OÍDOS BIEN AFINADOS
1 Reyes 19:1-18
Autor: Sérgio Vicente
Elías recibe la orden de parte de Dios para ir a Acab, quien pretendía matarlo, fue hacia él
para pedirle que reúna en el monte Carmelo a 450 profetas de Baal y 400 profetas de
Asera a quienes dejó en ridículo porque clamaron a Baal, presentaron holocausto, se
mutilaron, danzaron, etc., pero no respondió. Por otro lado, Dios consumió el holocausto
que presentó Elías y finalmente degolló a todos los profetas de Baal (1 Re 18:1-40).
La situación de la sequía registrada en 1 Reyes 17:1-5, ahora en 1 Reyes 18:41-46
Elías nuevamente ora para que volviera a llover. Esto era incomprensible, puesto que
habían pasado tres años y medio sin lluvia (Sa 5:17), hasta que él y su criado vieron una
pequeña señal como la palma de una mano (vv. 43, 44), luego envía un mensaje a Acab
para que huya de la lluvia, sin embargo Acab iba tras Elías. Este por su parte corrió
delante de Acab y llegó a Jezreel (vv. 45, 46).
Acab le da el informe a Jezabel de todo lo que Elías había hecho con los profetas
(1 Re 19:1). Jezabel era la esposa de Acab como rey de Samaria (1 Re 16:29-34). Tanto
en el AT como en el NT Jezabel se convirtió en un símbolo de la idolatría (Ap 2:20). Ella
sería la que actuaría en favor de su esposo para quitarle la viña a Nabot (1 Re 21:1-16),
finalmente murió bajo las ordenes de Jehú cuando la mataron en la calle y su cuerpo fue
comido por los perros (2 Re 9:30-37).
Por estas razón amenaza a Elías diciendo: “Así me haga los dioses, y aun me
añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos” (v.
2). Elías huyó como profeta, quebrantado por las amenazas de Jezabel (v. 3), por la falta
de arrepentimiento de la reina y por su tiranía sobre Israel. Elías esperaba que Jezabel se
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rindiera, pero al ver que no sucedía, el profeta de Dios se descorazonó (vv. 4, 10, 14).
Elías se fue por el desierto y se sentó debajo de un arbusto y dijo: “basta ya, oh Jehová,
quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” (v. 4). Los israelitas creían que el
suicidio era una rebeldía contra el Señor, no era una opción, fuera cual fuera la aflicción.
Elías pidió la muerte al Señor igual que Jonás (Jon 4:3, 8) porque consideraba la
situación como desesperada. Job (Jb 6:8, 9), Moisés (Nú 11:10-15) y Jeremías (Jer 20:14-
18) también reaccionaron de manera similar durante el ministerio de cada uno de ellos, lo
cual muestra la humanidad de estos grandes hombres de Dios, pero también la
desesperación en los momentos de frustración.
Estando Elías bajo el arbusto, se quedó dormido hasta que un ángel le tocó y le
dijo que comiera (v. 5), “entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida
sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse” (v. 6). Por
segunda vez el ángel volvió a levantarlo para que comiera porque la advertencia era que
el camino aún era largo (v. 7). Al igual como en Querit y Sarpeta (1 Re 17:6, 19), Dios
suplió los alimentos necesarios para Elías en medio de su aflicción y del hambre a su
alrededor. ¡Qué fácil le resulta al ser humano olvidar las cosas que Dios hace!
Elías “se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó
cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios” (v. 8). El tiempo del
viaje de Elías le tomó el doble de tiempo que debiera. Por ello, el período tenía un
significado simbólico aparte de ser un tiempo lateral. Después de un largo camino, Elías
encontró una cómoda cueva para pasar la noche (v. 9), en dicho lugar vino palabra de
Jehová diciendo: “¿Qué haces aquí, Elías?” a lo que él responde: “He sentido un vivo
celo por jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han
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derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me
buscan para quitarme la vida” (v. 10). Esta suele ser una actitud frecuente del ser
humano al olvidar lo que Dios hace y su respaldo.
Dios no tolera la actitud de Elías y le orden salir (v. 10) y colocarse en el monte
de Jehová y sucede lo siguiente:
“y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los
montes, y quebraba las peñas delante de jehová; pero Jehová no estaba en el
viento” (v. 11a).
“Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto” (v. 11b).
“Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego” (v. 12a).
“Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su
rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él
una voz diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: He sentido un vivo celo
por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto,
han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he
quedado, y me buscan para quitármela vida”. (vv. 12b-14).
Los tres fenómenos, el viento, el terremoto y el fuego, anunciaron la inminente
llegada del Señor (Éx 19:16-19; Sal 18:7-15; Hab 3:3-6). La revelación del Señor a Elías
llegó en una voz apacible y susurrante (v. 12). La lección para Elías era que el Dios
Omnipotente estaba haciendo su obra en Israel de forma sosegada, a veces imperceptible
(v. 18). Jehová le dijo entonces: “ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco;
y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey
sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-menola, ungirás para que sea profeta en tu
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lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la
espada de Jehú, Eliseo lo matará” (vv. 15-17).
El Señor mandó a Elías que ungiera a Hazael de Siria (2 Re 8:8), Jehú (2 Re 9:2),
y Eliseo (v. 19) con el propósito de encomendarles la destrucción del culto a Baal en
Israel. Por medio de estos tres hombres, el Señor llevó a cabo la ejecución de los
adoradores de Baal que Elías había comenzado. En realidad, Elías encomendó
directamente solo al último de estos tres hombres. Los otros recibieron su comisión de
manera indirecta por medio de Eliseo.
Este último estuvo implicado en la ascensión de Hazael al trono de Siria (2 Re
8:7-14), y uno de los asociados de Eliseo ungió a Jehú (2 Re 9:1-3). Para cuando murió el
último de estos hombres (2 Re 13:24), el baalismo había quedado expulsado de Israel.
Finalmente Dios le dice a Elías: “y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas
no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron” (v. 18). El hecho de que Dios
diga que estas personas no besaron a Baal era porque esto era aparentemente un acto
normal del culto (Os 13:2). Estos serían el un remanente fiel que contradice el pesimismo
del profeta (v. 10).
Desafíos para la Iglesia:
Muchas veces tendremos pensamientos pesimistas como Elías (v. 4, 10), pero no
debe opacar el amor y la bondad de Dios.
Elías pensaba que era el último de los profetas y que eran sus últimos días de
vida, pero Dios tenía más cosas para él (v. 15-17). A veces pensamos que este es
el fin, pero sin duda Dios tiene más planes para nosotros (Jer 29:11).
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Es muy fácil reclamarle a Dios por la situación que vivimos, pero más fácil es
olvidar todo lo que Él ha hecho por nosotros.
Al igual que Elías ¿Hay una indignación de nuestra parte por todo lo que el
mundo hace? En medio de la decadencia moral, espiritual, religiosa, política y/o
económica, debemos tener un celo por Dios y por lo que el mundo hace.
El Señor nos da señales antes de su llegada así como lo hizo con Elías, en nuestro
caso ¿estamos preparados?
Es fácil perder de vista a Dios cuando nos enfocamos en nuestra situación,
nuestras capacidades y todo lo que nos rodea.
Dios nos llevará por desiertos para que podamos conocerle más íntimamente.
Elías tuvo que experimentar la mano provisora de Dios nuevamente para conocer
más y más. Dios nos hará pasar por procesos nuevos o repetitivos para que
recordemos lo que Él ya hecho por nosotros.
Jesús nos advirtió de las aflicciones, pero también nos hizo ver en lo que Él ya
había hecho; ha vencido al mundo (Jn 16:33).
Elías tuvo que pasar cuarenta días y cuarenta noches con un par de tiempos de
comida (vv. 5-8). Nosotros hemos pasado más de una cuarentena, pero también
más de un par de comidas.
Dios puede enviarnos grandes cosas para que veamos su venida, pero usa un
viento apacible para que escuchemos su voz, por ende debemos tener nuestros
oídos bien afinados.
Dios no usó el viento fuerte, terremoto ni el fuego, pero sí usó algo más sencillo,
pequeño y delicado para darle una gran enseñanza a Elías. Él puede usar leones,
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osos, terremotos, guerras, etc. para hablarle a su pueblo, pero ha usado un virus
microscópico para enseñarnos grandes cosas.
Si no has entendido lo que Dios quiere enseñarte en medio de esta pandemia, te
invito a que puedas preguntarle y afinar bien tus oídos espirituales para escuchar
su voz a través de su palabra.
Recuerda que aunque pienses que estás sólo: “Humillaos, pues, bajo la poderosa
mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra
ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad;
porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los
mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el
mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en
Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os
perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los
siglos de los siglos. Amén.” (1 Pe 5:6-11).