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ESPAÑA Artículo CortesVirreinalesYMonarquiaHispanica-3825429

Las Cortes virreinales resolvieron la ausencia del rey en los reinos de la monarquía española, donde la condición formal del virrey era la de «alter ego» del soberano, encarnación de la imagen pública del poder y representante directo e indiscutible de la corona. Este proceso se relacionó estrechamente con la constitución de Madrid como villa y Corte Central. Las Cortes virreinales se formarán en la imitación de los modos ceremoniales y rituales de la sociedad cortesana madrileña.

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ESPAÑA Artículo CortesVirreinalesYMonarquiaHispanica-3825429

Las Cortes virreinales resolvieron la ausencia del rey en los reinos de la monarquía española, donde la condición formal del virrey era la de «alter ego» del soberano, encarnación de la imagen pública del poder y representante directo e indiscutible de la corona. Este proceso se relacionó estrechamente con la constitución de Madrid como villa y Corte Central. Las Cortes virreinales se formarán en la imitación de los modos ceremoniales y rituales de la sociedad cortesana madrileña.

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Cortes Virreinales y Monarquía Hispánica:

notas sobre los orígenes madrileños del


poder real, virreinal y cortesano en el
siglo XVII*

Patricio Zamora Navia**


Universidad Internacional SEK, Chile

Las Cortes virreinales resolvieron la ausencia del rey en los reinos de la monarquía
española, donde la condición formal del virrey era la de «alter ego» del soberano,
encarnación de la imagen pública del poder y representante directo e indiscutible de la
corona. Este proceso se relacionó estrechamente con la constitución de Madrid como
villa y Corte Central. Las Cortes virreinales se formarán en la imitación de los modos
ceremoniales y rituales de la sociedad cortesana madrileña.

Palabras claves: Cortes Virreinales, Madrid, Monarquía hispánica.

Viceregal courts and hispanic monarchy:


Notes about Madrid's royal, viceregal and
courtier power origins in the XVII century

The viceregal court resolved the king's absence in the realms of the Spanish monarchy,
where the formal status of the Viceroy was the "alter ego" of the sovereign, the embodi-
ment of power and public image of direct and undisputed representative of the Crown.
This process is closely related to the formation of Madrid as village and as a Central
Court. The viceroy was formed in the imitation of the ceremonial and ritual ways of
courtly society of Madrid.

Keywords: Viceregal courts, Madrid, Spanish Monarchy.

* El presente artículo forma parte de nuestra investigación doctoral en curso titulada: «El rey y sus virreyes, Cortes
y Monarquía Hispánica: Madrid y Lima. Estudio de las cortes hispánicas como espacio de práctica, circulación y
representación del poder (1598-1621)» (Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile).
** Candidato a doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Magister en Historia.
e-mail: [email protected], Viña del Mar - Chile.

Intus-Legere Historia / issn


Año 0718-5456 / Año
2010, Vol. 4, Nº 12010, Vol. 4, Nº 1; pp. 95-106 95
«Cortes virreinales y monarquía hispánica: notas sobre los orígenes...

1. Introducción: Reyes, Virreyes y Cortes

La Monarquía Hispánica de los Austria, constituida por un Staatsymbolik (simbolis-


mo estatal) de fuertes raíces medievales, por lo tanto, consciente de su Königsherrschaft
(soberanía real), definió su ámbito de poder a través del establecimiento de un espacio
simbólico-ritual que se expresó en tres dimensiones fundamentales: a) formales (Leyes e
Instituciones); b) sociales (redes nobiliarias y clientelares); y c) gestuales (el ceremonial
cortesano). De lo anterior, sólo lo que hemos llamado «dimensiones formales» ha recibido
gran atención por parte de la historiografía. Esto ha «condenado» casi al olvido a las otras
vetas que conducen a lo más genuino de las mentalidades, sociedades e imaginarios del
gran espacio de poder que habitó la Magna Hispania.
Este espacio simbólico-ritual, debe entenderse como un discurso central que se lleva a
la «práctica del poder», a través de la constitución de los Virreinatos y sus Cortes. Se busca
la «reproducción cultural» en otros ámbitos (Italia, Portugal y América), fuera de Madrid
y de la Península, de los modos de la Corte Madrileña. De esta forma, se definen espacios
de poder basados en la reproducción de la estratificación, la sociabilidad, los valores, la
religiosidad, los comportamientos, el savoir vivre y las representaciones del modelo cul-
tural de la Monarquía y su Corte central. Establecido este contexto, operan las llamadas
«estrategias persuasivas» que, a través de la escenificación del poder y de la consolidación
de un verdadero habitus virreinal, nutrirán los principios de legitimidad de los soberanos
hispánicos y su Corte peninsular.
Durante los tiempos modernos, la Monarquía Hispánica era un mundo cortesano plural,
que incluía diversas Cortes provinciales y que ha llegado a definirse como «monarquía
compuesta»1. Asimismo, en la configuración de la sociedad política de la Monarquía Ca-

