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Psicología para Todos. (Blanca Pelayo)

Este documento explica la importancia de la autoestima y cómo se forma desde la infancia. Las personas con baja autoestima tienden a recibir mensajes negativos de sus padres que los hacen sentirse no valiosos. Esto lleva a un monólogo interno negativo y a depender de la aprobación de los demás. Las personas con baja autoestima también tienden a ser pesimistas, dudar de sí mismas y ser muy críticas consigo mismas cuando tienen fracasos.
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Psicología para Todos. (Blanca Pelayo)

Este documento explica la importancia de la autoestima y cómo se forma desde la infancia. Las personas con baja autoestima tienden a recibir mensajes negativos de sus padres que los hacen sentirse no valiosos. Esto lleva a un monólogo interno negativo y a depender de la aprobación de los demás. Las personas con baja autoestima también tienden a ser pesimistas, dudar de sí mismas y ser muy críticas consigo mismas cuando tienen fracasos.
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P S I C O L O G Í A PA R A T O D O S

Conoce las respuestas a las


preguntas que siempre te has hecho sobre el comportamiento humano

Blanca Pelayo

Editorial Trazo
Copyright © 2021 Blanca Eugenia Pelayo Gutiérrez

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra —incluido el diseño tipográfico y de portada—, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin
el consentimiento por escrito del editor.

www.editorialtrazo.com
CONTENTS

Title Page
Copyright
Introducción
¿Qué piensas cuando te miras en el espejo?
No dejes para mañana...
Cómo expresar lo que sientes
¿El estrés te está enfermando?
Que la furia no te domine
¿Eres un “workaholic”?
¿Qué sentido tiene mi vida?
La familia multiproblemática
Ponte en los zapatos del otro
“¡Mamá, ya no quiero ir a clases!”
¿Tu relación de pareja es un infierno?
El significado de tus sueños
Neurosis dominical
Primero yo, después yo, y al último yo
¿Tu mente te enferma?
Herramientas para controlar el enojo
Cómo manejar las emociones
El efecto de la sombra
Ghosting
Cómo hablar de sexualidad con los niños
¿A qué le temes?
Adicción al “celular”
Lo que debes saber sobre el autismo
Condicionados para gastar
Psicología del color
¿Son reales los mensajes subliminales?
La verdad detrás de la hipnosis
La primera impresión... ¿es la que cuenta?
¿Qué tan prejuicioso eres?
Simples testigos
¿Sobreestimas tus capacidades?
Crisis psicológica en tiempos de pandemia
Notas
La autora
INTRODUCCIÓN

¿Q uéanimales
es lo primero que viene a tu mente cuando escuchas hablar de psicología? ¿Alguien que experimenta con
en un laboratorio? ¿Una persona con bata blanca que trata a enfermos en un hospital psiquiátrico?
¿Un hombre con lentes y barba que “psicoanaliza” a pacientes recostados en un diván? ¿Un charlatán que lee la
mente para intentar manipularla?
La psicología es, sin duda, una de las ciencias que más despierta la curiosidad entre la gente. Y aunque muchos
de los conceptos y términos empleados en el ámbito psicológico son cada vez más comunes en la cultura cotidiana,
un considerable número de personas tiene sólo una vaga idea de lo que el psicólogo hace.
Aunque las preguntas iniciales reflejan estereotipos que no necesariamente corresponden a la realidad, la
confusión es comprensible, debido en parte a que, a diferencia de ciencias tan antiguas como las matemáticas, la
física, la astronomía o la medicina, la psicología tiene un pasado como ciencia relativamente reciente.
La verdad es que la psicología abarca un campo de estudio extremadamente amplio, pues todo lo que nos rodea
está influido por la psicología. ¡Todo!, desde la política y la educación, el arte, los deportes y la música, hasta la
mercadotecnia, los negocios y las relaciones personales. Sería difícil entender el funcionamiento del mundo
ignorando la perspectiva psicológica.
Pero no siempre fue así. La psicología se estableció formalmente como ciencia en 1879, cuando el médico
alemán Wilhelm Wundt fundó el primer laboratorio de psicología experimental. La creación de este laboratorio
marcó la apertura de nuevos caminos en áreas de investigación previamente inexploradas. Con el paso del tiempo, la
psicología dejó de enfocarse exclusivamente en el estudio del cerebro, la memoria, el aprendizaje o la anormalidad y
empezó a interesarse más en cómo los sentimientos determinan nuestras conductas, cómo percibimos la realidad,
tomamos decisiones o influimos en el comportamiento de los demás.
Fue justamente el interés en el comportamiento humano lo que me llevó, primero, a estudiar psicología y,
posteriormente, a escribir sobre esta apasionante ciencia. Tras casi una década colaborando con publicaciones
mensuales, decidí recopilar los temas más comentados por los lectores y proporcionarles conceptos, principios y
herramientas que han funcionado en psicoterapia con mis pacientes, algunos de cuyos casos también fueron
ejemplificados en las siguientes páginas.
El objetivo de este libro es poner a tu alcance los temas en psicología que más comúnmente suelen generar
interés e intentar dar respuesta a algunas de las preguntas que te has hecho alguna vez:
¿Por qué me aburre mi vida?, ¿por qué no acabo lo que empiezo?, ¿siento que no soy suficiente?, ¿puedo
controlar mis pensamientos?, ¿por qué me enfermo todo el tiempo?, ¿por qué no soy feliz?, ¿por qué no me siento
bien con mi cuerpo?, ¿por qué no soy capaz de entender los sentimientos de otras personas?, ¿es normal mi miedo o
es una fobia?, ¿por qué me dejo llevar por impresiones equivocadas?, ¿por qué espero a que los demás tomen la
iniciativa?, ¿por qué le caigo mal a los demás?, y muchas más… Si, además, te interesa saber en qué consiste el
mecanismo llamado proyección, si tus sueños predicen tu futuro, si la hipnosis funciona o es un “lavado de cerebro”,
si eres manipulado por los mensajes subliminales, si eres narcisista, por qué te juzgan los demás, si has sido víctima
del ghosting, por qué compras lo que compras, qué tan adicto eres a tu teléfono celular, por qué los precios en los
supermercados terminan en 0.99 o por qué el logo de Starbucks no es rojo y el de Coca Cola verde, ¡no lo dudes más
y comienza a leer!
Haz uso de la psicología, aplicada a situaciones de la vida cotidiana, entiende cómo funciona tu mente y porqué
te comportas de la manera en que lo haces. Aprende herramientas para ser más asertivo y manejar el enojo, para
mejorar tu autoestima, para usar el estrés en tu beneficio, así como para manejar las emociones y entender cómo
relacionarte positivamente con los demás. En pocas palabras, para que tengas salud mental y puedas disfrutar de la
vida.
Así que si quieres saber por qué haces las cosas que haces, este libro es para ti. Comienza a explorar, en un
lenguaje claro y accesible, los misterios que guarda tu mente.
¿QUÉ PIENSAS CUANDO TE MIRAS EN EL
ESPEJO?

¿Q uévivo?
es lo que ves cuando te miras en el espejo? ¿Te ves satisfecho con tu apariencia física? ¿Sonríes por estar
¿Crees en sus capacidades y talentos? ¿Sabes recibir las críticas negativas? ¿Aceptas los nuevos retos
con entusiasmo? Si tu respuesta es “sí”, ¡felicidades! Parece que tienes una autoestima sana. Si tu respuesta es “no”,
te conviene seguir leyendo.

La autoestima la podemos definir como el amor que tenemos hacia nosotros mismos. Es
la forma en que nos percibimos y aceptamos como seres valiosos.

Pero, ¿cómo se construye la autoestima?


Las bases de la autoestima en cada uno de nosotros no se producen consciente ni voluntariamente, sino en la
infancia, a través de los mensajes positivos o negativos que recibimos de nuestros padres. Hacemos nuestros esos
mensajes y los convertimos en actitudes cotidianas.
Imagina que eres un niño pequeño y tu enfadada mamá te dice: “Eres un niño malo”, cuando realmente quiso
decir: “No me gusta lo que estás haciendo”. Sin embargo, si estos mensajes se repiten de forma continua, las
palabras “soy malo” permanecerán en ti, aun cuando hayas crecido y te olvides de la razón por la que recibiste ese
mensaje.
El amor de los padres hacia sus hijos no debería basarse en la idea de que “son buenos o hacen cosas buenas”,
sino en el hecho de que son sus hijos; sin embargo, un niño pequeño no puede percibir esta diferencia y en su mente
se empieza a generar la idea de que no es lo suficientemente bueno ni valioso.
Erik Erikson, psicólogo de origen alemán, explicó en su teoría del desarrollo de la personalidad1 que la formación
de la autoestima comienza en los primeros días de vida. El grado de confianza que adquiera el niño dependerá de la
calidad de la relación materna. Las mamás crean en sus hijos un sentimiento de confianza mediante el cuidado de
sus necesidades básicas. Si un recién nacido es alimentado, cuidado y amado por sus padres, crecerá sintiendo que el
mundo es un lugar seguro para él.
Por otro lado, una persona que durante su infancia no fue atendida en sus necesidades básicas, fue ignorada por
sus padres o por otras personas significativas, o no fue lo suficientemente elogiada por sus logros reales, desarrollará
una mala imagen de sí misma; además, percibirá al mundo como un lugar atemorizante.
¿Has escuchado a alguien decir constantemente frases como “No puedo hacer esto”, “A mí nunca me pasa nada
bueno” o “Nada me sale bien”? Los psicólogos han encontrado que mantener como un hábito este incesante y
negativo monólogo interno puede llevar a desarrollar depresión.

Las personas con baja autoestima quieren ser felices, pero sienten que no lo merecen;
experimentan culpa, pues creen que está mal sentirse bien.
Una persona con baja autoestima a veces se rinde y se siente impotente, como si mereciera todo lo malo que le
sucede. Se siente mal consigo misma y no quiere aceptarlo, por eso responde a sus sentimientos profundos de baja
autoestima proyectando agresividad y violencia hacia los demás. ¿Sabías que las personas que generalmente se
muestran violentas y agresivas en el fondo están ocultando su propia frustración?
Para una persona que tiene baja autoestima, el valorarse depende del contexto que la rodea. Por ejemplo, le
preocupa lo que piensan los demás sobre ella, ya que necesita cierto grado de reconocimiento o alabanzas. Si otras
personas la critican, su autoestima disminuye. Si hace algo bien, se siente orgullosa, pero si falla, entonces se siente
fracasada.

¿Cómo se puede distinguir a las personas con baja autoestima?


Algunos rasgos son los siguientes: son pesimistas y dudan de que las cosas les salgan bien; si tienen un fracaso, son
duros críticos consigo mismos; son extremadamente sensibles a la crítica de otras personas, por lo que generalmente
se sienten heridas o atacadas; viven aburridas, deprimidas y con poco entusiasmo; tienen un pobre sentido del
humor, por lo que casi siempre están tristes; no tienen metas, ni ideas de progreso; creen que su vida no tiene sentido
ni trascendencia; son tímidas e introvertidas; tienen una conversación pobre y sin entusiasmo; no son capaces de
expresar lo que sienten, y tienen dificultades para socializar, por lo que generalmente están aisladas.
¿Te identificaste con algunos de estos rasgos? Si es así, es importante que acudas con un especialista, porque
quizá estés padeciendo un problema de baja autoestima.
Una de las formas más efectivas para tratar la autoestima es la psicoterapia. El modelo cognitivo-conductual2
trabaja directamente con los pensamientos. Primero se identifica el patrón de pensamientos negativos que está
manteniendo una conducta, por ejemplo, solicitando a los pacientes que escriban una lista de sus pensamientos
negativos en una columna, del tipo “no sé hacer nada bien”; luego, se les pide que escriban en otra columna un
pensamiento positivo para esa misma afirmación que sirva como antídoto, del tipo “puedo hacer las cosas, una a la
vez”. Posteriormente, esas afirmaciones se repiten de manera regular en la mente, durante algunos minutos varias
veces al día, de manera que el patrón de pensamientos negativos empiece a cambiar progresivamente y las personas
comiencen a pensar de modo más positivo sobre sí mismas, y confirmen que su vida tiene valor y merece ser vivida.
¿Qué te parece si el día de hoy comienzas a hacer una lista de tus pensamientos negativos y la contrapones con
afirmaciones positivas? Haz la prueba, quizá te encuentres con una imagen diferente la próxima vez que te mires en
el espejo.
NO DEJES PARA MAÑANA...

¿I rcumpliste?
al gimnasio?, ¿Bajar de peso?, ¿Ahorrar dinero?, ¿Ser puntual?, ¿Cuál fue el último propósito que no

Cuando comenzamos una nueva etapa, por ejemplo, al inicio del año, al comenzar un nuevo trabajo o al empezar
una nueva relación, nos hacemos propósitos que, sin duda, tenemos la firme convicción de cumplir. Pero al cabo de
un par de semanas, la energía y la emoción con que hemos iniciado se esfuman y empezamos a postergar las
actividades o las situaciones que nos hemos propuesto, sustituyéndolas por otras más agradables. Así, dejamos de ir
al gimnasio porque el jefe nos pide trabajar horas extra, no ahorramos porque se nos presenta una irresistible oferta
para comprar una pantalla de 65 pulgadas o las calificaciones en la escuela no mejoran porque nos integramos a un
grupo de teatro.
Dejar las cosas para después es uno de los mayores problemas que enfrentamos en algún momento de nuestra
vida o, en el peor de los casos, siempre.

La procrastinación consiste en dejar las cosas que deben hacerse para después, en
aplazar todo lo que nos resulta incómodo o inaceptable, sustituyéndolo por actividades
menos relevantes o más agradables.

El uso actual del verbo procrastinar se debe a la influencia del verbo inglés procrastinate, muy común en ese
idioma para referirse al acto de posponer una actividad pendiente o a llevar a cabo otra menos importante pero más
satisfactoria.
La Real Academia de la Lengua Española3 registró este término en 1989 con el significado de “aplazar”,
“diferir”. El origen se encuentra en el verbo latino procrastinare, que significa “relativo al mañana”.
La costumbre de posponer las cosas puede generar dependencia a actividades diversas, como navegar en internet,
leer libros, salir de compras, comer compulsivamente o dejarse absorber por la rutina laboral, como pretexto para
evadir alguna responsabilidad, acción o decisión.

¿Por qué posponemos las cosas? Porque la acción pospuesta puede ser percibida como
aburrida, difícil, abrumadora, inquietante, desafiante o estresante. Por eso se le coloca
en la categoría de “para más tarde”.

Imagina que tienes una serie de actividades que percibes como poco placenteras o aburridas (ocurre
frecuentemente con las tareas del hogar). ¿A cuál le darás prioridad? Naturalmente, a la que resulte menos
desagradable entre todas, y dejarás para el final la que te provoque más aversión.
Si vives constantemente enganchado en el círculo irracional de procrastinación crónica lo haces no por falta de
tiempo, sino debido a tu incapacidad para manejar estados de ánimo negativos con relación a una tarea. La
procrastinación es un problema de emociones, no un problema de administración de tiempo.4
También es posible que pospongas una tarea porque tienes miedo de realizarla exitosamente, tal vez seas
perfeccionista o temas no cumplir con ciertas expectativas. La resistencia puede corresponder a sentimientos más
profundos relacionados con la tarea, como la inseguridad, la ansiedad o la baja autoestima. Por ejemplo, actividades
como preparar una presentación o redactar un ensayo pueden ser intimidantes si piensas que no eres lo
suficientemente capaz de expresar tus ideas. Posponer una tarea también sucede porque estás poco motivado, no
encuentras relevante lo que tienes que hacer o tienes dificultad para priorizar tus actividades y definir qué es más
importante.
Cualquiera que sea la razón por la que pospones las cosas, considera que te encuentras en tu vida exactamente en
el lugar que mereces, por los hábitos que tienes día con día. Alguna vez escuché una frase que dice así: “nuestros
hábitos predicen nuestro futuro”. Es muy cierto.

¿Cómo combatir la destructiva práctica de “dejar las cosas para después”?


Primero, necesitas identificar qué es lo que estás dejando para más tarde. Toma una pluma y escribe las cosas que
sueles postergar; por ejemplo, estudiar para un examen importante, entregar un reporte en el trabajo, agendar una
cita médica, comenzar una rutina en el gimnasio, etcétera.
Ahora, pregúntate por qué estás dejando para después cada una de estas actividades. Tal vez prefieras ver la
televisión o navegar en internet en lugar de estudiar para un examen, o salir de compras con tus amigas en lugar de ir
al gimnasio.
El siguiente paso es ubicarte cinco años en el futuro. Imagina, por ejemplo, lo que podría ocurrir dentro de esos
cinco años si desde hoy te comprometes a ir regularmente al gimnasio: ¿cómo sería tu vida?, ¿cómo luciría tu
cuerpo?, ¿qué tanta energía y qué condición física tendrías? Imagina ahora qué ocurrirá si decides no acudir al
gimnasio y te llenas de kilos y enfermedades.
Piensa que en lugar de aprovechar todas las ofertas para comprar productos por internet te comprometes a ahorrar
mensualmente un porcentaje de tu sueldo. ¿Podrás comprar la casa de tus sueños, cambiar tu automóvil por uno
último modelo o realizar el viaje que siempre has querido?
Por último, imagina qué ocurrirá si, por no estudiar suficiente, repruebas el examen final y tienes que permanecer
un año más en la escuela.
En la mayoría de los casos, el principal problema de la procrastinación es que las emociones asociadas a la
realización de las tareas son desagradables y, debido a ello, somos incapaces de priorizarlas. Por eso es importante
adecuar nuestras actividades, concentrándonos en realizar las que son más importantes y que tienen un plazo de
finalización más cercano. Al posponer una decisión, estamos presentando una conducta evasiva, y posiblemente
utilicemos como pretexto la frase: “Lo haré cuando tenga tiempo”. Mala noticia, el tiempo siempre existe para quien
quiere hacer las cosas.
Una forma de controlar tus malos hábitos es cambiar tu forma de pensar, utilizando acciones e ideas como las
siguientes:
• Realiza horarios diariamente y elabora listas de cosas para hacer, asegurándote de respetarlas.
• Planifica el tiempo, señalando en una agenda o calendario todas las fechas y las actividades importantes.
• Fija plazos para empezar a realizar actividades y acciones definidas.
• Divide cualquier proyecto en tareas más pequeñas (que no abarquen más de 20 minutos cada una) y realiza un
seguimiento del progreso, marcando las tareas que vayas completando.
• Recompensa tus logros.
• Cambia la mentalidad de “tengo que hacerlo” por “quiero hacerlo”.
Tony Robbins,5 motivador y autor de libros sobre superación personal, afirma que todo lo que realizamos en la
vida lo hacemos para evitar las situaciones desagradables o para obtener algún placer. Y hacemos todo lo posible por
evitar el dolor en el momento presente, pero no pensamos que en el futuro podría haber un dolor aún más grande: el
del arrepentimiento por las oportunidades desaprovechadas.
Recuerda que la razón por la que dejas para después las cosas es porque te enfocas en lo que no te gusta, en lugar
de concentrarte en los resultados finales que obtendrás si haces las cosas que debes. Te enfocas en el proceso en
lugar de hacerlo en la recompensa final. Cuando te concentres en el resultado final, obtendrás la motivación
necesaria para hacer lo que quieras.
Así que te invito a dejar de pensar en el arduo camino que tendrás que enfrentar y a concentrarte en lo que
obtendrás si superas el terrible hábito de dejar las cosas para mañana.
CÓMO EXPRESAR LO QUE SIENTES

magina que te encuentras en la siguiente situación: vas a un restaurante a cenar, el mesero te trae lo que pediste y
I te das cuenta de que tu sopa tiene un cabello. Obviamente es un descuido muy desagradable, así que tú:
a) No dices nada, retiras el cabello y te comes la sopa con asco o la haces a un lado y no la comes.
b) Enfureces con el mesero y le reclamas airadamente.
c) Llamas al mesero y, mirándolo a los ojos, le dices que por favor te traiga otra cosa de comer.
Seguramente la escena anterior no te resultará desconocida, porque quizás la has vivido personalmente o
presenciado con alguien que conoces. Tal vez te sorprenda saber que la mayoría de la gente, en estas circunstancias,
responde de acuerdo con los incisos a y b, a pesar de que estas conductas son poco apropiadas para enfrentarnos a la
situación. Los que responden de acuerdo con la primera opción (conducta pasiva) deciden evitar conflictos y, para
no pasar un mal momento, no expresan honestamente su opinión; se sienten molestos por tener que comer algo que
es desagradable, pero son incapaces de expresar lo que piensan. Si acaso se atreven a manifestar su inconformidad,
lo hacen como disculpándose por haber encontrado un “intruso” en su comida.
También están los que responden con una conducta agresiva: se sienten con el derecho de mostrar su enojo y
reclaman airadamente por el mal servicio recibido, utilizando una mirada agresiva o elevando el volumen de la voz.
Comportarnos repetidamente, ya sea de forma pasiva o agresiva, nos convierte en personas disfuncionales para la
vida social, y nos genera malestar. La opción intermedia entre estas dos conductas opuestas es la asertividad (inciso
c), un estilo de comunicación maduro por medio del cual la persona no se somete a la voluntad de los demás ni
agrede, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos.6

Cuando alguien te agrede o comete una injusticia contigo, ¿eres incapaz de expresar tu
malestar y te paralizas por el miedo? ¿Reaccionas violenta y agresivamente para que
los demás “te respeten”?

Una sana expresión de nuestros sentimientos debe moverse en medio de estos dos polos, de acuerdo con lo que
los psicólogos llamamos “asertividad”.
Una persona asertiva es capaz de pedir algo que quiere, negarse a hacer algo que no quiere, negociar y ser
flexible para poder conseguirlo, expresando siempre lo que desea de manera clara y directa.
La clave para lograr una conducta asertiva consiste en atrevernos a mostrar lo que deseamos, en expresar
directamente lo que pensamos, lo que sentimos y lo que necesitamos, de manera respetuosa para no herir ni
perjudicar a los demás. Cuando somos asertivos valoramos tanto nuestra opinión como la de los demás.
Pero ser asertivo es mucho más que decir sí o no. Implica también ser capaces de reconocer las emociones
positivas o negativas y de ser congruentes con nuestras expresiones verbales y corporales. No tiene sentido pretender
estar de acuerdo con alguien verbalmente cuando nuestro rostro refleja molestia o enojo.
Una persona asertiva puede cambiar de parecer, sabe decir “no lo sé” o “no lo entiendo”, es capaz de reconocer
los errores que comete, acepta cumplidos o halagos sin sentirse incómoda, puede hablar de sí misma sin sentirse
cohibida y expresa sus gustos y sus intereses de manera natural.
Pero las conductas asertivas no sólo se aplican en situaciones como la descrita en el restaurante, sino cada vez
que sentimos que nuestros derechos están siendo menospreciados, sea por parte de nuestro jefe, de un compañero de
trabajo, de un amigo, de nuestra pareja o de un familiar. También, cada vez que debemos hacer frente a situaciones
complejas sentimos necesidad de expresar un punto de vista o de llegar a un acuerdo con alguien.

En este sentido, la asertividad puede verse como una negociación, un convenio con otro
en el que ambos salgan beneficiados.

Una técnica muy útil para comenzar a ser asertivos consiste en escuchar primero lo que la otra persona piensa sin
interrumpirla ni hacer juicios o valoraciones. Con esta estrategia evitamos la oposición del otro y es más probable
que nos preste atención cuando nos corresponda hablar. Éste es el momento oportuno para decir lo que pensamos
sobre la situación desde nuestro punto de vista (“Entiendo que tú... pero yo pienso que...”) y después sugerir una
solución benéfica para ambos mediante el empleo de frases como “Me gustaría que...” o “Qué te parece si...”
Con base en lo anterior, imaginemos a una pareja que se está poniendo de acuerdo para ir al cine: ella desea ver
una película romántica y él una de suspenso que pronto quitarán de cartelera. Cada uno insiste en su derecho a elegir
y ninguno se siente atraído por la película del otro. Para no lastimar los derechos de su novia y respetar los gustos de
ambos, él propone lo siguiente: “Entiendo que tú quieras ver esta película porque te gusta mucho cómo actúa la
protagonista y yo elegí la última vez, pero yo creo que sería mejor ir a ver la película de suspenso porque la van a
quitar antes. ¿Qué te parece si hoy vemos la película de suspenso y la próxima semana vemos la película romántica
que tú quieres?”
Como puedes ver, la negociación en este caso posiblemente lleve a un convenio donde ambos salgan
beneficiados porque él está expresando lo que quiere obtener, por qué lo quiere obtener, cómo lo quiere lograr y de
qué forma su decisión es benéfica para ambos.
En cualquier caso, para trabajar la asertividad, el primer paso es identificar las situaciones en que deseamos ser
más efectivos o asertivos. Después es importante reconocer quién es la persona o la situación con la cual queremos
ser más asertivos, identificando los sentimientos y los pensamientos que nos preocupan, para luego buscar un
objetivo y una forma de enfrentarnos a la situación.

Cómo ser asertivo


Primero, ten claro lo que quieres expresar, ya sea un sentimiento positivo o uno negativo, y siempre hazlo en
primera persona. Por ejemplo: “Cuando me gritas yo me siento triste” o “A mí me molesta que hables de ese modo”.
Después, procura controlar lo que dices y ten especial cuidado con tu lenguaje no verbal. Si tus palabras son
adecuadas, pero levantas una mano amenazante, la percepción del otro será que estás siendo agresivo.

Recuerda no utilizar juicios ni valoraciones de la conducta de la otra persona.

