del boom de las materias primeras (Sánchez y García
Montero, 2019). El arribo de los gobiernos de la llamada “marea rosa”
(Panizza, 2009) implicó también hacer más efectiva la representación
de nuevos sectores y grupos en la estructura de poder político, procesos
que han contribuido también a la creación de nuevas élites, las mismas
que difieren significativamente entre los países y que han impulsado dis-
tintos modelos de desarrollo y de relaciones con las instituciones.
Los partidos y los movimientos sociales que llevaron al poder a los
gobiernos de centroizquierda están enraizados en trayectorias históricas
distintas (Levitsky y Roberts, 2011), dependiendo el tipo de disrupción
de las limitaciones de recursos y de la encontrada por parte de las anti-
guas élites socioeconómicas y políticas, a lo que se suma capacidad de
crear nuevas élites que controlen los recursos que se liberan, como de-
muestran Bull y Sánchez (2020) en el texto antes citado para explicar la
relación entre élites y populismo, o el artículo de Wolff (2018) que anali-
za la Bolivia del MAS. Además de los efectos estructurales que se vienen
señalando, durante ese proceso también se fueron formando nuevas éli-
tes económicas en varios países, siendo lo ocurrido en Venezuela el caso
que más llama la atención (Mancillo Blanco, 2022), aunque también ha
pasado en países más pequeños como El Salvador y Nicaragua (Carrión
Fonseca, 2012; Lemus, 2014).
La literatura coincide en que, además de las reformas institucionales
y la voluntad de transformación, hay elementos adicionales que facilitan
el cambio y potencian otros procesos. En este sentido, no cabe duda de
que el boom de las materias primas y los cambios en la economía mun-
dial generados por el aumento de la demanda y de los precios de las ma-
terias primas combinadas con el ascenso de China como gran potencia
económica han sido en factor trascendental en este aspecto. Un ejemplo
de análisis integral de los procesos ocurridos en un país durante el pe-
ríodo analizado se puede ver en el libro de Sánchez y Pachano (2020) en
el que, entre otros, hay capítulos dedicados a los cambios económicos
y políticos combinados con otros que estudian los cambios de las élites
indígenas ecuatorianas provocados por la acción gubernamental (Mar-
tínez Novo, 2020).
Las élites (políticas) desde América Latina 105

Aparte del efecto económico propiamente dicho, el nuevo escena-


rio económico antes mencionado aumentó el “espacio político” de los
países de América Latina, haciéndolos menos dependientes de los mer-
cados y las fuentes de capital que tienden a poner condiciones a sus
préstamos o al acceso al mercado (como el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional y los Estados Unidos). Esta situación estimuló
una creciente actividad en términos del establecimiento de nuevos me-
canismos y organizaciones de integración como la Unión de Naciones
Suramericana (UNASUR) o la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (ALBA) que tuvieron como objetivo ofrecer una alter-
nativa a los mecanismos de integración y participación en los ámbitos
internacionales de las viejas élites. Este proceso organizativo se comple-
mentó con procesos simbólicos como el nombramiento de indígenas o
afrodescendientes en cargos del servicio exterior.

5. LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA ÉLITE POLÍTICA


Otra forma de estudiar las élites es centrándose en las características
individuales de sus integrantes en lugar de en aquellas que tienen como
grupo. Se trata de un enfoque que ha ido ganando relevancia debido a
que, en las democracias representativas, dedicarse a la política ha pa-
sado de ser esa especie de vocación de la que nos hablaba Weber para
convertirse en una profesión. Este cambio ocurrido en la élite política lo
explica muy bien la teoría de partidos desde el paso de los partidos de
masas (Duverger, 1992) —llenos de políticos vocacionales— al partido
cartel definido por Mair y Katz (2004) o al partido profesional electoral
conceptualizado por Panebianco (1990).
Siguiendo a Alcántara (2012), un profesional de la política sería la
persona que se dedica a ella gracias a un proceso selectivo, o de de-
signación por parte de otros que han sido elegidos —los asesores, por
ejemplo—, o que trabaja en instancias políticas como son los partidos
o similares. Desde el punto de vista de los recursos, poseería un nivel
de conocimientos útiles para el desempeño de su labor que le vienen de
una formación específica y de la acumulación de experiencia. Para el
autor, en todo político está presente una vocación que le lleva a actuar
106 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

en la vida pública con la intención de que su acción sea transformar o


conservar el statu quo; pero esa vocación, a la larga, se convierte en la
forma a través de la cual recibe una remuneración con la que cubrir sus
gastos vitales debido a que se dedica a tiempo completo a la política.
En este sentido, cabe preguntarse ¿qué consecuencias puede tener el
hecho de que la élite política se haya profesionalizado? Si la compara-
mos con otras élites, como por ejemplo es el caso de los empresarios, eso
no debería sorprendernos; pero, en lo que a los políticos se refiere, hay al
menos dos elementos a tomar en cuenta. Por un lado, estaría el proble-
ma de que pudiese desvirtuarse el gobierno representativo y electivo si
se elige, sobre todo, de entre un grupo de profesionales de la política que
tienen incentivos para bloquear el acceso a otras personas, que quieran
ingresar en la política activa, al ver en riesgo sus puestos de trabajo. El
otro factor relevante, desde el punto de vista de la teoría de las élites, está
en la vieja pregunta —ya abordada por Aristóteles en el siglo III a. C. en
La Política— sobre la influencia que tienen los rasgos de los gobernan-
tes, de las élites, en el desempeño del régimen político.
Ya sea desde el punto de vista de la calidad de las personas que in-
tegran las élites como profesionales de la política, ya sea desde otros
aspectos como la posibilidad de acceso o no al grupo, las investigaciones
que trabajan sobre esa agenda acaban estudiando una serie de caracte-
rísticas socioeconómicas que teóricamente potenciarían el control de
recursos —entendidos en el sentido muy amplio que aquí se utiliza—
que hace que una persona sea parte de las élites. Se trata de un tema
que fue planteado por la “Escuela Italiana”, cuando Mosca (1984:115)
sostuvo que el acceso a la clase política estaba favorecido por distintas
cualidades ligadas al contexto histórico. Este aspecto se ha completado
con preguntas como las que se hicieron Putnam (1976) y Aberbach et
al. (1983) sobre los modelos de acceso a la élite política, y las respues-
tas permiten indicar que hay dos grandes modelos: la plutocracia y la
meritocracia, que pueden funcionar de forma separada, alternativa o si-
multánea; pero que, para entenderlos, hay que estudiar a los individuos
y sus trayectorias vitales.
Si se pone el foco en el campo de la élite política, donde más se ha
usado el perfil político, social y económico de una persona como varia-
Las élites (políticas) desde América Latina 107

ble independiente ha sido en los estudios sobre carreras políticas. Hib-


bing (1999) indica que a través del estudio de las carreras políticas sería
posible determinar si hay generalidades a partir de las cuales se podrían
perfilar los políticos de calidad y cómo estos elementos sirven para ser
electos o reelectos. Este modelo sirvió a Llanos y Sánchez (2006), por
ejemplo, para estudiar las carreras de los senadores del Cono Sur y deter-
minar distintos patrones y trayectorias en función de los países. En una
línea similar exploran trabajos como el de Galasso y Nannicini (2011),
que ante la pregunta sobre la calidad de los políticos señala que ésta se
puede medir a partir de los años de formación académica, la actividad
profesional previa y la experiencia política; argumento similar al de Sto-
ne et al. (2004) para quienes en la calidad de los políticos —de la élite
política— influye un conjunto de habilidades personales y de recursos
estratégicos. Mientras tanto, para Martínez (2006), esa calidad puede
entenderse como un conjunto concreto de características presentes (o
ausentes) en los dirigentes y no como las características que diferencian
a los candidatos que lograron la elección de aquellos que no fueron elec-
tos. Desde el punto de vista de variables objetivables, Moessinger (2014)
relaciona la edad con la calidad de las decisiones tomadas, vinculando
la experiencia vital con las políticas ejecutadas.
Para explicar el impacto de las características individuales en la tra-
yectoria de las élites políticas, aquí se desarrollarán los argumentos da-
dos en torno a la educación formal de las élites como un elemento que
podría explicar los rasgos del sistema democrático (Rivas et al., 2010).
Uno de los tópicos para poner en evidencia la supuesta mala calidad de
los políticos es recurrir al nivel educativo de los mismos. Sin embargo, a
pesar del prejuicio sobre el bajo nivel educativo de la élite política, cabe
señalar que según los datos de Proyecto PELA-USAL cerca del 90% de
los diputados de la región cuentan con estudios universitarios. Se trata
de un debate que, cuando aflora, suele reflejar más bien prejuicios cla-
sistas y una visión de la política como un espacio destinado a ilustrados.
Cabe recordar que sectores conservadores pusieron en entredicho la ca-
pacidad para gobernar de Lula da Silva o de Evo Morales y parte de su
gabinete debido a su falta de estudios universitarios; por el contrario,
al hablar del ecuatoriano Rafael Correa suele mencionarse que obtuvo
un doctorado en Estados Unidos, como si eso fuese garantía potencial
108 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

de una buena gestión, olvidando que el presidente Jamil Mahuad, que


gobernó Ecuador durante la crisis financiera de 2002 y no pudo ter-
minar su gobierno, tiene la maestría de la Escuela de Gobierno JFK de
Harvard.
Sin duda existe cierta relación entre los niveles de educación formal
de las élites y el rendimiento del sistema; pero como demuestra Rivas, et
al. (2010), la relación entre los factores no es siempre la esperada. Es ese
trabajo se parte del supuesto de que el nivel educativo es un indicador
de la calidad de la élite política y se plantea como hipótesis que el grado
educativo alcanzado por los legisladores de algunos países latinoameri-
canos no redunda positivamente en las características de la democracia
de sus respectivos países. Esto es debido a que, en condiciones de falta
de equidad social y económica, como ocurre en los casos de los países
que se estudian, un elevado nivel de estudios puede evidenciar más bien
situaciones de privilegio individual o de grupo reflejadas en un alto ni-
vel de ingresos y poca movilidad social o educativa y, por lo tanto, no
repercutir positivamente en las condiciones generales del sistema social
y político. Se trata de una élite con un elevado nivel de estudios en pro-
medio que, además, proviene de hogares con un contexto sociocultural
alto, a juzgar por el nivel educativo de los padres. Aquí, lo que resulta
relevante es más bien el hecho de que un grupo significativo de países
con élites legislativas bastante educadas tengan unas democracias de ca-
lidad cuestionable.

6. LAS ÉLITES LATINOAMERICANAS: PROSPECTIVA,


CAMBIO Y CONTINUIDADES
Tal y como se ha venido señalando, el grado de continuidad es un cri-
terio definitorio de las élites, sin embargo, las élites cambian y también
lo hacen las relaciones entre éstas y los actores e instituciones. En Amé-
rica Latina, la modificación de las élites ha tendido a ocurrir a través de
uno de cuatro procesos: 1) cambios en las fuentes de riqueza relaciona-
dos a menudo con cambios en las relaciones económicas externas; 2)
llegada de nuevos grupos de élites debida, por ejemplo, a la migración;
3) profundas transformaciones políticas que conducen a la renovación
Las élites (políticas) desde América Latina 109

de la clase dominante; 4) cambios culturales y/o religiosos que afectan a


las cosmovisiones. Partiendo de estos elementos, cabe preguntarse ¿qué
procesos están impulsando un potencial cambio de élites en la región?
Primero, con respecto a los cambios en los patrones de riqueza, las
relaciones económicas han pasado de estar dominadas por las relacio-
nes con los Estados Unidos y Europa, a estar más integradas en el campo
comercial asiático, chino en particular. Las élites latinoamericanas han
acogido con entusiasmo las oportunidades que ha ofrecido China, de
hecho, las inversiones, los préstamos y el comercio las han fortalecido.
Así ha ocurrido con las élites gubernamentales a través del acceso a la
financiación sin condicionantes en temas de política pública o de cali-
dad democrática, y con las élites del sector privado que han encontra-
do distintas formas de cooperación comercial con las empresas chinas
(Kaplan, 2021). Otro de los efectos del aumento de la importancia de la
presencia China en la región es que adquieren relevancia unos sectores
y subsectores económicos frente a la pérdida de peso de otros más tradi-
cionales. Por ejemplo, en gran parte de América Central la producción
de café ya no es una vía de acceso a la élite debido al cambio climático
que afecta directamente a la producción y a la volatilidad de los precios
(Segovia, 2021). Otro de los sectores que ha adquirido un nuevo impul-
so gracias al mercado chino es la minería, que va desde la explotación
de metales e hidrocarburos hasta la producción de litio asociada con
el cambio verde. Si bien las élites tradicionales a menudo adoptan los
nuevos sectores y los incluyen en sus grupos empresariales diversifica-
dos multisectoriales y, además, las empresas transnacionales dominan
muchos de estos sectores (Schneider, 2009), queda un espacio que suele
ser aprovechado por grupos nacientes que alcanzan riqueza y poder.
En segundo lugar, las élites se han renovado históricamente con la
llegada de nuevos grupos de inmigrantes. Un caso particular es el de
los inmigrantes de Palestina, Siria y Líbano a finales del siglo XIX y
principios del XX que se han involucrado con éxito en la política de
varios países de América Latina como Argentina, donde llegaron a la
presidencia de la república a través de Carlos Menen, o Ecuador, que
ha sido gobernado por dos descendientes de la colonia libanesa: Abdalá
Bucaram (cuya familia ha tenido gran relevancia en la política del país
desde la década de 1950) y Jamil Mahuad (Almeida, 1997). Incluso en
110 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

Colombia, un país con élites tradicionales muy fuertes, han llegado a la


cúpula del poder, siendo el caso más relevante el del presidente Turbay
Ayala. Este proceso ha tenido consecuencias particulares en El Salvador,
ya que el surgimiento de la élite árabe contribuyó a la ruptura del anti-
guo partido de élite ARENA y al ascenso del régimen de Nayib Bukele
(Rivera, 2018).
Con relación al tercer punto, en algunos países se han dado procesos
políticos que han permitido el ascenso de una nueva élite. Venezuela
es uno de esos casos, donde la revolución bolivariana debilitó a la vieja
élite, mientras que, a medida que la economía colapsaba, al menos tres
grupos diferentes asociados con el gobierno adquirieron nueva rique-
za y poder: grupos militares, élites partidarias y un grupo más difuso
de operadores políticos y mediadores que adquieren poder informal,
si no formal, así como acceso a una serie de fuentes de ingresos (Bull
y Sánchez, 2020). Hay expectativa sobre las formas de relación entre
élites y no élites que se darán en los nuevos gobiernos de centro izquier-
da, como los liderados por Gabriel Boric en Chile y Gustavo Petro en
Colombia, ya que no cuentan ni con la capacidad económica ni con las
súper mayorías de los gobiernos de izquierda de la época del boom de
las materias primas. En Chile podría darse una disminución del peso
de la élite económica tradicional, así como de la élite sociopolítica que
emerge con los gobiernos de centro izquierda posteriores a la dictadura,
cuyo lugar podría ser ocupado por una nueva generación de políticos
—de los que el mismo presidente es un buen ejemplo— y de represen-
tantes de sectores mucho más diversos, tal y como se vio en la Conven-
ción Constitucional. El escenario colombiano es más complejo debido
a la presión de cambio de los sectores subalternos que, a su vez, tiene
que combinarse con la capacidad de influencia de las élites tradicionales
para que no se den bloqueos que generen inestabilidad pues, en el caso
de ese país, casi siempre acaba en violencia. Una evidencia de la búsque-
da de esos equilibrios es que el presidente ha conjugado nombramientos
de personas vinculadas con las élites tradicionales, como los ministros
de economía o exteriores, con líderes emergentes, como la vicepresiden-
ta Francia Márquez.
En este momento, cabe señalar que los trabajos sobre élites en Amé-
rica Latina tienen un vacío muy grande en el estudio de los procesos de
Las élites (políticas) desde América Latina 111

formación de las élites ascendentes que provienen de los movimientos


sociales y que, gracias a los mecanismos de participación y acceso al
poder que permite la democracia, han podido alcanzar el mismo. Es así
que se sabe mucho sobre el MAS en Bolivia, el PT en Brasil, y Pachaku-
tik o la CONAIE en Ecuador como actores colectivos, pero se sabe poco
sobre la élite que accedió al poder con su aumento de relevancia política.
Y el interés de este proceso estriba, precisamente, en que dichas élites
provienen de grupos excluidos, altamente afectados por las estructuras
de desigualdad de la región.
Para cerrar este punto, cabe poner de relieve el avance de los estudios
sobre el impacto de la mayor presencia de mujeres entre las élites de la
región a pesar de que queda mucho aun por hacer en este campo que
se caracteriza por su trasversalidad. Aunque se le ha prestado ya desde
hace algún tiempo atención desde la academia y que se ha diversificado
la agenda de investigación con estudios como el de los gabinetes presi-
denciales (Canelo, 2021), los gobiernos locales (Basabe Serrano y Quin-
ga, 2022) o los legislativos (García Montero y Rivas Pérez, 2021). Sin
embargo, queda mucho por estudiar para comprender de mejor forma
los límites que tienen las mujeres para acceder a las élites en la región y
ya no solo a nivel político sino también en otros espacios de control de
recursos como, por ejemplo, el económico o el empresarial.
En cuarto y último lugar, se aprecian varios cambios culturales y reli-
giosos, algunos relacionados con el natural cambio generacional y otros
inducidos por algunos de los procesos que se han venido explicando.
Uno de los elementos que ha influido en el cambio de mentalidades, pa-
trones culturales y la composición de las élites es el educativo, es así que
resulta relevante observar el cambio de actitud entre las élites mayores y
las jóvenes que han sido educadas en escuelas de negocios (Bull y Agui-
lar-Støen, 2019) que les han trasmitido una serie de valores y formas de
hacer las cosas propias de una sociedad globalizada que ellos han sabido
encajar con las dinámicas propias de los distintos países.
En términos religiosos resulta relevante es el impacto político y eco-
nómico de las iglesias cristianas no católicas. En Brasil, las élites de or-
ganizaciones religiosas como Asamblea de Dios o la Iglesia Universal
del Reino de Dios han entrado en la lista de los más adinerados del país,
112 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

lo que tiene su correlato político en particularidades como la existencia


de la Bancada Evangélica (Rodrigues-Silveira y Cervi, 2019); también
la estrategia consciente de populistas como Jair Bolsonaro de cortejar
a las iglesias para su propio beneficio, refleja la influencia política de
las élites evangélicas (Løland y Kasahara, 2021). Pero no se trata de un
fenómeno que se limita a Brasil, hay otros casos como el de Costa Rica,
un país con una tradición de solidez institucional, donde llegó a la se-
gunda vuelta un representante de las iglesias evangélicas. Otros países
donde se constata esta tendencia son Guatemala y Perú. En Guatemala
hay un largo proceso de aumento de la presencia de iglesias evangélicas
y pentecostales (Steigenga, 2009) que incluye la elección del presidente
Jimmy Morales que profesa esa fe; en el Perú, los evangelistas ya jugaron
un papel importante en la elección de Fujimori que se ha repetido en el
caso de Pedro Castillo.
La gran pregunta es qué implicaciones tendrán todos estos cambios
para las élites gobernantes en América Latina y, sobre todo para las so-
ciedades de la región. Una tendencia clara es la del retroceso democrá-
tico y el autoritarismo por debilitamiento de las instituciones democrá-
ticas (Levitsky, 2018). Los cuatro procesos descritos han contribuido de
diferentes maneras a llevar al poder a unas élites que buscan su legiti-
midad en la promesa de una rápida riqueza y renovación, mirando más
hacia dios, China y los mercados globales que hacia las constituciones y
los procesos democráticos. Sin embargo, no hay que olvidar que convi-
ven con movimientos que buscan institucionalizar el antielitismo a tra-
vés de renovaciones democráticas, incluyendo el desmantelamiento de
patriarcados e instituciones racistas. ¿Cuál de estos movimientos ganará
terreno con el tiempo?, está por verse.

7. CONCLUSIONES
Este capítulo se ha concebido como una introducción a la teoría de
las élites en tanto en cuanto se ha hecho una revisión de cómo se expli-
ca su papel en distintos análisis de algunos procesos latinoamericanos.
Para ello se ha buscado plantear diversos temas, sin ánimo de agotarlos,
al tiempo que se han ido presentando una serie de ejemplos tomados
Las élites (políticas) desde América Latina 113

de trabajos específicos. Así, a partir del inicial debate conceptual, se ha


abarcado desde su papel en la construcción del Estado hasta el estudio
de los rasgos individuales y su influencia en el sistema político.
Valga insistir en que, desde el punto de vista comparativo, el estu-
dio de las élites ofrece una alternativa a las diversidades que tienen las
estructuras institucionales y su grado de consolidación, pues hay insti-
tuciones políticas que suelen estar gobernadas por grupos particulares
que hacen caso omiso de las normas y las leyes; las burocracias pueden
ser meras fachadas con pocas funciones más allá de la creación de em-
pleo o la distribución de prebendas.
La agenda de investigación es amplia, pues aún existen élites sobre
las que no se sabe mucho, con el agravante de que no todas son de fá-
cil identificación, acceso y estudio, lo que sin duda constituye un reto.
Desde el punto de vista metodológico, ha habido un avance muy fuerte
de metodologías cuantitativas que permiten identificar y relacionar a
los miembros de las élites que han significado y seguirán significando
un gran aporte a estos estudios; sin embargo, no hay que olvidarse de la
importancia de tener estrategias metodológicas mixtas, pues el contac-
to y conocimiento de los integrantes de las élites permite entender sus
motivaciones y tipo de recursos y, sobre todo, ir más allá de entender
quienes integran estos grupos para responder a la pregunta de cómo
operan en las relaciones de poder.

8. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aberbach, J., Putnam, R., y Rockman, B. (1983). Bureaucrats and Politicians in Western
Democracies. Boston: Harvard University Press.
Ai Camp, R. (2002). Mexico s Mandarins Crafting a Power Elite for the Twenty-first Cen-
tury. California: University of California Press.
Alcántara, M. (2012). El oficio de político. Madrid:Tecnos.
Alcántara Sáez, M. (Ed.). (2008). Politicians and politics in Latin America. Boulder: Lyn-
ne Rienner Pub.
Alcántara Sáez, M., García Montero, M., y Rivas Pérez, C. (Eds.). (2020). Politics and
political elites in Latin America: Challenges and trends. Suiza: Springer.
114 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

Barragán, M., Rivas, C., y Bohigues García, A. (2020). “Élites parlamentarias de América
Latina: ¿Cómo ha evolucionado el perfil de la representación?”. Revista Española de
Sociología, 29(3). Disponible en: https://doi.org/10.22325/fes/res.2020.38
Basabe Serrano, S., y Quinga, T. (2022). “La participación política de mujeres en gobier-
nos seccionales: Las prefectas provinciales en Ecuador 1979-2019”. América Latina
Hoy, 90, 23-40. Disponible en: https://doi.org/10.14201/alh.25931
Basabe-Serrano, S., Polga-Hecimovich, J., y Mejía Acosta, A. (2018). “Unilateral, Against
all odds: Portfolio Allocation in Ecuador (1979-2015)”. En M. Camerlo y C. Martí-
nez-Gallardo (Eds.), Government Formation and Minister Turnover in Presidential
Cabinets. Comparative Analysis in the Americas. Londres: Routledge, 198-222.
Bendix, R., y Lipset, S. (1972). Clase, Status y Poder. Madrid: Euramerica, SA.
Best, H., y Cotta, M. (2000). Parliamentary Representatives in Europe, 1848-2000.
Oxford: Oxford University Press.
Block, F. (1977). “The Ruling Class Does Not Rule: Notes on the Marxist Theory of the
State”. Socialist Review, 33, 6-27).
Bohigues, A. (2021). Élites, radicalismo y democracia. Madrid: Centro de Investigaciones
Sociológicas.
Boron, A. (1995). State, capitalism, and democracy in Latin America. Boulder: Lynne
Rienner.
Bull, B. (2014). “Elites, classes and environmental governance: Conceptual and theo-
retical challenges”. En B. Bull y M. Aguilar-Støen (Eds.), Environmental Politics in
Latin America: Elite dynamics, the left tide and sustainable development. Londres:
Routledge, 15-30.
Bull, B. (2020). “Élites y capacidad estatal en América Latina: Una perspectiva basada
en recursos sobre los cambios recientes en El Salvador”. En P. Andrade (Ed.), Nuevos
enfoques parael estudio de losEstados latinoamericanos (pp. 139-168). Corporación
Editora Nacional.
Bull, B., y Aguilar-Stoen, M. (Eds.). (2014). Environmental Politics in Latin America:
Elite dynamics, the left tide and sustainable development. Londres: Routledge.
Bull, B., y Aguilar-Støen, M. (2019). “Peace-building and business elites in Guatemala
and El Salvador: Explaining the discursive ‘institutional turn’”. Conflict, Security y
Development, 19(1), 121-141. Disponible en: https://doi.org/10.1080/14678802.20
19.1561635
Bull, B., y Sánchez, F. (2020). “Élites y populistas: Los casos de Venezuela y Ecuador”.
Iberoamericana-Nordic Journal of Latin American and Caribbean Studies, 49 (1), 96-
106. Disponible en: https://doi.org/10.16993/iberoamericana.504
Canelo, P. V. (2021). “Género y poder en Argentina. Las elites ejecutivas de Fernández
de Kirchner, Macri y Fernández”. América Latina Hoy, 87, 127-150. Disponible en:
https://doi.org/10.14201/alh.23821
Las élites (políticas) desde América Latina 115

Cárdenas, J. (2015). “Are Latin America’s corporate elites transnationally interconnec-


ted? A network analysis of interlocking directorates”. Global Networks, 15(4), 424-
445. Disponible en: https://doi.org/10.1111/glob.12070
Cárdenas, J., Robles Rivera, F., y Martínez-Vallejo, D. (2020). Élites Empresariales y
Desigualdad en Tiempos de Pandemia en América Latina. Revista Española de So-
ciología, 29 (3). https://ssrn.com/abstract=3620577 or http://dx.doi.org/10.2139/
ssrn.3620577
Carrión Fonseca, M. G. (2012). “New clothes for the emperor or is ALBA naked in Ni-
caragua”. Envio Digital, 375. Disponible en: https://www.envio.org.ni/articulo/4607
Centeno, M. A. (2002). “The Centre Did Not Hold: War in Latin America and the Mo-
nopolisation of Violence”. En J. Dunkerley (Ed.), Studies in the Formation of the Na-
tion State in Latin America. Lonndres: Institute of Latin America Studies, University
of London, 54-76.
Centeno, M. A. (2002). Blod and Debt: War and the Nation-State in Latin America. The
Pennsylvania State University Press.
Conaghan, C. (1988). Restructuring Domination: Industrialists and the State in Ecuador.
Pittsburgh: University of Pittsburgh Press.
Crabtree, J., y Durand, F. (2017). Peru: Elite Power and Political Capture. Zed Books.
Dahl, R. (1961). Who governs? New Haven:Yale University Press.
Di Tella, T. (1965). “Populismo y Reforma en América Latina”. Desarrollo Económico, 4
(16), 391-425). Disponible en: https://doi.org/doi:10.2307/3465879
Duverger, M. (1992). Los partidos políticos. México: Fondo de Cultura Económica.
Etzioni-Halevy, E. (Ed.). (1997). Classes and elites in democracy and democratization: A
collection of readings. Nueva York: Garland Pub.
Flores-Macias, F. (2022). Contemporary State Building: Elite Taxation and Public Safety
in Latin America. Cambridge University Press.
Fuentes Knight, J. A. (2022). La economía atrapada: Gestores de poder y Estado encade-
nado. F&G Editores.
Galasso, V., y Nannicini, T. (2011). “Competing on Good Politicians”. American Po-
litical Science Review, 105(1), 79-99. Disponible en: https://doi.org/10.1017/
S0003055410000535
García Montero, M., y Rivas Pérez, C. (2021). “Género y carreras políticas en América
Latina: La brecha en la permanencia legislativa”. Revista CIDOB d’Afers Internacio-
nals, 127, 63-93. Disponible en: https://doi.org/10.24241/rcai.2021.127.1.63
Germani, G. (1968). Politica y sociedad en una época de transición. Barcelona: Paidós.
Hershberg, E., y Pérez Saínz, J. P. (2014). Elites y la configuración de poder en Centroamé-
rica: El siglo XX y su desmoronamiento. Ecuador: FLACSO.
Hibbing, J. (1999). “Legislative Careers: Why and How We Should Study Them?”. Legis-
lative Studies Quarterly, 24(2), 149-171.
116 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

Higley, J., y Gunther, R. (Eds.). (1992). Elites and Democratic consolidation in Latin Ame-
rica and Southern Europe. Cambridge: Cambridge University Press.
Hoffmann‐Lange, U. (2009). “Methods of Elite Research”. En R. J. Dalton y H. Klin-
gemann (Eds.), The Oxford Handbook of Political Behavior (1.a ed., pp. 910-928).
Oxford: Oxford University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1093/oxford-
hb/9780199270125.003.0049
Inglehart, R., y Welzel, C. (2006). Modernización, cambio cultural y democracia: La se-
cuencia del desarrollo humano. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.
Joignant Rondón, A., y Güell, P. (Eds.). (2011). Notables, tecnócratas y mandarines: Ele-
mentos de sociología de las elites en Chile, 1990-2010. Santiago de Chile: Ediciones
Universidad Diego Portales.
Kaplan, S. B. (2021). Globalizing Patient Capital: The Political Economy of Chinese Finan-
ce in the Americas. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://
doi.org/10.1017/9781316856369
Karl, T., y Schimitter, P. (1993). “Qué es y qué no es la democracia”. Sistema, 116, 17-30).
Katz, R., y Mair, P. (2004). “El partido cartel. La transformación de los modelos de par-
tidos y de la democracia de partidos”, Zona Abierta,108, 9-42).
Knight, A. (2002). ·The Modern Mexican State: Theory and Practice”. En M. A. Centeno
y F. López-Alvez (Eds.), The other mirror: Grand Theory through the Lens of Latin
America. Nueva Jersey: Princeton University Press, 177-218.
Kurtz, M. (2013). Latin American State Building in Comparative Perspective Social Foun-
dations of Institutional Order. Cambridge: Cambridge University Press.
Kurtz, M. J., y Schrank, A. (2012). Capturing State Strength: Experimental and Econo-
metric Approaches. Revista de Ciencia Política, 32, 613-621.
Lemus, E. (2014). “La millonaria revolución de Alba”. El Faro. Disponible en: https://el-
faro.net/es/201401/noticias/14423/La-millonaria-revoluci%C3%B3n-de-Alba.htm
Levitsky, S. (2018). “Democratic Survival and Weakness”. Journal of Democracy, 29(4),
102-113. Disponible en: https://doi.org/10.1353/jod.2018.0066
Levitsky, S., y Roberts, K. (2011). The Resurgence of Latin American Left. Estados
Unidos:The Johns Hopkins University Press.
Lipset, S. M., y Solari, A. (1967). Elites in Latin America. Oxford: Oxford University
Press.
Llanos, M., y Sanchez, F. (2006). “Council of Elders? The Senate and Its Members in the
Southern Cone”. Latin American Research Review, 41(1), 133-152. Disponible en:
https://doi.org/10.1353/lar.2006.0011
Løland, O. J., y Kasahara, Y. (2021). “Bolsonaro og hans evangelikale støttespillere i Bra-
sil: Sekularisme under nytt press?” Kirke og Kultur, 126(1), 72-87. Disponible en:
https://doi.org/10.18261/issn.1504-3002-2021-01-07
López, M. (2018). States, elites, and inequality in Latin America. Sociology Compass,
12(8), e12598. https://doi.org/https://doi.org/10.1111/soc4.12598
Las élites (políticas) desde América Latina 117

Mahoney, J. (2001). The Legacies of Liberalism: Path Dependence and Political Regimes in
Central America. Estados Unidos: The John Hopkins University Press.
Martínez Novo, C. (2020). “Intellectuals, NGOs, and Social Movements Under the Co-
rrea Regime: Collaborations and Estrangements”. En F. Sánchez y S. Pachano (Eds.),
Assessing the Left Turn in Ecuador. Suiza: Springer International Publishing, 137-
162. Disponible en: https://doi.org/10.1007/978-3-030-27625-6_7
Martínez Rosón, M. (2006). “La carrera parlamentaria: ¿La calidad importa?”. En M.
Alcántara (Ed.), Políticos y política en América Latina. Madrid: Siglo XXI.
Meza, V. (2008). Honduras: Poderes fácticos y sistema político. Tegucigalpa: Centro de
Documentación de Honduras.
Michels, R. (1962). Political Parties. Nueva York: Free Press.
Mills, C. W. (1956). The Power Elite. Oxford: Oxford University Press.
Moessinger, M.-D. (2014). “Do the personal characteristics of finance ministers affect
changes in public debt?”. Public Choice, 161(1-2), 183-207. Disponible en: https://
doi.org/10.1007/s11127-013-0147-x
Moncayo, V. M. (2012). “Como aproximarnos al Estado en América Latina?”. El Estado
en América Latina: Continuidades y Rupturas. Buenos Aires: CLACSO y Editorial
Arcis, 19-50.
Montecinos, V. (1996). “Economists in Political and Policy Elites in Latin America”. His-
tory of Political Economy, 28, 398-425).
Morlino, L. (1985). Cómo cambian los regímenes políticos. Madrid: Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales.
Mosca, G. (1939). The Ruling Class. Nueva York: McGraw Hill.
Nercesian, I. (2020). Presidentes empresarios y Estados capturados: América Latina en el
siglo XXI TESEO/IEALC.
O´Donnell, G., y Schimitter, P. (1986). Transitions from Authoritarian Rule: Prospects for
democracy. Estados Unidos: The John Hopkins University Press.
Paige, J. M. (1999). Coffee and power: Revolution and the rise of democracy in Central
America. Boston: Harvard University Press.
Panebianco, A. (1990). Modelos de partido. Organización y poder en los partidos políticos.
Madrid: Alianza.
Panizza, F. (2009). “Nuevas izquierdas y democracia en América Latina”. Revista Cidob
d´Afers Internacionals, 86, 75-88.
Pareto, W. (1997). The Governing Elite in Present-Day Democracy. En H. Etzioni (Ed.),
Classes y Elites in Democracy and Democratization. Nueva York: Garland Publishers,
147-152.
Putnam, R. D. (1976). The Comparative Study of Political Elites. Nueva Jersey: Prentice-
Hall.
Rivas, C., Vicente, P., y Sánchez, F. (2010). “La educación como elemento de calidad de
los políticos latinoamericanos”. Política y gobierno, 17(2), 279-319.
118 Benedicte Bull - Francisco Sánchez

Robinson, W. I. (2003). Transnational Conflicts: Central America, Social Change, and


Globalization. Londres: Verso.
Robinson, W. I. (2010). Global Capitalism Theory and the Emergence of Transnational
Elites. Informe N.o 978-92-9230-237-5). UNU-WIDER. Disponible en: http://www.
wider.unu.edu/publications/working-papers/2010/en_GB/wp2010-02/
Robles Rivera, F. (2018). Media Captured: Elites’ Cohesion and Media Networks in Costa
Rica and El Salvador. Berlin: Freie Universität Berlin.
Robles Rivera, F., y Voorend, K. (2012). “Los dueños de la palabra en Costa Rica en un
contexto de reforma neoliberal”. Rev. Rupturas, 1(2), 144-161.
Robles Rivera, F. (2010). Nuevos espacios de acumulación: modelo de ajuste estructural
en El Salvador y Costa Rica (1980-1991). Revista de Ciencias Sociales, Universidad
de Costa Rica, 128-129(II-III).
Rodrigues-Silveira, R., y Cervi, E. U. (2019). “Evangélicos e voto legislativo: Diversidade
confessional e voto em deputados da bancada evangélica no Brasil”. Latin American
Research Review, 54(3), 560-573. Disponible en: https://doi.org/10.25222/larr.449
Sánchez, F. (2022). “La Patria ya es de él: Presidencialismo plebiscitario, partido instru-
mental y élite legislativa en Ecuador”. Perfiles Latinoamericanos, 30(60). Disponible
en: https://doi.org/10.18504/pl3060-010-2022
Sánchez, F., y García Montero, M. (2019). Los ciclos políticos y económicos de América
Latina y el boom de las materias primas. Madrid: Tecnos.
Sánchez, F., y Pachano, S. (2020). Assessing the Left Turn in Ecuador. Londres: Palgrave
Macmillan. Disponible en: https://doi.org/10.1007/978-3-030-27625-6
Sánchez, F., y Polga-Hecimovich, J. (2019). “The Tools of Institutional Change under
Post-Neoliberalism: Rafael Correa’s Ecuador”. Journal of Latin American Studies, 51
(2), 379-408). Disponible en: https://doi.org/10.1017/S0022216X1800072X
Schneider, B. R. (2009). “Hierarchical Market Economies and Varieties of Capitalism in
Latin America”. Journal of Latin American Studies, 41(3), 553-575. Disponible en:
https://doi.org/10.1017/S0022216X09990186
Segovia, A. (2006). “Integración real y grupos centroamericanos de poder económico.
Implicaciones para la democracia y el desarrollo regional”. ECA: Estudios centroa-
mericanos, 61(691-692), 517-582.
Segovia, A. (2021). El gran fracaso: 150 años de capitalismo ineficiene, concentrador y
excluyente en Centroamérica. Ciudad de Guatemala: FyG Editores.
Smith, K. E. (2006). Problematising power relations in ‘elite’ interviews. Geoforum,
37(4), 643-653. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2005.11.002
Soifer, H. D. (2015). State Building in Latin America. Cambridge: Cambridge University.
Solimano, A., y Avanzini, D. (2012). “The International Circulation of Elites: Knowled-
ge, Entrepreneurial and Political”. En A. H. Amsden, A. DiCaprio, y J. A. Robinson
(Eds.), The Role of Elites in Economic Development. Oxford: Oxford University Press,
53-86. Disponible en: https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780199659036.003.0004
Las élites (políticas) desde América Latina 119

Steigenga, T. J. (2009). “Democracia y el crecimiento del protestantismo evangélico en


Guatemala: Entendiendo la complejidad de la religión ‘pentecostalizada’”. América
Latina Hoy, 41. Disponible en: https://doi.org/10.14201/alh.2438
Stone, W. J., Maisel, L. S., y Maestas, C. D. (2004). “Quality Counts: Extending the Strate-
gic Politician Model of Incumbent Deterrence”. American Journal of Political Scien-
ce, 48(3), 479-495. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.0092-5853.2004.00082.x
Teubal, M. (2004). “Rise and Collapse of Neoliberalism in Argentina: The Role of Eco-
nomic Groups”. Journal of Developing Societies, 20 (3-4), 73-188). Disponible en:
https://doi.org/10.1177/0169796x04050957
Thompson, G. (2002). “Liberalism and Nation-Buildding in Mexico and Spain During
the Nineteenth Century”. En J. Dunkerley (Ed.), Studies in the Formation of the Na-
tion State in Latin America. Londres: Institute of Latin America Studies, University
of London.
Thwaites Rey, M. (2012). El Estado en América Latina: Continuidades y Rupturas. Bue-
nos Aires: Editorial Arcis/CLACSO.
Torres-Rivas, Edelberto. (1989). Repression and resistance: The struggle for democracy in
Central America. Boulder: Westview Press.
Waxenecker, H. (2017). Élites políticas y económicas en El Salvador: ¿captura de Estado?
Ediciones Böll El Salvador.
Weber, M. (1964). Economía y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.
Wolf, A. (2010). Two for the Price of One? The Contribution to Development of the New
Female Elites (Vol. 2010). UNU-WIDER.
Wolff, J. (2018). “Las élites políticas y económicas en Bolivia y Ecuador: Convivir con
gobiernos posneoliberales”. En A. Codato y F. Espinoza (Eds.), Elites en las Américas.
Buenos Aires: Ediciones UNGS, 73-115.
Woods, M. (1998). “Rethinking Elites: Networks, Space, and Local Politics”. Environment
and Planning A: Economy and Space, 30(12), 2101-2119. Disponible en: https://doi.
org/10.1068/a302101
CONTEXTO SOCIOECONÓMICO
VEINTICINCO AÑOS DE POLÍTICAS
ECONÓMICAS Y CRECIMIENTO EN
AMÉRICA LATINA
Miguel Carrera
Universidad de Salamanca, España

1. INTRODUCCIÓN
El objetivo de este capítulo es hacer un balance de lo que ha ocurrido
en la economía de América Latina en los últimos veinticinco años. El
objetivo es ambicioso porque son muchos los cambios y transformacio-
nes que ha ocurrido en la economía mundial y en la de América Latina
en este cuarto de siglo.
Dentro de todos los posibles cambios y transformaciones, se han se-
leccionado cuatro dimensiones de análisis. La primera hace referencia
a la evolución de las políticas económicas. El periodo objeto de estudio
comienza al final de la “gran ola” de reformas del Consenso de Wash-
ington que, debido a sus limitados resultados, van a llevar a una revisión
de la agenda y un mayor pragmatismo, en un marco fiscal y monetario
cuyos márgenes van a venir dados por el crecimiento (o no) de la econo-
mía y los equilibrios o desequilibrios macroeconómicos.
Una segunda dimensión se refiere a los impactos de los grandes cam-
bios de la economía mundial sobre las economías de América Latina
que, al estar más abiertas, se vieron mucho más marcadas por ellos. Se
abordarán seis de estos cambios: los derivados de la liberalización finan-
ciera en los 90, las oportunidades para el desarrollo del comercio con la
firma de tratados de libre comercio con Estados Unidos, el crecimien-
to de los precios de las materias primas derivado del crecimiento y la
apertura China y otros países emergentes, la crisis financiera de Estados
Unidos en 2008, la caída del precio de las materias primas y, finalmente,
la COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania.
124 Miguel Carrera

Una tercera dimensión se enfoca en el crecimiento de la región, pre-


sentando los datos que revelan que fue relativamente bajo e inestable en
la mayor parte de los países y, sobre todo, en los más grandes. Es un pe-
riodo de alto crecimiento de la economía mundial, aunque salpicado de
importantes crisis como la de 2009 y la de la COVID-19. El crecimiento
de América Latina fue menor y estuvo marcado por las crisis de los años
90 y el ciclo de los precios de las commodities, lo que han permitido es-
tructurar estos 25 años en tres grandes subperiodos.
En la cuarta dimensión se presta atención a la evolución de indica-
dores sociales, comenzando con el IDH, pero prestando una atención
especial a la evolución del gasto público social y los indicadores de po-
breza y desigualdad que, a pesar de las mejoras en el periodo 2003-2013,
siguen siendo problemas de primera magnitud en la región.
Finalmente, se cierra el capítulo con una recapitulación que recoge
las principales ideas desarrolladas en el texto.

2. LA EVOLUCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS


2.1. Consenso de Washington
A principios de la década de 1980 hay un cambio de paradigma en la
ciencia económica donde las ideas monetaristas pasan a ser la corrien-
te principal. La llegada de estas doctrinas a América Latina se conoce
como Consenso de Washington (Williamson, 1990), ya que muchas de
las reformas llegaron de la mano del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos durante las
negociaciones de la deuda de la década de 1980 (y los planes Baker y
Brady) que se llevaron a cabo para que los prestamistas recuperaran su
dinero y para que los países recuperaran el acceso a los mercados de
capitales. Del mismo modo, también economistas y políticos latinoame-
ricanos impulsaron esta agenda global en sus respectivos países. Debe
destacarse que el objetivo de estas reformas era la recuperación del cre-
cimiento de América Latina tras la crisis de la deuda de 1982.
El periodo de estudio que nos ocupa empieza en la segunda mitad de
la década de 1990 que es el inmediatamente posterior a la “gran ola” de las
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 125

reformas en América Latina (Lora, 2001 y Goldfajn et al., 2021). Se trataba


de reformas que se estaban implementando ya en los países desarrollados
y que buscaban dar un mayor papel al mercado en la asignación de los
recursos. En este marco de política económica tenía prioridad el control
de la inflación y, para ello, se planteaba como requisito el control del déficit
público. También se impulsaron medidas de liberalización comercial y de
los movimientos de capital, así como la privatización de empresas públicas.
A esto se añade un énfasis en la desregulación de los mercados financieros
y en el conjunto de las actividades económicas (Williamson, 1990).
Las reformas fueron muy desiguales entre países y también entre
sectores, más profundas en el comercio o en el sector financiero, y de
menor importancia en otros ámbitos como el mercado de trabajo, las
privatizaciones o los impuestos (Lora, 2001).
Sin embargo, los resultados de esta agenda quedaron muy por debajo
de las expectativas. Aunque América Latina sí consiguió una mayor esta-
bilidad macroeconómica y la hiperinflación desaparece después del Plan
Real de Brasil en 1994, el crecimiento de la región en los 90 fue relativa-
mente bajo y muy inestable. Los desequilibrios macroeconómicos de mu-
chos países de América Latina tras la crisis de la deuda eran considerables
y los niveles de proteccionismo y regulación de partida más altos que en
otros países, con lo que la magnitud de los ajustes fue muy superior y la
llegada de las reformas y el enfoque hacia afuera resultó un proceso mu-
cho más difícil de implementar que en los países desarrollados.
Tres grandes líneas de argumentación se han planteado para explicar
el “fracaso” de estas reformas (Birdsall et al., 2010). La primera consi-
dera que estas políticas estaban bien diseñadas y se correspondían con
buenas prácticas internacionales. Desde esta perspectiva el problema
fue una insuficiente aplicación de las reformas (por ejemplo, Fernández-
Arias y Montiel, 1997). En esta visión, Chile fue un ejemplo exitoso de
una mayor implementación de las reformas. Además, destacan que los
buenos resultados posteriores no se hubieran podido lograr sin estas re-
formas, por lo que se habla también en esta visión de falta de paciencia.
Una segunda explicación destacaba dos elementos. Por un lado, la fal-
ta de adaptación de las reformas a las realidades económicas, sociales y
políticas de los países. La actitud dogmática de los funcionarios del FMI
126 Miguel Carrera

llevaba a que se propusieran agendas similares a países muy diferentes en


un “copiar y pegar” muy alejado del pragmatismo, sin tener en cuenta “la
política de las políticas” (IADB, 2006). Por otro lado, la falta de coherencia
y de secuencia en la aplicación de las reformas, donde se hacían las refor-
mas que podían cuando se podían hacer, sin atención a una secuencia
coherente. De esta manera, hubo liberalizaciones comerciales que gene-
raron altos costes de ajuste y no impulsaron un crecimiento basado en las
exportaciones porque los tipos de cambio estaban sobrevalorados.
Una tercera explicación hace referencia a lo incompleto de la agen-
da. Por ejemplo, no se prestó suficiente atención a la prevención de la
inestabilidad que vino con la apertura, como la generada por los flujos
de capitales de corto plazo. Tampoco se dio suficiente importancia al
marco institucional cuya importancia había sido destacada por los neo-
institucionalistas y finalmente reconocida como elemento clave (véase,
por ejemplo, Burky y Perry, 1998 y Naim, 1999). Así, las privatizaciones
tuvieron resultados muy pobres en México, donde la de Telmex en 1990
sin un marco institucional de competencia adecuado generó un cuasi-
monopolio privado que convirtió a su nuevo propietario en uno de los
hombres más ricos del mundo, mientras que en otros países los proce-
sos se vieron salpicados por sospechas de corrupción. Un tercer ámbito
completamente descuidado por la agenda del Consenso de Washington
fue la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Se suponía que el cre-
cimiento por sí sólo, a través de procesos de “derrame” o “goteo”, iba a
resolver los problemas de pobreza, mientras que la desigualdad se consi-
deraba un mecanismo fundamental del sistema de incentivos. Una últi-
ma carencia de la agenda hace referencia a la falta de énfasis en aspectos
clave de la teoría del crecimiento endógeno, como la innovación tecno-
lógica o la acumulación de capital humano.

2.2. Post-consenso
En la fase siguiente que se inicia con el nuevo milenio se puede decir
que, en buena medida, se mantiene la vigencia de la agenda del Consenso
de Washington, en el sentido de que los mercados mantienen un exten-
so papel en la asignación de los recursos, la economía de los países (con
algunas excepciones) está más abierta al exterior y la mitad de los paí-
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 127

ses de la región tienen firmados tratados de libre comercio con Estados


Unidos, que dan cuenta de la importante apertura de sus economías a la
competencia externa. Del mismo modo, la macro de los países fue rela-
tivamente estable, el déficit público estuvo relativamente controlado y la
inflación quedó limitada a valores de un dígito en la gran mayoría de los
países (con las excepciones de Argentina y Venezuela). El mantenimiento
de esta agenda es evidente también en la extendida presencia del sistema
de metas de inflación, que claramente antepone el objetivo de control de
inflación frente a otros (crecimiento o pleno empleo). Los países que han
adoptado este sistema acogen un 70 por cien de la población de América
Latina (empezando por Brasil, México, Colombia, Perú y Chile).
No obstante, sí se pueden observar algunos cambios y adaptaciones
relevantes en las agendas de política económica. Williamson (2003) desta-
caba tres ámbitos en los cuales la agenda se debía enriquecer incorporan-
do elementos que no estaban en el diseño original. Así, en primer lugar,
se añaden elementos para hacer frente a la inestabilidad que trajo la aper-
tura, con la extensión del sistema de metas de inflación ya citado que trae
consigo un tipo de cambio flotante, que evita así las crisis derivadas de
los tipos de cambio fijos en los años 90. Del mismo modo, se encuentran
políticas fiscales anticíciclicas, aumentos de reservas por parte de los ban-
cos centrales y una regulación bancaria más estricta. En segundo lugar, se
aprecia también con una mayor conciencia de la importancia del marco
institucional en el que se desarrolla la actividad económica, con políticas
dirigidas a la progresiva mejora institucional, tanto en lo que tiene que
ver con la lucha contra la corrupción, como en la mejora de las agencias
tributarias o de los sistemas judiciales, y en la creación de organismos
de defensa de la competencia. No obstante, los indicadores de siguen
mostrando grandes carencias en este ámbito en muchos países. Así, por
ejemplo, según Transparency International Venezuela estaba en 2021 en
el puesto 177 de 180 de los países con más corrupción del mundo y Haití
y Nicaragua en el 164. Del mismo modo, los Indicadores de Gobernanza
Mundial del Banco Mundial sitúan a Venezuela dentro del 10 por ciento
con peores valores del mundo en todas las dimensiones estudiadas. Un
tercer ámbito de cambio tiene que ver con el aumento de los recursos
públicos dedicados a las políticas sociales que, como se verá más adelante,
han experimentado un crecimiento en la región.
128 Miguel Carrera

2.3. Después de la crisis financiera internacional de 2008


Debe destacarse que, aunque se mantiene en buena medida en el mun-
do este enfoque favorable al mercado, desde la crisis financiera de 2008
se perciben importantes cambios en los países desarrollados en los que
el estado tiene un peso mucho mayor, con una extendida presencia de
déficit públicos y políticas monetarias no convencionales, con tipos de
interés cercanos a cero e inyecciones de dinero en los mercados de bonos
para estimular la economía, en lo que se ha llamado una “divina coinci-
dencia” de necesidad de estímulos y baja inflación que hizo posible las
políticas no convencionales. También el envejecimiento de la población
está presionando al alza el gasto público en salud y pensiones. La crisis de
la COVID-19 ha significado otro paso en el reforzamiento del papel del
estado en la gestión de la crisis y una ampliación de lo público, tanto en
gasto sanitario, como en las medidas de estímulo a la economía y de pro-
tección del empleo y de las empresas. La crisis de Ucrania ya está trayendo
aumentos del gasto militar de los gobiernos. También ha ganado peso en
la agenda global el papel del estado en la defensa de los bienes públicos
y, en particular, la lucha contra el cambio climático, con procesos de des-
carbonización de las economías, con importantes cambios regulatorios
e impositivos que están también dando peso al estado (The Economist,
2021b). Además, debe destacarse que existe en los países desarrollados
una mayor preocupación por el aumento de la desigualdad, con diversas
iniciativas, como la subida de salarios mínimos que, de alguna manera,
revierten la tendencia a la desregulación del mercado laboral.
Del mismo modo, se observa que la globalización tocó techo también en
2008 (en lo que respecta al peso del comercio sobre el PIB mundial) y ahora
estamos en una fase de Slowbalization (The Economist, 2019) donde, cada
vez más, objetivos distintos de la eficiencia (bajos precios) guían la política
comercial. Así el aumento de la resiliencia, cuestiones medioambientales, la
defensa de derechos laborales o, de forma más general, derechos humanos
o la demostración y el ejercicio del poder. (The Economist, 2021a)
Finalmente, debe destacarse que el rebrote de las presiones inflaciona-
rias en los países desarrollados (y en todo el mundo) tras la COVID-19,
los problemas de suministro de bienes procedentes de China y la escasez
de ciertas materias primas tras la invasión rusa de Ucrania está poniendo
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 129

a prueba toda la política contra la inflación que ha dominado la economía


en los últimos 40 años y está generando malestar en muchos países. La
Reserva Federal ya está subiendo el tipo de interés y deshaciendo su polí-
tica de compra de activos. Cuán largos sean estos episodios inflacionarios
y cómo sea la gestión de esta inflación va a decir mucho de cuánto de
profundo es el cambio en el marco de la política económica.
En definitiva, se aprecia claramente un cambio de rumbo en muchos
de los elementos constitutivos del paradigma monetarista que impulsó el
Consenso de Washington (sobre todo en Estados Unidos, Gran Bretaña y
Japón) y muchas de estas tendencias es probable que marquen el desarro-
llo de las políticas económicas en América Latina en los próximos años.
En América Latina encontramos que algunos de estos cambios tam-
bién están presentes tras la crisis de Estados Unidos de 2008, donde los
países, tras años de crecimiento impulsados por las materias primas,
tuvieron una mayor autonomía y pudieron poner en prácticas políticas
anticíclicas. No obstante, tras la caída de los precios de las materias pri-
mas muchos países de América del Sur no pudieron desarrollar políti-
cas anticíclicas como los países desarrollados y experimentaron ajustes,
principalmente porque no tenían tanto margen de endeudamiento y en
ellos no se daba esa situación de crisis de demanda e inflación controla-
da que tuvieron los países desarrollados. Se aprecia también una actitud
más pragmática, incluso en el FMI, donde hay una mejor comprensión
de los costes de las políticas neoliberales, como la liberalización de la
cuenta de capital o los ajustes fiscales (Ostry et al., 2016)
También tras la crisis de la COVID-19 es evidente el esfuerzo de los
gobiernos para atender las necesidades generadas por la pandemia. No
obstante, aunque la presión para que los gobiernos desarrollen nuevos
roles está presente también en América Latina (por ejemplo, en lo re-
lativo a la equidad), los recursos son limitados y persisten importantes
carencias en las políticas.

3. EFECTOS EXTERNOS
Los cambios en el entorno de la economía mundial a principios de
los años ochenta ya fueron determinantes de la crisis de la deuda de
130 Miguel Carrera

1982 que, como se ha visto anteriormente, puso las bases para el cambio
de las políticas económicas en América Latina. En el periodo conside-
rado se pueden destacar, al menos, seis grandes ámbitos en donde lo ex-
terno impactó sobre la región, ofreciendo, en ocasiones, oportunidades
y, en otros momentos, generando retos difíciles de manejar.

3.1. Apertura financiera


El primero de estos efectos tiene que ver con la apertura financiera
que impulsó el FMI en todo el mundo en la década de 1990, con cuentas
de capitales abiertas dentro del marco general de liberalización de las
economías del Consenso de Wahington. En momentos de abundante
liquidez en los mercados internacionales la llegada de inversiones inter-
nacionales estimuló en la segunda mitad de los años 90 el crecimiento
de muchas economías de la región que entraron dentro del concepto de
“mercados o economías emergentes”.
Sin embargo, muy pronto se pusieron de manifiesto los riesgos y pro-
blemas que este enfoque traía consigo. De un lado, simplemente por la
inestabilidad asociada a los capitales de corto plazo que, en ocasiones,
muestran comportamientos de alta volatilidad, recalentando las econo-
mías cuando llegan y provocando recesiones importantes cuando, salen
de las economías, con “parones repentinos” (sudden stops) en los patro-
nes de inversión (Calvo, 1998). Estos patrones no responden solo a las
circunstancias de los países y sus datos macroeconómicos básicos (fun-
damentals), sino que están asociados a “comportamientos de rebaño” y
efectos de contagio entre países emergentes.
La segunda mitad de la década de 1990 está salpicada de crisis en
las economías emergentes y, también, en América Latina, con la crisis
mexicana de 1995 (y el “efecto tequila” sobre otros países) y la crisis bra-
sileña de 1999, pero también en Corea del Sur, Thailandia, Indonesia,
Turquía y Rusia. Estas crisis hicieron evidente una “trinidad imposible”
entre un tipo de cambio fijo utilizado como instrumento de control de
la inflación, una cuenta de capitales abierta y el uso del tipo de interés
para sostener el tipo de cambio (Fischer, 2001).
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 131

3.2. Tratados del Libre Comercio (TLC)


El segundo de estos elementos externos fue la posibilidad de firmar tra-
tados de comercio con Estados Unidos (y otros países). Siguiendo la estela
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, en inglés
NAFTA) firmado por México, Canadá y Estados Unidos en 1992, Chile
(2003), Centroamérica y República Dominicana (2004), Perú (2006), Co-
lombia (2006, aunque no entró en vigor hasta 2012) firmaron este tipo de
tratados, que permitieron a muchos de estos países incrementar sus expor-
taciones a Estados Unidos y recibir inversiones extranjeras directas que, en
buena medida, permitieron a los países transformar sus ofertas exportado-
ras. El caso mexicano es evidente a este respecto, las exportaciones se multi-
plican por más de 8 entre 1992 y 2019, a la vez que aumenta el porcentaje de
las manufacturas en las mismas, pero también en el caso de Costa Rica, que
llegó a acoger una fábrica de microprocesadores de INTEL.
En este sentido, debe señalarse que, según la Organización Mundial
del Comercio (OMC), Chile (32) y México (24) son dos de los países del
mundo que más tratados comerciales han firmado. Además, han impul-
sado con Perú y Colombia la llamada Alianza del Pacífico (2012) que,
además de ser un esquema de integración comercial tradicional, es una
plataforma para la proyección internacional de los países firmantes.
En cualquier caso, el reconocimiento de China como economía de
mercado y su entrada como miembro de pleno derecho en la OMC en
2001 permitió a este país mejorar mucho su acceso al mercado de Es-
tados Unidos, siendo un fuerte competidor para todos los países de AL
que exportaban manufacturas a Estados Unidos, particularmente para
México (De la Torre et al., 2015)

3.3. La subida del precio de las commodities


El tercero de estos elementos tiene que ver con el auge de China y
otros países emergentes que propiciaron un fuerte incremento de la
demanda de materias primas y, a partir de 2003, también de su precio
(Kaplinsky, 2006). Las variaciones de los precios de las materias pri-
mas en forma de super-ciclos suponen una constante histórica (Erten y
Ocampo, 2013). Utilizando el caso del petróleo como ejemplo, se puede
132 Miguel Carrera

observar que en momentos de precios bajos, como los años 90 en los


que el precio del petróleo estuvo entorno a los 15 dólares, no resultaban
rentables las inversiones en nuevos pozos de petróleo. Cuando la eco-
nomía China, que venía creciendo intensamente y abriéndose desde los
años 80, empieza a generar una muy fuerte demanda de petróleo no hay
posibilidad de satisfacer esa nueva demanda (es decir, la oferta es rígida)
y los precios subieron mucho. Cuando los precios se multiplican tienen
lugar inversiones en todo el mundo, con nuevas tecnologías que abren
nuevas posibilidades como las del fracking en Estados Unidos o Argen-
tina, los yacimientos en aguas profundas de Brasil (presal), el Golfo de
México o el Mar del Norte y las arenas bituminosas de Canadá, pero
también con tecnologías más tradicionales en muchos otros sitios del
mundo. Todas estas inversiones acaban de generar, en último término,
un exceso de producción que acaba haciendo caer los precios.
La subida de los precios de las materias primas vino conjugada con
una caída de los precios de los productos manufacturados por la creciente
oferta de China y otros países emergentes (Kaplinsky, 2006). Todo esto
da lugar a una fuerte mejora de la Relación Real de Intercambio de los
países de AL más dependientes de las materias primas, sobre todo de los
de América del Sur. De la Torre et al. (2016) han ilustrado la estrecha co-
rrelación entre esta subida de la RRI el comportamiento de la inversión
real, el crecimiento del PIB, los rendimientos de las bolsas y el porcentaje
de activos externos netos con relación al PIB. El alza de la RRI genera un
“círculo virtudoso” de crecimiento de la inversión, del empleo, del con-
sumo, de la inversión extranjera, del valor añadido, de la recaudación del
gobierno y del gasto público, a menudo con una apreciación del tipo de
cambio que refuerza el efecto de la mejora de la RRI. Como hemos visto,
este “círculo virtuoso” impulsó el crecimiento de los países de América
del Sur en el periodo 2003-2013, y esto ocurrió en países con muy distin-
tas orientaciones de política económica, en el ortodoxo Perú (6,4) y en la
bolivariana Venezuela (5,7), en el liberal Chile (4,7) y en la Bolivia de Evo
(4,9), y tanto en los conservadores Colombia (4,8) y Paraguay (4,5) como
en la Argentina de los Kirchner (4,9) y el Ecuador de Correa (4,9).
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 133

3.4. Crisis financiera de Estados Unidos


El cuarto elemento fue la crisis financiera de Estados Unidos en 2008
que afectó a toda la región (con una caída del PIB del 2 por 100 en
2009), pero muy especialmente a México (-5,3 en 2009) por la fuerte
interconexión de su economía con la de Estados Unidos, a donde van
el 75 por cien de sus exportaciones. Cabe destacar que en esta ocasión
los países latinoamericanos presentaban menos desequilibrios macro-
económicos y situaciones de sus cuentas públicas y de sus balanzas por
cuenta corriente mucho más ordenadas, además de mayores niveles de
reservas que en ocasiones anteriores y esta crisis no generó suspensio-
nes de pagos, ni quiebras de bancos (CEPAL, 2011). Además, los países
pusieron en marcha políticas anticíclicas que ilustran esas políticas de
lucha contra la inestabilidad citadas anteriormente. No obstante, en los
países más afectados esta crisis originó importantes subidas de la pobre-
za, como en México, donde según el Coneval la pobreza de patrimonio
pasó del 42,9 por 100 de la población en 2006 al 52,3 en 2012.

3.5. Caída del precio de las materias primas


El quinto elemento que impacta sobre las economías de América La-
tina es la caída de los precios de las materias primas después de 2013. El
“círculo virtuoso” de crecimiento impulsado por la mejora de la RRI de
los países exportadores de materias primas se convierte en un “círculo
vicioso” de recesión con caídas del valor de las exportaciones y de la in-
versión extranjera directa, del empleo, del valor añadido, de la recauda-
ción del gobierno y del gasto público, con depreciaciones de la moneda
que hicieron más intenso el efecto de la caída de la RRI. Muchos países
descubrieron que habían experimentado un “espejismo de prosperidad”
(De la Torre et al., 2016), puesto que la productividad no había mejo-
rado y buena parte de la aparente mejora experimentada se debía a la
subida de los precios y no a una mejora de la economía de los países.
Todos los países de América del Sur se vieron afectados, pero hubo
algunos mucho más afectados (Argentina, Brasil, Ecuador y, sobre todo,
Venezuela) mientras que otros pudieron manejar mejor la situación. De
la Torre et al. (2016) ofrecen cuatro claves para un mejor manejo del ci-
134 Miguel Carrera

clo de precios: un mayor ahorro interno, una economía más abierta, una
menor apreciación del tipo de cambio y un manejo más prudente del
gasto público. En estos aspectos Perú, Bolivia y Chile presentan com-
portamientos que amortiguan el ciclo, mientras que Argentina y Brasil
aparecen como países cuyas políticas hicieron más marcado el ciclo.

3.6. La pandemia de la COVID-19 y la invasión rusa de Ucrania


Un sexto, y último elemento, serían dos nuevos choques que se suce-
den en los últimos tres años y que se suman a los graves problemas que
ya había experimentado la region en el periodo 2013-2019. Por un lado,
la COVID-19 ha tenido un efecto muy negativo en América Latina, que
ha sido la región más afectada del mundo en términos de salud, con casi
el 30 por 100 de las defunciones pese a que sólo supone el 8,4 por 100 de
la población mundial, lo que parece deberse a carencias importantes de
los sistemas de salud y a la desigualdad existente en la región (Amnistía
Internacional, 2022). También ha sido la región cuyo crecimiento más
se ha visto afectado por la pandemia, con la mayor caída de su PIB en
2020 (-7 por 100 según el FMI) y con una recuperación todavía incom-
pleta cuando se escriben estas líneas.
Esta contracción ha hecho aumentar las tasas de pobreza, a pesar de
las políticas de contención puestas en marcha en la mayoría de los paí-
ses. Así, el número de pobres según CEPAL (2022) aumentó de 187 en
2019 a 204 en 2020, pero ha sido sobre todo la tasa de extrema pobreza
o indigencia la que más ha subido, de modo que el número estimado de
personas en situación de extrema pobreza ha aumentado hasta 86 millo-
nes, una cifra superior a la que estima CEPAL para 2002.
Además, la COVID-19 ha tenido un efecto de potenciar la desigual-
dad al afectar más a los más desfavorecidos. En el mercado laboral ha sido
muy evidente, ya que los trabajadores del sector informal, que en buena
medida dependen de su presencia cotidiana en la calle para obtener sus
ingresos, han visto sus formas de vida y sus ingresos más afectados que los
de los trabajadores del sector formal. También los estudiantes de hogares
de bajos ingresos se vieron más afectados por los cierres de los colegios,
ya que, a menudo, no disponían de la conexión a internet, ni los dispo-
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 135

sitivos, ni los espacios para estudiar adecuados en sus casas, ni los cole-
gios contaban con la tecnología para ofrecer a sus alumnos la enseñanza
a distancia. Asimismo, ha sido evidente en el ámbito de la salud, ya que
los más humildes carecían de una cobertura sanitaria adecuada ni podían
practicar las medidas de distanciación o aislamiento que recomendaban
las autoridades. (Por ejemplo, Busso y Messina, 2020; García Jaramillo,
2020; Banco Mundial, 2021 y CEPAL, 2022).
En el momento en el que se escribe este capítulo todavía no está claro
cuál va a ser el impacto de la guerra de Ucrania sobre la economía mundial
y la de América Latina. Aunque parezca que algunos países especializados
en la exportación de materias primas se podrían beneficiar de las subidas
del precio del petróleo y el gas, además de las de algunos alimentos que
exportaban Rusia y Ucrania (como el trigo o el aceite de girasol), la subida
del precio de los alimentos y combustibles está impulsando la inflación
en muchos países y encareciendo la canasta básica, lo que tiene un mayor
impacto sobre las personas de bajos ingresos que viven en zonas urbanas.
Además, el aumento del precio de los fertilizantes impulsado por la guerra
está afectando a la agricultura, encareciendo el coste de producción y, ul-
teriormente, el precio de los alimentos. En última instancia, la guerra está
haciendo que se rebajen las expectativas sobre el crecimiento mundial, lo
que puede repercutir negativamente sobre las exportaciones de América
Latina. Además, las políticas monetarias contractivas para el control de la
inflación que se están empezando a implementar en los países desarrolla-
dos van a limitar la liquidez global y a encarecer el acceso a la financiación
internacional de los países de la región. CEPAL ya ha revisado a la baja
su expectativa de crecimiento de la región para 2023 a sólo 1,3, mientras
que el FMI en octubre de 2022 estimaba que sería la región del mundo en
desarrollo que menos crezca en 2023.

4. CRECIMIENTO
Los resultados en términos de crecimiento del PIB de América Lati-
na no son tan positivos. En el periodo 1996-2021 el crecimiento medio
anual acumulativo del PIB de la región fue de 2,3 según los datos del
Banco Mundial. Esta cifra queda por debajo de la media de la economía
mundial que alcanzó un 3,0 en el mismo periodo. Sin embargo, este
136 Miguel Carrera

valor medio de este cuarto de siglo esconde dentro de sí, por un lado,
periodos muy diferentes y, por otro, resultados muy diferentes en las
distintas subregiones y países (tabla 1).
Tabla 1. Crecimiento en América Latina, 1996-2021 (tasas medias
anuales acumulativas)

1996-2021 1996-2003 2003-2013 2013-2021


Mundo 3,0 3,2 3,1 2,6
América Latina y el Caribe 2,3 2,2 3,8 0,7
Centroamérica, México y
3,4 3,4 4,0 2,6
República Dominicana
Sudamérica (sin Venezuela) 2,9 1,7 5,0 1,4
Panamá 5,1 3,9 8,0 2,8
República Dominicana 5,0 4,5 5,1 5,2
Perú 4,1 2,9 6,4 2,4
Costa Rica 4,0 4,6 4,5 2,9
Honduras 3,6 3,7 4,1 3,1
Chile 3,6 3,9 4,7 2,1
Bolivia 3,6 2,8 4,9 2,7
Guatemala 3,5 3,6 3,5 3,4
Nicaragua 3,4 3,6 4,1 2,4
Colombia 3,1 1,5 4,8 2,5
Cuba 2,9 3,3 5,2 -0,2
Paraguay 2,9 0,6 4,5 2,9
Ecuador 2,6 2,1 4,9 0,3
Uruguay 2,3 -0,3 5,6 0,7
Brasil 2,1 2,0 4,0 -0,2
México 2,1 2,9 2,2 1,1
El Salvador 1,9 1,9 2,1 1,9
Argentina 1,8 0,0 4,9 -0,6
Haití 1,5 1,8 2,0 0,4
Venezuela -4,1 -1,4 5,7 -17,1
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Banco Mundial. Los datos de Venezuela de
los últimos años están tomados del FMI.
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 137

Con respecto a los periodos, se pueden distinguir tres periodos


principales. El primero va desde 1996 a 2003 y se caracteriza en Amé-
rica Latina por estar afectado por una gran volatilidad, siendo la re-
gión la de crecimiento más inestable. Son años de bajos precios de las
materias primas y de importantes choques derivados de la apertura
(Williamson, 2003). El crecimiento de América Latina fue de 2,2 en el
periodo, también por debajo de la media mundial de 3,2. El segundo
viene marcado por el alza de los precios de las materias primas que,
como se ha visto, puede explicarse en buena medida por el aumento de
la demanda de China (Kaplinsky, 2006). Este aumento de los precios
de las commodities permitió una mejora de la Relación Real de Inter-
cambio (RRI) que impulsó el crecimieno de la región (sobre todo en
los países más dependientes de este tipo de exportaciones). En este pe-
riodo la media de la región fue de 3,8, por encima de la media mundial
de 3,1 que, a su vez, está marcada por las crisis de los países desarrolla-
dos tras la gran crisis financiera de 2008. El tercer y último periodo se
expande desde 2013 hasta 2021 y en sus datos se reflejan dos choques
externos que han afectado negativamente el crecimiento de la región.
El primero de estos choques fue la caída de los precios de las materias
primas que puso de manifiesto el citado “espejismo” de prosperidad
que habían vivido muchos países (De la Torre et al., 2016). El segundo
ha sido la crisis de la COVID-19. El resultado es que, ya antes del co-
ronavirus, el septenio 2014-2020 iba a ser, según CEPAL, el peor en 7
décadas (CEPAL, 2019). La COVID-19 agravó estos malos resultados,
de modo que el periodo 2013-2021 se salda con un pequeño aumento
del PIB del 0,7, una cifra mucho peor que la media mundial que fue de
2,6 en idéntico periodo.
Con respecto a las diferencias entre subregiones, cabe destacar que
la media simple del crecimiento de México, Centroamérica y República
Dominicana fue de 3,4, superior a la de los países de Suramérica (2,9,
sin tener en cuenta Venezuela). El crecimiento de este segundo grupo
fue mucho más inestable y está más influenciado por el alza y la caída de
los precios de las materias primas ya que los tres periodos considerados
anteriormente presentan valores más extremos en los países de Amé-
rica del Sur (1,7/5/1,4), respectivamente, que en otro grupo de países
(3,4/4/2,6), que muestran un ciclo similar pero mucho menos marcado.
138 Miguel Carrera

Diferencias aún mayores se perciben entre países, hasta el punto de que


la media de la región no se corresponde con los resultados de los países.
Así, por un lado, dicha media está muy influenciada por los relativa-
mente malos resultados de los tres países más grandes. De esta mane-
ra, en primer lugar, Argentina tiene un crecimiento medio de 1,8, pero
con una extrema volatilidad. Su comportamiento es muy procíclico, con
crecimientos, en general, mayores en los periodos en los que la región
crece, pero con crisis más acusadas también en los momentos bajos del
ciclo. Aunque su crecimiento en el periodo 2003-2013 (4,9) fue mayor
que el de la región (3,8), en los periodos 1995-2003 y 2013-2020 su cre-
cimiento fue, respectivamente, nulo (0) y negativo (-0,6). México y Bra-
sil tuvieron un crecimiento medio idéntico, de tan solo 2,1, con un perfil
relativamente menos marcado en los periodos considerados en México
(2,9, 2,2 y 1,1) que en Brasil (2, 4 y -0,2), más influenciado este último
por los ciclos de los precios de las materias primas (De la Torre et al.,
2016). Los pobres resultados de México son una buena demostración de
que las reformas del CW no son una condición suficiente para alcanzar
buenos resultados en términos de crecimiento (Hanson, 2010 y Carrera
y Solís Delgadillo, 2012).
El desastre venezolano también contribuye a los bajos resultados de
América Latina. Las estimacions del FMI apuntan a una caída del PIB
de más del 75 por 100 desde 2013 y un retroceso de décadas (Abuelafia
y Saboin, 2020).
Ocho son los países más exitosos que tienen un crecimiento que
supera en un 50 por 100 al del conjunto de la región. Cuatro de estos
son centroamericanos: Guatemala (3,5), Honduras (3,6), Costa Rica (4)
y Panamá (5,1) que, junto con República Dominicana (5), son los que
más crecieron, más del doble del crecimiento medio de la región. Todos
estos son países que han optado por estrategias de política económica
relativamente más liberales, con la firma de tratados de libre comercio
con Estados Unidos (como hemos visto) y presentan un crecimiento
medio más equilibrado en los tres periodos considerados. Tres países
de América del Sur están en el grupo de los más exitosos: Perú (4,1),
Chile (3,6) y Bolivia (3,6). Estos tres países se caracterizan, como se ha
visto visto, por no haber tenido crisis marcadas tras el final del periodo
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 139

de altos precios de las materias primas (De la Torre et al., 2016) gracias
a haber tenido un manejo macroeconómico más prudente, con políticas
menos procíclicas que otros países de la subregión. No obstante, en los
tres casos, hay marcadas diferencias entre los tres periodos, mayores que
en los otros países exitosos.
En definitiva, una América Latina que crece poco con relación al
conjunto del mundo, pero que esconde en su interior marcadas dife-
rencias. Primero, dos países con historias que, por distintas razones,
son muy particulares y catastróficas, como Venezuela y Haití. Segun-
do, entre los tres países más grandes que, como se ha visto, son los
que han tenido los peores resultados y el resto. En tercer lugar, entre
México, Centroamérica y República Dominicana y los países de Suda-
mérica, teniendo los primeros unas trayectorias menos marcadas por
el ciclo de precios de las materias primas. En cuarto lugar, con diferen-
cias muy marcadas dentro de cada uno de estos grupos que, dentro de
sí, tienen países con muy distintos resultados. Así, el primero incluye a
países de bajo crecimiento como México (2,1) y El Salvador (1,9), por
un lado, pero también a los que más crecen: Panamá (5,1) y República
Dominicana (5). Del mismo modo, el segundo incluye a Venezuela
(-4,1) y Argentina (1,8), que son algunos de los que tuvieron peores
resultados, por un lado, y, por otro, a Bolivia (3,6), Chile (3,6) y Perú
(4,1) que fueron de los más exitosos. Se trata de países con experien-
cias diferentes que rehúyen las clasificaciones fáciles y los juicios sim-
plistas y reduccionistas y nos obligan tener en cuenta la interacción de
las políticas económicas, las estructuras productivas, el marco institu-
cional, los efectos externos y las situaciones sociales y políticas de cada
uno de estos países.

