SANTANDER RAFAEL BRITO CUADRADO
Magistrado ponente
SL4874-2020
Radicación n.° 84930
Acta 45
Estudiado, discutido y aprobado en sala virtual
Bogotá, D. C., treinta (30) de noviembre de dos mil
veinte (2020).
Decide la Sala el recurso de casación interpuesto por
MAURICIO SUÁREZ BELISARIO, contra la sentencia
proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá, el veintisiete (27) de noviembre
de dos mil dieciocho (2018), en el proceso ordinario que le
instauró a PIONEER DE COLOMBIA SDAD LTDA.
I. ANTECEDENTES
Mauricio Suárez Belisario llamó a juicio a Pioneer de
Colombia Sdad Ltda, con el fin de obtener, previa
declaración de la existencia de un contrato de trabajo
celebrado con la accionada, desde el 8 de enero de 2008
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hasta el 2 de mayo de 2015, que fue prorrogado como
consecuencia de la sentencia de tutela que amparó su
derecho a la estabilidad laboral reforzada, el pago de los
salarios dejados de percibir desde la última fecha atrás
mencionada hasta el 18 de febrero de 2016, data en la que
fue reintegrado por orden constitucional, con las
prestaciones, los aportes adeudados, la sanción por no
consignación de cesantías, la prevista en el artículo 3° de la
Ley 52 de 1975 y la del 26 de la Ley 361 de 1997, así como
los gastos de trasladó por ser originario del Municipio de
Aguazul-Casanare (f.° 1 a 18 del cuaderno principal).
Fundamentó sus pretensiones, básicamente, en que se
vinculó con la llamada a juicio, desde el 8 de enero de 2008
hasta el 2 de mayo de 2015; que desarrolló labores de alto
riesgo en la perforación de pozos petroleros, en atención a
las altas temperaturas y la vibración de los taladros, que
superaban las 5 o 10 las fuerzas gravitacionales, lo que le
generó constantes dolores de cintura, situación de la cual
tuvo conocimiento su empleadora.
Narró, que al momento de su retiro, no le practicaron
los exámenes de egreso; que se le realizó una resonancia
magnética, cuyo resultado fue informado a la compañía,
quien le aseguró que lo reintegraría a sus labores.
Precisó, que presentó acción de tutela, la cual fue
resuelta, en segunda instancia, favorable a sus solicitudes y
le concedió un plazo de cuatro meses para iniciar el
respectivo proceso ordinario laboral y que a la fecha no le
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habían cancelado los créditos laborales solicitados en el
libelo inicial.
La llamada a juicio se opuso a las pretensiones.
Informó que entre las partes se firmó un contrato a término
de obra o labor contratada, vigente entre el 8 de enero de
2008 al 31 del mismo mes y año; que se suscribieron otros
donde existió solución de continuidad y el último se
extinguió por la expiración del plazo, entregando la
autorización para practicarse el examen de salida, sin que
hubiera prometido reintegro alguno. Aceptó que en su
contra se formuló acción de tutela, pero expuso, que ha
cumplido con las obligaciones de ley.
En su defensa, formuló las excepciones de mérito de
inexistencia de estabilidad laboral reforzada al momento de
la terminación del contrato de trabajo, buena fe, pago,
cobro de lo no debido y mala fe del demandante (f.° 110 a
144 ibídem).
II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado Treinta y Ocho Laboral del Circuito de
Bogotá, mediante fallo del 3 de abril de 2018 (f.° 358 a 357
del cuaderno principal), declaró que entre las partes
existieron dos contratos de trabajo a término indefinido, el
primero desde el 8 de enero de 2008 hasta el 2 de marzo de
2009 y, el segundo desde el 14 de abril de 2009 al 2 de
mayo de 2015, último frente al que decidió, que la
terminación fue eficaz, por no contar el trabajador con la
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protección de la estabilidad laboral reforzada prevista en el
artículo 26 de la Ley 361 de 1997, lo que lo llevó a tener
acreditada la excepción de inexistencia de estabilidad
laboral reforzada y a absolver a la accionada.