Aprende a decir no sin dar mayores explicaciones, porque la explicación a veces tiende a caer en la justificación y
le da opción a la otra persona para tratar de revocar tu decisión. Por ejemplo, si no puedes o no quieres prestarle
dinero a alguien, no intentes justificarte con afirmaciones como “Tuve muchos gastos este mes” y simplemente di:
“No puedo prestarte dinero esta vez”.
Finalmente, recuerda que una persona asertiva es capaz de pedir, de negarse, de negociar y de ser flexible para
poder conseguir lo que quiere, expresando siempre lo que desea de manera clara y directa.
¿EL ESTRÉS TE ESTÁ ENFERMANDO?

¿T eresto
ha pasado que después de un gran enojo por la mañana padeces dolor de estómago o de cabeza durante el
del día? Existen muchas causas por las cuales nos enfermamos: el medio ambiente, la herencia, los malos
hábitos, etcétera. Sin embargo, muchas veces padecemos dolores de cabeza o adormecimiento de ciertos miembros
de nuestro cuerpo sin razón aparente e ignoramos que posiblemente estamos somatizando nuestra tristeza o el enojo
que padecimos en cierto momento durante el día.

Uno de los temas de los que se habla con mayor insistencia cuando se trata del cuidado
de nuestra salud es el de las emociones y el impacto que tienen en nuestro bienestar
físico. Por eso conviene aprender a escuchar nuestro cuerpo cuando nos hable a través
de un malestar físico, para eliminar la causa de raíz.

Cuando pensamos en situaciones estresantes, siempre acuden a nuestra mente sucesos negativos como la
enfermedad, el daño o la muerte de un ser querido, sin tomar en cuenta que un suceso positivo puede resultar
igualmente estresante —por ejemplo, cambiar de casa o de empleo—, ya que traen consigo el estrés de adaptarse a
una nueva situación. Incluso, enamorarse puede resultar estresante para algunas personas, del mismo modo que
terminar una relación.
El estrés es un hecho habitual en nuestras vidas, ya que puede resultar de cualquier cambio al que debamos
adaptarnos. El estrés se refiere a la reacción que tenemos cuando nuestras capacidades se ven rebasadas al
enfrentarnos a situaciones que exigen algún tipo de acción de nuestra parte. Las experiencias que nos provocan
estrés provienen de tres fuentes básicas:7 nuestro entorno, nuestro cuerpo y nuestros pensamientos.
El entorno nos bombardea todo el tiempo con el ruido, las aglomeraciones o el tráfico, a los cuales debemos
adaptarnos.
La segunda fuente de estrés es fisiológica y está relacionada con la forma en que reacciona nuestro cuerpo
durante los cambios durante la adolescencia, el envejecimiento, una enfermedad, un accidente o algún trastorno del
sueño, por ejemplo. Cuando estamos estresados, súbitamente sentimos que nuestro corazón se acelera y a veces
comenzamos a sudar. Éstas son sólo algunas manifestaciones de lo que conocemos como estrés, pero la situación
puede ser más grave si presentamos respuestas fisiológicas como fatiga, diabetes, hipertensión, úlceras, aumento en
la susceptibilidad a enfermedades, etcétera. Por ejemplo, una presión arterial elevada o una úlcera estomacal podrían
desarrollarse después de un evento estresante, como la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo o un
divorcio.
Anteriormente el mecanismo del estrés cumplía el propósito de preparar a los seres humanos para responder a
estados de emergencia que representaban una amenaza física. La forma de responder a este tipo de emergencia era,
por lo general, huyendo o peleando, para lo cual se requería una gran cantidad de energía y de fuerza muscular. Los
hombres de las cavernas tenían que enfrentarse al ataque de animales salvajes y su organismo se preparaba para
responder a la amenaza a través de una serie de cambios fisiológicos observables, como la dilatación de las pupilas
para mejorar la vista y el agudizamiento del oído. Los músculos se tensaban para responder al desafío, la sangre era
bombeada hacia el cerebro para aumentar la llegada de oxígeno a las células y favorecer los procesos mentales. La
frecuencia cardiaca y respiratoria aumentaba, mientras que las extremidades se percibían frías y sudorosas. En la
actualidad no debemos enfrentar a animales salvajes, pero sí afrontamos situaciones de otro tipo, como problemas en
el trabajo, en el matrimonio, en la escuela, etcétera. Si nuestro organismo no se libera de estos cambios ocurridos
durante la fase de reconocimiento de la amenaza, entramos en un estado de estrés crónico. Cuando estamos
estresados y añadimos más estrés, los centros reguladores del cerebro tienden a hiperreaccionar ocasionando
desgaste físico, crisis de llanto e, incluso, depresión y suicidio.
La tercera fuente de estrés proviene de nuestros pensamientos. El modo de interpretar nuestras experiencias y el
modo de ver el futuro pueden hacer que nos relajemos o nos estresemos. Pensar en los problemas produce tensión en
el organismo y esto crea la sensación de intranquilidad que, a su vez, provoca más pensamientos ansiosos.
Aunque todos estamos expuestos a ser “víctimas del estrés”, hay quienes son presas más fáciles. La realidad
indica que dos personas sometidas a un mismo evento o circunstancia estresante reaccionan de manera muy distinta.
De hecho, la forma en que interpretamos un evento de este tipo es más importante que el evento en sí. Todo depende
de la forma como valoremos el hecho y la capacidad que tengamos para manejarlo. Por ejemplo, la acción de
presentar un examen en sí misma no es estresante; lo es para el alumno que no ha estudiado lo suficiente, mientras
que para aquel que se preparó bien la prueba no constituirá una situación de estrés.
El cuerpo responde a la manera como pensamos, sentimos y actuamos, en lo que se conoce como conexión
mente-cuerpo, así que cuando estamos ansiosos o enojados, nuestro cuerpo trata de decirnos que algo no anda bien.

No podemos escapar de todas las situaciones estresantes que hay en nuestra vida ni
evitar desarrollar una respuesta innata a las amenazas que enfrentamos, pero si
podemos aprender a contrarrestar nuestras reacciones habituales al estrés,
aprendiendo a relajarnos.

El psicólogo Daniel Goleman8 cree que la relajación y la meditación tienen mucho que ver con los estados
mentales positivos. Para él, la mente tiene la capacidad de producir cambios curativos en el cuerpo, pues cuando una
persona logra comprender que sus malestares son resultado de pensamientos y expectativas defectuosas, piensa más
racionalmente y, por lo tanto, tiene mejores estados de salud.
Las personas con buena salud emocional están conscientes de sus pensamientos, sentimientos y
comportamientos. A través de formas saludables de afrontar el estrés es posible sentirse bien con uno mismo y tener
relaciones sanas, pero para lograrlo es necesario seguir los siguientes pasos:
• Reconocer las emociones y descifrar la causa del estrés, la tristeza o la ansiedad.
• Expresar de manera apropiada los sentimientos. Si la tristeza o el enojo se guardan dentro de sí y no se expresan,
los problemas físicos serán inevitables.

• Llevar una vida balanceada en la que el trabajo, la casa, la escuela, la familia y las amistades dispongan de un
tiempo apropiado y en la que ninguna de estas áreas se convierta en una obsesión.
• Realizar cosas que se disfruten, ya que aun cuando se experimenten épocas difíciles, la actividad positiva puede
mejorar la calidad de vida e influir de manera positiva la salud.
• Cuidar el cuerpo teniendo una rutina regular para comer de manera saludable, dormir lo suficiente y hacer ejercicio
para aliviar la tensión acumulada. Hacer uso de drogas o alcohol trae consigo mayores problemas de salud y
problemas familiares.
Inventario de experiencias recientes9
Los psiquiatras Thomas Holmes y Richard Rahe evaluaron a miles de pacientes médicos a quienes preguntaron
sobre sus vivencias y experiencias vitales, codificando así decenas de experiencias con una cifra de 0 a 100 en
función del nivel de estrés que podían ocasionar. El estudio les permitió concebir una lista de 43 acontecimientos
vitales a los que se otorga una puntuación en función de lo estresantes que son para la persona que los experimenta.
Para saber si estás sometido a demasiado estrés, la escala se usa de la siguiente manera: selecciona de la lista
siguiente los hechos que has experimentado en el último año, y suma las puntuaciones. Si el número obtenido se
encuentra por debajo de 150, sólo hay un pequeño riesgo de que enfermes a causa del estrés. Si el número obtenido
se encuentra entre 151 y 299, el riesgo es moderado. Por encima de 300 puntos estás en riesgo importante de
enfermar a causa del estrés.
QUE LA FURIA NO TE DOMINE

illiam Foster es un ciudadano cualquiera que se dirige a casa de su hija para celebrar su cumpleaños, a pesar
W de que su exesposa le ha pedido que no vaya.
Es el día más caluroso del año y Foster está atrapado en el intenso tráfico de Los Ángeles, por lo que abandona
nerviosamente su coche y decide seguir caminando. Vestido impecablemente con una camisa blanca y una corbata
oscura, Foster camina por la ciudad para enfrentarse al abusivo precio de los productos en una tienda de comida, a
unos matones callejeros, a los empleados de un restaurante de comida rápida y a un neonazi.
Incapaz de superar las frustraciones que va enfrentando, Foster se rebela de manera violenta y destructiva contra
todo lo que lo rodea. Un oficial del departamento de policía es el único que intenta poner fin a su violencia y a su
agresividad.

Todos hemos sentido ira alguna vez, una emoción totalmente normal que, no obstante,
cuando está fuera de control se convierte en un arma destructiva que puede traernos
consecuencias negativas.

Un día de furia10 es el nombre de esta película protagonizada por Michael Douglas en la década de los noventa,
donde el personaje de William Foster muestra de manera inmejorable cómo las emociones que no son canalizadas
sanamente pueden manifestarse de manera violenta, como una olla de presión que explota.

La ira es una respuesta natural y adaptativa ante las amenazas que nos rodean y que
nos permite luchar y defendernos cuando somos atacados. Cierta cantidad de ira, por lo
tanto, es necesaria para nuestra supervivencia.

Hace más de 2,000 años, el filósofo griego Aristóteles afirmó, en su obra clásica Poética, que ver obras teatrales
trágicas ofrece la posibilidad de hacer catarsis,11 esto es una depuración psicológica, que permite liberarse del enojo
y de las emociones negativas.
Sigmund Freud, el eminente psicoanalista austriaco, creía que la furia reprimida podía ir en aumento y agravarse
hasta el punto de causar enfermedades psicológicas como la histeria. Proponía, en cambio, el uso de la catarsis,12
como una forma de hablar de los sentimientos negativos para poder liberarlos de manera controlada.
Muchas películas nos muestran que el enojo es un “monstruo” que debemos domar, y la manera de hacerlo es
“desahogándonos” o “sacándonos del pecho” lo que nos incomoda. Como ejemplo está Analízame,13 película donde
un psiquiatra aconseja a un gángster de Nueva York, personaje interpretado por Robert de Niro, golpear una
almohada cada vez que se enoje. En Locos de ira,14 Adam Sandler es injustamente acusado de “rabia” en un vuelo y
la juez le ordena asistir a un grupo de control de enojo, donde tiene que lanzar palos de golf para descargar su ira.
De manera similar, con frecuencia nos recomiendan que en vez de reprimir las emociones negativas golpeemos
con fuerza una almohada o un saco de arena, mientras gritamos. Si estamos enojados con alguien en particular,
debemos imaginar su cara en la almohada o en el costal y expresar el coraje física y verbalmente.
Con base en lo anterior, ¿habría podido William Foster, protagonista de Un día de furia, desahogar sus
emociones contenidas golpeando uno de los asientos con su puño para dar rienda suelta a su enojo? Algunas
investigaciones15 sugieren que la hipótesis de la catarsis, expresada en actos físicos, es falsa, ya que alentar la
expresión del enojo en forma directa (contra alguien) o indirecta (contra un objeto) en realidad enciende más la
agresividad.
Debido a que la liberación del enojo mediante actos físicos no es la mejor manera de manejarlo, revisemos los
diferentes procesos conscientes e inconscientes que la gente utiliza para tratar la ira. Los tres principales son la
expresión, la supresión y la calma.

Expresar el enojo
Puede ser útil, pero sólo cuando se acompaña de una resolución constructiva del problema, pensada para atacar la
fuente del enojo, es decir, de un modo asertivo y no agresivo. Para hacer esto, primero debemos aprender a dejar
claro cuáles son nuestras necesidades y cómo satisfacerlas sin dañar a otros. Por ejemplo, imagina que tu vecino
siempre estaciona su auto en la entrada de tu casa. Si estás molesto, gritarle o romper los vidrios de su coche no te
hará sentir mejor; en cambio, expresar tu molestia de manera firme puede ayudar a resolver el conflicto. En este
caso, expresar los sentimientos de enfado de un modo asertivo, no agresivo, puede ser una manera sana de enfrentar
la ira, diciendo, por ejemplo, algo así: “Sé que no lo haces a propósito, pero me molesta que estaciones tu auto en la
entrada de mi casa, ya que no puedo entrar”.

Suprimir el enojo
Otro modo de afrontar el enojo consiste en suprimirlo para luego transformarlo o redirigirlo. Esto sucede cuando
reprimimos la rabia y dejamos de pensar en ella para convertirla en un comportamiento constructivo. Debido a que
es peligroso inhibir la expresión exterior de la ira por completo, porque puede volverse hacia nosotros, lo mejor es
buscar el momento oportuno para expresarla posteriormente de manera asertiva y “en frío”. Hacer ejercicio es una
buena alternativa inicial para suprimir el enojo, mientras que escribir acerca de los pensamientos y emociones
relacionados con el suceso permite que la emoción inicial se transforme en un evento más objetivo. Cuando en lugar
de enfocarnos directamente en la situación que provocó la ira nos enfocamos en actividades sustitutas, podremos ver
y analizar el enojo desde una perspectiva diferente.

La calma
La última estrategia para manejar el enojo consiste en calmarnos. Esto significa controlar tanto nuestros actos
externos como nuestras respuestas internas, tomando medidas para bajar el ritmo cardiaco y la respiración. Para ello,
podemos escuchar música relajante, meditar y practicar la respiración profunda.
¿Qué te parecen estas herramientas? ¿Estás listo para manejar tus emociones negativas de forma diferente?
¿ERES UN “WORKAHOLIC”?

uando termina tu jornada laboral y te vas a casa antes que tus compañeros lo hagan, ¿sientes que actúas de
C manera incorrecta? Una vez en casa, ¿te llaman por teléfono de tu trabajo? ¿Tu empleo resta importancia a lo
demás, incluida tu familia? ¿Frecuentemente te llevas trabajo a casa para terminarlo por la noche o durante los fines
de semana? ¡Cuidado! Disfrutar el trabajo y estar comprometido con la empresa es una cosa, pero ser adicto a las
actividades laborales es otra muy diferente.
Mucha gente se dedica tanto a su trabajo que es absorbida por éste, hasta que llega un momento en el que
parece que vive exclusivamente para trabajar. A esto se le conoce como adicción al trabajo.
Quienes padecen adicción al trabajo creen que si permanecen durante más tiempo en su oficina son más
eficientes y, en el extremo, llegan a casa sólo a dormir, renunciando completamente a su vida personal y social. Es
más, para algunos, el trabajo representa el refugio perfecto para evitar enfrentar las situaciones cotidianas de la vida
o para olvidar los problemas familiares.
El trabajólico (o workaholic, en inglés) es una persona a la que le gusta su trabajo, lo ama, pero se ha vuelto
adicta a él; en pocas palabras, es alguien que vive para trabajar, exigiéndose mucho más a sí mismo de lo que la
empresa le pide. Este tipo de personas siempre ha existido, pero a partir de los años ochenta del siglo XX el término
se hizo más popular cuando comenzaron a describirse las repercusiones que acarreaba el exceso de trabajo en la vida
personal y en la salud, además de que se le relacionó con algunas formas de estrés y desórdenes de personalidad.
Por ejemplo, una de las características del trastorno obsesivo-compulsivo16 de la personalidad es la dedicación
excesiva al trabajo y a la productividad, con exclusión de las actividades de ocio y de convivencia con las amistades.
En general, este comportamiento no es motivado por necesidades económicas, de modo que las personas no trabajan
necesariamente para ganar más dinero, sino porque trabajar les resulta satisfactorio y, como muchos de estos
individuos tienen baja autoestima, asocian su valor personal con su éxito profesional. Esto quiere decir que su
motivación para trabajar se sustenta más en el temor a que sus proyectos profesionales fracasen y en el perder valor
ante los demás.

El adicto al trabajo con frecuencia piensa que no tiene tiempo para tomarse una tarde o
un fin de semana para salir, o simplemente para relajarse, y pospone indefinidamente
las actividades placenteras (como unas vacaciones), de manera que nunca las realiza.

Si se da el caso de que el trabajólico dedique un tiempo a actividades de ocio, se siente incómodo, a no ser que
lleve consigo algunas tareas laborales, con lo cual dejará de sentirse culpable de estar “perdiendo” el tiempo.
Otra característica del adicto es que toma las aficiones o las actividades recreativas como tareas serias que exigen
una cuidadosa organización y un duro esfuerzo para ejecutarlas bien, por lo que siempre busca realizarlas de manera
perfecta (por ejemplo, al jugar un partido de tenis o un juego de mesa pone el mismo empeño que al organizar una
reunión de trabajo).
La adicción al trabajo, que afectaba principalmente a los hombres, también se ha extendido hacia las mujeres, y
se calcula que más de 20 por ciento de la población mundial que trabaja tiene esta adicción. En Japón, uno de los
países más desarrollados del planeta, la cultura del trabajo está muy arraigada. Para describir un fenómeno social
que existe desde hace varias décadas en el ambiente laboral de ese país, se acuñó el término karoshi,17 que significa
“muerte por exceso de trabajo”, el cual consiste en un aumento de la tasa de mortalidad por complicaciones
provocadas por el exceso de actividad laboral, sobre todo como consecuencia de derrames cerebrales y ataques
cardiacos que van precedidos por un prolongado periodo de estrés y tensión.
Los datos ofrecidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT),18 reflejan que un 36% de los
trabajadores del planeta trabajan en exceso (más de 48 horas semanales), y cada año mueren 2.4 millones por
enfermedades ligadas al trabajo. Otras consecuencias físicas de la adicción al trabajo son el cansancio, la fatiga
crónica, la irritabilidad, los ataques de ansiedad, los dolores de cabeza, cuello y espalda, la gastritis, la colitis
nerviosa, la hipertensión y los problemas cardiovasculares. Además, la obsesión por el trabajo puede desencadenar
un estado de profunda depresión.
En conclusión, el trabajo, cuyo propósito es dignificarnos, darle un sentido a nuestra vida y obtenernos una
recompensa económica, psicológica y social, se ha convertido para muchas personas en una fuente de estrés e
insatisfacción. Por ello es importante hacer un alto en nuestras actividades cotidianas y analizar cuáles son las cosas
a las que damos mayor importancia en la vida, reflexionar si de verdad la merecen y, en última instancia, cambiar
nuestras prioridades en beneficio de nuestra salud física y mental.

Cómo prevenir la adicción al trabajo


Estas son las recomendaciones que puedes seguir para alcanzar un equilibrio entre tus actividades profesionales y tu
vida personal:
• Reduce de manera paulatina las horas que dedicas al trabajo.
• Establece un horario laboral fijo que tome en cuenta las horas de descanso y el tiempo libre, horario que deberás
cumplir sin excepciones.
• No lleves trabajo a casa.
• Aprende a priorizar las actividades y siempre deja algo de trabajo pendiente.
• Aprende a delegar tareas a otros compañeros.
• Establece un programa de actividades alternativas que tendrás que cumplir forzosamente (ocio con tu pareja, con
tus hijos y con los amigos).
• Fortalece tus vínculos personales y familiares para que desees pasar tiempo libre con las personas importantes en
tu vida.
¿QUÉ SENTIDO TIENE MI VIDA?

lguna vez, al mirarte al espejo y darte cuenta de que estás envejeciendo, o al percatarte de que no tienes el
A empleo que te gustaría o la salud que quisieras, ¿te has preguntado cuál es el sentido de tu vida? ¿Para qué
estás aquí? Si eres incapaz de responder estas preguntas, si te sientes vacío o incompleto, pero no sabes por qué, si
vives en la búsqueda de algo, sin saber qué estás buscando, y consideras que tu vida es un accidente, permíteme
contarte la historia de un hombre que encontró la respuesta a esas cuestiones.
Viktor Frankl fue un médico vienés de origen judío que durante tres años vivió en diferentes campos de
concentración durante la segunda Guerra Mundial. Teniendo en su poder la visa para emigrar a Estados Unidos en
busca de un futuro brillante y prometedor, decidió quedarse en Viena al lado de sus padres y de su joven esposa,
Tilly; no obstante, en el otoño de 1942 fue llevado, junto con toda su familia, a un campo de concentración.
Frankl sobrevivió al exterminio judío trabajando doce horas diarias, muchas veces bajo la nieve, en ocasiones
teniendo como único alimento una ración de sopa y un pedazo de pan. Muchas veces sintió el impulso de arrojarse
contra las vallas electrificadas para dar fin a su sufrimiento, como hacían muchos prisioneros, pero el recuerdo de su
esposa y su deseo de volver a verla lo mantuvieron con vida.
Al terminar la guerra, se encontró con la cruda realidad: sus padres, su hermano, incluso su esposa, que durante
su reclusión fue su razón de vivir, habían muerto en los campos de concentración o fueron enviados a las cámaras de
gas, de modo que, con excepción de su hermana Stella, que había logrado emigrar a Australia poco antes, Frankl se
encontró completamente solo. Tal vez te preguntes cómo un hombre que perdió prácticamente todo lo que valía la
pena en su vida, que vivió las brutalidades de la guerra, el hambre y el frío, que estuvo a punto de morir varias
veces, pudo considerar que valía la pena seguir viviendo.
Viktor Frankl se dio cuenta de que, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento,
el hombre puede encontrar una razón para vivir: halló un nuevo sentido a su vida al convertirse en el creador de la
logoterapia (la terapia que busca que una persona encuentre su sentido de vida) y al relatar sus experiencias en el
libro El hombre en busca de sentido,19 una de las obras literarias más influyentes de los últimos tiempos.

La vida de Viktor Frankl nos enseña a darnos cuenta cómo los seres humanos, aun
habiendo experimentado las más atroces situaciones, somos capaces de sobrevivir al
descubrir el porqué de nuestra existencia.

El sentido de vida es la razón por la cual vivimos, es la respuesta a la pregunta: ¿para qué estoy en este mundo?
Responder a esta cuestión no es fácil, ya que el propósito de vida es diferente para cada persona y se construye día a
día. El sentido de vida no es un sitio al cual llegar, sino un camino que se recorre de manera personal.
El sentido de la vida tiene que ver con el significado concreto que cada individuo le da a su existencia. Cada
persona tiene una misión que cumplir. Lo que es importante para alguien puede no tener sentido para otro, y lo que
es significativo para este último puede carecer de valor para el primero. En ausencia de un verdadero propósito en la
vida, mucha gente se concentra en almacenar riquezas o en coleccionar relaciones amorosas; los desempleados se
sienten deprimidos y aun los ricos son infelices. Corresponde a cada uno de nosotros encontrar el sentido que nos
permita aprovechar al máximo nuestra travesía por este mundo.
De acuerdo con Frankl, hay tres formas en las que podemos encontrar un sentido para nuestras vidas:
1) Tener una causa a la cual servir. Cuando ponemos nuestras habilidades y talentos al servicio de los demás para
promover el mejoramiento de la sociedad, la vida empieza a tener sentido, porque comprendemos que una vida bien
vivida está relacionada con servir a otros y ser parte de algo más grande que nosotros mismos.
2) Tener una persona a la cual amar.
3) Darle valor al sufrimiento. ¿Puede el sufrimiento darle sentido a la vida? Sí. Piensa, por ejemplo, en alguien
que padece una enfermedad terminal. Su situación, que es muy dolorosa, puede verse mitigada si decide participar
en un programa de donación de órganos. Más que centrarse en su dolor, la persona puede mirar con esperanza el
bien que hará a quien se beneficie de sus órganos cuando muera. En estas condiciones, el ser humano es capaz de
aceptar el sufrimiento, siempre que éste tenga un significado, tal como lo hizo Frankl tras la muerte de sus seres
queridos: su sufrimiento se expresó a través de su creatividad teórica y de la fundación de la logoterapia.
Al buscar el sentido de nuestras vidas debemos estar conscientes de que quizá lo importante no sea descubrir qué
esperamos de la vida, sino qué espera la vida de nosotros.
Si te preguntas cómo puedes empezar a buscar tu propósito, quizá reflexionar sobre las siguientes preguntas
pueda ayudarte: ¿En qué momentos de tu vida te has sentido orgulloso o satisfecho por algo que hiciste? ¿Qué
actividades disfrutas intensamente y te hacen sentir pleno? ¿Qué es lo que más te importa en la vida? ¿Por qué te
gustaría ser recordado al morir?
Qué diferente se torna nuestra vida cuando tomamos conciencia de que no vivimos sólo por vivir, sino que
tenemos una responsabilidad en este mundo que nos obliga a permanecer en él hasta que cumplimos nuestra misión.
¡Cuánta gente pasa su vida “buscando algo” sin saber qué es! ¡Cuánta gente simplemente nace... y muere sin cumplir
una misión!

“El hombre no se limita a existir, sino que decide cómo será su existencia, en qué se
convertirá en el minuto siguiente.”
Viktor Frankl

En conclusión, podemos elegir entre vivir una vida sin sentido, en la que cualquier cosa que hagamos carezca de
significado y no obtengamos ninguna satisfacción, o concentrarnos en un plan de vida, en el que nuestras actividades
y nuestros proyectos nos permitan tomar conciencia de la capacidad que tenemos para crear nuestra realidad.
Tenemos libertad de elección. Viktor Frankl no tuvo la oportunidad de optar si quería o no ser prisionero en un
campo de concentración, pero sí pudo elegir su comportamiento durante el encierro.
En cualquier circunstancia, es decisión de cada uno convertirse en creador de su propia vida en lugar de ser un
simple espectador. Lo que llegamos a ser lo determinamos nosotros mismos. Así, podemos elegir vivir al máximo la
oportunidad que se nos ha dado para que, al final de nuestra vida, agradezcamos por haber vivido en lugar de sufrir
por haber existido.

