La Busqueda Del Amor
La Busqueda Del Amor
Capítulo I
Capítulo II
- ¡Maldita sea! ¿Se puede saber qué diablos ha pasado con todo esto?-
espeta George.
- Señor MacDuhal, no sé lo que ha podido pasar… tan sólo sé que el
barco ha sufrido un retraso y la entrega se hará dentro de unos días. –
trata de calmarlo Leonard, el contable de George.
- ¡Por todos los Santos, Leonard! Te tengo que recordar que no me gusta
enterarme de las cosas así.- George está completamente encolerizado.
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Dafne se había despertado con una sensación extraña en su
corazón; no sabía cómo definirla pero estaba inquieta. Esperaba que no
fuese nada relacionado con pasar todo ese día en compañía de ese hombre
que tanto la inquietaba, y al mismo tiempo despertaba en ella una
ternura y una sensación de querer salvarlo; pero no sabía de qué… más
bien podía ella salvarse de su presencia y de esa mirada tan penetrante
que la intrigaba en gran medida.
Lucía un sol radiante que les brindaba una gran alegría poder
recorrer la propiedad con tranquilidad y sin la amenaza inminente de
lluvia.
- ¿Se puede saber que está usted haciendo aquí?- dijo una voz
masculina a su espalda cuando se encontraba casi al final del
laberinto. Se lo había tomado con calma y llevaba ya rato inmersa
en sus pensamientos; por ello, el susto fue tan grande que se llevó la
mano al pecho y de su boca salió un pequeño grito de sorpresa.
- ¡Dios mío! Me ha dado un susto de muerte.- seguía respirando con
dificultad Dafne.
- Esa no era mi intención señorita Hamilton… creía que me había
oído llamarla hace unos minutos…- al ver la mirada de extrañeza
de Dafne continúo- llevo llamándola hace ya un rato… mi hermana
y su amiga me habían dicho que había salido a recorrer el laberinto
hace ya casi una hora y que no había vuelto… ¿no se ha dado
cuenta?.- soltó con voz dura y de reproche George.
Odiaba que la gente fuera imprudente… pero lo que más le había
afectado era, el tener que ir él mismo en la busca de esa mujer tan
arrogante.
George no se podía creer lo que veían sus ojos, esa mujer lo había
dejado plantado en el laberinto con esos aires de reina y sin ni siquiera
haberle pedido perdón por su comportamiento, eso era lo último que
podía soportar.
Capítulo VI
La lluvia seguía cayendo y ahora con más fuerza sobre sus cabezas,
pero ellos apenas se habían dado cuenta de ello. Ahora estaban
concentrados uno en el otro con sus ojos fijos. Los dos respiraban con
dificultad intentando coger aire lo antes posible.
Justo cuando Dafne había cogido camino hacia la casa llegó George
a la altura de Davies.
- Pensé que os habíais perdido los dos…vamos que si no
cogeremos un fuerte resfriado.-decía Davies mientras corrían en
dirección a la casa.- por cierto… ¿por qué habéis tardado tanto
en salir?… sé que la señorita Hamilton no conoce el camino, pero
tú sí.- decía Davies una vez estuvieron a la entrada y se quitaban
las botas llenas de barro.
- Mejor no preguntes amigo… - al ver a Davies levantar una ceja
continuó.- esa mujer va a acabar conmigo, te lo aseguro.-
sentenció seriamente George, haciendo reír a carcajadas a
Davies.
- Eso ya lo sabía George… basta con ver como la miras, aunque
ella no se haya dado cuenta aún… y sé que por mucho que
refunfuñes y te hagas el dolido, las cosas fáciles nunca te han
gustado… y créeme cuando te lo digo, que con ella lo vas a tener
pero muy, muy difícil.- sonreía Davies antes de ir a cambiarse.
- Ya lo veremos, amigo.
- No puedo esperar a ver vuestra cara cuando os volváis a reunir.-
sonreía Davies sabiendo lo testarudo que era su amigo y algo le
decía que ambos eran muy parecidos aunque se empecinaran en
luchar entre ellos.
Capítulo VII
Capítulo VIII
Sé que eres un cabezota y también que algo te está pasando, no eres
tú mismo… desde que hemos llegado estás raro… más de
costumbre diría yo jaja… pero te digo amigo, que me gusta verte
desconcertado, siempre has sido tan controlado y frío… que verte
tan fuera de sí, me gusta.- sonreía Davies con ironía a George y éste
lo miraba con una ceja alzada.
- Tener amigos como tú… mejor no tenerlos… sí, sí, tú ríete que no
yo encuentro broma en nada.
- Siempre te tienes que tomar las cosas tan a pecho- dejó de reír
Davies.- Sabes que me preocupo muchísimo por ti, y que lo creas o
no, al menos ahora reaccionas a algo, aunque sea, el pelear con esa
bella joven.- sonrió con picardía Davis alcanzó una ceja en gesto
provocativo.
“No sé qué será de mí, pero no puedo olvidar sus labios, su estrecha
cintura... Pero George, olvídalo, ella es una dama y no es un caballo
que se dome con facilidad… pasa capítulo como tan bien tú sabes
hacerlo”- reflexionaba George mientras se daba un baño antes de
meterse entre las sábanas y tener sueños arrebatadores con una
mujer de profunda mirada y ardientes labios.
Capítulo IX
- Buenos días Dafne.- sonreía Elizabeth mientras le abría las cortinas
de la habitación.
- Mmm… sí, buenos días para ti… yo no me encuentro...- se
interrumpió por un estornudo y volvió a apoyar la cabeza en la
almohada.
