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CASA EDITORIAL, IMPRENTA Y LITOGRAFIA “LA EUROPEA”
RESEÑA HISTÓRICA
DEL
POR
EpriqUe de OlaVarría y perrari
SEGUNDA EDICION
TOMO I,
MEXICO
IMPRENTA, ENCUADERNACION Y PAPELKKIA
“LA EX’liO t’JÜA”
Propietario, Fernando Camacho. I Director, Juan Agailar Vera,
Calle de Santa Isabel Núm. 9.
OASA EDITORIAL, IMPRENTA Y LITOGRAFIA “LA EUROPEA”
RESEÑA HISTÓRICA
DEL
TEATRO EN MÉXICO
Enrique de OlaVarría y Ferrari
SEGUNDA EDICION
MEXICO
IMPRENTA, ENCUADERNACION Y PAPELERIA
“BA ETTKOfEA”
Propietario, Fernando Camacho. I Director, Juan Aguilar Vera.
Calle de Santa Isabel Núm. 9
<... . Digo, pues, que hay hombres, que con no
< ser ellos para nada, toman por oficio decir mal de
< todo aquello que no va medido con su grosero jui-
< ció. Tienen otra cosa rara, digna de tales sujetos,
< y es, que si oyen algo fuera de lo que ellos han leí-
< do en cuatro autores de gramática, lo asquean tan-
< to, y lo burlan y mofan de tal suerte, como si. sólo
< aquello con que ellos han desayunado su entendi-
< miento, fuese lo cierto y de fe, y lo demás fuese
< patraña y sueño. Bien sé que el ingenio humano
< no se contenta de una manera, ni con las mismas
< cosas, y así, de lo que á unos parece bien, de eso
«mismo murmuramos otros, y aquellos admiran y
«engrandecen lo que estos abominan y burlan.—
« Pedro Malón de Cheide. >
«. .. . Prefiero yo cualquier exceso de benevolen-
«cia con los vivos, al olvido de los muertos;.........
< pues vale más enaltecer con apoteosis á los no juz-
/ «gados por la posteridad, que aguardar trescientos
,/ «años para consagrar con mezquinas é incorrectas
I «estatuas la gratitud.—Emilio Castelar. >
ESTA OBRA ES PROPIEDAD DEE AUTOR.
HOMENAJE DE RESPETO
AL SEÑOR GENERAL
I). PORFIRIO DIAZ
Y Á LA SEÑORA
DA CARMEN ROMERO RUBIO DE DIAZ
4----------
PRIMERA PARTE
Do 1538 á 1821
PRESENTE DE CARIÑO
AL SR. D. MANUEL ROMERO RUBIO
CAPITULO PRIMERO
1538. —1500.
Curioso sería el libro en que se procurase hacer la historia de los
espectáculos públicos en México.
Para ello habría de remontarse su autor á los días mismos de la
Conquista y escudriñar la obra maravillosa de la propagación de la
Fe, realizada por los venerables religiosos que á estas regiones envió
la pía Providencia. Esos no bien admirados varones, cuya sabiduría
hace creer que sobre sus cabezas se repitió el prodigio realizado con
los apóstoles al cumplirse los días de Pentecostés, nada desperdicia
ron de cuanto pudiese herir de un modo tangible la imaginación de
las multitudes idólatras, y por consiguiente fueron aquí los primeros
en usar de las representaciones teatrales. Así procedió el clero cris
tiano al hacer representar, en el interior de sus catedrales, pasos de la
Sagrada Escritura y del Evangelio, para contrarrestar la popularidad
y los escándalos de los histriones italianos en los siglos XI y si
guientes, época en que también pasaron á España, puesto que Alon
so X, el Sabio, hubo de prohibir esas representaciones á los clérigos,
como ya lo había hecho, conminándolos con severas penas, el Papa
Inocencio III.
Naturalmente, los pasos representables no fueron ni podían ser
otra cosa que rudimentarias farsas: en el siglo XV y en España, este
género literario no pasó de las Eglogas en acción de Juan de la Enci
na, y de la tragicomedia de Rodrigo de Cota y Fernando de Rojas;
en el siguiente, que fue el de la Conquista, al verificarse ésta sólo ha
bíanse señalado como autores Gil Vicente y Torres Naharro, prime
ro de nuestros preceptistas, y aun no aparecía Eope de Rueda, á quien
cabe la gloria de haber sentado los cimientos del Teatro Español.
Eos citados venerables religiosos, propagadores de la fe cristiana en
México, no pueden pretender puesto entre los dramáticos castellanos;
pero hicieron más, mucho más de lo que debía esperarse de humanas
fuerzas, y ennobleciendo, pudiéramos decir, las farsas ó pasos, sacá
ronlos al aire libre y dándoles por escenario el suelo feraz y el es
pléndido cielo americanos, aiciéronlos servir para de un modo práctico
explicar á las multitudes la doctrina y misterios de nuestra Religión.
Diez y siete años después de la Conquista, hiciéronse en Tlaxca-
la “solemnes fiestas el 20 de Junio de 1538, día de Corpus Christi,
“y en ellas se sacó por primera vez en público el escudo de armas
‘ ‘que el Emperador Carlos V concedió á los Tlaxcaltecas cuando á su
“pueblo hizo ciudad.’’ Si en ese día no hubo representación, aca
so por falta de tiempo—dice D. Joaquín García Icazbalceta,—bien
reparada quedó luego la omisión, porque el lunes siguiente (24 de
Junio), día de San Juan Bautista, hubo cuatro, según lo refiere el Pa
dre Motolinía. Esos cuatro autos estuvieron escritos en prosa, y los
indios que los representaron aprendiéronlos de memoria en sólo los
dos días sábado y domingo. El asunto del primero “fué la Anun-
“dación de la Natividad de San Juan Bautista, hecha á su padre Zaca
rías, que se tardó en ella una hora, acabando con un gentil motete
“en canto de órgano. Y luego adelante, en otro tablado, representa
ron la Anundación de Nuestra Señora, que fué mucho de ver, y se
' ‘tardó tanto como en el primero. Después, en el patio de la Iglesia de
“San Juan, á do fué la procesión, luego en allegando, antes de misa,
‘ ‘en otro cadalso, que no eran poco de ver los cadalsos cuan gracio-
“samente estaban ataviados y enrosados, representáronla Visitación
"de Nuestra Señora á Santa Isabel. Después de misa, se representó
“la Natividad de San Juan, y en lugar de la circuncisión, fué bautis-
‘ ‘mo de un niño de ocho días de nacido, que se llamó Juan; y antes
‘ ‘que dieran al mudo Zacarías las escribanías que pedía por señas,
“fue bien de reír lo que le daban, haciendo que no le entendían. Aca-
‘ ‘bóse este auto con Benedictus Dominus Deus Israel-, y los parientes
“y vecinos de Zacarías, que se regocijaron con el nacimiento del hi-
1 ‘jo, llevaron presentes y comidas de muchas maneras, y puesta la me-
“sa asentáronse á comer, que ya era hora.”
Tales fueron las primeras representaciones de autos hechas en Mé
xico, de que se tiene noticia, según lo refiere el Sr. Icazbalceta en la
Introducción que puso á su Edición de los Coloquios de González
Eslava.
“No fué menos solemne la fiesta que celebraron el día de la Encar
nación, continúa diciendo el Sr. Icazbalceta: cerca de la puerta del
Hospital de los Cofrades de la Encarnación, aparejaron la escena
para representar un auto que fué la Caída de nuestros primeros padres. ’ ’
Estaba tan adornada la morada de Adán y Eva (aquí copia á Mo-
tolinía), que bien parecía paraíso de la tierra, con diversos árboles con
frutas y flores, de ellas naturales, y de ellas contrahechas de pluma y
oro: en los árboles mucha diversidad de aves, desde buho y otras aves
de rapiña, hasta pajaritos pequeños, y sobre todo tenían muy muchos
papagayos, y era tanto el parlar y el gritar que tenían, que á veces
estorbaban la representación: yo conté en un solo árbol catorce papa
gayos, entre pequeños y grandes. Había también aves contrahechas
de oro y pluma, que era cosa muy de mirar. Los conejos y liebres
eran tantos, que todo estaba lleno de ellos, y otros muchos animalejos,
que yo nunca hasta allí los había visto. Estaban dos ocelotles atados,
que eran bravísimos, que ni son bien gato ni bien onza; y una vez
descuidóse Eva y fué á dar en el uno de ellos, y él, de buen criado,
desvióse: esto era antes del pecado, que si fuera después, tan en ho
ra buena no se hubiese llegado. Había otros animales bien contrahe
chos, metidos dentro unos muchachos; éstos andaban domésticos y
jugaban y burlaban con ellos Adán y Eva. Había cuatro ríos ó fuen
tes que salían del paraíso, con sus rétulos que decían Phison, Gheon,
Tigris, Euphrates; y el árbol de la vida en medio del paraíso, y cerca
de él el árbol de la ciencia del bien y del mal, con muchas y muy her
mosas frutas contrahechas de oro y pluma.
“Estaban en el redondo del paraíso tres peñoles grandes y una
sierra grande; todo esto lleno de cuanto se puede hallar en una sierra
muy fuerte y fresca montaña, y todas las particularidades que en Abril
y Mayo se pueden hallar, porque en contrahacer una cosa al natural,
estos indios tienen gracia singular. Pues aves no faltaban, chicas ni
grandes, en especial de los papagayos grandes, que son tan grandes
como gallos de España; de éstos había muchos, y dos gallos y una
gallina de los monteses, que cierto son las más hermosas aves, que
yo he visto en parte ninguna: tendría un gallo de aquellos tanta car
ne como dos pavos de Castilla.
‘ ‘ Había en estos peñoles animales naturales y contrahechos. En uno
de los contrahechos estaba un muchacho vestido como león, y esta
ba desgarrando y comiendo un venado que tenía muerto; el venado
era verdadero, y estaba en un risco que se hacía entre una peñas, y
fué cosa muy notada.
“Llegada la procesión, comenzóse luego el auto: tardóse en él gran
rato porque antes que Eva comiese ni Adán consintiese, fué y vino
Eva, de la serpiente á su marido, y de su marido á la serpiente, tres
ó cuatro veces, siempre Adán resistiendo, y como indignado, lanzaba
de sí á Eva: ella rogándole y molestándole, decía que bien parecía el
poco amor que le tenía, y que más le amaba ella á él que no él á ella;
y echándole en su regazo, tanto le importunó que fué con ella al ár
bol vedado, y Eva en presencia de Adán comió y dióle á él también
que comiese. Y en comiendo, luego conocieron el mal que habían he
cho, y aunque ellos se escondían cuanto podían no pudieron hacer tan
to que Dios no los viese, pues vino con gran majestad, acompañado de
muchos ángeles; y después que hubo llamado á Adán, él se excusó
con su mujer y ella echó la culpa á la serpiente, maldiciéndolos Dios
y dando á cada cual su penitencia, trajeron los ángeles dos vestiduras
bien contrahechas, como de pieles de animales, y vistieron á Adán y
Eva. Do que más fué de notar fué el verlos salir desterrados y llo
rando: llevaban á Adán tres ángeles y á Eva otros tres, é iban can
tando, en canto de órgano, Circumdederunt me. Esto fué tan bien
representado, que nadie lo vió que no llorase muy recio: quedó un
querubín guardando la puerta del paraíso, con espada en la mano.
“Luego allí estaba el mundo, otra tierra cierto bien diferente de la
que dejaban, porque estaba llena de cardos y de espinas, y muchas cu
lebras; y también había conejos y liebres. Llegados allí los recién mo
radores del mundo, los ángeles mostraron á Adán cómo había de labrar
y cultivar la tierra, yáEva diéronle husos para hilar y hacer ropa para
su marido é hijos: y consolando á los que quedaban muy desconsola
dos, se fueron cantando, en canto de órgano, un villancico que decía:
“Para qué comió
la primer casada,
para qué comió
la fruta vedada.
La primer casada
ella y su marido,
á Dios han traído
en pobre posada,
por haber comido
la fruta vedada.”
“Este auto fué representado por los indios en su propia lengua, y
así muchos de ellos tuvieron lágrimas y mucho sentimiento, en es
pecial cuando Adán fué desterrado y puesto en el mundo.”
Es digno de notar, añade el Sr. Icazbalceta, que se cantaran esos
versos castellanos por remate de un auto en lengua mexicana, y más
cuando ésta se prestaba bien á la forma poética. De todas maneras,
ese villancico de 1538 es la más antigua muestra que conozco de la
poesía colonial.
Los mismos indios de Tlaxcala representaron en 1539, en el día del
Corpus, y en celebridad de las paces de 1538 entre España y Francia,
la Conquista de Jerusalén. Con igual ocasión los españoles de la Capi
tal habían representado la Conquista de Rodas, habiendo referencia á
ello en las Actas del Ayuntamiento, que dicen que en 27 de Marzo
de 1539 se mandaron librar á Alonso de Avila ciento cuatro pesos y
medio de oro que demostró haber gastado en nueve varas de damasco
y nueve de tafetán y paño, y una gorra de terciopelo y naguas y ca
misas y otras cosas que se le mandaron comprar para el palio y las
fiestas, y en la madera y clavazón que se emplearon en los tablados.
“La primera parte de la fiesta de los indios de Tlaxcala, que se ce
lebró el 5 de Junio, consistió en un simulacro de la Conquista de Je
rusalén. Al efecto, aprovecharon unos edificios comenzados á levan
tar en una llanura inmediata á Tlaxcala, destinados para nueva casa
de Cabildo. Hincheron de tierra la parte ya labrada, que tenía de al
tura un estado, y sobre ese terraplén levantaron cinco torres, la más
alta en el centro y las otras en los ángulos. Enlazaba las torres una
cerca almenada, y toda la fábrica estaba muy adornada de flores.
Aquella especie de castillo representaba la ciudad de Jerusalén. En
frente, á la parte oriental, se hallaba aposentado el Emperador Carlos
V; á la derecha de Jerusalén quedaba el ejército español; al otro la
do el de las tropas de Nueva España. En medio de la plaza estaba San
ta Fe, memoria de la conquista de Granada, y allí había de situarse
el Emperador con su ejército. Todos estos lugares estaban cercados
á imitación de fortalezas.
“Llegada la hora de comenzar el espectáculo y sentados en el tabla
do del Santísimo Sacramento los que componían la procesión, comen
zó á entrar en la plaza el ejército de España con sus trompetas, ataba
les, tambores y pífanos, y sus banderas de las diferentes provincias,
marchando de cinco en cinco: en la retaguardia iban los alemanes é
italianos: un señor, indio principal, representando á D. Antonio Pi-
mentel, Conde de Benavente, era el general de este ejército. Entró en
seguida el de Nueva España, repartido en diez capitanías, y los que
las formaban iban vestidos con ricos trajes, ála vanguardia Tlaxcala
y México, y después los huastecos, zempoaltecos, mixtéeos, colhua-
ques y los del Perú, Santo Domingo y Cuba, tarascos y cuautemal-
tecos, mandado todo por otro indio principal representando á D. An
tonio de Mendoza, virrey á la sazón de la Nueva España.
‘1 Los ej ércitos infieles estaban mandados por otros indios que repre
sentaban á Don Hernando Cortés que hacía oficio de Soldán y á Pe
dro de Alvarado, capitán general. No se alcanza la razón, dice el Sr.
Icazbalceta, cuyas son estas noticias, que los religiosos, autores ú or-
B, H. T.—T, I.—2
denadores de la fiesta, tuvieron para agraviar á los conquistadores
poniéndolos por jefes en el bando de los moros. ”
En el principio del simulacro, los moros, después de pelear un ra
to, se retrajeron á la ciudad, pero habiendo recibido un gran refuer
zo, hicieron una nueva salida y vencieron uno tras otro al ejército es
pañol y al de Nueva España. Los capitanes Benavente y Mendoza
lo participaron al Emperador, por medio de cartas que el cronista
Motolinía copia textualmente, asi como las respuestas del Soberano.
Este, con los reyes de Francia y de Hungría, todos con sus coronas
en la cabeza, acudió en socorro de los suyos entrando en Santa Fe,
y saliendo de ella á acometer á los moros, que una vez más quedaron
vencedores. En tal aprieto, el Emperador escribió al ¡Papa, quien
después de consultarlo con los cardenales, contestó que ya mandaba
hacer plegarias en toda la cristiandad. Dos veces más fueron los es
pañoles rechazados, y entonces el Emperador y los demás reyes y je
fes, con el Papa y los cardenales, fueron á arrodillarse ante el Santí
simo Sacramento, apareciéndoseles un ángel que les recomendó no
desmayasen, pues en su auxilio venía el Apóstol Santiago, que en
efecto entró montando un caballo “blanco como la nieve, ’’ y se pu
so á su frente; pero esa vez también los moros quedaron vencedores.
Como la ayuda del Apóstol Santiago no había sido de provecho,
fué preciso ocurrir de nuevo á la oración. De nuevo se presentó el
ángel diciéndoles que Dios había permitido que fueran humillados pa
ra probar su constancia, pero que en su auxilio enviaba á San Hi
pólito, patrón de Nueva España. Llegó éste montando un caballo
morcillo y juntándose con Santiago emprendieron un furioso ataque,
arrojándose los combatientes “unas pelotas grandes hechas de es
padañas, y alcancías de barro secas al sol y llenas de almagre moja
do, que al que acertaban parecía que quedaba mal herido y lleno de
sangre, y lo mismo hacían con unas tunas coloradas: las flechas te
nían unas bolsitas llenas de almagre, ” para producir igual aparien
cia : á espaldas de Jerusalén, entre dos torres, estaba hecha una casa
de paja á la cual se puso fuego “para imitar el incendio. ’’ En el ma
yor hervor de la batalla, apareció en la torre del homenaje ó del cen
tro de la fortaleza el arcángel San Miguel, que entre el espanto de to
dos dijo á los moros: “Si Dios mirase á vuestras maldades y pecados
“ y no á su gran misericordia, ya os habría puesto en el profundo del
“infierno, y la tierra se hubiera abierto y tragádoos vivos; pero por-
“ que habéis tenido reverencia á los Lugares Santos, quiere usar con
‘ ‘ vosotros su misericordia y esperaros á penitencia, si de todo cora-
1 ‘ zón á El os convertís; por lo tanto, conoced al Señor de la Majes-
‘1 tad, Criador de todas las cosas, y creed en su preciosísimo Hijo Je
sucristo, y aplacadle con lágrimas y verdadera penitencia. ” Y esto
dicho, desapareció.
ti
Los moros conocieron su error, hicieron señal de paz, enviaron stt
parlamentario, acudió el Emperador que tomó al Soldán de la mano,
lo llevó delante del Papa y los cardenales, y postrándose todos ante
el Santísimo Sacramento, dieron gracias á Dios por tanta merced.
Do más singular de este simulacro fué su remate. Traía consigo el
Soldán muchos al parecer moros; pero que no eran sino indios adul
tos, prevenidos al intento, los cuales pidieron el bautismo al Papa, y
fueron luego allí mismo real y verdaderamente bautizados.
Siguió después su curso la procesión, y en tres lugares distintos se
representaron tres autos: fué uno la Tentación del Señor: primero, con
gregáronse los demonios para dar la comisión á Lucifer, quien se dis
frazó de ermitaño; pero no pudo encubrir los cuernos y las uñas y és
tas le salían de cada dedo de los pies y de las manos, tan largas, como
medio palmo : hechas la primera, segunda y tercera tentación, en que le
ofreció al Señor las riquezas de Nueva España, Castilla, Jerusalén,
Roma, Africa, Europa y Asia, Jesús le respondió: Vade, Sáihana, y
el demonio se hundió en el peñón, que era hueco, entre espantoso rui
do que hicieron los demonios: vinieron luego los ángeles con comi
da para el Señor y le pusieron la mesa entre cánticos de alabanza.
El segundo auto representado ese día, fué el de la Predicación de San
Francisco, quien comenzó hablando á las aves y encargándoles que en
las mañanas y en las tardes loasen y cantasen á Dios : y en esto se
presentó una espantable fiera que destruía los ganados, y el Santo la
hizo prometer que nunca haría más daño en aquella tierra. Después
comenzó su sermón diciendo que mirasen cómo aquel bravo animal
obedecía la palabra de Dios, y que ellos que estaban dotados de razón,
estaban obligados á guardar los Santos Mandamientos. Le interrum
pió un personaje representando un indio borracho, á quien reprendió
y mandó callar, sin conseguir que le obedeciese, por lo cual llamó á
unos demonios que cargaron con el beodo. Luego interrumpieron el
sermón unas hechiceras “muy bien contrahechas, ” y como tampoco
hicieron caso al Santo, otros demonios cargaron á su turno con ellas ;
y así fueron representados y reprendidos varios vicios, terminando
todo con prender fuego al infierno, 1 ‘ que tenía una puerta falsa por
donde salieron los que estaban dentro, y ardió tan espantosamente,
que pareció que nadie se había escapado, lo cual ponía mucha grima
y espanto en los circunstantes, aun á los que sabían que nadie se que
maba. ’’ .E1 tercer auto fué el del Sacrificio de Abraham, para incul
car á los presentes la obediencia á los mandatos de Dios. “Y con
esto, concluye el cronista, volvió la procesión á la iglesia. ’ ’
“Es muy probable, dice el Sr. Icazbalceta, que todas estas fiestas
de Tlaxcala fueran dispuestas por el P. Fray Toribio de Motolinía,
guardián de aquel convento, y señaladamente parece haber sido su
ya la del simulacro de la Conquista de Jerusalén. Si los demás escri-
tores hubieran puesto igual cuidado en transmitirnos la relación cir
cunstanciada de las fiestas de otras partes, tendríamos hoy gran co
pia de datos para escribir la historia de las representaciones sacras en
México. Mas no fue así, pues por lo común se contentaron con la
mención general de ellas.
‘ ‘ También en la capital de México hacían los indios sus represen
taciones de autos sagrados. Fué muy célebre la del Auto delJuicio Fi
nal, compuesto en lengua mexicana por el gran misionero Fray An
drés de Olmos, y representado en la capilla de San José de Naturales, á
presencia del Virrey D. Antonio de Mendoza, del Obispo D. Fray Juan
de Zumárraga, y de un gran concurso de gente, así de la ciudad co
mo de la comarca. ’ ’ Causó gran edificación á todos, indios y españo
les, “para darse á la virtud y dejar el mal vivir, y á muchas mu
jeres erradas, para, movidas de temor y compungidas, convertirse á
Dios.” Ese auto debió representarse entre 1535 y 1548. De esto ha
bló Mendieta en su Historia Eclesi&stica Indiana.
En la escrita por Dávila Padilla se refiere que en el Corpus de 1575,
en Etla, de Oaxaca, Fray Alonso de la Anunciación dispuso se les
representase un auto á los indios para instruirlos en la fe, y levantó,
ó más bien improvisó, un estrado cubierto para abrigo del Santísimo
y de las personas principales que debían presenciar la representación.
Con la gente que en él cargó, vencióse el estrado, envolviendo en su
ruina al Santísimo, á los concurrentes y al mismo Fray Alonso, que
allí perdió la vida, con otros muchos vecinos.
De la antigüedad de las representaciones sacramentales en México,
puede presumirse, por el hecho de que D. Fray Juan de Zumárraga,
primer Obispo, prohibió las representaciones poco honestas que se ha
cían en la procesión del Corpus; volvieron á consentirse después de
su muerte, acaecida en 1548, aunque según un antiguo cronista, poco
tardó en revocarse el permiso, porque estando en la fiesta del Corpus
todo dispuesto para dar la función y aparejados los representantes, llo
vió tanto, que no fué posible sacar la procesión, y esto lo tomó el Ca
bildo en Sede vacante, como un aviso del cielo, de que debía mante
nerse la prohibición del venerable Obispo. Este no quiso sin duda
condenar sino sólo lo profano y deshonesto, pues según otro escri
tor, hubo un religioso, de apellido Das Casas, que compuso una farsa
intitulada El Juicio Final, que dedicó al Sr. Zumárraga, é imprimió
en 1546. Consta también que el Presbítero D. Juan Pérez Ramírez,
cada año recibía cuarenta pesos de minas por hacer la lista de las re
presentaciones sagradas, yen 1547 compuso un auto que llamó Des
posorio espiritual entre el Pastor Pedro y la Iglesia Mexicana. El ter
cer concilio mexicano, celebrado en 1585, renovó la prohibición de
representaciones profanas en las Iglesias; pero consintió, previa licen
cia del Obispo, las de historias sagradas y cosas santas y útiles al al
ma, según se había hecho hasta allí, puesto que en 157S y en el Co
legio de los Jesuítas, se representó por los alumnos una Tragedia en
cinco actos, que existe impresa, intitulada Triunfo de los Santos, en
que se representa la persecución de Diocleciano y la prosperidad que se
siguió con el imperio de Constantino. Figuran en esa obra San Silves
tre Papa, Constantino, Daciano, Cromacio, San Pedro, San Doroteo,
San Juan, San Gorgonio, Albino, Olimpio, un Nuncio y un Secreta
rio, la Iglesia, la Fe, la Esperanza, la Caridad, la Gentilidad, la Ido
latría y la Crueldad.
En las meritísimas obras del Sr. Icazbalceta, ilustre sabio, puede
verse mucho, que aquí no cabe, sobre estos asuntos: allí se examina
el cómo y por quién se representaban los autos sacramentales, presu
miéndose que su primer asilo fueron los templos y sus actores perso
nas eclesiásticas. Así lo indica González Eslava, haciendo, en uno de
sus coloquios, decir ála Presunción “que iba á la iglesia á ver á los
monacillos que recitaban el Esgrima, título de ese coloquio. Después
salieron las representaciones á las calles, según se ve en varios pasa
jes del Diario de Guijo, en quese lee: “en 1658, á 8 de Junio, pu
sieron la custodia en el lugar acostumbrado para la comedia, y oyó
la el Virrey, Audiencia y Tribunales, y algunos Prebendados. ” “En
1653, octava del Corpus, estuvo el tablado donde se representó la co
media, al lado izquierdo de las andas donde estaba el Santísimo Sa
cramento.” “ En 3 de Agosto del mismo año prosiguió la procesión
hasta la puerta de la Catedral, y en ella explicó la fábula.... un repre
sentante llamado Medina. ” “En 1660 no se puso el tablado en el
cementerio de la Catedral, sino en los Portales de la Audiencia de
abajo. ”
CAPITULO II
1560.—1700.
Ignórase también cuáles fueron las piezas que entonces solían re
presentarse y los nombres de sus autores. Sin duda se echaba mano
de las escritas en España; pero no faltaron en México quienes pudie
ran forjarlas apropiadas al carácter y costumbres del nuevo pueblo:
los autores debieron abundar, pues en uno de los coloquios de Eslava
iice Doña Murmuración i. Remoquete “poco ganarás á poeta, que hay
más que estiércol: busca otro oficio. ’ ’
El más antiguo y famoso autor de quien se han conservado obras
de esta especie escritas en México, fué el Presbítero Fernán González
de Eslava, de quien el Sr. Icazbalceta supone que puede haber sido
andaluz y haber escrito entre 1567 y 1600. Sus Coloquios Espiritua
les y Sacramentales y poesías sagradas, se imprimieron por primera
vez en México en 1610, y el Sr. Icazbalceta los publicó en segunda
edición en 1877. De ellos dice ese insigne sabio : “Tenemos, en pri
mer lugar, que no todos son precisamente en loor del Misterio de la
Eucaristía, y que algunos no constan de un solo acto, pues hay uno
de siete jornadas y otro de dos. Conformándose con el uso general
mente admitido en su tiempo, no economizó el autor las figuras ale
góricas y casi siempre introdujo el personaje de Bobo ó Simple, con el
principal objeto de provocar la risa. Aunque se podrán notar defec
tos en los Coloquios, y más si se cae en el error de juzgarlos conforme
á las reglas del gusto dominante en nuestra época, tampoco será di
fícil señalar en ellos bellezas que compensen con usura los defectos;
y de todas maneras constituyen un monumento muy importante en
la historia de la literatura mexicana, ó de la española, que es lo mis
mo.... Reimprimiendo este libro de suma rareza, he querido librar
del olvido á un poeta notable, versificador fácil y teólogo entendido.
Me conducía á ello, además, el deseo, antiguo y arraigado, de hacer
ver, hasta donde pueda, que México, en el primer siglo de la civili
zación cristiana, en esa época mal llamada de oscurantismo, puede
figurar, y de un modo no despreciable respecto á la época, en todos
los ramos del saber humano. ’ ’
Eos coloquios son diez y seis, y tienen estos títulos ó indicación de sus
asuntos: Del Obraje Divino: De la jornada que hizo á la China el Ge
neral Miguel López de Legazpi: De la consagración del Dr. D. Pe
dro Moya de Contreras, Arzobispo de México: De los cuatro Doctores de
la Iglesia: De los siete fuertes que el virrey D. Martín Enríquez man
dó hacer en el camino de México á, Zacatecas: De la fiesta del Santísimo
Sacramento en la entrada del Conde de la Coruña: De la predicación de
Jonás á. Nínive: Del Testamento Nuevo de Cristo: De la Albóndiga Di
vina: De la Escrima Espiritual: Del Arrendamiento de la Viña: De la
Batalla Naval de Don Juan de Austria: De la Pobreza y la Riqueza:
De la pestilencia que dio sobre los Naturales: Del recibimiento de Don
Luis de Velasco: Del Bosque Divino, donde Dios Nuestro Señor tiene sus
aves y animales.
De la loa que precede al titulado El Obraje Divino, son las siguien
tes quintillas que dice la Nueva España, dirigiéndose al Virrey:
“Espejo donde se muestra
la verdad que lo acompaña,
Señor, yo soy Nueva España,
que mi alma en verse vuestra
en mar de gloria se baña.
“Con alas de amor se extiende
mi querer firme y extrafio,
puro, sin mezcla de engafio;
muestra por donde se entiende
la fineza de mi paño.
“Vuestra virtud reverbera
en mi corazón constante,
y él será de aquí adelante
á vuestro querer, de cera
y á los vicios, de diamante:
“Compáselo aquel compás
que á vuestro querer cumpliere,
que lo que en él se imprimiere
imprimirá en los demás,
que quieren lo que éste quiere.”
Al fin del Coloquio, la Iglesia Militante dice:
“De percha sirvió la Cruz
do el paño de Dios colgaron,
y allí tanto lo estiraron
que el paño de suma luz
en dos partes lo rasgaron.
“Viendo el Divino Saber
que estaba el pafio rompido
de su Hijo tan querido,
ordenó con su poder
de zurcir lo dividido.
‘ 'Con cuatro dotes de gloria
este pafio se zurció,
y así, lo que se rompió,
porque cantemos victoria
de este pafio nos’vistió.”
D. Francisco Pimentel, en su Historia Crítica, encuentra que los Co
loquios de Eslava son apreciables bajo el punto de vista literario, his
tórico y lingüístico, y estima al autor como uno de los principales
adornos de nuestra literatura, por más que no pueda colocársele al
lado de Lope y de Calderón.
En lo relativo á representaciones sagradas debemos decir aún, que
no sólo no fué el clero enemigo de las honestas, sino que procuró pro
tegerlas, según se desprende del hecho de que, en 18 de Mayo de 1565,
el Cabildo eclesiástico acordó dar cada año “una joya de oro ó plata,
de valor de hasta treinta escudos, á la mejor representación ó letra
que se hiciere para representarse el día del Corpus." El premio se
llamaba joya, cualquiera que fuere su naturaleza, dinero, ropa, alha
ja, etc. Tres libros de comediasen mexicano escribió Fray Juan Bau
tista, quien en 1599 dejó dicho: “Tengo larga experiencia que con
las comedias que he hecho representar en las Cuaresmas, ha sacado
Nuestro Señor gran fruto, limpiando y renovando conciencias enve
jecidas en muchos años de ofensa suya.”
Al terminar el siglo XVI, el franciscano Fray Francisco de Gam
boa, instituyó en México una cofradía de Nuestra Señora de la Sole
dad, en la Capilla de San José, y dispuso para todos los viernes unas
prácticas religiosas, de que formaba parte un sermón, durante el cual
se representaría algún paso de la Pasión de Nuestro Señor: las repre
sentaciones, añade el Sr. Icazbalceta, indudablemente serían mudas,
pues de otra suerte hubieran sido incompatibles con el sermón.
“Por aquel mismo tiempo introdujo el historiador Fray Juan de
Torquemada, unos autos, á que dieron el nombre de neixcuititli, que
en lengua mexicana significa ejemplo. Hacíanse los domingos por la
tarde, después del sermón, y se acostumbraban todavía un siglo des
pués. El historiador mismo compuso, en lengua de los indios, mu
chas de las piezas que se ejecutaron, y algunas escribió su maestro,
el gran naturalista y fecundo escritor Fray Juan Bautista,” citado
no ha mucho en este mismo capítulo.
Las representaciones de pasos de la Pasión, continuaron hasta lle
gar á nuestros días, suprimida la parte hablada, como en las dispues
tas por el Padre Gamboa, y conservando sólo la figurativa ó panto
mímica, acompañada de sermones, como en los llamados del Prendi
miento, Tres caídas y Descendimiento.
El Ayuntamiento, por su parte, protegía también á los autores: en
un apunte que se sirvió facilitarme el distinguido escritor D. Luis
González Obregón, se lee:
“En 29 de Agosto de 1594, el bachiller Villalobos metió escripto
diciendo que era muy digno que esta Ciudad tuviese autor, con sala
rio, para las fiestas del Corpus y San Hipólito, pues se usan letras vie
jas que en otras partes se han representado; que se le asignen dos
mil pesos y él hará tres fiestas, el día de Corpus, su octava y la de
San Hipólito.
“En 4 de Septiembre los Regidores trataron con Villalobos, que
hará la letra para las tres fiestas y las demás que se ofrezcan á la Ciu
dad, corriendo de su cuenta las pinturas y artificios, vestuario de los
personajes, de seda, á satisfacción de la Ciudad; para lo cual hará
presentar tres piezas antes de la representación, y no saliendo á gusto,
hará otras de nuevo; y que la Ciudad ha de correr con los tablados,
haciéndolos del tamaño que se pudiere, y se le han de dar dos mil
pesos. Se mandó dar noticia al Virrey y se traiga al Cabildo.”
>7
Sin duda no abundaban entonces los poetas mejores que éste, pues
to que los Regidores se sometían á tratar con el Bachiller Villalobos,
hombre de poca formalidad, pues según las mismas notas: “En 9 de
Junio de 1589, se mandó que el Procurador Mayor junte los papeles
y represente contra el Bachiller Villalobos, por no haber cumplido
con el concierto ó convenio de la función de Corpus. ’ ’
Alguna vez salían también en esa fiesta los famosos carros tan usa
dos en España. Así lo hace suponer una acotación de un coloquio de
Eslava, que dice:
“Rendidos los vicios, les atan las manos las Virtudes, y así presos
y quitada la presa, los llevan ante un carro triunfal, hecho en la mis
ma forma y traza que está el cercado divino. Los cuatro Evangelis
tas sobre los animales que los vido Ezequiel, los Doctores de la Igle
sia y todos los que guardaron la casa de Cristo, han de salir cada uno
con una bandera .... Ha de ir en el carro el cordero que vido San
Juan en su Apocalipsis, y Cristo crucificado en él.”
De noticias de aquellos primeros comediantes, hallo en los mismos
apuntes: “En 17 de Junio de 1588, se dieron cincuenta pesos de gala
á un muchacho que lo hizo bien en la representación de la comedia.
“En Julio de 1595, Navijo, el comediante, pidió ayuda de costa por
la comedia de la conquista. En 5 de Mayo de 1597, los comisarios de
la fiesta del Corpus dieron razón de haber ajustado la comedia en
seiscientos pesos, con tres entremeses.”
Los tablados de que en esas citas se hace mérito, levantábanse en
los portales de las Casas del Cabildo de Ciudad ó en el atrio de la
Catedral, á juzgar por una nota de las que forman el Diario de suce
sos notables, de Guijo, que, según la cita que en anteriores párrafos
se hizo, refiriéndose á 1651, dice: “llegaron á lastres á la Catedral,
y pusieron la Custodia en el lugar acostumbrado para la comedia, y
oyóla el Virrey, Audiencia y Tribunales, y algunos prebendados,
y acabóse cerca de las cinco de la tarde y entróse á la Catedral.”
Mis modestas pretensiones no pueden pasar de esta sencilla indi
cación acerca de esas farsas, las más de las veces irreverentes y sa
crilegas, anatematizadas en Europa por Concilios, Papas y Reyes, y
de escasa ó ninguna influencia en el desarrollo del Teatro, del cual,
lejos de haberle servido en su origen, recibieron majestad y nobleza
cuando la Musa dramática anduvo en manos de poetas de la gran
diosa talla de D. Pedro Calderón de la Barca.
Por entonces demencia hubiese sido exigir más. En el mismo si
glo XVI á que venimos refiriéndonos, el Teatro español apenas en
su cuna estaba; á mediados de él, entre los años de 1544 y 1567, apa
reció y sentó sus buenos cimientos el insigne Lope de Rueda, poe
ta y actor á la vez, con recursos tan pobrismos, que como dice Cer
vantes, “todos sus aparatos se encerraban en un mísero costal, y cons-
R. H. T.—T. I.—3
l8
titulan su teatro cuatro bancos en cuadro, y cuatro ó seis tablas en
cima, con que se levantaba del suelo cuatro palmos; el adorno era
una manta vieja tirada con dos cordeles de una parte á otra, que
hacía lo que llaman vestuario, detrás de la cual estaban los músicos
cantando, sin guitarra, algún romance viejo. Las comedias eran unos
coloquios como églogas, aderezados con dos ó tres entremeses, cuyas
figuras hacía el tal Lope con la mayor excelencia y propiedad que
pudiera imaginarse. ’ ’
Sus imitadores ó sucesores, cuyo catálogo honran Argensola, Cer
vantes y Guillén de Castro, ya pudieron disponer de mayor local y
de más abundantes aparatos, al establecerse en la Villa y Corte de
Madrid, y en 1568, el local para comedias que se llamó de La Pache
co., reformado en 1579, un afio antes de haber sido fabricado el no
menos célebre de La Cruz.
Pero, i qué locales aquellos! Baste decir que su primitiva denomina
ción fuéla de corrales. “Difíciles—dice un autor,—dar idea de la po
breza de su escena : las decoraciones las componían retazos de telas de
algodón y seda; el sol era figurado por una docena de faroles de pa
pel con su correspondiente luz de sebo; los truenos, por un costal de
piedras que se removía de un extremo á otro, debajo de las tablas, y
cuando en la escena se invocaba á los demonios, subían éstos muy tran
quilamente por las escaleras de los agujeros abiertos en el tablado;
faltando las decoraciones, los mismos cachivaches servían para todo ; el
recitante se ocultaba un segundo tras de uno de los colgajos que ser
vían de telones, y volvía á presentarse diciendo: “ya estamos en el
Palacio, ó en el Castillo, ó en la Iglesia, ó en la gruta;....” y el es
pectador aceptaba la ilusión del cambio, como si en efecto se verifi
case. Las paredes del teatro las constituían las fachadas de las casas
que daban al corral, y sus ventanas y balcones eran los palcos ó apo
sentos. El techo lo formaba un toldo de lona que defendía del sol,
pero no del agua, á los concurrentes de patio, verdadero patio, tosca
mente empedrado, con unas cuantas filas de bancos de madera, próxi
mas al escenario, y sin asiento alguno en el resto, denominado mos
quete.
En semejantes coliseos fué donde representáronse las admirables co
medias del Monstruo de la Naturaleza, según llama Cervantes al gran
Frey Félix Lope de Vega, nacido en 1562 y muerto en 1635. A las
de Lope, verdadero creador del Teatro español, sucedieron las de Tir
so de Molina, de 1585 á 1648; las del insigne D. Juan Ruiz de Alar-
cón, muerto en 1639; las del grandioso, inconmensurable, D. Pedro
Calderón de la Barca, de 1600 á 1681, y sólo, después de muchos años
del fallecimiento de tantas eminencias, los miserables corrales de la
Cruz y de la Pacheca ó del Príncipe, se convirtieron en teatros regu
lares y cómodos, el primero en 1743 y el segundo en 1745.
i9
En este punto México fué más afortunado que su metrópoli. Hu
biese ésta querido nuestro primer coliseo, anterior á 1673, sito en el
claustro del Hospital Real de Naturales, cuya cédula de creación se
remonta á 1553 ; ese coliseo, administrado como el hospital por los re
ligiosos Hipólitos, constituía una de sus rentas más pingües, del mis
mo modo que los de la Cruz y la Pacheca, construidos por cuenta de
las cofradías de la Pasión y de la Soledad, sirvieron para el manteni
miento y asistencia de enfermos del Hospital General de Madrid y de
otras casas de caridad. Esa era la época : todo lo que rendía algún pro
vecho, tributaba ó era propiedad del poder eclesiástico, erigido en tu
tor de la sociedad civil y en promotor y director de la educación y de
la beneficencia.
El primer coliseo de México, posterior más de un siglo al corral de
la Pacheca, tuvo sobre éste y los de la corte las ventajas de haber sido
expresamente construido para teatro y de haber estado techado de fir
me, casi setenta años antes que aquel. Contra el pobrísimo aspecto de
los corrales del Príncipe y de la Cruz, el coliseo de México ofrecía una
agradable vista: sus dos andanadas, ó pisos de aposentos ó palcos, con
entrada por los claustros del hospital, estaban formados por danzas ó
series de arcos con antepechos de balaustres torneados, y provistos de
celosías con sus correspondientes postigos, para ver ó ser vistos, á vo
luntad, los concurrentes á ellos : era muy cómoda su cazuela ó galería,
formada de madera de cuartones ó maderos gruesos. El tablado para
la comedia era de vara y media de alto, quince de larg%y ocho de an
cho, y estaba separado de la sala por pilastras de madera muy bien ade
rezadas, teniendo en medio del frontis el escudo de las armas reales.
Pedro de Arrieta, maestro mayor ó arquitecto del Reino y de la San
ta Iglesia Catedral, en una relación é informe acerca del dicho coliseo
y del hospital que se le mandó reconocer, elogió su construcción y
adorno, que parece no fueron superados por los coliseos que le suce
dieron, hasta el del Teatro Principal, que aun existe.
En unas Memorias de nuestro teatro, publicadas en los núms. 844
y 845 del tomo VIII del Diario de México, dánse algunas noticias del
coliseo, sus representaciones y sus compañías. De tiempo atrás, y qui
zá en los tablados que, según hemos visto, contrataba ó construía el
Ayuntamiento, hacíanse comedias en los barrios, sin duda por el sis
tema de Lope de Rueda, y representábanse las llamadas conquistas ó
farsas de guerras, según nos lo da á entender la cita que ha poco es
tampé, referente á Julio de 1595, en cuya fecha pidió ayuda de cos
ta por una comedia de conquista, el nombrado Navijo, primer comedian
te de que tenemos noticia.
En 1673, Mateo Jaramillo era el autor ó Director de la Compañía del
Coliseo, en la cual figuraban Isabel Gertrudis, Josefa y Micaela Ortiz,
Antonia de Toledo, Francisco de Castro, José Martínez, Antonio,
Ventura y Bartolomé Gómez, Diego Jaramillo, Felipe de Viaja, Lo
renzo Vargas y Juan de Saldada. No es poco saber esta noticia, debi
da al articulista del Diario de México: en España, donde la adquisi
ción de estos pormenores es menos difícil, la primera lista de Compa
ñía del Teatro del Príncipe que se tiene completa, es de 1633, tan sólo
cuarenta años anterior á la de nuestro coliseo.
En 1683, por haberse exonerado del cargo de autor Ignacio Mar
qués, se juntó la compañía, dicen las ‘ ‘ Memorias, ’ ’ en casa del Pres
bítero D. Antonio Acosta, administrador del Hospital Real, para pro
seguir la representación sin autor, obligándose á solicitar las come
dias más en boga y á recibir sin repugnancia el papel que se les re
partiera, y así se verificó por convenio de los cómicos, que lo eran Ber
narda Pérez de Rivera, María y Ana de Villegas, María Ortiz Jara-
millo, Ignacia de Cárdenas, Juan de Dios, Antonio Pinto, Diego de
Sevilla, Juan Ferrete, Juan Ortizde Torres y Antonio Ventura de Cer-
dán.
Las representaciones debieron ser muy salteadas. En Madrid mis
mo, en un principio, sólo eran permitidas los domingos, las fiestas y
las Pascuas, y posteriormente los martes y los jueves, y los quince días
anteriores á Carnestolendas, en cuyo día cesábanlas representaciones
para volverá ejecutarse en la Pascua de Resurrección, siempre por la
tarde y nunca por la noche, ya porque las condiciones de los corrales
no permitían iluminarlos con otra luz que la del día, ya por poner coto
á los escándalos é indecencias á que se prestaba la oscuridad.
En México, á fines del siglo XVII y principios del XVIII, las re
presentaciones se hacían también por las tardes, mas como nuestro co
liseo era local cerrado y cubierto, cuando se prolongaban después de
la oración, se mal iluminaba el teatro.
Los lunes y los jueves dábanse en él funciones gratis en obsequio
de la clase pobre, funciones denominadas guanajos, del mismo modo
que las que se daban en los arrabales de la ciudad, con motivo casi
siempre de festividades religiosas.
El jueves 11 de Noviembre de 1700, en un tablado erigido en la pla
zuela de San Juan de Dios, comenzaron las comedias con que México
celebró la canonización de ese santo; esa tarde se representó El Prínci
pe prodigioso, y la del viernes 12, la titulada No puede ser. Un escán
dalo ó riña que ocurrió esa tarde, hizo que no se diera comedia el 13
y se quitase el tablado.
Nada puedo decir del mérito de las comedias que en esos días se re
presentaban; pero sin duda debió ser ó muy escaso ó negativo.
it
CAPÍTULO III
1700. —1753.
Tales fueron los humildes principios de las representaciones dramá
ticas en México, en aquello que verdaderamente puede llamarse tea
tro. Mas como en mi modesto libro, y á título de curiosidad, hemos
de tocar cuanto de notable encontremos relativo á espectáculos públi
cos, quizá no esté de más referirnos á las pantomimas propias de los
indígenas, en uso antes de la conquista, y alguna vez repetidas en fies
tas de los primeros años del período virreinal.
Copiando de quienes nos han precedido en labores de historia, pues
más no puede hacer quien no ha presenciado los sucesos que relata,
diré, que en sentir de historiógrafos y cronistas, no solamente apre
ciaban los antiguos mexicanos la poesía lírica, sino también la dra
mática. El teatro en que representaban sus dramas era un terraplén
cuadrado, descubierto, situado en la plaza del mercado, ó en el atrio
inferior de algún templo, y bastante alto para poder ser visto por to
dos los espectadores. El que había en la plaza de Tlaltelolco era de
piedra y cal, según afirma Cortés, y tenía trece pies de alto, y de largo,
por cada lado, treinta pasos.
Digna sin duda de crédito, por ir conforme con el carácter de aque
llos pueblos, es la descripción de su teatro y de sus representaciones,
dada por el Padre Acosta, en la que hace mención de las que se da
ban en Cholula, con motivo de las fiestas del dios Quetzalcoatl. ‘ ‘ Ha
bía, dice, en el atrio del templo de aquel dios, un pequeño teatro de
treinta pies en cuadro, curiosamente blanqueado, que adornaban con
ramas y aseaban con el mayor esmero, guarneciéndolo con arcos de
plumas y flores, y suspendiendo en ellos pájaros, conejos y objetos cu
riosos. Allí se reunía el pueblo después de comer, y presentándose los
actores hacían sus representaciones burlescas, fingiéndose sordos, res
friados, cojos, ciegos y tullidos, los cuales figuraban ir á pedir la sa
lud al ídolo. Los sordos respondían despropósitos, los resfriados to
siendo, los cojos cojeando, y todos referían sus males y miserias, con
lo que excitaban la risa del auditorio. Seguían otros actores que hacían
el papel de diferentes animales, unos vestidos á guisa de escarabajos,
otros de sapos, otros de lagartijas y se explicaban unos á otros sus res
pectivas funciones, cada uno ponderando las suyas. Eran muy aplau-
didos, porque sabían desempeñar sus papeles con sumo ingenio. Ve
nían después unos muchachos del templo, con alas de mariposa y de
pájaros de diferentes colores, y subiendo á los árboles dispuestos al
efecto, les tiraban los sacerdotes bolas de tierra con las cerbatanas, aña
diendo expresiones ridiculas en favor de unos y contra otros. Por fin
se hacía un gran baile de todos los actores, y así terminaba la función.
Esto se hacía en las fiestas más solemnes. ”
Los primeros religiosos que anunciaron el Evangelio, aprovecharon
aquellas inclinaciones de los indígenas, y viéndolos tan aficionados
al canto y á la poesía, compusieron cánticos en lengua mexicana, en
loor del Dios cristiano, para que aquellos los recitasen en sus panto
mimas. Dícese que el laborioso franciscano Bernardino de Sahagún
compuso, en puro y elegante mexicano, é imprimió en México, tres
cientos sesenta y cinco cánticos, uno para cada día del año, llenos de
los más devotos y tiernos sentimientos religiosos, y aun hubo indios
que escribieron muchos sobre los mismos asuntos.
Boturini cita las composiciones de D. Francisco Plácido, Goberna
dor indígena de Atzcapotzalco, en loor de la Madre de Dios, canta
das por él en los bailes sacros que con otros nobles mexicanos hacía
delante de la famosa Imagen de la Virgen de Guadalupe, y ya hemos
visto que los celosos franciscanos, compusieron loas y aun una espe
cie de comedias en mexicano, sobre asuntos sagrados, para ser repre
sentadas por los indios.
La cita que hemos tomado del Padre Acosta, hace suponer que las
danzas sagradas de los antiguos mexicanos, se convertían alguna vez
en farsas pantomímicas, entremezcladas de diálogos y canciones, que
las asemejaban á las primitivas loas; pero en la mayoría de las veces,
esos terraplenes, denominados teatros, servían de escenario á unas
suertes de cacerías, en las que con gran bullicio de gritos y voces, fle
chaban ó tomaban á mano venados, liebres, conejos, comadrejas, ar
dillas y culebras, con anterioridad allí dispuestos para la diversión, ó
en honor de alguna de sus divinidades.
Según he indicado, esas cacerías se repitieron en los primeros años
del período virreinal en alguna solemne fiesta, cuya descripción no
puede caber en mi libro, por ser extraño á ellas. Las he citado para
demostrar que procuro no olvidar cosa alguna que con nuestro teatro
tenga relación, por lejana que ella sea, y volvamos á mi relato.
La suposición del mérito, escaso ó negativo, de las primitivas co
medias que dejo asentada al final del capítulo anterior, se funda en
lo mal visto que los espectáculos teatrales venían siendo, de tiempo
atrás, por toda clase de autoridades, no ya en México, sino en la mis
ma España. A virtud del informe de un Consejo ad hoc, formado por
Felipe II, fueron allá prohibidas las comedias, declarándose que 1 ‘eran
ilícitas y pecado mortal representarlas.” En 1615, se permitieron con
muy numerosas cortapisas; y, en el reglamento respectivo, entre las
penas con que eran conminadas las faltas á él, figuraban fuertes mul
tas para la primera, destierro para la segunda, y dos años de galeras para
la tercera. En 1644 y 46, el Consejo llevó sus escrúpulos al extremo
de disponer, en el segundo artículo de su dictamen, lo siguiente: “Que
las comedias sean de buen ejemplo, sin mezcla de amores, y para con
seguirlo se prohíban todas las que hasta entonces se han representa
do, especialmente las de Lope de Vega, que tanto daño han hecho á las
costumbres." El Consejo dió un último golpe al arte dramático, dis
poniendo en su art. 10: “Que no se puedan representar, de aquí ade
lante, comedias de inventiva propia de los que las hacen, sino de his
torias y vidas de Santos." Si así era tratado en España el teatro, claro
es que en su colonia no pudo serlo mejor.
No hay, pues, que hacerse ilusiones acerca de la marcha del teatro
entre nosotros, y esta convicción justifica la rapidez con que hemos
de tratar de esta primitiva época de nuestros espectáculos. Estos no
podían ser mejores que los de Madrid, acerca de los cuales un escri
tor holandés, citado por D. Ricardo Sepúlveda, dice: “Eos come
diantes no representan con luces, sino con la del día, y asi privan á
las escenas de cierta ilusión. Los vestidos de los actores no son sun
tuosos ni adaptados á los papeles. Una comedia de argumento roma
no ó griego, se representa con traje español. Todas lasque yo he vis
to se componen de sólo tres actos, que los españoles llaman jornadas.
Dánlas principio por un prólogo ó loa en música, y cantan tan mal,
que su armonía se parece á chillidos de niños. Entre las jornadas in
tercalan algún entremés, algún baile, ó algún sainete, que muchas
veces es lo más entretenido de la comedia.” Ni debe extrañar que
así sucediese, cuando hemos visto que se prohibían, por inmorales,
las obras del insigne Lope de Vega, dato que sublima la ignorancia
y estupidez de las primeras autoridades. En el reinado de Felipe IV
gozaron las representaciones teatrales de un brillante período; pero á
su muerte en 1665, la Reina Gobernadora ordenó que cesasen ente
ramente en toda la Monarquía, “hasta que el Rey mi hijo tenga edad
para gustar de ellas,” y adviértase que ese su hijo, que fué Carlos
II, contaba en esa época apenas cuatro años de nacido.
Tiempo y trabajo costó que se revocase esa orden, y durante el rei
nado de aquel príncipe, á quien la historia llama El Hechizado, en vez
de El Imbécil, los sucesores de Lope, Calderón, Tirso, Alarcón, Mo-
reto y Solis se vieron desdeñados, y perseguidos los comediantes.
“Es un dolor—escribe Jovellanos, refiriéndose á la época de Car
los II,— que la Talía española que había pasado los Pirineos para ins
pirar al gran Moliere, se vea aquí en Castilla, tan afrentada y perse
guida por el fanatismo que domina en la corte.”
¿Acaso esas prohibiciones dieron algún resultado práctico para la
moralidad y las buenas costumbres? Sepúlveda dice: “No hubo exce
so ni escándalo que no se cometiera, ni truhanería inmunda que no
arrancase aplausos. En un auto sacramental eh que el ángel anuncia
ba á la Virgen la Encarnación del Verbo, al responder, traducidas
en buenos versos castellanos, las palabras del Evangelio: Quomodo
ñet istud quoniam virum non cognosco, los apostrofes hediondos del
patio dirigidos á la cómica, interrumpían el espectáculo con irreligio
sa y sacrilega algazara, y hacían conocer á muchas madres cuán mal
habían hecho en llevar consigo á sus hijas honestas.” Para esto se ha
bían prohibido las comedias de amores, las muy hermosas (cualesquiera
que sus defectos sean), comedias de capa y espada, y ordenado que só
lo se representasen autos sacramentales y comedias de Santos. Con ra
zón el más ilustrado de los monarcas españoles, el gran Carlos III, al
pasar de Ñapóles á Madrid, prohibió la representación teatral de los
autos sacramentales, por real cédula de n de Junio de 1765.
Perdóneseme estas largas y frecuentes referencias al Teatro de la
Metrópoli; pero me han parecido indispensables para dar á suponer
cuál pudo ser el mérito de los espectáculos teatrales en la colonia, en
sus primitivos tiempos. Sin esas referencias, el relato habría pareci
do incoloro y casi sin interés.
Poco tiene, en efecto, decir & secas, que por las escasas noticias pu
blicadas en los citados “Diarios de México, ’’ se viene en conocimien
to de haber sido en 1707 asentista ó contratista de nuestro primer tea
tro, Juan Gómez Medina, y en 1712, Felipe Fernández de Santillana,
y así por el estilo. Mas ya que este asunto tocamos, no dejaremos de
decir que á lo que parece, ese Santillana fué el primero en quien los
religiosos Hipólitos descansaron de la carga de entenderse con la ad
ministración del Coliseo y de contratar y luchar con la levantisca com
pañía de comediantes. Eos religiosos habían tenido sendos disgustos
con ellos y vístose en compromisos con el público por faltas de forma
lidad. Una primera dama, Antonia Rivera, no cumplió con la contra
ta que había celebrado, y para suplirla se ajustó en su lugar á Gertru
dis Cervantes, quien á su vez rompió su compromiso para entrar en
un convento.
En 1718, y por la renta de tres mil pesos anuales, arrendaron el Co
liseo del Hospital, José y Eusebio Vela; de éste, dice Beristáin, y pru
dente será oírlo con ciertas reservas, “que fué poeta dramático, si no
igual á Rope y Calderón, sí seguramente superior á los Montalvanes
(cosa posible), y á los Moretos (cosa que no creo), en la decencia de
las jocosidades.” El ameritadísimo D. Ruis González Obregón, pien
sa también que “este Eusebio Vela fué, á no dudarlo, el autor dra
mático más importante del siglo XVIII,” elogio quizás en extremo
exagerado, y que desgraciadamente hasta ahora no ha podido ser ni
confirmado ni rectificado, pues sólo quedan los siguientes títulos de
sus comedias: El menor Máximo, San Francisco, El Asturiano en las
Indias, Por engañar engañarse, Amar á su semejante, Las constantes
españolas, Con agravios loco y con celos cuerdo, Por los peligros de amor
conseguir la mayor dicha, El amor excede al arte, Si el amor excede al
arte, ni arte ni amor á prudencia, La Conquista de México, El Apos
tolado en Indias, La pérdida de España por una mujer y El amor más
bien premiado entre traición y cautela.
El autor de las Memorias del Teatro de México, cree probable que
José y Eusebio Vela fueran los asentistas del Coliseo en 1722, año en
el cual un incendio dió al traste con la fábrica tan elogiada por el
Maestro Mayor D. Pedro de Arrieta. La tarde del 19 de Enero se repre
sentó en dicho teatro la comedia “Ruina é incendio de Jerusalén ó
Desagravio de Cristo.” A las cinco de la mañana del 20, el Padre
Capellán, cuya habitación caía precisamente sobre la pieza en que se
guardaban los palos, trastos y tramoyas del Coliseo, creyó sentir que
la última estuviese ardiendo. Dada la voz de alarma, se trató de for
zar la puerta de la pieza que se quemaba, y lo mismo fué derribar
esa puerta que levantarse las llamas, con tal voracidad, que prendían
como pólvora, según la frase de uno de los testigos, sin ser posible evi
tar la ruina de todo el Coliseo y de gran parte del Hospital Real. Fué
preciso transladar prontamente el Santísimo Sacramento á San Fran
cisco, desguarnecer los altares, quitar lienzos y envigados, arrancar
puertas y ventanas y llevar los míseros enfermos á las casas de los
vecinos, Ínterin se transladaban á los hospitales de San Hipólito y
del Espíritu Santo. Todo esfuerzo para sofocar las llamas sólo bastó
para impedir la ruina del Hospital, pero no del Coliseo, del cual sólo
quedaron algunas de las más gruesas vigas. De las conjeturas que se
hicieron en vista de las diligencias judiciales, se dedujo que el incen
dio provino de no haberse apagado bien los pabilos de las velas usa
das en la noche del 19, y guardádose así con los candiles en sus res
pectivos cajones. Para el día 20, en que ocurrió el incendio, estaba
anunciada la comedia “Aquí fué Troya.”
Poco después, y según se dice en el “Prólogo á las Constituciones
y Ordenanzas del Hospital Real, impresas en 1778,” no siendo justo
que el público se privara de la común diversión, ni el Hospital care
ciese del producto de su renta, se determinó restablecer el Coliseo, y
al efecto se construyó otro, también de madera, en el mismo sitio del
destruido por el fuego, hasta que enseñando la experiencia el grave
perjuicio que sufrían los enfermos con el ruido de los concurrentes,
‘ ‘se resolvió levantar un tercer teatro en un terreno sito entre el ca
llejón del Espíritu Santo y la calle que en nuestros días conocemos
por la del Coliseo Viejo, y entonces estaba invadida por la acequia
que, pasando por el costado de Palacio, llegaba hasta el llamado ca
llejón de los Dolores y al presente calle de la Independencia.”
R. H. T.~B. I.—4
Todavía puede verse en los portales del Coliseo el arco que daba
acceso á la entrada del tercer teatro, y se distingue por su mayor luz
y por la cruz y dos almenas que rematan la pobrísima fachada de la
casa que sobre él asienta; como los precedentes, fué de madera, y se
construyó en 1725.
En cambio de su mala fábrica lucieron en él, dice el Diario de Mé
xico, excelentes habilidades, pues desde 1731 le tomóásucargo Este
ban Vela, que agradaba mucho en las tablas y fué muy protegido por
el Canónigo D. Luis Antonio de Torres, Administrador del Hospital y
admirador de su notoria habilidad. Debido á su influjo prorrogósele
á Vela el arrendamiento en 1736 por nueve años más, dentro de los
cuales falleció: los principales cómicos de su Compañía eran enton
ces Felipa Sánchez, Nicolás Campos, Alejandro Monzón, Clemente
Figueredo y Diego Francisco de Asís.
Antes de proseguir, hagamos aquí lugar á unas citas que tomo de
las Gacetas de 1728 y 29, y nos hablan de algunas representaciones en
esa primera mitad del siglo, y del teatro que en el Palacio Virreinal
existió. Del 12 al 28 de Noviembre del primero de los dos años ci
tados, la Compañía de Jesús celebró solemnes fiestas con motivo de
la canonización de S. Luis Gonzaga y S. Estanislao de Kostka, y en
ellas, el día 13, se recitaron cuatro coloquios, cuyos títulos fueron
Los triunfos del cielo, La virtud coronada, La concordia de las ciencias y
Las competencias del Paraíso. En 19 de Diciembre del mismo afio se
celebró, dice la Gaceta, “el cumpleaños de nuestro monarca, con las
fiestas de costumbre y la Real Audiencia, Tribunales y Ayuntamien
to, concurrieron las tres noches inmediatas á la comedia Celos, aun
del aire matan, que se tuvo que representar en el suntuoso teatro del
Real Palacio del excelentísimo Señor Virrey.’’ En las fiestas con que
á su turno celebraron los Carmelitas la canonización de S. Juan de
la Cruz, del 15 al 24 de Enero de 1729, se corrieron toros y se repre
sentaron comedias. Por último, el 19 de Diciembre del mismo 1729,
en celebridad del cumpleaños del Rey, “las autoridades concurrieron
por sus turnos á la comedia “El amor excede al arte y Máquinas de
Arquímedes,” que hizo representaren el Teatro de Palacio el Exce
lentísimo Señor Virrey.”
Volvamos al tercer Coliseo. Muerto Esteban Vela, quedó con el
arrendamiento, después de un reñido pleito con la viuda de aquél, la
muy reputada actriz Ana María de Castro, á quien el público aplaudía
y admiraba con entusiasmo. Vestía con gusto, dice el autor de las
“Memorias” varias veces citadas; tenía gran caudal de exquisita ro
pa, y de su habilidad se dice en un informe de D. Francisco Cháva-
rri al Duque de la Conquista: “es aclamada de todo el público su vi
veza en representar, lo bien sentido del verso, consonancia de sus pa
labras, la retórica y viveza de sus acciones, y la dulzura y armonía
de su voz en lo que canta.” Fue el galán de su Compañía el ya nom
brado Diego Francisco de Asís, muy diestro en su arte, y cuya muer
te, ocurrida á la edad de cuarenta y cinco años en 1753, fué muy
lamentada por la falta que á la comedia había de hacer. Diego de
Asís fué natural de San Angel, y muy virtuoso debió ser cuando, se
gún se dice, el clero consintió que su cadáver fuese sepultado en la
iglesia del Convento de San Bernardo. Mejor fin aún tuvo la citada
primera actriz Ana María de Castro, de la misma Compañía, la cual,
habla Beristáin, dejó el ejercicio de las tablas, convertida por los ser
mones del Padre D. Matías Conchón, que á este propósito compuso
una poesía intitulada ‘‘La Despedida.”
Esta conversión se operó, sin duda, en 1742, fecha en que, según
las ‘‘Memorias del Teatro,” la Castro formó su Compañía, y en que
las aficiones artísticas de D. José Cárdenas, Administrador del Hos
pital y Contador honorario del Real Tribunal de Cuentas, elevaron
las representaciones á un grado sobresaliente. Con licencia de Su Ma
jestad, Cárdenas hizo ajustar en Cádiz varias notabilidades, entre
ellas á José Ordófiez, su mujer Isabel Gamarra y sus dos hijas, Vi
centa y Josefa. La última casó con Juan Gregorio Panseco, milanés,
músico de los batallones de Marina y profesor de violín y flauta, y
llegó á ser muy reputada primera dama. También entonces vinieron
José Pisoni, Juan Bautista Arestín, Gaspar y Andrés Espinosa, Be
nito Andrés Preibus y Francisco Rueda, tocadores de violín', flauta,
trompa y oboe, y Petronila Ordófiez, mujer del último y habilísima
cantarína.
Como compositor y maestro, Cárdenas hizo venir á D. Ignacio Je-
rusalén, italiano, que llegó á ser Maestro de Capilla de la Catedral.
En 1749, año en que por decreto de 29 de Noviembre se suprimie
ron las celosías en el Coliseo y se separaron las cazuelas de hombres
y de mujeres, estaba el tercer teatro tan inservible por lo podrido de
muchas de sus vigas y lo mal acomodado de otras medio quemadas,
por haber pertenecido al primitivo del Hospital, que la autoridad
mandó suspender las representaciones. A influjo de la ya primera
dama, Josefa Ordófiez, se revocó la orden de suspensión, cuando des
pués de tres semanas y con un costo de mil quinientos pesos, hubo
reparado la fábrica el maestro de arquitectura D. Lorenzo Rodríguez,
y dádole su aprobación el Ingeniero D. Felipe Ferigán Cortés.
Pero la compostura no podía pasar de muy provisional y ni el mis
mo maestro Rodríguez la garantizó más allá de diez ó doce años.
Por otra parte, teníase noticia de que desde 1743 y 45, los antiguos
corrales de la Cruz y del Príncipe, en Madrid, habían sido convertidos
en cómodos teatros dignos del arte y de la Corte, y la capital del vi
rreinato de Nueva España no quiso ser menos que la metrópoli. En
ella y en la colonia disfrutábase de muy pasable bienestar bajo la
monarquía de Fernando VI y virreinato del primer Conde de Revilla
Gigedo; el Hospital no tenía sino motivos de felicitarse por la renta
que el Coliseo le proporcionaba, y el buen D. José Cárdenas, apro
vechando todas estas circunstancias favorables, quiso y pudo empren
der la construcción de un cuarto y definitivo Coliseo, el mismo que,
con el nombre de El Principal, existe al presente.
El que por su pobreza é inseguridad estaba llamado á desaparecer
en un corto plazo, era de forma rectangular como sus dos predeceso
res y como habíanlo sido los de Madrid, construidos en patios ó co
rrales.
Su tablado ó escenario y las dependencias de utilería y cuartos pa
ra los cómicos, tuvieron entrada especial y distinta de la del público
por una casa de vecindad del callejón del Espíritu Santo. Y esto es
todo cuanto sabemos.
Sin suspender las representaciones en el tercer coliseo, que quedaba
al fondo y á la derecha del nuevamente proyectado, previa superior
licencia de 6 de Febrero de 1752, el susodicho Administrador D. Jo
sé Cárdenas, procedió al derribo de casas que, habiendo pertenecido
á D. Juan Villavicencio, compró al mayorazgo D. José Gorraiz y Lu-
yando, Secretario de la Gobernación del virreinato, en trece mil pe
sos, con más el reconocimiento de varios censos. Dichas casas esta
ban ubicadas frente á la de Irolo, en la calle que hasta entonces se
llamó del Colegio de las Niñas, y del Coliseo Nuevo, posteriormente á
la construcción de éste, tomando el de Coliseo Viejo, que conserva
hasta hoy, aquella en que estuvo la entrada del tercer teatro.
El trazo y dirección de la obra á que se dió principio en los prime
ros días de Diciembre, corrieron á cargo de los maestros D. José
Eduardo de Herrera y D. Manuel Alvarez, quienes ofrecieron con
cluirla en seis meses y la presupuestaron en diez y ocho á veinte mil
pesos. El autor del brevísimo artículo de Memorias del teatro, nos
cuenta, y lo transcribo íntegro porque no lo entiendo, “que los maes
tros ofrecieron hacer el Coliseo de figura aovada, lo cual no se pudo
verificar, porque el teatro corta esa figura aovada en su menor diá
metro y forma más bien la de una herradura.” Cualquiera podría
suponer que más que un teatro habíase proyectado un circo ó coliseo
romano. También se equivocaron los maestros en el cálculo del tiem
po necesario para la construcción, que fué de un afío y no de seis me
ses, y aun así no nos parece mucho si consideramos el extraordinario
é impropio espesor de los muros de la tal fábrica. Formaron el salón
cuatro altos ó pisos, el superior destinado á cazuela ó galería y los
demás con un total de cuarenta y un cuartos ó palcos, con balcones
de hierro, de media vara de altura y volados. Ostentaba las armas rea
les en el .-frente de la embocadura del escenario, diversas pinturas
mitológicaaiadornaban los huecos del dicho frontis y el techo de la
sala, y los muros se cubrieron con los colores azul y blanco. Como
no habría sido fácil tender azotea de tan grande extensión como el
tamaño de la sala, el techo fué lo que se llamaba tezaquizamíó aguar-
dillado, es decir, de armadura de vigas y tablazón, cubiertas de plomo.
Su entrada principal, que por estar en la acera opuesta á la línea de la
fachada del Colegio de Niñas, miraba al Occidente, la componía un
portal de tres arcos, que á su derecha tenían una puerta, existente
aún, para entrada á los cuartos ó palcos.
Las ordenanzas sobre teatros, vigentes en España y sus posesiones,
disponían en su art. VIII, “que la comedia se empezase á las 2 en
el invierno y á las 3 en el verano,” y por consiguiente la inaugu
ración del Coliseo Nuevo se verificó en la tarde del 23 de Diciembre
de 1753, con la comedia “Mejor está que estaba,” y con asistencia
del Virrey D. Juan Francisco de Huemes y Horcasitas, Conde de
Revilla Gigedo, y de su esposa D“ Antonia Padilla.
Sin perjuicio de darlas más por extenso en sus lugares respectivos,
pongo aquí las siguientes noticias de la disposición que guardaba el
edificio en sus primeros tiempos.
Tenía el Coliseo tres pisos de cuartos ó palcos con diez y ocho
en cada uno: cuatro bancas de lunetas con diez y ocho asientos la pri
mera, diez y seis la segunda y la tercera, y veinticinco la cuarta;
había, á más, seis asientos que quedaban bajo los palcos 1, 2 y 3,
que eran los que ocupaban los virreyes.
El resto del patio no tenía asientos y se denominaba El Mosquete:
la cazuela ó galería estaba dividida en dos partes independientes y sin
comunicación, una para los hombres y otra para las mujeres.
Entre una y otra había un cuarto que se llamaba de los vuelos, y en
él una enorme argolla por la que pasaba una cuerda ó soga de cá
ñamo que iba á dar al tablado ó escenario y servía para que por ella
se deslizasen, no sin grave riesgo de su propia vida y de la de los
concurrentes al patio y al mosquete, los ángeles ó los demonios délas
comedias, agarrados á una enorme polea, que al girar en su eje, chi
rriaba de desagradabilísimo modo.
Algún tiempo después se alteró en parte la disposición del teatro:
el proscenio se adelantó unas dos varas sobre el patio, afectando la
forma de un trapecio, de cuyos vértices partían las dos calles ó pasos
para el público de bancas; cinco eran las filas de lunetas, y venían
siendo tanto más largas cuanto más se acercaban á la mitad de la sa
la; excepción hecha de la primera que contaba veinte asientos, seguía
la segunda con diez y nueve, la tercera con veinte, la cuarta con vein
tidós, y con veintitrés la quinta. Oblicuas á los palcos contábanse á
uno y otro lado otras tantas pequeñas filas de lunetas, con un total
de ciento diez y nueve asientos.
Detrás de la última banca-hallábase el mosquete, capaz para trescien-
3°
tas sesenta y nueve personas que permanecían en pie durante toda la
función: alguna vez que en el mosquete se pusieron bancas, pudieron
tomar asiento doscientas ochenta y ocho personas.
Los palcos primeros ó cuartos de primera andanada, eran diez y
ocho, ocupando los virreyes los núms. i, 2 y 3: segunda y tercera an
danada contaban igualmente diez y ocho cuartos ó palcos, pero en
los terceros los números del 8 al 13, que se llamaban del común, se
vendían por asientos, debiendo tomarse por entero los demás.
El paraíso, galería ó cazuela, estaba dividido en dos partes entera
mente separadas y sin comunicación alguna: la cazuela de hombres con
ciento cincuenta y nueve asientos, y la cazuela de mujeres con dos
cientos treinta y seis.
En los cuartos primeros cabían ciento sesenta y cuatro personas,
ciento noventa y nueve en los segundos y ciento cuarenta y tres en
los terceros.
Las temporadas cómicas se abrían el Domingo de Pascua de Re
surrección y se cerraban el Miércoles de Ceniza, dándose sin inte
rrupción funciones todos los días de la semana, excepto los sába
dos.
Un cuarto de primera ó segunda andanada, costaba de abono por
toda la temporada $300, y $ 200 por sólo los días de fiesta; se pagaba,
además, por entrada diaria por persona, dos reales los días en que se
doblaban los precios, un real en días de fiesta ó trabajo y nada en
los que se llamaban de coca, que eran funciones á bajo precio ó en ob
sequio al público, como ahora se dice. El abono á banca ó luneta cos
taba $6 al mes; la entrada eventual, ó alquiler de una luneta, valía
seis reales en los días dobles, cuatro en los de fiesta, tres en los de tra
bajo y uno en los de coca. La entrada al mosquete, un real en los dobles
y medio en los demás; las cazuelas, dos reales en días dobles, un real
en los de fiesta y trabajo y medio en los de coca. La entrada eventual,
ó alquiler de un palco, costaba $5 en días dobles, $3.50 en los de fiesta
y trabajo y doce reales en los días de coca.
Por lo regular estaban abonados todos los palcos primeros y segun
dos, con excepción de cinco ó seis que se ponían á la venta, y todas
las lunetas, excepto cincuenta.
Descontada la parte correspondiente al abono, el teatro hacía, de lo
que podemos llamar entrada eventual, $600 en los días dobles.
Estaban exceptuados de todo pago de entrada, el Virrey y su fami
lia, y sus pajes y damas, el Juez de teatro y su familia, el Secretario
y los alabarderos del Virrey, el Mayordomo del Hospital, los Oidores
y sus mujeres, los Regidores, la oficialidad del Cuerpo de Granaderos,
que daba la guardia, el escribano del Coliseo y los cómicos y los bai
larines francos.
Los primeros años del Coliseo Nuevo abundaron en calamidades de
toda especie, que dificultaron su marcha material, pues en cuanto á la
artística, nada podía esperarse digno de mención, no siendo extrafío
que nadie se preocupase en conservar noticias de unos espectáculos
que, en la misma España, habían llegado entonces y continuaron mu
cho tiempo aún en supina decadencia.
En las representaciones de ese tercio del siglo, dice un historiador
madrileño, “no había ni decencia ni sentido común: tuvo grande bo
ga ante aquel público ignorante, una comedia mitológica en que Dia
na bajaba á la escena en una nube de tul, cantando seguidillas y prin
cesas, así llamadas en lenguaje de bastidores las coplas acompañadas
á la guitarra. Otras veces era Semíramis la que salía peinada á la/a-
pillota, con arracadas semejantes á las usadas por las charras, con ca-
saquín de glacé, bucles angelicales, paletina de nudos, excusalí, ton
tillo y zapatos de. tacón alto. A Julio César se le presentaba con su
corona de laurel, peinado á la rinoceronte, sombrero de plumaje, colo
cado con gracia debajo del brazo izquierdo, chupa de tisú, casaca de
terciopelo, medias á la virulé, espadín de concha, y corbata guarne
cida de encajes. Todo esto era acompañado por una orquesta forma
da por cinco violines desafinados y un contrabajo ronco............. ” Si
tal situación guardaba el Teatro en Madrid muchos años después de
inaugurado el Coliseo de México, ¿es creíble que fuera ni mejor ni más
digna la del nuestro?
Para mayor desgracia, las calamidades y los lutos interrumpie
ron con frecuencia las representaciones. Ya era la muerte del Rey
Fernando VI; ya la del Marqués de las Amarillas, sucesor de Revilla
Gigedo en el virreinato; ya los temores de que el país fuese invadido
por los ingleses en guerra con España; ya las alarmas por la expul
sión de los Jesuítas. No faltan, sin embargo, referencias incompletas
y escasas á representaciones y autores cómicos en México.
Buscando aquí y acullá, puede tropezarse con D. Juan Ortiz de
Torres quien, en 1645, hizo á una dama recitar un monólogo en ho
nor ó memoria de las Isabeles de España, en una fiesta del Santísimo
Sacramento: Jerónimo Bezerra, en 1651, autor de una loa á la Poe
sía; Antonio Medina Soler, de quien en 2 de Febrero de 1667, se re
presentó una loa en el Cerro del Tepeyac con motivo de la colocación
de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe; Agustín Salazar y
Torres, autor de varios Autos Sacramentales y de las comedias Ele
gir al enemigo, Juegos Olímpicos, El encanto en la hermosura y el he
chizo sin hechizo, de un drama para la Universidad de México, y de
una loa para la comedia Tetis y Peleo; Alonso Ramírez Vargas, au
tor de El mayor triunfo de Diana, pieza representada en la Universi
dad, con un lujo y un gran aparato de transformaciones y tramoyas de
que se hace lenguas Sigüenza, y que deben ponerse en duda, pues no
es creíble que la colonia fuese en estos asuntos superior á la Metro-
poli. La obra de Ramírez Vargas gustó tanto, que hubo necesidad
de repetirla en las tardes de tres días seguidos.
De la misma época, entre 1651 y 1695, es Ia sobre toda ponderación
insigne Sor Juana Inés de la Cruz, que á su turno escribió varias loas,
los tres autos El cetro de San José, San Hermenegildo y El Divino
Narciso, y las dos comedias Amor es más laberinto y Los empeños de
una casa.
Inquiriendo más aún, podrían citarse el Presbítero D. Manuel Zu
maya, traductor de varias óperas italianas y autor de otra intitulada
Partenope, que se representó en el Palacio Virreinal para celebrar el
natalicio de Felipe V, y se imprimió en 1711; escribió también el dra
ma El Rodrigo, representado en el Palacio también, en celebridad del
nacimiento del Príncipe Luis Fernando : D. José Antonio Pérez Fuen
te con su comedia El portento mexicano y veinte loas en verso mexi
cano : Manuel Santos Salazar, con su coloquio La Invención de la Cruz.
escrito en 1714, y una pequeña pieza dramática: el Padre Juan Arrió
la con su comedia, No hay mayor mal que los celos; el célebre D. Ca
yetano Cabrera, con sus comedias La esperanza malograda y El Iris
de Salamanca; D. Francisco Soria, con sus Guillermo, Duque de Aqui-
tania; La mágica mexicana; La Genoveva y De los celos y el amor cual
es afecto mayor; el Padre Agustín Castro, con su tragedia traducida
La Troyana y sus sainetes de costumbres nacionales, Los remendones y
Los Charros. Difícil sería mejorar ó completar listas de esa especie,
que creo sean tan curiosas como poco ó nada importantes para la glo
ria de las letras mexicanas.
CAPÍTULO IV
1755__ 1786.
Apenas dos años después de inaugurado el tercer Coliseo por el pri
mer Conde de Revilla Gigedo, entregó éste el mando á su sucesor D.
Agustín de Ahumada y Villalón, Marqués de las Amarillas, á 10 de
Noviembre de 1755. Durante el gobierno de este activo y laborioso
virrey, á quien tocó celebrar las fiestas del patronato nacional de la
Virgen de Guadalupe en 1756, se arrendó por primera vez y en ese
mismo año el Coliseo, en cuatro mil pesos anuales, á D. José de Cal
vo Rendón, cuyo contrato tuvo á bien aprobar, en Real Cédula de 25
de Octubre de 1759, Carlos III, que acababa de suceder en el trono de
España á su hermano Fernando VI, muerto el io de Agosto del mismo
afio. Al siguiente, y en 5 de Febrero, falleció en Cuernavaca el Mar
qués de las Amarillas, á quien sustituyeron primero la Audiencia y
después D. Francisco Cagigal de la Vega, el cual, tras breve interi
nato, hizo entrega del mando á D. Joaquín de Monserrat, Marqués de
Cruillas, el 5 de Octubre de 1760.
A Cruillas tocó celebrar la jura de Carlos III, mostrarse benéfico
con sus gobernados en la inundación que sufrió la Capital, distinguirse
por sus hábiles disposiciones militares para defender á Veracruz de
posibles ataques de los ingleses, en guerra con España, y recibir al
severísimo Visitador D. José de Gálvez, en 1764. De ese afio y de 14
de Julio, es la Real Cédula que aprobó el arrendamiento del Coliseo
por D. George Anastasio de Zúfiiga en 1763, en la renta anual de cua
tro mil quinientos pesos.
A Cruillas sucedió D. Carlos Francisco de Croix, Marqués de Croix,
creador de la fortaleza de Perote y enérgico ejecutor de la orden de
expulsiónde los Jesuítas, verificada en México el 25 de Junio de 1767.
En su tiempo, el asentista del Coliseo lo fué D. Diego Ballesteros.
El íntegro y recto Virrey, tuvo por sucesor á D. Antonio Bucareli
y Ursúa, fundador de los presidios ó acantonamientos de tropas del
Norte, del Castillo de San Diego de Acapulco, reparador de la Acor
dada, y gran protector del comercio y de la minería. En su época se
fundaron el Montepío, el Hospicio de Pobres, el Hospital de San Hi
pólito y la Casa de la Cuna; se procuró el adelanto de las ciencias, el
establecimiento de la fabricación de tejidos, el cultivo del lino y del
cáñamo y la implantación de toda especie de mejoras. Todo ello hizo
que su fallecimiento, ocurrido el 9 de Abril de 1779, causase un duelo
general en la colonia, que contó á Bucareli en el número desús más
ilustrados gobernantes.
Un hombre como él, no podía haber visto con despego los asuntos
teatrales, y, con efecto, hizo cuanto le fué dable para levantarlos del
decaimiento en que se encontraban. En 13de Febrero de 1777, D. Juan
de San Vicente ‘ ‘ remató el Real Asiento y Dirección de Comedias del
Coliseo, por cinco años y pensión de cuatro mil quinientos pesos que
habían de pagarse al Hospital Real de Naturales.” D. Juan de San
Vicente tuvo en este asunto la representación del Tic. D. Félix de
Sandoval, abogado que era de la Real Audiencia: por razón de su
elevado cargo, Sandoval no quiso aparecer como asentista, pero sí se
comprometió á facilitar los caudales necesarios para la empresa, ce
diendo á San Vicente la tercera parte de las utilidades, de la cual
habría de descontarse la suma de veinticinco pesos mensuales que su
representante pidió para su manutención. El acuerdo entre Sandoval
y I). Juan de San Vicente, apenas duró un año, pues el apoderado no
se portó bien con su poderdante, á quien no presentó cuentas de gas-
R. H. T.—T. I.—5
tos y productos, é hízole de tal manera á un lado, que casi se convirtió
en dueño absoluto de la negociación. Perdida la paciencia, Sandoval
acudió á quienes pudiesen hacerle justicia, y por auto de 15 de Di
ciembre de 1778, firmado por D. Basilio Villarasa Venegas, Oidor de
la Real Audiencia y Juez en turno de Hospitales y de la finca del
Coliseo, San Vicente fué suspendido y embargado. Sandoval nombró
entonces depositario á D. José Moreno, y encargó de la dirección del
Coliseo á D. Pedro Galup, práctico é inteligente en el asunto.
Consultando ese expediente, hallo que las comedias más en boga
en su tiempo, eran las intituladas: Los tres afectos de amor, El poder
de la amistad, No siempre lo peor es cierto, También la afrenta es vene
no, El catalán Serrallonga, Los siete Infantes de Lara, El garrote más
bien dado, Antioco y Seleuco, Mañanas de Abrily Mayo, Reinar después
de morir, El Diablo predicador, Felipa la lavandera, Rendirse á la obli
gación, La más constante mujer, El Mariscal de Virón, El Nazareno
Sansón, La gitana de Menfis, Los amantes de Teruel, La Dama duen
de, Los áspides de Cleopatra, El negro más prodigioso, El mayor mons
truo los celos, No puede ser, El amo criado, El negro valiente en Flandes,
La vida es sueño, La adúltera penitente, El bruto de Babilonia, El
Agidla de la Iglesia, La Andrómaca y otras muchas obras, cuyos tí
tulos no copio, por temor de hacer difusa esta relación.
Del 19 de Abril al 19 de Diciembre de 1778, los productos del Co
liseo fueron de treinta y cuatro mil doscientos veinticinco pesos cuatro
reales; los gastos de veintitrés mil seiscientos dos pesos seis y medio rea
les, y las utilidades ascendieron á diez mil seiscientos veintidós pesos y
cinco y medio reales.
Entre los sainetes en boga figuraban : La máscara, El Abate habla
dor, El arcabuceado, El maestro de cantar, La Puerta del Sol, Lospayos
simples, El payo y la novia, El niño bobo, La tostonera, El paje á la
greca, El petimetre afectado, La besuguera, La viuda, El marido celoso,
Las majas celosas, El tecolote, y Una tía y dos sobrinas.
En el repertorio de tonadillas, constan: El amor buscón, La confusa
turbada, Los masqueteritos, El lance del ensayo, México adorado, El
cuento del viejo, El emporio del Orbe, Atención, señores, Lo que pasa en
los Cortejos, La maja naranjera, El amor de los hombres, Madrid de mi
vida, Buenas noches, amado Coliseo, Viendo mis queridicos, Apoderación
de las modas, La solterita, y Paisanitos graciosos.
Del catálogo de seguidillas más en uso, extraigo los siguientes títu
los : Un majo de chupete, El mar proceloso, A dónde vais, suspiros, La
dicha de que gozo, Cuando un amante adora, Queridos mosqueteros, A la
fuente, Narciso, Aquí caigo rendida, No sé cómo me atrevo, Mi muer
te con tu ausencia, Oh qué terrible pena, Estaba yo una noche, Ay de aquel
que cautiva, Filomenas del Campo, Tengo una quimerilla, Pajarillos que
en los campos, El dueño que yo adoro, y Los celos son un fuego.
No era este sólo el caudal de música de nuestro Coliseo, pues en el
mismo inventario consta la siguiente: ‘1 Una ópera intitulada La di
cha en el precipicio, tasada en cuarenta y cuatro pesos; las músicas
para Psiquis y Cupido, La fuente de la Judía, Santa Genoveva, La
boba y la discreta, La Conquista, El bruto de Babilonia, y La pru
dencia en la niñez, amén de tres cuartetos sueltos (el inventario dice
tres quatros') , dos arias, y un minué. >
Entre los utensilios de guarda-muebles y deguarda-ropa, figuran:
‘ ‘ Cuatro lienzos de cotense pintados al temple, de Emperadores ro
manos; Tres banderas de lienzo blanco, con las armas de España;
Cuatro lienzos de teatro en cotense florete nuevo, pintados al temple,
que forman una plaza de la zarzuela Las Segadoras-, Cuatro lienzos
en cotense de abrigo, pintados de arboleda, que sirven en dicha zar
zuela; Dos lienzos en cotense de abrigo, con dos ninfas pintadas al
temple; Una perspectiva de coche cerrado; Una estatua á caballo; Un
morrión en cotense pintado; Seis leones; Una mitra; once máscaras;
Una cabeza de león armada en otate y forrada de papel; Un carcaj de
madera fileteada de oro; Una corona imperial de latón amarillo; Seis
Gupiles de vaqueta pintados de encarnado; Seis sonajas de madera con
cascabeles de hoja de lata; Un cencerro; Una grupera de vaqueta; Un
báculo de otate; Dos violines ordinarios; Una fuente de hoja de lata
para el degüello; Una capilla de papel pintada al temple para la co
media de San Agustín; Un clavo y un martillo de madera para la
comedia del Mágico-, Cinco borlas para el entremés de Los Doctores-,
Dos áspides de badana para la comedia de Cleopatra; Un laurel de va
queta y pergamino; Una capucha negra; Siete anteojos de vaqueta;
Dos barbas con sus cabelleras de ixtle para sátiros; Dos turbantes de
moros; Una calavera de madera; Catorce cuchillos belduques; Un
plato de peltre en dos mitades para el Pastelero de Madrigal; Seis pal
mas de cotense; Cuatro pares de tijeras para el sainete de los Amola
dores; Un cartel de dos varas con las armas de España, al óleo; Un
vestido de Muerte, de badana, pintado al temple; Un vestido de león,
de cotense; Una chupa y calzones negros; Una saya vieja; Unos cal
zones de crea listada, de marinero; Un manto capitular de tafetán
encarnado, con vueltas de felpa; Una marlota chica, de sangalete ama
rillo; Un vestido de figurón, blanco; Tres pares de calzones de zan-
galete amarillo, para moros; Dos pieles de cotence pintadas al temple;
Dos hábitos azules con sus capillas; Una marlota de moro de sangale
te nácar con vueltas amarillas; Un hábito de estameña musga, para
duende; Una piel de bayeta blanca con pintas negras; Tres ropillas ne
gras para vejete; Una capa de seda azul, á la española antigua. ’ ’ Verda
deramente, toda esta curiosa enumeración de útiles de teatro, no ha
bla mucho en favor de la riqueza del guarda-muebles y guarda-ropa
del Coliseo de la Capital.
Tres meses y medio después del fallecimiento de Bucareli, tomó
posesión del virreinato D. Martín de Mayorga, fundador del Hospital
de San Andrés y de la Academia de Bellas Artes de San Carlos, nom
bre que le dió en honor del ilustre monarca que á la sazón reinaba
en los dominios españoles. Durante su virreinato dióse en el Coliseo
una función en celebridad de los días del Rey, declamando en ella los
siguientes versos uno de los cómicos:
‘ ‘ Elogio á. nuestro Católico Monarca en el día de San Carlos
del año de 1781.
Heroico é insigne Carlos,
Rey piadoso en quien contemplo,
lo famoso y lo bizarro
en vuestros merecimientos.
Monarca el mayor del Mundo,
pues á vuestras plantas vemos
con sagacidad rendido
el Occidental Imperio.
Cristianísimo Monarca,
Adonis del europeo
plantel, hermoso pensil
que en aquel recinto ameno
os ama, adora y venera,
reconociendo por dueño.
Vuestra vida, oh Gran Señor,
á par vaya con el tiempo,
no faltando vuestro amparo
á este Mundo, y á aquel cielo
de España, joya preciosa
que puso Dios en el suelo.
Que gocéis eternamente
la quietud en vuestros reinos,
la paz en leales vasallos
que os aman, y al mismo tiempo
la victoria consigáis
contra enemigos perversos
que á la Iglesia Nuestra Madre
persiguen, y todos ellos
á la Santa Religión
rindan y postren los cuellos.
Recibid, Monarca Augusto,
el no ponderado afecto
de que vuestra vida sea
iris de nuestro sosiego.
El insigne D. Martín
de Mayorga, que obteniendo
de Vice-Rey el comando,
con sagacidad siguiendo,
con caridad gobernando,
el padre es de aquestos reinos
desea que vuestra vida
del Fénix sea renuevo.
Y todo el concierto heroico
que miro, noto y advierto,
Nobleza en palcos y bancas,
Militares y Pequeños,
dicen que por muchos años
viva Don Carlos Tercero.”
Después de este romance sonó la música y con acompañamiento de
ella los cómicos cantaron á coro:
“Que viva, que reine
el Monarca excelso,
y sea sin segundo
el que es sin primero.”
Agobiado á disgustos por la mala voluntad del antiguo visitador
D. José de Gálvez, ministro entonces de Carlos III, D. Martín de
Mayorga dejó en 28 de Abril de 1783 la pesada carga del Gobierno
al Teniente General D. Matías de Gálvez, hermano de aquel hombre
poderoso. Poco duró en su empleo D. Matías; fallecido en México el
3 de Noviembre de 1784, la Audiencia recogió interinamente el bas
tón de mando para entregarle al nuevo virrey D. Bernardo de Gál
vez, Conde de Gálvez, hijo de aquel. Ya ilustre el conde por su va
lor y acierto en la guerra y en la gobernación de la Florida y de la
Isla de Cuba, su virreinato, que principió el 17 de Junio de 1785, fué
muy beneficioso para la Nueva España. Sufriéronse en su tiempo ex
tremas escaseces y pestes mortíferas á resultas de pérdidas de cose
chas, males que remedió con cuantiosas sumas que, tomadas de su
peculio particular, cedió á los pobres, y proporcionando trabajo al
pueblo, á cuyo fin emprendió entre otras obras públicas la recons
trucción del Palacio de Chapultepec, la fábrica de las torres y el ce
menterio de la Catedral y el trazo de las calzadas de Vallejo, la Piedad
y San Agustín de las Cuevas. En todo mostró su liberalidad y amor
á la colonia, que guardó grata memoria de su afabilidad y brillantes
dotes personales, y con positivo duelo lloró su muerte ocurrida el 30
de Noviembre de 1786.
Su protección al Coliseo y á sus espectáculos fué eficacísima. Reu
nidas las diversas disposiciones dictadas sobre teatros por algunas
autoridades, con ellas formó su primer reglamento el Oidor D. Basi
lio Villarasa Venegas, Juez, según dije no ha mucho, de Hospitales
y de la finca del Coliseo, en 1779: pero como en él se observaran al
gunas deficiencias, se reformó por el Conde de Gálvez en 11 de Abril
de 1786, pasando inmediatamente á la superior aprobación de Su
Majestad. Como la finca se hallaba en grandes maltrato y abandono,
ordenó su inmediata reposición, y el foro fué prolongado, se refor
zó el arco del proscenio, se cambiaron el movimiento y disposición
de los bastidores, se dió luz al guarda-ropa, y se extendió y puso
nueva la madera del tablado; reformóse también el palco del Virrey
haciendo un solo arco de los dos que entonces tenía, y construyéron
se á la espalda del foro varias viviendas y un amplio salón para aca
demia y ensayos de baile. Los gastos de estas obras fueron: seiscien
tos trece pesos siete reales, en la recomposición del teatro; cincuenta
pesos, en la prolongación del tablado; ciento cincuenta pesos, en el
palco del Virrey; ochocientos cuarenta pesos, en la construcción de
viviendas; setecientos setenta y seis pesos, en el salón de baile, y
ochenta y cuatro pesos en el enladrillado: total, dos mil quinientos tres
pesosy siete reales. El telón de embocadura se hizo de nuevo según el
proyecto contenido en la siguiente nota anexa al presupuesto: * ‘Para
el nuevo telón grande se ha de formar un diseño que contenga el Mon
te Parnaso, y en él á las nueve Musas, Caliope que preside en el poe
ma heroico; Clío en la historia; Erato en la poesía amorosa; Tafia en
la comedia; Melpomene en la tragedia; Terpsícore en el baile: Eu-
tropia en los instrumentos; Polimnia en la oda y Urania en la astro-
logia: á cada una de estas Musas se le ha de pintar con el geroglífi-
co correspondiente al arte que preside. Al pie del Monte han de estar
D. Pedro Calderón de la Barca, con hábito de Santiago; Lope de
Vega Carpió, con el de San Juan, y D. Antonio de Solís, cuyos re
tratos se procurarán adquirir. En la cúpula ó cima del Monte, han
de estar dos figuras que representen á Júpiter y á Mnemósyna, pa
dres de las Musas, y sobre todos, Apolo de presidente, cada uno de
estos tres también con sus geroglíficos. Sin embargo de estos gero-
glíficos que han de pintarse en cada una de estas figuras, se les pon
drán los nombres también al pie, y lo mismo á los tres poetas Calde
rón, Lope de Vega, y Solís. Debajo se escribirá este verso:
“Es el drama mi nombre
y mi deber el corregir al hombre,
haciendo en mi ejercicio
amable la virtud, odioso el vicio.’’
Pero en lo que mejor demostró el Conde de Gálvez su energía y
su talento, fué en moralizar á los cómicos, que en ese tiempo eran co
sa perdida sobre toda ponderación. Desde 1780 venía siendo prime
ra dama del Coliseo, Antonia de San Martín, bella gaditana, esposa
de Antonio Pizarro; actriz de notables facultades y hermosa mujer,
rebosaba en caprichos, orgullos y vanidades de toda especie. Al fin
de la temporada de 1780, muy pagada de la acogida del público y de
los aplausos alcanzados en las comedias, Antonia de San Martín qui
so que se le aumentase el sueldo, y como hallase resistencia á ello, se
presentó á D. Lorenzo Montalvo, sub-arrendatario del Coliseo, y le
manifestó, so pretexto de grandes quebrantos de salud, la imposibilidad
en que se hallaba para seguir en el ejercicio de primera dama de co
medias. Y como Montalvo le contestase en un rapto de mal humor,
tan común en empresarios, que condescendía lisa y llanamente en
su separación, la Antonia fuese á uno de los pueblos de los alrededo
res de la Capital, simulando que á un cambio de aires demandaba su
alivio, pero en realidad con el propósito de no alejarse mucho, en la
seguridad de que gracias á su partido con el público, el empresario
iría en su busca y solicitud accediendo al aumento del sueldo. Suce
dió en parte como lo esperaba, pues el día 29 del mes de Marzo de
1781 presentósele D. Lorenzo Montalvo con D. Mariano Cepeda, es
cribano del Coliseo, exponiéndole la necesidad en que se hallaban
de primera dama: la Antonia respondió que por más que sus males
no habían tenido alivio, se avendría á seguir trabajando siempre que
se aceptasen las fuertes condiciones que impuso.
Montalvo acudió al Virrey, que lo era D. Martín de Mayorga, y és
te y el Juez del Coliseo ordenaron “se intimase á la Antonia que ó
inmediatamente exhibiese las condiciones de su contrata ó de lo con
trario á otro día se la sacaría de la ciudad con destino á la de Vera-
cruz.” Antonio Pizarro pasó en seguida á verse con el Juez y mos
trarle las condiciones pedidas, y como se juzgasen inadmisibles, el
escribano notificó á la primera dama la orden “de salir dentro de tres
días del recinto de la corte virreinal.”
Antonia de San Martín representó entonces al Virrey que estaba
dispuesta á someterse á tanto rigor; pero que en vista de hallarse en
cinta y tener dos criaturas, tan pequeñas que una estaba aún á pe
chos de ama de cría, se le concediese tiempo suficiente para salir de
su cuidado y ver de conseguir mujeres que quisiesen seguirla en su
viaje á España dando el pecho á sus hijos. Jugó bien el Virrey el
papel enérgico que demandaba la necesidad de asustar á la San Mar
tín para no quedar sin primera dama en el Coliseo, y en 6 de Abril
el escribano asentó en los autos la siguiente razón: “Por mandato
verbal del Excelentísimo Sr. Virrey, comparecieron antemí Antonio
Pizarro y Antonia de San Martín, á quienes en cumplimiento de la
superior orden de Su Excelencia, hice varias reconvenciones, de que
resultó el allanamiento de ambos á continuar sirviendo en el Coliseo
por el mismo sueldo y condiciones del anterior año: en cuya virtud
les previne pasasen á presentarse al Sr. Juez del Coliseo y pidiesen
á Su Señoría, hiciese que los admitiesen, de que di cuenta á Su Ex
celencia, quien se sirvió aprobarlo.”
En Febrero de 1783, el mismo D. Martín de Mayorga se vió obli
gado á conocer en la demanda de separación de Antonio Pizarro que
le presentó la Antonia. Por respeto á mis lectores, aunque con per
juicio del rigorismo histórico, no insertaré íntegro el pedimento de
la cómica, que acusa una inmoralidad y una impudencia repugnan
tísimas. No obstante, lo que pueda decir bastará para que aquellos
de mis lectores que no hayan frecuentado los escenarios, sepan algo
de la vida miserable y perversas costumbres de esas infelices que tan
ta ilusión suelen causar á quienes sólo las ven á la luz de las candi
lejas, y vistiendo los oropeles de los personajes que interpretan.
El ocurso de la Antonia empieza así: “ Excelentísimo Señor.—
Antonia de San Martín, vecina de esta ciudad y Primera Dama del
Real Coliseo, por el más oportuno recurso digo: Que en el espacio
de poco más de diez años que llevo de casada con Antonio Pizarro,
ha sido la mala vida que me ha dado tan continua, que falta toleran
cia para sufrirla y razones para explicarla: porque á pocos días de
verificado el matrimonio, sin haberle dado el más leve motivo, co
menzó á maltratarme de obras y palabras, de suerte que hallándome
una ocasión grávida, sin atender á la delicadeza del estado, no tuvo
embarazo para arrojarme á rodar una escalera, con un golpe que me
dió, lo que fué suficiente para que se desgraciara la criatura, y las
fatales resultas que por esto se han causado, hasta el presente exis
ten, como que de día en día experimento notable quebranto en la sa
lud; y como no cesa la causa, que han sido los golpes con palo ó mano,
no pueden parar los efectos de enfermedades, cóleras y sinsabores
que tanto me han consternado. (Sigue aquí un párrafo impublicable,
relativo á los viciosos extremos de Pizarro, en el uso de sus derechos
como consorte.) Conducidos que fuimos de la ciudad de la Habana
á esta Capital, me coloqué en el Real Coliseo, y en lugar de que mi
marido había de esforzarse en acudirme con los precisos alimentos y
asistencias, lo que ha hecho es aprovecharse de la ocasión y con ella
de mi sueldo, no perdonando ni aun las galas que se me dan, porque
todo lo apropia y disipa en los vicios detestables de malas amistades,
embriagueces y juegos; de suerte que cuando podíamos tener algún
alivio, es cuando se verifican escaseces, siendo casi necesario ocultar
la ropa y demás adornos para presentarse al público, que á no ser
así, ni aun esto tuviera, á vista de su desarreglada conducta. —Siendo
como son estos excesos dignos de severa corrección, aumenta más
el delito con lo que infamemente practica; pues movido de sus pecu
liares intereses, ha permitido la entrada en mi casa á varias personas
y repudiado otras: de modo, que todos aquellos que contempla le
pueden franquear cantidades para fomento de sus vicios, quiere que
continúen, me interpela á recibirlos con agrado, que no me separe
de sus conversaciones, y que los trate con la mayor afabilidad; por el
contrario, aquellos que aun por el ejercicio que tengo es preciso me
visiten, aunque sean con buena intención, les pone malos modos, los
despide, y por lo mismo á mí me maltrata de obras y palabras, me
vitupera con los mayores pesares, y quiere que sólo siga sus ideas.
Estas son de la mayor infamia, porque sin atender á la debida pure
za que se debe conservar en un matrimonio, ha permitido y sugerí-
dome á deshonestas solicitudes, que jamás debiera haber admitido en
violación de la fe del contrato esponsalicio .... Y ya que han surti
do efecto con sumo desacato, me ha quitado lo que se me ha minis
trado por el servicio . . . No cabe, Señor Excelentísimo, en católicos
corazones semejante inhumanidad, pues aun Ios-animales irraciona
les solicitan con el mayor esfuerzo que sus consortes no sean ofen
didas por otros .... Para acabar de dar una corta instrucción de la
perversidad de mi marido, hago presente á Vuestra Excelencia, que
habiéndome comunicado que se le proporcionaba acomodo en con
ducción de víveres para la ciudad de la Habana, me esforcé en lo po
sible así para que fuera con estimación, como para ministrarle mil
pesos en reales y otras alhajas, con que pudiera conseguir algunos
adelantamientos; y lo que ha resultado de todo, fué que habiendo
llegado á Veracruz, de allí se regresó para la ciudad de Guanajuato
á formar compañía cómica, donde tengo noticia que en embriagueces,
juegos é ilícitas comunicaciones, ha disipado todo lo que le ministré,
y tiene ánimo de regresarse de pronto á mi compañía.—Si esto se
verifica, es preciso que continuando en su desarreglada conducta,
intente que yo siga admitiendo los obsequios y pretensiones que á él
le sirven de beneficio y á mí de perder mi alma .... y si éste advier
te en mí la más mínima resistencia, es de presumir que, aumentando
los malos tratamientos, me quite la vida. Atento á lo cual la justi
ficación de Vuestra Excelencia, se ha de servir mandar se me re
ciba la información sóbre los atentados particulares, con la debida
reserva, y que el escribano D. Mariano Cepeda, certifique lo que le
constare, de uno de los pasajes que presenció; haciendo que con apre
mio declaren las personas que señalaré, lo que igualmente les cons
te, para que instruida la sumaria en debida forma, determine Vuestra
Excelencia lo que tenga por oportuno, á vista de los graves excesos
cometidos por Antonio Pizarro, en que queda ofendida la Divina Jus
ticia, el honor del matrimonio y la causa pública: á cuyo efecto in
terpongo querella en debida forma.”
Como Pizarro no pudo justificar empleo ú ocupación honesta y lu-
B. H. T.—T. I.—6
crativa, las autoridades, celosas de que el Coliseo no perdiese el es
plendor que á los espectáculos daba el talento de la Primera Dama,
el tal marido fué expulsado de la ciudad, como vago y mal entrete
nido, mientras otra más grave determinación se tomase.
Esto fué en 1783. Dos años después, hubo nuevo pleito de la An
tonia con las actrices sus compañeras. He aquí un resumen de lo de
terminado y sucedido, tomado de los autos originales: “En la causa
que se siguió, contra Bárbara Ordófiez, Sobresalienta del Teatro de
México, por querella de Antonia de San Martín, Primera Dama, que
se principió en 3 de Octubre de 1785, sobre amenazas de muerte he
chas por aquella á ésta, declaró la dicha Bárbara que el encono que
le tenía la Dama, dimanaba de haberle parecido que ella se comuni
caba con D. Francisco Balmis, por cuya malicia le había requerido
D. Juan de San Vicente á la dicha Bárbara, no se tratase ni comuni
case cota Balmis, porque la Dama estaba muy resentida de ello, sobre
que también citó la Bárbara á María La Carpintera y Anita La Que-
retana.—Examináronse á estos tres, y San Vicente dijo ser cierta
la cita, y que habiéndole dado queja la Dama de que la insultaba y
la mofaba la Bárbara con asomarse á las cortinas del tablado á hacer
señas á Balmis, le había prevenido lo excusase, por estar de ello muy
resentida la Dama.—María Josefa Martínez Delgado, alias Xa. Carpin
tera, expresó ser cierto que Antonia le encargó tuviese cuidado de si
entraba Balmis en casa de Bárbara, que vivía frente de dicha María
Josefa, á que expone le había respondido que no lo había visto entrar,
como así era: Que también era cierto que en una ocasión en que Bár
bara estaba chuleando á la declarante, le instó Antonia que se fuese á
quejar con el Exmo. Sr. Virrey, y que le informase lo mala que era
la Bárbara, y lo mismo le encargó algunas otras ocasiones, instándo
le á que si se ofrecía en el Palacio hablar de Bárbara, informase mal
de ella; pero que nunca lo hizo la declarante, ni tuvo motivo para
ello, como se lo había comunicado alguna vez á su marido.—Ana de
Híjar, que es la Queretana, dijo era cierto que varias veces de las que
ella iba á Palacio, le aconsejaba la Dama que si se ofrecía hablar de
Bárbara con Su Excelencia, le informase mal de ella, lo que nunca
hizo, y que un día en que fué á visitar á la Antonia, le encargó á la
declarante que le llevase un papel al precitado Balmis, lo que no qui
so hacer, excusándose con decir que á eso no iba ella, que era una
mujer casada.—Soltóse de fiado á la Bárbara para que se pusiese en
cura, depositándola en casa de San Vicente, y teniendo la causa es
tado de prueba sin haber hecho alguna ninguna de las partes, por au
to del día 13 deFebrero de 1786, en atenciónáhaberse hecho compa
recer á una y á otra de las dos contendientes y convenido en que se
cortasen estos procedimientos quedándose en el estado que tenían, se
impuso perpetuo silencio en los Autos, mandándose que conforme al
allanamiento verbal de Bárbara, se le notificase se abstuviese de pro
vocar, contestar ni aun transitar por la calle en que viva Antonia,
apercibida que en caso contrario se procedería contra ella á lo que hu
biese lugar, y se alzó el depósito y condenó á ambas partes en sus
respectivas costas. ”
CAPITULO V
1786
Demos ahora extensa y pormenorizada razón de cómo estuvieron
organizadas las Compañías del Viejo Coliseo en la época,virreinal, to
mándola de un antiguo documento que tiene por título 1 ‘ Razón de
los individuos de que se componen las Compañías de Cómicos, Bai
larines y Orquesta del Teatro de esta Corte, sus sueldos y obliga
ciones. Este documento publícase hoy por primera vez.
"Mujeres.—Antonia de San Martín, Primera Dama: gana mil
ochocientos pesos en las temporadas que corren desde el primer día
de Pascua de Resurrección hasta el último del siguiente Carnaval.
Según su Escritura no se la ha de poder despedir en el tiempo de su
ajuste, ni destinarla á otro papel que al de Primera Dama. Se le pa
gan por separado las comedias supernumerarias al respecto de seis
pesos, cada una que ejecute á más de las cuatro á que está obligada
por los expresados un mil ochocientos pesos. No puede pedir aumen
to de sueldo ni gratificación alguna con ningún título. Debe hacer
en cada mes una comedia de pilón (gratis), para reemplazar con sus
producíoslos gastos de adealas y gajes, y otra, además, de la misma
suerte, siempre que muera algún individuo de la Compañía, hasta cu
brir con sus rendimientos cincuenta pesos que se dan para el entie
rro. Y en cada año ha de hacer también otra comedia de pilón para
los gastos de la cera de la Oración de las Cuarenta Horas en el Hos
pital Real.
"Nota.—En cuanto á estas comedias de pilón están obligados á
hacerlas todos los individuos de la Compañía de Cómicos y de la Or
questa. También se debe entender generalmente que las obligacio
nes de los expresados individuos, inclusos los Bailarines, son lo mis
mo que la de la Dama, relativa á que sólo comprenden desde el día
primero de Pascua de Resurrección hasta el último del siguiente Car
naval.
“María Ortega y Rocha, Segunda Dama. Gana un mil pesos
por las cuatro comedias semanarias, y en las supernumerarias lo que
corresponda según prorrata de dicho sueldo. Está también obligada
á hacer el papel de Sobrecalienta, siempre que se tenga por convenien
te, en cuyo caso, haciendo papel de Dama primera, ya sea en las co
medias supernumerarias ó en las cuatro de la general obligación, por
enfermedad de la propietaria ó por otro motivo, se le han de satisfa
cer cinco pesos por cada representación. Si quedase de Sobrecalienta
de pie fijo, se le han de abonar en las noches de comedia supernume
raria los reales correspondientes al sueldo de los mil pesos que van
citados, aunque en dichas noches no haga papel alguno, siendo su
obligación asistir al Teatro en todas las representaciones vestida, pei
nada. y pronta á salir en cualquier accidente que ocurra, menos para
hacer la comedia titulada La Tía y la Sobrina, porque ésta la tiene
excluida expresamente en su Escritura para no representarla. Item:
es obligada á devolver las moj de comedias y demás piezas que se
le entreguen, pagando las que falten.
“Ana de Hijar, Graciosa. Gana ochocientos pesos por las cua
tro comedias semanarias, y en las supernumerarias cuatro pesos por
cada una, si acaso hiciese algún papel en ellas. Está obligada á hacer
los papeles de Primera ó Segunda Graciosa, según se le mande; asis
tir diariamente á la Escoleta de versos y de música á las horas que se
le señalen ; aprender en ellas lo que se le enseñe; asistir al Coliseo
todos los días de comedia, desde la Oración hasta que se acabe el to
do de la representación, vestida y peinada de su cuenta; cantar, todas
las noches que se lo manden, seguidillas, sainetes, tonadillas, ansias
y demás que se le enseñasen; cantar en las comedias y las músicas
diarias, haciendo acompañamiento á las Damas; vivir cerca del Tea
tro ; mantener decente la ropa de él y la necesaria; devolver las le
tras de tonadillas, sainetes ú otras piezas que se le entreguen, pagan
do las que faltasen.
“Teresa de Acosta, Segunda Graciosa y Cantarína. Gana cua
trocientos pesos por las cuatro comedias semanarias, y en las supernu
merarias, si hiciese algún papel en ellas, se le han de dar dos pesos
por cada una; tiene obligación de asistir diariamente á la Escoleta de
representación y de música á la hora que se le señale, y allí aprender
á cantar lo que se le enseñe; asistir al Teatro todos los días de come
dia, desde la Oración hasta que se concluya el todo de la representa
ción, vestida y peinada de su cuenta; ha de representar y cantar to
das las noches que se lo manden, comedias, entremeses, seguidillas,
sainetes, tonadillas, ansias y demás que le enseñen; ha de cantar en
las comedias las músicas diarias, haciendo acompañamiento á las Da
mas ; ha de vivir cerca del Teatro; ha de mantener con decencia la
ropa necesaria para el tablado, y ha de devolver las letras de tonadi
llas, sainetes ú otras piezas que para aprenderlas se le hayan entre
gado, pagando las que le falten.
“María Lorf.to Rendon, Cantarína y Bailarina de los Bailes
de la tierra. Gana un mil pesos, los seiscientos por el cantado y los
cuatrocientos por dichos bailes, en las cuatro comedias semanarias:
y en las supernumerarias, si acaso trabajare en ellas, dos pesos por
cada una. En las demás obligaciones lo mismo que la Segunda Gra
ciosa.
“María Josefa Martínez, Cantarína. Gana seiscientos pesos en
las cuatro comedias semanarias, y dos pesos en cada una de las super
numerarias si trabajare en ellas. En las demás obligaciones lo mis
mo que la Rendón.
Hombres.—Justo Hidalgo Guevara, Primer Galán. Gana un
mil doscientos pesos en las cuatro comedias semanarias, y en las su
pernumerarias lo que le corresponda á prorrata de su sueldo en cada
una, si trabajare en ellas. Es de su obligación admitir en las come
dias ó piezas que se hicieren el papel que se le señalare: cuando no
sea de su carácter el que corresponda al Galán, ó se crea que puede
desempeñarse con más propiedad por otro, ha de poder dársele al que
parezca mejor: ha de mantener con decencia la ropa necesaria para
el tablado, y ha de devolver las sacas de comedias, sainetes y demás
que se le entreguen, pagando los que faltaren.
“José Domingo Rosales, Autor y Segundo Galán. Gana por este
último destino ochocientos cincuenta pesos, en las cuatro comedias sema
narias, y en las supernumerarias lo que corresponda á cada una, según
prorrata de su sueldo. No tiene Escritura alguna por no haberla hecho
nunca, y haber cumplido, no obstante, cuanto se le ha prevenido. Por
lo de Autor aun no se le ha señalado cosa alguna, por no haberse re
ducido á pedir honorarios por este trabajo, aunque se le ha instado
para ello. Sus obligaciones como Autor, son, entre otras, las del Go
bierno económico de la Compañía, como cabeza y principal papel de
ella; distribuir las órdenes que se le comuniquen por la Dirección del
Teatro, haciéndolas observar con su responsabilidad; prevenir lo ne
cesario para la ejecución de las comedias y demás piezas, pidiéndolo
con la debida anticipación; repartir á los cómicos sus sueldos, para lo
que entrarán en su poder los fondos necesarios á fin de cada semana,
y hacer lo demás que se le prevenga, relativo á la representación.
‘ ‘ Francisco Carreño, Tercer Galán. Gana quinientos pesos en las
cuatro comedias semanarias, y en las supernumerarias lo que le co
rresponda á prorrata, si tuviese papel en ellas. Es de su obligación, á
más del dicho papel de tercer galán, suplir las plazas de primero y
segundo, sin otro abono ó gratificación que el referido sueldo: ha de
mantener la ropa necesaria para el Teatro con aseo y decencia, y no
haciéndolo se ha de reducir su sueldo á trescientos setenta y cinco
pesos: ha de devolver los papeles que se le entreguen para aprenderlos,
pagando los que faltaren, y en caso de que haga algún otro papel
distinto de los expresados, se le han de pagar separadamente según y
como se haya hecho en sus respectivas clases en tiempo del arrenda
dor D. Manuel Lozano, de que habrá constancia en las papeletas
diarias.
“Nicolás Jaime Villavicencio, CuartoGalán. Gana cuatrocien
tos cincuenta pesos por las cuatro comedias semanarias, y á este res
pecto lo que importaren cada una de las supernumerarias. Es de su
obligación mantener la ropa del Teatro decente y necesaria, reducien
do su sueldo, de lo contrario, á trescientos pesos. En lo demás como
el tercer galán.
“Cristóbal de Mesa, Sobresaliente. Gana setecientos pesos, y es
de su obligación ejecutar además de este papel, cualquiera otro que
se le mande, sea de la clase que se fuere, sin réplica ni excusa alguna,
en las cuatro comedias semanarias, y si en las supernumerarias supliese
algún papel de Galán, se le ha de satisfacer separadamente lo que co
rresponda á prorrata de dicho sueldo : tendrá la ropa necesaria y de
volverá los papeles que se le den para aprenderlos.
“Juan Moreno, Segundo Gracioso. Gana trescientos sesentapesos
en las cuatro comedias semanarias, y en las supernumerarias á pro
rrata. Es de su obligación suplir las enfermedades y ausencias del
primer gracioso : ha de mantener bien su ropa, y no haciéndolo, se le
reducirá el sueldo á trescientos diez pesos: ha de cantar lo que se le
mande, pagándosele dos pesos por la primera vez que recite cada pieza,
y un peso en las demás: ha de ser primer figurante de todos y cua-'
lesquiera Bailes en que los haya, sin excluirlo de ninguno en la clase
de tal figurante, pagándosele separadamente por este trabajo dos pe
sos en cada ocasión que le tenga.
“ Miguel Zendejas, Parte de por medio, con la calidad de desem
peñar los papeles que se le den de primeros galanes, segundos ó ter
ceros, ú otros que puedan ofrecerse. Gana trescientos cincuenta pesos
y á más de lo dicho, es de su obligación mantener su ropa y devolver
los papeles. En las comedias supernumerarias se le ha de pagar lo que
corresponda al papel que ejerza ese día.
“José María Viveros, Parte de por medio. Gana doscientos cin
cuenta pesos, siendo de su cargo representar los versos y papeles que
se le manden y sean correspondientes á la clase de criados y partes de
por medio que ha de ejercer, siendo de su obligación mantener decente
su ropa en la clase de su destino, entendiéndose que en el referido
sueldo se comprenden todas las comedias y funciones que se ejecuten,
sean las cuatro semanarias ó las supernumerarias, pues en todas ha
de servir en el lugar que se le destine, sin que por ello pueda preten
der cantidad alguna más que la expresada.
“Joseph Vigueras, Parte de por medio, con el mismo sueldo y
obligaciones que el antecedente.
“Vicente Tomasi, Primer Barba. Gana novecientos pesos con la
obligación de ejecutar además de los papeles que corresponden á di
cho destino, cualesquiera otros que se le manden, sean de la clase que
se fueren, en las cuatro comedias semanarias; pero en las supernu
merarias en que supla algún papel de Galán, se le ha de satisfacer lo
que corresponda á prorrata al sueldo que va asignado, y solamente en
cuanto á este papel, y nada por lo que respecte á los otros que haga :
y está obligado como los demás, en lo de mantener su ropa y devolver
papeles.