“Al hombre se le puede arrebatar todo, excepto una cosa: su libertad para elegir la
actitud que va a adoptar para enfrentar cualquier situación y decidir su propio
camino”.20

Viktor Frankl
LA FAMILIA MULTIPROBLEMÁTICA

eanette es una periodista exitosa de Nueva York, que está a punto de casarse y parece tener una vida feliz. Una
J noche, al salir de una fiesta, se encuentra a sus padres recogiendo comida de entre la basura y su vida,
aparentemente perfecta, se empieza a desmoronar. La realidad es que Jeannette y sus tres hermanos habían crecido
en una familia nómada y disfuncional, que vivía en casas abandonadas para no pagar la renta. Al mudarse
constantemente de un lugar a otro, huyendo de los cobradores y las autoridades, los chicos no habían ido a la escuela
y, a veces, tampoco tenían qué comer. Los cuatro hermanos habían aprendido a cuidar de sí mismos porque sus
padres no actuaban como tales: el padre, un hombre inteligente y creativo, era un alcohólico irresponsable,
inconforme con el sistema, que distraía a sus hijos con la eterna promesa de construir un castillo de cristal. Por su
parte, la madre era una pintora frustrada que evadía la responsabilidad de criar a sus hijos. Con mucho esfuerzo, y a
escondidas de sus padres, un buen día los hermanos consiguieron salir de la pesadilla en que se había convertido su
familia para marcharse a Nueva York.
La historia real de Jeannette Walls, llevada al cine en la película El castillo de cristal,21 es el perfecto ejemplo de
una familia donde la desorganización y el fracaso en el establecimiento de los roles lleva a la generación de
conflictos. Jeannette, interpretada por Brie Larson, y sus hermanos ven a sus padres (Woody Harrelson y Naomi
Watts) discutir y son víctimas de las erradas discusiones de éstos.

Bajo el pretexto de la libertad, y de querer vivir sin ataduras, estos padres dejan crecer
a sus hijos a la deriva y sin estabilidad alguna, mientras se muestran irresponsables,
descuidados y egoístas.

Las familias problemáticas,22 como la anteriormente comentada, se caracterizan principalmente por la


desorganización, por mostrar problemas en el desarrollo y en el establecimiento de los roles, especialmente los
parentales (no quedan claramente definidas las funciones que realiza cada uno de los miembros de la familia), y por
satisfacer de manera inadecuada las cuestiones económicas y las relacionadas con cuidado de los hijos. Actividades
sin importancia adquieran prioridad sobre otras, y se da poco valor a la comunicación y al establecimiento de reglas
básicas.
En estas familias también es común que uno o ambos miembros de la pareja tengan historias de inadaptación
escolar, adicciones u otras conductas problemáticas; que los padres de familia mantengan una relación conflictiva;
que no transmitan a los hijos la seguridad profunda de que son queridos y valorados, y con frecuencia los maltraten.
Además, esa situación favorece que no haya reglas de conducta que los hijos puedan asimilar y, por lo tanto,
aprendan que las prohibiciones y los castigos están asociados con el estado de ánimo de la mamá o del papá, quienes
tienen el poder.
Asimismo, las familias de escasos recursos, como la presentada en El castillo de cristal, tienen menos
oportunidades culturales y educacionales, y muchas veces la escuela es vista como no significativa en relación con
la posibilidad de conseguir empleo, siendo que la educación es condición indispensable para la posibilidad de éxito
en el futuro.
Otra característica frecuente en este tipo de familias es la falta de delimitación de los espacios: niños,
adolescentes y adultos pueden no tener habitaciones ni lugares propios. La consecuencia de compartir habitaciones
es que no quedan bien definidos los roles y las relaciones entre los miembros de la familia.
Así, dependiendo de la manera en que se estructuran, podemos encontrar diferentes ejemplos de familias
problemáticas.

Familias con roles poco definidos


Existen familias en las que los roles de padres e hijos están poco definidos, de modo que incluso parece que los hijos
son los que mandan en la casa, más que los padres. Esta pérdida de roles ocurre porque los padres son incapaces de
disciplinar, no quieren ser autoritarios y no se atreven a decir nada que contraríe los deseos de sus hijos para evitar
que éstos se enfaden. Como en este tipo de familias todo está permitido, los hijos terminan haciendo lo que quieren
sin ningún tipo de control.

Familias sobreprotectoras
También hay familias que manifiestan una fuerte preocupación por proteger a los hijos, de manera que no les
permiten desarrollarse ni ser independientes. Los padres tienen la idea de que, sin su ayuda y sus cuidados, los hijos
no serán capaces de defenderse, de enfrentarse al mundo o de ganarse la vida, y retardan su proceso de maduración
al sobreprotegerlos. El resultado de todo esto es que crean hijos dependientes e inseguros.

Familias que se resisten a los cambios


Otro tipo de estructura familiar se caracteriza por las dificultades que tienen los padres para asumir los cambios que
experimentan sus hijos, y aunque pase el tiempo y dejen de ser niños, los siguen tratando como si fueran pequeños.
Al no aceptar que han crecido, se muestran rígidos e intolerantes con ellos. Por ejemplo, durante la adolescencia,
cuando el hijo pide permiso para ir a una fiesta o para quedarse a dormir en casa de su mejor amigo,
automáticamente puede recibir un “no” por respuesta, sin escuchar ninguna explicación, más que las frases
autoritarias: “porque no” o “porque lo digo yo, que soy tu padre”.

Familias centradas en los hijos


Por otra parte, con frecuencia encontramos familias en las que los padres concentran su vida en los hijos, es decir,
éstos son la pieza fundamental y toda la atención se enfoca en ellos, de manera que la pareja nunca habla de sus
asuntos. Debido a que no saben enfrentarse a sus propios conflictos y a las insatisfacciones del matrimonio, los
padres utilizan a los hijos como su único tema de conversación, los buscan como compañía y viven exclusivamente
para ellos, ya que de ellos depende su satisfacción personal.
Como se puede apreciar, la característica común de las familias inestables o problemáticas es la desunión. Los
padres, que son la cabeza de la familia, no tienen metas en común ni principios ni valores qué inculcar a los hijos.
Inconscientemente se fomentan conductas marcadas por la inestabilidad, la inseguridad, la desconfianza y la
incapacidad para comunicar sentimientos.
Se ha encontrado que vivir en un clima emocional familiar donde la desunión y las fricciones son una constante
podría ocasionar consecuencias muy negativas para la salud. De acuerdo con diversas investigaciones,23 las
relaciones problemáticas con los padres, hermanos o miembros de la familia cercana pueden favorecer el desarrollo
o el empeoramiento de afecciones crónicas como derrames cerebrales y dolores de cabeza.
De modo que, si queremos fomentar relaciones familiares armoniosas, caracterizadas por la comunicación, la
confianza, el apoyo y la unión entre todos, debemos empezar por establecer roles de manera clara y definida, así
como identificar los valores y las reglas de disciplina.
No olvidemos que la familia es la estructura fundamental de la sociedad, es el punto de referencia en la vida de
cualquier persona, donde los seres humanos establecemos los primeros vínculos afectivos y donde se forma nuestra
personalidad, los valores y los patrones de conducta que seguiremos.

Los miembros de familias unidas son más seguros, estables y confiados, crecen con
metas claras y se convierten en adultos independientes y saludables.
PONTE EN LOS ZAPATOS DEL OTRO

maginemos a una pareja de esposos que acude a psicoterapia porque él, a pesar de ser un próspero e inteligente
I médico, es insensible a cualquier clase de sentimientos. Puede hablar con brillantez sobre medicina o acerca de
cualquier otro tema, pero cuando se trata de sus sentimientos es incapaz de hablar de ellos o de comprender los de su
esposa. Si ella dice que se siente triste, él no la comprende, la ignora o cambia el tema de conversación.
El anterior es un claro ejemplo de falta de empatía,24 es decir, de la capacidad para ponerse en el lugar del otro, de
responder con un sentimiento adecuado al punto de vista o a las emociones de otra persona, de entender cómo y por
qué la otra persona se siente así, pero no desde la perspectiva propia sino desde las creencias y los valores del otro.

El término “empatía”, al que coloquialmente nos referimos como “ponerse en los


zapatos del otro”, fue utilizado por primera vez en los años veinte del siglo pasado por
el psicólogo estadounidense Edward B. Titchener para referirse a la capacidad de
percibir la experiencia subjetiva de otra persona.

La empatía se construye cuando somos conscientes de nuestras propias emociones y somos capaces de interpretar
los sentimientos propios y de los demás. Cuando una persona no tiene idea de sus propios sentimientos, se siente
totalmente perdida al intentar saber lo que siente alguien que está con ella; el tono de voz, el cambio de postura, el
silencio o el temblor pueden pasar inadvertidos. De igual forma, alguien con falta de empatía puede sentirse
desconcertado cuando otra persona le expresa sus sentimientos.
La habilidad de saber lo que siente el otro abarca una amplia gama de situaciones de la vida, como la paternidad,
el trabajo, la compasión o la actividad política.

La ausencia de empatía es grave. Se presenta en todo tipo de delincuentes y psicópatas.


Pero ¿cuál es el origen de la empatía?, ¿nacemos siendo empáticos o es una capacidad
que se puede desarrollar?

Según Titchener,25 la empatía surge de una especie de imitación física de la aflicción de otra persona, que evoca los
sentimientos de aflicción de la otra persona en uno mismo. El psicólogo estadounidense cita el caso de un bebé de
guardería que se lastimó los dedos jugando y comenzó a llorar, mientras que otro bebé lo imitó para comprobar si a
él también le dolían.
Diferentes investigaciones26 han demostrado que los bebés sienten una genuina preocupación por otras personas,
incluso antes de darse cuenta plenamente de que existen como seres separados de sus madres. Poco después de su
nacimiento, por ejemplo, los bebés son capaces de reaccionar ante la perturbación de quienes los rodean, como si esa
perturbación fuera propia, y lloran cuando ven las lágrimas de otro niño. Aproximadamente al cumplir un año de
edad, empiezan a darse cuenta de que la angustia no es de ellos, sino de otra persona, pero parecen confundidos y no
saben qué hacer al respecto.
¿En qué momento comienza a desarrollarse la empatía?
Un niño solo es capaz de responder adecuadamente a las emociones y sentimientos de otros cuando puede entender
que los demás son personas independientes de él; es decir, cuando desarrolla la sensación de sí mismo y de los
demás. Alrededor de los 2 años, los niños suelen conmoverse cuando ven sufrir a otro niño y se acercan a él para
darle un juguete o abrazarlo.27
¿Alguna vez has visto a un niño pequeño llorar al ver a otro golpearse y luego ir hasta su propia madre, con los
ojos llenos de lágrimas, para que ella lo consuele, como si fuera él mismo quien se hubiera lastimado? Este sencillo
acto de solidaridad nos indica que las raíces de la empatía se encuentran en la infancia.
Una de las más famosas frases de la literatura, atribuida al poeta inglés John Donne, dice: “Ninguna persona es
una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca
preguntes por quién doblan las campanas; están doblando por ti”,28 y sirve para expresar el vínculo que existe entre
la empatía y la preocupación: el dolor del otro en carne propia. Sentir lo mismo que otro es preocuparse; ser
empático con alguien que sufre un dolor o que está en peligro y compartir su aflicción es lo que mueve a una
persona a actuar para ayudar o apoyar, como se observa en los casos de los bebés citados.
La empatía tiene muchos aspectos positivos porque facilita la comunicación, el consuelo y la resolución de
problemas. Somos empáticos cuando sabemos escuchar y comprendemos los sentimientos de otra persona sin estar
muy pendientes de nosotros mismos, cuando no sólo utilizamos las palabras para consolar, sino también damos una
palmada en el hombro, un abrazo, una caricia o un beso. Por el contrario, cuando no escuchamos a los demás,
cuando creemos que nuestros problemas son los únicos que importan, cuando juzgamos y hacemos comentarios
hirientes o cuando nunca ofrecemos una sonrisa, un gesto amable o una caricia a los demás, estamos mostrando falta
de empatía.

¿Cómo podemos desarrollar la empatía?


• Escuchando a los demás respetuosamente y sin juzgar.

• Prestando atención y mostrando interés por lo que los otros nos dicen.
• Demostrando a la otra persona que entendemos lo que siente.
• No interrumpiendo mientras nos están hablando.
• Evitando hacer comentarios, en lugar de intentar sentir lo que el otro siente.
• Dando opiniones constructivas, sin herir con nuestros comentarios.
• Siendo tolerantes y pacientes con los demás.
En conclusión, siempre es bueno y deseable ponernos en los “zapatos de los demás”, pero hay que tener cuidado
con absorber las emociones, es decir, con tomar los sentimientos de la otra persona como propios, porque corremos
el riesgo de quedarnos permanentemente viviendo la vida de alguien más, lo cual puede crear una desconexión
emocional con nosotros mismos a un costo muy alto. Los primeros que tenemos que cuidarnos somos nosotros
mismos.
“¡MAMÁ, YA NO QUIERO IR A CLASES!”

lejandra es una adolescente de 17 años quien, en un accidente automovilístico, pierde a su madre. Se muda
A entonces junto con su padre a otra ciudad con la esperanza de empezar una nueva vida en un lugar que no le
traiga recuerdos tristes. Ahí comienza a socializar exitosamente con sus nuevos compañeros de clase, hasta que un
encuentro sexual con uno de ellos es grabado por un teléfono celular. Entonces empieza a ser víctima de acoso y
hostigamiento. Ella calla porque no quiere preocupar a su padre, quien no puede superar la muerte de su esposa, así
que soporta sola una cantidad impresionante de agresiones, hasta el día en que se desquebraja y huye de todo.
La anterior es una sinopsis de la película mexicana Después de Lucía,29 en la que la protagonista se encuentra en
una postura de indefensión frente al mundo y sus victimarios aprovechan cada momento para convertir su existencia
en algo terrorífico.
Muchos de nosotros tenemos la ingenua idea de que el acoso escolar se traduce en inocentes burlas, lanzamiento
de bolas de papel o puesta de sobrenombres. En general, no estamos preparados para el bullying que se presenta en
Después de Lucía.
El término bullying fue desarrollado en la década de 1970 y proviene del inglés bully, que significa matón o
agresor. En este sentido, el bullying,30 o acoso escolar, se refiere a conductas que de manera repetida y durante cierto
tiempo tienen que ver con la intimidación, la amenaza, el aislamiento social y los insultos sobre una víctima.
También puede implicar golpear o dar patadas a otros compañeros de clase, burlarse, poner sobrenombres, esconder
la mochila, manipular, forzar a que se realicen actos contrarios a la voluntad, etcétera. Pero lo más importante no es
la acción en sí misma, sino los efectos que produce en sus víctimas.

Si has notado que tu hijo regresa de la escuela triste, cabizbajo, sin alguna de sus
pertenencias o incluso golpeado, no le restes importancia a la situación, ya que puede
estar siendo víctima de bullying, que más allá de un bajo rendimiento en la escuela,
puede ocasionar un daño permanente en su autoestima y marcarlo para toda la vida.

El bullying no es algo nuevo, pues la violencia escolar siempre se ha dado; sin embargo, ahora sus efectos son
más visibles porque afectan a más personas y porque los medios de comunicación tienen mayor poder de difusión.
Existen diferentes tipos de acoso escolar, y se puede ser víctima de varios de manera simultánea.

Físico
Se caracteriza porque el alumno es víctima de empujones, patadas o agresiones con objetos. También incluye que
sean tomados sus objetos personales (como la mochila, el sándwich para el recreo o el suéter) y se los escondan.

Verbal
Este tipo de acoso es el más común, ya que el alumno recibe insultos, burlas y apodos que resaltan sus defectos
físicos (por ejemplo “Cuatro ojos”, si usa lentes, o “Gordinflón”, si padece obesidad).

Social
Se reconoce porque se pretende aislar al alumno del resto de sus compañeros de clase mediante la prohibición de
jugar o relacionarse con un grupo, de hablar o comunicarse con otros o, simplemente, tratándolo como si no
existiera.

Psicológico
Este tipo de acoso disminuye la autoestima de la persona y aumenta su sensación de temor mediante palabras,
miradas o insinuaciones que lo desestabilizan hasta que el niño pierde la confianza en sí mismo (por ejemplo, un
profesor que critica a los alumnos que no responden a sus preguntas o les grita a los niños que se levantan de su
lugar).

Cyberbullying
Es uno de los tipos de acoso más comunes en la actualidad. Se ejerce por medio de teléfonos celulares, internet,
correos electrónicos y redes sociales. La finalidad del acosador es dañar la reputación de la víctima al publicar
información falsa, espiarla o manipular a la gente para que se ponga en su contra.
Como se puede apreciar, en toda situación de acoso intervienen al menos dos participantes: el agresor y la
víctima. Sin embargo, el papel que cada uno desempeña no es meramente accidental.
En general, el agresor es impulsivo y más fuerte físicamente, puede ser popular y amiguero, además de fanfarrón.
A veces es plenamente consciente de que está haciendo daño, aunque en otras ocasiones simplemente puede pensar
que lo que hace es divertido.
Por su parte, la víctima suele ser insegura, introvertida y tímida, con baja autoestima y un alto nivel de ansiedad,
lo que la hace susceptible al acoso. Se muestra dependiente y apegada al hogar, o, por el contrario, carece de afecto.
Además, tiene dificultad para hacer amigos.
El aspecto físico de la víctima también destaca, ya que puede hacerse notar por sus rasgos físicos (uso de lentes,
obesidad, color de piel o de cabello), o por pertenecer a alguna minoría (una niña en un grupo lleno de niños, por
ejemplo).
Existe un tercer participante en el bullying que, aunque no interviene de manera directa, también ejerce una
influencia determinante en la agresión: el público o los espectadores que son testigos del acoso y que muchas veces
se divierten con la situación, tomando partido por el agresor porque los hace sentir fuertes, o, por el contrario, no
diciendo nada por temor a ser víctimas también.
Evidentemente, de los involucrados en el bullying el principal afectado es la víctima, que es quien sufre las
mayores consecuencias: su desempeño académico disminuye, muestra un alto nivel de ansiedad y a veces
experimenta fobia a la escuela; tiene baja autoestima, cuadros depresivos y, en situaciones más graves, puede
intentar suicidarse.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el bullying constituye la primera causa de suicidio
adolescente. Según datos de la Unicef31 (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), la mitad de los
adolescentes del mundo sufre violencia en las escuelas y alrededor de 150 millones de estudiantes de entre 13 y 15
años han confesado sufrir algún tipo de violencia entre sus compañeros de clase.
Para evitar situaciones extremas, es importante que los papás y los maestros, que muchas veces son los últimos en
enterarse de lo que les ocurre a los chicos, puedan identificar qué alumno está sufriendo acoso escolar. A
continuación, se presentan algunas pistas:
• Cambios en el comportamiento y en el estado de ánimo del chico.

• Tristeza, llanto o irritabilidad.


• Cambios en el sueño y/o en el apetito.
• Pérdida frecuente o daño en las pertenencias (lentes, mochila, estuche de lápices, pantalones rotos, etcétera).
• Presencia de golpes o rasguños (el niño suele decir que tiene caídas o accidentes).
• Falta de relación con los compañeros.
• Querer ir acompañado a la entrada y a la salida de la escuela
• Negarse a ir a clases o protestar por ello.
• No acudir a excursiones, visitas o viajes de la escuela.
Una vez que se han detectado estas conductas, es importante que los padres establezcan una relación cercana con
el profesor de su hijo, que conozcan a sus compañeros e identifiquen a sus amigos para darse cuenta de su relación.
Lo más importante es que tengan una comunicación constante con el niño y dejen de lado la creencia errónea de que
el “problema” desaparecerá con la edad o al pasar al siguiente año escolar.
Las secuelas del bullying pueden acompañar a las personas durante toda su vida, por eso es importante buscar
ayuda inmediatamente.

La orientación de un psicólogo o un especialista en acoso escolar, el apoyo familiar y un


grupo de amigos cercanos son fundamentales para recuperar la vida a la brevedad.
¿TU RELACIÓN DE PAREJA ES UN
INFIERNO?

uando era niña, Leticia —quien actualmente tiene 54 años— presenció la escena en la que su padre alcohólico
C asesinó a su mamá en un arranque de celos. Entonces fue llevada a vivir con su abuela materna, quien, en lugar
de proveerla de amor y cuidados, la trataba como una empleada doméstica. Cansada de los malos tratos, a los 16
años Leticia abandonó a su abuela y, al no tener a dónde ir, pasó su primera noche en la calle, donde un grupo de
vándalos abusó sexualmente de ella. Posteriormente, Leticia deambuló de un lugar a otro buscando techo y comida,
hasta que una mujer anciana la acogió en su casa a cambio de que le ayudara en los quehaceres del hogar. Poco
después conoció a Saúl, un hombre que se mostró amable y atento con ella, y con quien al poco tiempo se casó. Sin
embargo, no pasó mucho antes de que su esposo comenzara a insultarla y a golpearla, porque, según él, Leticia era
una “ofrecida” con todos los hombres. Después, los golpes sobrevenían sin motivo, sobre todo cuando Saúl se
emborrachaba. Durante muchos años Leticia pensó que el trato que recibía de su esposo era normal, pues era el
mismo que había recibido cuando era niña. Incluso pensaba que Saúl la quería y estaba segura de que él cambiaría,
pues en el fondo no era una mala persona, ya que cuando no estaba borracho ni enojado la trataba con cariño.
Recientemente, Leticia abandonó el hospital, donde pasó la última semana reponiéndose de una paliza que le
propinó Saúl; estuvo a punto de perder el ojo izquierdo, pero para su “buena fortuna” sólo sufrió algunas fracturas.
Regresó a su casa con un brazo enyesado y un collarín. La última vez que la vi, Leticia había iniciado un proceso de
psicoterapia por indicación de las autoridades ante quienes había denunciado legalmente a su esposo.

La violencia intrafamiliar es el maltrato que generalmente ocurre entre los integrantes


de la pareja, ya que son ellos quienes viven de manera directa las agresiones, aunque
sus efectos alcanzan a toda la familia, como los hijos, en la medida en que éstos
atestiguan las peleas entre sus padres.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS)32 la violencia contra las mujeres es un problema de salud global
de proporciones epidémicas porque afecta a más de un tercio de todas las mujeres a nivel mundial. La OMS estima
que cerca del 35% de todas las mujeres experimentarán en algún momento de su vida hechos de violencia, ya sea en
la pareja o fuera de ella. Además, en el 38% de los casos las mujeres asesinadas fueron victimadas por sus parejas.
La violencia conyugal es un factor detonante importante de los problemas de salud mental de las mujeres, pues se
ha encontrado que quienes han sufrido violencia de pareja tienen casi el doble de probabilidades de sufrir depresión
en comparación con las que no padecen ningún tipo de violencia. También se ha encontrado que las mujeres que
sufren violencia de pareja presentan casi dos veces más problemas con el abuso del alcohol que quienes no son
víctimas.
Diversos estudios revelan que vivir situaciones de violencia durante la infancia suele ser un factor importante
para reproducirla en la juventud y en la vida adulta. Además, en los hogares donde existen mujeres agredidas por su
pareja, tienden a darse más casos de maltrato infantil que en los hogares sin violencia doméstica. Asimismo, las
probabilidades de que una mujer sufra violencia de pareja se asocian con la presencia de antecedentes de violencia
intrafamiliar durante su infancia.
La violencia en la relación de la pareja se efectúa en un proceso que es conocido como “ciclo de la violencia”,33
que lleva a los cónyuges a experimentar una serie de periodos de calma y estabilidad en la relación que se combinan
con otros de desacuerdos, peleas y tensión. Esas peleas pueden incrementarse hasta que se presentan episodios
violentos que llevan a agresiones físicas. Luego sobreviene la calma y un periodo de “reconciliación” durante el cual
el agresor (en general el hombre) se disculpa con el agredido, se muestra arrepentido y promete cambiar. Durante
algún tiempo la relación parece mejorar, pero poco a poco sus viejos hábitos para relacionarse vuelven a presentarse
y comienzan una vez más los roces y las peleas, hasta llegar nuevamente a un episodio violento, luego a otra
reconciliación, y así sucesivamente.

En la relación de pareja es indispensable que exista amor, respeto, admiración y


compañerismo. Cuando estos valores se pierden, la relación fracasa y en muchos casos
se presentan abusos, daño y ofensas.

Las causas
¿Por qué soporta una mujer los malos tratos de su pareja, ya sean éstos psicológicos, físicos o de ambos tipos? ¿Es
posible que una mujer maltratada ame a quien la maltrata? ¿Qué mantiene a una mujer maltratada al lado de su
agresor? ¿Por qué no se separa de él?
Para responder a estas preguntas, remitámonos al caso de Leticia, quien aseguraba estar enamorada de Saúl, ya
que cuando lo conoció era la única persona que la había tratado bien en su vida. Estaba tan absorta ante la imagen
ideal que había creado de él, que no distinguió la realidad, lo que la orilló a soportar todo tipo de abusos. Saúl, a
pesar de maltratar a su esposa, era generoso cuando no se presentaban sus momentos de ira, e incluso
aceptablemente cariñoso, con lo que cubría las carencias de afecto que Leticia había tenido durante toda su vida.
Debido a su pobre autoestima, había ocasiones en que Leticia sentía que las agresiones de Saúl eran merecidas y
trataba de convencerse de que su esposo cambiaría algún día. La primera vez que hizo acopio de todas sus fuerzas
para intentar dejarlo, Saúl la amenazó con matarla o quitarle a sus hijos; al mismo tiempo, hizo énfasis en el hecho
de que Leticia no podría sobrevivir económicamente sin él, ya que no sabía hacer nada.
Una de las principales razones por las que Leticia permaneció en la relación violenta junta a Saúl fue por
vergüenza: no quería decir que estaba siendo agredida y por eso lo mantenía en secreto. Además, Leticia aguantó a
su esposo durante tanto tiempo con la esperanza de que cambiaría que llegó a normalizar la violencia, pues era el
único modo de vida que había conocido.

