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Muñequito de Porcelana Namjin - PDF Versión 1

Este documento presenta la introducción de una historia de ficción. Describe una escena en la que Namjoon, el presidente del consejo estudiantil, derrama café accidentalmente sobre su camisa nueva al chocar con Jin, un estudiante sordomudo. Namjoon reacciona agresivamente empujando a Jin contra los casilleros. Jungkook llega y calma a Jin utilizando lenguaje de señas, mientras que Namjoon se da cuenta de que Jin es sordomudo y se siente avergonzado por su reacción.

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Muñequito de Porcelana Namjin - PDF Versión 1

Este documento presenta la introducción de una historia de ficción. Describe una escena en la que Namjoon, el presidente del consejo estudiantil, derrama café accidentalmente sobre su camisa nueva al chocar con Jin, un estudiante sordomudo. Namjoon reacciona agresivamente empujando a Jin contra los casilleros. Jungkook llega y calma a Jin utilizando lenguaje de señas, mientras que Namjoon se da cuenta de que Jin es sordomudo y se siente avergonzado por su reacción.

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muñequito de porcelana ♕ namjin- Prólogo

de lovelydemxn

Completamente inmóvil, Jin contemplaba al hombre


frente a él.

Sonreía como si no tuviera miedo, como si su


interior no se estuviera sacudiendo por el
terror, mientras observaba el guapo rostro del
hombre que estaba examinando su cara con una
expresión de alegría y dicha.

—Eres tan precioso, ¿no, muñequito? —preguntó en


voz baja el hombre.

Jin no respondió, mantuvo su sonrisa a pesar de


que quisiera llorar.

Pero no podía llorar, sabía muy bien las


consecuencias de hacerlo.
Los dedos ásperos tocaron su piel suave y tomó
todo su autocontrol no estremecerse ante la
sensación, dejando que el hombre lo empujara de
espaldas sobre la cama.

—Tengo una muñeca vestida de azul...

Jin fingió no escucharlo mientras las manos


callosas se deslizaban por su ropa, fijando sus
ojos en el candelabro colgante.

—Zapatitos blancos, delantal de tul...

Fingiendo no oírlo, no escucharlo, no


comprenderlo.

Porque Jin era sólo un pequeño muñequito de


porcelana.
Capitulo uno
—Namjoonie, cariño, estás atrasado para tu primer día de clase. Wheein ya
está lista desde hace diez minutos.

—Jesús, mamá, no me voy a morir por llegar tarde un día. Y dile a Wheein
que se vaya sin mí.

La señora Kim lo miró con una ceja enarcada, y Namjoon le sonrió


nerviosamente, rogando para que la mujer no le golpeara por haber
reaccionado así.

—Es tu primer día de clases. Y no le diré eso, son hermanos, deben irse
juntos —el de cabello castaño se giró para contestarle, pero entonces su
mamá le dio un suave manotazo—. No te atrevas a contradecirme, Kim
Namjoon. Soy tu madre.

Namjoon asintió, enfurruñado, y terminó de lavarse los dientes para luego


agarrar su mochila, bajando a paso apresurado la escalera. Su hermana
menor, por un año, Wheein, le contempló con las mejillas infladas en
actitud enojada, fastidiada por haber tenido que esperarlo.

—La próxima vez que tardes, ¡me llevaré el auto yo! —dijo ella saliendo
detrás de él.

El mayor le miró con burla, abriendo la puerta del copiloto.

—No eres capaz ni siquiera de encender el auto sola, boba —se burló, y
antes de que ella le respondiera, cerró la puerta.
Rodeó el auto, subiendo por la entrada del piloto, y Wheein otra vez
comenzó a reclamar que iban a llegar tarde, así que se limitó a
ignorarla, en especial cuando sus reclamos aumentaron en el momento en el
que se desvió del camino principal, deteniéndose frente a una casa donde
una chica ya esperaba fuera.

—Pasa para atrás —le dijo Namjoon mientras Soyeon se acercaba con una
sonrisa enorme.

Wheein lo miró con mala expresión.

—Pero me toca ir delante —reclamó.

Namjoon suspiró y Soyeon abrió la puerta trasera, entrando mientras


Wheein le sonreía a su hermano mayor con superioridad.

—Hola Wheein —saludó la chica rubia con una sonrisa dulce—, hola,
Namjoonie.

Namjoon se volteó, sin dejar de mirarla con sus labios curvados hacia
arriba y Wheein fingió una tos.

—Hola, unnie —saludó Wheein—, ¡ya vamos, oppa, estamos atrasados!

—¿Acaso no puedo tener un momento con mi novia? —se quejó Namjoon


volviendo a andar.
—¡No si yo estoy presente!

Soyeon se rió con diversión, sacudiendo la cabeza, pero no parecía


incómoda con la interacción de los dos hermanos: después de todo, llevaba
siendo novia de Namjoon ya un año y conocía muy bien que esas peleas eran
sólo bromas entre los dos.

Minutos después llegaron al instituto, Wheein bajándose apenas el auto se


detuvo, y Nam sacudió la cabeza mientras veía a su hermana menor perderse
entre la multitud de personas. Sin embargo, no se bajó tampoco, esperando
que Soyeon se sentara delante para saludarla como correspondía.

La bonita chica estaba a su lado segundos después, inclinándose para


darle un pequeño beso, y Namjoon se sintió feliz de esa simple acción.

Namjoon realmente estaba enamorado de Soyeon.

Y, ¿por qué no sentirse feliz? Tenía una vida perfecta: tenía buenas
notas, era el Presidente del Consejo de Estudiantes, su familia lo
quería, su novia le amaba, ¿por qué no ser feliz con eso?

Soyeon se alejó, sonriendo tímidamente, acomodando sus libros en su


regazo. Soyeon también era una chica inteligente, siendo además la
Delegada de último curso y una especie de secretaría para Namjoon.

—¿Tienes listo tu discurso? —le preguntó Soyeon acomodando la corbata de


Nam.

El chico asintió con torpeza, avergonzado por ser incapaz de hacer el


nudo bien.
—¿Revisaste tu correo? —Namjoon negó y la chica le miró con reproche—. Te
he dicho miles de veces que lo hagas.

—Lo siento, se me olvida —se disculpó torpemente.

Soyeon le dio otro beso.

—Bueno, te recuerdo que este año se recibirán nuevos chicos con


capacidades diferentes —le dijo Soyeon—, y tenemos una reunión al acabar
las clases, que no se te olvide.

—Jamás —prometió Namjoon.

La chica lo miró unos segundos, sus suaves dedos tocando su rostro.

—¿Ocurre algo, oppa? —preguntó Soyeon—. Has estado algo callado.

El mayor hizo una mueca, sabiendo que ocultarle algo a Soyeon no sería lo
mejor porque se conocían desde hace mucho.

—Ayer discutí con papá —admitió mordiendo su labio inferior—, está


enojado porque todavía no tengo claro que quiero estudiar y es nuestro
último año y...

—Hey, hey —Soyeon lo calmó, preocupada—. Está bien, Namjoonie, te


entiendo —le sonrió con dulzura—. Todavía tienes tiempo para decidirlo,
así que no te apures. Estoy segura que cualquiera que sea tu decisión,
tendrá su apoyo.

No, no lo tendré. ¿Cómo voy a decirle que quiero dedicarme a la música?


—Tienes razón —mintió con una sonrisa titubeante, porque Namjoon no era
bueno para mentir.

Soyeon asintió para luego mirar la hora.

—¡Oh, demonios! —maldijo—. Vamos tarde, Namjoonie.

Namjoon también miró la hora, notando que el timbre tocaría en un minuto,


y todavía no había ido a buscar las cosas a su casillero. Se despidió
apresuradamente de Soyeon, agarrando su mochila mientras la chica se
marchaba corriendo, para después dejar el auto con seguro corriendo hacia
el interior del edificio.

Muchos chicos se detuvieron a saludarlo, pero Namjoon no hizo caso,


apresurado. Una vez llegó al casillero dejó sus cuadernos, sacando sólo
uno, maldiciendo porque sabía que ese día iría mal desde que despertó
(peleó con su papá, se levantó tarde, ahora iba más atrasado), y todo
empeoró cuando se volteó bruscamente, chocando con otro chico.

No habría sido tan horrible si de pronto no hubiera sentido algo quemando


en su pecho.

Bajó la vista, jadeando por el dolor, y se fijó en que el chico con el


que tropezó derramó su café sobre su inmaculada camisa blanca.

La poca gente allí contuvo la respiración al observar la escena.

El chico retrocedió, abriendo la boca, pero antes de que pudiera decir


algo, Namjoon lo empujó contra los casilleros, el choque resonando en el
pasillo.
Bueno, tal vez no tuvo que haber reaccionado así, ¡pero las cosas no
podían ir peor! Todo estaba saliendo horriblemente mal, ¿por qué tenía
que pasarle eso? Y ese chico no tuvo cuidado y ahora él estaba pagando
las consecuencias, pero aun así–

—¡Mierda! ¿Eres acaso un idiota? —los ojos oscuros del chico se abrieron
por la sorpresa y su piel perdió color—. ¡Era una camisa nueva! ¡¿Sabes
que las manchas de café no salen fácilmente?! —el chico negó con la
cabeza, aterrado—. ¡Maldita sea, vas a tener que pagarme la camisa, ¿me
oyes, tonto?! ¡No creas que–!

—¡Seokjin!

Namjoon se giró al escuchar la voz chillona de Jeon Jungkook.

El chico de cabello desordenado y castaño contemplaba sólo al que parecía


ser su amigo, que aprovechando que Namjoon ya no lo miraba fijamente, se
dejó caer en el suelo, abrazando sus piernas, encogiéndose mientras sus
ojos se llenaban de lágrimas.

Namjoon pensó que Jungkook le diría algo, pero el menor solo pasó de
largo, yendo directamente a su amigo e inclinándose, una mano acariciando
su cabello mientras la otra levantaba su rostro, tratando de que lo
mirara a los ojos.

—Jinnie, estoy aquí —murmuró Jungkook cuando sus ojos se conectaron.

Antes de que Namjoon pudiera decir algo ante la extraña escena, Jungkook
comenzó a mover sus manos. Temblorosamente, Jin le contestó con señas,
solo concentrándose en su amigo.

Todos miraban la escena en silencio atónito.

Entonces, Jeon observó a Namjoon. Sus ojos, normalmente nerviosos y


asustadizos, lucían ahora un poco molestos y enfadados.
—Jin pide disculpas. Dice que no fue su intención hacerlo tropezar, y que
pagará por la camisa si es necesario, hyung —dijo el menor antes de
volver su vista a su amigo.

¿Qué?, quiso decir Namjoon. Pero observó al chico con el que tropezó, que
seguía encogido en el suelo, y su cerebro pareció reaccionar.

Recordó a Soyeon, comentándole minutos atrás que ese año iban a recibir a
chicos con capacidades diferentes, y su estómago se encogió por la forma
en la que había reaccionado por un simple accidente. Por la forma en la
que había agarrado al muchacho para luego gritarle porque su día había
comenzado mal y ahora todo estaba peor.

Ese chico –Jin– debía ser uno.

Le había gritado a un chico sordomudo, al parecer.

Genial. Simplemente genial.

Los estudiantes comenzaron a dispersarse, algunos cuchicheando en voz


baja.

Avergonzado, Namjoon iba a marcharse. Pero sus ojos se dirigieron otra


vez al mayor.

Parecía perdido en sus pensamientos. Jeon le hablaba en voz baja –que


estúpido, pensó, el idiota no te escucha–, como si tratara de calmarlo.

—Jinnie, no vayas allí, estás aquí, conmigo, con Jungkookie, no estás


allí, mírame, por favor —susurraba su amigo con voz suplicante.
Jin hizo algo extraño, entonces. Sus labios se curvaron en una sonrisa
apretada, aunque sus ojos parecían lejanos y vacíos.

Aquella sonrisa mandó escalofríos por su espina dorsal.

Jungkook le revolvió el cabello para luego quitar las lágrimas de sus


mejillas, y le dio un manotazo en actitud compungida.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó, hablando en voz alta mientras movía sus
manos.

Los ojos de Jin revolotearon, apoyando su mejilla contra la madera.

—Sí, conejito.

Jungkook asintió, sacando su cuaderno mientras la profesora ingresaba a


clases.

—No te separes de mí —añadió Jungkook, sus palabras yendo acompañadas del


lenguaje de señas.

Seokjin le sonrió, agarrando el lápiz de madera para luego comenzar a


rayar en la mesa, sus ojos fijándose en la profesora de Química. La mujer
hablaba en voz alta, sus labios moviéndose, y volvió a fijarse en
Jungkook, que le repetía lo que decía la profesora con el movimiento de
sus manos.

—Este año al parecer tendremos alumnos nuevos —dijo la profesora al


terminar la explicación general del curso—, ¿por qué no se presentan?
Tengo entendido que en este curso tenemos a dos nuevos chicos —tomó la
lista, buscando los nombres—. Jung Hoseok, ¿quién es?

Hubo un silencio en el salón de clases, todos los ojos volteándose hacia


sus compañeros de puesto para saber de quién hablaba.
—¿Hoseok? —aventuró la profesora otra vez.

—¿Debo responder? —preguntó un chico con tono confundido delante. A sus


palabras le siguieron unas risas.

La profesora, pacientemente, asintió.

—Preséntate frente al resto.

Otro silencio.

—Pero si... si ustedes ya me pre-presento... —balbuceó el chico con tono


monótono.

—Hazlo tú también —insistió la profesora.

De forma torpe, el chico se puso de pie, sin voltearse ni mirar a nadie,


su vista baja mientras volvía a hablar con tono aburrido:

—Mi nombre es Jung Hoseok.

Y se sentó.

Las risas explotaron.

Seokjin no entendía bien que estaba pasando porque Jungkook había dejado
de hacerle señas, sus labios apretados en una mueca de molestia.
La profesora lucía irritada, sin embargo, pareció no volver a insistir,
buscando el nombre del otro chico.

—Kim Seokjin.

Jungkook lo miró, haciéndole un gesto, sus manos moviéndose.

—Te están pidiendo que te presentes.

Seokjin ladeó la cabeza, parpadeando, poniéndose de pie mientras todos


los estudiantes se volteaban hacia él, y sintió ansiedad y miedo
carcomiendo su estómago. No le gustaba ser el centro de atención, nunca
le gustó serlo, porque eso significaba que si cometía un error, nunca lo
iban a olvidar.

Miró a la profesora, que esperaba que dijera algo, y abrió su boca.

Por supuesto, no salió sonido alguno, sus manos hablando por él mientras
bajaba la vista.

—Me llamo Kim Seokjin —dijo Jungkook en voz alta, presentándolo—, tengo
dieciséis años, ¡por favor, cuiden de mí!

Jin pareció querer decir algo más, pero terminó por bajar sus manos,
sentándose otra vez, y Jungkook le sonrió en señal de apoyo.

—Espero que todos aquí les den un caluroso recibimiento —prosiguió la


profesora—. Ahora, volviendo a la clase...
El chico levantó la vista, todo en silencio a su alrededor, y tragó
saliva cuando vio unas maliciosas miradas puestas en él.

Sintió que se ahogaba, porque conocía muy bien esas miradas, y se


preguntó si tal vez no se había equivocado al insistirles tanto a sus
padres para que dejaran las clases personales y lo mandaran al colegio
para así conocer el resto del mundo.

Pero Jin quería sentirse un estudiante normal, aunque no hubiera nada


normal en su vida y él lo tuviera claro.
CAPITULO DOS
Namjoon apoyó su frente contra la pared, suspirando por los nervios y el
dolor en su estómago al recordar los ojos asustadizos del chico frente a
él, su mirada llena de pánico, y se maldijo a sí mismo por haber sido tan
inconsecuente, tan torpe, tan susceptible, sólo por una tonta mancha en
su camisa escolar.

Pero en ese momento sólo vio que su día estaba horrible, que tenía que
dar un discurso con la camisa manchada, que se había quemado el pecho, y
no pudo reaccionar de otra forma aunque eso no fuera un justificativo
como para haber intimidado a un pobre estudiante nuevo que no tuvo la
culpa de nada.

—Me conseguí otra camiseta, Namjoon oppa —dijo Soyeon entrando al camarín
de los hombres con esa mirada de reproche todavía—, tienes suerte de que
Jungkookie no haya cambiado la clave de su casillero.

Namjoon asintió, distraído, tomando la camisa entre sus manos, y suspiró


con cansancio otra vez.

—Vamos, dilo —murmuró Namjoon con pesar.

Soyeon se sentó a su lado, aunque no hizo amago de consolarlo.

—Te he dicho miles de veces que no te lleves por tu rabia, Namjoon —


regañó con tono serio—. Imagina si lo hubieras golpeado, ¿qué imagen es
esa? —la chica le tomó la mano—. Eres un buen chico, eres inteligente y
gracioso, pero Namjoonie, ponerte así sólo por un accidente...
—Sé que lo arruiné —admitió Namjoon—, pero... pero no fue adrede, no pude
controlarlo y no sabía qué hacer...

La media hermana mayor de Jungkook asintió, acariciándole el cabello.

—Vas a tener que pedirle perdón un millón de veces —dijo ella.

—Lo sé, pero...

Namjoon no sabía cómo explicarle a Soyeon que ese chico no sólo le


causaba incomodidad, sino que también su expresión, sus ojos enormes,
profundos y oscuros, enviaban una ola de electricidad por todo su cuerpo
que lo alteraba un montón.

Qué había algo extraño en él y no quería tenerlo cerca suyo.

Pero Soyeon se molestaría, más aún porque al parecer Jungkook era amigo
de ese chico, y aunque Jungkook y Soyeon no se llevaran bien, ella lo iba
a cuidar igual a su forma.

El timbre de receso tocó, por lo que ambos se pusieron de pie, y Namjoon


comenzó a quitarse la manchada camisa mientras Soyeon recogía sus cosas.

—Nos vemos en el discurso —le dijo ella dándole un beso en la mejilla.


Namjoon asintió, distraído, observando a la chica salir mientras un
rostro conocido se asomaba.

—Hola y adiós, Yoongi oppa —dijo Soyeon cruzando la puerta.

Yoongi le hizo un gesto vago de reconocimiento, entrando con el ceño algo


arrugado por el sueño.

—Tu novia siempre rescatándote —se burló Yoongi.

Namjoon asintió con expresión de pena.

—¿Crees que lo arruiné? —preguntó Namjoon, más apenado porque sentía como
si hubiera roto algo como siempre solía ocurrir.

Yoongi se encogió de hombros.

—No tanto como yo —dijo Yoongi con pesar—, sin querer me pasé a burlar de
un chico con Asperger.

Ambos se miraron para luego reírse con nervios.

—Mierda, somos lo peor, Yoongi —dijo Namjoon.

Yoongi asintió, sin poder evitar darle la razón, recordando al chiquillo


de cabello naranja que estaba de pie frente a la máquina de refrescos,
balanceándose en sus pies mientras sus ojos se movían por los botones
para elegir la bebida que deseaba tomar. Yoongi se ganó detrás de él,
medio dormido porque era demasiado temprano para estar en clases,
pensando en lo que iba a tomar, cuando lo escuchó:

—... treinta y cinco pasos desde el salón hasta la máquina... —murmuraba


el chico en voz baja sin dejar de mover su dedo desde el botón de Coca-
Cola hasta el de Fanta y luego a Sprite—. Cincuenta pasos desde la
entrada hasta el salón... Setecientos veintisiete pasos desde casa hasta
el colegio...

Yoongi se removió, incómodo, el chico sin darse cuenta de que había


alguien esperando mientras su dedo seguía moviéndose por el tablero.

—... Treinta y cinco, cincuenta, setecientos veintisiete... Treinta y


cinco, cincuenta, setecientos veintisiete... Treinta... Tres como los
anillos de Saturno...

—¿Vas a pedir algo o no, idiota? —preguntó Yoongi ya molesto porque el


chico parecía no tener apuro, poniéndose más nervioso por el hablar
errático del muchacho.

El muchacho se tensó, pero no se volteó, murmurando más bajo, y por los


nervios, Jung Hoseok presionó el botón de Coca-Cola.

Hubo un ruido y la lata cayó por la rampla.

Hoseok no la tomó.

Yoongi ya estaba en un punto crítico de paciencia.

—¿La vas a tomar? —preguntó bruscamente—. ¿Eres idiota o qué?


El chico se inclinó, haciendo amago de tomarla, pero luego se enderezó y
se hizo a un lado.

—Mamá dice que Coca-Cola en la mañana no... —murmuró Hoseok.

Yoongi le miró de reojo con expresión de burla, tomando la lata para


poder ingresar sus billetes a la máquina, y se la tendió.

—¿Cuántos años tienes, estúpido? —se burló—. ¿Tienes un retraso acaso?

Hoseok levantó la vista unos segundos para luego volver a bajarla.

—Mamá dice que el Asperger no es un retraso... —balbuceó para luego


girarse, marchándose con pasos torpes, ignorando la lata tendida de
Yoongi.

El mayor quería que la tierra se lo tragara, sin poder reaccionar a las


palabras del chico que seguía caminando como si no lo hubieran ofendido,
y pensó un breve segundo en ir a disculparse, pero al final la cobardía
fue mayor.

Yoongi y Namjoon volvieron a mirarse, torpes y nerviosos.

—No hablaremos de esto con nadie —dijo Namjoon suspirando.

Su amigo hizo un gesto vago de aprobación, sin embargo, ambos sabían que
esos episodios personales no serían fáciles de superar.
El timbre para el almuerzo tocó en el edificio, y Jungkook se puso de
pie, haciéndole un gesto a Jin para que ordenara sus cosas y así ir al
comedor. El muchacho obedeció, sintiéndose algo aliviado de que su mañana
hubiera pasado sin problemas además del accidente con ese otro chico que
parecía ser el presidente del Consejo Estudiantil y que además había dado
un discurso en la tercera hora.

Tal vez no debería preocuparse tanto, quizás podría estar rodeado de


gente y no entrar en pánico.

Levantó la vista, notando entonces que el chico nuevo, de cabello


naranja, Jung Hoseok, seguía sentado, mirando la pizarra con las fórmulas
matemáticas, sin hacer amago de parecer moverse.

Tiró de la mano de Jungkook, llamando su atención, y con su mano señaló a


Hoseok que parecía ajenos a ellos.

Jungkook miró al chico.

—¿Quieres que lo invite a comer con nosotros? —preguntó ladeando la


cabeza con curiosidad.

Jin mordió su labio.

—¿No te molestaría? —contestó con una sonrisa nerviosa.

Jungkook hizo un gesto despreocupado, tomándole la mano, y Seokjin se


puso de pie agarrando su mochila mientras su amigo se acercaba al chico
de cabello naranja.
Se ubicaron delante de Hoseok, que bajó la vista mientras ocultaba sus
manos en su regazo.

—Hola —saludó amablemente Jungkook—, soy Jungkook y él es mi amigo Jin.


Tú eres Hoseok, ¿no es así?

Hoseok levantó sus ojos unos segundos para romper el contacto visual
inmediatamente.

—Jung Hoseok —aclaró en tono bajo.

Jungkook asintió, sin dejar de sonreír.

—¿Te gustaría ir a comer con nosotros? Ya es la hora de almuerzo —


prosiguió Jungkook mientras Seokjin jugueteaba con sus dedos, adivinando
lo que debía estar diciendo su amigo por el movimiento de sus labios.

—¿Cuántos pasos son hacia allá? —preguntó Hoseok con brusquedad,


balanceándose en su lugar.

Jungkook enmudeció.

Jin le hizo un gesto de impaciencia.

Su amigo repitió la pregunta que le hizo el chico y Jin miró a Hoseok con
inocencia, haciéndole señas a Jungkook.

—Jin dice que puedes contar los pasos hacia allá con nosotros —dijo
Jungkook.
Hoseok volvió a levantar su vista, chocando con la mirada de Seokjin unos
segundos, desviándola una vez más.

—¿Tu amigo no habla? —volvió a preguntar sin dejar el tono brusco.

Jungkook mordió su labio inferior.

—Jin es sordomudo —explicó con tono suave.

Hoseok se quedó unos segundos en silencio, y Jungkook ya estaba pensando


en qué decirle a Jin cuando el chico de cabello naranja comenzó a guardar
sus cosas en su mochila, poniéndose de pie todavía con la vista baja.

—Entonces, ¿tú hablas el idioma de las señas? —preguntó Hoseok sin


moverse cuando terminó de guardar todo.

Jungkook asintió, sin soltar la mano de Jin, que parecía feliz de haber
hecho otro amigo.

—Jin y yo somos amigos desde los doce años —dijo con orgullo en su voz.

Hoseok no dijo cosa alguna, y tal como había dicho Seokjin, contaron
todos los pasos desde el salón de clases hasta el comedor, ya atiborrado
de gente: en total fueron sesenta y tres.

Jungkook dejó a Hoseok sentado junto a Jin para ir a buscar algo para
comer debido a que los dos chicos llevaron sus almuerzos desde casa, y
Seokjin miró de reojo a Hoseok, que estaba sacando un contenedor de
plástico con diseño de Snoopy.
Jin sacó una libreta con la que siempre cargaba para esas situaciones, y
escribió con letra torpe:

¿Tu cabello es teñido? Me gusta mucho el naranja.

Le tendió la libreta a Hoseok sin tocarle las manos, que la miró con los
labios un poco fruncidos.

—El naranja y el verde son mis colores favoritos —dijo en voz alta sin
voltearse.

Seokjin arrugó el ceño, inconforme, y golpeó la libreta con la punta del


lápiz para llamar su atención otra vez.

Hoseok miró la pregunta una vez más.

—Mamá dejó que me lo tiñera si aceptaba venir al colegio —agregó a


regañadientes.

Jin insistió, sin dejar de golpear la libreta, y Hoseok se estaba


fastidiando, lo podía notar en su expresión.

—Pero si te estoy respondiendo —dijo medio enfadado.

Hoseok levantó la vista, chocando con los ojos grandes de Seokjin, y se


estremeció por algún extraño motivo.

Entonces, tomó el lápiz y escribió lentamente; Jin notó que a Hoseok le


costaba escribir un montón.
Mamá dejó que me lo tiñera si aceptaba venir al colegio. El naranja y el
verde son mis colores favoritos.

Jin asintió, complacido, y volvió a escribir:

Te queda muy bonito. ¿También te gusta Snoopy?

Hoseok leyó la pregunta.

—Esto es tonto —refunfuñó Hoseok, que no le gustaba escribir porque tenía


que esforzarse el doble—. ¿Por qué no puedes hablar? Toda la gente puede
hablar.

Jin le miró con inocencia, pero Hoseok sólo suspiró, contestando.

Minutos después llegó Jungkook, dejando la bandeja sobre la mesa y


sentándose frente a ellos.

—Estoy seguro de que esto debe ser rata al horno —dijo suspirando,
pellizcando el trozo de carne con el tenedor.

El rostro de Hoseok era un poema.

—¿Rata? ¿Y te lo vas a comer? —preguntó con horror.

Jungkook se atoró con su saliva mientras SeokJin los miraba sin entender
la conversación.

—¡Era una broma! —se apresuró a decir para calmar a Hoseok.


El chico no parecía muy convencido, mirando el trozo de carne con ojos
desconfiados, sin embargo, antes de poder decir algo, alguien chilló:

—¡Jungkooooooooooooooooooooooooooooooooooooooookieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!

Jungkook palideció y su primera reacción fue echarse al suelo,


escondiéndose bajo la mesa, sobresaltando a los dos chicos.

Pero su huida se vio hecha un fracaso cuando la persona que gritó, un


chico de cabello rubio y sonrisa encantadora lo agarró de las piernas,
sin importarle si estaban haciendo un escándalo, y tiró de él.

—¡Suéltame! ¡Suéltaaaaaaaaaaaaaame! —chilló Jungkook.

—No seas así, bebito —regañó Jimin agarrándolo ahora de la cintura—,


llevamos dos semanas sin vernos, ¿no has echado de menos a tu novio?

—¡No eres mi novio, Jimin! —lloró Jungkook cuando Jimin se sentó en el


lugar donde estaba antes, tirando de él para su regazo, ignorando los
reclamos del menor—. ¡Jimin!

—Me rompes el corazón —dijo Jimin sin soltarlo y Jungkook frunció los
labios en un puchero—. ¡Hola! Soy Park Jimin, el novio de Jungkookie —
dijo mirando a los dos chicos que le contemplaban con expresiones de
sorpresa.

Jungkook le dio un codazo, llamando su atención.

—Jimin, él es SeokJin, te hablé de él antes, ¿no es así? —preguntó


señalando a su amigo, y el rostro de Jimin se iluminó.
—¡Claro que sí! —dijo, y antes de que Jungkook pudiera decirle algo más,
sus manos se movieron en el lenguaje de señas aunque también habló en voz
alta—. Me llamo Jimin y soy el novio de Jungkook, ¿cómo estás, SeokJin?

La expresión de SeokJin no cabía en sí por la felicidad mientras Jungkook


observaba a Jimin con incredulidad.

—¿Cuándo aprendiste eso? —preguntó Jungkook conmocionado.

Jimin le miró con evidente cariño.

—Desde que me dijiste que Jin te acompañaría en clases —le pellizcó la


oreja con reproche—. ¿No crees que tu novio debería intentar llevarse
bien con tus amigos?

—¡No eres mi novio! —repitió Jungkook enrojeciendo.

Jimin lo ignoró, volteándose hacia el otro chico que bajó la vista.

—Hola, ¿cómo te llamas? —preguntó con educación.

Hoseok jugueteó con la tapa del contenedor.

—Jung Hoseok —dijo con tono monótono.

Jungkook se inclinó un poco hacia Jimin.


—Hoseok tiene Asperger —le explicó ante su mirada interrogante.

La expresión de Jimin se tornó comprensiva, pero seguía sonriendo como si


nada.

—Bueno, ustedes estarán con Jungkook en clases, ¿no es así? —preguntó,


hablando tanto en voz alta como en lenguaje de señas para ambos chicos—.
Entonces espero que lo vigilen mucho, no quiero que ningún idiota le
coquetee a mi novio, ya saben, confío en Jungkook pero no en esos otros
idiotas.

—¡Jimin! ¡Qué no somos novios!

—Jungkookie, me sigues rompiendo el corazón.

—¡Eres un–!

—Jungkook.

El chico se tensó mientras la sonrisa del rostro de Jimin desapareció.

SeokJin levantó la vista, observando a una chica bonita de pie detrás de


Jungkook, sosteniendo la mano de...

Desvió sus ojos cuando chocó con la mirada del chico mayor con el que
tuvo ese tonto accidente en la mañana, que le había gritado y empujado
contra el casillero. Jin sólo quería olvidar ese episodio como quería
olvidar gran parte de las cosas de su vida, pero las cosas no eran así de
simple.

Mordió su labio inferior.


Hoseok también miró hacia delante ante el repentino silencio, mirando a
la pareja recién llegada junto a otro chico que parecía querer
desaparecer de allí, alguien que se le hacía levemente conocido.

—¿Qué ocurre, Soyeon noona? —preguntó Jungkook.

Soyeon le miró sin poder ocultar el desagrado en su rostro.

—¿Tienes que hacer estas cosas en el colegio? —preguntó apuntando hacia


Jimin—. ¿Y tú Jimin? ¡Te he pedido varias veces que dejes de confundir a
Kook!

Ambos chicos se miraron, pero Jungkook, en lugar de salirse del regazo de


Jimin, lo abrazó por el cuello para sorpresa de todo el mundo.

—No estoy confundido —dijo Jungkook—, te lo he dicho varias veces. No es


una etapa.

—Jungkookie... —comenzó a decir Jimin con paciencia.

Soyeon apretó sus labios en una mueca, girándose hacia Namjoon y Yoongi.

—¿Algo qué decir, chicos? —preguntó en tono serio, y ambos bajaron la


vista, compungidos.

—¿Jungkook? —preguntó Namjoon en voz baja, tratando de no mirar hacia el


evidente poco espacio que tenía con Jimin y lo incómodo que se sentía por
ese toque—, ¿puedes... uh... ayudarme?

Jungkook arrugó el ceño, pero no dijo nada.


Namjoon dio un paso, inclinándose hacia Seokjin, y sin levantar la vista
dijo:

—Quería disculparme por mi actuar en la mañana. No debí empujarte ni


gritarte. Lo siento mucho. Si hay alguna forma de reparar mi error,
puedes pedirlo.

Jungkook se apresuró a hacerle señas a Seokjin, que le miraba con


interrogación, y la expresión de Jin asintió en comprensión cuando
entendió la inclinación de Namjoon. El chico miró unos segundos al mayor,
que seguía con la vista baja, para luego responderle a Jungkook.

—Jin dice que no importa. Está bien, no quiere que te sientas mal, hyung
—fue lo que dijo Jungkook.

Namjoon asintió, retrocediendo, y ahora Yoongi se adelantó, inclinándose


también ante Hoseok, que jugueteaba con sus manos.

—Quería pedir perdón también por mi actuar esta mañana contigo. No quise
reírme de ti.

Los ojos de Hoseok revolotearon, posándose unos segundos en la vista de


Yoongi, que se encogió por los nervios.

—¿Está bien? —preguntó Hoseok inseguro.

Soyeon asintió con aprobación, tomando la mano de Namjoon, y miró a


Jungkook una vez más.

—Jungkookie, sólo quiero protegerte...


—Nos vemos, noona —dijo con tono amargo su hermano menor.

La pareja se retiró con rapidez allí, pero Yoongi permaneció un momento.

Antes de que alguien pudiera decirle algo, Yoongi sacó una lata de Sprite
de su bolsillo y la dejó frente a Hoseok.

—Tienes cara de que la Sprite te gusta más —dijo a modo de explicación


antes de marcharse rápido de allí, con las mejillas coloradas.

Todos miraron con expresión interrogante hacia Hoseok, que luego de


varios segundos de lucha interna, agarró la Sprite y esbozó su primera
sonrisa vacilante en el día.

—Mamá dice que la Sprite es mejor para el almuerzo —fue lo único que dijo
antes de abrir la lata y darle un sorbo.
CAPITULO TRES
Jeon Jungkook era gay.

Se había dado cuenta de que le gustaban los chicos cuando tenía once años
y un chico de su clase, Yugyeom, le había dado un beso a escondidas de
todo el mundo, diciendo que ellos dos se verían muy lindos juntos.
Jungkook no había entendido muy bien ese beso inocente, ni los
posteriores abrazos ni caricias que Yugyeom le daba, sólo sabía que estar
junto a Gyeomie se sentía muy bonito.

Pero al año siguiente, los padres de Yugyeom se mudaron y por supuesto su


hijo se fue con ellos.

Sin embargo, eso no se lo dijo a sus padres hasta una tarde en la que una
de sus vecinas, Soojin, dijo que él le gustaba mucho y le dio un beso en
la mejilla frente a su media hermana mayor.

Soyeon lo estuvo molestando todo el día por eso, y a la hora de la cena,


harto de aquella situación, le gritó que él no estaría con la tonta de
Soojin porque a él no le gustaban las chicas sino los chicos guapos como
Jiyong, que era dos años mayor.

Sus padres no reaccionaron violentamente. Jungkook no tenía una historia


de violencia intrafamiliar ni palabras crueles, pero tampoco encontró
comprensión en sus padres: su mamá creía que sólo era una etapa, que se
le pasaría cuando conociera a una chica de su gusto, y debido a ello, le
presentaba a las hijas de sus amigas y lo obligaba a pasar tiempo con
ellas; su papá se limitaba a ignorarlo, hablándole sólo lo necesario; y
su hermana...

Bueno, la relación con Soyeon se rompió definitivamente porque también


insistía en presentarle a chicas y hacerle citas a ciegas para que así
volviera al buen camino.
Aunque la situación había empeorado en casa desde que Jungkook conoció a
Park Jimin, el compañero de clases de Soyeon.

Park Jimin era un dolor en el culo.

Aunque un dolor en el culo algo agradable, pero jamás se lo diría para no


subirle el tonto ego que tenía.

Se conocieron el día en que Jimin fue a hacer un trabajo a la casa de


Soyeon y vio a Jungkook jugando videojuegos en el comedor, gritándole a
la pantalla, ignorando a su hermana mayor con su amigo, y cuando Soyeon
fue al baño, Jimin se le acercó.

Jungkook lo vio y supo que había conocido al amor de su vida... hasta que
Jimin habló, por supuesto.

—¡Eres muy bonito! —le dijo sonriendo—. ¡Eres como un pequeño conejito!

Jimin terminó empapado cuando Jungkook le lanzó el jugo, pero no fue


suficiente para que se alejara.

Seokjin se bajó del auto de Jimin luego de despedirse y Jungkook le hizo


un gesto de que luego iría a su casa, quedando los dos chicos a solas en
el lugar, y cuando el menor notó que no había ningún vecino fuera, se
permitió recostarse contra Jimin que no dudó en rodearlo con sus brazos,
dándole un beso en la frente.
—No fue un mal día —comentó Jimin contra su cabello.

—Cállate —murmuró Jungkook—, te he dicho varias veces que...

—Que no me acerque a ti en el instituto —terminó de decir Jimin con voz


triste—. Lo sé. Lo siento, bebé. Es que me gusta estar a tu lado.

Jungkook sintió como sus ojos se llenaban con lágrimas porque, tal vez,
si toda la gente no lo mirara con malos ojos, se permitiría ser abrazado
y besado por Jimin frente al mundo.

Pero no podía hacerlo, porque a Jimin no le harían nada, sin embargo, a


él...

Las burlas habían comenzado el año pasado junto a los golpes, y Jungkook
tenía que ocultar eso de Jimin, de su hermana, porque Jimin no dudaría en
protegerlo y Soyeon se apresuraría a decirle "te lo dije" para seguir
insistiendo en que saliera con alguna chica.

Y ahora Seokjin estaría con él (y Hoseok, había notado que Hoseok


permanecería con ellos), y tenía que protegerlos. Tenía que cuidarlos,
porque así se lo había prometido a los papás de su amigo.

—A mí también me gusta estar a tu lado —le dijo Jungkook levantando la


vista, viendo como la expresión de Jimin se iluminaba—, pero no te creas
tanto, sólo te soporto cinco minutos.

Jimin se rió, sin soltarlo.

—No mientas, tardo al menos media hora en follarte —le murmuró al oído.
Jungkook se puso colorado y trató de alejarse, escuchando la risa de
Jimin.

—¡Ves! ¡Todo lo arruinas, pervertido! —gritó Jungkook abriendo la puerta


del auto.

—¡Despídete bien de tu novio, mi amor! —regañó Jimin sin dejar de reírse.

—¡Que no eres mi novio! —le gritó Jungkook.

La risa de Jimin le persiguió en todo momento, y no pudo evitar sonreír


por la felicidad.

Wheein se había acercado a él una vez las clases acabaron, siendo seguida
de sus amigas que permanecieron alejadas, y Namjoon le besó la mejilla a
Soyeon.

—¿Vamos? ¿O te quedarás con tus amigas? —preguntó Nam mirando a su


hermana menor.

La chica asintió, sonriendo.

—¡Tenemos mucho de qué hablar! —dijo Wheein como si estuviera hablando de


algo interesantísimo—. Tenemos dos chicos nuevos y raritos que son amigos
del fenómeno de Jungkook.

Pudo notar como Soyeon se tensaba a su lado ante la mención de su hermano


menor.

—Kim Wheein... —llamó la atención Namjoon.

La chica dirigió una mirada de disculpa a Soyeon.


—No quise decirlo así, unnie —pidió perdón—, pero a todo el mundo le da
risa eso. Si hasta ya les llaman como trío de enfermitos...

—Jungkook no está enfermo —se apresuró a decir Soyeon—, es sólo una


etapa.

Wheein no parecía convencida, pero no dijo nada, alejándose para volver


con sus amigas.

Namjoon le abrió la puerta a Soyeon, que lucía triste y apenada, y una


vez se sentó a su lado, le tomó la mano.

—Ya verás que se le pasará a Jungkook —le dijo, aunque en el fondo,


Namjoon sabía que eso no ocurriría.

—Si Jimin no lo molestara ya podría haberle conseguido una cita con


alguna de sus compañeras —dijo en voz baja Soyeon—. ¿Por qué no puede ver
que es por su bien? Todo el mundo lo considera como un fenómeno, ¿cómo no
se da cuenta de lo mal que está?

—Hey, Soyeon, tranquila —le dijo comenzando a conducir—, debes dejar que
se dé cuenta solo. Jungkook ya está grande, pronto notará que es todo un
capricho.

Soyeon asintió, sin perder la expresión preocupada, y el viaje hacia la


casa de la chica fue hecho en silencio, apenas intercambiando palabra
alguna porque cada uno parecía perdido en su propio mundo.

Sólo cuando se detuvo frente a la casa se volteó a mirarla, notando de


reojo como Jeon Jungkook se bajaba del auto de Park Jimin pero sin ir a
su hogar, caminando hacia otra casa más lejos de allí. Afortunadamente
Soyeon no se había dado cuenta, metida demasiado en su mundo.
―Oye, Soyeon... ―llamó su atención en voz baja y la chica se volteó a
mirarlo―, ¿de dónde conoce tu hermano a ese chico, Seokjin? ―preguntó
tratando de sonar casual―. No recuerdo haberlo visto antes.

La muchacha permaneció en silencio unos segundos que se le hicieron


eternos, tratando de no lucir urgido a pesar de que la curiosidad lo
estuviera carcomiendo por dentro.

Finalmente, Soyeon suspiró.

―Bueno... Seokjin es un vecino nuestro ―dijo con tono indeciso.

Asintió como si no estuviera impaciente, tratando de lucir torpe y


adorable para conseguir lo que quería.

Aunque, según Yoongi, no era necesario esforzarse demasiado porque


siempre lucía así.

Pendejo.

―¿De verdad? No recuerdo haberlo visto antes ―comentó como si nada.

Y Namjoon lo recordaría, porque antes de ser novio de Soyeon había sido


su amigo durante tres años, y jamás había visto que Jeon Jungkook tuviera
un compañero tan cercano porque todos en el colegio le hacían el quite
desde que no se molestaba en ocultar su gusto por los chicos.

A Namjoon en realidad no le interesaba si Jungkook gustaba de los chicos,


pero no quería pelear con Soyeon sobre eso así que se limitaba a callar y
asentir porque le gustaba tener todo perfectamente controlado.
Era algo así como un maniático del orden, como decía Yoongi, pero Namjoon
prefería llamarse a sí mismo alguien ordenado.

―Sí, él... um...

Namjoon no presionó.

Soyeon se rindió luego de varios segundos de indecisión.

―Mira, se supone que no debemos hablar de estas cosas, ¿bien? En


realidad, todos sabemos de esto, pero no lo hablamos en voz alta porque
es delicado y no tengo muchos detalles, pero... ―Soyeon mordió su labio
inferior―. ¿Recuerdas a Kim Jongwoon y Kim Taeyeon?

Si Namjoon hubiera estado bebiendo algo de seguro lo habría escupido.

Su novia asintió cuando notó su expresión de sorpresa e incomodidad.

Entonces, Namjoon unió los puntos.

―Debes estar de joda ―balbuceó incrédulo―. ¿Es...? ¿Seokjin es acaso...?

―El niño desaparecido ―completó Soyeon―. Sí. O, bueno, eso es lo que


dicen los informes...

Namjoon sintió como un escalofrío recorría toda su espina dorsal ante las
palabras de Soyeon.
Él no sabía la historia completa, sólo algunos detalles que había oído
por ahí, porque a nadie le gustaba hablar de lo ocurrido hace mucho
tiempo en la tranquila ciudad de Suwon, pero según la información que
poseía, el matrimonio Kim compuesto por Jongwoon y Taeyeon tuvo un hijo
dieciséis años atrás, el primer hijo de su joven matrimonio, que a la
edad de tres años, por un descuido de su padre cuando estaban en un
parque en el centro de la ciudad, había desaparecido.

Evaporado. Sin ningún rastro. Sin ninguna pista.

Al inicio, por supuesto, fue un revuelo enorme, un caos en la ciudad,


todo el mundo ayudando de alguna forma al joven matrimonio a buscar al
pequeño niño que había desaparecido pero sin resultado alguno. Incluso la
policía de otras ciudades se involucró en el caso, sin embargo, nunca se
llegó a ninguna conclusión sobre el paradero del niño, y con el pasar de
los años todo el mundo se fue olvidando (a propósito) de lo ocurrido.

Los únicos que seguían buscando a su pequeño niño eran el matrimonio, que
nunca perdió la esperanza de encontrarlo, y muchas veces Namjoon vio,
cuando era más joven, carteles con reconstrucciones faciales de cómo
podía lucir el niño de ocho, nueve, diez años...

Los últimos años no vio más de esos carteles y había asumido que sus
padres se rindieron por fin, pero tal vez–

―¿Y dónde estaba? ―preguntó con tono todavía incrédulo.

Soyeon se encogió de hombros.

―Sus padres no... Supongo que la policía y ellos saben, pero han decidido
no decir nada por el bien de Seokjin...

Recordó el rostro de Seokjin esa mañana, a la hora de almuerzo, sus ojos


mirándolo, siguiendo sus movimientos, y volvió a estremecerse sin motivo
alguno.
Decidió que lo mejor sería mantener alejado de Seokjin.

―Según lo que sé, encontraron a Seokjin cuando tenía diez años y lo han
educado en casa por su discapacidad ―siguió Soyeon―, Jungkookie lo
conoció cuando tenía doce, un día lo vio jugando en el patio y Jungkook
no tenía amigos así que decidió que Seokjin sería su mejor amigo y...
―rascó su brazo, nerviosa―. Jungkook le llevaba todos sus juguetes y
Seokjin era muy tímido al inicio según lo que me contaba él, pero pareció
ganárselo cuando comenzó a estudiar el lenguaje de señas...

Namjoon creía que iba a obtener más respuesta si Soyeon le contaba de


dónde conocía a Seokjin, sin embargo, sólo consiguió más preguntas y
dudas por toda la verdad que implicaba la historia del chico.

Pero lo mejor era permanecer lejos. No sabía por qué, pero Kim Seokjin
lucía como un chico que podía desestabilizar su perfecto mundo, y Namjoon
no quería eso por nada del mundo.

La puerta se cerró detrás de él y Seokjin dejó su mochila en el suelo,


pensativo.

―¿Jinnie? ―preguntó su mamá en voz alta, asomándose al pasillo.

Seokjin la miró y sonrió ampliamente, feliz, corriendo a abrazarla por la


emoción. Cada vez que la veía, Jin sentía muchas ganas de abrazarla y no
soltarla nunca porque temía despertar y que todo lo que había vivido esos
años fuera una mentira.

Taeyeon se rió, encantada, revolviéndole el cabello a su hijo, y por


dentro suspiró aliviada de que estuviera allí, a su lado. Todo el día
había temido que algo malo llegara a ocurrir, que la llamaran del colegio
o de la policía y le dijeran que su hijo había desaparecido otra vez.

Taeyeon no creía poder soportarlo una vez más, volver a ese infierno
donde la habitación de Seokjin estaba vacía y no había ningún niño a su
lado.
―¿Cómo te fue? ―le preguntó Taeyeon hablando en voz alta pero sin olvidar
el lenguaje de señas.

Seokjin la acompañó hasta la cocina, sin dejar de sonreír.

―Muy bien. ¡Jungkookie estuvo a mi lado todo el día! ¡El colegio es


enorme! ¡Había muchos niños! ¡Y Hoseok tiene el cabello naranja!

―Más lento, más lento, me estoy perdiendo, bebé.

―¡Lo siento mamá!

Taeyeon no pudo decir algo más porque en ese momento la puerta de la


cocina se abrió y Jongwoon entró lleno de tierra.

―¿Hola? ¿No vas a saludar a tu papá, Jinnie? ―preguntó Jongwoon con una
ceja enarcada.

Taeyeon reclamó al verlo sucio, pero a Seokjin realmente no le importó


porque corrió hacia Jongwoon con una sonrisa enorme y saltó a sus brazos,
siendo agarrado por su papá que se reía por la diversión. Seokjin frotó
su cabeza contra la sucia mejilla de Jongwoon sin preocuparse si quedaba
sucio, como un gatito en busca de cariño.

Para Seokjin, su mamá era calidez y comodidad; en cambio, su papá era


protección y tranquilidad.

Seokjin realmente se sentía feliz con ellos, cuando se colaba en su


habitación en la noche y lo dejaban dormir entremedio de los dos como si
tuviera cinco años y no dieciséis.
Sabía que lo permitían, en el fondo, por todos esos años perdidos, pero a
él no le importaba. Le gustaba ser su niño mimado.

Fue dejado en el suelo, volteándose hacia su mamá con una sonrisa de


disculpa, pero ella sólo sacudió su cabeza con el rostro brillando por la
felicidad.

―Ve a saludar a tu abuela, Jinnie, está afuera ―le dijo su papá


revolviéndole el cabello.

Asintió, saliendo al patio trasero, y vio a su abuelita sentada en su


mecedora, observando críticamente el trabajo que había hecho su hijo en
el jardín para después voltearse y sonreírle.

Seokjin realmente se podía considerar afortunado de tener una familia que


lo quisiera pesar de todos sus defectos.

A pesar de ser un muñequito sucio y grosero.

Sus uñas rascaron su brazo nerviosamente cuando el leve pensamiento cruzó


su mente y se obligó a concentrarse en el rostro dulce y amoroso de su
abuela. No había tenido una recaída desde hace meses (y bueno, lo de la
mañana fue sólo un accidente, pudo superarlo con rapidez), así que no
podía permitirse volver a sentirse mal por algo que no era su culpa, como
decía su psicólogo.

Seokjin se merecía todas esas cosas buenas que tenía.

―¿Cómo te fue hoy, príncipe? ―le preguntó su abuelita Haeri.

―¡Muy bien! ―dijo sentándose a su lado―. ¡Hice un nuevo amigo que tiene
el cabello naranja y se llama Hoseok!
―¿A ti te gustaría también pintarte el cabello?

―¡De rojo, de rojo!

Su abuelita se rió y Seokjin se sentía feliz, muy feliz, a pesar ser un


muñequito desobediente y roto.
CAPITULO CUATRO
―Hooooooooooobi,préstame la tareaaaaaaaa.

―...

―Te estoy hablando, Hoooooooooooooooooooooooobiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

―...

―¿Por qué me ignoras, Hooooooooooooooooooooooobiiiiiiiiiiiiiiiiiiii?

―¿Me estás hablando a mí? ―Hoseok levantó la vista, chocando con la


sonriente mirada de Jungkook―. ¿Por qué me llamas Hobi? Mi nombre es Jung
Hoseok.

Jungkook sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír.

―Suena más bonito Hobi, ¿no lo crees? Ahora te diré así.

―Mi nombre es Jung Hoseok, ¿por qué me llamarás de otra forma?

―Porque Hobi es un diminutivo, ¿no te parece tierno?


―No lo entiendo.

―Es como que me llames a mí Kookie o a Seokjin, Jin.

Hoseok arrugó el ceño, confundido, sin poder comprender un poco el porqué


de esa situación, y trató de recordar las palabras de su mamá varios días
atrás, cuando se enteró de que tenía gente a la que podía considerar como
amigos.

―Pero te llamas Jungkook, y Seokjin se llama Seokjin ―insistió Hoseok con


voz vacilante.

Jungkook tuvo que contener las ganas de pellizcarle la mejilla, sabiendo


que eso a Hoseok no le agradaba mucho. A Hoseok no le gustaba mucho que
lo tocaran, decía que se sentía extraño e incómodo.

―Los diminutivos son para la gente que quieres, Hoseok ―volvió a insistir
Jungkook con voz más suave―, a la gente a la que consideras tus amigos.
¿No somos amigos?

Hoseok lo miró, parpadeando, pensando que llevaba asistiendo a ese


colegio desde hace ya unas tres semanas y que Jungkook y Seokjin lo
invitaban a todas partes con él, le hablaban de cualquier cosa y lo
dejaban divagar en su mundo sin mirarle feo o callarlo.

Cuando le contó eso a su mamá, ella casi se puso a llorar de la emoción.


―¿Estás haciendo amigos, Hoseokie? ―le preguntó ella llena de felicidad.

―¿Son amigos? ―preguntó él extrañado―. No lo sé. Me agradan. Jungkook


habla muchas tonterías y la sonrisa de Seokjin es bonita. Hasta podría
dejar que me pellizquen la mejilla, como haces tú, mami.

―¡Son tus amigos, Hoseokie! ―dijo ella abrazándolo―. ¡Estoy muy orgullosa
de ti, cariño!

Hoseok no entendía muy bien qué quería decir con lo último, pero le
gustaba que su mamá le sonriera así, entonces suponía que conversar con
Jungkook y Seokjin estaba bien. Incluso había empezado a leer algo sobre
el lenguaje de señas, sin embargo, se aburrió rápido y decidió que ver
vídeos era mucho mejor.

―¿Tienes la tarea, Hoseok? ―preguntó Seokjin al lado de Jungkook,


mirándole con una sonrisa.

―Sí, la tengo ―dijo en voz alta para luego ver otra vez la mirada
inocente de Jin, y repitió ahora con sus manos―. Sí, la tengo.

Jungkook le miró, expectante, y Seokjin le imitó.

Los minutos pasaron.

―Oh ―Jungkook se rió, divertido―. ¿Nos pasas la tarea?

Hoseok asintió.
―¡Eres el mejor, Hobi! ―dijo Jungkook antes de pellizcarle la mejilla
sorpresivamente, pero contrario a varias veces, no se echó hacia atrás.

Hoseok decidió que Hobi sonaba agradable junto al toque de Jungkook y


Seokjin, que imitó a su amigo con los ojitos brillando por la felicidad.

¿Recuerdan ese día en el que Namjoon se prometió alejarse de Seokjin?


¿Sí?

Bueno, digamos que Namjoon fracasó estrepitosamente.

Dura y estrepitosamente.

Seokjin, a pesar de no poder hablar, a pesar de forzarse a querer pasar


desapercibido y encontrarse en lo profundo dentro de los escalones
sociales de la escuela, tenía, según Namjoon, una personalidad que
parecía brillar donde quiera que fuera. Y a pesar de que ambos no
compartieran cursos, por lo tanto, debiera verlo menos, resultaba de
alguna forma imposible: cada vez que salía a los pasillos, estaba el
menor caminando al lado de Jungkook, sonriéndole, sus ojos brillando por
la emoción; cuando entraba al comedor, lo veía sentado en la mesa de una
esquina, almorzando junto a Hoseok y Jungkook, contento y sonriente;
cuando salía, los observaba irse todos juntos si es que Jimin no solía
llevarlos en su auto; incluso en la casa de Soyeon, cuando estaba con
ella, solía encontrárselo porque iba a pasar su tiempo junto a su mejor
amigo.

Pero a pesar de verlo, eso no significaba que fuera a hablarle, y Namjoon


se negaba a dirigirle la palabra (por muy irónico que eso resultara).

Aun así, podía notar de vez en cuando, si se lo encontraba frente a


frente, la mirada de Seokjin sobre él, como parecía pedirle con los ojos
que lo observara.

Namjoon no quería observarlo.


Y se insistía a sí mismo, miles de veces, que pronto se pasaría esa
curiosidad caprichosa que sentía por Seokjin y que lo mejor era
permanecer alejado.

Pero, ¿cómo iba a ignorarlo cuando vio como dos chicos de su clase lo
empujaron al suelo?

Sus ojos buscaron a Jungkook, pero el menor no estaba cerca, y se fijó


entonces que estaban sosteniendo a Hoseok contra el casillero otros dos
chicos, sonriendo con macabra diversión. El pobre de Hoseok parecía
aturdido, sin reaccionar, balbuceando palabras en voz baja, mientras
Seokjin trataba de ponerse de pie pero uno de los agresores volvía a
empujarlo contra el suelo con su pie.

―¿Por qué no te defiendes, Seokjin? ―se burló Changryul con tono


divertido―. ¡Anda, llama a tu amigo el maricón para que te defienda! ¿Me
entiendes o tengo que mover mis manos como idiota?

Seokjin levantó la vista, con el ceño fruncido, limpiando la comisura de


su boca, y antes de que Namjoon pudiera decir algo, les levantó el dedo
del medio con una sonrisa enorme aunque carente de diversión.

Los agresores se molestaron aún más.

―¡Ya vas a ver, maricón, cuando te rompa los dientes! ―gruñó Jaeyong
agarrando al muchacho de la camisa de su uniforme y estampándolo contra
el casillero.

Hoseok rompió a llorar, asustado.

―Hey ―dijo en voz alta, llamando la atención del grupo―, ¿qué están
haciendo? ―frunció el ceño―. Las clases ya terminaron y siguen aquí ―miró
a Changryul con firmeza―. ¿Tú no estás condicional, Changryul? ―preguntó
fingiendo dulzura.

El chico lo miró con el ceño fruncido, enojado, y Jaeyong soltó a


Seokjin. Los otros dos chicos, Geunbae y Jungnam, hicieron lo mismo con
Hoseok, que se dejó caer al suelo sin dejar de llorar. Seokjin no tardó
en correr hacia su amigo, alarmado.

Changryul le devolvió la mirada, apretando su mandíbula.

―¿Qué? ¿Ahora vas a rescatar a los retrasados de este colegio? ―se burló
Changryul rodando los ojos―. Al parecer estar tanto tiempo con el
hermanito de la perra de Soyeon te está volviendo un maricón, Namjoon.

Namjoon observó a Changryul con una mirada en blanco, conteniéndose para


no lanzarse a golpearlo por la ofensa hacia su novia.

―¿Por qué no te vas, Changryul? ―preguntó seriamente―. Todavía soy


presidente estudiantil, y el director no dudará en creerme si le digo que
la ventana rota del baño fue culpa tuya. Veremos cuánto tiempo sigues
permaneciendo en el colegio luego de eso y tu condicionalidad.

Changryul lo miró con ira, escupiendo a sus pies, y no tardó en


desaparecer por el pasillo seguido de sus amigos.

Namjoon se volteó hacia Seokjin, que estaba haciendo sonar la nariz de


Hoseok mientras limpiaba sus lágrimas, y deseo irse de allí cuando el
mayor se volteó a verlo.

Pero sabía que si se iba y los dejaba en ese lugar, Changryul podía
volver.

―¿Dónde está Jungkook? ―preguntó.


Seokjin lo miró, atónito, mientras Hoseok se acurrucaba contra su amigo,
ya más tranquilo.

Namjoon no miró a Jin.

―¿Hoseok? ―volvió a insistir, mordiendo su labio inferior.

Wheein no estaba en el colegio porque salió con sus amigas y Soyeon se


quedó estudiando en la biblioteca. Él sólo había ido a buscar unas cosas
que se quedaron en su casillero, nada más, y si no hubiera sido por eso,
no se habría encontrado con ese escenario.

Hoseok lo ignoró, todavía asustado y desconfiado.

Antes de darse cuenta, Jin le tendió su libreta con un lápiz, diciéndole


con la mirada que escribiera.

Namjoon dudó un momento, pero no se consideraba tan mala persona como


para ignorarlo de forma descarada.

Suspiró, agarrando la libreta.

¿Dónde está Jungkook?

Seokjin miró la pregunta, arrugando el ceño.

Tenía una cita con Jiminie.


Namjoon frunció los labios, incrédulo, y al notarlo, el mayor se apresuró
a escribir más.

No quería dejarnos solos, pero nosotros insistimos en que fuera con su


novio. No han tenido tiempo para ellos dos.

Suspiró, frotando su frente.

Vamos. Los llevaré a casa en mi auto.

Seokjin lo observó, vacilante, para luego mirar a Hoseok que no lo


soltaba por ningún motivo. Si hubiera sido por él, no habría aceptado ir
con Namjoon porque sentía que el mayor lo odiaba, pero si pensaba en su
amigo, en lo vulnerable y alterado que estaba, tal vez sería lo mejor.

Rascó su nuca, volteándose hacia Hoseok, haciéndole un gesto con la mano


para llamar su atención.

―¿Vamos con Namjoon hyung, Hobi? ―preguntó tratando de sonreírle.

Hoseok hipó.

―Pero mamá dice que no debo irme con extraños ―balbuceó Hoseok. Seokjin
parpadeó y su amigo repitió―: Mamá dice que no debo irme con extraños.

SeokJin asintió.

―Irás conmigo ―le sonrió―. Si nos secuestran a los dos, entonces no será
culpa tuya.
―¿Nos van a secuestrar? ―gimoteó Hoseok.

Namjoon estaba poniéndose más nervioso porque no podía entender un poco


lo que le estaba diciendo Seokjin.

―No, no, claro que no los secuestraré ―farfulló torpemente.

Seokjin se puso de pie, guiando a su amigo para que le siguiera, y


caminaron detrás de Namjoon, aunque Jin estaba tirando a Hoseok que
seguía balbuceando palabras sin sentido alguno.

Minutos después estaban fuera del auto de Namjoon. Nam buscando las
llaves mientras los dos chicos parecían sostenerse entre ellos con Hoseok
algo más calmado ahora.

―¡Hey, Nam!

Namjoon se volteó, poniendo una expresión de alivio cuando vio a Yoongi


acercándose con una caminata relajada, llevando un cigarrillo en su mano.
Adivinó que su amigo tuvo que quedarse fumando un momento al salir del
colegio, sin tener mucho apuro en llegar a casa, y agradeció aquella
casualidad en su mente.

―Hey ―dijo sonriendo levemente.

Yoongi miró a los dos chicos detrás de él, un poco confundido.

―¿Pasó algo? ―preguntó viendo los ojos hinchados de Hoseok.


Se removió, sin saber si contarle o no a Yoongi lo que acababa de
ocurrir.

―Después te digo ―dijo abriendo la puerta del copiloto―. ¿No quieres que
te vaya a dejar a casa? ―ofreció mirándolo intencionalmente.

Yoongi le observó unos segundos en silencio, terminando de consumir el


cigarrillo, y se encogió de hombros, caminando hacia la puerta trasera.

―Si me lo ofreces, está bien ―dijo abriendo la puerta―. Anda, entra


Hoseok.

Namjoon se quedó quieto, con la puerta abierta, mientras Hoseok


parpadeaba, levantando la vista unos segundos para apresurarla a bajarla,
pegándose un poco más a Seokjin.

Seokjin no entendía lo que estaba ocurriendo, por lo que sólo le revolvió


el cabello a Hoseok para llamar su atención.

―Sube, iré contigo ―dijo sonriendo.

Hoseok asintió, aturdido, y subió al auto por la puerta abierta que le


ofrecía Yoongi en tanto Seokjin subía adelante. Pronto los cuatro estaban
metidos dentro del coche y hubo silencio en el interior luego de que
Hoseok hubiera dado su dirección.

―¿Y cómo te está yendo, Hoseok? ―preguntó Yoongi.

El menor se pegó más hacia la ventana, nervioso.


―Bien ―dijo en voz baja―, me gusta el colegio pero no me gusta que los
niños me peguen ―Namjoon estuvo a punto de frenar por la sorpresa
mientras Yoongi abría la boca, incrédulo, pero Hoseok agregó―: No me
gusta como hueles. Hueles mal.

Yoongi observó a Hoseok, sorprendido, para luego dirigir su vista hacia


Namjoon que no sabía qué decir en tanto Seokjin estaba con la boca
cerrada, como tratando de adivinar lo que estaba ocurriendo allí.

―¿Quiénes te pegan? ―preguntó Yoongi arrugando el ceño.

Hoseok rascó su nariz, haciendo un gesto de desagrado.

―No, que hueles mal ―insistió―. Tu aliento apesta.

―Bueno, acabo de fumar, por supuesto que huelo a cigarro ―dijo Yoongi con
un poco de indignación.

El menor se cruzó de brazos.

―¿Por qué fumas si sabes que olerás mal? ―preguntó Hoseok―. No me agrada
―ahora arrugó la nariz, sus labios curvándose hacia abajo―. Tú no me
agradas.

Yoongi, en lugar de sentirse ofendido, sonrió ampliamente, mostrando sus


dientes y encías, como si las palabras de Hoseok le divirtieran.

―¿Ah sí? ¿Y eso por qué? ―preguntó con interés.

―Haces que mis manos suden ―dijo Hoseok como si fuera obvio―, eso me
molesta.
―¿Hago que tus manos suden ahora?

―Sí.

―¿Puedo tomarlas?

―¡Bueno, Hoseok, hemos llegado a tu casa! ―se apresuró a decir Namjoon en


voz alta, estacionándose fuera de un edificio.

¿Acaso Min Yoongi, su mejor amigo, aquel chico que no estaba interesado
en tener relaciones amorosas para dedicarse por completo a la música y al
rap, acababa de coquetear en su auto?

Hoseok pestañeó, repentinamente perdido, y asintió para abrir la puerta


del auto mientras Yoongi parecía desilusionado ahora.

Namjoon iba a tener que conversar seriamente con su amigo cuando


estuvieran a solas porque Yoongi no podía hacer esas cosas. Bueno, sí
podía hacerlo, si Yoongi gustaba de alguien entonces tenía todo el
derecho de coquetear con la chica que le gustara, pero no con un chico.

No, no podía hacerlo con un chico.

¿Acaso Yoongi no sabía que... dos chicos no podían enamorarse si querían


tener una vida tranquila en esa ciudad?

Sólo había que mirar al pobre de Jungkook para saber lo complicado que
era ser feliz con esas relaciones allí.

Y Namjoon realmente no quería que su mejor amigo la pasara mal.


Antes de salir, Hoseok se volteó hacia Namjoon.

―Gracias ―dijo con tono monótono para después mirada a Seokjin―. Nos
vemos mañana, Seokjin ―se despidió en el lenguaje de señas.

―¡Nos vemos, Hobi! ―respondió Seokjin sonriendo al notar que lucía más
tranquilo que antes.

Hoseok salió del auto, caminando con rapidez hacia el interior del
edificio.

Namjoon se puso en dirección hacia la casa de Seokjin, pero no había


avanzado ni dos cuadras cuando Yoongi habló:

―Déjame aquí ―le dijo como si nada.

Namjoon lo miró por el espejo retrovisor.

―¿Qué? ―preguntó.

―Necesito ir a comprar algo a la tienda de discos de la esquina ―dijo


Yoongi―, te agradecería que me dejaras aquí.

Tragó saliva, sintiéndose repentinamente nervioso porque iba a quedarse


en el auto, a solas, con Kim Seokjin, el chico sordomudo al que había
agredido el primer día de clases y estuvo evitando todas esas semanas.

Ay, señor...
Se estacionó.

―¿No quieres que te esperemos? ―preguntó con la voz ahogada.

Yoongi le miró como si fuera tonto.

―Sabes cuánto tardo si voy a tiendas de música ―dijo bufando―. Nos vemos
―miró hacia Seokjin y le hizo un gesto de despedida con la mano a lo que
el menor respondió.

Cuando la puerta se cerró, Namjoon sintió como si tensión invadiera el


ambiente.

Seokjin miraba al frente con expresión tranquila, aunque pudo notar la


forma en la que apretaba sus manos en puños, y Namjoon comenzó a conducir
hacia la casa del menor fingiendo estar concentrado en eso.

Quince minutos más tarde se detuvo fuera de la casa de Jin y el chico se


removió, incómodo, para luego tenderle la libreta.

Gracias por defendernos y por traernos a pesar de que yo no te agrade.

Se quedó mirando la última palabra, sintiendo su garganta seca, y


escribió una respuesta rápida.

No fue nada.

¿De dónde sacaste eso último?

Seokjin arrugó los labios, un poco confundido, pero aun así respondió.
Es obvio. Pero no te preocupes, no muchas personas se sienten cómodas a
mi lado por mi discapacidad.

Namjoon mordió su labio inferior.

Si me agradas. No te ves como un mal chico.

Seokjin leyó varias veces la respuesta.

No es necesario que mientas, Namjoon.

Namjoon no supo qué responder y Seokjin le sonrió tristemente, quitándole


la libreta para hacerle una pequeña reverencia con la cabeza, saliendo
del auto sin dirigirle otra mirada, y lo observó dirigirse hacia su casa.

Se maldijo por ser un idiota sin remedio, sintiéndose enfermo por ser
incapaz de ordenar sus propios pensamientos sobre Seokjin, pero si era
sincero, cuando se trataba de ese chico, su mente parecía volverse de
gelatina y en lo único que podía pensar era en observarlo todo el día.

Todo el maldito día.


CAPITULO CINCO
Seokjin a veces soñaba con el momento en el que despertaba en el
hospital, aturdido, sin saber dónde estaba ni por qué estaba acostado
cuando solía estar sentado siempre.

Siempre.

Su orientación era un desastre en ese instante, sobretodo porque apenas


recordaba algo de lo ocurrido horas atrás, su mente siendo un lío de
ideas inconexas que no podía desentrañar con facilidad.

Levantó la vista, viendo que en su brazo había una aguja enterrada, y el


pánico se apoderó de él.

Su mano tembló cuando agarró ese extraño artefacto y se lo arrancó,


punzante dolor estallando en su brazo mientras sangre escapaba de la
herida, pero no lo preocupó en ese instante, sólo podía pensar en
averiguar dónde estaba a pesar de que una de las primeras reglas que le
habían enseñado era asesinar la innata curiosidad que podía tener.

Salió del cuarto, viendo el pasillo vacío, y al volverse a mirar por la


ventana notó que era de noche. Arrugó el ceño, confundido, su cuerpo
moviéndose automáticamente, y comenzó a caminar por el lugar, pensando en
qué estaba haciendo allí.

Lo último que recordaba era como unas manos callosas lo sostenían por las
axilas, dejándolo sentado en el lugar de siempre y la oscuridad hacía
acto de presencia, sus piernas pegajosas, su ropita destrozada.
Cuando dobló en una esquina se quedó quieto.

Una mujer vestida de blanco le devolvió la mirada, sorprendida, y vio sus


labios moverse, pero el pequeño niño no entendió nada.

Retrocedió cuando la mujer dio unos pasos para acercarse, asustado, pero
antes de poder correr la enfermera lo agarró del brazo deteniéndolo.

Su primer instinto fue morderla salvajemente, gruñendo como un animalillo


acorralado, y pudo ver la expresión de dolor en su rostro. Pero ya lo
había soltado, así que se giró, corriendo de allí.

No llegó lejos, por supuesto: unos hombres vestidos de negro aparecieron,


agarrándolo, tratando de calmarlo, pero Jin recordaba el miedo, el
pánico, el temor.

Una persona normal gritaría; Seokjin sólo lloró.

Despertó entonces empapado en sudor mientras su pecho subía y bajaba por


el pánico, repitiéndose a sí mismo que no estaba en el hospital, que no
estaba en la comisaría, y que, por supuesto, no estaba en esa horrible
casa que había sido su pesadilla durante tanto tiempo.

No, estaba en su hogar, estaba en casa de sus papás y abuela, estaba a


salvo.

Aun así Jin se bajó de la cama, su rostro empapado en lágrimas, y corrió


al cuarto de sus padres, viéndolos dormidos en la cama. Se acercó,
titubeante, indeciso sobre despertarlos porque, a veces, producto de la
bruma del sueño y del miedo, pensaba que esas personas allí acostadas
también le harían daño.

―¿Jinnie?

Vio a su madre abrir los ojos, media dormida, y abrió la boca, pero por
supuesto no salió palabra alguna.

Taeyeon parpadeó, viendo a su hijo de pie ante ella, y se sentó en la


cama, estirando su brazo para alcanzarlo. Notó como se encogía, pánico en
sus ojos, pero no hizo otro movimiento para así no asustarlo: se había
acostumbrado a esos episodios, no le eran nada nuevo.

―¿Qué pasó, bebé? ―preguntó Taeyeon, despertando de paso a su esposo―.


¿Tuviste una pesadilla?

Seokjin la observó, sus labios temblando, y dio un paso indeciso.

Antes de darse cuenta se lanzó a los brazos de Taeyeon, llorando en


silencio, y su mamá, por supuesto, no dudó en atraerlo a su pecho,
moviéndose para dejarlo entremedio de ella y Jongwoon que le hizo
espacio, arropándolo con las frazadas.

―Estamos aquí, príncipe ―murmuró Jongwoon con cariño, dejando que Seokjin
lo abrazara y acurrucara contra su cuerpo como un gatito―, siempre
estaremos para ti.

Asintió por inercia, pero sus expresiones amorosas, llenas de infinita


ternura, eran suficiente para él, para que su corazón se calmara y
sintiera algo de alivio en medio de todos esos confusos y dolorosos
sentimientos.
Jungkook le sonrió a Hoseok mientras Seokjin, a su lado, terminaba de
copiar la tarea mientras mordía su lengua en señal de concentración.

―Los saurópodos son mis dinosaurios favoritos ―le estaba diciendo Hoseok
a Jungkook en tono atropellado, sosteniendo el juguete del dinosaurio
mientras lo movía―. Eran grandes y enormes y gigantes, pero no se
dedicaban a comer carne, eran bastante tranquilos ―tomó aire―. Le pedí a
mamá un saurópodo para mi cumpleaños, pero me dijo que era imposible,
¿sabes por qué, Jeon Jungkook... Kookie?

El chico sonrió, contento de que Hoseok le estuviera hablando a pesar de


los nervios, de su tono a veces plano y otras veces exaltado. Normalmente
Hoseok se mantenía en silencio, dejando que él llevara toda la
conversación, pero cuando Jungkook le preguntó sobre algo que le gustara,
pareció animarlo a hablar todo lo que quisiera.

―Supongo que es porque están extin–

―¡Porque mamá no sabe dónde comprar un huevo de dinosaurio que sea


barato! ―completó Hoseok ansioso, pero Jungkook no se sintió ofendido por
la interrupción―. Mamá no tiene mucho dinero, tiene que trabajar para
cuidar de mí porque papá se fue, uh... Mamá siempre dice que fue a
comprar cigarrillos, pero no lo entiendo, si puede comprar cigarrillos en
la esquina, ¿por qué no ha vuelto?

Jungkook parpadeó, repentinamente apenado por las palabras inocentes de


Hoseok, que seguía sosteniendo el dinosaurio con el ceño ligeramente
fruncido.

Se sobresaltó cuando Jin le tendió su cuadernito de notas.

¿De qué hablan?

―¡De dinosaurios! ―farfulló Hoseok―. No sé cuál será el sonido de un


saurópodo, pero... ―Hoseok dejó el juguete sobre la mesa, rebuscando en
su mochila, sacando ahora otro dinosaurio―. ¡El tiranosaurio hacía
Raaaaaawr! ¡Rawr! ¡Rawr!

Jin ladeó la cabeza, sin escuchar, pero sonreía feliz porque parecía
comprender lo que estaba diciendo Hoseok mientras el chico agitaba el
dinosaurio en sus manos, arrugando los labios mientras fingía rugir.

Jungkook se reía, divertido al ver a Hoseok tan expresivo después de un


mes de estar asistiendo a clases, y se sintió mucho más conmovido porque
comprendió que si Hoseok estaba hablando tanto y comportándose así era
porque, de alguna forma, ya los veía como parte de su círculo interno.

¿Qué otras cosas te gustan, Hobi?

Hoseok leyó la pregunta.

―¡Las estrellas! ―balbuceó, para luego repetir en el lenguaje de señas―.


Las estrellas, el cielo, la luna, los cometas, el universo entero–

―Miren, el trío de mariconcitos.

Hoseok dejó de mover sus manos, tensándose repentinamente mientras


Jungkook levantaba la vista y Jin parpadeaba.

Dongsung les sonreía desde su altura, aprovechando que los amigos estaban
sentados contra los casilleros, siendo seguido de sus otros dos
compañeros, Hyosang y Hyunho.

Jungkook se puso de pie, tomando las manos de Hoseok y Jin para que le
imitaran.
―Vámonos ―murmuró, pero antes de dar un paso, Dongsung lo agarró del
hombro.

―¿Para dónde vas, Jungkookie? ―dijo sin perder esa sonrisa divertida―.
Anda, te venimos a ver a ti y a tus amigos raritos, ¿y así nos agradeces?

―¡Eh! ¿Qué tienes ahí, retrasado? ―se adelantó Hyunho, observando el


juguete que tenía Hoseok en sus manos―. ¿Tienes un dinosaurio de juguete?
¿Cuántos años tienes, enfermo? ¿Ocho años?

―Tengo dieciséis ―farfulló Hoseok torpemente, su tono temblando.

―¡Anda, pásalo, retrasado! ―se rió Hyosang.

Antes de poder detenerlo, Hyunho se adelantó y empujó a Hoseok,


arrebatándole de las manos el juguete con brusquedad.

―¡No, devuélvelo! ―gritó el de cabello naranja, nervioso, sus ojos


llenándose de lágrimas.

―¡El bebé retrasado tiene un juguete! ―se burló Hyunho, y Hyosang se reía
con más fuerza―. ¡Anda, ponte a llorar, maricón enfermo!

―Dongsung, por favor... ―pidió Jungkook mientras Jin trataba de calmar a


Hoseok, que comenzó a llorar en tanto los otros dos chicos le hacían
burla.

Dongsung, su compañero de curso, ladeó la cabeza con indiferencia,


soltándolo y caminando como si no le aburriera estar allí.

―Vamos, chicos ―dijo Dongsung.


Hyunho y Hyosang asintieron, sin dejar de reírse, alejándose a pesar de
los débiles reclamos de Hoseok para que le devolviera el juguete, pero
los otros dos chicos lo ignoraron, desapareciendo al doblar en la
esquina.

Jungkook suspiró internamente por el alivio de que al menos no se


hubieran detenido a agredirlos con golpes como solían hacer, al menos con
él, para después voltearse. Se sintió culpable al notar a Hoseok llorando
con Jin consolándolo, y se acercó.

―Te compraré otro dinosaurio, Hobi ―le dijo Jungkook agarrándolo de las
mejillas.

Hoseok lo manoteó, sorbiendo por su nariz.

―No, e-ese dinosaurio me... me lo regaló mi... mi abuela... ―lloró.

Jungkook mordió su labio inferior, teniendo el fugaz pensamiento de ir al


comedor donde todo el mundo debía estar almorzando, y buscar a Jimin para
preguntarle si podía acercarse a Dongsung y amenazarlo para que le
devolviera el juguete. Sabía que Jimin se veía delicado, sonriente e
incluso débil bajo esa apariencia alegre que tenía, sin embargo, cuando
Jimin se enojaba, daba miedo.

Y sabía también que a Jimin no le haría gracia alguna que lo estuvieran


molestando a él y a sus amigos.

Pero Jimin debía estar con sus compañeros, ¿cómo iría a molestarlo? Y
además Jimin se iría ese año, luego él quedaría solo, así que debía
aprender por sí mismo a defenderse de esos matones que eran sus
compañeros.

Pero Dongsung...
Dejó salir el aire, viendo a Hobi todavía sollozando.

―Lo recuperaré ―le dijo para luego girarse hacia Jin, que le contemplaba
inquisitivamente―. Regreso enseguida, Jinnie, lleva a Hobi al baño para
que se calme, ¿bueno?

―¿Qué harás? ―preguntó Jin arrugando el ceño.

―Nada, no te preocupes ―contestó Jungkook sonriendo mientras agarraba su


mochila, apurándose en alejarse de allí.

Caminó por los pasillos vacíos del colegio, saliendo al patio interno y
dirigiéndose directamente detrás de las gradas del gimnasio, su corazón
latiendo a mil por hora a medida que se acercaba. Se detuvo cuando notó a
Dongsung apoyado contra la pared de los vestidores, fumando un cigarrillo
mientras Hyosang almorzaba y Hyunho jugaba con su celular, el juguete de
dinosaurio en el suelo.

―Pensé que tardarías más ―saludó Dongsung con tono burlón.

Tragó saliva, sin acercarse.

―¿Me lo devuelves, por favor, Dongsung? ―preguntó hastiado.

Dongsung enarcó una ceja en tanto Hyunho silbaba.

―Tu putita se está revelando, Dong ―comentó Hyosang con la boca llena de
arroz.

Jungkook se tensó ante las palabras del chico.


Jeon Jungkook era gay, eso lo sabía todo el mundo, porque Jungkook no era
alguien que gustaba de ocultar sus preferencias. Sin embargo, en el
colegio habían también otros dos tipos de personas homosexuales aparte de
él: personas como Jimin, que no eran declarados gay abiertamente pero
tampoco se molestaban en ocultarlo, y por otro lado, estaban los chicos
como Dongsung, que jamás iban a decir que eran homosexuales ni aunque les
apuntaran con una pistola en la cabeza.

Antes de estar saliendo con Jimin, sólo siete meses atrás, Jungkook solía
tontear sin compromiso alguno con Dongsung, siempre y cuando este último
lo quisiera. A Jungkook no le interesaba porque Dongsung no le gustaba de
una forma más personal, sin embargo, había averiguado demasiado tarde que
era alguien posesivo con lo que creía suyo, y para su propia desgracia,
él lo seguía buscando aunque supiera que estuviera en una relación con
Jimin.

―No soy su putita, terminé con tu amigo tiempo atrás ―le contestó a
Hyosang bruscamente, dando otro paso.

Jimin, por supuesto, no sabía sobre Dongsung porque era lo mejor. Porque
así como Jimin no demostraba que era un demonio cuando estaba enojado,
tampoco demostraba ser alguien celoso, pero Jungkook sabía mejor que
nadie que ese pequeño cuerpo albergaba una gran maldad en su interior.

Dongsung se encogió de hombros.

―¿Quieres el tonto juguete de tu amigo, Jungkook? ―preguntó Dongsung―.


Anda, sabes lo que tienes qué hacer, sé cuánto te gusta comerme la polla,
putito.

Jungkook sintió como la bilis le subía a la garganta, porque una mirada


de Dongsung le decía que no iba a ceder con eso.

Jin rebuscó en sus bolsillos, desesperado, encontrando el paquete de


pañuelos que su mamá le daba todas las mañanas, y torpemente sacó uno,
procediendo a sonar la nariz de Hoseok que seguía llorando, sosteniendo
con su mano el saurópodo como si ese simple gesto fuera suficiente para
calmarlo.

―No llores, Hobi, me harás llorar a mí ―le dijo llamando su atención.

Hoseok sorbió, hipando.

―¿Por qué vas a llorar tú? A ti no te quitaron tu juguete ―Jin le miró


sin comprender, y Hoseok repitió con torpeza―. ¿Por qué vas a llorar?

Jin le revolvió el cabello, secándole las lágrimas de su colorado rostro.

―Porque si lloras, me rompe el corazón ―le contestó seriamente.

―¿Cómo tu corazón se puede romper?

―Es una metáfora, Hobi.

―Odio las metáforas ―Hoseok hizo un puchero inconsciente, y Jin le sonrió


al notarlo más tranquilo.

Sin embargo, no duró mucho porque la puerta del baño se abrió y Hoseok se
sobresaltó. Jin se giró, esperando que fuera Jungkook, pero sólo parpadeó
cuando notó que era el Presidente de Estudiantes con su amigo, el chico
pálido que lucía siempre con sueño.

Los ojos de Namjoon se dirigieron hacia él, confundido, en tanto el otro


chico se quedó mirando a Hoseok.

―¿Qué está pasando?


―¿Por qué lloras, Hoseok?

Hablaron los dos chicos al mismo tiempo.

Hoseok trató de ocultarse detrás de Jin mientras él los observaba sin


entender.

Yoongi frunció el ceño mientras Jin se apresuraba en sacar su libreta,


haciendo malabares porque Hoseok no quería soltarlo.

Nada grave, Hoseok sólo tuvo un accidente.

No sabía por qué mintió. No sabía por qué simplemente no decía la verdad.

Tal vez porque estar cerca de Namjoon lo ponía nervioso, lo cohibía un


montón, lo hacía sentir más torpe que nunca. Namjoon lucía como una
persona seria, dura y poco accesible, aunque podía notar cierto tono
apagado en sus ojos que lo desconcertaba porque, a pesar de todo eso, a
pesar de que Namjoon fuera alguien en ese colegio, lucía infeliz.

Y una parte suya quería conocerlo más, pero también podía leer en los
gestos del mayor que él no le era de su agrado.

Yoongi tomó la libreta, leyendo el mensaje, sin embargo, no lució


conforme.

¿Y Jungkook? ¿Qué ocurrió?

Seokjin se puso ansioso porque nunca fue bueno para mentir.


Mordió su labio inferior.

Yoongi no parecía demasiado paciente, porque vio cómo dio un paso más, y
Jin pensó que iba a golpearlo así que cerró sus ojos.

Sin embargo, se sorprendió cuando, a pesar de la expresión en su rostro,


Yoongi lo separó con cuidado de Hoseok, llamando la atención del chico de
cabello naranja.

―Hey, Hoseokie ―le dijo con tono dulce.

Hoseok se crispó.

―No, es Jung Hoseok, ese es mi nombre ―soltó Hoseok―. Aléjate, apestoso.

Yoongi sonrió.

―Hoy no apesto, no he fumado ―contestó Yoongi, pero Hoseok no lucía


conforme―. Venga, ¿quieres olerme? ―bromeó.

Por supuesto, se sobresaltó cuando Hoseok se inclinó, olisqueándolo, pero


se forzó a mantenerse quieto.

―Bueno, sí... ―concedió Hoseok indeciso.

Yoongi sacudió su cabeza, mirando a Jin primero, que le observaba en


silencio, y volvió su vista a él.
―¿Por qué llorabas, Hoseok? ―preguntó sin perder el tono suave.

Hoseok se revolvió, sus ojos tornándose llorosos otra vez.

―Mi dinosaurio ―sollozó levantando el saurópodo―. Le estaba explicando a


Jungkook y Seokjin que mi dinosaurio hacía rawr y llegaron esos chicos
horribles y me lo quitaron y me empujaron y empujaron a Jungkook y luego
se fueron con mi dinosaurio y ese dinosaurio me lo regaló mi abuela y es
mío y lo he cuidado mucho para que no se rompa y Jungkook dijo que lo iba
a recuperar y Seokjin me trajo aquí y quiero mi dinosaurio, apestoso
―Hoseok tomó aire.

Yoongi pestañeó mientras Namjoon abría la boca, atónito.

Jin le tendió otro pañuelo a Hoseok para luego agarrar la libreta que
Namjoon le tendía, observando las palabras que el mayor había escrito
mientras Yoongi limpiaba la nariz de Hoseok.

¿Su dinosaurio?

Mordió su labio inferior.

A Hobi le gustan los dinosaurios.

Namjoon asintió, levantando la vista, chocando entonces con la tímida


sonrisa que Seokjin le daba, y algo se agitó al reconocer que era una
sonrisa muy bonita.

―¿Quiénes te quitaron el dinosaurio? ―dijo Yoongi en voz alta, haciendo


que Namjoon desviara la vista con las mejillas coloradas―. Voy a
recuperarlo ahora mismo.
―No es necesario.

Todos se voltearon al ver a Jungkook entrar con una expresión tranquila.

―¡El tiranosaurio! ―chilló Hoseok alejándose de Yoongi, caminando


torpemente para quitarle a Jungkook el juguete, tomándolo con una sonrisa
balbuceante.

Jin observó a su mejor amigo, que le sonreía a Hoseok con felicidad al


notarlo ya tranquilo y contento con su juguete en sus manos, pero notó
que en sus ojos había algo parecido a dolor y pena.

―Gracias, Jeon Jungkook... Kookie... ―farfulló Hoseok levantando la


vista, titubeante, y antes de poder decir algo, abrazó a Jungkook de
forma vacilante.

Jungkook se quedó quieto mientras los tensos brazos de Hoseok lo


rodeaban, para luego sonreír al notar todo el esfuerzo que le suponía a
su amigo llevar a cabo esa acción.

―No fue nada ―Hoseok se separó, volviendo la vista al dinosaurio, y


Jungkook parecía dispuesto a decir algo más, pero antes de poder hacerlo,
Yoongi se le adelantó, tomándolo del brazo―. ¡Hey! ¿Qué pasa?

Yoongi arrugó los labios.

―Necesito hablar contigo ―le dijo tirando de él hacia fuera, dejando en


el baño a su mejor amigo con Jin y Hoseok.

Sin embargo, Hoseok estaba mirando su juguete con fascinación, ignorando


a los otros dos chicos.
Namjoon mordió el interior de su mejilla, y antes de pensarlo dos veces,
levantó el cuadernito de Jin.

¿A ti también te gustan los dinosaurios?

Jin leyó la pregunta, sorprendido, dispuesto a escribirle que no era


necesario que buscara algún tema de conversación cuando lo detestaba, sin
embargo, respondió otra cosa en cambio:

Me gusta la fotografía. ¿Y a ti?

Namjoon leyó la pregunta, y su primer impulso fue que le gustaba componer


música, escribir letras y rapear cuando nadie lo veía, pero titubeó
entonces.

No, no podía escribir eso.

Me gusta leer.

Aburrido. Predecible. Lo que se esperaba de él.

Seokjin leyó la respuesta, arrugando el ceño, luciendo inconforme.

También me gusta la pintura. ¿A ti?

Namjoon tragó saliva, observando de reojo la insistente mirada de


Seokjin.
Me gusta estudiar.

Jin agarró el cuaderno, escribiendo furiosamente.

No mientas. No me gusta que la gente mienta.

Namjoon se exaltó ante la acusación, observando los ojos exigentes de


Jin, y sintió algo removiéndose ante ello para luego llenarse de molestia
por lo que el chico le estaba escribiendo.

¿Quién se creía que era?

Namjoon tenía todo cuidadosamente establecido en su vida, ¿por qué


Seokjin aparecía con esa mirada salvaje y esas palabras acusadoras,
pretendiendo conocerlo, pretendiendo averiguar sus gustos? ¿Acaso esas
tonterías, como le decía su papá, eran importantes?

Namjoon realmente lo odiaba. ¡Él quería llevarse bien con ese chico a
pesar de que lo pusiera incómodo, pero Jin realmente era imposible!

Le entregó el cuaderno con brusquedad.

―Vete al diablo, Seokjin ―le dijo enojado.

Jin, a pesar de que no podía oírlo, pareció entender lo que le dijo


porque le contempló con más rabia, dando un paso, y para su total
sorpresa, Jin lo empujó bruscamente, su boca apretada en un rictus de
molestia.
Era la primera vez que una persona le trataba de esa forma, le enfrentaba
sin temor alguno, a sabiendas de que era el Presidente del Consejo
Estudiantil, uno de los mejores alumnos de la institución y proveniente
de una familia de buena posición. Seokjin parecía, por lejos, el único
chico de ese lugar que no se intimidaba ante él, ante su mirada.

Algo ardió en su interior.

Namjoon lo odió un poco mas por eso.

―Eh, ¿qué está pasando aquí?

Se volteó, encontrándose con Yoongi y Jungkook entrando, el mayor


mirándole con una ceja enarcada mientras Jungkook arrugaba el ceño en
señal de confusión. Le hizo un gesto a Seokjin, que contestó con señas,
para después agarrar su mochila y pasar a su lado, empujándolo con su
hombro. Namjoon tuvo que contener las ganas de detenerlo, enfurecido.

Yoongi se acercó, pero antes de voltearse a él, se detuvo frente a Hoseok


que parecía metido en su propio mundo, observando el dinosaurio de
juguete.

―La próxima vez que te hagan llorar, Hoseok ―le dijo Yoongi llamando su
atención, sin tocarlo, manteniendo su distancia pero con una expresión
dulce en su rostro―, ven conmigo y te ayudaré a solucionarlo.

Hoseok parpadeó, mirando a Yoongi, para luego desviar sus ojos a


Jungkook, sin saber exactamente qué decir.

―¿Aunque llore cuando me pegue en el dedo pequeño del pie? ―preguntó


extrañado, bajando la vista.

Yoongi sonrió, complacido.


―Aunque llores por eso ―Yoongi parecía querer hacer algo más por el
movimiento de su mano, pero a último momento pareció pensarlo mejor, y
sólo retrocedió―. Nos vemos, chicos.

―Adiós, Yoongi y Namjoon hyung ―dijo Jungkook en tono bajo.

Namjoon salió sin decir nada, ignorando la furibunda mirada de Seokjin.

Caminó al lado de Yoongi, arrugando el ceño y frunciendo los labios, y su


mejor amigo le dirigió una mirada de reojo.

―¿Por qué luces como si quisieras golpear a alguien? ―preguntó Yoongi con
tono perezoso.

Namjoon se crispó.

―No me agrada Seokjin ―confesó en voz baja, observando como los pasillos
se llenaban de a poco con los estudiantes.

Los ojos de Yoongi se iluminaron por la diversión.

―¿No? A mí me parece interesante ―Namjoon lo observó―. Pareciera sacarte


de quicio, Joonie, ¿no? Y me gusta cuando ya no eres Kim Perfecto
Namjoon.

Namjoon soltó un chasquido bajo.

―No sé de qué estás hablando ―le dijo tratando de lucir indiferente.


Su mejor amigo le miró directamente, diciéndole de esa forma que a él no
iba a poder engañarlo.

No, nunca pudo engañar a Yoongi.

―Me gusta que quieras hacer que tus padres estén orgullosos de ti,
Namjoon ―dijo Yoongi con tono suave―, pero también me gustaba mi amigo
cuando quería dedicarse a ser músico y compositor, cuando querías hacer
lo que te hace feliz.

Namjoon apretó sus labios en una mueca infeliz, tratando de no desviar la


vista porque sabía que, si lo hacía, le estaría dando la razón a Yoongi.

―Soy feliz ―dijo Namjoon.

Yoongi sonrió.

―Puedes engañar a tu familia, a tu novia y a todo el mundo, Nam ―replicó


Yoongi―, pero no a tu mejor amigo. Y, al parecer, tampoco a Jin.

Namjoon no supo cómo contestar aquello.


CAPITULO SEIS
Seokjin quería golpear a Namjoon.

Quería ponerse frente a él, mirarlo a los ojos, ser capaz de enfrentarlo
y poder decirle que no era necesario que le mintiera, que podía ser
sincero con él, porque Jin no le creía nada de toda esa fachada de
estudiante, novio, amigo e hijo perfecto que le vendía a todo el mundo.

Jin quería ser capaz de decirle que podía confiar en él a pesar de que
Namjoon lo odiara.

―Bueno, ¿por qué estás enojado, Jin?

Levantó la vista cuando en la habitación entró su psicólogo, Taehyung,


sonriéndole ampliamente, y trató de relajar su expresión seria y enojada.

Tae se sentó en el puf frente a él.

―Estás enojado, ¿qué pasó? ―preguntó Tae hablando en voz alta pero usando
el lenguaje de señas también.

Jin agarró el lápiz de color amarillo sobre la mesa, comenzando a


apuñalar las pobres hojas que Tae solía tenerle para que dibujara o
escribiera.
―Jin, Jin, ¿qué haces? ―insistió Tae―. ¿Qué hemos hablado acerca de tus
emociones? Las hojas no te han hecho nada.

Lo ignoró y Tae suspiró, tomándolo de las manos para detenerlo. Jin


forcejeó, enfurecido, para luego abrir su boca.

―¡Mordidas no, Jin! ―regañó Tae.

Jin soltó un ruido extraño, entre un bufido y un gruñido.

Tae logró que soltara el lápiz y las hojas, mirando el papel blanco
arruinado.

―Odio que se vean blancas y perfectas ―expresó SeokJin―. Me gusta que


estén sucias, que se vean feas, como yo.

Tae frunció los labios, pensativo, negando con la cabeza.

―No estás sucio, SeokJin ―dijo Tae con calma, como si el arrebato de
SeokJin no hubiera llamado su atención―. ¿Has tenido pesadillas?

Jin hizo el amago de agarrar nuevas hojas, pero Tae le miró con
advertencia.

―¡Lo odio! ¡Lo odio! ―soltó Jin amurrado―. ¡Es... es un idiota!


―SeokJin, no estoy comprendiendo nada ―contestó Tae.

―¡Namjoon!

―¿Es un nuevo amigo?

―¡Es un grano en el culo!

―¡SeokJin!

―¡Me mira como... como si yo fuera tonto, y trato de ser agradable con
él, pero es falso, es un hipócrita, es un cínico, y eso me enferma! ¡Odio
a la gente mentirosa! ―Jin soltó un resoplido―. ¡Me odia, ¿cree que no lo
sé?! ¡Pero se porta bien conmigo porque es un tonto lameculos que tiene
que ser bueno con todo el mundo! ¡No quiero que sea bueno conmigo!
¡Quiero que me odie y me lo demuestre!

Taehyung no dijo nada por varios segundos con expresión sorprendida y


algo divertida por lo que le estaba diciendo Jin para luego sacudir la
cabeza.

―Creo que debes ser el primer paciente que me dice que quiere ser odiado
―comentó como si nada, anotando algo en sus hojas―. Jin, ¿quieres
comenzar desde el principio?

Jin soltó un nuevo bufido, rodando los ojos para luego hacer una mueca
cuando Tae le pegó en la frente con su lápiz, llamando su atención. El
psicólogo le miró con insistencia, y Jin no pudo evitar recordar esos
primeros días de años atrás, cuando estaba comenzando a ir y odiaba a Tae
porque Tae era un adulto desconocido además de que le hacía preguntas
tontas, sin sentido que no podía comprender y solía morderlo si perdía el
control de sus propias emociones.

Fue un proceso largo, tedioso y duro que Jin terminara confiando en el


psicólogo, pero había valido la pena.

―Lo conocí el primer día de clases ―expresó Jin―, pasamos a chocar y


derramé el café de Kook sobre él, y él se enojó mucho y me gritó, pero...

―Pero...

―Pero me gustó que lo hiciera porque dejó de ser ese chico perfecto que
quiere que todo el mundo crea que es ―prosiguió Jin indeciso―.Me
asustaron sus gritos, me recordó a... Me hizo volver a... ―bajó sus
manos, pensativo, pero antes de que Tae pudiera hacerle otra pregunta,
continuó―: Luego se acercó, con su novia, y me pidió perdón como se
esperaba de él, y desde entonces apenas me lo he cruzado, pero es tan...
Es tan falso, sonríe educadamente ante todo el mundo y se porta bien,
pero puedo notar que él no es feliz así. Que... que él no quiere ser así.

―¿Te gusta? ―preguntó abruptamente Tae.

Jin se detuvo de golpe, abriendo la boca por la sorpresa.

Frunció el ceño a continuación, bufando por tercera vez en la sesión.

―Lo odio ―contestó.

Tae sonrió, un poco burlón.


―No pareciera que lo odias ―dijo―, cuando odias a alguien no le prestas
tanta atención.

―¡Lo odio! ―insistió SeokJin exasperado.

Tae comenzó a reírse, divertido por la situación mientras Jin parecía


contener las ganas de lanzarle un lápiz. El psicólogo pareció darse
cuenta porque trató de controlarse, guiñándole un ojo, aunque por dentro
sabía que tenía que proceder con cuidado.

SeokJin había sido su caso más particular, difícil e interesante en su


década ejerciendo como profesional: recordaba con facilidad al niño de
diez años, delgado, torpe y desconfiado de todo el mundo, escondiéndose
detrás de la falda de su madre, aferrándose a ella como si en eso le
fuera la vida.

Cuando Taeyeon le contó todo el historial de Jin junto con leer los
informes de la policía y doctores en el hospital donde lo internaron, por
supuesto, estuvo tentado de rechazarlo al inicio porque a todas luces se
notaba que era un caso complicado y desgastante, pero una mirada fugaz a
los ojos vacíos del pequeño lo hicieron cambiar de opinión.

Fue complicado al inicio: Jin había crecido durante siete años sin saber
leer, escribir ni comunicarse con el resto de las personas además de no
mostrar emociones ni interés por ninguna cosa. Era agresivo porque su
instinto se lo demandaba de esa forma, y sus sentimientos y expresiones
no podía manejarlas con facilidad porque no había nadie a su lado que le
criara como correspondía.

Sin embargo...

Sin embargo, había logrado salir delante de alguna forma. Sus padres
podrían haberse desentendido del caso, pero habían buscado a los mejores
especialistas para tratarlo: no sólo Taehyung, sino también a
psicopedagogos, profesores particulares y pediatras que pudieran ayudar a
Jin en todos los ámbitos posibles. A pesar de todo lo que había pasado,
Jin tenía la fortuna de haber nacido en una familia acomodada (Taeyeon
era hija de un CEO de una empresa de música y Jongwoon trabajaba como
actor de drama) y de estar rodeado de una familia que lo amaba.
―Muy bien, lo odias ―concedió Tae aunque no se creía ni un poco eso―,
entonces sólo evítalo, Jin, ¿no es eso más sencillo?

El menor mordió su labio inferior, repentinamente avergonzado, y Tae sólo


tuvo que observarlo un momento más para saber lo que le ocurría.

―¿No puedes evitarlo? ―le preguntó sonriendo.

―¡Se cruza siempre en mi camino! ―trató de explicar Jin.

―Quizás le gustas ―dijo Tae con tranquilidad.

―No ―Jin sacudió la cabeza―, tiene una novia y me odia. Además, ¿cómo yo
podría gustarle?

Tae suspiró, serio ahora, mirando los ojos tristes de SeokJin, sus labios
apretados en una línea tensa, su nariz fruncida en señal de dolor.

―Eres un chico hermoso, SeokJin―dijo Tae.

―Soy defectuoso ―los movimientos del menor se volvieron erráticos―. Un


muñequito defectuoso. Un muñequito–

―Una persona ―Tae le interrumpió llamando su atención―. Eres una persona,


Jin, una persona maravillosa, increíble, hermosa y sincera.

―Una persona ―afirmó Jin con expresión confundida.


Tae dejó las notas sobre la mesita, calmado.

―Repitamos todos los ejercicios que hemos estado haciendo, SeokJin ―dijo,
y el chico obedeció, confiando siempre en que Taehyung iba a hacer todo
lo posible para ayudarlo.

Para que dejara de ser ese torpe y desgastado muñeco que nadie quería.

Namjoon se despidió de sus papás, deseándoles las buenas noches para


después caminar hacia su cuarto, entrando y cerrando con llave. Se quedó
quieto unos minutos, esperando que la casa quedara sumida en silencio
antes de abrir la ventana de la habitación, observando el árbol al lado
de la ventana, por el que solía bajar cuando lo encontraba necesario.

Miró hacia abajo, viendo a Yoongi esperándolo, con una gorra sobre su
cabello y un cubrebocas puesto, su largo abrigo negro cubriéndolo bien.

Rodó los ojos, saliendo de la habitación cuidadosamente, poniéndose un


gorro sobre su cabello junto a un cubrebocas, bajando con esfuerzo para
no hacerse daño. Pero, por supuesto, era un torpe de primera y al final
terminó resbalando a unos centímetros del suelo, cayendo sobre su culo.

Yoongi comenzó a reírse ahogadamente para no ser escuchando, ayudándolo


entre burlas.

―Muérete ―regañó sonriendo.

Yoongi le sacó el dedo del medio, caminando por la calle con su amigo
siguiéndolo, contento.

―Hace mucho no hacemos esto ―dijo Yoongi ocultando las manos en su


abrigo.
Namjoon arrugó el ceño.

―Ha perdido la gracia ―dijo con voz apagada.

Yoongi soltó un resoplido, rodando los ojos mientras se limitaba a


caminar a su lado por las calles medio vacías del lugar. Era, después de
todo, las once de la noche de un viernes, sólo los jóvenes estarían fuera
en ese momento.

―El que ha perdido la gracia eres tú ―regañó Yoongi con tono firme―, ya
no te reconozco, Namjoon, ¡hace sólo dos años querías dedicarte a la
música! Y ahora...

―Yoongi ―gruñó Namjoon con disgusto.

―¡Ahora pareces un muñeco, dejando que tus padres te manipulen como


quieres! ―terminó de decir sin amedrentarse por su mirada―. Si no quieres
acompañarme, entonces devuélvete, no pienso arruinar mi noche por tu
actitud poco colaborativa.

Namjoon arrugó el ceño, viendo la expresión molesta de su mejor amigo,


para luego darle un empujón por el hombro.

―Me siento mal que que tú me digas que soy poco colaborativo cuando nunca
quisiste salir a trotar conmigo ―dijo con tono relajado.

―Trotar es para idiotas que no saben apreciar lo que es bueno ―rebatió


Yoongi mientras hacia un gesto para detener el bus que se acercaba por la
calle.
Namjoon decidió no seguirle discutiendo porque sabía que su mejor amigo
podía hablar una hora sin cansarse sobre lo necesario que eran las quince
horas de sueño mínima para que él pudiera sentirse bien con el mundo.

Se sentaron al final del vacío bus, más relajados que minutos atrás, y
Namjoon decidió aprovechar ese silencio cómodo para poder conversar con
Yoongi sobre aquello que llevaba días picándole por todas partes. Si no
lo había hecho antes era porque siempre estaban rodeados de más gente,
teniendo pocos momentos para los dos a solas como solían tener antes.

Como tenían dos años atrás.

―Yoongi ―dijo llamando su atención, notando su expresión de sueño―, ¿qué


traes entre manos con este chico, el amigo de Jungkook, Hoseok?

La expresión de Yoongi no cambió, permaneciendo tranquilo y relajado.

―No me traigo nada entre manos ―respondió bostezando―, mis intención para
con él son serias.

Namjoon le devolvió la mirada, parpadeando mientras Yoongi tarareaba una


melodía vieja.

―Estás bromeando ―murmuró incrédulo.

Yoongi se encogió de hombros.

―Hay algo que me gusta de él ―dijo como si nada―, es como... como que
aparece por los pasillos, así de la nada, y quiero mirarlo todo el día.
Podría mirarlo todo el día y creo que jamás me cansaría ―miró sus uñas―.
Me parece adorable.
―Adorable ―repitió Namjoon.

Yoongi le fulminó con la mirada.

―Tú deberías saberlo mejor que nadie ―dijo con tono borde―, después de
todo, ¿no estás enamorado de Soyeon?

Namjoon se crispó.

―Lo estoy ―contestó con firmeza.

―¿Ah, sí? ―Yoongi sonrió con petulancia―. ¿Qué sientes cuando estás con
ella?

Namjoon arrugó sus labios, tratando de ponerle nombre a los sentimientos


que le invadían cuando Soyeon le sonreía con tanto cariño y amor.

―Calma ―respondió―, calma y seguridad. Sé que, si me volteó, ella estará


ahí para mí. Que no necesito hacer nada más porque ella me quiere así
como yo la quiero.

Yoongi ladeó la cabeza.

―Cuando yo veo a Hoseok ―dijo Yoongi con lentitud―, siento como si un


huracán me succionara, una tropa de elefantes me aplastara y cientos de
cucarachas recorrieran mi cuerpo.

―Eso suena asqueroso, Yoongi.


―¿Sí? Pues a mí me gusta ―su amigo humedeció sus labios―, porque si eso
siento cuando Hoseok me mira, entonces no me importaría experimentar todo
eso si así consigo que me devuelva la mirada todo el día, ¿ella te hace
sentir así? ―Yoongi lo apuntó con un dedo―. Tú no estás enamorado. Estás
acostumbrado.

Mientras hablaba, la imagen fugaz de SeokJin pasó por su mente pero se


obligó a eliminarla, confundido.

Namjoon lo observó para luego bajar la voz, el bus adentrándose en los


suburbios de la ciudad, ya cerca del lugar al que iban.

―Hoseok es un chico, Yoongi ―dijo con suavidad, sin mala intención.

Una mueca de desprecio pintó el rostro de su amigo.

―No, es una persona ―replicó―, y no me importa si es un chico o una


chica, me parecerá adorable aunque fuera un extraterrestre ―Yoongi se
puso de pie, apretando el botón para indicar que se bajarían en la
siguiente parada―. A ti tampoco te habría importado dos años atrás.

Namjoon le siguió, arrugando las cejas.

―No sé de qué hablas ―bufó.

Yoongi rodó los ojos.

―Por dios, ¿crees realmente que puedes engañarme? ―reprochó el más bajo―.
Me sorprende que puedas mentirle a todo el mundo cuando actúas como la
mierda ―se bajó del bus, seguido de Namjoon―. Enamorado de Soyeon, sí,
cómo no...
―¿Quieres dejar de murmurar como idiota? ―bufó Namjoon.

Yoongi no le hizo caso, por supuesto, caminando por las calles del barrio
al que habían llegado, más repleto de gente que el centro de la ciudad.
Se podían observar varios bares y clubes nocturnos en las cuadras, música
resonando en cualquier lugar.

―Soyeon es tu mejor amiga y la quieres, claro ―decía Yoongi a su lado―,


pero ¿enamorado de ella? Sólo quieres complacer a tus padres ―Yoongi lo
miró―. ¿Cómo se llamaba ese chico que realmente te gustaba?

―Detente.

―Jinho. Saliste con él a los quince y fuiste la decepción de tus padres


―soltó Yoongi―. Te encantaba Jinho.

Namjoon lo sostuvo de la muñeca, deteniéndolo, y Yoongi se calló cuando


notó la mirada enfurecida de su mejor amigo.

―No sigas ―le dijo con tono serio―. Lo de Jinho acabó hace mucho, ya no
es importante.

Yoongi pareció considerarlo un instante porque terminó asintiendo,


rodando los ojos, y siguió caminando, tirando de él aunque sabía que iban
a tener esa conversación en otro momento.

Ahora debían seguir con lo suyo.

Minutos después se detuvieron frente a una bodega de donde salían gritos,


música y risas, y un tipo enorme los detuvo, impidiéndoles entrar.

―Identificación ―exigió con voz dura.


Yoongi sonrió perezosamente.

Namjoon tomó aire.

―No jodas, Iron ―dijo con un bufido―, ve a buscar a Zico y dile que Gloss
y RM están de vuelta y van a patear su trasero.

Jungkook miró el suelo mientras sus pies se arrastraban por la gravilla,


jugueteando con sus manos, y levantó la vista cuando un vaso con café se
posó frente a sus ojos.

Jimin le sonrió ampliamente.

―Está empezando a hacer frío ―dijo Jimin a modo de explicación―, tiene


tres de azúcar, como te gusta ―agregó al ver que el chico no lo recibía.

Jungkook asintió, distraído, tomándolo y dándole un sorbo, el caliente


líquido quemando su lengua.

Pero no le importó, el dolor sirvió lo suficiente como para concentrarse


en eso.

Jimin se sentó a su lado, relajado.

―Estaba pensando en hacer una fiesta de disfraces para mi cumpleaños


―dijo Jimin en medio del silencio en el parque―, Hoseok podría ir
disfrazado de un dinosaurio, Jin de Nick el Zorro y nosotros podríamos
hacer un juego de parejas, ¿qué tal Tony Stark y Capitán América? O si
quieres algo sexy como Han Solo y la Princesa...
―Jimin ―le interrumpió Jungkook bruscamente―, te engañé.

La voz de Jimin se cortó.

Jungkook bebió el resto del café de golpe, sintiendo como su garganta


quemaba, pero poco le importó.

Miró a Jimin, notando sus labios apretados, sin decir cosa alguna.

Jungkook sabía que estaba todavía atónito.

Mojó sus labios.

―De seguro ya lo sabías ―sonrió amargamente―, pero creíste que sólo eran
tontos rumores, ¿no es así? Como los que siempre has oído de mí ―el mayor
permaneció en silencio―. El puto de Jeon Jungkook le chupa la polla a
todo su curso. La zorra de Jeon se folla a los profesores para tener
buenas calificaciones. A la perra de Jungkook le encanta tragar semen
―soltó una risa entrecortada, sus ojos picando―. No son rumores. Soy una
puta.

Casi deseaba que Jimin le arrojara el café, que se pusiera de pie y lo


golpeara, le gritara, le humillara por lo que había hecho días atrás para
recuperar el dinosaurio de Hoseok, lo que tuvo que hacer para que las
cosas estuvieran bien.

―¿Con quién fue? ―preguntó calmadamente, pero antes de poder decir algo,
Jimin le hizo un gesto―. Espera, no... ―su tono se volvió pensativo―. Fue
con Dongsung, ¿no es así? A Dongsung no le gustaba que nosotros
saliéramos ―los ojos del mayor se tornaron fríos―. ¿Qué hicieron?

Sus labios temblaron, queriendo romper a llorar por la situación, pero se


obligó a tragar saliva y lucir indiferente.
―¿Qué crees tú? ―le dijo con hosquedad―. De seguro se lo anda contando a
medio mundo.

Jimin bebió un poco de café.

―¿Te pusiste en cuatro frente a él, le rogaste que te follara el culo


mientras uno de sus amigos te follaba la boca, y luego le hiciste una
mamada? ―había burla en su tono de voz aunque su expresión carecía de
diversión―. No lo creo, Jungkook.

Jungkook iba a matar a Dongsung.

Bajó la vista, humillado, pensando en lo bien que se sentiría si Jimin


sólo lo abrazara, le besara la cara y le dijera que todo estaría bien.
Que le iba a perdonar todo aunque estuviera sucio, aunque todo el mundo
lo odiara y fuera tímido y torpe.

Pero Jimin no iba a hacerlo, lo tenía claro.

―Lo último es cierto ―dijo con voz débil.

Pudo sentir a Jimin furioso a su lado, así que no quiso levantar la


vista.

―Por eso no has querido besarme los últimos días ―bufó Jimin―, y yo
pensaba que tenía mal aliento.

Soltó una risa entrecortada, sus ojos picando.


La mano de Jimin lo sostuvo de la barbilla, obligándolo a elevar su
rostro.

Jimin parecía furioso, pero no con él.

―¿Te obligó a hacerlo? ―sacudió su cabeza en una negativa―. Espera, ¿fue


por ese encontrón que contó Hoseok? Dijiste que sólo te agarraste a
golpes para recuperar su dinosaurio.

―Te mentí ―contestó queriendo alejarse―, y no me obligó, Jimin. Lo hice


porque podía hacerlo.

El mayor hizo una mueca, soltándolo pero sin alejarse.

―¿Por qué actúas así? ―interpeló bruscamente―. ¡Mientes horrible,


Jungkook! ―Jimin apretó su mandíbula―. ¿Es porque estás avergonzado?

―Hyung...

―¿Es porque te sientes culpable?

―Jimin...

―¿O es porque temes que te tenga pena?

―¡Basta!

Jungkook se puso de pie ante las palabras de Jimin, la gente a su


alrededor mirándolo cuando habló en voz alta, y trató de recomponerse
para no lucir tan descompuesto por la situación.
Jimin, frente a él, respiraba aceleradamente.

―Es porque eres un orgulloso, Jeon Jungkook ―dijo Jimin con voz extraña―,
¿no es así? No quieres admitir que necesitas ayuda, que no puedes
proteger a Hoseok y SeokJin solo, que me necesitas.

Jungkook quiso romper a llorar.

―Lo arreglaré sin tu ayuda ―dijo Jungkook―, no necesito que me defiendas.


No soy una damisela en peligro.

Jimin sonrió con ironía.

―Nunca te he visto como una, Jungkook ―contestó para luego hacer una
pausa―. ¿Debo tomar esto como un término, entonces?

Jungkook bajó la vista una vez más, sus labios queriendo formar un no
como respuesta para agarrar el brazo de Jimin, sostenerlo y acurrucarse a
su lado, no salir nunca más de allí, dejar que le cubriera con amor y
ternura, pero las cosas no eran así de fáciles.

No cuando sabía que Dongsung no tardaría en buscarlo otra vez.

―Te engañé ―repitió, como si eso fuera explicación suficiente.

Levantó el rostro y se encontró con los ojos llorosos de Jimin.

―¿Lo harías otra vez? ―preguntó.


Por Jin y Hobi, lo haría mil veces.

Asintió en silencio.

―No, esa no era la pregunta ―dijo Jimin―. ¿Me dejarías ayudarte,


Jungkook?

―Son mis amigos ―le dijo Jungkook, su voz quebrándose en la última


palabra.

Jimin lo miró, serio.

―Y yo tu novio ―contestó antes de darse vuelta e irse caminando de allí


sin mirar hacia atrás, dejándolo solo en el parque.

SeokJin suspiró mientras le tendía su botella con agua a Jungkook,


distraído a su lado, mientras el resto de sus compañeros iban a sentarse
a sus puestos. Hoseok, delante de ellos, se removía en su lugar con
incomodidad, sus manos moviéndose de forma errática por un cubo rubik,
tratando de descifrarlo.

―No lo entiendo ―dijo Hoseok mirando el juego―, ¿por qué terminaste con
Jimin si lo quieres? ¿No deberían estar juntos?

Jungkook suspiró, negando con la cabeza.

―Las cosas no son así de fáciles, Hobi ―contestó con voz amable.

―Pero lo quieres ―replicó Hoseok, su voz plana―, mamá dice que cuando
quieres a alguien, estás a su lado. Por eso yo siempre veo televisión con
ella aunque me aburra, porque quiero a mamá.
Jungkook soltó una risa baja, agotado, pero no pudo decirle nada a Hoseok
porque la profesora de Artes entró en ese instante, callando a todo el
mundo.

La clase pasó lenta mientras la profesora hablaba sobre la materia, y


Jungkook se sobresaltó cuando recibió un pequeño papelito por parte de
SeokJin.

¿Te sientes mejor, Kookie?

Puedo ir a tu casa en la tarde o puedes venir a la mía

Mi abuelita hará galletas

Jungkook sonrió, conmovido, para después asentir hacia su mejor amigo,


observando la sonrisa que SeokJin le dirigió, y no pudo evitar recordar
al chico de trece años, torpe y asustadizo, incapaz de expresar sus
propias emociones. A Jin todavía le costaba, por supuesto, si se enojaba
o se sentía triste no solía demostrarlo, pero cuando las emociones eran
positivas, era más fácil saber qué ocurría con él.

―El trabajo que me deberán entregar en un mes consiste en fotografías,


entonces ―dijo la profesora casi al término de la clase―, haremos una
exposición donde mostraré los mejores trabajos. Quiero que plasmen sus
emociones, que escojan un sentimiento, y a través del lente de la cámara
me lo expliquen. Será en grupos de a tres ―todo el curso empezó a moverse
para elegir a sus compañeros―, pero yo elegiré a los integrantes ―las
protestas comenzaron.

Jungkook permaneció quieto ante las últimas indicaciones de la profesora


mientras Hoseok se volteaba, confundido, y Jin le miraba con expectación.

La profesora hizo caso omiso de los estudiantes reclamando, mirando entre


ellos y nombrándolos en voz alta mientras iba armando los grupos.
Entonces–

―Chae Hyungwon ―dijo la mujer―, con Seo Hyerin y... Jung Hoseok.

Hoseok se sobresaltó.

Jungkook se puso de pie.

―Profesora ―dijo haciendo una inclinación―, ¿no podría considerarlo?


Preferiría que Hoseok estuviera conmigo y SeokJin. Los tres ―aclaró.

―Siéntese, Jeon ―ordenó la profesora―, el grupo ya fue armado.

―¡Pero no quiero estar con el rarito! ―se quejó Hyungwon.

―¡Sí, profesora, nos puede contagiar! ―agregó Hyerin enojada.

Hoseok permanecía en silencio, sin expresión alguna en su rostro.

La profesora miró a los estudiantes, enojada.

―¿Qué clase de cosas están diciendo? ―dijo enfurecida―. ¡Son unas


personas horribles! Hoseok no es rarito, no tiene nada contagioso y
trabaja fantástico. ¡Si no hacen el trabajo con él, los reprobaré sin
dudarlo y a Hoseok lo meteré en otro grupo!

Se hizo un silencio enorme en el salón.


―Profesora... ―trató de decir otra vez Jungkook.

―Alumno Jeon ―le interrumpió la mujer―, usted será con Kim SeokJin y Kim
Wheein.

La hermana menor de Namjoon puso una expresión de horror.

―¡No, profesora! ―gritó―. ¡El gay me puede pegar su enfermedad!

―¡Silencio ahora mismo! ―la paciencia de la profesora parecía a punto de


acabarse―. ¡Otro reclamo más y les prometo que los dejaré castigados dos
meses!

Nadie volvió a levantar la voz.

Jungkook se sentó en su lugar.

―¿Jungkookie? ―preguntó Jin.

―No pasa nada ―se apresuró a decir Jungkook―, tendremos que trabajar con
Wheein.

―¿Y yo? ―preguntó Hoseok―. No entiendo. Quiero trabajar con ustedes. El


resto no me agrada.

―Hoseok... ―Jungkook sentía que pronto le iba a dar una migraña―,


arreglaré esto, tal vez si le explico a la profesora...
No, la profesora se negó a hacer un cambio cuando el timbre tocó y
Jungkook fue a hablar con ella personalmente.