5. POBREZA, DESIGUALDAD Y POLÍTICAS SOCIALES


Un primer acercamiento a la evolución de las cuestiones sociales en
América Latina puede obtenerse a través de los avances en el Índice de
Desarrollo Humano (IDH), que recoge tres dimensiones: salud, educa-
ción y niveles de vida. Los datos muestran que entre 1995 y 2019 ha habi-
do mejoras en el indicador general en la región que ha pasado de una me-
140 Miguel Carrera

dia simple de 0,631 al comienzo del periodo a 0,741 al final de este. Hay
ganancias en todos los países, aunque son mayores en Guatemala, Bolivia
y Nicaragua, que partían de niveles más bajos, y muy inferiores en países
con graves problemas como Haití que sólo ha ganado 0,094 o Venezuela,
que ha perdido 0,066 desde 2013.También son evidentes las ganancias en
la esperanza de vida, cuyo promedio simple ha pasado de 69,6 a 75,4 en el
periodo, con una ganancia de 5,8 años (gráfico 1). A continuación, vamos
a presentar los avances que se han producido en términos de pobreza y
desigualdad, que también son desiguales e insuficientes.
Gráfico 1. Índice de Desarrollo Humano y esperanza de vida en América
Latina, 1995-2019

76 0,75

75 0,73
74
0,71
73
0,69
72
0,67
71

70 0,65

69 0,63
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017
2018
2019

Esperanza de vida IDH (eje derecho)

Fuente: elaboración propia a partir de datos del PNUD.

Debe recordarse que los temas de pobreza y desigualdad estaban fuera


de la agenda del CW. El foco estaba puesto en la recuperación del creci-
miento y se suponía que un proceso de derrame o goteo (trickle-down) iba
a extender los frutos de ese crecimiento a todos. El crecimiento en esos
años fue bajo e inestable y, aunque según CEPAL en términos porcentua-
les la pobreza bajó en los años 90 (de 51,2 en 1990 a 45,6 por 100 en 1999),
las crisis ya citadas de finales de los años 90 y primeros años del milenio
marcaron 2002 como el año con más personas pobres con 229 millones.
Desde la Cumbre del Milenio del año 2000 se extiende y fortalece
otra visión en la que el crecimiento es importante pero no suficiente
porque, según el Banco Mundial (2001), las personas pobres padecen
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 141

vulnerabilidad, falta de oportunidades y falta de voz. Son más vulnera-


bles a las crisis económicas, a las catástrofes naturales, a los efectos de
las sequías, a la violencia (de policías y delicuentes) o a los problemas
de salud. Aunque la economía genere oportunidades, a ellos les va a ser
más difícil aprovecharlas por carecer de la formación necesaria o por la
menor calidad de su formación, por problemas de salud, por dificulta-
des para acceder al crédito o para desplazarse a las zonas donde se abren
esas oportunidades. Finalmente, los gobiernos no dan prioridad a las
necesidades de los más pobres, ya que otros grupos tienen más capa-
cidad para introducir sus demandas en la agenda pública y los pobres
tienen problemas de acceso a la justicia.
Todo esto justifica que se hagan políticas enfocadas en los más po-
bres que les permitan romper el “círculo vicioso” de la pobreza (bajos
ingresos, baja capacidad de ahorro y de inversión y bajo nivel de capital
físico y humano que, a su vez, genera una baja productividad y, por tan-
to, bajos ingresos). Son políticas que no tienen que estar sujetas al trade-
off entre eficiencia y equidad, sino pueden, al mismo tiempo, promover
el crecimiento y la equidad (Birdsall et al., 1998 y Perry et al., 2006). Así,
el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODMs) plantea-
ba disminuir a la mitad la extrema pobreza y el hambre y no lo planteaba
como el resultado del crecimiento de la economía, sino con políticas es-
pecíficas cuyos resultados tenían que ser monitoreados periódicamente.
Del mismo modo, la desigualdad extrema de América Latina pasa
de ser vista como algo funcional dentro del esquema de incentivos del
sistema capitalista y algo “normal” en países de renta media debido a la
“Ley de Kuzents” (Carrera y Antón, 2008) a ser vista como un problema
para el crecimiento de la región (De Ferranti et al., 2004)1.
Se desarrollan en el periodo considerado nuevas políticas focalizadas
en las personas con menos recursos ante la evidencia de que las políticas
implementadas hasta la fecha tenían un diseño de políticas universales,
pero no funcionaban como tales porque dejaban fuera a muchas per-

1
Un estudio reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo refue-
za esta misma idea y presenta a AL como una región atrapada en un bucle de alta
desiguldad y bajo crecimiento (UNDP, 2021).
142 Miguel Carrera

sonas que, por estar en el sector informal o excluidos del mercado de


trabajo, no recibían los beneficios de esas políticas sociales más tradi-
cionales. Debe subrayarse que, no obstante, que las políticas focalizadas
suponen en muchos países una parte pequeña del gasto social, dándose
la paradoja de que su efecto en términos de reducción de la pobreza y la
desigualdad y su impacto mediático, político y social ha sido muy supe-
rior al que han tenido en el gasto (Véase Cecchini y Madariaga, 2011).
En el periodo se observa un aumento del gasto social del gobierno
central que pasa, según CEPAL, del 8,4 en el año 2000 a un 11,3 por 100
en 2019, aumentando también el peso que supone el gasto social sobre el
gasto público (de 45,7 a 52,6 por 100). No obstante, podemos decir que
en América Latina hay un “estado de bienestar truncado” (De Ferranti
et al., 2004) donde los que reciben más dinero de las políticas sociales,
sobre todo en los sistemas públicos de pensiones, son las personas con
más recursos (véase, por ejemplo, CEPAL, 2008).
La evolución de la pobreza ha seguido de forma bastante cercana la
evolución del crecimiento en los tres periodos señalados anteriormen-
te, mostrando que sigue siendo, además de las políticas públicas, una
variable clave. Según CEPAL, si lo observamos en porcentajes hay una
caída lenta en el primer periodo de crecimiento lento e inestable, una
caída fuerte en el segundo periodo de caída de los precios de las ma-
terias primas (de 45,6 en 2003 a 27,8 en 2014 y un aumento posterior
en el periodo de caída de los precios de las materias primas, hasta un
20,5 en 2019. En número de personas el periodo inicial se salda con un
crecimiento hasta 243 millones en 2003, mientras que en el segundo
periodo hay una fuerte caída hasta 172 en 2014 y una preocupante recu-
peración en el tercero hasta 216 en 2020 de modo que la pobreza sigue
siendo, en número de personas, un fenómeno casi tan importante como
al principo del período, 233 en 2001 frente a 216 en 2020, mientras que
la pobreza extrema ha aumentado desde 65 millones en el año 2000 a 86
en 2020 tras la crisis de la COVID-19.
Debe destacarse que estos números globales ocultan serias diferen-
cias entre países, siendo, por ejemplo, mucho más exitosa la trayecto-
ria de Brasil en la reducción de la pobreza que la de México, por citar
los dos países más poblados (Carrera y Domínguez, 2015). También las
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 143

mejoras de, por ejemplo, Bolivia y Perú fueron muy superiores a las de
Honduras y Guatemala, que fueron muy limitadas. Además, hay impor-
tantes diferencias siendo mayores los niveles de pobreza en las zonas
rurales (44,8 por 100 en 2020) que en las urbanas (30,2), entre los me-
nores de 15 años (47,2) que entre mayores de 65 (17,5) [porque, entre
otras razones, el estado de bienestar es relativamente mucho más gene-
roso con los mayores], entre los indígenas y afrodescendientes que entre
los blancos y, finalmente, entre las mujeres más que entre los hombres
(CEPAL, 2022). En cualquier caso, es un fenómeno que está lejos de
estar resuelto en la región.
Del mismo modo, la desigualdad en América Latina es la más alta
del mundo y esto llevó a la acuñación del concepto “vidas diferentes”
que da cuenta de que las personas nacen, viven y mueren en el mismo
país, pero sus experiencias a todos los niveles son muy diferentes, y no
sólo en lo económico, sino que tanto en acceso a la educación de cali-
dad y en la segregación en la educación, como en la estructura de las
familias, tanto en los barrios en los que viven, como en los comercios y
espacios de ocio y socialización a los que acuden, tanto en el acceso a in-
fraestructuras y servicios básicos como en su acceso a servicios sanita-
rios, y tanto en los riesgos de ser victimizados como en la participación
política, por lo que en la práctica es como si vivieran en países diferentes
(De Ferranti et al., 2004).
Los datos de desigualdad basados en encuestas de hogares muestran
que, aunque en los años 90 hubiera en media un aumento de la desigul-
dad a partir del nuevo milenio se produce una caída del índice de Gini
que, según CEPAL, pasa de 0,535 en 2002 a 0,464 en 2020, aunque se
aprecia una fuerte subida en 2020 derivada de la crisis de la COVID-19
(Acevedo et al., 2022). Aunque la citada caída puede considerarse un
avance, sin embargo, los estudios que han tomado en cuenta además
la información sobre rentas que proceden de registros administrativos
muestran que la desigualdad no ha caído tanto (CEPAL, 2022) y, ade-
más, puede decirse que ha disminuido la tolerancia a la desigualdad en
muchos países, de modo que, al igual que en los países desarrollados, la
desigualdad tiene un importante papel en el malestar que está presente
en muchos países (CEPAL, 2021).
144 Miguel Carrera

6. CONCLUSIONES
Una primera idea que se quiere destacar es que cada vez menos se
puede hablar de “una” economía de AL porque hay marcadas diferen-
cias entre los países, que tienen notables disparidades en su geogra-
fía, en sus trayectorias históricas y en sus políticas económicas. Como
hemos visto, un primer eje de la heterogeneidad es el que rompe la
región separando América Central con México y República Domini-
cana, por un lado, y Sudamérica por otro. Y no se trata sólo de una
ruptura geográfica, sin que también está marcada por la apuesta del
primer grupo por unas relaciones más estrechas con Estados Unidos
en el marco de tratados de libre comercio. Por su parte, los países de
América del Sur son, en su mayoría, más ricos en materias primas y,
por ello, sus economías han sido mucho más sensibles a los ciclos de
sus precios y, como hemos visto, el impacto de la irrupción de China
en la economía mundial ha sido para ellos, al menos en un primer
momento, más positivo.
Una segunda idea importante para tener presente es la evolución
de la agenda de políticas económicas. El periodo comienza tras una
“gran ola” de reformas inspiradas por el Consenso de Washington que
termina al final de la década de 1990, entre ellas destacan la apertura
de las economías a los flujos comerciales y de capitales y un mayor
control de los desequilibrios macroeconómicos. Las reformas hicieron
más vulnerable a la región frente a los choques externos y sus resul-
tados quedaron muy por debajo de las expectativas, de modo que se
habla del “fracaso” del Consenso de Washington y se abre un segundo
periodo marcado por un mayor pragmatismo y la adecuación de la
agenda a las realidades nacionales, en un marco de dominio global de
la agenda monetarista, pero en un entorno de estabilidad macroeco-
nómica y crecimiento que permitió un mayor nivel de autonomía para
las políticas públicas. Un tercer momento se abre tras la crisis de Es-
tados Unidos en 2008, con más presencia del gasto público y más fun-
ciones para el estado en los países desarrollados, que se refuerzan tras
la crisis del coronavirus. Mientras, en América del Sur muchos países
han sufrido para recuperar la estabilidad macroeconómica tras la caí-
da del precio de las materias primas y el choque del la COVID-19,
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 145

poniendo de manifiesto, otra vez, una gran heterogeneidad en las ex-


periencias de los diferentes países.
A continuación, se ha puesto de manifiesto cómo los elementos ex-
ternos han sido decisivos en el devenir económico de la región. Algunos
han sido positivos o, al menos, han tenido algunos elementos positivos,
como las oportunidades abiertas por la llegada de capitales extranjeros,
por el crecimiento de exportaciones a través de la firma de tratados de
libre comercio o por la subida de los precios de las materias primas.
Muchos han sido negativos o han tenido una parte negativa, generan-
do choques importantes como los derivados de la inestabilidad de los
flujos financieros en los 90 o la crisis financiera de Estados Unidos en
2008, los resultantes de la caída de los precios de las materias primas,
de la COVID-19 y, ahora, de la invasión rusa de Ucrania. En definitiva,
un periodo donde es evidente la mayor dependencia de AL respecto a
lo que ocurre en la economía mundial, que condiciona los resultados
de forma más marcada que las aparentes diferencias en las agendas de
política económica de los países.
Por su parte, el análisis del crecimiento ha puesto de manifiesto
unos resultados globales muy limitados, por debajo de los del mundo
(y de los de otras regiones emergentes y, sobre todo, de Asia). Además,
estos resultados muestran periodos marcados por influencias exter-
nas, principalmente, por las subidas y bajadas de los precios de las
materias primas, que han afectado de manera distinta al norte y al sur
de la región. Sin embargo, dentro de cada subregión tenemos países
con mejores resultados y otros con resultados más pobres, lo que nos
debe alejar de simplificaciones y animar a estudiar la interacción de las
políticas, las estructuras productivas, las instituciones y los resultados
de cada país.
Finalmente, aunque la evolución del Índice de Desarrollo Humano
muestra que hubo avances sociales en la región, la evolución de la po-
breza estuvo muy marcado por la evolución de la economía y la crisis
que vive la región desde 2013 ha hecho perder una importante parte de
lo ganado en el periodo de altos precios de las materias primas. Además,
los datos muestran que la COVID-19 ha afectado mucho más a los más
desfavorecidos con una fuerte alza del número de personas en extrema
146 Miguel Carrera

pobreza (hasta 86 millones), por lo que el balance no puede ser muy


positivo. Las encuestas de hogares muestran que hubo avances en térmi-
nos de caída de la desigualdad, pero estos resultan insuficientes porque
las sociedades latinoamericanas tienen ahora una menor tolerancia a
este fenómeno. La desigualdad es un fenómeno cada vez mejor estudia-
do y del que cada vez tenemos más datos, que nos hacen poner en duda
las mejoras que mostraron las encuestas de hogares.

7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Abuelafia, E. y Saboin, J.L. (2020). “Una mirada a futuro para Venezuela”, Documento
para discusión, Nº IDB-DP-798. Banco Interamericano de Desarrollo.
Acevedo, I.; Castellani, F.; Cota, M.J.; Lotti, G. y Székely, M. (2022). “Higher inequality
in Latin America: A collateral effect of the pandemic”, IDB Working Paper Series, Nº
IDB-WP-01323, Banco Interamericano de Desarrollo.
Amnistía Internacional (2022). “Desigual y letal”, Informe 2021/22, Center for Economic
and Social Rights-Amnistía Internacional.
Banco Mundial (2001). World Development Report 2000/2001: Attacking Poverty, World
Development Report. New York: Oxford University Press.
Banco Mundial (2021) “Mind the gap: How COVID-19 is increasing inequlity in Latin
America and the Caribbean”. Policy Note, 4, July.
Birdsall, N.; Graham, C. y Sabot, R.H. (Eds.) (1998). Beyond tradeoffs: Market reform
and equitable growth in Latin America. Washington DC: Inter-American Develop-
ment Bank-Brookings Institution Press.
Birdsall, N.; De la Torre, A. y Valencia, F. (2010). “The Washington Consensus: Asses-
sing a damaged brand”. Center for Global Development Working Paper, 211, May.
Burki, S.J. y Perry, G.E. (1998). Beyond the Washington Consensus. Institutions Matter.
Washington DC: World Bank.
Busso, M. y Messina, J. (2020). “La desigualdad en tiempos de crisis: Lecciones de la
crisis de la COVID-19”. En M. Busso y J. Messina. (Eds.) La crisis de la desigualdad.
América Latina y el Caribe en la encrucijada. Washington DC: IADB.
Calvo, G. (1998). “Capital flows and capital-market crises: The Simple Economics of
Sudden Stops”. Journal of Applied Economics, 1(1), 35-54.
Carrera, M. y Antón, J.A. (2008). “Las relaciones entre equidad y crecimiento y la nueva
agenda para América Latina”. América Latina Hoy, 48: 43-66.
Carrera, M. y Domínguez, R. (2017). “Poverty reduction in Brazil and Mexico. Growth,
inequality and public policies”. Revista de Economía Mundial, 45, 23-42.
Veinticinco años de políticas económicas y crecimiento en América Latina 147

Carrera y Solís Delgadillo (2012). “Balance socioeconómico de más de dos décadas de


ortodoxia. ¿Por qué no crece México?”. En S. Martí i Puig. (Ed.) ¿Adónde chingados
va México? Madrid: Libros de la Catarata.
Cecchini, S. y Madariaga, A. (2011). Programas de Transferencias Condicionadas. Balan-
ce de la experiencia reciente en América Latina y el Caribe.Santiago de Chile: CEPAL.
CEPAL (2008, 2021, 2022). Panorama Social de América Latina (2007, varios años), San-
tiago de Chile: CEPAL.
CEPAL (2011). Estudio económico de América Latina y el Caribe 2010-2011. Santiago de
Chile: CEPAL.
CEPAL (2019). Balance preliminar de las economías de AL y el Caribe. Santiago de Chile:
CEPAL.
De Ferranti, D.; Perry, G.E.; Ferreira, F.H.G. y Walton, M. (2004). Inequality in Latin
America. Breaking with history? Washington DC: World Bank.
De la Torre, A.; Filippini, F. y Ize, A. (2016). The Commodity Cycle in Latin America:
Mirages and Dilemmas. Washington DC: World Bank.
De la Torre, A.; Didier, T.; Ize, A.; Lederman, D. y Schmukler, S.L. (2015). Latin America
and the Rising South: Changing World, Changing Priorities. Washington DC: World
Bank.
Erten, B. y Ocampo, J.A. (2013). “Super cycles of commodity prices since the mid-nine-
teenth century”. World Development, 44, 14-30.
Fernández Arias, E. y Montiel, P. (1997). “Reform and growth in Latin America: All
pain, no gain?”. Working Paper, #351, Inter-American Development Bank.
Fischer, S. (2001). “Exchange rate regimes: Is the bipolar view correct?”. Finance and
Development, 38(2).
García Jaramillo, S. (2020). “COVID-19 and primary and secondary education: the im-
pact of the crisis and public policy implications for LAC”. En L.F. López-Calva y M.
Meléndez (Eds.), The socio-economic implications of the COVID-19 pandemic: Ideas
for policy action. Nueva York:UNDP-AECID.
Goldfajn, I.; Martínez, L. y Valdés, R.O. (2021) "Washington Consensus in Latin Ameri-
ca: From raw model to straw man", Journal of Economic Perspectives, 35 (3), 109-132.
Hanson, G.H. (2010). “Why isn’t Mexico rich?”. Journal of Economic Literature, 48(4),
987-1004.
IADB (2006). The politics of policies. Economic and Social Progress in LA 2006 Report.
Washington DC: Inter-American Development Bank/Rockefeller Center for Latin
American Studies Harvard University.
Kaplinsky. R. (2006). “Revisiting the revisited terms of trade: Will Chine make a diffe-
rence?”. World Development, 4(6), 981-995.
Lora, E. (2001). “Structural reforms in Latin America: What has been reformed and how
to measure it”. Working Paper, #466, Inter-American Development Bank.
148 Miguel Carrera

Naim, M. (1999). “Fads and fashion in economic reforms: Washington Consensus or


Washington confusion?”. Third World Quarterly, 21(3), 505-528.
Ostry, J.D.; Loungani, P. y Furceri, D. (2016). “El neoliberalismo, ¿un espejismo?”, Finan-
zas y Desarrollo, junio.
Perry, G.E.; Arias, O.S.; López, J.H.; Maloney, W.F. y Servén, L. (2006). Poverty reduction
and growth: Virtuous and vicious circle. Washington DC: World Bank.
The Economist (2019). “Slowbalisation. Briefing”, Jan 24th.
The Economist (2021a). “The new order of trade. Special report on world trade”, Oct 9th.
The Economist (2021b). “Governments are not going to stop getting bigger. Briefing”,
Nov 20th.
UNDP (2016). Human Development Report for Latin America and the Caribbean 2016.
Multidimensional progress: Well-being beyond income. Nueva York: UNDP.
UNDP (2021). Human Development Report 2021. Trapped: High inequality and low
growth in Latin America and the Caribbean. NuevaYork: UNDP.
Williamson, J. (1990). “What Washington means by policy reform”. En J. Williamson
(Ed.) Latin American adjustment: How much has happened. Washington DC: Insti-
tute for International Economics.
Williamson, J. (2003). “Summing up”. En J. Williamson y P.P. Kuczynsky (Eds.) After the
Washington Consensus. Restarting growth and reform in Latin America. Washington
DC: Institute for International Economics.
DINÁMICA DEMOGRÁFICA Y
ESTRUCTURA SOCIAL: EVOLUCIÓN Y
TENDENCIAS
Rafael Grande
Universidad de Málaga, España

1. INTRODUCCIÓN
América Latina es hoy en día una región muy diferente a la de fina-
les del siglo XX en relación con su estructura demográfica y social. La
evolución que han tenido los indicadores sociodemográficos es decisi-
va a la hora de entender las causas y las consecuencias de los procesos
políticos y económicos que han marcado las primeras décadas de siglo
XXI: del ciclo de crecimiento económico del boom de los commodities a
la recesión posterior tras el contagio de la crisis financiera internacional
de 2008, la bajada del precio de las materias primas a partir de 2014 y
el impacto de la pandemia de la COVID-19, y de la “marea rosa” con la
llegada de gobiernos de corte progresista a la mayoría de países de Amé-
rica del Sur (excepto Colombia) que impulsaron importantes paquetes
de políticas sociales hasta el posterior “giro a la derecha” y la emergen-
cia y llegada al poder de una nueva izquierda durante los últimos años.
Para repasar el contexto de estos procesos, el presente capítulo se divi-
de en dos grandes partes, la primera se dedica a analizar la transición
demográfica y sus consecuencias sociológicas, la segunda a repasar las
principales tendencias en relación a la estratificación social vinculada a
la desigualdad económica, el mercado de trabajo y la movilidad social
en América Latina1.

1
Los datos aportados en este capítulo, en su mayoría procedentes de CEPAL, que
hacen referencia al promedio ponderado del conjunto de América Latina incluyen
20 países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador,
El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay,
Perú, Venezuela, República Dominicana y Uruguay.
150 Rafael Grande

2. CAMBIOS DEMOGRÁFICOS ACELERADOS:


ENVEJECIMIENTO Y REVOLUCIÓN REPRODUCTIVA
Uno de los principales elementos que ha transformado la estructura
social de los países latinoamericanos desde mediados del siglo XX han
sido los profundos y acelerados cambios demográficos. La Teoría de la
Transición Demográfica define el paso de una situación estacionaria
premoderna con una mortalidad y una natalidad altas, a otra situación
moderna caracterizada por una mortalidad y una natalidad bajas. Du-
rante este proceso la caída de la mortalidad es previa a la de la natalidad,
dando lugar a un importante crecimiento natural de la población, que
suele ir acompañado de un saldo migratorio negativo. Como mencio-
na Juan Chackiel (2004), las sociedades latinoamericanas empezaron a
adoptar pautas demográficas modernas desde el segundo tercio del siglo
XX2, aunque marcadas por enormes diferencias entre países, entre cla-
ses sociales, y entre las áreas urbanas y rurales.
El gráfico 1 muestra la evolución de la mortalidad y la fecundidad
desde mediados del siglo XX en América Latina. Hasta finales del si-
glo XX se mantiene la tendencia decreciente de la tasa de mortalidad,
especialmente provocada por una continua reducción de la mortalidad
infantil y prematura y por la paulatina concentración de la muerte a
edades avanzadas. Como resultado la esperanza de vida pasó en el con-
junto de la región de 51 años en el quinquenio 1950-1955 (49,4 años
para los hombres y 52,9 años para las mujeres) a 70,6 años en el último
quinquenio del siglo XX (67,4 para los hombres y 73,9 para las mujeres).
Al mismo tiempo se produjo un descenso abrupto de la natalidad como
respuesta a esa caída previa de la mortalidad, la tasa bruta de natalidad
pasa de más de 40 nacimientos por cada 1.000 habitantes a mediados del
siglo XX a la mitad cinco décadas después. El descenso de la natalidad
obedece a una estructura de la población cada vez más envejecida, pero
también a un significativo descenso de la fecundidad: de los 5,7 hijos

2
La transición demográfica se dio originalmente en Europa desde finales del siglo
XVIII hasta mediados del pasado siglo XX, pero ha seguido posteriormente una
tendencia similar en otras regiones del mundo, aunque a una velocidad mucho
mayor.
Dinámica demográfica y estructura social 151

por mujer de media en América Latina en el quinquenio 1950-1955 a


los 2,8 hijos por mujer en 1995-2000. Mientras en Europa la caída de
la mortalidad y la fecundidad se debió a causas endógenas en Améri-
ca Latina se debió principalmente a factores exógenos. Por un lado, se
produce por los avances de la medicina y la tecnología, y no sólo por
cambios de las pautas sociales vinculadas al proceso de modernización;
y, por otro lado, porque estos avances son en su mayoría importados
del exterior y, en casi ningún caso, producidos por el desarrollo socioe-
conómico de las propias sociedades latinoamericanas (Chackiel, 2004).
De este modo, a finales del siglo XX la estructura demográfica lati-
noamericana se caracteriza por una transición acelerada: el paso hacia
una dinámica de baja mortalidad y natalidad se estaba realizando en los
países latinoamericanos unas cuatro veces más rápido que en los países
de Europa occidental. Como resultado, los países de la región habían
experimentado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX un impor-
tante crecimiento natural de la población consecuencia de la transición
demográfica, al reducirse la mortalidad con anterioridad al descenso de
la fecundidad. En paralelo el proceso de modernización demográfica
también significó una creciente urbanización con un aumento progre-
sivo de la población que residía en ciudades que se nutrían de la llegada
de migrantes de las zonas rurales. En 1950 sólo un 42,2% de la pobla-
ción latinoamericana habitaba en áreas urbanas, a finales del siglo XX,
en el año 2000, las ciudades albergaban ya a tres cuartas partes de la
población.
Esta dinámica generó una presión demográfica que no pudo ser
respondida satisfactoriamente ante la incapacidad de mantener un
crecimiento económico sostenido y de consolidar políticas sociales,
como consecuencia de la débil estructura de los estados tanto en la
fase de la industrialización por sustitución de importaciones primero,
como en la fase de las políticas del Consenso de Washington después.
Según Milanovic y Muñoz de Bustillo (2008) el rápido crecimiento
demográfico, en especial urbano, ha hecho que haya una abundante
mano de obra, lo cual deriva en un menor crecimiento de su remu-
neración, un mayor número de parados y un crecimiento del sector
informal haciendo más difícil que se produjeran cambios distributivos
favorables a las rentas bajas. El crecimiento poblacional, junto con los
152 Rafael Grande

importantes desequilibrios demográficos que afecta a toda la estruc-


tura social, vino a funcionar en esta fase como una suerte de factor de
expulsión de la población vía migraciones internacionales —siguien-
do la lógica de teorías migratorias push and pull (Prieto y López-Gay,
2015)—, lo cual ha moderado las tasas de crecimiento real que aun
así siguen siendo importantes en muchos países de la región. Así se
observa el agravamiento del saldo migratorio negativo a lo largo de la
segunda mitad del siglo XX, como se observa en el gráfico 1, lo cual
no deja de ser similar a lo ocurrido en Europa en esta misma fase de la
transición demográfica.
Gráfico 1. Evolución de la mortalidad, la natalidad y el saldo migratorio
entre 1950-55 y 2020-25 en América Latina (tasas por 1.000 habitantes)

45,0 4,0

40,0 3,0
35,0
2,0
30,0
1,0
25,0
0,0
20,0
-1,0
15,0
-2,0
10,0

5,0 -3,0

0,0 -4,0

Tasa bruta de natalidad


Tasa bruta de mortalidad
Tasa de migracion

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPALSTAT.

Mientras que las últimas décadas del siglo XX supusieron, como se


ha venido describiendo, una consolidación de la primera transición de-
mográfica en América Latina, las primeras décadas del siglo XXI han
asentado las bases hacia la segunda transición demográfica, con más
intensidad en algunos de los países más avanzados de la región. Este se-
gundo modelo describe una nueva transición, en la que están inmersas
Dinámica demográfica y estructura social 153

de pleno las sociedades más desarrolladas a nivel mundial desde hace


unas tres décadas, en donde la fecundidad continúa descendiendo —si-
tuándose de manera sostenida por debajo del nivel teórico de rempla-
zo—, prosigue el paulatino aumento de la longevidad, y se observa un
leve crecimiento de las tasas de mortalidad debido al envejecimiento de
la estructura de la población (Lesthaeghe y Van de Kaa, 1986). Mientras
que el elemento más característico de la Primera Transición Demográfi-
ca fue el fuerte descenso de la mortalidad —especialmente infantil y pre-
matura—, la Segunda Transición Demográfica debe interpretarse como
las consecuencias del descenso de la intensidad de la fecundidad, en los
que está jugado un papel fundamental la revolución anticonceptiva y el
progresivo empoderamiento femenino. Según la literatura demográfica,
al igual que en otras regiones, el mecanismo explicativo de esta segunda
transición en América Latina radica en los cambios de mentalidad y
valores posmaterialistas en la medida en que la paternidad/maternidad,
hasta ahora respaldada por fuerzas tradicionales como la religión, pier-
de su papel protagonista frente al individualismo, la autorrealización, la
satisfacción personal y la libertad (Van de Kaa, 2002). Sin duda, estos
cambios demográficos han generado importantes implicaciones en la
estructura social latinoamericana durante los últimos 25 años y lo se-
guirán haciendo en las próximas décadas; sin embargo, las tendencias
son muy desiguales entre países, entre zonas urbanas y rurales y entre
grupos étnicos.
Como se muestra en el gráfico 1, la tasa bruta de mortalidad subió de
media en el conjunto de América Latina de 5,9 por cada 1000 habitantes
en el quinquenio 2000-2005 a los 6,6 ‰ en el actual quinquenio 2020-
2025 debido a la cada vez más envejecida estructura por edades de la
población. En ese mismo periodo la esperanza de vida media al nacer en
la región latinoamericana siguió su tendencia al alza vinculada a las me-
joras en bienestar y salud, pasando de 70,6 años a 76,1 y manteniéndose
el patrón de mayor esperanza de vida femenina que masculina. Es nece-
sario subrayar los importantes efectos de la pandemia de la COVID-19
en este sentido en América Latina, con un aumento significativo de la
mortalidad entre población adulta-mayor, con una más alta letalidad
entre los hombres, y su consecuente efecto negativo sobre la esperanza
de vida, aunque se debe tener en consideración las fuertes disparidades
154 Rafael Grande

en la sobremortalidad causada por el virus entre países y comunidades


(Binstock et al., 2021).
Por su parte los indicadores de natalidad y fecundidad agravaron
su acelerado descenso en las primeras décadas del siglo XXI como in-
dicadores principales de los avances hacia una segunda transición de-
mográfica en las sociedades latinoamericanas: la tasa bruta de natali-
dad paso de una media en la región de 23,5 nacimientos por cada 1000
habitantes a 15,3 (gráfico 1), y la tasa global de fecundidad descensión
más de medio punto desde los 2,5 hijos por mujer en el año 2000 hasta
el 1,9 hijos por mujer de media en el año 2021, según datos de CEPAL.
Pese a la configuración de nuevos regímenes de baja fecundidad en cada
vez más países latinoamericanos (Cuba, Brasil, Chile, Colombia, Costa
Rica y Uruguay tiene en 2020 una fecundidad ya por debajo del nivel de
remplazo), esta tendencia no ha venido acompañada —frente a lo que se
observa en otras regiones como Europa o este asiático— de un retraso
en el calendario reproductivo, prevaleciendo por lo general un patrón
de reproducción a edades tempranas (Cabella y Pardo, 2014; Rodríguez
y Cavenaghi, 2014). No obstante, en este sentido conviene subrayar dos
tendencias, por un lado, se observa durante los últimos años, de forma
especialmente intensa en la década de 2010, una caída pronunciada de
la fecundidad adolescente en gran parte de los países latinoamericanos;
por otro lado, la situación generada por la pandemia de la COVID-19
durante los años 2020 y 2021 se ha traducido en un descenso de la fe-
cundidad debido a la posible postergación de la maternidad ante el con-
texto sociosanitario generado.
Finalmente, aunque de forma más moderada, durante los primeros
años del siglo XXI el peso de la población urbana siguió aumentando
en decaimiento de las áreas rurales que siguen perdiendo población en
términos relativos, del 75,6% de población que habitaba en áreas urba-
nas en el año 2000 hasta el 81,5% en 2020, resultado en gran medida del
crecimiento de las ciudades medias.
Actualizando la propuesta de Chackiel (2004), la tabla 1 clasifica a
los países según la etapa en la que se encuentran de la transición de-
mográfica, comparando su situación a finales del siglo XX (quinquenio
1995-2000) y aproximadamente un cuarto de siglo después (quinquenio
Dinámica demográfica y estructura social 155

2020-2025), periodo que coincide con el “boom de las commodities” y


la “marea rosa”. Mientras que a finales del siglo XX la mitad de los 20
países analizados se situaban aún en una fase moderada de la primera
transición demográfica, tras estas primeras décadas del siglo XXI to-
dos ellos, salvo Haití, han llegado como mínimo a una fase plena de
esa transición. Los indicadores de Cuba la sitúan en los dos momentos
analizados en una segunda transición ya avanzada, pero destacan los
casos de Chile, Colombia, Costa Rica y Uruguay que han pasado de
unas pautas características del final de la primera transición a una ini-
ciada segunda transición con una fecundidad muy por debajo de los 2
hijos por mujer y una esperanza de vida superior a los 76 años en todos
ellos, e incluso superior a los 80 años en Chile y Costa Rica. Mención
especial merece el caso de Brasil que ha pasado en apenas dos décadas
de una fase moderada de la primera transición a ganar más de 7 años
de esperanza de vida y reducir los hijos por mujer de 2,5 a 1,7. En todos
los países estas sostenidas tendencias demográficas se traducen en un
menor crecimiento de la población, sintomático de sociedades cada vez
más envejecidas.
Observando en conjunto los indicadores se aprecia una tendencia a
la convergencia o reducción de las diferencias entre países tanto en la
mayor longevidad como en la reducción de la fecundidad, en la medida
que estos cambios están siendo más acelerados e intensos en los países
que partían de una fase más retrasada. Por ejemplo, destacan los casos
de los países andinos —en especial Bolivia que ha aumentado en este
periodo en más de once años la esperanza de vida media y ha reducido
en 1,7 su tasa global de fecundidad— y de los países centroamericanos
como Guatemala, El Salvador, Honduras o Nicaragua con descensos
muy acuciados en los indicadores de fecundidad. En el lado contrario
encontramos los casos de Argentina y México, donde se observa la mis-
ma tendencia, pero con una intensidad más moderada que en el resto de
la región, teniendo en consideración que ya partían de una situación de
transición plena a finales del pasado siglo.
Tabla 1. Situación de los países de América Latina según su etapa de la transición demográfica (TD). 1995-2000 y 2020-2025
156

1ª TD moderada 1ª TD plena 2ª TD iniciada


Bolivia (EV0: 60,9 | TGF: 4,25 | TC: 19,9)
Argentina (EV0: 73,1 | TGF: 2,63 | TC: 11,4)
Brasil (EV0: 69,3 | TGF: 2,47 | TC: 15,0)
Chile (EV0: 75,7 | TGF: 2,20 | TC: 13,3)
Ecuador (EV0: 71,9 | TGF: 3,27| TC: 19,8)
Colombia (EV0: 72,1| TGF: 2,70 | TC: 15,2)
El Salvador (EV0: 68,0 | TGF: 3,34 | TC: 8,6)
Costa Rica (EV0: 77,0 | TGF: 2,61 | TC: 22,5)
1995- Guatemala (EV0: 66,5 | TGF: 4,83 | TC: 23,2) Cuba (EV0: 76,2 | TGF: 1,61 | TC:
México (EV0: 73,3 | TGF: 2,85 | TC: 15,6)
2000 Haití (EV0: 56,6 | TGF: 4,62 | TC: 17,8) 3,9)
Panamá (EV0: 74,6 | TGF: 2,81 | TC: 20,2)
Honduras (EV0: 69,9 | TGF: 4,56 | TC: 26,6)
Rep. Dominicana (EV0: 68,8 | TGF: 2,95 | TC: 16,3)
Nicaragua (EV0: 68,3 | TGF: 3,40 | TC: 17,2)
Uruguay (EV0: 74,2 | TGF: 2,30 | TC: 5,9)
Paraguay (EV0: 69,9 | TGF: 3,88 | TC: 21,6)
Venezuela (EV0: 71,6 | TGF: 2,94 | TC: 19,2)
Perú (EV0: 70,0 | TGF: 3,05 | TC: 15,0)
Argentina (EV0: 77,2 | TGF: 2,20 | TC: 7,9)
Brasil (EV0: 76,6 | TGF: 1,67| TC:
Bolivia (EV0: 72,3 | TGF: 2,58 | TC: 13,4)
6,6)
Ecuador (EV0: 77,7 | TGF: 2,32 | TC: 12,8)
Chile (EV0: 80.7 | TGF: 1,60 | TC:
El Salvador (EV0: 74,1 | TGF: 1,96 | TC: 3,7)
6,6)
Guatemala (EV0: 75,0 | TGF: 2,67 | TC: 15,6)
Colombia (EV0: 77,9| TGF: 1,73|
Honduras (EV0: 75,9 | TGF: 2,32| TC: 11,3)
2020- TC: 6,3)
Haití (EV0: 65,0 | TGF: 2,74 | TC: 10,6) México (EV0: 75,4 | TGF: 2,03 | TC: 11,4)
2025 Costa Rica (EV0: 80,9 | TGF: 1,68
Nicaragua (EV0: 75,2 | TGF: 2,28| TC: 9,0)
| TC: 7,5)
Panamá (EV0: 79,1 | TGF: 2,37 | TC: 13,9)
Cuba (EV0: 79,2 | TGF: 1,57 | TC:
Paraguay (EV0: 74,6 | TGF: 2,33 | TC: 10,2)
-0,8)
Perú (EV0: 77,4 | TGF: 2,16 | TC: 10,6)
Uruguay (EV0: 78,4 | TGF: 1,92 |
Rep. Dominicana (EV0: 74,6 | TGF: 2,23 | TC: 9,5)
TC: 3,1)
Venezuela (EV0: 72,3 | TGF: 2,18 | TC: 10,1)
Nota: La ubicación se realiza con base a los valores de la esperanza de vida al nacer (EV0) y de la tasa global de fecundidad (TGF) según el
siguiente criterio: 1ª TD moderada: EV0 menor de 70 años y TGF mayor de 3 hijos por mujer; 1ª TD plena: EV0 entre 70 y 76 años, y TGF
entre 2 y 3 hijos por mujer; 2ª TD avanzada: EV0 mayor de 76 años y TGF menor de 2 hijos por mujer. TC = tasa anual de crecimiento de la
Rafael Grande

población total por cada 1000 habitantes. Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPALSTAT.
Dinámica demográfica y estructura social 157

La velocidad de estos cambios en la longevidad, la fecundidad y el


crecimiento de la población ha impactado de lleno en la dinámica socio-
política de la región. En este sentido, la teoría de la revolución reproduc-
tiva3 proporciona un marco explicativo conjunto de las dos transiciones
demográficas y sus importantes consecuencias para la estructura social.
Las pautas demográficas juegan un papel fundamental para entender las
posibilidades del desarrollo unido al territorio y la implementación de
políticas públicas, por lo que son un eje fundamental para analizar el de-
venir de América Latina en los últimos años y de cara al futuro próximo.
A continuación de repasan las principales consecuencias sociológicas
de la revolución reproductiva observada durante las últimas décadas.
En primer lugar, como se ha ido exponiendo más arriba, se está dan-
do un significativo cambio en la estructura por edades de la población.
El peso relativo de los grupos etarios ha seguido una tendencia hacia el
progresivo envejecimiento demográfico de las poblaciones. El índice de
envejecimiento del conjunto de América Latina se ha duplicado durante
las dos primeras décadas del siglo XXI, pasando de los 17,4 adultos ma-
yores (de 65 años y más) por cada cien niños y jóvenes (menores de 15
años) en el año 2000 a los 36,4 por cien en el año 2020. Pese a que la ten-
dencia al envejecimiento es compartida por todos los países, destacan
los casos de Cuba donde en el año 2020 el grupo etario de 65 y más años
representa más del 15,9% del total de la población, y de Argentina, Chile
y Uruguay donde representa el 11,4%, 12,2% y 15,1% respectivamen-
te. Además, dados los importantes aumentos en la esperanza de vida
también se observa una mayor diversidad etaria dentro del grupo de 65
años y más, donde ganan peso la población con más de 75 años e, inclu-
so, los centenarios, en ambos casos colectivos especialmente feminiza-
dos. En consecuencia, las sociedades latinoamericanas se van alejando,

3
La idea central de la Revolución Reproductiva es que la fecundidad se ha adaptado
a las necesidades de la mayor supervivencia de la población, dando lugar a un
salto cualitativo en la eficiencia con que los sistemas demográficos reproducen las
poblaciones. Es decir, el logro de una mayor longevidad se traduce en una menor
necesidad de tener un alto número de descendientes para mantener el tamaño
de la población, ganando así eficiencia en la medida en que se reduce la carga de
trabajo reproductivo (MacInnes y Pérez, 2008).
158 Rafael Grande

poco a poco, de la fase de “bono demográfico” en que la proporción de


personas en edades potencialmente productivas crecía con relación a
la de personas en edades potencialmente inactivas (niños y personas
mayores). Por lo general los dividendos derivados de esta “ventana de
oportunidad demográfica” no fueron suficientemente aprovechados por
la baja capacidad de las economías para generar empleo productivo, lo
que favoreció un incrementado la emigración internacional como res-
puesta a la presión demográfica.
Este cambio gradual, pero imparable, de envejecimiento de la pobla-
ción tiene importantes repercusiones en múltiples aspectos de la vida
social. Por un lado, un auge de las tareas y servicios de cuidados a las
personas mayores. Por otro lado, y vinculado a ello, cada vez más so-
ciedades latinoamericanas empiezan a tener una necesidad intrínseca
de mano de obra inmigrante que cubra los puestos de trabajo que no
absorbe una estructura de la población en proceso de envejecimiento
y con una reducción de las cohortes jóvenes que entran al mercado la-
boral como consecuencia del descenso de la fecundidad. Esta deman-
da de mano de obra ha sido satisfecha por las importantes migraciones
del mundo rural a las áreas urbanas de la región desde mediado del
siglo XX, y también por migraciones intrarregionales. Al respecto, las
primeras décadas del siglo XXI destacan por una reducción del saldo
migratorio (gráfco 1) y un aumento de las migraciones intrarregionales,
fomentadas especialmente por la consolidación de nuevos destinos y la
diversidad de los movimientos migratorios (Bengoechea, 2018).
En segundo lugar, el principal corolario de la revolución reproducti-
va que se viene observando en los últimos tiempos en América Latina es
la mayor eficiencia en la reproducción al liberar recursos que las fami-
lias, en especial las mujeres, pueden dedicar a otros tipos de producción.
Es decir, el descenso de la fecundidad y el menor número medio de hijos
por mujer está provocado un decaimiento sin precedentes de la carga
de trabajo que ha supuesto históricamente la reproducción y crianza de
los hijos. Esta tendencia no es baladí como factor necesario, aunque no
suficiente, para entender las dinámicas de superación de la tradicional
división sexual del trabajo, marcada en este periodo por una creciente
incorporación de las mujeres a la educación superior y al mercado de
trabajo. Según datos de la Cepal, en el conjunto de América Latina se
Dinámica demográfica y estructura social 159

ha pasado en promedio de un 36,8% de mujeres de 15 y más años dedi-


cadas exclusivamente a las labores del hogar en el año 2000 a un 28,4%
en 2019. Este descenso es similar, en términos relativos, tanto en las
mujeres con hijos como en las mujeres sin hijos, reforzando la idea de la
importancia del descenso del trabajo reproductivo en los cambios en la
estructura social. Así, la tasa de participación económica femenina pasó
en el conjunto de América Latina de menos del 47% en el año 2000 a un
51,5% en 2019. Como consecuencia de las restricciones implementadas
para luchar contra la pandemia de la COVID-19, las cifras del año 2020
reflejan un ligero aumento de las mujeres dedicadas en exclusiva a tareas
del hogar y un descenso de su tasa de participación económica en casi
todos los países analizados.
Esta paulatina transformación está siendo una de las bases sobre las
que se asienta el lento proceso de decaimiento de los valores patriarca-
les. Así, la disminución del trabajo reproductivo aparece vinculada a la
aún minoritaria y sesgada aparición de nuevas masculinidades o a la
privatización de la sexualidad al desvincularse las prácticas sexuales de
su función reproductiva y, por tanto, del control social al que han sido
históricamente sometidas por las religiones o el Estado.
Una tercera implicación sociológica de los cambios demográficos
descritos es la consolidación de nuevos y diversos modelos familiares.
Por un lado, de forma lógica, la tendencia descendente de la fecundidad
supone una reducción del tamaño de los hogares: los primeros veinte
años del siglo XXI el tamaño medio de los hogares de América Latina ha
pasado de ser 4,3 en el año 2000 a 3,5 en 2020. Más allá de lecturas nega-
tivas que asocian estas tendencias a un debilitamiento de la institución
familiar, los nuevos modelos de hogares y pautas familiares se caracte-
rizan por un debilitamiento de la división sexual del trabajo domésti-
co y los valores patriarcales. Además, la evidencia apunta a una nueva
centralidad de las familias al menos en dos sentidos. Por un lado, aun-
que como resultado del descenso de la fecundidad se reduce el trabajo
reproductivo que asumen las familias esto favorece un incremento de la
intensidad y la concentración de los cuidados; por ejemplo, situando a
la institución familiar en el centro de la atención de políticas públicas y
como garante de los crecientes derechos sociales de la infancia. Por otro
lado, se observa cada vez más en América Latina, como ha sucedido con
160 Rafael Grande

anterioridad en regiones más desarrolladas, una coexistencia intergene-


racional y un mayor reparto entre diversas generaciones de las tareas de
cuidados, tanto hacia abajo (cuidado de los niños) como hacia arriba
(cuidados de los mayores).
Por último, en cuarto lugar, una de las consecuencias de lo acelerado
de los cambios demográficos que están experimentando las sociedades
latinoamericanas es la consolidación de brechas reflejadas en las pau-
tas de salud y reproductivas. Como se ha indicado más arriba una de
las principales brechas es el diferente ritmo de la transición demográ-
fica entre países (tabla 1), pero además al interior de cada país se dan
importantes desequilibrios, principalmente según la posición socioe-
conómica, la pertenencia a grupos étnicos y comunidades indígenas,
y la segregación espacial entre el hábitat rural o urbano, brechas que
en muchas ocasiones se encuentran superpuestas. En general, se viene
observando una mayor mortalidad, menor esperanza de vida entre los
estratos socioeconómicos más desfavorecidos, las minorías étnicas y las
zonas rurales, lo cual se deriva en importantes consecuencias en térmi-
nos de exclusión social y de diseño de las políticas públicas.
Del mismo modo persiste una clara asociación entre mejor posición
socioeconómica y menor fecundidad como resultado del desigual acce-
so a los anticonceptivos, las políticas de planificación familiar y, sobre
todo, al nivel educativo y cultural vinculado a valores más individua-
listas, seculares y posmaterialistas de los estratos superiores (Rosero,
2003; Schkolnik y Chackiel, 2004). Aunque en las fases iniciales de la
transición demográfica el descenso de la fecundidad tuvo lugar entre las
mujeres de mayor nivel educativo y socioeconómica, en las fases más
avanzadas esta tendencia se ha generalizado a los grupos de ingresos
medios y bajos y con menores niveles formativos. Resultado de ello las
diferencias en la intensidad de la fecundidad y en el calendario repro-
ductivo se han ido reduciendo, aunque se observa que el retraso en la
edad de la maternidad es una pauta exclusiva de las clases medias-altas
(Benzala y Kessler, 2020; Castro et al., 2022). Tomando como indicador
de la desigualdad socioeconómica los quintiles de ingreso per cápita, el
gráfico 2 muestra como a menor ingreso aumenta al tamaño de los ho-
gares y aumenta el porcentaje de mujeres con dedicación exclusiva a las
labores del hogar. Sin embargo, durante las dos primeras décadas del si-
Dinámica demográfica y estructura social 161

glo XXI se observa que todos los quintiles de ingreso han visto reducido
el tamaño de los hogares y el porcentaje de mujeres dedicadas sólo a las
tareas domésticas como consecuencias directas de la generalización de
la revolución reproductiva. Pese a ello las desigualdades según quintiles
de ingresos no parecen haberse reducido durante este periodo pese a las
mejoras derivadas de las políticas públicas implementadas en numero-
sos países. Por ejemplo, en conjunto de América Latina en 2019 más de
la mitad de los hogares del quintil inferior de ingresos se encontraba en
situación de hacinamiento, mientras que esta situación sólo la padecían
un 8.4% de los hogares del quintil superior.
Gráfico 2. Porcentaje de mujeres con dedicación exclusiva a las labores
del hogar tamaño medio de los hogares según quintiles de ingreso per
cápita, América Latina (promedio) 2000 y 2020

% mujeres con dedicación exclusiva a las labores del hogar


50,0
40,0
30,0
20,0
10,0
0,0
Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5

2000 2020

Tamaño medio de los hogares


6,0
5,0
4,0
3,0
2,0
1,0
0,0
Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5

2000 2020

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPALSTAT.


162 Rafael Grande

La desigualdad en el comportamiento demográfico también tiene


su reflejo en la segregación geográfica característica de la estructura
de la población. Por un lado, las áreas rurales han iniciado de forma
más tardía la adopción de pautas demográficas modernas, mante-
niendo en la actualidad mayores tasas de mortalidad y de fecundi-
dad. Pese a ello, durante las dos últimas décadas las inversiones pú-
blicas en zonas rurales en mucho de los países han ido cerrando la
persistente brecha entre el hábitat rural y urbano en este sentido. Por
otro lado, la segregación residencial ha provocado que se consoliden
importantes diferencias en términos demográficos y de salud públi-
ca entre diferentes regiones y ciudades y, muy significativamente,
entre diferentes barrios dentro de las ciudades. Por ejemplo, según el
reciente trabajo de Bilal et al. (2021) América Latina se caracteriza
por una alta heterogeneidad en la esperanza de vida entre diferentes
regiones dentro de los países y entre diferentes zonas o barrios den-
tro de las ciudades, concluyendo que los niveles más altos de educa-
ción, el acceso al agua y al saneamiento y un menor hacinamiento se
asociaron con mejores indicadores de salud y una mayor esperanza
de vida.

3. CAMBIOS (Y PERSISTENCIAS) EN LA
ESTRATIFICACIÓN SOCIAL
La estratificación social, en tanto desigualdades multidimensiona-
les que clasifican de forma jerárquica a los miembros de una sociedad,
ha constituido uno de los ejes clásicos en el estudio sociológico y eco-
nómico de la realidad social latinoamericana. La estratificación social
en América Latina presenta la peculiaridad de estar marcada por altos
índices de desigualdad, de los más altos del mundo, y una notable hete-
rogeneidad respecto a la composición de la estructura de clases sociales
entre países. Durante la segunda mitad del siglo XX se diferencias de
forma clara dos fases. Primero un periodo de crecimiento económico,
hasta el inicio de la década de los ochenta, bajo el modelo de sustitución
de importaciones, que no se tradujo en una reducción de la desigualdad,
sino más bien en un aumento de la desigualdad económica como resul-
tado de la creciente disparidad entre la proporción del ingreso que cap-
Dinámica demográfica y estructura social 163

taban las clases altas y las clases inferiores lastradas por la informalidad
laboral (Portes, 1985). Segundo, un periodo de políticas neoliberales en
las décadas de los 80 y 90, bajo el modelo del Consenso de Washington,
con un claro aumento de la desigualdad del ingreso y la pobreza, en pa-
ralelo a la contracción de la clase trabajadora formal y del proletariado
informal debido a la incapacidad de las economías de absorber mano
de obra y de las políticas públicas para dar respuesta a las dinámicas de
exclusión (Portes y Hoffman, 2003)
A continuación, para analizar las tendencias de la estratificación so-
cial en las primeras décadas del siglo XXI, en el contexto del boom de
las commodities y la posterior recesión, se pone el énfasis, por un lado,
en la distribución de los ingresos y su reflejo en la desigualdad y la ex-
clusión social; y, por otro lado, en los cambios relativos a las posiciones
ocupacionales en el mercado de trabajo y la movilidad social como ele-
mentos principales de identificación de las clases sociales en un sentido
sociológico neoweberiano.

3.1. Desigualdad y exclusión social


El ciclo de crecimiento económico de principios del siglo XXI —
impulsado por el auge del precio de las commodities, junto con las po-
líticas sociales puestas en marcha por los gobiernos progresistas de
la “marea rosa” — se tradujo en una tendencia a la reducción de la
desigualdad. El gráfico 3 muestra el cambio en la distribución del in-
greso per cápita comparando la década 2000-2010 y la década 2010-
2020, evidenciado que durante el primero de estos dos decenios tuvo
lugar un fuerte crecimiento de los ingresos en términos relativos de los
quintiles inferiores en decremento de los ingresos del quintil más alto
de la distribución. Mientras que el 20% de la población con menores
ingresos (quintil 1) pasó de concentrar el 2,9% de los ingresos totales
en el año 2000 al 3,6% en 2010, el 20% más rico (quintil 5) pasó en
esos diez años de concentrar el 58% de los ingresos al 53,9%. En cam-
bio, en la segunda década analizada, la recesión económica (contagio
de la crisis financiera internacional de 2008, bajada del precio de las
commodities, descenso de las remesas recibidas, o el giro a la derecha
de algunos gobiernos de la región) se tradujo en un enfriamiento de
164 Rafael Grande

esa tendencia redistributiva del ingreso, observando como el quintil


inferior de la distribución no vio alterado la proporción de ingresos
recibida.
Gráfico 3. Cambios en la distribución del ingreso de las personas por
quintiles de ingreso en las décadas 2000-2010 y 2010-2020, promedio de
América Latina
Variación relativa de los ingresos per

20,0

10,0
cápita

0,0
Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5

-10,0

2000-2010 2010-2020

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPALSTAT.

Este cambio de tendencia se observa también de forma clara al


estudiar la evolución de la desigualdad mediante el índice de Gini
y de la población en situación de pobreza (gráfico 4). Desde el año
2001 hasta los años 2013-2014 se da en promedio en el conjunto de
la región latinoamericana un importante descenso de la desigual-
dad y de la pobreza. Desde el año 2015, y aún más agravado en los
datos de 2020 como consecuencia de la pandemia de la COVID-19,
el descenso de la desigualdad se estanca y la pobreza muestra una
tendencia al alza. Conviene subrayar que el descenso de la población
en situación de pobreza (que pasó de un 44,1% a un 27,8%), fruto de
las relativamente exitosas políticas de inclusión —como por ejemplo
los exitosos programas de transferencias condicionadas de renta que
pusieron en marcha la mayoría de países latinoamericanos—, no ha
tenido la misma intensidad en la pobreza extrema lo que se puede
deber a la complejidad de implementar políticas efectivas en colecti-
vos que sufren múltiples desigualdades y una exclusión estructural.
Dinámica demográfica y estructura social 165

Una vez más, estas tendencias son diversas entre los diferentes países
y al interior de estos. En ese sentido, destaca, como caso paradigmá-
tico, Bolivia cuyo índice de Gini paso de un 0,63 en 2000 a 0,43 en
2019, y la población en situación de pobreza pasó en esos mismos
años de representar dos tercios de la población a ser menos de un
tercio.
Como apuntan Benzala y Kessler (2020) más allá de los positivos
datos macrosociales, la tendencia apunta a una mayor inclusión social
de importantes segmentos de la población que se encontraban en si-
tuaciones vulnerables, pero no tanto a un avance en igualdad estruc-
tural derivado de la debilidad de los modelos de bienestar a la hora de
enfrentar los múltiples y superpuestos mecanismos de la desigualdad.
Reflejo de ello es que, las mejoras en desigualdad y exclusión social pa-
recen haberse estancado en la medida en que la fase económica alcista
ha desaparecido, y la ausencia de cambios realmente estructurales ha
provocado aumentos en los niveles de pobreza y en la desigualdad en
algunos países a partir del año 2015, y de forma mucho más agudizada
como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 (CEPAL, 2021)
(gráfico 4).
166 Rafael Grande

Gráfico 4. Evolución de la desigualdad (índice de Gini) y de la exclusión


social (% de población en situación de pobreza y de pobreza extrema),
promedio de América Latina 2001-2020

Índice de GINI
0,55

0,53

0,51

0,49

0,47

0,45
20012002200320042005200620072008200920102011201220132014201520162017 201820192020

Pobreza
50,0
Pobreza extrema Pobreza
40,0

30,0

20,0

10,0

0,0

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPALSTAT.

3.2. Mercado de trabajo y clases sociales ocupacionales


Tanto las tendencias en desigualdad social como en la estratificación
en clases sociales están estrechamente asociadas en la región a las di-
námicas del mercado de trabajo. El mencionado ciclo de crecimiento
sostenido e intenso en América Latina a principios de siglo supuso al
mismo tiempo un incremento de la participación laboral y de la ocupa-
Dinámica demográfica y estructura social 167

ción, de forma más destacada entre las mujeres lo que ha supuesto una
reducción de las brechas de género. Pese a esa tendencia, explicada por
el mayor acceso a la educación de las mujeres de las generaciones más
jóvenes y los avances hacia la formalización y regulación del sector ser-
vicios, en especial del trabajo doméstico y de cuidados (CEPAL, 2021),
estudios recientes muestran que la reducción de la brecha salarial de
género se ha estancado tras el ciclo económico de crecimiento (Mar-
chionni, 2018). A partir del año 2015, con dinámicas diversas en los
distintos países, los mercados de trabajo latinoamericanos se contraen
como respuesta a la recesión y al enfriamiento macroeconómico, lo que
se tradujo en muchos casos en un aumento del desempleo entre los sec-
tores medios y bajo de la estructura social.
Uno de los rasgos más determinantes, en términos estratificación so-
cial, es el alto grado de informalidad en los mercados de trabajo, lo cual
está estrechamente asociados a bajos ingresos y situaciones de preca-
riedad laboral, y ha dificultado la implementación de políticas públicas
de protección social vinculadas al empleo durante las fases reformistas
y de crecimiento. Aunque con diferencias entre países, en las primeras
décadas del siglo XXI la región experimentó una tendencia creciente
del porcentaje que representa el empleo formal, por ejemplo, se puede
destacar el caso de Brasil o Perú entre otros. Estas tendencias explican
en parte la reducción de la exclusión social y de la desigualdad, en la
medida en que la informalidad es un elemento definitorio de las clases y
estratos inferiores de las sociedades latinoamericanas. De nuevo, a par-
tir de 2015 los procesos de formalización del empleo entran en una fase
de estancamiento en paralelo a la recesión económica.
La pandemia de la COVID-19 en el año 2020 ha puesto de mani-
fiesto esta fragilidad de los mercados de trabajo latinoamericanos y, por
ende, los elementos estructurales que articulan la segmentación social.
Según los datos de CEPAL, en 2020 la tasa de participación laboral des-
cendió (en promedio en los países de la región más de 5 puntos) y el des-
empleo aumentó abruptamente (más de dos puntos en promedio). La
mayor inestabilidad ocupacional y las menores opciones de teletrabajo
ha provocado que, primero, la contracción generalizada del empleo y la
salida de la fuerza de trabajo se haya concentrado en el sector informal
durante el año 2020, y después que sean también esas ocupaciones in-
168 Rafael Grande

formales las que están liderando la recuperación parcial del empleo en


la etapa postpandemia (OIT, 2021).
Más allá de estas dinámicas, la situación de los individuos en el
mercado de trabajo en términos de situación económica (ingresos y
protección social) y de estatus o prestigio articulan sociológicamente
la estratificación de clases. Frente a las tendencias de las regiones pos-
tindustriales más desarrolladas, las sociedades latinoamericanas se ca-
racterizan por una fuerte consistencia de estatus; es decir, existe una
importante asociación entre la posición en el mercado de trabajo y su
prestigio, el nivel de ingresos y la protección social, y las condiciones
de vida y pautas de consumo. Solís et al. (2019), en base a un análisis
ocupacional de los heterogéneos mercados de trabajo latinoamericanos,
agrupan en tres grandes tipologías los países según su esquema de cla-
ses ocupaciones. En primer lugar, Argentina, Chile y Uruguay, se carac-
terizan por una mayor formalidad del empleo tanto no manual como
manual, una mayor configuración de las clases medias (un número rela-
tivamente alto de personas en la clase de servicio y la “clase administra-
tiva”), y un menor peso de las clases agrícolas. En segundo lugar, Brasil
y México, como las grandes economías de la región, frente a los países
del Cono Sur antes mencionados, no han logrado asentar unas clases
medias y el sector informal tiene aún una fuerte presencial, en especial
en trabajos manuales, además de un mayor peso de las clases agrícolas.
En tercer lugar, los países centroamericanos y andinos presentan pautas
parecidas y conjugándose además con importantes brechas étnicas. En
estos países el sector informal tiene un mayor peso en el mercado de
trabajo, pese a la tendencia a la formalización de las últimas décadas, las
clases agrícolas tiene un peso importante (entorno al 20%) y, en cambio,
las clases de servicios y administrativas presentan una menor expansión
en comparación con otros países de la región.

3.3. Pautas de movilidad intergeneracional


Para concluir este breve repaso a las tendencias de estratificación so-
cial es necesario mencionar el papel que ha jugado en los últimos años la
movilidad social. Pese a que los sistemas de estratificación latinoameri-
canos se caracterizan por su escaso grado de apertura —es decir, la exis-
Dinámica demográfica y estructura social 169

tencia de escasos mecanismos que permitan recorrer trayectorias ascen-


dentes o descendentes en la escala social—, la revolución reproductiva
vinculada a las transiciones demográficas (que permite aprovechar el
bono demográfico a nivel macro pero también a nivel familiar), la ex-
pansión de los sistemas educativos, y la lenta formalización del mercado
de trabajo han articulado, en términos tanto objetivos como subjetivos,
un marco de posibilidad para la movilidad social. Pese a ese contex-
to, las expectativas de las generaciones más jóvenes, como potenciales
“nuevas clases medias”, se encuentran insatisfechas en la medida en que
chocan con un modelo productivo y unas estructuras sociopolítica que
limitan sus oportunidades sembrando así la semilla del desencanto.
Pese a los cambios en la estructura social y en los indicadores socia-
les, el origen de clase social sigue teniendo un peso mucho más relevan-
te en la posición social que los logros educativos, debido a los exiguos
mecanismos meritocráticos. La expansión de la educación superior a
estratos medios y bajos, fruto del aumento de la inversión pública en las
últimas décadas, ha generado una mejora intergeneracional (en general
los individuos están mejor que sus progenitores); pero las importantes
brechas en la calidad educativa han mantenido las posiciones en la es-
tructura social (en general los individuos están igual respecto a sus pa-
res). Junto con la educación, la migración internacional se ha articulado
en muchos casos, fundamentalmente en periodos de crisis económica,
como un verdadero mecanismo de movilidad social además de geográ-
fica. Ahora bien, la fuerte selectividad social de las migraciones inter-
nacionales se convierte de nuevo en un mecanismo de reproducción de
las desigualdades, lo que se observa por ejemplo al comparar el origen
social de los migrantes intrarregionales (sur-sur) e interregionales (sur-
norte) (Bengochea, 2018).
Dos son los principales factores que explican esa persistencia de la
relativamente escasa fluidez social en la región: la desigualdad de in-
gresos y la desigualdad por origen étnico (afrodescendientes y comu-
nidades indígenas) que no han sido suficientemente superadas por las
políticas sociales como para romper las barreras a la movilidad social
en los años de bonanza económica y mejora de la mayoría de los indi-
cadores sociales. Por tanto, se continúa reproduciendo el efecto de las
desigualdades de clase, de etnia o de género a través de las formas en que
170 Rafael Grande

los valores culturales y los sistemas sociales distribuyen y recompensan


el logro educativo y favorece o dificultan los proyectos migratorios.

4. CONCLUSIONES
Este breve repaso a la evolución de las tendencias demográficas y de la
estructura social en América Latina durante las últimas décadas ha evi-
denciado importantísimos avances que han dibujado escenarios marca-
dos por la emergencia de nuevos retos de cara al futuro, pero, al mismo
tiempo, han puesto de relieve la persistencia de desafíos aún pendientes.
La modernización de las pautas demográficas, con un aumento de la
longevidad y una acelerada revolución reproductiva, ha generado una es-
tructura demográfica de oportunidad o “bono demográfico” en la medida
en que se redujeron las tasas de dependencia de la infancia por el descen-
so de la fecundidad y la dependencia de los grupos etarios mayores que
aún no representa altos porcentajes ante el incipiente proceso de envejeci-
miento de la estructura de la población. Además, la importante reducción
del trabajo reproductivo ha favorecido dinámicas de igualdad de género y
una nueva centralidad de las familias. Este contexto demográfico ha sido
aprovechado —de forma latente— durante las primeras décadas del siglo
XXI para lograr una mayor eficacia de las políticas públicas en aras de me-
joras sociales. No obstante, la mayoría de los países de la región parecen
estar desaprovechando la oportunidad que suponen el bono demográfico
y la revolución reproductiva a la hora de mejorar la inversión en calidad
educativa o en la mejora de sistemas sanitarios universales con el fin de
lograr una verdadera democratización de la salud y del capital educativo.
Lo acelerado de estos cambios hacen necesario poner la vista en el medio
plazo en los retos que trae consigo la cada vez más envejecida estructura
de la población, especialmente en estratos de la población con escasa pro-
tección social debido a las altas tasas de informalidad laboral.
Los indicadores sociales, por su parte, han mostrado tendencias di-
vergentes y procíclicas, en la medida en que han mejorado en los pe-
riodos de crecimiento económico. Entre el año 2000 y el año 2015 se
produce en la región un descenso de la desigualdad económica y una
disminución de la pobreza. Pese a que estos buenos resultados se deben
Dinámica demográfica y estructura social 171

en gran medida a la implementación de nuevas políticas sociales y pro-


gramas de prestaciones que llegaron por primera vez a segmentos de la
población a los que nunca habían llegado, esto no significó un cambio
en la estructura social. Tal y como defienden Benzala y Kessler (2020),
estas tendencias —vinculadas a la ola de gobiernos progresistas— su-
pusieron una mayor igualdad social y una reducción de la desigualdad
económica, pero no tanto un avance de igualdad ante las múltiples y
complejas desigualdades superpuestas que persisten como rasgos defi-
nitorios de la estructura social. La recesión económica a partir del año
2015 y las graves consecuencias de la COVID-19, en ambos casos con-
centrando los efectos negativos en los estratos más vulnerables de las
sociedades latinoamericanas, han puesto en evidencia los límites de las
mejoras alcanzadas durante los primeros años del siglo XXI y la persis-
tencia de unos modelos de estado de bienestar truncados y segmenta-
dos. En este sentido, aparecen importantes retos a futuro: por un lado,
la visibilizarían e implementación de políticas que afronten las brechas
por origen de clase, étnica, género o grupos de edad; por otro lado, lo-
grar programas que interpelen a las clases medias y logren establecer
mecanismos que favorezcan la movilidad social.