¿Cómo enfrentar la violencia de pareja?


La violencia de pareja no es sólo una cuestión de lesiones físicas, sino un problema social que afecta a las mujeres
de todas las edades y clases sociales, en el que están involucradas personas e instituciones gubernamentales que se
convierten en cómplices cuando callan y no actúan.
Tal fue el caso (ampliamente documentado por la prensa española) de Ana Orantes, asesinada en 1997 por su
exesposo tras exponer públicamente en un programa de televisión la violencia que padeció durante 40 años de vida
conyugal. Antes de lograr finalmente divorciarse, Ana había denunciado en múltiples ocasiones las agresiones de su
pareja, obteniendo como única respuesta por parte de las autoridades que se trataba de "peleas normales en la
familia".
El primer paso para enfrentar la violencia de pareja es desterrar las creencias que aprueban su uso contra
cualquier miembro de la familia como forma de resolver las diferencias. Hay quienes justifican una bofetada o un
empujón como una forma de resolución de problemas, pero no consideran que el siguiente golpe puede ser peor.

800,000 mujeres mueren cada año en el mundo como consecuencia de cualquier tipo de
violencia.

Una vez que una persona está inmersa en una situación de violencia, sus familiares y sus amigos deben funcionar
como red de apoyo. Es necesario acudir a ayuda profesional, realizar las denuncias correspondientes y asistir a
terapia psicológica para mejorar la autoestima y la seguridad como persona digna de respeto. No hay que olvidar que
una de las principales características de las relaciones violentas es la desvalorización y el menoscabo de la
autoestima.
Es importante recalcar que ninguna persona sale ilesa de una situación de violencia. Si no se pone un alto, se
corre el riesgo de que quien ha padecido violencia vaya por la vida reproduciendo esa misma violencia o
normalizándola, viéndola como algo esperable, como algo que, simplemente, “pasa”. Por el contrario, cuando vemos
la violencia como algo evitable, reprobable y problemático, podemos tomar medidas para evitarla y cambiarnos a
nosotros mismos y a nuestro entorno.
EL SIGNIFICADO DE TUS SUEÑOS

esde la Antigüedad, la interpretación de los sueños ha sido objeto de estudio. En la época de la Grecia clásica
D se consideraba que los sueños eran experiencias sobrenaturales, fuentes de adivinación para vaticinar eventos
futuros y una forma de estar en contacto con los dioses. Aristóteles (384-322 a.C.) consideraba que los sueños eran
una modalidad distinta de las experiencias durante el estado de vigilia, que reflejaban las necesidades emocionales
de la persona despierta. Incluso, en muchas culturas se les atribuye un valor profético, como se narra en la Biblia,
donde José interpreta los sueños del Faraón.
La teoría sobre la interpretación de los sueños más conocida fue postulada por el médico austriaco Sigmund
Freud, creador del psicoanálisis, en su libro La interpretación de los sueños,34 publicado en 1899. Freud utilizó sus
propios sueños para ejemplificar su teoría sobre la psicología de los sueños, considerando que en éstos se revelan
con claridad los procesos mentales inconscientes.
Desde el punto de vista psicoanalítico, todos poseemos una parte consciente y una inconsciente en nuestra
mente. Cuando despertamos, lo que podemos recordar de nuestro sueño pertenece al consciente. Aquello que no
podemos recordar permanece guardado en nuestra mente en la parte inconsciente. Los sueños son, entonces, una
forma de comunicación entre el inconsciente y la mente consciente; es la forma en que los contenidos inconscientes
se vuelven conscientes.

Cuando los deseos que experimenta una persona no pueden llevarse a cabo debido a las
normas sociales o a la represión, se expresan mediante disfraces y símbolos en los
sueños. Ésta es la teoría que propuso uno de los grandes estudiosos de los sueños, el
psicoanalista Sigmund Freud. ¿Estaba en lo correcto?
Contrariamente a lo que solemos decir de manera cotidiana, soñamos todas las noches, aunque muchas veces no
lo recordamos y por eso creemos que no hemos soñado. Mientras dormimos, nuestra mente se mantiene activa,
repasando lo ocurrido durante el día, mezclándolo con recuerdos del pasado e incluso creando nuevas imágenes.
Durante el sueño, muchos estímulos sensoriales actúan en forma continua; algunos tienen la capacidad de
despertarnos y otros no perturban el dormir. Por ejemplo, escuchar gotear una llave de agua o el tic-tac de un reloj
de pared pueden influir en el contenido de nuestro sueño. Sin embargo, con mayor frecuencia lo que soñamos está
relacionado con pensamientos e ideas conectadas con nuestras actividades y nuestras preocupaciones cotidianas. Por
ejemplo, los problemas familiares o laborales con frecuencia aparecen en los sueños.
Según Freud, los seres humanos buscamos obtener placer y evitar el dolor. Sin embargo, en la práctica no
siempre es posible satisfacer placenteramente todos nuestros deseos porque estamos limitados por las normas y las
represiones sociales. Los sueños se convierten, entonces, en una de las principales vías para satisfacer nuestros
deseos, así como un medio para tener acceso a realidades que están más allá del alcance de la lógica.
Rara vez los sueños que recordamos tienen sentido. Por lo general, contienen elementos que nos resultan
extraños, aterradores o inquietantes. ¿Por qué nos resultan tan raros? Durante la noche nuestra mente se relaja y en
los sueños aparecen figuras, personajes, lugares, seres fantásticos o monstruosos que “disfrazan” el verdadero
contenido del sueño. Es posible encontrar en un mismo sueño lugares y personas que no tienen relación entre sí, o
que vivieron en épocas distintas. De este modo, en un mismo sueño pueden convivir tu abuelo, que murió poco
después de que nacieras, y tu mejor amigo de la infancia, al que no has visto desde hace años. Lo anterior se debe a
que los sueños satisfacen los deseos más ocultos, pero mediante un disfraz que esconde una verdad profunda, que no
desea que salga a la consciencia del que sueña. Desde la perspectiva psicoanalítica, lo que parece ser un conjunto de
imágenes soñadas sin sentido, a través del análisis y la interpretación por parte de un experto, puede manifestarse
como un conjunto de ideas coherentes.
Para entender mejor esto, consideremos la película Recuerda, de Alfred Hitchcock,35 en la que una psicoanalista
entra en contacto con un paciente que no recuerda quién es, pero teme ser el autor de un asesinato. La doctora,
interpretada por Ingrid Bergman, evalúa y analiza los sueños del paciente, encarnado por Gregory Peck, para
determinar de dónde viene su pérdida de memoria y si ésta es consecuencia de la culpa que siente por haber
cometido un asesinato. En los sueños del paciente, imágenes surrealistas que no parecen tener coherencia alguna
(Salvador Dalí es el autor de dicho sueño), se pueden apreciar ojos enormes en las paredes, un hombre con tijeras
gigantes, un techo inclinado, hombres sin rostro, ruedas rotas, una casa de juego y una chimenea que esconde a un
hombre, también sin rostro. Tras el análisis del sueño, cada uno de los elementos, aparentemente sin conexión,
revela su verdadero significado, lo que permite al presunto culpable recordar lo ocurrido y encontrar al verdadero
asesino.
Otras posturas, contrarias al psicoanálisis, tienen puntos de vista diferentes. Diversos estudios afirman que no
soñamos impulsados por la mente, sino por la fisiología, y explican los sueños como un efecto secundario que se
produce durante la fase REM (etapa del sueño en la que los ojos se mueven rápidamente), ya que la persona está
más relajada y es relativamente fácil despertarla. Cuando dormimos, descienden en gran medida los niveles de
estímulos musculares que recibe el cerebro, y eso le permite liberar memoria.
Deirdre Barrett,36 psicóloga de la Universidad de Harvard, quien ha realizado numerosas investigaciones sobre
los sueños y también ha hecho contribuciones importantes sobre la creatividad y la resolución de problemas, afirma
que soñar es como pensar cuando estamos despiertos, aunque con matices diferentes, por lo que es posible resolver
problemas cuando dormimos. Como ejemplo, menciona a prominentes artistas y científicos que se han inspirado a
través de sus sueños.
Además, Barret indica que los sueños han evolucionado con el ser humano, de modo que han perfeccionado sus
grandes funciones, entre las cuales está ayudar al cerebro a “reiniciarse”. Asimismo, critica las explicaciones que
Freud dio en su momento, porque el médico austriaco no tuvo en cuenta la evolución humana y explicaba los sueños
como una gratificación a nuestros deseos en un mundo imaginario que poco servía en nuestra vida real.
En definitiva, es bueno señalar que, aunque siempre estamos buscando encontrar explicaciones a lo que nos
rodea, y eso incluye dar significado a nuestros sueños, es importante considerar que éstos son únicos, y para poder
interpretarlos es necesario ponerlos en el contexto de nuestras propias experiencias y nuestra realidad, porque
ninguna otra persona puede tener los mismos antecedentes, emociones o experiencias.
Así que sé precavido cuando intentes reconocer el significado de tus sueños. Acércate a un experto (un
psicoanalista, por ejemplo), porque los diccionarios o los libros de interpretación sólo son una guía que no te
permitirá llegar a la comprensión de lo que tú conoces mejor que nadie: a ti mismo.
NEUROSIS DOMINICAL

magina que después de una agitada semana de trabajo te despiertas por la mañana con una extraña sensación de
I desconcierto, como si no tuvieras idea de qué día es o de lo que tienes que hacer. Te incorporas lentamente y te
das cuenta de que es domingo. Te sientes confundido, sin energía y sin saber qué hacer. ¿A qué se debe? Como
durante el resto de la semana no pensaste en otra cosa que no fuera tu trabajo, descubres que ahora dispones de
tiempo libre y no sabes qué hacer con él; experimentas una sensación de “horror al vacío” que te lleva a
cuestionarte: “¿Qué estoy haciendo?” “¿Hacia dónde voy?”

Experimentar una sensación de vacío por no tener nada que hacer en un fin de semana,
después de una ajetreada semana de trabajo, puede indicar algo más profundo que el
simple aburrimiento: crisis existencial y falta de sentido en la propia vida.

Esta sensación de vacío también puede presentarse cuando llegan las vacaciones y algunas personas se enfrentan
con una sensación similar a la de ciertos jubilados, que no saben qué hacer con tantos días libres, por lo que acaban
tristes y deprimidos. ¿Alguna vez te ha pasado algo semejante?
La inactividad no es una situación fácil para algunas personas, ya que están acostumbradas a jornadas de trabajo
interminables, altos niveles de tensión y agendas saturadas. De repente, encontrarse con un par de días libres durante
el fin de semana, sin “nada que hacer”, implica interrumpir una rutina a la que ya se acostumbraron, tanto su cuerpo
como su mente.
Algunas personas afirman que, después de un ritmo ajetreado durante toda la semana, cuando duermen cuatro
horas al día en promedio, lo normal sería disfrutar el domingo. Sin embargo, sufren porque rompen con el ritmo de
la semana y se desesperan sin saber cómo emplear su tiempo. Otras aseguran que el domingo —que debería ser un
día para descansar— se sienten deprimidas sin saber por qué.
Esta situación fue denominada “neurosis dominical” por el psicólogo vienés Viktor Frankl,37 ya que refleja un
cierto vacío existencial, así como una gran descompensación entre la vida profesional y la vida personal o familiar.
Para Frankl, las personas que experimentan estas sensaciones no tienen en su vida un sentido profundo y
trascendente, de ahí que se aterran y sufren una extraña nostalgia cuando llega el domingo y hacen un alto en sus
labores cotidianas, enfrentándose con temor a su propio yo.
Por otro lado, están los que encuentran en la diversión una forma de evasión total de la realidad. Con frecuencia
habrás escuchado noticias relativas a que uno o varios jóvenes se accidentaron el fin de semana en un automóvil; tal
vez uno de ellos murió y otros resultaron heridos gravemente o con daños físicos de consideración. La mayoría de
las veces la causa de estos accidentes fue manejar a exceso de velocidad o ingerir alcohol o alguna droga. En su
libro Psicoanálisis y existencialismo,38 Frankl analiza estos comportamientos y comenta que muchas veces el
fenómeno ocurre en personas que desconocen la finalidad de sus vidas y cuyas existencias carecen de sentido
trascendente. Esta gente vive al ritmo más veloz posible, sin llegar a saber quién es, para qué existe o cuál es su
misión. En la actualidad, un buen número de personas se encuentran dominadas por la irresponsabilidad, la apatía y
el aburrimiento.
Ante la falta de sentido intentan llenar su vida con la hiperactividad y el movimiento incesante. Pueden trabajar o
estudiar con firmeza de lunes a viernes, pero cuando llega el fin de semana adoptan comportamientos obsesivos y
frenéticos. En esta neurosis del fin de semana todo está permitido: el alcohol, las drogas o el sexo, con tal de
conseguir diversión y despejar la mente. Al final, todos estos comportamientos no tienen otro propósito que escapar
de la realidad y, supuestamente, encontrar la felicidad.
El problema es que la felicidad, el hecho de sentirnos satisfechos con nosotros mismos, nunca puede ser resultado
de una búsqueda directa, sino la consecuencia de haber encontrado una misión para la cual vivir.

Muchas personas van por la vida esperando encontrar la felicidad, y el hecho de


perseguirla obsesivamente en realidad les impide ser felices, porque mientras más la
buscan, más se aleja.

Los seres humanos nos hemos vuelto conformistas (hacemos lo que hacen otras personas), o totalitaristas
(hacemos lo que otras personas quieren que hagamos), y caemos en un estado de tedio y aburrimiento. A veces el
vacío existencial tiene máscaras como el poder, el dinero o el placer, pero, aunque usemos dichas máscaras, muchas
veces el vacío permanece. Por lo tanto, Frankl plantea que demos a nuestras vidas un sentido profundo y
trascendente, retomando los valores importantes del ser humano.
Algunas sugerencias que vale la pena considerar son:
• Encontrar un balance entre la vida profesional y la familiar.
• Hacer del trabajo un medio de autorrealización personal y familiar, no un fin en sí mismo.
• Establecer tiempo de calidad para dedicarlo a la parte personal de la vida, disfrutando a la familia y los amigos.
• Visitar a algún pariente, amigo o conocido que viva solo o esté enfermo.
• Considerar que el desarrollo personal es muy necesario, por lo que conviene dedicar tiempo y recursos para uno
mismo (en actividades como la lectura, la meditación, el deporte o algún pasatiempo enriquecedor).
Lo más importante es que encontremos aquello que pueda contribuir a dar un sentido más pleno a nuestras
vidas.
Es necesario delimitar en su justa medida los espacios del trabajo y la diversión, de la familia y del desarrollo
personal, ya que son elementos complementarios que brindan una dimensión más trascendente y profunda a nuestra
existencia.
PRIMERO YO, DESPUÉS YO, Y AL
ÚLTIMO YO

¿T esushaaventuras
pasado que, cuando te reúnes con un amigo, de inmediato comienza a hablar de sí mismo, de su vida, de
y sus desgracias, como si lo que le pasara a él fuera lo único interesante en el mundo? ¿O cuando
tú tienes ganas de hablar de tus problemas y tus preocupaciones ese amigo se muestra impaciente de que termines
para continuar con su interminable monólogo que empieza, continúa y termina con un “yo, yo, yo”?
Los libros de autoayuda y los autores motivacionales nos hablan de la importancia de valorar lo que somos y
potenciar nuestras capacidades. Sin embargo, algunas personas exceden su propia valoración y se autodefinen como
“las mejores en algo” debido a sus logros, habilidades o capacidades. En sus conversaciones no prestan atención a
los otros y creen que sólo una persona del mismo nivel que ellas puede ser tan inteligente o entender lo que están
diciendo. Siempre ponen sus características por encima de las de los demás y menosprecian o denigran con
comentarios negativos a otras personas que obtienen logros.
Posiblemente te vinieron a la mente infinidad de artistas, políticos, intelectuales y presentadores de televisión,
que encajan perfectamente en la descripción anterior, porque buscan el reconocimiento de los demás y tienen un ego
exagerado. Pero ten cuidado, que estos comportamientos no son exclusivos de los famosos.
Todos tenemos de alguna forma rasgos que pueden resultar egoístas a ojos de los demás. Esto no significa que
tengamos un problema grave, ya que determinados comportamientos o actitudes pueden presentarse de forma leve.
El problema de las personas con un ego exagerado no es que sean excepcionales, sino que se aman en exceso y están
plenamente convencidas de que son superiores a los demás. A las personas que tienen un amor exagerado por sí
mismas se les llama narcisistas.
El término narcisismo proviene de la mitología griega. Narciso era un joven muy hermoso. Las doncellas se
enamoraban de él sin obtener ninguna esperanza de ser correspondidas, ya que Narciso cruelmente se negaba a amar
a cualquiera. Para castigarlo por su vanidad, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que Narciso se enamorara de su
propia imagen reflejada en una fuente. Narciso contempló absorto su imagen sin poder apartarse de ella, sin poder
tocarla ni abrazarla, por lo que acabó arrojándose al agua. En el sitio donde su cuerpo cayó, creció una hermosa flor,
que a partir de entonces se llamó Narciso.
Las personas narcisistas39 se caracterizan por un sentido de grandiosidad por medio del cual sobrevaloran sus
capacidades y exageran sus conocimientos y sus cualidades. Son presumidos, y constantemente necesitan
admiración y atención, por lo que pueden sorprenderse si no reciben los elogios que creen merecer. Si consiguen
triunfar en el deporte, los negocios, o cualquier otra área, se lo restriegan en la cara a los demás para que sepan que
están por encima de ellos. Incluso esperan ser recibidos con fanfarrias y se sorprenden si los demás no envidian lo
que ellos poseen o logran.
En este sentido, la verdadera razón por la que los narcisistas creen que los demás los envidian es porque anhelan
los éxitos ajenos, pues creen que ellos son más merecedores de los logros, la admiración y los privilegios. Sin
embargo, detrás de la aparente sobreestimación de dichos logros se encuentra una profunda inseguridad y una muy
baja autoestima.
En las personas narcisistas la autoestima se manifiesta de forma exagerada, de manera que solamente quieren ser
o tener lo “mejor” o lo “más importante”. Por ejemplo, asisten a los mejores restaurantes y a las mejores escuelas,
viven en la mejor zona de la ciudad, poseen el mejor automóvil, la mejor ropa, y el reloj y los zapatos más caros. Su
exagerado sentido de importancia les hace pensar que no pueden relacionarse con cualquiera, que deben buscar
personas de su categoría, por eso entre sus amistades presumen a los mejores doctores, abogados, políticos y
deportistas.

El narcisismo extremo en realidad es una máscara que esconde a una persona que no se
siente tan valiosa como aparenta; es decir, el narcisista usa inconscientemente
mecanismos para defenderse de la realidad y de conflictos indeseados por medio de una
alta autoestima.

La mayor parte del tiempo los narcisistas no viven en la realidad, sino en un mundo alterno, lleno de fantasías y
de poder sobre los demás. Sus pretensiones les hacen creer que merecen un trato especial; así, se muestran
arrogantes y soberbios, mientras son insensibles a las necesidades y a los deseos de los otros. Por ejemplo, suelen
pensar que no tienen por qué hacer fila en el banco o que sus prioridades son tan importantes que los demás deberían
ser complacientes con ellos.
Para el narcisista, una relación amistosa o romántica funciona si la otra persona está dispuesta a cumplir sus
deseos. Al estar centrado en sí mismo, y en sus propias necesidades, no es capaz de ponerse en el lugar de la otra
persona y, por lo tanto, no reconoce los sentimientos y necesidades de los demás. En una conversación exagera sus
movimientos con las manos, habla muy alto y muestra desinterés por lo que digan los demás. Si alguien cercano está
pasando un mal momento, no lo escucha porque no le importa. Pero si el narcisista es el que se siente mal, buscará
que los otros le brinden su apoyo.
En el extremo, el narcisista se encuentra solo, ya que cuando se vuelve insoportable tiende a ser rechazado por
las personas de su entorno. Cuando esto ocurre, busca nuevos contactos que lo admiren, aunque, con el tiempo,
volverá a sentir rechazo.
El narcisista tampoco permite que su pareja o sus amigos le digan cómo tiene que hacer las cosas o que le
corrijan un error. Ni siquiera acepta consejos, porque si cree que ya lo sabe todo, entonces no los necesita.
Además, los narcisistas suelen vivir a la defensiva, siendo hipersensibles a los movimientos y comentarios de los
demás.
Toma en cuenta que no sólo los deportistas y los artistas famosos, los empresarios o la gente más popular en
Instagram puede desarrollar estos comportamientos; también tu vecino, tu jefe, tu amigo o, incluso, tú mismo. Por
ello, es necesario que tomes en cuenta algunas consideraciones para evitar caer en conductas que te lastimen a ti y a
los que te rodean:
• Sé respetuoso y acepta que los demás tienen ideas propias y capacidades que los hacen merecedores del derecho
de expresarse y participar.
• Aprende a escuchar a los demás, a involucrarte en una conversación de manera que la otra persona sienta que lo
que dice es importante, y reconoce que puedes aprender de ella.
• Si tienes que criticar a una persona narcisista, hazlo con delicadeza y sinceridad, y si tú eres uno de ellos, recuerda
que no hay nada malo en no ser perfecto.
• En un caso extremo, acude a psicoterapia, la cual tiene como objetivo ayudarte a desarrollar habilidades que te
permitan interactuar en la sociedad de una manera más apropiada y honesta.
Tener una sana autoestima y estar consciente de las virtudes y las cualidades que tienes
como persona no debe confundirte con querer ser el centro del universo.
¿TU MENTE TE ENFERMA?

e acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 800 millones de personas en el
D mundo (casi 12 por ciento de la población global) invierten como mínimo 10 por ciento del presupuesto
familiar para gastos de salud para sí mismos, sus hijos u otros familiares enfermos. Sin embargo, ¿sabías que un alto
porcentaje de las enfermedades que padecemos no tienen una explicación médica y se deben a cuestiones
psicológicas?
Imaginemos a Carlos, quien trabaja ocho horas diarias en una oficina. Su jefe es impredecible y a veces le exige
quedarse horas extras para terminar los proyectos pendientes. Para llegar a su casa Carlos debe manejar durante más
de una hora en el tráfico pesado y cuando llega a casa sus hijos pequeños ya están dormidos. Tiene frecuentes
discusiones con su esposa y todo el tiempo se siente estresado. Desde hace poco más de un mes ha estado sintiendo
malestar estomacal, diarrea y gases, y la semana pasada le diagnosticaron gastritis.
Desde la perspectiva médica, la causa del malestar de Carlos se halla en el consumo de alcohol, el exceso de
comida picante y grasosa, una infección del estómago o la ingesta de ciertos medicamentos. Sin embargo, desde el
punto de vista psicológico habría que considerar que las emociones negativas que está experimentando han
originado síntomas físicos en el área digestiva. Su cuerpo está expresando, a través de una serie de síntomas, un
malestar emocional.
La realidad es que nuestro cuerpo produce síntomas físicos en respuesta a las emociones todo el tiempo. ¿Te
tiemblan las manos cuando tienes que hacer una presentación? ¿Te pones rojo cuando experimentas vergüenza?
¿Tienes malestar estomacal después de una discusión? Es probable que tu respuesta sea “sí”, debido a que la
somatización suele ser algo muy común y es una respuesta fisiológica ante un suceso psicológico. Cuando no
manejamos adecuadamente nuestras emociones podemos “somatizarlas”, es decir, propiciar que nuestro cuerpo se
enferme.
La somatización40 es un conjunto de síntomas físicos que producen malestar, para los que no existe un origen
físico identificable. Se pueden producir enfermedades, que son llamadas psicosomáticas, ya sea por estrés, por
problemas emocionales o por emociones negativas, donde los conflictos psicológicos internos son expresados como
signos físicos. Somatizar no es un problema mental, sino una consecuencia de la relación entre la mente y el cuerpo.
Para la 42OMS,41 la prevalencia de enfermedades cuyos síntomas carecen de explicación médica es
prácticamente idéntica en casi todos los países, independientemente de si son desarrollados o en vías de desarrollo.
Según el psicoanálisis,42 cuando determinadas emociones dolorosas son demasiado intensas y la angustia se
vuelve intolerable para la persona, la tensión pulsional es canalizada hacia afuera; es decir, el malestar se hace
presente en el cuerpo sin haber pasado por el inconsciente.
Los síntomas físicos se generan cuando tenemos niveles altos de estrés o problemas emocionales que producen
dolores que no tienen explicación médica.

Las sensaciones físicas que acompañan a la emoción que sentimos son el lenguaje a
través del cual nuestro cuerpo nos está avisando que algo no funciona bien, e indican lo
que necesitamos hacer para recobrar el equilibrio.

Cuando no hacemos caso a lo que sentimos y evitamos que la tensión se exprese de manera correcta, ésta tiende a
acumularse. Entonces aparecen los dolores de cabeza, de estómago, de cuello, de espalda y de anginas, la faringitis,
la fatiga crónica, el asma, las alergias, etcétera.
Se han identificado las principales causas para muchos de los principales malestares psicosomáticos:43

Dolores de cabeza. Muchas personas padecen dolores de cabeza crónicos que no pueden ser atribuidos a una
condición física, sino a la tendencia a reprimir la rabia o el enojo. Los síntomas son una protesta silenciosa: cuando
algo nos indigna o no nos gusta, pero no lo expresamos, entonces puede presentarse el dolor de cabeza. Las personas
más asertivas tienen menos malestares de este tipo.

