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Anna ST Claire Serie Corazones Nobles 02 Cortejando A Una Florero

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ANNA ST.

CLAIRE

CORTEJANDO
A UNA
FLORERO

SERIE CORAZONES
NOBLES LIBRO 2

~1~
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una
traducción de fans para fans.

Si el libro llega a tu país, apoya al autor comprándolo.

~2~
Argumento
Un trágico accidente de equitación deja a Lilian DeLacey incapaz de caminar y
restringe su vida a libros y las actividades tranquilas. Cuando su hermana gemela la
convence para que asista a un solo baile, ella acepta. Sujeta a una silla de ruedas,
observa a los bailarines con anhelo, hasta que un olor masculino sorprendentemente
familiar le trae recuerdos del misterioso hombre que la había salvado, nada menos que
el encantador y afable John Andrews. Conocer a John crea el deseo de volver a caminar
y no perderse la vida, pero ¿puede él amar a una mujer que tal vez nunca vuelva a
caminar?

John Andrews, Conde de Harlow, regresó de las guerras napoleónicas con


cicatrices por dentro y por fuera. Los sueños nocturnos le obligan a revivir horrores
que enseguida olvida y le hacen temer enamorarse alguna vez, por miedo a hacer daño
a una esposa con la que comparta su lecho.

John asiste a un baile mientras estaba en una misión para la Corona y reconoce a
la hermosa mujer que rescató un año antes de un grave accidente de equitación, y su
respuesta ante ella lo aturde. Enamorado de su belleza e ingenio, la persigue,
aceptando su invalidez. Su encuentro casual se convierte en romance que enciende un
anhelo por un futuro, aunque limitado por su miedo al matrimonio.

Cuando una misión encubierta para la Corona le lleva al corazón de una


peligrosa operación de contrabando en la costa de Cornualles, un peligro invisible
amenaza su vida y la de Lilian.

¿Serán suficientes la confianza y el amor para salvarlos y curar las cicatrices que
amenazan su futuro?

~3~
Prólogo

Tintagel, Inglaterra

Agosto 1815

—¡Nos escapamos por los pelos! Pensé que Chambers iba a decirnos que mamá
nos estaba buscando. —Lydia DeLacey se llevó la mano a la boca, sofocando la risa
mientras se unía a su hermana gemela al pie de los escalones de entrada de la casa de
su padre.

—¡Apúrate! —instó Lilian. Recogiéndose las faldas, corrieron por el camino de


grava hacia los establos, llegando sin aliento y embriagadas por la emoción de evitar
las maquinaciones de mamá. Dos apuestos caballeros habían llegado más temprano
para reunirse con su padre. La doncella de las gemelas, que se había enterado por la
cocinera, les había dicho a sus señoritas que mamá había ordenado que se sirviera el
té a las cuatro en punto.

Lilian odiaba pensar que su padre concertaría matrimonios para ella y su


hermana, no cuando él y su madre todavía disfrutaban de un matrimonio por amor.
Sin embargo, su madre era conocida por crear oportunidades, como ella las denominaba,
para que sus dos hijas conocieran a los hombres de sus sueños y parecía decidida, a
pesar de que Lilian y su gemela no mostraban interés por ninguno de sus
pretendientes, a encontrar al menos una pareja.

Su estado de ánimo alegre cambió cuando vio al jefe de cuadras esperando en la


puerta de los establos.

—¡Oh, maravilloso! Barney nos está esperando —murmuró con una pizca de
sarcasmo.

—Tendremos que llevarlo, Lilian.

Ansiaba montar a Danby, el potro castaño oscuro que había sido su favorito
desde que nació. Le encantaba el aire fresco y le emocionaba la independencia que le
brindaba montar a caballo. A menudo, Lydia y ella cabalgaban codo con codo,

~4~
corriendo por los prados y los campos de la propiedad de sus padres. Semejante
libertad era imposible en Londres.

—Buenos días, miladies. —Barney, el jefe de cuadras, se adelantó con sus


caballos—. Me tomé la libertad de ensillar a Danby y Ginger. Pensé que desearían
cabalgar esta mañana. Mi propio caballo también está listo. —Les dirigió una mirada
implorante.

Lilian echó una ojeada a su hermana y luego a su alrededor, luchando por


encontrar una excusa para dejarlo atrás. No había ninguna, aunque en muchas
ocasiones su hermana y ella se las habían ingeniado para perderlo. El pobre hombre
sabía que, con toda probabilidad, lo pondrían a prueba.

—Gracias, Barney. —Lilian sonrió forzadamente—. Hace un día precioso para


dar un paseo, ¿verdad? Procuraremos no causarte excesivos problemas.

—Sí, milady. —Tragó saliva de manera notable y condujo el caballo de Lydia al


escalón de montaje. Ayudó a cada una de ellas a montar sobre sus caballos y se subió
al suyo. El pequeño grupo salió del patio del establo con Lilian y su hermana a la
cabeza y el jefe de cuadras siguiéndolas a una distancia prudencial.

Las flores brotaban por todas partes. Un manto púrpura de tomillo rastrero
bordeaba el camino. Las campanillas azules y las orejas de gato de brillante amarillo
alfombraban las laderas de la colina, dominando las pequeñas zonas soleadas a
medida que escalaban por una loma más adelante de ellas, haciendo que los pequeños
núcleos de rosadas rosas silvestres fueran muy notorios.

—Ésto es realmente encantador, Lil. El aire se siente incluso más fresco. Hace un
tiempo perfecto para nuestro paseo —comentó Lydia.

—¿Te gustaría cabalgar hasta los acantilados hoy? —preguntó Lilian.

—Me encantaría, pero ¿crees que deberíamos? Papá nos ha pedido que nos
quedemos cerca de la casa. No nos quiere cerca de los acantilados sin acompañantes a
causa de los contrabandistas. No creo que considere a Barney suficiente protección.

A Lilian no le preocupaba soportar la ira de su padre. Normalmente era un alma


gentil, pero cuando era necesario, podía volverse intratable.

Estuvo de acuerdo con su hermana.

~5~
—Sí, la idea de Barney defendiendo nuestro honor es casi demasiado como para
pararse a pensarlo. Muy bien. ¿Qué hay de las ruinas? Podríamos seguir la cumbre y
tal vez hacer correr allí a los caballos.

—Ese es un buen plan. ¡Mamá estará tan enfadada! Me pregunto quiénes son esos
caballeros.

—Un conde y su amigo, dijo papá esta mañana. Estabas demasiado ocupada
mirando a ese nuevo lacayo para darte cuenta.

—Tal vez deberíamos habernos tomado la Temporada más en serio y ella no


estaría tan frenética porque encontremos parejas adecuadas —respondió Lydia. La
familia había llegado a casa desde Londres hacía sólo una semana y apenas habían
deshecho el equipaje.

Lilian suspiró.

—Había un caballero…

—Oh, sé a quién te refieres, y me di cuenta de tu reacción hacia él. Llevaba puesto


su uniforme del regimiento, aunque, según mamá, es un conde.

A Lilian no le sorprendió que Lydia conociera exactamente al hombre que ella


recordaba. Había sido el último baile de la temporada. Respiró hondo, recordando
cómo se había fijado en él en el momento en que había entrado en la estancia.

—Admitiré que deseaba que me invitara a bailar, pero él y su amigo no


parecieron quedarse mucho tiempo.

—Exacto. Me di cuenta de que te miraba y pensé que pediría ser presentado, pero
entonces su amigo regresó con copas de champán, le dijo algo y se fueron.

—Tal vez hubo una emergencia. —Su mente voló a esa noche—. Ambos eran
interesantes, pero también lo eran muchos otros. Me di cuenta de que parecías
encandilada con el Vizconde Yarstone. —Aunque pronunció esas palabras, Lilian
todavía tenía la mente puesta en el caballero de uniforme.

—Baja de las nubes, hermana —se burló Lydia.

Arrugando la nariz hacia Lydia, Lilian le dio un ligero impulso a su caballo y lo


puso al galope. Su sombrero se desprendió y sintió que su cabello se soltaba de las
horquillas hasta que sus largos rizos de color castaño rojizo fluyeron detrás de ella. No

~6~
le preocupó. Tenía a Danby y estaba aquí en esta gloriosa mañana. Era todo lo que
importaba.

Su hermana miró detrás de ellas.

—¡Santo cielo! ¡Barney está manteniendo el ritmo! —Lydia gritó sin recato a
través del espacio que las separaba, señalando con un movimiento de cabeza y, de
manera palpable, incitando a Lilian a mirar.

En cambio, Lilian soltó una risita grosera y le dio otro impulso a Danby. Su
castrado marrón corrió más rápido, lo que obligó a Lydia y a su caballo castaño a echar
una carrera para atraparlos. Era maravilloso. Las dos hermanas cabalgaron por la cima
de la colina durante un buen rato, esquivando hábilmente árboles, vallas y
afloramientos rocosos… seguidas tenazmente, a cierta distancia, por su mozo de
cuadras. Unos arbustos bajos y una desgastada cerca de madera delimitaban uno de
los bordes del camino que seguían, y una gran cantidad de coloreadas flores cubría el
suelo, desapareciendo gradualmente de la vista.

Una zona más boscosa apareció en una curva del sendero ante ellas, y cuando se
acercaron, sonó un fuerte disparo. Danby se echó violentamente hacia un lado y, con
un agudo chillido de angustia, se encabritó sobre sus patas traseras.

—¡Lilian! —Lydia lanzó un grito.

Lilian escuchó el grito de su hermana y fue vagamente consciente de su esfuerzo


por controlar a Ginger, pero su propia lucha por continuar sobre la silla estaba
fracasando. De algún modo, sus piernas se soltaron de los pomos de su silla de
amazona cuando el caballo se elevó, y ella luchó por mantener el equilibrio. Danby
perdió pie y cuando cayó, la fuerza con la que golpeó la tierra la arrojó al suelo.
Aterrizó sobre una piedra, o algo igual de duro, y el impulso la hizo rodar por el áspero
terreno hasta que chocó con un golpe seco contra una gran roca. Escuchó su propio
grito atravesar el aire.

Lydia y el mozo de cuadra intentaron levantarla, pero ella gritó de dolor cuando
la tocaron. Aunque podía verlos hablándole, sus voces sonaban lejanas. Su visión se
oscurecía y apenas podía ver; percibía sus rostros y el cielo detrás de ellos a través de
un pequeño y oscuro agujero que seguía encogiéndose. Su mundo se estaba
oscureciendo. La cabeza y la espalda le dolían de manera intensa. Le zumbaban los
oídos. Quería gritar y lo intentó, pero no pudo oír nada. El dolor palpitaba en cada
parte de su cuerpo. Intentó moverse, levantarse, pero sus pies... ¿qué les pasaba a sus
pies? No se movían. ¿Qué había hecho? La cabeza le latía con violencia y un líquido

~7~
tibio le corría por un lado de la cara. Una mano grande y cálida agarró la de ella y por
fin oyó voces.

—Lady Lilian, ¿puede oírme?

—Lilian, por favor háblame. —Gotas húmedas golpearon la cara de Lilian.


Parecía que su hermana estaba llorando. Fuese lo que fuese lo que le había pasado,
debía ser malo.

Trató de abrir los ojos, pero no pudo ver nada más que negrura. Estoy tan cansada.

—Escuchamos un disparo y luego vimos los caballos. Vinimos a ayudar. —Una


voz fuerte y masculina penetró en la niebla de su cabeza. ¿Quién era? Sólo podía
escuchar fragmentos de la conversación debido al zumbido en sus oídos.

—Lady Lilian, debemos trasladarla...

—...vestido rasgado...

—...parte posterior del vestido húmeda por la sangre.

¿Están hablando de mí?

Lilian sintió que la levantaban y luego la posaban contra un cuerpo cálido. El


caballo se movió debajo de ellos y fue calmado con un suave murmullo. Pudo oler el
reconfortante aroma del sudor del corcel y se estremeció. ¿Por qué tenía tanto frío?
Reconoció la voz de su hermana, pero sus palabras confusas eran incoherentes.

Una ligera fragancia a laurel y bergamota acarició su nariz. Las colonias para
caballeros y damas habían abundado durante su presentación en sociedad, y la
mayoría de las veces habían torturado sus sentidos, pero ésta era una que le gustaba.
Qué extraño que ambos olores se transmitieran tan claramente.

Nada tenía sentido. ¿Qué estaba pasando?

Se sintió impotente y atrapada, incapaz ya de ver u oír, y luchó contra la


necesidad de gritar. Una potente voz por encima de ella calmó sus temblores y
descubrió que podía respirar. No podía oír lo que le decía, pero la voz era
tranquilizadora. Agotada, Lilian apoyó la cabeza en el cálido cuerpo que la sostenía y
sucumbió a la oscuridad que la llamaba.

~8~
Capítulo 1

Londres, Inglaterra

Principios de Agosto 1816

—Lilian, estás preciosa con las perlas antiguas de la abuela. —Lydia, su gemela,
estaba de pie detrás de ella y sujetó el cierre mientras Lilian miraba su reflejo—. A la
abuela le gustaría que las llevaras cuando conozcas a tu príncipe azul —susurró su
hermana, añadiendo las horquillas de perlas a juego a su peinado.

—¡Ay! —Lilian jadeó—. ¿Tenemos que llevar estos perifollos? —desafió,


luchando por mantener el tono irritado de su voz—. Lydia, prometiste no volver a
pedírmelo siempre y cuando asistiera a este baile… a este único baile. Tengo tu palabra.
—Giró ligeramente la cabeza y se encontró con la sonrisa astuta de su hermana—.
Lydia, insisto. Prométemelo.

—¿Podemos acordar que no te acosaré? Aunque puedo preguntar. —Su hermana


sonrió con picardía y salió disparada por la puerta antes de volverse una vez más—.
Iré a buscar nuestros abrigos y veré cuánto le queda a mamá. Estaba a punto de estar
lista. Sabes que esperará que nos pongamos en marcha en cuanto baje. —Su gemela
dirigió otra sonrisa traviesa a Lilian y salió rápidamente de la habitación, cerrando la
puerta tras de sí.

Lilian suspiró con frustración y echó una ojeada hacia la puerta por la que
acababa de salir su hermana. Sabía que tenía buenas intenciones, pero deseaba que
Lydia simplemente aceptara su situación, tal y como había hecho ella. Odiaba que la
arrastraran a eventos sociales y tener que ver todo lo que ya no podía hacer, como
bailar. Hizo un gesto de dolor ante esa pérdida. Siempre le había gustado bailar en
esas reuniones. Había soñado con bailar con aquel caballero especial. Su mente podía
incluso evocar a ese caballero especial, aunque no importaba. Nunca se habían
conocido oficialmente... pero eso fue antes del accidente, en el pasado.

Su hermana no se amilanó en su misión de ayudar a Lilian a volver a andar, hasta


el punto de que todos los días dedicaba tiempo a levantar y masajear las piernas inertes
de Lilian. A Lydia le importaba un pepino lo que dijeran los demás. En el fondo de su

~9~
corazón, decía, sabía que su hermana volvería a caminar. Todos los días trabajaba las
piernas de Lilian hacia delante y hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo, y en círculos,
moviéndolas siguiendo una rutina, convencida de que eso permitiría que los músculos
se mantuvieran intactos para cuando su hermana por fin caminara. Lilian se tocó la
pierna, esperando sentir algo. Era cierto. Sus piernas no se habían atrofiado como
tantos habían advertido que sucedería.

Quizás Lydia tenía razón, reflexionó. No. Por mucho que quisiera creerlo, no
podía. Sacudió la cabeza. Tal vez sea porque somos gemelas y Lydia siente que algo pasará
cuando yo no lo siento, pero no se trata de especular sobre el color de uno de sus vestidos. Tiene
que darse cuenta de que mis piernas nunca volverán a responder. Lilian se secó las repentinas
lágrimas de la comisura de los ojos y se pasó las manos por el regazo, alisando las
arrugas de su vestido. Había aceptado sus circunstancias y deseaba que su gemela
hiciera lo mismo. La vida sería más sencilla.

Un fulgor tardío de sol vespertino brilló a través de la ventana, rebotando en el


espejo de pie y permitiendo a Lilian captar su reflejo sentada en la silla de ruedas. Era
espantoso. Los altos listones de madera del respaldo la empequeñecían y la hacían
parecer una niña allí en el medio. Clara le había hecho una almohada con plumas de
ganso para elevarla, pero seguía pareciendo un personaje de cuento de hadas. Quizá
debería ser Pulgarcita, pensó, incapaz de esbozar una sonrisa. Incluso los bordes
tallados del nogal negro hacían que el vehículo pareciera más imponente.

Suspiró y tocó el delicado encaje de Chantilly y el corpiño de satén rosa. Al menos


tenía una razón para ponerse uno de sus vestidos de hacía un año. Ahora estaba
lisiada, ya no encajaba. ¿Qué importa cómo sea mi vestido, si sólo puedo sentarme con las
floreros? Este era su vestido favorito y, secretamente, se alegraba de tener ocasión de
ponérselo una vez más, aunque nunca se lo diría a Lydia. A Lilian le encantaba el
vestido, que se ceñía en la parte superior de sus brazos, dejando al descubierto sus
hombros. Llevaba cuatro capas de delicado encaje y pequeñas perlas sobre tafetán y
satén rosa pálido, que formaban el corpiño. Una banda de terciopelo rosa pálido
rodeaba la parte superior de su cintura. El sobrevestido de encaje colgaba más allá de
la parte inferior del vestido, dándole un aspecto de flor en el dobladillo. Nunca sentiría
deslizarse el encaje por la pista de baile.

~ 10 ~
Con un gran suspiro echó una ojeada al reloj de bronce dorado1 de la repisa de la
chimenea, deseando poder mover las manecillas y dejar este baile atrás.

—Lilian... —La excitada voz de Lydia reverberó escaleras arriba por delante de
sus pisadas, dando a Lilian un motivo para reírse. A su madre le daría un ataque de
apoplejía. A medida que su risa crecía, se le escapó un bufido poco femenino. Podía
imaginarse la reacción de su madre.

—Estamos listas para partir. Winston está aquí y te llevará abajo hasta el carruaje.
Tu silla de viaje ya está colocada.

Lilian hizo una mueca de dolor ante la indicación de su hermana de la silla de


ruedas atada a la parte trasera del carruaje. Las palabras se agolparon en sus oídos.
Odio esto, pensó amargamente. No oyó nada después de la silla y se limitó a observar
cómo Winston, el lacayo, entraba por la puerta. Lydia soltó el freno de la silla de Lilian
y la llevó hasta el pasillo, donde Winston la levantó de la silla y la bajó por las escaleras.

—¡Ahí estáis! Oh, queridas mías, las dos estáis preciosas. —Su madre estaba de
pie en la entrada principal, ya con su chal puesto y sosteniendo el de Lilian sobre su
brazo. Miró a su mayordomo—. Chambers, por favor, informe a mi hijo de que le
estamos esperando para que nos acompañe en el carruaje.

—Por supuesto, su señoría.

La condesa revoloteó alrededor mientras Winston acomodaba a Lilian en el


carruaje y ayudaba a Lydia a subir a su lado. Por fin se unió a ellas, después de haber
lanzado una lista de instrucciones innecesarias.

—¡Ah! Ésta va a ser una noche maravillosa. Tengo a mis dos hermosas hijas
conmigo. —Sonrió en dirección a Lilian—. Querida, no tengo ni idea de lo que te ha
dicho tu hermana para convencerte, pero estoy encantada de que nos acompañes.

Lilian se mordió la lengua. Su madre, al igual que Lydia, obviaba por completo
sus piernas inútiles y la silla de ruedas que ahora estaba, embarazadoramente, atada a
la parte trasera de su carruaje, a plena vista. Lo único que quería era hacerse más y
más pequeña en el asiento en el que estaba sentada.