“ Mariano Rosuela, Vejete y Vejeta, con el agregado de hacer
partes de por medio según se le destine. Gana trescientos pesos por
comedias semanarias y supernumerarias, sin más gratificación que los
que se llaman gajes y adealas.
“ Mariano Caro, Guardarropa, con el agregado de repartir á to
dos los individuos de la Compañía de Cómicos los papeles que hayan
de estudiar. Gana cuatrocientos pesos, sin asignación alguna por co
medias supernumerarias ni otro motivo alguno, á excepción de que
se le destine á hacer algún papel que entonces se ha de pagar por se
parado. Es de su obligación habilitar las comedias, sainetes y demás
piezas, de aquellas menudencias que diariamente necesitan; tener
prontos los vestuarios que sirven para las funciones, siendo respon
sable de ellos; habilitar de luces y candilejas el teatro, por el precio
que tengan, según corra la postura del sebo, cuyo importe y el de los
demás gastos menudos se le ha de abonar.
“Sebastian de Guzman, Primer Sainetero. Gana seiscientos pesos
en las cuatro comedias semanarias, y si cantare alguna vez más, se le
han de pagar en cada ocasión cuatro pesos á más de los expresados
seiscientos. En ropa y papeles como los demás.
“Juan Puerto, Segundo Sainetero. Gana cuatrocientos pesos, sien
do de su obligación asistir á la Escoleta de música siempre que se
le mande, á las horas que se le señalaren, para aprender á cantar
lo que le enseñen; haciéndolo todas las noches ó las que se le asignen,
sea en las músicas de comedias, en seguidillas, sainetes, tonadillas,
ó arias, ó cualquiera otra cosa que se le mande y haya aprendido:
entendiéndose este sueldo por semanarias y supernumerarias.
“ Norberto Inzaurraga, Apuntador en el sitio que se le destine,
alternando con sus compañeros. Gana cuatrocientos setenta y cinco
pesos, pero si se le destinase á pie fijo al cajón del medio del tablado,
se le han de abonar veinticinco pesos más en las cuatro comedias se
manarias, porque si se hiciere alguna supernumeraria se le ha de abo
nar lo que corresponda á prorrata de dicho sueldo. Es de su obliga
ción apuntar todas las comedias, sainetes y demás piezas que se eje
cuten, y acudir á casa del Autor siempre que se lo prevenga, á repasar
las comedias y corregirlas de los defectos teatrales que tengan, cum
pliendo las demás órdenes que se le den respectivas á su ejercicio de
apuntador; y si quedaren en su poder algunas piezas las ha de devolver,
pagando las que faltaren.
“Miguel Alanis, Otro Apuntador con el mismo sueldo, pactos
y obligaciones que el antecedente.
“Joseph Guano, Tramoyista. Gana cuatrocientos cincuenta pesos,
y es de su obligación disponer las tramoyas y decoraciones teatrales
que requieran las comedias y demás funciones que se ejecuten, tra
bajando por sí en lo que es carpintería, dándosele para ello los oficia
les y materiales que sean necesarios.
“José de Fuentes, Cobrador y Alquilador de cuartos, por cuyo
encargo y demás que se le mande en servicio de la Casa, por la Di
rección del Teatro, gana doscientos noventa y cuatro pesos, con más
veinticuatro para ayuda á pagar la casa en que vive, inmediata al
Coliseo.
“José Zuñiga, tiene obligación de iluminar el Teatro dentro del
Tablado, arañas y candilejas; apagando todo después, y recogerlos
cabos y desperdicios del sebo que resulten, entregándolos al Guarda
rropa: pone y quita los carteles de la comedia; avisa entre día á los
cómicos cualquiera novedad que ocurra, ayudándole al mozo de Guar
darropa; limpia y asea diariamente, aunque no haya comedia, cuan
tos cuartos y sitios hay de la punta del Tablado adentro, y hace to
do lo demás que le prevenga el Autor, relativo al Teatro. Gana cin
cuenta pesos y se le da lugar en la faena de tirar de los bastidores
para que tenga esta ayuda de costa.
“Mateo Zeballos, Mozo de la Guardarropa. Es de su obliga
ción ayudar al Alumbrador en avisar á los Cómicos las novedades
que ocurran; hacer todo lo que para el servicio del Teatro le preven
gan el Autor y el Guardarropa; cuidar de tener abierta y aseada la
Escoleta, custodiando sus muebles y evitando todo escándalo. Gana
cincuenta pesos y casa en que vivir.
“Francisco Centeno, es de su obligación barrer diariamente,
aun cuando no haya comedia, todo el callejón desde la puerta del ves
tuario hasta la calle; el Mosquete, Patio, Dunetas, y todos los luga
res comunes exteriores é interiores, limpiando los vasos inmundos.
Gana seis pesos mensuales y se le da lugar en la corrida de bastidores.
“José María García y Vicente Enriquez, Acomodadores, el
primerode la Cazuela de Mujeres y el segundo de la de Hombres. Tie
nen obligación de limpiar diariamente, aun cuando no haya comedia,
las dos cazuelas y sus escaleras, sin echar la basura debajo de ellas;
acomodar á las gentes en sus asientos, con prohibición absoluta, so
pena de quince días de cárcel, de exigir dinero alguno por preferir
á nadie en los asientos, que sólo deben obtener los que lleguen pri
mero. Gana cada uno un peso semanario, siendo de su cargo además
poner las luces del zaguán y del común que está junto á las cazuelas,
en los días de comedia, tomándolas de la Guardarropa, y encendién
dolas luego que vaya á anochecer.
“José González, es de su obligación alumbrar los tránsitos de
los palcos; poner la iluminación general en los días que la hay; en
cender las luces de los cuartos del Excelentísimo Sr. Virrey; barrer
diariamente, aunque no haya comedia, los corredores de los tres pi
sos y todos sus palcos, sacando la basura á la calle. Proveer de todas
las sillas á aquellos; abre y cierra las puertas de la entrada de Su Exce
lencia; acomódalas gentes en los palcos que le necesiten; limpia los
faroles de los tránsitos cada ocho días, y avisa cuando estén rotos y
los cuartos que necesiten composición, lo mismo que los tránsitos: Ga
na ochenta y tres pesos.
“José Najera, Acomodador de las Bancas y Mosquete. Abre y
cierra sus puertas para la salida y entrada de las gentes, con prohi
bición absoluta, so pena de quince días de cárcel, de no pedir á per
sona alguna gratificación por preferencia de asiento, que no debe te
ner sino el que llegue primero. Es también de su cargo encender las
luces del callejón de la Luneta, del que sigue hasta el zaguán, y la
que se pone al cobrador de las Bancas, y por todo gana dos reales
semanarios.
“Bailarines.— Hombres— Gerónimo Marani, es de su obliga
ción dirigir y poner todos los bailesque se ejecuten en el Teatro, po
niendo ocho nuevos grandes, en la temporada, y los demás que sean
necesarios pequeños, conocidos por el nombre de Bailetes, Tercetos,
Quintetos, Misceláneas, ú otros, con los cuales y la repetición que ha
ya de los que estén ejecutados, se completen los necesarios para los
Domingos y Jueves de cada Semana, en que regularmente hade ha
ber Bailes, suprimiéndose los de los Jueves siempre que haya día
de fiesta de intermedio; pero siempre los debe haber en todos los de
esta clase. Es también de su obligación disponer las decoraciones
para todos los bailes y dar la música de ellos, cuyas copias se han de
costear por el Asentista. Gana cuatro mil pesos para sí, su mujer y
los dos hijos, estando todos cuatro obligados á bailar siempre que se
les mande.
“José Morali, Segundo bailarín. Gana un mil pesos.
“José Ibarra, Bailarín en el lugar que se le señale. Gana cuatro
cientos cincuenta pesos.
‘ ‘Juan Marani, hijo de Gerónimo; está comprendido con su padre.
“José Pinto, Bailarín en el lugar que se le señale. Gana tres
cientos setenta y cinco pesos.
“José María Morales, (alias AZBicho') Bailarín en laclase que
se le señale. Gana seis pesos por cada baile de aquellos en que en
trare, y además cincuenta al año por los de la tierra.
B. H. T.—T. I.—7
“Juan José Zendejas, Bailarín en la clase de figurante; gana
dospesos en cada baile de los que entrare.
“Joaquín Rivera, Bailarín como el anterior.
“Juan Moreno, Bailarín en la clase de figurante; está compren
dido cuando se trató de los cómicos, cuyo papel ejerce también.
Mujeres.—Teresa Marani, está comprendida con su marido.
“Juana Marani, está comprendida con su padre.
“María Pinto, bailarina en la clase que se le señale. Gana cua
trocientos cincuenta pesos.
“Rosa Arcilles, como la antecedente. Gana cuatrocientos vein
ticinco pesos:
“Gertrudis Araona, como la antecedente. Gana trescientos se
tenta y cinco pesos.
“María Arcilles, como la antecedente y el mismo sueldo.
“María Antonia CoroncieR. Gana cuatrocientos cincuentapesos.
“ María Zendejas. Gana trescientos setenta y cinco pesos.
‘ ‘ María Josefa Pacheco. Gana tres pesos en cada baile de aque
llos en que entrare.
' ‘Todos los expresados bailarines están obligados á bailar en cuantas
ocasiones se les mande, ya sean Bailes completos en que entren todos,
ó en los que no se compongan más que de cierto número, porque de
cualquiera suerte que se hagan, sean pocos ó muchos, nuevos ó repe
tidos, ó piezas sueltas, han de salir á bailar todos ó cualquiera que sea
señalado para ello, dándoseles solamente los vestuarios que haya sido
práctica, y poniendo ellos el medio vestuario.
“Pedro Eeroy (en otros documentos se le apellida Rerrua y ba
rrité). Peluquero del Teatro. Está ajustado á razón de seis pesos men
suales por cada Mujer y tres pesos por cada Hombre de los que peina
re ; siendo de cuenta de la Empresa solamente el exceso que haya en
lo anteriormente pagado, que era ochenta y seis pesos y seis reales y lo
ahora convenido que es ciento treinta y ocho.— ( Este ajuste va por vía
de experiencia respecto á dudar Monsieur Leroy que pueda tenerle cuen
ta, y así sólo se obliga á cumplirlo por tiempo de tres meses, poniendo
de su cuenta sebo y polvos, y con la calidad de que si les vendiese de
su Tienda algunos adornos para la cabeza de las mujeres ó algu
nos otros efectos á los hombres, lo deberá hacer á dinero en mano,
porque si fuere fiado debe estar en la inteligencia de que no podrá
repetir su valor del semanario que cada individuo tiene señalado, por
necesitarlo precisamente para comer).
“Músicos.—Instrumentos de cuerda.— Manuel Delgado, primer
violín; con la obligación de enseñar cada cuatro semanas dos pie
zas, comprendidas en éstas las de Teatro, por su turno. Gana quinien
tos noventa y siete pesos y cien más á sus hijos José y Francisco Delga
do, para que le ayuden.
5i
“José Manuel Aldana, segundo violín, con las mismas obliga
ciones que el antecedente, más la de suplir al primero; gana quinien
tos cuarenta y cuatro pesos.
“Juan María Campuzano, refuerzo del primer violín con las
mismas obligaciones que los dos antecedentes, más la de asistir á los
ensayos diarios de Baile y suplir al primer violín en caso de necesi
dad ; gana quinientos noventa y cuatro pesos.
“Francisco María Campuzano, refuerzo del segundo violín con
la obligación de asistir á los ensayos diarios de los bailarines y de su
plir al primer violín en caso de necesidad; gana trescientos treinta y
dos pesos.
“Ignacio Cabrera, con el encargo de Maestro de Cantar, y de
enseñar cada cuatro semanas dos piezas, comprendidas en éstas las
de Teatro, por su turno; repasar la música á los cantores que la tie
nen ya sabida; apuntar en el Cajón del Teatro {la concha'), las letras
á los cantores y cantoras, y en las Músicas corrientes de las mismas
comedias; instruir á los que deben cantarlas para que no se separen
de la Orquesta; gana quinientos diesel ocho pesos.
“José Alva, Tercer violín, con la obligación de asistir á los Bai
les para ensayarlos en defecto de los destinados, empleándosele, ade
más, en cuanto accidentalmente ocurra; gana doscientos noventa pesos.
“Nicolás Mora, cnarto violín, con el encargo de primera viola
y suplir de trompa y clarín; gana doscientos noventa pesos.
“ Mariano Flores, cuarto violín, con el encargo de segunda viola
y suplir de oboe y flauta; gana doscientos setenta y nueve pesos.
“Miguel Galvez, violón, con la obligación de enseñar á cantar
cada cuatro semanas dos piezas, reparar la música ya usada en el Co
liseo, y en caso preciso suplir en el contrabajo; gana quinientos vein
tiocho pesos.
“JOSE Irala, contrabajo, con la obligación de coordinar los pa
peles que cada noche han de servir; gana trescientos un pesos.
“José Mariano Ortega, agregado á la Orquesta para tocar el
violín cuando se le mande, con la obligación de visitar á los músicos
para reunirlos; gana cien pesos.
"Nota. Se convienen por los salarios arriba asignados á las obliga
ciones del Coliseo, esto es, á las cinco comedias de cada semana y á
cuantos bailes se ejecuten.—Los cinco Maestros1 Manuel Delgado,
José Manuel Aldana, Juan María Campuzano, Ignacio Cabrera y Mi
guel Gálvez, piden se les asigne hora para la Escoleta y ensayos, que
sean de las que no interrumpan su asistencia á las funciones que tie
nen accidentales de Iglesia y en la calle, y en la instrucción de todos
los cantores y cantoras se obligan al mayor desempeño.
‘ ‘ Para que ninguno de los Músicos falte á las obligaciones en que
se han constituido, se imponen unánimes las penas siguientes: El
qtie faltare á la Escoleta, ensayos y Orquesta, por la primera vez, un
peso; por la segunda dos; por la tercera tres, y por la cuarta el sala
rio de una semana. De esto se hará un fondo para pagar músicos que
suplan sus faltas, y lo sobrante se repartirá entre los que nunca las
hagan, quedando á la voluntad de la Dirección del Teatro separar de
la Orquesta á los incorregibles.
“ Si alguno cayere enfermo se le considerará y abonará el salario
de diez días, todo completo; y si pasase de dicho término sólo cobrará
la mitad, quedando la otra á favor del fondo para pagar al que lo
reemplace.
“Considerando lo que el Exmo. Sr. Virrey se ha interesado en los
aumentos de estos individuos, cuyo beneficio resulta en los patricios
de este Reino, así en que se hagan hábiles en su arte, como en pro
porcionarles caudal de papeles de Música, suplican rendidamente á
Su Excelencia que en prueba de su agradecimiento les admita el obse
quio de que, cuando lo hubiere por conveniente, vayan á Palacio á
ensayar los papeles de Música para su mayor acierto.
“Ultimamente se convienen todos á estar subordinados á la Di
rección del Teatro, y en lo que pertenece á la instrucción de su mi
nisterio, al primer violín Manuel Delgado y á Juan María Campu-
zano, á aquél en cuanto á conciertos, oberturas, acompañamiento de
arias, etc., y á éste por lo que toca á Bailes, tonadillas, seguidi
llas, etc., siguiendo las mismas reglas en la Escoleta, Ensayos y Or
questa.
Instrumentos de viento.—Düis BüSArd, primer clarinete, y en caso
preciso, servir de segunda flauta ó segundo octavino; gana doscien
tos pesos.
“Ruis Anselinch, segundo clarinete, con el encargo de suplir
en la flauta en caso preciso; gana ciento ochenta pesos.
“Francisco Chedomes, primera trompa; gana ciento ochenta pesos.
“Ruis SegüEn, segunda trompa, con el encargo de suplir al pri
mer clarinete en caso necesario; gana ciento ochenta pesos.
“Pablo Busench, primera flauta, con el encargo de suplir de ba
jón ó primer octavino en caso preciso; gana doscientos pesos.
“Luis Degresó, segunda flauta, con el encargo de suplir de se
gunda trompa, bajo, octavino ó tocar el clarín en caso necesario; gana
dentó ochenta pesos.
“Aumentos para el mejor servicio del Teatro. Francisco Rubio,
gracioso de la Compañía de Cómicos, que gana setecientos pesos, con
más lo que á este respecto le corresponda en las comedias supernu
merarias que hiciere. ( No se le descontará por ahora lo que se suplió
á su familia durante el tiempo de su enfermedad en el Hospital del Es
píritu Santo, y sin que tampoco sirva de óbice el que se halle enfermo
de gravedad y que por lo mismo se haya traído en su lugar al Gra
cioso de Puebla, cuyo sueldo se arreglará después, con presencia de
su habilidad y de lo que se adapte al público).
“Bernardo Daza, Portero del Vestuario, para que durante la re
presentación abra y cierre la puerta, cuidando de que sólo entren los
Actores y demás necesarios á la representación: gana cincuenta pe
sos, en toda la temporada.
“Antonio Atamoros, Segundo Barba, supliendo también las au
sencias y enfermedades del primero, y haciendo cualquiera otro pa
pel que se le reparta en las Pitipiezas y comedias en prosa, á mane
ra de la del Hipocóndrico y otras de su clase; usando la ropa del Tea
tro que da la casa, ó trayéndola de la suya, pero sin gaje alguno:
volverá dos semanas antes de concluirse la temporada todos los pa
peles que tenga, pagando los que falten. Sueldo, cuatrocientos cin
cuenta pesos, con comedia supernumeraria á este respecto.
“JOSE Alvarez Gato, Parte de por medio con trescientos pesos
y comedia supernumeraria; ha de cantar y hacer cualquiera papel
que se le mande, pagándosele aparte dos pesos en cualquiera ocasión
que lo ejecute.
“ Felipa Mercado (aliasLa Gata}, mujer del antecedente: ha de
cantar diariamente una ó más veces, según se le mande; no ha de
representar versos, y se le ha de escoger la música según su carácter.
Gana un mil cien pesos, y comedia supernumeraria á este respecto.
“Nicolás Belmonte, Entonador de voces y Director de acciona
do en las partes de cantado, gana seiscientos pesos.
“ Miguel Meneses, Apuntador tercero, gana trescientos sesenta y
seis pesos, con supernumeraria á este respecto de sueldo.
“Esta razón de Cómicos, Bailarines y Orquesta, está formada en 21
de Abril de 1786, por D. Francisco de Paula Sarmiento Fuentes,
Administrador General interino de la Sociedad de Señores Suscrito-
res que por su cuenta había tomado el Teatro Cómico de la Capital
por quiebra del Asentista D. Manuel Eozano, todo ello durante el Go
bierno del Exmo. Sr. Virrey D. Bernardo de Gálvez, Conde de Gálvez. ’ ’
CAPÍTULO VI
1786
Dicho ya cómo estaban organizadas las Compañías del Coliseo de
la Capital en la época del Virrey Conde de Gálvez, que tanto hizo
en favor del mayor lucimiento de sus espectáculos, demos ahora una
noticia de las disposiciones entonces vigentes, relativas á ellos.
En una Real Cédula de 12 de Mayo de 1703, se mandó que la Ad
ministración del Teatro de las Comedias corriese al cuidado del Ma
yordomo del Hospital Real de Naturales, orden que fué confirmada
en el capítulo cuarto de la Real Cédula de 31 de Diciembre de 1741,
llamada de Providencia por’las muchas que contiene, disponiéndose
al efecto que el dicho Mayordomo entendiese en la formación de la
compañía de representantes, pues que era Soberana voluntad que el
tal sujeto tuviese la libre disposición del referido Teatro y pudiese
nombrar autor de su satisfacción. En 1759 otra Real Cédula mandó
corriese el Teatro por arrendamiento, sin embargo de estar dispuesto
lo contrario, en atención á los perjuicios que se acreditaron de estarse
administrando por el Hospital Real de Naturales. En consecuencia,
el Virrey quedó facultado para presidir los actos de remate del Tea
tro, el modo de formar la Compañía, ajustar actores y reemplazar los
que faltaren. Dicho remate se hacía con la mayor solemnidad, y para
él se fijaban rotulones en la puerta de la pieza destinada en el Pala
cio á las Reales Almonedas, en los corredores del Palacio, en la es
quina del puente de éste, en las dos del Portal de Mercaderes y en
la puerta del Coliseo. Con sus correspondientes intervalos hacíanse
treinta pregones por el pregonero de la Ciudad, y el remate había de
ser presenciado por el Fiscal de lo Civil, por el Mayordomo del Hos
pital y por el anterior arrendatario.
La Real Cédula en que S. M. se sirvió aprobar el Reglamento ú
Ordenanzas de Teatro, formado ó dispuestas en 11 de Abril de 1786
por el Conde de Gálvez, contiene, entre otras, que en obsequio de la
brevedad debo suprimir, las siguientes disposiciones:
“Manda el Rey, que componer las diferencias de los cómicos,
conocer de sus causas por razón de su oficio, señalar la hora, cuidar
de que las diversiones sean honestas, con lo demás anexo y depen
diente, corresponde al Superior Gobierno de su Virrey. Concurrirán
por turno semanario, á ejemplo de Madrid, los Alcaldes del Crimen,
á efecto de hacer observar con prontitud el buen orden, quietud y so
siego públicos, fungiendo de Juez de Teatro el Corregidor y Alcaldes
ordinarios.
“ Para salir al encuentro á los inconvenientes que se siguen de que
la función termine á deshoras de la noche, se comience por punto ge
neral en esta Capital un cuarto de hora después dé la Oración.
“Al extremo del Tablado y por su frente en toda la latitud, se
ponga una tabla de altura de una tercia, á fin de embarazar por este
medio que se registren los pies de las actoras al tiempo que están re
presentando.
“Que diariamente se aseen el Patio, Mosquete, Palcos, Corredo
res, entradas, y demás partes del Teatro, para evitar la indecencia
que en otras veces se advertía.
“Que los mozos que venden agua y dulces lo hagan sin gritar, y
sólo en los intermedios de la representación, y sin pasar de los extre
mos de las bancas.
‘ ‘ Sin que se suprima el festivo desahogo y comedida libertad con que
el público suele manifestar su complacencia por el acierto con que se
ejecuta alguna pieza, deberá estar entendido que no se le permitirá
estrépito ni alboroto alguno con que se hagan molestos,, tolerándose
solamente el que palmeteen á los Actores ó Actoras, luego que ha
yan concluido su relación ú otro pasaje que merezca la satisfacción y
aplauso del todo ó parte del espectáculo, al que con sólo el silencio,
y no de otro modo, le será lícito manifestar lo contrario, pues no es
correspondiente á la decencia del público el abochornar á quien hace
lo que puede y sabe, con deseo de agradar y con esperanza de discul
pa; y al que se atreva á turbar el espectáculo con voces descompues
tas ó mofando á alguno de los dichos Actores, se le pondrá en la cárcel
por ocho días no siendo persona distinguida, y si lo fuere será condu
cida á presencia del Gobierno para prevenirse lo que corresponda.
“ Al público que ocupe los sitios inmediatos al Tablado, se le orde
na excusar las invectivas con que se ha solido insultar á los actores.
“Se permiten las demostraciones que con el nombre (légalas acos
tumbra el público á hacer á los Actores, con el objeto de que este
aliciente les estimule al más exacto cumplimiento de sus obligacio
nes, pero deberán hacerse moderadas y prudentes, sin profusión y sin
prodigalidad, pues de experimentarse lo contrarióse prohibirán en
teramente.
“ Comenzada la representación nadie tendrá puesto el sombrero, y
nadie tampoco permanecerá embozado.
“Ala cazuela de mujeres no se permitirá subir áningún hombre,
ni á la de hombres pasarán mujeres.
‘1 Habrá un escribano, con sueldo de doscientos pesos, para que ac
túe en todos los negocios civiles y criminales, y para asistir diaria
mente al Teatro; para notificar por escrito ó de palabra cualesquiera
mandatos del Juez ó Jueces, ya se dirijan contra los concurrentes ya
contra los cómicos.
“ Para el buen orden del Teatro se pondrán las quince , centinelas
siguientes: Una en el Puente para que no se permita pararse coche
alguno, sino que anden á una parte ú otra, dejando el paso franco:
Una á las puertas del Teatro para que luego que se desocupen los
coches sigan á su destino, y cuidar de que en las inmediaciones de
su puesto no pare ningún coche, y avisar si pasa Su Majestad y cual
quiera otra novedad que ocurra : Dos en las dos puertas que venden
billetes para las cazuelas: Una en los vendedores de billetes de Bancas
y Mosquete: Una en el descanso de la escalera principal, en el puesto
de la venta de billetes para primero, segundo y tercer piso: Una en
el recibidor de billetes de primero y segundo piso: Una para el de
tercer piso: Una en cada Cazuela para la quietud: Dos en el Mosquete
para la quietud: Una en la puerta del Vestuario: Dos á los lados de
los bastidores: Una en la escalera por donde sube S. E.: Una en la
esquina de la calle de San Francisco,
“Los señores Oficiales, Sargentos, Cabos y Soldados de la Guardia
que asiste al Teatro de la Capital y se reparte como queda dicho,
cumplirán las siguientes órdenes que aclaran lo anterior: La Centi
nela que se pone y debe continuar en el Puente que llaman del Colegio,
tiene por objeto y debe cuidar de que no pare coche alguno en el
mismo Puente si no son los de Palacio, que éstos deben quedar al pie
del citado Puente, de cara á la calle Principal del Teatro y puestos
de suerte que no incomoden el paso á los que vayan y vengan. Ha
de cuidar también que en la calle que está al costado y llaman de la
Acequia, no haya coche alguno en toda ella, sea de quien fuere y sin
excepción alguna. — A la hora de salir de la comedia vendrán los co
ches desde el rumbo del citado Puente del Colegio y no de otro alguno
del Coliseo, pero en habiéndolos tomado sus dueños podrán dirigirse
por el lado que quieran, y á efecto de hacer observar el buen orden
y evitar confusiones, permanecerá la Centinela en el mismo Puente,
hasta el retiro de todos los coches.—Esta Centinela no permitirá en
las inmediaciones de su puesto gente alguna detenida, sea quien fuere.
• — No se golpeará en ningún caso á las muías de los coches, ni á los
cocheros; y si éstos no quisieren obedecer lo que se les mande, se
asegurarán en la cárcel, dando cuenta á los Directores del Teatro para
su correspondiente castigo. —-La Centinela que se pone y ha de con
tinuar en las puertas del Teatro, ha de cuidar de que luego que los
coches que conducen á sus dueños se apeen de en él, dejen desocupada
la calle, marchándose al destino que les corresponda, pudiendo hacerlo
por cualesquiera de los rumbos, sin que para este fin impida dicha
Centinela que los expresados coches tomen vuelta en la calle principal
del Coliseo, cuidando, si, que esté desocupada.—La Centinela que
está á las puertas del Teatro no permitirá una considerable detención
á los coches que vayan llegando para recibir á sus dueños, pero sí
una prudente espera para que los criados tengan lugar de avisar á
sus amos:. cuidará de que en viendo ya la hora de la conclusión del
Sainete no cruce coche alguno que venga del rumbo de la calle de
San Francisco al Puente del Colegio, pero antes de esa hora no se
impedirá el que transite cualquiera que le acomode, bien venga con
gente ó vacío, ni tampoco se impedirá que los vecinos de la calle que
tienen coches los saquen siempre que quieran, pero de modo que no
impidan el paso. Tampoco esta Centinela golpeará á las muías de los
coches, ni á los cocheros.—Dentro del Portal del Teatro debe sub
sistir otra Centinela con el objeto de auxiliar á los vendedores de
billetes de las dos Cazuelas, siempre que lo pidan, evitando todo al
boroto y desorden, y no permitiendo gente alguna detenida ni al en
trar ni al salir, más tiempo del preciso para transferirse á la calle.”
Bien necesitaba aquel público, sin duda un tanto incivil, de esas
detalladas providencias. Gobernando por muerte del Conde de Gálvez
la Real Audiencia, hubo de fijarse en las puertas del Teatro el si
guiente cartel: ‘1 Habiendo acreditado la experiencia en los años an
teriores el desorden con que algunos concurrentes al Teatro han pro
cedido en los días de Carnaval, tirando con inconsideración á los
Palcos y al Tablado, grande porción de anises gruesos, almendras
cubiertas y otras piezas de igual tamaño; usando varios de la impru
dencia de tirar también cebada, alverjones y otras semillas, y aun á
veces piedras pequeñas, con cuyos hechos no sólo incomodan á los
demás concurrentes que los sufren, sino que les manchan la ropa,
lastiman y se turba el espectáculo por el desconcierto en que ponen
á los Actores y Actoras; se manda por la Real Audiencia Goberna
dora que ninguna persona use de los referidos medios en los expre
sados días de Carnaval, permitiéndose que puedan divertirse tirando
anises menudos de los que suelen llamar grajea ó mostacilla, y esto
con moderación, baj o el concepto de que se han dado las órdenes con
venientes á la Tropa y á los Ministros de Justicia, para que sin ex
cepción de persona alguna aseguren en el acto á cualquiera contra
ventor y se le ponga en arresto, contra quien se procederá conforme
haya lugar y las circunstancias del caso lo exijan : y para que llegue á
noticia de todos, se hace saber al público por medio de este Cartel.”
En otro género de disposiciones son muy curiosas las que paso á
extractar referentes á los ensayos de cantarínas y músicas. “A los
maestros de Escoleta no se les dará menos del término de quince días
para poner á las cantarínas los cuatros (cuartetos), por ser difícil y
prolijo encajar cuatro voces á la memoria de quienes no tienen talento
para discernir lo que en esto hacen; y aun para las arias y piezas sueltas
hágase lo mismo, por cuidar de que las cantarínas no se enronquezcan
como ha sucedido y hay de ello experiencia.
‘ * Es conveniente que los ensayos que habían de ser en Domingo
y otros días de fiesta, sean en la víspera, porque en ningún tiempo
se ha dado el caso de que en ellos se cumpla con dicho ensayo como
se debe, porque, con el pretexto de oir misa, ó no vienen ó vienen
con precisiones, y por fin el ensayo se queda en conversación.
“Habiéndose presenciado el sumo trabajo y demasiadas mohínas
que le cuesta al maestro Cabrera convenirse con las cantoras en se
ñalar las piezas que se han de ejecutar la noche de la representación,
porque todas por lo general ó no quieren cantar, ó cantan seguidillas
que es lo más corto y de menos trabajo para ellas, se les establecerá
una regla fija, como el medio para abolir los muchos chiqueos con
que todas se portan en esta materia. ”
B. H. T.—T. I.—8
Pero silos abusos ó los desórdenes en todos los ramos eran muchos,
nunca se consintieron de buen grado por aquellas celosas autorida
des, y ciertamente sería interminable la simple lista de las mil dispo
siciones que para remediarlo se dictaban. Sobre cualquier cosa se for
maba un voluminoso expediente, y por curioso voy á poner aquí el
relativo al alumbrado del Vestuario ó Foro del Coliseo.
Empieza él con una nota que textualmente dice: ‘ ‘ Explicación de
la manteca que se gasta en la iluminación del Teatro.—Eos cajonci-
llos que tienen una tercia de largo, seis dedos de ancho y cuatro de
alto, les cabe dos libras y cuarto de manteca, que á dos reales libra,
y medio de mecha, son cinco reales. El rezago que de esta cantidad
queda, que es corto, se reemplaza con manteca buena, y la que que
da para el otro día baja de ley, y al tercero ya no sirve. En las come
dias que tienen bailes, se carga la manteca, que llega á dos libras y
media, y por consiguiente se aumentan mechas y se ponen con man
teca nueva. Eos rezagos de unos y otros sobrantes quedan al otro día
inservibles.—En los bailes se aumentan las docenas de cazuelas que
pide el maestro de ellos, y éstas se pagan á tres reales docena y le co
rresponden á un real en cada dos cazuelas, viniendo á importar la do
cena seis reales; agréguensele las mechas, la tira de hoja de lata y
las cazuelas que se pierden y derraman, el valor de las que se com
pran al locero á medio real.
‘1 El peso de manteca que tiene cada morterete ó cazoleta de luz
que sirven para los bailes, es de tres onzas. Eas candilejas que se usa
ban antes en lugar de las que ahora (1786), se han puesto de hoja de
lata, eran también cazoletas, con la diferencia que las de los bailes
como que sólo servían para ellos llevaban tres onzas, y las de come
dias cuatro y media onzas.”
Vista esta razón por el Sr. Contador D. Silvestre Díaz de la Vega
tuvo á bien resolver: ‘' Dígase á Mariano Rosuela encargado de la
iluminación del Coliseo que seguirá en este encargo si se acomoda á
que se le pague por los cajoncillos de hoja lata, tres pesos un real en
lugar de seis pesos siete reales que se han estado satisfaciendo hasta
ahora.” A esto respondió Mariano Rosuela: “La precisa obligación
en que me he constituido de pagar la manteca que tengo en mi casa,
fiada de una tocinería bajo de un fiador, me hace admitir dar la ilu
minación de los once cajoncillos de hoja de lata al precio de tres pe
sos y un real, y por cada cazoleta de los bailes, medio real, resultan
do cada docena á seis reales: Siendo esta admisión en la inteligencia
de que no suba el precio de la manteca, como se teme de la calami
dad del tiempo.”
La propuesta pasó á informe de Mariano Cano, Guardarropa del
Teatro, á quien se preguntó “si era justo, sin daño de tercero, el
precio de las diez candilejas ó cajoncillos de hoja de lata, con cinco
torcidas ó mechas cada uno, en tres pesos un real cada noche, y el de
seis reales por docena de morteretes para los bailes.” Informó
Cano: ‘ ‘ He observado que aun estando en el precio de tres pesos un
real, las candilejas dejan utilidad, aunque muy corta, siempre que no
suba el precio de la manteca. En lo que toca á los morteretes paga
dos á seis reales, es donde se ha conocido lo que deja más ganancia;
pero como este renglón no es cuotidiano se hace tolerable. Y aunque
consta de mi contrata que yo soy quien debe tener el beneficio de dar
la iluminación, he considerado que el pobre que la tiene ha fundado
su remedio en este oficio, y por lo tanto no quiero hacerle daño en
que se me dé; y espero de la piedad de Vuestra Merced le haga la ca
ridad de dejárselas á dicho Mariano Rosuela, que á mí, Dios me so
correrá, según mi modo de pensar en este asunto, y el pobre recibe
en esto el mayor beneficio. ’ ’ De una, nota de gastos que tengo á la
vista parece ser que este gasto de manteca para candilejas y cazole
tas importaba anualmente seiscientos cuarenta y ocho pesos; el alum
brado general del Coliseo, mil pesos; el particular del palco y esca
lera del Virrey, ciento treinta y siete pesos cuatro reales; y las ha
chas de viento para la Guardia, veinte pesos: por un artículo del re
glamento de policía del Teatro, éstas hachas no debían encenderse
de puertas adentro de la Casa de Comedias, para evitar el riesgo de
un incendio.
Y pues he vuelto á referirme á reglamentos, añadiré á lo ya dicho
anteriormente, que á fines de 1786 publicóse otro Cartel en que se hi
cieron las siguientes prevenciones: “Que en las Bancas, Palcos, Ca
zuelas y Mosquete que se alquilan por asientos no haya preferencia,
sino que se tomen por los primeros que lleguen, sin que sirva de pre
texto que el Acomodador diga estar ya tomados; pero las Bancas de
la Duneta, como uno de los sitios más distinguidos y señalados, de
ben estar ocupadas por las personas que concurran con traje más
decente, por decoro de las mismas personas y por el debido al público.
‘1 Que los concurrentes no podrán pedir con imprudencia la repeti
ción de Bailes, Tonadillas ú otras piezas, ó que salga algún Actor á
ejecutar alguna de estas habilidades, pero bien se permitirá el que las
pidan con tal que lo hagan con la moderación debida, y estando en
tendidos de que si por algún justo motivo no se les concediere, no
se ha de instar á ello.
‘ ‘ Que siendo tan general el uso del tabaco en humo en esta Capital,
no es fácil impedirlo en el Coliseo, pero que sí debe prohibirse el que
los concurrentes arrojen desde la Cazuela y Palcos, yesca encendida
y cabos de cigarros al Patio, sucediendo no pocas veces que se que
men los vestidos y capas de las personas que ocupan los Palcos más
bajos, Bancas y Mosquete; debiéndose prohibir igualmente el que
escupan al Patio, tiren cáscaras de fruta, cabos de velas, y otras co
sas con que incomodan al concurso, manchan la ropa y suscitan al
gunas riñas. ’ ’
Estas muestras de mala educación y grosería fueron muy comunes
y difíciles de extirpar, pues poseo un ejemplar de un bando fechado
en Abril de 1794, en que se reproducen letra á letra las citadas dis
posiciones para su remedio.
La revista y estudio de las ordenanzas y reglamentos de Teatros
de la Capital, hízome descubrir cuán antiguas deben de ser en Mé
xico las representaciones hechas por títeres que á tanta perfección
han llegado aquí. En 18 de Noviembre de 1786, D. Silvestre Díaz
de la Vega, como Juez de Hospitales y Teatro que era, ordenó al Es
cribano del mismo Teatro, D. Mariano de Zepeda, lo siguiente:
“ Habiéndose entendido que varios de los individuos de ambos sexos
de la Compañía de Cómicos y de la de Bailarines del Teatro de esta
Capital y otros dependientes de él, así en las noches en que no repre
sentan como en las que lo ejecutan, después de concluido se van á tra
bajar en el ejercicio de representaciones de Muñecos á las casas don
de hay Compañías de ellos, de que resulta que trasnochándose hasta
deshoras de la noche, no tienen al día siguiente tiempo para estudiar
sus papeles á cuyo desempeño están obligados, á que se agrega que
por el desorden y embriaguez con que se tiene entendido proceden,
acontecen enfermedades ó indisposiciones que les impiden la asisten
cia al Teatro, en grave perjuicio de los intereses de éste y también
del público por lo mal servido que se halla; para remedio de todo se
da comisión en forma al Escribano D. Mariano de Zepeda, para que
con la precaución y cautela conveniente, pase á las casas en donde se
ejecutan las representaciones de comedias de Muñecos, y encontran
do en ellas algún cómico ó cómica, cantarín ó cantarína, ó bailarín ó
bailarina, los ponga desde luego en la Cárcel á disposición de la Di
rección del Teatro, sin exceptuar á persona alguna, y procederá igual
mente á asegurar cuanto baste, el tiempo de la concurrencia á estas
casas de las tales personas dependientes del Teatro, y también la li
cencia del Superior Gobierno con que se estén haciendo semejantes
representaciones de Muñecos, y en el caso de que no haya alguna
procederá contra los representantes de estas figuras, según y como en
semejantes ocasiones se acostumbra por el Juzgado de Teatro, amo
nestando á los que tengan dicha Superior licencia, para que no vuel
van á admitir en sus compañías á ninguno de los dependientes del
Teatro, apercibidos de que de lo contrario se procederá contra ellos,
y fecho todo, dará prontamente cuenta. ”
Cumplió Zepeda como era de esperarse, haciendo parecer ante él
á los dueños de empresas de muñecos: fué el primero ‘ ‘ un hombre
que expresó llamarse Francisco Javier Alcántara, ser español origi
nario de Puebla, y desde pequeño avecindado en esta Ciudad, soltero,
6i
de treinta y cinco años, que hoy vive en la calle de Venero pasada la
Vinatería y Alcantarilla, al cual, para que declare, le recibí Jura
mento que hizo por Dios Nuestro Señor y la Santa Cruz, so cuyo
cargo ofreció decir verdad en lo que fuere preguntado: y siéndolo so
bre qué oficio ó ejercicio tiene para su subsistencia, Dijo: Que en el
día la consigue del muy corto sobrante que le rinde la representación
de una Compañía de Muñecos en hacer comedias, con licencia que
para ello consiguió del Exmo. Sr. Virrey, que al efecto demuestra: y
yo, el Escribano, doy fe haberla visto, leído y devuéltosela, que es dada
en esta Ciudad en 15 de Diciembre del año próximo pasado de ochenta
y cinco, con las calidades de que haya de comenzarse la comedia pre
cisamente á la Oración de la noche y acabar á las diez, que no haya
desórdenes en comidas y bebidas, manteniendo bien iluminado el lu
gar en que se ejecute, y con la debida separación de personas de am
bos sexos que concurran, y que el Alcalde de barrio á quien toque,
cuide del cumplimiento: la que le devolví con la prevención de que
cumpla puntualmente con ella, y que no consienta la concurrencia de
los cómicos y cómicas del Coliseo de esta Corte; de que entendido,
expresó que no asisten en su casa ninguno de ellos, pues en donde
lo hacen es en otra igual Compañía que se halla en una casa del Por
tal de Tejada, cuyo dueño ó Autor se apellida Estrada.”
Compareció la segunda “una mujer que expresó llamarse Francis
ca Tomasa Montoya y Cadena, ser castiza, doncella, originaria de la
ciudad de Puebla, y vecina de ésta ha el tiempo de diez y ocho años,
y que cuenta cuarenta y ocho de edad, y que hoy vive en el Puente
Colorado, casa que llaman de las Comedias. ” Recibido el Juramento
y preguntada, “ Dijo: Que con el motivo de sus enfermedades y can
sada edad, después de haber sido Cómica en este Coliseo, en el de
Puebla y en el de Veracruz, está reducida en el día á un muy corto
estipendio que le queda con hacer comedias de Muñecos en dicha
Casa, las que ejecuta desde el día 13 de Mayo de este año, en que el
Exmo. Sr. Virrey le dió para ello licencia, que yo, Escribano, doy fe
haber visto, por la que se le concede con la condición de no poder
verificar la representación, si no es en los Barrios de esta Ciudad, y no
en el Centro.” En lo demás, la declaración de la Montoyafué como
la de Alcántara, é iguales también las prevenciones del Escribano.
‘ ‘ Resultando por las dos anteriores declaraciones que en la calle
del Portal de Tejada había representación de Comedias de Muñecos
en la casa esquina que hace á dicha calle y callejón de la Polilla,
arriba de la Vinatería, pasé la tarde del día de hoy (24 de Noviem
bre), á ella, y habiendo entrado á susala y visto el Teatro de la re
presentación, le pregunté por el dueño de ella á una mujer que allí
estaba, la que me expresó ser vecina de la casa, y que el Autor se
hallaba enfermo de Tabardillo, pero que éste podría contestar res-
Ó2
pecto de estar aliviado; y con efecto, habiendo pasado á la última
pieza interior, encontré á un hombre en cama, rodeado de un petate,
al parecer enfermo, el que preguntado por su nombre, generales, y
demás concerniente á esta averiguación, expresó llamarse José Es
trada, ser español, casado con Agustina Morales, de oficio estirador
de oro, de veinticinco años de edad: Que es cierto ser dueño de
la representación de las comedias, las que ha hecho por ver si bus
caba algo más de lo que adquiere con su trabajo, porque en ellas hace
el papel de primer galán ; Que el Teatro y Muñecos con que la veri
fica son propios de D. Felipe Manjarrés á quien se los tiene arrenda
dos en ocho pesos cada mes, bajo la fianza que le dió con D. José
Ponce de Peón; Que los que le ayudan á dicha representación son
Francisco Coca, que hace el segundo galán, el tercero José Cano, el
barba lo hacen José Romero y Mariano Zanca, y el de gracioso Ma
teo Cevallos; la primera dama Ana la Zanca, la segunda Ana Gar
cía; dos criadas, que son las cantarinas, la una María y la otra Pepa:
Que es cierto que Francisco Carreflo, Miguel Alanís, Teresa Acosta
y José Viguera, alias el Maestrito, han hecho para diversión tres ó
cuatro papeles, sin estipendio alguno, pues sólo Alanís ha tomado
una tal cual noche una galita: y preguntado con qué licencia hacía las
comedias, respondió no tener alguna, y que esta era la causa porque
consentía que los referidos Carreño y demás hiciesen algunas veces
los papeles, creído de que por medio de éstos no se le seguiría per
juicio alguno; en cuya vista le intimé me entregase los Muñecos con
que hacía la representación, lo que ejecutó entregándome doce Mu
ñecos, los mismos que puse en poder del Señor Contador, é igual
mente le apercibí no reincida otra vez en hacer iguales comedias.”
Por último, en primero de Diciembre el Escribano Zepeda terminó
su comisión haciendo comparecer ante él á 11 una mujer que expresó
llamarse María Petra Aguilar, ser española, casada con José Melén-
dez, y mayor de treinta y cinco años, originaria y vecina de esta Ciu
dad, en la actualidad en el Portillo de San Diego.” Tomado el Ju
ramento y llenadas las demás formalidades, dijo: ‘ ‘que en el día con
sigue su subsistencia por la representación de comedias de Muñecos
que hace en la casa que habita en dicho Portillo, nombrada la del
Obraje, con licencia que para ello consiguió del Exmo. Sr. Virrey
D. Matías deGálvez, con previo informe del Señor Corregidor de esta
Nobilísima Ciudad, la que demostró, y es dada á veintidós de Octu
bre de setecientos ochenta y tres, la que se le confirió en virtud de
Memorial que presentó, diciendo estar cargada de familia, y su ma
rido no poder trabajar en su oficio de Sastre, por falta de vista: Que
nunca ha representado ni hecho papel alguno, ni consiente á ninguno
del Coliseo en su casa: Que las más ocasiones se hace la comedia
con la asistencia de D. José Iglesias, Alcalde de Barrio de aquel Cuar-
tel: Que siempre ha cumplido y cumple con las calidades con que se
le dio la licencia.”
Para completar las varias noticias que este capítulo contiene, y
según creo, por primera vez se ven impresas, daré una idea del equi
paje de un actor de aquel tiempo, sirviéndome para ello de dos inven
tarios de los bienes que á su fallecimiento dejaron Agustín Oquendo,
parte de por medio, y Antonio Atamoros, Segundo Barba, muerto éste
en 25 de Noviembre de 1786.
He aquí la mísera herencia de Oquendo, con la tasación de sus va
lores hecha por el Maestro Sastre José Mariano Ruiz: ‘‘Un vestido
morado de chupín y casaca, tasado en tres pesos: Otro de casaca,
chupín y calzones de raso listado de azul, en catorce pesos: Dos
pares de calzones negros, unos de terciopelo del Bastón, y otros de
raso, ambos viejos y remendados, en tres pesos: U11 espadín de guar
nición chica de plata y con la hoja tomada, en seis pesos: Un capote
de paño de la tierra, viejo, azul, en seis pesos: Dos pares de medias,
viejas, unas de seda y otras de algodón, en un peso un real: Una so
lapa de género de Puntiví, en un peso: Una bolsa de pelo, flor y fleco,
todo viejo, en un real: Un sombrero de Castor, viejo, en un peso
cuatro reales: Unas hebillas con sus charreteras, en seis pesos. To
tal, cuarenta y siete pesos y seis reales.”
Véase ahora el equipaje de Antonio Atamoros: “Una cuchara y
tenedor de plata : Unas hebillas Chatres con dos charreteras desigua
les: Un par de hebillas de cobre, redondas: Diez pesos en reales:
Casaca y Chupín verde, bordada al canto, de oro: Casaca y chupín
de Borborán-musgo, bordada al canto de seda de colores: Una casaca
musga, bordada de seda al canto: Un chupín de tela de oro y fondo
nácar: Una casaca y chupín de paño verde: Un chupín de tela de
oro y blanco: Una chupa de Moé-Morado, con flores verdes: Casaca
y chupín de lustrina negros: Dos pares de calzones de terciopelo ne
gro, viejos: Un vericú de paño de grana, con su hebilla de cobre:
Un espadín con puño de latón y guarnición de fierro: Un camisón
de estopilla: Dos chupas blancas, hechas pedazos: Un par de calzo
nes blancos: Un paño de polvos, azulito: Unos manguillos viejos:
Dos corbatines de estopilla: Dos birretes viejos,'remendados: Un
par de calcetas de algodón: Dos vasos de cristal, uno de cuartillo y
otro de medio: Dos pares de medias blancas, de seda, viejas: Un
sombrero de la tierra, blanco: Una camisa de Puntiví: Un pañuelo
viejo, de Bretaña: Un Capingón de paño azul de primera, viejo:
Cuatro óvalos de Nuestra Señora de los Dolores, San José, San Fran
cisco y San Antonio: Una repisa grande, de tajamanil: Una luna de
tercia: Un estante achinado ordinario, con su llave: Una colcha vieja:
Dos sábanas de manta : Unos anteojos: Un legajo de papeles, al pa
recer del Coliseo: Un bastón: Un espadín: Un sombrero de castor:
Una peluca: Dos cajas con dos pelucas: Una cana: Una barba: —
Todo lo que se entregó á María Francisca Chávez, casada con Manuel
Mendoza, de oficio cocinero y en el día está en la Cocina de Su Ex
celencia.—Firmado, Rosales.”
CAPITULO VII
1786
En 7 de Agosto ele 1786 mandó el Conde de Gálvez se hiciese un
cálculo prudencial de la gente que cupiese dentro del Teatro de la
Ciudad de México y de lo que podría producir su entrada, á fin de
averiguar las causas por las que había quebrado la Sociedad de Sus-
critores que le tuvo en arrendamiento después del asentista D. Ma
nuel Lozano, que á su vez había perdido en ello una respetable suma.
Los motivos de las pérdidas de Lozano las enumera así un papel
firmado por D. Juan Manuel de San Vicente: ‘‘Este tercer año de
1784 fué el más calamitoso para el Coliseo, por la dilatada peste de
los dolores de costado; por dos novenarios de la Virgen de los Reme
dios y uno del Señor de Santa Teresa que estuvo cerrado el Coliseo,
y por otro mes que también se cerró durante la enfermedad, muerte
y novenario de duelo del Exmo. Sr. Virrey D. Matías de Gálvez.”
He aquí el cálculo prudencial que acabo de citar:
Luneta.
La primera banca tiene veinte asientos; la segunda diez y nueve;
la tercera veinte; la cuarta veintidós; la que está debajo del Palco de
S. E. nueve, y la de enfrente siete: Total, noventa y siete asientos.
Están tomados por temporada, cincuenta y cuatro; se le da uno de
gracia al Oficial dé., la Guardia, y quedan, pues, para arrendar al pri
mero que lo solicita, cuarenta y dos. De los cincuenta y cuatro asien
tos que están arrendados por temporada, que se renueva cada mes,
los cincuenta y uno pagan seis pesos cada uno y además la entrada
que está computada en tres pesos, y todo importa nueve pesos, que
en las veinte comedias que hay regularmente por mes, sale cada una
á tres reales y medio con corta diferencia: y por este orden rinden
los expresados cincuenta y un asientos diariamente, veintidós pesos, dos
reales y seis granos. Los tres asientos restantes sólo pagan seis pesos
mensuales, por ocuparlos los Sres. Mayordomos Córdova y Salcedo,
que por sus empleos están exceptuados de pagar entradas, y á estos
les sale un asiento en dos reales cuatro granos, y al teatro le produ
cen siete pesos. Los cuarenta y tres asientos de arrendamiento even
tual, tienen señalado el precio de cuatro reales y uno de entrada
en los días de trabajo; cinco reales el asiento y uno la entrada, en
los de fiesta, y en los de paga doble, seis reales el asiento y dos la
entrada. Al primer respecto, si se ocuparen todos en todos los días
podrían producir, veintiséis pesos y siete reales: al segundo respecto,
treinta y dos pesos y dos reales, y al tercero, cuarenta y cuatro pesos.
Palio ó Platea.
En este sitio hay diez y nueve Bancas, de las cuales están desti
nadas siete para los Oficiales de los Cuerpos, y los dispersos que resi
den en esta Capital que se hallan abonados, los Capitanes á cuatro
pesos, los Tenientes á dos pesos y cuatro reales, y los Alféreces y
Cadetes á un peso y cuatro reales, todo mensual, que según el pri
mer abono importa en un mes doscientos cincuenta y siete pesos; y
siendo los asientos que ocupan estas siete Bancas ciento uno, vienen á
salir uno con otro á razón de dos pesos, cuatro reales y cuatro granos
al mes, y al día en las veinte comedias que hay en cada uno, al res
pecto de un real, poco más, que en los ciento un asientos hacen dia
riamente doce pesos y cinco reales. En las doce Bancas restantes hay
ciento ochenta y siete asientos destinados para el público: estos asien
tos valen tres reales en cada día de trabajo, cuatro en los de fiesta, y
seis en los de paga doble. Al primer respecto, si se llenaren todos,
produciría la entrada diaria setenta pesos y un real: al segundo, no
venta y tres pesos y cuatro reales, y al tercero, ciento cuarenta pesos
y dos reales.
Mosquete.
El día io de Julio de este afio, en que se celebraron los de la
Exma. Sra. Virreina, entraron en este sitio trescientas sesenta y
nueve personas; la paga en los días de trabajo y de fiesta es á medio
real, y á uno en los de entrada doble. Al primer respecto producirá
ocupándose diariamente, veintitrés pesos y seis granos, y al segundo,
cuarenta y seis pesos y un real.
Asientos en los Cuartos del Primer piso.
Los números i, 2, 3 y 4, están destinados al Exmo. Sr. Virrey, y
el 6 al Mayordomo del Hospital Real de Indios. En los Cuartos res-
R. H. T— T. I.—9
tantes se considera que unos con otros pueden ocupar ciento setenta
y cuatro asientos. Su precio en los días de trabajo y de fiesta es el de
un real, y en los de paga doble, dos reales. Al primer respecto as
ciende á veintiún pesos y seis reales, y al segundo, cuarenta y tres
pesos y cuatro reales.
Asientos en los Cuartos del Segundo piso.
En éste se dan libres de paga el número i, al Secretario del Virrei
nato, y el 9 á la Nobilísima Ciudad. En los demás cuartos se regula
que pueden caber ciento noventa y nueve personas. Su precio es lo
mismo que en el primer piso, y á este respecto importarían en días
de trabajo y de fiesta, veinticuatro pesos y siete reales, y en día de
paga doble, cuarenta y nueve pesos y seis reales.
Cuartos y asientos en el Tercer piso.
El número 12 de esta clase está dado para la Familia de Escalera
abajo del Extno. Sr. Virrey. I,os números 1,2, 3, 4, 15, 16, 17 y 18 son
de arrendamiento por entero, y se paga por sólo el Cuarto dos pesos
cuatro reales en los días de trabajo, tres pesos en los de fiesta y cinco
en los de contribución doble. Si se arrendaren todos de continuo,
valdrán en el primer caso veinte pesos, en el segundo veinticuatro y
en el tercero cuarenta: las entradas á estos cuartos se pagan separa
damente al mismo precio que en los otros pisos, y regulándose que
cabrían en estos ocho cuartos sesenta y cuatro personas, importan
ocho pesos, y en los días de paga doble diez y seis pesos. Eos números
5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 13 y 14, están destinados á arrendarse por asien
tos, y cabrán en ellos por un prudente cálculo ciento cuarenta y tres
personas, que pagan tres reales en días de trabajo, cuatro reales en
los de fiesta y seis en los de paga doble. Al primer respecto valdrían
estos asientos cincuenta y tres pesos y cinco reales; al segundo, se
tenta y un pesos y cuatro reales, y al tercero, ciento siete pesos y
dos reales.
Cazuela de Hombres.
En esta hay ciento cincuenta y nueve asientos, y valen un real en
los días comunes y de fiesta, y dos en los de paga doble. Al primer
respecto producirían diariamente diez y nueve pesos y siete reales, y
al segundo treinta y nueve pesos y seis reales.
Cazuela de Mujeres.
Aquí hay doscientos treinta y seis asientos y pagan lo mismo que
en la Cazuela de Hombres; y así en los días comunes importaría vein
tinueve pesos y cuatro reales,y en los de paga doble, cincuenta y nue
ve pesos.
Puede rendir el Teatro en cada día de trabajo, trescientos treinta
y tres pesos y cuatro reales.
En días de fiesta y de paga doble.
Luneta abonada.......................... 23.1.6 ...................... 23.1.6
Id. eventual.................................. 32.2.0 ...................... 43-0.0
Bancas ó Patio abonado........... 12.5.0 ...................... 12.5.0
Id. eventuales.............................. 93.4.0 ....................... 140.2.0
Mosquete....................................... 23.0.6 ...................... 46.1.0
Primer piso, en los asientos .. . 21.6.0 ..................... 43-4-0
Id. en los de segundo................. 24.7.0 ...................... 49.6.0
Arrendamiento de cuartos del
piso 3? ....................................... 24.0.0 ...................... 40.0.0
Entradas á éstos.......................... 8.0.0 ...................... 16.0.0
Id. en los que se alquilan por
asientos..................................... 71.4.0 ....................... 107.2.0
Cazuela de Hombres................. 19.7.0 ...................... 39-6.0
Cazuela de Mujeres................... 29.4.0 ...................... 59-0.0
Producto en día de fiesta.384.1.o; en día doble 620.3.6
En las cuarenta y cuatro semanas que liay de representación, se
consideran doscientos veinte días útiles, los ciento seis de trabajo,
cien regulados como días de fiesta por estar incluidos los j ueves en
que por haber baile se cobra como si lo fuesen y los de Follas en que
se exige lo mismo: quedan catorce de paga doble; y según las regu
laciones que van hechas, rendiría el Teatro en toda la temporada, las
siguientes partidas:
En los ciento seis días de trabajo á razón de los
333 pesos y 4 reales en cada uno................. f 35-351- ,f
En los cien días considerados como de fiesta á
384 pesos y 4 reales cada uno.......................... ,, 38.412. 4
A la vuelta............................... $ 73-763. 4
I)e la vuelta...................................... $ 73-7^3- 4
Un los catorce de paga doble á 620 pesos y 3 rea
les y medio en cada uno...................................... 8.686. 1
Total producto de entradas y arrendamiento de
ocho cuartos de tercer piso............................... $ 82.449. 5
Arrendamiento de cuartos de primero y de se
gundo piso............................................................... ,, 7.580. ,,
Id. del Cuarto de la nieve que este año sólo ha
estado arrendado tres meses, habiendo que
brado el que lo tomó.............................................. 160. ,,
Total producto posible del Teatro...................... $ 90,189. 5
Notas.
A cada asiento se le ha considerado media vara de hueco, para hacer
más próximo á la realidad el cálculo, pues es constante que en días
de mucho concurso en cada tres medias varas se colocan cuatro per
sonas y á veces más. —Debe advertirse que en estos cálculos van re
bajados todos los asientos que ocupan las personas que conforme al
art. 39 del Reglamento del Teatro están exceptuadas de pagar entra
das, las cuales podrán llegar á cien personas diarias, que en los días
de trabajo y de fiesta, consideradas por la entrada más baja ascienden
á doce pesos cuatro reales y en los de paga doble á veinticinco pesos:
lo cual en los ciento seis de trabajo, cien de fiesta, y catorce de paga
doble, importan 2,925 pesos, que rebajados de los noventa mil ciento
ochenta y nueve pesos y cinco reales, vienen á dejar á éstos en ochenta
y siete mil doscientos sesenta y cuatro pesos y cinco reales.
Este cálculo acredita que siempre que se halle modo de que las
gentes concurran al Teatro, podrá sacarse mucha utilidad de él, aun
cuando de los productos que van regulados se rebaje todavía una sexta
parte que importa catorce mil quinientos cuarenta y cuatro pesos, por
todas las consideraciones que quieran hacerse para minorarlos; en este
caso quedarán de rendimientos setenta y dos mil setecientos veinte pe
sos, que aun suponiendo que hubiese que gastar en cada un año cin
cuenta mil, que ya se ve que esto ni aun es imaginable, quedarían de
beneficio veintidós mil setecientos veinte pesos.
Estas reflexiones acreditan que el quebranto que ha sufrido la So
ciedad de Suscritores, no ha dimanado de los gastos erogados, sino
del corto rendimiento de las entradas, que nunca se creyó ni podía
esperarse, discurriendo racionalmente, mejorándose como se ha me
jorado en todas sus partes la diversión: y siendo la única decorosa
que hay en México, es más extraña la falta de frecuencia en ella, á
menos que no tenga considerable parte en el retraimiento de las gen
tes, las calamidades y miserias que se han sufrido en el presente año. ’ ’
El Conde de Gálvez decidido á proteger al Coliseo, dispuso que
setenta asientos que en Lunetas y Bancas quedaban desocupados se
enviasen al Real Consulado para que los repartiese á los individuos
del Comercio, invitándolos á pagarlos al precio de seis reales en las
ciento tres comedias que quedaban hasta el próximo Carnaval. A
esta resolución acompañaba la nota siguiente: ‘ ‘ Debe advertirse que
en Madrid es el precio del asiento y entrada á la Luneta en cada co
media regular ocho reales y seis maravedís de vellón, y en las de Teatro
once reales y uno y medio maravedís, según los últimos precios se
ñalados en 25 de Febrero de 1785; cuyo precio medio es de nueve
reales y veinte maravedises y tres cuartas partes de otro, que consi
derados como de plata según la Real Cédula de comparación de mo
nedas de uno y otro reino, vendría á salir cada una de las expresadas
ciento tres comedias á un peso, un real, veinte maravedises de plata
y tres cuartas partes de otro; á cuyo respecto ascenderían á ocho mil
seiscientos sesenta y tres pesos y seis y medio reales, en vez de la de
cinco mil cuatrocientos siete pesos cuatro reales á que se van á dar
en el Coliseo de México. ’ ’
He aquí ahora el presupuesto de gastos de ese fin de año de 1786,
con las reducciones que se estimó conveniente hacerle:
Arrendamiento y limosna de cera al Hospital. .. . $ 6,625
Alquiler de Guarda-ropa................................................ 162
Demérito en los útiles del Teatro................................. 1,000
Tramoyista......................................................................... 250
Mozo de Guarda-ropa...................................................... 50
Portero del Vestuario...................................................... 50
Caja y clarín....................................................................... 78
Cobrador de Cuartos de 1? y 2? piso.......................... 318
Idem de Lunetas............................................................... 165
Idem de Bancas y Mosquete......................................... 165
Idem de tercer piso.......................................................... 165
Idem de las dos Cazuelas................................................ 165
Alumbrador del Teatro................................................... 70
Acomodador de la Cazuela de Mujeres...................... 60
Idem de la de Hombres.................................................. 60
Idem del Mosquete........................................................... 30
Seis tiradores de Bastidores de cuya cuenta serán los
ayudantes que necesiten.............................................. 552
Escribano del Teatro........................................................ 200
Orquesta con cinco violines, un violón, un contra
bajo, dos oboes, y dos trompas................................ 3,504
Cómicos, cómicas, cantores y cantoras...................... 19,024
Alumbrado........................................................................... 1,842
Gastos menudos................................................................. 555
Pintor del Teatro, comprendidos carteles................. 400
Diez por ciento para imprevistos gastos.................... 3,549
El total de gastos anuales importaría según e$jte presupuesto la can
tidad de treinta y nueve mil treinta y nueve pesos, quedando bien asis
tido el Teatro y con mayor número de actores que en temporadas
precedentes. ’ ’
Demos ahora una noticia de las obras puestas en escena en nuestro
Coliseo, en las cuarenta y nueve semanas de la temporada que empezó
el Domingo 27 de Marzo de 1785 para concluir el 28 de Febrero de
1786. Empezó en aquel día con la comedia Hados y lados, siguiéndola
en los sucesivos Los menestrales, Mejor está que estaba, y También la
afrenta es veneno. En Abril, El Conde de Alarcos, Fuego de Dios, Di
cha y desdicha, Gustos y disgustos, El Conde Luconor, El Príncipe tonto,
Por un Rey, La niña de Gómez Arias, El Petrarca de ferusalén, Los
Amantes de Teruel, Anliocoy Seleuco, El sabio en su retiro, Para ven
cer amor querer vencerle, La posadera, El Conde de Saldaña y El dia
blo predicador. Mayo principió el Domingo 1? con La Vida es Sue
ño, vió La Jarretiera y Los empeños de una casa entre otras, y terminó
con No siempre lo peor es cierto. Junio empezó con una lucida folla y
terminó con La Mujer prudente: Julio con El amor creado y La An-
dromaca respectivamente. El lunes 1? de Agosto se repitió A7 sabio
en su retiro, y vióse El Rico~Home de Alcalá, El Falso Nuncio de Por
tugal, Los Aspides de Cleopatra, La Conquista de México, el jueves n,
repetida con mucho aplauso el miércoles 17 y el miércoles 31. Prin
cipió Septiembre con El defensor de un agravio, y concluyó con una
folla. El Domingo 2 de Octubre se repitió Para vencer amor querer
vencerle, y concluyó el Domingo 30 con repetición también de Los
empeños de una casa. Dióse el martes 1? de Noviembre El garrote
más bien dado, y el viernes 4 se celebraron los días del Rey con el
estreno de El delincuente honrado y una bien dispuesta Loa, alusiva
al nombre de Carlos, habla el programa respectivo, representándola
seis actores, á saber, por la C., el corazón, rey de los miembros; por la
A., la águila, reina de las aves; por la R., la rosa, reina de las flores;
por la R., el león, rey de los animales; por la O., el oro, rey de los meta
les; y por la S., el sol, rey de los astros.
Siguieron, en subsecuentes días, Antes que todo es mi danta, La
gran Cenobia, El castigo de la miseria, El Maestro de Alejandro, El se
creto á voces y la Dama duende. El viernes 2 de Diciembre vió /¡7 Rico
7i
Home, y concluyó con Hacer que hacemos el viernes 30. Principió el
afio de 1786 ciándose el domingo 1? de Enero El desertor, y terminó
el mes con una folla. Dióse el jueves 2 de Febrero La Andrómaca,
vióse el 13 El Noé, el 16 El Nazareno Sansón y el 22 La Mujer con
tra el consejo. Entre las tonadillas más aplaudidas en la temporada fi
guraron I.a murmuración del Prado, Los títulos de comedias, y Los
polaquitos, que fueron cantadas por Mariquita, Felipa y Eoreto: de las
seguidillas gustaron mucho Yo soy una remaja, Qué lástima te tengo,
La que tan fina adora, A la fuente Narciso, Filomenas del campo y Te
rrible es mi fatiga, luciéndose en ellas Eoreto, Anita y Felipa: los
sainetes de mayor efecto fueron El abale y la moza, El francés de los
violines, Los cortejos reñidos y Los majos de Cádiz.
En el mes de Junio se ofreció en el Coliseo el espectáculo nuevo de
que habla el siguiente prospecto, que copio íntegro:
'‘Aviso al público.—Ha llegado á esta ciudad el Señor Falconi, cé
lebre Físico, Maquinista y Matemático, que se puede llamar el solo
y único en este género de espectáculo, que se compone de piezas Fí
sicas, Automáticas y Matemáticas de las cuales es el autor. El buen
suceso que ha obtenido en las varias Cortes á donde ha estado, como
delante del Rey de Nápoles, de Francia, de Portugal, y últimamente
de Su Majestad Católica Carlos Tercero (que Dios guarde), y el ha
ber habido á Su Alteza el Príncipe de Asturias por discípulo, le hace
esperar que gustará aquí. Eos Certificados, Licencias, Pasaportes y
Recomendaciones que trae, hacen fe. El no tiene más que cuatro ó
seis representaciones que ofrecer á este instruido y generoso Pú
blico.
1 ‘ Es imposible poner en este papel todas las experiencias y habili
dades que hará en este poco tiempo que aquí promete; y como hay
muchas de ellas que estando prevenidas pierden el mérito de la no
vedad, dará aquí solamente una idea de algunas piezas que en gene
ral compondrán la primera representación, advirtiendo que todas las
representaciones serán diferentes.
“Primero; un molino puesto sobre una mesa, por simpatía natural
de una cajita que una persona tiene en la mano y una vela encendi
da en la otra, hará, á medida de su deseo, trabajar al molinero, en
poniendo, cuando quiera, la vela debajo de la cajita, y retirarla cuan
do quiera parar dicho molino.
“Después, varias experiencias sobre la Catóptrica ó reflexión de
los espejos. — El maravilloso Dolfin, que á más de escribir lo que se
le pide, dará la suma de seis columnas en números, que hará antes
que los espectadores lo hagan. — La Cabeza de Teofratus Paracelsus,
que es una cabeza de oro macizo, gruesa como una nuez, la cual puesta
en un vaso cubierto, responderá por señales á lo que se le pregunte ;
adivinará los números de dados que cualquiera eche; y también una
persona echará debajo de un sombrero los dados sin verlos, y Teofra-
tus dirá los puntos que hay.
11 Para no cansar más al lector, el Sr. Falconi, siendo el poseedor del
gran secreto del Magnetismo animal de Mr. Mesmer de París, en él
hará muchas experiencias, con otras habilidades que no están pues
tas aquí. Se acabará esta función con la gran sorpresa de la aparición
de una paloma que llevará la respuesta de un billete que una perso
na habrá hecho, y puesto en una pistola cargada, sin dejarlo ver á
nadie, la habrá disparado fuera de la ventana. Con lo que espero
quede gustoso el público.”
Al siguiente día de la primera representación de Mr. Falconi, apa
reció en las puertas del Teatro un pasquín en que el Rey de los locos
de San Hipólito condenaba á destierro al ilusionista, como hoy se dice,
“porque después de haberse publicado por insigne Físico y haber
“prometido cosas dignas de la admiración, ajeno de ejecutarlas, sólo
‘ ‘ ha logrado su artificio llamar la curiosidad para el engaño, y con
“ella beneficiarse á costa de los que queriendo lisonjear su gusto sólo
“han sacrificado su dinero. Falconi, con faltar al exacto cumplimien-
“ to de sus promesas, sólo ha servido de cruel perseguidor de los bol-
“sillos, queriendo divertir al público con frioleras y puerilidades co-
“mo la suerte del tira y afloja, en la que después de unas largas y
“dilatadas prevenciones y hacer subir dos arrenguines, dejó en sus
pensión á todos los asistentes que esperaban alguna extraña y sin-
“ guiar notabilidad y no que resultase la suerte un propio juguete de
‘ * niños. Después de haber perdido toda la noche en esta y otras bo-
“ berías, quiso divertir al público con las sombras chinescas, en que
“se representaban las aventuras de Polilla, pasajes tan fríos y tan sin
“ gracia que á falta de ellos hubieran dado los asistentes por bien em-
‘ ‘ pleado el mal rato de un entremés. ’ ’
Después de Falconi, y con mejor éxito, trabajaron en el Coliseo
unos gimnastas y equilibristas, según reza el siguiente programa :
‘ ‘ Ros Bailarines de Cuerda Urbano Ortiz y Miguel Sandi, que han
trabajado en las ciudades más populosas del Reino, y Villas y Pueblos,
con singular destreza, pues fueron discípulos, el primero de su mis
mo padre Juan Ignacio Ortiz, el mejor que en el Reino se ha visto en
equilibrios y suertes de todas clases, y el segundo también lo fué de
su padre, célebre Romano y profesor de esta habilidad, prometen di
vertir al respetable público de esta Capital, la noche del día 2 de Julio,
con las siguientes suertes:—Miguel Sandi, principiará, al uso valen
ciano, con diferentes suertes en el suelo á todo rigor, vueltas en el aire
y saltos mortales.—Urbano Ortiz seguirá en la cuerda tendida, ejecu
tando por primera vez esta suerte: que es, llevando un aro en la mano,
poner en éste un vaso con agua y dos huevos, el que volteará repetidas
veces, estando sin timón en mitad de la cuerda, sin que en las veces
que lo ejecute pierda el ya relacionado equilibrio.—En la misma cuer
da se pondrá una batea, en la cual se parará y meterá dentro de ella
Urbano, moviéndola de un lado á otro, y formando desde ella un sal
to, que al tiempo de perder el equilibrio la batea, quede él parado en
la cuerda.—El mismo tomará un fusil, y saldrá desde la tijera con él,
marchando hasta la mitad de la cuerda, donde hará el manejo de éste
y dará cuatro descargas.—Divertirá con varios sones en dicha cuerda,
y subiendo arriba en la floja, (que llaman columpio), ejecutará des
trezas no vistas, que llenarán la atención de los espectadores.—Con
más, los Actores y Actrices de la Compañía darán una pieza de repre
sentado y otra de canto.
"Advertencia.—El arrendamiento de Palcos, Dunetas y demás
asientos de temporada, se efectúa con respecto á cinco comedias sola
mente, cuando en la semana no se hacen bailes en Domingo, días de
fiesta y jueves, según antigua costumbre introducida y observada
universalmente por el público y el asentista; y de aquí es que cual
quiera diversión que haya en el Teatro, debe pagarse separadamente,
como sucedería si las habilidades que han de ejecutar los individuos
expresados, hubiesen de hacerlas en otra casa distinta que no fuera
el Patio de las Comedias, y así se ha hecho siempre que en la Cua
resma ha habido en el de esta Ciudad diversión de equilibrios ú
otras.
“ Todas las comedias que dejen de ejecutarse con motivo de esta nue
va diversión, como las que se han omitido por el Novenario de Roga
ción á la Santísima Virgen de los Remedios, se reemplazarán y darán al
público en el modo que va insinuado.—Todos los sujetos que en la ac
tualidad tienen palcos, lunetas y demás asientos tomados por tempo
rada, serán preferidos, conformándose con los precios que se señalarán
adelante, y pagando cada uno su palco ó asiento á la entrada en la
diversión, que será á la hora de la Oración de la noche.
“Eos precios que se pagarán en cada espectación de estas, serán
los siguientes: Eos palcos de primero, segundo y tercer piso, exclu
sos los del señor Juez de Teatro, Nobilísima Ciudad, Secretario del
Virreinato y Mayordomo del Real Hospital de Naturales, se pagarán
á dos pesos cuatro reales, y los que no se alquilen por asientos en el
tercer piso á dos pesos dos reales.—Cada asiento en las Bancas, á tres
reales y medio.—hos ie los palcos de primero, segundo y tercer piso
común, á dos reales cada uno.—En los cuartos de tercer piso que se
toman por asientos, ¿íu reales cada uno de estos.—Eos de ambas Ca
zuelas á un real, y en el Mosquete, medio por persona.—Eos asientos
de las Eunetas á cinco reales, tomándose en las noches en que se eje
cute esta diversión, aunque sea por las personas que los tienen por
temporadas.
“Para mayor lucimiento de la función, estará el Teatro completa-
R. H. T.~T. I.—10
mente iluminado, y se da esta noticia con permiso y acuerdo del Su
perior Gobierno.
“En el cuarto de la nieve ó Nevería, se servirán al público y á pre
cios económicos, nieve y fiambres.”
CAPITULO VIII
1787—1790
El fallecimiento del insigne protector y reglamentador del Coliseo
de México, D. Bernardo de Gálvez, Conde de Gálvez, suspendió ó in
terrumpió la marcha de sus mejoras; éstas fueron nulas durante la
breve administración de su sucesor D. Alonso Núflez de Haro y Pe
ralta, Arzobispo de México, digno prelado á quien hubo que agrade
cer las solemnes exequias que celebró en honra del dicho Conde de
Gálvez al trasladar con gran pompa á la Iglesia de San Fernando los
restos del ilustre Virrey que por su liberalidad y brillantes dotes per
sonales supo captarse las voluntades de sus gobernados.
Haro y Peralta, en 17 de Agosto de 1787 entregó el mando al Te
niente General D. Manuel Antonio Flores. Este dedicó principal
mente su atención al arreglo del ejército y progreso del arte de la
Minería, y no hizo gran cosa por el Teatro, si bien no lo vió tampoco
con indiferencia. Para captarse su voluntad, el Asentista y la com
pañía dispusieron en 22 de Mayo de 1788, y para celebrar los días del
Virrey una solemnísima función que dió principio con una Loa feli
citando á S. E. Esa Loa, la nueva tragedia “Ea Elmira,” y un en
tremés segunda parte de Los Abates locos, “fueron dispuestos, di-
“ ce La Gaceta, en obsequio del Virrey, por D. Juan Pisón y Vargas,
‘1 cuyo ingenio es bien conocido por otras piezas que ha publicado en
‘1 Europa, y desde luego llenó con las presentes la espectación del nu-
“meroso concurso que las presenció, puesto que el Administrador
‘ ‘ del Coliseo se vió en la precisión de repetirlas el siguiente Domin-
“go, para complacer á los muchos que quedaron sin verlas aquella
“noche.”
Con más ó menos irregularidad por razón de lutos, novenarios y una
que otra causa de entorpecimiento, continuáronse dando en las sema
nas sin fiestas cuatro comedias ordinarias y una supernumeraria los
domingos, lunes, martes, jueves y viernes y no los miércoles y sábados
por ser aquel día de correo y el segundo muy ocupado para la gente
de oficie ó artesana y dedicado por la sociedad más distinguida á re
ligiosas prácticas en los Santuarios de Guadalupe, la Piedad y los
Angeles. Así, pues, en miércoles ó sábados, sólo si eran festivos, ha
bía función de comedia. Nuevo golpe recibieron éstas con el falleci
miento del gran Carlos Tercero, ocurrido el 14 de Diciembre de 1788,
pues si sucesos semejantes eran siempre motivo de duelo para el
Reino español y sus colonias, más había de serlo en el caso éste, pues
España y sus Indias perdían un verdaderamente ilustre é insigne mo
narca.
Cuando el trastorno en esta causa originado húbose apaciguado
un tanto, el Subteniente de Milicias Provinciales de Toluca, D. Ma
nuel Lozano, que protegido por ricos capitalistas había vuelto á ha
cerse cargo de la Dirección del Coliseo, comenzó á reorganizar las
cosas para la temporada de 1789. En la anterior había, como desde
nueve años á esa fecha, seguido con aplauso público en el puesto de
primera Dama, Antonia de San Martín; pero á lo que parece llevóse
mal con sus compañeras Josefa y Bárbara González, actrices conoci
das por las Habaneras, que dícese no pudieron aguantar el genio
altivo é intrépido de la Antonia. Esta, ocho días después de las Car
nestolendas de 1789, al ser preguntada por Lozano si estaría dispues
ta á continuar en su Compañía, contestó que sólo se avendría á ello
si Lozano aceptaba las tres siguientes condiciones: primera, que 110
habían de continuar en el cuadro Josefa y Bárbara González; segun
da, que no había de hacer escritura, quedando á su arbitrio salirse
cuando quisiera; y tercera, que aunque no hiciese comedias supernu
merarias, se le había de satisfacer una en cada semana.
Lozano encontró inconvenientes y gravosas estas condiciones, y,
desentendiéndose de la Antonia, contrató á Josefa González con mil
ochocientos pesos, sueldo de primera, y á su hermana Bárbara como
segunda. En cuanto la Antonia lo supo ocurrió al Virrey D. Antonio
Flores, pidiéndole que Lozano no la excluyese, y como la bella y re
voltosa actriz gaditana tenía buenos apoyos é influencias, pasado el
ocurso al Asesor Valenzuela, éste opinó porque se contratase á la
San Martín y que la Habanera y su hermana, siguiesen en los mis
mos términos que en el año anterior habían estado, y el Virrey acordó
al margen como parece al Asesor. Así se les notificó á todos los inte
resados, el día 4 de Abril.
Al siguiente, Bárbara González expuso debidamente y en forma,
“que hallándose bastante enferma y resuelta por esta causa á dejar
el Teatro y quitarse para siempre de ser cómica, destino á que su in
feliz suerte la había conducido, muy contrario á su genio, índole y
nacimiento, estaba determinada á no seguir en él, pues el ejercicio
la conduciría precisamente al-sepulcro, con perjuicio suyo y de sus
cuatro hijos, que siendo todos pequeños, no tenían más amparo que
gase una indemnización que Lozano hubo de transar en doscientos pe
sos, de los cuales la interesada dió recibo en i o de Diciembre del cita
do 1789.
Desde el momento en que el gran Revilla Gigedo húbose hecho car
go del Gobierno, diéronse pasos para mejorar el espectáculo cómico
que había vuelto á caer en suma postración, al grado de que uno de los
solicitantes á su arrendamiento decía en su ocurso: “ Deseando que
la amena diversión del Coliseo sea agradable al público, y no sufra por
más tiempo la molestia é indisplicencia que notoriamente le ocasiona
el modo y término en que se está manejando en el día, tanto que los
más de los espectadores concurren á ella por defecto de otra diversión
y se juntan en la casa de Comedias, no á gustar de éstas por lo mal
que las representan, sino más bien á conversar unos amigos con otros,
he formado el plan que me ha parecido más á propósito á establecer
una diversión completa y agradable y lo presento con toda veneración
á V. E. para si mereciese su superior aprobación. ”
El firmante de esta solicitud lo fué D. Ramón Blasio, Subteniente
retirado de la Compañía de Granaderos del Regimiento de Infantería
Española del Príncipe de Asturias, y Alcalde del Cuartel número 31,
quien decía así: “Prometo llenar enteramente el gusto público, dando
una diversión completa que imite de algún modo la de los Teatros de
la Europa en cuanto posible sea, y para ello propongo mi plano, que
es el siguiente:—Dar al público comedias de gusto y al propósito al
estado en que se halla el ramo de cómicos, y poner los mejores aun
que estén ausentes; las comedias serán de Calderón y Moreto y los
mejores autores; pondré los mejores bailarines, y los Domingos haré
una comedia de todo gusto, con una tonadilla buena, unas seguidillas
en el primer intermedio, y en el segundo una zarzuela ó sainete y un
Baile grande, bien entendido que variará la diversión para no dar lo
mismo unas semanas que otras. Lunes, comedia de capa y espada, á
medida del gusto del país; una petipieza-, tonadilla en el primer inter
medio, y en el segundo sainete y seguidillas. Martes, ídem. Miércoles,
tres petipiezas, una tonadilla, dos seguidillas, dos sainetes y dos bailes
cortos. Jueves, comedia grande, tonadilla, seguidilla, baile bueno,
sainete y más seguidillas. Viernes, comedia de capa y espada, entre
més bueno, seguidillas, sainete y más seguidillas. Sábado, una peti
pieza, dos entremeses buenos, dos tonadillas, un sainete y dos bailes
cortos.
‘ ‘ Todos los cómicos saldrán bien vestidos y con la mayor decencia,
entrando y saliendo en su lugar, sin que se vean los desfiguros que
hasta el día se ven. Las tramoyas bien ejecutadas; los apuntadores
que no se perciban; que todos sepan sus papeles; que la música sea
buena; que el alumbrado sea mejor que el que está, y que la voz no
se pierda tanto para que se oiga de todas partes.
“Y si se me ha de dejar el teatro por todo el quinquenio próximo,
me comprometo á traer y hacer venir de Europa los cómicos y cómicas,
cantores y cantoras que se pueda enganchar allí, como asimismo mú
sica, sainetes, seguidillas, comedias y demás cosas propias para el
mejor cumplimiento y diversión, como también un compositor y maes
tros de teatro en todas facultades.
“ Y en virtud de estar la casa del Teatro en una disposición fatal,
pues la mayor parte de los cuartos no tienen la vista correspondiente,
y que por más que se haga no se le puede dar tornavoz, el Hospital hará
las reformas necesarias.
“ Siendo un país tan escaso en diversiones, y teniendo presente
que los Señores y Señoras son muy aficionados á bailes, y que
éstos no los tienen por las incomodidades que traen consigo, con el
Superior permiso podré correr el tablado hasta el Mosquete y hacer
bailes en cualquier tiempo y también en Carnaval de Máscaras, al uso
de Europa, para cuyo fin dispondré la casa en términos que no pueda
haber discordias, y con el mayor celo prometo evitar picardías en los
escondrijos. Asimismo disponer tengan refrescos y cenas con unos
precios cómodos.—México, 18 de Enero de 1790.—Firmado, Ra
món Blasio. ”
Este quizás mu; extraño Memorial no dió resultado á su autor, en
primer lugar, por haber pedido que se le eximiese de la fianza que
exigía el Hospital, y en segundo, porque parecieron más prácticas y
formales las proposiciones de Gerónimo Marani, en cuyo favor cedió
D. Manuel Eozano todos sus derechos, quedando por asentista y di
rector del Coliseo para la temporada de Pascua de Resurrección de
1790.
Ea Compañía quedó formada así: De representado: Primera
Dama, Antonia de San Martín: Segunda dama, Gertrudis Fernández
Solís: Primera graciosa y Sobresalienta, Josefa González: Segunda
graciosa, Teresa de Acosta: Quinta Dama, sirviendo también de Can
tarína, Ana Espíndola: Primer Galán, Justo Guevara: Segundo, Mi
guel Zendejas: Tercero, Nicolás Jaime: Cuarto, Miguel Meneses (¿Z
Chico')-. Quinto, José María Viveros: Sexto, Miguel Ayala: Séptimo
y Vejete, Mariano Rosuela: Octavo, y Encargado del Guarda-ropa,
José Francisco Morales: Primer Barba, José Domingo Rosales: Se
gundo, José Antonio Zorrilla: Primer Gracioso, Juan Moreno: Segun
do y sainetero, José Fragoso: Primer Apuntador, Francisco Inzau-
rraga: Otro, Francisco Javier Martiarena: Otro, Miguel Meneses (<?Z
Grande.)
De cantado: Primera Cantarína, Felipa Mercado: Segunda, Ma
ría Martínez: Tercera, Micaela Méndez: Primer Sainetero, Sebastián
Guzmán: Segundo, Juan Puerto: Tercero, Mariano Arízar.
De MUSICA: Primer violín, Manuel Delgado: Segundo y Maestro,
José Aldana: Tercero, José María Delgado: Cuarto, Francisco Del
gado: Viola, Mariano Flores: Otra, Gabriel Martínez: Bajo, Juan
Muñoz: Contrabajo, Rafael Domínguez: Primer Oboe, Luis Brosat:
Primera Trompa, Nicolás Mora: Segunda, Manuel Correa: Primera
Flauta, Pablo Buisem: Segundos Maestros, Juan Ignacio Cabrera y
Francisco Ceballos.
De baile: Primera Bailarina, Teresa Marani: Otra, Juana su hija:
Primer Bailarín, Gerónimo Marani: Otro, Juan su hijo: Otro, José
Sabella Morali: Otros, José María Morales, José Ibarra, José Joaquín
Rivera: Bailarinas, Ana Zendejas, María Pacheco, Gertrudis Sánchez
y María Antonia hija de Marani.
Servicio del Teatro: Administrador, Miguel Meneses: Carpin
tero, Juan de Zúñiga: Peluquero, Rafael Gómez: Portero, Ignacio
Vega: Mozo de Guarda-ropa, José Tenorio: Id. de Cuartos, Mariano
el largo: Id. de luces, José Lino Zúñiga: Guarda-Casa, José Dimas:
Pintor, Francisco Bravo.
I ‘ Notas. Al Peluquero se le paga su honorario al respecto de
doce reales cada baile. Anteriormente se pagaba por cada individuo;
ahora se ha arreglado como queda dicho, para que sirva á la Compa
ñía de Bailarines.
“ Marani, su familia y Morali no tienen salario, porque siendo el
primero en quien se traspasó el Teatro, deben ser suyas las utilidades
ó pérdidas que resulten, y componerse con los demás individuos que
no tienen asignación.
II La Compañía del Teatro excede en la presente temporada á la úl
tima anterior en veinte individuos-, dos de representado, dos de can
tado, dos de música, doce de baile y dos de servicio, teniendo un to
tal de sesenta en 1790, cuando sólo fué de cuarenta en 1789.
“Antes se hacían bailes, pero sólo en los días grandes, y ahora se
repiten lo menos dos veces cada semana, con cuyo fin hay Compañía
formal de esta clase.
“Los gastos son: Salarios de la Compañía, veinticuatro mil nove
cientos veintiséis pesos: Arrendamiento del Teatro, ocho mil dos
cientos veinticinco pesos: Id. de la Escoleta, doscientos ochenta y
ocho pesos: Porteros y cobradores, mil cuatrocientos veinticinco pe
sos: Alumbrado, á cinco pesos diarios, mil doscientos veinticinco
pesos: Comedias sepernumerarias, setecientos ochenta y seis pesos:
Gastos menudos de la Papeleta diaria, cuatro mil cuatrocientos no
venta y siete pesos: Total de gastos, cuarenta y un mil trescientos se
tenta y dos pesos.”
He aquí, ahora, cómo era juzgada la Compañía en un papel manus
crito que su autor intituló: “Querella contra el estado del Coliseo,
representada la acción popular por un Hermano de la Cofradía del
Recato.”
8o
“ Si el Derecho popular
con que puedo presentarme
da derecho de quejarme
sin decretar no ha lugar,
nadie podrá fulminar
que vulnero la justicia,
que produzco con malicia,
que no digo la verdad,
que hablo con temeridad
y demando una injusticia.
* ‘ Un mes há que está burlado
el público que hace forma,
y el infeliz se conforma
con haberse querellado;
mas ya desesperanzado,
desesperado el deseo,
cuando juguete le veo
de la mofa y la irrisión,
quiere en esta petición
quejarse del Coliseo.
‘ ‘ Por fuerza quieren que guste
del Güero los aullidos,
de Nicolás los berridos,
y de Tules el embuste:
y aunque á la vista no ajuste
su infelice, tibia llama,
quiere, quien así lo trama,
con novedad bien extraña,
que represente una araña
papel de primera Dama.
‘ ‘ ¿En qué pensamiento impropio
cupo hacer Sobresaliente
un pigmeo á quien la gente
observa por microscopio ?
El más largo telescopio
no distingue su figura
y sólo por conjetura
de aquellas dos charreteras
tan extrañas y primeras,
se le infiere la estatura.
‘ ‘ Por graciosa quien sin gracia
desde su natal salió,
el buen gusto la eligió
porque en errar no se sacia.
Si
Agrégase á su desgracia
para dar más al través
la figura que la ves
de una pandorga sin cola,
una albóndiga, una bola,
un tonel que anda en dos pies.
‘ ‘ Por cualquiera verso trepa
la gentil Dama segunda,
y en no medirlo se funda
ia gracia de nuestra Pepa:
acciona como que increpa,
y todo afecto revoca,
hace como que provoca,
y cuando quiere ostentar,
lleva para pronunciar
de estopa llena la boca.
“ Vuelvo al Güero á definir:
gran traza de facistol,
poca luz, mucho farol
que nunca podrá lucir:
no escucha para decir,
acciona siempre á puñadas,
ajusta el verso á patadas
y lucen sus perfecciones
sólo en Las cuatro Naciones,
y escenas afrancesadas.
‘ ‘ Si Nicolás se fundiera
quizás consiguiese, acaso,
que en su boca cualquier paso
no fuese como escalera:
mas porque gracia tuviera
la excita en gritos atroces,
y con sus versos veloces,
con destemple y menos tino,
ni acciona, ni dice fino,
y sólo sabe dar voces.
“ Zendejas, que es lo mejor,
y lo llega á confesar
sin que lo pueda negar
el más necio espectador,
irá de mal en peor
porque estímulo no tiene
ni sobresalir previene,
porque cuando más consiga
n. a. t.~ t. t,—11
puede ser que se le diga
que en las tablas no conviene.
‘ ‘ Rosales se va secando
de ver la esterilidad
de tanta bestialidad
en el Teatro pastando:
suele, sí, de cuando en cuando
estar torpe en su papel,
pero finalmente, él
desempeña en sus afectos
los infinitos defectos
de su compañía infiel.
‘ ‘ Moreno es un presuntuoso
gracioso de patarata,
que sólo de saber trata
tejer paños de rebozo:
él hace un fatal destrozo
con que á su papel da fin;
hace muecas de Arlequín
y en desacato cruel,
Los Amantes de Teruel
agracia con el bacín.
‘ ‘ Los Metieses buenas pescas
son, y serán padre é hijo:
que desertaron, colijo,
de algunas sombras chinescas:
para hacer cosas burlescas
es figura de ajedrez,
y si hace locos tal vez
es su numen enfandoso,
tan neciamente gracioso
como fué El tiesto de Inés.
“ Y la otra pobre infeliz
que hace segunda graciosa
con el grado de mocosa,
tiene honores de lombriz;
canta con tanto desliz
que no es fácil concebir
si entona para aburrir,
pues con términos ingratos,
es su estilo como gatos
que están á medio morir.
‘ ‘ La estética cantarína
cuya voz por cerbatana
al compositor Juan Rana
le diera de oirla mohína,
con cualquiera chilindrina
vieja y de antigua invención,
cumple con la obligación
de cantar en Tonadilla
á modo de seguidilla
alguna lamentación.
“ Aquel hombre de cartón
con los ojos de empachado,
con traza de garrotado,
y sin estilos de Anfión,
pone toda su atención
en el estilo pomposo
de Majo muy relumbroso,
y con esta patarata
se nos da en jarra de plata
la peor agua de pozo.
“ A fe que se me olvidaba
hablar de la Carpintera ;
canta bien, y más luciera,
pero tiene algo de pava:
mas por ella se pasaba
á ésta; pasando á la Gata,
también es su voz muy grata,
música de profesión,
de buena disposición,
mas de vista muy ingrata.
“El vejete . . . ¡qué animal!
y el Barba segundo, infiero
que es algo más que cabrero
y de voz irracional.
La comparsa es bien igual
al resto de compañía,
porque no se encontraría
si con candil los buscaran,
ni mas léperos se hallaran
en la mejor pulquería.
“Dirán, como si lo oyera,
quién me mete á criticar
y me pone á censurar
como si de ello entendiera.
Mas si el que dice supiera
saber lo que no entendió
§4
conociera lo que yo,
motroco, que aunque se tapa,
bajo de mi pobre capa
buen bebedor se encubrió.
‘ ‘ La malicia sospechosa
que oculta su ceremonia,
que soy parcial de la Antonia
inferirá venenosa;
y de sátira injuriosa
tratará todo mi estilo.
Pero de la audacia el filo
nunca me podrá cortar
lo que no puede sacar
por la hebra de su hilo.
‘ ‘ Diré si se me pregunta,
que la posesión teatral
tiene Antonia bien cabal,
proporcionalmente junta.
Versos al caso, que apunta,
tiene afectos con finura,
sabe decir con mesura,
acciona regularmente,
el estilo es bien decente,
y admirable su locura.
“Si acaso algún calzonudo,
que con damas no me meto,
saca la cara indiscreto
si acaso sacarla pudo,
traiga consigo el escudo
que labra la ingenuidad,
y armado de integridad
destierre la adulación,
y verá la conclusión
que le hace la verdad.
“No me mezclen con los Jueces,
ni enreden con Asentista,
porque ni soy embrollista
ni ejerzo yo tales veces.
Si por saberlo pereces,
sabe que soy hombre honrado,
y que soy Apoderado
que cumpliendo con mi parte,
con estilo, modo y arte,
me tengo por presentado.
“Diga el Juez lo que quisiere,
y al conjuez le dé la gana,
que yo á la pata la llana
diré lo que verdad fuere.
Y si acaso se sintiere
alguno, que no lo creo,
sígame causa por reo,
sentenciando con destreza
destinarme á la Profesa
por no ver el Coliseo.
‘ ‘ Me dirán que sin deslices,
recatando mis horrores,
traté de buscar Actores
y solicitar Actrices.
Pero me da en las narices
que si digo lo que infiero
me tendrán por un grosero:
y yo, para más no errar,
diré que pueden cerrar
y ahorrarnos nuestro dinero.”
CAPITULO IX
1790
Con el fin de que en los espectáculos del Coliseo, hubiese el ma
yor decoro posible por la buena elección de las obras que se repre
sentasen, el Conde de Revilla Gigedohizo en la persona de D. Cosme
de Mier y Trespalacios, del Consejo de Su Majestad y su Oidor en
la Real Audiencia, especial nombramiento para Juez del Teatro de
Comedias, y á la vez designó por su ilustración, luces y experiencia,
al Padre D. Ramón Fernández del Rincón, para censor de las pie
zas, que debían serle presentadas para su examen, un mes antes de
ser puestas en escena.
Procurando vengo ser lo más breve posible en este mi relato, que
mucho podría extender si hubiere de dar salida al cúmulo de mis
apuntes y documentos; mas, habrá de permitírseme aquí dar com
pleta razón de cómo se ejercía en la Nueva España esa previa censu
ra, insertando algunos de los más notables juicios producidos por el
dicho Padre D. Ramón Fernández del Rincón en el afio de 1790. He
aquí varios de ellos:
“ La comedia intitulada El más honrado más loco, que manuscrita
se me ha traído para su revisión, es un fárrago monstruoso en que se
falta á todas las reglas del Arte. Fu la primera jornada se ven dos
acciones bien considerables por su extensión, de las cuales una pasa
en Nápoles y otra en el Reino de Aragón. En la segunda aparece el
personaje principal que habiendo estado en la primera en Nápoles,
vuelve después de un viaje de mar y de una larga campaña, áver lo
que pasa en su casa; y aquí también se introduce un largo coloquio
entre dos graciosos, el más insípido é inconducente que se puede ima
ginar. En la tercera, ya no sé lo que se dice, porque falta la pacien
cia para leerla, y porque basta haber registrado las dos anteriores,
para conocer que toda la pieza es un agregado de inepcias y boberías
indignas de la atención de cualquiera hombre que haya uso de razón.
—Es cierto que en las producciones de Calderón, Moreto, Solís, Can-
damo y demás poetas cómicos acreditados, y principalmente en las
Tragedias y Comedias Heroicas, se ven violadas las reglas de la uni
dad y se experimentan otras irregularidades; pero la fluidez y na
turalidad del metro, la hermosura de los pensamientos, la gravedad
de muchas sentencias oportunas, el feliz encadenamiento de algunos
lances y otros varios pormenores, hacen tolerables los demás defec
tos y aun los esconden á los ojos de los poco inteligentes. Pero en la
pieza en cuestión, nada hay que no choque y que no ofenda al sen
tido común, porque á más de que, como va dicho, no se observan las
leyes esenciales del Drama, la versificación es forzada, los conceptos
son viles y chavacanos, las expresiones vagas y algunas impías é irre
ligiosas, las bufonadas insulsas y groseras, y todo ello un cúmulo de
desatinos. Por lo cual soy de sentir que Vuestra Señoría debe man
dar que la dicha comedia intitulada El más honrado más loco, sea para
siempre proscrita y desterrada del Teatro, y que en consecuencia se re
coja del Asentista y se rompa. — México, Abril iode 1790.—Rincón.”
No salió mejor librada la que fué objeto del siguiente parecer:
“ Siendo la intención del Exmo. Sr. Virrey, el que en el Teatro de
esta ciudad se representen piezas dignas de la atención de un con
curso civilizado, en que hay muchos individuos que, por su fina edu
cación y por un discreto uso del mundo, saben juzgar rectamente de
los espectáculos que se les ofrecen, no me parece conveniente que se
ejecute la comedia intitulada, Astucias por heredar un sobrino á un
Tío, por varios defectos de que adolece. No es el mayor la inverosi
militud de que los sucesos de la acción pasaron en el espacio de dos
horas y media, cuando en este término apenas se pueden leer pasan
do la vista rápidamente. Este, como digo, no es defecto tan grande
que no se pueda remediar, pues con poner que lo actuado entre los
personajes, duró un día ó poco menos, ya se hacía verosímil y se ve
rificaba la unidad de tiempo. Hay otros yerros más chocantes y más
irremediables. El primero es la insolencia con que la criada Luisa
trata á su Amo D. Lucas, cargándolo de improperios y dicharachos
los más injuriosos, y, á consecuencia, los más repugnantes á una bue
na razón, pues no se puede concebir que haya Amo tan flemático
que sufra sin alteración un nublado de baldones, y criada tan im
prudente que se atreva á proferirlos sin motivo personal, y más cuan
do, como ella dice, espera que D. Lucas le gratifique sus servicios con
un cuantioso legado.— El segundo es el grosero artificio con que el
criado Crispín intenta que D. Lucas le tenga por su sobrino, vistién
dose para esto de mujer, pues por más tocas y faldas que se pusiera,
la voz, las barbas, puesto que se figura hombre provecto y viudo, lo
abultado de los miembros y lo tosco de las facciones, habían de ha
cer traición al disfraz y descubrir el embuste, no digo á D. Lucas que
lo veía en pleno día, sino á un ciego con sólo que lo oyera y palpa
ra.—El tercero es el otro embeleco, con que el mismo Crispín quiere
engañar á los Escribanos ante quienes otorga el testamento. ¿Cómo
es posible que unos Notarios de Madrid, al oir la voz entera de un
hombre sano, se persuadieran que hablaba un viejo caduco, enfer
mo, y próximo á morir? ¿Y cómo es posible que teniendo bastante
luz para escribir, no la tuvieran para ver que el testador que se de
cía D. Euca.s, era el mismo criado que había ido á llamarlos? Seme
jantes farsas sólo pueden pasar en los entremeses, en que el empeño
de hacer reír, lleva la ridiculez hasta el exceso, pero no son tolera
bles en la comedia, que, por su esencia, es una imitación de las ac
ciones humanas.— Lo cuarto es la discrepancia que se advierte en
tre el testamento y su copia: el original se dictó en verso y el testi
monio salió en prosa, y prosa muy mal forjada, con lo que se faltó á
la constancia que según el arte debe haber en las palabras, del mismo
modo que en las costumbres.—Lo quinto es la primera escena de
la jornada segunda, en que Lucía refiere á Crispín el casamiento de
D. Lucas, la determinación que tiene de hacer testamento, el here
dero que quiere instituir, y los legados que ha de dejar á sus dos so
brinos, todo lo cual ha pasado ya en la primera jornada, y con su
repetición se da á los espectadores la molestia de que oigan dos veces
una misma cosa, faltando en esto á uno de los más importantes pre
ceptos.— El sexto es la introducción del Boticario, en la segunda
jornada. Este es un personaje totalmente ocioso, porque no sirve pa
ra entablar la acción ni para conducirla y terminarla, y sólo compa
rece á invectivar á D. Lucas, á declamar contra los médicos y á ha
blar palabras asquerosas; y así, este actor es para la comedia lo que
un parche de la botica para un cuerpo humano, que aunque lo abulta,
lo deforma y afea.—-El séptimo es el embolismo y confusión de lu
gares que se observa en la tercera jornada. Al fin de la tercera esce
na dice D. Pedro que va á la casa de D? Teresa, á ocultar unos va
lores que ha extraído de entre los papeles de su Tío, y retirándose
deja á los dos criados hablando entre sí: éstos también se retiran y
comienza la escena cuarta, en que salen D. Pedro, D? Teresa y su
hija, tratando ya de la ocultación de los valores, con lo que se con
vence que los tres están en la casa de D? Teresa, á donde D. Pedro
dijo que iba á diligenciar este negocio; permaneciendo aún en el si
tio, sigue la escena quinta, apareciendo Crispín y diciendo que lle
ga á la sala D. Lucas, quien defacto se presenta y continúa en el
puesto hasta el fin de la pieza. Aquí salta la reflexión, de que si la sala
á que, según el aviso de Crispín, llega D. Lucas, es en la casa de Di'
Teresa, se comete una inverosimilitud demarca, porque es increíble
que un viejo moribundo que acaba de padecer un profundo paroxis
mo, pueda salir á la calle y andar alguna distancia: y si es la casa
de D. Lucas ¿cómo estaban allí Di Teresa y su hija al tiempo de sa
lir Crispín á darle el aviso, cuando no hay algún antecedente por
donde inferir que estas Actrices habían vuelto á ella, cuando las dos
y D. Pedro hablaban de la ocultación de los valores, cosa que según
el mismo D. Pedro se había de hacer en la casa de Di Teresa y no
en la de su Tío, de la cual se salió para este efecto? Este es un em
brollo confusísimo que echaría á perder la composición mejor traba
jada. Todos estos defectos son muy visibles, y como por otro lado
no se encuentren algunos primores, pues en la comedia no se observa
ni pureza de lenguaje, ni dulzura de metro, ni brillantez de concep
tos, ni oportunidad en su acción, ni otro mérito recomendable, soy
de sentir que V. S. debe negar la licencia para que se represente la
comedia Astucias para heredar un sobrino á un Tío, y mandar que se
devuelva á su dueño, para que si quiere la corrija y enmiende.”
El acuerdo del Juez de Teatros, recaído sobre esta censura, dice:
‘ ‘ Hágase saber al Empresario reforme por sí ó por el Autor de esta
pieza, los defectos é impropiedades notadas, y verificado esto, trái
gase nuevamente para deliberar de su representación según con
venga.”
Para representarse en Mayo, señaláronse en la lista que se remitió
al censor, las siguientes comedias: Majencioy Constantino, No siem
pre lo peor es cierto, No hay contra un padre razón, El Villano del Da
nubio, Los Aspides de Cleopatra, El mayor monstruo los celos, La escla
va del Negro Ponto, Troya abrasada, La Andrómaca, El Defensor de
su agravio, La más constante mujer, Los esclavos de su esclava, El
escondido y la tapada, El Elector de Sajonia, El Católico Recaredo, La
Niteti, Lucinda y Velardo, Fingir y amar, y El Conde de Saldaña.
La censura del P. Rincón fué la que sigue: “Ya que no tenemos
suficiente provisión de buenas comedias, para convertir el Teatro en
una divertida Escuela de virtudes privadas y sociales, á lo menos no
se deben ofrecer al Público aquellas piezas monstruosas que sin me
jorar las costumbres, sólo sirven de estragar el gusto y hacer el abu
so más dominante. Según esta máxima que á mí me parece que debe
seguirse en la necesidad en que nos hallamos, he registrado las co
medias contenidas en la lista de la vuelta, y hallo que debe deste
rrarse desde ahora y para siempre, la intitulada Lucinda y Velardo:
éste es un historión fuera de todas las reglas, en que no se reconoce
ni disposición, ni. verosimilitud, ni metro, ni el menor agrado. En la
primera Jornada aparecen en España unos moros expugnando á Valen
cia, y en la misma jornada se ven de vuelta en Constantinopla, pre
sentando al Gran Señor unos cautivos. En la segunda se presenta la
Princesa del Imperio Otomano soñando y viendo visiones, como si
fuera Profetisa. En la tercera, esta misma y su Amante, que hace de
cathequista, padecen martirio por la Fe, y bajan los ángeles con pal
mas y coronas á aplaudir su triunfo, por cuyo capítulo es también
digna de repelerse, por ser contra la orden de Su Majestad, que pro
híbe la representación de materias sagradas como es el Martirio.—
En la misma turquesa está vaciada la comedia de Los esclavos de su
esclava; aquí también hay apariciones del Cielo, conversión de Mora,
un muerto que viene del otro mundo á libertar á unos prisioneros,
y otras cosas de este jaez. Y lo más admirable es que la primera Jor
nada comienza en Argel y sigue en España; la segunda pasa en Es
paña, y la tercera, parte en Argel y parte en España, y si hubiera
cuarta Jornada, el poeta la hubiera hecho pasar en el Cayro, en Ton-
quín, ó en otro país más lejano.—Aunque la comedia Lograr el ma
yor imperio por un feliz desengaño, acepta entre sus Actores á Santa
Elena, y en la tercera jornada ó acto, como le llama el poeta, hay una
disertación sobre la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen,
y se tocan otros puntos de Religión, sin embargo, me parece que
puede permitirse su representación, según el estado en que la han
dejado el Apuntador ó el Empresario, señalando con unas líneas mar
ginales todo lo que se debe suprimir, pues con esta limitación es muy
poco lo que le queda de sagrado, y, por otro lado, Santa Elena sólo
interviene como una matrona piadosa y respetable.—La tragicomedia
Troya abrasada, aunque no contiene cosa sagrada, sí contiene el gran
desatino de querer reducir al tiempo que debe durar una acción tea
tral, una guerra que duró diez años, y no es razón que se entretenga
al público con semejantes boberías.—Por lo cual soy de sentir que
V. S. debe negar licencia para que se representen las referidas come
dias de Lzicinda, de los Esclavos y de Troya, y concederla para que
se representen las demás.
“Las comedias intituladas Las Roncalesas, El Dómine Lucas y
Un hijo de cuatro padres y de tres madres, con que el Asentista quiere
B. H. T.—T. I.—12
reemplazar en este Mayo las tres que se le repelieron, se pueden eje
cutar con tal de que en la representación de la última, se observen
las testaduras y correcciones que le he puesto para honestar algunas
expresiones poco decentes.”
He ahora el dictamen del Padre censor á la comedia Pueblo Feliz:
“ Los mejores caracteres, son el del Abate y el del Boticario santu
rrón, y también son los más propios de la comedia, cuyo objeto es
imitar las acciones ridiculas de las personas de mediana condición,
para corregirlas con la fisga: Ridendo castigat mores. En lo demás,
la pieza tiene muchas cosas buenas; sólo me parece que la acción
principal no está completa, porque consistiendo en el gobierno del
Corregidor, nos quedamos sin saber si este Magistrado consiguió la
prórroga de su Oficio, ó si pasó á servir su plaza de Oidor, y á con
secuencia nos quedamos con el deseo de saber si continuó la felici
dad del Pueblo, ó se acabó con la ida del Bienhechor.—-Es calidad
que el Boticario no salga con hábito exterior de Tercero, porque
aunque de él han abusado muchos picarones, siempre es traje de pe
nitencia, por lo cual y porque no es necesario para expresar el carác
ter del personaje, deberá éste salir con un vestido pardo y poco cu
rioso que demuestre su ánimo avaro.—En cuanto al Abate, no es
crupulizo, porque el traje no es el que traza la Iglesia en sus cánones,
y se puede tener por un traje escolar, de que usan con bastante
profanidad todos los señoritos de España, que se dedican á los estu
dios, como lo demuestran las estampas que de allá nos vienen.”
El juicio por el Censor formado, debió satisfacer el amor propio
del poeta, que se avino de buen grado á contentar la curiosidad del
Padre Rincón, relativa á si el Corregidor siguió haciendo la felicidad
de sus gobernados, y en el expediente relativo consta el siguiente
aumento hecho á la pieza: “ Todo lo que está entre las dos cruces y
con las vírgulas al margen se omite, y en su lugar Florencio prosigue
leyendo:
“Resuelvo
en el empleo continuarlo,
con los honores de Oidor,
por el tiempo de mi agrado,
declarándolo acreedor
á mayor merced, y aguardo
de su rectitud y celo
que prosiga gobernando
con el acierto que hasta ahora
en su conducta ha mostrado.”
¡ Qué es lo que aquí leo! Amigos,
el gusto que tengo es tanto
que proseguir no me deja.
Todos. Todos de gozo lloramos:
viva nuestro Padre, viva !
Alonso. Mal estamos, Escribano. {Aparte.)
El honor que os hace el Rey
gozadlo por muchos años.
Escribano. Yo os doy muchos parabienes.
Benigno. Si no os conociera, falsos. {Aparte.')
Vuestra atención agradezco,
pero sepa el vecindario
que el Rey quiere que me quede
para castigar engaños.
Para que el Pueblo Feliz
concluya con este acto
felizmente.
Ea pieza en cuestión debió ser escrita ó arreglada para felicitar al
Virrey, en su Santo ó por otro motivo, pues la acotación continúa
con que dirigiéndose el Actor al palco de S. E. dice Leandro:
Y Vuecelencia
sírvase oír con agrado
este breve rasgo, que
humildes le consagramos.
Ea conducta, Señor, del Magistrado
que gobernó de un pueblo el corto suelo,
nunca es digna de entrar en paralelo
con el celo que activo habéis mostrado.
Aquél tuvo por único cuidado
ser de los labradores el consuelo,
mientras vos extendéis vuestro desvelo
á todos los objetos del Estado.
Aquél con buena influencia fué el Apolo
que hizo un terreno fértil y fecundo
y vos ilumináis aqueste Polo
Con la luz de un espíritu profundo:
aquél hizo feliz á un pueblo solo,
y vos hacéis feliz al Nuevo Mundo.
Benigno. Pues todos nuestra dicha celebremos
y á nuestro excelso Protector cantemos.
Coro.
Tributemos aplausos
á nuestro Protector, etc.
A otra pieza, Leandro, ó la Virtud perseguida, el Padre Rincón pu
so la siguiente censura: “ IYo que encuentro que le falta á la pieza
es un interés sostenido, pues ni el empeño que manifiestan las mu
chachas para obtener el premio de sus labores, puede prestar al espec
tador bastante asunto para ello, ni la virtud perseguida de Reandra
ofrece escenas con los contrastes convenientes para excitar la compa
sión necesaria á empeñar su deseo de verla premiada. Por otra par
te, está sembrada toda la pieza de expresiones dirigidas á vilipendiar
á la Nobleza, y esto debe disgustar á los concurrentes de esa clase.”
No era el cargo de Censor de Comedias tan llano y fácil que no pro
dujese de vez en cuando tal ó cual conflicto. Húbolo, y de importan
cia, con motivo de un Drama Heroico escrito y representado en. Mé
xico, según paso á decir tomando mis noticias del voluminoso expe
diente que en la Biblioteca Nacional ó de San Agustín existe.
En 13 de Septiembre de 1790, el Contador General de la Renta de
Tabacos D. Silvestre Díaz de la Vega, por encargo y ausencia del Pa
dre D. Ramón Fernández del Rincón, examinó y aprobó la represen
tación de la comedia intitulada México rebelado, con advertencia de
que en los carteles se la llamase México Segunda vez conquistado, y
con las correcciones y anotaciones que estimó oportunas. En vista de
ello, el Juez de Teatro D. Cosme de Mier y Trespalacios, concedió li
cencia para la representación, que se verificó el 19 de Setiembre,
con una entrada de trescientos cuarenta pesos, y una utilidad para el
asentista, de cien pesos siete reales. Según parece, una buena parte del
público aplaudió con furor la comedia, con indecible disgusto de los
españoles concurrentes. Señalada nuevamente para el 21, “fuésus
pendida por aviso privado, por haberse propalado que en dicha co-
1 ‘ media se representan hechos falsos, inciertos y contrarios al carác-
“ter de la Nación.”
El Juez Mier dispuso que el Censor Díaz de la Vega se justificase
de los cargos que pudieran resultarle de no haber estudiado bien el
asunto, y Díaz de la Vega produjo en 22 de Octubre un extenso in
forme que paso á extractar, sirviéndome siempre que pueda, de sus
mismas palabras.
Comienza por demostrar que sí vió con atención la comedia, y se
ñala las correcciones que estimó conveniente hacerle. En la primera
jornada suprimió la expresión de rebelado en el título, cambiándola
por la de Segunda vez conquistado: quitó la palabra absoluto mudán
dola en como antes. En la segunda jornada suprimió estos versos:
Porque soy en
la jerarquía que advierto,
contra el idólatra torpe
y contra tu acto soberbio.
En la tercera jornada tachó asimismo,
Que yo no lo he querido
ver, porque siendo el Juez
superior aquí, es preciso
. ocupe el mismo lugar
que si fuera Carlos Quinto,
y entonces juzgaran que
con el perdón les convido.
Todo lo cual se reformó ‘ ‘ por estimar que con ello pudiera pare
cer impropio y mal sonante á los políticos oídos.” Ahora, para de
mostrar que no se tratan en la comedia hechos falsos, inciertos y
contrarios al carácter de la Nación, entra el Censor á relatar el ar
gumento.
“ Rendido México (i? parte), á impulsos de la sangrienta batalla
que sostuvieron gloriosamente los españoles, propuso Hernán Cor
tés, su General, á Guatimotzín, sucesor de Moctezuma, que que
daría reconocido de sus vasallos, sin más novedad que lo de que
con igualdad ó de común acuerdo, gobernaren el Imperio los dos.
(Págs. 3, 8 y 9 de la copia.) Segunda parte: Asintió Guatimotzín con
condición de que no se le faltase al decoro y honores á la Emperatriz
su esposa, y, avenido Cortés, fué rémora á la primera providencia
que iba á tomar sobre la entrada del agua dulce á México, de la Al-
berca de Chapultepec, impedida por la fracción de los Acueductos
acaecida en la batalla, un inopinado accidente que sobrevino á la
Emperatriz. (Págs. n y 12.) Tercera parte: Divulgó en seguidaju-
lián, soldado español del ejército, que el General Cortés era cómpli
ce con el Emperador y el Señor de Tacuba en la ocultación, que su
ponía, de los tesoros de estos dos, de cuya indecorosa calumnia no
ticioso Cortés, se vió obligado á convenir en la cuestión de tormento
en que le propusieron sus soldados pusiese á Guatimotzín y su pri
mo el Señor de Tacuba Nesehualcoyol. (Págs. 17, 18, 23, 24, 33 á
43, 46, 47 y 55.) Cuarta parte: Al acto de la ejecución los libertó
Cortés á quien comunicó Guatimotzín, haber arrojado en un estanque
de su palacio varias piezas de oro, y en la laguna sus armas; y ase
gurado Nesehualcoyol á Alvarado no tener oculto tesoro alguno, le
prometió éste interponer su valimiento á fin de atraerle la benevo
lencia de su General Cortés. (Págs. 56 á 65.) Quinta parte: Pasado
algún tiempo, supo Cortés que Guatimotzín había juntado todos los
principales de su ejército, los que proponiendo la triste situación de
la monarquía mexicana por falta de mando independiente, convinie
ron en dedicar el esfuerzo todo de sus tropas contra los españoles,
asegurando el logro de la empresa en hallarse Cortés en estado de
no esperar traición alguna; con lo que poniendo éste su tropa sobre
las armas, mandó prender á Guatimotzín y Nesehualcoyol, y tomadas
sus declaraciones y puesto el proceso en estado, teniendo considera
ción del riesgo en que se hallaban las vidas de todos, y de perderse
lo conquistado si volvían á formar una nueva conjuración cogién
dolos de sorpresa, firmó sentencia de horca contra los dos, y ejecu- ■
tada, amotinados los mexicanos presentaron batalla á los españoles,
en la que lograron éstos una completa victoria, quedando así Méxi
co pacificado segunda vez. (Págs. 77 á 79, 90 á 95 y 105 á 107.)”
Según el Censor, la primera parte del argumento estaba justifica
da con la Historia de México, Población y Progresos de la América Sep
tentrional, conocida por el nombre de Nueva España, Segunda parte,
su autor D. Igtiacio de Salazary Olarte, que acababa de reimprimirse
en 1786. Lo mismo sucedía en cuanto á la segunda, en la misma
Historia, y otro tanto la cuarta y la quinta. Al efecto de probarlo,
transcribe Díaz de la Vega, los párrafos de Salazar conducentes, y
añade: “El autor (de la comedia), fué fiel, sin más diferencia que
haber agregado algunas expresiones que moderasen el concepto de
los procederes de los españoles.’’ .
Defiende después á éstos por lo de la codicia, asentando “que es
una injusticia evidente juzgar á los conquistadores de América, con
el rigor del derecho de gentes que de presente usamos. ” Trae á cuen
to las crueldades romanas en el Reino de Epiro, en Cartago y Co-
rinto, y á Mario y á Sila y los robos de Catilina y las proscripcio
nes del Triunvirato. Dice después que ni la Corte aprobó lo hecho
por los conquistadores, ni lo encontró justo su población sensata, que
siempre fué inclinada á la piedad, ni puede ser responsable de lo he
cho, no por toda ella, sino por uno ó algunos de sus individuos, y
así “ni la comedia contiene hechos contrarios al carácter de la Na
ción, y está apoyada en el dicho de los historiadores, pues nada en
resumen hay en ella que no esté casi á la letra en la Historia de Sa
lazar.”