Dolores de espalda. Los dolores crónicos de la espalda, los hombros y la zona lumbar son muy comunes y al
parecer están relacionados con asumir demasiadas responsabilidades. El cuerpo experimenta los compromisos
laborales o personales como una “carga” pesada.

Dolor en el cuello. Es probable que este tipo de malestar lo provoque una persona, una situación o una actividad
específica, ya que suele ser repentino: si tuvimos un problema con alguien o algo no nos gusta, experimentaremos
irritación o desagrado y, con seguridad, dolor en el cuello.

Dolor de garganta. Las personas que tienden a reprimir la expresión de la tristeza experimentan dolores de
garganta. Al no dejar salir el llanto natural, la tensión se acumula en esa zona. Los dolores de garganta también
pueden deberse a que hay algo que necesitamos decir y no lo expresamos.

Resfriados. Aunque la gente suele considerar que la exposición a temperaturas extremas o el cambio rápido de un
ambiente caliente a otro frío aumenta la probabilidad de resfriarse, es una realidad que la fatiga y el estrés debilitan
el sistema inmunológico. También se ha considerado que resfriarse con frecuencia está relacionado con sentimientos
de tristeza, desilusión, miedo o culpabilidad.

Problemas en la piel. Las afecciones y las alergias de la piel al parecer son una señal de que existe algún tipo de
problema en las relaciones interpersonales y en el contacto con nuestro entorno. Pueden deberse al manejo
inadecuado de diferentes emociones como el miedo, la rabia y la tristeza.

Desmayos. Los desvanecimientos, los vértigos, la fatiga y otros síntomas similares están relacionados con el miedo.
Cuando sentimos que no poseemos los recursos suficientes para enfrentar una amenaza, real o percibida, nuestro
cuerpo puede paralizarse.

¿Qué podemos hacer para mantenernos sanos?


No es posible evitar los síntomas físicos frente a una situación de estrés, pero sí podemos evitar que eso se
transforme en una enfermedad. Podemos aprender a reconocerlos cuando se presentan y alterar lo que hacemos en
respuesta.
Primero, es importante considerar que ciertos rasgos de nuestra personalidad acentúan la posibilidad de somatizar
una enfermedad. Por ejemplo, las personas muy negativas y pesimistas, así como las depresivas y ansiosas, tienden a
presentar enfermedades psicosomáticas con mayor frecuencia. Así pues, es necesario deshacernos de las emociones
negativas —como el resentimiento o el rencor— y aprender a reconocerlas cuando se presentan.
En lugar de reprimir los sentimientos, debemos compartir los problemas y las preocupaciones con personas
cercanas; incluso, es recomendable llorar, porque esto nos produce relajación.
También es necesario evitar las situaciones que nos causan estrés y malestar. Si sabemos que determinadas cosas
nos generan estrés, hay que evitarlas.

Modificar los hábitos y cambiar nuestro estilo de vida por uno que incluya más el
ejercicio físico y el contacto con la naturaleza puede ser de gran ayuda.

Finalmente, es fundamental escuchar las señales que nos envía nuestro cuerpo y tratar de identificar por qué nos
sentimos así. Hay que tener presente que cuanta más atención prestemos a estas señales, más sano estará nuestro
cuerpo.
HERRAMIENTAS PARA CONTROLAR EL
ENOJO

iensa en un miércoles cualquiera, mientras regresas a casa después de la jornada laboral, avanzando a vuelta de
P rueda en el tráfico de la ciudad, con la “motivación” de llegar a preparar comida para el día siguiente o lavar los
uniformes de tus hijos. Tu jefe te regañó por llegar tarde, no te concedió el día libre que le solicitaste y, además, para
terminar todo tu trabajo, tuviste que quedarte en la oficina durante la hora de comer. ¿Cómo te sientes?
La respuesta puede variar de persona a persona, porque todos tenemos maneras distintas de afrontar un conflicto.
Sin embargo, muy probablemente el enojo sea tu respuesta ante esta situación.
El enojo surge como resultado de nuestro malestar al enfrentarnos a circunstancias adversas. Si no podemos
satisfacer nuestros deseos o nos encontramos en una situación desagradable, perdemos el control. Este malestar se
convierte en enojo, en cólera e, incluso, en odio, y nos hace sentir cada vez más incómodos e inquietos. Incluso, nos
impide dormir y, aunque lo consigamos, no podemos descansar. Uno de los peores efectos del enojo es que
perdemos el sentido común, nos negamos a ser razonables y deseamos vengarnos de quienes creemos que nos han
perjudicado.

La respuesta más frecuente frente a una situación que no resulta como esperamos es el
enojo. Pero no será un problema si aprendemos a controlarlo y sacar provecho de una
situación adversa, en lugar de dejar que nos controle y nuble nuestros pensamientos.

El primer componente que forma la cadena del enojo es lo que pensamos con respecto a una determinada
situación: cuando nos negamos a aceptar el hecho de que otros vean las cosas de manera distinta y nos aferramos a
nuestra ciega creencia de que los demás deberían pensar del mismo modo que nosotros. Si somos capaces de
reconocer los pensamientos inadecuados antes de que se conviertan en enojo, resultará más fácil controlarlos; de este
modo no correremos el riesgo de reprimir nuestro enfado y de que se convierta en rencor. Por lo tanto, es importante
identificar los mecanismos que intervienen en el enojo.44
El primero, como ya se mencionó, es el pensamiento: cuando nos decimos internamente que los demás quieren
pasar por encima de nosotros, que no nos están respetando. Como reacción a este pensamiento inconsciente se
presenta una respuesta corporal que provoca que nuestros músculos se pongan tensos, que la presión arterial
comience a elevarse, y nos preparamos para la última etapa, el ataque, cuyo objetivo es defendernos de manera
verbal o física, lastimando a quien creemos que nos hirió primero.
En este contexto, podríamos preguntarnos: ¿acaso no es válido estar enfadado y querer tener la razón? ¿Vamos a
permitir que otro se salga con la suya cuando nos ha perjudicado? ¿Acaso no es bueno dejar salir el enojo,
expresarlo y evitar que se acumule el coraje? ¿No indica la creencia popular que las personas que no expresan su
enojo son más propensas a padecer problemas de salud como infartos?
Albert Ellis, reconocido psicoterapeuta, y fundador de la Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC),
menciona en su libro Anger: How To Live With And Without It (Cómo vivir con y sin enojo),45 que vivir enojado y
peleando con los demás aumenta los niveles de estrés y las enfermedades cardiacas. Esto no quiere decir que no
debamos decir lo que pensamos, ni que no seamos honestos. El problema es que cuando estamos enojados nuestra
visión se nubla y todas las evidencias se muestran a nuestro favor, dándonos la razón, aunque muchas veces no la
tengamos. Cuando nos enojamos, no importa lo que puedan decir los demás, porque siempre veremos una agresión
deliberada de su parte.
Descargar el enojo contra alguien en general lleva a pensar, a veces de manera constante, en los individuos
odiados y a dedicarles mucho tiempo y energía, además de que los actos iracundos con frecuencia producen un
círculo vicioso de actos coléricos en respuesta.
Frente al problema de cómo combatir el enojo, es común escuchar diferentes recomendaciones; por ejemplo,
golpear una almohada para desahogarse, gritar y quejarse de lo terribles que son las cosas, o escribir lo que
sentimos. Sin embargo, Albert Ellis ha comprobado que estas prácticas para liberar el enojo sólo funcionan de
manera temporal, por lo que él recomienda admitir plena y libremente que abrigamos rencores y resentimientos
contra otros, pero también que estos resentimientos los hemos creado en virtud de pretender, en forma tonta e irreal,
que los otros son quienes deben tratarnos de manera justa y pensar de la misma forma en que lo hacemos nosotros.
A continuación encontrarás algunas recomendaciones que te permitirán lograr un manejo adecuado del enojo. Si
las pones en práctica con frecuencia, podrás controlar más efectivamente tus emociones:
• Toma distancia y retírate de la persona con la que estás enojado hasta que tu frustración disminuya un poco. Una
vez que te sientas más calmado, expresa tu enojo, poniendo especial cuidado en las palabras que utilizas.
• Escribe los pensamientos y las ideas que vengan a tu mente sobre la persona que te hizo enojar y léelos cuando
estés más tranquilo.
• Busca una solución al problema en lugar de enfocarte sólo en pensar en lo que te hizo enojar.
• Haz declaraciones en primera persona para evitar una mayor tensión con los demás. Por ejemplo: “Yo me siento
enojada cuando me ignoras”.
• No des más vueltas de las necesarias sobre una misma situación. Recuerda que es poco realista esperar que las
otras personas hagan justo lo que tú quieres.
• Practica técnicas de relajación como la respiración profunda, la visualización de una escena relajante o la
repetición de una palabra o frase que te tranquilice.
• Trata de aceptar las opiniones diferentes.
CÓMO MANEJAR LAS EMOCIONES

odo en nuestra vida involucra emociones. Cualquier suceso, por simple que sea, despierta emociones muy
T diversas. Cada uno de los recuerdos que forman parte de nuestra vida está asociado con una carga emocional,
porque las emociones son, finalmente, las que nos mantienen vivos. Para muestra de ello está el corazón, uno de los
íconos más representativos para las culturas de todo el mundo a través de los siglos, y que originalmente fue
empleado por los egipcios con la creencia de que en esta parte del cuerpo residían el alma y la mente del hombre.
En el capítulo 16 de este libro pudiste leer acerca de la estrecha relación que existe entre los pensamientos y las
emociones. Muchos problemas psicológicos surgen como resultado de una respuesta emocional desproporcionada
que está ligada a una interpretación distorsionada de la realidad. Con frecuencia tendemos a reprimir las emociones
que, al no ser liberadas, producen síntomas físicos mejor conocidos como somatización.
La clave para llevar una vida emocional saludable no consiste en reprimir nuestras emociones, sino en saber
manejarlas. Como es imposible dejar de sentir, podemos aprender a manejar nuestras emociones mediante el control
emocional, es decir, podemos aprender una serie de técnicas que nos permitan regular las emociones de manera que
no seamos arrastrados por ellas cuando se presenten los eventos negativos.

Alegría, tristeza, sorpresa, miedo o ira son sólo algunas emociones que a veces parecen
dominar nuestra vida sin que podamos controlarlas. Pero si aprendes algunas
herramientas para manejar de manera más satisfactoria tus estados afectivos, podrás
tener una vida emocional saludable.

Las siguientes son algunas técnicas muy útiles que puedes aprender a utilizar para manejar de manera más
satisfactoria tus emociones.46

Control de la respiración
Existen diferentes técnicas para respirar que ayudan a reducir la tensión física y mental. Generalmente permiten que
alcancemos una mayor calma, reduciendo los niveles de estrés, ansiedad e ira. La relajación física y mental está
relacionada con el bienestar personal, con la alegría y la calma.
La respiración profunda oxigena nuestros órganos y hace que el cerebro trabaje mejor; además, nos relaja y
consigue calmarnos. La mayoría de las personas usamos la respiración superficial e inspiramos por la boca, en lugar
de hacerlo por la nariz. Lo más importante es ser conscientes de esto y practicar una técnica sencilla, siguiendo los
siguientes pasos:
1) Inspirar por la nariz en lugar de hacerlo por la boca.
2) Respirar suave y profundamente varias veces. Al hacer esto el abdomen debe ensancharse al introducir el aire y
estrecharse al exhalar.
3) Hacer un par de inspiraciones profundas por la nariz seguidas de exhalaciones lentas y suaves por la boca.Para
comprobar si estamos realizando correctamente esta técnica es bueno colocar una mano sobre el pecho y la otra
sobre el abdomen y observar cuál se levanta cuando respiramos. Si es el abdomen el que produce el movimiento,
estamos respirando correctamente.

Control de los pensamientos


El primero de los componentes que forman la cadena de emociones negativas es lo que pensamos con respecto a una
determinada situación.
Si somos capaces de reconocer los pensamientos inadecuados antes de que se conviertan en enojo, ira o frustración,
nos resultará más fácil controlarlos. En lugar de dejarnos llevar por las emociones negativas es importante analizar si
resulta útil molestarnos en estas circunstancias.
No tiene sentido deprimirnos o molestarnos cuando las cosas no son como deseamos. La mayoría de los
problemas emocionales surge de nuestra incapacidad para aceptar las cosas tal como son.
La estrategia clave para identificar los pensamientos negativos consiste en enfocarnos en la emoción que sigue
inmediatamente al evento. Imagina una discusión con tu pareja en la que tratan de llegar a un acuerdo sobre con qué
familia pasarán la Navidad. Es claro que las fiestas de fin de año son una fuente de desgaste y de discusiones (en
parte debido a las presiones familiares), así que experimentas dolor de cabeza y tensión en el cuello, indicadores de
una situación emocional desagradable. Pero no es la discusión en sí la desencadenante de tu malestar físico, sino lo
que piensas al respecto: “Por ningún motivo iré a casa de mis suegros”, “Es un egoísta, solo le importa su familia”,
“Siempre que pasamos las fiestas con su familia me enfermo”, etcétera. De manera que no es el hecho de estar en
desacuerdo sobre un tema en particular lo que provoca tu malestar (todos tenemos desacuerdos y no necesariamente
por ello vamos a experimentar emociones negativas), sino lo que piensas acerca de esa situación.

Afirmaciones positivas y sustitución del pensamiento


Para poder llenar nuestra mente con afirmaciones positivas primero necesitamos deshacernos de los pensamientos
negativos. En el apartado anterior ya hablamos de la importancia de detectar cuáles son los pensamientos que
generan, mantienen o incrementan nuestras emociones negativas y nos hacen sentir tristeza, ansiedad, miedo o
enojo. Una vez identificados, es indispensable sustituirlos por otros más positivos. Debemos tener claro cuál es el
pensamiento negativo y cuál es el positivo que lo va a sustituir, para lo cual es conveniente ponerlo por escrito. Una
vez hecho esto necesitamos ponerlo en práctica, y cada vez que se presente el pensamiento negativo, cambiarlo por
el positivo de manera automática. Así, si tienes problemas de sobrepeso en lugar de pensar “No quiero estar gordo”
debes sustituirlo por una afirmación positiva del tipo: “Estoy alcanzando y manteniendo mi peso ideal” o “Alimento
y cuido mi cuerpo con comida saludable y ejercicio”. Es importante tener por escrito las afirmaciones positivas y
repetirlas durante el día. Cuando se practican de manera deliberada y repetida, refuerzan los patrones químicos del
cerebro, fortaleciendo ciertas conexiones neuronales, disminuyendo la ansiedad.

Visualización de la situación
Para prepararnos a afrontar situaciones que nos hacen sentir inseguros la visualización es una buena estrategia.
Consiste en ensayar mentalmente la situación temida, actuarla como si se estuviera viviendo en la realidad. Es
necesario practicar los diálogos, los movimientos y las situaciones, y acompañarlos con pensamientos positivos. Con
cada visualización el nivel de ansiedad se reduce y nos sentimos más cómodos y con mayor confianza para enfrentar
la situación real de manera exitosa. Si vas a hablar en público, entonces debes visualizar cada aspecto de la situación
y practicar los diálogos mentalmente, mientras acompañas tu discurso con afirmaciones positivas. Luego, cuando te
sientas más confiado, lo podrás hacer frente al espejo o grabarte con tu teléfono.
Aunque de apariencia sencilla, las técnicas antes descritas son efectivas para manejar emociones de manera
satisfactoria. Además de ser utilizadas por psicólogos y psicoterapeutas, también pueden ser practicadas por
cualquier persona que decida convertirlas en un hábito que le permita un mayor control de emociones y
sentimientos.
EL EFECTO DE LA SOMBRA

magina esta escena: tu pareja es una persona desconfiada e insegura que teme al compromiso y que te hace sentir
I que eres tú quien pone las cosas difíciles en la relación. En lugar de aceptar su problema de falta de confianza,
descarga sus emociones negativas en ti y te acusa de ser insensible y egoísta, actitudes que es incapaz de aceptar en
sí misma. ¿Por qué rechaza lo que le molesta?
El escritor alemán Hermann Hesse,47 decía “cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está
dentro de nosotros”. Mediante este mecanismo, llamado proyección, una persona atribuye a otra sentimientos,
pensamientos, impulsos o conductas que niega en sí misma o que le resultan inaceptables. Cuando juzgamos o
criticamos a alguien por ser muy arrogante, presumido, insoportable o egoísta, en realidad estamos, de manera
inconsciente, atribuyendo a los demás esas características que detestamos en nosotros. Descubrir en los demás los
rasgos que rechazamos en nosotros mismos no es algo fácil de admitir; sin embargo, tiene un aspecto positivo, ya
que si no fuera por esa persona que es el “espejo” de lo que no podemos ver, nunca tendríamos la oportunidad de
aprender a reconocer dichas características en nosotros. Sea lo que sea lo que juzguemos o condenemos en los
demás, finalmente es una parte de nosotros despreciada o rechazada.

¿Alguna vez has escuchado la frase: “Lo que te choca te checa”? La creencia general
dice que cuando criticamos a alguien lo hacemos porque inconscientemente se trata de
una parte de nosotros que no aceptamos. En psicología, ese aspecto inconsciente de la
personalidad se conoce como sombra.

El médico y psicólogo Carl Jung decía que la sombra48 designa el aspecto inconsciente de la personalidad,
caracterizado por rasgos y actitudes que el yo consciente no reconoce como propios. La sombra es todo lo que no
queremos que los otros vean: las cosas que escondemos, sobre las que mentimos, no sólo a los demás, sino a
nosotros mismos. La sombra se expresa de muchas formas: al copiar en los exámenes, al beber de más, al comernos
un pastel de chocolate a media dieta, al gritarle a nuestros hijos o a nuestras parejas, al engañar al esposo o a la
esposa, al robarnos las ideas de nuestros compañeros de trabajo y afirmar que son nuestras, etc.
La sombra está hecha de pensamientos, sentimientos e impulsos que encontramos demasiado dolorosos o
embarazosos para aceptarlos, por lo que, en lugar de ocuparnos de ellos, los reprimimos.

¿Cómo y cuándo surge la sombra?


La formación de nuestra sombra ocurre cuando somos niños, antes de que nuestra mente esté lo suficientemente
desarrollada como para filtrar los mensajes que recibimos de nuestros padres. De esos mensajes, algunos fueron en
el sentido de que algo dentro de nosotros no era “bueno” y había que ocultarlo: “¿Cómo te vas a comer todo eso?”,
“¿Cómo te vas a poner ese vestido?”, fueron, entre otros, mensajes que posiblemente calaron en nuestro
inconsciente, alterando nuestra percepción y dañando nuestra autoestima.
A ninguno de nosotros le gusta admitir que tiene inseguridades; por lo tanto, para ocultarlas, creamos un persona-
je ideal de nosotros mismos a una edad muy temprana, pensando que eso nos traerá la atención, el amor y la
aceptación que tanto ansiamos. Usamos máscaras de “amabilidad”, “simpatía” o “sinceridad” porque creemos que
así lograremos el afecto y la atención que tanto anhelamos. Y mientras nos adjudicamos falsas máscaras y
reprimimos el odio, la mentira, la vergüenza, la culpa, los celos o la violencia, todas esas partes de nosotros que
fueron juzgadas como malas o erróneas por los otros, y por nosotros mismos, gritan por salir, por ser libres,
aceptadas y amadas como piezas valiosas de lo que somos. Todo lo que rechazamos queremos mantenerlo en la
sombra, por debajo de nuestra conciencia; queremos enterrarlo.
Tal vez te preguntes si no sería mejor carecer de sombra y tener en cuenta solamente con los aspectos positivos.
Jung afirmaba que todo lo que nos irrita de los demás (y por lo tanto de nosotros mismos) nos ayuda en realidad a
entendernos mejor. La experiencia humana es el resultado del contraste entre luz y sombra, dolor y placer; para
poder manifestarnos necesitamos las energías opuestas. Para Jung, cada deseo inmediatamente sugiere su opuesto. Si
tenemos un pensamiento positivo, no podemos dejar de tener el opuesto en algún lugar de nuestra mente: para saber
lo que es bueno debemos conocer lo malo, de la misma forma que no podemos saber lo que es negro sin conocer lo
blanco. Si sólo conociéramos la bondad, la verdad, la armonía y la ausencia de todo lo contrario, no habría impulso
creativo, de la misma forma que si sólo tuviéramos la inercia de la destrucción o de la maldad dentro de nosotros.
Todo en la vida se basa en pares de opuestos. Si rechazamos nuestra realidad, estamos luchando contra nosotros
mismos.
Carl Jung decía que “lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. En este sentido, para poder convivir
con nuestra sombra y aceptarnos como somos, tenemos que desenterrar, reconocer y abrazar todas las partes de
nosotros mismos que nos causan dolor, para que, en el momento en que las hagamos conscientes, empiece un
proceso de transformación.
GHOSTING

uando mi amiga Sofía se fracturó una pierna, pasó mucho tiempo en casa, convirtiéndose en una adicta al
C internet. Comenzó a abrir cuentas en todas las redes sociales conocidas y, con su facilidad de palabra, no le fue
difícil hacer amigos. Con su primer amigo virtual intercambió mensajes de texto, correos electrónicos y luego largas
llamadas telefónicas que le hicieron pensar que su relación iba hacia algo serio.
Algunas semanas después el sujeto en cuestión dejó de tener contacto con ella, por lo que Sofía comenzó a
acosarlo con mensajes de WhatsApp que nunca fueron contestados. En vano fue el viaje que realizó a la ciudad
donde éste vivía, pues sólo le sirvió para darse cuenta de que él había cambiado de domicilio.
Una vez superado el duelo por su fallida relación, conoció a un nuevo prospecto que vivía en otro país. Al poco
tiempo de conocerse, él viajó hasta la ciudad donde vivía Sofía para encontrarse con ella. Durante una semana entera
mi amiga se dedicó en cuerpo y alma a su nuevo amor, quien, apenas regresó a su país, dejó de tener contacto con
ella.
¿Te ha pasado que, después de conocer a alguien, intercambiar números telefónicos, salir por un tiempo e,
incluso, empezar una relación, de repente todo se termina?
Esta situación corresponde a un fenómeno conocido como ghosting,49 término que podría traducirse como
“fantasmear”, donde, de la noche a la mañana, la otra persona simplemente deja de contestar tus mensajes o
llamadas, te bloquea de su perfil en redes sociales y desaparece de tu vida sin dar alguna explicación; es decir,
termina la relación simplemente desapareciendo, como un fantasma, sin dar explicaciones de ningún tipo y dejando
a la otra persona preguntándose qué hizo mal.
Aunque el ghosting se ha vuelto cada vez más común, principalmente por el auge de las nuevas tecnologías, no es
algo nuevo. En el pasado la gente solía esperar junto a sus teléfonos de cables a que sus parejas les llamaran,
asumiendo que la llamada debía haber llegado cuando él o ella estaban fuera de la casa. Recuerdo a una de mis
maestras en la escuela secundaria, una mujer muy inteligente y agradable, que rondaba los 50 años, quien nos relató
la historia del amor de su juventud, un ruso con el que mantuvo correspondencia por un par de años, hasta que el
hombre en cuestión, un día, simplemente desapareció y no volvió a saber de él. En su afán de mantener un idílico
recuerdo de su fallida relación, mi maestra solía decir que siempre había sospechado que el hombre era un espía,
obligado a alejarse de las personas que amaba para no ponerlas en riesgo a causa de su peligroso trabajo.
En la era de aplicaciones como Tinder, OkCupid o Grindr es mucho más fácil que las personas sean solo un
“perfil”, al que es más fácil ignorar, porque no existe la empatía normal que se tiene al conocer a alguien en persona.
Bloquear o ignorar a alguien ha hecho que cada vez sea mayor el número de personas que experimentan el ghosting,
ya que se requiere muy poco compromiso.50 Quien practica el ghosting pretende hacer entender a la otra persona que
ya no quiere seguir con la relación, pero se comporta cobardemente y evita tener una conversación. Por otro lado, la
víctima intenta dar una explicación a lo ocurrido pensando en todas las posibilidades: quizá perdió su teléfono
celular, tal vez tuvo un accidente, está ocupado en el trabajo, tiene problemas personales... Trata de aferrarse a una
mínima y poco realista esperanza de que el “fantasma” todavía llamará. Con el paso de los días, cuando todo es
evidente y no hay nada más que justificar, la persona que ha sido abandonada muestra su frustración por quedarse
con muchas preguntas sin respuesta, y con una evidente sensación de malestar, ya que una explicación, por mínima
que sea, la hubiera hecho sentir respetada.

¿Qué hacer si eres víctima del ghosting?


Dado que el ghosting es una realidad, y seguirá siéndolo de forma cada vez más frecuente, lo mejor es enfrentarlo.
Cuando notes que la otra persona se empieza a distanciar, sé valiente y pregunta de frente si todo está bien, de forma
que la conversación dé pie a abrir los sentimientos de la otra persona.
Por otra parte, evita acosar al “fantasma” con mensajes y llamadas, como hizo Sofía. Si no responde, no sigas
escribiendo ni llamando; estás tratando con alguien que no te respeta lo suficiente como para darte una razón de por
qué terminar. Una persona que se va sin dar explicaciones no vale la pena.
Además, deja de sentirte culpable por haber padecido el ghosting. Intentar descubrir en qué fallaste no traerá al
“fantasma” de regreso; es más, probablemente sus razones para esfumarse no tengan nada que ver contigo, sino con
él. Aunque se trate de un acto desconsiderado, evita darle mayor importancia y simplemente acepta que la otra
persona no quiere comunicarse contigo.