1N. de T.: En el original Ormolu clock: (del francés «or moulu», es decir "oro molido", y a partir de la voz inglesa «ormolu») se
refiere a la aplicación a un objeto de bronce de una amalgama de oro finamente molido. Los franceses denominan esta técnica «bronze
doré», en español bronce dorado. (Wikipedia)

~ 11 ~
Toda la noche sería una prueba de resistencia y valor. La idea de que encontraría
a su príncipe azul mientras estaba sentada junto a las macetas y las floreros era
absurdo. De hecho, era tan ridículo que resopló en voz alta, como si todavía estuviera
en el aula escolar.

—¿Has dicho algo, querida? —preguntó su madre con una voz de peligrosa
calma.

Lydia disimuló una risita desde el otro lado del carruaje. Su madre la fulminó
con la mirada.

—Lydia, encuentro ese sonido de muy mala educación. Tendré que conversar
con tu padre la conveniencia de restringir tus visitas a los establos.

Lydia agachó de inmediato la cabeza.

—Lo siento, mamá. Por favor, no lo hagas.

—Muy bien. Ahora, Lilian, ¿qué tienes que decir en tu defensa? No fuiste, creo,
educada en una pocilga, ¿verdad?

—No, mamá, por supuesto que no. Sólo me aclaré la garganta, te lo prometo.
Pido disculpas. —Le causaba malestar seguir discutiendo el asunto. Lo sabía muy bien.

—Ah, el sol está haciendo su última aparición, ya veo. —Con un rápido cambio
de semblante, la condesa sonrió a ambas chicas—. Será una velada maravillosa, hijas
mías. Vuestro padre se nos unirá allí. Puede que ya esté allí, esperándonos, aunque,
por lo general, Robert no suele llegar antes que yo. —Su madre sonrió con ternura y
luego se asomó por la ventana, aún sonriendo—. Siempre hemos disfrutado de estos
bailes.

De hecho, sus padres siempre bailaban juntos, a pesar de que la alta sociedad
consideraba que esas delicadezas no estaban de moda. Era mágico verlos bailar el vals,
sin que pareciera importarles quién los contemplara. Sus padres eran una pareja
enamorada —una rareza en la alta sociedad— y eso era lo que querían para sus hijos.
Era lo que Lilian había querido también, en otro tiempo, antes de su accidente. Había
soñado con dejarse llevar por el amor. Ahora, recordar esos sueños era lo más parecido
a una tortura. En su lugar, leía novelas, tantas como podía, sumergiéndose en las vidas
de los héroes y heroínas y disfrutando de sus buenas fortunas. Este baile prometía ser
también una tortura.

~ 12 ~
Perdida en sus pensamientos, casi no se dio cuenta de que el cabriolé se detenía,
ni de que su hermano se les unía.

—Buenas noches, encantadoras damas. Mis disculpas, mamá. —Jonathan


DeLacey dio un pequeño beso a su madre en la mejilla y se sentó a su lado—. Tenía un
pequeño asunto que cerrar con el hombre de negocios de papá. Era importante, o no
me habría tomado la molestia. —Puso el sombrero en su regazo mientras hablaba y
tiró de sus guantes.

La naturaleza afable de Jonathan siempre la hacía sonreír, reflexionó Lilian.


Siempre de buen humor, Jonathan esbozaba invariablemente una cálida sonrisa y se
ofrecía a acompañar a sus hermanas incluso en las más mundanas salidas de compras.

Una hora más tarde, Lilian estaba recostada en una silla y se abanicaba la cara. El
calor casi la sofocaba. El baile era una total aglomeración, incluso para quienes, como
ella, se sentaban junto a la pared. La silla de respaldo duro que tenía debajo ya había
empezado a fatigar su dolorida espalda. Ojalá Lydia no hubiera insistido. No puedo bailar,
no en una silla de ruedas. Echó un vistazo a su medio de transporte, colocado
discretamente detrás de una palmera, a unas cuantas sillas de distancia. Las miradas
de compasión de las otras madres y las conversaciones en voz baja de las jóvenes de
su edad detrás de sus abanicos la molestaban y, a la vez, la humillaban.

Lilian observó a su hermana danzar con destreza la cuadrilla con un apuesto


soldado rubio. No era probable que su madre lo aprobara, pero Lydia tenía mente
propia y a menudo percibía en una persona más valor del que los demás veían.

Se rio para sus adentros. Al fin y al cabo, por eso estaba ella aquí. Lydia había
insistido en que conocería al hombre de sus sueños en un baile y la había animado —
no, obligado— a venir a este baile. Dejó escapar un suspiro. Ningún príncipe la había
saludado, aunque tampoco lo esperaba.

Un hilillo de sudor corrió por la parte delantera de su vestido, mientras los


empalagosos aromas de perfumes contrapuestos maltrataban sus sentidos. Metiendo
la mano en su bolsito, Lilian sacó su pañuelo de encaje y se lo puso delicadamente en
la cara, con la esperanza de que la colonia de lilas fuera lo bastante intensa como para
que le durara lo suficiente. Se dio cuenta de que muchos invitados escapaban hacia la
terraza, que era el único lugar donde podía hacer un poco más de fresco, y deseó unirse
a ellos.

Hacía un año había bailado la cuadrilla hasta que se le ampollaron los pies.

~ 13 ~
Capítulo 2
¡Ella está aquí esta noche!

Lilian DeLacey. La hermosa joven que había sufrido una horrible caída de su
caballo hacía un año, estaba aquí esta noche. Por fin tendría la oportunidad de
conocerla. Había preguntado por su salud cada vez que visitó a Lord Avalon, pero
parecía que ambas hijas habían estado bien de visitas con su madre o bien de compras.
Esta joven dama le había robado el pensamiento a menudo durante el último año,
haciendo que estuviese decidido a conocerla. Al menos, pondría fin a la culpa que
sentía por su caída.

John Andrews, quinto Conde de Harlow, dio un sorbo a su champán y estudió a


la preciosidad al otro lado del salón de baile. Era una visión con el vestido rosa que
llevaba. Tenía que haber algo más en esa escena, reflexionó. No es que supiera leer
muy bien a las mujeres; sin embargo, antes no se la habría imaginado como una florero.
¿Qué hacía, pues, sentada con ellas? Miró alrededor de la sala y reconoció a su
hermana en la pista de baile con un oficial. Luego volvió a observar a Lilian. Aunque
ella lo miró, sus ojos se desviaron inmediatamente. Siguió su mirada hasta una mesa
con macetas de helechos al fondo de la sala y vio el objeto de su atención. Se distinguía
una silla de ruedas justo detrás del helecho.

—¿Puede ser verdad? —susurró para sí mismo, sintiendo una mezcla de sorpresa
y tristeza. Las sillas de ruedas eran cosas monstruosas. Recordaba que su abuelo había
utilizado una, y no habían cambiado mucho desde entonces. Lord Avalon sólo decía
que su hija se había recuperado tanto como parecía posible. No tenía ni idea de que su
recuperación incluía aquella grotesca silla. Una punzada de dolor apretó su corazón.
¿Por qué le afectaba tanto?

La mirada de Harlow volvió a ella. Hacía un año, él y su mejor amigo, Maxwell


Wilde, Conde de Worsley, habían obtenido permiso para utilizar las tierras de su
padre en su búsqueda de un enemigo de la Corona. Se rumoreaba que se estaba
llevando a cabo una operación de contrabando desde algún lugar cercano a los límites
de la propiedad de su padre. El Conde de Avalon les había dado su permiso para que
establecieran un puesto de observación o hicieran lo que fuera necesario para explorar
la zona.

~ 14 ~
Iban camino de los acantilados cuando sonó un disparo. En el cruce de la
carretera delante de ellos, un bayo oscuro, montado por una mujer, corría fuera de
control y se precipitó por un terraplén. Max y él galoparon para alcanzar al caballo,
pero llegaron demasiado tarde. Encontraron a Lilian DeLacey —Lady Lilian
DeLacey— en el suelo, cerca de una roca. Su caballo continuó corriendo a la manera
enceguecida de los equinos espantados; aunque asustado, parecía estar ileso y él
volvió su atención hacia la chica. Al verla tendida sobre la dura tierra pensó lo peor,
hasta que descubrió que aún respiraba. Era una respiración superficial pero constante
y la llevaron hasta su padre. El pobre hombre y su esposa estaban profundamente
conmocionados. Sólo un poco antes, aquella dama había mencionado a sus dos hijas
mientras tomaban el té con ella. Ninguna de sus hijas había aparecido para reunirse
con Harlow y su amigo como Lady Avalon había esperado. Ahora estaba claro que
habían escapado a las maquinaciones de su madre para dar un paseo.

Volviendo al presente, Harlow se alegró de ver que Lady Lilian DeLacey parecía
haber mejorado mucho. Había sufrido contusiones y fracturas; sin embargo, recordó
que el médico la examinó y le había dicho a su familia que estaba seguro de que no
había sufrido lesiones en la columna vertebral y que volvería a caminar. ¿Qué había
ocurrido?

Harlow se dirigió hacia un lacayo que llevaba el champán, tomó otra copa y luego
caminó en dirección a ella. Al oír los fragmentos de conversación que provenían del
grupo de mujeres mayores delante de él, recordó de repente que no había sido
presentado formalmente a Lady Lilian DeLacey. Con destreza, se desplazó más allá de
la fila de debutantes sentadas hacia un grupo de esperanzadas madres, entre las que
reconoció a la de ella.

—Buenas noches, Lady Avalon. Señoras. —Con naturalidad, las saludó


adelantando la pierna de manera elegante.

—Lord Harlow, muy buenas noches. —Haciendo una reverencia, las cinco
mujeres respondieron al unísono, con sus cabezas cubiertas de turbantes llenos de
plumas y joyas que amenazaron con hacerlas volcar al inclinarse. Lady Avalon asintió,
esbozando una sonrisa ensayada, y se adelantó, prestándole toda su atención.

¡Dios santo! El grupo de madres ansiosas convergió detrás de ella, haciéndole sentir como
si se tratara de un trozo de cordero guisado ante los tenedores preparados para comer. Ya no
estaba seguro de querer conocer a nadie.

—Confío en que se estén divirtiendo, señoras —comenzó, deseando que la


serenidad descendiera sobre ellas.

~ 15 ~
—Realmente sí, milord. ¿Y usted? ¿También está disfrutando, Lord Harlow? —
Lady Avalon lo miró de manera significativa y luego a su hija en la pista de baile.
Sonriendo con firmeza, le invitó a seguir su mirada. Parecía decidida a llamar su
atención sobre su hija, y se reprendió a sí mismo, ya que le pareció haber cometido un
error de juicio. Debería excusarse ahora… quería excusarse. Por desgracia, la única
forma de conocer a Lilian era a través de su madre, al menos por el momento.

—Así es. —Asintió y proyectó una sonrisa en dirección a las damas—. Me


pregunto, Lady Avalon, si le parecería indecoroso por mi parte pedirle que me
presente a su hija. Se me ha ocurrido pensar que nunca he tenido el placer.

Ella sonrió con recato, esforzándose por mirar despreocupadamente a su hija en


la pista de baile.

—Por supuesto, Lord Harlow. —Se acercó a él, bastante efusiva—. Su


sincronización es impecable. Este baile está terminando, y estoy segura de que ella
disfrutaría de su compañía...

—Por favor. —Él levantó la mano de modo implorante—. Pido disculpas por la
interrupción, pero me ha malinterpretado, milady. Me refiero a su otra hija. —Se volvió
y cabeceó hacia Lilian.

Ella seguía sentada con las demás floreros, al otro lado de la pista de baile donde
su hermana acababa de completar los últimos pasos de un cotillón, y lejos del
entretenimiento musical. Sin ningún motivo, le dio una punzada en el corazón ver a la
joven dama luciendo una mirada de aburrimiento y observando de manera vaga a los
bailarines que se movían frente a ella.

Sobresaltada, su madre miró con inseguridad en dirección a Lilian y de nuevo a


él, en un claro momento de desconcierto, antes de responder con suavidad.

—Sí, por supuesto, Lord Harlow. Sígame, por favor. —Los dos se acercaron a la
hilera de floreros. El aburrido semblante de su hija estaba fijo en la puerta de la terraza
y no se dio cuenta de que se estaban acercando.

—Lilian... —Lady Avalon se inclinó hacia delante y tocó con dulzura el hombro
de su hija, llamando su atención.

—Oh, mamá, por favor, perdona mi insolencia. No te había visto.

La condesa sonrió ampliamente a su hija.

~ 16 ~
—Querida, permíteme que te presente a Lord Harlow, un socio de tu padre.

Harlow notó un cambio repentino en los ojos de la mujer mayor, como si cayera
en la cuenta de quién era mientras hablaba.

—Tienes que recordar a Lord Harlow. Fue el caballero que te rescató hace un año
y te devolvió a nosotros después de tu caída —continuó suavemente sin esperar la
respuesta de Lilian—. Lord Harlow, permítame presentarle a mi hermosa hija, Lady
Lilian DeLacey.

Harlow se estremeció, comprendiendo el destello de dolor que cruzó el rostro de


Lilian al mencionar el accidente. Sin embargo, pensó, desde un punto de vista
totalmente egoísta, le daba permiso para hacer preguntas sobre ello y estaba
agradecido por eso.

Él esbozó una cálida sonrisa ante su rostro ansioso e hizo una galante reverencia.

—Lady Lilian, me pareció reconocerlas a usted y a su hermana cuando llegué.


Dos bellezas así siempre iluminan una habitación.

Ella cabeceó ante sus palabras con expresión atormentada.

Comprendo esa emoción, pensó para sí mismo.

—Parece que esta silla no está ocupada. Me pregunto si le importaría que me


sentara a su lado un momento. —Luchó por ordenar sus pensamientos mientras
hablaba. No quería avergonzarla pidiéndole que bailaran o dieran un paseo cuando
ella había hecho un evidente esfuerzo por eludir su silla de ruedas. Quería llegar a
conocerla, pero sabía que debía ser cauteloso. Era un verdadero dilema.

—Lord Harlow, estoy encantada de conocerle —respondió ella con timidez en


voz baja—. Sin embargo, los asientos están todos... —se interrumpió, mirando a un
lado y a otro, y por primera vez pareció darse cuenta de que había dos sillas libres a
su derecha. Un brillo de diversión iluminó sus ojos—. Los asientos parecen estar vacíos
—concluyó con una leve sonrisa y tocó la silla desocupada.

Harlow se permitió una leve sonrisa. Unos minutos antes, había observado a dos
jóvenes que abandonaban sus asientos y caminaban en dirección al comedor. Lady
Lilian había estado mirando en la dirección opuesta en ese momento. Las damas aún
no habían regresado. Tal vez estuvieran en la pista de baile. De cualquier modo, eso
podía ser una suerte para él. Podrían mantener una breve conversación. Haré que sea
suficiente.

~ 17 ~
—¿Sin duda será tan amable de concederme el capricho, aunque sólo sea unos
instantes? —dijo él, con sus ojos azules centelleando.

—Bueno, si está todo resuelto, les dejaré para que hablen. —Lady Avalon miró a
su hija y mostró una sonrisa esperanzada antes de volver con sus amigas.

—Lady Lilian, esperaba conocerla formalmente algún día. Debería saber que he
preguntado por su salud varias veces. —Mantuvo su voz baja—. Me gustaría, no
obstante, con su permiso, hacerle una pregunta.

Ella echó una ojeada nerviosamente hacia su silla.

—Es muy amable, Lord Harlow, pero...

Percibiendo su incomodidad, él añadió rápidamente:

—Me preguntaba si podría visitarla mañana y llevarla a dar una vuelta.

—Lord Harlow, yo... —Lilian se sonrojó y desvió la mirada un momento—. Es


usted muy generoso, milord...

Los ojos de ella hablaban de inteligencia.

—Lady Lilian, si está preocupada por su silla de ruedas, la he visto y eso no me


importa. Su compañía es lo que importa. —Sonrió ampliamente—. Si está dispuesta a
aceptar mis atenciones, la visitaré mañana por la mañana y la llevaré a dar una vuelta
por el parque. —No quería ser rechazado. Por alguna razón inexplicable, se sentía
atraído por la joven. Durante el último año, su imagen rota había inundado su mente
de manera esporádica sin razón evidente. Verla sentada entre las floreros, como si
estuviera en la fila de la lástima, le inquietó.

—Yo... sí, será un honor, milord. —Una expresión de alivio apareció en su rostro,
antes de una sonrisa especulativa.

—¿Digamos a las diez? —El baile en curso terminó, y dos jóvenes vestidas de
raso blanco, del brazo de sus acompañantes y burbujeantes de excitación, volvieron a
sus asientos a tiempo de oír su oferta de visita. Su animación fue audible, provocando
el sonrojo de Lilian.

Ella asintió, dando su consentimiento.

—Lo espero con impaciencia, milord —añadió.

~ 18 ~
Estaba hecho. Tal vez un día en su compañía resolvería los sentimientos que había
tenido este último año. Sólo podía ser una fascinación. Una vez que se reuniera con
ella y pasara un rato en su compañía, estaba seguro de que los sueños desaparecerían.
Al fin y al cabo, sólo estaba preocupado por su seguridad. Su conciencia luchaba con
lo que había ocurrido. El accidente la había dejado destrozada, una joven dama
inocente, y él se sentía en cierto modo responsable, aunque hubiera llegado a tiempo
de ayudarla. Sin embargo, algo más le turbaba. ¿Y si en realidad había desarrollado
sentimientos más profundos por esa joven?

Harlow necesitaba un poco de aire fresco. Ya estaba cansado de aquel aburrido


baile y pidió a un lacayo que le trajera la capa.

Lilian DeLacey no se parecía en nada a su hermano Jonathan, Vizconde DeLacey,


cuya arrogancia le crispaba los nervios. Habían sido amigos en el colegio hasta que
DeLacey se unió a un grupo de chicos excesivamente obsesionados con su posición en
la sociedad que, con frecuencia, intentaban convertir a los que estaban por debajo de
ellos en el blanco de las bromas.

Mi madre me presionó para que viniera, gruñó para sí mismo. Sin embargo, ver a Lilian
DeLacey ha hecho que la velada merezca la pena. Su razón para asistir se había cumplido
de manera inesperada, y ya no sentía ninguna necesidad de estar aquí.

Una vez encerrado en su carruaje, se acomodó en el respaldo de cuero rojo y


apoyó los pies en el asiento de enfrente, intentando despejar la mente. No obstante, y
pese a todos sus esfuerzos, el encuentro con Lady Lilian le hizo rememorar el día del
accidente, un día que recordaba vívidamente.

Max Wilde y él acababan de conseguir la ayuda de Lord Avalon para limitar la


fuente del creciente contrabando en la zona. La proximidad de Tintagel con Cornualles
era notoria, y un superviviente de un reciente naufragio —supuestamente pirateado
por los lugareños— había conseguido hacer llegar a Aduanas e Impuestos Especiales
rumores en torno a un local en Tintagel. La descripción era confusa, pero apuntaba a
un muy conocido establecimiento regentado por una mujer y su hermano. El
contrabando parecía concentrarse en barcos conocidos por transportar sedas, brandy
y especias. Había varias tabernas en Tintagel, y sospechaban que las tierras de DeLacey
albergaban una pieza del rompecabezas, pues la propiedad de Avalon llegaba hasta
los acantilados. Los dos hombres llevaban varios días en la zona, explorando la
localidad y tratando de poner al descubierto cualquier flujo soterrado de contrabando.

Harlow se había sorprendido al conocer los vínculos de Avalon con su propio


oficial al mando, el teniente general Martin DeLacey. Él les sugirió que fueran a

~ 19 ~
reunirse con su primo para obtener su ayuda. Si alguien preguntaba, sus nuevas
relaciones debían justificarse como una aventura con la Compañía de las Indias
Orientales. La reunión con Lord Avalon había sido como se esperaba. Les había dicho
que se reuniría con su hombre de negocios y abriría una cuenta para fundamentar la
legitimidad, en caso de que hubiera alguna duda.

Una vez concluidos los negocios con Lord Avalon, se dirigían a su alojamiento
en la localidad cuando ocurrió el accidente.

