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La Cultura de La Queja

El documento habla sobre la cultura de la queja y sus efectos negativos. Explica que quejarnos constantemente nos impide mejorar las situaciones y en cambio nos lleva a crear más malestar. También nos impide valorar el presente y asumir responsabilidades. En su lugar, propone cultivar el agradecimiento para enfocarnos en lo positivo.

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La Cultura de La Queja

El documento habla sobre la cultura de la queja y sus efectos negativos. Explica que quejarnos constantemente nos impide mejorar las situaciones y en cambio nos lleva a crear más malestar. También nos impide valorar el presente y asumir responsabilidades. En su lugar, propone cultivar el agradecimiento para enfocarnos en lo positivo.

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SEGUNDA EVALUACIÓN: TAREAS (1 PUNTO)

SE HACE A MANO Y SE ENTREGA A LA PROFESORA

**** Lee el siguiente artículo y contesta a las preguntas:

Artículo de la vanguardia: La cultura de la queja. IRENE ORCE, Barcelona- 14/12/2011 -


21:52 h

“Nunca debe el hombre quejarse de los tiempos en que vive, pues no le servirá de nada.
En cambio, en su poder está en mejorarlos”, Thomas Carlyle

La queja es una compañera fiel. Nos visita cada mañana cuando suena
el despertador. Aparece en todo atasco de tráfico. Nos hace compañía en la cola del
supermercado. Siempre atenta, acude cada vez que se da un inesperado cambio de
planes. Nos escolta durante nuestra jornada laboral y nos asiste cada vez que oímos
mencionar la crisis. Y jamás se pierde la llegada de la factura de la tarjeta de crédito. Es
moneda de cambio común en todas las conversaciones. Nos quejamos de nuestros
padres, de nuestros hijos, de nuestro jefe, del gobierno y de la oposición… A menudo,
cuando algo no funciona protestamos antes, durante e incluso después de arreglarlo. Es
así como, poco a poco, entre todos vamos construyendo y perpetuando la cultura de la
queja.

Hemos sacrificado muchas horas en el altar de la protesta y el lamento, pero


¿alguna vez nos hemos planteado cuál es su coste real? ¿Qué nos aporta la queja?
¿Cuáles son los resultados emocionales que se derivan de esta actitud? Y ¿de qué
manera influye en nuestras relaciones? En un primer momento nos ofrecen una zona
de confort, un espacio que nos permite evitar, aunque sea temporalmente, enfrentarnos
a aquello que requiere solución. Sin embargo, el consuelo que brindan se evapora con
rapidez. La satisfacción de nuestras necesidades depende de nuestra capacidad
de resolver problemas, contratiempos y conflictos. Y la queja constante merma nuestras
posibilidades y recursos para lograrlo.

En última instancia, cuando nos quejamos no mejoramos ninguna situación. Más


bien contribuimos a crear más malestar y potencial conflicto a nuestro alrededor. Eso no
significa que no podamos compartir con los demás todas aquellas cosas con las que no
estamos de acuerdo, simplemente darnos cuenta de que utilizar la protesta y la crítica a
discreción puede resultar altamente perjudicial para nuestra salud emocional y la de
quienes nos rodean. De ahí la importancia de hacernos más conscientes de la presencia
y los efectos que tienen en nuestra vida, para aprender a regularlas y gestionarlas de
manera más eficaz y menos dañina.

El foco de atención

“Sin razón se queja del mar el que otra vez navega”, Séneca.

Vivir instalados en la queja resulta cómodo. En ocasiones, incluso útil. No en


vano, cuando nos quejamos buscamos que otros se encarguen de solucionar nuestros
problemas. Pero también nos incapacita. Nos lleva a estancarnos en el problema, en vez
de llevarnos a construir la solución necesaria. Y a poner el foco de atención en lo
negativo de la situación, en vez de valorar las alternativas que se abren ante nosotros.
Poco a poco, va tejiendo una pantalla que nos inmuniza contra la responsabilidad. Así,
vamos delegando en los demás las causas y las consecuencias de nuestras emociones,
acciones y conductas. Nos convertimos en víctimas de nuestra realidad. Quedamos a
merced de nuestras circunstancias, deseos y expectativas. Y cuando éstas no se
cumplen, aumentamos nuestra cosecha de malestar.
Quienes viven instalados en la queja no son ajenos a la amargura. Si aspiramos a
romper la influencia negativa de esta adicción, tenemos que comenzar por abrir el
campo de visión y sumar en perspectiva. Ante cualquier contratiempo, podemos optar
por buscar culpables y caer en la trampa de la discusión. Pero también podemos
tomarnos el espacio necesario para transformar la queja, la crítica y el juicio en una
propuesta constructiva. Tal vez no podamos cambiar nuestras circunstancias, pero sí
podemos cambiar nuestra manera de interpretarlas. Para lograrlo, tenemos que romper
el patrón negativo de pensamiento que nos lleva a operar desde nuestras carencias. Y el
primer paso para conseguirlo es aprender a valorar todo aquello que damos por
sentado.