No permitas que las emociones te rebasen. Es normal estar triste y enfadado por un
tiempo, pero no te hará ningún bien obsesionarte con una relación fallida.

Finalmente, recuerda que lo importante aquí eres tú y cómo te sientes. Así que valórate e invierte tu tiempo en
personas que sí aporten a tu vida.
CÓMO HABLAR DE SEXUALIDAD CON
LOS NIÑOS

¿R ecuerdas el susto que pasaste cuando tu hijo o hija te preguntó por primera vez de dónde venían los niños?
¿Pudiste dar una respuesta adecuada o te pusiste nervioso y respondiste con el clásico cuento de la cigüeña que
viene de París, el huevo que puso la mamá o la semillita que papá sembró en mamá? Los niños de hoy no se quedan
contentos tan fácilmente con las respuestas que solían darnos nuestros padres en el pasado. Los niños están ávidos
de saber, y con los avances tecnológicos cada vez tienen más al alcance la posibilidad de consultar una gran cantidad
de información, que muchas veces no es la más adecuada.
Hablar de sexo con los niños es una de las cuestiones más difíciles de afrontar para los padres, quienes muchas
veces pueden estar preparados para explicarles a sus hijos cómo utilizar un teléfono móvil, pero son incapaces de
hablar con ellos sobre cuestiones fundamentales para el desarrollo personal, como el sexo.
Su curiosidad sexual puede despertarse por el uso de internet o por los amigos, por la presencia de un bebé
cercano a la familia o cuando ven peligrar su lugar de privilegio ante la aparición de un nuevo integrante en casa, por
ejemplo, un hermano, ante quien comienzan a manifestar hostilidad, ya que se convertirá en el rival con el cual
lucharán por el afecto de los papás. En este sentido, se cuestionan: “¿De dónde vienen los niños?” o, mejor dicho,
“¿De dónde viene el intruso que me va a quitar el lugar de privilegio en casa?”
Lo más recomendable en estos casos es resolver las dudas desde el momento en que se presentan y con
naturalidad, pues está demostrado que los niños que más saben cometen menos imprudencias en sus relaciones y
valoran más la afectividad.
Muchos padres están convencidos de que proporcionar demasiada información a los niños puede lanzarlos a sus
primeras experiencias sexuales. Sin embargo, las investigaciones51 confirman lo contrario: aquellos chicos que desde
pequeños poseen más información, toman mejores decisiones en materia sexual.

¿De dónde vienen los bebés? ¿Cómo salí de tu barriga? ¿Por qué los niños hacen pipí de
pie y las niñas sentadas? Escuchar éstas y otras preguntas similares que hacen los niños
no debe ser motivo para alarmarse, pero sí para preparar respuestas adecuadas que les
permitan obtener información confiable de primera mano.

¿Cómo responder a las preguntas sobre sexualidad?52


Lo primero que debes tomar en consideración es que se debe responder con naturalidad, con la misma con que los
niños preguntan: hay que ser sinceros, honestos, decir la verdad para evitar confusiones en el niño. Si no queremos
que los pequeños mientan, entonces los adultos tampoco debemos hacerlo. Las preguntas deben responderse de
manera concreta, explicarse en el lenguaje de los niños para que puedan entenderlas, evitando grandes discursos que
los confundan. Desde luego, la forma como se conteste dependerá de la edad del niño. Así, por ejemplo, un niño de
dos años puede quedarse satisfecho con una respuesta como: “Creciste en la pancita de mamá” o “Mamá y papá te
hicieron”, y continuar con sus actividades normales, sin hacer más preguntas durante meses o incluso años. Sin
embargo, si el niño tiene cuatro o cinco años y pregunta por qué su mamá o la vecina tienen una gran barriga, tal vez
sea buena idea contestar que un bebé está creciendo dentro, en una especie de bolsa llamada “matriz”, y que para
que esto ocurriera, dos células (semillas) de papá y mamá se unieron para formar un bebé.
No pasa nada si cuando un hijo realiza una pregunta inesperada los padres no saben cómo responder o se ponen
nerviosos. Las preguntas no son exámenes que se deban aprobar, y la única forma de aprender a contestar a
preguntas sobre sexualidad es hablando del tema.
Es importante considerar que los niños obtienen información a través de muchos medios; sin embargo, informar
acerca de la sexualidad es responsabilidad de los padres y no de internet, ni de los amigos, ni de los maestros. Así
que no deben temerse las pláticas con los hijos sobre sexo y mucho menos delegar esta responsabilidad en otros,
porque puede que la información llegue a los niños de manera errónea.
Más delicado aún es evitar hablar de sexo hasta la pubertad. Para muchos chicos, hablar de sexo con los padres
por primera vez cuando están en la pubertad es demasiado tarde, ya que suelen rechazar este tipo de conversaciones
porque sienten vergüenza de compartir algo tan privado.
En conclusión, no hay que hablar a los niños de sexo en una determinada fecha o a una edad específica, sino
desde siempre y con naturalidad; además, no es recomendable “bombardearlos” con información acerca del sexo en
cualquier momento, sino cuando ellos se interesen y en los mismos términos en que lo hagan. Es importante dar
confianza a los niños para que sigan preguntando, ya que, si se les regaña porque hacen preguntas “indiscretas”, es
muy probable que no vuelvan a atreverse a interrogar a sus padres sobre un tema tan importante.
Por último, educar en valores ayudará desde muy temprano al niño a entender que la sexualidad también es un
conjunto de sentimientos y afectos, hacia uno mismo y hacia los demás.
¿A QUÉ LE TEMES?

¿S ientes que te paralizas cuando tienes que hablar en público?, ¿al ver una araña?, ¿al subir un puente?, ¿al entrar
en un elevador?, ¿al permanecer en la oscuridad?
Es normal que sientas temor en determinados escenarios, pues todos en algún momento hemos padecido
situaciones angustiantes (como en la escuela, al resolver un examen de matemáticas, o al pasar junto a un perro que
está gruñendo en la calle). Pero en la mayoría de los casos el miedo es adaptativo, porque la angustia que lo
acompaña nos motiva a aprender nuevas formas para enfrentar los retos de la vida.
Sin embargo, existen personas a quienes les es imposible controlar su miedo; se paralizan y experimentan una
gran variedad de reacciones físicas: temblores corporales, aceleración del pulso cardiaco, sudoración... y la
imperiosa necesidad de huir de esas situaciones. A este tipo de reacción se le llama fobia.
Una fobia no es cualquier temor, sino un sentimiento extremadamente intenso frente a una situación determinada.
También es un tipo de angustia que no desaparece: alguien que padece una fobia no experimentará temor una o dos
veces, sino cada vez que vea o se enfrente a esa situación específica, e intentará evitarla a toda costa para no sentirse
amenazado.

Quienes padecen fobias desarrollan ciertas tácticas para reducir sus miedos. Sin
embargo, dichas tácticas siempre son incómodas y no eliminan el temor; sólo lo
disfrazan para evitar que las personas se enfrenten al objeto que causa su aversión.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (o DSM-5, por sus siglas en inglés)53 define la
fobia como un temor evidente y persistente, excesivo e irracional, desencadenado por la presencia o la anticipación
de un objeto o situación específicos, como los insectos, las alturas o el temor a volar.
La persona que padece una fobia no necesita la presencia del objeto o la situación a la que teme para experimentar
tensión o incomodidad, pues le basta con imaginar el suceso relacionado con ese miedo para padecer fuertes
reacciones psicológicas y orgánicas. Así lo narra Iván, uno de mis pacientes con fobia a volar (aerofobia): “Tengo
miedo de volar en avión; por eso ya no he vuelto a hacerlo; de hecho, cambié de trabajo, ya que antes tenía que
hacer viajes constantemente. Si podía, viajaba por carretera, pero a veces las distancias eran muy largas y era
imposible. Días antes de la fecha del viaje comenzaba a sentir pavor, tenía pesadillas relacionadas con volar y me
sentía sumamente ansioso. Cuando cerraban la puerta del avión tenía una sensación terrible, me sentía atrapado. Mi
corazón empezaba a latir con fuerza y sudaba muchísimo. Cuando el avión comenzaba a ascender, la sensación de
no poder escapar me atormentaba, pues imaginaba que perdería el control y enloquecería. No tenía miedo de que el
avión se estrellara o de la turbulencia del vuelo, simplemente era una sensación de hallarme atrapado. Las últimas
veces que volé me tomé un tranquilizante, y también lo llegué a mezclar con alcohol. Me ayudaba a calmarme, pero
no quise depender de sustancias y tampoco quería pasar por todo el proceso previo cada vez que tenía que volar, por
eso dejé el trabajo.”
Con frecuencia, una fobia se puede originar en un miedo intenso experimentado durante la niñez. Por ejemplo, un
niño que nunca aprendió a nadar y recuerda de manera vívida sus intentos desesperados por mantenerse a flote,
como adulto quizá continúe sintiendo terror incluso en una alberca poco profunda. Sin embargo, cuando la
intensidad del estímulo al que se teme es baja, las personas que padecen fobias por lo general no experimentan
síntomas.
De acuerdo con el DSM-5, para diagnosticar una fobia se debe evaluar el comportamiento de evitación, miedo o
ansiedad, en relación con el estímulo fóbico; si interfiere significativamente con las actividades cotidianas del
individuo, en sus relaciones laborales y sociales, o si le provoca un malestar obvio.
Cuando una persona se encuentra frente al estímulo fóbico, inmediatamente experimenta ansiedad. En un
momento dado esa respuesta puede adquirir la forma de una crisis de angustia, acompañada por síntomas como
sensación de ahogo, náuseas, desmayos, mareos, miedo a morir o perder el control, incremento de la frecuencia
cardiaca, sofocación, etcétera.
Se estima que el 9% de la población mundial sufre algún tipo de fobia, el trastorno mental más común, junto con
la depresión.54
Las principales fobias se agrupan en cinco categorías:
• Animales (temor a las ratas, a las serpientes, a los insectos, etcétera).
• Naturaleza (temor a las alturas, al agua, a las tormentas, etcétera).
• Sangre, heridas y operaciones quirúrgicas.
• Situaciones (temor a las multitudes, a viajar solos, a los transportes públicos, a los ascensores, a los puentes y a los
túneles, etcétera).
• Situaciones sociales (temor a estar en presencia de extraños, a hablar en público, a ser observado mientras se
come, etcétera).

Aunque muchas de las situaciones a las que tememos no representan un peligro real, las
fobias pueden llegar a afectar seriamente nuestra vida, por lo que es importante
tratarlas.

Las fobias no suelen desaparecer por sí solas. Por eso es vital buscar ayuda. En la actualidad existen diversos
tratamientos para apoyar a quienes padecen algún tipo de fobia, pero antes de iniciar uno, primero debe realizarse un
diagnóstico a cargo de un profesional (un psicólogo, un psiquiatra o un médico), para no confundir una fobia con un
trastorno de ansiedad o con alguna otra condición médica.
Las fobias específicas suelen tratarse mediante psicoterapia, la cual muestra al paciente el motivo de sus miedos y
lo adiestra en técnicas (como el control de la respiración y de la tensión muscular) para dominar la ansiedad frente a
la situación que desencadena sus temores.
Las terapias cognitivo-conductuales55 combinan una serie de estrategias para acabar con las fobias, como la
exposición al estímulo, la desensibilización sistemática y la reestructuración de los estilos de pensamiento.
En el caso de Iván, el primer objetivo fue conocer cuál era su miedo, por qué se producía y qué lo disparaba.
Posteriormente se definieron las situaciones que le generaban ansiedad al volar, desde las más leves hasta las más
perturbadoras. Luego, se le enseñaron técnicas de respiración y de relajación para poder gestionar la ansiedad.
Participó también en visualizaciones y simulaciones de vuelo, donde repasó las técnicas aprendidas. De esta manera,
se preparó gradualmente para un viaje real, donde puso en práctica lo que había ensayado. No fue fácil; al principio
tuvo miedo, pero poco a poco, el temor fue desapareciendo e Iván logró superar su miedo a volar. La clave de su
éxito consistió en dejar de evitar su miedo y tener la voluntad para poder enfrentarlo.
ADICCIÓN AL “CELULAR”

¿T e¿Sisientes ansioso cuando te das cuenta de que tu teléfono celular se quedó sin batería o lo olvidaste en casa?
no tienes tu teléfono contigo piensas en la cantidad de llamadas y mensajes que te estás perdiendo de
responder? ¿Dejas de hacer cualquier actividad tras la vibración del teléfono? ¿Te levantas en medio de la noche si
recibes un mensaje de WhatsApp? Sí contestaste “sí” a estas preguntas, definitivamente debes seguir leyendo.
Desde que surgieron los smartphones la mayoría de la gente pasa muchas horas al día conectada a sus teléfonos,
ya sea para revisar las redes sociales o para navegar por internet, convirtiendo este hábito en una necesidad, de
manera que cuando se quedan incomunicados algunos se sienten totalmente “perdidos”.
A pesar de que la tecnología es muy útil porque nos permite estar conectados en todo momento y tener acceso a
la información de manera inmediata, la incomunicación puede llegar a producir un efecto negativo, al generarnos
una sensación de ansiedad similar a la que causan las sustancias psicotrópicas.
Los síntomas ansiosos y obsesivos que presentan algunas personas cuando se quedan sin su celular han sido
objeto de un estudio minucioso por parte de los psicólogos, que le han dado el nombre de nomofobia al miedo
irracional que una persona experimenta al salir de su casa sin el teléfono.
La nomofobia es una abreviatura de la expresión inglesa no-mobile-phone phobia, un término creado durante un
estudio realizado por la oficina de correos británica Royal Mail para estimar la ansiedad que sufren los usuarios de
teléfonos celulares. Este estudio, que contó con la participación de 2,163 personas, reveló que 53 por ciento de ellas
sentía ansiedad al perder su teléfono celular, al quedarse sin batería o sin crédito y al no tener cobertura de la red.56
Entre las razones más comunes para experimentar ansiedad estuvieron el hecho de encontrarse “aislados” de las
eventuales llamadas o mensajes de familiares y amigos, así como también por causa del trabajo que exigía estar
conectado de manera permanente. Además, la investigación demostró que los niveles de estrés de una persona con
nomofobia son comparables a la ansiedad que experimenta el día antes de su boda.
Según las estadísticas,57 los usuarios de smartphones consultan sus teléfonos en promedio unas 34 veces al día,
pero si por alguna razón no pueden revisar sus mensajes o sus llamadas, las personas nomofóbicas presentan
ansiedad, taquicardias, pensamientos obsesivos y dolores de cabeza y de estómago. Además, el aumento en la
presión arterial y en el ritmo cardiaco, tener dolor en el cuello y sentirse “herido y solo” también han sido síntomas
reportados por las personas adictas.
El nivel de dependencia al celular por parte de los que sufren estos síntomas va desde utilizarlo como herramienta
indispensable para realizar tareas básicas, como despertarse, hasta satisfacer necesidades importantes como sentirse
seguro y conectado con el mundo.

Algunas personas reportan dormir con su teléfono por las noches, como si fuera su oso
de peluche, mientras que otras consideran al celular una extensión de su persona y de
su identidad: su posesión más valiosa.

De acuerdo con los expertos, los adictos al celular suelen ser personas inseguras y de baja autoestima que carecen
de habilidades sociales y que pasan su tiempo de ocio usando el teléfono, aunque sin disfrutar de él. Las personas
que presentan esta adicción suelen tener facilidad para entablar amistades en el ciberespacio, pero no saben
relacionarse en la vida real.
Aunque este trastorno es más habitual en los adolescentes, que tienen mayor necesidad de ser aceptados por los
demás y están más familiarizados con las nuevas tecnologías, también se presenta en altos porcentajes entre la
población adulta. Se ha descubierto que las mujeres son quienes más padecen dicho trastorno, dado que su estructura
cerebral demanda una mayor necesidad comunicativa y afectiva que los hombres.
¿Qué podemos hacer para reducir la dependencia y el tiempo que pasamos con nuestro teléfono? A continuación,
enlisto algunos consejos que pueden ser de utilidad:
• Deshazte de tu plan de renta y opta por un plan prepagado. Si controlas la cantidad de megabytes que usas, podrás
llevar una vigilancia mayor sobre el tiempo que utilizas el teléfono.
• Apaga tu teléfono una hora antes de acostarte.
• Desinstala las aplicaciones y los juegos que no son necesarios y que te hacen perder tiempo en el teléfono.
• Ingresa a los sitios web desde el navegador, ya que usualmente es menos atractivo que la app, la cual está diseñada
para “atraparte” por más tiempo.
• Desactiva las notificaciones de las aplicaciones, lo cual evitará que consultes tu teléfono con frecuencia.
• Cuando salgas de casa no lleves el cargador; de esta forma deberás aprender a usar adecuadamente las
aplicaciones, los mensajes y las llamadas o, de lo contrario, te quedarás sin batería.
• Haz el propósito de revisar las redes sociales sólo una o dos veces al día, por la mañana y por la noche.
• Así como descansas de trabajar y de estudiar los fines de semana, proponte evitar el uso del smartphone sábados y
domingos.
• Lee un libro en tus “tiempos muertos” en lugar de revisar tus redes sociales.
• Haz una “dieta” para revisar menos veces al día tu teléfono y realiza otras actividades a modo de terapia.
LO QUE DEBES SABER SOBRE EL
AUTISMO

egún la Organización Mundial de la Salud (OMS),59 uno de cada 160 niños presenta un trastorno del espectro
S autista; ocurre en cualquier grupo racial, étnico y social, y es cuatro veces más frecuente en los niños que en las
niñas. Los estudios epidemiológicos realizados en los últimos 50 años parecen indicar que la prevalencia mundial de
este trastorno ha aumentado.
La concepción del autismo ha cambiado significativamente en el transcurso de los últimos 15 años. En 2007 Ban Ki-
moon, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, declaró que las personas con autismo poseen
una amplia gama de competencias y manifiestan diversas esferas de interés, pero todas comparten la capacidad de
hacer un mundo mejor.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM5),60 incluye al “trastorno del espectro
autista” entre los trastornos del neurodesarrollo debido a que se presenta generalmente a temprana edad en el
desarrollo, a menudo antes de la edad escolar, y se caracteriza por deficiencias que alteran el funcionamiento
personal, social, académico u ocupacional.
Se le denomina “trastorno de espectro” porque las personas con autismo pueden presentar una gran variedad de
síntomas. Algunas pueden tener problemas para hablar y es posible que no miren a los ojos cuando se les dirige la
palabra. Además, pueden tener intereses limitados y comportamientos repetitivos. Es posible que pasen mucho
tiempo repitiendo una frase una y otra vez (parecieran estar en su “propio mundo”).

Características del trastorno del espectro autista


Los criterios diagnósticos más importantes de este padecimiento son los siguientes61:
• Deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social. Los niños autistas se muestran indiferentes
a las personas o se enfocan intensamente en un objeto hasta excluir a los otros durante largos periodos de
tiempo.
• Anormalidad en el contacto visual y en el lenguaje corporal. Es probable que el niño no responda a su nombre y
con frecuencia evite el contacto visual con otras personas; además, existe una falta total de expresión facial y de
comunicación no verbal.
• Dificultad para hacer amigos, falta de participación en juegos sociales y preferencia por actividades solitarias.
• Ausencia de interés por otras personas. La incapacidad para desarrollar relaciones con personas de la misma edad
(incluyendo los hermanos) impide el desarrollo de intereses u objetivos comunes con otras personas y, por lo
tanto, conduce a presentar falta de reciprocidad social o emocional y a carecer de todo concepto relacionado con
las necesidades de los demás.
• Patrones repetitivos de comportamiento, intereses y actividades. Se presenta una ausencia de juego usual
espontáneo y variado o de juego imitativo, propio del nivel de desarrollo del niño.
• Insistencia en la monotonía. Los autistas cuentan con patrones de comportamiento, actividades e intereses
restringidos, repetitivos y estereotipados, y muestran un fuerte vínculo con objetos inusuales. Por ejemplo,
pueden alinear un juguete del mismo modo una y otra vez, seguir exactamente la misma ruta para ir a la escuela,
mecerse y dar vueltas, etcétera. También pueden desplegar conductas autodestructivas, como morderse o
golpearse la cabeza.
• En los niños pequeños se puede observar una incapacidad para abrazar, indiferencia o rechazo hacia las
manifestaciones de afecto o de contacto físico, así como imposibilidad para responder a la voz de sus padres.
• Hiper o hiporreactividad a los estímulos sensoriales. Un autista puede mostrar indiferencia aparente al
dolor/temperatura, respuesta adversa a los sonidos, olfateo o palpación excesiva de objetos, fascinación visual
por las luces o el movimiento.

No se conocen con precisión las causas del trastorno del espectro autista. Las
investigaciones señalan que tanto los genes como los factores ambientales desempeñan
un papel importante en el problema.

El autismo se puede diagnosticar de manera temprana, desde los tres años, aproximadamente. Por lo común, los
padres son quienes primero notan los comportamientos anormales de su hijo; por ejemplo, pueden explicar que el
niño parecía diferente desde su nacimiento y, en otros casos, que su desarrollo ocurrió de manera normal hasta un
punto en que no sólo se detuvo, sino que derivó en la pérdida de habilidades.
Es importante determinar si en realidad el niño es autista, descartando discapacidad intelectual sin autismo,
disminución de la capacidad auditiva u otro trastorno del lenguaje y del aprendizaje, para aplicar el tratamiento
adecuado.
Desafortunadamente, el trastorno del espectro autista no tiene cura. Todas las terapias se enfocan a la
disminución de los síntomas y en la mejora de la calidad de vida del paciente. Existen métodos para maximizar la
capacidad del niño de crecer y aprender nuevas habilidades.
Cuanto antes reciba ayuda, mayores son las probabilidades de tener efectos positivos en los síntomas y en las
aptitudes. Los tratamientos incluyen terapias de comportamiento y comunicación, desarrollo de habilidades y
administración de medicamentos para controlar los síntomas.
Algunas investigaciones han demostrado que las personas que padecen autismo pueden beneficiarse de terapias
asistidas con animales, como perros y caballos.
Como ejemplo de las terapias que permiten al niño comunicarse se encuentra PECS (Picture Exchange
Communication System),62 por medio de la cual las personas con poca o nula capacidad para hablar pueden
comunicarse usando imágenes. Un niño o un adulto con autismo pueden utilizar PECS para comunicar una
necesidad, un pensamiento o cualquier cosa que razonablemente se puede mostrar o simbolizar en una tarjeta de
imagen.

Aunque es común que los niños autistas requieran apoyo a lo largo de toda su vida,
existe un porcentaje significativo de autistas capaces de desarrollar una vida personal y
laboral independiente o con un grado de apoyo mínimo.
CONDICIONADOS PARA GASTAR

¿T etuhaslistapreguntado por qué en los supermercados los productos que no tomas en cuenta en el momento de hacer
de compras, como los chocolates, los dulces, las revistas, las pilas y las gomas de mascar están junto a
la caja para pagar, donde sueles hacer fila?
Es muy común que los encargados de la publicidad en los supermercados recurran a diferentes estrategias que
llegan directamente a nuestro inconsciente para hacer que gastemos más, sin que nuestra mente racional se dé
cuenta. En este capítulo explico algunos de los trucos psicológicos de los supermercados para hacer que gastemos
más.

El color asociado a los descuentos


Generalmente asociamos el color rojo con ofertas de descuento y es común encontrar en las tiendas carteles con este
color, aunque no siempre significa que el producto en cuestión esté por debajo de su precio original.

Frutas y verduras primero


Habitualmente las frutas y verduras frescas están cerca de la entrada de los supermercados, ya que a nivel
inconsciente nos generan una sensación de alivio al adquirir primero los productos sanos y luego poner en el carrito
otros que lo son menos, con lo que evitamos el sentimiento de culpa.

Aromas que provocan hambre


Otro recurso común en los supermercados es ubicar las panaderías o las demostradoras de alimentos en lugares
estratégicos de la tienda, donde el olor del pan recién horneado nos recuerde una entrañable panadería de nuestra
niñez. La visión de un producto que luce delicioso activa nuestras glándulas salivales y somos más propensos a
consumir esos alimentos.

Dispersión de productos básicos


¿Te has fijado que los productos básicos, como los huevos, la leche, la carne o el pan, están dispersos por diferentes
áreas de la tienda para que tengas que caminar lo más posible entre uno y otro? Además, los lácteos, las carnes y los
quesos se encuentran en la parte final del supermercado; de esta forma, al forzarte a atravesar el supermercado para
buscar lo que necesitas, es probable que pases frente a innumerables ofertas especiales y escaparates tentadores, y
acabes comprando productos que no tenías pensado llevar.

Colocación en los anaqueles


Los productos que los vendedores desean que compremos se encuentran a la altura de nuestros ojos, para que
podamos verlos con facilidad. Por el contrario, los productos más económicos suelen estar en la parte más baja de
los estantes porque no solemos prestarles mucha atención. Sin embargo, los dulces, que son de gran atractivo para
los niños, están en los estantes más bajos, a la altura de los ojos de los pequeños, para que convenzan a sus padres de
comprarlos. Como la mayoría somos diestros, estamos más propensos a comprar los productos que se hallan del lado
derecho, y en esta ubicación suelen encontrarse los productos más caros.

El carrito de compras grande


En la mayoría de los supermercados el carrito de compras es grande para fomentar que tengamos la sensación de que
no hemos comprado lo suficiente y busquemos llenarlo.

El poder de la música
Está comprobado que la música ejerce un efecto importante sobre nuestro comportamiento, de modo que en los
supermercados la música de ritmo suave relaja a los clientes y los invita inconscientemente a permanecer más
tiempo en la tienda; mientras más tiempo estemos adentro, más gastaremos.