5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Behrman, J., Gaviria, A. y Székely, M. (2001). Intergenerational Mobility in Latin Ameri-
ca. Economia 2(1), 1-44. Disponible en: https://doi.org/10.1353/eco.2001.0010
Bengochea, J. (2018) Los movimientos migratorios de población Sur-Sur en América La-
tina: características del sistema migratorio y factores asociados a la migración, 1960-
2010. Tesis de doctorado en Estudios de Población, Colegio de México.
Benzala G. y Kessler, G. (2020) ¿Nueva? estructura social de América Latina. Cambios y
persistencias después de la ola de gobiernos progresistas. Madrid: Siglo XXI.
Bilal, U., Hessel, P., Perez-Ferrer, C. et al. (2021). “Life expectancy and mortality in 363
cities of Latin America”. Nature Medicine, 27, 463-470. Disponible en: https://doi.
org/10.1038/s41591-020-01214-4.
Binstock, G., Nathan, M.; Pardo, I. y Peláez, E. (coords.) (2021). Desafíos para el avance
de la Agenda 2030 en América Latina y el Caribe en el marco de la COVID-19. ALAP,
Serie Investigaciones Latinoamericanas de Población.
Cabella, W. y Pardo, I. (2014). Hacia un régimen de baja fecundidad en América Latina
y el Caribe, 1990-2015. En S. Cavenagui y W. Cabella, Comportamiento reproductivo
172 Rafael Grande

y fecundidad en América Latina: una agenda inconclusa (pp. 13-31). ALAP, serie e-
investigaciones n°3.
Castro, A., Batyra, E. y Myrskylä, M. (2022). Income Inequality and Increasing Disper-
sion of the Transition to First Birthin the Global South. Population and Development
Review, 48(1): 189-215. Disponible en: https://doi.org/10.1111/padr.12451 I.F.
CEPAL (2021). Panorama Social de América Latina 2020. Santiago de Chile: Naciones
Unidas.
Chackiel, J. (2004). La dinámica demográfica en América Latina. Santiago de Chile:
CEPAL, Serie Población y Desarrollo nº 52.
Lesthaeghe, R. y van de Kaa, D.J. (1986). “Twee Demografische Transities?” En D.J. van
de Kaa y R. Lesthaeghe (eds.), Bevolking: Groei en Krimp (pp. 9-24). Arnhem: Van
Loghum Slaterus.
MaCinnes, J. y Pérez, J. (2008). “La tercera revolución de la modernidad: la reproducti-
va”. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 122, 89-118.
Marchionni, M. (2018). Brechas de género en América Latina. Un estado de situación.
Buenos Aires: CAF.
Milanovic, B. y Muñoz Bustillo, R. (2008). “La desigualdad de la distribución de la ren-
ta en América Latina: situación, evolución y factores explicativos”. América Latina
Hoy, 48, 15-42. Disponible en: https://doi.org/10.14201/alh.1357
OIT (2021). Empleo e informalidad en América Latina y el Caribe: una recuperación
insuficiente y desigual. Ginebra: Organización Internacional del Trabajo.
Portes, A. (1985). “Latin American Class Structures: Their Composition and Change
During the Last Decade”. Latin American Research Review, 20 (3), 7-39.
Portes, A. y Hoffman K. (2003). “Latin American Class Structures: Their Composition
and Change during the Neoliberal Era”. Latin American Research Review, 38(1), 41-82.
Prieto, V. y López Gay, A. (2015). “Push and Pull Factors of Latin American Migra-
tion”. En A. Domingo, A. Sabater y R. Verdugo. (eds.) Demographic Analysis of Latin
American Immigrants in Spain (pp. 1-27). Suiza: Springer. Disponible en: https://doi.
org/10.1007/978-3-319-12361-5_1
Rodríguez, J. y Cavenaghi, S.M. (2014). “Adolescent and youth fertility and social in-
equality in Latin America and the Caribbean: what role has education played?”. Ge-
nus, 70(1), 1-25.
Rosero, L. (2003). La fecundidad en áreas metropolitanas de América Latina. Seminario
La fecundidad en América Latina y el Caribe: ¿Transición o revolución? Santiago de
Chile: CEPAL, 9 a 11 de junio.
Schkolnik S. y Chackiel, J. (2004). “Los sectores rezagados en la transición de la fecundi-
dad en América Latina”. Revista de la CEPAL, 83, 13-31. Disponible en: https://doi.
org/10.18356/50d6fc1c-es
Van de Kaa, D.J. (2002). “The Idea of a Second Demographic Transition in Industriali-
zed Countries”. Paper presented at the Sixth Welfare Policy Seminar of the National
Institute of Population and Social Security, Tokyo, Japan, 29 January 2002.
DEMOCRACIA Y BIENESTAR EN
AMÉRICA LATINA
Analía Minteguiaga
Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Instituto de Investigaciones Gino Germani
Universidad de Buenos Aires (IIGG-UBA), Argentina
Gemma Ubasart-González
Universidad de Girona, España

1. INTRODUCCIÓN
América Latina ha sido objeto de múltiples estudios sobre la demo-
cracia y sobre el bienestar. Los primeros especialmente prolíficos a la
luz de aquellos acontecimientos que, en el último cuarto del siglo XX,
alumbraron el retorno a la democracia en nuestras latitudes. Los segun-
dos, a partir de lo que se denominó en el debate experto, como “crítica
a…” y “crisis de…” los Estados de bienestar.
Menos profusa y fecunda resultó la producción investigativa que ha
buscado articular ambas entradas y hacerlo de una manera renovada.
Esto se debe a varias razones. Por un lado, el derrotero que han seguido
los análisis sobre la democracia fundamentalmente desde el campo po-
litológico que, a pesar de algunas excepcionalidades, ha resistido produ-
cir una definición sustantiva sobre la misma, una comprometida con la
discusión sobre las condiciones materiales de vida y, en definitiva, una
que la vincule con los proyectos de sociedad resultantes. Por el otro, la
trayectoria que ha tenido la investigación sobre el bienestar en Latino-
américa. A diferencia de lo acontecido en el anterior debate, éste regis-
tró una influencia desmedida de perspectivas y categorías provenientes
de los países considerados “centrales”, contextos que no se ajustan a las
realidades y problemáticas locales. Asimismo, una vez importados, no
lograron respetarse los resguardos que incluso éstos planteaban a fin de
no caer en miradas parciales, fragmentadas y preñadas de normatividad
y orientación evaluativa. Así tales contribuciones terminaron minando
174 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

la potencialidad de los análisis del bienestar como vía adecuada para


dar cuenta de los procesos de (des)igualdad social y, a fin de cuentas,
también sobre los modelos de sociedad en pugna.
Lo acontecido en América Latina en los primeros lustros del presente
siglo, especialmente en el marco de las denominadas “experiencias progre-
sistas o de izquierda”, ha revelado las limitaciones que han tenido las con-
ceptualizaciones sobre ambas nociones. Una región que, desde perspectivas
ancladas en la colonialidad, ha sido insistentemente lugar y objeto de lo que
falta, las deficiencias, los atrasos, y lo aún no desplegado y/o desarrollado.
En palabras de De Sousa Santos, miradas que solo revelan ausencias e invi-
sibilizan la producción de “emergencias emancipadoras” (2003, 2009). Esto
ha sido particularmente cierto en los últimos lustros cuando tuvieron lugar
procesos que buscaron repensar la relación entre democracia y bienestar.
Con mayor o menor grado de cumplimiento de sus promesas y expectati-
vas, aquellas experiencias gubernamentales y sociales ocurridas a principios
del siglo XXI que procuraron impugnar el proyecto neoliberal develaron en
sus heterogéneas trayectorias el auténtico problema en ciernes: democracia
y bienestar no pueden ser reducidos a “fines” en sí mismo. Cuando eso ocu-
rre es porque han perdido su potencia política, develadora y combatiente
de injusticias e inequidades. Es necesario re-dotarlos de una sustantividad
conceptual que les permita participar en la discusión y disputa por las con-
diciones materiales de vida. Desde aquí podrán constituirse no en puntos de
llegada, como si en los procesos históricos de emancipación hubiera metas
de este tipo. Sino en medios o mecanismos siempre activados para alcan-
zar una vida digna de ser vivida. Esto exige pensarlos contantemente en el
marco de los “problemas estructurales de la formación social (capitalista)”
(Offe, 1990: 77) en nuestra región; es decir, de los procesos de producción
y reproducción de las (des)igualdades (múltiples y variables) que entraña
dicha formación en los escenarios latinoamericanos.

2. LUCES Y SOMBRAS EN TORNO A LOS ESTUDIOS


SOBRE LA DEMOCRACIA EN LATINOAMÉRICA
Al calor de los procesos de transición y consolidación de la democra-
cia, acontecidos en la región, entre las décadas del ochenta y noventa del
Democracia y bienestar en América Latina 175

siglo pasado, se generó una nutrida producción académica sobre dicha


temática. Se trató de una discusión que hizo hincapié en un conjunto de
condiciones que debían cumplimentarse a fin de garantizar la salida de
las experiencias autoritarias y dictatoriales. No sólo era indispensable
tomar distancia respecto a ellas, sino “romper amarras” de una vez y
para siempre. Su marca de origen pasaba por identificar un conjunto
de elementos que tenían la capacidad de marcar una frontera incuestio-
nable entre ambas “formas de gobierno”. Una suerte de requisitos bási-
cos fundamentales. Robert Dahl (1990) [1971] nombró a los esquemas
que cumplían tal piso o umbral como “poliarquías”. También hubo otras
nominaciones empero todas compartían ese núcleo duro de mínimos
sin los cuales la democracia no podía alumbrarse. Con o sin intención,
operó una suerte de equivalencia con la noción de “régimen político
democrático”, respaldando así una comprensión procedimental de la
democracia.
Los problemas detectados en tales abordajes no sólo aludían a dicha
analogía sino radicaban en que de alguna manera se postulaba una defi-
nición clausurante en tanto parecía abalarse la idea de que el sólo cum-
plimento de tales requisitos (cual check list) per se la garantizaba. No
se vislumbraba la democracia como una obra siempre en construcción
y en tránsito; un proceso histórico abierto no sólo a nuevos requisitos
sino a posibles configuraciones en donde incluso esos mínimos revela-
ran límites y, por ende, la necesidad de reajustes constantes1.
Posteriormente, autores inscritos en este corriente buscaron ampliarla,
considerando que en tanto la “democracia poliárquica” constituye un “nivel

1
Baste como ejemplo lo ocurrido en Brasil (desde 2016 a la fecha), Ecuador (desde
2017 a la fecha), Argentina (desde 2016 a la fecha) y Bolivia (de 2019 a 2020). En
estos casos se vislumbraron novedosos cuestionamientos a la democracia protago-
nizados especialmente por los poderes judiciales locales (algunos con manifiestos
vínculos con gobiernos extranjeros) o por las corporaciones de comunicación (Ti-
rado Sánchez, 2021). A estos actores deben sumarse las fuerzas armadas, agencias
de seguridad pública y de inteligencia domésticas, organizaciones interguberna-
mentales (como la OEA) y civiles no gubernamentales (como la Agencia de los Es-
tados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), Fundación Nacional para
la Democracia (NED), Instituto Nacional para la Democracia (NDI) o el Instituto
Republicano Internacional (IRI) (Romano, et. al., 2020).
176 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

de democratización mínimo” el desafío, una vez alcanzado, resulta en avan-


zar más allá de dicho umbral (Dahl, 1999: 114). De alguna manera, el uso
de la idea de “democratización” —y ya no sólo de democracia a secas— bus-
caba otorgar esa dinámica de proceso, de horizonte abierto, en definitiva,
de diálogo con las experiencias históricas (Whitehead, 2002). Esto posibi-
litó que, en los albores del siglo XXI, la preocupación diera un giro hacia
la “calidad” de la democracia e incluso hacia las “calidades diferenciales”
de ésta (O´Donnell, 2007; Morlino, 2009; Vargas-Cullell, 2011; Cansino,
2013). Tal perspectiva colaboró en incluir otros aspectos que excedían la
mirada procedimental de la democracia. Esto produjo no sólo una exten-
sa producción investigativa sobre la temática sino iniciativas concretas que
buscaron formas para evaluar tales aspectos cualitativos (Landman, 2009;
Morlino, 2012). De igual forma, el debate experto dio paso a la inquietud
por los alcances de dicha democratización: no sólo debía dar cuenta del
mencionado régimen político sino de la sociedad y el Estado (O´Donnell
y Wolfson; 1993; O´Donnell, 1993). Es decir, cómo interactúan estas dife-
rentes esferas en dicho proceso democratizador. Ahora bien, las miradas
sobre esto también registraron cierto sesgo. Respecto a la primera, se en-
fatizó en cómo la participación, movilización y organización social podían
ampliar la arena política democrática, especialmente en clave de evidenciar
tensiones cuando no existía un consecuente desarrollo de institucionalidad
democrática (O´Donnell y Schmitter, 1994). Esto se dio en los albores de la
discusión sobre la transición a la democracia, empero con el correr de los
años asumió otros sentidos2. Si al inicio fue pensar cómo renacía la socie-
dad civil luego de permanecer enmudecida y controlada bajo las experien-
cias autoritarias; posteriormente, bajo los procesos de ajuste estructural y
reforma neoliberal del Estado, se enfocó en cómo ésta debía participar en
su democratización. Así, el Estado también integró el mencionado esfuerzo
democratizador. Éste pasaba por dotarlo de un indiscutible componente de
“civilidad”. Si durante las fases iniciales de la transición fue visto a través del
prisma de la oposición civil vs. militar, posteriormente pasó por las moda-
lidades de incorporación de la ciudadanía en la gestión estatal. Se volvió
lábil la referencia a actores colectivos y procesos de movilización social y se

2
Para abordar este debate en profundidad véase Minteguiaga, 2009a.
Democracia y bienestar en América Latina 177

instaló con fuerza una ciudadanía anclada en el plano individual y casi apo-
lítico. Confusamente, aparecieron propuestas de “incorporar lo público a lo
estatal” (como si hasta ese momento hubieran sido nociones antitéticas) o
de “inaugurar lo público más allá de lo estatal” (como si lo estatal se redujera
a su aparato burocrático), asegurando que sólo incluyendo mecanismos de
participación ciudadana se podía alcanzar una verdadera democratización
del Estado (Cunill Grau, 1997). También ambiguamente democratización
se equivalió en diversas ocasiones a reducción y achicamiento del Estado.
En ambos casos, sociedad y Estado, se incorporaban así al debate sobre la
democracia desde una perspectiva estrictamente liberal (Somers, 1995). De
igual forma en la discusión más reciente sobre la democracia se avanzó en
el análisis de las “capacidades estatales”. El Estado al igual que el régimen
político exige alcanzar distintos tipos de capacidad o mejor dicho capacida-
des de “distinto orden” si desea democratizarse. Unas referidas a mínimos o
básicos de estatalidad: “definen a un Estado a secas, con independencia del
régimen político que lo acompañe”, las cuales preceden a cualquier valora-
ción sobre su carácter o no democrático, mientras otras aluden a su grado
de democraticidad (Iazetta, 2013: 12).
Ahora bien, si todas estas contribuciones del debate pudieron lograr
superar la primera restricción mencionada, no consiguieron vencer una
segunda, más profunda. Una que atañe a un núcleo duro incontestado de
potente performatividad. La concepción procedimental y altamente forma-
lizada de la democracia, a pesar de ser objeto de críticas y de revisiones
terminará siendo el lugar al que, una y otra vez, parece volverse. Una suer-
te de reducto de consenso totalizante que rehúye (y por eso el consenso)
la discusión sobre la democracia como forma de gobierno de las mayorías
en sociedades que funcionan a partir de y por la producción incesante de
desigualdades. De hecho, no es casual que tales derroteros analíticos supu-
sieran convivencias con el desarme de los Estado de bienestar o de los proto
que existieron en nuestras latitudes y, fundamentalmente, con el avance del
neoliberalismo. Incluso podría decirse que muchas veces se trató de debates
que parecieron aportar mecanismos para complementar tal proyecto so-
cietal con la “democracia” (Bresser Pereira y Cunill Grau, 1998). De alguna
manera, ese debate que buscó articular democracia, Estado y sociedad pa-
reció desconocer otra articulación indispensable: aquella con el ámbito de
la producción, la economía y la distribución de la riqueza social generada.
178 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

En el contexto de América Latina, donde el neoliberalismo supuso la


escalada de dinámicas de exclusión y desigualdad llegando al punto de
poner en jaque la supervivencia de amplios sectores poblacionales, se
revela con patente fuerza la ausencia de una definición sustantiva de de-
mocracia. Siguiendo a Lechner, ésta significa la constitución de la socie-
dad en sujeto que decide sobre su destino. Supone que “la preocupación
por ¿quién gobierna? no apunta meramente a un mero procedimiento
para cambiar el gobierno, sino que concierne al mando sobre la produc-
ción [y distribución] material de la vida” (1982: 67). Decidir colectiva-
mente sobre los objetivos sociales presume discutir la materialidad. No
se trata simplemente del empleo de la “regla de mayoría” para establecer
ciertas leyes generales (formales) y cambiar pacíficamente de gobierno.
Desde aquí, no resulta fortuito que la concepción procedimental me-
noscabe el conflicto y ensalce lo consensual. En su opuesto se encuentra
otra que alude a los procesos de decisión colectiva (siempre dificultosos
y la mayoría de las veces beligerantes dado el statu quo que se preten-
de trocar) sobre el modo de producción y reproducción material de la
vida. Por esta misma razón, Lechner sostiene que la definición procedi-
mental ha declinado introducir “postulados de valores materiales como
la igualdad y la justicia” (Ídem: 58). Una igualdad y una justicia que
excedan su acepción meramente formal. Respectivamente, ni una que
sólo adquiere sentido “ante la ley” ni otra que sólo suponga “obediencia
a las reglas establecidas” (Ídem). Desde aquí la democracia no puede
ser compatible con cualquier “régimen de regulación de las desigualda-
des”, lo que nos lleva al debate sobre el bienestar en nuestra región. Éste,
como veremos a continuación, también tendió a escamotear su papel
en las dinámicas (des)igualadoras y, por ende, en la configuración del
modelo de sociedad y orden social.

3. BREVE ITINERARIO DE LOS ESTUDIOS SOBRE EL


BIENESTAR EN LATINOAMÉRICA
Al igual que en la temática anterior, fue a partir de la década del
ochenta donde se registran los primeros esfuerzos que buscaron estu-
diar de manera sistemática, integral y comparada el bienestar en las so-
ciedades latinoamericanas. Primeramente, bajo la noción de “Estados
Democracia y bienestar en América Latina 179

sociales” y luego, una década después, bajo el concepto de “régimen de


bienestar”. Los trabajos iniciales se centraron en “clasificaciones” de paí-
ses de la región a partir de lo ocurrido en los programas de seguro social
(Mesa Lago, 1985). Recién en la década siguiente se busca introducir la
categoría de “regímenes de bienestar” en nuestra región. Ideada para el
análisis comparativo de lo acontecido en países de “democracias capita-
listas avanzadas” (Esping-Andersen, 1993:21), la noción buscaba tomar
distancia de los estudios clásicos sobre los Estados de bienestar. Des-
de aquí se plantean varios puntos de ruptura con aquellos estudios. El
primero, superar la aproximación meramente cuantitativista basada en
exámenes de la cantidad de dinero que se gasta, para centrarse en cómo
se gasta, “sociologizando” así el análisis. Asimismo, se postula la nece-
sidad de dejar de lado la mirada fraccionada y estanca de los diferentes
sectores de política que intervienen en el bienestar que tiende a olvidar
la vinculación inseparable entre políticas sociales y económicas. Igual-
mente se habla de la necesidad de incluir no solamente la esfera público-
estatal como productora y distribuidora de bienestar sino también tener
en cuenta otras esferas como la mercantil, la comunitaria o social y la
familiar. También se alude a la necesidad eliminar los sesgos normativos
y las improntas evaluativas que habían asumido tales clásicos estudios.
Como si la noción de “Estado de bienestar” albergara contenidos únicos
y esenciales que funcionaran como parámetros de referencia y compa-
ración. Esto fue así porque tal formación estatal involucró una suerte
de supuesto: su papel compensador o corrector de las desigualdades.
Es decir, per se daba por descontado su carácter igualador. Empero, la
propuesta de Esping-Andersen parte de la idea de que tal estatalidad
o formación estatal no resulta un mecanismo que interviene en la es-
tructura de desigualdad a fin de subsanarla, sino que es “un sistema de
estratificación en sí mismo, (…) una fuerza activa en el ordenamiento
de las relaciones sociales De esta forma, las políticas pueden (o no) ge-
nerar problemas de estratificación (por clases y estatus), es decir formas
de desigualdad y diferencia” (Esping-Andersen, 1993: 44). En otras pa-
labras, la producción o no de (des)igualdad es un resultado de dicho
régimen y no un a priori. Dicho sintéticamente, cuando hablamos de
régimen de bienestar estamos aludiendo a un régimen de regulación de
la (des)igualdad. Finalmente, desde aquí adquiere inteligibilidad quizás
180 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

la más relevante ruptura que plantea esta nueva ola de indagación en


torno al bienestar. Ese resultado participa en el tipo de modelo general
de sociedad que se va configurando.
En América Latina este andamiaje alumbró importantes investi-
gaciones, empero por distintas razones éstas no lograron siempre
respetar las salvaguardas antes mencionadas. En algunos casos de-
bidamente justificadas en base a las características de desarrollo so-
cioeconómico de los países de la región, así como de evolución de sus
sistemas protectivos (Minteguiaga y Ubasart, 2021; Ubasart y Minte-
guiaga, 2017). Empero esta línea resultó, en los hechos, ser minoritaria
si se la compara con la profusa producción investigativa y de publica-
ciones que no cumplió ninguna de aquellas rupturas. Una que llevó la
fragmentación, la parcialización la normativización y, en definitiva, la
naturalización de lo social a niveles únicos. Esto se dio paralelamente
al despliegue del proyecto social neoliberal y de un paradigma de las
políticas ligadas al bienestar que colaboró con ese proyecto. Prolifera-
ron abordajes cuantitativistas, centrados en una definición equívoca
de la cuestión social; una concepción reducida de la política social
(políticas focalizadas para pobres) (Minteguiaga, 2009b), volviendo
orgánicas distinciones que eran sólo analíticas (política económica-
política social); invisibilizó el efecto desprotectivo que podía conllevar
la asunción de más y nuevas responsabilidades por parte de otras esfe-
ras como el mercado, la comunidad o la familia; desconoció el impac-
to estructurador de estas miradas y acciones e ignoró su participación
en la conformación de las sociedades latinoamericanas.
Esto exige volver sobre lo mencionado en la sección anterior. Si la
democracia involucra inexorablemente la discusión en torno a las con-
diciones materiales de vida y si el bienestar, también bajo una concep-
ción sustantiva, da cuenta de cómo se regulan las desigualdades y qué
resultados en términos sociales se generan, se está apuntando a un mis-
mo núcleo problemático. Desde aquí, a continuación, buscaremos dar
cuenta de la importancia de producir análisis y lecturas de la realidad
latinoamericana combinando ambas aportaciones.
Democracia y bienestar en América Latina 181

4. NUEVAS LUCES BAJO EL PRISMA DE LAS


EXPERIENCIAS PROGRESISTAS EN AMÉRICA LATINA
El nuevo milenio supuso en diversos países de América Latina más
que un cambio de ciclo3. La llamada “marea rosa” fue mutando el color
político de los gobiernos de la región. Desde la victoria de Hugo Chávez
en Venezuela (1998), un número importante de países pasaron a ser go-
bernados por fuerzas definidas como “progresistas o de izquierda”4. A
pesar de que cada experiencia tuvo sus especificidades, compartieron el
objetivo “desmontar el núcleo duro de la agenda neoliberal y recuperar
ciertas funciones de bienestar social y regulación económica, como se
venía realizando, aunque de modo muy desigual, en los años previos al
ajuste estructural” (Ramírez, 2006: 33). Así pues, se produce una ruptura
con las más de dos décadas de discursos y políticas neoliberales derivadas
del Consenso de Washington caracterizadas por la “flexibilización labo-
ral, la privatización, la desregulación, la apertura de las cuentas comercial
y financiera, la reducción del tamaño del Estado, etc.” (Falconí y Muñoz,
2012:77). Estas experiencias que buscaron contestar al neoliberalismo in-
volucraron tanto la extensión de derechos civiles y políticos como sociales
dándole un nuevo cariz a la consolidación de los procesos de democrati-
zación iniciada con el fin de las dictaduras5. Así, el binomio democracia y

3
Siguiendo a García Linera, no resulta pertinente hablar de “nuevo ciclo” o incluso
de “fin de ciclo”. Tal noción resulta desacertada porque supone una concepción
teleológica de los procesos históricos, movida por leyes independientes y por en-
cima de las sociedades, lo cual termina por negar la acción de los sujetos sociales
en el sostenimiento o modificación de dichos procesos. Desde este lugar, propone
hablar de “oleadas” o mejor dicho de “procesos por oleadas revolucionarias”. Así,
las fuerzas de derecha con sus acciones de “contrainsurgencia perpetua podrán
volverse eficaces, dar sentido a la historia o arrebatar el protagonismo popular,
solamente en función de lo que las propias clases populares plebeyas hagan o dejen
de hacer (…)” (2016: 22).
4
Le siguen, entre otros países, Brasil (2003, 2006, 2011), Argentina (2003, 2007,
2011 y retorno en el 2019), Uruguay (2005, 2010 y 2015), Bolivia (2005, 2009,
2014, 2019 y retorno en el 2020), Ecuador (2007, 2009, 2013 y 2017 —aunque esta
última, sin Correa, fue de desmontaje del legado progresista—).
5
Compartiendo la mirada de Lechner, Ramírez indica que la primera ola de gobier-
nos progresistas reveló que aquel debate que contrapuso democracia y revolución
resultaba falso. “Si bien en la historia de los últimos cien años los países han hecho
182 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

bienestar adquirió remozada entidad en la región durante aquellos prime-


ros lustros del nuevo milenio.
De manera no muy distinta a la consolidación del Estado de bienes-
tar keynesiano-fordista en la Europa democrática después de la Segun-
da Guerra Mundial, los esfuerzos por avanzar en la construcción de una
suerte de ciudadanía social en América Latina no sólo coincidieron con
un ciclo económico favorable. Si bien una ingente literatura dio cuen-
ta que esa primera ola se benefició de ciertas condiciones económicas
internacionales como el “boom de los commodities” fue sin duda un
cambio en el ejercicio del poder lo que permitió transitar hacia otro
escenario. Fue crecimiento económico más la decisión, emanada desde
la autoridad pública, de modificar el statu quo a favor de las grandes
mayorías. Así pues, en toda la región se registran mejoras en relación
con diversos indicadores: reducción de tasas de pobreza e indigencia
y un mayor y mejor funcionamiento tanto de los sistemas públicos de
protección social como del mercado laboral. Asimismo, se opera una
reducción de la desigualdad, aunque con grados variables según cada
caso nacional. Como afirma Ramírez, América Latina fue la única re-
gión en el mundo que durante aquellos años vio reducir la desigual-
dad en democracia mientras otras regiones como Europa, e incluso los
Estados Unidos, la vieron incrementarse; “tal proceso constituyó una
amenaza para las oligarquías que dejaron de acumular a la velocidad
que lo venían haciendo, pero sobre todo dejaron de ordenar y dirigir
lo que se debía hacer en cada país. Esto implica que no se puede pensar
en radicalizar la participación en la toma de decisiones en las diferentes
esferas sociales (mercado, Estado, familia y comunidad), sin pensar la
socialización igualitaria de la materialidad. Para esto hay que ir mucho
más allá de la democracia liberal representativa” (2020:25).

cambios abruptos y radicales eliminando la democracia, durante los primeros lus-


tros del presente siglo los gobiernos de izquierda de la región hicieron transfor-
maciones sustantivas en democracia” (2020: 25). El legado histórico muestra que
sólo puede haber revolución en democracia, porque “la revolución no es otra cosa
que la radicalización de la democracia” (García Linera, p. 59 citado por Ramírez,
ídem).
Democracia y bienestar en América Latina 183

En este capítulo se consideran cinco experiencias nacionales en re-


presentación de aquella oleada que han sido escogidas por la duración y
continuidad de los periodos gubernamentales, así como también por la
significación que han supuesto en la región: ya sea por criterios económi-
co-poblacionales o bien por haber transitado cambios de importante re-
levancia. Por un lado, se toman los casos de Argentina, Brasil y Uruguay,
donde se implementaron políticas públicas encaminadas a la profundiza-
ción de un Estado social con cierta capacidad de redistribuir o, si más no,
de sostener a los sectores más vulnerables. Por otro lado, se estudian dos
países que avanzaron en constitucionalizar los cambios mediante la elabo-
ración de nuevas cartas magnas, las cuales supusieron además importan-
tes transformaciones estatales: Bolívia y Ecuador. La mayor parte de estas
experiencias significaron también destacados momentos de estabilidad
política e institucional en la historia de los países citados.
Los casos de estudio empezaron el milenio bajo el impacto de las
políticas de austeridad impuestas por el recetario neoliberal. La contrac-
ción de la economía y la reducción del gasto social hicieron aumentar
los niveles de desigualdad, pobreza e indigencia. La migración fue una
de las salidas por las que optó una parte importante de la población
(Aliaga, 2017). El siglo XXI se inaugura con importantes movilizacio-
nes sociales. El descontento de la ciudadanía con las élites políticas y el
funcionamiento del sistema provocaron el desarrollo de una importante
política contenciosa (Lobato y Suriano, 2003; Chávez, Mokrani y Urio-
na, 2011; Ramírez, 2011). Ésta fue impulsada por una amplia amalga-
ma de actores: indígenas, mineros, jóvenes, grupos de izquierda, entre
otros. El estallido social frente al “corralito” en Argentina (2001-02),
la guerra del gas en Bolivia (2002-03) o la rebelión de los forajidos en
Ecuador (2005) destacan en este periodo de gran inestabilidad social,
política e institucional.

4.1. Argentina, Brasil y Uruguay


En ese contexto de fuertes tensiones se allana el camino para que el
peronista de izquierda Néstor Kirchner asuma la presidencia de Argen-
tina (2003). Pocos meses antes Lula Da Silva, del Partido de los Traba-
jadores, se había posicionado también en la presidencia de Brasil. Un
184 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

par de años más tarde lo haría Tabaré Vázquez por el Frente Amplio en
Uruguay. Se trata de experiencias políticas que transcienden las agrega-
ciones partidistas tradicionales. Destacados procesos de movilización
y organización social acaban generando renovados sujetos que actúan
en la arena política. Estos aportan un actualizado programa político
progresista: hacer crecer la democracia en términos de consolidación
institucional, agencia política y de fomento de los espacios de interfaz
entre los poderes públicos con la ciudadanía. Y junto a esta dimensión,
la producción de importantes avances en términos de garantía de con-
diciones materiales de vida; esto es, legitimar la intervención del Estado
en la economía y consolidar nuevos y revisitados servicios públicos y
transferencias. De manera importante en estos países se dedican am-
plios recursos para fortalecer políticas de protección social que incluyen
intervenciones focalizadas de renta con mejorías respeto a las impulsa-
das durante el periodo neoliberal.
Durante los gobiernos progresistas (Argentina, 2003-2015; Brasil,
2003-2016; Uruguay, 2005-2020) existen avances importantes, aunque
desiguales, en el campo socioeconómico. 1) En los tres casos entre 2001
y 2011 se produce una expansión de los ingresos del gobierno central
y del gasto público. También se reduce el porcentaje de la deuda exter-
na. 2) El crecimiento del gasto público en educación según porcentaje
PIB se identifica en todos los casos, aunque en sanidad solo se produce
en el caso de Argentina. Los indicadores de resultado e impacto de los
servicios públicos mejoran en todos los casos (excepto en embarazos
adolescentes en Argentina). La tendencia se alarga hasta la actualidad,
pero de manera más desacelerada. 3) La extensión y calidad del merca-
do de trabajo se identifica también en esta primera década: disminuye
la tasa de desocupación, aumentan los afiliados a un sistema previsional
y se rebaja la proporción de empleo informal. 4) La pobreza, indigencia
y desigualdad se reducen en Brasil de manera muy acelerada durante
el primer periodo, menos significativo el segundo. Uruguay tiene un
mismo comportamiento.
Estos resultados se dieron concomitantemente a mejoras en los indi-
cadores desarrollados en el marco de los estudios sobre cultura política,
los cuales ayudan a comprender cómo la ciudadanía percibe la demo-
cracia y, en definitiva, la cosa pública. En Argentina y Brasil en este pri-
Democracia y bienestar en América Latina 185

mer período aumenta considerablemente el porcentaje de personas que


legitiman la democracia mientras que en Uruguay se mantiene en unas
cifras altas no muy distantes de las europeas. También en Argentina (so-
bre todo) y en Uruguay disminuye la desconfianza hacia las institucio-
nes políticas y del Estado (en Brasil no se mueve el indicador). Si recu-
rrimos a los clásicos índices de democratización se producen progresos.
En el Democray Index de The Economist, que presenta un ranking, los
tres países escalan posiciones. En relación con la percepción de captura
del Estado se produce una mejora muy acelerada en Uruguay y signifi-
cativa en Argentina.
Tabla 1. Indicadores de bienestar y democracia (Argentina, Brasil y Uruguay)
186

Argentina (2003- 15) (2019-) Brasil (2003-16) Uruguay (2005-20)


2001 2011 2021 2001 2011 2021 2001 2011 2021
INDICADORES
BIENESTAR
Ingresos del estado y
gasto público
Deuda externa como 46,6 12,9 19,3 29,7
26,3 12 4,4 (2015) 11 (2020) 36,4 (2020)
porcentaje PIB (2020) (1999) (1999) (2015)
Ingresos del gobierno
18,8
central como 13,1 18,7 20,6 22,6 22,3 22,6 24,9 26,5
(2020)
porcentaje PIB
Gasto público del
17,3
gobierno central como 9,2 11,3 13 (2019) 14,7 14,9 . 12,5 16,2 (2019)
(2019)
porcentaje PIB
Servicios de
educación, sanidad y
protección social
Gasto público en salud
8,6 9,4 9,5 (2019) 8,6 7,8 9,6 (2019) 10,6 7,9 9,3 (2019)
como porcentaje PIB
Gasto público en
educación como 4,8 5,3 4,8 (2019) 3,8 5,7 6,1 (2018) 2,8 4,4 4,7 (2019)
porcentaje PIB
Tasa neta de mortalidad
13,1
infantil IGME (por 16,9 12,4 7,6 (2020) 28,5 16 14,4 8,9 5,3 (2020)
(2020)
1000 nacidos vivos)
Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González
Argentina (2003- 15) (2019-) Brasil (2003-16) Uruguay (2005-20)
2001 2011 2021 2001 2011 2021 2001 2011 2021
Tasa neta de matrícula
89,3 89,6
educación secundaria 80,4 85,2 84,9 85 (2019) . 78,9 89,3 (2019)
(2019) (2002)
alta
Tasa de fecundidad de
las adolescentes (cada 49,9 49,1
60,3 66,9 78,4 63,1 66,2 56,6 35,8 (2018)
1.000 mujeres entre (2018) (2019)
15-19 años)
Calidad del mercado
de trabajo
Tasa de desocupación 11,5 13,5 10,8
17,4 7,2 9,4 6,7 6,3 4,1 (2020)
(tasa anual media) (2020) (2020) (2006)
Democracia y bienestar en América Latina

Ocupados afiliados a 63,3


. . . 48,5 60,4 . . .
un sistema previsional (2015)
Proporción de empleo
49,4 47,9 44,4
informal (estimaciones 59,6 (2004) 47,7 . 46 38,3 24 (2019)
(2019) (2019) (2006)
OIT)
Pobreza y desigualdad
Pobreza . . . 38,4 21,0 18,4 . 7,0 5,2
Indigencia . . . 7,4 4,4 5,1 . 0,3 0,3
0,519 0,397
Gini . . . 0,576 0,526 . 0,413
(2020) (2020)
Porcentaje de
población que afirma
9 (2006) 17 28 (2020) 42 (2006) 35 39 (2020) 9 (2006) 16 13 (2020)
pertenecer a un grupo
discriminado
187
Argentina (2003- 15) (2019-) Brasil (2003-16) Uruguay (2005-20)
188

2001 2011 2021 2001 2011 2021 2001 2011 2021


Población que ha
pensado en migrar a 30 (2002) 16 40 (2020) 17 (2002) 15 25 (2020) 28 (2002) 19 26 (2020)
otro país
INDICADORES
DEMOCRACIA
Cultura política y
opinión pública
Porcentaje de personas
que creen que la
60 71 67 (2020) 38 52 46 (2020) 82 79 79 (2020)
democracia es la mejor
forma de gobierno
Satisfacción con la 58,1 56,2 62,8 61,8
43,9 44 (2006) 38,7 66,2
democracia * (2012) (2012) (2006) (2012)
Desconfianza en las
instituciones políticas y 79 55 80 60 60 65 41 36 39
del estado
Percepción de captura
75 (2004) 68 85 (2020) 69 (2004) 71 74 (2020) 84 (2004) 37 58 (2020)
del estado
Indices de
democratización
Demo- Demo- Demo- Demo- Demo- Demo- Demo- Demo- Demo-
cracia. cracia. cracia. cracia. cracia. cracia. cracia. cracia. cracia.
IDEA Internacional
Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño
medio medio medio medio medio medio alto alto alto
Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González
Argentina (2003- 15) (2019-) Brasil (2003-16) Uruguay (2005-20)
2001 2011 2021 2001 2011 2021 2001 2011 2021
Freedom in the word
Parcialmen- Parcial-
(derechos políticos y Libre Libre Libre Libre Libre Libre Libre
te libre mente libre
libertades civiles)
Democracy Index-rank 54 (2006) 51 50 42 (2006) 45 47 27 (2006) 17 13
Mecanismos
democracia directa
Mecanismos de
Iniciativa Iniciativa Iniciativa
democracia directa
legislativa Consulta popular legislativa Consulta popular legislativa Consulta popular
presvistos en la
popular popular popular
Constitución *
Consultas en s.
Democracia y bienestar en América Latina

2003. Referendum sobre revocación


XXI (plebiscitos o 2005. Referendum armas de fuego
monopolio importación combustibles
referendum)
2004. Referendum de reforma
constitucional sobre recursos hídricos
Participación electoral
Promedio participación
elecciones
79,7 79,6 80,16 81,7 81,3 80,7 91,6 89,1 90,5
presidenciales (década
1990, 2000, 2010) ***
Caràcter legal sufragio
Voto como deber y sanciones Voto como deber y sanciones Voto como deber y sanciones
(derecho o deber) ****
Género y política
189
Argentina (2003- 15) (2019-) Brasil (2003-16) Uruguay (2005-20)
190

2001 2011 2021 2001 2011 2021 2001 2011 2021


Porcentaje de escaños
ocupados por mujeres 32,3
26,5 (2000) 37,4 42 6,8 8,60 15,2 12,10 24,3
en parlamentos (2010)
nacionales
Fuente: CEPALSTAT. Bases de datos y publicaciones estadísticas.
*LAPOP
** Elaboración propia a partir de la clasificación utilizada en Zovatto (2008:26)
*** Romero (2050:50)
**** Romero (2020:76)
Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González
Democracia y bienestar en América Latina 191

4.2. Bolivia y Ecuador


En los casos de Bolivia y Ecuador los procesos neoliberales termina-
ron con mutaciones aún más significativas en términos de democracia
y bienestar. En enero de 2006 el sindicalista cocalero Evo Morales, del
Movimiento al Socialismo (MAS), gana las elecciones presidenciales en
Bolivia. En enero de 2007 el profesor de economía Rafael Correa, de
la plataforma progresista Alianza PAIS, se hace con la presidencia de
Ecuador. Ambas victorias abren procesos constituyentes con compo-
nentes de robusta participación ciudadana que acaban con la aproba-
ción de nuevas cartas políticas (2009 y 2008 respectivamente). Desde el
punto de vista externo, los procesos constituyentes “asumen la necesi-
dad de legitimar la voluntad social de cambio mediante un intachable
proceso constituyente de hechura democrática y (…) consiguen aprobar
constituciones que apuntan, en definitiva, hacia el Estado constitucio-
nal. Teoría y práctica se unen, por lo tanto, en el nuevo constitucionalis-
mo latinoamericano” (Viciano y Martínez Dalmau, 2010: 26).
Relacionados con el esquema de bienestar las dos constituciones des-
tacan características compartidas presentando innovaciones respeto a las
cartas magnas del pasado: 1) En la definición del tipo de Estado se pone
acento en la garantía de las condiciones materiales de subsistencia y en los
modelos de desarrollo que las sostienen. Se da centralidad a los derechos
sociales: un “Estado unitario social” en Bolivia6, un “Estado constitucional
de derechos” en el caso de Ecuador7. 2) Se conceptualizan unos “derechos
fundamentalísimos”, que tienen rango superior a los “derechos fundamen-
tales”, en la Constitución boliviana; y, los “derechos del buen vivir” en la
Constitución de Ecuador, estableciéndose un sistema nacional de inclusión
y equidad para poder hacerlos efectivos (art. 340). 3) Se hace referencia al
ciclo de vida y a los derechos vinculados a este. Complementan o concretan
los derechos básicos de bienestar (Minteguiaga y Ubasart, 2015).

6
“Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Co-
munitario (…), y asegura el desarrollo equitativo mediante la redistribución de los
excedentes económicos en políticas sociales, de salud, educación y cultura” (art. 1
Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia).
7
“El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democráti-
co, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico” (art. 1
Constitución de la República de Ecuador).
192 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

Bolivia y Ecuador son países con importante presencia indígena,


multiculturales y multilingües. Ambos presentan unos modelos de de-
sarrollo basados de manera importante en la explotación y exportación
de recursos naturales y de producción agrícola.
Históricamente han presentado economías frágiles y fuertemente de-
pendientes del exterior. Además, la construcción de institucionalidad públi-
ca resultaba un verdadero reto pendiente tanto en lo que tiene que ver con la
capacidad de rectoría y planificación de políticas públicas, la regulación de
la economía, como de presencia y autoridad en los territorios más remotos
de estos países (selva, sierra, etc.). En este sentido, estos países habían expe-
rimentado un desarrollo rezagado y limitado de sus sistemas de bienestar
durante el siglo XX, diferenciándose de otros considerados como “pione-
ros” o “tardíos” en la región (Mesa-Lago, 1985); y habían sido ubicados,
por las tipologías creadas, dentro de las naciones con regímenes de bienes-
tar “excluyentes” (Filgueira, 1998; Barba, 2003) o “familiaristas” (Martínez
Franzoni, 2007). La importante proporción de población indígena siempre
complejizó el tratamiento del bienestar dado que a las desigualdades so-
cioeconómicas se sumaron otras de tipo étnico-cultural.
Desde este lugar, en estos países las transformaciones estatales y el desa-
rrollo de políticas de (re)distribución durante las experiencias progresistas
provocaron importantes rendimientos del régimen de bienestar. El para-
digma de bienestar de ambos se acercó a uno de tipo Estatal-bienestarista
(Minteguiaga y Ubasart-González, 2021) aunque con especificidades diver-
sas. Tal paradigma debe verse como una suerte de orientación normativa
que tuvieron las transformaciones acontecidas, que —por supuesto— de-
bieron lidiar con heredades de histórica exclusión. En Bolivia fue prioridad
la incorporación de la plurinacionalidad. Se puso en valor el ideal del “vivir
bien”. En Ecuador existió una importante prioridad en la descorporativiza-
ción de los sistemas de bienestar. De la misma manera, el “buen vivir” de
origen indígena se constituyó como ideal para ir más allá de las concep-
ciones economicistas del desarrollo. Los indicadores anteriormente citados
para los casos de Argentina, Brasil y Uruguay mejoraron de manera más
intensa y acelerada aún en los gobiernos progresistas de Bolivia y Ecuador:
ingresos del Estado y gasto público; servicios de educación, sanidad y pro-
tección social; calidad del mercado de trabajo, pobreza y desigualdad.
Tabla 2. Indicadores de bienestar y democracia (Bolivia y Ecuador)

Bolivia (2006-19) (2020-) Ecuador (2007-17)


2001 2011 2021 2001 2011 2021
INDICADORES BIENESTAR
Ingresos del estado y gasto público
Deuda externa como porcentaje PIB 46,6 14,6 28,6 (2020) 37,9 11,6 42,3 (2020)
Ingresos del gobierno central como
24,3 32,8 29,3 (2017) 15,7 21,7 23,6
porcentaje PIB
Gasto público del gobierno central como
13 11,2 12 (2018) 3,9 8,1 10,5 (2019)
porcentaje PIB
Servicios de educación, sanidad y
Democracia y bienestar en América Latina

protección social
Gasto público en salud como porcentaje PIB 4,8 5,2 6,9 (2019) 3,7 6,5 7,8 (2019)
Gasto público en educación como
. . . 1,2 (2000) 4,7 4,2 (2019)
porcentaje PIB
Tasa neta de mortalidad infantil IGME (por
53,1 31,2 20,7 (2006) 23,4 15,6 11,1 (2020)
1000 nacidos vivos)
Tasa neta de matrícula educación
75,1 74,7 78,2 (2019) 50,4 72,3 79 (2019)
secundaria alta
Tasa de fecundidad de las adolescentes
97 77,9 (2012) 71(2015) 100,9 84 63,5 (2019)
(cada 1.000 mujeres entre 15-19 años)
Calidad del mercado de trabajo
Tasa de desocupación (tasa anual media) 4,8 2,7 8,3 (2020) 8,5 3,4 5,9 (2020)
193
Bolivia (2006-19) (2020-) Ecuador (2007-17)
194

2001 2011 2021 2001 2011 2021


Ocupados afiliados a un sistema previsional 11,8 17,4 20 (2020) 27,4 39,5 34,9 (2020)
Proporción de empleo informal
75,9 83,3 84,9 83,2 72,6 63,5 (2019)
(estimaciones OIT)
Pobreza y desigualdad
Pobreza 60 36,3 32,3 53,5 29,2 30,6
Indigencia 32,2 15,7 13,5 20,2 9,1 10,8
Gini 0,604 0,471 0,449 (2020) 0,538 0,458 0,466 (2020)
Porcentaje de población que afirma
27 (2006) 34 33 (2020) 18 (2006) 16 19 (2020)
pertenecer a un grupo discriminado
Población que ha pensado en migrar a
25 (2002) 25 30 (2020) 26 (2002) 13 25 (2020)
otro país
INDICADORES DEMOCRACIA
Cultura política y opinión pública
Porcentaje de personas que creen que la
61 70 59 (2020) 45 64 38 (2020)
democracia es la mejor forma de gobierno
Satisfacción con la democracia * 48,9 (2004) 49,5 (2012) 44,7 40,7 (2004) 55,7 (2012) 51,6
Desconfianza en las instituciones políticas
80 65 71 86 50 84
y del estado
Percepción de captura del estado 81 (2004) 67 74 (2020) 78 (2004) 64 89 (2020)
Indices de democratización
Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González
Bolivia (2006-19) (2020-) Ecuador (2007-17)
2001 2011 2021 2001 2011 2021
Democracia. Democracia. Democracia. Democracia. Democracia. Democracia.
IDEA Internacional Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño Desepeño
medio medio medio medio medio medio
Freedom in the word (derechos políticos y
Free Partly Free Partly Free Partly Free Partly Free Partly Free
libertades civiles)
Democracy Index-rank 81 (2006) 84 98 89 (2004) 82 81
Mecanismos democracia directa
Iniciativa Iniciativa
Mecanismos de democracia directa Consulta Revocatoria Consulta Revocatoria
legislativa legislativa
presvistos en la Constitución * popular de mandato popular de mandato
popular popular
Democracia y bienestar en América Latina

Consultas en s. XXI (plebiscitos o 2006. Plebiscito. Política educativa, salud y


2004. Referendum sobre política energética
referendum) excedentos petroleros
2006. Referendum. Asamblea Nacional 2006. Referendum. Asamblea Nacional
Constituyente Constituyente
2008. Referendum autonómico 2008. Referendum. Aprovación constitucional
2011. 5 preguntas referendum de reforma
constitucional. 5 preguntas prebiscito (políticas
2008. Referendum revocatorio
criminales, ambientales, banca y medios
comunicación)
2018. 5 preguntas referendum de reforma
constitucional. 2 preguntas prebiscito
2009. Referendum. Aprovación constitucional
(corrupción, reelección, política ambiental y
de recursos naturales)
195
Bolivia (2006-19) (2020-) Ecuador (2007-17)
196

2001 2011 2021 2001 2011 2021


2016. Referendum. Permitir reelección presidente
Participación electoral
Promedio participación elecciones
presidenciales (década 1990, 2000, 2010) 71,8 83,6 87,9 71,6 74,5 81,8
***
Caràcter legal sufragio (derecho o deber)
Voto como deber y sanciones Voto como deber y sanciones
****
Género y política
Porcentaje de escaños ocupados por
11,5 25 46,2 14,6 32,3 39,4
mujeres en parlamentos nacionales
Fuente: CEPALSTAT. Bases de datos y publicaciones estadísticas.
*LAPOP
** Elaboración propia a partir de la clasificación utilizada en Zovatto (2008:26)
*** Romero (2050:50)
**** Romero (2020:76)
Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González
Democracia y bienestar en América Latina 197

Junto a esta expansión de derechos sociales también se produce una


mejora de aquellos indicadores que tienen que ver con el clásico con-
cepto de calidad democrática. Así pues, aumenta de manera importante
el grado de apoyo a la democracia o la confianza hacia las instituciones
y actores políticos. Se reduce la percepción de captura del Estado. En
Ecuador hay mejoras relevantes en el Democracy Index que se eviden-
cian en el pasaje del puesto 89 (2004) al 82 (2011). No sucede de manera
semejante en el caso de Bolivia, éste pasa del puesto 81 (2006) al 84
(2011) y de una categorización de país “Free” en el informe Freedom in
the Word (2001) a “Partly Free” (2011). A esto debe sumarse que se trata
de naciones que han introducido avances en términos de “democracia
participativa” a nivel constitucional (Reveles, 2017). En ambas constitu-
ciones se prevé un importante catálogo de mecanismos de democracia
directa. Siguiendo la clasificación utilizada en Zovatto (2008: 26), en el
articulado constitucional se incorporan la iniciativa legislativa popular,
la consulta popular y la revocatoria de mandato (a nivel nacional). Esta
última se presenta como especificidad propia de las nuevas constitucio-
nes de Bolivia, Ecuador y Venezuela.
La profundización democrática en los periodos analizados se hace com-
binando democracia representativa y participativa. Así pues, en el periodo
de Evo Morales se celebran cinco referéndums a nivel nacional (incluido
uno de revocatorio) y en el de Rafael Correa se realizan tres consultas a la
ciudadanía (la última, en 2011, con una batería de preguntas: 5 en forma
de referéndum y 2 de plebiscito). Las transformaciones profundas en el ré-
gimen político se llevan a cabo siguiendo las reglas de juego democráticas,
en ningún momento se rompe con la institucionalidad establecida. Esto es
clave para entender que las gravitantes transformaciones sociales instru-
mentadas se llevaron a cabo en democracia. Vinculado a esto, resulta inte-
resante también poner el foco en la participación electoral. En ambos casos
el porcentaje de ciudadanía que concurre a las urnas en las elecciones pre-
sidenciales aumenta durante las experiencias progresistas: en Bolivia de un
promedio de participación del 71,8% en la década de 1990, se pasa a 83.6%
en la de 2000 y 87.9% durante la de 2010; en Ecuador del 71.6% al 74.5% y
al 81.8% respectivamente (Romero, 2020:50). Finalmente, es de resaltar la
importancia de los procesos de igualación hombre-mujer en el desempeño
de responsabilidades políticas en estos dos países.
198 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

5. RECOMPOSICIÓN NEOLIBERAL Y REPLIEGUE DE LA


DEMOCRACIA Y EL BIENESTAR. AGENDA FUTURA DE
INVESTIGACIÓN
Luego de la primera ola de experiencias progresistas advino su con-
trario. Una vuelta hacia el programa neoliberal, ahora “recargado”, justa-
mente por la celeridad y profundidad con la que se concreta el desmonte
de los avances conquistados.
Mucho se ha escrito en torno a las razones detrás de tales adveni-
mientos, especialmente protagonizados por aquellos que vieron perder
sus privilegios, pero incluso también por sectores medios y hasta me-
dios bajos que fueron beneficiados por los procesos de igualación social.
Regresiones que revelaron cual punta de un iceberg las intrincadas di-
námicas que se desataron, en las históricamente fracturadas sociedades
latinoamericanas, en términos de procesamiento de la nueva igualdad
material alcanzada y de reacción conservadora ante la misma. A su vez,
resultó un dato alarmante que tales regresiones fueran vehiculizadas por
la no garantía de varios de aquellos requisitos mínimos de la democra-
cia poliárquica. Un escenario complejo que revela la envergadura de los
acechos existentes a la democracia y el bienestar de la región.
Algunos autores han indicado que, con el neoliberalismo, el capitalismo
gobernó la democracia. Allí convivió una en su vertiente mínima, procedi-
mental, con el desarme del bienestar y con el estallido de las desigualdades.
Durante las experiencias progresistas, la región —en contra sentido— de-
mostró la necesidad de unir aquello que el debate experto mayoritario había
separado: el modo de acumulación del régimen político democrático (Ra-
mírez, 2020: 25); pudiendo así empezar a fraguarse condiciones para plan-
tear una democracia con mejoras en la igualdad material. Las recomposi-
ciones neoliberales conservadoras que les sucedieron, en su gran mayoría,
inauguraron una nueva combinación: desarmes bienestaristas y regímenes
políticos ni procedimental ni sustantivamente democráticos. Se empezó a
hablar de “capitalismo neoliberal y democracias sobrantes”8. Es decir, pro-

8
Así se titulaba un seminario internacional que buscaba evidenciar esta emergente
problemática, organizado en 2017 por varios centros de investigación en derechos
Democracia y bienestar en América Latina 199

cesos de malestar social, de distribución regresiva de la riqueza, bajo regí-


menes seudo democráticos. Así, el reflujo de los gobiernos progresistas de
la primera ola no sólo trajo una desaceleración de la expansión de derechos
civiles, políticos y sociales y un empeoramiento de los indicadores sociales y
económicos fundamentales. Fue acompañado de un impacto en los proce-
sos de democratización. Los gobiernos de Macri en Argentina (2015-19); de
Áñez en Bolívia (2019-20); de Temer (2016-18) y Bolsonaro (2018-hasta la
fecha) en Brasil; de Lenin Moreno (2017-21 y Guillermo Lasso en Ecuador
(2021-hasta la fecha); y, de Lacalle en Uruguay (2020-hasta la fecha) llega-
ron con agenda compartida de actuaciones9: desregulación de la economía
y del mercado laboral; privatización de sectores estratégicos; fomento de
los acuerdos y estrategias de libre comercio con el Norte; ampliación y ga-
rantía del pago de la deuda externa; contracción del gasto público social; y,
degradación de los servicios públicos. El límite y en algunos casos el retro-
ceso en el ámbito de la protección y el bienestar social durante este segundo
período fue de la mano, salvo en el caso de Uruguay, de la devaluación de la
democracia entendida desde una concepción clásica y del mainstream. Las
experiencias recientes parecen revelar que la democracia liberal o mínima
resulta incompatible con los crecientes procesos de concentración econó-
mica, desigualdad y exclusión o, mejor dicho, al revés.
Diversas investigaciones han buscado explicar tal situación. Muchos
coinciden que se trata de un momento histórico en el que el capitalismo
no logra una recomposición de la tasa de ganancia y los actores con-
centrados se niegan a modificar la dinámica de acumulación a la que
están acostumbrados (Maito, 2013; Roberts, 2013; Piketty, 2014). Bajo
tales condiciones no hay forma de sostener ese modo de acumulación si
no se incluyen elementos de corte autoritario o antidemocráticos en los
regímenes políticos (Ramírez, 2021). Por ello, la necesidad imperiosa

humanos (Universidad Pablo de Olavide; Universidad Internacional de Andalu-


cía; Instituto Joaquín Herrera Flores; y, Centro de Estudios Sociales de la Univer-
sidad de Coímbra).
9
El caso de Ecuador reviste mayor complejidad. Lenin Moreno llega de la mano
de Rafael Correa a la presidencia de la República, pero se produce un cambio de
alianzas y prioridades que pronto le llevan a abrazar una agenda de desmontaje de
la obra de los períodos de la Revolución Ciudadana.
200 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

de avanzar en una agenda investigativa que consolide una concepción y


puesta en práctica de una democracia robusta que articule reglas de jue-
go, ampliación de la participación social y rendimientos significativos
en términos de bienestar material. La democracia como igualdad y la
igualdad como democracia. Porque si hay algo que han dejado claro las
experiencias recientes es que además de cambios progresistas debe exis-
tir una ciudadanía activa que los defienda. Como afirma Ramírez, no
“se puede pensar en mejorar la distribución material sin que participe
en la decisión la ciudadanía o los colectivos involucrados. La separación
o divorcio de tales procesos en donde hay participación sin igualdad o
igualdad sin democratización de la participación en la toma de decisio-
nes, puede construir subjetividades que operen en sentido conservador
y hasta autoritario” (2020: 26).

6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aliaga, F. (ed.) (2017). Migraciones internacionales. Alteridad y procesos sociopolíticos.
Bogotá: Ediciones USTA.
Barba, C. (2003). El nuevo paradigma de bienestar residual y deslocalizado. Reforma de
los regímenes de bienestar en la OCDE, América Latina y México. Tesis de Doctorado
en Ciencias Sociales. Guadalajara: Universidad de Guadalajara/Centro de Investiga-
ciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Bresser Pereira, C. y Cunill Grau, N. (1998). “Prólogo”; “Introducción. Entre el Estado y
el mercado. Lo público no estatal”. En Bresser Pereira, Carlos y Cunill Grau, Nuria
(eds.) Lo público no estatal en la reforma del Estado, pp. 17-56. Buenos Aires: Paidós/
CLAD.
Cansino, C. (2013). “Calidad democrática en América Latina: ¿proyecto o utopía?” Re-
vista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 58 (217), 79-98.
Chávez, P.; Mokrani, D. y Uriona, P. (2011). “Una década de movimientos sociales en
Bolivia”. En J. Mondonesi y M. Rebón (comps.) Una década en movimiento. Luchas
populares en América Latina en el amanecer del siglo XX. Buenos Aires: CLACSO y
Prometeo Libros, 125-152.
Cunill Grau, N. (1997). “Lo público y las relaciones Estado/sociedad”. En Repensando
lo público a través de la sociedad. Nuevas formas de gestión pública y representación
social, pp. 23-69. Caracas: CLAD y Ediciones Nueva Sociedad.
Dahl, R. (1990). La poliarquía. Participación y Oposición. Madrid: Editorial Tecnos.
[Dahl, Robert (1971). Polyarchy. Participation and Opposition. New Haven: Yale
University Press].
Democracia y bienestar en América Latina 201

Dahl, R. (1999). La democracia. Una guía para los ciudadanos. Madrid: Taurus
De Sousa Santos, B. (2003). Crítica de la razón indolente. Contra el desperdicio de la
experiencia. Volumen 1. Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer.
De Sousa Santos, B. (2009). Una epistemología del sur: la reinvención del conocimiento y
la emancipación social. Buenos Aires: CLACSO.
Esping-Andersen, G. (1993). Los tres mundos del Estado del bienestar. Valencia: Alfons
el Magnanim.
Falconí, F. y Muñoz, P. (2012). “Ecuador: de la receta del “Consenso de Washington”
al posneoliberalismo”. En S. Mantilla y S. Mejía (eds.), Rafael Correa. Balance de la
Revolución Ciudadana. Quito: Planeta.
Filgueira, F. (1998). “El nuevo modelo de prestaciones sociales en América Latina: Efi-
ciencia, residualismo y ciudadanía estratificada”. En Roberts, Bryan (ed.), Ciudada-
nía y política social. San José: FLACSO Costa Rica, 71-116.
García Linera, A. (2016). “¿Fin de ciclo progresista o proceso por oleadas revoluciona-
rias? Los desafíos de los procesos progresistas del continente”. En E. Sader, (org.) Las
vías abiertas de América Latina. Quito: Editorial IAEN, 21-54.
Iazetta, O. (2013). “Calidad de la democracia y democratización del estado en América
Latina”. VII Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado por la Aso-
ciación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP), pp. 1-27. Bogotá, 25-27 de
septiembre.
Landman, T. (ed.) (2009). Evaluar la calidad de la democracia. Una introducción al mar-
co de trabajo de IDEA Internacional. Estocolmo: Instituto Internacional para la De-
mocracia y la Asistencia Electoral.
Lechner, N. (1982). “El proyecto neoconservador y la democracia”. En Camacho, Daniel,
et. al., Autoritarismo y alternativas populares en América Latina. San José: FLACSO-
Costa Rica, 23-70.
Lobato, M. y Suriano, J. (2003). La protesta social en la Argentina. Buenos Aires: Fondo
de Cultura Económica.
Maito, E. (2013). “La transitoriedad histórica del capital. La tendencia decreciente de la
tasa de ganancia desde el siglo XIX”. Razón y Revolución, 26, 129-159.
Martínez Franzoni, J. (2007). Regímenes de bienestar en América Latina. Madrid: Fun-
dación Carolina.
Mesa Lago, C. (1985). El desarrollo de la seguridad social en América Latina. Informe
CEPAL No. 43. Santiago de Chile: CEPAL.
Minteguiaga, Analía (2009a). Lo público de la educación pública: la reforma educativa de
los ´90 en Argentina. México D.F.: Flacso-México.
Minteguiaga, Analía (2009b). “De la focalización individual a la focalización de los dere-
chos: crítica a la propuesta del Universalismo Básico”. En Lobato, Lenaura y Fleury,
Sonia (orgs.) Seguridade Social, Cidadania e Saúde, pp. 47-65. Rio de Janeiro: CEBES
202 Analía Minteguiaga - Gemma Ubasart-González

Minteguiaga, A. (2009b). “De la focalización individual a la focalización de los derechos:


crítica a la propuesta del Universalismo Básico”. En L. Lobato y S. Fleury (orgs.),
Seguridade Social, Cidadania e Saúde. Rio de Janeiro: CEBES, 47-65.
Minteguiaga, A. y Ubasart-González, G. (2015). “Regímenes de bienestar y gobiernos
‘progresistas’ en América Latina: Los casos de Venezuela, Ecuador y Bolivia”. Revista
Política y Sociedad, 52(3), 691-718.
Minteguiaga, A. y Ubasart-González, G. (2021). “Reviewing Exclusionary Welfare Re-
gimes: Andean Countries (Bolivia, Ecuador, and Peru)”. En N. Sátyro, E. del Pino,
Eloisa y C. Midaglia(eds.) Latin American Social Policy Developments in the Twenty-
First Century. London: Palgrave Macmillan, 101-134.
Morlino, L. (2009). “Calidad democrática entre líderes y partidos”. En C. Maganda y H.
Koff (eds.) Perspectivas comparativas del liderazgo. Bruselas: P.I.E. Peter Lang, 25-48.
Morlino, L. (2012). “Observando las diferentes calidades de la democracia”. Revista
Mexicana de Análisis Político y Administración Pública, 1 (1), 9-48.
O´Donnell, G. y Schmitter, P. (1994). “Capítulo 5. Resurrección de la sociedad civil (y
reestructuración del espacio público)”. En Transiciones desde un gobierno autorita-
rio. Volumen 4. Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas. Barcelona:
Paidós, 79-91.
O’Donnell, G. (2007). “Las crisis perpetuas de la democracia”. Polis, 3 (1), 11-20.
O’Donnell. G. y Wolfson, L. (1993). “Acerca del Estado, la democratización y algunos
problemas conceptuales. Una perspectiva latinoamericana con referencias a países
poscomunistas”. Desarrollo Económico, 33 (130), 163-184.
O’Donnell, G. (1993). “Estado, Democratización y ciudadanía”. Nueva Sociedad, 128,
62-87.
Offe, C. (1990). Contradicciones en el Estado de Bienestar. Madrid: Alianza Universidad.
Piketty, T. (2014). El capital en el siglo XXI. México: Fondo de Cultura Económica.
Ramírez, F. (2006), “Mucho más que dos izquierdas”. Nueva Sociedad, 205, 30-44.
Ramírez, F. (2011). “Fragmentación, reflujo y desconcierto. Movimientos sociales y
cambio político en el Ecuador (2000-2010)”. En J. Mondonesi, M. Rebón (comps.),
Una década en movimiento. Luchas populares en América Latina en el amanecer del
siglo XXI. Buenos Aires: CLACSO y Prometeo Libros, 69-106.
Ramírez, R. (2020). “Ni larga noche neoliberal, ni corto interregno de gobiernos progre-
sistas. (Apuntes sobre el margen izquierdo para seguir disputando la transformación
social en Nuestramérica). En J. Ackerman y R. Ramírez (coords.), La disputa por la
democracia en América Latina. Ciudad de México: PUEDJS-UNAM, 19-37.
Ramírez, R. (2021). “Regresiones autoritarias neoliberales y revueltas populares en
tiempos de COVID 19”. En J.Ackerman, R. Ramírez y M.A. Ramírez (coords.), Pos-
COVID/Pos-Neoliberalismo: Propuestas y alternativas para la transformación social
en tiempos de crisis. Ciudad de México: Siglo XXI editores, 260-286.
Reveles, F. (2017). “Democracia participativa para el fortalecimiento de la representa-
ción política. La experiencia latinoamericana”. Andamios, 14 (35) 71-97.
Democracia y bienestar en América Latina 203

Roberts, M. (2013). “From global slump to long depression”. International Socialism


Journal, 140. Disponible en:http://isj.org.uk/from-global-slump-to-long-depres-
sion/
Romano, S., Lajtman, S.; García Fernández; A. y Tirado Sánchez, A. (2020). “Estados
Unidos y el Golpe de Estado en Bolivia: Asistencia para el Desarrollo, Red de Dere-
cha y Consumación del Golpe”. Revista ANTHROPOS, 225, 192-212.
Romero, S. (2020). Elecciones en América Latina. La Paz: Instituto Internacional para la
Democracia y la Asistencia Electoral.
Somers, M. (1995). “Narrating and Naturalizing Civil Society and Citizenship Theory:
The Place of Political Culture and the Public Sphere”. Sociological Theory, 13(3), 229-
274.
Tirado Sánchez, A. (2021). El lawfare. Golpes de Estado en nombre de la ley. Madrid:
AKAL.
Ubasart-González, G. y Minteguiaga, A. (2017). “Esping-Andersen en América latina el
estudio de los regímenes de bienestar”. Política y Gobierno, 24(1), 213-236.
Vargas-Cullell, J. (2011). La calidad de la democracia y el estudio comparado de la de-
mocratización. Revista Latinoamericana de Política Comparada, 5, 67-94.
Viciano, R. y Martínez Dalmau, R. (2010). “Aspectos generales del nuevo constituciona-
lismo Latinoamericano”. En VVAA, El nuevo constitucionalismo en América Latina.
Quito: Corte Constitucional del Ecuador, 9-43.
Whitehead, L. (2002). Democratization, Theory and Experience. Oxford: Oxford Uni-
versity Press.
Zovatto, D. (2008). Las instituciones de la democracia directa a nivel nacional en Amé-
rica Latina. Balance comparado: 1978-2007. En A. Lissidini, Y. Welp y D. Zovatto
(coords.), Democracia directa en América Latina, Buenos Aires: Prometeo Libros,
253-295.
DINÁMICAS Y PROCESOS
MOVILIZACIÓN Y PROTESTA EN
AMÉRICA LATINA
Salvador Martí i Puig
Universidad de Girona, España
Victor Tricot
SIT Study Abroad y Universidad de Girona, España

1. INTRODUCCIÓN
Desde la década de 1990 hasta hoy, América Latina ha experimenta-
do múltiples cambios a nivel político y social. Los dos cambios más sig-
nificativos han sido la pervivencia, en casi toda la región, de regímenes
liberal-democráticos y la adopción de políticas económicas neoliberales
(Sankey y Munck, 2020). Estos cambios, junto con la irrupción de las
nuevas tecnologías de la comunicación (Castells 2000), han generado
nuevas lógicas en los procesos movilización, tanto en lo que se refiere a
los repertorios de acción, como a los sujetos que se movilizan y a las de-
mandas que se articulan. La identidad, el medioambiente, el consumo,
la seguridad o la condición de género han aparecido, como nunca, en la
escena política de la mano de colectivos sociales movilizados (Almeida
y Cordero, 2017).
Es posible argüir que la protesta y la movilización social se han
vuelto medular en el contexto de la política de América Latina durante
las primeras décadas del siglo XXI, evidenciándose una explosión de
la participación política de tipo no convencional, la acción colectiva y
los movimientos sociales, pudiendo esto ser prueba de la consolidación
democrática de estos países (Tricot y Albala, 2018). Esta eclosión mo-
vilizadora contradeciría empíricamente a parte de la literatura que pro-
nosticaba abulia y despolitización en la región (Albala, 2020).
Desde los años noventa política del subcontinente no puede com-
prenderse a cabalidad sin tener en cuenta los que sucede en las calles
(Marti i Puig, 2018). Es más: muchos de los cambios que acontecen en
las sociedades han sido fruto de la insistencia, tenacidad y audacia de
208 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

personas, muchas veces anónimas que de forma individual y colectiva


han participado de iniciativas para luchar contra aquello que sienten
como un agravio y creen injusto. Precisamente esta razón es la que vuel-
ve importante —y relevante— estudiar las movilizaciones, acción colec-
tiva y las protestas.
A la pregunta de qué lleva a los individuos a realizar acciones de pro-
testa, algunos sostienen que si la participación convencional se basa en
una valoración positiva del sistema y supone una adhesión a las reglas
establecidas, se puede inferir que la participación no convencional pue-
de asociarse a la insatisfacción y al rechazo al sistema, abarcando desde
una voluntad reformadora hasta la pretensión rupturista y revoluciona-
ria (Valles y Marti i Puig, 2015). En esta dirección, se configurarían dos
colectivos diferentes según su inclinación a una u otra forma de inter-
vención. Empero, las fronteras entre política convencional y no conven-
cional son porosas (Goldstone, 2003), y esta distinción se ha hecho me-
nos clara hasta el punto de que actualmente muchas personas recurren a
formas no convencionales de acción política, sin que ello signifique ne-
cesariamente una oposición al sistema. Una cuestión relevante es saber
por qué se ha incrementado la presencia de este tipo de manifestaciones
en el marco de regímenes que (como mínimo nomilantente) garantizan
derechos y libertades, y suelen ofrecer opciones institucionales para ve-
hicular demandas, elegir representantes y fiscalizar políticos.
El presente capítulo intenta responder tentativamente a estas cues-
tiones a partir de dos partes. La primera intenta esbozar algunos ele-
mentos para interpretar las razones del incremento de la conflictivi-
dad en América Latina y cuáles son los rasgos de quiénes protestan.
La segunda plantea esbozar la lógica de las movilizaciones en la región
a lo largo del siglo XXI a partir de la tipología de las demandas, y se-
ñalando dos tipos de protestas que han tenido una mayor visibilidad
y adhesión a lo largo de estas dos últimas décadas, a saber, las movi-
lizaciones relacionadas con los derechos de las mujeres y aquellas en
defensa al medioambiente, a menudo vinculadas con los derechos de
los pueblos indígenas.
Movilización y protesta en América Latina 209

2. ¿POR QUÉ HA INCREMENTADO LA PROTESTA Y


QUIÉN SE MOVILIZA?
2.1. Elementos para interpretar la creciente conflictividad social
En América Latina las marchas, manifestaciones, piquetes, puebla-
das, cacerolazos, cortes de ruta, ocupaciones, sentadas y bloqueos se
han generalizado por toda su geografía. Pero muchas de estas formas
de participar no son novedad: desde los años setenta hasta hoy se ha
prestado mucha atención a la “política en la calle”. Aquellas moviliza-
ciones anteriores a la década de 1990 se relacionaban básicamente con
dos grandes temáticas, a saber, la lucha contra el autoritarismo y las de-
mandas populares generalmente de origen urbano (Castells, 2000). Por
el contrario, si bien estos dos temas aún están presentes, la protesta ya
no es patrimonio de ningún reclamo ni colectivo en particular, sino que
se ha convertido en una forma de participación utilizada por todo tipo
de grupos independientemente de su condición abanderando a su vez
todo tipo de temáticas.
La protesta y el enfrentamiento han sido muchas veces la vía en que
muchos ciudadanos han manifestado no sólo su descontento, sino tam-
bién su voluntad de desobedecer y enfrentarse a instituciones públicas
y privadas cuando éstas han llevado a cabo acciones en contra de lo que
muchos ciudadanos consideran sus derechos, libertades o territorios.
A la vez, fenómenos de protesta que hace unos años tenían sólo una
lógica doméstica, hoy han terminado por adquirir una dimensión glo-
bal a través de dinámicas de difusión y contagio informativo (conocidas
como dinámicas virales), consolidando la emergencia de un nuevo pa-
trón de comportamiento político colectivo en nuestras sociedades. Un
patrón que ha generado una nueva forma de denominar los movimien-
tos sociales actuales como los “new-new”, cuyos elementos distintivos
son los siguientes1:

1
El sociólogo Castells (2013) califica este nuevo tipo de movilización como el de los
“New New Social Movements”, tal como lo expone en la siguiente entrevista:
http://thecrankysociologists.com/2013/03/25/manuel-castells-on-new-new-so-
cial-movements/ [consultado el 19.02.2014].
210 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

• Utilizar la espontaneidad, la difusión y amplificación de la infor-


mación en tiempo real a través de Internet y de los social media;
• Movilizar a los ciudadanos desde redes autónomas y horizonta-
les, promover la acción directa en el espacio urbano, muchas ve-
ces ocupándolo en contra de la voluntad de las autoridades;
• Apelar a la democracia como actividad participativa y deliberativa;
• Activar mensajes apelando más a los bienes comunes (commona-
lities) que a los servicios prestados por el Estado o el mercado, y
• Rechazar liderazgos personales fuertes.
Hoy el estudio de las redes transnacionales y las multitudes conec-
tadas (Rovira, 2017) nos aporta hallazgos interesantes. Por un lado, las
redes nos muestran que éstas son globales. Por otro, nos señalan que hay
una gran pluralidad de temas tratados, si bien muchos de ellos están re-
lacionados con la defensa de derechos entrelazados —como pueden ser
los de las mujeres, campesinos, trabajadores, indígenas o de colectivos
vulnerables en contextos postconflicto
A la vez, este nuevo fenómeno ha posibilitado dinámicas simbióticas
entre las campañas, las redes transnacionales y las comunidades. ¿Cuál
ha sido la clave de esta relación? Esto ha sido posible porque las redes
transnacionales han aportado a las comunidades las llamadas “5 Cs”, a
saber: el contacto, la consciencia, el coraje, el cash y las campañas (Brysk,
2002, 2009). Es por ello que el análisis del activismo transnacional in-
volucra tanto la esfera nacional como la internacional y, por lo tanto, la
interacción de estos niveles es la que condiciona el contexto en el que se
mueven los activistas y sus organizaciones. Esta interacción incide en la
estructura de las oportunidades y de las amenazas a las que se enfrentan
los movimientos, a la vez que influyen en su desarrollo (Bennett et al.,
2004; Keck y Sikkink, 2000; Marti i Puig y Silva, 2014).
Sin embargo, también es cierto que las estructuras de oportunidad y
las amenazas a nivel internacional y local no son eternas ni univalentes,
sino que varían por tema, región y a través del tiempo. Por lo tanto, es
lógico añadir que los efectos de interacciones multinivel también de-
penden de factores contextuales basados en estructuras de oportunida-
des, amenazas y constreñimientos fluctuantes en los distintos niveles.
Movilización y protesta en América Latina 211

La combinación de estos elementos tiene un impacto en las coaliciones,


estrategias, tácticas, el enmarque de la problemática, así como en la for-
ma en que los activistas identifican sus “blancos” y los enfrentan, y el
repertorio de contención (Silva, 2015).
Es posible observar también cómo desde inicios del siglo XXI en Amé-
rica Latina los movimientos se han incrementado debido al impacto que ha
tenido la globalización en la forma de operar, aquello que se ha denomina-
do governance. Este concepto describiría los cambios en la forma en que el
Estado ejerce el poder a raíz del proceso de globalización, y que ha supuesto
una profunda revisión de lo que supone la soberanía nacional2 (Pierre y
Peters, 2000). La governance da cuenta de la progresiva desaparición de la
política desarrollada bajo los parámetros de la sociedad estatal clásica (Ga-
rreton, 2003) y del desplazamiento del poder y del control estatal hacia otras
instancias: hacia arriba —upward— a las organizaciones internacionales, a
las redes transnacionales y a grandes empresa globales; hacia abajo —down-
ward— a los gobiernos locales, departamentos y regiones; y hacia fuera —
outward— a comunidades y a organizaciones sin fines de lucro del tercer
sector como ong’s y advocacy networks (Marti i Puig, 2010).
El impacto de este triple proceso de desplazamiento del poder en los
gobiernos latinoamericanos ha facilitado la emergencia de movimien-
tos de base (indígenas, campesinos y ecologistas) para la defensa de sus
intereses y la posibilidad de luchar abiertamente por sus demandas. To-
dos estos elementos: el incremento de los agravios, la existencia de una
EOP favorable, junto con el uso de herramientas tecnológicas y legales
para defender derechos recién reconocidos, resultaron en un proceso de
empoderamiento de un amplio y heterogéneo colectivos antes invisible,
aunque no necesariamente inactivo3.