Encontrando inconveniente el celo de la autoridad que había sus
pendido la representación del México Segunda ves conquistado, observa
“que la Corte ha permitido la impresión y ejecución en sus Teatros
de dos dramas que contienen hechos acaecidos en el descubrimiento
y conquista de las Américas, como son el Ataliualpa y el Cristóbal
Colón, que sin embargo no se impidieron representar á la vista del
Solio; y si en la Corte no ocurrieron embarazos para esas representa
ciones, ¿ cómo me había yo de determinar en ningún caso á ponerlos
para que aquí no se verificase otra igual respectiva, teniendo ciencia
cierta de aquella ejecución?” Concluye pidiendo “que en respeto á los
derechos del Empresario y en justificación suya, se siga permitiendo
la representación, y que pase su informe al Padre Rincón para que
lo examine.” El Padre Rincón acababa de regresar de un viaje á
Querétaro.
Acordado lo último, en 24 de Octubre, por el Juez Mier, el dicho
Padre Censor contestó lo que paso á extractar: ‘‘Dos son los puntos
á que este incidente se reduce: á si los procedimientos del ilustre
Cortés contra Guatimotzín y su primo el Señor de Tacuba, que hacen
el fondo del drama, son constantes y ciertos, y á si son contra el ho
nor de la Nación española y también contra su carácter.—Ras accio
nes de Cortés que chocaron á los espectadores, fueron la tortura que
mandó dar á aquellos, y la pena infamante de horca en que les quitó
la vida para impedir la sublevación. Pero todo ello consta en las his
torias de Indias, de Salazar, Bernal Díaz, López de Gomara, Anto
nio de Herrera y Fray Juan de Torquemada, y sólo puede creerlos
falsos el que sólo conozca la de D. Antonio de Solís, que acaba con
la rendición de México.—El honor de una Nación no pende de la
conducta de algunos particulares, como dice el Abate Nuix; y si
Cortés se equivocó en unas cosas, acertó en otras aun en provecho de
los Indios: aunque los Héroes sean héroes, también son hombres, y
Cortés fué obligado por Alderete y los soldados, y no de su gusto.
Ese recaudador de la Real Hacienda y esos soldados plebeyos ¿com
ponían, acaso, la mayor y más noble porción de los individuos de la
monarquía ? ¿ Pues por qué se ha de imputar á todos su inhumanidad?
Así pues, esto no desmerece á España.
“Lo de la horca sí es sólo de cuenta de Cortés, y Bernal Díaz lo califi
ca de muerte muy injustamente dada: pero la falta de un individuo no
puede recaer sobre España, máxime cuando sus mismos compañeros
la desaprobaron. Erró el gran Constantino, erró David, erró Salomón
y erraron otros muchos, y como ellos erró Cortés, y si con tales ejem
plos no hubo desdoro para Cortés que tanto bueno hizo, menos pue
de causar desdoro á España. Pero todos esos crímenes son opuestos
al carácter nacional, que es la dulzura, como se demuestra en las de
fensas de Zumárraga y de los primeros misioneros, cuyas voces llega
ron á los Reyes haciéndoles legislar en favor de los Indios.—Estuvo,
pues, bien dada la aprobación de D. Silvestre Díaz de la Vega, que no
pudo pensar que hubiese espectadores tan delicados que dieran por
agraviada á la Nación de lo que ella jamás ha hecho duelo, y que en
vez de censurar la pieza en lo que peca, la culpasen sobre un capítulo
en que se halla inocente.—Peores cosas se ven en la comedia El Va
liente Justiciero, de Moreto, en La Niña de Gómez Arias, de Calde
rón, y La Raquel, de García de la Huerta, y nadie acusa á España
de los horrores que en ellas cometen los personajes, y nadie ha pro
hibido nunca su representación aunque sobrados motivos habría para
prohibirla. Ciertos crímenes como ellos, forman los asuntos de los
dramas y el poeta con su fantasía los engrandece: en el México, Se
gunda vez conquistado, su asunto cayó por desgracia en manos de un
aficionado, que sin saber ni aun lo que es unidad de lugar, como se
le nota al fin de la tercera jornada, tejió un historión prolijo que en
vez de excitar la compasión, que es el objeto de la tragedia, sublevó
contra sí la mollina y el enfado de los mirones; y éstos, ignorando
también las leyes del Teatro, no adivinaron la causa de su pesadum
bre, y para desahogarla tomaron por pretexto el honor de la Nación.
“Esa comedia es mala, pero si sólo se permitiesen buenas, ó ha
bría que cerrar los Teatros ó que estar repitiendo constantemente un
corto número. Yo soy el primero que me alegraría de que hubiese
una suficiente colección de buenas composiciones dramáticas, que
sirviese de frecuentes lecciones de honor, de regularidad, de senti
mientos nobles, de grandeza de ánimo y de otras virtudes civiles, y
al mismo tiempo aprendieran á discurrir con exactitud, con método
y con buen juicio. Me alegraría de que no se repitieran á cada ins
tante esos amores tan vivos y tan patéticos, esos celos tan necios y
tan mal fundados, esos desafíos quijotunos, esas cuchilladas y pen
dencias de que abundan nuestras comedias, que al mismo tiempo que
corronipen el corazón pervierten el espíritu con la hinchazón del ver
so, con lo afectado délas pinturas, con la desproporción de las hipér
boles, con la inverosimilitud de los lances y con otros muchos defec
tos que se encuentran á cada paso: pero, lo repito, habría que cerrar
los teatros.
“ En resumen: los hechos apuntados no son contra el honor de la
Nación, porque fueron acciones de particulares que ella jamás orde
nó ni aprobó, y antes bien procuró remediar en el modo posible. Así,
pues, la aprobación puesta por D. Silvestre Díaz de la Vega, fué
justa, prudente y conforme al Reglamento de Teatros.—Enero 20
de 1791.—Ramón Fernández del Rincón.”
El Juez de Teatro, volvió al Padre Rincón su informe, haciéndole
observar que la Raquel había sido últimamente prohibida; que El
Príncipe Perfecto, de Tope, era peor que ella: que lo que en su infor
me se leía acerca de que el Mosquete era muy dueño de silbar, pare
cía una chocarrería indigna del carácter del Censor, y que el México
Segunda vez Conquistado no sólo á los indoctos había causado pesa
dumbre, sino al Mosquete, á la Duneta y á los Palcos, causando tal
indignación, que algunos dieron queja al Virrey. Que todo esto se le
decía por si deseaba reformar su informe.
El Padre Rincón acogió de mal talante la devolución y estas ad
vertencias, y respondió que á él no le constaba la prohibición de la
Raquel al escribir su dictamen; que El Príncipe Perfecto no venía al
caso, pues él hablaba de lo que se representaba frecuentemente, y la
comedia de Tope no estaba en este caso; que el derecho del Mosque
te á la silba, lo creía justo, y por su parte lo sostenía, y que si su dic
tamen no le parecía bien al Juez, podía éste consultar á otra pérsó-
na, pues la suya no estaba en disposición de reformar el de 20 de
Enero.”
Ignoro cómo concluyó este curioso asunto, pues el expediente de
la Biblioteca no aparece terminado. Ahora bien: ¿quiénes fueron los
autores de estas comedias escritas en México? Por mi parte nada sé;
pero quizás puedan averiguarlo los distinguidísimos D. José María
Vigil, D. José María de Agreda, D. Euis González Obregón y D. Je
sús Galindo y Villa, á quienes gustoso dejo el trabajo de la investi
gación y la gloria de resolver la incógnita. Me basta á mí la satisfac
ción de ser el primero que haya hablado de dichos curiosos asuntos,
que en las páginas de mi libro ven, también por primera vez, la luz
de la publicidad.
CAPITULO X
*****
Si de obras de alguna importancia escritas en México no me es po
sible dar más noticias que las muy breves ya puestas en anteriores
capítulos, sí diré algo de una colección de loas y entremeses, y de
comedias de santos y pastorelas, que una casualidad trajo á mis manos.
Esa casualidad, no producirá, desgraciadamente, honra grande á las
letras patrias, y quizás hubiérase perdido poco no sacando á luz la
colección; tan pobre así es el hallazgo: pero supla á lo bueno lo cu
rioso. Hé aquí una muestra.
"LOA EN OBSEQUIO DE LA PURISIMA, que dirá un Indio
frutero, el que sacará un canasto en la cabeza con todo lo que se
expresa.
Música. Es María en su concepción
un espejo cristalino:
en todo el poder divino
puso toda su atención.
El indio, gritando. Toman ustedes manzanas,
granada, melón, zapote,
sandía, perón, camote,
y unas buenas avellanas:
b. h. t.—13
9»
plátano, naranjas, moras,
ciruelas, peras y nueces,
jicama, cañas y reices,
con cacahuate y anonas,
pera que ya está cocida,
uvas por libras ó arrobas ?. . ..
.. .. ¡ Válgame el Virgen ! ¿no lo hay
quien me lo compre, señores ?
(Viendo á la Santísima Virgen
que estará en sus andas).
Osté que viene tan alta
con sos cuatro cargadores,
cómpremelo osté mi fruta;
mire osté que estoy moy pro ve.
Desde el alba ando vendiendo
y no hallo quien me lo compre
ni al medio día ni á la tarde,
y ya lo llega la noche :
desde el principio hasta el fin
del mondo llegan mis voces,
y siendo tan natorales
se hace sordo quien las oye.
.... Pero .... ¿ qué es esto que miro ?
To majestad me perdone !
Si to eres paraíso ameno,
¿cómo quiero que me compres,
siendo vos la tierna Virgen
que da los frutos mexores,
y toda es fruta pintada
la que en mí se reconoce ?
. . . .Aparto mi fruta á un lado,
suspendan las atenciones,
y sea la fruta el asunto,
Señora, de vuestros loores.
Pena fiera el mondo espera
porque con prevención vana
por un yerro una manzana
vendió la primer frutera:
y si bien se considera,
fué yerro de valor tal,
que hizo al hombre tanto mal
de una manzana un bocado,
que á uno y á otro le ha quitado
al Universo el caudal.
Viendo Dios que nos perdimos
porque la nuez salió vana,
de Eva, nos dió una avellana
conque la gracia adquirimos;
de uvas nos dió los racimos
y de dulzura nos carga:
no es de la cáscara amarga
el fruto de esta criatura,
pues su carne es dulce y pura
que de la culpa descarga.
El melón está calado
y ya su fragancia exhala;
también la sandía calada
explica el Verbo encarnado.
El capulín sigue ahora,
que es fruta que el ser recibe
de Dios, que en la gracia vive
á vista de esta Señora,
que en lo más pequeño mora
y con Dios siempre reside.
.... ¿ Qué tal va quedando el loya ?
¿ les cuadra á los mormorones ?
¿ lo habla bien los natorales,
lo mesmo que el españoles ?
Pues agora lo verán
todos esos habladores,
que debajo de un mal capa
los hay güenos bebedores.
Vámonos ya poco á poco
ó nos iremos al trote,
porque el pera y la cirgüela
me dejó como un camote.
Pero espérese un poquito
que un verso quiero lo trove
el mi rústico cacumen :
sospendan sos atenciones
que aqueste dulce armonía
ya va á declarar sus voces.
Música. Esta que ves es María,
clara luz, divina estrella;
si el que la hizo nació de ella,
contempla qué tal la haría.
Indio. Es del Padre Eterno pira,
es de su trono columna,
IOO
es inmaculada y pura,
y es espej o en quien se mira:
es manantial que respira
su santidad : ¡ qué alegría !
es el sol y luz del día,
es la torre de David
pues dijo el Señor así:
Música. “esta que ves es María.”
Indio. Es de la gracia el maná,
es fijo reclinatorio,
es divino consistorio
de la augusta Trinidad.
Es madre de la verdad,
es en todo Virgen bella,
fué á gusto del Padre en ella
que el Verbo había de encarnar,
y así se llegó á formar:
Música, ''clara luz, divina estrella?'
Indio. Es Madre, es Hija, es Esposa,
de tres personas iguales,
en divinidad cabales,
y en trina ciencia una sola.
Del Padre Hija poderosa,
es del Hijo Madre bella,
es Esposa y es Doncella
del Espíritu, es verdad
y aseguro en realidad:
Música, "si el que la hizo nació de ella.”
Indio. De la más realzada ciencia
la hizo Dios tan poderosa,
cándida azucena hermosa
de la más alta eminencia.
Es de tan sacra excelencia,
de toda la gerarquía
la escogió con alegría
haciéndola sin igual,
sabia, maestra general:
Música, "contempla qué tal la haría?'
Indio. Ya te lo dije el glosista,
Sacra divina Señora.
Mi frotita se ha quedado
y voy á venderla agora.
Y te dejo soplicado,
Sacra María Virgen pura,
IOI
que en todo le des auxilio
á nuestro párroco y cura,
pues con su ejemplo asegura
buscando felicidad
á este pueblo en realidad
pues todo bien nos procura.
Y á nuestro señor Alcalde
que domina aqueste pueblo,
por su celo muy constante
corónalo allá en el cielo,
en unión del poeta autor
que con muy crecido anhelo
os dedica aquesta loa
con amor muy verdadero,
y si acaso, Virgen pura,
merecen un corto premio,
colócalos en tu Reino
que es lo que mi amor procura.
Y en conclusión, todos digan :
viva! viva! María pura!”
Paréceme que mis lectores convendrán conmigo en que la tal loa
sólo á título de curiosidad merece haber sido por primera vez impre
sa en estas páginas.
Sin duda era en esos tiempos muy de gusto del público ver á los
indios en escena chapurreando el castellano. En un entremés para las
Posadas, representado en 1790, y que original poseo, figuran los si
guientes personajes: Pascual, indio: Una moza: Un monigote: Juan de
la Cruz, indio: Candelaria, india: y Encarnación, india. He aquí como
habla Pascual:
Alabado sea el Sior,
que sea por siempre alabado.
Téngalo ostied buena noche
con todo el gosto culmado.
Ya veo dirán sos merciedes,
al diablo el indio borracho,
que sin que nadie lo llame
en la mesa está parado.
Mas el que así lo dijere
se le seque el espinazo.
Yo soy aquel buen Pascual
que ostied habrá oido mentado.
He sido Gobiernador,
agora alcalde parado,
102
Este es el pora verdad
como tres y dos son cuatro.
No soy indio carbunero;
lo soy algo españolado.
Por so lado de mi agüela
soy noble, no hay que dodarlo.
Por so lado de mi pagre
no tengo de que contarlo,
porque lo era un buen persona,
pues luego luego lo ahurcaron.
Por so lado de mi magre
el conceptu lo está claro
pues aunque era prieta, prieta,
tiene so ojo blanco, blanco;
y á mí comtiémpleme ostied
si soy bueno ó si soy malo.
También, lo habéis de saber,
soy on poco estodiantado,
y lo sé cantar on réquiem,
on secolaron cantado.
Eo entiendo estodiar las loas
sin decir desatinados.
Después de esto y de un villancico en honor de los Santos Peregri
nos, el indio Pascual trama disputa con una moza de la casa, yes
preciso que intervenga y le pacifique Monigote, diciéndole:
Pascual, en estos parajes
usa de grande política,
y mira que es buena crianza
el ser la gente rendida.
Monigote, hace entrega de unas cartas que trae de
Cura de Zagualica, y dice á Pascual:
Siquelguí incarnación,
ó iguán ó se Mariquilla
ynoseltín Juan de la Cruz,
simo calaquí vanican.
Pascual. Onicancatí, Señor.
Monigote. Pues asean Siguala nican.
De la parte de mi Cura
vuesas mercedes reciban
sus espresivas memorias
de su gratitud florida,
y que de su parte vienen
103
Encarnación y su tía
Candelaria, y Juan Pascual
su padre, y Juan de la Cruz.
Se reduce su venida
á que Encarnación se casa
con Juan de la Cruz, y estilan
estos tomar bendición
de las personas que estiman.
Aquí llega Encarnación.
Encarnación. Cómo lo está ostied, Magrina,
maquí momachín, Señora.
Monigote. Habla la lengua castilla.
Juan de la Cruz. ........... Yo lo soy maestro-capilla.
........... Yo lo soy hombre de bien,
lo entiendo de soltería;
lo sé cantar un respunso
que lo oyera en el esquina:
también lo sé yo cantar
el Misa angeliquería,
que me estoy en los amenes
cerca de lo medio día.
Toco todos instromentos,
lo sueno la organería,
arpa, violín, tulolochi,
flaota, salbajonería;
así lo quisiera ostied
que yo lo viniera on día
y que lo cantara el coro,
porque lo canto tan recio
que la dejara atordida.
Pascual. Yecuale Don Juan Sichaqua,
parece ostied taraviya.
Es fuerza ostied convidar
que lo fuere ostied on día
á honrar sos güeñas personas,
que no faltará on tortilla
y Ip divirtiera ostiedes,
lo trajera mi borrita
lo montaran sos miercedes
poco á poco, está mansita:
comerán sopicho meló,
que lo mato mi cochina,
tan gordo verán ostiedes
da tanta mantequería.
104
Encarnación. ........... Y yo también, Virgen Santa,
te soplico con anhelo
•que á todos, todos, toditos
nos juntéis allá en el cielo,
quedando el pulque en su calma
no lo persiga el topile,
mas que lo pierda el huepile
como no lo pierda mi alma:
no se lo lleve la palma
el diablo, con so caverna;
te lo pido José tierno
por vida to mogercita
no lo muere con el pita
y me lo lleve al infierno.
Pascual. También pedimos los dos
yo Piscual y mi moger,
que no nos dejéis beber,
por ser on bebida atrós
el polque, porque, Sefior,
tarantado. muero yo,
y me lo dice on mochacho
que si la doy en borracho
el diablo me lo llevó.
Cate ostied aquí acabada
la fonción de la Jornada.
Todos. Y asi digan todos
con suma alegría
que aquí siempre asistan
Josef y María.
Festejen y aplaudan
en aqueste día
la Posada hermosa
de José y María.
Angeles y arcángeles,
venid y cantad
hoy en la Posada
que hay en mi corral.
Podrían bastar las muestras presentadas para no dejar deseos de
conocer otras, pero debo proseguir y prosigo con otro manuscrito de
mi colección. Trátase de una Loa en obsequio de Nuestra Señora de
ios
Guadalupe. En ella toman parte los siguientes personajes: Un loco;
un meco; San Miguel; Lucifer.
Música. Al mayor portento
que América vió,
salve le prevenga
la celeste Sion,
y en himnos alegres
con acorde unión,
celebren amantes
su alta Aparición.
(Sale el loco comiendo alguna cosa.)
Ola! ¿ qué música es ésta ?
¿ qué casta de prevención
nos viene aquí dando indicios
de que puede haber función ?
¿ Quiénes con tanta imprudencia
y tan grande sinrazón
alborotan mi contento
é inquietan nuestra pasión,
cuando cada uno ocupado
está en su negociación,
unos pensando en los astros,
otros pensando en su amor,
otros en la valentía,
otros en la sinrazón,
otros pensando en la ciencia,
otros en composición ?
En fin, cada uno en su tema
pero yo en la tragazón ;
y así, cállense la boca;
silencio, chito, chitón!
Déjenme comer á gusto
porque si me enojo yo....
(tira lo que come)
he de hacer que se estremezca
todo el Orbe y la región
esférica de este Globo
y Celeste Pabellón;
y en este esférico mundo
pelearé tan fuerte yo
que empedraré con cabezas
toda su circulación.
io6
¿ Pero onde está mi comida ?
¿ Quién de aquí se la llevó ?
( Cantan el primer verso y sale San Miguel.)
Loco. Y dale con la porfía !
Sin duda que locos son,
pues siguiendo van su tema,
Mas. . . . me causa confusión,
pues las voces por el aire
esparcen su entonación.
¿ A quién le iré á preguntar ?
¿ ó quién me dará razón
de toda esta novedad ?
Miguel. Esa vengo á daros 5-0.
Loco. Ay ! qué hermoso paj aróte !
¿Sois canario, ó sois gorrión?
No de balde por el viento
se escuchaba tu canción.
En fin, declara quién eres:
acaba; dime ¿ quién sois ?
¿ Por ventura eres armado ?
Creo que traes morrión ;
más bien pareces danzante.
Pero.... aguárdate ; que no,
que no, mírenle los pies.
No hay que hacer: es bailador.
Pero bailador con alas,
¿qué será? válgame Dios!
En fin, sea lo que fuere,
vaya, dime tu intención
antes que vuelva á venir
esa cantada ó rumor,
que no me deja comer
cuando más á gusto estoy.
Miguel. Soy paraninfo celeste,
y la alta disposición
del Juez Eterno y Supremo,
que bajara decretó,
pues aunque el hombre primero
ingrato se le mostró
allá, en el Sacro paraíso,
y el precepto quebrantó,
como que lo hizo á su imagen,
de su culpa se apiadó
y por su misericordia
107
á su precioso Hijo envió
á hacerse hombre por el hombre,
dentro el más puro candor
de la más pura doncella
que para madre escogió,
siendo amada hija y esposa
de tan Supremo Hacedor.
Loco. Jesús! qué dicha tan grande
el primer hombre alcanzó,
que el hijo de Dios viniera
á hacerse hombre por su amor.
Vamos, que es grande fineza.
Miguel. Pues á más grande llegó,
que después de haber nacido
sufriendo tanto rigor,
por el hombre padecer
quiso cruel muerte y pasión,
hasta dar en una cruz
la sangre del corazón.
I.oco. Todos en Adán pecamos
y á todos nos contagió.
Conque si por esto vino
á padecer el Señor,
hasta á nosotros los locos
sin duda nos alcanzó.
Miguel. Es así como lo dices,
y más se explayó su amor
á todo el género humano,
que para su salvación,
bajo las santas especies
de pan y vino quedó,
y esto por siglos sin fin
hasta la consumación.
Loco. Es infalible verdad;
sabes más que Salomón,
y esto y lo más que me has dicho
no tiene ni duda, no;
y todo, á puño cerrado,
firmemente creo yo.
Miguel. ¿Ya ves tantos beneficios?
Pues otro grande favor
á el Orbe, de polo á polo,
ha causado admiración.
Loco. Y ¿ cuál es ese primor ?
io8
Miguel. Enviar á su propia Madre
para que contra el error
de la culpa y la malicia,
rayos, pestes y traición,
como que es corredentora,
sea amparo del pecador.
Y así, yo vengo del cielo,
pues Dios el decreto dió
de que lo intime en la tierra,
para que la devoción
de todo el género humano
se aliente con gran fervor,
celebrando de María
la celeste aparición.
Y como Luzbel rabioso
siembra zizaña y error,
cuando á esta Emperatriz Sacra
se le rinde adoración,
vengo á que esté advertido
todo el mundo en conclusión,
contra ese monstruo maldito,
para hacerle oposición.
Yo de mi parte te encargo
el que aquesta narración
á todos cuantos encuentres
intimes con gran primor,
para que todos unidos
en tan célebre función,
rindan á su Reina y Madre
alma, vida y corazón.
Loco. Salto, brinco de contento!
Yo lo haré con grande amor,
y á todo aquel que se oponga
á nuestra proposición,
si me coge con la luna
le aventaré con el sol,
cosa que se abrase todo
siendo al infierno tizón.
Ya yo me voy á comer,
y con esto, adiós, adiós!
El encargo que me haces,
pierde cuidado, que yo
lo haré con crecido empeño,
con grande ánimo y valor.
iog
Que lo acredite mi mano.
(le da la mano).
Desde hoy tu compadre soy.
Miguel. Y yo siempre á vuestro lado
seré vuestro protector.
( Vase cada uno, y suenan cajas y truenos y sale
Lucifer).
Lucifer. Arma! arma ! guerra! guerra!
infamia ! furia y horror!
Avaricia, Lujuria, Ira,
aprontaos ! llamo yo!
Gula, Pereza y Envidia !
Vengan todos á mi voz,
que está en campaña el contrario.
Aquí de todo el furor
de mis ardientes entrañas,
cuyo veneno manchó
á todo el género humano,
y del Paraíso arrojó
á aquel hombre que á su imagen
hizo el Eterno Creador!
Pero . . . . ¿ qué es esto ? ay de mí!
No sé qué trasmutación
entre preludios y asaltos
me sofoca el corazón,
pues veo que del cielo hermoso
con cristalino fulgor
resplandecen las esferas,
luna, luceros y el sol,
y los Angeles ¡ qué pena !
se postran con fino amor
á esa que nombran su Reina!
Ay de mí! qué compasión !
¿ Posible es que una mujer
me cause tanto temor ?
No es posible! no es posible!
¿Quién tan gran bajeza vió?
¿No soy yo el Rey de los vicios?
¿No soy quien se coronó
por Príncipe del Abismo,
y de él tomó posesión ?
¿No fui quien me opuse al cielo
y de su centro arrancó
IIO
la tercia parte de nueve
del Angélico escuadrón ?
¿No soy quien le dió las fuerzas
al titánico Faraón,
por medio del mar bermejo
siguiendo al pueblo de Dios ?
¿ No hago adorarme á mí mismo
cualNabucodonosor?
Contra el fuerte Mardoqueo
¿ no pudo más mi ambición
en la privanza que tuvo
con Asuero? ¿No soy yo
aquel fuerte Roboán
que contra la emulación
muchas estatuas ofrezco
de oro al ídolo Dagón,
para que me adoren luego ?
¿No soy el que á Caín soberbio
la quijada le ofreció
que al inocente de Abel
infausta muerte le dió ?
Y por último, ¿mi esfuerzo
no los cielos revolvió,
ni soy, en fin, el que quiso
oponerse al mismo Dios?
Pues si todo ese poder
ha encerrado mi rencor,
¿cómo ahora me atemoriza,
cómo ahora me da pavor
solamente una mujer?
¡ Muera quien tal pronunció !
¡ Muera todo aquel que intente
el rendirle adoración!
Y en fin, ¡ muera todo el mundo!
antés que la devoción
se le sacrifique amante
á quien no puedo ver, yo
que pirata de estos montes,
vestido de la traición,
bandolero de las selvas,
seré el más fuerte campeón,
que armando fuertes de vicios,
y un formidable escuadrón
de pecados y de ofensas,
III
discordia, murmuración,
tengo de impedir celebren
esta Sacra Aparición
que me da tanto tormento
y terrible confusión.
Y si hay quien contra mi intento
quiera hacerme oposición,
sacándole las entrañas,
rompiéndole el corazón,
el centro de mis furores
será su eterno panteón !
[Sale el loco sin ver al Diablo].
Loco. Bien haya la Providencia
de aquel bendito Señor
que á mi Padre San Hipólito
tanta caridad le dió;
he comido como un loco,
y á lo loco lo que soy.
Pero tengo reflejado
que ya tan loco no estoy
desde que con mi compadre
tuve la contestación
de aquel encargo que me hizo,
y no se me olvida; no,
aquí tengo de aguardarlo.
Sentaréme.
[Se sienta /.
Lucifer. Qué rigor!
Ya los cielos se conspiran
en mi contra ! Qué dolor !
[Ruido dentro. Se para el loco, abre la puerta y
sale el MecoJ.
Loco. Ahí viene ya mi compadre;
pues á recibirlo voy.
¡ Sagrada Virgen María !
por Jesús, que me espantó :
en qué instante mi compadre
ya se me transfiguró !
Meco. Amigo, no os asustéis,
que á buscar vuestro favor
vengo, como desvalido,
fugitivo del furor
de entre mis propios amigos.
Del Nuevo México soy
112
el más valiente entre todos
los de aquella mi nación,
y viendo que con mi Rey
me he llevado la atención,
solicitan envidiosos
mi muerte, y por eso yo
vengo buscando el amparo
acá, por vuestra nación.
Lucifer, (aparte.) Todas aquestas razones
tormentos para mí son.
Loco. Pues si el patrocinio buscas
de la cristiana nación,
no la hay en otra más grande
que el que por dicha logró
tener á María por Reina,
y tener por Rey á Dios,
para afianzarnos su amparo
y darnos su protección.
Lucifer, (aparte.) Oh! pese á todo el Infierno!
Meco. Pues mi Rey será tu Dios,
ya que esa Reina María
me ha inspirado el corazón:
y así te ruego me digas
algo de tu religión.
Loco. Pues mira, el Eterno Padre,
que es el verdadero Dios,
ni principio ni fin tiene;
cielos y tierra creó;
luego, de su propia imagen
el Verbo Eterno salió,
y del amor tan recíproco
conque se amaron los dos
el Espíritu Divino
al instante procedió.
Son tres personas distintas
y tan sólo un solo Dios.
Da segunda, que es el Hijo,
á tomar carne bajó
en el puro y casto vientre
de la que en su Aparición,
nos mostró todo su anhelo,
y siempre Virgen quedó.
Esta es la Reina del Cielo,
á quien hoy se hace función.
U3
Lucifer, (aparte.) Oh! quién licencia tuviera
de arrancarte el corazón!
Meco. Pues esa Virgen me valga
y válgame vuestro Dios.
Tu ley pretendo seguir.
Lucifer. Eso sí digo que no.
Vil, bárbaro! ¿os atrevéis
á olvidar vuestra nación?
Loco. ¿Y quién le mete á usté en eso?
Lucifer, (agarrándolos.) Aquí morirán los dos!
Miguel, (saliendo.) Dime, serpiente infernal,
común enemigo atroz,
¿qué tus astucias pretenden?
Lucifer. Estorbar la devoción.
Miguel. Pues porque veas, soberbio,
rendido vuestro furor,
á mis plantas obediente
has de quedar, vil traidor.
Lucifer. ¿Cómo rendirse Luzbel?
Miguel. De este modo, infame, atroz!
(Riñen.)
Lucifer. ¿Quién cómo yo en el poder?
Miguel. ¿Quién ha de ser como Dios?
(Cae á sus pies.)
Meco. Válgame! qué fuerzas tiene;
es más valiente que yo.
Loco. Pues si éste es compadre mío:
¿ya ves como lo mató?
Aguárdate, le hablaré.
Compadre: aquí estamos dos
que venimos con gran gusto
á hacer lo que me encargó,
pues queremos celebrar
la admirable Aparición.
Y no tenga usté cuidado,
ya éste sabe la lección,
yá mí, Dios, como piadoso
ya el juicio me restauró.
Pero empiece usté primero
en esta celebración.
Miguel. Como Reina de los Angeles
esa Esther que preservó
el Divinísimo Asuero,
me viene de obligación,
114
y así, angélicas cadencias
suenen desde la alta Sion,
celebrando de María
la admirable Aparición.
(Música -por dentro.)
Miguel. Celebren los hombres
Loco. La alta Aparición
Meco. De María sagrada
Lucifer. Contra mi furor.
Miguel. Sagrada Virgen María,
Madre, Hija, Esposa de Dios,
bendita entre las mujeres,
pues la culpa no os tocó,
porque en el primer instante
de tu limpia concepción
todo el Poder Sempiterno
en hacerte se esmeró.
Y tanto os quiso, Señora,
con tan indecible amor,
que el tesoro de la gracia
todo en ti depositó,
y por nuestra Reina y Madre
tu amparo nos endonó,
y á esta América felice
amante la cultivó,
para que tu patrocinio
explayara con amor
á cuantos lleguen humildes
á pedirte su favor.
Lucifer. Basta, Paraninfo, basta
tanta mortificación.
Baste de tanto tormento.
Cese ya tanto rigor!
(Jfrfs/ca.)
Nací de alta jerarquía,
me despeñó mi altivez,
yo vencí al mundo después,
y á mí me venció María.
Lucifer, (parándose.) En una silla triunfante
me vi, oh desdicha fiera!
luciendo en aquesa esfera
como una estrella brillante.
Mas mi soberbia arrogante
perdió el gozo que tenía,
H5
y es tan cruel la pena mía
y tan mísero quedé,
que tiemblo diciendo que.
Música. Nací de alta jerarquía.
Lucifer. Quise oponerme al Creador,
vano, soberbio y osado,
pero me vi castigado
con indecible rigor.
Miguel! terrible dolor!
dió con mi dicha al través;
penas, desdichas, después
se volvió el gozo profundo,
porque á un fuego sin segundo
Música. Me despeñó mi altivez.
Lucifer. Mas mi envidia sin tardanza
dispuso, según se prueba,
contra Adán y contra Eva,
la más infame venganza.
L,os engañé, y su mudanza
míos los hizo esa vez,
mas según el caso es
y de todos conocido,
habiendo sido vencido............
Música. Yo vencí al mundo después.
Lucifer. En fin; ya que á mi pesar
ha de seguir la función,
voyme á mi eterna prisión
pues no lo puedo estorbar.
Miguel, déjame pasar;
ya no estorbo esta alegría.
Cristianos, aqueste día
gracias den al Sempiterno
porque á pesar del Infierno. . . .
Música. A mi me venció María.
Miguel. Vete ya, monstruo infernal,
que ya me ordena mi Dios
te sepulte en las cavernas
de esa tu oscura región, (vase.)
Lucifer. ¿Qué es esto que me sucede?
¿qué es lo que pasa por mí?
Triste Luzbel, no hay remedio!
¡Ay infelice de ti! (vase.)
Meco. Anda donde no hagas daño
y déjanos á los dos,
n6
porque nosotros faltamos
de alabar la Aparición.
Loco. Rosicler puro y hermoso,
bella Runa, claro Sol,
Palma, Ciprés, Torre, Espejo
en donde Dios se miró.
Meco. Huerto cercado, Jardín,
Ciudad grande y la mejor:
Sagrada Imperial Paloma
en donde habitó el Señor.
Loco. De Juan la pluma sagrada
dice que del Sol vestida,
eres luz de eterna vida
y de estrellas coronada.
Meco. ¿Quién es capaz, Virgen pura,
de alabar tanta grandeza,
santidad, gracia y pureza
como Dios en ti asegura?
Música. Viva la que en candores
de gracia es llena,
pues la hizo Dios sin mancha,
blanca azucena.
Meco y Loco á la vez. X todos alegres
en acorde unión,
repitan que viva
tu alta Aparición. ■
Te ofrezco hoy por oblación,
Aurora Guadalupana,
en esta función mañana
rendido mi corazón.
V sochipisagua
criollita hermosa,
y sochipisagua
queridita mía,
y sochipisagua
Madre amorosa,
y sochipisagua
del alma mía.
Defiéndenos con anhelo,
siendo por gloria cristiana
tu imagen Guadalupana
de la América el consuelo.
Y sochipisagua,
criollita hermosa,
ii7
y sochipisagua
queridita mía,
y sochipisagua
Madre amorosa,
y sochipisagua
del alma mía.
CAPITULO XI
S •* * í- *
Todas aquellas piezas representables en los teatros unas veces y
ante las mismas Imágenes otras, según se ve indicado en las que ex
tractadas ó copiadas dejo en el precedente capítulo, abundaban en
acrósticos, romances en ecos, glosas, poesías mudas, laberintos, poe
mas cúbicos, consonantes equívocos, y los mil y un primores ó za
randajas que codificó el celebérrimo D. Juan Díaz Rengifo, natural
de Avila, bajo el título de “ Arte poética española, con una fértilísima
silva de consonantes comunes, propios, esdrújulos, reflejos, y un Di
vino estímulo del Amor de Dios, aumentada en esta última impre
sión (1759), con dos Tratados, uno de Avisos y Reglas, otro de aso
nantes, con cuarenta y ocho capítulos y con un compendio de toda
el Arte Poética, y casi cinco mil consonantes.”
Siguiendo la regla, ó mejor sería decir receta, de Rengifo, para la
formación de laberintos, y dice,
“ Al derecho y al revés,
por atrás y por delante,
á la morisca y través,
juntando dos y tres pies
hallarás el consonante,”
en las loas, entremeses, pastorelas y coloquios á que hago referencia,
abundan los esfuerzos de ingenio mal gastado y de paciencia mal em
pleada, productores de estrambóticas maravillas métricas.
De un enorme parlamento escrito en México y dedicado á celebrar
la Limpia Concepción, tomo las.siguientes quintillas, de las que su
n8
autor advierte tener cada una de ellas, la curiosidad de que lo mismo
pueden leerse "de arriba abajo que de abajo arriba:"
En su limpia Concepción
más reluciente que estrella,
le dió al Orbe admiración
esta preciosa doncella
pisando al fiero dragón.
Del rapto de culpa y pena
es María privilegiada,
pues cual cándida azucena
se presenta inmaculada,
de toda la Gracia plena.
Con peregrino arrebol
amaneció aquesta Aurora
aun más brillante que el Sol;
de luces los campos dora
como encendido Farol.
Es un intacto Santuario,
con los bienes de la Gloria,
de gracias teniendo Erario,
cantó el mundo la victoria
de su común adversario.
Más agraciada que Esther,
sin sombra de culpa alguna
la vió el Orbe amanecer,
sin menguante hermosa Luna
con brillante rosicler.
Del Occeano de pureza
el Señor con eficacia
formó esta rara belleza,
dotándola de la Gracia
de su liberal Grandeza.
Adán por la sierpe astuta
el precepto quebrantó,
y en una vedada fruta
á su prole contagió
con una culpa absoluta.
Del cielo desheredado
el hombre con todos daños
se miraba aprisionado
por más de cuatro mil años
en el más mísero estado.
ii9
De tu vientre virginal
salió nuestro Redentor
sin la culpa original
hecho hombre por nuestro amor
para librarnos del mal.
Te nos mostrastes Aurora
en el más brillante día,
que del hombre intercesora,
Hermosísima María,
fuiste la corredentora...........
Y así sigue y sigue esa serie de quintillas, que, como notarse pue
de, nada nuevo ni señalado dicen ni leídas al derecho ni leídas al re
vés, sin pasar de un simple amontonamiento de palabras y de frases.
En la misma colección hay dos décimas igualmente dedicadas á la
Inmaculada Concepción, con la curiosidad de que cada uno de sus
versos tienen por centro ó el sol ó la luna.
Del sacro ' Soberano
Copia fué del Divino,
Hermoso que previno
El en su regio arcano,
A este del ser humano
Do hace sin sombra alguna
Y que este en su cuna
Nazca con resplandor,
Porque el de su candor
Es .sin mancha importuna.
La décima que tiene la luna por centro, dice:
Es María luciente,
bella sin menguante,
que como flamante
es en candor creciente,
Esta en claro Oriente,
l LUNA <
pura sin lección
se vió en su estación
tan rara del cielo,
la nueva que al suelo
fué en su Concepción.
La Culpa, que en esa loa toma parte, habla en el siguiente altiso
nante estilo:
Espera, temible acento!
contén la voz! no prosigas!
que tus métricas candencias
rompen de la cristalina
esfera, el azul celeste,
cuyas diáfanas cortinas
se empavesan de luceros
con bizarra gallardía,
ostentando en sus celajes
de los astros la divisa,
pues son vasallos de Febo
los fulgores que allí brillan.
Retira tus consonancias,
ó al impulso de mis iras
convertiré en tempestades
toda la máquina empírea,
forjando ligeros rayos
que conviertan en cenizas
con los efluvios del fuego
á esta vasta Monarquía.
Enmudece los violines,
rompe las cadentes liras,
destiempla bajos y trompas
que con gran melancolía
canten mientras lloro yo,
ó pese á las furias mías!
¿A una mujer tanto aplauso?
No comprendo tal enigma,
que á la que es hija de Adán
y en su mismo ser nacida,
le han de dar tales aplausos,
siendo consecuencia fija
que le comprendió la culpa
de la venenosa arpía
del pecado original
que á su prole contamina.
¿Cómo libre se ha de hallar
la que es de su herencia misma?
Mienten todos los anuncios,
son falsas las profecías,
que procuran separarla
y que quieren distinguirla.
I2t
Es falso que esta mujer
se mirara tersa y limpia
contra el orden natural.
No puede ser, es mentira,
es imposible; no hay duda,
es falsa Filosofía.
Dios no ha hecho cosa imperfecta
y esa mujer lo sería
á estar libre del pecado
que á su prole contamina.
Eso no es verdad, es falso;
y si alguno me replica
ó contradecirme quiere,
salga en forma silogística
á defender lo contrario:
la Culpa los desafía
sin reserva de personas
en la cumbre de la cima.
A tan grandes bravatas de la Culpa se presenta la Gracia y quieras
que no quieras, y ayudándose con celestes coros, demuestra su error á
la Culpa.
¿ Es posible que esto escuche
y que al instante no muera ?
Reniego de mi poder !
¿ De qué sirve mi soberbia ?
De nada en efecto le sirven, pues á la voz de la Gracia
á pesar de tus astucias
y tus ardides y enredos,
se presentan valerosos
con ínfulas y capelos
Doctores y Santos Padres,
agotando los tinteros
en universal defensa
del Purísimo Misterio
de la Concepción en Gracia
de la Reina de los Cielos.
Sacando á luz sus errores
que se presente Lutero;
en fin, sin limitación
que salgan en este puesto
calvinistas’ mahometanos
y todo el infeliz gremio
de paganos y gentiles,
que el Santo Doctor Angélico
Sapientísimo Tomás
los despachará al infierno.
La Culpa se va al fin, echando pestes por aquella boca:
Reniego de mi desdicha!
Mi pecho en ira se abrasa
pues ha triunfado de mí
esta Reina inmaculada.
Retiróme á las cavernas
á llorar en sus entrañas
el bien que logran los hombres
por Niña tan soberana.
Pero yo de los mortales
tomaré crüel venganza,
inventando nuevas culpas
que devoren á las almas,
ya que aquesta Mujer Fuerte
la Original deja atada.
De esas altas filosofías descansaba el buen público de las fiestas re
ligiosas, con los entremeses en que era gracioso el Indio: vaya una
muestra más de los chistes de aquellos graciosos: la tomo del saine
te El Indio criado:
Alabado sea Jisós!
Cuánto cansado lo vengo
de boscar on convenencia
porque de hambre me lo muero.
Ayer me juí al catarral,
por señas lo iba saliendo
á on siñor con so piloca,
so chopa largo, moy goeno,
on pañito culurado
con sos adornos bermejo:
yo no mas le puse el mano
y se me enredó en los dedos.
El siñor no lo vió nada
y yo lo quedé sospenso.
¡ Válgate Dios por pañito !
¿ con este paño qui haremo ?
no sea el Diablo que soceda
lo que socedió á tio Pegro,
que por cosa como este
no más, le dieron doscientos,
no dineros, sino azotes
con on pero verdoguero.
Mi agüelo, mírelo osted,
ese fué otro fondamento:
no li cuadraba la aguja,
ni el dedal, ni por lo pienso !
A lo grande se inclinaba,
á los vestidos muy giienos,
los relojitos de plata,
los centillos, cosas goeno.
A mi hermano lo azotaron
por jurtón y matutero.
Mi tata, mírenlo ostede,
ese j ué otro fondamento:
por nueve veces casado
salió so acompañamiento
en on burro aparejado
con ojos en so piscuezo,
con so coroza muy grande
y so vitor güeno, güeno.
Pero donde más resaltan el candor y el ingenio de esos días y esos
autores, es en los coloquios y pastorelas que dando principio en la
rebelión de Luzbel venían á terminar en la adoración de los pastores
á Jesús recién nacido.
Da primera escena tenía lugar en el cielo, entre Luzbel y Miguel:
el primero, en todo el esplendor de su prístina belleza, recreándose
en sí mismo, tomando para Sí los cánticos de alabanza de todas las
jerarquías, pretende convencer al segundo de su absoluta igualdad
con el Ser Supremo, pues lo creó tan hermoso y perfecto cual lo es
él mismo. Miguel llega á perder la paciencia al oir las blasfemias del
soberbio espíritu, y desenvainando su espada arroja por tierra al in
grato, gritándole con voz de trueno:
Bárbaro! ¿quién como Dios?
Aunque ya en la desgracia, Luzbel no se da por vencido y exclama:
¡Qué importa que del cielo
injustamente Dios me haya arrojado
si con la ciencia infusa me ha dejado?
¿No es perpetuo mi ser? ¿pues cómo ignora
que igual tengo de ser á su grandeza?
Por la que en mí, infinita se atesora
¿podrá acabarse mi naturaleza?
No obstante, tiénele intranquilo el saber que Dios se entretiene en
formar de vil arcilla la humana criatura, en la que infundirá un alma
á su imagen y semejanza, y en la cual pondrá todo el amor que dejó
vacante la rebeldía de Luzbel. Juzga éste que la fabricación de se
mejante muñeco, es un entretenimiento indigno de Dios y la mayor
burla que á él puede hacérsele, y se prepara á vengarse echándole á
perder su nueva criatura. Gracias á la ciencia infusa de que ya nos
habló, al ver á Eva adivina Luzbel el lado flaco de Adán.
Ya acierta mi experiencia! La costilla
que en su fragilidad es fortaleza,
á mi cautela juzgo que se humilla.
Guárdese el hombre, que mi enojo empieza.
Aparece el Paraíso: Adán galantea á su hermosa compañera, y le ex
plica cuánta es la multitud de los favores que ambos deben á Dios,
quien todo les consiente y permite, menos una sola y única cosa.
Todo es vuestro, amada esposa;
pero mirad que os advierto
que aquel árbol no toquéis,
que es soberano precepto
de Dios, y en viendo su gloria
fácil reconocimiento,
no quiere más su grandeza
que este divino precepto.
El que probare la fruta
y no obedezca el decreto,
está condenado á muerte
su eterna gracia perdiendo.
Vase’Adán, queda sola Eva; y en el acto piensa así:
Si he de decir la verdad,
yo por ver el árbol muero,
que al pensamiento ligero
sigue la curiosidad.
Luzbel acaba de deslizarse detrás del árbol prohibido y se prepara
á contestar á las dudas de Eva, en la forma que Rengifo llama eco:
Zr ¿Qué puedo perder en ver
la fruta vedada?
Luzbel, (oculto.) Nada!
Eva. ¿Y qué haré al la ver?
Luzbel, (oculto.) Comer!
Eva. Si el árbol vedado toco
¿habré delinquido?
Luzbel, (oculto.) No!
¿Quién me ha respondido?
Luzbel, (oculto.) Yo!
Eva. ¿Qué aventuro en esto?
Luzbel. Poco?
Eva. ¿Qué más claro desengaño?
pues sin saber cómo ó quién
dice quien y dice bien,
mucho el miedo y poco el daño,
resuelta voy á tocar
el árbol y ver el fruto,
pues es negar el tributo
comer pero no mirar.
Eva come la fruta, la hace comer á Adán, sobreviene á poco una
tempestad en que se manifiesta la cólera de Dios; Miguel, armado
con espada de fuego, arroja del Paraíso á los primeros pecadores, y
la escena múdase en un Templo en que se presentan Daniel é Isaías
á anunciar que es llegada la hora en que el hombre empiece á ser re
dimido con la llegada del Mesías. El ejemplar que manuscrito poseo,
dice al llegar á este pasaje del coloquio y pastorela: “Pito de infier
no. A este pito se descubre la vista de Infierno, en la que aparecerá
Lucifer en una peña recostado y un caudillo á sus pies. El Pecado,
prevenido por vuelo grande, y Satanás por escotillón de la izquier
da, hasta sus correspondientes pitos. Lluvia de fuego para la hora
del Conciliábulo, Cajas, Tempestades, Caudillos, y Diablos.”
Al son de músicas tristes, dice la comedia, laméntase Luzbel de los
pesares que le afligen sin tener siquiera el consuelo de poder dormir;
á un mortal no se le niega
del sueño el dulce letargo,
y yo, infeliz, por más que hago
más y más de mí se aleja.
Dime, sueño, injusto amigo,
¿ por qué tanto te escaseas
con un desdichado? Di.
Que si yo te poseyera
sosegara el pensamiento
y minorara mis penas,
porque eres tan parecido
á la muerte en tal manera
que el que de tu sueño goza
ó el que tu amistad profesa,
ni agradece beneficios
ni se previene á cautelas.
Su mal humor se desfoga en maldiciones y blasfemias, que hacen
que el coro, con música alegre, le repita las palabras de Miguel,
Bárbaro, ¡ quién como Dios!
Por supuesto que Luzbel responde encolerizado repitiendo sus eter
nas amenazas, llegando á ponerse de punto de caramelo cuando los co
ros de músicas alegres, le anuncian el próximo parto de la Virgen, que
no dejará de serlo ni aun siendo madre. En el colmo de la irritación
exclama Luzbel:
No lo creo ni por pienso,
pues aunque más santa sea,
más hermosa ó más divina
que pueda haber en la esfera,
vasallos tengo tan leales,
y tan valientes se muestran,
que á las murallas más altas
han derribado sus fuerzas.
Y para que juzgue el Orbe
que Luzbel verdad profesa,
al llamado de mi voz
acudan á hacerle guerra.
(Con terrible y estruendosa voz I
Horrible noche del Caos profundo!
Eclips soberbio del primero mundo!
Noche común del hombre inobediente!
Contagio del Oriente y Occidente!
Abismo lobregoso. Lunar feo
del huerto deleitoso!
Aspid entre las flores!
Nube del día, horror de sus candores!
Mancha de Adán que á todos has tocado!
Pecado original!!!
Pecado, (alpaño.) ¿Quién me ha llamado?
Lucifer. Tu Príncipe y Señor!
Pecado. Ya te obedezco
y hoy de nuevo á servirte á ti me ofrezco.
Inmediatamente Luzbel llama y hace venir á Satanás, que en el
acto acude diciéndole:
Príncipe invicto, ¿qué mandas?
Aquí estoy á tu obediencia:
que aunque somos, Gran Señor,
los dos nacidos de un parto,
y nada puede perderse
entre dos que son hermanos,
dejo á mejor ocasión
poner mi derecho á salvo.
Luzbel, antes de decirles el objeto de su llamado, les refiere la crea
ción del universo y del hombre, su soberbia y su rebeldía, su perdi
ción y la de los ángeles que le siguieron, amenizando su enorme par
lamento con descripciones como esta:
Con admirable prudencia
hizo el cristalino Globo.
Luego, con suma grandeza,
de uno á otro polo fijó
dos ejes que lo rodean,
para que los once cielos
que la evidencia enumera,
y el estrellado Zafir,
firmamento que se muestra
á un paraninfo celeste
que arrebatado voltea
todo el esférico río
que le dió la Omnipotencia.
En medio del cuarto cielo
de los que os hablo en mi tema,
puso el Sol, porque alumbrase
giro á giro, esfera á esfera;
y por influencia dispuso
astros, signos y planetas,
dando lo muy conveniente
á cada cual en su esfera.
... .Todo cuanto aquí os he dicho
es porque veáis que á mi ciencia
nada se le oculta, y todo
se encuentra sujeto á ella.
Pero aquí mismo principian
mis dolores y mis penas,
pues dicen las que manejo
ciencia infusa'y sabias letras,
que ha de nacer de una estéril
una niña, en cuya perla
será en que se deposite
la sagrada Omnipotencia.
A todo está dispuesto Luzbel para impedir que se cumplan las pro
fecías, y todo lo intentará antes de que su cabeza pueda servir de al
fombra á la doncella elegida, y al caso dice hermosamente:
primero, tantos pedazos
contra estos muros la hiciera,
que tan sólo en recogerlos
un joven se envejeciera.
Satanás y el Pecado original convienen en poner en pie de guerra
á todo el infierno; el Pecado trata de dar ánimo á su Señor recordán
dole la importante ayuda que en todas las ocasiones le ha prestado
para rellenar de condenados el abismo, y después de mucho argumen
tar y de mucho discutir, pues todos tres son impertérritos habladores,
resuélvense á salir á campaña.
Luzbel. Amigos, con vuestra ayuda
todo mi poder se anima,
y, así, empiece la venganza.
Los dos. Nuestra venganza prosiga!
Pecado. Ah! de esa lóbrega estancia!
Satanás. Ah! de esa fogosa hornilla!
Lucifer. Donde impera mi poder.
Pecado. Donde reina mi malicia.
Satanás. Eh! valientes capitanes!
Luzbel. Eh! valerosas cuadrillas!
Pecado. Salid del oscuro averno!
Satanás. Dejad la laguna Estigia!
Luzbel. Que vuestro Príncipe os llama!
Pecado. Que ya el Pecado os incita!
Satanás. Muera el hombre á nuestras manos!
Luzbel. Dadle al hombre batería!
Satanás. Toque al arma nuestro aliento!
Luzbel. Al arma, infernal milicia!
Pecado. Con vuestras voces, Señor,
todo el infierno se alista
para ganar las victorias
que tenemos á la vista...............
Y, en efecto, “ á sus voces, dice la acotación de la comedia, toma
cada uno*posesión de su lugar, y, al pito, se irán, Lucifer, por vuelo
grande; Pecado, por escotillón de la derecha; Satanás, por el de la
izquierda y los caudillos y los demás diablos por la boca del infierno,
y todo esto será muy violento.”
Síguese en decoración de Templo el acto de elegir María esposo,
que es José, cuya vara florece de improviso, y la boda queda cele
brada.
Da segunda parte empieza con la salutación del Arcángel Gabriel
y con la conformidad de la Virgen á la voluntad divina; sobreviene
José, y María se turba no resolviéndose á decirle lo acontecido, y ter
mina la escena conviniendo ambos esposos en ir á visitar á su prima
Isabel. Esta, sin más pesar que el de tener mudo á su esposo Zaca
rías, ocúpase en el arreglo de su casa y en dar buenos consejos y to
mar cuentas á sus pastores, por los cuales sabe el matrimonio de su
prima María, fausta nueva que la regocija grandemente. Entonces
es cuando hace su primera presentación en la comedia el pastor Bras,
que de sí mismo dice:
Señora, me llamo Bras;
pero debes entender
soy Brasito en trabajar
y Brasote en el comer.
Con él se dan también á conocer Bato y Gila, tan graciosos y bue
nos consortes que cuando Gila pregunta si la ha extrañado, contesta
Bato:
Bien sabes que te he querido
como á un dolor de costado.
Gila. Así lo tengo entendido;
tu habrás de morir por mí.
Bato. Pues si muriera por ti,
¿qué te harías de otro Bato?
B. H. T.“T. I.—17
Gila. Yo buscara con desdén
otro marido segundo.
Bato. ¿Y habrá marido en el mundo
que á su mujer quiera bien?
Gila. Los buenos lo hacen así.
Bato. Pues yo soy que ni de palo
y si algo tengo de malo
lo habré aprendido de ti.
Gila. Mejor es que al monte vayas
por lefia, para amasar.
Bato. Ahora vengo muy cansado,
mejor será irme á acostar.
Adiós, Gila de mi vida.
Gila. Adiós, Bato, tuya soy.
Bato. Y de cuantos quieras eres.
Rifias y galanterías semejantes entre ambos esposos, se repiten á
cada momento en el curso de la obra.
Igualmente burdos, glotones y holgazanes, Bato y Bras son los
eternos camaradas de aventuras y merodeos, y unidos acometen las
más arresgadas empresas: á la husma de cuál será la mujer elegida
para madre del Mesías, Luzbel se presenta en los campos vecinos á
la casa de Isabel, y en uno de sus monólogos tristes echa roncas de su
pecho, y maldiciones y blasfemias que sorprenden Bato y Bras, y sin
asustarse con la fea catadura del Rey de las Sombras, conciben el
atrevido proyecto de ensillarle y ginetearle.
Bras. Bato amigo, ¿no escuchaste
lo que ese jumento dijo?
Bato. No he entendido una palabra
porque el miedo aun no disipo.
Bras. Pues qué ¿no tendrás valor . . . .
de lazar á ese pollino
y montados á caballo
le llevamos al aprisco?
Bato. ¿Y si acaso se voltea
el chirrión por el palito
y nos ensilla á nosotros?
Vencidos los reparos de Bato, éste y Bras vanse en busca de los-
útiles necesarios para la empresa, y á poco rato vuelven, dice la aco
tación respectiva, Bato con un almartigón y Bras con un fuste viejo,
y hablan en voz baja:
Bato. Este es un almartigón
de mi ya difunto tío.
Bras. Qué ¿tu tío era caballo?
Bato. Era de su animalito,
¿y tú qué traes cargado?
Bras. Es un fuste, amigo mío,
que se ponía mi padre
cuando salía al camino.
Bato. ¿Conque tu padre era bestia?
me harás perder el sentido
Bato. Pues acércate primero.
Bras. Si tendré valor no has dicho.
Bato. Ensíllalo, y caminemos.
Bras. Y tú acaso ¿estás tullido?
Bato. Pues ¿hasta qué hora lo coges?
Bras. Tú le tienes miedo, amigo.
Bato. No sé si sabrá de ancas.
Bras., ¿No ves que no tiene brío?
Bato. Date prisa, no se vaya.
Bras. A un tiempo démosle el grito.
El primer intento no les sale bien, pues Lucifer los rechaza y tira
al suelo:
Bato. Todo ¡ay! me ha descuadrillado!
Bras. Una pierna ¡ay! me ha rompido!
Pero después, invocando á Dios y á San Miguel, logran ensillar y
montar á Lucifer, que dice:
¡Que por orden del Creador
y su poderoso edicto,
sea yo juguete y escarnio
de villanos que abomino!
Acaba, suerte tirana!
Oh! Miguel: tú me has vencido!
pero yo me vengaré
con doblar al hombre el vicio,
y avivando mis astucias
todos irán al abismo!
Lucifer arroja al suelo á Bato y Bras, y huye por un escotillón del
que salen llamas y humo que tizna á los dos pastores.
t32
Bato. Grita, que el monte se quema:
¿no miras el fuego activo?
Pastor. ¿Y quién os ha puesto así?
Bato. Por jugar al caballito
sobre un potranco cerrero,
echó un reparo el maldito,
y á los dos nos ha dejado
muy bien tiznado el hocico,
con fuego que por la cola
le salió como á torito.
Gila. Bonito par de figuras
para espantar muchachitos!
En medio de los bailes y canciones con que sus pastores y colonos
quieren distraer á Isabel, Bato y Bras vuelven á dar aviso de que lle
gan María y José, quienes son recibidos con pastoriles festejos por
Isabel y todos los moradores de su casa y de sus campos.
Pero, so pena de extendernos por demás, desistamos de seguir pun
to por punto esa nueva edición de la Biblia y del Evangelio puestos
en verso, y lleguemos á los instantes solemnes en que se prepara el
nacimiento del Redentor. La acotación dice “por vuelo San Miguely
en bosque cortoP
Miguel. Montes que de ese velo transparente
poseéis el influjo más luciente;
riscos cuya eminencia
á las nubes les hacen competencia;
altos, verdes escollos de estos prados
de variedad de flores matizados;
fuentes que con risueños movimientos
corrientes explicáis los sentimientos;
aves cuyo concento lisonjero
en primores os puso el mes de Enero,
prorrumpa nuestro canto en voz sonora
dulces acentos hoy á vuestra aurora,
que yo por ello intento
esparcir alegrías por el viento,
siendo mi voz clarín dulce y sonante
que á las aves despierte vigilante,
y pues soy de los cielos mensajero
sea la voz acento lisonjero,
y sus canciones saetas
que despierten del sueño á los profetas.
i33
Entáblase una especie de diálogo entre los coros que cantan coplas
con música alegre, y San Miguel que las comenta en ampulosos versos,
hasta el instante en que lo interrumpe Luzbel gritando dentro:
Vivan Luzbel y sus tropas!
Soldados míos, alerta!
que está el contrario en campaña.
Arma! arma! guerra! guerra!
Preséntanse Luzbel y el Pecado que andan sin saber por dónde, en
busca de la mujer que ha de dar á luz al Mesías, y cruzan la escena
María y José, que andan de peregrinos y se detienen á aplacar su sed
en una fuente que allí brota. Miguel se presenta á saludar y ofrecer
sus respetos á María:
Al fin, llegaron mis ansias
á ver el monte celeste
donde se dieron de amor
las más soberanas leyes;
á ver la mesa más franca
de este cordero eminente,
de ese divino retrato
que con su hechura engrandece
á el Apeles más divino,
cuyos sagrados pinceles
para dibujarla hermosa
vertieron esplendideces
sin tasas y sin medidas
en esta imagen que ofrece
el figurado maná
que es de la vida la fuente.
Pásmense el mundo y los cielos
pues esta antorcha luciente,
esta carroza del sol,
hoy, desquiciando sus ejes,
se bajara si pudiera
para postrar altiveces.
Y así, criaturas todas
montañas, riscos y fuentes,
plantas, flores, valles, cumbres,
aire, tierra, aguas y peces,
prevenid todos posadas
á quien por todos hoy viene,
dejando alcázares ricos
por nacer en un pesebre.
María le contesta con humildad y sencillez celestiales,
Oh! divino Embajador,
cuya presencia me tiene
absorta, por ver que el Cielo
tantos favores previene
para aquesta humilde esclava
que en verdad nada merece:
Paraninfo soberano,
cumplida veréis en breve
vuestra súplica, pues ya
toda mi alma se siente
anegada con los gozos
de mi alumbramiento breve. .
El Pecado entra en escena y procura ganarse la buena voluntad de
la Virgen, fingiéndose un pobre simple, pero á pesar de su disfraz es
conocido y Miguel le maltrata y arroja á los pies de María. El Peca
do pide auxilio y salen Lucifer, Satanás, San Gabriel y San Rafael y
se entabla una lucha enconosa por ambas partes. Lucifer, soberbio
siempre, grita:
Quién como yo, di, Miguel!
y Miguel le contesta con voz tonante
Quién como Dios! di, serpiente!
y Luzbel queda vencido y humillado, y el Pecado y él y Satanás se
desahogan con el siguiente laberinto:
Pecado. Sólo eso siente mi pena!
Satán. Sólo eso mi pena siente!
Luzbel. Que á mí me ofenda y lo mire!
Pecado. Que no la mate y me vengue!
Satán. Que no me vengue y la mate!
Luzbel. De aquesta suerte Luzbel!
Pecado. Pecado de aquesta suerte!
Satán. A mí te atreves, esclava!
Pecado. Que esta esclava á mí se atreva!
Luzbel. Y que no pueda valerme!
Satán. Y que valerme no pueda!
Luzbel. Que me ofenda así su vista!
Pecado. Que así su vista me ofenda!
Acábase por poner en fuga á los diablos, y por ello felicitan los án
geles á María, que sigue su camino para Belem. A la entrada del pue
blo sitúase Luzbel para impedir que las gentes vayan á adorar al ni
ño Jesús, ya que no le es posible impedir su nacimiento. Los primeros
individuos que con él se tropiezan son Bato y Bras, que llegan cansa
dos y con hambre y hablando, como de costumbre también, grosera
mente:
Bato. A mí me tiene rabiando
la puerca de mi mujer.
Preséntaseles Luzbel, y se renuevan las ordinarieces y los insultos:
Luzbel. Villano! si yo me enojo
te haré morir á mis manos.
Bato. No te enojes, cara negra:
ya no te diremos nada.
Bras. Con esa cara tiznada
te pareces á mi suegra.
Sirviéndose de su glotonería, Luzbel ofrece á Bato y á Bras una su
culenta comida con tal de que le firmen una escritura vendiéndole
sus almas: Bato y Bras admiten en apariencia, pues lo que quieren es
jugarle una burla, y después de comer y beber como príncipes, á la
hora de firmar, para lo cual trae Satanás tintero, phima y papel, ambos
pastores dicen que no saben ni leer ni escribir. Luzbel se enfurece
con aquella burla y manda colgar á Bras y enterrar vivo á Bato, pe
ro llega Miguel y los salva. Después de esta última derrota, ni Luz
bel ni sus demás infernales camaradas vuelven á presentarse.
En vista de calle, con muralla y centinela en ella, dice la acotación,
salen María, José y Miguel buscando donde hospedarse. José llama
á las puertas de dos de sus parientes, que uno tras otro le despachan
con cajas destempladas y más que groseras razones. Después pide po
sada en un mesón del que es portero veapobe negó que les responde
que no hay lugar ni albergue para nadie, y menos para una mujer que
está para parir y podría despertar á los demás huéspedes. Miguel se
dirige entonces al centinela ordenándole que abra las puertas de la
ciudad.
Sabe que á tus puertas tienes
la Redención de Israel:
abre las puertas que viene
el verdadero Mesías
á que los muros le entregues.
Pero contra el tal centinela Miguel y su Quién como Dios! nada pue
den, y el implacable soldado acaba por llamarle impertinente y vol
ver la espalda á los peregrinos, que al fin se resuelven á guarecerse
en mísero y desmantelado portal.
Estamos en un campo yermo y á todos los aires del invierno más
cruel, no obstante lo cual el poeta mezcla y confunde las Estaciones,
obligado por la fuerza del consonante, puesto que los pastores dicen,
y por dos veces,
Feliciano. Son crecidos los rigores
con que nos maltrata el frío.
Rosaura. Ya me acaba el cruel estío:
paremos aquí, pastores.
Bato. Gran trabajo es caminar
con tan riguroso estío.
Rosaura. Helada vengo de frío;
démonos prisa á cenar.
Todo lo disponen para el caso, y pronto se enciende el fuego y es
tá lista la cena, que alegremente despachan, armado cada pastor con
su cuchara. El glotón Bato exclama,
Quién tuviera veinte bocas
y cuarentamil barrigas
para llenarlas de migas.
A lo que responde Bras:
O quién tuviera un gaznate
de cinco varas de largo...........
Gila. Guarda, Bras, para mañana,
que te acabas la cazuela.
Bras. Anda á moler á tu abuela:
todavía tengo gana.
Suenan de pronto músicas alegres que cantan,
Acudid, pastores
todos con fervor,
que á la media noche
ha nacido el sol.
Esta copla vieja viene á demostrar que es más antiguo de lo que se
creía aquello de noche en que el sol brilló, que tanto ha sido criticado á
un excelso poeta mexicano.
Viene Gabriel, anuncia á los pastores el nacimiento del niño Dios
y les invita á ir á Belem á adorarle, lo que ellos hacen muy de buen
grado, y aparece el Portal y Jesús en un pesebre y María y José á sus
lados, y cántase la gloria y alegres coplas y gozosos villancicos, y ca
da cual ofrece al Niño lo mejor que posee, viandas, frutas, flores y pu
ro y sincero amor, y la pastorela concluye abriéndose sobre el feliz
portal de Belem todos los esplendores de la Gloria, que durante trein
ta y tres años habría de quedar huérfana de la segunda persona de la
Omnipotente Trinidad.
Feliz el para nosotros ignorado poeta, que de tan antiguos tiempos
viene recreando á los sencillos de corazón con su humildísima obra,
por la cual viven en el mundo infantil el valiente Miguel, el fanfa
rrón Luzbel, el gritón Pecado original, los rústicos Bato y Eras y la
poco escrupulosa Gila!
CAPITULO XII
1791.—1792.
No pudiendo, en obsequio á la brevedad, hablar de todas las fun
ciones de la temporada de 1790 á 1791, me referiré á las más notables
por cualquiera circunstancia. El domingo 25 de Abril la función del
Coliseo estuvo dedicada á celebrar 1 ‘ los felices años que numera la
Serenísima Infanta de España y Princesa del Brasil, D!.1 Carlota Joa
quina de Borbón, en debida manifestación de vasallaje á nuestro So
berano el Señor D. Carlos IV (que Dios guarde), y como un peque
ño átomo del amor que debe rendir todo fiel vasallo: ’ ’ púsose en es
cena la gran comedia El maestro de Alejandro, y siguió el suntuoso
baile, invención de Mr. Morali, Divertimiento de los villanos. El pro
grama dice: “A todo Teatro (y con previa general iluminación de
vistosos y armoniosos candiles, de nueva invención y exquisito gusto),
B» H. T,—T. I—-18
se harán visibles sus decoraciones, presentándose á igualdad respec
tiva Actores y Actrices, con la más posible decencia, en debida gra
titud de tan festivo día: el adorno de los intermedios será de la mejor
elección, así en lo armonioso de su compuesto, como en la novedad
de su invención que aumentará la brillantez. Y siendo indispensable
aumentar los costos, lo es asimismo, que la paga sea doble, previa
licencia y calificación superior.”
Aquí es oportuno decir, en qué consistía el aumento de luces del
Teatro en días solemnes, y cuánto importaba el gasto, según una
nota firmada por Miguel Meneses: “Razón del número de Candiles
y luces que en ellos se aumentan los días de Besamanos.—Cinco can
diles en el cielo raso de á doce luces cada uno, que son sesenta luces:
Otro dicho con diez y ocho luces: Cuatro dichos del frente del Tea
tro con seis luces en cada uno, y son veinticuatro luces: Cinco otros
dichos de á seis luces en cada uno en el cielo raso, y son treinta lu
ces: Veintisiete candiles chicos en Palcos y Cazuelas de á cuatro lu
ces cada uno, y son ciento ocho luces. Total, cuarenta y dos candiles
con doscientas cuarenta luces.”
En 22 de Junio se fijó en las puertas del Teatro un cartel impreso
en que se avisaba: “ Para mejor comodidad del público concurrente
al Teatro en sus salidas de él, se han aumentado varias puertas que
la franquearán diariamente, y también en cualquier suceso extraor
dinario de temblor de tierra ó de incendio. Una de ellas, que se ha
lla ya en uso, gobierna ó da paso del primer piso al Portal donde es
tán los tres arcos ó puertas principales. Otra lo facilita del tercer piso
y Cazuela de hombres á la misma calle del Teatro, á distancia pro
porcionada de dicha puerta principal y de la que da comunicación al
segundo piso, para que no impida la llegada de los coches. Otra fran
quea la misma salida á la gente del Patio y Mosquete, que se condu
cirá por la Puerta nuevamente hecha, además de las otras que se han
usado hasta aquí. El paso interior que hay del primer piso al segun
do, quedará franco para que los concurrentes usen de él como les
convenga al tiempo de salir; pero el que había y ha servido hasta
ahora para el mismo fin en el tercer piso, quedará privado para tal
objeto, y lo propio la salida antigua de dicha Cazuela de hombres.
Ras puertas nuevamente habilitadas, estarán en franquía desde que
medie la tercera jornada de las funciones teatrales, dándose principio
el día 24 de este mes. En las entradas no se hace novedad, pues és
tas han de continuar por los mismos parajes que hasta ahora. Tam
poco ha de haber variación en la salida del segundo piso, que ha de
continuar como hasta aquí. Y para que llegue á noticia de todos, se
da la presente, de orden del Gobierno.”
En el mismo mes de Junio de 1790 y á 12 de él, la Compañía del
Coliseo fué reforzada con un nuevo Galán de bien extraño apellido.
He aquí la copia de su contrata, al uso de la época: “ Digo yo Juan
Lagenheim, que me ajusté con Gerónimo Marani, Asentista del Tea
tro de esa Corte, á servirle en él y por el sueldo de quinientos pesos,
desde hoy día de la fecha, hasta el último del Carnaval próximo ve
nidero, en la plaza de Primer Galán, haciendo por ahora en cada se
mana solamente dos comedias en los domingos y jueves de ellas ó en
los que se me señalen con la debida anticipación; y en caso de que
llegue á estar en aptitud de ejecutar algunas comedias más, las haré
por sólo el salario de los expresados quinientos pesos. Asimismo se
rá de mi obligación hacer todos los Galanes en comedias ó en zarzue
las de música, y en esta clase, si se ofreciere, cantaré sainetes y to
nadillas en algunos intermedios, precediendo la anticipación de una
perfecta enseñanza. En las comedias que además del Galán tengan
otros papeles de carácter igual ó que no desmerezcan de él, será de
mi obligación hacerlos á más de las comedias referidas, y se me pa
garán aparte aquellas adealas y gages que me toquen, sin abono de
comedia supernumeraria, por lo que me obligo á trabajar también la
comedia que se da de pilón en cada mes. En verdad de lo cual firmé
la presente en México á 12 de Junio de 1790.—Juan de Lagenheim."
“ Caudal-de comedias de Juan de Lagenheim: La Morbella, El des
dén con el desdén, El Mariscal de Virón, El Desertor, La Eugenia, An-
tioco y Seleuco, Reinar después de morir, La fuerza del natural, El Prin
cipejardinero y fingido Cloridano, El delincuente honrado, Progne y Fi
lomena, Del Cielo -viene el buen Rey, El cerco de Roma, El Tetrarca, La
Zayda, Ponerse hábito sin pruebas y Guapo Julián Romero, El Abrahán
castellano, El carbonero de Londres, Los carboneros de Francia, Gustos
y disgustos son no más que una imaginación, Dar la vida por su dama,
Las armas de la Hermosura, No cabe más en amor, Conquista de las
Molucas, Mtistafá."
En la noche del 9 de Julio se dió en el Coliseo una función por una
Compañía de Bolatines, con el siguiente programa: “ La maravillosa
Suerte de la Tabla, Mesa y Silla, de diferente modo que el visto has
ta aquí, se mantendrá sentada la Romanita á cuyo beneficio es la fun
ción, y otros dos haciendo un equilibrio, todos al mismo tiempo, y se
hará otro parándose de pies en la silla, á que seguirá el salto de la
cinta, con salto de Dama y sin palo, continuando la suerte de la Ca
pa y el Sombrero; y el Payaso bailará el Jarabe, vestido de mujer, en
la misma maroma. Habrá saltos en el aire, haciendo varios nuevos,
con los grandes del Trampolín, y después de otros distintos el de la
Puente, concluyendo con el mortal de pasar por cima de cuatro ca
ballos con sus ginetes. En la pequeña cuerda floja se harán las Cam
panas de París con fuego de artificio. Se repetirá el equilibrio de la
Escalera suelta, de diferente modo que hasta aquí. Habrá también
dos suertes de manos que serán, la primera, quitarle á uno la camisa
sin que lo sienta, y la segunda cargar una pistola con una bala que
aparará uno encima. La Romanita bailará el Minuet de la Corte y se
dará fin con nuevas Sombras impalpables.”
A beneficio de Teresa Marani, se representó el sábado u de Se
tiembre El Padre avariento, y “la pieza de mucho chiste y gracia El
embarazo y el parto fingido. Se cantó el buen sainete de El medio sim
ple del caudal de Felipa Mercado, y una tonadilla nueva á solo, nom
brada La hidalga en la Corte, por María Martínez, alias La Carpinte
ra. También hubo dos bailes, el uno de El Ametamiro, y el otro el
de Los locos. Esta función, añadía el Programa, es dispuesta por Te
resa Marani, primera Bailarina del Teatro, impulsada de su mayor
agradecimiento á la benignidad pública que ha disfrutado, de la que
aguarda, con el numeroso concurso, la fortuna de agradar acertando
á servir.”
En 23 de Octubre la beneficiada fué Antonia Marani, con las pie
zas El chasco de la anciana, La forma del sombrero; el sainete La Pro
cesión, y los bailes El Quácaro, y El amor corsario. Siguió Juana Ma
rani con las piezas El sastre y su hijo, Cada uno en su casa y Dios en
la de todos, y Los maridos engañados: cantáronse las seguidillas Dor
mido en una peña, y No lloréis, Fabio, celos; y bailáronse Los bergan
tines, La cucaña, Las boleras, La alemanda, y los bailes del país, Los
garbanzos por Anita Espíndola, alias La Magueyito, y La Tirana. El
programa traía esta advertencia: “En cuanto á la entrada, desearía
sinceramente la interesada que su querido público la disfrutase fran
ca; pero ya que esto no es compatible con su suerte, deja á lo menos
al arbitrio de los que ocupan los palcos y lunetas el hacer la contri
bución que sea de su agrado, pidiéndoles, sí, la asistencia de todos
modos. Para los lugares no arrendados, la paga será como en día de
trabajo.”
En otras ocasiones de beneficio los programas eran redactados en
verso y aquí va una muestra, que recomiendo:
Ultimo Beneficio, que de gracia
Su Excelencia piadoso ha concedido,
en que su gratitud benigno espacia
premiando su mérito sabido:
previene dar lugar con eficacia
á quien también quiere sea atendido:
disfrutaránle pues, Antonia San Martín,
con Juanito Marani, bailarín.
Y así en justa razón su afecto amante
procurará esforzar con vivo anhelo,
el ansia que profesan incesante
de al público servir con leal desvelo,
para lo cual disponen elegante
una Folla, que excita su consuelo
en que si lo mejor no fuere, lo escogido,
iguale á lo pasado en divertido.
Las piezas que por buenas han nombrado
es El Viudo Epifanio y El Tramposo,
pieza que aquí no se ha representado
y esperan dará gusto en lo jocoso:
las dos partes también se han colocado
de la loca y sillero codicioso
nombrado por el chiste en su porfía
El monigote astuto y Lotería.
Dos piezas de cantado primorosas
harán los intermedios divertidos,
siendo del mejor gusto, y deleitosas,
que con placer ofrecen muy rendidos,
Las lanchas y Boleras tan graciosas,
y otros sones del pais, ya conocidos,
Jarabe y Bergantines cantarán,
las que Acosta y Morales bailarán.
Atendiendo á dar gusto, han preparado
La Alemanda, que enlaza en acción fina,
y el gran baile de todos celebrado
que es Las ferias del Puerto, se destina:
con esto pondrá fin todo el cuidado,
yá suplicar, su afecto leal se inclina,
se sirva vuestra fiel Benevolencia
honrarnos esta vez con su asistencia.
Nota. Se cobrará la entrada lo mismo que en los pasados benefi
cios: en cuanto á Cuartos y Asientos de temporada, se deja la contri
bución á la generosidad de las Nobles Personas que los ocupan.”
El programa para el beneficio de María Marcela y Morales, en ver
so también, terminaba así:
Anita Hijar ofrece
boleras nuevas,
y Felipa Mercado
da gusto en ellas.
El beneficio del Primer Galán Juan de Lagenheim (que en el pro
grama está escrito Languenheim, aunque él firmaba como primero va
puesto), comenzó con la Pitipieza nueva, Industria contra miseria ó el
Chispero: en el primer intermedio se cantaron las seguidillas Un rús
tico á un jilguero, por María Martínez, alias la Carpintera; y bailó el
Jarabe y una Tiranita Ana Maguei y Espíndola. Siguió la pieza Los
locos de mayor marca, y en el intermedio bailó La Bamba Poblana^a-
sé María Morales, acompañándole el figurante José Acosta, y cantó
Felipa Mercado las seguidillas Los más finos afectos. Continuó la fun
ción con la Pitipieza El enfermo fugitivoMarani y su hermano
bailaron La Alemanda; María Martínez bailó y cantó unas Boleras á
solo, y siguió el gran baile de Los artesanos y riña de peluqueros. Con
cluyó el espectáculo con la pieza El Caballero de Medina.
La concesión de funciones de beneficio correspondía al Virrey, que
las acordaba según el .mérito de los Actores y como una recompensa
de los esfuerzos que por agradar al público hacían los interesados.
Por ser digno de esta gracia el Primer Galán Fernando Gavila, aun
que no había hecho toda la temporada por haberse ajustado con Ma
rani ya muy avanzada, tuvo á su vez su beneficio con las piezas El
Albañil borracho y el Abate caído en la trampa, El ciego por su provecho
y el Payo imprudente, El chico y la chica, en la que cantó Ana Maguei
unos airecillos graciosos, y El tonto Alcalde discreto. Bntre pieza y
pieza se bailaron el Jarabe de la tierra, unas Boleras, un Solo á la in
glesa y Elfandanguillo de Cádiz. María Martínez, la Carpintera, can
tó unas Boleras nuevas del mejor gusto, y para conclusión se dió el
baile El Florero astuto.
Vino después el beneficio de Juan Moreno, primer gracioso, Mi
guel de Ayala, segundo, y José Duque, tercer galán, con las piezas
El Alcalde de Moda ó Crítica de los españoles afectos á lo extranjero,
El mundo al revés ó el Triunfo de las mujeres, y Los Borlados: se re
presentó después el unipersonal ó monólogo compuesto por Fernan
do Gazula, que también era autor dramático, y que él mismo dijo
para dar gracias á nombre de los beneficiados. Amenizaron la función
los sainetes El Oso y La Venta, y los bailes El esqueleto, Eljarabe y El
Fandanguillo.
Los saineteros Machuca y Arízar representaron en su función de
gracia Don Cosme el Toreador, Elpaje pedigüeño, El engaño y el des
engaño y El Abate albañil: Felipa Mercado, alias la Gata, cantó unas
seguidillas, y otras nombradas Las naves muy veleras María Martínez.
Machuca bailó I.a muerte de Arlequín y La Bamba, y Arízar y la Ma-
gueyito El Jarabe.
Gerónimo Marani, como empresario que era, tuvo un segundo be
neficio con El día de Lotería y El Chasco del Sillero, Las burlas de
Crispin, El callejón de la Plaza Mayor y El Alcaldejusticiero. Canta
ron la Gata y la Carpintera, y bailáronse La Cucaña, La Feria del
Puerto, Las Boleras y los bailes de la tierra Bergantines y Jarabe. La
función de beneficio del Bailarín y Empresario ó Asentista fué buena
en aplausos y en productos, porque Gerónimo Marani, contaba con
buenos y numerosos amigos, y era muy apreciado por su habilidad.
Su repertorio ó caudal de Bailes constaba de los siguientes: La esta
tua, Los Floreros, El enano, El piriodo, El sastre, La silla de manos,
El casamiento de los labradores, Los jardineros, Los amoladores, El
horno de vidrio, Los húngaros, El caballito, El médico, El baile inglés,
Los cazadores, Los pescadores, El Sarao, El Ametamiro, El convidado
de Piedra, El baile de Baco y los Locos. Con ellos alternaban los del
caudal de Morali, extranjero también, en que figuraban El amor cor
sario, El Gran Señor, El escultor, El fraquesar de Londres, Vemis y Vid-
cano, La sorda, Los gitanos, La muerte de Arlequín, Los viejos remoza
dos, El capitán de navio, El holandés, El esqueleto, La dama celosa, La
Conquista de México, La jamaica, Los maridos burlados, El barberoper
lático y el Escribano ladrón.
El final de aquella temporada, no fué muy bueno, á causa de que
Antonia de San Martín dió en enfermarse ó en darse por enferma,
obligando al empresario á cambiar frecuentemente las comedias anun
ciadas por otras en que aquella no trabajase, ó á confiar á la Sobre-
salienta los papeles en que la Antonia seguía siendo la favorita de
sus muy numerosos partidarios. Quejóse y con justicia el Asentista,
ocurrió al Virrey para que pusiese en orden á la primera Dama, obli
gándola á ser menos informal en su trabajo; pero ella presentó ex
tensos certificados de sus enfermedades é imposibilidad de trabajar,
que firmaban las siguientes eminencias médicas de la Colonia, cuyos
nombres y títulos creo curioso poner aquí, y fueron los siguientes:
—D. José Gracida y Bernal, Bachiller en ambos derechos, Licenciado
en Artes, Doctor en Medicina, Catedrático de Anatomía y Cirugía en
esta Real y Pontificia Universidad, Médico de pública aprobación y
ejercicio, y uno de los del Turno del Apostólico Colegio de Propa
ganda Fide de San Fernando de esta Corte, etc.—El Lie. D. Manuel
Antonio Moreno.de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del
País, y Director de la Real Escuela de Anatomía y Cirugía, de esta
Capital.—El Bachiller D. Alejo Ramón Sánchez, Director de Ana
tomía del Real Anfiteatro, Cirujano Mayor del Real Hospital de Na
turales y Cirujano Mayor del General de San Andrés de esta Capi
tal. El Dr. Gracida tuvo su habitación en las calles de Jesús María
y su Estampa, con despacho en la esquina de la calle del Parque.
Aunque respetables todos ellos, D. Cosme de Mier y Trespalacios,
como Juez de Teatros por especial acuerdo del Virrey, quiso que la An
tonia fuese reconocida por otro médico por él nombrado, y al efecto
designó á D. Daniel de Usúliban, Doctor en Filosofía y Medicina,
Ex-Profesor de Matemáticas en el Real Colegio de Tolosa, Premia
do del Premio Universal de Filosofía en dicha Universidad, Indivi
duo de la Real Sociedad Médica de Edimburgo, y de la de Cádiz, Co
rrespondiente de las de Londres, de la de Ciencias de Tolosa, Médico
de los Hospitales de San Andrés y de Jesús Nazareno, del Regimien
to de Infantería de Puebla, etc.
Como puede verse, el Médico elegido por el Juez, ganaba en títulos
á sus tres colegas. La Primera Dama no encontró la amable condes
cendencia de aquellos para con sus melindres y caprichos, y sin más
ni más informó que sus enfermedades no eran causa bastante para
que dejase de trabajar; pero si contra su opinión insistía ella en no
creerse capaz de hacerlo, estimaba conveniente que se la sujetase á
un enérgico sistema curativo, “ ministrándole preparaciones de Mer-
‘ ‘ curio y haciendo á un lado los pretendidos descubrimientos con que
‘ ‘ el charlatanismo ha procurado en todos tiempos y países abusar de
“la credulidad del vulgo.’’
La Primera Dama negó indignada que pudiese necesitar semejantes
medicamentos, y añadió que ‘ ‘ hablando con el respeto debido, no pue
de cumplir con lo que se le manda’ ’ en tal supuesta curación, ‘ ‘ por lo
cual está pronta, si se necesitare, á continuar en su plaza de Primera
Dama, desempeñándola hasta donde alcancen sus fuerzas y salud.”
El Virrey creyó necesario castigar á la Actriz que así se vendía á
sí misma, y por su orden el Juez Mier, dictó la siguiente sentencia:
‘ ‘ Vista la anterior respuesta en que se descubre la resistencia de An
tonia de San Martín á curarse radicalmente de la enfermedad de que
adolece, con la que es notorio no puede desempeñar su plaza, como
ha acontecido en el año anterior en que percibió dos mil cien pesos por
su contrata y la comedia que llaman supernumeraria, haciendo repe
tidas y continuas faltas so color de sus indisposiciones, avisando de
ellas á la hora crítica de empezar la comedia, todo lo que incomoda
á la compañía, perjudica gravemente á la pública diversión que de
be sostenerse, y considerando asimismo que perjudica y turba el
buen orden exterior del Teatro: Por estas y otras razones debía man
dar y mando al Asentista del Teatro, proceda prontamente á formar
lista de la Compañía según le conviniere y acomodare sin contar con
Antonia de San Martín.—Marzo 26 de 1791. ’ ’ Que todo ello fué con
certado y convenido para mortificar la soberbia y las veleidades de la
hermosa y aplaudida Primera Dama, se comprueba con una razón
que firmada por el Escribano Zepeda consta en el expediente, y dice
que “ llevada su declaración al Dr. D. Daniel Usúliban, se excusó de
firmarla, ’ ’ con un fútil pretexto.
Sobrevino en esto la cúaresma de 1791, y el coliseo suspendió sus
comedias y fué ocupado por una Compañía de Bolatines del País, que
trabajaría los Domingos, Martes y Jueves. Hé aquí su primer progra
ma fechado el 17 de Marzo. “Aviso al Público.—Ha llegado á esta
ciudad la famosa Compañía de Bolantines, que se anunció por el im
preso del día 7 de este mes.—Como allí se indicó han trabajado en
varias cortes extranjeras, á presencia de sus soberanos, á saber: en
Alemania, Moscovia, Londres y París, y también en la de Madrid,
en donde lograron el mayor aplauso, como lo esperan también del
delicado gusto de este respetable público.—Esta compañía dará prin
cipio á sus funciones el 17 del presente mes en el Teatro, mostrando
su destreza en las muchas habilidades que harán en Maromas tiran
tes, con balanza y sin ella, en cuerdas de voltear, Alambre flojo y
Equilibrios: Saltos de nueva invención con diferentes posturas; Suer
tes particulares de extraordinaria vista, que serán en la Maroma el
Baile inglés, un salto atrás girando el cuerpo de un lado á otro, con
una suerte de entrar y salir por un aro; Saltos singulares como el de
la Cinta, el grande del Guerrero, y otros; en el Alambre se jugarán
tres naranjas en el aire con un tenedor en la boca y otro en cada ma
no, á ensartarlas todas á un mismo tiempo; en la cuerda floja poner
se de pie derecho y hacer un molino de viento; á más se harán otras
suertes.—El primero de los individuos de dicha compañía que subi
rá á la Maroma Tesa, será uno llamado Escaramuza, Americano; Se
gundo el Caraqueñito; Tercero el Holandés; Cuarto el célebre Payaso,
privilegiado por el Rey de Francia, primer Volteador en el Aire.—
Este y todos los demás harán lo posible por complacer á este respe
table público, y acreditarle que sus ofertas no son comunes y sí ver
daderas, acerca de la destreza, primor y singularidad con que ejecu
tarán sus habilidades, en que oportunamente tendrá parte la hija del
Romano, cuya salida se anunciará.”
Por satisfecha se dio Antonia de San Martín con la determinación
de Mier de dejarla en libertad para no escriturarse, lo cual ella desea
ba, contando, como contaba, con más que suficientes ahorros, y segura
de que el Coliseo sería á la postre el perjudicado. En consecuencia,
para la temporada que había de correr desde el primer día de Pascua
de Resurrección de 1791 hasta el último día del carnaval de 1792, en
que terminaría el remate de Gerónimo Marani, la Compañía del Co
liseo de México estuvo así formada:
IDe Representado.—Primera Dama, Gertrudis Solís: Segunday
Sobresalienta de la Primera, Josefa González: Primera Graciosa y So
bresaliera de Primera y Segunda Dama, Marcela Elizondo (nueva):
Segunda Graciosa, Gertrudis Rocha (nueva): Quinta Dama con obliga
ción decantar, Elena Zeballos (nueva): Primer Galán, Juan Lagenheim:
Sobresaliente, FernandoGavila: Segundo Galán, Miguel Zendejas: Ter
cer galán y Segundo Barba, Nicolás Jaime: Cuarto, Miguel Meneses,
el joven: Quinto, José María Tenorio: Sexto, Miguel Ayala: Sétimo y
Vejete, Mariano Rozuela: Primer Barba, José Domingo Rosales: Ter
cero, José Vicente de Rivera: Primer Gracioso, Juan Moreno: Segundo,
José Fragoso: Primer Apuntador, Norberto Inzaurraga: Segundo, Mar
celino Garfaño.
B. H. T.-^r. 1.—19
De Cantado.—Primera cantarína, Felipa Mercado: Segunda, Ma
ría Martínez: Tercera, Rosalía Chacón (nueva): Cuarta, Elena Zeba-
llos: Primer Sainetero, Sebastián de Guzmán: Segundo, Mariano Arí-
zar: Tercero, Juan Puerto: Cuarto, José Fragoso.
Orquesta.—Primer violin, Manuel Delgado: Segundo y Maestro,
Manuel Aldana: Primer Ripiano, Francisco Delgado: Segundo, Ga
briel Martínez: Primera viola, José Mora: Segunda, Félix Ortiz: Pri
mer clarión, Pablo Buisem: Segundo, José Delgado: Bajo, Mariano
Flores: Contrabajo, Juan Ramírez: Maestro de Escoleta, Juan Ignacio
Cabrera.
De Baile.—Gerónimo Marani, Juan Marani, Teresa Marani Jua
na Marani: Bailarines de jila, José María Morales, Fernando Gavila,
José Joaquín Rivera, José Vigueras: Bailarinas, Ana Zenayas, María
Pacheco, Gertrudis Sánchez, María Antonia Marani.
Servicio del Teatro.—Administrador, Miguel Meneses: Carpintero,
Juan de Zúfíiga: Peluquero, Rafael González: Portero, Felipe Sol: Guar
darropa, Miguel Silva: Mozo de cuartos, Mariano Espinosa: Mozo de
luces, Fino Zúfíiga: Guarda-Casa, José Dimas: Pintor, Francisco Bra
vo: Mozo de Bancas, Serapio Altamirano: Acomodador de la Cazuela
de hombres, Vicente Enríquez: Id. de la de mujeres, José Martínez.
Escribano del Teatro, Mariano de Zepeda.
El arrendamiento del Teatro, pagado al Hospital de Naturales,
importaría ocho mil doscientos veinticinco pesos.
Y aquí debemos hacer mención de una nueva Real Cédula firma
da por Carlos IV, resolviendo las competencias suscitadas entre los
Virreyes y la Audiencia en lo referente á asuntos de Teatro, y dice:
“El Rey.—Corregidor y Alcades Ordinarios de la Ciudad de Mé
xico.—En carta de veintiocho de Mayo del año próximo pasado me
representó con testimonio y una certificación D. Francisco Javier
Gamboa, Regente de esa Audiencia, lo ocurrido con mi Virrey de esas
Provincias, de resultas de haberle nombrado Yo y á sus sucesores en
el mismo empleo en Real Cédula de 19 de Setiembre de mil setecien
tos noventa, por Juez del Hospital Real de Indios de esa Capital;
nombrándose cada dos años un Oidor para que le ayudase en los asun
tos que le encargara, y el efecto diminuto que dicho nombramiento
había surtido, á fin de que enterado de ello me sirviera resolver lo
que fuera de mi Real agrado. Visto en mi Consejo de las Indias, con
lo que en su inteligencia y de los antecedentes expuso mi Fiscal, y
consultándome sobre ello en treinta y uno de Enero de este año, he
resuelto declarar como por esta Real Cédula declaro, que al Regente
de esa Audiencia como Juez del Hospital, de quien es finca el Coli
seo de Comedias, sólo compete en este respectivo á obras, reparos,
y cobro de productos en que se arriende, pudiendo concurrir, si qui
siere, por vía de diversión al Palco que parece tener reservado el mis
Í 47
mo Hospital, en el lugar que corresponde á su destino. Que el com
poner las diferencias de los Cómicos, conocer de sus causas por razón
de oficio, señalar la hora, cuidar de que las decoraciones sean hones
tas, con lo demás anexo y dependiente, corresponde á ese Superior
Gobierno, y que mandando mi actual Virrey cesar al Juez de Teatro
que había elegido, se prevenga que á ejemplo de Madrid concurran
por turno semanario los Alcaldes de la Sala del Crimen de esa mi Real
Audiencia, á efecto de hacer observar con prontitud el buen orden,
quietud y sosiego público durante la representación; entendiéndose que
11 concurrencia del Regente, si quisiere ir al Teatro, sea al Palco que
según contrata de arrendamiento se hubiese asignado al Hospital;
y asimismo, que la concurrencia del Juez del propio Teatro, sea de
Vos el Corregidor y Alcaldes Ordinarios, y no de los referidos Alcal
des del Crimen de esa Audiencia; lo que os participo para vuestra
inteligencia y gobierno, y á fin de que, como os lo ordeno y mando,
cumpláis y hagáis cumplir y ejecutar, puntual y efectivamente en la
parte que respectivamente os corresponda, la expresada mi Real reso
lución: en inteligencia de que con esta fecha de este día se comunica
también al propio efecto al nominado mi Virrey, al Regente de esa
Audiencia y á la Sala del Crimen de ella, por ser así mi voluntad.—
Fecha en Aranjuez á quince de Abril de mil setecientos noventa
y dos. Yo el Rey.—Por mandado del Rey Nuestro Señor.—Antonio
Ventura de Taranco. ’ ’
Esta Real Orden fué cumplida y obedecida en México á 14 de Ju
lio del mismo año de 1792;
CAPITULO XIII
1792.—1794.
Del 8 de Abril de 1792 al 12 de Febrero de 1793 la Compañía del
Real Coliseo de México estuvo así formada: Primera Dama, Antonia
de San Martín: Segunda, Marcela Elizundo: Sobresalienta, Josefa Gon
zález: Primera Graciosa, Teresa Acosta: Segunda, Ana de Castro:
Primer Galán, Fernando Gavila; Otro, Juan de Lagenheim; Segundo,
Miguel Zendejas: Tercero, Nicolás Jaime: Cuarto, Miguel Meneses
(el menor): Primer Barba, José Domingo Rosales: Segundo, Gerónimo
Guerrero: Primer Gracioso, Juan Moreno: Segundo, Miguel de Ay ala:
Partes de por medio, Mariano Rozuela, José Duque, Ignacio Vega,
Manuel Alanís, Diego Luciano Rodríguez: Primer Apunte, Norberto
Inzaurraga: Segundo, Miguel Meneses: Tirara, José Garduño: Guar
darropa, Mariano Rivero: Ayudante, Miguel Silva.—Cantores: Prime
ra, Felipa Mercado: 2^ María Martínez: 3'! María Loreto Rendón: 4?
Francisca Montes: 5? Matilde Guzrnán: 6? Rosalía Estrada: Primer
Sainetero, Sebastián Guzmán: 2? Mariano Irízar: 3? Ignacio Flores:
4? Mariano Girón.—Bailarines: Gerónimo Marani, su mujer y cuatro
hijos: José María Morales: Figurantes, Joaquín Rivera, JoséVigueras,
Mariano González, Ana Zendejas, Gertrudis Sánchez, Ana Pacheco,
Feliciana Espinosa, María Albina: Para cantar y bailar sones del país,
José Bonilla.—Pintores, Juan Ignacio Tamavo, Juan Sáenz: Carpin
tero, Juan Zúfliga: Peluquero, Antonio Gómez.'—Director, Dionisio
Vernad.
‘ ‘ Notas —Las dos partes de por medio, Manuel Alanís y Diego Lu
ciano Rodríguez, fueron ajustados lo mismo que los otros tres ante
riores; pero siendo unos sujetos viciosos á más de su poca aptitud, y
habiéndose ausentado, se tuvo por mejor para la Casa que 110 siguie
sen. Por las mismas razones fué echado el Guardarropa Rivera. La
bailarina Feliciana Espinosa fué despedida, y por su falta se admitió
á la Pacheco. Ultimamente, la bailarina Ana Zendejas, habiéndose
casado se imposibilitó para ejercer su oficio, y en su lugar se puso á
María Albina.
“ No siendo suficientes las cantoras que entraron desde el principio
para desempeñar las dos piezas diarias conforme á sus ajustes, se ad
mitió en 19 de Enero á Ana Espíndola.”
Para dar razón de trabajos de esa temporada y de las dificultades
que se presentaban para la siguiente, traslado aquí el Informe que
el Director-Administrador dirigió con fecha 12 de Noviembre de 1792
á D. Francisco Javier de Gamboa, del Consejo de S. M., su Regente
en esta Real Audiencia, y Juez privativo del Hospital de Naturales.
Dice así: “Bien notorios son á V. S. las Rentas con que subsiste
el Hospital Real de Naturales de mi cargo, y que, mirado á todas lu
ces, no tiene otra más segura y menos expuesta á lastimosas contin
gencias que la de la finca que sirve de Coliseo, aun cuando se arrien
de por cuatro mil pesos que es el precio más ínfimo que hasta el día
se ha ofrecido en estos próximos tiempos, y aun cuando el mismo Hos
pital haya corrido con ella, que es lo que se infiere del Capítulo IV
de la Real Cédula expedida en 31 de Diciembre de 1741, en que man
da S. M. no se dé en arrendamiento, sino que precisamente se ma
neje por su Dueño.
“ Los fundamentos en que esta declaración pudo estribar, no de
bieron ser otros que la mucha utilidad que por entonces se experi
mentaría, respecto de los arriendos: y ello es, que en aquella época
fué cuando estaban subiendo dichas rentas, en el grado que recomen
dó el Sr. D. José Cárdenas al Soberano, exponiendo haberlas aumen
tado en su tiempo desde siete mil hasta treinta y siete mil pesos. Así
nos persuadiríamos que la administración del Coliseo por el Hospi
tal tuvo bastante parte, y no cesó hasta el año de 1756, en que repre
sentando el propio Sr. Cárdenas, la pérdida que en los de 54 y 55
había sufrido, de cuyo repentino accidente no se conocía la causa, se
arrendó la Casa por siete años, y se ha estado arrendando en todos
los veintiséis subsecuentes y en diferentes precios, de modo que, cuan
do más han llegado á dar por ella ocho mil y tantos pesos, habiendo
por lo general bajado en suma considerable.
“ Va V. S. lo ha visto en el presente, pues á pesar de repetidas Al
monedas, no hubo postor que pasase de cuatro mil y quinientos pesos-.
lo que advertido por su justificación, tuvo á bien consultar al Exce
lentísimo Sr. Virrey, y de su acuerdo determinó la administración
por el Hospital, conociendo sin duda las máximas de los arrendata
rios en tanto extremo gravosas como que se dirigían contra unos mi
serables Indios enfermos, careciendo de las limosnas y otros arbitrios
que los demás Hospitales disfrutan, siendo constante que su subsis
tencia es sólo debida al incesante duro trabajo en que se hallan su-'
mergidos, y á las piadosas entrañas del Rey, cuya Real protección es
su único consuelo.
‘ ‘ De esa sabia determinación fué consiguiente mi entrada en dicha
Casa, que aunque me fué sensible en los principios, tanto por la con
sideración del mecanismo en que es forzoso entender, cuanto por el
temor de lidiar á todas horas con los Actores y otros dependientes de
extraviados pensamientos, estoy contento en el día con el hecho de
llegar á descubrir el valor de una finca, que por instantes veía acer
carse á ser víctima dolorosa del desprecio.
“Yo no podía entrar en ella de otro modo que con los ojos cerra
dos á la luz que necesita la materia teatral, mayormente habiendo
sido esa entrada intempestiva, porque las circunstancias que la mo
tivaron no era posible diesen lugar á otra cosa. Ya se ve que ella es
una materia bastantemente oscura aun para los más instruidos cómi
cos, siempre que mediante la práctica no se acomoden al gusto del
país, ya disponiendo con arreglo á éste unas ú otras funciones, ó ya
proporcionando su ejecución por éstas ó las otras habilidades.
“ Pero de cualquier manera, lo que no tiene duda es, que, según
los progresos del tiempo que hasta hoy contamos, pueden ascender
las utilidades en el año á doce milpesos, sobre poco más ó menos, que,
como ve V. S., es un exceso desmedido aun en comparación del más
subido arrendamiento. Y en verdad que si esto sucede cuando la di
versión no está perfectamente desempeñada ¿qué deberíamos esperar
trayéndose de otros parajes las personas de que ciertamente se care
ce para la representación y bailes?
“Entonces, sin disputa se dedicarían las gentes de este vasto pú
blico á 14 continua asistencia del Teatro, porque no echarían de me
nos la ejecución de buenos papeles, ni les cansaría la repetición de
una misma cosa en los intermedios de la comedia, sino que les serían
deleitosas las nuevas invenciones, de que en el día, á más no poder,
se privan; con lo cual no sentirían en la paga el aumento que era
consiguiente para compensar al principio los costos que se causasen
en la enunciada conducción de Actores, y después el mayor realce de
sueldos.
“Por de contado, son precisísimos un Galán, una Dama, un Bar
ba, una Graciosa y un Gracioso, porque aunque es cierto que pata to
das estas plazas hay sirvientes, también lo es que en todas ellas se
advierten ciertos escollos difíciles de allanar.
“ ¿De qué sirve, pues, que en la primera estén ocupados dos hom
bres, si el uno no gusta al público y el otro, aunque merece la gene
ral aceptación, está forzado y por eso continuamente achacoso? ¿De
qué sirve que la segunda lo. esté con la bien recibida Antonia de San
Martín, si enfermándose ésta no hay otra que ocupe su lugar, y, á
más de gastarse el dinero, se lasta por otro lado, aflojando las entra
das, por no ser capaz la que se pone de suplir un papel tan principal
como el de sobresalienta de la enferma? ¿De qué sirve que la terce
ra lo esté con el adaptable Rosales, si este pobre, con tantos años de
ejercicio, está de tal manera quebrantado que sólo su acreditado buen
porte puede guiarlo á trabajar algunas noches? ¿De qué sirve, por
último, que lo estén las otras dos, si la Graciosa se ha llevado lo más
de la Temporada enferma, y el Gracioso, como que sirve ya contra
su voluntad, no trabaja del modo que exige el papel que obtiene?
“ Pues esto es, ni más ni menos, lo que he visto y lo propio que
sucede en la Compañía de Bailarines, siendo por lo mismo indispen
sable el ajuste y trasporte de dos intruídos sujetos, y de lo contrario
dudo que para el año que vieue pueda mantenerse esta esencial par
te de la diversión; pues á más de otras cosas tenemos ya la experien
cia en las manos, viendo á los principales que hoy la componen, so
bre agobiados de la avanzada edad, mucho tiempo hace impedidos’,
y ahuyentados por eso algunos apasionados del baile.
“ Por eso vuelvo á decir, y es la materia de esta representación,
que sería muy conveniente traer las sietes expresadas habilidades de
otras partes: y como quiera que ninguna se encuentra en este Reino
por la poca inclinación de sus patricios al Teatro, me parece á pro
pósito que en atención á lo expuesto, se sirva V. S. consultar al Ex
celentísimo Sr. Virrey lo que tenga por más acertado en el particular;
y si su determinación fuere de conformidad con lo que yo he pensa
do, suplicar desde ahora á Su Excelencia se digne tomar inmedia
tamente las providencias oportunas, con especial encargo de que no
faltando en Europa Graciosas que ejercen la Música y Graciosos que
hacen también papeles serios, cantando en las piezas que lo piden,
se busquen de esa calidad para que así se vean mejor logrados los
referidos proyectos.”
El Virrey aprobó lo propuesto por el Mayordomo Administrador
D. José del Rincón, apoyado por persona de tanto influjo y tan dis
tinguida como D. Francisco Javier de Gamboa, y acto continuo, dié-
ronse los pasos convenientes para alcanzar de S. M. el permiso para
proceder á la contrata de Actores y Bailarines, de los teatros de Ma
drid y de Cádiz, á cuyas dos ciudades se enviaron cartas dirigidas á
elevados personajes y ricos comerciantes, instruyéndoles en la elec
ción de artistas y poniendo á sus órdenes los fondos necesarios. Na
da de ello dió un resultado inmediato por razón de circunstancias
políticas, pero sí influyó y no poco en que los individuos de la Com
pañía de nuestro Coliseo se disgustasen con el Administrador, con el
Regente de la Audiencia y con el mismo Virrey, Conde de Revilla
Gigedo.
La primera manifestación de ese disgusto fué originada en un de
creto del Virrey, relativo á funciones de beneficio en la temporada de
1793 á 1794, durante la cual siguió la misma Compañía que poco ha
dimos á conocer. El decreto decía así: ‘‘México, 6 de Juliode 1793.—-
Aunque fueron determinadas las personas á quienes al tiempo de for
malizar el ajuste de las Compañías Cómica y de Bailarines de este
Coliseo, ofrecí ventajas en esta temporada, sin embargo, he resuelto
que gocen todos de ellas en la parte que sea posible, y al fin de que
así se verifique, tendrán los beneficios siguientes, por el orden y en
los días que se indican, á saber: Domingo Rosales, el miércoles 17
de Julio: Marcela Elizundo, el miércoles 24 de ídem: Gerónimo Ma
rani, el miércoles 31: Antonia de San Martín, el miércoles 7 de Agos
to: Ana de Hijar y Castro, el sábado 17 de Agosto: Ana Espíndola,
el martes 27: Miguel Zendejas, el miércoles 4 de Setiembre: Felipa
Mercado, el sábado 14: Gertrudis Solís, el miércoles 25: María Mar
tínez, el miércoles 2 de Octubre: Fernando Gavila, el sábado 12: Juan
de Lagenheim, el miércoles 23: Teresa Acosta, el sábado 9 de No
viembre: Gerónimo Marani (segunda vez), el sábado 15: José María
Morales, el miércoles 27: los cuatro saineteros, el miércoles 4 de Di
ciembre; el Cuarto Galán y 1? y 2? graciosos, el sábado 14: Figuran
tes de los bailes, el miércoles 8 de Enero de 1794: Partes de por me
dio, el sábado 18: Apuntadores, el miércoles 29: Partes de Cantado,
el sábado 8 de Febrero: Figurantes de los bailes, el miércoles 29.—
Cada uno de estos individuos, señalará la comedia y pequeña pieza
que haya de ejecutarse en su respectivo día, pero 110 en el Baile ni
en los intermedios de cantado, pues en estos se seguirá el orden que
se acostumbra.
“Respecto á que todos son beneficiados recíprocamente, todos tam
bién se trabajarán de balde, de modo que cada individuo tenga ásu fa
vor el producto líquido de su función, sin pagar otra cosa que los gas
tos precisos de alumbrado, cobradores, orquesta y los demás que sean
indispensables, aunque no el Arrendamiento de la Casa, pues desde
luego les hago esta gracia por varias consideraciones justas que me
mueven á ello.
“Cuando el beneficio sea á favor de dos, tres, ó más personas, re
partirán entre sí, á partes iguales, su producto líquido.
“Todos los que tengan Cuarto ó Asiento ajustado por temporada,
deben pagar en estos días de beneficio; pero con rebaja, porque la
experiencia en semejantes casos anteriores, ha acreditado que con
viene así; y en este concepto, por cada cuarto de los de esta clase se
pagará un peso, proporcionando á este modo la Luneta y asientos
que se hallen en el caso: pero los demás que no sean ajustados por
temporada, satisfarán el todo de lo que les corresponda, como se eje
cuta diariamente.—Quedará al arbitrio de los beneficiados el cobrar
la cuota que se señala á los ajustados por temporada, ó el contentar
se con lo que cada uno quiera voluntariamente darles, ya sea más,
ya menos, ya nada; pero debe entenderse que de ningún modo han
de entrar con bandeja para recoger estas contribuciones en los cuar
tos, ni en las Lunetas y Bancas, sino que han de cobrarse en la Puer
ta, anunciándose al mismo tiempo que la Comedia, y en el Cartel,
que la persona á cuyo favor es el beneficio, no exige á los ajustados
por temporada otra contribución que la que quieran voluntariamen
te, ó por el contrario, que exige la cantidad señalada de un peso por
cada cuarto.
“ A fin de que todos los actores se hallen enterados de esta resolu
ción, se les juntará del mismo modo que cuando se les ajustó, y se
les hará saber para su inteligencia y gobierno.—Revilla Gigedo."
D. Cosme de Mier y Trespalacios, Juez de Teatro, ordenó que este
Decreto se comunicase en la mañana del 9 de Julio á los interesados.
La certificación del Escribano, de haberlo hecho, dice, “ á poco más
de las once, estando el Sr. Juez en la pieza del Tablado, y el Mayor
domo Administrador D. José del Rincón, presentes todos los más de
los citados, mandó S. S. se les leyese como se les leyó de verbo ad
verbmn el Superior Decreto del Exmo. Sr. Virrey; y de él enterados,
la mayor parte guardaron silencio en manifestación de su obediencia,
y la Dama Antonia de San Martín dijo: Que por sus enfermedades
no puede dar abasto ni aun á las de su obligación, y menos podrá ha
cer veintidós comedias para ella y sus compañeros: sin embargo, da
muchas gracias á S. E. por haberla tenido presente.—Fernando Ga-
vila asentó también el hallarse enfermo, sin poderse acomodar á este
temperamento: da igualmente las gracias á S. E. sintiendo no poder
disfrutar del beneficio, y que deseará conseguir salud para hacer las
que le toquen en la Casa.—Norberto Inzaurraga, ídem.—José Duque,
ídem, por ser nuevo en la plaza de 3? y 4?, y porque no le alcanza el
tiempo para estudiar, no teniendo caudal sabido.—María Martínez di
ce: que respecto á sus achaques no asegura trabajar en todas las vein
tidós comedias, pero que lo hará en las que cómodamente pueda.—Feli
pa Mercado, ídem.—Juan Moreno dice: que agradece mucho el favor
de S. E., pero que los miércoles y los sábados son los únicos que le
permiten descansar y ejercitarse en dar giro á su comercio, por lo cual
no puede admitir el beneficio, una vez que sólo ha de trabajar las co
medias de la Casa. ’ ’
Por primera vez se daba el caso de que los cómicos del Real Coli
seo rechazasen osadamente una gracia del Virrey, como dando á en
tender que no necesitaban de ella, y que no procuraban hacer méri
tos para ser nuevamente escriturados, anticipándose así á lo que sobre
su separación hubiere de determinarse una vez que llegasen las emi
nencias que se quería echarles encima. Pero el Conde de Revilla Gi-
gedo no era hombre capaz de aguantar pulgas de esta especie, y
apenas se le comunicó lo acontecido, dictó lo siguiente:
‘ ‘ He visto con el mayor desagrado por el testimonio que me acom
paña V. S. con fecha de ayer, las contestaciones dadas en vista de mi
Decreto de 6 del corriente mes, por Antonia de San Martín, Fernan
do Gavila, Norberto Inzaurraga, José Duque y Juan Moreno; y en
consecuencia prevengo á V. S. que haga se le presenten inmediata
mente los expresados sujetos, y que citando también al Administra
dor del Hospital, vuelva á leerles el Escribano del Coliseo mi citado
Decreto en la parte que les corresponda, para que expongan nueva
mente lo que seles ofrezca, en el concepto de que han de ser también
instruidos de esta orden, quedando en la inteligencia de que si abu
san más de mi bondad y de la consideración con que los trato y de que
no son acreedores, tomaré con ellos una providencia que no sólo los
escarmiente y enseñe á obedecer y acatar como corresponde mis supe
riores determinaciones, sino que los separe para siempre del espíri
tu de partido en que ahora se hallan, y del engreimiento, altivez y
soberbia que infundadamente tienen y de que deben estar muy dis
tantes.
“ María Martínez y Felipa Mercado ó entendieron mal mi referido
decreto ó no se les explicó bien, pues debiendo trabajar en las come
dias de beneficio no sólo ellas sino Ana Espíndola y las otras partes
de cantado, es bien claro que no pueden hacerlo las dos primeras ci
tadas en las veintidós que han de ejecutarse: asi pues, es necesario
que haciéndolas V. S. comparecer solas, les haga esta explicación pa
ra que estén enteradas de que lo mismo que ellas pidieron es lo que
virtualmente mandaba mi citado Decreto, y que en este concepto es-
R, H. T.—-T. I.—20
toy persuadido á que reiterarán las pruebas de su obediencia que me
han dado en otras ocasiones.
“ Dios guarde á V. S. muchos años. México, iodejulio de 1793.—
El Conde de Revilla Gigedo.—-Sr. D. Cosme de Mier y Trespalacios.”
Juzgaron los descontentos que estando como estaba adelantada la
temporada, más cuenta les tenía concluirla y guardar sus resenti
mientos para la próxima, y en la segunda notificación del Decreto
sometiéronse á lo que en él se disponía, dando por disculpa de su
primera actitud su mismo deseo de cumplir con el público y el temor
de no haberse hecho dignos de la bondad del Virrey, aceptando un
trabajo excesivo.
Pero llegó el Carnaval de 1794 y tras él Abril, en que debía formarse
el nuevo plan de sujetos dependientes del Real Coliseo, y aquello fué
brotar por todos lados odios, exigencias, oposición y desconcierto.
El Virrey, tomando á lo serio la Real Orden que le erigía en único
árbitro para componer las diferencias de los cómicos, excluyó á los
más irreducibles, y con el resto y con otros que hizo venir de teatros
de Provincia formó la Compañía, repartiendo obligaciones y señalan
do sueldos como mejor le pareció, y dispuso que, según costumbre,
se hiciese reunir á los electos para hacerles saber el Superior Decreto.
Cómicos y bailarines, comprendiendo que aquello no tenía ni pies ni
cabeza, y que sería imposible sostener temporada con tan incompleto
y deficiente cuadro, resueltamente se negaron á firmar sus escritu
ras tal como estaban concebidas, y los unos pidieron se les dejase en
completa libertad para irse á donde mejor les acomodase, y los otros
ofrecieron entrar en la Compañía sólo en el caso de que sus contratas
se reformasen según cada uno tuvo por conveniente.
Da demasiada extensión que he venido dando á noticias teatra
les de los últimos años, me obliga, á mi pesar, á reducir las que
tengo aún, puesto que creo ya conseguido mi objeto de haber dado
exacta idea del modo con que estuvo constituido el Teatro de Mé
xico durante el Gobierno de los Virreyes, y esto basta para mi pro
pósito.
Ahora, del nuevo conflicto, nada puede dar mejores noticias que
el siguiente tronante decreto fechado el 9 de Abril de 1794. Héle
aquí: ‘ ‘ Impuesto de la contestación dada por Gerónimo Marani al
Administrador del Coliseo de esta Capital, á consecuencia de mi de
terminación para su ajuste y el de su familia para trabajar en la tem
porada próxima, no accedo á ninguna de sus proposiciones sentadas
con poco respeto á mi citada determinación y con ninguna conside
ración á los beneficios que le he proporcionado en la temporada últi
ma, y que de ningún modo hubiese tenido si hubiese yo podido pre
sumir su desagradecimiento: en consecuencia; notificándosele así, se
le mandará exhibir en el mismo acto la licencia con que pasó á estos
Í 55
Reinos, á fin de que en su vista pueda yo dictar la providencia á qué
haya lugar.
“Hágase saber á Mariano Arízar, que por las mismas razones de
desagradecimiento indicadas por lo respectivo á Marani, queda ex
cluido de trabajar en este Coliseo, y prohibido absolutamente de eje
cutarlo en cualquiera otro del Reino, sin que pueda salir de esta Ca
pital sin mi Superior permiso, y finalmente, dentro de tercero día
contado desde la notificación de este decreto, me ha de acreditar en
debida forma, por conducto del Sr. Corregidor, estar ocupado en ejer
cicio que le produzca para mantenerse, pues de lo contrario, será
tratado como vago, ocioso y mal entretenido.
‘ ‘ Si Pedro Montero no se conformare en el acto de esta notificación
con lo que dispuse por lo respectivo á su salario, deberá entregar en
el mismo acto la licencia con que vino á estos Reinos, y presentarse
diariamente al Corregidor de esta Capital, mientras que en virtud de
aquel documento dicto la providencia que convenga.
“Me ha costado trabajo entender por la indebida distinción que se
le da, que D. Mariano Flores es un músico del Regimiento de Dra
gones de México, y marido de María Martínez (alias la Carpintera):
es muy justa la determinación de que ésta se cure; pero no lo es me
nos la de que se le notifique que dentro de tercero día contado desde
que se le haga la notificación, debe salir de esta Capital á incorpo
rarse en su Regimiento, llevando en su compañía precisamente á su
mujer; quedando en la inteligencia de que ni uno ni otro han de po
der ser empleados en Coliseo alguno de este Reino, ni menos tener
conciertos en su casa ni fuera de ella; que haré celar estrechísima-
mente sobre la conducta de ambos, que serán castigados como corres
ponda á los excesos que cometan y que hasta ahora les he disimu
lado por pura conmiseración; y últimamente, que á fin de que se
verifique su salida de esta Capital sin la menor indulgencia, paso
con esta fecha la orden conveniente al Sargento Mayor de la Plaza,
y lo mismo ejecutaré por lo respectivo al Jefe de su Regimiento y á
los Magistrados de Puebla, quedando abolido desde ahora para siem
pre el tratamiento de Don que se le da.
‘ ‘ Nadie pide con más injusticia que José María Morales, pues debía
tener bien presentes los beneficios que se le han hecho en la última
temporada, y la consideración con que he tratado sus punibles excesos:
por esta razón, quedando él y su mujer excluidos del Coliseo, me
harán constar, del mismo modo que queda prevenido para Mariano
Arízar y en igual término de tres días, la decente ocupación con que
adquieren para pasar la vida, quedando entendidos de la prohibición
absoluta que les impongo para trabajar en otro Coliseo, de que no han
de salir de esta Capital sin previa licencia mía, y de que haré celar su
conducta con el mayor escrúpulo.
Í 56
“Teresa de Acosta fué igualmente beneficiada en la temporada últi
ma, no sólo por lo respectivo á intereses, sino en no haber tomado con
ella la providencia á que se hizo acreedora durante dicha temporada:
pero desentendiéndose de todo, repugna ahora la justa determinación
de que asista diariamente á los ensayos, por cuya razón quedará des
de luego despedida del Coliseo, manifestando en el acto de la notifi
cación la casa y calle donde vive, acreditando en debida forma dentro
de tercero día, la honesta ocupación con que pasa la vida, y quedando
entendida de que no podrá mudar de casa sin hacerlo saber antes al
Juez Mayor de su Cuartel, ni menos salir de esta Capital sin permiso
mío, en el supuesto de que haré que se vigile sobre su conducta, con
la mayor escrupulosidad, y si vuelve á incurrir en los pasados desór
denes, será tratada como corresponde.