1
Elliott, John H., «A Europe of Composite Monarchies», Past & Present nº 137, nov. 1992, pp. 49-71; Bridikhina,
E., «La Ciudad y la Corte como espacios de poder en Hispanoamérica. La Plata Colonial» en: Revista de Indias,
2007, vol. LXVII, núm. 240, p. 554; v.tb. Elliot, J. H., España y su mundo 1500-1700, Alianza Ed., Madrid, 1991
(1989); La España imperial, 1469-1716, Vicens Vives, Barcelona, 1983 (1963); Belenguer, E., El Imperio de
Carlos V. Las coronas y sus territorios, Eds. Península, Barcelona, 2002; Koenigsberger, H. G., La práctica del
Imperio, Alianza Ed., Madrid, 1989 (1969); Fernández Albaladejo, P. Fragmentos de Monarquía, Alianza Ed.,
Madrid, 1992; Bennasar, B., Historia de los españoles. 1. Siglos VI-XVII, Ed. Crítica, Barcelona, 1983.

Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 1 97


Patricio Zamora Navia

tólica se fue definiendo y afianzando un particular «espacio social» compuesto por la «es-
cenificación del Poder»2 y el establecimiento de «redes nobiliares»3, consolidando, de esta
manera, el equilibrio entre la corte real y las numerosas Cortes provinciales. Estas Cortes,
no se localizaban sólo en los dominios españoles europeos –con una tradición cortesana
preexistente como Nápoles, Palermo, Milán, Bruselas o Lisboa (entre 1580-1640)–, sino
también en América, donde fue trasladado el modelo de la corte de Madrid y se crearon
nuevas cortes virreinales en Lima y México, así como otras cortes de un rango inferior en
las sedes de las reales audiencias4.
Las Cortes virreinales resolvieron la ausencia del rey en los reinos de la monarquía
española, donde la condición formal del virrey era la de «alter ego» del soberano, encar-
nación de la imagen pública del poder y representante directo e indiscutible de la corona5.
De igual manera, en las cortes provinciales el cuerpo de la Audiencia representaba a «la
real persona».
Las diversas Cortes virreinales estaban ligadas a la estructura administrativa de los Aus-
tria y se convirtieron en capitales políticas, además en un espacio social y de comunicación
privilegiados. Esos espacios cortesanos se consolidaron también como centros generadores
de una cultura específica y se transformaron en el escenario sobre el cual se desarrollaron
los distintos estilos cortesanos, en cuanto a relaciones del rey con la aristocracia. El modelo
de comportamiento social cortesano hizo posible agilizar los procesos de socialización en
el conjunto de la comunidad y de los reinos6.
Con todo, frente a otras instituciones formales, reguladas por el derecho, la corte fun-
cionó como una instancia específica de poder personal, promoviendo nuevos mecanismos
de distribución y legitimación7. Las normas de comportamiento cortesano se generaron y
evolucionaron en un espacio de competencia entre los diferentes cuerpos e instituciones, todas
ellas rivalizando por conservar, incrementar y trasformar las relaciones de poder. La metáfora
del theatrum mundi o theatrum orbis terrarum que se refería a un universo en donde cada
uno tenía que cumplir un rol social, tenía su más perfecta realización en esta sociedad donde
el fundamento de la vida pública y privada era la propia representación social. Los sujetos
de este orden se comportaban como actores en un drama: la jerarquía social se producía y
reproducía a partir del papel que cada uno debía ocupar y desempeñar en la sociedad de la
corte, papeles que eran minuciosamente reglamentados por la etiqueta8.