―Lo siento, Jeon, pero tus amigos tienen que aprender a valerse por ellos
mismos ―le dijo la mujer―. Tú no vas a estar siempre para ayudarlos.

―Pero Hoseok...

―Hoseok podrá arreglárselas sin problema alguno ―fue lo último que dijo
antes de marcharse de allí.

Jungkook se volteó, desanimado, y levantó la vista cuando Wheein se le


acercó con los labios apretados en disgusto.

―En mi casa, el fin de semana ―dijo bruscamente―, comenzaremos a trabajar


allí.

Asintió, sin ganas de pelear con la chica, y volvió con sus amigos.

Hoseok estaba mirando al suelo mientras Hyungwon y Hyerin estaban a su


lado, fastidiados.

―Nosotros vamos a planificar todo ―decía Hyerin―, tú sólo limítate a


estar callado y no tocarnos, enfermo.

Jungkook arrugó el ceño, tocando el hombro de Hoseok, llamando su


atención.

―Ustedes son los enfermos, imbéciles ―les dijo tirando de sus amigos,
saliendo del salón.
―No me gusta esto ―dijo Hoseok en voz baja.

SeokJin asintió con expresión seria.

Jungkook no pudo evitar darles la razón, pensando en que las cosas


parecían dificultárseles cada vez más.
CAPITULO SIETE
SeokJin tenía doce años cuando conoció a Jungkook.

Estaba jugando en el patio trasero de su casa, sentado sobre el césped


mientras movía los autitos de juguete a su alrededor, chocándolos entre
ellos y sonriendo por eso, cuando levantó la vista y vio a un chico
asomando su cabeza por encima de la cerca.

Se sobresaltó, por supuesto, y agarró la campanita que su abuela le


dejaba a su lado cuando jugaba y debía hacer sonar si ocurría algo
urgente porque, bueno, él no podía gritar.

No debía gritar.

El ruido resonó en el patio mientras Jin hacía sonar la campanita, y


segundos después su abuela apareció con una expresión de preocupación en
su rostro.

―¿Qué ocurre, príncipe? ―preguntó su abuelita.

Jin señaló hacia la cerca, hacia el chico que seguía asomándose con una
expresión de curiosidad.

Su abuela miró al muchacho, reconociéndolo como Jungkook, el vecino, y le


sonrió con amabilidad mientras Jin se ponía de pie torpemente,
ocultándose detrás de la mujer mayor con miedo.
―Hola Jungkook ―saludó su abuelita tomando la mano de Jin.

―Hola ahjumma ―respondió Jungkook con voz estridente―, ¿cómo está?

―Muy bien, ¿y tú, Jungkook?

―Aburrido ―dijo el niño mirando a Jin―, es verano y no tengo a nadie con


quien jugar ―Jungkook siempre se había caracterizado por ser muy curioso,
eso lo sabía todo el mundo―. ¿Quién es ese niño, ahjumma?

Su abuelita le revolvió el cabello, tirando de Jin hacia adelante, y el


menor dio unos pasos balbuceante, bajando la vista con temor.

―Es mi nieto, SeokJin ―dijo su abuelita con orgullo―, ¿no es simpático,


Jungkook?

―¡Sí! ―Jungkook sonrió mostrando sus dientes―. ¿Puedo jugar con él?
¡Prometo ser bueno, ahjumma! ―luego, Jungkook bajo la voz―. Prometo no
pegarle mi enfermedad, abuelita.

Kim Haeri sintió su corazón apretándose ante las palabras del chiquillo
de doce años, solo y sin amigos, sabiendo que Jungkook no tenía ningún
amigo porque todos le hacían el quite ya que sabían que gustaba de los
chicos y ningún padre quería que sus hijos estuvieran cerca de alguien
así. A Haeri honestamente le daba pena ver a Jungkook tan solo, jugando
siempre sin compañía alguna en la calle, viendo como el resto de niños
del lugar se reían de él.

Jungkook era sólo un niño, ¿cómo podían ser tan crueles?


Haeri miró a Jin, que le devolvió la mirada, y le acarició la mejilla,
haciéndole un gesto de que fuera a buscar su libreta con el lápiz que
siempre cargaba. SeokJin no dudó en hacerlo, y aprovechando el momento a
solas, la mujer se giró hacia Jungkook, que la contemplaba con nervio.

―Jungkookie ―le dijo llamando su atención―, SeokJin no es un niño como


tú, ¿está bien? Jin no puede hablar ni escuchar ―aclaró ante su mirada―,
así que no sé si quieres jugar con él.

Jungkook arrugó los labios.

―¿Por qué no querría? ―se encogió de hombros―. Está bien, me las


ingeniaré, ¡debe ser divertido jugar con él!

La respuesta la dejó satisfecha.

SeokJin volvió, y su abuelita le escribió algo en la libreta.

Jin, Jungkook quiere jugar, ¿quieres jugar con él?

El mayor se tomó su tiempo para leerlo, porque todavía le costaba leer y


comprender bien las palabras, para luego mirar a su abuelita y responder
con letra torpe, casi inentendible.

¿No me hará daño?

Sólo quiere jugar. Me quedaré contigo, ¿bien?


Jin asintió, no muy convencido, y la mujer dejó pasar a Jungkook al
patio, advirtiéndole de paso que fuera cuidadoso y no tocara a Jin porque
a él no le gustaba que desconocidos lo tocaran. Jungkook prometió
portarse bien.

Jungkook siempre se portó muy bien con SeokJin, incluso cuando SeokJin se
enojó por primera vez con él luego de ganarle en las carreras de autos y
lo mordió por el disgusto.

Jungkook nunca lo trató como un niño infantil a pesar de que su actitud


fuera como la de uno, nunca lo miró raro por comportarse como un bebé y
siempre estuvo a su lado para todo.

Entonces ¿cómo SeokJin iba a dejarlo en ese momento, cuando Jungkook


estaba llorando a su lado porque Jimin le había devuelto esa mañana todas
las cosas que dejó en la casa del mayor?

Jin lo abrazó, limpiándole las lágrimas del rostro, y le dio un beso


pequeño en la mejilla.

―Me odia ―gimió Jungkook entre hipidos―, ¿cómo no iba a hacerlo? Le dije
que no se me acercara en la escuela, lo engañé, lo dejé de lado...

Jin suspiró, llamando su atención.

―Habla con él ―le dijo con expresión seria―, tú lo quieres y él te


quiere. Habla con él.

―No ―Jungkook sacudió la cabeza en una negativa―, no, Dongsung seguirá


molestando si sabe que sigo con él y no quiero meterlo en esto. Él merece
algo mejor.

SeokJin tenía una expresión de enfado, y Jungkook estaba seguro de que si


quisiera, su amigo trataría de morderlo como antes así que se alejó un
poco porque SeokJin realmente mordía fuerte.
―¿Por qué ese chico va a molestarnos? ―preguntó Jin.

Jungkook desvió la vista, limpiando sus ojos con furia por seguir
llorando, y se puso de pie.

―Otro día te cuento ―contestó―, ahora debemos ir a casa de Wheein por el


trabajo.

SeokJin bajó la vista, tomando entre sus manos la cámara que colgaba de
su cuello, y la acarició de forma distraída, siguiendo a su amigo al
bajar las escaleras, encendiendo el instrumento y comenzando a ver las
fotografías que había sacado en todos esos años.

Sus favoritas eran cuando capturaba el cielo, los colores del atardecer,
del amanecer, de los días lluviosos, de los días soleados, de las noches,
sintiendo que muchas veces aquellos paisajes podían retratar muy bien
algunos sentimientos que le costaba expresar al resto.

Se detuvo detrás de Jungkook cuando Soyeon apareció.

―Hola, Jungkook ―saludó su media hermana mayor, saludando a Jin con un


gesto de la cabeza―, ¿vas saliendo?

―Debo hacer un trabajo en casa de Wheein ―dijo Jungkook agarrando las


llaves.

Soyeon mordió su labio inferior.


―Supe que terminaste con Jimin ―dijo Soyeon con delicadeza, viendo como
el menor se tensaba―, ¿te parece si salimos a pasear cuando regreses? Me
gustaría–

―Noona ―le interrumpió Jungkook volteándose―, no es necesario que finjas


que estás preocupada por mí. Debes estar feliz, ¿no es así? ―Soyeon no
dijo nada―. Nos vemos.

Su hermana lo agarró de la mano, deteniéndolo.

―Jungkook...

―Por otro lado ―volvió a interrumpirle Jungkook bruscamente, tironeando


de su brazo, soltándose―, no es necesario que me presentes a ninguna de
tus amigas ―la miró por sobre el hombro―, porque aunque Jimin no sea más
mi novio, me van a seguir gustando los hombres.

Antes de que la mayor le pudiera decir algo más, tiró de SeokJin con
rapidez para salir de su casa, sintiendo su estómago dando vueltas por la
situación.

Jin le seguía el paso detrás de él, y sólo cuando ya se habían alejado


una cuadra, llamó su atención para poder preguntarle qué había ocurrido
con Soyeon. A él la hermana de Jungkook le era más bien indiferente así
como él lo era para ella, sin embargo, sabía que Soyeon se preocupaba
también de Jungkook aunque no podía entender muy bien porque tomaba esa
actitud si su mejor amigo no había hecho nada malo.

¿Por qué enamorarse de otro chico estaba tan mal visto? SeokJin podía ver
que ellos dos realmente se querían, así como su mamá quería a su papá,
¿cuál era el problema entonces? Había otros monstruos en el mundo, gente
realmente enferma y peligrosa, ¿por qué nadie se preocupaba de eso?

A SeokJin realmente le gustaría encontrar una persona que lo quisiera por


lo que es, a pesar de sus defectos, a pesar de estar sucio, y que lo
apoyara en todo, que estuviera a su lado y le sonriera como Jimin le
sonreía a Jungkook, pero no sabía si algún día la encontraría. Después de
todo, ¿quién podría amarlo a él?

Se subieron al bus y en el trayecto Jungkook le contó de forma


superficial lo que había ocurrido allí. Jin volvió a insistir en que
tenía que hablar con Jimin para aclarar lo ocurrido, para que volvieran a
estar juntos, pero Jungkook era un chico demasiado terco para su propio
gusto.

Media hora después estaban fuera de la casa de los Kim, tocando el


timbre, y la madre de Wheein y Namjoon abrió.

Los dos chicos hicieron una reverencia ante Kim Soeun, la bonita y
tranquila madre de Wheein.

Soeun los observó con ojo crítico.

―Mi hija me dijo que debía hacer un trabajo con... ustedes ―dijo con voz
pausada.

Era bonita, tranquila, sí, pero también muy conservadora, como todos en
Corea del Sur, así que a Jungkook no le extrañaba que los tratara así. En
especial si sabía que, bueno, él era gay.

―Buenas tardes señora Kim ―saludó con tono educado―, soy Jeon Jungkook y
él es mi amigo, Kim SeokJin.

Jin sonrió con timidez, inclinando su cabeza, pero Soeun lo observó un


instante sin interés para después volver su vista a Jungkook.

―Eres el hermano de menor de Soyeon ―dijo como si nada―, no te pareces en


nada a ella, ¿eh?
Sonrió con educación.

―Medio hermano ―aclaró―, y gracias por el halago, señora Kim.

La mujer enarcó una ceja ante él para luego hacerse a un lado,


haciéndolos pasar al interior de la casa y dirigiéndolos al comedor,
ofreciéndoles algo para beber. Jungkook aceptó sólo agua, haciéndole una
seña vaga a Jin para que se sentara a su lado, y pronto sintieron pasos
por la escalera.

Wheein no tardó en aparecer, bostezando, y los miró sin expresión alguna,


incómoda y un poco fastidiada por tener que trabajar con ellos.

Bueno, no era como si Jungkook quisiera trabajar con ella también, él


habría preferido estar con Hoseok.

Pensar en su amigo hizo que su estómago se contrajera por la


preocupación. Si bien Hyerin y Hyungwon no eran chicos violentos, eso no
iba a evitar que le pudieran decir alguna cosa malintencionada. Al menos
Wheein se mantenía al margen de las burlas.

―¿Se quedarán a cenar? ―preguntó la madre de Wheein apareciendo otra vez


con una bandeja con jugo y sándwiches.

―No se preocupe señora Kim ―dijo Jungkook―, tenemos que volver temprano a
nuestras casas.

Wheein se sentó frente a ellos en tanto Soeun agarraba su bolso, lista


para salir.

―Iré a comprar, cariño, tu hermano está en su habitación así que recuerda


ir a verlo de vez en cuando para comprobar si sigue vivo ―se despidió la
mujer.
―Sí, mamá ―bufó Wheein rodando los ojos.

Pronto quedaron los tres solos.

Un silencio incómodo se instaló en el comedor.

Jungkook miró a Jin, que le devolvió la mirada con una sonrisa


titubeante, y luego observó a Wheein, que jugueteaba con su celular, como
si estuviera viendo algo interesantísimo allí.

Suspiró.

Quizás esto sería más difícil de lo que creía.

―Bueno... ―dijo pausadamente, girándose hacia Jin para hablarle en


lenguaje de señas mientras parloteaba―, supongo que tenemos que ver qué
sentimiento queremos plasmar a través de la fotografía.

Wheein rascó su nuca.

―La felicidad ―dijo con simpleza―, es lo más sencillo.

Jungkook le repitió a Jin lo que dijo Wheein, y la chica contempló como


fruncía los labios para después sacudir su cabeza, respondiéndole a su
amigo.

―Jin dice que no es sencillo ―Jungkook mordió su labio inferior―. ¿Por


qué no mejor escribes, Jinnie?
SeokJin arrugó sus cejas, con expresión de fastidio, y buscó su
cuadernito, escribiendo.

La felicidad no es simple. Requiere de mucho. ¿Cómo podemos plasmarlo en


una fotografía? Gente sonriendo no significa gente feliz.

Wheein leyó el mensaje de Jin.

―Pues si la profesora ve a gente sonriendo, sólo dirá "ah, están


felices", y listo, objetivo logrado ―replicó Wheein―, ¿para qué vamos a
esforzarnos más?

Jungkook se lo dijo a Jin.

SeokJin lucía mucho más ofendido ahora.

No se trata de esfuerzo, se trata de poder reflejar algo.

Wheein suspiró ante su mensaje.

―¿Pues entonces qué? ¿Tristeza? ¿Gente llorando?

―No, la tristeza... ―fue Jungkook quien habló ahora―, es lo mismo. Que


alguien llore no significa que esté triste. Puede estar llorando de
felicidad.

―Esto es demasiado complicado ―Wheein hizo un puchero―, no soy buena con


las expresiones artísticas.
Jungkook la observó un instante, pensando en que Wheein era bastante
silenciosa y tímida dentro del salón de clases, sin resaltar demasiado.
Sí, tenía a sus amigas, pero dentro de su grupo era la que menos
destacaba: Jihyo era la líder, Jennie la bonita y Miyeon la inteligente.
Pero Wheein...

Bueno, el grupo de Wheein nunca los había molestado, no directamente: sí,


se reían como hacía todo el mundo cuando tiraban esos comentarios
maliciosos o se alejaban de ellos de forma automática, pero era mejor eso
que participaran de los golpes, de los comentarios.

Y la risa de Wheein, de alguna forma, siempre se veía demasiado forzada.

Desvió la vista, pensativo, sin querer incomodar a la chica.

―Pero te gusta la música ―comentó Jungkook llamando su atención―, te he


escuchado cantar y lo haces bien, Wheein.

La chica pestañeó.

Inmediatamente sintió como se tensó.

―Lo hago cuando estoy aburrida ―dijo sin tono en su voz.

Jungkook se removió, algo incómodo.

―Sí, bien... ―rascó su nuca―, cuando cantas, ¿qué canciones te gusta


cantar?

―No entiendo para donde va esto ―murmuró Wheein.


―A mí me gusta cantar canciones... um... románticas.

Wheein lo observó.

―Esperanza. Me gusta la esperanza ―la chica lució inquieta un segundo y


Jungkook se giró hacia Jin para explicarle lo que acababan de hablar,
pero se quedó congelado.

SeokJin estaba mirando con fascinación a Wheein.

La chica lo había notado, por supuesto, que Jin la estuvo mirando los
últimos segundos sin moverse, haciéndola sentir incómoda e irritada.
Aquellos ojos parecían leerla con una facilidad increíble que la
estremeció por dentro.

―Jungkook ―el aludido se giró hacia la chica, inquisitivo―, Jin no deja


de mirarme. ¿Puedes preguntarle si tiene algún problema conmigo?

El chico tragó saliva, nervioso, y llamó la atención de su amigo, que


mordía su dedo en ese instante, sin dejar de observarla con aquellos ojos
enormes y expresivos. Jungkook hizo algunas señas a lo que Jin contestó
con el rostro ruborizado, negando con la cabeza; Jungkook sonrió
repentinamente, diciéndole otra cosa, y la expresión de SeokJin se
iluminó, respondiéndole con ánimo. Jungkook se puso colorado ahora,
sacudiendo su cabeza en señal de negación, y Jin pareció insistir, sin
embargo, Jungkook también permaneció firme.

―Dile ―la voz de Jungkook sobresaltó a Wheein―, no se enojará.

SeokJin tenía una expresión de perrito apaleado.

Idiota, quiso decir la chica, él no te escucha.


SeokJin tomó entre sus manos el cuadernito que siempre cargaba, y sin
perder el rubor de su rostro, escribió algo. Luego lo tendió
temblorosamente hacia Wheein.

Con una expresión helada, la chica leyó lo escrito.

Sintió de pronto sus mejillas calientes.

Quizás no quieras oírlo, pero realmente tenía qué decírtelo.

Eres preciosa, Wheein.

Ningún chico le había dicho antes que era preciosa. Su hermano, su padre
y madre, y otros familiares se lo decían siempre, pero ellos no contaban.
Ellos lo decían por mero compromiso.

Pero alguien ajeno...

Sí, le habían dicho que era sexy o sensual, como cuando usaba los
pantalones ajustados en la clase de gimnasia o salía con sus amigos, pero
eran comentarios que iban dirigidos a todas sus amigas, no sólo a ella, y
esas palabras no eran lo mismo que preciosa.

Nadie se había tomado el tiempo de mirarla más de cinco segundos y


dedicarle un mensaje tan bonito, tan profundo, que no se centraba en lo
superficial, porque Wheein supo con sólo esas palabras que SeokJin no se
refería a sus facciones sino a algo más.

¿Y por qué se lo decía? Wheein no era preciosa. No era hermosa. Era sólo
una tonta niña que no destacaba en nada, no sobresalía en ningún aspecto.
―A Jin le gusta observar las cosas o personas que encuentra preciosas
―explicó Jungkook como si nada―. Estoy seguro de que si te tuviera un
poco más de confianza, no dejaría de fotografiarte. Tiene un álbum
completo de fotografías hechas por él que... Wheein, ¿por qué estás
llorando?

―No estoy llorando ―protestó la chica furiosamente, frotando sus ojos con
fuerza―, sólo algo entró en mi ojo.

Jin miraba la escena, alarmado, y con nervios le dijo algo rápido a


Jungkook.

―Oh, Jin, dice que lo siente, que no quiso hacerte sentir mal, que por
favor lo perdones y... ―el chico frunció el ceño―. Jin, no te entiendo si
mueves las manos así. No te alteres.

―No, no, yo... ―la voz de Wheein se apagó, y miró a SeokJin.

Jin le pedía perdón con los ojos.

Jin, el chico sordomudo que sonreía y parecía iluminar el mundo sólo con
eso.

Jin, el chico con capacidades distintas que todo el mundo molestaba.

Jin, el chico al que Jungkook protegía con ferocidad.

Jin, el chico que veía todo con curiosidad, y la había llamado preciosa.
―¿Cómo...? ―Jungkook la miró, interrogativo―. ¿Cómo le puedo dar las
gracias?

Jungkook sonrió, mostrando sus dientes, y le enseñó con ánimo. Jin los
miraba, sin entender un poco lo que estaba ocurriendo.

Entonces, Wheein le dio las gracias a Jin con señas, y el rostro del
chico se iluminó otra vez como un sol.

Wheein nunca había visto algo tan bello en la vida.

El chico le hizo unas señas a Jungkook, y su amigo bajó la vista,


apretando sus manos en puños.

―Jin dice que no fue nada, y que está feliz de que... de que no te burles
de su discapacidad. Te da las gracias por ello.

Wheein se estremeció.

No era posible, pensó mirando a SeokJin, que el chico le estuviera dando


las gracias por algo que no debería. Nadie debería burlarse de él,
hacerle bullying, simplemente porque poseía capacidades distintas.
SeokJin era un chico dulce, amable y sonriente al que no tenían, no
debían, molestar, y se sintió furiosa consigo misma, y avergonzada, por
cómo había actuado ese último mes, por su comportamiento estúpido y
superficial.

Antes de que Jin bajara la vista, Wheein le tomó la mano sorpresivamente.

―SeokJin oppa, desde ahora serás mi mejor amigo ―dijo la chica sin
importarle si el chico lo oía―, y no permitiré que nadie vuelva a
molestarte. No mereces que te molesten, y si incluso debo golpear a
alguien para evitarlo, lo haré, ¿está bien?
Jin parpadeó, atónito, y se volteó hacia Jungkook, que sólo se encogió de
hombros con una sonrisa traviesa. Jin observó a Wheein una vez más,
observando sus ojos feroces, y esbozó una sonrisa dulce, asintiendo con
su cabeza mientras le daba un apretón que hizo feliz a la chica.

Namjoon había bajado a la cocina a buscar algo para comer cuando escuchó
la escandalosa risa de Wheein, y se quedó quieto, sin saber qué hacer,
porque llevaba mucho tiempo sin escuchar reír a su hermana menor.

No desde que Namjoon había arruinado a su familia estrepitosamente dos


años atrás.

Sabía que era su culpa, no tenían qué decírselo: desde que quiso
dedicarse a la música y se había enamorado de Jinho, el pequeño chico que
componía música y cantaba en un café todos los sábados, que su familia se
había caído a pedazos. Sólo hasta que terminó con él luego de ver todo lo
que su mamá sufría, lo mal que Wheein lo estaba pasando, la furia con la
que su padre lo miraba, decidió dar todo por terminado.

Las cosas se habían calmado, por supuesto, pero nunca volvieron a ser lo
mismo. Su papá nunca lo volvió a mirar con el mismo orgullo, su mamá dejó
de sonreírle con amor y Wheein había dejado de reír con tanta fuerza.

Namjoon había decidido arreglar todo otra vez, así que empezó a mejorar
sus notas en el colegio. Se esforzó por ser elegido el Presidente del
Consejo Estudiantil. Comenzó a salir con Soyeon. Decidió que estudiaría
Medicina.

Todo lo que se esperaba de él para que su familia pudiera arreglarse,


repararse.

(Y sabía también que Wheein estaba jugando un papel en la misma escuela,


de la niña tonta y mimada, a la espera de un chico porque sus papás eran
conservadores y querían que estudiara algo sencillo porque su futuro
esposo debía mantenerla).
Así que la risa de Wheein lo tomó desprevenido.

Con cuidado se asomó hacia el comedor, viendo primero a Jungkook


aguantando la risa mientras las mejillas de SeokJin se coloreaban de
rojo, sosteniendo una cámara entre sus manos, para después apuntar con
ella hacia Wheein que hacía una pose entre sexy y juguetona, tratando de
no romper en carcajadas.

―Estoy seguro de que la profesora no aprobará el concepto sexy ―comentó


Jungkook sacudiendo su cabeza.

―No es sexy ―protestó Wheein enderezándose―, es... seductor.

SeokJin movió sus manos, llamando la atención de los dos chicos.

―Jin insiste en el concepto de precioso ―dijo Jungkook―, y te quiere como


modelo principal.

―Pero oppa ―habló Wheein―, ¿qué sentimientos abarcaremos con lo precioso?

Jungkook habló con Jin, que no tardó en contestar.

―Todos ―explicó Jungkook―, lo precioso puede provocarte muchos


sentimientos, ¿no?

Wheein sonrió con picardía.

―¿Ah, sí? ―dijo mirando a Jin―, ¿y qué provoco en ti, SeokJin?


Jungkook se atoró con su saliva mientras Wheein volvía a reír sin control
y SeokJin los observaba sin entender lo que acababa de pasar.

Namjoon sintió su estómago contraerse por las palabras de su hermana


menor, por el tono picaresco con el que había hablado, y por el rostro
iluminado de Jin, el lente de su cámara enfocado en Wheein.

¿Acaso a su hermanita menor le gustaba SeokJin?

No, eso no era posible.

Aclaró su garganta, llamando la atención de las personas allí, excepto de


SeokJin, por supuesto.

No, sólo cuando Jin percibió que Jungkook y Wheein miraban a otro lado se
giró, su sonrisa tambaleándose al verlo, y Namjoon mordió su labio
inferior.

―Oppa ―llamó su atención Wheein―, ¿ocurre algo?

―¿Eh? ―Namjoon la miró, sacudiendo su cabeza segundos después―, no, no


pasa nada. Sólo... escuché sus risas ―tosió, incómodo―, ¿todo bien?

―Sí, sí ―Wheein dejó de prestarle atención―, oh, Jin oppa...

El oppa final envió un escalofrío por su espina dorsal, porque Wheein no


solía llamar de esa forma a ningún chico.

Su hermana escribió algo en el papel, entregándose a Jin.


―¿Por qué no llevas a Jin a mi habitación, oppa? ―preguntó Wheein como si
nada―. Buscará mi cámara, intentemos fotografía con ella.

Namjoon parpadeó en tanto Jin se ponía de pie, sin sonreír ahora.

Wheein miró a Jungkook.

―Esperanza ―dijo la chica―, ¿qué tal la esperanza?

Namjoon quiso protestar por un instante, sin embargo, decidió que no


valía la pena así que le hizo un gesto a Jin, girándose. No tenía que
mirar hacia atrás para saber que el chico lo estaba siguiendo.

La presencia de Jin le estaba crispando más de lo que realmente esperaba


y no podía entender por qué. El chico, de alguna forma, le recordaba
demasiado a Jinho, con aquellos ojos insistentes y sonrisa inocente
(porque en lo demás no se parecían, comenzando por la altura. Jinho era
pequeño, no pasaba el metro setenta), y pensar en Jinho lo ponía
nervioso.

Pero SeokJin y Jinho no tenían relación alguna, ¿por qué actuaba de esa
forma?

SeokJin ni siquiera le gustaba.

Abrió la puerta de Wheein, indicándole con la cabeza que entrara, y


estaba dispuesto a irse cuando Jin lo detuvo, su mano envolviéndose
alrededor de su muñeca. Los dedos de SeokJin eran largos, cálidos y
delgados, enviando una sensación de comodidad por su cuerpo, y lo miró.

―¿Qué? ―preguntó aturdido.


El chico lo soltó y se sintió un poco desorientado por la pérdida de
contacto.

Jin escribió algo en su libreta.

¿Dónde está la cámara de Wheein?

Namjoon quiso ser grosero con él para que así Jin no volviera a
acercársele, pero tampoco quería tenerlo lejos. Sabía que era demasiado
contradictorio, sin embargo, no podía evitarlo, no deseaba evitarlo.

SeokJin era como un imán, capaz de atraerlo sólo con una mirada, con un
gesto, y Namjoon no se veía capaz de decirle que no.

Dios, ¿qué pasaba con él?

―Ah, Wheein... ―balbuceó entrando al cuarto, torpe y nervioso―, es una


desordenada, no sé cómo puede dormir aquí, estoy seguro de que debe tener
algún ratón muerto bajo su cama...

No sabía tampoco por qué hablaba en voz alta si era consciente de que
SeokJin no podía escucharlo, pero necesitaba hacerlo.

Y, aunque sonara extraño, sentía que Jin podía entenderlo a pesar de que
fuera sordo.

Comenzó a ordenar los papeles desordenados sobre el escritorio, evitando


mirar al chico.
―Es una polaroid, se la regalaron hace un año y no la usa mucho ―siguió
hablando mientras abría los cajones―, prefiere guardar sus recuerdos en
el celular, no lo entiendo muy bien porque, ya sabes, pueden borrarse y
no tienes respaldo...

SeokJin asentía a sus palabras, sin saber dónde buscar porque no conocía
el cuarto, observándolo caminar por el desordenado cuarto, y trató de
ocultar su sonrisa cuando Namjoon agarró el pomo del armario y...

Lo rompió.

―Mierda ―se quejó Namjoon, sus mejillas tornándose rojas―, dios, Wheein
me va a matar ―se giró hacia Jin, que apretaba sus labios para no
sonreír, y tomó su cuaderno para escribirle algo.

Le dices a Wheein y voy a matarte

Jin lo miró con indignación aunque en su rostro se podía ver cierto toque
divertido.

Mi silencio tiene un precio.

¿Qué quieres a cambio?

Jin pareció pensarlo, encogiéndose de hombros.

Ahora, nada. Se lo cobraré cuando lo necesite.

Suspiró, derrotado, y asintió con la cabeza.


El chico aplaudió con gusto.

Cinco minutos después estaban saliendo del cuarto, y Namjoon se giró para
volver a su cuarto y hundirse en la miseria y la humillación, pero Jin
volvió a detenerlo, entregándole una hoja de papel para después marcharse
con las mejillas coloradas.

Namjoon bajó la vista.

Gracias por la ayuda, Namjoon.

¿Comenzamos con el pie derecho?

¿Por qué su rostro se sentía tan caliente de pronto y sentía hormigas


recorriendo su cuerpo?

Recordó por un instante las palabras de Yoongi días atrás.

Huracán. Elefantes. Cucarachas.

Yoongi era un pendejo.

Volvió a leer la nota, sonriendo sin poder evitarlo, y silbó la última


melodía en la que estaba trabajando, pensando que quizás olvidar sus
malos encuentros con SeokJin no estaría mal.
CAPITULO OCHO
¿Qué tienes ahí, Hobi?

Hoseok parpadeó, levantando la vista cuando Jungkook le habló, y se


sintió algo desorientado, frunciendo el ceño para tratar de concentrarse
en lo que la había dicho SeokJin minutos antes, cuando caminaban hacia el
salón.

Jin se sentó al lado de Jungkook, sonriendo.

―Una invitación ―dijo con voz uniforme, volviendo sus ojos al bonito
papel entre sus manos.

Jungkook lucía desconcertado.

―¿Una invitación? ―repitió―. ¿De qué?

Hoseok abrió el papel, leyendo.

―De Park Jimin ―dijo―, para asistir a su cumpleaños el sábado, en su


casa. La temática es fiesta de disfraces.

Jungkook se volvió hacia Jin, que sacó de su bolsillo dos invitaciones, y


le tendió una a su amigo. Jeon lucía algo irritado, tomando uno de los
papeles, y leyendo las palabras impresas.
―Dijo que quería invitarte pero no sabía cómo acercarse a ti ―le dijo
SeokJin―, nos las entregó recién.

―No pienso ir ―replicó Jungkook con furia.

Hoseok seguía teniendo el ceño fruncido.

―Si es una fiesta de disfraces, ¿qué significa eso? ¿Debo comprar algo?
¿Debo llevarle un disfraz a Jimin?

Jungkook observó a su amigo y suavizó su expresión.

―¿Nunca has ido a un cumpleaños, Hoseok?

El chico se encogió de hombros, sin cambiar su cara.

―Nadie me invitaba ―dijo con simpleza.

SeokJin lo codeó, pidiéndole que le dijera sobre lo que estaban hablando.


A veces, Hoseok parecía olvidar que Jin no podía entenderlos si hablaban
sólo en voz alta.

Jungkook repitió lo recién hablado y Jin mordió su labio inferior.


―¿Y tus cumpleaños, Hobi? ―preguntó SeokJin llamando su atención.

Hoseok jugueteó con la tarjeta, distraído.

―Nadie llegaba, ni siquiera mis primos ―contestó fijándose otra vez en el


papel, fascinado, para después voltearse hacia Jungkook―. Nos invitó a
los tres, ¿vamos a ir?

Jungkook permaneció estático.

SeokJin lo observó.

―No creo que sea lo mejor, Hoseok ―contestó Jungkook.

Hoseok asintió.

Jin se cruzó de brazos.

―Yo tampoco he ido a algún cumpleaños en mi vida ―dijo observando a su


mejor amigo con desafío.
Jungkook quería golpear a Jin porque sabía lo que estaba haciendo,
poniéndolo entre la espada y la pared de tan vil forma, estando
consciente de que la debilidad de él eran ellos dos.

Aunque, bueno, era cierto eso de que Jin nunca fue a algún cumpleaños, y
aunque Jungkook y él pasaban juntos esos días, eran sólo ellos dos porque
no tenían más amigos. Jungkook era invitado a las fiestas de sus
compañeros hasta que dijo que le gustaban los chicos, y Jin...

A él le empezaron a celebrar sus cumpleaños desde los once años en


adelante.

Fulminó con la mirada a Jin para después voltearse a Hoseok, que seguía
observando la invitación con evidente atracción, como si quisiera
entender por qué él había sido invitado a una fiesta de cumpleaños.

Su voz trató de sonar suave.

―¿Te gustaría ir, Hobi? ―preguntó llamando su atención.

La expresión de Hoseok, que solía estar casi siempre fruncida, pareció


iluminarse un poco ante su pregunta.

―Si es de disfraces, ¿qué significa eso? ―dijo en cambio.

Jungkook le sonrió.

―Que puedes disfrazarte de quién desees y... y ser quien desees por una
noche, Hoseok.

―¿Puedo ir de dinosaurio?
―De un tiranosaurio si quieres.

Los labios de Hoseok temblaron, como si quisiera sonreír.

―Me gustaría ir ―dijo con recelo―, pero si tú dices que no, entonces no
vamos.

SeokJin le observaba, expectante, y Jungkook maldijo a su mejor amigo y a


Jimin porque sabía que si Jimin los invitó era porque también sabía que
no iba a poder decir que no. Mierda, Jungkook deseaba decir que no porque
si veía a Jimin, actuaría como un idiota enamorado frente a él, y
Jungkook no quería eso.

Suspiró, derrotado.

―Está bien ―dijo rodando los ojos―. Vamos a ir al cumpleaños.

SeokJin aplaudió, emocionado, mientras Hoseok sonreía con gusto. Sin


embargo, segundos después su expresión cambio.

―Jeon Jungkook ―balbuceó asustado―, ¿qué le llevaré de regalo?

Jungkook estuvo a punto de romper a reír y llorar.


Soyeonle estaba mirando con clara reprobación y Namjoon quería
desaparecer de allípara que su novia no le diera un golpe, así que puso
una expresión de animalabandonado, esperando conmoverla con ello.

―¿Por qué no contestaste mis llamadas? ―preguntó Soyeon mosqueada.

―Lo tenía en silencio, lo siento ―volvió a disculparse tratando de no


lucir culpable.

La chica le miró con expresión de disgusto, pero Namjoon se mantuvo


impasible aunque por dentro era un volcán a punto de explotar por los
nervios.

La noche anterior había vuelto con Yoongi a D-Town, el club que se


dedicaba a hacer batallas de rap cada noche por mera diversión y, por qué
no, hacerse conocidos para que algún productor deseé ofrecerles algo más.

Cuando tenía quince años e iba a D-Town con Jinho, siempre le contaba que
ese era su sueño, poder dedicarse a componer y rapear. Jinho le apoyaba
en todo, sonriéndole de esa adorable forma que hacía a su corazón latir,
y le gritaba en apoyo cuando era su turno en el rap.

Namjoon sabía que Soyeon jamás aprobaría esas salidas.

Soyeon era una buena chica: no era grosera, no era engreída, no se creía
superior a todo el mundo a pesar de sus notas y de venir de una familia
acomodada. Soyeon prefería mantener conversaciones educadas, pasar
inadvertida y ayudar a sus compañeros en las dificultades académicas que
pudieran tener. Así fue como se habían conocido después de todo: Wheein
estaba teniendo dificultades en Álgebra, y Soyeon se ofreció para ser su
tutora.
Pero Namjoon sabía también que Soyeon miraba los estudios como la única
forma para surgir en la vida, y si le contaba que no quería ir a una
universidad y encerrarse en una oficina el resto de su vida, ella no
dudaría en hacerlo desistir.

Después de todo, ambos parecían destinados a seguir juntos en la


universidad para después casarse y formar la perfecta familia feliz.

Aquel futuro lo asustaba un montón.

―¿Me estás evitando? ―preguntó entonces Soyeon―. Ya no pasamos mucho


tiempo juntos. Pareciera que Yoongi es tu novio.

Se atragantó con su saliva, incrédulo ante las palabras de la chica, y


sacudió su cabeza con fuerza.

―¿Qué estás diciendo? ―dijo con algo de fastidio en su voz, sorprendiendo


a la chica―. Sabes bien que Yoongi es mi mejor amigo. Por otro lado, tú
te la pasas todas las tardes en la biblioteca estudiando en lugar de
querer salir conmigo.

Soyeon se removió, incómoda.

―Baja la voz, nos van a oír ―pidió Soyeon mirando hacia los pasillos,
donde el resto de los estudiantes hablaban entre sí aprovechando el
receso.

Pero Namjoon se había enojado realmente.

¿Por qué ella le estaba haciendo una escena de celos con su mejor amigo?
¿Acaso creía que él le daría razón y se alejaría de Yoongi? ¿Qué clase de
amigo sería entonces?
Soyeon estaba siendo irracional.

Además, el idiota de Yoongi andaba pensando –espiando– formas de


conquistar al amigo de Jungkook.

Se enderezó, disgustado.

―Hablemos de esto en otro momento ―le dijo haciéndola a un lado con


delicadeza.

―Oppa... ―dijo la chica con voz tímida.

Aquel oppa le hizo recordar la forma en la que Wheein había llamado a


SeokJin, y se estremeció.

―Nos vemos ―se apresuró a decir caminando por el pasillo con expresión de
molestia.

Para su propia fortuna, Soyeon no lo siguió (aunque esperaba en el fondo


que lo hiciera, por Dios, eran pareja y acababan de pelear).

Sin embargo, al salir al patio trasero del edificio, chocó con SeokJin.

Lo alcanzó a sostener antes de que golpeara el suelo, tratando de relajar


su ceño fruncido al ver la expresión inquisitiva, y debido a los nervios
repentinos que le invadieron (¿por qué siempre que estaba con él se
sentía así?) comenzó a sacudir los hombros del chico, como si estuviera
limpiándolo.
―¿Nuestros encuentros siempre serán así? ―regañó como si nada mientras
Jin dejaba que el mayor sacudiera su ropa, sonriendo ampliamente.

Namjoon lo miró, delgado, alto, con una expresión inocente, y sintió su


estómago algo apretado de pronto, una sensación extraña asentándose en su
cuerpo.

Jin levantó la libreta que siempre cargaba, escribiendo algo con torpeza
para después entregárselo.

Nam, ¿está bien? Tiene cara de molesto.

Suspiró, sacudiendo su cabeza, y de forma inevitable le revolvió el


cabello.

Todo bien, SeokJin.

¿Estás solo?

Jin leyó la pregunta, negando con la cabeza, sin borrar esa sonrisa
enorme en su rostro, y Namjoon no podía dejar de mirarlo. No podía dejar
de observar su cara bonita, sus ojos brillando por algo que no podía
entender.

SeokJin era un chico tan bonito que Namjoon se sintió feo de pronto.

Jungkook está impidiendo que tu amigo le coquetee a Hobi.

Leyó la respuesta y Namjoon dejó salir una maldición baja, sabiendo que
las habilidades de conquista de Yoongi rozaban lo torpe, y sintió pena de
pronto por Hoseok porque si Yoongi se proponía algo, no iba a desistir
hasta conseguirlo.
Antes de poder responderle, escuchó un grito que llamó su atención:

―¡Oooooooooooooooppaaaaaaaaaaaaaaa!

Se volteó dispuesto a saludar a Wheein, enmudeciendo cuando la chica


abrazó a Jin con una sonrisa enorme y SeokJin retrocedía, manteniendo el
equilibrio.

Namjoon borró la pequeña sonrisa en su rostro, sin saber por qué su


hermana menor estaba abrazando a ese chico con tanta confianza, y algo
picó en su estómago.

SeokJin le revolvió el cabello a Wheein amistosamente, sacándole una risa


divertida, y Namjoon no lo soportó más.

―Wheein ―llamó su atención.

Su hermana le miró.

―¡Namjoonie! ―Wheein le pellizcó la mejilla de forma sorpresiva―.


¿Estabas hablando con Jin oppa? ―la chica parpadeó―. ¡Mira, estuve
practicando todo el día de ayer! ―Wheein se volteó hacia Jin otra vez, e
hizo unos gestos con sus manos mientras hablaba en voz alta también―.
¿Cómo estás, oppa?

El rostro de Jin se iluminó cuando Wheein habló en lenguaje de señas,


fascinado.

Namjoon deseó por unos segundos que Jin lo mirara a él así.


Borró el pensamiento con rapidez, confundido.

―Es divertido ―dijo Wheein con voz dulce―, aprender el lenguaje de señas
es muy divertido.

Sintió su corazón detenerse cuando Wheein agarró los mofletes de Jin y se


los apretó, el chico simplemente sonriendo, y Namjoon sintió una punzada
de algo extraño en su estómago porque él quería ser capaz de hacer eso.

―Jin oppa es muy adorable ―dijo Wheein sonriendo―, adorable y guapo


―suspiró.

Namjoon sintió deseos unos segundos de agarrar a SeokJin y alejarlo de su


hermana, y no podía entender, comprender, muy bien el por qué.

Jin no estaba haciendo nada malo, Wheein tampoco. Por otro lado... ¿no
debería sentirse feliz de que su hermana estuviera relacionándose con más
personas? Namjoon sabía lo cerrada y reservada que era.

Pero no podía sentirse feliz.

Jin observó a Namjoon, viendo que el mayor ya no sonreía, y se sintió un


poco triste porque estaba logrando llevarse bien con él, olvidar los
rencores pasados, pero ahora lucía algo molesto y frustrado. ¿Quizás a él
no le gustaba que se juntara con su hermana?

Bueno, ¿a quién podría gustarle? SeokJin sabía que todo el mundo le


esquivaba por ser extraño y no ser un chico normal, ¿cómo podría
culparlo?

Namjoon le entregó el cuadernito donde escribía, y leyó la frase anotada:


Llévame contigo, necesito encontrar a Yoongi.

Parpadeó, leyendo otra vez la frase, y los ojos de Namjoon se suavizaron


cuando ambos chocaron miradas.

Jin se encontró con que no podía decirle que no.

Asintió, desviando su vista ahora a Wheein, y escribió algo. La chica lo


leyó y frunció los labios, sacudiendo su cabeza en una negativa, anotando
algo en la libreta. Namjoon alcanzó a leer, alivio extendiéndose por su
cuerpo.

No puedo acompañarlos, debo ir con mis amigas, ¡pero podemos irnos


juntos!

―Nos vemos, oppas ―se despidió Wheein alejándose.

Jin le hizo un gesto de despedida y Namjoon asintió, todavía algo tenso e


irritado.

Sin embargo, se le pasó cuando Jin lo agarró de la muñeca, sus dedos


tocando su piel, y sintió algo cálido recorriéndolo. Jin tiró de él,
sonriéndole, y Namjoon se encontró devolviéndole la sonrisa sin poder
evitarlo.

SeokJin no sólo era hermoso, se dio cuenta, sino que también


increíblemente adorable, tanto que no podía soportarlo porque deseaba
abrazarlo de pronto.

Se sentía como si estuviera viendo a Jinho, cuando el chico le tomaba la


mano y le atraía hacia su cuerpo, obligándole a bajar la cabeza para así
besarlo.
El recuerdo envió una punzada de dolor en su corazón, pero se obligó a
concentrar sus ojos en la nuca de Jin, que avanzaba por los pasillos sin
dejar de sonreír.

Sin dejar de hacer aletear a su corazón.

Jungkook estaba a punto de pegarle a Yoongi a pesar de que el chico fuera


mayor que él, pero Hoseok se le adelantó.

Aunque, bueno, el golpe de Hoseok fue más bien un pellizco en la nariz.

―¡Au, au, Hope-ah! ―chilló Yoongi.

La expresión de Hoseok no cambió.

―Mamá me pellizca la nariz cuando dice que estoy siendo malcriado


―explicó Hoseok―. No seas malcriado, apestoso ―el muchacho entonces
parpadeó―. ¿Hope-ah? ¿Qué es eso? Me llamo Jung Hoseok.

Yoongi frotó su nariz enrojecida por el pellizco mientras Jungkook


suspiraba, exasperado.

―De verdad, Yoongi hyung, no puedes hacer... ―empezó a decir Jungkook


antes de ser interrumpido.

―¡No estoy siendo malcriado! ―reclamó―. ¡Ni tampoco apesto! ―entonces,


una lenta sonrisa se extendió por su rostro―. Es un sobrenombre, Hoseok,
como Hobi o Hoseokie. ¿No te gusta? Hope por Esperanza. Encuentro que es
muy bonito.
Hoseok observó a Yoongi sin cambiar su rostro, aunque sus ojos parecieron
brillar un momento.

―Mamá dice que sólo mis amigos y ella me pueden decir sobrenombres ―dijo
Hoseok―. ¿Somos amigos, entonces?

Yoongi humedeció sus labios.

―Yo digo que somos más que amigos.

―¡Yoongi!

―¿Cómo podemos ser más que amigos?

―¡Hoseok!

―Los novios también se dicen apodos. Yo seré Yoonie para ti.

―¡Oh, dios...!

―Gato apestoso te queda mejor ―dijo Namjoon apareciendo con Jin―. Pobre
Jungkookie, eres la manzana de la discordia.

Jungkook soltó un bufido, sacudiendo su cabeza en señal de incredulidad


mientras Yoongi se giraba, enfurruñado por la situación. Hoseok
pestañeaba, algo confundido por lo recién ocurrido, y su expresión de
pronto se iluminó.
―¿Novios? ¿Cómo Namjoon y SeokJi... Jinnie? ―corrigió a último minuto,
porque los sobrenombres le seguían costando un poco.

Jungkook miró a Hoseok como si le hubiera crecido un tercer ojo en tanto


Yoongi enarcaba una ceja. El rostro de Namjoon se tornó rojo ante las
palabras del menor; Jin ladeaba la cabeza sin haber comprendido nada.

―¿Qué dices? ―balbuceó Jungkook―. Namjoon hyung sale con mi hermana,


Hobi.

Hoseok arrugó las cejas en señal de confusión.

―Pero están tomados de la mano ―señaló hacia Jin y Namjoon―. Si están


tomados de la mano es que son novios, me lo explicó mi mamá.

Todos se giraron a ver lo que decía Hoseok.

Bueno, no eran manos entrelazadas: Jin tenía la muñeca de Nam agarrada,


pero aun así...

Namjoon tiró de su mano, separándola de los dedos de Jin, y el menor se


sobresaltó con los ojos abiertos enormemente para que su cara se volviera
colorada al notar lo que había ocurrido.

―¡No, no, no es lo que...! ―farfulló Namjoon para después observar la


pantalla de su celular―. Yoongi, necesito que me acompañes a comprar algo
al comedor.

―Pero si ya almorzamos ―se quejó Yoongi.

Namjoon fulminó con la mirada a su mejor amigo, que pareció entender la


indirecta con disgusto, y se puso de pie murmurando por lo bajo.
―Nos vemos ―se despidió Namjoon.

―Adiós chicos, nos vemos Hope-ah ―dijo Yoongi.

―Adiós, gato apestoso ―contestó Hoseok distraído.

Yoongi se fue quejando en todo el camino.

SeokJin se sentó al lado de sus amigos ignorando la mirada de Jungkook en


tanto Hoseok sacaba su cuaderno de Ciencias para hacer la tarea asignada
ese día. La profesora había dicho que hicieran la tarea lo antes posible,
por lo que Hoseok la iba a hacer en ese instante para poder cumplir con
la orden dada. Jungkook pensó en explicarle que no era necesario hacerla
ahora, pero decidió centrar su atención en Jin, que parecía distraído.

Jungkook le hizo un gesto, llamando su atención.

―¿Qué hacías con él? ―preguntó con expresión seria.

―Me lo encontré en el pasillo y me pidió traerlo porque buscaba a Yoongi


―se defendió arrugando el ceño.

Jin no podía entender por qué Jungkook lucía molesto ante lo recién
ocurrido, por qué parecía algo fastidiado, hasta que lo recordó.

Hasta que recordó que Namjoon salía con su media hermana. Y Jungkook y
Soyeon podían tener sus diferencias, pero eso no significaba que él
quisiera hacerle daño. Y lo recién ocurrido, ver que ellos estaban
agarrados de la mano de esa forma, activó las alarmas de Jungkook.
Y las suyas propias, también, porque la piel de Namjoon junto a la suya
se sintió bien que no le tomó el peso necesario y se permitió tenerlo
cerca, sonriéndole, porque había algo atrayente en Namjoon que no podía
explicar pero le gustaba. Le gustó desde que lo vio, en ese torpe
accidente, mientras él le observaba en un momento vulnerable.

Jin no podía explicarlo en palabras pero no era correcto hacer eso.

Escribió algo rápido en el cuaderno antes de tendérselo a Hoseok.

¿Me ayudas en la tarea, Hobi?

―Bueno, ven aquí ―dijo Hoseok sin levantar la vista.

Jungkook no dijo nada, aunque seguía algo pensativo, y Jin se prometió


tener más cuidado la próxima vez.

SeokJin cerró la puerta detrás de él, algo aliviado porque ahora estaba
en casa y eso significaba que Jungkook no podría seguir insistiendo en el
tema como había hecho durante todo el día, y caminó hacia el comedor.

Se detuvo cuando vio a un hombre sentado en el sillón, su expresión


iluminándose, y sin pensarlo dos veces se lanzó sobre la visita.

―¡Ooooou! ―se sobresaltó el hombre―. ¡SeokJinnie!

―Jin, no seas salvaje con tu tío Heechul ―regañó Taeyeon entrando.


―No lo retes ―contestó Heechul encantado, riéndose cuando Jin se acomodó
sobre la visita, emocionado―, hace mucho no lo veo ―apretó las mejillas
de su sobrino un instante―. ¿Cómo estás, Jinnie?

Jin se sentó en las piernas de Heechul, sin dejar de sonreír por la


emoción.

―Bien, estoy muy bien ―contestó―. ¿Va a quedarse un tiempo, tío Heechul?

Heechul fingió pensar.

―Tu madre no me quiere aquí por el regalo que te traje, SeokJinnie.

La palabra regalo hizo que Jin se pusiera de pie otra vez por la emoción,
sonriendo ampliamente mientras caminaba hacia su mamá con ojitos de
ciervo, grandes y necesitados.

Taeyeon sintió su corazón romperse.

―¡Mamá, mamá, por favor, por favor, que tío se quede! ¿Cuál es mi regalo?
¡Quiero verlo, mamá, mamá!

Hubo un breve momento en el que Taeyeon se vio más joven, despidiéndose


de un pequeño SeokJin porque iba a ir al parque con su papá mientras ella
se quedaba preparando el almuerzo, y nunca volvió.

―¡Ma, ma! ―había chillado SeokJin con vocecita demandante―. ¡Vamos los
tles, ma!

Ella se había reído ante sus palabras, tomándolo en brazos mientras


Jongwoon se ponía su chaqueta, y besó las mejillas coloradas de su
SeokJin haciéndolo reír.
―No puedo ir, debo hacer la comida ―SeokJin hizo un puchero―, pero para
la siguiente salida, iremos los tres, ¿está bien?

―¿Pomesa? ―preguntó Jin siendo dejado en el suelo.

―Promesa ―le dijo Taeyeon antes de revolverle el cabello.

Jongwoon la había llamado dos horas después, diciendo que no encontraba a


SeokJin y que la policía ya lo estaba buscando. Ese día había sido el
comienzo de su infierno.

―¿Taeyeon?

Parpadeó cuando Heechul habló con voz preocupada y enfocó su vista en


Jin, que le miraba con ojos parpadeantes, confundido.

Se obligó a sonreír y pellizcarle la mejilla.

―Ve a tu cuarto mientras pienso en si tío Heechul se queda o no unos días


―le dijo.

Jin hizo un gesto de enfurruñamiento, tomándole la mano para llamar su


atención.

―¿Mi regalo? ―preguntó con expresión de cachorrito.

Taeyeon sacudió su cabeza.


―A tu cuarto ―ordenó.

Jin soltó un bufido, agarrando su mochila y subiendo con pasos enojados


hacia su habitación mientras Taeyeon se sentaba en el sofá junto a
Heechul, que le seguía mirando con preocupación.

―¿Cómo van las terapias de SeokJin? ―preguntó delicadamente.

La mujer se encogió de hombros.

―Tae dice que van bien, que Jin le habla sobre el colegio y sus amigos y
está entendiendo sus propios sentimientos al convivir con el resto,
pero... ―hizo una pequeña pausa―, es tan difícil dejarlo ir todas las
mañanas, Heenim, me gustaría dejarlo en casa para que nadie más le
hiciera daño...

Heechul asintió, sin embargo, no pudo decir nada porque entonces se


escucharon los pasos frenéticos de SeokJin bajando las escaleras,
apareciendo en el comedor segundos después. Heechul sonrió mientras
Taeyeon suspiraba, pero SeokJin sólo levantó en sus brazos al pequeño
cachorrito que movía su cola de un lado hacia otro.

Jin abrió su boca, incapaz de decir algo con sus manos porque cargaba al
animalito.

―Sí, Jinnie ―dijo Taeyeon―, tío Heechul te trajo un perrito.

―Se llama Jjanggu ―agregó Heechul―, lo traje porque me recuerda a ti,


¿qué dices?

SeokJin elevó al perro otra vez, incrédulo, para después dejarlo en el


suelo. El cachorro no tardó en correr a su alrededor, haciendo círculos,
comenzando a ladrar.
―¡Un perro! ―dijo SeokJin conmocionado―. ¡Un perrito, mami!

―¡Es tu regalo de Navidad! ―dijo Heechul.

―¡Eres mi tío favorito, tío Heechul!

―Qué tío Siwon no se entere de esto ―murmuró Taeyeon.

―¡Gracias tío, gracias, gracias, gracias!

―Llévalo a jugar afuera ―le dijo Heechul sin dejar de sonreír.

SeokJin asintió lleno de emoción, golpeando sus piernas con las palmas de
su mano para llamar la atención de Jjanggu, y el perrito no tardó en
seguirlo moviendo la colita, saltando por la emoción.

Una vez solos, Heechul le sonrió a su hermana menor con cariño.

―SeokJin estará bien ―prometió―, va mejorando de a poco.

Taeyeon suspiró, asintiendo, tratando de creer que tenía razón.


CAPITULO NUEVE
―Es un perro muy... simpático.

Hoseok miró al cachorro con desconfianza cuando Jungkook dejó de hablar.


Jjangu estaba sobre la cama de SeokJin, mirando a los dos chicos con
expresión juguetona mientras Jin se ponía el disfraz con el que iría a la
fiesta.

Jungkook miró de Hoseok hacia Jin, y sonrió con pesar.

―¿Qué clase de disfraces estamos usando? ―preguntó sin esperar respuesta.

―¡Waaaaaaaaaah! ―balbuceó Hoseok levantando sus manos como si fueran


garras, abriendo su boca y mostrando unos falsos colmillos―. ¡Soy el
conde Drácula, tenme miedo!

Jungkook trató de no reírse porque, honestamente, Hoseok no daba miedo


alguno a pesar de su aspecto amenazador de vampiro. SeokJin, por otro
lado...

―¿Qué estás usando? ―le preguntó Jungkook.

Jin le miró con inocencia aunque una sonrisa juguetona bailaba en sus
labios.

―Un disfraz ―bromeó.


Jungkook soltó un resoplido.

―¿Por qué un cangrejo, Jin? ―insistió Jungkook.

―¿Sabías que los dientes de los cangrejos se encuentran en su estómago?


―farfulló Hoseok de forma distraída, acercándose lentamente hacia Jjangu.

―¡Los cangrejos son lindos! ―dijo Jin feliz.

Jungkook no quiso insistir más en el tema y se miró a sí mismo, arrugando


el ceño al observar el traje rosado que llevaba y su pelo recién teñido
del mismo color. Su mamá casi tuvo un infarto mientras Soyeon se
atragantaba con una bebida cuando bromeó que iría disfrazado como Dulce
Príncipe, para luego murmurar algo de que si iría así todos hablarían de
ellos. Aquellas palabras lo incentivaron para elegir ese disfraz.

Mirar el estilo que cada uno llevaba era para la risa, pero poco le
importaba.

Hoseok se sobresaltó cuando Jjangu se puso de pie repentinamente y le


ladró.

―¡Waaaaaah! ―trató de asustar Hoseok.

Jjangu rodó sobre la cama.


―¡Estoy listo! ―dijo Jin levantando las manos.

Jungkook tomó la mano de Hoseok mientras Jin levantaba a Jjangu para


llevarlo al primer piso, donde la familia de SeokJin los esperaba.

Heechul comenzó a reírse al verlos con aquellos disfraces, Jongwoon


levantando la cámara que llevaba y Taeyeon sacudía su cabeza con una
sonrisa divertida.

―¡Se ven increíbles! ―alabó Jongwoon.

Jungkook quería decir algo irónico, pero sabía que si decía que se veían
horribles Hoseok podía tomarlo literal y echarse para atrás. A pesar de
haber dicho que quería ir, los últimos días había estado mucho más
nervioso y alterado que nunca, rompiéndose la cabeza por el regalo
perfecto para Jimin. Por otro lado, la madre de Hoseok había estado feliz
de que su hijo hubiera sido invitado a una fiesta de cumpleaños, aunque
eso no evitó el miedo también de que algo malo pudiera pasar.

Jungkook tuvo que prometerle mil veces que lo iba a cuidar con su vida y
que procuraría que nada malo le pasara.

—¡Vengan, posen para nosotros! —dijo Heechul riéndose.

—¡Waaaaaah! —siseó Hoseok levantando sus manos mientras Jin elevaba sus
brazos en posición de cangrejo y Jungkook se reía, avergonzado
totalmente.
El click de la cámara resonó varias veces y Jungkook decidió que ya
habían hecho demasiado el ridículo allí, era hora de hacer el ridículo en
público.

—Tío Heechul los irá a dejar —dijo Taeyeon—, se quedará viendo hasta
tarde sus novelas para después traerlos de vuelta.

Heechul soltó un bufido, tomando las llaves del auto mientras Jongwoon se
reía con diversión, acercándose a arreglar el traje de Jin mientras
Hoseok se inclinaba y extendía su mano para acariciar a Jjangu con una
mirada de desconfianza.

Aprovechando el momento, Taeyeon bajó la voz observando a Jungkook.

—Jungkookie, sé que va a ser mucha carga y eres sólo un chiquillo,


pero...

—No se preocupe, señora Kim —se apresuró a decir Jungkook—, protegeré a


Jin y a Hobi con mi vida. No dejaré que nada malo les pase —miró hacia su
mejor amigo, que estaba ayudando a Hoseok a que tocara a Jjangu sin
miedo—. No lo perderé de vista y la llamaré inmediatamente si ocurre
algo, se lo juro.

Taeyeon le miró unos instantes, indecisa, para después asentir sin perder
esa mirada de preocupación, aunque trató de lucir mejor cuando se
despidió de su hijo con un abrazo y de Hoseok revolviéndole el cabello.
Pronto, los tres amigos estaban en el auto de Jongwoon, que se lo había
prestado para esa ocasión.

—¿Le gustará el regalo a Jimin? —preguntó Hoseok con algo de


preocupación, mirando la bonita bolsa que llevaba.

—Estoy seguro de que sí, Hobi —le dijo Jungkook mirando su propio regalo,
sintiendo su estómago apretado porque no se creía preparado para volver a
estar cerca de Jimin tan cerca.
SeokJin llamó su atención.

—¿Sabes si habrá más personas conocidas? —preguntó curioso.

Jungkook se encogió de hombros.

—Creo que estará Wheein —dijo.

SeokJin hizo un gesto extraño con sus labios que no pudo entender bien,
como una mueca mezclada con un puchero.

Minutos después Heechul se estacionó fuera de la casa de Jimin, que ya


retumbaba con música y unos pocos adolescentes estaban fuera. Jungkook
sintió su expresión caer porque había más gente de la que previó en
primer lugar (pero no le sorprendía mucho tampoco porque Jimin era
alguien demasiado popular y sociable, dios, era líder del club de baile
del colegio y estaba en otra academia de baile contemporáneo), y quería
irse a su casa a ocultarse.

—A las dos de la mañana los llamaré para preguntarles si quieren que


venga a buscarlos —dijo Heechul mientras se quitaban el cinturón—, aunque
si desean que venga antes, sólo deben avisarme.

—¡Nos vemos tío Heechul! —se despidió Jin sonriendo.

—Nos vemos tío de SeokJin —dijo Hoseok saliendo detrás de SeokJin.

—Adiós señor Kim, gracias por traernos —suspiró Jungkook antes de cerrar
la puerta.

Jungkook tomó las manos de sus dos amigos, importándole poco llamar la
atención del resto de las personas, y caminó hacia la puerta entreabierta
de la casa. Sabía que si estaba así era para dar libre acceso a
cualquiera, sin embargo, tocó el timbre con una expresión de disgusto.

Disgusto que cambió a sorpresa cuando vio a Jimin apareciendo,


vistiendo...

¡Eso tenía que ser una jodida broma!

Jimin parpadeó también, atónito, pero Jungkook se volteó hacia Jin con
furia.

—¡Le dijiste! —acusó sobresaltando al chico.

SeokJin arrugó el ceño, confundido.

—¡No le dije nada! —se defendió el chico.

—¡¿Hobi?!

—¿Decir qué?

—No, nadie me dijo de qué vendrías disfrazado, Jungkook —le interrumpió


Jimin con una sonrisa divertida—, es sólo una tonta coincidencia.

Miró su traje del Dulce Príncipe para después observar a Jimin disfrazado
de Marshall, el vampiro de Hora de Aventura. Dios, los dos habían ido a
juego sin hablarlo previamente.
—Venga, pasen —dijo Jimin con un tono de burla en su voz, haciéndose a un
lado—, sabes dónde está todo, Jungkookie.

El chico fulminó con la mirada a su exnovio, gruñendo por lo bajo


mientras entraba al interior de aquella casa que conocía tan bien.

—Feliz cumpleaños, Park Jimin —dijo Hoseok levantando la bolsa de regalo.

Jimin se rió y lo recibió, encantado.

—Gracias, Hoseok.

—¡Feliz cumpleaños, ChimChim! —dijo Jin entregándole también su presente.

—Oh, pero no era necesario...

Jungkook sintió sus labios temblar.

—Feliz cumpleaños, Mochi —murmuró ofreciéndole su paquete.

Jimin le observó unos instantes, recibiéndolo, y humedeció sus labios.

—Gracias, Nochu —contestó antes de aclararse la garganta—. ¿Por qué no


pasan? Voy a dejar esto a mi cuarto y vuelvo con ustedes.

Antes de que sus amigos pudieran decir algo, Jungkook los arrastró hacia
el comedor que ya estaba atiborrado de gente, la música resonando en el
lugar, las personas riéndose y bromeando, todos con variados disfraces.
Estimando que el ruido era demasiado y que podía alterar un poco a
Hoseok, los llevó por entremedio de la multitud hacia el patio, que
también estaba con mucha gente pero algo más libre.

Aunque no esperaba encontrarse con varios de sus compañeros, y tragó


saliva cuando ojos maliciosos se posaron en ellos.

Bueno, tal vez sería una larga noche.

—¡La ganadora es MoonStar! ¡Ese si fue un buen rap, chica!

Iron tomó la mano de la chica, levantándola mientras la multitud


vitoreaba con emoción y la otra competidora hacia una mueca por el
disgusto. Yoongi silbó con algo de diversión al ver la expresión de rabia
de Soa, volteándose a ver a Namjoon.

—La improvisación no es el fuerte de Soa —dijo Namjoon bebiendo de su


cerveza—, ¿qué esperaba?

—¿Algo de suerte? —aventuró Yoongi sonriendo cuando Iron hizo callar a


todo el mundo.

—¿Los chicos vienen ahora? —preguntó—. ¿Loco, qué dices tú?

—¡Sólo si hay un competidor que valga la pena! —gritó Loco riéndose.

—¡Chico duro! —se burló Iron—. Veamos... ¡¿qué tal tú, RM?!

Miró hacia la multitud, observando a Iron interpelándolo directamente, y


soltó un resoplido de negación.
—He perdido la práctica —se excusó—, pero Gloss está en buenas
condiciones.

Yoongi lo fulminó con la mirada.

—¡Gloss! ¡Gloss! —vitorearon las personas animándolo.

—Te mataré —murmuró Yoongi poniéndose la capucha sobre su cabello,


entrando al círculo de personas, y Namjoon sonrió al verlo desenvolverse
con tanta facilidad porque, a fin de cuenta, el rap siempre animaba un
montón a su amigo.

Así como también lo animaba a él un montón.

Bebió un poco de su cerveza, liberando algo de tensión escuchando las


improvisaciones en la batalla de rap, sonriendo al ver a Yoongi tan
concentrado en su posición, y no pudo evitar pensar en lo feliz que se
vería él en ese lugar. En esa posición.

Pero llevaba mucho tiempo sin practicar algo de rap y no quería dar
vergüenza. No quería decepcionarse de sí mismo por haber tomado
decisiones que lo hacían infeliz.

Antes, era uno de los mejores allí rapeando. No quería sonar egocéntrico
ni petulante, pero se sentía orgulloso de ser reconocido entre sus
iguales y que lo corearan cuando era su turno de competir. Sin embargo,
estaba seguro de que ahora ninguno de allí iba a reconocerlo.

Él mismo no se reconocía a veces.

—¡Esto está que arde! —gritó Iron entre risas y gritos de más personas—.
¡¿Un empate?! ¡¿Qué dicen?!
—¡Chúpame el pene, Loco! —gritó Yoongi levantando su dedo corazón.

Yoongi salió corriendo de allí antes de que Loco se lanzara a golpearlo.

Namjoon sonrió, divertido.

—¡Bueno, ¿quién desea competir ahora?! —gritó Iron llamando la atención—.


¡¿Eh?! ¡Vamos, Yuto, quién será tu contrincante!

Un chico alto, delgado y con cabello negro se abrió paso entre la


multitud, sonriendo, pero eso no fue lo que desconcertó a Namjoon.

Fue ver que ese chico no iba sólo, sino que llevaba a alguien de la mano.

A Jinho.

Su estómago se volteó al ver a Jinho allí, caminando mientras se aferraba


a la mano del rapero, mirándolo como si... como si...

Namjoon quiso vomitar de pronto.

—Oye, Nam, ¿ocurre algo? —preguntó Yoongi apareciendo.

No contestó, observando a Yuto entrando al centro del escenario,


girándose y dándole un beso a Jinho en los labios. Jinho le sonrió de
forma adorable, respondiéndole el beso, y Namjoon recordó por un instante
la última vez que lo vio.
Jinho había estado llorando sin control alguno cuando Namjoon dijo que
sólo fue un experimento, un instante de diversión, nada más.

—¿A quién quieres desafiar? —preguntó Iron.

Yuto humedeció sus labios.

—A RM —dijo Yuto con voz grave, mirándolo directamente, y Namjoon estaba


seguro de que escupiría todo el contenido de su estómago cuando Jinho
también lo miró.

Necesitaba huir de allí, escapar de ese lugar como venía haciendo los
últimos dos años.

—Nam...

No escuchaba a Yoongi hablar mientras se ponía de pie sintiendo su


garganta apretada, el aire faltando a su alrededor, sin dejar de observar
los ojos helados de Jinho, observándole con duro rencor y desprecio.

—¡Venga, RM, es tu momento! —gritó Iron haciendo que la gente comenzara a


animar.

Pero Namjoon iba a vomitar.

Yoongi lo tomó del brazo, sin observarlo, siguiendo la línea de su


mirada, y pareció comprender un poco lo que estaba ocurriendo.

—Mi amigo no se siente bien —dijo Yoongi por sobre el bullicio de las
personas—, será para la próxima.
Empezaron a abuchear pero a Namjoon no podía importarle menos mientras
Yoongi lo sacaba del cerrado lugar, saliendo al frío aire nocturno,
incapaz todavía de decir algo por lo que acababa de pasar. Por haber
visto otra vez a Jinho.

A Jinho, tan pequeño, adorable y suave. A Jinho de la mano de otro chico


que no sentía vergüenza de estar con él y que parecía suficiente para él.

A Jinho, la única persona que realmente había amado.

Yoongi sacó un cigarrillo, encendiéndolo, dándole una calada y


ofreciéndoselo. Namjoon no dudó en agarrarlo.

A Soyeon no le gustaba que fumara, pero al diablo, ella no estaba allí.

—Jinho fue tu novio —dijo Yoongi en medio del silencio.

Namjoon no respondió.

Su mejor amigo suspiró, observándolo de reojo.

—¿Te animas para algo más o prefieres devolverte a casa?

Namjoon mordió su labio inferior. Una parte suya quería estar en su


cuarto, acostarse y fingir que lo ocurrido esa noche no había pasado
realmente, así como solía fingir frente al resto que era feliz.

Pero otra parte exigía distraerse, tratar de relajarse un poco.


—¿Qué quieres hacer? —dijo con voz ronca.

Yoongi miró la hora.

—Hoseok me contó ayer que fue invitado al cumpleaños de Park Jimin, y


bueno, ¿qué tal si nos colamos? —se animó Yoongi.

—¿Por qué Hoseok te contó eso? —preguntó Namjoon.

Yoongi se encogió de hombros.

—Porque lo invité a venir acá pero me rechazó por ese tonto cumpleaños —
refunfuñó Yoongi.

Namjoon se sintió tentado de burlarse de su amigo, pero honestamente no


se sentía demasiado bien. Todavía estaba algo mareado, con el estómago
revuelto, y quería estar lejos de allí.

Y pensó entonces que, si Hoseok estaba allí, Jungkook también estaría. Y


si Jungkook fue... SeokJin quizás...

—Vamos —fue lo único que dijo.

—Quiero bailar —dijo Hoseok.

Jungkook observó a su amigo, que estaba mirando el salón donde la gente


bailaba al ritmo de la música, y notó sus ojos ansiosos y pendientes de
lo que estaba ocurriendo.
Quería negarse, pero se dijo que debía disfrutar esa fiesta a pesar de
que hubiera gente que le desagradara, y asintió.

—Bueno —aceptó girándose hacia Jin—. ¿Quieres bailar?

Antes de que SeokJin pudiera responderle fueron interrumpidos por un


grito de emoción, y Jungkook no necesitó girarse para saber que era
Wheein.

—¡Chicos! —saludó sonriendo—. ¡Vinieron!

Jungkook le pellizcó la mejilla, arrancándole un quejido.

—Obligado —contestó Jungkook viendo el disfraz de Wheein: estaba


disfrazada de hada—. Te ves muy bonita, Wheein.

La chica se ruborizó, riéndose.

—Ustedes se ven geniales también —contestó Wheein.

—Quiero bailar, Jeon Jungkook —insistió Hoseok tomándole el brazo.

El aludido suspiró, sabiendo que a Hoseok no le gustaba que le ignoraran


demasiado tiempo.

—¿Por qué no van a bailar ustedes? —preguntó Wheein—. ¡Yo puedo bailar
con Jinnie! —la muchacha miró al chico—. ¡Estás bonito hoy, Jinnie!
¿Bailamos?
SeokJin sonrió con emoción, tomando la mano que Wheein le ofrecía, y
Jungkook quiso negarse al inicio pero se dijo que debía confiar en la
chica y que SeokJin estaría en buenas manos, por lo que terminó
asintiendo con una sonrisa algo débil, girándose para guiar a Hoseok a la
pista de baile.

Al inicio, Hoseok parecía moverse algo tieso, sin saber muy bien qué
hacer en medio de tanta gente que le estaba tocando y rozando la ropa,
pero luego de varios minutos, al ver la sonrisa relajada de Jungkook,
pareció reaccionar un poco mejor, empezando a moverse ahora con más
ritmo, algo relajado y contento.

—¿Te gusta mucho bailar, Hobi? —preguntó Jungkook por sobre el ruido de
la música.

—¡Mucho! —gritó Hoseok con una pequeña sonrisa en sus labios—. ¡Mamá dice
que me ayuda a mejorar mis habilidades motoras y a no ser tan torpe! —dio
una vuelta, feliz—. ¿Crees que ya no soy tan torpe?

Le sonrió, sacudiendo su cabeza.

—¡Eres increíble, Hoseok! —apoyó.

Los ojos de su amigo brillaron con emoción.

—¿De verdad lo crees?

Jungkook se rió con cariño, alegre de ver a Hoseok fuera de su zona de


confort, tratando de desenvolverse como cualquier otro chico con ellos, y
forzándose a estar rodeado de personas aunque le pusiera un poco incómodo
y ansioso.

Mientras, Wheein estaba guiando a SeokJin en los pasos de baile, el chico


luciendo algo perdido y desorientado porque alegaba que no podía saber el
ritmo de la canción. Wheein se limitaba a reírse y regañarlo, tomándole
las manos, tirando de él para hacer que se moviera, y Jin se forzaba a
seguirle los pasos.

—Oppa, eres tan guapo incluso con ese disfraz —dijo Wheein sonriéndole.

Jin la miró con confusión.

—¿Qué cosa dijiste? —preguntó Jin inclinándose un poco.

—¡Que es un chico fantástico! —dijo Wheein con las mejillas algo


coloradas por la repentina cercanía del muchacho.

SeokJin le sonrió con diversión, tirando de la chica para que diera una
vuelta entre sus brazos.

Jungkook comenzó a balancearse con Hoseok entre sus brazos, riéndose por
los movimientos tontos que estaba haciendo a esas alturas, pensando
entonces que esas cosas no estaban tan mal, que su amigo estaba bien,
estaba contento, y tal vez no era necesario que viviera tan preocupado
por lo que podría ocurrir, que–

Alcanzó a sostener a Hobi cuando alguien lo empujó.

Fulminó con la mirada al chico que había actuado de esa forma tan
horrible, que sólo le sonrió con burla e incluso algo de asco.

—¿Por qué no se van, par de enfermos? —gruñó Dongwoon con expresión


petulante.

—Hey, ¿qué está pasando?


Jungkook miró a Jimin, que apareció con una expresión de seriedad, y
enderezó a Hoseok, que ya no parecía querer bailar.

—¿Por qué los invitaste? —se quejó Dongwoon—. ¡Arruinan la fiesta!

La expresión de Jimin se endureció mientras Jungkook bufaba, rodando los


ojos.

—Es mi fiesta, Dong —contestó Jimin—, si no te parece, puedes irte.

—¡Dios, privilegiando a unos raros que a tus amigos...!

—Le vuelves a decir raros y prometo partirte la boca, imbécil.

Todos se giraron para ver a un aparecido Yoongi, que estaba con una
expresión enfurecida mirando a Dongwoon, siendo sostenido por Namjoon.

Jimin le dijo algo a Dongwoon, que soltó un ruido de desprecio, y se


marchó de allí. El cumpleañero miró a los recién llegados con las cejas
fruncidas.

—No recuerdo haberlos invitado —dijo Jimin curioso.

Yoongi se cruzó de brazos.

—No pueden quedarse —dijo Hoseok de pronto, los chicos mirándolo—. No


tienen un disfraz. ¿Por qué no tienen un disfraz? Es una fiesta de
disfraces.
Las comisuras de los labios de Yoongi se estiraron un poco, conteniendo
una risa de diversión mientras Namjoon miraba hacia Jungkook.

—¿Y SeokJin? —preguntó algo preocupado.

—Bailando con tu hermana —dijo Jungkook con los labios arrugados.

Jimin suspiró.

—Bueno, pueden quedarse —aceptó—, pero nada de peleas. En especial tú,


Yoongi.

—No prometo nada —replicó Yoongi—. Voy al baño y regreso, Hope-ah.

—Bueno, gato apestoso —Hoseok frunció su nariz—. Muy apestoso. Hueles a


cigarro.

Yoongi hizo un gesto con su mano, despreocupado.

—Fue Namjoon, él fumó y me pegó su aroma —dijo antes de marcharse de


allí, ignorando la fulminante mirada de su mejor amigo.

Jungkook miró a Namjoon unos segundos, notando entonces que se le veía


algo distraído y decaído, y sintió ganas de preguntarle qué ocurría con
él. A pesar de que estuviera saliendo con su media hermana y no se
llevaran demasiado bien, eso no significaba que lo despreciara. Namjoon
siempre lucía algo incómodo y apagado cuando estaba en su casa, mientras
que en el colegio se veía torpe e incluso exasperado, siempre a la
vanguardia por quien sabe qué motivos.

Además, de alguna forma, Namjoon siempre parecía preocuparse de que los


chicos en el colegio no lo golpearan.
—¿Ocurre algo, Namjoon hyung? —preguntó Jungkook entonces por sobre el
ruido de la música.

Namjoon dejó de observar a las personas, parpadeando mientras contemplaba


el rostro de Jungkook, y suspiró.

—No es nada —contestó de forma educada—. Si Yoongi pregunta por mí,


¿puedes decirle que estoy afuera? —Jungkook asintió—. Nos vemos por ahí
entonces, Jungkook.

Antes de poder decir algo, Namjoon se marchó tan rápido como apareció.

Jungkook lo observó hasta que desapareció, un poco indeciso sobre


seguirlo o no, pero descartándolo finalmente cuando Hoseok le dio un
tirón a su brazo.

—Quiero seguir bailando —dijo el chico con los labios arrugados.

Si era honesto, Jungkook quería regresar a casa.

Pero no quería arruinarle la fiesta a Hoseok y SeokJin. Su mejor amigo


seguía bailando con Wheein mientras que Hoseok se había animado otra vez
a volver a la pista de baile a pesar de lo recién ocurrido, y no eran tan
mal amigo como para decir que no.

E iban a ser recién las doce de la noche, podía aguantar un poquito más
aunque tuviera que ver a Jimin bailando con Seulgi, riéndose e
ignorándolo.

Pero se lo merecía.
Asintió, tomándole la mano a Hoseok, forzándose a sonreírle mientras
volvían a bailar, al menos hasta que fueron interrumpidos.

Y oh dios...

—¿Hyung? —farfulló Jungkook incrédulo.

—Ahora estoy disfrazado —dijo Yoongi como si nada.

—¿Eres un rollo de papel higiénico gigante? —preguntó Hoseok con


curiosidad.

Yoongi le miró, ofendido.

—¡Soy una momia! —respondió Yoongi, mal envuelto en el rollo de papel,


con tiras cayéndose a sus lados.

—Oh —Hoseok parpadeó—, pero no das miedo. Tienes que dar miedo.

Yoongi bufó, arrugando el ceño.

—Tú tampoco das miedo —replicó.

Hoseok sacudió su cabeza.

—Sí doy —dijo—. ¡Waaaaaaah! —chilló elevando sus manos y mostrando sus
dientes.
El mayor observó a Jungkook unos segundos para luego mirar a Hoseok otra
vez.

—Hazlo de nuevo, no estaba prestando atención —dijo seriamente.

—¡Waaaaaaaaaah! —repitió Hoseok saltando.

Yoongi rascó su nuca.

—Otra vez, por favor.

—¡Waaaa–!

—Yoongi —le interrumpió Jungkook a Yoongi con exasperación—. ¿Quieres


algo? Namjoon se fue al patio.

—No quiero a Namjoon —soltó Yoongi—, quiero bailar con Hope-ah. Vamos.

Y ante su atónita mirada, Jungkook observó cómo Yoongi tomaba la mano de


Hoseok y tiraba de él, llevándolo a la pista de baile y dejándolo solo.

¿Qué demonios acababa de ocurrir?

Jungkook refunfuñó en voz baja, sabiendo que no iría a interrumpir a


Hoseok porque honestamente el chico se veía algo cómodo bailando con
Yoongi (aunque Yoongi bailaba como un abuelito, pero eso era lo de
menos), y tampoco iría a molestar a SeokJin, porque lo quisiera o no, los
dos chicos tenían que desenvolverse con otras personas sin su ayuda.
Pero eso no evitaba que se pusiera un poco triste (y culpable también),
porque se sentía un poco bien que sus amigos dependieran de él. Que no
fuera desechable.

Era la peor persona en el mundo.

Se volteó, pero se quedó quieto antes de chocar contra Jimin.

Jimin le contempló con una ceja enarcada, y Jungkook no pudo evitar


admirar lo bonito que se veía en el disfraz de Marshall, con la camisa a
cuadros, su frente descubierta y los jeans. Jungkook recordaba haberle
dicho a Jimin varias veces que Dulce Príncipe y Marshall deberían estar
juntos por siempre porque se complementaban, para luego golpear a Jimin
ya que Jimin estaba más concentrado en pellizcar su cintura y hacerle
cosquillas.

Jimin le sonrió, tendiéndole la mano.

—Ven aquí, Jungkookie —le dijo con cariño.

Jungkook lo abrazó.

Namjoon dejó salir el aire mientras terminaba de beber la cerveza que


había sacado de la cocina, tratando de olvidar la mirada de Jinho sobre
él horas atrás, tratando de ignorar la sensación de vértigo, desprecio y
dolor que estaba sintiendo en ese instante, porque sabía que no le haría
bien.

Sabía que no debía sentir lástima por sí mismo cuando él había roto con
Jinho, cuando Jinho fue el que nunca tuvo explicación alguna y quien
salió más herido por sus propias decisiones.

Pero eso no hacía las cosas más fáciles tampoco.


Recordó a Jinho a su lado en el club, riéndose en voz baja mientras
escuchaban a unos chicos en una batalla de rap, ocultos en una esquina y
compartiendo unos torpes besos tímidos. Namjoon había estado jugueteando
con una paleta en un envoltorio, acariciando el cabello de su novio, y de
pronto Jinho le quitó la paleta con una sonrisa enorme.

Él había fruncido el entrecejo.

—Si no me devuelves la paleta, voy a darte un golpe —le dijo juguetón,


observándolo abrir el envoltorio.

Jinho se detuvo, mirándolo con ojos de cachorrito.

—Eres un chico muy malo, Namjoonie.

Sonrió inevitablemente, revolviéndole el pelo.

—Eres tan bajito, Jinho... —comentó ignorando la paleta.

Jinho le golpeó su mano, ofendido.

—¡No me hables informalmente, Namjoon!

Y eso era lo más gracioso: que Jinho fuera un año mayor que Namjoon, pero
fuera menor de porte.

Le sonrió, divertido.
—Eres tan pequeño, hyung... —corrigió algo burlón.

Su novio le pegó en el costado, enfurecido.

—¿Te estás burlando de mí? —barboteó Jinho poniéndose de pie, sus manos
sosteniendo la paleta—. ¡Ser alto no lo es todo!

Namjoon sacudió la cabeza, sin dejar de sonreír.

—Ser alto es todo para mí —comentó.

—¡Está bien! —refunfuñó Jinho—. ¡Haz lo que quieras, entonces! —y antes


de poder decirle algo más, Jinho llevó la paleta a sus labios.

(Pero el dulce terminó siendo compartido por los dos después cuando
Namjoon comenzó a besarlo entre risas).

Dios, no. Eso estaba mal. No podía seguir recordando esas cosas porque
eran parte del pasado, y no había forma de que volvieran otra vez. No
cuando él estaba saliendo con Soyeon. No cuando quería hacer que sus
padres se sintieran orgullosos otra vez. No cuando Jinho estaba saliendo
con otra persona.

Dio un trago más a la lata de cerveza, ignorando el ruido de la música,


las risas de las personas en el patio, observando la noche despejada, las
pocas estrellas brillando en el cielo, y pensando qué tan fácil sería
abandonar todo y simplemente desaparecer. Irse lejos de allí. Dejar de
fingir ser ese chico perfecto que no tenía errores.

Alguien le tocó el hombro y giró su cabeza.


Enfocó sus ojos en la tímida mirada de SeokJin, parpadeando al notar su
disfraz.

Un... un cangrejo.

A Namjoon le gustaban mucho los cangrejos.

¿Qué?

Tomó la libreta que Jin le tendía, cohibido.

¿Ocurre algo?

¿Quiere un poco de compañía?

Quiso negarse. Decirle que volviera adentro, a bailar con Wheein, que
fingiera no haberlo visto.

Pero terminó haciéndose a un lado, dándole un espacio para que se


sentara, y SeokJin no tardó en obedecer.

No es nada, Jin.

¿La estás pasando bien?

SeokJin leyó la respuesta antes de poner una expresión pensativa.


Es mi primera fiesta de cumpleaños con otras personas, no tengo nada con
qué compararla, pero está bien.

El chico pareció un poco indeciso antes de añadir:

En realidad, quise venir para que Jungkookie pudiera hablar con Jimin, y
que Hobi se divirtiera un poco. ¿Hice bien?

Namjoon se quedó observando unos segundos la respuesta, sin saber qué


responder al inicio, para luego sonreír con un poco de dulzura,
sacudiendo su cabeza en una negativa amable.

No puedes ayudar a todo el mundo siempre, Jinnie. A veces tienes que


dejar que se den cuenta solos de sus errores.

Observó como la expresión de SeokJin pareció decaer un poco, sus labios


frunciéndose en un puchero infantil, apoyando su mentón en sus piernas, y
Namjoon le pellizcó la mejilla, llamando su atención otra vez.

¿Por qué no vuelves adentro? Estoy seguro de que Wheein querrá seguir
bailando contigo. Hace frío aquí afuera y puedes resfriarte.

SeokJin se balanceó un instante en su lugar, mordiendo la piel de su uña


con rostro indeciso.

Prefiero quedarme con usted, si no le molesta.

El mayor quería preguntarle entonces si a Jin le gustaba su hermana. Si


veía a Wheein con otros ojos que no fueran amistosos.

Pero no quería saber la respuesta, y eso lo mareaba un poco, lo confundía


demasiado, le hacía perder el control que tanto trataba de mantener.
¿Por qué un disfraz de cangrejo?

Preguntó en cambio, rascando su oreja, pensando en lo bonito que se veía


SeokJin con ese tonto disfraz de crustáceo, mirándole con tanta inocencia
que, por un instante, olvidó lo que estaba ocurriendo a su alrededor y
sólo podía observarlo a aquellos enormes ojos juguetones y dulces.

Tan comprensivos, tan amables, que quería derretirse en ellos, dejar que
lo tragaran por completo.

¡Los cangrejos son lindos! Son tan fuertes también... Tienen un tamaño
pequeño, pero un caparazón que les protege muy bien. Me gustaría ser un
cangrejito.

Namjoon se rió con suavidad al leer la última frase, algo encantado por
la forma que SeokJin tenía para expresarse, pensando fugazmente que
parecía un niño de diez años.

Trató de mantener su expresión tranquila cuando recordó entonces que


aquel chico a su lado había estado desaparecido por siete años, que fue
educado en casa, que quizás aprendió tarde algunas cosas y como... hablar
con el resto.

¿Cómo sería la voz de SeokJin?

Los cangrejos también me gustan mucho, Jinnie. Te ves muy bonito y


adorable. Es el mejor disfraz que he visto en la noche.

Se sintió satisfecho cuando observó los ojos de SeokJin brillar por la


emoción, y más aún cuando el chico le dio un abrazo repentino, sonriendo
contento y feliz. Tan feliz que pareció olvidarse por varios minutos de
lo que había ocurrido horas atrás. De que Jinho estaba con otra persona.
De que a Jin parecía gustarle su hermana menor.
¡Usted también es muy bonito! Es el chico más guapo de la fiesta.

Sacudió su cabeza en una negativa al leer la respuesta, sabiendo que era


una vil mentira porque Namjoon no era guapo. No era lindo. Su rostro no
tenía facciones finas como la mayoría de los chicos de clase, su sonrisa
era horrible y su piel demasiado morena dentro de Corea.

Namjoon sabía que no era bonito, pero no le acomplejaba demasiado el no


serlo, porque sabía que si se perseguía por aquello, entonces quedaría
estancado en un pozo de autocompasión.

No digas esas cosas, Jinnie, no soy hermoso como tú.

SeokJin frunció el ceño al leer sus palabras, y antes de darse cuenta, el


menor le estaba golpeando el brazo con la libreta, molesto y ofendido por
lo que había dicho. Escrito. Lo que sea.

—¡Oye, oye! —se quejó Namjoon sorprendido—. ¡No seas violento, SeokJin!

El menor le sacó la lengua, girándose y dándole la espalda, cruzándose de


brazos con expresión enfurruñada, ignorándolo por completo, y Namjoon
picoteó su costado. Jin le dio un manotazo, sin observarlo, por lo que el
mayor, sin pensarlo realmente, lo abrazó por la espalda, apoyando su
mentón en el hombro del chico.

—Deja de ser tan adorable —le dijo llamando su atención, quitándole el


cuadernito para escribir:

No te enojes conmigo, por favor.

SeokJin rodó los ojos al leer su petición, contestándole con la mirada


tímida y mejillas coloradas.
Jamás podría enojarme con usted.

Namjoon sonrió, apretándolo brevemente contra su costado, sintiendo


entonces que al lado de Jin las cosas parecían ir muy, muy bien, y eso le
gustaba un montón.

Demasiado, para su propio gusto, pero ya lo arreglaría después.

Por ahora, sólo se preocuparía de disfrutar ese breve instante de paz.


CAPITULO DIEZ
Jungkook sabía que su mamá –madrastra– no le quería.

¿Cómo iba a quererle, después de todo, cuando él era hijo de una amante
que tuvo su esposo?

Tal vez no quererle era una frase demasiado rebuscada para entender lo
que sentía la señora Jeon por él. Jungkook tal vez lo definiría más
como... indiferencia. Sí, indiferencia, aunque eso no le hacía sentir
mejor.

Nunca le había hecho sentir mejor, no cuando observaba a Soyeon siendo


mimada y amada por sus padres. Porque él era una vergüenza para la
familia. Porque su padre sólo se lo llevó con él por el temor de que todo
el mundo supiera que el señor Jeon tenía un hijo ilegítimo.

Al inicio Jungkook no lo entendía, no demasiado bien, pero se sentía


triste cuando solía buscar a Jeon Somin para que le abrazara como hacía
con su hija pero sólo obtenía manos tensas alejándolo y una voz suave
pidiéndole que no lo hiciera otra vez. Cuando se caía y mamá no iba a
buscarlo para ver si estaba bien. Cuando lloraba y no le preguntaba qué
le ocurría.

Sólo cuando cumplió los diez años y se lo explicaron lo entendió un poco,


y de forma inevitable, se alejó de Soyeon, porque no soportaba ver cómo
ella era querida y él... y él era una paria dentro de su propia familia.

Por eso, tener la repentina atención de su mamá sobre él era algo a lo


que no sabía reaccionar. Menos aun cuando era para llamar su atención.
—Jungkook, por favor... —decía Somin con expresión cansada—, ¿quieres
dejar de salir con chicos? ¿Quieres que te prestemos más atención con tu
padre?

Apretó sus labios, sentado en el sofá y mirando el suelo, con algo de


dolor de cabeza porque había llegado en la madrugada luego de la fiesta
de Jimin y sólo había dormido unas horas pues tenía la cabeza llena de
cosas.

Primero por las manos de Jimin abrazándolo y sosteniéndolo.

Después por la imagen de Yoongi besando la mejilla de Hoseok en medio de


la fiesta y Hoseok le daba un golpe en el costado aunque sus ojos
brillaban.

Y por último, cuando había salido a buscar a SeokJin, se lo encontró


abrazando a Namjoon.

A Namjoon. El novio de Soyeon, su hermana.

Y cuando por fin logró dormir, lo habían despertado para conversar sobre
ese tema.

Se removió en su lugar, incómodo.

—Lamento ser una decepción, mamá —contestó bajando la vista.


La mujer mayor volvió a suspirar, agotada por la situación.

—¿Por qué no puedes ser más como tu hermana? —preguntó Somin poniéndose
de pie—. Sólo nos haces pasar vergüenza, Jungkook —se encogió—. Ve a tu
cuarto, no quiero verte por ahora.

Obedeció con rapidez, queriendo estar sólo para poder liberar todo el
aire que estaba conteniendo, su garganta apretada, sus ojos ardiendo.

Se dijo que no debía llorar por eso, que ya era costumbre que mamá le
hiciera sentir así, pero eso no hacía las cosas más fáciles. No hacía que
las sensaciones malas no estuvieran ahí.

Echó su cuerpo sobre la cama, ocultando su rostro contra la almohada un


momento, y miró segundos después la hora.

Tenía tres mensajes.

Mochi:

Hey, ¿estás bien?

¿Podemos hablar?

Jinnie:

Kookie, ¿estás enojado conmigo?


Las cosas se estaban complicando y Jungkook no sabía qué hacer. No sabía
desde cuándo todo se estaba tornando tan difícil, tan desesperado,
sintiendo que el mundo avanzaba y él se estaba quedando atrás.

Jungkook no quería perder a sus amigos, a su exnovio, pero parecía que


era el único que se estaba quedando estancado en el lodo.

Taehyung estaba mirando con atención el dibujo que SeokJin terminaba de


colorear, concentrado en no salirse de los márgenes que había hecho, y
sonrió segundos después cuando el chico le tendió el papel antes de
volver su atención al perrito acostado a su lado, el pequeño Jjangu.

Observó el dibujo mientras Jin comenzaba a frotar la pancita del


cachorro, y su sonrisa se tambaleó un poco, tratando de mantener su
expresión tranquila para no llamar la atención del menor.

Tae le había pedido que dibujara una casa, pero SeokJin pareció desviarse
un poco de sus órdenes y terminó dibujando un castillo.

En niños pequeños no le habría llamado sorprendido mucho, cuando


dibujaban castillos solía indicar una gran imaginación, pero Jin tenía ya
dieciséis años, casi diecisiete, y que se desviara tan drásticamente de
sus órdenes...

Aunque quizás considerando el historial de su paciente...

La puerta del castillo estaba cerrada firmemente. Evasión, quizás.

Ventanas mal alineadas. En realidad, había pocas, y las que estaban


dibujadas parecían no seguir un patrón. Agresividad. Impulsividad.

La chimenea que ubicó a un costado lanzaba mucho humo negro. Tensión.


Energía negativa.
Tae hacía ese ejercicio con SeokJin tres veces al año para ver cómo iban
evolucionando sus expresiones. La última vez que lo llevó a cabo tuvo
mejores resultados, pero ahora, parecía notar cierto retroceso.

Dejó el dibujo sobre la mesita, llamando la atención del chico.

—¿Cómo ha estado todo con tus amigos? —le preguntó Tae con calma.

Jin tomó a Jjangu, dejándolo entre sus piernas.

—Creo que Jungkook está enojado conmigo porque no me ha dicho nada por
teléfono —contestó Jin algo confundido, tratando de expresarse
claramente.

Arrugó el ceño, pensativo.

—¿Por qué estaría enojado contigo?

—Ayer fuimos a una fiesta y lo dejé solo. Tal vez no le gustó eso —los
labios de Jin temblaron—. No sé. ¿Es malo que no me sienta mal por eso?

—Sé más claro, SeokJin.

—Me encontré con Namjoon y estuve con él. A solas. Namjoon fue muy
amable. Parecía triste y no lo quería abandonar. Jungkook estaba con
Hoseok, así que no creí que provocara demasiados problemas.

Namjoon. ¿No era acaso el chico que Jin decía detestar?


—Creí que no te llevabas bien con él.

Jin se encogió de hombros.

—Es... es extraño —dijo SeokJin con lentitud, sus movimientos cuidadosos—


. Namjoon es agradable cuando no está en el colegio. Parece tan... tan
frío y lejano en clases. Pero fuera es distinto. Más cálido. Mejor.

Tae comenzó a sentir un retorcijón en su estómago porque SeokJin no


parecía darse cuenta de la forma que hablaba. Como su rostro parecía
iluminarse con esa pequeña conversación.

—Tal vez Jungkook no está enojado contigo —dijo entonces queriendo


desviar un poco la atención de Jin—, sólo espera a que se vean.

SeokJin asintió, sus ojos posándose una vez más en Jjangu, y Tae suspiró
algo cansado porque no tenía un buen presentimiento. Algo no se sentía
bien en toda esa situación, pero no sabía cómo explicarlo en palabras, y
menos al ver a SeokJin tan animado con nuevas personas.

Tae observó una vez más el dibujo, sabiendo que tendría que hablar con
Taeyeon una vez la sesión terminara. Con toda probabilidad, la madre del
chico estaría completamente disgustada.

Pero, bueno, ¿qué otra cosa podía pedirle luego de que su hijo hubiera
desaparecido a los tres años para ser encontrado siete años después en
unas condiciones tan horribles?

—Oppa, no puedo entenderlo bien, ¿qué estabas haciendo allí?

Namjoon miró a su hermana menor a través del espejo del auto, Wheein
observándole algo confundida, y trató de olvidar la imagen mental de la
chica bailando con SeokJin, sonriéndole ampliamente, riéndose de forma
despreocupada.

A Namjoon no podía gustarle esa imagen.

—Salí con Yoongi ese día y me arrastró a la fiesta —dijo, mintiendo a


medias—. Tú sabes... Yoongi parece interesado en Hoseok —añadió
observando la reacción de su hermana.

Wheein permaneció con el rostro tranquilo, incluso se tornó algo


pensativa.

—Hoseok oppa es muy... extraño —dijo con lentitud—, pero es adorable


igual. ¿Realmente Yoongi quiere salir con él?

Se encogió de hombros mientras se estacionaba fuera del colegio. Ese día


Soyeon dijo que se iría con Jungkook en el bus, sin entrar mucho en
detalles.

—Supongo que sí —contestó para luego bajar la voz—, pero volviendo al


tema, Wheein, por favor, no le digas nada a Soyeon de la fiesta. Tú sabes
que no se lleva muy bien con Yoongi y además detesta las fiestas,
entonces...

—Tranquilo oppa —se apresuró a decir Wheein sonriendo—, no te preocupes.


No les diré nada a nuestros padres ni a Soyeon —la chica bajó la voz—. A
mamá no le agrada Jungkook ni SeokJin, y bueno, ya me dijo que una vez
acabado el trabajo debía alejarme de ellos. Oppa, por favor...

Namjoon apretó sus labios un momento. Wheein, esos últimos días, estaba
siendo más expresiva y alegre, más viva y parlanchina, no tanto la
estudiante modelo que todos esperaban que fuera, y eso a Namjoon le
gustaba mucho porque odiaba que Wheein se comportara como una adulta
siendo tan joven.
Sabía, además, que se debía a que SeokJin, Jungkook y Hoseok no parecían
demasiado interesados en lucir como adultos en la secundaria, prefiriendo
tener actitudes acordes a sus edades, jugueteando y molestándose entre
sí. Ellos estaban siendo una buena influencia para su hermana.

—Tú puedes juntarte con quien desees mientras no sean peligrosos —le dijo
revolviéndole el cabello—, y yo no le diré nada a nadie, ¿está bien,
Wheein?

La chica sonrió, feliz.

—¡Gracias, oppa! —abrió la puerta del auto, pero antes de bajar, se giró
con una mirada tímida—. Oppa, a mí no me molestaba que salieras con un
chico antes, ¿está bien? Y Soyeon me cae bien, pero no sé si será la
indicada para ti.

Namjoon puso una expresión de sorpresa, atónito por lo que había dicho,
pero antes de poder decir algo, Wheein salió cerrando la puerta,
corriendo hacia la entrada para juntarse con sus amigas.

Dejando a Namjoon con una sensación extraña en su estómago porque ese fin
de semana habían pasado demasiadas cosas, y ahora, con esto, no sabía muy
bien cómo reaccionar. Nunca había tenido una conversación sobre Jinho con
su hermana menor, después de todo, porque cuando sus padres se enteraron
de que estaba saliendo con un chico, las cosas parecieron torcerse
demasiado en su familia.

Y Wheein la había pasado demasiado mal porque ahora parecían estarle


exigiendo todo a ella, dejándolo a él de lado y hablándole sólo para
discutir.

Suspirando, se bajó del auto antes de que el timbre tocara, sacando su


mochila. Yoongi ya le esperaba en la entrada, jugueteando con su móvil.
—Hey —saludó Yoongi con un movimiento de cabeza—, desapareciste de la
fiesta de Jimin y no me hablaste más. ¿Estás enojado porque te abandoné?

Negó en silencio, abriéndose paso entre la multitud de personas.

—No me sentía demasiado bien —contestó con tranquilidad.

Yoongi enarcó una ceja porque Namjoon, en el colegio, era siempre


controlado, calmado y pacífico, queriendo demostrar pocos sentimientos,
pero fuera solía dejar que las emociones le desbordaran en segundos.

Como había reaccionado cuando vio a esos dos chicos de la mano.

Bajó la voz:

—Te vi con SeokJin.

Namjoon se detuvo.

Alguien lo empujó y le murmuró una disculpa, pero Namjoon lo ignoró por


completo.

Oh, dios...

Si Yoongi lo había visto, abrazando a SeokJin como si fueran íntimos,


quizás alguien más podría haberlo hecho también. Podrían comentarlo entre
ellos y decirlo a más personas.
Aléjate de SeokJin, advirtió una dura voz en su interior, no te hace
bien.

Pero sí lo hacía. Mirar a SeokJin se sentía bien, cómo si algo encajara


en su interior.

Namjoon no quería seguir luchando contra el impulso de alejarse de


SeokJin porque cuando el chico le sonreía, las cosas parecían brillar un
poquito más.

—Ten cuidado —le advirtió Yoongi con voz grave—, sabes cómo es Soyeon,
Namjoon.

Soyeon podía ser dulce, amable y simpática con todo el mundo, pero
Namjoon la conocía mejor que nadie porque ambos eran mejores amigos desde
hace años.

Y Namjoon sabía que Soyeon era también celosa, posesiva y alguien que
buscaba el éxito desesperadamente para tener una buena vida. No era una
mala persona, ella jamás le haría daño a alguien más (y menos a SeokJin),
pero podía ser rencorosa si las cosas no salían como lo deseaba.

Menos cuando ellos parecían tener una vida planeada.

Yoongi volvió a hablar, aunque su voz parecía ahora más animada:

—Por otro lado —dijo—, ¿cómo me veo hoy? ¿Estoy guapo para Hoseok?

Namjoon lo observó.

Soltó un bufido.
—Pierde la esperanza, Yoongi, eso chico te odia —dijo volviendo a
caminar.

—Del odio al amor hay un paso —replicó como si nada.

Namjoon no dijo nada porque lo sabía muy bien.

Jungkook entró al salón de clases y sintió algo apretado en su estómago


cuando vio a SeokJin y Hoseok sentados juntos. No era como si la imagen
de ellos dos estuviera mal, porque a veces se intercambiaban de puestos,
era normal, pero no se sentía bien ver a Hyungwon y Hyerin delante de
ellos, hablándoles.

Por un instante creyó que estaban agrediéndolos como dos semanas atrás
habían hecho, con ese trabajo que la profesora asignó, pero entonces
Hyerin se rió y Hoseok sacudió su cabeza en una negativa, sin lucir
demasiado cohibido, y supo que no era así. Que las cosas parecían bien
entre ellos.

A Jungkook no le gustó demasiado.

Y eso lo hacía sentir peor porque sus amigos tenían todo el derecho de
juntarse con otras personas e interactuar con ellos. Pero no sabía por
qué aquello le desagradaba demasiado.

Tal vez porque Jungkook siempre había sido demasiado tímido con la gente.
Incluso cuando no había dicho que era gay, le costaba relacionarse con
otros chicos de su edad porque temía que se burlaran de él.

Quizás porque Jungkook tenía miedo de que Hoseok y SeokJin se


relacionaran con otras personas y le dejaran de lado, quedando sin amigos
como estuvo durante mucho tiempo.
Jungkook no quería sentirse así.

Tragó saliva y se acercó, tratando de sonreír.

—Hey —saludó con voz firme, sorprendiéndose a sí mismo—, ¿qué ocurre?

SeokJin ladeó la cabeza mientras Hoseok levantaba la vista, distraído.

—Hyungwon dice que nuestro trabajo debería reflejar la felicidad y que yo


debo ser su modelo —dijo Hoseok moviendo su lápiz nerviosamente—, pero a
mí no me gusta sonreír.

—Porque las sonrisas no reflejan felicidad —insistió Hyungwon—, tu mamá


te lo dijo, Hoseokie.

—A mí me gustó verte jugar con tus dinosaurios —agregó Hyerin con voz
suave.

Hoseok parpadeó, confundido, y Jungkook recordó que su amigo se lo había


mencionado, que decidieron juntarse en la casa de él luego de que los
otros dos chicos no pudieran hacerlo con sus respectivos hogares, y
cuando le había preguntado cómo le fue, Hoseok sólo contestó con un bien.
No había dicho nada de que la relación parecía haber mejorado.

—Pero no me gustan las cámaras —insistió Hoseok antes de que SeokJin le


diera un codazo, apuntando a su libreta donde había escrito algo.

Hoseok es guapo.

Las mejillas del chico se tornaron coloradas.


—Qué cosas dices, Jinnie... —murmuró Hoseok.

Hyerin volvió a reírse.

Jungkook quería vomitar porque parecían haberlo ignorado en todo momento.

Rascó su brazo, tratando de controlar la sonrisa de su rostro.

No debía asustarse, no debía reaccionar mal porque no tenía motivos para


ello. Hoseok y SeokJin estaban en su total derecho de hacer otras
amistades. Wheein, Yoongi, ahora Hyerin y Hyungwon... Después de todo,
¿no era genial que pudieran cambiar el pensamiento de sus compañeros para
que comprendieran que sus características particulares no eran malas?

Pero ¿por qué Jungkook estaba tan herido?

El timbre tocó y se sobresaltó, sus dedos jugueteando con su mochila


porque no sabía dónde sentarse.

Observó el puesto detrás de sus amigos, sin nadie, y se recordó todos los
años anteriores, cuando se sentaba solo también, todo el mundo haciéndole
el quite, y quiso romper a llorar.

Se tragó las lágrimas, por supuesto, y no tardó en acomodarse en la


silla.

SeokJin lo miró, su sonrisa tambaleándose al notar el rostro algo


descompuesto de su mejor amigo.

Jungkookie, ¿ocurre algo?


El chico leyó la nota y sacudió la cabeza.

—Estoy bien, me duele el estómago —contestó queriendo tranquilizarlo.

SeokJin no parecía demasiado convencido, sin embargo, la profesora entró


en ese momento y se volvió hacia ella para prestarle atención.

Jungkook se dijo que no debía darle tanta importancia. Las cosas iban a
mejorar, estaba seguro de eso, no debía ser tan negativo.

Ya iba a ver, todo mejoraría pronto.

El resto de la semana transcurrió lentamente para todo el mundo, y una


vez llegado el fin de semana, Jungkook y SeokJin fueron otra vez a la
casa de Wheein para continuar con el trabajo.

Ese día se hallaban en la pieza de la chica, conversando acerca de cómo


reflejar lo precioso, sin saber demasiado que cosas o personas usar.

—Deberíamos poner guapo a SeokJin oppa y sacarle muchas fotografías —


decía Wheein, sentada en el suelo—. Jin oppa es el chico más guapo del
instituto —agregó sonriéndole al chico, que miraba las fotografías de su
cámara.

Jungkook rascó su nuca, un poco incómodo porque había estado evitando un


poco quedar a solas con SeokJin, sin saber cómo hablarle sobre lo
ocurrido en la fiesta, además de que notaba cierto encariñamiento por
parte de Wheein hacia su amigo.

Se sentía extraño porque SeokJin era tímido y torpe, casi como él, pero
le caía mejor a todo el mundo sólo con una mirada. A Jin no le costaba
seguirle el ritmo a las personas, pero a él...
Jungkook era un desastre cuando se relacionaba con el mundo.

SeokJin levantó la vista, mirándolo, y Jungkook se sintió mal por estar


teniendo esos horribles pensamientos. Dios, ¿qué clase de amigo era?
Quizás el peor del mundo.

—Debemos estar con la cámara fotográfica todo el día —dijo SeokJin hacia
Jungkook, esperando que se lo dijera a Wheein—, y sacar fotografías que
nos llamen la atención, que sean preciosas para nosotros. Como ésta.

Jungkook se sintió peor cuando SeokJin le tendió la cámara, mostrándole


una reciente fotografía que su amigo había sacado, con Jungkook detrás,
riéndose de forma descontrolada, y un poco más atrás estaba sentado
Hoseok en una banca, sin reír pero sonriendo minúsculamente, distraído.
El rostro de SeokJin, con una amplia sonrisa, llenaba gran parte de la
fotografía.

Esa semana había sentido más ganas de llorar que nunca en la vida, todas
esas situaciones sumándose al hecho de que Jimin le había ignorado,
diciéndole que lo ocurrido en la fiesta fue sólo un desliz al verlo tan
triste y solo.

Sabía que se lo merecía, pero eso no lo hacía sentir mejor.

—Parece una buena idea —dijo Wheein interrumpiendo sus pensamientos—.


Pero debemos primero justificar nuestra exposición, ¿no? —suspiró, algo
irritada—. Hagamos el informe entonces. Jungkook-ah, tú eres bueno con
las palabras, ¿no?

No le pasó desapercibido que Wheein no le trataba de oppa como hacía con


Jin, siendo que los dos eran menores que ella.

—Soy un desastre —contestó rascando su nuca.


—Pero para música te he visto escribir algunas letras —replicó la chica
sorprendida.

SeokJin se puso de pie.

—Iré por un vaso de agua, ¿quieren algo? —preguntó colgando la cámara a


su cuello.

Ambos negaron, volviendo a discutir sobre el informe, y SeokJin salió del


cuarto para bajar al primer piso. Sabía que la madre de Wheein no estaba
porque tenía una comida con su esposo en la empresa donde trabajaba, así
que no tenía miedo de encontrarse con ella.

Aun así, se quedó quieto cuando vio a Namjoon en el living, mirando la


televisión.

Namjoon se giró al escuchar ruido, encontrándose con la mirada de


SeokJin, y de forma inevitable le sonrió.

SeokJin le devolvió la sonrisa, acercándose y sacando la libreta con el


lápiz de su bolsillo.

¿Qué está haciendo?, escribió algo tímido.

Namjoon recordó la noche de la fiesta, a SeokJin a su lado, sosteniéndole


sin saberlo, y respondió.

Estoy aprendiendo inglés. ¿Conoces la serie FRIENDS?


Sacudió su cabeza en una negativa, sentándose en el sofá, y observando
brevemente la televisión, observando que era una serie algo antigua y no
tenía subtítulos. Namjoon pausó el programa, volteándose hacia SeokJin,
que parecía algo desconcertado.

¿Inglés? ¿Está viendo la serie en su idioma original?

Es una buena forma de aprender. Lo hago desde que tengo memoria. ¿Tú
sabes inglés, Jin?

SeokJin observó la pregunta unos segundos.

No. No soy bueno con los idiomas, hizo una pequeña pausa antes de añadir,
me cuesta mucho aprender. Jungkook debe ayudarme mucho a estudiar.

Namjoon lo pensó un poco más, entonces, recordando las palabras de Soyeon


meses atrás: SeokJin era el chico que había desaparecido con tres años
para ser encontrado siete años después. La curiosidad lo carcomía y
quería preguntarle dónde había estado, pero sabía que no era lo correcto,
no era educado, y no tenía tanta confianza con el chico como para hacer
eso.

Además, una parte de él no deseaba saberlo. La respuesta le asustaba un


montón.

Yo podría enseñarte.

Hizo una pequeña pausa antes de añadir:

Me gustaría enseñarte inglés.


Los ojos de SeokJin brillaron con emoción mientras su sonrisa se
ampliaba, y Namjoon se sintió feliz entonces. Se sintió contento de haber
causado esa reacción en el menor.

¡Eso me encantaría!, contestó SeokJin apegándose a su brazo,¿y de qué


trata esta serie? ¡Tal vez podríamos verla juntos!

El panorama no sonaba mal. A Namjoon realmente le gustaba eso, porque en


realidad no tenía mucha gente con la que ver sus series. Los encuentros
con Jinho siempre habían sido en D-Town o en el café donde cantaba,
Soyeon se aburría con rapidez de las series, Yoongi prefería dormir, y a
Wheein le gustaban más las películas.

Pondré la primera temporada con subtítulos y veamos si le puedes seguir


el ritmo, ¿te parece?

SeokJin sacudió su cabeza repetidas veces, sin dejar de sonreír, y pronto


los dos estuvieron viendo el primer episodio de la popular serie
estadounidense.

Sin embargo, mientras Namjoon parecía pendiente de la televisión, SeokJin


fingía ver la serie pero sus ojos se desviaban de forma inevitable hacia
el mayor, viéndolo reírse gracias a la comedia.

Sin pensarlo demasiado, SeokJin levantó la cámara fotográfica y sacó


varias fotografías, pensando que Namjoon era perfecto para su concepto de
precioso. El mayor podía no verlo, pero realmente era hermoso.

A SeokJin realmente le gustaba mirarlo.

Volvió su atención a la televisión, su corazón dando mil volteretas en


tanto se recostaba contra Namjoon, y el chico no hizo amago de alejarlo:
por el contrario, pasó su brazo por sus hombros, atrayéndolo, y SeokJin
suspiró lleno de felicidad.
Jungkook los encontró una hora después, cuando SeokJin no volvió.

Había pensado que quizás comió algo (la madre de Wheein les había dejado
galletas por si les daba hambre), y que luego había pasado al baño.
Después se había desconcentrado totalmente, escuchando a Wheein hablar
sobre lo que pondrían en el informe y redactándolo junto a ella, y sólo
cuando la chica preguntó sobre SeokJin, decidió ir a buscarlo.

No esperaba encontrárselo recostado contra Namjoon, la televisión


encendida pero los dos chicos durmiendo.

Cercana, íntimamente.

La escena parecía demasiado personal como para estar él allí.

Pero algo en su interior ardió porque Soyeon era su hermana. Su hermana


estaba saliendo con Namjoon. Que abrazaba a SeokJin como si... como si...

Jungkook sentía que todo estaba mal.


CAPITULO ONCE
Jongwoon recordaba bien el día en que su mundo se había derrumbado por
completo.

Había ocurrido trece años atrás, el quince de enero, luego de una nevada.
Su SeokJin de tan sólo tres años lo había despertado esa mañana, riéndose
y apuntando hacia fuera, diciendo que quería ir a la plaza para jugar con
la nieve. Jongwoon recordaba estar un poco fastidiado porque no le
gustaba el frío y no quería salir, pero SeokJin le puso esos ojitos de
ciervo y no pudo negarse.

Ojalá se hubiera negado.

—Pero irás bien abrigado —le dijo mientras lo envolvía en capas y capas
de ropa, picoteando sus mejillas coloradas—, no te vas a resfriar,
SeokJinnie.

—¡No achu! —concedió SeokJin riendo—. ¿Amos con ma'? —preguntó poniéndose
de pie algo tambaleante por el enorme abrigo que lo envolvía.

—No, príncipe, sólo los dos —le contestó tomándolo en brazos para bajar
las escaleras. Una vez abajo, lo dejó en el suelo otra vez—. Venga, ve a
despedirte de ella. Cuando volvamos, la comida ya estará lista.

SeokJin corrió a la cocina, feliz, y volvió segundos después, tomándole


la mano con firmeza.

La manito de su bebé era pequeñita, suave, fácil de llevar. Jongwoon se


arrepentía de no haberlo sostenido con más firmeza. De no haber sido un
mejor padre.
Llegaron al parque quince minutos después, repleto de niños jugando en
los columpios, los toboganes, el lugar lleno de gritos y risas, y SeokJin
no tardó en correr hacia uno de los juegos, tratando de hacerse paso
entre la multitud de niños y la nieve.

Jongwoon, por otro lado, fue a una de las bancas, sentándose y tratando
de cerrar con más firmeza el abrigo alrededor de su delgado cuerpo.

—¡Paaaaa! —gritaba SeokJin desde el tobogán, queriendo llamar su


atención—. ¡Ven, paaaaaa!

Jongwoon se arrepentía un montón de no haberlo tomado en cuenta. De


haberlo ignorado. De prestar más atención a la conversación que inició
con un amigo suyo que también llevó a sus hijos a jugar.

—¡Paaaaaaa! —la voz de SeokJin sonaba ahora enojada—. ¡Jueya conmigo, pa!

Jongwoon había sido el peor padre del mundo, y no era necesario que se lo
dijeran para tenerlo claro. Taeyeon jamás se lo había dicho, pero él
sabía que todo eso había sido sólo su culpa. Su negligencia.

Los siguientes siete años habían sido un infierno para Jongwoon.

Sólo se había dado cuenta de que la vocecita chillona de SeokJin no se


oía cuando los hijos de su amigo lo llamaron luego de que uno se cayera
en un juego, y Jongwoon se había girado hacia la multitud de niños, sus
ojos escaneando en busca de su pequeño bebé.
Sin encontrarlo.

Pero había pensado que debía estar en la parte de los toboganes,


esperando su turno para lanzarse a uno, y mientras se acercaba a ellos,
su corazón latiendo a mil por hora, esperaba que el cuerpo de SeokJin
apareciera. Jongwoon lo tomaría en brazos, lo elevaría en el aire y le
llenaría el rostro de besos.

SeokJin no apareció.

Se había volteado, sudor en sus manos, sus ojos posándose en cada niño,
como si por arte de magia uno de ellos se transformara en su SeokJin,
pero no ocurrió nada. SeokJin no estaba.

SeokJin no apareció por siete años más. No hasta que recibieron el


llamado de la policía, una noche de verano, mientras ambos veían
televisión.

—La policía allanó una casa hace dos noches —dijo Dongho, el detective
que habían contratado y que constantemente estaba bajo la pista de su
hijo—, encontraron a un niño de diez años según lo que estimaron los
doctores. No quiero ilusionarlos, pero...

—¿Dónde? —había preguntado Jongwoon con voz entrecortada, llamando la


atención de Taeyeon—. ¿Dónde está?

—En el Hospital de Seúl —contestó Dongho—, lo internaron allí. Señor Kim,


le advierto que las condiciones en las que encontraron al niño...

Cortó la llamada, su respiración entrecortada, sus ojos llenos de


lágrimas.
Una semana después lo había visto por primera vez, luego de hacerse los
exámenes de ADN. El niño era Kim SeokJin.

Delgadito, con el cabello desordenado, ojos vacíos de emoción, incapaz de


decir una palabra alguna, incapaz de escuchar. Escondiéndose de todo el
mundo.

Su SeokJinnie había regresado, pero nunca iba a ser el mismo.

Así como él nunca iba a serlo.

No podía evitar pensar en eso mientras veía a SeokJin en el patio de su


casa, jugando con Jjangu, corriendo en tanto el cachorro le seguía
ladrando, haciendo al chico sonreír. Heechul estaba sentado al lado de la
abuela, ambos animando a SeokJin entre risas. Taeyeon apareció segundos
después, abrazándolo por el costado.

—SeokJin estará bien —le susurró su esposa—, no dejaremos que nunca más
le pase nada, cariño.

Asintió, su garganta apretada.

SeokJin iba a estar bien.

Soyeon estaba tecleando algo en el móvil, ajena a él, y Jungkook la miró


de reojo mientras iba en silencio, ambos en el bus hacia el colegio.

Su media hermana era hermosa: su cabello negro, su piel pálida, su mirada


inteligente. Jungkook sabía que la chica tenía el futuro casi asegurado,
siendo una de las mejores estudiantes de la generación y con unos padres
que la adoraban. Jungkook realmente quería que ella estuviera bien,
aunque ellos no tuvieran la mejor relación, pero Soyeon jamás le había
hecho algo malo.
Tal vez, sí, era homofóbica y trató de quitarle esos... gustos de forma
dura y grosera, sin embargo, Jungkook sabía que no tenía malas
intenciones. Después de todo, el noventa por ciento de esa sociedad
rechazaba las relaciones de personas del mismo sexo, ¿cómo podía pedirle
que cambiara ese pensamiento?

Jungkook la quería mucho aunque no se lo demostrara.

—Noona —le preguntó llamando su atención—, ¿está todo bien con Namjoon
hyung?

Su hermana frunció el ceño, confundida por la pregunta.

—Por supuesto que sí —contestó, y su expresión cambió—. ¿Por qué? ¿Él te


dijo algo?

Recordó el abrazo de Namjoon hacia Jin en la fiesta de Jimin. Recordó el


encontrarlos juntos, uno al lado del otro, durmiendo con tranquilidad.