De ahí la importancia de recuperar el arte de agradecer. De la mano del


agradecimiento surge de forma natural la valoración, es decir, la capacidad de apreciar
lo que somos, lo que tenemos y lo que hacemos en el momento presente. Lo cierto es
que cuanto más valoramos nuestra existencia, más abundancia experimentamos en la
dimensión emocional de nuestra vida. Y cuanto más nos quejamos, más escasez
padecemos. Prueba de ello es que aquello que no valoramos solemos
terminar perdiéndolo.

El arte de valorar y agradecer

“El secreto de la felicidad está en aprender a valorar lo que tenemos y dejar de


lamentarnos por lo que perdimos”. Anónimo

En opinión del experto en desarrollo personal Borja Vilaseca, “nuestra capacidad


de valorar lo que tenemos es precisamente lo que nos permite disfrutar plenamente de
nuestra existencia, centrándonos en lo que está a nuestra disposición y no tanto en lo
que nos falta”. Sin embargo, en general nos regimos según la conocida ‘ley de Murphy’.
Esta teoría popular y pesimista tiene como finalidad explicar los infortunios que acaecen
en nuestro día a día. En esencia, establece que “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Y
esta afirmación se aplica tanto a las situaciones banales como a las cuestiones
más trascendentes. Así, siguiendo los dictados de la ley de Murphy, tendemos a enfatizar
aquellos hechos que nos perjudican o que directamente no nos benefician. Y esta es la
razón por la que cada vez que una rebanada de pan untada con mantequilla se nos cae
al suelo, la mayoría de nosotros tendemos a recordar más vívidamente las veces en que
cae con el lado de la mantequilla hacia el suelo. Es decir, que solemos quejarnos cuando
esto ocurre, pero no solemos acordarnos cada vez que cae del lado opuesto. O incluso
de cuando ni siquiera se nos cae.

Cabe señalar que existen alternativas a esta percepción egocéntrica. Cada vez
más seres humanos están empezando a regirse por los principios que establece la
denominada ‘ley de Wurphy’. Y ésta se basa en una simple premisa: “Aprender a vivir el
misterio de la vida con asombro, dándonos cuenta de que el simple hecho de estar vivo
es, en sí mismo, un regalo maravilloso”. Lo cierto es que en base a esta toma de
consciencia ya no damos nada por sentado. Al percibir la realidad desde la óptica de la
ley de Wurphy, encontramos cada día cientos de detalles cotidianos por los que
sentirnos profundamente agradecidos. No en vano, la mayoría de nosotros dormimos
sobre una cama y bajo un techo. Tenemos acceso a agua potable. Y a ciertos lujos con
los que mantener nuestra higiene. Encendemos el grifo y sale agua caliente a propulsión.
Comemos cada día. Tenemos nevera. Y despensa. Etcétera, etcétera, etcétera…

No hay mejor antídoto contra la cultura de la queja que la cultura del


agradecimiento. No en vano, nos brinda la perspectiva necesaria para responder de la
manera más eficiente, responsable y consciente posible ante los retos e imprevistos que
surgen en nuestro día a día. En última instancia, nuestra capacidad de apreciar y valorar
lo que sí forma parte de nuestra vida es infinita, tan ilimitada como lo es nuestra
imaginación. El reto está en acordarnos cada vez que la tostada cae con el lado de la
mantequilla hacia arriba. Y hacerlo también cuando no se nos cae. Incluso apreciar y
valorar el hecho de podernos comer una tostada siempre que nos apetezca. Depende de
nosotros: podemos decidir saborear la tostada…O quejarnos de que no
queda mermelada.

1. Resume el contenido del texto (Mínimo 8 líneas).

2. Responde a las siguientes preguntas, según lo que se refleja en el texto:


a) ¿Para qué me sirve quejarme? ¿Qué es una queja?
b) ¿Qué puedo hacer para cambiar aquello de lo que me quejo?
c) ¿En qué medida quejarme me impide valorar el momento presente?
d) Busca información sobre los 3 tipos de quejas que hay. Defínelas.

3. Conclusión: Explica argumentando qué te ha parecido el texto (mínimo tres


líneas) y qué has aprendido con su lectura.

4. Comenta las siguientes citas:

a- Cada uno de nosotros suele tener una colección de quejas


esperando a salir. Nos quejamos del trabajo, de nuestra pareja, de
aquel amigo, de cómo nos trataron en el último restaurante al que
fuimos… La lista podría ser infinita.

b- Quejarse se está volviendo una adicción en la sociedad.

c- Quejarse no cambia las situaciones, tampoco a las personas ni a las


cosas, tan solo informa de que la realidad no nos agrada.

d- La queja también nos indica una falta de responsabilidad ante las


personas y las situaciones, o la recreación en la posición de víctimas.

e- Cuando nos quejamos, acusamos a los demás o a las circunstancias


de nuestra infelicidad, quedamos exentos de toda responsabilidad.

5. Busca información en Internet acerca de algún trastorno de la personalidad que


conlleve la pauta de no asumir la responsabilidad. Explica dicho trastorno y las
consecuencias sociales que conlleva (mínimo 8 líneas).

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