Encontró, que la última vinculación, finalizó sin justa
causa y ordenó el pago de $48.510.000, por concepto de la
indemnización prevista en el artículo 64 del Código
Sustantivo del Trabajo. No impuso costas.
III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA
Por apelación de las partes, la Sala Laboral del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, con
sentencia del 27 de noviembre de 2018, modificó la del a
quo, e indicó que la condena debía ser por valor de
$42.710.850. Confirmó en lo demás y también se abstuvo
de condenar en costas (f.° 366 del cuaderno principal).
En lo que interesa al recurso extraordinario, el
Tribunal consideró, como fundamento de su decisión, que
debía definir si el actor estaba protegido por la estabilidad
laboral reforzada y si había lugar o no al reconocimiento de
la indemnización por despido.
Frente a lo primero, citó el artículo 26 de la Ley 361 de
1997, haciendo lo mismo con el 7° del Decreto 2463 de
2001 y reprodujo la sentencia de casación con rad 56315.
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Con sustento en lo anterior, afirmó que para lograr la
ineficacia del despido, quien demandaba debía probar su
limitación en el grado severo o profundo y que su condición
fue causa del despido.
Anotó, que el demandante no demostró que para el 2
de mayo de 2015, tenía esas pérdidas de capacidad laboral,
porque de eso no daban cuenta las pruebas aportadas y
concluyó, que la terminación del contrato no ocurrió por lo
expuesto en la demanda, al insistir, que para esa calenda
no había sido calificado y no contaba con una incapacidad
médica.
Reprodujo la sentencia CC SU-09-2017 y dijo que en
este asunto no se evidenciaba una situación de salud, que
dificultará el desempeñó de la actividad laboral; que, los
documentos de folios 23 a 56 del cuaderno principal, daban
cuenta del padecimiento, pero que no generó incapacidades
prolongadas y consecutivas al momento de la finalización
del vínculo laboral; que aun cuando el actor tuvo un
tratamiento médico, a la fecha del fenecimiento de la
relación no contaba con ninguna de las situaciones
contempladas la norma de la estabilidad laboral reforzada,
lo que descartaba que su limitación física hubiera llevada a
la compañía a desvincularlo.
Luego, observó a folios 203 a 206 ibídem, que contiene
el contrato de trabajo suscrito entre las partes, sin que se
hubiera demostrado la culminación de la obra para la que
fue contratado.
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Estableció, que existió una continuidad en la labor del
trabajador desde el año 2008 hasta el 2 de mayo de 2015,
presentándose dos interrupciones, como daba cuenta el
folio 145, lo que no podía llevar a sostener, que la
vinculación estuvo regida por múltiples contratos, porque
en aquellas donde se determina por la naturaleza de la
obra, esta es la que establecía su duración, ya que,
terminada la labor, se fijaba su objeto, pero, si no había
finalización del trabajo encomendado y este persistía, era
claro que el término laboral no estaba sujeto a ningún
plazo, siendo indefinido.
Con sustento en lo anterior, manifestó que era
evidente que la causa de la demandada para dar por
terminado el contrato, esto era, la finalización de la obra,
era ilegal, sin que existiera justificación para ello, siendo
imposible exonerar de la indemnización del artículo 64 del
Código Sustantivo del Trabajo, la que calculó con la
totalidad del tiempo y con un salario $11.025.000, para un
total de $42.710.850.
IV. RECURSO DE CASACIÓN
Interpuesto por el demandante, concedido por el
Tribunal y admitido por la Corte, se procede a resolver.
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V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN
Pretende que la Sala case la sentencia recurrida, para
que, en sede de instancia, revoque la del Juzgado y acceda
las súplicas de la demanda (f.° 10 del cuaderno de la Corte).
Con tal propósito formula dos cargos, por la causal
primera de casación, replicados conjuntamente por la
demandada y que se estudiaran en la misma forma, pues,
no obstante presentarse por distinta vía, se valen de similar
argumentación y persiguen el mismo fin.