2
Cf. Balandier, G., Le pouvoir sur scènes, Balland, Paris, 1980; tb. Rivière, C., Les liturgies politiques, PUF, Paris, 1988.
3
Yun, B., (Dir.), Las Redes del Imperio. Élites sociales en la articulación de la monarquía hispánica, 1492-1714,
Ed. Marcial Pons, Madrid, 2009.
4
Bridikhina, E., op. cit., p.554.
5
Idem; tb. Radaelli, S., «La institución virreinal en Indias», en: Revista de Indias, n° 55-56, Madrid, 1954.
6
Bridikhina, E., op. cit., pp. 554 y ss.
7
Bridikhina, E., Ibidem, p.555; Burke, P., «La Corte», en: Garin, E. (Ed.), El hombre del renacimiento, Alianza
Editorial, Madrid, 1990.
8
Bridikhina, E., Ibidem; Elliot, J. H., España y..., op. cit., pp. 175 y ss; v. tb. García, E. (Ed.), Cultura de élites y
cultura popular en Occidente (Edades Media y Moderna), Ed. Univ. País Vasco, Bilbao, 1993.

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El mundo cortesano formaba parte del «Estado dinástico»9. Este tipo de Estado estaba
orientado hacia la persona del rey, quien concentró diversas formas de poder y de recursos
materiales y simbólicos10. De esta manera, según Martínez Millán, a través de una redistri-
bución selectiva de favores, los reyes pudieron mantener unas relaciones de dependencia
(clientelares) o, mejor dicho, de reconocimiento personal y así perpetuarse en el poder11.
Es en este espacio donde se tejieron las relaciones informales entre patrones y clientes, lo
que permitió al patronazgo constituirse en la base del emergente sistema administrativo.
El patronazgo o clientelaje fue un fenómeno de toda la Europa moderna con características
bastante similares en cada país. El patronazgo, además, fue un sistema casi universal durante
los siglos XVI y XVII, cuyo fin último era la posibilidad de ejercer el poder y la autoridad
en tiempos en los que la frontera entre lo público y lo privado era bastante difusa.
Las Cortes de la Monarquía Hispánica, se caracterizaron por su austeridad en compara-
ción con las otras Casas reales europeas. A modo general, se articulaban como una especie
de gran Casa familiar, donde la etiqueta era observada estrictamente. La severidad de este
ceremonial reglamentaba hasta la acción más cotidiana. Si existía tal rigurosidad que pare-
cía impregnar todo el ambiente de la casa del rey se debía a que, desde 1548, el emperador
Carlos V introdujo en su corte la etiqueta de Borgoña, que tenía como finalidad asegurar
una disciplina férrea y sacralizar, a la vez, la figura de los reyes12.
La Monarquía Hispana se constituía de diversos espacios, cada uno de los cuales poseía
una historia propia, instituciones particulares y legislaciones diferentes. Así, uno de los
problemas que debió enfrentar la Corona fue la ausencia del rey en tales espacios. La forma
empleada para resolver este problema, permitió la creación de una de las instituciones más
originales y efectivas de la Monarquía Hispánica: el Virreinato.
En sus orígenes, los virreinatos aparecen en el Reino de Aragón durante el siglo XIV
como una forma de representar la autoridad real en los diferentes reinos aragoneses, tal vez
siguiendo la tradición de la figura del lugarteniente territorial. Tras la unificación de los
gobiernos de Castilla y Aragón, los Reyes Católicos difundieron esta institución en toda la
península ibérica13. Desde ese momento, Cataluña, Aragón y Valencia, y más tarde Navarra,
Cerdeña, Sicilia y Nápoles fueron gobernados por un virrey en representación del Rey.