El camino que recorrían los hombres discurría por debajo de una hermosa cima.
Unas carcajadas atrajeron la atención de Harlow hacia las dos jóvenes que, más arriba,
cabalgaban como el viento. Sin ataduras, sus cabellos oscuros fluían como el agua al
compás de la brisa, mientras los sonidos burlones de sus risitas juveniles le produjeron
curiosidad. Un viejo mozo de cuadra las seguía de cerca y parecía que ellas estaban
eludiendo deliberadamente al pobre tipo. Harlow reconoció enseguida a las
muchachas, ya que se enorgullecía de no olvidar nunca una cara. Eran las hijas gemelas
del conde; se había fijado en ellas en un reciente baile en Londres. Ambas le habían
encantado, pero la del vestido color zafiro había atraído de inmediato su interés. Sus
miradas se cruzaron cuando él entró en el salón, aunque no había hecho ningún intento
por conocerla.

Harlow no tenía ningún interés en el mercado matrimonial. No obstante, soñaba


constantemente, y los momentos en torno al accidente de Lady Lilian seguían
atormentando su sueño, uniéndose a otras pesadillas de la guerra que también le
asediaban. Cada vez que ella le venía a la mente, normalmente durante sus sueños, él
revivía aquella escena. Ella estaba montando a caballo, se oía un disparo y salía
despedida de su montura para luego deslizarse y rodar sobre una docena o más de
rocas prominentes. El mismo sueño se repetía una y otra vez, haciéndole despertar
cubierto de un sudor frío. ¿Qué tenía de especial esta dama?

Su madre se había esforzado en persuadirle de manera incesante para que


buscara una dama con la que casarse y así poder tener nietos, llegando incluso a
engañarle para que se encontrase con la última belleza debutante. Él se había resistido.
No es que no desease casarse, pero ¿qué mujer querría tener a su lado a un hombre
que gritaba de terror por la noche?

Había admirado la valentía de Lilian y de su hermana aquel fatídico día. La


esposa de Avalon había planeado presentar a sus hijas y había tenido la audacia de
invitarles a Max y a él a reunirse con ella en el salón cuando terminara la reunión de
su marido. Se rio entre dientes al pensar en el salón vacío. Las chicas habían montado
en sus caballos antes de que ella pudiera conseguir su asistencia. Aunque Lady Avalon

~ 20 ~
no parecía ser de las que se dejaban dominar por su temperamento, la sonrisa tensa
que la condesa había esbozado mientras mantenía una conversación trivial y les servía
té a ambos le había indicado que aquéllo no quedaría así. Esa madre había planeado
un ajuste de cuentas con sus hijas.

Harlow valoraba a una mujer con una pizca de independencia, aunque eso no
podía decirse de muchos de sus amigos. Cuando aquel día divisó a las hijas de Avalon
galopando codo con codo por la cima, se sintió aún más intrigado. Ambos caballos se
encabritaron ante el repentino disparo. El caballo de Max y el suyo también
relincharon alarmados, pero estaban más acostumbrados a los ruidos fuertes debido
al servicio prestado en la guerra, y los hombres pudieron mantener el control. La chica
del traje azul fue lanzada de su asiento y desapareció de su vista.

El disparo sonó cerca, como si hubiera venido de su izquierda. Afortunadamente


la bala no les alcanzó a todos ellos. Sin embargo, desde aquel fatídico día se había
preguntado a menudo si el disparo había sido accidental. ¿La bala iba destinada a ellos?

~ 21 ~
Capítulo 3
Lilian había visto al atractivo caballero mirarla más de una vez y siempre con una
enorme sonrisa. Hizo todo lo posible por no mirar fijamente en su dirección, pero, aun
así, sus ojos se sentían atraídos por él. Mientras los bailarines se deslizaban a lo largo
de la pista de baile, ella se esforzaba por divisarle por el rabillo del ojo y se daba a sí
misma pequeñas excusas cada vez que se daba cuenta de lo que estaba haciendo.
Buscar el paradero de su madre fue la última justificación de la que se sirvió, un
ridículo pretexto bastante impropio de su inteligencia.

Mamá no se había separado de la anfitriona, Lady Smyth, y sus amigas desde


que había vuelto junto a ellas tras la presentación de Lilian a Lord Harlow hacía apenas
una hora. Sin embargo, lo más angustioso era que, cada vez que miraba en dirección a
su madre, ésta y sus amigas estaban mirándola, obligándola a dar lo que mamá
denominaba su sonrisa fingida. Daba igual, se justificó, tendría que bastar, ya que no le
interesaba estar aquí. Bueno, pensó, con una minúscula contracción de los labios, no
lo había estado hasta hacía una hora.

Si no se hubiera vuelto tan cínica este último año, habría creído —no, habría
deseado— que John Andrews fuera su príncipe azul. De hecho, tenía los mismos
rasgos que el caballero con el que ella habría soñado. Su espeso y ondulado pelo
castaño le llegaba hasta el cuello, enmarcando una barbilla cuadrada con hoyuelos. Sus
anchos hombros acentuaban una cintura más pequeña, atrayendo la atención de la
joven hacia su muy atlético cuerpo. Era más alto que muchos de los hombres del salón,
una cualidad que, al examinar detenidamente su cuerpo desde la perspectiva de su
silla, le pareció imponente.

Un destello rojo la hizo mirar en su dirección. ¿Se marchaba? Rápidamente giró la


cabeza hacia otro lado, por si acaso él volvía la vista atrás, y se dio cuenta de que
apenas se había fijado en nada ni en nadie más que en él desde que lo había conocido.
Sacudió la cabeza, invocando a su fuerza de voluntad para pensar en cualquier otra
cosa que no fueran sus brillantes ojos azules ni la sonrisa que la calentaba hasta los
dedos de los pies cada vez que la dirigía hacia ella. Piensa en… cualquier cosa menos en
él, se ordenó a sí misma. Lilian cerró los ojos con fuerza durante un instante, con la
esperanza de ver algo diferente cuando los abriera.

~ 22 ~
Ésto no puede estar pasando. Gimió para sus adentros. El uniforme rojo de Lord
Harlow era demasiado fácil de distinguir, y lo vio encaminarse hacia la parte delantera
de la sala, deteniéndose para hablar con la anfitriona, sus dos hijas y la propia madre
de Lilian. Una mujer vestida de satén rojo y dorado, con el pelo rubio rojizo recogido
en un moño minuciosamente enjoyado, apareció detrás de él y puso a toda prisa la
mano enguantada en su brazo. Debió de decir algo a las otras mujeres, porque éstas se
apartaron inmediatamente de Lord Harlow y se alejaron susurrando. ¿Cómo le
preguntaré a mamá por ella sin que se convierta en un tema de discusión entre nosotras? Lilian
se permitió pensar en ello, convencida de que su madre tenía información, mientras
estudiaba la conexión entre todas ellas desde su distancia segura, observando los
movimientos de sus cuerpos con sumo interés. Se estaba volviendo experta en predecir
el estado de ánimo de la gente observando sus cuerpos y sus expresiones. La silla de
ruedas le proporcionaba muchas oportunidades para perfeccionar esta habilidad.

¿Quién es esa mujer? Pasados unos minutos, Lord Harlow se inclinó en dirección
a la mujer y le susurró... algo. La mujer se apartó, se rio y le dio un golpe repentino en
el brazo con el abanico, pero la escena parecía incorrecta, casi forzada. La mujer le dio
una vez más un golpecito en el brazo y asintió, casi imperceptiblemente, antes de
dirigirse paseando hacia un hombre que estaba de pie junto a la mesa de refrescos.
¿Planeaban ella y Lord Harlow una cita para más tarde? Una extraña sensación golpeó la
boca del estómago de Lilian y un calor le ascendió por el cuello. ¿Eran celos? ¡Imposible!
Utilizó el cuaderno que guardaba en su bolsito para abanicarse la cara antes de
recordar que su delicado abanico de satén y encaje blanco colgaba de su brazo. Lo
abrió, desplegándolo de golpe, y movió el objeto con rapidez para crear una brisa sobre
la repentina humedad en su cara y en su cuello. Al escudriñar la habitación, Lilian
divisó la puerta abierta que daba a la terraza y deseó salir a ella. Cientos de velas de
cera habían caldeado miserablemente la habitación, y el color rosa oscuro de las
paredes se sumaba al miedo malsano a estar encerrada en un espacio reducido.

Mirando a través de los bailarines, Lilian localizó a su hermana dando vueltas,


bailando el vals ahora con Lord Richard Yarstone. Su delicado vestido de seda color
melocotón ceñía con suavidad los laterales de sus piernas cuando giraban, y sus
zapatillas doradas sobresalían muy sutilmente por debajo. No se podía negar que Lord
Yarstone era más que persistente en todo lo que se refería a Lydia. Lilian creía que cada
uno de ellos correspondía a los sentimientos del otro. Y, si había contado bien, ése era
el segundo baile que bailaban… juntos. Sonrió para sí misma. Puede que ellos no
estuvieran contando, sin embargo, con toda certeza mamá lo estaba haciendo. Por
desgracia, ella tomaba nota de todo.

Lord Yarstone llegaría de visita puntualmente a las diez. Esperaba que mañana
toda la parte delantera del salón estuviera cubierta de rosas blancas, su elección

~ 23 ~
habitual. Las rosas blancas significaban nuevos comienzos y amor eterno. Era todo lo
que Lydia se merecía.

A Lilian se le escapó un suspiro melancólico que la hizo taparse la boca con la


mano y mirar a su alrededor, abochornada. Las jóvenes más cercanas estaban absortas
en su conversación y no parecían haberse fijado en ella. Ése era parte del problema:
sentía que no era digna de atención.

La relación de Lydia con Lord Yarstone se volvía cada vez más seria. Era lo que
ella quería, y Lilian se alegraba por su hermana. No obstante, ésto no hacía más que
aumentar la sensación de mediocridad que se había apoderado de ella en los últimos
tiempos acerca de su propia vida, sentada aquí con sólo una enorme silla de ruedas
como permanente compañía. Su hermana, su mejor amiga, se casaría y se iría de casa,
separándolas por primera vez en sus vidas.

Sintiéndose de repente bastante agobiada, Lilian estaba lista para irse. Había
prometido venir y había cumplido su parte del trato. Agachó la cabeza, tanto por
vergüenza como por desesperación ante sus reflexiones. Estaba tan perdida en sus
pensamientos que no vio a su hermana y a Lord Yarstone acercarse.

—¿Estás lista para partir, Lilian? —Los ojos de Lydia se arrugaron en las esquinas
con alegría.

¿Ya?

—¿De verdad? —¿Lydia está lista para irse? Inaudito. Se volvió sutilmente hacia la
puerta a tiempo de ver a Lord Harlow salir del salón de baile, y un escalofrío subió
corriendo por su brazo. Era difícil no sentirse afectada por su gallarda presencia, en
particular cuando vestía su impecable uniforme rojo—. Sí, Lydia, si estás preparada.
—Sonrió levemente, manteniendo a raya su entusiasmo a propósito—. Hace un poco
de calor en este lado de la habitación, sobre todo porque no hay salidas. —Agitó unas
cuantas veces más el abanico, como para corroborar sus palabras, antes de guardarlo.

—Estoy de acuerdo, hace bastante calor.

—Lady Lilian, ¿puedo ir a buscarle su silla? —preguntó Lord Yarstone.

Conteniendo una sonrisa pícara, asintió con la cabeza y le vio rescatar su silla de
detrás del pequeño arco de macetas. Las plantas estaban delicadamente entrelazadas
para crear un pequeño jardín de verdor que se curvaba para embellecer la esquina de
la habitación. Perdidamente enamorado eran las palabras que había utilizado mi padre al
describir a Lord Yarstone.

~ 24 ~
—Debes contármelo todo —susurró Lydia en voz baja, sonriendo—. Le vi
hablando contigo. —Hizo hincapié en la palabra le—. Y no finjas que no sabes de quién
estoy hablando, hermana.

Fingir que no sabía de qué estaba hablando no tenía mucho sentido. Su hermana
se aseguraría de sonsacarle la historia de inmediato. Sin embargo, sintiéndose traviesa,
Lilian decidió hacer que, antes, Lydia se retorciera un poco.

—No fue más que una conversación fugaz —dijo al fin. Una curiosa sensación de
satisfacción la recorrió. Pero cuando volvió la vista hacia Lydia, vio la sonrisa de
satisfacción de su hermana. Su sangre se precipitó desde el cuello a las sienes; sintió
su calor. No puedo ocultarle nada.

—Seguro que no fue sólo una conversación. Fue deliberada, intencionada.


¡Insisto en que me cuentes todo! Ése era Lord Harlow. Todas las debutantes de la sala
tenían sus ojos puestos en ti cuando él caminó en tu dirección —susurró su hermana—
. ¡Tu príncipe azul! —Su cabeza se balanceó ligeramente de felicidad—. Y tú le
acechaste después. No trates de negarlo; te vi.

—No seas tonta. ¿Cómo podría hacer tal cosa cuando estoy atada a una silla? —
¡Me atraparon!

—Todavía tienes ojos, querida.

—Lydia, ¿podemos por favor discutir ésto en el carruaje? —suplicó Lilian en voz
baja, con la cara empezando a arder. Oyó un murmullo y giró la cabeza para ver que
todas las floreros, sin prestar atención a los buenos modales, estiraban el cuello en su
dirección.

Lord Yarstone se aclaró la garganta.

—Miladies, su madre nos ha visto y parece estar despidiéndose. ¿Se me permite


escoltarlas hasta la puerta?

—Gracias, Lord Yarstone. Se lo agradeceríamos profundamente. —Lydia sonrió


y se colocó delante de la silla de su hermana.

Lilian levantó los brazos y dejó que Lydia tirara de ella hasta ponerla de pie
mientras Lord Yarstone intercambiaba las sillas detrás de ella, permitiéndole
acomodarse en la silla de ruedas. Odio esta parte. Es humillante. Esbozó una débil
sonrisa, una sonrisa falsa, pero una sonrisa, al fin y al cabo. No les daría nada de qué
hablar a propósito. Sólo podía imaginar la cantidad de gente que observaría la incómoda

~ 25 ~
salida. Lydia afirmaba que ella volvería a caminar, señalando su capacidad para
mantenerse en pie. Honestamente, Lilian no lo interpretaba así para nada. Se sentía
atrapada en esta silla. Lord Yarstone esperó hasta que estuvo sentada y luego
acompañó al pequeño grupo hasta el carruaje.

Poco más de una hora después, las chicas estaban de vuelta en la casa de su padre,
en sus habitaciones. A Lilian le gustaba el hecho de que papá y mamá hubieran
convertido sus habitaciones en apartamentos contiguos. Cada una tenía su propio
dormitorio con una pequeña zona de retiro anexa, unidos por un salón privado más
grande. Cuando eran niñas, esta habitación se utilizaba como una pequeña guardería
o como cuarto para su niñera, si la salud de alguna de ellas lo exigía. Las habitaciones
de Lilian eran de sutiles tonos azules, mientras que las de su hermana eran rosas.

—Lilian, una vez me haya cambiado de vestido, volveré. No esperes que no te


pida todos los detalles. Debes contármelos.

—De verdad, Lydia... hay poco que decir —respondió Lilian.

—Tonterías. No te andes con rodeos. Hay mucho que comentar. Te he observado.


—El júbilo brilló en sus ojos—. Sólo desearía que los pasos de baile nos hubieran
llevado más cerca de donde estabas sentada, para no tener que esperar.

Lilian hizo una mueca.

—No habrías oído nada. La música estaba muy alta —murmuró—. Por otro lado,
y ya que hablamos del tema, he notado que Lord Yarstone te presta una especial
atención. Tal vez deberíamos hacer apuestas sobre qué tipo de flor enviará mañana.
Tal como lo veo, debe levantarse muy temprano para comprar todas las rosas blancas
de la ciudad. Las rosas blancas son preciosas y expresan mensajes tan bonitos.
¿Recuerdas los vestíbulos llenos de flores que tuvimos el año pasado? —reflexionó
Lilian, meditando en voz alta sobre los ramos que ambas habían recibido la temporada
anterior.

—Y tú pronto volverás a tener flores, mi hermosa hermana —replicó Lydia—.


Presta atención a mis palabras —añadió en tono profético.

—Me encantan las rosas que te trae. Estoy deseando ver lo que trae mañana —
murmuró Lilian, tanto para sí misma como para su hermana.

—Espero que no sea nada demasiado romántico. No estoy segura de querer


comprometerme con ningún caballero con la Temporada recién empezada. —La voz

~ 26 ~
de Lydia la siguió mientras salía de la habitación… dejando a Lilian con sus
pensamientos.

La puerta de su alcoba se abrió de nuevo y Clara entró, seguida de dos criadas


más jóvenes que llevaban agua y una bandeja. Avivó el fuego y se dirigió a las dos
subalternas.

—Abby, ¿puedes llenar la palangana con agua fresca, por favor? Mary, mi niña,
pon el té de manzanilla y los panecillos en la mesa junto a la cama de Lady Lilian, si
no te importa. —Las criadas hicieron lo que les pidió y se marcharon. Clara siempre
era muy respetuosa en su trato con las demás criadas. Todos los sirvientes la querían…
en especial las mujeres, por las muchas muestras de amabilidad que les dispensaba.
Cada Navidad añadía a los obsequios de cada una de ellas una cajita con un regalo,
normalmente cintas, que había comprado con su propio dinero a lo largo del año y
guardado para la festividad.

—Milady, ¿disfrutó del baile? —Clara se apresuró a quitar las horquillas del pelo
de Lilian y las joyas, metiendo con cuidado las perlas de su abuela en el joyero.

—Fue precioso. La vegetación formaba delicados arcos en las esquinas que daban
la impresión de que la habitación era redondeada. Los suelos de madera pálida se
veían como espejos bajo la luz de cientos de velas de cera de abeja. Estaba atestado y
hacía mucho calor. —Lilian trató de describir la habitación, pero en lo único que podía
pensar era en un soldado alto y apuesto con su elegante uniforme rojo.

Clara desató la espalda del vestido de Lilian de manera eficiente y se lo pasó por
encima de la cabeza.

—Yo puedo cepillarme el pelo, Clara. Tienes mucho que hacer después de estos
jaleos, especialmente ahora.

—Tonterías, milady. Es un gran placer para mí ver a mis dos hermosas chicas. Lo
que no daría por ser una mosca en la pared para escuchar los relatos de esta noche,
viendo las sonrisas que ambas lucen.

—¡Descarada! —amonestó juguetonamente Lilian a su niñera desde la infancia.


La relación de las gemelas con Clara se había estrechado con los años y ella nunca
dudaba en expresar su opinión, un hábito que mamá aborrecía. Sin embargo,
acostumbradas a la franqueza de Clara, a Lydia y Lilian les parecería raro que no dijera
lo que pensaba, pues se había convertido en lo más parecido a una segunda madre.

~ 27 ~
—He oído que un caballero pidió serle presentado. —La mujer mayor chasqueó
suavemente la lengua y sonrió.

—¿Quién te lo ha dicho? —La cara de Lilian se encendió—. Ni siquiera lo he


hablado con Lydia. Sí, Lord Harlow le pidió a mamá que nos presentara.

—Oh, ¿el caballero que le salvó la vida? Un verdadero príncipe, sin duda. ¡Es un
tipo apuesto! Confieso que sería un verdadero placer recibirlo. Pidió conocerla,
¿verdad? —Los ojos de Clara brillaron—. He oído que ha preguntado por usted cada
vez que visita a su padre.

Los sirvientes siempre hablan. Sin embargo, ¿quién podría habérselo dicho tan pronto?
¡Mamá! Lilian sabía demasiado bien que no debería sorprenderse.

—Clara, se lo contaré a Lydia en unos momentos. Si no, no conseguiré dormir de


ninguna forma.

Clara se rio con disimulo.

—Es suficiente saber que hay más, milady. Iré a ver a su hermana, porque me
temo que estará a punto de explotar, esperando oírlo todo. —Acarició suavemente la
barbilla de su muchachita y se fue corriendo a ayudar a Lydia, dejando a Lilian
sintiendo una miríada de emociones. Estaba emocionada, y eso la asustaba. Sin duda,
había conocido a muchos jóvenes caballeros... pero eso había sido el año pasado. Desde
que sufrió el accidente y quedó confinada en una silla de ruedas, no había recibido
visitas de caballeros. No estaba segura de tener estómago para ello.