VI. CARGO PRIMERO
Acusa la sentencia, por la vía directa, en la modalidad
de interpretación errónea del artículo 26 de la Ley 361 de
1997, siendo un medio para vulnerar el 1°, 7°, 8°, 9°, 10°,
11, 13, 14, 18, 19, 21, 58 numeral 5° y 140 del Código
Sustantivo del Trabajo; 1°, 2°, 13, 16, 23, 25, 29, 47, 53,
54, 64, 65, 93 y 95 de la Constitución Política; 1° a 5°, 22 a
24 de la Ley 361 de 1997; 1°, 2°, 3°, 41, 42, 757 de la Ley
100 de 1993; 1° y 7° del Decreto 2463 de 2001.
En su desarrollo, sostiene que la postura de la Corte
Suprema de Justicia y de la Corte Constitucional, frente al
artículo 26 de la Ley 361 de 1997, son diferentes y el
Tribunal debió acudir a los de esta última, con lo que,
incurrió en el dislate interpretativo, al concluir que la
accionada no tenía la obligación de solicitar al Ministerio
del Trabajo permiso para despedirlo, pues conforme a la
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sentencia CC C-531-2000, el despido carece de efecto
jurídico sino se acude a la oficina del trabajo, para la
respectiva autorización y reproduce las providencias CC C-
200-2019 y CC SU-049-2017, así como la CSJ SL5168-
2017 (f.° 10 a 16 del cuaderno de la Corte).
VII. CARGO SEGUNDO
Denuncia la decisión, por la senda indirecta, por la
aplicación indebida de las preceptivas de la Ley 361 de
1997, relacionadas en la acusación anterior, que fueron un
medio para la vulneración de los mismos artículos insertos
en el cargo primero, junto con los Convenios 158 y 159 de
la OIT.
Le atribuye al Tribunal, los siguientes errores
evidentes de hecho:
1. Dar por demostrado, sin estarlo, que el empleador […] No
necesitaba de la autorización del Ministerio del Trabajo para la
aprobación de la terminación del contrato de trabajo por una
justa causa en una trabajadora (sic) en condición de
discapacidad.
2. Dar por demostrado, no estándolo, que la empresa
demandada debió probar la presunción legal que la obliga a
pedir permiso para el despido.
3. No dar por demostrado, estándolo, que el señor […], se
encontraba con una limitación considerable al momento de la
terminación del contrato de trabajo.
4. No dar por demostrado, estándolo, que […], conocía de la
condición de salud del trabajador y aquí demandante antes del
despido.
5. No dar por demostrado, estándolo, que el demandante tenía
derecho a que se le reintegrara a su puesto de trabajo.
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6. No dar por demostrado, estándolo, que el demandante se
encontraba bajo restricciones médicas al momento del despido.
Yerros que atribuye a la «interpretación errónea» de la
copia de las evaluaciones médicas, las de los resultados de
imágenes diagnósticas, de la orden de examen de egreso y
del examen médico ocupacional, sobre los que no identificó
su ubicación.
En su desarrollo, sostiene que los medios de
convicción atrás mencionados, advierten que el estado de
salud del trabajador era precario, con lo que se hubiera
deducido, que era sujeto de especial protección
constitucional, tanto así, que se hicieron una serie de
recomendaciones a la llamada a juicio, con lo que,
concluye, su empleador conocía de sus padecimientos (f.°
16 a 20 del cuaderno de la Corte).
VIII. RÉPLICA
La pasiva dice que en alcance del recurso se
confunden los fines del recurso extraordinario, con los de
una tercera instancia, porque, al hacer la relación de los
hechos, se exponen nuevas apreciaciones.
Menciona, que no es adecuado que en el primer cargo
y en el segundo se acuse el artículo 26 de la Ley 361 de
1997, tanto por su interpretación errónea, como por su
aplicación indebida y que en todo caso, la decisión estuvo
ajustada a derecho (f.° 25 a 33 del cuaderno de la Corte).
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IX. CONSIDERACIONES
No asiste razón a los reparos técnicos formulados por
la accionada a las acusaciones presentadas por el
demandante, como que éste, con las imputaciones, busca
derrotar las concusiones del Tribunal, sin que contengan
hechos nuevos no debatidos en las instancias.