- Ade, tenía razón, te has resfriado… no tienes buena cara… tómate
el té calentito e intenta comer algo.- dejaba la bandeja sobre los
muslos de Dafne.
- Gracias por tanta molestia, Elizabeth… a ver si se me pasa pronto
y podemos volver a casa.- decía Dafne tras tomarse un trago de la
bebida.
- ¿Te has vuelto loca verdad?... sí, no me mires así, has visto como
está el tiempo… y tú mucho menos en esas condiciones puedes
viajar a ningún lugar.- decía Elizabeth con las manos en las
caderas.
- ¡Dios no!... no puedo quedarme… tengo que…
- ¡No! No tienes que ir a ningún lado… ¿me vas a explicar de una vez
por todas, por qué estás tan rara y tienes tantas ganas de salir
huyendo, con lo bien que nos han tratado Ade y su hermano?
- Eli… no sé como explicártelo… yo…
- ¡Buenos días chicas!- entró en la habitación Adelaida, haciendo
interrumpir la explicación de Dafne…- Dafne, siento decírtelo pero
no tienes muy buen semblante… debería llamar al médico.- se
acercó ella a la cama.
- Buenos días Ade, nuestra señorita no se encuentra bien hoy… está
un poco resfriada, pero con este tiempo no me parece justo hacer
llamar al médico… será mejor que se mantenga abrigada y en
cama… no debe coger frío, pues entonces empeorará su estado.
- ¡Oh, por supuesto! Elizabeth tiene razón… y por favor no
discutas…- alzó la mano al ver el gesto de Dafne.- eres nuestra
invitada y no puedo permitir que empeores… además me encanta
poder teneros a mi lado… voy a la cocina para que os preparen un
buen caldo de pollo para el almuerzo… mientras tanto Elizabeth y
yo iremos a desayunar con mi hermano y con Davis… luego
vendremos a verte de nuevo… seguro que encuentro alguna lectura
interesante para traerte… y si no podremos utilizar alguno de mis
juegos de meses… que idea tan estupenda.- decía Ade mientras
salía por la puerta.
- No te has escapado Dafne… cuando volvamos a estar a solas
hablaremos de lo que te pasa… luego nos vemos.- le dijo Elizabeth
en voz baja antes de salir por la puerta y acompañar a Adelle hacia
el comedor.
“Hay Díos mío, como te lo explico, Elizabeth.. qué me ha pasado,
ni yo misma lo sé… esos brazos, esos labios… no, no, Dafne, no fue
un caballero, un caballero no hace eso a una mujer, él lo que quiere
es domarte a su antojo, y sólo lo sabe hacer de manera física… en
cuanto me recupere, dejaré este lugar y no volveré a cruzarme con
él nunca más…” reflexionaba Dafne acostada en los almohadones
antes de volver a cerrar y caer en un dulce sueño.”
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XV
Separó poco a poco sus labios de los dulces labios de esa mujer,
mientras ambas respiraciones eran tan jadeantes. Dafne aún permanecía
con los ojos cerrados, mientras él la miraba fijamente y sin soltarla
todavía, intentando controlar su propia respiración.
Capítulo XVII
Dafne envió la carta esa misma tarde e intento por todos los medios
olvidarse de su encuentro al día siguiente. Se concentró en sus libros, en
su piano y en sus hermanas. No quería que su pensamiento fuese
ocupado por sus besos de nuevo.
George estaba en su estudio cuando llegó el mayordomo con el
correo. Se quedó tan sorprendido al ver esa fina letra en el sobre y en su
contenido, esa mujer era una verdadera sorpresa. Tenía un fuerte
carácter, pero al mismo tiempo tenía ese aurea de querer protección. Ya
a esa hora, había desterrado completamente la idea de que Dafne le diera
la oportunidad de hablar cara a cara, pero nuevamente se equivocaba
con ella… no era como el resto de las damas que él conocía.
En su cara se formó una gran sonrisa al ver que ella había aceptado
su invitación. Creía que no lo haría, que su orgullo, le impediría hablar
de sentimientos, pero tenía una oportunidad… aunque todavía no sabía
cómo abordar el tema, de que la quería para él solo.
Capítulo XVIII
Todas las cartas que había escrito a sus nuevas amigas, Elizabeth y
Dafne habían sido contestadas, pero se daba cuenta de que algo le
pasaba a Dafne. Sus primeras cartas, habían sido de una gran vivacidad
y alegría, y en ellas había aceptado volver a visitar la mansión en poco
tiempo. Pero ya la última que recibió esa misma mañana, había
declinado volver allí, y tan sólo habían sido unas líneas, especificando
que estaba bien, que le estaba dando clases de piano a su hermana
menor, y que tenía muchas obligaciones. Eso la entristecía muchísimo
pues esas dos jóvenes ya formaban parte de su círculo de amistades.
Sabía que si su hermano se enteraba, le arrancaría el cuello, (sin
dudarlo) pero mientras él acompañaba a los invitados, se internó en el
despacho de su hermano.
Capítulo XIX
Tenía que buscar alguna forma de que los dos pudieran volver a
verse y aclarar las cosas. Sabía que Alice no se iba a quedar con los
brazos cruzados; había visto una mirada de maldad y determinación,
quería casarse con su hermano, pero mientras ella estuviese viva, su
hermano no iba a caer en las garras de ninguna caza fortunas que no
valía ni un penique, de eso estaba tan segura, como que el cielo era azul.
Capítulo XX
aún