—No —dijo suavizando su voz—, es sólo que Namjoon hyung ya no va para la


casa y tampoco los veo juntos.

—Ambos estamos ocupados por los estudios —replicó la chica impasible—. Tú


también deberías preocuparte un poco más. Tus notas son deficientes,
Jungkook.

Asintió, bajando la vista.

Soyeon era la querida. La inteligente. La hermosa. La correcta.


Él era el bastardo. El idiota. El feo. El error.

Se recordaba con cinco años, yendo detrás de Soyeon, abrazándola y


diciéndole que la quería mucho. Que era la mejor hermana del mundo.
Soyeon le sonreía, revolviéndole el cabello, y las cosas parecían ir
bien.

Se bajaron del bus, caminando en silencio hacia el instituto.

Jungkook distinguió a Hoseok, apoyado en una de las paredes mientras


Yoongi revoloteaba a su alrededor, e hizo el amago de dirigirse hacia
ellos. Soyeon lo detuvo, sosteniéndolo del hombro.

La miró, desconcertado, viendo la forma en la que apretaba sus labios.

—¿Tu amigo está saliendo con Yoongi? —preguntó la chica en voz baja.

Observó la situación.

—No —contestó a la defensiva.

—Jungkook —le dijo Soyeon con poca paciencia—, si tú quieres tener


esos... gustos, está bien, es tu vida. Pero no se lo pegues a las otras
personas —Soyeon lo soltó—. Yoongi nunca pareció interesado en otro
chico, y ahora tu amigo... —hizo una pausa, fastidiada—. ¿Por qué no eres
un mejor chico, Jungkook?

Mordió su labio inferior.

—Lo siento, noona —respondió.


Soyeon hizo un ruido de desdén.

—Nos vemos por ahí.

Jungkook volvió a caminar hacia Hoseok, queriendo borrar de su mente lo


recién ocurrido. Al estar a pocos metros logró escuchar la conversación:

—Hope-ah —decía Yoongi con voz solemne—, necesito preguntarte algo y no


aceptaré un no por respuesta.

Hoseok lo miró.

—Qué —dijo sin expresión alguna.

Yoongi humedeció sus labios.

—¿Quieres ir a verme rapear, bebé? —preguntó con la voz temblando—. ¡Si


me dices que no, me pondré a llorar!

—Rapear —repitió Hoseok.

—¿Eso es un sí?

—No quiero ir —dijo Hoseok encogiéndose de hombros—, pero le preguntaré a


mi mamá si me deja acompañarte. Ella dice que debo hacer amigos.
Yoongi pestañeó.

—Pero tú y yo no somos amigos —replicó Yoongi.

Hoseok frunció el ceño.

—Entonces no iré —dijo.

—¡Porque somos novios, Hope-ah! —se apresuró a decir Yoongi.

—¿Y desde cuándo? —Hoseok parecía realmente confundido.

—Yoongi hyung, de verdad, estás diciendo estupideces —dijo Jungkook,


decidiendo intervenir al ver que Hoseok lucía ahora desorientado por la
situación.

Yoongi puso una expresión ofendida, cruzándose de brazos.

—Llévalo a que me vea rapear —le pidió a Jungkook—, por favor, Kook.

Jungkook suspiró.

—Lo pensaré —contestó tomándole la mano a Hoseok para tirar de él e


ingresar al colegio.

SeokJin apareció segundos después, corriendo por el pasillo y haciéndoles


un gesto con la mano. Jungkook trató de poner su mejor expresión,
fingiendo olvidar lo visto en la casa de Wheein: decidió no moverlos de
la siesta, pero le envió un mensaje a SeokJin preguntándole dónde estaba.
Segundos después su amigo había regresado al cuarto, mintiéndoles al
decirles que tardó porque su estómago le dolía. Jungkook no se atrevía a
decirle que lo había visto durmiendo con Namjoon.

—¿Estudiaron para la prueba? —preguntó SeokJin moviendo sus manos.

—Odio la química —barboteó Hoseok caminando al lado de ellos—, y mamá


también la odia. No podíamos resolver los ejercicios y luego me llevó a
comer helado porque los dos nos enojamos.

Jungkook sonrió, sacudiendo su cabeza, pero antes de poder decir algo


observó el ceño repentinamente fruncido de SeokJin. Observó a dónde se
dirigía su mirada.

Soyeon estaba dándole un beso a Namjoon.

SeokJin apretó sus manos en puños, pareciendo contener las ganas de ir a


morder a la chica (era su primer instinto, se dijo, porque cuando era más
pequeño era la única forma que tenía para defenderse), y desvió los ojos
cuando Namjoon pareció mirarlo unos breves segundos.

Ellos hacían una bonita pareja, eso era obvio, pero SeokJin encontraba
que... Que todo era una falsa relación sólo para aparentar.

Namjoon se lo había demostrado: bajo esa capa de chico cerrado e


inteligente había un muchacho torpe, triste y silencioso, que ansiaba
estar rodeado de amor.

SeokJin quería llenarlo de amor, y eso le asustaba demasiado.

—¿Por qué nos detuvimos? —preguntó Hoseok—. ¿No iremos a clase?


SeokJin parpadeó, sacudiendo su cabeza, volteándose hacia sus amigos.

Había furia en los ojos de Jungkook, pero su expresión permanecía


calmada, disimulando por Hoseok.

—Vamos a clases —dijo Jungkook haciéndole un gesto con las manos.

SeokJin miró por sobre su hombro una vez más a Namjoon, pero el chico
ahora sólo hablaba con Soyeon tranquilamente, dándole la mano, y el chico
la envidió.

—¿Tú hiciste qué?

Yoongi observó para ambos lados del patio, esperando que no hubiera
ningún profesor o inspector cerca, y sacó un cigarrillo para encenderlo y
llevárselo a su boca.

—Invité a Hoseok a D-Town —contestó Yoongi dando una calada—. Si Hoseok


me dice algo, diré que fuiste tú.

Namjoon soltó un bufido, cruzándose de brazos.

—¿No que estás dejando el cigarro? —regañó.

—¡No puedo! —se quejó Yoongi—. Soy adicto a él. Pero voy de a poco por
Hoseokie, le fastidia un montón el olor.

Su mejor amigo se recostó en un árbol, su mano moviéndose nerviosamente


al querer pedirle el cigarrillo para también fumar un poco. A Soyeon le
irritaba aquel olor y le había dicho que debía dejarlo, así que por
supuesto obedeció. No era un buen ejemplo para el alumnado que él fumara.

Por eso Soyeon detestaba un poco a Yoongi. Muy bien lo aceptaba frente a
todo el mundo, pero Namjoon sabía que la chica no podía llevarse bien con
su mejor amigo. Ambos convivían en paz por él, sin embargo, solían tener
cualquier roce porque ambos no callaban su opinión.

Soyeon creía que Yoongi era mala influencia. Yoongi decía que Soyeon era
una mojigata.

Los dos le sacaban un dolor de cabeza.

—No creo que D-Town sea un buen lugar para Hoseok —le dijo Namjoon.

—Qué dices, los chicos tendrán aspecto de delincuentes pero sabes que son
unos bebés —bufó Yoongi—. Además, quiero rapearle una letra a Hoseok.

Namjoon parpadeó.

—Oh dios, dime que no es esa letra de que se deje de hacer el difícil o
le patearás el trasero —murmuró Namjoon afligido.

Yoongi frunció el ceño.

—Si crees que no debería confesarme así porque Hoseok tiene Asperger y
una relación con él no es buena, te juro que...

Namjoon le dio un golpe en la frente.


—No estoy diciendo eso —regañó ignorando sus quejidos—. Pero tú mismo lo
dijiste. Hoseok tiene Asperger. ¿No crees que él realmente creerá que le
patearás el trasero si te sigue diciendo que no?

Yoongi se quejó quieto, el cigarrillo entre sus labios.

—Oh —dijo Yoongi estúpidamente.

Namjoon rodó los ojos.

—Tal vez si le rapeo sobre mi gran pene gordo...

—¡Oh, dios, dime que estás bromeando!

Su mejor amigo puso una expresión apenada, quitando el cigarro de su boca


y aplastándolo contra el suelo para apagarlo.

—¿Por qué no me ayudas? —le preguntó Yoongi a Namjoon—. No sé cómo hacer


esto. Hoseok es el primer chico que me gusta. Mis instintos dicen que
debería escribirle una nota diciéndole que se vaya de la escuela para que
deje de afectarme, pero bueno, no creo que eso sea muy romántico.

—Ve tutoriales en Youtube —contestó Namjoon.

—¡Soy tu mejor amigo!

—Yoongi, no tengo habilidades de conquista.

—Claro que no —Yoongi soltó un bufido—. Sólo pones esa cara de idiota que
tienes y SeokJin ya anda detrás de ti.
Namjoon lo miró en silencio, su sonrisa juguetona desapareciendo al
escuchar a su amigo hablar con tanta tranquilidad.

—Soyeon es mi novia —dijo.

—Soyeon puede irse al infierno —replicó su mejor amigo—. SeokJin me cae


mejor.

—No le gusto a SeokJin —gruñó Namjoon—. A mí no me gusta SeokJin.

—Y yo no tengo el pene gordo.

—¿Sabías que hay estudios que dicen que cuando un hombre habla mucho de
su pene es porque éste es pequeño? —dijo Namjoon.

—Te lo muestro ahora si quieres —dijo Yoongi llevando sus manos a su


pantalón.

—No puedo creer que estemos manteniendo esta conversación.

Yoongi soltó otro bufido, escuchando el timbre para volver a clases y


tomando su mochila que había dejado en el suelo.

—Deberías verlo —dijo Yoongi—, la forma en la que Jin te mira.

—Me gustan las chicas —murmuró Namjoon.


Yoongi frunció el ceño.

—No, te gustan las personas.

Namjoon lo sabía. Sabía eso desde hace mucho.

Hoseok se había despedido de ellos luego de caminar unas cuadras juntos,


desviándose hacia su casa con un murmullo de adiós, y los dos quedaron
solos, en un incómodo silencio pesado que apretaba sus estómagos, hacía
doler sus gargantas.

SeokJin quería voltearse hacia Jungkook para decirle algo, preguntarle


qué ocurría, por qué parecía tan lejano, sin embargo, no fue necesario
que diera el primer paso porque cuando estaban ya cerca de sus casas, su
mejor amigo le hizo un gesto.

—Te vi con el novio de mi hermana.

Namjoon. El novio de Soyeon.

Se lo dijo recalcando quién era.

SeokJin desvió la vista, queriendo evitar los ojos acusadores de


Jungkook, su boca apretada en un rictus de molestia.

—No sé de qué hablas, Kookie...

—No te hagas el idiota —los movimientos de Jungkook eran erráticos,


incluso torpes, como si le costara expresarse por la rabia—. En la fiesta
de disfraces. El sábado pasado. ¿Te gusta?
Sacudió su cabeza en una negativa feroz, aunque su boca tenía un sabor
amargo porque no le gustaba mentir. Pero no estaba mintiendo.

Namjoon no le gustaba. Namjoon no era honesto con sus propios


sentimientos, SeokJin no podía quererlo por eso. Namjoon era lejano y
demasiado perfecto para él.

Para ese muñequito desechado.

Su estómago comenzó a doler.

Tengo una muñeca vestida de azul...

—¡Lo estabas abrazando! —acusó Jungkook—. ¡Es el novio de mi hermana,


SeokJin!

Casi podía escuchar esa voz contra su oído. Esas manos callosas
tocándolo.

Él mirando el techo sin expresión alguna.

—Jungkookie...

—¡Te gusta el novio de mi hermana! —insistió Jungkook, y el chico estaba


tan enojado, tan descontrolado, que lo empujó por los hombros haciéndolo
retroceder—. ¡Eres el peor amigo del mundo!

—¡No me gusta! —insistió con los ojos llenos de lágrimas.

Zapatitos blancos, delantal de tul...


Volvió a estremecerse, forzándose a respirar.

Un muñequito sin vida. Un muñeco para ser usado y desechado.

Un muñequito perfecto para no hablar, porque las muñecas no decían cosa


alguna. Perfecto para no escuchar, porque las muñecas no oían sonidos.
Incluso para no ver, porque...

—¡Vete al diablo, SeokJin!

Jungkook volvió a empujarlo, sollozando también, y se dio vuelta para


marcharse a paso apresurado hacia su casa, dejándolo de pie en la vereda,
mejillas húmedas por el llanto silencioso que tenía.

Namjoon no iba a quererlo jamás porque era un muñeco usado, sucio,


desgarrado.

A él no le gustaba Namjoon. No podía gustarle Namjoon.

Caminó a paso titubeante hacia su casa, desorientado y perdido, sus manos


temblando cuando buscó la llave en su bolsillo.

¿Cómo iba a querer a Namjoon? El chico estaba saliendo con una chica. Con
la hermana de Jungkook. A Namjoon le gustaban las mujeres, ¿cómo iba a
enamorarse de él? Era imposible, lo viera por donde lo viera.

Pero una parte de él lo ansiaba. Lo deseaba. Lo buscaba.

Eso no significaba amor. Eso no significaba nada.


Entró, sorbiendo por su nariz, y tío Heechul se asomó.

—¿Jinnie? —preguntó sorprendido al verlo llorar, caminando para


acercarse.

SeokJin se vio con ese vestido de tul ensangrentado, su cuerpo doliendo,


la sonrisa en su rostro quebrada.

Siempre sonriendo porque los muñecos siempre sonreían.

Sacudió su cabeza con ferocidad en una negativa, y Heechul se detuvo


porque sabía que de vez en cuando su sobrino sufría de esos episodios y
era mejor permanecer alejado unos metros.

Cada cierto tiempo SeokJin parecía colapsar, pero los últimos años casi
no actuaba así. Tae decía que estaba mejorando de a poco, que era
probable que en unos años las cosas fueran cuesta arriba, pero al verlo
así, llorando en silencio mientras sus manos se movían de forma
descontrolada, Heechul sintió su corazón romperse por todo lo que
implicaba que SeokJin se comportara así.

Recordó al niño de once años, cuando lo conoció, detrás de Taeyeon


siempre, sin acercarse a nadie, aferrado a la mano de su madre de forma
desesperada.

Sólo actuó cuando vio a SeokJin golpeándose a sí mismo con la palma de su


mano en el rostro, auto-castigándose por quién sabe qué, sin dejar de
llorar.

—No, no, SeokJinnie... —murmuró acercándose, tomándole de las muñecas.


Ese día estaban solos, porque Jongwoon salió a trabajar y Taeyeon salió
con la abuela al médico. Sabía que si llamaba a uno de los dos, no
dudarían en dejar sus cosas y volver a casa para envolver a SeokJin en un
abrazo, pero Heechul no sabía si era lo correcto.

Soltó un jadeo de dolor cuando SeokJin lo mordió en el brazo, el chico


descontrolado, como queriendo protegerse.

—No te haré daño, Jinnie... —susurró luchando contra el menor.

SeokJin se derrumbó en sus brazos, llorando sin control alguno, y se


permitió ser abrazado aunque temblaba de forma descontrolada.

A SeokJin no le gustaba Namjoon porque Namjoon estaba prohibido.


CAPITULO DOCE
Jungkook era un monstruo.

Sus manos se movieron nerviosamente por la madera de la mesa, mirando de


reojo el asiento vacío a su lado, mordiendo su labio inferior por las
ganas de contener el llanto, porque ese día SeokJin no había ido.

Y recordaba los ojos llorosos de SeokJin el día anterior, negando gustar


de Namjoon, dejándose empujar por Jungkook, y quería hacerse pequeño por
la forma en la que había actuado. Era el peor amigo del mundo, Jungkook
lo sabía bien, y sólo quería correr a casa de SeokJin para pedirle
perdón.

Hoseok se volteó hacia él, ojos tristes pareciendo escanear en busca de


SeokJin mientras movía su tenedor en la ensalada del contenedor.

—¿Por qué Seok... Jinnie no vino? —preguntó Hoseok en voz baja.

Sacudió su cabeza.

—No lo sé, Hoseokie... —dijo con suavidad.

—¿Por qué no lo sabes? —insistió sin mala intención—. Son mejores amigos.
Los mejores amigos se dicen todo.

—Por favor, Hoseok...


—Quiero a Jinnie —berreó Hoseok—, quiero que esté aquí ahora. Jungkook,
dile a SeokJin que debe estar aquí ahora...

—¡Basta, Hoseok!

Se arrepintió enseguida de haber gritado, las personas más cercanas


volteándose hacia él, Hoseok con los ojos abiertos en shock.

El chico de cabello naranja llevó sus manos a sus orejas, cerrando sus
ojos.

—No grites, no grites, no grites... —murmuró Hoseok con los labios


temblando.

—Perdón, Hoseokie, no quise...

—¿Por qué le estás gritando a Hoseok?

Jungkook esperaba que fuera Yoongi el que hablara porque podría excusarse
un poco con él, pero no que fuera Hyerin.

La chica le miraba con una expresión horrible en su rostro y Hoseok bajó


sus manos, observando a su compañera de equipo. Hyerin suavizó la mirada
de sus ojos, acercándose a su amigo.
—Vamos, Hoseokie, ven a comer conmigo —le dijo Hyerin ignorando a
Jungkook—, yo no voy a gritarte.

Jungkook sintió su alma caer a sus pies cuando el rostro de Hoseok se


iluminó.

—Pero... —balbuceó Jungkook con voz ahogada.

—Ven a buscar a Hoseokie cuando te calmes —dijo Hyerin mientras el chico


recogía sus cosas—. Hoseok, ¿por qué Plutón ya no es considerado un
planeta?

—Es considerado un planeta enano —comenzó a explicar Hoseok siendo


arrastrado por Hyerin hacia una mesa con sus amigas—, eso quiere decir
que...

Jungkook observó su plato de comida, insípido ahora, su garganta apretada


forzándose a no romper a llorar. Tratando de no quebrarse frente a todo
el mundo.

Todo estaba saliendo mal. Todo lo estaba arruinando, como solía decir su
mamá.

Primero Jimin, después SeokJin, ahora Hoseok.

Levantó la vista, chocando con los helados ojos de Jimin, sentado a unas
mesas con su grupo de amigos. Jimin siempre había sido bueno para hacer
amigos, nunca tuvo dificultad alguna, podía relacionarse con todo el
mundo sólo sonriendo, en cambio él era un desastre con eso.
Jimin dejó de mirarlo, volteando su atención a Seulgi, su mejor amiga, y
Jungkook sabía que estaba solo en el mundo.

A SeokJin le gustaba mucho que mamá le acariciara el cabello, tenía una


extraña habilidad para relajarlo en cualquier momento, y cerró sus ojos
cuando Taeyeon lo estrechó en sus brazos, amorosa y cariñosamente.
Jjangu, sobre la alfombra, estaba dormitando.

—Mi hermoso príncipe —arrulló Taeyeon, sentada en el sofá mientras su


hijo estaba recostado contra ella, la televisión prendida—, mi niño
lindo...

Eran las cinco de la tarde y no se había bañado en todo el día, pero no


le importaba honestamente, no cuando estaba en pijama, en los brazos de
mamá, en su casa, protegido de todo el mundo. De todo lo que pudiera
hacerle daño otra vez.

SeokJin se enderezó levemente, agarrando la libreta y el lápiz de la


mesita del living, y escribió unas palabras:

No quiero volver al colegio.

Taeyeon leyó el mensaje, frunciendo un poco el ceño para después observar


los ojos tristes de SeokJin, y sintió su corazón romperse por la imagen.
Una parte de él, la maternal y sensible, le decía que le hiciera caso,
que podía contratar unos profesores particulares y tener a su bebé
protegido en su casa, pero la otra parte, la racional y que tenía la voz
de Tae, se negaba a ceder porque el psicólogo de su hijo le había dicho
que estar en el colegio le ayudaría a potenciar sus escasas habilidades
extrapersonales además de que era conveniente que llevara una vida normal
y no tratarlo siempre como un bebé.

Luego de insistir tanto, ¿ya no quieres volver? Llevas sólo unos tres
meses, SeokJin.
¿Tiene que ver porque peleaste con Jungkook?

SeokJin mordió su labio inferior ante la pregunta, encogiéndose en sus


brazos.

Jungkook ni siquiera me ha enviado un mensaje.

Odio el colegio. Los chicos son malos.

Taeyeon suspiró, acariciando otra vez el cabello de SeokJin, sonriendo un


poco al ver que se estiraba como un gatito por contacto, y le pellizcó la
nariz.

Ella sabía que muchos de los chicos y chicas del instituto debían
molestar a SeokJin, no sería ingenua como para creer que todo el mundo
era bueno, pero sabía que su hijo podía defenderse, era fuerte y se
levantaría de todos esos golpes.

Su corazón dolió al recordar la primera vez que vio a SeokJin, demacrado,


pálido, desnutrido, vacío. La forma en la que se escondió bajo la cama
cuando ella hizo el amago de abrazarlo por la emoción, cómo se había
orinado por el miedo y se dejó manipular por todo el mundo, como si no
tuviera vida alguna.

Esas primeras semanas habían sido las más horribles, cuando los doctores,
la policía, le habían contado todo. El juicio. La espeluznante
tranquilidad de SeokJin frente a las preguntas.

Cincuenta años de cárcel, se repitió apretando sus labios, ese hijo de


puta no vería nunca más la libertad. Nadie más le haría daño a mi hijo.
El timbre fue tocado en ese instante, pero no se levantó porque Haeri
avisó que iría a abrir, Jjangu despertando y comenzando a ladrar. La
abuela de SeokJin volvió segundos después, llamando su atención.

—Son unos amiguitos de Jinnie —le dijo limpiando sus manos en el


delantal. Ese día había decidido cocinar un pastel para levantarle el
ánimo a su nieto—, los hice pasar.

SeokJin se giró, parpadeando algo sorprendido cuando vio los brillantes


ojos de Hoseok, la sonrisa de Wheein, el tranquilo rostro de Yoongi y...
y...

Namjoon le sonrió con timidez.

—¡Oppa! —dijo Wheein antes de inclinarse con expresión avergonzada—. Lo


siento señora Kim, no quise ser maleducada.

Taeyeon se rió, sacudiendo su cabeza, y obligando a SeokJin a sentarse


para ponerse de pie.

El chico no sabía cómo sentirse honestamente, porque allí estaban sus


amigos yendo a verlo, una parte conmoviéndose por la preocupación. Sin
embargo, que Jungkook no estuviera allí le puso triste también.

—¿No quieren comer algo, chicos? —preguntó Taeyeon—. SeokJin todavía no


tiene su merienda.

—No se preocupe, mamá de Jinnie —dijo Hoseok—, no tengo hambre.

Yoongi bufó.
—Habla por ti, Hope-ah —bromeó el chico—, no estaría mal comer algo,
señora Kim.

—Veré que les traigo, pasen a sentarse —ofreció caminando a la cocina.

Los invitados, de forma torpe, se sentaron en los sillones del living con
expresiones tímidas: Hoseok al lado de SeokJin, Wheein y Namjoon juntos
en otro sillón, y Yoongi en el sofá.

—¿Por qué no fuiste a clases? —preguntó de golpe Hoseok, ansioso. SeokJin


le miró sin comprender, y el chico repitió la pregunta—. No fuiste a
clases, ¿por qué?

SeokJin bajó la vista.

—Me dolía el estómago —respondió con movimientos suaves—. ¿Me extrañaste,


Hobi?

—No me gusta que faltes —declaró Hoseok—, me pone ansioso. Te debo ver
cinco días a la semana porque así lo establecimos, no me gusta salirme de
la rutina.

Yoongi enarcó una ceja mientras SeokJin contemplaba a Hoseok, atónito.

—¿Rutina? —preguntó Yoongi llamando la atención de Hoseok—. ¿Y cuántos


días debes verme a mí?

—Una vez al día, sólo para que vengas a decirme tus estupideces —dijo
Hoseok asintiendo—. Y a Namjoon cada dos días —frunció el ceño—. Todavía
estoy tratando de establecer los días de Wheein.

Wheein arrugó las cejas mientras Namjoon ladeaba la cabeza.


—Pero soy tu novio —se quejó Yoongi—, deberías verme más tiempo.

—Si no fueras apestoso, pasaría más tiempo contigo, gato apestoso —soltó
Hoseok poniendo mala cara.

Namjoon comenzó a reírse.

—Oppa —Wheein llamó la atención de SeokJin—, ¿está todo bien?

Asintió, su mamá entrando y llevando una bandeja con galletas y jugo,


Jjangu siguiéndola mientras saltaba.

—Qué lindo perrito —dijo Namjoon inclinándose, extendiendo su mano hacia


el cachorro.

Jjangu, un poco dudoso, se acercó y comenzó a olisquear para luego


dejarse tomar por el mayor.

Le preguntamos a Jungkook si quería venir, pero sólo dijo que tenía cosas
que hacer. ¿Peleaste con él, oppa?

SeokJin leyó la pregunta tímida de Wheein, observando de reojo a Namjoon,


que estaba jugando con Jjangu, una sonrisa divertida en su rostro por las
mordidas suaves del cachorro en su mano.

Tranquila, Wheein, es algo entre nosotros, pero no es grave.

Gracias por venir, no debías hacerlo, pensaba volver mañana al colegio.


Wheein le sonrió con dulzura, tomándole la mano, ignorando la discusión
de Yoongi y Hoseok, y a su hermano hablándole a Jjangu.

—Quiero hacer feliz a oppa —dijo con voz dulce.

SeokJin le sonrió, aunque una parte de él se sintió mal por la forma en


la que Wheein le miraba. Como sus ojos brillaban al verlo.

Desvió su vista un poco, chocando con la nerviosa mirada de Namjoon


ahora.

SeokJin sentía como si estuviera haciendo algo malo en ese instante.

Namjoon no podía dejar de contemplar la mano de Wheein envuelta alrededor


de la de SeokJin, y quería matarse por pensar que no parecía una imagen
correcta. Que esa visión estaba mal. Que él debía estar reemplazando a
Wheein.

Dios, dios...

No recordaba la última vez que había perdido el control de esa forma, que
su corazón había dolido tanto. No, mentira, sí lo recordaba: cuando
terminó todo con Jinho. Cuando Jinho lo había abrazado por la espalda,
pequeño, y él sólo le había empujado con suavidad, alejándolo para luego
decirle una sarta de mentiras que hasta el día de hoy le avergonzaban. Y
él tuvo que contemplar mientras Jinho se deshacía en lágrimas, hipando,
tratando de preguntarle por qué hacía eso.

Por mi familia. Porque quiero ser un chico correcto. Quiero llenarles de


orgullo.
Pero aunque lo hubiera hecho, aunque Namjoon fuera ahora Presidente del
Centro de Estudiantes, el mejor alumno de su clase, tuviera una novia
ejemplar, seguía sin ser el orgullo de la familia. Cada vez que lograba
una meta, sus padres ponían otra.

—Kim Namjoon hyung, quiero a Jjangu.

Sus pensamientos deprimentes fueron interrumpidos por la voz vacía de


Hoseok, que observaba al cachorro con sus dedos moviéndose de forma torpe
sobre su regazo. El pequeño perrito se revolvió en sus brazos, lamiendo
su mejilla, y sonrió mientras se ponía de pie para tenderle el animal a
Hoseok, que lo tomó de forma un poco torpe.

—Me gustan los perros —barboteó Hoseok llamando la atención de Yoongi—,


son muy lindos.

—¿De verdad? Yo tengo un perro —dijo Yoongi.

Wheein suspiró, rodando los ojos.

Oppa, ¿dónde está el baño?

SeokJin leyó la pregunta de la chica y le dio las indicaciones.

—Por eso no me gustas —decía Hoseok a Yoongi—, porque pareces un gato.


Los gatos son malos.

Yoongi le miró ofendido en tanto Wheein se reía, saliendo del comedor.


—Pero yo no soy malo —se defendía Yoongi—, yo sólo quiero darte amor,
Hope-ah.

Hoseok parpadeó y SeokJin sonrió ampliamente al ver como sus mejillas se


coloreaban de rojo. Yoongi le miró con mayor fascinación en tanto Namjoon
ocultaba su risa.

—Gato apestoso me invitó a verlo rapear, SeokJin —soltó entonces Hoseok


hacia su amigo, que le observó sin entender—. Mi novio me invitó a verlo
rapear, Jinnie.

Yoongi se atragantó con el jugo que estaba bebiendo al escuchar a Hoseok


tratarlo de novio, pero no alcanzó a decir algo más porque SeokJin
respondió hacia Hoseok:

—¿Yoongi hyung rapea? ¡Eso es genial!

—Pero no quiero ir solo —se quejó Hoseok—, y Jungkook está enojado


conmigo.

—Podrías llevar a SeokJin —dijo Namjoon sin pensarlo.

Yoongi lo miró mientras Hoseok parpadeaba. SeokJin miraba cada rostro,


sin entender.

—No puedo —dijo Hoseok con lentitud—, porque a mí me invitaron.

Yoongi ladeó la cabeza, sonriendo.

—Sí, tienes razón, bebé —concedió Yoongi viendo la mirada satisfecha de


Hoseok—, Namjoon debería invitarlo.
Namjoon fulminó con la mirada a su mejor amigo, que parecía más pendiente
de controlar sus manos para no tocar a Hoseok.

Soltó un bufido bajo, avergonzado, chocando sus ojos con el rostro


inocente de SeokJin, y agarró la libreta para escribirle algo mientras
sentía su rostro colorado.

SeokJin, ¿quieres ir a vernos rapear con Yoongi? El sábado en la noche.

La expresión de SeokJin se conmovió por completo al leer el mensaje, y


sonrió asintiendo con emoción hacia Namjoon, feliz por la invitación
hecha.

¡Claro que sí! ¡Gracias! ¡Es el mejor!

Namjoon se contuvo de agradecerle a Yoongi por haberle dicho que lo


invitara, sintiéndose feliz de la sonrisa de SeokJin decorando su hermoso
rostro.

—Deberías acercarte a hablar con ellos.

Jungkook se volteó cuando escuchó la tranquila voz de Jimin detrás de él,


sorprendido porque su exnovio estuviera dirigiéndole la palabra, y bajó
la vista con timidez.

SeokJin había regresado, pero por supuesto, no se había acercado para


tratar de pedirle perdón por la vergüenza que sentía. Y SeokJin se sentó
con Hoseok, ambos chicos siendo arrastrados por Wheein en los recreos y a
la hora de almuerzo, y Jungkook se sintió otra vez como si tuviera trece
años, sin amigos con los que estar, sin compañía con la que hablar.
La sensación era desoladoramente triste.

—Están mejor sin mí —dijo enterrando su tenedor en la carne del almuerzo.

Jimin soltó un silbido bajo.

—Sabes, Jungkook —le dijo en voz baja—, deberías dejar de creer que
puedes solucionar todo sin ayuda. Tener ayuda no te hace más débil —se
encogió de hombros—. Pero si sigues actuando así, queriendo tener el
control de todo, sólo los vas a terminar alejando —una pequeña pausa—.
Pedir perdón no debería ser tan difícil, Nochu.

Antes de poder replicarle, Jimin siguió caminando hacia su mesa donde sus
amigos ya le esperaban, y mordió su labio inferior porque quería correr
hacia él, darle un abrazo y llenarle el rostro de besos, pedirle que
volvieran, que le extrañaba, que le seguía queriendo.

Pero no lo hizo. Jungkook era cobarde, tímido y torpe.

Y Jimin parecía más feliz ahora que no estaba con él.

Se puso de pie, tomando la bandeja con su almuerzo, y se acercó a la mesa


donde estaban sus amigos. Wheein y Jennie se reían con dulzura por algo
que parecía haber dicho Hoseok mientras Jihyo y Miyeon rodaban los ojos,
sonriendo también.

—Um, disculpen —dijo en voz baja, sin mirar a nadie en concreto—, ¿puedo
dejar la bandeja aquí?

SeokJin lo miró mientras acomodaba sus cosas en una silla vacía, y


Jungkook se forzó a observarlo a los ojos.
—¿Podemos hablar? —preguntó con sus gestos.

Su mejor amigo asintió, dejando el servicio en la mesa, y se puso de pie.

—No tardes, oppa —se despidió Wheein.

Los dos chicos salieron del comedor, saliendo al patio, y Jungkook


escondió sus manos en los pantalones, avergonzado por completo mientras
SeokJin se apoyaba en la pared más cercana.

Jungkook tomó aire, enderezándose.

—Perdón por la forma en la que actué el otro día, SeokJin —dijo Jungkook—
, realmente lo lamento mucho. Yo no quería... —hizo una pausa—, tuve
malos días y me descargué contigo. ¿Me perdonas, por favor?

SeokJin ladeó la cabeza, y Jungkook se sintió peor aún porque recordó al


chico de doce años que conoció, jugando en el patio de su casa, y lo
cerrado y arisco que era con él al inicio.

Y se recordó con quince años, cuando los padres de su mejor amigo le


contaron toda la verdad. Lo que había pasado con SeokJin a los tres años.
La triste y dolorosa realidad que había vivido gracias a unos monstruos.

SeokJin no se merecía que lo trataran como él hizo.

—Está bien, Jungkook —contestó SeokJin sonriendo con timidez—, no te


preocupes. Sigues siendo mi mejor amigo, ¿bueno? Todos podemos pelear en
algún momento.
Sonrió con alivio al ver que SeokJin no era un chico resentido, y lo
abrazó al tratar de aguantar las lágrimas porque su mejor amigo no
estuviera enojado. Por no haberlo perdido.

—¡Gracias, Jinnie! —le dijo una vez se alejó—. ¿Qué tal si tenemos una
noche de película el sábado? Podríamos ver películas de terror o...

—No, no puedo —contestó SeokJin manteniendo su sonrisa aunque su estómago


se apretara—, saldré a comer con mi abuela. ¿Te parece si lo dejamos para
otro día?

No sabía por qué había mentido. Por qué no le dijo la verdad a Jungkook.
Por qué no le contó que iba a salir con Namjoon, Yoongi y Hoseok.

Por qué no quería a Jungkook allí.

Porque es el hermano de Soyeon. Y Soyeon es la novia de Namjoon, el chico


que te gusta. Y ya ves cómo se puso Jungkook sólo sospechando que puedes
sentirte atraído por Namjoon.

Pero a él no le gustaba Namjoon.

Aun así, no quería que Jungkook estuviera en ese lugar. Sabía que si los
acompañaba, entonces no podría pasar tanto tiempo con Namjoon porque los
ojos de su mejor amigo lo estarían observando en todo momento.

No, definitivamente no quería a Jungkook allí.

Y eso lo hizo sentir mal.


—Oh, está bien —contestó Jungkook, ajeno a la mentira—, ahora le pediré
perdón a Hoseok, he sido un mal amigo...

SeokJin se sintió peor.

—No digas esas cosas —le dijo pellizcándole la mejilla—, Hoseok te


perdonará, no es rencoroso. Además, cualquier persona puede tener un mal
día.

Jungkook le dio la razón, sonriéndole, y SeokJin se prometió que no era


malo mentirle, porque le estaba evitando un mal momento a su mejor amigo.
Además, sólo sería una vez, se prometió.

Una mentirita no era tan mala, ¿cierto?

Namjoon se había repetido tantas veces que quería a Soyeon que ahora la
mentira salía con facilidad y, a veces, creía incluso que era cierto.
Bueno, quería a Soyeon como amiga, eso lo tenía claro, pero... ¿cómo
novia?

—Pero no hemos pasado tanto tiempo juntos, oppa —se quejó Soyeon al otro
lado de la línea—. Mis papás ya están preguntando cuándo irás a cenar.
Ellos querían hoy, pero me dijiste que no, y el siguiente sábado igual...

Los sábados estaban reservados para ir a D-Town, y ahora que había


regresado a ese ambiente, rodeado de tanta gente con la que se sentía
cómoda, no quería abandonarlo otra vez.

—Podría ser el viernes —ofreció suavizando su voz—, ¿te parece?

—Pero ¿qué tanto tienes que hacer? —siguió insistiendo Soyeon—. ¿Me estás
reemplazando por Yoongi?
Apretó sus labios un instante, sabiendo para dónde se dirigía toda esa
conversación.

Últimamente compartir tanto tiempo con Soyeon se estaba volviendo


insoportable, la chica siempre demandando su atención y contándole cosas
que en realidad no le interesaban. Y eso le hacía sentir mal porque
significaba que era un pésimo novio, pero si era honesto, no le
preocupaba demasiado. No cuando estaba en D-Town. No cuando estaba con
SeokJin.

SeokJin, SeokJin...

—Yoongi está cada vez más desagradable y repulsivo —siguió hablando


Soyeon—, detrás de ese otro chico, ¿qué clase de persona es? ¿Acaso...?

—Soyeon, por favor, cállate.

La chica enmudeció porque era la primera vez que Namjoon le hablaba de


esa forma.

Namjoon normalmente era callado, siempre dándole la razón, nunca


discutiendo con ella. Pero esto...

—¿Oppa? —preguntó con voz débil.

—Hablamos cuando estés más calmada —le dijo—. Adiós.

Le cortó antes de escuchar su réplica.


Namjoon no quería hablar más con Soyeon, no por esa noche, porque era
sábado, iría a D-Town, y vería a SeokJin.

Lo que debía hacerlo sentir mal, sin embargo, en ese instante no podía
importarle demasiado si su novia se enojaba con él porque estaba
recordando la expresión de SeokJin en su casa, cuando le invitó a
acompañarlo, la forma en la que le estaba mirando.

Agarró su chaqueta, mirándose una vez más al espejo para ver si lucía
guapo, y salió del cuarto para bajar las escaleras.

—¿Namjoonie? —preguntó su madre al verlo pasar hacia la puerta—. ¿Para


dónde vas, cariño?

Tomó las llaves del auto, girándose y sonriéndole a su mamá.

—Iré donde Yoongi, lo ayudaré con una tarea —mintió, y recordó que la
última vez que le había mentido de esa forma fue cuando estaba saliendo
con Jinho.

Pero algo dentro de él no se sentía culpable.

Su mamá frunció el ceño.

—¿Todavía eres amigo de ese chico? —dijo, y escuchó la desaprobación en


su voz—. Es una mala compañía, Joonie.

Trató de suavizar su expresión aunque aquellas palabras realmente le


fastidiaron un montón.

—Mamá, Yoongi es un buen chico —suspiró, haciendo un gesto con su mano—.


¿Por qué no conversamos esto después? Voy atrasado. Nos vemos, mamá.
Y como había hecho con Soyeon, antes de que pudiera decirle algo más,
Namjoon salió de la casa con paso presuroso, recordando que había quedado
en pasar a buscar a Yoongi, y luego irían a la casa de Hoseok para
buscarlo junto a SeokJin.

Mientras tanto, ambos chicos estaban jugando un juego de mesa en la casa


de Hoseok, una especie de Monopoly pero con la ciudad de Seúl. La madre
del chico estaba en la cocina, limpiando, y SeokJin lo aprovechó para
llamar la atención de su amigo.

—Hoseok, ¿puedo pedirte un favor? —preguntó SeokJin con una sonrisa


dulce.

Hoseok le miró, parpadeando.

—Sí, puedes —concedió Hoseok antes de tirar el dado.

SeokJin sacó su libreta, escribiendo algo porque no sabía realmente cómo


expresarlo en palabras.

No le digas a Jungkook a dónde vamos hoy, por favor. Es mejor si esto


queda entre los dos, ¿te parece?

Hoseok arrugó las cejas, confundido al leer el mensaje, y contestó con


letra algo torpe:

¿Por qué no podemos decirle? ¿Eso no sería mentirle? Mamá dice que las
mentiras son muy malas.

SeokJin rascó su nuca.


Porque puede sentirse mal por no acompañarnos. No queremos hacerlo sentir
mal, ¿cierto?

¿Por qué no lo invitamos, entonces? Para que no se sienta mal.

Mordió su labio inferior.

Con cuidado, escribió lo siguiente:

Porque tú saldrás con Yoongi y yo con Namjoon. Jungkook iría solo. Eso
sería triste, ¿no es así? Entonces que esto quede entre los dos.

Pero Jungkook es tu mejor amigo, ¿no le estamos mintiendo?

No es mentira, sólo no le diremos algo. Este será un secreto entre los


dos, Hoseokie, entre nadie más. Los mejores amigos tienen secretos entre
ellos. ¿No quieres ser mi mejor amigo?

Jungkook es tu mejor amigo.

Tú también lo eres.

Los ojos de Hoseok brillaron al leer esa frase y levantó su vista unos
segundos, mientras el timbre tocaba y su mamá iba a abrir la puerta.

—Está bien, es un secreto —dijo Hoseok, esbozando una sonrisa extraña,


tímida.
SeokJin le sonrió ampliamente, feliz, y segundos después la madre de
Hoseok, Yuwon, entró con Yoongi y Namjoon detrás.

—Llegaron tus amigos, Seokie —dijo la mujer con voz amorosa, inclinándose
y revolviéndole el cabello a Hoseok—. ¿Cuál de ellos dices que es tu
gatito apestoso?

Las mejillas de Hoseok se colorearon de rojo mientras Yoongi abría la


boca con sorpresa y Namjoon parpadeaba.

—Es él, Min Yoongi —murmuró Hoseok apuntando al chico pálido—, pero es
muy apestoso, mami.

—Mmm... —concedió su mamá de forma juguetona—, ¿van a una cita doble,


entonces? —agregó mirando a los dos chicos mayores con una expresión
seria—. ¿Por qué no llevas a SeokJin al baño para que se laven los
dientes?

—Está bien, mamá —contestó Hoseok tomándole la mano a SeokJin—. Volvemos


en cinco minutos, ¿eso está bien?

—Está perfecto, Hope-ah —respondió Yoongi.

Una vez quedaron los tres, Yuwon volvió a mirarlos. Era más baja que los
dos, pero siendo honestos, daba algo de miedo.

—Espero que cuiden a los dos chicos —dijo con voz seria—, porque ustedes
no quieren verme enojada, ¿cierto? Y si les pasa algo malo, si se les
ocurre propasarse con ellos, mi Seokie me lo va a decir sin dudarlo,
¿está claro? —ambos muchachos asintieron, sus manos sudando—. Los quiero
de regreso a las dos de la mañana, no más que eso, porque Hoseok se pone
muy pesado cuando se sale demasiado de su rutina. Y cualquier cosa, me
llaman a mí enseguida —su tono se tornó suave—. Por favor, cuídenlos un
montón. SeokJin tiene una familia que lo quiere mucho, y yo... Seokie es
todo lo que me queda, no puedo perderlo.
Namjoon hizo una reverencia, adelantándose a lo que fuera a decir Yoongi,
que lucía algo afectado por las palabras de Yuwon.

—No se preocupe, señora Jung —dijo Namjoon—, los cuidaremos con nuestra
vida.

Ella sonrió un poco, asintiendo, y segundos después los dos chicos


volvieron, arreglados y con los abrigos ya puestos para protegerse del
frío.

—Se ven guapísimos —halagó Yuwon para luego llamar la atención de su


hijo—. ¿Cuáles son nuestras reglas para esta salida, Hobi?

—No alejarme de Yoongi —repitió Hoseok—. No alejarme de SeokJin. No


alejarme de Namjoon. Llamarte si algo malo pasa. Volver antes de las dos
o a las dos de la mañana, pero no más que eso porque es mi hora de
dormir. No aceptar nada de extraños.

Yuwon le pellizcó la mejilla, satisfecha, y le dio un beso suave de


despedida en su frente para después abrazar a SeokJin.

—Pórtense bien —se despidió, yendo a despedirlos a la puerta.

—Nos vemos, señora Jung —corearon los dos mayores.

Bajaron por las escaleras en silencio, saliendo del edificio segundos


después, y Namjoon los dirigió hacia el automóvil que tenía estacionado
fuera.

SeokJin iba a entrar detrás, pero Yoongi le hizo un gesto, abriéndole la


puerta del copiloto.
—Ve tú adelante —le dijo con lentitud, para que pudiera leer sus labios—,
yo voy con Hoseok detrás.

SeokJin parpadeó, mirando a Namjoon, que le hizo un gesto de aprobación.

Sonriente, entró al auto poniéndose el cinturón de seguridad, observando


a Hoseok y Yoongi entrando detrás, y Namjoon a su lado.

Decidió empujar para abajo la culpa de haberle mentido a sus padres y a


Jungkook, resuelto a disfrutar esa salida como fuera. Les había dicho a
sus progenitores que iban a salir, por supuesto, que les habían invitado
a una pequeña reunión con amigos, pero que Jungkook iría con ellos.
SeokJin sabía que no le dejarían ir solo, así que optó por esa pequeña
mentira, rogando para que nada saliera mal.

Por favor, que todo fuera bien, pensó cuando Namjoon encendió el auto.

—Te ves muy bonito hoy, Hoseokie —dijo Yoongi entonces.

Namjoon rodó los ojos, mirando de reojo a SeokJin, que lucía feliz a su
lado, y pensó que Jin se veía más guapo que todos en el auto.

—¿De verdad? —preguntó Hoseok—. Mis tías dicen que yo no soy bonito.

—Tus tías pueden chuparme un huevo —replicó Yoongi.

—¿Por qué deberían chuparte un huevo? —dijo Hoseok confundido.

Namjoon decidió no meterse en esa conversación, y por el contrario, le


hizo un gesto a SeokJin cuando se estacionaron. El menor le miró,
inquisitivo, y aprovechando que estaban detenidos deslizó sus dedos por
la mano del chico que estaba en su regazo, agarrándola en un toque algo
tímido.

Los ojos de SeokJin se abrieron en sorpresa, sin embargo, no hizo gesto


alguno para alejarlo.

Pasó la palanca de cambios con la mano de SeokJin sobre la suya,


sintiéndose extraño.

Pero extraño de una buena manera.

—Hoseokie, anda, dame tu mano —hablaba Yoongi detrás—. ¡Namjoon y SeokJin


se están tomando la mano y no son novios, y tú no quieres dármela a mí
cuando soy ya casi tu esposo!

—Noooooooooooo —se negaba Hoseok—, me sudan mis manos por tu culpa...

—Pero qué estás diciendo, Seokie...

—¡No me digas así, sólo mamá puede hacerlo!

—¡Soy tu novio, bebé! ¡Ahora dame tu mano!

Yoongi recibió un golpe de Hoseok en la cabeza.

Namjoon le sonrió a SeokJin, ignorando los quejidos detrás, y Jin le


devolvió la sonrisa, feliz de poder estar con el chico de esa forma, sin
nadie que le estuviera mirando mal, sin nadie que le estuviera diciendo
cosas feas.
Quince minutos después Namjoon se estacionó a una cuadra de D-Town, la
noche ya cayendo sobre la ciudad, y los cuatro chicos se bajaron del
auto. Yoongi le subió el cierre al abrigo de Hoseok, aprovechando de
tomarle la mano con una sonrisa que Namjoon calificó de estúpida, y
volvió su vista a SeokJin, sus mejillas coloradas por el frío.

Pasó un brazo por sus hombros, atrayéndolo para que no se helara


demasiado (o eso se dijo en aquel momento).

SeokJin se arrebujó a su lado, demasiado contento. Tan contento como


nunca antes en su vida.

—No te alejes demasiado de mí, Jinnie —le dijo Namjoon mientras caminaba,
sintiendo que el chico podía entenderle de alguna extraña forma—, no
quiero que nada malo te pase.

El menor frotó su nariz contra el brazo de Nam, asintiendo torpemente,


sus ojos brillando por la emoción.

Llegaron fuera del local, la música resonando, y Iron les hizo un gesto
para detenerse.

—Identificación —exigió Iron.

Namjoon rodó sus ojos mientras Yoongi bufaba, pero ambos chicos sacaron
las tarjetas de identificación que el club les daba a sus miembros.

Iron anotó sus nombres en la lista.

—RM y... ¿compañía? —preguntó mirando a Jin.


—Oh... —rascó su nuca, y le hizo un gesto al menor para que le entregara
su libreta. El chico no dudó en pasársela:

Puedes usar un seudónimo en el club, Jin, ¿quieres tener uno?

SeokJin leyó la pregunta, algo atónito, para luego escribir con un poco
de vergüenza:

J. Sólo... J.

Parpadeó, confundido, pero decidió preguntar el significado de aquello en


otro momento.

—RM y J —dijo, notando entonces lo irónico que era que ambos usaran
letras como sobrenombres.

Iron anotó el nombre.

—Y Gloss con...

—Pero su nombre es Min Yoongi —corrigió Hoseok con expresión de disgusto.

Yoongi llamó la atención del chico.

—Eh, Hoseokie, es un sobrenombre —le dijo con voz suave—, como cuando me
dices gato apestoso. Aquí me llaman Gloss.

—¿Por qué? —preguntó Hoseok todavía contrariado—. Tú dijiste que los


novios se dicen sobrenombres así. Yo soy Hope-ah para ti, y tú eres gato
apestoso para mí —pestañeó—. ¿Tienes otro novio que te dice Gloss aquí?
El mayor se atragantó con su saliva.

—¡No, no! —dijo aturdido—. No, Hobi, tú eres el único para mí...

—Pero no entiendo... —se quejó Hoseok.

—Gloss es mi nombre de rapero —le dijo Yoongi con paciencia—, es mi


nombre de artista. Por ejemplo, si tú quisieras ser bailarín, ¿cuál sería
tu nombre artístico?

Hoseok rascó su nuca, pensativo.

—J-Hope —dijo con lentitud.

Yoongi le sonrió.

—¿Quieres usarlo hoy? Seríamos Gloss y J-Hope, bebé —prosiguió Yoongi sin
borrar la sonrisa de su rostro.

El menor asintió con aprobación, por lo que Iron terminó anotando los dos
nombres, algo divertido por la situación que acababa de ver.

—Quién diría que íbamos a ver a Gloss todo enamorado cuando se la pasa
hablando de su pene gordo —comentó Iron dándoles la pasada.

—¿Tienes el pene gordo, gatito apestoso? —preguntó Hoseok ladeando la


cabeza.
Yoongi tosió, sus mejillas coloreándose.

—Puede ser, Hobi...

—¿Le debería decir eso a mamá?

—No, no, tranquilo, será un secreto entre los dos —se apresuró a decir
Yoongi, sabiendo que la madre de Hoseok lo mataría por perturbar a su
bebé.

SeokJin y Namjoon, en cambio, no iban pendientes de la tonta conversación


que sus dos amigos tenían detrás, el menor siendo guiado por Nam por el
oscuro pasillo, música retumbando en el lugar, y luego salieron a un
enorme salón.

SeokJin abrió su boca con sorpresa al observar el monumental lugar: por


fuera se veía pequeño, un edificio de tres pisos, y creyó que el local
sólo ocupaba el primero para sus asuntos, pero en realidad ocupaba dos
pisos, sin separación entre el primero y el segundo, la gente apoyada en
los barandales para observar mejor la batalla que ocurría en el centro.
SeokJin observó a dos chicas: una pelirroja con cabello desordenado y a
su rival, una chiquilla que se veía más joven, su cabello cortado hasta
los hombros y de color castaño.

Namjoon le tomó la mano, tirando de él.

—Vamos a sentarnos —se hizo oír por sobre el ruido de los gritos.

SeokJin le sonrió.

—Hay mucho ruido —se quejó Hoseok siendo llevado por Yoongi, detrás de
ellos.
Se sentaron alrededor de una mesa, en una esquina algo alejada del
escenario principal, y Yoongi se puso de pie.

—¿Quieren algo para beber? —preguntó.

—Sprite —dijo Hoseok.

Namjoon le pidió la libreta a SeokJin.

Yoongi irá por bebidas. ¿Quieres algo?

Coca-Cola está bien.

—Jin quiere Coca-Cola —dijo Namjoon mirando a Yoongi—, a mí tráeme una


cerveza.

Yoongi asintió.

—¡Nuestra ganadora el día de hoy es Hyuna! —gritó Zico hoy como MC—. ¡Lo
sentimos, Yeri, pero no estuviste mal para ser principiante!

Yeri se rió, sacudiendo su cabeza, e hizo una reverencia hacia Hyuna con
respeto.

—¿Turno de los chicos? —prosiguió Zico y se escucharon más gritos de


ánimo—. ¿Quién va primero? ¡TOP, ¿contra quién?!
—Nadie querrá ser contra TOP —bufó Yoongi apareciendo con una bandeja con
bebidas y papas fritas—. TOP fue el ganador el año pasado, batallar
contra él sería un suicidio.

—¿Por qué no lo haces tú? —preguntó Hoseok—. Dijiste que me rapearías.


Quiero verte rapear —Yoongi lo miró—. Anda, sube al escenario.

El mayor frunció el ceño mientras Namjoon sonreía ampliamente, atrayendo


a SeokJin a su lado.

—No voy a batallar contra TOP, terminaría humillado frente a ti —dijo


Yoongi bufando.

Hoseok puso mala expresión.

—¿Entonces por qué me invitaste? —preguntó enfurruñado.

—Te rapearé, más adelante —ofreció Yoongi.

—En cuánto —insistió Hoseok.

—En quince minutos —le dijo Yoongi.

—Está bien —Hoseok miró la hora—. A las diez con trece minutos, entonces
—agregó pensativo.

—¡Hoseok, era sólo una expresión!

—Diez con trece minutos —fue lo único que contestó Hoseok.


Yoongi golpeó su frente contra la mesa bajo la curiosa mirada del chico.

Namjoon se rió, escribiéndole algo a SeokJin:

¿Te gustó el lugar, Jin? No es el más bonito, pero siento que tiene buen
ambiente.

SeokJin contestó, sin poder dejar de sonreír, sus mejillas casi doliendo
por su expresión pero poco le importaba:

Me gusta mucho. Todos se ven amables, como tú.

Las mejillas de Namjoon se colorearon de rojo y le revolvió el cabello al


menor, que le contemplaba con ojos de ciervo.

Qué cosas dices, Jin...

¡Es la verdad! Eres guapo y amable. Me gusta que me haya invitado.


Gracias por invitarme, Namjoonie, aunque hubiéramos tenido tantos
problemas al inicio.

Namjoon se dio cuenta de dos cosas: que SeokJin le dijera Namjoonie envió
un escalofrío de placer por su cuerpo porque se sentía correcto, se
sentía bien. Y, por otro lado, esa vocecita que le decía que se alejara
del menor parecía haber desaparecido. Evaporado. Esos malos sentimientos
que sentía frente a todo el mundo, que le hacían actuar como un idiota,
no estaban si tenía a SeokJin entre sus brazos, a su lado, sonriendo
completamente.

A Namjoon le gustaba sentirse así.


Lo siento mucho por mi comportamiento anterior, escribió con un poco de
vergüenza, por la forma en la que te traté. No lo mereces, Jinnie.

SeokJin sacudió su cabeza, restándole importancia.

Da lo mismo. Lo importante es ahora. Pareció vacilar un instante, sus


dedos alrededor del lápiz apretándose. Me gustas mucho Namjoon.

Ahora podía sentir su rostro más colorado aún, como si se estuviera


quemando, y se rió con un poco de nerviosismo.

Recordó brevemente cuando Soyeon le confesó que estaba enamorada de él:


Namjoon sólo había sentido un dolor en el estómago, su garganta apretada,
y culpa cuando contestó que sentía lo mismo, ya mucho tiempo atrás. Pero
esto...

Retrocedió el tiempo más. Con Jinho había sentido lo mismo cuando lo


conoció, cuando comenzaron a pasar tiempo juntos, cuando tuvieron su
primer beso.

Tú también me gustas mucho, Jinnie.

Ambos sonrieron ahora con vergüenza, desviando la vista torpemente.

Se sobresaltaron al escuchar los quejidos de Yoongi y los reclamos de


Hoseok.

—¡Son las diez y cuarto! —decía Hoseok—. ¡Ya rapea, gato apestoso!

—¡No, no puedes obligarme! —replicó Yoongi.


—¡Me quiero ir! —comenzó a exigir Hoseok—. ¡Me mentiste! ¡Me quiero ir!

—Yoongi, creo que lo mejor será que subas al escenario —dijo Namjoon con
algo de preocupación al ver ojos cristalinos de Hoseok.

—¡Me quiero ir! ¡Me quiero ir! —repetía Hoseok, su voz quebrándose sin
poder entender demasiado por qué se sentía así. Por qué algo dolió en su
interior.

Yoongi mordió su labio inferior.

—Pero no estoy listo —dijo con vocecita débil.

Namjoon sacudió su cabeza, exasperado, escuchando los reclamos


sollozantes de Hoseok.

—Vámonos, Jinnie —exigió Hoseok tomándole la mano a su amigo, que estaba


sorprendido.

—Hey, hey Hobi —se apresuró a decir Namjoon ante la posibilidad de que
SeokJin se marchara—, ¿no prefieres quedarte? Tengo entendido que hoy hay
un show especial donde cantarán sobre dinosaurios.

Las protestas de Hoseok se detuvieron.

El chico miró a Namjoon, parpadeando.

—¿Dinosaurios, Kim Namjoon? —preguntó, y Namjoon se sorprendió al notar


su voz un poco tímida y cohibida.
—Sí, ¿no quieres quedarte a escucharla? —siguió persuadiendo.

Asintió repetidas veces.

—Sí, sí, sí... —concedió observando el escenario.

—Hoseok... —comenzó a decir Yoongi con paciencia.

—No, no me hables, yo no hablo con gatos apestosos y mentirosos —replicó


Hoseok.

Yoongi iba a llorar.

Namjoon volvió su atención a Jin, suspirando por el alivio.

Creo que la cita de ellos no está yendo muy bien, le escribió Namjoon
sonriendo.

SeokJin puso una expresión de diversión.

Yoongi hyung no parece saber mucho de conquistas, ¿cierto? Es un poco


divertido verlo detrás de Hoseok con esa carita de enamorado que tiene.

Bueno, es más divertido ver a Hoseok reaccionando ante su coqueteo


descarado. Me sorprende que resista tanto.
A Hoseok le gusta mucho Yoongi. Se la pasa murmurando sobre gatitos
apestosos. SeokJin mordió su labio inferior. Usted es como un cangrejito.

Oh, dios, ¿era posible morir de ternura?

Namjoon sentía que podía vomitar mil arcoíris con unicornios, pero no le
importaba demasiado.

¿Por qué dices eso, Jinnie?

Porque es adorable. Me dan ganas de...

SeokJin se interrumpió, avergonzado.

Namjoon se inclinó unos centímetros.

¿Ganas de...?, escribió animándolo a continuar.

Pero SeokJin negó con la cabeza, colorado y con demasiada vergüenza como
para decir algo.

Namjoon iba a insistir, pero otra vez se vio interrumpido con la


discusión inocente de sus otros amigos.

—¡Bueno, rapearé! —chilló Yoongi al ver que Hoseok le seguía ignorando—.


¡Pero si te gusta, me deberás dar un besito!

—¿Y si no me gusta? —preguntó Hoseok frunciendo el ceño.


—¡Te compraré un dinosaurio!

Hoseok ladeó la cabeza.

—Está bien —respondió con lentitud.

Yoongi soltó un bufido, poniéndose de pie y caminando hacia el escenario,


donde otra batalla de rap acababa de terminar, haciéndole unos gestos a
Zico.

—¡Vaya, chicos, adivinen quién está aquí! —dijo animado, llamando la


atención de todo el mundo—. ¡Nuestro chico lengua tecnológica, Gloss! —
hubo aplausos, gritos y aullidos del público.

—¿Lengua tecnológica? —preguntó Hoseok confundido, sin entender un poco a


qué se refería con eso.

—¡Al parecer no quiere batallar! —prosiguió Zico—. ¡Viene con otra


propuesta! Bueno, saben que en D-Town estamos abiertos a todas las
opciones, y si Gloss quiere declarar su amor, ¡entonces lo animaremos!

Silbidos y más gritos en apoyo, las mejillas de Yoongi coloreándose por


las palabras de Zico, y golpeó a su amigo en el trasero con su pie
haciéndolo reír.

—Subí a esto obligado —murmuró Yoongi contra el micrófono, esperando que


le pusieran la pista que había creado para la canción—, pero es por el
chico que me gusta. ¡J-Hope, ¿quieres ser mi novio?!

Hoseok abrió su boca, sorprendido.


La pista comenzó a reproducirse.

Namjoon atrajo el cuadernito de SeokJin para escribirle la letra y no


estuviera tan perdido.

Sí, sí. Si yo solo tuviera un día,

Me gustaría tranquilamente quedarme dormido por tu dulce aroma.

Si tuviera una oportunidad en mi ocupado horario,

Me gustaría sumergirme en tus profundos ojos cálidos.

Me gusta eso, tú brillante y lacio cabello, tu impresionante cuello,

Cuando miras el cielo y sonríes sin darte cuenta.

Donde sea que vayamos, mi bolso es tu cintura.

Tú, mi amor,

Siempre que te veo, me quedo sin aliento como en las calles de Myundong.

Nuestra música de fondo es el sonido de nuestra respiración.


Tu voz cuando dices mi nombre,

Me siento cautivado por tu voz, quiero conocerte más,

Un explorador aventurándose a través de tu bosque profundo de misterio.

Eres como una obra maestra que quiero aprender,

Porque tu simple existencia es arte.

Me imagino esto todas las noches, todos los días,

Porque de todas maneras sé que es un sueño que no va a suceder...

La voz de Yoongi se fue apagando hasta llegar al final y Namjoon bajó sus
ojos, chocando con la afectada mirada de SeokJin al leer la letra, y
rascó su nuca porque esa letra no la había escrito Yoongi, sino él.

Yoongi se la había pedido porque a él le costaba escribir letras de amor,


Yoongi era mejor con otro tipo de letras, y Namjoon no tuvo problema
alguno en cedérsela. Pero que SeokJin la leyera, pareciera realmente
emocionado por lo que había escrito...

Escuchó los aplausos hacia Yoongi, los gritos animándolo, e incluso a


Zico molestándolo, pero sólo podía concentrarse en la mirada bonita de
SeokJin.

Yoongi llegó minutos después, colorado completamente.


—No entiendo —fue lo primero que dijo Hoseok con el ceño arrugado—. ¿Por
qué me pediste ser tu novio?

Yoongi aclaró su garganta.

—¿No quieres serlo? —preguntó desilusionado.

Hoseok frunció los labios.

—Creí que ya lo éramos —contestó sin pudor alguno—. Me gustó tu letra. Me


gustó como rapeas —hizo una pequeña pausa—. Creo que también me gustas.

Yoongi parecía a punto de colapsar.

—¿De verdad? —preguntó Yoongi con un hilo de voz—. ¡Me debes un beso! —le
tomó la mano—. Ven, Hope-ah, necesitamos un momento a solas —agregó
tirando de él.

—¿A dónde vamos, gatito? —inquirió Hoseok.

—Por mi beso, ¡pero será donde nadie nos vea! —dijo Yoongi.

Namjoon y SeokJin contemplaron como Yoongi y Hoseok se abrían paso por


entre la multitud, desapareciendo de su vista.

Namjoon bajó la vista hacia la letra, sabiendo que su amigo sólo había
rapeado la parte inicial, y con mano temblorosa, siguió escribiendo el
resto:

Una fiesta, fiesta solo contigo,


Sí pudiera hacer eso, que lindo sería.

Si tan solo pudiéramos ir a cualquier parte para comer y cómodamente ver


una película,

Haría lo que fuera, bebé.

Lo siento, tal vez soy demasiado racional,

Pero aun así, si me ves algún día, sonríe.

Tal vez tú te molestas un poco o mucho,

Lo sé, no podía mirarte más por culpa de mi sueño.

Entonces, dame un día, aunque sea en mi sueño, sólo un día...

Tú estás de pie en el centro de mi vida.

Aún faltaba que perfeccionara esa letra, todavía le quedaban un montón


que escribir, pero en ese momento, quería mostrársela a SeokJin.

El chico lo miró, humedeciendo sus labios.

Es una letra muy bonita. ¿La escribió completamente usted?


Rascó su nuca, inclinándose un poco más.

Sí. Te mostraré más letras después. Tengo muchas.

Hizo una pequeña pausa.

Te escribiré una a ti, hijo de la luna.

Los ojos de SeokJin brillaron, pero no sabía si fue por las lágrimas o
por la emoción.

A Namjoon no le importaba. No cuando se inclinó y lo besó.


CAPITULO TRECE
Jinnie:

La pasé realmente bien anoche

¡Muchas gracias por la salida!

Monnie:

No fue nada, SeokJinnie.

Yo igual la pasé muy bien.

Jinnie:

Gracias por todo.

Incluso por ese beso...

Fue mi primer beso.


Pero está bien si no siente nada por mí, ¡entiendo que fue algo del
momento!

Monnie:

En realidad sí me gustas muchísimo, Jinnie.

Pero las cosas son algo complicadas.

Jinnie:

¿De verdad le gusto tanto?

Monnie:

Sí.

Pero mis padres no lo entenderían.

Y está Soyeon...

Jinnie:
Namjoon

¿Es muy malo que estemos a escondidas?

Monnie:

Es malísimo.

Pero yo también lo deseo.

Me gustas.

Jinnie:

Pero no quiero ser tampoco el segundo para usted.

No me gusta verlo con Soyeon, me hace sentir mal.

Monnie:
Prometo terminar con ella.

Deja que pasen unos días, ¿está bien?

Terminaré con ella, pero no creo que podamos estar juntos frente al mundo
tan pronto.

La gente hablaría y mis padres no estarían contentos.

¿Lo entiendes, Jinnie?

Jinnie:

No me importa si debemos tener algo a escondidas mientras, pero no quiero


verlo en una relación con otra persona

Además, a Jungkookie no le haría gracia, no quiero que él tampoco se


entere de esto.

Él no lo entendería.

Monnie:

Sí, tienes razón.

¿Podemos vernos hoy más tarde?

Te extrañé un poquito.
Jinnie:
Jajaja, claro

Se ve muy bonito

Yo igual lo extrañé

Monnie:

Eres el chico más hermoso del universo, Jinnie.

Jinnie:

No diga esas cosas.


Monnie:

Me gustas.

Jinnie:

Tú igual me gustas mucho.

Monnie:

<3

SeokJin se sentía en las nubes, tan así que toda su familia lo notó a la
hora del desayuno el día lunes porque era incapaz de borrar la mirada
soñadora de su rostro. Y es que a cada momento recordaba los labios de
Namjoon sobre los suyos, el chico inclinándose contra él mientras
torpemente le daba pequeño besos, como si estuviera indeciso sobre la
intensidad que podía aplicar.

El día anterior les había mentido a sus papás diciendo que iría a la casa
de Jungkook un ratito para juntarse con Namjoon, y se escabulló a un
parque vacío donde el mayor ya le estaba esperando. Ambos se ocultaron
entre los árboles, y SeokJin estaba feliz de recibir tantos besos en su
rostro dejados con cariño y calidez.

SeokJin estaba feliz.

Taeyeon miró a Jongwoon, enarcando una ceja.

—¿Es mi idea, o SeokJin parece brillar? —preguntó Heechul.


Haeri rascó su cabello.

—SeokJin —le dijo llamando su atención—, ¿ocurre algo? Luces muy


contento.

SeokJin comenzó a comer.

—¡La vida es hermosa! —fue su única respuesta, decidido a no decir nada


más porque sabía que a sus padres eso no les agradaría.

No porque Namjoon fuera un chico. Sino porque Namjoon tenía una novia,
novia que era hermano de Jungkook.

SeokJin quería sentirse mal. Quería poder sentir un poco de culpabilidad


por lo que estaba haciendo, pero si era honesto... Si era honesto, no le
importaba demasiado. Soyeon no merecía pasarla mal, por supuesto, pero a
él también le gustaba Namjoon, y si Namjoon gustaba de él, entonces
Soyeon no tenía nada que hacer ahí.

Se sentía más mal, en realidad, por Jungkook. Porque Jungkook la quería


mucho a pesar de que ella no fuera buena hermana, y si se enteraba de que
el novio de Soyeon estaba interesado en él... Bien, eso no le haría
demasiado feliz y probablemente pelearían.

Pero quizás Jungkook lo entendería. Jungkook iba a entenderlo porque eran


mejores amigos.

Terminó de desayunar, y en ese momento el timbre de su casa fue tocado.


SeokJin se puso de pie sabiendo que sería Jungkook, así que se despidió
de sus papás, de tío Heechul y su abuelita Haeri, y salió hacia el
colegio.
—¿Cómo estuvo tu fin de semana? —le preguntó Jungkook cuando comenzaron a
caminar.

—Aburrido —contestó, mintiendo con facilidad—. No hice nada interesante.

—Somos dos —apoyo Jungkook—. Podríamos hacer algo este fin de semana, ¿no
crees? Ya deberíamos estar terminando el trabajo con Wheein, y el sábado
podrías quedarte a dormir en mi casa con Hobi.

SeokJin trató de poner una expresión de lástima.

—No creo poder —contestó—, voy a salir con tío Heechul.

La verdad era que Namjoon le había invitado otra vez a D-Town y le había
dicho que lo acompañaría cuando quisiera.

—Es una lástima —respondió Jungkook algo contrariado—, ¿y la noche del


viernes?

—Le voy a preguntar a mamá —respondió, aunque en realidad no lo iba a


hacer porque iba a tener que mentirle a sus papás para poder salir el
sábado en la noche. Si se quedaba con Jungkook el viernes, no le dejarían
salir al día siguiente.

Su mejor amigo hizo una pequeña mueca, algo incómodo porque podía notar
un poco lejano a SeokJin, y no podía evitar culparse porque las cosas
estaban así debido a la forma en la que actuó la semana pasada. Incluso
Hoseok estaba algo receloso todavía, sin querer estar a solas con él,
sintiéndose pésimo por lo que había hecho.

Minutos después llegaron al colegio, el timbre todavía sin tocar, y se


quedaron afuera para esperar a Hoseok, que apareció unos segundos más
tarde, murmurando por lo bajo.
—Hey, Hobi —dijo Jungkook, llamando la atención de su amigo.

Hoseok levantó la vista antes de volver a bajarla.

—Hola, Jungkook —barboteó—. Hola, SeokJin —agregó en lenguaje de señas.

—¿Vamos? —preguntó Jungkook apuntando al interior del colegio.

Hoseok frunció el ceño.

—No, gatito apestoso me dijo que debía esperarlo todas las mañanas para
darle su beso de buenos días —explicó Hoseok de forma ansiosa, mirando
hacia el patio.

Jungkook ladeó la cabeza, confundido.

—¿Yoongi? —preguntó—. ¿Ya son novios, Hobi?

—Eso me dijo —contestó Hoseok—. Salí con él y con Kim Namjoon hyung y
con...

De forma abrupta, Hoseok cerró su boca, frunciendo el ceño


repentinamente, sus ojos chocando por un momento con la mirada de
SeokJin. Hoseok sacudió su cabeza, contrariado, pero no dijo cosa alguna.

Jungkook, por otro lado, seguía con la misma expresión confusa.


—¿Cuándo saliste con él? —preguntó.

Hoseok hizo un ruido extraño.

—Salí con él y me pidió ser su novio y le dije que sí y luego me dio un


besito y me dijo que debíamos darnos besitos todas las mañanas y que así
iba a ser feliz —murmuró tomando aire.

—¡Ahí viene Yoongi! —dijo de pronto SeokJin, apuntando al


estacionamiento, sonriendo.

Sonrisa que desapareció cuando vio a Namjoon detrás, caminando al lado de


Soyeon, ambos de la mano.

SeokJin tuvo que contener los impulsos de morder a la chica, apretando


sus puños por el disgusto, su expresión cambiando. Nadie lo notó, excepto
Namjoon, que lo había estado mirando e ignorando la palabrería de Soyeon.

Namjoon mordió su labio inferior, soltándole la mano a la chica,


fingiendo rascar su nuca.

La pareja pasó de largo, saludándolos sólo con la cabeza, y SeokJin los


siguió con los ojos, apretando sus labios en un rictus de molestia.

Por otro lado, Yoongi estaba discutiendo otra vez con Hoseok.

—Anda, Hope-ah, dame un besito en los labios —reclamaba Yoongi.

—No, en la mejilla —se resistía Hoseok—. Si nos besamos en los labios nos
podemos compartir gérmenes, es antihigiénico.
—¡Pero eres mi novio! —insistía Yoongi.

—¿Si somos novios tengo que decirte que sí en todo?

—¡Por supuesto!

—Entonces ya no quiero serlo.

El timbre tocó antes de que Yoongi pudiera reclamar, y Jungkook le tomó


la mano a SeokJin y Hoseok, diciendo que debían ir al salón de clases.

—Adiós, gatito apestoooooooooooooso —se despidió Hoseok ante la indignada


mirada de Yoongi.

SeokJin observó los pasillos, esperando encontrar a Namjoon, pero el


chico había desaparecido. Soyeon estaba sola, guardando unas cosas en su
casillero con el ceño fruncido, y pudo suspirar aliviado.

Se giró, chocando con los ojos confundidos de Jungkook, pero sólo le


sonrió.

SeokJin iba a tener que, al parecer, controlar más aún los nuevos
sentimientos que lo estaban inundando porque nunca antes había
experimentado los celos. O el querer a otra persona. O el de ansiar estar
con esa persona todo el día.

SeokJin, al parecer, tendría mucho que aprender los siguientes días.


Namjoon sabía que tenía que terminar con Soyeon, después de todo, a estas
alturas le había quedado bastante claro que ella no le gustaba mucho. Que
no le gustaba como novia, en realidad.

Pero tampoco sabía cómo hacerlo porque, bueno, Soyeon no era una chica
que aceptaría un término simple. Ella querría motivos reales, de peso,
con fundamento suficiente para acabar con esa relación que estaba
destinada a un matrimonio.

Pensar en un matrimonio envió un escalofrío por su espina dorsal.

Matrimonio. Trabajo. Hijos.

No, Namjoon no se sentía listo para ello.

Pero pronto sería mitad de año, y debería empezar a preparar sus


postulaciones para la universidad. El tiempo se estaba acabando. Namjoon
sólo quería volver a sentirse feliz como antes, aunque le asustaba volver
a decepcionar a sus padres.

Para la hora de almuerzo, observó a SeokJin de reojo, tan hermoso y


brillante como siempre. El chico estaba sonriendo ampliamente mientras
Jungkook le hablaba, y una parte en su interior quería correr a
abrazarlo, a darle un beso, a permanecer a su lado todo el tiempo.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Yoongi se sentó a su


lado, enfurruñado y con los brazos cruzados.

—¿Ocurre algo? —preguntó volviendo su vista al almuerzo.

—Hoseok terminó conmigo —se quejó Yoongi—, este ha sido mi noviazgo más
corto y no es justo.
—Ha sido tu único noviazgo —recordó Namjoon.

Yoongi parecía dispuesto a reclamar, sin embargo, Soyeon apareció en ese


instante.

—No me esperaste, oppa —reprochó Soyeon.

Se encogió de hombros, incómodo.

—Tenía hambre —fue su respuesta.

Soyeon arrugó el ceño, inconforme, pero no dijo cosa alguna mientras se


sentaba a su lado. Yoongi soltó un bufido.

—¿Cómo puedo recuperar a Hoseok? —le preguntó Yoongi a Namjoon, ignorando


a la chica—. ¿Debería rapearle otra letra?

—Depende de qué letra vas a rapearle —contestó Namjoon.

—¿De qué estás hablando, Yoongi oppa? —preguntó Soyeon con los labios
arrugados—. ¿Sigues detrás de ese chico?

Ay, dios, no...

Namjoon podía sentir cómo un tic iba a aparecer en su rostro si esos dos
se ponían a pelear con él entremedio, como siempre solían hacer.

Yoongi se encogió de hombros.


—Somos novios —dijo Yoongi como si nada.

Soyeon se crispó, su expresión asqueada.

—¿Novios? No es gracioso —replicó ella—. Son dos chicos, eso no está


bien. Dile algo, Namjoon.

Yoongi miró a su mejor amigo con curiosidad, la expresión de su rostro


algo desafiante, como si le estuviera retando a decir algo sobre eso.

Rascó su nuca.

—No nos metamos en su vida, Soyeon —le dijo con voz suave—, Yoongi ya es
grande como para tomar sus propias decisiones.

—¡Decisiones! —la chica se obligó a bajar su tono—. ¡Salir con un chico


es repulsivo, además de que Hoseok es... bueno... raro!

Yoongi se puso de pie.

—Repítelo —gruñó hacia Soyeon sin burla en su rostro—. Atrévete a


repetirlo, mojigata aburrida.

—¡Oppa!

—Soyeon, de verdad, decir esas cosas sobre Hoseok... —comenzó a decir


Namjoon con algo de fastidio.
—¡Es la verdad! —replicó Soyeon—. Será simpático y todo, como lo es
SeokJin, pero son raros, ¡más si le gustan los chicos! De todos los
amigos que podría tener Jungkook, escoge a los más extraños...

—Voy a matarte —murmuró Yoongi dando un paso.

—Estás siendo grosera —le dijo Namjoon a Soyeon, llamando su atención—.


No sé qué pretendes, Soyeon, ¡eres la presidenta de tu curso! —regañó
ahora importándole poco si alguien más escuchaba—. ¿Así tratas a tus
compañeros? Te recuerdo que en tu curso hay una chica con discapacidad
motora y un chico ciego, ¿también los llamas a ellos raros?

Soyeon no dijo nada, sorprendida y visiblemente afectada por las palabras


de su novio. Namjoon se puso de pie, con el día arruinado, y antes de
voltearse vio el rostro alarmado de SeokJin, como si hubiera estado
viendo la discusión. Su móvil vibró segundos después anunciando haber
recibido un mensaje.

—Oppa... —murmuró Soyeon, obligándolo a mirarla—, no quise...

—Hablaremos después —contestó, saliendo del comedor con Yoongi a su lado,


que parecía realmente fastidiado por lo recién ocurrido.

Una vez se quedaron los dos solos, pudieron respirar con más calma.

—La respeto porque es tu novia y amiga —dijo Yoongi mirándolo a los ojos—
, pero espero que tomes una decisión pronto, Namjoon, porque realmente
Soyeon se está excediendo. Y no es sólo por sus comentarios contra los
homosexuales, sino también contra Hoseok y SeokJin.

Namjoon se apoyó en la pared, asintiendo, pues sabía que Yoongi tenía


razón. Sabía que Soyeon estaba actuando así para tener su atención, para
que, por último, le mirara más de lo que realmente hacía. Namjoon sabía
que era una forma demasiado estúpida de lograrlo, pero parecía ser la
única porque la relación estaba alcanzando un punto tenso en ese
instante. Apenas se hablaban, y las pocas conversaciones que mantenían
eran superfluas y aburridas.

—Lo arreglaré —dijo Namjoon.

Yoongi asintió.

—Volviendo a mi ruptura con Hoseok —prosiguió Yoongi—, ¿qué tal si me


prestas uno de tus raps?

—¿Cuál?

—Expensive Girl, pero le cambiaré algunas partes...

Namjoon se tropezó.

¿Cómo se dice te quiero en lenguaje de señas?

SeokJin levantó la vista de su tarea, observando el rostro avergonzado de


Namjoon, y sonrió ampliamente mientras olvidaba los deberes del colegio y
subía a la cama, deslizándose entre los brazos del mayor.

Namjoon verificó que la puerta estuviera cerrada con llave, y al ver que
era así, se inclinó y le dio un beso en los labios a SeokJin. El chico lo
recibió con gusto, feliz de la posición en la que estaba. La boca de
Namjoon era cálida, húmeda y cómoda, ajustándose para él sin problema
alguno.
El mayor se alejó unos centímetros, dándole ahora pequeños besos en la
nariz, haciéndolo reír –sin voz, sólo el gesto de risa, sus ojos
arrugándose, su boca abierta.

SeokJin se giró, ubicándose sobre Namjoon, e hizo un gesto: apuntó a su


corazón, luego cruzó sus brazos sobre su pecho, apretándolos repetidas
veces, y luego apuntó a Namjoon. Acto seguido, recogió su cuaderno.

Así se dice te quiero. También puedes decirlo así:

Levantó su mano en un puño, luego el dedo meñique, acto seguido el índice


y finalmente el pulgar, sin dejar de sonreír. Namjoon asintió,
comprendiendo, pero no pudo imitar el accionar porque SeokJin se inclinó
y lo besó otra vez, ambas narices chocando. A Namjoon le dolió, pero el
beso le pareció demasiado torpe y tierno como para quejarse.

En ese instante, se sobresaltó cuando la puerta fue tocada.

Alejó a SeokJin, aclarando la garganta.

—¿Quién es? —preguntó tratando de que su voz no sonara ronca.

—Mamá dice que es la hora de cenar —contestó Wheein al otro lado—. ¿Por
qué cierras con llave, Namjoon? ¿Estás haciendo cosas sucias?

—¡Qué te importa! —le gritó con un bufido, y Wheein se marchó riendo con
fuerza.

Al voltearse, recibió otra vez un beso de SeokJin lo que le sorprendió


bastante porque el menor parecía amar el contacto. Las caricias, los
abrazos, el pelo siendo revuelto, los besos, SeokJin parecía ansiar cada
uno de esos toques y le encantaba más aún que fuera Namjoon el que le
acariciara así.
Soyeon no era así: a ella un simple beso en los labios le parecía
suficiente por el resto del día, y por otro lado, Jinho tampoco fue nunca
tan pegajoso. Sí, se había acostado con él un par de veces, y
compartieron muchos besos, pero SeokJin era distinto. SeokJin parecía un
cachorro que quería más y más.

Namjoon no se sentía capaz de negarle algo.

El menor se alejó, sin dejar de sonreír, y Namjoon buscó a tientas la


libreta olvidada.

Debo ir a cenar y tú tienes que volver a tu casa.

SeokJin hizo un gesto de desagrado al leer el mensaje, y aquella


expresión envió un sentamiento cálido por su pecho. Dios, ese chico...
¿podía ser acaso más perfecto?

Quédate conmigo, hyung. Te extraño mucho en el colegio.

Le acarició el cabello, dándole un beso en la frente.

Yo igual te extraño, Jinnie, pero piensa que la noche del sábado la


pasaremos juntos.

SeokJin sonrió con felicidad al leer el mensaje, besándolo una vez más.
En realidad, fueron varios besos pequeños, seguidos, apenas un toque pero
que revolvió su estómago de una buena forma.

Le gustaba eso. Le encantaba que SeokJin estuviera en sus brazos.


El chico se levantó a regañadientes, yendo a buscar su mochila para irse,
y se acercó a la ventana de Namjoon. Antes de voltearse, miró al mayor.

—Te quiero —le dijo en lenguaje de señas, sonriendo.

Namjoon, torpemente, le contestó:

—Te quiero —imitó un poco inseguro.

Pero SeokJin sonrió, y eso fue suficiente para hacerlo sentir contento.

El menor bajó por el árbol con cuidado, el cielo oscureciéndose de a


poco, y se despidió una vez más de Namjoon una vez en el suelo, sonriendo
y sintiendo emoción porque se sentía como en una de esas viejas películas
que a su mamá le gustaba ver, donde los protagonistas vivían un amor
prohibido y hacían lo posible por verse. A SeokJin le fascinaban, porque
era un romántico de primera, un chico que se fijaba en cientos de
detalles y pensaba en todas las cosas que le gustaban de otra persona.
Pero también le encantaban porque tenían finales felices, y él quería un
final feliz.

Luego de todo lo ocurrido, luego de haber estado en un infierno, Jin


quería poder tener un final feliz donde la persona que amaba estuviera a
su lado.

Donde Namjoon jamás le soltara.

Llegó a su casa minutos después, entrando con cuidado, y su mamá se asomó


al pasillo. SeokJin le sonrió, saludándola, pero ella le detuvo.

—Vino Jungkook —le dijo en lenguaje de señas, y SeokJin se detuvo,


tratando de que la sonrisa de su rostro no desapareciera—. Creí que iba a
ir contigo a casa de Hoseok.
Mordió su labio inferior, su primer impulso era decirle la verdad a su
mamá, porque sabía que mentir era malo, y que no debía hacerlo.

Pero ella no lo entendería. Ella le daría un sermón por haberle mentido


en primer lugar, y luego le diría que Namjoon no era bueno para él. Y
SeokJin no quería eso. No quería que la gente se interpusiera porque él
quería estar con Namjoon.

—Hoseok y Jungkook tuvieron una pelea —le explicó a su mamá con cuidado—,
entonces Hobi no lo quiere ver por ahora.

Taeyeon frunció los labios, algo pensativa.

—La próxima vez que salgas, sé más claro —le pidió ella—, no me gusta no
saber dónde estás, SeokJin.

SeokJin la abrazó, asintiendo y sonriendo, sabiendo que no podía decirle


que no porque su mamá tenía todos los motivos para estar preocupada.
Después de todo, un simple descuido de su papá había terminado en un
desastre.

Se estremeció cuando un breve recuerdo cruzó su mente.

"—Eres un chico muy bueno, ¿no lo crees? Y te voy a premiar por ser tan
bueno. No serás ningún animal, sino un muñequito. Un hermoso muñequito.
Eres muy afortunado."

Hundió su rostro contra el pecho de Taeyeon, respirando profundamente


para calmarse de alguna forma, y dejó que su mamá le abrazara. Dejó que
le envolviera en su tranquilizador aroma, buscando calmarse, y se dijo
que estaba bien. Estaba a salvo.
Ya no era un muñequito, se repitió, había dejado de serlo hace mucho.

Era SeokJin, no un muñequito.

Jungkook observó su celular por décima vez durante la tarde, ansioso y


nervioso por la situación, y trató de no pensar demasiado las cosas, de
no darle muchas vueltas al asunto a pesar del miedo.

Queriendo creer que no le había dejado plantado.

Aunque muy probablemente se lo merecía. Jimin no tenía por qué hablarle,


no luego de todo lo que había hecho, no luego de haberle roto el corazón.
Jimin tenía todo el derecho de rehacer su vida como quisiera, después de
todo, puede que él ni siquiera fuera tan importante. Sólo estuvieron unos
meses juntos, nada más, y Jungkook siempre le trató algo mal porque Jimin
era pegajoso y eso le ponía los nervios de punta.

Jungkook no estaba acostumbrado a las caricias, a los abrazos, a las


palabras dulces, porque en su familia nadie le quería. Bueno, Soyeon
había sido una buena hermana hasta que las cosas se torcieron, pero las
otras personas...

Sus tíos y tías, primos y primas, sus abuelos, todos, lo consideraban una
vergüenza por sus gustos. Por no ser normal.

Jungkook había aprendido a manejarlo hasta un punto en que ya casi no le


afectaba, por ello que Jimin se preocupara tanto de él, le hiciera sentir
merecedor de tanto amor, se le hacía extraño e incluso incómodo muchas
veces.

Pero eso no significaba que le quisiera menos. Jungkook realmente le


quería demasiado.

—Jungkookie.
Levantó la vista, chocando con los ojos amables de Jimin, y soltó el aire
que estuvo conteniendo.

Sonrió con debilidad, haciéndose a un lado para dejarle espacio en la


banca.

—Hola, Jimin hyung —contestó con voz temblorosa.

—Me sorprendió tu mensaje —dijo Jimin encogiéndose de hombros—, ¿ocurre


algo, Jungkook? La verdad es que quedé en juntarme más tarde con unos
amigos, así que...

—Lo siento —barboteó interrumpiéndolo—, yo sólo... sólo quería pedirte


perdón, hyung —su voz se quebró—. Te extraño mucho, Jimin —Jimin
permaneció imperturbable ante sus palabras y eso lo puso más ansioso—.
Todavía te quiero. Te quiero, Mochi...

Jimin arrugó el ceño, algo confundido.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó, y no había cariño en su voz,


sino molestia.

Jungkook mordió su labio inferior, a punto de llorar.

—No soporto a Dongsung —confesó—, ya no lo aguanto más. No puedo... —


jadeó, a punto de llorar—. Él hace que nadie nos moleste, que nadie
moleste a Jin y a Hobi, pero me pide cosas a cambio y no... —pensar en
todo eso lo estremeció—. Yo sólo te quiero a ti, y esto se siente tan
mal...
Comenzó a llorar, importándole poco si la gente lo miraba, si las
personas creían que era un imbécil maricón por llorar como un bebé. Él
sólo quería que Jimin le abrazara, le sostuviera un instante.

Pero Jimin no lo hizo. Jimin sólo lo miró, sin moverse.

—¿Qué te hizo hacer? —preguntó, y Jungkook bajó la vista demasiado


avergonzado—. ¿Te acostabas con él?

Lloró con más fuerza, negando con la cabeza.

—No le permití eso —balbuceó en voz baja—, pero otras cosas... —Jungkook
hipó—. Lo siento, Jiminie, soy asqueroso. Soy un prostituto, soy
repulsivo, tú no deberías...

—¿No debería quererte? —preguntó Jimin interrumpiéndolo con brusquedad—.


Claro que no, Jungkook, no cuando eres sólo un niñito que no sabe recibir
ayuda de los demás, es celoso y se niega a verse débil ante al resto —
Jimin alzó su barbilla—. Pero te quiero, maldita sea, y voy a matar a ese
idiota.

Jungkook limpió sus ojos, su labio temblando, pero la expresión


enfurecida de Jimin no cambió, sólo se endureció.

—Haré que pague por lo que te hizo —dijo Jimin con voz grave, y Jungkook
se estremeció.

—No —gimió, y abrazó al mayor de forma sorpresiva, hundiendo su rostro en


el pecho del chico, oliendo su perfume. Ese perfume que tanto le gustaba—
, no, no lo hagas. Lo... lo único que necesito es que me abraces,
Mochi...
Jimin soltó un gruñido, enojado todavía, pero le devolvió el abrazo a
Jungkook porque era una de las pocas veces en que el menor parecía tomar
la iniciativa. No era como si a Jimin le molestara que Jungkook fuera
algo cerrado con sus sentimientos, era parte de su personalidad, y se
había acostumbrado a ser siempre el que estaba detrás del menor para
tener su atención. Pero tampoco iba a desperdiciar esos momentos en los
que Jungkook era quién le buscaba por cariño.

Jimin quería ser capaz de ofrecerle el mundo entero a ese mocoso


irrespetuoso que tanto le gustaba.

—Dame un beso, Nochu —le dijo en voz baja, llamando su atención.

Jungkook un día normal se habría negado, habría dicho que no, sin
embargo, en ese instante sólo quería que Jimin le sostuviera, le besara,
le hiciera saber que todavía le quería. Que todavía gustaba de él a pesar
de ser un desastre.

El chico le dio un beso pequeño y tímido en los labios, pero para Jimin
fue suficiente en ese instante.

—Te protegeré —le murmuró Jimin—, no permitiré que nadie más te haga
daño, Kookie.

Jungkook cerró sus ojos y se dijo que eso estaba bien. Que Jimin jamás le
iba a abandonar ni a hacerle sentir como una basura.

Hoseok frunció los labios con disgusto mientras su mamá le peinaba el


cabello. SeokJin estaba jugueteando con su cámara, sentado en el sofá,
ajeno a todo el mundo.

No podía entender muy bien por qué estaba allí sentado, sin ver la
televisión cuando los sábados a esa hora mamá solía poner su telenovela y
la veían los dos juntos. Hoseok la encontraba muy aburrida, pero le
gustaba estar al lado de mamá y recostarse contra ella mientras mamá le
acariciaba el cabello con cariño, así que Hoseok se sentaba al costado de
la mujer y permanecía allí hasta que se quedaba dormido.
Pero ahora, ¿por qué su mamá le estaba peinando? No le gustaba eso. No le
gustaba estar allí.

¡Él quería ver la telenovela con su mamá!

—Te ves muy guapo, cariño —le dijo ella agarrándolo de las mejillas para
darle un apretón—. Tu gatito va a enamorarse un poco más de ti hoy día.

Hoseok hizo una mueca con los labios.

—Pero no quiero salir —se quejó—, ya salí la semana pasada y ahora quiero
estar contigo, mami, es hora de la telenovela.

Yuwon le pellizcó la nariz con cariño, aunque por dentro estaba algo
preocupada.

—Seokie, ¿qué hablamos ayer con el psicólogo? —le dijo con voz suave.

—Que debo compartir con otros chicos —balbuceó Hoseok.

—Y Yoongi quiere llevarte con él otra a sus cosas de chico delincuente,


¿no es así?

—¿Yoongi es un delincuente? —preguntó Hoseok abriendo más sus ojos.

—Entonces si Yoongi te invita, tú...


—Yo voy con él —terminó de decir Hoseok cruzándose de brazos en el
momento en el que el timbre fue tocado—, ¿somos novios con mi gatito?

Yuwon sonrió.

—No sé, podrías preguntarle —ofreció.

Hoseok asintió, poco convencido, pero se puso de pie cuando su mamá fue a
abrir la puerta. SeokJin se enderezó, feliz cuando vio a Namjoon ingresar
al comedor para llevarlos esa noche a D-Town.

Yoongi observó a Hoseok con una mirada embobada.

—Te ves hermoso —le dijo.

Hoseok parpadeó.

—¿Somos novios, gatito apestoso? —preguntó Hoseok entonces.

—Sí, ¿son novios? —agregó Yuwon con tranquilidad.

Yoongi comenzó a sudar.

Mientras esto ocurría, SeokJin se puso de pie, caminando hacia Namjoon


para darle un abrazo, suspirando cuando los brazos del mayor lo rodearon.
Le había extrañado mucho a pesar de haberle visto el día anterior.

Namjoon le revolvió el cabello, sonriendo, y le dio un beso en la frente.


—Hoseok terminó conmigo —estaba diciendo Yoongi.

—Pero es que Yoongi me estaba pidiendo besitos y los besitos tiene


gérmenes —se quejó Hoseok.

Yoongi se iba a hacer pipí ante la mirada de Yuwon.

—Bueno, ¿vamos? —balbuceó Yoongi mirando a Namjoon.

—A las una de la mañana aquí —dijo Yuwon abrigando a Hoseok—. ¿Jungkook


no irá con ustedes, chicos?

Yoongi miró a Namjoon mientras SeokJin seguía abrazando al mayor. Hoseok


se encogió de hombros.

—Jungkook no tiene pareja así que se va a sentir mal si va —barboteó


Hoseok.

Yuwon parecía algo atónita, pero no dijo cosa alguna mientras se despedía
de su hijo y sus amigos.

Salieron del departamento, Namjoon llevando de la mano a SeokJin hacia el


auto, tratando de ignorar la mirada de advertencia de Yoongi.

Hoseok observó a la pareja delante de él.

—¿Por qué van de la mano si Kim Namjoon hyung es el novio de Jeon Soyeon?
—preguntó frunciendo el ceño.
Namjoon observó el rostro confundido de SeokJin al no escuchar la
pregunta, y se rascó su nuca. Yoongi se aclaró la garganta.

—Porque van a ser novios —le explicó Yoongi.

Hoseok sacudió la cabeza, perplejo.

—¿Y Jungkook lo sabe?

Yoongi rascó su nuca, sin saber qué decir.

Una vez subieron al auto, Namjoon le escribió lo que preguntó Hoseok a


SeokJin, viendo la expresión de su rostro decaía un poco. Jin se volteó
hacia Hoseok, llamando su atención.

Jungkook no lo sabe. No le vamos a decir, Hoseokie.

¿Por qué? Soyeon es su hermana, ¿no debería saberlo? Le estamos mintiendo


y mentir es malo.

SeokJin mordió su labio inferior.

Jungkook se enojaría y nos gritaría, Seokie.

Hoseok abrió los ojos con espanto y Yoongi lo miró, preocupado, leyendo
el mensaje. Al comprenderlo, la mirada de Yoongi se tornó molesta.
¿Pero no es para mejor? Si él sabe que a ti te gusta Kim Namjoon hyung, y
él gusta de ti, ¿no es mejor?

Él no lo entendería, Hobi. Por favor, no le digamos nada. Somos amigos,


¿no?

SeokJin nunca se había sentido tan manipulador como en ese instante, sin
embargo, no iba a dejar que Jungkook se enterara, no por ahora. Más
adelante sí, cuando las cosas se calmaran, pero no podía hacerlo en ese
instante.

Está bien, escribió Hoseok con inseguridad, no le diré nada.

SeokJin le sonrió para tranquilizarlo.

Cuando se bajaron, Yoongi detuvo a Namjoon un instante.

—Vayan a buscar una mesa —le dijo a Hoseok, que le observó atónito—, Iron
te dejará entrar si le dices que vienes con Gloss.

—Pero...

—Vamos, y te compraré un dinosaurio de juguete —animó Yoongi.

Hoseok asintió, tomándole la mano a SeokJin y tirando de él. Los dos los
vieron desaparecer por la puerta, y Yoongi soltó un bufido.

—Comprendo que quieran mantenerlo a escondidas —gruñó Yoongi fastidiado—,


¿pero involucrar a Hoseok?
Namjoon suspiró.

—Tampoco me agrada esto —contestó decaído.

—Termina con Soyeon —insistió Yoongi—, no es necesario que ustedes salgan


a la luz, pero debes terminar con ella o las cosas van a seguir
complicándose.

Namjoon lo sabía, lo tenía claro desde hace mucho, pero realmente no


sabía cómo hacerlo. Cómo pararse frente a ella y decirle que lo suyo
había acabado.

Pero sabía que debía hacerlo, sobre todo cuando SeokJin y él compartían
un breve momento, intercambiando miradas, besos y abrazos. Esos toques se
sentían demasiado bien como para cambiarlos por la monotonía que
significaba Soyeon.

—Lo haré el lunes —prometió para tranquilizarlo.

Yoongi asintió, caminando para entrar al club, y Iron les sonrió al


verlos volver.

Encontraron a Hoseok y SeokJin sentados en una esquina, con bebidas ya


servidas, y se sentaron a sus respectivos lados, observando el escenario
donde dos chicos estaban compitiendo, animados por Zico.

—¿Vas a competir hoy? —preguntó Hoseok, mirando a Yoongi.

Yoongi observó a Hoseok.

—¿Quieres que lo haga? —le dijo, acariciándole el cabello.


—Sí, me gusta verte rapear —contestó Hoseok sin vergüenza alguna, porque
para él eso era un hecho.

Yoongi, por el contrario, sintió timidez de pronto ante sus palabras, sin
saber qué responder, olvidando por un breve instante que Hoseok era
demasiado directo con sus palabras.

Namjoon y Jin, por otro lado, estaban en su mundo.

Hyung, ¿vas a rapear igual?

Namjoon rascó su nuca, sacudiendo su cabeza en una negativa.

He perdido práctica, escribió.

SeokJin sintió su mirada decaer, sin embargo, siguió insistiendo.

Me gustaría verte rapear, hyung...

El mayor suspiró, indeciso, viendo a Yoongi levantarse junto a Hoseok.

—Iré al escenario con SeokSeok —dijo como si nada, tomándole la mano al


menor.

Namjoon asintió, dejando que SeokJin se apegara a su lado.

¿Aunque rapee mal?


SeokJin sonrió con resignación.

Tampoco es como si pudiera escucharlo, hyung...

Namjoon sintió un dolor en su pecho al leer sus palabras, sin saber qué
escribir inmediatamente, y se inclinó a darle un beso pequeño en los
labios para levantarle el ánimo a SeokJin.

Su primer instinto fue preguntarle lo que había ocurrido, pero una parte
suya parecía advertirlo no hacerlo, mantenerse al margen, porque quizás
no le iba a gustar la respuesta. Quizás le rompería el corazón.

Está bien, voy a rapear, hizo una pequeña pausa, poniéndose de pie, iré
al baño y regreso, le diré a Yoongi que compita contra mí para no pasar
vergüenza.

SeokJin sonrió, repentinamente feliz, y asintió por la emoción.

Namjoon desapareció segundos después entre la multitud, y SeokJin bebió


la bebida, jugueteando con su celular.

—¿Tú eres el nuevo novio de Namjoon?

SeokJin levantó la vista por la sorpresa, mirando a un chico frente a él.


No parecía demasiado alto, era más bien bajito y delgado, con una mirada
algo aniñada, y ladeó la cabeza por la confusión.

Cuidado, cuidado muñequito. Recuerda: los muñecos no oyen, los muñecos no


hablan, ronroneó una voz en su oído, y se estremeció.
—Hey, te estoy hablando —dijo el desconocido, su mirada llena de
disgusto—, ¿eres su novio?

SeokJin agarró la libreta, escribiendo algo veloz, todavía algo aturdido.

Disculpa, soy sordomudo. ¿Ocurre algo?

La expresión del chico cambió al leer sus palabras, y SeokJin se molestó


al ver lástima en sus ojos. Él no quería lástima, no quería que le
miraran como un pobre idiota.

El desconocido escribió algo.

Oh, lo siento. Te pregunté si eres el novio de Namjoon.

SeokJin frunció el ceño, confundido por la pregunta.

Somos amigos, aclaró algo titubeante, ¿quién eres tú?

El chico escribió algo y luego se inclinó. La lástima se convirtió en


molestia e incluso burla.

Soy Jinho, su ex novio.


CAPITULO CATORCE
SeokJin apenas le había dirigido la mirada en todo el camino de regreso.

Namjoon tamborileó sus dedos alrededor del manubrio, incómodo porque no


sabía qué decirle al muchacho para preguntarle el porqué de su
comportamiento. SeokJin había estado más... apagado esa noche, su cambio
de actitud fue repentino, y varias veces le preguntó si se sentía bien,
si quería regresar a casa.

Pero Jin se había limitado a negar con la cabeza, tirando de él para


darle besos en la boca, cortos y seguidos, llenos de necesidad, y Namjoon
se había limitado a hacerlo feliz. Luego Hoseok y Yoongi habían
aparecido, poniéndose a hablar entre los cuatro, y las cosas parecieron
mejorar un poco.

Sin embargo, acababa de dejar a Hoseok y Yoongi en la casa del menor, y


una vez solos, la incomodidad volvió a aparecer.

Namjoon se detuvo fuera de la casa de Jin, pidiéndole el cuaderno. El


menor se lo tendió.

Si hice algo que te haya desagradado, lo siento, SeokJin.

Jin leyó las palabras, sintiendo ahora ganas de llorar, y sacudió la


cabeza en una torpe negativa.

No ha pasado nada. Es sólo que...


El papel en su bolsillo pesó como un ladrillo, pero no sabía cómo
expresarse bien porque no entendía tampoco esos sentimientos en su
interior. ¿Celos? ¿Rencor?

¿Odio?

Es sólo que me puse triste porque he recordado a Jungkook. Triste y


culpable.

Namjoon suspiró al leer el mensaje, entendiendo la postura en la que


estaba el chico porque a nadie le gustaba mentirles a sus mejores amigos.
Sobre todo SeokJin, que parecía tan apegado a Jungkook.

Si no estás seguro de esto, Jin, podemos dejarlo hasta aquí.

No quiso sonar tan categórico e incluso frío, pero sentía que necesitaba
decírselo para saber qué tan seguro estaba SeokJin de lo que ellos podían
tener, en especial porque Namjoon necesitaba un pequeño (gran) impulso
para poder terminar con Soyeon pronto.

SeokJin leyó las palabras, sus labios frunciéndose en disgusto.

Estoy seguro. El chico lo miró un instante. Te quiero. Te quiero para mí,


como mi novio. La mano de Jin tembló. Te quiero, te quiero, te quiero, te
qui–

Namjoon detuvo el movimiento errático de la mano de Jin, repentinamente


asustado por su forma de actuar, y al voltear a verlo notó su llanto
silencio, sus ojos lagrimosos, mordiendo su labio inferior con fuerza.
—Oh, Jin... —susurró Namjoon, abrazándolo de golpe porque no sabía qué
otra cosa hacer en ese instante, porque su corazón se rompió al ver a
SeokJin llorar así.

Namjoon no quería verlo llorar nunca en la vida.

Lo meció, sintiendo como los hombros del chico se sacudían por los
sollozos, y le revolvió el cabello, murmurándole palabras
tranquilizadoras para que así se calmara, para que volviera a sonreírle
con esa bonita sonrisa que poseía.

Al sentirlo más calmado se alejó, limpiando sus mejillas con los dedos, y
dándole pequeños besos seguidos.

—Te quiero —dijo Namjoon en lenguaje de señas.

—Te quiero —respondió SeokJin.

El mayor volvió a agarrar el cuaderno.

Jin, yo también te quiero mucho y quiero estar contigo, ¿bien?

Te quiero tanto que a veces temo que te des cuenta de que no valgo la
pena para ti, y eso me asusta mucho porque me gustas demasiado.

SeokJin leyó sus palabras, pero negó con la cabeza, acurrucándose contra
él, queriendo que el aroma de Namjoon lo envolviera, lo hiciera sentir
feliz y amado. Los brazos del mayor se sentían muy bien para él porque
parecían encajar perfectamente.
No, tú eres importante, muy importante para mí.

¿A ti no te molesta... que yo no pueda hablar o escuchar?

¿No te molesta que sea defectuoso?

Namjoon leyó aquellas palabras con su garganta apretada: notaba algo


extraño y perturbador en ellas, como si tuvieran un doble sentido. Como
si SeokJin se refiriera a otra cosa.

Trató de no darle muchas vueltas al asunto.

Me encantas así como eres, Jinnie.

Y no eres defectuoso. Eres perfecto para mí.

Podía ver la duda en los ojos de SeokJin, pero el chico volvió a sonreír
aunque sus mejillas seguían un poco ásperas por las lágrimas, y Namjoon
decidió que darle besos era una buena forma de hacer que estuvieran
suavecitas otra vez.

Minutos después el chico se estaba bajando del auto, más feliz que nunca
en la noche, y se despidió de Namjoon para luego correr a su casa,
entrando con el corazón acelerado.

Se sobresaltó cuando vio a su papá en el living.

—¿SeokJin? Pensé que te quedarías con Jungkook —dijo su papá algo


confundido.
—No, salimos pero decidí venir a dormir a casa —contestó tratando de
lucir despreocupado.

—¿Te vinieron a dejar en auto? —preguntó su papá—. Vi uno afuera.

—Salimos con la hermana de Jungkook y el novio de ella —respondió—, él


tiene un auto así que se ofreció a traernos.

Jongwoon frunció el ceño, sin embargo, no dijo otra cosa así que Jin
subió hacia su cuarto, sabiendo que su mamá y abuela debían estar
durmiendo. Al abrir la puerta, Jjangu saltó de su cama, corriendo y
saltando para recibirlo, y SeokJin lo agarró en brazos, sonriendo.

Segundos después se recostó sobre la cama, Jjangu lamiendo su rostro, y


SeokJin sacó un papel.

La letra de Jinho envió un escalofrío por su espina dorsal.

Salí con Namjoon por casi un año, así que lo conozco bastante.

No te enamores de él, porque va a romperte el corazón. Kim Namjoon sólo


está jugando contigo.

Él realmente no te quiere.

SeokJin arrugó el papel, furioso y enojado, lanzándolo a su basurero, y


se maldijo por ser tan débil, por no estar preparado para esas cosas, por
creer que todo el mundo era bueno.
Jinho estaba mintiendo. Jinho estaba celoso y era malo, porque Namjoon
nunca jugaría con él. Namjoon realmente le quería.

Namjoon realmente podía querer a ese muñequito sucio y defectuoso.

Yuwon terminó de preparar el almuerzo de Hoseok, y se volteó a mirarlo,


sonriendo cuando lo vio comer con cuidado de no derramar su leche de la
taza.

—Te eché unas galletitas, Seokie —le dijo ella llamando su atención—,
sólo dos de colación, ¿entendido?

—Sí, mami —contestó Hoseok para luego arrugar las cejas—. Pero echaste
muchas galletas.

—Sí, el resto son para tu novio —respondió Yuwon—, son las que tú
hiciste, así que tienes que decirle eso.

Hoseok puso una expresión extraña en su rostro, media duda, media


tristeza.

—Pero son las galletas más feas —dijo desganado, entendiendo poco el por
qué se sentía así si eran sólo galletas.

Yuwon le revolvió el cabello.

—A él no le van a importar si le dices que las hiciste pensando en él —


contestó con voz dulce—. Y si te dice algo, entonces significa que no es
tu novio, ¿entendido?

—Bueno, mami.
Yuwon sonrió, satisfecha de que Hoseok pudiera entender bien lo que ella
le decía, sin embargo, su sonrisa desapareció con rapidez cuando un
pensamiento fugaz recorrió su mente.

—Seokie —dijo llamando su atención otra vez—, ¿Yoongi te ha besado en los


labios?

Hoseok puso otra vez una expresión extraña, aunque si Yuwon lo pensaba un
poco, no era tan extraña, sólo que no estaba acostumbrada a verla en el
rostro de su hijo. Gran parte de su vida Hoseok no se expresaba mucho, en
especial en los colegios donde estuvo, porque no tenía amigos. Ni
siquiera se llevaba bien con sus primos, con quienes se veía poco porque
como su hijo tenía asperger, sus hermanos solían tratar a su bebé como si
fuera un monstruo.

La gota que había rebasado el vaso fue cuando una de sus hermanas le dijo
que tuvo que haber botado a Hoseok al basurero apenas se enteró de su
condición, y desde ese día, Yuwon decidió cortar relaciones con esas
personas.

Así que ahora sólo eran ellos dos contra el mundo y Yuwon lo prefería
así. Por muy difícil que fueran las cosas, por muchos turnos que tuviera
que hacer en el hospital, jamás se arrepentiría de tener a Hoseok en sus
brazos, porque su niño era el niño más maravilloso del mundo.

Por lo que pudo adivinar, la expresión de Hoseok era una mezcla entre
vergüenza y contradicción.

—Gatito dijo que no podía decirte esto —respondió Hoseok.

Yuwon enarcó una ceja, sabiendo que Yoongi le estaba haciendo competencia
por la atención de Hoseok.

—Hoseok, ¿me estás mintiendo? —preguntó ella.


—No es mentir, es no decirte las cosas —replicó Hoseok, y Yuwon supo que
sólo estaba repitiendo las palabras de otra persona. De Yoongi, con toda
probabilidad.

Decidió cambiar de estrategia.

—Yo pensaba comprarte un nuevo dinosaurio —dijo ella con fingida


tristeza, viendo como los ojos de Hoseok se iluminaban—. ¿Cuál es el
último que estás estudiando? ¿El dinosaurio amargado?

—El amargasaurus —farfulló Hoseok

—Ese mismo —Yuwon suspiró—, pero no te lo compraré porque me estás


ocultando cosas, Hoseokie. Eres un mal chico.

—No, no —balbuceó Hoseok—, te lo diré, pero ¿prometes comprarme el


dinosaurio, mami?

Yuwon sonrió.

—Claro que sí, cariño.

Hoseok comenzó a juguetear con sus manos, sus labios temblando, como si
todavía estuviera indeciso.

—Gatito me da besitos en los labios —confesó, sus mejillas tornándose


rojas, y Hoseok no entendía por qué sentía de pronto calor—, como
piquitos, muy rápidos y seguidos.
La mujer ladeó la cabeza, aunque por dentro se sentía muy feliz de que
Hoseok estuviera conociendo a alguien tan bueno y amable como Yoongi.
También estaba un poco asustada, pero sabía que a su niño le haría bien
relacionarse con otras personas.

—¿Puedes hablarme de cómo fue su primer beso, Seokie? —insistió con voz
suave.

Hoseok bajó la vista.

—Fue luego de que Yoongi me rapeara una canción —contestó—, y me llevó a


un pasillo algo oscuro, donde no había nadie...

Hoseok podía recordar muy bien ese momento, aunque no entendía por qué lo
consideraba tan importante cuando fueron sólo unos minutos. Tampoco podía
entender los sentimientos que le invadían, el por qué sus manos sudaban
cuando Yoongi le decía algo bonito, o por qué su estómago se contraía
como si se sintiera enfermo.

—Me siento enfermo —le había dicho a Yoongi entonces.

Yoongi le miró con preocupación, tocándole la frente, pero sin sentir


fiebre.

—¿Qué sientes, Hope-ah? —preguntó Yoongi.

Hoseok tragó saliva.

—Mi estómago se mueve —trató de explicar—, se sacude mucho cuando estás


tú cerca, gatito.

Yoongi sonrió.
—Se te pasará —aseguró—, será mucho más rápido si cierras los ojos, bebé.

Hoseok obedeció, aunque no estaba seguro de las razones por las que
confiaba en Yoongi.

Sintió de pronto otro aliento contra su boca, pero antes procesar lo qué
ocurría, los labios de Yoongi estuvieron sobre los suyos en un beso
tranquilo, dulce y amable, su boca moviéndose contra la suya, y Hoseok
sintió sus piernas temblar cuando la mano del mayor acarició su cintura.

No entendía esas sensaciones, pero no eran malas. No eran... no eran


dañinas.

Yoongi se alejó.

—Eso fue un beso —le explicó con calma—, ¿te gustó, Seokie?

Hoseok lo pensó un instante, viendo sus pros y sus contras.

Contras:

○Compartieron saliva, lo que era malo porque podían pegarse enfermedades.

○Yoongi cruzó la línea que consideraba su espacio personal.

○Sentía abejas asesinas en su estómago que podían matarlo si seguían


zumbando tan fuerte.
Pros:

○Yoongi cruzó la línea que consideraba su espacio personal, pero no entró


en pánico como ocurría con otras personas.

○Las abejas no eran tan malas, tal vez no eran abejas, sino mariposas,
aunque ¿cómo podían llegar abejas y mariposas a su estómago? ¿Era
posible? Hoseok lo iba a averiguar.

○Yoongi no tenía ninguna enfermedad, así que no le contagió nada.

○Se sintió bonito.

—Sí me gustó —aseguró—. ¿Los novios se besan siempre?

Yoongi sonrió, y Hoseok decidió que su sonrisa igual era bonita.

—Sí, aunque si tú no quieres un beso, sólo debes decirme —contestó


Yoongi—. Si hay algo que no te guste, tienes que decírmelo, Seokie —
Yoongi le dio otro beso—. Por ahora, nos besaremos cada vez que nos
veamos.

—Pero esos son muchos gérmenes...

—No pasa nada mientras no me enferme —un beso más—. Cuando me enferme, te
avisaré, ¿está bien?

Hoseok asintió.
Su mamá lo observó cuando terminó de hablar, y le revolvió el pelo.

—Está bien, Seokie —dijo, algo aliviada de que esos besos hubieran sido
inocentes—, pero si alguna vez Yoongi llega a hacerte algo que no te
gusta, si actúa de una forma que te desagrada, debes decírmelo, ¿está
bien? No importa si él te dice que no lo hagas, tienes que decírmelo
igual, ¿lo entiendes?

Su hijo frunció el ceño, confundido, pero terminó asintiendo.

—Mami, ya vamos tarde al colegio —le dijo, apuntando al reloj.

Yuwon lo mandó a lavarse los dientes, pensando que Hoseok estaba feliz. Y
si él era feliz, ella también lo era.

Lo único que ella deseaba era eso: que Hoseok pudiera ser feliz.

Soyeon le sonrió con timidez, sus ojos brillando cuando se acercó a él,
creyendo por fin que podría tener un tiempo a solas con Namjoon luego de
tantas semanas de tensión. Ya estaban a mitades de noviembre, así que
pronto deberían empezar a hablar qué harían para las vacaciones de
navidad.

—Hola, oppa —saludó Soyeon, poniéndose de puntillas para darle un beso.

Namjoon ladeó la cabeza, recibiendo el beso en la mejilla, y suspiró con


algo de cansancio. Observó el patio del colegio, observando que ya no
quedaban personas, para luego voltearse hacia Soyeon, que lucía algo
ansiosa.

—Tengo que hablar contigo —le dijo, su voz seria y llamando la atención
de la muchacha.
—¿Qué ocurre, Namjoon? —preguntó Soyeon.

Namjoon la observó.

Ellos llevaban siendo amigos desde los catorce años, cuando Soyeon se
volvió la tutora de Wheein para ayudarla en sus clases, y congeniaron de
forma inevitable. Ella era inteligente y divertida gran parte del tiempo,
pero desde que se habían vuelto novios, desde que ella se volvió la
presidenta de su clase y él el presidente del Centro de Estudiantes, las
cosas parecían haberse tornado raras y tensas.

La seguía queriendo, era inevitable, pero no como una novia. No como algo
más que una amiga.

No, en ese instante, su corazón se aceleraba sólo por SeokJin.

Y recordar la imagen de Jin, dándole besos pequeños, sus ojos tristes,


fue el único impulso que necesitaba para poder hablar:

—Quiero terminar contigo.

Soyeon abrió su boca.

Pasaron unos segundos en silencio.

—¿Qué? —murmuró Soyeon, sin perder la expresión atónita en su rostro,


pálida, perdida.

Namjoon rascó su nuca.


—Esto no está funcionando —prosiguió, tratando de que su voz saliera
fuerte—, lo mejor es terminar, Soyeon. Yo no... —humedeció sus labios—,
no te quiero de esa forma.

Soyeon soltó una risa débil, sacudiendo su cabeza.

—¿Qué estás diciendo, Namjoon? —preguntó—. Eres mi novio, claro que me


quieres así —agarró con más fuerza su bolso—. Anda, llévame a casa,
podemos...

—Soyeon, basta —le interrumpió Namjoon con voz amable—, no estoy


bromeando. Ya no quiero seguir con esto.

La chica parpadeó, y acto seguido, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Pero qué dices? —insistió sorbiendo por su nariz—. Tú y yo hacemos una


pareja bonita, Namjoon —su voz se quebró—. Yo te quiero, ¿por qué...?

—Porque no te quiero de esa forma —repitió—, te quiero sólo como amiga.


Yo no... De verdad lo intenté, Soyeon, pero es mejor que esto quede hasta
aquí.

Soyeon se estremeció, sin embargo, permaneció en su lugar, sin moverse,


lágrimas cayendo por sus mejillas.

—No lo entiendo —murmuró Soyeon—, nosotros estamos bien juntos. Nos


íbamos a casar, Namjoon —la chica hipó—. Mis papás, ¿qué van a decir de
esto? ¿Y tus padres, Namjoon? ¡Ellos me quieren!

Namjoon frunció el ceño cuando ella lo agarró del brazo, apretándoselo, y


trató de mantener la calma, de no perder la paciencia.
—Ellos no tienen por qué meterse en esto —dijo Namjoon—, la relación es
nuestra, Soyeon, así que la opinión de nuestros padres importa una
mierda.

—¡Namjoon! —ella lucía espantada—. ¿Cómo puedes hablar así? Dios, ¿qué te
pasa? Desde hace días andas muy extraño, ¿necesitas que pasemos más
tiempo juntos? Por favor, si me lo dices...

—Soyeon —quitó la mano de la chica de su muñeca—, ¿es que no me estás


escuchando? Esto se acabó, ya no quiero que seas mi novia.

—Pero nuestro matrimonio...

—¡No quiero casarme contigo, Soyeon!

La chica comenzó a llorar ahora con fuerza, y Namjoon quería sentirse


mal, quería sentirse culpable, pero dios, ¿por qué ella no podía
entenderlo? Estaba bien, comprendía que no quisiera que eso acabara, pero
seguir insistiendo, seguir comportándose así...

Namjoon estaba siendo claro, no estaba dándole vueltas al asunto, ¿por


qué no se daba cuenta de lo que ocurría?

—O-oppa, por... por favor... —gimió Soyeon.

—Es lo mejor —Namjoon se giró, abriendo la puerta del auto—, nos vemos,
Soyeon.

—¡No! ¡Namjoon!
Entró y cerró inmediatamente, la chica comenzando a tocar la ventana con
una expresión de desesperación, pero Namjoon se vio obligado a mirar
hacia el frente, a ignorarla, a fingir que Soyeon no estaba llamando su
atención, y salió del estacionamiento unos segundos después.

Namjoon sintió el alivio recorrer su cuerpo cuando se dio cuenta de lo


que había hecho. Cuando se dio cuenta de que no tendría que seguir
fingiendo en una relación que no le interesaba, el peso quitándose de sus
hombros, y aunque trataba de no sentirse demasiado alegre porque era a
costa del dolor de Soyeon, la tranquilidad que sentía era real.

Era lo que necesitaba, sabiendo ahora que Soyeon no estaría detrás de él


en todo momento, que no la estaba engañando.

Que SeokJin se pondría feliz ahora que había terminado con ella, y
Namjoon quería hacerlo feliz.

Incluso pensaba en enviarle un mensaje para contarle sobre lo ocurrido,


así que mientras subía hacia su cuarto, casi saltando por la emoción,
sacó su celular.

No esperaba que al abrir la puerta, SeokJin ya le estuviera esperando, el


chico lanzándose a sus brazos con una enorme sonrisa pintando su rostro.