“Si Juan Moreno no quiere continuar dándome gusto, como dice,
por la asignación que le he señalado, quedará á su voluntad el hacer
lo que más le acomode, pues no me hallo en ánimo de repetir las be
nignas insinuaciones que le he hecho en los dos años anteriores, y
que eran más que suficiente motivo para que, si pensase con la con
sideración que corresponde, hubiera omitido en esta ocasión el ma
nifestar su injusta repugnancia.—Revilla Gigedo”
El encargado de comunicar y hacer cumplir el anterior Decreto lo
fué el Sr. D. Bernardo Bonavia y Zapata, Coronel de Infantería de
los Reales Ejércitos, Caballero del Orden de Alcántara, Comendador
de Betundeira en la misma, Corregidor de esta Nobilísima Ciudad, y
Juez del Teatro de la Capital.
Ea primera en responder al destemplado Decreto, fué Teresa Acos
ta, que lo hizo toda humilde y cariacontecida, diciendo entre otras
cosas: “Al Público y á S. E. vivo tan agradecida que sólo con la
sangre de mis venas podré remunerarles la gratitud que les reconoz
co, y sólo pensar que le tengo disgustado ha causado en mi espíritu
tal opresión que puede costarme la vida. Vivo tan achacosa y enfer
ma de accidentes anteriores, que no soy capaz de nada, y cada día
estoy derramando la vida, como pueden atestiguarlo mis médicos D.
José Earrañaga y D. Francisco Ferrarís.” Defendiéndose del cargo
de no querer asistir á los ensayos, dice: “El ensayo es la cosa más
molesta y menos útil. Se reduce á sólo instruirse el representante de
con quién ha de salir y por qué puerta. Para esto se incomoda toda
la mañana, faltan las mujeres á los deberes de su casa y no adelan
tan cosa alguna, pues aquella instrucción mejor se toma en su misma
habitación, sin estar expuesta á los desaires de los ociosos.” En cuan
to á sus medios de subsistencia honrada, dice: “Tengo por el tra
bajo de mi padre y hermanos con que subsistir, pues entre todos ganan
lo suficiente para alimentarme con decencia, y esto es lo que me es-
timula á separarme del Coliseo; que cuando en lo absoluto me falte
i57
todo auxilio en socorro de mi honestidad y salud, buscaré casa donde
estar y servir en lo que pueda, y cuando no, hay Hospicio de Pobres
sin ser necesario tomar otros arbitrios menos cristianos.”
Mariano Flores, marido de María Martínez, sólo pidió que se le
diese mayor tiempo que el de tres días para ir á reunirse con su Re
gimiento, levantándosele el sambenito que se le echaba encima or
denando que se le vigilase y celase por sus Jefes, pues nunca había
dado qué decir en lo más mínimo en lo tocante á su conducta,
Gerónimo Marani, expuso ser natural de Italia, y que hallándose
de bailarín principal en el Coliseo de Cádiz, le solicitó y condujo á
México para el mismo fin el Virrey Conde de Gálvez, según el docu
mento que presentaba ‘‘para calificar que fui solicitado y no embar
gado como los que llaman polizones: vine en efecto con mi mujer y
nuestros hijos, en la esperanza de mejorar de fortuna, abandonando
la que lograba en Cádiz. Al principio me ajusté en cuatro mil pesos,
incluyendo en ellos á mi mujer y á mis hijos; muerto aquel Virrey
busqué mi vida en otros pueblos como las ciudades de Santiago de
Querétaro y la Purísima Concepción de Celaya, y al fin volví tam
bién solicitado. Ultimamente el Mayordomo del Hospital de Natu
rales me solicitó para nuevo ajuste, pero era tan bajo el que me pro
ponía que me fué imposible admitir, y le hice mis proposiciones por
las cuales se me reprendió graduándolas de excesivas. Después se me
mandó presentar la licencia con que vine á este Reino, y que no ha
biéndola se me haría restituir á mi Patria. Por qué vine ya lo he di
cho, y en cuanto á hacerme emprender una pronta ejecutiva marcha,
sería consumar mi propio sacrificio y el de mi inocente familia; lo
primero, porque mi pobreza es incapaz de soportar un viaje tan costoso
y dilatado de Mar y Tierra, y se me obligaría á caminar arrastrando
desdichas; lo segundo, por el riesgo que correríamos en la presente
constitución de Guerra, y lo tercero porque sería preciso abandonar
una cortísima finca rústica que compré inmediaciones de esta Capital
en Popotla, para que por mi muerte hubiera mi desgraciada familia
un pedazo de pan.
‘ ‘ De aquí se deduce hallarme ya con algún arraigo, constituido va
sallo del mejor de los Monarcas, y sujeto á sus Deyes, así como me
amparan las establecidas para todos. Yo, por la Divina Misericordia,
no nací esclavo, de consiguiente no me parece soy digno de expul
sión sin haber cometido delito que lo exija, como no lo es el que no
me acomode á lo que se quiere, pues esto es libre en todo individuo
de la República, al modo del que compra y vende. Yo no tengo más
mercaderías ni peculio que el trabajo personal de mi habilidad : si
vendiéndolo á la pública utilidad, no acomoda el precio que estimo
correspondiente á mi manutención y la de mi familia, me quedaré
reducido á cultivar el pobre rincón de la misma finca que ya me tiene
Í5¿
arraigado, y buscar otros arbitrios que me ayuden, con la misma hon
radez que tengo acreditada, como que no he dado la más leve nota
que merezca reprensión. Estos mismos auxilios no podré buscar, exis
tente mi sujeción al Coliseo, pues ya he servido en él por bajo sueldo
con la oferta de aumento si había ganancia, y se verificó ésta, mas no
la oferta. Este afio se me mandó pusiera algunos bailes que se me
pagarían aparte: puse hasta once, y los cuatro no se me pagaron y
de los siete se me hizo un fuerte rebajo. Vendí al mismo Mayordomo
varias decoraciones y vestidos en quinientos noventa y nueve pesos,
y sólo se me han dado ciento, y los restantes no se me quieren pagar.
Todo ello forma conciso detalle para venir en conocimiento de la des
gracia que después de muerto el Exmo. Señor Virrey que me trajo,
comencé á experimentar.
“Todo lo cual expongo á la piadosa consideración de V. E. confia
do en que no ha de permitir perezca toda una familia desdichada, sólo
porque así lo quieran el Mayordomo del Hospital y otros, guiados de
un celo poco conforme á las reglas de Equidad y de Justicia distribu
tiva.—Firmado, Gerolamo Marani.”
José María Morales presentó constancias de que podía vivir hones
tamente dando lecciones de baile por la paga mensual de doce pesos
por persona, siendo discípulos suyos Joaquín Botello, Gerónimo Prie
to, Francisco Acevedo, José Gallani y algún otro. Pedro Montero,
dijo haber venido con licencia del Gobernador del Perú; Juan Moreno
expuso que para retirarse del teatro y poder vivir sin embargo, bas
tábale ir á Puebla, donde tenía una madre anciana fabricante de pastas
y dulces, á quien podría ayudar en su trabajo. Así por el estilo fueron
contestando los actores y actrices disidentes, sin que el Virrey en
contrase bastante fundadas las razones de ninguno ni depusiese su
atrabiliario enojo. A la digna y valiente exposición de Gerónimo Ma
rani acordó: “hágasele comparecer y repréndasele con la mayor aspe
reza, por las insultantes, poco regulares, y descomedidas expresiones
vertidas en su escrito, apercibido de que si en lo sucesivo no mejora
su modo de producirse, será tratado con el mayor rigor.’’ También
se le exigió “dijese quién le había formado el expresado escrito,”
que resultó haber sido obra del Doctor en Leyes D. José de Ahedo,
que vivía por el rumbo de San Cosme.
Todo ello no pasó de un simulacro de enojo, pues en oficio Reser
vado, decía el Virrey á su Juez de Teatros: “Por la adjunta copia se
instruirá V. S. de las providencias que he tomado sobre lo acaecido
con los cómicos, teniendo en cuenta lo urgente de reducirlos al orden
para poder abrir el Coliseo en tiempo urgente. Esta clase de gentes
deben gobernarse con mucho tino y prudencia, y es muy conveniente
tratarles con afabilidad; pero en ocasiones importa siempre hacerles
conocer la superioridad y el respeto que deben tener.”
159
Como el Virrey lo esperaba, los cómicos y bailarines dejáronse in
timidar por el enfado de su Superior, y para el mes de Mayo la Mar
tínez y su marido Flores, Marani y su familia, el sainetero Mariano
Arízar y la mayoría de los descontentos habían solicitado y obtenido
el ingreso en la Compañía del Coliseo, que inauguró la temporada
dando en los tres días de Pascua las comedias Caprichos de amor y
celos, El Parecido en Rusia y El secreto á voces.
CAPITULO XIV
1794—1805.
Como era de temerse estando la Compañía compuesta de gente ca
si forzada, las funciones del Coliseo dejaron mucho á desear y el pú
blico concurrió en escaso número á ellas, seguro de que habría de
estar mal servido. La primera Dama se enfermó seriamente y el Ad
ministrador Director pasó mil y un trabajos para encontrar Sobresa-
lienta que la supliese. Todo el trabajo vino á pesar sobre Teresa de
Acosta, quien estando contratada como primera Graciosa, contrajo
en esa mala época singulares méritos, supliendo plazas de Dama. En
este aprieto se creyó conveniente contratar á Mariana Coronel y á
María Dolores Tenorio, actriz que se hallaba en Pátzcuaro trabajan
do en la Compañía del vulgarmente llamado el Pastillero, y usando
del derecho que los teatros de Capitales como las de Madrid y Méxi
co tenían para llamar á ellos artistas de cualquier Coliseo de Provin
cia, el Virrey ordenó al Intendente de Valladolid, que en el acto hi
ciese poner en camino para México á la susodicha Tenorio. El Ad
ministrador no se hacía grandes ilusiones respecto á la Coronel, y en
su informe acerca de las dificultades de la Dirección, se expresaba
así: “No he creído ciertamente que pueda esa mujer ser capaz de
desempeñar inmediatamente la falta de la Primera Dama, tanto por
ser principianta en las Tablas, cuanto por no tener caudal de come
dias con que arrojarse á ese desempeño; pero tampoco hay otra que
llene en el modo que ella puede hacerlo el lugar de la Segunda Da
ma, cuando ésta suba á Primera; así lo expresé exponiendo que la
Coronel representaba tal cual, lo que junto con la felicidad de su me
moria podría hacerla útil, mayormente corrigiéndola en la parte que
sea susceptible, conforme á lo que se note. Con estas consideraciones
i6o
la propuse con sólo el limitado sueldo de quinientos pesos anuales,
lo que no sucedería si fuese ya mujer de acreditada aptitud. V. E.
determinará después de oir al Sr. Corregidor, ante quien he citado á
la interesada, para hacer los experimentos que su Superioridad me or
dena.” Mariana Coronel se presentó al público del Coliseo en la fun
ción de la noche del 20 de Abril de 1794, teniendo la desgracia de no
gustar á los espectadores, por lo cual, y á petición suya, el Juez de
Teatros dispuso quedase separada de la Compañía, dándosele una
gratificación por su trabajo de la citada noche.
Para la venida de María Dolores Tenorio, cuya habilidad se ex
tiende, dice el informe, á cantar bien, parece que se pulsaron algu
nas dificultades acerca de su viaje, pues leo en un escrito del Admi
nistrador D. José del Rincón: “ Dije también que pudiera haberse
conducido por Arrieros conductores y efectivamente creo que con es
to no padecería el honor de la Casa, porque aun cuando esa cómica
de la legua, fuera una Señora doncella de muchas circunstancias, se
ve generalmente que esos tales conductores, transportan á personas
decentes con toda seguridad, como puede V. E. informarse.” Tam
bién se solicitó á la cantarína María Ignacia Rueda, dotada de “buen
estilo y regular voz, que, á juicio del Maestro Aldana, prometía mu
chas esperanzas,” y á la ya conocida María Eoreto Rendón.
Pero con nada de esto pudo componerse la Compañía, con grave
detrimento de los productos que de ella esperaba el Hospital, por lo
que fué necesario ocurrir á lo que á decir voy valiéndome de docu
mentos oficiales. Sea el primero el siguiente ocurso del tantas veces
citado Rincón:
‘1 Para cubrir el papel de Sobresalienta he procurado instruirme de
las habilidades que hay en el Reino suficientes para ello, según en la
necesidad que nos hallamos, y sólo he podido saber que para esa pla
za no hay otra fuera de esta Capital, que María Bárbara Ordóñez,
presa en la Casa de Recogidas de Veracruz, y sentenciada por la Real
Sala del Crimen á la de la Magdalena de Puebla, por cierto homici
dio que se dice cometió. Esta me ha escrito desde su prisión, mani
festando sus deseos de servir en este Teatro, aunque sea estando en
la Real Cárcel ó en una Casa segura, depositada el tiempo de cuatro
años que le faltan de reclusión, á más de cerca de tres que hasta el
presente lleva, lo cual parece asequible una vez que llega á experi
mentarse la continuación de su captura con sólo la libertad de salir
asegurada á servir á un Público, cuya diversión es precisísima para
distraerlo de otras gravemente perjudiciales que el ocio trae consigo:
siendo también esta providencia muy conforme á varias disposiciones
de Derecho y de las Leyes que previenen ‘ ‘ que si alguna persona
peritísima en su Arte, cometiese algún delito, deberá suspenderse la
ejecución de la pena y consultar al Príncipe su revocación, imponién-
161
(lose otra menor en términos que pueda ejercer su oficio y ser útil á
la República.” Por eso y por la recomendación del piadoso interés
que tiene el Hospital en esta diversión pública, entiendo que la Real
Sala del Crimen podrá acceder á la solicitud de esta mujer, mediante
el Oficio queV. E. se sirva pasarle, teniendo á mayor abundamiento
por compurgado en bastante parte el delito que se dice cometió, con
la larga prisión de dos años y nueve meses sufrida en la Cárcel de
Veracruz y Casa de Recogidas de la misma Ciudad. De este modo
no serían ya tantos los trabajos que la escasez de cómicas origina,
pues se lograba restaurar una habilidad que ha sabido dar gusto en
las Tablas en la plaza de Sobresalienta de primera, segunda y tercera
dama, con el sueldo de novecientos pesos que únicamente tuvo el año
de 1785, último que trabajó aquí.”
Tramitado este ocurso con apoyo del Virrey, vino á resolverse se
gún se verá en el siguiente Auto :
“En la Ciudad de México, á 11 de Junio de 1794, los Señores Go
bernador y Alcaldes del Crimen de la Real Audiencia de esta Nueva
España: Habiendo visto la instancia de D. José del Rincón, Conta
dor Mayor Honorario del Real Tribunal y Audiencia de Cuentas, y
Administrador del Hospital Real de Naturales de esta Corte: lo pe
dido por el Fiscal de Su Majestad, con lo demás que se tuvo presente
y ver convino; Mandaron : Que sin que sirva de ejemplar, y en cali
dad de presa, se traslade la Rea Bárbara Ordóflez del Recogimiento
de Santa María Egipciaca de la Ciudad de Puebla á esta Corte, con
el preciso objeto de servir en el Coliseo, de cuenta y riesgo del refe
rido Administrador D. José del Rincón, quien la pondrá como tal
presa en casa de su satisfacción, hasta cumplir el tiempo de su con
dena, cuidando que no salga de ella sino á las obligaciones de Misa
los días festivos y á la representación al Teatro, conducida por per
sona que sea de su confianza, avisando la casa que sea, á este Tribu
nal, para estar á la mira de sus procedimientos, y seriamente aperci
bida que en caso de incurrir en el más leve defecto, se trasladará á
las Recogidas y se castigará con todo rigor.
“Y para cumplimiento de todo lo referido, se libre el correspon
diente Despacho al Sr. Gobernador Intendente de Puebla. Así lo pro
veyeron y rubricaron.
“Señalado con las de los Sres. Saavedra, Irizarri, Valenzuela y
Urrutia.—José Mariano Benitez."
Enterado del Auto el Fiscal de Su Majestad, el escribano asentó
lo que sigue :
“En el propio día 14 de Junio, Yo el Escribano, presente D. José
del Rincón, le hice saber lo mandado en Auto de 11 del corriente,
y en su inteligencia dice lo oye, y que cumplirá lo que en él se le
previene. Esto respondió y firmó, Rincón. Doy fe, José Mariano Be-
B. H. T.—T. I.—21
IÚ2
nltez. V para que lo mandado tenga puntual cumplimiento, el Sr. Go
bernador Intendente de la Ciudad de Puebla, luego que reciba el
presente, hará que se notifique á la Rea Bárbara Ordófiez, y se aper
ciba seriamente según se previene en el Superior Auto inserto : y la
entregará á la persona que por el Contador Honorario D. José del
Rincón se señale, sacándola al efecto del Recogimiento de Santa Ma
ría Egipciaca de esa Ciudad, donde existe: y de haberlo ejecutado
dará cuenta, devolviendo diligenciado el presente, que firmó el Sr. Se
manero, en México, á 14 de Junio de 1794.—Manuel José de Urrutia.
—José Mariano Benítez."
Sigue á esto la designación hecha por Rincón, y dice: “ Señalo pa
ra que se entregue, en mi nombre, de la persona de Bárbara Ordófiez,
á quien elija D. Francisco Antonio de Zamacona, Factor del Taba
co, de Puebla.— Ut Supra.—José del Rincón."
Nada más elocuente que los anteriores documentos para pintar el
estado deplorable á que había ido á dar el Coliseo de la Capital al
acercarse el fin del Gobierno del gran Virrey Conde de Revilla Gige-
do. Hasta allí no pudieron alcanzar el influjo de su buen juicio y
profundo saber, el talento singularísimo y la energía y perseverancia
de aquel gran carácter. Consiguió establecer la seguridad pública
persiguiendo y castigando malhechores en los caminos reales, y dando
á la Capital el espectáculo imponente de la ejecución de los asesinos
de D. Joaquín Hongo: mejoró la ciudad haciendo empedrar y em-
banquetar las calles y dotarlas de alumbrado : amparó los bosques y
arbolados reglamentando el corte de maderas : abrió y reparó cami
nos: protegió las empresas marítimas, las ciencias y las artes : estuvo
siempre atento á cultivar y mejorar las clases ínfimas y menesterosas:
combatió los abusos y facilitó la justicia, llegando á establecer un bu
zón público en que recogía toda especie de avisos, advertencias y con
sejos que le hacían estar al tanto de cuanto pasaba, y dejó á su pér
fido y mal agradecido sucesor una útilísima Instrucción reservada
de cómo debía regir y mejorar la perla de las colonias españolas. La
misma naturaleza le ayudó á descubrir y desenmascarar picaros y bri
bones, pues muchos de ellos asustáronse con la Aurora Boreal de la
noche del 14 de Noviembre de 1789, y creyéndola fuego de la cólera
celeste, á voces publicaron sus delitos pidiendo para sus culpas mi
sericordia. Sólo no pudo dominar á la gente de teatro, levantisca, é
inmoral y corrompida.
Podríamos registrar aún muchas disposiciones suyas referentes á
esta materia. En 24 de Abril de 1794, dispuso que la viuda Gertru
dis Banda, se abstuviese de hacer títeres en la calle de San Juan, y
se dedicase con sus dos hijas doncellas á otro ejercicio que no fuera
ese, contra el cual representó el Administrador del Coliseo, invocan
do una antigua disposición que prohibía títeres y maromas en el cas-
co de la Capital. En 7 de Mayo dijo por oficio al Director del Teatro:
“Se notan en las representaciones algunos defectos é impropiedades
que conviene evitar y considero de fácil remedio. Tales son el pasar
por delante de los que hacen papeles principales, los que representan
los de criados y otros inferiores : ponerse éstos el sombrero delante de
aquellos, y unos y otros en parajes donde nadie acostumbra tenerlos
puestos, como dentro de las casas: concluir las comedias y entre
meses pidiendo los Actores al Público perdón de sus faltas, lo que es
contra la ilusión, calidad tan esencial en el Teatro, que sin ella se re
duce á nada cuanto se representa ; y últimamente, salir tan andrajo
sos los que tienen que figurar pobres ó individuos de ínfima plebe,
que rayan en lo indecente, faltando gravemente al decoro y al respeto
debido al Público, defecto que suele llegar á un exceso insoportable
cuando se acompaña con acciones descompuestas. Conviene, pues,
poner el remedio posible en estos defectos, para hacer más agrada
ble la diversión, y al intento encargará Vuestra Señoría al Admi
nistrador que procure se reformen los advertidos, prohibiendo se use
de andrajos y vestuarios indecentes en los entremeses, y también
que los que representan en las comedias papeles de criados y cria
das, salgan, lo cual es muy reparable, mejor vestidos que los princi
pales.’’
Pero por más que se procuraba evitarlo, el asunto teatral iba de
mal en peor. El número reducido de las habilidades, disminuía más
aún con la mala salud de aquellos ya viejos y cansados actores. Una
de las más aplaudidas cantarínas, la llamada Ana Maguei ó la Ma
gueyitos, pidió licencia para retirarse á uno de los pueblos de los al
rededores, y hubo que concedérsela, en vista de un certificado de
D. José Gracida y Bernal y D. José Rafael de Cuevas, Médicos de pú
blica aprobación y ejercicio, que decía así: “Certificamos y en caso
necesario juramos, que de unánime acuerdo hemos asistido á Ana
Maguei más de mes y medio, de las varias y graves enfermedades de
que ha adolecido, hasta haberle mandado recibir el Sagrado Viático,
y que habiendo logrado se restableciese de lo ejecutivo de sus acci
dentes, permanece aún expuesta á algunas accesiones epilépticas, de
las que juzgamos podrá convalecer mudando de aires y de tempera
mento por algún espacio de tiempo, con el auxilio de otras medici
nas nervinas y tónicas de que igualmente deberá usar.”
De otras dificultades y tropiezos enterará á mis lectores el siguiente
extracto de un informe de D. José del Rincón, en respuesta á una
consulta que se le hizo de si creía ó no conveniente que se suprimie
ran ó continuaran los Bailes en la escena.
“Aun cuando los clamores de los últimos Arrendatarios contra la
subsistencia de los Bailes por las pérdidas que con ellos han sentido,
se hayan tenido hasta aquí por aparentes, no creyéndose que esa mo-
164
derna diversión es, como dicen aquellos, polilla suficiente para acabar
con los intereses que por medio de las otras antiguas puede producir
el Coliseo, sería bastante para variar en parte de dictamen el ver aho
ra un ahorro de cinco mil quinientos y tantos pesos que se pagaron
en la última temporada, á que pueden agregarse cuasi cuatro mil ó
más en que se calculan prudentemente los gastos de papeleta y otros
extraordinarios, como el mayor alumbrado en las candilejas, ilumi
nación de cera para los trasparentes, sin contar con los crecidos cos
tos que ocasiona la postura de los nuevos Bailes.
“Todos estos ahorros me parece á mí que son efectivamente supe
riores al quebranto que pueda experimentarse con la supresión, pues
á mi entender, la frialdad del público no durará sino hasta que pierda
las esperanzas de que los haya: pues ahora lleva á capricho no asis
tir al Teatro, por ver si así consigue hacer creer que son precisos,
llevados algunos de dichos concurrentes de estímulos de los mismos
bailarines, á quienes por protección sencilla ó por otras causas no
muy difíciles de comprender, desean mantener en el Teatro y com
placerlos.
‘ ‘ Lo cierto es que aquí no hubo nunca Bailes hasta de pocos años
al presente, ni aun desde que comenzaron se han hecho en todos los
tiempos. Y así, se ha conocido prácticamente que sin ellos es segura
la ganancia en el Coliseo, como lo demuestra la retirada de asentistas
con el motivo de su continuación, lo que creo no sucederá si se abo
liesen. Dígalo la Sociedad de suscritores abonados, dígalo D. Manuel
Lozano y dígalo D. Francisco Villa y Torre: la primera no deja de
sentir que los bailes tuvieron bastante parte en aquella excesiva
pérdida de treinta y ocho mil pesos, de la cual se evadió el segundo
habiendo experimentado aumento sin ellos y resarcido la pérdida que
le causaron durante se mantuvieron. B1 último que es Villa y Torre
lo explicó más claro en la Almoneda celebrada el año de 1792, pues
asentó que no tendría embarazo en hacer postura siempre que se le
cumpliese la condición de no continuar los bailes en el Teatro. Estos
arrendatarios que debemos considerar amigos del aumento de su cau
dal, no paso yo á creer quisiesen, por sólo tema, perder el logro que
les resultare si los referidos Bailes fueren provechosos á la negocia
ción: y sin embargo, han permanecido sin aprovechar la Almoneda
de 1792 que aun se mantiene abierta, y á pesar de las ganancias que
en estos dos años ha tenido el Coliseo.
“Yo no pongo duda en que á unos les gustan los bailes, se entien
de los pocos que hay buenos: pero tampoco debo dudar que á otros
no les agradan por sus repeticiones continuas y su poca variedad, pues
siempre son unos mismos los saltos y unos mismos los actores, con
sólo la diferencia de una que otra tal vez fastidiosa pantomima, co
mo que es facultad poco extensiva á variaciones. Lo sería ciertamen-
te, si el Coliseo tuviese un abundante fondo con el único objeto de
divertir á toda costa al público, sacrificando á este fin su interés pro
pio: en este caso se harían muchos Bailes nuevos con continuas ideas
en vestidos y decoraciones, de cuyo modo sería esa pieza uno de los
mejores adornos de intermedios en las principales de representado,
y también mayor la concurrencia si se lograba ir haciendo el país á
funciones serias, pues vemos que hasta el día es llevado más en ge
neral que de ellas de comedias de Valientes, Mágicos y Vuelos, con
otras vulgaridades semejantes con que se llena la casa, á pesar de
la ninguna sustancia que les hallan algunos concurrentes de mejor
gusto.
“¿Y qué diremos si faltan un Director como Marani y su sustituto
Morales? Que entonces subirá de punto la pérdida de enseres; y si se
siguen ejecutando por otros no inteligentes, vendremos á quedar ex
puestos á la indignación del público, cuyos efectos son temibles y ya
se han experimentado alguna vez en el año anterior, si no se hubie
se echado el telón antes de tiempo para cubrir una escena acreedora
de la irrisión y mofa de las gentes.
“Ultimamente, es el Baile contra los rendimientos de la Casa, por
lo que ésta se expone á perder con ellos en un incendio, que no es
muy remoto por los cerillos que arden en las decoraciones transpa
rentes, cuya inmediación, por más cuidado que haya, se deja cono
cer el riesgo que amenaza, siendo el aceite uno de los ingredientes
de la pintura, y ya se vió en el anterior año pegar á una bambalina
la flama del cerillo, con que nos vimos bastantemente apurados para
cortar el fuego, que si hubiera seguido todo se habría perdido.
“Iva superioridad de tí. E. determinará lo que parezca más conve
niente, pues no debo insistir por la consideración de esas pobres fa
milias que, mantenidas hasta hoy con los bailes, quedarían perdidas
si no continuasen, quejándose de mi influjo.”
Como nota referente á Teatros durante el Gobierno del gran Con
de de Revilla Gigedo, digamos algo de otro autor dramático del país.
Nada debe desperdiciarse á este respecto. Por Octubre de 1793 el Ba
chiller Córdova pidió al Virrey remediase sus necesidades dando or
den para que se representasen unas comedias de su invención que
tenía presentadas. El informe del Juez de Teatros dijo: “Es verdad
que ha hecho una comedia que ya tengo en mi poder, la cual puso
en manos del Sr. D. Cosme de Mier, y pasó á la aprobación del Pa
dre Revisor, quien dijo que podía representarse por no contener co
sa alguna que se oponga á nuestra Religión ni desdiga de la modes
tia que inspira la moral cristiana.
“En este estado fué cuando yo vi la comedia, y como conocí que
el Bachiller Córdova no la presentaba graciosamente á la casa, de
ahí nació la precisión de inquirir si sería pieza de alboroto como La
Mexicana ú otras cuasi semejantes, capaz de dejar producto y grati
ficar al que la había presentado.
“Después de un prolijo examen saqué en limpio que la comedia
no pasa de común; que no es por su materia y lances, superior á las
del precio de dos reales, á lo menos para el gusto del público, y que
al igual de ella y aun mejores las tengo impresas por dicho precio en
la casa del Padre D. José Jáuregui, sin quedar con su representación
expuesto á que se gratifique si, por ventura, en su estreno hubiese
una regular entrada, ocasionada de la novedad de ser moderna y es
crita por ingenio americano, aunque luego no se considerara digna
de una sola repetición.
“Mientras yo andaba en esta inquisición, me entregó Córdova una
pequeña pieza, que no hay duda ha caminado con la misma fortuna
como él expresa; pero tampoco la hay en que para ello me ha suge
rido las mismas razones que para la inadmisión de la anterior, sin
que para no dar al público una y otra me haya llevado de conceptos
de cómicos, cuyas sugestiones me serian indecorosas; y sólo el Ba
chiller Córdova que no tiene conocimiento de mi modo de pensar,
podrá asentar que en esta materia me sugieren, sobre que se servirá
V. E. hacerle el correspondiente apercibimiento.
“También he sabido que la comedia titulada La Ermione, que es
el nombre de la presentada, ha mucho tiempo que está impresa, y
por curiosidad la he mandado pedir á D. José Camblón,á José Gar
duño, Apuntador de este Coliseo y al plaza de por medio Ignacio
Vega, que cada uno tenía un ejemplar; y lo cierto es que, no habien
do podido conseguir ninguno por haberme respondido todos que se
les ha extraviado, ocurrí á tomar noticias de su argumento y me lo
han pintado igual al de la de Córdova, con sólo la diferencia del
verso, que donde ésta lo tiene de arte mayor ó heroico, está escrito
en aquella con el corriente de Romance; pero aun en los personajes
que son unos mismos, me han ido señalando los nombres de todos,
y no encuentro variedad entre los de una y los de otra.
“En estos términos, parece que deben devolverse al Bachiller Cór
dova sus dos piezas, una vez que ninguna es suficiente de convidar
al público para contribuir en dos ó tres repeticiones anuales, á más
de llenar en la primera noche su representación, de cuyo modo sería
compatible el remediar las necesidades de su autor, pues quedaba el
Hospital Beal esperanzado del reintegro para cubrir las más urgen
tes que padece. De lo contrario, sería gravar sus fondos, mayormen
te, cuando como llevo dicho, hay comedias nuevas por dos reales,
que, sin la contingencia de desembolso en el caso de que engañosa
mente pinten bien, tienen menos costo que aventurar para llegar á
ejecutarlas.”
Por este ejemplo se ve cuán antiguo es el egoísmo de las Empre-
tÓ7
sas de nuestros teatros, que pudiendo representar de balde las come
dias venidas de España, niéganse á pagar cosa alguna á los autores
de comedias escritas en México.
En 11 de Julio de 1794 el muy ilustre D. Juan Vicente de Güemes
y Pacheco, Conde de Revilla Gigedo, hizo entrega del mando del Vi
rreinato á su sucesor D. Miguel de la Grúa Talamanca, Marqués de
Branciforte, digno pariente y hechura de D. Miguel Godoy; pérfido
y envidioso contra Revilla Gigedo, á quien con sus acusaciones ori
ginó graves disgustos; enriquecido con la venta de empleos y gra
cias, de acuerdo y en sociedad con el Conde de la Contramina, y de
rrochador de fondos públicos en la organización de tropas que para
nada eran aquí necesarias. Débesele, sin embargo, el que, por adu
lación á la imbécil Majestad de Carlos IV, mandase labrar el mo
delo y fundir la magnífica estatua ecuestre que, por apodo del vulgo,
conocemos con el despectivo mote de El Caballito do Troya. Con
motivo de la colocación de la provisional en yeso, en la Plaza de
Armas, celebráronse en la Capital suntuosas fiestas. De ellas y én
lo que al Teatro se relaciona, dijo La Gaceta:
“En 9 de Diciembre de 1796, con motivo de las fiestas con que se
celebró el adorno de la Plaza Principal y la erección de la estatua
ecuestre provisional de Carlos IV, el Virrey Marqués de Branciforte
asistió á las siete y media de la noche al Coliseo, que estaba suntuo
samente iluminado, y se representó el nuevo drama en un solo acto,
La lealtad americana; se cantó una tonadilla muy graciosa y siguió
después un hermoso baile tragi-cómico-pantomimo, cuyo asunto era la
reciente historia y muerte de Muley Eliacid, Emperador de Ma
rruecos.”
Nada notable hay que registrar en punto á teatros de 31 de Mayo
de 1798 á 29 de Marzo de 1800, período del gobierno de D. Miguel José
de Azanza, y menos aún de esa última fecha á la del 4 de Enero de
1803, en que terminó el virreinato de D. Félix Berenguer de Marqui-
na, y dió principio el de D. José de Iturrigaray, en cuyo tiempo in
trodujo en México la vacuna contra la viruela D. Francisco Balmiz,
y principió en 1° de Octubre de 1805 el Diario de México fundado por
D. Jacobo Villaurrutia y D. Carlos María de Bustamante, que tanto
habrá de servirnos en las siguientes páginas.
No quiere esto decir que no nos haya sido ya útil en precedentes
noticias, la imprenta, en México introducida, antes que en ninguna
otra ciudad de América, por el primer Virrey D. Antonio de Mendo
za, con el cual vino en Octubre de 1535 y produjo el primer libro en
1536, impreso por Juan Pabloso, ficial y dependiente de Juan Crom-
berger, célebre impresor establecido en Sevilla. Ya nos hemos servido,
y citádola varias veces, de la Gaceta que, según el eminentísimo sabio
D. Joaquín García Icazbalceta, empezó á publicarse en 1671, impresa
por la Viuda de Bernardo Calderón. Esta especie de publicaciones
periódicas sólo contaba en aquel entonces sesenta y seis años de vida
en Europa, tocando á los Países Bajos, dependientes entonces de los
Reyes españoles, la gloria de haberlas creado en 1605, en la ciudad de
Amberes. Veintiséis años más tarde,en 30 deMayode 1631,fundó Re-
naudot La Gaceta de Francia, y á ésta sólo en cuarenta años fué poste
rior la Gaceta de la Viuda de Calderón. Los números de ella 110 se pu
blicaban en época fija, por carencia de noticias, ni por un mismo impre
sor: en 1687 la siguió imprimiendo María de Rivera, heredera de la
Calderón, y duraron por lo menos hasta 1721. Hacia 1693 (sigue ha
blando el Sr. Icazbalceta), publicó D. Carlos de Sigüenza y Góngora
su Mercurio, y en 1? de Enero de 1722 fundó el Dr. D. Juan Ignacio de
Castoreña y Ursúa la Gaceta de México, que mensualmente aparecía
impresa por la Viuda de Miguel de Rivera Calderón, en el Empedra-
dillo. Duró sólo hasta Julio del mismo año, y después de cinco y me
dio de suspensión, la renovó D. Juan Erancisco Sahagún de Arévalo,
con el mismo título de Gaceta de México desde Enero de 1728, siendo
empresario y editor el Bachiller Hogal. Por escasez y carestía de pa
pel se suspendió en los años de 1740 y 41: continuó en 42 con el nom
bre de Mercurio de México. En 1768 publicó el Padre Alzate su Dia
rio Literario; en 1772 y 73 hizo otro tanto el Dr. D. José Ignacio Bar-
tolache con su Mercurio Volante, y de 1788 á 1795 su Gaceta de Lite
ratura el ya nombrado Padre Alzate. El periódico más notable y co
nocido de la época virreinal, es, sin embargo, la Gaceta de México, que
D. Manuel Antonio Valdés comenzó á publicar el 14 de Enero de
1784 y vino á ser como el origen de los periódicos oficiales de Méxi
co, y según queda dicho, en 1? de Octubre de 1805 dió principio la
publicación del Diario de México.
CAPITULO XV
1805.—1806.
Ya comenzado el siglo XIX,el Coliseo Nuevo fué objeto de gran
des reformas y mejoras, según se lee en la Gaceta de 3 de Mayo de
1806, que á la letra dice:
* * El Coliseo de esta Corte acaba de presentarnos un testimonio de
que la pintura y la arquitectura adquieren, en cierto modo, su perfec
ción, cuando son dirigidas por las letras. Había mandado el Exmo.
Sr. Virrey que, atendida la representación del Mayordomo Adminis-
169
trador del Hospital de Naturales, y propuesta del Sr. Decano de esta
Real Audiencia D. Ciríaco González de Carbajal, se procediese á su
reedificación. En consecuencia, comisionóse para ello al Sr. Alcalde
de Corte, D. Manuel del Campo y Rivas, el que en menos de un mes
le ha dado toda la comodidad, seguridad y hermosura de que es sus
ceptible, advirtiendo el público que se tuvieron presentes cuantas
circunstancias se requieren para hacer apreciable esta casa de recreo.
Fueron sus artífices: de arquitectura D. Joaquín de Heredia; de pin
tura, el célebre Francisco Zapari, y D. Gerónimo Marani de la má
quina, quienes comprendiendo á fondo los conceptos de dicho señor
Ministro, los ejecutaron en términos que el Coliseo de México casi
puede competir con cualquiera de los de Europa.”
Aun en esa reforma precedió nuestro Coliseo Nuevo al del Prínci
pe en Madrid; éste, al cual un incendio ocurrido en Julio de 1802,
maltrató en extremo, no vino á quedar reedificado sino en Agosto
de 1807, quince meses después del de México.
He aquí la lista de los actores ajustados para el año cómico ó tem
porada de 1806 á 1807.
Damas: Primera, Luz Vallecillo, cpn dos mil pesos anuales; Se
gunda, Agustina Montenegro, con mil trescientos; Graciosa, Juana
Mendoza, quinientos; Criada, Juana Martínez, doscientos treinta;
otra segunda, Dolores la Fina, quinientos; Galanes: Autor, galán y
primer gracioso, Luciano Cortés, con sueldo anual de tres mil pesos;
Segundo, José Duque, con mil doscientos; Sobresaliente, Fernando
Gavila, con mil; Tercer galán, Antonio Abad, ochocientos; Cuarto,
Teodoro Borja, quinientos: Estrada, quinientos; Plazas de por medio,
Pedro Rivera y José Aragón, con doscientos cincuenta cada uno; Jo
sé Mendoza, doscientos; José García, ciento ochenta; Barbas: Prime
ro, Francisco Carreño, novecientos; Segundo, Mariano García, qui
nientos; Sobresaliente, Ignacio Miranda, cuatrocientos; Graciosos: Se
gundo, José Tenorio, setecientos; Idem, Francisco Saldaña, quinien
tos; Apuntadores: Primero, Mariano Lara, setecientos cincuenta; José
Rincón, cuatrocientos; Leopoldo Olmedo, doscientos cincuenta; Ar
chivero, José Zabalza, doscientos setenta y cinco. Cantarines: Dolores
Munguía, mil seiscientos; Josefa Cárdenas, mil; Timotea, seiscientos;
Juana Felbeta, trescientos noventa; Andrés Castillo, mil quinientos;
Victorio Rocamora, mil cincuenta; Antonio Bemasconi, seiscientos;
Bailarines: Guadalupe Gallardo, seiscientos; Magdalena Lubert, tres
cientos diez; Isabel Rendón, doscientos setenta y cinco; María Peña-
losa, doscientos cincuenta; Cecilia Ortiz, quinientos; José María Mo
rales, seiscientos cincuenta; Juan Marani, quinientos cincuenta; Or
questa, cuatro mil seiscientos pesos; Guardarropa, doscientos; Pelu
quero, trescientos; Sastre, doscientos; Portero y Guardacasa ciento
treinta; Carpintero tramoyista, trescientos veinticinco; Pintor, quinien-
B. H. T.—r. 1.—22
tos. Interventor, D. José Carbelo, ochocientos. Escribano, D. Félix
Zamorano, doscientos. Escribiente. D. José Juan Romero, doscientos
ochenta.
El prospecto anunciando la primera función para la noche del Do
mingo 6 de Abril de 1806, decía así:
“Todo sabio é ilustrado gobierno, ha promovido y sostenido en
todos tiempos las diversiones y espectáculos públicos como máxima
de política para el mejor orden. El nuestro, llevado de ese benéfico
deseo, ha tomado las más justas y activas providencias para su logro,
y si por ahora ha determinado la suspensión de los grandes bailes,
ha sido por la consideración de que son sólo una diversión de los
sentidos y no de entendimiento, por su poca variación y principalmente
por los excesivos costos que demandan y no puede sufrir una casa
de misericordia tan recomendable como es el Hospital de Naturales
de esta Capital.— Como el fin es enseñar divirtiendo y esto se logra
con la poesía dramática, se han mejorado en todo lo posible las Com
pañías de representantes, cantarines y bailarines para los sones del
país, y mejorado el Coliseo en todas sus partes.—Por ahora, mientras
haya quien haga en propiedad de primera dama, sólo se darán cinco
funciones á la semana; pero luego que haya proporción y esté la Com
pañía en estado de dar extraordinarias en los miércoles y sábados,
se harán seis ó siete funciones á la semana.—Entretanto se experi
menta si puede sostenerse la diversión en el pie establecido, no se
hace aumento alguno en palcos, lunetas, mosquete, cazuelas y demás
asientos, como tampoco en las entradas, sin embargo del extraordi
nario costo que ha tenido la casa en mejorar la finca.—Sólo estarán
libres de paga de entrada las personas qne ha determinado este Su
perior Gobierno y constan en la siguiente lista:—Agraciados en el
art. 39 del Reglamento del año de 1806, para entrar de balde en el
Coliseo de esta Capital: Eos Exmos. Sres. Virreyes: de su familia,
Secretario Particular, Mayordomo, Damas y Pajes de servicio, y el
Caballerizo: Secretario de Cámara y su esposa; Oficial Mayor y los
de número con los de Guerra, Seflotes Ministros Togados y sus mu
jeres, sin familias. El Sr. Corregidor, Alcaldes ordinarios, Regidores
y sus mujeres, sin familias; todos los individuos de la Guardia de
Alabarderos, sólo cuando vayan de servicio; el Administrador del
Hospital y su mujer, sin familia.—Se dará principio á la temporada
esta noche, con la comedia moral de La Reconciliación ó los dos Her
manos: su primer intermedio se cubrirá con el minuet Congo por la Sra.
María Guadalupe Gallardo y el Sr. Juan Marani, y cantará una buena
tonadilla la Sra. Josefa Cárdenas, y el segundo cantarán la Sra. Do
lores Munguía y el Sr. Luciano Cortés, la chistosa tonadilla del Pre
sidiario, y bailarán La Morenita las Sras. Magdalena Lubert é Isa
bel Rendón.”
i7I
Por ese tiempo y aun muchos años después, ni en México ni en
España podían usar los cómicos el Don, ni nadie se lo daba.
Preocupaciones basadas en la incorrecta conducta pública y priva
da de muchos de ellos, justificaban hasta cierto punto lo mal vistos
y recibidos que eran fuera del escenario y en la sociedad de gente
educada. En 1808 el Ayuntamiento de Madrid prohibió á los cómi
cos de la Cruz y del Príncipe ‘ ‘ que asistieran á las representaciones
desde los palcos bajos y principales, para evitar de este modo el mal
efecto que su presencia producía en elpúblico, permitiéndoles solamente
que presenciaran la función desde los palcos segundos.” El gran Isi
doro Máiquez reclamó contra tal afrenta, y gracias á él consintió el
Ayuntamiento en alzar la prohibición, “siempre que pagaran el asien
to y guardaran el mayor orden y compostura, para no verse precisa
da la Corporación á tener que adoptar respecto á ellos ciertas medi
das,” y todavía muchos años después, con fecha 2 de Abril de 1833
el Director del Real Conservatorio de Madrid, propuso á la Comisión
de Teatros que se les diera dicho tratamiento de Don á los famosos
actores Carlos Latorre y José Duna, y la Comisión contestó que no
podía acceder á ello.
Mucho tiempo había de pasar aún para que la Sociedad alzase, y
no de un modo general y completo, el terrible anatema que pesó aun
sobre tan ilustres comediantes como Iusepa Vaca, la amiga de todos
los nobles de la corte de Felipe III; Gerónima Burgos, la favorita de
Lope; María Calderón ó La Calderona, por obra de Felipe IV madre
de D. Juan de Austria en 1629; Rita Luna, trágica eminente; Isido
ro Máiquez, amigo y discípulo de Taima y reformador del arte escé
nico en España, reforma que inauguró en el teatro de los Caños del
Peral cuando á él se transladó la Compañía cómica, mientras se reedi
ficaba el del Príncipe.
Demos ahora una idea general de nuestros espectáculos y recreos
públicos al principio del siglo, tomándola de un papel de la época,
que dice:
“El principal espectáculo es el de la comedia; sus decoraciones son
buenas; los representantes no son malos, y entre ellos hay algunos
que pudieran lucir en Madrid mismo y en Nápoles: la casa es cómo
da y en ella reina el buen orden por la vigilancia de los jueces. Sólo
se nos ofrece preguntar, ¿por qué la parte sensata de los concurren
tes se mezcla en aplaudir unos entremeses que se ejecutan sólo para
congeniar con la ínfima plebe? ¿Ignora tal vez que un aplauso intem
pestivo arraiga más fuertemente el gusto depravado con que se elogian
unas representaciones que debían desterrarse en un siglo y en un país
tan ilustrado como el nuestro? En lo demás debemos hacer justicia á
la verdad: los teatros de Europa no guardan la misma moderación y
decencia que ostenta el nuestro en cuanto al trato interior de los pal-
fjí
eos y luneta. Un poco de gusto moderno en la elección de las piezas,
mayor estudio en los cómicos, menos ejercicio en los apuntadores, el
olvido de los cigarros en el tiempo de la escena, y, finalmente, el fa
vor de la opinión para que cualquiera pueda sentarse en el patio sin
consultar su vestido, y menos preocupación en contra de una diver
sión que en sí no tiene nada malo, pueden, no sólo mejorar nuestro
teatro, sino hacer mucho más agradable y útil su concurrencia.
“La Pelota, cuya casa es pública, ofrece un buen rato al especta
dor, y un ejercicio provechoso á la salud del que juega. Las apues
tas que se hacen á favor de algún partido no debieran pasar de pocos
pesos. El que atraviesa cantidad de onzas de oro, da á conocer que
va allí á buscar un juego ruinoso y no una honesta diversión.
“Lo mismo diríamos en cuanto á las peleas de gallos. La casa des
tinada á este fin pudiera pasar por la más perfecta, si los corredores
que manejan y combinan las apuestas no abarcasen tantas acciones
de un golpe, y fuesen más prontos en dar razón de si hay ó no quien
reciba los envites.
“Los Cafés no han servido en México más que para almorzar y
formar un rato de tertulia; las discusiones literarias empiezan ya á
tener lugar en ellos. El Diario, La Gaceta y El Jornal (?) Económico
Mercantil, suministran bastante pábulo al criterio público. ¡Dichosos
nuestros papeles si por medio de la crítica misma que sufran, conser
van los Cafés libres de las cábalas y murmuraciones que en otras
partes abrigan y por ventura no se han deslizado en los nuestros!
“El paseo más considerable y de asistencia casi precisa, es el de la
Alameda los días de domingo. La multitud de coches, la diversidad
de sus colores y estructura, el aseo del traje, los sujetos ilustres que
concurren, la finura de las madamas que lo hermosean, todos esos
objetos contribuyen á hacer muy agradable esta especie de espec
táculo público. Sólo el capricho lo embaraza algún tanto: aquella
precisión de mantenerse en coche mirándose á la cara unos á otros,
y la costumbre de no poderse presentar á pie sin chocar con los prin
cipios contrarios de la opinión, son unas violencias insufribles, espe
cialmente para quien no tiene coche. Tal cual, ya- se empiezan á co
nocer estos perjuicios y quizás presto se sacudirán.
“Por cuaresma comienza el paseo que llaman de la Viga y dura
hasta el día de la Ascensión del Señor. La frondosidad de los árbo
les que lo rodean, su agradable sombra, las chinampas inmediatas,
la hermosa acequia navegable con la multitud de gentes que andan
en las canoas y barcos, las quintas ó casas de campo cercanas, la be
lla arquitectura y jardines de éstas, no sólo lisonjean la vista sino
también inspiran un dulce entusiasmo y elevan el espíritu hasta la
meditación del Supremo Creador de la Naturaleza.”
Sin pensarlo he ido más adelante de lo que exige el orden crono-
*73
lógico, á que soy tan afecto, y pasádome sin hablar algo de nuestro
teatro en los meses anteriores á su reforma de 1806. Por Octubre del
precedente se representaban las comedias La Holandesa, Amar después
de la muerte y Los esposos reunidos. Un programa del 4 de ese mes,
dice: “Hoy se ejecuta una primorosa Folla, compuesta de las piezas
siguientes: De representado: 1? la pieza La forma del sombrero; 2?
Un loco hace ciento; 3? El pleito del pastor. De cantado: Unas boleras
por el Sr. Andrés del Castillo, obligadas á trompa por D. Antonio
Salot. El sainete nuevo intitulado La Vizcaína y el cirujano, por la
Sra. Dolores Munguía y el Sr. José Estoracio. Se tocará un concier
to de música obligado á violín por D. Andrés Ramírez, ciego de na
ción, del mejor gusto. El baile grande será del maestro Sr. Juan Me
dina.” Folla, perdonen los que ya lo sepan, significa diversión tea
tral compuesta de varios pasos de comedia inconexos, mezclados con
otros de música.
Eran muy comunes en esa época, especialmente en los beneficios.
En el suyo dió el Sr. Andrés Castillo, á 9 de Octubre de 1805, las si
guientes piezas: De representado: 1? La hija embusteray la madre más
que ella. 2? Las astucias desgraciadas, El perlático fingido. De can
tado: la aria obligada á trompa y unas nuevas boleras con acompaña
miento de dos guitarras y trompa, por el dicho Castillo. Por el mis
mo, Sra. Dolores Munguía y Sr. José Estoracio, un nuevo sainete
llamado La novia artista. De baile: el agraciado de los Negrillos á
cuatro, y por grande uno de los mejores.
A estas follas seguían, ó alternaban con ellas, las comedias, Tam
bién la afrenta es veneno, Los áspides de Cleopatra, La petimetra co
rregida, Catalina Segunda Emperatriz de Rusia, No hay burlas con
el amor, El hombre singular, El Aguador de París, La Misantropía,
La Matilde, Mujer, llora y vencerás, La jura de Artagerjes, No pue
de ser guardar á una mujer, El mágico de Salerno, y cien otras en
que se mezclaban los nombres de los más ilustres autores del siglo
de oro con los de D. José de Cañizares y los poetastros de que fué in
fatigable maestro, cual el sastre célebre Juan Calvo y Vela, que com
puso para los cómicos del Príncipe la citada comedia de El Mágico
de Salerno ó Pedro Vayalarde.
Pero el mayor atractivo para la generalidad no educada del público,
eran los sainetes y los bailes, unos y otros suficientemente groseros
á lo que parece. “Toda la gracia, todo el chiste de aquéllos, decía un
colaborador del Diario, consiste por lo regular en dichitos sobre glo
tonería, sobre cobardía, sobre tercería ó sobre chismería. Es preciso
pasar por mil impropiedades é impertinencias para encontrar una gra
cia. Eas más veces que hacen reir es por equivoquillos indecorosos ó
por extravagancias.... También me tomo la libertad de recomendar
le declame contra la disolución de algunas bailarinas, pues para ma-
174
nifestarnos su agilidad y destreza en las mudanzas, no necesitamos
que nos acompañen éstas con impurezas; pues aunque algunos hom
bres estragados, aun antes de la edad porque han abusado de todo,
las aplauden y palmotean, efecto, sin duda, de necesitar de la inde
cencia para que despierte en ellos la vida apagada, ¡quédesconsuelo es
para un padre que se ve en la necesidad de permitir presenciar tales
disoluciones á una hija á quien ama y en cuya moral se interesa!”
Para concluir este capítulo pondré aquí, tomándolas de los progra
mas de la época, una breve noticia de las tonadillas y bailes más en
uso y de las piezas de cantado.
En una Folla de 12 de Octubre, siempre de 1805, se ejecutó el bai
le de el Agraciado de Zanganillo y grande, ó sea de espectáculo, el
de Adelaide de Guesclin, de la composición del Maestro Juan Medina.
El 25, y á beneficio de Victorio Rocamora, ála “chistosacomedia en
un acto, El Encuentro feliz, siguió la zarzuela bufa en dos, del célebre
Cimarrosa, el Filósofo burlado, que cantaron María Dolores Munguía,
Mariana Argüello, Andrés del Castillo y el beneficiado. En un in
termedio se bailó la Bamba, á cuatro, y por fin de fiesta el de Ade-
laide de Guesclin. ” El 29, y á beneficio de la bailarina María Guadalu
pe Gallardo, después de los sainetes el Soldadofanfarrón, los Bandos
del Avapiés y el Celoso confundido, cantaron y bailaron unas Boleras
y la tonadilla de el Petimetre majo Castillo y Rocamora, la beneficia
da y Juan Marani; por grande se bailó el Apeles y Campaspe, compo
sición también de Juan Medina, autor de Dido abandonada, bailado
el 4 de Noviembre en celebridad del cumpleaños del Rey.
En el beneficio del bailarín José María Morales, se estrenó un ju-
guetillo en que cantaron Andrés del Castillo la Polaca del Astrólogo,
y el mismo, la Munguía, Victorio Rocamora, y Rosalía Medina, un
terceto, unas boleras y el sonecito la Chipicuaraca. Siguió la tonadi
lla general de la casa de locos por Mariana Argüello, María Guadalupe
Gallardo, José Estoracio y Luciano Cortés. De baile hubo lo siguien
te: el Minuet fandango, el Churripampli, por Ana María Cendejas y
Antonio Medina, y por grande el de Chaveta en la ciudad.
El 2 de Diciembre fué el beneficio &A. galán de música Victorio Ro
camora, con los sainetes: la Maja majada, el Negro sensible, el Solda
do fanfarrón, el Terceto del Campanello, la tonadilla la Disputa de los
amigos, el baile Diana y Silvio, compuesto por Medina, y el dúo de
los Rivales de amor, obra de D. Manuel de Arenzana, Maestro de Ca
pilla de la Santa Iglesia Catedral de Puebla de los Angeles, y autor
de la ópera en dos actos El Extranjero, cantada en el Coliseo Nuevo
ó Principal el 25 de Noviembre anterior, con mucho aplauso.
175
CAPITULO XVI
1806—1812
Dije en el capítulo precedente cómo estuvo formada la Compañía
del Coliseo Nuevo para el año cómico de 1806 y 1807, y aun di tam
bién el programa de la primera función.
Siguiéronse las comedias Buen amante y buen amigo. Cumplir dos
obligaciones, ó Duquesa de Sajonia, y Las victimas del libertinaje, con
intermedios como la Polaca ó dúo el amor es dulce hechizo, y el agracia
do sonecito El Bejuquito.
El viernes 11 de Abril se dió, por primera vez en México, la fa
mosa comedia del célebre Moratín, El Café, anunciada con la tona
dilla El paje en la tinaja por la Munguía, Castillo, Saldafia y Miguel
Maya y el sainete El payo de la burra. Vinieron después en las si
guientes noches la comedia heroica de El Duque de Pentiebre, El ca
samiento por fuerza, El payo de la carta y una graciosa Folla en que
figuraron el Examen de cortejos, y la pieza Perdone la enferma, en la que
además de los individuos de la Compañía salieron á dar muestra de
sus habilidades Cristóbal Flores, Mariano El Texcucano, Felipe Bae-
za y María Dolores, diestros volantines que hicieron en la maroma
diversas y difíciles suertes: concluidas ellas, Luciano Cortés dijo el
unipersonal de las contradanzas, se cantó la tonadilla de El Cocherito
Simón, y se representó la pieza El Viudo Don Epifanio.
Diéronseenelresto de aquelAbril: el 20 una tercera representación
de El Café; se presentó María Dolores Carpintero con una tonadilla,
género en que lucía su salero y su gracia Inés García, guapísima y
seductora mujer y cómica y cantarína, más conocida por la Inesi-
lla, y se representó El tonto, Alcalde discreto. El 22 se dió la comedia
Trampa adelante. El 24 el Galeote cautivo, desempeñando el galán
Fernando Gavila y el gracioso Luciano Cortés; en esa obra se estrenó
una magnífica decoración del diestro y acreditado pincel de D. Fran
cisco Zapari. El 27, en celebridad del cumpleaños del Virrey Iturri-
garay, se dió la gran comedia de música Laprudencia en la niñez y Rei
na loca de Hungría, desempeñando el papel de dama de cantado María
Dolores Carpintero. El 29 Elfalso Nuncio de Portugal y tonadilla flW
Petimetre y la patrona.
En Mayo fueron dadas: La madre engañada, el Majo celoso, Entre bo
bos anda eljuego, el Parecido en la Corte, el Buen Labrador, el Segundo
vj6
Séneca de España, Amar después de la muerte, el Secreto á voces, él Otelo,
la comedia de figurón el Hechizado por fuerza, el Señorito mimado, la
zarzuela la Isabela, la Fulgencia para presentación de la dama María
Dolores Vélez, la Raquel, Sancho Ortiz de Roelas, los Falsos hombres de
bien, la Viuda generosa, Matilde de Orleim, los Hijos de Nadarti, y el
Músico chasqueado.
En Junio: La Mogigata, El Chismoso, la comedia compuesta por un
ingenio de la Capital con el título de Napoleón Bonaparteen el paso del
Adige y batalla de Arcóle, la Cecilia, elVinatero de Madrid, la Misantro
pía, el Rey Demofonte de Tracia, la Presumida y la hermana, Nataliay
Carolina, la Tíay la sobrina, ó de la calle vendrá quien de casa nos echará;
la Modesta labradora, el Buen hijo ó María Teresa, el Montañés; para
presentación de la dama Dolores Tapia el Sol de España en Oriente ó
toledano Moisés, la Moza de cántaro y el Asombro de Jerez ó Juana la
Rabicortona.
En Julio: Cuantas veo tantas quiero, la Emilia, el Nuevo Mundo des
cubriendo, la Escondida y la tapada, el Temistocles, el Filósofo enamo
rado, Fuego de Dios en el querer bien, Cristóbal Colón, el Conde Ols-
bah, el Dómine Lucas, el Negroy la blanca, la Jacoba, el Católico Recaredo
y el amante generoso. Merece mención especial la función dada á 25 de
dicho Julio, que se anunció así: ‘ 'Bonaparte en Egipto y toma del Cairo,
drama nuevo heroico en tres actos, adornado con vistosas escenas y
comparsas francesa y mameluca, trajes propios, evoluciones, música
militar, vistas del caudaloso Nilo y del interior de la magnífica pirá
mide de Cheops, y gran plaza de la ciudad conquistada.”
En Agosto: Mudanzas de la fortuna, El convidado de piedra, Cortés
en Tabasco, Chirivitas elyesero, Pablo y Virginia, El Principeprodigioso,
La Conquista de México, El esclavo en grillos de oro, México por Carlos
Quinto, Los empeños de un acaso.
En Setiembre: Marta la Romarantina, tragedia La Shore, La Real
jura de Artagerjes, El premio de la humildad, Hacer que hacemos, El
lindo Don Diego, El Rábula, El encanto por los celos ó Fuente de la Ju
dia, El Gran Conde de Saldaña, También la ajrenta es veneno, Capri
chos de amor y celos. En el programa de Marta la Romarantina, se
anunció: ‘ ‘ el primer galán Sr. Fernando Gavila volará del castillo á
la linternilla del centro, con todas sus vistas y tramoyas.”
En Octubre: Elparecido de Rusia, El tejedor de Segovia, El error y
el honor, El Licenciado Farfulla, La más hidalga hermosura, Alberto I,
ó la Adelina, El anillo de Giges, No siempre lo peor es cierto, Elprisio
nero de guerra. En ese mismo mes se dió el drama trágico La insubor
dinación, presentándose en él una ejecución con todos sus pormeno
res, y se cantó el dúo misturado en los dos idiomas, italiano y caste
llano, nominado calma qüel core, por María Dolores Carpintero y
Victorio Rocamora.
in
En Noviembre: Dios hacejusticia á todos, Más vale el loco en su casa,
El natural vizcaíno, Mentir y mudarse á un tiempo.
En Diciembre fué el espectáculo más notable, el estreno en nues
tro teatro de El Barbero de Paisiello, verificado el 4 y repetido el 9.
El Diario de México, periódico minúsculo, pero que nadie que es
criba sobre asuntos de nuestro país debe dejar de consultar, huyendo
de la manía tan común en cierto género de prensa de atacarlo todo
sin producir nada y sin fomentar nada, procuraba en la medida de
sus fuerzas, dar aliento á la literatura dramática nacional, abriendo
concursos y señalando premios en dinero á los autores. En esos hu
mildes, cuanto meritorios certámenes, salió premiado, allá por Abril,
un entremés ó petipieza, titulada: Al mayor libertinaje la prudencia con
tra el vicio. El 9 de Julio el Coliseo anunció ‘ ‘ El blanco por fuerza, crí
tica nueva escrita en este Reino y que se sacó el premio, se ejecuta
rá con el mayor esmero, trajes propios que pide y demás necesario á
su acierto.” El citado periódico anunció en uno de sus números de
Diciembre que en su jurado calificador del día 6, salió premiado el sai
nete El miserable engañado y niña de la media almendra. “ Abierto el
pliego, se halló ser autor D. Francisco Escolano y Obregón, oficial
de libros de la fiflatura de la Real Casa de Moneda,” al cual se invi
tó á pasar á la librería de Arizpe á recibir el premio en dinero seña
lado en la convocatoria.
Para el año cómico de 1807 y 8, la Compañía del Coliseo Nuevo
se formó así: primer galán, Luciano Cortés; segundo, Miguel Cende-
jas; tercero, Bartolomé Arias; barbas, Carreño y Zorrilla; graciosos,
Juan Moreno y Francisco Saldaña; damas, Gertrudis Solís y Dolores
Munguía; graciosas, Josefa Cárdenas, Juana Martínez y Dolores Vé-
lez; cantarínas, Dolores Munguía, Dolores Carpintero, Inés García,
Abundia Cárdenas; cantarines, Andrés Castillo, Victorio Rocamora,
Miguel Maya; baile, José María Morales, Guadalupe Gallardo, Isa
bel Rendón, Magdalena Lubert, Sebastiana Peñalosa; apuntadores,
Manuel Dara, José Rincón, Leopoldo Olmedo; Director de Orquesta,
Juan Campuzano. Esta Compañía, con sus partes de por medio y de
más empleados, costaba al año $35,505, y anunció que daría come
dias los siete días de la semana.
Después de pormenorizada la lista de obras puestas en escena en
el año anterior, creo innecesario referirme á las de la nueva tempo
rada, más ó menos igual ó semejante, y paso á decir quiénes forma
ron la Compañía en 1808 y 1809. Actores, Fernando Gavila, Teodoro
Borja, Bartolomé Arias, Mariano Ayala, José María Ruiz, Agustín
Castillo, Mariano Aragón, José Mendoza, Francisco Carreño, Maria
no García, Juan Moreno, Francisco Saldaña; cantarines: Andrés Cas
tillo, Victorio Rocamora, Miguel Maya; actrices: Agustina Montene
gro, Luisa Aguilar, Antonia Rodríguez, María del Carmen Uribe,
R. H. T.—T. I.—23
i78
Dolores Pérez, Dolores Munguía, Dolores Carpintero, Inés García,
María Josefa Echarte; baile: Josefa, Manuela y Rafaela Olivarre, Ana
María Cendejas, Guadalupe Gallardo, Cecilia Ortiz, Magdalena Lu-
bert, María Peñalosa. Maestro de escoleta y primer violín de orquesta,
José Manuel Aldana.
Da primera función de temporada, el Domingo de Resurrección,
17 de Abril de 1808, se compuso de la comedia El amor y la intriga,
una tonadilla cantada por la Carpintero, el sainete de El Majo celoso por
Dolores Munguía y Andrés Castillo, y el sonecito del Churripampli.
No debo extenderme á más so pena de hacer monótona y cansada
la lectura: por otra parte, los ánimos no estaban para diversiones; la
Madre España acababa de ser invadida por Napoleón, sus monarcas
habían abandonado á su heroico pueblo que mataba ó se hacía matar
en desesperada y desigual lucha, y en México la torpeza y el orgullo
del ambicioso Iturrigaray, traían á mal traer los asuntos del virrei
nato. Puestos, por su causa, en pugna el partido español y el ameri
cano, aquél no se anduvo con chicas y por sí y ante sí asaltó el Pala
cio en la noche del 15 de Setiembre de 1808, aprisionó y destituyó
al Virrey y puso en su lugar al ochentón D. Pedro Garibay, y sin
darse cuenta de ello, los mercaderes conspiradores prepararon la mag
na insurrección de 1810.
Mas no adelantemos los sucesos, como dicen los novelistas, y re
duzcámonos á nuestra modestísima tarea de cronistas de espectáculos.
A ese respecto, la novedad de principios de 1809 la ofreció el Ca
pitán D. Eelipe Lailson, quien desde Julio del año anterior, había
hecho anunciar en la Gaceta, que se ocupaba en levantar un Circo
“para dar una temporada de ejercicios de equitación y volteo, semejan
tes á los ejecutados en varias Cortes de Europa.” El revistero de la
Gaceta, decía en 4 de Enero del de 1809, “no sólo ha presenciado
este público la grande habilidad del Capitán D. Felipe Lailson en di
ficilísimas suertes y equilibrios sobre los caballos, sino que ha visto
que obedeciendo á su voz ejecutan por sí mismos cosas sólo reserva
das á la inteligencia del hombre. Actualmente tiene dispuesto para
la primera función, el que otro animal ejecute cosas enteramente nue
vas á las que ha verificado con otros caballos. Un mono se presenta
rá vestido de General francés y hará varias evoluciones, con otras co
sas raras y divertidas; este mismo animal sabe escribir estas palabras:
yo soy mono, y al parecer imita la voz del hombre. Vide ct crede." Di
fícil es imaginarse más cándida admiración.
Para concluir con este asunto, copio aquí el programa de una de
esas funciones del llamado Real Circo de Equitación: “Se tocará una
marcha compuesta por D. Felipe Lailson, dedicada al noble pueblo
mexicano. Seguirán varias maniobras ejecutadas por toda la Compa
ñía. El Capitán Lailson hará la de las naranjas, sombrero de los tres
arcos, etc., acompañando varias actitudes teatrales. El mono, vesti
do de general francés, será sentenciado y él mismo demostrará que
lee su sentencia antes de ejecutarse; se advertirá que procura este
animal cumplir exactamente con su obligación delante de tan respe
table público.—Habrá doble orquesta.”
Terminadas la Cuaresma y Semana Santa, el Coliseo abrió nueva
mente sus puertas el 2 de Abril de 1809 con la siguiente Compañía:
Primera dama, María de la Luz Vallecillo; segundas, Bernardina
Saavedra, Antonia de San Martín; graciosas, María del Carmen Uri-
be, Ignacia Estrada; primer galán, con obligación de hacer figurones
y graciosos, Luciano Cortés; segundos, Manuel Diez, Bartolomé Arias,
José Torremocha, Mariano Ayala, José Aragón y José Martínez; so
bresaliente general, Fernando Cavila; gracioso, Francisco Saldafia; bar
bas, Francisco Carreflo y Mariano García; saineteros, Victorio Roca-
mora y Miguel Maya; cantarillas, Dolores Munguía, Inés García, Mi
caela Aguilar, Josefa Olivares; bailarinas, Guadalupe Gallardo, Isabel
Rendón, Sebastiana Pefialosa, Manuela Olivares. Maestro Director,
Antonio Medina, y de escoleta, José Manuel Aldana y Vicente Virgen.
El estreno de temporada se hizo con Sancho Ortiz de las Roelas.
En funciones notables sólo hallo en esa temporada la del 18 de Ma
yo, en que se representó el drama nuevo acabado de llegar de España,
Los patriotas de Aragón. Su éxito fué grande, pues estaba en moda
celebrar á los héroes de la península y deprimir é insultar á los in
vasores. Ya vimos que Lailson trató de explotar á su público, vis
tiendo á un mono de general de Napoleón; los poetas producían dia
rias diatribas contra los franceses, y en el Sábado de Gloria de 1810,
que cayó á 21 de Abril, se publicó una letrilla con el título de Los
juditas de nuevo cuño, que decía:
“Este Sábado de Gloria
ya no sirves, Judas viejo;
ya yo tengo otro pellejo
de que hacer judas de moda.
“Si saldrá con todo y cola
del rey Don Chepe un juditas?
¡Bravo! ¡y con sus botellitasl
Este Judas arderá!
Todo es fuego!
Allá va,
señoritas, eljudero.
“Este Sábado de Gloria
del nuevo cuno, muchachos,
iSo
cíe esos malditos gabachos
he de hacer judas de moda.
“Si saldrá con todo y cola
de Soult un par de juditas?
¡Bravo! y sacan tres colitas!
Este judas arderá?
Todo es fuego!
Allá va,
señoritas, el judero.
1 ‘Este Sábado de Gloria
enriqueces, Pantaleón;
del tirano Napoleón
he de hacer judas de moda.
“Si saldrá con todo y cola?
¡Cáspita! si todo es patas!
Miren un Judas á gatas!
Este Judas arderá?
Más que el fuego!
Allá va,
señoritas, el judero.’’
Para la temporada de 1810, quedaron en la Compañía muchos de
los cómicos ya apuntados anteriormente, y fué primera dama Agus
tina Montenegro y director de orquesta José María Bibién: no repro
duzco la lista completa, por no hacer cansada esta parte. En cuanto
al éxito de la temporada, casi me parece inne:esario decir que no fué
bueno.
España continuaba luchando con grandioso heroísmo contra Na
poleón, su Junta Central Gubernativa pedía sin dencanso recursos pa
ra continuar la guerra, su colonia no escaseaba ciertamente esos au
xilios, y el exaltado amor patrio de la generalidad habría estimado
casi un crimen emplear en diversiones el dinero que podía destinar
se á alimentar ó vestir á un soldado. Para colmo de preocupaciones,
dos días después de haber tomado posesión del virreinato D. Fran
cisco Javier Venegas, estalló en Dolores la formidable rebelión de
D. Miguel Hidalgo contra el gobierno establecido, y las acciones de
Guanajuato y Valladolid y la del Monte de las Cruces, sembraron el
luto y la alarma por donde quiera, y acabaron de dar al traste con el
brillo de los espectáculos ptiblicos. Da felonía del traidor Elizondo
entregó á las balas realistas las vidas de los patriotas que habían es
capado á los reveses de Acúleo y Calderón, y el terrible Calleja vi
no á México á principios de 1812 á recibir el premio de sus victorias
i8í
sobre los insurgentes del primer período de la guerra de Indepen
dencia.
Entre los festejos que se le hicieron, figuraron algunas funciones
en el Coliseo, siendo en ellas de tal modo aplaudido y aclamado, que
el Virrey Venegas, que con el jefe realista había tenido ya más de
un motivo de disgusto, sintió celos y determinó no volver á concu
rrir al teatro mientras Calleja permaneciese en la Capital, puesto que
la veleidad pública le obligaba á hacer un papel secundario y des
airado. Un revistero de la época nos dice que “en esas funciones de
obsequio á Calleja, se adornó el Coliseo como en los días de santo ó
cumpleaños de los monarcas: colgaduras de muselina y seda, primo
rosamente bordadas de oro y estambres de colores, cubrían los ante
pechos; coronas y guirnaldas de flores de tela se entrelazaban con los
trofeos, alegorías y tarjetones con las iniciales de Fernando VII; las
arañas ó candiles, que pendientes del cielo raso derramaban la luz
producida por la combustión del aceite, eran aumentadas, y grandes
albortantes de madera sostenían grupos de olorosas velas de cera con
arandelas de papel encarrujado.”
La Compañía cómica venía siendo casi la misma que en las ante
riores temporadas, y he aquí la curiosa noticia que de las intrigas y
disgustos entre sus individuos di en mis Episodios Históricos: Dolores
Munguía, primera dama de música y Agustina Montenegro, primera
de representado, se miran hace tiempo mal, y aun se dice, que aqué
lla puso en juego todos sus recursos femeniles para que la segunda
no fuese contratada. Miguel Maya, galán de música, teme que Lucia
no Cortés continúe siendo el favorito del público, que de él se enamo
ró desde que en la temporada última interpretó á la perfección el
Barbero de Sevilla, de Paisiello, primera ópera italiana conocida en
México. María Ramírez, que cuenta los amigos á millones, hace im
prudente alarde de su popularidad ante Sebastiana Peñalosa, que es
la favorita del Empresario, y por consiguiente, la tirana de sus com
pañeras. José María Amador teme las venganzas de Manuel Díaz, á
quien fué preferido y el cual le ha jurado sublevarle una noche á los
inquietos concurrentes al mosquete, y todos, en fin, se aborrecen, se
odian, se detestan, se insultan, infaman y desacreditan, y es el esce
nario trasunto de desorden, semillero de disgustos, fábrica de intri
gas y cúmulo de todas las pasiones, si bien las nobles escasean y las
indignas crecen, se agigantan, y todo lo invaden y lo trastornan to
do. ¡Cuán viejos son estos vicios del teatro!
Creo haber venido dando hasta aquí idea bastante del modo de ser
de nuestro teatro durante la dominación española, sin entrar en mu
chos pormenores, que sería materialmente imposible hacer caber en
estos artículos, sin que dejaren este carácter y se convirtiesen en
verdaderos tomos que pocos leerían y comprarían muchos menos. No
I§2
Son nuestros días ni nuestros gustos para escribir libros de este gé
nero, no porque nos falte quienes puedan escribirlos, pero sí porque
carecemos de lectores y de compradores, como acabo de indicar. No
busco los últimos pero sí los primeros, y estoy cierto de que los per
dería si entrase en muchos detalles, como por ejemplo, el de copiar
los elencos ó listas de compañías.
Elijamos, pues, lo más agradable por anecdótico, buscándolo allá
por 1813, en que tomó posesión del Gobierno del Virreinato D. Félix
María Calleja, á quien nuestro Coliseo debió alguna protección.
Señalábase por esos días como una de las más inteligentes y gra
ciosas actrices, la ya varias veces nombrada Inés García, más cono
cida por la Inesilla. Hé aquí cómo la retraté en mis citados Episodios
Históricos, guiándome por informes fidedignos. El óvalo de su rostro,
tenuamente apiñonado, se encerraba graciosamente en un marco de
suavísimos cabellos negros, artificialmente rizados: negros y grandes
sus ojos, miraban al medroso ante su hermosura, con graciosa picardía,
y al atrevido,, con apacible sencillez: la boca era en la Inesilla un ca
nastillo de verdaderas gracias; pequeños y encendidos los labios, di
minutos y blancos los dientes, embriagador y aromático el aliento.
No era de alta estatura, pero tenía la bastante para sobresalir por la
corrección de sus formas entre sus demás compañeras; sus manos eran
finas, alargadas, como las de las señoritas de buena clase; sus pies pe
queños y delicados y en ellos tenía cifrado su orgullo femenil, 110 sin
justicia y razón.
Por la nombradla que con su belleza adquirió, hago cita especial de
la Inesilla y voy á hablar de uno de sus beneficios. En Nueva España,
esas funciones de gracia eran otorgadas á los cómicos por los virre
yes, como ya tengo dicho y consta en el siguiente curioso programa:
‘ ‘El lunes primero del corriente se sigue á gozar del beneficio que el
Exmo. Sr. Virrey ha proporcionado á los individuos de este Real Coli
seo, la segunda dama de música y cantarína Inés García, quien con la
esperanza de que el benigno público, su amado favorecedor, concurri
rá á prestarle la atención que acostumbra, fomentando ahora el mayor
lucimiento á que aspira por el interés que le puede resultar, ha dis
puesto una función que considera suficiente para el lleno de sus deseos.
“ Se representará, pues, la famosa comedia titulada La Mexicana
en Inglaterra, en cuyos intermedios se ejecutarán los siguientes agra
dables adornos: la pequeña pieza de El Casero burlado por amor á la
inquilina: las seguidillas nombradas En los campos de Arminda por la
misma interesada: unas primorosas boleras á solo, por Isabel Rendón:
La Alemanda, por José Morales: el son de la tierra llamado el Jarabe
y la La Bamba Poblana: la zarzuela La Amalia, por Euciano Cortés
y la interesada: el baile grande de La Estatua ó el escultor, en que
danzarán todas las parejas Las Boleras al tiempo de la contradanza.
i83
“La paga será como de día de trabajo, y en cuanto á los palcos y
asientos de temporada, no exige la cantarína otro interés que el que
cada persona quiera entregar voluntariamente al cobrador. ’ ’
¡Cuán segura no estaría la Inesilla del cariño del público, que no
fijaba precio alguno á las localidades!
El éxito que esperaba la bella actriz, fué completo, y es de asom
brar en estos tiempos tan distantes de aquellos en derroches de ri
quezas y entusiasmo.
La Inesilla dedicó su beneficio á Calleja, y éste hizo que sus ayu
dantes, al presentarse en las tablas la hermosa actriz, arrojasen á sus
pies más de cien onzas de oro; la Virreina le envió uno de sus mejo
res aderezos de brillantes. Otras muchas personas del público arroja
ron también al escenario onzas y otras monedas de oro, y entre los
obsequios de alhajas, que fueron numerosos, figuraron hilos de per
las, aretes, cruces y aderezos completos de brillantes, cofrecitos de
oro, rosarios y relojes con piedras finas.
Según costumbre de ese tiempo y como vemos en el programa, la
Inesilla no señaló precio de entrada á las localidades abonadas, de
jando al arbitrio de las personas que debían ocuparlas, el dar por
ellas lo que fuese su voluntad. A este fin, situábase en la puerta de
entrada el cobrador con una gran charola, bandeja ó azafate de pla
ta, y cada cual depositaba en ella, lo que por conveniente tenía, y
siempre mucho más del valor ordinario del asiento.
Aparte, pues, de los obsequios en alhajas, el beneficio de la Inesilla
produjo mil seiscientos pesos de localidades, y mil novecientos en mo
nedas, arrojadas al tablado.
La beneficiada hizo repartir, impreso en seda con letras doradas ó
en papel blanco con letras rojas, la siguiente invitación ó dedicatoria
con título de Soneto acróstico:
pesarosa mi dicha, X¡i dudos
Qjnir quisiera so tan feliz di
te oluntad y posibles, r^iva harí
t>ujo y grandeza Lcción más géneros
<-así lograra >0 e mi fe amoros
Vi onociesen mi afecto t*jn mi porfí
<Lmi eficacia, as en tal maní
te ien encuentro que inútil tns y ocios
tn n todo he sido erxes con la Greci
<¡ o es esta culpa mía maginad
<,es mi destino Vomo me despreci
V ustosa advierte h corte venerad
orte en vuestras piedades tnn que apreci
V y otra suerte ts a beneficiad
184
Las letras mayúsculas de mitad de cada verso y las iniciales de
ellos, dicen leídos de arriba para abajo Viva de México el Público be
nigno, teniendo además ese llamado soneto y disparatada composición,
la curiosidad de que todos sus catorce versos terminan en una A que
en el original, que poseo, iba sacada á la derecha.
CAPITULO XVII
1812—1821.
Para cerrar esta primera parte de mi libro, relativa al teatro en
México durante el gobierno Colonial, daré aquí algunas de las letras
ó tonadillas que en sus tiempos se cantaban en los intermedios de las
funciones. En la época más remota, y cuando las canciones eran del
género español, la cantarína era acompañada por diestros tocadores
de guitarra ó de vihuela, que formábanle semicírculo sentados en si
llas: pero cuando se dispuso de orquesta, á su cargo corrieron las
músicas y acompañamientos.
He aquí una de esas letras-,
“Al que sufre de celos
notoria pena,
satisfacción oculta
no le aprovecha.
De todo desconfía,
y en su dolor constante,
lo adverso da por cierto,
duda lo favorable.
Exhala fuego
su pecho amante,
gime á los cielos,
suspira al aire.
Ni el halagüeño hechizo
ni el atractivo afable,
de su adorada causa,
mitiga los pesares;
pues siempre persuadido
de su pública ofensa,
satisfacción oculta
no le aprovecha.
i85
Porque quien ama
tiene de lo que estima
desconfianza.
Nada le satisface
ni hay causa suficiente
para que cuerdo sufra
lo que el corazón siente.
Ya se arrebata,
ya se suspende,
y vacilante
nada resuelve.
La ternura le aplaca
el celo le enfurece,
y en opuestos volcanes
batalla el triste siempre.
Pues jamás disuadido
de su pública ofensa,
satisfacción oculta
no le aprovecha.”
Véase ahora la siguiente en que se relatan las dificultades de los
artistas para complacer á sus oyentes.
“Llega á las bancas uno y oye atento
mil pareceres entre gustos ciento.
Unos, quieren por lo majo,
otros, patético aman,
otros, alegre es su agrado;
unos, pasos de gorgeo,
otros, el manejo y garbo,
unos fuerte, otros piano.
Si se canta tonadilla
con música de primor,
dicen luego:—ya nos cantan
sin duda lamentación.
Si se canta cosa alegre
con su gustosa invención,
dicen que es muy ordinaria
y ajena de la razón.
Si el cantarín canta grueso
dicen que es un berracón,
i86
que mejor que sainetero
pudiera ser cargador.
Si tiene, acaso, delgada,
el que ejecuta, la voz,
dicen:—este hace mal gallo,
gallina fuera mejor.
Queriditos del alma
bien considero
que pero no se halla
sin tener pero.
Y en esta vida
en la más bella cosa
hay su cosilla.
Si la sainetera es
amante de su recato,
dicen que es cosa muy fría
y una estatua en el teatro.
Si la que canta echa airosa
un poco de aire de taco,
dicen que es desenvoltura,
y más que garbo descaro.
Si se prende, presumida;
si no viene bien, pingajo;
si anda aprisa ¡qué carrera!
¡qué nieve! si anda despacio.
Si canta alto ¡desentona!
¡no se oye! si canta bajo;
si risueña ¡es una loca!
si seria ¡habrán regañado!
Mas el medio del mundo
es sin remedio
que el un medio se ríe
del otro medio.
Y en el teatro
no hay un malo sin bueno,
bueno sin malo.”
No son, en verdad, modelo de poesía las dos letras ó tonadillas pre
cedentes; pero las hubo aun peores y doy como ejemplo la intitulada
La Solterita, que sin duda es de las más viejas, pues, como podrá re-
!S7
cordarse, es una de las tonadillas citadas entre las que se embargaron
en 1778 á D. Juan de San Vicente, según se dijo en el Cap. IV de esta
primera parte. Me resuelvo á publicarla sin enmienda alguna, por
que ofrece la curiosidad de que en ella se citan todos los conventos
de monjas que entonces existían en México, las especialidades que en
ellos se fabricaban ó vendían, y aun los defectos ó vicios de tal cual
comunidad. Dice así La Solterita:
Para quitarme del mundo
Y su quimera,
Viéndome pobre, soltera
Y abandonada;
Hallándome atribulada
Me fui á un jardín
A pensar cuál sería el fin
De mis amores:
Hallándome entre las flores
Más especiales,
Para alivio de mis males
Quise pensar,
Un destino que tomar
Para mi estado:
Si me meto con soldado
Me causa tedio,
Pues una mujer con medio
No ha de hacer nada :
Yo no quiero ser casada
Por mis hijitos,
Cuando tengan hambre, á gritos
Me aturdirán:
Si ni frijoles ni pan
Tengo que darles,
Será preciso pegarles
Y esto me amohína:
Si me meto á Capuchina,
Soy dormilona;
Para ayunar, soy tragona,
Y es impaciencia;
No quiero hacer penitencia,
Que es tiranía:
Si voy á Jesús Marta,
Pelan las cocas,
Y querrán que haga las sopas
Pa la función:
i§8
Si voy á la Encarnación
Por mi desdicha
Querrán que haga yo la chicha
Y que esté fina :
Si me meto á Catalina
Por mis conflitos,
Querrán que haga rosaritos
Y de San Blas :
En la Enseñanza no más
Es gritería,
Querrán que á toda porfía
Sea maestra de amiga;
No estoy para hacer fatiga
Por ningún pienso:
Si me meto á San Lorenzo
Como pudiera,
Querrán que sea alfeñiquera,
En conclusión :
Si voy á la Concepción
Arman mil buyas,
Querrán que cante aleluyas
Todito el día:
En Santa Clara á porfía,
Como son pocas,
Querrán que haga yo las tocas
Para las muertas:
En Santa Isabel son tuertas
Ras mandaderas,
Y tendré mil molederas,
Pues no ven bien :
En las Brígidas también
Recolección,
Y querrán, que á la oración
Ya esté durmiendo:
Monja de San Jtian, no entiendo
Ser Franciscana,
Andar vestida de lana
Y amortajada:
En Regina no habrá nada,
Ni quien me asista,
Querrán que yo sea organista,
_ Y á la verdad
Al ay de mi falsedad
Estaré ensayando;
189
Todo me estará amohinando
Pues no lo entiendo :
Si Jerónimo pretendo
Como pudiera,
Buena calabazatera
Saldré de allí:
Tas Bernardas para mí
Son cocoritas,
Querrán que haga tostaditas
Pa los purgados,
Gastaré dos mil enfados
Por mi falacia:
Monja en San José de Gracia
Es gran tontera,
Querrán que sea campanera
Cuando novicia,
Y será grande injusticia
Hacerlo así:
Balvanera para mí
Es buen convento;
Pero tampoco consiento
Porque son finas,
Hacen flores cartulinas
Sin interés:
Si me meto á Santa Inés
Allí se observa,
Estar haciendo conserva
Que es buena pieza :
Yo no quiero ser Teresa,
Pues me hará mal
Comer comida sin sal
Y mondar habas:
En las Mochas, paño y naguas
He de tener,
¿ Quién me querrá mantener
Allí metida?
Pues me hallo tan desvalida
Del valimiento:
Si yo á las Niñas consiento
Entrar, me muero,
Pues querrán que el día primero
Pague mi piso:
¿ Quién me hará este beneficio ?
No tengo quien:
i 90
En las Vizcaínas también
Son gachupinas,
Y como aquellas son finas
Y yo soy criolla,
Con mi tompeatito y mi olla
Vendré á parar,
Sin poderlo remediar
De limosnera:
No he de ser recamarera
Ni ama de llave,
Quiero un trabajito suave,
De sentadita,
Y á cualquiera fiestecita
Que se me ofrezca
Salir á pasear bien puesta,
Bien regalada,
Bien comida y bien paseada,
Todo lo admito:
En la noche á un fandan güito
Me llevarán,
Ya sea Pedro, ya sea Juan,
Nada me importa,
El fin es buscar la torta
Y nada más.
Demos ya término á esta primera parte, relativa á nuestro antiguo
Coliseo en la época colonial. Do dicho en los precedentes capítulos
basta para que cualquier lector pueda darse cuenta de la escasa impor
tancia que en ese dilatado espacio de tiempo alcanzaron en la Nueva
España los espectáculos teatrales, y nada verdaderamente importante
podríamos añadir á las muy curiosas y, en su mayoría, hasta hoy
inéditas noticias que he tenido la suerte de poder agrupar en estas
páginas.
Para mejor completarlas pongo aquí algunos otros pormenores ex
tractados de unas cartas que se publicaron en el Diario de México, y
dicen:
“ En lo tocante á la orquesta, se hacen elogios del expresivo D. Ma
nuel Delgado, del singular D. Matías Trujeque, del incomparable D.
Antonio Salot, del diestrísimo en el violoncelloy violín conocido por
el Habanero, de las habilidades bien notorias de D. Vicente Virgen,
y del sin par contrabajo D. Rafael Domínguez.
‘ ‘ Entre los cantarines se cita á nuestro benemérito Victorio Roca-
mora y á Inés García, al gran Andrés Castillo, á la nunca bien elo
giada Rodríguez, á Dolores Munguía, y á Euciano Cortés: no hay
igi
quien, llene como él su papel en las zarzuelas la Isabela y la Ama
lia; no exigen nada superior á su voz y habilidad, y la parte cómica
desmerece infinito no desempeñándola él, porque cabalmente es su
elemento, y no tiene igual en el carácter de viejo enamorado. Tam
poco hay quien le supla en la parte que canta en la tonadilla Oros son
triunfos, y lo hace muy bien en otras.
“ La Ramírez tiene una voz sonora, flexible y teatral, y bastante
despejo; no hay otra de mejores esperanzas.
“ La voz dulcísima, afinada y dócil de la Olivares, si deja de can
tar siempre á solo y tonadillas viejas, hará conocer su mérito.
“Ahora bien, mientras no se varíe más de funciones y se echen
nuevas, nunca habrá el atractivo que se necesita. En México hay dos
óperas nuevas con su música, y quien las ponga en castellano; hay
asuntos, hay poetas, y hay compositores de música para sainetes y
tonadillas nuevas y peculiares del país, que agradarían más; ¿cuánto
no ha producido el Barbero de Sevilla sobre lo que costó ?
“En cuanto al representado, puede ocurrirse á Amador, la Valle-
cilio, Juana Martínez, la Montenegro, la Peflalosa, la Ramírez, el
chatillo Diez y la Munguía, distribuyéndolos así: Amador y Arias
para galanes; la Vallecillo y la Martínez para damas; la Rodríguez,
Castillo y la Munguía para primeros cantarines; bailarines maestros
Morales y Marani, y como sobresaliente general y primer gracioso y
barba Luciano Cortés, dando primer lugar á Inesilla García, inimi
table en el Barbero por la dulzura de su voz y por su empeño y apli
cación constante.
' ‘ A todo puede cubrir nuestro Coliseo que estando completo pro
duce en una entrada doble seiscientos pesos así repartidos : bancas, dos
cientos treinta; mosquete, sesenta; entrada de primera y segunda fila
de palcos, cincuenta; palcos terceros de comunidad, noventa; dichos
de alquiler por entero, setenta; cazuela de mujeres, sesenta; cazuela de
hombres, cuarenta.”
No vale la pena de hacer perder el tiempo á mis lectores con el re
lato de funciones de nuestro Coliseo en los años que precedieron á la
consumación de la Independencia. Los sucesos políticos en España
y en México, no se prestaban al lucimiento de nuestros espectáculos
teatrales, que fueron decayendo lenta pero fatalmente, al grado de no
encontrar asentistas ó empresarios que quisiesen afrontar los riesgos
y obligaciones de tales. Si el Coliseo no se cerró de un modo defini
tivo, fué porque los primeros actores, los de mejor sueldo, tomaron
la empresa por su cuenta, no ya para buscar ganancias, sino para ir
mal viviendo.
Sus funciones no ofrecían novedad alguna; reducía y estrechaba su
repertorio la necesidad de complacer á la clase plebeya, única que al
Coliseo concurría, y eso tan sólo cuando esas funciones se le daban
casi de balde, y en ellas se le cantaban tonadillas como La definición
del cortejo, Yo soy, señor, una mocita, La Salerosa, El lance del extran
jero, La desapasionada, ó seguidillas del género de las tituladas Del
bien que adoro ausente, Un dolor inhumano, Oh! cuánto un pecho sufre,
Atiende, dueño mío, No me quejo, tirano. Ros sainetes entonces prefe
ridos eran El desafío de Polonia, El novio hidalgo, El Abate hablador,
El barbero y su mujer, Paloma turbada, La paya de los pavos.
De vez en cuando los cómicos recurrían-á adular al Virrey brin
dándole con funciones en su obsequio: en una de esas se dió á cono
cer una canción marcial compuesta por Benito Erbiti, director de la
música del 2? Batallón de Patriotas, con letra más que depresiva para
los insurgentes.
Con motivo de la aprehensión del insigne D. Javier Mina, fusilado
con lujo de crueldad en 11 de Noviembre de 1817, nuestro Coliseo
dió una impía función á que se refiere así La Gaceta: “El leal co
mercio de México, en unión del profesor D. Manuel del Corral, lleno
del mayor entusiasmo patriótico, suplicó á un sujeto, en el mismo
momento de haberse publicado la plausible noticia de la prisión del
traidor Mina por el célebre Sr. Coronel D. Francisco de Orrantia, que
hiciese una marcha patriótica para celebrar debidamente este hecho,
y se franqueó gustoso á ello, entregando en el acto la siguiente, que
puso en música el expresado Corral, y dedica al virtuoso y digno jefe
que nos gobierna, el Excmo. Sr. D. Juan Ruiz de Apodaca.
1 ‘ Rompa el aire con rápido vuelo
nuestra voz de lealtad inflamada,
y retumbe en el cóncavo cielo
el acento de gloria y placer,
porque el bravo español victorioso,
siempre fiel al augusto Fernando,
sus blasones y honor aumentando
sólo sabe triunfar y vencer.
‘ ‘ De soberbia y de crímenes lleno
un traidor que la patria detesta,
nuevamente el rebelde veneno
sobre México osara sembrar.
Mas el héroe que rige este mundo
de exterminio las órdenes diera,
y al momento sus plantas se viera
el iluso bandido besar.
“Ya gimiendo entre duras prisiones
yace el monstruo que ingrato y perdido
de proscriptos infandas legiones
altanero llegó á levantar:
y enemigo del Rey que lo honrara
y la Patria que amádole había,
de ambos quiso su loca porfía
la ventura y el nombre arruinar.
“Odio á Mina, baldón del Ibero,
que aborrecen los nobles hispanos
desde el cántabro fiel y guerrero
hasta el hético alegre y leal.
Odio siempre, y perezca entre horrores
aquel vil que á manchar se atreviera
la lealtad española que fuera
su divisa y tesoro inmortal.
“Gloria eterna, repiten las voces,
á Fernando feliz y adorado,
gloria eterna, los ecos veloces,
á Apodaca invencible y sagaz.
Gloria siempre al intrépido Orrantia,
gloria igual al ejército fiero
que abatiera el orgullo altanero
del que quiso turbar nuestra paz.”
“Mientras se cantó esta marcha, que fué repetida, permaneció en
pie el Virrey, y á su imitación todos los concurrentes á la función del
Coliseo, y al oir el nombre de Fernando prorrumpió en vivas de acla
mación, que fueron respondidos con igual entusiasmo por los espec
tadores.”
Esto dijo La Gaceta y yo añado que no puede darse mayor núme
ro de insultos en más detestables versos, dignos de la raquítica y mi
serable musa de la Nueva España de aquellos días, en los que no
encuentro más Sociedad literaria que la titulada Arcadia Mexicana
con su presidente denominado mayoral y sus socios bautizados con el
de árcades ó zagales: sus composiciones publicábanse en el Diario de
México é iban firmadas con los seudónimos de Flagastro Ciene, Bati-
lo, Ammto, Ciorlapa, Tirsis, Damón, Ascamo, El Aplicado Anfriso, y
otros por el estilo. Fué uno de sus presidentes ó mayorales el P. Fray
José Real de Gavie, que producía epigramas como el siguiente:
‘ ‘ Antes que yo me casara
era un ángel mi mujer;
B. B. T.-T.J25
¡qué humildad, señor! ¡qué cara!
¡aquel modito de ver!
¡vaya! si era cosa rara!
“ Pero después de casado,
¡qué genio! ¡qué altanería!
¡qué hocico tan retobado!
más que con ella valía
vivir con un condenado!”
En otros números, el Diario apadrinaba y dábanse á luz prodigios
de cultura é ingenio como el siguiente:
“Un maestro dijo á un muchacho:
¿me tienes por macho? di!
y el chico respondió—sí,
porque quien no es hembra es macho.”
A falta de más espontáneos elogios, los árcades mismos se felicita
ban por sus mutuos talentos en composiciones que, como dejo dicho,
veían la luz en el Diario, siempre á la cabeza del periódico, y según
los tales, estrecho les venía el Parnaso para albergar las grandezas
de sus méritos. Eo enteco de la inspiración corría parejas con lo ba
lad! de los asuntos que escogían para sus composiciones, escritas ca
si constantemente en versitos de arte menor, que en su mayor parte
demostraban desconocimiento de la prosodia en sus autores, ó su fal
ta de oído, como dicen familiarmente: vaya si no otra muestra del
ingenio de un árcade, que firmaba, Noatino Glosado:
“ Yo vi, Tania inconstante,
en el ciprés erguido
á una tórtola amante
que desde el triste nido
á Júpiter Tonante
dirigía su quejido.
“Porque en el bosque hojoso
un impío cazador
con el arpón filoso
del arco destructor,
le dió muerte á su esposo,
sordo á tanto clamor.
‘ ‘ De compasión cubierto
la dije con blandura
lloremos de concierto
nuestra igual desventura
tú á tu consorte muerto
yo á mi viva perjura.”
Otro árcade, por mal nombre Antimio, cantaba así:
11 Préstame, suave Orfeo,
tu delicada lira,
para cantar las gracias
de una discreta niña.
‘‘Es una honesta Diana,
una hermosa Ericina,
una sabia Minerva,
y una Safo poetisa.
‘ ‘ Hasta su bello nombre
de lo divino es cifra,
pues se llama ¡Oh misterio!
la sin par Angelíta!”
En nuestros días, que no son en verdad los de Homero, con poemas
como el anterior felicitan nuestros muchachos el santo á su papá, ó
pide el repartidor de periódicos su calavera ó su tarasca.
Con el mismo mal gusto cantaban otros árcades menos risibles
asuntos con rebuscados giros y anticuadas voces, necedad de la que
no están exentos algunos de nuestros contemporáneos, positivos tra
peros del idioma que urgunean los escritos de Cervantes y Fray Luis
sin ser capaces de parecérseles ni en el ingenio ni en la inspiración.
Y para que no se estime este juicio, natural resultado de mi insufi
ciencia, copio aquí á una autoridad, la de D. Francisco Pimentel,
quien aun queriendo ver en la literatura colonial lo mejor posible,
nos dice en su Historia Critica: bien lo referido demuestra el pro
greso literario de México en el siglo XVIII y principios del XIX,
esto no significa que todos los escritores en verso de entonces fueran
buenos poetas; por el contrario, la mayoría de los citados por Beris-
táin resultan meros aficionados á la poesía, y muchos de ellos malos
versistas. Efectivamente, si tomamos en una mano la Biblioteca de
Beristáin y en otra las composiciones á que se refiere, veremos que
la mayor parte son del tenor siguiente: un mal soneto castellano ó un
epigrama en latín macarrónico para algún arco triunfal; un devocio
nario gongorino; algún romance prosaico; elementos didácticos fríos
y descarnados; biografías, narraciones ó descripciones cansadas, ver
daderamente soporíferas; todo, menos talento poético, imaginación
creadora, verdadero sentimiento, buen gusto....”
No es más favorable la opinión del Sr. Pimentel acerca de los au
tores dramáticos de la misma época: ‘‘de sus producciones, dice, ape
ñas pueden entresacarse algunas muy medianas, necesitándose llegar
á D. Manuel Eduardo de Gorostiza para encontrar obras dramáticas
de méritos reales y positivos.”
Por lo que toca á la decadencia de los espectáculos teatrales en la
Capital, sus causas principales estuvieron en la pobreza que empezó
á generalizarse y en las enconosas luchas civiles. En efecto, las al pa
recer inagotables fuentes de riqueza pública, habían quedado cegadas
por los préstamos infinitos y continuos al gobierno de la Metrópoli, y
por la ruina que originó la guerra de Independencia, guerra en la
cual realistas é insurgentes compitieron en actos crueles contra la vi
da y la propiedad, al grado de que apenas hubo familia en uno y en
otro campo que no vistiese las tocas de luto ó los andrajos de la mi
seria.
Once años después, y cuando los más acérrimos enemigos de la In
dependencia vieron que empezaban á brillar los primeros resplando
res de las luces que habían de dar nombre á nuestro siglo; cuando
echaron de ver que la heroica España que con ciego patriotismo había
bregado contra el mayor Capitán de los tiempos modernos, aceptaba
muchas de sus ideas de regeneración y progreso humanos, y que, más
ó menos tímidamente, derrocaba las entidades legendarias del anti
guo régimen, traicionáronse á sí mismos y otorgaron á D. Agustín
de Iturbide el honor de dar cima á la obra emprendida por el vene
rable Hidalgo, el nunca bien admirado y cual ninguno insigne Mo-
relos, y el generoso Mina, y el miedo á la libertad permitió que la li
bertad triunfase en las tres veces secular colonia, y los mártires in
surgentes quedaron justificados por los asimiladores trigarantes.
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SI X H ’ N I ) A PARTE
De 1S21 A 1840
HOMENAJE DE RESPETUOSO CARIÑO
AL SR, D. JOAQUIN BARANDA
CAPITULO PRIMERO
1821—1824.
Al consumarse la Independencia, el estado de nuestro Coliseo y
de sus espectáculos era tristísimo. JQa pobreza, la ruina originadas
por aquella terrible guerra de once años, alcanzaron á todos y en to
do se hicieron sentir.
L,a imperfección del Coliseo, en punto á decoraciones, era extrema,
según nos los dice un papel de la época, el Semanario político y litera
rio.—“¿Cómo, exclama, cómo ahora que tenemos cómicos muy ca
paces de desempeñar con esmero nuestros mejores dramas, no piensan
los empresarios en adornar la escena conforme al carácter de las pie
zas que representan?.... Todo está mal pintado, sin perspectiva, sin
el menor conocimiento de arquitectura, sin ningún efecto de claro
oscuro, y es tal la confusión en los bastidores, que rara vez convie
nen con el telón. Tan mal arreglado, tan mal dirigido está todo lo
que pertenece á esta parte esencial del teatro, que á veces se me fi
gura que presencio las farsas de aldea, y sólo en fuerza del hábito y
de su mucha prudencia puede sufrir el público tan garrafales descon
ciertos. Cuando el patio está bien iluminado, no hay luz en la escena,
tanto que las más veces no se distinguen desde el centro del teatro,
y aun mucho más cerca, los personajes que hay en ella. Todas las
noches, y sea cual fuere el drama que se representa, salen las mismas
decoraciones, y siempre estamos en la misma ciudad, en la misma
habitación y en el mismo cuarto. Otras veces sirve para la tragedia
la misma decoración que para la comedia ó sainete, y no contentos con
representarnos de la misma manera el edificio griego que el de Cons
tan tinopla, y las formas y los adornos arquitectónicos del tiempo de
Alejandro, los mismos enteramente que los de quince ó veinte siglos
después, quieren también hacernos creer que las casas de Madrid y
París no se distinguen de los antiguos palacios de Venecia y Roma,
y que los reyes de Castilla y Aragón edificaban y decoraban sus ha
bitaciones lo mismo absolutamente que los egipcios y cartagineses.
Conozco decoraciones que tienen quince ó veinte años de pintadas,
y durante todo ese tiempo se han aprovechado de ellas los asentistas
con tanto tino y economía, que han hecho papel en todos los países
que alumbra el sol y han servido para cuantos sucesos públicos y
privados, grandes y chicos, han acaecido desde los primeros siglos
hasta nuestros días. Ras decoraciones hechas después de mi salida
de México, salvo una de un subterráneo, bastante buena, que copió
Aparicio de una de las Tadei, tan aplaudidas en Madrid y Barcelo
na, son sin duda las peores de nuestro teatro.”
‘ ‘Ra elección de las funciones, dice el mismo periódico, debía estar
á cargo de un hombre de conocimientos que no permitiese represen
tar ejemplos de inmoralidad como la escandalosa altercación entre el
Marinero y el Capitán Sabó en la opereta del Marinerito, y otros mu
chos con que cada día se nos enseña á menospreciar todas las ideas
de honradez y todos los principios de la buena educación. Cuidaría
también del mérito literario de los dramas, procurando ir infundien
do en los espectadores el verdadero gusto clásico, á que por desgra
cia se va sustituyendo el que conocen en Europa con el nombre de
romántico. De las comedias de Moratín, Cienfuegos y Quintana co
nocemos pocas; en lo que llevamos de temporada sólo se han ejecu
tado El Café y el Si de las niñas, del primero, sin hacer caso del Vie
jo y la niña, la Mogigata y el Barón; de Quintana sólo se ha dado El
Pelayo. Estos y las comedias de Vega, Calderón, Moreto, Cañizares,
etc., pudieran proporcionarnos una diversión bastante variada y na
da perjudicial.—Ras tonadillas y sainetes que sirven de intermedios,
deben desterrarse para siempre, porque además de ser casi todos un
tejido de desvergüenzas y deshonestidades, están puestos en una mú
sica tan estrafalaria que hacen muy poco honor al gusto de los espec
tadores. Piezas cortas hay que alternando con los bailes y algunas
arias escogidas, pudieran servir, no de intermedios, porque estos des
truyen todo el efecto y la ilusión del drama principal, sino de final
de las funciones, las cuales siempre deben terminar á una hora pro
porcionada sin que nunca se verifique que unas veces salgamos á las
once y media y otras á las nueve en punto, como ha sucedido en los
últimos días.
“Los bailes exigen también una reforma; su esencia no consiste
en dar saltos y brincos sin objeto alguno: ellos son unos poemas co
mo otro cualquiera, y por consiguiente deben tener un argumento
expresado por medio del gesto y de la pantomima, y aunque se eje
cutan algunos de esta clase, los quintetos y sextetos que vemos diaria
mente son las composiciones más monstruosas y chocantes del mundo.
“ En cuanto á la propiedad de los trajes, se ha adelantado mucho
de uno ó dos años á esta parte, pero aun se usa un vicio sumamente
ridículo y es la reverencia que hacen al público todos los actores lue
go que salen por primera vez á la escena, sin embargo de hallarse
expresamente prohibido por el Sr. D. Carlos III en real orden de 11
de Diciembre de 1786, que se encuentra entre las leyes de la Novísi
ma Recopilación, cuyas palabras nos parece conveniente copiar: “no
“podrán, dice, dichos actores y actoras hacer gestos, señales, ni co-
“rresponder con cortesías á las que recibieren, ó al retirarse de la
“escena á los aplausos que les dieren: pues además de los inconve
nientes morales que resultan de algunos de estos abusos, todos cons-
“piran á destruir la ilusión teatral.”
“El teatro, que debe ser la escuela de las buenas costumbres, de
la educación y de la finura, es en esta Capital la cátedra de la corrup
ción y de la grosería: los dramas que se representan son inmorales y
escandalosos, tales como el Diablo predicador cuyo argumento, con
trario á todas las reglas del arte, es además un tejido de impiedades
y burlas de la Religión: la Inocente Dorotea no presenta sino un cua
dro inhonesto: el Falso Nuncio de Portugal es de la misma clase de
el Diablo predicador. Eos personajes más respetables no aparecen si
no en ridículo, las lecciones que se dan en el teatro son inmorales;
el ridículo cómico, el de opinión, se han abandonado por las accio
nes romancescas y por los delitos atroces; los títulos de las comedias
bastan para atemorizarnos en vez de excitarnos á risa, objeto de la
comedia; el Asesino, el Hombre de la Selva negra, la Terrible noche de
un proscrito, los Piratas en el bosque de los sepulcros. .. .todo nos asus
ta con sólo su nombre; cuanto se presenta en las tablas respira san
gre, sensualidad y escándalo.
“En su mayoría los cómicos no procuran abandonar el libertinaje
y los extravíos á que se entregan como consecuencia del abatimiento
social en que se encuentran, y sucede que la que representa el papel
de Lucrecia tiene dividido el resto de la noche con una parte de los
admiradores de la virtud, como dice un ilustre escritor. Y en los es
pectadores, ¿qué otra cosa se nota por lo común, sino mala educación
y grosería? Ya estos tratan de comercio; ya otros con guerreros y
legisladores; ya, en fin, todos hablan alto, todos fuman á la vez, to
dos molestan al que quiere tener un rato de desahogo y que al fin no
lo consigue, porque los que concurren al te' tro y se tienen por ilus
trados son los primeros que lo impiden, pues parece que todo su em
peño es incomodar á los demás.”
Otro periodista, comentando las anteriores censuras, añadía: ‘1 Na
da en efecto se ha reformado en el teatro: el público se cansa de su
frir y apenas hay noche que no manifieste su disgusto con silbidos,
que más bien que á los actores se dirigen á las piezas que ejecutan, y
no es extraño que aburridos los espectadores se entretengan en con
versaciones ajenas al lugar en que se hallan.”
Sin embargo, parece que al menos de vez en cuando dábanse fun
ciones notables que merecían ser cantadas por nuestros poetas. En
el Semanario Político de 28 de Agosto de 1821, se hacen elogios del
primer galán de la Compañía y se inserta la siguiente
Poesía al Sr. Aragón en la representación déla tragedia Hami.eT.
“Yo lo vi, yo lo vi; puñal sangriento
era en su mano, y el ardiente joven
venganza grita, y retumbó venganza
desde el fuerte cimiento
al artesón del anchuroso alcázar.
La augusta sombra del difunto padre
miradas de terror al joven lanza;
“héte, le dice, en la orfandad sumido,
héte al arbitrio de nefanda madre
y de adúltera vil; venga mi muerte :
¿ eres hijo de Hamlet ? ¡ pues sé fuerte! ’ ’
—Sí: yo te vengaré, será teñido
de sangre parricida el pavimento,
y yo tal vez los seguiré á la tumba....
Mas nada importa, que morir es dulce
si las venganzas al morir preceden....
Tiembla, tiembla de mí, madre inhumana,
sangre pide la víctima inocente;
con muertos y con sangre pueden sólo
sus gritos acallarse, y es la tuya
la sangre que me pide; él me lo dice,
óyelo y muere de vergüenza luego,
¿no le mataste tú? júralo al punto,
que de mi padre las cenizas frías
reciban el sagrado juramento.
Mas tiemblas!.... te desmayas!.,. . infelice!....”
¿ Y todo fué ilusión ? ¿ Y Hamlet furioso
es un actor no más ? ¿ Y es solamente
el joven Aragón ? Ilustre pueblo,
siga tu admiración, tu aplauso siga
y premios dignos al actor prodiga.”
En ese año de 1821 hubo en el Coliseo una función notable, la de
la noche del 27 de Octubre. Por bando imperial de 13 del mismo, fué
dicho día 27 designado para la proclamación y jura solemne de la
Independencia consumada por el jefe del Ejército Trigarante. Ea ce
remonia, que fué de lo más fastuoso, se verificó en la tarde de ese día
en la plaza principal ó de armas, en un vistoso templete decorado con
pinturas y poesías alusivas, levantado en el centro de ella y dispuesto
de modo que ocultaba la estatua ecuestre de Carlos IV, que estaba
entonces allí.
En la noche hubo función de gala en el Teatro, representándose el
melodrama, México Libre, escrito por el poeta mexicano D. Fran
cisco Ortega, literato y hombre público muy distinguido. ‘‘Su melo
drama, en concepto de Pimentel, se recomienda por su argumento
sencillo y está desempeñado por medio de personajes alegóricos: la
Libertad favoreciendo á la América; Marte y Palas ayudando á la Li
bertad y pretendiendo cada cual haber decidido el buen éxito de la
Independencia: Mercurio aparece mediando en la controversia; el
Despotismo, la Discordia, el Fanatismo y la Ignorancia, confiesan los
males que han ocasionado á México, se declaran culpables y huyen
á los abismos. El lenguaje es correcto y la versificación armoniosa.”
D. Francisco Ortega, diputado al primer Congreso mexicano, fué
uno de los pocos miembros de él que hicieron oposición á Iturbide y
con motivo de su coronación, como primer Emperador, le compuso una
oda en que le decía con honrada franqueza:
Esos loores con que al cielo te alzan
los vítores confusos que de Anáhuac
Señor hoy te proclaman,
del rango de los héroes, inhumanos,
te arrancan, y encaraman
al rango ¡ oh Dios! fatal de los tiranos.
........... el cetro aborrecido
arroja presto, que tu gloria empaña.
Con la severidad del Segismundo de Calderón de la Barca, los po
líticos mexicanos habían derrocado á D. Agustín de Iturbide y ofre-
R. H. T.—T. I.— 26
c'ido, si bien á regañadientes, el planteamiento del sistema federal.
A los exóticos títulos nobiliarios del primer Imperio, sucedieron las
exageraciones democráticas, y los cómicos hubieron de ajustarse al
nuevo patrón. El programa para la función del 9 de Setiembre de
1823 está así concebido :
“Esta noche serán ejecutadas las piezas que siguen: Una sobre
saliente obertura: una aria escogida, por la ciudadana Mariana Gu
tiérrez : un concierto de violín obligado por el profesor ciudadano
Francisco Delgado: aria por la ciudadana Amada Plata: aria bufa
por el ciudadano Victorio Rocamora: dúo por los nombrados Maria
na Gutiérrez y Rocamora; terceto por Amada Plata, Miguel Maya y
Victorio Rocamora: terminando la función con la chistosa comedia
en un acto, la Inocente Dorotea, en la que desempeñará la damita una
joven de diez años.”
Inserto ese programa porque es el primero que tengo íntegro en
mi repertorio de noticias; pero no quiere decir que esa fuese la pri
mera función de la temporada. Aunque con mucha irregularidad y
varias interrupciones, la Compañía venía trabajando desde mediados
de Abril, en cuyo día 25 ofreció una función á los Jefes del Ejército
Libertador, que así era llamado el que derrocó á Iturbide, represen
tándose la tragedia La Viuda de Padilla, que fué recibida con sin
igual entusiasmo.
Las irregularidades é interrupciones á que he hecho alusión, eran
causadas por el terrible estado de intranquilidad en que México vivió
en esos meses, originado por las enconosas luchas de centralistas y
federalistas que se disputaban la influencia que uno ú otro habrían
de ejercer sobre el nuevo Congreso constituyente. Esta agitación
trascendía al teatro, y en cada función se armaban magnas peloteras
en el público, sobre cualquier frase ó liberal ó realista, de las comedias
que se ejecutaban. Para cada noche de representación era necesario
permiso expreso del Gobierno, que lo negó muchas veces.
En 11 de Setiembre la Compañía expidió el siguiente anuncio:
“Habiéndose alcanzado del Supremo Gobierno extendiese su per
miso para otras cuatro funciones sobre las ocho ya ejecutadas; deseoso
el ciudadano empresario Victorio Rocamora de que en lo sucesivo se
guarde el orden más exacto para que este respetable público quede
del mejor modo servido, ha determinado distribuir boletines para to
das las localidades, comenzando el domingo 14 con una sobresaliente
obertura; un rondó obligado á fagot, que cantará la ciudadana Ma
riana Gutiérrez; un concierto á trompa por el ciudadano Salot; una
aria bufa por el ciudadano Victorio Rocamora : otra aria por la ciu-
dadana Amada Plata; dúo por la Gutiérrez y Miguel Maya : el quin
teto de la Dama Voltaria por los dichos y el ciudadano Luciano Cor
tés, y la comedia en un acto El Esplín?'
Para el día 18, siguiente al de la solemne ceremonia de la coloca
ción de los restos de los caudillos insurgentes en el altar de los Reyes
en Catedral, se anunció la contrata de los ciudadanos José María Ama
dor y Juana Martínez. Un tanto cuanto gastada, pero hermosa aún,
también figuraba en aquel cuadro Inés García; pero la nueva estrella
teatral éralo por entonces Cecilia Ortiz, de la cual no tardaré mucho
en hablar.
En cuanto á la disposición de las funciones, poco, según hemos
visto, se había variado. Aquello era una estrambótica mesa revuelta;
juzgúese por las siguientes citas. El 21 de Setiembre la función se
compuso de la ópera El Barbero de Sevilla, y el sainete de El Burro
afeitado. En los días siguientes, y no cito fechas por no hacerme can
sado, se dieron en variada confusión Sancho Ortiz y la tonadilla de
Los Hidalgos de Medellin, la tragedia Otelo y el dúo del Tío y la Tía;
la ópera El Califa de Bagdad, Lo cierto por lo dudoso, la tonadilla El
inglés y la gaditana, y las boleras por Margarita Olivares y Juan
Marani.
Por cierto que á las bailarinas no se las juzgó, sin duda, dignas de
ser ciudadanas, pues hallo que en 27 de Setiembre, en la conmemo
ración del aniversario trigarante, después de la comedia Las Cuatro
Sultanas, se bailó el quinteto de Dido abandonada, por las madamas
Isabel Rendón é Ignacia Aguilar, y los ciudadanos Morales, Rodrí
guez y Victoriano Mota. En 29 de Setiembre se representó el Pintor
fingido y cantaron un dúo Inés García y Manuel Patino.
Ras funciones se anunciaban, como era antiquísima costumbre,
con un cartel que se fijaba en la entrada del Portal de Mercaderes;
esos carteles solían estar adornados con pinturas de las escenas más
notables, y á este propósito encuéntreme en el programa que insertó
El Sol el 29 dé dicho Setiembre, la siguiente “Nota. En el cartel de
ayer en que se anunció la tragedia El Orestes, se pintó un cuadro de
la ciudad de Argos atacada á fusilazos por los enemigos del Egipto.
Eo advertimos para que se sepa que la invención de la pólvora fué
posterior.’.’
En 1? de Octubre, para celebrar los triunfos de la República de
Colombia sobre las fuerzas invasoras españolas, se representó en el
Coliseo El Duque de Pentievre ó el buen Gobernador.
El día 9 de ese mismo mes de Octubre de 1822 merece fijarse de
un modo especial en estas memorias, porque en él y por primera vez
en su larga vida, el Coliseo Nuevo tuvo un competidor, según cons
ta del siguiente programa ó anuncio, que estimo muy curioso:
"Teatro en el Palenque que fué de Gallos.— La. Compañía cómica
del ciudadano Euciano Cortés, que tiene el honor de ofrecerse á tan
respetable público, comenzará sus tareas la noche de este día en el
teatro nuevamente formado en el palenque que fué de Gallos, con la
comedia en cinco actos titulada Aradin Barba Roja ó los piratas en
el bosque de los sepulcros. Su primer intermedio se cubrirá con un ter
ceto por los ciudadanos Mariana Gutiérrez,Victorio Rocamora y Ber
nardo Contreras, y el segundo con el bolero que bailarán los ciuda
danos Margarita Olivares y Juan Marani.—La hora de comenzar será
á las siete y media si el tiempo lo permitiere. ’ ’
¿Qué quiso decirse con esta condicional? ¿Acaso la cubierta del
teatro no era impermeable á la lluvia? Ese antiguo palenque ó plaza
de gallos ocupó un extenso terreno entre las calles de las Moras y de
Celaya en los solares que hoy ocupan á su vez las casas núms. 17 y 19
de la primera calle citada y las núms. 17 y 18 de la segunda. El local
era cómodo y grande, y como construido de madera en su mayor par
te, mucho más airoso y aun elegante, relativamente, que el Coliseo su
predecesor. En las funciones subsecuentes á su estreno dió El Des
dén con el desdén, El médico á palos, La mujer firme ó lo cierto por lo
dudoso, la tonadilla de El Presidiario, por Francisco Esquivel y Ber
nardo Contreras, y Quien á otro mal desea es fuerza que en si lo vea, ó
El prisionero de guerra.
Tal fué el modesto principio del Teatro de los Gallos, que no tar
dó mucho en gozar de un relativo esplendor artístico, para venir á dar
más tarde en los mayores descrédito y miseria, al extremo de que
México había casi olvidado el tal teatro cuando en un cierto día de
Todos Santos, hubo de reducirle á cenizas un incendio producido por
el aguarrás de la esponja de un globo que cayó sobre los apolillados
tajamaniles de su vetusta techumbre.