Acercó la silla a la cama, bloqueó el freno y se trasladó al lecho, algo que le


resultaba factible usando la fuerza de sus brazos.

—Puedo ver que estás tratando de escabullirte de cualquier cosa maravillosa que
esté a punto de suceder, ¡y no lo permitiré, hermanita! —Lydia irrumpió alegremente
en la habitación con sus habituales maneras salvajes y bulliciosas y subió de un brinco
a la cama junto a ella—. ¡Cuéntamelo todo!

—¿Hermanita? ¡Tenemos la misma edad! —Lilian dio un manotazo juguetón a su


gemela—. Sabes muy bien que yo soy la mayor...

—Por unos simples segundos. Debo añadir que también te tomaste tu tiempo
para saludar al mundo. De hecho, según mamá, ¡te perseguí! Te pisaba los talones. —
La voz de Lydia estaba llena de regocijo.

~ 28 ~
—Estoy lista para contarlo todo. —Mientras relataba su encuentro con Lord
Harlow, se dio cuenta de que había pasado una velada mucho mejor de lo que había
imaginado y estaba deseando volver a verle.

—Eso no puede ser todo. Debo oírlo todo. ¡Date prisa! —la azuzó Lydia con
suavidad. Mientras hablaba, Lydia levantó el dedo y dejaron de hablar el tiempo
suficiente para escuchar si alguien caminaba por el pasillo, asegurándose de que su
madre no había oído sus comentarios. Tenía la habilidad de acecharlas de manera
sigilosa. Cuando se convenció de que su madre no estaba cerca, Lydia continuó—:
Practica tu cara de irritación. Como sabes, mamá puede pasar de estar alegre a, al
menos figuradamente, destrozar a una persona en un instante cuando se la atraviesa
—dijo.

Querían mucho a su madre, pero, en los últimos tiempos, su presencia


controladora se había vuelto difícil. Su único desahogo divertido consistía en gastarle
alguna broma privada de vez en cuando. Tal vez era su manera de afrontar la
discapacidad de Lilian. Fuera lo que fuese lo que lo había provocado, mamá se había
vuelto feroz en su afán por encontrar pareja para sus dos hijas, y parecía haber
olvidado que, en cierta época, las había animado a que se casaran por amor. Lilian se
dio cuenta de que la mayor parte de ese empeño se debía a sus lesiones.

—Venga, vamos, lárgalo todo2.

—¿Cómo dices? —Lilian fingió sorpresa, aunque la expresión callejera le era


familiar por las muchas horas que habían pasado en los establos.

—Cuéntame. ¿Qué dijo él? Le vi sentarse a tu lado y hablar. Pisé el pie del pobre
Yarstone cuando Lord Harlow se sentó.

Lilian sonrió de oreja a oreja por todas las cosas que quería contarle a Lydia.

—¡Oh, muy bien! —Levantó las manos en un alarde de rendición fingida—. Se


acercó a mí con mamá. Ella lo presentó y luego se marchó de mala gana. Me di cuenta
de que deseaba quedarse. Y creo que le pidió a mamá que le presentara.

Lilian sintió que su sonrisa se estiraba hasta ocupar tanta parte de su cara que le
dolía. Cerró los ojos e invocó su imagen. Llevaba meses intentando recordar al hombre
que la había socorrido. Lydia lo había descrito como guapo; incluso ahora, un año

2 N. de T.: En el original blow the gab (o blow the gaff). Frase slang con distintas traducciones: largarlo todo, descubrir el pastel,
irse de la lengua, derramar las alubias…

~ 29 ~
después, Lilian no podía recordar sus rasgos. Lo que recordaba era su olor. Era la
misma fragancia que la había asaltado esta noche.

—Me pidió que fuéramos a dar una vuelta mañana.

—¿De verdad? ¡Eso es maravilloso! —Lydia saltó una y otra vez y aplaudió
frenéticamente—. Estoy tan feliz por ti, mi dulce hermana.

—¿Por qué estás contenta, querida? —La puerta se abrió y su madre entró con
una criada detrás de ella, llevando una bandeja—. Sé que has tomado un poco de té.
Pensé que, tal vez, una tacita de chocolate te aseguraría una noche más relajante.

—Mamá, qué considerada. Ya sabes que me encanta el chocolate. —Lydia cogió


la taza.

—¿De qué hablabais hace un momento, chicas? ¿Por qué estás tan contenta,
querida? —Mamá miró a Lydia.

—Mamá —las palabras manaron de la boca de Lydia como el agua de un


surtidor—. Lord Harlow ha pedido llevar a mi querida hermana de paseo mañana.
Creo que quiere cortejarla.

—¡Lydia! —Lilian se ruborizó.

—Bueno, queridas mías, parece que esta noche ha sido un éxito para mis dos
hijas. —Se sentó entre ellas y las abrazó, luego miró a Lilian.

—Por favor, mamá —suplicó Lilian—. Por favor, no esperes nada de sus
atenciones. Sólo está siendo solícito y deseaba conocerme para asegurarse de mi buena
salud.

—Tonterías. Ese hombre lleva un año queriendo conocerte. Tu padre ha


mencionado que Lord Harlow ha preguntado a menudo, sobre todo a través de un
mensajero, por tu salud. Tengo esperanzas por las dos. —Besó primero a Lilian y luego
a Lydia en la coronilla antes de salir de la habitación.

—Creo que mamá tiene razón esta vez. —Lydia apretó la mano de Lilian—. Me
voy a la cama. Buenas noches, queridísima. —Dicho esto, también se marchó.

Lilian se tumbó y observó cómo la luz de las velas bailaba sin esfuerzo sobre el
suave papel pintado azul y blanco de su habitación. Sintiendo que se le estaban

~ 30 ~
cerrando los ojos, se obligó a incorporarse y apagar la vela de la mesilla de noche de
nogal, después volvió a tumbarse y se cubrió con las mantas.

Las cortinas estaban ligeramente abiertas y dejaban entrar una franja de luz de
luna. Se quedó mirando fijamente la luz en el techo, imaginando que provenía de las
estrellas. Cerró los ojos con fuerza y pidió un pequeño deseo. Esta noche pidió a las
estrellas que su madre tuviera razón. Esta noche, cada parte de Lilian esperaba que
pudiera ser verdad.

~ 31 ~
Capítulo 4
A la mañana siguiente, Harlow silbaba en el aire fresco de la mañana mientras
conducía la corta distancia que lo separaba de la casa de Lord Avalon en Mayfair. El
clima había cooperado, su corbata no le apretaba y Cook le había ofrecido sus platos
favoritos en el desayuno. Todo estaba bien en el mundo. Y lo más importante de todo,
iba a ver a la mujer que había ocupado tantos de sus sueños en los últimos tiempos…
en cuestión de minutos.

Estaba tan atrapado en sus pensamientos que casi pasó por alto el frenético ruido
de caballos corriendo calle abajo. Al levantar la vista, vio un carruaje negro tirado por
caballos también negros que se precipitaba en su dirección, con su conductor gritando
a los aterrorizados caballos, que parecían haberse desbocado. Sin un momento que
perder, Harlow azuzó a los suyos y apartó su calesa amarilla a un lado de la carretera,
mientras el carruaje negro pasaba a toda velocidad, dejando una nube de polvo a su
paso.

—¿Estás bien, Simmons? —gritó a su palafrenero, que estaba en el pequeño


asiento trasero.

—Sí... sí, milord. Creo que sí —respondió una voz temblorosa—. Ésta es una
evidencia de su destreza, milord —añadió con la voz tensa.

—Estoy considerando si deberíamos bajar del carruaje y besar el suelo antes de


continuar —bromeó Harlow.

—Creía que íbamos a hacer exactamente eso, milord —replicó el palafrenero sin
vacilación.

—¡Ja! ¡Tienes toda la razón, Simmons! —Con bastante buen humor, Harlow
sujetó las riendas con una mano y se quitó el sombrero, soplando el polvo que lo
cubría.

—Bueno, muchachos —murmuró en voz alta a sus alazanes—, es una suerte que
el tipo recuperase el control de sus caballos antes de que atropellaran a alguien. Ahora
que lo pienso, no recuerdo haber visto nunca un carruaje corriendo por esta parte de
la ciudad. Quizá tenga una cita con el mismísimo diablo. —Recordando que deseaba
mantener su buen humor, sacudió el polvo asentado en el sombrero, le dio la vuelta

~ 32 ~
para asegurarse de que el aspecto era el correcto y volvió a colocárselo en la cabeza—
. Eso podría haber tenido consecuencias poco afortunadas si hubiera habido gente en
la calle.

Al girar lentamente sus caballos, tratando de observar de manera despreocupada


cualquier movimiento en el callejón mientras regresaba con tranquilidad por donde
había venido, Harlow se dio cuenta de que el carruaje negro había aminorado la
marcha y se había apartado de la calle principal para adentrarse en un callejón. Qué
raro, pensó. Rodeó la manzana y miró hasta el final del callejón. No vio moverse nada,
excepto las cabezas de los que parecían ser los mismos caballos que acababan de pasar
junto a él. Las cabezas de los caballos se sacudían de un lado a otro con cierta irritación,
y manchas blancas de espuma salpicaban sus patas delanteras. El vehículo y los
cuartos traseros de los animales estaban ocultos detrás de una taberna muy respetada.

—Un lugar muy extraño para aparcar un carruaje... a menos que alguien haya
muerto pegado al grifo de un barril —murmuró para sí mismo, tomando nota mental
de comentar esta rareza con su amigo Max. Satisfecho con su decisión, dio la vuelta de
nuevo, hizo una señal a sus caballos para que aceleraran el paso y, diez minutos más
tarde, aparcó su calesa en la entrada circular de Avalon House, en Norfolk Street.

La hermosa mansión, que combinaba piedra gris y ladrillo rosa, tenía tres plantas
y estaba rodeada de verjas de hierro negro. Jardineras llenas de flores conocidas por
su fragancia bordeaban los alféizares de varias ventanas de los pisos superiores,
mientras que rosales blancos y rosas dominaban los jardines que enmarcaban la casa.
La suave fragancia de las rosas flotaba en la ligera brisa, dando la bienvenida a Harlow
y recordándole las flores que había traído al entregar las riendas a su palafrenero.
Alcanzó el ramillete de nomeolvides moradas, guardado de forma segura en una caja
oculta tras sus pies.

Pasaron unos instantes y se abrió la puerta.

—Buenos días, milord. —El mayordomo dio un paso atrás, permitiendo la


entrada, y extendió la mano para recibir el sombrero y los guantes de Harlow—. ¿Le
llevo las flores, Lord Harlow?

Harlow cambió de manos el ramillete mientras se quitaba los guantes,


entregándoselos al mayordomo junto con el sombrero.

—Gracias, Chambers, pero me gustaría dárselas yo mismo a Lady Lilian.

—Por supuesto, milord. Por favor, sígame.

~ 33 ~
Harlow creyó percibir que una ligera sonrisa cruzaba el rostro del viejo criado
antes de que ésta desapareciera, como si se alegrara por Lady Lilian. El corazón de
Harlow se caldeó.

La puerta del salón se abrió antes de que Chambers pudiera llamar y una joven
dama salió a toda prisa por la puerta, con su atención aún puesta en una persona que
estaba detrás de ella dentro de la habitación. Se detuvo, resbalando, justo antes de
derribar al anciano, que ya había empezado a tomar medidas preventivas pegándose
contra la pared y extendiendo las manos.

—Oh, Dios mío. Por favor, acepte mis disculpas, señor. Pensé que Lord
Yarstone... —Se detuvo a mitad de la frase; una sonrisa trepó por su rostro y realizó
una rápida reverencia—. Lord Harlow, perdóneme. —La sonrisa iluminó su rostro—.
Imagino que ha venido a ver a mi hermana, Lilian.

—Así es. —Sonrió él con amabilidad. La muchacha era casi idéntica a su


hermana, salvo por el color azul pizarra de sus ojos, en contraste con el azul verdoso
más profundo de su hermana. Lady Lydia llevaba el pelo castaño rojizo recogido en
un sencillo nudo, enmarcado por rizos y pequeñas flores blancas—. Perdone que la
mire fijamente, pero es la primera vez que las veo a ambas tan de cerca. ¡Son casi
gemelas idénticas! —Harlow se sintió como un tonto en cuanto hizo la observación en
voz alta.

—Sí, milord, lo somos, y me temo que nuestra infancia estuvo llena de travesuras.
—Sonrió con picardía e hizo un gesto con la cabeza hacia su hermana—. Los que nos
rodeaban trataban de hacernos parecer diferentes con nuestras vestimentas, una
táctica a la que me temo que... ah... le dimos un buen uso.

—Lady Lydia, por favor, acepte mis disculpas. —La voz del mayordomo
interrumpió cualquier otra confidencia indiscreta. El anciano había recuperado el
sentido común y el equilibrio.

—Chambers, soy yo quien debe excusarse. Yo tengo la culpa, no usted. —Lady


Lydia se hizo a un lado para permitirle la entrada al salón y, a toda prisa, se movió
para apoyarse detrás de un sillón orejero cerca de su hermana—. Lilian, creo que Lord
Yarstone acaba de llegar. —Aunque la voz de Lady Lydia fue casi un susurro, no pudo
evitar sonreír ampliamente—. ¿Te importaría que también diéramos una vuelta por el
parque? Dijo que traería su faetón.

—¡Oh, Dios! Lydia, por favor... ¡hija, tus modales! —La condesa irrumpió en la
habitación con evidente frustración y lanzó una mirada penetrante en dirección a su

~ 34 ~
díscola hija—. Lord Harlow, qué agradable sorpresa es ésta. —Su voz era a la vez
serena y uniforme.

Él adelanto la pierna e hizo una ligera reverencia.

—Estoy seguro, señoras, que una excursión como la que ha descrito sería de lo
más agradable —intervino Harlow. No pudo evitar oír la petición susurrada de Lady
Lydia.

La habitación ofrecía un respiro luminoso y alegre del resto del mundo, y Harlow
imaginó que debían de utilizarla más que sólo cuando recibían invitados. Un suave
papel pintado adamascado amarillo y azul cubría las paredes. Unas cortinas de
terciopelo azul claro enmarcaban la ventana delantera, colgadas sobre finos visillos. El
delicado tejido atraía la luz a la habitación. Un sofá de terciopelo azul oscuro con
remates de nogal se apoyaba en la pared del fondo, y un sillón orejero a rayas amarillas
y blancas formaba un ligero ángulo diagonal con la pared opuesta a la puerta. Sobre
una mesita de madera adyacente había un jarrón con plantas. A su izquierda, cerca de
la puerta, un alto secreter de nogal, con coloridos libros encuadernados en cuero en los
dos estantes superiores, se erigía como un centinela apoyado en la pared.

Mirando más allá de la hermana gemela y su madre, Harlow divisó a su presa


sentada en su silla cerca de una ventana enorme, sosteniendo un pequeño libro azul
que evidentemente había estado leyendo. Lady Lilian puso el libro en su regazo y
levantó la mirada hacia él, sonriendo con timidez.

Se le secó la boca y de repente sintió como si la tuviera rellena de algodón. Intentó


tragar para despejarla; en cambio, comenzó a toser, haciéndole sentir como un colegial
de doce años con la lengua trabada. Nervioso, empujó el manojo de nomeolvides
delante de él y se secó con la mano libre la repentina humedad que se había formado
en su frente. Ésto es algo nuevo. ¿Cuándo me ha puesto nervioso regalar flores a una mujer?
Nunca me he quedado sin palabras. Esta mujer, la mujer que me ha perseguido en sueños, parece
haber afectado a todas las partes coherentes de mi ser. ¡Imbécil! A pesar de la confusión
interna, siguió adelante.

—Ésto es para usted, Lady Lilian.

—¡Milord, qué flores tan bonitas! —Sus manos agarraron las ruedas de su silla
para moverlas.

—Lilian... por favor, querida, permíteme ayudarte. —Su madre se levantó y se


dirigió hacia Lady Lilian, y soltó el freno de la silla, empujándola más cerca del sofá
del salón.

~ 35 ~
Lady Lilian relajó el brazo. Harlow se acercó un poco más, sin dejar de
reprenderse por haber actuado como un idiota.

—Gracias, mamá —respondió Lady Lilian. Aceptó las flores de Harlow y,


acercándoselas a la nariz, inhaló profundamente—. Gracias, señor. Son mis favoritas.
Huelen de maravilla.

Una voz profunda sonó detrás de él.

—Lord Yarstone, milady.

—Por favor, hágale... pasar... —La voz de Lady Lydia vaciló. Al levantar la vista,
Harlow llegó a tiempo de ver la mirada fulminante que recibió de su madre.

—Gracias, Chambers —respondió Lady Avalon de manera escueta. Harlow


recordó haber visto a su padre lanzarle, en otro tiempo, una mirada similar, y tragó
saliva, sintiendo de pronto simpatía por Lydia.

—Lord Harlow, no esperaba verle. —Richard, Vizconde Yarstone, se puso rígido


y sacó lentamente un gran ramo de rosas blancas de detrás de su espalda.

—Relájese —pronunció Harlow en voz baja. Yarstone se mostraba algo más que
irritado cada vez que se encontraban cerca de las hermanas DeLacey. Aclarándose la
garganta, dijo en voz alta—: Lady Lilian, ¿aún está dispuesta a dar un paseo en coche
por el parque?

Lilian asintió.

—Estaría encantada de acompañarle, señor, si... —Levantó la mirada hacia su


madre—. ¿Mamá?

—Por supuesto, Lord Harlow, no hay nada que resulte más aceptable. —La
condesa sonrió, radiante—. No olvides tu pelliza, querida. Hoy hace un poco de frío
—añadió, tomando las flores de Lilian.

—Lady Lydia, ésto es para usted —habló Yarstone, tendiendo su ramo a la


gemela de Lilian.

—¡Oh, cielos, rosas blancas! Son tan hermosas. —Lady Lydia las olió y sonrió al
vizconde.

~ 36 ~
—Lady Lydia, hace un día agradable. Esperaba... ¿le gustaría acompañarme a dar
un paseo en mi faetón? —Lord Yarstone cambiaba de un pie a otro, aparentemente
nervioso.

La condesa no esperó a que su hija respondiera.

—Sin ninguna duda, señor. Es usted muy amable al consentirla tanto. Caballeros,
han elegido un hermoso día para pasear por el parque. —Aceptó las flores de Lydia y
lanzó una rápida mirada a Lilian—. Procurad no meteros en líos, queridas —reprendió
con suavidad.

Harlow captó la mirada de esperanza en los ojos de Lady Avalon. Sólo podía
imaginar la tensión a la que había estado sometida la familia estos últimos meses. Una
punzada de culpabilidad golpeó su corazón. Aún no había determinado el origen del
disparo que había causado el accidente y, por mucho que lo intentara, no podía
quitarse de encima el miedo a que sus anteriores investigaciones en Tintagel lo
vincularan con esta tragedia.

—Volveremos en dos horas, milady —manifestó.

La condesa le miró con cautela.

—Un lacayo ayudará a Lady Lilian a subir al carruaje, señor. —Tiró de un cordón
junto al sofá. Sonó de inmediato un golpecito en la puerta y Winston entró tras el
permiso de su señora.

—Parece que pasaremos un hermoso día juntos. ¿Vamos al parque, miladies? —


Lord Yarstone, con una mirada de desmesurado deleite en los ojos, mantuvo la puerta
del salón abierta para que el grupo se pusiera en marcha. Le tendió el brazo a Lydia y
ambos condujeron al pequeño grupo hasta el faetón y la calesa que esperaban fuera.

—¡Esperen! Cook envió ésto para ustedes, miladies. —Clara llegó corriendo
detrás de ellas con otra criada, cada una llevando una cesta de picnic y una manta—.
Por si les entra hambre —añadió sonriendo a las dos jóvenes damas.