2
La governance supone que la gestión de los asuntos públicos y la capacidad de satis-
facer las demandas sociales ya no depende de la voluntad del Estado, si no que está
a merced de la interacción de un amplio conjunto de actores de naturaleza muy
diversa. En este sentido el término governance da cuenta de un “nuevo estilo” de
gobierno caracterizado por la interacción entre el Estado y los actores no estatales.
3
La invisibilidad no significa inacción. La supervivencia de los Pueblos Indígenas
en contextos tan desfavorables es, en gran medida, fruto de décadas y siglos de
resistencia. Una resistencia callada, invisible pero efectiva.
212 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

2.2. Quién protesta y por qué: explorando determinantes de la


protesta
El objetivo del presente apartado es, por un lado, mostrar la informa-
ción, a través de los datos obtenidos de las bases de datos del Barómetro
de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina
(LAPOP) y Latinobarómetro, sobre las opiniones de los ciudadanos
acerca de la protesta en general y su disposición a participar en ella; y
sobre cuáles son los determinantes de la protesta en general tanto a nivel
latinoamericano como en los países más representativos de este tipo de
actividad, y señalar el riesgo que sufren los activistas medioambientales.
Y, por otro lado, señalar la situación de dos colectivos muy presentes
en la conflictividad socioambiental en la región, como son los pueblos
indígenas y los afrodescendientes.
Con el fin de explorar la participación de los ciudadanos latinoame-
ricanos frente a la protesta se presentan los datos de la última encuesta
del Latinobarómetro (realizada en 2015) sobre asistencia a manifesta-
ciones autorizadas (tabla 1) y la asistencia a manifestaciones no auto-
rizadas (tabla 2) con datos que inician en 2003 y llegan hasta 2015, así
como la participación en la ocupación de tierras, edificios, y fábricas
(tabla 3) durante la década anterior (de 1995 hasta 2008)4.

4
Para elaborar las tablas se han utilizado las respuestas a una preguntas formulada
por quienes diseñaron la encuesta de LAPOP. Es preciso señalar que la pregunta
ha sufrido algunos cambios a lo largo del tiempo. La formulación genérica dice:
“Le voy a leer algunas de las distintas formas de acciones políticas. Me gustaría
que me dijera, para cada una, si alguna vez ha hecho cualquiera de estas cosas, si
alguna vez lo haría o si nunca lo haría?” En 2013 preguntaron por los últimos 3
años y en 2015 lo que preguntaron fue lo siguiente: “Le voy a leer algunas acciones
que la gente puede realizar y quiero que me diga si ha realizado alguna de ellas
(1), si las podría realizar (2) o si nunca las haría bajo ninguna circunstancia (3)”.
Los porcentajes de la tabla corresponden a los que han señalado ¨sí ha realizado¨.
Aunque no sabemos cuándo protestaron.
Tabla 1. Asistencia a manifestaciones autorizadas (%)

1995 1996 1998 2000 2002 2003 2005 2006 2007 2008 2013 2015
Argentina 21,05 18,51 18,26 17,01 14,85 14,07 9,94 17,87 16,85 8,95 14,83
Bolivia 28,99 24,28 12,41 15,48 17,36 11,64 13,62 11,68 13,7 13,55
Brasil 27,47 27,93 23,46 25,13 12,06 12,2 16,72 15,24 17,6 16,58 12,48
Chile 25,55 19,87 18,26 11,8 9,75 13,93 10,11 9,69 11,3 11,62 11,56
Colombia 22,15 23,17 11,99 10,47 13,4 13,92 14,9 19,84 14,39 15,86
Costa Rica 36,31 33,43 15,16 10,68 11,78 13,88 17,5 15,07 15,25 12,83
Rep. Dom. 13,12 15,78 12,13 3,07 12,8 15,85
Ecuador 34,02 23,45 9,43 9,87 13,21 5,79 5,44 7,84 8,09 2,56
Movilización y protesta en América Latina

El Salvador 20,98 8,01 3,9 4,57 3,99 1,88 7,24 3,49 5,35 5,94
Guatemala 31,64 9,36 13,34 7,13 4,73 6,4 12,63 8,81 8,25 9,86 8,68
Honduras 17,88 23,88 14 15,71 9,34 6,79 12,59 13,3 9,75 10,34 8,28
México 32,45 15,17 19,76 11,93 20,09 14,91 22,76 10,82 15,38 12,04 11,23 9,38
Nicaragua 27,78 25,23 23,77 16,24 18,22 12,44 11,18 13,33 10,23 6,74 9,55
Panamá 19,75 30,4 19,52 8,98 9,51 8,35 7,66 11,79 9,07 15,54 11,89
Paraguay 28,81 18,33 14,87 23 11,05 15,76 12,85 17,66 16,9 10,64 10,71 10,62
Perú 21,84 21,27 22,23 19,73 18,21 17,69 14,57 13,15 12,86 13,78 13,12 8,39
Uruguay 32,85 36,39 22,77 23,04 24,66 20,79 21,1 19,51 25,49 22,13 8,11 16,33
Venezuela 22,68 18,51 17,26 21,6 11,1 14,65 13,38 27,63 25,47 15,79 10,46 7,03
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Latinobarómetro.
213
214 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

La tabla 1 muestra información sobre la asistencia a manifestaciones


autorizadas y en ella se observa que el nivel de participación de los ciu-
dadanos en actividades no convencionales autorizadas es muy relevan-
te, si bien los datos muestran que la participación ha sido mayor durante
la primera mitad del período analizado (desde 1995 hasta 2002) y que
desciende posteriormente.
Un dato muy significativo es que en el año 1995 un 25,5% de las per-
sonas entrevistadas decían haber participado en manifestaciones autori-
zadas, mientras que en 2015 eran un 10,9%. No hay duda de que el dato
de 1995 es extremadamente alto y da cuenta de un período muy convulso,
que va normalizándose y, con ello, la política no convencional autoriza-
da, si bien se mantiene, desciende. En este sentido es preciso señalar que
ha existido una evolución con la protesta autorizada, y a pesar de que la
percepción es que en América Latina ha habido mucha protesta y movili-
zación, ésta da cuenta más del pasado inmediato que del presente.
Si analizamos esta dinámica por regiones geográficas vemos cómo
en las tendencias de participación, si bien todas comparten un descenso,
ha habido dinámicas específicas en cada uno de los países. Ha habido
un descenso generalizado en la protesta autorizada en todos y cada uno
de los países mesoamericanos. Destaca el caso de México, donde en los
años 1995-1996 hubo una gran eclosión movilizadora a raíz del levan-
tamiento del EZLN y de la crisis de régimen anterior al año 2000, en
el que se celebraron elecciones, y a mediados de la primera década del
siglo XXI a raíz de unas elecciones presidenciales contestadas de 2006;
sin embargo, a partir de 2007 la participación desciende drásticamente
a la par que se incrementa la sensación de inseguridad y violencia en
el país. Respecto al resto de la región, hay un descenso drástico y ge-
neralizado en todos los países con la excepción de Costa Rica donde si
bien también hay un descenso, en la segunda década analizada continúa
habiendo una movilización cercana al 15%. Este hecho denota, posible-
mente con la excepción costarricense, la importancia que ha tenido el
incremento de la violencia y la inseguridad en toda la región.
De los datos se deduce cómo en Brasil y el Cono Sur, a pesar de haber un
descenso en la participación en la protesta autorizada, éste no ha sido tan
acusado como en Mesoamérica. Destaca Uruguay como país más movili-
Movilización y protesta en América Latina 215

zado, fenómeno acorde con el proceso de cambio político acontecido en el


país y la dinámica movilizadora de Brasil, que si bien tiene un pico en el pe-
ríodo 2000-2002, mantiene un flujo de movilizaciones estable en la última
década en proporciones que van del 12% al 17%. En el caso argentino des-
taca el pico movilizador vinculado a la crisis de 2000 y posteriormente apa-
recen ciclos de fluctuaciones relativamente intensos muy relacionados con
dinámicas políticas domésticas. Los casos de Chile y Paraguay muestran
una movilización limitada, aunque sostenida. Finalmente, se observa un
descenso moderado de movilización con la excepción de Venezuela donde
hay un pico de protestas en el bienio 2006-2007, y del caso colombiano,
donde la movilización se mantiene más o menos constante, con oscilacio-
nes. Es ilustrativo señalar que los casos del triángulo andino, caracterizados
por tener un nivel intenso de conflictos ambientales, muestran tendencias
descendientes en el caso de Ecuador y de Perú o de estabilización en Bolivia.
Tabla 2. Asistencia a manifestaciones no autorizadas (% respecto a
población total)

2003 2005 2007 2015


Argentina 7,72 3,28 10,17 4,94
Bolivia 7,49 5,95 7,26 7,22
Brasil 5,31 2,03 11,57 5,83
Chile 5,76 5,5 5,31 7,36
Colombia 3,33 2,59 5,38 5,71
Costa Rica 3,55 3,4 8,34 4,92
República Dominicana - 3,21 10,28 8,53
Ecuador 5,8 4,49 4,31 1,19
El Salvador 2,26 1,39 5,31 2,22
Guatemala 1,37 1,5 6,33 1,73
Honduras 2,69 1,95 8,91 3,71
México 10,49 6,05 8,09 3,43
Nicaragua 4,11 2,26 4,05 2,67
Panamá 5,65 2,11 10,66 7,76
Paraguay 6,43 4,59 12,34 4
Perú 6,39 3,33 4,27 3,16
216 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

2003 2005 2007 2015


Uruguay 8,06 3,75 8,93 5,43
Venezuela 4,44 4 11,95 2,01
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Latinobarómetro.

Tal y como muestra la tabla 2, la asistencia a manifestaciones no


autorizadas es menor que en las autorizadas, si bien la dinámica de
movilización es algo diferente ya que no es descendiente sino cíclica y
justificada por acontecimientos puntuales (ej. protestas estudiantiles en
Chile), pues los datos agregados muestran que la media de participación
en manifestaciones no autorizadas en es del 5,3% en 2003, del 3,3% en
2005, del 7,9% en 2007 y del 4,5% en 2015.
Por otro lado, la información que muestra la tabla 3 sobre las perso-
nas que han participado en la ocupación de terrenos, edificios y fábricas,
es decir quienes han desarrollado un repertorio de acción colectiva no
convencional y altamente contenciosa y transgresora, da cuenta de que
este tipo de protestas son poco habituales en la región. Sólo en casos y
momentos muy excepcionales (destacando el caso de Guatemala en 1996
y 2000, en El Salvador y en Colombia en 1998, en Venezuela en 1998 y en
2000 y en México en 1998) la participación en este tipo de repertorios es
intensa. Así las cosas, más allá de estos “picos” de movilización arriba se-
ñalada, se percibe un descenso general de este tipo de actividad. A partir
de este dato es preciso dar cuenta que los conflictos de gran intensidad
son la excepción y no la norma de la movilización en la región.
Tabla 3. Participación en la ocupación de terrenos, edificios, fábricas*

1995 1996 1998 2000 2002 2005 2008


Argentina 2,23 1,54 1,6 1,42 1,1 1,24 0,42
Bolivia 2,07 3,74 1,6 1,69 2,15 0,55
Brasil 2,19 1,97 2,03 2,24 0,71 0,42 3,57
Chile 1,4 2,73 1,13 1,47 1,68 1,11 0,91
Colombia 2,5 9,03 1,94 0,23 0,87 0,75
Costa Rica 2,35 5,7 1,51 0,41 0,8 2,07
Rep Dom 2,91 1,34
Movilización y protesta en América Latina 217

1995 1996 1998 2000 2002 2005 2008


Ecuador 4,03 6,37 3,47 2,68 1,56 0,54
El Salvador 3,66 9,54 2,07 0,76 0,63 4,34
Guatemala 7,67 1,91 9,09 0,11 1,63 2,34
Honduras 3,16 5,51 0,84 1,02 1,9 2,96
México 1,22 3,09 8,29 3,57 3,13 1,5 0,87
Nicaragua 3,97 1,45 3,2 0,61 0,48 0,56
Panamá 2,42 2,59 1,91 1,6 0,5 3,03
Paraguay 1,69 0,92 0,44 2,12 0,42 1,23 0,18
Perú 0,84 1,69 2,85 1,46 1 0,94 0,44
Uruguay 1,79 5,16 3,76 3,6 2,8 3,01 4,15
Venezuela 2,04 3,67 5,97 6,25 2,69 2,42 2,68
Fuente: elaboración propia a partir de datos del Latinobarómetro.

Una vez descrita la actividad en manifestaciones autorizadas y no


autorizadas y la participación en la ocupación de terrenos, edificios y
fábricas utilizando los datos del Latinobarómetro de 2005, las tablas que
siguen aportan una información adicional y consistente con la anterior,
esta vez de encuestas de LAPOP. Los datos del LAPOP se basan en la
pregunta de si los ciudadanos han participado durante el año anterior
en alguna protesta (y no alguna vez a lo largo de la vida como lo hace
la entrevista de Latinobarómetro) y se centran en un período mucho
más reciente: el último lustro. Los datos parecen ser consistentes con las
tendencias identificadas en la sección anterior.
Cabe destacar que a pesar del descenso de la participación en las pro-
testas que se señala en el gráfico 1, el gráfico 2 muestra un incremento en la
aprobación ciudadana con respecto a la participación en protestas, aunque
no se trata de un sentimiento mayoritario al no representar nunca más del
50% de los encuestados a excepción del caso de Paraguay —tal como se ve
en el gráfico 4—. Este dato es relevante porque señala que más allá del acon-
tecer o no de las protestas a lo largo del año, hay una aceptación creciente
por parte de la ciudadanía latinoamericana de que protestar es un acto legí-
timo para hacer valer posiciones, demandas o reclamos. Con ello, es posible
que este tipo de repertorio no convencional se extienda y generalice en un
futuro como algo normal y aceptable.
218 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

Gráfico 1. Evolución de la participación en protestas, (2010-2014)


7.88% 7.85%
8.0 7.32%
Ha participado en una manifestación o protesta

6.0

4.0

2.0

0.0
2010 2012 2014

Año
95 % Intervalo de confianza
(Efecto de diseño incorporado)
Fuente:  Barómetro de las Américas por LAPOP; GM_0912

Fuente: Barómetro de las Américas por LAPOP.

También cabe mencionar los datos del gráfico 3 en la que se pre-


sentan los porcentajes de personas (por país) que participaron en una
manifestación o protesta en el año 2013. Esta figura muestra así que
los países mesoamericanos y del Caribe anglófono son donde menor
participación en protestas se han recogido. Destaca el hecho de que en
Bolivia, Paraguay Venezuela y Colombia ha habido una notable movi-
lización, con más del 10% de las personas que han salido a la calle a
manifestarse en 2013. Les siguen Perú, República Dominicana, Argen-
tina, Brasil, Belice, Uruguay, Haití, Costa Rica y Ecuador. Es importante
examinar los datos del Caribe presentes en las figuras 3 y 4, y comparar
la poca participación en manifestaciones y protestas en las Antillas an-
glófonas (Jamaica, Guayana, Bahamas y Trinidad y Tobago) a pesar de
la notable aprobación de su población respecto a los bloqueos de calles
o carreteras. Por otro lado, es preciso anotar la elevada participación
en protestas en Haití y en República Dominicana, y la también elevada
aprobación de la población en bloqueos de calle y carreteras.
Movilización y protesta en América Latina 219

Gráfico 2. Aprobación de bloqueos de calles o carreteras a lo largo del


tiempo en América Latina y el Caribe
31.60 31.29
29.33
30.0
Aprobación de bloqueos de calles o carreteras

26.98 27.28

24.85 23.55
25.0
como forma de protesta

20.0

15.0

10.0

5.0

0.0
2004 2006 2007 2008 2010 2012 2014

Año
95 % Intervalo de confianza
(Efecto de diseño incorporado)
Fuente:  Barómetro de las Américas por LAPOP; GM_0912
Fuente: Barómetro de las Américas por LAPOP.

Gráfico 3. Protestas en América Latina y El Caribe, 2014


Bolivia 15.8%

Paraguay 14.8%

Venezuela 11.7%

Colombia 10.1%

Perú 9.4%

República Dominicana 8.6%

Argentina 8.5%

Brasil 7.7%

Belice 7.6%

Uruguay 7.5%

Haití 7.4%

Costa Rica 7.2%

Ecuador 6.8%

Panamá 6.7%

Nicaragua 6.5%

Chile 6.0%

Honduras 5.3%

Trinidad yTobago 4.6%

México 4.5%

Bahamas 4.2%

El Salvador 3.4%

Surinam 3.3%

Jamaica 3.0%

Guyana 2.9%

Guatemala 2.4%

0.0 5.0 10.0 15.0 20.0

Ha participado en una manifestación


o protesta
95 % Intervalo de confianza
(Efecto de diseño incorporado)
Fuente:  Barómetro de las Américas por LAPOP, 2014; v.M14 v2.0

Fuente: Barómetro de las Américas por LAPOP.


220 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

La pregunta exacta es la siguiente:


¿En los últimos 12 meses ha participado usted en una manifestación
o protesta pública? (1) Sí ha participado; (2) No ha participado.
Gráfico 4. Aprobación que las personas participen en bloqueos de calles o
carreteras por países, 2014
Paraguay 52.3

Colombia 41.7

Chile 39.1

Belice 38.9

República Dominicana 38.3

Jamaica 36.3

Bahamas 35.1

Haití 34.0

Venezuela 33.0

Uruguay 32.8

Brasil 31.6

Surinam 31.0

Costa Rica 31.0

Nicaragua 30.6

Panamá 30.3

Bolivia 29.4

Honduras 28.2

Perú 27.0

Trinidad yTobago 26.6

México 25.2

Argentina 24.8

Guyana 24.7

Guatemala 22.6

Ecuador 21.0

El Salvador 19.8

0.0 10.0 20.0 30.0 40.0 50.0 60.0

Aprobación de bloqueos de calles


o carreteras como forma de protesta
95 % Intervalo de confianza
(Efecto de diseño incorporado)
Fuente:  Barómetro de las Américas por LAPOP, 2014; v.M14 v2.0

Fuente: Barómetro de las Américas por LAPOP.

Respecto al perfil del ciudadano que se moviliza en protestas auto-


rizadas, podemos ver que las determinantes sociodemográficas o polí-
ticas de la protesta en manifestaciones autorizadas en América Latina
observándose por ejemplo, que las poblaciones indígenas, en compa-
ración con el resto de grupos, tienen una probabilidad mayor de ha-
berse manifestado; así mismo, vemos que a mayor nivel de educación,
mayor probabilidad de movilizarse; que los más jóvenes y los que más
usan internet también presentan mayor tendencia a manifestarse. Lo
mismo ocurre con quienes defienden políticas de izquierdas y un rol
activo del Estado en la economía; o quienes están a favor de proteger
el medio ambiente, los que han sido víctimas de la delincuencia, y los
que tienen interés en la política y participan en reuniones de partidos
y movimientos.
Movilización y protesta en América Latina 221

En definitiva, las variables más significativas que inciden en un au-


mento en la participación social en la protesta serían, en orden de in-
tensidad: la participación política en reuniones o mítines políticos o en
movimientos sociales, el interés por la política (medido a través de la
lectura de prensa, etc.), la pertenencia a un pueblo indígena, la educa-
ción, la participación en las redes sociales, y el ser víctima de algún de-
lito, en un sentido amplio. También con una relación positiva, pero más
débil, está vivir en un entorno urbano, votar, pertenecer a un quintil
económico por encima de la media, preferir que sea el Estado el titular
de las industrias más importantes y proteger el medioambiente. Así las
cosas, se podría inferir una especie de retrato robot del activista/pro-
tester latinoamericano. Éste sería un joven, vinculado a organizaciones
sociales y partidarias, con interés en la política, con educación formal
por encima de la media, conectado en las redes sociales y con preferen-
cias políticas de izquierda. A este perfil, si se le suma la pertenencia a un
pueblo o comunidad indígena, la probabilidad de protestar es mucho
mayor.
Gráfico 5. Determinantes de la participación en protestas autorizadas.
Modelo para toda la región con efectos fijos por país

Indígena
F = 35.098
Nivel de educación N = 22595
Quintiles de riqueza
Mujer
Edad
Urbano
Uso del Internet
Ideología
Votó en las últimas elecciones
Estado propietario de industrias más importantes
Proteger en medio ambiente
Víctima de delincuencia
Interés en la política
Asistencia a reuniones de movimientos o partidos políticos
Aprobación del trabajo del ejecutivo

-1.00 -0.50 0.00 0.50 1.00 1.50 2.00

95% Intervalo de confianza (Efecto de diseño incorporado)

Fuente: ? Barómetro de las Américas por LAPOP, 2014; v.M14 v2.0

Fuente: Barómetro de las Américas por LAPOP.

Al observar casos concretos, se puede apreciar que en Colombia sólo


hay siete variables que son estadísticamente significativas. Éstas son:
pertenencia a un pueblo indígena, creencia de que el Estado debe ser
propietario de industrias, ser varón, ser joven, haber sido víctima de la
222 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

delincuencia, tener interés en la política y asistir a reuniones/mítines


políticos y participar en movimientos sociales. En Perú los factores ex-
plicativos de la participación que son predictivos son: ser indígena, ser
víctima de la delincuencia, tener interés en la política, asistir a reuniones
de partidos y movimientos sociales, y desaprobar la gestión del gobier-
no. En el caso de Bolivia, la mayoría de las características que aparecen
no son significativas y por lo tanto no influyen en la probabilidad de
haber participado, las únicas variables que predicen la participación en
protestas son: ser indígena, tener interés en la política y ser víctima de
la delincuencia. En el caso brasileño, las variables que se correlacionan
positivamente con la movilización son un alto nivel de educación for-
mal, ser víctima de la delincuencia, tener interés por la política, y asistir
a reuniones de partidos y movimientos sociales; por otro lado, correla-
ciona de forma negativa la edad. En el caso de México, las variables que
correlacionan positivamente con la movilización son el uso de internet,
el interés en la política, y la asistencia a reuniones de partidos y movi-
mientos sociales.
En Chile las variables estadísticamente significativas son creer que el
Estado debe ser el propietario de las industrias más importantes, pensar
que es importante la protección del medioambiente, ser varón y el inte-
rés en la política; por otro lado, correlaciona de forma negativa la edad.
En Argentina, las variables significativas son la educación, los ingresos,
vivir en un medio urbano, ser víctima de la violencia, tener interés en la
política, y la asistencia a reuniones de partidos y movimientos sociales.
Finalmente, en República Dominicana las variables que correlacionan
positivamente con la participación en protestas autorizadas son la asis-
tencia a reuniones de partidos y movimientos sociales, ser víctima de la
delincuencia, creer que el Estado debe ser el propietario de las indus-
trias más importantes, y las que lo hacen negativamente son la edad y la
aprobación del trabajo del Ejecutivo.
Las tres variables muy significativas que influyen en mayor medida
en la participación en protestas son: la asistencia a reuniones partidarias
y de movimientos sociales, el interés en la política y el haber sido víc-
tima de violencia. Destaca también que es significativo ser indígena en
países con alto porcentaje de población indígena como Colombia, Perú
y Bolivia; ser joven; y estar a favor de que el Estado sea el propietario de
Movilización y protesta en América Latina 223

las empresas extractivas. Sorprende, por otro lado, que la variable pro-
tección del medioambiente sólo sea significativa en Chile.
Tabla 4. Variables sociodemográficas y su relación con la probabilidad de
protestar

Características
Col Pe Bol Bra Mx Chile Arg RD
sociodemográficas
Condición indígena + + +
Educación formal + +
Ingresos +
Mujer - -
Edad - - - -
Urbano +
Uso internet +
Ideología
(izquierdas con -, +
derechas con +)
Voto en elecciones
Estado propietario + + + + +
Protección
+
medioambiente
Victimización + + + + + +
Interés por la
+ + + + + + +
política
Participación
en partidos y + + + + + + +
movimientos
Aprueba ejecutivo - -
Fuente: elaboración propia.

Respecto a los factores que influyen en la participación en acciones


políticas no convencionales más disruptivas (como son los cierres o blo-
queos de calles), y tal como se observa en el gráfico 6, son ser joven,
desaprobar la acción de gobierno, tener interés en la política, participar
en reuniones de partidos o movimientos sociales, estar interesado en la
política, estar conectado a internet, creer que el Estado debe ser el titular
224 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

de las industrias más importantes y tener un nivel de renta por debajo


de la media.
Gráfico 6. Factores determinantes de las personas que aprueban que las
personas participen en bloqueos de calles o carreteras como forma de
protesta (datos de 2014)

Indígena R2 = 0.077
F = 42.497
Nivel de educación N = 22627
Quintiles de riqueza
Mujer
Edad
Urbano
Uso del Internet
Ideología
Votó en las últimas elecciones
Estado propietario de industrias más importantes
Proteger en medio ambiente
Víctima de delincuencia
Interés en la política
Asistencia a reuniones de movimientos o partidos políticos
Aprobación del trabajo del ejecutivo

-0.30 -0.20 -0.10 0.00 0.10

95% Intervalo de confianza (Efecto de diseño incorporado)

Fuente: © Barómetro de las Américas por LAPOP, 2014; v.M14 v2.0

Fuente: Barómetro de las Américas por LAPOP.

2. MOVILIZACIONES Y ESTALLIDOS
Las movilizaciones a lo largo del siglo XXI en la región han sido
abundantes y con múltiples características. Es difícil —si no imposi-
ble— poder hacer una relación sensata de las protestas más relevantes y
multitudinarias acontecidas en cada país; además de señalar que a veces
hay protestas localizadas e invisibilizadas que son muy importantes. De
todas formas, en la tabla 5 se muestra un listado de las movilizaciones
—a priori— más significativas del siglo XXI.
Pese a la heterogeneidad de las grandes movilizaciones sociales ob-
servadas durante los últimos lustros en América Latina, existen algunos
rasgos comunes en cuanto a sus motivaciones, a saber, el reclamo a los
gobiernos por el estancamiento económico, la corrupción, la desigual-
dad; si bien en cada país estas demandas también están asociadas a pro-
blemas nacionales específicos (Barragán et al., 2020). De la información
que se expone es posible identificar una amplia gama de demandas y de
Movilización y protesta en América Latina 225

repertorios de acción colectiva, así como una amplia variedad de sujetos


liderándolas, pero, con todo, los eventos de protesta que más aparecen
son los de protesta contra el gobierno (en el sentido de anti-régimen y
anti-stablishment), seguidos por los eventos de rechazo a las políticas
neoliberales.
Sobre los primeros, casi no hay país que los evada, y están presentes
en Argentina en 2001, en Bolivia en 2003 y 2019, en Brasil en 2013, en
Chile en 2006, 2011 y 2019, en Cuba en 2003 y 2021, en Ecuador en
2005, en Guatemala 2016, en Honduras en 2009, en México 2006, 2012
y 2014, en Nicaragua en 2018, en Panamá en 1999, en Paraguay 1999 y
2017, en Puerto Rico 2019 y en República Dominicana en 2011 y 2017.
Ciertamente estos episodios de protesta tienen en su origen agravios
puntuales de tipo muy diverso e, incluso, sujetos sociales y tendencias
ideológicas diferentes. Las protestas en Brasil contra Dilma de 2013, las
de Bolivia contra Morales de 2019 y las de Nicaragua de 2018, están en
las antípodas de las protestas contra de la Rúa de 2001 en Argentina, las
de Bolivia de 2003 contra Sánchez de Losada o las del estallido social
de Chile de 2019 contra Piñera. Si bien todas estas protestas tuvieron
como reclamo principal la crítica al gobierno y a las élites, unas se rea-
lizaron enarbolando discursos y consignas desde la izquierda, y otras
no. En cuanto a los agravios de origen, destacan el impulso de políticas
económicas, la corrupción, la violación a los derechos humanos, fallos
y sospechas en la gobernanza electoral e, incluso, conflictos socioam-
bientales.
Tabla 5. Listado de las movilizaciones más significativas del siglo XXI
226

País Movilización Breve Descripción Tipología


Durante 2001 la severa crisis económica que afectaba al país catalizó
una revuelta social que hizo popular el lema de “que se vayan
todos”. Las protestas se desencadenan posterior a la imposición por
parte del gobierno de un “corralito” que restringía la retirada de
Anti-Régimen/
Caída del presidente efectivo de los bancos.
establishment;
Argentina Fernando de la Rua En junio de 2015 se convoca por primera vez una marcha que se
Antineoliberal
Ni una menos denominó “Ni una menos”, esta se realizó en muchas ciudades
Feminista
alrededor del país. Esta marcha se organizó en protesta en contra
de la violencia machista y se convirtió en la primera de muchas que
le siguieron no sólo en Argentina, sino también en otras ciudades
latinoamericanas.
En octubre de 2003 la denominada “guerra del gas” concitó
multitudinarias movilizaciones que terminaron con la presidencia de
Sanchez de Losada.
Anti-Régimen;
Caída de Sanchez de A partir de 2011 el gobierno de Evo Morales se enfrentó a las
Antineoliberal
Lozada comunidades indígenas que se oponían a la construcción de una
Socioambiental;
Bolivia Protestas contra carretera que atravesaría el Territorio Indígena Parque Nacional
Indígena
carretera del Tipnis Isiboro Sécure (Tipnis).
Anti-Régimen/
Caída de Morales A fines de 2019 se produjeron masivas movilizaciones en protesta
establishment
por lo que se calificaba como un triunfo fraudulento en las
elecciones de Evo Morales. Estas protestas terminaron con la caída de
Morales del poder.
Protestas durante Durante 2013 debido inicialmente al alza en la tarifa de los pasajes
Anti-Régimen/
el gobierno de la de del transporte público se sucedieron protestas en decenas de
Brasil establishment;
presidenta Dilma ciudades brasileñas, demandando mejoras a servicios públicos, en la
Antineoliberal
Rousseff economía y contra la corrupción.
Salvador Martí i Puig - Victor Tricot
País Movilización Breve Descripción Tipología
Movilización estudiantil de secundarios de 2006 que se volvió
multitudinaria llegando a cuestionar el modelo educacional
Anti-Régimen/
instaurado en la dictadura y forzando una mesa de diálogo con el
establishment;
gobierno de la presidenta Bachelet.
Antineoliberal
Durante el gobierno de Sebastián Piñera en 2011 surgió este
“Revolución pingüina” Anti-Régimen/
movimiento de estudiantes que reclamaban por educación gratuita
Chile Movimiento estudiantil establishment;
y de calidad y que se convirtió en la movilización social más grande
Revuelta, 2019 Antineoliberal
en décadas.
Anti-Régimen/
A partir de la represión sufrida por estudiantes secundarias emerge
establishment;
lo que se ha denominado el “estallido” o “Revuelta” social de
Antineoliberal
2019 que desde las calles propició el camino para el cambio de la
constitución.
Entre finales de 2019 e inicios de 2020 hubo en el país
Movilización y protesta en América Latina

movilizaciones en contra de los que se conoció como un “paquetazo


Colombia Paro Nacional neoliberal” del presidente Duque. Fue el inicio de un ciclo de Antineoliberal
movilización que desplegó por 3 meses diversos repertorios de
acción colectiva en el país.
A inicios de 2000 se producen multitudinarias e históricas protestas
Contra el Combo en contra de la Ley para el Mejoramiento de los Servicios Públicos
Costa Rica Antineoliberal
Energético y Telecomunicaciones y la participación del Estado, popularmente
conocida como Combo energético.
Movimiento compuesto por familiares de presos cubanos que desde
el año 2003 realizan concentraciones en protestan vestidas de blanco Anti-Régimen;
Damas de Blanco por los derechos humanos de sus familiares encarcelado. Derechos humanos
Cuba
Patria o vida A partir de una canción de raperos cubanos llamada “patria o vida”, Anti-Régimen;
emerge durante 2021 protestas en distintas ciudades cubanas en Derechos humanos
contra del gobierno de Miguel Diaz Canel.
227
País Movilización Breve Descripción Tipología
228

Contra Lucio Multitudinarias y multisectoriales protestas terminan con la


Gutiérrez, 2005 presidencia de Lucio Gutiérrez. Participación activa y determinante Anti-Régimen/
Levantamiento de de organizaciones indígenas. establishment;
Ecuador
octubre 2019 contra Durante octubre de 2019 en respuesta a medidas económicas de Pueblos Indígenas
reformas presidente austeridad emergen movilizaciones sociales multitudinarias que forzaron Antineoliberal
Lenin Moreno al gobierno de Lenin Moreno a sentarse negociar y detener las medidas.
A mediados de 2018 en protesta por un proyecto que pretendía
Contra privatización
El Salvador privatizar el agua, estudiantes universitarios y organizaciones sociales Antineoliberal
del agua
se movilizaron para intentar detenerlo.
A fines de 2019 en respuesta a partidas del presupuesto aprobado Anti-Régimen/
en el congreso se convocaron manifestaciones en todo el país para establishment;
Contra corrupción rechazarlo. En el marco de estas el congreso fue saqueado y quemado. anticorrupción
Guatemala
Contra corrupción Cientos de miles de guatemaltecos salieron a las calles en 2015 para Anti-Régimen/
protestar en contra de la corrupción del gobierno de Oto Pérez, estas establishment;
manifestaciones terminaron con la renuncia del presidente. anticorrupción
En el marco de la destitución de facto del presidente Manuel Zelaya
Caída de Manuel
Honduras en junio de 2009, emergieron movilizaciones tanto a favor del Ruptura régimen
Zelaya
presidente como en contra.
En 2006 tras unos discutidos resultados electorales, Manuel López
Obrador llamó a un “plantón” en la capital del país que se instaló en
Paseo de la Reforma en protesta por el triunfo de Felipe Calderón. Democratización
El movimiento YoSoy123 surge a raíz de unas protestas realizadas Anti-Régimen/
Plantón Peje
por estudiantes en contra del candidato presidencial Enrique Peña establishment
México Yo soy 123
Nieto el año 2012. El hashtag #yosoy123 se hizo viral e inició un Derechos Humanos;
Ayotzinapa movimiento que se proyectó a nivel nacional. Anti-régimen/
A raíz de la desaparición de 43 estudiantes en la ciudad de Ayotzinapa establishment
en septiembre de 2014, se suceden protestas y marchas en distintas
artes de México y el mundo en reclamo por estas desapariciones.
Salvador Martí i Puig - Victor Tricot
País Movilización Breve Descripción Tipología
En abril de 2018 emerge una protesta motivada por una reforma al
Movilizaciones contra
sistema de seguridad social, esto produjo protestas lideradas por Anti-Régimen;
Nicaragua el presidente Daniel
estudiantes que evolucionaron hacia demandas de democratización DDHH
Ortega
del régimen de Ortega.
A fines de 1999 el Comité de Defensa de la Soberanía y el Consejo
Contra privatización Nacional de Trabajadores Organizados convocó movilizaciones que
Anti-Régimen/
del agua y cambio de se extendieron por distintas ciudades del país y fueron enfrentadas
establishment;
Panamá feriados con represión.
Antineoliberal
Contra Ley de 61 de Liderados por la Alianza Panameña por la Vida y la Familia, durante
Salud Sexual 2016 emergieron multitudinarias protestas en contra el proyecto de
ley de salud sexual
Así se le denomina a la mayor movilización social existente desde la
Movilización y protesta en América Latina

democratización del país. Las protestas surgen en marzo 1999 como Anti-Régimen/
Marzo Paraguayo
resultado del asesinato del vicepresidente del país. establishment
Protestas contra
Paraguay Durante 2017 el entonces presidente Horacio Cartes intentó reformar Anti-Régimen/
reforma para la
la constitución para instaurar la reelección, esto produjo molestia en establishment;
reelección
la ciudadanía y protestas que llegaron a las puertas del congreso que anticorrupción
incluso fue incendiado.
Con presidente Vizcarra destituido por incapacidad moral por el
Vacancia del Anti-Régimen/
parlamento a fines de 2020, surgieron protestas en distintas ciudades
Perú presidente Martín establishment;
del país especialmente en rechazo a quien había sido designado para
Vizcarra anticorrupción
sucederlo
Demostraciones masivas en 2019 en respuesta a la corrupción y la
Anti-Régimen/
filtración de mensajes privados del gobernador Ricky Rosello de tono
Puerto Rico “Ricky Renuncia” establishment;
homofóbicos, raistas y en que se burlaba de las víctimas de huracán
DDHH
Maria
229
País Movilización Breve Descripción Tipología
230

En 2011 se produjeron grandes movilizaciones estudiantiles


apoyadas por otros sectores sociales en demanda por un 4% del PIB Anti-Régimen;
4% incremento para educación. Antineoliberal
R. Dominicana presupuesto educación A comienzos de 2017 miles de personas inundaron las calles Anti-Régimen/
Corrupción protestando por la corrupción generalizada cuyo más reciente caso establishment;
era Odebrecht, el movimiento se conoció como Movimiento Social Anticorrupción
Marcha Verde.
El 2004 luego de gran movilización ciudadana se llevó a cabo un
Plebiscito por contra
Uruguay plebiscito y consiguiente reforma constitucional que evita desde Antineoliberal
privatización del agua
entonces la privatización del agua.
Fuente: elaboración propia.
Salvador Martí i Puig - Victor Tricot
Movilización y protesta en América Latina 231

De todas formas, más allá de las movilizaciones contra el gobier-


no y de rechazo a las políticas neoliberales, destacan dos nuevos ejes
temáticos: el de los derechos de las mujeres y el de la protección del
medioambiente —generalmente vinculada con la resistencia y el recla-
mo de los derechos de los pueblos indígenas. Estos dos temas, si bien
siempre habían estado en la agenda “movilizadora” nunca habían tenido
la visibilidad que han adquirido actualmente, ni la capacidad de conci-
tar masas como ahora.
Precisamente por ello, los dos epígrafes que siguen se mencionan
estas movilizaciones.
Con todo, antes de terminar esta reseña es preciso hacer dos ano-
taciones. La primera es para insistir la dificultad de resumir las temá-
ticas de protestas y movilización social de los últimos 20 años, pues
en éstas se engloban una miríada de temáticas casi infinitas, pues hay
tantas como agravios percibidos. Además, a la par de la pluralidad
temática y de demandas que se señalan, también es preciso hacer re-
ferencia —y estudiarlo en otro momento— la gran diversidad organi-
zativa de los colectivos que protestan y la variación de los repertorios
de acción colectiva que —y esto es una novedad de este siglo XXI—
además de ser presenciales y físicos, también han empezado a emerger
(y a compenetrarse con) los repertorios deslocalizados, virtuales y en
línea. Generando movilizaciones de masas conectadas (Rovira, 2017).
Y la segunda, también crucial, es que por lo general las movilizaciones
y protestas están confrontadas por la violencia y represión de parte del
estado. Este un triste mínimo común denominador que se enfrentan
todas las personas que participan en actos de protesta y resistencia
al poder establecido. Por ello no está de más señalar la necesidad de
mostrar solidaridad con todos los activistas que, a lo largo del siglo
XXI, han sido maltratados, golpeados, torturados, vejados, presos,
desaparecidos y asesinados.

2.1. Luchas socioambientales e indígenas


El medio ambiente y el territorio son elementos que aparecen de for-
ma recurrente en muchos conflictos en América Latina, este incremento
232 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

de la conflictividad medioambiental se puede relacionar con una mayor


presión y un mejor acceso a los recursos naturales a raíz del incremento
de demanda y de los avances científicos y tecnológicos, el incremento en
la demanda por recursos naturales o crecimiento de los flujos económi-
cos internacionales por la caída de barreras arancelarias. También hay
otro elemento de carácter subjetivo: la aparición de una nueva forma de
percibir la realidad, donde la naturaleza y el medio ambiente toman una
especial consideración.
La multiplicación de conflictos medioambientales se asienta tam-
bién esta nueva sensibilidad ecológica por parte de una porción cada
vez mayor de ciudadanos, y por el hecho de que algunos agentes eco-
nómicos hayan cambiado la consideración respecto a ciertos recursos
naturales que hasta tiempos recientes eran vistos como un bien de ac-
ceso universal de titularidad pública o común, y que crecientemente
son convertidos en bienes de mercado. Esta nueva sensibilidad ecoló-
gica emergente ha ido creando nuevos significados sobre el territorio
y el entorno.
En este sentido existe desde los noventa un creciente proceso de
“etnificación” del conflicto ambiental, dinámica que se ha acelerado a
partir de la suscripción del Convenio 169/89 de la OIT y del desarrollo
legislativo posterior sobre la defensa de los derechos de los pueblos
indígenas (Aparicio, 2011; Marti i Puig et al., 2013). Esta legislación,
que protege la relación entre los pueblos indígenas y sus territorios
ancestrales otorgándoles derechos específicos de uso o explotación,
ha supuesto que grupos locales subalternos experimenten procesos
de etnogénesis como estrategia para obtener derechos frente a actores
económicos con mucho más poder que ellos, y que a partir de los años
noventa han ido invadiendo espacios y recursos que antes estaban pre-
servados. Este proceso de etnificación de comunidades ha permitido a
muchos colectivos no solo negociar y obtener derechos de los estados,
sino también recurrir a foros transnacionales, como son la Corte In-
teramericana de Justicia, conferencias ambientales internacionales o
foros en Naciones Unidas.
En resumen, es posible argüir que es importante analizar las deman-
das relacionadas con la preservación del medio ambiente en conjunto
Movilización y protesta en América Latina 233

con las reivindicaciones que ponen de relieve la relación que tienen los
habitantes con su entorno (Maillet et al., 2020), con su territorio, pu-
diéndose definir conflicto socioambiental como “aquellas disputas entre
diversos actores (personas naturales, organizaciones, empresas privadas
y/o públicas o el estado en sus múltiples acepciones, ya sea por acción
u omisión) manifestadas públicamente y que expresan divergencias de
opinión, posiciones, intereses y planteamientos de demandas por la
afectación (de facto o potencial) de derechos humanos, derivada del ac-
ceso y uso de recursos naturales, así como por los impactos ambientales
de las actividades económicas”5.
Gráfico 7. Target principal contra el que protestan los movimientos

500 461
450
400
350
300
250
200
150
100
39
50 14
7
0
Grupos Locales Otras Organizaciones Gobierno Empresa

Fuente: elaboración propia.

5
http://www.indh.cl/mapadeconflictos
234 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

Gráfico 8. Tipo de empresa implicada

300
265

250

195
200

150

100

50 32

0
Internacional Pública Privada

Fuente: elaboración propia.

Una vez establecida una definición de conflicto socioambiental,


basados en los datos Ejolt6 sobre conflictos medioambientales, des-
cribiremos el grupo destinatario de las protestas, el grupo moviliza-
dor, el tipo de repertorio de acción colectiva utilizado y la catego-
ría del conflicto ambiental. Respecto del grupo destinatario de las
protestas, tal como se muestra en el gráfico 7, una vez generado el
conflicto, los grupos destinatarios —target groups— de las protestas
son básicamente las empresas, con 461 casos registrados frente a los
39 que se refieren al gobierno, los 14 de otras organizaciones y los
7 de grupos locales. De hecho, cuando los conflictos acumulan dos
targets éstos son las empresas y los gobiernos, por lo que de estos da-
tos se deduce que los reclamos a las empresas rara vez son exclusivos,
ya que casi siempre involucran de una manera u otra a entidades del
gobierno, si bien los reclamos exclusivos a los organismos públicos
apenas representan el 7% de la muestra. Si se observa qué tipo de
empresas son las involucradas en conflictos socioambientales éstas
son —según los datos del gráfico 8— mayoritariamente privadas
(nacionales o internacionales), mientras que sólo una minoría son

6
http://www.ejolt.org/ Environmental Justice Organizations, Liabilities and Trade
Movilización y protesta en América Latina 235

públicas, representando estas últimas apenas el 6%. También destaca


la importante presencia de las empresas nacionales, que representan
casi el 40% de las implicadas en conflictos, si bien en bastantes casos
las empresas locales suelen tener participación importante de accio-
nistas internacionales.
Gráfico 9. Grupo movilizador

Campesinos/Pescadores 250

Organizaciones Indígenas 107

ONG medioambientales 53

Comunidad/ Residentes 39

Mineros 39

Org trabajadores, Sindicatos 18

Partidos Políticos 5

ONG no medioamental 2

Organizaciones de Investigacion 2

Mujeres 1

Organizaciones Gubernamentales 1

0 50 100 150 200 250 300

Fuente: elaboración propia.


236 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

Gráfico 10. Acciones de protesta principal

Declaración pública/campañas 176

Bloqueos 141

Asambleas/Desarrollo de Redes/Acción Co 98

Activismo Judicial 34

Acciones Artísticas y Creativas (teatro 24

Cartas de reclamación oficiales y petic 12

Creación de informes alternativos/Conocimiento 11

Ocupacion de Tierras/Edificios 9

Marchas 8

Objecciones al EIA 4

Sabotaje/Daños a la Propiedad 1

Huelgas/Paros 1

0 20 40 60 80 100 120 140 160 180 200

Fuente: elaboración propia.

En cuanto al el grupo movilizador, tal como se observa en el gráfico 9,


los actores que impulsan las protestas son mayoritariamente actores locales
que residen en el espacio donde se genera el conflicto (campesinos/pesca-
dores, organizaciones indígenas, comunidad/residentes), si bien también
tienen un rol muy relevante las ONG medioambientales. En cambio, otro
tipo de organizaciones, como son las ONG no medioambientales, partidos,
sindicatos, organizaciones de investigación u organizaciones gubernamen-
tales tienen una presencia muy limitada. Los emparejamientos de grupos
movilizadores más comunes son, en primer lugar, el tándem de campesinos
e indígenas, y en segundo y tercer lugar aparecen estos dos mismos acto-
res emparejados con las ONG medioambientales. Este dato es importante
ya que señala el importante rol de acompañamiento que realizan las ONG
medioambientales como aliados de comunidades indígenas y campesinas
y, por otro lado, la desvinculación de los actores tradicionales (como los
partidos y los sindicatos) respecto a este tipo de eventos.
Movilización y protesta en América Latina 237

En cuanto al tipo de repertorio de acción colectiva utilizado por


quienes se movilizan, como se señala en el gráfico 10, las más recurren-
tes no son especialmente “disruptivas”, ya que las acciones más pacíficas
(como son las declaraciones/campañas, asambleas/desarrollo de redes,
el activismo judicial, las creaciones artísticas, las cartas de reclamación
y los informes alternativos) representan casi el 70% del repertorio; rele-
gando las acciones más disruptivas (como son los bloqueos, las ocupa-
ciones, las marchas, los sabotajes y las huelgas) a menos de un tercio del
total. De todas formas, los bloqueos —y no otro tipo de acciones más
violentas— parecen ser el repertorio de acción colectiva disruptiva más
común de quienes impulsan el conflicto, muy por encima de otro tipo
de acciones más disruptivas, como el sabotaje, los daños a la propiedad,
o las ocupaciones. Así pues, según estos datos, las acciones “violentas”
son repertorios muy excepcionales y sólo se llevan a cabo muy puntual-
mente por parte de quienes protestan. Este hallazgo es de gran interés ya
que contrasta con la imagen de violencia y revuelta que se ha construido
de los activistas medioambientales por parte de los medios, de forma
concreta, en México y en Perú se usan más los bloqueos, en Colombia
las declaraciones públicas y en Chile, Asambleas.
Por otro lado, también llama la atención la limitada presencia del
activismo judicial por parte de los impulsores de la protesta, dato que
debe tenerse en cuenta debido a la tendencia a la judicialización de los
conflictos por parte de algunos gobiernos y empresas a la hora de en-
frentar a los activistas y sus demandas.
En cuanto a la temática que activa el conflicto, ésta suele tener como
objetivo la defensa del medio ambiente. Sin embargo, muchas veces ésta
no es la única preocupación, pues suele estar acompañada de demandas
vinculadas a otros temas como son la salud y la participación en la toma
de decisiones o en los beneficios, existiendo una preeminencia de con-
flictos vinculados a las actividades extractivas, siguiéndole los que están
relacionados con biomasa y tierra, y aquellos relacionados con el agua,
los conflictos extractivos son más significativos en México, Colombia,
Chile, Bolivia y Argentina, mientras que en Brasil lo son los de biomasa
y conflicto por la tierra.
238 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

El recurso tierra es el que predomina en la mayoría de los conflictos


ya estén éstos relacionados con actividades mineras, infraestructura de
generación o transmisión eléctrica, plantaciones, infraestructura turís-
tica, etc. En otras palabras, el recurso tierra no es exclusivo de un cierto
tipo de conflicto, sino que aparece asociado a las principales tipologías
presentes en la región, aunque, eso sí, aparece más frecuentemente aso-
ciado a conflictos relacionados con la gestión de recursos hídricos.

2.2. Feminismos, movilizaciones de mujeres y de género


Ningún texto sobre movimientos sociales, por muy somero que sea,
está completo sin hacer referencia a la relevancia que ha adquirido en
los últimos años las movilizaciones encabezadas por las mujeres, quie-
nes desde distintos escenarios y utilizando repertorios de acción colecti-
va diversos y formas de acción política tanto convencionales como más
disruptivas, se han hecho protagonistas de las calles y de la política lati-
noamericana.
Las últimas décadas han visto un aumento cualitativo y cuantitativo
en cuanto a movilizaciones lideradas por mujeres y feministas. Lo an-
terior no nos debe hacer olvidar el rol fundamental que cumplieron las
organizaciones de mujeres en el marco de las luchas por la democracia
en distintos países latinoamericanos, sin embargo, de la misma forma
es importante plantear que en estos contextos de democratización las
luchas propias quedaron relegadas a un segundo plano. Es por esto que
a partir de la década de los noventa podemos ver la emergencia de orga-
nizaciones de mujeres y feministas que utilizando distintos repertorios
de acción colectiva luchan por mayor presencia y representación políti-
ca; mejor y más acceso al mercado laboral; contra la violencia machista,
abuso sexual y el sexismo; enfrentar las limitaciones a sus derechos se-
xuales y reproductivos (Horton, 2017); o derechamente por su derecho
a la vida.
A lo anterior es posible agregar que dentro de las características de
los repertorios de protesta verificables en las últimas décadas se puede
destacar a parte de la relevancia de las redes digitales, un devenir fe-
minista o feminización de las movilizaciones sociales, que va más allá
Movilización y protesta en América Latina 239

de las mujeres o las feministas (Rovira, 2018). Lo anterior concuerda


con lo planeado por (Larrondo y Ponce, 2019) cuando señalan que en
el último lustro es factible ver como en América latina el movimiento
feminista y las demandas de género se agregan a otras reivindicaciones
de otros colectivos de clase o étnicas permitiendo una mayor difusión
de sus demandas produciéndose además, nuevos tipos de activismos y
liderazgos feministas en las redes sociales que suman a miles de segui-
dores, ampliando los espacios de lo político.
Es de esta forma en la cual podemos ver en los últimos años mo-
vimientos multitudinarios como por ejemplo aquel que se conoce hoy
como la ola verde movilización feminista en Argentina. El 3 de junio
de 2015 se realizo una masiva movilización en la ciudad de Buenos Ai-
res para reclamar contra la violencia machista. Esta manifestación fue
convocada un mes antes utilizando en redes sociales el hashtag #NiUna-
Menos, esta plataforma logró que la convocatoria se extendiera por alre-
dedor de 120 ciudades en distintas provincias del país y en otros países
de la región, en particular en Chile y Uruguay (Natalucci y Rey, 2018).
Esta demostración fue iniciática en comenzar un ciclo de movilización
feminista que se extendió no sólo por el país, sino que se extendió a
nivel nacional, regional e internacional, incorporándose demandas que
fueron más allá de la violencia machista y tenían que ver con derechos
sociales y económicos de las mujeres (Natalucci y Rey, 2018).
En este marco se inscribe también el movimiento de mujeres por
los derechos sexuales y reproductivos en Argentina y que hizo visible
esta lucha por la utilización de un pañuelo verde en cada manifestación
como símbolo del movimiento por la legalización del aborto, que fue
capaz de convocar movilizaciones masivas en el contexto de la discusión
d ela ley de aborto en el congreso argentino, convirtiéndose el pañuelo
en un símbolo de esta lucha, transformadose en emoji, pines, camise-
tas, cuadernos y calcomanías, presente en redes sociales, y puesto en
estatuas y monumentos en Argentina y la ciudad de México (Morales y
Felitti, 2020).
Otra manifestación que se volvió icónica y que fue capaz de traspasar
barreras culturales, sociales se incluso lingüísticas fue la performance
creada por el colectivo Las Tesis, titulada “un violador en tu camino”. En
240 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

el marco de las violaciones a los derechos humanos acaecidas en el con-


texto de la revuelta social chilena iniciada en octubre, y particularmente
los abusos sexuales cometidos por la policía en las comisarías del país,
el colectivo teatral lanza el 25 de noviembre, Día Internacional para la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer esta performance basada
e los textos de la feminista argentina Rita Segato. Esta performance de
las Tesis permitió que las demandas feministas se sincronizaran con la
revuelta, ofreciéndole además a esta un segundo aliento de masividad
(Vergara-Saavedra y Muñoz-Rojas, 2021). Versos como “la culpa no era
mía, ni donde estaba, no como vestía” se convirtieron en un himno de
la lucha contra la violencia contra las mujeres y el feminismo, siendo la
performance replicada en distintas latitudes del mundo y en distintos
idiomas.

3. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Albala, A. (2020). “Partidos políticos y movimientos sociales en América Latina (2011-
2016): Un análisis configuracional”. Perfiles latinoamericanos, 28(55), 27-54. Dispo-
nible en: https://doi.org/10.18504/pl2855-002-2020
Almeida, P., y Cordero, A. (2017). Movimientos sociales en America Latina. Perspectivas,
tendencias y casos. Buenos Aires: Clacso. Disponible en: http://www.clacso.org.ar/
libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1257
Aparicio, M. (2011). “Los derechos de los pueblos indígenas a los recursos naturales y
al territorio: Conflictos y desafíos en América Latina”. Icaria. Disponible en: https://
dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=462273
Barragán, M., Cisneros, A. A., Otero, J. M. R., Goyburu, L., Cruz, F., Tricot, V., y Garri-
do, M. R. B. (2020). “América Latina 2019: Vuelta a la inestabilidad”. Iberoamericana,
20(73), 205-241. Disponible en: https://doi.org/10.18441/ibam.20.2020.73.205-241
Bennett, W. L., Diani, M., Johnson, E., Kolb, F., McAdam, D., McCarthy, J. D., Rootes, C.,
y Sikkink, K. (2004). En D. Della Porta y S. Tarrow (eds), Transnational Protest and
Global Activism. Nueva York: Rowman & Littlefield Publishers
Brysk, A. (Ed.). (2002). Globalization and Human Rights. California: University of Ca-
lifornia Press.
Brysk, A. (2009). De la tribu a la aldea global: Derechos de los pueblos indigenas, redes
transnacionales y relaciones internacionales en América Latina. Barcelona: Edicions
Bellaterra.
Movilización y protesta en América Latina 241

Castells, M. (2000). Movimientos sociales urbanos. Madrid: Siglo XXI Editores. https://
www.iberlibro.com/buscar-libro/titulo/movimientos-sociales-urbanos/autor/ma-
nuel-castells/
Garreton, M. A. (2003). Latin America in the 21st Century: Toward a New Sociopolitical
Matrix. Miami: University of Miami.
Goldstone, J. A. (Ed.). (2003). States, Parties, and Social Movements. Cambridge: Cambrid-
ge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511625466.
Horton, L. (2017). Movimientos sociales en America Latina. Buenos Aires: CLACSO.
Disponible en: https://doi.org/10.2307/j.ctv253f5v7.8
Keck, M. E. y Sikkink, K. (2000). Activistas Sin Fronteras: Redes de defensa en política
Internacional. Madrid: Siglo XXI.
Larrondo, M., y Ponce, C. (2019). Activismos feministas jóvenes. Buenos Aires: CLACSO.
Disponible en: https://doi.org/10.2307/j.ctvt6rkfs.5
Maillet, A., Allain, M., Carrasco, S., y Delamza, G. (2020). Una década de protestas socio-
territoriales en Chile (2009-2019) (INFORME ANUAL Observatorio de Conflictos
2020). COES.
Marti i Puig, S. (2010). “The Emergence of Indigenous Movements in Latin America
and Their Impact on the Latin American Political Scene Interpretive Tools at the
Local and Global Levels”. Latin American Perspectives, 37(6), 74-92. Disponible en:
https://doi.org/10.1177/0094582X10382100
Marti i Puig, S. (2018). Movilización en el mundo global-local interconectado: Nuevos
patrones. Nuevos movimientos sociales: de la calle a los ayuntamientos. Disponible en:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6580325
Marti i Puig, S., Wright., C. Aylwin, J. y Yañez, N. (Eds.). (2013). Entre el desarrollo
y el buen vivir: Recursos naturales y conflictos en los territorios indígenas. Ma-
drid: Los Libros de la Catarata. Disponible en: http://dialnet.unirioja.es/servlet/
libro?codigo=559847.
Marti i Puig, S., y Silva, E. (2014). “Introducción: Movilización y protesta en el mundo
global e interconectado”. CIDOB, Movilización ciudadana transnacional. Nuevas for-
mas de activismo político, 105, 7-18.
Morales, M. del R. R., y Felitti, K. (2020). “Pañuelos verdes por el aborto legal: Historia,
significados y circulaciones en Argentina y México”. Encartes, 3(5), 111-145. Dispo-
nible en: https://doi.org/10.29340/en.v3n5.132
Natalucci, A., y Rey, J. (2018). New feminist wave? Gender agendas, repertoires of conten-
tion and women’s collectives (Argentina, 2015-2018). Buenos Aires: CONICET.
Pierre, J. y Peters, B. G. (2000). Governance Politics y the State. Londres: Bloomsbury
Press.
Rovira, G. (2017). Activismo en red y multitudes conectadas. Disponible en:
https://www.casadellibro.com/libro-activismo-en-red-y-multitudes-conecta-
das/9788498887600/5201362
242 Salvador Martí i Puig - Victor Tricot

Rovira, G. (2018). “El devenir feminista de la acción colectiva. Las multitudes conecta-
das y la nueva ola transnacional contra las violencias machistas en red”. Teknokultu-
ra. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales, 15(2), 223-240. Disponible en:
https://doi.org/10.5209/TEKN.59367
Sankey, K., y Munck, R. (2020). “Introduction: Social Movements, Progressive Govern-
ments, and the Question of Strategy”. Latin American Perspectives, 47(4), 4-19. Dis-
ponible en: https://doi.org/10.1177/0094582X20917991
Silva, E. (2015). Transnational Activism and National Movements in Latin America: Brid-
ging the Divide. Londres; Routhledge. Disponible en: https://www.routledge.com/
Transnational-Activism-and-National-Movements-in-Latin-America-Bridging/
Silva/p/book/9781138926394
Tricot, V., y Albala, A. (2018). “Institutionalization Versus Responsiveness: The Dilem-
ma of Political Representation in Chile”. En A. Albala (Ed.), Civil Society and Politi-
cal Representation in Latin America (2010-2015): Towards a Divorce Between Social
Movements and Political Parties? Suiza: Springer International Publishing, 55-72.
Disponible en: https://doi.org/10.1007/978-3-319-67801-6_3
Valles, J. M., y Marti i Puig, S. (2015). Ciencia Política. Un manual. Madrid: Ariel.
Vergara-Saavedra, P. y Muñoz-Rojas, C. (2021). “Feminist Movements and the Social
Outburst in Chile: The Time of Women?” En B. Navarrete y V. Tricot (Eds.), The
Social Outburst and Political Representation in Chile. Suiza: Springer, 131-150. In-
ternational Publishing.
FEMINISMOS DESBORDADOS
EN AMÉRICA LATINA:
AUTOCONVOCATORIAS MASIVAS,
MULTITUDES CONECTADAS Y
REPERTORIOS ANTISISTÉMICOS
Guiomar Rovira
Universidad de Girona, España
Márgara Millán
Universidad Nacional Autónoma de México

1. INTRODUCCIÓN
A partir del seguimiento constante de la ola de movilizaciones de
mujeres que ha sacudido el continente latinoamericano, este capítulo
traza una interpretación de algunas experiencias del repertorio de ac-
ción feminista y su desborde en formas organizativas y de las “mujeres
que luchan”, las cuales crean marcos comunes de motivación transna-
cional, que se contagian y extienden: las marchas autoconvocadas, las
huelgas del 8 de marzo, el #MeToo, la performance “Un violador en tu
camino”, los encuentros de mujeres en territorio indígena y la toma/
okupación de espacios universitarios.
Desde el ciclo de las multitudes conectadas (Toret, 2013; Rovira,
2017) que arrancó en 2011 con la Primavera Árabe, el 15M español,
Occupy Wall Street, #Yosoy132 mexicano o #NuitDebout francés —en-
tre otros—, los programas, la pertenencia identitaria, la adscripción a
organizaciones y las figuras de liderazgo masculino han estado menos
presentes que nunca. Las multitudes conectadas, en su capacidad de
irrupción inesperada ponen en escena, como diría Benjamin Walter,
un “Jetztzeit”, un tiempo del ahora, que se abre al performance de los
cuerpos en las redes y en las calles, donde “lo personal es lo político”. La
acción colectiva se ha vuelto “acción conectiva” (Bennett y Segerberg,
244 Guiomar Rovira - Márgara Millán

2012) y al mismo tiempo, materializa vínculos que ponen en jaque las


fronteras de clase, racistas y sexodivergentes, entre otras diferencias.
Desde 2015 con la irrupción de #NiUnaMenos, la ola transnacional
de los feminismos indignados (Díaz Martínez y González Orta, 2016)
aparece como momento transversal de las luchas antisistémicas, híbri-
do, disperso y múltiple. No es algo que le ocurre solo al feminismo como
lucha de larga data, sino que tiene su incidencia en el marco más am-
plio de las movilizaciones sociales. Según Sonia Álvarez (Alvarez, 2014:
16-17) existe una ola feminista de “sidestreaming”, o de flujo horizontal
de los discursos y prácticas de feminismos plurales y la resultante mul-
tiplicación de campos feministas. Se trata de una diseminación y pro-
liferación de múltiples feminismos situados, populares, comunitarios,
urbanos. Justamente la noción del “sidestreaming” apunta a márgenes
que empiezan a ocupar el centro, a periferias que importan cada vez más
al flujo central del movimiento. Porque esta ola, denominada ya tsuna-
mi, interpela el modelo de mundo de raíz, visibilizando al menos tres
hilos que tejen o suturan al sistema: colonialismo racista, patriarcado y
capitalismo. Se enfrenta, poniendo el cuerpo colectivo en movimiento,
a esas estructuras no sólo en resistencia, sino propositivamente: desde
la interdependencia, la no violencia, la reivindicación de lo común y el
cuidado de la vida (Gil, 2022). Las formas de irrupción de estas multitu-
des feministas conforman un repertorio que aquí se atiende en cinco de
sus expresiones: las autoconvocatorias, la huelga, la acción directa digi-
tal con hashtags, el encuentro masivo en territorio zapatista y la toma u
ocupación de universidades.

2. LA REALIDAD LATINOAMERICANA: EXCLUSIÓN Y


VIOLENCIA
En el nuevo milenio, el cambio más significativo en la protesta tiene
que ver con la creciente relevancia de las redes digitales y la tecnopo-
lítica: el uso táctico y estratégico de dispositivos tecnológicos para la
acción colectiva (Toret, 2013). El paradigma de red atraviesa todas las
esferas de lo social, lo económico y lo cultural.
Feminismos desbordados en América Latina 245

Sin embargo, es obligado decir que la brecha digital afecta a más de


cuarenta millones de hogares en América Latina y el Caribe, hecho que
fue visible en la pandemia (Refugees Wellcome, 2021). Las mujeres in-
dígenas se han tenido que enfrentar con mayor dureza a la falta de Inter-
net, por no decir a todo tipo de servicios básicos, que les impide acceder
a información sobre servicios públicos u oportunidades de formación.
Sin ser una metáfora inocente, la sociedad red de la que temprana-
mente nos hablaba Manuel Castells (1998), muestra la constante inter-
dependencia e interferencia de escalas a la hora de evaluar cualquier
fenómeno social. La multiplicación de bordes sistémicos en nuestro pla-
neta coincide con la complejidad de su mutua influencia y alteración.
En América Latina puede observarse cómo el extractivismo minero, el
turismo depredador, y, por supuesto, la industria y el negocio del crimen
organizado forman el embate de esas “formaciones predatorias” propias
del capitalismo de “expulsión” (Sassen, 2015).
América Latina y el Caribe es una de las regiones más desiguales del
mundo y está aquejada por la feminización de la pobreza. Se calcula que
118 millones de mujeres viven en situación de pobreza y, entre ellas,
las más perjudicadas son las mujeres indígenas. La violencia contra las
mujeres y niñas afecta en promedio a una de cada tres mujeres a lo largo
de su vida. Según los datos del Informe de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible 2019 de la ONU, es la única región del mundo donde los ma-
trimonios infantiles no han disminuido en los últimos 25 años y ocupa
el segundo lugar del mundo en número de embarazos adolescentes.
A la vez, la lucha feminista tiene una larga historia propia (Gargallo,
2013) y ha logrado triunfos institucionales relevantes, políticas públicas
dirigidas a las mujeres y algunas leyes, como la tipificación del femini-
cidio. Desde el año 2000 ha habido un incremento muy notorio en el
porcentaje de parlamentarias elegidas. La paridad de género parlamen-
taria existe por ley en Ecuador, Bolivia, Costa Rica, México y Nicaragua.
En el ámbito parlamentario, la presencia de mujeres se dobló entre 2002
y 2019, con un incremento del 15% al 31%, aunque sigue estando por
debajo de la media (Refugees Welcome, 2021).
Fue en el contexto de los brutales crímenes contra mujeres jóvenes
en Ciudad Juárez en México a final del siglo pasado cuando la antropó-
246 Guiomar Rovira - Márgara Millán

loga Marcela Lagarde (2005) hizo la distinción, ahora incorporada en la


ley en dieciseis países de la región, entre cualquier asesinato de mujeres
y niñas (femicidio) y los crímenes de odio como culminación de la vio-
lencia de género y la impunidad (feminicidio).
Hoy en América Latina el feminicidio es considerado una “pande-
mia en la sombra”, explica el Observatorio de Igualdad de Género de la
CEPAL (2022). Al menos 4.091 mujeres fueron víctimas de feminicidio
en 26 países (17 de América Latina y 9 del Caribe) en el año 2020.
En ese contexto de extrema violencia de género, la acción y la indig-
nación de las mujeres jóvenes de América Latina se extiende y teje alian-
zas en las redes digitales, encuentra analogías translocales y construye
marcos comunes para una agenda feminista que incide en múltiples ni-
veles y demandas, desde el aborto a la defensa de la tierra.
A la vez, en los últimos años, en América Latina las plataformas di-
gitales han mostrado una toxicidad creciente como espacios de exten-
sión y amplificación de la violencia de género, principalmente contra
mujeres que participan en política, periodistas y activistas (D´Avila,
2022). Contra la potencia distribuida de esta ola reciente de feminismos
indignados, se ha generado una reacción o backlash en defensa de la
masculinidad aceitada por las derechas ideológicas, constituyendo un
agresivo movimiento antifeminista online (Bonet, 2021), de dimensión
continental.
En este trabajo se muestra cómo los repertorios de acción de los fe-
minismos se vuelven procesos imbricados, híbridos, transnacionaliza-
dos y singulares a la vez. La acción en red es performativa: comunica
una forma estética que interpela por des-anestesia (Buck-Morss, 2001)
y no necesariamente un discurso argumental o ideológico. El repertorio
de acción se vuelve una caja de herramientas a disposición del feminis-
mo latinoamericano para apropiarse, replicarse o remixtearse.
Diagnosticar los cambios y continuidades en las formas de protesta,
revisar qué medios se utilizan y cuáles son los sentidos comunes que
los sostienen, obliga a una reflexión diacrónica y sincrónica (Auyero,
2002). Todo repertorio es cultural, es decir, construido y sedimentado
en un lugar, situado. A la vez, los repertorios se van actualizando, y en
Feminismos desbordados en América Latina 247

cierto sentido, mezclando, se van abriendo a la interpelación de otros


movimientos y luchas.
En este trabajo se describen algunos repertorios implementados por
la protesta feminista de América Latina en este ciclo de protestas de
2015 a 2021, el más global y en red a la vez online e in situ (onlife). No
se sigue un eje diacrónico, sino que se muestra su despliegue creativo y
contagioso.

3. LA ACCIÓN DE LAS MUJERES EN LA ERA DIGITAL


A partir de la década de 1990 y con la extensión de Internet, las re-
des de mujeres crecen a lo largo del mundo y vinculan causas diversas.
La reflexión política feminista sobre el cuerpo y la performatividad en
conjunción con la tecnología ha sido una preocupación teórica constan-
te desde Donna Haraway (1991) con su “Manifiesto Cyborg” hasta las
reflexiones de Judith Butler (2017) sobre el despliegue corporal y virtual
durante el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos en 2011.
Pero también se pueden encontrar hoy en América Latina cruzando
fronteras intranacionales, por ejemplo, entre las mujeres mapuche en
la revuelta chilena, o entre las mujeres zapatistas y campesinas organi-
zadas en las marchas feministas en México. El manejo tecnológico en
las radialistas, en la producción y circulación de videos como los que se
acaban de ver en la sublevación de Ecuador, en junio 2022, son muestra
de este laboratorio donde lo tecnológico es el soporte para la apertura
de espacios de enunciación alejados no sólo geográficamente sino vi-
vencialmente.
A pesar de la brecha de género y clase en todos los niveles de la tec-
nología, el activismo digital de las mujeres ha supuesto una potencia
para el feminismo, no solo porque expande y visibiliza los temas femi-
nistas en la esfera pública sino también porque promueve una nueva
dinámica de implicación, con una dimensión de autoreflexividad sobre
temas de privilegio, diferencia, acceso y sentidos de la transformación
social. Al juntar diversas formas de feminismos, han aparecido conver-
saciones interseccionales que reconocen las opresiones de las personas
por su condición de sexo/género en profunda imbricación con la clase,
248 Guiomar Rovira - Márgara Millán

la raza, la colonialidad, la preferencia sexual. Fredrika Thelandersson


(2014:529) analiza cómo los espacios de interacción en red favorecen el
contacto entre distintas voces y experiencias, más de lo que ocurre en
las organizaciones habituales locales de mujeres, donde las identidades
de pertenencia son más restringidas. En los espacios digitales las mu-
jeres pueden entrar en contacto con problemáticas a las que quizás por
su área local no podrían, como ocurre con las identidades trans y no
heteronormadas, y navegar por relatos conmensurables en la experien-
cia de otras. A la vez, Keller (2014) destaca la práctica extendida de las
mujeres de explicar a los nodos de la red cuestiones que tiene que ver
con el feminismo. El feminismo hoy es más una maraña rizomática de
conexiones que una lista de intereses marcados por las diversas agen-
das. Y como señala Clark (2016), las organizaciones ya no estructuran
la comunicación en el movimiento feminista, al revés, la comunicación
por sí misma, desde los blogs a los hashtags, se han convertido en in-
fraestructura de organización: las redes convocan y son la convocatoria.
Es imprescindible señalar que el activismo digital no implica una
“descorporización” de la lucha, sino al revés. Para una comprensión ho-
lística de la realidad híbrida y compleja de las luchas sociales actuales es
imprescindible abandonar el binarismo simplista entre la acción online
y offline (Mendes et al., 2019). En la conjunción entre la protesta digital
y las calles, el cuerpo, como frontera porosa entre el yo y el otro, entre
autonomía y heteronomía, emerge como el lugar precario y simbólico,
el sitio mismo donde se ejerce el control, pero también donde nace la
resistencia, explica Judith Butler (2017: 18).
La tecnopolítica emancipatoria de las mujeres en Internet renueva
las luchas y causas de forma imprevista, abriendo nuevos temas como
el racismo, la gordofobia, la violencia obstétrica, la cultura de la viola-
ción, las cadenas de cuidados, etc. Como advierte Mohanty (2013), si no
tiene conexión con el activismo, la teoría feminista suele circular como
signo de prestigio en el capitalismo académico, señalando un compro-
miso retórico hacia la justicia de género en la universidad. Los discursos
privatizados y la individualización que prevalece en el neoliberalismo
transforman “proyectos sintéticos de resistencia en actos privados de
rebelión mercantilizados” (2013: 968).
Feminismos desbordados en América Latina 249

La politización de la vulnerabilidad y la distribución de la palabra se


convierte en la vía para recuperar el lema feminista de “lo personal es
político” y no sólo extraerlo de su apropiación neoliberal, sino “descolo-
nizarlo”, en el sentido de hacerse cargo del lugar situado de la enuncia-
ción del propio cuerpo, es decir, de la diversidad de formas de vida que
los cuerpos traen consigo. Esto ayuda a romper con ese individualismo
donde las mujeres son llamadas a construir sus aspiraciones dentro del
sistema de méritos, reificando el privilegio blanco, de clase y heteronor-
mativo, como señalan Banet-Weiser, Gill y Rottenberg (2019:15), pres-
tándose a agendas neoconservadoras y xenófobas.