Con Luciano Cortés, empresario y director de aquel cuadro, com
partía los triunfos Cecilia Ortiz, guapa y muy graciosa mujer, de
quien sus contemporáneos hacen así el retrato: “gustábale lucir su
garbo en la calle, y vestía por lo regular un traje corto y alto de talle,
de muselina con olanes de tarjas, que le permitía lucir sus menudos
pies calzados con zapatos escotados de seda; casi siempre llevaba al
cuello un grueso hilo de perlas con un pendiente de dos granos en
figura de guaje, montado en diamantes rosas; los zarcillos eran de
igual forma y montura que el pendiente; sujetaba el reloj á la cintu
ra con un broche de oro en que remataba la soguilla, de un delicado
trabajo de filigrana; llevaba con mucha gracia la mantilla de punto
blanco, y solía cubrir sus hombros con un magnífico tápalo de Chi
na, que recogía con la mano izquierda en la cintura, á la moda de las
majas españolas.”
En un Romance Heroico publicado por Erasmo Luján, en El Sol te
8 de Noviembre de 1823, se leen los siguientes elogios de la Ortiz y
de sus compañeros Torremocha, Amador y Luciano Cortés, á propo
sita de una representación de El delincuente honrado.
“ No sus antiguos cómicos ostente
Roma, que tanto fueron celebrados;
ni á sus modernos la ilustrada Europa
prodigue encomios ni prevenga lauros.
“En el Anáhuac hay quien los imite,
muy mal he dicho, hay quien en sus teatros
los aventaje á todos, pues en su arte
inimitables son; no hay que dudarlo.
‘ ‘ Venga á México, venga aquel que juzgue
que sólo la pasión mueve mi labio,
para alabar así nuestros actores
en cuyo digno elogio aun quedo escaso.
‘1 Aquí, pues, los verá cuando en la escena
muestran al noble delincuente honrado,
ni hay, ni puede, ni jamás ha habido
genios en su arte tan aventajados.”
Va haciendo después el autor de la composición el elogio de cada
uno de los cómicos susodichos, y al llegar á Cecilia Ortiz, exclama
con entusiasmo:
“ Apolo dijo, nQ hay quien aventaje
á los actores tres que van nombrados,
mas Melpomene al punto le presenta
á Cecilia que lleva de la mano.
“¿Cecilia ....sí, Cecilia.... no mal dije:
la divina Cecilia, el gran milagro
cómico, que retiñir en sí ha sabido
la tragedia, comedia, baile y canto.
‘1 ¿Quién no se sorprendió la triste noche
que la vimos llorar su esposo amado?
¿qué pecho diamantino no se mueve?
¿qué férreo corazón no queda blando?
‘ ‘ Al admirar su procer estatura
por Andrómaca alguno la ha juzgado,
que llena de aflicción y sentimiento
lloraba las exequias de Héctor bravo.
“ ¡Ay! por piedad, Cecilia, no, no finjas
con tantas veras tu dolor tirano:
¿qué, quieres darle muerte verdadera
al auditorio con tormento falso?
“¡Qué lágrimas! ¡qué afectos! ¡que sollozos!
¿Es cierto ó es fingido lo que palpo?
¿Puede á los hechos verdaderos, reales,
la ilusión sola aventajar acaso?
“ No es ilusión, es cierto cuanto miro:
ved cómo llora y gime....¡ay! ....un desmayo....
¡Desmayo! No: ¡La muerte en un instante
á Cecilia por siempre ha arrebatado!
“ Pero no, que otra vez muy lentamente
torna á mover los miembros fatigados.
La ilusión me engañó: ya reflexiono
que sólo fué aparente el lance aciago.
“Tan bien fingido estuvo, que jurara
que á tocarla llegué su rostro helado:
yo de su cuerpo vi salir su sombra
buscando pura los elíseos campos.
“Con razón Melpomene ante su Apolo
de la tragedia le consigna el mando,
y el Pitio dios en su serena frente
ciñe el inmarcesible y digno lauro.
—“Ella es sin duda en todo la primera,
dice el Délfico dios, á nadie es dado
imitar á Cecilia, y solamente
tal prodigio formé para admirarlo.
“¿En el ligero baile no la visteis
llevar graciosa los veloces pasos,
y entre sus plantas corazones y ojos
á la par unos y otros va enredando?
‘ ‘ Los tiernos geniecillos ledos mueven
sus vestidos hacia éste y aquel lado,
para que al talle airoso más agracien
y den al pie ligero paso franco.
* ‘ Cuando escena amorosa representa
¿qué amante en la comedia no le ha echado
una ojeada á la joven á quien ama,
y de la que es también luego mirado?
“Píramo y Tisbe, Psiquis y Cupido
el fuego del amor nunca expresaron
con los suaves afectos que lo expresa
Cecilia con su ardor y su entusiasmo.
“Las apacibles gracias, los amores,
salen sonriendo de sus dulces labios.
¡Ay! los amantes ¡ay! no sé qué sienten....
¡cuántos suspiros causa! ¡cuántos llantos!
“Si entre los suaves tonos de la orquesta
el oido regocija con su canto,
no habrá alguno que no lo califique
de dulce, de armonioso y arreglado.
“Ven conmigo, concluye el Dios Apolo;
ven conmigo, Cecilia, con Luciano,
con Amador y Torremocha unidos,
que hoy el debido premio voy á daros.
“ Así dijo, y en una blanca nube
coloca el dios de Délos á los cuatro,
y los lleva consigo, asaz contento,
á morar para siempre en el Parnaso.’’
No obstante esto, vivieron aún algunos años sobre la tierra, y al
fin murieron sin dejar semilla, lo cual fué lástima, tratándose de no
tabilidades que así enloquecían á Apolo.
Las noticias que de España se recibían ponderándonos el esplen
dor alcanzado en Madrid por la ópera interpretada por el tenor Mon-
tresor, los bajos Magiotti y Vacani, la tiple Cortesi, y la contralto Fá
brica, fueron causa de que con el objeto de traer una Compañía de
Canto Italiano, varias personas de buen gusto convidaran á fines de
Enero de 1824 á la formación de una empresa de abonados, por ac
ciones de á cien pesos: el encargado de recibir las adhesiones, lo
fué el librero D. Mariano Galván, pero desgraciadamente la asocia
ción no llegó á tener efecto, porque con la cosa de que los españoles
europeos andaban alebrestados, no concurrieron á suscribirse mu
chas de sus familias, que eran las de mayores posibles y elementos.
Los triunfos de los federalistas en las discusiones del proyecto de
Constitución, y la resistencia de los conservadores, fueron sembran
do en el país los impacientes y los descontentos, y las revueltas y
sediciones sucedíanse con rapidez. En la tierra caliente diversos cabe
cillas habían levantado bandera contra los españoles, tan numerosos
en aquel rumbo, pidiendo el despojo y la expulsión inmediata de to
do gachupín.
La pobreza era suma y apenas circulaba otro dinero que el odioso
papel moneda mandado imprimir por el Poder Ejecutivo en el rever
so de las bulas sobrantes de la Santa Cruzada, á fin de que no fuera
fácil falsificarlo, con cuyo papel moneda se sustituyó el expedido por
el Gobierno Imperial de Iturbide, que se recogió é inutilizó.
En los primeros días de 1824 y últimos de Enero, el Gral. Lobato
y el Comandante Stávoli se pronunciaron en la misma Capital, exi
giendo á su vez el despojo y expulsión de españoles, y gracias á la
entereza del Poder Ejecutivo y del Congreso, los amotinados hubie
ron de desistir de obtener por las armas lo que no había de tardar en
concedérseles por vías legales.
CAPITULO II
1824—1825.
Dejando aparte la historia política de aquella tristísima época, en
la que tuvo principal lugar el impío fusilamiento de D. Agustín de
Iturbide, hablemos de nuestros dos teatros, el “Antiguo” ó del Co
liseo, y el “Nuevo,” “Moderno” ó “ Provisional,” como era llamado
el de los Gallos ó de las Moras. Del estreno de éste di ya noticia, y
de sus cómicos nos hizo hiperbólicos elogios el poeta Erasmo Lujan,
anagrama que usó el distinguidísimo escritor y periodista D. Juan
Morales, nacido en Guanajuato el 29 de Agosto de 1788, venido á Mé
xico en 1809, donde hizo brillantísima carrera, aun en medio de su
pobreza indecible, que en 1812 le produjo un gravísimo ataque de
insulto, causado por el hambre, y donde más tarde fué famoso y co
nocido por el Gallo Pitagórico.
Digamos ahora, copiando un impreso de 1824, cuál era la situación
que guardaban en esa época los espectáculos públicos :
“En la temporada que acaba, se han desenterrado todas aquellas
piezas que el buen gusto había condenado á justo olvido, por ejem
plo, San Francisco Javier, Nuestra Señora de Guadalupe, Santa Mar
garita de Cortona y toda la corte celestial convertida en diversión y
mofa de nuestro vulgo, sin olvidar los Mágicos de Salerno y de As
tracán y Juana la Rabicortona, Agustín Lorenzo y una multitud de gua
pos que la ignorancia estúpida ve salir con gusto sobre la escena.
‘ ‘ Es menester que no se abandone á la codicia de los empresarios
nuestro teatro; que la autoridad vele sobre la ejecución de las piezas
y sobre el decoro de la ejecución, tratando de formar un repertorio
cual conviene al gusto y decoro de nuestra nación, desterrando para
siempre esos comediones que suelen destinarse para las representa
ciones de las tardes, y que sólo con que se vean sus anuncios en
nuestros periódicos basta para desacreditarnos.
1 ‘ Creemos que sería oportuno que acudiese á remediar estos males
nuestro Ayuntamiento, á quien de derecho toca, desde que el decreto
de 21 de Febrero de 1822 suprimió el decadente Hospital de Naturales
y el Municipio se encargó de la administración de sus rentas y del
arriendo del Coliseo. Al celo y buen gusto de los regidores, toca, re
petimos, mandar revisar y expurgar la lista de las comedias cuya re
presentación está permitida y hacer todos los esfuerzos que están en
sus facultades para mejorar nuestro teatro en todas sus partes.
“ Entre las piezas que pueden representarse, habrá acaso algunas
que en las circunstancias no convengan, y esto no por defecto de ellas
mismas, sino por la interpretación que pueda darles el auditorio. Así
hemos visto suceder con la Alzira de Voltaire, bautizada entre nos
otros, quién sabe por qué, con el nombre de la Elmira. ¡ Qué lejos
estaba Voltaire al componer esta pieza, cuyo objeto moral, como él
mismo dice, es hacer resaltar las virtudes del cristianismo en las per
sonas de Guzmán y su padre, sobre las puramente naturales, de que
ella sirviese de pretexto é iniciativa para voces de persecución y de
sangre! Si el viajero que él finge en una de sus novelas que va dan
do la vuelta al mundo, y que regresa horrorizado al ver en España
un auto de fe, en Constantinopla una ejecución, etc., hubiese apor
tado á nuestra ciudad y visto nuestro teatro en el momento de aque
lla representación, ¿ qué habría dicho ? ¿ Qué habría dicho el autor de
la pieza, el hombre humano y tolerante por esencia, si hubiese sabido
que después de la representación de ella, se fijaban en las esquinas
listas de proscripción de españoles? No es de nuestro objeto exami
nar más detenidamente la circunstancia de la representación de esta
pieza, y sí únicamente recomendar á las autoridades encargadas de
la policía del teatro que celen para evitar en la temporada próxima
semejantes escenas que honran tan poco á nuestra civilización.
‘ ‘ Pudiera, acaso, variarse y hacerse más interesante el teatro, dan
do de cuando en cuando algunas de aquellas óperas italianas que no
necesitan un gran número de actores para su ejecución. Convendría
también mucho cuidar de la propiedad de los trajes y adornos, ha
ciendo que fuesen acomodados á los países y tiempos en que se su
pone verificarse el argumento que se representa; pero sobre todo, se
necesitaría vigilar sobre el aseo del teatro mismo y sus dependencias,
que están en el más chocante estado de suciedad.
‘ ‘ Pudiéramos indicar otras mil cosas, pero harto será que se logre
algo de lo dicho, y, por otra parte, la ilustración del Ayuntamiento
no necesita de nuevas advertencias. Se ha hablado de conciertos du
rante la cuaresma; ésta sería una diversión que ocuparía agradable
mente esas horas de descanso y que evitaría que muchos las consu
miesen en distracciones menos honestas y acaso perjudiciales.”
No parece que hicieran mucho efecto estas juiciosas observaciones,
pues en la lista de comedias representadas en ese año de 1824, figu
ran con frecuencia varias de las obras criticadas, y otras de títulos
tan extraños é inconmensurables como La delirante por amor ó conse
cuencias de una inconsideración; La emigrada del colegio ó justo proceder
de la verdadera nobleza; La mujer prudente vence ó domina al marido;
La huérfana ó lo que son los parientes; La muerta viva ó el sepulcro de
R. H. T.—T. I.—27
Adelaida y El villano del Danubio ó el buen juez no tiene patria. A la
vez, y en compensación, alternábanse las mejores obras de los poetas
españoles del siglo de oro, con La escuela de los maridos, La Raquel,
Otelo, El viejo y la niña é Indulgencia para todos.
Las óperas que en el mismo año de 1824 mal cantaron nuestros có
micos, traducidas al castellano, pues ni ellos conocían el italiano, ni el
público gustaba de ese idioma, fueron Los dos gemelos, La Isabela, El
duende fingido, El secreto, El tío y la tía, La italiana en Argel, La no
via impaciente y La travesura.
En Julio de ese año de 1824, se presentó en nuestro viejo Coliseo
un distinguido actor español, Diego María Garay, quien se anunció
y saludó al público mexicano, en el siguiente manifiesto que estimo
digno de reproducir, y decía así:
“Respetable público; llegó el momento que anhelaba con impacien
cia; si una casualidad tan imprevista como fatal para mí me priva del
equipaje, y por consiguiente, el poder empezar á ofrecer mis escasos
talentos con un drama digno de la ilustración de nuestro siglo, al me
nos me glorío de no haber omitido desvelo alguno para el buen éxito
de la tragedia conocida por Los Caballeros Templarios, la que tendré la
satisfacción de ejecutar el jueves 29 de éste. Da reforma de alumbra
do en el proscenio, un nuevo telón de boca y los lucidos trajes que se
han hecho al intento para los comparsas, no dudo contribuirán al
decoro y esplendor de la escena. A los señores de la comisión nom
brada por el Exmo. Ayuntamiento para entender en los asuntos tea
trales, se debe la mayor parte de esta mejora; ellos, convencidos de
la utilidad que ofrece á los pueblos un teatro culto, y que él es el
barómetro por donde se mide la cultura de las naciones, trabajan con
un celo infatigable, á la verdad digno de emulación, para desterrar
los abusos que ocupan la escena, mejorándola acaso hasta el grado
de perfección de que es susceptible, pues así lo reclama la ilustración
mexicana, y así lo exige su regeneración política. Yo, identificado
con los deseos de estos señores, uniré mis esfuerzos á los suyos y á
los de los directores de la Empresa, que animados de tan bellas ideas,
nada omiten de cuanto está á sus alcances para la posible reforma.
“Da premura del tiempo, la carencia de mis trajes y comedias y
los inconvenientes que presenta una compañía que no esperaba tener
en su seno nuevos actores, con otras mil trabas que entorpecen no po
co, acarrearán algunas veces dificultades varias; pero en ninguna de
aquellas se verá desmentido el ardentísimo deseo que tengo de com
placer al pueblo mexicano, con quien me unen íntimamente afectos
de amor y agradecimiento. z
‘ ‘ Dígnate, oh público amable y benigno, admitir mis votos y mis
deseos, y nadie se dirá más feliz que Diego María Garay."
Frecuente ocasión tendremos para hablar de ese actor español muy
ameritado, quien desde luego mereció que el revistero del periódico
El Sol, dijese:
“Las funciones ejecutadas en el teatro de esta Capital en las no
ches del 29, 30 y 31 del próximo pasado, deben llamar la atención de
toda persona amante del buen gusto. Apenas se habrán representado
en él piezas tan bien desempeñadas ni que más hayan agradado al
público: y si consideramos el vivo interés que ha manifestado en estas
representaciones el inmenso concurso que de todas las clases del pue
blo ha asistido á ellas, hallaremos que si hasta ahora se han dado
aplausos á esos comediones informes y ridículos de tramoyas, apari
ciones y vuelos, y á los grotescos y bárbaros modos de algunos có
micos, no es tanto por la falta de gusto que se exagera, como por
carecerse de actores capaces de inspirarlo. No dudo que antes de mu
cho desaparecerán las Juanas Romaran tinas, las Santas Genovevas y
toda esa multitud de disparates, que ya deberían estar proscritos
como contrarios á la ilustración, y que con algunos otros pocos ac
tores de la escuela del Sr. Garay, lograremos tener un teatro digno
de ser frecuentado por los nacionales y extranjeros del más delicado
gusto.”
Queriendo Garay corresponder al aprecio del público y captarse la
buena voluntad de los liberales descamisados que parecían ser los
dueños de la cosa pública, anunció para la noche del jueves 12 de
Agosto ‘ * la comedia nueva en cuatro actos, nunca aquí representada,
La virtud perseguida por la superstición y el fanatismo, de la que decía
el programa:
“Este drama, sacado de un hecho histórico perteneciente á la isla
de Mallorca, manifiesta hasta qué extremo llevaban sus tiranías los
satélites del llamado Santo Tribunal de la Inquisición, oprimiendo á
los virtuosos que caían bajo su despótico furor. Otro país menos culto
miraría esta representación con aquel fanatismo que ofrece la escla
vitud; mas el director ofendiera la ilustración mexicana, si vacilase
un momento en creer que no la recibiese México como un pueblo li
bre que detesta la iniquidad.”
En otro de sus programas, la Empresa había anunciado los ensa
yos de ese drama, diciendo de él:
“En la semana entrante se ejecutará en el Teatro de esta Capital,
por el ciudadano Garay, una sobresaliente comedia, cuyo título es :
La Inquisición por dentro. El mérito de esta pieza respecto á las re
glas que constituyen un drama bueno, será inútil encarecerlo cuando
los inteligentes harán al autor la justicia de que es digno. La materia
de su argumento merece un lugar distinguido entre las composiciones
de esta especie. Un padre sensible arrebatado del seno de su familia,
sin más delito que el del justo, y sacrificado al furor inquisitorial,
ofrece á los concurrentes el espectáculo más tierno. El secretario de
la Inquisición, no pudiendo conseguir de una hija suya sus abomi
nables designios, es la causa de su ruina y le conduce al suplicio,
cubriendo de orfandad á una pacífica familia. Estas interesantes es
cenas, que tienen por objeto odio implacable á estos tigres carniceros
de la humanidad, presentarán un grandioso cuadro de iniquidad con
trastada por la santa virtud, que en todos tiempos hace aborrecibles
á los perversos y criminales.”
Estos anuncios hicieron entrar en alarma á la mayor porción de la
sociedad mexicana, y la autoridad, cediendo ápoderosas influencias,
dispuso que el estreno fuese suspendido, contra lo cual el dicho pe
riódico El Sol, insertó en sus columnas el siguiente comunicado ó re
mitido :
* ‘ Ayer ha corrido la voz de que se ha mandado suspender la, eje
cución de la comedia titulada la Inquisición por dentro, que ustedes
nos anunciaron hallarse dispuesta para la presente semana, por ha
berse prohibido. Creo sin duda que ésta ha sido una invención de
algunos fanáticos que desean que así suceda, para que el pueblo ja
más llegue á ilustrarse bastantemente, y á fundar con solidez el odio
que manifiesta profesar al monstruoso y sanguinario tribunal de la
Inquisición, y á conocer las perversas maquinaciones de que se valían
sus bárbaros ministros, para triunfar de la inocencia oprimiéndola con
fiereza. Este es cabalmente el argumento de esa pieza, cuya repre
sentación necesitamos en el día más que nunca, para acabar de des
arraigar las preocupaciones de un pueblo oprimido por trescientos
años, que ahora es cuando empieza á conocer las inhumanidades que
cometían los monstruos que se llamaron inquisidores.
“Felizmente disfrutamos de un sistema de gobierno verdadera
mente libre y es llegado el tiempo de sacudir el oprobioso yugo del
fanatismo.
* ‘ Ea comedia de que se trata no contiene nada que sea contrario á
los dogmas de la santa y única verdadera religión que profesamos;
por el contrario, en su argumento se ve triunfar la santa virtud, de la
perversidad de falsos acusadores, que con la máscara de la religión
que no conocen, sacrificaban víctimas á sus pasiones y ambición in
saciable, vertiendo la sangre humana.
‘ ‘ Es hacer una injusticia notoria á nuestro gobierno, el persuadirse
que sea cierto que ha prohibido ese útil drama, y es necesario des
preciar á los que se atreven á esparcir unas voces que tan poco honor
hacen á nuestras autoridades. ¿Qué dirían los ilustrados extranjeros
que se hallan entre nosotros, si acaso fuese cierta esa noticia? dirían,
y con razón, que aunque en la República Mexicana está abolido el
tribunal de la Inquisición, aun hay inquisidores que la defienden, y
que tal vez tratan de restablecerla. ¡ Ah! lejos de nosotros semejante
idea. Me lleno de ira sólo de pensar que haya todavía hombres su
persticiosos que hablan según sus deseos y opiniones absurdas, sin
reflexionar que con inventar semejantes quimeras desacreditan nues
tro sabio gobierno creyéndolo capaz de sostener las preocupaciones
ridiculas. Más valiera que los que se entretienen en promulgar estos
desatinos, se avergonzaran de presentarse ante los hombres ilustra
dos y amantes de la humanidad.”
Pero el autor de ese comunicado no estaba en lo cierto al proclamar
el desdén público contra el fanatismo y la superstición, que entonces
se encontraban en todo su auge. En comprobación de ello léase el
siguiente artículo publicado en El Sol del 31 del mismo Agosto:
“Anteayer, poco antes de las oraciones de la noche, se ha cometido
en esta ciudad un asesinato por todas sus circunstancias atroz: un
zapatero, natural de los Estados Unidos del Norte de América, poco
tiempo hacía avecindado en esta ciudad con tienda de zapatería en
una accesoria de las casas del Estado en el Empedradillo, estaba muy
tranquilamente en su accesoria, á tiempo que pasó delante de ella el
Divinísimo que salía del Sagrario con dirección á la calle de Santo
Domingo. Un hombre vestido con una esclavina se arrodilló delante
de la puerta de la zapatería y el zapatero lo hizo, es dudoso si antes
ó después de haberlo requerido el de la esclavina, en una silla del
interior de su casa; el de la esclavina exigía que se viniese á arrodi
llar al umbral de la puerta, con lo que se hicieron de razones, siendo
el resultado caer atravesado de una estocada el infeliz zapatero y po
nerse en salvo con la fuga el bárbaro asesino. Sólo la historia de las
guerras de religión de Francia y Holanda, puede presentar algún he
cho comparable con esta atrocidad que prueba evidentemente el errado
principio de instrucción religiosa que se ha seguido por desgracia en
nuestro país, haciendo consistir la religión en puras prácticas exte
riores y olvidando casi del todo la moral cristiana. Así hemos visto
por fruto de este funesto sistema un hombre que arrastrado por el
fanatismo, no se ha hecho escrúpulo de asesinar á otro, y sí se lo hacía
de que éste adorase al Santísimo en la puerta de la calle ó en lo in
terior de su casa. ¡ Quiera Dios que una instrucción mejor dirigida
haga entender á nuestro pueblo que la caridad es la primera de las
virtudes cristianas, y que sólo las autoridades tienen la obligación y
el derecho de celar la conducta de los demás! Pero ya que esto sólo
puede ser obra del tiempo, es preciso que entretanto se logra, una
justicia severa y vigorosamente administrada ponga á cubierto á to
dos los habitantes de este país, cualquiera que sea el de su origen,
contra semejantes atentados, capaces de deshonrarnos para con to
das las naciones cultas. ’ ’
Este crimen causó en México terrible sensación, y obligó al Go
bierno á publicar el siguiente aviso:
“Habiendo sido alevosamente asesinado Seth Hayden, natural de
los Estados Unidos de Norte América, en su vivienda en la casa del
Estado sita en el Empedradillo, en la tarde del domingo anterior 29
de Agosto, por un hombre que se fugó y cuyo nombre y paradero se
ignoran, y estando la causa radicada en el Juzgado de Letras del Lie.
D. Francisco Ruano de esta Capital, se ofrecen dos mil pesos á la per
sona ó personas que verifiquen el descubrimiento y legal seguro arres
to del verdadero reo, para que sea entregado y juzgado conforme á
las leyes, cuya cantidad está puesta para este objeto á la disposición
de los señores el Cónsul de los Estados Unidos y el Cónsul General
deS. M. B., y deberá dividirse equitativamente entre los descubrido
res y aprehensores luego que el reo sea convicto ó confeso.—México,
4 de Setiembre de 1824.”
Pero no sólo en aquel terrible suceso se dió á conocer la violencia
de las supersticiones reinantes entonces. Por esos días trabajó en
nuestros teatros un prestidigitador italiano apellidado Castelli, y mil
y un disgustos le valió su habilidad, pues el vulgo le tomó por un
brujo ó hechicero, y caro hubiese pagado el aplauso que recibió de
las personas más ilustradas, á no haberle tomado bajo su protección
la policía. Esto dió lugar á un artículo que con su firma publicó El
Pensador Mexicano en El Sol del 3 de Agosto de 1824, y entre otras
cosas decía así:
“Este joven ha concluido sus funciones y está para salir de Méxi
co á continuarlas en otras partes. Yo deseando manifestarle el apre
cio que hago de su persona y habilidad, quiero recordarle, por me
dio del periódico de vdes. unas cuantas reflexiones, que no le serán
del todo inútiles.
“ En tres clases se dividen los espectadores que debe tener en to
das partes: ilustrados, ignorantes y necios. Eos primeros conocen que
todas sus suertes ó juegos consisten en un mero mecanismo ó des
treza con que engaña el sentido de la vista; pero que es imposible que
convierta la agua en vino, que resucite un pajarito, que restituya á
su primitivo ser un pañuelo quemado, ó un cintillo hecho añicos,
etc., etc.; porque á ningún hombre es dado el trastornar el orden na
tural; pero celebran la gracia con que mantiene la ilusión á merced
de sus instrumentos y destreza. Eos aplausos de estos espectadores
debe apreciarlos, porque recaen precisamente sobre su mérito.
‘ ‘Eos segundos espectadores, que son los ignorantes, y son los más,
ordinariamente, después que se divierten, lo temen y odian, creyen
do que si no es el mismo diablo, tiene con este duende un parentes
co muy cercano. Esta clase de gente es disculpable por su misma
ignorancia, todo lo maravilloso que no alcanza lo atribuye á milagro
ó á maniobras diabólicas. El Sr Castelli se habrá reído bien y se rei
rá á costa de estos brutos.
* ‘ Ea tercera clase de sus espectadores, son los necios, que sin per
tenecer á la primera ni del todo á la segunda, desprecian sus juegos
haciéndose de los habilones, y murmurándolo luego que advierten
ó les parece que saben en qué consiste la ilusión, como si porque yo
sé que en el equilibrio consiste que el volatín se mantenga en la cuer
da, ya me creyera capaz de bailar en ella un wals, sin advertir lo
que va de la teórica á la práctica. Si uno de esos habilones se parara
en el teatro con los instrumentos de Castelli, nada hiciera digno si
no de los silbos generales. Estos tontos vanos merecen compasión.
‘ ‘ El Sr. Castelli debe saber que en lo que le falta que correr de
América va á luchar con mucha ignorancia y con un fanatismo deses
perado. Es menester que siempre advierta en sus carteles que no
es Dios ni Diablo y que sus juegos son obras puramente naturales,
para que sus espectadores no se escandalicen.”
Garay no por esto cesó en su empeño de combatir el fanatismo con
piezas teatrales, y ya que la Inquisición se le escapase de las manos,
arremetió contra aquel por medio de otro drama que en 3 de Setiem
bre anunció así:
“ Carlos IX ó sea la escuela de los reyes. Esta delicada composición
que por la fluencia de sus versos, lo sublime de su estilo y la brillan
tez de sus escenas está tenida por una de las primeras en su clase,
hace recordar el ominoso fanatismo con que en aquella desgraciada
época se degollaron hombres á millares, y particularmente en la ho
rrorosa matanza llamada de San Bartolomé, que formará época en
los anales de la Francia. Al paso que su autor acomodó perfectamen
te parte de estos hechos á las estrictas leyes de la escena, retrató al
vivo la delicada intriga, los vicios y perfidias que se anidan en los
palacios, preparando al espectador curioso á detestarlas sin que pier
da jamás el grato interés de ver el patriotismo en pugna con la ti
ranía.”
Promulgada la primera Constitución Federal en 4 de Octubre, el
Gral. D. Guadalupe Victoria, electo Presidente de la República, to
mó posesión de su elevado puesto el 10 del mismo, y cinco días des
pués, en el Antiguo Coliseo, se le ofreció una función que se com
puso de la tragedia El Régulo ó el patriotismo en triunfo, un Terceto de
baile asiático y un apropósito intitulado Alegoría del triunfo de la li~
bertad.
En 2 de Diciembre fué cantado El Solitario, y dice textualmente
el programa de esa audición: “Se ejecutará la grande ópera en tres
actos titulada El Solitario, cuyo heroico argumento está sacado de la
conocida historia de Carlos el Temerario, y la música es original del
acreditado Cristiani, compuesta por él en esta Capital.” La obra de
Cristiani gustó y se repitió con frecuencia en ese año y en el siguien
te de 1825, que además del repertorio citado, dió diferentes veces el
Don Dieguito, El Café, Los piratas del bosque de los Sepulcros, El Pi
taco ó renunciar al trono por el bien de la patria, El imperio de la ver
dad ó el ilustre sepulturero, La terrible noche de un proscripto ó Eduardo
en Escocia, El hijo criminal juez de su inocente padre y otras así. En
tre las óperas se cantaron El Califa de Bagdad. y Ramón y Rosilla ó
la paña negra.
El autor de la citada ópera El Solitario llamábase Esteban Cristia-
ni y fué, según parece, un distinguido profesor de música y un buen
maestro de piano.
Entre las curiosidades teatrales de ese año, encuentro el siguiente
programa:
“Lunes 3 de Enero de 1825. Con motivo del beneficio que resulta
á este benemérito público, de que el día de hoy hayan empezado los
trabajos del desagüe de la notoria rica mina de Valenciana, ha re
suelto la Compañía Cómica solemnizar tan próspero suceso con una
sobresaliente función que dedica á los señores interesados en tan útil
como importante empresa.
“Se abrirá la escena con una rumbosa marcha con letra al intento,
á la que seguirá la comedia heroica en dos actos Isabel primera de
Rusia. En su intermedio se cantará el famoso terceto de La Espada,
y por fin de función se presentará por primera vez á bailar un á solo
el C. Victoriano Mota, profesor y habilidad en este ramo.—La casa y
teatro se adornará é iluminará completamente.
“MARCHA que en celebridad de comenzarse la grande obra del desagüe
de la mina de Valenciana, se cantará la noche del 3 de Enero en el
Coliseo de esta Capital.
“Guanajuato, tu nombre famoso
en los países del orbe resuena;
y hoy de gozo tu Estado se llena
porque torna á su antiguo lucir.
“De tu suelo feraz y abundoso
beneficios aguarda tener:
presto, juzga, que vuelvas á ser,
y seguro contar tu existir.
CORO.
‘ 'Loor eterno al inglés generoso
cuyo auxilio tan útil te fué:
él florezca también venturoso
y la suya en tu dicha granjé.
‘ ‘Esas, pues, soberbísimas cumbres
de graciosas espesas montañas,
que oro forma sus firmes entrañas
manifiesten su rico poder.
“Al influjo de celestes lumbres
luego vuelvan tesoros á crear,
y no cesen de remunerar
la tarea que se supo tener.
“La admirable, la gran Valenciana,
la que ha sido del mundo el abismo,
sea en delante, en riqueza lo mismo
que al principio de su hallazgo fué.
“Retribuya de muy buena gana
el afán de sus dueños prolijo :
sea su fruto seguro, sea fijo,
el durar que el pronóstico cree.
“De Neptuno el tremendo coraje
su raudal apacigüe violento,
y extinguido se logre al momento
la abundancia y riqueza gozar.
“El minero con gusto trabaje,
su indigencia remedie, y ufano
reconozca al Anglo Mexicano
los recursos que quiso prestar.
“Recomiende este pueblo tan grato
en los dueños de tal posesión,
que olvidando su propia razón
vieron sólo el común interés.
“No pudiera del fiel Guanajuato
soportar el crisol de su suelo
ningún hombre, que el público celo
no animase sin falso doblez.
“Celebremos contentos y unidos
este día de ventura y placer,
y mil votos al Supremo Ser
dirijamos con alma veraz :
“Bajo el trono grandioso rendidos
imploremos con pura intención
la constante fraternal unión,
libertad en la ley, y la paz.”
Increíble parece que un suceso que se decía ser tan próspero no
hubiese encontrado un menos detestable poeta que le cantase.
He aquí ahora un resumen del pésimo modo de ser de nuestros
teatros en los primeros años de la independencia nacional, dispuesto
en forma de preguntas por un articulista de El Sol:
R. B. T.—T. I.—28
“ ¿Es ilustración que en un país libre, rico y privilegiado de la na
turaleza, se deje el Coliseo y sus actores en tal abandono que dé lugar
á que los extranjeros nos miren con aire de desprecio?
‘ ‘ ¿Es ilustración que haya un santito en su capillica á la entrada
de la mansión de Talía y Melpomene, en medio de los fétidos olores
que despiden las cloacas é inmundicias que tienen que atravesar los
concurrentes ?
‘ ‘ ¿Es ilustración que una parte de éstos atiendan sólo al argumento
de la pieza cuando es nueva, y que cuando no lo es se pongan en ter
tulia y armen tal susurro que se moleste el espectador más atento
aunque sea sordo?
“ ¿Es ilustración que se hable con tal furor en los palcos inmedia
tos al proscenio que se confunda el eco con el de los actores?
‘ ‘ ¿Es ilustración que se fume cuando la cortina esté levantada y
que en el pasaje más patético se sienta sacar lumbre á los que no pu
dieron esperarse un poco ?
“¿Es ilustración que estando el público más interesado en el des
empeño, de un buen drama salgan en el entreacto con sus cantatas
la Esquivel, Maya ó Rocamora á arrebatar toda la ilusión á los es
pectadores ?
‘ ‘ ¿Es ilustración que haya quien quiera formar partidos en el patio
para dar silbidos, y quien diga que es mejor el Solitario de Cristiani
que las óperas de Rossini, que hemos visto medianamente ejecutadas
por los esfuerzos del Sr. Castillo?
‘ ‘ ¿Es ilustración que cuando sale la Corderito ó Isabelita á divertir
con sus honestísimos y decorosos meneos, salgan también á la escena
aquellos zamacucos que tocan y cantan, y que por cada.bastidor se
vea un grupo de muchachos y criadas trapientas formando un cuadro
de zahúrda ?
“¿Es ilustración que no haya un juez de carácter que contenga
estos abusos y haga entender á la Sra. Cecilia Ortiz que no debe in
vertir el orden de la Compañía ni obstruir sus funciones, ni insultar
groseramente á los que ajustaron las cuentas de su señor marido por
que no salieron á su gusto ?
‘ ‘ ¿Es ilustración el no haberle contestado al sonetero que deliró por
amores de la Sra. Ortiz, y metió en la danza á todo el patio cuando
hubo hombre que bostezó veinte veces al oir los gipidos y altisonantes,
oscuros y monótonos de esta señora con que tanto ha acreditado el nin
gún conocimiento que tiene del arte que profesa ?
‘ ‘ ¿Es ilustración consentir que cualquier zarramplín enamorado,
enemistado ó arrimado á las cómicas y cómicos tome el nombre res
petable del público para estampar en sus escritos lo que se le viene
á las mientes y conviene á sus miras ?
“ ¿Es ilustración que los amantes de la justicia estén callados, y sin
contestarlos dejen correr impresos en los periódicos de esta Capital
los fárragos indecentes en que se critican las comedias de Solís, se
celebran las del remendón Castañeda, y se deprime el mérito del Sr.
Garay, que es el único que hemos visto con conocimiento de lo que
es acción, gesticulación y declamación?
“¿Es ilustración dejar que exasperen á un actor distinguido que
más de una vez se ha calzado el coturno, mientras se sufre que Arias
no estudie, que Luciano esté sordo, que Melquíades se equivoque
siempre, que el apuntador grite, que las damas vistan como quieran
sin ninguna propiedad, que nos presenten decoraciones llenas de ro
turas y manchas y que nos estén exhaumando con el humo del mal
dito aceite que emplean en sus luces ?
“¿Y será ilustración, por último, que la temporada entrante caiga
el teatro en manos mércenarias que no atiendan más que á su prove
cho, y que el Gobierno deje abandonado este barómetro de la cultura
de los pueblos, privando además las piezas que tanto contribuyen á
desfanatizar á la muchedumbre y á cimentar la opinión y gloria de
una República naciente?’’
Estas y semejantes censuras se extremaron al concluir la temporada
de principios de 1825, y léase lo que un revistero dijo acerca de ello :
‘ ‘ En la próxima pasada temporada estuvo el teatro en poder de los
cómicos, y ya ha demostrado la experiencia que no valen maldita la
cosa para asentistas. Se puede asegurar que es el primer año en las
diversas ocasiones que lo han arrendado por sí, que han concluido la
temporada. En el de 1817 ó 1818 se empeñaron en ser asentistas, y
contrataron el teatro; pero se dieron tan buenas mañas, y procuraron
conservar tal armonía, que á los siete meses no se las podían acabar
unos con otros, de manera que para quedar en paz y que 110 faltase
al público la diversión, se vieron precisados á traspasar sus derechos
á D. Hipólito Ondraita, que asociado con otros sujetos sostuvo el
teatro los años siguientes. En el de 1823 se les volvió á antojar el ser
empresarios, y á los dos meses doblaron las manitas y anunciaron por
papeletas impresas que no podían continuar con el cargo que volun
tariamente tomaron sobre sí, dando el gran golpe de cerrar el teatro,
á pesar de los razonables partidos que les proponían el Excelentísimo
señor Jefe Político y Ayuntamiento, que no perdonaron sacrificio por
evitar un acontecimiento tan desagradable. Pero los actores habían
pronunciado el fallo y el teatro se cerró.
“Es bien notorio de la manera que concluyó la temporada última,
y la paz y buena fe que presidía á sus deliberaciones: todas eran renci
llas, todas intrigas. . .. ¡Pero qué intrigas! Todas desavenencias, artifi
cios y trácalas miserables. En vez de reunirse para facilitar la ej ecución
de las piezas que hubieran agradado al público que tanto afectan respetar
y desean complacer (¿pues, no te digo?) se ocupaban en inventar mo
dos de obstruirlas y entorpecerlas, confiados en la paz y concordia de
los abonados que satisfacían sin falta los recibos del mes adelantado,
se les daba un pito de que rabiasen al verse tan pésimamente servidos,
con tal que no dilatasen el pago de sus asientos.
‘ ‘ De nada nos servía que hubiese dos galanes primeros y dos da
mas de mérito en su ejercicio. Si trabajaba Amador, no parecía Ga
ray; y si este actor se dignaba salir á la escena, como si no existiese
aquel en el mundo. Si la Sra. Montenegro desempeñaba la función,
estaba enferma la Sra. Ortiz, y cuando esta actriz se restablecía de su
indisposición traspasaba los males á su compañera, y con tan reco
mendable y bonita voltereta complacían sus pasiones á expensas del
público, careciendo éste de sus habilidades, teniendo que contentarse
con que las comedias fueran desempeñadas por los molonguetes, aun
que otros menos sufridos conociendo las intrigas, daban al diablo (y
el diablo no los quería), á los traviesos y sus travesuras. Cada uno
de los actores nombrados tiene su mérito particular y también sus ami
gos y apasionados. Estos están contentos cuando ven á su predilecto
en la escena, y nada habría más acertado que el que noche por noche
nos favoreciesen con su presencia y habilidad.”
Todo quedó en suspenso con la llegada de la Cuaresma, y queda
ron por únicos recreos las procesiones de pasos de la Semana Santa
en los pueblos de los alrededores; hé aquí come, censurando las irre
verencias que en ellas se cometían, las pintaba un papel de la época :
“ De un año para otro se hace junta del vecindario, presidida por
el juez territorial y asistida del párroco, en la que eligen bajo la pe
na de una multa arbitraria, el capitán de la sentencia, el centurión,
el beato Alano, y otra caterva de ridículos farsantes. Llegado el día
en que han de representar, dispuestos á la puerta de la iglesia y por
las calles varios tablados que sustituyen los perversos tribunales de
Anás, Caifás, Herodes y Pilatos, colocada la imagen de Jesús en me
dio de la iglesia, sube el predicador al púlpito, quien después de ha
blar alguna cosa sobre la Oración del Huerto, llama á Judas que entra
al templo en fuerza de carrera atropellando al auditorio: le pregunta
el sacerdote sobre las señas que ha dado á los judíos para entregar á
su Maestro, brinca aquél á las andas, besa el carrillo del Divino Re
dentor, enseña al pueblo la talega, mueve sus manos para llamar la
comparsa, entran de tropel los fariseos, pregunta el predicador ¿á
quién buscáis? Responden que á Jesús Nazareno: caen en tierra, da
licencia el orador para que se levanten y le prendan, lo verifican con
algazara, gritan las mujeres, hay lágrimas fingidas, etc., y baja el
sacerdote del púlpito entre las aclamaciones de un pueblo carnal.
“Elevan la imagen á la puerta de la iglesia, en donde los simula
dos pontífices, que han cubierto sus corrompidos corazones con ropas
y mascáras ridiculas, pronuncian entre gestos y acciones burlescas la
sentencia de muerte contra nuestro Redentor, cuya escena repiten en
los demás tablados.
“ Fórmase después la procesión iluminada con hachas de brea, en
que se ve uno blandiendo la pica que ya jugó dentro de la iglesia,
otro montado en un caballo que va haciendo brincar, Judas dando
talegazos á los espectadores, los rabinos tiran unas cadenas que des
componen muchas piernas, otros con una mesa en que juegan los da
dos, los pontífices tomando tragos repetidos de quién sabe qué licor,
otros que también comen y beben representando el Cenáculo, el bea
to Alano con una muleta fingiéndose cojo, y con una lente que entre
escandalosas morisquetas dirige á las mujeres más bien parecidas, ó
á las que más lo inclinan sus desordenados sensuales apetitos, y otros
disciplinándose. Sigue el carretón de la muerte, Longinos, San Lá
zaro desnudo y estirando un perro, luego las jóvenes más bonitas del
lugar figurando á Judith, Rebeca, Débora, Esther, Viuda de Naín, rei
na Sabá, tres Marías, Verónica, Sibilas, muchas Rosalías y otra infi
nidad de truhanes que van llamando la atención de un pueblo diver
tido. A continuación van las imágenes de San Pedro, San Juan, la
Magdalena y de otros santos, las que según mi parecer, acompañan
á Jesús, á quien verdaderamente va crucificando la tumultuosa ple
be. Entre estos santos simulacros se distingue la efigie del Redentor
hecho el juguete de unas manos sacrilegas, que por medio de corde
les la fiacen caer y volver la sagrada cabeza con otros movimientos,
según el antojo de sus espíritus groseros.
“Desde el Jueves Santo hasta el Sábado de Gloria el zafio indio
que representa al Iscariote tiene derecho para meterse en casas y en
tiendas y cogerse de ellas todo lo que le acomoda, sin que nadie se
lo impida: los robados ponen sus espías para enterarse de donde el
Judas esconde lo que se lleva. Llega el Sábado de Gloria, suenan
las campanas que anuncian la Resurrección, y entonces, todos los
despojados corren en busca del indio Iscariote y á palos y ápedradas
con que medio lo matan, le exigen que les devuelva lo que les llevó,
sucediendo que muchos objetos ya no parecen.
‘ ‘ Nadie podrá negarse á la justicia con que se declame contra estos
desórdenes, y me admiro de verlos consentidos sin castigar á sus au
tores, principalmente cuando después de la infracción de las citadas
leyes, y de los insultos hechos á Dios y á la religión, concluye aque
lla farsa con un gran refresco y cena, con que echando por tierra el
precepto del ayuno, remachan los clavos en la cruz. Yo juzgo que
semejantes excesos exigen imperiosamente un pronto remedio, como
diametralmente opuesto á la santidad de la religión que profesamos,
y porque cediendo su disimulo en destrucción de los pueblos, se debe
obligar á sus vecinos no sólo á que sean buenos ciudadanos, sino tam-
bién buenos cristianos, respetuosos y obedientes á las leyes de la
Iglesia y á las demás autoridades.”
El anteriormente citado profesor Esteban Cristiani, autor de la
ópera El Solitario, el lunes 28 de Marzo de 1825 dió en los entresue
los de la casa de la Condesa de Miravalle, sita en la calle del Espíritu
Santo, un lucido concierto, al precio de dos pesos la entrada. En él
cantaron Andrés Castillo, la Gutiérrez y Amada Plata; Palomino to
có un obligado á violín y Cristiani una gran fantasía en el pianoforte.
Entre nuestros aficionados y profesores venía distinguiéndose D.
Mariano Elízaga, quien, con apoyo del gobierno, abrió el lunes 18 de
Abril de aquel año las clases de la “Sociedad Filarmónica,” en la
casa núm. 12 de la calle de las Escalerillas, mientras se le propor
cionaba un lugar á propósito. El domingo 17 de Abril se verificó en
el salón general de la Universidad la apertura de la susodicha acade
mia filarmónica, con asistencia del Presidente D. Guadalupe Victoria
y la de todos los funcionarios públicos: por la noche hubo un gran
concierto en el mismo salón, y el jueves 21 se cantaron en la iglesia
de San Francisco misa y Te Déum en celebridad de esa inauguración
y en honor de su patrona Santa Cecilia.
El arribo de Ward y de Poinsset, Ministros de la Gran Bretaña y
de los Estados Unidos ante nuestra República, suceso que hizo excla
mar á Victoria en celebérrima y casi humillante proclama: “Llegas
teis, mexicanos, al colmo de la ventura; la más poderosa de las na
ciones os enumera en su catálogo,” dió motivo á grandes fiestas,
bailes y funciones de teatro. Uno y otro ministro presentaron sus
credenciales en 1? y 2 de Junio, y días antes, el 28 de Mayo, fueron
obsequiados con un baile magnífico que les sirvió de presentación an
te la más escogida sociedad de la Capital, muy entretenida con las
fiestas de la Pascua que aquel año cayó á 25 del mes últimamente ci
tado, fiestas animadísimas que llevaron á San Agustín de las Cuevas
gran concurso, y dieron origen á enormes pérdidas y ganancias en los
juegos de monte y de gallos. En cambio las lides de toros sufrieron un
rudo golpe con la completa destrucción de la Plaza Nacional taurina,
que en la madrugada del 9 de Mayo comenzó á incendiarse, cebán
dose las llamas en aquella enorme construcción de apolillada madera,
con tal actividad, que en poco tiempo quedó reducida á cenizas.
A la vez que se fundaba nuestra primera Sociedad Filarmónica,
creábase en el antiguo convento de Betlemitas y por el mes de Julio,
la escuela mutua del sistema Eancáster. Ea sociedad de la Compañía
Eancasteriana habíanla introducido en México el 22 de Agosto de
1822, los que entonces eran editores del periódico El Sol, D. Eulogio
Villaurrutia, el Médico D. Manuel Cordoníu, el Lie. D. Agustín
Buenrostro y D. Manuel Fernández Aguado, quienes desde luego
abrieron la primera escuela mutua, que llamaron “El Sol,” con ca
pacidad para una asistencia de trescientos niños, en el salón que fué
del Secreto en la extinguida Inquisición. Circunstancia notable y que
debe recordarse fué la de que en esa época el Gobierno no auxiliaba
con fondos ningunos á la Compañía, la que atendía á todos sus gas
tos con la cuota mensual de dos pesos que pagaba cada socio. Puesto
que un libro como mi humilde Reseña, puede servir para dar idea de
nuestra cultura intelectual, no me parecen fuera de lugar estas noti
cias que algún día serán sin duda consignadas en libros especiales que
hoy por hoy no han sido escritos. Mientras eso se hace, los que ama
mos á México no debemos desperdiciar ocasión de recordar los nom
bres de nuestros personajes distinguidos, á los cuales la ingratitud
ignorante suele anteponer enojosas cuestiones de falso patriotismo,
que envenenan los ánimos y reproducen odiosas é inútiles rencillas
que nos empequeñecen y quitan el crédito ante la civilización.
Pero reanudemos nuestra relación de sucesos de 1825, año de agi
taciones y desórdenes en la Capital, donde eran casi desconocidas la
tranquilidad pública y la seguridad personal. A cada momento re
gistrábanse en México motines, robos y asesinatos, y el vecindario
se veía afligido por enfermedades como el sarampión y la escarlatina,
que causaron horrible mortandad aun entre los adultos, especialmen
te en la clase de tropa: según la estadística oficial, sólo e:i la ciudad
murieron en Julio quinientas cuarenta y nueve personas, en Agosto
mil setecientas setenta y siete, mil cuatrocientas diez y siete del 1? al
15 de Septiembre, y novecientas cuatro del 16 al 30.
Fué necesario abrir suscriciones para ocurrir al socorro de tanta
calamidad; la legislatura de México se apuntó con quinientos pesos,
Mr. Ward, con mil; Santa María, Ministro de Colombia, con veinte
onzas de oro, y el Cónsul inglés, O’Gorman, con tres mil ciento diez
pesos, que reunió entre sus compatriotas.
En cuanto á lo de la inseguridad en que se vivía, sólo diré que en
3 de Setiembre el Sr. Mora, Presidente de la Cámara de Diputados,
hizo pública la siguiente queja : ‘ ‘Hace unas cuantas noches que una
partida considerable de bandidos recorre el barrio del Puente de Al-
varado; esta misma cuadrilla que, á lo que se dice, se reune en una
pulquería que existe, contra el bando de la materia, que se llama de
La Niña, ha saqueado varias casas y dado diferentes ataques á otras,
entre ellas la de un comerciante llamado D. Alonso; por último, an
tes de anoche, un grupo considerable asaltó la mía á las ocho, sor
prendiéndome en un gabinete donde escribía á la sazón, hiriendo á
un criado y estropeando á mi madre y resto de mi familia, todos los
que salvamos porque una criada logró subir á una azotea, desde don
de llamó á los vecinos, uno de los cuales disparó una pistola, y al
ruido huyeron los malhechores.”
El Sol, de 13 del mismo Setiembre, dijo: “A las siete de la noche
ha sido robada la casa del Sr. D. Juan Cervantes, en la calle de San
Francisco, por una cuadrilla de diez hombres bien vestidos. Robaron
cinco mil pesos, ataron á los criados, y cuando volvió Cervantes le
maltrataron é hicieron entregar las llaves; á un amigo suyo que le
esperaba le robaron cuatro onzas y le hirieron de una puñalada cre
yendo que iba á defenderse. Nada se notó por los serenos de las es
quinas en una calle tan céntrica, estando situada la casa de manera
que enfrente tiene la Guardia de la Audiencia del Estado, en una de
las esquinas de la cuadra la guardia del Monte Pío, y en la opuesta
el centinela del Coliseo. El mismo día, á las once, fué robado de la
Catedral un atril de plata. No parece sino que los lazos de la socie
dad se han disuelto en la Capital, y que los hombres están destinados
á ser víctimas de una compañía de ladrones, que sin duda se ha or
ganizado y es dueña de sus bienes.”
Basta lo dicho para hacer notar que no era aquella época la más
propicia para que los espectáculos teatrales progresasen: los morado
res de México tenían miedo de alejarse de sus casas y de transitar
por las calles después de las oraciones.
Sin embargo, D. Diego Ramón Somera, propietario entonces del
Teatro Provisional ó de los Gallos, tuvo bastante dinero y entusias
mo artístico para proceder desde el mes de Mayo del dicho año de
1825 á su completa reconstrucción, obra bien necesaria, pues aque
lla antigua plaza de gallos ofrecía tan malas condiciones para teatro,
como nos lo indica el aviso ó anuncio de su primera función de es
treno que copié en el anterior capítulo, y dice: ‘‘la hora de comenzar
será á las siete y media, si el tiempo lo permitiere. ’ ’ Quiere decir que
su techumbre, suficiente para proteger de los rayos del sol de la ma
ñana á los aficionados á las peleas de gallos, 110 lo era para resguar
dar de la lluvia á los concurrentes á funciones nocturnas. La recons
trucción emprendida por Somera no fué mejor que la empleada en
salas de su especie; todo se hizo de vigas y tablas, y la techumbre
se revistió de hoja de lata; el conjunto y la vista interior del salón
y del escenario eran agradables, y todo se compuso y adornó del me
jor modo posible.
Su inauguración y estreno, se verificaron en la noche del 21 de
Agosto con la comedia La Niña en casa y la Madre en las máscaras;
el éxito fué grande, pues realmente el reformado Teatro de los Ga
llos ofrecía mucho más airoso aspecto que el pesadote Coliseo anti
guo, con sus paredes como murallas de fortaleza. En la Compañía
figuraban o.\ gran cantante de anas de música, Andrés Castillo, el bai
larín, Andrés Pautret, y la graciosa bailadora deboleras Manuela Gar
cía Gamborino.
La sección de cantarines y cantarínas, bajo la hábil dirección de
Castillo, puso con grandísimo éxito, y á 13 de Setiembre, en escena,
la ópera La urraca ladrona, y á 29 de Diciembre la no menos famo
sa y aplaudida Taucredo. La sección dramática estrenó allí mismo las
tragedias Sila y el Duque de Viseo y obtuvo grandes aplausos con las
comedias El Mendigo y Teresa, I^a familia nueva, Las cuatro bodas á
un tiempo, Aventuras de Camila y Cobián, El disfraz venturoso y la
Mogigata. Un 27 de Diciembre estrenó una comedia escrita en Méxi
co con el título de La puerta de tierra de Veracruz. La sección de bai
le presentó á su vez las grandes pantomimas coreográficas: Hossidg
y Ovando ó los hermanos enemigos, en tres actos; Aider-Ali-Kan ó los
celos del serrallo en dos, y fasón en Corinto ó los encantos de Medea,
en tres.
El antiguo Coliseo sufrió un rudo golpe con la reapertura del Tea
tro Provisional, y para quitarle su público, la Empresa y los cómicos
de aquél hicieron circular unos pasquines diciendo que el Provisio
nal se hundiría con el peso de la gente, por estar construido casi to
do sólo con madera. A este propósito dijo El Sol: “ El nuevo teatro
ha comenzado sus funciones; para evitar que el concurso en él fuese
crecido, se fijó en las esquinas de varias calles un pasquín lleno de
especies altamente subversivas, pretendiendo hacer asunto de parti
do lo que no lo es más que de diversión. Con este motivo, ha salido
á luz un papel en que se inserta y rebate dicho pasquín, que no ha
producido, en verdad, gran efecto, pues el Teatro Provisional ha es
tado muy concurrido en las tres noches que lleva de funciones y casi
desierto el Antiguo. Sería de desear que ambos rivalizasen, no por
tan ruines y punibles medios, sino compitiendo en el mérito de los
actores y en la elección de las piezas. El público está ya demasiado
ilustrado para dejarse llevar por los groseros impulsos que en el pas
quín han querido darle: mientras que en un teatro se represente el
Anillo de Giges y en el otro La niña en casa y la madre en las másca
ras, es claro que las gentes ilustradas han de concurrir al segundo,
no sólo siendo sus actores conocidos y estimados, sino aun cuando
acabasen de llegar de Guinea. Así, pues, el modo de atender á los
intereses de los pobres indios de San Gregorio, á cuyo Colegio han
sido aplicadas las rentas del antiguo Hospital Real, desde Octubre del
año de 1824 pasado, y de atraerse un gran concurso, no es más que
mejorar el Teatro Antiguo y hacer que el público lo prefiera porque
encuentre en él mayor diversión que en el otro.”
El mismo diario, pasando revista á las funciones del Provisional,
ó Moderno, ó de los Gallos, nos da las siguientes curiosas noticias:
“ Haremos notar al Sr. Diego María Garay, Director de la Com
pañía de Verso, que tres tragedias consecutivas no han tenido el efec
to que debían por la mala repartición de papeles, y éstas son los Tem
plarios, la Mérope y el Sita, todas tres por no haber desempeñado el
joven Cruz el papel que le tocaba, y haberlo hecho en la primera y
B. H. T.~T. I-—29
tercera la Sra. Manuelita Gamborino y en la segunda el Sr. Patifio.
“Para que las piezas salgan bien desempeñadas, es necesario aco
modar los papeles al genio, carácter y personal físico de los actores:
la Sra. Gamborino desempeña perfectamente los papeles de una jo
ven franca, natural y viva, ya sea juiciosa ó coqueta, como lo hemos
visto en La niña en casa, en El seductor moralista, en el Fingido Es
tanislao y en la Terrible noche de un proscrito y otras; pero este carác
ter, su bonita figura, y su poca edad, que, vestida de hombre, parece
menor, no son á propósito para expresar la fiereza y heroísmo de un
guerrero; se pierde la ilusión, principalmente en el Sila, en cuyo fin
es nombrado cónsul el personaje que figura, empleo para el que era
necesario tener una edad que no representa la Gamborino vestida de
hombre con mucha deferencia. Esta mutación la he visto ejecutar en
Europa en algunas óperas en que por falta de hombres que desem
peñen la voz de contralto, lo hacen mujeres; pero en las óperas no
es extraño, porque en ellas ni se busca el argumento ni la ilusión,
sino la música y la consonancia de las voces.
“El Sr. Patifio no es á propósito ni por su físico, ni por su voz, ni
por nada, para desempeñar el joven Ejisto de Mérope; pero sí haría
bien á Catilina en el Sila, desempeñando Cruz el papel de Fausto.
1 ‘ Sin embargo de esto, yo doy las gracias al Sr. Garaje por el deseo
que tiene de servir al público, y á la Gamborino porque no se excusa
de trabajar, haciendo más de lo que puede y de lo que es su obliga
ción. A Garay le pido que alternen las óperas que saben y dejen des
cansar al Tío y la Tía, el Secreto, el Marinerito, y la Travesura, y que
muden la repartición de papeles de la Italiana, haciendo Martínez al
Bey, Castillo á Lindoro, y Maya á Aly. Nada digo en punto á damas
de música, porque se ha repetido mucho sobre el asunto, y parece que
en la compañía de canto primera ha de hacer á la primera, véngale
ó no le venga.”
En otra revista el mismo crítico decía : ‘ ‘ Nos tomamos la confianza
de manifestar al Sr. Garay lo disgustado que se halla el público por
el ningún aprecio á las insinuaciones para que no tengan lugar los
sainetes, tonadillas y piezas de baile en los intermedios, pues es suma
mente impropio interrumpir el curso de los argumentos con frivoli
dades de aquella clase.
‘ ‘ Tampoco se ha alternado el trabajo de drama, ópera y baile como
se había ofrecido: si las causas son enfermedades de los primeros ac
tores ó actrices, claro está que podían y debían sucederles las segund as
clases. Por ejemplo, que Madama Pautret se halle enferma, que no
lo dudamos y sentimos en extremo, no es un inconveniente para que
deje de haber baile, pudiendo tomar su lugar la Sra. Gamborino, á
pesar de que su mérito no llenará el hueco de aquella señora su maestra.
‘ * Además, aunque el público sufre ser espectador de malísimas pie-
zas de representado, canto y baile, jamás esperó pantalones remen
dados del Sr. Fernández, y otras ridiculeces como las que frecuenta
el Sr. Maya en actitud de esprimir naranjas......... ”
Concluyamos con la historia de los espectáculos en la Capital du
rante ese afío de 1825, que en su mes de Setiembre vió nacer la funes
tísima á México asociación masónica de los Yorkinos, fundada por D.
José María Alpuche é Infante, cura de una parroquia del Estado de
Tabasco y Senador por el mismo Estado. Por fortuna, si México hubo
de lamentar y por largos años esta desgracia, túvose la grata suerte
de que el Brigadier D. José Coppinger, Gobernador del Castillo de
Ulúa, se viese obligado á capitular con el Gral. D. Miguel Barragán
en 17 de Noviembre y hacer entrega de la fortaleza, en la que hasta
entonces había ondeado la bandera española y en la cual á las once
y media de la mañana del 23 del citado mes,enarboló el general ven
cedor el pabellón mexicano, en grato anuncio de haber cesado por
completo la ocupación española iniciada por Hernán Cortés.
En la Capital se hizo pública oficialmente la noticia de la rendición
de San Juan de Ulúa, á las dos de la tarde del miércoles 23, entre el
estruendoso repique de las campanas de todas las iglesias, el estrépito
de los cañonazos y el vocerío alegre de las multitudes. D. Guadalupe
Victoria expidió entusiasta proclama que empezaba así: “Conciuda
danos : el pabellón de la República tremola en el Castillo de Ulúa. Yo
os anuncio con indecible gozo que al cabo de trescientos cuatro años
han desaparecido de nuestras costas los pendones de Castilla.”
El suceso inspiró á un poeta el siguiente soneto, que tomo de un
periódico de la época:
‘ ‘ Salve mil veces, país afortunado,
pues cuentas con la vida interesante
del diestro General, del digno Atlante
que tu concepto y gloria ha asegurado.
“Su celo infatigable, su cuidado
ha sido en tu defensa tan constante,
que no pudiera ser más vigilante
el genio de la guerra celebrado.
“ Viva edades sin fin, y su existencia
sea el apoyo feliz del patrio suelo,
y de su memorable independencia.
“Y pues á Barragán conserva el cielo,
alabemos de Dios la omnipotencia
que ha dado á Veracruz este consuelo.”
Cierro el capítulo copiando el programa de la función que en 17 de
Noviembre dió el Teatro Provisional, y dice:
“Primero: La pieza titulada La Tragedia de -Segundo:
El nuevo recreo de baile en cuatro partes: i? Introducción por los fi
gurantes y terceto por J uan Antonio Medina y Reinaldo : 21? Solo por
Antonio del Aguila, acompañado por los figurantes : 3? Boleras á seis
por Manuela García, Luisa Martínez, Dolores Cordero, Mariano Ro
dríguez, José Romero, Andrés Pautret: 4 i1 El gran solo de la araña,
desempeñado con castañuelas por María Pautret, con su acompaña
miento de jaleo. Tercero: Concluirá con la pieza en un acto El Triun
fo del interés. ’ ’
CAPITULO 111
1826.
Entre las más notables funciones de nuestros teatros en los prime
ros meses de 1826, sólo citaré dos con carácter lírico, en uno y otro
Coliseo. El 6 de Enero el Provisional anunció la siguiente: “Dará
principio con la sinfonía Efigenia en Aulide; á continuación la canción
El modo de enamorar á las mujeres; en seguida la pieza El desafio; se
guirá la canción de la Intriga y finalizará con el baile Laflauta mágica!'
El 16 del mismo mes, en el Antiguo ó Principal, se dió el beneficio
de la orquesta, según este programa: “ Obertura de la Italiana; co
media en cuatro actos El opresor de su familia : el primer entreacto se
cubrirá con un concierto á clave por el profesor ciudadano Elízaga, y
concluido se cantará una aria de la composición del Maestro Paisiello;
en el segundo un concierto de violines por los ciudadanos Francisco
Delgado y Vicente Castro; en el tercero un obligado á flauta por los
ciudadanos Matías é Ignacio Trujeque, finalizando con un bolero á
cuatro. ’ ’
Aquel año cayó el Domingo de Carnaval á 5 de Febrero, y el miér
coles 8 dió principio la Cuaresma, y se suspendieron en ambos teatros
las representaciones ordinarias, es decir, las de abono y de comedias
ó dramas, pues á las de canto y baile no se negaba á concurrir aquella
sociedad de extraños católicos. En prueba de ello, diré que á media
dos del mes la Empresa del Teatro Provisional hizo circular el siguiente
aviso: “Habiendo alcanzado del Gobernador del Distrito permiso para
dar en el Provisional diez funciones de ópera y bailes, los ciudadanos
Andrés del Castillo y Andrés Pautret ofrecen sus nuevas tareas á este
inteligente público, comenzando el jueves 23 del corriente Febrero
con la gran ópera de Rossini El Barbero de Sevilla.—Palcos cincope
sos; lunetas y galerías seis reales; cazuelas dos reales; entrada á palcos
dos reales."
Parece que Andrés del Castillo tomó esta determinación de trabajar
en el Provisional, para vengarse de una herida que en su amor propio
estimó haber recibido de la operista Sra. Santa Marta, que acababa
de llegar de España contratada para el Coliseo Antiguo ó Teatro Prin
cipal. Esa cantante, cuyos trabajos debían principiar en la próxima
Pascua, accedió á la invitación de la Empresa para que diese algunos
conciertos, el primero de los cuales se verificó en la noche del 19 de
Febrero. A tomar parte en él fué invitado Castillo, que aceptó can
tando alguna aria y unos dúos con la Santa Marta, quien pasado el
concierto remitió á Castillo una gratificación de veinticinco pesos:
pareció insignificante esta suma al orgulloso cantarín, tan acreditado en
México, y no sólo no la aceptó, sino que la devolvió con una carta, en
que anunciaba que no tomaría participio en el segundo concierto, so
pretexto de que encontrándose enfermo había determinado dedicar la
Cuaresma al descanso en su residencia de Tacubaya. Como la Santa
Marta, aunque le contestó con suprema finura y delicadeza lamen
tando la enfermedad y el no haber podido hacer mayor obsequio, 110
mostró pena alguna por la falta del concurso de Castillo, éste se alivió
repentinamente y autorizó la publicación del aviso del Teatro Provi
sional á que me he referido.
En estas y otras pequeneces pasáronse las semanas de Cuaresma y
llegó el domingo de Pascua caído en 26 de Marzo, casi sin haberse
podido organizar los cuadros de artistas de comedia, ópera y baile que
deberían actuar en el Principal, parte por culpa de la empresa que
quería organizar sus compañías de modo que le fuere casi imposible
á otra alguna hacerle competencia; parte por intrigas de los princi
pales actores de antiguo residentes en México, ofendidos con la em
presa susodicha, porque ésta, buscando el mayor esplendor de nuestros
espectáculos y las mayores utilidades posibles, había hecho venir y
contratado á un muy distinguido artista español que por credenciales
de sus méritos traía muy satisfactorias cartas y recomendaciones de
D. Manuel Eduardo de Gorostiza, residente entonces en Europa, en
la cual D. Mariano Michelena habíale nombrado á mediados de 1825
Cónsul General de México en los Países Bajos y ciudades anseá
ticas.
Dicho actor español habíase en 1818 presentado en el Teatro del
Príncipe, procedente de Barcelona en la cual era apreciadísimo, co
mo segundo del gran Isidoro Máiquez; puesto que, con general
aplauso, conservó en el mismo teatro en 1820 y 21, en aquellas es
pléndidas compañías en que brillaban, aparte del insigne Máiquez,
los eminentes Concepción Rodríguez, Carlos Latorre, Antonio Guz-
mán, García Luna, Antera Baus, Manuela Molina y los después nues
tros huéspedes Rosa Peluffo y Pedro Viñolas.
Era ese ameritado actor Andrés Prieto, primer verdadero artista
que se desprendió del teatro español para visitar la América, trayén-
donos la escuela del gran Isidoro Máiquez, del reformador de la de
clamación española hasta él enfática y ridicula, del amigo y discí
pulo del celebérrimo Taima, á quien admiró y estudió en el mismo
París de 1799 á 1801. Con Andrés Prieto vinoá México su hermano
Manuel, actor muy secundario con quien 110 debe confundirse el ca
marada de Máiquez y querido amigo de Gorostiza.
En 31 de Marzo del repetido 1826, la Empresa del Principal, justa
mente orgullosa de su adquisición, anunció que en la siguiente sema
na se presentarían Prieto y la Santa Marta; y en efecto, el martes 4 de
Abril, día de San Isidoro, elegido al intento por el actor español en
recuerdo de su amigo Máiquez, hizo Andrés Prieto su presentación
en México, con la tragedia Los Templarios. El sábado 8 hizo la su
ya la Santa Marta con la ópera Tancredo.
El público sensato y prudente acogió con entusiasmo indecible á
Prieto; mas el vulgo de ignorancia recalcitrante se unió á los acto
res existentes en México, envidiosos y tacaños, para censurar en Prie
to lo que no eran capaces de comprender los unos y de imitar los
otros. Andrés Prieto no por esto se mortificó: exactamente lo mis
mo habíale pasado al gran Máiquez á su presentación en Madrid, cu
yo vulgo, también de recalcitrante ignorancia, encontró imperfecto
todo lo que no fuese enfático y ridiculamente cadencioso; “no ac
cionar, no gesticular como un demente — dice un ilustre crítico es
pañol, — era ser frío; no declamar con énfasis, y casi cantando, era
ser insulso: porque se rebeló contra estos defectos, mereció Mái
quez de sus contemporáneos los dictados de galán de invierno, agua
de nieve, voz de cántaro y otros no menos necios y despreciables. ”
Máiquez no sacrificó sus ideales al mal gusto del público, y con ad
mirable constancia le hizo frente hasta conseguir que su escuela
prevaleciese, pues solía decir “ que la constancia y el tiempo todo lo
vencen, y que los obstáculos puestos á una innovación en sus prin
cipios no impiden que sea por fin admitida con aplauso, si tiene por
apoyo la razón,’’y el tiempo acreditó esta verdad. Máiquez, á su re
greso de París, alcanzó tantos triunfos cuantas representaciones dió
en el teatro de los Caños del Peral.
Lo mismo sucedió en México á Andrés Prieto, pero hasta que lo
gró triunfar é imponerse con su talento, no le faltaron penas. Para
ignominia propia, varios escritores, cuyos nombres no merecen ser
sacados del olvido, atacaron y censuraron al distinguido artista;
pueden verse en el periódico El Sol, varios de los artículos esos.
So pretexto de que la Empresa había fijado los precios de abono á
lunetas en quince pesos y los de palco en sesenta y cinco por mes,
de veinticuatro funciones, precios más altos que los usuales, un ar
ticulista que firmaba A. B. C., salió en el periódico citado tronando
contra empresarios y artistas. “El presupuesto que se nos ha dado
para justificar el alza, dice el escritor, es parecido á las cuentas que
llaman del Gran Capitán ; yo he hecho las cuentas, y repartiendo la
suma de los sueldos entre los individuos de la lista de la compañía,
con inclusión de Prieto y la Santa Marta, resultan sobrantes páralos
Sres. Sabatini, Valladares y los dos tenores que aun no llegan, vein
tinueve mil pesos, cantidad muy excesiva, y ahora salen los asentis
tas con que en aquel estado no están inclusos los trece mil pesos que
gozan Prieto y la Santa Marta: véase si se ha procurado ó no abu
sar de la credulidad de los espectadores y engañar al público.
“ Pasando á hablar de las mejoras tan decantadas por los asentis
tas en las compañías, me parece que para desmentirlas no es nece
sario más que decir que en la compañía de baile falta la segunda bai
larina, cuyo hueco no llenan Isabel Rendón, Ana Pardo y Desideria
Castañeda, que en la lista aparecen en su lugar: la primera fué bue
na para los sonecitos del país, y en el día ni aun para eso; las dos si
guientes no pasan de figurantas, aunque en el tal manifiesto las de
nominen bailarinas. Si el público podrá ó no negar el completo y
brillante estado de la Compañía dramática, que lo digan los especta
dores que han asistido á las funciones dadas hasta el día, y que no
hay una de que hayan salido contentos y sí muy mortificados y aun
reventados por haber tenido que sufrir la dirección de Estremera, los
gritos descompasados y contorsiones de Amador, la voz chirriosa,
llorona y amujerada de Herrera y al demasiado ridículo de Fernán
dez. Es cierto que esta Compañía tiene mucha más gente que el año
pasado; pero, como se dijo en El Iris, tiene muchos zoquetes, y la me
jora que debe darle Prieto (que hasta ahora no nos consta), será úni
camente para los días en que él trabaje, y aun en esos, ¿quién le ayu
dará? ¿podrá sólo un buen actor desempeñar una función para que sal
ga completa, aunque sea un Taima ó un Máiquez? Si Prieto es tan
bueno como se dice, ¿qué distancia habrá tan grande de él á cualquie
ra de los que deben hacer el segundo papel? Dicen los asentistas que
recargar hoy la Compañía con la plaza del Sr. Diego María Garay,
sería multiplicar sin necesidad los quebrantos de la Empresa; es ne
cesario perdonarlos, porque no saben lo que se dicen; pero sí es atre
vimiento, sólo disimulable por la ignorancia, que digan que no hay
necesidad de este actor á un público que ha visto las ocho funciones
que llevan dadas, de las que ni una sola siquiera ha sido regularmen
te desempeñada.”
El descaro del articulista no llegó al atrevimiento de atacar á Prie
to en la interpretación de Los Templarios, en que dicen estaba ad-
mirable, y aguardó que llegase otra función para decir lo que sigue:
“Anteanoche, por primera vez en esta temporada, asistí al Teatro
Principal, estimulado de lo mucho que había oído decir acerca de la
habilidad del antiguo actor Prieto. Se representó la comedia El sor
do en la posada, y, á la verdad, diré á ustedes francamente que la fa
ma que había corrido preconizando la habilidad de este actor, no co
rrespondió con lo que ejecutó; yo esperaba ver una habilidad extraordi
naria y nunca vista; pero, sea que el papel que representaba no
prestase materia para lucir, ó sea que el Sr. Prieto trabajó mal, el
resultado es que no agradó á una porción de gentes que estaban á mi
inmediación; yo esperaba de un actor tan afamado que hiciese guar
dar en la escena decoro y compostura; pero, cuál fué mi sorpresa al
ver lo contrario, y únicamente aconsejo al Sr. Prieto, si quiere con
servar su buen nombre, no olvide que el teatro es la escuela de las
buenas costumbres, y que debe guardarse el respeto, la buena moral
y el decoro á un público tan respetable............”
Por supuesto que en esas apasionadas censuras, además de las in
trigas de Garay, entraban en grado máximo el odio y la mala volun
tad que en grado creciente iba desarrollándose contra los españoles.
En la sesión de la Cámara de Diputados, de 15 de Abril, el famoso
Cañedo — y copio aquí el acta respectiva—“expuso que en todas las
naciones civilizadas se prohíbe la entrada á los enemigos; que conti
nuamente, á pretexto de emigración, están entrando muchos espa
ñoles, y éstos han conspirado en Guatemala, lo que se debe evitar,
prohibiéndoles la entrada mientras dure la guerra. Que, además, han
vuelto con unas intenciones perversas muchos de ios que se fueron,
desembarcando por varios puntos y bajo otros nombres, y siendo sa
bido que la España se vale de estos individuos para sus ideas, no de
ben permitirse aquí. Que también es público y notorio que hay un
rezago de expedicionarios y que éstos no pierden tiempo. Y, última
mente, que ya no es tiempo de andar con negligencia en esa materia,
debiéndose asegurar la tranquilidad pública.”
El influjo de esas predisposiciones de nacionalidad en ciertos ata
ques al actor español, se reveló más claro con motivo de una repre
sentación de la tragedia Pelayo. Un articulista de El Sol, refiriéndo
se á los actores que no teniendo la tacha de españolismo tomaron
papel en la obra, decía: “ La tragedia me parece buena, aunque mal
ejecutada por Estremera, pues no sabía su papel, y á la verdad, más
valía que estudiara lo que va á representar que no estarse metiendo
á director de piezas teatrales que el público detesta. El Sr. Mel
quíades lo hizo como regularmente acostumbra, y es, no sabien
do su papel. Los demás así, así. La Sra. Cecilia lo hizo bastante
bien, pues se conoce había estudiado: le suplico, y al Sr. Herrera lo
propio, dejen de usar ambos el tono que se han tomado, de plañir
en todos los papeles; la Munguía no lo hizo tan mal como esperá
bamos.”
El crítico pasaba después á vapular á Prieto so pretexto de haber
éste osado decir, en recomendación de la tragedia, que los actos gene
rosos del héroe español al liberar á su patria ó iniciar su reconquis
ta, tenían analogía con los de los héroes insurgentes mexicanos. El
tal articulista dióse por ofendido y mostró su estúpida instrucción y
ninguna caballerosidad en la siguiente diatriba: “La tragedia, Sr.
Prieto, por más que usted nos dijo ser análoga á nuestros héroes, no
me lo parece: si se compara con la historia, poco ó nada tiene de se
mejanza: en ésta sabemos que Pelayo, ese que nos presenta por hé
roe y le quiere dar analogía con los nuestros, desapareció de la ba
talla de Jerez; luego en Gijón fué grande amigo del moro, y según
se deduce, su confidente en sus amores con su hermana. Ese grande
amor patrio que demuestra Pelayo, no lo despertó el deseo de la li
bertad, y sí solamente el odio y la ansia de vengarse de un golpe que
le dió el moro, jugando á las damas, con el tablero. Ya ve usted que
no tiene esto semejanza con nuestros héroes, porque éstos no han li
bertado su patria por medios débiles ni por venganzas particulares,
sino por amor á la libertad y por deseos de verla libre é independien
te de la esclavitud en que la tenían esos godos que usted nos presen
ta llenos de honor y de virtudes. La representación de esta pieza y
otras de su jaez, no me parecen políticas en las circunstancias pre
sentes por infinitas razones que usted conoce y yo y todos conoce
mos.” Difícil parece que puedan superarse semejantes groserías y
falta de educación para con el huésped extranjero.
Llevó nuevos materiales á esas rencorosas críticas el poeta cubano
D. José María Heredia, que había llegado á México huyendo de los
disgustos y peligros que en la Isla habíase buscado. Queriendo seña
larse entre los malquerientes de los españoles, contra los que en esos
días circulaba un insultante papel, titulado Odio eterno á los gachupi
nes que intentan nuestra esclavitud, obra del profesor de primeras le
tras C. Ignacio Paz, hizo Heredia una apasionada crítica de algunos
defectos de Prieto y censuró acremente la traducción de la comedia
El mando cortejante, obra del actor. Hasta allí, Andrés Prieto había
sufrido en silencio las críticas y las diatribas, porque ellas partían de
escritores mexicanos y porque no estimó prudente empeorar la situa
ción que preparándose venía á sus compatriotas. No le pareció deber
hacer lo mismo con Heredia, quien, por más que renegase del país
de su cuna, nacido había en territorio español, y el actor contestó
duramente á la crítica, volviendo injuria por injuria.
Los periodistas mexicanos simpatizaban con Heredia é hicieron su
ya la cuestión y diéronse vuelo en contra de Prieto, sin respetar la
varonil dignidad de su víctima, que así dábales muestra de poseer
B. H, T—T. I.—30
no sólo un gran talento como artista, sino un enérgico valor civil co
mo caballero.
“En resumidas cuentas, dijo el articulista de El Sol, procurando
envenenar la polémica al tomar contra México lo que sólo se referia
á Heredia, nosotros los mexicanos fuimos unos majaderos porque no
aplaudimos los afectos bien expresados en la tragedia del Pelayo, que
arrancaron aplausos á los españoles y franceses, porque no nos puede
ser placentero el patriotismo de los Godos, porque fué siempre servil y
siempre el rey era antes que la patria, con quien confundían á esos mise
rables enemigos de la especie humana; y finalmente, si allí no encontra
ban defectos, aquí, hablando conforme á nuestro paladar, podemos
encontrarlos; y aquel que sufra la crítica debe procurar corregirse ó
defenderse con la moderación debida, con razones y no con sarcasmos,
porque ofender de un modo tan grosero á un escritor de tan buenas
cualidades como Heredia, es atacar el decoro de un público que apre
cia demasiado sus virtudes y su talento.—Finalmente, Prieto es un
actor sobresaliente, pero es hombre y puede y debe incurrir en algu
nos defectos, y que éstos se anoten y se le corrijan por Heredia ó por
otro de los que pagamos nuestro dinero, es una cosa natural y una
excesiva soberbia no sufrirlo, has autoridades, inclusas las supremas,
sufren la crítica de un cualquiera ciudadano, y la aguantan, porque
para esto es la libertad de imprenta, y el Sr. Prieto ¿no ha de tener
calma para sufrir una ligera reconvención, después de tanto mundo
y de haber vivido tanto tiempo en países libres? Yo no dudo, por con
siguiente, que en adelante se eviten personalidades odiosas, que He
redia seguirá con su crítica teatral del mismo modo que siempre, evi
tando la más leve sospecha de la parcialidad de que con razón ó sin
ella lo acusa Prieto, y que éste continuará desempeñando sus pape
les con la maestría que acostumbra, oyendo con ánimo sereno las
críticas.’’
A pesar de toda esa enemistad que en parte se moderó al ser con
tratados en fines de Abril Diego María Garay y Manuela García Gam-
borino, el talento y la buena escuela de Andrés Prieto lograron im
ponerse y ser admirados, como lo demuestra el hecho de que aun el
mismo apasionado censor, cuyo artículo en El Sol acabo de copiar
en parte, le llama actor sobresaliente y le recomienda continúe desem
peñando sus papeles con la maestría que acostumbra. Esos ataques fue
ron, pues, hijos más de la pasión política, que de la escasez de crite
rio del censor.
Largo sería dar siquiera breve noticia de las buenas y numerosas
funciones puestas en ese año en el Teatro Principal, ya tomando parte
en ellas Andrés Prieto, ya simplemente bajo su magistral dirección.
El tutor celoso, El Viejo y la Niña, El sordo en la posada, Pelayo, Tar
tufo ó el hipócrita, La niña en casa, Oscar, La escuela de los maridos,
El Café, El prisionero de guerra, Indulgencia para todos, El marido
cortejante, El desdén con el desdén, Los Templarios, El vergonzoso en
Palacio, Don Dieguito, Eduardo en Escocia, El Abate L'Epée, El es
condido y la Tapada, La Mojigata, El sutil tramposo, Graco, El Alcal
de de Zalamea y otras muchas obras del teatro antiguo, del contem
poráneo, del español y del francés, fueron el repertorio de esa Com
pañía, muy justamente favorecida por el público. Otelo ó el Moro de
Venecia, fué siempre un triunfo en cada repetición.
En i? de Agosto púsose en escena la tragedia en cinco actos, Selim,
obra del autor mexicano D. Luis Anteparán, que la dedicó á D. Ig
nacio Esteva, entonces Ministro de Hacienda. Según los papeles de
la época, la tragedia era perfectamente mala. El 14 de Octubre se pre
sentó con El si de las niñas y en el papel de Doña Paquita, la actriz
mexicana Guadalupe Munguía, de quien el revistero dijo: “no cabe
expresión más fiel de inocencia, sencillez, candor y sensibilidad, que
la demostrada por Guadalupe; ojalá adelante en la carrera que empieza
con tan buenas esperanzas, bajo la dirección de su maestro Andrés
Prieto, quien estuvo verdaderamente magnífico en su papel.”
El distinguido actor español vino por fin á reconciliarse con el poeta
D. José María Heredia, quien le pagó con imparciales y continuados
elogios las injustas y apasionadas críticas á que nos hemos referido.
El artista español agradeció el cambio de proceder de Heredia, po
niendo en escena el 8 de Enero del siguiente año de 1827 la comedia
El Tiberio, original del escritor cubano. Parece que la obra agradó y
que Prieto hizo una insigne creación de su papel, arrebatando al audi
torio y enloqueciendo de gratitud á Heredia.
La sección coreográfica obtuvo á su vez numerosos éxitos con los
bailes Los hermanos enemigos, La niña mal guardada ó el novio despe
dido, Zéfiro y Flora, El fanático por el baile, Los celos del Serrallo, Las
bodas de Camacho, Ni amor se libra de amor, La heroína americana y
otros. Los directores del cuerpo coreográfico eran Andrés Pautret y
su esposa, que establecieron una academia en la que admitían cuantos
jóvenes y niños les fueron presentados. Entre éstos estuvo Soledad
Cordero, llamada más tarde á ser insigne actriz mexicana: nacida en
1816 entró en la academia de Pautret en 1825, es decir, á los nueve
años de edad, y lució mucho en el citado baile Zéfiroy Flora, estre
nado el 5 de Mayo de 1826, según leo en un artículo de El Sol. Tam
bién tomó parte en el baile Ni amor se libra de amor, composición de
Pautret y muy elogiado á su estreno, verificado el 9 de Agosto, por su
bonita combinación y buena música; la Pautret estuvo muy bien en
la parte de Psiquis, la Gamborino en Venus, Aguila en Mercurio, y la
Cordero, Martínez, Rodríguez, Reinaldi, la Munguía y Juan Medina
en los pasos para los que fueron designados. Entonces, como en los
tiempos siguientes, los artistas tan pronto representaban como baila
ban, como tomaban parte en las óperas, con sólo que tuvieran media
na voz. Acabamos de ver que la Gamborino bailó en Zéjiro y Flora,
lo que no impidió que desempeñase el papel de la protagonista en la
comedia Fray Lucas ó el Monjío deshecho, dada á su beneficio el 15 de
Agosto. Dijimos también que los papeles públicos se la habían re
comendado á Prieto, como una primera actriz, que, con el primer actor
Garay, le era indispensable.
A propósito de los progresos de la sección coreográfica y en elogio
de su maestro Andrés Pautret, El Sol te 6 de Mayo publicó un remi
tido en que se decía: ‘ ‘Con singular deleite hemos visto ejecutar ano
che el baile de Zéfiro y Flora. Esta graciosa invención no desmiente
el genio fecundo y la maestría de su compositor el Sr. Pautret. Eos
episodios en que abunda están llenos de expresión y de gracia: la mú
sica es encantadora, los bailables bien colocados y vistosos, con par
ticularidad el cuarteto. Su desempeño en lo general ha sido el mejor,
y por él se ve la asiduidad y esmero con que el director hace sus en
sayos. No contento con cumplir dignamente con los deberes de un
buen director, ha tomado el noble empeño de dejar una grata y eterna
memoria á los mexicanos, para cuando haya de salir de entre nosotros,
como lo prueban sus desvelos en la enseñanza gratuita de los niños
que tiene á su cargo: el joven Melquiades dentro de poco tiempo será
un buen bailarín, lo mismo que la niña que lo acompañó en el padedú.
Debemos estar muy agradecidos al Sr. Pautret, y recompensaren parte
sus afanes y trabajos, tributando continuos aplausos á su conocido mé
rito. Su esposa y Aguila, también son dignos de nuestro aprecio, por
la parte que toman en las tareas de Pautret, y por su delicada ejecu
ción. En la Cordero y Rodríguez notamos cada día adelantos que son
debidos á la eficacia del director. Sentimos que en algunos bailes no
se presente el Sr. Pautret, y deseamos nos vuelva á hacer el de Elfa
nático, en el que desempeña con la mayor perfección el protagonista.”
Por lo que al cuadro de ópera toca, dícese que fué grato á aquel pú
blico, por entonces poco exigente. Ea Santa Marta ó sea Rita Gon
zález de Santa Marta, cantó con buen éxito Tancredo, La Italiana en
Argel, El tío y la tía, La travesura, El Marinerito, La peña negra, El
Secreto, El Barbero de Sevilla, La Isabela, La novia impaciente, Adolfo
y Clara y La Urraca ladrona, en que lució mucho Andrés Castillo, y
desempeñó la Santa Marta el papel de Pipo. Esta cantante fué tam
bién una excelente profesora que abrió una muy buena academia en
su casa habitación, en la calle de Betlemitas, núm. 1, y dió lecciones
particulares á las señoritas de las más distinguidas familias de la Capital.
Pongo fin á las citas relativas á ese año, copiando el siguiente ar-
ticulejo del tantas veces nombrado Sol: ‘ ‘Anoche 13 de Noviembre se
representó el interesante drama nuevo, titulado: La Victima del Claus
tro, y el público quedó gustosísimo por lo bien desempeñado que estuvo,
principalmente por el Sr. Prieto en el carácter de un sabio, prudente
y sensible ministro del altar; la Sra. Munguía en el de la joven Ma
tilde encantó á los espectadores por la energía, nobleza y propiedad
con que manifestó los sentimientos de una víctima despechada y en
tregada al dolor, al mismo tiempo que respetuosa y afable con su tirano
padre. Esta amable actriz se hace cada día más apreciable por su apli
cación, al paso que da con sus gracias un nuevo esplendor al teatro
mexicano. El Sr. Salgado no dejó que apetecer en el papel del joven
Don Carlos.”
CAPITULO IV
1827.
Tremendo fué aquel año de 1827. No discutiré si tuvo ó no razón
D. Carlos María Bustamante para asentar que los disgustos de esos
días provinieron de que D. Guadalupe Victoria no conocía la natu
raleza del sistema según el cual estaba obligado á gobernar, ni la
aplicación de las leyes complementarias, ni menos aún las garantías
que ofrece; pero sí haré observar, apoyándome en Bustamante, en
Zavala y en otros historiadores, que el Gobierno de Victoria no fué
ni tan fausto, ni tan próspero, ni tan benéfico á su patria como la
vulgaridad ha querido presentarlo.
En una oda, y no en verdad de las peores, que obtuvo mucha bo
ga, increpábale así el anónimo poeta:
“Podrás, fiero tirano,
llegar á domeñar la patria mía;
podrás, ardiendo en ambición, insano,
alzado en medio de la turba impía
mil sacrificios exigir. Acaso
los suspiros del pobre desvalido,
el llanto da la viuda, y los sollozos
del que fuera en tu nombre perseguido,
de placer llenarán tu pecho duro.
* ‘ Desde el recinto lóbrego y oscuro
do celebras del vicio los misterios,
do oprimes la verdad, do se levanta
el crimen colosal que ya presenta
el agudo puñal á la garganta
del que á sus solas tu maldad lamenta,
dispones de la suerte y la fortuna,
los brazos de los libres encadenas,
y apagando la luz de sus ingenios
á dura servidumbre los condenas.
“Se aproxima tu tiempo. Ven y espera;
el premio de tu afán que aqueste sea;
las provincias al hambre reducidas,
las ciudades y villas derrocadas,
y á tus miradas tristes y encendidas
las tribus de tus siervos prosternadas.
“Pero no esperes, no, fiero tirano,
de todos merecer adoraciones,
que aun respiran los Brutos y los Casios
y renacen los Decios y Catones.
“ ¡Ciudadanos! ¡valor! El monstruo indigno
educado en la escuela del ibero,
violar intenta nuestro augusto fuero.
El derrama tesoros, él prodiga
á la traición funesta sus desvelos,
él insulta sacrilego á los cielos,
desgarra el seno de la paz amiga,
concita la venganza y las injurias,
á nuestra vida insidia temerario
y enciende las antorchas de las Furias
‘ ‘ El veneno, el puñal, las asechanzas,
los odios y los celos, son los frutos
de su vil ambición; el caro hermano
al hermano aborrece: el asesino
exige el precio de su infando oficio.
‘1 ¿Y dormidos yacéis en ocio blando?
¡Oh! ¡padres de la Patria! El edificio
que los héroes del mundo levantaron
al alma libertad y á las virtudes,
¿abrigará en su seno
á un reptil débil de ignorancia lleno?
“Da gloria mexicana, los trofeos
con tanta sangre y vidas adquiridos,
nuestras leyes eternas é inmutables
¿habránse de perder en sólo un día
sucediendo la negra tiranía?
“ ¡Oh! ¡padres de la Patria! en vuestras manos
la espada vengadora resplandece
y el rayo, destructor de los tiranos.
“Salvad la Libertad, y vuestros nombres
en tablas de diamantes esculpidos,
recordarán constantes á los hombres
vuestros hechos, por siempre esclarecidos.”
Claras están en la anterior composición las alusiones á la masone
ría de esos tiempos, tan funesta para México. “El establecimiento
de las sociedades yorquinas—dice D. Lorenzo de Zavala—fué un lla
mamiento al pueblo para organizarse contra las clases privilegiadas.
Las dos asociaciones de yorquinos y escoceses parecían dos ejércitos
lanzados el uno contra el otro en toda la extensión de la República.
Un entusiasmo general se había apoderado de muchos hombres que
veían en el establecimiento de los yorquinos su felicidad; los preten
dientes de empleos un fácil acceso á los que los distribuían; los libe
rales una columna fuerte de la libertad y de las instituciones; los
grandes empleados un sostén, un apoyo en la fuerza de la opinión;
los ricos y grandes propietarios un asilo en las turbulencias políticas.
En ese afio, 1825, nació esa funesta clasificación de yorquinos y es
coceses, bajo cuyos nombres han combatido en la República durante
cinco años las ambiciones disfrazadas de sus directores. La inmensa
mayoría de la nación no tomaba parte en esas agitaciones en que los
hombres que predicaban más patriotismo eran los que menos servi
cios hacían á sus conciudadanos. Empleados y aspirantes á destinos
públicos poblaban las logias yorquinas y escocesas; los generales que
ambicionaban mandos ó ascensos á grados superiores ó quizás la pre
sidencia de la República; Senadores, Diputados que procuraban ser
Ministros ó reelectos en sus destinos; Ministros que esperaban con
servarse en sus puestos por ese arbitrio: hé aquí los elementos de las
asociaciones de que trato. Para encubrir estas miras se hacían mu
tuas recriminaciones y se acusaban ante el público los unos á los
otros......... ” En Setiembre de 1826, varios senadores que no podían ser
tachados de poco liberales, pidieron se procurase la extinción de las
logias, por lo que pudieran influir en la pérdida de la libertad y en
el desprecio de las instituciones; pero el gobierno encontró modo de
burlar á los proponentes, quienes no se atrevieron por entonces á in
sistir, mereciendo la burla de un periodista, que los puso en ridículo
en un papel que, al uso de la época, tituló: "Tronó en el Senado un
cohete y salió un domingo siete.”
Según el atrabiliario pero valiente periodista ó folletista de esa épo
ca D. Francisco Ibar, el modo con que el gobierno burló el clamor de
quienes pedían la supresión de las logias, fué el autorizarlas para que
tomasen la apariencia de casas de juego, pretextando que el tesoro pú
blico estaba necesitado de recursos, y podía sacarlos de la reglamen
tación de un vicio que no era fácil extirpar, y convenía hacer menos
peligroso y ruinoso reglamentándolo y obligándolo á no ocultarse y
esconderse: “ Qué vergüenza!—exclama Ibar,—qué vergüenza pa
ra la República el que se vean grandes rotulones, en los que se leen
con indignación estos lemas de la corrupción: Juego de monte con su
perior permiso......... !" Así pues, “el antemural con que se parapetan
esos facciosos, es ese vuelo dado á los juegos, autorizándolos con su
consentimiento, con tal que paguen. De aquí es, que al sorprender
una reunión de masones inmorales sacan sus barajas, y con desca
ro exponen que es una reunión de amigos que se están divirtiendo.
Tal es el descargo con que inutilizan la prueba auténtica de cogerlos
reunidos, y con el que trabajan en la ruina de la patria, á la sombra
del mismo gobierno. Y después de esto ¿aun permitirán nuestros ac
tuales jefes que se prolongue esa licencia de jugar públicamente, con
daño de la tranquilidad pública y con el escándalo universal? Dero
gúese al instante esa ley inicua; recójanse esas patentes vergonzosas,
y entonces se podrá agarrar á los facciosos: quitando el pretexto, ellos
se guardarán de formar reuniones, y si las formaren y se les sorpren
diere, cuélgueseles al momento de los balcones de la casa misma en
que se pillen: de lo contrario, ellos se burlarán con insolencia de las
providencias más enérgicas .... Las reuniones esas se forman en la
mitad del día y en los parajes más públicos de la ciudad; se forman
en San Jacinto en la posesión que ha adquirido Isidro Rafael Gon-
dra: en la calle de Cadena, en la casa de Rejón; en la casa de Mone
da, en la habitación de Rionda, en el Colegio de San Ildefonso, en
los entresuelos llamados de la Pinacata, esquina de la calle Real; en
el cuartel de cívicos, á la sombra de la guardia, de la calle del Hos
picio: en la calle de Ortega, en la casa de Arce, quien al ser descu
bierto tuvo el descaro de decir con insolencia ¿ya no se pueden reu
nir los amigos?; pero si era una reunión de amigos ¿porqué se despa
chan fuera de la casa á los criados, mientras que la forman? ¿por qué
dicen que era un almuerzo, cuando no había que almorzar?’’
A poner en peor estado las cosas vino el periódico diario El Correo
de la Federación, del cual D. Lorenzo de Zavala, que fué uno de sus
editores, dice lo que sigue: “Estaba escrito en el sentido del partido
yorquino, y de consiguiente contaminado de las aficiones de secta: en
estos diarios se depositaban los odios, los rencores, las pasiones de
los partidos, y, lo que es peor, de las personas .... sin atención á lo
que se debe á la verdad, á la decencia pública y á la conciencia. A
falta de datos se fingían hechos, se fraguaban calumnias .... Así es
que los periódicos redactados por semejantes gentes, corrompen el
gusto del pueblo, hacen odiosa, ó al menos desagradable, la libertad
de imprenta, extravían el gusto del público y alimentan los odios de
partido. ’ ’
Principió el año de 1827 con la instalación del segundo Congreso
General,verificada el día primero de Enero: “Más de la mitad de sus
miembros—dice Zavala—lo eran también de la sociedad de yorqui-
nos y muy pocos solamente de las logias escocesas; en los Estados
las Legislaturas estaban también compuestas de yorquinos. Entramos
pues, en un período en que las facciones, abandonando los trámites
constitucionales, se lanzaron á la arena para disputarse la presa en
el campo de batalla, buscando en las bayonetas el apoyo que no en
contraban en la justicia de la causa y oponiendo la fuerza brutal al
imperio augusto de las leyes. ’ ’ En el último tercio del siguiente año
habrían de verificarse las elécciones de sucesor de Victoria, y antes
de que ellas llegasen, importaba á los yorquinos haber nulificado á los
escoceses, que con grande actividad venían reorganizándose, y á su
vez á los escoceses importaba haber debilitado á los yorquinos para
que no hiciesen jugar en las elecciones la influencia gubernativa de
que disfrutaban.
Uno y otro partido son igualmente criminales ante la historia, pues
como con exactitud dice el autor citado, los escoceses se dirigían á la
tiranía militar y los yorquinos al despotismo de las masas, tanto más
insufrible cuanto mayor es la ignorancia que las domina. La astucia
y los mayores elementos estaban de parte de los escoceses, como que
en ellos vinculaban todos los intereses que produjeron con el Plan de
Iguala la independencia; pero ese mismo hecho arrojaba sobre ellos la
tacha de borbonistas por sus alianzas con los españoles que aun que
daban en el país, intereses que se suponían contrarios á la indepen
dencia no reconocida por España, que era sabido trabajaba con la Santa
Alianza para la reconquista de sus antiguas colonias. Los yorquinos,
que iban á su fin sin pararse á discutir los medios, encontraron en esta
última circunstancia el arma decisiva de su triunfo, y lanzando la acu
sación de traidores á los escoceses, revivieron los no extinguidos odios
insurgentes y provocaron á las masas ignorantes y burdas al combate,
alentándolas con la promesa del despojo de gachupines, disfrazado de
patriotismo y de exigencia de salud pública.
A cada instante, á cualquier movimiento de un buque español que
entraba ó salía de la Habana, se anunciaba como próxima é inminente
la invasión de las costas de México, y el Gobierno, necesitado de re
cursos, explotaba estos rumores, ya para obtener facultades discrecio
nales con que anonadar á sus enemigos, haciéndolos sospechosos de
traición, ya para hacerse de dinero y obtener, como obtuvo del Senado,
la facultad de disponer de dos millones de pesos para fortificar la costa
de Veracruz.
Hasta allí ningún fundamento evidente habían reconocido estas
alarmas; pero á partir del 19 de Enero de 1827, las supuestas traiciones
borbonistas presentáronse como innegables, con motivo de una cons
piración iniciada por un fraile de pésimos antecedentes, llamado Joa-
B. H. T.—T. I.—31
quín de Arenas, tan imbécil ó loco, que lo mejor que se le ocurrió para
atentar contra la independencia de México, fué el proponérselo á las
mismas autoridades mexicanas interesadas en impedirlo. El partido
escocés, de quien se supuso ser hechura ó agente el tal Padre Arenas,
protextó contra ello, proclamando que la ponderada conspiración era
una farsa de los yorquinos, sin base ni fundamento de ninguna especie;
pero sus negativas se achacaron á cobarde empeño de negar su com
plicidad en un plan abortado, y los yorquinos lograron su propósito de
presentar como traidores á los escoceses y como un peligro para la in
dependencia á los españoles, identificando con éstos á aquellos ante
el odio de las masas, que eran su fuerza principal.
Entonces y después se dijo, y tuvo Ibar el valor de imprimirlo en
su periódico La Regeneración, que todo fué obra ‘ ‘de desvergonzadas
intrigas puestas enjuego para apoderarse de los empleos, quitándolos
á los que los tenían. En el centro de las tinieblas, en la gran logia de
York, que había sustituido á la del Aguila Negra, gracias á la maldad
del inicuo Poinsett, se tramó la conspiración más sangrienta y tam
bién la más falsa que los siglos han visto, para perder á aquellos que
podían hacer sombra á los planes de los aspirantes. Para ello se pro
curó exaltar el fanatismo del fraile Arenas, y pronto se le condujo al
matadero para que nada pudiese descubrir. Si se registraran por per
sonas imparciales las tales causas del fraile Arenas y de los demás que
fueron al patíbulo,se hallaría que la intriga y el odio fué la única causa
que les proporcionó la muerte. Esta verdad es inconcusa, y es de notar
que cuando todos los mexicanos esperaban ver comprendidos en el aten
tado del fraile Arenas á la mitad de la República, según la exageración
de los inventores de la conspiración, vimos que sólo cuatro individuos
fueron el blanco de su rencor y rabias. No habiendo surtido el efecto
deseado este plan (porque los escoceses negaron la supuesta complici
dad con Arenas), se echó mano de otra trampa más inaudita; la de
suponer despachos de Fernando VII para los hombres más amantes de
su país, cuyos despachos se habían de interceptar en los correos, y
de esta manera hacerlos criminales, y por consecuencia castigarlos con
la pena de muerte como traidores á la patria. A pesar de que esta ma
niobra se puso en planta, fué á tiempo denunciada al público por me
dio de un impreso titulado Los malvados se descubren cuando menos se
imagina, y sus autores abandonaron la empresa casi al ejecutarla.”
D. José María Bocanegra que en su calidad de abogado tuvo que
hacer las causas formadas al Padre Arenas y demás reos, no logró sin
cerarse de la fea nota de haber intervenido en un asesinato jurídico,
según indicó Zavala en su Ensayo Histórico. De la débil defensa que
de sus actos y contra lo dicho por Zavala, intentó Bocanegra, resulta
que para dictar las sentencias sólo se procedió por indicios, sin haber
obtenido plena prueba de la conspiración, y resulta también que el
Gobierno no se atrevió á hacer pública la causa íntegra, quizás para
que no se echasen de ver torpes intrigas, y se limitó á dar de ellas un
extracto que formó, de orden superior, Bocanegra. No faltan quienes
den como cosa cierta que todo lo sucedido en el asunto del Padre Are
nas fué efectivamente una intriga yorquina, mala y torpemente trama
da, para salir de la cual, fué necesario sacrificar al imbécil y desventura
do Arenas y á otros infelices. Y se apoyan para creerlo así en lo confuso
de los extractos y documentos publicados, y en la defensa que del prin
cipal reo hizo el teniente del primer batallón permanente D. Manuel
Andonegui, no por amor del prójimo ni por su gusto, pues claramente
manifestó que le dolía el que siendo mexicano no estuviese en su ar
bitrio eximirse de defender á un español. El teniente Andonegui no
pudo, á pesar de la repugnancia con que aceptó aquel cargo de oficio,
cerrar sus ojos á la verdad, y vino á demostrar ‘ ‘que no hay en la causa
toda un dato positivo que acredite que el plan era restablecer el go
bierno del tirano de España, y sí sólo presunciones que no salen de la
esfera de presunciones: que falta la existencia del cuerpo del delito,
porque por mucho que se trabaje no se encontrará el plan que se ase
gura presentó al Comandante General, y sí sólo algunas copias, nin
guna dé las cuales tenía el Padre Arenas cuando se le aprehendió y
cuando se hizo un cateo formal en su celda, debiéndose tener enten
dido que no se le dió lugar para prepararse á una ocultación. Esas
copias y otros papeles, aparecieron preso ya el Padre Arenas y por con
ducto miserable y sospechoso. Su delito, que el defensor no niega, se
reduce no á volvernos al dominio de España, pues no hay dato positivo
que lo acredite, sino á haber querido reducir al Gral. D. Ignacio Mora
para que se adhiriese á un plan, que tampoco corre en la causa, cuyo
objeto principal era conservar la religión en los propios términos en
que se hallaba en el año de 1808: así, no se trató más que de cosas de
aspecto religioso, y no hay mérito para aplicarle la pena de muerte. En
todo ello sólo se ve que Arenas tiene la cabeza trastornada por el fu
ror del fanatismo, y así dió el paso atrevido de dirigirse al Sr. Mora
sin llevar amistad con él, sin contar con su opinión, y sólo frenética
mente cegado por demente fanatismo religioso pudo entregarse á sus
manos para que procurara su castigo.”
Pero el golpe ya estaba dado; ni se podía ni convenía retroceder, y
bueno ó malo se tenía el pretexto para aniquilar á los escoceses y á los
españoles, á quienes en ese tiempo se les llamaba coyotes, y contra los
cuales se cantaba una copla que decía:
Nula es nuestra independencia,
falsa nuestra libertad,
mientras tengan los coyotes
el palo, el mando y el pan.
Preciso era aprovechar las circunstancias y para convencer á los
yorquinos de esa precisión, empleáronse todos los medios hasta el de
aplicarles una fabulilla que con deleite reprodujeron todos los papeles,
y decía así:
‘ ‘Todos los días barría
mi criada el aposento,
quitando como de intento
cuanto una araña tejía.
“Maldita tela! decía;
¡que no he de poder con ella!
Mas yo la dije:—Doncella,
¡cuánto tu celo te engaña!
como no mates la araña
no acabará tu querella.”
Poniendo manos á la obra, el 14 de Mayo se promulgó una ley dic
tada el 10, ordenando la inmediata separación de los españoles de los
empleos públicos que venían disfrutando; en 2 de Junio y en el camino
de Chapultepec que conduce á Tacubaya, al pie del puente que aun
existe allí, fué fusilado por la espalda el Padre dieguino Fr. Joaquín
Arenas. Animados con estos ejemplos de rigor, en Oaxaca y en el Sur
numerosos cabecillas volviéronse á alzar en armas, renovando sus exi
gencias de expulsión de españoles, que allí y aquí y en todas partes
se vieron injuriados, maltratados y perseguidos con un encono y una
crueldad de que es difícil dar idea en un libro como éste, que ni puede
ni debe entrar en más pormenores.
Así las cosas, el Coronel D. Luis Castrejón, dueño de una regular
fortuna y como pocos entusiasta por los espectáculos teatrales, tuvo
la para él pésima ocurrencia de hacerse empresario de nuestros Coli
seos, para traer á ellos la ópera italiana, que en los Estados Unidos
venía haciendo las delicias de nuestros vecinos, cantada por los sin
gulares artistas de que era jefe y alma el gran tenor, grande entre los
más grandes, y célebre entre los más célebres, D. Manuel García, na
cido en Sevilla en 22 de Enero de 1775, muerto en París el 2 de Junio
de 1832.
Este eminentísimo artista había empezado su carrera musical á los
seis años de edad, como niño de coro en la catedral de Sevilla. Eas
excepcionales condiciones de su voz hicieron que fuese solicitado para
algo de mayor lucimiento que el canto eclesiástico, y á los diez y siete
años se estrenó con extraordinario éxito en el teatro de Cádiz. No lo
alcanzó menor en Madrid, en el de los Caños del Peral, con la inimi
table Briones y el donosísimo Cristiani, y allí también se reveló com
positor con sus operetas El reloj de madera, No hay guardapara el amor,
Quien porfía mucho, alcanza; El poeta calculista, y otras primicias de
su genio original y fecundo.
El nombre hasta allí adquirido y su noble ambición de gloria, le
llevaron á París, en cuyo teatro Italiano hizo su primera representa
ción el ii de Febrero de 1808, con la Griselda de Paér, alcanzando
un extraordinario triunfo. Allí se hizo admirar y querer por la fogo
sidad con que animaba la escena, contrastando con la frialdad y fal
ta ’de mímica de los cantantes italianos. En 1811 cantó en Turín,
Ñapóles y Roma, entusiasmando á aquellos entendidos públicos: allí
recibió lecciones de Anzani, uno de los mejores tenores italianos,
quien le enseñó vocalización y le infundió las tradiciones de los gran
des artistas del siglo XVIII, que García trasmitió más tarde á sus
discípulos.
En 1812 hizo cantar en el San Carlos de Ñapóles su ópera El Ca
lifa de Bagdad, con gran éxito, y allí conoció á Rossini que escribió
para él la Elisabetta. “El compositor, exclama un biógrafo del artis
ta español, acaba de encontrar á su más digno intérprete, y nadie ha
llegado á personificar á Almaviva con mayores gracias y finezas.’’
En 1816 volvió al Italiano de París, haciendo la delicia de sus admi
radores en el Paolino del Matrimonio Secreto, en Cosí fan tutte de Mo-
zart, y en la Italiana en Argel de Rossini. Ea Empresaria, Mad. Ca-
talani, sintió celosa envidia del aprecio que García alcanzaba, y el
gran artista dejó su compañía y pasó en 1817 á Eondres, donde, co
mo en todas partes, obtuvo inmarcesibles lauros.
Su cariño á París le hizo regresar bien pronto á la gran Capital
del arte, y en ella, de 1819 á 1824, continuó cosechando laureles en
Otelo, en Almaviva y en Don Juan, los tres florones de su corona ar
tística, “pues que, habla su biógrafo francés, esos personajes jamás
han encontrado más potente y sublime intérprete."
Ea fama de Manuel García, salvando los mares llegó á la Améri
ca; los Estados Unidos del Norte quisieron á su vez admirar á aquel
grandioso talento, y García partió para ese país al frente de una ex
celente Compañía en la que figuraban el tenor Crivelli, Angrisani,
el bajo Rosihc, la Barbieri, su misma esposa y sus hijos María y Ma
nuel. Eos resultados, así artístico como pecuniario de su estancia en
Nueva York, fueron tan buenos que García resolvió fijar allí su re
sidencia: pero los rigores de aquel clima extremoso quebrantaron á
tal punto su salud, que mudando de parecer y ya suficientemente ri
co, resolvió regresar á su querido París. Contaba entonces cincuenta
y dos años de edad y treinta y cinco de brillante carrera.
Sobre sus méritos, se expresa así el Diccionario de Larouse: “Pue
de decirse que García no ha tenido rival ni como cantante ni como
actor: esta sorprendente reunión de cualidades escénicas, rara vez se
ha encontrado en tan superiores proporciones como en el tenor sevi
llano. Ya era un día el elegante Almaviva, gracioso y correcto, ya
otro el admirablemente satánico Don Juan, ya, en fin, el salvaje Ote
lo rugiendo como un león y sacudiendo su negra cabellera en terrible
acceso de celos. Quipourra jamais nous rendre García?"—exclama
el biógrafo.
Las obras de García cantadas y aplaudidas en todos los teatros de
Europa, fueron, aparte de las ya citadas, La Florinda, El Califa de
Bagdad, El Principe de Ocasión, é II Fazzoletto, óperas cómicas; La
Donzella di Raab, La Muerte del Tasso, Florestán ó el Consejo de los
Diez, y El Abufar. Universalmente conocidas eran su Endimión, can
tata á tres voces: sus excelentes misas, sus arias, sus oberturas, sus
sinfonías y las innumerables composiciones del género español, que
circulaban en todos los conciertos y academias. Pero lo que más con
tribuyó á perpetuar su nombre, fué su incomparable Método de canto
ó Arte de aprender á cantar, obra enteramente original y única, en
que no sólo se hallan filosóficamente combinados todos los principios
que puede necesitar el que desee cantar bien, sino que se dan reglas
seguras para evitar los defectos que se oponen al fácil manejo de la
voz y para adquirir la flexibilidad que requiere el canto más difícil,
sea cual fuere la calidad de la voz del que aprende. García da en esos
elementos consejos útiles para adquirir la expresión musical, perfec
ción rara que hasta allí había sido considerada más bien como un don
de la naturaleza que como una cualidad que el arte puede trasmitir.
Con tales principios fué como formó á sus eminentes discípulos Nou-
rrit, Meric Lalande, Rimbaut, Favelli, Geraldi y, sobre todo, á sus
hijos Manuel, María ó la Malibrán, y Paulina ó la Viardot.
“Manuel García—añade otro de sus biógrafos—ejecuta con igual
facilidad las obras maestras de los más eminentes compositores: la
flexibilidad de su talento como actor es una de sus prendas más dig
nas de admiración: en Otelo parece inspirado por la musa tenebrosa
y sangrienta de Shakespeare; en Almaviva lo está, en efecto, por los
recuerdos de su patria y por toda la gracia y soltura de Andalucía.”.
Tal era el artista, que, después de muchas dilaciones y á costa de
mil esfuerzos, hizo D. Luis Castrejón venir á México, que sólo co
nocía medianías muy apreciables, pero medianías al fin.
El 22 de Enero del año de 1827, año de cuyos espectáculos nos
ocupamos, nuestro Andrés del Castillo había cantado por primera vez
en México, en castellano, por supuesto, y en el Teatro Provisional
ó de los Gallos, el Otelo de Rossini, repetido con mucho éxito el 30
del mismo y el 4 y el 13 de Febrero, en cuyo mes el insigne Andrés
Prieto y su Compañía dieron El Gran Conde de Saldaña, La Muerte
de Agamenón, El Seductor moralista, El amigo intimo, y otras, con las
óperas Otelo y Tancredo, alternando con sus espectáculos las expe
riencias y suertes del físico y aeronauta Mr. Perinor.
Pasada la Cuaresma y venida la Pascua, en que quedaron, con dis
gusto del público, fuera del cuadro la Munguía, Fernández, Estre-
mera, Garay, Amador y Herrera, suplidos con Palomera y con Arias,
y sin ajuste Rita González de Santa Marta, dió principio la nueva
temporada, siguiendo siempre al frente de la Compañía Andrés Prie
to. Sin embargo, sus tareas casi se redujeron á las de simple Direc
tor, pues como acababa de pasar lo del Padre Arenas, el público ba
jo andaba exaltado contra los españoles; Prieto, que lo era y hacía
gala de serlo, fué molestado más de una vez hallándose en escena,
por los que con el nombre de cócoras formaban y forman aún un círculo
de espectadores groseros, ordinarios y, las más de las veces, indecentes.
Muchas veces, cuando su talento se imponía obligando al público
á estallar en formidable salva de aplausos, los cócoras le gritaban:
¡Bravo por el gachupín! ¡Bravo por el coyote! denigrantes apodos muy
en uso entonces, y nadie ignora cuán doloroso es verse insultado allí
donde uno está de visita ó se hospeda, y sin posible revancha por la
mayoría numérica de los cobardes ofensores.
Cuando estuvo seguro de que García habíase puesto en camino
para México, el Coronel Castrejón procedió á recomponer y adornar
con relativo lujo el Teatro Principal, empleando en ello una fuerte
suma, y desde luego sufrió un primer tropiezo al solicitar del Ayun
tamiento la licencia para el nuevo espectáculo, pues la Corporación
Municipal encontró excesivos los precios señalados á las localidades
por la Empresa, y dispuso se rebaj asen según tuvo por conveniente.
Reclamó Castrejón con energía y aun llegó á anunciar que en caso
de no permitirle cobrar dos pesos en patio, ocho en los palcos, veinte
reales en anfiteatro y cinco por entrada general, desistiría de dar
principio á las funciones. En apoyo de su solicitud adujo la cuantía
de sus sacrificios en pro del esplendor y fausto de nuestros teatros,
lo nulo de sus utilidades por efecto de la situación angustiosa y alar
mante que atravesaba el país, ponderó los méritos mil de Manuel
García y trató de demostrar la importancia civilizadora del nuevo es
pectáculo.
El Regidor D. Matías Fernández, á nombre de la mayoría de sus
compañeros, impugnó los fundamentos de la solicitud del empresario
y el dictamen de la Comisión de Teatros y petición de los síndicos fa
vorables á aquél, sosteniendo que ni al Ayuntamiento le importaban
un ardite las pérdidas ó ganancias de un empresario, ni á sus miem
bros les constaba si el mérito del artista era real ó exagerado, ni podía
permitir la Corporación Municipal, como representante del pueblo,
que á las clases ínfimas se les impidiese civilizarse é instruirse, estor
bándole con lo exagerado de los precios, la asistencia á la ópera. Tam
bién creyó oportuno que se hiciese loposible para estorbar que los extran
jeros se llevasen el dinero que tan necesario era en México, aunque esos
extranjeros fuesen grandes artistas, tasando á cuotas altas su talento.
Al fin, la mayoría armada en autoridad, triunfó del empresario y le
ordenó que cobrase los sillones de anfiteatro á dos pesos, el asiento en
patio á doce reales, los palcos á siete pesos y la entrada á las cazuelas
ó galería, á cuatro reales.
“Es menester, escribía El Sol, reclamar francamente la conducta
del Ayuntamiento de México, que llevado de su excesivo celo por el
bien público, ha traspasado nuestras instituciones y los principios,
obligando á los empresarios á dar sus famosos espectáculos por los
precios que fijó la misma Municipalidad, bajando los que había desig
nado la empresa. Nosotros, que no tenemos ni el más ligero participio
en ella y vemos, por consiguiente, el negocio con despreocupación,
consideramos el ataque formidable que el Ayuntamiento ha dado á la
libertad y á la propiedad. Todos los días oímos recomendar estas pre
ciosas garautías; la Constitución las consagra y son los primeros prin
cipios de una República: cada uno es libre para hablar, para escribir
y para obrar, como no ofenda la moral y las leyes; cada uno tiene en
su propiedad un derecho absoluto por el que dispone de ella igual
mente á su arbitrio, sin que ningún particular ni autoridad alguna,
por elevada que sea, pueda perturbarlo en el uso de ese derecho: este
es el sistema en que vivimos, éste el de un país libre, éste el de una
República.
“¿Cómo, pues, el Ayuntamiento se ha entrometido á que los em
presarios de la grande ópera hayan de presentar sus diversiones por
cierto precio contra su voluntad, quitándoles por la fuerza de la au
toridad el arbitrio en que se hallan de arreglarlos conforme á sus in
tereses? Si las Constituciones no son los almanaques para sólo el año
en que se sancionan, si las leyes no han de ser de resorte, y si hemos
de ser escrupulosos para salvar los principios, el Ayuntamiento ha
cometido una violencia que no podía pasar en silencio.
‘1 En buena hora que sus deseos se dirij an á que se extienda el círculo
del pueblo que haya de disfrutar de las distracciones públicas; pero
si estos deseos se han de cumplir á trueque de tropelías anticonstitu
cionales, el pueblo que agradece á los señores capitulares su empeño,
les dispensa de los medios de lograrlo á tanta costa. El Ayuntamiento,
para conseguirlo legalmente, puede reponer á los empresarios el déficit
que les resulte por seguir la tarifa capitular.