—Wow, wow —balbuceó agarrando a Jin para que no se cayera, cerrando la


puerta detrás de él y poniéndole el seguro—. ¿Cómo...?

Jin apuntó a la ventana de su cuarto, abierta, el color coloreando sus


mejillas porque había entrado sin avisarle a Namjoon. En cualquier otra
situación, el mayor se habría molestado, se habría enojado, pero en ese
momento estaba demasiado contento por la repentina sorpresa de SeokJin
frente a él.
Antes de que Jin pudiera hacer otro gesto, Namjoon lo besó repetidas
veces en la boca, riéndose en voz baja, el menor recibiendo los besos con
total gusto.

Media hora después, los dos estaban acostados en la cama, Jin acurrucado
a su lado, sin dejar de sonreír por la felicidad del momento, olvidando
por completo lo que había ocurrido el fin de semana, su corazón latiendo
de forma descontrolada por el dulce toque de Namjoon.

El mayor agarró la libreta de Jin, escribiéndole algo:

Acabo de terminar con Soyeon, Jin.

SeokJin abrió sus ojos como platos, sorprendido por lo que había dicho, y
se enderezó para mirarlo, observando la seriedad en los ojos de Namjoon.

Sin poder evitarlo, otra enorme sonrisa se extendió por su rostro.

¡¿De verdad?! ¡¿No está bromeando?!

Namjoon iba a responderle, pero decidió que darle besos era mejor que
perder el tiempo escribiendo.

SeokJin se había ido unas horas después con las mejillas doliendo debido
a la sonrisa que no podía ser eliminada de su rostro, e incluso Namjoon
parecía a punto de lanzar flores a todo el mundo. Ambos se habían
prometido encontrarse en el colegio a escondidas para compartir algunos
momentos a solas, y SeokJin llegó a prometer que le acompañaría a D-Town
cada vez que quisiera.

Namjoon se sentía en una nube.


Una nube que pareció reventarse demasiado rápido cuando la puerta de su
cuarto fue tocada.

Abrió, encontrándose con el rostro de su hermana.

—¿Wheein? —le preguntó frunciendo el ceño—. ¿Qué ocurre?

—Oppa —la chica entró, cerrando la puerta, suspirando de forma soñadora—.


Necesito hablar contigo para que me aconsejes porque eres un chico.

Namjoon ladeó la cabeza.

—¿Bueno?

—Es que voy a necesitar tu ayuda —Wheein puso una expresión triste—,
porque tú sabes cómo son papá y mamá, y ellos no van a estar de acuerdo
si tengo algo con éste chico.

Su hermano mayor se encogió de hombros, echándose sobre la cama.

—Si puedo ayudarte en algo, pues lo haré —contestó.

Wheein se acostó a su lado, volviendo a sonreír.

—Me gusta SeokJin —dijo ella—, y lo voy a invitar a salir.

Namjoon sintió que iba a vomitar de pronto.


Jungkook cerró sus ojos cuando Jimin le besó el cuello, gimoteando en voz
baja al sentir las manos del mayor tocando la piel de su cintura, y tuvo
que morder su labio inferior para aguantar los siguientes jadeos que
luchaban por escapar de su boca.

—Silencio —susurró Jimin, sus ojos brillando por la excitación—, no


queremos que...

—Mis papás nos van a pillar —siseó Jungkook, sus manos empujando
débilmente a Jimin para quitárselo de encima—, y van a matarme...

—Tú no quisiste ir a mi casa —regañó Jimin, aunque había diversión en su


rostro—, allí podría hacerte gritar todo lo que quisiera.

—¡Eres un idiota! —gimió Jungkook antes de recibir un beso en los labios.

Se sentía volar cuando Jimin le besaba, una sensación de éxtasis


recorriendo su cuerpo, sus pensamientos volviéndose algodón de azúcar.

Eso le gustaba, le gustaba demasiado, porque le ayudaba a distraerse de


todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. De SeokJin alejado, de
Hoseok haciendo más amigos, de la constante soledad que parecía
aplastarlo un poquito más cada día.

Jimin le gustaba, era bueno, le hacía sentir amado y para nada


reemplazable.

Se sobresaltó cuando un repentino portazo resonó en la casa.

Jimin se alejó, su rostro colorado, e hizo un gesto de mantenerse en


silencio.
Jungkook subió sus pantalones (¿cuándo ese idiota se los había bajado?),
y le susurró a Jimin que permaneciera en silencio. Su papá estaba
trabajando, mamá había ido a ver a la abuela y Soyeon le dijo que
llegaría tarde porque saldría con Namjoon, ¿quién...?

Caminó hacia los escalones, sobresaltándose cuando de pronto su hermana


apareció.

Llorando como desquiciada.

—¿So? —preguntó con preocupación.

Soyeon lo miró, sin dejar de llorar.

—¿Qué... qui-quieres? —balbuceó ella, su voz quebrada.

Jungkook dio un paso hacia su media hermana.

—¿Qué ocurre? ¿Pasó algo malo? —inquirió, queriendo abrazarla.

Sin embargo, la expresión lastimada de Soyeon cambió de pronto, furia y


rabia pintando su rostro.

La chica lo empujó.

—¡¿Pasó algo malo?! —gritó ella—. ¡Claro que sí! ¡Namjoon acaba de
terminar conmigo!
Jungkook se encogió ante los repentinos gritos de su hermana, y
retrocedió unos pasos, tragando saliva.

—¿Cómo? —preguntó aturdido—. ¿Hyung y tú...?

—¡Dice que no me quiere! —Soyeon lucía histérica—. ¡Dice que no quiere


casarse conmigo!

El chico tragó sus palabras de consuelo, aquellas que decían que Namjoon
no valía la pena, que no llorara por él, porque en realidad nunca le
había gustado la pareja que hacían. Ambos lucían tan... tan falsos y
perfectos, que daba incluso un poco de asco.

Jungkook estaba algo aliviado de que terminaran, porque tenía la


impresión de que no serían felices.

Pero otra parte se sentía culpable porque Soyeon realmente quería a


Namjoon, sus lágrimas en ese instante la delataban.

—Soyeon, ¿quieres que te traiga un vaso con agua? —preguntó tratando de


lucir dulce.

Pero Soyeon volvió a empujarlo.

—¡No quiero nada de ti! —ella lucía enfurecida con él, con todo el mundo—
. ¡Debes estar contento, ¿no es así, Jungkook?!

Parpadeó, confundido, su estómago apretándose.

—¿Qué estás...?
—¡Claro, ahora que Namjoon terminó conmigo yo voy a ser la decepción de
mamá y papá, y no tú! —acusó con ira, su dedo índice tocándole el pecho
de forma brusca—. ¡Quieres que yo sea la vergüenza de la familia y no tú,
¿cierto?!

—Soyeon, eso no es... —su propia voz se quebró ante las acusaciones.

—¡Pues sabes qué, Jungkook, siempre serás la basura de papá y mamá porque
eres un bastardo! ¡Namjoon volverá conmigo y tú seguirás siendo un pedazo
de mierda!

—¡Soyeon!

La chica se sobresaltó cuando una enfurecida voz habló, y Jungkook miró


al suelo, llorando en silencio, temblando por las palabras crueles,
inhumanas, que su media hermana le había dicho.

Jimin empujó a Soyeon, haciéndola a un lado, y abrazó a Jungkook contra


su pecho, importándole poco si era más bajo, si era más pequeño, porque
en ese instante, el menor parecía un niño desorientado y herido.

—Estoy aquí, estoy aquí, bebé... —arrulló Jimin mientras Jungkook


sollozaba en voz baja.

Soyeon soltó un ruido de disgusto.

—¿De verdad estabas con Jimin, maricón asqueroso? —gruñó Soyeon—. Eres
una basura.

Jungkook lloriqueó y Jimin lo apretó más contra él.


—Le dices a papá y mamá que Namjoon terminó conmigo, y prometo decirles
que eres la puta del colegio —espetó Soyeon, girándose y caminando a su
cuarto.

Un nuevo portazo resonó en la casa.

Jungkook se aferró al abrazo de Jimin, que seguía meciéndolo mientras le


murmuraba palabras dulces a su oído, y trató de no pensar en todas las
horribles palabras que Soyeon soltó.

Jungkook habría preferido que lo golpeara. Tal vez un golpe habría dolido
menos que todas esas cuchillas que Soyeon parecía haber enterrado sólo
con unas simples frases que dijo en segundos.

Muñequito había despertado en medio de la oscuridad.

Había ciertas cosas que Muñequito no recordaba bien, como por ejemplo,
cómo había llegado allí. Para él, siempre había estado allí. No tenía
recuerdos de otro lugar, de otras personas, de papá, de mamá, y pensaba
que muy probablemente, papá y mamá le habían abandonado.

El primer recuerdo que tenía era de un hombre al que había que llamar
como "Señor Shin", de pie frente a él, dándole una paleta por haber sido
un buen niño.

Muñequito quería ser un buen niño, el mejor niño del mundo, porque eso
significaba que no iba a ser castigado.

—Du-duele... —gimió Perrito a su lado, y Muñequito se sobresaltó al


escucharlo hablar.
Inmediatamente se arrepintió de su acción, así que tan rápido como había
despertado, se acostó otra vez en la fría tabla, acurrucándose bajo la
manta cuando pudo ver movimiento en la oscuridad.

El Señor Shin había estado dentro del cuarto.

—¿Perrito? —gruñó el Señor Shin—. ¿Acabas de hablar, Perrito


desagradecido?

Perrito lloró, gimoteó, sollozó, pero no volvió a hablar.

—Te escuché —espetó el Señor Shin—. ¿Qué es lo que te duele? Hoy fueron
amables contigo, ¿así es como me pagas, Perrito?

—Pe-pero duele mucho... —lloriqueó Perrito, y Muñequito quiso golpearlo


porque Perrito era tonto.

El cuarto estaba en tensión, por lo que Muñequito adivinó que no era el


único escuchando. Conejitos, Gatitos, otro Perritos, Zorritos, todos
debían estar escuchando.

Él no debía estar escuchando, pero a veces se le olvidaba porque era el


único Muñequito.

Señor Shin le había dicho que era especial, que por eso sería Muñequito,
que debía sentirse orgulloso de ello, porque era un Muñequito especial.
Había otros Muñequitos en otro cuarto, pero esos eran normales, no eran
especiales como él.

—¿Duele mucho, Perrito? —gruñó el Señor Shin—. ¿Esto te duele?

Trató de no sobresaltarse cuando escuchó un golpe seco y luego un gemido.


—¿Cómo hacen los perritos, Perrito?

—Guau. Guau.

Muñequito se forzó a respirar para mantener la calma.

—¿Muñequito?

Su primer instinto era responder, era contestar, pero apretó los labios
ante la presencia desconocida frente a él, unos callosos dedos quitándole
la manta.

Miró al techo, su rostro sin expresión alguna.

—¿Estás despierto, Muñequito?

El Señor Shin lo tomó en brazos, una horrible sonrisa pintando su rostro,


pero mantuvo su cara tranquila.

Desde que tenía memoria que era Muñequito, así que sería Muñequito para
siempre.

—Eres el mejor Muñequito del mundo, precioso —alabó el Señor Shin,


acostándolo otra vez—, tan obediente y bueno. Pronto irás con tu nuevo
dueño, a él le fascinan los muñequitos. ¿Sabes cuáles son sus favoritos?
Los muñequitos de porcelana. ¿Tú serás el muñequito de porcelana perfecto
para él?

No hizo gesto alguno.


Señor Shin se rió, contento.

—Claro que lo eres.

SeokJin despertó empapado en sudor, las manos callosas acariciando su


rostro, y olisqueó el aire.

No. No...

Muñequito se había orinado.

No. No Muñequito. SeokJin. Jin. Jinnie.

SeokJin, SeokJin.

SEOKJIN.

Salió de la cama, llorando, sus pantalones mojados, y corrió al cuarto de


mamá y papá.

Mamá y papá le protegerían, le cuidarían, le dirían que no era Muñequito.


Que se llamaba SeokJin, tenía dieciséis años, tenía una familia que lo
amaba, tenía amigos que se preocupaban por él.

Entró al cuarto estrepitosamente, sus padres despertando de golpe, pero


poco le importó cuando subió a la cama, sus manos envolviéndose alrededor
del cuerpo de papá, aferrándose a él con una desesperación casi dolorosa.
—Oh, bebé, no llores, no llores —susurró Taeyeon con los ojos lagrimosos
al darse cuenta de lo que ocurría.

SeokJin berreó, ocultando su rostro contra el pecho de Jongwoon, y quería


quedarse allí para siempre, en los brazos de papá y mamá, porque allí no
era Muñequito.

SeokJin no quería ser nunca más Muñequito.

SeokJin sólo quería ser ser SeokJin.


CAPITULO QUINCE
—La prueba de ADN ha confirmado que el niño encontrado la noche del tres
de noviembre es su hijo, señores Kim.

Taeyeon comenzó a sollozar sin control alguno en ese momento, sintiendo


mil emociones que no podía explicar bien. Alivio. Dolor. Alegría.
Sufrimiento.

Jongwoon también se puso a llorar en silencio, abrazando a su esposa, que


se apoyó en su marido para poder sostenerse.

—La policía insiste en hablar con él —prosiguió el doctor—, pero


SeokJin... Debemos hacerle exámenes, al parecer su hijo perdió la
capacidad del habla, y tampoco escucha lo que le decimos.

Ambos se congelaron por lo que dijo el doctor, mirándose en shock porque


lo que estaba diciendo el doctor, eso último...

—Pero... pero SeokJinnie... —balbuceó Jongwoon—, él podía hablar...

El doctor hizo una pequeña pausa, arrugando sus cejas.

—Cuando terminen de ver al muchacho, hablaremos sobre ello —dijo con voz
profunda.

Los padres asintieron, sus estómagos apretándose cuando el hombre abrió


la puerta donde estaba el niño que encontraron.
El cuarto era blanco, limpio, impecable, la ventana dando hacia el patio
interior de la clínica donde estaba interno el niño. Una enfermera los
recibió con una sonrisa suave, haciéndose a un lado, y sobre la cama...

Taeyeon rompió a llorar una vez más, en tanto Jongwoon sentía su garganta
apretada.

El niño estaba delgado, casi desnutrido, su cabello largo y desordenado,


su piel pálida y enfermiza. Pero sus ojos...

Sus ojos estaban vacíos, sin expresión alguna en su rostro, su boca


cerrada, posados en la pared, ajeno a todo el mundo.

—Ha comido —susurró la enfermera—, no ha cambiado su mirada, pero cuando


le di el postre, pareció animarse un poquito más.

—SeokJin... —susurró Taeyeon dando un paso—. Jinnie, soy yo, soy mami...

SeokJin no reaccionó, pero cuando la mujer lo agarró del brazo, pareció


actuar: tembló sin control, sobresaltándose, y salió de la cama con
rapidez, sus ojos abiertos y llenos de terror. Antes de que alguien
pudiera decir algo, el niño se metió bajo la cama.

Taeyeon estaba congelada, sorprendida, y Jongwoon se movió a sostenerla


cuando vio que se pondría a llorar otra vez.
—No le gusta que desconocidos lo toquen —explicó el doctor con rapidez.

—¡No soy una desconocida! —gritó Taeyeon, destrozada—. ¡Soy su... su


mamá! ¡Es mi bebé!

Taeyeon se arrodilló para sacar a SeokJin debajo de la cama, quedándose


quieta cuando lo vio hecho una bolita, apegado en la esquina, un charco
de orina a su alrededor. Estaba llorando sin hacer ruido alguno, sus
manos moviéndose sin control, como si... como si...

Jongwoon tuvo que sacarla de allí a la fuerza, el doctor pidiéndoles que


era lo mejor, pero Taeyeon nunca pudo sacarse esa imagen de la cabeza: su
pequeño SeokJin parecía estar pidiendo perdón.

Perdón como si hubiera cometido un terrible, horrible crimen que merecía


un castigo.

SeokJin estaba dejando que mamá lo meciera como un bebé, ambos sentados
en el sofá, y sonrió por la felicidad.

Mamá era protección, era calidez. Mamá jamás dejaría que nada malo le
pasara.

Jongwoon entró cargando un paquete de galletas, que no dudó en entregarle


a su hijo, y el hombre los abrazó también. A Jin no parecía importarle
que tuviera dieciséis años, que ya estuviera grande: él quería mucho esos
abrazos porque eran lo mejor en el mundo.

Eso, y los besos de Namjoon.


Taeyeon le quitó el pelo de los ojos.

—¿Mejor, bebé? —preguntó, sonriendo con amor.

SeokJin asintió, dándoles un beso en la mejilla. Ese día estaban solo los
tres, pues Heechul acompañó a la abuela a comprar, y volverían más tarde.

Se puso de pie, contento, olvidando todo el miedo, todas las pesadillas.

—Iré donde Jungkookie —dijo Jin—, me quedaré a dormir en la noche, ha


estado algo desanimado estos días.

Taeyeon hizo un gesto extraño, pero Jongwoon habló:

—¿No crees que has estado mucho tiempo fuera de casa, SeokJin? —preguntó
Jongwoon—. . Casi todos los fines de semana vas a casa de Jungkook o
Hoseok.

SeokJin hizo un gesto tratando de restarle importancia, aunque sabía que


tenían algo de razón. Estaban terminando noviembre, y cada fin de semana
solía mentir diciendo que se quedaría con Jungkook o Hoseok (aunque el
último era verdad), en una noche de amigos, saliendo en realidad con
Namjoon, Yoongi y Hobi a D-Town.

Amaba mucho esas noches, porque en el club podía tomarle la mano, abrazar
y llenar de besos a Namjoon sin que nadie le mirara mal. Excepto Jinho, a
quien vio sólo una vez más, lejos de él.

Se sentía muy feliz, porque Namjoon ahora era sólo suyo, el chico torpe y
tierno con él. Cada día que pasaba, SeokJin sentía que lo quería un
poquito más.
Namjoon era demasiado dulce con él.

—¿Puedo ir, o no? —preguntó, poniendo una expresión tímida.

Sus padres se miraron, algo indecisos, y terminaron suspirando.

—El próximo fin de semana te quedas aquí —señaló Taeyeon.

El muchacho asintió, feliz, dándole un beso a cada uno, corriendo a


ordenar su mochila. Se quedaría unas horas donde Jungkook para después ir
con Hoseok. Namjoon le había dicho que esa noche no irían a D-Town, sino
que a otro lado, y estaba entusiasmado por ello.

Quince minutos después tocó la puerta de la casa de Jungkook, su amigo


abriéndole, y en silencio fueron al cuarto del muchacho. La madre de
Jungkook le dio un frío saludo en tanto Soyeon le ignoraba, pero ya se
acostumbró a ello.

Desde que Namjoon y Soyeon habían terminado, que la chica tenía una
actitud más hosca y antipática con todos. En especial con Jungkook.

Jin cerró la puerta de la habitación, corriendo a abrazar a su mejor


amigo para levantarle algo el ánimo.

Jungkook se rió.

—Ya, ya, Jin, ¿qué pasa? —preguntó con tranquilidad, acariciándole el


cabello.
—Estás desanimado, y no me gusta verte así —habló SeokJin en lenguaje de
señas—. ¿Estás bien, Jungkookie?

El chico hizo una mueca.

La verdad era que su relación con Soyeon se había roto definitivamente


luego del término con Namjoon gracias a las palabras que ella le dijo,
semanas atrás. Jungkook trató de que no le afectaran demasiado, sin
embargo, habían sido muy crueles, y aunque Jimin le llenó de besos, le
abrazó e hizo el amor, seguían marcándole como fuego vivo.

Soyeon ahora le hacía el quite, no quería irse con él, le trataba como si
tuviera una enfermedad, pero por sobre todo... por sobre todo, le
ignoraba en el colegio, en especial ahora que Dongsung se estaba vengando
por ya no querer ser su juguete personal. Jimin estaba a su lado en gran
parte de los momentos, sin embargo, Dongsung ya no le protegía de todo el
mundo que quería dañarlo a él y a sus amigos.

Hoseok, afortunadamente, tenía a Yoongi, que se le pegaba como una


sanguijuela al chico, pero SeokJin...

A Jin le molestaban, pero al chico no parecía importarle, seguía tan


feliz, o más, como nunca.

—Noona ha estado muy pesada —dijo, algo afectado—, pero está bien, sólo
espero que se dé cuenta pronto de su actitud.

SeokJin puso una mala expresión, sin querer decirle a su amigo que muy
probablemente Soyeon seguiría así, en especial porque nada de lo que
estaba haciendo la chica funcionaba. Sabía, porque Namjoon se lo mencionó
de forma superficial, que ella seguía empeñada en que volvieran, sin
asumir que la relación se había acabado.

Incluso, en el colegio ella decía que sólo se tomaron un tiempo,


preocupados por la época de estudios, y ni siquiera les había dicho la
verdad a sus padres. Ellos todavía creían que su hija salía con Namjoon.
Eso le irritaba un montón, queriendo acercarse a Soyeon a decirle
(escribirle) que dejara en paz a su chico.

Namjoon era su chico, no de ella.

—Estoy seguro de que asumirá la realidad en algún momento —dijo en


cambio, volviendo a sonreír—. ¿Vemos una película, Jungkookie?

Los ojos del chico brillaron por la emoción.

—¿Te quedarás a dormir? ¡Podríamos llamar a Hoseok para que venga! —dijo
animado, porque hace mucho que no hacían eso.

SeokJin se sintió culpable.

—No, no puedo —contestó—, tío Heechul está de cumpleaños y haremos una


cena con él.

La expresión de Jungkook decayó, asintiendo, entonces SeokJin pensó que


la próxima semana, como no le dejarían salir, podría invitar a sus amigos
a su casa. Todo para levantarle el ánimo a Jungkook, a quién volvió a
abrazar.

Jin era un muy mal amigo, lo sabía, pero no sabía qué hacer. Moría por
contarle la verdad a Jungkook, pero... pero... ¿qué pasaría si se
enteraba que Namjoon terminó con su hermana, debido a él? ¿Qué quizás la
actitud de su hermana con él se debía a lo que provocó SeokJin?

No quería perder a su mejor amigo. No quería que pelearan.


Más adelante. En otro momento.

—Veamos una película, entonces —suspiró Jungkook, encendiendo su


portátil.

SeokJin llamó su atención.

—Te quiero, Jungkookie —dijo.

Su mejor amigo sonrió.

—Yo también te quiero, Jinnie —contestó.

Sí, más adelante, cuando las cosas estuvieran mejor.

Namjoon suspiró al ver la llamada de Soyeon, pero sólo cortó,


considerando seriamente bloquear su número.

La chica le llamaba cada día, con la esperanza de que contestara, con la


esperanza de que pudieran verse para hablar sobre su relación, pero
Namjoon siempre le decía que no, y ya no sabía cómo hacerlo para
evitarla.

En especial ahora que sus padres sabían de lo ocurrido, sus expresiones


volviéndose heladas al enterarse de que ya no salía con la perfecta hija
de los Jeon. Insistieron unos días en saber el porqué, aunque no quedaron
conformes con las palabras de ya no la quiero, que dijo Namjoon.
Wheein, por otro lado, le apoyó en todo, pero se sentía algo incómodo a
su alrededor ahora que buscaba formas de declarársele a SeokJin. Namjoon
no sabía cómo hablar de aquello con el chico tampoco, sin querer verse
celoso aunque por dentro moría por eso.

Volvió a suspirar.

—Si sigues teniendo esa cara de idiota, voy a golpearte —dijo Yoongi,
sentado en el asiento trasero del auto. Ambos estaban esperando a Hoseok
y SeokJin.

El único que parecía realmente feliz era Yoongi y Hoseok, aunque el


último poco lo demostraba.

Pero dejaba que Yoongi le diera besitos sin reclamar, y le abrazara de


pronto. Incluso permitía que su novio le tomara la mano en todo momento.

—Eres un imbécil —se quejó Namjoon.

Antes de que Yoongi pudiera contestar, las puertas del auto fueron
abiertas. SeokJin se sentó en el asiento del copiloto en tanto Hoseok
ingresaba atrás, junto a Yoongi.

Una nueva rutina fue establecida: cada vez que Hoseok veía a Yoongi,
debía darle un beso donde quisiera. Ese día, Hoseok se inclinó,
presionando sus labios contra los de Yoongi, y el chico se alejó con una
sonrisa boba.

Jin besó a Namjoon en la mejilla, feliz.

—¿Todo bien? —preguntó Namjoon con algo de torpeza, aprendiendo el


lenguaje de señas.
—¡Todo perfecto! —respondió Jin poniéndose el cinturón de seguridad—. ¿A
dónde iremos? —dijo a continuación.

Namjoon encendió el auto, pidiéndole la libreta a SeokJin, y el chico se


la entregó. Namjoon se la dio a Yoongi, que la recibió para responderle
porque su amigo estaba conduciendo.

Iremos cerca de D-Town, a una carrera de autos. De vez en cuando se


juntan distintos grupos a interactuar.

Hoseok leyó la respuesta, frunciendo el ceño.

—¿Carreras de auto? ¿Cómo las que se ven en televisión?

Yoongi pareció un poco indeciso, porque no le había dicho de eso a la


mamá de Hoseok, que le vigilaba más que nunca ya que ahora su hijo tenía
un novio. De forma oficial. Además, ya habían tenido la conversación.

—Nada de sexo, Yoongi —le dijo Yuwon, mientras esperaba a Hoseok para
salir a comer helado—. Nada de propasarte con él. Hoseok está recién
aprendiendo a relacionarse con otras personas, así que no entiende bien
todas esas sensaciones, ¿está claro? Sé que ustedes, los adolescentes,
experimentan más temprano ciertas cosas, pero...

—Se lo prometo —balbuceó Yoongi con las mejillas coloradas—. Yo no... Yo


sé que Hoseokie es especial y sólo quiero hacerlo feliz.

—Por otro lado —Yuwon no parecía satisfecha, lo que hizo que Yoongi
sudara más—, Hoseok me ha dicho que aprendió que no decirme las cosas no
es mentirme, sino omitir información.
—Yo... Um...

—Si mi hijo vuelve a decirme eso, no le compraré más dinosaurios, y te


echaré la culpa a ti.

Esa mujer era el diablo.

Pensó un instante qué decirle a Hoseok. No quería mentirle, pero sabía


también que si Yuwon se enteraba, no estaría feliz por ello.

—Son carreras distintas, con otros autos —contestó, para luego rebuscar
en su mochila—. Mira, te traje un regalito, Hobi —agregó para desviar la
atención.

—Pero no es navidad, ni mi cumpleaños —balbuceó Hoseok, algo descolocado


de pronto.

—No, es un regalito de novios —se apresuró a decir Yoongi.

—Pero yo no tengo nada para ti —la expresión de Hoseok decayó, sin saber
por qué se sentía triste repentinamente.

—Si me das un besito, es suficiente regalo para mí, bebé.

—¿Seguro, gatito?

—Cinco besitos, ¿es más justo? —le entregó el regalo—. Míralo mejor, y me
dices cuantos besos vale.
Namjoon parecía a punto de vomitar porque esos dos eran demasiado
empalagosos, e incluso SeokJin parecía algo incómodo. Buscó relajarlo
dándole la mano, y pensó que quizás debería darle también un regalo. Lo
que le recordó que a fines de diciembre SeokJin iba a cumplir años, así
que debería buscarle un bonito regalo.

Hoseok terminó de abrir el regalo, sus ojos brillando por la emoción.

—¡Es un yingshanosaurus! —balbuceó—. ¿Dónde lo conseguiste, gatito? ¡Mamá


no ha podido encontrarlo!

—E-bay, bebé —contestó Yoongi, satisfecho—. ¿Merezco cinco besitos?

Hoseok parpadeó, enfocando sus ojos en el dinosaurio para luego mirar a


Yoongi, su expresión tornándose extraña.

—Esto vale para como... uh... —farfulló, algo indeciso—, como cincuenta
besos, pero de esos besos que incluyen tu... tu lengua en mi boca...

Yoongi se atragantó con su saliva.

Namjoon se rió por la diversión, tomándole la mano a SeokJin, que le


sonrió ampliamente, y ambos trataron de ignorar los repentinos ruidos de
besuqueo que resonaron en la parte trasera del auto.

Quince minutos después, Namjoon estacionó el auto en una calle, todos


bajándose (aunque Hoseok estaba colorado y sus labios hinchados junto a
los de Yoongi), y Namjoon le tomó la mano a SeokJin, tirando de él para
que caminaran juntos.

Le gustaba mucho la mano de Jin, se acoplaba tan bien a él, y en todo ese
casi mes que llevaban viéndose, se sentía más feliz que nunca. SeokJin
parecía comprenderle mejor que nadie, siendo un apoyo constante cuando no
se sentía demasiado bien (sobre todo ahora que sus padres parecían
enojados con él por la situación de Soyeon), y sonriéndole siempre con
esa preciosa sonrisa que tenía.

Darle besos, abrazarlo, todo se sentía hermoso para él.

Se alejaron bastante de las casas y bares que había, llegando a una


enorme bodega que ocupaba toda la siguiente cuadra, donde un chico
conocido estaba apoyado en la puerta.

—¿Te tocó cuidar esta noche, Loco? —preguntó Namjoon.

El aludido levantó la cabeza, mirándolos con una sonrisa de resignación.

—Me engañaron —dijo con pesar, haciéndose a un lado para hacerlos pasar—.
No pensé que vendrían. Las carreras no son lo suyo.

Yoongi se encogió de hombros, pagando la entrada de los cuatro.

—Queríamos cambiar de aires —contestó Yoongi—, además, no vamos a


participar.

—Diviértanse —les dijo Loco—, saben cuáles son las entretenciones de


aquí.

Se despidieron de su amigo, SeokJin parpadeando un poco por el pasillo


oscuro que dio paso a...

Abrió la boca, sorprendido, porque los primeros metros de la bodega eran


una fachada. No tenía un techo, las pocas latas estaban sueltas, y sólo
había focos en las paredes. No tenía puerta ni pared trasera, sólo
paredes laterales con amplias ventanas que daban al exterior, donde
además había unas gradas construidas torpemente en donde ya varias
personas estaban ubicadas. Había un segundo piso que consistía sólo en
dos pasillos pegados a la pared con una escalera de metal que permitía
subir. La carencia de pared daba a otra cuadra que servía como basural,
que luego se desviaba a una carretera de tierra. Cinco autos ya estaban
en el centro, encendidos.

Hoseok parecía sorprendido también.

—¿Sprite, Seokie? —preguntó Yoongi, tirando de él hacia un pequeño bar


construido en una esquina.

SeokJin se pegó más a Namjoon, maravillado, y escribió torpemente en su


libreta, rápido por la excitación.

¡Es muy genial! ¿Vamos a ver las carreras?

Namjoon sonrió, llevándolo a sentarse a una de las gradas.

Veremos la primera. Luego, los dos haremos otra cosa.

SeokJin le dio un beso, emocionado, y Namjoon respondió entre risas.

Mientras esperaban a que la carrera comenzara, Namjoon le fue señalando a


todos los competidores porque Jin reconoció a varios chicos y chicas que
estaban en D-Town allí también: Hyuna, por ejemplo, estaba besando a uno
de los competidores, a quien Namjoon nombró como E-Dawn. Otro competidor
era Jackson, que estaba conversando con su grupo de amigos. A un lado
estaba Kai, también con su novia, Soojung. Sentado ya en su auto se
hallaba JR, riéndose por algo que había dicho uno de sus amigos. La única
mujer que iba a competir era Jessi, que se estaba pintando los labios en
ese momento.
A pesar de que Jin no los conociera mucho, le gustó demasiado el ambiente
que se generó en el lugar. Todos iban a competir, pero... pero...

Pero no era una competencia tóxica, todos se hablaban entre sí y se reían


como hermanos.

Se preguntó, entonces, por qué Namjoon lo había dejado. Él se veía muy


feliz allí también, saludando a todo el mundo, presentándolo al resto,
bromeando y riendo. A SeokJin le gustaba mucho verlo feliz.

¿No quieres apostar?

Observó la pregunta de Namjoon, algo divertido, y sacudió la cabeza en


una negativa.

¿Quién crees que ganaría?

Hoy la competencia es fuerte. Jessi, con toda probabilidad. Es buenísima


conduciendo, además de que los chicos creen que, al ser mujer, es
intocable. Jessi suele patear culos por eso.

¡Apostemos por ella!

—Pero si pierde...

No pudo negarse, no cuando Jin le miró con ojos grandes y amplios,


rogando que apostaran.

Terminó acercándose a Iron, que dirigía las apuestas ese día, pero sólo
apostó dieciocho mil wons.
Al volver, vio a Yoongi sentado con Hoseok y SeokJin.

—Me gusta el lugar porque se ve el cielo —balbuceó Hoseok—, mira, Yoongi,


allí están Alnitak, Alnilam y Mintaka, las estrellas que forman el
Cinturón de Orión, se conocen más como las Tres Marías o Tres Reyes
Magos. No se ve muy bien la figura de Orión, eso me disgusta mucho, Orión
es una constelación muy bonita, aunque no tanto como la Osa Mayor, esa es
una de mis favoritas —tomó aire para luego beber de su lata de bebida
mientras Yoongi le acariciaba el cabello, fascinado.

—La única que conozco es la Cruz del Sur —dijo Yoongi.

Hoseok lo miró con reprobación, frunciendo sus labios.

—Es porque eres idiota, pero no importa, yo voy a enseñarte —contestó


antes de voltearse a Jin para decirle algo.

Yoongi sonrió con más fuerza, inclinándose hacia Namjoon.

—Es su forma de decir que me quiere mucho —le confesó.

Namjoon creía que Yoongi era estúpido.

Pero no dijo nada, sentándose cuando Iron habló de pronto:

—¡Son las once, comencemos con esto, competidores a sus autos! —dijo
Iron, ganándose muchos aplausos—. ¡Primera ronda, con estas cinco
maravillosas personas que nos deleitaran con una rápida carrera! —agregó
mientras los cuatro chicos y la chica se acomodaban en sus autos—. ¡Nada
de violencia, saben las reglas! ¡Hwasa, cariño, ¿quieres hacer los
honores?!
Una hermosa chica morena caminó al centro de la pista con una bandera
roja, vistiendo sólo unos shorts cortos y una playera a pesar del frío,
ganándose silbidos y gritos de ánimo.

—¡El ganador tendrá un beso de nuestra diosa! —agregó Iron, entusiasmando


más a la gente.

Hwasa le sacó el dedo del medio antes de girarse, dándoles la espalda a


los competidores, y agitar la bandera con un grito de partida.

Los cinco autos partieron, el ruido del motor resonando en todo el lugar.

SeokJin parecía estar rebotando en su asiento por la emoción mientras


Hoseok abrazaba a Yoongi, algo disgustado por todo el ruido.

Los autos salieron de la bodega, y todo el mundo corrió hacia las


ventanas o la salida para ver qué ocurría. Namjoon llevó a SeokJin al
segundo piso, pegándose al vidrio, viendo los autos en la oscuridad
gracias a las luces.

—¡Va primero Kai... no, lo acaba de pasar JR...! —balbuceó con velocidad
SeokJin, tanta que Namjoon se perdió un poco—. ¡Ahora Jessi... E-Dawn...
Jackson...!

Namjoon se desorientó en sus gestos, pero no le importó, no cuando podía


ver la felicidad en sus ojos.

Diez minutos después volvieron a sus lugares cuando vieron todos los
autos acercándose, el público ansioso por el resultado.

JR en primer lugar. Jessi segunda.


SeokJin pateó el suelo, berreando, pero Namjoon sólo se rió, dándole un
abrazo.

—Vamos a ver las estrellas —pidió Hoseok de pronto a Yoongi—, vamos,


vamos gatito...

—Te dará frío, Hoseok —contestó Yoongi.

—No, no, quiero verlas —insistió Hoseok—, por favor, por favor... Quiero
mostrarte Orión...

—Un instante —cedió Yoongi, que no podía negarle nada a Hoseok. Se volteó
a Namjoon—. Nos juntamos en tu auto a las una, ¿no?

—Sí —respondió Namjoon—, si ocurre algo, me llamas.

Yoongi le hizo un gesto de aprobación.

Namjoon tomó la mano de SeokJin, tirando de él hacia la salida por la


puerta trasera mientras volvían a prepararse los nuevos competidores.

—¿A dónde vamos? —preguntó Jin, dejando que Namjoon le guiara por entre
la multitud de personas.

—Afuera —fue su respuesta—, vamos.


SeokJin parecía querer insistir, pero dejó que su novio (¡su novio!) le
llevara hacia el exterior, el chico pasando un brazo por sus hombros para
atraerlo, dándole un beso en la frente.

Caminaron por la abandonada calle a esa hora, los gritos de todo el mundo
dentro de la bodega escuchándose de fondo. Dieron vuelta a la cuadra,
observando las latas que servían como pared, y al cruzar al otro lado,
donde había fábricas abandonadas, se encontraron con otro grupo de
chicos.

—¡RM! —saludó uno de ellos—. ¡Viejo, hace mucho no te pasas por aquí!

—Hey, Kidoh —respondió Namjoon, sonriendo al verlo—. Hace mucho no te veo


en las batallas de rap.

—Estoy yendo los viernes, los sábados trabajo —contestó Kidoh, mirando
con curiosidad a Jin—. ¿Un amigo?

—Es J —dijo Namjoon—, es mi novio —el chico tomó la libreta de SeokJin—.


Es sordomudo.

SeokJin, él es Kidoh, uno de mis viejos amigos.

—¡Woh, eso suena genial! —dijo Kidoh sin borrar su sonrisa—. ¿Lo traes
aquí para divertirse un rato? ¡Hey, chicos, RM tiene
nooooooooooooooooovio!

Las mejillas de Namjoon se colorearon de rojo, y Jin pareció adivinar lo


que había ocurrido al ver las expresiones divertidas de todo el mundo,
ampliando su sonrisa también, acercándose para saludar a todos con una
inclinación.

Namjoon tuvo que escribir apresuradamente el nombre de todas las personas


que se acercaron.
Él es Mino.

Él es Supreme Boi.

Ella es Zinni.

Él es Bobby.

Ella es Lucy.

—¡Tú chico es adorable! —dijo Zinni agarrándole las mejillas a Jin, que
sólo se rió—. Es una cosita muy linda.

—Hey, hey, no lo toquen —se quejó Namjoon, tirando del chico a su lado—.
Me lo asustan.

—Qué dices —respondió Bobby—, te pones celoso, nada más —se acercó,
agitando una lata de pintura—. ¿Vienes a colaborar con nuestro arte, RM?

—A J le gusta el arte —comentó Namjoon, quitándose la mochila—, así que


quiero que pinte algo.

SeokJin le miró, expectante, y abrió la mochila, mostrándole todos los


aerosoles que trajo para esa ocasión. Los ojos de Jin brillaron por la
emoción, casi saltando, causando que todo el mundo volviera a reírse por
lo bonito que se veía.

—Hay una pared libre por allí —dijo Mino, señalando a unos metros—,
¡pueden hacer lo que quieran!
Namjoon les dio las gracias, llevando a Jin que abría y cerraba la boca,
observando todavía las latas con admiración.

¿Vamos a pintar? ¡Nunca lo he hecho!

¿Qué quieres dibujar? Podemos hacer el diseño que quieras, bebé.

El bebé salió tan natural que no se dio cuenta hasta que terminó, y
SeokJin lo leyó, su rostro iluminándose.

Dibujemos... ¡un león Ryan! A ti te gusta mucho Ryan, hyung, ¡hagamos


uno!

¿Era posible que ese chico dejara de ser tan tierno? Namjoon quería
llenar su rostro de besos en todo momento.

Sacó la pintura en lata naranja, negra y blanca, agitándola. Se le había


ocurrido llevar a Jin a ese lugar cuando, una de las tardes en las que
estaban juntos, el chico le mostró sus dibujos. El arte que el muchacho
hacía era algo... abstracto, pero SeokJin era feliz con eso, así que ¿por
qué no llevarlo allí?

Le enseñó al chico cómo usar la lata, sabiendo que Jin captaría con
rapidez porque era bastante inteligente, y pronto el menor estuvo
pintando las paredes, haciendo líneas sin orden alguno, sólo rayando, su
sonrisa ampliándose.

Jin se veía demasiado feliz en tanto Namjoon también rayaba, a su lado,


tarareando un nuevo rap que estaba haciendo, y de pronto el chico le tomó
la mano, llamando su atención.
¿Esto es ilegal?, preguntó Jin con inocencia.

Namjoon puso una expresión pensativa.

Esto es tan legal como las carreras, Jin.

SeokJin frunció el ceño, algo confundido al inicio, y luego su expresión


cambió.

¡ES MUY ILEGAL!

Namjoon se rió. Meses antes se habría sentido mal y culpable por hacer
eso, pensando siempre en las expresiones reprobatorias de sus padres y
Soyeon, pero en ese instante, con Jin algo escandalizado a su lado, sólo
se rió.

Y SeokJin también se rió segundos después, sin hacer ruido, y Namjoon


deseó entrañablemente poder escuchar su voz. Poder escucharlo alguna vez.

Sin pensarlo, escribió en la libreta.

Jin, ¿tú naciste sordomudo?

Se arrepintió enseguida de preguntar aquello cuando vio la expresión del


chico cambiar, la risa desapareciendo, el dolor cubriendo su mirada.

Hubo un instante de vacilación en el que ambos se miraron, ignorando las


conversaciones y gritos a su alrededor.
Mamá y papá decían que sí. Que yo podía hablar. Pero yo no lo recuerdo,
Namjoon. Pienso que sólo lo dicen porque tienen la esperanza de que pueda
hablar a futuro, pero no es así. Yo no hablo. Yo no escucho.

Un instante de vacilación.

Yo tampoco debería ver.

Namjoon no entendió eso último, confundido por sus palabras.

¿Por qué no deberías ver?

SeokJin parecía desorientado en ese instante, su rostro pálido, sus ojos


perdidos.

Porque los muñecos no ven.

Namjoon frunció el ceño.

—¡LA POLICÍA!

Se sobresaltó ante el grito de Lucy, girándose y viendo a lo lejos las


luces azules y rojas, escuchando la sirena, y supo que las carreras se
habían acabado por esa noche.

Sus amigos agarraron sus cosas.

—¡Que no los atrapen! —gritó Supreme Boi riéndose.


SeokJin volvió en sí, confundido, y Namjoon agarró su mano, tirando de
él, botando los aerosoles, olvidando momentáneamente lo que le había
escrito SeokJin.

—¿Qué ocurre? —preguntó SeokJin, perdido.

Namjoon señaló hacia todos los adolescentes que estaban corriendo, los
autos que salían de la bodega, los repentinos policías que aparecieron, y
Jin pareció entender por qué se aferró más a su mano, comenzando a correr
a su lado.

No era la primera vez que perseguían a Namjoon (ni tampoco a Yoongi, que
debía estar corriendo en ese instante junto al pobre de Hoseok), porque
antes de terminar con Jinho, cuando frecuentaba casi todos los fines de
semana D-Town y sus alrededores, las redadas de los policías para
clausurar las carreras clandestinas eran pan de cada día. Así que Namjoon
conocía bien esos barrios por lo que no dudó en doblar en una esquina,
subiendo unas escaleras que dieron a una pasarela.

—¡Eh, mocosos, deténganse! —gritó un policía.

SeokJin se giró, sacándole el dedo corazón, riéndose en silencio mientras


Namjoon estallaba en carcajadas, volviendo a tomarle la mano.

La adrenalina en ese instante estaba en su punto alto, escapando de


aquellos adultos que estaban cansados de su vida, evitando ir presos. Jin
nunca había estado tan excitado en ese punto, contento, feliz, dejando
que Namjoon le guiara por esas abandonadas calles, alejándose de todo el
mundo.

Namjoon podría llevarlo al fin del mundo, y SeokJin lo seguiría, se dio


cuenta en ese instante.
Media hora después se apoyaron en una pared, metidos en un callejón,
detrás de un basurero, buscando recuperar el aire.

—¡Fue increíble! ¡Fue lo mejor! ¡Esos policías...!

Jin no pudo seguir hablando porque Namjoon lo besó en ese instante,


también emocionado y alegre, sus labios juntándose en un beso torpe, sus
narices chocando.

Namjoon se alejó con un quejido, pero Jin volvió a besarlo, pasando sus
brazos por el cuello del mayor, sintiendo la lengua de su novio entrando
en su boca, pero no le importó. No le importaba, porque los besos de
Namjoon eran lo mejor de la vida, y eran sólo de él.

De él, de nadie más.

Quince minutos después estaban saliendo del callejón, el silencio del


barrio relajándolos, y comenzaron a caminar en dirección al auto. En eso,
su móvil vibró.

Yoongi:

¿Dónde estás?

¡Tuve que abrir el auto a la fuerza porque Hoseok empezó a tener frío!

No me digas que te atraparon.

Oh dios, ¿tendré que encender el auto también?


Namjoon:

Voy para allá, idiota.

Espera.

¿Rompiste una ventana?

Por favor, no me digas que lo hiciste.

Yoongi:

Claro que no, imbécil.

La mamá de Hoseok no me dice delincuente por nada.

Namjoon rodó los ojos, sintiendo a SeokJin temblar por el frío, y tiró de
él en un abrazo de oso, volviendo a besarse. Comerse la boca, en
realidad.

Pensó que al llegar al auto vería a Hoseok quejándose por la situación,


pero Yoongi era un mentiroso de primera, porque los vidrios estaban
empañados. En el interior, en los asientos traseros, Yoongi estaba sobre
Hoseok, besándolo (o chupando su alma, Namjoon no sabía y no quería
averiguarlo).

Frunciendo el ceño, sacó el segundo de las puertas delanteras,


sobresaltando a los dos chicos.

—Me dejaste lleno de babas... —murmuraba Hoseok cuando entraron.


—Te las quito con mis labios si quieres —ofreció Yoongi.

—¿Eso es posible?

—Sí, mira...

Volvieron a resonar más ruidos asquerosos que Namjoon ignoró en tanto Jin
trataba de no mirar hacia atrás, sus mejillas coloradas por la situación.

Los mayores fueron a dejar a Hoseok y SeokJin a la casa del chico de


cabello naranja, y antes de salir, Jin volvió a besar a Namjoon.

—Te quiero —dijo Namjoon en lenguaje de señas, sonriendo.

—Te quiero —respondió Jin, feliz.

Feliz, feliz, muy feliz, viviendo en una nube que no parecía notar que se
acercaba a una inevitable tormenta.
CAPITULO DIECISES
Choi Taeyeon se había casado a los veintiséis años con quien consideraba
el amor de su vida, Kim Jongwoon, y dio inicio a su perfecta vida
matrimonial. Dos años después, dio a luz a su primer hijo, Kim SeokJin,
un hermoso niño de ojos brillantes y sonrisa encantadora, que enamoraba a
cualquier persona que se tomara el tiempo de conocerlo.

Fue así que Taeyeon tuvo una vida casi perfecta: tenía un trabajo como
asistente de un ejecutivo, su marido la adoraba, y en casa le esperaba un
niño perfecto que hacía sentir a su corazón cálido y feliz. La felicidad
era tanta, que estuvo mucho tiempo agradecida por la vida que le tocó
tener.

Hasta que, por supuesto, recibió la llamada de Jongwoon, su voz


desesperada y rota, diciéndole que su pequeño ángel, su hermoso niño,
había desaparecido.

Su mundo entero se había derrumbado con ello.

—¿Qué tal si usas el color verde para pintar el árbol, Jinnie?

SeokJin no la tomó en cuenta, pero no se rindió. No iba a rendirse con su


niño.

Habían pasado casi dos meses desde que encontraron a SeokJin, pero el
muchacho seguía internado en el hospital, bajo observación, así que
Taeyeon le iba a ver todos los días para seguir generando lazos con él.

Luego de que la sacaron a la fuerza, cuando Jin se orinó y lloró, tuvo


que pasar otras semanas sin verlo, lo suficiente como para estabilizarlo,
para ponerlo en mejor estado. Cuando le permitieron estar con él, le
habían cortado el cabello, subió de peso, y ya hacía más cosas en lugar
de quedarse quieto todo el día, mirando un punto fijo en la pared.

Pero sus ojos destrozados permanecían, y Taeyeon se prometió que borraría


esa mirada de sus ojos.

Ese día, le llevó un cuaderno de dibujos y lápices a Jin para que el niño
pintara, y aunque al principio parecía algo reacio a hacerlo, luego de
mostrarle cómo pintar, se animó a comenzar.

¿Qué tan triste era eso? SeokJin no sabía usar los lápices, le costó
agarrarlos con firmeza, y se salía de las líneas al hacerlo. Pero por
sobre todo, pintaba los objetos con colores que no eran los típicos.

Como ese árbol: pintaba el follaje de azul y la madera era violeta.

Sin embargo, Taeyeon estaba feliz porque el chico parecía concentrado en


el dibujo, mordiendo su lengua, su expresión fija.

Minutos después, SeokJin pareció satisfecho de haber terminado, y dio


vuelta la página. Su ceño se arrugó al ver el animal caricaturizado: era
un perrito.

Jin vaciló un instante, para luego mirarla con vergüenza, y apuntar al


dibujo.

—¿Eso? Es un perro —dijo Taeyeon.


El niño frunció más el ceño.

En todo ese tiempo, SeokJin no había dicho palabra alguna ni daba


indicios de escuchar.

Su primer impulso fue escribirle a SeokJin el animal qué era, pero luego
reparó en que él no sabía leer. No sabía ni leer ni escribir.

Una ola de tristeza la inundó, pero trató de disimularlo.

—Lo podemos pintar de café —dijo Taeyeon, agarrando el lápiz para


ofrecérselo, teniendo cuidado de no tocarlo, porque al chico no le
gustaba eso.

Jin negó con la cabeza, disgustado, y agarró otro color: rojo.

La mujer suspiró, pero sólo le sonrió al ver que volvía a pintar de forma
desordenada.

Minutos después, tocaron a la puerta y Jongwoon asomó su rostro. SeokJin


dejó de pintar varios segundos, sus hombros tensos, su mirada tornándose
nerviosa, pero Jongwoon se quedó quieto luego de cerrar la puerta,
levantando sus manos en señal pacífica. Pasó un instante y Jin se relajó,
volviendo su atención al dibujo, agarrando ahora el color verde para
pintar los ojos del animal.

Jongwoon se sentó al lado de Taeyeon, tomándole la mano, y llamó la


atención del chico.

—Hola, Jinnie —dijo con voz lenta y suave—, ¿sabes qué día es hoy? —Jin
le estaba mirando, pero no dijo nada, sus labios sellados—. Hoy es cuatro
de diciembre. Hoy es tu cumpleaños.
Taeyeon sintió sus ojos algo llorosos al recordarse diez años atrás, en
el parto, pujando con fuerza, hasta que escuchó el llanto de su bebé. El
sonido más bonito que escuchó ese día.

Cuando lo tuvo en brazos, se había prometido que le daría los mejores


cumpleaños de su vida, que lo haría el niño más feliz del mundo entero.

Los ojos de SeokJin se movieron, cautelosos, cuando vio a Jongwoon sacar


algo de su bolso. Una caja envuelta en papel de regalo.

Con cuidado, Jongwoon dejó el paquete en la orilla de la cama para que su


hijo lo agarrara. Jin vaciló unos instantes antes de hacerlo, sus cejas
arrugadas otra vez.

Fueron pacientes mientras Jin veía el papel de regalo para luego comenzar
a rasgarlo. Antes de cada una de sus acciones miraba siempre a sus
padres, su mirada pareciendo preguntar si podía hacerlo, y al ver que
ellos sacudían su cabeza en una señal de asentimiento, continuaba.

Al abrir la caja, su mirada se arrugó en confusión, sacando una cámara


polaroid. La observó, aturdido, sin comprender qué era, observándola
desde diversos ángulos pero sin entender para qué servía.

Luego, sacó la fotografía enmarcada que había en la caja también: en


ella, estaban sus padres más jóvenes, con un niño entremedio de ellos,
cada uno tomándole una mano.

SeokJin la observó, levantando la vista. Señaló, con algo de miedo, al


hombre de la foto, y luego apuntó a Jongwoon.

—Sí, soy yo, más joven —dijo Jongwoon, sonriendo.


El muchacho indicó después a la mujer, y acto seguido, señaló a Taeyeon.

—Exacto, esa soy yo —concedió Taeyeon.

Entonces, SeokJin apuntó al niño. Luego, a ellos dos.

Ambos se miraron.

El chico parecía estar preguntando "¿dónde está?".

Jongwoon humedeció sus labios, y con cuidado, lo apuntó a él.

Jin arrugó los labios.

Su mamá, lentamente, le pidió la fotografía. El muchacho se la entregó,


tímido, y observó a Taeyeon apuntar al niño y luego a él.

Los ojos de Jin se abrieron por la sorpresa. Imitó la acción, señalándose


a sí mismo, viendo como los dos adultos asentían, y le quitó la foto a
Taeyeon, mirándose con admiración.

Se sobresaltó al sentir a Jongwoon cerca de pronto, quedándose quieto por


puro instinto. Pero el hombre, en lugar de tocarlo como hacía su Dueño,
tomó aquel objeto cuadrado que no sabía qué era.

Volvió a sobresaltarse cuando una luz repentina lo apuntó, y observó con


curiosidad como un papel cuadrado salía de ese objeto extraño.
Jongwoon agarró la fotografía en blanco, agitándola un instante, y ante
la sorprendida y atónita mirada de SeokJin, observó cómo el color pintaba
ese papel, cómo él estaba allí retratado.

La expresión de SeokJin pasó de la confusión al asombro, para después


transformarse en excitación por aprender a usar ese extraño objeto que le
habían dado.

Agarró la cámara, acomodándola en su rostro como había visto hacer a


Jongwoon, y miró a través del lente a la bonita mujer que le acompañaba
todos los días. Presionó el botón, volviendo a sobresaltarse cuando el
flash apareció, y esperó con poca paciencia a que saliera el papel. Lo
agitó con furia una vez lo tuvo en sus manos, casi rebotando por la
admiración cuando vio los colores aparecer y Taeyeon se veía reflejada en
la foto.

Los padres se miraron al ver a SeokJin usando la cámara con juguetón


asombro, mirando a través del lente todo el lugar, y se sonrieron con
evidente alivio.

SeokJin iba a mejorar. Jin iba a mejorar, y a volver a casa con ellos.

—¡Feliz navidad, SeokJin!

Jin se vio de pronto rodeado de un fuerte abrazo, y sonrió cuando tío


Siwon lo elevó en los aires como si no pesara demasiado. Una vez fue
dejado en el suelo, saludó a su tía Liu Wen con un beso en la mejilla
para luego tomar en brazos a su pequeña prima, Yoobin.

—¡Jinnie! —se rió Yoobin—. ¡Estás muy guapo, oppa!

—Por supuesto, es el gen de la familia Choi —contestó Siwon con falsa


modestia—. ¡Hermana!
—¡No te atrevas a abrazarme, Si...! ¡SIWON! —se quejó Taeyeon cuando su
hermano mayor lo abrazó con fuerza.

—Sabes cómo es Siwon, Taeyeon —se quejó Heechul, el hermano menor de los
Choi—. Es un monstruo de... ¡No te atrevas a tocarme, hyung!

—¡No te veo desde hace mucho, Heechul! —se quejó Siwon, comenzando a
perseguirlo como si no tuviera más de cuarenta años.

La familia Choi estaba compuesta por los tres hermanos: Siwon, Taeyeon y
Heechul. Sus padres eran Choi Jinhyuk y Choi Yeonjin, abuelos de SeokJin
que lo mimaban un montón cada vez que lo veían.

Por otro lado, en la familia Kim sólo quedaba viva la abuela Haeri, que
vivía con su hijo, Jongwoon. Tenía otro hijo varón, Ryeowook, y dos hijas
más: Somin, que estaba casada con Lee Donghae y tenían dos hijos, Lee
Jieun y Lee Joongi; y su hija menor, Sungmi, que salía con Park Jungsoo.

SeokJin los amaba a todos porque ellos eran muy buenos y dulces con él,
además que los veía en Navidad siempre, y le daban muchos regalos.

Nunca se detenía a pensar que le daban esa cantidad de regalos por todos
los años que estuvo desaparecido. Para SeokJin, ese episodio de su vida
estaba bloqueado. Borrado. Eliminado.

—SeokJin cada año está más guapo —dijo su abuela Yeonjin.

El chico sintió sus mejillas coloradas.

—¡No diga eso, abuelita! —regañó.


—¡Es cierto! —dijo Somin, revolviéndole el cabello a su sobrino—. ¡Es más
guapo que mis hijos!

—¡Mamá! —se quejaron los dos niños.

SeokJin sólo sonrió, feliz por estar allí. Era el primo mayor de entre
todos, detrás de él estaba Jieun, con trece años, luego Joongi, con diez,
y finalmente Yoobin, con siete. Y, a pesar de que no los conocía desde
pequeños, aún luego de todo lo ocurrido, sus primos siempre le trataron
con amor y cariño.

—SeokJin se parece a mí cuando joven —dijo su abuelo Jinhyuk con orgullo.

—No, abuelito, usted es más guapo que yo —se apresuró a decir Jin,
contento por su familia.

Porque aunque fuera un muñequito usado, allí todos lo amaban.

Jungkook, por otro lado, quería que esas fiestas acabaran pronto.

Observó de reojo a su familia en el comedor, todos conversando entre sí e


ignorándolo. Sus primos no se molestaban en mirarlo, hablando sólo con
Soyeon, y deseaba que todo eso terminara cuanto antes. En especial la
parte de los regalos, porque era lo más incómodo para él: sus tías y tíos
sólo le regalaban calcetines, de esos packs que vendían tres por dos.

—Entonces, cariño, ¿sales este año? ¿Qué tienes planeado seguir


estudiando? —preguntó su tía Jihyun.

Soyeon sonrió, orgullosa.


—Estoy siendo la mejor estudiante de mi curso y planeo estudiar para
Medicina —dijo la chica.

—Fantástico —contestó su tío Doyum—. Como siempre, llenando de orgullo a


la familia Jeon. ¿Sigues saliendo con ese chico tan adorable e
inteligente, Soyeon?

Miró de reojo a su hermana mayor, que apretó sus labios un momento antes
de volver a sonreír encantadoramente.

—Sí, con Namjoon estamos muy felices —dijo la chica—, él piensa estudiar
también Medicina, y nos pensamos casar cuando acabemos con la carrera.

—¡Eso suena estupendo!

Jungkook estiró una de sus manos para agarrar una galleta, pero su abuela
Doyeon golpeó sus dedos.

—Todavía no se puede comer, Junghyuk —regañó la mujer con voz helada.

El chico bajó la vista.

—Es Jungkook, abuela Doyeon —corrigió, usando un tono suave.

—No entiendo por qué permites que este mocoso irrespetuoso pase las
fiestas con nosotros —dijo su abuelo Bohyuk hacia su padre, ignorando a
Jungkook—. Deberías mandarlo con la perra de su madre.

Junghyun, su padre, desvió la vista con vergüenza en tanto Jungkook


sentía sus labios temblar.
No tenía muchos recuerdos de su mamá, si era honesto, porque su papá lo
había alejado de ella cuando tenía cuatro años bajo la excusa de que la
mujer no estaba habilitada para cuidarlo, cuando en realidad quería
evitar que ella lo usara en su contra y arruinara la reputación de los
Jeon: para todo el mundo, Jungkook era hijo legítimo de Somin.

En el fondo, Jungkook habría preferido vivir con su mamá: muy bien en esa
familia nunca le faltaría nada (al menos, por ahora), pero nunca había
recibido nada más que desprecio y burlas de su parte.

—¿Sigues siendo un maricón, Jungwoo? —preguntó tía Jihyun con evidente


asco.

—No hablemos de eso —se quejó Somin, el disgusto pintando su rostro.

—Me sorprende que puedas aguantarlo tanto —bufó su abuela—, yo lo veo y


me dan ganas de vomitar. ¿Cómo pudiste meterte con esa mujer, Junghyun?
Este niño es feísimo, un idiota y maleducado.

Jungkook se puso de pie, haciendo una inclinación torpe.

—Voy a estar en mi cuarto —dijo débilmente, conteniendo las ganas de


romper a llorar.

—Un mocoso berrinchudo y malnacido —terminó de decir la mujer mayor.

—Abuela, no hables de eso —intervino Soyeon, algo preocupada entonces al


ver el descompuesto rostro de su hermano menor.

Pero Jungkook sólo se apuró en subir a su cuarto para poder respirar con
calma.
Muchas veces había tratado de hablar con su padre para que le dejara ir
con su verdadera mamá, para conocerla por último, pero el hombre siempre
se había negado a ello diciendo que esa mujer no le quería.

Tal vez era cierto. Tal vez no le quería, porque nunca había dado señales
de vida. Tal vez era más sencillo deshacerse de él como hacía todo el
mundo.

Sacó su móvil.

Jungkookie:

Mochi, te extraño.

Jiminie:

Yo también, bebé.

¿Quieres que vaya a verte más tarde?

O puedes venir tú aquí.

Mamá puede guardarte comida.

Ella te tiene un regalo también.


Jungkook lo quería tanto, lo amaba mucho, porque Jimin parecía haber
notado lo inestable que se sentía sólo con ese mensaje. Lo triste, vacío,
apenado que estaba. Y que le invitara a su hogar, con su cariñosa familia
que le trataba tan bien, hizo que su corazón se sintiera más cálido.

Contestó con una afirmación, entrando a otro chat.

Jinnie:

¡Feliz navidad, Kookie!

¿Vienes mañana a mi casa?

¡Yoobin dice que quiere ver a su oppa bonito!

Jungkookie:1

¿Puedo quedarme a dormir mañana?

Jinnie:

¡Podemos invitar a Hoseok!

¿Suena eso bien?

Jungkookie:
Suena genial.

Gracias, Jin.

Jinnie:

¡Para eso están los amigos!

Estaba bien. No importaba si su familia no le quería, porque tenía amigos


que se preocupaban por él, y un novio que le amaba. Eso estaba perfecto
para Jungkook.

La puerta de su cuarto fue tocada, y Soyeon asomó su rostro. La chica


entró, llevando un plato con la cena, comprendiendo que Jungkook no iba a
querer bajar a comer para que le siguieran tratando de esa forma.

—No los tomes en cuenta —dijo su hermana mayor, dando el primer paso para
acercarse a él luego de tantas semanas—, en el fondo no lo dicen en
serio, ellos son...

—No es necesario que mientas, noona —murmuró Jungkook, sentándose en la


cama—, ellos no me quieren, nunca lo han hecho —hizo una mueca—. No
importa. Ya me acostumbré.

Soyeon se sentó a su lado, dejando el plato sobre el velador, y luego le


tomó la mano.

—No me he portado bien contigo, Jungkookie, no he sido una buena noona —


suspiró la chica—, es sólo que lo de Namjoon me ha descolocado por
completo —el chico bajó la vista—. Lo siento mucho.
Jungkook la abrazó, algo aliviado de que Soyeon se hubiera dado cuenta de
la forma en la que se portaba, y la chica le sonrió con cariño. Por un
breve instante, se recordó a los cinco años, llorando por culpa de una
pesadilla, y Soyeon yendo a consolarle como si fuera una mamá.

—Encontrarás a un chico mejor —le dijo.

Su hermana mayor hizo una leve mueca de disgusto.

—No, Namjoon es el chico ideal para mí —ella suspiró—, es guapo,


inteligente y divertido. Namjoon va a recapacitar y volveremos a estar
juntos —le dio un beso en la coronilla, poniéndose de pie—. Bajaré a
cenar, ¿seguro que no quieres ir?

Jungkook la miró.

—Prefiero quedarme aquí —contestó haciendo una mueca.

Soyeon asintió, despidiéndose, y quedó solo una vez más.

Jungkook estaba teniendo un mal presentimiento de todo.

Wheein tocó la puerta de su cuarto y se asomó segundos después, sonriendo


ampliamente. Namjoon le devolvió la sonrisa, aunque se sentía algo
incómodo en ese momento.

—¿Estás listo, oppa? —le preguntó Wheein—. No es necesario que vayas si


no quieres...
Namjoon rascó su nuca, tratando de lucir despreocupado e incluso algo
aburrido.

—No te preocupes, Wheein —le contestó, saliendo con ella—, es sólo un


cumpleaños. Además, va a ir Yoongi, ¿no es así?

—Jin oppa dijo que sí —dijo su hermana menor, bajando las escaleras
apresuradamente—. Nos vemos, mamá y papá.

Sin embargo, antes de que la chica pudiera pasar de largo con Namjoon, su
papá los detuvo.

—No quiero que se queden mucho tiempo —dijo el hombre con voz de
disgusto—. La familia Kim no es de mi gusto, menos con ese hijo tan
extraño que tienen.

Wheein apretó sus labios un instante.

—Es mi amigo —dijo ella débilmente—, y SeokJin es un buen chico. Él,


Jungkook y Hoseok lo son.

Su padre arrugó los labios, pero antes de que pudiera decir algo más,
Namjoon se adelantó:

—Vamos algo atrasados, Wheein —dijo tirando de su hermana—. Nos vemos,


papá.

El hombre no alcanzó a decir algo más porque Namjoon se apresuró a irse,


recordando brevemente la forma en la que su papá le trataba cuando se
enteró que estaba saliendo con Jinho.

Wheein subió al auto junto a Namjoon, un poco desanimada.


—Hey, no pongas esa cara —le dijo con cariño, pellizcando su labio
sobresaliendo—, te pusiste muy bonita hoy para que ellos te lo arruinen,
Wheein.

Las mejillas de la chica se colorearon de rojo.

—Quiero estar guapa para Jin oppa —contó la muchacha.

Namjoon fingió verdadera curiosidad y desconocimiento:

—¿Aún no te le has declarado? —preguntó, sabiendo la respuesta porque


sabía que Jin ya le habría contado.

—No, no he querido —murmuró Wheein—, cuando lo veo, me quedo paralizada y


mi corazón se acelera, y no me atrevo a decirle que me gusta.

Namjoon asintió, con expresión pensativa.

—Tal vez no deberías decirle, así de simple, y con el tiempo esos


sentimientos se vayan —señaló.

Wheein suspiró, algo triste.

—Tienes razón, Joonie.

El chico se sintió algo mal por ello, pero trató de no darle muchas
vueltas al asunto porque era por el bien de su hermana menor. Después de
todo, Jin estaba saliendo con él.
Minutos después se estacionó a unos metros de la casa de SeokJin,
saliendo junto a Wheein, y caminaron hacia la puerta. Tocaron el timbre,
esperando pacientemente, hasta que alguien abrió.

—¡SeokJin! —saludó Wheein, abrazando al chico de golpe, sacándole una


sonrisa, y se alejó unos centímetros—. ¡Feliz cumpleaños!

—¡Gracias! —dijo Jin, sonriendo con más fuerza al ver a Namjoon detrás de
Wheein.

—Espero que no te moleste, tú mismo dijiste que podía venir si yo


quería...

—¡No te preocupes, está bien! —se apresuró a decir Jin, dando un paso
tímido hacia Namjoon, conteniendo el impulso de lanzarse a darle un beso.

—Feliz cumpleaños, SeokJin —dijo Namjoon, tratando también de lucir


tranquilo y no desesperado por abrazar al muchacho. Llevaba ya varios
días sin verlo, por lo que la situación resultaba más ansiosa para él.

Jin tuvo la suerte de controlarse, haciéndole una reverencia educada para


luego darles la pasada al interior de su casa. Sin embargo, cuando
Namjoon pasó a su lado, le rozó la mano y el mayor le sonrió.

Llegaron al comedor, donde ya había gente: sus papás, tío Heechul y su


abuelita Haeri, a quienes saludó inmediatamente; sus primos Jieun, Joongi
y Yoobin; Hoseok tenía en brazos a Yeontan y a su lado estaba Yoongi; por
último, Jungkook y Jimin estaban entrando desde el patio.

Jungkook observó a Namjoon algo desconcertado.

—¿Hyung? —preguntó, confundido—. Vaya, Jin no me dijo que te invitó.


—Ah, no —se apresuró a decir, sintiendo la mirada de Yoongi sobre ellos—,
vine acompañando a Wheein, mis papás no querían dejarla venir sola.

—Oh —Jungkook permanecía con las cejas algo arrugadas—. Supongo que está
bien...

—¡Oppa, ¿ya vamos a ser novios?! —preguntó de pronto Yoobin, agarrando la


mano de Jungkook, y Namjoon lo aprovechó para huir.

—No puedes, Yoobin, Jungkook es mi novio —respondió Jimin, con una


sonrisa maquiavélica.

—¡La estás asustando, Jimin!

—¡Pues que deje de insistir en que sea tu novia!

SeokJin, por otro lado, estaba comiendo papas fritas, sentado en la mesa,
con un gorro de cumpleaños en su cabeza, tratando de que Hoseok también
se pusiera uno.

—No me gustan —se quejaba Hoseok—, aprietan mis orejitas.

SeokJin le ignoró, todavía insistiendo.

—Vamos, sólo para la foto —animó Yoongi—, además, es el cumpleaños de


SeokJin, debemos hacerle caso en todo.
Hoseok hizo una mueca extraña con su boca, un triángulo que Yoongi
encontró adorable.

Jin aplaudió al ver que Hobi dejó que le pusiera el gorro, y luego le
entregó uno a Yoongi.

—No, yo no me pondré uno —dijo Yoongi.

Hoseok comenzó a hacer un berrinche.

—¡No me gusta el gorro, no me gusta el gorro! —dijo, llevando sus manos


para quitárselo, pero Yoongi se apuró en sostenerlo.

—¡Bueno, bueno, me lo pondré también! —balbuceó el mayor con hastío.

Namjoon se rió, sentándose al lado de su mejor amigo, y se giró cuando


alguien llamó su atención. SeokJin le entregó otro gorro, una sonrisa
tímida en su rostro, y Namjoon lo tomó con evidente gusto, sin dudar en
acomodarlo sobre su cabeza.

Jin tuvo que resistir no lanzarse sobre él para besarlo.

—Vamos, vamos, júntense para la foto —animó Taeyeon entonces—, un


recuerdo de la primera fiesta de cumpleaños de SeokJin con sus amigos.

Namjoon miró a Yoongi, que le devolvió la mirada con expresión algo


incómoda. Por supuesto, para Hoseok aquellas palabras no pasaron
desapercibidas.

—¿SeokJin no tuvo una fiesta antes? —preguntó con inocencia.


Jungkook sonrió, adelantándose a alguna respuesta que pudiera resultar
embarazosa.

—Antes Jin estudiaba en casa —le contestó.

—Oh, verdad —concedió Hoseok, ubicándose al lado de Jin. Jungkook se puso


al otro lado, y Jin los abrazó a los dos por los hombros, revotando en su
asiento.

Los primos de Jin se sentaron en el suelo, y Wheein se ubicó al lado de


Hoseok. Jimin se quedó de pie detrás de Jungkook, Yoongi estuvo atrás de
Hoseok, y Namjoon se acomodó detrás de Jin, todos ya con sus sombreritos
de cumpleaños.

—¡Digan queso! —dijo Taeyeon, levantando la cámara, sonriendo por la


felicidad.

Sacó varias fotografías con distintas expresiones de los invitados,


siendo animados por los adultos, y luego todos volvieron su atención a la
comida.

Hoseok no tardó en quitarse el gorro, con expresión fastidiada, pero se


le pasó cuando Yoongi le tomó la mano, acariciando su piel. A él le
gustaba mucho eso, que se lo hiciera su mamá o Yoongi.

El resto de la tarde pasó tranquila y divertida, saliendo al patio a


jugar un rato a la pelota: SeokJin, Jimin, Hoseok y Wheein en un equipo,
y Yoongi, Namjoon y Jungkook en otro. Los primos menores del cumpleañero
no quisieron jugar, pero se entretuvieron correteando con Yeontan.

Al final, el partido de fútbol quedó en cinco contra cuatro, ganando el


equipo de Jin, y todos terminaron sudados, transpirando y con la
respiración agitada.
Cerca de las seis de la tarde, llegó el momento del pastel y una vez
estaban comiendo, Taeyeon dijo que había que abrir los regalos.

Los primeros que recibió SeokJin fueron los de sus tíos y abuelos: toda
la familia materna se puso de acuerdo para regalarle un caballete para
pintar junto a un set de pinturas y pinceles de distintos tamaños,
provocando que el chico estuviera saltando por todo el salón gracias a la
emoción. En cambio, la parte paterna le regaló una nueva cámara
fotográfica debido a que la última ya estaba algo desgastada, y SeokJin
iba a romper a llorar de la emoción.

—Nuestros regalos no son tan geniales —se había quejado Jungkook con una
sonrisa en el rostro antes de entregarle el suyo a su mejor amigo.

SeokJin lo abrió, sus ojos brillando cuando sacó un cuaderno con más de
cien dibujos para colorear, y un set de cincuenta lápices para colorear.

—No es mucho, pero...

—¡Es genial, Jungkook! —dijo SeokJin, sin dejar de sonreír—. ¡Es muy
bonito!

El siguiente que recibió fue el de Hoseok, que de pronto se puso algo


tímido, balbuceando muchas cosas sin sentido, tanto así que incluso se
olvidó de usar los gestos y Jungkook tuvo que intervenir.

—Mamá me llevó a comprar tu regalo —farfullaba Hoseok en tanto Jungkook


hacía los gestos—, y me preguntó que debía ser un regalo que significara
mucho para mí, entonces lo estuve pensando demasiado porque no sé eso de
significa, es decir, ¿cómo puede significar tanto un regalo que voy a
comprar y es nuevo? Entonces yo... uh...

SeokJin abrió el envoltorio, sin dejar de sonreír cuando sacó un


dinosaurio de plástico de tamaño mediano.
—Es un anquilosaurio —se lanzó a explicar Hoseok—, está entre mis diez
dinosaurios favoritos porque tiene muchas espinas con las que protegerse,
¿no es bonito? ¿Cierto, SeokJin? ¿Sí, Jinnie?

—¡Está genial, Hobi! —concedió Jin—. ¡Podemos jugar juntos ahora!

Hoseok parecía satisfecho con las palabras de SeokJin.

Jimin fue el siguiente, que le regaló una boina, y Yoongi prosiguió,


entregándole un gas pimienta para echarles a sus agresores.

Wheein, algo nerviosa, le dio el suyo.

Jin la miró con una amplia sonrisa cuando vio las acuarelas que la
muchacha le regaló.

—¡Para que pintes algo bonito, oppa! —dijo la chica con vergüenza.

—Gracias, Wheein, ¡eres la mejor!

Namjoon suspiró.

—Voy a quedar debiéndole un regalo —comentó al aire, aunque ya tenía uno


y pensaba entregárselo a escondidas.

Hoseok frunció el ceño.


—¿Por qué no le trajiste un regalo si sabías que era su cumpleaños? —
preguntó con inocencia, confundido—. Se supone que ustedes son...

—¡Wow, Hobi, ¿sabes qué hora es?! —le interrumpió Yoongi de pronto,
sobresaltando a todo el mundo mientras Namjoon sentía su corazón latir
desbocadamente.

—Van a ser las siete de la tarde —contestó Hoseok, desorientado.

—Y creo que quiero cobrarte un beso, de los que me debes —agregó Yoongi,
tratando de lucir juguetón para que dejaran de mirarlo, sus mejillas
tomando un color rojo.

—¿Deber? No te debo nada, ya te los he dado todos —dijo Hoseok,


fastidiado, comenzando a discutir con Yoongi.

Namjoon definitivamente iba a agradecerle aquello a Yoongi en otro


momento, sintiendo como el alma volvía a su cuerpo.

Le hizo un gesto a SeokJin, aprovechando que todos se pusieron a


conversar.

El muchacho se puso de pie.

—¡Iré a dejar mis regalos arriba! —le dijo a sus papás.

—¿No son muchos regalos para que los cargues tú? —preguntó su papá.

—¡Oh, ¿los irá a dejar?! —preguntó Namjoon—. Yo puedo ayudarlo, además,


necesito ir al baño y el de aquí abajo está ocupado por uno de los
primitos de Jin.
SeokJin le sonrió, dándole el caballete y las pinturas para que las
llevara arriba en tanto él cargaba los otros regalos, y no tardaron en
subir las escaleras, el sonido de las conversaciones desapareciendo.

Fueron a la pieza de SeokJin, dejando todo sobre la cama, y de pronto el


chico estaba en los brazos de Namjoon, besándolo en los labios,
abrazándolo con desesperación.

Namjoon lo sostuvo, sonriendo al sentir el toque del chico, devolviéndole


el beso.

Permanecieron así varios minutos, sólo besándose, dejando que las


caricias del otro fuera suficiente para sentirse bien.

Al separarse, Jin le entregó la libreta y el lápiz que siempre cargaba.

Tengo tu regalo, pero todavía no lo he terminado.

¿Qué es? ¡Qué es!

Namjoon se rió, viendo al chico rebotar por la felicidad.

Es una canción que hice pensando en ti. La comencé a escribir, pero no he


podido terminarla.

SeokJin leyó sus palabras, parpadeando, para luego volver a besarlo,


emocionado por lo que había hecho el mayor.
Puedo entregarte lo que llevo ahora y después...

¡No, no! ¡Quiero leerla cuando ya esté terminada, Namjoon!

Namjoon frunció las cejas, atrayendo al chico a su regazo cuando se sentó


en la cama, y SeokJin se acomodó sobre sus piernas, con expresión
decidida.

¿Estás seguro?

¡Sí! Cuando esté terminada, tú me la vas a rapear, ¿cierto?

Quiero verte rapear desde hace mucho, Joonie.

El sobrenombre envió algo cálido por su corazón, por lo que sólo sonrió,
asintiendo con la cabeza, volviendo a besarlo. SeokJin recibió el beso,
gustoso, contento de estar en los brazos de Namjoon. De ser besado con
tanto amor.

—Te quiero —le dijo Namjoon, alejándose unos centímetros.

—Yo también te quiero —contestó Jin antes de sentir los labios de Namjoon
sobre los suyos otra vez.

Pasaron unos minutos en los que sólo se besaron, apenas separándose para
tomar aire, y SeokJin no quería alejarse. Quería permanecer en ese lugar
por siempre, pero sabía que debía acabar con aquello y volver abajo,
volver a...

—Hey, Jin, ¿qué tanto...?


Ambos se giraron cuando la puerta fue abierta.

Park Jimin les devolvió la mirada, desconcertado.

Hubo unos breves segundos en los que se miraron, sin decir nada,
sintiendo como todo comenzó a derrumbarse.

—Oh, yo... Um... —balbuceó Jimin, retrocediendo, y Namjoon fue el primero


en moverse.

SeokJin se puso de pie, asustado, pero Namjoon agarró el brazo de Jimin y


tiró de él hacia el interior del cuarto, su estómago revuelto por haber
sido descubiertos. Luego, cerró la puerta.

Jimin no sabía a dónde mirar, hasta que Jin llamó su atención,


tendiéndole la libreta con vergüenza, leyendo las palabras escritas con
torpeza.

No le digas a Jungkook, Jimin, por favor.

Jimin leyó las palabras, sus ojos abriéndose por la sorpresa.

—¿Qué? —preguntó, incrédulo, volteándose a Namjoon—. ¿Qué? ¿Ustedes...?


¿Jungkook no...? —tiró la libreta al suelo, sacudiendo la cabeza—. No, no
pueden...

SeokJin le tomó la mano, respirando aceleradamente, sintiendo sus ojos


llenándose por las lágrimas. Por el miedo de haber sido descubiertos y el
temor de que Jimin le contara a todo el mundo. Le dijera a Jungkook.
—Jimin, por favor... —murmuró Namjoon, sintiéndose mal al ver el rostro
lloroso de Jin.

—¿Qué me estás diciendo? —farfulló Jimin, sin saber a dónde mirar—.


¿Ustedes están saliendo? ¿Son... son novios? —un pensamiento desagradable
cruzó su mente—. ¿Desde hace cuánto están juntos? —Jimin quería soltarse
del agarre de Jin, pero el chico le sostenía con firmeza,
desconcertándolo un poco.

Namjoon pensó en mentir, en bajarle el perfil, pero si era sincero, no


sabía en cuánto le afectaría eso a Jin, que parecía bastante descolocado
en ese instante.

—Desde que terminé con Soyeon —admitió el mayor.

Jimin quiso vomitar, porque recordó ese día en la casa de Jungkook,


cuando el chico fue a ver a su hermana, y todas las cosas horribles que
la muchacha le gritó, hasta el punto de quebrarlo y hacerlo llorar. La
forma en la que Jungkook se derrumbó en sus brazos, sollozando por el
dolor, y todo porque Soyeon tenía el corazón roto.

Corazón roto gracias a Namjoon.

Apretó sus manos en puños.

—No me pueden pedir eso —espetó con voz grave—, Jungkook es mi novio, no
me puedes pedir que le oculte esto.

Hizo amago de salir del cuarto para volver a la fiesta, pero SeokJin lo
agarró con más firmeza, llamando su atención. Para ese punto, el menor ya
estaba llorando, lágrimas rodando por sus mejillas, sus labios temblando.

Jimin se quedó quieto, observando a SeokJin recoger la libreta,


escribiendo todo con la mano tiritando.
Jimin, por favor, por favor, te lo ruego.

Yo pienso decirle, de verdad, pero necesito que pase el tiempo, que él...
que Jungkook esté mejor.

Jungkook no está bien en este momento, la está pasando mal en casa, y si


le digo esto va a sentirse mucho peor, por favor, por favor, Jimin, por
favor...

El chico apretó sus labios, haciendo una mueca extraña, recordando a


Jungkook llorando en sus brazos. Sosteniéndose a él como si en eso le
fuera la vida.

Jimin sabía que Jungkook tenía un problema de dependencia, de autoestima,


pero no sabía cómo ayudarlo con eso.

—Tú eres mi familia —le murmuró Jungkook, luego de llorar—, tú, Jinnie,
Hobi... Ustedes son mi familia.

Sintió su estómago apretado.

No me lo pidas, SeokJin, por favor. Yo no puedo mentirle, ocultarle cosas


a Jungkookie.

Voy a contárselo, te lo prometo, pero no ahora. Cuando los problemas en


su casa no sean tantos, ahí se lo diré, te lo juro.

Por favor.
Observó los ojos de SeokJin, algo dentro de él sacudiéndose al ver la
mirada rota del chico, sus ojos llenos de lágrimas, y tragó saliva,
sintiendo que iba a vomitar.

Jungkook no se lo merecía.

Pero Jungkook no estaba bien en ese instante.

—Jungkook tiene que saberlo... —insistió débilmente.

SeokJin le tomó la mano, aferrándose a él.

—Vamos a decirle —le prometió Namjoon—, pero más adelante. Cuando las
cosas estén mejor, cuando Soyeon deje de insistir conmigo. Jimin, por
favor...

—¿Quién más lo sabe? —preguntó con voz ahogada.

—Yoongi —respondió Namjoon—, y Hoseok. Nadie más.

Jimin iba a romper a llorar por lo que iba a hacer.

—Está bien —dijo, derrotado—, no le diré nada, por ahora. Sólo... sólo
háganlo pronto, por favor —apretó su mandíbula un instante—, y no le
digan que yo lo sé. Si él llega a enterarse...

—Lo juramos —dijo Namjoon, su voz seria.


SeokJin lo soltó.

—Debemos bajar —masculló Jimin.

Namjoon asintió, volteándose hacia SeokJin, que seguía con expresión


asustada, y lo atrajo en un abrazo, dándole un beso en la coronilla.

—Limpia tu rostro —le dijo con lentitud, para que Jin leyera sus labios—,
ve al baño y baja en unos minutos. Les diremos a todos que fuiste allí
cuando yo salí.

SeokJin asintió, titubeante, y luego se acercó a Jimin. Sorprendiéndolos


a los dos, abrazó al muchacho, dándole un beso en la mejilla, una
expresión de agradecimiento en su rostro.

Segundos después, salieron del cuarto y Jin fue al baño para quitarse las
lágrimas en su cara, forzándose a respirar con tranquilidad.

Muñequito, deja de causar tantos desastres.

Muñequito no sabía cuándo las cosas se habían complicado tanto.

Namjoon pensaba que tenía que darle un premio a Jimin, porque el chico
fingía bastante bien.

No lucía como si hubiera descubierto un secreto, sonriendo y jugueteando


con Jungkook, celándolo cuando la prima pequeña de SeokJin se acercaba al
chico, y suspiró con algo de cansancio y alivio por la situación.
Jin, al otro lado de la habitación, estaba mostrándole sus pinturas a
Wheein, que lo observaba con evidente fascinación, y Hoseok acariciaba a
Yeontan con expresión de desconfianza en tanto Yoongi le vigilaba.

—Bueno, voy a empezar a levantar todas estas cosas —dijo la mamá de


SeokJin, poniéndose de pie.

—Oh, la ayudo señora Kim —se apresuró a decir Namjoon.

La abuelita de Jin ya había ido a acostarse, acompañada de su tío para


que la ayudara.

Hoseok se puso de pie.

—Ya son las diez de la noche —murmuró, bajando la vista.

Yoongi sonrió, perezoso.

—Bueno, debemos irnos —anunció Yoongi—, la mamá de Hobi sólo le dio


permiso hasta esta hora, y no quiero problemas con mi suegra.

Jongwoon también se puso de pie.

—Los voy a dejar, ya es tarde y no quiero que les pase algo —dijo el papá
de Jin, mirando a Jungkook y Jimin—. ¿Ustedes, chicos...?

—Oh, voy a dormir en casa de Jimin —dijo Jungkook, sonriendo con timidez—
. ¿Nos puede ir a dejar?

—No es problema —dijo Jongwoon—, vamos.


Los chicos se despidieron de Jin, que les sonrió con agradecimiento por
haber ido a su cumpleaños. A Jimin le dio un beso en la mejilla, algo
nervioso, y Jimin al girarse observó el ceño fruncido de Jungkook, que
observó la escena.

Sin embargo, Jungkook no dijo nada, tomándole la mano después.

—Termino de ayudar a la señora Kim y nos vamos, Wheein —anunció Namjoon.

La chica asintió, sonriendo.

Yeontan comenzó a gimotear para salir al patio y hacer sus necesidades,


así que Jin se puso de pie, abriendo el ventanal, y Wheein lo acompañó,
observando al perrito caminar por el césped, olisqueando todo a su
alrededor.

Se acercó más a Jin, y el chico le sonrió.

—Oppa, eres muy guapo —murmuró la muchacha, pero Jin sólo la observó con
desconcierto.

Wheein sintió sus mejillas coloradas.

—Estás muy guapo hoy, oppa —dijo con torpeza.

Jin sacudió su cabeza, sentándose en una de las sillas que tenían fuera,
y Wheein le imitó.

—¿Qué dices? Tú estás muy bonita hoy —contestó Jin con evidente
confianza—. Gracias por venir, no quería traerte problemas con tus papás.
Wheein se encogió de hombros, aunque estaba algo afectada en el fondo
porque sus papás sólo ponían presión sobre sus hombros para que actuara
de una determinada forma frente al resto, para que fuera una hija
ejemplar, aunque a ella se le complicaran muchas cosas.

Namjoon no sólo era el mayor, sino también el inteligente y líder de todo


el mundo.

Wheein, en cambio, no era tan inteligente como su hermano: no era la


primera de su clase y estaba lejos de ser el premio de honor cada año.
Además, no era bonita tampoco, ni divertida, ni simpática.

A ella le gustaba mucho cantar, había pensado en dedicarse a eso, pero


sus padres estuvieron en contra desde el inicio. Ya que no era
inteligente, entonces su misión iba a ser casarse con un buen partido lo
más pronto posible para traerle beneficio a la familia.

Pero Wheein no quería eso. Ella sólo quería que le dejaran en paz.

Ella quería a SeokJin.

Lo miró, tomándole la mano.

—Oppa —le dijo, llamando su atención—, la verdad es que... Yo le tenía


otro regalo.

SeokJin ladeó la cabeza, frunciendo el ceño un instante para luego


asentir.

—Pero debe cerrar los ojos para que lo pueda sacar de mi bolsillo —
continuó ella—, ahí voy a decirte cuando los abras.
El muchacho parecía desconcertado, pero obedeció segundos después.

Wheein cobró valor entonces, y lo besó.

Besó a SeokJin en la boca, sus labios suaves y dulces.

Era su primer beso, así que sólo se quedó quieta, presionando con
dulzura.

SeokJin no reaccionó inmediatamente, atónito, sin saber qué estaba


pasando en ese momento, demasiado sorprendido por la situación.

—¿Wheein?

Ambos se alejaron, girándose, y Namjoon les devolvió la mirada, pálido y


estupefacto, sin saber qué decir.

SeokJin, al parecer, ahora si iba a llorar.


CAPITULO DIECISIETE
Muñequito, normalmente, no interactuaba con otras personas a menos que
fuera el señor Shin.

Gatita Blanca estaba contra él, mirándole con sus ojos enormes, y le
lamió la mejilla, emitiendo una especie de ronroneo para luego maullar,
recostándose cerca de sus piernas.

Pero Muñequito no la miró, sólo observó la pared hasta que la puerta fue
abierta bruscamente.

Gatita Blanca, Zorrito Pequeño y Cerdita Bonita se sobresaltaron,


corriendo a sus esquinas para no ser castigados, temblando por el miedo,
pero Muñequito permaneció quieto, sabiendo que todas esas sorpresivas
entradas eran para ponerlo a prueba a él.

Pero Muñequito había entendido hace mucho que no podía actuar de esa
forma porque él era especial: era un muñequito de porcelana, y los
muñequitos de porcelana permanecían quietos, sin reaccionar, sin moverse.

―¡Tengo buenas noticias! ―dijo el señor Shin con expresión exultante,


acercándose a él, y lo tomó por las axilas.

Como peso muerto, Muñequito se dejó manejar.

―Tu dueño ha decidido que ya quiere comprarte ―dijo el señor Shin, sin
dejar de sonreír antes de recibir un beso en los labios.
Pero Muñequito permaneció sin hacer gesto alguno.

Señor Shin se sentó sobre su cama, ignorando a los otros juguetes, y lo


sentó en su regazo, acariciándole el cabello.

―Tienes que portarte muy bien ―le dijo el hombre, meciéndolo como si
fuera un bebé―, puede que tu dueño no sea tan bueno como nosotros,
Muñequito, así que tienes que ser mejor de lo que ya eres, ¿podrás serlo?

No respondió, porque Muñequito no hablaba.

El señor Shin sonrió.

―Nada de ruidos, Muñequito ―recordó Shin―, nada de oídos. Tú eres el


Muñequito perfecto, porque no te hemos mutilado, no como a los otros
chicos. Eres hermoso, y sería una pena que tuviéramos que cortarte las
cuerdas vocales, por ejemplo, si fueras un mal Muñequito, ¿está claro?

Mantuvo su expresión neutra.

―Vamos a ponerte muy bonito ahora, Muñequito ―dijo el señor Shin


poniéndose de pie, llevándolo en sus brazos―, más tarde vendrán a
buscarte.

Salieron al pasillo, aunque Muñequito no lo conocía porque estaba siempre


sentado, y no pudo evitar abrir sus ojos ampliamente por el miedo cuando
observó a uno de los ayudantes del señor Shin arrastrando a Perrito,
cubierto de líquido carmesí, un rastro de sangre pintando el suelo.
Una mirada vacía en sus ojos, su pecho sin moverse.

―Este bastardo le ha mordido la polla a Lee ―se burló el desconocido,


haciendo una mueca de asco al ver toda la sangre.

―Deshazte de su cuerpo ―fue lo único que dijo el señor Shin, para luego
sonreír al ver la mirada horrorizada de Muñequito―. Espero que seas muy
bueno, porque eso va a pasarte si te portas mal, Muñequito.

No respondió. Hace mucho había dejado de responder.

...

Wheein estaba llorando contra su costado, pero él lo único que podía


hacer era observar el techo con una expresión indescifrable.

—Lo he arruinado todo —sollozó Wheein, y Namjoon suspiró.

—¿Qué estás diciendo, bonita? —regañó, acariciándole el cabello.

—Tú lo viste —hipó Wheein—, la forma en la que Jin reaccionó...

Namjoon no quería pensar en eso, porque su mano iba a picar en ansiedad


por enviarle un mensaje a SeokJin.

Nunca lo había visto actuar de esa forma: Jin había empujado a Wheein con
una expresión de shock en sus ojos, llevando sus manos a su cabello,
comenzando a tirárselo mientras movía sus labios pero sin emitir sonido
alguno. Namjoon alcanzó a agarrar a su hermana, que tropezó por la
sorpresa, todavía algo atónito por el beso.

—¿SeokJin...? —había murmurado él.

SeokJin lo miró, sin embargo, antes de poder decir algo, vio cómo se
golpeaba en la mejilla con la palma de su mano, el ruido seco resonando
en el patio. Una y otra y otra vez, hasta que su piel se tornó roja.

Y aun así no se detuvo.

—¡Señora Kim! —gritó Namjoon, adelantándose a agarrar el brazo de Jin


para que se detuviera.

Pero el chico lo mordió de pronto.

—¿Qué ocu–? ¡Oh, dios! —Taeyeon, en lugar de retroceder, botó el mantel


con el que estuvo limpiando sus manos y corrió a sostener a su hijo—.
¡Heechul! ¡HEECHUL! —Jin comenzó a revolverse, desesperado, y Jjangu
empezó a ladrar—. ¡Chicos, váyanse ahora!

—Pero...

—Jin, ¿qué está...? —Heechul apareció, y no tardó en comprender la escena


por lo que corrió a ayudar a su hermana.

—Podemos...

—¡Necesito que se marchen! —insistió Taeyeon, y Namjoon agarró la mano de


Wheein para tirar de ella, saliendo de esa casa.
Los ojos llorosos de SeokJin siguiéndolo en todo momento seguían pesando
en su interior.

Wheein sorbió por su nariz.

—No le gusto —murmuró la chica, desconsolada—, yo realmente creí que...

—¿Por qué dices eso? —preguntó Namjoon, sintiendo su estómago apretado—.


Tú eres bonita, inteligente y graciosa, Wheein.

—No lo soy —gimió la muchacha, volviendo a llorar—, y yo nunca le


gustaré. Viste cómo reaccionó, la forma en la que me trato. Debo darle
asco.

Namjoon quería decirle que no era así, que estaba exagerando, pero no se
sentía capaz de ello porque recordaba lo ocurrido, y sentía ganas de
vomitar.

No entendía nada, el por qué había reaccionado de esa forma, por qué
actuó de manera tan... tan desquiciada y enloquecida sólo por un beso.
Namjoon no estaba enojado, no estaba herido, porque sabía que lo que
sentía Wheein no era correspondido, que SeokJin gustaba de él, pero ese
actuar... le había desconcertado por completo.

¿Qué le había ocurrido?

—Él... ¿nunca te ha dicho sobre... sobre lo ocurrido cuando estuvo


desaparecido, Wheein? —preguntó en voz baja.

El llanto se detuvo un instante.


Wheein le miró, sus ojos brillando por las lágrimas.

—No —confesó, hipando—, yo le... le he preguntado a Jungkook, pero no ha


querido decirme. Dice que no es asunto suyo hablar sobre eso —le abrazó
con más fuerza—, pero me preocupa tanto. SeokJin es un chico tan dulce y
bueno, yo sólo... sólo quiero hacerlo feliz —su voz se quebró—, sólo
quiero hacerlo sentir amado.

Namjoon sintió su garganta apretada, como si fuera a llorar también, y


volvió a abrazar a Wheein para que siguiera llorando, buscando consolarle
a pesar de que él también tuviera el corazón roto.

Aunque no sabía exactamente el por qué.

...

—Mamá te ama, papá te ama, te amamos mucho... —murmuraba Taeyeon contra


el oído de SeokJin, meciéndolo como un bebé contra su cuerpo,
acariciándole el cabello.

SeokJin se aferró más contra ella, sin dejar de temblar, llorando en


silencio, y sintió un beso en su cabeza, dejando que papá le abrazara
también.

—Te amamos —dijo Jongwoon, su tono roto—, te amaremos por siempre a pesar
de todo.

SeokJin se sentía perdido, desorientado, confundido, enfermo. Apenas


recordaba algo de los últimos dos días, sólo que tío Heechul le tuvo que
inyectar un calmante (benditos fueran sus estudios de enfermería) dos
días atrás y el día anterior cuando despertó y comenzó a romper todo, y
luego todo era una mezcla entre sueños, fantasías y viejos recuerdos que
había sepultado porque dolían demasiado.
Dolían y no los entendía por completo. No sabía qué era real y qué era
falso.

Podía ver sangre cuando abría sus ojos, una sombra oscura cerniéndose
sobre él, y sentía miedo y pánico de lo que podía significar.

Se separó, lo suficiente como para deslizar su brazo sobre el cuerpo de


mamá, agarrando el cuadernito sobre el velador, y escribió con torpeza:

¿Muñequito se ha portado mal?

Sus padres pudieron sentir sus corazones rompiéndose al leer las palabras
de SeokJin, como parpadeaba tratando de orientarse.

—No —contestó Jongwoon—, te has portado muy bien. Tú siempre te portas


bien, SeokJin. Eres el mejor chico del universo.

—Nos llenas de orgullo —susurró Taeyeon, limpiando las lágrimas en el


rostro de su hijo con dulzura—, nos haces muy feliz, Jinnie.

SeokJin sonrió, pálido y demacrado, pero ellos sólo le sonrieron aunque


sus corazones estuvieran rotos por lo ocurrido, sin saber qué había
provocado que su hijo se hubiera descolocado repentinamente dos días
atrás.

Todo estuvo perfecto: Jin se la pasó con sus amigos, sin pelear ni con
algún momento incómodo, y cuando ya se estaban yendo, cuando Taeyeon
estaba limpiando los platos, de pronto escuchó el grito de ese chico
(¿Namjoon?), y salió para ver a su niño auto-lesionándose, como solía
hacer cuando perdía el control y el presente con el pasado, en su mente,
se mezclaba.

A veces solía tener esos ataques, pero duraban sólo unos minutos. Sin
embargo, este último...
Haberle tenido que inyectar un calmante dos días, porque despertaba tan
perdido que comenzaba a romper todo lo que veía, no era una buena señal.

Tae le iría a ver ese día junto con su psiquiatra, el doctor Kyungsoo, en
una visita para tratar de averiguar qué estaba ocurriendo con SeokJin.

Sus padres, lo único que querían, era que su ángel pudiera ser feliz
algún día.

...

Jimin acarició el cabello de Jungkook, algo distraído, y el chico levantó


la vista, arrugando los labios en una señal inconforme antes de mover sus
caderas.

El mayor mordió su labio inferior.

—No estás pendiente de mí —reprochó Jungkook apenas, su rostro sudoroso y


colorado.

Jimin sonrió con los labios temblorosos, tirando de Jungkook para darle
un beso profundo, sujetándolo ahora de los muslos, y se volvieron un
manojo de gemidos.

Media hora después, Jungkook salió del baño, limpiando su cabello con una
toalla, y observó la mirada perdida de Jimin.

—Oye, ¿qué pasa? —preguntó, arrugando su nariz por la inconformidad.


Jimin le miró.

—Nada, sólo estoy algo preocupado por los papeles que envié para la
universidad —mintió a medias, tomándole la mano a su novio—. Perdóname,
bebé.

Jungkook sacudió su cabeza, sonriendo para inclinarse a darle un beso,


pero Jimin le detuvo antes de que pasara a mayores.

—Mis papás deben estar por llegar —le dijo dulcemente, y Jungkook soltó
un quejido bajo—. En otro momento.

—Has estado muy raro —comentó Jungkook, levantándose para comenzar a


vestirse, y Jimin se quedó mirando su culo desnudo—, antes no habrías
dudado en meterme dedos —Jungkook lo miró por sobre el hombro, su
expresión perezosa—. ¿Ya no te gusto tanto?

Jimin parpadeó, sorprendido, y sintió la culpa carcomiendo en su estómago


por la forma descarada en la que le estaba mintiendo a Jungkook, el chico
que más quería, debido a su mejor amigo.

Si es que a Jin podía llamar mejor amigo.

Mordió el interior de su mejilla, conteniéndose de soltar la verdad.

—Hoy SeokJin no fue a clases y me llamó la atención —dijo Jimin.

Molestia brilló en los labios de Jungkook, y el menor empujó su lengua


contra su mejilla para luego respirar profundamente, sacudiendo su
cabeza.
—Tampoco ha respondido a mis mensajes —respondió Jungkook—, así que lo
iré a ver en un rato más —añadió, poniéndose la ropa interior.

Jimin observó a Jungkook.

No se lo merecía. El chico no se merecía que le estuviera mintiendo de


esa forma, ocultándole información importante que debía saber.

Sin embargo, Park Jimin era un cobarde, porque ahora no se veía capaz de
decírselo. No se veía capaz de decir que SeokJin y Namjoon eran novios.

Jungkook terminó de vestirse, mirándole una vez más.

—Te quiero —soltó Jimin, tomándole la mano a Jungkook.

El muchacho sonrió, feliz, olvidando sus celos, su repentino mal humor.

—Yo también te quiero, Jimin-ssi —bromeó, inclinándose a besarlo.

Jimin trató de no preocuparse, porque sabía que si lo hacía, sólo


llamaría la atención de Jungkook. Además, pronto iba a saber la verdad, y
él no tendría la culpa de nada.

Las cosas mejorarían, él confiaba en eso.

Media hora después, Jungkook estaba saliendo de la casa de Jimin para


dirigirse a la de Jin, algo preocupado porque el muchacho no había
contestado sus mensajes los últimos dos días, y cuando llamó a su mamá,
ella le dijo que SeokJin había salido con sus tíos.
No quería pensar cosas malas, no luego de haber pasado unos buenos días
con Jimin. Como su familia se quedó en su casa tanto en Navidad como en
Año Nuevo, decidió mantenerse fuera de allí porque sabía que la iba a
pasar muy mal y no quería rodearse de esa gente. Además, luego de
pensarlo demasiado, decidió que iba a buscar a su mamá.

Ya estaba bastante grande como para obedecer siempre a su papá, ¿no es


así? Padre que además no le quería demasiado, entonces, ¿por qué no
buscar a su verdadera mamá y saber cómo era? Jungkook realmente añoraba
una figura materna que nunca tuvo, ¿qué tan malo era ello?

Incluso SeokJin y Hoseok podían ayudarlo, por eso no quería pensar que su
decisión estaba mal. Sabía que su mejor amigo le apoyaría, Jinnie era
demasiado bueno y siempre esperaba lo mejor de todo el mundo a pesar
de... Aun cuando...

Jungkook no quería pensar en eso, porque sabía que rompería a llorar así
como ocurrió cuando tenía quince años y los padres de Jin hablaron con él
para contarle lo que pasó con SeokJin en todo ese tiempo que estuvo
desaparecido.

Por eso, cuando observó a la señora Kim abrir la puerta con una expresión
desdichada, supo que las cosas estaban mal.

—Tuvo una recaída —murmuró la mujer, haciéndole pasar—, ahora está con
Tae y Kyungsoo. Deberían salir en unos minutos, pero si estás apurado...

—No se preocupe, señora Kim —se apresuró a decir, sintiendo su estómago


apretado—, puedo esperar.

Se sintió, entonces, un pésimo amigo por no preocuparse más de Jin y


haberle dejado un poco de lado. ¿Qué clase de persona era? Estaba
teniendo pensamientos celosos hacia el chico, primero porque parecía
relacionarse mejor con el mundo, y luego porque Jimin lucía demasiado
preocupado por él.
Jungkook era un mal amigo.

Luego de varios minutos, los dos adultos salieron del cuarto de Jin con
miradas agotadas pero más satisfechas, y lo saludaron para irse a
conversar con los padres de su amigo. Jungkook lo aprovechó para entrar
al cuarto, observando la expresión de SeokJin iluminarse de pronto.

Sonrió, aunque se sintió preocupado al verlo pálido y con ojeras, pero


sólo se acercó, sentándose a su lado en la cama.

—¡Jungkookie! —SeokJin siempre se había caracterizado por ser un monstruo


de afecto, así que no le extrañó que le abrazara de golpe, sonriendo con
felicidad—. Te extrañaba mucho, conejito.

El chico le revolvió el cabello, algo mejor al verlo relativamente


estable, y le pellizcó la mejilla.

—Me preocupé que no hayas ido al colegio, Jinnie, e incluso Hoseok se


puso nervioso —le dijo cuando se alejó.

SeokJin hizo un gesto adorable.

—No quiero volver a clases —contestó con torpes señas, avergonzado—, el


colegio es muy malo.

Jungkook se forzó a mantener la sonrisa en su rostro, aunque la


preocupación comenzó a apretar en su estómago.

—¡Qué dices! —le respondió—. ¡Lo estás haciendo muy bien, Jinnie!

—Pero es que allí hay gente muy mala —insistió SeokJin, haciendo un
puchero.
Jungkook se sentía como un padre regañando a un niño, para luego pensar
que esa era, en ese instante, su posición. Cuando Jin solía tener un
retroceso, cuando perdía el control de sus emociones, parecía comportarse
como un niño de siete años al que uno debía regañar con dulzura y ternura
cuando se equivocaba.

A veces era agotador, pero a Jungkook no le importaba. No cuando SeokJin


había sido su primer amigo real.

—Pero Jinnie... —dijo con cuidado—, ¿y nuestro trabajo fotográfico con


Wheein? ¡Todavía no lo hemos entregado y vamos a hacer una exposición a
fin de mes! ¡Nuestro concepto estaba quedando muy bien!

SeokJin tomó la cámara fotográfica que tenía en el escritorio, sus ojos


algo sorprendidos, para luego asentir con ferocidad.

—¡Sí, tienes razón! —apoyó SeokJin, sonriendo unos instantes para luego
mirarle con expresión seria—. Jungkookie, debo contarte algo importante.

Jungkook ladeó la cabeza, diciéndole en silencio que siguiera hablando,


que él le iba a entender en lo que fuera a decir.

—Wheein me ha besado.

El muchacho parpadeó, observando a su mejor amigo, que lucía triste


repentinamente, y Jungkook adivinó por dónde estaba yendo aquello.

—No te gusta Wheein, aunque ella sea bonita y agradable —terminó de decir
él.
SeokJin sacudió la cabeza en una negativa torpe.

—La he rechazado de forma grosera —dijo Jin—, pero es que no me gusta. A


mí me gusta alguien más.

—¿Quién?

SeokJin lo observó unos instantes en silencio.

—No te lo puedo decir.

Jungkook frunció el ceño, algo confundido.

—Es uno de los pacientes de Tae —se apresuró a decir Jin, buscando
desviar la atención—, a veces lo veo cuando tengo mis citas con él.

El chico parecía dispuesto a decir algo más, pero en ese instante, la


mamá de Jin entró con una expresión dulce.

—Es la hora de la cena —dijo ella—, ¿te quedas a comer, Jungkook?

Se sintió tentado de rechazarlo porque le estaban esperando con la cena


en su casa, pero SeokJin le agarró la mano, observándole con una clara
mirada de por favor, quédate.

Jungkook sonrió.

—Claro, no hay problema.


SeokJin saltó de la cama, sonriendo por la felicidad, y le abrazó
mientras le daba besos en la mejilla, haciéndolo reír.

—¡Eres el mejor amigo del mundo! —le dijo Jin, para luego mirarle con una
sonrisa tímida—. Nunca nos vamos a enojar con el otro, ¿cierto,
Jungkookie?

Jungkook le tendió el dedo meñique.

—Nunca, Jinnie, es una promesa.

SeokJin enredó su dedo en una promesa, sonriendo porque él creía que las
promesas nunca iban a romperse.

...

Yoongi observó la ventana con ojos helados, pero la mueca en su labio


demostraba que estaba furioso.

Namjoon le sonrió, tratando de aplacar su ira, pero el más bajo pareció


enfurecerse peor con ese gesto inocente de su mejor amigo.

—Tienes que estar bromeando —gruñó Yoongi.

—Sólo tienes que ayudarme a subir...

—¡No tengo fuerzas ni para levantarme por las mañanas y quieres que te
ayude! —dijo en un susurro enojado Yoongi.
Namjoon borró su sonrisa, poniendo una expresión amenazante en su rostro.

—Te di una de mis letras para que conquistaras a Hoseok, así que ahora, o
me ayudas, o le diré a ese chico que tú no escribiste nada —amenazó.

Yoongi soltó un chasquido, cruzándose de brazos, pero no dijo nada y


Namjoon lo tomó con que aceptaba lo que harían a continuación.

Así que, agarrando unas piedras pequeñas, las lanzó contra la ventana. No
pasó nada inmediatamente, así que lo intentó otra vez, y la luz del
cuarto se encendió, seguido de unos ladridos. Pasaron unos segundos hasta
que la ventana se abrió y el rostro sorprendido de SeokJin apareció.

El chico les miró, atónito, pero Namjoon le sonrió.

—Voy a entrar —le dijo con lentitud, para que así leyera sus labios.

SeokJin pareció preguntarles con la mirada cómo lo haría, pero Namjoon


hizo un gesto, quitándole importancia, y con ayuda de Yoongi, que apenas
podía con el peso del mayor, lo subió a sus hombros.

—Voy a matarte, voy a matarte, voy a matarte... —murmuraba Yoongi, a


punto de llorar por el dolor. Afortunadamente, estaba pegado a la pared
así que aquello era soportable hasta cierto punto.

Namjoon pensó que sería más fácil, pero SeokJin tuvo que tirarlo de la
sudadera para que terminara de entrar, y rogó para que nadie más en la
casa se despertara con todo el ruido.

Se puso de pie, observando a Jjangu olisquear su pierna.


—Namjoon, ¿qué haces...?

SeokJin no pudo decir nada más porque Namjoon le besó en ese momento,
sintiendo un bálsamo en su corazón cuando sus labios conectaron con los
del menor. A pesar de todo lo ocurrido, a pesar de verlo con Wheein, no
le importaba nada en ese instante porque él sabía, en el fondo, que Kim
SeokJin era su novio y le quería demasiado como para permitir que ese
tonto beso arruinara su relación con él.

SeokJin respondió el beso, sorprendido y jadeante, sus piernas temblando


por el agarra de Namjoon en su cintura, y retrocedió unos pasos en los
que Namjoon sólo le seguía besando.

No se separaron hasta que Namjoon sintió algo incómodo en su pierna, y al


bajar la vista se encontró con Jjangu , que estaba mordiendo su pantalón,
gruñendo para que se alejara de su dueño.

Se rió en voz baja, observando a Jin, que le miró con ojos brillantes.

—Lo siento —dijo SeokJin, a punto de romper a llorar—, por lo del otro
día, yo no...

—Shhhh... —chistó Namjoon, chocando suavemente su frente con la del


menor—, shhh... No importa, SeokJinnie...

Lo volvió a besar, pareciendo que SeokJin entendió su mensaje, y se


quedaron así varios segundos, sólo compartiendo besos torpes, risas
bajas, el calor de sus cuerpos siendo suficiente para estar con el otro.

Se acostaron sobre la cama del chico, Namjoon olvidando por completo que
Yoongi estaba congelándose el culo afuera, y volvieron a besarse.
—Te he extrañado mucho —le dijo Namjoon con cuidado, pues esos últimos
días estuvo aprendiendo lenguaje de señas, y se sintió mejor cuando el
rostro de Jin brillaba por la felicidad—, ¿volverás al colegio?

—Sí, la próxima semana regresaré —le dijo SeokJin—, he estado algo...


ocupado...

Namjoon observó la evidente vacilación, pero decidió no decir nada porque


no quería presionarlo. Si bien se moría de curiosidad por saber qué había
pasado, tampoco deseaba insistir con ese tema porque, en el fondo, no
sabía si sería capaz de manejarlo.

Había algo, en esa terrible verdad, que no quería saber.

—Yo también te he extrañado —añadió Jin, su expresión volviéndose tímida—


. Lamento lo de Wheein, Namjoon. Si lo hubiera sabido...

—¿Te gusta ella? —preguntó Namjoon sin lucir enfurecido o enojado, sólo
tranquilo, porque necesitaba escuchar su respuesta.

—No, no —se apresuró a responder el chico—, a mí me gustas sólo tú.

Namjoon le acarició el cabello, besándole la mejilla, viendo la sonrisa


dulce en su rostro.

Se sentía, en ese instante, flotando en una nube porque SeokJin era


demasiado bonito y adorable, y cuando estaba con él, todos los problemas
parecían desaparecer: la mirada desamparada de Wheein, la mirada de
reprobación de sus padres por haber terminado con Soyeon, y los
constantes mensajes de la chica, todo eso, se esfumaba de su mente cuando
Jin se acurrucaba a su lado, observándole como si fuera un superhéroe.
Namjoon se sentía como un superhéroe gracias a SeokJin, y eso, en el
fondo, le encantaba.

Permanecieron varios minutos más dándose besos, acariciándose entre


sonrisas torpes, hasta que una piedra cayó al suelo, y Namjoon recordó a
su mejor amigo.

Se asomó, viéndolo fastidiado.

—¡Tengo frío! —masculló Yoongi entre dientes.

Namjoon se vio tentado de cerrar la ventana, pero ya era tarde, y decidió


que lo mejor sería marcharse.

Abrazó a SeokJin una vez más, dándole otro beso.

—Debo irme —le dijo, viendo su rostro triste—, pero vendré a verte mañana
si quieres.

—Te abriré la puerta de la cocina para que salgas —se apresuró a


responder SeokJin.

Namjoon no podía despegarse de sus labios, pero se vio obligado a hacerlo


cuando el chico se alejó, saliendo de su cuarto, observando que no
anduviera nadie en el pasillo. El mayor le siguió, tratando de no meter
ruido, y pronto llegaron a la cocina, donde el menor abrió la puerta para
que saliera.

—Te quiero —dijo Namjoon, dándole un beso más.

—Yo también te quiero —respondió Jin, sin dejar de sonreír.


Namjoon se despidió, sintiéndose ahora mucho mejor porque había visto a
su novio (su novioooooo), y caminó hacia donde estaba Yoongi, que estaba
abrazándose por el frío de invierno.

Comenzaron a caminar, sin decir nada durante unos segundos.

—Esta ha sido la estupidez más grande que hemos hecho en mucho tiempo —
dijo Yoongi.

El más alto soltó un resoplido.

—No, ha sido cuando te confesaste con Hoseok rapeándole —respondió


Namjoon—. Hubieras visto su cara.

—Eso dio resultado —replicó Yoongi, algo indignado—. De verdad, lanzar


piedras...

La voz de Yoongi se interrumpió repentinamente, y Namjoon no lo habría


considerado importante, no a menos que hubiera seguido caminando.

Pero Yoongi se detuvo, su expresión tornándose atónita, por lo que sólo


lo miró.

—¿Qué pasa? —preguntó Namjoon.

—Cómo... —la voz de Yoongi demostraba lo confundido que estaba en ese


instante—. SeokJin es... sordomudo.

—Sí —respondió Namjoon.


Yoongi tragó saliva, mirando hacia atrás, hacia la casa de SeokJin.

—Y tú lanzaste piedras para que abriera las ventanas —Yoongi volvió a


observarle, pasmado, y Namjoon reparó en lo que quería decir—. ¿Cómo las
escuchó?

Namjoon sólo pudo devolverle la mirada, boquiabierto, sin encontrar una


respuesta a lo que preguntó.

...

Shin siempre se había caracterizado por ser un hombre que solía mantener
la calma cuando la situación lo ameritaba, aunque siempre podían existir
situaciones en dónde perdía el control fácilmente, en especial cuando se
trataba de un juguete desordenado.

Ocurría siempre los primeros días: los juguetes no se adaptaban, no


entendían, no comprendían, y eso provocaba que se portaran muy mal. Pero
no era nada que unos buenos golpes, unos buenos castigos, no pudieran
solucionar. Era sólo cosa de entrenamiento, de perfeccionamiento: con el
pasar de los días, los juguetes se volvían más maleables, más sumisos, y
todo se simplificaba con facilidad.

Observó la hora con calma, levantando la vista cuando sintió una conocida
presencia delante de él.

—¿Quién es usted? —preguntó Yongjun, mirándole con el ceño fruncido.

Shin ladeó la cabeza.


—Jeong Yongjun, ¿no es así? —preguntó, su voz dulce y suave.

El hombre le miró con cautela.

—¿Es mi nuevo abogado? —preguntó Yongjun—. Porque si es así...

Shin soltó una risa baja, divertido, y Yongjun se quedó en silencio.

—La noche del tres de noviembre de 2006, su hogar fue allanado por la
policía —dijo Shin con calma—, y encontraron a un menor de edad en
posesión suya —la expresión de Yongjun se mantuvo de piedra, y Shin sacó
una fotografía vieja, tendiéndosela—. ¿Era este el juguete en su
posesión, señor Jeong?

Yongjun observó la foto, su rostro iluminándose al ver al niño retratado


en ella: parecía tener seis años, sentado en una cama, apoyándose en las
almohadas, con un precioso vestido de estilo victoriano cubriéndolo, de
color rosado y con flecos púrpuras. Sobre sus cabellos había un sombrero
púrpura también, con una rosa en el centro, y su mirada vacía estaba
posada directa en el lente de la cámara.

—Muñequito —corroboró Yongjun, levantando la vista, parpadeando—. ¿Usted


acaso...?

—¿Fue un buen muñequito? —preguntó Shin, su voz amable, persuasiva—. ¿Era


el muñeco perfecto, Yongjun?

Un instante de silencio.

—Valió cada maldito peso que gasté en él —la mirada afiebrada en los ojos
de Yongjun demostraban que decía la verdad, una sonrisa morbosa pintando
sus labios—. No gritaba aun cuando podía hacerlo, y cada palabra que le
decía la ignoraba. De vez en cuando sus ojos se movían por el cuarto, o
hacía muecas por el dolor, pero era inevitable, supongo —humedeció sus
labios, complacido.
Shin hizo una mueca al notar la erección en los pantalones del hombre,
pero no dijo nada sobre ello.

—Era muy bonito —prosiguió Yongjun—, toda las prendas que le compraba le
quedaban bien, e incluso el cabello largo combinaba con su rostro. Y se
sabía sus horarios con claridad, así como me lo dijeron cuando lo compré
—el hombre pareció volver a la realidad de pronto, observando a Shin,
parpadeando—. ¿Usted...?

—Gracias por sus palabras, Yongjun —Shin se puso de pie, guardando la


fotografía—, siga disfrutando su condena.

—¡No, bastardo! —gritó Yongjun, poniéndose de pie, las esposas en sus


muñecas resonando—. ¡Tú también tienes que pagar! ¡Tú lo entrenaste, hijo
de puta!

Shin ignoró sus acusaciones, saliendo del cuarto donde tuvo aquella
plática, y miró a los dos guardias, sacando un fajo de billetes para
entregárselos.

—La cámara estaba apagada, ¿cierto? —preguntó, su voz dura.

Los dos policías tragaron saliva.

—¡Quién te crees, imbécil, tienes que pagar! —seguía gritando Yongjun.

—Sí, señor Shin —respondieron los dos guardias.

Shin no dijo nada más, volviendo a caminar, y salió al pasillo, donde


todo el mundo le ignoró por completo.
Minutos después, salió del centro penitenciario, observando el cielo para
luego bajar su vista hacia la fotografía que tenía guardada en su
bolsillo.

Su dedo acarició el rostro de Muñequito.

—Pronto, pronto... —murmuró—, pronto te encontraré, SeokJin.


CAPITULO DIECIOCHO
―¿Pa' dóne vamos?

SeokJin chupó con más fuerza el caramelo que le había dado ese señor,
observándolo, sus pies balanceándose porque no podía tocar el suelo. Ese
caballero le había ofrecido ese dulce si lo acompañaba a la esquina, y
luego lo subió al carro, y Jin no protestó porque pensaba que irían a dar
una vuelta para luego regresar con papá.

Ya quería volver con él.

―Eres muy bonito ―le dijo el hombre en cambio, sonriéndole.

Asintió, porque su mamá siempre se lo decía.

―Quelo volveh ―respondió en cambio, arrugando el ceño.

El señor le hizo un gesto al conductor, que levantó el vidrio que


separaba la cabina, y entonces lo agarró de las axilas, levantándolo,
sentándolo en su regazo.

―Iremos a un nuevo hogar, precioso ―le dijo ese señor, y SeokJin lo miró,
sorprendido―, allá serás muy feliz si te portas bien, y no vas a tener
que hacer mucho. Tienes carita de muñequito, ¿te gustaría ser eso?