3.1. Autoconvocatorias multitudinarias en las calles


El movimiento #NiUnaMenos arrancó de Argentina el 3 de junio de
2015, cuando 200 mil personas llenaron la plaza del Congreso tras el
asesinato de la joven Chiara Páez. Un año después se volvió a convocar
el mismo día con la denuncia de la detención de Milagro Sala, dirigente
de la asociación barrial Tupac Amaru. “Ni Una Menos” se convirtió en
la etiqueta que indexa una serie de movilizaciones a lo largo de Amé-
rica latina contra la violencia feminicida (Chenou y Cepeda-Másmela,
2019). Su origen muestra ya un primer desplazamiento transnacional:
el poema de Susana Chávez, luchadora de Ciudad Juárez, México, asesi-
nada el 6 de enero de 2011 por tres jóvenes, creadora de la consigna “Ni
una mujer menos, ni una muerta más”, que se convirtió en símbolo de
la lucha contra los homicidios de mujeres en Ciudad Juárez y después
será el grito nacional del movimiento feminista y de la organización de
familiares de víctimas.
En México, las multitudes conectadas feministas tuvieron su partea-
guas el 24 de abril de 2016. Un evento de Facebook convocó a una Movi-
lización Nacional contra las Violencias Machistas #VivasNosQueremos
#24A. Las mujeres tomaron las calles de 40 ciudades del país de forma
inesperada. Un hashtag se viralizó en aquella fecha: #MiPrimerAcoso,
tuiteó Catalina Ruiz Navarro: “Todas tenemos una historia, ¡levanta la
voz!”. De nuevo, puede apreciarse el contacto internacional: era una ré-
plica del brasileño #PrimeiroAsseido, cuando la concursante de 12 años
250 Guiomar Rovira - Márgara Millán

de la versión juvenil de Masterchef fue insultada y acosada en línea.


(BBCMundo: 2015/11/15).
En el año 2016, las movilizaciones de mujeres contra el feminicidio
y las violencias machistas se sucedieron en Chile, Brasil, Uruguay, Perú,
Colombia bajo el hashtag #NiUnaMenos, que funcionó como marco de
significado en dos sentidos: como indexación (una forma de agregar) y
como marco de motivación, al construir una fuerza contagiosa.
Salir las mujeres a la calle de forma autoconvocada, como multitud
conectada, ha ido ocurriendo en todo el mundo. El 21 de enero de 2017,
la convocatoria a la Women´s March en Estados Unidos tomó las calles
contra las declaraciones misóginas de Donald Trump (Duggan. 2017).
El 14 de marzo de 2018, en Brasil, la concejala de Río de Janeiro, Marie-
lle Franco, reconocida activista, lesbiana, negra, originaria de las favelas
que defendía, fue asesinada a tiros. El asesinato de Marielle movilizó a
miles de personas y generó una conciencia sobre la violencia feminici-
da que estalló contra la candidatura presidencial de Bolsonaro: con el
hashtag #EleÑao (“él no”) una multitud de mujeres tomó las principales
ciudades del país en un acto inédito.
En Argentina, en febrero de 2018 el hashtag #AbortoLegal libraba
una batalla en confluencia con “movilizaciones en la esfera pública tra-
dicional con los denominados pañuelazos”, explica Claudia Laudano
(2018, 363). Desde entonces, no paró de crecer y obtener triunfos como
la legalización del aborto. En Chile, las movilizaciones estudiantiles se
volvieron cada vez mas feministas, porque “el cuerpo se instaló como un
espacio en disputa” (Larrondo y Ponce Lara, 2019: 31-32).
No es el propósito de este capítulo mostrar la vinculación entre to-
das estas multitudes. Sin embargo, el entusiasmo que muchas mujeres
sintieron al ver a otras manifestarse aceitó un ciclo creciente de movi-
lizaciones autoconvocadas capaces de “citarse” unas a otras, construir
marcos comunes para la acción en red.

3.2. Huelga de mujeres el 8 de marzo


El 3 de octubre de 2016, las mujeres de Polonia tomaron las calles de
143 ciudades bajo el #BlackMonday contra la propuesta de ley que cri-
Feminismos desbordados en América Latina 251

minalizaba el aborto. Unos días después, en Argentina, el 19 de octubre,


a raíz del feminicidio de la menor Lucía Pérez, #NiUnaMenos convocó
a un Paro Nacional de Mujeres de una hora. En las redes circuló: “En
tu oficina, escuela, hospital, juzgado, redacción, tienda, fábrica o donde
estés produciendo, pará una hora para exigir ‘basta de violencia machis-
ta, vivas nos queremos”, con el hashtag #VivasNosQueremos (Acosta,
2018: 131).
Octubre siguió ensayando el repertorio de huelga de mujeres: el 21
en la capital de Islandia miles de manifestantes reclamaron igualdad sa-
larial, coincidiendo con el aniversario del histórico “Día Libre de las
Mujeres” de 1975, un hito de la lucha feminista1. Aunque ya había an-
tecedentes en el año 2000 del llamado a huelga de la Campaña por un
Salario para el Trabajo del Hogar, la convocatoria a Paro Internacional
del 8 de Marzo de 2017 creció como constelación performativa:
“Los twitazos, los diversos sitios en Facebook, las reuniones y comuni-
caciones vía Skype, mensajes electrónicos y otros, puso en movimiento por
primera ocasión desde el mes de octubre de 2015 este gran reto que tocó
tierra el día 8 de marzo y que explotó en todo el mundo cuando mujeres en
57 países salieron a las calles”
(Chávez Rodríguez, 2017: 23)

Desde América Latina y el Caribe se difundió un pronunciamien-


to: “Somos la mayoría de la población de Latinoamérica y el Caribe, y
reclamamos nuestro PODER… Sin nosotras el mundo se detiene. ¡No-
sotras somos el mundo!”, “La solidaridad es nuestra arma. La sororidad
es nuestra fuerza”. El movimiento latinoamericano reaccionó ese 8 de
marzo de 2017 a las 41 niñas que murieron en el incendio de un refor-
matorio en Guatemala. Una indignación extendida denunció el racis-
mo, el colonialismo y la invisibilización de vidas que no son lloradas
(Butler, 2006).

1
Las mujeres tomaron las calles de Islandia el 24 de octubre de 1975 en el llamado
“El Día Libre de las Mujeres” con reivindicaciones feministas y exigiendo partici-
par en la política. En enero de 2018, entró en vigor la ley que garantiza la igualdad
salarial.
252 Guiomar Rovira - Márgara Millán

La huelga se repitió los años siguientes. En España el paro fue un hito


(Sosa et al., 2019). El paro como repertorio global puso en el centro el tema
de la injusticia económica, las cadenas de explotación de los cuidados, el
trabajo no remunerado del sostenimiento de la vida. Una de sus promoto-
ras, la activista y periodista argentina, Verónica Gago, dice lo siguiente:
“La huelga revela la composición heterogénea del trabajo en clave femi-
nista, reconociendo labores históricamente despreciadas, mostrando su ac-
tual engranaje con la precarización general y apropiándose de una tradicional
herramienta de lucha para desbordarla y reinventarla” (2019: 8)

En México, ese 9 de marzo de 2020, una colectiva de 4 mujeres de


Veracruz, Brujas del Mar, lanzó un tuit llamando con #UnDíaSinNoso-
tras para el lunes 9 de marzo, invitando a no salir a las calles y a no com-
prar: “Si las mujeres no valemos nada para México, que México se quede
sin lo que producimos y consumimos”. A esta convocatoria se sumaron
mujeres refractarias a la despenalización del aborto o al matrimonio
igualitario, muchas de ellas conservadoras y apoyadas por empresarios
que aprovecharon el momento para criticar el gobierno de López Obra-
dor (Rodríguez, 2020). Con un marco mucho menos anticapitalista que
el de los años precedentes, el Paro de Mujeres de 2020 en México lo-
gró visibilizar por ausencia a las mujeres en la vida pública y denunciar
los feminicidios. El debate generado, aunque confuso, permitió hacer
también un vínculo entre #UnDíaSinNosotras y la cantidad de mujeres
asesinadas y desaparecidas en este país.

3.3. Acción directa digital: #MeToo


La ola feminista global ya estaba en su apogeo cuando Alyssa Milano
escribió en Twitter el 15 de octubre de 2017 como parte de las denuncias
de violencia sexual contra el productor de Hollywood Harvey Weins-
tein: “If you’ve been sexually harassed or assaulted write ‘me too’ as a re-
ply to this tweet”2. A las 48 horas, el hashtag se había usado dos millones
de veces (Sini, 2017).

2
La primera en usar el Me Too en 2006 fue Tarana Burke, trabajadora social afroa-
mericana, para solidarizarse con una joven víctima de violación.
Feminismos desbordados en América Latina 253

Evidentemente, el fenómeno no se circunscribió a Twitter, sino a


toda la compleja ecología digital y mediática que, tratándose de Ho-
llywood, pasó a ser internacional. En sus primeros 45 días, el #MeToo se
extendió a 85 países (Sayej, 2017). Los meses y años siguientes, la cam-
paña fue apropiada, adaptada y traducida a distintos contextos, como en
México, en Chile o en Venezuela.
El #MeToo como acción directa lleva a la esfera digital un contro-
vertido repertorio de protesta conocido como escrache. Nacido en Ar-
gentina, el escrache consiste en acudir en grupo al domicilio o lugar de
trabajo de supuestos perpetradores de delitos de genocidio. De acuerdo
con Catalina Ruiz Navarro (2019), el escrache ha sido utilizado por el
movimiento feminista en los últimos años para denunciar casos de aco-
so y abuso en los espacios públicos o institucionales, promoviendo el
“escracheo” del implicado, sin acceder a los mecanismos de denuncia
convencionales.
A su vez, el #MeToo corresponde a lo que Samantha Thrift (2014:
1091) llama evento memético feminista. Es decir, un tipo de aconteci-
miento mediático que utiliza hasthags para movilizar nuevos modos de
crítica y colectividad que hace referencia no solo a un caso, sino que en sí
mismo se convierte en un punto de referencia. Pero es la lógica narrativa
del hashtag, su habilidad para producir y conectar historias individuales
(Núñez Puente y Fernández Romero, 2017), la que logra construir una
conversación, un punto de anclaje abierto a la intervención.
#MeToo se basa en la construcción de una comunidad de escucha
con hashtags como #YoSíTeCreo y sus variantes locales. En México, a
fines de marzo de 2019, el #MeToo supuso un “activismo afectivo” que
se desbordó en más de 40 cuentas de denuncias por gremio, escuela y
localidad (Rovira, 2021). Dos años después, en abril 2021 irrumpió el
#YoTeCreoVenezuela. En Chile, las movilizaciones estudiantiles se vie-
ron sacudidas por una campaña intensa campaña del #MeToo que puso
en cuestión los espacios activistas y educativos.
Las consecuencias del #MeToo son muchas y difíciles de rastrear,
aunque algunas son evidentes. Muchas instituciones se han apresurado
a establecer mecanismos formales y protocolos para dar cauce al acoso
sexual. Las universidades y escuelas en América Latina se han visto en
254 Guiomar Rovira - Márgara Millán

muchos casos urgidas a crear unidades de atención a la violencia de


género. En muchos casos, se ha experimentado troleo y ciber violencia
contra las activistas (Gomez Rico, 2021). En el peor escenario, el suici-
dio de alguno de los denunciados, como ocurrió en México en 2019 y en
Venezuela en 2021, creó estados de opinión muy hostiles.

3.4. La performance de Las Tesis: Un violador en tu camino


Los flashmobs son formas emergentes de aparición en el espacio pú-
blico a partir de convocatorias en redes sociales y se han utilizado tanto
para convocar raves en lugares inesperados como para bailar a lo Michel
Jackson. Albacan (2014) traza el puente entre flashmob y performance
artivista (de artista y activista), pues “ofrece posibilidades participativas
y emancipatorias que tienen el potencial de salvar la tan temida brecha
entre espectador y actuación” (2014: 9). Para esta autora, se trata de un
repertorio que entronca con los happenings de los sesenta y con las van-
guardias artísticas.
La performance “Un violador en tu camino” de la colectiva chilena
Las Tesis3 se extendió por el mundo como flashmob feminista. Su pri-
mera presentación ocurrió en el marco del estallido social contra el go-
bierno de Sebastián Piñeira de octubre de 2019, frente a la comisaría de
policía en Valparaíso. La transmitieron por Instagram y de inmediato se
viralizó. Poco después, el 25 de noviembre, Las Tesis se presentaron en
Santiago y se encontraron a un centenar de mujeres esperándolas. A los
dos días, una profesora tuiteó que deberían hacer una tesis “senior”, que
no incluyera las sentadillas, para mayores de cuarenta años. Lo que era
una broma, provocó un flashmob multitudinario. El 27 de noviembre,
diez mil mujeres se congregaron frente al Estadio Nacional de Chile,
centro de tortura en la dictadura. Habían acordado vestir de negro, pa-
ñuelo rojo y venda en los ojos. Como tutorial, servían los videos en las
redes digitales, así como la transcripción de la letra que, además, pro-

3
Las integrantes de Las Tesis son Paula Cometa, Daffne Valdés, Sibila Sotomayor y
Lea Cáceres.
Feminismos desbordados en América Latina 255

venía de la obra crítica de al menos dos reconocidas autoras feministas,


Rita Segato y Silvia Federici, a quienes Las Tesis buscaban difundir.
De inmediato florecieron traducciones, adaptaciones y escenifica-
ciones en contextos distintos (Serafini, 2020), calles, escuelas, campos
de labranza e incluso la interpretaron guerrilleras kurdas. Una de las
más sonadas réplicas ocurrió en Turquía, donde la policía detuvo a las
convocadas, lo que generó que diputadas la interpretaran en sus curules
apelando a su inmunidad. Activistas de muchos países se solidarizaron
con las turcas y la presentaron frente a los consulados turcos. Como
desafío, el 15 de diciembre una multitud de mujeres bailó y cantó la
performance en las calles de Estambul, Ankara e Iztim. En América La-
tina la canción fue traducida a varios idiomas de naciones originarias,
y también fue transformada para denunciar la violación de la madre
tierra, la pachamama.
El marco de motivación de la performance resultó contagioso y em-
pujó a su réplica. El éxito de “Un violador en tu camino” no es un caso
único, aunque sí su repercusión global. Serafini (2020) la define como
“un caso de ‘espectáculo ético’, en el que artistas y activistas se apropian
de las herramientas de comunicación”. Recoge la experiencia situada de
la tradición performancera y el artivismo feminista de Chile (Bronfman,
2021). Pero la forma de irrumpir en el espacio público de forma lúdica,
mover el cuerpo junto a otras y gritar “el violador eres tú”, resultó po-
deroso para sus protagonistas, señalando sin duda al estado patriarcal
como perpetrador final.
En la confluencia con otros repertorios de “acción conectiva”,
Geochicas, un grupo creado para cerrar la brecha de género en la co-
munidad de OpenStreetMap4, donde se estima que solo hay un 3% de
mujeres, publicó un tuit:
“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía…! Un mapa
de las intervenciones de #UnVioladorEntuCamino por @isatrapa. Envíen sus
ciudades y las podemos ir sumando entre todas “(30 de noviembre de 2019)

4
GeoChicas se formó en noviembre de 2016 en la conferencia anual de la comuni-
dad OpenStreetMap Latinoamérica, the “State of the Map”, en Sao Paulo, Brasil.
256 Guiomar Rovira - Márgara Millán

El resultado es un mapa interactivo5, hecho a partir de los datos apor-


tados por las activistas en todo el mundo. De nuevo, el marco agencial
se extedía gracias a esta acción en red: el entusiasmo contagioso lleva a
más mujeres a actúar en un escenario mayor, ese “global sense of place”
del que hablaba Doreen Massey (1994), poniendo el cuerpo.

3.5. Encuentros de mujeres que luchan. Las zapatistas convocan


Sin duda, el levantamiento zapatista causó un gran impacto a nivel
global, y latinoamericano, despertando un nuevo imaginario para las
luchas sociales. En relación con los repertorios de la protesta, muy pron-
to adquirió un cariz performativo, con todo tipo de acciones sorpren-
dentes y a la vez con los comunicados del Subcomandante Marcos que
rompían los géneros discursivos de las izquierdas, pero muy particu-
larmente, con la visibilización de las mujeres indígenas: comandantas,
insurgentes y zapatismo comunitario femenil pasaron a tomar un lugar
preponderante en el despliegue del zapatismo a lo largo de los años.
Es mucha la producción escrita que el activismo y la academia fe-
minista realiza con relación a la emergencia del zapatismo femenil (Ro-
vira, 1997; Lovera y Palomo, 1997; Millán, 2014; Klein, 2015) por sólo
nombrar algunos libros que muestran un movimiento de reflexividad
que los feminismos hacen de sí mismos y de sus prácticas en términos
globales. En México y América Latina esto es evidente: los feminismos
se preguntan sobre sus propios racismos, las formas tutelares de algunos
feminismos en sus acciones e intervenciones con las mujeres indígenas,
se empieza a tomar distancia y criticar las actuaciones de muchas de
las ONGs que llevaban una agencia liberal y/o neoliberal dentro de sus
prácticas hacia las mujeres.
Mucho se ha escrito también sobre el zapatismo como uno de los
primeros movimientos en red; con él se inaugura formas del ciberespa-
cio global (Rovira, 2009). La cultura de los movimientos contestatarios
asumió mucho de lo que el zapatismo planteaba en torno a la organiza-

5
ht t p s : / / u m ap. o p e n s t r e e t m ap. f r / e s / m ap / u n - v i o l a d o r- e n - t u - c a m i -
no-2019_394247#1/77/286
Feminismos desbordados en América Latina 257

ción autónoma, según las trincheras y las geografías. El horizonte del


zapatismo pronto fue global, aunque sin duda en la primera etapa se
dirigió a la transformación y refundación nacional constituyente. Pero
basta recordar eventos como el Encuentro Intergaláctico por la huma-
nidad y contra el neoliberalismo, en 1996, como despegue de una nueva
narrativa crítica de la realidad al tiempo que un nuevo imaginario de la
transformación social deseada (Martí i Puig, 2022), que incluía como
parte central al mundo indígena y a las mujeres.
La impronta de los movimientos indígenas y afro en América Latina
fue in crescendo durante la última década del siglo pasado, logrando un
grado de diseminación, sobre todo con relación a la crítica al modelo
capitalista destructor de la naturaleza humana y no humana, sin límites,
depredador y sólo formalmente incluyente de las diversidades cultura-
les. La visibilización del estado nación como partícipe de las políticas
expoliadoras, de despojo y franco exterminio de los pueblos han ido
convergiendo también con una caracterización del estado como patriar-
cal. En este contexto, en varias partes de la región, las mujeres han sido
voces y presencias cada vez más fuertes, que reclaman su lugar y que
mantienen un diálogo con los activismos y artivismos feministas que
hemos descrito más arriba. Localizamos un campo de porosidad dis-
cursiva entre las luchas de las mujeres y los feminismos, sobre todo en
las nuevas generaciones. El zapatismo mexicano contribuyó a esto en el
llamamiento de 2018 del “Primer encuentro político, cultural y deporti-
vo de mujeres que luchan”, que tuvo una respuesta global inédita, donde
cerca de nueve mil mujeres viajaron por sus propios medios al Caracol
Morelia. Ese Encuentro mostró también al mundo y muy particular-
mente a las mujeres, el grado de organización y determinación de las
mujeres zapatistas. Esto se va trasladando hacia las nuevas generaciones
de feministas “sidestreaming” que ocupan las calles, embozadas y prepa-
radas para dejar huella en el espacio público, como la idea y sobre todo
la sensación de ser un movimiento contencioso, que también desarrolla
estrategias de ataque y de seguridad. Bajo el lema de “acordamos vivir”,
las movilizaciones masivas que hemos presenciado en los últimos años
indexan las violencias locales y situadas con la violencia global del siste-
ma y se colocan cada vez más claramente en la resistencia anticapitalis-
ta, antipatriarcal y anticolonialista.
258 Guiomar Rovira - Márgara Millán

La pandemia traslada la agencia y acción colectiva a las redes, faci-


lita un re/conocimiento de distintas luchas, se generan redes, nodos,
circulos, donde se propaga la discusión de todo: la autodefensa feminis-
ta; la sanación desde las prácticas del feminismo comunitario; la crítica
anticapitalista; el carácter patriarcal del estado; la descolonización del
feminismo; la otra educación; la otra comunicación; la tecnopolítica; es
decir, todo el universo de la vida se pone en cuestión. Nos parece que
la pandemia al mismo tiempo que desmovilizó la acción en las calles
intensificó el diálogo global donde se va construyendo un feminismo
más alla de sí mismo (Millán, 2014), cuyo objetivo es “cambiar la vida”
(Gago, 2019).

3.6. Las tomas (okupaciones) de los espacios univeritarios


Estos circuitos entre las redes y las movilizaciones tienen también
otras repercusiones. Queremos exponer una de ellas, la ocurrida en la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La UNAM es
una institución muy grande, agrupa a cerca de 300,000 estudiantes en
todos sus niveles. Es además una entidad disgregada en distintas locali-
dades de la ciudad de México y otros estados. La reverberancia del mo-
vimiento entró a las Facultades y Escuelas en el año 2019, poco después
de la campaña mexicana del #MeToo, cuando la Facultad de Filosofía y
letras fue “tomada” (okupada) por un colectivo de mujeres estudiantas.
Todas ellas con pasamontañas al estilo zapatista, poniendo una agen-
da perentoria de visibilización y medidas contra la violencia hacia las
mujeres en el espacio universitario. Como antecedentes, la UNAM ha-
bía tenido denuncias desde al menos el año 2011, sin ningun resultado
institucional. El 3 de mayo de 2017 Lesvy Berlin Osorio, estudiante de
22 años, apareció estrangulada en una caseta telefónica de Ciudad Uni-
versitaria. El caso provocó indignación mayor, al ser tratado por la pro-
curaduría de justicia como un caso de suicidio, obliterando una serie de
pruebas que dos años después, debido a la demanda de la familia y del
activismo de su madre, Araceli Osorio, fue calificado como feminicidio.
Lesvy fue motivo de un movimiento amplio de mujeres universitarias,
que se acuerparon en torno a su madre y exigieron justicia. A esto se
suma la desaparición de Mariela Vanessa Diaz Valverde, estudiante de
Feminismos desbordados en América Latina 259

Filosofía, el 27 de abril de 2018 en Iztapalapa, una región al oriente de


la ciudad de México, cuando se trasladaba hacia la universidad. Ambos
casos confluyen en una consciencia de las jovenes universitarias cada
vez más explosiva en relación con la violencia que vivían dentro y fuera
de la Universidad. Esto que describimos para México, tiene su corre-
lato en cada uno de los países latinoamericanos, y el movimiento de
las estudiantas contra la violencia de género nutre los movimientos de
las secundarianas y universidades en Chile, en Argentina, y en México
tomará a forma del movimiento de mujeres organizadas en la UNAM.
Lo que interesa resaltar aquí es cómo ese movimiento de mujeres
organizadas retoma la noción de red, produce un “territorio autónomo”
al tomar las facultades y escuelas e irse a vivir ahí, se hace cargo de la
disparidad de centro-periferia al empezar a visibilizar las diferencias en-
tre el campus central y las escuelas y facultades de la periferia donde la
violencia es mucho más presente. Y al mismo tiempo, al tener propues-
tas de modificación curricular e institucional, inician un proceso de lar-
go aliento de “despatriarcalización” de la institución universitaria. Ese
proceso ha tenido dos resultados o vertientes, por un lado, impacta el
instrumento orgánico de la Universidad al lograr modificar tres estatu-
tos donde se reconoce la violencia de género como un hecho grave, con
consecuencias inmediatas en la relación de trabajo de los trabajadores
académicos implicados y de permanencia en la institución tratándose
de los alumnos. Se logra instalar una Coordinación de Igualdad de Gé-
nero y una Unidad de atención a la violencia de género radicada en la
Defensoría de derechos universitarios; y además se abrieron unidades
de género en todas las Facultades y Escuelas. Pero el otro vector fue y
sigue siendo en relación a los cursos. Además de instituir cursos obliga-
torios sobre violencias de género para los profesores, y los funcionarios,
se implementó al menos una materia obligatoria sobre violencias de gé-
nero en todas las carreras de la UNAM, y también en los bachilleratos.
En muchos de los casos, esas materias se generaron con la participación
de las estudiantes mujeres organizadas, así que en la mayoría se logra-
ron contenidos no academicistas sino aterrizados a la realidad nacional.
Pero este ejercicio no quedó sólo ahí, sino que en varias Facultades se
emprendió otro de los objetivos que retoma la Coordinación de igual-
dad de Género, que es la transversalización de la perspectiva de géne-
260 Guiomar Rovira - Márgara Millán

ro en los contenidos curriculares, lo que conllevó también un ejercicio


de descolonización interseccional. Si este proceso continúa, sin duda
tendrá impactos muy relevantes en las formas y contenidos del cono-
cimiento universitario. Podríamos observar así un círculo virtuoso que
viene del desborde feminista callejero hacia la modificación institucio-
nal y curricular en las universidades.

4. CONCLUSIONES
En este trabajo se han esbozado algunos de los diversos e innovado-
res repertorios de acción de las multitudes feministas latinoamericanas
que se contagian y extienden a través de los espacios físicos y las redes.
La idea de compartir marcos de acción y remixtear formas y repertorios
permite una potencia agencial que lleva a ensayar y extender las protes-
tas feministas a nivel transnacional, pero también, como se ha mostra-
do, promueve la transformación de espacios específicos, por ejemplo,
las universidades, y por supuesto, desata una reflexividad crítica interna
a los propios feminismos.
En continuidad con el espíritu de las plazas indignadas, esta ola glo-
bal anhela un feminismo “del 99%”: “un nuevo movimiento feminista
internacional con un programa ampliado: antirracista, antiimperialista,
anti heterosexista y antineoliberal al mismo tiempo” (Alcoff et al., 2017:
28).
La era de los feminismos en red llegó con toda su ambivalencia pro-
ductiva. A través de una lente que reconozca esta paradoja, se puede
analizar la relación entre las luchas por la emancipación y las formas
de continuidad de un feminismo más mainstream, en lugar de conside-
rarlas diametralmente opuestas. Las multitudes conectadas muestran su
potencia de acción y a la vez utilizan espacios digitales capturados por
el capitalismo de datos; son en algunos casos apoyados por personas
famosas y a la vez son denunciados por racistas y se abren a nuevos
protagonismos interseccionales. Las plataformas privativas de las re-
des digitales son todo menos instrumentos de la emancipación, como
advierte el hackfeminismo (Silva Reis, Natansohn, 2019), pues en ellas
se construyen nuevas formas de extractivismo de datos y colonialismo
Feminismos desbordados en América Latina 261

tecnológico, así como se extiende el ciberacoso y violencia misógina.


Sin embargo, en todas las prácticas analizadas, desde las marchas hasta
el #MeToo, aparecen repertorios cruzados e híbridos que conviven y se
expresan de distintas formas de acuerdo al lugar y sus condiciones y que
a la vez tienen una historia a la que citan o invocan, como pasa con la
huelga de mujeres, que invoca otras huelgas en el tiempo, o el #MeToo
que ensaya el poder colectivo de hablar de la experiencia de violencia
sexual, aunque salta la escala y lanza al espacio de las redes y los medios
el nombre del agresor. Las acciones compartidas en red, que hacen po-
sible que miles de mujeres acudan al llamado de las mujeres zapatistas
o que las parlamentarias turcas bailen “Un violador en tu camino”, ex-
tienden la motivación, luchar aquí y ahora, en ese Jetzeit benjaminiano
propio de formas de movilización prefigurativas. Al poner en escena los
cuerpos desde su continuidad y vulnerabilidad compartida, las multitu-
des conectadas rompen con la apropiación neoliberal de un feminismo
individual y meritocrático. Y transforman también los espacios univer-
sitarios y los planes de estudio.
Como balance de este ciclo de acción contra las violencias machistas,
hay que decir en primer lugar que en América Latina no se ha detenido
la violencia feminicida ni la impunidad. Sin embargo, las movilizacio-
nes lograron varios hitos como la despenalización del aborto en Colom-
bia en febrero de 2022, Argentina lo despenalizó en diciembre de 2020,
la Suprema Corte de Justicia de México declaró inconstitucional pena-
lizar la interrupción del embarazo en septiembre de 2021. Sin embargo,
sigue prohibido sin excepciones en El Salvador, Nicaragua, República
Dominicana y Haití; en otros países sólo está contemplado en algunos
supuestos.
En el campo legal, según el Observatorio de Igualdad de Género
de América Latina y el Caribe, además de las leyes contra la violencia
doméstica, en diecisiete países de América Latina se ha tipificado en
los últimos años el delito de feminicidio. También se han desarrollado
normativas sobre delitos sexuales, sobre acoso laboral, se han imple-
mentado leyes específicas sobre el acoso callejero y sobre la difusión
de imágenes íntimas por medios electrónicos. Destacan también la ley
contra el acoso y violencia política hacia las mujeres de Bolivia, y la ley
que sanciona el acoso contra las mujeres en la vida política de Perú.
262 Guiomar Rovira - Márgara Millán

La creación de instrumentos legales para proteger a las mujeres ha


sido un paso importante que no ha venido acompañado con un freno al
feminicidio ni a la impunidad en países donde la violencia tiene raíces
sistémicas. Sin embargo, el activismo de las mujeres y de las familias
ha recuperado las vidas y exhibido los nombres e historias personales
de muchas víctimas, en una denuncia constante y una lista que lleva
la cuenta, que las recupera en hashtags, en murales en las calles y en
espacios convertidos en memoriales, como la Glorieta de las Mujeres
que Luchan, instalada en el lugar de la estatua de Colón en la Ciudad de
México en 2021.
En su interpelación sensible, las multitudes conectadas recurren a
todo tipo de tácticas y a la creatividad, con un gran despliegue estético
para romper el miedo y armar un cuerpo común en defensa de la vida.

5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Acosta, M. (2018). “Violencia de género y tecnopolítica. La génesis del movimiento
#niunamenos en argentina”. En R. Salazar Pérez y M. A. Zebadúa (Comp.), Las for-
mas de violencia en América Latina contemporánea. Buenos Aires: ElAleph.
Albacan, A.I. (2014). “Flashmobs as Performance and the Re-Emergence of Creative
Communities”. Revista Brasileira de Estudos Da Presença 4(1):8-27.
Alcoff, L. M.; Arruza, C.; Bhattacharya, T.; Fraser, N.; Taylor, K.; Ramsea, Y. O. (2017)
“Más allá del “lean-in”: por un feminismo del 99% y una huelga internacional com-
bativa el 8 de Marzo”. Cuadernos Feministas, año 20 #34, abril.
Alvarez, S. (2014). “Para além da sociedade civil: reflexões sobre o campo feminista”.
Cadernos pagu, 43.
Amaro Quintas, A. (2012). Feminismo Trans/fronterizos y disidentes: indignaciones
antipatriarcales. Feminismo/s, 19, 89-111. Disponible en: 10.14198/fem.2012.19.06
Auyero, J. (2002). “Los Cambios En El Repertorio de La Protesta Social En La Argentina”.
Desarrollo Económico-Revista de Ciencias Sociales. Buenos Aires 42(166), 187-210.
Banet-Weiser, S., Gill, R., Rottenberg, C. (2019). “Postfeminism, popular fe-
minism and neoliberal feminism?”. Feminist Theory, 1-22. Disponible en:
10.1177/1464700119842555
Bennett, L. y Segerberg, A. (2012). “The logic of connective action. Digital media and
the personalization of contentious politics”. Information, Communication y Society,
15(5), 739‐768.
Bonet, J. (2020). Análisis de las estrategias discursivas empleadas en la construcción de
discurso antifeminista en redes sociales. Psicoperspectivas, 19(3), 1-12.
Feminismos desbordados en América Latina 263

Bronfman, P. (2021). “‘A Rapist in Your Path’: Flash Mob as a Form of Artivism in the
2019 Chilean Social Outbreak”. Connessioni Remote. Artivismo_Teatro_Tecnologia
2(2), 210-25.
Buck-Morss, S. (2001). “Estetica y Anestesica. Una Revision Del Ensayo de Walter Ben-
jamin Sobre La Obra de Arte”. Walter Benjamin. Escritor revolucionario. Madrid:
Interzona Ed., 4-98.
Butler, J. (2006). Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós.
Butler, J. (2017). Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la
asamblea. Barcelona: Paidós.
Castells, M. (1998). La era de la Información, Vol I, II, III. Madrid, Alianza Ed.
CEPAL (2022) Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe.
(Consultado 20/7/2022) https://oig.cepal.org
Chávez Rodríguez, J. (2017). “La revuelta mundial de las mujeres: un nuevo movimien-
to”. Cuadernos Feministas, año 20 #34, abril 2017, 23-27.
Chenou, J.M. y Cepeda-Másmela, C. (2019). “# NiUnaMenos: Data Activism
From the Global South”. Television y New Media 20(4):396-411. Disponible en:
1177/1527476419828995
Clark, R. (2016). “Hope in a hashtag”: the discursive activism of # WhyIStayed, 777(Fe-
bruary). Disponible en:10.1080/14680777.2016.1138235
D´Avila, M. (coord.). (2022). Siempre fue sobre nosotras. relatos de la violencia política de
género en Brasil. Buenos Aires: CLACSO.
Díaz Martínez, C., González Orta, L. (2016). Revueltas árabes y movimientos feministas
transnacionales en la sociedad global. Revista Espanola de Sociologia, 25(1), 89-108.
Duggan, P. (2017). “Las Marchas de las Mujeres: ¿de la protesta al movimiento?” en
Cuadernos Feministas, año 20 #34, abril 2017,19-22.
Follegati Montenegro, L. (2018) “Dislocando a la izquierda. Julieta Kirkwood y el movi-
miento feminist chileno”. Santiago de Chile: Cuadernos de teoría social, 4 (8).
Gago, V. (2019). La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo. Buenos Aires: Tinta
Limón.
Gargallo, F. (2013). Feminismos desde Abya Yala: Ideas y proposiciones de las mujeres de
607 pueblos en nuestra América. Argentina:América Libre.
Gil, S. L. (2022). Horizontes del feminismo. México: Bajo Tierra.
Gomez Rico, G. (2021). #Mujeres mexicanas tuiteando. Un análisis tecnofeminista de la
violencia digital contra las mujeres. Tesis de Maestría en Estudios de la Mujer. Uni-
versidad Autónoma Metropolitana, México.
Haraway, D. (1988). “Situated Knowledges: The Science Question in Feminism and the
Privilege of Partial Perspective”. Feminist Studies, 14(3), 575-599.
Keller, J. (2014). “Making activism accessible: Exploring girls’ blogs as sites of contem-
porary feminist activismo”. En C. Mitchell y C. Rentschler (Eds.), The politics of pla-
264 Guiomar Rovira - Márgara Millán

ce: Contemporary paradigms for research in girlhood Studies. Nueva York: Berghahn
Books, 261-278.
Klein, H. (2015). Compañeras. Zapatista Women’s Stories. Nueva York. Seven Stories
Press.
Lagarde, M. (2005). Feminicidio: una perspectiva global (Vol. 7). México: Unam.
Larrondo, M., Ponce Lara, C. (2019). Activismos feministas jóvenes. Emergencias, actrices
y luchas en América Latina. Buenos Aires: CLACSO.
Lovera S. y Palomo N. (1997). Las Alzadas. México. Editado por Comunicación e Infor-
mación de la Mujer.
Martí i Puig, S. (2022). El muralismo zapatista: Una revuelta estética. Latin American
Research Review, 57(1), 19-41. Disponible en: https://doi.org/10.1017/lar.2022.2
Massey, D. B., (1994). Space, Place, and Gender. Minnesapolis: University of Minnesota
Press.
Mendes, K., Ringrose, J., Keller, J. (2019). Digital Feminism Activism. Girls and Women
Fight Back Against Rape Culture. Nueva York: Oxford University Press.
Millán, M. (Coord.) (2014). Más allá del feminismo. Caminos para andar. México. Edi-
torial Bajo Tierra.
Millán M. (2014). Des-ordenando el género, ¿des-centrando la nación? El zapatismo de las
mujeres indígenas y sus consecuencias. México. Ed. Del Lirio-UNAM
Mohanty, Ch. T. (2013). “Transnational Feminist Crossings: On Neoliberalism and Ra-
dical Critique”. Signs, 38 (4): 967-991.
Núñez Puente, S, Fernández Romero, D. (2017). “Narrativas Transformadoras y Testi-
monio Ético: Las Estrategias Discursivas de La Plataforma Feminista 7N, Contra
Las Violencias Machistas”. Index Comunicación 7(3):269-81.
Refugees Welcome. (2021, 17 de marzo). “La Situación de las mujeres en América Latina
y el Caribe”. Disponible en: https://refugees-welcome.es/situacion-mujeres-ameri-
ca-latina-caribe
Rodríguez, D. (10/3/2020). “Un día sin mujeres: así lucieron los espacios públicos de
México”. Verne, El País.Disponible en: https://verne.elpais.com/verne/2020/03/10/
mexico/1583862424_056588.html
Rovira, G. (1997). Mujeres de Maíz. México: Era.
Rovira, G. (2009). Zapatistas sin fronteras. Las redes de solidaridad con Chiapas y el al-
termundismo. México: Era.
Rovira, G. (2017). Activismo en red y multitudes conectadas. Barcelona: Icaria/UAMX.
Rovira, G. (2021). “Activism and affective labor for digital direct action: the Mexican
#MeToo campaign”. Social Movement Studies. Disponible en: https://doi.org/10.108
0/14742837.2021.2010530.
Ruiz-Navarro, C. (2019). Las mujeres que luchan se encuentran: Manual de feminismo
pop latinoamericano. Madrid: Grijalbo.
Feminismos desbordados en América Latina 265

Sayej, N. (1/12/2017). Alyssa Milano on the #MeToo movement: “We’re not going to
stand for it anymore”. The Guardian. Disponible en: https://www.theguar dian.com/
culture/2017/dec/01/alyssa-milano-mee-too-sexual-harassment-abuse
Sassen, S. (2015). Expulsiones. Buenos Aires: Katz editores.
Serafini, P. (2020). “‘A Rapist in Your Path’: Transnational Feminist Protest and Why
(and How) Performance Matters”. European Journal of Cultural Studies, 23(2):290-
95.
Silva Reis, J., Natansohn, G. (2019). “Del ciberfeminismo al hackfeminismo. Notas para
pensar internet en tiempos de la algoritma”. Tecnologías digitales. Miradas críticas de
la apropiación en América Latina. Buenos Aires: CLACSO.
Sini, R. (16/10/2017). How MeToo is exposing the scale of sexual abuse. BBC Trending.
Disponible en: http://www.bbc.com/news/blogs-trending-41633857
Thelandersson, F. (2014). “A Less Toxic Feminism: Can the Internet Solve the Age Old
Question of How to Put Intersectional Theory into Practice?”. Feminist Media Stu-
dies, 14 (3): 527-530.
Thrift, S. C. (2014). #Yesallwomen as feminist meme event. Feminist Media Studies,
14(6), 1090-1092. Disponible en: 10.1080/14680777.2014.975421
Toret, J. (2013). Tecnopolítica. La potencia de las multitudes conectadas. Barcelona: Uni-
versitat Oberta de Catalunya.
CLIENTELISMO
Ana Belén Benito
Universidad Complutense de Madrid, España
João Carlos Amoroso Botelho
Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil

1. INTRODUCCIÓN
Los Estados articulan las necesidades de reproducción social con las
del crecimiento económico a través de la política social. Dependiendo
de la ideología y la correlación de fuerzas, el rol del Estado puede ser
redistributivo si, mediante instrumentos como la política impositiva y
el Estado de Bienestar, influye en el reparto de la riqueza y el poder.
También puede desagregar los recursos y repartirlos en unidades inde-
pendientes unas de otras. Esta intervención de naturaleza distributiva
sigue una dinámica propia motivada por la competición política y elec-
toral. El trabajo legislativo de distrito (constituency service), la política
de pork-barrel e intermediarios (brokerage politics), el neopopulismo
fiscal, el patronazgo, el neopatrimonialisno o el clientelismo, son algu-
nas de las formas que adopta la política distributiva y particularista en
democracia.
El clientelismo político es un modo de representación particula-
rizada, una vinculación entre principal-agente caracterizado por el
intercambio directo, contingente, predecible y supervisado de bienes
y servicios (Kistchelt y Wilkinson, 2012). Es una estrategia política
tanto de los patronos, para adquirir, mantener y agrandar el poder,
como de los clientes, para proteger sus intereses (Piattoni, 2001). De-
pendiendo del objeto intercambiado y del actor que ejerce de agente
en el mandato de representación, la literatura distingue los siguien-
tes tipos:
268 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

Tabla 1. Tipología Clientelismo Político

Agente Cliente vota al candidato a cambio de prestaciones


Electoral
cuando llegue al poder
Cliente apoya al líder de partido a cambio de
De partido
beneficios de poder de ese partido
Cliente apoya al intermediario para recibir el trato
Burocrático
preferente en asignación de recursos
Objeto Social Beneficios focalizados y selectivos de política social
Capitalismo coordinado (exenciones, trato favorable,
Empresarial
discrecionalidad de autoridad regulatoria)
Híbrido Diversidad de recursos y grados de formalización
Fuente: elaboración propia con trabajos de Corzo (2002) y Kitschelt (2007).

La selección de quienes disfrutarán del bien público controlado por


el patrón obedece al propósito de premiar a votantes fieles (Nitcher,
2008), o convencer a los indecisos (Stokes, 2007). Los políticos utili-
zan también maniobras combinadas, de asignación de bienes privados
para votantes fieles (estrategia movilizadora), y de bienes públicos para
opositores moderados (estrategia persuasiva) (Rosas y Hawkins, 2008).
Todas ellas implican una manipulación o favoritismo del gasto público
ajena al interés general.
El Índice de Clientelismo elaborado por el Proyecto V-DEM, mide el
peso que, en opinión de los expertos consultados, tiene la distribución
selectiva de beneficios en América Latina. Como muestra el gráfico 1, en
Paraguay, Nicaragua, México, Ecuador, Bolivia, Brasil y El Salvador, han
disminuido significativamente los esfuerzos clientelares de los partidos
desde la apertura transicional en la región. El resto de los países mantie-
ne su posición, con ligeros cambios, durante estas cuatro décadas, salvo
Venezuela, que empeora y pasa a liderar el ranking junto a Honduras,
la República Dominicana y Guatemala. En los puestos intermedios se
encuentran Argentina, Bolivia, Perú y Brasil, mientras que, en Costa
Rica, Uruguay y Chile, estas prácticas tienen un peso anecdótico en el
sistema de partidos.
Clientelismo 269

Gráfico 1. Índice Clientelismo, 1978-2020


0,97 0,98
0,90 0,89 0,90 0,88
0,85 0,85
0,79 0,79 0,80
0,75 0,77
0,65 0,74
0,70 0,70
0,67
0,64
0,61
0,58

0,44 0,43 0,42


0,39 0,38 0,37
0,36
0,32 0,30 0,31
0,29 0,28

0,14
0,10 0,10

VEN HON RD GUA PAR NIC COL PAN MEX ECU ARG BOL PER BRA ELS CR URG CHI
1978 2020

Leyenda: Índice (0-1); Fuente: V-DEM Project, 2022.

Según la Escala de Clientelismo del Proyecto LAPOP, en 2010, el 22%


de los entrevistados dijo haber recibido alguna oferta clientelar. Domi-
nicanos (18,4%), argentinos (12,8%) y mexicanos (12,1%) ocupaban,
hace una década, los primeros puestos en la frecuencia de promesas
particulares recibidas en campaña (LAPOP 2010:2016). También en la
primera década de los 2000, la República Dominicana volvía a liderar
la comparativa elaborada por el Proyecto PELA, con las opiniones de los
diputados acerca del uso de prebendas, empleos y atención a los inte-
reses parroquiales del distrito, como incentivos para obtener votos. El
85,7% de los legisladores dominicanos entrevistados dijo entregar con
mucha frecuencia bienes de consumo, y 68,4% acceso privilegiado al
empleo público, frente al 15,1% y 4,7% de los legisladores chilenos que
así lo reconocieron (PELA 2009-2012). Costa Rica (71,4%), Guatemala
(70,3%) y Brasil (69,4%), destacaban por el trabajo distrital de sus dipu-
tados, con la entrega estratégica de obras, bienes y servicios de club en
sus circunscripciones.
270 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

2. SURGIMIENTO, DESARROLLO Y PERSISTENCIA


El peso del clientelismo en un país depende de la persistencia de
ciertos incentivos institucionales, partidistas y sociales que boicotean
la vocación universalista de la representación. En América Latina, tales
incentivos se han gestado en tres tipos de relaciones (Piattoni, 2001): la
del Estado con los partidos, la relación partido-partido y la del Estado
con la ciudadanía.

2.1. Relaciones Estado-Partidos


En 1994 Shefter identificó los procesos de state-building y transicio-
nales como coyunturas clave en las que se gesta la distinción entre el
espacio de la política y el del Estado. Cuando las instituciones demo-
cráticas se crean antes de que se haya consolidado la centralización ad-
ministrativa, los partidos podrán utilizar la Administración y el patro-
nazgo para la movilización. En América Latina, el carácter patrimonial
de sus administraciones ha constituido un punto de veto en los intentos
de transformar su organización. A excepción de los proyectos moderni-
zantes del varguismo en Brasil y del peronismo en Argentina, no hubo
una inversión para la construcción del aparato estatal como la que hubo
en Europa tras la II Guerra Mundial. Con el apoyo de la Comisión Eco-
nómica para América Latina y el Caribe, Venezuela y México impul-
saron reformas en los 70 para construir el soporte burocrático de su
modelo desarrollista. Sin embargo, la politización de la burocracia era
una herramienta más de los Estados desarrollistas de la región, que no
necesitaban de controles del desempeño de los burócratas, sino de mili-
tantes con los que conquistar y repartir el botín (Fleury, 1999). Décadas
más tarde, el Consenso de Washington mutilaría las administraciones
latinoamericanas en lugar de reformarlas, poniendo el dedo acusador
en las burocracias clientelares y la conducta depredadora de sus gesto-
res. Este retraso en la profesionalización de las burocracias informales
y enquistadas en el Estado ha sido determinante en su utilización parti-
dista, a pesar de los avances democratizadores de los 2000.
Con respecto a la transición, los partidos fundados por élites que
ocupaban posiciones en el régimen previo —partidos internamente mo-
Clientelismo 271

vilizados— tienden a estar orientados al patronazgo, ya que tuvieron


acceso a los recursos del Estado y los utilizaron en la competencia que
se inició con la apertura democrática. Esta falta de acceso a los recursos
públicos obligará a las élites de los partidos externamente movilizados a
organizarse bajo reclamos programáticos. El Partido Colorado de Para-
guay (ANR), el Partido Nacional de Honduras (PNH) o el dominicano
Reformista Social Cristiano (PRSC), son ejemplos de partidos interna-
mente movilizados con gran protagonismo en los procesos transiciona-
les nacionales. En el caso del PRSC, su fundador se desempeñó como
secretario de Estado, embajador y presidente en la era Trujillo (1930-
1961). Y desde la apertura transicional en 1961, Joaquín Balaguer, con-
siderado el padre del clientelismo en la República Dominicana, estuvo
por más de dos décadas al frente del país.
El segundo eslabón en la relación del Estado con los partidos tiene
que ver con quienes acceden al poder. Cuando las élites ejercen sus fun-
ciones de forma continuada, en exclusiva y cuentan con la formación y
experiencia requerida, son más proclives a generar el bien común en los
asuntos públicos (Alcántara, 2012). Si el capital político se engendra en
las redes familiares, los recursos provienen de sus actividades empre-
sariales, y su popularidad, del mecenazgo asistencialista, las funciones
públicas tienden a enredarse en lealtades de confianza particularizada.
América Latina es la región del mundo que más tiempo ha estado bajo
regímenes coloniales. Tras las guerras de independencia del XIX, la oli-
garquía terrateniente, militares, agentes comerciales y antiguos funcio-
narios del régimen colonial, se incorporaron a las actividades de gobier-
no de los embrionarios Estados de la región (Álvarez, 2008). Un siglo
después, la presencia de la élite económica en las instituciones sigue
siendo significativa. Su acceso a las presidencias de Argentina, Brasil,
México, Chile, Colombia, El Salvador, Paraguay o Perú en la segunda
mitad del XXI, representa una nueva forma de captura del Estado sin
intermediarios (Nercesian, 2020). En la República Dominicana, la fór-
mula Abinader-Peña que conquistó el poder en 2020, unía a uno de los
principales empresarios hoteleros con el accionariado de la industria
de Zona Franca, al frente de los destinos del país (Benito, 2022). En el
caso de los legisladores, además de la exclusividad, la especialización
condiciona el desempeño de la representación. Si bien el dominio de
272 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

ciertas áreas resulta beneficioso para la mayor eficiencia de las comisio-


nes, también pueden darse actuaciones oportunistas cuando ese conoci-
miento proviene del manejo de intereses privados en las áreas a regular
(Krehbiel, 2004). Dado el perfil de empresario-político que impera en la
región, la especialización de las comisiones podría encubrir un proceso
de cooptación para hacerlas favorables a sus intereses. En el periodo
2010-2017, el 23% de los escaños de los Legislativos de Argentina, Bra-
sil, Chile, Colombia, El Salvador, México, Perú y Uruguay estaba ocupa-
do por empresarios. Los partidos de izquierda acogían en sus bancadas
a un 19% de empresarios, y en los de derecha, el porcentaje alcanzaba el
31% (Serna y Bottinelli, 2018:6). En esta captura del Estado, las exencio-
nes fiscales a la industria agroexportadora en Paraguay, o la reducción
del impuesto a la propiedad en Brasil, boicotean las arcas públicas y di-
ficultan la redistribución.
Con respecto a las variables institucionales que modulan la relación
de los partidos con el Estado, además de la informalidad de las estruc-
turas (Botelho y Silva, 2021), algunas características del sistema elec-
toral como el tamaño de la circunscripción o el voto preferente, pue-
den potenciar el clientelismo en la movilización y representación. La
personalización de la competición entre compañeros de partido tiende
a debilitar el intercambio indirecto basado en el programa en países
como Ecuador (Gordón, 2020), Honduras (REDH, 2021) y la República
Dominicana (Benito, 2015). En su deseo de diferenciarse del candidato
opositor y del compañero de partido, buscan atraer recursos para re-
partir en su circunscripción y lo hacen valer en la rendición de cuentas
electoral (Ames, 1995; Muñoz, 2011).

2.2. Relaciones Partido-Partido


Los sistemas de partidos programáticamente estructurados generan
mayor nivel de gobernanza, pero su establecimiento es más costoso que
otras vinculaciones entre principal-agente, como la clientelar o la ca-
rismática. En América Latina, solo aquellos países con cierto nivel de
desarrollo económico previo a 1950, con larga competencia electoral,
y que implementaron políticas sociales vinculadas al modelo de in-
dustrialización por sustitución de importaciones, generaron vínculos
Clientelismo 273

redistributivos y los pudieron mantener en el tiempo (Kitschelt et al.


2010). Esta causalidad de largo plazo explicaría por qué se instaura este
vínculo en Chile, Costa Rica o Uruguay, pero no en Guatemala, Hon-
duras o la República Dominicana, donde tales capacidades, oportuni-
dades y conquistas, estuvieron ausentes. Estas circunstancias de largo
plazo son necesarias, pero no suficientes, ya que los países pueden apro-
vechar condicionantes de corto plazo —booms económicos, reformas
institucionales y decisiones de política social— que pueden fortalecer
o erosionar el vínculo programático. Los actores tienen un papel de-
cisivo en la creación de electorados para el patronazgo o para la au-
tonomía burocrática. Aunque estén constreñidos por las instituciones,
son capaces de sortearlas y redefinirlas (Piattoni, 2001:18) y, por tanto,
ante circunstancias idénticas pueden darse resultados variados. En esta
tarea, los políticos han de adoptar dos decisiones importantes: una de
elección social (identidad programática) y otra de acción colectiva (or-
ganización). Ambas afectarán al estilo de la representación y a la eficacia
redistributiva de las políticas.
Con respecto a la decisión de elección social, cuanto menor sea la
presencia de vínculos ideológicos y mayor la competitividad, mayor será
la probabilidad de que compitan por ver quién es más eficiente ofertan-
do beneficios particularizados. Si, además, la competencia se desarrolla
en condiciones de oligopolio, no tendrán incentivos para abandonar la
relación clientelar (Kitschelt y Wilkinson, 2012:38). El gráfico 2 muestra
la naturaleza de los vínculos entre electores y políticos en América La-
tina en 1978, y los más actuales de 2020. Solo Costa Rica, Chile y Uru-
guay se acercan a la máxima puntuación (4), y sus electores responden
a las posiciones de los partidos sobre cuestiones de política nacional y
modelo de sociedad. Con una combinación de vínculos basados en la
asignación de bienes de club y programáticos, estarían Argentina, Bo-
livia, México, El Salvador y Brasil, mientras que el resto se ubica entre
las puntuaciones 1 y 2, con estrategias de movilización y representación
basadas en asignaciones individualizadas (dinero, servicios, empleos)
y de bienes de club. Con respecto al cambio en estas cuatro décadas,
Venezuela, Guatemala, Perú y Argentina destacan por la particulariza-
ción de la competición, mientras que Bolivia, El Salvador y Brasil han
274 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

fortalecido el vínculo programático en la competición por conquistar el


voto ciudadano.
Gráfico 2. Vínculos Partidarios, 1978-2020

4
3,5
3
2,5
2
1,5
1
0,5
0
VEN HON GUA COL ECU PAN RD NIC PER PAR ARG BOL MEX ELS BRA CR CHI URG

1978 2020

Leyenda: tipo de vínculo: 0 (vínculo clientelar: bienes, dinero, empleo); 1 (clientelar y


local); 2 (local-colectivo: carreteras, puentes, mercados…); 3 (local-colectivo y programáti-
co); 4 (programático); Fuente: V-DEM Project, 2022.

En relación con la decisión de acción colectiva, los actores han de


acordar el tipo de organización que sirva de andamiaje a la moviliza-
ción. En este sentido, cuando la participación está mediatizada por
brókeres locales (jefes políticos, caciques regionales, punteros, enlaces
del partido en terreno encargados de identificar beneficiarios…) las
elecciones las gana el partido con la mayor maquinaria para distribuir
bienes, no el candidato ideológico que prometa redistribuir costes entre
categorías abstractas de votantes (Hopkin, 2002). Se trata de una ma-
quinaria informal en la que los políticos disfrutan de cierta autonomía.
Esta descentralización del liderazgo es el precio que el partido paga para
mantener el ejército de brókeres encargados del monitoreo y la rendi-
ción de cuentas perversa (Auyero, 1997; Stokes, 2007). La existencia de
un aparato logístico y personal permanente para desarrollar las labores
partidarias más allá de la movilización que exigen las urnas, es indica-
dor del tipo de vinculación con su electorado. Como refleja el gráfico
3, la mayoría de los partidos guatemaltecos y peruanos no cuenta con
este tipo de organización y son máquinas electorales construidas para
alcanzar las aspiraciones de sus candidatos. Solo en El Salvador, México,
Clientelismo 275

Uruguay, Brasil y Chile, la mayoría de las fuerzas políticas cuenta con


una organización estable. En los últimos veinte años, solo Colombia ha
experimentado un cambio significativo en la mayor institucionalización
de la dimensión organizativa de sus partidos.
Gráfico 3. Organización Partidista, 2000-2020

0
GUA PER BOL VEN ECU NIC ARG PAR RD CR HON COL PAN ELS URG MEX BRA CHI

2000 2020

Leyenda: tipo de vínculo: 0 (ningún partido tiene organización permanente); 1 (menos de


la mitad tienen organización estable); 2 (la mitad de los partidos cuenta con organización
estable); 3 (más de la mitad de los partidos); 4 (todos los partidos cuentan con organización
y personal para actividades partidarias); Fuente: V-DEM Project, 2022.

2.3. Relaciones Estado-Ciudadanía


Desde la demanda, los determinantes del clientelismo están relacio-
nados con las dificultades para la acción colectiva. El tipo de relación
del Estado con sindicatos y organizaciones civiles incide en la mayor
o menor fortaleza de la estructura social de la cooperación en un país.
Mientras que las relaciones fronterizas previenen del control político,
las interconectadas limitan su beligerancia, dividiendo a la ciudadanía
en clientelas que compiten para obtener los favores públicos (Papakos-
tas, 2001:32). La atomización de los intereses de clase y del activismo
civil dificulta la concertación social y genera múltiples agentes de la ac-
ción corporativa. El sindicalismo latinoamericano sufrió la represión de
las dictaduras, y en la década de 1990, la atomización neoliberal de sus
estructuras de empresa. A pesar de ello, Chile, Argentina, Brasil y Uru-
276 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

guay, mantuvieron el poder de interlocución de sus sindicatos de rama


de actividad. El sindicalismo centroamericano, por el contrario, sigue
adoleciendo de una extrema debilidad. La dependencia política, las di-
visiones internas y estilos tradicionales de acción —basados en la con-
frontación más que en la cooperación estratégica— son los principales
problemas que aquejan al sindicalismo en la región (Frías, 2010:10). En
la República Dominicana, la atomización de la acción colectiva se refleja
en el elevado número de organizaciones obreras. En 2012, más de 3.000
sindicatos de empresa estaban registrados en el Ministerio de Trabajo,
aunque sus labores de interlocución se han limitado a conseguir benefi-
cios de club, principalmente para el transporte, y no en la mejora de las
condiciones de la clase trabajadora. Además de la informalidad, la baja
densidad sindical ha dificultado el diálogo con el Estado en la conquista
de mejores condiciones para los trabajadores, sus familias, y más justi-
cia social en América Latina. Cuanto menor sea la negociación colec-
tiva para la redistribución, mayor será el espacio para las transacciones
clientelares. El empoderamiento de los trabajadores latinoamericanos es
muy desigual y oscila entre la nimia representación en Perú, Guatemala,
Colombia o República Dominicana —con un 2,3%, 3,1%, 4,7% y 7,5%
de trabajadores afiliados respectivamente— al 30,1% de Uruguay, simi-
lar al de Italia (32,5%) en el escenario de la OCDE (OIT, 2022).
Las interacciones clientelares florecen en los tres entornos relaciona-
les aquí descritos: el institucional, el decisional y el social. Su adaptabili-
dad o debilitamiento depende de la voluntad de las élites políticas, pero
también de la predisposición de los clientes, cuyos principales rasgos y
valores se analizan en el epígrafe siguiente.

3. ACTORES
3.1. Clientes pobres pero ricos en votos
Para conquistar o mantener su poder, el patrón articula el mandato
de representación particular de clientes con distinto nivel de renta: el de
los “clientes pobres pero ricos en votos”, y el de los “clientes ricos pero
pobres en votos” (Kitschelt y Wilkilson, 2007). América Latina es la re-
gión más desigual del mundo. El Coeficiente de Gini en los noventa era
Clientelismo 277

de 0,53 descendiendo al 0,49 en los 2000. La pandemia truncó la ten-


dencia decreciente y la desigualdad aumentó en 0,7 puntos. En 2021, el
32,1% de la población latinoamericana vivía bajo el umbral de la pobre-
za (201 millones) y el 13,8% en condiciones de extrema necesidad (86
millones). A ellos habría que sumar la vulnerabilidad de parte de la clase
media con limitado acceso a la protección social (CEPAL, 2019). La po-
breza, desigualdad y escasez de recursos públicos, conforman el escena-
rio de oportunidad para el clientelismo. En contextos de debilidad del
vínculo programático, los grupos con menor nivel de renta estarán más
dispuestos a cambiar sus preferencias políticas si reciben beneficios se-
lectivos (Dixit y Longredan, 1996). Además, hay determinados elemen-
tos de la cultura política que inciden en la mayor predisposición de los
latinoamericanos a aceptar la política clientelar como estrategia de mo-
vilización y representación. En sociedades de confianza generalizada,
pluralismo, secularización y solidaridad, es más probable la existencia
de una sociedad civil cohesionada más proclive a la cooperación que a la
competición clientelar. Cuando los ciudadanos se interesan en los asun-
tos públicos, se asocian y participan, el sistema tiende a solucionar los
problemas que afectan a toda la comunidad con políticas universales.
Por el contrario, actitudes como el conservadurismo o el personalismo,
restringen la confianza a grupos unidos por lazos de familia, amistad o
el compadrazgo político (Putnam, 1994).
El paisaje actitudinal en América Latina identificado como propicio
para la persistencia y adaptación del clientelismo arroja el siguiente ba-
lance:
La confianza interpersonal es baja en comparación con otras regio-
nes del mundo (Botelho, Okado y Bonifácio, 2020). Según el Latino-
barómetro, en 2020 solo el 12,8% de los latinoamericanos confiaba en
la mayoría de las personas. Brasil y Venezuela presentaban los valores
más bajos, con 4,7% y 5,2% de confianza interpersonal, frente al 21,1%
de Uruguay. La confianza en el Legislativo y Ejecutivo es también baja.
Un escaso 5,2% de los entrevistados confiaba mucho en el Congreso,
que sumados a aquellos que confiaban algo en los Legislativos alcanza-
ban el 20,5%. Con respecto al Ejecutivo, el promedio regional de plena
confianza era algo mayor, llegando al 10,6%, aunque la variación entre
países es significativa: del 1,5% en Ecuador al 47,2% en El Salvador. El
278 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

respaldo al papel prebendalista de las autoridades impera en la región.


Así, el 52,5% de los latinoamericanos entrevistados consideraba que
el gobierno debe dar dinero, alimentos o trabajo a los más pobres, en
comparación al 27,9% que prefería generalizar el acceso universal a los
servicios públicos. El apoyo a este tipo de Estado que distribuye bienes
selectivos alcanzaba el 70% en la República Dominicana. Otra actitud
reveladora es la aceptación del autoritarismo. Los datos del Latinobaró-
metro de 2020 revelaban que un tercio del universo encuestado (33,2%)
apoyaría a un gobierno militar si la situación se pusiera muy difícil. En
Paraguay y Perú, esta preferencia superaba la mitad de los entrevistados,
con el 51,1% y el 50,1%, respectivamente, mientras que en Costa Rica
era del 10,5%. El 54,6% estaba muy de acuerdo o de acuerdo con la posi-
bilidad de que un gobierno no democrático llegara al poder si resolviese
los problemas. Ese contingente ascendía al 68% en la República Domi-
nicana y al 32,7% en Chile.
Con respecto a la religión, el 52,5% dijo ser practicante, y solo el
11,1% no practicaba religión alguna, porcentaje que ascendía al 32,5%
en Uruguay. Los salvadoreños encabezaban el listado con un 68,4% de
practicantes, y los chilenos (35,4%) los que menos. Un tema que suscita
reacciones conservadoras es la actitud frente a la inmigración. El 56,7%
consideraba que la inmigración era perjudicial para ellos y sus familias.
En Colombia, así lo pensaba el 79,7%, mientras que en Paraguay la cifra
era del 31,4%. Por último, cabe mencionar la poca predisposición de la
ciudadanía latinoamericana a participar en movilizaciones sociales. El
Latinobarómetro de 2020 revelaba que el 58,7% de respondientes no
asistiría a manifestaciones autorizadas bajo ninguna circunstancia. Los
no interesados en protestar suponían el 78,4% en El Salvador y el 34,2%
en Paraguay. Con un porcentaje de desinterés del 38,4%, los chilenos,
sin embargo, iniciaron un ciclo de protestas que conduciría a la Asam-
blea Constituyente de 2021.

3.2. Clientes ricos pero pobres en votos


En los niveles altos de renta, el Estado establece una relación par-
ticularizada con estos otros clientes que obtienen beneficios ajenos al
interés general. Los clanes nicaragüenses de los Sacasa, Lacayo, Carde-
Clientelismo 279

nal o Cuadra son ejemplo de élites extractivas que acceden a las débiles
instituciones para hacerlas favorables a sus intereses y bloquear la redis-
tribución (Acemoglu y Robinson, 2012). El principal instrumento para
ello es la política fiscal. El peso de los impuestos en América Latina es
de 13 puntos menos que la media de la OCDE (34,4% del PIB) y casi
la mitad con respecto a la zona euro (41,5% del PIB). Las diferencias
son notables. Mientras que Guatemala y Dominicana recaudan el 12,6%
y el 14,1% de su PIB, Argentina y Brasil ingresan el 32,2% y el 33,4%
(OCDE, 2017). Esta política fiscal tiene además escaso impacto en la
reducción de la desigualdad y su naturaleza regresiva afecta a la calidad
democrática. Mientras que en los países de la OCDE las transferencias,
el impuesto de la renta y las cotizaciones disminuyen la pobreza en un
36%, en América Latina estos instrumentos solo logran reducirla en un
6%. Incluso, en países como Guatemala, Honduras, Nicaragua, Bolivia,
República Dominicana y El Salvador, la carga impositiva no solo no re-
distribuye, sino que empobrece aún más a la ciudadanía (Lustig, 2017).
El informe de OXFAM “Democracias capturadas” (Cañete, 2018),
identificaba once mecanismos utilizados por las élites latinoamericanas
para mantener sus privilegios. El primero de ellos es la campaña en los
medios de comunicación. Un latifundio mediático controla la agenda
y construcción de la opinión pública, promoviendo la privatización, el
miedo a la desinversión y sobredimensionando las acusaciones de des-
pilfarro (Cuevas y Mora, 2016). Tal es el caso de los chilenos Mercurio
y COPESA, en su cruzada contra el proceso constituyente de 2021. El
segundo de los mecanismos son las puertas giratorias que desdibujan
los conflictos de intereses, como en El Salvador, donde los ejecutivos de
las administradoras de fondos de pensiones ocupan los puestos públi-
cos encargados de su regulación, o los grandes propietarios de clínicas
privadas, titulares de la cartera de Salud Pública en República Domi-
nicana. Los protocolos extraordinarios para saltarse el procedimiento
deliberativo son el tercer mecanismo: decretos-ley, de urgencia y aden-
das, son vías para imponer, desviar o saquear lo público, favoreciendo a
ciertas empresas, como a la constructora Odebrecht. Otro mecanismo
es la entrada en el sistema político a través del financiamiento partidario
o creando partidos para la defensa de sus intereses. Así ocurría en la ya
extinta Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado de la
280 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

República Dominicana, adjudicando obras públicas a los financiadores


del oficialismo (Benito, 2022:19).
La opacidad de los lobbies, el “velo técnico” que evita la discusión
política de los programas y la restricción de la participación ciudadana,
son también dispositivos para evitar el debate público. Las exenciones
fiscales representan en la región entre el 14 y el 24% de la recaudación
efectiva, superando incluso el 5% del PIB en Costa Rica, Honduras o la
República Dominicana (CEPAL/OXFAM, 2019). En este país, las exo-
neraciones, decididas fuera del Ministerio de Finanzas, alcanzaron los
720 millones de dólares en 2014. Una cantidad que hubiera permiti-
do aumentar en un 70% el presupuesto dominicano de salud (Cañete,
2015:65). Otra vía utilizada por las élites latinoamericanas es la judi-
cialización de las decisiones de política pública en los altos tribunales.
Por esta vía, las élites guatemaltecas dilataron la reforma tributaria en la
Corte Constitucional durante décadas. También lo hacían promoviendo
protestas ciudadanas para defender medidas que afectaban a sus intere-
ses, como las movilizaciones de 2016 en contra de impuesto a las heren-
cias en Ecuador (Cañete, 2018:33). Los sobornos y los paraísos fiscales
son los últimos mecanismos para condicionar y boicotear la tributación
redistributiva. El escándalo de los Pandora Papers de 2021 desvelaba
que tres presidentes latinoamericanos —el dominicano Luis Abinader,
el chileno Sebastián Piñera y el ecuatoriano Guillermo Lasso— y 11 ex-
presidentes, ocultaban recursos en el extranjero para evadir la tributa-
ción nacional.

4. EFECTOS DEL CLIENTELISMO


“El clientelismo político ralentiza el desarrollo económico, vicia la
democracia y permite a los dictadores mantenerse en el poder más de
lo que lo harían utilizando otras vías”. De esta forma, sentenciaba Stokes
(2007:1) los efectos perversos que la asignación selectiva de bienes pro-
voca en la gobernanza:
1) desalienta la redistribución, fortaleciendo el interés de los actores
en el mantenimiento de la pobreza y la dependencia de los electores;
Clientelismo 281

2) socava la igualdad del voto, permitiendo que unos lo utilicen para


comunicar sus preferencias de política, mientras que otros votantes lo
usen como pago por prebendas;
3) y asfixia a la competencia política, desalentando a aquellos que
quisieran votar en contra del régimen, por temor a represalias en la pro-
visión de los bienes públicos.
La perpetuación del orteguismo postrevolucionario ejemplifica los
extremos autocráticos de este itinerario de consecuencias del uso clien-
telar del gasto público. Nicaragua sigue siendo uno de los países menos
desarrollados de América Latina. La amplia red clientelar tejida para la
asignación de subsidios a través de los Consejos de Poder Ciudadano y
los Gabinetes de Familia ayudó a sostener la gobernabilidad previa al
estallido social de 2018 (Martí y Jarquí, 2021). Con la cooptación de la
oposición a cambio de impunidad (2007-2018) y el encarcelamiento de
opositores (2018-2022), la asignación autoritaria de la asistencia social
—dictaduras que dan de comer— ha servido a la familia gobernante de
mecanismo de control para la consolidación de su proyecto dinástico.
El clientelismo subvierte la democracia y el desarrollo, reduce el su-
ministro de bienes públicos, alienta la corrupción y debilita el Estado
de Derecho (Lo Blue, Sen y Lindberg, 2021; Hicken, 2011). A continua-
ción, se presenta el diagnóstico de tales resultados en las instituciones y
actores que demandan, formulan e implementan los objetivos colectivos
de una sociedad:

4.1. Efectos en la dimensión ‘policy’ del sistema político: reduc-


ción de la cobertura y calidad de los sistemas de bienestar
La asignación selectiva es más rentable electoralmente que la pro-
visión universal del bienestar, ya que en esta última el beneficio en
votos movilizados es menor que el coste del gasto público universal.
Ante la escasez de recursos y la posibilidad de identificar beneficia-
rios, los decisores de política tienden hacia una intervención indivi-
dualizada o de beneficios de club. En América Latina, la interven-
ción social tiene su origen en los años 20 del siglo pasado, cuando
Argentina y Brasil, pusieron en marcha los primeros sistemas de se-
282 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

guridad social. Estos protoestados de bienestar diferían en alcance y


desmercantilización. Por un lado, el “universalismo estratificado” de
Uruguay, Argentina y Chile, con políticas de bienestar amplias pero
ligadas al mercado de trabajo. Por otro lado, los regímenes “duales”
de Brasil y México, de vocación universalista estratificada urbana
y exclusión rural, y países con modelos “excluyentes” por su escasa
intervención, como República Dominicana, Guatemala, Honduras,
El Salvador, Nicaragua, Bolivia y Ecuador (Filgueira, 1998). Con el
giro a la izquierda de los 2000, comenzaría un retorno al Estado para
subvertir el fracaso de la inclusión liderada por el mercado y las po-
líticas sectoriales neoliberales que no alteraban la desigualdad. Las
lógicas de actuación fueron muy distintas: mientras unos optaron
por una ruptura radical que incluía una refundación del Estado (Bo-
livia, Ecuador y Venezuela), otros elegían una estrategia de cambio
gradual (Stoessel, 2014).
Esta vuelta al Estado se tradujo en una apuesta por garantizar un
mínimo de subsistencia a través de programas de transferencias con-
dicionadas (PTC). Los subsidios focalizados se extendieron rápida-
mente y se sumaron a los truncados estados de bienestar de base pro-
ductivista, informal y familiarista. En 2002, cerca de 29 millones de
latinoamericanos eran beneficiarios de algún PTC y en 2015, esta cifra
superaba los 132 millones de personas (CEPAL, 2002). La literatura
ha evidenciado el peligro de la utilización partidista de las transfe-
rencias monetarias en países emergentes (Benito, 2019; Weitz-Shapiro
2006; Calvo y Murillo, 2004), su impronta populista, e instituciona-
lización de la desigualdad (Hevia, 2010; Takahashi, 2007). Desde la
implantación de los PTC, con programas como “Bolsa Familia” en
Brasil y “Progresa” en México, el 40% de los hogares latinoamerica-
nos ha ascendido a la “clase de los vulnerables”. Este grupo, tiene una
probabilidad alta de vivir episodios de pobreza en el futuro y no está
protegido frente a los ciclos económicos o los riesgos comunes de la
vida y depende de arreglos familiares para su bienestar (Gough y Geof,
2004; Martínez, 2007). A las críticas por la eficacia relativa de los PTC
se suman aquellas que denuncian que la personalización de su conce-
sión inhibe la acción colectiva, refuerza los roles de género (Cibecchi,
2008) y el estigma del “mal pobre” (Baraibar, 2015). Su condicionali-
Clientelismo 283

dad traslada la responsabilidad al propio ciudadano, desconectándola


de las desigualdades estructurales, la fiscalidad regresiva y la captu-
ra del Estado. Este proceso de asistencialización de la política social,
alejado del modelo universalista redistributivo basado en derechos,
ha fragmentado el sistema de bienestar latinoamericano, convirtién-
dolo en residual (Lavinas, 2013). Así, en 2020, solo el 48,4% estaba
cubierto por sistemas previsionales frente a la maternidad, el desem-
pleo, la enfermedad o los accidentes (OIT, 2021:36). En el Cono Sur,
este porcentaje alcanzaba el 62,5%, mientras que en Centroamérica
sólo estaba cubierto el 40% de la población y el 26,6% en los países
andinos. Para enfrentar estas deficiencias, todos los países de América
Latina tendrán que expandir sus capacidades fiscales para cumplir con
los objetivos de la Agenda 2030 (Objetivo 10, Meta 4) en materia de
protección social y lograr mayor igualdad.