“En Europa los gobiernos gastan sumas cuantiosas para conservar
los teatros principales: imitando el Ayuntamiento de México tales
ejemplos, se convendría fácilmente con los asentistas en la baja de los
precios. Así quedaría el público complacido de todos modos, y reci
biría con mayor aprecio la caravana de Su Excelentísima Municipa
lidad, pues que no se la haría con sombrero ajeno.
“No sabemos por qué el Ayuntamiento ha tomado esa particular
ingerencia en los teatros, hasta el extremo de arreglar por sí los precios
de entrada, cuando no se maneja del mismo modo respecto á la mul
titud de objetos de su inspección, y de que el pueblo tiene necesidad
más forzosa que de espectáculos de puro lujo. Si nuestro ilustre Ayun
tamiento se cree autorizado para estos procedimientos con respecto á
nuestros teatros, ¿por qué no ejerce esas facultades en señalar el valor
del agua, pan, carne y otros comestibles? ¿Por qué asimismo no obliga
á los mercaderes á vender sus efectos por precios cómodos á juicio de
los Regidores? De este modo lograría el Ayuntamiento en todas oca
siones el fin que hace valer en cuanto á teatros. Porque si redujese á
quince ó veinte pesos el vestido de cincuenta, sería más extensa la
órbita de las personas que disfrutasen este lujo. Pero para nada de
esto se halla autorizado el Ayuntamiento, y no se alcanza de dónde
emana tan desmedida autorización, por la que se sobrepone á las sa
gradas consideraciones expuestas; y ya que la ha ejercido, el Gobierno
contendrá abuso tan escandaloso.
“No se justifique el Ayuntamiento con haber creído que es suma
mente alto el valor de asientos propuesto por los empresarios, porque
además de que todo hombre puede imponer á sus mercaderías los pre
cios que quisiere, so pena de atacarse la libertad y propiedad por el
funcionario que impida ese arbitrio, se ha de atender á que nada es
caro ni barato sino respectivamente. Ros precios que ha habido en el
teatro antes de ahora pueden llamarse subidos, porque las más de las
funciones eran malas, y el público estaba disgustado como lo mani
festó muchas veces; los que habían arreglado ahora los empresarios
pueden decirse regulares, supuesto que se presenta un espectáculo que
por todos sus aspectos es digno del gusto de los mexicanos, y que en
las capitales y principales ciudades de otros países se paga bien; por
que para su establecimiento se escogen las mejores habilidades en los
ramos que lo componen, y todo se ejecuta con ostentación y elegancia.
“En la Grande Opera Francesa de París el asiento en balcón cuesta
diez francos, y en la Italiana siete francos cincuenta céntimos; la di
ferencia que hay entre esos dos pesos y doce reales y los precios se
ñalados por los empresarios para iguales lugares en nuestra Gran Opera
Italiana, la producen mil causas, y entre otras el dinero con que contri
buyen los gobiernos para sostener esos teatros, la mucha mayor ca
pacidad que ofrecen los edificios, la comodidad de la obra de mano para
todo lo necesario de adornos, instrumentos y demás.
“¿Tendrán los mismos precios en México que en Francia ó Ingla
terra los pianos, arpas é instrumentos precisos para la orquesta, los
candiles para la iluminación, las lanas, sedas y lienzos para los ves
tidos, las pinturas y adornos para decoraciones y otra infinidad de ar
tículos indispensables para la empresa? Es imposible. Con todo eso,
en la Gran Opera de Londres, cuyo teatro es capaz para más de seis
R. H. T.—T. I.—32
mil personas, en un país tan sumamente barato para los objetos ex
presados, cuesta un asiento igual á los referidos veintiún reales.”
El redactor de El Sol, concluía su artículo insistiendo sobre la li
bertad en que debía dejarse á los empresarios para imponer sus pre
cios, y recomendando al Gobernador del Distrito que pusiese coto á
los abusos de autoridad del Ayuntamiento, pero sin conseguir su pro
pósito, según pronto vamos á ver.
CAPITULO V
182 7.
El viernes 29 de Junio, festividad de San Pedro y San Pablo, y año
de 1827, dió Manuel García su primera función de ópera en el Tea
tro Provisional ó de los Gallos, con El Barbero de Sevilla, de Rossi-
ni, cantado en italiano: la segunda la dió en la noche del domingo
primero de Julio, repitiendo la misma obra, en la que, como hemos
dicho, no tenía rival.
El periódico El Observador de la República Mexicana, dijo del estre
no: ‘‘Desde el día 29 se presentó este distinguido actor en el Teatro
Provisional, habiendo su desempeño correspondido á la impaciente
expectativa que fué común desde que se anunció su arribo á las pla
yas de nuestra República, por lo que todos se hallan contentos, an
siosos y satisfechos. ” En el mismo número de El Observador, se insertó
un estudio biográfico de García, escrito en Londres por D. José Joa
quín de Mora, y publicado en su No me olvides del año de 1825.
La fama del artista, el buen gusto de muchos y el instinto novele
ro de los más, llenaron de bote en bote el Teatro Provisional, elegi
do por Castrejón con preferencia al Principal que también tenía arren
dado y en que mantuvo á Prieto y su Compañía Dramática, por ser
el de las Moras mucho más capaz que el antiguo Coliseo. Todas las
primeras funciones fueron extraordinarias, hasta el 9 de Julio, en que
se publicó un aviso citando á las personas que desearen abonarse á
verse con el Administrador del Principal, D. Cayetano Castañeda, en
la inteligencia de que las funciones de abono comenzarían el viernes
13, con el estreno de la ópera Abufar, composición de García.
Con gran sorpresa encontróse aquel incomparable artista blanco de
las más enconosas censuras, y decimos con gran sorpresa, porque co
mo él mismo manifestó'á los editores del Sol, acostumbrado estaba
á ser elogiado en todas partes, y para él todos los países eran uno
sólo y, como artista, se tenía sin distinción por ciudadano de todos.
Mucho por consiguiente le extrañó que en su contra influyese el he
cho de haber nacido en España, circunstancia que él estimaba debie
se haberle sido aun más favorable en México, puesto que su gloria
artística refluía en cierto modo sobre la raza hispana de que México era
hijo. ¿Qué tenía él que ver con los motivos más ó menos fundados
que asistiesen á México para ver mal á la colectividad de sus anti
guos dominadores? ¿Acaso había influido él, ni poco ni mucho, en la
desatentada conspiración del Padre Arenas?
Justos y lógicos eran estos reparos del insigne artista; pero en aquel
entonces el partido anti-español no veía ni pelo ni color en sus mons
truosos odios. Quienes conozcan la historia de México en aquellos
días se habrán asombrado del sinnúmero y apasionamiento de los
papeles insultantes para los españoles, que vomitaban las imprentas;
se habrán dolido de las burlas impías de que fué objeto la nobilísima
dama, esposa de D. Pedro Celestino Negrete, por haber salido á la
defensa de éste, aprehendido el 22 de Marzo por orden del Ministro
Gómez Pedraza, sólo porque Negrete era español, y con olvido de lo
bien que había servido á la causa de la Independencia á partir del
Plan de Iguala; y sin duda se habrán avergonzado de que la historia
de ese tiempo diga, al hablar de la ejecución del General español D.
Vicente Arana en la plazuela de Mixcalco: “Arana fué insultado por
toda la carrera: hubo malvado que acercándose á él le tocó el hom
bro y le dijo :—ve á morir; de nada te sirvió tu San Juan de Esco
cia.—Euego que cayó muerto le rodearon muchos espectadores y una
malvada mujer pisó su sangre y dijo que á honra tenía hacerlo por ser
la sangre de un traidor; á imitación de esta harpía algunos arrojaron
piedras sobre el cadáver.”
En su calidad de español, no pudo llegar García en época peor de
la que llegó. Prevalidos de la intentona del Padre Arenas, los anti
españoles procuraban á todo trance hacerlos odiosos á los ojos del
vulgo ignorante, y promover definitivamente la expulsión. “Todas
eran ficciones de partido, dice D. Lorenzo de Zavala; pero ¿quién po
dría desimpresionar al vulgo de la opinión de que los españoles re
sidentes en el país trabajaban por restablecer su dominación ? Nin
guno podía creer que en efecto estuviesen satisfechos con el cambio
en el orden de cosas y de sistema; mas ¿era justo castigarlos é impo
nerles penas por malos pensamientos? Aunque yo era uno de los prin
cipales directores entre los yorquinos, me opuse á los proyectos de
expulsión, y circulé á las Legislaturas de los Estados una manifesta
ción contra esta medida, por la que, en mi opinión, se faltaba á las
promesas del Plan de Iguala, á los pactos del tratado de Córdoba, y
á las garantías ofrecidas en la Constitución á todos los ciudadanos
mexicanos; se cometía un acto de injusticia contra una clase de ha
bitantes, imponiéndoles penas graves sin causa; se proscribía una
porción de familias inocentes; se castigaba en cada español, padre de
familia, á cinco ó seis mexicanos; se destruían muchas fortunas; se
extraían otras del territorio y se empobrecía al país en muchos mi
llones de pesos, en población y en brazos útiles é industriosos. Pero
¿qué puede la débil voz de la razón contra el torrente de las faccio
nes? La Gran Logia me llamó á su seno para hacerme cargos severos
de que sostenía á los españoles, y yo contesté que no podía entrar en
ligas ni en partidos en que se intentaba una injusticia; que no hay
libertad en donde no se respetan los principios, y que en mi opinión
era un crimen que no quedaría impune proscribir tantas familias y
derramar la desolación en las casas de tantos mexicanos. . . . ”
Pero volvamos á Manuel García, al cual molestaron ciertos grupos
del público y del periodismo, acusándole de poca novedad, de fre
cuentes repeticiones, y de cantar las óperas en italiano. El mejor mo
do de enterar de todo á mis lectores, es el darles á conocer la defensa
que de García hizo El Sol, contra un cierto articulista, y dice: “Dos
representaciones se han dado hasta ahora con II Barbieri di Siviglia
en el teatro destinado para la Grande Opera, bien dispuesto, pintado
y adornado, y en verdad que nos hemos complacido mucho con una
función tan magnífica en toda su extensión. No creo que el articu
lista tuviese idea de ella cuando escribió, conformándose con los pre
cios y reclamando anticipadamente las repeticiones de una ópera que
habíamos visto tantas veces, porque de lo contrario se hacía muy po
co favor confundiendo las óperas cómicas que se nos han presentado
antes, con la grande Opera Italiana de que comenzamos á gozar, y
en este caso sería para el articulista una misma cosa la maroma que
el baile grande, y lo malo, regular y bueno, igual á lo muy bueno.
“Ya que se ha tocado este punto de repeticiones diré, francamen
te, que las de óperas sobresalientes, como espero sean todas las de
nuestro teatro italiano, y tanto más en adelante en que habrá abun
dancia de excelentes voces, debe apetecerse como efecto del buen
gusto, pues en la vez primera que se representa una gran ópera de
esta clase, la imaginación más bien queda enajenada que satisfecha,
y es en la repetición cuando se toma todo el gusto, se estudian mejor
los encantos y se saborea verdaderamente el alma: jamás se llena el
espectador con oir una ocasión las piezas bien desempeñadas, aun
cuando no sean filarmónicas.
‘ ‘ Apenas habrá teatro de grande ópera en que no se repitan mu
chas veces las funciones. La Lámpara Maravillosa, en París, se re
pitió tantas, que baste decir que los ejemplares que se expendían al
público á mediados del año de 1822, eran ya de tercera edición, sien
do así que en cada impresión se tiraban muchos y que la ópera es de
las más modernas; sin embargo, aquel gran teatro siempre estaba
lleno de gente en una ciudad en que hay como quince espectáculos
grandes de representado.
‘' Mas como la repetición continua será siempre fastidiosa, y por otra
parte, todos somos amigos de la novedad, yo aconsejaría á los empre
sarios, que las grandes óperas no se repitiesen continuadamente más
de una vez, tan luego como haya caudal suficiente de piezas ensaya
das, y que las demás repeticiones fuesen después de haberse dado otras
funciones de óperas diferentes, también con su única repetición cada
una. Así entiendo que se llenan todos los objetos.
“En cuanto al idioma en que han de darse las grandes óperas ita
lianas, sobre que habló otro articulista, yo suplicaría encarecidamente
á los empresarios, á nombre del buen gusto, que jamás variasen el
original de la composición: una ópera traducida del italiano al caste
llano ó á cualquier otro idioma, queda enteramente desgarrada en la
letra, y por consiguiente en la música á que había acomodado el autor
los períodos, acentos y sonidos italianos, con las medidas y ajustes del
arte. Y ya redondeada así la letra con la música ¿qué oído delicado
podrá pasar por ese trastorno y descomposición?
“Yo me atrevo á llamar la consideración del público sobre este punto,
con algunas versiones que he leído de ciertas arias en la célebre ópera
II Tancredi, de que se puede inferir si se lograría formar concepto,
ni aproximado siquiera, de la composición ni en la música, ni en la
letra, ni en su sentido, cuando la traducción se hace para cantarse.
¿Qué conexión se advierte en la de te adoraré eternamente con la pre
ciosa y significativa frase nei tuoi bei rai mipascero? ¿Es siquiera literal
te veré por tirevedró? Y aun cuando haya alguna expresión cuya ver
sión salga casualmente ajustada como la áeyo te saludo por io tesaluto,
¿podrá darse á ese yo el acento sonoro del io italiano, con el que parece
se canta aun cuando se usa en la conversación?
“No desacreditemos nuestra delicadeza, gusto y finura en un arte á
que tenemos una pasión tan decidida que puede llamarse innata en los
mexicanos. Si el reclamo del articulista para traducir las expresadas
óperas lo hubiese hecho un inglés, alemán ú otro semejante, no era
extraño por la extremada diferencia entre la aspereza del idioma de
esos extranjeros y suavidad del italiano; pero por un americano cuyo
idioma tiene tanta analogía con éste, es bastante raro.
‘ ‘Un medio podía adoptarse para no incidir en las dificultades apun
tadas y dar gusto á los que no quieran justamente perder ni una pa
labra de la letra, y es el que se usa en los teatros de ópera italiana en
Europa: tradúzcanse literalmente al castellano las óperas italianas que
se den y véndanse al público con los dos textos á la vista. Con esta
providencia, sobre conservarse ileso el original para el canto, y gus
tarse por consiguiente de la dulzura é integridad de letra y música
conforme la compuso el autor, se va adquiriendo insensiblemente la
inteligencia de un idioma extranjero que siempre es útil, mayormente
cuando en él debemos tener las mejores composiciones de canto, y
cuando mucho tiempo antes nos hemos familiarizado con varias, can
tándolas en nuestros estrados sin traducirlas, y oyendo algunas en
nuestro Teatro Principal desempeñadas igualmente para llenar in
termedios.”
El artista español no se mostró dispuesto á acceder á’ la exigencia
de que las óperas fuesen cantadas en castellano, y hé aquí cómo en el
Agidla Mexicana, periódico sumamente desafecto á los españoles, se
insistió en la exigencia: “Anoche, viernes 13 de Julio, se ejecutó por
primera vez en el teatro Provisional la ópera italiana El Abufar, que
ciertamente llenó la expectación del numeroso y lucido concurso que
asistió á ella. Eos aplausos fueron vivos y sinceros; elSr. García, su
esposa é hijo, manifestaron su grande y extraordinaria habilidad y co
nocimientos en el arte, no quedándose atrás el Sr. Waldek y la Sra.
Santa Marta. Sin embargo, somos de opinión que si no se trata de
ejecutar las óperas en el idioma del país, aun cuando desmerezcan un
poco en su mérito musical, no es fácil que se sostenga la Empresa,
porque el número de personas inteligentes en el italiano, ó que se con
tenten sólo con el gusto del canto y de la música, sin entender de lo
que se trata, no puede ser en México tan considerable como en París
y Londres, ni bastar por consiguiente para cubrir los costos que de
mandan esta clase de representaciones. Si el Sr. García y su familia
fuesen italianos, habría mayor dificultad; pero tratándose de que can
ten en el idioma de su patria, no nos parece que dejarán de prestarse
á ello si los señores empresarios toman empeño.”
No era tan llano como se lo parecía á los editores del Aguila y de
otros papeles, poder cantar las óperas traducidas al castellano: hacía
muchos años que García faltaba de España y habíase olvidado mucho
de su idioma nativo, que pronunciaba defectuosamente, con acento
ya italiano, ya francés, ya inglés; sucedíale otro tanto á su esposa Joa
quina Briones, y en cuanto á sus hijos Manuel y Paulina, el primero
había sido llevado á la edad de tres años á París, y la segunda tuvo
por cuna la gran Capital: ambos poseían el francés y el inglés, y por
razón natural el italiano, como no conocían el español. Waldek, la
Pellegrini y los demás artistas que acompañaban al gran tenor, no co
nocían ni poco ni mucho el castellano. Sin embargo, la empresa hizo
que se contratasen Andrés del Castillo y Palomino, y con ellos y la
Santa Marta ofreció García algunas obras en español, como El poeta
calculista, y otras de las que él mismo compuso allá en sus primeros
años en el idioma nativo, pero ninguna de las de legítima escuela ita
liana, si bien en algunas funciones con carácter más bien de concierto
que de función de ópera, cantó con los dichos Castillo, Palomino y la
Santa Marta algunos dúos, tercetos y aun actos sueltos del Barbero,
el Otelo y la Urraca.
El vulgo no se dió por satisfecho con estas conceóiones, y poco á
poco fué dejando de concurrir al Teatro Provisional, sin que García,
que por ser ya suficientemente rico no se dolió del fracaso pecuniario,
se decidiese á ceder á la exigencia: á mediados de Agosto, la Gran
Opera Italiana había hecho fiasco y quedado en ruina D. Euis Cas-
trejón, y mal visto García, de quien se habló mucho y pésimo como
de un gachupín orgulloso con su dinero y con su fama, digno del odio
con que eran vistos todos sus compatriotas, contra los cuales en ese
mismo mes de Agosto la Legislatura del Estado de México, pronun
ció de una manera decidida y resuelta la expulsión, que el Congreso
General había de decretar á fines de aquel afio, fundándose en el he
cho innegable de una conspiración descubierta, con más ó menos apa
rentes ramificaciones en Puebla y Oaxaca, y complicidades y ligas con
los escoceses sospechosos de estar en tratos para restablecer la monar
quía española.
No quiere decir esto que el gran artista no hubiese encontrado en
México público más ó menos escaso, pero bastante entendido para
apreciarle y aplaudirle. La alta sociedad mexicana fué entusiasta y
devota de su talento. En 19 de Setiembre los propietarios de la Lonja
dieron un gran baile y concierto con el concurso de García, su esposa,
Castillo, la Santa Marta y el profesor D. Manuel Elízaga. Todos ellos
fueron regiamente obsequiados por los socios de aquel antiguo círculo
de comercio y de recreo.
Manuel García hubiérase puesto desde luego en camino para fuera
de la República, á no habérsele enfermado gravemente su esposa y
vístose forzado á aguardar su restablecimiento ó cuando menos su ali
vio. Además, manteníale en América el deseo de no apartarse mucho
de su hija María Felicia, la más célebre cantatriz italiana del siglo XIX,
como se la llama en el Diccionario de Fierre Larouse. Esta artista
insigne sobre toda ponderación, nacida en 1808, presentada por su
padre y maestro c 1 King's Theatre de Londres en 1824 con el Ronfpo
y Julieta de Zingarelli, y por él traída á los Estados Unidos como la
joya de su Compañía, casó en Nueva York con un comerciante fran
cés apellidado M. Malibrán, que pasaba por ser inmensamente rico.
María Felicia, más conocida por la Malibrán, que contaba en 25 de
Marzo de 1826, fecha de su matrimonio, diez y siete años, casó con
Malibrán contra su propia voluntad y sólo por obedecer á García. Po
cas semanas después de su enlace, el banquero se presentó en quiebra
y María Felicia hizo á su padre tan severos cargos por haberla hecho
víctima de su ambición, que hija y padre se disgustaron y éste vínose
á México, dejando en Nueva York á María, que no sólo se negó á se
guirle, sino que, con resolución varonil, tomó por su cuenta la empresa
lírica y la regenteó con grande acierto é inteligencia, no sólo para man
tenerse y mantener á sus artistas, sino también para pagar muchas de
las deudas de aquél cuyo apellido había de hacer eternamente célebre
en los fastos del arte.
María Felicia García de Malibrán, después de algunos meses de
esa brega, partió en 1827 de Nueva York para Francia, y por consi
guiente, nunca estuvo en México, como algunas personas creen y yo
á mi vez he dicho en alguna ocasión equivocadamente y por fiarme
de inexactos informes. De las hijas de Manuel García sólo le acom
pañó en su estancia entre nosotros Paulina, de edad entonces de sie
te años, casada más tarde con el distinguido literato francés Luis
Viardot, y sucesora en la escena lírica de los triunfos de su hermana
María. Esta, á su regreso de América á París, sentó sus reales en
aquel Gran Teatro, presentándose con Semiramis, y compartiendo
con la eminentísima Enriqueta Sontag, el cetro del arte y el imperio
de la música. En Marzo de 1835 se divorció de su primer marido, y
un año después casó con el famoso Carlos Beriot, yendo á morir po
cos meses más tardecen Mauchester, cuando apenas acababa de cum
plir veintiocho años. Su fallecimiento causó un duelo universal.
Manuel García, hijo, sí estuvo, según he dicho, en México, y can
tó en nuestro Teatro Provisional. Su voz fué de escasa importancia y
no pasó de un segundo bajo; sólo la obediencia filial le pudo obligar
á presentarse en la escena, que dejó tan pronto como no consideró
necesario su concurso: su justa celebridad la hizo no como cantante,
sino como profesor, y como autor de muchas obras de enseñanza,
inspiradas en el método de su padre, entre ellas su Memoria sobre la
voz humana, presentada á la Academia de Ciencias de París, su Es
cuela de García ó tratado completo del arte del canto, y sus Observacio
nes fisiológicas sobre la voz humana, por él mismo elegantemente es
critas en francés y en inglés.
En el último tercio de 1827, los teatros en México habían caído en
la más absoluta postración: la mayoría de las familias que sostenían
ese género de espectáculos se abstenían de concurrir á ellos, preocu
padas con el mal giro que iba tomando la mala voluntad contra los
españoles, con los cuales estaban ligadas, pues como con exactitud di
ce Zavala, el mal que se hiciese pesar sobre cada español de México,
hería á la vez á cinco ó seis mexicanos con él identificados.
Ante la perspectiva de los peligros y de la expulsión, los actores y
artistas de la maltratada nacionalidad habían perdido el entusiasmo
para el trabajo, y con ese pretexto los empresarios, que veían vacías
las principales localidades de sus coliseos, dejaban de satisfacerles los
sueldos y faltaban escandalosamente á las obligaciones de sus con
tratos, seguros de que, dada la pasión popular, los quejosos no halla
rían justicia ante los tribunales del país.
El Sol de mediados de Octubre, decía: “Sabemos con desespera
ción que la Empresa ha faltado á la Santa Marta, anulándole de su
propia autoridad una escritura pública, en que está contratada para
el servicio de ambos teatros; que ha anulado, igualmente, la de An
drés Prieto como Director y Actor, y faltádole al pago de algunas
semanas devengadas, por el injusto y frívolo pretexto de no haber
presentado dos ó tres comedias nuevas que tenía ensayadas y que no
pudo verificar por la separación de Salgado, la Santa Marta y otro
actor cuyo nombre no tenemos presente, á cuyo defecto la Empresa
debió subvenir, pues que Prieto no puede representar solo, ni la Em
presa obligarle á semejante imposible.
“Da Santa Marta y Prieto llamaron á la Empresa á conciliación;
pero ésta no quiso asistir, provocándolos de este modo á juicio con
tencioso, tal vez segura de su triunfo por el fastidio en que necesa
riamente habían de caer los agraviados al verse envueltos en un plei
to ruinoso, cuyos trámites y diligencias arredrarían al hombre más
tenaz. En este estado las cosas, mediaron varias personas imparcia
les, abocándose con D. Luis Castrejón y D. Juan Francisco Azcára-
te, su apoderado, y consiguieron se firmasen las tres siguientes pro
posiciones:
“Se le darán á la Sra. Santa Marta cuarenta pesos cada noche, que
“serán dos veces de obligación para el empresario, y si cantare tres
“ó más por disposición del mismo, lo verificará aumentándole los
“mismos cuarenta pesos: tendrá un beneficio por la noche con la
“obligación de repetirlo á beneficio de la Empresa íntegro, y quedan
“concluidas todas las diferencias pendientes. A Prieto, al respecto de
“cinco mil pesos, con seis tardes de dos cruces ó domingos, á medias
‘ ‘con la Empresa, ó al respecto de seis mil pesos sin tardes, con una
“noche de beneficio, ó mitad de líquido de entrada eventual ó cuarta
“parte de abono en cada día que represente, y sin beneficio.
“Pero á lo mejor la Empresa se negó á cumplir lo convenido y fir
mado, y quiso que Prieto pasase por ciento treinta pesos semanarios
y un beneficio, por representar y dirigir trece funciones al mes, con
obligación de dar dos de ellas nuevas, y á la Santa Marta á cuarenta
pesos á la semana por no quererse que cante sino sólo una vez en ella.
“Esto pasa entre la Empresa y Prieto; se le debe y no se le satis
face so pretextos insuficientes; se sobresee por parte de Prieto, en
cuanto á la deuda, á virtud de nuevo contrato celebrado por apode
rados mediadores, y se falta á lo pactado sin más que el no quiero ya
sino esto otro. El agraviado conoce la intriga, está convencido de que
una conspiración ratera le obstruye los medios de servir al público;
éste calla porque está cansado de gritar para obtener lo que desea,
y entretanto el público se aburre noche por noche, perdiendo en ello
indefectiblemente la Empresa misma, por dejarse arrastrar de los
B, B. T.—T, 1,-33
enemigos irreconciliables del mérito y de la superioridad, siéndonos
harto sensible que el Ayuntamiento hasta ahora no haya dicho á la
Empresa: cumple lo que has pactado. ’ ’
“Ea Empresa contestó que el fracaso de la Opera Italiana no había
sido obra suya sino de las circunstancias y de los mismos actores.
Que Prieto trabajaba con desgano y sin poner nada nuevo, y que su
separación de la Compañía la hizo sobresaltado por el odio que se
había acarreado de los demás actores por el mal trato que les daba,
y por no habérsele pagado una semana. Queriendo conciliario todo—
sigue diciendo la Empresa—se consiguió que Garay se encargase de
la dirección, volvió Palomera, se ajustó al Sr. Fernández y á la Sra.
Artoud; se entró en capitulación con Prieto, ofreciéndosele ciento
treinta pesos semanarios, sin embargo de las escaseces del teatro,
presentándosele el ejemplo de los demás actores, que generosa y vo
luntariamente habían hecho una rebaja de sus sueldos: si este señor
no se conviene, ¿es culpa de la Empresa?”
Para mejor justificarse, la Empresa ocurrió á censurar al artista
que hasta allí la había sostenido, y por ser muy característica de la
época, reproduzco la crítica, que dice así:
‘ ‘ Queremos solamente hablar del Sr. Garay y poner á éste y al Sr.
Prieto en su justo lugar. El Sr. Prieto, delicado y exacto en los vie
jos de Moratín, Moliere y Gorostiza, no puede compararse con Ga
ray, noble y sublime en los brillantes rasgos de Alfieri, Racine, Dur-
val y Shakespeare, y fino y galán en los diálogos de Lope de Vega,
Moreto y Calderón, que ha sabido transportarnos á los campos del
Morven y patria de Fingal, y que ha podido aterrarnos y enterne
cernos con los cuadros borrascosos de las pasiones y presentarnos y
hecho admirar las virtudes de Régulo, Bruto, Tito y Graco, y detes
tar y aborrecer los crímenes de Sila, los Filipos y los Tiberios: él ha
sabido recrearnos con la galantería del siglo de Carlos V y ha hecho
saltar nuestras lágrimas con los melancólicos sentimientos de Kotze-
bue, y darnos por fin, el ridículo de la hipocresía y de los vicios y
preocupaciones pintadas por Moliere y Martínez de la Rosa.
“Nadie negará que el Sr. Prieto, confesando antes el acierto ori
ginal y único quizá, con que desempeña los papeles de bata y pelu
ca, en lo que ciertamente es inimitable, al grado de habernos hecho
conocer obras que jamás nos interesaron en la escena antes de su ve
nida, se ha chasqueado cuando ha salido de su línea y ha querido
hacerse general. Díganlo si no el Sancho Ortiz, el Orestes, la Ciega,
la Novia impaciente, y otras en que no ha podido convenirse la ima
ginación con su físico, su voz y sus maneras, cuando al contrario el
Sr. Garay, si no ha desempeñado tan perfectamente el Anciano y los
jóvenes, á lo menos se puede asegurar que el público ha quedado com
placido,
‘‘Aun diremos más: en algunas le saca algunas ventajas, merced
á ciertas circunstancias personales, como en el Opresor de su familia,
en la que los dos primeros actos, siendo del carácter del Sr. Prieto,
no se despegan del de el Sr. Garay; pero los dos últimos en que el
protagonista desenvuelve toda la sensibilidad reconcentrada y ocul
ta en su corazón, son entera y exclusivamente del resorte del último.
Decimos lo mismo de la Misantropía y otras.
“Ultimamente, confesemos que este señor, aunque nos ha dejado
asombrados en el Darlemón, del Abate L'Epée, en el Don Diego del
Si de las niñas y en el Pedro Lainez del Cid, también es de creer que
si siempre estuviéramos viendo representar viejos y más viejos, se
podría decir á los que suspiran por D. Andrés Prieto, aquello de Go-
rostiza que él dice tan bonitamente en el Amigo intimo, de que si á un
hombre le dieran huevos moles al almorzar, huevos moles al comer,
huevos moles al cenar y huevos moles á todas horas, daría los hue
vos moles á todos los diablos.
“ Por conclusión, y dejando aparte el mérito de ambos en su res
pectivo lugar, ¿quién es más preferible, el Sr. Prieto que se retira y
sacrifica á una desmedida ambición el gusto mexicano, ó el Sr. Ga
ray que con la mayor generosidad, sin ajuste, sin sueldo y con grave
riesgo de su salud, redacta un drama liberal para celebrar el aniver
sario del 16, que lo ensaya, lo ejecuta, y que sigue aún bajo el mis
mo orden reorganizando, dirigiendo y trabajando?
1 ‘ Prescindimos de la dureza, orgullo y despótica altivez con que
el Sr. Prieto trata á sus compañeros y aun al dueña de la negocia
ción: pero el Sr. Prieto, muy apreciable en la sociedad y en la esce
na, es intratable en cuanto funge de protagonista y se acuerda que
es uno de los hijos de Edipo, el gran Maestre de los Templarios ó el
Emperador César Augusto, porque se reviste de más tono que un sul
tán en medio de sus mujeres, eunucos y esclavos. Dígalo Martínez
que estuvo muy cerca de embutirle en la cabeza un candelero en el
acto de la representación de la comedia El Distraído."
Demos aquí término á este capítulo, que, reflejo exacto y fiel de
la historia de esa época, como ella es triste, desconsolador y amargo.
Meditando sobre los sucesos de esos dolorosísimos días, es como me
jor pueden apreciarse el progreso y bienestar de los presentes, y la
lucha cruel que México hubo de sostener con la adversidad para lle
gar á la altura de civilización que hoy alcanza.
CAPITULO VI
1827.—1828.
En la defensa de sus actos y en sus ataques á Andrés Prieto, el ar
ticulista nos da los siguientes pormenores de los gastos y productos
del Teatro en aquel último tercio de 1827: “El abono mensual está
reducido en la actualidad á cuatro mil doscientos pesos: los sueldos
de la Compañía importan al mes nueve mil pesos y ciento cincuenta
el arrendamiento de casas. Repartidos en treinta días al mes, corres
ponden á cada uno trescientos veinticinco pesos, á cuya suma hay que
agregar cuarenta y cinco ó cincuenta de papeleta. Ras entradas even
tuales no dan para cubrir esos gastos, y noches hay en que la Empresa
ha perdido doscientos diez pesos cuatro reales.”
“Como el que más—decía el articulista en otro párrafo—lamenta
mos la pérdida de la ópera, ramo precioso que embelesa y encanta,
deplorando permanezca en México una habilidad tan sobresaliente
como la del Sr. D. Manuel García, y que no sólo estemos privados de
sus dulces y melodiosos trabajos, sino lo que es más, que paladeados
con las grandes óperas, carezcamos de las que antes de su venida pro
porcionaban muy buenos ratos al público; sería de desear que á costa
de alguna alteración en el precio de los abonos se combinase el agre
gado de una ópera semanaria, pero trabajada y dirigida por el citado
célebre actor, lo que contribuiría mucho para sacar el teatro de la so
ledad y abatimiento en que lo vemos noche por noche: pero por su
puesto que habían de ejecutarse en el Teatro Principal, pues pensar
en el de la calle de las Moras es un disparate, porque á todos incomoda
la distancia.”
Ras razones alegadas por el empresario á nadie parecieron buenas,
y El Sol de 15 de Octubre las combatió así: “Siempre será de lamen
tarse la separación del inimitable Prieto y de la contralto Santa Marta.
¿Quién después de haber visto á Prieto en el Si de las Niñas, el Ocu
lista por amor y los Hijos de Edipo, ha de soportar con paciencia el
Guillermo Tell, el Aviso á los solteros y el Avaro, desempeñados por
individuos de tan inferior mérito y reputación? El público que conoce
que ni la salida de Garay, ni la vuelta de Fernández, ni la adquisi
ción de Palomera pueden compensar la ausencia de este profesor, por
las enfermedades del uno, la desaplicación del otro, y la falta de juicio
y órgano del tercero, y mucho menos llenar el hueco de la Santa Marta
con la Gutiérrez y la Amada Plata, espera del empresario remedie
estos males.”
El semanario El Amigo del Pueblo, decía á su turno: “Visiblemente
vamos retrocediendo en lo que el teatro adelantó anteriormente. Mien
tras la verdadera escuela de las costumbres pueda ser objeto de espe
culación y codicia, mientras se ponga precio al talento y á los esfuerzos
del genio, debemos desesperar de que los trabajos escénicos sean dig
nos de la gran México.
1 ‘El Sr. Prieto, sublime cuando calza el coturno é inimitable cuando
ridiculiza los caprichos y la fatuidad de la última edad del hombre, se
entrega también al abandono, acaso por disgustos con la Empresa.
La ausencia de las tablas del Sr. Garay ha debido contribuir á esta
desidia, por la falta de competencia de que tan vivamente se afectan
los hombres de talento. El Sr. Garay en la ejecución del terrible Os
car, es tan superior como Taima en el Régulo, y el Sr. Prieto en el Si
de las niñas, en el Anciano y los jóvenes, no puede tener competidor
acaso en el mundo. El público se complacería de que estos dos sobre
salientes actores le dedicasen sus servicios nuevamente, y vería sin
duda con agrado que la joven Guadalupe Munguía, la discípulamás
adelantada del Sr. Prieto, restituida á México adquiriese los conoci
mientos que nadie le puede dar en Puebla, donde brillará como her
mosa, pero no como Rita Luna.
“La Sra. Manuela Gamborino, trágica fama de la escena y con
las mejores disposiciones para desempeñar el papel de primera dama,
no se esfuerza hoy día más allá de lo preciso para cumplir. El Sr. Sal
gado es sin duda merecedor de la satisfacción del público y de nues
tros elogios, por su constante aplicación. Hemos notado que se inclina
á las chanzas de la comedia más bien que á las fuertes concepciones
de la tragedia, y se ha extraviado en el camino de la gloria que se le
prepara. Así que se le ve declamar vivamente cuando el asunto no
pide más que la ironía del desprecio y modulaciones suaves: lo invi
tamos á que haga el estudio de las pasiones vehementes, y á que arre
bate al Sr. Prieto el sangriento puñal de Otelo.
“La Sra. Agustina Montenegro se acerca á una edad en que no se
puede avanzar mucho en esta clase de estudios; sin embargo, agrada
por su decoro en las tablas y porque al menos no retrocede. La sola
presencia del Sr. Arias en la escena, es un insulto al público; aunque
parezca exagerado este concepto, no lo omitimos, pues que ya no da
esperanza de enmienda: el público se enfada de encontrar á Sileno en
los júbilos de la gran Toledo.
“El Sr. Pautret, compositor, según dicen, de los carteles en que se
anuncian los grandes bailes, y nada más, nos obsequia, y esto si no
ha enfermado á mademoiselle Rubio, con ciertos bailes tan repetidos,
que los podemos bailar hasta en sueños. En el año de 1826 todas eran
promesas, y hoy que se ha conocido la gran paciencia del público mexi
cano, ningún empeño se tiene en agradarle. La Sra. Pautret sorprende
siempre con su asombrosa agilidad, y no es en esta parte menos digna
de elogio la niña Gamborino. El Sr. Aguila es un Hércules volando
por los aires. Aunque la Sra. Cordero y Rodríguez no han entrado
en la moda de los palmoteos, merecen ciertamente aplausos. Los de
más que componen la festiva familia bailarina, hacen bien el acom
pañamiento.
“No tenemos grande ópera por ahora, y es ciertamente muy sen
sible que nos veamos privados largo tiempo de escuchar al Ruiseñor
de Andalucía.”
Inútiles fueron las tentativas hechas para convencer á Manuel Gar
cía á trabajar á los precios ínfimos que podían pagar el Empresario y
el público de medio pelo que al teatro asistía, más que por gozar é ins
truirse, por divertirse, cocoreando á los actores en general, y especial
mente á los españoles, con los cuales más de una vez pasaba de las
burlas groseras al insulto cobarde. El famosísimo tenor ni quiso ni
tenía necesidad de exponerse á esas vejaciones, y su digno orgullo le
valió más y más la antipatía del vulgo, pero sólo del vulgo; las prin
cipales familias solicitaban sus visitas, y las correspondían inmedia
tamente, ganosas de su conversación amena y de un consejo para los
individuos de ellas que al estudio del canto dedicaban sus ocios, con
sejos que García no negaba, si bien en México no se dedicó á la en
señanza. Para corresponder de alguna manera á esas atenciones y
satisfacer el ansia que de oírle se tenía, el gran artista dispuso dar unos
conciertos en salón que no fuese teatro, y no á menos precio del que
estaba acostumbrado á hacerse pagar en Europa y en los Estados Uni
dos, y en 20 de Noviembre circuló el siguiente aviso:
“Los profesores de Música, Manuel García, su esposa, Andrés del
Castillo y Santa Marta, unidos en sociedad han determinado, con el
correspondiente permiso, servir al público que carece y solicita oir las
bellas producciones músicas de los más célebres autores, cantando las
piezas más escogidas, para lo cual ha solicitado y conseguido el gran
Salón de la Lonja, donde se darán espectáculos escénico-filarmónicos,
desempeñados por los cuatro profesores arriba mencionados y una bri
llante orquesta, verificándose el primero el jueves próximo 22 del co
rriente.—Dichos espectáculos se compondrán de arias, dúos, tercetos
y cuartetos en los idiomas italiano y castellano.—La sociedad ofrece
no perdonar medio que esté á su alcance para la mayor comodidad de
los espectadores que se dignen honrarlos, así como para el decoro y
brillantez de los espectáculos.—-Los billetes se expenderán desde el
miércoles á las diez del día hasta las seis de la tarde en el almacén del
Sr. Ackerman, frente de la Profesa, y en la misma Lonja, siendo el
precio de cada boletín á dos pesos, dando principio la función á las
siete y media de la noche.”
Apenas anunciada esa serie de conciertos, estallaron de modo irre
primible los odios civiles, sirviéndoles de base y pretexto el aun no
resuelto punto de la expulsión de españoles. La abortada conspira
ción del Padre Arenas y otra que se dijo iniciada en Jamiltepec de
Oaxaca por dos frailes, dieron pábulo á las voces de que todo debía
temerse de los españoles, y á la creencia de que todo era lícito para
exterminarlos y salvar á la patria. El Alcalde de Petatlán y Teniente
de Milicias Gallardo; el Gral. Montes de Oca, Comandante de Aca-
pulco; Vázquez en Michoacán, y otros más insignificantes, pero no
menos terribles cabecillas en Izúcar, Chietla y Chalchicomula, ha
bíanse alzado en armas persiguiendo gachupines y pidiendo su expul
sión, tan de acuerdo con el Gobierno General, que el Ministro de la
Guerra, Gómez Pedraza, al dar cuenta al Senado de esos desórdenes,
pretendió persuadirle “que ésta era la uniforme voz de la nación,”
á lo cual un senador contestó, “que si así lo creía el Gobierno, presen
tase la iniciativa correspondiente, pues el Senado no estaba dispuesto
á que sobre él recayese la odiosidad.”
A la Legislatura del Estado de México, que fué la primera en de
cretar la expulsión, sin más excepciones que las de imposibilidad fí
sica ó moral, siguió la de Puebla, que dictó igual decreto el 12 de
Diciembre. Desde el 26 de Noviembre, el Senador Alpuche, había
presentado á la Cámara un proyecto de igual naturaleza, que no fué
admitido, corriendo mejor fortuna el que inició ante la de Diputados,
facultando al Gobierno para confinar á determinados sujetos, cuyos
nombres hizo públicos un papel que se imprimió con el título de “Eje
cución de justicia en coyotes despojados.”
Admitida esa iniciativa, por sus pasos naturales se trajo al tapete
la de la expulsión franca y resuelta, pedida por los pronunciados de
Ajusco y Toluca, á quienes, se dice, ofrecieron Zavala y el Gral. Gue
rrero que sus deseos serían cumplidos. ‘‘La discusión en las cámaras
fué muy acalorada: los escoceses y los imparciales, dice Zavala, sos
tenían, fundados en principios de justicia, de conveniencia y de ra
zón, que el Congreso General no tenía facultad para dar una ley en
que se imponía una pena tan grave á una considerable porción de
ciudadanos, como eran los españoles avecindados en el país después
de muchos años, con hijos, esposas, familias numerosas y bienes ad
quiridos legalmente.
‘ ‘ Los españoles habían venido al país á establecerse cuando era
parte de la monarquía española; habían adquirido, ó mejor dicho,
conservado, sus derechos civiles y políticos, y con el Plan de Iguala
se había estipulado que permanecieran como los demás mexicanos.
Entraron en la nueva sociedad formada en 1821. Contribuyeron, co
mo los hijos del país, á la Independencia, unos activamente con sus
caudales, otros con sus servicios como militares; continuaron en los
destinos de mayor confianza, y no se había advertido que faltasen á
sus deberes, pues si unos cuantos, traidores á sus juramentos, habían
proclamado la ruina de las instituciones ó conspirado para el resta
blecimiento del sistema colonial, en lo general no se notaba el mis
mo espíritu.
“Los yorquinos, hablando á las pasiones y á la imaginación, ex
ponían que los españoles no habían cesado de conspirar contra la in
dependencia nacional desde que, pasado el primer momento de sor
presa, habían vuelto á sus antiguas esperanzas. Recordaban los su
cesos deJuchi y Toluca, cuando las tropas expedicionarias intentaron
en Abril de 1822 restablecer la dependencia; pintaban con los colores
más fuertes las escenas sangrientas de la pasada revolución; invoca
ban los manes de las víctimas ilustres sacrificadas por las manos de
los españoles, quienes en el seno de la nación que habían despedaza
do disfrutaban tranquilos de las riquezas que habían usurpado en las
guerras civiles: Yo no voy á la ciudad, decía uno de los exaltados,por
no ver á los asesinos de mis padres: las familias arruinadas, las viudas
y huérfanos que pedían venganza, y la justicia nacional hollada, á la
que se debía una reparación correspondiente á la magnitud de los
males. Muchos oradores se remontaban hasta Hernán Cortés y se
constituían defensores de Cuauhtemotzín y Moctezuma. Pero el pro
yecto horrendo de la última conspiración, ese atentado que era impo
sible, según se decía, que no fuese el resultado de combinaciones pro
fundas y de una complicidad general, era suficiente causa para que
el Congreso, acordándose de que la salud del pueblo es la suprema ley,
decretase la general expulsión de los españoles.
“La exaltación era extraordinaria, y el Presidente Victoria nada
hacía para contenerla; el Gral. Guerrero influía para que se diese la
ley de expulsión y Pedraza hacía otro tanto, aunque con menos fran
queza.
“Sostenían la expulsión en la Camarade Diputados: D. José Ma
ría Tornel, D. Juan Tames, D. Ramón Pacheco, D. José Manuel He
rrera, D. Anastasio Cerecero, D. Isidro Rafael Gondra y otros. En
el Senado: D. José Sixto Verduzco, D. Juan Nepomuceno Acosta, D.
Juan N. Rosáins y D. Demetrio del Castillo.
‘1 Contra la expulsión se pronunciaron con calor y energía en la
Cámara de representantes: D. Andrés y D. Matías Quintana, D. Ma
nuel Crescencio Rejón, D. Cayetano Portugal, D. Fernando del Va
lle, D. José Ignacio Espinosa y D. Juan de Dios Cañedo. En la de
Senadores: D. Francisco Molinos del Campo, D. Ignacio Paz, D.
Francisco Tarrazo y otros.
“ Era un esfuerzo de filosofía y civismo hacer frente á la multitud
y contrarrestar una opinión pública facticia expresada con amenazas
y furor.
“El Congreso General, movido por los agitadores, dió el primer
decreto de expulsión de los españoles el 20 de Diciembre. Das hijas,
las esposas, las familias de los expulsos corrían de uno á otro punto
implorando la clemencia de los legisladores. Hicieron exposiciones
enérgicas, pidieron al Presidente Victoria apoyo en su infortunio; pe
ro no encontraban quien escuchase sus reclamos, y apenas puede
creerse cómo el corazón de los mexicanos, tan noble, tan generoso,
tan compasivo, resistía al espectáculo que presentaban esas familias
desoladas, que reclamaban un derecho como se pide una gracia, que
exponían sus desgracias y no inspiraban compasión, que manifesta
ban sus pequeños hijos, la miseria y abandono en que iban á que
dar, ó la obligación de seguir la suerte de un padre desventurado, en
países desconocidos, y no hacían revocar una resolución tan bárba
ra. ¡Tanto el espíritu de facciones desvirtúa el verdadero carácter del
hombre y sustituye á la razón los efectos de la pasión!’’
La ley de expulsión se publicó el 22 del mismo Diciembre, fecha
en la cual el Teniente Coronel D. José Manuel Montaño publicó á su
vez un Plan en Otumba, pidiendo la extinción de las sociedades ma
sónicas, el cambio de Ministerio, el pasaporte para el Ministro Poins-
set y el cumplimiento de la Constitución. Gómez Pedraza desplegó la
mayor actividad para reprimir aquel movimiento, al que se adhirió
el Gral. D. Nicolás Bravo, Vicepresidente entonces de la República
y enemigo abierto y franco de los yorquinos. El 7 de Enero de 1828
el Gral. D. Vicente Guerrero, jefe de las tropas del Gobierno, ocupó
á Tulancingo, cuartel general de los rebeldes, y D. Nicolás Bravo,
amigo insigne y grandiosa hechura del gigantesco D. José María Mo-
relos, fué traído preso á México y vilmente insultado por los patrio
teros de los cafés y del Congreso.
‘ ‘ En la tarde del día en que se tuvo noticia de la prisión de Bra
vo-dice Bustamante —la Gran Sociedad, lugar de cita de nuestros
holgazanes y viciosos, á semejanza de la Fontana, de Madrid, fué el
teatro donde comenzaron á desarrollar estos perdidos sus pasiones.
Más de quinientos se presentaron allí blasfemando de Bravo, llamán
dole traidor y gritando anatemas contra él y los españoles, con voces
y palabras descompasadas y una alegría frívola, efecto del calor del
vino: hé aquí la primera parte de la horrorosa escena representada en
aquella botillería.
“Al son de una ronca corneta y desentonado tambor, como á las
seis de la tarde se reunió una comparsa de léperos, capitaneada por
el Senador Alpuche: uniéronsele el Diputado Cerecero, un cocinero
italiano y porción de frailes, y pusiéronse en marcha cogidos de los
brazos. En la calle del Espíritu Santo, unos franceses de la calaña
B. H. T.—T. I,—34
del cocinero, les dieron una bandera nacional: tomáronla dos indivi
duos de á caballo por los extremos, y uno, con una espada cortó la
faja verde, que simboliza la unión, y la hizo pedazos, que aquella mul
titud se disputó á golpes y á gritos, como si fueran de una reliquia ó
talismán. T(a comitiva siguió su marcha, entró en San Francisco,
donde yacía de cuerpo presente el cadáver del Padre Fray José de
las Piedras, sabio sacerdote español, y sobre él pasaron la mutilada
bandera entre gritos é imprecaciones indecorosas. Marcharon después
á la Plaza Mayor, aumentados hasta el punto de no caber en ella, y
allí pidieron al Presidente que cortase á Bravo la cabeza y la coloca
se en su balcón. En el Coliseo ó Teatro Principal, en la representa
ción de ese día 8, se presentaron dos mequetrefes de éstos, con ha
chas, y uno en medio leyendo en voz alta la lista de los oficiales pre
sos juntamente con Bravo; á cada nombre que leían acompañaban
un epíteto deshonroso, que era correspondido con grita y palmoteo.”
D. Nicolás Bravo no desmintió en aquella ocasión el alto valor que
puso en la obra de dar á México su independencia, y al ser por sus
jueces preguntado con qué derecho se ponía á la cabeza de una revo
lución armada, respondió:
—“Con el que me daba la ley para oponerme á un trastorno de la
“ constitución y de las leyes; con el mismo con que el Presidente Vic-
11 toria resistió á las intentonas de Iturbide, que nos preparaba una
11 esclavitud, y con el que me daba la cualidad de segundo Magistra-
“ do de la República, para hablar y velar sobre la observancia de las
“leyes y hacerlas cumplir.”
Como la derrota de Bravo significaba el triunfo definitivo de los
yorquinos sobre los escoceses, los vencedores, con aquella confusión
de ideas que caracteriza esa época tristísima de la historia de Méxi
co, época de absurdas amalgamas, en la que es casi imposible deslin
dar campos políticos y clasificar opiniones, los vencedores, repito, ce
lebraron en la iglesia de Santo Domingo en la mañana del 20 de Enero
una función de gracias al Todopoderoso, y en ella predicó el Doc
tor D. Francisco Argándar, orador que era de la cámara de la Gran
Logia Yorquina. A la función de iglesia siguió un ambigú, servido
en el aula teológica, y estando á la mesa, alguien dió la voz de ¡mue
ra Bravo! que D. Vicente Guerrero, que á la función había asistido
con toda su oficialidad, contradijo enérgicamente y reprimió la inso
lencia de quien la profirió.
Señalado el 23 para decidir en la Cámara de Diputados la suerte de
Bravo se* citó á éste para que, si lo tenía á bien, concurriese á pre
senciar su juicio; pero Bravo contestó que no lo haría porque confiaba
en la justicia de su causa y descansaba en la rectitud de sus intenciones.
Como era de esperarse, el Congreso declaró haber lugar»á formación
de causa, y el asunto pasó á la resolución de la Suprema Corte de
Justicia. Mas como ésta temiese dictar sentencia contra el héroe, el
Gobierno ocurrió á promover y obtener del Senado el destierro por
seis años de los cómplices en la conspiración de Montano, y en 21
de Abril, el caudillo insurgente fué sacado de la Sala Capitular del
Ayuntamiento de México, que le servía de prisión, y conducido al
Puerto de San Blas, en donde se le embarcó para Guayaquil.
La mejor censura de aquellos actos, que daban el triunfo al Minis
tro de la Guerra Pedraza y al Ministro americano Poinsset, contra
los cuales iba el plan de Montado, la hizo la musa popular, fijando
en las esquinas el siguiente pasquín:
‘ ‘ Por sostener á un ministro
y á un extranjero bribón,
que perezca la nación.”
Sería ofender á mis lectores detenerme á demostrarles que durante
esos meses ningún éxito ni brillo pudieron alcanzar los espectáculos
públicos en la Capital. Las obras más aplaudidas por la plebe, á que
el empresario procuraba halagar para ayudarse siquiera á cubrir los
gastos, fueron Fray Lucas ó el Monjío deshecho; A un engaño otro ma
yor ó el burro afeitado; Encontrar tres imposibles: mujer firme, amigofiel
y criado agradecido; Elfiscal de su delito, juez cuerdo, y testigo ciego; El
perlático fingido; El Abate L'Epée, y otras por el estilo.
Bien es verdad que todo perdía su interés para reconcentrarse en
el que los partidos ponían en las elecciones de Presidente y Vicepre
sidente de la República que habían de tener lugar en el inmediato Se
tiembre, jugando en ellas D.Vicente Guerrero, candidato délos yor-
quinos y D. Manuel Gómez Pedraza protegido por Victoria que le dej a-
ba usar y aun abusar de los elementos oficiales, y apoyado por los esco
ceses, que después del fracaso de Montaño decidiéronse por el Minis
tro á quien debieron su derrota, por considerar que entre uno y otro
extremo debían decidirse por el menos malo. Verificadas las eleccio
nes triunfó Gómez Pedraza por el voto de once legislaturas contra el
de nueve que obtuvo Guerrero.
Comprendieron los yorquinos la suerte que les aguardaba con aque
lla audaz maniobra de los elementos que habían creído aniquilar en
Tulancingo, y resolvieron disputar con las armas la victoria, ó hacer
la tan costosa que su enemigo llegase al poder debilitado y vacilante.
Al efecto influyó con D. Antonio López de Santa-Anna, incansable
agitador, el primero en alzarse por todo y contra todo, y á la vez
partidario de Guerrero, y no le fué difícil impulsarle á proclamar,
como lo hizo en 16 de Setiembre, la nulidad de las elecciones en fa
vor de Pedraza, la validez de las de Guerrero, y la total expulsión
de españoles como origen de los males públicos. Puesto fuera de la
ley por el Congreso General y eficazmente combatido por el Gral.
Mora y el Coronel Rincón, que impidieron que Jalapa y Veracruz
secundasen el movimiento, Santa-Anna hubo de escapar al Estado
de Oaxaca, en donde dió gran impulso y fuerza á su rebelión, que
poco tardó en verse apoyada en diversas localidades y por distintos
jefes, y en estallar en la misma Capital por obra de D. Lorenzo de Za-
vala, director del formidable motín de 30 de Noviembre de dicho año
de 1828, conocido por el motín ó revolución de la Acordada.
La pluma se resiste á entrar en detalles de aquella asonada que
durante tres días afligió á la ciudad con toda clase de crímenes y atro
cidades, que terminó con la fuga de Pedraza y tuvo por epílogo el
saqueo del edificio ó bazar, que con el nombre de El Parlan, fué por
más de un siglo el emporio del comercio de nueva España, y que aún
en estado de decadencia, encerraba un valor en numerario y en efec
tos que se hace subir á la enorme suma de dos millones y medio de
pesos. “Durante la tarde del 4 y toda la noche se robó sin intermi-
ción alguna, dice Tornel, y se cometieron crímenes de mucho tama
ño, incluyéndose en ellos asesinatos á sangre fría, para disputar va
liosos ó miserables artículos que pasaban de las manos de unos ladro
nes á las de otros. La devastación del Parián se asemejaba á la que
causa un voraz incendio; todas las puertas fueron desquiciadas y ro
tas: algunos techos ardieron y no quedó ileso ni un mostrador, ni una
sola tienda. El empeño de azuzar al pueblo contra los españoles eu
ropeos había producido sus efectos, y como eran ellos los propietarios
del mayor número de los cajones del Parián, fácil fué á los instigado
res marcarlo como botín de la inmoral guerra de que era presa la in
feliz ciudad.”
“La revolución había tenido por móvil y verdadero fin — continúa
diciendo Tornel — evitar que el Sr. Pedraza llegase á poseer la Presi
dencia para que había sido nombrado; pero sea que los directores del
motín no considerasen esta causa de suficiente prestigio para-agitar
la masa del pueblo, sea que la fermentación de los ánimos tienda siem
pre entre nosotros á señalar á los españoles como su blanco favorito,
lo cierto es que la expulsión de esos hombres desgraciados estaba en
todas las bocas.
“Como Gobernador del Distrito y para evitar mayores perjuicios á
los españoles, discurrí—habla D. José María Tornel—expedirles res
guardos, mientras que el Congreso resolvía definitivamente acerca de
su suerte: estos documentos, repartidos de balde y profusamente, sal
varon á los nativos de España, si no de la violencia, que estimé muy
remota, sí al menos de investigaciones que los hubieran atormentado
mucho. Y no me limité á estas demostraciones; procuré seguridad á
los que resolvieron abandonar la República; cuarenta españoles sa
lieron de la Capital con todos sus bienes, en los días más angustiosos,
bajo la escolta de unos cuantos gendarmes á las órdenes del Capitán
Rito Velasco, que en esa vez libertó las vidas é intereses de esos in
felices, con valor y serenidad. ...”
Puesto que hablaba en defensa suya y de sus actos como autoridad
del Distrito, Tornel no pudo decir sino que todo había pasado del
mejor modo posible. Sin embargo, es falso que sólo la ruina del sa
queo hubieran tenido que lamentar los españoles europeos, según eran
llamados los que en México residían.
El famoso tenor D. Manuel García, sabedor de que su hija la Ma-
librán habíase embarcado para París, convencido de que en México
nada podría hacer; y deseoso de salir de aquella fragua de odios con
tra los españoles, despidióse de sus amigos de la Capital y después de
solicitar y obtener una escolta, con su familia se puso en camino para
Veracruz. Bueno estaba México para teatros, y para convencerse de
ello basta leer El Sol de 1828, cuyos redactores, después de anunciar
que, según sus corresponsales, la Malibrán estaba causando furor en
el teatro Italiano de París, ‘‘en cambio, decían, nosotros nos vemos
privados de los placeres que nos causaban García y Madamas Pel-
legrini y Santa Marta y Prieto; falta tanto más sensible cuanto que
todos conocíamos los adelantos de la Salgado al lado de Prieto y de
Amada Plata al de García; hoy se ajustan cincuenta y dos días de
cerrado el teatro por nuestras discordias civiles, y contamos por única
diversión los espectáculos de Mr. Perinor, que en la calle del Espíritu
Santo núm. 3, casa de la Marquesa de Miravalle, exhibe su aparato
solar megascomicroscópico, que nos permite ver la circulación de la san
gre en los insectos, y una pulga de veinticinco ó treinta varas de su
perficie .... ”
A pesar de su escolta, el artista español no pudo hacer sano y salvo,
como los españoles protegidos por Tornel, el trayecto entre nuestra
Capital y nuestro primer puerto. “Al regresar á Europa, dice su no
ticia biográfica publicada en el Diccionario de Orozco y Berra, Manuel
García fué acometido en el camino de Veracruz por unos ladrones que
le despojaron de todo el fruto de su trabajo, por lo cual se vió preci
sado, así que llegó á París, á comenzar de nuevo á dar sus lecciones
de canto. . .. ”
Mucho tiempo busqué en periódicos y papeles de esa época porme
nores de ese asalto á García, ó informes siquiera del punto en que se
perpetró. No pude hallar nada en esas fuentes, pero consultando más
tarde la Relación de la Expedición Francesa del Almirante Bandín, es
crita por Blanchard y Dauzats en 1839, me encontré que al describir
ese libro el camino que pasa al pie de las montañas de la Malinche y
del Piñal, dice: “C’est dans ce défilé formé par les deux montagnes,
que le célebre ténor García, pére de madame Malibrán, de glorieuse
et douloureuse mémoire, fut dépouillé par une bande de voleurs, du
fruit des économies qu’il avait faites; non contení de luí dérober
son argent, ils le forcérent á leur chanter un de ses airs favoris; on
ne se serait guére attendu á trouver des mélomanes parmi les voleurs
des savannes de l’Amérique!”
Tal fué la última y desgraciada aventura que Manuel García corrió
en sus expediciones en la América.
CAPITULO VII
1829.
Consecuencia del triunfo de los amotinados de la Acordada fué que
el nuevo Congreso General, instalado el 1? de Enero de 1829, decla
rase á los pocos días insubsistente y de ningún efecto la elección de
Gómez Pedraza y subsistentes y valederos los votos de las legislaturas
que no habían sufragado por él. Acto continuo, la Cámara procedió
á la elección de Presidente de la República entre D. Vicente Guerrero
y D. Anastasio Bustamante, que seguían á aquél en número de votos,
y de las quince diputaciones que allí estaban representadas, la una
nimidad votó por Guerrero para Presidente y la mayoría de trece por
Bustamante para la Vicepresidencia.
El principal objeto de los yorquinos estaba logrado. Guerrero sería
Presidente de la República: faltaba sólo conseguir el que los rebeldes
de la Acordada habían invocado como primero y primordial para al
zarse contra el Gobierno y encubrir el de la elección del héroe del Sur.
El acta firmada en aquel edificio el 30 de Noviembre de 1828, dice:
“Se convino en adoptar el plan propuesto por el Sr. Cadena, reducido
‘ ‘ á que se pasara al Gobierno un oficio pidiendo que dentro de ■veinti-
“ cuatro horas hiciera reunir en la Cindadela á todos los españoles resi-
‘ * dentes en este Distrito, para ser de allí conducidos bajo escolta de nuestro
'"ejércitopara hacerlos embarcar?'
Elevado el asunto al Congreso, en vano ilustres oradores le comba
tieron: la mayoría le fué favorable, y el decreto se expidió sin que de
nada sirviesen los lamentos y voces de misericordia de las esposas é
hijas de españoles, ni la exposición que á Guerrero presentaron aque
llas infelices, poniéndose ante él de rodillas, según se dice. El decreto
lo expidió y firmó en el Palacio del Gobierno Federal en 20 de Marzo
de 1829 el Presidente D. Guadalupe Victoria; el mismo día lo comu-
nicóal Gobernador del Distrito el Ministro de Relaciones D. José María
Bocanegra, y el siguiente, 21, lo publicó por bando D. José María Tornel
y Mendívil, Coronel, Diputado y Gobernador del Distrito Federal.
D. Francisco del Moral, como Presidente de la Cámara de Diputados,
y D. José Farrera, como Vicepresidente del Senado, habían firmado
el decreto.
Constaba de once artículos, y completábanle trece providencias acla
ratorias: los españoles deberían salir de los Estados ó territorios un
mes después de publicada la ley, y dentro de los tres siguientes deja
rían la República, sin exceptuar más que á los impedidos físicamente,
y aun esto sólo mientras durase el impedimento, y á los hijos de ame
ricanos. En caso de no salir en los términos señalados, sufrirían una
prisión de seis meses en una fortaleza y serían embarcados después:
á los que careciesen de recursos se les costearía el viaje hasta un puerto
de los Estados Unidos, por cuenta de la Hacienda pública, y con la
más estricta economía: los exceptuados por impedimento físico no po
drían avecindarse en las costas.
Tal fué en sus principales artículos aquella inicua é impolítica ley,
cuya publicación constituye uno de los últimos actos del Gobierno de
D. Guadalupe Victoria, nipróspero, nifeliz, ni tranquilo para su patria.
Entre los males sinnúmero que formaron la triste herencia legada
á su sucesor, hubo de contarse el de hacer que se cumpliese el decreto
de expulsión, tarea inicua que tocó llenar á D. Vicente Guerrero, quien
ocupóla Presidencia el día i° de Abril de 1829. El mismo Zavala, que
tanta culpa tuvo en ello, confiesa que, convencido de la injusticia de
la medida, la combatió por medio de la prensa, aliándose al insigne
patriota y distinguidísimo escritor y hombre público, D. Andrés Quin
tana Roo: ‘ ‘difícil es, añade, resistir á la voz de la humanidad doliente,
y el corazón sensible de un magistrado lo forzaba á no cumplir el de
creto con aquellas personas que se presentaban cargadas de familia y
de miseria, cuyo destino iba á ser el de perecer en un país extranjero,
por falta de recursos y por los rigores del clima.... Ea leyr se dió más
rigurosa, de manera que dejaba poco lugar á excepciones.... y mul
titud de gentes honradas corrían por las calles de México buscando
asilo para ocultarse á la terrible persecución. El hecho es que nume
rosas familias se vieron obligadas á abandonar el país para ir á perecer
de miseria y de necesidad á los Estados Unidos, después de haber su
frido maltratos y latrocinios infames por parte de los capitanes de bu
ques de esa nacionalidad. Eos expulsos más pudientes se trasladaron
á Francia. El resentimiento de todos se desbordó, como era de espe
rarse, exagerando, en donde quiera que fueron, los vicios y defectos
de una República que, como dice el escritor mexicano, tan rudo golpe
daba á la civilización y al interés nacionales.”
Facultado el Gobierno para exceptuar de la aplicación de la ley á
los españoles que á su juicio lo mereciesen, publicáronse diversas lis
tas en que constaban los nombres de los agraciados, y en una de ellas
encabezada así: “Lista de los españoles exceptuados de la ley de 20
de Marzo de 1829 por impedimento físico temporal,” se encuentra D.
Andrés Prieto: no consta ni he podido averiguar cuál fué el impedi
mento temporal que se prestó á que el distinguido actor español eva
diese aquella pena común á sus compatriotas, de que no pudo eximirse
otro actor español, por entonces casi inapercibido, y sin fama alguna,
y más tarde señalado y distinguido en primera línea. Me refiero á D.
Miguel Valleto, nacido en 1808, presentado como actor en Zaragoza
á los diez y seis años de edad, venido á Veracruz cuando apenas con
taba diez y nueve, es decir, en 1827. En el de 1828 subió á la Capital y
trabajó en el Viejo Coliseo, sin que por entonces, repito, se señalase
más que por su juvenil y agraciada presencia y exquisitos y finos mo
dales. Comprendido de lleno en la ley de 20 de Marzo de 1829, Miguel
Valleto hubo de salir del país en que más tarde había de dejar sus ce
nizas y una familia artista como él, aunque en distinto ramo, y en
que es perdurable su memoria al par de la de Soledad Cordero, que
en ese mismo año de 1829 decididamente dejó el género coreográfico
para dar los primeros pasos en el cómico y dramático, aleccionada por
el insigne Andrés Prieto y por la excelente Agustina Montenegro,
pasada en años pero rica en talento escénico.
Ignoro, vuelvo á decir, cuál fué el impedimento temporal que sirvió
á Andrés Prieto para evadirse por entonces de la expulsión, pero el
hecho es que en el Amigo del Pueblo encuentro un artículo relativo á
teatros, en que se decía: “Para la compañía de verso se ha ajustado
á Prieto y á los mejores actores y actrices, contándose entre las se
gundas á la mexicana Cecilia Ortiz. Desearíamos que se incluyese
en la lista á la joven Guadalupe Munguía, que ha manifestado dispo
siciones muy excelentes, y que cultivaría con suceso al lado de ma
dama Dubreville, tan recomendable en su clase.”
El artículo continúa con los siguientes conceptos, que recomiendo
como una demostración de la manera con que entonces se entendía
la libertad, y del criterio de nuestros patriotas y escritores públicos.
“El señor Gobernador del Distrito ha nombrado un censor ilustrado
para piezas de teatro, encargándole muy particularmente que no aparez
can en la escena reyes, si no es para recomendar su muerte ó su castigo,
cuando hayan infringido las santas leyes de la sociedad y de la natu
raleza. De este modo corregirá la risa las costumbres, y el teatro será
una escuela de virtud.
‘ ‘ Sabemos con sentimiento que caprichos de amory celos impedirán
tal vez que tengamos baile en la presente temporada. Recomenda
mos al Ayuntamiento, por si aun fuese tiempo, esta Compañía, que
es la única en que casi todos son mexicanos, cuando en las de ópera
y verso casi todos son españoles. No negamos el mérito de éstos, aun
que sean paisanos del mismo Cid Campeador, y sólo queremos alguna
consideración para nuestros lares y penates. De otra manera no po
drán justificarse los altos precios á que se asegura van á abonarse los
palcos y lunetas. Ya que el Ayuntamiento sacrifica á este objeto fon
dos que podrían hacer falta para otros de preferencia, que sea agra
dando tanto á la opinión, que enmudezca.
“Observamos con dolor que los ingenios mexicanos, favorecidos
tan singularmente por el Cielo, no se dedican á formar composicio
nes para el Teatro, cuando la historia de la antigua México abunda
en sucesos dignos del sublime cantor de Ulises. ¿Por qué la viva
cidad de los mexicanos y las gracias de su entendimiento no han
de marchar sobre las huellas de Corneille y de Moliere? Tene
mos costumbres originales, y la invención encontraría un campo
ameno.”
El Sol, menos optimista, encontraba que las comedias eran mal
elegidas y peor ejecutadas por Amador, “que cada día —dice,— des
cubre un nuevo defecto, y aunque no dejan de salir Prieto y Garay,
el primero no representa nuevas piezas, y el segundo no sale de las
antiguas. La ópera cuenta con un cantante malo, el Sr. Ramati, al
que se le pueden dar los tres mil pesos que gana de sueldo con tal de
que no vuelva á cantar, y mejor sería repartirlos entre Plata, Cordero
y otros, para justificar los altos precios de abono de diez y seis pesos
luneta y cien palco.”
En efecto, en mi .lista de las comedias representadas en ese año,
figuran, como en los anteriores, La Moza de cántaro, La mujer de dos
maridos, Juana Calas, La Mujer Jirme, La Mogigata, La Juventud de
Enrique V, Elperro del Hortelano, Los inquilinos de Sir John ó la Ja-
milia de la India, Eljugador, El amigo intimo, El sordo en la posada,
La reconciliación, La Elmira, La Fulgencia, El diablo predicador, El
Agamenón y cien obras, buenas muchas, malas las más, y realmente
todas muy gastadas y vistas. Entre los bailes figuran: Las bodas de
Camacho, Las Ruinas de Palmira, La heroína americana, El Janático,
El Macbet y La lucha de mar.
La importancia de los sucesos políticos, quitaba la suya á los es
pectáculos. El 31 de Junio súpose en la Capital que pocos días antes
había desembarcado en Cabo Rojo á algunas leguas de Pueblo Viejo
de Tampico, un ejército español al mando de D. Isidro Barradas, que
en nombre de Fernando VII debía procurar la reconquista de Nueva
España.
Este suceso, que venía esperándose de mucho tiempo atrás, sor
prendió, sin embargo, á todo el país, al grado de que muchas perso
nas lo pusieron en duda y otras más lo negaron, suponiéndolo un ar
did del Gobierno para arrancar á las cámaras facultades discrecionales
B- B, t.—t. 1-35
con que vengarse de sus numerosos enemigos y hacerse de recursos
en dinero.
Pero pronto se tuvo de un modo indudable la certeza del hecho, y
la justa indignación de los mexicanos unió por un momento sus di
vididas y aun opuestas voluntades, y es seguro que si Fernando VII
no hubiese dispuesto, con la torpeza que distinguió siempre todos sus
actos, aquella expedición, yhubiérale dado elementos para sostener
se algún tiempo, toda la República habríase movido con patriótico
impulso sobre Barradas.
Por fortuna, tan necio alarde no estuvo apoyado con los formida
bles elementos de guerra que más tarde desplegó la Francia, á cu
yas exigencias hubimos de sucumbir, y la República venció y ano
nadó ábien poca costa á la reducida y mal aconsejada división de
Barradas.
Pero esto no podía saberse en los primeros instantes, y por lo mis
mo, la facilidad de la victoria no quita su mérito al entusiasmo con
que todo mexicano se preparó á haber cooperado á ella.
Como era de esperarse y de disculparse en ese momento, el odio á
los españoles llegó á un período álgido, y los ingenios y las imprentas
se desataron en invectivas contra ellos. Toda venganza, toda repre
salia quedó permitida y aun autorizada, y un himno que la plebe voci
feraba á todas horas y por todos lados, incitaba al combate contra ellos,
poniéndolos en peor condición que á perros callejeros, á los que no se
ría un crimen exterminar.'—Hé aquí el estribillo ó coro de ese himno:
“A la lid, á la lid, mexicanos;
alentad, preparad los mastines;
no mancháis vuestras diestras, hermanos,
sólo vais á matar gachupines.”
El patriotismo en esa vez se sobrepuso á todas las dificultades y
suplió cuanto pudo necesitar el Gobierno de la época. El’Gral. D.
Antonio López de Santa-Anna, con arrojo y resolución altamente
meritorios, fué el primero en improvisarlo todo, lo mismo las tropas
que los recursos, y pronto cayó sobre el ejército invasor, que, victo
rioso en los primeros combates, perdió todas sus ventajas por las tor
pezas de su jefe, por la insalubridad del clima y por la astucia de
Santa-Anna, que no perdonó medio que le condujese al fin de escar
mentar al audaz é insolente invasor, quien se vió precisado á capi
tular el ii de Setiembre del mismo año de 1829, después de haber
perdido en acción de guerra y á resultas de la peste terrible que se
desarrolló con los calores y las lluvias en el campamento español,
mil setecientos ocho hombres de los tres mil quinientos que, según
D. Manuel de Mier y Terán, desembarcaron.
La completa derrota de los invasores se supo en México en la no
che del 20 de Setiembre por un parte que D. Vicente Guerrero reci
bió hallándose en el Teatro Principal, en el que asistía á la repre
sentación de la comedia Un momento de imprudencia. En la emoción
que experimentó el ilustre suriano, dió á comprender que algo fausto
pasaba, y hecho público el suceso, la concurrencia toda prorrumpió
en atronadoras aclamaciones de júbilo y siguió al Presidente que se
trasladó á Palacio entre los vítores de la multitud entusiasta. En un
momento se cubrió la ciudad de improvisadas iluminaciones y los co
hetes y los repiques pusieron en vela á todos sus habitantes.
D. Vicente Guerrero, rodeado de cuanto había en la Capital, desde
el más pobre hasta el más rico, confundido entre las oleadas de los
que le hablaban á la vez y le llamaban el Padre de la Patria, sólo
contestaba con lágrimas de gozo y recibía en sus brazos á toda clase
de ciudadanos, entre los que no se conocía en aquellos felices mo
mentos ninguna diferencia de partidos ni opiniones. Parecieron ha
ber desaparecido, en aquella noche de general alegría, el odio y el
resentimiento.
En la del i? de Octubre, llegaron á la Capital los oficiales Mejía,
Stávoli, Wol y Beneski, conduciendo las banderas tomadas al ene
migo. El Presidente dispuso dedicarlas á la Virgen de Guadalupe
y ofrecer ese trofeo á la patrona de los mexicanos. Nada faltó á es
ta augusta ceremonia, viéndose la calzada que se extiende desde
México á la Villa de Guadalupe, cubierta de un gentío inmenso, que
saludaba á D. Vicente Guerrero con aclamaciones de una alegría sin
cera y legítima.
Los poetas pulsaron sus liras (no me atreveré á llamarlas de oro),
y produjeron odas, cantos épicos, coplas é himnos infinitos, cuyo mé
rito dejo á juicio de mis lectores, presentándoles breves muestras
para que califiquen.
D. Luis Antepara fué autor de un himno que comenzaba así:
“De Terán y Santa-Anna las frentes
con el lauro de Palas cubrid.
¡Vivan, vivan los dos vencedores
de los hijos guerreros del Cid!
* ‘Cual relámpago brilla en el cielo,
en la espléndida lucha brillaron
las espadas que invictos sacaron
mil guerreros de lustre inmortal.
‘ ‘A Landero y á Lemus y á Iberri
arrayanes y mirtos y rosas,
y las cítaras más sonorosas,
y la oliva, el amor y la paz.
“Ya Santa-Anna á la América puso
en su globo divino asentada,
de diamantes y perlas ornada,
nos anuncia las dichas y el bien;
“Celestial su sonrisa nos dice
que del mundo será la señora,
que aproximan los cielos la aurora
de su grande y eterno poder.
‘ ‘A la bóveda suba del cielo
del gran pueblo la bélica gloria,
y en sus páginas diga la historia
que es ya México libre y feliz.
“¡Cuál la palma del triunfo en la mano
con un plácido orgullo tenemos!
Seis millones de libres sabremos
ó salvar nuestra patria ó morir. ’ ’
De D. Jacobo Amat son las siguientes octavas á la gloria de las
armas nacionales:
“Ya el ibero rindió la frente altiva
al valor de las armas mexicanas:
vió frustrada su torpe tentativa,
sus necias esperanzas las vió vanas:
nuestra valiente tropa siempre viva
pues supo castigar plantas profanas,
que tuvieron, osadas, el arrojo
de ocupar nuestra playa en Cabo Rojo.
“Triunfó Santa-Anna del usurpador,
bárbaro, fiero, español tirano;
mostró en Tampico todo su valor
batiendo brioso al orgulloso hispano,
¡Oh joven General! eterno loor
te canta agradecido el mexicano,
que á tu brazo concede y á tu espada
honor, valor y lustre de su armada.
“Héroe divino, castigaste brioso
el temerario arrojo del ibero;
pero ¿cuándo creyó que victorioso
no salieras al fin México entero?
Aquí las gentes llenas de alborozo
y de confianza á tu vibrante acero,
dirán: “Si al gachupín bate Santa-Anna
el triunfo es de la patria mexicana.”
Del mismo D. Jacobo Amat son las dos siguientes estrofas de una
silva:
“¡Oh Hidalgo, Allende, Aldamas y Morelos,
Matamoros invicto, ilustre Bravo,
que allá desde la altura de los cielos
habéis llevado al cabo
la justa independencia comenzada
que con vidas tan dignas fué comprada;
recibid héroes divos la memoria,
que hoy la patria felice en oblación,
dignamente consagra á vuestra gloria,
y pues el Septentrión
se mira libre del furor hispano,
reconozca tal suerte á vuestra mano!
“Ya no Fernando Séptimo, el tirano
eres de la pupila americana,
ya tu mano de bronce, tu cruel mano,
á pesar de tu gana,
no osará descender á la cerviz
de la nación que hicistes infeliz.
Está ya constituida; ya sus leyes,
bajo el sabio sistema federal,
detestan á los reyes
y queriendo ser justa y liberal,
para siempre arrojó tu despotismo
á la caverna oscura del abismo.”
Un aficionado, D. J. A. S. B., produjo la siguiente décima-.
“¿Qué hará Vives en la Habana
cuando vea que á sus soldados
vencidos y desarmados
se los remite Santa-Anna?
¡Viéralo de buena gana!
y con voz muy varonil
diríale á ese esclavo vil:
¿qué tal fué de borbonistas?
¿cómo va de reconquistas?
¿Na envías otros cuatro mil?”
En la función dedicada por los moradores del barrio de Regina á
celebrar el triunfo de Tampico, se hicieron célebres las siguientes
octavas:
Dijeron Santa-Anna y Terán.
“Huye, Barradas, al inmenso Océano
y sepulta en su abismo proceloso
esas huestes serviles del tirano
que intenta perturbar nuestro reposo;
huye y respeta al libre mexicano
que humilla la cerviz del león furioso;
huye y dile á tu rey, á ese impotente,
que México ya es libre, independiente.”
Respondió Barradas.
‘ ‘Si arrogante intenté la reconquista
de este pais de mi rey infortunado,
me apoyé en el partido borbonista,
que en mil folletos me tenía anunciado.
¿Pero dónde se encuentra? A nuestra vista
furiosos hombres se han presentado
que conservan su ser independiente
y humillan la cerviz del león rugiente.”
Para honor de las letras mexicanas, no fueron las citadas las úni
cas composiciones que cantaron ese triunfo. Ras hay del mérito que
falta á éstas, y con gusto citaría alguna de sus estrofas, pues las fir
man D. Joaquín del Castillo y Panzas, D. Francisco Ortega y D.
Francisco Manuel Sánchez de Tagle; pero ninguna es de la época
del triunfo de Tampico sino muy posteriores, como que fueron escri
tas en las buenas épocas de Santa-Anna, y para halagarle en días
de prosperidad. Por lo tanto ni pueden ni deben caber aquí.
Reanudemos, pues, nuestras referencias á la historia política de
aquellos años, distantes por fortuna.
En México, país de impresiones, las glorias y las famas duran po
co, y pasados los primeros días de festejos por la victoria de Tampi
co, el Gral. D. Vicente Guerrero volvió á ser el blanco de las cen
suras que le valieron las torpezas, abusos y errores de sus consejeros,
á quienes desgraciadamente se sometió casi de un modo incondicio
nal, ya por lo débil y corto de su carácter, ya porque no pudiese elu
dir la influencia de quienes, más por interés propio que por méritos
del candidato, eleváronle á la Presidencia, causa de todas las desgra
cias é infortunios del héroe suriano. Su tardanza en desprenderse de
su Ministro Zavala, odioso á la generalidad; en despojarse de las
facultades extraordinarias que se le otorgaron al desembarco de Ba
rradas; la confianza cándida con que permitió á D. Anastasio Bus-
tamante seguir al frente del ejército de reserva acantonado en Jalapa,
cuando no era de temerse que España intentase ya reconquista alguna,
decidieron su rápida caída del puesto de Presidente que tan ilegal
mente ocupaba.
El susodicho ejército de reserva se pronunció el 4 de Diciembre
contra Guerrero, ofreciendo la suprema jefatura á Bustamante, que
la admitió incontinenti, y cuando el héroe suriano, cediendo á Boca-
negra la Presidencia, salió contra los rebeldes, la Capital se adhirió
al pronunciamiento de los jalapistas y creó un poder Ejecutivo for
mado por D. Pedro Vélez, D. Luis Quin tañar y D. Lucas Alamán,
que aunque opuestos en ideas, estrecharon amistad, al decir uno de
ellos: “contra estos malvados todos somos unos.” Guerrero, aban
donado por su misma escolta, decidió retirarse á la vida privada, y
así lo comunicó al Congreso, y en 31 de Diciembre de 1829, Busta
mante entró victorioso en la Capital, y como Vicepresidente que era,
se encargó del gobierno de la República.
Eos poetas de aquella reacción cantaron su triunfo y la derrota de
Guerrero,víctima expiatoria de los crímenes del yorquinismo, con una
marcha patriótica cuyo estribillo ó coro decía:
“Ya respiran los hombres virtuosos,
la justicia del crimen triunfó,
los perversos se miran destruidos,
de las leyes se escucha la voz. ’ ’
Otro poeta enderezó su péñola contra los caídos y dió á luz el si
guiente soneto, titulándolo paralelo entre los médicos Zavala y Bus
tamante:
“¿Qué mucho que Zavala impunemente
al político cuerpo americano
lo dejase tan débil, tan insano,
si lo sangró tan repetidamente?
“¿Qué mucho que este médico imprudente
no dejase del cuerpo hueso sano,
si no pudo escaparse de su mano
ni su benefactor el Presidente?
“Mas por contrario imperio, Bustamante,
tú, médico también, le diste vida
á la pobre nación, que ya fluctúan te,
. “Víctima pudo ser de un homicida,
mereciendo tu fama ser brillante
y entre nuestros campeones distinguida.”
Ese mismo vate ú otro que valía tanto como él, compuso y publicó
el siguiente epitafio:
“En este oscuro agujero
York, al fin, quedó sumido:
murió solo y desvalido
y nació de un extranjero.
“¡Oh! sensible pasajero
que pisas estos lugares!
Mira á aquel por quien á mares
derraman lágrimas tiernas
las cárceles, las tabernas,
garitos y lupanares. ’ ’
El extranjero á quien en esa décima se alude, fué Mr. Joel Poins-
set, funesto Plenipotenciario americano, que, al ver la derrota de
sus hechuras, salió para los Estados Unidos el domingo 3 de Enero
de 1830. El Sol dijo al dar noticia de la marcha de Poinsset: “al huir
de entre nosotros el famoso autor del yorquinismo, va acompañado de
millones de maldiciones.”
A los pocos días de instalado Bustamante en la Presidencia, el Se
nador Pacheco Leal propuso se declarase al Gral. Guerrero imposibili
tado para gobernar la República. Abierto dictamen sobre esta propo
sición, los miembros de la Cámara encargados de extenderle, opinaron
que no debiendo considerarse al héroe como un obstinado delincuente,
sus faltas y errores debían estimarse hijos de su incapacidad moral
efecto de su absoluta ignorancia, que es una grave enfermedad del alma.
Pasado el 18 del mismo Enero el dictamen á la Cámara de Diputa
dos, en vano el ilustre Quintana Roo se opuso á aquel atentado, ob
servando con justicia que los hechos de Guerrero podrían probar ma
la administración, pero no incapacidad moral, y el día 4 de Febrero
se publicó el Decreto declarando, sin más explicaciones, que el Gral.
D. Vicente Guerrero tenia imposibilidad para gobernar la República.
“Como esta declaración en nada tocaba á los actos electorales,—
dice Alamán — Bustamante quedó gobernando como Vicepresidente
sin ninguna contradicción, cosa que no habría podido hacerse si en
vez de recurrir á ese expediente de la incapacidad moral, se hubiese
declarado, como se hizo con la de Pedraza, insubsistente la elección
de Guerrero. ”
Tal fué el origen del poder del partido que, según Alamán, se for
mó “de los restos de los escoceses, y de toda la gente respetable que
había entre los yorquinos, y del clero, y del ejército y de toda la cla
se propietaria, tomando la denominación de partido de los hombres de
bien."
Ese partido hizo mucho bueno por el progreso de los espectáculos
públicos en México, pero ese asunto lo será del siguiente capitulo.
CAPITULO VIII
1830.—1831.
En el año de 1830, primero del gobierno jalapista, no fué grande
el impulso dado á nuestro teatro, porque los gobernantes apenas en
verdad tuvieron tiempo para más que combatir la revolución que se
encendió en el Sur, acaudillada por Guerrero, Alvarez y otros; en
San Luis, por Márquez y Gárate; en Michoacán, por Salgado y Coda-
llos, y en Puebla, por Rosáins. Como éste no es un libro de historia,
aunque en él se toque todo aquello que sirva para explicar los moti
vos de decaimiento ó de adelanto de nuestros espectáculos, no haré
referencias á la energía desplegada por el Gobierno para reprimir la
revolución, sin pararse en medios, lo cual dió á la guerra un horrible
carácter de ferocidad.
El Teatro Principal vivía miserablemente con las Ruinas de Pal-
mira, Felipa la Lavandera, La Llave falsa, La huérfana de Tlalnepan-
tla, La niña en casa y la madre en las máscaras, Si se empeña una mu
jer no hay remedio que ha de ser, El Babú y otras.
En varias ocasiones cantábase alguna cosa, allá como se podía: en
uno de los programas de mi colección se lee: “Consecuente á lo que
se tiene ofrecido, cantará la Sra. Pellegrini la cavatina y dúo de la
ópera intitulada El Turco en Italia."
En una revista de espectáculos del mes de Mayo, se dice: “Mag
nífico espectáculo tuvimos á la vista la noche del domingo 9 del co
rriente en el Teatro de esta Capital; el agradable y crítico argumento
de la comedia titulada La escuela delgran tono; la propiedad, exacti
tud y buen gusto con que fué representada, fueron sin duda los obje-
B. H. T.—T. I.—36
tos más cumplidos y satisfactorios. Mas por desgracia, no faltó entre
los actores quien se presentara con mucha impropiedad, pues el que
desempeñaba el papel de Conde de la Culebra, se mostró en la escena
con frac azul y pantalón blanco, vestido no propicio á semejante per
sonaje ni á la sociedad donde se hallaba. Las decoraciones no cum
plieron tampoco su objeto, porque es cosa muy notable que en la casa
de la Condesa de Talco, y á la que concurrían personas de alta cate
goría, hubiese por adorno una decoración con dosel y pocos muebles
de ostentación y lujo. Las luces faltaron á buen tiempo; de manera
que cuando se acabó el tercer acto, apenas se podían distinguir los
objetos, y los directores deberían tomar algunas medidas respecto á
ese ramo.
“Parece que sólo falta dedicación y empeño para que nuestro tea
tro tenga un buen brillo, pues el ciudadano José María Miranda, direc
tor de canto, nos ha presentado á la joven María López, de edad de
catorce años, cuyos conocimientos, buena disposición y mejor voz,
hacen sorprendentes sus canciones, á lo que debe agregarse el buen
gusto de su maestro, ya en la elección de sus piezas, y ya en el modo
de desempeñarlas. A más de esto, se conoce que alguna señora se ha
decidido enteramente á perfeccionarla en sus acciones y ademanes
teatrales, cuyo nombre callo porque conozco su modestia; y en fin, es
necesario confesar que en esta República hay elementos sobrados para todo. ~
“Concluyamos con una reflexión concerniente al mismo asunto:
hemos sabido que se está ensayando un nuevo baile nunca represen
tado en este teatro, y que por su argumento y disposición será sin
duda el mejor de cuantos hemos visto. La llegada de Telémaco á la
isla de Calipso, presenta un campo demasiado ameno para hacer sobre
él muy grandes representaciones; pero el Sr. Pautret ha dado el papel
de Mentor, uno de los primeros actores de este emblema, al ciudadano
Tomás Maldonado, que aunque desempeña muy bien sus papeles, no
está en su categoría éste, . y estaría mucho mejor que el Sr. Pautret
hiciera á la gran diosa Minerva bajo la figura de aquel virtuoso y an
ciano ayo á quien Telémaco debió la perfección de sus virtudes y ta
lentos.”
A este artículo contestó el representante en él aludido, mostrando
extrañeza por la indicación de no parecerle bien que se hubiese en
cargado al ciudadano Tomás Maldonado el papel de Mentor en el nuevo
baile Telémaco cu Calipso: “en obsequio del mérito de Maldonado—
decía la réplica—debo manifestar que, aunque no puede compararse
con el Sr. Pautret, que en el arte mímico es inimitable, no por eso
debe juzgársele incapaz de desempeñarlo, y esto mismo ha debido te
ner presente el Sr. Pautret, como director del ramo, para encargár
selo. Es muy cierto que el Sr. Pautret desempeñaría admirablemente
el papel de Minerva, que bajo el aspecto de un sabio anciano servía
de guía al hijo de Ulises; pero 110 nos desconsolemos tan anticipadamen
te, persuadiéndonos de que Maldonado no corresponda á la confianza
del director, pues ya conocemos su aplicación y esmero en los papeles
que ejecuta en los bailes de Macbeth y de la Heroína. Persuádase fi
nalmente el articulista, de que el baile del Telémaco no será menos
brillante y digno del buen gusto de los mexicanos, porque el Sr. Mal-
donado desempeña en él un papel principal.”
Discusión tan baladí fué digna de aquellos público y escritores que
en su cándida vanidad se repetían, cuando hasta allí todo actor ó can
tante notable había sido traído de fuera, es necesario confesar que en
esta República hay elementos sobrados para todo.
La creencia era falsa de toda falsedad; y por más esfuerzos que
Pautret hizo para sostener abierto el teatro, no pudo conseguirlo, fal
tándole como le faltaban los primeros actores directores, Prieto y Ga-
ray, que en su calidad de españoles habían salido de la República y
se encontraban en la isla de Cuba.
En tal estado las cosas, el gobierno de D. Anastasio Bustamante
decidió ponerles remedio, facultando al Coronel D. Manuel Barrera
para llamar al país actores españoles, y promover la resurrección de
nuestros muertos Coliseos.
Al efecto, le pasó el siguiente oficio: “Primera Secretaría de Esta
do.'— Departamento del Interior.—Sección Segunda.—Deseando el
Excmo. Señor Vicepresidente proporcionar á los habitantes de esta
Capital una compañía de teatro, digna de su ilustración, en los ramos
de verso, canto y baile, y bien penetrado de las cualidades que ador
nan á V. S. para llenar los indicados deseos, ha tenido á bien S. E.
comisionarle para que, asociado á los demás individuos que han pro
puesto hacer algunas anticipaciones, se sirva practicar cuanto sea
necesario al efecto, formando y presentando á esta Secretaría el Re
glamento que V. S. estime conveniente.—Dios y Libertad.— México,
2 de Octubre de 1830.—Atamán.—Sr. Coronel D. Manuel Barrera.”
Lástima es que cuando esta ocasión se nos presenta de hacer un
elogio de ese Gobierno, la pluma se rebele contra ese propósito y, por
sentimientos de humanidad y de horror impulsada, se niegue á trazar
todo cuanto 110 sea censura y anatema á una de las más infames trai
ciones que la historia registra.
Mientras aquel signo de civilización daba el gobierno jalapista, sus
prohombres maquinaban con el vil genovés Francisco Picaluga, de
paso en México, la compra de la vida de un compatriota y de un hé
roe insurgente, el infortunado Gral. D. Vicente Guerrero. Las mil
y una rebeliones que por donde quiera venían brotando, no se dejaban
sofocar ni por las derrotas ni por los cadalsos, y el ilustre incapacitado
por la Cámara de 1830, seguía siendo el centro y espíritu de aquellas
manifestaciones de disgusto que surgieron á raíz misma del triunfo de
2$4
los conspiradores del Ejército de Reserva. Bustamante quiso concluir
de una vez, y su gobierno compró en cincuenta mil pesos al Capitán
del “Colombo” la entrega del caudillo suriano. Innecesario es contar
á mis lectores ese drama espantoso que nadie desconoce. Todos ellos
saben que el genovés, repudiado por su misma patria, que de haberle
dado vida se avergonzó, cumplió su palabra entregando en 20 de Enero
de 1831 y en el puerto de Huatulco la persona de D. Vicente Guerrero,
al cual los sicarios jalapistas, tras una apariencia de juicio militar,
fusilaron en Cuilapa el 14 de Febrero del mismo año.
Con ánimo, sin duda, de borrar la impresión dolorosa que la noti
cia de ese atentado de lesa humanidad y lesa patria había de causar,
con fecha 13 del citado Febrero de 1831, el Coronel D. Manuel de la
Barrera publicó una especie de manifiesto relativo á la misión que en
2 de Octubre anterior habíanle confiado.
El Coronel empresario decía así: “Eos gravísimos acontecimientos
políticos que han ocupado la atención del Supremo Gobierno, no han
impedido que dirigiese un día una ojeada cuidadosa sobre el teatro,
y notase la extrema decadencia en que se ha precipitado el de esta
Capital, pues la ilustración y buen gusto mexicanos echan menos una
diversión que siempre le ha sido grata y preferida á los demás espec
táculos; y deseoso de restablecerla, tuvo á bien comisionarme para
que procediese á organizarlo en los términos más adecuados y pro
pios para obtener la aprobación y complacencia del público.
“Inmediatamente se procedió á calcular y combinar los medios que
parecieran más á propósito para llenar las miras del Excelentísimo
Señor Vicepresidente, y se adoptaron los que se creyeron capaces de co
rresponder mejor para el logro de una empresa tanto más embarazo
sa y difícil, cuanto que no se encontraban en toda la extensión de la
República los elementos necesarios para realizar su plan, por la no
toria escasez de actrices y actores en todos los ramos que componen
la armonía del teatro, careciéndose de habilidades que fueran dignas
y proporcionadas al buen gusto del ilustrado público á cuya especta-
ción se han de presentar.
‘ ‘ Eos concurrentes al teatro en la temporada cómica que está ex
pirando, no necesitan se les repita la debilidad de la Compañía que
actualmente lo ocupa, puesto que la tienen á la vista, siendo, con la
pequeña diferencia de dos ó tres actores y actrices que se hallan en
los teatros de Guadalajara y Puebla, la reunión de los más sobresa
lientes y señalados en el arte escénico que existe en la República,
restos tristísimos de las bellas Compañías que amenizaron en los años
de 1825, 26 y 27.
“Pero aunque todos se hallasen en esta Capital, es innegable que no
podrá formarse una Compañía de representado, digna de la fina deli
cadeza del público mexicano, y confesando en obsequio de la verdad
2«5
que se encuentran entre los actores que están trabajando hoy, dos ó
tres aplicados, pundonorosos y susceptibles de grandes adelantamien
tos en su difícil arte, es también preciso convenir en que los esfuer
zos aislados de éstos, sin el auxilio de otros que los acompañen en la
escena, no podrán producir la complacencia á que aspira el concurso
de espectadores.
“Así es, que para organizar una Compañía cómica y trágica que
merezca atención y no cause tedio y fastidio, tropezó luego la Em
presa con el inconveniente que le presentaba la absoluta escasez de
artistas de uno y otro sexo, y ha sido indispensable ocurrir en su so
licitud fuera de los domicilios de la República, y hasta el día no pue
de presentarse al público la lista de cuáles sean éstos, porque aun no
llegan las contestaciones de que está pendiente con relación á este
punto.
“De los actores existentes aquí, se hallan contratados los Sres. Sal
gado y Bustamante; el Sr. Carlos Palomera no lo está también, por
que no se conforma con el sueldo de dos mil trescientos pesos que le
ofreció la Empresa en el año cómico, dándole además una función de
tarde en día festivo en clase de beneficio. A la joven Soledad Corde
ro, que comienza ahora á adquirir una opinión y habilidad cómica se
le han ofrecido dos mil pesos, porque se comprometa á desempeñar
los papeles que, según su disposición para el arte, le reparta el direc
tor del ramo de verso, y tampoco ha admitido el precio indicado, pre
tendiendo absolutamente el sueldo de tres mil pesos, á lo que la Em
presa no puede acceder sin exponerse á experimentar muy graves y
seguros perjuicios.
“Da Sra. Agustina Montenegro, apreciando las proposiciones que
la Empresa le hizo, contestó que no podía comprometerse desde aho
ra, por impedirlo el mal estado de su salud, pero que avisaría en cuan
to se encontrase en tan buena disposición que no temiera faltar á sus
compromisos.
“El Sr. Melquíades tampoco ha admitido mil pesos que se le ofre
cieron, no habiéndoseles hablado á otros actores, porque no conside
rándolos en la clase de primeros ni segundos, se espera hacerlo cuan
do se tenga organizado el cuerpo principal de la Compañía, de cuya
reunión debe resultar el número de terceras y cuartas plazas que sean
necesarias para su entero complemento. El primer apuntador está
también ajustado, y el segundo puede considerarse que lo quedará
igualmente, por ser muy corta la diferencia que ha detenido la con
clusión del contrato.
“A la joven Guadalupe Munguía, se le han ofrecido dos mil qui
nientos pesos y un beneficio en la tarde de un día festivo, por la obli
gación de desempeñar papeles que en su clase le señale el director
en el ramo de verso, y aun no acaba de decidirse, renunciando á la
pretensión de cuatro mil pesos que solicita, los que tampoco puede
acordarle la Empresa, sin caer en los inconvenientes y pérdidas efec
tivas que procura cuidadosamente evitar.
“La Sra. Amada Plata y el Sr. Estremera, que se hallan actual
mente en Guadalajara, están aún pendientes délas contestaciones que
necesita resolver la Empresa para combinar sus contratos respectivos.
A la Sra. Rubio de Pautret se le han pasado las condiciones y noti
cia del sueldo que puede ofrecérsele por su habilidad mímica y bailes,
y aun no ha dado su terminante resolución. El Sr. Pautret está com
prometido para la composición de los bailes grandes, en unión de otro
compositor y autores de su ramo que se esperan de Francia, habién
dose escrito al Sr. D. Tomás Murphi, Cónsul de nuestra República
en dicho país, para que ajustase y dirigiese á esta Capital dos baila
rinas primeras, dos bailarines primeros y un segundo compository baila
rín grotesco, cuyos actores, unidos á los que aquí se hallan y á los alum
nos de la escuela de Pautret para cuerpo de baile, compondrán una com
pañía capaz de presentar espectáculos dignos del pueblo mexicano.
‘ 1 Para dar fomento á este ramo tan agradable en la escena, la Em
presa ha admitido la proposición que le ha hecho el mencionado Sr.
Pautret, ofreciendo establecer una escuela gratuita de baile, en la que
se admitirán y aleccionarán todas las niñas, niños y jóvenes de am
bos sexos que gusten aprender en ella, y cuyas familias convengan
en que se dediquen á este arte, proporcionando la Empresa el local y
la música para que se ejerciten y adquieran toda la agilidad y perfec
ción de que puedan ser susceptibles, con la esperanza de que de este
alegre plantel puedan salir con el tiempo algunas habilidades que
ocupen y adornen los teatros de toda la República, abriendo este nue
vo recurso de subsistencia para los que tengan el talento necesario
para aprovecharse de sus conocidas ventajas.
‘ ‘Con el mismo objeto se establecerán escoletas de música y de verso,
para los aficionados á estos dos interesantes ramos, y se les facilitarán
todos los útiles necesarios para que se puedan combinar funciones
proporcionadas á sus adelantos, cuyos productos se distribuirán á su
favor, sin tener más gastos que los que les cause su representación y
el local donde las ejecuten, que será el Teatro Provisional. Al pro
porcionar esta facilidad de aprender y adelantar á los aficionados á la
escena en cualquiera de sus tres ramos, y con el estímulo de las uti
lidades que les produzca el desempeño de las funciones que puedan
combinar y ejecutar, se declara suficientemente que todo el empeño
de la Empresa se dirige á que se formen actores y actrices mexicanos,
que no dejen caer el Teatro en el deplorable estado en que se halla
actualmente, ni sea necesario recurrir á climas distantes en solicitud
de habilidades que lo ocupen y entretengan al público, pudiendo sin
ninguna dificultad crearse en nuestro propio suelo.
“Al Sr. Gorostiza se le ha recomendado también, para organizar
el ramo de verso, el ajuste y remisión de un primer actor cómico y trá
gico, dos ídem segundos, un ídem tercero, un primer barba, un segundo
ídem y dos graciosos; una damaprimera, dos segundasjóvenes, una gra
ciosa, una actriz para matronas y ancianas y una sobresaliente general,
para lo cual se han situado en Europa los caudales necesarios, tanto
para sus transportes, como para las anticipaciones que sea menester
hacerles; en la inteligencia de qué estos caudales los han franqueado
generosamente varios ciudadanos mexicanos y extranjeros, sin otro
interés que el anhelo de sacar el teatro de! estado de anonadamiento
á que se halla reducido, y contribuir al logro de los deseos del Supre
mo Gobierno respecto de tan interesante establecimiento, destinando
los sobrantes que pueda producir la empresa al fomento y auxilio de
casas de beneficencia pública.
“Para que se consigan todas las ventajas de que es lícito lisonjearse,
ha hecho el Excmo. Señor Ministro de Relaciones en su Memoria pre
sentada á las augustas Cámaras de la Unión, una iniciativa para que
se destinen veinte mil pesos anuales á favor de la subsistencia de las
compañías de teatro, único modo de que no decaiga ni retrase su mar
cha; bien entendidos de que bajo el método, arreglo y economía con
que está planteado el proyecto de la Empresa, es muy difícil que se
experimenten las desgracias que lo han sumergido en su situación
actual, y que los fondos destinados para su entretenimiento peligren
y se pierdan.
“Para la formación de la Compañía de óperas, ha sido preciso ocu
rrir á Italia, donde se cultiva con mucho esmero ese arte, y al efecto,
se comisionó como inteligente al Sr. Cayetano Páris, para que eligiese
y ajustase una dama segunda de música, otra ídem tercera, dos primeros
tenores, otro ídem segundo, un bajo cantante, otro ídem segundo, un bufo
cómico, otro dicho segundo, un maestro de música compository director, y
otro ídem de coros, cuyos individuos reunidos á la Sra. Pellegrini y al
Sr. Benedicto, que se hallan en esta ciudad, y al cuerpo de coros que
se formará de los jóvenes que gusten aplicarse al canto, y de los que
trabajaron en las óperas del Sr. D. Manuel García, compondrán una
Compañía, que espera la Empresa merezca la aprobación de los es
pectadores.
“También se ha encomendado al mencionado Sr. Páris la compra
de treinta óperas nuevas, siendo veinticuatro bufas y semibufas, y las
seis restantes de carácter serio, para que se amenicen con ellas y en
alternativa los espectáculos, debiendo esta Compañía dar dos funcio
nes cada semana, por ser condición expresa del contrato que se ha
hecho.
“De Lima se esperan también dos actores y una actriz, todos de
primera clase, que desde aquel país han hecho proposiciones de ajuste
para este teatro, y se les ha contestado favorablemente en un todo,
ofreciéndoles mil pesos más sobre los sueldos que allí disfrutan, por
lo que no dudamos se transladarán inmediatamente para esta Capital,
y estamos informados del mérito escénico que poseén por el Sr. D.
Juan Alberto Gutiérrez que los ha recomendado.
“La orquesta que ha de trabajar en la temporada entrante, y que
se compone de los más hábiles y acreditados profesores que existen
en esta ciudad, está ya contratada y corriente.
“MI miércoles 16 del presente se comenzará la obra y pintura del
Coliseo, y para vestir completamente la escena se están construyendo
diez decoraciones nuevas, y su pintura la desempeñan los profesores
de más opinión en esta clase de trabajos.
“La Empresa no ha omitido nada con tal de organizar las Compa
ñías del modo más digno y correspondiente á la ilustración y buen
gusto que tanto abunda en México, y si no puede reunir todos los
elementos necesarios para que se logren sus deseos con la velocidad
que pretende, es porque la mayor parte de ellos dependen de viajes
marítimos cuyas vicisitudes no ha sido posible evitar.
“Este será el mayor obstáculo que tal vez impida la apertura del
Teatro el domingo de Pascua de Resurrección como se acostumbra,
pero le parece preferible el carecer de dos ó cuatro semanas de fun
ciones, que luchar con las dificultades que embarazan al actual Di
rector de la Compañía para continuar un cierto número de funciones
en las cuales no puede haber elección ni gusto, sino un sentimiento
servil á la fuerza de la necesidad.
‘ ‘Los trajes de comparsas y coros van también á construirse de nue
vo, pues es necesario formar un depósito de guardarropa de que se
carece actualmente, lo mismo que de vestidos para el cuerpo de baile
y de óperas.
“La Empresa tiene mucha satisfacción en dar noticia de cuanto ha
practicado para llevar á cabo la reforma y restablecimiento de las com
pañías que han de servir el teatro, cumpliendo el encargo que al efecto
se le hace por el Excmo. Señor Vicepresidente.
“Cuando por inopinados acaecimientos no correspondiese la exacta
perfección de las compañías á las esperanzas que la Empresa tiene
fundadas en el conocimiento de no haber omitido la más leve diligen
cia y precaución para que éstas sean escogidas y selectas, encomen
dando sus ajustes á personas de buen gusto y de conocido talento, se
consolará con el testimonio de que nada ha olvidado poner en práctica,
en solicitud de adquirirlas tan perfectas como todavía tiene la con
fianza de que lo sean en efecto.
“Instruido el público de estos pormenores, se espera nos favorezca
con su buen concepto, y los señores abonados que gusten conservar
sus palcos y asientos en la próxima temporada, pueden ocurrir á la
i? calle del Reloj, núm. 11, desde las cuatro de la tarde del jueves 17
del actual, donde se les informará por el Contador nombrado al efecto,
del método que la Empresa ha adoptado para darlos, y de los precios
que tendrá el abono, en la inteligencia de que no contestándose desde
ese día hasta el sábado 26 del presente mes, se entenderá libre la Em
presa para disponer de los locales á favor de otras personas que los
soliciten.—México, 13 de Febrero de 1831.”
Cuatro meses después la Empresa no había podido aún dar princi
pio á la temporada. Ni el cónsul D. Tomás Murphi enviaba el cuerpo
de baile, ni el agente Cayetano Páris comunicaba el resultado de su
reclutamiento de cantantes italianos.
Hé aquí como, con fecha 15 de Junio, se explicaba la Empresa:
“Cuando se propuso el Supremo Gobierno tomar bajo su protec
ción el Teatro de esta Capital, sacándolo del abatimiento y nulidad
á que lo redujeran las oscilaciones políticas que tanto han perjudica
do la prosperidad y riqueza de la República, formó el proyecto de
que se plantease su organización con toda la extensión, dignidad y
decoro que se debe al ilustrado público mexicano. En el prospecto
que se repartió con fecha 13 de Febrero del presente afio, se hizo la
manifestación más ingenua, de las disposiciones que había dado pa
ra conseguir las compañías de verso, ópera y baile que necesitaba,
escribiéndose al efecto al Excmo. Sr. D. Tomás Murphi, cónsul de
nuestra República en Francia, para el envío de varias habilidades de
baile. El viaje á Italia del Sr. Cayetano Páris en solicitud de la Com
pañía de Opera, es de pública notoriedad, y según noticias debía em
barcarse con dirección á esta República, en principios del próximo
pasado Mayo; y estos individuos unidos á la Sra. Carolina Pellegrini
y al Sr. Benedicto que se hallan en esta Capital, compondrán una
Compañía que se lisonjea la Empresa merezca la aprobación de los
espectadores, pues por conseguir este resultado confió el ajuste y elec
ción de los actores á la inteligencia que el nominado Sr. Páris ha ma
nifestado tener para el caso. Remitidos á Europa los fondos necesa
rios, la Empresa no ha omitido diligencia alguna, y ha practicado
cuanto ha creído conveniente para acelerar la reunión de las compa
ñías que han de divertir al público: pero no ha estado en su mano
impedir las vicisitudes y demoras de los viajes que la privan de la sa
tisfacción de haber concluido ya su obra y llenado completamente el
encargo que se le cometió al efecto por el Superior Gobierno.
“La Compañía de verso se ha reunido con más prontitud, pues á
pesar de que no han llegado á esta Capital todos los actores y actri
ces solicitados por la Empresa, hay ya un número suficiente para que
principien sus tareas y se desempeñen con desahogo las representa
ciones cómicas y trágicas. Así pues, aunque no se intentaba abrir el
teatro hasta que se hallasen completas todas las compañías, para cum
ia. H. T.—I. I.—37
2 90
plir exactamente lo que se manifestó al público en 13 de Febrero úl
timo, se han repetido con tal instancia, por muchas personas que de
sean los espectáculos, las solicitudes para que comiencen las repre
sentaciones de la Compañía de verso, que la Empresa cree que no
puede dar mayor muestra del deseo que la anima de complacerlos,
que convenir en la apertura, presentando todo cuanto hasta ahora ha
logrado reunir, y hará lo mismo con las habilidades que espera, tan
breve como lleguen á esta ciudad. También se lisonjea que su con
descendencia en esta parte no sirva de pretexto para que se la cen
sure y critique, pues con la mayor ingenuidad pone la lista de los
actores y actrices con quienes cuenta en el día como presentes en
esta Capital, sin procurar entretener al público con otras esperanzas
y exageraciones que dentro de breve serían desmentidas, sino con la
relación exacta de cuanto ha obrado para la organización de las com
pañías, lo que espera, y los sucesos acaecidos en las multiplicadas
contestaciones que ha tenido que sostener para realizar sus planes.”
En el mismo papel ó manifiesto de la Empresa, se invitaba al pú
blico á concurrir á las funciones de esa temporada, con arreglo á las
siguientes bases:
“Los señores abonados de palcos, lunetas y demás departamentos
del teatro, que han convenido, bajo sus firmas, con las proposiciones
de la empresa, se servirán entregar las cantidades estipuladas, en la
1? calle del Reloj, casa núm. 11, en la inteligencia que los que no
lo hayan verificado para el sábado 18 del actual, no tendrán dere
cho alguno para hacer reclamaciones, pues la empresa será árbi
tra á disponer libremente de dichos locales.
“Lo mismo se entenderá con los que gusten abonarse en lo suce
sivo, conforme á la tarifa siguiente:
“Palcos: anticipación, ciento cincuenta pesos: abonos que se paga
rán por quincenas anticipadas y sin entradas, cuarenta y cinco pesos.
—Patio en lo general: anticipación, cuarenta pesos: abonos como los
anteriores, doce pesos cuatro reales.—Asientos comunes, en terceros,
por cada uno y pagados por quincenas anticipadas, diez pesos.—Am
bas cazuelas: cada asiento, cuatro pesos cuatro reales.—Palquitos de
éstas: anticipación, cincuenta pesos, abono mensual, veinticinco.—
Ventilas sólo para señoras: anticipación, treinta y seis pesos; abono
mensual, diez y ocho.—Las entradas diarias serán anunciadas opor
tunamente por el cartel de la función. ’ ’
Para evitar á la Empresa dificultades, se prohibía á los abonados
cambiar ó traspasar sus localidades, pues á los que por alguna razón
quisiesen dejarlas en cualquier tiempo se les devolvería lo que les
restase de las cantidades que hubiesen anticipado. Verdaderamente,
pocas Empresas de espectáculos habrán dado una muestra semejante
de su buena fe mercantil.
CAPITULO IX
1831.
Hé aquí, según el prospecto de 15 de Junio de 1831, la lista de la
“Compañía Cómico y Trágica.”
‘ 'Directores: Bernardo Avecilla, Juan Salgado.—Autor de las compa
mas: Mariano Bustamante.—Actrices: María Josefa Dubreville, Sole
dad Cordero, Lucía Martínez, María López, que hará damas jóvenes
y cantará intermedios; Guadalupe Flores, ídem. Ramona García.
Tres partes depor medio.—Actores .-José María Fernández, sobresalien
te; Mariano Bustamante, Miguel Valleto, Evaristo González, primer
barba; Joaquín Martínez, gracioso; Agustín Villegas, Tiburcio Anto
nio López, José Lamadrid. Cuatro partes de por medio.
‘ 'Ramo de baile: Director, maestro y compositor, Andrés Pautret.—Pa
ra operaciones grotescas y con obligación de bailar intermedios, Tiburcio
Antonio López.—Para cubrir intermedios mientras llegan las primeras
plazas, Guadalupe Flores, Loreto Flores, José Ortiz.
1 ‘ Empleados y orquesta: Apuntadores, Nicolás Enato, José María Bor-
ja. Archivero, Luis Lejarazu. Portero, Juan Felveta.—Orquesta: Di
rector, Quirino Aguifiana. Primeros vioUnes, Eduardo Campuzano,
Vicente Covarrubias, Francisco Garcés, Mateo Velasco. Segundos
violines, José María Miranda, José Loreto Covarrubias, Simeón Vi-
vián, Fernando Covarrubias. Flautas y clarinetes, Joaquín Salot, Ma
nuel Borja. Oboes, Agustín Villerías, José María Beristáin. Trompas
y clarinetes, Manuel Salot, Felipe Lozada, Timoteo Alcuí. Bajos, Jo
sé María Bustamante, Rafael Domínguez. Violoncello, Ignacio Ocá-
diz. Violas, Francisco Arévalo, José María Castel. Fagots, José Ma
nuel Pérez, José María Santillán.—Contador de la Empresa, Cayeta
no Castañeda.
“Los expresados—dice el manifiesto de la Empresa,—son los indi
viduos contratados para servir al público la presente temporada en
el teatro de esta Capital, estando todos comprometidos á recibir los
papeles que les repartan los directores de sus ramos.
“La Sra. Manuela Molina, con su hija y la familia del Sr. Aveci
lla, se esperan de un día á otro, sin que se pueda dar una noticia
segura de la causa que haya originado la demora que se nota.
“El Sr. Joaquín González hay noticia de hallarse ya en camino
desde Guatemala con dirección á esta ciudad, contratado para el
teatro.
“La Sra. María Rubio de Pautret recibió las proposiciones que le
hizo la Empresa para su ramo de baile, en la clase en que lo había
desempeñado anteriormente, y contestó que resolvería á su tiempo y
con oportunidad; aunque ésta ha pasado, siempre aquella, consecuen
te con los principios adoptados en favor de la amenidad de los espec
táculos, le sostendrá las mismas proposiciones y ofrecimientos hechos,
desde el momento en que se presente en esta Capital y se declare
pronta á servir al público unida á la Compañía de baile.
“El Sr. Carlos Palomera está ajustado para este teatro en virtud
de repetidas diligencias y empeños que hizo para serlo luego que
perdió la esperanza de que la Empresa volviera á solicitarlo, sentida
del modo brusco con que contestó á las moderadas proposiciones que
se le habían hecho. Cuando afectaba la mejor buena fe, y se decía
satisfecho del nuevo contrato, que firmó según costumbre y como lo
habían hecho los demás actores, haciendo ofrecimientos voluntarios
que no se había pensado en proponerle, cambió instantáneamente de
parecer, de resultas de haber llegado á esta Capital un comisionado
de Guanajuato con el proyecto de ajustar actores para su teatro, pre
firiendo burlarse de su palabra, promesa y firma, primero que renun
ciar al placer de correr la posta hacia la nombrada ciudad, y de hacer
ruido con su indebido procedimiento, bien que esto mismo había he
cho en otra ocasión.
“Noticiosa la Empresa de la intención y proyectos de dicho actor,
le requirió amistosamente por la formalidad de su contrato, y viendo
que se obstinaba en llevar adelante su idea, le citó para comparecer
ante uno de los señores alcaldes constitucionales, cuyo juez previno
á Palomera se abstuviese de salir de esta Capital mientras no se de
cidiese por la autoridad que podía hacerlo, si estaba en el caso de
anularse el compromiso que tenía contraído para servir en este tea
tro. Se dió por notificado y fingió acomodarse á todo, para adorme
cer la vigilancia que pudiera tenerse de sus operaciones, aguardando
cautelosamente que llegasen los días de la Semana Santa, en que to
dos los tribunales han dado punto, y se fugó la noche del miércoles
santo, habiendo enviado un caballo en la tarde fuera de la garita.
‘ ‘ Tan reprobado proceder exigía se tomase alguna providencia pa
ra corregirlo, en vista del desprecio que había hecho de la prohibición
que le notificó el juez constitucional y del ultraje que hacía de su au
toridad. Se expidió exhorto por uno de los señores jueces de Distrito
dirigido al Sr. Alcalde de primera nominación de Guanajuato, pidien
do se presentase Palomera en esta Capital y contestase la demanda
de la Empresa en tribunal competente, y ni ese exhorto, ni el que se
expidió después, han sido obsequiados, á pesar de que se vocifera
por el señor Alcalde que se administra exactamente la justicia en di
cho Estado: nada ha valido el haber recomendado el asunto al mismo
Excmo. Gobernador, porque cierto señor Asesor de la referida ciu
dad ha tenido la peregrina ocurrencia de querer abocarse un negocio
originado y entablado en esta Capital, y ha estado entreteniendo el
tiempo con mucha gracia, dejando correr los días y más días, pero
con la circunstancia de olvidarse de la exactitud del despacho, mas
no del cobro de los derechos, siendo preferible al cabo que esto hubiese
sucedido al revés.
“Se ha hablado con tanta extensión de Palomera, para que el pú
blico esté impuesto de la causa que hay para que se encuentre en la
lista de actores, después de haber asegurado la Empresa que este in-
, dividuo se hallaba contratado para este teatro. En el día le es indi
ferente, porque considera que no podía esperarse un trabajo regular
de un actor que entraba en la Compañía con tan mala fe, y porque
está sustituida su plaza suficientemente.
“Resta manifestar al público que hay noticia de que para Agosto
próximo deben llegar á esta Capital varios actores de los que se le
encargaron al Excmo. Sr. D. Manuel Eduardo Gorostiza, y con al
guna diferencia de tiempo los dos actores y una actriz que desde Li
ma ha de enviar ya contratados D. Juan Alberto Gutiérrez, que los
recomendó especialmente, y fué autorizado para conceder las propo
siciones que hicieron para trasladarse á esta ciudad.
‘ ‘ Sobrecargada la Empresa así por los individuos que actualmente
tiene presentes en la Compañía, como por los que expresa que ya se
hayan comprometido, no ha podido admitir los buenos deseos que ha
manifestado el Sr. D. Diego María Garay, para trabajar en este tea
tro, cuyo actor ha venido oficiosamente de la Habana á la Repúbli
ca, sin esperar á que se le hubiera hecho invitación alguna. El pre
supuesto de gastos excede ya de lo que se había señalado en un prin
cipio, y esta es otra razón por la que no se le ha colocado en la Com
pañía de verso, aun cuando no existiese el inconveniente que siempre
produce la multiplicación de los directores en un mismo ramo.