―¡No! ― Jin comenzó a removerse, queriendo que le soltara, pero el agarre


de ese horrible hombre era muy fuerte―. ¡No! ¡Quelo a papá! ¡A mamá! ¡No!
Ese hombre lo golpeó en el rostro.

Comenzó a llorar a gritos por la situación.

―Dios, siempre se ponen así ―gruñó ese monstruo, y cubrió la nariz de Jin
con un pañuelo que olía horrible, por el que apenas podía respirar.

Lo último que vio fueron los ojos enfurecidos de ese señor.

Luego, despertó en medio de la oscuridad, incapaz de ver nada, y volvió a


llorar porque no sabía dónde estaba, porque extrañaba a mamá y papá, y
quería estar con ellos otra vez.

Se puso de pie pero cayó al suelo de golpe, algo duro apretado alrededor
de sus tobillos, y no podía dejar de llorar.

No supo cuánto tiempo estuvo de esa forma, sentado en la oscuridad,


llorando sin consuelo alguno, hasta que alguien abrió una puerta.

―¿Te has calmado, Muñequito?

Hipó, sin saber qué decir, y de pronto ese mismo hombre que lo alejó de
su papá y lo golpeó, entró.
SeokJin quiso retroceder por el miedo, sin embargo, cuando su espalda
chocó contra la pared, volvió a llorar.

―Ah, deja de comportarte así ―murmuró ese monstruo con voz suave―, tú no
quieres que te golpeé una vez más, ¿cierto? ―SeokJin volvió a hipar―. Yo
no quiero arruinar tu bonito rostro, Muñequito.

―Que-quelo a papi ―sollozó―, a ma-mami...

―¿Papá? ¿Mamá? ―la voz de ese hombre era grave, dura―. Tú no tienes eso,
Muñequito ―sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas―. Tú eres un Muñeco
de Porcelana, ¿lo has entendido? Y los muñecos no hablan y no escuchan
―soltó un sollozo cuando el desconocido lo agarró del cuello, apretando
con suavidad―. Mañana comenzaremos con tu entrenamiento.

SeokJin no entendía nada. SeokJin sólo quería despertar de ese horrible


sueño en el que estaba.

Taeyeon acarició el cabello de SeokJin, tarareando en voz baja, y su hijo


se acurrucó más a su lado, medio dormido.

—Te di mi mundo porque eres mi todo —cantó con voz dulce, observando la
sonrisa de placer del chico—, te di mi invierno y verano, también. En
esas frías y cálidas estaciones, ¿te vas a quedar conmigo realmente? ¿Lo
harás?

SeokJin besó la mejilla de su mamá, sin poder dejar de sonreír, para


luego mirar hacia la puerta cuando fue abierta y Tae apareció.

—Vamos, SeokJin, es tu turno —le dijo Tae, y el chico se puso de pie,


entrando a la oficina del psicólogo, yendo a sentarse directamente al puf
pera que era su favorito—. Bueno, ¿cómo has estado?
El menor, en lugar de contestar con gestos, sacó su libretita y lápiz,
comenzando a escribir algo. Tae enarcó una ceja, curioso por ello, pues
SeokJin solía escribir sólo cuando se sentía muy confundido con sus
sentimientos, pues con gestos le costaba expresarse bien.

Tomó la libretita, palideciendo al ver el mensaje.

Estoy recordando cosas.

Su primera reacción era llamar al policía a cargo del caso, Cho Kyuhyun,
pero sabía que debía proceder con cuidado. Sabía que no debía llamar la
atención de Jin porque podría bloquearse otra vez.

—¿Qué cosas? —preguntó, sentándose frente a él.

SeokJin se balanceó en su lugar, recibiendo la libretita, y Tae sintió


que estaba frente a un niño pequeño.

Tal vez, en ese instante, Jin era sólo un niño que necesitaba ayuda.

Recuerdo a Perrito. Perrito era mi mejor amigo. Perrito hablaba mucho, no


ladraba, no importaba cuánto se esforzaran por entrenarlo. Era un mal
Perrito, pero aun así, yo lo quería mucho. Le dije muchas veces que fuera
bueno, pero no me hacía caso.

Tae sintió su estómago apretado. Perrito. Park Heejun, el primer niño


encontrado muerto, destrozado, y que inició todo el caso. Taehyung tuvo
que leer todos los informes para comenzar a atender a SeokJin, y
recordaba haber vomitado debido al asco y repugnancia que sintió cuando
leyó las condiciones en las que encontraron a Heejun.
El menor le quitó la libreta, pero Tae no dijo nada, observándolo anotar
con furia.

Si hubiera sido bueno, se habría quedado conmigo, pero cuando lo vi ya no


respiraba. Su piel era roja. Yo me esforcé en ser un buen Muñequito para
no acabar como Perrito, y el señor Shin me premiaba si era bueno. Él fue
muy bueno conmigo.

El psicólogo parpadeó, observando dos palabras en específico, sabiendo


que luego debería llamar a Kyuhyun porque SeokJin estaba comenzando a
hablar luego de tanto tiempo.

Cuando lo encontraron para después interrogarlo, el chico siempre se


mantuvo en silencio. Era difícil extraerle información, en primer lugar
porque no hablaba ni escuchaba, y en segundo lugar, porque no podía
escribir ni comunicarse bien con nadie. Y cuando comenzó a aprender,
cuando era capaz de explicarse, bloqueó todos los malos recuerdos que
tenía. Bloqueó gran parte de su memoria.

Por supuesto, los últimos recuerdos estaban allí: apuntó a Jeong Yongjun
como la persona que le tuvo en su casa los últimos dos años, como su
Dueño, y gracias a ello lograron condenarlo. Pero Kyuhyun había sido
claro: Yongjun era sólo la punta del iceberg de todo ese caso, sólo un
desgraciado que pagó para comprar a SeokJin, y los verdaderos
responsables seguían desaparecidos.

Señor Shin. No era casi nada, pero algo era algo.

—¿Bueno en qué sentido, SeokJin? —preguntó Tae con cuidado.

Si yo cometía un error, sólo me abofeteaba, escribió SeokJin, y siempre


dijo que yo era especial. Los otros Muñequitos eran malos, tan malos, que
les cortaban las cuerdas vocales para que no hablaran. Les rompían los
tímpanos para que no escucharan. Algunos estaban ciegos como castigo.
Pero yo no. Yo era especial y perfecto. El Muñequito perfecto.
Tae sentía que vomitaría en cualquier momento, lo cual era bastante serio
porque había sido preparado para contener las náuseas en muchos de esos
casos.

Pero ver a SeokJin escribir eso con tanta tranquilidad, como si hablara
del clima, hacía que su estómago se revolviera. Más que eso: SeokJin
hablaba casi como si estuviera presumiendo haber sido un Muñeco perfecto,
como se había llamado.

—¿Te acuerdas de cómo era el Señor Shin? —preguntó.

SeokJin se detuvo un instante, pensativo.

Era muy guapo. Tenía el cabello negro y ojos oscuros, y era alto. Muy
alto. Al Señor Shin le gustaba cuando yo era bueno y me quedaba callado
cuando me entrenaba, aunque a veces dolía mucho. A veces no podía
sentarme después sin llorar. Pero si lloraba en silencio, entonces no
importaba.

Tae sentía su almuerzo en su garganta, sin embargo, se obligó a


mantenerse tranquilo, a mantener su rostro con una sonrisa comprensiva
cuando en realidad quería romper a llorar también.

—¿Crees poder dibujarlo, SeokJin? —continuó Tae.

El muchacho asintió.

Una hora después, Kim Taehyung estaba llamando a Kyuhyun para luego
conversar con Taeyeon y explicarle lo que acababa de ocurrir.

Namjoon le sonrió a Wheein, que lucía algo preocupada y nerviosa mientras


caminaban por el pasillo del colegio hacia su salón de clases.
—¿Crees que Jin siga enojado? —preguntó en voz baja la chica—. Le voy a
pedir disculpas por el beso.

Su hermano mayor mantuvo la sonrisa relajada en su rostro.

—Por supuesto que no, no creo que SeokJin sea rencoroso —contestó, pero
notó que Wheein no se calmó con sus palabras.

La menor se despidió de él, entrando a su salón, y Namjoon lo aprovechó


para asomarse, notando con alivio que SeokJin estaba ya adentro. Aunque
el alivio duró poco al recordar las palabras de Yoongi la semana pasada,
la incógnita que dejó luego de ir a ver al menor.

SeokJin había oído el ruido de una piedra golpeando el vidrio, ¿no?


Porque si hubiera sido de otra forma, ¿cómo habría abierto la ventana?

Como si estuviera sintiendo su mirada, Jin levantó la vista, chocando con


sus ojos, y Namjoon le hizo un gesto breve para que se juntaran fuera. Su
novio se puso de pie, diciéndoles a sus amigos que iría al baño, saliendo
precipitadamente del salón porque tenía muchas ganas de ver a Namjoon.

El mayor cerró el baño con llave, abrazando a SeokJin antes de darle un


breve beso, viendo su rostro iluminarse.

—Te extrañé —le dijo Jin al alejarse, sus manos moviéndose con rapidez.

Namjoon le dio otro beso, sabiendo que debía ser rápido porque el timbre
tocaría en unos minutos, y necesitaba salir de esa duda. Estuvo todos
esos días carcomiéndose la cabeza, tratando de pensar en cómo preguntarle
lo ocurrido sin lucir entrometido.
Le pidió el cuadernito a Jin, sin confiar demasiado en su capacidad de
hacer las señas correctas.

Jin, cuando fui a verte, ¿cómo supiste que debías abrir la ventana?

¿Escuchaste el ruido de la piedra golpeando el vidrio?

SeokJin leyó el mensaje, parpadeando por la pregunta para luego mirar a


Namjoon. Sus cejas se fruncieron en confusión, poniendo brevemente una
expresión de pánico que trató de disimular.

No. No, ¿de qué hablas? Fue Jjangu. Él llamó mi atención.

Jjangu estaba a mi lado y se puso de pie, mirando a la ventana. Pensé que


podía haber un gato en el patio, algo así, pero no escuché nada.

Yo no puedo escuchar.

Los labios de SeokJin temblaron.

¿Vas a terminar conmigo?

Namjoon se apresuró a responder:

—¡No, no! —dijo, para luego repetir con señas—. No, Jin, no haré eso.
Tranquilo, sólo era una duda.

SeokJin no parecía demasiado convencido, sin embargo, en ese momento el


timbre tocó y Namjoon sabía que debía ir a su salón de clases.
Le dio otro beso.

—Nos vemos más tarde —le dijo—. ¿Nos juntamos luego de clases?

Jin asintió con energía, saliendo del baño y corriendo para ir a clases.

Namjoon pensó en su respuesta. Jjangu. Su perrito siendo el motivo por el


que abrió la ventana. Podía ser, por supuesto, pero...

¿Por qué sentía que Jin le estaba mintiendo? ¿Por qué sentía que había
cosas que no le estaba diciendo?

Suspiró, saliendo del baño y dando unos pasos, sin embargo, fue detenido
cuando alguien agarró su brazo.

Observó el rostro de Soyeon.

—Noona —le dijo con voz educada—, ¿ocurre algo?

Soyeon hizo una mueca ante su pregunta, sus dedos aferrándose a la tira
de su mochila.

—Namjoonie —contestó—, ¿podemos hablar sobre nosotros? Ya ha pasado un


tiempo y...

—Soyeon —respondió Namjoon, alejándose para mantener las distancias—, no


hay nada que conversar, lo sabes bien. Tú y yo hemos terminado y...
—No, no lo hemos hecho —corrigió Soyeon, tratando de alcanzarlo—, sólo
nos hemos dado un tiempo, pero ya va siendo momento de que volvamos, los
dos vamos a estudiar juntos para ser médicos así que...

—Soyeon, no —el más alto la miró de forma severa—. Eres una chica
increíble, pero no me gustas de esa forma. Además, lo he estado pensando
bien y... —hizo una pausa—, es muy probable que no estudie Medicina.

La muchacha se quedó quieta debido a sus palabras, atónita y sorprendida,


su expresión llenándose de horror al comprender lo que dijo.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó, su tono temblando—. Oppa, ¿estás


bromeando?

Namjoon humedeció sus labios pero no contestó, girándose y marchándose


del pasillo, dejando a la pobre chica balbuceando palabras sin sentido.

Pero a él no le importaba. Namjoon tenía mejores cosas de las que


preocuparse en ese instante.

Yoongi frunció el ceño, sacudiendo la cabeza, pero Hoseok lo ignoró.

—Hobi, debías leerte el libro —le dijo, suspirando.

—No, no me gustó nada, ¡no tengo por qué leerlo! —contestó Hoseok,
enfurecido.

—Era para una prueba, además, una de las preguntas era qué te llamó más
la atención del libro, podrías haberle mentido —replicó Yoongi.
—¡No, ella no pidió que mintiéramos, ella dijo que pusiéramos algo que
nos gustó, y si no me gustó nada, no tengo por qué inventar! —Hoseok
cubrió sus oídos con sus manos, sin querer oír más las réplicas de
Yoongi.

Jungkook los observó para luego rodar los ojos, sonriendo cuando Jimin se
sentó a su lado, pasando un brazo por sus hombros para atraerlo contra
él. SeokJin levantó la mirada de su tarea, sonriéndole a Jimin, que le
miró con algo de insistencia.

Pero SeokJin ignoró aquello, por supuesto.

—Aquí estás —llegó Namjoon hablando, observando a Yoongi—. Te he estado


buscando por todo el colegio.

Yoongi resopló.

—Hoseok no entiende por qué ha tenido que dar el examen —le dijo a
Namjoon—. Como el libro no le ha gustado, no lo quiso leer, así que no
quiso darlo. Pero la profesora no aceptó sus excusas y le ha calificado
con el mínimo. Tampoco entiende su nota, porque él no lo rindió, entonces
según él, no tuvo que darle esa calificación.

Hoseok tiró la prueba al suelo, rabiando.

—Era un libro aburrido, ¡yo no leo libros aburridos! —dijo, levantando la


voz sin darse cuenta—. La profesora no tuvo que mandar a leer eso, ¡la
profesora es una tonta!

—¡Hoseok! —regañó Yoongi.

—Su aliento apesta, es fea y su cabello parece paja —prosiguió Hoseok,


ignorando a Yoongi—. Ella...
SeokJin puso una mano sobre la pierna de Hoseok y el chico dejó de
hablar, observando los dedos de su amigo. El de cabello castaño le sonrió
al de pelo anaranjado, sus ojos dulces y tranquilos, y Hoseok soltó un
chasquido, cruzándose de brazos.

La escena parecía tener una íntima conexión que llamó la atención de


todos.

Jungkook sintió una punzada de celos, pero se obligó a controlarlo,


abrazando con más fuerza a Jimin.

—Hoba... —volvió a decir Yoongi—, la próxima vez, si no te gusta el


libro, deberías decírmelo —su voz se tornó cariñosa—. Yo puedo leerlo y
te lo explico.

Hoseok frunció el ceño.

—¿Por qué lo tendrías que leer tú?

Yoongi sonrió.

—Para ayudarte —el chico parecía dispuesto a replicar, pero Yoongi


continuó—. Anda, Seokie, ¿qué tal si me das un beso?

—No, tu aliento apesta, no te has lavado los dientes...

El grupo suspiró con alivio al ver que Hoseok se tranquilizó de alguna


manera.
SeokJin se volteó hacia su tarea, emocionándose cuando Namjoon se sentó a
su lado, y le escribió en el cuadernito.

Hyung, ¿me ayuda con la tarea? Es de matemáticas y no la entiendo muy


bien.

Namjoon le devolvió la sonrisa, asintiendo para luego acercarse más.

—Deberíamos salir en una cita —dijo Jungkook de pronto—, una cita doble,
Jimin y yo, y Hobi y Yoongi.

Jimin vio su oportunidad en ese instante.

—¿Por qué no una cita triple?

Jungkook arrugó el ceño.

Yoongi decidió apoyar al chico, entendiendo a dónde iba aquello.

—Oh, eso suena interesante —comentó con voz tranquila—. Hoba y yo, Jimin
y tú, y Jin y Namjoon.

Como si pudiera adivinar que estaban hablando de él, SeokJin levantó la


vista, sus ojos inocentes posados en Jungkook. Namjoon parpadeó.

Jungkook parecía desconcertado.

—Pero Namjoon no es gay —dijo, atónito.


—Oh, vamos, no debe ser gay para que salga en una cita con Jin, ¿no es
así? —dijo Jimin, queriendo lucir relajado mientras sonreía.

—¿De qué hablan? —preguntó SeokJin.

—Y a Jin no le gusta Namjoon —continuó Jungkook—. Eso es...

—Pueden salir como amigos —contestó Yoongi.

Hoseok abrió su boca.

—¿A Jin no le gusta Namjoon? —preguntó, sin entender nada—. Pero...

—Oye, Hobi, ¿no tienes un libro que leer? —le interrumpió Yoongi.

Hoseok comenzó a golpear el suelo con su pie, rabiando una vez más.

—¡Eres lo peor! ¡Eres lo peor! ¡Eres lo peor! —repitió, y Yoongi le tomó


la mano para llevarlo a otra parte y calmarlo—. ¡Apestoso, apestoso,
apestoso...!

SeokJin era el único que parecía desconcertado, sin saber qué estaba
pasando, y Namjoon decidió intervenir.

—La verdad es que podríamos salir de a tres —comentó con ligereza—,


SeokJin me cae bien y no iríamos en plan romántico.
Jungkook seguía algo pasmado, para luego mirar a SeokJin.

—Oye, ¿quieres ir a una cita? —le preguntó, viendo como ponía una
expresión de interrogación—. Namjoon y tú, Jimin y yo, y Yoongi y Hobi.

SeokJin observó a Namjoon para luego dirigir su vista hacia Jimin, y


finalmente a Jungkook.

Frunció el ceño.

—¿No te incomoda? —le preguntó.

Jungkook abrió la boca un instante, pero al momento de responder a


SeokJin, lo hizo sólo con gestos, sin hablar.

—Namjoon está soltero y si no tiene problema alguno, entonces no le veo


lo malo. Además, él y mi hermana han terminado, y ha dicho que esto no
sería algo romántico.

SeokJin hizo una pequeña pausa, pensativa.

—Está bien, ¡suena genial! — SeokJin sonrió, contento—. ¡Me gusta que
seamos todos amigos!

Jungkook le devolvió la sonrisa, aunque se sentía algo extraño e incómodo


por lo ocurrido. Si bien a él no le molestaba mucho que Soyeon y Namjoon
hubieran terminado, tampoco se sentía demasiado bien ver al chico
saliendo con su mejor amigo.

En especial porque Namjoon siempre se había visto como un chico correcto,


entonces, si también le gustaban los hombres, ¿por qué...?
¿Por qué nunca hizo nada para evitar que lo agredieran?

Se recordaba el año pasado, cuando estaba solo en el colegio, sin amigos


ni compañía alguna, y Namjoon salía con su hermana. La forma en la que
varios de sus compañeros se burlaban de él, lo empujaban y llegaban a
golpear. Pero Namjoon nunca hizo nada para evitarlo.

Por otro lado, Soyeon afirmaba que ella volvería con él, ¿no era
traicionero de su parte permitir eso?

—Hyung —dijo Jungkook, llamando la atención de Namjoon, y el mayor lo


miró. Jungkook bajó la vista, algo intimidado—. Um, tú y mi hermana...
Mmm... ¿Van a volver más adelante o no? Ella ha dicho que esto es sólo un
tiempo.

Namjoon observó a Jungkook, que no era capaz de mirarlo, y pensó en lo


tímido y torpe que parecía siempre. Él sabía, por lo poco que le había
contado Soyeon, que la pasaba muy difícil en su casa y que era muy torpe
al momento de relacionarse con otras personas.

—No, Jungkook —le dijo con seriedad—, a tu hermana la aprecio mucho, de


verdad, pero creo que no es la persona indicada para mí. Ella se merece a
un chico que la quiera por completo, y yo no soy ese chico.

Jungkook asintió, tomándole la mano a Jimin, que sólo le dio un apretón.

—Deberíamos ir al parque de diversiones —dijo para hablar de otra cosa—.


A ti te gustan mucho esos juegos de altura, ¿no, Kookie?

Jungkook sonrió.
—¡Son geniales! —Hoseok y Yoongi llegaron, ambos con los labios
hinchados, pero nadie dijo nada—. ¿Qué opinas tú, Hobi? ¿Te gustan los
juegos de altura?

Hoseok frunció el ceño.

—No, son horribles, hacen que todo mi estómago dé vueltas y quiera


vomitar —se apresuró a decir.

—Nos subiremos a otros que no sean tan malos —sugirió Yoongi—, y te


compraré un peluche, ¿sí, Hoba?

—Uno de dinosaurio —cedió Hoseok.

—¿Qué tal este sábado? —preguntó Jungkook, animándose porque nunca había
tenido una salida tan grandes con amigos, y se sintió bien estar siendo
incluido en eso—. ¡Podríamos ir en la mañana y nos quedamos todo el día!

—¡Suena genial! —apoyó SeokJin, casi rebotando en su asiento—. ¡Ya quiero


ir!

Jin estaba demasiado feliz, porque ese podía ser el primer paso para
preparar terreno y decirle a Jungkook. Si veía que Namjoon y él hacían
linda pareja, ¡tal vez hasta les apoyaría sin problema alguno!

Confiaba demasiado en eso, ¿qué podía resultar mal?

Jungkook se despidió de Jimin, sonriendo cuando lo besó en los labios, el


más bajito gruñendo en señal de protesta al sentir la mano de su novio en
su culo, dándole un apretón.
—No hagas eso —le dijo Jimin con la voz ronca—, me estás provocando.

Jungkook se rió, dándole otro beso antes de separarse.

—Nos vemos mañana, Mochi —se despidió caminando hacia su casa.

Jimin le sonrió, despidiéndose también para marcharse, y Jungkook entró a


su hogar. Papá debía estar trabajando en tanto mamá había salido con unas
amigas, así que por el momento estaba solo junto a Soyeon. Al ver sus
zapatos en la entrada supo que ya había llegado, pero con toda
probabilidad debía estar encerrada en su pieza, estudiando.

Debido a ello, casi suelta un grito de susto al verla en su cuarto.

—¡Noona! —jadeó asustado, provocando que la muchacha se volteara.

—Lo siento —se disculpó ella—, no quería asustarte, Kook.

El menor sacudió la cabeza, quitándole importancia y dejando su mochila


en el suelo.

—¿Ocurre algo, So? —preguntó curioso, porque su hermana casi nunca


entraba a su cuarto.

Soyeon se giró hacia el por completo.

—Tienes fotografías muy lindas —comentó, caminando para sentarse en la


cama—, es un talento innato que posees.
—Gracias, noona —dijo, repentinamente avergonzado porque Soyeon casi
nunca le decía esas cosas.

Miró un instante las fotografías pegadas en la pared: en varias de ellas


estaba junto a SeokJin, siendo sacadas por los padres de su amigo cuando
iba a jugar con él. El resto eran suyas: paisajes, calles vacías, él
caminando junto a Jin. Las más recientes eran de ellos dos junto a
Hoseok. Otras dos eran con Jimin.

Su familia. Su verdadera familia.

—¿Pasa algo? —le preguntó a Soyeon entonces, llamando su atención.

La expresión de la chica decayó.

—Sé que no es la mejor forma de decírtelo —comenzó a decir ella con voz
temblorosa—, pero quiero pedirte un favor, Jungkookie.

Jungkook enarcó una ceja.

—Lo que quieras —le dijo, desconcertado.

Ella tragó saliva.

—Estos últimos días te he... visto muy cercano a Namjoonie —comenzó a


decir con cuidado.

El muchacho permaneció en silencio.


—Tú... ¿podrías ayudarme a que él y yo volviéramos? —le preguntó, su voz
de pronto tímida, y Jungkook abrió los ojos por la sorpresa—. Por favor,
Jungkookie.

—¿Qué? —sacudió su cabeza, atónito—. Soyeon, ¿por qué me pides eso?


Namjoon y yo no somos cercanos. Él... él sólo se junta con nosotros
porque Yoongi y Hoseok están saliendo. Pero nosotros...

—Por favor —insistió ella, y sus ojos se llenaron de lágrimas—, te lo


ruego. Papá y mamá están empezando a sospechar que no estamos juntos y ya
ha pasado mucho tiempo, tengo miedo de que esté viendo a otra chica, ¡no
podría soportarlo!

Jungkook se estremeció porque recordaba lo que le había dicho Namjoon


días atrás: no pensaba volver con Soyeon porque, básicamente, no la
quería de esa forma. Y Jungkook lo respetaba, por supuesto, ¿cómo iba a
forzar los sentimientos? Lo mejor era alejarse para evitar el daño, para
evitar afectar a esa persona, ¿acaso Soyeon no podía entenderlo? Era
mejor para ella.

—Namjoon y yo no somos cercanos —repitió—, él no va a escucharme. Noona,


lo mejor es que asumas que ya no están juntos, sólo te estás haciendo
daño.

Soyeon hipó, negando con la cabeza.

—Soy tu noona, ¿por qué no me ayudas? —insistió ella, sin dejar de


llorar—. Namjoon está confundido, es simplemente eso, él sí me quiere
pero necesita un empujón.

—Noona...

—¡Tú podrías ayudarme a que regresemos! —prosiguió, ignorándolo—. Eres un


chico y ahora son casi amigos, ¡vamos, Jungkookie! —su tono se quebró—.
Tú no quieres que papá y mamá me odien, ¿cierto? Ellos estarían muy
decepcionados de mí y eso me haría daño, Kook.
El menor mordió su labio inferior, viendo el afectado rostro de su
hermana mayor.

—Noona, habrá otro chico bueno para ti, mucho mejor que Namjoon —le dijo
débilmente.

Ella lloró más.

El estómago de Jungkook se contrajo pero trató de mantenerse firme. No


podía preocuparse por la relación de su hermana, tenía otras cosas que
hacer como comenzar a buscar a su mamá y estar con sus amigos, ¿cómo
podía agregarse otra carga que ni siquiera estaba seguro de hacer bien?
Además, la relación entre Soyeon y Namjoon no le interesaba, ¿por qué
debía meterse? Namjoon había sido claro con respecto a eso.

Él tenía que centrarse en buscar a su mamá, en...

Soyeon comenzó a salir del cuarto sin dejar de llorar.

—Voy a ayudarte.

No la miró cuando el llanto se detuvo de forma sorpresiva.

—¿De verdad? —la chica se giró, sonriendo de forma temblorosa,


ilusionada—. ¡¿Lo harás, Jungkookie?! ¡Eres...!

—Pero quiero algo a cambio —prosiguió, dándose vuelta para mirarla.

—¡Lo que sea! —prometió Soyeon.


Tomó aire.

—Tienes que preguntarle el nombre de mi mamá a papá —observó cómo la


sonrisa en el rostro de Soyeon desaparecía, pero continuó hablando—.
Tienes que decírmelo para que así yo pueda buscarla. Si lo haces, yo te
ayudaré a volver con Namjoon.

—¿Buscarla? —preguntó Soyeon—. Jungkook, ¿de qué estás hablando? Nosotros


somos tu familia, no ella.

Jungkook no le respondió, porque no era capaz de decirle que eso era


mentira. Que él los quería mucho, pero no eran su familia, porque familia
eran las personas que eran incondicionales a ti y siempre te apoyarían.
Como Jimin. Como Jin. Como Hoseok. Incluso como Yoongi.

—Esa es mi condición, noona —fue lo único que contestó.

Soyeon salió a paso apresurado del cuarto luego de responder.


CAPITULO DIECINUEVE
—Mi nombre es Heejun —susurró el niño a su lado, su rostro encharcado por
las lágrimas, sus ojos rojos e hinchados, pero aun así, le sonrió
tímidamente—. ¿Cuál es el tuyo?

Muñequito abrió la boca, pero no salió sonido alguno porque no lo


recordaba.

¿Nombre? ¿Qué era eso?

—Muñequito —murmuró en respuesta, estremeciéndose cuando su voz salió


ronca porque llevaba una semana sin hablar.

A Señor Shin no le gustaba que hablara porque estaba rompiendo las


reglas, y si rompía las reglas, significaba que iba a ser castigado.
Muñequito no quería eso, porque él deseaba ser muy bueno para que así le
dieran un premio.

Heejun frunció el ceño, confundido. Muñequito recordaba que lo habían


traído sólo un mes atrás por lo que su entrenamiento era bastante pobre
todavía, pero pronto llegaría un momento en el que se rompería por
completo.

Todos los juguetes se rompían en algún momento.

—Ese no es un nombre —dijo Heejun con expresión de reprobación—. ¿Cuál es


tu nombre?
Sus labios temblaron cuando quiso volver a hablar, pero gracias a dios no
lo hizo, porque Señor Shin entró en ese momento.

El resto de juguetes en el cuarto se quedaron quietos, a la espera de que


ocurriera algo, pero Señor Shin caminó hacia Heejun, agarrándolo del
brazo, haciéndolo gritar.

—¿Qué haces molestando a Muñequito, Perrito? —le dijo con voz enfurecida—
. ¡Te dije que estaba prohibido!

—¡Duele! —lloró Heejun, agarrando a Muñequito del brazo también—. ¡Di-


dile que no!

Muñequito no reaccionó, su mandíbula endurecida, sus ojos mirando a otra


parte.

Resonó otro grito y un golpe seco mientras arrastraba a Heejun fuera de


allí. No. No se llamaba Heejun, era Perrito. Perrito.

Muñequito repitió aquello durante el resto de las horas.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Señor Shin más tarde, sosteniendo a


Perrito contra la pared, todos los juguetes mirando la escena sin
reaccionar. Había rastros de sangre por todo el cuarto.

—He-Heejun —balbuceó el niño.


Otro golpe. Otro chillido. Otro llanto. Pero nadie se movió.

Muñequito no reaccionó, porque sabía muy bien lo que ocurriría si lo


hacía.

—¿Cuál es tu nombre? —repitió Señor Shin.

—He-He-Heejun...

"Por favor. Por favor, dale lo que quiere", parecían decir todos los
juguetes allí.

Muñequito pensaba eso también desesperadamente.

—¿Cuál es tu nombre?

El juguete lloró.

Se había roto, como todos ellos en algún punto.

—Pe-perrito...

Señor Shin abrazó el ensangrentado cuerpo, acurrucándolo contra él,


importándole poco la sangre, el dolor, el llanto, y acarició su cabello.
—¿Ves, Perrito? —murmuró Shin—, no era tan difícil. Si eres un Perrito
bueno, tendrás muchos premios. Pero si eres malo, no tendré más remedios
que castigarte. ¿Cómo hacen los perritos?

Perrito lloró con más fuerza.

—Gu-guau —balbuceó entre sollozos.

Pero eso era suficiente para Shin. Era el inicio de todo.

Muñequito odiaba a Perrito, aunque también lo admiraba, porque parecía


ser el único que recordaba más cosas en ese sitio. Hablaba, cuando se
olvidaba de sus enseñanzas, de alguien llamado "mamá" y "papá", y de que
le irían a buscar porque él era un buen niño.

Muñequito no lo entendía, porque Perrito no era bueno. Era uno de los


peores juguetes de allí porque casi siempre desobedecía todo lo que se le
decía.

Pero aun así, cuando lo vio la última vez, cubierto de sangre y sin luz
en sus ojos, Perrito parecía feliz.

Parecía tristemente feliz.

Taeyeon y Jongwoon observaron a SeokJin, Kyungsoo y Kyuhyun con


expresiones atentas, aunque sus estómagos estaban apretados porque sabían
que, cuando los tres estaban juntos, no era un buen indicio.

—SeokJin ha estado recordando muchas cosas —dijo Kyungsoo con voz


cuidadosa—, en nuestra última sesión, me habló de que estaba soñando con
un tal "Señor Shin", que fue la persona que le cuidó antes de irse con...
su nuevo "Dueño".
Los padres se miraron con expresiones de horror y furia. Cuando comenzó
el juicio contra Yongjun, contrataron a los mejores abogados para que
aquel hombre no tuviera posibilidad alguna de obtener un beneficio,
aunque con todas las pruebas que había, era evidente que no tenía salida
alguna. Y aunque observaron la condena, todavía quedaban brasas de odio y
rabia por lo que le había hecho a su bebé. Por todo el daño irreparable
que recibió.

Pero no habían pensado, en algún momento, que quizás Yongjun fue la punta
del iceberg de todo lo ocurrido. Que Yongjun hizo daño, sí, pero había
otra persona (otra red) que fue la que comenzó todo eso.

—¿Qué significa, entonces? —preguntó Jongwoon con voz débil, pálido.

Kyuhyun se acomodó en su lugar.

—SeokJin fue encontrado el año 2006, pero tres años antes, recibimos el
primer caso que dio inicio a todo esto: Park Heejun, un niño de siete
años, fue encontrado muerto en las afueras de Seúl. Las condiciones en
las que fue encontrado... nos guio desde el comienzo hacia la red de
prostitución y trata infantil de la que formó parte SeokJin.

Taeyeon sentía ganas de vomitar en ese momento, recordando esos primeros


días, todos los informes médicos que leyó, las condiciones en las que
encontraron a su pequeño bebé. Su único bebé.

—Heejun presentaba no sólo signos de abuso y violación sexual —continuó


Kyuhyun—, sino también... —aclaró su garganta—, un collar con un nombre
alrededor de su cuello que decía "Perrito". Por otro lado, sus piernas se
hallaban... deformadas para estar siempre dobladas, como...

—Como un animal —completó Jongwoon, bebiendo un poco de agua para pasar


las náuseas.
—No entiendo —murmuró Taeyeon—, ¿por qué nos están contando esto ahora?

Taehyung se inclinó unos centímetros.

—Jin es una pieza clave para todo este caso —dijo con voz suave—, nos ha
hecho un retrato de cómo lucía "Señor Shin", y menciona un cuarto junto a
otros niños. Incluso recordaba a... "Perrito", es decir, a Heejun. Es
importante...

—No —escupió Taeyeon, poniéndose de pie, su rostro enfurecido—. No. ¡No


van a interrogarlo, no le harán revivir todo eso! —rompió a llorar y
Jongwoon la sostuvo contra su pecho—. ¡Él está mejorando, está rehaciendo
su vida, ustedes no van a devolverlo a ese infierno!

—Cariño...

—¡Me importa una mierda todo este caso! —gritó—. ¡No van a hacerlo sufrir
más, no le harán daño otra vez!

—Señora Kim... —comenzó a decir Kyuhyun.

—A medida que SeokJin vaya recordando todo —le interrumpió Taehyung con
voz dura—, se irá dando cuenta de que él no es un "Muñequito". Que él no
es un juguete, y por sobre todo, que puede oír y hablar.

Taeyeon enmudeció.

—Todos aquí sabemos eso —apoyó Kyungsoo—, que SeokJin finge ser sordomudo
porque así se le fue enseñado tanto tiempo, y una parte suya la acepta
como verdad porque, en el fondo, su instinto lo demanda por miedo a
represalias.
Los padres siguieron en silencio, observándolos hablar.

—Pero está llegando a un punto en el que no puede fingir más —prosiguió


Taehyung—, ¿o ustedes no lo han notado? Mientras más parece relacionarse
con otros, más parece olvidarlo, sin embargo, no está reaccionando bien
porque esos accidentes vienen de la mano con episodios de regresión. En
algún momento, más temprano que tarde, SeokJin va a hablar, y eso
provocará que, sí no es tratado como corresponde, tenga un colapso por
completo y se cierre más aún a la posibilidad de volver a hablar a
futuro.

Taeyeon cerró sus ojos mientras Jongwoon la seguía sosteniendo, ambos


sabiendo que tenía razón porque lo habían notado: en el ambiente
familiar, cuando alguien le llamaba repentinamente, SeokJin levantaba la
cabeza en señal de pregunta, escuchando su nombre. Ellos fingían no estar
sorprendidos por esa situación porque no querían asustarle, pero en el
fondo sentían que las cosas estaban cambiando.

—Vamos a ir dejando el idioma de señas de a poco —dijo Kyungsoo con tono


grave—, así, SeokJin se verá impulsado a escucharlos con sus reales
capacidades. El tema del habla es un poco más complicado, pero no
imposible de promover.

La mujer volvió a sentarse, cubriendo su rostro con ambas manos,


sintiendo su corazón romperse porque ella, por supuesto, quería que
SeokJin volviera a hablar y escuchar. Añoraba esos días donde la risa de
su niño llenaban la casa, sus gritos y chillidos haciendo sentir a su
corazón cálido, pero...

Pero ¿cuál era el precio a pagar por ello?

Taeyeon no quería saberlo.

Namjoon sonrió cuando vio a lo lejos a SeokJin, corriendo mientras


agitaba su mano para llamar su atención, e ignoró el ruido de burla que
soltó Yoongi.
—Oh, ¿puedes tener más cara de enamorado? —se mofó su mejor amigo,
ignorando la mirada de Jimin ante la escena—. Luces como un idiota, si
supieras que...

—Gatito, ¿puedes sostener mi globo? —preguntó Hoseok.

—Claro que sí, bebé, dámelo, hago todo por ti —contestó Yoongi de forma
apresurada, sonriendo.

Jimin comenzó a reírse, pero su risa murió cuando vio a SeokJin abrazar a
Namjoon de golpe, sin borrar su mirada iluminada, y Namjoon le revolvió
el cabello al menor.

—No deberían hacer eso aquí —dijo Jimin algo inquieto—, Jungkook podría
venir y... —frunció el ceño—. ¿Dónde está Jungkook? Pensé que vendría
contigo.

SeokJin negó con la cabeza, alejándose a regañadientes de su novio.

—Dijo que llegaría unos minutos tarde, tuvo unos problemas en la casa —
contestó mordiendo su labio inferior.

Jimin pudo sentir su estómago apretado ante aquellas palabras. La noche


anterior, cuando se mensajeó con el chico, estuvo extraño y poco
hablador. Lo atribuyó a que había logrado averiguar el nombre de su mamá,
pero ahora venía la etapa más difícil: buscarla para poder hablar con
ella.

—No me gusta este lugar —dijo Hoseok cuando Yoongi le devolvió el globo
de Mickey que le compró al llegar—. Tiene muchos ruidos, eso no me gusta.

Yoongi puso una expresión preocupada.


—Será sólo unas horas, Seokie, ¿puedes aguantarlo? Podemos ir a juegos
sencillos, como el carrusel o algo así —le dijo, algo nervioso porque la
mamá del chico le había advertido que tuviera mucho cuidado en esos
ambientes en donde Hoseok no se sentía cómodo.

Hoseok apretó sus labios un instante.

—Está bien —cedió.

Yoongi le sonrió orgulloso, devolviéndole su globo, en tanto Namjoon


arregló la camisa desordenada de Jin. Jimin mordió el pellejo de su dedo,
respirando con miedo, tratando de no ceder a la histeria.

—Allí viene Jungkook —dijo de pronto Hoseok, apuntando hacia un lado.

Todos se giraron, sonriendo por verlo llegar...

Hasta que notaron la otra presencia detrás de él.

Jeon Soyeon les devolvió la sonrisa inocentemente, sosteniendo un bolsito


contra su pecho. Jungkook se removió, incómodo, forzándose a sonreír como
si nada a pesar de notar las expresiones sorprendidas y desagradables de
sus amigos.

—Mamá y papá no me dejaron venir solo —mintió, sintiendo la mano de


Soyeon sobre su hombro.

Im Yoonah.
El nombre pesó en su boca, estremeciéndolo, pensando que así se llamaba
su mamá. Soyeon se lo había dicho la noche anterior, adusta y asustada,
murmurando que se lo preguntó a mamá. Jungkook sabía que no mentía,
porque vio la marca de la bofetada que Somin le hizo a su hija en su
rostro.

A Somin no le gustaba hablar de esa mujer, ni siquiera que le mencionaran


de la aventura que su esposo tuvo con ella, y Jungkook sabía que ella lo
odiaba por eso. Por ser la prueba viva del engaño de su amado marido.

—Espero que no haya problema alguno —dijo Soyeon—, como es una salida de
amigos...

—Era una cita triple —habló Jimin sin gracia en su voz.

Soyeon parpadeó.

—¿Y quién iba con Namjoon? ¿ SeokJin? —soltó una risa divertida—. Yo
puedo ser la cita de Namjoon.

—¿Por qué tú tendrías que ser su cita si no son novios? —preguntó Hoseok,
su voz plana—. Tú no fuiste invitada, ¿por qué estás aquí?

La sonrisa de Soyeon desapareció por las palabras del chico en tanto se


instalaba un silencio incómodo en el lugar.

SeokJin parecía realmente furioso, apretando sus manos en puños, sus ojos
enojados sobre Jungkook.

—Si no quieren, podemos irnos —dijo entonces Jungkook, sintiéndose


repentinamente mal porque ninguno tenía una mirada amistosa sobre él. Ni
siquiera Jimin.
Namjoon suspiró, rascando su nuca.

—No, podemos ir a los juegos —dijo Namjoon—, esto es, al final, una
salida entre amigos.

Sin embargo, antes de dar un paso más, Yoongi se adelantó.

—Si dices algo sobre nuestras relaciones, Soyeon noona —dijo con voz
suave y casi indulgente—, prometo romperte esa bonita nariz que tienes.

Soyeon puso una expresión de horror, incapaz de decir algo, observando a


Yoongi agarrarle la mano a Hoseok en tanto Jimin hacía lo mismo con
Jungkook. SeokJin se apegó más a Namjoon, que lucía también algo
desconcertado, pero no parecía dispuesto a defenderla tampoco.

Todo el mundo dejando más que claro que ella no era bienvenida allí.

Durante el resto de la mañana la situación era evidentemente incómoda


entre el grupo, poniendo los pelos de punta de todas las personas en el
lugar. Jungkook se esforzó en establecer una conversación grupal, e
incluso Namjoon se animó a hacerlo, pero Jimin parecía ser el único que
respondía positivamente junto a Soyeon, que trató de incluirse en todo
momento. Sin embargo, Hoseok lucía demasiado fuera de lugar, por lo que
sólo se mantenía en silencio o le murmuraba palabras a Yoongi. El chico
pálido parecía más concentrado en que su novio no tuviera problema
alguno.

Y SeokJin...

Seguía luciendo furioso y enojado y enfadado con Jungkook, por lo que no


le dirigía mirada alguna e ignoraba todos sus intentos de conversación.
—Entonces, ¿te gustan mucho los dinosaurios, Hoseok? —preguntó Soyeon
horas más tarde, luego de bajarse de un juego, cuando el muchacho sacó
uno de sus juguetes de la mochila porque estaba aburrido ya que no se
atrevía a subir a esas montañas rusas.

Hoseok no levantó la vista.

—Son mis saurópsidos favoritos —contestó sin observarla.

Soyeon parecía desconcertada.

—¿Sauro qué? —preguntó—. Yo tenía entendido que eran reptiles. Bueno, si


es que existieron en realidad, porque la creación según la biblia...

Hoseok se crispó.

—Los reptiles son de la familia de los saurópsidos y los dinosaurios


también —replicó—. Y sí existieron, hay muchas pruebas de que fueron
reales, hay esqueletos en los museos y los científicos saben de ello. La
biblia es sólo un libro tonto que no sabe nada, además de que es muy
aburrido —Hoseok tomó aire.

Yoongi agarró su mano para calmarlo. Soyeon parpadeó.

—Um, Soyeon, ¿quieres subirte a otro juego? —preguntó Jimin.

La chica frunció el ceño y Jungkook sabía que no se avecinaba nada bueno,


más porque Hoseok había atacado las creencias de la chica.

Si bien ellos no eran una familia muy religiosa, sus padres les enseñaron
y llevaron a la iglesia cristiana desde pequeños. Soyeon a veces seguía
yendo; él no porque era gay, y allí no querían a personas así.
—La biblia es un texto sagrado escrito por Dios, Hoseok, no puedes decir
eso tan a la ligera —regañó Soyeon.

Hoseok levantó la vista. Yoongi la fulminó con la mirada.

—Deja de hablar, nadie te preguntó —espetó Yoongi.

—No hay pruebas científicas de que ese tal Dios haya escrito un libro, ni
siquiera hay pruebas científicas de que exista —contestó Hoseok con tono
grosero, casi petulante.

—Chicos, ¿podemos dejar de hablar de esto? —dijo Jungkook con voz débil.

—¡Eres un chico muy desagradable, Hoseok! —Soyeon puso una expresión


altiva.

Hoseok no se dejó amedrentar.

—No tengo por qué ser agradable con las personas que me caen mal, eso me
dijo mi mamá —espetó Hoseok—. Me caes mal, eres muy fastidiosa con tu voz
chillona, dices cosas muy estúpidas y eres tonta. Eres insoportable y una
mentirosa porque sigues diciendo que Kim Namjoon es tu novio cuando él
dice que ya no te quiere y quiere–

—¡Hoseok!

Soyeon se estiró y lo abofeteó con los ojos llenos de lágrimas.


El ambiente estuvo estático un segundo, todo el mundo sorprendido por lo
que acababa de ocurrir. Hoseok tenía el rostro volteado, su mejilla
enrojecida, atónito por completo, sin entender qué acababa de ocurrir.

SeokJin fue el primero en moverse, lanzándose sobre Soyeon con una


expresión enfadada, pero Namjoon alcanzó a reaccionar, sosteniéndolo de
la cintura para que no la alcanzara. Jungkook se puso delante de su
hermana también, que retrocedió con susto.

Hoseok comenzó a hipar, sin comprender nada, y Yoongi le tomó la mano.


Hoseok se estremeció, pero su novio sólo tiró de él, ambos poniéndose de
pie.

—¡No sé para qué la invitaste, Jungkook! —dijo Yoongi severamente—.


Arruinaste una buena salida, ¡y ahora golpeó a Hoseok! ¡No la quiero ver
otra vez o te prometo que la mataré!

Yoongi se giró, tirando de Hoseok, y se alejaron de allí sin mirar atrás.

—Fue un accidente —quiso justificarse Soyeon, su voz temblando—. ¡Él me


estaba diciendo cosas muy feas!

—Noona... —murmuró Jungkook, mortificado.

—Necesitas calmarte, Soyeon —espetó Jimin.

SeokJin hizo un ruido de disgusto, siendo todavía detenido por Namjoon, y


Jimin trató de tirarlo para atrás también, alejando al menor de la
escena: así, Jimin se llevó a Jin a un lado para calmarlo en tanto
Namjoon se adelantaba, agarrándole el hombro a Soyeon.

—Supongo que quieres hablar conmigo —dijo Namjoon con tono grave—. Vamos
a otro lado, entonces.
Soyeon obedeció, dejándose llevar por el chico.

Jungkook se quedó solo, mirando de lejos a Jimin tratando de calmar a


Jin, que todavía parecía querer golpear algo, y mordió su labio inferior.

Eso no debía acaba así. Soyeon le prometió que se comportaría, que sería
buena y no diría nada malo, pero ¿por qué todo de pronto se deformó?

¿Por qué sentía que había tomado las peores decisiones del mundo?

Hoseok seguía a Yoongi, siendo tirado por el chico más bajo, abriéndose
paso por entre la gente, su mejilla todavía ardiendo, y miró hacia los
lados.

No entendía nada de lo que había ocurrido. ¿Por qué esa chica tan
desagradable lo golpeó? Mamá nunca le pegó. Ni siquiera le levantó la
mano. Cuando se portaba mal o decía cosas que no debía decir, ella sólo
se sentaba frente a él y le explicaba todo lo ocurrido.

Como de esa vez que le dijo a un chico que era feo porque tenía orejas
grandes, y lo acusaron de hacerle bullying. Él no entendía esa palabra,
porque él no lo había molestado, sólo le dijo lo que consideraba que era
verdad, pero mamá le explicó que había ciertas cosas que no podía decir
con tanta libertad y que era mejor callar porque podían hacer daño.

Sin embargo, Jeon Soyeon le dijo desagradable. Y ella no estaba invitada


a eso. Y decía que volvería con Kim Namjoon porque era su novio cuando
Kim Namjoon era novio de Kim SeokJin. Jeon Soyeon era una mentirosa,
concluyó.

Se detuvo al ver algo que llamó su atención.


Yoongi se giró para verlo.

—¿Hobi? —preguntó con expresión cansada.

—Gatito, hay un peluche de dinosaurio —dijo apuntando a un puesto donde


se veía un montón de vasos apilados y un estante con peluches—. Dijiste
que me comprarías un peluche de dinosaurio

Yoongi lo observó y suavizó su voz.

—Hoseok, es mejor si nos vamos a casa —dijo al hablar, buscando lucir


firme.

Hoseok frunció los labios, inconforme con la respuesta.

—No, tú me lo prometiste —dijo molesto—, ¡una promesa no puede romperse!

Yoongi vaciló un momento para luego asentir, agotado, su cabeza


comenzando a doler. Sólo debía conseguirle ese tonto peluche a Hoseok y
luego irse a la casa del menor, ¿no? Una vez allí, podrían echarse en el
sillón, acurrucarse y ver alguna película.

Eso sonaba bien para Yoongi.

Caminó hacia el puesto. La verdad es que no quería jugar ese tonto juego
de tener tres pelotas y botar todos los vasos, así que le preguntó al
vendedor cuánto costaba ese jodido peluche.

—No se vende, amigo, tienes que jugar —dijo el hombre con una sonrisa
desagradable.
—Por favor, es un regalo —insistió haciendo una mueca.

—Hay que jugar —replicó el hombre.

Yoongi suspiró.

—Hobi, ¿y si vamos a tu casa a ver una película? —dijo tratando de


persuadirlo.

Hoseok le miró sin expresión.

—Pero me prometiste el peluche, lo quiero —contestó.

Yoongi soltó un gruñido bajo, sintiendo que estaba perdiendo los nervios.
Cualquier otro día no le habría dado muchas vueltas al asunto, sin
embargo, en ese momento, no entendía por qué Hoseok actuaba así. Por qué
luego de haber recibido una bofetada insistía en tener ese peluche
estúpido.

Pagó una ronda. El tipo le entregó las tres pelotas.

Las lanzó, pero quedaron cuatro vasos de pie.

—Puedo ofrecerte un peluche pequeño —dijo el hombre.

—Hoseok... —comenzó a decir.


—¡Quiero el peluche de dinosaurio! —insistió Hoseok.

Yoongi frotó su frente, crispándose, alterándose.

Compró otra ronda. Dos vasos permanecieron.

—Hobi, ¿quieres olvidarlo? —dijo Yoongi, su voz ahora grave—, es un tonto


peluche...

—¡Me lo prometiste! —acusó Hoseok—. ¡Yoongi, dijiste que me lo


regalarías!

El mayor soltó un ruido de exasperación. Una ronda más.

Quedó un vaso.

Para ese punto, estaba harto.

—Ese peluche...

—¡Hoseok, basta! —le dijo con verdadero enfado en su tono de voz, el


chico sobresaltándose, callándose repentinamente—. ¡No te conseguiré ese
tonto peluche de mierda, ¿quieres dejarlo?!

Hoseok lo observó, mudo, perdido, sin entender por qué estaba gritando.
Por qué le decía esas cosas.

Eso enfureció más a Yoongi, que no podía controlarse para ese momento.
—¡Dios, me tienes harto! —dijo con nervio—. ¡Siempre me pides cosas y a
veces me dices palabras que me hieren, realmente no sé si tú sientes algo
por mí!

—Gatito... —su voz fue apenas un hilo, su rostro desencajándose,


volviendo a sobresaltarse porque no entendía los gritos.

—¡Desaparece de mi vista, no soporto verte!

Hoseok asintió, pero Yoongi no lo vio porque se giró, caminando hacia los
baños porque necesitaba estar un poco alejado en ese momento.

Hoseok comenzó a caminar.

Soyeon lo abrazó de golpe, sollozando, y Namjoon no sabía qué hacer en


ese momento, cansado y molesto por la situación.

¿Por qué la chica tuvo el descaro de aparecer? Realmente no entendía esa


desesperada insistencia de volver, ¿las cosas acaso no quedaron aclaradas
semanas atrás?

—Oppa, no fue mi intención —murmuró ella—, lo siento mucho. Por favor, no


me he portado bien, pero...

—A mí no debes pedirme perdón —le dijo él, empujándola con suavidad para
alejarla—, lo que hiciste fue algo horrible, Soyeon. Debes disculparte
con Hoseok.
—Pero él fue tan cruel... —la chica hipó—. Oppa, por favor, ¿por qué no
volvemos? He sido un desastre sin ti, yo realmente te necesito.

Namjoon soltó un ruido de disgusto.

—Soyeon, detente —le dijo con voz dura—. Te he dicho ya varias veces que
lo nuestro acabó por completo. Yo ya no te quiero como novia.

—¡Namjoon! —ella lo sostuvo, desesperada—. Por favor, por favor, no digas


eso, ¡ambos estábamos bien juntos! Te lo ruego, si quieres me arrodillo,
pero debemos regresar. Nosotros estamos destinados a estar...

—¡Basta, Soyeon! —dijo agarrándola de los hombros.

Pero Soyeon fue más rápida, más inteligente, y lo tomó de las mejillas,
estampando sus labios en un beso torpe, más un choque que otra cosa, pero
logrando que estuvieran pegados al fin y al cabo.

Namjoon se atragantó con su saliva, sorprendido, sin embargo, se alejó


antes de que pasara a más.

Soyeon retrocedió, e iba a hablar, pero entonces todo pasó demasiado


rápido. De pronto estaba en el suelo y Jin estaba encima de ella,
rabiando y enfurecido, y la chica gritó cuando él le tiró el cabello,
gruñendo y jadeando.

Namjoon tuvo que agarrarlo de la cintura para alejarlo de la pobre chica,


todo el mundo acercándose para ver qué estaba pasando, la muchacha
llorando.

—¡ SeokJin! ¡ SeokJin! —gritó Namjoon.


El aludido lucía enloquecido, iracundo a más no poder.

—¡Te estaba besando, Namjoon! —dijo Jin cuando lo soltó—. ¡Ella te forzó!

Namjoon soltó un chasquido.

—¡No puedes actuar así! —le regañó, molesto también—. ¡ SeokJin, eso
estuvo mal!

SeokJin lo empujó.

—¡Pues anda, bésala otra vez! —espetó furioso, girándose y marchándose


allí a pasos rápidos, incapaz de mirarlos porque estaba a punto de romper
a llorar.

Namjoon quiso seguirlo, sin embargo, volvió a ver a Soyeon: tenía el


cabello desordenado y un labio ensangrentado. Parecía destrozada a más no
poder, y Namjoon no se vio capaz de dejarla sola.

Suspirando, se acercó a ayudarla.

Jimin le estaba mirando, completa decepción en su mirada, y se encogió en


su lugar.

—¿Por qué la trajiste? —preguntó su novio, y Jungkook miró al suelo


porque no podía observarle a los ojos.

Tragó saliva.
—Im Yoonah —murmuró en voz baja, por lo que Jimin le observó con
desconcierto—. Soyeon me dijo el nombre de mamá, pero yo debía ayudarla
con Namjoon. No creí que esto acabara tan mal...

Jimin asintió en señal de comprensión, sin embargo, eso no le hizo sentir


mejor. Todo pareció empeorar sin saber por qué.

—Yo podría haberte ayudado —dijo Jimin, sin suavizar su tono—. Jungkook,
¿y si Soyeon te mintió?

Era una opción, por supuesto, pero Jungkook quería aferrarse a que le
estaba hablando honestamente.

—Yo creí...

—Jungkook, realmente, ¡haz hecho un desastre! —siguió regañando Jimin—.


Ella ha sido muy mala contigo, ¡te dijo cosas horribles! Entiendo que la
quieras, pero eso no justifica nada de esto.

—Noona ha dicho que volverá con Namjoon...

—¡Namjoon ya no la quiere, y tú deberías seguir su ejemplo!

El muchacho sintió sus ojos llenos de lágrimas, asintiendo, aunque Jimin


no suavizó su expresión. Iba a volver a hablar, sin embargo, de pronto
cambió todo lo que diría:

—¿Hoseok?
Los dos se giraron para ver al chico caminar desorientado por entre la
gente, confundido y murmurando por lo bajo. Solo. Sin Yoongi a su lado.

Jungkook le tomó la mano, acercándolo a ellos, preocupado totalmente.

—Hobi, ¿qué pasó? —preguntó Jungkook.

Hoseok negó con la cabeza.

—Yoongi dijo que desapareciera de su vista —balbuceó sin comprender nada—


, pero mamá dijo que debía volver con él. No lo entiendo, ¿cómo puedo
cumplir eso? ¿No es contradictorio?

Jungkook miró a Jimin, que parecía atónito también.

—Oh, Hobi...

—Él me gritó feo —murmuró Hoseok—, no me gustó. Dijo que estaba harto —su
voz se sacudió—. No soporta verme. ¿Eso significa que debo dejar de
verlo? Pero a mí me gusta verlo, es mi gatito...

—Vamos a casa —ofreció Jimin—, es mejor...

Otra figura apareció.

Pero ahora era una figura furiosa y enojada.

Kim SeokJin empujó a Jungkook, alejándolo de Hoseok, su mirada echando


fuego, su boca haciendo un rictus de rabia.
—¡Lo arruinaste todo! —le dijo SeokJin sin controlar sus señas—. ¡Eres el
peor amigo del mundo, Jungkook!

— SeokJin —trató de explicarse Jungkook—, no creí que ella fuera a


reaccionar así, pensé que se comportaría, no te enojes, por favor...

—¡La trajiste cuando ha sido odiosa, una mierda de persona contigo! —


espetó SeokJin —. ¡Esto era un paseo de amigos, una salida sólo de
nosotros, pero tienes que arruinarlo todo!

—¡No fue mi intención! —Jungkook apenas podía explicarse—. Jin, hablemos


con calma, te lo...

—¡Vete a la mierda! — SeokJin lo empujó otra vez—. ¡Por eso nadie quiere
ser tu amigo, porque siempre lo arruinas todo! ¡Te odio, te odio, te
odio!

SeokJin hizo una mueca de desprecio, dándose vuelta, y caminó hacia donde
estaba Hoseok. Sin pensarlo, le tomó la mano y lo arrastró detrás de él,
desapareciendo por entre la multitud.

Jimin observó a Jungkook, que lucía en shock, apenas comprendiendo algo,


para luego mirar por donde habían desaparecido los otros dos chicos.

Enojado. Jin estaba enfurecido y una persona enfurecida no actuaba de


forma racional. Se habían ido solos, y...

Jimin vaciló un momento.

Tragó saliva.
—Jungkook, la jodiste en grande —sentenció antes de correr detrás de Jin
y Hoseok para que no se fueran solos.

Jungkook se quedó solo, su corazón rompiéndose, el alma cayendo a sus


pies, y supo que todo eso era su culpa. Supo que había arruinado las
pocas cosas buenas que tenía en su vida.

Y cuando vio a Soyeon, caminando abrazada a Namjoon, luciendo feliz,


pensó que no había valido la pena. Nada de eso había valido la pena,
porque puede que su real mamá tampoco le quisiera.

Después de todo, ¿quién querría a ese bastardo que sólo causaba


problemas?
CAPITULO VEINTE
Jung Yuwon nunca antes había estado en esa posición, y si era sincera, no
sabía cómo manejarlo. No sabía qué hacer, porque no se había preparado en
algún momento para ello.

—Seokie, ¿qué estás haciendo? —preguntó con voz dulce, amorosa.

Hoseok, su bebé, la miró mientras sostenía el juguete de tiranosaurio que


su abuela –su mamá– le regaló tantos años atrás. La abuela de Hoseok
siempre le quiso a pesar de todo, a pesar de los dichos del resto de su
familia, y Yuwon siempre lloró su pérdida porque a Hoseok le afectó
horriblemente también.

Los labios de Hoseok temblaron.

—Es domingo —murmuró, observando otra vez sus dinosaurios repartidos por
el suelo del comedor—, gatito viene todos los domingos a jugar conmigo —
miró la hora, ansioso—. Pero viene tarde. Viene una hora tarde...

La mujer se sentó al lado de Hoseok, tomándole la mano para llamar su


atención. Recordaba la expresión del muchacho el día anterior, cuando
llegó a casa, con SeokJin detrás y otro chico que no conocía, pero sin
Yoongi ni Namjoon por algún lado. Jin lucía alterado en tanto Jimin, que
había salido con ellos (le dijo después), le explicaba que ocurrió un
problema y venía a dejar a Hoseok para que nada malo les pasara.

Una vez a solas, le preguntó a su hijo qué ocurrió. Hoseok habló con tono
monótono y rostro inexpresivo, pero en sus ojos observó sentimientos que
no veía casi nunca: tristeza y pena y dolor. Sentimientos que vio sólo
cuando su abuela falleció.
Yoongi dijo que no soporta verme y que me perdiera, pero no lo entiendo.
No sé qué quiso decir. Mami, siento mi garganta apretada, ¿me voy a
enfermar? No me siento muy bien...

Yuwon sólo pudo abrazarlo, tratando de contener las lágrimas, incapaz de


llorar porque no quería asustarle.

Y ahora...

—No creo que Yoongi venga, Hobi —le dijo sin perder el tono suave.

Pero Hoseok se crispó, viendo su rutina interrumpida.

—¿Por qué no vendría? —replicó—. Está bien si no soporta verme, siempre


puede vendar sus ojos y venir. Pero sigo averiguando eso de perderme, tú
me dices que debo tener cuidado para no perderme, entonces es
contradictorio. Tal vez...

—Hoseokie —le interrumpió—, puedo jugar yo contigo. O puedo llamar a Jin


y Jungkook para que...

—No, ¡tiene que venir Yoongi! —contestó Hoseok—. ¡Yoongi viene todos los
domingos a jugar, debe venir hoy también!

—Bebé...
—¡Yoongi es mi novio y los novios nunca se dejan plantados! —la voz de
Hoseok se quebró—. Él es mi novio aunque diga que está harto de mí,
¿cierto, mamá?

Yuwon no sabía qué decirle y sólo lo abrazó, escuchando los murmullos de


su hijo contra su hombro, tratando de no llorar por todo el dolor que
estaba sintiendo.

Namjoon observó su celular, apretando su mano en un puño mientras volvía


a teclear un séptimo mensaje en el día que no dudó en enviar.

Joonie:

SeokJin, ¿podemos hablar?

Por favor, no he vuelto con Soyeon.

Necesito verte.

Te lo ruego, siento mucho lo de ayer, creí que sería lo mejor en su


momento.

Te quiero, perdóname.

Deja de ignorarme, bebé.

Por favor. Por favor, por favor, Jinnie, respóndeme.


Esperó varios minutos, pero no hubo respuesta, y suspiró antes de
enterrar su rostro en la almohada. Había enviado más mensajes el día
anterior luego de dejar a Soyeon y Jungkook en su casa, queriendo que se
vieran ese día para hablar sobre lo ocurrido, sin embargo, Jin no parecía
dispuesto a responderle de alguna forma.

Y Soyeon le estuvo enviando mensajes también, lo que le hartaba a más no


poder.

Soyeon:

Namjoon, hemos vuelto, ¿cierto?

¿Por qué no respondes?

No me ignores, por favor.

Ni siquiera quería responderle, no luego de que la chica hubiera asumido


que ellos volvieron. No luego de ver la forma en la que ignoró a Jungkook
después, aun cuando su hermano menor se fue llorando todo el camino a
casa en silencio.

—Namjoon, gracias por esto —estaba parloteando la muchacha el día


anterior, cuando se iban del parque—, eres el mejor chico...

Namjoon miró por el espejo retrovisor, viendo a Jungkook sentado atrás,


mirando sus rodillas mientras silenciosas lágrimas caían por sus ojos,
sus hombros sacudiéndose por el ahogado llanto que soltaba. Soyeon le
estaba ignorando descaradamente, aunque podía ver su espalda tensa.

—No somos novios —le dijo Namjoon con voz tranquilamente furiosa,
callándola—, sólo hiciste un desastre hoy, Soyeon.
La expresión de Soyeon era ofendida.

—¿Qué dices? ¡No fue mi culpa! Hoseok fue un grosero y SeokJin me golpeó
—se volteó hacia Jungkook—. Y Jimin te abandonó por ellos, ¡eso demuestra
cómo son en realidad! Voy a presentarte mejores personas para que...

Jungkook sollozó con más fuerza.

—Basta —le dijo Namjoon, estacionando el auto fuera de la casa de los


Jeon, e ignorando a la muchacha, se giró también hacia el chico—. Nada de
esto es tu culpa, Jungkookie, te lo prometo. Las cosas van a mejorar, ya
verás.

El menor asintió, pero lucía como si no lo creyera en realidad.

Soyeon hizo el amago de darle un beso, pero Namjoon se echó hacia atrás,
enojado todavía. Para su fortuna, ella no hizo presión alguna, bajándose
del auto junto a Jungkook, y una vez solo, golpeó el manubrio con rabia.

Eso fue sólo el día anterior, y sumado a todos esos problemas, Yoongi no
había dado señal de vida alguna, qué demonios...

Su celular sonó, viéndose un número desconocido en pantalla, y contestó


con el ceño fruncido.

—¿Sí? —preguntó.

—Hey, Namjoon, soy Geumjae.


Namjoon parpadeó al escuchar la grave voz del hermano mayor de Yoongi,
repentinamente asustado del motivo por el que le estaba llamando.

—¿Sí, hyung? ¿Qué ocurre?

Escuchó un suspiro.

—Mi hermano me ha llamado hoy en la mañana para que le vaya a retirar de


la comisaría, ¿quieres ir conmigo? Me ha pedido que te lo cuente.

Quería fingir estar sorprendido por la caída de Yoongi en la cárcel, sin


embargo, no le llamaba demasiado la atención. Yoongi podía lucir como un
chico callado y controlado, pero cuando uno le conocía se daba cuenta de
que sólo era una fachada. Su amigo era bastante impulsivo y parlanchín.

Y si lo que dijo Jungkook era cierto, que Hoseok apareció solo de pronto
y murmurando algo de que Yoongi le gritó...

Se puso de pie.

—¿Pasas a buscarme?

—Llego en diez minutos.

Cortó la llamada, agarrando su chaqueta para después bajar las escaleras.


Se encontró con sus padres en el comedor, viendo la televisión, en tanto
oía a Wheein cantando desde la cocina porque ese día le tocaba lavar los
platos del almuerzo.

—Namjoon —llamó su atención mamá—, Soyeon nos ha llamado hace un instante


para invitarnos a comer a su casa, ¿ustedes...?
Se tropezó al oírla hablar, pero logró no caer al suelo.

Levantó la vista, frunciendo el ceño.

—No hemos vuelto —dijo, viendo como las expresiones de felicidad de sus
padres desaparecían—, ayer sólo la llevé a casa luego del parque junto a
Jungkook, nada más.

—Tal vez tú...

—No me gusta —aclaró con tono más firme ahora—, Soyeon noona dejó de
gustarme hace mucho así que no seré su novio por eso. Tengo que salir
ahora, vuelvo en una hora.

Sus padres no reaccionaron a tiempo para detenerlo porque Namjoon se


apresuró en salir, sin querer conversar un poco más sobre eso. No quería
saber nada de Soyeon por un par de días aunque sabía que sería imposible,
pero evitaría tocar ese tema.

Dios, ¿desde cuándo ella se volvió tan desquiciada?

Subió al asiento del copiloto cuando vio al hermano mayor de Yoongi


estacionarse fuera, partiendo hacia la comisaría.

—¿No sabías que estaba allí? Me comentó ayer que iban a salir al parque
en una cita y pensé que se quedó a dormir contigo —dijo Geumjae—, pero me
ha llamado hace una hora para contarme esto. Según lo que me dijo, se
metió en una pelea callejera.

—La cita no resultó bien ayer —admitió Namjoon—, y nos separamos. Él se


fue con su pareja y no le vi más. Luego no contestó su celular.
—Ah, ese mocoso —murmuró Geumjae entre dientes—, no le dije nada a
nuestros padres porque no quiero preocuparlos, pero le daré una patada en
el culo por esto.

Namjoon no dijo cosa alguna aunque sabía que Geumjae no lo decía en serio
porque así era la relación de los dos hermanos.

Llegaron minutos después a la comisaría, bajándose del auto, y al entrar


el mayor se hizo cargo de todo el papeleo, Namjoon limitándose a escuchar
lo ocurrido.

—Hubo una pelea en un club —explicó el policía—, varios involucrados.


Según los testimonios, tu hermano derramó la bebida de otro hombre y sólo
le dijo que se fuera a la mierda, comenzando la pelea. El alcotest que le
hicimos arrojó que estaba borracho como una cuba, y quisimos llevarlo a
casa, pero entonces se lanzó a golpear a mi compañero por lo que no nos
quedó más que llevarlo detenido aunque sea menor de edad.

Arrugó el ceño al escuchar el relato del policía. ¿Cuánto alcohol


consumió Yoongi para quedar borracho, cuando era el que mejor aguante
tenía? Incluso su hermano mayor estaba frunciendo el ceño, algo
confundido en tanto pagaba la fianza para sacarlo.

Minutos después trajeron a su amigo: andaba con las mismas ropas de ayer
sólo que sucias e incluso con manchas de sangre, su cabello estaba
desordenado por completo, lucía más pálido que de costumbre, y hacía una
mueca de fastidio. Tenía una mejilla moreteada y los labios partidos
además de que sus nudillos estaban violetas.

—¿Qué hora es? —preguntó al verlos, su voz incluso sonando ronca y


quebrada, abriendo sus ojos con sorpresa.

Namjoon miró su celular.


—Las cinco de la tarde, ¿por qué...?

—¡Mierda!

Yoongi dio dos pasos para salir de allí, pero Geumjae lo sostuvo del
hombro, deteniéndolo.

—¿Qué te pasa? —preguntó Geumjae—. ¡Nos vamos a casa! Apestas a


cerveza... —sacudió su cabeza, arrastrándolo hacia fuera.

—¡Suéltame! —gritó Yoongi—. ¡Voy tarde para la casa de Hoseok!

Namjoon lo agarró del hombro.

—¿Qué pasó ayer? —le preguntó, sin una pizca de diversión en sus ojos.

Yoongi dejó de removerse, sus hombros cayendo con derrota, pasando una
mano por su rostro y cabello, ojos tristes observándolo.

—Lo he arruinado —dijo, y su tono se rompió—, la jodí en grande, Namjoon.


Hobi no va a perdonármela jamás.

—Hey —ambos subieron atrás, Geumjae encendiendo el auto pero también


escuchando—, ¿qué estás diciendo?

Yoongi cubrió su rostro con ambas manos, destrozado a más no poder.


Namjoon nunca le había visto así de afectado.

—Ayer me fui con Hoseokie —masculló—, pero vio un peluche y comenzó a


pedírmelo. Todo eso me alteró porque él insistía a pesar de que yo le
decía que no, no era posible, que mejor le daba otra cosa, pero él
continuaba pidiéndolo, y terminé gritándole. Le dije que me tenía harto,
que no le daría ese peluche, que desapareciera de mi vista, y le dejé
solo. Le abandoné, aunque lo primero que me dijo su mamá fue que nunca le
dejara solo.

El silencio se volvió pesado, casi insostenible, en tanto Yoongi tomaba


aire para no romper a llorar como un bebé.

—Fui al baño para calmarme, entonces reparé en lo que hice y salí a


buscarlo, pero no le encontré. Lo llamé pero tampoco contestó, y una hora
después su mamá me envió un mensaje diciendo que no quería verme por el
resto del día, que Seokie había llegado a casa y estaba muy decepcionada
de mí. Luego de eso fui a tomar algo porque quería despejarme y tú sabes,
pelear...

—Oh dios —Namjoon ahogó un ruido—, ¿no estabas borracho? ¡Te metiste en
la pelea a propósito!

Yoongi hizo una mueca, casi una sonrisa rota.

—Me lo merecía luego de la forma en la que actué —contestó el chico.

Dios. Dios.

Namjoon no sabía si reír o llorar porque los dos habían sido un par de
estúpidos el día anterior. Él decidiendo quedarse con Soyeon, y Yoongi
gritándole a Hoseok. Por algo ambos eran mejores amigos.

Geumjae soltó un bufido.

—¿Y te vas a echar a morir? —preguntó con un bufido, llamando la atención


de los dos—. Eres un idiota, Yoongi, ¿lo sabes? Nunca te había visto tan
estúpido por otra persona, ¿y lo vas a perder porque cometiste un error?
—A Seokie no le gustan los gritos... —excusó Yoongi.

—¡Pues lo arreglas, entonces! —gritó Geumjae—. ¡No te echas a morir como


un cobarde! ¡Mañana vas a solucionar todo esto, ¿me oyes? Ahora vas a
llegar a quitarte ese apestoso olor a alcohol que traes encima y a sacar
la nieve de la entrada, ¿está claro?

Yoongi frunció el ceño.

—Pero esa es tu tarea —respondió.

—Le diré a papá y mamá lo que hiciste.

—¡Vaya, quitar la nieve suena fabuloso! —se apresuró a decir Yoongi—. Mi


mejor amigo Namjoon me va a ayudar, ¿cierto?

Namjoon lo observó, enarcando una ceja, para luego suspirar cuando vio la
mirada necesitada de Yoongi. Idiota.

—Me deberás una —masculló.

Aunque él sabía que le debía demasiado a Yoongi por todo lo que había
hecho por él. Sin embargo, eso, su mejor amigo, no tenía por qué saberlo.

SeokJin observó su celular, mirando los mensajes de Namjoon, para luego


leer los que Jungkook le había dejado, pero los ignoró por completo,
bajando las escaleras.
—¿Vas a salir? —preguntó su abuela cuando lo vio, sentada en el sofá.

La observó, ladeando la cabeza, y luego de unos minutos de tenso


silencio, SeokJin sonrió.

—Iré a casa de Hobi —respondió—. ¿A qué hora mamá y papá van a llegar?

La mujer miró a Heechul, a su lado, que tenía el ceño ligeramente


fruncido, como si estuviera pensando bien lo que iba a decir.

SeokJin mordió su labio inferior.

—Volverán cerca de las ocho de la tarde —respondió Heechul.

Pero Jin frunció sus cejas.

—¿Qué dijo, tío Heechul?

Ambos soltaron suspiros bajos.

—A las ocho de la noche, Jin —dijo su abuelita.

SeokJin asintió.

—¡Volveré en dos horas, antes que ellos! —se apresuró a decir, saliendo
lo más rápido que pudo de la casa porque necesitaba algo de aire para
despejarse un poco.
La noche anterior volvió a tener pesadillas.

SeokJin no sabía qué estaba pasando con él, por qué dentro de sus sueños
veía tanta sangre y sentía tanto dolor. Por qué se veía a sí mismo más
pequeño con un vestido de tul, inexpresivo y quieto, dentro de un cuarto
con más niños como él.

No entendía por qué Señor Shin lo tenía boca arriba, acostado, con la
falda del vestido levantada, y dos dedos provocando dolor. Dolor, dolor,
dolor, tanto que se ponía a llorar sin emitir ruido alguno pues no lo
soportaba bien.

—Bien hecho —murmuraba Señor Shin en sus sueños, viéndolo llorar pero
ahora ya no eran dos dedos sino tres, y quería soltar un gemido porque
sufría mucho, sin embargo, lo aguantó—. Buen Muñequito. Eres muy bueno,
precioso, naciste para esto, ¿lo sabes? Para ser el Muñequito Perfecto.

Muñequito Perfecto. Así solía llamarlo. Los otros Muñequitos recibían


nombres como Muñequita Pelirroja, Muñequito Príncipe o Muñequita Pecosa.
Pero él no, él era Muñequito Perfecto porque no había sido mutilado en
ningún momento. No tenía feas cicatrices en su cuello u ojos blancos por
la ceguera. No, él estaba completo, y eso lo hacía Perfecto.

Aquellos recuerdos enviaron un escalofrío por su espina dorsal.

Esas pesadillas, sumadas al día anterior...

SeokJin se sentía mareado, confundido, perdido y ahogado. Sabía qué tenía


que hablar con Namjoon y pedirle perdón por la forma en la que reaccionó
la tarde anterior, por haberle dicho esas cosas, pero no quería hacerlo
ahora. No se sentía preparado para ello.

Y Jungkook...
El pensamiento de su mejor amigo (¿o ex?) envió una ola de furia por todo
su cuerpo, por lo que había hecho, por haber llevado a la tonta y
patética de su hermana a esa salida que se suponía era de ellos seis.
Incluso pensó y tenía preparado decirle la verdad de Namjoon esa tarde,
luego de salir, pues Jungkook los habría visto interactuar juntos, se
habría convencido de que eran una bonita pareja, pero ¿ahora?

Ahora Jin no quería decirle cosa alguna, porque ya había visto que
Jungkook prefería a su hermana que a sus amigos.

Jungkook sólo provocaba desastres, porque además, provocó que hubiera


estado a punto de romper la regla más importante que Señor Shin le
enseñó. Estuvo a punto de colapsar y gritar por la frustración y rabia.

Humedeció sus labios, cruzando la calle, y su móvil sonó en señal de un


mensaje.

Observó el número.

Ya estoy aquí.

¿En cuánto llegas?

Contestó con rapidez, sus dedos tamborileando la carcasa del celular, y


pocos minutos después llegó a un café ubicado en el centro de la ciudad,
entrando aunque los nervios parecían comérselo de a poco.

No estaba preparado para eso, lo sabía, pero esa mañana sintió el tonto
impulso de hacerlo porque necesitaba aclarar muchas cosas.

Observó el rostro conocido de Jinho, sentado en una esquina, con un café


a medio tomar, así que se acercó a él.
Una chica estaba en una esquina cantando, pero SeokJin ni siquiera la
miró, sentándose frente a Jinho, que levantó la vista.

El muchacho era bonito: una cara preciosa, pálido y cabello castaño


oscuro. Sus ojos eran grandes, además que era bajito, más que él, y debía
verse peor aún con Namjoon a su lado.

Pensar en eso, en Jinho junto a Namjoon, envió una ola de celos por su
estómago, peor aún que cuando lo veía al lado de Soyeon, porque sabía que
lo de Soyeon era algo falso, algo sin sentido.

Pero con Jinho...

Sacó su cuaderno, escribiendo algo torpe. Cuando estaba nervioso, sus


letras salían más feas y temblorosas:

Gracias por darme un poco de tu tiempo.

Jinho bebió un poco de su café, recibiendo el lápiz que SeokJin le


tendió.

No es nada. La verdad es que debo cantar luego de que Joohee baje del
escenario, como en una hora más.

SeokJin lo leyó, queriendo escribir algo más, pero Jinho se le adelantó


con una expresión inocente.

Aquí nos conocimos Namjoon y yo. Él me vio cantar.

Los celos ardieron otra vez, más porque Jinho sonrió.


De seguro debía cantar bonito, después de todo, ¿Namjoon no era un amante
de la música? Componiendo y rapeando...

Namjoon tuvo que haberlo querido mucho, porque en esas semanas que
llevaban juntos, no lo había mencionado en ningún momento. De seguro
hasta le había escrito una canción, y pensar en eso provocó que sus manos
se apretaran en puños.

¿Cómo fue?, escribió apretando su boca, ¿cómo se conocieron?

Jinho ladeó la cabeza.

Yo estaba cantando y él estaba con su amigo, ¿Yoongi? Namjoon no podía


dejar de mirarme y yo de mirarlo. Al final, cuando bajé del escenario y
algunas personas me dieron propina, él se acercó a dejarme algo. Luego
volvió solo. Una y otra y otra vez, hasta que comenzamos a salir.

El más bajo frunció el ceño.

Coincidimos además varias veces en D-Town. Ambos congeniamos bien, muy


bien, tanto que apenas nos despegábamos, pero siempre cuando él estaba
solo. Muchas veces iba con Yoongi y nos portábamos como amigos, pero a
solas era otro cuento. Siempre fue otro cuento. Él decía que era mejor
mantenerlo a escondidas porque sus padres no gustarían de ello y yo lo
entendía, así que tenía problema alguno.

SeokJin leyó todo, apretando sus labios en una mueca iracunda, sin saber
por qué sentía tanta molestia, por qué los celos eran como ácido en su
estómago y él sólo quería borrar la estúpida sonrisa de autosuficiencia
que Jinho tenía en su rostro.

¿Y la relación?
Era torpemente lindo, escribió Jinho, adorable y vergonzoso. Pero eso ya
debes saberlo, ¿no es así? Namjoon es cálido e interesante. Puedes
mantener una conversación con él sin aburrirte, y es muy inteligente.
Solíamos salir por las noches y me mostraba las estrellas y
constelaciones. Se burlaba mucho de mí, además, por mi altura y por ser
su hyung.

A medida que escribía, la sonrisa de Jinho iba desapareciendo poco a


poco, sus ojos llenándose de pena y dolor, sus labios temblando. Se veía
más pequeño y desorientado, tanto que incluso a Jin le dio algo de
lástima.

Fueron sólo unos meses, pero para mí fue una eternidad porque cada día a
su lado valió la maldita pena. Namjoon tiene una capacidad increíble para
hacerte sentir el chico más afortunado con una simple mirada, ¿no? Yo
sabía que él me adoraba cuando me observaba, cuando me tocaba. Él fue mi
primera vez y yo fui la suya.

SeokJin lo sabía. Lo tenía claro, porque cuando Namjoon fijaba sus ojos
sobre él, su mundo entero se sacudía y se sentía incapaz de dejar de
mirarlo. Namjoon era como el sol, y él se sentía como Ícaro queriendo
alcanzarlo, queriendo volar cerca del chico aunque eso significara ser
quemado.

Su mano tembló cuando escribió lo siguiente:

¿Y qué ocurrió?

Jinho hizo una mueca.

Dejé de verlo por un par de días y no respondió mis mensajes. Yo sabía


que estaba teniendo algunos problemas familiares porque me dijo que había
decidido decirles la verdad a sus padres, pero cuando volvimos a
vernos... cuando apareció otra vez, me dijo cosas realmente horribles.
Que sólo fui un juego para él, que no estaba enamorado de mí y que fui
una apuesta con Yoongi, que fui un experimento, nada más. Que yo jamás
podría gustarle porque dos chicos juntos era incorrecto.
No era difícil que SeokJin se lo imaginara porque sabía que muchas
personas trataban así a Jungkook.

El pensamiento del chico envió una ola de dolor por su cuerpo ya que, a
pesar de todo, él le seguía queriendo mucho, y pensar en cómo muchos
compañeros le trataban sólo por ser abiertamente gay provocaba que se
sintiera triste y mal.

El muchacho frente a él volvió a escribir, ahora con furia.

Por eso te digo que Namjoon te está mintiendo. Con toda probabilidad
también te está usando y aprovechando de ti, porque sabe convencernos
bien de estar a su lado. Pero él no es buena persona. Nunca ha sido buena
persona.

SeokJin leyó sus palabras, una parte suya dándole la razón, asintiendo
porque todavía estaba enojado y furioso con Namjoon, pero sabía, en el
fondo, que eso no era cierto. Que Jinho estaba hablando desde la rabia y
la ira, desde el dolor, y escribía cosas irracionales por ello.

Namjoon era un buen chico, uno de los mejores que había conocido.

No. Namjoon me quiere, realmente lo hace. Él sólo tiene miedo, mucho


miedo, pero me quiere tanto como yo le quiero.

Ese simple pensamiento le hizo sonreír, culpabilidad ahora golpeándolo


por haber ignorado todos los mensajes de Namjoon, y sintió deseos de
verlo. De abrazarlo y dejarse envolver en sus brazos, sentir su rostro
lleno de besos.

El enfado pareció desaparecer de pronto y sólo se sintió triste, muy


triste, porque él no entendía por qué las relaciones eran tan complicadas
cuando debían ser tan sencillas.
Jinho le observó.

Eres un tonto, le escribió, te acordarás de mí cuando él te rompa el


corazón.

Entonces, Jinho esbozó una sonrisa triste.

Pero si eres feliz con eso, entonces adelante. Ya habrá tiempo para
lamentarlo después.

SeokJin entendía a Jinho, porque él no era malo. SeokJin sabía que las
personas no eran de color blanco o negro, sino que eran grises, una
amalgama de infinitos colores difíciles de entender.

Jinho muy bien podía estar saliendo con otro chico, pero tenía claro que
la herida que Namjoon hizo no era fácil de sanar. Puede que nunca sanara
por completo, porque la cicatriz iba a quedar allí en un constante
recordatorio de lo ocurrido.

Se puso de pie, arrancando una hoja del cuadernito y escribiendo algo


rápido.

Gracias, Jinho hyung. Espero que seas muy feliz, ¡eres un buen chico!

Jinho sonrió de lado, y SeokJin comprendió por qué a Namjoon le había


gustado tanto. Era muy tierno y adorable a pesar de su edad.

—Nos vemos, SeokJin.

E incluso su voz...
Mantuvo la sonrisa en su rostro cuando se dio cuenta para dónde se
dirigían sus pensamientos.

No. No. No.

Inclinó su cabeza, girándose para salir del café, saltando unos segundos
cuando el frío golpeó su rostro, y sacó su celular, observando el último
mensaje que Namjoon le había enviado.

Joonie:

Por favor. Por favor, por favor, Jinnie, respóndeme.

Jin:

¡Namjoon!

¿Podemos vernos en un ratito?

Te echo algo de menos :c

La respuesta fue inmediata.

Joonie:

¡Jin!
¿No estás enojado?

Yo también te extraño.

Jin:

¡Veámonos en el parque Manseok en veinte minutos!

¿Puedes?

No me digas que no, ¡no puedes decirle que no a esta carita!


Joonie:

Estaré en quince minutos.

Eres precioso.

Jin:

No, tú lo eres.

¡Nos vemos!

Joonie:

Nos vemos, bebé.

La última frase casi lo hizo volver a saltar de la emoción,


sonriendo sin poder evitarlo, y se apresuró en caminar para poder
llegar pronto al parque que quedaba a varias cuadras del café. Al
ser un domingo por la tarde no estaría tan lleno además de que
podrían ocultarse entre los árboles para poder abrazarse y
besarse, lo que SeokJin ansiaba casi con desespero.

Quería demasiado a Namjoon como para permitir que la tonta de


Soyeon arruinara su relación con él. Esa chica estaba algo
desquiciada y Jin le creía al mayor cuando decía que no pensaba en
volver con ella, entonces ¿por qué iba a desconfiar de él?
Y sobre Jungkook...

Bueno, estaba molesto y enfadado todavía, pero tal vez con el


pasar de los días eso iría desapareciendo. No quería envenenarse
con tantos malos sentimientos, sentía que no valía la pena, así
que sólo debía alejarse un tiempo.

Se detuvo ante un semáforo conglomerado, impaciente por cruzar,


ambos lados llenos de personas, y esperó a que marcara verde.
Segundos después, se dio la señal para cruzar.

Iba tan apresurado y abriéndose paso entre todas las personas que
terminó chocando con un adulto, provocando que soltara su maletín,
así que se inclinó para recogerlo.

—Cuidado, muñeco.

Se quedó congelado.

El hombre, con parsimonia, recogió el maletín y SeokJin se


enderezó, retrocediendo unos pasos.

—¿Te he asustado, muñequito? —preguntó Señor Shin.

SeokJin sintió el pánico atenazándose en su estómago, escalofríos


recorriendo su cuerpo, ganas repentinas de vomitar, volviendo a
retroceder, sus hombros golpeando con la multitud de personas que
seguía cruzando.

—Vaya, estás muy guapo —Señor Shin miró el semáforo, el verde


parpadeando—. Nos vemos, muñeco.
Y se giró para seguir caminando.

SeokJin se volteó, corriendo lejos de allí, su mente confundida y


perdida, apenas respirando por lo que acababa de ocurrir.

¿Acaso...? ¿Realmente...?

La bilis subió por su garganta, volteándose una vez cruzó, pero


Señor Shin ya no estaba por ninguna parte, y continuó corriendo
lejos de allí en dirección al parque, sin querer girarse porque no
quería pensar que le estaban siguiendo, que...

No, no, tuvo que haberlo imaginado. Tuvo que haber sido otra
persona y los confundió, era la única explicación posible, porque,
¿qué estaría haciendo Señor Shin allí? ¡Eso no tenía sentido
alguno!

Entró al parque, sus ojos desesperados buscando por entre las


personas, y corrió sin dudarlo hacia Namjoon, viéndolo apoyado en
un árbol, jugueteando con su celular.

Casi a tropezones, jadeando, lo abrazó sacándole un susto por su


repentina aparición.

—Hey, heeeeey... —Namjoon le devolvió el abrazo, sorprendido,


sintiendo como Jin ocultaba el rostro en su hombro, rodeándolo con
fuerza—, bebé, bebé, ¿qué pasa?

Pero Jin no lo miró porque ahora estaba entre los brazos de


Namjoon y eso significaba que estaba protegido, estaba a salvo, y
nadie le haría daño.

Muñequito estaba a salvo.


CAPITULO VEINTIUNO
—¿Quién es tu verdadero Dueño?

Muñequito miró la pared como si hubiera algo interesantísimo allí,


sintiendo las callosas manos de Señor Shin sobre su cuerpo, e hizo una
mueca de dolor sin poder evitarlo al sentir el objeto pequeño y duro
entre sus piernas, imposibilitando que pudiera sentarse bien.

Señor Shin le sonrió, comenzando a vestirlo con una bonita falda de


flecos.

—No voy a castigarte —susurró Señor Shin, su voz tierna y dulce—, ¿cómo
voy a castigar a mi Muñequito Perfecto? —sonrió—. ¿Quién es tu verdadero
Dueño?

Muñequito lo miró, su dedo temblando cuando lo apuntó.

Cerró los ojos ante el temor a un repentino golpe al verlo levantar la


mano, pero sólo sintió una caricia amorosa en su mejilla como respuesta.

—Exacto —respondió Señor Shin—, yo soy tu verdadero y único Dueño, aunque


debo prestarte a otra persona durante un tiempo, ¿está bien, Muñequito?
Pero vas a volver a mí —ahora hubo un beso en sus labios antes de que
comenzara a abrochar una blusa—. Eres mi juguete favorito, ¿lo entiendes?

Asintió, pero no entendía demasiado que estaba ocurriendo en ese


instante.
Señor Shin lo tomó en brazos y Muñequito era peso muerto, no se movía a
pesar de todo, aunque no pudo evitar removerse cuando vio que estaba
siendo acostado en una caja de madera, abriendo sus ojos por la sorpresa.
Su cabeza fue recostada en un cojín, pero aun así se aferró a las mangas
de Señor Shin.

No. No, oscuridad no. Encierro no.

Señor Shin apretó sus labios un instante para luego suspirar, tomándole
las manos con suavidad.

—Vas a llegar en perfectas condiciones con tu nuevo dueño —le trató de


explicar Señor Shin—. Nadie puede verte excepto él, es lo mejor para ti —
Muñequito no quería soltarlo, no quería hacer eso—. Si no me sueltas,
bebé, voy a arrancarte los ojos.

Obedeció, porque sabía que no bromeaba.

Le miró con ojos llenos de pánico, de terror, temblando porque estaba


luchando con las ganas de romper a llorar. Pero no podía llorar porque
los muñequitos como él no lloraban.

—Estarás bien —dijo Señor Shin, agarrando la tapa que iría sobre la caja
y con la que quedaría en completa oscuridad—. Son sólo cinco horas de
viaje. Has aguantado cosas peores.

Sí, por supuesto.


Pero...

La caja se cerró y sólo había luz de los pequeños agujeros que dejaron
para que no se ahogara.

Muñequito sintió lágrimas en su rostro, sin embargo, se las limpió con


rapidez para que no arruinaran el maquillaje que le pusieron encima.

No le gustaba, eso no le gustaba, en especial cuando comenzaron a mover


la caja como si no hubiera una persona allí.

Que tonto era. Por supuesto que no había una persona. Allí sólo había un
Muñequito.

Jungkook cayó al suelo cuando Dongsung lo empujó sin delicadeza alguna,


haciendo que sus amigos se rieran, y sintió sus manos arder pues terminó
raspándoselas para evitar un golpe fuerte.

Miró hacia arriba, temblando.

—¿Dónde está tu novio, Jungkook? —preguntó Dongsung con una sonrisa


horrible—. ¿Se aburrió de tu culo suelto y usado?

Tragó saliva, poniéndose de pie, y retrocedió unos pasos mientras se


aferraba a la mochila. Soyeon no había querido irse con él, aludiendo a
que iría a casa de Namjoon para irse con él, y Jimin no le había hablado
el día anterior por lo que tampoco se pusieron de acuerdo para irse
juntos. Además, como estaban las cosas...
Dongsung y su grupo lo agarraron antes de llegar a la escuela, tomándolo
por sorpresa, y se vio a sí mismo con trece años, cuando le hacían lo
mismo porque no tenía amigos ni nadie que le protegiera.

—Oigan, idiotas, ¿qué hacen?

Todos se giraron cuando escucharon una grave voz hablar.

Kim Namjoon estaba cruzado de brazos, con el ceño fruncido, y detrás de


él estaba Yoongi, luciendo molesto igual.

—¿No tienen nada más que hacer, grupo de imbéciles? —dijo Yoongi,
adelantándose para agarrarlo del brazo y llevarlo con ellos.

—Vuelven a golpearlo —agregó Namjoon—, y haré que te expulsen, Dongsung.

El agresor parecía dispuesto a decirle algo, pero ya se habían alejado de


ellos, y Jungkook no quiso mirar hacia atrás porque sabía que vería la
expresión enfurecida de Dongsung.

—Gra-gracias —tartamudeó hacia los mayores, logrando que lo miraran, y


ambos sintieron un poco de lástima porque Jungkook parecía ser, otra vez,
ese chico que nadie observaba dos veces—, no era... necesario...

Namjoon suspiró en tanto Yoongi se sentía culpable por lo que le había


dicho el sábado en el parque, sabiendo que el chico nunca tuvo
intenciones de arruinar esa salida y que, de alguna forma, todos habían
sido culpables por ocultarle la verdad a Jungkook.

—Oye, no pasa nada —dijo Yoongi tratando de relajar su expresión—, ahora


todos somos amigos, ¿no es así?
Jungkook sonrió débilmente, asintiendo con timidez, y los tres cruzaron
la entrada del colegio.

El menor se quedó quieto de pronto, y los amigos dirigieron sus ojos


hacia donde miraba Jungkook, viendo...

SeokJin estaba abrazando a Jimin con fuerza, sonriendo, y el mayor le


devolvía el abrazo sin duda alguna, revolviéndole el cabello, también con
una sonrisa en su rostro.

Jungkook sintió que perdió el color de su cara, recordando brevemente las


palabras de Soyeon.

Jimin te abandonó por ellos, ¡eso demuestra cómo es en realidad!

¿Cómo era, en realidad, Park Jimin?

Namjoon frunció el ceño ante la escena, sintiendo una punzada de celos en


su estómago, pero se obligó a tragarlo porque no debía desconfiar de
SeokJin. Estaba sólo abrazando a un amigo, nada más, entonces...

Iba a decir algo, pero Yoongi no estaba al lado de ello. Por el


contrario, se habría paso directo hacia...

—¡Hobi, Hobi, perdóname, bebé!

Llamó la atención de todo el mundo con sus gritos, e incluso Jin y Jimin
se separaron del abrazo, mirando hacia Yoongi, que caminaba –corría–
hacia Hoseok, a un lado de ellos. El chico de cabello naranja levantó la
vista hacia el más bajo, su rostro sin expresión alguna, aunque sus
labios parecían contraerse en cualquier momento.
Yoongi alcanzó a Hoseok, agarrándolo del hombro.

—Bebé, bebé...

—Ayer no fuiste a jugar conmigo —dijo Hoseok, interrumpiéndolo—, y hoy no


fuiste a buscarme a casa.

—Lo sé, lo sé, cariño, pero...

—Y hueles muy feo —el muchacho arrugó su nariz—. Gato apestoso y


mentiroso.

Yoongi abrió su boca para decir algo, pero Hoseok siguió hablando.

—Mamá dice que fuiste muy malo —balbuceó Hoseok—, me gritaste y me


dijiste cosas muy feas que no entiendo bien pero hicieron que algo
doliera mucho, aquí —apuntó a su corazón—, y mamá dice que si mi corazón
duele, entonces no hace bien.

—Hobi...

—¡Los novios no hacen que el corazón duela! —movió sus manos de forma
nerviosa y SeokJin se adelantó, comenzando a acariciar los hombros del
chico de cabello naranja—. No quiero ser tu novio, no quiero serlo más —
su voz se quebró—. No quiero que seas más mi gatito apestoso.

—Cariño...

El timbre tocó y Hoseok agarró la mano de SeokJin.


—Hay que ir a clases, hay que ir a clases —repitió el muchacho.

Jin frunció el ceño, asintiendo, y avanzó con Hoseok entremedio de la


multitud de personas, dejando a Yoongi con una expresión atónita. Jimin
se removió, incómodo, volteándose, y sus ojos chocaron con la mirada de
Jungkook.

Dio un paso hacia él, pero Jungkook decidió huir porque no se veía capaz
de enfrentarlo en ese instante. No quería escuchar lo que tuviera que
decir. No quería saber si Jimin iba a terminar con él porque... porque
quizás gustaba de...

Jungkook dejó a Namjoon allí, confundido por todo lo que acababa de


ocurrir en sólo unos segundos, yendo al salón de clases.

Jimin también decidió marcharse a clases, acercándose a su grupo de


amigos, y Yoongi volvió con Namjoon, frunciendo las cejas.

—Creo que todos estamos destinados al fracaso —fue lo primero que dijo
Namjoon.

Yoongi resopló.

—Habla por ti —dijo su amigo—, cuando terminen las clases, iré a


comprarle un dinosaurio a Hoseok y va a perdonarme. Está loco si cree que
lo nuestro se acabó.

Namjoon decidió que lo mejor era no decir algo porque sabía lo terco e
idiota que podía ser Yoongi con eso, así que sólo se volteó para irse a
clases.
Sin embargo, no dieron ni dos pasos cuando Jeon Soyeon apareció frente a
él.

—Oh no, viene la loca —dijo Yoongi—. Yo la noqueo y tú huyes, Namjoon.

Namjoon le dio un codazo a su amigo, aunque si era sincero, la idea no


parecía taaaaaaan mala, ¿cierto?

Soyeon le sonrió, sin embargo, podía ver el nervio en sus ojos. La chica
se colgó de su brazo.

—Nam oppa —dijo con voz tímida—, fui para tu casa, pero tus padres
dijeron que ya te habías ido. ¿Podríamos ir a comer un helado luego
de...?

—No, Soyeon —Namjoon salió de su agarre con suavidad, aunque a su lado


Yoongi comenzó a fingir que estaba vomitando—. Ya te lo he dicho varias
veces, no hemos vuelto. No somos novios otra vez.

La sonrisa en el rostro de la muchacha se esfumó con rapidez, y tal como


hicieron sus amigos antes, Namjoon y Yoongi se apuraron en alejarse allí
para no discutir más.

—De verdad —decía Yoongi—, Soyeon tiene buenas notas, pero no es muy
inteligente que digamos.

Namjoon pensaba que Yoongi iba a irse al infierno, pero bueno, le quería
de todas formas.

Perdón, SeokJin. No fue mi intención que mi hermana arruinara nuestra


salida ni que agrediera a Hobi. No pensé que ella iba a caerte tan mal.
Lo siento mucho, por favor, perdóname.
SeokJin leyó el mensaje que Jungkook había deslizado a su mesa hace unos
minutos, sentado sin compañía detrás de él, y mordió su labio inferior,
volviendo a releerlo.

Levantó la vista, observando a la profesora de Ciencias, que hablaba


mientras pasaba las diapositivas de su clase, y rascó su nuca. A su lado,
Hoseok anotaba todo lo que decía la mujer, concentrando al cien por
ciento, su lápiz moviéndose con esfuerzo por el papel ya que no era muy
fanático de escribir pues aludía a que su letra era fea y poco
entendible.

Está bien, Jungkook. No pasa nada. Lamento también lo que dije. No eres
un mal amigo. No te odio. Yo te quiero mucho, de verdad. Eres mi mejor
amigo.

Jungkook recibió el papel, sus labios temblando al leer el mensaje, sus


ojos picando por las lágrimas que quería soltar. Todos esos días se había
sentido muy mal, llorando más que nunca, porque además estuvo buscando
información de su mamá por internet y no encontró nada. No sentía que
hubiera valido la pena saber el nombre de ella a cambio de lo que
entregó.

¿De verdad, Jinnie? ¿Tú realmente no me odias?

¡No! ¡No, yo jamás podría odiarte! Aquí nadie te odia, Jungkookie, ¡no
seas bobo!

La profesora dio la clase por terminada, dando paso a que todos fueran a
almorzar, y Hoseok comenzó a guardar su cuaderno junto con sus lápices de
colores que usaba para destacar la información más importante. SeokJin se
volteó hacia Jungkook con una sonrisa, pero se puso serio al notar sus
ojos llenos de lágrimas.

Jin reaccionó enseguida, moviéndose y dándole un abrazo fuerte, y


Jungkook no tardó en devolverle el abrazo, suspirando porque estaba bien.
Porque Jin no le odiaba, y Hobi tampoco, y ellos iban a seguir siendo
amigos. Ellos seguirían siendo sus amigos.
—Es la hora de almuerzo —balbuceó Hoseok, poniéndose de pie—, ya vamos
tarde, vamos a comer...

Jungkook alejó su rostro del hombro de Jin, sonriendo también por las
palabras de Hoseok, por ver que no lucía incómodo a su lado, y sabía que
también le debía una disculpa.

—Lo siento, Hobi —fue lo primero que dijo al soltarse, el chico de


cabello naranja mirándolo—, por el golpe de mi hermana. Ella no hizo bien
con eso, de verdad...

—¿Por qué pides perdón tú? —preguntó Hoseok, arrugando las cejas—. Fue
Jeon Soyeon quien lo hizo, no tú.

Jungkook no sabía qué responder ante ello.

—Perdón por invitarla a nuestra salida —contestó en cambio.

Hoseok hizo un gesto extraño.

—Está bien, supongo —dijo Hoseok algo confundido—. Ella no debería salir
con nosotros la próxima vez si vamos a ir a una cita de a tres, porque mi
pareja es Yoongi, tu pareja es Jimin y la pareja de SeokJin es Namjoon.

Jungkook parpadeó, desorientado por sus palabras, para luego reírse con
algo de diversión.

—Hobi, SeokJin y Namjoon son amigos —le corrigió con suavidad.


Hoseok ladeó la cabeza.

—¿Acaso ellos termi...?

SeokJin se colgó de los dos de forma sorpresiva con sus cosas listas,
cargando su mochila, sus labios curvados hacia arriba, interrumpiendo lo
que fuera a decir Hoseok.

Jungkook interpretó su gesto entusiasta con un vamos a comer, por lo que


sólo le devolvió la sonrisa, empujando a sus amigos para caminar al
comedor, aliviado de saber que todavía era importante para ellos. Que
SeokJin no estaba enojado, que Hoseok lo seguía considerando su amigo, y
que Jimin...

Tragó saliva al pensar en Jimin, observando de reojo a Jin.

Bueno, ¿quién no se enamoraría de Jin? Era un chico adorable, gracioso y


hermoso a pesar de todo, tratando de tener una actitud positiva en
cualquier momento. Jimin, tal vez, necesitaba a alguien así, no a una
persona dependiente y opaca como lo era Jungkook, tan tímido y torpe que
a veces llegaba a ser hosco y antipático con el mundo.

Mordió su labio inferior una vez entraron al comedor. Jimin estaba


sentado junto a Seulgi y Taemin, sus mejores amigos, y no quería ir a
molestarlo con sus tonterías, así que siguió a SeokJin por entremedio de
la gente hacia donde se sentaban Yoongi y Namjoon.

—Hey, Kook —dijo Namjoon, llamando su atención—. Dongsung no ha vuelto a


molestarte, ¿cierto?

Bajó la vista con algo de vergüenza mientras SeokJin ponía una expresión
de alarma.

—Dongsung es feo —dijo Hoseok, abriendo su lonchera de Snoopy—, es una


persona horrible, fea y tonta.
—Hey, Hobi... —comenzó a decir Yoongi.

—¿Qué?

—¿Crees que yo soy feo? —preguntó Yoongi.

Hoseok lo observó unos segundos para luego bajar la vista, sin cambiar su
expresión.

—No, eres muy guapo —dijo Hoseok como si nada—, cuando te miró, luces
mucho... um... —lo pensó un instante—, como una estrella, aunque no sé
cómo lucen las estrellas, pero cuando miro al cielo y veo una, pienso que
son muy bonitas. Eso pasa cuando te miro a ti, Min Yoongi.

Yoongi sonrió, satisfecho, y ahora Namjoon fingió que estaba vomitando.

—¿Y yo soy feo, Hoseokie? —preguntó Jungkook.

—No, tú eres más guapo que Yoongi —afirmó Hoseok, provocando la


indignación del chico más bajo y las risas del resto.

El almuerzo, así, transcurrió con tranquilidad, y Jungkook trató de


concentrarse en eso. Trató de no pensar en cosas malas hasta que tuviera
que enfrentar a Jimin, que ocurrió cuando las clases terminaron. Jungkook
salió con sus amigos, dispuesto a irse con ellos, pero se quedó quieto
cuando vio a Jimin fuera del colegio, solo, sin embargo, mirándolo
directamente.

SeokJin llamó su atención.


—¡Ve con él! —animó—. Yo me iré con Hoseok, ¿está bien? ¡No te preocupes
por nosotros, Kook!

Jungkook quiso decir algo, pero decidió tomar valor para acercarse a
Jimin, despidiéndose de sus amigos, y caminó hacia él. Jimin no sonreía,
pero tenía una expresión suave, sin lucir enojado o molesto, aunque eso
no impidió que evitara su mirada porque sentía demasiada vergüenza.

—Ji-Jimin hyung —tartamudeó.

Jimin enarcó una ceja, abriendo la puerta del auto para decirle que
entrara, y Jungkook no dudó en hacerlo. Una vez estuvieron los dos en el
interior, se instaló un silencio.

—Lo siento —balbuceó Jungkook otra vez, llamando su atención—, por lo del
otro día. Yo no tuve que invitar a Soyeon, tú y SeokJin tienen razón.
Ella... —su voz tembló—, yo no le importo mucho a ella.

Jungkook lo sabía desde hace mucho, por supuesto, pero era distinto
decirlo en voz alta que sólo pensarlo. Si lo hablaba, lo mencionaba,
hacía las cosas mucho más reales, las hacía más dolorosas porque,
entonces, se convertían en una verdad que no podía evitar. Puede que
Soyeon le quisiera, aunque no lo suficiente, no porque quisiera hacerlo,
sino porque compartían sangre y era su obligación hacerlo.

Y eso lo hacía más horrible, pensaba Jungkook, porque querer a alguien


por obligación no era justo, no era bueno. No era sano.

Sin embargo, eso no evitaba que doliera, pues Soyeon parecía ser la única
persona que le quería más dentro de su familia, y si ella le quería poco,
entonces... entonces, ¿cuánto realmente le quería el resto?

—Yo... entenderé si quieres... terminar conmigo —prosiguió Jungkook, y


Jimin le miró—, porque te he traído muchos problemas y... —su garganta se
apretó—, y puede que te guste Jin...
—¿Qué?

Levantó la vista cuando Jimin habló, viendo su rostro atónito y expresión


confundida.

Humedeció sus labios.

—Eso —jadeó, y no notó que estaba llorando hasta ese momento—, SeokJin te
gusta... Ustedes se han acercado mucho este último tiempo y...

Jimin frunció el ceño, pensando en el abrazo que Jin le había dado esa
mañana, cuando le vio: fue en señal de agradecimiento por haberlo llevado
a casa, a él y a Hoseok, el día sábado, luego de lo ocurrido,
asegurándose de que llegaran bien, sin problema alguno. No le costaba
notar que el menor era alguien que gustaba del tacto y no le costaba
demostrarlo demasiado, así que le devolvió el abrazo sin pensarlo
demasiado.

—Jungkook, no —habló, extendiendo una mano para limpiar las silenciosas


lágrimas que soltaba el chico—, no, eso no es así. SeokJin no me gusta,
te lo prometo —rascó su nuca—. A mí sólo me gustas tú.

Jungkook soltó un sollozo bajo.

—Yo también quiero pedirte perdón —se disculpó Jimin—, no hice bien en
dejarte solo el otro día y haberte regañado sin considerar tus
sentimientos. Cuando se lo he contado a Seulgi, me ha dado un coscorrón
que casi hace que el pelo se me caiga —el menor soltó una risa
entrecortada—. De verdad... lo siento mucho, Jungkookie. Fui un mal novio
ese día y me arrepiento mucho de todo.

Jungkook quiso hacer el amago de abrazarlo, pero al final sólo levantó


sus manos para limpiar su rostro. Jimin le sonrió, inclinándose, y abrió
la guantera del coche, sacando unos papeles.
—¿Qué es eso? —preguntó Jungkook.

Jimin se los tendió.

—Tú sabes... —dijo Jimin pausadamente—, papá trabaja en la municipalidad


y tiene acceso a todos los archivos. Le pedí si podía buscar a todas las
Im Yoonah de la ciudad y darme sus direcciones, y me entregó esto a
cambio de que te llevara a cenar este viernes a casa porque mamá y él te
extrañan un poquito.

Jungkook volvió a llorar por sus palabras, sin saber qué decir en
respuesta porque Jimin estaba siendo demasiado comprensivo y bueno con
él, y no se merecía ese trato luego de haberlo arruinado todo.

—¿Tú de verdad...?

—Hay dos Im Yoonah, así que... ¿por dónde quieres comenzar, Jungkookie?

Ahora no se resistió: Jungkook lo abrazó y le llenó el rostro de besos,


haciéndolo reír con alivio.

Namjoon sonrió ampliamente cuando SeokJin se subió sobre él, sus labios
deslizándose por su mejilla en besos cortitos, superfluos y nada
profundos, casi como si fueran el toque de una mariposa, para luego
reírse al darlo vuelta, dejándolo bajo su cuerpo.

Jin también se reía en silencio, sus ojos cerrados, su expresión llena de


amor, tanto que Namjoon se sentía en el cielo.
—Bebé, tengo tarea qué hacer —le dijo en lenguaje de señas.

El menor hizo un puchero, poniendo ojos de borrego, pero Namjoon sólo le


dio otro beso en los labios para después levantarse y caminar hacia su
escritorio.

SeokJin rodó en la cama, algo enfurruñado por la situación, y terminó


acompañándolo también, sentándose a su lado.

—¿Qué tienes que hacer? —preguntó, viendo como encendía su computadora.

Namjoon lo pensó un momento, agarrando el cuaderno de SeokJin para


escribirle lo siguiente; todavía no se manejaba muy bien en el lenguaje
de señas, así que prefería eso para no decirle algo erróneo.

Es un trabajo de Música. El profesor quiere que hagamos un ensayo acerca


de la música como reflejo de problemáticas o realidades sociales. Dice
que debemos escoger una canción o un álbum de cualquier cantante o grupo
musical, y lo estudiemos a fondo.

SeokJin leyó el mensaje, concentrado, poniendo una cara pensativa


inmediatamente, y se tomó su tiempo para responderle a Namjoon, que ya
estaba abriendo Youtube.

¡Eso suena muy genial, hyung! No sé mucho de música porque no puedo


oírla, pero he leído algunas letras que son muy lindas y me gustan mucho.
¿Qué debe contener ese ensayo?

Namjoon se animó al ver genuino interés en la mirada de su novio. Él


creía, con mucha firmeza, que no había expresión más linda de amor que
cuando una persona demostraba fascinación por lo que su compañero le
pudiera contar, aunque no fuera algo novedoso o llamativo.

Bueno, debemos estudiar la vida de los creadores de la canción, en primer


lugar, y fijarnos si quienes la compusieron son las mismas personas que
la interpretan. Al menos para mí eso es muy importante, porque significa
que la letra y los ritmos se vuelven más personas y profundos de
estudiar. Además, al saber de la vida de ellos, me puedo fijar también en
qué época vivieron, es muy importante saber de eso pues muchas canciones
responden a una época en específico. No es lo mismo hablar de canciones
que pudieron haber nacido, por ejemplo, bajo una dictadura, que canciones
que nacieron en años más... "tranquilos".

Su novio, a medida que iba leyendo, abría su boca en señal de


desconcierto, sus ojos amplios y su nariz un poco arrugada. Namjoon se
sintió culpable por haberle escrito tanto sin pensarlo demasiado.

¡Lo siento! No quería llenarte de información ni aburrirte, pero es que

SeokJin le arrancó el cuadernito, enfadado.

No pidas perdón por eso, ¡te ves muy lindo cuando estás entusiasmado,
Joonie! Anda, quiero que me cuentes más, ¿puede ser de cualquier artista?

El mayor sintió su rostro colorado al leer el dulce apodo que SeokJin le


puso, pero trató de no centrarse demasiado en ello porque, si lo hacía,
terminaría rodando por el suelo.

Sí, el profesor nos dio libertad creativa. Yoongi ha decidido hacerlo de


Seo Taiji, pero yo... todavía estoy un poco indeciso.

¿Entre que artistas?

No artistas. Entre dos álbumes del mismo artista.

Namjoon, entonces, tuvo un pensamiento repentino, y no pudo detenerse a


pesar de que podía resultar algo grosero, e incluso, burlón.
Jin, tú nunca has escuchado una canción, ¿cierto?

SeokJin leyó el mensaje, aunque contrario a lo que se esperaba, el chico


asintió con la cabeza, poniéndose a escribir.

Una vez, escribió algo indeciso, mamá y papá consiguieron un aparato,


cuando me estaban haciendo exámenes, que me permitía escuchar música,
pero era muy caro, así que no podían costearlo. Lo que escuché sonaba...
muy bonito. La música me pareció bonita, muy bonita.

Namjoon asintió, queriendo preguntar más pero controlándose para no


hacerlo. Si Jin, en algún momento, quería contarle más de él (en especial
sobre lo ocurrido años atrás), Namjoon estaría allí para comprenderlo.
Pero tenía que ser una decisión de SeokJin contarle sobre aquello.

Eso suena genial, SeokJin. Lo que yo tengo pensado... ¿Has oído alguna
vez de la banda Pink Floyd?

SeokJin negó con la cabeza, desconcertado, y Namjoon sonrió con cariño.

Es una banda occidental de rock. Tienen dos álbumes que me gustan mucho y
me gustaría trabajarlos. Uno de ellos se llama Animals, que está basado
en la novela "Rebelión en la Granja", de George Orwell, y sólo incluye
cinco canciones, siendo una crítica hacia el control que ejercen las
clases dominantes sobre la sociedad y como el poder corrompe de a poco.
El otro álbum que quiero trabajar es The Wall, inspirado mucho en la vida
personal del bajista de la banda, que además tiene elementos de la
Alemania Nazi y la Segunda Guerra Mundial.

Namjoon mordió su labio inferior.

¿Quieres que ponga alguna canción en Youtube con subtítulos para que la
leas?
SeokJin lo abrazó, dándole un beso en la mejilla antes de asentir, y
luego de poner una canción, le dio un beso en los labios.

Te dije que Animals estaba basado en Rebelión en la Granja, ¿no es así?


Bueno, el libro de Orwell es una especie de novela irónica hacia el
régimen de Joseph Stalin, aunque también puede ser dirigido hacia todos
los regímenes totalitarios. Trata sobre unos animales que vivían en una
granja, y sintiéndose oprimidos, deciden expulsar a los humanos de ésta y
vivir según sus condiciones. Los cerdos se alzan como los líderes, pues
eran los más inteligentes de la granja, y al inicio son todos
considerados iguales, pero luego el poder empieza a centrarse sólo en una
figura, un cerdo llamado Napoleón, que utiliza a los perros para mantener
el orden. El álbum de Pink Floyd tiene tres canciones centrales, a mí
parecer, más una intro y un outro. Dogs habla acerca del uso de las
policías por parte de los gobiernos para mantener a la población
controlada, Pigs trata sobre las figuras ya corrompidas en el poder, y
Sheep se centran en las personas que siguen al líder de forma ciega.

Namjoon observó a SeokJin, que leía todo de forma concentrada, mordiendo


su labio inferior, por lo que se sintió algo culpable al escribirle algo
tan largo. No pensaba que el menor fuera algo así como tonto y no iba a
entenderlo, pero tal vez no se hallaba interesado en todo ese rollo
político y se aburriría.

Se aburriría, se reiría de él y luego le terminaría, después de todo,


¿quién querría...?

SeokJin comenzó a escribir.

Stalin era el dictador de la URSS, ¿cierto? Y por lo que me platicas,


Orwell tuvo que haber vivido en la época en que Stalin todavía estaba en
el poder. Además de que Stalin no era el único dictador de un régimen
totalitario, según lo que recuerdo de las clases de Historia, también
estaba Hitler y Mussolini en Europa, y Japón también se estaba
extendiendo con el militarismo, entonces suena como un concepto genial
para un álbum musical.

El mayor miró a SeokJin, parpadeando luego de leer lo que escribió, y


antes de pensarlo dos veces, lo agarró de las mejillas y le dio un beso
profundo, queriendo expresarle con ese gesto todo lo que le hizo sentir
sólo con prestarle un poco de atención. SeokJin le devolvió el beso,
sonriendo con felicidad.

Al separarse, Namjoon le puso una canción: Pigs, y ambos se concentraron


en la traducción de la canción.

El otro álbum que quiero trabajar es The Wall, que es mucho más largo y
trabajado según algunos críticos. Presenta la historia de una persona que
ha vivido ciertas experiencias traumáticas como la muerte de su padre
debido a la Segunda Guerra Mundial, una madre sobreprotectora gracias a
esto, un sistema educativo opresor y fracasos sentimentales, como el
divorcio, que le han llevado a construir una "muralla" alrededor de sí
con la intención de protegerse, pero que finalmente le llevan a la
locura. Waters el bajista y creador del álbum, expuso así su disgusto
hacia la obsesión agresiva de los fans por sus artistas, pues muchas
veces deseaba tener un muro entre el escenario y la gente, para que así
se concentraran más en lo sonoro que en ellos, criticando la alienación
entre el fan y el artista. A todo eso se le sumaron las experiencias
personales de Waters también.

SeokJin se removió, sentándose en sus piernas, y Namjoon lo abrazó por la


cintura, dándole unos besos pequeños en el cuello mientras escribía.

¿Alienación, hyung?

Se refiere a la pérdida de identidad, de algo propio, de una parte de tu


esencia, con la intención de actuar contrario a lo que se espera de ti.
En el caso del álbum, se refiere a cómo el fan se obsesiona tanto con el
artista que está dispuesto a todo por él, perdiendo parte de sí mismo y
convirtiéndose en sólo alguien parte de la masa. Mira, te mostraré la
canción más popular del álbum, es Another Brick In The Wall, aunque...
para mí, mis favoritas son Hey You, The Trial y Mother.

Se quedaron en silencio en tanto los parlantes reproducían las canciones,


Namjoon tarareando el ritmo, SeokJin concentrado leyendo las letras,
abrazado todavía a su novio. Cuando terminaron, el menor se volteó hacia
Namjoon, pero no escribió.

—Hyung —le dijo con expresión seria—, creo que eres el chico más
interesante, inteligente y guapo que haya conocido alguna vez.
Namjoon sintió calor en su rostro, desviando la vista y comenzando a
balbucear palabras en voz baja, incapaz de concretar una frase por la
vergüenza que empezó a decir.

Qué estás diciendo, SeokJin. Yo no soy nada especial, estás exagerando.

—¡No! — SeokJin le dio un beso—. Me siento muy tonto a tu lado ahora,


Joonie.

No te sientas así. Tú también eres inteligente, divertido y hermoso. Me


encanta estar contigo porque... porque me haces sentir especial, SeokJin.

Volvieron a besarse, la música resonando en los parlantes, y Namjoon


deslizó sus manos por la cintura de SeokJin, sus dedos acariciando su
piel desnuda. El menor se estremeció, alejándose, sus ojos nublados, y le
dio un beso pequeño.

—Debo irme —le dijo SeokJin.

Namjoon asintió, dándole otro beso, y le acompañó a la ventana. SeokJin


se sentó en el marco, tomando la libreta, escribiéndole algo veloz, para
después agarrarlo de la camisa, tirando de él, besándolo una vez más. Le
gustaba mucho eso, sentir los labios de Namjoon sobre los suyos.