4.2. Efectos en la dimensión ‘politics’ del sistema político: arrai-


go de una cultura de indulgencia entre representantes y re-
presentados, y tolerancia ciudadana hacia ella
Con respecto al juego cotidiano de los actores por conquistar poder e
influencia, el clientelismo profundiza la asimetría en la interacción con
la ciudadanía. Los políticos tienden a apoyarse en las autoridades poli-
ciales para acomodar selectivamente la aplicación de las normas a favor
de grupos específicos de votantes, haciendo uso de la condescendencia
arbitraria a su voluntad, tolerada por los ciudadanos por la promesa del
beneficio clientelar (Holland, 2017). Aunque el clientelismo no requiere
de la ilegalidad para su existencia, ambos fenómenos tienden a caminar
juntos, ya que para sufragar la maquinaria clientelar es probable que los
políticos acudan a la corrupción (Máiz, 2003). Como muestra la tabla 2,
los sistemas de partidos con mayor institucionalización del vínculo pro-
gramático lideran la escala de menor percepción de corrupción (Uru-
guay, Chile y Costa Rica). Por el contrario, los países donde es frecuente
el prebendalismo público, se ubican en los últimos puestos (Venezuela,
Nicaragua, Honduras y Paraguay).
284 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

Tabla 2. Índice de Percepción de la Corrupción, 2021

Puntuación/100 Puesto/184 Var.


Uruguay 73 18 2
Chile 67 27 0
Costa Rica 58 39 1
Cuba 46 64 -1
Colombia 39 87 0
Brasil 38 96 0
Argentina 38 96 -4
Panamá 36 105 1
Ecuador 36 105 -3
Perú 36 105 -2
El Salvador 34 115 -1
México 31 124 0
Guatemala 31 128 0
República
30 128 2
Dominicana
Bolivia 30 128 2
Paraguay 30 128 2
Honduras 23 157 -1
Nicaragua 20 164 -2
Venezuela 14 177 -1
Fuente: Transparency International, 2022.

El gráfico 4 muestra la evolución en la tolerancia ciudadana, que va


desde la aceptación mayoritaria de los dominicanos (64,5%), que so-
brellevan la corrupción si resulta eficaz en la gestión gubernamental,
al rechazo enérgico de los chilenos (16,9%). La indulgencia condescen-
diente, la corrupción de los políticos y la tolerancia hacia ella, lesionan
el Estado de Derecho y la calidad de la gobernanza en la región.
Clientelismo 285

Gráfico 4. Se puede pagar el precio de cierto grado de corrupción, siempre


que se solucionen los problemas del país, 2002-2020

64,5
58,2
54,8 54,5
47,2 46,6 46,2 45,9 45,7
44,4 44,4
42,1
33,4 33,2 32,8
30,5
23
16,9

RD ELS HON NIC GUA BOL ECU VEN MEX PAR PAN COL PER URG CR BRA ARG CHI

2002 2020

Leyenda: muy de acuerdo + de acuerdo. Fuente: Latinobarómetro, 2020.

Además de tolerar la corrupción, algunos ciudadanos se benefician


de ella. En 2020, el 34,9% de entrevistados en Paraguay reconocieron
disfrutar de un subsidio social que no les correspondía, frente al 13,5%
de Guatemala. Esto reduce la efectividad de las políticas, ya que acaban
siendo recibidas por personas ajenas a las destinarias de los programas.
En el caso de los PTC, el Banco Interamericano de Desarrollo alertaba
de la baja incidencia absoluta y elevada tasa de filtración del domini-
cano programa “Solidaridad”. En 2010 el 46,8% de los receptores de la
“Tarjeta Solidaridad” no calificaba como pobre, mientras que el 52,5%
de los indigentes dominicanos no recibía asignación monetaria alguna
(Carrasco et al., 2016:31). El gráfico 5 revela que en la mitad de los paí-
ses de la región ha habido un aumento de beneficiarios indebidos en los
últimos 20 años. En el otro extremo, Ecuador destaca por su reducción
significativa, pasando de un 35,6% en 1998 a un 17,2% de asignaciones
indebidas en 2020.
286 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

Gráfico 5. Se benefició de un subsidio estatal que no le correspondía (%)

34,90 35,60
30,90 30,10 30,40 29,80
28,40 28,10
26,70 25,40
24,6025,50 23,50 24,90
22,80 23,30 21,90 23,20
21,50 21,40 21,10 20,80 20,80
21,10 19,90 19,70 19,80
19,40 18,10 17,60 17,20
15,40 16,10
14,50 13,50
12,30

PAR ARG CR PER URG BRA CHI PAN BOL COL RD ELS MEX NIC VEN ECU HON GUA
1998 2020

Fuente: Latinobarómetro, 2020.

34,90 35,60

4.3.
28,40Efectos en la dimensión ‘polity’ del sistema
30,90
26,70 25,40
30,10
28,10político: retraso
30,40
29,80
24,6025,50
en la profesionalización
22,80 23,30
21,10 21,90
23,20
21,50 21,40de
23,50 la Administración Pública
21,10 20,80 20,80
24,90
19,40 19,90 19,70 19,80
18,10 17,60 17,20
15,40 16,10
Con respecto a las estructuras de poder, el clientelismo demora la 14,50 13,50
12,30
construcción de una burocracia impersonal con reglas definidas. La Ad-
ministración es un actor del control de poderes ya que ejerce labores de
fiscalización.
PAR ARG CR Su
PERactividad estáPAN
URG BRA CHI sometida
BOL COL al
RDprincipio de legalidad
ELS MEX NIC y GUA
VEN ECU HON ha de
servir a los intereses generales con1998 imparcialidad
2020 y neutralidad. Cuan-
to mayor sea su profesionalización, menor será la probabilidad de que
las intenciones clientelares encuentren apoyo en la Administración para
su satisfacción. La literatura sobre la burocratización en democracias
emergentes ha demostrado la correlación entre profesionalización de
la gestión administrativa y calidad de la gobernanza (Oliveros y Schus-
ter, 2018). El informe “Panorama de las Administraciones Públicas de
América Latina y el Caribe” de 2020, alertaba del apremiante desafío de
la profesionalización del servicio civil. Además de la poca relevancia de
los procesos meritocráticos, la escasa cualificación y el nombramiento
gerencial en función de las afinidades políticas, permiten a los partidos
seguir utilizando la Administración para construir redes clientelares
con fines electoralistas (OCDE, 2020:25). A pesar del consenso —ex-
presado en la Carta Iberoamericana de la Función Pública de 2003—,
los partidos son los principales actores de veto interesados en mantener
el statu quo. En el 66% de los países de la región se accede a través de
Clientelismo 287

un examen competitivo, aunque su utilización es muy desigual (OCDE,


2020). Mientras que, en Uruguay las contrataciones de personal son ges-
tionadas por el programa estatal “Uruguay Concursa” desde 2005, en
la República Dominicana solo el 0,045% (217 personas) de los 479.400
funcionarios de la Administración central accedieron por la vía del con-
curso en el periodo 2004-2012 (Benito y Mateos, 2021). Algunos países
siguen manteniendo un alto porcentaje de empleados no permanentes,
como Chile (57%), Perú (40%) y Argentina (34%), lo que permite se-
guir utilizando el patronazgo como una herramienta de movilización
electoral.
La pandemia de la COVID-19 amplió las oportunidades del clien-
telismo. La necesidad de construir hospitales abrió la puerta a las lici-
taciones de urgencia, el tráfico de influencias y la corrupción. Durante
este periodo, fueron numerosas las denuncias de favoritismo en la va-
cunación y de amiguismo en la compra de suministros. La emergencia
sanitaria estimuló aún más la competición por conquistar ventajas par-
ticulares por encima de la cooperación que demandaba esta situación
extraordinaria. Así lo declaraba Transparencia Internacional (2022),
quien advertía de que la COVID-19 no era sólo una crisis sanitaria y
económica, sino una crisis de corrupción. La falta de transparencia fue
aprovechada por las administraciones corruptas para desviar fondos tan
necesarios para los sistemas sanitarios. La pandemia ha puesto en evi-
dencia las enormes grietas en las instituciones democráticas, ya que los
actores a menudo persiguieron sus propios intereses en lugar de los más
generales, poniendo en peligro una recuperación justa y equitativa para
todos.

5. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Acemoglu, D. y Robinson, J. (2012). Why nations fail. The origins of power, prosperity and
poverty. Nueva York: Crown.
Alcántara, M. (2012). El oficio de político. Madrid: Tecnos.
Álvarez, S. (2008). “América Latina: economía, estado y sociedad en el siglo XXI”.
HAOL, 16, 65-73.
Ames, B. (1995). “Electoral rules, constituency pressures, and pork barrel: Bases of vo-
ting in the Brazilian Congress”. Journal of Politics, 57 (2), 324-343.
288 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

Auyero, J. (1997). La política de los pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo. Bue-
nos Aires: Manantial.
Baraibar, X. (2015). “Lo que nos dejó el tiempo. Política asistencial e integración social”.
Revista de Políticas Públicas, 19, 133-144.
Bárcena, A. (25 de enero, 2022). Comunicado de prensa. En https://www.cepal.org/es/
comunicados/
Benito, A.B. (2015). Clientelismo en democracia: factores explicativos de la política parti-
cularista en la República Dominicana 1996-2010 [Tesis doctoral, USAL].
Benito, A.B. (2017). “La representación no programática. Política particularista en de-
mocracias contemporáneas”. En L. Rodríguez (Ed.), Percepciones y actores de la re-
presentación en América Latina (107-130). Barcelona: Huygens.
Benito, A.B. (2019). “Pobres y electores. Universalidad y focalización de la política social
en República Dominicana”. Revista Internacional de Sociología, 77 (3), 34.
Benito, A.B. (2022). “Importancia de las carteras ministeriales en escenarios presiden-
cialistas dominantes. Apuntes sobre el caso dominicano 2012-2020”. Política y Go-
bierno, 29 (1), 1534.
Benito, A.B. y Mateos, A. (2021). “Determinantes de la percepción de corrupción legis-
lativa en América Latina”. Revista de Estudios Políticos, 192, 221-252.
Botelho, J.C.A. y Silva, R.R. (2021). “Presidential powers in Latin America beyond cons-
titutions”. Nordic Journal of Latin American and Caribbean Studies, 50 (1), 28-39.
Botelho, J.C.A., Okado, L.T.A. y Bonifácio, R. (2020). “O declínio da democracia na
América Latina: diagnóstico e fatores explicativos”. Revista de Estudios Sociales, 74,
41-57.
Calvo, E. y Murillo, M. (2004). “Who delivers? Partisan clients in the Argentine electoral
market”. American Journal of Political Science, 48 (4), 742‐757.
Cañete, R. (2015). Privilegios que niegan derechos. Desigualdad extrema y secuestro de la
democracia en América Latina y el Caribe. Lima: OXFAM.
Cañete, R. (2018). Democracias capturadas: el gobierno de unos pocos. Mecanismos de
captura de la política fiscal por parte de las élites y su impacto en la desigualdad en
América Latina y el Caribe. Resumen Ejecutivo, OXFAM.
Carrasco, H., García, E., Parodi, S. y Vásquez, M. (2016). ¿Cómo se redistribuyen los
recursos públicos en República Dominicana? Washington: BID.
CEPAL (2019). Los incentivos fiscales a las empresas en América Latina y el Caribe.
Documentos de Proyectos (LC/TS.2019/50), Santiago de Chile.
Cibecchi, C. (2008). “Programas de transferencia de ingresos. ¿Más condicionalidades y
menos derechos para las madres pobres?”. Aportes Andinos, 21, 1-16.
Corzo, S. (2002). “El clientelismo político como intercambio”. Working Papers, 206, Ins-
titut de Ciències Polítiques i Socials.
Cuevas, R. y Mora, A. (2016). Latifundio mediático y resistencias sociales en América
Latina. Costa Rica: UNED.
Clientelismo 289

Dixit, A. y Londregan, J. (1996). “The determinants of success of special interests in


redistributive politics”. The Journal of Politics, 58 (4), 1132-1155.
Filgueira, F. (1998). “El nuevo modelo de prestaciones sociales en América Latina: resi-
dualismo y ciudadanía estratificada”. Ciudadanía y Política Social, 1, 71-116.
Fleury, S. (1999). “Reforma del Estado en América Latina”. Nueva Sociedad, 160, 58-80.
Frías, P. (2010). Papel de los sindicatos y la negociación colectiva y su impacto en la eficien-
cia y la equidad del mercado de trabajo. Santiago: CEPAL.
Gordón, J. (2020). “El clientelismo político en el Ecuador, un abordaje conceptual desde
el esquema constitucional”. Rehuso, 5 (2), 136-152.
Gough, I. y Geof, W. (2004). Insecurity and Welfare Regimes in Asia, Africa and Latin
America. Cambridge: University Press.
Hevia, F. (2010). “Uso político de programas sociales y nuevos intermediarios institucio-
nales: el Programa Progresa/Oportunidades en Veracruz”. Desacatos, 34, 119-132.
Hicken, A. (2011). “Clientelism”. Annual Review of Political Science, 14: 289-310.
Holland, A. (2017). Forbearance as distribution: the politics of informal welfare in Latin
America. Cambridge: University Press.
Hopkin, J. (14-16 de marzo, 2002). The emergence and convergence of the cartel party:
parties, state, and economy in Southern Europe [Comunicación en congreso]. Con-
ference of Europeanists, Chicago.
Kitschelt, H. y Wilkinson, S. (Eds.) (2007). Patrons, clients, and policies: patterns of de-
mocratic accountability and political competition. Cambridge: University Press.
Kitschelt, H. y Wilkinson, S. (2012). “Vínculos entre ciudadanos y políticos: una intro-
ducción”. Documentos de Trabajo, 11, USAL.
Kitschelt, H., Hawkins, K., Luna, J.P., Rosas, G. y Zechmeister, E. (2010). Latin American
party system. Cambridge: University Press.
Krehbiel, K. (2004). “Legislative organization”. Journal of Economic Perspectives, 18 (1),
113-128.
LAPOP (2010). The Americas Barometer by the Latin American Public Opinion Pro-
ject. Disponible en: https://www.vanderbilt.edu/lapop/dr/2010-culturapolitica.pdf
(Consultado el 16-05-2022).
Latinobarómetro (2022). En https://www.latinobarometro.org/lat.jsp (Consultado el
03-05-2022).
Lavinas, L. (2013). “Latin America anti-poverty schemes instead of social protection”.
Working Paper Series, 51, International Research Network on Interdependent In-
equalities in Latin America.
Lemarchand, R. y Legg, K. (1972). “Political clientelism and development”. Comparative
Politics, 4, 149-178.
Lo Blue, M., Sen, K. y Lindberg, S. (2021). “Clientelism, public goods provision and
governance”. Working Paper Series, 125, University of Gothenburg.
290 Ana Belén Benito - João Carlos Amoroso Botelho

Lustig, N. (2017). “Impacto del sistema tributario y el gasto social en la distribución del
ingreso y pobreza en América Latina”. El trimestre económico, 84 (335), 493-568.
Máiz, R. (2003). “Jama, caleta y camello: la corrupción como mecanismo de autorrefuer-
zo del clientelismo político”. Revista Mexicana de Sociología, 65 (1), 3-39.
Martí, S. y Jarquí, M. (2021). “El precio de la perpetuación de Daniel Ortega”. Nueva
Sociedad, junio.
Martínez, J. (2007). Regímenes de bienestar en América Latina. Madrid: FC.
Muñoz, J.M. (2011). “Cambio en el sistema electoral y personalismo de los diputados
hondureños”. Boletín Datos de Opinión, 30, PELA-USAL.
Nercesian, I. (2020). Presidentes empresarios y estados capturados. América Latina en el
siglo XXI. Buenos Aires: Teseo.
Nitcher, S. (2008). “Vote buying or turnout buying? Machine politics and the secret ba-
llot”. American Political Science Review, 102 (1), 19-31.
OCDE (2020). Panorama de las Administraciones Públicas en América Latina y el Caribe.
París: OCDE.
OCDE (2022). Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Estadís-
ticas. Disponible en: https://data.oecd.org/ (Consultado el 04-05-2022).
OIT (2021). “Panorama de la protección social en América Latina y el Caribe: avances y
retrocesos ante la pandemia”. Serie Panorama Laboral en América Latina y el Caribe,
Nota Técnica, octubre.
OIT (2022). Organización Internacional del Trabajo. ILOSTAT. Disponible en: https://
ilostat.ilo.org/topics/union-membership/.
Oliveros, V. y Schuster, C. (2018). “Merit, tenure and bureaucratic behavior: evidence
from a conjoint experiment in the Dominican Republic”. Comparative Political Stu-
dies, 51 (6), 759-792.
Papakostas, A. (2001). “Why is there no clientelism in Scandinavia? A comparison of
Swedish and Greek sequence of development”. En S. Piattoni (Ed.), Clientelism, in-
terests, and democratic representation (31-53). Cambridge: University Press.
PELA (2012). Proyecto Élites Parlamentarias Latinoamericanas. Manuel Alcántara (Dir.),
USAL. Disponible en: http://americo.usal.es/oir/elites/ (Consultado el 23-12-2021).
Piattoni, S. (2001). Clientelism, interests, and democratic representation: the European
experience in historical and comparative perspective. Cambridge: University Press.
Putnam, R. (1994). Making democracy work. Civic traditions in modern Italy. Princeton:
University Press.
REDH (2021). Observaciones temáticas: elecciones primarias 2021. Red por la Equidad
Democrática en Honduras.
Rosas, G. y Hawkins, K. (2008). “Turncoats, true believers, and turnout: machine po-
litics in the absence of vote monitoring”. Working Paper, Washington University.
Rouquié, A. (1984). El Estado militar en América Latina. Buenos Aires: Emecé.
Clientelismo 291

Serna, M. y Bottinelli, E. (2018). El poder fáctico de las élites empresariales en la política


latinoamericana. Buenos Aires: CLACSO-OXFAM.
Shefter, M. (1994). Political parties and the state: the American historical experience.
Princeton: University Press.
Stoessel, S. (2014). “Giro a la izquierda en la América Latina del siglo XXI”. Polis, 13
(39), 123-139.
Stokes, S. (2007). “Political clientelism”. En C. Boix y S. Stokes (Eds.), The Oxford hand-
book of comparative politics (499-521). Oxford: University Press.
Takahashi, Y. (2007). The political economy of targeted poverty alleviation: distributive
politics, electoral cycles, and Progresa-Oportunidades in Mexico [Comunicación en
congreso]. XXVII LASA Congress, Montreal.
Transparency International (2022). Índice de Percepción de la Corrupción. En https://
transparencia.org.es/indice-de-percepcion-de-la-corrupcion/ (Consultado el 14-
04-2022).
V-DEM Project (2022). Dataset v8. Varieties of Democracy (V-DEM) Project. En https://
doi.org/10.23696/vdemcy18.
Weitz-Shapiro, R. (2006). “Partisanship protest. The politics of workfare distribution in
Argentina”. Latin American Research Review, 41 (3), 122-147.
POPULISMOS DEL SIGLO XXI1
Carlos de la Torre
Centro de Estudios Latinoamericanos,
Universidad de Florida, Estados Unidos
Treethep Srisa-nga
Departamento de Ciencia Política,
Universidad de Florida, Estados Unidos

1. INTRODUCCIÓN
Cuando lo han permitido los militares, populistas de todas las ideologías
han gobernado en América Latina desde las décadas de 1930 y 1940 hasta el
presente. Bajo su liderazgo incorporaron por primera vez a los ciudadanos
excluidos a la comunidad política. Los populistas lucharon contra el frau-
de electoral, expandieron el derecho al voto y utilizaron las elecciones para
destituir a las élites tradicionales. Además, adoptaron diferentes políticas
económicas. Algunos instauraron clivajes e identidades políticas duraderas.
Los argentinos todavía están polarizados entre peronistas y antiperonistas,
y los venezolanos entre simpatizantes y opositores de la Revolución Boli-
variana de Hugo Chávez. Ser peronista o chavista se ha convertido en una
identidad política y una forma de entender la misma como confrontacio-
nes antagónicas entre dos campos. Algunos movimientos populistas como,
por ejemplo, el peronismo, que organizaron a sus seguidores en partidos y
sindicatos persistieron por décadas. Otros desaparecieron tras la muerte de
su líder. Es el caso de José María Velasco Ibarra (1934-35, 1944-47, 1952-
56, 1960-61, 1968-72), quien a pesar de asumir la presidencia de Ecuador
en cinco ocasiones, no creó ningún partido u organizaciones en la socie-
dad civil, y su movimiento se desintegró después de su muerte. Dentro de
este contexto, el capítulo compara los gobiernos populistas de izquierda de
Hugo Chávez, Evo Morales, y Rafael Correa con la primera campaña elec-
toral y el gobierno del populista de derecha Jair Bolsonaro en Brasil. Todos

1
Este capítulo fue redactado antes de las elecciones de Brasil de 2022.
294 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

estos presidentes llegaron al poder después de lo que se percibieran crisis


políticas, sociales o económicas agudas, y se dieran movilizaciones masivas.
Mientras que los populistas de izquierda surgieron tras las insurrecciones
antineoliberales, Bolsonaro ganó las elecciones presidenciales en 2018 lue-
go de las manifestaciones contra la corrupción de los políticos brasileños.
Mientras los populistas de izquierda politizaron las exclusiones neolibera-
les, el movimiento de Bolsonaro fue una reacción contra la corrupción, el
aumento de la inseguridad ciudadana, una profunda crisis económica, y
las políticas de inclusión multicultural limitadas en Brasil a la comunidad
LGTBQ, los indígenas, afrodescendientes y las mujeres. Bolsonaro logró
sostener una coalición de militares que son su principal base institucional
de apoyo, iglesias y congregaciones religiosas conservadoras que desafiaban
el matrimonio igualitario, las ideologías de género, el aborto y sectores de
clase media que detestaban al Partido de los Trabajadores. Mientras que
los populistas de izquierda utilizaron el Estado para desmantelar algunas
políticas neoliberales, redistribuir el ingreso, y aliviar la pobreza, Bolsonaro
es un neoliberal extremo que se opone a las regulaciones ambientales. A di-
ferencia de Chávez y Morales, que experimentaron con la democracia par-
ticipativa a nivel local, Bolsonaro siente nostalgia por la dictadura. Chávez y
sus homólogos concentraron el poder en el ejecutivo, controlaron el sistema
legal para castigar a los críticos, hicieron guerra a los medios, regularon las
ONG, y crearon movimientos sociales desde el Estado. Bolsonaro, por su
parte, erosionó la democracia desde el poder. Su gobierno revirtió las polí-
ticas de inclusión multicultural destinadas para las poblaciones vulnerables
como los indígenas de la selva amazónica, los afrobrasileños, y las comuni-
dades LGBTQ. Además, entre sus varios intentos de militarizar Brasil, ha
nombrado ministros a varios oficiales de las fuerzas armadas. Este capítulo
inicia analizando las crisis que precedieron a los gobiernos populistas, para
después discutir los vínculos a través de los cuales se ligan los líderes con sus
seguidores. La tercera sección estudia las imágenes de raza y género que se
utilizan para caracterizar al pueblo, las élites y a los líderes. La última parte
discute las relaciones entre populismo, inclusión y autoritarismo. Tomando
como base la evidencia histórica, este texto sostiene que los populismos en
el poder minaron las bases institucionales que permiten que los ciudadanos
se organicen autónomamente en la sociedad civil y que puedan expresar sus
opiniones en la esfera pública. Si bien los populistas de izquierda promo-
Populismos del siglo XXI 295

vieron la inclusión político-social, tal proceso procedió bajo la condición


de que los ciudadanos se rindieran ante la sabiduría magnánima del líder.

2. LAS CRISIS
Los populistas de izquierda surgieron como resultado de movimien-
tos de resistencia en contra del neoliberalismo. El 27 de febrero de 1989,
el Caracazo venezolano —una insurrección masiva contra el alza en el
precio de la gasolina— fue brutalmente reprimido. Con al menos 400
muertes, la legitimidad del sistema bipartidista de Venezuela se socavó y
finalmente se destruyó. Los dos partidos políticos dominantes —Acción
Democrática (AD) y el Partido Socialcristiano (COPEI)— llegaron a ser
percibidos como partidos de cartel cerrados que no sólo monopoliza-
ban la arena política sino también llevaban el país al declive económico
y al empobrecimiento de las clases media y trabajadora (López Maya
y Panzarelli, 2013). En Ecuador entre 1997 y 2005, los tres presidentes
electos —Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad, y Lucio Gutiérrez— no com-
pletaron sus mandatos (de la Torre, 2010:177-180). Igualmente, Bolivia
atravesó un ciclo de protestas y agitación política que resultó en el colap-
so tanto del sistema de partidos políticos establecido en 1985 como del
modelo económico neoliberal (Crabtree, 2013). El segundo factor en el
auge del populismo de izquierda se puede encontrar en la percepción de
que los políticos y las élites neoliberales habían entregado la soberanía
nacional al FMI, el Banco Mundial, y el gobierno de EE. UU. Por ejem-
plo, al tratar de detener la hiperinflación en 2000, Ecuador renunció a
su moneda nacional, el Sucre, por el dólar estadounidense, mientras que
el gobierno del presidente Jamil Mahuad comprometió la soberanía na-
cional al permitir que los EE. UU. estableciera una base militar para mo-
nitorear el narcotráfico en el océano Pacífico. Bolivia sufrió conflictos
sociales y abusos de los derechos humanos después de que los militares
adoptaran, aunque sin éxito, las políticas de erradicación forzosa de la
producción de hoja de coca sugeridas por los EE. UU.
Como consecuencia, estas tres naciones sufrieron grandes crisis de
representación política en términos de legitimidad de las instituciones
democráticas. Los partidos políticos fueron percibidos como instru-
296 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

mentos controlados por las élites locales y extranjeras que implementa-


ron políticas neoliberales que aumentaron la desigualdad social.
La principal innovación de los populistas de izquierda fue su llama-
do al papel revolucionario del poder constituyente. Chávez, Morales, y
Correa fueron elegidos con la promesa de convocar asambleas constitu-
yentes encargadas de redactar nuevas constituciones. El proceso de ela-
boración de las nuevas constituciones fue participativo e involucró los
aportes y propuestas de los movimientos sociales y ciudadanos comu-
nes. Además, las nuevas constituciones de Venezuela, Bolivia, y Ecuador
fueron aprobadas en referéndums. Estas constituciones establecieron un
tipo diferente de democracia, basada no sólo en las elecciones sino tam-
bién en un nuevo orden constitucional que centraliza el poder en manos
del presidente. Las movilizaciones mayoritarias dirigidas por un líder
personalista prevalecieron sobre el sistema de controles y equilibrios y el
respeto por los derechos civiles básicos inherentes a la democracia libe-
ral moderna. Los mecanismos de accountability horizontal por parte de
otras ramas del gobierno y una prensa independiente fueron suplanta-
dos por una variante de responsabilidad vertical que implica elecciones
frecuentes, referéndums y plebiscitos (de la Torre y Arnson, 2013:10).
Tras la severa crisis económica, los escándalos de corrupción masiva
de la clase política, y la crisis de inseguridad que corroían la legitimidad
del régimen, Jair Bolsonaro fue electo (Hunter y Power, 2019; Prutsch,
2021). Durante las presidencias de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010)
—popularmente conocido como Lula— Brasil logró altos niveles de cre-
cimiento económico, y sus políticas sociales tuvieron éxito en reducir
la pobreza y generar una nueva clase media. Sin embargo, el colapso de
los precios de las materias primas a nivel mundial durante el segundo
mandato de su sucesora Dilma Rousseff (2010-2016) llevó al país a la
“peor recesión en la historia de Brasil. Durante los siguientes dos años,
casi el 8 por ciento del PIB de Brasil, una suma casi igual al PIB de Perú
se desvaneció en el aire” (Hunter y Powers, 2019: 71).
Aparte de la crisis económica, la clase política de Brasil se involucró
en casos de corrupción masiva que resultaron en el encarcelamiento de
los expresidentes Lula y Michel Temer. Uno de cada tres congresistas fue
acusado o estaba bajo la investigación por haber recibido sobornos de
Populismos del siglo XXI 297

compañías constructoras y/o de la empresa petrolera estatal Petrobras.


Además, los gobiernos de izquierda de Lula y Rousseff no consiguieron
contener una ola de crímenes que convirtió a Brasil en una de las nacio-
nes más inseguras del mundo.
En 2013, los ciudadanos salieron a la calle para protestar contra la
subida de los precios del transporte público, los malos servicios en las
instituciones estatales, y la corrupción. Los manifestantes de clase me-
dia también dirigieron su rabia contra el Partido de los Trabajadores de
Lula y Rousseff. Algunos expresaron nostalgia por las políticas de ley y
orden de la dictadura militar (1964-85). Luego en 2016, hubo manifes-
taciones masivas que exigieron la destitución de Rousseff, y al mismo
tiempo su partido las denunciaba como un golpe militar de derecha y
movilizaba a sus seguidores. Al final, la presidenta Rousseff fue desti-
tuida del cargo en el mismo año. Su destitución, la corrupción masiva
de los políticos, y los clamores por la seguridad ciudadana allanaron el
camino para el triunfo electoral de un outsider. Jair Bolsonaro, quien
sirvió muchos años en el Congreso, contaba con el apoyo de una alianza
de pentecostales, otros cristianos fundamentalistas y católicos de dere-
cha (Oulalou, 2019). Ganó la presidencia usando tropos misóginos y
antidemocráticos. Por ejemplo, cuando emitió su voto para destituir a la
presidenta Rousseff, que había sido torturada por los militares durante
la dictadura, Bolsonaro dedicó su voto a sus torturadores.

3. ¿CÓMO SE LIGAN LOS LÍDERES CON SUS BASES?:


CARISMA, ORGANIZACIONES Y MEDIOS DE
COMUNICACIÓN
3.1. El carisma
A diferencia de los líderes burocráticos racionales cuya legitimidad
se encuentra en su cargo, “el portador del carisma disfruta en virtud de
una supuesta misión encarnada en su persona” (Weber, 1978: 1117). Los
líderes carismáticos se convierten en arquetipos morales, figuras ejem-
plares a las que se debe seguir (Zúquete, 2009). Según Weber, los líderes
tienen que demostrar su carisma “ante los ojos de sus adherentes” (We-
298 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

ber, 1978: 1112). Haber realizado un acto heroico a menudo demuestra


su carisma. Chávez, por ejemplo, encabezó un intento fallido de golpe
de estado en 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Tras fa-
llar, dijo dos frases que quedaron grabadas en la mente de los venezola-
nos: “Yo asumo la responsabilidad” y hemos fallado “por ahora”. En su
biografía de Hugo Chávez, los periodistas Cristina Marcano y Alberto
Barrera Tyszka (2006: 75) explicaron la novedad de sus palabras. “El
primero es una rareza en un país donde no parece haber un solo político
que asuma responsabilidades”. El segundo sonaba como una amenaza o
“un final de película de suspenso”. Chávez, el oficial que lideró un golpe
fallido, se convirtió en el símbolo de la resistencia democrática contra
un sistema político neoliberal y corrupto. Su boina roja militar se trans-
formó en un ícono de desafío contra una democracia fallida y cerrada, y
muchos venezolanos comenzaron a usarla con orgullo.
Bolsonaro, por su parte, llegó a ser héroe y mártir tras haber sobre-
vivido a un intento de asesinato durante la campaña presidencial. En
septiembre de 2018, fue apuñalado y tuvo que someterse a varias ope-
raciones en la parte baja del estómago. Aprovechó este intento fallido
de asesinato para presentar la imagen de un mártir dispuesto a dar su
vida por una causa. Debido a su condición no pudo asistir a los deba-
tes con otros candidatos en los que se destruyeron la credibilidad entre
sí. Mientras tanto, su base de apoyo cristiana oró por su pronta recu-
peración y los líderes religiosos afirmaron que Dios había protegido al
salvador de Brasil. Ciertos medios también lo presentaron como el más
auténtico candidato anti-Partido de los Trabajadores.
Los líderes carismáticos populistas afirman que, a pesar de tener orí-
genes plebeyos, superan obstáculos y se vuelven extraordinarios. A ve-
ces, sus afirmaciones de ser los más extraordinarios tienen más que una
pizca de verdad. Evo Morales (2006-2019), por ejemplo, creció en la po-
breza extrema en una comunidad indígena rural en Bolivia. Según sus
propios relatos, de niño soñaba con montarse en un autobús como los
que pasaban por su comunidad rural, y con tener el placer de comer na-
ranjas y plátanos enteros y no sólo las cáscaras que los pasajeros tiraban
fuera de los autobuses. Durante sus primeros meses como presidente se
colocaron propagandas gigantescas con el lema “Evo soy Yo”. Según el
sociólogo Fernando Mayorga (2009), tal mensaje significaba que el líder
Populismos del siglo XXI 299

podía ser cualquiera de nosotros. Sin embargo, Morales es excepcional


porque es el primer indígena en ser presidente.
Los líderes carismáticos invocan mitos. La figura de Hugo Chávez
simbolizó los mitos de Bolívar, el libertador de Venezuela y América
Latina, y de Jesucristo, el Salvador. Su movimiento político, la nueva
constitución y Venezuela fueron rebautizados como “bolivarianos”. Sus
seguidores lo elevaron como el portador del proyecto de liberación na-
cional y continental que Bolívar había empezado. Chávez aseguró que
estaba siguiendo los pasos del “verdadero Bolívar, el Bolívar del pueblo,
el Bolívar revolucionario” (Torres, 2009: 246) e incluso cambió las viejas
imágenes blanquecinas de las representaciones del libertador. De esta
manera, el Bolívar de Chávez fue retratado con la piel morena similar
a la de su devoto, a pesar de que el libertador provenía de una familia
de dueños de esclavos. Para celebrar el décimo aniversario de su presi-
dencia, Chávez visitó la tumba de Bolívar y afirmó: “Hace 10 años Bolí-
var hecho pueblo volvió con su espada redentora” (Lindhom y Zúquete,
2010: 24).
Weber (1978: 242) también sostuvo: “el reconocimiento por los suje-
tos a la autoridad es lo decisivo para la validez del carisma”. Los mítines
de masas son los escenarios en los que el líder populista es reconocido
y aclamado por sus seguidores. Con la repetición de canciones, lemas y
pancartas, los mítines de masas tienen como objetivo fomentar identi-
dades políticas o al menos diferenciar el grupo interno del grupo exter-
no.
La estrategia que Rafael Correa utilizó durante su campaña en 2006
incluyó mítines en los que la gente común podía estar muy cerca del can-
didato y cantar con él las canciones revolucionarias de los años 1960 y
1970. Aunque su música era retro, la retórica política de Correa fue in-
novadora. A diferencia de los largos y aburridos discursos de sus rivales,
Correa mezcló la música y los bailes con los discursos. Debido a su ca-
rrera profesional como profesor universitario de economía, sus primeros
discursos de campaña se parecían a cátedras académicas que no lograron
galvanizar a las multitudes. Pronto aprendió a dar discursos y hablar bre-
vemente presentando una idea simple, luego se tocaba la música y Correa
cantaba y bailaba las melodías de la campaña con la multitud. Cuando pa-
300 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

raba la música, Correa hablaba brevemente, y después seguían la música,


los cantos y los bailes. Estas innovaciones permitieron la participación de
la gente y trajeron sentimientos de que Correa y sus seguidores eran parte
de un proyecto político común, llamado la “revolución ciudadana”, contra
los partidos tradicionales. Fue una buena estrategia para los jóvenes que
se aburrían escuchando los discursos, y para los espectadores de YouTube
y TV que solo veían partes de sus mítines.
El amor es el vínculo entre el líder y los seguidores. Hugo Chávez
siempre habló de cuánto amaba a su pueblo. En la campaña de 2009, que
intentaba modificar la constitución con un referéndum que permitiera
su reelección permanente, se dieron las siguientes razones para votar
por la propuesta de Chávez: “porque Chávez nos ama, y amor con amor
se paga; porque Chávez nos ama y por eso es incapaz de hacernos mal;
porque Chávez y nosotros somos uno” (Torres, 2009: 231).

3.2. Vínculos organizacionales


La mayoría de los partidos políticos en América Latina dependen de
agentes que intercambian votos por servicios como, por ejemplo, la pa-
vimentación de calles o una nueva cancha de fútbol. Los intermediarios,
por su parte, forman parte de redes más amplias y, a menudo, tienen
vínculos con los partidos. Al igual que otros políticos latinoamerica-
nos, los populistas canjean servicios por votos. Sin embargo, además de
ofrecer recompensas materiales, los intercambios populistas van acom-
pañados de un discurso que representa al pueblo como la esencia de la
nación. Estos intercambios clientelistas se basan en etiquetas compar-
tidas. Los intermediarios del partido deben actuar de acuerdo con las
expectativas de sus electores. Les distribuyen los bienes a los clientes no
como un soborno, sino como un regalo otorgado por su gran amor por
el pueblo. Los intercambios populistas se basan también en las normas
sociales. Los regalos tienen que aparecer como sinceros y no como me-
ros instrumentos para conseguir votos.
A menudo, algunos populistas que no tienen partido o que pertenecen a
los partidos débiles aprovechan las organizaciones religiosas para movilizar
a sus seguidores. Los cristianos evangélicos, por ejemplo, apoyaron masi-
Populismos del siglo XXI 301

vamente a Bolsonaro (Oualalou, 2019). En la segunda vuelta de las elec-


ciones presidenciales brasileñas, Bolsonaro tuvo la suerte de que su rival
fue Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores. Este es un profesor
universitario progresista y exministro de educación que trató de presentar
varias directrices en las escuelas para impedir la homofobia. Los evangéli-
cos, el cardenal ultraconservador Orani Joâo Tempesta y Bolsonaro habían
acusado a Haddad de intentar presentar un “gay kit” en las escuelas públicas
para convertir a los niños a la homosexualidad. Además, Bolsonaro disfrutó
de las poderosas redes de iglesias protestantes como la Iglesia Universal del
Reino de Dios y la Asamblea de Dios con miles de seguidores, estaciones de
radio y televisión, y miles de ministros que les dijeron a sus congregaciones
que votaran por un cristiano que defendía los valores de la familia.
Una vez en el poder, los populistas crean organizaciones para movili-
zar a sus seguidores y enfrentar a sus enemigos en las calles. Chávez, por
ejemplo, construyó organizaciones que promovieron la participación tanto
a nivel nacional como local. En 2001, incentivó la fundación de círculos bo-
livarianos con la intención de promover el proceso revolucionario, estudiar
la ideología bolivariano, hablar sobre los temas locales, y defender la re-
volución. En su apogeo, los círculos bolivarianos tenían aproximadamente
2,2 millones de miembros y jugaron un papel activo en las manifestaciones
multitudinarias que rescataron al presidente Chávez después de que hubiera
sido depuesto de su cargo en el golpe de abril de 2002 (Hawkins y Hansen,
2006). Desde 2005 se formaron los consejos comunales para involucrar a las
comunidades en proyectos de infraestructura y renovación urbana. Basán-
dose en la encuesta del Barómetro de las Américas de 2007, Kirk Hawkins
(2010: 41) estimó que el 35,5 por ciento de la población adulta participaba
en los consejos comunales, una cifra excepcionalmente alta de alrededor de
8 millones de participantes. Para los que participaban activamente en las di-
ferentes instituciones chavistas, esto significó un sentido nuevo de dignidad
e inclusión. Estas instituciones fortalecieron fuertes lealtades para Chávez
que se transfirieron parcialmente a su sucesor, Nicolás Maduro.

3.3. Los medios de comunicación


Los populistas son innovadores mediáticos. En la década de 1940 utili-
zaban la radio, en la de 1990 la televisión, y en el siglo XXI las redes socia-
302 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

les. Hugo Chávez y Rafael Correa desarrollaron programas de televisión


semanales en los que disertaban sobre sus proyectos y políticas guberna-
mentales, fijaban la agenda de noticias de la semana, y simultáneamente
entretenían al público cantando y burlándose de sus enemigos políticos.
Al mismo tiempo, entraron en guerra con los medios privados cerrando
y censurando a los medios críticos. También fundaron o tomaron control
de los medios estatales. En naciones sin tradición de medios públicos, es-
tos funcionaron como herramientas de propaganda gubernamental. En
muchos casos, aprobaron leyes y establecieron instituciones estatales para
vigilar lo que podían publicar los medios privados y para castigar a los
periodistas y a los dueños de medios que infringieran tales reglas. Como
resultado, la prensa recurría a autocensurar sus publicaciones. Se deterio-
ró, en consecuencia, la calidad de los debates en la esfera pública.
Respecto al uso de las redes, Chávez y Correa usaron Twitter para co-
municarse directamente con sus seguidores y atacar a sus enemigos. Co-
rrea, por ejemplo, “a menudo usaba palabras mordaces para referirse a
los periodistas críticos, llamándolos ‘cobardes’, ‘mentirosos’ y ‘corruptos’,
cuestionando su experiencia, y recomendándoles a algunos reporteros
tratamientos de salud mental” (Waisbord y Amado, 2017: 1338). En vez
de utilizar Twitter como una forma de comunicación interactiva y hori-
zontal, Correa, que era el usuario más interactivo entre los presidentes
latinoamericanos, lo aprovechaba para responder a las solicitudes o pre-
guntas, pero no para entablar diálogos (Waisbord y Amado, 2017: 1337).
Los seguidores de Bolsonaro, por su parte, utilizan la aplicación Whats-
app, que tiene alrededor de 120 millones de usuarios activos en Brasil, para
movilizar seguidores y divulgar noticias falsas. En un contexto de descon-
fianza popular hacia los medios de comunicación tradicionales y las insti-
tuciones de la democracia representativa, utilizaron las redes sociales como
una caja de resonancia. Entre los miles de noticias falsas escandalosas que
se difundieron se encuentra esta: “El rival izquierdista de Bolsonaro, Fer-
nando Haddad, planea firmar una orden ejecutiva que permitirá a que los
hombres tengan sexo con los niños de 12 años”2

2
Ver: https://www.theguardian.com/world/2018/oct/25/brazil-president-jair-bol-
sonaro-whatsapp-fake-news.
Populismos del siglo XXI 303

4. RAZA Y GÉNERO EN LA CONSTRUCCIÓN DEL


PUEBLO Y SUS ENEMIGOS
Los populistas latinoamericanos construyeron al pueblo como mes-
tizo, lo que significa que no solo tenía raíces étnicas mixtas, sino que
también era un híbrido de las culturas europeas e indígenas. La noción
de mestizaje era inclusiva en la medida que invitaba a que toda la po-
blación se convirtiera en ciudadanos nacionales. Pero al mismo tiempo
fue un proyecto excluyente porque la construcción de nación y ciudada-
nía se desarrolló bajo la condición de abandonar las culturas indígenas.
El mestizaje fue una forma de genocidio étnico-cultural que prometía
inclusión, pero bajo la condición de renunciar a las lenguas y culturas
indígenas y afrolatinoamericanas. Este proyecto de construcción de na-
ción tenía como objetivo blanquear y occidentalizar progresivamente a
la población.
Los movimientos sociales indígenas y afrodescendientes que surgie-
ron en el último tercio del siglo XX exigieron una reconfiguración de los
proyectos mestizos de ciudadanía de construcción de la nación. Los go-
biernos populistas izquierdistas en Bolivia y Ecuador pasaron del mesti-
zaje monocultural al multiculturalismo y al plurinacionalismo. Sin em-
bargo, en un contexto en el que la economía de estos países dependía de la
extracción de recursos naturales como la principal forma de los ingresos
externos, estos gobiernos limitaron los derechos indígenas a la autonomía
territorial. La razón es porque se encuentran ahí la mayoría de los recur-
sos petrolíferos y minerales. La Constitución de 2009, redactada bajo la
administración de Evo Morales, declaró a Bolivia como un país plurina-
cional y comunitario. La constitución distinguió “los derechos indígenas
de otros derechos al vincularlos a un nuevo sujeto unitario descrito como
los ‘pueblos originarios campesinos’” (Albro, 2013: 143). Además, equipa-
ra la autonomía con el autogobierno y reconoce las 36 lenguas indígenas
como los idiomas oficiales del Estado. Reconoció también la democracia
representativa, participativa, directa, y la democracia comunal indígena.
Si bien los representantes indígenas fueron elegidos en los territorios indí-
genas, no fueron nombrados bajo las prácticas de la democracia comunal.
Los representantes indígenas fueron elegidos a través de los mecanismos
de la democracia representativa. Asimismo, el Estado restringió la imple-
304 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

mentación de los derechos colectivos al autogobierno del territorio cuan-


do afirmó que la consulta para explotar los recursos naturales en los terri-
torios indígenas no era vinculante. El gobierno de Morales vio “el control
indígena sobre la extracción de recursos naturales como una amenaza a
su poder” (Postero, 2015: 412).
La Constitución ecuatoriana de 2008 reconoció el plurinacionalis-
mo pero “no se aceptó la representación especial de las nacionalidades
indígenas más allá de la representación democrática regular” (Martí-
nez Novo, 2014: 113). Se reconocieron los territorios indígenas, pero el
proceso del establecimiento de estos territorios se volvió difícil de im-
plementar. Si bien la constitución establecía que los pueblos indígenas
debían ser consultados sobre la explotación de los recursos naturales
ubicados en sus territorios, tal consulta no era vinculante.
En contradicción con la creencia de que las sociedades poscoloniales
latinoamericanas estarían libres de racismo gracias al mestizaje, el color
de la piel oscura de algunos líderes populistas produjo el rechazo de las
élites blancas. Parte de la élite venezolana no mestiza sintió repugnancia
por el cuerpo de Chávez y, sobre todo, por la visibilidad de sus parti-
darios pobres y no blancos. A Chávez le llamaron mono y se burlaron
de la mala salud dental de los chavistas con memes sobre el cepillo de
dientes bolivariano para las personas que han perdido parte de sus dien-
tes (Duno Gottberg, 2011:286-88). De manera similar, la chompa y el
peinado de Evo Morales fueron desacreditados en los medios bolivianos
como no aptos para un jefe de Estado.
Como en un juego de imágenes de espejos, los seguidores veían con
buenos ojos lo que las élites consideraban amenazas y denigraciones
para una sociedad decente. Chávez, por ejemplo, se definió a sí mismo
como mestizo, zambo, negro e indio “reconstruyendo su identidad en
formas estratégicas para dirigirse a su electorado” compuesto por perso-
nas no blancas y pobres (Duno Gottberg, 2011: 293). Evo Morales, por
su parte, transformó la esfera pública de Bolivia de mestiza monocul-
tural a multiétnica y multicultural, con miembros de las comunidades
indígenas que trabajaban en el gobierno y en la legislatura.
A diferencia del multiculturalismo de los populistas izquierdistas
y sus proyectos de creación de plurinacionalidades, Bolsonaro preten-
Populismos del siglo XXI 305

de reconstruir una imagen nostálgica de la democracia racial donde la


gente no blanca ocupaba posiciones subordinadas en la sociedad. Se ha
opuesto a las políticas de acción afirmativa y las cuotas que permitie-
ron que los pobres y los no blancos estudiaran en las universidades. Sus
enemigos son aquellos que denunciaron el racismo e implementaron
cuotas raciales con la intención de remediar siglos de privilegio blanco
institucionalizado. Para expandir la frontera agraria, ha atacado y se han
asesinado a los activistas indígenas, ambientalistas y los antropólogos
que defienden los derechos indígenas.
Los presidentes populistas izquierdistas incluían a las mujeres en pues-
tos de visibilidad en la esfera pública y utilizaron cuotas de género en las
elecciones de representantes. Sus políticas redistributivas beneficiaron a
las mujeres. Chávez, por ejemplo, creó el banco de la mujer y promovió
misiones dirigidas a las mujeres. Sin embargo, a pesar de los logros, hubo
muchas contradicciones y problemas al cumplir con las agendas femi-
nistas y especialmente LGBTQ+. Mientras que la Venezuela de Chávez y
la Bolivia de Morales no reconocieron los derechos LGBTQ+ (Corrales,
2015b: 55), en el Ecuador de Correa sí se reconocieron los derechos LGB-
TQ+ con la excepción del matrimonio y la adopción. La constitución, al
mismo tiempo que cambió la visión tradicional de la familia, estipuló que
solo un hombre y una mujer podían casarse. El presidente Correa, católi-
co practicante, no solo expresó su oposición al matrimonio entre perso-
nas del mismo sexo y al aborto que sigue siendo ilegal, sino también atacó
los estudios de género como una ideología no académica.
La visión dominante de la feminidad de los gobiernos populistas de
izquierda en Venezuela, Bolivia y Ecuador fue la maternidad. Chávez
vio a las mujeres “como madres y cuidadoras”. Las mujeres pobres res-
pondieron utilizando “una noción materna de responsabilidad para
construir nuevos espacios de participación comunitaria” (Fernandes,
2010: 218). Al colocar a las líderes de los sindicatos de mujeres campesi-
nas en las posiciones simbólicamente importantes, Morales privilegió el
papel de las mujeres como madres, combatientes y activistas que luchan
por el cambio social (Rousseau, 2010: 158-159). Para Correa, “las muje-
res como madres y cuidadoras serían la base política y reproductiva de
la nueva nación socialista” (Lind, 2012: 255-256).
306 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

Estas construcciones tradicionales de la feminidad como maternidad,


como aseguran Espina y Rakowski (2010: 194), “refuerzan los papeles
tradicionales de las mujeres como las madres y esposas abnegadas, y su
trabajo no pagado como voluntarias en sus comunidades”. Los líderes po-
pulistas se construyeron como los padres de sus naciones. Chávez se con-
virtió en el nuevo libertador de Venezuela y América Latina. Correa fue
el patriarca católico, el sabio profesor de la nación, y el que supo conducir
a su nación a la modernidad. Sin embargo, cuando algún ciudadano le
mostró la mala seña detuvo su caravana, salió del coche e invitó a los crí-
ticos a pelearse a puñetazos. Evo Morales fue el valiente líder sindical y el
luchador antiimperialista, el soltero con múltiples hijos que hacía chistes
homofóbicos y el líder excepcional de una revolución anticolonial.
El gabinete de Bolsonaro está lleno de exmilitares. Dijo en el Día
de las Mujeres que contar con dos mujeres hacía que su gabinete de 22
personas estuviera bien equilibrado. Sus políticas tienen como objetivo
revertir los derechos LGBTQ+ y de las mujeres a las visiones cristianas
tradicionales de la familia heterosexual patriarcal. También prometió
abolir los programas de educación sexual para adolescentes3.

5. ENTRE LA INCLUSIÓN Y EL AUTORITARISMO


A diferencia de Bolsonaro, que ha gobernado bajo condiciones de
crisis económica y de los efectos devastadores de la COVID-19, Vene-
zuela, Bolivia y Ecuador obtuvieron enormes ganancias del auge de las
materias primas de los años 2000 que hizo subir los precios del petróleo
y del gas natural a niveles récord. Como resultado de los mayores ingre-
sos, se dispararon la inversión pública y el gasto social, mientras que se
redujeron las tasas de pobreza y, en menor medida, la desigualdad cuan-
do los precios de los minerales eran altos. Las cifras del Banco Mundial
indicaron que en Venezuela la tasa de pobreza cayó del 55,4% de la po-
blación en 2002 al 28,5% en 2009. La pobreza en Ecuador se redujo del
37% en 2006 al 29% en 2011. En Bolivia la misma cifra pasó del 60% en

3
Ver: https://www.as-coa.org/articles/tracking-first-100-days-brazilian-president-
jair-bolsonaro
Populismos del siglo XXI 307

2006 al 50,6% en 2009, con una disminución aún mayor en los niveles
de pobreza extrema (de la Torre y Arnson, 2013: 28). Sin embargo, estos
logros dependieron de los precios altos de las materias primas, y el co-
lapso del precio del petróleo, la disminución de la producción petrolera
y la mala gestión económica llevaron a la peor crisis económica, como
se ve en el caso de Venezuela.
A pesar de su retórica de que alterarían la matriz económica que de-
pendía de la explotación de los recursos naturales y de la renta petrolera
y minera, los gobiernos de Chávez, Morales y Correa incrementaron el
gasto estatal sin modificar las dependencias estructurales de sus econo-
mías de los minerales. El porcentaje de los ingresos de exportación de
Venezuela derivados del petróleo aumentó del 68,7% en 1998 al 96% en
2016 (Hetland, 2016: 9). En Bolivia las exportaciones de las industrias
extractivas aumentaron del 41,8% en 2001 al 74% en 2009 (Schilling
Vacaflor y Vollrath, 2012: 128). En Ecuador, las exportaciones de petró-
leo aumentaron del 41% en 2002 al 58% en 2011, y Ecuador abrió sus
puertas a los intereses mineros de gran escala.
Los populistas concibieron la política como la confrontación anta-
gónica entre dos campos, transformando a los rivales democráticos en
enemigos. Cuando todas las instituciones de la democracia estaban en
crisis como en Venezuela, Bolivia y Ecuador, los populistas pudieron
lograr un cambio de régimen mediante la redacción de constituciones y
la creación de nuevas instituciones políticas. Bolsonaro, sin embargo, se
ha enfrentado a instituciones más fuertes que no le han permitido crear
un régimen populista. Sin embargo, ha desinstitucionalizado y deslegi-
timizado la democracia (Hunter y Vega, 2021; Prutsch, 2021).
Los populistas entraron en guerra con los medios privados. Como
se ve en los casos de Chávez, Morales y Correa, promulgaron leyes para
controlar los medios. En Venezuela, el Estado se convirtió en el princi-
pal comunicador al controlar el 64% de los canales de televisión (Co-
rrales, 2015a: 41). Morales controlaba el 90% de los medios (Archondo,
2020: 250). Correa se apropió de estaciones de radio y televisión que
estaban en manos privadas y estableció un conglomerado de medios
estatales que incluía las dos estaciones de televisión más vistas, así como
varias estaciones de radio y periódicos (de la Torre y Ortiz, 2016: 231).
308 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

Chávez, Morales y Correa promulgaron leyes con un lenguaje am-


biguo para controlar y regular el trabajo de las organizaciones no gu-
bernamentales (ONG). En Bolivia y Ecuador, se crearon instituciones
estatales para supervisar y controlar la participación de los sectores or-
ganizados en la sociedad. Se restringió el derecho a participar solo a los
grupos reconocidos por el Estado (Zuazo, 2010: 134). Se crearon movi-
mientos sociales desde arriba para contrarrestar el poder de los sindi-
catos de los trabajadores, maestros sindicalizados, estudiantes y grupos
indígenas. Al mismo tiempo, estas organizaciones distribuyeron recur-
sos a los fieles seguidores que promovían los intereses de sus gobiernos
(Gómez Calcaño, 2009; de la Torre y Ortíz, 2016). Se criminalizaron
las protestas en estos países. Los líderes sindicales y los trabajadores en
huelga, incluso cuando eran simpatizantes de Chávez, fueron acusados​​
de terrorismo (Iranzo, 2011: 28-31). Cientos de los activistas campesi-
nos e indígenas fueron acusados de ​​ terrorismo y sabotaje en Ecuador
(Martínez Novo, 2014).
Al restringir progresivamente los derechos civiles, usar el Estado
para controlar los medios y la sociedad civil, y al acosar a la oposición,
los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador acabaron lentamente con
la democracia. La adopción de nociones y modelos de revolución estuvo
en el centro de los procesos de erosión democrática. Los líderes popu-
listas entendieron la política como una lucha de “nosotros contra ellos”
al estilo de Carl Schmitt. En vez de enfrentarse a rivales democráticos,
confrontaron enemigos existenciales nacionales y extranjeros verdade-
ros o imaginarios. Los partidos políticos tradicionales, los dueños de
los medios privados, los líderes de los movimientos sociales, las ONG,
los periodistas y algunas élites económicas fueron atacados como los
enemigos de la revolución. El cierre de los espacios de contestación y la
retórica de la confrontación revolucionaria acorralaron a la oposición,
mientras que el poder se concentró más en las manos de la presidencia.
Estos líderes se convencieron de que estaban liderando transforma-
ciones revolucionarias duraderas; por lo tanto, estar limitado por las
“formalidades burguesas” como los límites de mandato no fue acepta-
ble. El ejemplo de Chávez, que enmendó la constitución promulgada
durante su presidencia para permanecer indefinidamente en el poder,
movió a Correa a cambiar la constitución y eliminar también los lími-
Populismos del siglo XXI 309

tes de mandato. Sin embargo, para no gobernar en una coyuntura de


la crisis económica, optó por no participar en las elecciones de 2017.
Morales, por su parte, perdió un referéndum en 2016 que le habría
permitido postularse para otro mandato más. No obstante, modificó la
constitución para poder postularse nuevamente en 2019. Fue destituido
de su cargo después de manifestaciones masivas contra el fraude electo-
ral. Mientras el momento de la votación fue libre y limpio, estos líderes
siguieron siendo populistas. Cuando las elecciones no fueron la base de
su legitimidad como con Maduro dejaron de ser populistas y se convir-
tieron en tiranos.
Instituciones más fuertes han protegido la democracia brasileña.
Bolsonaro no ha conseguido controlar el legislativo, pero sí se enfren-
tó con el poder judicial y, como resultado, convirtió a los militares en
su base institucional de apoyo para militarizar Brasil (Hunter y Vega,
2021). Ha incrementado la polarización al insistir que, si perdiese las
elecciones presidenciales, sería por el fraude. Además, ha alentado que
grupos paramilitares ataquen a los pueblos indígenas y a los activistas
ecologistas (Prutsch, 2021). Pese a que Bolsonaro no haya reconocido
su derrota en el 2022 ante Lula y a las protestas de sus seguidores que
pidieron un golpe de estado, Lula asumirá la presidencia en el 2023.

6. CONCLUSIONES
La larga historia del populismo en el poder en América Latina de-
muestra que los populistas siguen todo tipo de políticas económicas. Si
bien el populismo incentiva la inclusión de los sectores antes excluidos,
no favorece la creación de instituciones democráticas y culturas políticas
para procesar los conflictos y, al mismo tiempo, respetar el pluralismo.
Los populistas suelen permanecer en el poder por períodos relativa-
mente largos. Juan Perón gobernó ocho años, Hugo Chávez trece, Rafael
Correa, Carlos Menem y Alberto Fujimori unos diez años, y Morales
trece años. Desde la década de 1930 hasta la de 1970, los populistas fue-
ron destituidos por golpes de estado. Cuando la comunidad internacio-
nal ya no aceptó los golpes de estado como un mecanismo para desti-
tuir presidentes, los populistas socavaron la democracia desde adentro.
310 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

Mientras su legitimidad se basase en ganar elecciones, seguirían siendo


populistas. Cuando las elecciones ya no se califican como justas por los
organismos supranacionales como en el caso de Venezuela de Nicolás
Maduro, dejan de ser populistas y se vuelven dictatoriales.
Los defensores del populismo de izquierda como inherentemente
democratizador deberían hacer una pausa y reflexionar sobre lo que
ha salido mal con las experiencias populistas izquierdistas en Améri-
ca Latina. ¿Por qué los proyectos que tenían como objetivo mejorar la
democracia terminaron en gobiernos autocráticos? ¿Son estos procesos
de erosión democrática consecuencia de las traiciones de los líderes a
sus programas democráticos radicales originales? ¿O son el resultado de
la lógica del populismo? El populismo transforma a los rivales en ene-
migos, considera que sólo una parte de la población en el pueblo real y
auténtico, y transforma a un líder en la encarnación del pueblo e incluso
en su salvador.
Bolsonaro se inspiró en Donald Trump, pero con el agravante de te-
ner nostalgia por la dictadura. Politizó el resentimiento a la izquierda
y sobre todo a las políticas limitadas del reconocimiento multicultural
de los derechos para las comunidades LGTBQ+, las mujeres y los no
blancos. Es una pregunta abierta si su tipo de populismo se expandirá
con éxito en la región. La Iglesia Católica se ha embarcado en un pro-
yecto transnacional contra la ideología de género al promover nociones
esencialistas de masculinidad y feminidad. Los cristianos fundamenta-
listas están involucrándose activamente en la política y están buscan-
do la oportunidad de establecer de nuevo sus puntos de vista tradicio-
nales de la familia cristiana heterosexual. Las diásporas venezolanas y,
en menor medida, haitianas están generando sentimientos xenófobos
e incluso acciones colectivas contra estos inmigrantes. Los derechistas
podrían politizar las demandas por la ley y el orden contra el crimen y
la inseguridad. Como en el caso de Brasil, una alianza multiclasista que
exija conservadurismo cultural, xenofobia y la ley y el orden, podría ar-
ticularse a través de un político que prometa acabar con la corrupción,
los inmigrantes que supuestamente se roban el trabajo, y que pretenda
acabar con los asaltos contra la familia tradicional por parte de los acti-
vistas LGTBQ+ y feministas.
Populismos del siglo XXI 311

7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Albro, R. (2013). “The Perils of Constituent Power and Multicultural Citizenship in Boli-
via” en Mario Sznajder, Luis Roniger, y Carlos Forment (eds.) Shifting Frontiers of Ci-
tizenship: The Latin American Experience edited by, Leiden-Boston: BRILL,133-155.
Archondo, R. (2020). “¿Fue golpe? Pulsando el debate sobre la supuesta fascistización de
Bolivia” Revista Euro Latinoamericana de Análisis Social y Político, 1 (1), 245-260.
Corrales, J.(2015a). “Autocratic Legalism in Venezuela”. Journal of Democracy, 26, (2),
37-51.
Corrales, J. (2015b). “The Politics of LGBT Rights in Latin America and the Caribbean:
Research Agendas”. European Review of Latin American and Caribbean Studies,100,
50th Anniversary Special Issue,53-62.
Crabtree, J. (2013). “From the MNR to the MAS: populism, parties, the state, and social
movements in Bolivia since 1952”. En C. de la Torre y C. Arnson (eds), Populism of
the Twenty First Century. Baltimore and Washington, DC: Johns Hopkins University
Press and Woodrow Wilson Center Press, 269-95.
De la Torre, C. (2010). Populist Seduction in Latin America. Athens: Ohio University
Press.
De la Torre, C. y Ortiz, A. (2016). “Populist polarization and the slow death of democra-
cy in Ecuador”. Democratization, 23 (2), 221-241
De la Torre, C. y Arnson, C. (2013). “Introduction: the evolution of Latin American po-
pulism and the debates over its meanings,”. En C. de la Torre y Cynthia Arnson (eds),
Latin American Populism in the Twenty-First Century. Baltimore and Washington,
DC: Johns Hopkins University Press and Woodrow Wilson Center Press, 1-37.
Duno Gottberg, L. (2011). “The color of mobs: Racial Politics, Ethnopopulism, and
Representation in the Chávez Era”. En D. Smilde y D. Hellinger (eds)., Venezuela’s
Bolivarian Democracy: Participation, Politics, and Culture under Chávez. Durham y
London: Duke University Press, 271-298.
Espina, G. y Rakowski, C. (2010). “Waking Women Up? Hugo Chávez, Populism and
Venezuela ‘Popular’ Women”. En K. Kampwirth, Gender and Populism in Latin Ame-
rica. University Park: The University of Pennsylvania Press,180-202.
Fernandes, S. (2010). “Gender, Popular Participation, and the State in Chávez’s Venezue-
la”. En K. Kampwirth (ed.), Gender and Populism in Latin America. University Park:
The University of Pennsylvania Press, 202-222.
Gómez Calcaño, L. (2009). La disolución de las fronteras: sociedad civil, representación y
política en Venezuela. Caracas: CENDES.
Hawkins, K. (2010). “Who Mobilizes? Participatory Democracy in Chávez’s Bolivarian
Revolution”. Latin American Politics and Society, 52 (3), 31-66.
Hawkins, K. (2016). “Responding to Radical Populism: Chavism in Venezuela”. Demo-
cratization 23 (2), 242-262. Disponible en: doi:10.1080/13510347.2015.1058783.
312 Carlos de la Torre - Treethep Srisa-Nga

Hawkins, K. y Hansen, D. (2006). “Dependent civil society: the Círculos Bolivarianos in


Venezuela”. Latin American Research Review, 41(1),102-32.
Hetland, G. (2016). “Chavismo in Crises”. NACLA 48 (1), 8-11.
Hunter, W. y Power, T. J. (2019). “Bolsonaro and Brazil’s Illiberal Backlash”. Journal of
Democracy 30(1), 68-82.
Hunter, W. y Vega, D. (2021). “Populism and the military: symbiosis and tensions in
Bolsonaro’s Brazil”. Democratization. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13510
347.2021.1956466
Iranzo, C. (2011). “Chávez y la política laboral en Venezuela 1999-2010”. Revista Trabajo
5, (8), 5-37.
Lind, A. (2012). “Contradictions that Endure: Family Norms, Social Reproduction, and
Rafael Correa’s Citizen Revolution in Ecuador”. Politics and Gender 8, (2): 254-261.
Lindholm, C. y Zúquete, J.P. (2010). The Struggle for the World. Liberation Movements for
the 21st Century. Palo Alto, CA: Stanford University Press.
López Maya, M. y Panzarelli, A. (2013). “Populism, rentierism, and socialism in the
twenty-first century: the case of Venezuela,”. En C. de la Torre y Cynthia Arnson
(eds), Latin American Populism in the Twenty-First Century. Baltimore y Washing-
ton, DC: Johns Hopkins University Press and Woodrow Wilson Center Press, 239-
69.
Marcano, C. y Barrera, A. (2006). Hugo Chávez, Nueva York: Random House.
Martínez Novo, C. (2014). “Managing Diversity in Postneoliberal Ecuador”. The Journal
of Latin American and Caribbean Anthropology 19, (1),103-125.
Mayorga, F. (2009). Antinomias. El azaroso camino de las reformas políticas. Cochabam-
ba: Universidad Mayor de San Simón.
Oalalou, L. (2019). “Los evangélicos y el Hermano Bolsonaro”. Nueva Sociedad, 280,
68-77.
Postero, N. (2015). “‘El Pueblo Boliviano de Composición Plural” A look at Plurina-
tional Bolivia”. En C. de la Torre (ed), The Promise and Perils of Populism. Global
Perspectives. Lexington: The University Press of Kentucky, 398-431.
Prutsch, U. (2021). “‘Brasil por encima de todo y Dios encima de todos. El populismo de
Jair Bolsonaro”. Ecuador Debate 112, abril.
Rousseau, S. (2010). “Populism form Above, Populism form Below: Gender, Politics
Under Alberto Fujimori and Evo Morales”. En K. Kampwirth (ed.), Gender and
Populism in Latin America. University Park: The University of Pennsylvania Press,
140-162.
Schilling-Vacaflor, A. and Vollrath, D. (2012). “Indigenous and Peasant Participation
in Resource Governance in Bolivia and Peru”. En B. Cannon y P. Kirby (eds.), Civil
Society and the State In Left-Led Latin America. London: Zed Books, 126-141.
Torres, A.T. (2009). La Herencia de la Tribu. Del Mito de la Independencia a la Revolu-
ción Bolivariana. Caracas: Editorial ALFA.
Populismos del siglo XXI 313

Waisbord, S. (2013). Vox Populista: Medios, periodismo, democracia. Buenos Aires:Gedisa.


Waisbord, S. y Amado, A. (2017). “Populist communication by digital means: presiden-
tial Twitter in Latin America”. Information, Communication y Society, 20 (9), 1330-
1346. Disponible en: 10.1080/1369118X.2017.1328521
Weber, M. (1978). Economy and Society. Berkeley: University of California Press.
Zuazo, M. (2010). “¿Los movimientos sociales en el poder? El gobierno del MAS en
Bolivia”. Nueva Sociedad 227 (May-June), 120-135.
Zúquete, J.P. (2008). “The Missionary Politics of Hugo Chávez”. Latin American Politics
and Society, 50 (1), 91-122.
VIOLENCIA Y MOVILIDADES HUMANAS
EN AMÉRICA LATINA
Enrique Coraza
El Colegio de la Frontera Sur, México
Alberto Martín
Universidad de Girona, España

1. INTRODUCCIÓN
Este texto muestra la relación entre los distintos tipos de violencia
y los procesos de movilidad humana en América Latina, con un foco
específico en el caso del espacio mesoamericano. A través de él se busca
acceder, por una parte, a la dimensión humana y espacial que refiere
al movimiento de las personas, sobre todo los de carácter forzado. Por
otra parte, se analizan las dimensiones estructurales e institucionales
que permiten explicar las conexiones entre violencia y movilidad hu-
mana. Al abordar estos aspectos se considera necesario, en primer lugar,
realizar algunas precisiones conceptuales acerca del concepto de violen-
cia, para posteriormente abordar las premisas básicas que configuran
las movilidades forzadas de forma general y en América Latina en par-
ticular. La tercera sección constituye un análisis de la relación entre la
violencia y la movilidad de personas en el espacio de Centroamérica y
México, el cual sintetiza una serie de tendencias y patrones presentes en
toda la región. El capítulo se cierra con unas breves reflexiones finales.

2. SOBRE LA VIOLENCIA
Desarrollar un texto a partir de una categoría social no es tarea sen-
cilla, sobre todo si se pretende hacerlo desde un sentido crítico y con
una intención analítica. En este texto se aborda el concepto de violencia
como una categoría que debe ser pensada en términos de historicidad,
espacialidad y corporalidad, y por ello es importante acercarse a él a
partir de cómo se manifiesta en las relaciones entre las personas y el
316 Enrique Coraza - Alberto Martín

poder, considerando las tres dimensiones que señala Bourgois (2005:12-


14): las de carácter político estructural, las simbólicas y cotidianas.
La complejidad del término violencia no sólo radica en como pensarla
desde las diferentes formas y dimensiones, sino también en que a menudo
se la considera como una “anormalidad” o “desviación” de las conductas o
del orden social, como algo que no debería existir y, por tanto, partiendo
de la existencia —¿ilusoria?— de una “sociedad pacificada” y no como
elemento constitutivo de la misma sociedad (Bolívar y Flórez, 2004:33).
Esa premisa es errónea, ya que “la violencia, como la locura, la enferme-
dad, el sufrimiento o la muerte es en sí misma una condición humana”
(Scheper-Hughes y Bourgois, 2004:2). La violencia está presente (como
capacidad) en cada uno de nosotros, como lo está su rechazo.
Poner la violencia relacionada con ciertos fenómenos sociales y polí-
ticos en el contexto de la América Latina es un ejercicio para evidenciarla
y visibilizarla, así como una forma de conocer sus efectos sobre ciertos
colectivos, sobre todo los más vulnerables. Como señalan Nancy Scheper-
Hughes y Philippe Bourgois (2004:1) “centrarse exclusivamente en los as-
pectos físicos de la tortura/el terror/la violencia pierde el sentido y trans-
forma el proyecto en un proyecto clínico, literario o artístico. Ejercicio que
corre el riesgo de degenerar en teatro o pornografía de la violencia en el
que el impulso voyeurista subvierte el proyecto más amplio de presenciar,
criticar y escribir contra la violencia, la injusticia y el sufrimiento”1.
La violencia generalmente se hace presente (y es vista) en la vida pú-
blica cuando acontecen fenómenos como los conflictos armados, regí-
menes autoritarios, acciones del Estado o de grupos particulares —ma-
ras, crimen organizado, narcotráfico, paramilitares—. Sin embargo, la
espectacularidad de estos fenómenos invisibiliza otro tipo de violencias
que no se colocan en el mismo nivel, como son las violencias ordina-
rias, las del “día a día”. Generalmente no se perciben (y se normalizan)
las violencias con las que convivimos, emanadas desde lo público y lo
privado, y que aluden a cortes de clase, género, diversidad, racialidad,
pensamiento e ideología.

1
Traducción por parte de los autores.
Violencia y movilidades humanas en América Latina 317

Quienes trabajan el período de la Guerra Fría, en el que se implantó


la Doctrina de la Seguridad Nacional y el Terrorismo de Estado, han
asociado las violencias con las movilidades. Estos movimientos forza-
dos de población (exilios) guardan una relación directa con la violencia
emanada desde el Estado en forma de represión (Coraza, 2015). Hoy
en día, lejos de dicho período, continúa la asociación entre violencias
públicas (gubernamentales) y privadas (maras, narcos, paramilitares) y
movilidades forzadas. Entre ellas cabe señalar los éxodos acontecidos en
Venezuela, sobre todo desde la llegada de Maduro (Koechlin y Eguren,
2018), en Nicaragua a partir de la rebelión de abril de 2018 y la consi-
guiente represión (Coraza, 2022) y en Haití desde el terremoto de 2001
(Méndez, 2022). En cuanto a las violencias privadas destacan las que
llevan años aterrando a la población de los países del norte de Centroa-
mérica con la irrupción de las maras y pandillas (Sampó, 2013, Coraza,
2020).