Reorganización
Aunque los supermercados no cambian los productos de ubicación con regularidad, cada cierto tiempo modifican la
ubicación de las secciones para obligarnos a caminar entre pasillos y estantes por los cuales no solemos pasar hasta
encontrar el producto que estamos buscando. De esta manera, descubriremos (y con suerte para la tienda, también
compraremos) productos que antes no habíamos notado.

Los grandes comerciantes invierten millones de pesos en una mercadotecnia


cuidadosamente planeada cuyo objetivo es incrementar las ventas, echando mano de
motivaciones psicológicas de las que muchas veces no somos conscientes.

El tamaño del supermercado


Se ha demostrado que cuando estamos en lugares donde hay muchas personas solemos estresarnos y compramos
más rápido, por lo que el ticket de la compra es más bajo. Al contrario, cuando podemos comprar de manera más
relajada, compramos por impulso y llenamos más el carrito. Por lo tanto, mientras más grandes sean las tiendas, más
tiempo pasaremos en ellas.

Precios que terminan en 9


Éste es quizá el truco más viejo y conocido, ya que solemos fijarnos solamente en la primera cifra de una cantidad y
no pensamos en términos de centavos. Así, un producto que cuesta 9.99 se registra en nuestra mente como nueve
pesos, cuando su valor real es prácticamente un peso más de lo que inicialmente calculamos. De esta forma
gastamos más sin ser plenamente conscientes.

A pesar de todos estos esfuerzos de los comerciantes por atraernos a realizar consumos mayores, siempre podemos
protegernos. Lo primero que debes hacer es planificar tus compras mediante una lista a la que te ajustes. Ten un
presupuesto en mente y no te salgas de él; es más, si es posible, sólo lleva efectivo para que no caigas en la tentación
de comprar de más. Procura no usar el carrito, sino una canastilla o simplemente tus manos, para que compres
solamente lo necesario. Por último, no vayas al supermercado con hambre, porque terminarás comprando más de lo
que necesitas.
PSICOLOGÍA DEL COLOR

os colores son muy importantes en todos los ámbitos de nuestra vida, pues influyen en nuestro estado de ánimo
L y en la imagen que proyectamos tanto personas como empresas, marcas y productos.
No es casualidad que la mayoría de las empresas relacionadas con el ámbito de la salud, como las pastas dentales,
tengan como color predominante el blanco y el azul; que las marcas o las empresas dedicadas a la ecología y al
reciclaje sean verdes, y que en el supermercado las cajas de leche sean blancas.

¿Alguna vez has pensado cómo se vería el logo de Coca-Cola si no fuera rojo? ¿Te has
imaginado el logo de Facebook en color naranja? ¿O el de Starbucks en café? Los
colores provocan emociones y las marcas hacen uso de ellos para generar compras y
fidelidad en sus clientes.

Está demostrado que muchas veces los compradores eligen qué comprar basándose en el color. Según Color
Marketing Group,63 una firma especializada en el uso de los colores, éstos equivalen a cerca de 85 por ciento de la
razón por la cual una persona elige un producto sobre otro. Cada color nos transmite una sensación y un significado,
y la reacción que tenemos ante él es una mezcla de mecanismos instintivos y de aprendizaje social y cultural;64 por
ejemplo, asociar el rosa con las niñas y el azul con los niños. A continuación, explico algunos ejemplos de lo que
significan los colores y cuáles son los más recomendables, dependiendo de su uso y de su contexto.
Habrás notado que cadenas de restaurantes como McDonalds o Pizza Hut utilizan en sus logotipos e instalaciones
el rojo. Esto ocurre porque dicho color atrae rápidamente la atención, evoca emociones fuertes e incrementa el
apetito. Al ser un color de mucha intensidad, tiene efectos nocivos cuando se trata de realizar tareas que requieran
concentración, como presentar un examen o tomar una decisión, ya que aumenta la presión sanguínea y la tensión
muscular. Además de lo anterior, el rojo frecuentemente es utilizando por los grandes almacenes para marcar sus
etiquetas de oferta y estimular la urgencia de compra. El rojo también es sinónimo de confianza y seguridad, por lo
que muchas aseguradoras y bancos lo utilizan; Santander, Scotiabank o Mapfre, por ejemplo.
Por su parte, el amarillo es considerado un tono alegre y cálido, pero a la vez su utilización es más compleja, ya
que puede causar fatiga ocular. Compañías como Amazon, National Geographic, Best Buy, Sabritas o Hertz lo
utilizan en sus logotipos, ya que entre sus propiedades positivas está llamar la atención de la gente y mostrar
claridad.
El azul inspira paz, relajación y sabiduría; contrariamente al rojo, este color disminuye la presión de la sangre y el
ritmo respiratorio. Es utilizado ampliamente por marcas de agua y, como se asocia con la limpieza y con la salud, es
frecuente encontrarlo en la indumentaria que se usa en los quirófanos. En el mundo de la mercadotecnia y en los
negocios el azul es muy utilizado porque muestra seguridad y no es agresivo. American Express, Ford, Facebook,
Skype, Twitter o Dell son algunas de las muchas empresas que lo emplean.
Por otro lado, el naranja es sinónimo de entusiasmo, emoción, calidez y precaución. Por eso es utilizado para
atraer la atención y para provocar alegría. En el mundo de la mercadotecnia digital se recurre a su uso para animar a
los compradores a la acción, mediante los botones “compra”, “vende” o “suscríbete”. Compañías como Hooters o
Firefox, y productos como Fanta o Crush, son ampliamente conocidos por su color naranja.
El color verde se asocia con la salud, la tranquilidad, el dinero y la naturaleza. Está comprobado que la gente que
trabaja en un ambiente donde predominan los tonos verdes está más relajada. Marcas como Holliday Inn y Starbucks
utilizan estas tonalidades en sus logos.
Los tonos negros, blanco, plata y dorado generalmente son usados para artículos de lujo, porque dan la sensación
de sofisticación. Prada, Michael Kors y Channel los utilizan.
El blanco también se relaciona con la pureza, la inocencia y el vacío. Asimismo, este color es ideal para hacer
que los espacios pequeños den una sensación de amplitud.
Finalmente, el rosa es un color que se asocia con la feminidad y el romanticismo. Sirve para atraer la atención de
las mujeres y también se relaciona con la intimidad. Marcas como Victoria’s Secret y Liverpool usan esos atributos.
Después de conocer qué reacción despierta cada color, quizá te preguntas cómo puedes hacer uso de la psicología
de los colores para beneficiarte en tu casa y en tu oficina. En la oficina es recomendable el color azul, pues se asocia
con la productividad y la concentración. En las recámaras es mejor utilizar el verde, pues este color favorece la
tranquilidad y la sensación de salud; además, ayuda a conciliar el sueño. Para la cocina, el amarillo es una buena
tonalidad, porque le da brillo, luz y energía al espacio. En cuanto al comedor, el rojo puede ser una buena opción
porque incrementa el apetito. Por último, si tienes una tienda o un negocio, considera el tipo de producto que vendes
y recuerda que el azul se asocia con el agua, el verde con la naturaleza y el rojo con el fuego.
Lo más importante es que si deseas hacer uso de la psicología del color para tu vida personal o para tu negocio,
definas muy bien lo que quieres transmitir. El uso adecuado de los colores añadirá un gran valor, ya que éstos
representan la esencia de tu personalidad y la de tu marca o producto.
¿SON REALES LOS MENSAJES
SUBLIMINALES?

n la década de los años sesenta del siglo pasado se llevó a cabo un famoso experimento en un cine de Nueva
E Jersey. Se utilizó un taquistoscopio —una máquina que servía para proyectar en una pantalla mensajes
“invisibles” que podían ser captados por el subconsciente—, y durante la proyección de una película aparecieron
fotogramas con el siguiente mensaje: “¿Tienes hambre? Come palomitas. ¿Tienes sed? Bebe Coca-Cola”. Según el
encargado de llevar a cabo dicho experimento, el resultado fue asombroso: las ventas se dispararon.
Aunque años más tarde el autor del estudio desmintió la veracidad del experimento, las técnicas subliminales
empleadas ya eran ampliamente utilizadas en la publicidad, lo que llevó a mucha gente a preocuparse e imaginar un
mundo en el que las personas fueran controladas por mensajes publicitarios que no pudieran ver.
¿En verdad estamos presos en las garras de los anunciantes y de sus mensajes subliminales?
Hoy en día es posible encontrar mensajes subliminales en internet, en revistas, en publicidad en supermercados,
en infomerciales nocturnos en la televisión y en material de autoayuda.
Sin embargo, es necesario preguntarnos: ¿qué son los mensajes subliminales?, ¿cómo actúan en nuestra mente?,
¿realmente funcionan? A continuación intento responder a estas cuestiones.
Primero es importante mencionar que tenemos dos formas de percibir la realidad: una consciente y otra
inconsciente. La primera es muy conocida: vemos, escuchamos o sentimos algo, y procesamos esa información. Sin
embargo, la forma inconsciente está directamente relacionada con los mensajes subliminales.
Subliminal significa “bajo el umbral”. El umbral o umbral sensorial65 es el limitado espectro en que un estímulo
decreciente pasa de ser apenas detectado a ser indetectable; es decir, lo subliminal es aquello que se ubica por debajo
del umbral de la conciencia. Cuando el término se aplica a un estímulo, hace referencia a que no es percibido de
manera consciente, pero de todos modos influye en la conducta. Si de forma consciente somos capaces de procesar
50 bytes de información por segundo, de forma inconsciente la velocidad aumenta a 11,000,000. Por ejemplo, si en
un anuncio de televisión se inserta una imagen a alta velocidad en un espacio de tiempo muy corto, nuestro
consciente, que sólo procesa 50 bytes por segundo, no retendrá esa información, pero para el inconsciente, con sus
11,000,000 de bytes por segundo, esa imagen no pasará inadvertida. Por lo tanto, un mensaje subliminal se
encuentra diseñado para que la persona lo reciba en un nivel inconsciente, sin darse cuenta. Puede tratarse, por
ejemplo, de una imagen o de un sonido que es transmitido tan brevemente que la conciencia no llega a advertirlo,
pero queda grabado en la memoria.
El contenido subliminal es utilizado en ciertos mensajes publicitarios al presentar un producto o servicio al
consumidor, de modo que éste sienta deseos de adquirirlo sin conocer las razones auténticas que lo llevan a tener ese
deseo. De este modo, los expertos en publicidad afirman que la botella de vidrio de Coca-Cola tiene la forma de una
silueta de mujer, para “conquistar” de modo subliminal a quienes sientan atracción sexual por el género femenino.
Los defensores de la publicidad subliminal aseveran que el cerebro comprende y actúa conforme a los complejos
significados de frases “disfrazadas”, que son eclipsadas por estímulos más intensos, y que esos estímulos son
captados por el inconsciente, donde pueden actuar con gran fuerza de manera “oculta”.

Si bien la psicología en general acepta que gran parte de nuestro procesamiento mental
escapa a la conciencia inmediata y que no tenemos conocimiento de la mayoría de
nuestras motivaciones, esto no significa que seamos manipulados por publicidad oculta.

De este modo, se ha dicho mucho acerca de los mensajes auditivos grabados en discos de ciertos cantantes,
algunos incluso con supuestas palabras satánicas o que inducen al suicidio. Sin embargo, se ha descubierto que estos
supuestos mensajes no logran persuadir a nadie si se ponen a bajo volumen dentro de canciones o si se incluyen
fragmentos sólo entendibles cuando se pone la grabación en reversa.
Las personas no modifican su comportamiento con mensajes subliminales auditivos, así que se puede escuchar
tranquilamente a cualquier grupo musical. Se ha demostrado que quienes dicen oír mensajes satánicos en pistas
comerciales o de música, entre otros, permiten que su exaltada imaginación busque mensajes para los que están
sugestionados.
También es necesario reconocer que mucho de lo que se dice que es “publicidad subliminal” en realidad sólo
hace uso de condicionamientos psicológicos asociados a determinadas situaciones sociales. Como ejemplo de esto
tenemos los comerciales de tabaco que en el pasado solían mostrar a los fumadores como personas interesantes,
sensuales, felices y orgullosas de sus vidas, con lo cual se intentaba dar al consumidor la imagen de que si fumaba
obtendría, como resultado, éxito en el plano sentimental.
En conclusión, no se ha demostrado que los mensajes subliminales funcionen en un grado significativo. Mientras
algunos estudios han sido capaces de demostrar que pueden preparar las respuestas de una persona y estimular una
actividad emocional leve en individuos susceptibles, el consenso entre los científicos y los psicólogos es que los
mensajes subliminales no producen un efecto fuerte y duradero en el comportamiento de una persona.
Por lo tanto, puedes sentirte tranquilo, pues toda la publicidad que te rodea en realidad tiene poca influencia real
en tu vida y en tus decisiones de compra, porque su efecto sólo es momentáneo sobre tu pensamiento.
LA VERDAD DETRÁS DE LA HIPNOSIS

eguramente has visto en la televisión algún espectáculo donde un hipnotizador, con la capacidad de controlar la
S voluntad de decenas de personas con un solo chasquido, les pide hacer cosas ridículas que después los
hipnotizados reportan no recordar. ¿Qué tanto hay de cierto en esto?
Los espectáculos donde se utiliza la hipnosis para hacer que alguien pierda el control de sí mismo, gracias al
poder de las palabras de un supuesto hipnotizador, y que despierta al escuchar “uno, dos, tres”, en realidad son una
farsa, un truco que está muy alejado del método aplicado por la psicología y la medicina.
La hipnosis o hipnoterapia es una técnica que cuenta con respaldo científico y no pertenece en lo absoluto al
mundo esotérico o a la hechicería. La hipnosis no es una terapia en sí misma, sino una herramienta terapéutica por
medio de la cual el psicólogo ayuda al paciente a recordar situaciones que no podría traer a la memoria de manera
consciente.
La hipnosis utiliza métodos guiados de relajación y concentración intensa que permiten al paciente centrar su
atención en conseguir un estado elevado de conciencia, conocido como trance hipnótico. Durante este estado, a
diferencia de lo que la mayoría de la gente cree, no estamos inconscientes, ya que en este proceso la activación del
cerebro es superior a la que tenemos mientras dormimos y somos conscientes de lo que ocurre; es decir, nos
hallamos en un estado similar al que tenemos cuando practicamos yoga, relajación o meditación.

Durante la hipnosis el psicólogo ayuda a la persona a concentrarse en determinada


información o en estímulos concretos, como su respiración, la voz del terapeuta o algún
tema específico, mientras que todo lo que sucede a su alrededor está temporalmente
bloqueado o es ignorado por la persona en trance.

Aunque existen antecedentes del uso de técnicas similares a la hipnosis, empleadas por los egipcios en los
Templos del Sueño,66 no fue sino hasta mediados del siglo XVIII cuando se inició el primer estudio sistemático de
un estado psicofisiológico especial que más tarde sería conocido como hipnosis. El médico austriaco Franz Anton
Mesmer es considerado el padre de la hipnosis moderna pues ideó una teoría en la que hablaba de la capacidad de
las personas para curar a su prójimo usando el magnetismo animal o mesmerismo. La evolución de las ideas y las
prácticas de Mesmer hicieron que James Braid desarrollara la hipnosis en 1842. Con el tiempo, se llegó a la
conclusión de que las “milagrosas” curaciones en los trances hipnóticos, llamados sueños magnéticos o
mesmerismo, se producían por una condición llamada sugestión.
Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis, utilizó la hipnosis para trabajar con recuerdos traumáticos
olvidados que, para ser curados, necesitaban volver a la conciencia.67 Freud fue el primero en proponer que la
hipnosis permitía el acceso al inconsciente, aunque luego sustituyó la regresión hipnótica por la evocación de los
recuerdos expresados por medio de la palabra (asociación libre) como un procedimiento para liberar el inconsciente.
Durante un trance hipnótico las personas pueden explorar pensamientos dolorosos o sentimientos y recuerdos de
los cuales no sabían su existencia porque se encontraban ocultos en el inconsciente (uno de los sistemas de nuestra
mente donde se encuentran los deseos, los instintos y los recuerdos que reprimimos porque nos resultan
inaceptables). Una vez que se explora la posible causa o raíz psicológica de un trastorno o síntoma y se revela el
trauma, la persona puede ser canalizada a psicoterapia.
La hipnoterapia ha demostrado ser efectiva en el tratamiento de la depresión, los trastornos de ansiedad, los
trastornos gastrointestinales, los trastornos de la alimentación, las enfermedades de la piel, el alivio de las náuseas y
los vómitos, el parto y el tratamiento del dolor crónico. Además, los tratamientos hipnóticos pueden tener efectos a
largo plazo a un costo mucho menor que algunos tratamientos tradicionales.
Expertos en ciencias cognitivas creen que, si ya en el pasado la hipnosis se utilizaba para realizar cirugías,
amputaciones y ayudar a la gente con mucho dolor, también es posible hacer uso de ella en la actualidad.68
Sin embargo, es importante puntualizar que la hipnosis puede ser efectiva o no, dependiendo de lo hipnotizable o
sugestionable que sea cada persona. Es un hecho que la capacidad de las personas para ser hipnotizadas es diferente
y por eso este procedimiento no es apto para todos, ni tiene el mismo efecto en todos. Entre el 10 y el 15 por ciento
de la población es “muy hipnotizable” y responde casi a cualquier forma de hipnosis, mientras que alrededor del
mismo porcentaje de personas son “poco hipnotizables” y raramente responden a la hipnosis, o no lo hacen nunca.69
En general, no debe practicarse la hipnosis en personas con esquizofrenia o con graves enfermedades mentales
para evitar empeorar síntomas que serían difícilmente inducibles.
Para concluir, es importante recalcar que la hipnosis no es un procedimiento peligroso, ni se trata de un lavado de
cerebro, como algunas personas pueden hacer creer, siempre y cuando sea llevada a cabo por un profesional en
salud mental, ampliamente calificado y autorizado.
LA PRIMERA IMPRESIÓN... ¿ES LA QUE
CUENTA?

upongamos que vas a conocer a alguien, pero debes elegir entre dos personalidades diferentes. La primera es
S inteligente, trabajadora, impulsiva, crítica, testaruda y envidiosa, y la segunda es envidiosa, testaruda, crítica,
impulsiva, trabajadora e inteligente. ¿A cuál preferirías conocer? Si tu respuesta es la primera, estás actuando
conforme a la mayoría.
En este experimento, desarrollado originalmente por el psicólogo Salomon Asch,70 en 1946, la primera persona
generalmente recibía evaluaciones más positivas que la segunda, a pesar de que, si te fijas, los adjetivos empleados
para describirlas son los mismos, pero en un orden inverso. En el primer caso, los adjetivos positivos se presentan
primero y esas ideas afectan cómo se recibe la información posterior, de manera que la inteligencia y el hecho de ser
una persona trabajadora prevalecen sobre los otros adjetivos, que no se perciben como importantes. Por el contrario,
la persona que es definida en segundo lugar, con adjetivos negativos, como envidiosa y testaruda, tiene la desventaja
de que esos atributos eclipsan al resto, haciendo que, incluso, las características positivas se perciban de una forma
más negativa.

Probablemente te ha pasado que, cuando alguien te presenta a otra persona, eres capaz
de determinar, casi de inmediato, si te cae bien o mal. Tal vez su apariencia, su tono de
voz o su forma de vestir hacen que te formes un juicio sobre ella en cuestión de
segundos y decidas si te agrada o no. La gente suele decir que la primera impresión es
la que cuenta, pero ¿esta primera impresión siempre es acertada?

Todos somos completamente diferentes y tenemos rasgos que nos hacen únicos. Cuando conocemos a alguien, el
primer rasgo que nos llama la atención es el que generalmente condiciona lo que pensamos de esa persona e influye
en la forma en que será nuestra interacción con ella. Si empezamos por describir los rasgos positivos de alguien
éstos nos dejarán una mejor impresión, mientras que, si empezamos por los negativos, nos dejarán una huella
negativa.
Este sesgo cognitivo es conocido como efecto halo y es muy común en la vida cotidiana. Este efecto es un error
asociado a la existencia de escasa información en la emisión de un juicio sobre circunstancias o personas que lleva a
realizar afirmaciones exageradas o irreales sobre capacidades o atributos. En otras palabras, se realiza una
generalización errónea a partir de una sola característica o cualidad de un objeto o de una persona. El término efecto
halo71 fue acuñado en 1920 por el psicólogo Edward L. Thorndike como resultado de sus investigaciones con el
ejército. Thorndike observó que los oficiales atribuían una valoración positiva a los otros basándose con frecuencia
en una sola característica, de un solo rasgo observado. Del mismo modo, atribuían características generales
negativas cuando veían en sus superiores una cualidad no tan adecuada.
Como se puede observar, dejarnos guiar por las primeras impresiones puede ser peligroso, pues inferimos
características a partir de poca información. Por ejemplo, al identificar los atributos de otra persona al azar, éstos
pueden estar influidos por los eventos de ese día y no necesariamente corresponden a la realidad. Si una persona
tuvo un mal día, la percepción que tendremos de ella posiblemente será distinta a la obtenida en uno de sus mejores
días.
El efecto halo se pone de manifiesto de manera muy clara cuando se trata del aspecto físico. Si alguien es
percibido como atractivo, debido a sus rasgos físicos, también será percibido como inteligente, exitoso, amistoso y
honesto. Incluso, experimentos más recientes han encontrado que a las personas atractivas se les percibe como más
felices, con mejor estatus social y económico y con mejores familias, en comparación con las personas poco
atractivas. ¡Cuántos anuncios publicitarios tienen como protagonistas a celebridades del espectáculo o a deportistas
famosos que promocionan sus productos, aunque nunca los hayan usado!
Es importante mencionar que cuando agregamos estas “etiquetas” a los demás no lo hacemos con la intención de
juzgar a la ligera; se trata de un recurso adaptativo que nuestro cerebro pone en marcha de manera inconsciente,
como una barrera protectora, para reconocer lo que nos rodea y determinar si es seguro y confiable. Si la persona o
la situación son percibidas como amenazantes o peligrosas, la evaluación inconsciente instantánea nos lleva a
reaccionar instintivamente para alejarnos del potencial peligro. El cerebro reconoce rasgos que asocia con recuerdos
del pasado, lo cual nos orilla a prejuzgar. Es como si conocieras a una persona cuya sonrisa te recuerda a alguien
que, cuando eras niño, solía hacerte bromas pesadas. Entonces, tu cerebro activa las defensas para evitar que puedas
ser lastimado, independientemente de que la persona que acabas de conocer no tenga intención alguna de hacerte
daño. Sin embargo, como ya hemos visto, el cerebro no siempre juzga de manera acertada.
Para evitar caer en juicios erróneos es importante poner atención a la información que confirme la primera
impresión que hemos hecho y descartar la que no la confirme.

Sacar conclusiones rápidas y creer que la primera impresión es la que vale nos
convierte en seres irracionales que se dejan guiar sólo por vistazos rápidos.

Necesitamos una actitud abierta y un mayor conocimiento de la otra persona para considerar sólo como
hipótesis, y no como verdades absolutas, los juicios iniciales que nos formamos acerca de ella. Y aunque la primera
impresión es importante, no tiene por qué ser determinante. Lo mejor de conocer a alguien es descubrir qué hay
detrás de su apariencia.
¿QUÉ TAN PREJUICIOSO ERES?

l color azul es para los hombres y el rosa es para las mujeres”, “Los hombres deben trabajar y las mujeres
“E deben quedarse en casa cuidando a los niños”, “Los hombres no deben llorar”, “Las mujeres no pueden
hacer trabajos pesados”, “El futbol es para hombres”, “Las rubias son tontas”, “Las muñecas son de niñas”, “Los
gorditos son simpáticos” o “Las mujeres no saben manejar”.
Sin duda, en más de una ocasión habrás escuchado frases como las anteriores o, incluso, quizá formen parte de tu
repertorio habitual. Tal vez las has usado durante algún tiempo sin percatarte de que son frases estereotipadas,
reproducidas de boca en boca y que no necesariamente son reales.

Hacer juicios previos (prejuicios) sobre una situación o una persona es inevitable,
porque todos hemos sido educados en creencias y valores determinados. Pero ¿qué pasa
cuando esas creencias se convierten en generalizaciones injustas? ¿Sabes reconocerlas y
desprenderte de ellas?

Los estereotipos son opiniones respecto de las características (rasgos y conductas) atribuidas a un grupo; es decir,
son creencias o ideas organizadas sobre las características asociadas a diferentes grupos sociales, como el aspecto
físico, los intereses, las ocupaciones, la nacionalidad, el género, etcétera. Aprendemos y asimilamos estas ideas, que
nos han sido transmitidas socialmente por generaciones, y las asumimos como ciertas. Lo anterior nos lleva a hacer
afirmaciones generales, ya sean positivas o negativas, sobre un grupo determinado. Así, por ejemplo, se piensa que
las mujeres no tienen la suficiente capacidad y autoridad para ocupar cargos directivos, aunque hayan demostrado
que tienen las mismas facultades que los hombres para ocupar altos cargos y dirigir equipos. De hecho, en muchos
casos han demostrado una gestión mucho más eficaz que los hombres en diferentes áreas o disciplinas (como
ejemplo, podríamos citar las pocas mujeres gobernantes del mundo que, durante la pandemia por el Covid-19 han
mostrado un manejo rápido y oportuno de la crisis sanitaria en sus respectivos países: Taiwán, Alemania, Nueva
Zelanda, Finlandia, Islandia y Dinamarca).72
Pero no todas las interpretaciones que hacemos suelen ser negativas. Un estereotipo también puede ser positivo o
neutral; por ejemplo, generalmente se piensa en los japoneses como trabajadores y disciplinados. No obstante, es
más común resaltar los estereotipos negativos, como la falsa creencia de que las mujeres no saben conducir bien.
¿De dónde vienen estas ideas preconcebidas? Principalmente de la educación que recibimos en casa. La familia
es nuestra referencia básica, el lugar donde aprendemos las normas de conducta, los hábitos, los valores y las formas
de comunicación que nos permiten relacionarnos con otras personas. Los modelos que nuestros padres, abuelos o
tíos nos inculcan se convierten en las actitudes y los comportamientos que vamos a adquirir posteriormente, y
muchos de ellos están construidos sobre invenciones, estereotipos y prejuicios que no corresponden con la realidad.