Además, debe notarse que los cargos se presentan, el
primero por la senda directa y el segundo por la indirecta;
de ahí que aun cuando denuncian igual elenco normativo,
cada uno es autónomo, ya que en el inicial, se plantea un
problema de intelección respecto a las normas que
conforman la proposición jurídica y en el último, la
disconformidad se hace descansar en la «interpretación
errónea», que en verdad corresponde, a la apreciación
errada, de los medios de convicción con los que se sustenta
el reproche, lo que implica que la disconformidad, no se
originó por la hermenéutica realizada sobre algún artículo,
sino como consecuencia de los errores de hecho que dice el
recurrente, se cometieron en segunda instancia, los cuales,
por regla general, se estructuran por la aplicación indebida.
Superado lo anterior, a la Sala, en esta oportunidad le
corresponde determinar, si el ad quem, se equivocó, al
indicar, con sustento en el artículo 26 de la Ley 361 de
1997, así como con el 7° del Decreto 2463 de 2001 y la
sentencia de casación que identificó con la radicación
56315, que para lograr la ineficacia del despido, era
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necesario que el demandante probara su limitación en
grado severo o profundo y que su condición, fue la causa
del finiquito de la relación laboral.
Para dar respuesta a ese tópico, se recuerda que esta
Corporación ha sostenido que la estabilidad laboral, sobre
la que estructura el actor sus pretensiones, no opera de
forma automática, al requerir que el trabajador tenga un
grado de discapacidad moderado, severo o profundo; que
sea de conocimiento del empleador y que este termine el
contrato de manera unilateral y sin justa causa, sin la
autorización del Ministerio del Trabajo.
Es así, como en la sentencia de casación CSJ SL3772-
2018, se dijo:
Frente a los reproches traídos en el cargo, el Tribunal no
incurrió en ningún desvío interpretativo respecto del artículo 26
de la Ley 361 de 1997, al estimar que la estabilidad laboral
reforzada allí prevista no operaba automáticamente en todos los
casos, puesto que esta consideración se aviene a la
jurisprudencia emitida por esta Corporación, en cuanto a que la
ineficacia del despido prevista en la norma requiere la presencia
de varios presupuestos, tales como i) que el trabajador padezca
de un estado de discapacidad en grado moderado, severo o
profundo, independientemente de su origen; ii) que el
empleador tenga conocimiento de dicho estado de discapacidad;
iii) que el patrono despida al trabajador de manera unilateral y
sin justa causa; y iv) que el patrono no solicite la
correspondiente autorización del Ministerio del Trabajo.
En efecto, en la sentencia SL11411- 2017, sobre esta temática,
la Corte resaltó:
Al margen de lo anterior, para despejar las inquietudes
planteadas por la censura, en lo que tiene que ver con el marco
jurídico que gobierna la situación en disputa, esta sala de la
Corte ha clarificado que los destinatarios de la garantía especial
a la estabilidad laboral reforzada son aquellos trabajadores que
tienen una condición de discapacidad en grado moderado,
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severo o profundo, como lo dedujo el Tribunal,
independientemente del origen que tengan y sin más
aditamentos especiales, como que obtengan un reconocimiento
y una identificación previas.
En la sentencia CSJ SL, 28 ag. 2012, rad. 39207, reiterada en
CSJ SL10538-2016 y CSJ SL5163-2017, entre otras, la Corte
adoctrinó al respecto:
Justamente en un proceso adelantado contra la misma empresa
aquí demandada, radicado N° 32532 de 2008, esta Sala
determinó que no toda discapacidad goza de la protección a la
estabilidad contenida en el artículo 26 de la Ley 361 pues, en
concordancia con los artículos 1º y 5º de la citada ley, dedujo
que gozan de dicha protección aquellos trabajadores con grado
de discapacidad moderada (del 15% al 25%), severa (mayor del
25% y menor al 50%) y profunda (mayor del 50%). Bajo esta
premisa, negó la protección al demandante quien sufría una
incapacidad permanente parcial del 7.41%.