9
Bonney R. J., The European Dinastyc States, 1494-1660, Oxford, 1991; tb. de Bonney, «Guerre, fiscalité et activité
d'État en France (1500-1650): Quelques remarques préliminaires sur les posibilités de recherche», en: Genet, Ph.
y Le Mené M. (Eds.), Genèse de l'État moderne. Prélèvement et redistribution, Paris, 1987, pp. 194-195.
10
Martínez Millán, J., «Introducción», en: La Monarquía de Felipe II: La Casa del Rey, Vol. I, Martínez Millán,
J. Fernández Conti, S. (Dirs.), Mapfre-Tavera, Madrid, 2005, p.17. El mismo Martínez Millán, plantea que el
«Estado Moderno» habría sido una ficción de los juristas, quienes contribuyeron a crearlo a través de un discurso
preformativo sobre la res publicae.
11
Idem.
12
Torres, E., Corte de virreyes. El entorno del poder en el Perú del siglo XVII, Pont. Univ. Católica del Perú, Fondo
Editorial, Lima, 2006.
13
Ibidem; v. tb. Elliot, España..., op. cit.

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Patricio Zamora Navia

En Castilla, en cambio, no se conoció la institución virreinal, pues los distintos reinos


que la integraban (León, Galicia, Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén, Murcia, Canarias, Grana-
da y Asturias) no tuvieron autonomía política ni administrativa, dado que el rey ejercía su
autoridad de manera directa sobre ciudades y corregimientos.
A la cabeza de cada uno de los virreinatos estaba un virrey. Fundamentalmente, este
ministro era el alter ego, es decir, «el otro yo» del rey y lo representaba en el territorio de
su mando con plenitud de jurisdicción civil y criminal, ejercicio de los derechos feudales
correspondientes al monarca y los actos de disposición sobre su patrimonio, además de
la potestad de convocar cortes y parlamentos. A este ministro le eran debidos los mismos
respetos y ceremonias que al soberano tales como ser recibido bajo palio, ocupar un lugar
preferente y principal en los actos públicos y morar casa con rango de Palacio Real14.
La creación de virreinatos, tanto en la Península como en Nápoles, Sicilia, Cerdeña y
América y la aparición y reforzamiento de la figura del Virrey trajo como consecuencia el
surgimiento de cortes virreinales que imitaban, a pequeña escala, la corte real castellana.
Ya que la soberanía residía en los Virreyes, como efecto de ser esos magistrados la repre-
sentación de la Real Persona, sus lugares de asiento se volvieron cortes15.

2. «Sólo Madrid es Corte»: El Virrey y la Corte madrileña

A pesar de los tiempos de decadencia, tan acusados por la historiografía moderna tra-
dicional, la Monarquía Hispana se terminó de configurar como tal en el siglo XVII. Solo
Madrid es Corte es el título de un libro escrito por Alonso Núñez de Castro en 165816, que
consignó en sus páginas esta nueva realidad. Madrid no fue una excepción, el «modelo
cortesano» se configuró institucionalmente y la «Corte» se asentó de manera definitiva
en las grandes ciudades europeas, reformadas o creadas precisamente en esta época, con
sus grandes palacios, monumentos y avenidas que hicieron de ellas auténticos teatros del
poder. Por tal motivo, y al mismo tiempo, surgió una cultura específica que definió el gusto
y la manera de vivir del «cortesano»; en este marco, la figura e imagen del Virrey terminó
por estructurar el modelo político. En todo este proceso, el centro que irradia los marcos
administrativos, institucionales y rituales es, justamente, la Corte de Madrid. Así, tanto
el Rey como esta Corte debe valorarse como el microcosmos de la monarquía, «teatro de
naciones», como la calificaba Lope de Vega, el centro de una red de Cortes que son como
reflejos de sí misma: las cortes virreinales de Nápoles y Lima, entre otras muchas.
Asimismo, la Corte fue el espacio donde se generaba y propagaba la cultura. Existía
un arte de corte, que nacía y se desarrollaba en la corte, un lenguaje de corte, una moda

14
Torres, E., op. cit.
15
Idem.
16
v. Defourneaux, M., La vida cotidiana en la España del siglo de oro, Ed. Argos Vergara, Barcelona, 1983, Cap. III.