‘ ‘ Consecuente con cuanto se ofreció al público en la fecha referi
da, se han construido y se han pintado por el profesor F. Tamayo,
arreglándose á los diseños que le ha suministrado el Sr. Carlos Páris,
las vistas que han de decorar la escena, asegurándose que son ente
ramente nuevas y aprobadas por muchos inteligentes en el arte. La
casa se ha pintado igualmente, procurando darle el adorno de que ha
sido susceptible, y la calificación de estas obras queda sometida al
gusto de los espectadores.
“El alumbrado ha tenido un aumento de mucha consideración,
pues no se ha omitido arbitrio alguno para darle la fuerza que nece
sita, una vez tocada la dificultad que se presentó para haber estable
cido el de gas hidrógeno. Igualmente se ha cuidado de que la ilumi
nación de los tránsitos de los departamentos sea decente y no manche
á los concurrentes, evitando la fealdad de unas candilejas sucias y en
continuo goteo de aceite, que exigían un particular cuidado al pasar
inmediato á ellas. Los candiles para la iluminación están demostran
do lo mucho que ha sido preciso hacer para ponerlos en el estado en
que se hallan, pues no eran otra cosa que esqueletos y residuos de lo
que habían sido.
‘ ‘ Los vestidos de guardarropa han tenido también un lugar de
consideración, pues ha sido preciso hacer nuevos la mayor parte de
sus enseres.”
Bernardo Avecilla, director de la nueva Compañía, empezó, á fi
gurar en el Teatro del Príncipe en Madrid en 1809, en tercer lugar t
entre los actores, de los que era primero y principal el gran Isidoro
Máiquez. En 1812 quedó clasificado como barba ó actor de carácter;
en 1818 figuró como autor de Compañía en el mismo primer teatro
español con siete mil reales de sueldo anual y treinta diarios como
actor, al lado de Isidoro Máiquez con sesenta; como tal actor, en el
elenco aparece primero Máiquez, después Andrés Prieto, y en ter
cer lugar Avecilla. En 1820 fué siempre en el Príncipe, galán prime
ro con cuarenta reales. Conservó su calidad de primer actor en los
cuadros de los siguientes años, trabajando con el eminente Carlos
Latorre y con Rosa Peluffo, y Pedro Vínolas, artistas también en el
Príncipe y más tarde nuestros huéspedes. Actor distinguido y de la
buena escuela de Máiquez,vino precedido de justa y merecida fama,
que sólo aquí pudo ser puesta en tela de juicio, por efecto de las in
trigas de sus demás camaradas en el arte, especialmente del también
español Diego María Garay, artista muy estimable pero que nunca
figuró en el primer teatro español ó sea el del Príncipe. A la presen
tación de Avecilla en nuestro Teatro Principal, hubo en el público
cierta división, resultado de esas intrigas, y corrió, muy aplaudido
como ingenioso juego de palabras, el siguiente epigrama ó pasquín:
“Una oferta lisonjera
nos hizo esperar gran cosa,
y en vez de un águila hermosa
una avecilla cualquiera.”
Diego María Garay, que contaba en México muchos amigos y apa
sionados, que era buen actor y padecía de un carácter envidioso é
intrigante, no sólo atacó más ó menos disfrazadamente á Avecilla,
como antes había atacado á Andrés Prieto, sino también á la Empre
sa, dando motivo al párrafo del preinserto manifiesto en que aquella
se disculpa de no haberle contratado, y revela que Garay se había
presentado en México sin ser llamado. Esto era grave para él, pues
como español expulso no podía haber vuelto sin permiso especial que
sólo la Empresa, competentemente autorizada, tenía facultad de ex
pedir. Para castigar á Garay se le reprochó esta transgresión de la
ley y aun se llegó á enviarle un pasaporte para que se pusiese en ca
mino para la Habana, rigor que sus amigos influentes impidieron se
llevase adelante, abogando por Garay ante aquel Gobierno que nin
gún interés tenía en hacer cumplir una ley á la que habíanse opues
to los hombres que le formaban.
Otro actor, también español expulso, I). Joaquín Patiño, natural
de Galicia, recurrió, para regresar á México, á obtener en Nueva Or-
leans carta de ciudadanía americana, que una agencia de aquel país
eminentemente mercantil, hacía expedir, por Inmódica suma de vein
ticinco pesos, á cuantos hubieran residido quince días en aquella po
blación de los Estados Unidos. Dícese que esa medida la tomaron
excepcionalmente las autoridades americanas para librarse de mendi
gos, como eran llamados los infelices expulsos que no tuvieron posi
bilidad de ir más allá de la Gran República.
Por el referido manifiesto de la Empresa, que he creído conveniente
copiar íntegro, mis lectores han podido enterarse del estado misera
ble en que habían caído nuestros espectáculos en esos últimos años
de continuas revueltas y desórdenes de toda especie. Siento no poder
entrar en mayores detalles que huelgan en un escrito que no pretende
pasar de una simple Reseña, y que de otro modo alargarían demasiado
el número y tamaño de estos capítulos. Dejo, pues, los comentarios,
á juicio de los lectores; únicamente les hago notar que D. Miguel
Valleto, con el tiempo tan justamente renombrado en México, sin
contar con los dos directores de la Compañía, ocupaba el tercer lugar
en el cuadro de artistas de nuestro teatro.
En el manifiesto de la empresa se indica haber fracasado en sus
tentativas para iluminar el teatro con gas hidrógeno. Para introdu
cir esa mejora estuvo en tratos con el suertista y físico Mr. Perinor,
al cual nombré ya anteriormente, que tuvo establecido en la calle de
Zuleta núm. 14, lo que llamó Teatro Pintoresco y mecánico. Copio aquí
uno de sus proyectos anunciando las novedades y maravillas que daba
á conocer: “Iluminación con gas hidrógeno que cada día se hace más
importante en la sociedad: teoría de los globos aerostáticos; produci-
miento de sonidos armónicos con una corriente de gas; glóbulos de
aire fulminante, etc., etc. Se terminará la función con el mundo en
miniatura ó panorama de las cercanías de México, con trajes y figu
ras nuevas relativas al país. - Dunetas, seis reales; patio, tres reales;
los niños, la mitad de precios.”
Por fin, en 23 de Junio de 1831, se fijó en esquinas y periódicos el
siguiente aviso: “Teatro Principal. La Empresa del Teatro ha lo
grado vencer los inconvenientes que se habían ofrecido para su aper
tura: se abre, pues, desde esta noche y se proseguirán dando los es
pectáculos de que el público había carecido por tanto tiempo.”
La primera obra representada en la noche de ese día fué El labra
dor más honrado, García del Castañar; el 24 se dió Indulgencia para
todos, advirtiendo el programa que era “obra del Excmo. Sr. D. Ma
nuel Eduardo de Gorostiza, Ministro mexicano en Francia.” Siguie
ron el 25, Castillos en el aire; el 26, El hombre agradecido; el 27, Todo
ó nada ó el Veleta, y un baile por Loreto Flores y Jacobo Ortiz; el 28,
El Rico-Home de Alcalá y un dúo de la ópera Coradino, cantado por
María López y Joaquín Martínez; el 29, la comedia Los hermanos á
la prueba. El 3 de Julio se representó por primera vez en México el
drama en cinco actos El Pastelero del Madrigal, y el 4, la tragedia,
Blanca y Moncatzin, que fué un gran triunfo para Bernardo Avecilla.
A éstas siguiera a, y serán las últimas obras que cite, para no ha
cerme cansado, las comedias Todo extremo es vicioso, ó Don Desiderio;
Las segundas nupcias, Las mocedades de Enrique V, Misantropía ó
Arrepentimiento, A Madrid me vuelvo; las tragedias El ilustre sepultu
rero, Los Templarios; los sainetes A un engaño otro mayor, Alcalde
tonto discreto, El buñuelo, El enfermo fugitivo ó el enemigo de lajeringa.
Las funciones iban amenizadas con boleros manchegos, Minuets afan-
dangados, Boleros y cavatinas y dúos de Rossini.
El público no estaba muy satisfecho, y la prensa menudeaba párra
fos y articulejos pidiendo la contrata de Garay. Pero éste había ofen
dido y continuaba ofendiendo á los empresarios, y éstos no quisieron
dar su brazo á torcer y anunciaron haberse dirigido á Andrés Prieto
que se encontraba en la Habana. “En el próximo Agosto, dijo en un
aviso el agente D. Cayetano Castañeda, pueden llegar á esta Capital
algunos actores de los que se encargaron al Ecxmo. Sr. D. Eduardo
Gorostiza, y con alguna diferencia de tiempo una actriz y dos actores
más que desde Lima ha de enviar D. Juan Alberto Gutiérrez. El Sr.
Prieto, cuya habilidad ha dejado gratas memorias en este teatro, ha
escrito también, haciendo proposiciones por sí y á nombre de la Sra.
Santa Marta, que se hallan decididos á trasladarse á esta Capital y
trabajar en la escena; y aunque las peticiones son bien avanzadas,
se le ha contestado con otras proporcionadas á las circunstancias en
que se encuentran los fondos de la empresa y los productos del tea
tro, las que serán sostenidas siempre que las acepte y se resuelva en
su consonancia. Por esta razón no se han podido admitir los buenos
deseos de D. Diego María Garay, no porque existan animosidades
contra su persona, sino por llenar y cumplir el encargo del Superior
Gobierno que previene se procure salvar el capital empleado en el
fomento del Coliseo, y se soliciten algunas utilidades que se compar
tan entre los Establecimientos de beneficencia pública que tuvo á bien
designar.”
Así las cosas, el público se regocijó al dársele noticia de que ya
habíase embarcado la Compañía de Opera contratada por el Sr. D.
Cayetano Páris, trayendo á su frente á Filippo Galli, célebre cantante
italiano nacido en Roma en 1783. Hábil músico, desde la edad de
diez años se distinguió por su notable talento como pianista y como
acompañante. Casado á la edad de diez y ocho años, las necesidades
de la vida matrimonial le decidieron á presentarse al público, estre
nándose en Bolonia, en 1804, con La caza de Enrique IV, de Gene-
raldi. El éxito logrado hizo que se le clasificase entre los mejores
tenores, cuando una grave enfermedad cambió la naturaleza de su voz,
convirtiéndose en bajo. Espantóle esta transformación, pero Paisiello
le consoló incitándole á perfeccionar su nuevo timbre. Galli siguió el
consejo, y el estudio y el ejercicio desarrollaron en él una voz de bajo
cantante, de una sonoridad extraordinaria. Su estreno en su nuevo
empleo lo verificó en Venecia con el papel de Taraboto en el Inganno
felice de Rossini. Al año siguiente creó en Milán el Sigillaro de La
Pietra delparagone, del mismo maestro.
Los papeles del Bey en la Italiana en Argel, y de Turco en El Turco
en Italia, pusieron el sello á su reputación. Galli, encontrando de
masiado restringido el repertorio bufo, quiso abordar los personajes
dramáticos. Rossini aplaudió su determinación y escribió para él, en
1817, en Milán, el papel de Fernando en La Urraca ladrona, y después
el de Mahometto, en 1820, en Nápoles.
En 1821 Galli se estrenó en París, con su gran papel de Fernando,
y causó una sensación profunda con su apasionada ejecución. Algún
tiempo después Galli salió de Francia para volver á ella en 1825. Ac
tor trágico, y consumado cantante, desempeñó muchos importantes
papeles con satisfacción general. En 1828 Galli recorrió España y
regresó á Italia, en donde Cayetano Páris le contrató para México.
El Registro Oficial, nombre del periódico del Gobierno de México
en esa época, dijo al dar la noticia de la llegada de Páris á Veracruz:
"El Sr. Páris es acreedor á todo elogio, así por la prudencia y eco
nomía en gastos con que se ha manejado, como por la pericia é inte
ligencia que ha mostrado en la elección de individuos, compra de mú
sica, etc. Ha tenido varias dificultades que vencer, y entre ellas no
fué la menor el obstáculo que le puso la policía de Milán, negándose
por las circunstancias de la revolución de Italia, á conceder los pa
saportes indispensables para la salida de la Compañía, que todo lo
tenía ya listo para verificarla. Al fin, después de muchos pasos y di
ficultades, logró tener una audiencia particular con el Virrey del reino
Lombardo Véneto, que es hermano del Emperador de Austria: fué
bien acogido y le concedió el favor que solicitaba. Le habló larga-
R. H. T.—T. 1.—38
mente sobre nuestro país, manifestándole la satisfacción que le cau
saba el estado de civilización y gusto que indicaba el establecimiento
en él de la Opera Italiana. La Empresa ha causado gran sensación,
no sólo en Milán sino en toda Italia, siendo el asunto de la conver
sación de muchos días, y formando época en la crónica teatral, por
ser la primera Compañía completa que sale de aquellos países para el
Nuevo Mundo.”
El párrafo transcrito pinta por sí solo la candidez y vanidad de los
redactores del periódico oficial y de sus lectores.
En los días 24 y 25 de Julio la Compañía de Galli dió dos concier
tos en Veracruz en los salones de la Sociedad de 1 ‘ La Unión, ’ ’ por 110
haber otro local más propio, pues según El Censor, periódico de aquel
puerto, “por una triste fatalidad dejó de existir el teatro único que
allí había.”
“ Entre la concurrencia que asistió—dice el mismo Censor—lucida
y numerosa, fué unánime el parecer de que el Sr. Páris ha desempe
ñado su comisión con particular acierto. Puede caberle esta satisfac
ción al promotor de la feliz idea de que el público no careciese de una
Compañía selecta de Opera: bien que por cualquier lado que se exa
mine semejante determinación, se hallará tener fundados motivos que
la hagan recomendable.
“ Sería imposible entrar en una minuciosa relación personal res
pecto de la ejecución, sin extendernos demasiado. En la Sra. Masini,
agradó la expresión y notable sensibilidad que acompañaba á su can
to; en el Sr. Finaglia, el desembarazo y facilidad con que gobernaba
su voz; en el Sr. Sissa la clara y bien definida entonación; del Sr. Ga
lli está demasiadamente bien sentada su fama para que sea necesario.
decir de ella otra cosa sino que dió testimonio de ser bien merecida;
el Sr. Mussati, encantó. Las pequeñas composiciones que desempeñó
el Sr. Pighi, tanto en la flauta como en el corno inglés, merecieron
también muchos aplausos. En fin, el mérito en la ejecución, fué ge
neralmente admitido por cuantos tuvieron el gusto de hallarse pre
sentes.”
La llegada de la Compañía y las noticias que de su mérito daban los
periódicos veracruzanos se prestaron á que los de la Capital reco
mendasen al público se hiciese digno de un tan elegante espectáculo,
suprimiendo las demostraciones de grosería y mala educación de que
era campo la sala del teatro. ‘ ‘Es de sentirse, decía el Registro Oficial,
que se noten algunas cosas que no sólo ofenden su buena policía in
terior, sino también la cultura y civilización, dando una idea poco
ventajosa de la educación de los sujetos que se las permiten. Tal es
la desconsiderada franqueza con que se arrojan de arriba para el pa
tio salivas, cigarros concluidos y otras porquerías.
‘ ‘ Tampoco es muy conforme á la razón el modo con que algunos
señores concurrentes suelen manifestar su desagrado hacia tal actor
ó tal pieza, pues que, en efecto, á ninguno se le corrige con algazaras
y rechiflas, y naturalmente debe quedar todo cortado un actor que se
ve hecho el objeto de una burla estrepitosa. El desagrado puede ma
nifestarse de otro modo que produzca mejores efectos, y que sea me
nos repugnante con la decencia que debe reinar en los concursos pú
blicos.”
Cayetano Páris y la Compañía de Opera llegaron á la Capital el 6
de Agosto, é inmediatamente se anunció que comenzarían sus repre
sentaciones tan pronto como se recibiesen la música, trajes y demás
accesorios, detenidos en el camino de Veracruz á México por el mal
estado en que teníanle las lluvias.
Entretanto, el público tuvo una agradable sorpresa con la presen
tación del cuerpo de baile de niños mexicanos formado por Andrés
Pautret, según habíalo ofrecido. El suceso ocurrió el 6 de Setiembre
y el periódico oficial dió cuenta de ello de la manera siguiente: “Ano
che se han presentado en el teatro los niños discípulos del Sr. Pau
tret, y han desempeñado á satisfacción del público el baile intitulado:
El Nido de Amoi¡, composición de su maestro. El número de niños
de uno y otro sexo fué de treinta y uno, y había entre ellos dos ni
ñas, una de cuatro y otra de cinco años: las dos de mayor edad,
cuentan diez. Debiendo comenzar dentro de poco la Opera Italiana,
puede presentarse el teatro de esta Capital con un lustre y conjunto
de habilidades poco comunes.”
¡Sorprendente candidez! Valiente ilusión debían causar los pasos
de baile de ciertas óperas, ejecutados por una criatura de cuatro años
y su comparsa de chiquillos!
Demos razón del estreno déla Compañía de Galli, sirviéndonos se
gún costumbre, de incontestables documentos, que en este caso es
nada menos que un artículo de fondo del Registro Oficial.
“Anoche, lunes 12 de Setiembre de 1831, se ha presentado en el
teatro de esta Capital por la Compañía de Opera, una de las mejores
de Rossini.
‘ ‘ Eligió para dar la primera muestra de las habilidades de que se
compone, la grande ópera de Torbaldo y Dorlisca. El teatro estaba
completamente ocupado por una brillante concurrencia que manifes
taba los más vivos deseos de juzgar cuanto antes del talento de los
nuevos operistas. Das recomendaciones del mérito respectivo de cada
uno, el ensayo de sus talentos hecho en Veracruz, hacían esperar mu
cho de los todavía no conocidos, lo mismo que de la Sra. Pellegrini.
“ Llegados los momentos de la ejecución, cada uno supo exceder
las esperanzas concebidas. El Sr. Galli y la Sra. Pellegrini, que lle
varon los papeles principales, los desempeñaron á toda la satisfacción
de los espectadores, excediendo el concepto que de ambos se tenía.
“El público admiró en el Sr. Mussati una voz dulcísima, una gran
maestría, y una ejecución brillante; en el Sr. Finaglia el desempeño
de un excelente bufo, y en la Sra. Baduera la perfecta ejecución del
papel que le tocó, aunque de una naturaleza secundaria.
“Añadiendo á esto la propiedad y hermosura de los trajes y deco
raciones, la orquesta numerosa y compuesta de excelentes profesores
y la clase de concurrentes que llenaba el teatro, puede decirse sin exa
geración que desde la fundación del Coliseo de México, no se había
visto el público tan perfectamente servido, ni había gozado de un es
pectáculo tan brillantemente ejecutado y que le llenase de más satis
facción.
‘ ‘ Esto puede decirse con más razón comprendiendo los demás ra
mos que abraza el Teatro, como el de verso, que merece el aprecio ge
neral, y el de baile, que se ha hecho más interesante desde que se pre
sentaron los niños discípulos del Sr. Pautret á dar muestras de sus
bellos adelantos.
“La Capital, pues, goza de esta clase de diversión bajo un pie de
perfección y hermosura, que así es digno de su grandeza y dignidad
como de su buen gusto y civilización. Si ésta se mi<je por la natura
leza y carácter de los espectáculos, puede decirse que poco ó nada
tiene México que ceder á los demás países donde se habla la lengua
castellana.
* ‘ La Administración actual tiene la satisfacción de haber atendido
con fruto, no sólo á lo necesario y útil, sino también á lo agradable.
Ha logrado ver tranquila y pacífica la República, restablecido el or
den y desterrada la anarquía, y tiene también el placer de haber pro
porcionado á la Capital un espectáculo de que carecía y estaba de
mandando la ilustración de sus habitantes.’’
No cabe duda en que el “Registro Oficial del Gobierno de los Es
tados Unidos Mexicanos,” llenaba bien su deber de encontrarlo todo
bueno por obra y gracia de la autoridad á la cual servía.
3oi
CAPITULO X
1831.—1832.
El éxito alcanzado por la Compañía de Filippo Galli, no perjudic
á los demás espectáculos de ese tiempo, de relativo bienestar en cuanto
á elementos de vida, en la Capital. El físico Mr. Perinor seguía en
cantando á su público del teatrito de Zuleta, con programas como éste:
“Agua helada en el vacio; Un preso por la sola presión del aire; El gato
bajo el recipiente; La lámpara maravillosa; El tubo de cristal armonioso;
Los truenos, relámpagos y formación de agua en la atmósfera; Pistolete
de bolsa y de gas, que se carga con aire fulminante, arroja balas de
plomo y se dispara con una chispa eléctrica; Combustión del acero y del
fósforo en el gas oxigeno, produciendo una luz tan clara como la del
sol, terminándose con el panorama de autómatas?' En el teatro de los
Gallos, en la calle de las Moras, hizo una buena temporada el circo
ecuestre de Carlos G. Green, “artista de Nueva York y Eiladelfia,
maestro en la educación de asombrosos caballos, volteos, juegos de
equilibrio y.otras cosas tan admirables como divertidas.”
Como según vimos en los prospectos de la Empresa del Principal,
la ópera sólo dos funciones daba por semana, las demás noches las
cubría el cuadro dramático. El mérito y talentos de Bernardo Ave
cilla eran aplaudidos por unos y negados por otros, conviniendo todos
en que como trágico valía poco ó nada, y como barba y actor de ca
rácter era uña notabilidad.
Ea Molina y la Dubreville adquirían en cambio, con cada represen
tación, nuevos triunfos y nuevos amigos: el desempeño de sus papeles
en el Orestes les valió hasta el ser cantadas en verso. El poeta se duele
del infortunio que cupo á Clitemnestra, papel desempeñado por la Mo
lina, al ser muerta por el puñal de Orestes, y pregunta:
“... .¿Dónde los ojos la verán?.... Mil veces,
mil veces, sí, que la Molina de ella
todo el carácter toma, y nos conduce
á Argos, al siglo que pasó dejando
de catástrofe tal perenne acuerdo.
¡Salve, célebre actriz! ¡Salve! Das Musas
rodean tu frente celestial y pura.
“Y tú, sensible Dubreville, divina
enemiga del hijo imperdonable
de Thyeste; ven, del pueblo numeroso
toda la muda admiración recibe.
Animada y feliz en tus pinturas,
eres, y grande y rápida tendiendo
sobre tu trono de terror el manto.
¿Quién como tú de Electra ha trasmitido
el dolor y el carácter en la escena?
¡Actriz sublime y mágica! ¡cuál vibras
el trágico puñal con mano alzada!
Enérgica en tus versos y terrible
tifies las aguas de Hipocrene en sangre.
Allá desde do moras te saluden
los autores de Edipo y Catilina,
y extiéndase tu fama, cual se extiende
la luz del sol por el desierto cielo.”
Pero nada da mejor idea del teatro de entonces y de sus críticos,
que una especie de Revista que con el título de Lo que sobra y lo que
falta en el teatro, poseo, y dice:
‘‘Sobran quinqués; falta aceite para iluminarlos; de aquí resulta
que sobran lentes y falta que ver. —Sobran actores y falta un trágico
por mala voluntad del Empresario. —Sobran modales al Sr. Avecilla
en el género cómico; le faltan demasiado en el trágico, y muy prin
cipalmente tino para dirigir; así es que sobran comedias viejas y faltan
piezas conformes al gusto del día; también sobran años y ronquera á
este individuo para hacer de joven galán y calavera, y le falta com
postura.— Sobra talla, embompoint y edad á la Sra. Molina para que
aun resuenen en sus labios amores, requiebros y desdenes; faltan vo
ces para explicar el mucho mérito de esta actriz que tanto ha hecho
ganar al teatro de México, con su despejo, dominio teatral, natura
lidad de sus movimientos, fuerza de su expresión, ya como trágica,
ya como matrona.—Sobra aplicación al Sr. Salgado, deseo de com
placer y fuerza para pronunciar la R; le falta que abandone la manía
de imitar al insigne Prieto, porque no pudiendo esto conseguirse cae
en ridículo.—Al Sr. Bustamante le sobran lágrimas para pelear cuan
do tiene que entrar en campaña y le falta valor; le sobra movimiento
en la cadera, y le falta en el brazo contrario al que pone en acción.
— A la Sra. Dubreville y al Sr. González les sobra propiedad, buen
desempeño, y exactitud en el cumplimiento de su deber: les falta opo
nerse á trabajar en funciones malas.— Nada sobra ni falta al Sr. Va-
lleto, ni al Sr. Martínez y su esposa. —Al Sr. Fernández sobra tiempo
para imponerse de sus papeles, pero le falta un poco de dedicación al
estudio, y como, según malas lenguas, no le falta inclinación á los
placeres de la mesa, siempre le sobra camote que tragar.— Cuando re
presenta el Sr. López le sobran zetas y le faltan pausas.— A las que
bailan las calabacitas, la chispa, etc., sobra decoro para faltar con estos
soeces sonecillos á un público decente é ilustrado.— Sobran puros,
cigarros, pipas y todo cuanto contribuye á formar una atmósfera de
humo densa y pesadísima: sobran platicones y faltan atentos.”
Pero quizás para nadie había tan grande admiración como para
Andrés Pautret, y todo por su almácigo de liliputienses bailarines:
‘‘no sólo nos promete, decía El Sol, las más lisonjeras esperanzas res
pecto de nuestros jóvenes y nos da á conocer de cuánto son capaces los
talentos mexicanos, sino que nos presentan á Pautret como á un hombre
que tanto se interesa por los adelantos de nuestra patria, y que siendo
digno de la protección del Supremo Gobierno, se hace también acree
dor al amor y reconocimiento de todos los mexicanos."
Con motivo del estreno del baile El nido de amor, ó el pimpollo y la
rosa, los niños ejecutantes fueron obsequiados con una comida en el
Café Veroli, inmediato al teatro, en el mismo local que después se
llamó del Progreso, y en ese banquete se improvisaron varios brindis
en honor de Pautret y de sus alumnos.
El Sol publicó esos brindis, de los cuales tomo las siguientes líneas:
‘‘Fuerza es que tribute este momento
el elogio tan justo y merecido,
pues por ti la belleza y el talento
de los niños aztecas ha lucido.
“¡Oh, juventud peregrina!
vuestro baile me ha encantado,
y mi pecho alborozado
á celebraros no atina.
“Una escena tan divina,
una tan grande belleza,
vuestra sinigual destreza
y cuanto por mí pasó,
nadie podrá creerlo, no,
sin presenciar su certeza.
“Tú, de gozo alborozado,
has brindado en este día,
y en efecto tu poesía
logró su objeto deseado.
“Yo te sigo entusiasmado
y brindo por el amor
que me inspira el noble honor
de unos padres tan queridos,
y estos niños, dirigidos
por tan sabio director.”
El Registro Oficial periódico del Gobierno, dedicaba á su vez fre
cuentes editoriales á ponderar los méritos de éste, por su acierto en
ilustrar á sus gobernados. ‘‘Nuestro Teatro va poniéndose cada día
más brillante, decía, y vemos desvanecidas ciertas suposiciones que
algunos vertían como argumentos indisputables: una de ellas, que
siendo nuestros conciudadanos sólo amigos de la novedad, no gusta
rían las óperas más de la primera vez que se representasen. Los he
chos han probado lo contrario, y los mexicanos han dado pruebas en
el particular, de que son susceptibles de tanto gusto como en cual
quier otro país civilizado de Europa puede tenerse. La ópera de Tor-
baldo y Dorlisca nunca ha gustado tanto como en la cuarta vez que se
ha representado; los concurrentes han encontrado en dicha represen
tación nuevas bellezas en la música, que en las otras no habían ad
vertido. ’ ’ Paréceme ésta una maravillosa observación muy en su lugar
en las columnas del periódico oficial de un Gobierno.
En otras ocasiones, sus redactores desmentían, enérgica y compe
tentemente autorizados, las voces propaladas por la oposición, de que
la Compañía de ópera andaba desunida. ‘‘Todo falso: si la Cenicienta
no se había cantado aún, eran porque faltaban diez y seis bastidores
y nueve bambalinas que pintar. Falso era también que á la Badue-
ra se le hubiese suprimido una aria en esa ópera, para impedirle lu
cirse; lo cierto era que ella misma la había cambiado por otra más en
armonía con sus cuerdas vocales. Carecía á su vez de fundamento la
especie de que Cayetano Páris retardaba la salida de la primera con
tralto Sra. Massini de Sirletti, para no opacar á la Sra. Pellegrini,
pues ni la Massini, ni el tenor Sirletti, estaban comprendidos en el
presupuesto que se le dió, y él los trajo voluntariamente; prueba ma
nifiesta de su buena fe, porque si hubiera querido no deslucir á la
Pellegrini, le hubiese bastado con no traer á otra primera, sujetándose
de este modo exactamente á las instrucciones que se le dieron para
no traer más que cuadro bufo. Entre una y otra cantante había tan
buen acuerdo, que cuando ála Massini se la invitó á que ella misma
designase la ópera con que quisiera estrenarse, y ella eligió Tebaldo c
Isolina, la Pellegrini, á pesar de no tener en dicha obra un papel muy
brillante ni el más á propósito para su voz, condescendió con gusto
en su desempeño, en obsequio y lucimiento de su compañera.”
En efecto, y por lo que á esto último respecta, en la noche del 27
de Octubre se cantó la ópera en cuestión, Tebaldo é Isolina, de Mor-
lachi, con un éxito colosal. ‘‘Es menester confesar, dice el redactor
del Registro, que la armonía de esta ópera es deleitosa y que hay pe
dazos verdaderamente sublimes; tales son el hermosísimo dúo del Sr.
Sirletti y de la Sra. Massini, en la escena sétima del primer acto, que
comienza Questo acciaro, che del sangue, y sobre todo la cuarteta,
Vidi un raggio di contento
¡ Come rápido spari!
Le mié pene ¡Oh Dio! lo sentó
Frinirano cdmiei di,
que fué ejecutada con un gusto, con una modulación, que arrebata
ron al auditorio. Pero no hay elogio suficiente para el admirable, el
encantador dúo de las Sras. Massini y Pellegrini, que comienza ¡Ah!
t'intendo; a mi non lice, cuyo final mereció reiterados aplausos, y se le
hubiera dado el honor de la repetición, según el público pedía, si no
fuese un pedazo tan largo y de una ejecución muy fatigosa para estas
dos excelentes cantarínas.
“Si este dúo pareció admirable, no lo fué menos la tiernísima es
cena que comienza con el sublime recitado Notte tremenda ¡ orribil
notte! oh! fossi, el cual con el aria que lo termina Caro suono lusin-
gltier, con acompañamiento de arpa, cantó la Sra. Massini, de una ma
nera, que desde la primera noche que se la ha visto en la escena, le
ha dado un lugar muy distinguido en ella. El público quedó muy
contento también del Sr. Sirletti, y toda la pieza, así como todos los
actores, merecieron repetidos aplausos. El aparato en decoraciones,
trajes, etc., fué ciertamente magnífico, haciéndose cada vez más ho
nor en las primeras nuestro hábil artista el Sr. Tamayo.”
Así escribíase en ese tiempo el periódico oficial del Gobierno, y
aunque su tamaño no llegaba al de un pliego de papel florete, el re
dactor ocupaba con su crónica una columna, de la sección editorial
nada menos.
No por esto, sin embargo, debe entenderse que el país se hallase
en un lecho de rosas bajo aquella administración; la guerra civil per
sistía indominable, y la inseguridad y los atentados contra las perso
nas habían tomado escandaloso incremento, sin que las autoridades
judiciales se preocupasen en mejorar aquel tristísimo estado de cosas.
Según mi costumbre, ó por mejor decir, mi procedimiento de evitar
me polémicas, apoyando mi dicho en documentos de notoria autori
dad, copio del Registro Oficial lo que sigue: “Mientras el Sr. Sirletti
y su esposa la Sra. Massini encantaban al público en el Teatro, otros
se divertían á expensas de estos actores de otro modo. Algunos mal
vados aguardaban la ocasión de su ausencia, para introducirse en su
casa y robarlos: así empezaron á hacerlo, mas por fortuna, se sintió
B. H. T.—T. I.—39
ruido en la vecindad, ocurrió gente, y Boemondo, que perdió la sobe
ranía de Altemburgo en la escena, perdió muy poco de sus efectos
en su casa. El público está verdaderamente escandalizado del grado á
que ha llegado la impudencia en los ladrones y el número de los asesi
natos en estos dias. Lo está todavía más de ver la falta de castigos de
estos criminales, pues ellos se repiten todos los días, y los primeros
no se ven sino raras veces, y esto casi exclusivamente por la juris
dicción militar.
‘ ‘ No parece sino que Temis ha huido de su palacio, y parece que en
contrando inútil en sus manos la espada de la justicia, la ha puesto en
las de los asesinos, que la usan despiadada é impunemente. El honor
de nuestra civilización, de nuestras leyes, y el personal de nuestros
Magistrados, todo se interesa igualmente en que estos males tengan
remedio pronto. ¡Tribunales encargados de la administración de jus
ticia! ¿qué es esto? ¿Los mexicanos no sentirán, no gozarán del in
flujo de las leyes y serán víctimas de los ladrones y asesinos?” Qué
tal andarían las cosas, que así hablaba el periódico oficial del Go
bierno.
La ópera de Tebaldo é Isolina, fué un buen filón para la Empresa,
pues verdaderamente fanatizó al público en sus numerosas y bien aco
gidas repeticiones. Los periódicos hicieron con ese motivo memorias
del gran Manuel García, á cuya obstinación artística en repetir ópe
ras yen cantarlas en italiano, se debía que Gallihubiese encontrado
al público bien dispuesto á aceptar una y otra cosa. Sembrados están
los papeles de la época de elogios á los intérpretes de la obra de Mor-
lachi y á la obra misma. “La Sra. Carolina Pellegrini desempeñó el
aria Ce forse a mi ricino con una maestría que atrajo la atención de
los inteligentes por lo firme de sus entonaciones y la expresión que
supo darle: en el cuarteto Ah! no so vincere, la armonía que formaban
las voces de los Sres. Sirletti y Finaglia y las Sras. Pellegrini y Mas-
sini, es de lo más expresivo que puede darse; mas lo que acabó de
arrebatar fué la escena novena del segundo acto, en que Tebaldo can
ta acompañado del clave que se figura estarse tocando en el palacio
del hermano de Acomberga. Yo vi correr las lágrimas á más de un
espectador y con esto basta para hacer el elogio más cumplido de la
Sra. Massini. Gran compañía es ésta, y nunca dejaremos de conmo
vernos con el talento de Galli, ni oiremos sin afectarnos la voz atrac
tiva de Mussati, y la admirable de la Massini, ni dejará de hacernos
impresión el Sr. Sirletti, ni nos cansaremos de elogiar lo sonoro y cla
ro de la voz del Sr. Finaglia.” “Debemos insistir en los elogios que
la Sra. Angela Massini merece por su rara habilidad: el metal y dul
zura de su voz, la maestría de su ejecución, la expresión que sabe dar
á la música esta singular actriz, han producido indecible entusiasmo.
La Sra. Pellegrini, cuyo concepto está tan acreditado en el pueblo
mexicano, puede lisonjearse de tener en la Massini una rival digna
de ella. También debemos celebrar á un buen tenor como el Sr. Luis
Sirletti, y á un actor tan discreto como el Sr. Sissa, quien con elSr.
Lombardi completa el excelente cuadro de artistas de la Opera.
“Todo en ella es perfecto, y así lo ha probado en la Italiana en Ar
gel, que estuvo muy bien desempeñada. La Sra. Massini, que tanto
tardó en darse á conocer, nos agrada cada día más: no sólo cantó su
parte esta nueva prima donna con la mayor expresión, gusto y maes
tría, particularmente el aria del Espejo y la coreada del fin del segundo
acto, sino que ha acreditado su talento cómico en el papel de coqueta,
tan ajeno al de Tebaldo. Del ilustre Galli, ¿qué podremos decir, sino
que su Mustafá iguala, si no es superior, al mérito del Duque Ordozv,
de Don Magnifico y de todo cuanto hace? En fin, es digno de su fama.
ElSr. Mussati cantó mejor que nunca la cavatina Languirper una bella.
En suma, nada dejó que desear la ejecución de esta alegre opereta.
“A propósito: hemos oído varios elogios de la ópera Doña Caritea
Reina de España, del célebre Mercadante, que desearíamos se nos
diese después de la de Ricardo y Zoraida, que se está ensayando.
Creemos que será tan bien recibida como lo han sido hasta hoy Tor-
baldo y Dorlisca, La Italiana en Argel, La Cenicienta, Tebaldo é Isolina
y El Matrimonio Secreto."
No debiendo extenderme de modo que esta Reseña pierda su ca
rácter modesto, me limitaré en lo relativo á espectáculos de ese año,
á citar una que otra función notable de las compañías de verso y de
baile. El miércoles 30 de Noviembre, Miguel Valleto dió su primer
beneficio con el estreno, en México, de la comedia en tres actos Los
dos sargentos franceses en el Cordón Sanitario, obra que venía siendo
aplaudidísima en los teatros europeos, y cuyo argumento decíase ser
de oportunidad por los estragos que la epidemia del cólera morbus viene
causando en el Viejo Mundo, con grande alarma del nuevo.
La, anunciada función tuvo un buen éxito, por la curiosidad que
el drama despertó, y porque día á día Miguel Valleto hacíase más
simpático y querido á la sociedad mexicana, en la cual había de aca
bar por tener lugar honroso como perfecto caballero.
Con menos fortuna anduvo Bernardo Avecilla, eternamente discu
tido por sus partidarios y por sus enemigos, pues aunque todos an
daban conformes en reconocerle mérito en papeles cómicos y de barba,
los segundos no le aceptaron jamás como artista dramático y trágico,
por más que en la interpretación de Otelo rayó, según varios periódi
cos, á grande altura. Manuela Molina sí pudo alcanzar amigos nume
rosos y éxitos notables; su función de beneficio, celebrada el miércoles
7 de Diciembre con la tragedia en cuatro actos El Duque de Weimar
y el baile El chasco de los casados, composición de Pautret, le valió
buenos productos y entusiastas aplausos.
En la noche del io de Noviembre, los niños del Conservatorio del
Teatro de la Capital, ejecutaron el bonito baile Los amores campestres
ó el mal Alcalde, con argumento tomado de los cuentos de Marmontel
—“y no puede encarecerse, dice un cronista, la gracia con que lo hi
cieron, sin una equivocación en más de cuarenta niños, el mayor de
ellos de nueve años, que van descendiendo hasta cinco.”—Uno de
esos niños éralo Angel Padilla, de edad muy corta entonces, y más
tarde acreditado actor mexicano.
Sin variación alguna en la composición y trabajo de las compañías,
principió el año de 1832, último de la administración jalapista, que á
sí misma habíase herido de muerte al sacrificar impíamente al ilustre
D. Vicente Guerrero. Su sistema opresor y cruel; la insolencia con
que sus folletistas insultaban á los escritores independientes como
Quintana Roo, á quien atacaron al extremo de ofenderle por sus re
laciones amorosas con la noble patriota D!! Peona Vicario, que era ya
su esposa; la inmoral organización de sus empleados en cuerpo de po
licía, encargado de espiar en cafés, teatros, paseos y tertulias á las
personas prominentes del partido contrario; su renovación de odios y
enemistades entre los insurgentes de los dos distintos períodos de la
guerra de independencia, con su torpe y pequeña intriga de celebrar
raquíticamente las-fechas de los aniversarios de la revolución de Hi
dalgo, y con fastuosas solemnidades los de las campañas de Iturbide;
éstas y otras muchas causas que no puedo ni debo enumerar aquí,
hicieron que donde quiera se indicasen síntomas de posibles y próxi
mos trastornos, contra los cuales quiso prevenirse el Gobierno esta
bleciendo un cantón de sus mejores tropas en Orizaba, so pretexto de
tener á raya á los cosecheros de tabaco, pero con el efectivo y secreto
propósito de estar ojo avizor sobre Santa-Anna, de quien se murmu
raba hallarse pronto á acaudillar cualquier revolución que allanase el
camino á su candidatura á la Presidencia.
Sus temores no eran infundados: el 2 de Enero la guarnición de
Veracruz inició la revuelta con un plan en que pedía la remoción del
Ministerio: el Secretario de Guerra, Fació, salió á su defensa y la de
sus compañeros, separándose temporalmente de su cartera, para ase
sorar en su campaña al Gral. Calderón, quien en 3 de Marzo derrotó
en las inmediaciones del pueblecillo de Tolomé á los rebeldes, ácuyo
frente habíase puesto Santa-Anna. Este, vencido pero no deshecho,
regresó á Veracruz,*y ante sus murallas, la división victoriosa se vió
reducida á entablar un sitio desastroso. Tamaulipas, Zacatecas, Ja
lisco y otras entidades federativas, pidieron, como Veracruz, la re
moción del Ministerio que Bustamante acordó así en 17 de Mayo,
pero sin darle sucesor y encargando del despacho á los oficiales ma
yores. Tomado esto como burla, la rebelión no cejó en sus vías de
hecho; Santa-Anna salió de Veracruz convirtiéndose de agredido en
agresor, y cuando lo estimó oportuno hizo suyo el plan de las Legis
laturas de Zacatecas y de Jalisco, que pidieron la separación de Bus-
tatuante y el reconocimiento de D. Manuel Gómez Pedraza como
Presidente constitucional. En 6 y 7 de Agosto, el Congreso general
nombró Presidente interino al Gral. de Brigada D. Melchor Múzquiz
y dió licencia á D. Anastasio Bustamante fiara ponerse al frente del
Ejército.
En 18 de Setiembre se libró la reñida acción del Gallinero, entre
Bustamante y el disidente Moctezuma que quedó completamente de
rrotado. En cambio, en 1? de Octubre, Santa -Anna derrotó en San
Agustín del Palmar á D. José Antonio Fació. La victoria del Galli
nero permitió á Bustamante restablecer en San Luis sus autoridades,
y la del Palmar facilitó á Santa-Anna la ocupación de Puebla. Este
último suceso desconcertó y acobardó al gobierno de Múzquiz, que
vanamente procuró un arreglo; los rebeldes victoriosos salieron de
Puebla el 18 de Octubre con ánimo de atacar por las armas á la Ca
pital, en la que llegó á reinar un pánico profundo; pero al tener no
ticia de que Bustamante acudía en auxilio de la ciudad federal, Santa-
Anna regresó á Puebla el 6 de Noviembre para evitar que de ella se
apoderase el Vicepresidente, cuyas avanzadas, al mando del Gral.
Durán, habíanse de improviso presentado en las inmediaciones.
Tras de varios combates sangrientos é infructuosos, los represen
tantes de Santa-Anna y de Bustamante convinieron el 11 de Diciem
bre en convocar al pueblo á nuevas elecciones, reconociendo, hasta
que ellas se verificasen, como legítimo Presidente á Gómez Pedraza,
quien el 5 de aquel mes había desembarcado en Veracruz, traído por
los revolucionarios. Negó el Congreso su aprobación á ese tratado, y
entonces Bustamante, de propia autoridad lo celebró y firmó en la ha
cienda de Zavaleta, de la cual tomó nombre el plan que dió al traste
con la administración jalapista. Pedraza se encargó en Puebla de la
presidencia, Múzquiz se retiró tranquilamente á su casa, después de
haber visto á la guarnición de la capital pronunciarse por los conve
nios de Zavaleta, y, según habíaselo propuesto, D. Antonio López de
Santa-Anna vió surgir, como la única posible en aquellas circuns
tancias, su candidatura para la presidencia.
La tristísima situación del país la pinta así el Manifiesto expedido
por las Cámaras, condenando el plan de Zavaleta: “Los Estados de
la Federación se hallan unos en fermento, otros invadidos, algunos
en neutralidad insostenible, y todos amagados. De las autoridades
constitucionales de ellos, unas están depuestas con violencia, otras
contagiadas, y todas sin verdadera libertad. El Gobierno Supremo
carece de recursos aun para lo más indispensable, y ya no puede
llamar suya la tropa que debe sostenerlo. Los lazos sociales están
laxados todos, los giros arruinados, el crédito perdido y la miseria
3io
oprime despiadadamente multitud de familias. La desconsoladora in
quietud quiere y no puede rasgar el velo futuro, y la incertidumbre
atormenta los ánimos. Todo, en fin, nos indica que pesa sobre nos
otros, la justa cólera del cielo, y que la sociedad sufre uno de aquellos
sacudimientos peligrosos con que se destruyen ó regeneran las nacio
nes.” Con estos antecedentes pasemos á reseñar la historia de nues
tro teatro en 1832.
CAPITULO XI
1832.—1833.
Con un alumbrado malo y escaso por haberse sustituido con velas
de esperma muchos de los antiguos candiles de aceite; renegando de
los peinetones de las señoras, que no permitían ver la escena á los
que tomaban asientos detrás de ellas; maldiciendo de los desórdenes
á que daba lugar la entrada libre del dulcero en las cazuelas de hom
bres y de mujeres; quejoso de los gritos del apuntador, á ello obliga
do por la semisordera de Bernardo Avecilla, que representaba las co
medias sin saber de memoria sus papeles; aplaudiendo á la Platero
por bonita y por graciosa; celebrando á la Cordero por lo bien que se
vestía y doliéndose de su extrema frialdad; encantado con las repeti
das pruebas que de su talento daban la Dubreville, la Molina, la Mar
tínez, la Munguía y la Flores, y González, Valleto y Fernández, nos
pinta un revistero de la época el estado de nuestro Teatro Principal,
en principios de 1832, y en lo referente á su compañía de verso.
La de Opera Italiana continuaba siendo la favorita de ese público,
al cual, en los primeros días de Enero, dió á conocer con el nom
bre de La Inés, la ópera en dos actos Agítese, del Maestro Paér. Los
concurrentes, acostumbrados á las obras de Rossini y de Morlachi,
110 la recibieron con mucho agrado, salvándose de un fracaso gracias
sólo á la perfecta ejecución que de ella hizo el excelente cuadro de
artistas que Felipe Galli dirigía.
Agradó mucho más El Matrimonio Secreto, de Cimarrosa, notabi
lísima en la invención melódica, pero muy débil en su instrumenta
ción, basada toda en los más sencillos efectos. Esa obra, interpreta
da de un modo admirable en Europa por Rubini, Crivelli, la Todolini,
la Strinassachi, la Amigo, la Damoreau, la Pasta, Raffanelli, Labia-
3ii
che y otros notables artistas de diferentes nacionalidades y teatros, no
lo fué menos bien en nuestro Principal, al decir de los cronistas.
Pero el gran éxito fué para Semiramis, cantada el 20 de Febrero y
repetida numerosas veces sin que el público se cansara de oírla. El
Registro Oficial decía: “Las decoraciones, los trajes, todo ha sido co
rrespondiente, y sin duda en la Opera Italiana de París no se mejo
raría el lujo y la propiedad con que se ha montado en México la Se
miramis. Así lo hemos oído con complacencia á extranjeros inteligen
tes y de gusto. En efecto, el templo y la estatua de Belo, el salón de
mármoles verdes del alcázar, el salón regio, el interior del santuario,
el exterior de la tumba de Niño, y la tumba misma, son tan bien eje
cutadas, que producen la ilusión más completa á la vista, mientras
que el alma se penetra del interesante argumento y de su apropiada .
música.
“En lo general todos han llenado su papel, y sobre todo las Sras.
Pellegrini y Massini y el Sr. Galli; las primeras en los papeles de Se-
miramis y Arsace, y el segundo en el Assur, arrebataron muchas ve
ces los aplausos del público. Cuando la Sra. Pellegrini ejecutó su
parte entre el terror general que poseé á los espectadores por el trueno
que interrumpe la unión de Semiramis y Arsace y por el apareci
miento de la sombra de Niño, el entusiasmo de los aplausos casi no
la dejaba concluir, y en verdad es imposible ejecutar con más inteli
gencia el excelente trozo que comienza Qual mortogemito—Da quella
tomba. La sangre parecía helarse en las venas de los espectadores al
oir los dos versos II sangue gelasi di vena in vena, que hace parte de
la misma estrofa.
“Iguales aplausos mereció en el dúo del segundo acto con la Sra.
Massini, y el primero de ésta con el Sr. Galli. Sería demasiado pro
lijo enumerar todas las bellezas de primer orden que ofrece esta bri
llante composición; pero no podemos excusarnos de citar la cavatina
de la Sra. Massini Ah quel giorno ognor rammento.... el aria coreada
de Semiramis, Bel raggio lusinghier, el dúo de ésta y de Arsace y todo
el final del primer acto, que es una obra maestra.
“En el segundo acto el dúo entre Assur y Semiramis, que comien
za Se la vita ancor te caro, y en especial la parte del mismo dúo que
comienza La forzapremiera. La propiedad con que la Sra. Pellegrini
hace esta clase de papeles, brilla principalmente en este pasaje, y,
ciertamente, la Reina Semiramis en su palacio no podría decir con
mayor fuerza y dignidad Regina e gnerrierapunirti sapró! Es excelen
te y perfectamente ejecutada por la Sra. Massini el aria coreada Si,
vendicato elgenitore. No gustó menos la grande escena y aria de Assur
antes de bajar al scnu’cro de Niño. El dúo entre Semiramis y Arsace
Giorno d'orrore excitó el mayor entusiasmo, expresado por una tri
ple salva de aplausos, particularmente al E dolce al misero. El último
312
terceto entre éstos y Assur, L'usato ardir..... el mió valor dov'e? es,
igualmente, trozo excelente y bellísimamente ejecutado.
“Los coros merecen una mención particular, pues que en ninguna
otra ópera se han ejecutado mejor que en la Semiramis, siendo de
tanto más aprecio su buen desempeño, cuanto que en ésta son mucho
más difíciles. También merecieron, en justicia, ambas orquestas, los
elogios del público, haciendo un efecto muy mágico la música mili
tar tras de las decoraciones. Sólo nos falta recomendar que se reme
dien pequeños defectos para completar en todas sus partes el espec
táculo más magnífico que ha visto nunca México.’’
La entrada de la Cuaresma detuvo esa sucesión de triunfos, á los
que se mezclaron el éxito de Mr. Crombé, uno de los bailarines con
tratados en Francia, “debido—habla El Registro — á su excelente
ejecución llena de gracia y finura, y á su buena presencia,” y el duelo
de multitud de personas, causado por el fallecimiento del Gran Elefante
del Mogol, que venía siendo exhibido, de algunos meses atrás, en las
plazas de toros. Los periódicos noticiaron así esa catástrofe: “El ele
fante que por muchos días ha atraído la atención de México, murió
ayer 12 de Abril. Creése que la causa haya sido la enorme cantidad
de alfalfa que consumía y que es muy dañina cuando se da húmeda.
La Administración del Museo quiso comprar el cadáver; pero no lo
hizo por lo exagerado del precio de mil quinientos pesos que pidió
su propietario.”
Al acercarse la Pascua y disponerse la formación del cuadro de ver
so, se suscitó la discordia entre los inquietos cómicos. ‘ ‘ Sabemos—
dijo El Sol—que las Sras. Molina y Dubreville están contratadas
para la temporada entrante; el Sr. Martínez y su esposa, la Sra. Pla
tero, el Sr. Evaristo González y el Sr. Fernández lo están igualmente;
pero el Sr. Salgado y la niña Cordero no han querido comprometer
se. Dícese que el Sr. Salgado se rehúsa á que el Sr. Avecilla le diri
ja, y aunque á éste no se le pueda conceder el don acertado de la
dirección, pues se le han visto cosazas atroces, no debía ser esto un
pretexto para la repugnancia de aquél. Uno y otro merecen recibir
lecciones del memorable Prieto, y también del Sr. Garay, que en
cuanto á Director, los sobrepuja ventajosamente. No hemos conse
guido averiguar en qué se funda la repugnancia de la Corderitt, y si
insiste, perderá mucho del mérito adquirido y podrá sucederle lo
mismo que á la niña Munguía, que llegó á ser tan interesante por su
aplicación en tiempo del Sr. Prieto, con el que adelantaba prodigio
samente; después se marchó á Puebla y olvidó mucho de lo que sa
bía y se atrasó lastimosamente en su carrera.
“Insistimos sobre la necesidad de que se contrate á Prieto y á Ga
ray: el primero de estos dos actores, único seguramente hoy en su
línea en los teatros españoles, ha dado en mejores días el más puro
313
placer á los espectadores nacionales y extranjeros que han concurri
do al nuestro, con su rara habilidad.
‘ ‘Prescindamos del defecto de la dureza de su carácter personal, con
que lo han tachado nuestros cómicos mexicanos; considerémosle co
mo actor célebre y pongamos fuera de duda que su presencia aquí es
de absoluta necesidad, si se quiere disfrutar de las escenas de la vida,
representadas por el arte dramático. ¿Podremos olvidarnos por ven
tura del Sí de las niñas, del Anciano y los jóvenes, del Solterón y su
criada, del Opresor de su familia, de Misantropía, del Hombre agrade
cido y de tantas otras piezas en que aquel hombre singular arrebató
nuestra admiración y conmovió nuestra sensibilidad en toda clase de
afecciones?
“Mas no se limita á esto sólo su relevante mérito: él también for
maba actores con sus lecciones y ejemplo. Ya lo vimos en la joven
actriz Guadalupe Munguía; lo hemos palpado igualmente en nuestro
Salgado, cuya nimia decisión por imitar las maneras de aquel maes
tro, le hacen incurrir en un extremo que desluce su natural habili
dad. Si Prieto hubiese permanecido en nuestro teatro, Salgado sería
hoy un acabado actor; la joven Cordero se habría formado á los gol
pes de aquel duro cincel, y movería á sus oyentes no sólo con el atrac
tivo de su bella figura, sino con el imperio de su voz y de su modo
de expresar las pasiones. Pero ahora, ¿qué es esta novel actriz?; una
hermosa figura de mármol, fría como él é incapaz de excitar ningu
no de los sentimientos del poeta, cuyos conceptos simplemente rela
ta. La joven Munguía nos servirá de prueba para lo que acabamos de
afirmar; todos la vimos y admiramos cuando nos manifestó los ade
lantos de una tan sabia dirección.
“Así es que considerado Prieto ya como actor, ya como director y
maestro, es absolutamente preciso en nuestro teatro, si es que en él
han de presidir el buen gusto y el juicio. ¿Quién podrá imaginar que
los Sres. Avecilla y González, ni separados ni los dos juntos, sean
capaces de reemplazar á Prieto? Hemos visto ya lo que es Avecilla;
de las diez comedias que nos da, las nueve causan sueño: los carac
teres que puede desempeñar con acierto son muy pocos, y carece del
don de dirigir y de aquel espíritu creador de Prieto. Si hubiésemos
sido únicos gobernantes en nuestra patria, ese hombre no habría sa
lido de ella, pero las cosas van como quiere la suerte, y Prieto salió
de aquí dejando nuestro teatro á oscuras. Mas ya que aun existe, ¿por
qué no se le hace volver? Nosotros daríamos por él tres Avecillas.
“Garay ha dado igualmente muestras de su habilidad en los tiem
pos anteriores. Su mérito no es comparable al del primero, porque
también es de otro género. La tragedia carece de órgano para hacerse
entender entre nosotros desde que falta este actor. Su dirección con
tribuiría á que en nuestra escena se viesen piezas dignas de la ilus-
B. H. T.~T. I.—40
tración del siglo, y á que se ahuyentasen de ella los insulsos é inmun
dos fárragos con que se ve prostituida. Su parte material también se
mejoraría, pues de nada sirve que nuestro hábil pintor Tamayo se
queme las cejas para dejar bien acabada una decoración, si el direc
tor no sabe presentarla ni tiene gusto para fingir ciertos fenómenos,
como los relámpagos, para los que allá va un puño de brea encendi
da por entre los bastidores, y á la vista del espectador........... ”
Este artículo del antiguo y acreditado periódico, tributaba, aunque
tardíamente, á Andrés Prieto, la justicia á que era acreedor y mu
chos habíanle negado en otro tiempo, y á la vez produjo uno de los
efectos que con él se buscaban, pues Diego María Garay fué contra
tado para compartir la dirección con Bernardo Avecilla. Esto pudo
hacerse, gracias á haberse separado de la gerencia del teatro el Coro
nel Barrera, que de ella hizo dimisión en 3 de Mayo, por medio de
un oficio en el cual con vivos colores pintaba los disgustos, burlas y
aun insultos de que venía siendo blanco por parte del público en ge
neral, y de los abonados en particular. El Gobierno aceptó la renun
cia, y encomendó la dirección de la Empresa á una junta formada por
los Sres. D. Francisco Fagoaga, Dr. D. Francisco Antonio Cendoya,
Coronel D. Eulogio Villa Urrutia, D. José Pizarro y D. José María
Gutiérrez Estrada.
A esa Junta tocó presentar al público, y en 7 de Junio, á la bailarina
Amada Gueno, contratada para nuestro teatro por el Cónsul mexica
no en París, D. Tomás Murphi, según se anunció en los programas
respectivos, sin que nadie se asombrase de este nuevo oficio de nues
tros empleados consulares. Amada Gueno agradó mucho, y con el
muy aplaudido Crombé hizo las delicias de los numerosos aficiona
dos á este género de espectáculos, que entre sí cuotizaban á altos pre
cios las lunetas laterales y las más próximas al escenario para recrear
se de cerca con los menudos pies de bailarinas y actrices.
Citaré, para conocimiento de mis lectores, las principales obras lle
vadas á la escena por los cuadros de ópera y de verso del Teatro
Principal, bastante favorecido por el público, para poder dar, como
daba, sin interrupción, función diaria. Constituyeron el repertorio de
Galli y sus excelentes artistas, La Cenicienta, Mahometto II, El ma
trimonio secreto, Tebaldo é Isolina, Clotilde, del maestro Coccia; Se-
miramis, La Inés, Tancredo, cantada por primera vez por esa compa
ñía el 4 de Agosto; Torbaldo y Dorlisca y Elisa y Claudio.
El cuadro de verso representó Malek Adhel, del Duque de Rivas;
Treinta años ó la Vida de un jugador, estrenada en 11 de Mayo; Tar-
tuffo, La Villana de Vallecas, El Barbero diplomático, El'carpintero de
Livonia, Las tres hijas de la viuda, El Babú, La escuela del gran to
no,La Mogigata, Don Dieguito, Los falsos hombres de bien, El desdén
con le desdén, El pastelero del Madrigal, Los hijos de Edipo y otras
cien más ó menos conocidas ya, de varios géneros y autores diversos.
De los grandes bailes, el más aplaudido fué el titulado Los vendi
miadores del Medoc.
A veces los programas iban precedidos de advertencias explicato-
rias de la razón por que eran representadas algunas piezas. Al anun
ciarse los ensayos de Treinta años ó la Vida de un jugador, la Empresa
dijo: “Das repetidas cuestiones y disputas literarias entre clásicos y
románticos, reducidas á criticar los primeros las monstruosas compo
siciones dramáticas que por desgracia han infestado la escena, parti
cularmente las tituladas melodramas, y la obstinación de los segundos
pretendiendo probar que guardando las unidades que prescriben las
reglas del arte, no es fácil interesar al público con los argumentos,
fueron poderosas razones para estimular á Víctor Decance á presentar
en uno de los teatros de París el furibundo melodrama de que se trata,
lo que verificó no sin un justo recelo de que fuesen infructuosos é
incapaces sus trabajos de contrarrestar los esfuerzos del partido con
trario. Pero muy pronto quedaron desvanecidos sus temores, pues en
el momento que Decance concluyó su composición y el público de
París se penetró del plausible objeto de su argumento, reducido á
manifestar los males que acarrean á las familias las innumerables casas
de juego que, con autorización del Gobierno, hay en París, los em
presarios de éstas se apresuraron á ofrecer á Decance cuarenta mil
francos porque no la diese á luz; pero él, constante en su propósito,
despreció la oferta y el drama se puso en escena. El efecto que causó
en París fué tal, que se dieron cien representaciones consecutivas,
consiguiendo por este medio el saludable fin que había concebido,
pues el horror que inspiró esta pieza á los habitantes de París fué de
tal naturaleza, que visiblemente se hizo sentir el ejemplo, disminu
yéndose considerablemente el número de aficionados á los juegos lla
mados imperial ó ruleta. Es necesario confesar de buena fe, que el
drama es disparatado, pero al mismo tiempo brillan en él escenas de
mucho interés, y la prueba de esta verdad se halla corroborada con
la aceptación que ha merecido en todos los teatros de Europa en que
ha tenido lugar su representación.
‘ ‘ Para que en el de esta Capital, cuyo delicado gusto se manifiesta ca
da día más y más á manera que se le proporcionan ocasiones de ej ercitar
su juicioso criterio, la Empresa y el Director de escena Avecilla no
han perdonado gasto ni fatiga alguna para ofrecerla con todo su teatro
correspondiente, esperando por premio de sus desvelos la aprobación
de un público á quien por tantos títulos son deudores del más grande
reconocimiento.”
Nada, digno al menos de especial mención, queda por decir en
cuanto á espectáculos de ese año, como no sea la separación de Fina-
glia de la Compañía de Opera, y la presentación del jugador de manos
Mr. Wiess en el salón del Café de la Gran Sociedad, pocos días des
pués del susto mayúsculo que dieron á la Capital las tropas del Gral.
Santa-Anna, contra el que los poetas jalapistas vertieron las siguien-
tes décimas:
“Cual un Proteo descarado
Santa-Anna á su patria aflige,
no hay sistema en que se fije,
nada para él es sagrado.
Si á Pedraza ha proclamado
en su actual revolución,
no lo hace de corazón,
lo aborrece en su alma impura,
su conducta lo asegura;
él contrarió su elección.
“¿Hasta cuándo tu ambición,
Santa-Anna cruel, inhumano,
nos dejará de su mano
y cesará su opresión?
El clamor de la nación
se levanta contra ti:
infeliz, triste de mí,
dice la patria afligida,
tú me has quitado la vida,
yo á tu muerte doy el sí.
“No te bastan los millares
de hombres que has sacrificado
á tu soberbia, malvado,
y has hecho llorar á mares.
Juro al fin por nuestros lares,
que tu ambición refrenada
será por la invicta espada
del virtuoso Bustamante;
Santa-Anna, llega el instante,
teme á la patria enojada.
“En Zumpángo te has metido
Santa-Anna, cobardemente;
nada tienes de valiente,
sí de traidor fementido.
Tu vida un tejido ha sido
de sorpresas y patrañas;
las maldades más extrañas
fueron y son tus laureles:
así es como los lebreles
manifiestan sus hazañas.
‘ ‘Nunca en campo raso dieras,
Santa-Anna, nunca, batallas,
pues con ellas mal te hallas
y sabes pegar carreras.
Pero siempre entre barreras
eres valiente atrevido,
lo mismo con el vencido,
porque esto es propio de tu alma:
nunca disfrute de calma
tu corazón pervertido.
“Rodeado de las pasiones
y lleno de criminales,
á tu patria muchos males
has dado con tus legiones.
En todas las ocasiones
que se ha alzado rebelión,
de la infamia el cruel pendón
tú el primero has colocado:
cesa de vivir, malvado,
no alcances de Dios perdón.”
Ningún resultado práctico dieron esas maldiciones, sin duda por
que por lo detestable de los versos la Providencia no quiso oírlas, y
Santa-Anna, armado del triunfo por los convenios deZavaleta, entró
en México el 2 de Enero de 1833, é instaló en la Presidencia á Gó
mez Pedraza, quien en 16 del dicho mes decretó que se diera cumpli
miento á la ley de 20 de Marzo de 1829, que expulsaba de la Repú
blica á los españoles no exceptuados. El decreto de Pedraza, publicado
por su Ministro de Relaciones y de Guerra D. Bernardo González
Angulo, era amplio en excepciones, acordándolas á los casados ó viu
dos que tuviesen hijos mexicanos y á los naturalizados en naciones
amigas; pero tenía un art. 4? que le facultaba á expedir pasaporte á
cualquiera de los mismos exceptuados, siempre que su permanencia
en el país fuese calificada de perjudicial al orden público, facultad
discrecional de que se quiso armar al poder para todos aquellos casos
en que creyese conveniente hacer uso de ella. Una vez obtenida, el
Gobierno no se dió prisa alguna á cumplir esa ley, que, aunque fe
chada el 16, no vino á publicarse sino diez días más tarde, porque
Santa-Anna no quiso que lo fuese hasta después de haberse él reti
rado á su hacienda de Manga de Clavo, para la que salió el 21 de Ene
ro, con el propósito firme de aparentar que no tomaba parte en nin
guna de las medidas extremas de la reacción liberal, que tenía que
ser resultado del triunfo de los enemigos de la opresora administra-
ción de Bustamante, y ganarse así las simpatías de las clases privile
giadas, únicas que podrían proporcionarle elementos de engrandeci
miento. Ese doble juego había de verse coronado por el más completo
éxito; por lo pronto, á los liberales debió su elección para la Pre
sidencia de la República, á la que en 30 de Marzo fué elevado por
declaración de las Cámaras y por los votos de diez y seis Legislaturas,
de las que once sufragaron por D. Valentín Gómez Farías para la
Vicepresidencia. La crítica de estas elecciones y de estos manejos la
hizo un insolente impreso publicado, al estilo de la época, con un epí
grafe ó título, que decía:
“Esta es la verdad pelada,
tan picaro es Bustamante
como Pedraza y Santa-Anna.”
Comunicada al hacendado de Manga de Clavo su elección, el há
bil Proteo político, como ya era y siguió siendo llamado, contestó
afectando desinterés, ó quizás porque así lo hubo ofrecido para ga
narse partidarios, que su salud delicada no le permitía por entonces
pasar á México á encargarse de la Presidencia, de la cual, en 1? de
Abril, se encomendó Gómez Farías como Vicepresidente.
En esos primeros meses de 1833, el Teatro Principal no había in
terrumpido su serie de diarias representaciones, sin ofrecer el cuadro
de ópera otra novedad que la intitulada Federico Segundo de Prusia,
entre numerosas y bien aceptadas repeticiones de Tancredo, Clotilde,
Mahornetto, La Urraca, Semiramzs, Torbaldo, Elena y Claudio, Tebal-
do y La Cenicienta. El cuadro de verso repitió su repertorio común y
corriente, con especialidad las obras de Bretón de los Herreros. En
la Plaza de toros de la Alameda, convertida en circo de equitación,
Mr. Green se atrajo al todo México con su aplaudida escena de El sol
dado borracho y su pasatiempo famoso el Guardarropa volante ó las mo
das de las señoras de México, y su celebérrimo salto sobre ocho caba
llos pasando por un globo de fuego elevado á diez y seis pies del suelo.
Vinieron después la interminable serie de alarmas y agitaciones
provocadas por las avanzadas medidas reformistas de Gómez Farías;
el pronunciamiento de Escalada por Religión y Fueros en Morelia; la
extrañísima aventura de la prisión de Santa-Anna, por sus mismas
tropas rebeladas con Arista; y la mentadísima ley del Caso que abrió
las puertas del destierro á elevados personajes del partido conserva
dor. En medio de todo ese desorden, cuyos mil y un incidentes, to
dos graves, no puede detallar un libro como el mío, tuvo lugar en
México la aparición del cólera morbus. La terrible enfermedad entró
en la República por Tampico; de allí saltó á San Luis y Guanajuato
3»9
á mediados de Junio, produciendo verdaderos estragos en la hacien
da del Jaral. En la ciudad de México se dió el primer caso el 6 de
Agosto, y en sólo el día 17 de ese mes, murieron mil doscientas diez
y nueve personas. Mientras el cólera devastaba la Capital, Gómez Fa-
rías secularizaba misiones, se incautaba de sus bienes, suprimía la
Universidad, relevaba á los fieles de la obligación de pagar diezmos,
y á los religiosos de uno y otro sexo del cumplimiento de votos mo
násticos; disponía la nulidad de cuantas operaciones hiciese el clero
con sus bienes, que debían estimarse como propiedad nacional, y li
cenciaba los cuerpos de tropas permanentes y activas que se hubieran
sublevado contra el sistema federal. Tan continuados ataques á lo
hasta allí sagrado é inmutable, y el crecimiento del cólera, dieron de
través con el buen humor de todos, y mataron el ansia de diversio
nes, que vinieron á caer en profundo abatimiento. Ea ciudad se vió
convertida en un vasto hospital y lugar de duelo, y espantaba la fre
cuencia, ó mejor, continuidad con que atravesaban en todas direccio
nes calles y plazas los conductores de cadáveres, los más sin acompa
ñamiento ni pompa algunos. Pocos iban metidos en ataúdes, los más
envueltos en sábanas ó petates; los sepultureros huían del oficio, ate
rrados al ver á muchos que se les entregaban como cadáveres, levan
tarse demacrados pero vivos, en el instante de ir á ser depositados en
las fosas. Por donde quiera que se tendiese la vista, sólo descubríanse
fúnebres comitivas, personas vestidas de luto y semblantes doloridos
y desolados. “Entrábamos en los templos, cuyas campanas, por orden
de la autoridad, estaban mudas — dice D. Carlos Bustamante —y sólo
oíamos preces, letanías y ruegos fervorosos al Señor Sacramentado,
implorando misericordia: las casas de los particulares semejaban mo
nasterios, ya por la sobriedad con que se comía, ya por los rezos re
gulados á ciertas horas del día y de la noche, teniendo el primer lugar
el Rosario de la Buena Muerte, que por momentos esperábamos oírlo
á las cabeceras de nuestras camas....
“has golondrinas huyeron de aquella atmósfera envenenada.. ..
En el laboratorio químico de Minería se hizo el análisis del agua que
bebíamos en México, y resultó que abundaba en gas hidro- sulfúrico
y que era necesario hervirla para tomarla....
“Al terror causado por la epidemia en sí misma, se unió el que causó
el sinnúmero de procesiones, de rogativas que invadían las calles,
procesiones que los devotos veían pasar postrados en tierra y pidiendo
á voces misericordia y perdón de culpas que sin ningún secreto pu
blicaban á gritos, entre patéticos sollozos, ayes y lamentos de toda
especie, sin que las autoridades se atreviesen á impedir aquellos actos
que, en último resultado, refluían en mal público, propagando la
alarma, por temor de concitarse la animadversión general que atribuía
aquella plaga á castigo que la Providencia enviaba sobre los mexi-
canos por su cobardía en sufrir á un Gobierno como el de Gómez Fa-
rías, tan criminal, impío y sacrilego.”
La más solemne de aquellas imponentes procesiones fué la de 25
de Agosto, dedicada á honrar la imagen del Señor de Santa Teresa;
D. Carlos Bustamante asegura que, á partir de aquel día, comenzó á
disminuir la fuerza del cólera. Como para mostrar su reconocimiento
á la misericordia divina, la multitud timorata acogió con alegría el
pronunciamiento del héroe insurgente, D. Nicolás Bravo, cuya pro
clama, que remitió á Santa-Anna invitándole á aceptarle y á sepa
rarse de la canalla, concluía así: ‘‘glorioso será el morir mártires, á
“un tiempo por la fe de Jesucristo y por la libertad de la patria.”
CAPITULO XII
1833.—1884.
En medio del trastorno producido en las conciencias por las refor
mas que intentó Gómez Farías, y en las familias por aquella primera
visita del cólera, la Empresa del Principal hizo cuanto pudo por sos
tener sus espectáculos. En 4 de Junio puso en escena Galli, el Moisés
en Egipto; en 7 del siguiente el Ricardo y Zoraida, y en 10 de Diciem
bre La dama del lago, y repitió El Barbero de Sevilla, El Conde Ory,
Semlramis, La Urraca, Clotilde, Inés, Tebaldo, Cenicienta y otras de
su abundante repertorio. El cuadro de verso ofreció durante ese mis
mo año de 1833, poquísimas obras nuevas, mereciendo apenas citarse,
por su grande éxito, la comedia La musa aragonesa; por los aplausos
con que Palomares fué recibido, la titulada Las tramas de Garulla,
y por haber servido para la presentación del actor Soler, la llamada
La mujer de dos maridos.
En Junio de ese año regresóá México, su patria, D. Manuel Eduardo
de Gorostiza, cargado de laureles y de méritos de toda especie: el Re
gistro Oficial del 4 de Diciembre publicó, á propósito del eminente
poeta y diplomático citado, el siguiente curioso párrafo: “Vamos á
dar á los amantes del teatro una noticia que no puede menos de agra
darles, y es que mañana jueves 5, se representará una comedia nueva
y original de nuestro Gorostiza, intitulada Contigo pan y cebolla. Sa
bemos igualmente que su autor la escribió en Londres con intención
de que se estrenase en su patria, pero los españoles obtuvieron, por
alguna superchería sin duda, una copia, y la acaban de representar
en Madrid con tal entusiasmo, que La Revista Española dice que no
se había visto igual desde los tiempos del Si de las niñas.”
En lo que á otros espectáculos toca, hallo en los periódicos de la
época el siguiente anuncio que puede servirles de interesante dato á
quienes escriben sobre progresos materiales en México:
“Nuevo espectáculo.—A los capitalistas y amigos del adelanta
miento de las Artes y de las mejoras de la Gran Nación Mexicana.
— Con este objeto se exhibirá á la espectación de este respetable pú
blico, en la calle de Zuleta núm. 5, letra B, una muestra de los mayores
descubrimientos alcanzados por el ingenio humano; es decir, una re
presentación perfecta, aunque en pequeño, del modo con que en el
día se puede viajar con una velocidad de doce leguas por hora, en
Francia, en Inglaterra y en los Estados Unidos de Norte-América.
Dicha representación se hará por un carruaje y una máquina de vapor
que lo impulsa á correr por un camino de mortaja, semejante á los que
últimamente se han construido en las referidas naciones, para hacer
fáciles, cómodas y seguras las comunicaciones y los transportes de las
personas y efectos. También se mostrarán las observaciones científi
cas, mapas, modelos y presupuestos de gastos necesarios para la cons
trucción de un camino semejante para carruajes de vapor, que se puede
establecer de esta ciudad á la de Veracruz; todo lo cual se ha impreso
y dedicado al pueblo mexicano, con el especial intento de convencer
de la utilidad y conveniencia que este género de empresas acarrea á
las naciones.— Da casa se hallará abierta todo el día, siendo el precio
de entrada dos reales por persona.”
Otras novedades de aquellos días últimos de 1833 y primeros de
1834, fueron el Gran establecido, por primera vez en gran
des proporciones, en la casa núm. 15 de la 1? calle de Plateros; el for
midable chasco de un fracaso de ascensión en globo por Mr. Adolfo
Theodore, de cuyo asunto hablaré en extenso más adelante, y el pe
ligro en que México estuvo de quedarse sin Opera Italiana.
“El Sr. Galli — copio aquí un artículo de La Lima de Vulcano—
en unión de toda la compañía de ópera, se resistía á cantar en la pre
sente temporada, mientras no se le pagasen los tres ó cuatro meses
de sueldos que se le deben, y sobre todo se le asegurase la validez de
la nueva contrata que por dos años más hizo con el mismo Gobierno
que hoy trata de anularla, por aquella liberal y cómoda regla de sic
volo sicjubeo. Siguiéronse muchas contestaciones sin que los italia
nos prescindiesen de su derecho, y entonces nuestro ilustrado, bene
mérito, paternal y justo Gobierno del Sr. Gómez Farías, adoptó el
mezzo término de poner el pasaporte en la mano del Sr. Felipe Galli,
por conducto del Ministro de Relaciones D. Francisco Eombardo, pa
ra que saliera de México dentro de tres días, y de la República den
tro de treinta, á la vez que se hacía lo mismo con el Obispo de Pue-
K. H. T.—T. I.—41
bla, por su resistencia á las reformas en asuntos eclesiásticos. ¿No es
un contraste chocante ver aplicar en un mismo día la famosa ley del
caso á un príncipe de la Iglesia porque protesta contra actos ilega
les, y á un operista porque no canta gratis, y á quien no sólo no pa
ga el Gobierno lo que le debe, sino que declara nula la nueva con
trata, celebrada hace seis meses íon todas las formalidades legales?”
Por fortuna para el público, el Gobierno retrocedió ante la censura
general, y celebró con Galli un nuevo arreglo.
Antes de pasar adelante, citaré, como otra curiosidad las famosas
y celebérrimas funciones hipico-mimico-acrobáticas de la compañía
Green en la Plaza de toros de la Alameda; hé aquí algunos de los nú
meros de un programa de esa compañía México-Americana: ‘‘Caye
tano, el joven sin igual, hará juegos portentosos que ha ensayado
nuevamente. — El Sr. León, después de una serie de actitudes y jue
gos primorosos, saltará por cima de una mesa servida y cubierta de
vajilla.— El Sr. Green comenzará por las actitudes romanas, dando
el dificilísimo salto inverso en forma de Mercurio alado.— El payaso
cantará con su acostumbrado gracejo una canción popular.— Caye
tano, á pelo y sin freno, ejecutará mil travesuras, con la velocidad y
gracejo que no tienen segundo en ningún niño de tan tierna edad.—
Para fin de fiesta, la gran pantomima de Don Quijote y Sancho Pan
za, nunca vista en esta República, según el siguiente reparto de ac
tores: D. Quijote, Sr. Cristóbal; Sancho Panza, Suárez; Mujer, due
ña del molino, Cayetano; Capitán de caballería, León; Ladrones, Los
de la Compañía.”
Así textualmente lo dice el programa respectivo.
No eran ladrones lo que entonces faltaba: El Telégrafo, que tal
era el nombre que en esa época llevaba el periódico oficial del Gobier
no, decía en su sección editorial del 17 de Enero de 1834: “La Capi
tal de la Federación se halla tan plagada de ladrones, que sus pací
ficos habitantes no se encuentran ya seguros ni en los lugares más
concurridos, ni en el recinto de sus mismas casas. Diariamente se
advierte el aumento que adquiere la insolencia de los bandidos, que,
no contentos con robar, añaden muchas veces á este crimen el detes
table del homicidio, ó cuando menos el de herir gravemente á los in
felices que asaltan.”
Y pues de asaltos hablo, no debo dejar sin cita el que á las Musas
dió un Sr. Lelardo, á quien no citaría ante mis lectores si su compo
sición no hubiese sido considerada digna de ser publicada en la Sec
ción de Variedades del periódico del Gobierno, con el nombre de Be
lla Literatura, Canto en elogio del tolteca Papantzln, inventor del agua
miel y de otros varios usos del maguey. El canto llevaba por epígrafe
este verso de Horacio: Dignum laude virum Musa vetat morí. Y así
comienza:
“Ilustre americano Papantzín,
¿por qué fatal destino, por qué causa
ha de quedar tu nombre oscurecido
é incógnito á la Historia y á la Fama?
¿Acaso porque fuiste infeliz padre
de la Xóchitl hermosa y desgraciada
que dió á luz el azote destructor
de la nación tolteca y de su patria?
Mas ¿qué culpa ha tenido un hombre honrado,
que su deshonra con valor reclama
y resistir no puede á la violencia
de la pasión furiosa de un monarca?
Nadie te inculpa. Ni los hombres fueron
la causa principal de las desgracias
que han destruido ciudades y naciones
con grande estrago de la especie humana.
Este influjo funesto desde luego
á sólo la mujer se reservaba,
desde que la primera trajo al mundo
el desorden fatal con la manzana.
.... Y porque no quedase el nuevo mundo
sin sentir esta influencia malhadada,
las bellezas de Xóchitl y Malintzin
hacen la desventura americana.
¿Por qué, pues, ¡oh! buen viejo, no eres loado
ni tu renombre con buril se graba
en el registro de los hombres grandes
que bien merecen de la gente indiana?
No hay más razón, si bien se considera,
que ser americano, y esto basta
para que el preocupado mundo antiguo
ó no te conociera ó te olvidara.
.... Tú eres el Noé del nuevo continente
que ha sabido hacer uso de una planta
que no ofrecía á la vista el dulce fruto
como al primero lo mostró la parra.
Tú hiciste conocer al mexicano
el maguey que en sus campos sin cultivo
creciera inútilmente en abundancia.
Tú analizaste la naturaleza
de aqueste vegetal, producción rara
que da al hombre el vestido, el alimento,
bebida, medicina, armas y casa.
Tú con ella enriqueces tu nación,
y un licor le convidas, que aventaj a
á los que celebraron las antiguas
y á cuantos hoy la moda usa y alaba.
.... Por él sin duda cambiarían con gusto
su té la China, su café la Arabia,
su cerveza el Albión, su ponderado
y generoso vino Iberia y Francia.
.... Tus descendientes, en mejores días,
en días de paz, de gloria y de abundancia,
cuando más justos sepan apreciar
los bienes que el destino les prepara;
cuando unidos y ricos y contentos,
convirtiendo las lanzas en azadas
se apliquen al cultivo de la tierra
harto con sangre y con sudor regada;
en medio de sus grandes magueyales
de blanco mármol formarán tu estatua,
y con manto de ayatl, por tirso el quiote,
y de su flor tejida la guirnalda,
en su torno danzando alegremente,
alternando los brindis y las salvas,
vivan Papan, dirán, Papantzin viva,
que con dones tan gratos nos regala. ’ ’
En los humildísimos tamaños de mi libro, no pueden caber juicios
críticos sobre la poesía en general entre nosotros, máxime cuando,
sin falsa modestia, no me estimo competente para el caso. Simple y
llano cronista, me limito y continuaré limitándome á presentar ejem
plos, dejando la ardua sentencia á cargo de mis lectores. Ellos podrán
decidir por sí mismos acerca de esa literatura ó gongorina ó prosaica,
sin inspiración, sin estilo, vulgar, sin prosodia, casi enteramente pri
vada de la vida y el genio de la poesía, y en la que — sigo en esto la
opinión del distinguido Pimentel,—son caracteres distintivos la falta
de novedad, las imágenes trilladas, la falta de elevación y de profun
didad, el abuso de palabras y de expresiones prosaicas, la ordinariez
en lo jocoso y lo epigramático, el desprecio de la gramática y de la
corrección de la forma.
No quiere decir esto que por el mismo rasero deban estimarse to
dos los escritores de aquella primera parte de la historia literaria de
México independiente. De vez en cuando el investigador y el que
estudiar ansia, encuéntranse con más ó menos reducidos oasis en aquel
desierto del buen gusto, y aplaude á D. Anastasio de Ochoa, á D.
Francisco Ortega, autor de algunas estimables odas y elegías; al mo-
rellano D. Francisco Manuel Sánchez de Tagle, el cantor de la En
trada del Ejército Trigarante, de A la luna en tiempo de discordias civiles,
y de Al Ser Supremo, estimadas como verdaderas joyas de la literatura
mexicana; al poblano D. José Joaquín Pesado que, allá por el año de
1821, empezó á escribir versos y á adquirir nombradla con sus com
posiciones religiosas; á D. Manuel Carpió que, hacia 1831 y á los cua
renta de edad, no satisfecho con sus glorias de médico distinguido,
experto arqueólogo y clásico literato, publicó sus primeras poesías y
entregó á la memoria de sus amigos admiradores, aquello de:
érase un valle plácido y ameno
poblado de frondosos tamarindos,
de palmeras ruidosas y flotantes,
de naranjos altísimos y lindos. ...
y los más conocidos versos de su famoso Camino del Gólgota:
Flotan en Siria lánguidas las palmas
y en Jericó desmáyanse las rosas....
Allá, repito, entiéndanse y decidan mis lectores, pues yo no me
atrevo á tanto, ni me creo voto para terciar en la no resuelta cuestión
de si Carpió y Pesado fueron los restauradores de la poesía lírica y
descriptiva entre nosotros, ó si lo fué Fr. Manuel de Navarrete, ó si
ese honor no corresponde de derecho á ninguno de los tres, según
opinan muchos críticos.
Entre éstos no faltan quienes acuerden la preferencia al ilustre D.
Andrés Quintana Roo y le estimen poeta eminente, restaurador del
buen gusto, árbitro entre la exageración del gongorismo y la desnu
dez del prosaísmo, modelo en lenguaje castizo, estilo noble, versifi
cación armoniosa, tono inspirado, sentimiento vivo, giros valientes
y oportunos adornos poéticos, citando al efecto su oda á La Libertad.
Este intachable patriota, verdadero patriota, fué hijo de Yucatán,
como lo fué también D. José María Alpuche, autor de muy estimadas
composiciones patrióticas; calificación de bondad á su vez acordada
al jalapeflo D. José Jesús Díaz, el mejor productor de leyendas y ro
mances de la Conquista y de la Independencia, tan excelentes para
algunos críticos, que no falta quien se extienda á decir que sus ro
mances susodichos nada desmerecen comparados con los del Duque
de Rivas.
Y pues de poetas tratamos, procurando señalar los más distingui
dos, citaré también, sin entrar en detalles, á uno de grandes méritos
que, si bien no nació en México, aquí vivió, casó y dejó sus cenizas
en 1838. Le nombré diversas veces al tratar de las campañas artísti
cas de Andrés Prieto, y con esta seña, mis lectores se acordarán de
que el poeta á que me refiero fué D. José María Heredia. Nacido en
1803 en Santiago de Cuba, trájole á México su padre, aquí enviado
por el Gobierno español con un alto empleo en 1819. De regreso en
la isla, el joven Heredia tomó parte en una conspiración para hacerla
independiente, y fué desterrado. Volvió á México en 1825 y logró el
aprecio de D. Guadalupe Victoria, que le otorgó varios empleos y le
hizo Diputado á la Legislatura del Estado de México. Para no traer
á cuento sino una opinión suficientemente autorizada, diré que D.
Alberto Lista calificó á Heredia de gran poeta, versificador fluido y
valiente, pero poco correcto.
Estos señalados escritores y poetas, ameritadísimos sin duda fue
ron; pero debemos convenir en que hasta el instante en que mi Rese
ña alcanza, poco habían hecho sentir su influencia sobre el infinito
número de los versistas detestables que producían composiciones co
mo la Oda á Papantzin, del caballero Lelardo, vista sin duda con sufi
ciente aprecio, puesto que nada menos que el Periódico Oficial le daba
acogida en sus exiguas columnas.
En ellas también puede leerse el “Himno Cívico,” que, dedicado á
celebrar los días del Exmo. Sr. Presidente D. Antonio López de Santa-
Anna y para cantarse en el Teatro Principal, compuso el Lie. D. Ig
nacio Sierra y Rosso, que allí se intitula ‘ ‘traductor de óperas italia
nas del mismo teatro.” No puedo resistir á la tentación de copiar sus
primeras estrofas:
“Cuando el yugo de Iberia espantoso
sobre México triste pesaba,
y en letargo profundo velaba
noche eterna, tiniebla letal;
una aurora bellísima y pura
se anunció venturosa en el cielo,
augurando fatídica al suelo
que llegaba la fin de su mal.
“Y fué el trece de Junio brillante
cuando rico de púrpura y grana,
del excelso, del grande Santa-Anna,
Febo alegre el natal anunció:
de Aquilón detenidas las furias,
estos ecos al manso Favonio:
“Libertad, ha nacido un Antonio,”
susurrando decir se le oyó.
“Y, en efecto, naciera el valiente
que de tronos libró al Nuevo Mundo,
y en Tampico al abismo profundo
á los leones de España lanzó:
con justicia los genios del cielo
descendieron entonce á la tierra;
Libertad y el dios de la guerra
cada uno su cuna meció.”
Los versos no podían ser peores; mas debieron sonar gratos á los
oídos de Santa-Anna, cuyo cumpleaños se celebró entonces con gran
de regocijo: “desde temprano por la mañana—dice El Periódico Ofi
cial,—multitud de pueblo que le esperaba en la plaza lo proclamaba
con vítores á su persona, á la libertad y á la Religión: por la tarde,
el paseo, en que se hallaban situadas músicas militares, estuvo so
lemnemente asistido, y en la noche el teatro ofrecía, por la numero
sísima y lucida concurrencia de gente toda decente, un espectáculo
que de muchos años atrás no se había visto. Al presentarse S. E. re
petidos vítores anunciaron la complacencia general; pero siempre rei
nando en aquel lugar y en todo el día la tranquilidad y el orden.”
En otro de sus números decía el mismo periódico, elogiando la re
presentación de la ópera nueva Zelmira-. “la composición es excelen
te y fué perfectamente ejecutada por los individuos del ramo: la Sra.
Pellegrini, después de hacerse cargo de la parte más difícil de las di
versas piezas interesantes de toda ella, ejecutó admirablemente el
difícil é interesante final con que concluye. El papel del Sr. Galli es
propio y bien desempeñado. El Sr. Mussati llenó también los deseos
del público, y sería de apreciarse cantara íntegra la letra de la pieza
con que da principio.”
No faltaba motivo á tanta alegría del órgano oficial: la buena ciu
dad de México, con su Ayuntamiento al frente, habíase, el 13 de Ju
nio de 1834, pronunciado por el plan de Cuernavaca, allí firmado el
25 de Mayo, desconociendo al Congreso, derogando todas sus leyes,
excluyendo á Gómez Parías y declarando supremo protector y auto
ridad única á D. Antonio López de Santa-Anna.
Los pronunciados en la Capital lucían en los sombreros cintas
blancas ó azules con el letrero Viva la Religión y el Ilustre Santa-
Anna, que convertido á las sanas ideas clericales, nombró su Minis
tro al Obispo de Michoacán, D. Juan Cayetano Portugal, y pronto
puso término á cuanto en su tarea reformista habían iniciado las
Cámaras y el Vicepresidente Gómez Farías: éste, ante el general cla
mor de las multitudes conservadoras, pidió y obtuvo licencia para re
tirarse, y el 8 de Setiembre salió para el extranjero “abrumado este
hombre execrable—dicen los periódicos gobiernistas,—con las impre
caciones más justas de toda una ciudad, la primera del Nuevo Mun
do de Colón, sobre la que pesaron inmediatamente sus terribles desa
fueros. Gómez Farías atrajo, cual ominoso cometa, el cólera y la mi
seria, la inmoralidad y la tiranía, el espionaje y la traición, la ignorancia
y el sacrilegio, la exaltación de los delincuentes y la depresión de los
honrados, el triunfo de la canalla soez y el abatimiento de la porción
escogida, el terror y el luto de las familias, las proscripciones, el llanto,
la muerte bajo mil y más formas horrorosas. Fernando VII se aver
gonzó de ver que en sus antiguas colonias se produjo y fué elevado
un monstruo que le excediera en escándalos y terrorismo, y descen
dió al sepulcro satisfecho de que ya no era necesaria su presencia so
bre la faz de la tierra para afligir á la Humanidad.”
No pueden exagerarse más la inquina y el insulto; en cambio,
Santa-Anna, á quien también vimos insultado en las décimas in
sertas en el precedente capítulo, era entonces una especie de nuevo
Mesías, con el cual le comparó el Cabildo Metropolitano al anunciar
un solemne Triduo de acción de gracias. La literatura periodística
oficial, decía al referirse á un baile dado en la Lonja en obsequio de
S. E.: “el General Presidente ha recibido un nuevo testimonio de
aprecio de todas las clases: la mala noche no estorbó una hermosa y
numerosísima concurrencia de las señoritas más decentes, y podrían
calcularse en más de ochocientas las personas de ambos sexos que en
aquella inocente reunión manifestaban su alegría y entusiasmo; todo
era orden y decoro, y por la propiedad de los trajes y de la etiqueta
se conocía desde luego que estábamos á mediados del afio de ocho
cientos treinta y cuatro.”
El mismo Periódico Oficial dice en 13 de Setiembre, haciendo to
mar parte á la Providencia en los festejos al héroe que nos libertó
de Farías: “Cuando ha sido constante que las festividades nacionales
que se solemnizan en este mes, regularmente son interrumpidas por
recios aguaceros, consiguientes á la fuerza de la estación, y hemos
visto que la del once, aunque amagada por aparatos, no llegaron á
verificarse, diríamos, hablando poéticamente', que hasta la naturaleza
quiso por su parte cooperar á solemnizar el plausible aniversario
de los triunfos gloriosos de Tampico. Su Excelencia recibió en la
Ciudadela las felicitaciones de las autoridades, y después de servido
allí un decente ambigú, á las ocho de la noche una salva de artillería
anunció la salida del General Presidente para el Teatro. En éste se
representó la ópera Mahomet II, y ya por lo exacto de la ejecución
como por el adorno, iluminación y numerosísima concurrencia, pre
sentaba el espectáculo más interesante. Así cada vez más, afianzán
dose la libertad y sistemándose el orden, este hermoso suelo adelanta
en ilustración y cultura.”
Nuevamente los poetas palaciegos pulsaron su lira en honor del
vencedor de Tampico; dejémosles hablar:
“No es la adulación, yo la detesto,
la que mueve mi labio:
es la santa verdad ; ella me inspira
y sus acentos cantará mi lira.
“Nació Santa-Anna en el lugar más bello
que en la creación hiciera el numen santo
en el jardín del mundo;
vedlo que apenas el brillante bozo
á su semblante agraciando viene,
cuando valiente ciñe
la espada del honor; joven esbelto
de sangre noble y de figura grata,
á la campaña parte
magnánimo, resuelto,
hijo mimado del sañudo Marte.
“Sed de laureles, de brillante gloria,
lo lleva por doquier á la victoria:
deja en eterno olvido
el blando lecho, el pabellón dorado,
y en la grama tendido
mientras el astro de la noche impera
tranquilo se reposa,
ceñida á la cintura
para su ardor ligera,
pero pesada y fúlgida armadura.
“Su pais recorre entero,
entonces oprimido,
y sus costumbres observando aprende :
pero sonó guerrero
en Iguala el clarín ; Santa-Anna entonces
“ ¡ Viva la Patria! ’ ’ grita, y ardoroso
al fragor de los bronces
allá marcha adelante,
empuñando brioso
el pabellón invicto trigarante.
“¡ Heroica Veracruz! los fuertes muros
que ostentas elevados y seguros
escalados están. El héroe joven
los derribó el primero,
el adalid á quien el Orbe entero
ya saluda entusiasta;
B. B. T.—T. I.—42
oíd el himno santo
con que dirige al vencedor su canto.
“Y el canto no cesaba todavía
cuando otros miles de entusiasmo ardiente
publican sonorosos alegría:
“ Ha vencido, ha vencido el valiente,
loor eterno, inmortal á Santa-Anna;
al enviado infeliz de la Habana
de Tampico en la arena humilló.
“Vencedor del Panuco, te levanta,
gritara Veracruz, con breve planta
vuela, vuela y caiga en este día
la doméstica, odiada tiranía.
“Y el tirano cayó, y la victoria
al héroe santo coronó de gloria.
La patria venerable
entonces se salvó; salvóse luego
también de la impiedad, y agradecida
bendijo al salvador, su nombre adora
y en él enclava ahora
sus ojos celestiales
brillantes con la luz de la esperanza,
y en segura confianza
de hallar alivio á sus infandos males.”
Tal era el lamentable modo con que ensayábase en lo épico el poe
ta ese, dejando á otros cosechar no el laurel de Apolo, pero sí la ador
midera de Morfeo, con simplisísimas composiciones sobre asuntos
chavacanos.
De ese género es la oda—así la intituló su autor, —que dedicada á
la distinguida cantante Carolina Pellegrini, decía:
11 Los actores ilustres
de la ópera italiana,
divinamente accionan
y bellamente cantan.
Excitan movimientos
de amor y de esperanza,
las almas enternecen
y los pechos inflaman.
¡ Cómo será posible
que ilusiones tan gratas
terminen para siempre!
33t
¡ Oh Nación ilustrada !
Fomentemos la empresa
y Carolina amada
tan expresiva y dulce
que nunca de aquí parta.”
El motivo que inspiró esa Oda fué el haberse anunciado que la
Pellegrini se separaría del cuadro de Opera, disgustada con la Em
presa, á cuyo frente habíase puesto D. Manuel Eduardo de Gorosti-
za, quien delegó todos sus poderes en un antiguo y mal recibido actor
nombrado Joaquín Patino, hombre no desprovisto de ingenio, pero
intrigante y mal intencionado para con todo artista, según nos lo pin
tan los periódicos de esa época, entre ellos el que se tituló La Luna
de Vulcano, que haciéndose eco de injustas prevenciones llegó á de
cir de él: ‘‘como buen gallego es torpe y obstinado en sus torpezas,”
y más adelante añadía: “Las intrigas de Patiflo para indisponer á
los artistas del cuadro de Opera Italiana, han producido fuerte alar
ma en el público y originado entre los abonados y en la Empresa un
conflicto que acaba de resolver el Ministro Sr. Lombardo, expidién
dole pasaporte para que salga del país. ¿ Hasta ahora le vino á las
mientes á S. E., que Patiño debía ser expulsado de la República co
mo español no exceptuado ? ’ ’
A su tiempo volveré á tratar de Patiño, cuyas intrigas estuvieron,
en 1836, á punto de promover un motín, que del teatro trascendie
se á la política.
CAPITULO XIII
1833.—1835.
No pretendiendo mi libro, como no pretende, señalarse como un es
tudio filosófico y crítico de la marcha y progreso del Teatro en Mé
xico, pues de ello no me juzgo capaz, vengo procurando hacerle me
nos insignificante al convertirle en una especie de repertorio de noticias
de nuestros espectáculos, á fin de que tenga, al menos, esa curiosidad.
Por tal motivo, hablaré aquí de las primeras ascensiones aerostáticas
intentadas ó realizadas en México en aquellos días.
El primero que procuró verificarlas fué Mr. Adolfo Theodore, fran
cés, natural de Lyon. Este individuo, de quien ya dije ser conocido
y apreciado como físico y prestidigitador, y por haber sido el primero
que aquí instaló el alumbrado por gas hidrógeno en un teatrito de la
calle de Zuleta, en que también expuso un pequeño modelo de ferro
carril de vapor, fué presentado y recomendado al General D. Manuel
Barrera, el famoso negociante y empresario, por el actor español Ber
nardo Avecilla.
Theodore mostró á Barrera periódicos de la Habana y de Matanzas,
recomendando lo sorprendente de sus operaciones de ascensión de glo
bos, y solicitó formar una Compañía que explotase tan nuevo y bri
llante espectáculo, por no creer que una sola persona se determinara
á aventurar cinco mil pesos que calculó necesarios para verificar la
ascensión. Barrera se entusiasmó con la fácil verba del buen francés,
y le ofreció ministrarle esa suma en calidad de que le sería reembol
sada con los productos de la primera función.
Theodore dió el primer paso, obteniendo en n de Enero de 1833,
y de D. José Joaquín de Herrera, General de brigada y Gobernador
del Distrito Federal, licencia para hacer ascensiones aerostáticas en
la Plaza de Toros de San Pablo, propiedad de Barrera. En tal con
cepto, éste principió á ministrarle cuantas cantidades iba necesitando
para la construcción del globo, aparatos, compra de ácidos, etc., has
ta llegar á ocho mil trescientos y pico de pesos, que consumió en sus
preparativos, hasta anunciar su sexta ascensión, y primera en esta ciu
dad, para el primer día de Mayo de 1833.
Del programa respectivo tomo el siguiente curioso párrafo: ‘ ‘Es
en aquel momento que el impávido viajero se desprende de este sue
lo privilegiado de la naturaleza ( quizá para no volverle á pisar nunca,
según los arcanos de la Divina Providencia), que los mayores sínto
mas de sensibilidad se manifiestan en el semblante de cada uno de los
espectadores, fluctuando sus espíritus entre el temor y la esperanza,
al considerar el desamparo total que sigue al viajero en tan espanto
sa carrera. A la elevación de mil varas, el volador dejará bajar un
hermoso paracaídas de tafetán, conducido hasta el suelo por un águi
la dedicada al Sr. General D. Manuel Barrera, en prueba de su agra
decimiento y respeto por haberle suministrado las cantidades para ha
bilitar esta función. Remontándose más en su vuelo, no se distinguirá
al aeronauta, cuando todavía se divisará desde el imperio de Júpiter
el globo mexicano como un lucero de fuego en medio de los celajes.”
El día citado para la primera ascensión avisó Mr. Theodore, por
carta que pasó al Alcalde en turno, D. José María Mejía, que no po
dría verificarla, “supuesto que se preparaba en la atmósfera tempes
tad y lluvia,” excepciones que había puesto en su cartel, y ‘1 que con
tales aparatos le era imposible cumplir su compromiso.” El mencio
nado Alcalde y el Síndico D. Agustín Buenrostro, graduaron de frívo
lo pretexto los temores de Theodore y tomaron contra él providen-
cías que excedieron de la justicia, concluyendo por meterlo en la
cárcel.
Visitado en ella por el Gobernador del Distrito, el infeliz aeronauta
fué puesto en libertad bajo fianza, después de obligarse ante el Escri
bano D. Francisco Bala á verificar la ascensión, siempre que Barrera
franquease lo necesario para la construcción de un globo más capaz.
Construido este segundo aeróstato, los catedráticos de Minería D.
Manuel Tejada, D. Manuel Castro y D. Tomás Ramón del Moral, en
io de Octubre del mismo año de 1833, informaron, por comisión del
Gobierno, que el globo tenía volumen y capacidad bastantes para so
portar su carga, aun cuando no se llenasen de gas más de las tres
cuartas partes: observaron á la vez que para la producción del gas era
suficiente la provisión de hierro hecha por' Theodore, pero no la de
ácido sulfúrico, que, en su concepto, debía ser de veinte quintales
más.
El aeronauta tuvo su dificultad para conseguirlos, pues el fabrican
te dijo no tenerlos listos y necesitar tres semanas para su elaboración.
Theodore los buscó por varios lados y logró conseguirlos, si bien á
mayor precio del ordinario, y anunció su ascensión para día 13 del re
ferido Octubre; pero la víspera de él, el Gobierno mandó suspenderla,
informado de que faltaban al aeronauta los conocimientos necesarios
para hacerla sin riesgo de su persona.
En un largo escrito del General Barrera, de que me sirvo, casi á
la letra, en estos apuntes, se dice: “Yo me había abstenido de hablar
sobre este particular, porque no quería decir que el Supremo Gobier
no había sido la causa y origen principal de que no se hubiera veri
ficado la ascensión, de que se hubieran hecho tantos gastos inútil
mente y de que á Mr. Theodore le quedase camino para disculparse. ’ ’
Fenomenal fué la zambra que se armó con este segundo chasco: Ba
rrera y Theodore fueron insultados á más y mejor en los papeles pú
blicos y el asunto se consignó á las autoridades judiciales á fin de que
se procurase la devolución del precio de los boletos vendidos; pero
Barrera, personaje de grandes influencias, se descargó con el desven
turado Theodore y demostró que, si bien era cierto que los billetes
habían producido catorce mil cuatrocientos veintiséis pesos, los gas
tos ascendían á catorce mil quinientos cincuenta y seis y gastádose,
por lo tanto, ciento treinta pesos de más sobre aquella suma. En el
primer globo se emplearon setecientas treinta varas de tafetán, que
costaron mil cuatrocientos pesos, y mil trescientas treinta y cuatro
en el segundo, con un valor de mil doscientos cincuenta y un pesos:
cincuenta quintales de ácido sulfúrico valieron mil novecientos pesos.
Queriendo probar que Theodore y no él era el responsable de tan
to fracaso, Barrera demandó al aeronauta, le redujo á prisión y en ella
le tuvo hasta el 26 de Marzo de 1835, en que consiguió que le devol
viese el segundo globo y los utensilios y ácidos que no habían tenido
empleo. Theodore, reducido á la miseria, fué escarnecido así por los
redactores de La Lima: “Nosotros tuvimos la fortuna de calificarlo
de calabaza ó bribón á la vista del aparato con cuyo auxilio se iba á
remontar hasta el anillo de Saturno, porque desde luego se notaba
que era necesario desconocer las leyes generales de los fluidos para
haber intentado henchir el globo de la manera que él lo pretendía.
Mas cuando hemos visto que de nada influyó su gas alcalino para as
cender, no podemos dejar de rendirnos á la evidencia, diciendo que
voló, no el Montgolfier, sino el dinero de los empresarios, el del pú
blico y la más pequeña opinión que pudiera recomendar al físico via
jero. ¡ Qué tunante! ’ ’
D. Manuel Barrera, para acallar la grita que encima se le vino por
la no devolución de las entradas, procuró, con pretexto de compensar
al público, proporcionarse otro aeronauta, y explotar este nuevo es
pectáculo, que tanto parecía interesar á sus conciudadanos, puesto
que al anuncio del primer ensayo habían acudido con la respetable su
ma de más de catorce mil pesos.
La fortuna, que siempre siguió á Barrera, hizo que llegase á los
Estados Unidos, precedido de justa fama, el notable aeronauta Mr.
Guillermo Eugenio Robertson, nacido en París en 1799, é hijo del
celebérrimo Esteban Gaspar, natural de Eieja en Bélgica. Este últi
mo, distinguido profesor de física en la Universidad de su patria, pasó
á París en 1793, época la más tempestuosa de la revolución francesa,
á proponer á aquel gobierno un espejo de Arquímedes perfeccionado,
con el cual pretendía poder incendiar las flotas de Inglaterra. En sus
gabinetes del Jardín de Capuchinos y del Pabellón de Echiquier, sor
prendió y asombró á todo París con sus experiencias fantasmagóri
cas, en las que hacía presentárselos espectros de los revolucionarios
y de sus víctimas, con tan perfecta ficción, que la autoridad hubo de
intervenir en moderar el escándalo, y se creyó obligada á desterrar á
Robertson de la Capital.
Algún tiempo después, y de regreso en París, dió la primera idea
de emplear los globos como recurso estratégico, y construyó y montó
el aeróstato histórico Fleurus. El genio activo de Napoleón, encon
trando el globo muy molesto y muy lento para seguir el vuelo de sus
águilas, se deshizo de esta máquina, que no le pareció útil desde el
momento en que también el enemigo podía servirse de ella.
Esteban Robertson fué el primero, á su vez, que dió á conocer en
Francia el Galvanismo. Como aeronauta ejecutó en Europa cincuenta
y nueve ascensiones, y en la que verificó en Hamburgo en 18 de Ju
lio de 1803, alcanzó la altura de tres mil seiscientas sesenta toesas,
á que nadie antes de él había llegado. Suya fué también la invención
del paracaídas, malamente atribuida á Garnerín. Enriqueció la física
recreativa con multitud de ingeniosos descubrimientos, escribió una
obra que intituló La Minerva ó navio aéreo, destinado á los descubri
mientos, propuesto á todas las Academias europeas, y redactó é impri
mió en dos volúmenes sus memorias, interesantes por su saber en
ciencias físicas, por su estudio de las costumbres de los diversos paí
ses que visitó, y por sus picantes anécdotas acerca de los soberanos
y hombres célebres con quienes mantuvo relaciones. Esta obra estu
vo de venta en la librería de Seguín, sita en el Portal de Mercaderes,
al precio de once pesos en pasta.
Su hijo, Guillermo Eugenio, fué también notable por sus expe
riencias de física y por sus numerosas ascensiones aerostáticas en Lis
boa, Oporto, Madrid y París. Hallándose en Lisboa, ejecutó en io de
Diciembre de 1819 un descenso en paracaídas, desde la altura de dos
mil quinientas toesas. Físico entusiasta por su arte, trajo al Nuevo
Mundo el majestuoso espectáculo de las ascensiones aerostáticas, y
Filadelfia, Nueva York, Nueva Orleans y la Habana, por él conocie
ron este importante descubrimiento, gloria y honra del genio francés.
Volvamos á tratar de su venida á México. “Luego que supe que
Mr. Robertson se encontraba en los Estados Unidos — dice D. Ma
nuel Barrera — y que había verificado varias ascensiones en Nueva
York, practiqué las mayores diligencias para atraerlo á esta Capital,
á cuyo efecto hablé con D. Antonio Parrot para que invitara al ae
ronauta á emprender el viaje. Cuando llegó á esta ciudad lo solicité
por medio del corredor D. Ernesto Massón, y acordamos las condi
ciones bajo las cuales verificaría su ascensión, quedando estipulado
y firmado que le he de entregar diez mil pesos por el desempeño de
la función, cuya suma será depositada tres días antes, en la casa de
comercio que el aeronauta señale, sin hacer uso de ella hasta el día
siguiente de haber verificado la ascensión, de cuyo contrato fueron
testigos, y lo firmaron también, el coronel D. Francisco Garay, que
casualmente se hallaba presente, D. Ernesto Massón, como corredor,
y D. Manuel Pruneda.”
Previa licencia del Gobierno del Distrito, el aeronauta anunció pa
ra el jueves 12 de Febrero de 1835, su primera ascensión en México,
á las once en punto de la mañana, y en la Gran Plaza de Toros de
San Pablo.
“A las nueve de la mañana — dice un periódico — se franquearon
las puertas de la Plaza, y vióse el esferoide de proporcionada magni
tud, henchido ya de gas hidrógeno cuanto cabe para el efecto que se
pretende. Consecutivamente fueron lanzados los pequeños globos pre
cursores, para indicar la dirección del viento. A las once, poco más,
entró Mr. Robertson en su preparada barquilla, donde se despidió
tierna y afectuosamente de sus amigos y otras personas notables que
detenían el vuelo del globo hasta el debido momento de verificarlo.
Lenta, majestuosamente y con toda la expresión de la calma en su
semblante, recorrió en torno del anfiteatro, para rendir las demostra
ciones de su urbanidad y finura ante el Excmo. Sr. Presidente D.
Miguel Barragán y respetable público, y concluyó en particular sa
ludando al Gral. Barrera que se hallaba en la Plaza. A la sazón que
dó libre el globo, y tomando una dirección vertical se elevó muchos
pies sobre la Plaza; de ahí describió una línea oblicua hacia el Su
deste y después al Sudoeste, remontándose hasta un punto que no
podía distinguirse á la simple vista.”
* ‘ ¡Cuántas y cuán vivas, añade La Lima, fueron las emociones de
ternura y de placer, al contemplar lo grandioso y patético de aquel
acto! Las almas sensibles eran agitadas por la suerte del hombre in
trépido que así penetraba sobre el aire inconstante, y los espíritus
ilustrados hallaban un deleite suavísimo, observando tranquilos las
inmutables leyes de la Naturaleza. Robertson se ha hecho digno de
nuestros elogios, y de eterna remembranza para México. Desde el
momento en que se perdió de vista hasta hoy 14 de Febrero, todas
habían sido vanas conjeturas y noticias sin fundamento sobre la suer
te del aeronauta, que en efecto era ignorada; pero al fin se halla den
tro de la ciudad, testigo de su talento é impavidez: su viaje aéreo fué
tan rápido que atravesó veintidós leguas en menos de dos horas, pues
á la una y media de ayer, posó sobre un árbol á inmediaciones de
Chalma; allí necesitó auxilios para su regreso, y hoy ha sido cumpli
mentado según su mérito por su S. E. el Presidente, por las personas
más visibles, por sus amigos y por el público todo que le aprecia.”
Poseo un rarísimo ejemplar de una estampa litográfica que repre
senta á Robertson en la barquilla de su globo, al que circunda una
ancha faja con una fecha que no puede leerse completa: el aeronauta
tremola dos banderas mexicanas, y la estampa dice: “Primera as
censión en México por Eugenio Robertson.— Febrero 12 de 1835.
“—Este célebre aeronauta, el primero que ha viajado por la atmósfe-
“ra mexicana, dió el agradable espectáculo de su elevación á las once
“y media de la mañana, y descendió á las dos horas en la falda del
“cerro de Zempoala, á 20leguas de distancia, con dirección S. O.E.”
Motivos independientes de su voluntad impidiéronle ejecutar una
segunda ascensión el 22 de Marzo, y hubo de transferirla, primero al
domingo 5 de Abril y después al jueves 30 del mismo, sin poder en
ninguno de ellos verificarla, lo que le valió varias injustas burlas en
prosa y verso, entre ellas unas décimas que concluían:
‘ ‘ preparad breve otro adobo
como éste tan sazonado,
pues quedaréis bien pagado
á costa de tanto bobo.”
No le faltaron en las diversas funciones de fantasmagoría y física
recreativa, que dió en el Teatro Principal, en combinación con el
cuadro de verso, y cuando el tiempo hubo mejorado y cedido en par
te la fuerza de las lluvias, llevó por fin á cabo su segundo viaje ae
rostático el domingo 13 de Setiembre, en celebridad del aniversario
de la victoria de Tampico.
“En menos de una hora y media — dice el cronista — Mr. Euge
nio Robertson llenó su grande aeróstato, de modo que los espectado
res vieron desde el principio la operación hasta el desprendimiento
del globo. Estando todo arreglado, el impávido Robertson se embar
có en su leve navecilla, teniendo en su diestra el pabellón mexicano;
después de haberse despedido de todos los concurrentes, puesto en
pie, en su barquilla, dió la orden de soltar las amarras á las once y
cinco minutos. Al salir del medio de la plaza y á la altura del techo,
fué arrojando una cantidad de papelitos que contenían versos análo
gos al día que se celebraba, y agitando su pabellón, entre los víto
res y palmoteos de la multitud. El globo continuó elevándose en lí
nea vertical hasta que llegó á la altura de las nubes, que eran de un
color blanquísimo; el globo entonces apareció transparente como el
cristal, presentando un efecto maravilloso y verdaderamente indes
criptible. Poco á poco fué desapareciendo hasta perderse completa
mente de vista, pero como á los quince minutos se le vió aparecer
por el Oriente dentro de las altas regiones.
“Mr. Robertson, después de haber pasado por encima de toda la
ciudad y de haberla inspeccionado minuciosamente, empezó á ma
niobrar para verificar su descenso. Por fin, el globo vino á parar en
el Potrero de Balbuena, detrás de la Candelarita, donde una multi
tud inmensa se agolpó para socorrer al valiente y audaz aeronauta.
Desde una grande altura Robertson se dirigió á los circunstantes, y
con su bocina les gritó: / Viva la Nación Mexicana! ¡ Viva la Liber
tad! ¡ Viva el General Santa-Anna! ¡ Viva el héroe de Tampico! y
el pueblo le respondió con entusiasmo. Cuando hubo tomado tierra
dió libre salida al gas, y entró en la ciudad aclamado como un triun
fador.”
Pero la más famosa de sus ascensiones en México, fué la tercera
en nuestra República y vigésimatercera en su vida, realizada el do
mingo 11 de Octubre del mismo año de 1835.
“Creemos imposible, dicen los redactores de La Lima, que el pú
blico haya sido jamás llamado para ser testigo de un espectáculo más
hermoso, más interesante y más digno de una gran Nación, que el
que nos ha sido ofrecido con' la ascensión de Mr. Eugenio Robertson
y su compañera y compatriota nuestra.
“ A las nueve y media de la mañana se comenzó á echar en los to
neles el ácido sulfúrico, lo cual se hizo con el mayor orden y con una
K. H. T.—T. I.—43
puntualidad admirables. Esta operación, de un género más difícil de
lo que vulgarmente se cree, fué dirigida con tal acierto y con tanta
felicidad, que á las once menos cuarto el grande aeróstato había re
cibido toda la cantidad de gas suficiente para llevar á los dos nave
gantes aéreos.
“El aviso anticipado que se tenía de que una joven de nuestro
país debía acompañar al aeronauta y participar de los peligros de se
mejante viaje, había picado vivamente la curiosidad general, pero
más particularmente la de su propio sexo. Por este motivo, desde por
la mañana, todas las calles que conducen á la Plaza de Toros de San
Pablo estuvieron intransitables, por el gran número de curiosos que
querían gozar del espectáculo nuevo y magnífico que se les ofrecía.
Las lumbreras de la plaza, vendidas á 24 pesos, estaban ocupadas
por una multitud de señoras, á cual más hermosas y vestidas con mu
cho lujo y elegancia; un sinnúmero de personas ocupaban los demás
asientos, vendidos, sin distinción de sol ni sombra, á dos pesos cada
uno. Por la parte de afuera una población inmensa cubría los sitios
vecinos y las ventanas, azoteas y hasta los árboles estaban cubiertos
de espectadores.
“El cielo, enteramente cubierto en los días anteriores, se despejó
y el sol parece que quiso alumbrar con sus rayos benéficos los pri
meros pasos que iba á dar una joven mortal en las inmensas regio
nes de su imperio, é inspirarle más confianza en el día en que iba á
emprender por primera vez un viaje tan majestuoso.
“Lanzáronse varios globitos de prueba, uno de ellos adornado con
las armas nacionales y la inscripción : A D. Miguel Barragán, y otro
en forma de esfera celeste con una banda de seda en que estaba pin
tado el retrato del Excmo. Sr. Presidente D. Antonio López de San-
ta-Anna. Al tiempo de elevarse este globito fué saludado con mil
gritos de alegría.
1 ‘Concluidos los preparativos, se suspendió al aeróstato una ligera
góndola adornada con mucho gusto con géneros de seda y guirnal
das de flores. El Sr. Robertson se ausentó por algunos instantes, y el
público esperaba verle aparecer con la joven que debía participar de
la gloria y de los peligros de este memorable día; pero como le vie
ran volver solo, un murmullo corrió por toda la concurrencia, creyen
do que la joven renunciaba á su peligrosa empresa, y que esto servi
ría de motivo para no verificar la ascensión. Pero Robertson se ausen
tó de nuevo y regresó dando la mano á una señorita vestida muy
elegantemente. Los aplausos retumbaron por todas partes en señal
de aprobación y de entusiasmo. La joven era hermosa y de un porte
muy decente, y se adelantó con paso firme y seguro hacia la barqui
lla, entre dos vallas de espectadores que la aclamaban. En todo este
tiempo demostró tanta sangre fría é intrepidez como su experimenta
do piloto, mostrándose tan serena como si hubiera ido al teatro ó á
un baile.
“Elevado un tanto el globo, la joven se despidió del público con
graciosos ademanes, arrojando á la vez multitud de flores y poesías,
luciendo en su rostro una sonrisa agradable y sincera. Después de
un instante el globo quedó libre, entre los sones de los instrumen
tos guerreros. Da joven mexicana continuó durante los primeros mo
mentos de su ascensión esparciendo flores y versos, y saludando con
su blanco pañuelo.
“Robertson, en pie en la barquilla, con ademán noble y satisfecho,
parecía un vencedor conduciendo un trofeo al Capitolio. Gritos de
alegría y ruidosas aclamaciones saludaron la partida de los intrépidos
aeronautas. Nada es capaz de describir un momento tan patético y
una satisfacción más general: este hermoso cuadro se concibe mejor
que puede pintarse. Hubiera sido necesario tener un corazón de hie
lo para no ser conmovido é interesado en favor de los atrevidos que
se confiaban con tanto ánimo y valor al elemento más ligero, pero
alguna vez el más terrible.
“Da madre de la joven no había consentido en dejar ascender á su
hija, y confiarla al Sr. Robertson, sino bajo la precisa condición y la
promesa de que no se elevaría demasiado alto y no prolongaría su
viaje, á fin de que pudiera encontrarse cerca de ella en el momento
del descenso. Fiel á su compromiso, en cuanto el globo se dirigió á
campo raso, Robertson abrió la válvula del aeróstato, y dejando sa
lir una cantidad de gas, descendió en una pradera llamada de las Cu-
lebritas, después de haber permanecido en el aire media hora. Soco
rridos por D. Manuel Viveros, de Mixcoac, y por el destacamento de
Caballería enviado por el Sr. Conde de la Cortina, nuevo Gobernador
del Distrito, Robertson empleó tres cuartos de hora en vaciar com
pletamente el globo, y él y su compañera, montando hermosos caba
llos, entraron en la ciudad por la garita de San Antonio, rodeados
de inmensa cabalgata que los aclamaba con entusiasmo indefinible
por el atrevimiento de Robertson y el valor de aquella joven, la pri
mera de su nación, que sin ningún temor había arrostrado unos pe
ligros que quizá algunos hombres hubieran temido.