—Gracias por tu amabilidad, Clara —dijo Lilian cariñosamente—. Lord Harlow,


Clara es nuestra doncella.

Harlow asintió.

—Ha sido muy gentil por su parte, Clara.

~ 37 ~
—Bueno, ¡váyanse o el día terminará antes de que lleguen allí! —añadió Clara,
saludando con la mano a los cuatro mientras se alejaban de la casa.

No dejaré que nada estropee este día, pensó Harlow para sí mismo. Su estómago se
contrajo cuando echó un vistazo a la hermosa mujer sentada a su lado, y permitió que
una pequeña sonrisa asomara a su boca. Su madre estaría contenta, y él debería estar
feliz, y lo estaría, si pudiera sobreponerse a la agitación que sentía en la boca del
estómago.

~ 38 ~
Capítulo 5
Era un día maravilloso para hacer un picnic en Richmond Park. Salvo unas pocas
palabras en cuanto a compartir juntos el día de campo, los cuatro acordaron unir sus
fuerzas y disfrutar del paisaje conjuntamente. A excepción de unos mínimos
comentarios amables, la conversación entre Lilian y Harlow se desvaneció en un
cómodo silencio mientras disfrutaban del parque.

Sólo había un leve frescor en el aire, aunque este año el clima parecía un poco
más fresco de lo normal. Teniendo en cuenta el frío extremo del pasado invierno,
cuando el Támesis se congeló lo suficiente como para que lo cruzara un elefante 3 —al
menos eso le habían dicho— no podía estar sorprendida. La gente corriente salía a
pasear, a leer libros bajo los árboles y a almorzar sin la lluvia perpetua e incómoda ni
el calor del verano.

Lilian se acurrucó en su ligera pelliza. Deseó que su madre no hubiera montado


tanto alboroto para que se abrigara. Pensó que, de esa manera, Lord Harlow podría
haberle prestado su abrigo, algo que estaba segura le habría calentado hasta los pies.
Gracias a mamá, tuvo que calentarse sola.

Era el momento de ver y de dejarse ver. Había pasado casi un año desde su último
paseo en carruaje por un parque, y fue en Hyde Park. La vida había sido diferente
entonces.

Lydia y Lord Yarstone cumplieron su palabra y permanecieron bien a su lado o


bien a poca distancia por delante. El faetón rojo de Lord Yarstone gozaba de una gran
cantidad de atención, circunstancia que alegraba a Lilian: su hermana acogía con
agrado las alabanzas que ella ya no deseaba tener. Le proporcionaba una falsa
sensación de anonimato que Lilian, no tan secretamente, comprendía.

—Lady Lilian, ¿me permite llamarla por su nombre de pila? —Lord Harlow
rompió el silencio, tocándole ligeramente la mano derecha enguantada.

3N. de T.: Según la BBC, el río Támesis se congeló por completo en 1814. Se llevó a cabo una "Feria de Escarcha" de cinco días
en su honor a partir del 1 de febrero de 1814, donde se asaron bueyes a la parrilla, se consumieron bebidas, se bailó y un elefante
cruzó el Puente Blackfriars a través del congelado río Támesis. Ésto afectó el sustento de los pescadores y conductores de carros
y carretas, que movían personas y bienes. Para compensar las ganancias perdidas, organizaron las ferias, cobrando a los inquilinos
y comerciantes por el acceso al hielo.

~ 39 ~
El calor de su tacto la atravesó como una espiral el centro del cuerpo, creando
una sensación desconocida, pero que no le resultó desagradable.

—Me encantaría, Lord Harlow... —respondió.

—John —replicó él antes de que ella pudiera terminar la frase—. Por favor,
llámeme John. ¿Está lo bastante abrigada? —añadió.

Lilian bajó la vista hasta la mano que él había cubierto con la suya y se dio cuenta
de que la había estrechado contra sí misma. ¡Qué vergüenza! ¿Qué debía pensar de
ella, reaccionando así a su contacto?

—Estoy calentita, gracias... mi... John —respondió de manera vacilante mientras


lo estudiaba con curiosidad—. ¿Por qué estamos aquí? Quiero decir, ¿por qué me lo ha
pedido? Soy una florero. Podría haber elegido a cualquier joven dama del baile.

—La elegí a usted. —Levantó una ceja, cuestionando su pregunta.

Su estómago dio una pequeña voltereta. Lilian se miró las manos y habló casi en
susurros.

—Milord, me halaga. Ya no estoy acostumbrada a tanta liviandad. Le pido


disculpas si considera mis preguntas maleducadas.

—Lilian, he esperado la posibilidad de reencontrarme con usted desde la primera


vez que la vi. La ocasión no se presentó hasta esta semana. Empezaba a creer que no
tendría la oportunidad —respondió Lord Harlow mientras la miraba fijamente a los
ojos.

Un suspiro quedó atrapado en la garganta de Lilian, y sintió que el corazón le


latía extrañamente deprisa.

—Me ha dejado sin respuesta —susurró.

Lord Harlow bajó la cabeza y tiró de sus caballos hacia la derecha, indicando a
Lord Yarstone que le siguiera. Los dos caballeros desviaron sus carruajes del camino
principal, reduciendo la marcha a medida que el grupo avanzaba por un camino más
estrecho.

La miró a los ojos.

~ 40 ~
—Estoy siendo sincero. Me doy cuenta de que nuestro primer contacto fue
terrible. Hubiera deseado que fuese mejor. —Pasó las riendas a un puño, deslizó la
mano libre sobre la enguantada de ella y apretó suavemente—. ¿Tiene hambre? —Lord
Harlow hizo un gesto con la cabeza hacia el claro rebosante de árboles que tenían
delante, donde un pequeño arroyo ondulaba bajo la luz moteada. La luz del sol se
filtraba entre las ramas de los árboles e iluminaba una zona de hierba aterciopelada.
Pequeños grupos de flox4 rosas y blancos cubrían el suelo, acentuando las orillas del
arroyo—. Parece un lugar perfecto para un picnic. No está aislado, pero la mayor parte
del tráfico se queda en la calzada principal.

El faetón rojo de Lord Yarstone avanzó, colocándose al lado de ellos.

—¿Les apetece hacer el picnic aquí? —se dirigió en voz alta a Lord Harlow y
Lilian.

—Lady Lilian y yo estábamos discutiendo esa posibilidad. —Lord Harlow se


volvió y la miró con sus brillantes ojos azules.

Lilian se inclinó hacia delante para ver la reacción de su hermana. Lydia estaba
asintiendo, así que tomó una bocanada de aire para tranquilizarse.

—Sí, milord. Este sería un lugar encantador. —Espero no arrepentirme de esto. Lord
Harlow... John... tendrá que llevarme en brazos hasta la manta de picnic. Su corazón latió un
poco más rápido al pensar en sus manos sosteniéndola.

Lilian y Lord Yarstone cogieron una manta de cada vehículo y las extendieron
con esmero junto al arroyo. Lord Harlow entregó las riendas de su calesa a su
palafrenero y caminó hacia Lilian. La levantó del carruaje con delicadeza. Ella le rodeó
el cuello con los brazos. El aroma a bergamota y laurel despertó sus sentidos y, sin
tener en cuenta la falta de decoro, se acercó a él. Su tacto, su olor, le proporcionaron
una sensación de comodidad y seguridad que no había sentido desde antes del
accidente. Deseó apoyar la cabeza en su hombro, pero, con modestia atrasada,
mantuvo tanta distancia como le fue razonablemente posible. Fue una suerte para ella
que la distancia fuera corta, o podría haber sucumbido.

4N. de. T.: En el original phlox: es un género con 120 especies de plantas con flores pertenecientes a la familia Polemoniaceae. Son
plantas anuales o perennes. Algunas de las especies florecen a principios de primavera, mientras que otras lo hacen de verano a
otoño. La gama floral abarca desde el azul pálido al rojo brillante y blanco. Algunas especies, como Phlox glaberrima alcanzan
una altura de 1,5 mt. mientras que otras, como Phlox stolonifera, forman bajas esteras de sólo unos pocos centímetros de altura.

~ 41 ~
Lord Harlow —John— la colocó tiernamente sobre la manta junto a su hermana.

—Gracias... milord. —Lilian luchaba con la idea de llamarle por su nombre de


pila, pero delante de Lord Yarstone y su hermana, se sentía especialmente incómoda.
Era demasiado íntimo, demasiado pronto.

Ahora que lo pensaba, toda esta aventura le resultaba embarazosa. La promesa


que le hizo a su hermana de asistir a un tonto baile se había convertido en un picnic en
Richmond Park con el hombre que le había salvado la vida, un hombre cuya apariencia
le había costado casi un año rememorar. Su fragancia era lo único que recordaba... y
ahora estaba aquí con él. Sacudió la cabeza.

—¡Ésto será divertido! —Lydia abrió las dos cestas y dispuso ante ellos una
botella de vino, un cuenco de frutas y una pequeña fuente de quesos y carnes. Su
hermana sirvió cuidadosamente copas de vino, mientras Lilian cogía los platos y
colocaba una pequeña porción de las diversas carnes, quesos y pan en cada uno.

—¡Ésto es un festín! —Lilian alzó los ojos hacia los de John y bebió un sorbo—.
Ésto es muy agradable, señor. Gracias por este día. —Miró a su hermana, que estaba
sentada mucho más cerca de lo debido de Lord Yarstone. Aquel caballero leía a Lydia
un soneto de su libro favorito mientras sorbían vino e ignoraban el resto de la comida.

—¿Ha oído eso? —preguntó John poco después, dejando en el suelo su vaso
vacío.

Lilian guardó silencio y John se levantó, escudriñando los árboles y a lo largo del
pequeño valle en el que estaban sentados.

—Oigo algo. —Volvió a meter la copa de vino dentro de la cesta para evitar que
el líquido se derramase y escuchó. Detrás del grupo de árboles sonaban unos quejidos
continuos y unos débiles ladridos, seguidos de risas.

—¡Vamos, le pillao por la cabeza!

—¡Agarra su cola!

—¿Así? ¡Le arranqué los bigotes!

Palabras jactanciosas y otro ladrido atravesaron la espesa maleza que inundaba


el suelo del bosquecillo más allá de los árboles bajo los que estaban sentados.

—Suena como un animal y algunos niños. El animal parece estar en peligro.

~ 42 ~
Antes de que pudieran comentarlo, un chico salió disparado de entre los árboles,
sujetando con los brazos una pata delantera y otra trasera del pobre animal, haciéndolo
girar dando vueltas y burlándose. Los otros chicos le siguieron, lanzando piedras a un
pequeño perro de color albaricoque.

—Tu turno, Ralph. —El chico dio una patada a un niño más pequeño—. ¡Hazlo!

—No quiero, George... —le gritó el más pequeño, Ralph, al mayor—. No me


obligues. —Ambos muchachos vestían pantalones andrajosos que apenas les cubrían
las piernas. Sus camisas y chaquetas estaban sucias y hechas jirones. El mayor, George,
llevaba una gorra de lana con visera, ennegrecida por lo que parecía ser polvo de
carbón.

George empujó al chico con el codo.

—Las soltao la cabeza y me debes un penique. Coge la piedra y golpíale la cabeza


—exigió el joven pelirrojo y lleno de granos llamado George. Parecía no darse cuenta
de que contaba con la total atención del grupo. Para enfatizar su punto de vista, hizo
girar de nuevo al pobre animal en círculos a su alrededor sosteniendo las dos patas. El
animal intentó hacer un ovillo con su cuerpo, pero estaba demasiado agotado y
simplemente aulló con desconsuelo.

Lilian se llenó de una rabia como nunca antes había sentido.

—Basta. ¡Para ahora mismo! Tráeme al pobre animal. —Apretó los puños a los
lados de su vestido, odiando no poder levantarse y plantarle cara al chico mayor.

—¿Qué, mi perro? ¿Qué te pasa? —El chico pelirrojo se giró y por fin se percató
del grupo de adultos. Dejó caer al cachorro al suelo, aún con la cuerda al cuello, y se
cruzó de brazos. Su postura era beligerante, pero Lilian se dio cuenta de que mantenía
una distancia prudencial con los adultos. Un tercer chico, de pelo oscuro, se detuvo
detrás de su amigo con una piedra del tamaño de un puño en la mano que,
obviamente, había planeado lanzar a la cabeza del cachorro.

—¡Suelta a ese animal de inmediato! —La furia teñía la voz de Lilian mientras
luchaba por controlar su temperamento. Detestaba el maltrato a los animales. Siempre
había arreglado las alas de los pájaros, quitado astillas de las patas, alimentado a las
crías de ardilla que salían de su nido demasiado pronto. Su padre le había permitido
cuidar de los animales y, de hecho, incluso la había alentado. Mamá, sin embargo, no
era de la misma opinión. No quería animales en su casa, pero, normalmente, al final
transigía y permitía que Lilian los cuidara hasta que sanaban.

~ 43 ~
Harlow se puso en pie y dio un paso en dirección a George con el rostro
irradiando ira.

—Creo que la dama te pidió que soltaras al animal.

Yarstone había dejado de leer y él y su hermana se colocaron detrás de Lilian.

—Mire, jefe... este es mi cachorro y puedo hacer lo que quiera. No me diga lo que
tengo que hacer.

El temperamento de Lilian estalló más allá de los límites y no permaneció en


silencio. Agarró el bolso e hizo un gran despliegue arrojando las monedas a su regazo.

—¡Muy bien! Te compro el cachorro. ¿Cuánto? —vociferó. Eran sólo unos cuantos
chelines, un poco de dinero que guardaba para emergencias, pero gastaría hasta el
último céntimo para salvar al animal.

—Lilian, seguro que no pretendes llevar ese perro a casa, ¿verdad? —susurró
Lydia en voz alta en dirección a su hermana.

—Sí —espetó Lilian. Quería a su hermana, pero Lydia no veía el mismo valor en
los animales que ella. Ése era probablemente el único tema en el que de verdad
discrepaban—. Mamá sin duda se subirá por las paredes5, pero se adaptará. El pobre
animal no puede quedarse con estos horribles chicos. Lo matarán —respondió con
brusquedad aún enfurecida, aunque en voz baja.

El chico pelirrojo tiró de la cuerda que colgaba del cuello del cachorro y le dio un
empujón con su sucia bota, provocando un grito ahogado del peludo chucho de color
albaricoque. Al menos ya no lo balanceaba en círculos. El cachorro gimió con fuerza.
Tirando de la cuerda, George hizo que el animal se levantara sobre sus patas y,
arrastrándolo tras de sí, se dirigió hacia la manta.

—Perro estúpido. Ven pa’cá.

—Aquí tengo tres chelines. Te los daré todos a cambio del cachorro. —Lilian se
mordió el labio, esperando que fuera suficiente. No llevaba nada más de valor.

El pobre cachorro apenas podía mantenerse en pie. Parecía ser una mezcla de un
pequeño caniche y un spaniel, y su pelaje enmarañado de color albaricoque y sus ojos

5N. de T.: En el original “fly up into the bourghs”, literalmente “volar hacia las ramas”: enfadarse/disgustarse/enojarse mucho.
Como en el original se usa una frase coloquial, en la traducción se opta por hacerlo también.

~ 44 ~
ámbar mostraban dolor y miedo. Una materia costrosa cubría los bordes interiores de
aquellos ojos tristes.

—Nunca he veído tanto dinero —murmuró Ralph, el chico más joven—. ¿Pagaría
eso por un perro, señá? Debe de estar mu borracha. Eso es un montón de chelines —
declaró, rascándose pensativamente la cabeza y mirando del cachorro a las monedas—
. Sobre tó porque él no es...

—¡Cierra el pico, Ralph! —gritó el chico con la cara llena de granos.

—Añadiré una corona. —Harlow sacó una moneda de plata de su bolsillo—. Es


una cantidad considerable y mucho más de lo que tú y él valéis juntos. Te sugiero que
la cojas y des gracias a Dios por tu suerte antes de que cambie de opinión y haga que
te arreste el alguacil.

Lilian alzó la vista hacia él con admiración. También se preocupa por los animales.

—Un buen perro como él debería dar más si lo vendo. —El chico sonrió
astutamente con la mirada fija en Harlow, esperando conseguir un mejor trato.

Harlow dio otro paso adelante y habló en voz baja desde el fondo de su garganta.

—No intentes confundirme con un simplón. Podría comprar un perro de caza de


raza por menos de ese precio. Tenéis suerte de que estemos dispuestos a pagar por
vuestras travesuras. Sin embargo, no voy a quedarme de brazos cruzados mientras
dañas de manera despiadada a ese cachorro para entretenerte. No lo permitiré ni un
segundo más. Acepta el dinero que te hemos ofrecido y deja al animal con nosotros
antes de que envíe a mi hombre a por un alguacil. Considéralo detenidamente, porque
le diré que robaste el perro de mis establos hace una semana.

—Eso es una trola mu gorda, jefe —el chico echaba pestes con la mano cerrada en
un puño al costado. Miró la mano extendida de Lilian y la moneda que Harlow
sostenía en la suya—. ¡Bah! No es más que un perro sucio, después de todo, y tié un
buen precio. Es suyo. —George agarró las monedas de Harlow y Lilian y empujó al
cachorro hacia ella. El pobre animal se desplomó sobre su regazo mientras los chicos
volvían corriendo por donde habían venido, quedando el leve movimiento de los
arbustos como única señal, aparte del chucho tembloroso, de todo el incidente. Lilian
abrazó al cachorro sin preocuparse por su aspecto.

Harlow le sonrió con leve regocijo.

~ 45 ~
—Tenía el capricho de un helado de frambuesa, pero quizá ésto hace que el día
sea mejor.

—¡Lilian, está asqueroso! ¿Qué dirá mamá?

—Lo mismo que dijo cuando encontré a la gata y su camada de gatitos. La


primera palabra será no. Luego enumerará una lista de tres o más razones por las que
es así. —Lilian sonrió, pero por dentro se estremeció mientras se hacía la misma
pregunta—. Podemos manejar a mamá, estoy segura. Llamaré a mi nuevo cachorro
Cooper, ya que su pelo parece de cobre.

—¿Cómo puedes estar segura? —preguntó Lydia, riendo con sarcasmo—. A mí


me parece del color del barro. —A pesar de su reticencia, Lydia se arrodilló y acarició
a Cooper. Él lloriqueó cuando le tocaron el cuello, lo que hizo que ambas jóvenes se
apartaran ligeramente, temerosas de hacerle más daño.

—¿Qué te parece el nombre, Cooper? —Lilian dirigió su pregunta a su nuevo


cachorro, que levantó la cabeza, aún tembloroso. Sus ojos estaban llenos de miedo—.
Me doy cuenta de que estás sufriendo dolor en este momento —le susurró al
cachorro—, pero creo que acabará gustándote el nombre. —Su voz era lo bastante alta
para que todos la oyeran, pero lo suficientemente suave como para seguir calmando a
su nueva mascota—. Ahora tienes un hogar y todos te querremos.

—Parece un cachorro bastante joven y, a juzgar por la falta de carne en sus


huesos, medio muerto de hambre —observó Lord Harlow en voz baja—. Tengo un
amigo que trata animales. Le pediré que pase a verla, Lady Lilian.

—Gracias. Me encantaría. —Levantó la vista y le apretó brevemente la mano en


señal de gratitud. Una vez más, extraños sentimientos se agitaron en la boca de su
estómago.

Sujetando a Cooper, Lilian tocó con suavidad la cabeza del cachorro e intentó
desatar la gruesa cuerda de cáñamo de su cuello.

—No consigo liberar esta... ah... cuerda —jadeó mientras forcejeaba.

—Permítame. —Lord Yarstone se inclinó sobre la manta que tenía a su lado y


cogió el cuchillo de pelar que había usado con la fruta—. Ésto funcionará. —Serró con
cuidado la cuerda hasta que el sucio trozo de cáñamo se rompió.

~ 46 ~
La cuerda había rozado el cuello del cachorro hasta dejarlo en carne viva, sin
pelo, rojo y supurando sangre. Lilian sacó un pañuelo bordado de su bolsito y lo mojó
en su copa de vino. Consoló a Cooper.