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de corte, una arquitectura de corte, etc. La corte formó un elemento esencial en muchos
debates del tiempo en torno a valores tales como, honor contra discreción, campo contra
ciudad, cosmopolitismo contra patriotismo, piedad contra espiritualidad. Además, creó
estereotipos negativos dentro de sus propios confines, opuestos a los ideales rústicos y a la
conducta sin doblez17.
El marco espacial que define, establece y, por ello, le da el sentido al ceremonial de
los «rituales del poder» es el espacio de la Corte. En este tema, la Monarquía Hispana de
los Austria, se considera austera en comparación con las otras casas reales europeas. Esta
austeridad transformó a esta corte en una suerte de gran casa familiar, donde la etiqueta era
observada con estricto control18. Este celo debemos explicarlo, en parte, por la incorporación
de la etiqueta borgoñona que Carlos V realizó desde 154819.
No obstante, en la corte castellana la introducción de dicho ceremonial incomodó a sus
cortesanos. El boato y las exigencias protocolares se consideraron complicados y extraños
a los usos y costumbres del país. Por ello, desde la fecha de su implementación, la etiqueta
borgoñona tuvo un carácter necesariamente sincrético al recoger y conservar múltiples
elementos provenientes de la tradición castellano aragonesa de los Trastámaras20.
Es muy probable que estas innovaciones fueran el resultado de una calculada política de
Carlos V para modernizar a una corte que aún guardaba muchos elementos del Medioevo.
De esta manera, los oficios cortesanos dejaron de ser simples ocupaciones domésticas para
transformarse en mercedes que premiaban los servicios de los grandes hombres. Esto puede
explicar el aumento al doble del personal palatino durante los últimos años de reinado del
Emperador21. Sin embargo, la corte de Carlos V no se estableció en un solo sitio sino que,
por el contrario, nació itinerante, es decir, se desplazaba por todo el reino siguiendo al go-
bernante, ya que existía una idea que postulaba que el soberano no debía tener residencia.
Ciudades como Toledo, Valladolid y Segovia fueron las predilectas del monarca para asentar
por momentos a esa corte viajera22.
La naturaleza itinerante del séquito real traía múltiples inconvenientes para una monar-
quía que crecía aceleradamente y que necesitaba acortar las rutas de comunicación entre
el centro (conformado por el rey y su corte) y la periferia. Felipe II, fue quien, finalmente,

17
Ibidem.
18
Bennassar, B.; Jacquart, J.; Lebrun, F.; Denis, M.; Blayau, N., Historia Moderna, Akal, Madrid, 1990 y otras.
19
Brown, J., y Elliott, J., Un palacio para el Rey, Alianza, Madrid, 1988; Adamson, J. (Ed.), «Introducction. The
Making of the Ancien-Régime Court 1500-1700". En Adamson, J., (Ed.). The Princely Courts of Europe. Ritual,
Politics and Culture Under the Ancien Régime 1500-1750, Seven Dials, Londres, 1999, pp. 34-39.
20
Gómez Centurión-Jiménez, C., «La herencia de Borgoña: el ceremonial real y las Casas Reales en la España de los
Austrias (1548-1700)». En AA.VV. La corte: centro e imagen del poder. Congreso Internacional Las sociedades
ibéricas y el mar a finales del siglo XVI. 5 vols. Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de
Felipe II y Carlos V, Lisboa, 1998, vol. I, pp. 11-31.
21
Redworth, G. y Checa, F., «The Kingdoms of Spain. The Courts of the Spanish Habsburgs, 1500-1700», en:
Adamson, op. cit., pp. 43-65.
22
Fernández Albaladejo, P. Fragmentos de Monarquía, Alianza Ed., Madrid, 1992.

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asentó a la corte en la villa de Madrid en 1561, donde fijó la capital de la monarquía. Desde
ese momento surgió un símbolo resplandeciente del poder y de la riqueza de España frente
a las otras potencias europeas23.
En los palacios de los Austrias españoles convivieron los dos grupos que definían la
corte durante esta época, es decir, la casa del rey y el gobierno central24. En el servicio de
la Casa Real estaban todos aquellos oficios de tradición medieval que atendían al rey en los
asuntos domésticos de la vida diaria. Ahí se encontraban el secretario de cámara, el capellán
mayor, los gentiles hombres, el mayordomo mayor, los camareros, los maestresalas, el Su-
miller de Corps, el caballerizo mayor, los pajes y los guardias reales. La jerarquía de estos
servidores estaba determinada por la proximidad al soberano, por lo que la distribución de
la casa real castellana sería, tal como lo postula Carlos Gómez Centurión-Jiménez, de la
siguiente manera25:

–Casa del Rey: Mayordomo Mayor / Mayordomos de Semana / Gentiles Hombres de


Boca / Gentiles Hombres de la Casa / Costilleres.
–Cámara del Rey: Caballerizo y Montero Mayor / Primer Caballerizo/ Caballerizos.
–Capilla Real: Capellán y Limosnero Mayor / Sumilleres de Cortina / Capellanes de
Honor / Confesores.
–Casa de la Reina: Mayordomo Mayor / Mayordomo de Semana.
–Cámara de la Reina: Camarera Mayor / Guardas Mayores y Dueñas de Honor / Damas
de Compañía.
–Caballerizas de la Reina: Caballerizo Mayor / Primer Caballerizo / Caballerizos.
–Casa de los Príncipes: Ayo / Teniente de Ayo / Gentiles Hombres y Ayudas de Cámara.

Junto a estos criados principales convivían otros personajes menudos como los mozos
de retrete, los bufones y truhanes, los cerrajeros, los relojeros, los médicos y sangradores,
los guardajoyas y los lacayos. Como se puede apreciar, el personal del séquito real era muy
grande; se calcula que unos doscientos individuos servían en el círculo inmediato del rey.
En total, la cantidad de criados de la Casa Real podía alcanzar una cifra que oscilaba entre
los 1200 y 1500 sirvientes. El número fácilmente podía aumentar si se considera el hecho
de que estos oficiales de corte también contaban con un conjunto de sirvientes particulares.
No obstante, debemos aclarar que la mayoría de estos oficios «tradicionales» tenían una

23
En relación al establecimiento de la corte en la villa de Madrid v. Elliot, J., La España imperial..., op. cit., pp.
275-279; Rodríguez Salgado, M., «The Court of Philip II of Spain», en: Asch, Ronald y Adolf M. Birke (Eds.).
Princes, Patronage and the Nobility. The Court at the Beginning of the Modern Age. Oxford University Press,
Oxford, pp. 205-244; Río Barredo, M., Madrid, Urbs Regia. La capital ceremonial de la Monarquía Católica,
Marcial Pons, Madrid, 2000.
24
Brown, J., y Elliott, J., op. cit., p. 38.
25
Cfr. Gómez Centurión-Jiménez, C., op. cit., p. 25.

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«Cortes virreinales y monarquía hispánica: notas sobre los orígenes...

existencia meramente simbólica, puesto que eran cargos de carácter honorífico que satisfa-
cían las ansias de los nobles por conseguir algún oficio que les permitiera convivir con el
rey. Desde muy jóvenes los hijos de los grandes nobles servían en el palacio como pajes o
gentiles hombres para ir ascendiendo en el escalafón cortesano y tener más posibilidades de
alcanzar alguna merced valiéndose de su proximidad al rey o a los grandes señores. Ocupar
un puesto en la Casa Real era un símbolo de honor y estatus; por ello, la competencia por
acceder a uno de esos cargos era intensa26.
Sumándose al círculo cercano del rey aparecen otros personajes de la corte: los funcio-
narios del gobierno central. Grupo amplio y de origen heterogéneo. Aquí vemos desfilar a
secretarios reales, miembros de la nobleza titulada, ministros de la administración guber-
namental, altas dignidades eclesiásticas, consejeros, embajadores y otros.
En este complicado entramado, los secretarios reales jugaron un rol primordial: fueron
el sustento de la organización administrativa, servían como intermediarios entre el rey y
sus consejeros, transmitían la información, sugerían acciones de gobierno, asesoraban y
decidían qué cartas debía leer el gobernante27. Frecuentemente los secretarios fueron hom-
bres de mediano estatus, por lo que el ascenso de estos personajes muchas veces suscitaba
el recelo de las elites nobiliarias, que se veían un tanto desplazadas en la competencia por
el prestigio28.
Toda esta servidumbre costaba enormes sumas al tesoro real. Durante los reinados de
Felipe III y Felipe IV se utilizó la exorbitante suma de un millón de ducados solo en el
servicio palatino, cifra que fue pagada casi exclusivamente por el reino de Castilla. Estos
gastos onerosos se relacionan con el establecimiento del ceremonial borgoñón con Carlos V29.
Felipe III, por su parte, fue un monarca derrochador que no solo gastaba grandes cantidades
de dinero en el sostenimiento de la parafernalia cortesana sino que, también, desviaba algunos
ingresos para fortalecer un complejo sistema de favoritismos entre sus allegados30.
Como en la corte castellana residía el poder soberano, esta no tardó en convertirse en el
centro del poder. Así, las funciones que cumplió como institución de gobierno fueron, entre
otras, las de proveer al rey y a su familia de un marco adecuado para resaltar la majestad
real, función muy ligada con la tradición del país y la continuidad de la dinastía. También
se constituye como el centro de prestigio y del clientelismo, donde la nobleza buscaba
sus privilegios31. Los cargos que entregaba el rey su círculo cercano y por añadidura los
virreyes constituyeron lentamente un capital simbólico en torno al cual giraron diversos