(…)
El anterior precedente fue reiterado en la sentencia 35606 de
2009, donde sobre el particular anotó:
(…)
En concordancia con lo anterior, la Corte ha precisado que no
es necesario que el trabajador esté previamente reconocido
como persona en condiciones de discapacidad o que se le
identifique de esa manera en un carné, como el que regula el
artículo 5 de la Ley 361 de 1997, pues lo importante es que
padezca una situación de discapacidad en un grado
significativo, debidamente conocida por el empleador, para que
se activen las garantías que resguardan su estabilidad. En la
sentencia CSJ SL, 18 sep. 2012, rad. 41845, se dijo al respecto
que,
(…)
Finalmente, la Corte también ha señalado que en virtud de lo
previsto en el artículo 26 de la Ley 361 de 1997, el empleador
debe contar con la autorización de las autoridades de trabajo,
para efectuar despidos unilaterales y sin justa causa de
personas en condiciones de discapacidad, sin que le sea exigible
al trabajador la prueba de la razón real de la decisión de
despido, por resultar desproporcionado. En la sentencia CSJ
SL6850-2016 se adoctrinó al respecto:
Ahora bien, aún si se admitiera que la sentencia gravada se
cimentó sobre una base fáctica como la que precisa la censura,
en todo caso, para la Corte, por el solo hecho de haberse
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comprobado la existencia de un despido unilateral y sin justa
causa, que no tuvo discusión en el proceso ni en el cuerpo
argumentativo del recurso de casación, el Tribunal no pudo
haber incurrido en algún error hermenéutico al aplicar el
artículo 26 de la Ley 361 de 1997 a las condiciones particulares
del actor.
En efecto, la censura parece diferenciar entre las causas justas
y las razones que pueden acompañar a una decisión de despido.
Por eso mismo, a pesar de que reconoce que en este caso no
medio una justa causa, dice que la razón del despido fue la
escisión de la entidad y no la condición de discapacidad del
trabajador. Con fundamento en ello, en últimas, arguye que en
el evento en que se propicie un despido unilateral y sin justa
causa, en todo caso, el trabajador debe demostrar que la
decisión se dio por razón de su discapacidad y no por otros
motivos, para que opere la especial garantía de estabilidad.
Una interpretación de esas características no puede ser avalada
por la Corte, por las razones que pasan a exponerse:
La interpretación que propone la censura torna totalmente
nugatoria la garantía de estabilidad y le resta todo efecto útil a
la disposición, pues pone en manos del empleador la facultad
de despedir al trabajador discapacitado, libremente, con la sola
condición de no motivar su decisión en función de la especial
condición de discapacidad.
Esta Sala de la Corte ha sostenido en repetidas oportunidades
que garantías como la que aquí se analizan constituyen un
límite especial a la libertad de despido unilateral con que
cuentan los empleadores. Por ello, siendo un límite a dicha
libertad, no puede entenderse cómo, en todo caso, el empleador
pueda despedir sin justa causa al trabajador discapacitado, sin
restricción adicional al pago de la indemnización prevista en el
artículo 64 del Código Sustantivo del Trabajo. En ese caso,
bastaría que el empleador despidiera al servidor discapacitado
sin justa causa, como lo puede hacer, en condiciones normales,
con todos los demás trabajadores, con la sola condición del
pago de una indemnización, sin dar razones de su decisión o
expresando cualesquiera otras, para que la aplicación de la
norma quedara plenamente descartada.
Tampoco es funcional a los fines constitucionales perseguidos
por la norma. Ello es así porque la intención del legislador,
entre otras cosas, fue la de que una autoridad independiente,
diferente del empleador, juzgara de manera objetiva si la
discapacidad del trabajador resultaba claramente «…
incompatible e insuperable en el cargo que se va a
desempeñar…» y es precisamente en el marco de los despidos
unilaterales y sin justa causa que se puede ejercer esa
atribución en toda su magnitud.