—Pobre pequeño, ésto puede escocer, pero te ayudará, te lo prometo. —Con


cuidado, le limpió la zona con un poco de vino blanco. Cooper se quedó quieto y le
dio un pequeño lametón en la mano cuando terminó.

—Ésto debería hacerle sentir más cómodo, Lady Lilian. —Lord Harlow había
subido a su vehículo y sacado una manta a cuadros de la caja que había bajo su asiento.

—Gracias, señor. —Lilian aceptó la manta y Lord Harlow se puso en cuclillas y


la ayudó a enrollarla alrededor del tembloroso y abrumado animal. Cooper acarició el
pecho de Lilian con la nariz mientras se pegaba lo más cerca posible a ella para
acurrucarse todo lo que pudo.

—¡Estoy acabado! —Lord Harlow rio con guasa—. He dado mi dinero y he


creado una nueva competencia por sus atenciones.

—Tonterías —respondió ella de manera desenfadada y después miró a su


hermana—. Deberíamos volver a casa y presentar a Cooper a mamá lo antes posible.
Tienes razón, Lydia. No estará contenta.

—La comida casi se ha acabado, pero apuesto a que al pequeñín le encantaría


comer algo de carne, pan y queso. —Lord Yarstone acercó su cesta y le tendió media
hogaza de pan sobrante. Cooper olfateó y se estiró para alcanzarla.

—Bravo, Yarstone. Tal vez deberíamos darle algo de pan y asegurarnos de que
llena su barriga. Yo iría con cuidado con los quesos y la carne. Los más especiados
podrían enfermarlo. Aquí tengo una botella de agua. —Lord Harlow le ofreció el agua
en un pequeño cuenco. Después de tragar la pequeña hogaza casi entera, el cachorro
lamió el agua con avidez.

—¡Se muere de hambre! —estalló Lilian—. Debemos llevarlo a casa


inmediatamente. Lydia, necesitaré tu ayuda para bañarlo y cortarle el pelo. Creo que
deberíamos hacerlo juntas. Él confía en nosotras —añadió con gran satisfacción.

Abrazó a Cooper más cerca de su corazón y sonrió. Hasta el momento había sido
un buen día. Había hecho una buena acción, sin permitir que su invalidez la detuviera,
y tenía un nuevo amigo. No podía lamentarlo. Ahora todo lo que necesitaba era tener
buena suerte, pensó alegremente.

~ 47 ~
Capítulo 6
—¿Un cachorro? —A Lady Avalon se le atragantaron las palabras, pero
rápidamente se calmó—. Fuiste a dar una vuelta por el parque. ¿Qué quieres decir con
que trajiste de vuelta un perro, Lilian? —Su madre acentuó su nombre con lentitud—.
No, querida, me temo que no podemos quedárnoslo. Sabes que hay varias razones por
las que no podemos tener un perro.

Ésta debía de ser la lista de la que había hablado Lilian. Harlow se tragó las ganas
de echarse a reír; a su lado, Lilian suspiró.

Lady Avalon levantó los dedos uno a uno, marcando rápidamente cada razón
mientras miraba con fijeza a un Cooper encogido en los brazos de Lilian.

—Primero de todo, Cook ya tiene bastante que hacer como para tener que
preparar comidas para un cachorro. Además, un perrito necesita vigilancia y cuidados
constantes. Traerá esos parásitos… pulgas, creo que se llaman, a la casa. No puedo
tolerarlo —añadió para enfatizarlo—. Y sabes que a tu padre no le agradará que se
meta otro animal callejero dentro de casa. Los pájaros y los gatos eran una cosa... un
cachorro exige mucha más atención. Eso es completamente diferente.

La puerta se abrió y Lord Avalon entró en la habitación.

—¿Alguien me mencionó? Chambers me dijo que habíais vuelto, chicas. Acabo


de salir de mi despacho y he notado un poco de alboroto en el vestíbulo. Como
vosotras, señoritas, tenéis tendencia a frecuentar el salón, supuse que aquí habría
algún tejemaneje interesante... ¡más atrayente que trabajar en mis cuentas, en cualquier
caso! —El padre de Lilian reía entre dientes mientras se adentraba en la abarrotada
habitación. En el salón ya estaban su familia, un cachorro, Lord Yarstone y el propio
Harlow.

Ésto es incómodo, pensó Harlow, pero a veces la vida puede ser más cómica que la
ficción. No había habido un momento adecuado para despedirse. Echó un vistazo a
Lilian, que estaba sentada en su silla, sosteniendo al animal y prestando a su madre
toda su atención, pero al mismo tiempo acomodando discretamente al cachorro para
que su madre pudiera ver la cara de Cooper. Reconoció su sencilla estrategia y admiró
su astuto método.

~ 48 ~
—Sí, querido, te mencioné, pero fue para explicar por qué no podemos
quedarnos con este cachorro. —Lady Avalon respondió con calma, señalando a
Cooper. Su tono contrastaba marcadamente con la diatriba que acababa de soltar. Era
evidente que la situación la desconcertaba.

—Sí... sí, acabo de fijarme en la pobre criatura. —Se volvió hacia Lilian—.
¿Supongo que le habrás puesto un nombre? —preguntó con ligereza—. Siempre lo
haces. —Lord Avalon enarcó una poblada ceja negra y gris e intentó parecer irritado.
En opinión de Harlow, estaba fracasando estrepitosamente.

Esa simpatía por los animales era una faceta de Lilian que no esperaba. Le
recordaba su propia infancia. Él había pasado cada minuto libre con los perros de su
padre o sus caballos, incluso ayudando a los mozos de cuadra a cuidar de los
lesionados.

—Cooper —le informó Lilian. Dejó a su mascota en el suelo y observó cómo el


lastimoso animal caminaba hasta los pies de su madre y levantaba la mirada hacia la
mujer.

El hombre mayor sofocó una risita.

—El perro es avispado, vaya que sí. ¿Cómo lo adquiriste, hija?

Lilian relató rápidamente la triste historia de Cooper a su padre, que se acercó y


tomó al cachorro, con suciedad y todo. Lord Avalon le rascó detrás de la oreja durante
unos instantes y luego sostuvo al perrito delante de él.

—Veo que hay un pequeñín tremendamente agradable debajo de todo este barro
y porquería. —Miró a su hija, que no les había quitado los ojos de encima a ambos—.
Lilian, debemos... —dudó un momento, como si buscara la palabra adecuada—.
Cooper necesita un baño, una cama cómoda y una buena comida —terminó al fin—.
Puedes decirle a Clara que le pida a Cook algunas sobras para su cena. Permite que tu
madre y yo lo discutamos y hablaremos más sobre ello esta noche.

Su padre, jugueteando, hizo cosquillas al perrito bajo la barbilla y sonrió de


manera alentadora a su hija antes de dejar el cachorro en el suelo y proporcionar una
imagen más austera al resto de los presentes. Harlow notó el cambio sólo porque
estaba de pie cerca de Lilian y se dio cuenta de que Lord Avalon sólo sonreía cuando
estaba de espaldas a su condesa.

~ 49 ~
El conde y su esposa abandonaron la habitación, aparentemente para hablar del
animal, supuso Harlow. Lord Yarstone, las hermanas, Cooper y el propio Harlow se
quedaron en el salón.

Lydia sonrió a su hermana y le dio a Cooper una palmadita en la cabeza.

—Creo que nuestro padre la convencerá. No tengo ni idea de qué magia ejerces
sobre papá, Lilian, pero él nunca podría negarte nada —dijo Lydia con franqueza, y se
echó a reír.

—Cada una tenemos nuestros puntos fuertes, querida hermana. Mamá tampoco
puede negarte nada. Es por eso que siempre nos hemos complementado la una a la
otra —añadió Lilian con tranquilidad.

—Creo que tienes razón. No podemos esperar que siempre sea así, pero parece
que los destinos se inclinan en esa dirección. Papá apoya las travesuras de mi hermana
y mamá encuentra menos defectos en las mías —añadió Lydia, gorjeando de risa.
Lilian también sonrió, aunque parecía algo forzada.

—Ya es hora de que me vaya —comentó Harlow en voz baja.

—Gracias por una excursión tan agradable, señor. —Lilian levantó la mirada
hacia él, abrazando una vez más a Cooper.

—Entonces voy a despedirme. —Harlow levantó la mano enguantada de Lilian


y le dio un ligero beso—. He disfrutado de la excursión, Lady Lilian, y espero con
impaciencia la próxima. Si me lo permite, me gustaría mucho visitarla de nuevo.

—Será un placer darle la bienvenida, Lord Harlow. Gracias por sus muchas
gentilezas —respondió Lilian, con un rubor rojo subiendo por su rostro mientras
arropaba a su nuevo perro con el otro brazo.

Él acarició a Cooper.

—Ahora, pórtese bien, caballero. Enviaré a un buen amigo mío, el señor Whitten,
para que le ayude con sus heridas —añadió.

—Gracias, John —susurró Lilian en voz baja.

—Me temo que yo también debo despedirme, Lady Lydia —añadió Lord
Yarstone. Besó la mano extendida de Lydia e hizo una rápida reverencia—. Yo también
espero volver a verla.

~ 50 ~
—Comparto sus deseos, señor —respondió Lady Lydia con el rostro radiante por
la evidente satisfacción.

Chambers esperaba en la puerta principal, sosteniendo en las manos sus


sombreros y guantes. Harlow y Lord Yarstone aceptaron sus prendas y bajaron juntos
los escalones.

—Eso fue extraño —comentó Harlow cuando la puerta se cerró detrás de ellos—
. Antes no tuve la sensación de que le cayéramos mal a Chambers. Sin embargo, hace
un momento he detectado, con toda seguridad, un cierto nivel de desagrado en su
forma de actuar.

—Creo que detesta al cachorro —informó Yarstone, riendo entre dientes—. Pero
pienso que el perro se quedará. ¿No le parece raro que muestre tanta aversión?

—Creo que podría tener razón, amigo mío. ¿Percibió cómo el argumento de Lady
Avalon se convirtió en polvo en el momento en que Lord Avalon entró en la
habitación? —Estaba seguro de que Lord Avalon aceptaría al cachorro—. Apostaría a
que están bañando al perrito mientras hablamos.

—Nunca apuesto contra una certeza —añadió Yarstone, carcajeándose—. Parecía


haber cierta urgencia, al menos por parte de Lady Avalon.

Riendo amistosamente, ambos hombres se volvieron hacia sus carruajes.

—No puedo imaginar la última vez que la pequeña criatura recibió algo más que
un chaparrón. Ahora no le faltará de nada. Lady Lilian lo adorará —reflexionó Harlow.

—Espere. —Lord Yarstone se acercó por detrás—. Necesito decirle algo.

Yarstone le tocó en el hombro cuando Harlow estaba a punto de montar en su


calesa.

—Me disculpo, Harlow, por mis celos imperdonables de hace unas horas.

Harlow reprimió una sonrisa.

—No le dé mayor importancia, amigo mío. Lo entendí. Lady Lydia es una


hermosa dama. Es obvio que usted la pretende. Creo que es posible que ella sienta lo
mismo —añadió—. En cuanto a mí, prefiero...

—A Lady Lilian —respondió Yarstone, sonriendo.

~ 51 ~
—Sí. Me gusta, pero tengo que pensar seriamente en algo más. No sé si estoy
preparado para el matrimonio tanto como a mi madre le gustaría. —Se estremeció al
pensar en su madre. Sin duda se enteraría de su cortejo a Lady Lilian y tendría
expectativas y preguntas… muchas preguntas.

—¿Puedo darle un consejo, Harlow?

—Sí, supongo que podría aceptarlo. Eso no significa que esté de acuerdo. —Sus
labios se crisparon.

—Tuve una situación similar con mi familia. Mi propia madre me hizo sentir
incómodo al hacer desfilar ante mis narices a señoritas elegibles e insistiendo en que
la acompañase a las fiestas, donde me exhibía ante todas sus íntimas amigas. Llegué a
un punto en que no podía soportar ir a casa, así que decidí abordar el tema. No tenía
nada que perder. —Yarstone hizo una pausa—. Hablé con mi madre y le expliqué
cómo me hacían sentir sus argucias, trampas y estratagemas, por bienintencionadas
que fueran. Le dije que no deseaba que el título abandonara la familia, pero que
tomaría mis propias decisiones a mi propio ritmo.

—¿Y cómo le fue con su madre? —Harlow estaba muy interesado. Casi evitaba a
su madre a causa de sus maquinaciones. Tal vez un enfoque directo sería lo mejor.
Tenía sentido. Como dijo Yarstone, ¿qué tengo que perder?

—Se disculpó y dijo que lo intentaría. Eso es todo lo que puedo pedirle, la verdad.
—Yarstone le tendió la mano a Harlow, y éste la estrechó.

—Gracias, Yarstone. No había pensado en ser claro con mi madre. Tal vez es el
momento. —También me daría tiempo a reflexionar, añadió para sí mismo, completando
su pensamiento.

—Una cosa más, Harlow. —Yarstone parecía serio.

—¿Sí?

—Noté que una mujer nos observaba hoy en el parque, desde lejos. No hice
ningún comentario al respecto a Lady Lydia, y que yo sepa, ella no se dio cuenta de su
presencia.

—¿Sí? ¿Dónde? ¿Reconoció a esa mujer? —Harlow sintió un nudo en la garganta,


esperando no haber puesto dos veces en peligro a la dama que consideraba tan
hermosa.

~ 52 ~
—Creo que era la viuda Lady Poinz. La vi en el baile la otra noche vestida de
satén rojo. Algo difícil de pasar por alto. —Sonrió con ironía.

—Sí. Lady Catherine Poinz es difícil de ignorar. —Extremadamente, pensó. Tal vez
eso merece un mayor análisis.

—Caminaba con un caballero al que no reconocí. A él no pude verle con claridad;


los grandes penachos del sombrero de ella le ocultaban el rostro —indicó Yarstone—.
Caminaban a lo largo del sendero junto al arroyo. Yo iba detrás de usted y me di cuenta
de que ella miraba fijamente en su dirección, luciendo como si no hubiese ningún
aprecio en su expresión, si entiende lo que quiero decir. Se detuvieron y le observaron
cuando se desvió del camino hacia el pequeño merendero. Supongo que me he vuelto
algo protector con las señoritas DeLacey —admitió de manera pausada.

—Hoy no me había fijado en Lady Poinz, y le agradezco esta información. Es una


vieja conocida. Me reuní con ella brevemente en la fiesta. —Se lo tomó a risa,
esperando convencer a Yarstone de su sinceridad—. Me temo que la dama le da más
importancia a nuestra relación de lo que yo lo hago. Quizá se sorprendió al verme en
el parque. —Ésto se estaba volviendo difícil. Hablaría con Catherine en cuanto pudiera
y trataría de averiguar por qué le miraba de aquella manera—. Yarstone...

—No tendría inconveniente en que nos tuteáramos —agregó Yarstone—, si está


de acuerdo. Creo que nos veremos mucho en el futuro. —Le tendió la mano—.
Richard. —Como una idea de último momento, añadió—: Confío en que no planees
jugar con los sentimientos de Lady Lilian...

Harlow le cortó.

—Te aseguro que no es mi intención. Comprendo tus preocupaciones y te


garantizo que no hay nada entre la viuda Poinz y yo. No obstante, te agradezco esta
información, Richard. —Cogió la mano del vizconde—. La mayoría de mis amigos me
llaman Harlow y eso se acomoda a mis deseos. —Harlow inclinó la cabeza en rápida
señal de agradecimiento antes de separarse. Entregó las riendas a su palafrenero y se
recostó mientras se dirigían hasta su club. Necesitaba pensar.

Su palafrenero detuvo los caballos frente a White’s.

—Recógeme en dos horas, Simmons.

—Sí, milord. —El palafrenero se tocó el sombrero—. Aquí estaré.

~ 53 ~
—Ve a comer algo mientras tanto, Simmons —dijo, poniendo una corona en la
mano de su cochero.

—Gracias, milord. —El cochero esbozó una sonrisa alegre y se guardó la moneda
en el bolsillo.

—Una cosa más. —Harlow levantó la vista hacia el cochero—. ¿Viste a una...
dudo en llamarla dama... una mujer bastante llamativa en el parque cuando nos
desviamos del camino principal hace un rato?

—Difícil no verla, milord. Llevaba un vestido a rayas negras y amarillas y plumas


negras hasta la luna. —El enjuto hombrecillo soltó una carcajada—. Sí, el señor Moore
y la dama caminaban cerca del arroyo cuando giramos.

—¿El señor Moore? ¿El dueño de la Taberna Golden Goose? —Esa noticia intrigó
a Harlow.

—Eso creo, milord. No sé nada de sus propiedades, pero segurísimo que era él
—respondió Simmons con convencimiento.

Qué curioso. Harlow no estaba seguro de si lo había dicho en voz alta o no.

—Gracias, Simmons.

Harlow entregó su sombrero y sus guantes al entrar en White's y preguntó


después por su amigo. Max estaba sentado exactamente donde el mayordomo le había
dicho que estaría, acomodado en un gran sillón de cuero rojo junto a la chimenea,
sorbiendo un licor de color ámbar que Harlow supuso que era su brandy favorito.
Estaba sentado ante una pesada mesa con sillas a juego formando un círculo.

Tomó asiento al lado de Max, agradeciendo las brasas que ardían a fuego lento.
Quitaban el frío de la habitación, pero no la sobrecalentaban. Harlow aceptó un vaso
de su whisky favorito y se recostó, con ánimo reflexivo. Le gustaba este sillón, sobre
todo por el espacio que le dejaba para estirar las piernas y descansar. Si se reclinaba lo
suficiente, podía tocar la pared detrás de él y estirar las piernas un poco más. Así lo
hizo y pronto se relajó. Sus piernas se sintieron mejor al instante.

—¿Cómo están Meg y el pequeño Nathan? —preguntó—. Me sorprende que


hayas venido a la ciudad y los hayas dejado tan poco tiempo después del nacimiento
de Nathan.

~ 54 ~
—Ambos lo están haciendo espléndidamente. Shep vigila al bebé. Tardé una
semana en acostumbrarme a verle desplegar su naturaleza protectora sobre el bebé.
Nathan es casi del mismo tamaño que él —Max se rio—. Pero es muy leal. Yo ocupo
un distante tercer lugar detrás de ellos dos. Antes de que naciera Nathan, tenía que
buscar mis calcetines por todas partes. Ahora, apenas repara en mí.

—Tu madre debe haber estado encantada —dijo Harlow, con una sonrisa irónica
en la comisura de los labios—. Por favor, no la animes a ponerse en contacto con la
mía. Mi madre ha vuelto a hacer de las suyas, rebuscando entre las debutantes a la que
considera la dama adecuada para mí. El tema se ha vuelto tan desagradable, que me
veré obligado a hablar con ella al respecto.

—Hazlo, amigo mío. Y avísame si tu sistema funciona… o enviaré la noticia de


tu triste desaparición a los periódicos. —Una sonrisa socarrona apareció en los labios
de Max mientras daba un sorbo a su bebida.

—Muy divertido, Max. Aunque tienes razón. No será fácil. —Harlow consideró
las palabras de su amigo—. Max —dijo en voz baja después de una pausa—, tenemos
algunos asuntos que discutir.

—Estoy de acuerdo —dijo Max, con avidez—. ¿Has visto la última apuesta del
libro? —Golpeó ligeramente la mesa con la palma de la mano para enfatizar su
entusiasmo.

El libro de apuestas de White's contenía algunos de los últimos cotilleos, con


apuestas extravagantes que hacían que algunos on-dits6 fueran aún más destacables.
Harlow nunca habría deseado ser uno de esos señalados desgraciados que veían sus
nombres escritos junto a una apuesta.

Se reclinó aún más en su sillón, dejando que una sonrisa se dibujara en su rostro.
Tenía que ser una de las bromas de Max. No mordería el anzuelo.

—Bien. Soy todo oídos. ¿Qué dice?

—Cien libras a que te conviertes en inquilino de por vida de una tal Lady Lilian
DeLacey.