Los estereotipos suelen generar prejuicios, ya que inducen a prejuzgar, es decir, a


emitir un juicio o una opinión sin tener la suficiente información que la sustente.

Los prejuicios son pensamientos y actitudes, por lo general negativas, que un individuo tiene hacia otra persona o
grupo de personas. Constituyen una reacción injustificada ante una persona originada por la pertenencia de ésta a un
grupo social concreto. Los prejuicios son opiniones acompañadas de sentimientos o de emociones, por lo general
negativas. Mientras que los estereotipos son básicamente creencias, los prejuicios son actitudes relacionadas con los
estereotipos, es decir, tienen un componente emocional.73 Por ejemplo, cuando viajas en el transporte público y
sujetas con fuerza tu bolsa al ver a un hombre con tatuajes, estás actuando bajo la creencia errónea y estereotipada
de que los hombres con tatuajes son peligrosos. Si no tuvieras la reacción de tomar tu bolsa para evitar un robo, tu
conducta simplemente sería un estereotipo, pero al involucrar un componente emocional (temor) se vuelve un
prejuicio.
Hay muchos prejuicios. Consideremos sólo algunos: todos los musulmanes son terroristas; las personas de un
nivel socioeconómico bajo son las que roban; los franceses son antipáticos; las mujeres no saben conducir un
automóvil; los hombres son insensibles; los homosexuales son una mala influencia para los niños; los católicos son
fanáticos, y todos los políticos son corruptos.

Siempre que actuamos guiados por nuestros prejuicios estamos siendo injustos, pues
nos basamos en ideas preconcebidas sobre la otra persona, incluso antes de conocerla.

Los prejuicios van más allá de la simple categorización de las personas, ya que condicionan nuestra interacción
con ellas. Y los estereotipos bloquean nuestra capacidad crítica y nos inducen a asumir actitudes prejuiciosas que
pueden derivar en prácticas de discriminación e intolerancia.
Por supuesto, los límites entre los estereotipos y los prejuicios no siempre son claros. De hecho, es difícil
mantener los estereotipos sin expresar algún tipo de prejuicio. Posiblemente la consecuencia más negativa de la
existencia de los estereotipos es el generar prejuicios negativos que nos orillen a odiar a grupos de personas por el
simple hecho de llevar una etiqueta. El caso del odio racial que impulsó a los nazis a matar a millones de judíos, o a
los ruandeses a exterminarse entre tribus de tutsis y hutus, son los ejemplos más claros de lo que pueden ocasionar
los prejuicios.
Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido con el derecho de juzgar al otro de acuerdo con su
ropa, su color de piel, su forma de actuar, su manera de hablar o de pensar. Estos prejuicios no son benéficos para
nosotros ni para la otra persona, sobre todo en una sociedad que se vuelve cada vez más intolerante y que tiende a
criticar todo negativamente. Aunque hemos aprendido a juzgar a lo largo de nuestra vida, es posible modificar estos
pensamientos y conductas y convertirlos en acciones positivas. Éstas son algunas medidas que podemos tomar para
lograrlo:
• Mantengamos una mente abierta y flexible para poder evitar prejuicios equivocados.
• Dediquemos tiempo a observar con detenimiento a una persona o a un grupo antes de actuar impulsivamente o de
“etiquetar”.
• Evitemos extraer conclusiones anticipadas al conocer a una persona o a un grupo nuevo de personas.
• Mostremos empatía hacia quienes pretendemos juzgar, para evitar ser juzgados.
• Tengamos apertura a nuevos conocimientos y grupos de amigos para ampliar el marco de conocimiento (cada ser
humano es irrepetible).
• Tengamos presente que los prejuicios existen en la mente de cada persona; por lo tanto, ahí es donde debemos
eliminarlos.
SIMPLES TESTIGOS

n hombre de mediana edad está formado en la fila del metro y observa delante de él a un carterista en acción.
U El ladrón sustrae la cartera de la mujer que está delante de él y se aleja sin que ella lo note. Nuestro
protagonista se da cuenta claramente de que también otras personas en la fila han presenciado lo ocurrido. ¿Qué
hace al respecto? La respuesta es: nada. Después de todo, nadie más en la fila reaccionó, así que, ¿por qué habría de
hacerlo él? Lamentable, ¿no crees?
Ahora imagina que tú eres quien observa al ladrón en acción. ¿Qué habrías hecho? ¿Habrías actuado o te habrías
quedado como un observador pasivo? La verdad es que, de haber estado en esa situación, lo más probable es que
tampoco hubieras hecho nada.
¿Las sociedades actuales están viviendo una absoluta indiferencia y falta total de empatía? ¿La gente sólo se
preocupa de sus asuntos sin darle ninguna importancia a los de los demás?
La respuesta a estas preguntas no es sencilla. No es que la gente del metro no quisiera darse cuenta de lo que
hacía el carterista, o que no haya tenido tiempo para ayudar, o que simplemente no haya querido involucrarse. La
realidad es que si la estación del metro hubiera estado desierta habría sido más probable que alguien ayudara a la
mujer robada, pero silenciosamente los extraños en el metro formaron un grupo con la regla “no ayudar”.
Aunque es estresante ver este tipo de situaciones donde la gente está sufriendo o pasando un mal momento y
nadie hace nada para ayudar, es importante reconocer que aquí entran en juego dos reglas en conflicto: una que dice
“debemos ayudar” y otra que dice “haz lo que hacen los demás”. Así, tenemos a un grupo de extraños que
inconscientemente ejercen presión para no intervenir.
Lo que pasó en este caso es que el hombre fue influido por la apatía de los demás en la fila: fue víctima de la
presión social fuerte y sutil que le impidió moverse para actuar, aunque él sabía que debía hacerlo.
Ahora imagina que una de las personas de la fila decide “rebelarse y desobedecer” la silenciosa regla y va tras el
carterista. De repente, más gente se le uniría en la persecución del ladrón y se formaría un nuevo grupo que tiene por
regla “ayudar”.
La famosa “regla de oro” nos enseña a hacer a otros lo que nos gustaría que nos hicieran a nosotros, y promueve
un sentido de comunidad en el que se supone que todos debemos ayudar a otros si queremos que los demás nos
ayuden a nosotros. Sin embargo, esta regla frecuentemente es ignorada, porque ante diversas situaciones la gente
que está necesitada no encuentra el apoyo que requiere, ya que los demás pasan de largo con indiferencia. Esta
situación es conocida como efecto Bystander o efecto espectador.
En psicología, el efecto espectador (también conocido como Síndrome Genovese) es el nombre que se le da al
fenómeno mediante el cual la probabilidad de que una persona que necesita ayuda realmente llegue a recibirla es
menor mientras más gente o espectadores haya presentes en ese momento.
El nombre de efecto espectador surgió a raíz de un asesinato que se produjo en 1964 en Estados Unidos.74 Una
mujer llamada Kitty Genovese regresaba a su departamento ubicado en un condominio de vecinos de clase media.
Fue atacada y asesinada con 17 puñaladas durante media hora. Kitty pidió auxilio, y aunque según los reportes de la
policía al menos 38 personas tuvieron conocimiento de lo que le pasaba a Kitty o escucharon sus gritos, nadie
acudió a ayudarla. Cuando la policía preguntó a los vecinos por qué nadie la había llamado, la respuesta fue que
pensaron que algún otro vecino lo habría hecho. Este suceso conmocionó a la gente y se publicaron extensos
editoriales que aseguraban que Estados Unidos se había convertido en una sociedad fría y sin compasión.
En 1968 los sociólogos John Darley y Bibb Latané,75 preocupados por el incremento en el número de crímenes
que se producían ante testigos que no hacían nada para impedirlos, realizaron diversos experimentos sociales y
llegaron a la conclusión de que cuando hay más personas presentes en una situación estresante los observadores
asumen que otro intervendrá y todos se abstienen de hacerlo.

Si una persona que está sola se enfrenta a un problema se sentirá culpable si no actúa.
Pero si hay otros presentes, la responsabilidad se reparte, pues se asume que serán
otros quienes intervendrán para ayudar.

Es probable que, haciendo memoria, todos hayamos sido espectadores pasivos ante una situación estresante,
aunque no necesariamente haya sido un crimen tan trágico como el de Kitty. ¿Cuántas veces la apatía te ha impedido
recoger la basura tirada a la entrada de tu edificio, avisar que hay una fuga de agua en el condominio o ayudar al
conductor que se quedó varado en la carretera por haber sufrido un pinchazo en la llanta? La respuesta es sencilla:
porque esperas que sea otro quien tome la iniciativa.
Pareciera que, al fundirnos en la masa, evitamos mostrar sentimientos de empatía y altruismo, que posiblemente
sí mostraríamos si nos encontráramos solos ante una emergencia. Sin embargo, no todo está perdido. Ahora que
conocemos cómo funciona el efecto espectador estaremos más preparados para actuar y romper el efecto tanto para
nosotros como para los demás que sólo están observando sin actuar. Es necesario estar más atentos a lo que ocurre a
nuestro alrededor y comenzar a involucrarnos con los demás. Dejar de pensar que lo que les sucede a los demás no
tiene que ver con nosotros es el primer paso para romper la influencia ejercida por los otros. Obligando a los demás
a interpretar que se trata de una situación que requiere ayuda los estaremos ayudando a superar el pensamiento
absurdo de que “si nadie hace nada, no hace falta hacer nada”. Es importante aceptar que forma parte de nuestra
naturaleza el hecho de sentirnos presionados por el grupo, pero también considerar que podemos convertirnos en los
“héroes” que rompan con el hecho de ser simples espectadores, haciendo que todos a nuestro alrededor se pongan a
ayudar.
¿SOBREESTIMAS TUS CAPACIDADES?

l 19 de abril de 1995, en Pittsburgh, Pensilvania, un hombre llamado McArthur Wheeler decidió robar un par
E de bancos a plena luz del día, sin protección ni máscara alguna, dejando que las cámaras de seguridad lo
grabaran perfectamente. Cuando fue detenido, a las pocas horas, Wheeler se mostró sorprendido por haber sido
reconocido y confesó que se había aplicado jugo de limón en la cara, confiando en que éste le haría aparecer
invisible ante las cámaras. En su infancia Wheeler solía utilizar el limón para hacer tinta invisible y escribir notas
secretas. Antes del asalto había estado haciendo pruebas en su casa con una cámara Polaroid, y observó que,
efectivamente, su rostro no se veía en las fotos. De lo que no se dio cuenta fue que esto se debía a que, al disparar, el
escozor del jugo de limón en los ojos había desviado el objetivo unos centímetros, de forma que su rostro no había
sido captado por la cámara.
Este hecho insólito hizo que David Dunning y Justin Kruger, profesores de psicología social de la Universidad de
Cornell, se mostraran incrédulos ante la inverosímil historia del frustrado ladrón y comenzaran a investigar a qué se
había debido su incompetencia.76
Dunning se preguntaba si era posible que la propia incompetencia de una persona le hiciera inconsciente de ella.
Para averiguarlo, inició junto con Kruger una investigación en la que incluyó a los estudiantes de psicología de
Cornell. El estudio consistió en preguntar a cada participante cómo estimaba su competencia en cada una de las
siguientes áreas: humor, gramática y razonamiento lógico. Luego, les hizo responder una prueba escrita para
comprobar su competencia real en cada uno de esos ámbitos. Entonces compararon los resultados para ver si había
algún tipo de correlación. Los investigadores descubrieron que mientras más incompetente era una persona, menos
consciente era de ello, y mientras más competente y capacitado era, más tendía a subestimar su capacidad.
Los investigadores publicaron los resultados en 1999 de lo que llamaron efecto Dunning-Kruger,77 señalando que
esta percepción irreal se debe a que las habilidades y las competencias necesarias para hacer algo bien son,
justamente, las habilidades requeridas para estimar acertadamente el propio desempeño de la tarea.
Por ejemplo, si una persona no sabe estacionar su auto correctamente, el conocimiento necesario para reconocer
que maneja mal y corregirlo es, justamente, saber de conducción. Sólo puede enterarse de su incapacidad de
estacionarse bien cuando alguien más se lo hace ver explícitamente, poniendo en evidencia su mala conducción e
indicándole la forma correcta de hacerlo.
A lo anterior se suma que una mente incompetente no está vacía, sino llena de ideas preconcebidas, intuiciones,
experiencias, sesgos, corazonadas y hechos, además de conceptos que introduce de otros campos de conocimiento;
con todo eso construye historias y teorías que le dan la impresión de tener conocimiento fiable. De esta manera, un
individuo que alardea ser experto en economía y cree tener respuestas absolutas y sencillas a los problemas más
importantes, pero no es capaz de llevar a la práctica una propuesta concreta para generar crecimiento económico, es
una víctima del efecto Dunning-Kruger.
Algunas veces los individuos que cumplen con los criterios descritos por Dunning-Kruger también suelen insultar
y ser condescendientes, tienen poca capacidad para razonar, se creen grandes argumentadores, inventan palabras
porque se consideran instruidos, acusan a otros de sus propios defectos y desarrollan una exagerada confianza en sí
mismos. Quienes presentan esta característica no sólo llegan a conclusiones equivocadas y toman malas decisiones,
sino que su incompetencia no les permite tener conciencia de ello.
Por otro lado, en cuanto a las personas que infravaloran sus capacidades y sus competencias, se puede decir que
esto se produce debido al efecto de falso consenso: tienden a pensar que “todo el mundo lo hace igual”, asumiendo
que sus habilidades se encuentran dentro del promedio, aunque en realidad sus capacidades sean claramente
superiores. Un conductor excepcional pensará que solo conduce aceptablemente bien porque cree que es algo que
todo el mundo hace igual que él.

El error de los que sí son verdaderos expertos no es que crean saber menos que los
demás, sino que a menudo piensan que los demás también saben mucho sobre el tema
que dominan.

Todos somos vulnerables a presentar este efecto, porque tenemos incompetencias que no reconocemos; pero si el
efecto Dunning-Kruger es “invisible” para quienes lo experimentan, ¿qué podemos hacer para descubrir qué estamos
haciendo mal o para descubrir qué tan buenos somos para otras cosas? Aquí hay algunas sugerencias:
• Solicitar retroalimentación a otras personas y considerar realmente lo que nos dicen, aunque sea difícil de aceptar.
Hay que preguntarnos si hemos escuchado críticas similares de diferentes personas y las hemos ignorado.
• Reconocer la posibilidad de que podríamos no tener la razón todo el tiempo y que tal vez necesitemos adquirir
más conocimiento en un área específica.
• Seguir aprendiendo, porque mientras más sabemos, menos “huecos” invisibles de conocimiento tendremos. Hay
que cuestionar lo que sabemos y prestar atención a quienes tienen diferentes puntos de vista.
• Permanecer abiertos a la crítica constructiva y resistir el impulso de ponernos a la defensiva.
• Por último, recordar siempre el viejo proverbio que dice: “Cuando discutes con un tonto, asegúrate de que el otro
no esté haciendo lo mismo”.
CRISIS PSICOLÓGICA EN TIEMPOS DE
PANDEMIA

principios de enero de 2020 se dio a conocer la noticia de la aparición de un nuevo tipo de coronavirus
A (COVID-19) transmisible de humano a humano. El brote había sido identificado en Wuhan, China, el 31 de
diciembre de 2019, y la súbita aparición del virus llevó al mundo a experimentar, en tan sólo en unas pocas semanas,
una situación extraordinaria, nunca vista en la historia reciente. Ante el número progresivo de infecciones y víctimas
mortales, la OMS declaró que se trataba de una pandemia y el confinamiento fue obligatorio en la mayoría de los
países como medida de contención.
Además de la crisis sanitaria y económica provocada por esta pandemia, también hemos sido testigos de una
crisis a nivel emocional, caracterizada por la disminución o la restricción total de la libertad para salir de casa por un
tiempo indeterminado, el aislamiento, el miedo a enfermarnos, la presencia de estrés y otros trastornos del estado de
ánimo. También la incertidumbre por lo que pasará en el futuro cercano se ha sumado a la saturación de
responsabilidades en casa, a la disminución del ingreso o pérdida del empleo y al fallecimiento de familiares o
amigos.
Cuando una persona enfrenta un evento potencialmente estresante, como la pandemia por el coronavirus, pasa
por una serie de etapas emocionales que, dependiendo de cómo las viva, la llevarán a afrontar la situación de manera
más o menos exitosa.
Primeramente, es importante entender que la situación vivida principalmente durante los primeros meses de la
pandemia de Covid-19 fue catalogada como una crisis. Pero ¿qué es una crisis?, La palabra crisis proviene del
griego krísis (“decisión”) y del verbo kríno (“separar”, “decidir”),78 por lo cual podemos decir que hace referencia al
momento en que se produce el cambio brusco y profundo de una situación; es decir, una dificultad momentánea y no
permanente. Durante la crisis por el coronavirus hemos experimentado un desajuste severo, repentino e inesperado
en todas las áreas de nuestra vida. El confinamiento, e incluso el toque de queda al que se han visto sometidos
algunos países, elevó el nivel de ansiedad de la mayoría de las personas y desajustó la vida de muchos. La crisis
llegó de manera tan inesperada que generó niveles de angustia alarmantes en un corto periodo de tiempo.
Sin embargo, es importante mencionar que una crisis puede verse como un fracaso o como una oportunidad. Es
un fracaso cuando permitimos que la situación externa nos desborde, ya que no contamos con los recursos
psicológicos (emocionales) para manejarla adecuadamente; entonces podemos desarrollar altos niveles de ansiedad,
estrés, ataques de pánico, depresión o ideación suicida. Durante una crisis el mundo se nos viene abajo:
desconfiamos de lo que antes nos generaba seguridad y confianza y nos vemos obligados a repensar y a evaluar la
situación para asimilarla y luego tomar decisiones (kríno “separar”, “decidir”).
Por otro lado, también es posible convertir una crisis en una oportunidad de cambio, crecimiento y desarrollo. El
buen manejo de nuestra capacidad para afrontar la adversidad en los periodos de crisis, algo que todos debemos
enfrentar en algún momento de nuestras vidas, es fundamental para salir fortalecidos.
A continuación se mencionan las etapas de la crisis psicológica por el coronavirus, que se vivieron antes de la
vacuna o durante la “primera ola”.

Fase de conmoción o shock


La crisis comenzó con una sensación de incredulidad, ante la gran cantidad de información imprecisa que se manejó
en las redes sociales y en otros medios de comunicación, provocando confusión y miedo. El llanto, la irritabilidad, la
aprehensión, la actitud defensiva y el insomnio fueron reacciones naturales al inicio de la experiencia. También el
enojo, la tristeza y el miedo de enfermar fueron frecuentes.

Fase de negación
Es probable que algunas personas no hayan pasado por la segunda etapa, la negación, y hayan saltado directamente a
la siguiente, la preparación. En la negación se buscó evadir la realidad y se le dio una explicación a lo que ocurría.
Así, pudimos escuchar todo tipo de teorías que explicaban la histeria colectiva: el virus era una conspiración
política, una guerra biológica entre Estados Unidos y China, una consecuencia del cambio climático o la prueba
inminente del fin del mundo. Vimos a muchas personas actuar como si nada estuviera pasando, en un intento por
comportarse como si todo fuera ficción. En el extremo, algunos mostraron irresponsables como irse de vacaciones u
organizar fiestas multitudinarias.

Fase de preparación
Una vez aceptada la existencia de la crisis sanitaria, la gente empezó a comprar y almacenar alimentos, a elaborar
nuevas rutinas en casa y a organizar el trabajo y el tiempo libre.

Fase de adaptación
Con el paso de los días comenzó el ajuste gradual a las nuevas circunstancias de vida y a las restricciones por el
confinamiento. La nueva situación también tuvo aspectos positivos que la gente empezó a descubrir en la medida en
que exploró nuevas actividades y desarrolló intereses a los que antes dedicaba poco tiempo. Para algunos, trabajar
desde casa resultó muy conveniente, mientras que, para otros, la carga laboral resultó abrumadora al tener que cuidar
a los niños y trabajar desde casa al mismo tiempo.

Fase de resistencia
Con el paso de las semanas, la tensión provocada por el encierro, las limitaciones de la vida social, la incertidumbre
por la duración del confinamiento y las dificultades económicas afectaron el estado de ánimo. Los signos de
ansiedad y depresión se volvieron más visibles, así como la dificultad para concentrarse o relajarse, el insomnio o,
por el contrario, la somnolencia.79 Al elevarse los niveles de ansiedad, los ataques de pánico fueron frecuentes y, al
compartir algunas características similares con el Covid-19 (dificultad para respirar y escalofríos), mucha gente
acudió a los hospitales creyendo haberse contagiado con el virus, cuando en realidad se trataba de un ataque de
pánico causado por estrés excesivo.

Fase de intrusión
Los más agraviados por la pandemia, los médicos y las enfermeras, quienes han estado tratando directamente con
pacientes enfermos, y quienes han perdido a un familiar o a un ser querido, suelen experimentar pesadillas,
imágenes y recuerdos acerca de lo ocurrido.

Fase de translaboración
La identificación, la expresión y la verbalización de los pensamientos, los sentimientos y las imágenes
experimentadas durante la crisis han sido posibles para algunos con el apoyo de familiares y amigos, mientras que
otros han necesitado ayuda profesional.

Fase de terminación
La disminución de los contagios y la relajación de las medidas de confinamiento albergó, durante la “primera ola”
de la pandemia, sentimientos de esperanza ante la posibilidad de regresar a la vida normal. Se consideró por un
momento el final de la pandemia, y se llevó a cabo una integración de lo ocurrido. Sin embargo, una vez iniciada la
“segunda ola”, se hizo evidente que el fin de la pandemia estaba lejos de llegar y, en mayor o menor medida, se
reiniciaron algunas de las etapas por las que previamente se había pasado. Para algunos, revivir una vez más lo
experimentado en los primeros meses del año 2020 significó un mejor manejo de la situación, mientras que, para
otros, representó un incremento del estrés y la impaciencia por el sometimiento a nuevas medidas de confinamiento.

En la actualidad, la aplicación masiva de las vacunas contra el Covid-19 ha permitido


regresar a la mayor parte de las actividades cotidianas. Sin embargo, la prevalencia en
el número de contagios continúa, por lo que considerar algunas de las estrategias que
los expertos en salud mental sugirieron durante la “primera ola” no sería una idea
descabellada.

Estrategias psicológicas para afrontar una crisis


• Permite los pensamientos, sentimientos y sensaciones físicas de ansiedad y acéptalos como parte de la experiencia
humana. Cuando aparezcan las oleadas de ansiedad, pon atención a la emoción y describe la experiencia, sin
emitir juicios. Está comprobado que enfrentar la ansiedad, en lugar de evitarla, ayuda a que ésta disminuya con
el tiempo.
• Evita leer o buscar información obsesivamente sobre aquello que ocasiona la crisis. El flujo constante de
información contribuye a la sensación de peligro, el miedo se agudiza y la situación se percibe como más
peligrosa de lo que es en realidad.
• Trata de dormir lo suficiente, haz ejercicio con regularidad, si es posible pasa tiempo en el aire libre y utiliza
técnicas de relajación cuando estés estresado. En este sentido, las técnicas de respiración (inhalar y exhalar por
la nariz de forma pausada y repetitiva, preferentemente durante las mañanas y de manera habitual) son muy
efectivas para reducir los niveles de ansiedad.
• Enfócate en llevar a cabo aquel proyecto importante que has estado posponiendo desde hace tiempo y toma
acción.
• Mantén el contacto con las demás personas. Es posible que llegues a acostumbrarte a la situación de aislamiento, e
incluso a encontrarle ventajas. Las personas con dificultades para relacionarse con los demás podrían encontrar
“cómodo” interactuar detrás de una pantalla sin esforzarse mucho por mostrar sentimientos y emociones. El
peligro está en permanecer en un autoaislamiento prolongado posterior al confinamiento, pues existe el riesgo
de habituarse indefinidamente al ensimismamiento y caer en depresión.
• Busca ayuda profesional, especialmente si eres vulnerable a la ansiedad. La terapia cognitiva conductual y algunos
medicamentos pueden tratar con éxito los problemas de ansiedad.

Recuerda que cualquier crisis puede ser una oportunidad de crecimiento. Analiza qué
lecciones te ha dejado hasta ahora esta situación, qué has aprendido, qué emociones has
experimentado y empieza a concretar acciones y cambios importantes en tu vida.
NOTAS
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LA AUTORA

lanca Pelayo es licenciada en psicología y maestra en psicología clínica y psicoterapia por la Universidad
B Iberoamericana de Puebla (México). Ha cursado diplomados en prevención de adicciones, desarrollo humano e
intervención de problemas de aprendizaje en niños.
Ha sido encargada del Departamento de Psicología del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las
Familias (DIF) y del Área de Psicología del Centro de Protección a Víctimas del Delito de la Procuraduría General
de Justicia de Puebla. Ha trabajado en el diagnóstico y tratamiento de trastornos conductuales y de personalidad, en
intervención en crisis con sobrevivientes de eventos traumáticos relacionados con la violencia, crímenes o
accidentes. Asimismo, ha prestado servicios de prevención y protección para la población infantil frente al consumo
de drogas.
Ha fungido como directora académica en instituciones privadas de educación media-superior e impartido cátedras
de psicología general, teorías de la personalidad, psicopatología, evaluación psicológica, psicometría, entrevista e
intervención psicológica.
En el extranjero ha colaborado en instituciones dedicadas a la atención del autismo, la asistencia a adultos
mayores y el apoyo a personas sin hogar.

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