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Si no fuera de esa manera, se repite, al empleador le bastaría
acudir a la figura del despido unilateral y sin justa causa, sin
revelar las razones de su decisión o expresando cualesquiera
otras, para que la norma quedara totalmente anulada en sus
efectos, de manera que nunca se lograría cumplir con la
finalidad constitucional de promover un trato especial para las
personas puestas en condiciones de discapacidad.
En ese sentido, la postura de la censura también es contraria a
lo resuelto por la Corte Constitucional en la sentencia C 531 de
2000, en la que, al examinar la constitucionalidad del artículo
26 de la Ley 361 de 1997, señaló que el despido unilateral e
injusto del trabajador discapacitado, sin autorización de las
autoridades de trabajo y con el simple pago de una
indemnización, no atiende las finalidades constitucionales de la
disposición, de lograr un trato especial para aquellas personas
puestas en condiciones de debilidad manifiesta, por su
condición física, sensorial o mental.
(…)
Esto es, que el trabajador en condiciones de discapacidad no
puede recibir el mismo trato que los demás, de manera que el
empleador no puede acudir directamente a los despidos
unilaterales y sin justa causa, sino que, previo a ello, tiene que
cumplir con los presupuestos establecidos en el artículo 26 de
la Ley 361 de 1997.
La interpretación que favorece la verificación de las autoridades
de trabajo, previo al despido unilateral e injusto del trabajador
discapacitado, no resulta desproporcionada para el empleador y
no quebranta su libertad de contratación. En efecto, en primer
lugar, la aplicación del artículo 26 de la Ley 361 de 1997 tan
solo implementa un control administrativo previo a la facultad
de despedir, estructurado como una especie de acción
afirmativa, en pos de la promoción de la igualdad real y efectiva
en el ámbito del trabajo, que para nada inutiliza o vuelve
irreales las libertades patronales, sino que las limita razonable y
fundadamente.
Por otra parte, tal restricción no resulta desproporcionada para
el empleador, pues si en realidad la discapacidad de un
trabajador puede resultar incompatible con el ejercicio del
empleo, de manera que puede afectar derechos y libertades
fundamentales de la empresa, así lo podrá demostrar ante las
autoridades de trabajo, con las pruebas que resulten relevantes.
En función de lo anterior, en lo que al ámbito jurídico
concierne, el Tribunal no incurrió en error alguno, al inferir que
la garantía de estabilidad laboral de la Ley 361 de 1997 cubre a
trabajadores con limitaciones moderadas, severas o profundas,
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debidamente conocidas por el empleador. Tampoco erró dicha
corporación al concebir que ese beneficio opera en casos de
despidos unilaterales y sin justa causa, sin autorización del
Ministerio de Trabajo, como el que determinó la demandada
respecto del contrato de trabajo del actor.
Siendo eso así, ningún error cometió el Juez de la
apelación, al sostener, que las previsiones del artículo 26 de
la Ley 361 de 1997, cobijaba a los trabajadores con
limitaciones moderadas, severas o profundas, situación que
conlleva a la improsperidad de la primera acusación,
debiéndose agregar, que esta Corte actúa como órgano de
cierre de la jurisdicción ordinaria laboral, sin que se
encuentren argumentos para variar su jurisprudencia.
Además, ninguna de las pruebas relacionadas en la
segunda acusación, exhiben una pérdida de capacidad
laboral, en los grados relacionados con anterioridad, pues
las copias de las evaluaciones médicas, la de los resultados
de las imágenes diagnósticas, de la orden del examen de
egreso y del examen médico ocupacional (f.° 23 a 56, 148 y
173 a 180 del cuaderno principal), no muestran el
porcentaje respectivo, a efectos de determinar si era
beneficiario de la protección del artículo 26 de la Ley 361 de
1997.
Ahora, a manera de doctrina, debe decirse que como la
vinculación finalizó el 2 de mayo de 2015, la normativa
aplicable era la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad, aprobada con la Ley 1346 de
2009, ratificada el 10 de mayo de 2011 y vigente en
Colombia a partir del mismo día, pero del mes de junio, así
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como la Ley Estatutaria 1618 de 2013, sancionada el 27 de
febrero de esa anualidad, disposiciones que, en todo caso,
no fueron denunciadas por la censura.