“Nos hemos informado del Sr. Robertson del modo con que nues
tra joven compatriota se había conducido durante el viaje, y nos
asegura que mostró la misma resolución y presencia de ánimo que en
el momento de su salida de la Plaza.
“El público ha estado muy satisfecho de este último viaje aéreo,
que ha excedido á los deseos de todo el mundo. No hay mexicano
que no se lisonjeé de haber visto lanzarse con ánimo en el vasto
océano de los aires y por la primera vez, á una de sus conciudadanas.
Su sexo se enorgullece de la intrepidez que una de sus semejantes ha
mostrado, y que da á conocer que las mujeres tienen, cuando ellas
quieren, una fuerza de sentimiento y de carácter, así como una reso
lución determinada, que sólo parecía reservada para el otro sexo, y
prueban con esto que saben asociarse á las empresas más grandes del
hombre.
“No tenemos que añadir ningún elogio en favor del Sr. Eugenio
Robertson; continúa siempre mereciendo los favores y la estimación
del público, sin acrecentar por esto su reputación, que está demasia
do bien establecida entre nosotros, así como en otros países donde
pasa por ser uno de los más valientes é intrépidos aeronautas del
mundo.”
Por el momento sólo me queda por decir, que en la librería de Gal-
ván estuvieron de venta las relaciones de los Viajes aéreos de Mr.
Eugenio Robertson, en las que podrán hallarse detalles que no co
rrespondería hacer caber aquí.
CAPITULO XIV
1835.—1836.
Expatriado Gómez Farías, y en auge el partido antirreformista, el
nuevo Congreso declaró, en 26 de Enero de 1835, que el Vicepresi
dente cesaba en sus funciones en virtud de haber sido desconocido
por la nación; y para que el Presidente Santa-Anna pudiese gozar
de la licencia que pidió para retirarse á su hacienda de Manga de Cla
vo, nombró en 28 del mismo, á D. Miguel Barragán, Presidente in
terino.
Dados estos primeros pasos en la senda de la reacción, derogáronse
sucesivamente todas las leyes expedidas por Farías; la guarnición de
Ulúa proclamó en 23 de Febrero el centralismo; se redujeron ó nuli
ficaron en 26 de Marzo las milicias cívicas; derrotó Santa-Anna al
Gobernador de Zacatecas D. Francisco García, que quiso oponerse á
esa reducción ó nulificación; se declaró justo y necesario el Plan de
Cuernavaca, fuente de aquella situación política; se erigió en consti
tuyente el Congreso y en 22 de Octubre dictó sus Bases Constitucio
nales, que Barragán juró solemnemente el 3 de Noviembre, y, como
dice D. Carlos Bustamante, “la Constitución de 1824 quedó con ella
sepultada, y buena sólo para ser llevada á un museo como monumento
de nuestros errores cometidos en la infancia política." Da ruina del sis-
34i
tema federal era ya un hecho, y en ese día dió principio el imperio
del centralismo, triunfo conservador amargado por la rebelión de la
Provincia de Texas, contra la cual fué necesario enviar un ejército,
á cuyo frente se puso Santa-Anna, saliendo al efecto de México para
San Luis en 28 de Noviembre.
En ese afío de 1835, nuestros espectáculos, salvo lo relativo á las
ascensiones aerostáticas de Robertson, no ofrecieron mucho de par
ticular. Desavenidos artistas y empresarios, el cuadro de ópera tra
bajó con mucha intermitencia, conquistando de vez en cuando me
recidos aplausos con el Moisés en Egipto y Adelaida y Comingio, de la
que se elogiaron mucho la primera y la última aria cantadas por la
Pellegrini, los dúos de ésta con Galli y con Mussati, un quinteto y
algunos coros. El cuadro de verso no andaba mejor avenido: en prin
cipios de Marzo Valleto y la Dubreville anunciaron su separación,
fuertemente hostilizada la última so pretexto de que sólo quería des
empeñar damitas jóvenes, lo que ella negó invocando el testimonio
del empresario D. Manuel Gorostiza y del Director D. Bernardo Ave
cilla.
De las pocas funciones notables dadas entonces, debo citar la ve
rificada el sábado 14 de Noviembre, á beneficio del actor José M. Da
Madrid: principió con la obertura de Fra Diavolo; siguió la comedia
La Chimenea, cuyo protagonista estuvo á cargo de Palomera, y se
terminó con un concierto en que se cantaron un terceto de Rossini
por Galli, Mussati y Spontini, un dúo por Galli y la Isabel Martínez,
una Cavatina de Bellini por Spontini, otra de Mercadante por la Mar
tínez, y un dúo del maestro Generalini por Galli y Mussati.
El domingo 29 de Noviembre y en el Teatro de los Gallos, Joaquín
Pastrana puso en escena la tragedia famosa intitulada Recompensa á
la codicia por la indiana Tepoczina, ó sea dos victimas inmoladas por el
tirano opresor. En el mismo teatro habíase dado otra función cuyo
programa creo deber insertar íntegro, con su peculiar idioma y no
menos pulida sintaxis, dice así:
“Teatro Provisional de los Gallos.— Gran función por la tarde.
-—Domingo 22 de Noviembre de 1835.— Reunidos algunos alumnos
del Teatro Principal, los cuales, atendiendo á la consideración con
que otras veces se les ha visto en sus anteriores representaciones, hoy
acordándose de la benevolencia de tan distinguidos espectadores, y
buscando medios con que recompensar esa misma indulgencia, han
hecho elección de una pieza enteramente nueva, en la que no vacilan
un punto ser de su agrado, por presentar en ella los milagros de una
imagen, á quien hemos prodigado nuestra devoción todos los mexi
canos.
11 Después de una brillante Obertura, composición del acreditado
maestro Rossini, seguirá la comedia intitulada El Sol eclipsado en Ita-
lia y brillante en nuestro suelo, ó sea la Milagrosa aparición de Nuestra
Señora de los Remedios.— La que será exornada con todo el aparato
teatral que exige su grandioso argumento, pues nada ha omitido la
Compañía para darle el realce que en sí requiere, en obsequio de sus
favorecedores. Para el efecto, se ha construido una amena montaña,
la que será poblada con magueyes, plantas propias de nuestro país
natal, siendo uno de éstos en que la Santísima Virgen se nos mostró
como madre, cuya escena será adornada con una vistosa Gloria, gru
pos de ángeles, nubes, etc. A continuación, el feliz catástrofe de Juan
Tovar, el que fué privado de la vida por un imprevisto acontecimien
to, y restaurado á ella por un milagro de esta Señora, cantándose en
este preciosísimo paso el Tota pulchra est María. Acto continuo, ha
brá una ordenada procesión por el patio, para llevar á la Santísima
Imagen al templo, bailándose una graciosa danza de indios, la que
ha sido ensayada con la mayor prolijidad, la cual será en el discurso
de la procesión, y concluyéndose el todo de la función con una gran
Salve, después de la colocación de la Sagrada Imagen.—¡Generosos
mexicanos! si conseguimos que esta función sea de vuestro agrado,
se habrán colmado los deseos de la Compañía, pues no es otro su an
helo, más que el de complaceros.”
Los redactores de La Lima dedicaron un editorial á ese programa
y á esa representación, diciendo con sobrada justicia: ‘‘Los que han
atribuido á las personas que consumaron la feliz revolución del año
de 1834 tendencias propias del Siglo X; los que inculpan á la pre
sente administración de una marcha retrógrada en la carrera de las
luces, ¿no encontrarán un argumento especioso para confirmar estas
acusaciones, haciendo mérito de las piezas dramáticas que hoy se dan
en la escena ? ¿ Quién no nos creerá en los tiempos de Marquina si
pasa los ojos por el anuncio de la función teatral, que se ejecutó en
el de los Gallos la noche del domingo último? ¿Quién no nos consi
derará en el más deplorable estado de abyección mental, al ver que
se ofrece al público de México como espectáculo digno de su civili
zación y costumbres, una pieza tan bárbara por medio de un cartel
más bárbaro?
‘ ‘ Hay cosas que se debilitan comentándolas, y ésta es una de ellas;
porque el menos instruido echa de ver toda la deformidad de tal abor
to. En él se profana lo más sagrado de nuestra augusta religión, se
la envilece é insulta, se la deprime, se la burla y desfigura con los
más sucios andrajos de un misticismo exótico, de una superstición
estúpida y de un culto idolátrico. En él se corrompe más el gusto
de la gente incivil, y se injuria enormemente á la porción ilustrada
de la Capital, suponiéndola capaz de solazar el ánimo con insulsas y
pueriles escenas, milagros apócrifos, y revelaciones erótico-profanas.
En él, por último, se deprava la moral, confundiendo el dogma con
la opinión, y lo sagrado con lo profano, torciendo el fin de la verda
dera piedad, y mezclando en un semiburdel las oraciones consagra
das por la Iglesia, con las hablillas libres de una concurrencia en
desorden.
“¿A quién culparemos más de que haya salido al teatro semejante
pieza monstruosa, en la noche del citado domingo? No á otro que al
Sr. Gobernador del Distrito; á él incumbe por razón del oficio, el
examen y aprobación de los dramas con que se haya de divertir al
público, deleitándolo é instruyéndolo, y las notorias luces, la fina ci
vilización, los viajes, hacen menos disimulable esta falta en el Sr.
Conde de la Cortina. Además, su Señoría fué advertido oportuna
mente por el Ordinario, con el objeto de que se evitasen aquella pro
fanación y escándalo; mas no pudo obtenerse un fin tan loable del
celo decantado del actual jefe político.”
Y tras esta cita, pasamos al funestísimo año de 1836: en él ocurrió
la breve y vergonzosa campaña de Texas, cuyos colonos norte-ame
ricanos, allí establecidos desde 1819, tomando por pretexto el derro
camiento del sistema federal en México, proclamáronse independien
tes, acaudillados por Samuel Houston é instigados á la rebeldía por
el tristemente célebre D. Lorenzo de Zavala, dueño de grandes terre
nos en aquel territorio, que él ayudó á segregar de su patria. En un
principio, las armas mexicanas derrotaron por donde quiera á los
aventureros texanos; pero en 21 de Abril el Gral. Santa-Anna, fué
vencido á su vez y hecho prisionero en Sán Jacinto, mientras dormía
una siesta frente al enemigo, y su segundo, Filisola, afirmó el triunfo
del territorio rebelde con su indisculpable retirada, hecha á virtud
de órdenes del Presidente prisionero, que obedeció diz que por no
exponer á Santa-Anna áser asesinado por sus aprehensores.
Ya por ese tiempo había muerto D. Miguel Barragán en 1? de Mar
zo, y sido electo por el Congreso en 27 de Febrero, D. José Justo
Corro, Presidente interino; á él tocó hacer publicar las llamadas Siete
Leyes, Código Constitucional del Centralismo, aprobado y firmado
por las Cámaras en 29 y 30 de Diciembre del año de 1836.
Durante él, varias y notables fueron las novedades teatrales en
nuestro Principal. D. Joaquín Patino, representante y Gerente déla
Empresa, durante la ausencia de D. Manuel Eduardo de Gorostiza,
que se encontraba en los Estados Unidos del Norte encargado de la
Legación de México en ese país, acababa de reformar la Compañía
de Opera Italiana bajo la dirección y según las indicaciones del insig
ne Felipe Galli.
El estreno tuvo lugar el lunes 1? de Febrero con Sonámbula, de
Bellini, cantada por las Sras. Passi, Majocchi y Baduera, y por Mus-
sati, Santi, Spontini y Leonardi. A Sonámbula siguieron Norma,
para presentación de la Albini y el tenor Strazza, y á ésta sucedió
Semiramis, para estreno de la Césari y de Fornasari. Cantáronse des
pués La Cenicienta y Moisés en Egipto.
La protagonista de Sonámbula la desempeñó la Passi, parece que
con bastante perfección. *1 Esta artista — dice un periódico de la épo
ca,—se halla dotada de excelentes disposiciones, notándosele sola
mente los defectos de desentonarse algunas veces y de darle á su voz
un temblor continuo que desagrada, especialmente en algunos pasa
jes en que en ninguna manera conviene,” Hablando de ella en el
papel de Adalgisa, otro crítico se expresa así: “ esta interesante jo
ven tiene elementos para llegar á ser sobresaliente en su arte; siente
la música con vehemencia y con la misma expresa todo lo que siente;
su voz es agradable, sobre todo, en los puntos bajos, que son de ex
celente calidad; pero es preciso que trate de corregir ese constante
temblor y falta de afinación de los puntos agudos de exaltación, que
no parece sino que dimanan de debilidad del pecho.”
Como dije, la Albini se presentó á su turno con la protagonista de
Norma: “sólo el temor de alargar demasiado este artículo — decía el
cronista del Diario del Gobierno,—nos contiene en los justos elogios
que merece la Sra. Albini, especialmente en esta ópera que bajo todos
aspectos le concierne; baste decir que se mostró en ella superior á
cuanto habíamos oído hasta entonces.” “La Sra. Albini — añadía
otro revistero,—ha llenado en el papel de Norma los deseos de las
personas más difíciles de contentar, que no son pocas entre los inte
ligentes y muchas más entre los que no lo son; la pureza y extensión
de su agradable voz, la singular exactitud de su ejecución, la afina
ción en todas las notas y la expresión tan verdadera que da á cuanto
canta, hacen á esta artista digna de ser colocada en primer rango.
Sus puntos bajos son, á la verdad, tan llenos, tan gratos al oído, tan
claros y sonoros, como los de la célebre Malibrán; pero los demás, y
principalmente los agudos, son inmejorables. Como actriz, no es me
nor su mérito que como cantante.” A esta distinguida artista cantó
así nuestro insigne Guillermo Prieto, en la infancia entonces de su
talento y de su vida:
“Tu dulce, tu grato, tu plácido canto,
excita mi encanto, mi tierna emoción.
Rival de las gracias, de amor precursora,
ya se oye sonora tu angélica voz.
“Desplega su raudo, su eléctrico vuelo,
se pierde en el cielo su curso fugaz,
en tanto que luce con noble hermosura
tu nítida y pura, tu cándida faz.
“Arroba las almas tu armónico acento,
inspira tu aliento sublime fervor,
y aquel que á tu vista de gozo respira,
se extasía, te admira, te da el corazón.
“Si acaso afligida remedas quejosa
á amante llorosa ó á madre infeliz,
anubla tus ojos el lúgubre llanto
y se oye en tu canto la voz del gemir.
“El hombre, entretanto, de todo se olvida,
te ve enternecida, resiente tu mal,
se exalta, suspira, padece martirio,
de dulce delirio se siente embriagar.
“Si juegas amable la voz voluptuosa
que infunde ardorosa la intensa pasión,
el pecho al instante se abrasa en tu fuego,
se pierde el sosiego, se embriaga de amor.
“Mas ¿quién cuando cantas perdido no te ama?
y ¿ quién no se inflama si sabe sentir ?
De amor, de ventura, me brindas los goces;
Cuando oigo tus voces no soy infeliz.
“Alcance mi musa del tiempo memoria,
y guarde la gloria tu canto inmortal;
tu nombre, y el nombre del grande Bellini,
¡oh mágica Albini! resuenen en paz.”
Esta excelente artista, cuyos nombres y apellidos fueron María Na-
poleona Albini de Vellani, había nacido en Módena á fines de 1808
y era oriunda de familia ilustre é hija de uno de los primeros y más
ricos comerciantes de aquella ciudad. Su decidida vocación por el
arte la hizo presentarse, á la edad de trece años, en un teatro de afi
cionados que existía en Parma, con un éxito tal, que pronto desea
ron contratarla los más acreditados maestros directores, pero se re
sistió á ello hasta 1823, en que cantó con gran aplauso en el teatro
de Mantua; de allí pasó al Comunal, de Módena; al Re, de Milán; al
Carcano, de la misma ciudad; al de Venecia, al Principal, de Barce
lona, con Bonoldi y la Remorani, y al Italiano, de París, con Galli,
la Césari, Donzelli, Bordogna y Zucheli, adquiriendo gran nombra-
día en Semiramis, Otelo, Zelmira y otras.
Colmada de aplausos y asegurada en la fama, trabajó en el Princi
pal, de Madrid, de 1827 á 1829; volvió á Italia con la Pantanelli y
Montresor, y después fué á Roma con la Marianni; en el San Carlos,
de Nápoles, hizo furor en El Asedio de Corinto y en la Inés de Castro,
en la que tuvo la satisfacción de cantar en compañía de la inmortal
Malibrán.
En México dejó imperecedera memoria en Norma, El Pirata, La
R. H. T.~T. I.—14
Straniera, La Donna del Lago, Zelmira, Juana Shor, Cenicienta, Gui
llermo Tell, Los Normandos en París, Ana Bolena, Capuletos y otras
óperas, luciendo en ellas su hermosa voz, su maestría artística, y la
dignidad y finura en la acción, elogiadas por Fetis y Torelli.
La Césari se dió á conocer con Semiramis, ópera en que no entu
siasmó porque el público estaba acostumbrado á oírsela y aplaudírsela
ála Massini. Sin embargo, como era maestra en su arte, no tardó en
conquistarse partidarios y admiradores; actriz consumada y del más
puro método, no en balde los largos años de su trabajo en Europa
habían pasado, haciendo perder alguna claridad á su voz.
Copiando siempre los juicios de los periódicos de la época, véase
cómo fueron estimados en méritos, los artistas de aquel cuadro: “la
Srita. Majocchi posee una bonita voz, pero tiene aún mucho que es
tudiar y trabajar; su graciosa carita y bonito cuerpo suplen muchas
faltas. La voz del tenor Strazza es de corta extensión y casi siempre
tiene que cantar con esfuerzo; de ahí proviene que en los puntos al
tos se queda las más de las veces más bajo que la orquesta; obser
vamos igualmente que tiene mal modo de sacar la voz, de lo que re
sulta una lentitud en su ejecución que hace padecer al que oye; su
falsete es, asimismo, débil, y el tránsito de éste á la voz natural, es
duro y penoso; sin embargo, tiene algunos momentos felices, sobre
todo, en aquellos en que lo que tiene que ejecutar no excede los
límites de su voz. Spontini ha desempeñado bien el papel de Oroveso,
y dado pruebas de un estudio y empeño que le hacen digno de la
aprobación del público.
“El verdadero mérito de Fornasari ha hecho que se le prodiguen
merecidos aplausos; posee este artista cualidades de mucho valor.
Su voz potente, sonora y agradable, de rara extensión en los canto
res de su cuerda, y lo que es aun más raro en ellos, de una flexibili
dad extraordinaria, unida á una afinación exacta, y á un excelente
método y buen gusto, le hacen digno de ocupar un lugar muy distin
guido entre los bassi cantanti. Hemos oído en Europa á los más cé
lebres de esta clase, como Lablache, Tamburini, Santi y Zuchelli, y
sabemos que Fornasari puede competir con ellos.
“ El Sr. Santi, que se presentó con el papel de Rodolfo en Sonám
bula, tiene buena voz, pero es bisofio en el canto y medianísimo có
mico.’’
Director y maestro de esa Compañía de Opera, lo fué el Sr D. Lau
ro Rossi, autor de la música de un himno patriótico, cantado por sus
artistas el 17 de Abril en una función dedicada á socorrer á los heri
dos y á las viudas de los valientes que habían perecido en la toma del
Fuerte del Alamo por las tropas de Santa-Anna, en su campaña con
tra los texanos. En esa función cantaron el Maliomet, de Rossini, la
Albini y la Césari, y Galli, Strazza y Sissa. Según el programa, la
letra del himno de Rossi fué obra de un patriota mexicano, y comen
zaba así:
“Himnos de civismo, de honor y de gloria,
en el patrio suelo se oigan resonar;
himnos mil se entonen á la gran victoria
que contra los viles se llegó á alcanzar.
“Malhadado día, tiempo sin ventura,
en que generosa la augusta nación,
á infames extraños, para su amargura,
les diera acogida, para su baldón.
“Ingratos, traidores, hollaron las leyes
y se apoderaron del feraz terreno,
y en él se colocan cual si fueran reyes
y escuchar hicieron de la guerra el trueno.
“Así á la victoria á los bravos guiara
el hijo de Marte, varón eminente,
el que los destinos de la patria cara
rige, y sus destinos sostiene valiente.
“Ilustre Santa-Anna, preclaro caudillo,
todo á tu presencia se vuelve vencible,
eres en el triunfo bondoso y sencillo,
pero en el combate, con razón temible.”
Pero déjense ustedes de aquella guerra, pues salvo lo que tuvo de
cruel y vergonzoso para la patria, fué juego de niños comparada con
la que se suscitó en nuestro coliseo entre el empresario y el público
y los artistas. El celebérrimo Joaquín Patiflo, representante, según
dije, de la Empresa y del ausente Gorostiza, dió en proteger con toda
su influencia á la Passi y en deprimir á la Albini y á la Césari, no
sólo en las tablas sino en la prensa, posponiéndolas en aquellas y cri
ticándolas en ésta por medio de unos artículos que firmaba con el
seudónimo de El Pelón; artículos ofensivos para el público más que
para nadie, pues Patiflo no pudo sufrir que sus abonados no fuesen
de acuerdo con sus preferencias.
Como era de esperarse, Patiflo, generalmente mal querido, no se
quedó sin contestación, y esto le irritó hasta hacerle perder los es
tribos, adquiriendo la polémica proporciones que llegaron á ser ex
plotadas por los desafectos al Gobierno, cuyo Periódico Oficial dijo,
allá áprincipios de Setiembre: ‘ ‘De resultas de algunas cuestiones tea
trales, los abonados ocurrieron al Excmo. Ayuntamiento con diversas
solicitudes, en vista de las cuales mandó suspender la representación
de la ópera Capulleti e Montechi, y parece que después varió de deter-
34^
minación; pero habiéndose dicho de nulidad ante el Supremo Gobier
no, el señor Oficial Mayor, encargado de la Secretaría de Relaciones,
para poder contestar á la nulidad elevada contra el Ayuntamiento,
pidió el expediente que se ha formado en el Gobierno del Distrito.
Hé aquí los hechos que han dado margen á los señores del Cosmopolita
para impugnar acremente al Excmo. Ayuntamiento y para querer
ridiculizar al Gobierno; pero lo más singular es que no quieren que
sea éste un asunto de policía, y que después, á continuación, se que
jan de que no se tomasen providencias sobre el desorden ocurrido en
el mismo teatro, pidiendo la representación de la ópera mencionada.”
Los opositores á Patifio desatáronse verdaderamente contra él y sus
intrigas, sobre la base de que el público de México era uno de los
primeros públicos del Universo: “Se puede decir —escribía uno de
nuestros críticos,— que el público de México, excepto en el número,
no cede en nada á los públicos de otras capitales, y se puede tener
por mejor que los de otras ciudades muy populosas de aquel viejo
mundo: y ¿cuál habrá sido mi sorpresa al ver que se ataca á ese pú
blico, y se trata á nuestro escogido pueblo de ignorante y de gente
de mal gusto? Tal arrojo no podía ser más que de un músico y lite
rato pelón, que para atacar al público y á México la toma nada menos
que con la Césari, una de las actrices que hacen sus delicias. Atacar
al público de México en su Césari, su Albini, su Mussati, su Galli,
su Fornasari y su Santi, es causa desesperada. No se imagine el pelón
que me voy á ocupar de contestarle, y basta que la Césari nos haga
la justicia de acordarse que su único y poco noble enemigo no es me
xicano. Esfuércese la Passi cuanto quiera, y obtenga algunas veces
aplausos, mas nunca subirá á la riqueza de una Albini, ni á la gracia
seductora de una Césari, ni á la maestría escénica de un Galli, ni al
gusto y exactitud de un Mussati. No, nunca llegará á superar á la Cé
sari de laque con razón dice un literato mexicano: “ Mas cese lailusión,
rasgúese el velo,—Adela es la que encanta, la adorable." En lo que no
cabe duda es en que el teatro de esta Capital, jamás se ha visto tan
mal servido como bajo la dirección del gallego pelón, que en la épo
ca en que fué cómico demostró que ninguno se encontraría con más
defectos que él, y no comprendemos como pueda estar en sus intere
ses arruinar á la Empresa á que representa; él destruyó la ópera anti
gua, después la Compañía de verso que teníamos, y por último, con
cluirá con la que existe hoy; es indispensable que las autoridades
intervengan y vigilen para evitar mayores males, y que los disgustos
tomen un carácter que á ellas mismas perjudique.”
Estos temores no tardaron en verse confirmados, y un editorial del
periódico gobiernista, dijo después de uno de aquellos escándalos.
“Anoche se susurraba un motín en el teatro, en que pudimos con
templar la algazara acalorada, la grita descompuesta, las amenazas,
34$
los dicterios, y todos los síntomas precursores de una ruptura hostil.
En este inminente conflicto quizás se había preparado algún combusti
ble seno para un incendio político en circunstancias tan delicadas, figu
rando en ello personas conocidas por sus esfuerzos en alterar la paz, y es
de sentirse que con tan frívolos pretextos se comprometa la tranqui
lidad del vecindario y aun el buen orden social.”
Eejos de darse término á tan estrambóticas rencillas, passistas, al-
binistas y cesaristas se exaltaron más y más, y escribieron verdaderas
atrocidades, de una de las cuales habló así el Diario del Gobierno:
“Hemos leído con el mayor disgusto un folleto titulado La Euro
pa y la Cesan: la virulenta pluma de su autor ataca en él y despeda
za cuanto encuentra delante, y la Administración de la Opera Italia
na, las actrices, los concurrentes, los franceses, los mexicanos, el
General Tornel, los demás Ministros, el Gobierno Nacional, el de
Francia, las naciones amigas, todo se impugna y á todos se calum
nia, tomando por pretexto una cuestión puramente artística y tea
tral. Desde luego se conoce que sólo la odiosidad contra la actual
Administración dirige la pluma del despreciable autor del folleto,
pues se atreve á estampar que ha hollado la Constitución y las leyes
del país, y que su empeño se dirige á que no quede una sola igno
minia, una sola, desgracia que no haga llover sobre la patria. ...”
Creo que lo dicho basta para dar una idea de nuestro teatro, nues
tro público y nuestros empresarios en ese afio de 1836. En medio de
esos escándalos, disgustos y pequeñeces, cantáronse, además de las
óperas que ya he citado, y de repeticiones de otras ya conocidas, El
Pirata, Ana Bolena, El Condestable, La Pietra del Paragone y Guiller
mo Tell, ejecutada ésta por primera vez en nuestro Teatro Principal
el 16 de Setiembre de dicho 1836, por ser, según reza el revistero del
periódico del Gobierno, análoga á la celebridad del día.
Al acercarse Diciembre y con él los últimos días de la temporada,
el inquieto Patiño de nuevo suscitó odios y rencores, disponiendo
que Fornasari quedase fuera del cuadro. “Corre por ahí—-dice un
cronista —la voz de que el compromiso del Sr. Fornasari en nues
tro teatro, concluye con el afio, y que no quiere el Sr. Patifio que
continúe. No creemos que este señor lleve á tal punto las pasiones
mezquinas que se le han supuesto en los debates teatrales que han
ocurrido desde que trajo esta Compañía, y que al gusto de satisfacer
esas pasiones todo lo sacrifique, y pasiones mezquinas se llama tener
una predisposición de odio contra un actor, ó celo miserable y mal
entendido de no haberlo ajustado. Obsérvase que tenemos cinco ba
jos, que son: Galli, Santi, Spontini, Teonardi y Fornasari. Galli es
el músico más instruido, el actor más sobresaliente, y el director más
hábil; por nada de este mundo quisiéramos privarnos de nuestro Ga
lli, pero no es culpa suya si su laringe sigue la suerte general de la
condición humana. Es inimitable en los caracteres bufos, porque en
estos papeles debe brillar más el actor que el cantor, mas por su pro
pia gloria debe dejar los caracteres serios: su Asumo es ya aguanta
ble, su Enrique no tiene una entonación en su lugar, y su Fernando
no vale más: en la Urraca, en el dúo que canta con la Passi apenas
se sueltan los dos es cosa de echar á correr, por los desentonos de
ambos. Ni Leonardi ni Spontini se pueden poner en comparación con
Fornasari: la diferencia de sonidos de sus voces es la que hay entre
el sonido de una campana y el de una puerta, y el Sr. Santi no es ba
jo sino barítono. Así, pues, ninguno de ellos puede reemplazar al
Sr. Fornasari. Suplicamos á la Empresa que nos conserve al Sr. Ga
lli para director de escena y para los papeles bufos, y que nos con
serve á Fornasari para reemplazar á aquél en los serios.”
Al copiar este artículo, el Diano del Gobierno añadió: “Estamos
enteramente de acuerdo con el articulista, porque somos apóstoles
del orden y de la libertad bien entendida, y por nada quisiéramos que
volviesen á ocurrir los desórdenes tan desagradables de días pasados:
no se puede dejar de convenir en que en los espectáculos establecidos
para el público y con los que se especula sobre su bolsa, tiene dere
cho este público á pedir tal ó cual cosa, y á ser servido de ésta ó de
aquella manera, sin que esto ofenda el derecho de propiedad: éste es
amplio é indispensable para abrazar ó no empresas de este género;
pero una vez entrado en ellas se aceptan todas las obligaciones anexas
á servir á un público. ’ ’
Del cuadro de verso, poco menos que nada tengo que decir. Según
hemos visto en algunas de las críticas que dejo copiadas, las malas
voluntades y pequeneces de Patiño, también entre los actores del
Principal habían introducido la desunión, y los mejores faltaron en
ese año de 1836. Ea Dubreville y la Cordero, y Fuentes, Castro y
González llevaron el peso del trabajo, distinguiéndose los susodichos
Soledad Cordero y Antonio Castro que, si bien muy al principio de
su carrera artística, iban ya descubriendo los méritos sobresalientes
que debían conquistarles lugar eminente en los anales del arte dra
mático en su patria.
Patiño y sus errores como autor de esas compañías, compartieron
la celebridad con las píldoras inglesas de Morison, introducidas en
ese año en México con grande escándalo y oposición de los boticarios,
que combatieron su uso como peligroso, en miles de articulejos y pá
rrafos de periódico, ya en serio, ya de burla. En cierto día uno de
esos farmacéuticos, criticando que á las píldoras se las titulase uni
versales, se dirigió á un agente con la siguiente pregunta:
‘1 Señor Morisoniano,
dígame usted;
35i
¿sus pildoritas curan
callos de pies?
¿Hay, por ventura,
algún certificado
de aquella cura? ’ ’
Y el irritado agente, que parece que era un sastre, contestó tam
bién por medio de un periódico:
“ Mediquín, tu versito
bien nos enseña,
que tú tienes los callos
en la cabeza.
Si quieres cura,
Morison te aconseja
trépano y muda.”
Como se ve, no faltaban ingenio ni buen humor en medio de las
infinitas calamidades que entonces afligían á México.
Dejando á un lado esos chistes, y volviendo á nuestro teatro, diga
mos algo del actor mexicano Antonio Castro que no ha mucho nom
bré. La hermosa Guadalajara, Capital de Jalisco, fué el lugar de su
nacimiento, ocurrido el 2 de Mayo de 1816. Hijo del Teniente Coro
nel D. Antonio Castro y de Di María Montes de Oca, fué traído á
México á la edad de seis años, con objeto de darle una educación co
mo á su clase convenía, pero cuando la hubo adquirido y llegó el ca
so de elegir carrera, venciendo las preocupaciones de familia y socia
les optó por la de artista dramático, y para seguirla, ingresó en la
Academia ó Conservatorio que fundó el Gobierno en 1831, poniéndola
bajo la dirección de D. Bernardo Avecilla, de quien el joven Castro
recibió las primeras lecciones de declamación. Protegido por D. Ma
nuel Eduardo de Gorostiza, Antonio Castro hizo su presentación en
el Teatro Principal el 15 de Agosto de 1834, en la comedia francesa
La Madrastra, traducida por Gorostiza. El éxito de esa presentación
fué de lo más satisfactorio para el nuevo actor, que en el invierno del
mismo año trabajó con mucho aplauso en Veracruz. Ya con alguna
experiencia y con algún caudal de obras, regresó á México en 1835,
para desempeñar el puesto de galán joven en la Compañía Dramática
del Principal, puesto que supo llenar honrosamente, descubriendo,
como hace poco dije, los méritos sobresalientes que debían conquis
tarle en pocos años, lugar distinguidísimo entre los artistas mexi
canos.
CAPITULO XV
1837—1838.
Cansaríanse mis lectores, y yo con ellos, si pretendiéramos seguir
paso á paso la historia de los espectáculos en la Capital en el año de
1837, que con pocas variantes tuvo las mismas compañías de Opera
y de Verso que el precedente y aun el sucesivo.
Ni tampoco fué favorable el tiempo para diversiones: la plata ha
bía sido retirada de la circulación y sólo abundaba, signo de la pú
blica pobreza, la moneda de cobre, causa de revueltas y motines gra
vísimos, semejantes á los de la moneda de níquel en nuestra época.
Las intrigas políticas moviéronse como pocas veces para nulificar la
Presidencia de Santa-Anna, que en 20 de Febrero entró en Veracruz
de regreso de su cautiverio en los Estados Unidos, y para alzar Pre
sidente á D. Anastasio Bustamante, que de ese puesto tomó posesión
el 19 de Abril. A cambio de que en 1? de Mayo aprobaron las Cáma
ras los tratados de paz y amistad con España, que por fin reconocía
la Independencia de México á los quince años de consumada, Fran
cia se preparaba á declararnos una cruel é injusta guerra. Pequeñas
ambiciones hicieron que en el mismo Mayo encendiesen de nuevo la
guerra civil los Orales. Moctezuma y Paredes, originando la muerte
de aquél. Nuevo México se rebeló contra la madre patria, siguiendo
el mal ejemplo de Texas; ocurrieron por doquier numerosos pronun
ciamientos; Bustamante llegó á temer que lo destronaran los mismos
á quienes debía la Suprema Magistratura; las famosas Siete Leyes re
sultaron inaplicables é impopulares, y para que nada en punto á fa
talidades faltase, el 22 de Noviembre espantó á México el terremoto
formidable conocido por temblor de Santa Cecilia.
Mis citas de espectáculos serán, pues, reducidas: el primer día de
Enero se dió en el Teatro Principal una función dedicada á celebrar
el juramento de la Constitución centralista, cantándose por la Com
pañía de Opera Italiana un himno que comienza:
“ ¡Salve, Salve! Sagrado tesoro
conque Themis la patria enriquece,
y en que el cielo bondoso le ofrece
paz constante, ventura cabal....
...Ya del astro la frente radiosa
aparece en el Código Santo,
y las sombras retiran su manto,
y el Averno va el mal á ocultar....
... .“Sabios padres del pueblo escogidos,
vuestro afán nos sazona este fruto,
recibid el debido tributo
de alabanza, de amor, gratitud...
La verdadera novedad artística de 1837, no fué, sin embargo, ni
ese himno ni los nuevos triunfos de los Galli y los Santi, y de las
Albini, Césari y Passi; lo fué la exhibición de que da cuenta el si
guiente prospecto, que por curioso copio:
“Espectáculo extraordinario de las pulgas industriosas y sabias.
— Para el domingo 22 de Enero y días siguientes en la calle del Co
liseo Viejo núm. 18.—Estas pulgas son las únicas que han obtenido
generales aplausos en las principales capitales de Europa, y las que
han causado la admiración de los espectadores: han conseguido en
París en Noviembre del año pasado el premio más lisonjero, después
de haber demostrado sus habilidades ante las Augustas Personas Rea
les de Francia, Inglaterra y Bélgica, y últimamente en las más gran
des ciudades de los Estados Unidos de América, la Habana y el Ca
nadá.
‘ ‘ Se representará una sala de baile donde se presentarán dos pul
gas vestidas de señoras á bailar un wals: al mismo tiempo, otras diez
pulgas formarán una orquesta, cada una con su instrumento de un
tamaño proporcionado, cuya orquesta será dirigida por otra pulga,
que representará á M. Gabenek, de París. Además, las pulgas indus
triosas se baten á la espada, arrastran coches, cañones, cajas de gue
rra, un navio de guerra, un elefante llevando sobre su lomo el obe
lisco de Luxor, cuarenta millones de veces más grande que la pulga
que lo lleva. Se verá al Duque de Wellington, al Gral. Jackson y al
Rey de Argel montados sobre pulgas lujosamente enjaezadas, que
aparecerán en seguida paseándose con toda uniformidad.
‘1 La exposición de estas escenas estará franca todos los días por
poco tiempo, desde las diez de la mañana á las diez de la noche: pre
cios de entrada, cuatro reales por persona y dos para niños que no
pasen de diez años.—Se verá en dicha exposición un autómata de un
mecanismo perfecto, representando al Emperador de los chinos, que
ejecutará varios juegos de manos.”
En compensación de esas y otras bobadas, que eran, después de
todo, lo único que producía dinero, pues la ópera y la comedia deca
yeron mucho, la literatura mexicana comenzó á animarse de un mo
do notable. En 1837 comenzó á publicarse El Año Nuevo y Presente
B. H. T.—T. 1.—45
Amistoso, colección, muy digna de estima, de composiciones en prosa
y verso, firmadas por J. M. Racunza, J. Navarro, J. J. Pesado, J.
Rodríguez Galván, J. R. Pacheco, M. Tossiat Ferrer, Guillermo Prie
to, Manuel Payno, F. Ortega, José M. Tornel, M. Navarro y Anto
nio Larrafiaga. Entonces empezó también El Mosaico Mexicano, se
manario que, entre mil copias y traducciones, publicó artículos y
poesías de mérito de nuestros literatos mexicanos, que no se desde
ñaban entonces de adornar con sonetos y composiciones cortas, cal
zadas con sus firmas, los tarjetones del Templete de la Alameda en
los aniversarios del 16 de Setiembre.
Y dió principio el tristísimo año de 1838 viéndose obligado el Go
bierno á solicitar de la empobrecida nación fondos para proseguir la
guerra con Texas y hacer frente á la que Francia se preparaba á traer.
Eos ministros entraban y salían sin conseguir hacer nada por su país,
llamáranse Mora, Bravo, Cuevas, Gorostiza, Pesado, Tornel y tan
tos y tantos otros. El 4 de Marzo se publicó por bando nacional so
lemne la anudación de relaciones con España, y el 26 recibió el Go
bierno el insolente ultimátum del Barón Deffaudis. Como si se espe
rase que quien tuvo la fortuna de consumar la Independencia en 1821
fuese en sus manes propicio á la justa causa de México contra Fran
cia, el 22 de Agosto fueron exhumados los restos de D. Agustín de
Iturbide, trasladados á la Capital el 25 de Setiembre y depositados el
24 de Octubre en la Catedral.
¡Vano empeño! Cuatro días después, el 28 de Octubre de 1837, el
Almirante Baudin, se presentó con su formidable escuadra frente á
Veracruz á sostener con todas las insolencias, con todos los abusos
del fuerte contra el débil, las demandas del Gobierno Francés, en su
mayoría notoriamente absurdas: con motivo de un tumulto fueron
rotos unos cuantos vidrios en la tienda de un francés, y por ello re
clamó de indemnización dos mil quinientos pesos; otro de los recla
mantes era un pastelero, que, por la destrucción ó violento consumo
de algunos pasteles por una partida de soldados hambrientos com
prometidos en los disturbios civiles, presentó un cargo que llegaba
nada menos que á la suma de veinte mil pesos; otro tercero, exigía
treinta mil por habérsele decomisado treinta barras de plata en el ac
to de ponerlas en Mazatlán á bordo de un buque, estando prohibi
da absolutamente su extracción por una ley, á no ser en el caso de
especial permiso.
Esas demandas pueden servir como muestra de la mayor parte de
las presentadas por los franceses, hasta la suma de seiscientos mil
pesos, con más la exigencia de la degradación y castigo de varios al
tos funcionarios, generales, jueces, etc., y cien otras ventajas que po
nían á los franceses en mej or condición que á los mismos mexicanos.
Esa demanda de dinero era tanto más excesiva, cuanto que todo el
mundo sabía los escasos arbitrios de los aventureros y negociantes
franceses que marchaban á países extranjeros con sus insignificantes
pacotillas, cuyo valor llegaba apenas á algunos cientos ó miles de
francos. En esa época el comercio de exportación de Francia para Mé
xico, apenas alcanzaba á siete millones de francos; ¿cómo no había
de ser absurda la reclamación de tres millones, por sólo el concepto
de perjuicios?
Pero como sin injusticias no habría guerras, Francia insistió en la
suya, y obrando con felonía en 27 de Noviembre atacó la fortaleza
de Ulúa y se hizo dueña del castillo, y en 5 de Diciembre sorprendió
al puerto y ciudad de Veracruz, y sus fuerzas de desembarco se reti
raron á sus buques, llevando prisionero al Gral. Arista, y dejando
mal herido á D. Antonio López de Santa-Anna, á quien un cañona
zo causó la pérdida de la pierna izquierda, que fué necesario ampu
tarle más abajo de la rodilla. Como no se supo aprovechar el patriotis
mo de los unos, y el Gobierno nacional se vió combatido aun en esos
instantes supremos por revolucionarios poco dignos del nombre de
mexicanos, nada mejor pudo hacerse que aceptar los buenos oficios
del enviado inglés, Mr. Pakenham, para dar solución al conflicto, so
metiéndose con pocos cambios á las exigencias de Francia.
En El Recreo de las Familias, semanario de literatura, editado por
la casa de Galván en 1837 y 1838, y muerto á los pocos meses por
falta de suscritores, encuéntrense noticias de nuestros teatros en esos
años desgraciadísimos. Fuentes, Salgado, Palomera, la Dubreville,
la Platero y los cada día más adelantados Soledad Cordero y Anto
nio Castro, compartían con fortuna escasa los aplausos y las entra
das de reducido público. Angelo, tirano de Padua; El hombre gordo,
de Bretón; Marino Fallero, El tirano como cualquiera, parodia de An
delo, y otras obras con las cuales se procuraba ó conmover hasta el
horror ó divertir hasta no tenerse de risa, formaron el repertorio de
la temporada en el ramo de verso.
La Albini, la Césari, la Passi, y Galli, Santi, Mussati y el distin
guido Juan Bautista Montresor, que vino en refuerzo de la Compa
ñía de Opera, mantenían ésta con no menores dificultades que los ar
tistas dramáticos la suya.
Ese cuadro lírico puso, entre otras obras, en escena El Cruzado en
Egipto, ópera que á los redactores del Recreo pareció bellísima, inme
jorables los trajes, buenas las decoraciones y magnifico el desempe
ño. Al repetirse la obra, hiciéronsele algunas supresiones en las es
cenas más largas, “pero el público se enojó con aquella prudencia,
habla el citado periódico, y un magnífico concierto de palmadas, gri
tos, palos, chiflidos y patadas, regaló por algún tiempo los oídos de
los filarmónicos. El coro era el que trabajaba en aquel lance fatal, y
como el público observase que la ópera continuaba sin hacérsele caso,
comenzó á entonar la voz, y bien pronto se acompañó con el coro, y
no se escuchaba ya más que un bramido espantoso y pausado como
el que produciría un volcán poco antes de reventar.
“No gustándole al coro el acompañamiento, se retiró de la escena
quedándose uno de sus respetables miembros para arengar al pueblo,
á quien dirigió la empanada siguiente: “Una palabra.—Porque so-
“mos americanos se nos trata así: gracias.” Y dió la vuelta ponién
dose el turbante, que á la sazón tenía en la mano. Al público no le
gustó la arenga, y la chifló como era de esperarse, y algunos grita
ron que llevaran al orador á la cárcel, y era, en verdad, la medida
más prudente: el público fué insultado por un hombre sin mérito ar
tístico que le recomendara, por un hombre que tal vez venía de la ta
berna y en ella se armó de atrevimiento y de insolencia; tampoco se
trataba de mexicanos y extranjeros, sino de que se representara la
ópera completa; por consiguiente, el orador se apeó por el rabo.”
Si esto acontecía en el primer teatro, en el Teatro Principal, figú
rense los lectores qué ocurriría en el Provisional ó de los Gallos, en
tregado entonces á compañías de medio pelo. Vuelvo á copiar escri
tos de los redactores del Recreo. Trata de su asistencia á ese teatro.
“Aquello parecía un teatro y era de forma circular; en el patio había
mucha gente de todas calidades y condiciones; junto á una capa una
frazada; junto de un frac una camisa; junto de un pantalón de paño
un calzón de manta; junto de un tápalo de seda un rebozo de lana.
En los palcos se veía lo mismo, y en lo que se puede llamar la cazuela,
una piña de cabezas tan compactas como un empedrado. No viéndo
se más que las cabezas, imposible me era reconocer de pronto á qué
sexo pertenecían; pero al cabo observé que era un revoltillo de hom
bres y mujeres.—¡Oh! exclamé para mis adentros, esto es lo que se
llama vivir con libertad y sin ceremonia; aquí deberán ser las gentes
muy sencillas, muy inocentes, muy puras: no ha llegado hasta estos
lugares el aire corruptor de la malicia humana; la candidez debe rei
nar en los diversos corazones que pertenecen á esta multitud de ca
bezas que veo y otras que no distingo; si fuera lo contrario, ya la
policía hubiera puesto remedio.
“Chilló un violín y empezó á bramar el teatro; cada espectador te
nía un palo, ó cuando más dos: á mi lado estaba un hombre que
gritaba, pateaba, y azotaba dos garrotes sobre la banca, como si to
cara un tambor. Me levanté despavorido, no sin recibir al paso mu
chos pisotones y palos. Me creí libre al fin y fuera de peligro, cuan
do sonaron dos silbatos en mis oídos. Corrí á otro lado, me senté, y
lanzó uno tras de mí tan estrepitosa carcajada que me hizo estreme
cer. Arrojé un suspiro, levanté el cuello de mi capa y sumí la cabe
za como un armadillo. Me sentí algo mejor en aquella postura, pero
mi capa padeció bastante, porque resultó escupida, empapada en
pulque por unas partes, y por otra taladrada con los cigarros encen
didos que caían sobre ella.
“ Levántase el telón y da principio el drama; es Angelo, tirano de
Padua............¡Oh Víctor Hugo infeliz! Si hubieras visto, como yo, á
tu hijo aporreado, estropeado, derrengado, asesinado, despedazado,
cuál hubiera sido tu dolor, tu angustia, tu desesperación!
“Erase de ver allí un Homodei con una pierna no buena, vestido
de turco y con cachucha: un Angelo, una Tisbe, una Catalina, que no
hay más que pedir; un Rodolfo............¡ah! un Rodolfo que se dispara
ba más que sus compañeros, que agachaba la cabeza y embestía co
mo un toro á Tisbe, hablándole así:-— Y me lo decís á mí? Vos mis-
“ ma acabáis de decírmelo, y aun creo que con jatancia.”
“Todos allí corregían al autor á su antojo, embrollando el diálogo,
diciendo, en fin, lo que á las mientes se les venía, y aun creo que
con jatancia. Con gritar, levantar las manos y los ojos al cielo, ó más
bien á un mal tejado guarnecido de petates, ya se creían, sin duda,
unos Prieto ó unos Máiquez. Durante la representación y principal
mente cuando Catalina y Rodolfo se figuraban solos, salía un hom
bre á recoger ya una guitarra, ya una vela, etc. Aquello fué sólo pa
ra visto.
“Eos espectadores, durante la representación, estuvieron apalean
do los bancos y riendo incesantemente: el estruendo aumentó des
pués de concluida la pieza: se levantó el telón y aparecieron, para
ser aplaudidos, todos los actores, hasta Anafesto Galeoja, que ape
nas había hablado dos palabras en el drama. El telón volvió á caer
y el estruendo no cesaba; chiflidos, patadas, gritos, manotadas, pa
los, cuantos recursos puede inventar el hombre para dejar sordo á su
semejante, otros tantos se pusieron en práctica. Volvió á levantarse
el telón y volvió la celebérrima Compañía á presentarse: el bramido
de la tempestad, el del mar, el de un volcán vomitando lavas, fue
ron nada en comparación de aquello. Entonces vi que los hombres
aplauden silbando y ríen con el terrible Angelo: quizás llorarán con
El médico á palos: quizás se calentarán á la sombra y se refrescarán
al sol; reirán con un entierro y llorarán con un baile, se pondrán el
sombrero en los pies y los zapatos en la cabeza.—Da función conclu
yó con el anuncio de la próxima, con un majadero bailecillo y con
la borrasca susodicha.”
Tales eran en aquel entonces los espectáculos que ofrecía y el es
tado que guardaba el teatro de los Gallos ó de la calle de las Moras,
inaugurado, según dije á su tiempo, el 9 de Octubre de 1822, por el
famoso Duciano Cortés. Do muy provisional de las obras materiales
ejecutadas en ese local, hizo que fuera necesario reconstruirle en Ma
yo de 1825, y así reformado, le estrenó el aplaudido cantante Andrés
Castillo. Después, en 29 dé Junio de 1827, el que fué antiguo palen
que de Gallos, se vió honrado con la presencia del muy insigne tenor
Manuel García, y más tarde su mala situación por su lejanía del cen
tro, fué causa de que el público dejara de concurrir á su sala, buena
únicamente para compañías como la que nos describe el cronista de
El Recreo. Nuevamente y andando el tiempo, el Teatro de los Gallos
se levantó de su miseria, y, según pronto diremos, albergó á la muy
distinguida Castellón, y á Mariquita Cañete, y otra vez más descen
dió á verse ocupado por compañías pésimas y poco cultos espectácu
los, y como ya dije también, vino á desaparecer en un incendio que
se debió á la inflamada esponja de un globo. Ese incendio del Teatro
de los Gallos, ocurrió poco antes del medio día del viernes i? de No
viembre. de 1844, según se lee en el Diario Oficial del Gobierno de Mé
xico, correspondiente al sábado 2 del mismo Noviembre de aquel año;
en ese periódico se publicó el parte que el Gral. D. Joaquín Rangel
elevó á la autoridad superior, dándole noticia de las disposiciones que
tomó para impedir que el fuego se comunicase á las casas vecinas al
teatro, ya que fué totalmente imposible evitar que el incendio redu
jese á pavezas aquel coliseo que permaneció consagrado á espectácu
los teatrales casi veintidós años.
La Compañía de Opera y el maestro Lauro Rossi tuvieron un gran
triunfo con la ópera nueva, con letra castellana y música del susodi
cho maestro, La casa deshabitada. “Muchos placeres hemos disfru
tado con esa ópera, dice un cronista. Poseemos un hábil maestro que
ha acertado con la cuerda de los mexicanos en lo serio como en lo
bufo. Los que lloran con Juana Shore han reído de buena gana con
Doña Sinforosa, y México se complace de ser el teatro de la gloria
del maestro Rossi.
“El asunto ha sido muy bien escogido, pues se trata de un hom
bre que se vale de la credulidad de las gentes para que se abandone
una casa que le interesa conservar inhabitada. La música, perfecta
mente acomodada al género, tiene una travesura, una ligereza, una
gracia que encantan y se sostienen en todo el cuerpo de la obra. El
primer cuarteto es magnífico, y aunque se dice que tiene semejanza
con otras piezas que ya conocemos del maestro Rossi, es porque obe
dece á su modo y carácter propios. El público pidió que se presen
tase el Sr. Rossi sobre la escena para aplaudirle y darle las gracias.
“En la ejecución no hay que notar si no es la perfección con que
á porfía ha sido desempeñada la obra, y lo que es más, la habilidad
de hacerlo en un idioma que no es el propio de los artistas que tra
bajaron. Galli, el mejor bufo que se ha conocido, es el alma de esta
clase de composiciones que morirán con él, como murieron otras con
García, y como con Taima la tragedia francesa. La Sra. Albini ca
racteriza su papel á maravilla, así en su traje como en su parte tea
tral. El jilguero Mussati canta la primera aria con la flexibilidad,
gusto y seguridad de entonaciones que se pudieran pedir á un cla
rinete. La amable Passi estuvo magnífica: ¡qué expresión de fisono
mía! ¡qué talle tan esbelto! ¡qué gallardía para llevar y manejar
aquel traje! ¡qué gracia, qué coquetería, qué finura en todo! Era siem
pre Amina, aquella Amina que hizo llorar á México de emoción, y
que no podrá ser reemplazada por nadie en ese papel.”
Y es cuanto creo necesario decir, pues extenderme más equival
dría á estar repitiendo los títulos de óperas y de comedias ya varias
veces citadas, y los de los artistas de uno y otro cuadro, que pronto
iban á desmembrarse con la separación de la Dubreville y de Salga
do, con la marcha de Galli para Europa y con la de la Albini para la
Habana. La Passi vino al fin á ser esposa de Patifio, explicándose
así sus preferencias por esa artista, causa de los disgustos de que á
su tiempo di razón.
Verdad es que entonces esa clase de zambras eran de uso común y
corriente: hablé ya de las del Teatro de los Gallos, y algo dije de las
del Principal; pero ninguna de ellas fué última. En el Recreo, tantas
veces citado, hallo la descripción de uno de esos motines ocurrido en
el Antiguo Coliseo, por Diciembre de 1837, representarse la paro
dia de Angelo, con el título de Un tirano como cualquiera.
“Apenas principiaba la comedia hubo en el patio su ruido, pero
sordo: cayó el telón y cada uno calificó el primer acto como su gana
se le dió. Al segundo ya hubo gestos, y se marcaron algunos resor
tes de conspiración contra la comedia. Principió el tercer acto, y al
llegar á la escena en que el Tirano envenena á su esposa, se oyó un
chiflido, luego otro, luego golpes descompasados, y en fin, una voz
terrible que dijo: ¡abajo el telón!
“Y como los chiflidos, los golpes y los gritos continuaban, tuvie
ron los actores que callarse, y los mites que bajar el telón. Sin em
bargo, siguieron los gritos; unos decían: “quesiga la comedia;" otros
“no, no;" algunos pidieron un sainete, otros su dinero, hasta que le
vantado el telón y calmado el bullicio, dijo el Tirano con tono muy afa
ble: “Señores, se ha preguntado al señor juez de Teatro, qué es lo
que se debe hacer, y nos ha dicho que de su orden se continúe la come
dia. ¿Qué hacemos?” Entonces redoblaron los gritos de: “abajo el
telón]' “no queremos esa comediad “que nos echen un sámete'' y no sé
cuántas cosas más. Lo cierto es que cayó el telón para no volverse
á levantar.
“Pero el bullicio continuó, aunque de cuando en cuando’había in
tervalos de profundo silencio; luego, repentinamente, crugió el cielo,
temblaba la tierra , silbaba el viento y resonaba'con estrépito el rayo de
la mofa. Concluyó esta escena, con un múdese cada uno á su casa,
pues el director mandó que se apagasen las luces, y se fuesen los ac
tores en compañía del público. ’ ’
De un artículo descriptivo, también publicado en el Recreo, tomo
los siguientes detalles del modo de ser del público y del Teatro en
1837 y 38.
“A la entrada del teatro se forman dos hileras de ociosos para ver
pasar á las gentes, y hacer de ellas anatomía comparada y descripti
va. Si en el infierno se murmurara, debían nuestros ociosos ir á po
ner cátedra en él, y sin duda saldrían airosos. Junto á mí estaban dos
pisaverdes charlando.... ¡Qué lenguas las suyas, gran Dios!.... po
dían apostarlas con la más afamada verdulera, y puedo asegurar sin
temor de equivocarme, que eran los más moderados.
“Cuando me resolví á entrar, no poco trabajo me costó encontrar
un asiento, pues aun cuando había muchos desocupados, tenía yo
que andar errando á merced del acomodador que no me dejaba sen
tar en ninguno, á no ser en el anfiteatro, porque, según decía, todos
los de la luneta eran de sujetos abonados. Resuelto en un principio
á salirme, varié de resolución y decidí quedarme, y en consecuencia
llamé con fuerte voz repetidas veces ál acomodador, que estaba á la
sazón con seis cojines sobre la cabeza, para alquilarlos al primero
que los necesitara, y después de gran tiempo se fué acercando á mí
con pasos lentos, y poniéndome cara de condenado ó de sepulturero,
que es peor.
—“¿Será posible — le dije — que no haya un asiento para mí?
—-“Ya le he dicho á vd. que no — me respondió con voz y ceño
de superior.
“Paciencia y barajar, me dije, y poniéndole en la mano una pro
pina todo se me facilitó.
—“¿Por dónde quiere vd. su asiento? — me preguntó el acomo
dador con halagüeño semblante.
—“Do más cerca posible.
—“El caso es que tengo dados unos y abonados otros pero nofalta-
rá.... y dicho y hecho, me dió uno de los mejores. Como los asien
tos no están numerados ni son fijos más que para los abonados, quien
toma una luneta tiene que gratificar al acomodador, si quiere estar
bien colocado.
“Estando en esta fatiga, oí un estruendo horrible y á continuación
sentí algo que se desprendía sobre mí; el ruido lo producía el público,
dando palos, palmadas, puntapiés, gritos y chiflidos, y lo que cayó
sobre mí eran anises de dulce, arvejones y confites que arrojaban de
las localidades altas, por ser las carnestolendas de 1838; al mismo
tiempo, y por igual motivo, se estrellaron sobre mí dos ó tres casca
rones rellenos de harina y papelitos de colores, que mancharon to
do mi traj e; hube de consolarme con ver que á todos los dem ás concu
rrentes les pasaba lo mismo.
‘ ‘ De pronto se oyeron los golpes de los timbales y comenzó la
obertura, que apenas se oía por el interminable habladero de los con
currentes, el cual iba aumentando conforme llegaba más gente. Le
vantaron el telón y la representación dió principio, pero no fué posi
ble enterarse de ella. El Teatro Principal es una gran tertulia adonde
se va por tono y no por gozar del espectáculo, por consiguiente, la
etiqueta exige entrar lo más tarde que se pueda y haciendo ruido
para llamar la atención. Una parte de los asistentes comienza por
indagar la vida y milagros de la parte pacífica; luego que levantan el
telón se sigue con la de los cómicos, conforme van saliendo á las ta
blas, y concluyen por despedazarse á sí mismos.
“Algunos de los que no quitan créditos, se entretienen con sus ne
gocios particulares, en hablar de política, en noticiar las ocurrencias
del día, en valorizar los trajes de las señoras y de los cómicos, en
apuntar sus anteojos, sirviéndoles de respaldo el infeliz que está ásu
lado, en quien se recargan para poder dirigir bien y con descanso su
telescopio de dos cañones.
“Junto á mí estaba un francés elogiando á gritos la ópera, y pal-
moteando, y pateando y gesticulando sin cesar; otro individuo nos
enflautó también en voz alta, el argumento de la ópera con todos sus
pelos y señales, al mismo tiempo que un otro estaba delante de mí
leyendo á voz en cuello un programad su compañera. Todo, en fin,
se oía, menos la música de la ópera.
“Inesperadamente un individuo de un palco, que para ver mejor
estaba de pie sobre una silla y apoyado en los hombros del que tenía
delante, perdió el equilibrio y salió disparado sobre la orquesta, rom
piendo un bajo, tres violines y dos trompas. El público se alarmó
creyendo se trataba de un pleito ó riña, que eran frecuentísimos, ó de
un pronunciamiento, que eran el pan de cada día. Algunos, ó por
miedo ó por chiste, gritaron: ¡Fuego! ¡Fuego! y toda la gente se le
vantó, todos querían salir á la vez; los muchachos chillaban, las mu
jeres y todos estábamos pálidos como cadáveres.
1 ‘ ¡ Qué estrépito! ¡ qué movimiento! Unos saltaban á los palcos
ó á las tablas para salvarse más pronto; otros, dejando los sombre
ros y las capas, se hacían lugar á codazos y puñadas; una señora cla
maba por su hijo; otra por su marido; aquélla por su padre, y las
puertas, pequeñas, muy pequeñas, apenas daban salida á una per
sona.
“Al salir á la calle, la escena era otra. El Gobierno, que siempre
vivía alarmado, había tenido noticia del escándalo, y temeroso de que
envolviese un fin político, había enviado cantidad de tropas; los sol
dados daban cañonazos á diestro y siniestro; los coches se atropella
ban unos á otros, y por todas partes las gentes corrían gritando: ¡Re
volución! ¡Revolución! haciendo cundir el miedo y el espanto hasta los
barrios extremos de la ciudad......... ’’
R. H T.-T. I.—46
tf>2
El humorístico articulista no exageraba gran cosa en su cuadro de
costumbres de ese tiempo. Más de una vez aconteció algo muy se
mejante.
CAPITULO XVI
1839.—1840.
Con la perspectiva del pago de una fuerte indemnización de gue
rra y con el Erario en bancarrota, poco podía hacer el Gobierno de
D. Anastasio Bustamante para atender como era debido al heroico
ejército mexicano, cuya historia, que aun está por escribir, si por al
guien fuese hecha, asombraría al mundo, no ya como crónica mili
tar, sino como anales de martirio. Ea miseria y abandono de nues
tros soldados, valientes como el que más y cual ninguno humildes
y sumisos, movieron á piedad el corazón de la sociedad civil y un nu
meroso grupo de damas y caballeros distinguidos acudió en su auxi
lio, organizando diferentes funciones con cuyos productos se atendie
se al alivio de los heroicos necesitados.
Entre esas funciones fué brillantísimo el concierto que en i? de Fe
brero de 1829 y en el Teatro Principal, á favor de los hospitales de
sangre, organizó una Junta cuya representación llevaron las Sras.
D? María Euisa Vicario de Moreno, D? Juana Castilla de Gorostiza,
Di Agustina Bonilla de Tornel, Di Ana Bringas de Mangino, Di Pi
lar Tovar de Andrade y Di EinaFagoaga de Escandón. Fueron di
rectores de la parte musical D. José María Chávez y D. Juan Nepo-
muceno Retes, y la función produjo más de tres mil quinientos pe
sos, utilizándose á favor de los heridos casi dos mil novecientos. Eos
palcos se vendieron á veintidós pesos, la luneta á tres y los asientos
de galería, que en esa noche fueron ocupados por concurrentes tan
distinguidos como los de las localidades bajas, costaron dos pesos y
dieron un producto de cuatrocientos seis.
La misma Junta ofreció al público en el mismo teatro y en 3 de Mar
zo, la ópera Capuletosy Montequios, desempeñada por particulares afi
cionados á la música, con el deseado éxito material, y con el más ex
traordinario lucimiento para los improvisados artistas.
Bien es verdad que el cultivo de la música venía haciendo notables
progresos en los últimos años. En el de 1838, los profesores D. Joa
quín Beristáin y D. Agustín Caballero, habían-formado una Acade-
3^3
mía que pronto hizo rápidos adelantos, tan rápidos y tan brillantes,
que menos de un afio después, el 17 de Julio de 1839, sus alumnos pu
dieron cantar en uno de los salones del edificio de la antigua Inqui
sición la Sonámbula de Bellini. Ea Sra. Eizaliturri desempeñó con
perfección la parte de la protagonista, mereciendo al poeta I. G. el
siguiente soneto en su elogio:
“Al elevar tu acento de armonía
mi pecho te escuchaba enternecido;
de tus vivos afectos conmovido
palpitaba veloz, veloz latía.
“Tu dolor, tu placer, mi alma sentía,
y en un sueño también me crei dormido,
cuando de tu entusiasmo poseído
casi maquinalmente te aplaudía.
“Para el que la Sonámbula ha escuchado
de tu escénica acción y voz preciosa
tal ha sido el poder, tal el encanto,
“Elina, que se veía transportado
á la mansión etérea, deliciosa,
con las ondulaciones de tu canto.’
En 17 de Agosto se repitió el concierto de i?de Febrero, dedicán
dose sus productos al piadoso Establecimiento de la Cuna, que en
tonces regía una Junta formada por las Sras. D'.1 María Ruisa Vica
rio de Moreno, Di1 Manuela Rangel de Flores y Di1 María Josefa Ro
dríguez de Uluapa.
En ese tiempo el bello sexo mexicano daba frecuentes ejemplos de
filantropía, de talento y de ilustración, no faltando en él distingui
das cultivadoras de las letras, como la Srita. Rosario Bossero, auto
ra de una novela que, con el título de Amor Filial, publicó en 1839
la colección de autores mexicanos impresa por Cumplido con el nom
bre de La Guirnalda.
En la suma pobreza á que habían llegado las cajas federal y mu
nicipal, fué necesario ocurrir á funciones de teatro y toros para dis
poner de fondos con que hacer los gastos de las festividades del 15 y
16 de Setiembre. “En razón de las notorias escaseces del erario y de
la penuria general — decía el Diario del Gobierno — el pensamiento ha
sido muy feliz, pues sin él, esos preciosos recuerdos de la grandiosa
obra de nuestra independencia, no se perpetuarían con la solemnidad
que otros aflos.” Al efecto, los Sres. José María Iturralde, Alejan
dro Ihary, Antonio de Icaza y Ruis G. Chávarri, individuos de la
Junta Patriótica, dispusieron para el sábado 31 de Agosto, y en el
3^4
Teatro Principal, la siguiente función: “Obertura por la orquesta:
el marcial dúo de la ópera Belisario, de Donizetti, nuevo en este tea
tro, cantado por los Sres. Sissa y Spontini: primer acto de la comedia
La mujer de un artista: magnífico rondó de la ópera antes citada, por la
Sra. Majocchi, con acompañamiento decoros de ambos sexos, y con
todo el aparato que exige su interesante argumento: graciosa Ober
tura que precederá á un recreo de majos, desempeñado por las Sritas.
Jesús Moctezuma y Soledad Sevilla, y los Sres. Antonio Castañeda
y Tomás Maldonado: acto continuo se ejecutará, por las Sritas. Au
rora y Joaquina Pautret, el sonecito español el Jaleo, compuesto por
Andrés Pautret; aplaudido dúo de la ópera Los Normandos de París,
por la Sra. Majocchi y el Sr. Spontini, terminando el todo de la fun
ción con el segundo acto de la comedia ya anunciada: las piezas de
canto serán desempeñadas con los trajes y aparato correspondientes. ’ ’
El programa de la función de toros fué el que sigue: “Domingo
i? de Setiembre. Tan luego como se presente S. E. el señor Presi
dente, las músicas de los regimientos lo saludarán, yá continuación
se hará el despejo del circo por la compañía de Granaderos del Ba
tallón del Comercio: siete toros escogidos de las razas de Huaracha
y Thahuipilpa, alternándose la corrida con las diversiones siguien
tes: un globo adornado con las armas nacionales y los retratos de los
héroes Hidalgo é Iturbide: en su elevación hará una salva de bom
bas, y al mismo tiempo arrojará porción de pájaros y obleas que for
marán una hermosa vista: un toro jineteado por Ignacio Chávez: el
salto que ejecutará Marcelino Salceda, y por fin de fiesta, la pantomima
de Los mecos, en laque se lidiará un toro embolado, picándolo en ca
ballos en pelo y dándole muerte con una macana de fuego.”
Uno y otro espectáculo dieron el resultado apetecido, y las fiestas
patrióticas del 16, en que el Ministro de Relaciones D. Juan de Dios
Cañedo pronunció el discurso oficial, terminaron con la representa
ción, en el Principal, del drama histórico en cinco actos traducido
del francés, El Gondolero, adornado con el aparato teatral que le co
rresponde.
El viernes 27 de Setiembre se celebró, entre otros festejos, con el
que reza el siguiente programa: “Plaza de Toros.—En justa cele
bridad de la entrada del Ejército Trigarante á esta Capital, con que
fué consumada la grandiosa obra de nuestra independencia, la em
presa ha dispuesto una sobresaliente función para la tarde de este
día, del modo siguiente: Euego que llegue el Excmo. Señor Presi
dente y haga la tropa el despejo, se presentará el Triunfo de la Inde
pendencia: un grupo de españoles traerá cautiva la América, y vista
por los mexicanos procurarán librarla, empeñándose unos y otros en
una vistosa lucha, sostenida por los españoles á caballo y los mexi
canos á pie, cada uno con los trajes y armas propios de su nación,
3^5
siendo el resultado la victoria de éstos contra aquellos, la libertad de
la América y la unión de los guerreros.
“ Concluido esto, la colocarán ambos en un hermoso caballo y la
conducirán en triunfo por todo el círculo de la plaza, hasta ponerla
en el centro, en cuya posición dará un salto sobre un pedestal de dos
varas de altura, quedando el caballo en actitud de estatua, tremolán
dose por ella el pabellón nacional. Acto continuo, se presentará un
vistoso carro con el retrato del Señor Iturbide, adornado de una rá
faga, en el cual los guerreros de ambas naciones colocarán á la Amé
rica, acompañada de los genios de libertad, Independencia y Unión,
y entre aquellos la conducirán por toda la plaza, esparciendo octa
vas alusivas, retirándose todo este aparato al son de una marcha mi
litar.— Un toro tigre lidiará con los mexicanos que se separarán del
grupo anterior, picándolo en caballos en pelo y dándole muerte con
una macana de fuego. Seis toros serán lidiados por la Compañía, y
en el intermedio, vistosos equilibrios, que ejecutará el ciudanano Ig
nacio Osornio, con dos niñas de nueve á diez años.”
Ultimo espectáculo notable del año de 1839, que no tuvo comple
tas ni Compañía de Verso, ni Compañía de Opera, fué la instalación
solemne, en un salón del Colegio de Minería, de la Gran Sociedad
Filarmónica, fundada en 15 de Diciembre por el profesor D. José An
tonio Gómez, quien pronunció un discurso en el cual, entre otras co
sas, dijo: “Observando yo por la historia, por la inducción y por la
experiencia, que el carácter dulce del pueblo mexicano le hace el más
apto para la adquisición y cultivo de las bellas artes como de las be
llas letras, hasta el punto de que podrá llegar á no necesitar de otro
algún pueblo y á rivalizar con todos los demás, y siendo, por últi
mo, constante, que menos prometía y menos importancia tuvo en su
principio el Conservatorio de Madrid, concebí el proyecto de reali
zar este pensamiento sobre escala más extensa......... . ”
En el mismo acto el joven D. Alejandro Gómez recitó una oda, de
la que tomo los versos que en seguida van:
“Sublime inspiración, tiempla mi lira,
hincha mi pecho de entusiasmo ardiente,
y tu canto robusto y elocuente
concédeme esta vez....
“ ¡Música celestial! ¿quién desconoce
tu hechicero poder?. . .
¿Habrá queja más tierna y dolorida
que tu queja infeliz, Norma engañada?
Miradla, delirante y conturbada
cabe á los hijos del amor violado;
ved al rival que sus delicias era,
lleva el engaño en el semblante impreso;
escuchad los sollozos de Oroveso
al conducir la víctima á la hoguera.
‘ * Mas ¿quién canta tan plácido y festivo?
Ved á Fígaro allí, loco, contento,
con sus cantares abrumando al viento.
¡Cuán ingenuo! ¡qué vivo!
Su vida nos relata,
su casa nos retrata,
en placer nos aniega,
con la música juega,
en tonos seductores
sabemos sus amores,
y el público embebido
está ufano al mirarle complacido ....”
Quien algo conozca la Historia de México, no encontrará extraña
tanta pobreza de espectáculos en 1839. La impía é injusta guerra,
que, apoyada en su fuerza y en nuestra debilidad, nos trajo la Fran
cia, concluyó con los recursos nacionales y con el prestigio del Go
bierno, batido á la vista del francés por numerosos y poco patrióticos
pronunciamientos, que llegaron á hacer preciso que el mismo Presi
dente D. Anastasio Bustamante tomase el mando del Ejército, de
jando en su lugar como interino á D. Antonio López de Santa-Anna
rehabilitado de los fracasos de Texas, ante la movilidad de senti
mientos de sus compatriotas, por su herida del 5 de Diciembre an
terior en el muelle de Veracruz. Más afortunado y mejor sostenido
Baudin que Barradas, el Almirante francés impuso á nuestros ple
nipotenciarios el inicuo tratado de paz de 9 de Marzo, no entregó Ulúa
sino hasta el 7 de Abril y no zarpó de Veracruz sino en 29 del mis
mo, cuando hubo recibido parte de los seiscientos mil pesos de in
demnización y asegurádose de que no dejaría de satisfacérsele el res
to. La injusticia con que México fué entonces tratado por la Francia,
no quedó compensada con el ridículo nombre de la guerra de los
pasteles que se dió á esa página nada envidiable de la historia de esa
nación.
En ese año de penas y amarguras, la Capital se estremeció con el
escándalo del descubrimiento de la formidable banda de ladrones que
tenía acosada á media República, bajo la dirección nada menos que
de un Coronel del Ejército, el desventurado D. Juan Yáfiez, que,
descubierto, aprehendido y sentenciado á muerte, se libró de haber
salido vivo al cadalso degollándose con una navaja de barba en su
calabozo de la ex-Inquisición el 13 de Julio. La revolución contra el
sistema central sufrió rudo golpe en Acajete el 3 de Mayo con la vic
toria por Santa-Anna obtenida sobre las tropas de D. José Urrea y
D. Antonio Mejía, que allí fué fusilado; pero sin ser completamente
dominada en otros puntos, al de estallar en México estuvo en 23 de
Noviembre, y aunque sofocada entonces quedó no domeñada y la
tente para 1840; en él volvió á levantar la cabeza acaudillada enton
ces por Urrea y Gómez Farías, quienes echaron toda suerte de ca
lamidades sobre los pacíficos é indefensos vecinos, en las luctuosas
jornadas del 15 al 26 de Julio, en que de nuevo salió vencedor D.
Anastasio Bustamante, para ser definitivamente vencido en 1841.
En el de 1840, la primera diversión notable, fué un baile de trajes
dado en el Teatro Principal el 8 de Enero por la Junta de Beneficen
cia, á favor del Hospicio de Pobres. Da Comisión la constituían D.
Mariano Domínguez, Mr. Erven C. Makintosh y D. Diego Ramón
Somera: éste cedió á los pobres asilados el producto del consumo de
helados, licores y cenas que hicieren los concurrentes, los cuales pre
cisamente habían de ser personas conocidas y honorables, y de pagar
diez pesos por sus boletos: las señoras concurrirían gratis y por invi
tación personal é intransferible.
Con tales precauciones, y á influjo de la novedad, el éxito del bai
le fué tan bueno como era de desearse, y excusado parece decir cuán
to sería el lujo que desplegó en él nuestra elegante sociedad, esplén
dida como la que más, y por ese tiempo muy unida y bien dispuesta
á reunirse siempre que la ocasión se le ofrecía.
Más tarde fué cuando se pronunciaron en ella la división y los odios,
llevados éstos á un indecible^extremo de exageración. Por entonces,
y cuando no la afligía alguna calamidad, en cuyo caso toda á la vez
se retiraba como una sola familia poniendo en bancarrota á cual
quier empresa, la sociedad mexicana á todo concurría y lo embelle
cía todo.
Así lo hizo en el gran concierto que la Sociedad Filarmónica de D.
José Antonio Gómez dió el sábado 1? de Febrero con arreglo á este
programa: “Fantasía de piano y violín, de Rumet, por la niña Mer
cedes Agestas; Cavatina de Sonámbula por la niña Josefa Cordero;
Aria de Semiramis por la Srita. María de Jesús Lotnbardini, coreada
por los Sres. Jaime Simpson, Martín Miguel Azparren, José Castro,
Agustín Sebet, Jorge Iñarra, Tomás Murphi, Juan Tamariz, Manuel
Muguiro, José Carrascosa y José María Tamariz; Fantasía de piano
y trompa, de Gallai, por la Srita. Angela Yáñez; Aria de la Opera
Amelia, de Rossi, por la Srita. Dolores Mozo; Variaciones para pia
no, de Hunter, por la Srita. Dombardini; Casta Diva, de Norma, por
la Srita. Bonilla, coreada por las Sritas. Cayetana Agestas, Josefa
Pina, Bonilla, Josefa Cordero, Concepción Arellano, Mercedes Ages
tas, María Dombardini, Dolores Mozo, Bárbara Ortiz, Angela Yáñez,
María Loreto Aguirre y Villasefior, y los señores antes nombrados;
Rondó, de Hunter, por la Srita. Bárbara Ortiz; Aria de Lucia, por
Alejandro Gómez, y Aria de Ana Bolena, por la Srita. Mercedes Ages
tas y coros.”
En ese tiempo, la Sociedad Filarmónica y su Conservatorio, tenían
al servicio de sus alumnos las siguientes cátedras: Solfeo, vocaliza
ción, canto, piano, violín, vihuela, clarinete, flauta y acompañamien
to: Escritura inglesa y española, gótica, redonda, formación de ca
rátulas y modelos: Idiomas italiano, francés é inglés: Teneduría de
Libros, baile y esgrima: Dibujo natural, miniatura y aguada. Los
conciertos se verificaban reglamentariamente los días i? y 15 de cada
mes.
Sin extenderme á más que á simple cita, diré que en el Carnaval
de ese año se dieron, por primera vez con carácter público, en el
Teatro Principal, bailes de máscaras, tan bien concurridos, elegan
tes y ordenados, cuanto no lo son en la actualidad, y obtuvo boga
grande en una casa de la 1? calle de San Francisco el gran panorama
artístico formado por el pintor Calyó.
Allá por el mes de Julio, visitó nuestra Capital el insigne violinista,
pianista y compositor Guillermo Vicente Wallace, profesor del Real
Conservatorio de Londres, Director de la Sociedad Anacreóntica de
Dublín, y aplaudido concertista en los principales teatros europeos.
Brillante pianista, se distinguió por su firme y á la vez delicada pul
sación, y por el ligado y picado más perfectos. “Su ejecución, dice
uno de sus críticos, es rapidísima y hay momentos en que el oído
apenas puede seguirle: tiene un singular tino para saltar con suma
presteza y con la misma mano dos, tres y más octavas; se complace
en jugar con las fugas de Hendell y Bach, y al presente es muy su
perior á Thalberg y á Liszt. ’ ’ Entre los conciertos que dió en Méxi
co, fué notabilísimo el del 4 de Noviembre en el Principal, según el
programa que copio aquí: “ Primera parte: obertura de Preciosa, de
Weber, á grande orquesta; Aria de Lucia por el Sr. Leonardi; Varia
ciones brillantes para violín, de Mayseder, Wallace; Dúo de Belisa-
rio, por los Sres. Avecilla y Leonardi; Gran fantasía, de Paganini,
ejecutada por Wallace sobre una sola cuerda, quitando todas las otras
á su violín. Segunda parte: Obertura de la Muda de Pórtici, de Auber,
por la orquesta; Aria de Roberto Deuereux, de Donizetti, por el Sr.
Leonardi; Grandes variaciones para piano, sobre la marcha de Otelo,
deHertz,'porWallace; DúodeLucia, por losSres. Avecilla y Leonar
di. A petición de varios aficionados á la música, el Sr. Wallace ejecu
tará por última vez las aplaudidas variaciones de Paganini,para vio
lín con acompañamiento de orquesta, sobre el tema Nel corpiu non mi
sentó." A su tiempo veremos que el aprecio que Wallace se conquis
tó en México le hizo no abandonar la Capital durante largos meses.
En el de Setiembre se celebraron, con relativo esplendor, los ani
versarios patrióticos, que en ese tiempo se conmemoraban con misas
de gracias en todas las parroquias, entre siete y nueve de la mañana
del 16. A las nueve, el Presidente de la República y todos los fun
cionarios civiles y militares, asistían en la Catedral á un solemne Te
Deum y á la misa cantada que celebraba de pontifical el limo. Señor
Arzobispo. De regreso en Palacio el Presidente era felicitado por to
das las autoridades y corporaciones, y de allí salía en comitiva para
el templete levantado en la Alameda, para escuchar el discurso cívi
co; en 1840 pronunció ese discurso el Gral. D. José María Tornel.
En la tarde las músicas militares situábanse en los paseos públicos,
y en la noche se iluminaban los edificios del gobierno y la mayoría
de los particulares: seguíase la función de teatro, que en el año de
que tratamos se dió en el Principal, estrenándose la comedia El mé
dico y la huérfana, y cantando una aria el Sr. Peón ardi. Por supues
to no faltaban los fuegos artificiales en la Plaza, á las ocho de la no
che, siempre que el tiempo lo permitiera, que era pocas veces.
En el aniversario del 27 se seguía un programa muy semejante al
del 16. El discurso en la Alameda corrió en ese año á cargo del Co
ronel D. Manuel Micheltorena. En ese día y en esa fiesta, fueron
distribuidos por el Presidente Bustamante, en persona, los premios
decretados por el Congreso, á las tropas que se mantuvieron fieles al
Gobierno durante los tristes días de la revolución de Julio. Digamos
algo de ella.
Poco después de la media noche del 14 de ese mes, el 5? Batallón
de Infantería, el del Comercio de México y una porción de oficiales
sueltos, sorprendiendo á la guardia de la ex-Inquisición en cuyos ca
labozos se hallaba detenido D. José Urrea, puso á éste en libertad,
y, con él al frente, apoderáronse, también por sorpresa, del Palacio
Nacional, aprehendieron á D. Anastasio Bustamante, y corrieron á
buscar á D. Valentín Gómez Earías, á quien colocaron al frente del
audaz movimiento.
Avisado el Gral. D. Gabriel Valencia, que se hallaba de tempora
da en Tacubaya, se trasladó rapidísimamente á la Ciudadela, y con
fuerzas competentes se dirigió sobre el Palacio, despachando sus co
lumnas por las calles de las Rejas de Balvanera, San Pablo y Santa
Teresa. En los momentos de disponer así su ataque, se le presentó el
Director del Colegio Militar D. Pedro García Conde con todos sus
alumnos, que con generoso impulso pedían se les permitiese tomar
parte en la liberación del Presidente de la República. Valencia acce
dió á ello y tomando á sus inmediatas órdenes á los alumnos de ma
yor edad, encomendó á los más pequeños la guardia y defensa de la
Ciudadela.
Rudos combates fueron aquellos: los pronunciados habían formado
R. H. T.—T. I.—47
37o
parapetos y barricadas en las bocacalles que afluían á la Plaza, y las
tropas del Gobierno se vieron rechazadas con mucha pérdida, y les
fué necesario romper á conveniente distancia fuego de cañón; acto
continuo, fueron ocupadas por las tropas fieles y como puntos estra
tégicos, el Convento del Espíritu Santo, la Profesa, las casas de la
Condesa de Miravalle y de Mr. Moren, la Concepción, Santa Clara,
San Francisco, Santa Isabel y el Hospital de Jesús.
La energía y decisión de Valencia, que no cesó de hacer fuego
grueso sobre el Palacio, sin arredrarse por la idea de que en él se
encontraba preso el Presidente, tan sereno éste ante sus aprehensores,
que se negó á todo avenimiento con ellos ni aun en medio del peli
gro que corría, pues las balas de sus tropas atravesaban los tabiques
de la pieza que le servía de prisión, dieron por resultado que los pro
nunciados dejasen en libertad á Bustamante, bajo la promesa de que
les facilitaría una reconciliación.
Abierta la serie de proposiciones de parlamento, ni Bustamante ni
Valencia pudieron acceder á las exigencias de los revolucionarios y
el fuego continuó durante mortales días, hasta desconcertar á los re
beldes, á tal grado, que no faltaron muchos de los más pusilánimes,
que, según el parte de Valencia, ofrecieron á éste entregarle mania
tados á Urrea y á Farías si se oponían á un pronto arreglo.
Por fin, á las 11 de la noche del 26, y en el edificio de la Gran So
ciedad, se celebró un convenio por el que las fuerzas pronunciadas
se pusieron á disposición del Gobierno y dejaron el Palacio para ir á
situarse en los puntos que se les designaron, para deponer las fratri
cidas armas.
A las 11 del lunes 27, el Presidente y sus Ministros, el General en
jefe y su oficialidad y las demás autoridades, se dirigieron desde su
cuartel general de San Agustín á la Catedral, para asistir al Te Deum
que cantó D. Manuel Posada y Garduño, primer Arzobispo mexica
no consagrado después de la Independencia, en 31 de Mayo de aquel
año de 1840.
“ Causa compasión, dijo el Diario del Gobierno, el estado del Pala
cio y de algunas de sus oficinas, especialmente el Ministerio de Re
laciones Exteriores y el Archivo General, que han sido destrozados,
faltando del primero muchos objetos importantes, entre otros, los tra
tados originales celebrados con algunas naciones extranjeras, lo que
sólo puede atribuirse á los sellos que los acompañaban y á los adornos
de oro y plata que los guarnecían........... ”
Las pérdidas materiales fueron grandes; los destrozos causados por
la artillería del Gobierno en el Palacio, hicieron necesarias importan
tes reparaciones, y mientras éstas se llevaban á cabo, el Presidente y
los altos funcionarios hubieron de alojarse provisionalmente en San
Agustín.
Numerosos edificios públicos y particulares, en especial los de la
Plaza de Armas, sufrieron daños de consideración. Muchos particu
lares y ciudadanos pacíficos, fueron muertos por las balas que entre
sí cruzaban los contendientes, y las familias carecieron aun de lo más
indispensable para su sustento, ó lo pagaron á enormes precios, con
siguiéndolo con indecibles riesgos.
D. Carlos Bustamante computa en más de novecientas las víctimas
de la revolución del 15 de Julio. “Encontráronse, añade, no pocos
cadáveres enterrados en los patios, callejones y caballerizas del Pa
lacio y aun en la Universidad, que despedían un pésimo olor. Tam
bién en las calles de Portacoeli y Monterilla se encontraron cadáve
res comidos de perros; muchos de ellps se sepultaron en el cemente
rio de San Agustín.”
Aquella sangrienta revolución inspiró á Guillermo Prieto la si
guiente oda:
“Era la noche: en lóbrega tiniebla
México sollozando se envolvía;
Ni una estrella en el alto firmamento,
Ni una voz, ni un sonido interrumpía
Ea escena pavorosa
De este drama tristísimo y sangriento.
“Lejana al Sur la tempestad rugía
En los cargados cielos; si su lumbre
Lívida exhala el precursor del rayo
Refleja en el semblante macilento,
De la ciudad en llanto sumergida.
Era el dolor estúpido y profundo
De la madre que envuelve con su manto
Al hijo destrozado, moribundo.
“¿Y eras la misma, patria idolatrada,
Que á la sombra de bélicos pendones,
De tus antiguos lazos libertada,
Te acataron, señora, las naciones?
“El buitre atroz de la ambición proterva
Desgarra las entrañas de tus hijos,
Ludibrio vil de impúdica caterva
Eres, patria adorada, patria mía,
No la patria gallarda y opulenta
Que en rico trono de diamantes y oro
Se mostró tras catástrofe sangrienta
Vindicando su nombre y su decoro.
“El fatídico silbo de las balas
Era el gemido de la paz que huía.
Y en el mismo lugar que respetaron
Los procónsules viles de los reyes,
Destrozó la discordia aborrecida
El código sagrado de las leyes.
“¿Más sangre? ¿más horror? ¿Los mexicanos
De experiencia tristísima herederos,
Aun esgrimen furiosos los aceros,
Y los clavan riendo en sus hermanos?
“Las caducas naciones, nuestra lucha
Ven más allá de los inmensos mares;
Su compasión mentida es el sarcasmo
A nuestros intensísimos pesares.
“¿Huyes por siempre, paz idolatrada,
De la cuna opulenta de Morelos?
Con sangre de asesinos mancillada
Tu túnica se encuentra, virgen bella
Del Septentrión. ¿De libertad la estrella
Por siempre nos cubrió guerra ominosa?
“¿Y siempre nuestros sueños borrascosos
Perturbarán el fratricida bronce,
Y de muerte los llantos pavorosos?
‘ ‘¿Siempre veremos en desiertas calles
Como yo vi ¡qué horror! aun me parece
Que lo tengo delante de los ojos?
“Era un valiente de membruda talla,
Rostro marcial, marcial su continente:
Era su pecho intrépida muralla:
Tiene el sello de honor sobre la frente.
A su lado y gimiendo de amargura
Con ambas manos el semblante oculto,
Huye ver el cadáver insepulto
La esposa que adoraba con ternura:
Entre tanto los canes devorantes
Del guerrero entre sí se disputaban
Los miembros palpitantes....
Por el suelo sangriento los llevaban
Medio cubiertos del marcial vestido,
Y con gozo feroz los sacudían.
¡Qué horror! ¡qué horror! la esposa desdichada
Estúpida no mira aquella escena,
Y.... no quise ver más, patria adorada.
“¡Ay! de los que vertieron á torrentes
Sangre de sus hermanos, los maldigo
Y los maldice la deidad suprema,
A vista de este cuadro de escarmiento
Les lance Dios airado su anatema.”
Para no cerrar este capítulo con ese triste relato de una de las mu
chas causas que impidieron el auge de nuestros espectáculos en 1840,
daré noticia de la función solemne celebrada en el Sagrario Metro
politano en la Noche-Buena de ese año, porque esa función fué una
verdadera solemnidad filarmónica, que puso de manifiesto los ade
lantos de los profesores y aficionados de México.
A la obertura de Fausta, de Donizzeti, siguieron una aria y un in
troito cantados por Basilio Guerra; los Kiries, música de Rossini, los
cantaron las Sritas. Jesús Zepeday Cosío, tiple, y Guadalupe Tornel,
contralto. La Gloria, música de Rossini, comenzó por hermosísimos
coros; después la Srita Zepeda ejecutó el aria de Laudamus te; la Srita.
Octavia Anievas un solo coreado con un obligado de violín por el Sr.
Chávez; á continuación un trío por las Sritas. Anievas, Rosario Mar-
zán y el Sr. Birmingan, que también cantó un solo de bajo con un
obligado á clarinete que ejecutó el Sr. Villerías.
En el Gradual, música del Sr. D. Manuel Espinosa de los Monte
ros, ejecutó un solo la Srita Anievas.
El Credo, composición del Sr. Wallace, así como el resto de la
misa, comenzó con un brillante coro; el Incarnatus fué cantado á dúo
per las Sritas. Marzán y Anievas; la Sra. D? Fanny Calderón de la
Barca tocó un obligado de arpa, acompañada por el Sr. Wallace, que
ejecutó á solo de violín el Crucifixusy el Sanctus, con acompañamiento
de coros. Tocó en seguida la orquesta la obertura de Emma de Riz-
burgo, de Mercadante.
En el Agnus ejecutaron un trío las Sritas. Zepeda, Marzán y Anie
vas, concluyendo la misa con la obertura del Caballo de Bronce, de
Auber.
Los coros estuvieron desempeñados por las Sritas. Jesús Anievas,
Enriqueta y Dolores Letamendi, Ana O’Gorman, Cruz Drusina, Jo
sefa Leño, Francisca y Carmen Heras, María Vergara y Rosario Go-
rostiza; y por los Sres. Juan Escalante, Teodoro Bahre, Hipólito
Thyvol, Héctor Tousis, José Tornel, Manuel Bazabe, Camilo Bros,
Vicente Tagle, Germán y Adolfo Sengstak, Agustín Retamendi, Be-
nedetto Rombardy, Dueñas, Inda, Rebollar y Vergara.
Ra orquesta, en número de 52 individuos, estuvo formada por los
siguientes profesores y aficionados: Violines: Wallace, De Bary, Pa
blo Martínez del Río, Castro, Morán, Arango, Barrueta, Gana, Ram-
berg, Murillo, Chávez, Garcés, García, Miranda, Aguiñagar, So
to, Ramírez y Buitrón.— Clarinetes: Trujeque, Gambino, Villeríasy
Castro.—Flautas: Salot, Anievas y Rópez.—Fagot: Buenrostro.—
Trompas: Manuel Salot, Rozada, Julio Salot y Alpuí, padre é hijo,
Trombones: Guazco y Benavides.—Trompa baja: Florencio.—Clari
nes: Reotrón y Villegas.— Violoncellos: Espinosa de los Monteros.
Fontecha, Guzmán y Zayas.—Contrabajos: Coronel Garmendia, Bus-
tamante, Ríos y Cortés.—Timbales: Ortega. El Director fué D. Juan
Nepomuceno Retes.
Aquella manifestación del talento de nuestros aficionados, que á sí
mismos se excedieron, según dice un cronista, mereció justamente
el aplauso y el entusiasmo de la concurrencia más brillante y selecta
de México; esta función, por sí sola, fué la prueba más auténtica de
los adelantos del buen gusto, del aprecio de la música y de los pro
gresos de la culta sociedad mexicana en ese año de 1840.
De su entusiasmo por el arte y por nuestros compositores y maes
tros da una idea la oda que pongo aquí, escrita en elogio del nota
bilísimo músico mexicano, D. Mariano Elízaga, varias veces citado
en mi libro. Dice así:
“Absorto, embebecido,
Y en éxtasis divino arrebatado
Te oí, te contemplé, Genio sublime.
A los primeros giros de tu mano
Ra cuerda suena maestramente herida,
Y el alma conmovida
De un modo desusado
Sacude fuertemente
Mi fibra descaecida.
El corazón se ensancha, y al rehacerse
Salta la roja sangre á borbotones;
Y rápida circula, y se enardece,
Y comunica, por doquier que toca,
Con toda su energía,
El inefable influir de la armonía.
Vuelve aquella á su curso,
Y en cada movimiento repetido
Vigoroso latido al alma incita;
Y en ese mutuo de sentir sabroso
Inmóvil quedo, y miro, y oigo sólo
I,a lira de oro, que maneja Apolo.
De él aprendiste, Elízaga: su mano
Te guió desde su infancia;
Y sé que con jactancia,
No bien habías nacido,
Selló tu tierna frente
Con el beso de amor más encendido.
Lo sé, lo sé muy bien; y de otro modo
No hubiera comprendido
Cómo puede tu mano
Decir con expresión tan elocuente
Cuál piensa tu alma, y tu alma cómo siente:
Jamás entendería
De qué modo tus dedos
Presentan á mis ojos
El pensar y sentir del gran Bellini,
De Mozart, de Bethoven, de Rossini.
Mueves tus manos, explicando el suave,
El tierno, el agradable sentimiento,
Y veo correr el arroyuelo manso,
Y deslizarse al céfiro apacible.
Expresas las pasiones tumultuosas,
Y aquellas miro en duro movimiento,
Cual nos pinta atrevida
Nuestra imaginación acalorada
Caer á la cascada estrepitosa
Y saltar, y volverse enfurecida.
Nos dices el coraje y la bravura,
Y son tus dedos huestes denodadas,
Que corren, que se traban, que se chocan
Destrozándose, en fin, desapiadadas.
¿Y qué diré si el pensamiento exige
Un paso majestuoso, ó si travieso
Inclínase á los juegos y á la trisca?
Diré que imitan con cabal finura
El pasear del Monarca de la selva,
O al suelto cabritillo en la llanura.
¡Tus pausas.... ¡Oh mi amigo! ¡Cuán preciosas,
Qué mano tan tranquila!
Qué descanso de dedos tan profundo!....
Eres inimitable, hombre divino,
Eres inimitable. Yo quisiera
(¡Oh si dable me fuera!)
Escoger en el mundo
A todo aquel, que uniera por su dicha
Suavidad y dulzura,
Y un ojo filosófico-avisado
Un ojo entendedor; y que te viera:
Estoy seguro de que repitiera,
Sin dudar de su tino,
Eres inimitable, hombre divino.
¡Oh! con razón la Euria descarnada
Por once lustros respetado hubiera
Vida tan apreciada!
Sí; no le toques, insaciable fiera:
Debe ser inmortal: mira su frente,
Y abate tu cabeza orgullecida;
Y sabe, maldecida,
Que si envidiosa, y necia, y cruel, y dura
Descargares el golpe irreparable,
Nunca te será dable
Exterminar su plácida memoria.
Vive Elízaga agora, y vivir debe
En todo corazón tierno y sensible
Mil anos, y otros mil, y cien tras ellos.
Nunca podrá tu mano
De sangre llena, de pavor y luto,
Evitar el tributo,
Que la grata armonía
De rendirá sobre la losa fría.
Debe ser inmortal, grita este siglo.
Debe ser inmortal, dirá el futuro.
Debe ser inmortal, del cielo puro
Oiráse siempre el eco repetido.
¡Honor bien merecido,
Que ha destinado el Evo venturoso
A este hombre portentoso,
Al dulce americano,
Bello ornato y decoro
Del apacible suelo mexicano!”
En cuanto á la poco propicia situación de la cosa pública, tan con
traria en ese entonces á los espectáculos teatrales, nada tenemos que
añadir á lo que apuntado queda. Sin embargo, como una demostra
ción más del optimismo de los periódicos oficiales, cierro este capítu
lo con el juicio que al órgano del Gobierno merecieron los sucesos
del agitadísimo año de 1840: no está fuera de lugar en este mi libro
que, hasta donde es posible, da y debe dar muestras de los diferentes
ramos de las letras en México.
“Se cree generalmente que las naciones no adelantan en la carre
ra social durante la época tormentosa de sus revoluciones, ha agita
ción perpetua en que viven, agita en efecto las pasiones; y perpe
tuando la agitación, enjendra las reacciones que se suceden, alcan
zándose unas á otras, como las olas del mar. L,a multitud de las leyes,
cuando no se ponen en práctica ni se obedecen puntualmente, origi
nan la división de un país en bandos y fracciones que se odian y
detestan. La corrupción de las masas y el disgusto que les inspira al
trabajo el hábito que contraen de estar con las armas en la mano, y
otras mil causas que sería difícil enumerar, se miran comunmente
como las señales más inequívocas de que la nación se desmorona, á
la manera de un viejo edificio minado por el tiempo, y á quien sacu
den violentos terremotos, ó como las convulsiones de un cuerpo que
anuncian se ha apoderado de él la gangrena, que por instantes le va
privando del principio de la vida. Pero las personas capaces de ver
más allá de la superficie de las cosas, bajo de esa corteza de muerte,
descubren una nueva existencia, que se desarrolla progresivamente,
dotada del vigor lozano de la juventud, y amaestrada por las reflec-
ciones del escarmiento en cabeza propia, únicas capaces de enseñar
el conocimiento de la verdad á la raza humana, á pesar de la niebla
espesa en que envuelven á los pueblos semejantes crisis, los ven ca
minar á la verdad por una vereda estrecha y resbaladiza, pero que
sin embargo se acerca á la eminencia escarpada de la prosperidad que
llegarán á ganar aunque á paso lento, pero tal vez más seguro.
“Mucho hemos sufrido: la república ha padecido mucho: nuestras
revoluciones presentan escenas que quisiéramos borrar con nuestra
sangre del libro de la historia; y porque no figurasen en ella, desea
ríamos, á costa de cualquier sacrificio, que fuesen devoradas por el
olvido; pero la sangre derramada y las aberraciones de nuestra inex
periencia no han dejado de producir algún fruto.
“Tal es el convencimiento que han adquirido ya los pueblos, de
que el oficio ú ocupación natural de los ciudadanos, no es conspirar
ni sublevarse, ni combatir bajo la bandera de éste ó aquel partido,
sino dedicarse á industrias útiles que aseguren la subsistencia propia
y la de sus familias. La mayoría de los mexicanos se va curando ya
de aquella fiebre perniciosa que le hacía creer como positivos los
sueños irrealizables en política, que les habían infundido como dog
mas, ciertos genios exaltados, cuando por el contrario, la práctica
más constante les ha demostrado con fuerza irresistible, que no son
sino el corrosivo que produce inevitablemente la disolución de las
instituciones sociales. Los pueblos conocen ya que el objeto de éstas,
es la amalgama del orden con la libertad, y no una licencia desen-
B. H T.—T. I.—48
frenada, tumultuosa, alborotadora, cubierta con los andrajos de la
miseria, respirando el ambiente de los vicios, y hablando el lengua
je del desenfreno á que por una especie de mofa insultante á la espe
cie humana, se ha querido apellidar libertad. Los gobiernos han co
nocido también en la experiencia de lo pasado, la necesidad de cal
mar las pasiones, de evitar las persecuciones, de contener el influjo
de los partidos, y de sostener el orden público, sin degenerar en
aquel despotismo feroz que nada respeta y nada considera.
“Semejantes elementos hacen esperar con razón, que la violenta
crisis que México ha sufrido, agitado por el espíritu revolucionario,
se halla próxima á su término, y que los mexicanos, más cautos en
el porvenir por el recuerdo de lo pasado, se unirán más íntimamen
te, sacrificando sus particulares intereses y opiniones en las aras de
la patria, y reformando en medio de la calma y de la tranquilidad,
sus instituciones políticas.”
FIN DEL TOMO PRIMERO.
INDICE
DEL
TOMO PRIMERO.
PRIMERA PARTE-DE 1'538 A 1821.
Págs.
Capitulo I.—1538.—1560.—Los religiosos como introductores de las represen
taciones teatrales.—Primeros Autos representados en Tlaxcala y en Mé
xico.—Prohibición de representaciones profanas en las Iglesias.—Los
actores y los tablados para las representaciones.................................... 5
Capitulo II.—1560.—1700.—Los poetas autores.—Fernán González de Eslava
y sus coloquios.—Pasos de la Pasión.—Los neixcuititli.—'EI. Bachiller Vi
llalobos autor de Autos.—Carros para las representaciones.—El come
diante Navijo.—Los tablados.—Principios del Teatro en España.—Los
corruíe.?.—Primer Coliseo de México en el Hospital de Naturales.—Las
conquistas.—Mateo Jaramillo y su compañía de cómicos.—Días y horas
de las representaciones en los siglos XVII y XVIII.—Las guanajos.—
Representaciones en las fiestas de la canonización de San Juan de Dios. 13
Capitulo III—1700.—1753.—Representaciones anteriores á la Conquista.—Te
rraplenes para representaciones en Tlalteloleo y Cholula.—Representa
ciones burlescas por los indígenas.—Pantomimas y danzas sagradas.—
Prohibiciones de representación de comedias en España.—Pobreza é im
propiedades del Teatro en España.—Asentistas ó contratistas del Coli
seo del Hospital Real de Naturales en 1707 y 1712.—Los asentistas José
y Eusebio Vela.—Eusebio Vela autor dramático.—Incendio del Coliseo
del Hospital Real en 1722.—El segundo Coliseo en el Hospital Real.—
El tercer Coliseo construido en 1725.—Esteban Vela y su compañía de
cómicos.—Teatro en el Palacio Virreinal.—La actriz Ana María de Cas
tro y su conversión.—El galán Diego Francisco de Asís.—Compañía
ajustada por D. José Cárdenas, Administrador del Hospital.—Refor
mas y composturas en el tercer Coliseo.—Fundación del Coliseo Nuevo
en 1752.—Inauguración del Coliseo Nuevo el 25 de Diciembre de 1753.—
Descripción del Coliseo Nuevo.—Temporadas cómicas.—Noticias de las
representaciones en los primeros años del Coliseo Nuevo y de los auto
res de comedias en aquellos días............................................................. 21
Capitulo IV.—1755.—1786.—José de Calvo Rendón primer arrendatario del
Coliseo Nuevo.—Otros arrendatarios.—El Coliseo durante el virreinato
de Bucareli—Productos y gastos del Coliseo en 1778.—Comedias, saine
tes, tonadillas, seguidillas y óperas en boga en 1778.—Guardamuebles y
guardarropa.—Loa en honor de Carlos III.—El Coliseo durante el vi
rreinato de D. Bernardo de Gálvez.—Primer reglamento del Coliseo en
Págs.
1786.—Reformas y mejoras en el Coliseo.—Aventuras de la primera da
ma Antonia de San Martín...................................................................... 32
Capitulo V.—1786.—Razón de los individuos que formaban las compañías
de cómicos, bailarines, empleados, y orquesta del Teatro de la Capital,
sus sueldos y obligaciones, en 1786.......................................................... 43
Capitulo VI.—1786.—Disposiciones relativas á los Teatros en la época virrei
nal.—Reales cédulas de 1703,1741, 1759.—Ordenanzas ó Reglamento del
Conde de Gálvez, en 1786.—Cartel relativo á las fiestas del Carnaval.—
Reglamento para escoletas y ensayos.—Represión de desórdenes y abu
sos.—El alumbrado del Coliseo.—Disposiciones referentes al público
concurrente al Coliseo.—Representaciones de comedias con títeres.—
Equipaje de un actor en 1786................................................................... 53
Capitulo VII.—1786.—Capacidad del Coliseo y distribución de sus localida
des.—Luneta, Patio ó Platea, Mosquete, Cuartos ó palcos, Cazuelas de
hombres y de mujeres.—Entradas gratis.—Precios de localidades y pro
ducto de las funciones.—Abonos.—Presupuestos de gastos.—Comedias,
Loas, Tonadillas.—Prestidigitadores y jugadores de manos.—El físico,
maquinista y matemático Falconi.—Gimnastas y equilibristas.—Espec
táculos durante la cuaresma.—Nieve y fiambres................................... 64
Capitulo VIII.—1787.—1790.—D. Juan Pisón y Vargas, autor dramático.—
Aventuras de las actrices Josefa y Bárbara González, alias las Habane
ras—Mejoras de los espectáculos en el virreinato del segundo Conde
de Revilla Gigedo.—Solicitudes y proyectos de empresarios en 1790.—
Compañía de Jerónimo Marani.—Crítica de la Compañía por el Cofra
de del Recato.................................................................................................... 74
Capitulo IX.—1790.—D. Cosme de Mier y Trespalacios, Juez de Teatro.—
El Padre Fernández del Rincón, Censor de comedias.—Comedias some
tidas á la censura del P. Rincón.—Incidentes de la representación y
censura de la comedia México rebelado, de autor del país.—Polémica
entre el P. Silvestre Diaz de la Vega y el P. Rincón, como censores y
Mier y Trespalacios como Juez, á propósito de la comedia México re
belado.—Disgustos entre criollos y españoles con motivo de esa come
dia.—Enojo del P. Rincón........................................................................ 85
Capitulo X.—Loa en obsequio de la Purísima.—Entremés para las Posa
das.—Loa en obsequio de Nuestra Señora de Guadalupe....................... 97
Capitulo Jíl.—Caprichos métricos: Quintillas á la Concepción: Décimas del
sol y de la luna.—Parlamento de la Culpa.—Réplica de la Gracia.—El
indio criado.—Coloquios y Pastorelas.—La caída de Luzbel: El pecado
de Eva y Adán: El conciliábulo: El Pecado original: Casamiento de
María: Gila, Bato y Bras: Peleas con Lucifer: La Anunciación: En bus
ca de posada: El Nacimiento.................................................................. 117
Capitulo XII.—1791.—1792.—Funciones notables.—Alumbrado del Teatro
en días solemnes.—Nuevos arreglos de entradas y salidas.—El galán
Lagenheim.—Compañía de volantines.—Funciones de beneficio.—Pro
gramas en verso.—Concesión de beneficios.—Nuevas aventuras de la
San Martín.—Intrigas de la primera dama y del asentista y el juez.—
Otros volantines.—Compañía del Coliseo para la temporada de 1791 á 1792.
—Real cédula de 1792 reglamentando asuntos del Coliseo..................... 137
Capitulo XIII.—1792.—1794.—Compañía del Coliseo para la temporada de
1792 á 1793.—Informe sobre asuntos del Coliseo.—Contrata de cómicos y
bailarines de los teatros de Madrid y de Cádiz para el de México.—Dis
gusto de los cómicos del Coliseo.—Resistencias y rebeldías de los cómi
cos.—Desagrado é irritación del Virrey Revilla Gigedo. -Disposiciones
violentas del Virrey: destierros, detenciones, medidas de policía dicta
das contra los cómicos.—Defensa de los cómicos.—Enérgica protesta de
Jerónimo Marani.—Término conciliatorio del conflicto entre el Virrey
y los cómicos............................................................................................ 147
38i
Págs.
Capitulo XIV.—1794—1805.—Dificultades para el buen arreglo de los espec
táculos.—Nuevas actrices.—La actriz María Bárbara Ordóñez pasa de
la prisión á la escena.—El conde de Re villa Gigedo y sus disposiciones
sobre el Coliseo.—Dificultades y tropiezos en laiemporada.—Pretende
el asentista la supresión de los bailes.—El Bachiller Córdova, autor
dramático.—Informe del censor, desfavorable á Córdova.—Función en
el Coliseo en celebridad de la erección de la estatua ecuestre de Carlos
IV.—Periódicos en México..................................................................... 159
Capitulo XV.—1805—1806.—Mejoras y reformas en el Coliseo.—Compañía
para la temporada de 1806 á 1807.—Anatema social contra los cómicos.—
Diversos espectáculos y recreos en principios del siglo: la Comedia:
Juego de pelota: Peleas de Gallos: los Cafés: Paseos de la Alameda y
la Viga.—Representaciones en el Coliseo.—Los beneficios.—Las Follas.
Tonadillas.—Bailes.—Piezas de cantado..................................................... 168
Capitulo XVI.—1806—1812.—Representaciones en los primeros meses de la
temporada.—Concursos abiertos por el “Diario de Méjico.”—Compa
ñías para las temporadas de 1807 á 1808 y de 1808 á 1809.—El circo de
Lailson.—Nueva compañía.—Letrilla contra los franceses.—Principio
de la guerra de Independencia.—Funciones en honor de Calleja.—In
trigas de los cómicos.—La Inesilla.—Beneficio de Inés Carcía.—Esplen
dideces en los beneficios.—Soneto acróstico de la Inesilla....................... 175
Capitulo XVII.—1812—1821.—Letras de diversas tonadillas.—La orquesta.
—Los cantarines.—Actores y Actrices.—Productos del Coliseo.—Mar
cha patriótica denigrante para D. Javier Mina.—La Arcadia Mexica
na, sus mayoraZes, árcades, y zagales.—Miseria de las letras.—Crítica
de los poetas del siglo XVIII y principios del XIX tomada á D. Fran
cisco Pimentel.—Decadencia de los espectáculos al fin de la domina
ción colonial.............................................................. 184
SECUNDA PARTE-DE 1821 A 1840.
Capitulo I.—1821—1824.—El Teatro y sus espectáculos al consumarse la In
dependencia de México.—Poesía en honor del cómico Aragón.—Fun
ción notable en la jura déla Independencia.—D. Francisco Ortega y su
melodrama México libre.—Tratamiento republicano.—Programas de
varias funciones.—Ciudadanas y Madamas.—Los carteles.—Estreno
del Teatro de los Gallos.—Luciano Cortés.—Cecilia Ortiz.—Romance
deErasmo Lujan en honor de los cómicos.—Fracaso de un proyecto de
Empresa de Opera................................................................................... 197
Capitulo II.—1824—1825.—Estado y necesidad de reformas de los espectácu
los públicos.—Presentación del actor español Diego María Garay.—
Prohibiciones de comedias.—Fanatismo y supersticiones.—El prestidi
gitador Castelli.—Función de obsequio á Victoria.—El Solitario, ópera
de Cristiani—Función en celebridad del desagüe de la Valenciana.— ■
Censura de representaciones.—Pantomimas irreverentes durante la Se
mana Santa.—Conciertos de Cristiani.—Fundación de una Sociedad Fi
larmónica.—Baile á Ward y Poinsset.—Incendio de la Plaza de Toros.
—La Compañía Lancasteriana.—Epidemias y bandidos.—Reconstruc
ción del Teatro de los Gallos—Compañía de Andrés Castillo.— Diego
María Garay.—Manuel Patiño.—El yorquinismo.—Rendición de Ulúa.
—Función en el Teatro de los Gallos ó Provisional................................. 208
Págs.
Capitulo III.—1826.—Funciones en el Principal y en el Provisional.—Fun
ciones líricas.—El primer actor Andrés Prieto.—Intrigas contra Prie
to. —La Santa Marta.—Disgustos entre Andrés Prieto y D. José María
Heredia.—Reformas en la Compañía del Principal.—El Selim, de An
teparan, y El Tiberio de Heredia.—Andrés Pautret director de baile.
—Bailarines mexicanos.—Operas cantadas por Rita González de San
ta Marta.—El Drama La víctima del Claustro........................................... 228
Capitulo IV.—1827.—Oda contra D. Guadalupe Victoria.—Escoceses y yor
quinos.—Conspiración del Padre Arenas.—Aversión á los españoles.
—El eminentísimo artista lírico D. Manuel García.—Gachupines y co
yotes.—El coronel Castrejón empresario de la Opera.—Dificultades de
Castrejón con el Ayuntamiento.—Censura de los abusos del Ayunta
miento...................................................................................................... 237
Capitulo V.—1827.—Primera función de Manuel García en el Teatro Pro
visional.—Odio público contra los españoles.—Ataques á García.—
Pretensión de que las óperas fuesen cantadas en español.—Defensa
del gran artista hecha por la prensa sensata.—Negativas de García á
cantar las óperas en castellano.—El fiasco de la ópera.—Obsequios á
García.—Los hijos de García, Felicia (Za Malibran), Paulina (la Viar-
dot).—Decaimiento de los espectáculos.—Disgustos de Prieto y la San
ta Marta con sus empresarios, con los periódicos y con otros actores... 250
Capitulo VI.—1827—1828. — Dificultades de empresarios y compañías.—Con
ciertos de Manuel García en el Salón de la Lonja.—La expulsión délos
españoles.—Desórdenes y atropellos.—Motín de la Acordada y saqueo
del Parián.—Despedida de Manuel García.—Robo á García en el cami
no de Veraeruz........................................................................................ 260
Capitulo VII.—1829.—Cumplimiento del decreto de expulsión de españoles.
—Andrés Prieto queda exceptuado de la expulsión.— El Gobierno del
Distrito prohíbe que aparezcan reyes en la escena.'—Los actores y las re
presentaciones.—Expedición de Barradas.—Celebración de la derrota de
Barradas.—Himnos, odas y poesías referentes á la derrotado Barradas.
—Pronunciamiento contra Guerrero.—Zavala y Poinsset y los yorqui
nos.—El partido de los Hombres de Bien................................................ 270
Capitulo VII.—1830.—1831.—Vanidad patriótica en asuntos teatrales.—Com
petencias de méritos entre actores mexicanos y extranjeros.—Postra
ción de los espectáculos.—El Presidente Bustamante promueve la me
jora de las representaciones teatrales.—Nombramiento del coronel D.
Manuel Barrera para la formación de un reglamento ó proyecto de me
jora del Teatro.—Traición de Picaluga y sacrificio de D. Vicente Gue
rrero.—Prospecto de la reorganización de compañías para el teatro.—
Contratas de actores, cantantes y bailarines.—Condiciones de abono.... 281
Capitulo IX.—1831.—Compañía de Bernardo Avecilla.—Actores, bailarines,
orquesta.—Deserciones de varios cómicos.—Alumbrado y guardarro
pa.—Bernardo Avecilla.—Diego María Garay.—Patifio.—El físico Peri-
nor y su Teatro Pintoresco. —Iluminación de gas hidrógeno.—Primera
función en el Principal.—La compañía de ópera del gran Filippo Galli.
—Niños mexicanos discípulos de Pautret.—Estreno de la compañía Ga
lli el 12 de Setiembre de 1831.—Exito de la Compañía Galli.................. 291
Capitulo X.—1831. —1832.—Perinor.—Avecilla.—La Molina.— La Dubreville.
—Lo que falta y lo que sobra al Teatro.—Fiesta á los discípulos de Pau
tret.—La ópera.—Intrigas de empresarios y cantantes.—Inseguridad
pública.—Lucimiento de los espectáculos líricos.—Revolución contra
los Jalapistas y caída de Bustamante..................................................... 301
Capitulo XI.—1832.—1833.—Compañía Avecilla.—Nuevos triunfos de la com
pañía de Opera.—El bailarín Crombé.—El gran Elefante del Mogol.—
La compañía dramática: recuerdos de Andrés Prieto.—La bailarina
Amada Gueno.—Operas, dramas y bailes.—Treinta años ó la Vida de un
Págs.
jugador.—El jugador de manos Mr. Wiess.—Décimas contra Santa -
Anna.- Nueva expulsión de españoles.—Funciones de ópera y de co
media.—El circo Green en la Alameda.—El vicepresidente Gómez Fa
rías.—El Cólera de 1833.—Las procesiones.............................................. 310
Capitulo XII.—1833.—1834.—Representación de la comedia Contigo pan y
cebolla de Gorostiza.—Exhibición de un modelo de Ferro-carril de va
por.— Gran Cosmorama.—Adoldo Theodore y su primer ensayo y fraca
so de ascensión aerostática en México.—Decrétase el destierro de Galli:
suspensión de la orden.—La compañía acrobática Green.—Ladrones.—
Canto á Papantzín. -Escritores y poetas mexicanos. —Himno á Santa-
Anna.—Función de ópera en el aniversario de la acción de Tampico.-
Ensayo épico.—Oda á la Pellegrini.—Patifío y sus intrigas contra la
ópera........................................................................................................... 320
Capitulo XIII.—1833.—1835.—Los fracasos de ascensiones aerostáticas por
Theodore. -El célebre aeronauta Guillermo Eugenio Robertson.—Pri
mera ascensión aerostática en México.—Otras ascensiones de Robert
son.—Una joven mexicana acompaña á Robertson en una de sus ascen
siones aerostáticas.—Entusiasmo público................................................ 331
Capitulo XIV.—1835.—1836.—Intermitencias en los trabajos de la compañía
de Galli.—La tragedia Tepoczina. -Comedia histórico religiosa de Nues
tra Señora de los Remedios, censuras de que fué objeto.—La campaña de
Texas.—Nueva compañía'de Galli: la Passi, la Albini, la Césari.—Him
no patriótico de Rossi.—Grave conflicto provocado por Patiño.—Las píl
doras de Morison.—Valleto, la Cordero, Antonio Castro......................... 340
Capitulo XV.—1837.—1838.—Función en celebridad del juramento de la
Constitución Centralista.—Exhibición de las pulgas industriosas.—El
Año nuevo y Presente amistoso. —Inicua guerra promovida por Francia,
—El Recreo de las Familias.—tenor Juan B. Montresor refuerza la
compañía de ópera de Galli y la Albini.—Escándalos en el Principal y
en el de los Gallos.—Referencias al estreno, campañas é incendio del
Teatro de los Gallos.—La casa deshabitada, ópera escrita por el Maes
tro Lauro Rossi, con libreto en castellano, y estrenada en México —Sa
len para Europa Galli, la Albini y otros operistas.—Casamiento de Pa
tiño con la Passi.—Escándalo en la representación de una parodia de
Angelo.—El Teatro y el público de México en 1837 y 1838...................... 352
Capitulo XVI.—1839.—1840.—Grandes conciertos ofrecidos por ilustres afi
cionados de la mejor sociedad mexicana.—D. Joaquín Beristáin, D.
Agustín Caballero.--La Sra. Lizaliturri en Sonámbula.—La Srita. Ro
sario Bossero, novelista mexicana.—Concierto en el aniversario de la
Independencia.—Funciones de toros.—La Sociedad Filarmónica funda
da por el profesor D. José Antonio Gómez.—La banda de ladrones del
coronel Yáñez.—Baile de trajes en el Teatro Principal, bajo la direc
ción de Makintosh y Somera.—Gran concierto en que tomaron parte
las discípulas de D. José Antonio Gómez.—Cátedras del Conservatorio
déla Sociedad Filarmónica.—Primeros bailes de máscara en el Teatro
Principal. —El gran violinista, pianista y compositor, Guillermo Vicen
te Wallace, visita á México.—La revolución de Julio.—Solemne función
de fin de año en el Sagrario Metropolitano, con el concursó de los más
distinguidos aficionados de la culta sociedad mexicana: las Sritas. Jesús
Zepeda y Cosío, Guadalupe Tornel, Octavia Anievas, Rosario Marzán
y la Sra. Fanny Calderón de la Barca: Coros de distinguidas personas:
Orquestado aficionados ilustres, bajo la dirección de Wallace. -Poesía
en honor de D. Lorenzo Elízaga.—La política en 1849 .......................... 362