Sonrió, entregándole el papel y saliendo de la habitación. Namjoon lo


observó bajar con cuidado del árbol, preocupándose de que no cayera al
suelo, despidiéndose de él cuando se volteó para sacudir su mano.

Pronto SeokJin desapareció, corriendo para agarrar un bus que le acercara


a casa, y Namjoon cerró la ventana, sonriendo también.
Se estiró con el papel en la mano, yendo a sentarse frente al escritorio,
y leyó el mensaje.

¡Te quiero mucho, hyung, eres el chico más increíble del universo!

Y si quieres mi consejo, yo digo que trabajes Animals. ¡La letra era muy
impactante y el solo de guitarra sonaba increíble!

El lápiz de Namjoon cayó al suelo, sus ojos releyendo el mensaje.

El solo de guitarra sonaba increíble.

Sonaba increíble.

Sonaba.

¿Qué?

¿Acaso SeokJin...?

Namjoon sintió ganas de vomitar.


CAPITULO VEINTIDOS
SeokJin tuvo que aprender a caminar.

Jongwoon le sonrió con orgullo al ver como daba unos pasos, titubeante,
siendo sostenido por unas muletas, mientras Taeyeon frotaba sus ojos para
alejar las lágrimas que querían escapar. Su bebé llevaba ya cinco meses
en el hospital, y dentro de unos días, esperaba que le dieran el alta
para llevárselo a su casa. Con ellos, donde siempre debía estar.

El kinesiólogo también esbozó una sonrisa cuando Jin se sentó en la cama,


cansado a pesar de haber caminado sólo por su habitación, pero ya era un
gran avance, considerando que todos esos años estuvo, en su mayoría,
sentado. Sus piernas eran débiles y todos lo tenían que llevar en brazos,
o en su defecto, arrastrarse, para ir a algún lado.

Se tensó automáticamente cuando el hombre comenzó a masajear sus piernas,


relajándose segundos después al notar que no era un toque perverso, y
luego de darles algunas indicaciones a sus padres, se marchó, quedando
sólo los tres.

Taeyeon se sentó al lado de SeokJin, que acercó su cuadernito de


caligrafía con el que estaba aprendiendo a escribir. El último mes el
muchacho había demostrado tener un aprendizaje veloz, pero por sobre
todo, que estaba interesado en comprender lo que ocurría a su alrededor.

—La lección de hoy... —dijo Taeyeon con voz pausada, hablando también en
lenguaje sordomudo—, es formar oraciones completas, SeokJin.

SeokJin la observó con ojos enormes, parpadeando inocentemente, y ella


quería abrazarlo y no soltarlo nunca más.
¿Cómo era posible que le hubieran hecho tanto daño a su angelito?

—La primera oración es... —agregó Jongwoon, sonriendo mientras sacaba un


caramelo de su bolsillo, viendo como la expresión de Jin se iluminaba—,
"mamá y papá me quieren mucho". Si la escribes bien, entonces te lo daré.

Taeyeon sonrió, escribiéndole la frase a SeokJin en una hoja en blanco,


mostrándosela brevemente para que la leyera, y segundos después, comenzó
a replicarla.

Sus letras eran torpes, temblorosas, poco estéticas y apenas entendibles,


escribiendo con esfuerzo, deteniéndose varios segundos para pensar bien
en hilar la oración como correspondía, y una vez la tuvo lista, se las
mostró.

Ambos estaban felices al ver que SeokJin no se equivocó, y Jongwoon le


entregó el caramelo, que no dudó en llevárselo a la boca. Lo degustó
varios segundos antes de mirarlos.

Su dedo índice fue a la frase, señalando una palabra: mamá.

Luego apuntó a Taeyeon, duda en su expresión, pero la mujer asintió.

Después fue a otra palabra: papá.

Y como hizo anteriormente, señaló ahora a Jongwoon, que hizo un gesto de


aprobación.
Chupó el caramelo otros segundos antes de tragárselo, yendo al cuadernito
para escribir algo.

"Yo soy SeokJin. Mamá y papá quieren a SeokJin ".

Taeyeon se arriesgó, entonces, y le revolvió el cabello al niño, que se


quedó quieto un instante antes de mirarla con una sonrisa tímida.

"Sí", escribió Jongwoon, "te amamos por siempre".

SeokJin sonrió ampliamente.

Hubo un instante de cómodo silencio en el que SeokJin estuvo pensando en


tanto Taeyeon le anotaba una siguiente frase, entonces–

Entonces pasó.

—Mamá —susurró SeokJin.

Taeyeon se quedó quieta, su rostro congelado. Jongwoon dejó de rebuscar


el caramelo.

—Papá —añadió SeokJin en un murmullo ronco, más bien un graznido, la


palabra apenas entendiéndose.

Pero existió. La palabra saliendo de los labios de SeokJin existió.

Los adultos miraron a SeokJin, que balanceaba sus pies, su boca abierta
todavía.
Entonces, los ojos del muchacho se abrieron por la sorpresa, llevando una
mano a sus labios, cubriéndolos por completo, su cuerpo comenzando a
temblar.

Jongwoon fue el primero en moverse al ver cómo SeokJin levantó una mano y
se abofeteó a sí mismo, agarrando la muñeca del chico. Pero SeokJin fue
veloz porque lo mordió en una primitiva defensa, comenzando a llorar,
negando con la cabeza.

Taeyeon marcó el botón que había a un lado en caso de emergencia,


retrocediendo al ver como SeokJin trataba de forcejear con su papá,
mordiéndolo otra vez para que le soltara.

— SeokJin, SeokJin, bebé —sollozó Taeyeon, su voz quebrada.

Pero el niño no la miró, llorando, removiéndose mientras era sostenido,


luchando por castigarse al creer que había sido malo.

Al pensar que fue un muñequito malo.

Yoongi observó el techo, suspirando mientras hacía una mueca ante todo el
ruido, y observó a Namjoon que había estado extrañamente callado todas
esas horas, respondiendo sólo con monosílabos, sin parecer querer iniciar
una conversación.

—Sin Hobi, D-Town no parece tan divertido —masculló Yoongi, encendiendo


un cigarrillo, mirando hacia el escenario donde había una competencia de
canto—. Anda, ¿vas a decirme qué pasó?

Namjoon rascó su nuca, tratando de poner en palabras lo que ocurrió el


día anterior. Tratando de poder hablar sin parecer desquiciado.
El papel en su bolsillo pesó.

—Recuerdas... —comenzó a decir Namjoon, sintiendo su propia voz extraña—,


la vez que fui a ver a SeokJin, y tú dijiste lo de la piedra, ¿cierto?

Yoongi le observó directamente a los ojos, frunciendo levemente el ceño


ante la pregunta, y humedeció sus labios unos segundos para luego
responder:

—Sí —dijo con evidente cuidado en su voz, escuchándose a pesar de todo el


ruido, Namjoon sólo pudiendo concentrarse en su mejor amigo para no dar
rienda suelta a la extraña sensación en su interior.

— SeokJin se excusó —agregó, su voz comenzando a temblar.

—Me lo contaste —recordó Yoongi—, dijiste que fue su perrito, que Jjangu
ladró hacia la ventana, y él vio eso, por ello la abrió.

Asintió, sacando el papel, y se lo tendió a Yoongi, que lo agarró con una


expresión algo confundida.

—Me lo escribió ayer —dijo, su tono ahogado—, SeokJin me lo entregó.


¿Notas algo extraño?

Yoongi lo leyó.

En un primer momento su rostro se veía algo perdido, sin entender


demasiado a qué se refería, sin embargo, al volver a releerlo, sus labios
se separaron en una mueca aturdida, levantando la vista bruscamente.
—¿Él... escuchó qué?

Namjoon sintió su propia garganta apretada, tratando de ordenar el hilo


de pensamientos de su mente, tratando de comprender bien lo que había
ocurrido el día anterior.

—Estábamos juntos —explicó, mordiendo su labio inferior—, y tenía que


hacer tarea, entonces me preguntó por ella, por el trabajo de música que
debemos entregar. Le mostré acerca de Pink Floyd, puse algunas canciones
con sus subtítulos, y cuando se despidió, me entregó el papel. Dijo que
el solo de guitarra sonaba increíble, ¿qué se... supone que significa
eso?

Yoongi releyó el mensaje otra vez, rascando su nuca, luciendo más pálido
que de costumbre, sus propios ojos se veían asustados, nerviosos.

—Tú... uh... no has... Sé que ustedes llevan muy poco, pero... pero ¿no
le has preguntado sobre... ya sabes... lo ocurrido cuando... cuando
estuvo desaparecido?

Namjoon desvió la vista, apretando sus labios un instante, su estómago


encogiéndose, y bebió de golpe el soju en el vaso frente a él para tratar
de sentir que no estaba soñando, para saber que todo eso era real.

—No —contestó, su garganta ardiendo—, sé que debo hacerlo, pero...

Entonces recordó lo ocurrido semanas atrás también, cuando fue la carrera


de autos y llevó a SeokJin a hacer grafitis, el muchacho tan emocionado
que parecía a punto de saltar por la emoción. Le había preguntado, con
inocencia, si él siempre había sido sordomudo, sin embargo, SeokJin lució
perdido un instante.

Yo tampoco debería ver, había escrito SeokJin, pero no pudo preguntar a


qué se refería porque la policía apareció y tuvieron que correr.
¿A qué se refería con eso?

Le explicó aquello a Yoongi, y para cuando terminó, su mejor amigo lucía


más enfermo que antes.

—Mierda, esto... —por primera vez, el chico más bajo no parecía ser capaz
de decir un comentario inteligente para quitarle peso a la situación—,
siento que todo esto es muy jodido...

—¿ SeokJin escucha? —preguntó Namjoon de golpe, haciendo que Yoongi lo


mirara a la cara, su boca entreabierta—. Sé que puede parecer tonto,
pero... ¿pero no has sentido, todo este tiempo, que SeokJin esconde
muchas cosas? Yo solo... todo esto es demasiado raro y realmente...

—A veces —le interrumpió Yoongi, su voz apenas un murmullo—, a veces si


lo he sentido. Hay breves momentos en los que... en los que SeokJin actúa
al oír una orden, al oír algo sorpresivo. Nunca le presté suficiente
atención porque... supongo que no le tomaba importancia, aunque...

Namjoon sabía a qué se refería Yoongi con sus palabras, porque él también
se había dado cuenta de eso. Momentos pequeños en donde SeokJin, por
ejemplo, le miraba cuando llamaba su atención. O respondía en lenguaje de
señas cuando la pregunta fue sólo hecha en voz alta. Había pensado,
varias veces, que sólo leyó sus labios, sin embargo...

—Lo peor es que... no sé cómo preguntárselo —tartamudeó Namjoon—,


porque... porque siento que lo que le ocurrió fue horrible. Yo... a veces
lo imagino, a veces pienso en lo que pudo haberle ocurrido, y el sólo
hecho de imaginármelo resulta terrible.

Yoongi parecía entender bien a qué se refería, siendo incapaz, en ese


momento, de darle algún consejo con el que actuar los siguientes días
porque también se encontraba desorientado y perdido. ¿Qué se supone que
debía hacer ahora?
Sus padres debían saberlo, e incluso quizás Jungkook, ¿y qué podía hacer
con eso?

Recordó a SeokJin entre sus brazos, tan afectivo, tan lleno de un


infinito amor, y sintió ganas de tenerlo otra vez a su lado para
sonreírle, revolverle el cabello como solía hacer, y darle un beso suave
en los labios.

SeokJin era como un monstruo de cariño, imposible de negárselo, siempre


pareciendo querer más y más de una muestra de afecto, y Namjoon sólo
quería tenerlo con él, protegerle de todo daño posible, hacerle saber que
le quería. Que le amaba a pesar de todo.

Y sintió, en ese momento, que todo se limitaba a eso: que no importaba lo


que estaba ocurriendo en realidad, porque él estaba enamorado de Kim
SeokJin, y sólo quería hacérselo saber. La condición de SeokJin no era
impedimento alguno para que ese amor creciera, y esos secretos que tenía
el chico, estaban allí por algo. ¿Qué le importaba a él, entonces, que
SeokJin decidiera esconderlo por ahora? Namjoon podía esperar.

Por Kim SeokJin, Namjoon podía esperar todo el tiempo del mundo.

Soltó el aire que estuvo conteniendo, sintiendo como el peso de sus


hombros desaparecía un poco.

—Necesito ir al baño —masculló para humedecer su rostro, tratando de


despejarse un poco más.

Yoongi asintió, pensativo todavía.

Namjoon se abrió por en medio de la multitud de jóvenes, saludando a los


que conocía con una sonrisa amistosa, pero antes de llegar a los baños,
se detuvo.

—Yuto, de verdad... no quiero pelear contigo aquí.


No alcanzó a esconderse cuando Cho Jinho se giró, deteniéndose cuando sus
miradas se encontraron.

Desvió la vista al ver cómo iba de la mano con otro chico, tan alto como
él y de piel morena, cabello oscuro, guapo y con una mirada intensa.

Retrocedió unos pasos.

—No quise interrumpir —murmuró—, yo sólo...

Jinho dio un paso.

—La verdad, es que hace mucho que quiero conversar contigo —dijo Jinho,
su voz tranquila, y Namjoon agachó la cabeza con vergüenza, sin
importarle que Jinho fuera más pequeño—, ¿puedes hacerlo o vas a seguir
evitándome?

Namjoon tragó saliva, pero asintió luego de unos segundos de tenso


silencio.

Jinho se volteó hacia su novio, que hacía una mueca de desagrado.

—No tardes, bebé —gruñó Yuto, inclinándose y dándole un beso antes de


pasar al lado de Namjoon, ignorándolo por completo.

Jinho se volteó, haciéndole un gesto para que le siguiera, y a Namjoon no


le quedó más remedio que obedecer. Eso, o salir corriendo como un
cobarde.
El mayor salió de D-Town por la entrada de emergencia, llegando a un
callejón poco iluminado, y sacó tabaco de su bolsillo, encendiéndolo con
calma para luego ofrecérselo. Namjoon negó con la cabeza.

—Antes fumabas —comentó Jinho con calma.

—A ti no te hace bien —reprochó, sin pensarlo demasiado—, con la bonita


voz que tienes...

Jinho soltó una risa baja.

—No fumo tanto, en realidad —admitió—, sólo cuando estoy ansioso.

Namjoon se sentía algo mareado en ese instante.

—Lo siento —dijo entonces, en medio del silencio, y Jinho le miró—,


por... por haberte hecho tanto daño. Por haberte mentido y preferir a mis
padres que nuestra relación. Por haberte roto el corazón. Yo... sé que ya
tienes que saberlo, pero no... Tú nunca fuiste un experimento. Nunca
fuiste un juego para mí. Realmente yo te quería.

El mayor le sonrió, aunque podía ver el dolor en su mirada, la angustia y


la pena en ellos.

—Pensé, durante mucho tiempo, que tú volverías por mí —admitió Jinho, su


tono sacudiéndose—, porque sabía que tú me querías. Que me quisiste tanto
como yo lo hice, entonces... entonces me decía, ¿eso no es suficiente?
¿Acaso quererse no es suficiente para estar juntos? Pero tú no lo hacías
—hizo un ruido extraño, medio risa, medio llanto—, tú no volvías, y yo
pensaba entonces que jugaste conmigo. Que nunca me quisiste como decías,
y sólo fui un juego para ti, como me lo habías dicho. Que yo no era
especial y todo lo vivido fue sólo una farsa.
Namjoon bajó la vista por la vergüenza que sentía, por los recuerdos de
lo que había provocado casi dos años atrás. Por no haber sido más
valiente para enfrentar a sus padres, a su familia, y decirles que no se
avergonzaba de amar a un chico tan maravilloso como lo era Jinho.

—Lo siento —repitió, porque era lo único que podía decir a estas alturas—
, y estoy feliz de que... de que hayas encontrado a un chico que
realmente te quiera, Jinho, y de que sepa darte lo que te mereces.

—Quise durante mucho tiempo que lo fueras tú —dijo Jinho con un suspiro,
apagando el cigarrillo—, pero ahora tú quieres a otro chico, y yo quiero
a otro.

Namjoon le miró con sorpresa al escuchar sus palabras, porque no creía


que fuera a conocer a SeokJin.

—Es hermoso —agregó Jinho—, SeokJin parece realmente un chico increíble,


Namjoon, así que por favor, no le rompas el corazón —sonrió con tristeza—
, no le hagas el daño que me hiciste a mí, ¿está bien?

Namjoon se movió antes de pensarlo dos veces, y le dio un abrazo


sorpresivo, sus brazos envolviéndose alrededor del cuello del mayor,
sintiendo como encajaba bien contra él, como sus propios cuerpos se
complementaban de una forma que no podía entender bien.

Se imaginó, un breve instante, mientras Jinho correspondía el abrazo,


cómo habría sido todo si Namjoon hubiera actuado de una forma menos
cobarde y más valiente.

Pero la vida, tristemente, no se componía de esos sueños, de esas


imaginaciones, sino de las decisiones que uno tomaba pensando que eran lo
mejor.

—Espero que te vaya bien —dijo Jinho con la voz ahogada, y Namjoon le dio
un suave apretón—, porque a pesar de todo, una parte mía te seguirá
queriendo a pesar de todo.
Namjoon lo tenía claro. Lo sabía, porque Jinho fue su primer amor, y no
importaba cuánto tiempo pasara, una parte suya siempre le iba a guardar
cariño para siempre.

—Ve adentro —le susurró una vez se separó—, tu novio debe estar
esperándote.

Jinho sonrió, asintiendo, y desapareció cuando cruzó la puerta. Namjoon


sólo volteó su vista al cielo, sintiéndose ahora un poco más ligero, y
suspiró.

Taeyeon soltó un bufido suave al sentir a SeokJin a su lado, abrazándola


con fuerza mientras veía la televisión con los ojos brillando gracias a
la curiosidad, acariciando a Jjangu en su regazo. Su hijo, a pesar de
todo, seguía asombrándose de cosas tan pequeñas como los programas que
transmitía la TV.

Revolvió su cabello al ver a Jongwoon entrar al living llevando un vaso


con agua, y apretó sus manos en un gesto nervioso.

— SeokJin —llamó Jongwoon.

SeokJin le miró.

Hubo un instante sin que nadie dijo algo mientras Taeyeon bajó el volumen
de la televisión. SeokJin desvió la vista, sus labios temblando en una
actitud ansiosa, y su mamá procedió a acariciarle la nuca para relajarle.

Jongwoon se sentó delante de él, sobre la mesita, impidiendo que pudiera


seguir viendo la película que estaban dando en ese momento.
—¿Pasa algo? —preguntó con señas, frunciendo el ceño levemente.

Taeyeon besó su frente, llamando su atención.

—Sabes que te amamos, SeokJinnie, ¿cierto? —dijo con voz cariñosa


Jongwoon, agarrándole la mano con ternura.

SeokJin parecía contrariado, su expresión algo enfadada por la extraña


situación. No entendía por qué mamá y papá le hablaban sin señas, ¿es que
acaso habían olvidado que él no debía escuchar? ¿Qué querían lograr
entonces con eso? Y no sólo ellos, sino también su abuelita y tío
Heechul... incluso Taehyung, en la última sesión que tuvieron, le había
hablado en voz alta en lugar de usar las señas durante varios momentos.

¡Le estaban haciendo cometer más errores de lo debido! Si Señor Shin


llegaba a enterarse...

Mordió su labio inferior con más fuerza.

Taeyeon llamó su atención otra vez al notar que SeokJin parecía haberse
reprimido.

—Te amamos —le insistió tratando de que su voz fuera amorosa, llena de un
infinito afecto para así no asustarlo.

No asustarlo, porque sabía que SeokJin había sido criado en base al susto
y el terror, y era eso una de las cosas que más le dolía a ellos: que
ellos quisieron tanto llenarlo de amor, pero sólo había recibido castigos
y horror en cambio.

SeokJin había sido forjado con miedo y dolor, sin embargo, ellos querían
que se llenara otra vez con todo el cariño que se forzaban a entregarle.
El niño vaciló un instante.

—Yo igual los amo —contestó pausadamente, pensando bien en sus siguientes
movimientos—, ¿pasa algo? No entiendo por qué me hablan...

Jongwoon le dio un apretón a su mano.

—Sólo queremos que sepas, SeokJinnie... —comenzó a decir su papá—, que


si, en algún momento, tú... llegas a equivocarte, a romper alguna regla,
no vamos a enojarnos contigo, ¿está bien? —besó sus nudillos—. No vamos a
castigarte. No vamos jamás a hacerte daño alguno.

Parpadeó, confundido, sin entender lo que estaba diciendo. ¡Por supuesto


que mamá y papá jamás le iban a agredir! Ellos eran... eran calidez, eran
hogar, así como Namjoon lo era.

No, él sabía que no sería castigado.

Pero si Señor Shin se enteraba, entonces iba a pagar las consecuencias. Y


tal vez era un miedo irracional, sin embargo, SeokJin sentía que Señor
Shin estaba más cerca de lo que pensaba, aunque no podía decírselo a papá
y mamá, porque le hizo una promesa.

Y Muñequito no podía romperla por nada del mundo.

El día dos de febrero hubo un sol inusualmente fuerte a pesar de ser


pleno invierno, pero aun así, los estudiantes fueron aquel día con ropa
más ligera para capear un poco el calor.

Al menos, la mayoría de los estudiantes.


—Mamá dice que no debo desabrigarme —estaba diciendo Hoseok, con un
gorrito de lana sobre sus cabellos, sólo sus orejas asomándose—, dice que
estos días son perfectos para enfermarse, ¡y no me puedo enfermar!

Hoseok comenzó a mover su pie nerviosamente porque el profesor de


Ciencias no fue y no tuvieron clase, desarmando su rutina por completo.
Ahora acababan de irse de receso para el almuerzo, pero el muchacho
seguía algo molesto.

—Pero tu mamá es enfermera... —dijo Jungkook.

—¡Mamá va a celebrar mi cumpleaños! —explicó Hoseok, desviando la vista


por completo—. Están invitados, ¿van a ir? Debo confirmarle a mi mamá —su
voz titubeó un instante—, así ella no compra comida de más, no celebramos
mis cumpleaños con más gente desde mis catorce años, no me importa mucho,
pero ella quiere hacer algo especial y...

—Está bien, está bien —se apresuró a decir Jungkook al ver que Hoseok
parecía a punto de tener un colapso nervioso—, vamos a ir con SeokJin,
¿cierto?

SeokJin lo observó.

Jungkook le miró con insistencia, como si no le hubiera hablado


directamente. Había conversado días atrás con los padres de su mejor
amigo, así que, aunque estuviera algo contrariado, iba a obedecer en sus
instrucciones.

—Sí, yo voy —dijo SeokJin con gestos, casi con desgana.

—¡Ves! —se animó Jungkook—. ¿Vas a invitar a Yoongi?


—Mmm... —Hoseok pareció pensarlo un instante—, pero si me deja
plantado...

—No creo que–

Jungkook se interrumpió a sí mismo cuando vio a alguien avanzando hacia


ellos. SeokJin abrió la boca con incredulidad. Namjoon quería que la
tierra lo tragara.

Todas las conversaciones del comedor se interrumpieron, un silencio


extraño llenando el lugar.

—¿Qué pasa? —farfulló Hoseok—. ¿Por qué...?

—¡Hoseok! —gritó Yoongi detrás de él—. ¿Sabes qué día es hoy?

—Alguien máteme —murmuró Namjoon, realmente afligido.

Hoseok se giró, con una respuesta a punto de salir de sus labios, pero
quedó totalmente sorprendido cuando vio a Yoongi de pie ante él... con un
disfraz de dinosaurio. De un Tiranosaurio Rex.

—¿Qué? —balbuceó Hoseok, totalmente desconcertado por la situación.

Namjoon se sentó al lado de SeokJin, queriendo desaparecer de allí


pronto.

Yoongi no lucía amedrentado, sino que su expresión parecía cada vez más
decisiva.
—¿Qué día es hoy? —insistió, moviendo los brazos cortos del disfraz.

Hoseok sacudió la cabeza.

—Dos de febrero —contestó.

—¡No! —regañó Yoongi—. ¡Hoy es el día del dinosaurio!

Otro silencio.

Jungkook se hundió en su asiento mientras SeokJin sonreía ampliamente.

—¿Cómo es eso? —dijo Hoseok, arrugando el ceño con enfado—. ¡Si fuera el
día del dinosaurio, yo lo sabría!

Yoongi esbozó una sonrisa.

—No está establecido, en realidad —le dijo, tomándole la mano—. ¡Pero


para mí, hoy es el día del dinosaurio! ¿Y sabes qué significa eso?

—No entiendo —tartamudeó Hoseok, pero no se alejó.

—¡Namjoon, dámelo!

Namjoon parecía a punto de llorar por la vergüenza, pero asintió, y le


entregó una bolsa que cargaba. De allí, Yoongi sacó un peluche de
dinosaurio: era el que había estado en el parque de diversiones, un
braquiosáurido de color verde, tierno y bonito.
—¡Que el fan número uno de dinosaurios merece un regalo! —dijo Yoongi,
ofreciéndoselo, contento de ver la mirada iluminada de Hoseok al observar
el peluche.

—¿Es mío? —balbuceó Hoseok.

—¡Sí, anda, tómalo! —Yoongi lucía a unos segundos de saltar por la


emoción, importándole poco ser el centro de atención en ese lugar,
pendiente sólo de la reacción de Hoseok.

—Gatito...

—¿No lo quieres? —la emoción pareció desaparecer del rostro de Yoongi, a


tal punto que incluso Namjoon se alarmó. Puede que su mejor amigo no
fuera muy expresivo, pero era bastante sensible, más si se trataba de
Hoseok.

—Pero... yo... —Hoseok parecía perdido—, yo no te-tengo nada para ti...

Más que eso: Hoseok no sabía cómo reaccionar, porque su mamá no le había
dicho nunca qué debía hacer en esos casos. Sobre Yoongi, ella sólo le
dijo que debía darse un tiempo para relajar las cosas y que podía
acercarse a él (o volver) sólo si su corazoncito dejaba de doler, pero
que mientras doliera, no era bueno ser novio de él otra vez. Hoseok no lo
entendía muy bien, sin embargo, le haría caso porque era su mamá y ella
siempre tenía la razón en todo.

—No quiero nada —afirmó Yoongi—, sólo... Hobi, es tuyo. Siempre ha sido
tuyo.

Yoongi no le diría, además, que le costó mucho sacarlo del juego de ese
horrible señor, estuvo toda la tarde del sábado y domingo metido en ese
maldito juego, e incluso quedó endeudado con su hermano mayor porque le
pidió prestado dinero.
Hoseok lo recibió, pensativo un momento, y se dio cuenta de que ya no se
sentía mal con Yoongi. Qué extraño.

Ya no había un dolor de estómago malo, sino uno bueno, pero ¿cuál era la
diferencia entre los dos? Le preguntaría a su mamá cuando regresara a
casa.

—Yo... ah... —Hoseok parecía contrariado consigo mismo, tratando de decir


algo que pudiera gustarle a Yoongi, pero no sabía qué. Le costaba mucho
eso, ¿por qué?—. ¿Tú... uh... qui-quieres salir conmigo por un helado
después?

Yoongi bajó el dinosaurio, su boca abierta en una mueca atónita.

—¿Qué? —preguntó.

—Por el peluche —soltó Hoseok—, para... darte algo a cambio del


peluche...

—¿Salir? ¿En una cita? —los ojos de Yoongi brillaron.

Hoseok hizo un puchero extraño.

—¿Sí?

—¡Por supuesto! —Yoongi casi le lanzó el peluche y Hoseok lo agarró


contra su pecho, emocionado pero sin demostrarlo mucho—. ¡Claro, Hobi!

La escena era extrañamente conmovedora y graciosa, con un feliz Yoongi a


segundos de bailar en un traje de dinosaurio.
—¡Voy a cambiarme y regreso, bebé! —gritó, corriendo mientras movía sus
brazos, sin dejar de sonreír.

Jungkook parpadeó.

—Eso fue lo más extraño que he visto en mi vida —dijo.

—Algún día haré eso por ti —dijo de pronto Jimin, apareciendo por detrás,
sobresaltándolo—, cuando peleemos, voy a vestirme de Iron Man para que
volvamos.

El menor se coloreó ante la perspectiva.

SeokJin parecía feliz por lo recién ocurrido, sintiendo entonces la mano


de Namjoon acariciando su palma por debajo de la mesa, deslizando un
pequeño papel entre sus dedos.

Cuando Jungkook no estaba prestando demasiada atención, discutiendo con


Jimin, fue que leyó el mensaje.

¿Podemos vernos después de clases, en el salón de música? Sólo los dos.

SeokJin le sonrió a Namjoon, asintiendo, pero volvió su vista hacia sus


amigos para que nadie más se diera cuenta de lo recién ocurrido.

Así que a la salida, mientras recogían sus cosas, SeokJin le hizo un


gesto a Jungkook. Hoseok se había ido con Yoongi a por el helado, sin
tomar demasiado en cuenta que el mayor le llevara de la mano, porque la
mano de Yoongi era cálida contra la suya.
—Debo quedarme un rato aquí —le dijo como si nada—, mamá me ha enviado un
mensaje que pasará a buscarme para ir a comprar unas cosas.

Jungkook asintió, algo confundido porque no vio a SeokJin con el celular,


pero no le tomó demasiada importancia. Se despidió de su mejor amigo,
encontrándose con Jimin, que le sonrió aunque sus ojos vieron a SeokJin
desaparecer.

Jimin se estaba impacientando demasiado con toda esa situación. Había


pasado más de un mes desde que sabía todo ese asunto de Namjoon y
SeokJin, pero no parecía que estuvieran cerca de decirle la verdad a
Jungkook. Eso le molestaba mucho, cada día sintiéndose peor por estarle
mintiendo a su novio, por guardarle secretos cuando odiaba hacer esas
cosas.

—¿Y SeokJin? —preguntó luego de darle un beso.

Jungkook arrugó las cejas.

—Supongo que ha ido al baño mientras espera a su mamá —contestó, rascando


su nuca—. ¿Vamos...?

—Oh, sí —Jimin le acarició la mejilla—, pero ¿me esperas un poco? Acabo


de recordar que debo hablar con mi profesora de Literatura sobre un
trabajo.

—No hay problema, te acompaño...

—No es necesario —le interrumpió, demasiado urgido y entregándole unas


llaves—, ve al auto, Jungkookie, regreso en menos de diez minutos.

Sin darle tiempo a responder, Jimin le dejó solo.


Jungkook se sintió algo triste de pronto, pero trató de no darle
demasiada importancia mientras suspiraba.

SeokJin, en tanto, entró al salón de música, viendo a Namjoon sentado


detrás de una mesa, y le sonrió antes de abrazarlo, llenándolo de besos
en el rostro, los brazos del mayor rodeándolo por la cintura.

—Ya, ya —se rió Namjoon—, me haces cosquillas...

SeokJin besó su nariz, cómodo al estar allí, sintiendo las caricias de


Namjoon sobre su ropa. Le gustaba demasiado eso, estar rodeado de tanto
amor, ¿acaso no era la mejor sensación del mundo?

—Te he extrañado mucho —le dijo Namjoon una vez se alejó—, y la verdad es
que quería estar a solas contigo aunque sea un instante.

—Yo igual te he extrañado, Namjoon —respondió SeokJin —, quería...

Se vio interrumpido cuando la puerta de la sala se abrió, y un agitado


Jimin entró, aunque su expresión no parecía amigable.

—¿Jimin? —preguntó Namjoon—. ¿Qué ocurre?

—Son unos descarados —escupió Jimin—, cada vez son más obvios y siguen
callando, ¿cuándo le van a decir la verdad a Jungkook? Estoy cansado de
ocultarle todo esto.

Namjoon enmudeció, pero el rostro de SeokJin se deformó por el miedo.


—¡No, no! —dijo en señas—. No, Jimin, por favor... —se adelantó,
tomándolo del brazo—. Lo haré pronto, pero debo esperar un poco, acabamos
de pelear y... y no es buen momento, Jimin, tú debes entenderlo, tú sabes
que Jungkook...

—No quiero mentirle más a él —respondió Jimin también en lenguaje de


señas—. ¡No es correcto! ¡No se lo merece! Jungkook confía en nosotros y
le hacemos esto, es incorrecto, cómo...

—¡Por favor, por favor! —lloró SeokJin con desespero—. No puedo decírselo
ahora, no puedo... —sus manos temblaban, apenas entendiéndose lo que
quería decir—, él está buscando a su mamá, está pensando en otra cosa,
esto sería agregarle una carga, ¿por qué no lo entiendes?

Jimin apretó sus manos en puños, sus labios también temblando, pensando
en su novio. En lo mucho que decía quererlo, que decía amar a sus amigos,
en lo ilusionado que estaba por encontrar a su mamá. Ese viernes irían a
visitar a las dos mujeres que tenían el nombre de quien decía ser su
madre, Jungkook estaba demasiado ansioso por eso, porque creía que todo
estaba mejorando y...

Y...

¿Jimin sería capaz de arrebatarle eso?

—Le diremos —afirmó Namjoon, abrazando a SeokJin para calmarlo—, sólo...


necesitamos un poco más de tiempo para que las cosas se ordenen.

Jimin se sentía enfermo por seguir siendo partícipe de toda esa mentira,
pero sólo asintió.

SeokJin sorbió por su nariz y Namjoon vio que su tarde había sido
arruinada.
—Ve a casa —le dijo a SeokJin —, nos veremos después. Sale con Jimin,
¿está bien? Yo saldré después.

El menor asintió, limpiando sus ojos antes de recibir un beso suave en


los labios, y salir del salón detrás de Jimin, adelantándose y
agarrándolo de la mano.

—Gracias —le dijo, bajando la vista con vergüenza.

Jimin deslizó sus dedos por las mejillas de SeokJin, limpiando sus ojos.

—Tarde o temprano tendrás que decirle —dijo Jimin, su mandíbula apretada—


, porque yo ya no puedo mentirle más a Jungkook.

SeokJin lo abrazó.

Dos personas vieron esa escena.

Jeon Jungkook retrocedió para que no lo vieran, cubriendo su boca con su


mano para no soltar ruido alguno, y salió corriendo hacia el auto de
Jimin, sintiéndose demasiado entumecido por lo que acababa de contemplar.

SeokJin abrazando a Jimin. Los dos en un salón a solas.

¿Acaso...?

Jungkook no quería ni imaginárselo.

La otra persona se escondió detrás de la pared cuando Jimin desapareció y


SeokJin fue al baño, viendo salir a Namjoon también del salón, y comenzó
a unir los puntos en su mente de todo lo que había estado ocurriendo esos
últimos meses.
CAPITULO VEINTITRES
SeokJin llevaba un mes en su hogar cuando lo llevaron con Taehyung.

Al niño no le gustaba mucho salir afuera, prefería quedarse dentro de la


gran casa y jugar solo, ver televisión o simplemente colorear sus libros
de dibujos. Además, cada tarde, le iba a ver una profesora de educación
primaria particular junto a una psicopedagoga que le enseñaban a leer,
escribir, sumar y restar, que hacían pocas preguntas pero le eran de gran
ayuda para enseñarle lo que tuvo que aprender años atrás.

Sin embargo, sus padres sabían que iba siendo momento de que SeokJin
comenzara a salir de a poco; si bien querían cuidarle, no deseaban
tampoco tenerle encerrado todo el tiempo, porque a fin de cuentas, eso no
sería tener una vida normal, que era lo que tanto deseaban para su hijo.

Al inicio estuvo reacio a salir con ellos, escondiéndose en los armarios


o bajo las camas para que no lo sacaran de casa, pero ambos fueron
pacientes, diciéndole que irían en el auto, que estaría con ellos en todo
momento, que no le iban a dejar solo.

Eso era lo más importante: no le dejarían sin compañía alguna en ningún


momento.

Luego de varios días, lograron convencerlo de acompañarlo al exterior:


prácticamente corrió hacia el interior del auto, haciendo que su mamá se
sentara a su lado, y se abrazó a ella, enterrando su rostro contra su
costado, negándose a soltarla. Fue así también cuando caminaron hacia la
oficina de Taehyung, apenas despegándose de la mujer, y cuando el
psicólogo apareció, se ocultó detrás de ella en todo momento.

—Hola —se presentó Taehyung en lenguaje de señas, sonriéndole al niño con


suavidad—, me llamo Taehyung y soy un doctor.
SeokJin no se asomó, sus manos aferrándose al suéter de su mamá.

Pero todos fueron pacientes allí, dejando que el chico se tomara su


tiempo.

—¿Te gustan los caramelos? —preguntó Taehyung—. Tu papá me ha dicho que


te encantan. Tengo una paletita para ti —agregó Tae, sentándose en un
puff y sacando el dulce—. ¿Lo quieres?

Entonces, SeokJin asomó su cabeza, sus ojos nerviosos moviéndose por el


rostro de Tae hasta detenerse en el caramelo. Mordió su labio inferior,
soltando su agarre de Taeyeon pero sin alejarse. La mujer dio un paso en
dirección al psicólogo, lo que impulsó a SeokJin a seguirla, y se sentó
en las piernas de la mujer cuando recibió la paleta, su cuerpo en
tensión, su mirada negándose a posarse en Tae.

Pero ya era un gran avance. Ya era un enorme paso.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Taehyung pausadamente.

SeokJin se llevó el caramelo a la boca, mirando unos segundos a Tae, para


luego hablar de forma recelosa:

—Muñequito —dijo—, pero papá y mamá me llaman SeokJin.

Taeyeon le agarró la mano a Jongwoon, su garganta apretada, en tanto su


esposo bajaba la vista con dolor.
Sin embargo, Taehyung mantuvo su rostro tranquilo, la sonrisa dulce sin
desaparecer.

—Pero ¿cuál te gusta más a ti? —preguntó—. ¡SeokJin suena mucho mejor,
¿no lo crees?!

El niño se quedó pensativo otro momento, su expresión relajándose al ver


que seguía en los brazos de esa bonita mujer que le iba a arropar todas
las noches, le leía un cuento y le besaba la frente sin dobles
intenciones, llenándole de abrazos y cariño. Ella decía ser mamá, y
Muñequito estaba feliz de eso, aunque no entendía bien qué significa eso.
O qué significaba papá.

Le gustaba mucho que le dieran abrazos, le revolvieran el cabello y no le


tocaran de otra forma. Papá y mamá decían que eso era amor, y Muñequito
se sentía entonces como un monstruo desesperado de amor, porque le
gustaba mucho.

—Sí, SeokJin es más lindo —dijo el menor—, ¡me gusta más que Muñequito!

—¡Qué niño más inteligente eres, Jin!

—¿Tú crees? — SeokJin, de a poco, se estaba relajando más y más,


balanceando sus pies, su expresión animada—. ¿Tú eres algo, Taehyung?

—¿Algo como qué, SeokJin?

—Como mamá y papá —trató de explicar SeokJin—, o como mi abuelita.


Familia. ¿Eres eso?

Tae negó con la cabeza.


—No, no soy de tu familia —contestó—, pero quiero ser tu amigo, SeokJin,
¿sabes lo que son los amigos?

—No. Amigos. ¿Qué son los amigos?

—Son dos personas que confían en el otro —dijo Tae—, que se ven varias
veces y se cuentan las cosas. Si tienes algo que quisieras contarme, por
ejemplo, podrías hacerlo conmigo, o si quieres jugar. Tengo también
juguetes por aquí, ¿quieres verlos?

—¿Juguetes? ¡Está bien! — SeokJin hizo el amago de ponerse de pie, sin


embargo, lo pensó mejor y volví a abrazarse a Taeyeon—. No. Mejor no.
¿Puedes traerlos?

Tae no mostró otra expresión más que relajo y tranquilidad, aunque sus
ojos no dejaban de analizar todas las expresiones y movimientos que
SeokJin hacía. Indecisión. Torpeza. Desconfianza. Ánimo que rápidamente
se transformaba en susto.

Interesante. Interesantemente triste.

— SeokJin, mírame.

Metió el caramelo en su boca, observando a Taehyung con el ceño fruncido,


su mano abriéndose y cerrándose sobre su rodilla.

Sin embargo, Tae sólo le sonrió como si nada. Taehyung siempre se


mantenía tranquilo, juguetón y relajado, incluso cuando SeokJin se enojó
una vez con él y lo mordió en el brazo. No se avergonzaba de ello. No por
completo.

—¿Qué pasa? —preguntó.


—Quiero que juguemos —le dijo, tendiéndole una hoja de papel en blanco
junto a un lápiz—. La lista de compras del lunes.

—Odio ese juego —replicó SeokJin —. Hace que me duela la cabeza.

Tae se rió con diversión, tratando de quitarle tensión al aire.

—Por supuesto que sí, Jinnie —dijo Tae, imperturbable ante las cejas
arrugadas de SeokJin—. Comencemos. Queso. Tomates. Pescado. Arroz...

Cuarenta minutos después, SeokJin estaba frente a la hoja con expresión


concretada en tanto Taehyung leía el informe del niño frente a él, aunque
mantenía un ojo sobre el muchacho, pendiente de sus expresiones.

SeokJin mordió su lengua, concentrado, terminando con la lista del día


lunes aunque se le habían olvidado tres palabras. Ya luego las
recordaría. Ahora debía hacer la del día martes.

Taehyung había dicho Yogurt, ¿no? ¿O eso estaba en la lista del lunes?

¿Y las Uvas era del martes también?

Pero... ¿y la Papilla de bebé?

¿Taehyung la había mencionado o no?


Su cabeza empezó a palpitar. Odiaba la papilla, cuando la veía sentía
ganas de vomitar porque Señor Shin lo alimentaba con eso. Y su segundo
Dueño también le daba de comer sólo papilla. Era detestable.

Una papilla en la mañana. Dos a mediodía. Una en la noche.

Su estómago se contrajo, dejando el lápiz sobre la mesa. Comenzó a


rascarse el brazo.

Tae se inclinó.

— SeokJin —le susurró—, ¿ocurre algo?

SeokJin lo observó.

—Tengo sed —dijo con movimientos lentos, torpes—. ¿Me das?

Taehyung le tendió la botella con agua fría que tenía. Las manos de
SeokJin no dejaban de temblar, la lista del día martes olvidada.

—¿Me das otro dulce? —volvió a preguntar, sus labios secos.

Tae le ofreció un caramelo rojo.

SeokJin lo observó.

—Señor Shin me daba caramelos rojos cuando era bueno —dijo entonces
SeokJin bruscamente.
Tae no lo sacó de su vista, lo dejó sobre la mesa con un movimiento
pausado.

—¿Quieres otro? —preguntó.

—Huele a papilla de bebé —continuó SeokJin como si no hubiera visto sus


gestos—, la odio tanto, Taehyung. La odio mucho.

Tae lo sospechaba. El informe de SeokJin que sostenía decía que le habían


encontrado en un entrado estado de desnutrición, con una importante falta
de músculos, y exámenes posteriores confirmaron que fue alimentado todo
ese tiempo en base a comida para bebés y agua.

—¿Qué más odias, SeokJin?

SeokJin tragó saliva.

—Los muñecos. Los odio, aunque yo soy uno.

El primer impulso de Tae era negarle aquella afirmación, aunque lo pensó


mejor y decidió no hacerlo. No quería alterar el estado de SeokJin, no
quería romper con el ambiente que generó a propósito para poder extraer
más información. No cuando Kyuhyun le había dicho que estaban retomando
la pista del caso con lo poco que el menor estaba soltando.

—¿Quieres hablar de eso? —preguntó, sin dejar las acciones lentas,


sabiendo que cualquier movimiento brusco podría alterarlo.

SeokJin empuñó el lápiz, rayando la hoja blanca en un movimiento


frenético y nervioso.
—Señor Shin me los mostró —balbuceó, su expresión volviéndose ahora
titubeante—, al resto de los Muñecos. Yo me... me había portado mal.
Olvidé mis reglas. Pero dolía tanto...

El niño soltó un ruido extraño con su boca, medio jadeo, medio grito,
pero Tae no se movió.

Recordaba muy bien eso, aunque hubiera sido más pequeño, aunque hubieran
pasado tantos años, porque fue horrible: fue la primera vez que Señor
Shin lo usó. Antes sólo había dedos o juguetes, cosas que podía soportar
a pesar de que llorara, pero si lloraba, era en silencio. Incluso le
enseñó a usar su boca y a veces la usaba, y podía manejar ese dolor.

Pero no eso. No cuando lo puso boca arriba, desnudo, sus piernas abiertas
y dobladas, y había tres dedos en su interior. Las lágrimas caían por su
rostro, mirando el techo, pero trataba de estar quieto, porque así todo
acababa más rápido. No podía entender qué estaba haciendo, nunca quería
mirar lo que ocurría y por qué eso dolía, era mejor si se concentraba en
un punto y listo.

—Eres un buen Muñequito —le dijo Señor Shin con una sonrisa en su rostro,
una sonrisa de satisfacción cuando sacó los dedos, empapados en
lubricante—, ha llegado el momento de un nuevo paso en tu enseñanza,
bebé.

No lo entendía. No lo comprendía. Y no miró.

Pero eso no quitó el dolor repentino.

Comenzó a retorcerse para huir de él, sin embargo, Señor Shin lo sostuvo,
gimiendo en voz baja.

Ardía. Quemaba. Dolía.


Muñequito no pudo seguir apretando sus dientes, sus labios, y gritó.

Realmente gritó.

—¡No! —gritó entre llantos, pataleando, revolviéndose, queriendo que se


quitara, y todos esos movimientos hicieron que doliera más—. ¡No! ¡No!
¡No!

Seis años. SeokJin tenía seis años.

Señor Shin lo intentó por las buenas.

—Muñequito, Muñequito —susurró—, no seas así, relájate, vamos...

Pero Muñequito siguió gritando, siguió chillando, y su paciencia se acabó


cuando puso una mano sobre su boca, y el niño malcriado lo mordió.

Se salió de su interior sin delicadeza, sangre cayendo al suelo, y lo


abofeteó duramente. SeokJin lloró más.

Fugazmente pensó que lo mejor sería castigarlo como hacía con todos los
otros Muñecos, sin embargo, ese niño estaba siendo su proyecto perfecto.
Y mutilarlo... sería perder años de tiempo invertido en él.

No. No, lo mejor sería usar el miedo. El terror.

El llanto del niño empeoró, acurrucándose en una bolita sobre la cama, e


importándole poco su desnudez, la sangre, sus sollozos, lo agarró de la
cintura. Era ligero por su delgadez.
—Eres un Muñeco horrible —siseó Señor Shin, sacudiéndolo, sin suavizarse
a pesar de los ojos rojos del menor, de su rostro encharcado en lágrimas—
, ¿quieres que te corte las cuerdas vocales? ¿Quieres que te mate,
pequeño pedazo de mierda? Te voy a enseñar lo que pasará si sigues así,
Muñequito.

—No, no, no... —gimoteó con desespero, sorprendido de su propia voz, de


que ese ruido extraño estuviera saliendo de su boca.

Shin lo sacó de ese cuarto, una habitación con una cama de dos plazas en
el centro y una luz roja, con toda probabilidad para disimular toda la
sangre que cubría el suelo.

El pasillo estaba en penumbras, con puertas cerradas, pero abrió una de


golpe. Un hombre soltó un gruñido al ver a Shin, pero no detuvo su
movimiento. No detuvo sus embestidas.

SeokJin apenas podía ver por entre las lágrimas, sin que dejara de doler.
Sin dejar de sentirse roto de una forma extraña.

—¿Qué quieres, Shin? —gruñó el desconocido, que tenía una extraña mirada.
¿Era acaso porque tenía un ojo azul y otro castaño?

—Continúa, Choijung —espetó Señor Shin, acercándose hacia el desconocido,


y dejó a Muñequito en el suelo.

El primer impulso del niño fue correr lejos de allí, pero su cadera
dolía, sus piernas temblaban, y lloró con más fuerza cuando recibió otra
bofetada en el rostro. Sabor metálico inundó sus papilas gustativas.

Shin lo agarró del cabello, elevando su rostro, y gritó cuando vio la


escena.
Había una niña en la cama. Una niña mutilada.

—¡Mírala, mírala! —gritó Shin, golpeándolo cuando lo vio cerrar sus ojos—
. ¡Mírala, Muñequito, así vas a terminar si sigues gritando!

Volvió a chillar cuando lo obligó a abrir los ojos.

—¡No, no! —era lo único que podía decir, lo único que podía balbucear.

Choijung no dejaba de moverse, ubicado entre las piernas de ella. En


donde debían estar sus piernas.

Lucía mayor que SeokJin, pero eso no aliviaba en nada la situación. No


cuando la niña lloraba, su boca abierta en una expresión de sufrimiento,
lágrimas cayendo por su rostro, pero no había ruido alguno.

—¿Quieres que te corte las cuerdas vocales como a ella? —espetó Shin,
empujándolo contra la cama, acercándolo a la pobre chica, y SeokJin vio
la cicatriz en su cuello—. ¡¿Quieres que te deje ciego como a ella?!

Los ojos sin vida de la chica se movían para todas partes, parpadeaba,
sin embargo, no se posaban en ninguna parte.

—¡¿Quieres, pedazo de mierda, que te corte los brazos, las piernas?!

Muñequito negó con la cabeza frenéticamente, sin dejar de llorar, sin


entender nada de lo que estaba ocurriendo.
Shin volvió a agarrarlo, saliendo del cuarto a pasos frenéticos, sin
importarle Choijung, y caminó hacia otra habitación. Entró sin dudarlo y
Muñequito gimoteó al observar la escena.

—¿Quieres acabar como el resto de Muñecos, Muñequito de Porcelana? —gruñó


Shin, obligándolo ver a los seis niños sentados en el cuerpo, todos
vestidos con tules, todos ajenos al ruido alrededor de ellos—. Ellos son
tus hermanos, pero ¿quieres ser como ellos? Porque si es así, entonces
dímelo y hoy mismo te cortaré aquí —atrapó una de sus rodillas,
apretándosela—. Te dejaré como ellos, ¿eso quieres?

Negó con la cabeza, su voz muriendo, su garganta cerrándose, forzándose a


dejar de llorar.

No comprendía bien las palabras de Señor Shin, no entendía con exactitud


a qué se refería, pero su instinto gritaba que obedeciera. Que dejara de
hablar. Que dejara de escuchar.

—Te puedo romper los tímpanos ahora mismo para que así me hagas caso —
siguió amenazando Shin—, pero no quiero arruinarte, bebé. No quiero
destrozarte. ¿Serás bueno? ¿Te quedarás quieto cuando te entrene, cariño?

Asintió desesperadamente.

Shin sonrió y lo sacó de allí.

Taehyung lo observó en silencio cuando terminó de narrar toda la


historia, su rostro pálido y enfermizo, su boca seca, la bilis subiendo
por su tráquea, sin embargo, se obligó a no vomitar. A contener las
náuseas en su estómago, porque SeokJin estaba frente a él, contándole
todo eso como si no estuviera hablando sobre algo horrible y
despreciable.

SeokJin se mantenía tranquilo, casi indiferente a la situación.


—Fui bueno —dijo con orgullo entonces—, ¡no cometí ningún error más y me
convertí en el Muñequito Perfecto, Taehyung!

Tae quería llorar.

—¿Eso te hace feliz? —preguntó, sus gestos torpes e indecisos.

SeokJin se balanceó.

—Fui su creación perfecta —insistió con una sonrisa de superioridad—. No


hago sonidos ni escucho nada de lo que me dicen. ¡Comía en las horas que
me entrenaron y aguantaba bien las ganas de ir al baño! Sólo podía ir dos
veces al día y lo resistía sin problema — SeokJin acarició sus piernas—.
Y estoy completo. No estoy mutilado. Los otros Muñecos son imperfectos.

Dios. Santo dios...

Sus manos seguían temblando cuando volvió a hablar:

—¿Podrías describirme a Choijung? Sus principales características,


hacerme un dibujo de él, ¿puedes hacerlo?

SeokJin asintió, aunque ahora su expresión se volvió juguetona.

—¡Sólo si me das ese caramelo, Tae!

Tae sonrió débilmente, poniéndose de pie y se lo ofreció. SeokJin no


tardó en llevárselo a la boca, concentrado en dibujar, y el psicólogo lo
aprovechó para ir al pequeño baño que tenía en la oficina, encerrarse, y
vomitar su almuerzo.
Lo vomitó todo antes de romper a llorar.

Jungkook miró la puerta de la casa con un gesto de indecisión, moviendo


su pie de forma nerviosa, y Jimin le tomó la mano.

Aunque, contrario a muchas veces, Jungkook no se sintió confortado. No se


sintió mejor, porque su cabeza era un hilo de pensamientos horribles que
le afectaban más de lo que esperaba.

Jimin y SeokJin abrazándose al salir de un salón luego de que todos se


hubieran ido. Jimin diciéndole a su mejor amigo que iban a tener que
decirle a él algo tarde o temprano porque no podía seguir mintiéndole.

¿Es que acaso ellos dos...?

Jungkook no quería imaginarlo. Estaba forzándose a pensar que le querían


decir otra cosa y no que los dos estaban en una relación a escondidas.

El sólo creer que fuera cierto hacía que su mundo se derrumbara por
completo.

—Kookie —llamó Jimin su atención—, oye, ¿qué pasa? Has estado muy
callado.

Parpadeó, volteándose hacia el mayor, y trató de que su rostro se


mostrara algo más estable.

—No, no, es sólo que... yo estoy muy nervioso —quiso explicar, aunque era
medio cierto—. La otra Im Yoonah no era... no me conocía, y que la de
ahora sea me asusta mucho...
Jimin le dio un apretón en su mano, tirando de él para abrazarlo, así que
Jungkook lo rodeó por la cintura enterrando el rostro en el hombro de su
novio. Quería quedarse allí para siempre porque era el mejor lugar del
mundo. Porque así no pensaba que Jimin podía estar engañándole con su
mejor amigo.

—Estarás bien, Nochu —dijo Jimin, besándole la coronilla—, si esto no


resulta, siempre me vas a tener a mí. Yo siempre estaré contigo, ¿lo
sabes? Te amo mucho.

Su garganta ardió por el llanto contenido.

—¿Lo prometes? —preguntó, su tono algo más agudo de lo que realmente


hubiera querido.

Jimin le sonrió. Se veía tan bonito cuando hacía eso.

—Lo prometo.

Y le gustaba mucho que le mintiera para hacerlo feliz.

Luego de varios segundos se bajó del auto seguido del mayor, que le
volvió a tomar la mano. Esta Im Yoonah vivía casi fuera de la ciudad, en
una periferia, en un barrio tranquilo y alejado del centro, del ruido
excesivo. La casa se veía bien cuidada, pequeña pero cálida.

Tragó saliva, caminando hacia la puerta, y tocó tres veces.

Ruido se escuchó desde el interior antes de que la puerta fuera abierta,


una niña de no más de diez años asomándose con una mirada curiosa.
—¿Síííííí? —preguntó con tono estridente.

—Ho-hola —balbuceó Jungkook—, yo... um... e-estoy buscando a Im Yoonah,


¿ella se encontrará?

La niña asintió.

—Sí, ¡mamá está preparando el almuerzo! —la niña ladeó la cabeza—. ¿Quién
la busca?

Jungkook se quedó en blanco así que Jimin actuó primero, poniendo ahora
una expresión encantadora. El menor siempre lo había admirado mucho por
ser capaz de eso, por llamar la atención sin esfuerzo alguno.

—Somos parte de World Vision —dijo Jimin como si nada—, somos una ONG de
ayuda humanitaria y nos gustaría saber si tu mamá quisiera informarse
sobre esto, ¿podrías traerla?

La niña lucía desconcertada y confundida, pero sólo asintió para correr


hacia el interior de su casa. Jungkook se volteó hacia Jimin.

—¿World Vision? —farfulló.

Jimin se encogió de hombros.

—No se me ocurrió nada mejor —admitió—. ¡Sería muy mala persona si ella
dijera que no quisiera vernos!

Jungkook sonrió contra su voluntad.


Por favor, por favor, no dejes de quererme. Te amo. Te necesito. Puedes
estar con SeokJin, pero no me dejes.

Quería volver a llorar ante esos pensamientos tan deprimentes.

Pero logró contenerse lo suficiente hasta que la puerta fue abierta una
vez más, una bonita mujer asomándose con una expresión de confusión.
Llevaba el pelo castaño recogido en una coleta, su rostro despejado,
pálida y con una sonrisa dulce.

—¿Me estaban buscando? —preguntó, su voz teñida de confusión—. Nayeon


dijo que son parte de algo llamado World Vision, ¿no son muy jóvenes para
formar parte de eso?

Jungkook quiso hablar. Quiso decir algo, pero su voz quedó ahogada en su
interior, sin poder dejar de ver los ojos cafés de la mujer.

Jimin tuvo que hablar otra vez, notando el silencio extraño que se asentó
entre los tres.

—Sí, um, nosotros queremos...

—¿Cuántos años tienen? —preguntó la adulta, frunciendo el ceño—. ¿Cuáles


son sus nombres?

—Es que...

—Lo siento, pero no confío en lo que sea que ustedes estén...


—Jungkook —balbuceó el menor entonces, su tono siendo casi un graznido
desesperado. La mujer se quedó quieta—. Jeon Jungkook. Así me llamó. ¿Tú
eres... Im Yoonah?

La mayor posó sus ojos en él y Jungkook podía sentir sus labios


temblando, a punto de quebrarse en sollozos, porque la mirada de ella se
suavizó.

—¿Jungkook? —repitió—. ¿Jeonggukie?

Asintió en silencio, sorbiendo por su nariz, y cuando Yoonah abrió la


boca para volver a hablar, comenzó a llorar entrecortadamente, soltando
jadeos bajos mientras las lágrimas se derramaban por su rostro.

Jimin se movió, abrazándolo para tratar de contenerlo, y la mujer los


hizo pasar con una expresión de pánico, llevándolos hacia el living-
comedor. La niña de antes parecía estar en el patio, por lo que sólo
estaban ellos tres. Pasados unos minutos Jungkook logró calmarse,
bebiendo el agua que Yoonah le ofreció, limpiando sus ojos entre hipidos.

—¿Junghyun te envió? —fue lo que preguntó Yoonah, su vista baja.

Sacudió su cabeza en una negativa.

—Papá no sabe que estoy aquí —dijo apenas—, él... a él no le gusta que
pregunte por ti.

Dolor recorrió la mirada de la mujer, sus ojos llenándose de lágrimas.

—¿Por qué estás aquí, entonces?


Jungkook sintió como algo se apretó en su interior al escuchar sus
palabras, el rechazo instalándose de forma automática, queriendo
desaparecer de allí.

Por supuesto. Por supuesto, ¿qué estaba haciendo en ese lugar? ¿Qué
estaba esperando?

Esa mujer pudo haberle buscado en cualquier momento, acercársele


cualquier día, pero no lo había hecho. No lo hizo, por un claro motivo:
ella lo había parido, sin embargo, eso no la convertía en su mamá. No la
convertía en su familia.

Se puso de pie, haciendo una inclinación.

—Lo siento, no fue mi intención incomodarle —se disculpó, incapaz de


mirarla—. Me retiro ahora y prometo no volver a molestarla.

Jimin le imitó, desconcertado por completo, e incluso la mujer lucía


fuera de lugar ante sus palabras. Pero Jungkook quería salir de allí,
porque no quería ver lástima en sus ojos.

¿Y qué si ella no le quería? ¿Y qué si su padre, su madrastra, su


hermana, el resto de su familia, tampoco le quisieran? Se las arreglaría
solo, tenía aún a Jimin, a SeokJin, a Hoseok, y eso era lo importante.
Eso era...

—Jeonggukie, ¿para dónde vas? —preguntó Yoonah—. Creí que...

Jungkook explotó.

—¡Está bien si no me quieres! —dijo, su voz totalmente alterada,


sobresaltando incluso a Jimin—. ¡Está bien si no me ves como tu hijo! No
he tenido una mamá en más de diez años, puedo estar más tiempo sin ti, ¡y
eso está bien! Sólo pensé que quizás... que tú...
—Kookie, bebé, no llores... —susurró Jimin, agarrándolo de las mejillas,
y el menor se dio cuenta en ese momento de que su rostro estaba húmedo.

—Necesito irme —jadeó—, yo no... ne-necesito...

—Eres mi hijo.

Enmudeció al escucharla hablar.

Yoonah también estaba de pie con una expresión seria, sus ojos decididos.
Dio dos pasos y Jimin lo soltó, retrocedió, por lo que la mujer lo agarró
de los hombros, forzándolo a mirarla. Era más bajita que él, sin embargo,
en ese instante, se veía más imponente y grande.

—Tu padre me alejó de ti cuando acababas de cumplir cuatro años —dijo


Yoonah, su tono lleno de sufrimiento—. Me estuvo dando dinero para que no
dijera nada de tus orígenes hasta que tuviste tres años, eras muy
pequeñito y te encantaban las galletas de chocolate —Jungkook hipó—, pero
entonces tu papá regreso y peleó por tu custodia. Tú ya debes saberlo, el
hecho de que está bien acomodado por lo que pudo pagar buenos abogados
para que no estuvieras conmigo. No pude hacer nada, Jeongguk, y cada día
iba a rogarle a su trabajo, a su casa, a toda su familia, que te
devolviera conmigo. Que eres mi bebé y no me importaba nada más, ni
siquiera todo el dinero del mundo iba a reemplazarte a ti.

Comenzó a llorar ahora sin poder controlarlo, abrazándola, enterrando su


rostro en el pecho de ella, aferrándose con desespero a Yoonah.

—Mamá... —balbuceó destrozado—, mamá...

—Sí, sí —aceptó Yoonah—, estoy aquí, bebé. Siempre voy a estar aquí.
Volvió a llorar, sin embargo, ahora el dolor estaba desapareciendo poco a
poco, y el alivio empezó a llegar lentamente.

SeokJin sonrió al agarrar a Jjangu, acercando al pequeño perrito a su


rostro, para después mirar hacia ambos lados de la calle. No había nadie.
Ningún ojo sobre él.

Jjangu lamió su nariz, volviendo a dejarlo en el suelo, haciéndole un


gesto de que se quedara quieto. Dio unos pasos, alejándose, volteándose
otra vez hacia el perro, que seguía en su lugar, sentado en sus patas
traseras.

—Jjangu—susurró, su voz ronca, apretada, un graznido, y se sobresaltó al


escucharse a sí mismo.

El animal se puso a cuatro patas, alarmado, y SeokJin palmeó sus


rodillas.

—Ven, Jjangu—volvió a susurrar, y el cachorro ladró, corriendo a sus


brazos.

SeokJin volvió a acercarlo, dejando que lamiera su rostro, y se rió entre


dientes, volviendo a caminar hacia la casa de Namjoon. Su novio le había
enviado un mensaje diciéndole que estaba solo, así que podía pasarse con
él un instante, y no dudó en hacerlo, queriendo llegar pronto para
acurrucarse en sus brazos.

El día anterior fue muy extraño, porque tuvo sesión con Tae y no
recordaba mucho de ella, sentía como si todo hubiera sido un sueño,
aunque trató de no preocuparse demasiado, era mejor así.

—Esto quedará entre nosotros —le murmuró a Jjangu, llamando la atención


del cachorro—. Tú no vas a acusarme, ¿cierto?
El animalito lamió su mejilla y sonrió, contento, volviendo a caminar
hacia la casa de Namjoon. Llegó un instante después, sin dudar en tocar
la puerta, acariciando el lomo de su mascota.

Namjoon abrió, sonriendo al ver a su novio fuera, y le hizo entrar,


tomándole la mano, guiándole a su cuarto. Sus papás salieron a una comida
de la empresa en la que trabajaban en tanto Wheein se juntó con unas
amigas, así que tenía al menos un par de horas para estar con SeokJin.

—No se hará dentro de la casa, ¿cierto? —preguntó Namjoon, apuntando a


Jjangu cuando SeokJin lo dejó en el suelo, comenzando a olisquear
alrededor del cuarto.

SeokJin negó con la cabeza, echándose sobre la cama, sin dejar de


sonreír, y Namjoon pronto lo olvidó, sentándose al lado de su novio para
comenzar a besarlo. Luego de darse un instante, decidieron continuar
viendo FRIENDS. Jjangu se acurrucó sobre un cojín, aburrido.

Estuvieron una hora así, abrazados y observando la serie, mimándose y


besándose de vez en cuando. SeokJin era muy feliz así, por él, ¡se
quedaría todo el día en brazos de Namjoon para dejarse mimar de esa
forma!

Namjoon acarició su mejilla, olvidándose de la serie cuando Jin le volvió


a besar, subiéndose sobre él, sin dejar de sonreír. Su novio era
realmente un chico hermoso, pensó brevemente, con esos ojos tan
brillantes y esa sonrisa rara que poseía. En definitiva, le encantaba
mucho.

Podía escuchar las voces de fondo provenientes de la serie, sin embargo,


no le importaba demasiado, no cuando Namjoon sintió besos pequeños en su
cuello, enviando escalofríos por su espina dorsal. SeokJin mantenía una
mirada juguetona, sonriente, y sus dedos se SeokJin por debajo de su
playera, acariciando la piel de la cintura del menor.

Permanecieron así varios minutos, besándose la cara, el cuello,


acariciándose apenas, el aire calentándose poco a poco.
—Te quiero —le susurró en voz baja—, SeokJin, te quiero.

SeokJin sonrió con más fuerza, feliz, asintiendo, volviendo a besarlo.

Namjoon se sentó en la cama, sus manos ahora titubeantes deslizándose más


abajo, tocando el culo de SeokJin, y el menor comenzó a mover sus caderas
de manera automática. Estaba bien. Eso se sentía genial.

SeokJin agarró su playera, tirando de ella, y Namjoon dejó que se la


quitara. Siendo honesto, Namjoon dejaría que SeokJin hiciera lo que
quisiera con él, no iba a negarse a ninguna petición que le pidiera, así
que sólo le sonrió en señal de confianza al notar la mirada titubeante de
su novio.

El menor hizo un ruido extraño con su garganta cuando Namjoon apretó una
de sus nalgas, alejándose unos centímetros. Sus labios estaban hinchados,
su rostro colorado y sus ojos brillantes, respirando de forma acelerada,
mientras Namjoon ahora sentía sus pantalones algo apretados.

—No estoy listo para eso —dijo SeokJin, avergonzado—. Yo nunca... No lo


he hecho nunca, Joonie.

Namjoon soltó el aire que estuvo conteniendo, asintiendo, tratando de


quitarle importancia.

—Está bien —afirmó, porque lo estaba—, no tienes que sentirte mal, Jin,
te comprendo mucho. Puedo esperar si quieres. Además —hizo un gesto
despreocupado—, debemos conversarlo. Digo... ¿a ti te gustaría ser el
pasivo o el activo?

SeokJin parecía ahora desconcertado.

—¿Cómo?
Namjoon no tenía por qué sentir vergüenza, ¿cierto? Él lo había hecho con
Jinho, e incluso una vez lo hizo con Soyeon, pero aun así, sus mejillas
se colorearon de rojo.

—Si... si llegamos a acostarnos —dijo, titubeante—. ¿Te gustaría que


yo...? Es decir... Bueno, si tú lo quieres, yo puedo ser pasivo o activo,
según lo que tú quieras. Estoy bien con cualquier posición, te lo
prometo.

—Pero no entiendo —contestó Jin.

Namjoon quería hundirse, desaparecer de allí, y decidió agarrar la


libreta de notas para escribirle porque, en definitiva, no podía decirlo.

Uno de los dos tendrá que... bueno, podría haber penetración. Se le llama
pasivo a la persona que recibe la penetración y activo al que la lleva a
cabo. ¿Qué posición te gustaría tener?

Ahora el rostro de SeokJin se pintó como un tomate.

Yo... hyung, creo que... estaría bien si yo... soy el pasivo en la


primera vez, ¿no?

¡Genial, genial! La verdad es que no me importa mucho, para la próxima tú


podrías ser el activo, ¿no crees?

Ambos se miraron y Namjoon soltó una risa nerviosa. SeokJin lo abrazó,


escondiendo su cabeza en el hombro del mayor para que no viera su
expresión.
Permanecieron así un instante, dejando que la tensión sexual
desapareciera de a poco, y una hora después, ambos ya estaban más
calmados, olvidándose de lo ocurrido por un instante.

SeokJin tuvo que marcharse cuando comenzó a atardecer, así que Namjoon le
fue a dejar a su casa, despidiéndose con un beso más.

—Te quiero —le dijo seriamente.

El menor acarició su mejilla.

—Yo también te quiero —le contestó, bajándose del auto.

Se quedó fuera, sosteniendo a Jjangu, viendo el auto de Namjoon


desaparecer en la esquina, y besó al cachorro entre sus orejas.

—Namjoonie es bueno, Jjangu, ¿cierto? —le murmuró apenas—. Lo quiero


mucho.

El perrito soltó un ruido extraño y SeokJin volvió a darle un beso,


soñando en su pequeña nube de felicidad.
CAPITULO VEINTICUATRO
Muñequito no sabía cuánto tiempo estuvo metido en una caja, pero si el
suficiente para que, cuando la parte de arriba la sacaron, sus ojos
quedaron cegados por la repentina luz, obligándolo a cerrarlos con
fuerza, todo su cuerpo doliendo por la incómoda posición en la que había
estado tanto tiempo.

Un hombre desconocido se asomó, una sonrisa morbosa en su rostro que


envió un escalofrío por su espina dorsal. Esa persona era alta, tenía el
cabello largo, negro, amarrado en una coleta, un rostro delgado y una
pequeña barba junto a unos crecientes bigotes.

—Tú tienes que ser Muñequito de Porcelana, ¿no es así? —dijo con voz
suave, agarrándolo de las axilas, levantándolo y se dejó manejar como
peso muerto—. Eres más bonito que en fotografías, cosita hermosa.

No hizo gesto alguno, aun cuando quería vomitar al sentir como posaba sus
labios sobre su boca y algo húmedo acariciaba su barbilla. Su lengua,
probablemente.

—¿Sabes cuánto dinero me costaste? —dijo como si nada el hombre—.


¡Ochenta y cinco millones de wons! —se rió de forma estruendosa, entrando
a su cuarto, dejándolo sentado sobre su cama—. Espero que valgas todo ese
dinero, Muñequito, porque si no, me voy a enojar mucho. Y no me gusta
estar enojado.

La única respuesta que hubo fue su estómago respondiendo por el hambre y


Muñequito desvió la vista.

—Oooow, ¿quieres comer? —dijo con tono jocoso—. Mi proveedor me ha dicho


que comes papilla de bebé, espérame un instante.
Desapareció por la puerta y Muñequito se permitió acomodarse sobre la
cama para luego mirar la pared, tratando de ahogar el pánico burbujeante
que moría por salir. Pero si se dejaba llevar por el terror, terminaría
llorando y no podía hacer eso. Los Muñequitos no lloraban.

Su Dueño apareció otra vez llevando un frasquito de papilla junto a una


cuchara, destapándolo, por lo que Muñequito abrió su boca, comenzando a
recibir la asquerosa comida a la que ya estaba acostumbrado.

Recordaba, muy vagamente, que una vez terminó vomitando por estar harto
de la papilla, entonces Shin lo había ahorcado en castigo, había apretado
su tráquea con sus grandes manos hasta que se desmayó entre lágrimas.
Luego de eso, entrenó a su estómago para aceptarla sin reclamo alguno.

Se notaba que ese hombre jamás había hecho aquello porque había terminado
manchando su barbilla, sin embargo, fingió que no le incomodaba e incluso
permaneció quieto cuando su Dueño comenzó a chupar el alimento derramado
de su cuello.

Desvió la vista una vez más hacia la pared al sentir grandes manos
comenzando a desnudarlo, mordiendo su labio inferior, y se obligó a
callar todos los gritos atorados en su lengua.

Aunque, a esas alturas, no sabía realmente si tenía una voz como para
poder chillar.

Jungkook había llegado tarde ese día a su casa, pero en el fondo, no le


interesaba mucho.

Probablemente ya todos habían acabado de cenar, sin embargo, tampoco


tenía hambre porque comió en casa de Yoonah. De mamá. Junto a su esposo.
Seunggi fue amable con él, sin hacer muchas preguntas y comportándose de
manera educada, lo cual Jungkook agradecía bastante. Nayeon, por otro
lado, su media hermana menor... Nayeon era un caos, juguetona,
parlanchina, confianzuda inmediatamente, mostrándole todos los juguetes
que tenía y diciéndole que tenían que verse más seguido ahora para que
así ellos pudieran jugar.

Jungkook se sintió triste, entonces, porque esa pequeña familia le


recibió con los brazos abiertos, haciéndolo sentir cómodo, mientras que
en esa casa...

—¿Dónde estabas, Jungkook?

Se sobresaltó cuando una grave voz habló, volteándose hacia su papá,


sentado en el sofá con una expresión impasible. A su lado, Somin tejía
una bufanda.

Rascó su nuca.

—Estaba con Jimin —mintió.

Su papá apretó su mandíbula ante la mención de su novio en tanto Somin


soltaba un chasquido reprobador.

—Dios, ¿sigues saliendo con ese chico? —se quejó Junghyun—. ¿Cuándo
dejarás de actuar como un afeminado y traerás a una chica a casa,
Jungkook?

Desvió la vista.

—¿Ese chico que vino el otro día contigo es tu novio? —había preguntado
Yoonah cuando cenaban. Jungkook no pudo negarlo, esperando el rechazo de
forma inmediata—. ¡Deberías traerlo a comer la próxima vez, cariño! Me
gustaría conocerlo.
—Ese chico era muy bonito —dijo Nayeon, su boca sucia por la comida.

Y eso fue todo. Jungkook había roto a llorar cuando estaba limpiando los
platos junto a su mamá, que lo abrazó con fuerza, pareciendo entender lo
que le ocurría.

—Soy gay, papá —contestó—, y nada me hará cambiar de gustos, ¿lo sabes?

Somin frunció el ceño.

—¿No querías traerlo tú para que tus nietos llevaran el apellido Jeon? —
se burló, observando a su marido—. A fin de cuentas, el tiro te salió por
la culata, Junghyun.

El hombre lucía más enojado ahora, sin embargo, Jungkook no lo tomó en


cuenta.

—¿Puedo ir a mi cuarto? —preguntó.

—No has cenado —dijo Somin entonces.

Jungkook la observó y la mujer desvió la vista.

—Tú... —vaciló un momento—, ¿me has querido en algún momento?

La expresión de Somin era helada, fría, y le observó como si él fuera un


desconocido. Como si él, realmente, no estuviera allí.
—¿Por qué debería quererte?

Jungkook apretó la correa de su bolsillo.

—He encontrado a mamá —dijo, viendo como Somin perdía el color de su cara
mientras su papá se atoraba con su propia saliva debido a la impresión—,
y ella me ha dicho que quiere que me vaya a vivir con su familia —alzó la
barbilla, altivo—. ¿No es eso bueno, señora Jeon?

Corrió a su cuarto antes de que su padre pudiera procesar todas sus


palabras, antes de que Somin reaccionara, y cerró con llave, sintiendo
como el peso que estaba sobre él parecía ir aligerándose de a poco.

Puede que todavía faltara mucho para comenzar a sentirse bien, pero el
primer paso era, después de todo, el más importante.

Namjoon suspiró al agarrar las llaves del auto, pasando por la cocina y
viendo a su mamá lavar los platos en tanto su papá veía televisión.

—¿Vas a salir? —preguntó su papá al verlo con una bolsa.

—Tengo un cumpleaños —contestó como si nada.

Sabía enseguida que sus papás no estaban nada contento con ello, sin
embargo, en ese momento Wheein apareció, entrando desde el patio, y se le
quedó mirando con una expresión extraña.

Namjoon sentía que su hermana menor le había estado evitando desde hace
varios días, apenas dirigiéndole la palabra o mirándolo, lo que le ponía
algo triste porque ese comportamiento le recordaba a cuando estuvo
saliendo con Jinho. No quería que algo así volviera a repetirse.
—¿Vas a salir, oppa? —preguntó Wheein entonces, sonriendo.

Rascó su nuca.

—Hoseok está de cumpleaños y me ha invitado —dijo a modo de respuesta.

—Oh —Wheein asintió, pasando a su lado para subir las escaleras—. ¿Irá
SeokJin oppa?

—Supongo...

—¡Mándale saludos! —Wheein se giró, una expresión traviesa en su rostro—.


¡Y a Hoseok también!

Namjoon no alcanzó a decir cosa alguna porque su hermana menor entonces


desapareció, y sacudió su cabeza un poco debido al desconcierto, sin
entender muy bien la forma en la que actuaba.

Decidió no tomarle importancia, saliendo con rapidez porque pasaría a


buscar a SeokJin y Jungkook luego de ofrecerse el día anterior. Yoongi
dijo que se preocupara por él, que estaría temprano en casa de Hoseok
para ayudarlo a decorar todo (y ganarse el corazón de su suegra otra vez,
en palabras de él). Jimin iría más tarde, comunicó, porque tenía otro
compromiso, así que sólo debía preocuparse de su novio y su amigo.

Mientras tanto, SeokJin se dedicó a bajar los escalones de dos en dos,


cargando a un desesperado Jjangu en sus brazos, para luego darle un beso
entre sus orejas, corriendo hacia el patio para dejarlo allí y volver al
interior de la casa.

—¿Estás listo, SeokJin? —preguntó su mamá con una sonrisa.


—¡Sí, mamá! —dijo, rebotando por la felicidad—. ¿Crees que a Hoseok le
guste mi regalo?

—Por supuesto que sí —intervino su abuelita, pero la sonrisa de SeokJin


se tambaleó entonces.

—¿Por qué me hablan de esa forma? —preguntó, su expresión lastimosa—. No


me gusta.

Jongwoon suspiró.

—Tae y Kyungsoo lo recomendaron, SeokJin —le dijo firmemente.

SeokJin hizo un mohín extraño.

—¡Ellos pueden comer mierda!

—¡ SeokJin!

El menor parecía dispuesto a hacer una pataleta, sin embargo, en ese


momento tocaron el timbre y la expresión del chico cambió al pensar que
Namjoon estaba allí. Importándole poco el regaño de sus padres, corrió a
la puerta, abriéndola con emoción para...

Su rostro decayó cuando vio a Jungkook allí.

Oh.
Jungkook le sonrió con debilidad, fingiendo no ver la cara en blanco de
SeokJin, como si no lo quisiera allí.

—¡Hola! —saludó, sus gestos torpes, difíciles—. ¿Estás listo, Jinnie?

SeokJin, entonces, sonrió quitándole importancia a lo recién ocurrido, la


incomodidad desapareciendo del aire.

—¡Sí, sí! —dijo—. ¿Dónde está Jimin?

Jungkook entró, desviando la vista.

—Dijo que llegaría más tarde, iba a ir a comprar unas cosas con su mamá —
contestó encogiéndose de hombros, fingiendo que la pregunta no le había
afectado.

—Hey, Jungkookie —Taeyeon apareció, sonriendo—. ¿Es mi idea o estás más


grande?

El muchacho se rió, sacudiendo su cabeza, yendo a saludar a todo el mundo


mientras SeokJin le seguía, ansioso por ver a Namjoon aunque Jungkook
estuviera allí.

Su novio no tardó en aparecer varios minutos después, pero SeokJin tuvo


que hacerle un gesto para que guardara las distancias. Namjoon entendió
con rapidez, tomándose su tiempo para que SeokJin le presentara a todo el
mundo, y luego de cinco minutos, estaban saliendo de la casa.

—Vámonos rápido antes de que te vea mi hermana, hyung —dijo Jungkook como
si nada.
Namjoon soltó un resoplido. Soyeon había estado menos insistente esos
últimos días, sin embargo, eso no quitaba que podía volver al ataque en
cualquier momento. Ella era... bastante impredecible, por decir lo
mínimo, y bastante insistente cuando las cosas no le resultaban
enseguida.

Entraron al auto, partiendo al departamento donde Hoseok vivía,


conversando amenamente mientras SeokJin tenía que contenerse de agarrar
la mano de Namjoon. La verdad era que, esos últimos días, le había estado
dando muchas vueltas a dos asuntos. El primero lo resolvería más tarde.

Pero lo otro... Estaba tratando de pensar cómo le diría a Jungkook sobre


lo suyo con Namjoon. Ya iba siendo momento de hablarlo con él, de decirle
las cosas a la cara para que así no tuviera que andarse a escondidas.

Y Jungkook sería bueno, comprensivo con él, porque era un buen amigo,
ellos eran mejores amigos, y los mejores amigos nunca peleaban de verdad.
Eso lo había visto en televisión.

Llegaron al departamento de la madre de Hoseok a las cuatro de la tarde,


tocando la puerta, y Hoseok se asomó.

—¡Feliz cumpleaños, Seok! —saludaron todos, sonriendo al verlo con un


traje de dinosaurio verde, como si fuera un pijama.

—Vinieron —balbuceó, un toque de ansiedad en su rostro y voz.

—Por supuesto que sí —contestó Jungkook—. ¿Por qué no vendríamos?

—Son las cuatro con dos minutos —murmuró Hoseok haciéndolos pasar.

Ninguno preguntó más, porque entendieron enseguida su mensaje. A Hoseok


no le gustaba que la gente llegara tarde, provocaba que empezara a
asustarse.
La decoración, por supuesto, era la esperable: un pastel de dinosaurio,
servilletas de dinosaurio, gorras de dinosaurios...

Ninguno dudó en ponerse la gorra, no cuando Yoongi apareció, vestido


también con un pijama de dinosaurio.

—Se ríen —comenzó a hablar—, y les patearé el culo, ¿entendido?

—¡Te ves bonito! —soltó Hoseok de pronto, sin ver a nadie a los ojos, sus
manos retorciéndose de forma inevitable. Yoongi sonrió, llamando su
atención, y agarró su muñeca izquierda.

—No estés nervioso, bebé —le arrulló—, estoy contigo y tus amigos están
también.

Hoseok estaba tan ansioso que incluso aceptó el pequeño beso de Yoongi en
sus labios sin reclamo alguno.

—¡Tenemos tus regalos, SeokSeok! —dijo Jungkook, y en ese momento la


madre de Hoseok apareció, llevando una bandeja con aperitivos—. ¡Hola
señora Jung!

—Hola chicos —saludó la mujer con una sonrisa animada, dejando la comida
sobre la mesa—. ¡Muchas gracias por venir! Seokie se despertó muy
contento hoy porque le iba a celebrar su cumpleaños.

Hoseok fingió no escucharla, recibiendo los regalos que sus amigos le


tendían mientras dejaba que Yoongi acariciara su cabello para que se
relajara un poco.
—¡Mira mamá, Kim Namjoon hyung me regaló un robotime de tiranosaurio! —
gritó Hoseok, sacando la caja donde estaba el juguete.

Namjoon sonrió, rascando su nuca.

—Lo puedes armar más tarde —dijo Yuwon—, pasen a comer, chicos.

El cumpleañero hizo un puchero que se le pasó cuando Yoongi volvió a


darle un beso en los labios, cargando todavía el resto de sus regalos
porque quería abrirlos, cosa que hizo mientras comían: Jungkook le regaló
unos huevos de dinosaurio con slime fluorescente en su interior mientras
que SeokJin le entregó un rompecabezas de cinco mil piezas para que se
entretuviera.

Hoseok no lo demostraba mucho, pero sus ojos brillaban por la emoción, y


todos sabían que estaba muy feliz en ese momento.

Jimin llegó una hora después, saludando a todo el mundo, y entregándole


su regalo a Hoseok: era una pequeña lámpara de cabeza de triceratops.

—¿Qué le regaló Yoongi a Hoseok? —preguntó entonces Namjoon en voz alta y


lenguaje de señas mientras Jimin se sentaba al lado de Jungkook,
tomándole la mano.

—Eso es un... —comenzó a decir Yoongi.

—¡Yoongi me rapeó una letra de dinosaurios y otra sobre lo mucho que me


quiere! —le interrumpió Hoseok.

Las mejillas del mayor se colorearon de rojo cuando todo el mundo le miró
mientras Yuwon sonreía con un poco de burla, prendiendo las velas del
pastel para cantarle feliz cumpleaños a su hijo.
—Es lo que hacen los novios —se defendió Yoongi.

Jimin se compadeció del pobre muchacho, que seguía luciendo avergonzado.

—Yo le regalé a Jungkook una figurita de Iron Man con mi cara pegada
encima —dijo comprensivamente.

Ahora Jungkook quería desaparecer del lugar en el que estaba.

—Jimin —siseó cubriendo su rostro con ambas manos.

—¿Qué? —dijo Jimin, algo indignado—. A veces pareciera que quieres más a
ese personaje que a mí.

—¿Y qué le regaló Namjoon a SeokJin? —preguntó Hoseok.

Hubo un extraño silencio entonces.

—¿Qué? —preguntó Jungkook, parpadeando mientras que SeokJin palidecía.

Hoseok frunció los labios en tanto Namjoon se aclaraba la garganta.

—Sí, porque...

—¡El pastel está listo, chicos! —dijo Yuwon con ánimo, sin notar el
ambiente enrarecido en el comedor, cargando el bonito pastel de
apatosaurus que mandó a hacer.
Todos se desconcentraron para cantarle a Hoseok, el chico luciendo como
si quisiera escapar de allí pronto, apagando las velas lo más rápido que
pudo para luego hacer un berrinche porque no quería partir el pastel por
lo precioso que era para él.

Jungkook sonrió, sacudiendo la cabeza, y se volteó para decirle algo a


Jimin, quedándose quieto cuando vio que se inclinaba hacia SeokJin con
una expresión de preocupación, el rostro de su amigo luciendo
descompuesto.

—Jinnie, ¿estás bien? —preguntó Jimin, tratando de no llamar la atención


de nadie. SeokJin negó con la cabeza—. Ven, te acompaño al baño...

—Puedo ir yo —se adelantó Jungkook, su estómago dando mil volteretas—.


Podría...

—No te preocupes —dijo Jimin poniéndose de pie con SeokJin detrás—,


quédate con Hoseok, eres uno de sus mejores amigos y podría sentirse raro
si no ve a ninguno de los dos.

Quiso discutirle, pero entonces ellos desaparecieron y se volteó hacia su


amigo, que hacía una mueca extraña con sus labios mientras su mamá
cortaba el pastel.

—Jungkook, ¿ocurre algo? —preguntó Namjoon, que había visto irse a


SeokJin y Jimin, pero no le preocupaba demasiado porque ¿tenía algún
motivo para estar celoso?

Además, no quería ser tan obvio. No con lo que Hoseok acababa de decir.

Jungkook trató de sonreír.


—Nada, hyung —contestó encogiéndose de hombros—, sólo recordé algo, nada
más.

Namjoon asintió.

SeokJin, mientras tanto, estaba humedeciendo su rostro para poder


estabilizarse, mirando su reflejo en el espejo, sus manos temblando al
tratar de contener los impulsos de golpearse en la mejilla como un
castigo.

Estuvo a punto de arruinarlo. Estuvo a punto de gritar para que Hoseok no


siguiera hablando.

Jimin, detrás de él, suspiró.

—A Hoseok le cuesta entender que esto siga siendo un secreto —le dijo,
sus gestos duros—, le han metido en un embrollo, y no sólo a él, sino
también al resto de nosotros.

SeokJin sentía que rompería a llorar en cualquier momento, lo que no


quería porque, cuando lloraba, era cuando más vulnerable se volvía, con
más ganas de hablar y soltar todo lo que le estaba ahogando.

—Se lo diré —le dijo a Jimin—, sólo... no hoy. Hoy Hoseok está de
cumpleaños y no debemos arruinárselo. Pero se lo diré.

Jimin asintió, volviendo a suspirar, y salió del baño dejándolo solo,


mirando su reflejo.

Era, en definitiva, un horrible y despreciable muñeco.


Jungkook y SeokJin se quedaron a dormir esa noche con Hoseok, que les
había invitado a una pijamada para seguir celebrando su cumpleaños. El
resto de chicos se marchó cerca de las diez de la noche, decidiendo ver
una película después, pero Hoseok se aburrió pasada una media hora, así
que fueron al cuarto del muchacho, despidiéndose de Yuwon, y empezaron a
armar el robotime que Namjoon le regaló.

Aunque, en realidad, Hoseok era el que lo estaba armando mientras sus


otros dos amigos le miraban, sabiendo que si decidían ayudarlo, harían
que se pusiera nervioso.

SeokJin le envió un mensaje de despedida a Namjoon, dándole las gracias


por haber ido, y pensó brevemente en lo que había ocurrido una semana
atrás, cuando estaba en casa de su novio, besándolo, y de pronto hacía
demasiado calor en el cuarto, sus manos picando para moverse sobre el
cuerpo del mayor.

Entonces Namjoon lo había agarrado del culo en medio del beso, sin dejar
de abrazarlo, de besarlo, y las alarmas de SeokJin se dispararon, sin
saber a dónde se estaban dirigiendo. Así que se detuvo, haciendo que
Namjoon también parara, el miedo corroyendo en su interior, el temor
logrando que su garganta raspara.

—Jungkook —dijo, llamando la atención de su mejor amigo, que lo miró con


una expresión inquisitiva—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Jungkook bloqueó su teléfono móvil, dejando la conversación de Jimin,


volcando su atención a SeokJin.

—La que quieras —respondió Jungkook.

SeokJin sintió sus mejillas coloradas, permaneciendo un momento sin hacer


nada, tanto que incluso llamó la atención de Hoseok, que estaba
murmurando por lo bajo al no saber dónde encajar una pieza.
—¿Cómo lo haces tú con Jimin?

Jungkook arrugó el ceño.

—¿Hacer qué? —preguntó confundido.

SeokJin mordió su labio inferior.

—Tener sexo —dijo con velocidad, haciendo que Jungkook abriera sus ojos
con sorpresa—. Con Jimin, ¿eres pasivo o activo? Pero... ¿qué significa
eso? ¿Cómo es?

Las mejillas de Jungkook se colorearon también de rojo, avergonzando, en


tanto Hoseok arrugaba los labios por el desconcierto.

—¿El sexo con Jimin? —preguntó apenas—. ¿Para qué quieres saberlo?

Un horrible y breve pensamiento cruzó por su mente: ¿no quería SeokJin


saberlo para... para acostarse con Jimin? ¿Para saber cómo proceder?
Jungkook sabía sobre el historial de Jin, sobre lo ocurrido cuando estuvo
desaparecido, entonces...

No. No, SeokJin no podía estar haciendo eso.

Trató de mantener la calma.

—Me ha picado la curiosidad —dijo SeokJin, su rostro compungido—. Mamá y


papá me hicieron la charla, pero me lo explicaron con un hombre y una
mujer, pero no quise preguntarles sobre un hombre y otro hombre porque me
daba vergüenza.
—Ah —Jungkook rascó su nuca, espantando los malos pensamientos de su
mente, tratando de no darle vueltas a la idea maliciosa que empezó a
rondar en su cerebro—. Bueno... me he acostado un par de veces con
Jimin...

—¡Yo también me he acostado con Yoongi! —intervino Hoseok—. Él viene


aquí, a mi cama, y saca su computadora, nos acostamos y vemos alguna
película juntos.

Jungkook sonrió ante la inocencia que emanaba su amigo antes de girarse


hacia SeokJin, que le observaba con ojos un poco ansiosos.

¿Por qué quería saberlo tanto?

—En la mayoría de las veces... —Jungkook mordió su labio inferior—, Jimin


tiene el rol activo y yo pasivo. Una vez fue al revés, pero no me gustó
mucho.

SeokJin arrugó las cejas, confundido.

—Pero, ¿a qué se refiere con eso? ¿Cuál es la diferencia entre uno y


otro? —insistió.

Jungkook estaba más avergonzado aún, en especial cuando Hoseok se volteó


hacia él con una expresión inquisitiva, queriendo saber también de qué
estaban hablando porque, al parecer, había comprendido que su acostarse
no era el acostarse de ellos.

—En el sexo, por lo normal... —rascó su nuca—, lo ideal es que estén los
dos desnudos o con poca ropa. O sea, sin pantalones ni ropa interior.

SeokJin tenía ahora una carita de concentración, asintiendo, mientras


Hoseok sacudía la cabeza con desconcierto.
—Pero ¿no tendrías frío? —preguntó.

Jungkook soltó una risa por los nervios.

—Hoseok... cuando Yoongi te besa mucho, ¿no sientes un poco de calor? —


preguntó Jungkook.

Hoseok puso una expresión pensativa al igual que SeokJin, y Jungkook se


puso alerta otra vez. Vale, entendía por qué Hoseok lo estuviera
pensando, estaba saliendo con Yoongi, pero SeokJin...

SeokJin estaba soltero, ¿por qué debería pensar en eso?

—Sí —afirmó Hoseok—, a veces, Yoongi me acaricia la cintura y eso me hace


cosquillas y me da calor.

SeokJin se mantuvo sin hacer un gesto.

Jungkook mordió sus labios.

—El sexo es una acción muy íntima que haces con alguien que te atrae
mucho —trató de explicar—, te atrae de forma romántica o sólo sexual. No
necesariamente deben estar en una relación.

Hoseok parecía algo perdido.

—A mí me gusta mucho Yoongi, pero no he tenido sexo con él, ¿eso es malo?
—ahora lucía genuinamente preocupado.
—¡No, no! —se apresuró a aclarar Jungkook—. No, Hobi, no deben tener sexo
hasta que te sientas listo —se aclaró su garganta, volteándose hacia
SeokJin —. El sexo muchas veces incluye penetración, SeokJin.

—¿Penetración de qué? —preguntó SeokJin.

El muchacho que estaba sirviendo de maestro se puso muy nervioso


entonces, porque no sabía si sería bueno hablarle a su mejor amigo sobre
las relaciones sexuales. No cuando conocía su historia, no cuando él
sabía que eso podría alterarlo, traerle malos recuerdos.

Sin embargo, SeokJin tenía una mirada tan insistente que no se vio capaz
de decirle que no.

Tendría que ir de a poco, entonces, más porque Hoseok parecía muy


desorientado.

—En la clase de biología vimos el cuerpo humano, ¿cierto? —trató de


explicar para que Hoseok supiera de que hablaban—. Y los hombres tienen
un pene y las mujeres tienen vulva y vagina. Cuando ellos tienen sexo
consensuado, los hombres pueden meter su pene en la vagina de las
mujeres, y eso puede provocar placer. A eso se le llama penetración.

—¡Sí, sí! —dijo SeokJin, impaciente—. Pero dos hombres, ¿cómo lo hacen?

Jungkook vio la expresión concentrada de Hoseok, escuchando todo con


claridad, dejando olvidado sus dinosaurios.

—Para los hombres, la penetración se puede hacer por el ano —explicó con
vergüenza.
La expresión de SeokJin y Hoseok era un poema en ese momento, tanto que
Jungkook pensó que habría sido buena idea grabarlo y verlo en la
posteridad.

Si no hubiera estado tan avergonzado, se habría reído.

—¡Pero por ahí hacemos nuestras necesidades! —exclamó Hoseok, tan


descolocado que se olvidó de hacer gestos.

Jungkook asintió, dándole la razón.

—¿Entonces Jimin mete su pene en tu ano? —preguntó SeokJin, sorprendido.

Si lo decía de esa forma, hasta a Jungkook le daba algo de repelús.

Trató de arreglarlo de alguna forma.

—En nuestro culo —dijo lentamente— los hombres tenemos una glándula
llamada próstata, que cuando se toca, se presiona, te da mucho placer.
Entonces el pene o unos dedos allí dentro pueden provocarte mucho.

—Pero... — SeokJin sacudió su cabeza—, los dedos de Jimin son


chiquititos, ¿qué tan profunda está?

Jungkook le miró, ofendido, aunque algo dentro de él se relajó cuando vio


la sonrisa traviesa en el rostro de SeokJin.

—¡Eres un pesado! —dijo con fingida indignación.


Hoseok seguía en shock.

—La persona activa es la que le mete el pene a su compañero en el sexo —


siguió tratando de explicar Jungkook—, y la persona pasiva es que recibe
ese pene en su culo.

SeokJin pensó, entonces, en que le había dicho a Namjoon que él podría


ser el pasivo. O sea...

—¿Y meterte algo por el culo no duele? —continuó preguntando.

—Al inicio duele —admitió Jungkook—, pero para eso, tu compañero debe
prepararte con juegos previos, como meterte dedos, echarte lubricante,
que es un gel para que tu ano esté más resbaladizo, incluso pueden probar
juguetes...

—No te creo —dijo entonces Hoseok—, ¡eso suena muy exagerado! Y si es


cierto, ¿por qué Yoongi no me lo ha dicho? ¡Es mi novio, entonces él
debería haberme pedido tener sexo y decirme todo esto!

—No porque sean novios tienen que tener sexo enseguida, Hoseok —le
explicó Jungkook—, puede que Yoongi esté esperando...

—¿Esperando qué? —Hoseok frunció el ceño con enojo, aunque no sabía por
qué estaba molesto—. ¿Por qué Jimin y tú lo hacen, y Yoongi y yo no? ¡A
mí el me gusta mucho, y yo le gusto mucho, así como a ti te gusta Jimin y
Jimin gusta de ti! —parpadeó—. ¿Y si yo no le gusto tanto y tiene sexo
con otra persona que no sea yo? ¿Eso puede ocurrir?

Jungkook rascó su nuca, un poco exasperado.

—Vale, Hoseok, ¿por qué no le preguntas ahora? —dijo, medio en broma


medio en serio.
La expresión de Hoseok se iluminó, agarrando su móvil, buscando el
contacto de Yoongi ante la desconcertada mirada de sus dos amigos.

Hobi bebé:

Yoongi.

Yoongi.

Yoongi.

Yoongi.

Yoongi.

Gatito bonito:18

¿Seok?

¿Qué ocurre, cariño?

Hobi bebé:

Quiero tener sexo contigo.


Gatito bonito:2

QUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE

Acto seguido, el móvil de Hoseok comenzó a sonar, siendo una llamada


entrante de Yoongi, y el muchacho contestó porque Yoongi le había dicho
que siempre debía contestarle para no preocuparlo, porque si le llamaba,
era por una emergencia.

—Gatito —dijo.

—Hoseok —la voz de Yoongi se sacudió, nerviosa—, ¿de qué estás hablando?
¿Dónde estás?

—¡Quiero tener sexo contigo!

—¿Estás borracho?

—¡No, no! —Hoseok hizo un ruido extraño—. Jungkook nos ha estado hablando
de que tiene sexo con Jimin y de cómo Jimin le mete su pene en su ano
entonces–

—¡Hoseok! —gritaron Yoongi y Jungkook al mismo tiempo.

—¿Por qué tú nunca me has metido el pene? —preguntó Hoseok, aturdido.

—Oh dios, esto tiene mil maneras de acabar horrible —murmuró Jungkook,
volteándose hacia SeokJin, que apenas llamó su atención en todo ese
instante—. SeokJin, ¿qué pasa?
Su mejor amigo lo miró, sus ojos nublados por algo que no logró
reconocer, y se asustó un poco cuando el muchacho sacó su libreta para
escribir. Cuando hacía eso era porque le costaba expresarse en lenguaje
de señas.

¿Es importante hacer eso con la persona que te gusta?

Jungkook leyó la pregunta y trató de contestar cuidadosamente.

Muy importante. Tu cuerpo, tu mente, tu alma, debe confiar en esa persona


para que estés relajado, SeokJin. Es muy importante que, con la persona
que lo hagas, sea de tu gusto. Y... y más que de tu gusto, sea de tu
confianza, porque así, cuando le digas que pare, debería parar.

¿Y qué pasa si tu cuerpo no se relaja, si no hay confianza?

Jungkook lo pensó un momento, escuchando a Hoseok discutir por teléfono


como ruido de fondo.

El sexo puede ser muy placentero cuando lo haces con alguien que te
gusta, pero si no, si es forzado... puede doler mucho, Jinnie. Duele
mucho cuando no es consensuado.

SeokJin asintió.

—Entonces, ¿si tendrás sexo conmigo? —dijo Hoseok, ahora con sus ojos
brillando por la ilusión.

Yoongi soltó un ruido extraño, un tic en su ojo a pesar de que nadie le


estuviera viendo.

—Cuando tengamos dos años de estar saliendo, Seok —prometió.


—¡Se lo contaré a mamá, entonces!

—¡Hoseok, no...!

El muchacho cortó la llamada.

—¿Ahora Yoongi si es mi novio de verdad? —le preguntó a Jungkook,


ansioso.

Jungkook rodó los ojos, aunque había una sonrisa cariñosa en su rostro.

—Sí, Hobi.

SeokJin, mientras tanto, bajó la vista y frotó sus ojos para alejar las
punzantes lágrimas que querían escapar, porque toda esa conversación
había provocado que se diera cuenta de algo.

Se recordó a sí mismo boca arriba, con las piernas separadas, el dolor


punzante en todo su cuerpo, en especial allí atrás. Se recordó con dedos
en su interior, con juguetes, con...

Su estómago se contrajo cuando la horrible verdad lo golpeó.

Señor Shin y su Dueño habían tenido sexo con él. Lo habían forzado.

Y eso lo convertía, más que en un muñequito horrible, en un muñequito


sucio y usado, tan sucio que no merecía ninguna cosa. Ni siquiera el amor
de Namjoon.
CAPITULO VEINTICINCO
Muñequito se había acostumbrado al dolor. Al terror. Al pánico envuelto
en su estómago, subiendo por su garganta pero quedándose allí, sin salir,
porque si salía, iba a significar que todo se derrumbaría a su alrededor.

Él no entendía bien lo que ocurría, pero sólo sabía que dolía y debía
soportarlo porque era lo que se esperaba de él.

Así como se esperaba que estuviera quieto, sin moverse, mientras dejaba
que su Dueño le usara como mejor le placiera.

Como estaba ocurriendo en ese momento.

Su Dueño le había comprado un nuevo vestidito que le había puesto esa


noche, diciendo que se veía bonito y precioso, combinando con su cabello
largo, desordenado, que a veces cubría incluso su rostro. Ahora miraba el
techo, sus ojos encandilados en la luz, tratando de ignorar los gemidos
que Dueño soltaba a medida que se movía entre sus piernas abiertas y
extendidas, y trató de ocultar el estremecimiento cuando de pronto sus
muslos estuvieron pegajosos, la sensación conocida de que eso había
terminado llenándolo.

Su Dueño suspiró con alivio, subiéndose los pantalones, mirando a


Muñequito con gusto.

—Qué bonito te ves así —alabó, para después tomarlo en brazos—. Cada día
te pones más precioso, Muñequito, ¿no? Llevas casi dos años conmigo y
estás muy guapo.
Muñequito no lo miró, sin entender sus palabras, sin reaccionar cuando lo
besó en la boca.

El adulto lo cargó hacia el armario, sin importarle un poco si estaba


sucio, abriéndolo y sentándolo en la repisa que tenía allí escondida,
rodeada de cojines para su muñequito, y lo recostó, cerrando la puerta.

Muñequito se vio envuelto en la oscuridad en ese instante, apenas


respirando, para cerrar sus ojos y ponerse a dormir, acostumbrado a estar
acostado en ese lugar.

Lo que no se esperaba fue que su sueño fuera interrumpido tan


violentamente.

La puerta se abrió de golpe y él no sabía qué ocurría, sobresaltándose


por todo el ruido, por todos los gritos, por la luz sobre él.

—¡Señor! —gritó un desconocido—. ¡Señor, tenemos...! ¡HAY UN NIÑO AQUÍ,


SEÑOR!

¿Niño? ¿Qué niño? Ahí sólo estaba Muñequito.

Hubo más gritos, más luces apuntándolo, y retrocedió de forma automática,


aterrado por esa extraña situación, porque no entendía que estaba
pasando.

Quiso gritar cuando esos desconocidos lo agarraron, pero no salió voz


alguna, sólo gruñidos y jadeos extraños que no pudo reconocer como suyos.
Se revolvió y batalló contra esas manos ajenas, sus piernas acalambradas
por el tiempo que estuvo acostado en tan incómoda posición, aunque no
pudo luchar cuando lo sostuvieron, murmullos suaves tratando de
tranquilizarlo, sin embargo, Muñequito no se sentía bien.

Todo se le revolvía, su mundo daba vueltas, veía borroso, y de pronto


vomitó.

Vomitó antes de que todo se volviera oscuro.

Entonces despertó otra vez en un lugar desconocido, recostado en una


camilla, y sus piernas habían encontrado una extraña fuerza para ponerlo
de pie, tratando de huir de allí, confundido y perdido. Una mujer lo
descubrió, comenzando a gritar, teniendo que ponerle un calmante cuando
quiso salir corriendo.

Todo ocurría como si fuera un sueño, sin entender nada, sin comprender
qué estaba ocurriendo con él. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Dónde estaba
su Dueño? ¿Dónde estaba Señor Shin? Quería volver con Señor Shin, porque
era bueno y lo cuidaba, le daba caramelos cuando era bueno, ¿por qué no
iba a rescatarlo?

Muñequito sería un mejor Muñequito si aparecía, se prometía.

Después llegaron esas personas desconocidas que decían ser "Mamá" y


"Papá", pero ¿a qué se referían con eso? ¿Qué era una "Mamá"? ¿Qué era un
"Papá"? ¿Por qué allí nadie le tocaba como Dueño y Señor Shin hacían?
¿Por qué allí todos eran tan... tan...?

Tan distintos.

Muñequito no lo comprendía, no lo entendía, pero de pronto, quería


quedarse con esas personas que le hablaban con dulzura, le traían regalos
y no le pedían nada a cambio.
Muñequito ya no quería ser Muñequito y quería ser SeokJin.

Todavía quería ser SeokJin.

Jungkook tembló entre jadeos bajos, sus ojos llorosos, antes de abrazarse
a Jimin, que le dio un beso en los labios. Un beso devorador, exigente,
de esos que le dejaban sin aire, queriendo más de su novio, posesivo y
duro.

Jimin se veía suave, dulce y amable con todo el mundo, pero cuando
estaban a solas, sin ropa, acariciándose, se transformaba en un chico al
que Jungkook buscaría complacer como fuera.

—Eres hermoso —le murmuró Jimin contra su boca, su voz ronca por el
orgasmo, sin alejarlo—, ¿sabes cuán bonito eres, Kookie?

Le devolvió el beso, sin querer moverse de ese lugar, sabiendo que estar
en los brazos de Jimin era el lugar correcto para él.

—Te amo —le soltó, sus mejillas coloradas por la timidez, dándole otro
beso y viendo como los ojos de Jimin se arrugaban, una sonrisa amplia
decoraba su rostro—, yo... re-realmente te amo, Jimin.

—¿Sí? —Jimin se volteó, dejándolo bajo su cuerpo—. Yo también te amo,


Jungkookie. Mucho, mucho...

Jungkook quería oírlo. Necesitaba oírlo para poder aferrarse a Jimin como
fuera y ahogar esos pensamientos de que podría terminarle en cualquier
momento.

—¿Sí? —le dijo, acariciando el cabello del mayor, sintiendo su cuerpo


todavía sensible por el orgasmo—. ¿Si-siempre seré tu chico, Mochi?
Jimin lo observó, sin dejar de sonreírle.

—Claro que sí —afirmó el más bajito—, mi único y precioso chico.

Con eso Jungkook era feliz. Con que su mamá le quisiera y Jimin también,
no necesitaba a nadie más.

Media hora más tarde ambos estaban ya bañados y vestidos, sabiendo que
los padres de su novio habían llegado hace poco, bajando para cenar con
ellos.

—Hola, Jungkookie —saludó Park Hyungsik, el padre de Jimin, que estaba


terminando de servir la cena.

—Hola, señor Park —respondió Jungkook—, ¿cómo está?

—Bien, bien —Hyungsik le hizo un gesto para que se sentara a comer—,


Jimin ya nos debía esta cena contigo, la verdad es que te preferimos a ti
por sobre él.

—¡Papá! —regañó Jimin.

Se escuchó una risa suave y la madre de Jimin, Park Seyoung, apareció


llevando la comida.

—Buenas tardes, Kook —saludó amorosamente la mamá de su novio.


—Hola, señora Park —dijo Jungkook, feliz porque en esa casa también le
querían, y mucho.

Al inicio estuvo muy indeciso de conocer a los padres de Jimin porque


tenía miedo de que no estuvieran de acuerdo con que su hijo saliera con
un chico, pero el mayor le había asegurado que ellos ya sabían que
gustaba de chicos también así que no tenían problema alguno con eso.
Jungkook seguía sin estar seguro y durante ese almuerzo estuvo muy tenso,
apagado y callado, los nervios carcomiendo su estómago, pero las
constantes bromas de los dos adultos le habían ayudado a relajarse poco a
poco.

Además, el hecho de que le hubieran tratado tan bien terminó por lograr
ganarse su aprecio, contento de que allí no le estuvieran mirando de mala
forma o le ignoraran como a veces sus padres hacían en la mesa.

Los señores Park eran muy buenos con él.

—Estás creciendo tan bien, Kook —dijo la madre de Jimin—, ¿Jimin te trata
como se debe?

—¡Por supuesto que sí! —saltó Jimin—. ¿Cierto, bebé?

Humedeció sus labios.

Creo que me está engañando.

—A veces se pone terco y tenemos que ir a dónde él quiere —delató con


inocencia.

Jimin comenzó a quejarse otra vez, negando sus palabras apresuradamente


en tanto sus papás volvían a reírse, y Jungkook le tomó la mano, dándole
un apretón cariñoso.
Más tarde ambos estaban volviendo a la casa de Jungkook uno al lado del
otro, la noche ya caída, conversando en voz baja sin despegarse un poco,
y el menor estaba feliz de eso, de tener esos momentos con su novio, de
que se hubiera alejado un poco de SeokJin. Esas últimas semanas lo notó,
que ya no interactuaban tanto desde el cumpleaños de Hoseok, medio mes
atrás, y eso estaba bien, ¿o no? Estaba perfecto porque eso significaba
que quizás ya no se veían a escondidas.

Que quizás...

—Podríamos salir este fin de semana —sugirió Jimin—, sólo los dos, ¿qué
tal? Oí de un club...

—¿A bailar? —preguntó Jungkook.

—No tanto así —se encogió de hombros—, Taemin me ha invitado, en


realidad.

—Mmm... ¿debería preocuparme? —bromeó. Jimin le besó la punta de la


nariz, riéndose.

—Bueno, me ha dicho que conoció un lugar donde hacen competencias de


canto, ¡deberías intentarlo, Jungkook!

Jungkook arrugó sus cejas.

—¿Canto? ¿Qué estás diciendo, Jimin?

—Cantas muy lindo —ambos se detuvieron fuera de la casa de Jungkook y


Jimin le agarró las mejillas, apretándoselas—. ¿Cantarías por mí?
—Me daría pánico escénico —respondió Jungkook, balbuceante apenas.

Jimin ahora le dio un beso, sin dejar de sonreír.

—Yo estaré allí —le contestó con confianza—, ¿eso es un sí?

—No.

—Vamos... —bajó su voz un octavo—, si lo haces, luego de eso, podemos ir


a un motel, Jungkookie...

—Somos menores de edad —le observó, confundido, aunque el rubor pintó sus
mejillas.

—Tú lo eres, yo no —la sonrisa de su novio era coqueta, provocativa—, y


puedo conseguirte un carnet falso...

—Eres un delincuente —afirmó Jungkook, pero se rió también porque Jimin


sabía cómo convencerlo—. Está bien... Podemos intentarlo —recibió otro
beso feliz—. ¿Cómo se llama el lugar?

Jimin le pellizcó el labio.

—D-Town.

Namjoon suspiró por décima vez en el día, observando de reojo a SeokJin


sentado a su lado pero sin mirarlo, y rascó su nuca algo incómodo por el
ambiente tenso entre ellos dos.
No sabía qué había pasado entre ellos, pero esas últimas semanas SeokJin
parecía algo lejano y poco... comunicativo a su lado, por lo que su
relación básicamente se había enfriado mucho entre ellos, hasta el punto
en que SeokJin le estuvo evitando con claridad, sin querer verlo mucho y
sólo respondiéndole por mensaje de texto.

Trataba de pensar y se reventaba la cabeza queriendo adivinar qué había


hecho mal como para que su novio se estuviera comportando de esa forma,
pero no encontraba una explicación concreta para ello.

Entonces pensó que, tal vez, SeokJin ya no le quería como antes y estaba
buscando la forma de terminar con él.

Ese sólo pensamiento lo alteraba demasiado, provocando que su estómago se


revolviera por completo.

— SeokJin —llamó.

El chico se volteó a mirarlo, sus ojos abriéndose por la sorpresa, su


mandíbula apretándose.

La tráquea de Namjoon se apretó cuando se dio cuenta de que había hablado


en voz alta hacia su novio. Pero también notó la forma en la que la
expresión de SeokJin parecía alterarse por su desliz.

—¿Estás enojado conmigo? —preguntó con velocidad haciendo señas.

SeokJin mordió su labio inferior, la mirada perturbada de su rostro


desapareciendo, tomando aire.

—No, ¿por qué dices eso? —respondió desviando sus ojos, observando por la
ventana.
Ambos se habían escapado, por insistencia de Namjoon, hacia la biblioteca
luego de clases, yendo hacia el final de todos los estantes, hacia la
mesa más escondida del lugar. Tampoco es como si fueran muchas personas a
esas alturas del día, así que estaban bien protegidos de otras miradas.

SeokJin, en tanto, trataba de pensar alguna forma de escapar de allí


porque no soportaba ver a Namjoon, ver su expresión decaída, verlo tan
necesitado de él. Una parte suya estaba desesperada por abrazarlo,
enterrar su rostro en su cuello, dejarse mimar por él, sin embargo, su
otro lado gritaba que no lo hiciera porque Namjoon podía tocarlo.

Podía tocarlo de esa forma y todo en él entraba en pánico.

Esas últimas noches había estado teniendo más pesadillas que nunca y
corría a la cama de sus papás a dormir con ellos, porque era el único
lugar seguro para él. Sus papás lo protegerían, jamás dejarían que algo
malo le pasara.

—Me has estado evitando —explicó Namjoon, haciendo una pequeña pausa—. Tú
sabes, si quieres terminar conmigo, puedes decírmelo con total confianza.
No voy a enojarme.

SeokJin lo observó, congelado, parpadeando, y algo dentro de él se quebró


al entenderlo.

—¿Terminar? —sus movimientos fueron lentos, titubeantes—. Pero... pero yo


te quiero.

Namjoon trató de suavizar su expresión al notar el rostro decaído de


SeokJin.

—Yo también te quiero —dijo con cariño—, pero Jin, para que esto
funcione, los dos tenemos que comunicarnos bien. ¿Por qué no me dices qué
ocurre para así solucionarlo? Quiero que todo sea como antes, cuando no
me evitabas y me llenabas de besos en todo momento.

SeokJin sintió su rostro colorado por sus palabras, pero más aún porque
sintió vergüenza ya que no quería hablar de ese tema. Comprender todo lo
que Jungkook le había explicado semanas atrás todavía le ponía nervioso,
más aún si se trataba de conversarlo con Namjoon, pero sabía que debía
soltarlo o lo seguiría evitando.

Y él también extrañaba sus besos y abrazos

Bajó la vista, buscando su cuadernito para escribirle lo que ocurría,


porque siendo sincero, no se veía capaz de expresárselo con gestos.

Es que yo... Lo he pensado mucho, sobre lo que ocurrió hace unas semanas.
Sobre tener sexo, hyung.

Namjoon leyó sus palabras y de forma inmediata el color pintó su rostro.

Oh.

¿Es eso, SeokJin? ¿No quieres tener sexo conmigo?

SeokJin apenas levantó la vista, sus ojos cristalinos, y negó con la


cabeza de forma torpe. El mayor dejó salir el aire de sus pulmones.

SeokJin, está bien. Lo prometo. Si no te sientes listo en este momento,


no tenemos por qué hacerlo. No te sientas mal por no querer hacerlo,
¿bueno?

El muchacho sorbió por su nariz, asintiendo de forma torpe.


¿No te molesta? Es que si tú quieres yo podría intentarlo y

Namjoon no lo dejó terminar, quitándole el cuaderno, un rayón marcando


las hojas. Jin lo miró con sorpresa.

No, SeokJin. El sexo es algo muy íntimo y los dos tenemos que estar
cómodos para eso, ¿entendido? Yo puedo esperar el tiempo suficiente para
que tú te sientas preparado, te quiero mucho y no deseo que te fuerces a
eso. Estaré bien con cualquier decisión que tomes, ¿entendido?

SeokJin leyó sus palabras, sintiendo como algo dentro de él pareció


estrujarse ante lo que Namjoon le estaba diciendo, y de pronto sus ojos
se llenaron de lágrimas porque esas simples frases guardaban demasiado
significado para él.

Señor Shin jamás le había dicho algo así. Su Dueño tampoco.

Y Namjoon, que le trataba tan bien, que se preocupaba por él, estaba
interesado en que SeokJin se sintiera bien para tener sexo.

Sin poder evitarlo, se lanzó a los brazos de Namjoon, enterrando su


rostro en el hombro del mayor, sus brazos rodeando su cuello, y se pegó a
él con desesperada necesidad, tratando de demostrarle con ese gesto lo
importante que era eso para él.

Namjoon hizo un ruido de sorpresa, agarrándolo por la cintura, y sólo


sonrió cuando SeokJin levantó la vista, ojos brillantes observándolo,
para entonces comenzar a repartir besos por su rostro.

Media hora después Namjoon dejó a SeokJin a unas cuadras de su casa,


besándolo otra vez, prometiendo encontrarse al próximo día e ir a comer
un helado. Al verlo desaparecer se marchó de allí pero no hacia su casa
sino en dirección contraria, acelerando un poco porque había prometido
llegar en unos minutos.
Estacionó su auto fuera de la pequeña casa pero no caminó hacia la puerta
principal sino hacia el garaje, observando a su amigo sentado como si
nada, de espaldas en su dirección.

—Hey, Donghyeok —dijo, y su amigo se sobresaltó, volteándose.

El aludido lo miró con el ceño fruncido para luego bufar.

—Namjoon —saludó Donghyeok—, ya pensé que no vendrías y me dejarías


plantado. Anda, dime, ¿qué quieres de mí?

Namjoon observó todo el material que Donghyeok tenía a su alrededor:


micrófonos, una computadora, audífonos aislantes de ruido...

—¿Cuánto me cobrarías por una grabación? —le preguntó.

Donghyeok se recostó en su silla, observándolo en silencio varios


segundos, como si lo estuviera pensando bien.

—Anda, baja la lata —chasqueó su lengua—, ¿qué quieres grabar?

—Un regalo —Namjoon sonrió—, un regalo para mi novio.

Su amigo rodó los ojos, sin embargo, sólo sacudió la cabeza mientras
Namjoon sacaba la letra que ya había terminado para SeokJin, y pronto
esperaba regalar.

Sólo esperaba que SeokJin estuviera muy, muy feliz con eso.
Hoseok siempre había sido muy reacio al contacto físico a menos que
viniera de su mamá, pero cuando Yoongi le sostenía la mano, sus dedos
entrecruzados con los suyos, se sentía bien aunque su estómago diera mil
vueltas. No entendía muy bien eso. Mamá le había dicho que eso ocurría
cuando estaba enamorado y Hoseok entonces pensaba que no quería sentirse
enamorado para evitar esas situaciones, pero entonces Yoongi le miraba,
le sonreía y...

Y...

—¿Hope-ah? —Yoongi llamó y Hoseok lo miró. Los dedos de su novio le


dieron un apretón—, ¿pasa algo? Te noto distraído.

—Estaba pensando —dijo, su tono plano, bajo, pero Yoongi le escuchó sin
problema alguno.

—Mmm... ¿y en qué pensabas? —preguntó Yoongi.

—En como aceleras mi corazón cuando sonríes —respondió.

Yoongi lo miró, color pintando su pálido rostro y a Hoseok le costó


entender qué había pasado. ¿Acaso dijo algo malo?

—Eres muy lindo —murmuró Yoongi débilmente.

—¿De verdad?

—Eres lindo y adorable.


Antes de que Hoseok pudiera echarse hacia atrás recibió un beso fugaz en
sus labios, y pensó un instante en quejarse pero pensó otra vez que esos
besos se sentían muy bonitos. Cuando Yoongi lo abrazaba por la cintura
con suavidad también se sentía bonito.

—Te quiero —le dijo Yoongi con cariño, deteniéndose, y Hoseok se dio
cuenta de que estaban fuera de la casa de Jin.