26
Rodríguez Salgado, M., op. cit.
27
Torres, E., op. cit; Domínguez, A., Instituciones y sociedad de la España de los Austrias, Ariel, Barcelona, 1978,
pp. 7 y ss; v. tb. Maravall, J. A., Estado moderno y mentalidad social: siglos XV a XVII, Revista de Occidente,
Madrid, 1972.
28
Torres, E., Idem; Tomás y Valiente, F., Los validos en la Monarquía española del siglo XVII, Madrid, 1963.
29
Torres, E., Idem; Domínguez Ortiz, A., «Los gastos de la corte en la España del siglo XVII», en: Crisis y decadencia
de la España de los Austrias, Ariel, Barcelona, 1969, pp. 73-98.
30
Torres, E., Idem; Lynch, J., España bajo los Austrias, Barcelona: Ediciones Península, Barcelona, 1972, II, p. 191.
31
Torres, E., Idem; Gómez Centurión-Jiménez, C., op. cit., p. 24.

Intus-Legere Historia / Año 2010, Vol. 4, Nº 1 103


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grupos que persiguieron nombramientos, honores, privilegios, pensiones y concesiones de


todo tipo. Ahora, como no todos los pretendientes lograban acceder a la corte y a la fuente
del patronazgo que era el soberano, «debían tratar de encontrar a alguien bien situado que
intercediera por ellos, un consejero o un funcionario importante cercano al Rey y, natural-
mente, habían de pagarle el servicio de una u otra manera»32.
Es este contexto, de «redes clientelares» y de favores nobiliarios, el que explica la
aparición de la figura del «válido» o «ministro favorito» del rey. El válido es un cortesano
destacado que administra las redes de clientes y privilegios, al mismo tiempo es una suerte
de ministro del monarca. Luego del reinado de Felipe II, los asuntos de la monarquía los
dirigieron favoritos como el Duque de Lerma (valido de Felipe III) y el Conde-Duque de
Olivares (valido de Felipe IV)33.
Con todo, tenemos que el ceremonial y la etiqueta de la corte madrileña constituyen
un complejo entramado donde el rey aparece como en un escenario inaccesible34. Sólo se
accede a él por medio de una serie ritos, protocolos y redes nobiliarias, cada una de las cua-
les era tan impenetrable como lo anterior. Así, el poder de la monarquía hispánica termina
expresándose como la suma de muchos estamentos, como una verdadera «corporación» o
«monarquía compuesta»*.

Bibliografía

Adamson, J. (Ed.) The Princely Courts of Europe. Ritual, Politics and Culture Under the
Ancien Régime 1500-1750, Seven Dials, Londres, 1999, pp. 34-39.

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AA.VV., La corte: centro e imagen del poder. Congreso Internacional Las sociedades
ibéricas y el mar a finales del siglo XVI. 5 vols. Sociedad Estatal para la Conmemoración
de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Lisboa, 1998.

Balandier, G., Le pouvoir sur scènes, Balland, Paris, 1980.

32
Lynch, J., op. cit., II, p. 38.
33
Elliott, J. H./ Brockliss, L., (Dir.), El mundo de los válidos, Ed. Taurus, Madrid, 1999.
34
Río Barredo, M., op. cit., p. 34.
* Artículo recibido el 24/05/2010 y aceptado el 8/06/2010.

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