3. VIOLENCIA Y MOVIMIENTO
3.1. Movilidades forzadas en la historia reciente de América La-
tina
El movimiento de personas es parte de las constantes históricas, aun-
que aún se siga insistiendo desde diferentes ámbitos que representa una
manifestación más de esas “anormalidades” en las que se intenta tam-
bién incluir a las violencias para alejarlas de la visibilidad de nuestra
cotidianeidad. Se siguen reproduciendo las lógicas que asumen como
lo moralmente correcto la pertenencia y el arraigo, y como peligroso,
sospechoso y perseguible el movimiento humano. En este sentido, se
ha normalizado que los Estados quieran controlar, limitar, obstaculizar
y hasta condenar la movilidad, a la par que se refuerza la idea de un
“nosotros” fijo, estático y permanente, frente a un “otros” que representa
un peligro a esa estabilidad. Se mantiene esta dicotomía estigmatizante,
señalada por Cresswell (2006) e iniciada en el siglo XVII entre una “filo-
sofía sedentaria” —como lo normal y deseable—, frente a una “filosofía
nómade” —como lo sospechoso y perseguible—.
318 Enrique Coraza - Alberto Martín

Pero para un análisis apropiado de la movilidad no sólo es preciso


señalar cómo son vistos los fenómenos humanos y no humanos que se
mueven, sino también tener en cuenta cómo se ejercen sobre ellos di-
ferentes formas de violencias que determinan desde su salida —forza-
da— hasta su tránsito, destino y retorno (Scheper-Hughes y Bourgois,
2004). A la vez debe repararse en la existencia de ciertas violencias es-
tructurales, simbólicas, sociales que han sido normalizadas, internali-
zadas, aprehendidas e incluso reproducidas por los mismos migrantes
que a veces las han desarrollado como estrategia de supervivencia y de
acción (Bourgois, 2005).
Si bien no todas las movilidades son forzadas, este capítulo se cen-
tra en las relacionadas con las violencias y las amenazas generadas por
personas o no, pues pueden tener el origen en el cambio climático, los
desastres naturales o los cambios en el territorio (Coraza, 2020). Este
hecho permite distinguir, analíticamente, entre el carácter de lo forzado
y el que revisten las movilidades por razones económicas, si bien estas
últimas suelen derivarse de sistemas socioeconómicos que están afec-
tando en términos de precariedad y vulnerabilidad a conjuntos cada vez
más amplios de la población, generando condiciones que “obligan” a las
personas a moverse (Coraza y Gatica, 2019).
En el siglo XXI la combinación de diversos factores, pero sobre
todo los que tienen que ver con los procesos de transición a las demo-
cracias después de las dictaduras y conflictos armados y la posterior
profundización de medidas de ajuste estructural, comenzará a eviden-
ciar las fuertes inequidades sociales en diferentes países y regiones
de América Latina. De esta forma, las diversas crisis que se producen
como resultado de las deudas externas y desequilibrios macroeconó-
micos (Efecto Tequila en México en México en 1994 o las crisis que
llevan a la dolarización en países como Ecuador o El Salvador en los
años 2000 y las que se suceden en Argentina y Uruguay 2001-2002)
se combinan con múltiples violencias, ya no sólo políticas, sino tam-
bién asociadas a la delincuencia común y al crimen organizado y al
rechazo a la diversidad sexual, racialidad o confesionalidad religiosa.
La combinación de los factores expuestos ha impulsado a muchas per-
sonas a moverse, sobre todo de forma irregular, dando lugar a lo que
Violencia y movilidades humanas en América Latina 319

ACNUR (1998) denomina migraciones mixtas y la OIM (2009) como


flujos mixtos.
Hoy en día existe un panorama extremadamente complejo donde,
además del tránsito de las personas que se mueven desde/entre/hacia
los países de América Latina y el Caribe, también debe sumarse la pre-
sencia de circuitos migratorios globales extracontinentales provenientes
de diferentes África y Asia. A ello se le unen nuevas lógicas de control
del territorio y de las movilidades derivadas de los procesos de securi-
tización iniciados desde el año 2001 con los atentados de Nueva York y
Washington (Jiménez y Trpin, 2021).
Con ello, han aumentado los obstáculos para traspasar las fronteras
y para acceder a la condición de migrantes regulares o de refugiados o
asilados; y se ha incrementado la militarización, la represión y la de-
portación masiva (Scheper-Hughes y Bourgois, 2004; Coraza y Pérez,
2020).
En América Latina, en este contexto, pueden reconocerse algunos
“puntos calientes” en cuanto a las crisis humanitarias derivadas de la
movilidad forzada (Coraza y Arriola, 2022). Si bien ha habido algunas
iniciativas gubernamentales para dignificar la movilidad, como fue el
caso de Ecuador bajo la presidencia de Rafael Correa (2007-2017) que
impulsó la denominada “ciudadanía universal y libre movilidad” que
facilitó la entrada al país de población cubana, haitiana y africana en el
bieno 2008-2010; o la implementada en Argentina bajo la presidencia
de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) bajo el nombre de “la
patria grande”; lo cierto es que la gestión de las fronteras se ha centrado
en contener los movimientos de población (Marroni, 2006). Unos mo-
vimientos que tienen lógicas y rutas muy dispares según el origen de la
población (la actución de la diáspora venezolana, haitiana, dominicana,
boliviana u hondureña es muy diferente), pero que muchas veces coin-
cide —en su viaje al Norte— en el cuello de botella geográfico que es
Mesoamérica. Precisamente por ello el próximo epígrafe versa sobre la
violencia y la movilidad en dicha región.
320 Enrique Coraza - Alberto Martín

4. LA VIOLENCIA Y LA MOVILIDAD HUMANA EN EL


ESPACIO DE CENTROAMÉRICA Y MÉXICO
4.1. Viejas y nuevas formas de violencia
Hasta la década de 1970, y como afirma Olmos (2003:3), las movili-
dades humanas en el espacio centroamericano eran de carácter funda-
mentalmente interno e intrarregional y se componían básicamente de
desplazamientos temporales. Los flujos de personas entre El Salvador
y Honduras, Nicaragua y Costa Rica o entre El Salvador y Guatema-
la sirvieron tradicionalmente para satisfacer las necesidades de mano
de obra estacional del modelo agroexportador en el que se basaban las
economías de la región. El Soconusco chiapaneco formaba igualmente
parte de este mercado de trabajo estacional regional, lo que explica la
larga tradición de migración laboral de población guatemalteca que se
empleaba en la recogida de las cosechas de café, caña de azúcar y bana-
nas, entre otros cultivos (García, 2006; Ruiz, 2003).
Los conflictos armados que asolaron Centroamérica desde finales de
los años setenta hasta los noventa del siglo XX trastocaron definitiva-
mente los patrones de desplazamiento de estas poblaciones. La guerra
civil en El Salvador, la insurgencia contra la dictadura de los Somoza
y la posterior agresión de la Contra en Nicaragua y las distintas etapas
de la guerra de guerrillas en Guatemala provocaron una oleada masiva
de migrantes forzados y desplazados internos. Entre 1974 y 1996, hubo
más de un millón de desplazados internos forzosos y alrededor de dos
millones de personas se vieron obligadas a buscar refugio fuera de la re-
gión (García, 2006). Debido a las conexiones sociales, familiares y hasta
económicas, así como por su proximidad, afinidad cultural y accesibili-
dad geográfica, el sur de México se convirtió en un destino natural para
los desplazados internos guatemaltecos que se convirtieron en refugia-
dos huyendo de la estrategia de tierra arrasada implementada por los
gobiernos militares en los lugares donde las guerrillas tenían un cierto
respaldo de la población a principios de los ochenta del pasado siglo
(López y Coraza, en prensa). De la misma forma, el territorio mexicano
fue un lugar de asentamiento temporal o zona de paso para miles de
salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses que buscaron refugio en
los Estados Unidos o Canadá (García, 2006).
Violencia y movilidades humanas en América Latina 321

Tras el final de los conflictos armados, un gran número de refugiados


que había logrado integrarse en las sociedades receptoras decidió no re-
tornar a su país de origen consolidándose así nutridos grupos de pobla-
ción centroamericana en varios de los países de acogida, principalmente
en los Estados Unidos, pero también en México, Canadá y Belice. Como
afirma Castillo (2003: 3), estos núcleos constituyeron la base de las redes
sociales sobre las que se asientan las movilidades actuales en este espa-
cio. Y es que, si bien el final de los conflictos armados vino acompañado
de la instauración de poliarquías en El Salvador, Guatemala y Nicaragua,
también conllevó la persistencia de estructuras sociales y económicas que
generan una fuerte violencia estructural (Galtung, 1969).
A la destrucción y las dificultades de supervivencia provocadas por
los enfrentamientos armados de los años ochenta y primeros noventa del
siglo XX, se unió un proceso de reestructuración productiva (Martín Ál-
varez, 2015; Robinson, 2003) que modernizó las estructuras económicas,
pero que mantuvo intacta la extrema concentración de la propiedad y la
riqueza características de Centroamérica. Esto se evidencia, por ejemplo,
en la escasa capacidad que todavía hoy tienen los estados centroamericanos
para redistribuir el producto social a través de la recaudación de impuestos
progresivos2, así como en el tamaño de su gasto social o en sus índices de
desigualdad de ingresos. Los estados centroamericanos recaudan poco y lo
hacen de forma fuertemente regresiva y, como se puede observar (gráfico
1), invierten modestamente en aquellos rubros (educación, sanidad, vivien-
da, protección social) que contribuyen a reducir las desigualdades sociales
y económicas. No es extraño, por todo ello, que estos países hayan conti-
nuado manteniendo una fuerte desigualdad en la distribución del ingreso,

2
Hay que mencionar que en ninguno de los países de la región existen impuestos
sobre el patrimonio neto de las personas ni sobre las herencias o donaciones. La
capacidad recaudatoria de los estados se encuentra en los niveles medios de Amé-
rica Latina, salvo en los casos de Honduras y Guatemala, siendo esta última la más
baja de la región. El mayor porcentaje de ingresos de los estados proviene de los
impuestos indirectos, excepto en el caso de Nicaragua, donde el impuesto sobre la
renta de las sociedades tiene un peso considerable y el de Costa Rica, donde las
cotizaciones a la seguridad social proveen el mayor porcentaje de los ingresos. En
el otro extremo, de nuevo Guatemala es el país que muestra una fiscalidad más
regresiva basada fundamentalmente en el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA).
322 Enrique Coraza - Alberto Martín

incluso por encima de la media de los países de América Latina. Tan solo
El Salvador ha conseguido reducir los niveles de desigualdad a lo largo de
los últimos años (gráfico 2). Y es que los acuerdos que hicieron posibles
las transiciones a la democracia en América Central no modificaron unas
estructuras sociales históricamente desiguales y excluyentes.
Gráfico 1. América Central: gasto público social como porcentaje del PIB
(2020)

16

14

12

10

0
Guatemala Nicaragua El Salvador Honduras Costa Rica América Latina

Fuente: elaboración propia a partir de Base de Datos de Inversión Social de la CEPAL

Gráfico 2. América Central: índice de Gini (2020)

0,5

0,48

0,46

0,44

0,42

0,4

0,38
Guatemala Nicaragua El Salvador Honduras Costa Rica América Latina

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL y Banco Mundial


Violencia y movilidades humanas en América Latina 323

De otro lado, hay que señalar que, desde la década de 1990, las eco-
nomías de la región se reestructuraron en torno a nuevas actividades,
fundamentalmente del sector servicios; buena parte de ellas altamente
especulativas, con baja demanda de mano de obra y con una competiti-
vidad basada en los bajos salarios. Ello se ha traducido en altas tasas de
subempleo, informalidad3 y particularmente en Guatemala y Honduras,
en niveles elevados de pobreza. Esta pobreza es más aguda en las zonas
rurales y afecta de forma particularmente severa a la población indíge-
na, a mujeres y a niños y niñas.
Esta violencia estructural se vincula de diversas formas con algunas
expresiones de violencia directa. Probablemente la más conocida es la
de las “maras” o pandillas juveniles, que desde hace dos décadas consti-
tuyen uno de los principales problemas sociales y políticos en varios paí-
ses de la región. Su origen se relaciona con la deportación desde Estados
Unidos de jóvenes pandilleros de origen centroamericano a finales de
los años noventa del pasado siglo. Su expansión, sin embargo, tiene que
ver con la persistente exclusión social y educativa de miles de jóvenes,
con la falta de oportunidades de empleo y con la pobreza. A estos jóve-
nes en situación de exclusión, la pertenencia a la mara les proporciona
protección, identidad y recursos económicos. Recursos que las pandillas
extraen de la extorsión a transportistas y pequeños comerciantes y de la
venta de droga a pequeña escala en las barriadas donde se establecen y
por cuyo control luchan a muerte contra pandillas rivales. Las pandillas
son responsables de un gran número de los homicidios que se cometen
en Guatemala, Honduras y El Salvador, habiendo alcanzado los dos úl-
timos países algunas de las tasas anuales más altas del mundo en varias
ocasiones. Las restricciones a la libertad de movimiento asociadas al es-
tallido de la pandemia de la COVID-19, así como algunas medidas de
política específica —la tregua con las maras alcanzada por el gobierno
del presidente salvadoreño Nayib Bukele entre 2019 e inicios de 2022—,
hicieron descender de forma temporal el número de homicidios come-

3
A este respecto se puede mencionar, por ejemplo, que, de acuerdo con datos del
PNUD, en Honduras el 82% de la fuerza de trabajo está excluida de la seguridad
social contributiva, mientras que en Guatemala más del 70% de la fuerza laboral se
encuentra en el sector informal.
324 Enrique Coraza - Alberto Martín

tidos por las pandillas, pero estas siguen siendo responsables en buena
parte de la fuerte sensación de inseguridad que sufren los habitantes de
los tres países.
Gráfico 3. América Central: tasa de homicidios (2021)

45

40

35

30

25

20

15

10

0
Guatemala Nicaragua El Salvador Honduras Costa Rica

Fuente: elaboración propia a partir de datos de Insightcrime.org

Vivir en barrios controlados por pandillas puede conllevar verse


obligado a prestar servicios a estas cuando lo requieren. Dar informa-
ción, pagar una “renta” o prestar eventualmente un vehículo, son al-
gunos de estos servicios, mientras que, en el caso de jóvenes y adoles-
centes, existe el riesgo de ser reclutado a la fuerza para integrarse en la
pandilla (Paarlberg, 2021).
Frente a ello, los estados centroamericanos más afectados por las
maras, que cuentan con decenas de miles de miembros, no han sido
capaces a lo largo de las dos últimas décadas de poner freno a su expan-
sión. El escaso poder infraestructural de esos estados ha convertido a
las pandillas en la autoridad de facto en numerosos barrios de ciudades
capitales y cabeceras departamentales. Frente a ello, los gobiernos, han
respondido con medidas esencialmente punitivas, de escaso efecto en el
largo plazo. Por ello, las amenazas de las pandillas se encuentran, desde
hace tiempo, entre las formas de violencia que fuerzan a la población
centroamericana —incluyendo a jóvenes involucrados en diverso grado
en las maras— a abandonar sus lugares de residencia y moverse, tanto
Violencia y movilidades humanas en América Latina 325

dentro de sus mismos países, como hacia los Estados Unidos, Canadá,
México u otros lugares.
Por su parte, la violencia de género, que se ha incrementado debido
a los confinamientos domiciliarios decretados durante la pandemia, es
otra de las formas de violencia con alta prevalencia en la región, particu-
larmente en Honduras y El Salvador, países que encabezan las agresio-
nes contra mujeres y, en concreto, los feminicidios (gráfico 4). Huir de
la violencia sexual, de la amenaza de agresiones contra mujeres y contra
delitos de odio contra el colectivo LGTBI (Amnesty, 2017), constituye
otro de los motivos que impulsan la movilidad en la región centroame-
ricana.
Gráfico 4. América Central: tasa de feminicidios (2000-2019)

0
Guatemala Nicaragua* El Salvador Honduras Costa Rica América Latina

Fuente: elaboración propia a partir de datos de Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) y CEPAL.
*Dato correspondiente a 2019.

4.2. Movilidades de alto riesgo


Estas múltiples violencias —junto a episodios catastróficos como los
huracanes o las consecuencias del cambio climático— son las que im-
pulsan las movilidades de la población centroamericana, ya sea como
forma de preservar su vida o como estrategia para reconstruirla en un
326 Enrique Coraza - Alberto Martín

nuevo espacio (Arriola y Coraza, 2018). El desplazamiento interno, es


una de las formas de movilidad más comúnmente utilizadas por in-
dividuos y familias de la región. Los datos recopilados para la década
2006-2016 indicaban que, en El Salvador, un 22% de las familias tenían
al menos un miembro desplazado internamente, ya fuera como conse-
cuencia de la falta de oportunidades de vida, o, con menor frecuencia
—alrededor de un 1%— para escapar de la violencia (Gobierno de El
Salvador, 2018). Mientras que, en el caso de Honduras, escapar de la
violencia y la inseguridad es la razón prioritaria detrás de los desplaza-
mientos internos forzados. En 2019 la cifra de desplazados internos en
ambos países superaba las 300.000 personas, de acuerdo con las estima-
ciones de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Refugiados (UNHCR).
Junto al desplazamiento interno, la otra vía de escape es la movilidad
fuera de la región. En este caso, uno de los itinerarios principales de
salida —que no el único— es el que discurre hacia el norte, atravesando
México, como forma de alcanzar un destino en los Estados Unidos o
Canadá. Es difícil afirmar con exactitud cuántas personas utilizan esta
vía cada año, por lo que es necesario recurrir a indicadores aproxima-
dos. La Universidad de Texas en Austin ofrece la cifra de 407.000 per-
sonas al año de media procedentes de Guatemala, Honduras y El Salva-
dor, para el periodo 2018-2021 (Congressional Research Service, 2022).
En 2019 muchas de ellas pospusieron su viaje debido a la pandemia y
ello explica que, en 2020, esa cifra se elevara probablemente a más de
600.000 personas.
La travesía por el territorio mexicano rumbo a los Estados Unidos
es una empresa de alto riesgo (Ruiz, 2003). Como esta misma autora
afirma, en primer lugar, existen numerosos, riesgos potenciales que los
centroamericanos en tránsito por México deben afrontar y que se de-
rivan de las características de los territorios que deben atravesar. Pero,
además, el viaje conlleva una alta probabilidad de ser víctima de delitos
o de abusos por parte de diferentes autoridades y de redes del crimen
organizado (Martín Álvarez y Fernández Zubieta, 2009), como conse-
cuencia de la extrema vulnerabilidad de las personas que se desplazan
de esta forma por el territorio mexicano. El hecho de ser pobres, en mu-
chas ocasiones étnicamente diferenciados y el no contar con documen-
Violencia y movilidades humanas en América Latina 327

tación migratoria para cruzar a Estados Unidos les sitúa en una posición
de vulnerabilidad estructural y cultural como afirma Jorge Bustamante
(2006). La primera, según este autor, deriva de la diferenciación que to-
dos los estados realizan entre nacionales —con el reconocimiento de
derechos plenos de ciudadanía y acceso a los recursos del Estado que
conlleva—, y extranjeros, y que impone a la población centroamericana
que realiza esta travesía una asimetría de poder en sus relaciones con la
población autóctona de los países de tránsito y destino. A su vez, esta
desigualdad estructural se convierte en una condición subjetiva, un va-
lor asimilado y un elemento que permea el bagaje cultural de ambos ac-
tores. Esta otra vulnerabilidad, a la que Bustamante denomina cultural,
deriva en la impunidad que resulta de las diferentes formas de violencia
que les infringen distintas autoridades4. Esta justificación ideológica en-
tronca, en el caso del comportamiento de las autoridades, con una tra-
dición enraizada de discriminación contra la gente pobre en las fuerzas
policiales latinoamericanas (Pinheiro, 1996).
Por lo que respecta a los centroamericanos que atraviesan México, la
condición de vulnerabilidad que padecen es el resultado de la conjunción
de elementos normativos, geopolíticos, institucionales y estructurales.
Los factores normativos incluyen la existencia de disposiciones legales
que los fuerza a mantenerse en la clandestinidad a lo largo de su itinerario
y a evitar cualquier contacto con las autoridades, lo cual redunda en el
hecho de de que haya un bajo índice de denuncia de delitos y violaciones
a los derechos humanos que sufren. Y es que la mayor parte de los centro-
americanos que atraviesan el territorio mexicano no cuentan con un do-
cumento de regularización por las dificultades que su obtención implica y
esto se traduce en que al ser descubiertos puedan ser deportados5.

4
La extorsión, el robo o distintos tipos de lesiones son las más frecuentemente co-
metidas por las distintas autoridades que interactúan con la población en tránsito
por México: el Instituto Nacional de Migración, el Ejército mexicano y las policías
federales y municipales. En algunas ocasiones, algunos de estos elementos actúan
además en conexión con grupos del crimen organizado.
5
Solo en 2021 fueron deportadas de México casi 110.000 personas procedentes de
Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, siendo los nacionales de Hondu-
ras el grupo mayoritario.
328 Enrique Coraza - Alberto Martín

Los factores geopolíticos hacen referencia a cuestiones tales como


la politización de la emigración y su consideración como un asunto de
seguridad nacional, tanto en los Estados Unidos como en México. La
criminalización de los desplazamientos de personas y la penalización de
los que ayudan en esas labores, el reforzamiento de los controles fronte-
rizos, la implementación de operativos especiales y la militarización de
las fronteras, son algunos de los efectos de esa politización y “securitiza-
ción” de las cuestiones migratorias. Todo ello aumenta la vulnerabilidad
de las personas en tránsito porque deben intentar el cruce de las fronte-
ras de forma clandestina y por áreas remotas.
Junto a todo ello, existen factores relacionados con el funcionamiento
de las instituciones mexicanas tales como la corrupción, la dificultad para
el funcionamiento de los sistemas de rendición de cuentas o la existencia
de enclaves autoritarios subnacionales en el sistema político. Factores que,
junto a una persistente violencia estructural en el país, están en el origen,
a su vez, de la “guerra civil económica” (Schedler, 2015) que sufre México
desde los inicios de la década de dos mil. Esta situación se traduce de for-
ma práctica en la existencia de numerosas áreas controladas por el crimen
organizado a lo largo y ancho de la geografía mexicana, incluyendo los
pasos fronterizos que utiliza la población centroamericana para cruzar a
los Estados Unidos. Cualquier persona que quiera cruzar la frontera tiene
que pagar una elevada cantidad de dinero a los “polleros” o “coyotes” que
operan, a su vez, a sueldo o a cambio de una comisión para los cárteles
mexicanos. Intentar el cruce sin ayuda puede suponer, en caso de ser des-
cubierto por los miembros de estas redes criminales, ser golpeado, secues-
trado y extorsionado o incluso ser asesinado.
El resultado de todo lo anterior es que un porcentaje muy elevado
—probablemente entre un 60% y un 70%— de las personas originarias
de Honduras, Guatemala y El Salvador que cruzan México, sufren al-
gún tipo de violencia por parte de redes de crimen organizado o/y de
diferentes autoridades en México6. Ante esta situación, desde 2018 las

6
Hay que mencionar que las autoridades guatemaltecas y en particular las fuerzas
de policía son también responsables de violaciones a los derechos humanos de
personas en tránsito.
Violencia y movilidades humanas en América Latina 329

personas centroamericanas en tránsito han organizado “caravanas” que


aglutinan a miles de ellas, como una estrategia de defensa contra los
delitos y abusos que sufren.
Por su parte, la respuesta del estado mexicano sigue siendo la detec-
ción, detención y deportación de los centroamericanos que atraviesan
su territorio sin poder obtener documentos migratorios y la deporta-
ción expone de nuevo a estas personas a las violencias de las que tratan
de escapar. El gobierno de los Estados Unidos, por su parte, deporta a
miles de centroamericanos cada año, dejándolos en las ciudades fronte-
rizas con lo que corren el riesgo de ser revictimizados, de nuevo, por las
redes del crimen organizado.
El caso del espacio América Central-México muestra claramente
cómo se producen y reproducen estos “continuum de violencia” que su-
fren miles de personas en la región y a los que nos referíamos anterior-
mente. Esta crisis de derechos humanos persiste a lo largo de los años
pese a los llamados de ONG y organismos internacionales, pero todavía
no hay en el horizonte elementos que permitan pensar que la situación
pueda mejorar en el futuro previsible.
Para cerrar también es importante mencionar, dentro de estas lógi-
cas de control del territorio y las movilidades a las que hemos aludido
anteriormente, cómo en América del Norte también se han dado ciertos
cambios que han hecho que, tanto las acciones de los gobiernos, tanto
de EEUU, como de México y los países del norte de Centroamérica, se
hayan endurecido, sino que también, y derivado de ello, ha aumentado
la vulnerabilidad, la precariedad y las amenazas hacia la población mi-
grante, recrudeciéndose las muertes —como la recientemente ocurrida
en San Antonio, Texas donde fueron encontrados 53 migrantes muertos
en el interior de un camión—. Estos cambios, sobre todo se relacionan
con dos procesos, uno de ellos es el de la securitización, a la que ya hici-
mos referencia, y el otro, a la estrategia desarrollada por Estados Unidos
de trasladar su zona de contención desde su frontera sur, la del norte
de México, a la frontera sur de México y a los países de Centroamérica
(Basail, 2018; Ramos, Coraza y Martínez, 2018; Laako, 2014,). Esto, que
también ha sido llamado “externalización de las fronteras” (Barbero y
Donadio, 2019) que, sobre todo en Europa ha tenido diferentes manifes-
330 Enrique Coraza - Alberto Martín

taciones como el dispositivo FRONTEX creado en 2004, pero también


el traslado del papel de Estados Gendarmes para el control de la movi-
lidad —papel que desempeña México para Estados Unidos en América
Central y del Norte— hacia países como Marruecos, Libia o Turquía.

5. CONCLUSIONES
La relación entre violencia y movilidad humana en América Latina
es compleja y multidimensional y su comprensión solo puede alcanzar-
se desde un enfoque de larga duración, ya que sus manifestaciones cam-
bian a lo largo del tiempo. En el caso de los países del norte de América
Central, el origen de las violencias actuales se remonta a las décadas de
los ochenta y noventa del siglo pasado y tienen que ver con la persis-
tencia de estructurales sociales y económicas fuertemente desiguales y
excluyentes. Los acuerdos que establecieron las bases de las poliarquías
actuales no modificaron los fundamentos sociales de los regímenes au-
toritarios y dejaron intacta la fuerte concentración del poder y la riqueza
que los caracterizaban. Sumado a ello, las reestructuraciones producti-
vas que se acometieron en toda la región en aquellos mismos años die-
ron como resultado un modelo de desarrollo fuertemente especulativo,
que excluye del mercado formal de trabajo a buena parte de la población
en edad de trabajar y que concentra los beneficios en una pequeña mi-
noría. Esto, además, se produce en el marco de unos estados con poca
capacidad infraestructural y una muy escasa capacidad redistributiva.
La consecuencia de todo lo anterior es la persistencia de una vio-
lencia estructural que impide que millones de personas satisfagan sus
necesidades básicas y para las que abandonar su localidad de residencia
constituye la mejor —a veces la única— opción posible.
A su vez, esta violencia estructural se conecta claramente con el sur-
gimiento de otras formas de violencia, como la de las pandillas juveni-
les, que es el producto de la exclusión y el abandono de los sectores más
vulnerables. Esta violencia se ejerce además fundamentalmente —que
no exclusivamente— entre los propios grupos vulnerables, representan-
do una suerte de “guerra de los excluidos”, en primer lugar, contra sí
mismos y de forma subsidiaria contra el resto de la sociedad y los repre-
Violencia y movilidades humanas en América Latina 331

sentantes del Estado. La conexión de la violencia estructural con otras


formas de violencia directa —como la violencia de género o los delitos
de odio contra la población LGTBI— se evidencia en la extrema vulne-
rabilidad de las víctimas de estas formas de violencia, lo que se traduce
también en movilidad forzada dentro o fuera del territorio nacional.
Cuando la movilidad tiene como destino los Estados Unidos o Cana-
dá, esta implica elevados riesgos relacionados tanto con las condiciones
precarias en las que se realiza, como con las consecuencias de la clan-
destinidad en las que tiene lugar. Esta clandestinidad se relaciona, a su
vez, con la securitización de la migración en México y Estados Unidos
y con los impedimentos que alzan los estados tanto ante todo tipo de
movilidad humana, cualquiera que sea su carácter. En el caso de Méxi-
co, además, los riesgos se incrementan por la situación de “guerra civil
económica” que el país sufre desde hace ya casi dos décadas y que se
traduce en la existencia de numerosos territorios y áreas bajo control
de grupos del crimen organizado. Estos últimos, pero también distin-
tas autoridades mexicanas, ejercen distintos tipos de violencia sobre las
personas en su tránsito migratorio, quienes se encuentran frente a ello
en una situación de extrema vulnerabilidad.
El continuum de violencia que acompaña a la movilidad humana en
esta región se prolonga en el tiempo y en el espacio. Lejos de constituir
una situación coyuntural, se ha cronificado y constituye una crisis de
derechos humanos de enormes proporciones frente a la que es difícil
mostrar optimismo respecto de sus posibilidades de mejora en el medio
plazo.

6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aliaga Sáez, F.A. (2021). “Causas de la migración forzada de Venezuela a Colombia”.
Aula Revista de Humanidades y Ciencias Sociales; 67 (2), 3ª Época. Disponible en:
https://revistas.unphu.edu.do/index.php/aula/article/view/180
Arriola Vega, L.A. y Coraza, E. (Eds.). (2018). Ráfagas y vientos de un sur global Movili-
dades recientes en estados fronterizos del sur-sureste de México. San Cristóbal de Las
Casas: El Colegio de la Frontera Sur y Peter Lang Publishing.
332 Enrique Coraza - Alberto Martín

Barbero, I. y Donadio, G. (2019). “La externalización interna de las fronteras en el con-


trol migratorio en la UE”. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 122 (septiembre),
137-162. Disponible en: doi.org/10.24241/rcai.2019.122.2.137
Basaíl Rodríguez, A. (2018). “Reconfiguraciones geopolíticas de la Frontera Sur de Mé-
xico. Crítica de sus gramáticas transnacionales”. Cuadernos de Nuestra América,
25(51), (enero-junio).
Bolívar, I.J. y Flórez, A. (2004). “La investigación sobre la violencia: Categorías, pregun-
tas y tipo de conocimiento”. Revista de Estudios Sociales, 17, 32-41.
Bourgois, P. (2005). “Más allá de una pornografía de la violencia. Lecciones desde El
Salvador”. En F. Ferrándiz y C. Feixa (eds.), Jóvenes sin tregua, Barcelona: Anthro-
pos, 11-34.
Bravo Acevedo, G. (2021). “Migración, ingresos ilegales y control fronterizo en la ma-
crozona norte de Chile”. Revista Política y Estrategia, 1(137), 69-92. https://doi.
org/10.26797/rpye.v1i137.831
Bustamante, J.A. (2006). “La migración indocumentada de México a Estados Unidos; la
dialéctica de la vulnerabilidad y los derechos humanos”. Paper presentado en el Sim-
posio Internacional sobre la vulnerabilidad de los migrantes internacionales, 3-4 de
noviembre, Monterrey, México.
Castillo, M.A. (2003). “Los desafíos de la emigración centroamericana en el siglo XXI”.
Amerique Latine Histoire et Memoire, 7. Les Cahiers ALHIM, 7. Disponible en:
https://journals.openedition.org/alhim/369
Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado. (1998). Las migraciones mixtas
y su relación con los éxodos de refugiados, incluyendo la repatriación de las personas
que no requieren de protección internacional, así como la facilitación del retorno en
su dimensión mundial. ACNUR. Disponible en: https://www.acnur.org/fileadmin/
Documentos/BDL/2003/2251.pdf
Congressional Research Service. (2022). “Central American Migration: Root Causes
and U.S. Policy”. Disponible en: https://sgp.fas.org/crs/row/IF11151.pdf
Coraza, E. (2015). “Migraciones forzadas en América Latina en perspectiva comparada”.
Projeto Historia. (53), 11-55.
Coraza, E. (2020). “¿De qué hablamos cuando nos referimos a las movilidades forzadas?
Una reflexión desde la realidad latinoamericana”. Estudios Políticos, 57. Disponible
en: 10.17533/udea.espo.n57a19
Coraza, E. y Arriola Vega, L.A. (Eds). (2022). Crisis and Migration: Critical Perspectives
from Latin America. Suiza: Springer Nature.
Coraza, E. y Gatica M. (2019). “Reflexionando sobre el carácter forzado en las movili-
dades humanas”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades, 23 (2), 111-131.
Disponible en: https://doi.org/10.35588/rhsm.v23i2.4024
Coraza, E. y Pérez Robledo, F. (2020). “Observando nuevas estrategias de movilidad
humana en el espacio transfronterizo México-Guatemala: Las “caravanas” de mi-
grantes”. En E. Coraza y S. Dutrénit Bielous (eds), Historia reciente de América La-
Violencia y movilidades humanas en América Latina 333

tina: hechos, procesos, actores. Ciudad de México: Instituto Mora y El Colegio de la


Frontera Sur, 237-268.
Coulange Méroné, S. (2018). “Elementos sociohistóricos para entender la migración
haitiana a República Dominicana”. Papeles de población, 24(97), 173-193. Disponi-
ble en: https://doi.org/10.22185/24487147.2018.97.29
Cresswell, T. (2006). On the move: mobility in the modern Western world. Nueva York:
Routledge Taylor y Francis Group.
Galtung, J. (1969). “Violence, Peace and Peace Research”. Journal of Peace Research, 6
(3), 167-191.
García, M.C. (2006). Seeking Refuge: Central American Migration to Mexico, The United
States, and Canada. Los Angeles: The University of California Press.
Gobierno de El Salvador. (2018). Profiling Study on Internal Mobility due to violence in El
Salvador. El Salvador: Ministerio de Justicia y Seguridad Pública.
Haraway, D.J. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Ma-
drid: Cátedra.
Hill Collins, P. y Bilge, S. (2020). Interseccionalidade. São Paulo: Boitempo.
Jiménez, C. y Trpin, V. (Coords.). (2021). Pensar las migraciones contemporáneas. Bue-
nos Aires: Tesseo.
Koechlin, J. y Eguren Rodríguez, J. (2018). El éxodo venezolano entre el exilio y la emigra-
ción. Madrid: Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Instituto de Ética y Desarro-
llo, Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones, Observatorio Iberoame-
ricano sobre Movilidad Humana, Migraciones y Desarrollo.
Laako, H. (2014). “Más allá del centro y la periferia: la frontera sur de México a debate
desde la globalización”. Revista pueblos y fronteras digital, 9(18), 5-18. Disponible en:
https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2014.18.19
López, F.M. y Coraza, E. (en prensa) “Guatemaltecos en Chiapas cuarenta años después.
Historia y memoria de un desplazamiento forzado”. En E. Coraza (Coord.), Procesos
pos transicionales: movilidades y violencias en América Latina. Ciudad de México:
Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe-UNAM.
Marroni, M.G. (2016). “Escenarios migratorios y globalización en América Latina: una
mirada al inicio del siglo XXI”. Papeles de Trabajo, 32, diciembre,126-142.
Martí i Puig, S. (2004). Tiranías, rebeliones y democracia: itinerarios políticos comparados
en Centroamérica. Barcelona: Editions Bellaterra.
Martín Álvarez, A.; Fernández Zubieta, A. (2009). “Human Rights violations: Central
American Immigrants at the Northeastern Mexico Border”. En K. Staudt, T. Payan y
Z. A. Kruszewski, (eds.), Human Rights along the U.S-Mexico Border. Phoenix: The
University of Arizona Press, 48-62
Martín Álvarez, A. (2015). “Violence and Economic Development in Post-war El Salva-
dor”. En S. Lucatello y R. Zuber, Sustainable Development Goals Post-2015: Ensuring
a Security Development Linkage in the Forthcoming Global Agenda. México: Instituto
Mora.
334 Enrique Coraza - Alberto Martín

Méndez, H. (2022). “Movilidad forzada y territorios de espera. Relatos de inmigrantes


haitianos en la frontera México-EE. UU”. Revista Guillermo de Ockham. Disponible
en: 10.21500/22563202.5614
Olmos, C. (2003). “América Central: situación migratoria después de los conflictos”.
Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM, 7 (en línea). Disponible
en: https://journals.openedition.org/alhim/366
Organización Internacional para las Migraciones (OIM). (2009). Migración irregular y
flujos migratorios mixtos: enfoque de la OIM. OIM. Disponible en: https://www.iom.
int/jahia/webdav/site/myjahiasite/shared/shared/mainsite/policy_and_research/
policy_documents/MC-INF-297-Flujos-Migratorios-Mixtos_ES.pdf
Paarlberg, M. (2021). “Gang Membership in Central America: More Complex than
Meets the Eye” Migration Information Source. Disponible en: https://www.migra-
tionpolicy.org/article/complexities-gang-membership-central-america
Pinheiro, P.S. (1996). “Democracies without citizenship”. NACLA Report on the Ameri-
cas, 30, 17-23.
Pla Brugat, D. (2007). Pan, trabajo y hogar. El exilio republicano español en América
Latina, México: SEGOB-Instituto Nacional de Migración-Centro de Estudios Mi-
gratorios/Instituto Nacional de Antropología e Historia/DGE Editores.
Ramos-Rojas, D.E; Coraza, E. y Martínez-Junco, S. (2018). “Miradas desde el sur de
México sobre seguridad y frontera”. URVIO-Revisa Latinoamericana de Estudios de
Seguridad, 23. Disponible en:10.17141/urvio.23.2018.355157-72
Robinson, W. (2003). Transnational Conflicts; Central America, Social Change and Glo-
balization. Londres: Verso.
Ruiz, O. (2003). La migración centroamericana en la frontera sur: Un perfil de riesgo en la
migración indocumentada internacional. Center for U.S.-Mexican Studies. Disponi-
ble en: https://www.incedes.org.gt/Master/migrauruiz.pdf
Sampó, C. (2013). “Violencia en Centroamérica: las Maras en El Salvador, Guatemala y
Honduras”. Estudios de Seguridad y Defensa,2,139-158.
Schedler, A. (2015). En la niebla de la guerra. Los ciudadanos ante la violencia criminal
organizada. México: CIDE.
Scheper-Hughes, N.; Bourgois, P.I. (2004). Violence in war and peace. Malden, MA:
Blackwell Pub.
Victoriano Serrano, F. (2010). “Estado, golpes de Estado y militarización en América
Latina: una reflexión histórico política”. Argumentos, 23(64), 175-193. Disponible
en: https://argumentos.xoc.uam.mx/index.php/argumentos/article/view/325
RELACIONES
INTERNACIONALES
RELACIONES CON ESTADOS UNIDOS Y
LA POTENCIA EMERGENTE (CHINA)
Arturo López-Levy
Holy Names University, California, Estados Unidos
Daniel Rodríguez
Universidad de Girona y UNED, España

1. INTRODUCCIÓN
La tesis principal que sostiene este trabajo es que la presencia cre-
ciente de China en América Latina entronca con tendencias presentes
en las relaciones internacionales del continente, debilitando el patrón
unilateralista de primacía establecido por Washington tras la disolución
de la URSS. Estamos en presencia de un sistema más fluido, donde Esta-
dos Unidos conserva la primacía en América Latina, pero con un nuevo
actor que condiciona la política exterior del resto de países del continen-
te y la perspectiva internacional de las instituciones y organizaciones
regionales.
En las últimas dos décadas, desde el advenimiento del presente siglo,
China se ha insertado en la política internacional latinoamericana como
un socio preferente en lo económico con derivaciones en lo cultural y
social, y que a largo plazo ofrecen alternativas políticas a los estados la-
tinoamericanos y espacio de negociación frente a la asimetría de poder
con Estados Unidos.
La exposición de la presencia china en el continente como factor
condicionante de la política internacional de América Latina se acome-
te por medio de un estudio diacrónico en el que se fijan cuatro períodos
desde la fundación de la República Popular China. En el caso de Estados
Unidos hablamos de tres períodos para reflejar las diferentes etapas de la
hegemonía estadounidense tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
338 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

2. LA APROXIMACIÓN IDEOLÓGICA DE LA REPÚBLICA


POPULAR CHINA A LA REALIDAD DE AMÉRICA
LATINA
Desde el triunfo de la revolución socialista en China, América Latina
tuvo un peso secundario en la política exterior del gigante asiático. Este
período ocupa las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo XX y está
muy condicionado por los planteamientos geopolíticos de Mao Zedong
y su visión del socialismo desde la experiencia de un país en la perife-
ria capitalista, no industrializado. Este posicionamiento vino después
de constatar que la división del mundo en dos bloques, el imperialista
encabezado por Estados Unidos y el socialista capitaneado por la URSS,
no eran capaces de dar fe de la complejidad internacional de los países
del “Tercer Mundo”. El conflicto sino-soviético tuvo consecuencias en el
ámbito latinoamericano que fueron más allá de la fragmentación de los
partidos comunistas de la región en varias tendencias: pro-chinos, pro-
cubanos y pro-soviéticos.
En este período la posición de China hacia la región se articuló a tra-
vés del internacionalismo proletario, la lucha contra el imperialismo y
la política de Zhou Enlai del desarrollo de las relaciones de intercambio
pueblo a pueblo como prolegómeno del buen entendimiento en otros
órdenes (Shixue, 2006: 63).
Por lo demás, es necesario apuntar que esta política tenía como im-
pronta la competencia por el reconocimiento diplomático frente a la
República de China, Taiwán. El año 1960 marcó el final del aislamiento
regional de la República Popular China en América Latina al reconocer
Cuba al gobierno de Pekín como el legítimo portavoz de la soberanía
china. La visión maoísta del tránsito hacia el socialismo en América La-
tina, tal y como les señaló Mao a varios dirigentes cubanos, debía tener
en consideración las circunstancias nacionales de cada país (Castañeda,
1997: 348-349). En cierta medida, los chinos avalaban plenamente la
línea de cómo había afrontado Cuba el proceso, apostando por la lucha
armada y en sintonía con líderes nacionalistas como compañeros de via-
je ideales en la superación de la sumisión a los Estados Unidos.
Este marco de aproximación de China a América Latina tenía como
contexto la bipolaridad propia de la Guerra Fría y para el caso chino el
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 339

conflicto que Pekín tenía con Moscú. Sin embargo, Estados Unidos y sus
aliados latinoamericanos se mostraron ignorantes de esas divisiones.
Ahora bien, esta perspectiva de China de establecer puentes con Cuba
y otros movimientos revolucionarios latinoamericanos se complicó a fi-
nales de la década de los sesenta debido a la vinculación progresiva de
Cuba a la URSS. Este escenario fragmentó a la izquierda revolucionaria
de América Latina y aunque Pekín mantuvo su embajada abierta en La
Habana, la relación se deterioró. China salvó algunas relaciones con los
partidos políticos en América Latina a través del departamento de en-
lace internacional del Partido Comunista Chino (PCCh), sin embargo,
la política exterior china entraría en una nueva fase que se inaugura con
la muerte de Mao.

3. ESTADOS UNIDOS, AMÉRICA LATINA Y LA


GUERRA FRÍA
Entre el año 1945 y el año 1959 el continente contempla la hegemonía
incontestable de los Estados Unidos. En la Conferencia de Chapultepec
(1945) se dictan unos principios que excluyen la presencia de potencias
extracontinentales en América, lo que fijaba ya los posibles escenarios
que darían paso a la Guerra Fría y que se afianzarán dos años después
con la doctrina Truman y la contención del comunismo (Morgenfeld
2015, 85). Además, se abrían las condiciones para sancionar a los países
americanos que no siguieran la senda marcada por los Estados Unidos.
La soberanía de los países de América Latina quedó limitada. Se genera-
ba así el armazón del sistema interamericano, que vendría a completarse
poco después, en 1948, con el Tratado Interamericano de Asistencia Re-
cíproca (TIAR) y con la Organización de Estados Americanos (OEA).
La potencia antagonista durante este período era la URSS y los paí-
ses socialistas, incluida la República Popular China, que veía como su
representación en la ONU era ocupada por la China nacionalista (Tai-
wán). En lo tocante a América Latina el período del buen vecino dio
paso a un momento en que reformas de calado en el continente fueron
pospuestas.
340 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

La revolución en Cuba activó a los Estados Unidos en el continen-


te, tanto en el plano propositivo, Alianza para el Progreso, como en el
reactivo, la apuesta por la contrainsurgencia. Sin embargo, la Alianza
para el Progreso, atrapada en los intereses económicos de las compa-
ñías norteamericanas, no cubrió los objetivos propuestos (Domínguez
Reyes, 2017).
Desde finales de la década de 1960 hasta la caída del Gobierno de
Salvador Allende, un grupo de gobiernos de América Latina optó por
rebajar la tensión del continente a través de una serie de acuerdos y ne-
gociaciones que la alejaran del calor de la Guerra Fría y le concediera
a la región un margen de maniobra mayor. La distensión entre las dos
grandes potencias permitió que en América Latina se firmaran algu-
nos compromisos. En 1967 se firmó el Tratado para la Proscripción de
Armas Nucleares en América Latina y el Caribe bajo el auspicio de la
diplomacia mexicana.
Sin embargo, este período, que parecía el inicio de la reconfiguración
del sistema interamericano, tal y como había sido concebido tras la Se-
gunda Guerra Mundial, se disipó con el golpe de estado en Chile. Desde
entonces América Latina se vio convulsionada por los conflictos. El fi-
nal de la década de 1970 contempló el triunfo de la Revolución sandinis-
ta en Nicaragua y, de forma simultánea, la llegada al poder de Maurice
Bishop con el Movimiento Nueva Joya en la pequeña isla de Granada.
Ambos procesos contaron con el apoyo cubano y, sobre el papel, tam-
bién con el soviético (Domínguez Reyes, 1990). Ambos fueron también
combatidos por la administración de Ronald Reagan, el primero a tra-
vés de la insurgencia, la contra nicaragüense, financiada por los Estados
Unidos, y el segundo con un desembarco convencional, del estilo al des-
plegado en República Dominicana veinte años antes (Lénárt, 2018:103).
Los años ochenta fueron también convulsos para el resto de las re-
públicas centroamericanas, que se vieron azotadas por la guerra civil y
el influjo que llegaba de Nicaragua. La denominada Doctrina Reagan,
basada en la lucha contra la influencia de la URSS, fue la táctica que
desplegó la administración norteamericana en los años ochenta y hasta
la disolución de la URSS en diciembre de 1991, momento en el arranca
la supremacía indiscutible de los Estados Unidos en América Latina. Sin
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 341

embargo, a pesar de la voluntad norteamericana para fijar los criterios


en el continente, la capacidad latinoamericana para ensayar el multila-
teralismo a nivel regional como vía para resolver los conflictos y llegar
a acuerdos se fortaleció. Desde la creación de la Comunidad del Caribe
(CARICOM) y el Grupo Contadora a los Acuerdos de Esquipulas II y a
la creación del Grupo de Río, que eventualmente será el precedente para
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la
diplomacia de los países latinoamericanos desplegó un importante la-
bor diplomática y negociadora para sentar las bases del final del esce-
nario de guerra que asoló Centroamérica durante más de treinta años
(Toussaint, 2007: 182-190).
En este período de fuerte inestabilidad la estructura del sistema in-
ternacional reduce las opciones de balance latinoamericano ante la di-
solución de la URSS. En China, este tiempo coincide con el lanzamiento
de la apertura económica por Deng Xiaoping como hombre fuerte. Un
período en el que se asienta la heterodoxia de los principios socialis-
tas de mercado, fundamentados en dos aspectos: “el ajuste interno y la
apertura externa” (Shixue, 2006: 66).
Durante este período la diplomacia china establece una aproxima-
ción al continente americano que se ve beneficiada por la búsqueda la-
tinoamericana de autonomía y el interés por el rápido crecimiento de la
región este-asiática. Por un lado, se produce el acercamiento chino a los
Estados Unidos, que termina derivando en el establecimiento de rela-
ciones diplomáticas en 1979. Y por el otro, China establece su relación
con América Latina bajo un marco que trata de trascender el socialismo
y apuesta por una identidad tercermundista, enfatizando el conflicto
Norte Sur, y sus derivaciones a través del Movimiento de los No Alinea-
dos y el Grupo de los 77, sobre el eje Este Oeste. China se presenta ante
América Latina como país socialista, pero no alineado con la Unión So-
viética, en buena relación con Estados Unidos, pero sobre todo como
miembro de lo que devino en llamarse el Sur Global.
La diplomacia china aplicó la política de ascenso pacífico, ganando
tiempo. Para mediados de los 80, Pekín había desgajado a la mayoría de los
países de la región del reconocimiento a Taiwán, y limado asperezas con
Cuba, restableciendo en 1984, las relaciones a nivel de agregado militar y
342 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

en 1987 de partido comunista a partido comunista. Todo esto ocurre por


debajo del radar, sin asustar a Estados Unidos ni a las derechas de la región.
La prueba de esta discreta aproximación se observará a raíz de los
sucesos de Tiananmén en junio de 1989. La mayoría de los países lati-
noamericanos, recién salidos de la experiencia autoritaria, declararon
su condena a la actuación del Gobierno chino, pero desde una postura
bastante discreta y formal en comparación con Estados Unidos. En el
caso cubano, el cierre de filas con Pekín frente al distanciamiento so-
viético consolidaría el nuevo acercamiento con frecuentes visitas al más
alto nivel durante la década de 1990.

4. EL MOMENTO UNIPOLAR
Bajo el paraguas que trataba de presentar a la China popular como
miembro prominente del Sur Global se movió la diplomacia china en el
tercer período de aproximación a América Latina. El que va desde 1991
hasta el inicio del presente siglo. Un período en el que Pekín respaldó a la
Cuba cercada por el bloqueo y las políticas de cambio de régimen impul-
sadas desde los Estados Unidos, pero con la prudencia de que sus víncu-
los con la región latinoamericana se desenvolvieron en un marco que no
violentara las relaciones de la propia China con Washington. Este período
se caracteriza por la unilateralidad, por la presencia y supremacía indis-
cutible de los Estados Unidos, la decadencia e irrelevancia de la presencia
rusa y el crecimiento hacia el interior de China y la preparación de las
condiciones para el incremento de su papel en los asuntos internacionales
a través de su mayor participación en el mercado internacional.
La década de 1990 en el orbe latinoamericano estuvo presidida por
el llamado Consenso de Washington y el triunfo del neoliberalismo.
Estados Unidos preconiza la idea del estado mínimo; la desregulación
financiera y de los mercados; el establecimiento de tasas de interés y
cambios competitivos de la moneda; la disciplina presupuestaria y la
privatización de importantes segmentos del sector público, y exige, ade-
más, una estructura jurídica centrada en los derechos de propiedad. El
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) fueron los
encargados de tutelar los procesos de reestructuración económica en los
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 343

países de la región y fueron estos mismos organismos los que concedie-


ron los créditos en función del éxito de las reformas.
Durante la década de los noventa Estados Unidos se presenta como la
potencia única y hegemónica en América Latina. Un período marcado por
las reformas económicas y la democratización, pero también por el libre
comercio y el regionalismo abierto. Se establecen algunos organismos inte-
rregionales bajo esta premisa, como el Mercado Común del Sur (MERCO-
SUR), pero por encima de ellos esta década tiene como base programática
la Iniciativa para las Américas, que trata de concretar una relación de Esta-
dos Unidos con América Latina y el Caribe fundamentada exclusivamente
en el factor económico. Este nuevo espíritu impregna el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), la zona de libre comercio entre
Canadá, Estados Unidos y México que entró en vigor en 1994; regida por
el mismo espíritu se encuentra el Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA) (Martí i Puig, 2000:16). Un proyecto todavía más ambicioso que
fijó en 1994, durante la I Cumbre de las Américas, un acuerdo multilateral
de libre comercio que englobaría a todos los países del continente a excep-
ción de Cuba. La propuesta tuvo una vida tormentosa y cuando tenía que
ponerse en marcha, en el 2005 tras la IV Cumbre de las Américas, el ALCA
cosechó el rechazo de un gran número de países, entre ellos los pertenecien-
tes a MERCOSUR. Los nuevos aires políticos que recorrían el continente a
principios de siglo y la progresiva presencia de otros actores internacionales
propiciaron que el proyecto entrara en franca decadencia. Esta situación
determinó que Estados Unidos optara por concretar acuerdos bilaterales
con los gobiernos más afines en Centroamérica, la República Dominicana,
y la región andina (Colombia, Perú y Chile) después de comprobar que el
acuerdo conjunto era imposible (Déniz, 2006: 467).

5. CHINA: UN NUEVO MODELO CON LAS REGLAS DE


JUEGO INSTAURADAS POR LOS ESTADOS UNIDOS
La llegada del nuevo siglo contempla la progresiva, aunque lenta,
rehabilitación de Rusia en el continente y la entrada de China como
potencia emergente y socio comercial prioritario para varios países de
América Latina. China recuperaba así la posición que siempre había
344 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

tenido en la producción mundial a lo largo de la historia, algo que se


reflejó rápidamente en el comercio internacional. En cierta medida, tal y
como señala el historiador económico Angus Maddison, “lo que ha sido
extraordinario, en realidad, es la posición relativamente rezagada que
tuvo China en el siglo XX” (Kosacoff y Campanario, 2007:12).
Esta reinserción de China en la producción mundial se reflejó con
claridad a comienzos del presente siglo. Entre el año 2002 y el año 2022
se ha producido un cambio en la arena internacional al que el continen-
te americano en su conjunto no ha sido ajeno. El eje Asia Pacífico se si-
tuó en el centro del tablero internacional y con él un nuevo actor, China,
colocada ahora como poder contrahegemónico por lo menos en su zona
inmediata de influencia, y con proyecciones propias de reto al orden
liberal en el resto del planeta (Zapata y Martínez-Hernández, 2020:65).
La llegada del nuevo siglo y el giro político hacia la izquierda, que
cubrió América Latina durante la primera década, y los primeros años
de la segunda, del siglo XXI, propiciaron la progresiva penetración chi-
na, facilitada además por la prioridad otorgada por los Estados Unidos
a las guerras y revoluciones en el mundo islámico. Se abría así un cuarto
período en las relaciones de China con el continente americano, donde,
más que el activismo chino, lo relevante ha sido el drenaje relativo de
la primacía estadounidense, derivado del mal manejo de las relaciones
asimétricas que Washington mantiene con la región y que tiene como
epifenómeno la baja prioridad otorgada por la diplomacia estadouni-
dense al tema del desarrollo regional.
La condición subalterna de América Latina en el sistema económico
mundial permitió que esta reconfiguración del nuevo orden interna-
cional brindara la oportunidad a los nuevos gobiernos latinoamerica-
nos de establecer estrategias de inserción internacional que tuvieran en
consideración las relaciones con los países del sur, un nuevo modelo
basado en una visión más multilateral, alejado del paradigma imperante
de primacía y hegemonía absoluta norteamericana, y una apuesta de
los actores del centro y la izquierda por abrir espacios a los mecanismo
e instituciones que fomentaran el intercambio y la colaboración a nivel
regional y en clave latinoamericana.
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 345

En los primeros quince años del presente siglo las ideas de raigambre
“cepalina” y la apuesta por modelos de corte desarrollistas, reedificados
sobre una tradición que tuvo su asiento en el siglo pasado, propiciaron
el rescate de una autonomía relativa en política exterior. Una autono-
mía que propició que algunos países, principalmente sudamericanos,
y algunas organizaciones de colaboración e integración regional, sobre
todo la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Alianza Bo-
livariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio
de los Pueblos (ALBA-TCP), ensayaran vías de inserción internacional
contrahegemónicas (Sanahuja, 2016).
Esta nueva apuesta tuvo en el plano comercial su espoleta y se apoyó
en el poder económico chino y su apuesta por las materias primas y la
inversión en infraestructuras en el continente. En algunos casos, como
Venezuela y Bolivia, sumados a Cuba, los gobiernos latinoamericanos
destacaron por una mayor convergencia en el plano político, que no fue
ni estimulada ni desalentada desde Pekín. China apostó por el acerca-
miento económico con la creación de facilidades, pero no le interesó
estimular las supuestas afinidades ideológicas proclamadas en América
Latina para inclinar la balanza a su favor, y mucho menos repetir la ex-
periencia de alianza soviética con Cuba durante la Guerra Fría.
Aquellos países latinoamericanos con agendas más a la izquierda
proclamaron su interés en aprovechar la coyuntura política de ese giro
e impulsar abiertamente una mayor relación con China. Sin embargo,
desde la perspectiva china, la lógica sigue dictada por el mercado y su
interés nacional, y solo en el margen, en segunda instancia, por alguna
simpatía ideológica. No es extraño entonces que la marca general sea
lo que devino en llamarse el boom de las commodities, espoleado por
la demanda china, y en menor medida por la india. Esa dinámica es
favorable a una apuesta por un multilateralismo que aligere la prima-
cía norteamericana, pero su capacidad depende en última instancia no
de ideologías, sino de la capacidad de la política económica exterior de
cada país específico.
Por lo demás, este marco de alza del precio de las materias primas
determinó que antes de la llegada de la crisis de 2008 algunos analistas
hablaran de un cambio estructural de paradigma que podía enterrar los
346 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

males seculares de los que había sido víctima hasta el momento la re-
gión latinoamericana. Este optimismo desaforado tenía su justificación
en interpretaciones sesgadas de los datos derivados de lo acontecido en
los primeros años del siglo XXI en América Latina: no se habían regis-
trado crisis financieras de peso, la mayoría de los países contaban con
cuentas corrientes vigorosas, el desempleo e inflación iba a la baja y las
reservas monetarias en el continente presentaban niveles inéditos (Ko-
sacoff y Campanario, 2007:5).
Antes de la llegada de la crisis financiera de 2008 la cuenta corriente
latinoamericana se mantenía en positivo, con un entorno internacional
favorable y con un volumen de exportaciones al alza que habían me-
jorado sustancialmente los términos de intercambio. En este viraje la
importancia de China era reseñable, en el período que va del final de la
Guerra Fría al 2006 las importaciones de materias primas de China se
habían multiplicado por veinte (Kosacoff y Campanario, 2007:8).
De todos modos, esta inserción de China como factor al rescate de la
política internacional del continente, en el plano comercial no arrojaba
los mismos balances para todos los países de América Latina. Aquí, tal y
como señalan los trabajos publicados por la CEPAL tras la constatación
de la fuerte presencia China en América Latina a principios del presente
siglo, cabría distinguir tres grupos de países: las economías de América
del Sur exportadoras de materias primas; los países de América Central
y México, exportadores de maquinaria, textiles y equipos de transpor-
te, normalmente de capital norteamericano y con destino a los Estados
Unidos, que sufrieron la competencia de China, y por último los países
de América Latina y el Caribe para los cuales la subida del precio de las
commodities y la fuerte demanda china no supuso un cambio sustancial,
pues sus economías, especializadas en el turismo, la banca y los ser-
vicios, no pudieron capitalizar de forma inmediata la fuerte demanda
china (Kosacoff y Campanario, 2007:13-14).
México, vinculado a EEUU a través del primer Tratado de Libre Co-
mercio de América del Norte sellado en 1994, vio como la competencia
de las exportaciones chinas le desplazó del segundo puesto de la tabla de
exportadores a Estados Unidos. En lo tocante al grupo de los primeros
países, las economías del sur exportadoras de materias primas, los datos
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 347

son más que elocuentes. En 2005 el acuerdo comercial firmado entre


Chile y la República Popular China arrojó un superávit comercial a fa-
vor del primero que ascendió a 1900 millones de dólares, algo que está
directamente relacionado con las exportaciones de cobre hacia China,
factor determinante para el empuje industrializador del gigante asiático
(Kosacoff y Campanario, 2007:14). Chile recibió también inversiones
para el sector minero por un valor de 2000 millones de dólares y ofreció
como contrapartida la entrega de cobre a precios de mercado (Errázuriz
Guilisasti 2006:175).
En el mismo año Venezuela recibió inversiones chinas que ascendie-
ron a los 1000 millones de dólares para mejorar su sector petrolero, el
sector minero del Perú cantidades similares y 850 millones la Argenti-
na para destinar al mismo propósito (Kosacoff y Campanario 2007:14).
Este último país y Brasil multiplicaron por diez sus ventas de soja a Chi-
na, pasando de 360 a 3600 millones de dólares en sólo un quinquenio,
1999-2004 (Kosacoff y Campanario 2007:14). Sin embargo, las expor-
taciones de las dos grandes economías de América del Sur hacia China
no se redujeron a la soja. Los exportadores de carnes de ambos países
capitalizaron también la demanda china al copar el 20% de las impor-
taciones chinas (Kosacoff y Campanario, 2007:14). La revolución en el
ingreso per cápita chino hizo que la demanda de carne se multiplicara
y esto afectó también a las necesidades de China de importar piensos y
alimento para la cabaña ganadera lo que benefició también la exporta-
ción peruana hacia este país, convirtiéndose rápidamente en uno de los
proveedores principales de este producto. En 2005 satisfacía ya el 45%
de la demanda china de alimento para los animales (Kosacoff y Campa-
nario, 2007:14).
Este crecimiento se vio también en el ámbito de las inversiones. La
importancia que China ha tenido en las relaciones exteriores de las re-
públicas latinoamericanas en los últimos años se registra en la necesi-
dad china de contar con un flujo de materias primas y petróleo y esto
ha jugado a favor de la inversión en América Latina: “En 2010, China
invirtió en Latinoamérica 30000 millones dólares, casi el total acumula-
do hasta 2009. En 2017, las cifras llegaron a 230000 millones de dólares”
(López Villafañe, 2018:18).
348 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

Este posicionamiento de China en América Latina, materializado en


un corto espacio de tiempo, tuvo su refrendo en el plano diplomático
a través de las relaciones al más alto nivel, lo que permitió que los vín-
culos fueran cada vez más intensos en todos los órdenes. En 2001 Jiang
Zemin, presidente de la República Popular China en la década que va
de 1993 a 2003, visitó Argentina, Brasil, Chile y Venezuela. Y también
a su socio tradicional en el continente durante los años 90, Cuba, y a
Uruguay, otro miembro fundador de MERCOSUR y un exportador de
carne que ha visto cómo sus ventas a China han ido creciendo de for-
ma sostenida en los últimos años. Sin embargo, China no desatendió a
los países que se podían sentir más amenazados con su presencia. Jiang
Zemin visitó también México en 2002. Su sucesor en el cargo como pre-
sidente de la República Popular China, Hu Jintao, repitió visitas en el
2004 a Argentina, Brasil y Chile. En 2008 visitó Costa Rica, Cuba y Perú.
Costa Rica, en aquel momento, era el único país de Centroamérica que
mantenía relaciones diplomáticas con la China popular tras romper con
Taiwán. En 2012 hizo lo propio el primer ministro chino, Wen Jiabao,
visitando de nuevo la región con paradas en Argentina, Brasil, Chile y
Uruguay. En 2013, 2014, 2016 y 2018, ya como presidente del país, Xi
Jinping realizó visitas a varios países de América Latina consolidando
ya de forma definitiva la relevancia china en el continente tanto en las
relaciones bilaterales con sus principales socios como en las relaciones
entre China y las organizaciones regionales.
Las visitas de altos mandatarios chinos se han ido ampliando a nue-
vos destinos. El actual presidente chino mantuvo encuentros con re-
presentantes de Antigua y Barbuda, Bahamas y Jamaica. Con Trinidad
Tobago, rica en petróleo, se planificaron acuerdos comerciales y de fi-
nanciación para la construcción y la industria pesada (Reinoso, 2013).
Visitó Costa Rica, socio habitual en Centroamérica, con el que tenía ya
ligámenes comerciales y fuertes inversiones por parte china en infraes-
tructuras y seguridad. En 2011 se había fijado ya un tratado de libre
comercio entre ambos países (Reinoso, 2013).
Un caso relevante ha sido la delicada relación con México, donde
por razones obvias tiene Estados Unidos el máximo interés. Las rela-
ciones México-China se tensaron durante la presidencia de Felipe Cal-
derón, del Partido Acción Nacional (PAN), cuya formulación de polí-
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 349

tica exterior parecía estar diseñada para confrontar con China. Hubo
varios conflictos cuando el presidente Calderón acusó a China de falta
de transparencia y a raíz del encuentro del presidente mexicano con
el Dalai Lama en 2011 (Cornejo, 2013). Sin embargo, esta tensión no
derivó en conflicto insalvable: China dejó pasar el período de Calderón
para luego crear incentivos que pudieran equilibrar los cálculos mexi-
canos sobre su relación con Pekín y lo hizo tras el regreso al poder del
Partido Revolucionario Institucional (PRI), durante la presidencia de
Peña Nieto.
En 2013, Xi Jinping, que ya había representado a China como vi-
cepresidente en 2009 en tierras mexicanas, realizó una nueva visita a
México y exploró las posibilidades de un mayor entendimiento. En esta
segunda visita de Xi Jinping, la diplomacia china trató de revertir las
suspicacias de los sectores económicos mexicanos que veían con incer-
tidumbre la competencia de los productos chinos en Estados Unidos
(Cornejo, 2013). El déficit comercial con el país asiático era alarmante
en aquel momento, las exportaciones de México a China no llegaban
a los seis mil millones de dólares y las importaciones del país asiático
rondaban los cincuenta y siete mil millones (Reinoso, 2013). Ante este
desbalance se precisaba un nuevo rumbo en las relaciones bilaterales
que requerían de una delicada atención. Peña Nieto, que visitó China
meses antes del viaje de Xi Jinping a México, estableció acuerdos ener-
géticos entre la petrolera Pemex, de México, y compañías chinas. Unos
acuerdos que debían complementarse, según señaló el propio presiden-
te mexicano, con la participación china en la financiación de infraes-
tructuras y una apuesta decidida por la inserción de las exportaciones
mexicanas en el vasto mercado chino (Reinoso, 2013).
La visita de Xi Jinping en 2014 tuvo un carácter más convencional en
cuanto a los países visitados, pero más innovador en las áreas aborda-
das. En esta nueva gira, el mandatario chino fijó la necesidad de avan-
zar en frentes que trascendieran el protagonismo de lo comercial y las
materias primas. Los países visitados fueron Argentina, Brasil, Chile,
Venezuela y Cuba. En esta ocasión el protagonismo corrió a cargo de
las inversiones. Los capitales chinos participarían en la construcción de
redes ferroviarias inter e intra-estatales, en la instalación de centrales
hidroeléctricas y en otras infraestructuras, se firmarían también acuer-
350 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

dos de carácter tecnológico y bancario, y se fijó la necesidad de que las


relaciones bilaterales entre China y los países de América Latina fueran
más equilibradas (Vidal Liy, 2014).
El tratamiento a la diferencia con México y las nuevas proyecciones
de las visitas posteriores ilustraron que China se había propuesto llevar
sus relaciones con la región a un nuevo nivel. Un nuevo estadio que re-
quiere un cuidado político que va más allá de la promoción comercial.
Brasil fue el otro gran caso en el que la diplomacia de Xi Jinping pro-
curó blindar la relación de avatares partidistas expresando una especial
deferencia a Brasil como líder regional. En este país se celebró la cumbre
de los BRICS en 2014 y allí el presidente chino se reunión con los man-
datarios de los designados en aquel entonces como principales países
emergentes: la presidenta del país anfitrión, Dilma Rousseff; el presi-
dente ruso, Vladimir Putin; el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma; y
el primer ministro indio, Narendra Modi. Un día después, todavía en
Brasil, el presidente chino asistiría a la Cumbre China-América Latina
y el Caribe. La reunión estableció una hoja de ruta para el intercambio
que respondía al esquema 1+3+6 (un plan, tres motores y seis campos).
Un plan de cooperación entre China y América Latina y el Caribe que se
sostendría en tres soportes, el comercio, las inversiones y las finanzas, y
que se desarrollaría en seis áreas de desarrollo: energía, infraestructuras,
agricultura, manufacturas, innovación y tecnologías de la información
(López Villafañe, 2018:18). La intención fijada por el plan era alcanzar
un comercio bilateral que llegara a los 500 mil millones de dólares en
2024 (López Villafañe, 2018: 20). Se oficializaba así el marco que había
sido la base de la estrategia de intercambio de China con la región. La
medida de mayor calado adoptada, probablemente, fue la creación del
Foro China-CELAC, que tendría su primera reunión en enero de 2015
en Pekín. A este primer encuentro, lanzamiento oficial del Foro China-
CELAC (FCC), asistieron cancilleres o representantes de 29 de los 33
países que componen la CELAC y participaron en la reunión delegacio-
nes de la CEPAL, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco de
Desarrollo de América Latina (Departamento de América Latina y el
Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores de China 2016).
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 351

En la visita del mandatario chino en el 2016 las premisas marcadas


en 2014 tenían ya refrendo en la realidad. Xi Jinping visitó Ecuador,
Perú y Chile, países con los que se fijaron fuertes inversiones en infraes-
tructuras. El pretexto de la visita fue la Cumbre del Foro Económico
Asia-Pacífico que tuvo lugar en Lima. En esta cumbre se encontró con
sus homólogos ruso y estadounidense, Vladímir Putin y Barack Obama.
China se presentaba ya en el continente como un actor de primer orden
en lo económico y creciente influencia en lo político, actuando en para-
lelo con la preeminente presencia estadounidense y a una distancia muy
considerable de la discreta presencia rusa en el continente. China había
desplazado ya a la Unión Europea (UE) como segundo socio comercial
de la región y la República Popular China era ya en aquel momento el
principal socio de varios países de la región, Brasil, Chile y Perú, y se
colocaba como segundo socio comercial de otros tres países: Argentina,
México y Venezuela (López Villafañe, 2018: 20).
En 2016 el perfil de China como potencia en la región se había ya
transformado por completo. Al contrario de lo que sucedía a principios
de siglo, donde su papel estaba muy centrado en la importación de ma-
terias primas y la exportación de productos de escaso valor añadido,
ahora, el gigante asiático, exportaba al continente productos de valor
agregado medio. Colocaba en los mercados latinoamericanos vehículos
motorizados y tecnología. Y en el ámbito digital ocupaba importantes
segmentos del mercado. En este contexto, la llegada de Donald Trump,
ya en ciernes, no hacía más que consolidar los ya de por sí fuertes víncu-
los entre China y la mayoría de los países de América Latina (Elordi Cué
y Fowks, 2016). En 2016 China era ya el principal prestamista de Amé-
rica Latina y el dinero que fluía de las entidades chinas iba destinado a
las infraestructuras en aquellos renglones en los China tenía especial
interés, ferroviario, portuario y minero.
De este modo, se trabajaba en lo que sería el gran proyecto de Chi-
na para la segunda mitad del siglo XXI, la denominada Nueva Ruta de
la Seda, también conocido como “la Franja y Ruta”, “Franja económica
de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda marítima del siglo XXI”, que
pretende conectar China con Europa, Asia, África y, por extensión, con
América Latina. El megaproyecto, lanzado en 2013, ha desarrollado ya
sus dos primeros foros en 2017 y 2019. América Latina no participa for-
352 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

malmente en el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Sin embargo, en


la segunda reunión ministerial del FCC en Santiago de Chile en 2018, se
señaló que la región era una “extensión natural” de la Ruta de la Seda,
y se invitó a los países a adherirse a la misma (Schulz, 2021: 42). Un
llamamiento a la integración en el proyecto que se reiteró en la tercera
reunión ministerial de la FCC desarrollada de forma virtual en 2021
(Foro China-CELAC, 2021).