Sin embargo, aun si se pasara por alto esa deficiencia,
no habría lugar a quebrar lo decidido por el Tribunal, como
que esta Corporación ha definido que la verificación de una
condición de discapacidad, en perspectiva del artículo 26 de
la Ley 361 de 1997, debe darse «a la luz de los nuevos
abordajes y conceptos» incorporados en ese nuevo marco
normativo (CSJ SL2586-2020).
Respecto a esos nuevos abordajes y conceptos, se
pronunció la sentencia CSJ SL3275-2019, de la siguiente
manera:
Analizar la presente situación de esta manera, como lo advirtió
la Corte Constitucional, implica atender a principios y
mandatos constitucionales, así como a instrumentos
internacionales ratificados por Colombia, que velan por la
protección de las personas en situación de discapacidad,
particularmente, la igualdad, la prohibición de discriminación y
la obligación que tiene el Estado de garantizar el pleno ejercicio
de cada una de sus prerrogativas fundamentales de manera
que puedan gozar de una vida en condiciones de dignidad.
Así, el artículo 25 de La Declaración Universal de Derechos
Humanos1, dispone que «toda persona tiene derecho a un nivel
de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud
y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la
vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios
(…)».
Y en el sistema universal de derechos humanos se adoptó la
Convención Sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad por la Asamblea General de la Naciones Unidas el
13 de diciembre de 20062 con el propósito de promover,
proteger y asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad
1 Aprobada en Colombia mediante la Ley 16 de 1972.
2 Aprobada en Colombia mediante la Ley 1346 de 2009.
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de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por
todas las personas con discapacidad y promover el respeto de
su dignidad inherente.
En esa línea, el Congreso profirió la Ley 1618 de 2013, cuyo
objetivo es «garantizar y asegurar el ejercicio efectivo de los
derechos de las personas con discapacidad, mediante la
adopción de medidas de inclusión, acción afirmativa y de
ajustes razonables y eliminando toda forma de discriminación
por razón de discapacidad», todo ello, en concordancia con la
Ley 1346 de 2009.
Igualmente, nuestro ordenamiento constitucional consagra en
el artículo 13, que el Estado debe adoptar las medidas
necesarias para promover las condiciones de igualdad de
grupos discriminados y marginados y proteger de manera
especial a las personas que, por su condición de vulnerabilidad,
se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta.
Siguiendo los mismos lineamientos, el artículo 47 de la Carta
Política establece que:
(…) el Estado adelantará una política de previsión, rehabilitación
e integración social para los disminuidos físicos, sensoriales y
psíquicos, a quienes se prestará la atención especializada que
requieran.
Del mismo modo, el artículo 54 Superior consagra de manera
expresa el deber del Estado de «garantizar a los minusválidos el
derecho a un trabajo acorde con sus condiciones de salud».
En desarrollo de estos preceptos constitucionales, el legislador
expidió la Ley 361 de 1997 la cual, según su artículo 3.º, está
inspirada en «la normalización social plena y la total integración
de las personas con limitación».
Por otra parte, en desarrollo del artículo 48 de la Constitución
Política, se profirió la Ley 100 de 1993, que reglamentó el
Sistema General de Seguridad Social en Salud, sus
fundamentos, organización y funcionamiento desde la
perspectiva de una cobertura universal, es decir, comprende
las obligaciones del Estado y de la sociedad, las instituciones y
los recursos destinados a garantizar la cobertura de las
contingencias derivadas de la vejez, la salud, la invalidez y la
muerte, que pueden afectar la calidad de vida de una persona
acorde con el principio de la dignidad humana (artículo 152 de
la Ley 100 de 1993).
Precisamente, en amparo del riesgo de invalidez se dispuso la
creación de una pensión a favor de la persona que ha perdido
su capacidad laboral, como consecuencia de una enfermedad o
un accidente, con miras a garantizar el derecho al mínimo vital,
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permitiendo el acceso a un ingreso vinculado con la
preservación de una vida digna y de calidad.