Se sintió algo extraño y molesto consigo mismo porque quería que esa
caminata durara más para así estar con Yoongi, pero lo reprimió porque
eso se le hacía extraño.

Yoongi lo agarró de la barbilla para levantar su mirada y que así se


observaran a los ojos.

—¿Tú me quieres? —le preguntó su novio, y Hoseok se estremeció.

No entendía con claridad ese concepto de querer. Mamá se lo había tratado


de explicar muchas veces, sin embargo, todavía no lo entendía muy bien.

—Sí —dijo apenas, de pronto retrayéndose.

Pero Yoongi le sonrió, dándole otro beso suave luego de empujarlo hacia
él, así que Hoseok lo aceptó.

Yoongi se sentía bien.

—¿Hasta qué hora te dio permiso tu mamá, bebé?

También se sentía bien cuando le decía apodos cariñosos. Hoseok trataba


de hacer lo mismo, de demostrarle cuán importante era para él, pero tenía
que esforzarse mucho y eso provocaba que se pusiera ansioso y entonces se
estresaba y...

—A mediodía —barboteó apenas.

Yoongi asintió.

—Pasaré a buscarte a esa hora, así que espérame, ¿bueno?

—Está bien, gatito bonito —farfulló nervioso.

Su novio sonrió, mostrando sus encías, sus ojos arrugándose, y Hoseok


pensaba que era muy, muy bonito.

Yoongi le dio otro beso y Hoseok se marchó hacia la casa de SeokJin,


despidiéndose del mayor, para luego tocar la puerta. Su amigo lo invitó a
quedarse a dormir junto a Jungkook y su mamá le dio permiso, así que
ahora estaba allí.

La mamá de SeokJin le abrió, invitándolo a pasar, diciéndole que los


chicos estaban en el cuarto de su hijo, y luego de saludar a todas las
personas de allí subió al segundo piso, tocando la puerta.

—¡Pasa! —gritó Jungkook, por lo que Hoseok entró.

Los dos amigos estaban jugando algo de autos de carrera con la


PlayStation de SeokJin, mirando la pantalla de forma concentrada.

—¡Hobi! —Jungkook pausó el juego, ganándose un berrinche de su mejor


amigo—. Hey, ¿quieres jugar?
—Hola —Hoseok se balanceó en su lugar—. No sé jugar eso.

—¡Deja tu mochila sobre mi cama! —dijo SeokJin sonriendo—. ¡Vamos, yo te


enseño!

Hoseok lo observó, algo confundido.

—Pero hablé en voz alta —dijo, desorientado.

La sonrisa de SeokJin se congeló. Jungkook se tensó. Hoseok no entendía


qué estaba ocurriendo.

Jungkook fue el primero en moverse, poniéndose de pie con calma aunque el


pánico estaba invadiéndolo al notar la forma en que SeokJin comenzó a
mover sus manos, formando y deshaciendo sus puños.

—¡Hoseok, ¿trajiste tus dinosaurios para jugar?! —preguntó de golpe, casi


rebotando en su lugar. Los dos chicos se sobresaltaron con la acción de
Jungkook, SeokJin parpadeando, Hoseok luciendo más perdido aún.

—Sí, los tengo en mi mochila...

—¿Jugamos con ellos? —ofreció Jungkook, agarrando a SeokJin del brazo,


levantándolo.

—¡Está bien! —saltó Hoseok, dirigiéndose a su mochila, abriéndola.

Jungkook aprovechó que Hoseok estaba distraído para abrazar a SeokJin.


—Estoy aquí —le susurró en voz baja contra el oído, estremeciéndolo—,
cualquier cosa, estoy aquí para ti, Jinnie.

SeokJin le dio un apretón, devolviéndole el abrazo, e incluso permitió


que Jungkook le besara la mejilla al alejarse de manera cariñosa,
volteándose para ir donde Hoseok y escuchar lo que estaba diciendo al
sacar sus juguetes.

SeokJin estaba echando todo a perder, lo sabía, y todo a su alrededor


parecía estar desmoronándose poco a poco.

Antes fue el mejor Muñeco de todos, pero ahora parecía estar


convirtiéndose en el peor.

Las cosas iban mejorando.

Jungkook recibió un beso de Jimin, feliz de la vida, su novio sonriéndole


también luego de estacionarse, y luego de varios segundos se bajaron
tomándose la mano. El invierno estaba acabando pero seguía haciendo mucho
frío, en especial durante las noches, así que comenzaron a caminar con
rapidez por la vereda.

—¿Seguro que es por aquí? —le preguntó el menor a Jimin.

—Sí, mira... —Jimin levantó su brazo libre hacia alguien—. ¡Hyung!

La persona se enderezó y Jungkook reconoció a Taemin, el mejor amigo de


su novio. Lo saludó con timidez, manteniéndose junto a Jimin en todo
momento, algo nervioso por lo que estaban haciendo: el lugar en el que
estaban no era uno de los mejores barrios de la ciudad, no lo conocía
mucho, y eso le ponía algo temeroso.
—Vamos, ¡D-Town queda en la siguiente cuadra! —animó Taemin—. Ahora están
en batallas de rap, el canto viene después. Jimin me dijo que ibas a
participar, ¿no, Kook?

Jungkook miró a su novio con sorpresa, el rubor iluminando su rostro para


sacudir la cabeza de manera apresurada.

—¡No, no! —chistó Jungkook—. No soy bueno, me avergonzaría, cómo...

—¡Lo harás genial! —dijo Jimin con fe.

Taemin se rió.

—Bueno, si quieres participar, debes pagar tu inscripción, lo puedes


hacer en el momento o antes. No es mucho, son cuatro mil quinientos wons
por querer entrar y puedes cantar las veces que quieras.

Jungkook bajó la vista, indeciso todavía, pero Jimin le dio un apretón


suave, sonriendo con ánimo.

—Lo pensaré —dijo débilmente.

Eso fue suficiente para su novio, al parecer.

—¿Cómo conociste este lugar? —dijo cuándo se detuvieron fuera de una


bodega donde alguien estaba apoyado al lado de la puerta.

—Kibum quiere intentar el rap ahora —suspiró Taemin—. Hey, Iron, ¿qué
tal?
El desconocido bajó el cigarrillo de sus labios, moviendo su cabeza en
señal de reconocimiento hacia Taemin para después observar a Jimin y
Jungkook.

Jungkook casi se esperaba el comentario grosero cuando sus ojos se


estrecharon sobre ellos dos, tomados de la mano, pegados como...

—¿Son de confianza? No quiero que la policía aparezca en un par de horas


—le dijo a Taemin.

El menor parpadeó.

—Uno es menor de edad —dijo Taemin, rascando su nuca para entonces


apuntar a Jungkook.

Iron bufó, recibiendo el dinero para que entraran.

—Nada de alcohol para ese chico, entonces —gruñó haciéndose a un lado—,


si lo veo con una lata de cerveza, haré llorar al niño bonito.

Jungkook ya quería llorar sólo con eso. Jimin se rió aunque su novio notó
la tensión en el cuerpo al lado suyo.

—Yo me encargaré de cuidar a mi novio, gracias —dijo Jimin.

Iron soltó un silbido, rodando los ojos, y Taemin los apuró a entrar,
despidiéndose del guardia.

—¡Lindo culo, niño bonito! —se burló Iron una vez avanzaron.
Jimin gruñó dispuesto a volver atrás pero Taemin y Jungkook lo empujaron
hacia delante, apresurando el paso.

—No puedes actuar así —comenzó a regañar Jungkook—, él sólo te está


tomando el pelo.

—¡Te estaba mirando el culito! —reclamó Jimin.

—¡Jimin-ssi!

—¡Honoríficos, Jungkook-ah!

Taemin también rodó los ojos, sacudiendo su cabeza por el comportamiento


infantil frente a él de la pareja.

Antes de que pudieran seguir discutiendo, entraron a la bodega de dos


pisos, llena de gente por todas partes, mesas repartidas hasta en los
pasillos del segundo piso mientras el bar se hallaba en una esquina. Un
gran escenario estaba en el centro del lugar donde se llevaba a cabo una
competencia de rap entre dos chicos, la gente aclamando a gritos,
riéndose, divirtiéndose, bebiendo.

¿Jimin pretendía que cantara frente a todas esas personas? ¡Estaba


desquiciado!

Apenas podía hablar por la impresión del lugar, pero por sobre todo,
porque nadie allí se estaba fijando en su mano entrelazada con la de
Jimin. No había miradas con malas intenciones ni comentarios maliciosos.

—¡Pueden ir a beber! —dijo Taemin—. ¡Y si quieren cantar algo, acércate a


Zico, es el chico que está en medio de la batalla de rap, debes pagarle a
él y decirle qué pista cantar! ¡Debo buscar a Kibum ahora!
Jimin se despidió de su mejor amigo, ignorando los balbuceos débiles de
su novio, y tiró de él hacia el bar, donde muchas personas estaban
atendiendo a la gente.

—¿Quieres una bebida? —preguntó Jimin—. ¡Yo te invito a la primera!

Jungkook lo observó.

—¡Tú me invitaste aquí, en primer lugar! —le reclamó.

Jimin sonrió, tirando de él, y antes de que Jungkook pudiera protestar


recibió un beso del mayor en sus labios, pasando un brazo por su cintura,
importándole poco si los veían hacer eso.

Al alejarse, Jungkook apenas podía respirar, torpe y avergonzado.

—Eres muy lindo, Kookie —le susurró Jimin, pellizcándole el labio—,


¿recuerdas lo del motel? Tengo tu identificación falsa así que...

—No puedes estar hablando en serio —se rió Jungkook, recibiendo otro
beso—. Si te subes a cantar...

—¡Voy a ponerme a llorar si eso ocurre!

—Pero yo voy a estar allí para ti —Jimin acarició su cabello, sabiendo lo


tímido y cerrado que era Jungkook—, si todo resulta mal, yo voy a
sostenerte, Jungkookie.
El menor no sabía cómo era posible que, con esas simples palabras,
estuviera dispuesto a hacer todo por Jimin. Incluso si se lo pedía, era
capaz de lanzarse de un puente por él.

Lo odiaba tanto.

—Está bien —dijo débilmente—, pero me deberás dar algo a cambio.

—Lo que quieras.

—La última figurita de Iron Man.

Jimin parpadeó antes de comenzar a reírse, asintiendo con gusto, y


pidieron algo para tomar. El mayor se decidió por una cerveza para él y
una Coca-cola para Jungkook, para luego dirigirse hacia Zico una vez
recibieron su pedido.

Aprovecharon que el MC detuvo la competencia para un breve descanso, las


personas dispersándose, y pagaron la inscripción de Jungkook, anotando la
canción.

—Te llamaremos por el micrófono —dijo Zico, que si bien se veía algo malo
con sus tatuajes, tenía una actitud relajada—, ¿no quieres un
sobrenombre? Muchos utilizamos uno aquí —Jungkook negó con la cabeza,
torpe, y Zico pareció compadecerse por él—. Hey, no te preocupes. Aquí la
gente no va a abuchearte si te equivocas o algo así.

No le ayudó mucho pero aun así le dio las gracias.

Después caminaron hacia una mesa vacía, sentándose cerca para conversar y
beber, y Jungkook se sentía bien allí metido por algún extraño motivo,
sin entenderlo muy bien. Jimin estaba siendo cariñoso con él, haciéndolo
reír, tan cerca que nadie podría confundir que ellos eran amigos, pero
tampoco nadie estaba interesados en ellos por lo que no había ojos
maliciosos encima de Jimin o de él.
Y eso se sentía muy bien. Se sentía... perfecto. Muy perfecto.

Fue a las once de la noche en que Namjoon y SeokJin entraron a D-Town


tomados de la mano, sonriéndose ampliamente, y fueron hacia el bar para
pedir algo, yendo a su rincón para ver el espectáculo.

—Hyung, ¿cuándo vas a rapearme? —le preguntó el menor a Namjoon con un


puchero ligero.

Namjoon le sonrió, pellizcándole la mejilla y haciendo que SeokJin se


pegara más a él en busca de sus abrazos. El mayor no escatimó un poco,
sentándolo en su regazo, dándole un beso en la mejilla.

—Estoy trabajando en ello —le dijo con unos gestos—, voy a entregarte tu
regalo pronto.

SeokJin lo rodeó por el cuello, recostando su cabeza contra el hombro de


Namjoon, suspirando de felicidad por ese toque.

—¿Jin?

Se sobresaltó, girándose y volteándose, Namjoon también levantando la


vista.

Le sonrieron a Jinho, que iba de la mano con Yuto. El chico más pequeño
les devolvió la sonrisa, saludándolos con la cabeza al igual que su
novio.
—No venían hace tiempo —comentó Jinho, por sobre la voz de la persona que
cantaba.

—Hemos estado algo ocupados —contestó Namjoon, sosteniendo a SeokJin


contra él, tratando de ignorar el hecho de que el menor respondió al
llamado de Jinho que fue hecho en voz alta.

—Mmm... —Jinho se balanceó—, tampoco has vuelto al rap.

Namjoon sonrió un poco incómodo.

—He perdido experiencia —admitió apenas.

SeokJin besó su mejilla.

—Ajá, claro —Jinho rodó los ojos—, nos vemos por ahí...

La pareja se retiró sin decir algo más, perdiéndose entre las personas, y
Namjoon se sintió algo irritado de pronto por la actitud de su exnovio.
Se supone que no había rencor, ¿qué forma de actuar era esa?

SeokJin lo miró y su molestia aumentó.

Le hizo un gesto para que se pusiera de pie.

—Iré a hablar algo con Jinho —le dijo, aunque no sabía para qué lo hizo
con gestos, ¿no era SeokJin más obvio?—, espérame aquí, ¿está bien?
Regreso enseguida.
SeokJin puso una expresión de contradicción pero sólo asintió, abultando
sus labios, viéndolo partir.

Namjoon buscó a Jinho por entre las personas, viéndolo entrar al baño a
lo lejos. No era difícil identificarlo, después de todo, su altura era
algo llamativo, así que se apresuró en ir detrás de él.

Ingresó al lavabo, viéndolo mojar su rostro. Jinho le devolvió la mirada


a través del espejo.

—Si tienes un problema conmigo, dímelo —le soltó Namjoon.

Jinho enarcó una ceja.

—No tengo ningún problema contigo —contestó el más bajo—, sólo que me
sorprende que sigas siendo el mismo chico cobarde que conocí hace un
tiempo.

Namjoon lo observó.

—No me conoces —le dijo.

—¿Le has dicho a tus padres de SeokJin, Namjoon? —le preguntó Jinho con
un ruido de desprecio—. ¿O lo SeokJin como tu sucio secreto, así como
hiciste conmigo?

El más alto apretó sus manos en puños.

—Y eso qué te importa a ti, Jinho —le espetó.


—Puede que no lo hayamos demostrado, Namjoon —dijo Jinho, alzando su
barbilla—, pero esas acciones duelen, y mucho. A nadie le gusta ser el
vil secreto de la persona que quiere —el chico dio un paso—. SeokJin me
cae bien, y si sigues comportándote así, sólo vas a terminar haciéndole
daño, ¿eso es lo que quieres?

—Deja de reflejarte en SeokJin —le soltó Namjoon—, eso es lo que estás


haciendo, reflejando el fracaso de nuestra relación en SeokJin, sabiendo
que no deberías hacer eso, ¿sabes por qué? —Namjoon hizo un mohín de
desprecio—. Porque los dos sabemos que quiero más a SeokJin de lo que te
quise a ti.

Jinho lo observó, sus ojos abiertos por la sorpresa, congelado por


completo, una mirada conmocionada en su rostro. Namjoon sólo pudo
observarlo, quieto también, sin saber qué añadir.

—Sigues siendo el mismo cretino de siempre —declaró Jinho duramente,


saliendo de allí, dejándolo solo y culpable por sus duras palabras.

SeokJin, mientras esto ocurría, se removía de manera impaciente en su


silla, sintiendo cómo su cita había quedado arruinada por lo ocurrido, y
se puso de pie para ir a buscar a Namjoon con la intención de decirle que
ya quería marcharse.

Al menos, eso pretendía cuando se detuvo a mitad de camino.

—¡Hoy tenemos un nuevo chico que quiere cantar, así que espero que todos
sean amables con él, eh! —dijo Zico a través del micrófono—. ¡Jungkook,
anda, ven!

SeokJin tuvo que haber fingido no oír eso. Tuvo que fingir no escucharlo,
como hizo tanto tiempo, y seguir de largo para así buscar a Namjoon e
irse.
Pero su cerebro estaba fallando. Las órdenes de Señor Shin parecían
desvanecerse por momentos y eso provocaba que todo su entrenamiento se
arruinara.

Se volteó para ver a su mejor amigo, Jungkook, subir el escenario con una
expresión de nervios.

¿Qué estaba haciendo él allí?

Jungkook se detuvo en el centro, recibiendo el micrófono, sintiendo su


rostro completamente ruborizado, los nervios atenazando su estómago hasta
el punto de querer hacerlo vomitar, y ese pensamiento hizo que sus ojos
se pusieran llorosos. Cuando se ponía ansioso eso solía ocurrirle.

Las primeras notas de la canción comenzaron a escucharse, los ojos


puestos en él, y Jungkook buscó a Jimin por entre la gente. Lo vio allí,
de pie, sonriéndole con fe, totalmente enamorado, y llevó el micrófono a
su boca.

Su voz salió temblorosa, casi quebrada al inicio por la situación,


moviendo sus caderas levemente al ritmo de la música. Apenas logró
terminar la primera estrofa, sólo mirando a Jimin, que no dejaba de
sonreírle con emoción.

Jungkook agarró entonces un poco más de confianza, su voz resonando con


mayor fuerza. Su voz era más grave que la cantante original, pero de
alguna extraña forma parecía adecuarse bien a Adult Ceremony, la gente
comenzando a gritarle con emoción, en especial cuando movió su cuerpo.
Jimin siempre le decía que era bueno bailando y cantando, pero no le
creía mucho.

Jimin lucía más entusiasmado al ver a Jungkook allí, de pie en el


escenario, las personas adorándolo con facilidad: Jungkook no se daba
cuenta de ello, pero era un chico que realmente se hacía querer sin
problema alguno, y Jimin estaba dispuesto a demostrárselo, a hacer que
tuviera más seguridad en sí mismo, sabiendo que todo ese temor se debía a
esa horrible familia que le había criado.
Incluso lo aplaudió y chifló cuando, terminando la segunda estrofa, cerró
sus ojos y se meció con una actitud más sexy, sacudiendo su cabeza en una
negativa incrédula, pensando que–

Kim SeokJin lo estaba mirando a metros de él.

La sonrisa permaneció en su rostro por el shock, SeokJin apenas


sosteniéndole la mirada, y el primer pensamiento de Jimin fue un rápido
"¿qué está haciendo él aquí?"

Entonces lo vio escabullirse, una mirada de pánico en su rostro, y el


enojo invadió a Jimin porque supo enseguida que no estaba solo. De seguro
Namjoon estaba allí también y...

Y...

Y ese par seguiría mintiéndole a Jungkook.

Jungkook abrió los ojos al terminar el segundo coro, buscando a Jimin,


percatándose de que ya no lo estaba mirando a él sino a...

Kim SeokJin.

SeokJin entre la multitud, observando a Jimin también.

Su voz se sacudió, se quebró, pero logró disimularlo.

Jimin. Jimin, Jimin, mírame. Jimin, por favor, mírame.


Jimin no lo miró. No cuando SeokJin se metió entre las personas para
marcharse y Jimin lo siguió con velocidad.

Su tono tembló otra vez pero se obligó a concentrarse en la canción, en


terminarla, porque lo otro sería bajar del escenario corriendo a buscar a
Jimin para... para... ¿para qué?

El chico de cabello rubio vio a SeokJin meterse por un espacio oscuro,


sin saber para dónde se dirigía pero sólo tenía la intención de
detenerlo, así que apuró su paso y lo agarró del brazo. Jin se
sobresaltó, girándose, ojos llenos de terror posados en él, sin embargo,
Jimin no sintió compasión.

Lo empujó contra la pared para que así no pudiera escapar de él.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Estás solo? —preguntó Jimin velozmente, sus
movimientos apenas entendiéndose por la ira.

—¡No! ¡No! Estoy en una cita con Namjoon, voy a irme ahora —respondió
SeokJin con torpeza, desesperado por irse de allí.

Jimin apoyó su mano contra la pared, estirando su brazo, reduciendo el


espacio entre ellos.

—¡Estoy harto, SeokJin! —le dijo ahora, incapaz de hacer gestos,


sobresaltando al menor otra vez—. ¡De verdad que ya no puedo más, no
puedo hacerle esto a Jungkook! ¡No pareciera que tienes intención de
decirle la verdad!

—¡Si la tengo! —se defendió SeokJin —. ¡Tú no entiendes nada, Jimin!

—¿Qué no entiendo nada? —Jimin soltó un chasquido furioso—. ¡Le estoy


mintiendo a mi novio por ti! ¡Los dos le estamos mintiendo y sólo porque
tu...!
—¿Ustedes son amantes?

Jimin dejó de hablar. La respiración de SeokJin aumentó.

Jungkook los observó con ojos cristalizados, su tono quebrado. Una vez la
canción terminó bajó del escenario de manera inmediata, ignorando los
aplausos, siguiendo la dirección de Jimin, viéndolos discutir tan pegados
uno del otro que Jungkook sintió algo roto en su interior. Su corazón,
quizás.

Jimin se volteó, viendo a Jungkook a varios pasos de ellos, alejándose de


manera inmediata. SeokJin permaneció quieto.

—¿Qué, Kookie? —preguntó Jimin.

Jungkook sorbió por su nariz.

—Eso, ¿crees que no lo he visto? —Jungkook frotó sus ojos—. Ustedes me


están escondiendo algo y... y te vi salir del salón de música con SeokJin
después de clases. Los dos juntos, diciendo que debían decirme la verdad
—tragó saliva—. ¿Están juntos, Jimin? —enfocó su mirada en su mejor
amigo—. ¿ SeokJin?

—¡No! —dijo SeokJin, sus ojos también llenándose de lágrimas—. ¡Jungkook,


no es así! ¡Jimin y yo no tenemos nada!

Jungkook soltó una risa cansada.

—¿Sí? ¿Debería creerte? —sollozó Jungkook—. No lo hago. No te creo,


SeokJin.
—Kook...

—Yo sólo... —Jungkook rompió a llorar—, yo creí que podía compartirte con
Jin. Que podía compartirte mientras me quisieras más que a él, pero...
pero no puedo. Sólo pensarlo...

—Estás confundiendo las cosas, Jungkook —dijo Jimin, dando un paso para
alcanzarlo, pero el menor retrocedió—. Jungkook, jamás yo...

—¡Lo hiciste! —Jungkook frotó con más fuerza sus ojos queriendo detener
el llanto, incapaz de hacerlo—. Jimin, ¡lo hiciste!

—¡No! —Jimin explotó—. ¡No, Jungkook, jamás te engañaría, lo sabes bien!

—¡¿Cómo quieres que te crea?!

—Porque SeokJin es mi novio —habló una grave voz detrás de Jungkook.

El menor dejó de llorar, sorprendido al escuchar esa voz, girándose para


ver a Namjoon de pie ante él, su expresión cansada, agotada, pero grave.

—¿Qué? —susurró Jungkook, atónito.

Namjoon suspiró.

—Eso —dijo, caminando hacia SeokJin, que no dejaba de llorar en silencio—


, Jin y yo estamos saliendo, Jungkook, desde hace más de tres meses.
Jungkook observó a Jimin, su expresión suplicante, para luego desviar su
atención hacia SeokJin y Namjoon. Hacia el abrazo que Namjoon le dio a su
amigo.

Volvió a reírse.

—¿Qué? —repitió—. ¿Ustedes...? ¿No eras heterosexual, Namjoon hyung? —


escupió, sacudiendo su cabeza—. ¿No saliste con mi hermana por más de un
año, hyung? Esto es una jodida broma...

—Jungkook —dijo Namjoon—, no estamos bromeando, ¿bien? Mira, antes de tu


hermana, yo salí con un chico. Bisexual, homo, llámame como quieras, da
lo mismo. Eso no quita que estoy con SeokJin.

SeokJin, contra él, lo abrazó con fuerza sin dejar de llorar, su mundo
desestabilizando, su voz atrapada en su garganta.

—De todas las excusas... —Jungkook miró a Jimin—, ¿qué, metiste a Namjoon
para cubrirte en todo esto?

—¡Dios, Jungkook! —gritó Jimin, desesperado, su voz quebrada—. ¡Ellos


llevan saliendo, son novios, ¿sabes cómo lo descubrí?! ¡En el cumpleaños
de SeokJin, los interrumpí besándose en el cuarto de tu maldito mejor
amigo!

Jungkook retrocedió, sacudiendo su cabeza con desesperación. ¿Qué?


¿Cómo...?

Observó a SeokJin.

—Dijiste que Namjoon no te gustaba —murmuró, buscando encajar las piezas—


. SeokJin, ¡dijiste que no te gustaba!
—Bueno, ¡y si me gusta qué! —espetó SeokJin, enojado de pronto también—.
¡¿Sabes por qué no te lo dije, Jungkook!? ¡¿Quieres saber por qué?! —se
revolvió y Namjoon tuvo que sostenerlo—. ¡Porque siempre has puesto a la
loca y patética de tu hermana por sobre todo el mundo, por eso!

Jungkook endureció su mirada aunque seguía temblando.

—Bebé, vamos, tienes que calmarte —se adelantó Jimin, agarrándolo del
brazo para llevarlo al auto, pero Jungkook se soltó, dándole un empujón.

—¡No me toques, Jimin! —le espetó—. ¡Tú lo sabías! ¿El cumpleaños de


SeokJin, dices? ¡Eso fue hace dos meses, y tú me lo ocultaste! —más
piezas comenzaron a encajar. Los comentarios. Las miradas—. Hoseok.
Yoongi. ¿Ellos lo sabían? —Jimin permaneció callado. Se volteó hacia
SeokJin —. ¡¿Ellos lo sabían, SeokJin?!

—¡Por supuesto que sí! —soltó SeokJin, sin dejar de llorar, sus emociones
desbordantes, sólo sintiendo rabia y tristeza e ira y dolor y tantas
cosas a las que no podía darles nombres que el vómito estaba por salir—.
¡Ellos sabían todo desde el inicio porque han sido mejores amigos que tú,
Jungkook!

—¡Vete a la mierda! —le gritó Jungkook—. ¡Puedes irte a la real mierda,


SeokJin, te mereces todo lo que te pasó!

SeokJin se soltó del agarre de Namjoon, lanzándose a Jungkook con una


mirada de enojo y cólera, dispuesto a hacerle daño, a herirle también por
sus palabras.

Namjoon alcanzó a agarrar a su novio al igual que Jimin hizo con


Jungkook.

—Tienen que calmarse —dijo Namjoon y Jungkook escupió a sus pies.


—¡¿Calmarme?! ¡¿CALMARME?! —Jungkook empujó a Jimin para que le soltara—.
¡¿Sabes lo que hizo la loca de mi hermana el día que la terminaste,
hyung?! ¡Me gritó! ¡Me echó la culpa de todo, me gritó, me hizo sentir
miserable! ¡Ella... ella...! —su voz se quebró, las lágrimas corriendo
otra vez—. Ella dijo que yo siempre sería la mierda de papá y mamá...

—Jungkook...

—¡Y tú...! ¡Tú disfrutando de todo a escondidas con SeokJin mientras yo


tenía que cargar con las consecuencias! —se rió, destrozado—. ¡Pero eso
no es lo peor, ¿sabes por qué, Namjoon hyung?! ¡Porque a ti jodidamente
te gustan los chicos también, y aun así... aun así, tú permitiste que
todos esos bastardos me hicieran la vida imposible en el colegio! ¡Tú
sabias lo difícil que es todo esto y lo permitiste, permitiste que me
jodieran una y otra y otra vez!

Namjoon permaneció en silencio, avergonzado, apenas sosteniendo a un más


calmado SeokJin, que respiraba aceleradamente en sus brazos. Se
estremeció cuando Jungkook lo miró una vez más, sólo llorando, la ira
pareciendo desaparecer.

—Y tú... tú sabiendo cómo estaba Soyeon, decidiste ocultarlo también —


sollozó apenas—. Yo te lo contaba todo y decidiste mentirme. Decidiste...
—Jungkook sorbió por su nariz—, decidiste hacerme ver como un idiota,
todo el mundo sabiéndolo, y aun así... Aun así tuviste el descaro de
llamarme peor amigo —lo miró, su rostro inundado por el llanto—. Te
contuve. Fui tu contención para ti, para todo lo que te pasó, y eso te
valió una mierda, SeokJin.

—Jungkook...

El muchacho sacudió su cabeza, retrocediendo, y Jimin le agarró de la


muñeca pero Jungkook se alejó de golpe.

—No quiero verte más —le dijo entre sollozos—, sabiendo todas mis
inseguridades, todos mis temores, también decidiste mentirme, Jimin.
—Bebé... —sollozó Jimin.

—Terminamos —murmuró Jungkook—, puedes irte a la mierda igual, Park


Jimin.

Jungkook no se volteó cuando se marchó de ese pequeño escondite, su vista


baja, yendo sin mirar hacia atrás en dirección a la salida, sus hombros
sacudiéndose por todas las lágrimas que no dejaba de derramar.

SeokJin lo único que pudo hacer fue aferrarse a Namjoon, llorando


también, un solo pensamiento en su mente.

Muñequito malo, Muñequito malo, Muñequito malo...

Y un Muñequito malo merecía un doloroso y triste castigo para que no


volviera a actuar así.
CAPITULO VEINTISEIS
Los días eran un infierno para Jeon Jungkook.

La profesora de Física había terminado de dictar su clase segundos atrás,


entregándoles la actividad a realizar en ese momento, y Jungkook mordió
su labio inferior porque le costaba mucho entender esa materia. Las
Ciencias y Matemáticas, en general, se le hacían difícil de comprender
por lo que prefería irse por las Humanidades. Aun así trataba de ponerle
todo su empeño porque quería buenas notas para así no decepcionar más a
sus padres.

Miró de reojo el asiento vacío a su lado, ignorando las conversaciones y


risas bajas a su alrededor, sus compañeros hablando y riéndose entre
ellos.

Jungkook a veces se sentía como un fantasma, como si realmente no


existiera, como si fuera invisible. Cuando todos te ignoraban,
¿significaba que no eras real?

Que deprimente pensamiento para un chiquillo de catorce años.

—Bien, chicos y chicas —dijo la profesora Kim poniéndose de pie, llamando


la atención de todo el mundo—, ¿van avanzando bien?

Se escuchó una afirmación colectiva. Jungkook permaneció en silencio con


la vista baja.

—Recuerden entregarme sus cuadernos a medida que vayan terminando —


añadió—, pero ahora, antes de que continúen, no haremos un examen para
esta unidad —se oyeron gritos felices—, pero sí un trabajo grupal.
Más gritos felices. Jungkook dejó la tarea, apretando sus manos en puños
por la repentina ansiedad. Ya sabía lo que vendría a continuación y lo
odiaba.

—Debe ser de a tres, ni más, ni menos —continuó la profesora—, y para que


vean que soy buena, dejaré que se organicen ustedes. Deben entregarme un
papel con los integrantes y les asignaré el proyecto.

Todos sus compañeros comenzaron a moverse para organizar sus grupos, el


salón llenándose de risas, pero Jungkook permaneció sentado, observando
su cuaderno, fingiendo ignorar lo ocurrido, fingiendo estar concentrado
en su tarea.

Una parte suya tenía la esperanza de que alguien se acercaría y le


preguntaría si deseaba formar grupo con ellos. Sin embargo, no ocurrió, y
eso no era una decepción porque todos los trabajos en grupo eran así
desde que tuvo diez años y el mundo entero supo que era gay.

Pasaron varios minutos hasta que tomó aire, poniéndose de pie, sin
levantar la vista aunque sabía que ahora varios chicos del salón le
estaban mirando. Podía sentir la burla sobre él.

Caminó hacia donde estaba la profesora, llevando su cuaderno, y se lo


entregó. La mujer comenzó a corregirle la tarea, devolviéndosela pocos
minutos después, pero no se retiró.

—¿Ocurre algo, Jeon? —preguntó la mayor con poco interés.

Mordió su labio inferior antes de hablar.


—Quiero hacer el trabajo solo, profesora —contestó en voz baja, porque no
quería llamar la atención de nadie más.

—¿Otra vez? —la mujer chistó—. Llevo haciéndote clases dos años y siempre
es lo mismo, Jeon —añadió con un suspiro, y Jungkook escuchó las risitas
detrás de él porque la profesora no bajó su tono de voz.

Sintió sus mejillas calientes y sus ojos empezaron a picar, así que
parpadeó con fuerza.

—No tengo un grupo —se excusó con vergüenza—. Por favor...

La mayor frotó su frente con irritación, exasperada.

—Siempre complicando todo —murmuró—, Soyeon jamás me ha dado un problema


así. Bien, puedes hacerlo solo, este será tu tema...

Jungkook lo escuchó en silencio, retirándose poco después, volviendo a su


asiento aunque los ojos seguían puestos en él.

—Que tonto...

—¿Lo viste? Parecía que iba a llorar...

—¿Y quién querría ser con él? Es un maricón...

Lo ignoró todo, como si esos comentarios le rebotaran por completo aunque


no fuera así.
Quince minutos después el timbre tocó, anunciando la hora de almuerzo,
todos corriendo hacia la salida para ir al comedor. Jungkook permaneció
sentado hasta que quedó solo, agarrando su mochila, jugueteando con la
correa mientras caminaba para ir a comer también.

Esa era la hora más difícil de todo el día, la que más le costaba
enfrentar. En los recreos, por último, podía ir a la biblioteca o al baño
para esconderse unos minutos, pero acá estaba a la vista de todo el
colegio.

Entró a la enorme habitación, la fila avanzando poco a poco, ya varias


mesas ocupadas por los estudiantes. En una vio a su hermana mayor,
Soyeon, sentada junto a Namjoon y Yoongi, conversando sobre algo junto a
otras amigas. A ella le gustaba Namjoon, decía que era guapo y muy
inteligente, un buen partido, pero por ahora sólo eran buenos amigos. Lo
poco que sabía de él es que era el primero de su clase.

Agarró su bandeja con comida, buscando una mesa vacía, y cuando encontró
una fue hacia ella tratando de tomar una ruta rápida antes de que más
personas se fijaran en él. Pero Changryul apareció, empujándolo con su
hombro, haciendo que tropezara. Salvó su comida aunque el jugo se derramó
en su camisa.

Hubo risas burlonas a su alrededor, sus labios temblando, levantando la


vista un poco. Soyeon, a varias mesas de él, le miró con vergüenza ajena
mientras algunas de sus amigas se reían también. Namjoon frunció el ceño
pero le ignoró cuando Yoongi le dijo algo.

Caminó con mayor rapidez hacia la mesa vacía, sentándose allí. Al menos
ahora era capaz de estar en ese lugar, porque las primeras veces se
encerraba en el baño a llorar y comer.

Él lo intentó, de verdad, cuando entró a la secundaria quiso hacer


amigos. Los primeros días incluso estaba en un pequeño grupito de
personas, pero entonces se enteraron de que era gay y empezaron a
ignorarlo, la noticia llegando al colegio completo, y ya había sido
marginado por todos.
Una vez terminó de comer decidió ir al baño para limpiar su camisa un
poco, todavía le quedaban varios minutos antes de que comenzara el último
bloque.

Entró a uno de los cubículos y sintió ganas de llorar cuando leyó uno de
los muchos mensajes que algunos estudiantes dejaban anotados en las
paredes.

Jeon Jungkook es la zorra de todos los profesores.

Humedeció unos trozos de papel higiénico y trató de borrarlo, pero apenas


logró algo por lo que buscó en su estuche sus lápices, sacando uno de
tinta para cubrir, por último, su nombre.

El timbre tocó pocos minutos después.

Dos horas después estaba frente a una casa, respirando con más alivio
porque ese día había acabado. Todo terminó por ahora, así que tocó el
timbre, balanceándose mientras esperaba que le abrieran, y cuando
ocurrió...

Se rió con fuerza al sentir el abrazo que SeokJin, su mejor amigo, le


dio.

—Oye, oye...

SeokJin se alejó, sonriendo por la felicidad.

—¡Viniste! ¡Viniste! —le dijo como un niño pequeño en lenguaje de señas,


casi rebotando gracias a la emoción, y tiró de él para entrarlo a su
casa—. ¡Te extrañé, Jungkookie!
Apenas logró saludar a la madre de SeokJin junto a su abuela porque su
mejor amigo lo llevó al patio trasero para jugar con él. Su mejor amigo
estaba todo el día en casa, estudiando con profesores privados, hasta que
Jungkook llegaba en la tarde a verlo. Iba casi siempre, sólo llegaba a
faltar si tenía exámenes importantes, pero trataba de no hacerlo porque
estar con SeokJin le hacía muy feliz.

Los días eran más felices que cuando tenía once años y no tenía amigo
alguno, sin embargo, ahora con SeokJin allí, las cosas resultaban un poco
más fácil.

Se pusieron a jugar un ratito, SeokJin preguntándole cómo le había ido y


Jungkook contándoselo superficialmente porque no quería preocuparlo.
Aunque Jin no era tonto; por el contrario, era muy inteligente y sabía
leerlo con facilidad.

—¿Son muy malos? —le preguntó cuándo estaban merendando.

Jungkook se encogió de hombros.

—Ya estoy acostumbrado —respondió bajando la vista.

Pero SeokJin le levantó la vista.

—¡Eso no lo hace mejor! —le dijo con seriedad—. ¡Que estés acostumbrado
significa que es muy malo, Jungkookie!

Desvió la vista porque sintió que iba a llorar en cualquier momento al


escucharlo hablar así. SeokJin, al notarlo, suavizó su expresión y le dio
un abrazo.

Permanecieron así un instante hasta que Jungkook logró calmarse.


Entonces–
—Eres mi mejor amigo.

Se quedó quieto cuando escuchó el susurro de SeokJin contra su oído,


ronco, grave, apenas un jadeo. Sintió las manos de su amigo apretadas
contra su camisa, aferrado a él con desespero, y Jungkook sólo lo sostuvo
con mayor fuerza.

No dijo algo al alejarse, sorprendido todavía, SeokJin escribiendo algo


desesperadamente en su cuaderno, sus piernas temblando.

No le digas a nadie, por favor, no le digas a nadie.

Jungkook lo leyó, levantando la vista, observando los ojos llenos de


lágrimas de su amigo. Su mejor amigo.

Será nuestro secreto. Te lo prometo. No se lo diré a nadie. Para eso


estamos los mejores amigos.

SeokJin lo leyó antes de volver a abrazarlo con fuerza, contento, y


Jungkook sonrió. Unos meses antes los padres del chico habían hablado con
él, explicándole todo lo que le ocurrió a su hijo. Jungkook recordaba
llorar mucho en ese momento, destrozado por completo, y se prometió
cuidar siempre a SeokJin.

—¿Seremos mejores amigos por siempre? —preguntó el muchacho al alejarse


otra vez con señas, su mirada llena de esperanza.

Jungkook le revolvió el cabello.

—¡Por siempre! —aseguró.


No sabía de dónde salían tantas lágrimas, pero una vez comenzó, no pudo
parar.

Frotó sus ojos, sorbiendo por su nariz, temblando por el frío de la noche
aunque no se movió tampoco porque no sabía a dónde ir. Jimin fue quién lo
trajo, no iba a devolverse con él ya que no quería verlo nunca más; era
más de medianoche y los buses dejaron de pasar hace mucho, además de que
ni siquiera sabía dónde había un paradero; ni siquiera sabía en dónde
estaba y temía que lo asaltaran, eso terminaría por rematar todo.

Soltó una risa derrotada.

SeokJin y Namjoon. ¿Qué tan estúpido sonaba eso? Juntos desde hace meses,
ocultándole su relación porque temían que se enojara con ellos, porque
Jin decía que era mal amigo y no confiaba en él.

Qué fracaso como mejor amigo, entonces. Qué fracaso pues había dicho,
además, cosas horribles para herir a SeokJin, cosas de las que se
arrepentía en ese momento. Pensó brevemente en enviarle un mensaje a Jin,
pero eso significaba encender su móvil y no quería eso porque Jimin le
había estado marcando. Jimin y Namjoon.

Todos se lo habían ocultado, todos se habían puesto de acuerdo para


cubrir la relación de Jin y Namjoon, haciéndolo parecer como un idiota,
riéndose de seguro por su estupidez. Tuvo que haber sido muy divertido
todo eso, burlándose por no saber qué ocurría, por...

Su cabeza empezó a doler gracias al llanto y de pronto recordó el día en


el parque de diversiones. La cita triple. Jesús santo, ¿cómo no lo vio?
Poniéndose de acuerdo para ir en parejas y él arruinándolo al llevar a
Soyeon. La forma en la que SeokJin se comportó en todo ese día, con rabia
hacia él, como lo empujó cuando todo se fue a la mierda, las cosas que le
dijo.

¿Era su culpa entonces? Haber sido mal amigo, ¿era su culpa? Jungkook no
lo comprendía del todo.
Pero ellos le mintieron tanto tiempo, desde el inicio. Quizás cuantos
meses...

Otro pensamiento lo golpeó: ¿qué estaban haciendo ellos dos en ese club?
¿Cómo era que lo conocían? Si iban seguido los sábados por la noche...
¿cuántos planes había cancelado SeokJin con él para ir allí con su novio?
¿Cuántas veces le hizo el quite a él para estar con Namjoon?

¿Desde cuándo SeokJin decidió que mentirle a su mejor amigo era lo


correcto?

—Hey, niño bonito.

Levantó la cabeza con brusquedad al escuchar la voz grave cerca de él.


Luego de salir del club había caminado por las calles de ese lugar de la
ciudad que apenas conocía, perdiéndose poco después, entrando a un
callejón para poder llorar en paz. No sabía cuánto pasó desde entonces,
sólo tenía claro que estaba cansado y sus ojos hinchados y quería llorar
con más fuerza porque todo estaba mal.

—Hola —saludó con voz sacudida por las lágrimas, un pensamiento estúpido
apareciendo—. ¿Me vas a asaltar? No tengo dinero...

Se escuchó una risa divertida y entonces la persona frente a él caminó


más. Jungkook reconoció al chico que los hizo entrar a D-Town, ¿se
llamaba Iron?

—Pero tienes un celular —dijo Iron, señalando el aparato en el suelo.

Jungkook lo miró y se encogió de miedo. Iron era un poco más alto con él,
con cabello negro desordenado junto a algunos tatuajes que podía ver en
sus brazos.
—Ahora, ¿necesitas un aventón, niño bonito? —preguntó Iron, inclinándose—
. La verdad es que no te ves muy bien y hace mucho frío. No haría esto
por cualquier persona, pero tienes un culo realmente lindo.

Jungkook mordió su labio inferior un momento.

—¿Quieres follarme? —le preguntó, su tono plano, casi indiferente


mientras se ponía de pie—. ¿Me llevarás a mi casa si te dejo follarme? No
tengo problema con eso.

Iron soltó un silbido de diversión al verlo frente a él, sin embargo,


terminó sacudiendo su cabeza.

—Vamos —le dijo—, eres menor de edad. La policía me llevaría preso si


supiera que metí mi polla a tu culo.

El menor lo observó un instante cuando se volteó.

—¿Realmente me ayudarás? —preguntó en voz baja.

Iron giró su cabeza y permanecieron así un instante.

—Eres más bonito cuando no estás llorando —dijo Iron con una sonrisa
torcida, caminando con Jungkook siguiéndolo casi tímidamente, mirando
para ambos lados de la calle al ver a Iron subiéndose a un auto viejo—.
Anda, sé que luce como si fuera a desarmarse pero es realmente duro.

Jungkook obedeció, sentándose en el asiento del copiloto, viendo a Iron


subirse a su lado para luego decirle su dirección. Sabía que su actuar
fue algo descabellado, ¿cómo se le ocurría seguir a un desconocido hacia
su vehículo? Más conociendo el historial de SeokJin...
Pero Jungkook no estaba pensando bien. Sus ideas eran como gelatina,
sacudiéndose con cualquier movimiento, recordando a SeokJin frente a él,
a Namjoon abrazándolo, a Jimin sosteniéndolo a él.

Toda la verdad que mantuvieron oculta porque lo veían a él como una


persona en la que no se podía confiar, y eso era lo que más dolía de
todo.

Jungkook creía que eran amigos, todos ellos, que ahora tenía una familia
que le querría aunque no compartieran sangre, pero le hicieron a un lado
también como hizo su padre junto a su esposa.

—Hay papel higiénico en la guantera —dijo Iron cuando Jungkook comenzó a


llorar otra vez.

El menor sentía demasiada vergüenza por estar llorando frente a un


desconocido pero bajo esas circunstancias poco podía hacer porque la pena
era muy grande, inundándolo por completo, y las lágrimas salían por sí
solas, sin poder controlarlas.

¿A quién tenía ahora? Sólo a su mamá, por supuesto, hasta que ella se
aburriera también y decidiera dejarlo. A Jungkook no le extrañaría si lo
llegaba a hacer pronto, después de todo, si lo hizo Jimin, si lo hizo
Jin, ¿por qué ella no lo haría?

—Supongo que peleaste con tu novio —comentó Iron cuando se calmó un poco.

Jungkook hizo sonar su nariz, sus ojos hinchados, su rostro húmedo por
completo.

—Ya no somos novios —le dijo, y ese pensamiento dolió mucho porque era su
Jimin.
Jimin, su bonito Jimin, que le perseguía para todos lados queriendo
llenarle el rostro de besos, que le hacía sentir muy especial cada día,
que le volvía todo torpe y tonto.

Su Jimin, que le engañó también.

—¿Sí? —Iron hizo un gesto—. Mejor para mí, supongo...

—Eres un pedófilo —le soltó Jungkook.

Iron sólo le sonrió, sin dejar de conducir.

Se detuvo minutos después fuera de la casa de su mamá, las luces ya


apagadas, y su estómago se apretó ante la perspectiva de bajar, tocar la
puerta y que nadie abriera. O que su mamá lo mandara donde su padre.

Jungkook, a esas alturas, sólo quería un abrazo.

—¿Vas a querer que te chupe la polla por haberme traído? —preguntó


entonces sin filtro alguno, porque él sabía que gran parte de las
personas no hacía favores sin otra cosa a cambio.

Iron tarareó.

—Nah, en otro momento —le dijo con expresión comprensiva—, cuando seas
mayor de edad te lo cobraré.

Jungkook asintió.
—Gracias —murmuró abriendo la puerta, sin embargo, antes de salir, Iron
llamó su atención otra vez.

—Cuídate —se despidió—, no dejes que los malos pensamientos te ganen,


niño bonito.

Asintió apenas, bajándose y viéndolo partir. Una vez solo caminó hacia la
puerta de entrada, tocando la puerta con un suspiro tembloroso, esperando
varios segundos hasta que fue abierta.

Cuando vio a su mamá, volvió a derrumbarse.

SeokJin tampoco dejaba de llorar.

Sentado en el auto, al lado de Namjoon, que miraba al frente, se deshacía


en lágrimas porque lo había arruinado todo. Porque dijo cosas horribles
gracias a la rabia, porque Jungkook se enteró de la verdad de una forma
que no debía, y ahora él ya no iba a hablarle más. Jungkook jamás le
perdonaría lo que había hecho.

— SeokJin...

Se volteó para mirar a Namjoon, que lucía cansado y agotado por todo, y
sorbió su nariz antes de moverse para abrazarlo. Su novio le devolvió el
abrazo, tirando de él, dejando que el menor enterrara su rostro en su
hombro para que siguiera llorando.

Jimin, una vez Jungkook desapareció, se volteó a verlos con una mirada de
desolación, de enojo, de tristeza y decepción.

—Sabía que esto iba a pasar —les dijo, sacudiendo su cabeza—. Ahora si lo
hemos arruinado en grande. Jungkook jamás va a perdonarnos esto.
Antes de que SeokJin o Namjoon pudieran responderle se marchó de allí en
busca de Jungkook, y fue Namjoon quien tuvo que sacar a Jin del club
porque el muchacho apenas podía moverse cuando todo lo ocurrido cayó
sobre sus hombros como un balde de agua fría.

Jungkook se había enterado de todo. Jungkook ya sabía que su novio era


Namjoon, se enteró de la verdad, y ya no iba a ser más su amigo por la
forma en la que le dijeron lo ocurrido. Por haberle mentido tan
descaradamente, dejándolo fuera de su grupo, dejando que sus miedos y
temores se alimentaran más y más.

Ellos ya no serían más mejores amigos y ese sólo pensamiento estaba


provocando que sus lágrimas salieran sin control.

—Ya, ya, SeokJin... —le susurró Namjoon, besando su mejilla—, las cosas
estarán bien, lo prometo...

Mentira. Jin sabía que no sería así porque él y Jungkook no eran amigos,
no luego de lo que había hecho.

—Jungkook lo entenderá —agregó Namjoon, como si pudiera leer sus


pensamientos—, sólo hay que darle un tiempo...

No. No sería así. Ellos habían roto la confianza de Jungkook, y sin


confianza, ¿en base a qué se construía una amistad?

—Te iré a dejar a casa —terminó de decir Namjoon—, ya es tarde y


necesitas dormir un poco.

Namjoon sintió su corazón doler por la visión de su novio deshecho en


llanto, sin saber bien qué hacer para poder hacerlo sentir un poco mejor.
Tenía claro que las cosas se estaban arruinando entre ellos lentamente
porque Jungkook era muy importante para SeokJin, y no tenerlo a su
lado...

Las cosas no tuvieron que acabar así, ¿cómo lo arruinaron de esa forma?

Le tomó la mano a Jin, dándole un apretón suave pero no hubo respuesta


alguna así que sólo condujo para llevarlo a casa. Se supone que esa noche
le iba a mostrar su canción, se la iba a presentar, y ahora todo se
derrumbó de golpe. Jinho, Jungkook, sus miedos, todo parecía haber
llegado de golpe.

A los pocos minutos dejó a SeokJin fuera de su casa, dándole un beso en


la mejilla.

—Cualquier cosa —le dijo en voz baja, sosteniéndolo de la barbilla,


obligándolo a mirarlo a los ojos—, me envías un mensaje, ¿está bien,
bebé?

SeokJin sorbió por su nariz una vez más, tembloroso, y entró a su casa,
volviendo a llorar cuando, al llegar al living, vio a su mamá sentada en
el sofá.

No sólo a Jungkook le mintió, sino también a sus papás. A sus padres, a


su familia, quienes le habían convertido en SeokJin cuando sólo era un
Muñeco roto y destrozado.

Taeyeon se volteó a mirarlo al escuchar el ruido, la sonrisa


desapareciendo de su rostro al ver a su hijo, su príncipe, llorando a
lágrima viva bajo el umbral de la entrada, sus ojos rotos, sus labios
temblando.

—¿Mi amor? —dijo con evidente preocupación, poniéndose de pie y dando un


paso—. Bebé, ¿qué ocurre...?
Soltó un jadeo cuando SeokJin la abrazó de golpe, sin dejar de llorar,
más alto que ella pero luciendo como ese niñito de diez años que
permanecía acostado en la camilla del hospital.

— SeokJin, mi amor...

Su hijo no dejaba de llorar contra ella, acurrucado en sus brazos,


aferrándose con una desesperación que le causaba dolor a su mamá de una
forma inexplicable. ¿Qué era lo que había ocurrido para que estuviera
así?

Pasaron los minutos, más de quince minutos para que SeokJin pudiera, por
fin, calmarse un poco, dejando de llorar con dolor. Taeyeon lo llevó al
sofá, sentándolo, limpiando las lágrimas secas de su rostro.

—Cariño, ¿qué ocurrió? —le preguntó con dulzura.

SeokJin la miró sintiendo nuevas ganas de llorar, pero se forzó a no


hacerlo.

Solamente tomó aire para mirarla a los ojos.

—Mamá, te mentí.

Taeyeon permaneció en atónito silencio mientras SeokJin comenzó a


explicarle todo lo que había ocurrido esos últimos meses, todo lo que les
estuvo ocultando, todas las mentiras que le dijo. Absolutamente todo,
incluso lo que había pasado hace pocos instantes, soltándoselo entre
lágrimas otra vez ya que la pena lo estaba inundando sin descanso alguno.

Cuando acabó, Taeyeon volvió a limpiar su carita hinchada por el llanto


con triste cariño, sonriendo aunque había dolor también allí.
—Ah, SeokJinnie... —le dijo en voz baja—, tomaste unas decisiones que no
fueron las correctas y sé que vas a martirizarte por eso durante mucho
tiempo, pero está bien —peinó su cabello, abrazándolo otra vez—. Somos
humanos y nuestra esencia es equivocarnos, cariño...

SeokJin no lo entendía, ¿por qué las cosas tenían que ser tan
complicadas? ¿Por qué el mundo era tan difícil de comprender? Él creía
haber tomado las mejores decisiones, pensando en que Jungkook no la
estaba pasando bien. Pensando en que sus padres le iban a sobreproteger.
Pero no fue así, se equivocó, y ahora estaba pagando por ello.

—Estoy muy triste de que nos hayas mentido, mi amor —continuó Taeyeon,
llamando su atención otra vez—, y vas a ser castigado por ello. Mentir
está muy mal, no sólo a nosotros, sino a las personas que quieres
también. Además, hiciste mentir también al resto de personas y eso lo
hace peor —asintió con la cabeza, destrozado—, pero eres capaz de
reconocer tus errores aun así, y eso es bueno. A pesar de todo, Jinnie,
tu papá y yo te seguiremos queriendo, ¿está claro?

Eso lo rompió más. ¿Cómo podían quererlo luego de todo el daño que les
hizo? No sólo sus mentiras, sino el haber estado desaparecido, todos los
tratamientos, todo lo que gastaron en él, ¿cómo podían amarlo cuando sólo
era un gasto innecesario?

—Lo siento —les dijo apenas, sus labios temblando—, lo siento, mamá...

—Lo sé, cariño —Taeyeon lo abrazó otra vez—, lo sé...

¿Cómo podían amarlo cuando era un Muñeco malo?

El lunes llegó más rápido de lo que lo hubiera querido.

Jungkook observó su desayuno, oyendo a la señora Jeon parlotear con


Soyeon incansablemente, y apenas tragó algo. Su mamá le había ofrecido
quedarse con ella el domingo también, pero Jungkook lo rechazó ya que
necesitaba su uniforme para ir al colegio además de que su papá le estuvo
llamando de manera incansable, diciéndole que su hogar era esa casa, no
estar con su mamá.

Jungkook estaba cansado de todo. Quería que llegara pronto fin de año
para poder mudarse con su mamá, había decidido, y necesitaba decirle eso
a su familia, sabiendo que cuando eso ocurriera, quizás le quitarían el
apellido y fingirían que no lo conocían.

Dejó el café a medio tomar, su estómago apretado.

—Soyeon, ¿cuándo invitarás a Namjoon a cenar? —preguntó Somin con el ceño


fruncido. A su lado, su hermana se tensó—. Ya ha pasado su tiempo, ¿está
todo bien con él?

—Mamá, Namjoon ha estado ocupado estudiando, sabes que necesita buenas


notas para entrar a Medicina —Soyeon se encogió de hombros—, pero él
también los extraña, no–

La chica se interrumpió cuando Jungkook soltó una risa baja, agotado,


derrotado, casi histérico por la situación.

Ah, Soyeon, Soyeon, ¿realmente...?

Namjoon tuvo que haberse reído tanto cuando ella insistía en estar con
él, ¿qué diría su hermana si supiera que a su ex le iban más los penes?

Qué ironía.

—¿Ocurre algo, Jungkook? —preguntó Soyeon.


—¿Qué es tan gracioso? —dijo Somin, irritada.

Jungkook miró a su media hermana: había súplica en los ojos de Soyeon


para que permaneciera callada, aunque Jungkook no se sentía empático con
ella ahora. SeokJin lo había acusado de preferirla por sobre el mundo,
pero eso no era así. Si Jungkook hubiera tenido que elegir, habría
escogido siempre a SeokJin. A Jimin. A Hoseok. Incluso a Yoongi y
Namjoon.

Sin embargo, ellos eran igual que Soyeon: manipuladores, mentirosos,


siempre dejándolo de lado.

—Nada —dijo en respuesta, poniéndose de pie. Soyeon bufó cuando Jungkook


agarró su mochila—, pero ya deberías decirle a la señora Jeon que Namjoon
terminó contigo hace meses, hermanita.

—¡Jungkook!

—¿Qué?

No se quedó para ver el desastre porque se apresuró en salir de casa;


para su propia fortuna, su papá se había marchado minutos atrás al
trabajo. Corrió para agarrar el bus, suspirando apenas, recordando el
abrazo de su mamá cuando llegó a casa el sábado por la noche.

Ella le había asegurado que él no tenía la culpa de nada, que cometió


errores antes pero ya los reparó, que las mentiras no eran de su
responsabilidad, pero eso no le hizo sentir mejor. Sólo le hizo sentir
más triste porque ¿si era una buena persona, por qué todos le mintieron?
Tal vez no era un buen amigo, como decía SeokJin. Tal vez siempre sería
la mierda, no sólo de papá y mamá, sino también de sus amigos.

Frotó sus ojos para alejar las lágrimas.


Llegó a los pocos minutos al colegio, quedándose quieto un momento en la
reja del patio, observando hacia la entrada. Hoseok estaba de pie allí,
jugueteando con sus manos por los nervios. En un minuto serían las ocho
de la mañana, hora a la que se juntaban los tres para entrar al salón.

Dio unos pasos, comenzando a caminar hasta que alguien lo empujó. Se


volteó, viendo la sonrisa creída de Dongsung frente a él, y retrocedió.

—¿Qué quieres? —le preguntó hoscamente.

—Fue un accidente —se excusó Dongsung sin borrar esa sonrisa.

Jungkook frunció el ceño.

—Deja de joderme, imbécil —le escupió con rabia, molesto con todo el
mundo, hasta consigo mismo.

La sonrisa de superioridad de Dongsung desapareció al notar a Jungkook


tan hosco porque el chico frente a él no solía comportarse así. No cuando
estaba solo.

—Quién te crees...

—Márchate si no quieres que te rompa la nariz, Dongsung.

Jungkook hizo un mohín al escuchar la grave voz de Namjoon a su lado,


Dongsung soltando un bufido de molestia para marcharse de allí a paso
enojado. El menor miró a Namjoon de reojo, sintiendo la ira burbujeante
en su estómago.

—Déjame en paz tu igual —le soltó—, mejor ve con SeokJin, no te quiero


ver.
Namjoon lo agarró del brazo.

—Jungkook —suspiró el mayor—, lo siento...

—Ahora todos lo sienten —se alejó de su agarre—, pero en el momento tuvo


que ser muy divertido reírse de mí.

—No malinterpretes las cosas, Jungkook —regañó Namjoon.

Jungkook lo observó unos segundos.

—Vete a la mierda —le respondió, volteándose para entrar al edificio.

Hoseok lo miró, abriendo su boca para decir algo, aliviado de verlo


llegar pero Jungkook sólo sacudió su cabeza, apresurándose en entrar. El
rostro de Hoseok se desencajó, atónito, sin entender qué había ocurrido,
luciendo más perdido ahora por la extraña situación.

Namjoon decidió acercársele al ver lo desorientado que lucía Hoseok,


llamando su atención cuando lo vio mover su pie de forma errática.

—Hoseok —le dijo con amabilidad, llamando su atención—, ¿estás esperando


a Yoongi?

—No, yo... —lo miró de reojo—, Jungkook... ¿dónde está SeokJin, Kim
Namjoon hyung?

Rascó su nuca, sin saber exactamente qué decir aunque de pronto apareció
Yoongi, que le dirigió una severa mirada antes de suavizar su expresión
para mirar a Hoseok. El día anterior le había contado lo ocurrido por
teléfono, ganándose varios regaños por parte de su mejor amigo,
diciéndole que le advirtió lo que ocurriría si seguía mintiendo.

—Hola, bebé —le dijo Yoongi a Hoseok, agarrándolo de las mejillas para
darle un pequeño beso fugaz—, ¿qué ocurre?

—Jungkook no me saludó —dijo en voz baja Hoseok, confundido—, no entiendo


por qué, él sólo pasó de largo...

—Quizás tiene algo qué hacer —explicó Yoongi—, no lo presiones, ¿está


bien? A veces las personas necesitamos un tiempo a solas del resto.

Hoseok asintió, bajando la vista.

—¿Tú vas a necesitar un tiempo de mí, entonces? —le preguntó apenas.

—Jamás —aseguró Yoongi.

Namjoon suspiró, viendo llegar a SeokJin, pálido y ojeroso, una mirada


triste en su rostro. El timbre tocó en ese instante.

—Hola, Hobi —saludó Jin apenas.

Hoseok frunció el ceño, sintiendo el ambiente tenso pero sin


comprenderlo. ¿Por qué las cosas parecían tan raras ese día? ¡En
definitiva, eso no le gustaba para nada!

—Vamos a clase —barboteó, tan perdido que habló en voz alta, y SeokJin
sólo asintió.
Namjoon le hizo un gesto rápido.

—Nos vemos después —le dijo con rapidez. SeokJin volvió a asentir
dejándose llevar por Hoseok.

Al entrar al salón pudo sentir ganas de llorar cuando vio a Jungkook


sentado al otro lado de dónde solían estar ellos, solo y sin compañía,
rayando su cuaderno.

Quiso acercarse a él para llamar su atención. Incluso Hoseok parecía


desorientado de todo, sin saber qué hacer, porque ahí no se sentaba
Jungkook. Sin embargo, la profesora entró en ese momento.

Después lo haría, entonces, cuando el timbre tocara para el primer


receso.

Aunque, contrario a lo que esperaba, el primero en acercarse fue Jungkook


con una expresión de piedra, ojos apenados reflejando su estado de ánimo
pero sin querer lucir como un niño llorón. Jungkook ya no quería ser ese
niño llorón del que todos se burlaban.

— SeokJin —le dijo en voz alta una vez el salón quedó sin nadie—, quería
pedirte perdón.

El chico frente a él parpadeó. Hoseok no sabía qué hacer o decir.


Jungkook esperó unos segundos antes de continuar.

—Lo que dije el sábado en D-Town no fue lo correcto —continuó, ahora


luciendo avergonzado—, no lo dije en serio. Lo dije por la ira del
momento. Tú... no te mereces lo que ocurrió.

SeokJin tragó saliva, su mano temblando.


—Jungkookie —dijo apenas—, por favor, perdóname. Deja que te explique...

—No —Jungkook retrocedió—, no hay nada qué explicar. Tú... ya dejaste


todo claro. Nunca fui tu amigo —se volteó—. Quizás al inicio me habría
molestado si me lo hubieras contado, pero... pero tarde o temprano lo
aceptaría sin problema. Ahora ya no. Pueden estar juntos como lo deseen,
pero... Pero no sé si tú y yo podamos volver a ser amigos, al menos... al
menos no con la confianza de antes —suspiró, derrotado—. Los dos...
necesitamos un tiempo, ¿está bien?

—No, no — SeokJin se puso de pie bruscamente, sobresaltando a Hoseok, que


seguía sin entender algo—. Jungkook, por favor, sé que podemos hablarlo
bien, puedo arreglarlo, te lo prometo, esto no volverá a ocurrir otra
vez...

Pero lo que SeokJin estaba diciendo fue ignorado porque Jungkook se


marchó a paso rápido, sin querer verlo porque sabía que rompería a llorar
otra vez.

SeokJin fue su mejor amigo. Su primer y mejor amigo, y ahora las cosas ya
no serían nunca como meses atrás, lo tenía claro. Ese sólo pensamiento lo
estremecía por completo, porque se dio cuenta de que otra vez estaba sin
nadie a su lado, como a los doce años.

Sin amigos. Sin novio. Casi sin familia, a la única persona que tenía era
a su mamá.

¿Cómo todo se había torcido tan de pronto?

Por lo normal, Namjoon siempre veía a SeokJin cuando las clases acababan,
pero ahora su novio le había preguntado si podían juntarse a la hora de
almuerzo porque necesitaba un abrazo.
Namjoon jamás le diría que no, menos a su chico.

Le dio un beso suave en la frente, limpiando el borde de sus ojos para


alejar las lágrimas que parecían salir en cualquier momento.

—Le expliqué a Hoseok lo que pasó —dijo SeokJin apenas—, pero no lo


entiende bien. Yoongi tuvo que entrar a decírselo...

Había sido extraño porque el chico de cabello naranja estaba muy


confundido con todo. Incluso Yoongi se veía complicado con ello.

—No lo entiendo —decía cuando Jin acabó—, Jungkook ya lo sabe, pero ¿por
qué está comiendo solo y no con nosotros? Esto no me gusta...

—Bebé, Jungkook está molesto porque le mentimos —dijo Yoongi, pero Hoseok
frunció los labios.

—Pero no le mentimos —replicó Hoseok—, sólo le ocultamos la verdad. Eso


no es mentir —sacudió su cabeza, desconcertado—. ¿Y no puede comer con
nosotros sí está molesto? No me gusta verlo allí, sin nosotros.

—Por ahora necesita su espacio para poder calmarse solo —dijo Yoongi.

—Pero es nuestro amigo —insistió Hoseok—, los amigos siempre se apoyan y


están en todo, ¿acaso ya no somos amigos? Aun así podría sentarse con
nosotros aunque no lo fuéramos...

Yoongi no supo responder a ello.

SeokJin lo abrazó con más fuerza.


— SeokJin... —murmuró Namjoon—, sólo hay que darle su tiempo —le dijo—,
debemos respetar eso, bebé.

El menor no lo miró, frotando su brazo contra su hombro, apenas


asintiendo por sus palabras. Namjoon quería decirle más cosas pero el
timbre en ese momento sonó, anunciando el inicio del último bloque.
SeokJin no quería alejarse de él.

—Hay que ir a clases, cariño —le dijo, haciendo que levantara la vista, y
le dio un beso suave—. ¿Te parece si salimos juntos a pasear a Jjangu el
sábado? Tal vez así te relajes un poco...

SeokJin asintió con la cabeza, recibiendo otro beso, saliendo del salón
de música a paso apresurado para correr a clases. Namjoon se quedó un
momento más, arreglando su ropa para salir a los pocos segundos,
caminando también a la clase que le tocaba. La cabeza le estaba doliendo
por todo lo ocurrido los últimos días además de que Yoongi también estaba
algo hosco gracias a la situación. Ni hablar de Jimin, que los evitaba a
toda costa.

Su pequeño círculo de amigos estaba cayéndose a pedazos poco a poco.

Su irritación aumentó cuando de pronto apareció Soyeon en su campo de


visión. La chica le estuvo buscando toda la mañana y él la evitaba como
fuera, sin embargo, ahora parecía que no podría librarse.

—Namjoon oppa —saludó plantándose frente a él, ojos desesperados y una


mirada urgida en su rostro—, oppa, por favor, ¿podemos conversar?

—Hay que ir a clases, Soyeon —le contestó queriendo lucir amable pero sin
conseguirlo muy bien.

Soyeon parecía a punto de llorar.


—Oppa, ¿podemos ser novios otra vez? —sollozó la chica—, por favor,
Namjoon... Mamá quiere que cenes con nosotros y Jungkook le ha dicho...

—¿Qué? —Namjoon parpadeó, el pánico en su estómago. ¿Acaso Jungkook le


dijo a todo el mundo que estaba saliendo con un chico? ¿Qué era gay?—.
¿De qué estás hablando, Soyeon?

—¡Ha dicho que ya no somos novios y mamá le está creyendo! —lloró Soyeon.
El alivio llenó a Namjoon por sus palabras—. Oppa...

Jungkook no dijo cosa alguna, permaneció en silencio respecto a su


relación con SeokJin. Se sintió un poco culpable, entonces, porque
Jungkook estaba enojado y furioso con ellos, pero se mantuvo callado
respecto a su noviazgo con su amigo, porque...

Porque Jungkook entendía mejor que nadie lo que era el rechazo, el miedo,
el abandono.

La culpabilidad se mezcló con la tristeza.

—Tenemos clases —le dijo a Soyeon con voz grave—, y tú, Soyeon, deberías
dejar esto. Ya no somos novios y no lo seremos nunca más —hizo una pausa,
sabiendo que sería muy hipócrita decir eso, pero aun así lo hizo—. Las
mentiras no son buenas, así que deja de decir que somos novios porque ya
no estamos juntos.

Soyeon soltó balbuceos desesperados para llamar su atención pero Namjoon


la ignoró simplemente, agotado, queriendo que esos días pasaran rápido
porque, en definitiva, todo se estaba complicando mucho.

El resto de la semana pasó lentamente para todo el mundo.


Jungkook se dedicaba a huir de SeokJin y Jimin, el primero buscándolo en
los recreos para insistirle en hablar mientras que el segundo solía
seguirle a la salida, también queriendo conversar con el menor porque
había bloqueado su número.

Hoseok seguía sin entender bien las cosas, hablándole a Jungkook aun
cuando Yoongi quiso explicarle que era mejor que no lo hiciera. Jungkook,
por supuesto, no lo ignoraba ni le trataba mal, sólo le respondía
entrecortadamente y le insistía que eso era lo mejor por ahora.

—¿Ya no somos amigos? —había preguntado Hoseok cuando le dijo eso.

Jungkook suavizó su voz y expresión.

—Lo que hicieron... no estuvo bien, Hobi, y estoy triste por eso —le
explicó—, necesito un tiempo para poder digerirlo.

—¿Digerir qué? —Hoseok parpadeó, confundido—. Pero SeokJin dijo que fue
por tu bien, porque tú habías terminado con Jimin y no quería hacerte
sentir mal...

Eso enfureció más a Jungkook, aunque no lo demostró, negando con la


cabeza.

—Cuando todo esté mejor —aseguró, aunque no sabía si eso llegaría en


algún momento—, volveremos a ser amigos, Hobi.

—Pero... ¿ya no haremos los trabajos juntos? ¿Los tres?

Jungkook lo observó unos segundos, una sensación desoladora invadiéndolo


porque él reconocía a la soledad casi como una amiga. Y por mucho que
estuviera enojado con todo el mundo, no les deseaba el mal. El enojo
había pasado, ahora sólo quedaba la pena.
—No, pero puedes hacerlos con SeokJin —le aseguró con una sonrisa débil—,
y si necesitan a alguien más, le pueden preguntar a Wheein. Yo me las
arreglaré solo.

Su voz se quebró en la parte final así que decidió irse antes de ponerse
a llorar.

SeokJin, en tanto, se sentía más y más miserable con el pasar de los días
porque la culpabilidad no hacía más que aumentar, más cuando veía a
Jungkook sin compañía alguna mientras él seguía integrado a un grupo.

Se supone que todo había sido para que Jungkook no la pasara mal, ¿cómo
pudo haberse equivocado tanto? ¿Cómo una decisión arruinó completamente
su amistad con su mejor amigo? SeokJin no entendía bien cómo funcionaban
las cosas.

Entonces, el día viernes, mientras Namjoon se despedía de él dándole un


beso en la frente, fue que se le ocurrió una idea fugaz.

Más tarde tomó en brazos a Jjangu, que se dedicó a lamerle la carita con
alegría, y bajó a ver a sus papás. Su mamá había conversado con su papá
para explicarle todo lo que ocurrido, y aunque Jongwoon se sentía triste
por la situación entera, no quería que SeokJin se sintiera más mal de lo
que ya estaba.

—¿Mamá? ¿Papá? —preguntó llamando su atención.

Los adultos lo miraron, viendo a su hijo dejando al cachorrito en el


suelo, una expresión tímida en su rostro.

—¿Qué ocurre, SeokJin? —preguntó Jongwoon.


SeokJin se balanceó en su lugar.

—Sé que estoy castigado —dijo con vergüenza— y no tengo permiso para
salir por un mes, pero... ¿puedo salir a pasear a Jjangu mañana con
Namjoon hyung? Será sólo un ratito, es que... quiero conversar algo con
él —puso ojos apenas—, por favor.

Taeyeon miró a su esposo.

—Estás castigado —le dijo la mujer.

Asintió, bajando la vista, y los adultos suspiraron ahora porque nunca


podían decirle que no a SeokJin.

—Puedes salir a las cuatro y debes volver a las seis —dijo Jongwoon luego
de intercambiar una mirada con su esposa.

SeokJin les sonrió, feliz por primera vez en días, y corrió a darles un
abrazo fuerte, besando sus mejillas gracias a la emoción para luego
agradecerles por ello aunque luego se ruborizó cuando Taeyeon le dijo que
la próxima semana debía invitar a Namjoon a cenar con ellos.

Se los prometió, subiendo a su cuarto para mensajearse con Namjoon, sin


poder esperar a que llegara el próximo día.

Había quedado en juntarse con Namjoon a dos cuadras de su casa para así
no llamar la atención de todo el mundo, saliendo con Jjangu atado a una
correa, el perrito emocionado por el paseo. Una vez vio a su novio,
corrió a tomarle la mano, Namjoon algo más animado al verlo sonriéndole
con timidez.

—Te ves bonito —le dijo Namjoon mientras caminaban hacia el parque
central de la ciudad.
SeokJin le dio un apretón en su mano, los nervios carcomiendo su estómago
pero buscando la valentía para poder decírselo.

Llegaron al enorme parque varios minutos después, el lugar lleno de gente


porque era un sábado por la tarde y ese día, extrañamente, había
amanecido con un cálido sol de invierno. Los niños corrían por todas
partes, jugando y riéndose entre ellos, los padres sin perderlos de
vista, carros de comida en las calzadas atrayendo a las personas que
tuvieran hambre.

SeokJin le quitó la correa al cachorro, que comenzó a correr por todas


partes, ladrando con fuerza mientras Namjoon le daba ahora un beso en la
mejilla.

—¿Quieres comer algo? —le preguntó—. ¿Qué tal brochetas de cordero?

El menor asintió, viendo a Namjoon alejarse hacia un carro de comida, y


SeokJin agarró un palito para jugar con Jjangu, haciéndole cosquillas e
incluso molestándolo hasta el punto en que el cachorro se lanzó a
morderle la mano juguetonamente.

Namjoon llegó y ellos comieron, sin dejar de molestar a Jjangu,


disfrutando del día aun cuando hiciera algo de frío. Una vez acabaron de
merendar, Namjoon sugirió seguir caminando pero SeokJin lo detuvo,
agarrándole la mano.

Su novio lo miró.

—¿Ocurre algo? —le preguntó al notar la expresión seria de Jin.

—Ya no quiero que sigamos así —le dijo SeokJin, ganándose una expresión
confundida de Namjoon—. A escondidas, hyung. Jungkook ya lo sabe y mis
papás también, ¿para qué vamos a seguir de esta forma?
El mayor parpadeó, aturdido, sus ojos llenándose de pánico al entender
las palabras de SeokJin. ¿Qué? ¿ SeokJin acaso quería que...?

—¿De qué hablas? —dijo apenas—. Bebé, ¿por qué dices eso de pronto?
Estamos bien así...

—¡No! — SeokJin fue enfático con su gesto—. Ya no quiero ser tu secreto,


¡quiero tomarte la mano en todas partes, incluso en el colegio! Ya es
momento de decir la verdad, no quiero más mentiras.

Puede que no lo hayamos demostrado, Namjoon, pero esas acciones duelen, y


mucho. A nadie le gusta ser el vil secreto de la persona que quiere.

Se estremeció porque casi podía escuchar y ver a Jinho frente a él,


hablando mientras sus palabras daban justo en el clavo. Namjoon creía que
podía esperar, que podía mantener todo eso en secreto hasta irse a la
universidad, cuando estuviera rodeado de nuevas personas y no dependiera
tanto de sus padres, pero ahora...

—No —dijo, sacudiendo la cabeza—, no, SeokJin, estás diciendo tonteras.


Sí, ahora más gente lo sabe, pero eso no significa que debamos
comportarnos como novios frente a otros.

La expresión de SeokJin mostraba que no habían sido las mejores palabras


para decir, su rostro desencajado, sus ojos abiertos de par en par.

Pero la sorpresa se transformó rápidamente en molestia, en enojo.

—¿Qué estás diciendo? ¿Te doy vergüenza? — SeokJin dio un paso—. ¡Somos
novios y tengo todo el derecho de exigirte esto, Namjoon! ¡Si te lo pedí
antes fue por Jungkook, pero eso ya no corre más!
—Bueno, ¿y qué van a decir mis padres? —preguntó Namjoon—. ¡Las cosas no
son sencillas, SeokJin!

—¡Sí lo son! —replicó SeokJin, el enojo aumentando más, más y más, sus
emociones comenzando a desbordarse—. ¡Tú lo complicas todo, Namjoon, la
opinión de tus padres debe valer una mierda porque tú me quieres!

Namjoon frotó su frente, tomando aire, sintiendo como se estaba


descontrolando de a poco. ¿Cómo SeokJin le pedía eso? Él ya había pasado
el rechazo y el desprecio de sus padres por haber salido con Jinho, ¿cómo
se lo pedía otra vez?

—¡No quiero mentir más! ¡Estoy harto de mentir! — SeokJin soltó unas
lágrimas, destrozado—. ¡Yo seré bueno, seré un buen chico!

— SeokJin, hablémoslo en otro momento.

—¡Eres tan terco, tan malo, Namjoon! —siguió acusando SeokJin, y Jjangu
comenzó a ladrar como desquiciado—. ¡Decir la verdad solucionará todo!

—¡Decir la verdad complicará todo, no le diré a mis padres que eres mi


novio!

SeokJin chasqueó su lengua, sus labios temblando, el llanto aumentando.

—Nunca defendiste a Jungkook, escondiste a Jinho y ahora pretendes que yo


sea tu secreto —acusó SeokJin —, ¡todo por tus padres y tu tonto orgullo!

— SeokJin, no es el momento, de verdad...

—¡No! ¡No! ¡No!


—Podemos hablarlo después, ahora...

—¡No! ¡No quiero!

Namjoon se quedó quieto. SeokJin tomó y botó aire, el llanto


deteniéndose, su boca entreabierta. Jjangu dejó de ladrar.

La gente a su alrededor siguió caminando, riéndose y jugando, pero


SeokJin sintió como su mundo se detuvo.

Namjoon, frente a él, estaba pálido.

Llevó sus manos a sus labios abiertos, cubriéndolos.

Tengo una muñeca vestida de azul...

—¿ SeokJin? —murmuró Namjoon, su voz ahogada—. ¿Tú...?

—No —susurró SeokJin, haciendo gestos negativos también, su tono siendo


un graznido roto. Jjangu ladró con más fuerza—. No.

Namjoon sintió su mundo desestabilizarse mientras SeokJin retrocedía un


paso, sus ojos dilatados por el terror. La voz de SeokJin era grave,
baja, ronca, apenas un jadeo, pero la escuchó. La escuchó fuerte y clara.

SeokJin. Su voz.
— SeokJin —masculló Namjoon, conmocionado, dando un paso también para
alcanzarlo.

Con su camisita y su canesú...

SeokJin se movió más rápido: agarró a Jjangu, que ladraba hacia los
árboles que los rodeaban, apretándolo contra su pecho.

—No —repitió apenas, sintiendo la bilis subiendo por su garganta, todo


dando vueltas—. ¡No!

—¡ SeokJin!

Namjoon no alcanzó a agarrarlo cuando se giró, corriendo con Jjangu en


sus brazos, las lágrimas cayendo con más fuerza, esquivando a la gente,
queriendo huir. Necesitando huir porque se había equivocado.

La saqué a paseo, se constipó...

Cometió el peor error de la vida. El peor error que le habían enseñado


que no podía hacer. Hablar merecía un castigo gigante, castigo que habían
recibido los otros Muñecos: cortarle las cuerdas vocales.

Se lo habían advertido mil veces.

Sabía que Namjoon le estaba siguiendo, pero SeokJin necesitaba perderlo


de vista, necesitaba estar solo y colapsar. Ni siquiera sabía para dónde
estaba corriendo, lo único que deseaba era huir lejos de las personas a
su alrededor para poder castigarse.

La tengo en la cama con mucho dolor...


Malo, malo, malo, era un Muñeco malo, siempre lo sería. ¿De qué valió
tanto entrenamiento si al final terminó cometiendo un error tan grande?
¿Era acaso el Muñeco de Porcelana perfecto? No, había fallado por
completo.

Siguió corriendo aun cuando la voz de Namjoon desapareció del aire,


cuando los autos empezaron a pasar menos y las calles ya estaban vacías
de gente. Siguió corriendo aunque no sabía dónde estaba, Jjangu
lloriqueando en sus brazos.

Terminó derrumbándose en un callejón sucio pero vacío, sin dejar de


llorar, Jjangu saltando al suelo cuando lo soltó, y miró sus manos
temblorosas, su cabello cubriendo su rostro.

Muñequito se golpeó en la mejilla.

—Malo —jadeó—, malo, malo, malo, malo...

Con cada palabra se daba una nueva bofetada hasta que su mejilla ardió y
las lágrimas impidieron que pudiera ver bien.

Jjangu comenzó a ladrar una vez más.

SeokJin vomitó la brocheta de cordero, ignorando su móvil sonando.

—Calla —le ordenó a Jjangu, pero el cachorro ladró con más fuerza.

Muñequito malo, Muñequito desastroso, ¿qué había hecho?


Jungkook, sus padres, Namjoon... a todos les había mentido. ¿Acaso su
existencia también era una mentira? Sí, pretendiendo vivir como SeokJin
cuando sólo era Muñequito, que ilusión más tonta había creado.

SeokJin no existía, no era real, él sólo era un Muñeco de Porcelana.

—¡Calla! ¡Calla! —le gritó a Jjangu, girándose.

Y se quedó quieto.

—Ah, Muñequito —dijo Señor Shin, de pie en la entrada del callejón,


sonriéndole de manera indulgente—, mira todo el desastre que has hecho,
bebé, todo por ser un mal muñeco. No te preocupes, yo voy a arreglarte.

Muñequito se rompió.
CAPITULO VEINTISIETE
Shin Kihyun nació en el seno de una familia que rozaba lo maniático.

Ni siquiera llegaba a ser disfuncional, era un criadero de locura,


violencia y sangre.

Su madre fue una drogadicta que durante todo el embarazo consumió


sustancias ilícitas sin descanso, terrible considerando que Kihyun no fue
su único hijo, sino que tuvo dos más. Tuvieron que ser seis en total,
pero los otros tres fueron abortados. Minah se dedicaba además a vender
su cuerpo para conseguir el dinero y comprar droga, por lo que sus tres
hijos eran de padres distintos y ninguno conoció figura paterna además de
que la materna estaba, prácticamente, ausente.

Debido a ello, Kihyun vivió de cerca lo que era la prostitución, trata de


blancas y pedofilia. En especial cuando tuvo diez años y salió a pasear
con su hermanita menor, Sekyung, que entonces tenía seis años. Como Minah
se preocupaba solo de ella, ellos tenían que conseguir algo para comer,
hurgando muchas veces en basureros para encontrar un pedazo de pan.

Kihyun sabía leer y escribir porque asistió hasta el año pasado a un


colegio pues Minah quiso cambiar su estilo de vida una vez lo tuvo, pero
como ocurría en gran parte de esos casos, las adicciones eran más fuertes
que su voluntad. Gracias a esto, Kihyun conocía los nombres de las calles
y su sentido de orientación era increíble, evitando los puntos más
peligrosos de ese ya marginado barrio en el que vivían.

Aunque eso no evitó que se encontrará con ese grupo de gente riendo,
fumando y gritando.

Pensó que no los notarían, después de todo, las personas tenían una
extraña habilidad para ignorar a los niños vagabundos, ¿no es así?
Pero lo notaron. A él y a su bonita hermana menor.

—Hey, heeeeey —dijo uno de esos adultos ubicándose frente a él,


deteniendo su paso—, niño, que linda es tu amiguita...

Kihyun retrocedió en tanto Sekyung se ubicó detrás de él, llena de tierra


y oliendo a mierda. Aun así, era una bonita niña pequeña.

—Queremos pasar —dijo con voz débil.

Esos adultos se rieron.

—Está bien, ¡está bien! —dijo otro estruendosamente—. Pero ¿quieres hacer
un trato, niño? ¿Cómo te llamas?

—Shin Kihyun.

—Shin, Shin —repitió un tercer hombre—, te ves hambriento, ¿quieres algo


para comer?

El estómago de Kihyun sonó por el hambre y el niño sintió baba en su boca


ante la perspectiva de comer algo.

—Sí, señor —balbuceó—, mi hermana y yo tenemos hambre. No tenemos comida


y tenemos un bebé en casa.
—¡Bien, bien! —gritó el segundo—. Mira, Shin, ¿qué tal esto? Nos dejas a
tu hermanita dos horas y luego vamos a comprar al supermercado, ¡suena
increíble!

Kihyun se giró hacia Sekyung, que parpadeaba sin entender nada. Sus
tripas se apretaron gracias a la necesidad de comer algo, y entonces esa
idea no le parecía tan mala, ¿cierto? Esos hombres se veían muy amables.

—Bueno —dijo con una sonrisa afiebrada, necesitado de comida—, ¿debo


quedarme con ustedes?

—Ve a dar unas vueltas —dijo el primer hombre que habló—, luego, regresa
aquí en dos horas.

—¿Hyunnie? —chilló su hermanita cuando una de esas personas lo agarró de


la muñeca, grande y enorme—. ¿Hyunnie?

Sekyung sólo balbuceaba su nombre, no decía otra palabra. Kihyun creía


que ella estaba enferma de la mente, como el bebé, que lloraba todo el
día y, como ellos, apestaba a basura.

Dos horas después, Kihyun volvió y le entregaron a su hermanita:


sangrante, en shock, golpeada. Pero junto a ella, venía una bolsa con
pan, queso y leche.

Tuvo que sentirse mal, culpable, asqueado por la situación, sin embargo,
Kihyun no sintió pena por toda la situación. Sabía desde hace mucho que
la vida era una jodida mierda con la gente como él y que en ese lugar
debía sobrevivir el más fuerte. Sus hermanos no lo eran. Su mamá tampoco.

Pero él sí. Era inteligente, veloz, astuto para sacar el mejor provecho
de todas las situaciones en las que le pusieron.
No fue la primera vez que les entregó a su hermanita. Luego vino su
hermano, con cuatro años. Kihyun fue creciendo en un ambiente donde era
la única salida que podía encontrar para sobrevivir, porque no sólo le
entregaron comida por ellos. Con el pasar del tiempo, el precio fue
aumentando: comida de mejor calidad, ropa, dinero.

Maldito, jodido dinero.

Cuando cumplió quince años, le devolvieron el cuerpo de su hermana sin


vida alguno, destrozado por todos lados. Dos semanas después, en un
arrebato de ira, mató a su hermano porque no dejaba de llorar. Se quedó
sin ingresos. Su madre murió de sobredosis un año atrás.

A esas alturas no había dolor o tristeza, sólo helados pensamientos de


cómo proceder porque sus fuentes de ingresos ya no estaban. Entonces fue
cuando, mientras paseaba en un parque, que vio la cantidad de niños por
todos lados.

Con casi dieciséis años, Shin Kihyun llevó a cabo su primer secuestro
exitoso. Esos hombres ya no tan desconocidos le dieron una cantidad
enorme de dinero por ese niño de cinco años que se llevó.

—¿Te gustaría formar parte de esto? —le dijo Jihwan (uno de esas
personas) cuando le entregó el dinero—. Eres bueno, Shin. Muy bueno.

No lo pensó demasiado.

Nunca hubo culpa ni moral ni dolor. Sólo calculadora satisfacción de


poder salir de esa mierda en la que nació y dónde nadie le ayudó a salir,
sólo su propio esfuerzo siendo la escalera hacia la buena vida. No le
debía nada a la sociedad ni a esos niños de buenas familias que se
llevaba y entrenaba.

Jihwan le mostró, cuando entró definitivamente a esa cadena de pedofilia


y trata de niños, lo que hacían con todos esos pequeños.
—Las mentes de los mocosos son moldeables —dijo Jihwan, sentado en un
silla mientras un pequeño estaba entre sus piernas—, si los entrenas lo
suficiente, ellos... ah...

Kihyun no miró. No le gustaba ver a esos niños haciendo aquello porque le


disgustaba lo sucios y asquerosos que se veían.

Sin embargo, entendió bien lo que quería decir. Si los entrenaban desde
pequeños, entonces era más fáciles de hacerles creer que ya no eran
humanos. A mucha gente le gustaban los niños mezclados con fetiches
excéntricos.

Fue así como Kihyun fue escalando más y más hasta llegar a ser el líder
de ese grupo, ganando millones y millones de dólares. Las personas ricas,
especialmente, parecían tener un gusto por ser unos jodidos violadores de
mierda, aunque a él no le importaba mientras le pagaran.

Cuando cumplió los treinta años se llevó a su niño perfecto.

Lo vio en invierno, las calles cubiertas de nieve, rechoncho y cubierto


de prendas para protegerlo del frío. Parecía estar solo, gritando por la
atención de un padre distraído, subiéndose y bajándose del resbalín con
enojo en su inocente expresión.

Al inicio Kihyun no lo notó, sólo pendiente de llevárselo, pero cuando lo


tuvo en brazos, tan pequeñito, que la idea apareció en su mente.

—Un muñequito —dijo a nadie en especial, viéndolo dormir en el suelo,


lágrimas secas en su rostro—, sí, serás un muñequito.

Lo pensó antes aunque ahora lo reafirmó: los muñequitos eran


seleccionados de entre lo mejor que tenían porque significaba un largo y
duro entrenamiento para obedecer. Además, la idea de ellos era
conservarlos una gran cantidad de tiempo, lo que no estaba contemplado
para el resto de juguetes.
Kihyun quiso ir ahora más allá de eso al verlo tan obediente: lo normal
era mutilarles piernas y brazos lo más pronto posible, pero ese niñito se
veía... se veía muy perfecto. Él siempre tuvo una rara fijación por las
cosas perfectas, por ejemplo, su comedor estaba ordenado de tal forma que
los colores combinaban de una manera irreal y jarrones estaban ordenados
de menor a mayor tamaño.

Por eso era que detestaba a los niños, porque eran desordenados,
gritones, exigentes de atención, se salían de su perfección. Por eso,
cuando un juguete cometía un error, era tan cruel y vengativo.

Su niñez fue una caótica imperfección pero su adultez sería perfecta, lo


sabía.

Y ese lindo muñequito era tan obediente que quedó maravillado con él.

—¿Cuál es tu nombre? —le repetía cada día, metiendo dos dedos dentro de
él, viendo las lágrimas caer por su rostro.

Dolía, Kihyun imaginaba que dolía, pero Muñequito se mantenía en agónico


silencio.

—Vamos, vamos, dímelo.

Los metió más adentro. El rostro de Muñequito se deformó por el


sufrimiento.

No hubo ruido alguno.

Perfecto. Su Muñequito de Porcelana era Perfecto.


En especial porque su cuerpo, su preciosa piel pálida, carecía de marcas,
de cicatrices, de cortes. Kihyun encontraba repulsivos a esos muñecos
mutilados, eran poco estéticos, pero su Muñequito era precioso completo,
muerto en vida, obediente en todo.

¿Cómo no amarlo, cuando era tan hermoso?

Al menos, eso pensaba hasta que alguien lo quiso comprar. Como era tan
perfecto, el precio por él siempre fue alto, tan alto que mucha gente lo
consideraba una exageración, y logró conservarlo a su lado hasta los casi
ocho años que tenía, cuando un bastardo pagó por él.

Negocios eran negocios, y Kihyun se lamentaría siempre haberlo vendido


porque, dos años después, encontraron a Yongjun por un descuido de ese
hombre y le arrebataron a su Muñequito.

Kihyun y sus hombres eran muy cuidadosos en eliminar todo rastro de su


accionar, pero Choijung no se deshizo bien del cuerpo de uno de sus
juguetes y la policía encontró el rastro. Luego, Yongjun (un maldito
imbécil que no hacía nada bien) sacó fotos de Muñequito, subiéndolas a su
sitio web aunque sin borrar detalles importantes del lugar, tardando poco
para que la policía diera con él.

Cuando Yongjun cayó, tuvieron que mudarse de la bodega en la que


prácticamente vivían, incluso cambiarse de ciudad y dar de baja todos los
tratos en los que estaban. Además, guardó sólo a sus mejores juguetes
para trasladarlos; al resto, los mató de un balazo en la sien. Era mejor
así porque siempre podía entrenar más, además de que se aseguraba de que
nadie los delatara.

Tuvieron que estar más en la clandestinidad que nunca, sin embargo, para
su propia fortuna, su rostro no apareció en ningún sitio policial, lo que
más le perseguía porque Muñequito era quien vio su rostro más veces.
Yongjun ni siquiera supo con quien hizo el trato porque para esas
situaciones siempre enviaba chivos expiatorios que tampoco le vieron en
algún momento. Era muy cuidadoso de ocultar su rostro, sólo
mostrándoselos a sus más cercanos.
Y Muñequito parecía conservar bien el silencio. Eso, o estaba muerto.

No fue hasta tres años después que decidió seguirle el rastro a su


Muñequito Perfecto: lo primero era averiguar cuál era su nombre.

SeokJin. Su Muñequito se llamaba SeokJin.

¿No era acaso el nombre perfecto para un Muñequito Perfecto?

Kihyun creía que sí.

Namjoon perdió de vista a SeokJin cuando la luz del semáforo cambió a


verde y no pudo cruzar la calle porque los autos aceleraron.

Pudo ver la espalda del muchacho, abriéndose paso entre la multitud de


personas, sin importarle si empujaba a la gente hasta que desapareció,
tragado por las calles abarrotadas de muchedumbre.

Cuando logró cruzar ya no lo veía por ningún lado a pesar de que trató de
seguirle el rastro.

Apoyó sus manos en sus rodillas, el sudor cayendo por su rostro, apenas
respirando por la corrida, cuando la situación lo golpeó con fuerza.

Habló. Kim SeokJin, el chico sordomudo que conoció ese año escolar, lo
escuchó y habló frente a él. Más bien gritó, pero eso estaba demás a esas
alturas porque jamás imaginó que algo así pudiera pasar. Una cosa era
sospecharlo, otra era vivirlo.
Santo dios, santo dios, ¿qué demonios acababa de ocurrir? Necesitaba
encontrarlo para poder hablar con él como correspondía, para... para
sostenerlo en brazos porque vio la expresión de terror en sus ojos.

SeokJin lució horrorizado por lo que acababa de hacer, como si hubiera


cometido un crimen.

Sacó su móvil, marcando el número de SeokJin y el timbre sonó diez veces


antes de mandarlo a buzón de voz. Lo intentó otra vez con el mismo
resultado. Para el tercer intento el celular salía como apagado o fuera
de servicio.

"Mierda, mierda, ¿qué hago?", pensó con los nervios a flor de piel, sin
saber cómo proceder porque nunca se puso en esa posición.

Vale, lo primero era calmarse: SeokJin salió corriendo pero eso no


significaba que estuviera perdido, ¿cierto? Jin era muy inteligente y
quizás fue a agarrar un bus para irse a casa o se metió en algún
concurrido, como una tienda, para poder tranquilizarse un poco. No debía
preocuparse por esto, SeokJin estaba bien y él necesitaba sosegar su
situación, hilar bien sus pensamientos.

Lo segundo era averiguar que ocurrió recién sin que su mente hiciera
cortocircuito, lo que estaba ocurriendo en ese instante porque era todo
demasiado increíble y extraño. SeokJin habló. Le dijo que no en voz alta.
Namjoon ya llevaba mucho tiempo creyendo que su novio escondía algo
aunque no quería presionarlo a hablarlo, porque entendía que contar
ciertas cosas era muy difícil.

Pero esto...

Observó los números de teléfono, caminando de vuelta hacia donde estaba


su auto estacionado.
—No me cortes, por favor —le pidió a la persona una vez respondió—, sé
que no quieres verme ni hablarme, pero te lo ruego... Necesito hablar
contigo, Jungkook.

Jungkook lo mandó al diablo.

—Es sobre SeokJin —se apresuró a decir cuando sintió que Jungkook le
cortaría—, por favor, por favor, es muy urgente...

El menor soltó una maldición antes de darle su dirección.

Veinte minutos después Namjoon se detuvo fuera de una pequeña pero


familiar casa que quedaba en el otro extremo de la ciudad, en esos nuevos
condominios que se estaban construyendo. Nunca antes estuvo allí y no
sabía por qué Jungkook se encontraría en esa casita, pero lo supo cuando
una bonita mujer abrió.

Tenía el mismo cabello café y ojos de ciervo que Jungkook tenía.

—Hola, ¿eres el compañero de Jungkookie? —dijo ella limpiando sus manos


con un mantel—. Dijo que alguien le vendría a ver.

—Sí, soy Kim Namjoon —saludó haciendo una reverencia.

—Pasa, soy Im Yoonah, su mamá —Namjoon entró, su garganta apretada—.


Kookie está en el patio, así que entra —ella le siguió—. No te ves bien,
¿quieres un vaso de agua?

—Yo... —la miró de reojo—, se lo agradecería mucho, señora Im.

La mujer hizo un gesto de asentimiento, dejando que el muchacho fuera al


patio aunque Namjoon se quedó congelado al ver a Jungkook de espaldas
hacia él, arrodillado en el pasto, jugando con una pequeña niñita que no
parecía tener más de diez años.

—Tu personaje... ¿usa lentes, Nayeon? —preguntó Jungkook.

—¡No es justo, oppa! —se quejó Nayeon.

—Siempre escoges al mismo persona, tontita —se burló Jungkook.

—¡Porque es el mejor personaje de todos! —se defendió la niña, que lucía


un poquito como Jungkook. En ese momento, Nayeon lo miró—. Oppa... llegó
tu amigo...

Jungkook se volteó y la culpabilidad golpeó a Namjoon cuando el rostro


cansado y triste del muchacho lo observó. Lucía bastante enfermizo, su
aspecto descuidado por completo.

—Hola —balbuceó en un saludo torpe, aunque no pudo decir más porque en


ese instante Yoonah apareció con su vaso con agua.

Un silencio incómodo se instaló entre ellos porque Jungkook no respondió


en tanto Yoonah se llevaba a Nayeon de allí, entendiendo con rapidez que
necesitaban un momento a solas.

Namjoon caminó hasta quedar frente a Jungkook, que endureció su mirada.

—Jungkook...

—Dilo rápido —le interrumpió el menor—, no tengo todo el día.


Namjoon suspiró.

— SeokJin es tu mejor amigo —le dijo, viendo como el dolor cruzaba los
ojos del muchacho—, deberías hablarlo con él.

—Los mejores amigos no se mienten —le soltó Jungkook—. ¿Eso es todo?

—No —se apresuró a decir Namjoon—, dos cosas más —humedeció sus labios—.
Lo siento mucho.

Jungkook parpadeó, desconcertado por la extraña disculpa.

—¿Eh?

—Por defenderte tarde —aclaró Namjoon con vergüenza—, por ser una mala
persona e ignorar todo lo que te hicieron esas personas —el chico de ojos
de ciervo desvió la vista—. Por fingir que no existías cuando sí lo
haces, Jungkook.

—Ya no importa —mintió Jungkook.

—Sé que tú y yo no seremos nunca amigos —continuó Namjoon—, pero me


gustaría que lo reconsideraras por SeokJin.

Más silencio. Jungkook abrazó sus piernas sin mirarlo, dejando que
continuara.

Namjoon tomó aire.


— SeokJin me ha hablado hoy.

Ahora el menor levantó su cabeza por la sorpresa de sus palabras,


luciendo perdido un instante. Luego pareció recaer en lo que dijo porque
sus ojos se ampliaron, su boca abriéndose en un gesto de shock.

—¿Qué? —su voz salió como un graznido—. ¿Cómo...?

—Con su voz. Su voz grave —Namjoon mordió su labio inferior—. Tú lo


sabes, ¿no es así? De lo que estoy hablando. No pareces realmente
sorprendido por lo que te digo.

—No me corresponde a mí decírtelo —respondió Jungkook—, es él quien


debe...

—Peleamos —le interrumpió Namjoon—, discutimos y él pareció


descontrolarse, entonces ahí me habló, pero entonces agarró a Jjangu y
salió corriendo, no he podido...

—¿Qué? —repitió Jungkook poniéndose de pie—. ¿Me estás jodiendo? ¿Lo


perdiste de vista?

—¡No pude seguirlo! —se defendió Namjoon—. Unos autos se me cruzaron y ya


no le vi más.

—¿Hace cuánto fue eso? —Jungkook sacudió su cabeza—. ¡No puedes dejarlo
solo, Namjoon, menos cuando hizo eso! —la voz del menor se quebró—.
¡SeokJin no puede estar solo cuando ocurre esto!

—Necesito que me lo digas —lo agarró de la muñeca con firmeza, sin llegar
a hacerle daño pero si lo suficiente para detener el movimiento errático
de sus manos—, Jungkook, por favor...
El menor rompió a llorar de una forma desconsolada, soltándose pero
cubriendo su rostro con ambas manos como si de esa manera pudiera detener
las lágrimas y Namjoon sólo lo observó en silencio, su estómago
apretándose, sintiendo su mundo cayéndose a pedazos.

—Vamos a... a buscarlo... —jadeó Jungkook—, mientras lo buscamos, te voy


a... a contar todo, pero por favor, vamos...

No fue necesario que dijera otra cosa porque Namjoon asintió, agarrándolo
de la mano para llevarlo fuera de casa. Yoonah los vio cuando pasaron
fuera de la cocina, preguntando qué estaba ocurriendo al ver a su hijo
llorar en silencio.

—No es nada —le dijo Jungkook apenas, sin detenerse—, te llamaré después,
mamá.

Yoonah parecía dispuesta a decir algo más pero no pudo hacerlo porque
entonces ellos salieron, casi corriendo al auto de Namjoon. No tardaron
en subirse, abrocharse el cinturón y partir hacia el parque donde estuvo
el mayor con SeokJin.

Apenas intercambiaron palabra alguna en el viaje, Jungkook tratando de


controlarse para no romper a llorar otra vez porque se necesitaba en sus
cinco sentidos. No sabía el motivo pero sentía una ahogada sensación en
su estómago, como si necesitara encontrar a su mejor amigo en ese
instante.

El enojo seguía allí, la decepción también, sin embargo poco le importaba


ya que eso no era lo más importante ahora. Lo primero era saber que
SeokJin estaba bien. Lo segundo sería darle un abrazo.

Prometió que cuidaría a SeokJin siempre, así que eso debía hacer.

Se bajaron del auto una vez Namjoon lo estacionó, ambos bajándose y


Jungkook se dejó llevar por el mayor.
—Jungkook...

— SeokJin siempre ha podido oír y hablar —le soltó Jungkook, pues


necesitaba hablar, la dura verdad ahogándolo, apretando su garganta—,
nunca ha sido sordomudo. Nunca...

Caminaron por las calles, abriéndose paso por entre la gente. Jungkook
buscó una foto de SeokJin en su galería, comenzando a preguntarle a las
personas si lo vieron.

Sabía que lo correcto sería llamar a los padres de Jin y decirles lo que
ocurrió, aunque tal vez no había pasado nada grave y eso sería
alarmarlos. ¿Cómo podía hacer eso luego de todo lo que vivieron?

Mordió su labio inferior cuando la multitud, o lo ignoraba, o sacudían la


cabeza en una negativa.

De todas formas siguieron buscando.

— SeokJin no desapareció cuando tenía tres años, alguien se lo llevó. A


él se lo llevaron —continuó Jungkook llamando la atención de Namjoon—,
por lo poco que sé, fue un hombre que lo vio en el parque y... y...

—Jungkook —Namjoon lo detuvo, su expresión pálida, sus ojos rotos—, ¿fue


abusado sexualmente?

Las náuseas en el estómago del menor aumentaron así que sólo asintió
moviendo su cara de arriba hacia abajo. La expresión de Namjoon se volvió
más enferma de ser posible.
Recordaba llorar un montón cuando los padres de SeokJin se lo contaron,
la razón por la que evitaba tanto el contacto y tenía un comportamiento
algo extraño, que rozaba lo retraído.

Se prometió ese día que siempre le protegería porque SeokJin ahora


merecía mucha felicidad, nada más de dolor.

—No me dieron detalles —balbuceó Jungkook con tu tono quebrado—, lo poco


que sé... es que a él le enseñaron... Él estuvo en un lugar donde lo
obligaron a creer que era un Muñequito. Un muñequito de porcelana.

Yo tampoco debería ver. Los muñecos no ven.

¿A ti no te molesta... que yo no pueda hablar o escuchar? ¿No te molesta


que sea defectuoso?

¡Yo seré bueno, seré un buen chico!

Tantos pequeños deslices, pero que juntos empezaban a encajar como un


rompecabezas de mil piezas.

—Lo encontraron cuando tenía diez años, casi once —agregó Jungkook,
entrando ahora a calles más despejadas, pero SeokJin no se veía por
ningún lado. Ya era tarde y el sol estaba ocultándose temprano por el
invierno—, fingía no oír ni hablar porque cuando lo hacía, era castigado.
Todo es un trauma, un maldito trauma que esos bastardos le hicieron...

Jungkook se detuvo y Namjoon lo miró, viéndolo con la cabeza agachada.

—Antes de esto, ha hablado dos veces: la primera con sus padres y después
conmigo. Y cada vez que lo ha hecho... cada vez, ha tenido una recaída,
por eso no puede estar solo, no puede... Si yo hubiera estado...
—No —le interrumpió Namjoon agarrándolo de la barbilla, obligándolo a
elevar su mirada—, no te atrevas, Jungkook, porque esto no es tu culpa.
Dejó de ser tu culpa hace mucho, no puedes cargar con este peso porque no
te corresponde, ¿entendido?

—Pero...

—Jungkook —insistió Namjoon, su tono volviéndose un poco dulce—, sé que


no lo haces a propósito, pero no se trata de ti, ¿bien? Ya no se trata de
ti sino de SeokJin —el mayor suspiró—. Creo que debemos llamar a sus
padres, Kookie.

Jungkook asintió, derrotado, entregándole su celular a Namjoon porque él


se veía incapaz de hablar más.

Buscó el número de la madre de SeokJin, marcándolo, sintiendo los nervios


atenazando en su interior.

—¿Jungkook? —contestó una dulce voz al otro lado de la línea—. ¿Estás con
SeokJin? Lo llamé y envié mensajes varias veces pero su móvil salía como
apagado, ¿podrías decirle que...?

—Señora Kim, hola —le interrumpió con tono educado, sorprendente


considerando la situación en la que estaban—, soy Kim Namjoon, el novio
de su hijo. Yo... —tragó saliva—, SeokJin y yo tuvimos una discusión y él
salió corriendo lejos, lo he buscado pero no le encuentro, Jungkook me ha
ayudado pero...

—¿Dónde están? —balbuceó la mujer y por su forma de hablar sabía que se


estaba alterando, se percibía en el temblor de su voz—. ¿Dónde...?

Namjoon le dio la dirección, prometiendo quedarse allí cuando ella dijo


que iría con su esposo.
No tardaron más de quince minutos cuando el auto se estacionó y dos
adultos bajaron con expresiones sombrías y rostros alterados.

—Entonces, ¿qué ha pasado? —preguntó el hombre, Jongwoon.

Namjoon les explicó todo superficialmente, sin ahondar mucho en el motivo


de la discusión pero diciéndoles el punto importante por el que SeokJin
huyó. Una vez terminó con su relato, ambos adultos lucían enfermos y más
sobresaltados que antes, sin saber cómo proceder.

—Él debe estar bien —murmuró Taeyeon, temblando—, SeokJin sólo... Él


debe...

—Nos dividiremos —le dijo Jongwoon sosteniéndola de sus hombros—. Tú ve


con Jungkook, Taeyeon, ¿está bien? Yo iré con Jongwoon.

—Llamemos a la policía —sollozó Taeyeon—, Jongwoon, por favor...

—No nos tomarán en cuenta —respondió el hombre con impotencia—, son


veinticuatro horas, Taeyeon...

Ninguno de los cuatro dijo algo pero el pánico estaba en el aire por el
terror de no encontrar a SeokJin.

Pero él estaría a salvo, eso era seguro, ¿no?

Decidieron dividirse y comenzar a buscar al muchachito por entre las


calles que Namjoon le vio por última vez, metiéndose incluso a varios
callejones pero sin encontrar nada. El adolescente podía sentir como la
tensión parecía crecer a medida que los minutos pasaban.
—Sabía que esto no era buena idea —fue lo primero que dijo Jongwoon luego
de una hora buscando—, SeokJinnie estaba castigado, pero nos convenció
para darle permiso. Nunca le hemos podido decir que no y ahora tuvimos
que hacerlo, ahora...

—No podían prever esto, señor Kim —dijo Namjoon llamando su atención,
tratando de ahogar el lecho de que fue idea de él—, yo tampoco estaba
preparado...

—¿Y cómo lo estarías? —Jongwoon cubrió su rostro un instante alejando las


punzantes lágrimas—. Con Taeyeon tampoco lo estamos a pesar de los años,
es tan difícil a veces...

Hubo silencio entre ambos hombres, triste y pesado mientras seguían


caminando.

—Podríamos preguntar —dijo Namjoon—, en algún local o... —su voz murió de
a poco mientras seguía a Jongwoon, que pareció dirigirse a un pequeño
negocio de abarrotes que ya estaba cerrando.

—Señor, disculpe... —dijo Jongwoon con tono suave, llamando la atención


del viejo anciano— por casualidad, hace unas horas, ¿no habrá visto a
este chico pasar por aquí? —preguntó mostrándole una foto familiar que
tenía con SeokJin, el muchachito sonriendo.

El caballero acomodó sus lentes, frunciendo el ceño.

—Ah, un chiquillo apareció llorando, creo —dijo—, se metió a uno de los


callejones creo, ese —apuntó a la siguiente cuadra.

Los dos se miraron, el brillo renaciendo en su mirada y dieron un paso,


casi corriendo para ir, aunque entonces el hombre siguió hablando:
—¿Lo vienen a buscar? Pero él ya se fue.

Se detuvieron. Jongwoon se volteó bruscamente luciendo pálido y enfermo.

—¿Cómo?

—Sí, un auto negro llegó poco después que el muchachito —explicó el


anciano comenzando a barrer—, se bajó creo que su padre y entró al
callejón. Salió a los pocos minutos con el niño de la mano y su perro en
brazos.

Namjoon podía sentir su alrededor dando vueltas por lo que ese hombre les
estaba diciendo con tanta inocencia. En otro momento quizás no le habría
tomado una real importancia, sin embargo ahora tenía las palabras de
Jungkook a flor de piel.

Y sabía que Jongwoon estaba pensando lo mismo.

Sin pensarlo mucho fue corriendo hacia el callejón, apenas respirando,


con el padre de SeokJin detrás. Se detuvo en la entrada, a punto de
llorar, cuando vio que no había nadie allí.

El callejón estaba vacío.

Y el pensamiento de algo horrible siguió creciendo.

SeokJin recordaba que Jjangu le gustó desde el inicio por la expresión de


enojo que parecía tener en todo momento. Pensó, infantilmente, que ese
perrito necesitaba mucho amor para ya no lucir enojado, sino feliz.
En ese momento, sin embargo, se sentía algo extraño porque Jjangu no
parecía enojado ni furioso como siempre, sino aterrado.

¿Cómo lucía un perrito aterrado? SeokJin no podía hilar bien ese


pensamiento.

Sintió la tensión en sus cuerdas vocales cuando se apretaron, ahogando el


grito de dolor cuando señor Shin se retiró detrás de él, la sangre
manchando las frazadas.

¿Cómo era posible que Muñequito hubiera olvidado ese dolor? Era mucho,
era demasiado, como si pudiera partirse en dos.

Apretó las sábanas sucias bajo él, derrumbándose por completo y girando
su cabeza, dejando de ver al cachorro acurrucado en una esquina, amarrado
contra un mueble para no moverse.

Observó el cuerpo desnudo de señor Shin antes de recibir una bofetada.

—¿Por qué moviste tu cabeza, Muñequito? —dijo Shin con el cigarrillo


entre sus labios—. Los muñecos no se mueven.

Muñequito. SeokJin. Muñequito. Jinnie. Muñequito. SeokJinnie.

Los nombres se le mezclaban en la cabeza, desorientado, perdido, las


náuseas volviendo a su estómago. Quería pedir perdón por todo lo que hizo
aunque se contuvo a tiempo suficiente porque sabía que sería un gran
error actuar de esa manera.

Era un Muñequito. Un Muñequito.

Su estómago rugió por el hambre.


No recordaba nada de cómo llegó allí. Señor Shin se acercó a él en ese
sucio callejón y Jjangu no dejaba de ladrar, gruñendo también como si
quisiera espantarlo. SeokJin movió sus ojos en busca de un escape.

—¿Quieres irte lejos de mí, bebé? —preguntó Señor Shin—. Pero eso no está
bien, soy tu Dueño. Tu único Dueño, Muñequito.

—No —soltó, su voz rota, un graznido apretado—, no, soy SeokJin.

El golpe llegó rápido y veloz. Su rostro se volteó gracias a la bofetada,


casi derribándolo. Jjangu se lanzó a morder a Shin.

Lo hizo y eso enfureció al adulto, que hizo el amago de patear al animal.


Al menos eso pensaba hasta que Muñequito se lanzó sobre el cachorro y lo
envolvió en brazos, su nariz sangrante.

—No, no —lloró Muñequito, y eso lo enfureció más porque estaba hablando—,


por favor, no...

Entonces Shin sintió una increíble idea aparecer en su mente. Sabía que
si se llevaba a Muñequito a la fuerza llamaría la atención porque podía
resistirse, y golpearlo hasta dejarlo inconsciente era demasiado largo.

—Dejaré que lo conserves —le dijo con suavidad—, dejaré que te quedes con
ese perrito, Muñequito, pero debes seguirme ahora —su tono se volvió
cruel—. Si no lo haces, mataré a ese pedazo de mierda ahora.

No fue necesario que lo repitiera: Muñequito agarró al animal contra su


pecho, que le gruñía, y le siguió sin resistirse, tomándole la mano.

Una vez dentro, vendó sus ojos y comenzó a conducir.


Pasada una hora se detuvo fuera de un hotel de mala muerte en donde ya le
conocían y nunca hacían preguntas, que era lo que más necesitaba ahora
para que ignoraran todo lo que ocurriría a continuación. Shin envió un
mensaje a sus socios diciéndoles su ubicación, recibiendo una respuesta
de que le irían a buscar en tres días.

Consumió el cigarrillo varios segundos, viendo a Muñequito acostado a su


lado, desnudo y sangrante. Seguía luciendo hermoso y perfecto a pesar de
los moretones en su cuerpo. Siempre lucía muy bonito.

Sintió rabia por todo lo que significó encontrar a ese mocoso para darse
cuenta de lo imperfecto que se volvió con el pasar de los años, y lo
sostuvo, apoyando su mano contra el cuello del menor antes de presionar
el cigarro contra su espalda.

Muñequito rompió otra vez sus reglas porque gritó. Antes no gritaba.
Jjangu ladró otra vez, agotado.

—Tú no gritas —le dijo por sobre el llanto, los jadeos—, tú eres un
Muñequito, y ellos no gritan.

Alejó el cigarro, viendo la marca para luego observar el rostro lagrimoso


del chiquillo.

Lo entrenaría. Lo volvería a forjar en miedo y dolor para hacerlo el


juguete perfecto, y se lo quedaría. Muñequito era suyo y de nadie más.

Nadie volvería a alejarlo de él. Antes lo mataría a que hicieran eso.


CAPITULO VEINTIOCHO
No fue necesario que pasaran las veinticuatro horas para que declararan a
SeokJin como desaparecido, no cuando las cámaras de la ciudad grabaron el
momento exacto en que Shin se lo llevó.

Namjoon dio su declaración cerca de diez veces, todas a distintos


policías mientras Jungkook trataba de controlar las salientes lágrimas
que escapaban de sus ojos cada tanto.

—Será mejor que vayan a casa —dijo el último policía con tono amable—,
este no es ambiente para niños como ustedes.

Namjoon quiso replicar aunque sabía que, en el fondo, algo de razón


tenía. Jungkook y él no podrían hacer nada porque eran sólo dos
adolescentes, ni siquiera los padres de SeokJin tenían las capacidades
para actuar.

Sólo debían esperar y eso lo hacía sentir... impotente.

Dejó a Jungkook fuera de la casa de su mamá sin decir otra palabra, era
casi la una de la mañana y realmente necesitaba dormir aunque fuera un
poco. Sabía que cuando despertara iría otra vez a casa de SeokJin para
saber cualquier cosa. Lo que fuera.

Él lo único que quería era que estuviera a salvo y pedirle perdón por
todo lo que hizo.

Jungkook se bajó apenas despidiéndose así que Namjoon no tardó en ir a su


casa. Para su fortuna, sus padres ya estaban durmiendo así que sólo subió
a su cuarto y se acostó. Sorpresivamente cayó dormido de inmediato.
Aunque durmió mal, con pesadillas que no podía recordar bien pero le
hicieron transpirar el resto de la noche y parte de la mañana,
despertando con los ojos lagrimosos y ojeras marcadas en su rostro. Lo
primero que hizo al levantarse fue revisar su móvil esperando ver algún
mensaje –de quién fuera– donde le decían que SeokJin estaba a salvo.
Estaba con ellos.

Pero no había nada. Sólo silencio helado que provocaba que su estómago se
revolviera por el dolor.

Frotó sus ojos, sentándose sobre la cama un momento para luego ir al baño
y darse una ducha. Iba a desayunar y luego iría donde SeokJin, aunque no
sabía si iba a lograr que su estómago digiriera algo por la situación en
la que estaba.

Menos cuando, una vez vestido, entró al comedor y se quedó quieto.

¿Qué mierda?

—¡Namjoon! —dijo su mamá con una sonrisa amplia—. Soyeon ha venido a


desayunar con nosotros, ¿no es una buena chica?

Namjoon miró a Soyeon entremedio de sus padres con una sonrisa amable y
dulce, pero en ese instante sólo la odió. Wheein, sentada también, lucía
incómoda y fuera de lugar, como si no supiera qué decir.

—Sí —dijo, y su voz salió brusca pero no le importó. Ya no tenía ganas de


comer algo—. Voy saliendo.
—¡Namjoon! —espetó su papá—. Ven, Soyeon quiso venir a comer con nosotros
y lo mínimo que puedes hacer es sentarte en la mesa.

El muchacho pudo sentir cómo su mandíbula se tensó y sus ojos se


entornaron. De verdad, lo que estaba haciendo Soyeon rozaba ya lo
maniaco.

—Oppa, ven —dijo la chica sin dejar esa sonrisa.

¿Qué vio Namjoon en ella, en primer lugar? Sí, era bonita y muy
inteligente, pero estaba podrida, lo sabía desde que vio la manera en que
esquivaba a su propio hermano en el colegio. Pero trató de justificarla
siempre porque decía que todos actuaban de esa forma, que si ella no se
llevaba bien con Jungkook tenía el derecho a evitarla.

Sin embargo, que todos dijeran que algo era cierto no hacía que ese algo
fuera, efectivamente, cierto.

Todos decían que Wheein era una chica tonta y superficial, pero eso era
mentira. Wheein era muy inteligente, preocupada y cariñosa por el resto.

Todos decían que Jungkook era asqueroso, patético y una puta. Pero
Jungkook era realmente uno de los mejores chicos que pudo haber conocido,
capaz de dar lo que fuera por sus amigos, por la gente que quería.

Todos decían que él era inteligente y ejemplar. Pero Namjoon sólo era
fracasado y un perdedor en el fondo.

—No volveré contigo —le dijo a Soyeon frente a sus padres, viendo la
sonrisa en el rostro de la chica desaparecer—, nunca me gustaste, Soyeon.
Nunca te quise.

—¡Namjoon! —gritó su mamá escandalizada.


Pero él ya no podía detenerse. Ya no quería parar. Las palabras en su
boca eran en ese instante como flores germinando en el sol.

—¿Sabes por qué salí contigo? —continuó ahora sin importarle si


decepcionaba a alguien porque ya no le importaba—. Porque mis papás
querían que tuviera una novia que me quitara lo maricón.

Silencio. Su padre palideció mientras su madre cubrió su boca con ambas


manos. Soyeon lucía a punto de desmayarse o vomitar o las dos. Wheein
trataba de ocultar la sonrisa de su rostro.