De repente, el sillón en el que Harlow se había recostado se estrelló contra el


suelo.

6 N. de T.: On-dits, rumores en francés.

~ 55 ~
Capítulo 7

Al día siguiente

—Vamos, Cooper. Despierta, amiguito. —Lilian metió la mano en la gran cesta


de paja que Clara había convertido en cama y levantó al adormilado cachorro,
acunándolo en sus brazos. Papá le había dicho que planeaba pedirle al hombre que
Lord Harlow le había recomendado que hiciera una revisión médica a Cooper antes
de que tuviera acceso a toda la casa. Mamá había cedido cuando ella y papá habían
hablado del perro. Lilian sospechaba que su padre le había cogido cariño al pequeñín.

Llamaron a la puerta y su madre asomó la cabeza dentro de la habitación.

—Lilian, le he pedido al ama de llaves que limpie el armario de la ropa blanca.


Ha encontrado dos mantas que no se usan desde hace tiempo. Pensé que te serían
útiles para Cooper. —Su madre no esperó a que la invitaran a coger al cachorro y le
tendió las manos—. Oh, qué granujilla más dulce —dijo Lady Avalon, haciéndole
suaves cosquillas en el vientre con las uñas.

¿Quién era esta mujer que fingía ser su madre?

—Mamá, estás segura de que no te importa que Cooper esté aquí, ¿verdad?

A lo largo de los años, su madre había transigido con las diversas adquisiciones
de Lilian. Sin embargo, ni una sola vez había venido a jugar con la mascota en cuestión.
Siempre había mantenido una distancia reservada con el ofensivo animal o pájaro.
Esto, caviló Lilian, era bastante extraordinario. Luchó contra el impulso de llamar a
Clara para que fuera a buscar al médico y, en su lugar, disfrutó de la pura alegría que
su madre estaba mostrando con el más reciente miembro de la familia. Cooper estaba
tumbado en una postura relajada, permitiéndole que le rascara la barriga; era evidente
que él también estaba disfrutando.

De manera inesperada, su madre metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña


pelota azul a la que había atado un trozo de cordel. Los ojos de Cooper se iluminaron
al verla e inmediatamente se retorció para que lo dejara en el suelo.

~ 56 ~
Lilian observó con total sorpresa cómo su madre lanzaba varias veces la pelota y
la hacía retroceder, tentando a Cooper para que la persiguiera. El perrito se entusiasmó
e inmediatamente se metió de lleno en el juego, olvidando las dolencias que había
estado padeciendo sólo un día antes.

—¡Búscala, Cooper! —Su madre arrojó la pelota y tiró de ella hacia atrás,
provocando que Cooper la mordiera y le diera con la pata, decidido a conseguirla.
Lilian se rio a carcajadas con regocijo cuando estuvo a punto de atraparla, una imagen
que la remontó a su infancia, agitando su memoria.

—Mamá, ¿has tenido alguna vez un perro propio? —preguntó Lilian, sin saber
de dónde venía la pregunta. De hecho, ni siquiera había pensado en la pregunta antes
de hacerla. Sólo le salió de repente de la boca.

Su madre guardó la pelota y cogió al peludo cachorro de color albaricoque, le


besó la nariz y se volvió hacia su hija.

—Mamá, ¿qué sucede? —Lilian empezó a preocuparse. Los ojos de su madre


estaban llenos de lágrimas.

—Una vez tuve mi propio perro. Se llamaba Rascal7. Era muy pequeña.

—¡Me acuerdo! —Ese era el recuerdo que había luchado por afianzarse en su
mente.

—Era pequeña, de raza terrier; blanca con manchas marrones, y la habíamos


tenido durante varios años. Puede que no la recuerdes, pero a Rascal le encantaba
seguiros cuando paseabais. Recuerdo que Lydia no estaba tan enamorada de la perra,
pero tú adorabas tocarla y balbuceabas su nombre. Rascal os protegía a ambas. —Su
madre se enjugó las comisuras de los ojos—. Tu padre y yo nos fuimos una semana a
Londres. Cuando volvimos, los sirvientes habían perdido a Rascal. Nadie nos había
avisado, o seguramente habríamos regresado antes. Todos en la casa la buscaron,
temerosos de perder sus trabajos porque sabían cuánto la amaba.

Respiró hondo y se detuvo un momento.

—Finalmente la encontramos, pero cuando llegamos hasta Rascal, estaba apenas


viva. La pobre se había quedado encerrada en el sótano de la capilla. Parecía que se
había caído a través de una ventana rota y estaba casi muerta por el hambre. —Su
madre se incorporó y volvió a secarse los ojos—. No he hablado sobre Rascal con nadie,

7 N. de T.: Rascal: granuja, bribón/a, pillo/a, bandido/a

~ 57 ~
excepto con tu padre, hasta este momento. Pensaba que el dolor no cesaría nunca y la
culpa por no haber estado allí me parecía insuperable. —Lady Avalon colocó la mano
sobre su bolsillo donde guardaba la pelota y la apretó fuertemente contra sí—. Rascal
fue un regalo de cumpleaños de mi padre —susurró—. Me la dio cuando fui
presentada en sociedad. Perderla fue como si hubiese perdido una parte de mí misma.

—Lo siento mucho, mamá. No lo entendía. De haberlo sabido, me habría


comportado de otra manera.

—¡Tonterías! Tu padre me hizo aceptarlo y quiero disculparme por mis prejuicios


sobre el tema. Espero que puedas perdonarme. —Se inclinó y besó a Cooper en la parte
superior de la cabeza—. Me encanta el nombre, cariño. —Dejó a Cooper en la cama,
entre ambas, y abrazó a Lilian—. Me desafías de muchas maneras. Deseo tantas cosas
para ti y para Lydia, pero no es más de lo que toda madre quiere para sus hijas. —Su
madre volvió a enjugarse los ojos, y una pequeña sonrisa asomó a sus labios, aunque
iba acompañada de una profunda inhalación—. —Lord Harlow ha mandado decir que
ha pedido a un amigo suyo, un tal señor Mark Whitten, que venga y examine a Cooper
para ti. Según tu padre, debería llegar hoy mismo.

Lilian no sabía qué decir. Estaba a la vez sorprendida y maravillada con esta
nueva faceta de su madre. Al parecer, Cooper también estaba encantadísimo con
mamá.

Atribuyendo todo el mérito a Lord Harlow, su madre explicó que, dado que el
cachorro no tenía ningún problema más allá de la casi inanición y las quemaduras de
la cuerda, el señor Whitten pensó que podría programar su visita cuando viniera a la
ciudad para asistir a la Facultad de Veterinaria.

—Parece que es un joven herrador —explicó mamá—, y tiene ambiciones de


convertirse en veterinario de caballos. Vive en el condado de Essex, donde ayuda a los
granjeros con todo su ganado, perros incluidos.

La oportunidad del momento era algo curioso, pensó Lilian para sí misma,
reflexionando sobre la coincidencia de descubrir a Cooper antes de que le hubieran
hecho más daño. Papá le había preguntado cuánto había pagado por el perro. Ella le
había dicho la verdad; para su sorpresa, su actitud no había cambiado. Se había
limitado a comentar que los chicos muy probablemente harían un mejor uso del dinero
que del pobre y hambriento cachorro. Su padre nunca mostraba su mal genio, pero así
era él. La comprendía. En cambio, nunca sintió que conociera a mamá, aunque esta
nueva faceta de su personalidad la hacía muy feliz. Tal vez tener un cachorro fuera
algo que todos pudieran disfrutar.

~ 58 ~
La cama se movió cuando su madre se levantó, alisándose de manera distraída
las arrugas de la falda.

—Antes de irme, tengo algo que darte. —Buscó en su bolsillo y sacó un pequeño
collar trenzado de cuero rojo—. Ésto era de Rascal. Me gustaría mucho que dejases que
lo lleve Cooper. —Una pequeña placa de plata colgaba de un anillo metálico cerca de
la hebilla, grabada con las palabras Cooper. Muy amado—. Tu padre encargó la
inscripción a petición mía. Puede ampliarse a medida que crezca, siempre que no sea
demasiado —añadió, señalando una pequeña cantidad de cuero extra más allá de la
hebilla.

Fue el turno de Lilian de secarse las lágrimas.

—Gracias, mamá. Es el regalo más dulce que me has hecho nunca. Lo guardaré
siempre como un tesoro, y creo que Cooper estará orgulloso de llevarlo.
Probablemente debería atarlo a su cesta hasta que se le cure el cuello. —Se inclinó, fijó
el collar a la cesta de Cooper y luego le acarició la cabeza con ternura.

Su madre sonrió cálidamente, apretando el hombro de su hija con palpable


afecto.

—Ahora bien, debería hablar con Cook acerca de las comidas de Cooper. Estoy
convencida de que a los perros les sienta bien una pequeña cantidad de verduras en
sus comidas, aunque no cebollas ni nabos —dijo su madre pensativa—. Nunca son
buenos, así que debo dar instrucciones a Cook para que le prepare la cantidad
adecuada de carne y verduras. Quizá una pequeña ración de galletas. —Dio una vez
más una palmadita a Cooper y salió de la habitación.

Lilian se recostó contra las almohadas, ligeramente conmocionada. De repente,


su madre estaba más jovial y era más fácil hablar con ella, y todo por culpa de un
pequeño perro de color albaricoque. Cooper salió de la cesta y se acercó a ella,
empujándole la barbilla con la punta de su nariz.

—Cooper, mira lo que mamá ha traído para ti. Es un verdadero collar. Cuando
tu cuello esté mejor, te dejaré ponértelo ¡y lucirás muy elegante! —Cogió al perrito, lo
abrazó y luego llamó a Clara. Quería vestirse y empezar el día. Hacía buen tiempo
fuera y de repente tuvo el deseo de jugar a la pelota con su nuevo cachorro.

Cinco minutos después, su sirvienta entró en la habitación.

~ 59 ~
—Milady, es hora de que Cooper salga afuera antes de que desayune. —La mujer
mayor se carcajeó suavemente—. No he visto a tu madre tan feliz desde hace años, no
desde que murió su Rascal.

Lilian agradeció que mamá le hubiera hecho recordar a Rascal; de lo contrario,


no habría entendido el comentario de Clara. Normalmente ignoraba tales divagaciones
de su vieja niñera y no hacía preguntas, pero ahora comprendía a mamá y también se
acordaba de Rascal. Se sintió honrada por el gesto de su madre.

—Milady, sus padres me han pedido que le diga que han decidido salir hacia
Tintagel por la mañana. Mis huesos no pueden esperar el momento de volver a sentir
el aire fresco del mar. Le prepararé sus baúles esta noche.

Quince minutos más tarde, Lilian fue trasladada al primer piso con Cooper
siguiéndola.

—Gracias, Winston —Lilian saludó al joven lacayo que siempre la ayudaba a


moverse por la casa. Dirigió la silla de ruedas hacia la mesa, donde se había dispuesto
un plato con varias de las propuestas del aparador para que desayunara.

Cavilando sobre el día que tenía por delante, se dio cuenta de que echaría de
menos Londres… o al menos dos cosas de Londres. Una de ellas era Lord Harlow.
Sintió un vuelco en el estómago al pensar en él, similar a las sacudidas que sentía
cuando estaba cerca de ella. Lord Harlow no había ido a visitarla desde hacía dos días.
Sin duda no le habré cogido cariño... ¿verdad? Un gorgoteo de risa escapó de su garganta.
Le echo de menos. Había estado en su mente durante el último año, un hombre sin rostro
que la había salvado, sosegándola en el preciso momento en que necesitaba un toque
de calma. Su cálida voz de barítono y su inolvidable aroma habían apaciguado sus
sentidos, conectando de algún modo con su alma.

Echaba mucho de menos su hogar en Tintagel, donde el dormitorio estaba en el


segundo piso y no como aquí, que estaba en el tercer piso de una casa adosada. Y su
caballo estaba estabulado allí, sin duda holgazaneando en su cuadra. Sin embargo,
echaría de menos pasar tiempo con... John. Intentó pensar en él por su nombre de pila
en lugar de Lord Harlow, tal como le había pedido.

Pinchó con suavidad un trozo de naranja del plato y lo comió, perdida aún en
sus pensamientos. Aparte de su hermana, Danby era su mejor amigo. Lilian solía pasar
horas con él en el establo, utilizando una silla colocada cerca de su cuadra para su uso.
En los días soleados se llevaba un libro para leer. Su aterciopelada nariz marrón a
menudo la engatusaba para que sonriera, sin importar su estado de ánimo. Me pregunto
cómo se llevará Danby con Cooper. Deja de preocuparte. Le encantará el pequeño bribonzuelo.

~ 60 ~
El sonido de unas ligeras pisadas detrás de ella interrumpió sus reflexiones. Su
madre abrió parcialmente la puerta de la habitación.

—Lilian, querida, ha llegado el señor Whitten.

Lilian se palmeó las rodillas.

—¡Cooper, arriba! —El perrito saltó a su regazo y se trasladaron juntos hasta el


vestíbulo.

—Quizá deberíamos ir al salón. La habitación es luminosa y hay mucho espacio.


Haré que traigan té. —Sin esperar respuesta, su madre se marchó de nuevo.

Lilian y Cooper entraron en el salón, seguidos por el señor Whitten.

—Tengo entendido que le ha puesto nombre al cachorro. —Se puso en cuclillas y


acarició suavemente la cabeza de Cooper, mientras examinaba los lugares llagados de
su cuello—. Es un buen nombre, Cooper. Le queda bien. —Hizo una pausa y levantó
la vista—. También entiendo que podría haber resultado malherido si usted no hubiera
intervenido en su favor. Qué suerte has tenido, pequeñín —añadió el señor Whitten
con semblante serio.

Lilian sintió una punzada de orgullo ante sus palabras.

Whitten continuó su examen, escrutando los dientes de Cooper, sus patas, su


vientre y sus orejas.

—Vientre blando. No le sangran los ojos ni la nariz. Muy bien —continuó en voz
alta, pero casi para sí mismo. Whitten palpó a lo largo de la columna vertebral del
perro y comprobó la zona bajo su cola—. No hay señales de gusanos ni otros parásitos.
—Sacó el estetoscopio y auscultó el corazón de Cooper—. Fuerte. No hay sonidos
anormales. —A continuación, Whitten tumbó a Cooper suavemente de espaldas y le
miró las patas.

Asombrada, Lilian observaba mientras su pequeño cachorro obedecía sin una


queja.

—Me dijeron que lo estaban haciendo girar sujetándolo por las patas. Una forma
vergonzosa de tratar a un animal, en mi opinión. Tiene suerte, ya que no noto ningún
punto sensible. Sus articulaciones están como deberían. —Whitten palmeó a Cooper
en la cabeza, indicando el final de la exploración—. Tengo una tintura que le dejaré
para la zona del cuello. Dos veces al día, coja un paño, mójelo en vinagre diluido y

~ 61 ~
páselo con suavidad por las zonas abiertas. Puede que a él no le guste, pero servirá
para curar las llagas. —Sacó un frasquito de su bolsa y lo puso en la mano de Lilian—
. Esta tintura de mirra y áloe debería ayudar. Espárzala ligeramente y espere unos
minutos. Este ungüento aplicado quince minutos después de la tintura ayudará a
curarlas. Aplique sólo una capa fina. El aire fresco ayudará a la cicatrización. En unos
días, creo que estará como nuevo y su pelaje volverá a crecer.

—Gracias, señor Whitten. ¿Sabe su edad? —Lilian estaba contenta por recibir un
informe tan positivo.

—Si tuviera que aventurar una respuesta, calculo que tiene cinco o seis meses.
Sorprendentemente, no parece haber contraído lombrices ni ninguna otra plaga.
Muchos cachorros sucumben a ellas antes de tiempo. Este cachorrito está
extraordinariamente sano. —Se volvió hacia Cooper—. Cuida bien de tu ama, Cooper;
creo que ella cuidará de ti. —Mientras hablaba, Whitten empacó su bolsa.

Lady Avalon, que había regresado de manera silenciosa a la sala mientras se


realizaba el examen, se levantó y se acercó a la silla de Lilian.

—Señor Whitten, ¿desea tomar una taza de té y unas galletas? Una criada nos va
a traer un ligero refrigerio. —En ese momento, la sirvienta entró con la bandeja de té y
la colocó en la mesa cerca de ellos.

—Gracias, milady, pero creo que debo ponerme en camino. Tengo un caballo que
debo atender cerca del mercado de Smithfield. —Se inclinó cortésmente—. Que tengan
un buen día.

—Muy agradecidas —Lady Avalon asintió—. Buenos días. Antes de que se vaya,
mi marido ha pedido que le espere en su estudio. Creo que desea darle las gracias
personalmente.

—Lo haré. —Se volvió hacia Lilian—. Ha sido un placer conocerla, milady. Lord
Harlow habló largo y tendido sobre la joven que se enfrentó a una pequeña banda de
canallas para rescatar a un cachorrito —dijo alegremente—. Pude ver que estaba muy
impresionado.

—Gracias, señor. Es usted muy amable. Estoy segura de que no hice más de lo
que muchos en mi lugar habrían hecho. —El rostro de Lilian enrojeció ligeramente
ante el cumplido y el recuerdo de John Andrews.

~ 62 ~
—Por supuesto. De todas maneras, fue bueno para el animal que usted
interviniera cuando lo hizo. —Whitten sonrió cortésmente, recogió su bolso y salió de
la habitación.

—Mamá, enviaré una nota a Lord Harlow, agradeciéndole su amabilidad. —Sin


esperar respuesta, Lilian hizo girar su silla hasta el alto secreter apoyado en la pared,
desplegó el escritorio y seleccionó un papel.

—Eso sería lo correcto —replicó su madre en tono distraído. Lilian miró por
encima del hombro a su madre, que estaba sentada en el sofá con Cooper en brazos. El
cachorro le estaba dando lametones en la barbilla.

—Asombroso —murmuró para sí misma mientras escribía una nota a John.

~ 63 ~
Capítulo 8
Harlow se preguntó si Max le estaría engañando con lo de encadenarse a Lady
Lilian. Una vez que se hubo levantado, se disculpó por haber roto la silla y se secó la
bebida de los pantalones con el pañuelo, se acercó al libro de apuestas y lo comprobó
por sí mismo.

—¡Tonterías sin sentido! —proclamó. Estaba claro que alguien había escrito "por
L.C.P de M.M." Conocía a otros caballeros con las iniciales M.M., pero ninguno que se
hubiera atrevido a soltar eso por toda la ciudad. El "por L.C.P" le desconcertaba—. Ésto
tiene que ser una especie de broma. ¿Quién anotaría algo así?

—Parece que M.M. propuso la apuesta. ¿Le conoces? —preguntó Max,


caminando despacio para situarse a su lado—. Mejor dicho, tal vez deberías poner al
corriente a tu viejo amigo sobre Lady Lilian —le azuzó de manera jocosa—. ¡Por
Júpiter! ¿Es ésa la joven dama que fue arrojada de su caballo el año pasado?

—La misma —gruñó Harlow. Disfrutaba de la compañía de Lady Lilian, y había


planeado visitarla hoy, así que ¿por qué se sentía como si sus intimidades hubieran
sido expuestas ante todo el mundo? Tampoco le afectaba sólo a él. Llamaba la atención
sobre Lady Lilian, una dama que buscaba privacidad. Su interés por ella la había
arrojado a la curiosidad pública. Al instante se arrepintió de sus primeras y egoístas
reflexiones sobre cómo le afectaba a él—. Necesito encontrar a ese M.M. y hacer que
elimine esa apuesta. —No era algo que pudiera hacer por su cuenta. Una vez lanzada
una apuesta, se mantenía a menos que fuera cancelada por quien la había inscrito en
las páginas. Al menos, esperaba que se pudiera borrar.

—Pues te vas a quedar helado esperando, amigo mío. ¡Quién lo diría! Me voy de
la ciudad unos días, y cuando vuelvo, ¿qué me encuentro? ¡A ti, casi atrapado en la
ratonera del párroco! ¿No es esta decisión algo que consideres digno de compartir con
tus amigos? —preguntó Max con indolencia, examinándose las cutículas.