De esta manera, resulta obligación del Estado proteger a
aquellas personas que se encuentran en situación de
discapacidad; así mismo, resguardar su derecho fundamental a
la seguridad social y acoger medidas de orden positivo
orientadas a superar la situación de desigualdad y de
desprotección a la que se ven sometidas, pues es a partir del
paradigma establecido por los diversos instrumentos
internacionales, en torno al deber de los Estados de brindar un
trato igualitario y digno a las personas en condición de
discapacidad, que el legislador ha ido a la par de dichas
prerrogativas, con la expedición de las Leyes 1046 y 1306 de
2009, y 1618 de 2013, con el fin de establecer un modelo de
inclusión social para superar las barreras a las que dicha
población está sometida.
Así, debe advertirse que esos instrumentos
comprenden una concepción más amplia y comprensiva de
las limitaciones que puedan impedir la participación de las
personas, de manera plena y efectiva en la sociedad, en
igualdad de condiciones con los demás, ya que, en el
preámbulo de la Convención atrás mencionada, se dice que
«la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta
de la interacción entre las personas con deficiencias y las
barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su
participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de
condiciones con las demás».
De ahí que ese compendio precisa que, dentro del
grupo de personas en condición de discapacidad, se
encuentran las que «tengan deficiencias físicas, mentales,
intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar
con diversas barreras, puedan impedir su participación
plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones
con las demás».
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Por su parte, la Ley Estatutaria 1618 de 2013, agrega
que esas insuficiencias pueden ser también a mediano
plazo, como a continuación se destaca:
Artículo 2°. Definiciones. Para efectos de la presente ley, se
definen los siguientes conceptos:
1. Personas con y/o en situación de discapacidad: Aquellas
personas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales
o sensoriales a mediano y largo plazo que, al interactuar con
diversas barreras incluyendo las actitudinales, puedan impedir
su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de
condiciones con las demás.
Conforme a lo anterior y al aplicar esos parámetros a
este asunto, se advierte que el demandante reportaba, al
momento del fenecimiento de la relación laboral, algunas
deficiencias físicas, pero las mismas, conforme a los medios
de convicción relacionados en la segunda imputación, no
muestran, con contundencia, que fueran de una magnitud
que operara en su favor la protección legal reforzada, como
tampoco que estuviera en desventaja con el promedio de la
población o que se encontrara en una condición de
discriminación que ameritara un trato diferencial o
excepcional como el reclamado.
En forma adicional, debe quedar claro que la Ley 1618
de 2013 no derogó la 361 de 1997 sino que, conforme al
artículo 27 de la primera, «se adiciona a las demás normas
que protegen los derechos de las personas con discapacidad,
con el fin de garantizar el ejercicio efectivo de sus derechos,
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así como se exigibilidad», salvo las «que le sean contrarias»,
según al 32 de la misma, más si se tiene en cuenta que la
última es también mencionada por la inicial en el numeral
6° de su artículo 13 (CC C-765-2012).
Por lo expuesto, los cargos no prosperan.
Las costas en el recurso extraordinario estarán a cargo
del demandante. Como agencias en derecho se fija la suma
de $4.240.000 que deberá incluir el Juez de Primer Grado
en la liquidación que realice, conforme a lo previsto en el
artículo 366 del Código General del Proceso.
X. DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando justicia
en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO
CASA la sentencia dictada el veintisiete (27) de noviembre
de dos mil dieciocho (2018) por la Sala Laboral del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, dentro del proceso
ordinario laboral seguido por MAURICIO SUÁREZ
BELISARIO contra PIONEER DE COLOMBIA SDAD LTDA.
Costas como se dijo en la motiva.
Cópiese, notifíquese, publíquese, cúmplase y
devuélvase el expediente al Tribunal de origen.
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SANTANDER RAFAEL BRITO CUADRADO
CECILIA MARGARITA DURÁN UJUETA
CARLOS ARTURO GUARÍN JURADO
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