—Antes de que saliéramos, estuve con un chico —agregó, viendo a Jinho


frente a él, llorando—, lo abracé, lo besé e incluso me lo follé. Fue mi
novio, era mi chico, pero mis papás no estaban felices aunque yo lo
quisiera.

—¿Namjoon? —balbuceó Soyeon—. ¿Qué estás...?

—Ya es historia pasada —sacudió su cabeza—, pero terminé contigo porque


me enamoré otra vez, ¿quieres saber de quién?

—Basta —lloró la chica.

—De Kim SeokJin. Kim SeokJin era mi novio.

—¡Por favor! —Soyeon se puso de pie, destrozada.

Sus padres seguían en shockeado silencio y Namjoon retrocedió, sintiendo


como el peso sobre sus hombros parecía estar desapareciendo, parecía irse
y evaporarse en el aire.
—Me gustaría pedirles perdón —terminó de decir mirando a sus papás—, sin
embargo no lo lamento. No lamento haberme enamorado, papás.

Se giró ignorando los reclamos de Soyeon y su mamá que pareció recuperar


el habla, aunque los pasó por alto completamente y fue a la salida. Una
vez fuera pensó en agarrar su auto mas terminó descartándolo porque
necesitaba caminar para despejarse un poco.

Pero no dio ni cinco pasos cuando alguien lo llamó.

—¡Namjoon oppa!

Se volteó viendo llegar a Wheein, tan bonita y pequeña, agarrándolo del


brazo.

Bajó la vista, avergonzado.

—Lo siento —le dijo enseguida—, por lo que hice. Por hacerte creer que...

—Ya lo sabía —le dijo Wheein dándole un apretón a su mano—, lo sé desde


hace un tiempo, Namjoonie.

Namjoon se quedó en silencio y sólo la miró, completamente enmudecido por


sus palabras. Wheein le miraba con una expresión apenada aunque había
también decisión en sus bonitos ojos amorosos.

—¿Qué? —preguntó con la voz ahogada.

Wheein se encogió de hombros.


—He visto la forma en que lo miras. Como él te mira. Los estuve
observando mucho tiempo y... y a veces los seguía cuando se juntaban para
confirmarlo. El salón de música es una buena opción parece —añadió
queriendo quitarle el peso a la situación.

Siguió incapaz de poder hablar algo porque la sorpresa era demasiado en


aquel momento. No sabía qué decir o hablar en ese instante ya que estaba
bastante desconcertado de que su hermanita hubiera sido capaz de ello.

—Sé que seguirlos no estuvo bien —agregó Wheein con voz triste—, pero...
pero supongo que estaba celosa de la persona a la que Jin quería, porque
él me lo dijo. Luego del beso, Jin me dijo que estaba interesado en otra
persona y quería saber quién para... para ver si esa persona era digna de
él.

—Lo siento —repitió Namjoon, apenado y lleno de vergüenza por la


situación—, por todo. Por ilusionarte y hacerte creer que...

—Estaba muy enojada —admitió Wheein—, enojada y dolida porque... porque


tú eres mi hermano mayor. Pero entonces los veía, la forma en la que Jin
te miraba, cómo él... él parecía aferrarse a ti y... y me hace feliz de
que tú lo quieras también —Wheein le tomó la mano, dándole un abrazo—.
Antes no lo dije porque tenía miedo, pero a mí no me importa si te gusta
un chico porque tú siempre serás mi hermano mayor, oppa.

Namjoon le devolvió el abrazo y quiso llorar porque era su hermanita, su


niña bonita, tan callada la mayoría de las veces porque estaba
acostumbrada a que la silenciaran. Wheein era una muchacha hermosa de mil
formas y la persona que la amara sería muy, muy afortunada.

—Gracias, Wheenie —le dijo dándole un beso en la frente antes de


separarse—, te quiero mucho.

—Yo también te quiero, oppa —respondió ella con una sonrisa dulce.
Namjoon se forzó a aguantar las lágrimas porque sabía que si empezaba a
soltarlas ya no pararía.

No se detendría porque toda esa rabia y pena que tenía acumulada de años
saldría.

Jungkook recordaba con claridad cuando conoció a Kim Taeyeon y Kim


Jongwoon, la misma tarde en que la abuelita de Jin le dejó pasar y
conoció a su mejor amigo. Los padres del muchachito llegaron horas
después, sorprendido de verlo en el patio pero sin hacer muchas
preguntas, no cuando se percataron que jugaba con su hijo.

Recordaba que pensó que a él le gustaría una mamá así, bonita y


preocupada por su hijo, dispuesta a darle lo que fuera para hacerlo
feliz. Taeyeon era una muy buena madre porque abrazaba a SeokJin, le
llenaba de besos y nunca le negaba cariño alguno.

Ahora la veía frente a él, abrazándose a sí mismo mientras lloraba en


silencio, oyendo a los policías decir que estaban tras la búsqueda de
SeokJin pero no tenían muchas pistas con las que trabajar.

—El móvil de SeokJin estaba en el basurero —terminó de decir el policía—


y la patente de Shin se hallaba cubierta. Tenemos a más de cincuenta
hombres desplegados por la ciudad buscando al niño, señora Kim, así que
es cosa de tiempo que aparezca.

Taeyeon no dijo nada, sin dejar de llorar en silencio, y Jongwoon


despidió al policía en la puerta de entrada. Al volver, Namjoon iba
detrás y no tardó en sentarse junto a Jungkook.

—He hablado con Hoseokie —dijo Jungkook luego de saludarlo—, no entiende


mucho lo que está ocurriendo así que su mamá tratará de contenerlo.

—Yoongi también lo sabe así que supongo que irá con él —contestó Namjoon.
—Es mejor así —dijo Jungkook—, no me gusta cuando Hoseok se altera. Él no
se lo merece.

Hubo silencio entre ellos dos mientras Jongwoon limpiaba el rostro de


Taeyeon. Los dos adultos se veían pálidos, como si no hubieran dormido en
toda la noche –probablemente fue así– y demacrados.

—Gracias por estar aquí, chicos —dijo entonces Taeyeon con voz suave
aunque rota—, no es necesario, ya saben...

—Nos quedaremos —afirmó Jungkook sin lugar a dudas—, SeokJin sigue siendo
mi amigo a pesar de todo y cualquier cosa que pase, prefiero estar aquí —
le sonrió a la mujer con suavidad—. Ustedes han sido como una familia
para mí.

Taeyeon le tomó la mano a Jungkook, dándole un apretón dulce y Namjoon se


admiró de lo honesto que era el menor con esas personas. Sintió más pena
por todo lo que hizo, así que se juró que una vez todo ese acabara y
estuviera con SeokJin, le pediría mil disculpas a Jungkook.

—Es sólo que... —Jongwoon habló bebiendo un poco de agua. Abuelita Haeri
y Heechul habían viajado tres días atrás a isla Jeju por unas vacaciones
pero ahora estaban yendo de vuelta al continente—, nunca he confiado en
la policía. Sé que no deberíamos hablarlo, pero...

—Dios, la policía está jodidamente comprada —escupió Taeyeon con odio en


su voz—, por supuesto que hay personas buenas allí metidas, pero... ¿diez
años en encontrar a mi hijo? ¿No encontrar a esos otros niños? Tienen que
estarme jodiendo —Jongwoon asintió con un suspiro bajo—. Por eso
contratamos un detective privado, porque sabíamos que estos inútiles
traidores nunca los encontrarían. Actuaron cuando las pruebas eran
evidentes.

Namjoon los observó, tratando de comprender todo lo que le estaban


diciendo. Por supuesto que creía que existía gente corrupta en los
policías, pero que fuera la gran mayoría era realmente un panorama
desalentador. Más cuando pensaba en SeokJin asustado, aterrado de lo que
le estuvieran haciendo.

Antes de poder decir otra cosa, tocaron el timbre y Taeyeon fue a ver
quién era. Regresó a los pocos segundos con dos hombres detrás, ambos
adultos que lucían cansados pero decididos de alguna forma.

—Él es Kang Dongho —presentó Jongwoon señalando al primero—, el detective


privado que contratamos para buscar a SeokJin. Ha estado trabajando junto
a Cho Kyuhyun, el policía a cargo del caso, en encontrar a señor Shin.

—Están poniendo restricciones —dijo Kyuhyun con un bufido—, quieren


asignarle todo esto a otro hombre porque ya saben que estoy muy
involucrado. Una mierda. Aunque como sigo a cargo, logré tener acceso a
las cámaras, no han mentido con el tema de la patente. Shin es un cabrón
inteligente.

—Las cámaras graban sólo hasta cierta parte de la ciudad, no más allá de
las periferias. Como son sectores peligrosos no se dedican a grabar —
agregó Dongho—, estoy complicado con seguirle la pista al vehículo por
eso. Todas las periferias están conectadas de alguna forma y puede estar
en cualquier parte de la ciudad... si es que siguen aquí, por supuesto.

—Por supuesto que siguen aquí —espetó Taeyeon bruscamente—, no puede


trasladar a un niño de diecisiete años así como así. Más si Jin fue...
habló. Namjoon ya lo dijo: SeokJin le habló y huyó, probablemente, por el
miedo. Taehyung también nos advirtió que Jin colapsaría si seguía
hablando y no tenía contención a su lado.

—Señora Kim —balbuceó Namjoon—, espera, ¿qué...?

Taeyeon botó el florero de la mesa con ira contenida, el dolor en su


mirada, y el agua se derramó por el suelo.
—Lo han entrenado para ser un muñeco y cada error que cometía era un
castigo. SeokJin no habla porque sabe que si lo hace iba a ser castigado,
entonces si rompió las reglas y Shin estaba allí, se va a encargar de que
Jin no sea malo otra vez —cayó de rodillas, destrozada—. He-hemos
fallado, Jongwoon...

Jongwoon se movió con rapidez para sostenerla aunque también tenía


lágrimas en los ojos, sollozando por el panorama que Taeyeon estaba
describiendo y no querían imaginar. El sólo hecho de pensarlo los estaba
destruyendo demasiado.

—Lo vamos a encontrar —aseguró Dongho—, no sólo a SeokJin, sino también a


ese bastardo y nos vamos a asegurar de que pague.

—Lo mataría si lo tuviera frente a mí —escupió Jongwoon llevando a su


esposa al sofá—, me encargaría de matarlos con mis propias manos y hacer
que pague por haber tocado a mi hijo y a todos esos otros niños.

Namjoon quiso encontrar horribles sus palabras, pensar que no eran las
correctas pero sólo podía sentir odio también. Se venía enterando hace
poco de toda la verdad, sin embargo, la rabia por ese bastardo que se
dedicaba a arruinar vidas iba creciendo a cada segundo. La rabia y el
terror porque SeokJin estaba en sus garras y poco podía hacer para
impedirlo.

—Él... ese hombre... —balbuceó Jungkook apenas, llamando la atención del


resto—, no es de aquí, ¿cierto? De Daegu.

—No —respondió Kyuhyun—, cuando encontraron a SeokJin fue en Incheon y


Yongjun señaló en su declaración que... la compra no fue allí sino en
Seúl. Pensamos que todo el centro de operaciones y los niños se
encuentran en la capital.

—Entonces ese señor Shin debería estar en algún hotel o algo así —soltó
Namjoon—, a menos que tenga familia aquí que lo esté alojando, pero...
—Lo hemos pensado —respondió Dongho—, pero la cantidad de hoteles,
moteles, pensiones y hosterías son grandes. No podemos ir una por una
buscándolo porque le daremos tiempo para huir. Necesitamos algo más...

—¿De tiempo? —soltó Taeyeon—. No lo tenemos. No hay nada de tiempo,


porque mientras nosotros estamos hablando, ¡ese monstruo está violando a
SeokJin!

Un tenso silencio le siguió a las horribles palabras de la mujer pero


nadie pudo decir algo porque sabían que tenía razón. Negar ese asqueroso
y monstruoso hecho sería de idiotas, pues ellos tenían claro que SeokJin
no estaba a salvo. Vivo muy probablemente aunque ¿en qué condiciones?

—So-sólo... sólo quiero que esté conmigo otra vez —sollozó Taeyeon—, sólo
quiero que vuelva a mí porque no lo soltaré nunca más. Ahora si es en
serio.

Más silencio, pesado y duro, como si un cuchillo pudiera cortarlo, y los


mensajes esperanzadores se acabaron porque ya no había mucho más qué
decir.

Las horas pasaron. El lunes llegó lentamente, arrastrándose hacia todo el


mundo como un inevitable recordatorio de que el tiempo corría y ellos
seguían allí sin poder actuar.

Ni Jungkook ni Namjoon fueron al colegio, volvieron a casa de los padres


de SeokJin que parecía sumida más en un extraño dolor difícil de
explicar. Ambos querían buscar palabra alguna para consolar a los adultos
aunque sabían que no lograría mucho.

Otra persona apareció a mediodía: Jimin saludó a los señores Kim


educadamente y fue al patio, donde Jungkook y Namjoon estaban sentados.

—Hey —dijo con voz apagada—, sólo quería...


Jungkook se hizo a un lado, apuntando a su lado por lo que Jimin no tardó
en sentarse allí.

—¿Cómo va todo? —preguntó Jimin.

—Horrible —contestó Namjoon—, ninguna noticia nueva. Yoongi ha estado


preguntando también...

—Lo vi en el colegio, junto a Hoseok —respondió Jimin—, también quería


venir pero sabe que no es bueno para Hoseok, no quiere alterarlo
demasiado porque ya está muy nervioso.

—Es todo una mierda —murmuró Jungkook, su tono quebrado—, esto no tuvo
que pasar así. No otra vez.

Jimin, algo temeroso, abrazó a Jungkook por los hombros y lo atrajo a su


cuerpo para consolarlo de alguna forma, asustado de que el chico lo
alejara bruscamente. Sin embargo el menor sólo se acurrucó contra él,
débil y aterrado.

—¿No tienen ninguna pista? —preguntó Jimin.

—Cámaras, testigos, pero nada que nos indique dónde pueden estar —
respondió Namjoon porque Jungkook se veía enfermo—, los detectives no
saben por dónde continuar sin llamar la atención de ese hombre asqueroso.
Si tuvieran más gente...

—La policía es una puta mierda —escupió el menor de los tres.

Jimin deslizó sus dedos por el cabello de Jeon para calmarlo un poquito,
notando inmediatamente que se sentía muy mal.
—Nosotros podríamos averiguarlo —dijo Jimin.

Jungkook y Namjoon lo miraron con sorpresa ante sus palabras pero Jimin
entonces levantó sus manos en un gesto extraño.

—Lo dije sin pensarlo, no se les ocurra...

—Nosotros no porque Shin debe ubicarnos —dijo Namjoon—, pero si lo


hicieran otras personas...

—¿Qué? —preguntó Jungkook.

Namjoon mordió su labio inferior y sacó su móvil.

—Los chicos de D-Town —explicó apenas, buscando un número en su celular—,


muchos pertenecen a pandillas, ya sabes, para asaltar gasolineras o... Oh
dios, no le digas a nadie que yo dije eso...

—Espera —Jungkook agarró el móvil de Namjoon bruscamente—, ¿tienes el


número de Iron?

—Eeeh... ¿sí?

—¿Jungkook? —inquirió Jimin más confundido ahora.

El menor marcó el número del conocido, escuchando cómo sonaba el timbre y


rogando a cualquier dios existente que contestara porque tuvo una idea
repentina.
—¿RM? —bufó una conocida voz al otro lado de la línea—. ¿Para qué
mierda....?

—Hola —dijo de pronto tímido—, soy Jungkook.

—¿Jungkook? —un instante de silencio, como si Iron lo estuviera pensando—


. Oh, niño bonito.

—Sí —se sintió estúpido, más cuando Namjoon y Jimin le miraban


atentamente, ambos con expresiones de "¿qué mierda estás haciendo?"—. No
debería llamarte por esto, pero... yo... necesito un favor...

—Cuéntame, precioso.

Jungkook tomó aire y le contó, a grandes rasgos, lo que estaba ocurriendo


y qué era lo que necesitaban. Iron escuchó todo en silencio, sin comentar
mucho sobre los hechos, dejando que el muchacho le explicara el panorama
completo.

—Entonces, ¿quieres que movilice a mis chicos? —preguntó Iron.

—Sé que es mucho...

—Puedo hacerlo —respondió Iron—, pero no gratis.

—¿Cuánto dinero quieres? —Jungkook arrugó el ceño—. ¿O quieres que te


pase el culo?

Iron se rió al otro lado de la línea.


—Más adelante —aseguró el mayor—, ahora, sólo quiero una cita.

—Trato hecho —prometió Jungkook.

—Bien, veré qué podemos hacer —dijo Iron—, de todas formas, cualquier
información que puedan darme, avísame enseguida. Trataré de que no haya
mucho revuelo, niño bonito.

—Jungkook. Mi nombre es Jungkook.

—Lo sé —se burló Iron antes de cortar.

El menor se quedó mirando el móvil con el ceño todavía fruncido antes de


entregárselo a Namjoon, que se veía bastante desorientado por lo recién
ocurrido. Jimin, en cambio, se veía incrédulo, su expresión seria.

—¿Desde cuándo conoces a Iron? —le preguntó Jimin.

—Aún sigo enfadado contigo —replicó Jungkook poniéndose de pie.

Jimin decidió no insistir más aunque por su rostro no se veía para nada
contento.

Namjoon frunció las cejas, imitando la acción de Jeon.

—¿Entonces...? —aventuró, caminando hacia el interior de la casa.


—Hará lo posible —respondió Jungkook con cansancio, Jimin detrás de él—,
no es mucho, pero es mejor que nada.

Decidieron no decirle a ningún adulto, mientras, lo recién ocurrido


porque preferían no entregar información hasta tener un dato concreto.
Menos cuando los padres de SeokJin parecían desesperado por cualquier
información que pudieran conseguir.

En el interior estaban Taehyung y Kyungsoo hablando con Dongho y Kyuhyun,


mostrándoles por completo los retratos que hizo SeokJin.

—Shin es alto —decía Kyungsoo—, ojos oscuros y cabello negro. SeokJin lo


recordaba como pelo largo, no lo suficiente para una coleta pero si más
largo que la media. SeokJin también nos describió a otro hombre,
Choijung, que tenía una cicatriz en un lado de la cara, larga, que cruza
su mejilla, pero lo que más recuerda Jin son sus ojos. Uno azul y otro
café.

—Le preguntamos si lucía como heterocromía —agregó Jin—, pero dijo que
no. Dijo que el azul se veía raro, como si no fuera real. Quizás un ojo
de vidrio.

Mientras Jungkook oía todo esto mensajeaba a Iron, diciéndole todos los
datos que podía rescatar para que así fuera más fácil.

—Choijung es también alto, como señor Shin —continuó Kyungsoo—, pero más
regordete. Shin es delgado.

Taeyeon se puso de pie, torpe y golpeando la mesita a un lado del sofá.


Esa mañana fue un doctor que le recomendó unos calmantes y tuvo que
consumir uno cuando se puso a llorar minutos atrás. Ahora se veía algo
desorientada aunque no mejor. Parecía sólo tristemente drogada.

—¿Cuánto falta para que comiencen a hacer algo? —preguntó con tono lento,
abrazándose y caminando hacia la ventana—. SeokJinnie me necesita. Nos
necesita, Jongwoon.
Jongwoon se puso a llorar.

Todo era un desastre, un maldito y jodido desastre.

Los minutos siguieron pasando, apenas los murmullos escuchándose mientras


Taehyung y Kyungsoo trataban de dar unos perfiles psicológicos y
características físicas que pudieran ayudar en la búsqueda de esas
personas. Taeyeon no tardó en acostarse en el sofá otra vez, consolando a
su marido mientras los adolescentes estaban en la cocina preparando café
y té. Era lo único que parecían poder hacer para no derrumbarse también.

Ocurrió cuando entraron al comedor cargando las bebidas, dejando todo en


la mesita del centro. El celular de Jongwoon sonó anunciando una llamada.

—Un número desconocido —murmuró Jongwoon—, debe ser de alguna empresa...

Taeyeon le quitó el celular y contestó.

—¿Sí? —preguntó con voz grave.

Silencio al otro lado de la línea. Taeyeon mordió su labio inferior.

—¿Hola? —insistió.

Más silencio. Lo puso en altavoz, oyéndose una respiración acompasada,


pero nada más.

—¿Es una broma? —espetó Taeyeon—. No estoy para jueguitos...


—Ma-má.

Todos miraron hacia el móvil al oír una temblorosa, sacudida voz hablar,
un tono ronco y quebrado.

Namjoon lo reconoció enseguida en tanto Jungkook pudo sentir los nervios


invadiendo su estómago.

—¿ SeokJin? —jadeó la mujer—. ¿Jinnie? ¿Bebé?

—Mamá —insistió SeokJin —, mami, p-por favor...

Llanto destrozado se escuchó al otro lado de la línea.

—Cariño, cariño —murmuró Taeyeon en tanto Dongho le hizo un gesto de


mantenlo en línea, Kyuhyun agarrando su computadora—, mi amor, ¿dónde
estás?

—No —gimoteó SeokJin —, no, no... no lo sé... —más llanto—. Ayuda. Por
favor...

—Sí, sí bebé, ya iremos —sollozó Taeyeon—, pero por favor, necesito que
nos ayudes también. ¿Hay ventanas? ¿Estás en un lugar con ventanas, bebé?

—Sí. Dos ventanas —el niño sorbió por su nariz—. No... Du-duele si me
paro...

Jongwoon abrazó a Taeyeon cuando observó que parecía a punto de


desmoronarse mientras el resto de personas allí lucían a segundos de
vomitar o llorar también. O quizás una mezcla de los dos.
—Haz el intento —susurró Taeyeon destrozada—, cariño, te lo ruego...

SeokJin lloró con más fuerza y hubo un momento de jadeante silencio hasta
que volvió a hablar:

—Hay... u-una calle —tartamudeó SeokJin —. No veo nombres, pe-pero tiene


un cartel rojo que brilla. Brilla muy feo —otros tensos segundos en donde
no dijo algo—. Frente hay... hay casas pero con... con una muralla de
cemento. No... no veo–

—¿Qué mierda estás haciendo, Muñequito?

Un grito.

—¡No! ¡Lo-lo siento!

La llamada se cortó.

La poca esperanza que iba quedando se estaba convirtiendo en cenizas.

PARTE FINAL:

La luz neón de color rojo proveniente del exterior se filtraba por esas
apestosas cortinas iluminando el cuarto y Muñequito se sintió como si
estuviera otra vez en esa habitación donde conoció a su hermana.

A esa Muñequita que ese hombre de ojos bicolor estaba usando a su gusto.
Extendió el brazo como si pudiera capturar la luz pero sus dedos se
cerraron en la nada antes de recibir un golpe. Olvidó que Señor Shin
estaba allí.

Otro error a su larga lista de errores.

Jjangu, amarrado todavía, parecía tener hambre y Muñequito quería tenerlo


en brazos para protegerlo aunque fuera un poco.

—Eres imperfecto —le escupió Shin levantándose para vestirse, observando


los moretones en la piel de Muñequito, la sangre en las sábanas, su
rostro carente de expresiones—, deberías agradecerme, pedazo de mierda,
porque estoy siendo bueno contigo a pesar de que ya no me sirves mucho.

No respondió aunque podía sentir las palabras en la punta de su lengua.


Sin embargo, sabía que si hablaba ese hombre era capaz de quemarle la
boca con el cigarrillo como hizo horas atrás cuando gritó por el dolor de
la violación.

—Si sigues así —continuó Shin agarrándolo de las piernas, tirando de


ellas y Muñequito aguantó el chillido gracias al movimiento brusco—,
apenas lleguemos a tu nuevo hogar, voy a cortarte estas piernas. Ya no
las necesitas más.

"No, no, no, por favor no...", quiso decir pero trató de ahogar las
palabras una vez más.

—Bien, así me gusta —Shin ahora atrapó su rostro, apretando sus mejillas—
, para que veas que soy más bueno, saldré a comprarte algo para comer,
¿qué tal caramelos, bebé? —Shin lo empujó contra su cuerpo y lo besó en
la boca. Pudo sentir la lengua acariciando sus labios rotos—. Y comida
para tu rata asquerosa también, ¿te parece?
No hubo respuesta. Shin soltó su rostro, agarrando su chaqueta y procedió
a salir de la habitación. Resonó el ruido de la llave siendo girada, el
silencio volviendo al cuarto.

Cerró sus ojos brevemente aunque no quería hacerlo porque entonces su


mente se volvía una laguna confusa de ideas.

Muñequito. SeokJin. Muñequito. Jinnie. Muñequito. SeokJinnie.

¿Quién era realmente?

No lo sabía. Todo en él era una farsa.

Parpadeó, la luz roja molestando. ¿Era de día o noche? Giró la cabeza,


desorientado.

Lo vio.

El celular de Señor Shin encima del velador, negro, delgado, y lo agarró.


Batería. Tenía batería.

Lo desbloqueó y marcó dos números. Tres años atrás un señor y una señora
le hicieron aprenderse sus números de memoria para cualquier emergencia,
por lo que la única idea concreta en su mente en aquel instante era el
teléfono del señor. Ese señor tenía una voz agradable y cálida que le
hacía dormir muy bien. Tal vez debería pedirle que le hablara para así
dormir.

Sonrió con debilidad terminando de marcar y llamó.

Hubo sonido cinco veces hasta que alguien contestó.


No fue la voz del señor así que su idea se desmoronó por completo. Ese
hombre no contestó, ¿qué haría ahora?

—¿Sí? —habló una mujer que se le hizo conocida, aunque no respondió por
el desconcierto—. ¿Hola? —continuó esa voz. Como si estuviera en un
sueño, Muñequito pareció reconocerla. Perrito habló una vez de ella,
¿cómo se decía...?—. ¿Es una broma? No estoy para jueguitos...

—Ma-má.

Mamá.

Sí. Mamá. Era mami, su mami, quien le abrazaba todas las noches y le
sonreía con eterno amor. Y ese número era de papá, su papi, que le
cargaba para cualquier lado llenándole el rostro de besos que no
escatimaba por nada del mundo.

Mamá y papá.

—¿ SeokJin? ¿Jinnie? ¿Bebé? —balbuceó apresuradamente ella.

—Mamá —graznó SeokJin, su tono ahogado en desespero porque las ideas


seguían mezclándose y no quería eso—, mami, p-por favor... —rogaba, pero
no sabía por qué. Antes de darse cuenta estaba llorando y no lo
comprendía, no lo entendía, ¿qué estaba haciendo mal?

Él quería estar tanto con ellos, ¿por qué señor Shin no le dejaba en paz?

—Cariño, cariño —masculló mamá—, mi amor, ¿dónde estás?


—No, no, no... —no dejaba de llorar, Jin quería que papá lo abrazara y
mamá le quitara ese dolor, ¿por qué no estaban allí? Los necesitaba mucho
—no lo sé... Ayuda. Por favor...

—Sí, sí bebé, ya iremos —mamá también lloraba pero Jin no quería que lo
hiciera, ¡mamá no debía llorar!—, pero por favor, necesito que nos ayudes
también. ¿Hay ventanas? ¿Estás en un lugar con ventanas, bebé?

—Sí —se volteó y las miró, la luz filtrándose todavía— Dos ventanas —
agregó apenas—. No... Du-duele si me paro...

Todo su cuerpo dolía y quería acurrucarse de cualquier forma, como si de


esa forma pudiera protegerse aunque fuera imposible.

—Haz el intento, cariño, te lo ruego...

El llanto aumentó mientras se sentaba apenas, su cadera doliendo, algo


atrás ardiendo, y caminó apenas hacia la ventana más cercana. Jjangu, en
el suelo, se puso de pie con un gimoteo débil pero Jin lo ignoró,
aferrándose a la sucia cortina para mirar hacia el exterior. Una calle.
Un letrero. Una muralla.

—Hay... u-una calle. No veo nombres, pe-pero tiene un cartel rojo que
brilla —describió débilmente—. Brilla muy feo. Frente hay... hay casas
pero con... con una muralla de cemento. No... no veo–

La puerta se cerró y se volteó.

Shin estaba de pie ante ella con el rostro desencajado por la rabia,
sosteniendo una bolsa, sus ojos inyectados en ira y cólera.

Si hubiera podido retroceder lo habría hecho.


—¿Qué mierda estás haciendo, Muñequito?

Tres pasos y Shin lo golpeó en el rostro. Gritó, el celular cayendo al


suelo.

—¡No! ¡Lo-lo siento!

Shin pisó el móvil, destrozándolo pero SeokJin no pudo pensarlo bien


porque entonces recibió un golpe en el estómago. Otro grito y escupió
sangre.

Jjangu comenzó a ladrar, enloquecido.

—¡Te das cuenta! —le gritó Shin agarrándolo del cabello—. ¡Te das cuenta
de lo desagradecido que eres, maldito niño de mierda! —lo abofeteó, su
labio partido reventándose una vez antes de que esas grandes manos se
cerraran en su cuello—. ¡Lo único que estás haciendo es ser un mocoso
imperfecto y desordenado!

—Pe-perdón —jadeó SeokJin apenas sin aire, viendo puntos negros, su boca
inundada en sangre—, pe-perdón...

Otro golpe en su rostro. Los ladridos de Jjangu aumentaron.

Sollozó apenas cuando el aire volvió, viendo a Shin alejarse.

—Quiero sacarte los ojos —gruñó Shin—, pero no te arruinaré. Fui bueno,
Muñequito, fui muy bueno contigo, pero tú no aprendes. Ahora seré malo.

SeokJin lo agarró del brazo con desesperación.


—Po-por fa-favor...

Shin lo golpeó con su puño en la mejilla y lo soltó.

Más sangre manchó las sábanas, apenas moviéndose pero se forzó a hacerlo
cuando lo vio caminar hacia el cachorrito. Hacia Jjangu.

Jjangu le ladró, le gruñó y retrocedió aunque era pequeño, tan pequeño


que era fácil de agarrar sin que pudiera morder. Lo agarró del pescuezo y
lo levantó.

—Iba a dejar que lo conservaras —espetó Shin sacudiendo al animal que


ahora lloró y gimió.

—Fa-favor... —tartamudeó SeokJin entre lágrimas, cayendo al suelo para


arrastrarse hacia Shin—, l... s-siento...

—Todavía te lo puedes quedar —Shin le sonrió, levantando al animal.

Cerró sus ojos.

—Mírame, SeokJin.

Lo observó de golpe porque era la primera vez que lo llamaba por su


nombre, nunca lo hizo antes ya que sería validarlo como persona.

Shin lo hizo ahora.


—Quédatelo —dijo Shin—, pero muerto.

El sonido que hizo el cachorrito al ser golpeado contra la pared fue


escabroso.

Muñequito vio a Jjangu caer al suelo, sin vida alguna, sangre manchando
el horrible concreto. Algo dentro de él se destrozó, para siempre muy
probablemente.

Shin lo agarró del cabello.

—¿Quién eres? —le preguntó con voz dulce.

Muñequito no contestó, sin dejar de mirar el cuerpo muerto del perrito


frente a él.
CAPITULO VEINTINUEVE
Señor Shin le volvió a preguntar quién era, pero Muñequito no podía dejar
de mirar el cuerpo ensangrentado del perrito frente a él.

Lo arruinó. Lo arruinó por ser un mal muñeco, por ser desordenado, por no
ser perfecto, así que ahora debía pagar las consecuencias.

Apretó sus dientes al sentir el dolor estallando detrás, ahogando su voz


por completo. Bueno. Él sería bueno. No un buen chico, pero sí un buen
muñeco. Los muñecos buenos no eran castigados y él ya no quería más
dolor.

―Estoy enfurecido contigo ―le gruñó Señor Shin mientras se movía contra
él, enviando más sufrimiento por toda su espina dorsal―, tener que irnos
de ese lugar por éste otro...

Muñequito fingió no comprenderlo, incapaz de observar hacia otro lado que


no fuera Jjangu muerto y cubierto de sangre.

Perrito. Rojo. Sangre.

Los recuerdos se mezclaban en su mente y no pudo evitarlo: vomitó la


papilla que comió obligadamente cuando llegó.

Señor Shin gritó de la ira aunque no dejó de moverse, sólo restregó su


mejilla contra ese maloliente vómito, ensuciándolo y haciéndolo llorar en
silencio.
"Lo siento", quería decir aunque no lo hizo, "perdóname, por favor. Seré
bueno pero ya no lo soporto".

Cuando Jjangu dejó de respirar ese monstruo agarró su cuerpo pequeño,


caliente todavía, y se lo puso en brazos. Muñequito no dejaba de mirarlo
con ojos abiertos en shock, sin entender lo que acababa de ocurrir, sin
comprender porque ese animalito no se movía y tenía sus ojos cerrados.

Muévete. Por favor, muévete.

Pero no hacía nada, sólo estaba quieto.

Señor Shin lo agarró del brazo, sacándolo de allí apresuradamente. Fuera,


estaba ese otro hombre que conocía –el de un ojo extraño, ¿cómo se
llamaba?– y lo arrastraron hacia el auto mientras hablaban con velocidad.
Shin le ordenó a ese tipo que limpiara el cuarto, que eliminara las
pruebas, para luego subirlo al auto, yendo hacia otro lugar, a otro motel
de mala muerte para que no les encontraran.

Ahora estaba pagando las consecuencias de sus actos. De sus errores.

Muñequito quería que todo eso acabara aunque una parte suya sabía que no
se detendría. Muñequito quería regresar con ese hombre y esa mujer que lo
llenaban de abrazos inocentes y besos dulces. Quería estar con esos
muchachos con quienes se sentaba y le hablaban cariñosamente, haciéndolo
reír por las bromas que hacían. Quería estar con ese chico más alto que
él, con unos hoyuelos en su rostro, que le decía cosas bonitas al oído y
le hacía feliz. Todos ellos le hacían tan feliz.

"Seré bueno si me dejas volver con ellos", sollozó en su mente, "te lo


ruego, déjame volver con ellos".
Señor Shin era tan malo con él.

Escuchó su gemido y cómo se retiraba provocando que el dolor estallara


una vez más. Se derrumbó sobre ese viejo, sucio colchón, oyendo ese
murmullo de que saldría a fumar y que no se atreviera a ser malo otra
vez. Lo vio salir del cuarto con su celular en sus bolsillos y poniendo
llave, dejándolo completamente solo.

Se arrastró por la cama, agarrando la papilla que Shin compró, sus manos
temblando cuando la echó a la palma de su mano y la extendió hacia el
hocico de Jjangu. Recordaba vagamente que el cachorrito no comía si no
era de su mano.

―Come ―susurró apenas, temiendo que Shin llegara―, Jjangu, come...

El animalito no se movió y Muñequito jadeó con las lágrimas cayendo por


su rostro.

―Come ―insistió con su voz ahogada―, Jjangu, toma, comida...

Muñequito lo agarró sin importarle si ensuciaba su pelaje –daba lo mismo,


ya estaba sucio– y lo apretó contra su pecho, meciéndose a pesar del
dolor.

―Por favor ―lloró roto para siempre―, por favor...

Pero nadie contestó. Muñequito sabía que ya nadie iba a responder nunca
más y era sólo su culpa.

Jongwoon había sido el primero en derrumbarse para sorpresa de todos.


La llamada se cortó y hubo un instante de tenso y pesado silencio, como
si pudiera cortarse con un cuchillo cuando el adulto comenzó a llorar sin
control alguno. Taeyeon lo abrazó con lágrimas en los ojos mientras
Dongho apretaba sus labios y Kyuhyun marcaba unos números.

Tae 1 miró a los tres adolescentes con ojo crítico en tanto Kyungsoo se
apresuraba en ir hacia los padres descompuestos.

―Agua con azúcar ―dijo con un tono que no admitía réplica―, ¿pueden
traer, chicos?

Los muchachos se apresuraron en ir hacia la cocina.

Las manos de Namjoon temblaban sin control alguno, Jungkook parecía a


segundos de romper a llorar y Jimin lucía más pálido que nunca,
moviéndose por la habitación a paso inseguro.

Namjoon no quería pensar en lo que acababa de ocurrir, no quería creer en


la posibilidad de SeokJin...

Tuvo que sentarse cuando un mareo lo atacó y recibió un vaso con agua que
bebió, el sabor dulce del azúcar bajando por su garganta. Jimin era el
que lucía más entero de los tres aunque su aspecto seguía siendo
bastante... deprimido.

Jungkook abrió la boca para decir algo pero entonces–

Namjoon comenzó a llorar.

Primero soltó un ruido bajo, un sollozo, y ya no pudo detenerse más, las


lágrimas borboteaban de sus ojos sin control alguno así que cubrió su
rostro con ambas manos como si de esa forma pudiera parar el llanto
aunque sólo aumentó.

Namjoon sintió tanta culpa, tanto arrepentimiento por la forma en la que


actuó los últimos minutos que vio a SeokJin, el rostro del menor frente a
él con una expresión de sufrimiento y él sólo se negó a escucharlo, a
ceder, porque tenía miedo. Tenía tanto miedo cuando SeokJin vivió gran
parte de su vida también aterrorizado y con un horror más grande.

Una pequeña parte suya parecía decir que eso no era su culpa, que él no
tenía nada que ver con eso, pero bajo toda la situación parecía más fácil
para Namjoon auto-culparse por lo sucedido y llorar. Llorar para quitarse
su propia decepción hacia sí mismo.

Si Namjoon hubiera comprendido a SeokJin no habrían discutido.

Si Namjoon hubiera cedido al inicio ellos estarían juntos.

Si Namjoon hubiera sido más rápido, SeokJin no se habría perdido.

¿Qué más podía hacer sino culparse?

Recibió un abrazo aunque no fue necesario que mirara para saber quién
era: Jungkook le habló en voz baja, acariciando su espalda con suavidad.

―Namjoon hyung... ―murmuró el menor de los tres―, está bien que llores,
no sientas vergüenza por eso.

Namjoon ni siquiera era capaz de hablar, de responderle porque sólo podía


llorar por toda esa jodida, horrible situación. Por el pensamiento de su
chico, su lindo SeokJin, en manos de un monstruo. ¿Cómo era posible que
existieran personas tan bastardas en el mundo, capaces de hacerle tanto
daño a gente inocente?
Jungkook iba a decir algo más pero entonces su celular sonó en señal de
un mensaje, así que se alejó y vio el número.

Lo abrió con el ceño levemente fruncido.

Número desconocido:

Hey, niño bonito.

El lugar que me describiste.

Motel Bella Luna.

Te envío la dirección.

Jimin, detrás de él, también leyó el mensaje.

Ambos se miraron mientras Namjoon agarraba una servilleta y hacía sonar


su nariz, ya más calmado. Necesitaba liberar toda la frustración y
desesperación de alguna manera, siendo el llanto su mejor opción.

―¿Chicos? ―balbuceó al mirarlos.

―Tenemos algo ―farfulló Jungkook apenas, y Namjoon leyó el mensaje―,


podemos...
―Sé dónde queda ―soltó Namjoon―, en la periferia. Es... ―se puso de pie
frotando sus ojos―. Vamos. Vamos.

Salieron de la cocina atropelladamente hacia el comedor, donde los


adultos seguían en pasmado y pesado silencio. Namjoon fue el primero en
interrumpirlo cuando las miradas se posaron en ellos:

―Sabemos dónde lo tiene ―dijo con su voz ahogada, provocando que Dongho
se pusiera de pie y Kyuhyun abriera la boca―, nosotros...

―¿Dónde? ―chistó Taeyeon―. ¡¿Dónde?!

Namjoon se sobresaltó por el grito y Kyungsoo agarró a la mujer con


suavidad de la muñeca.

―Calma, Taeyeon ―le dijo el psiquiatra con tono cansado.

La adulta parecía dispuesta a mandarlo a la mierda, sin embargo, el


celular de Jungkook volvió a sonar en un mensaje.

Iron:

Corrijo. Se están moviendo.

Loco trabaja al lado como mecánico. Los ha visto salir.

El auto no tiene patente.

Se quedó el tipo del ojo raro allí.


Jungkook:

¿Puede seguirlo?

¿Es posible?

Le pagaré si es necesario.

Iron:

Me encanta cuando hablamos de dinero.

Ya está en ello.

Jungkook casi reclamó cuando Kyuhyun le quitó el celular y leyó sus


mensajes, entrecerrando sus ojos en una señal de irritación.

―Les dijimos ayer que no debían involucrarse en esto ―le espetó a


Jungkook, que se encogió en su lugar por el miedo.

Jimin soltó un gruñido de enojo, atrayendo al menor contra su cuerpo,


dispuesto a agarrarse con el policía aunque fuera mayor que él.

―¡Por dios! ―gritó Tae exasperado―. Kyuhyun, ¡olvídalo! Tenemos algo,


¿puedes empezar a moverte?
Kyuhyun hizo un ruido, mitad bufido mitad grito también, sin entregarle
el celular a Jungkook a pesar de sus débiles protestas.

―Dongho, ve con dos de mis hombres y Kyungsoo hacia el motel Bella Luna
―dijo Kyuhyun―, necesitaré...

―Yo conozco los barrios periféricos ―le interrumpió Namjoon de pronto en


voz baja, llamando la atención del hombre―, me... los conozco muy bien:
calles, callejones... vías trampas...

Cuando Namjoon se dedicaba de lleno al rap, con sólo catorce años,


recorrió todos esos lugares con Yoongi o sus amigos al escapar de la
policía. Se los sabía muy bien, casi con los ojos cerrados.

Además, no podía quedarse...

―Iremos contigo ―dijo Jongwoon entonces hacia Kyuhyun.

―No ―dijo el policía.

―Sí ―replicó Taeyeon―, no te atrevas a dejarnos fuera de esto. No más.


Estoy harta de quedarnos aquí sin hacer nada más.

Kyuhyun parecía dispuesto a protestar pero se dio cuenta de que estaban


perdiendo el tiempo así que sólo soltó un chasquido de dientes.

―Al auto, vamos ―apuntó a Namjoon―, sígueme. Si molestas, te devolveré


―miró a los otros dos chicos―. Ustedes se quedan. No llevaré a nadie más.
Tae 1, hazte cargo de ellos.
―Que aburrido ―bufó Tae 1 aunque asintió, agarrando a Jungkook y Jimin de
los hombros para que no se movieran, que protestaron un poco más aunque
tampoco sabían qué más decir.

―Comunícate conmigo cada tanto ―le dijo a Dongho cuando salieron―, no


quiero nada de sorpresas. Si Choijung actúa, dispárale pero déjalo con
vida. Ese hijo de puta nos va a servir.

Dongho asintió con un gesto, yendo a su auto con dos hombres de Kyuhyun.
El policía le hizo un gesto a otra patrulla para que lo siguiera.

―Dime que va diciendo ese chico ―dijo Kyuhyun entregándole el celular de


Jungkook.

Namjoon podía sentir su estómago dando vueltas y anticipándose hacia lo


que podría ocurrir en cualquier momento. Lo único que tenía claro era que
deseaba encontrar pronto a SeokJin, envolverlo en sus brazos y no
soltarlo jamás. Una mirada a los padres del menor bastó para saber qué
estaban pensando lo mismo.

El celular sonó.

Iron:

Motel Eclipse.

Loco pasó de largo para no llamar la atención.

Es todo. No puedo ayudarte más.

Jungkook:
Gracias.

Te hablo después para la cita.

Se sintió avergonzado escribiendo lo último pero supuso que Jungkook


respondería algo así.

Le dijo a Kyuhyun sobre los últimos avances y se fijó en la dirección que


Iron le envió. Bien. Conocía la calle muy bien, sino se equivocaba hizo
varios grafitis por allí cerca con Yoongi.

Mordió su labio inferior y le envió un mensaje rápido a su mejor amigo.


Apenas había hablado con él por los nervios y la ansiedad, el más bajo
preocupado por la situación aunque permaneciendo con Hoseok para no
provocarle más temor. Por las pocas palabras que intercambiaron supo que
el chico de cabello naranja estaba más alterado que nunca e incluso tuvo
una pequeña crisis que Yoongi tuvo que contener.

―Gire a la izquierda ―le indicó empezando a reconocer las calles― y siga


derecho ―Namjoon mordió su labio inferior―. Tal vez... deberían apagar
las sirenas. Eso podría...

―Increíble. Un niño mandándome ―masculló Kyuhyun.

―Hazlo ―espetó Taeyeon―, no quiero ningún error. Quiero a SeokJin a salvo


conmigo.

Kyuhyun no reclamó nada más, apagando la sirena y hablando por el


comunicador con sus compañeros que iban más atrás.
―Está a pocas cuadras ―dijo Namjoon minutos después―, a unas cinco, no sé
si va a...

―Seguiremos a pie ―dijo Kyuhyun―, los vehículos van a llamar la atención


de todo el mundo. Ahora, ustedes ―se volteó hacia Namjoon, Taeyeon y
Jongwoon―, se van a quedar aquí, no quiero...

―¿Realmente esperas que lo hagamos? ―balbuceó Jongwoon―. ¡Estás hablando


de nuestro hijo!

―Dios, ¡pueden destituirme por atreverme a llevarlos! ―dijo Kyuhyun―. ¡Ya


estoy en grandes problemas! No sé cuántos hombres tendrá Shin o cuán
armado está, si cometo algún paso en falso es probable que esto termine
mal.

―No debe tener a nadie ―soltó Namjoon entonces―, quiere pasar


desapercibido y no lo hará si tiene a muchas personas ―el chico podía
sentir su adrenalina subiendo a mil, su mente trabajando como un motor.
SeokJin siempre le decía que era muy inteligente, ¿iba a decepcionarlo
ahora?―. Hay que aislarlo, cubrir toda la cuadra y no dejarle salida,
él...

―Santo Jesús ―murmuró Kyuhyun―, eres sólo un niño, chico.

Namjoon lo sabía, lo tenía claro. Era un simple adolescente que lo


arruinó todo pero quería a su SeokJin consigo otra vez. Quería tenerlo a
salvo e impedir que le siguieran haciendo daño.

Kyuhyun lo miró un instante antes de quitarse el cinturón de seguridad y


bajarse del auto, el resto siguiéndole sin dudarlo un poco. Del vehículo
policial que les seguía se bajaron también tres policías más.

La radio de Kyuhyun sonó y respondió de forma inmediata: la voz del


detective habló con rapidez.
―Tengo a Choijung ―dijo Dongho con tono agitada―, herido y maniatado pero
vivo. Tus hombres están revisando el cuarto en el que estaba Shin.

―¿Algo que decir?

―Saca a SeokJin de allí con rapidez ―respondió el detective―, hay mucha


sangre en este lugar.

Eso fue suficiente para Taeyeon, que se giró y caminó con rapidez hacia
donde debía estar el motel. Jongwoon le tomó la mano y Kyuhyun se
apresuró en alcanzarlos.

―Tienen que permanecer fuera ―dijo el policía―, el protocolo...

―¡Me importa una mierda ese protocolo! ―gritó Taeyeon―. ¡Ese monstruo
tiene a mi hijo y no dejaré que pase un segundo más con él! ¡Estoy harta
de quedarme esperando sentada cuando SeokJin está con ese bastardo!

―Si no obedeces me veré en la obligación de detenerlos por interferencia


policial ―amenazó Kyuhyun.

Namjoon se estaba poniendo nervioso bajo toda esa situación.

―¿Realmente... ―farfulló apenas― van a... a ponerse a discutir aquí


cuando Jin...? ―no pudo seguir hablando, su voz quebrándose.

Los adultos lo miraron en helado silencio, el aire estático entre ellos


un momento.

Kyuhyun levantó su radio.


―Dongho, necesito que vengas ahora. Deja a Choijung con Kang, es de
confianza ―habló mirando a Taeyeon.

―Entendido.

―Park ―continuó Kyuhyun y una policía se adelantó―, necesito tres


chalecos antibalas, ahora.

―Enseguida, señor.

La mujer volvió segundos después con los chalecos, entregándoselos a


Taeyeon, Jongwoon y Namjoon.

―Choi y Park ―llamó otra vez―, necesito que ingresen al motel y saquen a
la persona que esté en recepción. Si hay otras personas igual sáquenlas,
que dejen el lugar vacío.

―Sí señor ―balbucearon los dos policías, adelantándose para cumplir con
la orden.

―Jung ―agregó hacia su último hombre―, revisa el perímetro, otras


posibles entradas y salidas.

El policía aludido se apresuró en cumplir la orden.

Los tres adultos junto con Namjoon empezaron a caminar hacia el motel,
viendo que a medida que se acercaban la gente estaba saliendo, algunas
parejas quejándose. Choi sostenía a un hombre, diciendo que se trataba
del recepcionista.
―Mi-mis je-jefes me han dicho que deje entrar incluso a... a me-menores
de edad... ―balbuceaba el hombre.

―Podrían ser acusados como encubridores de pedofilia y violación ―replicó


Kyuhyun.

El recepcionista palideció, a segundos de desmayarse, y Park apareció de


pronto.

―Se ha dado cuenta ―dijo la mujer―, así que se encerró en el cuarto. Dejé
mi radio, señor, por si desea...

―Gracias, Park, quiero que estén atentos. Debemos ser cuidadosos con
nuestro proceder ―Kyuhyun llevó su propia radio a sus labios―. Shin, ¿me
oyes?

Silencio estático al otro lado de la línea. A pesar de las quejas y las


conversaciones a su alrededor, entre ellos sólo había tensión y nervios.

―Soy el policía Cho Kyuhyun ―continuó el hombre―, quiero hablar contigo,


¿me escuchas?

Otra vez no ocurrió nada hasta que Kyuhyun abrió la boca para volver a
decir algo.

―No le haré nada a Muñequito sólo si me dejan salir con él e irnos ―habló
Shin con calma―, si no es así, lo mataré así como maté a su perro.

Namjoon sintió su estómago revuelto, el desayuno subiendo por su tráquea.


Taeyeon estaba llorando otra vez en tanto Jongwoon palideció con rapidez.

―Podemos llegar a otro acuerdo ―ofreció Kyuhyun.


―No me interesa otra acuerdo ―Shin se rió―. Sólo quiero a Muñequito para
follármelo más veces de las que he hecho ahora.

El ruido estático volvió.

―¿Shin? ¡Shin!

Pero no hubo respuesta alguna.

Jongwoon tuvo que sostener a su esposa, a segundos de desmayarse y


Namjoon tragó la bilis porque realmente no quería descomponerse en ese
momento, a pesar de que las palabras que ese bastardo dijo seguían
resonando a su alrededor.

Kyuhyun no tuvo tiempo para responder porque en ese momento llegaron dos
personas más: Dongho y el policía Jung. Le hizo un gesto a su hombre para
que hablara.

―Una salida trasera de emergencia que da hacia los estacionamientos, allí


está el auto de Shin ―dijo Jung rápidamente―, y el estacionamiento tiene
sólo una salida. Da para la otra calle.

―Es suficiente para trabajar. Cúbrela ―Jung no tardó en obedecer―.


Dongho, quiero que entres con Choi al lugar y te encargues de sacar a
Shin de allí. Iría yo, pero voy a distraerlo con mi intento de
negociación. No confío en nadie más que en ti para esto.

―Me das lo más difícil ―bufó Dongho mientras se ponía un chaleco


antibalas que Park le ofreció.
―Probablemente luego de esto me destituyan ―confirmó Kyuhyun con un
suspiro―, pero no voy a esperar más. No puedo dar más tiempo. Park, la
habitación.

―Habitación dieciséis, señor.

―Trataré de hacerlo rápido ―dijo Dongho recargando su arma.

Antes de que alguno pudiera decir otra cosa, Dongho fue con rapidez hacia
el edificio. Namjoon lo vio desaparecer y él sólo quería que esa horrible
pesadilla acabara pronto porque ya no lo soportaba.

Él sólo quería que SeokJin estuviera otra vez a su lado.

Muñequito no comprendía lo que estaba ocurriendo, sólo que Dueño estaba


muy enojado, lo podía ver en su expresión.

Trató de no moverse a pesar del dolor en su cuerpo, cubierto de sangre –


¿era suya o del cachorro?–, además de saber que eso provocaría que Shin
se enojara más. Pero estaba muy incómodo, boca abajo pero con su rostro
girado hacia un lado, viendo cómo el adulto se movía por el lugar
recogiendo algunas cosas.

Minutos atrás entró de golpe, sobresaltándolo aunque sin fijarse en él,


cerrando con fuerza la puerta y poniendo la llave.

―Lo has complicado todo ―gritó Shin caminando hacia él, agarrándolo del
brazo. Tuvo que apretar sus labios para no soltar un chillido de dolor―,
¡lo has jodido completamente!

Entonces recibió dos golpes en su rostro y ahora no pudo evitar el grito


que escapó de su boca cuando el puño conectó en su ojo izquierdo,
punzante sufrimiento explotando en su cara. Ahora no podía ver mucho por
ese ojo, hinchado y morado, palpitando a cada segundo.
Shin lo soltó luego de descargarse lo suficiente, echándolo sobre la cama
y abrió la puerta otra vez, agarrando un pequeño objeto cuadrado y negro.
Habló contra esa cosa con quien sabe quién, ignorándolo para echarlo a un
lado a los segundos después.

Y sacó el arma.

Muñequito observó la pistola porque no era la primera vez que la veía:


como un sueño, como un recuerdo lejano –¿era un recuerdo o no?–, se vio
más pequeño, con un entrenamiento avanzado pero cometiendo un error: Shin
lo quiso usar tres veces seguidas y él ya no podía más, todo dolía así
que trató de alejarse, de luchar contra él. Enfurecido, Shin le gritó un
montón de cosas que Muñequito no comprendió porque sólo quería estar
lejos de él y... y...

Y de pronto lo había volteado boca arriba sacándole un jadeo sorpresivo y


el arma estaba en su boca, fría, grande, sabor metálico en su lengua.

―Quédate quieto ―le dijo con su voz otra vez calmada, metiendo más
adentro el arma, haciendo que comenzara a atragantarse―, ¿sabes qué es
esto, Muñequito?

No lo sabía, pero tenía claro que era malo. Todo lo que Dueño le mostraba
era malo, excepto esas pequeñas cosas envueltas en algo rojo, ¿cómo los
llamaba? Caramelos. Sí, los caramelos eran lo único bueno que Dueño le
entregaba.

―Es un arma. Una pistola ―Shin sonrió, moviéndola en su boca―. Puedo


matarte con ella, ¿quieres que te mate?

Muñequito sólo quería que Dueño se detuviera.


―Ahora, quédate quieto ―le dijo dulcemente―, o te meteré esta pistola por
el culo y te dispararé, ¿entendido?

Obedeció. No podía hacer otra cosa más que obedecer.

Muñequito ahora no podía dejar de mirarla y un pensamiento pasó por su


balbuceante mente: ¿podía morirse? Muñequito ¿podía irse de ese lugar
para siempre? Una parte suya comenzó a ansiarlo, morirse parecía como una
buena opción, ¿podía tomarla?

No quería estar más con señor Shin, era malvado y cruel y quería estar
lejos de él. Muy lejos de él para siempre.

Quería estar con Jjangu y pedirle perdón.

Antes de poder procesar todo lo que estaba ocurriendo soltó un nuevo


jadeo porque las manos de Shin separaron sus piernas y comenzaron a
vestirlo con su ropa interior sucia y una camisa vieja. No sabía dónde
estaba el resto y no le importaba.

―Tendré que apurar todos mis planes por tu culpa ―gruñía Shin mientras lo
vestía―, ¿sabes qué haré apenas lleguemos? Voy a dejarte sordo realmente,
romperé tus tímpanos, quizás con eso aprendas...

Mátame. Mátame, por favor, ya no lo soporto más.

Las palabras no salieron de su boca, no hubo respuesta alguna de su


parte.

Shin recogió sus cosas y lo puso de pie aun cuando Muñequito soltó
pequeños quejidos por el dolor en su cuerpo. Todo en él temblaba por lo
que estaba ocurriendo, no lo entendía, sólo quería volver a acostarse y
que nadie más le tocara.
Señor Shin se quedó quieto de pronto y llevó el arma a su cabeza, a un
costado.

―Si das otro paso más le volaré los sesos a mi Muñequito ―gritó con voz
tranquila al aire.

Si Shin hacía eso, ¿significaba que iba a morir? Tal vez podría probarlo.

―Quiero a SeokJin, Shin ―habló una voz al otro lado de la puerta―, por
favor, dámelo.

SeokJin. SeokJin, ¿quién era ese SeokJin? Allí sólo estaba Muñequito,
Dueño y un perrito muerto. Perrito. Perrito...

―No lo creo ―espetó Shin tirándolo contra él―, ahora quítate de la


puerta, voy a salir con mi juguete. Si intentas algo lo mataré.

―Sus padres lo están esperando. Shin, vamos...

Dueño soltó una maldición y disparó a la chapa de la puerta. El sonido


explotó en el oído de Muñequito, sobresaltándolo por completo, haciendo
que temblara.

La chapa cayó al suelo y la puerta se abrió sola. Al otro lado había un


hombre de pie, también con un arma aunque sus manos estaban levantadas,
su rostro tranquilo a pesar de sus ojos fijos en Muñequito.

―Me importan una mierda sus padres ―dijo Shin sin soltar un poco a
Muñequito―. Ahora, bota el arma y tírala hacia donde yo estoy. Luego
entra al cuarto. Y no quieras pasarte de listo, detective Dongho ―Shin
sonrió―, mataré a Muñequito sin problema alguno si es necesario.
El hombre desconocido hizo un mohín, dejando el arma en el suelo y
empujándola con un pie hacia donde estaba Shin, que la recogió sin perder
la calma. Dongho levantó sus manos otra vez, ingresando al cuarto y
pegándose a la pared izquierda mientras Shin avanzaba por la derecha,
aferrando a Muñequito contra su cuerpo.

Salió por la puerta, escupiendo al suelo antes de disparar contra la


pierna del detective arrancándole un grito y luego empujó a Muñequito por
los pasillos para que avanzara, ignorando sus suaves gemidos de dolor.
Iba descalzó pero poco le importó cuando abrió una puerta y salió por
allí hacia los estacionamientos. Había varios autos, sin embargo
Muñequito reconoció el de Dueño enseguida.

Las piedras se estaban enterrando en las plantas de sus pies pero Shin
seguía empujándolo, acercándolo al vehículo, sin dejar de apuntar a su
cabeza.

―¡Suéltalo! ¡Maldito cerdo, suéltalo!

Shin se detuvo y lo giró de golpe.

Muñequito, mareado, observó el rostro de una mujer. Una mujer conocida.


Una mujer... ¿dónde la había visto? Tal vez en sus sueños. Tal vez en ese
sueño donde él no era un Muñequito sino un niño que merecía amor y no
odio. ¿Por qué no podía recibir amor siendo Muñequito?

Esa mujer era muy bonita y quería estar en sus brazos.

Entonces se fijó en el hombre detrás de ella, ese adulto alto que también
se le hizo conocido, que le tomó la mano a la mujer y le miraba con
dolor. ¿Cómo se llamaban? ¿Mamá? ¿Papá? ¿Por qué esas personas lloraban?
¿Por qué...?
Y apareció una tercera persona, un chico joven y guapo que lo hizo sentir
más mareado. Eran muchos rostros conocidos, ¿dónde lo vio? Ese niño de
sus sueños ¿no tenía eso llamado novio? Tal vez ese muchacho era el novio
del niño en sus sueños.

Dos rostros desconocidos ahora que cargaban armas también, a ellos no los
conocía, ellos no le importaban. Muñequito quería que Shin le soltara y
dejara ir con mamá y con papá y con su novio.

―Oh, ¿eres Taeyeon, cierto? ―habló Shin y Muñequito notó algo: el brazo
alrededor de su cuello temblaba. ¿Eran nervios acaso?―. Felicitaciones,
cariño, tú hijo es perfecto.

La mujer soltó un ruido de rabia e hizo el amago de dar un paso pero se


detuvo cuando Shin le sacó el seguro al arma.

―No, no ―le dijo con tono burlón―, un paso más y lo mato, preciosa. No
querrías eso, ¿cierto?

―Shin, estás rodeado y es mejor si decides colaborar con nosotros ―habló


otro hombre desconocido con voz calmada.

―¿Sí? ―Shin se rió―. Prefiero que me dejen en paz de una vez. Muñequito
también lo quiere, ¿no? ―Se quedó callado, temblando―. Oh, verdad. Los
muñequitos no hablan ―su voz se endureció―. No estoy bromeando cuando les
digo que permitan que me vaya o lo mataré. Ya está medio inservible de
todas formas.

―Por favor, te lo ruego ―sollozó papá haciéndolo temblar―, es nuestro


hijo...

―Es un Muñequito ―Shin sonrió―. A ti igual te conozco, ¿no? Kim Jongwoon.


Y a ti... ―señaló al otro chico―. Kim Namjoon, ¿es así? Tú parecías muy
interesado en mi Muñequito, ¿te lo follaste? Yo creo que no porque seguía
muy apretado cuando lo usé.
Namjoon. Namjoonie. Nam. Joon. Joonie. Ese nombre le sonaba mucho a
Muñequito.

Shin retrocedió con él dos pasos.

Namjoon sentía el vómito en su garganta, pujando por salir. Estuvieron


esperando fuera con toda la calma posible, pero entonces hubo dos
disparos y las cosas se descontrolaron. Taeyeon se soltó del agarre de su
esposo y avanzó hacia la entrada del estacionamiento, con Kyuhyun
tratando de detenerla pero la mujer lo agredió –lo había golpeado, santo
Dios, golpeó al policía– para seguir avanzando.

Jongwoon quiso detenerla también aunque ya todo era un desorden y Namjoon


sólo los siguió porque necesitaba saber qué estaba ocurriendo, necesitaba
hacer algo, no podía quedarse quieto, no podía–

Kyuhyun y la policía Park los siguieron entre gritos a pesar de que no


hicieron caso, entrando a ese lugar, al estacionamiento y viendo a Shin
llevando a un maltratado y ensangrentado SeokJin contra él. Taeyeon gritó
haciendo que se voltearan y Namjoon deseó por un instante no haber ido.

SeokJin llevaba sólo su ensangrentada ropa interior, mostrando muslos


cubiertos de sangre y piernas llenas de moretones y quemaduras. Una
camisa manchada cubría su pecho y brazos, pero su carita estaba hinchada
por los golpes, con un ojo morado, heridas cubriendo sus mejillas, sus
labios rotos y ensangrentados. El shock era lo único visible en su ojo
derecho, la desorientación y confusión parpadeaba a cada instante.

¿Cómo esa persona era capaz de hacerle eso a un niño? No era una persona,
era un monstruo, Namjoon lo supo enseguida.

Kyuhyun y Park también avanzaron pero eso sólo hizo enfurecer a Shin, que
disparó al aire.

―¡¿Creen que estoy bromeando, imbéciles?! ―les espetó―. ¡Si siguen


avanzando lo mataré!
Retrocedió cinco pasos más, ya cerca del auto y Kyuhyun dio otro paso.

Shin escupió al suelo y disparó, aunque no a SeokJin.

Namjoon sintió el aire escapando de su boca antes de soltar un pequeño


grito.

SeokJin abrió –lo más que pudo– sus ojos cuando vio a ese chico caer al
suelo, hacia atrás, con un jadeo de dolor.

―¡Namjoon! ―gritó la mujer.

Namjoon. Namjoon. Su Namjoonie.

SeokJin sintió instinto primitivo apoderándose de él. Shin había tocado a


Namjoon, su chico, su novio, su... su...

Podía permitirle todo pero no eso. No a Namjoonie ni a mamá ni a papá.

Sin pensarlo demasiado, sólo su instinto tirando de él, SeokJin abrió su


boca y mordió el brazo de Shin Kihyun con fuerza, gruñendo como cuando
Jjangu jugaba con sus peluches, removiéndose para que le soltara.

Shin soltó un grito sorpresivo y de dolor, aturdido por la acción del


niño, soltándolo y empujándolo contra el suelo. SeokJin cayó boca abajo,
perdido y escuchando cómo el hombre le quitaba el seguro al arma, para
quizás...

Otro disparo resonó en el lugar y se volteó, viendo a Shin cayendo al


suelo.
―¡Aleja al niño, Park! ―gritó Kyuhyun.

De pronto esa mujer desconocida lo agarró de los hombros pero su instinto


seguía a flote y la mordió en sus manos, ella soltándolo ante el dolor.

SeokJin se puso de pie con rapidez, viendo a Namjoon siendo sentado por
su papá en el suelo, sosteniendo su costado donde no había nada, no
había...

A un lado, Taeyeon lo miraba con ojos llenos de lágrimas.

Dio dos pasos titubeantes antes de correr hacia ella y romper a llorar
cuando los dulces brazos de mamá lo rodearon, para siempre esta vez.
CAPITULO TREINTA
Namjoon perdió de vista a SeokJin cuando más patrullas policiales
llegaron de pronto junto con las ambulancias. El lugar se llenó de
oficiales por todas partes y él estaba algo mareado por el dolor, su
costado ardiendo gracias a la bala que lo golpeó en esa parte pero el
chaleco anti-balas logró repeler.

Lo subieron a una ambulancia, separado de SeokJin, y llevaba ya muchos


minutos metido en un cubículo del hospital sin saber qué estaba pasando
hasta que su mamá llegó de pronto.

―¿Namjoon? ―levantó la vista al oír la suave voz de su mamá, chocando con


sus ojos asustados―. Oh, Namjoon, ¿qué pasó...?

Ella se adelantó y lo abrazó con desesperación, provocando que se pusiera


a llorar. Namjoon volvió a llorar porque tenía miedo de lo que acababa de
ocurrir, porque no podía sacarse de la cabeza la visión de SeokJin
ensangrentado y herido, porque su cuerpo dolía y todo estaba muy mal.

Namjoon sabía que las cosas ya no serían iguales para nadie.

―Lo si-siento, mamá... ―sollozó apenas.

―Está bien ―dijo ella con su tono apretado―, con papá también lo sentimos
mucho. No hemos... ―la mujer besó su cabello―, no hemos sido buenos
padres. Perdónanos, Namjoon.

Sorbió por su nariz, limpiándola con la manga de su sudadera, dejando que


su mamá lo meciera para tranquilizarlo. Pasados unos minutos, la cortina
fue abierta otra vez y dos rostros más se asomaron: Wheein y su papá.
Ambos entraron con rapidez, Wheein casi corriendo a su lado.

―Oppa, tenía mucho miedo ―dijo Wheein tomándole la mano―, no entendimos


mucho, ¿qué ha pasado?

Namjoon negó con la cabeza, incapaz de hablarlo en ese momento porque


sería contar toda la historia desde el inicio. Desde que SeokJin tenía
tres años, tener que contar todo lo que le hicieron, explicar qué estaba
haciendo él ahí.

Él no podía lidiar con todo eso ahora.

Poco después llegó un doctor que le dio pequeñas indicaciones: le


quedaría un moretón por el impacto pero no había ningún hueso roto u
órgano dañado, además que debía descansar los siguientes días. Luego
aparecieron dos policías para recoger su testimonio.

―¿Y el policía Kyuhyun? ―preguntó aturdido.

Ambos oficiales se miraron.

―Ha sido quitado del caso ―respondió uno.

Namjoon quiso discutirles pero sabía que eso podía ser considerado una
falta de respeto, así que les contó todo desde un inicio: su discusión
con SeokJin.
Cuando acabó, uno de los hombres dijo que probablemente sería llamado de
testigo para el juicio así que seguirían en contacto con él, retirándose
de allí. Sus padres lo miraron con ojos como platos, con Wheein casi
temblando.

―¿Jin oppa estará bien? ―preguntó la chica.

Namjoon no lo sabía, así que no respondió porque no iba a mentirle nunca


más.

En el pasillo, Jungkook también fue interrogado junto a Jimin, que le


tomaba la mano y hacía círculos en su piel para calmarlo un poco. El
mayor notaba lo tenso que estaba además de que todavía no habían visto a
SeokJin en ningún momento, sólo recibieron una llamada que el tío de Jin,
Heechul, contestó y partieron al hospital. La abuela Haeri y Heechul
desaparecieron junto a Taehyung, que trató de tranquilizarlos dentro de
lo posible, pero ahora no tenían mayor contención que al otro.

Los policías se despidieron cuando recogieron la información suficiente,


dejándolos solos. Jungkook miró de reojo a Jimin.

―Gracias ―le dijo aunque su voz salió como un graznido―, por... por esto.
Por estar aquí conmigo.

Jimin asintió.

―Es lo mínimo que puedo hacer por ti ―respondió, el dolor pintando sus
palabras.

―No hemos regresado. Tú y yo ―agregó Jungkook con tristeza.


―Lo sé ―Jimin le dio un apretón―, pero te sigo queriendo como la primera
vez que te vi, conejito.

Jungkook sintió sus ojos llenos de lágrimas y Jimin lo abrazó, el


silencio instaurándose entre ellos, ambos sin saber qué hacer porque
tenían claro que se vendrían días muy difíciles.

SeokJin no volvió al colegio a las dos semanas. Tampoco a las tres. Pasó
un mes y no aparecía todavía.

―¿Dónde está? ―preguntó Hoseok el tercer lunes desde que todo ocurrió―.
¿Por qué SeokJin no vuelve?

Yoongi le dio un beso en la mejilla, sus ojos tristes. Namjoon desvió la


vista mientras que Jungkook sintió ganas de llorar. Ya no sabían qué
decirle a Hoseok para que pudiera entender todo lo que ocurrió, al chico
le era difícil comprender las cosas que le hicieron a su amigo.

―No puede volver ―explicó Yoongi―, no por ahora, Hoseok. Él se está


recuperando y no puede venir.

―¿Todavía se sigue recuperando de lo que le hizo ese monstruo? ―preguntó


Hoseok.

Puede que nunca se recupere, quiso decir Namjoon pero sólo permaneció
callado.

―Cuando esté mejor lo iremos a ver ―prometió Yoongi.

Ni Namjoon ni Jungkook lo habían visto, aunque siguieron callados,


comiendo entre conversaciones superficiales. Ambos habían ido el día
anterior a la clínica privada a la que trasladaron a SeokJin días atrás,
encontrándose con Jongwoon en el pasillo. Taeyeon no estaba allí.

―Está durmiendo ―dijo Jongwoon con voz apagada―, Kyungsoo le dio unas
pastillas para dormir porque no logra conciliar el sueño. Heechul la está
cuidando, supongo que vendrán más tarde. No le gusta estar lejos de aquí.

Jungkook se removió nervioso en su lugar.

―¿ SeokJin?

―Sigue igual ―Jongwoon hizo un gesto extraño con su boca―. Las heridas
superficiales han sido curadas y las más graves están en proceso de.
Pero... ―lo vieron tragar saliva― sigue sin reaccionar. No se mueve, no
habla y finge no escuchar. Han decidido no llevarlo al juicio que le
harán a Shin porque no saben cómo podría comportarse y las pruebas para
condenarlo a cadena perpetua son las suficientes.

No pudieron decir algo para consolarlo porque tenían claro lo horrible


que debía ser para ellos volver a vivir todo eso. Nadie excepto sus
padres tenía autorización para visitar a SeokJin hasta que se recuperara
lo suficiente y pudiera volver a casa, aunque no sabían en qué momento
podría ocurrir eso.

Se quedaron hasta que Taeyeon apareció junto a Heechul. Los tres adultos
lucían bastante cansados y destrozados por la situación.

―¿Podemos pasar a verlo? ―preguntó Jungkook con timidez.

Taeyeon sacudió su cabeza.

―No queremos que lo vean en este estado ―dijo la mujer―, cuando esté
mejor.
Namjoon quiso decir algo más pero no lo hizo porque sabía que no
correspondía. La culpa en su interior seguía siendo mucha y siendo
honesto le complicaba hablar frente a los padres de SeokJin ya que tenía
miedo de que le acusaran de algo –aunque una parte suya sentía que se lo
merecía.

¿No fue, después de todo, su culpa que Shin se hubiera llevado a SeokJin?

Tuvo que cuidarlo mucho más, protegerlo y entenderlo, pero sólo pensó en
sus intereses personales. En sus motivos egoístas que valían una mierda,
porque ahora sus papás ya no parecían interesados en si tenía una novia o
qué iba a estudiar. Sus papás sólo querían que no le pasara nada malo.

Todas las decisiones que Namjoon tomó fueron un maldito desastre y


terminó haciéndole daño a SeokJin cuando él sólo quiso hacerlo feliz.

¿Cómo todo pudo acabar así?

Muñequito no sabía qué ocurría.

Sentado contra unos cómodos almohadones, observaba el movimiento de esa


bonita mujer por el cuarto. Ella decía ser ‹‹mamá›› y le hablaba con
cariño, con dulzura en su voz, pero Muñequito estaba esperando el momento
en que comenzara a usarlo. Todos los días creía que por fin le usaría,
sin embargo ella sólo le daba de comer, le llevaba al baño a hacer sus
necesidades y le bañaba sin dobles intenciones.

Ese hombre cálido se comportaba igual que mamá, él se llamaba ‹‹papá›› y


le llevaba unos papeles junto a unos lápices de colores, diciéndole que
podía pintar. Muñequito nunca se movía porque eso sería cometer un error,
señor Shin se enojaría y lo castigaría, aunque a veces si quería aprender
a pintar.

Pintar se veía muy divertido.


Mamá abrió las cortinas antes de sentarse a su lado. Muñequito trataba de
mirar la pared pero a veces no podía evitar observarla porque era
realmente bonita, aunque lucía algo enferma y cansada.

―Mira, he traído gelatina para ti, SeokJin ―le dijo ella sacando un
pequeño envase de su cartera―, papá traerá más tarde, ¿quieres, cariño?

No pudo evitarlo: humedeció sus labios en anticipación porque la gelatina


le gustaba mucho.

Reparó en su error y levantó los ojos con pánico, esperando el golpe pero
mamá sólo le sonrió suavemente, abriendo el envase, sacando un poco de
gelatina con una cuchara de plástico. Recibió la comida con ganas.

―¿Quieres pintar, Jinnie? ―preguntó mamá una vez acabó, dejando sobre la
cama otra vez ese cuadernito con lápices―. Puedes hacerlo mientras
esperamos a papá ―agregó, abriéndolo y dejándolo en una página donde
había una casita sin colorear.

Taeyeon, a su lado, se puso a leer un libro que llevó aunque en realidad


fingía hacerlo, mirando de reojo lo que hacía su hijo. Los minutos
pasaron lentamente, SeokJin sin moverse. Diez, quince, veinte...

Cuando pasó casi una hora estuvo a punto de rendirse, pero se quedó
quieta al ver a SeokJin agarrar el cuaderno del borde, acercándolo a su
regazo, tomando el color azul. Con timidez, también mirándola, Jin
comenzó a pintar el techo de la casa.

Taeyeon sintió como la esperanza volvía a renacer.

A finales de mayo el juicio contra Shin Kihyun se llevó a cabo.


Namjoon, Jimin y Jungkook tuvieron que ir como testigos al igual que
Taeyeon y Jongwoon; incluso Iron y Loco fueron citados para dar
declaraciones frente a la corte. SeokJin, la semana pasada, fue dado de
alta aunque los avances seguían siendo pocos aunque ahora estaba en casa
–pero sus amigos seguían sin poder verlo.

―Hey, niño bonito ―dijo Iron cuando vio a Jungkook junto a Jimin. El
mayor soltó un bufido bajo―. Estoy decepcionado porque no me has dado mi
cita.

Jungkook sintió el color en sus mejillas y parecía querer desaparecer de


allí.

―No he tenido tiempo, lo siento ―se justificó―, pero el colegio ya está


acabando, si todavía quieres...

―Siempre quiero ―Iron pasó un brazo por los hombros de Jungkook,


olisqueando su cabello. El rubor aumentó en el rostro del menor―, sigues
muy bonito como recuerdo, Jungkookie.

Jungkook balbuceó unas palabras torpes mientras Iron se marchaba hacia


donde Loco le esperaba. Jimin dejó salir otro bufido.

―Como odio a ese tipo ―murmuró Jimin.

―Tú odias a todo el mundo ―replicó Jungkook.

Jimin fingió no escucharlo.

Durante el juicio, Namjoon no podía dejar de mirar a ese monstruo,


sentado en un banco con una expresión de calma, como si no estuviera allí
a punto de ser condenado a cadena perpetua. Se veía tranquilo, sólo más
delgado, pero no demostraba mayor sentimiento aparte de esos. El odio
ardió en su interior.

―Señor Shin ―dijo el juez cuando estaba siendo interrogado―, ¿entonces no


niega haber violado y abusado sexualmente de más de veinte niños? ¿No
niega haberlos golpeado, torturado, asesinado?

―No ―respondió Shin con ese tono de voz suave y casi paternalista―, no me
arrepiento. Lo haría mil veces más.

―¡Eres un monstruo! ¡Un maldito monstruo! ―gritó una persona del público.

―Silencio ―ordenó el juez―. Lo estás admitiendo, pero aun así no quieres


decirnos donde tienes a los niños.

―¿Y para qué? ―Shin se rió―. Ellos ya no son niños, son juguetes. Son
juguetes que sólo sirven para follar y romper, sino, miren a Muñequito.

Taeyeon soltó un grito de rabia poniéndose de pie, dispuesta a golpearlo


pero Jongwoon la tuvo que sacar de allí junto a un policía para que no lo
hiciera.

Lo condenaron a cadena perpetua sin derecho a ningún beneficio aunque si


decidía colaborar en la investigación podría acceder a ellos.

Namjoon supo con sólo una mirada que Shin no iba a decir cosa alguna así
que con desánimo salió de la sala con Jungkook y Jimin.

Fuera, Taeyeon estaba sentada en un banco, bebiendo un vaso con agua


mientras Taehyung le tomaba una mano, midiendo su presión. Jongwoon
estaba conversando con su abogado, por lo que ellos se acercaron hacia la
mujer.
―Señora Kim ―preguntó Jungkook con voz tímida, llamando su atención―,
ahora que SeokJin está en casa...

―Oh ―Taeyeon le sonrió débilmente―, ¿será bueno que lo vean, chicos?

―Es mi mejor amigo ―respondió Jungkook.

Es mi novio, trató de decir Namjoon pero la culpa volvió a golpearlo.

―Sí ―Taeyeon cerró sus ojos por el dolor―, pero él ha bloqueado muchas
cosas otra vez. Cuando los nombro frente a SeokJin, no los reconoce.

Un silencio tenso entre ellos. Jimin agarró la mano de Jungkook al verlo


con ojos llorosos.

―Sigue sin reaccionar mucho ―continuó Tae al ver que Taeyeon ya no podía
hablar―, come, si va al baño camina pero regresa a acostarse y dibuja. No
hace nada más. Y sólo lo hace frente a Taeyeon y Jongwoon, si es otra
persona, sólo se queda quieto mirando la pared ―Taehyung suspiró por el
agotamiento―. A Kyungsoo y a mí esto ya nos supera totalmente.

―¿Qué...? ―balbuceó Namjoon, hablando por primera vez desde que llegó.

Taeyeon comenzó a llorar quedamente.

―Nos iremos de esta ciudad ―dijo con voz temblorosa―, lo hemos decidido
con Jongwoon. Nos vamos a mudar a Seúl, con mejores especialistas que lo
traten para que pueda... para que él se recupere. Esta ciudad... ―limpió
sus ojos― es un trauma para él. Ya no más. SeokJin merece comenzar de
nuevo lejos de aquí.
Jungkook abrió su boca para poder decir algo pero terminó cerrándola
porque todos sabían, en el fondo, que la mujer tenía razón. Todos tenían
claro que ellos ya no podían hacer mucho por el bienestar de SeokJin y
tal vez alejarse de allí era lo que el chico necesitaba.

Namjoon, por otro lado, sentía que su alma caía a sus pies ante lo que
Taeyeon dijo porque... porque...

Dios, que fracasado era.

Al día siguiente se juntó con Yoongi en una cancha vieja que quedaba
cerca de D-Town, viéndolo lanzar una pelota de básquetbol y encestando
con poca facilidad. Yoongi se le acercó, el sudor cayendo por su rostro.

―Entonces se marcha ―dijo Yoongi en voz baja.

―En menos de un mes, poco después que las clases terminen ―dijo Namjoon.

―No sé cómo vamos a explicárselo a Hoseok ―Yoongi hizo rebotar la pelota


en un gesto distraído antes de volver a mirarlo, sus ojos entrecerrados―.
¿Y tú?

―¿Yo qué?

―No te hagas el idiota ―espetó Yoongi―. Puedo entender que las primeras
semanas hayan sido horribles, pero ya me estás hartando con tu actitud de
mierda.

―¿Disculpa?

―Te disculpo ―Yoongi le lanzó el balón y lo atrapó apenas―, ahora dime


qué mierda ocurre.
Namjoon no sabía por dónde comenzar así que permaneció en silencio varios
minutos luego de devolverle el balón a Yoongi, que lo hizo rebotar varias
veces. El tiempo pasaba con lentitud, tanta que su amigo encendió un
cigarrillo y se lo ofreció. Namjoon lo aceptó, dando varias caladas.

―Extraño a SeokJin ―dijo finalmente, y sintió que todo se resumía en


eso―. Lo extraño y quiero que esté conmigo y sé que las cosas jamás serán
como antes y siento que... siento que en parte es mi culpa todo esto. Tal
vez suene tonto, pero si... Si yo hubiera sido un mejor novio, si lo
hubiera tomado en cuenta, no habríamos discutido así que...

―Tarde o temprano iba a pasar ―respondió Yoongi con frío cálculo―, tú


mismo lo dijiste. Ese tal señor Shin lo estaba buscando desde hace mucho.

―Lo sé ―Namjoon sollozó―, pero eso no arregla nada, me sigo auto-


culpando. Auto-culparme es mucho mejor que asumir que soy un inútil de
mierda que tiene miedo de verlo. No quiero verlo porque eso va a
destrozarme, porque él se irá y ya no puedo hacer algo para ayudarlo,
sólo soy un tonto adolescente que lo arruinó todo.

El cigarrillo entre ellos se consumió a medida que Namjoon hablaba y


Yoongi encendió otro. Su amigo se encogió de hombros cuando le dirigió
una mirada acusadora.

―Lo estoy dejando ―se defendió―, pero no veré a Hoseok hasta mañana, él
no va a enterarse.

―Todos estos años he ocultado quien soy realmente ―continuó Namjoon―, y


fue SeokJin quien realmente me veía, quien realmente me conocía, y yo no
pude protegerlo un poco. Y ahora él va a irse y tengo miedo de volver a
ser ese tonto niño que fingía todo. Mierda, ni siquiera quiero ser
presidente estudiantil, ¡apesta! ―soltó una risa rota―. No quiero
estudiar Medicina, ¡siempre he querido ser compositor y rapear y SeokJin
me estaba ayudando! Incluso... incluso...
Incluso le hice una letra, le escribí una canción, trató de continuar
pero eso era muy privado. Esa canción era sólo de SeokJin, de nadie más.

―Tienes que verlo una vez más ―dijo Yoongi cuando acabó―, no sólo por ti,
sino también por él.

―Sus padres dicen que no nos recuerda ―contestó Namjoon.

―Nos tiene bloqueados ―corrigió Yoongi liberando el humo de su boca―. Yo


iré con Hoseok para despedirnos, sé que deberíamos ir más, pero tengo
claro que eso puede alterarlo y alterar a Hobi.

Los padres de SeokJin se lo dijeron a él y Jungkook, que les permitirían


visitarlo pero antes de irse porque no querían hacer el proceso más
doloroso. SeokJin ahora estaba en una especie de limbo que no sabían
controlar y lo único que querían era su bien.

Namjoon se sintió un poco mejor luego de hablarlo con Yoongi aunque el


miedo seguía allí (¿el miedo se iba alguna vez?), incluso el resto de la
semana pasó bien... hasta que Soyeon apareció.

Esos dos meses la chica se mantuvo alejada de él por lo que Namjoon


estaba agradecido con que ella entendiera la situación y sabía que debía
enfrentarla en algún momento, sin embargo, esperaba que no fuera tan
cerca de la partida de SeokJin.

―Oppa ―tartamudeó ella después de clases―, ¿po-podemos hablar...?

Namjoon suspiró, asintiendo, por lo que fueron a un parque cercano al


colegio, sentándose en las bancas. El verano llegaría en unas semanas así
que el día estaba fresco.

―Lo siento ―dijo Namjoon sin mirarla, observando el césped―, por... por
ilusionarte y haber fingido que tú yo podíamos tener algo serio. Por...
por romperte el corazón, Soyeon.
―Todavía te quiero ―admitió ella con dolor en su voz―, pero ya... ya sé
que tú no lo haces y lo nuestro acabó. Lo... lo siento también por mi
actuar ―Soyeon rompió a llorar―. No era yo, lo siento tanto, actúe como
una loca, como una arrastrada, y le hice daño a tantas personas...

―Soyeon...

―Le pedí perdón a Jungkook ―Soyeon limpió sus ojos pero no dejaba de
llorar―, y él me perdonó porque Jungkook es muy bueno. Fui una mala
hermana para él, la peor, y aun así me perdonó ―lo abrazó entre llantos―.
Perdóname tú también, Namjoon.

Lo hizo, ¿cómo iba a guardarle tanto rencor? Al final sólo eran tontos
adolescentes cuyo sueño máximo era ser el orgullo de sus padres por lo
que harían lo que fuera para eso, incluso si implicaba actuar contrario a
sus ideales. Namjoon sabía muy bien lo que era estar bajo la presión de
sus papás.

Le devolvió el abrazo, consolándola con calma.

―Algún día ―dijo Namjoon―, vas a encontrar a un chico mejor que yo, que
realmente te quiera por ser tú y a quien vas a amar por completo, Soyeon.
Estaré muy feliz de que ese día llegue pronto para ti.

Ella lloró más, destrozada por completo, pero Namjoon sintió que ellos
dos estaban sanando de alguna dolorosa manera.

El dolor seguiría ahí pero las heridas se iban a cerrar poco a poco, y al
final, eso era lo importante.

―¿Entonces te vas?
Jungkook sonrió con dolor en su mirada ante el atónito rostro de Hoseok,
su boca abierta por completo. Yoongi suspiró con cansancio.

―Sí ―dijo Jungkook, su voz temblorosa―, voy a mudarme con mamá en julio y
ella quiere que vaya a otro colegio ―tragó saliva―. Mamá lo sabe todo,
sobre los chicos que me molestan y... y no quiere que esté más aquí.

―Pero... pero ¿no te voy a ver más? ¿Y a SeokJin tampoco? ―balbuceó


Hoseok conmocionado―. ¿Ya no seremos amigos?

Jeon sorbió por su nariz, sus ojos picando por la situación. Las clases
acabarían en poco más de dos semanas y las cosas en su casa estaban muy
tensas. Su padre apenas le hablaba, Somin no le dirigía ninguna mirada y
la única persona con la que conversaba en la cena era con Soyeon, que
lucía también muy triste por todo. No soportaba más ese lugar.

―Podemos seguir siendo amigos ―afirmó Jungkook―, pero ya no nos veremos


todos los días, Hobi.

Hoseok miró hacia todos lados como tratando de orientarse porque todo lo
que le estaban diciendo le provocaba demasiados nervios.

―Pero me voy a quedar solo ―dijo, su voz como un hilo―, SeokJin, Yoongi y
tú se van.

Ese era el último año académico de Yoongi en la secundaria junto con el


de Namjoon. Hoseok tenía mucha razón, volviendo todo más difícil de lo
que ya era.

―Hyerin se queda y Wheein también ―recordó Jungkook.


―Pero ellas no son mis amigas ―replicó Hoseok, comenzando a enfadarse―.
¡No quiero que te vayas, eres mi amigo! ―golpeó la mesa con su mano―.
¡Los amigos no se dejan solos!

―Hoseokie...

―¡Tú no eres mi amigo entonces si te vas! ―soltó Hoseok―. ¡No eres un


verdadero amigo!

―Hoseok, vamos ―dijo Yoongi al ver como Jungkook hacía una mueca al
escucharlo―, no digas esas cosas ―el mayor le tomó la mano a su novio que
seguía soltando palabras, levantándolo de la silla.

―¡Los amigos de verdad nunca se dejan solos!

―Te lo voy a explicar...

Yoongi se llevó a Hoseok a rastras, importándole poco si estaban llamando


la atención de otras personas, y Jungkook frotó sus ojos para alejar las
lágrimas punzantes por salir. Sabía que Hoseok estaba algo alterado pero
eso no quitaba que sus palabras hubieran dolido.

Él también estaba asustado, además, porque iniciar un nuevo año escolar


en otro lugar, con completos desconocidos, provocaba que su ansiedad se
disparara. Mamá había hablado de llevarlo a un psicólogo porque le
preocupaba los sentimientos tristes que tenía.

Siguió comiendo sin compañía alguna, suspirando por el cansancio que todo
le estaba provocando. Extrañaba mucho a SeokJin, no quería que se fuera
porque a pesar de la pelea que tuvieron, él le quería demasiado.

Guardó sus cosas con calma. El timbre tocaría en pocos momentos.


―Hey, Jungkookie...

Se giró al oír la conocida voz.

―¿Qué ocurre...? ―enmudeció al ver a Jimin de pie ante él.

Jimin le sonreía con timidez pero Jungkook no podía hablar. Todos los
ojos estaban puestos en ellos dos.

―¿Recuerdas esa vez ―comenzó a decir Jimin con la voz temblando― que
Yoongi se disfrazó de un dinosaurio para que Hoseok lo perdonara? ¿Qué
fue lo que te dije yo?

El recuerdo apareció en su mente como un destello y sintió demasiada


vergüenza así que cubrió su rostro con ambas manos para ocultar el rubor.

―Eres un idiota ―dijo aunque no pudo esconder la sonrisa que comenzó a


formarse en su rostro.

―Te dije que me vestiría como Iron Man si peleábamos alguna vez ―continuó
Jimin tendiéndole un ramo de flores―. ¿Me perdonas, Jungkookie?

Jungkook comenzó a llorar y se puso de pie, abrazando a Jimin que estaba


muy incómodo en ese traje de Iron Man pero no le importaba un poco. No si
con eso podía tener a su chico en sus brazos para siempre.

Muñequito a veces sentía que soñaba.


Cuando despertaba cada día, acostado en una cómoda posición, llevando un
pijama que lo cubría entero, en una cama y cubierto con frazadas, sin
dolor en su cuerpo, siempre existía ese pequeño instante en el que su
mente decía ‹‹que lindo sueño estoy teniendo››.

Entonces mamá tocaba la puerta y entraba llevando una bandeja con su


desayuno, él se recostaba con miedo esperando el golpe que nunca llegaba
y comenzaba a comer con ganas. Luego papá aparecía, tomándole la mano,
poniéndolo de pie para llevarlo al baño caminando, hablándole con esa
suave voz que tenía. La bañera estaba llena de agua así que papá le
limpiaba para ponerle un pijama que oliera bien y devolverlo a la cama.

Mamá y papá nunca le dejaban solo, siempre estaba uno en su cuarto o los
dos, y Muñequito confiaba en ellos porque... porque...

Bueno, no sabía por qué confiaba en ellos pero lo hacía, así que si uno
de los dos le acompañaba, Muñequito se ponía de pie y caminaba por todo
el cuarto, comenzando a hurgar en él. Encontraba más cuadernitos de
dibujos, pinturas y fotografías que se quedaba observando en todo
momento. También encontraba juguetes con los que podía jugar toda la
tarde.

Pero nunca salía.

A veces mamá o papá le tomaban la mano y le decían si quería ir a la


cocina, pero él corría a esconderse bajo la cama o se metía en el
armario. Las primeras veces llegó a orinarse por el miedo y eso le
provocaba mucha vergüenza, temiendo que ellos lo golpearan, pero sólo
volvían a limpiarlo y le acostaban para calmarlo.

Muchas veces, por las noches, despertaba y encendía la luz, poniéndose de


pie, quitándose el pijama antes de mirar su reflejo en el espejo.
Empezaba a tocar las cicatrices.

Tenía una en su mejilla izquierda, allí donde Señor Shin lo quemó con un
cigarrillo. Tenía también otras quemaduras en los brazos y un par más en
la espalda.
Además, Señor Shin le hizo cortes en los brazos, no profundos para que se
desangrara pero si para dejar cicatrices. Cortos y finos, los cortes los
hizo con su cuchillo favorito. En los muslos había más. En su pecho había
uno sobre el pezón derecho.

Que feo soy, todo marcado, pensaba entonces antes de girarse para dejar
de verse, cubriéndose con ropa para volver a dormir.

― SeokJin...

Papá y mamá le llamaban siempre SeokJin. Ellos decían que significaba


‹‹todo estará bien incluso en los momentos difíciles›› y él no lo
comprendía por completo, pero sí le gustaba mucho. SeokJin era mejor que
Muñequito, sin embargo no quería acostumbrarse a ese nombre por si Señor
Shin volvía. Si su Dueño veía que no estaba actuando como correspondía se
iba a enfadar demasiado.

Levantó la vista cuando lo llamaron, mamá de pie en la puerta. Él estaba


arrodillado en el suelo, jugando con dos carritos de autos, haciéndolos
chocar entre sí. Le parecía un juego muy divertido.

―Hey, bebé ―dijo ella arrodillándose junto a él―, guardamos tus


juguetes...

Muñequito miró hacia la caja y luego a ella con una expresión de


interrogación. ‹‹¿No debía sacarlos?›› parecían decir sus ojos.

Mamá revolvió su cabello dulcemente.

―Nos iremos de esta casa en tres días ―le dijo mamá con amor―, por eso
estaban en la caja. Pero déjalos fuera, te puedes ir con ellos.
Se encogió de hombros, dejando que mamá le tomara la mano llevándolo a la
cama otra vez.

―Debo hablar contigo ―continuó mamá―, porque me gustaría que... que


vieras a unas personas. Ellos son tus amigos. Tus amigos y tu novio ―le
dirigió una mirada en blanco―. Ellos te quieren mucho.

‹‹No sé de qué hablas. ¿Me puedes devolver mis autitos?››, decían los
ojos de Muñequito.

Mamá besó su mejilla.

―Sólo... ―los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas―, sólo... ellos


quieren despedirse de ti, Jinnie, ¿puedes soportarlo una hora, bebé? Sólo
una hora.

Hizo un mohín, sin embargo terminó aceptando a regañadientes. Se acostó


en la cama, recostando su espalda contra los almohadones para estar
sentado y miró la pared como si hubiera algo muy interesante allí. No iba
a moverse con esas otras personas porque no las conocía, ¿qué tal si
Señor Shin los mandó para espiarlo? No, sólo mamá y papá podían verlo
moverse, nadie más.

El primero en entrar fue Hoseok junto a Yoongi.

Hoseok, al ver a SeokJin, casi corrió para tomarle el brazo pero Yoongi
lo sostuvo con firmeza.

―Recuerda lo que nos dijo su mamá, Hopi ―le dijo Yoongi con voz grave.

Yoongi usaba tres voces con Hoseok y él ya las identificaba bien: la


primera era su voz normal, ronca, con la que le contaba todo su diario
vivir; la segunda era cuando debía explicarle algo así que era más suave,
más dulce, tan comprensiva con él; y esa última, grave y casi dura,
diciéndole que debía hacer caso aunque no lo comprendiera. Mamá también
usaba esas voces con él así que las conocía sin problema.

Abultó sus labios en una mueca de disgusto, cediendo a regañadientes.

―Hola, Kim SeokJin ―dijo Hoseok una vez se sentaron a su lado.

Muñequito no se movió. Los padres de SeokJin se lo advirtieron a todos.

―Tus papás dijeron que te ibas a ir ―continuó Hoseok comenzando a ponerse


más nervioso porque SeokJin no le miraba, su rostro carente de emociones
mientras observaba la pared como si no le estuviera escuchando―, así que
debíamos despedirnos de ti. Bueno... adiós.

Silencio. Hoseok apretó la mano de Yoongi.

―¿Me estás escuchando? ―espetó Hoseok, algo alterado―. Dije que adiós.
Adiós. No vamos a vernos más. Adiós.

No hubo respuesta. Yoongi mordió su labio inferior porque nunca llegó a


imaginarse... Se lo habían dicho, pero una cosa eran las palabras y otra
verlo en vivo y directo.

Santo Dios...

―¿Ya no quieres ser mi amigo? ―soltó Hoseok―. ¡Porque vas a irte y no me


dices nada, ni siquiera me miras! ¡Adiós! ¡Adiós!

Yoongi se puso de pie.


―Hoseok, es suficiente ―Yoongi volvió a hablar con ese tono que no
admitía réplica así que le imitó, levantándose―. SeokJin, espero que te
mejores y... ―no sabía qué más decirle porque sentía que no era
suficiente― y fue un gusto conocerte. Adiós, Jin.

―Adiós ―insistía Hoseok con la voz temblando―, adiós...

Yoongi tiró de él para sacarlo de allí y llevarlo al comedor.

Jungkook y Jimin entraron después.

El menor se sentó en la silla en tanto Jimin permaneció de pie. Un


momento de silencio se instaló en el lugar en el que Jungkook trataba de
buscar las mejores palabras qué decir.

―Sé que no vas a reaccionar ―comenzó a decir Jungkook con la voz


quebrado, apenas siendo capaz de mirar a SeokJin, que parpadeaba cada
tantos segundos siendo la única señal de que estaba allí con ellos― y
fingirás no haberme escuchado, Jinnie, pero... yo... Sólo quiero darte
las gracias. A... a pesar de nuestra pelea, de todo lo que nos dijimos,
tú... Tú fuiste mi primer amigo y único amigo y siempre te voy a estar
agradecido por eso. Porque tú me quisiste cuando yo... yo sentía que
nadie debía quererme y estuviste ahí conmigo.

Jimin le ofreció unos pañuelitos y Jungkook notó que estaba llorando, no


obstante le importaba una mierda así que sólo sonó su nariz.

―Nosotros fuimos amigos, mejores amigos ―continuó Jungkook sin muchas


fuerzas―, y te amo mucho, con todo mi corazón. Perdóname por... porque
pude ser mejor amigo pero no lo fui y... y si nos volvemos a ver en el
futuro, seré mejor. Mucho mejor, ¿vale? ―limpió sus mejillas con fuerza―.
Eres increíble y un chico muy genial y te amo. Te amo, Jinnie.
Jungkook se puso de pie y sintió ganas de abrazar a SeokJin aunque sabía
que si lo hacía muy probablemente lo iba a alterar, así que sólo tomó la
mano de Jimin para poder mantenerse de pie sin volver a romper a llorar.

―Nos vemos algún día, SeokJin ―le dijo Jungkook conteniendo el llanto.

―Fue un gusto conocerte, Jin ―dijo Jimin, también afectado por la


situación―, lamento también mi comportamiento. Ojalá mejores...

La pareja salió del cuarto entre jadeos bajos. La puerta se cerró y


Muñequito permaneció quieto cuando volvió a abrirse, ahora entrando sólo
un chico.

Kim Namjoon caminó hacia la silla, sentándose antes de levantar la mirada


y chocar con el vacío rostro de SeokJin.

Tragó saliva.

―Estás hermoso ―dijo con su voz aguda antes de aclarar su garganta.

La última vez que lo vio fue cubierto de sangre, sosteniéndose a su mamá


desesperado, y ahora estaba allí, frente a él, sano pero roto por dentro.

―Soy Namjoon, ¿te acuerdas de mí?

Tres parpadeos. No hubo otra respuesta.

SeokJin tenía sus ojos abiertos y su mandíbula apretada, se notaba


enseguida, pero no daba señales de estar con él. Sus brazos estaban
extendidos sobre las sábanas, sus manos abiertas.
Namjoon sacó su celular, apenas agarrándolo por sus dedos temblorosos.

―Somos novios ―continuó, su tono quebrado―, yo... Aunque nosotros


comenzamos muy mal, ¿no? Me derramaste el café encima y yo me puse
agresivo contigo ―sorbió por su nariz―. Lo siento tanto por eso, fui
realmente un idiota contigo las primeras semanas.

Namjoon pasó una mano por su cabello.

―Nosotros... teníamos una conexión, ¡nos encontrábamos en todas partes! Y


eras muy malo y juguetón conmigo, me gustabas mucho. Me gustas mucho,
SeokJinnie...

Silencio. Ninguna reacción.

―¿Sabes qué también me gusta de ti, bebé? Me... me gustan mucho tus
besos. Cuando me abrazabas y me llenabas de besos y a veces te colgabas
de mí como un mono, ¡eres muy pegote pero yo era feliz con eso! ―Namjoon
se rió apenas con lágrimas en los ojos―. Yo quería darte todo el amor del
mundo así que era feliz con que tú me lo pidieras porque nunca iba a
negártelo, mi amor.

Para ese punto no dejaba de llorar, las lágrimas cayendo por su rostro
hacia su barbilla y las limpió con la manga de su camisa.

SeokJin seguia quieto.

―Lo siento tanto, Jinnie ―sollozó Namjoon―, por ser el peor novio del
mundo y haberte hecho llorar tanto. Por no comprenderte y ser egoísta y
arruinarlo todo. Perdóname, por favor, perdóname algún día...

Namjoon encontró lo que buscaba en su celular y lo puso. Inmediatamente


le puso pausa.
―Antes... a-antes de que... que te vayas debo... debo darte mi regalo de
cumpleaños ―tartamudeó Namjoon―, que-quería dártelo hace mucho, lo siento
también por eso pero... pero ahora lo haré. Tú... tú siempre me dijiste
que querías oírme rapear, entonces... Preparé la pista con Supreme Boi,
lo conociste cuando hicimos esos grafitis, ¡la pasamos muy bien esa
noche! Así que... a-aquí está...

Volvió a su celular y le dio play al archivo de música.

La música comenzó a reproducirse y Namjoon tragó saliva antes de abrir su


boca. Su voz, al inicio, fue un tartamudeo torpe hasta que sólo pudo
pensar en la dedicación que le puso a esa canción. En que era de SeokJin
y él se la merecía por completo. Era sólo de él.

Nacimos de la luz de la luna,

No es ninguna fantasía.

Sin poder respirar a la luz del sol,

Tienes que esconder tu corazón.

Nacimos para estar tristes, tristes, tristes, tristes...

Sufrimos para sentirnos felices, felices, felices, felices...

El tiempo sin rapear le pasó la cuenta varias veces pero lo mandó a la


mierda. En ese instante, todo importaba una mierda.

Vamos, hijos de la luna,


Así es como se supone que debe ser.

Todo este dolor y esta pena,

Ese es nuestro destino, ¿entiendes?

Nuestras vidas son así.

Debemos bailar bajo la lluvia,

Bailar en el dolor,

Aunque nos estrellemos

Bailaremos en el avión.

Necesitamos del paisaje nocturno más que nadie,

Yo mismo soy mi consuelo, nadie más.

Está bien derramar lágrimas,

Pero no te hagas daño...


No lo miró. Namjoon cerró sus ojos, no quería mirarlo en ese instante así
que sólo se concentró en sus recuerdos, en la sonrisa de SeokJin cuando
se miraban, en su toque suave, en sus ojos cerrados mientras se reía sin
ruido alguno.

Hijo de la luna, tu brillas,

Cuando salga la luna, es tu momento...

Vamos, hijo de la luna, no llores,

Cuando salga la luna, es tu momento...

Vamos, hijo de la luna, tu brillas,

Cuando salga la luna, es tu momento...

Supreme lo alabó por esa letra y Namjoon sólo quería cantársela a


SeokJin. A su bebé. A su hijo de la luna.

Nunca te vayas aunque te marches,

Gritándote que quieres morir, pero vives con tanta diligencia,

Dices que quieres dejarlo ir, pero te pones otro peso encima,

"No pensar" es todavía un pensamiento, ¿sabes?


Simplemente, este es nuestro destino,

Riendo con un dolor infinito,

No hay más libertad en el momento de gritar, ¿sabes?

¿Tú lo sabes?

A la hora de la luna, miro el cielo a través de mi alma,

Voy a mostrarte tu ventana, tu hora,

Esa farola también tiene un montón de espinas ¿sabes?

Observa con atención esa destellante luz.

¿No es la vista nocturna algo tan cruel?

Una vista magnífica hecha de las espinas de alguien más,

Seguramente, alguien se consolará mirando tus espinas,

Somos nuestra noche, nuestra luna...

Somos nuestra noche, nuestra luna...


Somos nuestra noche, nuestra luna...

Su voz se quebró. Para el último coro, se sacudió y se quebró por


completo.

Hijo de la luna, tu brillas,

Cuando salga la luna, es tu momento...

Vamos, hijo de la luna, no llores,

Cuando salga la luna, es tu momento...

Vamos, hijo de la luna, tu brillas,

Cuando salga la luna, es tu momento...

La música se alargó, fue apagándose y no abrió sus ojos hasta que ésta
murió, hasta que el silencio volvió a extenderse entre ellos aunque las
lágrimas seguían cayendo por su rostro.

Abrió los ojos.

Kim SeokJin, frente a él, estaba llorando también en silencio, sus ojos
cerrados con fuerza, mordiendo su labio inferior, y Namjoon le tomó la
mano de manera automática.

―Oh, SeokJin...
Se puso de pie y Jin se movió, abrazándolo de golpe, dejando de apretar
su labio. Cuando lo hizo, empezaron los sollozos, los gimoteos, los
jadeos, el llanto ahogado, porque el dolor estaba volviendo de pronto y
no podía controlarlo.

Recuerdos duros volvían y no los comprendía pero sólo pensaba que la voz
de ese chico era muy dulce y llena de sufrimiento y él quería abrazarlo
para amarlo.

Él quería abrazarlo por la eternidad porque había mucho amor en Namjoon y


quería recibirlo para siempre.

―Está bien ―lloró Namjoon apenas, oyendo el ruido que SeokJin soltaba, un
gemido herido―, está bien, bebé...

Kim SeokJin se deshizo de lágrimas una última vez en brazos de su primer


amor.

Cuatro días después esa casa quedó vacía por completo y Kim SeokJin se
marchó de esa ciudad para siempre.
Epílogo: Moonchild
―¿Has pensado en la carátula del álbum?

Namjoon levantó la vista hacia la chica por su pregunta, apagando la


computadora antes de voltearse hacia ella por completo.

―Algo sencillo ―fue lo que respondió poniendo una expresión pensativa―,


que sea... monocromático.

―Entonces deberías verlo pronto ―contestó la chica―, a finales de la


semana debes entregar tu idea. Estás corto de tiempo, Namjoon.

Soltó un bufido aunque una sonrisa se extendió por su rostro ante lo que
se vendría las siguientes semanas. Su primer mini-álbum, trabajado
completamente por él, saldría en poco más de tres meses. El tracklist ya
estaba listo desde hace mucho, prácticamente desde que debutó seis meses
atrás con un sencillo digital que rompió todos los charts de Corea del
Sur.

Pocas personas le tuvieron realmente fe, más cuando dijeron que le iban a
debutar con veinticuatros años. Ya estaba algo viejo –según muchos CEO's–
para saltar al estrellato, pero el talento que poseía era en definitiva
innegable así que decidieron arriesgarse.

Una gran decisión: Namjoon debutó bajo el nombre de RM en su pequeña


compañía donde se desempeñaba principalmente como compositor y productor
de otros grandes éxitos, ahora teniendo su propio momento para brillar.
No podía estar más feliz en su vida.

Aunque...
Rascó su nuca para alejar ese pensamiento breve de su mente. Ahora debía
preocuparse solamente de su futuro mini-álbum.

―Vas a grabar conmigo, ¿cierto? ―le preguntó a la chica―. Quiero tu voz


en algunas canciones, Adora.

Ella sonrió, poniéndose de pie mientras agarraba su bolso. Le había


comentado antes que tenía una cita con su novio más tarde.

―Voy a pensarlo ―dijo la mujer caminando hacia la salida―. Deja todo


apagado, Namjoon ―antes de salir lo miró―, y feliz cumpleaños, espero que
la pases bien.

Namjoon hizo un gesto de agradecimiento, apagando el resto de los equipos


cuando su celular sonó en una llamada. Al mirarlo vio que se trataba de
Yoongi.

―Hey, hola ―saludó a su amigo.

―¿Sigues en el estudio? ―se quejó Yoongi―. ¡Es tu cumpleañoooooos!

―Debía terminar unos asuntos pendientes ―replicó Namjoon―. Por otro lado,
el señor Bang ha dicho que quiere verte para regañarte.

―¡Siempre me regaña ese hombre gordo de...!


Namjoon ignoró todas las ofensas que Yoongi empezó a soltar contra el
móvil. Ambos entraron a la misma empresa ubicada en un lugar central de
Seúl sólo que con un año de diferencia; Yoongi fue aceptado primero
porque nunca dejó el mundo del rap por completo así que ya tenía varios
contactos gracias a su dedicación una vez salió del colegio.

Namjoon, por otro lado, se sintió en ese tiempo como si estuviera en un


barquito de madera en medio de una tormenta marina: inestable y
desorientado. El instituto acabó, no sabía qué hacer con su vida y el
constante recuerdo de SeokJin estaba sobre sus hombros.

SeokJin deshaciéndose en lágrimas en sus brazos, llorando destrozado.

Decidió tomarse el año y trabajar, tratar de retomar muchas cosas que


dejó por sus padres y salir de ese pequeño agujero en el que cayó. Luego
de muchos meses comenzó a escalar para salir de ese hoyo.

Yoongi le comentó que en la empresa estaban buscando compositores así que


Namjoon postuló, quedando poco después y trasladándose a la capital. Su
mejor amigo debutó bajo el pseudónimo de Agust D con veinte años,
alcanzando gran éxito también.

―Oye, ¿me estás escuchando?

Rodó los ojos.

―Claro que sí, siempre te escucho ―mintió Namjoon.

―Genial ―Yoongi se escuchaba relajado y contento―, ¿qué tal si vienes a


cenar más tarde? ¡Hoseok quiere que vengas a comer con nosotros!
―¿De verdad?

―Bueno, no tan así ―admitió Yoongi―, dijo que podías venir si no


ensuciabas la entrada y no volvías a tomar té de su tazón.

Namjoon se rió avergonzadamente al recordar ese episodio de meses atrás:


se sirvió un té en el tazón que pertenecía a Hoseok y el novio de Yoongi
estuvo molesto toda la tarde.

―Está bien, pero llegaré sobre las ocho ―contestó Namjoon―, iré a una
galería de arte donde están exhibiendo unas fotografías y...

―¡Aburridoooooooooooooooo! ―se mofó Yoongi―. Avísame cuando vengas,


¿vale? ¡No se te ocurra llegar tarde, sabes cómo se pone Hobi!

―Si voy tarde, entretenlo con tu pene gordo ―replicó Namjoon.

―¡De eso no te preocupes!

El más alto decidió cortar porque sabía que Yoongi se podía poner peor si
quería. Agarró la mochila y salió de su pequeño cuarto que servía como
estudio en la empresa, caminando por los pasillos hacia la salida,
despidiéndose de las pocas personas que quedaban. Eran casi las cinco de
la tarde.

Una vez salió al exterior agarró el primer bus que le podría acercar a la
galería dónde se llevaría a cabo una exposición de fotografías. Dos
semanas atrás le llegó una invitación por su correo –algo raro para esos
días donde todo se comunicaba por internet–, anunciándole del evento que
se llevaría a cabo y estaría por un mes abierto para el público.

Señor Kim Namjoon:


Es de nuestro agrado invitarlo a la exposición fotográfica que se llevará
a cabo el día 12 de septiembre del presente año en la Galería Gongpyeong.
Uno de nuestros más talentosos artistas, MC, ha solicitado su presencia y
es un honor para nosotros contar con su presencia. Debido a esta
exposición la galería se mantendrá abierta hasta las 19:00 horas, aunque
puede asistir durante todo el día.

Director de la Galería Gongpyeong.

A Namjoon le llamó la atención de toda la situación, pues cuando ingresó


a internet descubrió que la exposición estaría un mes, no sólo un día,
¿para qué le solicitaban un día en específico, en especial en su
cumpleaños? Por otro lado, ¿qué artista era MC? Cuando lo buscó no
encontró nada.

La curiosidad lo estaba matando.

Una vez en el bus revisó los mensajes que le llegaron ese día por su
cumpleaños: Wheein lo felicitó, ahora su hermana menor estaba terminando
de estudiar para ser profesora de canto en Daegu además de que estaba
saliendo con un chico llamado Minsik. Sus padres le llamaron en la mañana
por lo que no esperaba un mensaje de ellos. Incluso Soyeon le envió un
correo con una cortés felicitación, lo último que supo de ella es que
acababa de graduarse de Medicina en la universidad más prestigiosa de
Corea y pronto iba a casarse. De Jungkook poco sabía porque apenas le
veía, lo único que llegaba a enterarse era gracias a Hoseok, que
estudiaba haciendo un Magíster en Astronomía.

Namjoon mordió su labio inferior porque no había un mensaje de la persona


que realmente quería, como cada año lo ansiaba. Iba perdiendo la
esperanza a medida que el tiempo pasaba.

Suspiró por el cansancio bajándose a pocas cuadras de la galería,


caminando hacia ella. Sintió un poco de vergüenza a medida que se
acercaba pues notó que no estaba vestido para la ocasión, las personas a
su alrededor llevaban trajes o vestidos elegantes mientras que él sólo
vestía unos jeans junto a su playera. Incluso el guardia, cuando entró,
lo miró como su fuera un delincuente.
Le preguntó las indicaciones acerca de la sala dónde se llevaría a cabo
la exposición a la secretaria, que le pidió la invitación antes de
decirle que estaba en el segundo piso. Namjoon le agradeció con una
sonrisa educada antes de subir, entrando al enorme salón.

Vio unos aperitivos en una mesita de la esquina junto a varias personas


que observaban las fotografías que había en la pared, vislumbrando con un
solo vistazo que se veían bastantes profesionales. Cuando pasó al lado de
quien debía ser la persona que armó todo el evento alcanzó a escuchar sus
palabras:

―... quería un concepto de lo ‹‹precioso›› ―decía el hombre a su


público―, así que muchos fotógrafos trabajaron desde su propia
perspectiva. ¿Qué es lo precioso para mí? ¿Qué es lo precioso para ellos?
¿Qué es lo precioso para ustedes, damas y caballeros?

Namjoon trató de pensar en su concepto de precioso. Precioso era SeokJin


cuando sonreía con su sonrisa, sus ojos arrugándose. Precioso era SeokJin
al momento de colgarse de él, llenándole el rostro de besos, su rostro
inocente y lleno de una bonita dulzura que estremecía su corazón.
Precioso era SeokJin llorando en sus brazos una última vez.

El rubor pintó su cara por sus pensamientos. No era bueno que siguiera
esa línea de ideas porque le pondrían muy triste.

Las fotografías se hallaban ordenadas por artistas, pues las primeras


eran a color, llamativas, aunque Namjoon se sintió algo decepcionado
porque eran las típicas de alguien que le puso poco esfuerzo: un
atardecer, un bosque, una playa...

Con las segundas pareció animarse más, pues eran paisajes distintos; en
unas había lluvia cayendo, en otras una fogata a medio apagar.

Las terceras le gustaron bastante, el artista viajó por el mundo a zonas


de guerra y retrató a dos personas homosexuales besándose en Moscú. A una
niña iraní sonriendo con un oso de peluche roto. A una familia de
migrantes sirios re-encontrándose en Francia.
Con las cuartas...

Namjoon se congeló al ver dos sonrisas que se le hicieron extrañamente


conocidas. ¿Esos no eran...? ¿Acaso...?

Leyó el título de la fotografía. Estaba en blanco y negro.

Amistad, por MC.

La sonrisa de corazón y de conejito eran inconfundibles.

Tembló cuando miró la segunda.

Dos cabezas juntas pero sólo se veían sus cabellos, no sus rostros,
aunque un pensamiento breve cruzó su mente cuando leyó el título.

Familia, por MC.

Taeyeon y Jongwoon.

Sus ojos se llenaron de lágrimas con la tercera fotografía. Un pequeño


perrito acurrucado sobre una cama en una bolita, durmiendo, tan pequeñito
que podía ser llevado en brazos sin problema.

Compañía, por MC.

Jjangu. El gruñón y juguetón Jjangu.


Con la cuarta fotografía sintió el aire salir de sus pulmones: dos ojos
inconfundibles porque él los veía cada mañana frente al espejo. Más
jóvenes, menos cansados, más vivos.

Amor, por MC.

Sintió un tirón de su hombro.

―Hola, Kim Namjoon ―murmuró una voz detrás de él.

Una voz que escuchó sólo dos veces: la primera cuando le gritó y la
segunda cuando lloró. Pero la iba a reconocer en cualquier parte del
mundo porque era inconfundible, lo viera por donde lo viera.

Se volteó y Kim SeokJin le devolvió la mirada, sus ojos llenos de


lágrimas antes de tenderle su cuadernito. Un nuevo cuadernito con un
lápiz donde había unas palabras escritas torpemente.

Pensé que no vendrías. Pensé que no estarías aquí.

Namjoon leyó las palabras, levantando la vista, escribiendo una palabra


antes de dar un torpe paso y abrazarlo.

Lo abrazó por todos esos largos años que no estuvo con él, sintiendo como
podía romper a llorar en cualquier instante porque esa situación era
demasiado para él y todo lo estaba superando. Porque SeokJin, que no veía
desde hace poco más de siete años, estaba frente a él.

SeokJin se tensó un instante por el repentino abrazo antes de relajarse


contra él y devolvérselo tímidamente.

―Jin, Jin... ―murmuró Namjoon apenas―, SeokJin...


El menor apretó los hombres del más alto antes de alejarse. Iba vestido
con un abrigo largo junto con una boina sobre su cabello castaño, ambos
de color negro. Namjoon notó la cicatriz de quemadura en su mejilla, allí
donde ese monstruo lo marcó, pero no le importaba. Él se veía... se veía
muy precioso. Precioso. Tan precioso.

Soltó una risa con la vista lagrimosa.

―Eres hermoso ―le dijo―, no importa cuántos años pasen, eres hermoso.

La mirada en el rostro de SeokJin se suavizó antes de abrir su boca,


aunque sus ojos se movieron por el lugar en un gesto nervioso. Terminó
escribiendo en el cuadernito.

No, tú lo eres. Tú siempre serás precioso.

Mi propio concepto de precioso.

El rubor pintó la cara de Namjoon ante sus palabras pero tuvo un pequeño
pensamiento: SeokJin habló y ahora escribía, ¿acaso...?

―¿Podemos hablar? ―le preguntó Namjoon con la voz ahogada―. ¿Po-


podemos...?

―Es tu cumpleaños ―susurró SeokJin―, podemos hacer lo que quieras,


Joonie.

Namjoon lo agarró de las mejillas queriendo besarlo, pero sólo juntó


ambas frentes en un gesto tierno, riéndose. SeokJin también se rió.
―Oh, SeokJin... ―Namjoon no quería soltarlo, no quería alejarlo nunca
más―, tu voz...

El menor puso un dedo sobre los labios del más alto para que se
silenciara antes de alejarse y hablar con gestos. Por un instante,
Namjoon se sintió otra vez como si tuviera dieciocho años frente a un
adolescente SeokJin frente a él.

―No siempre puedo hacerlo ―se disculpó SeokJin ―, estoy en ello. En


tratamiento constante. Voy pasito a pasito, como un cangrejito.

―No me importa ―afirmó Namjoon, repleto de una infinita felicidad porque


realmente no le interesaba―, estás aquí, conmigo. Eso es lo importante.

Era verdad. Todo el resto podía irse a la mierda en ese momento.

SeokJin lo agarró de las mejillas, apretándoselas.

―Paseemos ―pidió sin dejar el tono bajo, para que sólo Namjoon
escuchara―, ¿quieres ir conmigo?

Namjoon podría ir al fin del mundo con SeokJin pero sólo afirmó con la
cabeza, siguiéndolo para salir de la galería.

Aunque una vez fuera, SeokJin le agarró la mano. El rubor pintó el rostro
del menor pero Namjoon sólo lo aferró con mayor fuerza.

―¿Por qué MC? ¿Qué significa? ―preguntó Namjoon de pronto.

SeokJin sonrió de forma juguetona, soltándole la mano.


―Moonchild. Debutaste con esa canción. Soy Moonchild para ti, ¿cierto?

―Siempre ―prometió Namjoon antes de agregar―. Te quiero.

SeokJin no dejó de sonreír, dándole la mano una vez más, caminando junto
a Namjoon hacia el parque por el resto de la tarde.

Y, quizás, de su vida.

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