6. CHINA ANTE LAS CRISIS DE 2008 Y 2019 EN


AMÉRICA LATINA
La respuesta de China a las crisis nos indica también el compromiso
adquirido por el gigante asiático en la región. Algo que se manifestó en
la ya mencionada visita de Hu Jintao a Costa Rica, Cuba y Perú en 2008.
Durante este año, cuando la crisis bursátil golpeó a los Estados Unidos y
se extendió a nivel global, el panorama internacional quedó circunscrito
a una fuerte crisis de liquidez, alimentaria y a la subsiguiente recesión.
Sin embargo, la estrategia de China en el continente, lejos de contraerse
siguió apostando por la colaboración y la expansión a todos los niveles.
La visita de Hu Jintao en noviembre de 2008 a la región no se puede
desvincular de la publicación, en noviembre también de 2008, del Do-
cumento de Política Pública sobre América Latina y el Caribe. Se trató
del primer documento que establecía la estrategia exterior de China en
América Latina. Este documento especifica las convergencias de inte-
reses y la necesidad de la cooperación Sur-Sur, con base en la mutua
confianza. El documento identifica la estrategia china a través de cuatro
grandes objetivos: “sintonía política, cooperación económica, relaciones
culturales e intercambios personales, y el avance general del principio
de una sola China” (Ríos Paredes, 2016). En los tres primeros trimestres
de 2008, el comercio de China con la región aumentó un 52% (Ríos
Paredes, 2010).
El documento mencionado reiteró el compromiso de China con los
cinco principios de la Coexistencia Pacífica: respeto mutuo por la sobe-
ranía y la integridad territorial, la no agresión mutua, la no interferencia
en los asuntos internos de otros países, igualdad y beneficio mutuo, y
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 353

la coexistencia pacífica. Junto a estos principios, asumidos por China


en 1954, se presentan unos objetivos específicos en el campo político,
económico y sociocultural. Se apunta también a la denominada “paz,
seguridad y asuntos judiciales” y se reitera la necesidad de establecer
relaciones bajo una premisa insoslayable de la política exterior china: el
principio de una sola China (Creutzfeldt, 2014).
Este programa se completó con el ingreso de China, ya en 2009, en
el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). China entraba como país
donante de la institución, en plena crisis global, y lo hacía después de
quince años de intensas negociaciones (Ríos Paredes, 2010).
Similar actitud mostró China en la crisis desatada a raíz de la pan-
demia de la COVID19. Como sucedió ante la debacle de 2008, China,
profundamente afectada también por la pandemia, no desatendió las
obligaciones contraídas en América Latina. Se posicionó, como hicieron
también Cuba y Rusia, a la cabeza de la cooperación sanitaria en el con-
tinente, y también fuera de él. Una faceta en la que dejaron claramente
en evidencia a los otros dos actores con influencia en la región: la poten-
cia hegemónica, Estados Unidos, y sus socios de la Unión Europea. La
diplomacia de la mascarilla posicionó a China, y luego a Rusia y Cuba
como suministradores de vacunas en la región. Rusia, afianzada en el
ámbito de la cooperación militar, y Cuba, especializada en cooperación
y prestación de servicios médicos, acompañaron a China en el papel de
actor global capaz de asistir a la región en momentos de crisis.
El papel jugado por China en la crisis pandémica no se limitó al
ámbito de las vacunas. Pekín apostó también por el envío de material
sanitario de amplia gama y lo hizo a través de diferentes vías: usando
fundaciones y entidades chinas del ámbito civil, público y privado, co-
nectando con entidades con sede en América Latina, directamente a
través a través de consorcios y empresas, haciendo uso de entidades
financieras estatales chinas o directamente a través de la colaboración
entre estados o entre estados y entidades subestatales. La colaboración
se ejecutó por tanto a diferentes niveles, en diversas dimensiones y bajo
el amparo de actores variados (Urdinez, 2021).
Sin embargo, más allá de las urgencias del inesperado contexto pan-
démico global, la respuesta china se proyectó como parte y complemen-
354 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

to de la ya mencionada “Franja económica de la Ruta de la Seda y la Ruta


de la Seda marítima del siglo XXI”. En 2015 se fijaron los principios de la
Ruta de la Seda Sanitaria, un programa que trataba de llevar el proyecto
de la Franja y Ruta más allá del comercio y las infraestructuras. Esta pri-
mera iniciativa tomó ya cuerpo en 2017, en el marco del primer foro de
la Franja y Ruta, cuando China organizó una reunión de alto nivel para
promover la cooperación sanitaria y tuvo como resultado un memorán-
dum lanzado por las autoridades de Pekín que recibió el refrendo de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Conjunto de las
Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA) y la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos​(OCDE) (Vadell y Rubiolo,
2021: 47).

7. LA POLÍTICA DE UNA SOLA CHINA EN AMÉRICA


LATINA
La política de una sola China es uno de los principios rectores de la
política internacional de la República Popular China desde su misma
fundación. Una política que establece la existencia de un solo gobierno
legítimo, el representado por Pekín. La República Popular China recha-
za mantener relaciones diplomáticas con aquellos países que establez-
can relaciones diplomáticas oficiales con Taiwán.
El camino recorrido por la República Popular China en este campo
ha sido largo. En 1970 sólo había dos países en América Latina que re-
conocían esta premisa china: Cuba, desde el año 1960, y Chile, que asu-
mió esta postura durante el gobierno de Salvador Allende. Sin embargo,
poco después, entre los años 1971 y 1974, se disolvieron las relaciones
diplomáticas de Taiwán con varias repúblicas latinoamericanas, entre
ellas las principales economías del continente: Argentina, Brasil, Chile,
Ecuador, Jamaica, México, Perú y Venezuela. El punto de inflexión lo
marcó la restauración de los derechos de la República Popular de China
en la ONU a través de la resolución 2758 (XXVI) en el año 1971 (Zapata
y Martínez-Hernández, 2020:67).
A mediados de la década de los setenta del pasado siglo, tal y como
han apuntado algunos analistas, la república de China en Taiwán perdió
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 355

el favor político del 85 por ciento del territorio latinoamericano (Pérez


Expósito, 2004:7). Taiwán perdió terreno en la región, y todo ello a pe-
sar del volumen de relaciones económicas que había tejido, incluyen-
do jugosos paquetes de ayuda a países latinoamericanos. Esta situación
obligó al gobierno en Taipei a rediseñar su presencia en América Latina
a través de oficinas no oficiales de relaciones económicas y sociales sin
estatus diplomático.
En los años ochenta Taiwán trató de consolidar su posición en el
continente y trabajó en el plano diplomático para que los nuevos países
independizados en los años recientes, fundamentalmente los que esta-
ban vinculados al Reino Unido, secundaran su postura en el conflicto
chino. Esta circunstancia unida a las reformas políticas de finales de los
ochenta tendentes a democratizar su sistema político y el nuevo impulso
acometido en los años noventa del siglo XX en el campo de la tecnolo-
gía, las manufacturas y el ámbito financiero permitieron reorientar la
estrategia en los últimos años del siglo XX. En este momento se abre
un nuevo período en las relaciones de Taiwán con el continente: se bus-
có reconocimiento internacional y relaciones diplomáticas a cambio de
ayuda económica y financiación de proyectos (Pérez Expósito, 2004:7-
8).
Sin embargo, las limitaciones de esta apuesta estratégica comenzaron
a verse a medida que la China popular ganaba relevancia en América
Latina. China publicó en 2008 el ya mentado Documento de Política
Pública sobre América Latina y el Caribe, documento de política exte-
rior china que recoge los objetivos en la región, entre ellos la necesidad
de avanzar en “el principio de una sola China, es decir, la reducción de
aliados de la República de China o Taiwan” (Ríos Paredes, 2016).
A día de hoy, la situación es radicalmente diferente a la que se dibu-
jaba en las postrimerías del siglo XX, Taiwán sólo mantiene relaciones
diplomáticas, asunción del pleno reconocimiento, con catorce estados a
nivel internacional y nueve de ellos están en América Latina. En julio de
2022, y a nivel regional, Taiwán mantiene relaciones diplomáticas con
tres pequeños estados del Caribe pertenecientes a la Commonwealth:
San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, y San Vicente y las Granadinas.
Taiwán es también reconocida por otro estado centroamericano de la
356 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

Commonwealth, Belice, y cuenta también con el reconocimiento diplo-


mático de otras dos repúblicas centroamericanas: Honduras y Guate-
mala. A parte de estos países conceden reconociendo a Taiwán, Haití, en
el Caribe, y Paraguay, que queda como representante único del rechazo
a la política de una sola China en Sudamérica.
El avance de la China popular en su política de aislar diplomática-
mente a Taiwán está dando sus frutos, algo que se ha manifestado de
forma clara en el último quinquenio, 2017-2021. Esta es otra área donde
Pekín ha demostrado tener una política integral sofisticada. Durante la
administración en Taipei de la llamada coalición azul liderada por el
Kuomintang, e interesada en mejores relaciones con la China continen-
tal, Pekín dio a Taipei una tregua diplomática que incluyó el rechazo a
ofrecer ayuda a Nicaragua como recompensa por la ruptura con Taiwán
anunciada por Daniel Ortega en su campaña electoral de 2006. La situa-
ción cambió radicalmente cuando Taiwán eligió a la Dra Tsai In-wen,
del ala moderada del partido democrático progresista e identificada con
el independentismo taiwanés.
La presión ha sido particularmente relevante en América Central no
solo por el número de países, sino porque los viajes a la región por al-
tos mandatarios taiwaneses ofrecían el pretexto para contactos oficiales
gobierno-gobierno con Estados Unidos durante la parada técnica de los
mismos en California. Durante el período presidencial de Tsai, cuatro
repúblicas latinoamericanas rompieron con Taiwán: República Domini-
cana, Panamá, El Salvador y Nicaragua.

8. CONCLUSIONES
En el transcurso del siglo XXI la presencia china en América Latina
ha transitado del poder económico y comercial a la ambición de ser
también un actor de influencia política en la región. China es un poder
regional en Asia, pero en América Latina se proyecta como actor de
influencia sin aspiraciones ni capacidad ni socios para retar la prima-
cía de Estados Unidos. Sobre este aspecto resulta perentorio destacar
lo siguiente: Pekín ha actuado en paralelo con Estados Unidos, con una
agenda propia, ni en conflicto ni cooperando con Washington, pero evi-
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 357

tando áreas neurálgicas de la agenda de seguridad mientras gana tiempo


e influencia. Por ejemplo, la presencia china en la agenda de seguridad
hemisférica ha sido nula o mínima si se excluye su participación en el
entrenamiento a la policía de Haití como parte de la Misión de Estabili-
zación de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH).
Por otro lado, es necesario enfatizar un aspecto que explica en parte
la relativa ausencia de conflictos entre China y América Latina. Pekín
ha actuado con conocimiento de la región, facilitando las tendencias
presentes en el continente proclives a una mayor autonomía, pero aten-
diendo a sensibilidades y particularidades económicas y respetando y
expresando deferencias hacia poderes regionales como Brasil y México.
La presencia china es producto de su propia agencia, pero no podría
entenderse sin el terreno fértil en el que actúa. Hay una voluntad lati-
noamericana de buscar socios en Asia y diversificar los contactos regio-
nales más allá de Estados Unidos, que en su embebida posición unipolar
trató a la mayoría de los países latinoamericanos de modo poco profun-
do, descuidado, con poca sensibilidad y sin una estrategia abarcadora.
Por lo demás, China también es consciente de las limitaciones que
tiene su presencia en el continente, pues no todo son beneficios: ha en-
tendido ya que la fuerte ampliación del intercambio comercial, de la
oferta de créditos y de la creación de institutos culturales arroja fru-
tos decrecientes. Una mayor inversión no significa necesariamente un
amento exponencial de los beneficios. Un papel de más peso requiere
un compromiso de mayor envergadura en áreas donde difícilmente el
gigante asiático pueda competir con Estados Unidos y aquí hablamos
de acuerdos de seguridad, de becas educativas o de envío de turismo y
remesas.
Por último, es necesario destacar lo siguiente. En el análisis de las
afinidades ideológicas de inspiración radical de izquierda entre China
y algunos gobiernos de la región es importante la prudencia. Estas afi-
nidades son importantes, pero no se deben sobrevalorar. A día de hoy,
Pekín no está interesada en relaciones de patrocinio con sus potenciales
aliados ideológicos en la región, sino en construir relaciones estables y
sostenibles.
358 Arturo López-Levy - Daniel Rodríguez

9. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Castañeda Gutmam, J. (1997). La vida en rojo. Una biografía del Che Guevara. Madrid:
Alfaguara.
Cornejo, R. (2013). “La relación de México con China, la política del desconcierto”. Foro
Internacional, 53, 3/4 (213-214), 645-666. Disponible en: https://www.jstor.org/sta-
ble/23608718
Creutzfeldt, B. (2014). “China en América Latina: seguimiento de la evolución”. Revista
CS, 14, 21-45. Disponible en: https://doi.org/10.18046/RECS.I14.1851
Déniz, J. (2006). La integración económica en América Latina y el Caribe. En M. Alcán-
tara, L. Paramio, F. Freidenberg y J. Déniz (Eds.), Historia Contemporánea de Améri-
ca Latina. Reformas económicas y consolidación democrática, 1980-2006 (435-472).
Madrid: Editorial Síntesis.
Departamento de América Latina y el Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores de
China (2016). ABC sobre el Foro China-CELAC. Foro China CELAC. Disponible
en: http://www.chinacelacforum.org/esp/
Domínguez Reyes, E. (1990). “La política soviética y cubana hacia Nicaragua: 1979-
1989”. Papers: revista de sociologia, 35, 95-115. Disponible en: https://www.raco.cat/
index.php/Papers/article/download/25083/60562
Domínguez Reyes, E. (2017). “La Alianza para el Progreso. Aportes para una teoría crí-
tica de la cooperación”. En R. Domínguez y G. Rodríguez Albor (Eds.). Historia de
la cooperación internacional desde una perspectiva crítica (105-161). Barranquilla:
Editorial Uniautónoma.
Elordi Cué, C. y Fowks, J. (19 de noviembre de 2016). “La cumbre Asia-Pacífico redobla
su defensa del libre comercio frente a Donald Trump”. El País. Disponible en: https://
elpais.com/internacional/2016/11/18/america/1479495356_710127.html
Errázuriz Guilisasti, O. (2006). “Las relaciones de Chile y China: del simbolismo a la
acción”. Estudios internacionales, 39 (154), 169-178.
Kosacoff, B. y Campanario, S. (2007). La revalorización de las materias primas y sus
efectos en América Latina. Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL). Disponible en: https://repositorio.cepal.org/handle/11362/3561
Lénárt, A. (2018). “Los principales corolarios у complementos de la doctrina Monroe
en el siglo XX”. En D. Lilón y M. Deák (Eds.), Encuentros. Europa-Iberoamérica en
un mundo globalizado (99-107). Budapest: Centro Iberoamericano Universidad de
Pécs. Fakultás Kiadó (Print@Pixel House Kft.).
López Villafañe, V. (2018). “Las relaciones económicas de China con Latinoamérica”.
Revista Institucional BCR, 1534, 18, 3, 2-7.
Martí i Puig, S. (2000). “Los noventas en América Latina: ¿la década de las oportunida-
des o de las quimeras?”. América Latina Hoy, 26, 11-19.
Relaciones con Estados Unidos y la potencia emergente (China) 359

Ministerio de Exteriores de la República Popular China. Declaración de la tercera reu-


nión ministerial del Foro China-CELAC, Foro China CELAC. Disponible en: http://
www.chinacelacforum.org/esp/zywj_4/202112/t20211213_10467434.htm
Morgenfeld, L. A. (2015). “El TIAR: sus orígenes, el debate sobre su rol actual y la
posición argentina”. Universidad de la Defensa Nacional. Defensa Nacional y Pen-
samiento Estratégico, 2, 7, 88-119. Disponible en: https://ri.conicet.gov.ar/hand-
le/11336/14450
Pérez Expósito, F.L. (2004). Taiwan y América Latina: estrategia de aproximación y si-
tuación actual [Unisci Discussion Papers] Disponible en: https://www.ucm.es/data/
cont/media/www/pag-72537/Expo.pdf
Reinoso, J. (31 de mayo de 2013). “Xi Jinping hace las Américas”. El País. Disponible en:
https://elpais.com/internacional/2013/05/31/actualidad/1369990029_816461.html
Ríos Paredes, X. (2010). “China ante la crisis financiera internacional”. Anuario CEIPAZ, 3,
197-213. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3059540
Ríos Paredes, X. (2016). “China-América Latina y Caribe: otra relación para otro futu-
ro”. Pensamiento propio, 44, 217-247.
Sanahuja, J. A. (2016). “Regionalismo e integración en América Latina: de la fractura
Atlántico-Pacífico a los retos de una globalización en crisis”. Pensamiento propio,
44, 29-65.
Schulz, J. S. (2021). “Ruta de la Seda vs. COVID-19: Balance de la Iniciativa de la Franja
y la Ruta en época de pandemia y crisis mundial”. Jiexi Zhongguo. Observatorio de la
Política China, 37, 38-47.
Shixue, J. (2006). “Una mirada china a las relaciones con América Latina”. Nueva socie-
dad, 203, 62-78.
Toussaint, M. (2007). “Centroamérica: entre la guerra y la paz. Del Pacto de Corinto a
los Acuerdos de Esquipulas”. Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos,
45, 157-192.
Urdinez, F. (2017). “La diplomacia china de “mascarillas y vacunas” hacia América La-
tina durante la pandemia de COVID-19”. En J. Sahd (Ed.), China y América Latina:
claves hacia el futuro (41-67). Santiago de Chile: Centro de Estudios Internacionales
UC y Fundación Konrad-Adenauer-Oficina Chile.
Vadell, J. y Rubiolo, F. (2020). “China y la economía política de la pandemia en América
Latina y el Caribe en la conturbada geopolítica del siglo XXI (Ensayo)”. Temas y
Debates, 40, 1, 43-50.
Vidal Liy, M. (12 de julio de 2014). “China pone la mirada en América Latina”.
El País. Disponible en: https://elpais.com/internacional/2014/07/12/actuali-
dad/1405188093_402027.html.
Zapata, S. y Martínez-Hernández A.A. (2020). “La política exterior latinoamericana
ante la potencia hegemónica de Estados Unidos y la potencia emergente de China”.
Colombia Internacional, 104, 63-93.
AUGE Y DECLIVE DEL REGIONALISMO
LATINOAMERICANO
Andrea C. Bianculli
Institut Barcelona d’Estudis Internacionals, España
Detlef Nolte
German Institute for Global and Area Studies, Alemania

1. INTRODUCCIÓN
Causado por diferentes factores y en dos etapas con un perfil dis-
tinto el regionalismo latinoamericano experimentó un auge desde los
años 1990s hasta el inicio de la segunda década del siglo XXI. Este
impresionante desarrollo se reflejó, entre otras cosas, en la creación
de un gran número de nuevos foros y organizaciones regionales: Mer-
cado Común del Sur (MERCOSUR, 1991), Alianza Alternativa Boli-
variana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio
de los Pueblos (ALBA-TCP, 2004), Unión de Naciones Sudamericanas
(UNASUR, 2008), Comunidad de Estados Latinoamericanos y Cari-
beños (CELAC, 2010), Alianza del Pacífico (AP, 2012). Otras organi-
zaciones regionales se reactivaron y cambiaron su nombre como el
Pacto Andino y el Mercado Común Centroamericano (MCCA). A
mediados de la segunda década, se inicia una fase de parálisis y des-
integración regional. Posteriormente, la pandemia de la COVID-19
expuso las debilidades del regionalismo latinoamericano, reforzando
también sus limitaciones estructurales. A comienzos de la tercera dé-
cada, el regionalismo latinoamericano atraviesa una vez más una fase
de transformación, empujada tanto por cambios en el sistema interna-
cional como por una reorientación política de varios gobiernos. En el
capítulo, se describen y analizan los procesos de auge y declive de las
instituciones regionales en América Latina.
362 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

2. ELEMENTOS ESTRUCTURANTES
América Latina se caracteriza por una baja interdependencia o re-
gionalización económica. Entre 1990 y 2014, el comercio intrarregio-
nal (exportaciones) de todas las regiones tuvo una participación de 45
% en el comercio global (Bown, Lederman, Pienknagura y Robertson,
2017:45-46). En contraste, durante el mismo periodo el comercio intra-
rregional en América Latina y el Caribe como porcentaje del comercio
total en general no superó el umbral de 20 %. El comercio intrarregional
alcanzó su valor máximo en este siglo en 2008 (como antes en 1994),
con el 21 %, pero luego bajó llegando a 15 % en 2019 (CEPAL 2021c:19).
La mayor orientación externa de las economías (por la exportación de
materias primas) reduce el incentivo para la integración económica.
América Latina ha sido siempre una región porosa. Las iniciativas de
integración latinoamericanas se superponen con el proyecto panameri-
cano de cooperación regional, que encuentra su expresión en la Orga-
nización de Estados Americanos (OEA), pero también en la Organiza-
ción Panamericana de la Salud (OPS) y el Sistema Interamericano de
Derechos Humanos de la OEA. Estados Unidos ha sido y todavía sigue
siendo un actor importante en el regionalismo latinoamericano. La in-
tegración regional ha sido tanto estimulada como reacción a la influen-
cia estadounidense, en la fase del regionalismo post hegemónico, como
bloqueada por Estados Unidos a través de su estrategia de establecer
acuerdos económicos bilaterales con países latinoamericanos. Paralela-
mente, la creciente dependencia económica de China en América Lati-
na ha tenido un efecto centrífugo sobre la integración económica por-
que refuerza la orientación externa de las economías latinoamericanas.
La porosidad de la región ha provocado como reacción el surgimien-
to de la ultra defensa de la soberanía y la búsqueda de mayor autono-
mía, dando así lugar a un “regionalismo orientado hacia la autonomía”
(Spandler y Söderbaum, 2019:11). La protección de la soberanía tiene
un fuerte componente dirigido hacia el exterior —es decir, en contra
de las influencias ajenas a la región—, pero también en contra de posi-
bles injerencias por parte de los socios en los proyectos de integración
regional. Esta orientación soberanista ha frenado también la creación
de instituciones regionales fuertes y con cierto grado de independencia.
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 363

Por el contrario, los procesos de integración regional tienden a de-


sarrollar una estructura institucional cada vez más ligera. Mientras que
en los años 1990 la creación de instituciones supranacionales era un
tema en boga en el regionalismo latinoamericano, en los primeros años
del siglo XXI, el “regionalismo ligero” (Sanahuja, 2008) fue uno de los
conceptos dominantes. En la década siguiente, la gobernanza regional
se caracterizó por desarrollar instituciones con atribuciones aún menos
vinculantes. Por ejemplo, ya no se crearon parlamentos regionales, ante-
riormente considerados como un elemento fundamental de los proyec-
tos de integración. Asimismo, aunque las secretarías técnicas del MER-
COSUR y la Comunidad Andina no son muy fuertes (Closa y Casini,
2016), las organizaciones regionales más nuevas como CELAC, ALBA,
o la AP carecen de dichas secretarías.
El regionalismo latinoamericano es tanto intergubernamental como
interpresidencial (Malamud, 2005). Esta combinación ha servido de im-
pulso a la integración regional, particularmente en épocas de fuertes
liderazgos presidenciales (aquí el papel de las presidencias pro tempore
en organizaciones regionales es importante; Morales Ruvalcaba, 2020;
Bianculli, 2020) y de afinidades políticas entre los presidentes (Bara-
caldo y Chenou, 2019). También ha generado bloqueos y retrasos en
tiempos de polarización y de falta de consensos políticos.
Sin embargo, la afinidad ideológica de los presidentes no es suficien-
te; el regionalismo latinoamericano necesita también liderazgo (Alva-
rez, 2021; Quiliconi y Rivera, 2019), que suele ser ejercido por potencias
regionales o países que pretenden serlo. En el siglo XXI Brasil, Venezue-
la y México jugaron este papel en América Latina. De todas maneras,
las llamadas potencias secundarias —Argentina, Chile o Colombia—
también son importantes (Flemes y Wehner, 2015), como lo demostró
la crisis de UNASUR y la creación del Foro para el Progreso de América
del Sur (PROSUR) en 2019.

3. EL REGIONALISMO ABIERTO DE LOS AÑOS 1990


La década de 1990 son los años dorados del llamado ‘nuevo regio-
nalismo’ o ‘regionalismo abierto’, cuyos objetivos fundamentales eran
364 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

la apertura al capitalismo global, la transnacionalización del comercio


y de la producción, y la liberalización progresiva de los mercados. En
sintonía con este paradigma, los proyectos regionales latinoamericanos
promovieron la integración con el objetivo de hacer más competitivas
las economías regionales. Los procesos de democratización en América
Latina facilitaron la cooperación regional, y los organismos regionales
fueron vistos como instrumentos para defender la democracia, adop-
tando cláusulas de protección y sancionando las violaciones del orden
constitucional. En este período también se modernizó la OEA, fundada
en 1948. Los estados latinoamericanos ganaron más influencia y se le
dio más importancia a la defensa de la democracia y los derechos hu-
manos (por ejemplo, a través del Sistema Interamericano de Derechos
Humanos y de las misiones de observación electoral) (Herz, 2011).
En este nuevo contexto político-económico, se constituyeron nuevos
esquemas de cooperación regional, en tanto, otros, propios del viejo re-
gionalismo de los años 1960-1980, fueron reactivados y reformulados.
Entre los primeros, cabe mencionar el MERCOSUR creado por Argen-
tina, Brasil, Paraguay y Uruguay en 1991 con el objetivo de establecer
un mercado común y promover los flujos comerciales entre los socios,
mientras que entre los segundos se incluyen la Comunidad del Caribe
(CARICOM), que buscará establecer un mercado único, la transforma-
ción del MCCA en Sistema de Integración Centroamericano (SICA),
y la reactivación del Pacto Andino (integrado por Bolivia, Colombia,
Ecuador, Perú y Venezuela) y su transformación en Comunidad Andi-
na de Naciones (CAN) de cara a dinamizar la zona de libre comercio y
crear una unión aduanera. En la medida que la región buscaba evitar la
marginación y maximizar su poder tras el fin del mundo bipolar, sur-
gió un nuevo consenso respecto a la cooperación regional: la necesidad
de alcanzar objetivos políticos y económicos a través del regionalismo
abierto.
Durante estos años, los países de la región aplicaron una estrate-
gia de liberalización comercial de varios niveles desde lo regional, a lo
interregional y multilateral (Bianculli, 2017). De ahí, que esta intensa
actividad regional se complementó con la negociación de acuerdos co-
merciales Norte-Sur. En 1994, México marcó un hito con la firma del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Canadá
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 365

y Estados Unidos, y sentó un precedente para los posteriores acuerdos


bilaterales y multilaterales promovidos tanto por Estados Unidos como
por la Unión Europea (UE) en América Latina. Por un corto período de
tiempo, el llamado “Consenso de Washington” unió a las Américas bajo
un mismo modelo económico (neo-) liberal.
En 1994, durante la primera “Cumbre de la Américas” se lanzó el
proyecto de crear un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)
desde Alaska hasta Tierra del Fuego para el año 2005. El plazo previs-
to, finalmente no se cumplió ya que las negociaciones se paralizaron
precisamente en 2005 por la resistencia del MERCOSUR y los nuevos
gobiernos progresistas en América Latina. Ante este escenario adverso,
Estados Unidos promovió la firma de acuerdos comerciales bilaterales.
En 2003, avanzan las negociaciones para un acuerdo con Colombia,
Ecuador y Perú, creando así tensiones económicas y políticas dentro de
CAN y debilitando el bloque (con la salida de Venezuela en 2006). Estas
tensiones se acentúan con la creación de ALBA en 2004. Bajo el lideraz-
go de Hugo Chávez, ALBA surge como una opción radical y en directa
contestación al modelo de libre comercio promovido por Estados Uni-
dos. Por otro lado, después del once de septiembre de 2001 América
Latina había perdido centralidad para el gobierno estadounidense, que
concentró sus actividades en Medio Oriente y Asia Central. Además, en
esta década disminuyó el peso de este país en el comercio externo de la
región. Desde la perspectiva latinoamericana comenzó así un período
de mayor permisividad internacional (Urdínez et al., 2016).

4. EL PERIODO DEL AUGE DEL REGIONALISMO


LATINOAMERICANO
En este contexto permisivo, se intensificaron los esfuerzos hacia la
creación de lo que acabó siendo UNASUR. Los inicios del proyecto
sudamericano se remontan a la década de 1990, cuando, a partir de los
resultados positivos generados con el MERCOSUR, el gobierno bra-
sileño promovió la creación de un Área de Libre Comercio Sudame-
ricana (ALCSA) (Briceño-Ruiz, 2010). Finalmente, en 2000 se realizó
por primera vez una cumbre presidencial sudamericana (en Brasilia).
366 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

Cuatro años más tarde, en la tercera cumbre en Cuzco (Perú), se fundó


la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) que más adelante se
convertiría en UNASUR.
Por su lado, a comienzos del nuevo siglo, MERCOSUR sufre lo que
muchos catalogaron como una ‘crisis terminal’ producto, entre otros
factores, de la profunda crisis social, política y económica que eclosio-
na en Argentina en diciembre de 2001. Sin embargo, el MERCOSUR
ofreció el marco institucional para escenificar la alianza entre Argenti-
na y Brasil (Bianculli, 2022); luego reforzada con el llamado ‘Consenso
de Buenos Aires’ promovido por Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula
da Silva. Se trataba de reinterpretar las normas regionales existentes y
reorientar MERCOSUR hacia la participación política, el desarrollo y
las políticas sociales (el llamado ‘MERCOSUR social’). Estas tenden-
cias, aun manteniendo una marcada gobernanza intergubernamental,
se reforzarían durante la siguiente década en la región, especialmente en
América del Sur donde los gobiernos buscaban sustituir la primacía de
la agenda económica y comercial.
Las políticas sociales regionales en áreas como educación, género,
salud, empleo y migración simbolizan uno de los campos más activos
en estos años (ver, entre otros, Bianculli 2021, Bianculli y Ribeiro Hoff-
mann, 2016), sumándose así a la extensa red de acuerdos que la región
comienza a tejer ya a comienzos del siglo XX (Petersen y Schulz, 2018).
Sin embargo, persisten las diferencias entre las distintas organizaciones
regionales, y entre diferentes áreas de la agenda o la dimensión social del
regionalismo aun cuando los procesos de decisión son estrictamente in-
tergubernamentales como en el caso del MERCOSUR social (Bianculli,
2018).
Cuando finalmente, se establece en 2008, UNASUR es considerada
el proyecto de cooperación regional más prometedor de América del
Sur. UNASUR fue un proyecto brasileño (Gavião y Saraiva, 2019) que,
por un período de tiempo limitado y en cierta medida, coincidió con los
intereses del gobierno venezolano. Para Brasil, UNASUR fue un instru-
mento para delimitar una zona de influencia y una herramienta para su
proyección global como potencia regional emergente (Spektor, 2010).
Otros gobiernos se suman al proyecto de Brasil por distintas razones
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 367

y con distintos niveles de compromiso con la organización. El diseño


institucional de UNASUR permitió a los países miembros impulsar sus
agendas específicas de integración regional (Nolte y Comini, 2016). Los
12 consejos sectoriales de UNASUR promovieron la cooperación en im-
portantes áreas de política como la salud, la defensa y las inversiones en
infraestructura (Bragatti, 2019; Herrero y Tussie, 2015; Hoffmann, 2019;
Palestini y Agostinis, 2018). UNASUR inicialmente logró suplantar a
la OEA en lo que respecta a la mediación y resolución de conflictos en
América del Sur (Nolte, 2018). Al igual que la OEA, UNASUR contaba
con una cláusula democrática (desde noviembre de 2010), que preveía
sanciones en caso de ruptura o amenaza de ruptura del orden democrá-
tico.
Mientras que UNASUR representa a América del Sur, la CELAC,
creada en 2010 y formalmente establecida en 2011, sucede a procesos
más antiguos (como el Grupo de Río) y pretende representar los inte-
reses comunes de América Latina y el Caribe frente a terceros, como
en las cumbres UE-CELAC y en los foros China-CELAC. La creación
de CELAC fue el resultado de iniciativas brasileñas y mexicanas. Entre
2013 y 2017, los jefes de estado de la región se reunieron una vez al año,
sin la participación de Estados Unidos y Canadá. El nuevo foro regional
puede verse como un indicador de la mayor independencia de América
Latina. Algunos gobiernos latinoamericanos, pero no la mayoría, ven a
la CELAC como un proyecto para sustituir a la OEA.
El 6 de junio de 2012, Chile, Colombia, Perú y México —países que
ya tenían un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos— firmaron
el Acuerdo Marco de la AP en Antofagasta, Chile. La fundación de la
AP marcó un nuevo enfoque en los proyectos regionales y reveló fisu-
ras en el regionalismo latinoamericano (Nolte, 2021a). A diferencia de
UNASUR o CELAC, cuyas agendas son predominantemente políticas,
la AP tiene ante todo una orientación económica. El objetivo principal
de la AP es construir un área de integración económica profunda para
avanzar progresivamente hacia la libre circulación de bienes, servicios,
capitales y personas. La AP es la primera organización regional con un
fuerte componente interregional como lo ilustra la categoría de esta-
do asociado (los candidatos son Australia, Canadá, Nueva Zelanda, y
Singapur ya tiene este estatus). La orientación de la AP va más allá de
368 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

América Latina para promover el comercio, especialmente con Asia. Al


comienzo de 2022 tenía cuatro estados miembros, pero 61 estados ob-
servadores (de estos solamente 12 en América Latina). La AP fue un
proyecto lanzado por gobiernos políticamente afines en la tradición del
regionalismo abierto y de acuerdos de libre con comercio con Estados
Unidos. Proyectos como el SICA también mantuvieron el modelo de
integración adoptado en la década de 1990 basado en mercados abiertos
y liberalización comercial.
Comenzando con ALBA-TCP en 2004, y terminando con AP en
2012 durante los primeros 15 años del siglo XXI, América Latina produ-
jo un abanico de distintos proyectos regionales, articulados a partir de
objetivos diferentes y que, si bien compartían un marcado carácter in-
tergubernamental en lo que hace al proceso de toma de decisiones, estos
esquemas mostraron variación en sus trayectorias institucionales. El pa-
norama cambiante del regionalismo latinoamericano se ha reflejado en
los diversos conceptos utilizados para captar sus características básicas.
Mientras el “regionalismo abierto” fue el concepto clave para caracteri-
zar la década de 1990, el “regionalismo post hegemónico” (Riggirozzi y
Tussie, 2012) es el concepto más adecuado para describir los desarrollos
hasta mediados de la segunda década del nuevo milenio, porque capta
tanto la contestación del modelo de regionalismo preferido por Estados
Unidos como la pluralidad de modelos que coexisten en diferentes gru-
pos regionales (Briceño-Ruiz y Ribeiro Hoffmann, 2015). El resultado
es una arquitectura regional que se caracteriza por prácticas híbridas y
un creciente solapamiento en términos de miembros y/o agendas.

5. EL DECLIVE DEL REGIONALISMO


LATINOAMERICANO
El declive del regionalismo latinoamericano está estrechamente rela-
cionado con los factores estructurales mencionados al principio de este
capítulo. Después del fin del boom de las materias primas las economías
latinoamericanas tenían que ajustarse. En el periodo 2014-2019, la tasa
de crecimiento del PIB regional (0,4 %) fue la menor desde la década de
1950 (CEPAL, 2020: 8). Los gobiernos tenían menos recursos financie-
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 369

ros, la política doméstica dominaba en las agendas gubernamentales, al


mismo tiempo que aumentaba la dependencia de actores externos.
Paulatinamente, el gobierno de Estados Unidos volvió a comprome-
terse con América del Sur (por el tema de las migraciones siempre es-
tuvo comprometido con Centroamérica y México). Primero, el deterio-
ro económico, político y social en Venezuela tras la muerte de Chávez
volvió a poner a América del Sur en el radar del gobierno de Estados
Unidos. En marzo de 2015 el presidente Barack Obama firmó una or-
den ejecutiva que declaraba a Venezuela una amenaza para la seguridad
nacional de ese país. Durante la administración Trump, la creciente pre-
sencia económica de China en América Latina se percibió como una
amenaza directa a los intereses de los Estados Unidos. La región volvió
a ser un campo de batalla en una confrontación geopolítica global.
Por un lado, el creciente rol de actores como China, Rusia e India
en América Latina abrieron la puerta a diversificar y multiplicar las
relaciones económicas y políticas fuera de la región. Por otro lado, la
orientación más fuerte hacia el exterior de las economías nacionales, es-
pecialmente hacia Asia, actuó como una fuerza centrífuga con respecto
a la integración regional. De hecho, la agenda comercial regional gana
centralidad nuevamente y se promueven las relaciones económicas y
comerciales basadas en la flexibilidad y la apertura a los mercados inter-
nacionales. En este sentido, cabe mencionar la discusión de un conjunto
de iniciativas para promover la convergencia entre la AP y MERCO-
SUR, mientras que en América Central, Guatemala y Honduras estable-
cen una unión aduanera en 2017, y El Salvador adhiere un año después.
Los acuerdos comerciales intrarregionales compitieron con los
acuerdos de libre comercio interregionales en el marco de un “regio-
nalismo cruzado” (Garzón y Nolte, 2018). Un ejemplo de ello es la par-
ticipación de tres países latinoamericanos (Chile, México y Perú) en el
Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP por
sus siglas en inglés) firmado en 2018, al mismo tiempo que a partir de
2016, se reactiva la negociación del acuerdo entre la UE y MERCOSUR
después de su relanzamiento en 2010, finalizando en junio de 2019 con
un acuerdo de principio para un Acuerdo de Asociación (que incluye
la liberalización del comercio). En 2020, los bloques finalizan las nego-
370 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

ciaciones para un acuerdo político y de cooperación, pero después el


proceso se estanca nuevamente. A fines de 2022 aún no se había firma-
do el acuerdo para iniciar posteriormente el proceso de ratificación. El
acuerdo con el MERCOSUR se sumaría a los TLC firmados por la UE
con México en 1997 y Chile en 2002 (ambos en proceso de renegocia-
ción para su modernización), los países de América Central en 2012,
Colombia y Perú en 2012 (en tanto miembros de la CAN), al que Ecua-
dor se sumó mediante un Protocolo de Adhesión en 2016.
El alineamiento ideológico de los gobiernos también sirvió de im-
pulso para la creación y primer empuje de UNASUR. Sin embargo, esto
también implicaba el riesgo de que una mayor diversidad ideológica
pudiera afectar la cooperación. Según un estudio sobre la percepción
de UNASUR por parte de los actores políticos y sociales de Chile en
2012 y 2013, casi 60% de los encuestados identificaron la política y las
diferencias ideológicas como el mayor desafío de UNASUR (Oyarzún,
2017:188). Como resultado, UNASUR perdió impulso cuando las pre-
ferencias de los estados miembros comenzaron a divergir en cuanto a
los objetivos y el valor estratégico de la organización regional (Nolte y
Mijares, 2022).
La orientación cada vez más autoritaria del régimen venezolano des-
pués de la muerte de Chávez (2013) y el ascenso de Nicolás Maduro
coincidió con un giro a la derecha en varios países miembros importan-
tes de UNASUR como Argentina (2015), Brasil (2016) y Chile (2018).
También el nuevo presidente de Colombia Iván Duque (desde agosto
2018) fue más conservador que su antecesor Juan Manuel Santos (2010-
2018), y el nuevo presidente de Ecuador Lenin Moreno (2017-2021) se
distanció de la política exterior de su antecesor Rafael Correa (2007-
2017) muchas veces alineado con el régimen venezolano. Mientras que
este giro a la derecha reactivó la agenda comercial, también supuso la
desactivación de las agendas políticas en las que la construcción de con-
sensos era compleja —e incluso imposible— ante la fuerte polarización
política entre los gobiernos de la región, especialmente en América del
Sur. Además, desde mediados de la década no hubo un liderazgo para
consolidar o profundizar los procesos de integración en la región. Pri-
mero, los problemas políticos internos hicieron que el interés de Brasil
en UNASUR decayera (Nolte y Schenoni, 2021). Luego, los gobiernos
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 371

de derecha que llegaron al poder tras la destitución de Dilma Rousseff


en 2016 percibían a UNASUR como un proyecto de izquierda y veían
beneficios decrecientes en ser miembro (por no hablar de asumir un
papel de liderazgo).
En el caso de Venezuela, bajo Maduro, el proyecto ofensivo de
Chávez de usar UNASUR como trampolín para expandir la influencia
regional de Venezuela como potencia regional degeneró en un proyecto
defensivo para asegurar la supervivencia del régimen (Nolte, 2022). La
estrategia del gobierno venezolano se basó en dos pilares: primero, en
el ejercicio del poder de veto para ocupar el cargo de secretario general,
e idealmente promoviendo a alguien simpatizante del régimen; en se-
gundo lugar, en la neutralización de los organismos regionales indepen-
dientes de observación de elecciones, que fueron reemplazados por or-
ganismos políticamente controlados con poderes limitados o nulos para
monitorear las elecciones (Agostinis y Closa, 2022). El régimen hizo
una campaña activa para promover la creación del Consejo Electoral de
UNASUR en 2013 (Closa y Palestini, 2015) cuyos estatutos legitimaron
las “misiones de acompañamiento” que diluyen los estándares para el
monitoreo electoral porque “observar” implica más que “acompañar”.
Este último concepto restringe el mandato y la autonomía de una mi-
sión electoral (Planchuelo, 2017).
Cuando estaba finalizando el mandato de dos años de Ernesto Sam-
per (ya prorrogado por un breve período de transición) como secretario
general en enero de 2017, los países miembros de UNASUR no logra-
ron acordar un sucesor. El gobierno argentino asumió la presidencia
pro tempore de UNASUR en abril de 2017 y propuso un candidato ar-
gentino, José Octavio Bordón. La propuesta fue apoyada por otros seis
gobiernos (Brasil, Chile, Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay). El go-
bierno ecuatoriano también estaba dispuesto a apoyar a Bordón. Aun-
que Bordón fue el único candidato, Venezuela y Bolivia bloquearon su
candidatura (se decide por unanimidad). El gobierno venezolano temía
que el sucesor de Samper se convirtiera en otro Luis Almagro (Benzi y
Narea, 2019:61). En marzo de 2015, Almagro había sido elegido casi por
unanimidad como secretario general de la OEA, también con el voto de
Venezuela. Pero pronto se convirtió en uno de los críticos más vocales
del régimen venezolano.
372 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

Quince meses después de que concluyera el mandato de Samper, en


abril de 2018, los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Para-
guay y Perú suspendieron su participación en UNASUR, y en marzo de
2019 a iniciativa de Colombia y Chile siete presidentes sudamericanos
(Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú) firma-
ron la Declaración de Santiago que dio vida a un nuevo foro regional
bautizado como PROSUR. Posteriormente, los mismos países anun-
ciaron y formalizaron (excepto Perú) su retiro de UNASUR. En marzo
de 2020 el nuevo gobierno uruguayo también anunció su retirada de
UNASUR.
PROSUR no reemplazó a UNASUR, porque sus fundadores no vie-
ron el foro como un sucesor. PROSUR no es una organización regional
basada en un tratado, sino un foro regional, y no tiene secretariado. Su
creación estuvo acompañada de una reducción del número de miem-
bros, temas y mandatos de cooperación. Si se compara la actividad de
UNASUR en sus mejores años con la producción de PROSUR, el nuevo
foro regional no parece haber despegado. Se celebraron seis reuniones
presidenciales hasta marzo de 2021, en su mayoría de manera virtual.
Según el entonces presidente chileno Sebastián Piñera, UNASUR fra-
casó por su exceso de “ideologismo”. Pero PROSUR también es un pro-
yecto con un sesgo ideológico, que se refleja en las resoluciones del foro.
Luego de las violentas protestas sociales y políticas en Chile, Colombia y
Ecuador, los presidentes de los países miembros de PROSUR apoyaron
a los respectivos gobiernos con declaraciones conjuntas. Como proyec-
to interpresidencial PROSUR estaba sujeto a los mismos riesgos que en-
frentó UNASUR: cambios de gobiernos y polarización ideológica como
factores que pueden debilitar el foro. Eso quedó claramente demostrado
en el caso de Argentina con el cambio de gobierno de Macri a Alberto
Fernández, ya que el gobierno argentino dejó de participar en PROSUR.
Asimismo, a poco tiempo de asumir el cargo, con una nota formal el
nuevo gobierno de Gabriel Boric suspendió la participación de Chile en
PROSUR (abril 2022).
UNASUR no fue la única víctima de la polarización política entre los
gobiernos de los estados miembros. Otro caso ilustrativo es la crisis de
la CELAC. Sólo 10 presidentes asistieron a la cumbre presidencial que se
realizó en enero de 2017, en República Dominicana. No hubo cumbres
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 373

presidenciales de CELAC en 2018, 2019 y 2020. Ningún miembro deseó


asumir la presidencia pro tempore de CELAC en 2018. Por eso, el go-
bierno de El Salvador (presidencia pro tempore en 2017) se vio obligado
a presidirla un año más de lo previsto.
Paralelamente a la parálisis y desintegración de CELAC y UNASUR
se produjo una proliferación de agrupaciones ad hoc —especialmen-
te en el contexto de la crisis en Venezuela— como el Grupo de Lima,
creado en 2017 y ya no activo. Por la temporalidad y transitoriedad
de las organizaciones y foros regionales, sus decisiones han sido poco
vinculantes o insignificantes. En consecuencia, el sistema multilateral
latinoamericano se ha vuelto muy inestable y cada vez menos institu-
cionalizado. Para capturar analíticamente esta nueva configuración del
regionalismo latinoamericano Mariano, Nitsch y Luciano (2021) intro-
dujeron el concepto del “regionalismo líquido” que se caracteriza por el
bajo compromiso de los gobiernos y por normas y estructuras regiona-
les volátiles y cambiantes. Lo que conduce a un círculo vicioso con cada
vez menos compromisos regionales y estructuras más ligeras y flexibles.

6. REGIONALISMO Y PANDEMIA
En este estado fluido del regionalismo, América Latina enfrentó la
pandemia de COVID-19 que llegó en un momento de gran vulnerabi-
lidad de las economías latinoamericanas. En su mayoría ya estaban en
recesión o con bajas tasas de crecimiento en 2019. Con la crisis pandé-
mica de 2020, el comercio intrarregional se desplomó más que el comer-
cio extrarregional y tocó fondo. En 2021 las exportaciones de la región
se recuperaron, principalmente por el aumento de las exportaciones a
Asia, en particular China, y por el alza de los precios de materias primas
que exporta la región. El comercio intrarregional también ha mejorado
(especialmente en el sector manufacturero), alcanzando en 2021, según
cifras recientes, el 13 % del comercio total. Sin embargo, persiste un bajo
nivel de interdependencia económica (como base para la integración
económica) y una fuerte dependencia de las exportaciones e importa-
ciones desde fuera de la región.
374 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

Las organizaciones regionales latinoamericanas estaban mal pre-


paradas para responder al estrés pandémico (Nolte y Weiffen, 2021a;
2021b). La única organización que representaba a toda América Latina
y el Caribe (CELAC) y la única organización que incluía a todos los paí-
ses de América del Sur (UNASUR) o estaban paralizadas o en proceso
de desintegración. Junto con UNASUR, el Consejo de Salud Surame-
ricano también había desaparecido, afectando directamente la capaci-
dad de América del Sur para hacer frente a la crisis de la COVID-19 y
provocando una fragmentación subregional (Agostinis, 2021). El MER-
COSUR Salud también se vio paralizado por la falta de acuerdo entre
los socios, especialmente entre Argentina y Brasil. Esto no impidió la
selección de centros para desarrollar vacunas de ARNm contra la CO-
VID-19 en estos dos países por parte de OPS, o la producción conjunta
entre Argentina y México. De todas formas, contrasta con los planes de
actuación y respuesta a la gripe pandémica de H1N1 —reconocidos por
la Organización Mundial de la Salud— e incluso con las iniciativas de
negociación conjunta de precios de medicamentos de alto costo ya im-
plementadas (Bianculli, Ribeiro Hoffmann y Nascimento, 2022).
Además, faltaba un liderazgo regional. Ni Brasil ni México han sido
un modelo para hacer frente a la pandemia de la COVID-19. México en
el marco de la presidencia pro tempore de CELAC al menos ha tratado
de poner el tema en la agenda del debate latinoamericano. Por el con-
trario, Brasil ha renunciado a todo reclamo de liderazgo en el tema de la
pandemia en la agenda regional.
La pandemia ha expuesto la dependencia de América Latina del
extranjero de suministros médicos y de vacunas (CEPAL, 2021b) y la
debilidad de las organizaciones regionales. Solo unas pocas organiza-
ciones regionales latinoamericanas han respondido a la COVID-19 de
acuerdo con sus capacidades y mandatos de acción. SICA y CARICOM
tuvieron un buen desempeño durante la pandemia (Parthenay, 2021;
Ruano y Saltalamacchia, 2021). Ambas organizaciones se revitalizaron
en la crisis. En el contexto de las limitadas posibilidades, la CELAC tam-
bién actuó sorprendentemente bien; la reacción a la crisis podría inclu-
so haberla ayudado a sobrevivir (Ruano y Saltalamacchia, 2021). Las
respuestas a la pandemia fueron menos convincentes en los casos de
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 375

MERCOSUR (Loss de Araujo y Neves, 2021), PROSUR, la Comunidad


Andina y la AP.
Agostinis y Parthenay (2021) afirman que los “modos de gobernanza
regional de salud” importan. De hecho, varios estudios de caso señalan
la importancia de una secretaría general activa para generar consen-
sos y hacer propuestas técnicas en respuesta a la pandemia (Parthenay,
2021; Ruano y Saltalamacchia, 2021). En SICA y CARICOM, existían
instituciones regionales de salud (o el know-how institucional) antes
del estallido de la pandemia como en el caso del Comité de Ministros
de Salud de Centroamérica (COMISCA). Además, SICA y CARICOM
han aprendido a cooperar en la recaudación de fondos y canalizar esa
financiación externa.

7. TRANSFORMACIÓN Y NUEVOS DESAFÍOS DEL


REGIONALISMO LATINOAMERICANO
A pesar de las crisis y los grandes desafíos del siglo XXI, el regiona-
lismo latinoamericano ha mostrado una gran resiliencia, como lo ha
hecho en el pasado (Rivarola, Puntigliano y Briceño-Ruiz, 2013). La
desintegración, como en el caso de UNASUR, es la excepción, las or-
ganizaciones regionales generalmente sobreviven a las crisis (Agostinis
y Nolte 2021) y organizaciones inactivas pueden reactivarse, como en
el caso de CELAC. En todo caso, las organizaciones regionales pueden
evidenciar diferentes patrones de cambio institucional en función de
cómo los intereses de los estados interactúan con determinadas confi-
guraciones ideológicas e institucionales en un momento determinado
(Bianculli, 2022).
Al comienzo de la tercera década del siglo XXI el regionalismo la-
tinoamericano se encuentra en una fase de transformación empujado
tanto por cambios en el sistema internacional como por una reorienta-
ción de importantes actores regionales. Como en momentos anteriores,
cambios de gobierno han afectado la dinámica y el contenido de la coo-
peración regional. Esto ha sido particularmente evidente en los casos de
Brasil, México y Argentina. Durante la presidencia de Jair Bolsonaro,
Brasil ha renunciado a cualquier pretensión de liderazgo en América
376 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

Latina, mientras que Argentina ha promovido un realineamiento de su


política regional con la salida del Grupo de Lima y de PROSUR, una
mayor cooperación con México en el marco de CELAC, así como la
reactivación, por ejemplo, de la Conferencia Sudamericana de Migra-
ciones.
México ha utilizado la presidencia pro tempore de la CELAC en
2020 y 2021 para revivir este foro regional hasta entonces paralizado. En
septiembre 2021 se organizó la primera cumbre presidencial después un
receso de tres años. Sin embargo, la administración Bolsonaro decidió
suspender su participación en la CELAC con referencia al protagonis-
mo de regímenes no democráticos como Venezuela, Cuba, y Nicaragua
en el foro. La no participación de Brasil sin duda no ha afectado a la
CELAC que pretende representar a toda América Latina. Pero mostró el
creciente aislamiento de Brasil en América Latina.
A diferencia de CELAC, la AP ha perdido protagonismo, por un
lado, debido a los problemas de política doméstica en Colombia, Chile y
Perú, por otro lado, debido al menor interés y compromiso del gobierno
mexicano con la AP, anteriormente su principal vínculo con América
del Sur. De todas maneras, la AP sigue activa. En julio de 2021 concluyó
las negociaciones con Singapur para un Acuerdo de Libre Comercio,
convirtiéndose así en el primer estado asociado de la AP, y reforzando
los vínculos comerciales con Asia.
Aunque el MERCOSUR celebró su trigésimo aniversario en 2021,
no hubo un verdadero ambiente de fiesta. Uruguay intenta romper
el corsé de las negociaciones comerciales conjuntas mientras que, al
mismo tiempo, quiere negociar bilateralmente por su cuenta. En sep-
tiembre 2021, el gobierno uruguayo anunció avanzar con un estudio
de prefactibilidad para un acuerdo de libre comercio con China. Brasil
propuso una reducción significativa de los aranceles externos comunes,
y con Uruguay estaba a favor de una flexibilización del MERCOSUR.
Las ideas divergentes sobre el futuro del MERCOSUR albergan un po-
tencial de conflicto y podrían intensificar las fuerzas centrífugas en la
organización regional.
La guerra en Ucrania aumentó la presión sobre los estados latinoa-
mericanos para posicionarse en la política internacional y reveló su des-
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 377

unión. El impacto económico varía según los productos básicos que los
países importan o exportan. Pero en general se puede esperar un mayor
nivel de inflación y un aumento en las tasas de interés. Esto en el contex-
to de que los pronósticos de crecimiento económico para América Lati-
na en 2022 y 2023 eran desfavorables incluso antes de la invasión rusa.
Al principio, en la ONU la mayoría de los gobiernos latinoamerica-
nos ha adoptado una postura clara ante la agresión rusa que, sin embar-
go, exhibió matices con el tiempo con un número creciente de absten-
ciones en las votaciones de la Asamblea General. No existe una posición
común de los países latinoamericano. Por eso, ni una sola organización
regional latinoamericana ha emitido una declaración sobre la guerra.
Junto a los aliados latinoamericanos, Cuba, Nicaragua y Venezuela, hay
gobiernos que buscan una tercera vía (como Argentina, Brasil y Méxi-
co), equidistantes de las partes en conflicto y ambivalentes sobre los va-
lores que pretenden defender en la política internacional. Donde hubo
resoluciones sobre la guerra en Ucrania y Rusia fue en la OEA. Cuando
el 21 abril la OEA suspendió Rusia como observador permanente hubo
8 abstenciones (incluyendo Argentina, Brasil, y México). Sin embargo,
en las Naciones Unidas, estos tres países han acompañado decisiones
y resoluciones críticas de Rusia (ver, por ejemplo, Sanahuja, Stefanoni
y Verdes-Montenegro, 2022). En el contexto de la nueva “guerra fría”
comercial entre Estados Unidos y China, se ha difundido y discutido
la idea de un no-alineamiento activo de América Latina en la política
internacional tomando una posición equidistante de Washington y de
Beijing (Fortin, Heine y Ominami, 2021). La idea se ha debatido nueva-
mente en el marco del conflicto actual sobre Ucrania entre Estados Uni-
dos y Europa, por un lado, y Rusia, por otro. Pero, probablemente, esta
estrategia no sea viable para América Latina por la falta de consenso
entre los gobiernos latinoamericanos y de instituciones regionales para
articular una posición común.

8. PERSPECTIVAS A FUTURO
América Latina está perdiendo “gravitación política” en la política
internacional (Actis y Malacalza, 2021) y corre el riesgo de volverse cada
378 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

vez más irrelevante (Schenoni y Malamud, 2021). Sin embargo, el hecho


de que la región juegue un papel marginal en la política internacional no
la protege de pandemias, de los altibajos de la economía mundial y de la
interferencia de actores externos. Al contrario, la hace más vulnerable.
Por esta razón, América Latina necesita instituciones regionales fuertes.
En los próximos años, la prioridad será consolidar las organizaciones
regionales existentes y fortalecer las redes transnacionales para promo-
ver políticas públicas para la región. El regionalismo latinoamericano
debe avanzar hacia una mayor regionalización económica y ampliar su
alcance regulatorio (también más allá de la economía).
La salida de una densa red de regulaciones podría ser más difícil y
producir más costos que la salida de una organización regional que toma
decisiones no vinculantes. Dichas redes pueden conformar esquemas de
gobernanza regulatoria regional basados en organizaciones regionales
(e internacionales) o bien en redes transnacionales impulsadas por aso-
ciaciones empresariales regionales y ONGs (Jordana y Levi-Faur, 2014)
con variaciones en su diseño institucional según sectores de políticas
públicas (Bianculli, 2021).
La CEPAL (2021a) propone revitalizar la integración económica re-
gional. Cabe mencionar que la ciudadanía todavía apoya ampliamen-
te los procesos de integración económica regional (según Latinoba-
rómetro más que 70 % en el periodo 2009-2020; INTAL, 2022) pero
mucho menos la integración política (solamente 53 % en 2018; Barral
et al., 2020). El comercio intrarregional puede ayudar a reducir la de-
pendencia de las exportaciones de materias primas, ya que incluye más
productos industriales. Además, más empresas, especialmente peque-
ñas y medianas empresas, están involucradas en exportar a mercados
regionales. Por eso, es necesario superar la fragmentación del espacio
económico regional promoviendo la convergencia y armonizando las
reglas comerciales entre las distintas agrupaciones regionales para al-
canzar una integración profunda (Fuentes-Sosa, 2022). En vista de los
avances en el desmantelamiento de aranceles, se debe hacer énfasis en
temas no arancelarios como la armonización o reconocimiento mutuo
de normas técnicas, sanitarias y fitosanitarias, algunas áreas sobre las
que el MERCOSUR, por ejemplo, ha avanzado. Además, la acumula-
ción de las reglas de origen sería un requisito previo para promover el
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 379

comercio intraindustrial y la formación de cadenas de valor regionales.


La CEPAL (2021a) también aboga por la convergencia de las medidas
de facilitación del comercio, la cooperación en temas digitales (incluido
el comercio digital) y la mejora de la infraestructura regional de trans-
porte y logística.
El ADN del regionalismo latinoamericano no cambiará. Seguirá
siendo intergubernamental e interpresidencial. Por lo tanto, las accio-
nes o no acciones presidenciales siguen siendo el talón de Aquiles de la
cooperación regional. Debido a que el interpresidencialismo ha contri-
buido a la crisis del regionalismo latinoamericano, se debe considerar
cómo las organizaciones regionales pueden blindarse en cierta medida
contra el desbordamiento de los conflictos entre los presidentes.
En vista de los déficits de las instituciones regionales existentes, pero
también de las experiencias durante la pandemia, varios autores han
propuesto recientemente buscar un enfoque más técnico-funcional de
la cooperación regional (Actis y Malacalza, 2021; Tussie, 2021). Tal en-
foque podría facilitar la cooperación entre gobiernos ideológicamente
opuestos en ciertos campos políticos, pero excluye otras áreas políticas
como la protección de los derechos humanos y la promoción de la de-
mocracia. También podría ser más fácil para los actores de la sociedad
civil trabajar con organizaciones sectoriales de orientación técnica. Un
enfoque más técnico de la cooperación regional también fortalecería
el papel de los bancos de desarrollo como el Banco de Desarrollo de
América Latina (CAF) o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)
como “orquestadores” (Palestini, 2020) de iniciativas regionales. El fac-
tor técnico o funcional es un elemento relevante de los proyectos de in-
tegración si bien es de prever que el balance entre lo técnico y lo político
varíe en función del sector o área de política, del grado de avance en los
compromisos y del nivel o arena de negociación (Bianculli, 2021). La
diferenciación funcional de la cooperación regional en el marco de un
“multilateralismo técnico-científico” (Legler, 2021) o “regionalismo de
bajo perfil” (Nolte, 2021b) conducirá a una estructura de gobernanza
regional más compleja, pero posiblemente más sólida.
380 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

9. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Actis, E. y Malacalza, B. (2021). “Las políticas exteriores de América Latina en tiempos
de autonomía líquida”. Nueva Sociedad, (291), 114-126.
Agostinis, G. (2021). “COVID-19, the Crisis of South American Regionalism, and the
Relevance of Regional Institutions for Global Health Governance”. International
Studies Review, 23(2), 316-321.
Agostinis, G. y Closa, C. (2022). “Democracies’ support for illiberal regimes through
sovereignty-protective regional institutions: the case of UNASUR’s electoral accom-
paniment missions”. European Journal of International Relations, 28(2), 417-443.
Agostinis, G. y Nolte, D. (2022). “Resilience to crisis and resistance to change: a compa-
rative analysis of the determinants of crisis outcomes in Latin American regional or-
ganisations”. International Relations. Disponible en: https://journals.sagepub.com/
doi/full/10.1177/00471178211067366
Agostinis, G. y Parthenay, K. (2021). “Exploring the determinants of regional health go-
vernance modes in the Global South: A comparative analysis of Central and South
America”. Review of International Studies, 47(4), 399-421.
Alvarez, M. V. (2021). “A Theory of Hegemonic Stability in South American Regiona-
lism? Evidence from the Case of Brazil in UNASUR and Venezuela in ALBA”. Con-
texto Internacional, 43(1), 5-76.
Baracaldo, D. y Chenou, J.-M. (2019). “Regionalism and presidential ideology in the cu-
rrent wave of Latin American integration”. International Area Studies Review, 22(1),
41-63.
Barral Verna, Á; Basco, A. I. y Garnero, P. (2020). Entre luces y eclipses: La opinión de los
latinoamericanos sobre democracia, instituciones e integración regional. Washington
D.C.; Banco Interamericano de Desarrollo (Nota técnica del BID; 1906).
Benzi, D. y Narea, M. (2019). “El regionalismo suramericano después del ‘giro a la iz-
quierda’. Balance y perspectivas de la UNASUR”. En J. Briceño-Ruiz, J. Leal, A. Ro-
cha Valencia y M. Serna Forcheri (Eds.), La integración latinoamericana en debate:
incertidumbre, formatos institucionales fragmentados y caminos alternativos latentes
(47-68). Buenos Aires: Editorial Teseo.
Bianculli, A. C. (2022). “Regionalism and Regional Organizations. Exploring the Dy-
namics of Institutional Development and Change in Latin America”. Journal of
International Relations and Development, 25, 556-581. Disponible en: https://doi.
org/10.1057/s41268-022-00253-3
Bianculli, A. C. (2021). “América Latina, regionalismo, COVID-19 ¿y después?” Pensa-
miento Iberoamericano: ‘La Iberoamérica que queremos’, 11, 60-68.
Bianculli, A. C. (2021). Regionalismo e integración regional en América Latina. El MER-
COSUR: ¿un “nuevo” espacio para la regulación social? Fundación Carolina, Docu-
mento de Trabajo N.º 42.
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 381

Bianculli, A. C. (2021). “Regulatory Cooperation in International Relations, en Oxford


Research Encyclopedia of International Studies”. Oxford: Oxford University Press.
Disponible en: 10.1093/acrefore/9780190846626.013.658
Bianculli, A. C. (2020). “Politicization and Regional Integration in Latin America: Im-
plications for EU-MERCOSUR Negotiations?”. Politics and Governance, 8(1), 254-
265. Disponible en: http://dx.doi.org/10.17645/pag.v8i1.2598
Bianculli, A. C. (2018). “From Free Market to Social Policies? Mapping Regulatory Coo-
peration in Education and Health in MERCOSUR”. Global Social Policy, 18(3), 249-
266. Disponible en: doi.org/10.1177/1468018118780085
Bianculli, A. C. (2017). Negotiating Trade Liberalization in Argentina and Chile: When
Policy Creates Politics. Nueva York: Routledge.
Bianculli, A. C., Ribeiro Hoffmann, A. y Nascimento. B. (2022). “Institutional Overlap
and Access to Medicines in MERCOSUR and UNASUR (2008-2018). Cooperation
before the Collapse?”. Global Public Health, 17(3), 363-376. Disponible en: https://
doi.org/10.1080/17441692.2020.1867879
Bianculli, A. C. y Ribeiro Hoffmann, A. (Eds.) (2016). Regional Organizations and So-
cial Policy in Europe and Latin America. A Space for Social Citizenship? Basingstoke:
Palgrave Macmillan.
Bown, C. P., Lederman, D., Pienknagura S. y Robertson, R. (2017). Better Neighbors:
Toward a Renewal of Economic Integration in Latin America. Washington, DC:
World Bank.
Bragatti, M. C. (2019). “Ten years of the South American Defense Council: Regional
international Security architecture”. Geopolítica(s). Revista de estudios sobre espacio
y poder, 10(1), 69-86.
Briceño-Ruiz, J. (2010). “From the South American Free Trade Area to the Union of
South American Nations: The Transformations of a Rising Regional Process”. Latin
American Policy 1(2), 208-229.
Briceño-Ruiz, J. y Ribeiro Hoffmann, A. (2015). “Post-hegemonic regionalism, UNA-
SUR, and the reconfiguration of regional cooperation in South America”. Canadian
Journal of Latin American and Caribbean Studies, 40(1), 48-62.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2020). Informe sobre
el impacto económico en América Latina y el Caribe de la enfermedad por coronavirus
(COVID-19). Santiago de Chile: CEPAL.
CEPAL (2021a) Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe,
2020 (LC/PUB.2020/21-P). Santiago de Chile: CEPAL.
CEPAL (2021b). Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe,
2021 (LC/PUB.2021/14-P/Rev.1). Santiago de Chile: CEPAL.
CEPAL (2021c). Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe
2021 Presentación de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL. Santiago de
Chile, 7 de diciembre de 2021.
382 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

Closa, C. y Casini, L. (2016). Comparative Regional Integration. Cambridge: Cambridge


University Press.
Closa, C. y Palestini, S. (2015). Between democratic protection and Self-defense: The case
of UNASUR and Venezuela. EUI Working Paper RSCAS 2015/93. Florencia: Euro-
pean University Institute.
Flemes, D. y Wehner, L. (2015). “Drivers of strategic contestation: The case of South
America”. International Politics. 52(2), 163-177.
Fortin, C., Heine, J. y Ominami, C. (Eds.). (2021). El no alineamiento activo y América
Latina: Una doctrina para el nuevo siglo. Santiago de Chile: Editorial Catalonia.
Fuentes-Sosa, N. M. (2022). Deep Integration in Latin American Trade Agreements. Nue-
va York: Routledge.
Garzón, J. y Nolte, D. (2018). The new minilateralism in regional economic governan-
ce: Crossregionalism and the Pacific Alliance. En P. Riggirozzi y C. Wylde (Eds.),
Handbook of South American Governance (pp. 173-189). Londres y Nueva York:
Routledge.
Gavião, L. y Saraiva Gomes, M. (2019). “América del Sur en la Política Exterior Brasileña
de Lula Da Silva”. América Latina Hoy, 82, 63-83.
Herrero, M. B. y Tussie, D. (2015). “UNASUR health: A quiet revolution in health diplo-
macy in South America”. Global Social Policy, 15(3), 261-277.
Herz, M. (2011). The Organization of American States (OAS). Nueva York: Routledge.
Hoffmann, A. M. (2019). Regional governance and policymaking in South America.
Cham: Palgrave Macmillan.
Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL). 2022. La voz la-
tinoamericana: percepciones sobre integración regional y comercio. Buenos Aires:
INTAL.
Jordana, J. y Levi-Faur, D. (2014). “Regional integration and transnational regulatory
regimes”. En L. Bruszt y G. A. McDermott (Eds.), Leveling the playing field: Transna-
tional regulatory integration and development (271-294). Oxford: Oxford University
Press.
Legler, T. (2021). “Presidentes y orquestadores: la gobernanza de la pandemia de CO-
VID-19 en las Américas”. Foro Internacional, 61(2), 333-385.
Loss de Araujo, F. y Neves, B. (2021). “Regionalismo, crise venezuelana e a pandemia
do COVID-19: o impacto da fragmentação regional no cenário atual (2013-2020)”.
Cojuntura Austral, 12(58), 19-37.
Malamud, A. (2005). “Presidential Diplomacy and the Institutional Underpinnings of
MERCOSUR: An Empirical Examination”. Latin American Research Review, 40(1),
138-164.
Mariano, K., Nitsch, R. y Luciano, B. T. (2021). “Liquid Regionalism: a typology for
regionalism in the Americas”. Revista Brasileira de Política Internacional, 64(2). Dis-
ponible en: https://doi.org/10.1590/0034-7329202100204
Auge y declive del regionalismo latinoamericano 383

Mijares Chacón, V. M. y Nolte, D. (2018). “Regionalismo posthegemónico en crisis ¿Por


qué la Unasur se desintegra?”. Foreign Affairs Latinoamérica, 18(3), 105-112.
Morales Ruvalcaba, D. (2020). “Neopresidentialism and the hierarchy of power in Latin
American Integration: UNASUR as a case study”. Estudios Internacionales, 197, 39-
68.
Nolte, D. (2018). “Costs and Benefits of Overlapping Regional Organizations in Latin
America: The Case of OAS and UNASUR”. Latin American Politics and Society,
60(1), 128-153.
Nolte, D. (2021a). “The Pacific Alliance: regionalism without stress?”. En D. Nolte y B.
Weiffen (Eds.), Regionalism Under Stress: Europe and Latin America in Comparative
Perspective (150-168). Londres y Nueva York: Routledge.
Nolte, D. (2021b). “From the summits to the plains: The crisis of Latin American Regio-
nalism”. Latin American Policy, 12(1), 181-192.
Nolte, D. (2022). “From UNASUR to PROSUR. Institutional Challenges to Consolida-
te Regional Cooperation”. En M. Deciancio y C. Quiliconi (Eds.), South American
Cooperation: Regional and International Challenges in the Post-Pandemic (113-129).
Nueva York: Routledge.
Nolte, D. y Comini, N. (2016). “UNASUR: Regional Pluralism as a Strategic Outcome”.
Contexto Internacional, 38(2), 545-565.
Nolte, D. y Mijares. V. M. (2022). “UNASUR: An eclectic analytical perspective of its
disintegration”. Colombia Internacional, 111, 83-109.
Nolte, D. y Schenoni, L. L. (2021). “To lead or not to lead: regional powers and regional
leadership”. International Politics. Disponible en: https://doi.org/10.1057/s41311-
021-00355-8
Nolte, D. y Weiffen, B. (2021). “How regional organizations cope with recurrent stress:
the case of South America”. Revista Brasileira de Política Internacional, 64(2). Dispo-
nible en: https://www.scielo.br/j/rbpi/a/hkwsMcqM8mmqzswwFbVzHTv/
Nolte, D. y Weiffen, B. (Eds.). (2021). Regionalism Under Stress: Europe and Latin Ame-
rica in Comparative Perspective. Londres y Nueva York: Routledge.
Oyarzún, L. (2017). “Chile en la UNASUR: Percepciones de actores clave sobre la orga-
nización”. Estudios Internacionales, 188, 9-36.
Palestini, S. (2020). “Orchestrating regionalism: The Interamerican Development Bank
and the Central American Electric System”. Review of Policy Research. Disponible
en: https://doi.org/10.1111/ropr.12389
Palestini, S. y Agostinis, G. (2018). “Constructing regionalism in South America: The
cases of sectoral cooperation on transport infrastructure and energy”. Journal of In-
ternational Relations and Development, 21(1), 46-74.
Parthenay, K. (2021). “Aliarse (regionalmente) contra la COVID-19”. Foro Internacional,
61(244), 387-426.
Petersen, M., y Schulz, C.-A. (2018). “Setting the regional agenda: A critique of posthe-
gemonic regionalism”. Latin American Politics and Society, 60(1), 102-127.
384 Andrea C. Bianculli - Detlef Nolte

Planchuelo, V. C. P. (2017). “La “observación” electoral de la OEA vs. el “acompañamien-


to” de UNASUR en las recientes elecciones de Venezuela”. América Latina Hoy, 75,
127-148.
Quiliconi, C. y Rivera Rhon, R. (2019). “Ideología y liderazgo en la cooperación re-
gional: Los casos del Consejo Suramericano de defensa y el Consejo Suramericano
sobre el problema mundial de las Drogas en Unasur”. Revista Uruguaya de Ciencia
Política, 28(1), 219-248.
Riggirozzi, P., y Tussie, D. (Eds.). (2012). The Rise of Post-Hegemonic Regionalism. Dor-
drecht: Springer.
Rivarola Puntigliano, A. y Briceño-Ruiz, J. (Eds.). (2013). Resilience of regionalism in La-
tin America and the Caribbean. Development and autonomy. Basingstoke: Palgrave.
Ruano, L. y Saltalamacchia, N. (2021). “Latin American and Caribbean regionalism du-
ring the COVID-19 pandemic: Saved by functionalism?“. The International Specta-
tor, 56(2), 93-113.
Sanahuja, J. A. (2008). “Del regionalismo abierto al regionalismo posliberal. Crisis y
cambio en la integración regional en América Latina”. En L. Martínez, A. Lázaro
Peña y M. Vázquez (Coord.), Anuario de la Integración Regional de América Latina
y el Gran Caribe, 7. Buenos Aires, Argentina: CRIES, 11-54.
Sanahuja, J. A., Stefanoni, P y Verdes-Montenegro Escanez, F. J. (2022). América Latina
frente al 24-F ucraniano: entre la tradición diplomática y las tensiones políticas. Ma-
drid; Fundación Carolina (Documento de trabajo; nº 62).
Schenoni, L. L. y Malamud, A. (2021). “Sobre la creciente irrelevancia de América Lati-
na”. Nueva Sociedad, 291, 66-79.
Spandler, K. y Söderbaum, F. (2019). Why Cooperate? National Sovereignty Understan-
dings and Regionalism [Comunicación en Congreso]. Fifth Joint Nordic Conference
on Development Research. Copenhagen.
Spektor, M. 2010. “Brazil: The Underlying Ideas of Regional Politics”. En D. Flemes (Ed.),
Regional Leadership in the Global System: Ideas, Interests and Strategies of Regional
Powers (191-204). Farnham: Ashgate.
Tussie, D. (2021). “No Alineamiento Activo (NAA) y regionalismo Post Hegemónico:
traslapes e intersecciones”. En C. Fortin, J. Heine y C. Ominami (Eds.), El no alinea-
miento activo y América Latina: Una doctrina para el nuevo siglo (283-301). Santiago
de Chile: Editorial Catalonia.
Urdínez, F., Mouron, F., Schenoni, L. y Oliveira, A. (2016). “Chinese Economic Statecra-
ft and US Hegemony in Latin America: An Empirical Analysis, 2003-2014”. Latin
American Politics and Society, 58(4), 3-30.

También podría gustarte