—¡No permitiré que el nombre de la dama se mencione en público, Max! —siseó


Harlow. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie les escuchaba y bajó la
voz—. Es la hija de Lord Avalon, si quieres saberlo, y no, no estoy a punto de
prometerme.

—¿Te gusta? —insistió Max con una sonrisa en la comisura de los labios.

~ 64 ~
A Max le encantaba burlarse de él, pero debería entender la situación mejor que
la mayoría. Sabía por experiencia que Harlow seguía teniendo pesadillas. ¿Cuántas
veces se habían visto obligados a compartir unos aposentos reducidos mientras
realizaban una misión juntos?

—Sabes que no puedo casarme.

—No es eso lo que he preguntado —respondió Max con calma—. Quizá la mujer
adecuada cambiaría ese aspecto de tu vida... pero continúa.

—Soy consciente de lo que has preguntado, y sí, disfruto de su compañía.


Supongo que no sería reacio a casarme con ella si estuviera en el mercado matrimonial
—admitió Harlow—. Sin embargo, las conjeturas son inútiles, porque no lo estoy —
añadió tajantemente.

—¿Y es a causa de las pesadillas? Quizá si hablaras de lo que te atormenta, eso


podría ayudarte —afirmó Max en tono sobrio.

—Nada puede ayudarme, Max. —Los dos hombres volvieron a su mesa.

—No obstante, hablo en serio. Tal vez el matrimonio sería bueno para ti; aliviaría
la tensión de cualquier carga que te acosa, si encontraras a la dama adecuada. Alguien
que escuche tus reflexiones y preocupaciones.

Harlow abrió la boca para responder, pero se detuvo. Conocía a muchos otros
que se quejaban de las pesadillas después de las guerras con Francia. Quizá Max
tuviera razón... ¡No! ¿En qué estaba pensando? Lilian tenía su propia pesadilla. Él no
se sumaría a sus problemas. Encontraría a los responsables de este ultraje y les haría
eliminar la anotación. Entretanto, esperaba que la gente lo pasase por alto.

—Sé lo que estás pensando. —Max sonrió y levantó la mano, indicando al


camarero que les trajera otra ronda de bebidas—. Nadie va a dejarlo de lado. Y la
página sólo está a medio llenar. Lo contemplarán durante mucho tiempo.

Un camarero volvió y les renovó las bebidas en silencio.

—Lo sé. —Harlow captó el tono derrotado en su propia voz y decidió que no se
permitiría encolerizarse por el tema. También se dio cuenta, con alarmante claridad,
de que no podía abandonar justo ahora a Lady Lilian, dada la atención que ya le había
prestado a la joven. Eso sería un error—. ¿Dices que has conocido gente que se
recupera de estas pesadillas? —Quería oír hablar de ello.

~ 65 ~
—Sí. —Max empujó la nueva bebida en dirección a Harlow—. Creo, no obstante,
que sería mejor discutirlo en algún lugar menos... público. Desde que rompiste las
patas de esa silla, los demás miembros del club, que están evitando con todo cuidado
mirar hacia aquí, están, sin embargo, inclinando sus orejas ávidamente en nuestra
dirección.

—Déjame que te cuente lo que sé —indicó Harlow. Inclinó la cabeza y habló en


voz baja—. En primer lugar, quiero hablarte del carruaje que casi me pasó por encima
hace dos días en su camino a la Taberna Golden Goose.

—¿En Duke Street? —Max se irguió—. Michael 'Bowie' Moore es el dueño. Me


he dado cuenta de que no es un nombre desconocido en el mundo del contrabando.

—Creo que ése era su destino. Los caballos giraron en la esquina a toda velocidad
y, al pasar, descubrí a los mismos caballos, con las cabezas agitándose de un lado a
otro con irritación y echando espumarajos al mismo tiempo. Estaban a la vista justo en
la parte trasera de la taberna.

—'Bowie' fue un nombre que me dio un contacto en Londres la semana pasada.


Creo que merece una investigación más profunda. Puede que tengamos el nombre,
pero se le conoce como un reputado hombre de negocios en Londres, al menos en los
ambientes económicos. Necesitamos estar seguros antes de relacionarlo con algo. Tal
vez esté asociado con otros. Haré que alguien investigue el asunto.

—Todo el episodio fue extraño. Iba de camino a encontrarme con... —hizo una
pausa, dándose cuenta de lo que estaba a punto de decir—... Lady Lilian —terminó
lentamente. Esperó la respuesta obscena. No llegó.

—Ésto podría ser una señal, amigo mío —dijo Max con suavidad, dándole una
palmada en la espalda.

—No puedes dejar las cosas tranquilas, ¿verdad? —replicó Harlow con jovial
diversión.

—No, me temo que no. Aunque no puedo decir que lo sienta. —Max tosió en su
puño, indicando que ya no estaban solos. Un hombre con el pelo largo hasta los
hombros y un abrigo negro mal ajustado y con las mangas hecha jirones, había
aparecido por el lateral del edificio y parecía estar observándoles.

—¿Te importaría disfrutar conmigo de una ronda de boxeo en Gentleman


Jackson's? Siento la necesidad de hacer algo de ejercicio antes de volver a Tintagel.

~ 66 ~
Harlow se levantó y agarró su bastón. No siempre lo llevaba con él, a menos que
estuviera pavoneándose por la ciudad, como lo denominaría Max. La mitad del tiempo
lo pasaba intentando recordar dónde lo había dejado. Su madre le había regalado un
bastón de madera con un perro en el mango. Ya que le recordaba a su mascota de la
infancia, esperaba poder conservarlo. La visión del perro le condujo a otro detalle que
necesitaba contarle a Max.

—Hay una cosa más que me pareció extraña cuando visité a Lady Lilian. El
Vizconde Yarstone descubrió a Lady Catherine Poinz observándonos cuando
estábamos de picnic en Richmond Park el otro día.

—¿Fuiste de picnic a Richmond Park? —Max abrió los ojos de par en par—. Tal
vez necesite saber más sobre Lady Lilian. Pero volviendo a tu comentario, es extraño.
Ayer me encontré con la viuda en la sombrerería. Yo iba a recoger un sombrero nuevo
y ella salía de la sombrerería de al lado con un lacayo detrás que llevaba varias cajas.
Se detuvo y me preguntó si pensaba quedarme mucho tiempo en Londres. Muy
extraño.

—¿Qué le dijiste? —preguntó Harlow.

—Tú me conoces muy bien. Sonreí y elogié su espantoso sombrero de plumas


moradas y negras, me quité el mío y entré. Oí a la entrometida aclararse la garganta
de forma desaprobatoria, ya sabes, mientras pasaba de largo a mi lado.

—Es extraño que continúe apareciendo —dijo Harlow distraídamente—. L.C.P...


¡Lady Catherine Poinz!

—Curioso. ¿Dijiste que te vio en el parque con Lady Lilian? —Max parecía
pensativo—. ¿Cómo pudo hacer eso? ¿Quién haría una apuesta usando sus iniciales?
Lo sé, dirás, M.M., pero White's es el más rígido de todos los clubs de caballeros.

—Sin embargo, tiene sentido. Merece la pena observarlo con atención.


Averiguaré quién es M.M. Quizás todo lo que tengo que hacer es descubrir quién está
teniendo un devaneo con Lady Poinz.

—Tal vez. —Max se frotó la barbilla—. No vamos a resolver ésto ahora. ¿Qué te
parece si vamos donde Gentleman Jackson? Ahora yo también siento la necesidad de
hacer ejercicio.

—De acuerdo. Mi carruaje está a la vuelta de la esquina. Simmons puede dejarnos


y recogernos en dos horas —ofreció Harlow.

~ 67 ~
—Me parece una buena idea. Después de todo, hace calor. Dudo que queramos
que nos vean caminar inestables después del combate. —Max rio de manera
disimulada.

—Cierto. —Los dos hombres salieron y se encontraron con Simmons, que estaba
preparado junto al carruaje—. Simmons, llévanos al salón de boxeo de Gentleman
Jackson —ordenó Harlow. Necesitaba el desahogo del ejercicio vigoroso. Un combate
de puñetazos era una buena idea. Sólo esperaba no volver a casa con moratones.
Trataban de evitar las caras cuando boxeaban, pero a veces los planes mejor elaborados
podían salir mal—. Una idea sumamente buena, Max. ¡Golpearte la cara es justo lo que
necesito! —Harlow se acomodó en el asiento y miró hacia la calle por donde pasaban.

—Tienes más posibilidades de esquivar una de las fintas de protección de


Jackson. Me producirá un gran placer hacerte sangrar la nariz —dijo Max con calma.
En general, estaban en igualdad de condiciones. Max era más ancho de hombros y eso
le daba mayor alcance. Al menos así se excusaba Harlow de cualquier fallo ante su
moreno amigo.

—Piensas provocarme para que tome la delantera, de modo que cuando te venza
—Harlow enfatizó la última palabra—, puedas acusarme de haber ganado con ventaja.
¡Me conozco tus trucos!

Se sumieron en un silencio familiar mientras el carruaje recorría las calles en


dirección a Bond Street. Al aminorar la velocidad, Harlow divisó por el rabillo del ojo
un gran penacho azul marino que ondeaba suavemente. Echó la cabeza hacia atrás a
toda prisa y, cogiendo su bastón, indicó a Simmons que siguiera conduciendo.

—Max, ella está aquí.

—¿De quién estás hablando? —preguntó Max, sonando alarmado.

—No creo que estuviera mirando en nuestra dirección cuando pasamos, pero era
Lady Poinz. La reconocí. Estaba mirando fijamente a la puerta de la escuela de boxeo
—dijo con rotundidad—, igual que en el parque. Aquí está de nuevo. Me parece
demasiada coincidencia.

—Pero aún no estamos dentro. ¿Estás seguro de que te está vigilando? —Max
habló bajo, aunque no había nadie que pudiera escucharlo más que Simmons.

—No con seguridad. Sin embargo, ¿no te parece un poco extraño? Londres parece
un lugar demasiado grande para encontrarse con la misma persona tan a menudo: tres
veces en casi el mismo número de días. —Harlow redujo su propia voz a un fuerte

~ 68 ~
susurro—. Nos acercamos de nuevo al salón. Esta vez haré una señal a Simmons para
que se detenga. —Golpeó el techo del coche con el bastón—. Tenemos un código —
dijo, riéndose de Max, que tenía la confusión grabada por toda la cara.

El carruaje se detuvo y los dos hombres bajaron de un salto. La mujer en cuestión


permanecía mirando la puerta del salón de boxeo.

—Buenos días, Lady Poinz —dijeron Harlow y Max casi a la vez. Ambos se
quitaron el sombrero.

—¡Buenos días! —El tono de ella era empalagoso—. ¿Qué están haciendo dos
caballeros como ustedes en el salón? ¿Están planeando una buena sudada? —Se lamió
casualmente el labio inferior mientras miraba en dirección a Harlow.

Si alguna vez había encontrado algo remotamente fascinante en la mujer, era cosa
del pasado. Su coquetería poco sutil le llenó el estómago de asco, una sensación que
no estaba acostumbrado a experimentar cuando estaba con una mujer... sólo que esta
mujer no era una dama.

—Qué lugar tan extraño para toparnos con usted, Lady Poinz —replicó Harlow
con ligereza—. No vemos demasiadas mujeres a la puerta del salón de Gentleman
Jackson.

—Es una pena, porque creo que es una de las partes más maravillosas de
Londres. Los hombres entran y salen... luciendo como si necesitaran un poco de
atención adicional —añadió, con un brillo burlón en los ojos. Se acercó de manera
seductora y recorrió con su dedo enguantado la parte delantera de la camisa de
Harlow, deteniéndose en la cinturilla de sus pantalones. Él le agarró la mano.

—Lady Poinz... —el tono de Harlow era amenazante—... nunca toque mi cuerpo
a menos que sea invitada a hacerlo. No sé a qué juego está jugando, pero no quiero
tener nada que ver con eso.

—Eso dice, querido, pero me temo que podría estar equivocado. —Lo miró de
arriba abajo, deteniendo su mirada en la parte inferior de él.

—Tenemos asuntos que atender, Lady Poinz. Que tenga un buen día. —Harlow
se puso de nuevo el sombrero, negándose a darle ninguna cortesía más, y entró en el
edificio. ¿Cuál era su juego?

Max siguió a Harlow al interior.

~ 69 ~
—Parece que está buscando a alguien. Dame un minuto. —Harlow entregó su
sombrero y su bastón a un lacayo que estaba esperando para ayudarles y luego se
acercó a la ventana más cercana para mirar hacia fuera. Ella seguía mirando fijamente
la puerta del salón hasta que se detuvo un desgastado carruaje negro. Un hombre bajo
con bigote abrió la puerta y bajó del vehículo, antes de mantenerla abierta para ella.
Los dos caballos negros que tiraban del carruaje parecían similares a los del otro día;
sin embargo, no podía estar seguro. El carruaje era diferente.

Qué curioso. ¿Por qué me está acechando como a un ciervo herido? ¿Y cómo sabía que yo
estaría aquí, a menos que alguien se lo dijera? Su mente daba vueltas y vueltas a todo lo
que recordaba de White's. Su descuidado accidente había atraído una atención
excesiva hacia él, por lo que no podía estar seguro de quién era el informante.

Se arremangó y subió al ring decidido a centrar su atención en el boxeo, no fuera


que acabara tumbado de espaldas.

Dos horas más tarde, al salir del salón de boxeo, Harlow miró al sol con los ojos
entrecerrados.

—Gracias, amigo mío. Has prestado un valiente servicio —dijo, secándose el


sudor de la frente—. Confieso que me costó concentrarme. La aparición de Lady Poinz
pesaba mucho en mi mente.

—Eso podría explicar el moratón que me proporcionaste con tu gancho en el


mentón —se rio Max a carcajadas con buen humor—. Pensé que las caras estaban fuera
de nuestras limitaciones.

—Mi objetivo era tu hombro. Te agachaste y atrapaste mi puño. —respondió


Harlow alegremente—. Hablando en serio, me gustaría averiguar el nombre del
hombre con el que Lady Poinz viajó en ese carruaje. ¿Cómo sabía que debía buscarme
aquí? Y, además, ¿por qué lo ha hecho? ¿Estaba siguiendo a uno de nosotros, o a los
dos? Tengo varias preguntas —añadió.

—Esas son muy buenas preguntas. También me gustaría descubrir la identidad


del hombre. Podría estar relacionado con nuestra investigación.

—Hay bastantes cabos sueltos. Haré que Dean investigue discretamente las
inversiones de Lady Poinz. Como mi hombre de negocios, debería saber a quién
preguntar —recalcó Harlow.

—Necesitamos enterarnos de sus actividades recientes y tratar de determinar sus


motivos. Me he burlado de ti antes, pero ésto podría ser serio. Déjame ver lo que puedo

~ 70 ~
descubrir en el Cuartel General antes de que nos marchemos mañana —propuso
Max—. Si, por alguna razón, ella tiene clavadas sus garras en ti, entonces puede que
tengas que tener cuidado con quién te relacionas.

Lady Lilian. A Harlow se le cortó la respiración.

~ 71 ~
Capítulo 9
A la mañana siguiente, la casa bullía de actividad.

—Perdóneme, milady. Aquí tengo su chocolate y sus bizcochos. ¿Quiere que le


empaquete los libros que tiene colocados sobre la mesa? —La criada entró en la
habitación con una bandeja y señaló los libros con la cabeza.

—Gracias, Mary. Sí, ponlos en el fondo de mi maleta, por favor. —Lilian miró la
calle por la ventana, sintiéndose desanimada.

Era un hermoso día de finales de verano, sin nubes en el cielo, algo que Londres
rara vez experimentaba. Normalmente se sentiría dichosa ante tal vista. Parecía como
si los últimos años hubieran sido más nublados y fríos, por lo que un cielo despejado
debería ser estimulante. En lugar de eso, se sintió desamparada. Hacía tres días que no
sabía nada de Lord Harlow —John— y se reprendió a sí misma por haberse permitido
pensar que existía cierta afinidad entre ellos. Sin embargo, algo tiraba de su corazón...
¿esperanza, tal vez?

Un pequeño ladrido desde la puerta captó su atención.

—¡Cooper! Ahí estás, pequeño mío. Tengo algo para ti. —Lilian levantó la
almohada y sacó la pelota de tela que había hecho para su cachorro. De manera
concienzuda había cogido trozos de sábanas viejas y los había envuelto alrededor de
un relleno de papel desechado, que había obtenido de algunas de las páginas de
periódico ya leídos de su padre, y había cosido la tela hasta formar una bola perfecta.
Había advertido la afición de Cooper por jugar a la pelota y decidió que necesitaba
una más grande que pudiera perseguir, pensando que, para él, sería más fácil verla y
recuperarla. La ensuciaría, pero ya se preocuparía de eso después.

Al ver la pelota, el cachorrito se levantó sobre sus patas traseras y, haciendo


equilibrio, dio pequeños ladridos con esperanzado deleite. Seguramente, nunca ha tenido
uno de estos juguetes, pero sabe que es para él.

—Eres un cachorro muy vivo, Cooper. —Lilian lanzó la pelota fuera de la puerta
de su habitación, hacia la pared de enfrente, y él corrió tras ella. Un minuto después,
regresó sosteniéndola entre los dientes y haciendo girar la cola. Movía la cola en

~ 72 ~
círculos—. ¡Oh, Dios mío, tu cola da vueltas cuando estás tan contento como ahora! —
Contenta por su reacción, se rio y aplaudió mientras la cola de Cooper seguía girando.

—Milady, creo que nunca he visto a un perro mover la cola así —comentó Mary,
haciendo una pausa mientras empaquetaba los libros—. Tiene usted un verdadero
tesoro, milady.

—Me hace sonreír. —Este perrito le levantaba el ánimo—. No me atrevo a pensar


por lo que ha pasado. —Llamó a Cooper a su lado y lo subió a su regazo, con pelota y
todo. Esta mañana ya le habían bañado el cuello con vinagre y le habían aplicado la
tintura. Levantó la fina banda de tela que cubría, sin apretar, sus heridas—. Hoy tienen
mucho mejor aspecto, Cooper. Dentro de unos días estarás como nuevo. El señor
Whitten hizo un buen trabajo. —Se preguntó fugazmente si él disfrutaba trabajando
con animales. Debía de hacerlo, decidió, ya que podía ser una tarea tanto
esperanzadora como desalentadora. Tiró del cordón de terciopelo azul de la
campanilla que había cerca del sofá para pedir ayuda y Winston llegó con Clara detrás.

El lacayo, alto y de hombros anchos, esperó mientras Clara correteaba de un lado


a otro, agarrando la cesta de Cooper, la almohada y su pequeña pelota azul.

—Observo que el joven amo ya está dejando sus cosas por ahí —se rio entre
dientes—. Vine hasta aquí para decirle, milady, que tiene compañía en el salón —
susurró Clara, guiñándole un ojo con gesto de familiaridad que Lilian ignoró.

—¿Un visitante? No he visto llegar a nadie. Qué extraño. —Deshaciéndose de su


anterior bajo estado de ánimo, cogió el libro que estaba leyendo y asintió con la cabeza,
indicando a Winston que estaba lista. La llevó escaleras abajo, con Cooper corriendo
delante, pegado a la pared y sosteniendo su nueva pelota entre los dientes… con la
cola girando en círculos detrás de él. Clara los seguía. Normalmente lo hacía así por si
a Lilian se le caía algo.

—Su perro tiene una cola prodigiosa, milady —comentó Winston ligeramente
mientras bajaban el segundo tramo de escaleras—. Estoy seguro de que nunca antes
he visto una cola girar alrededor de un perro.

—Es divertido, Winston y un gran estímulo en mi vida. Me hace sonreír. —


Winston raramente hablaba, excepto breves palabras. Cooper estaba influyendo en el
humor de todos.

Winston la instaló en la silla y soltó el freno. Clara se acercó por detrás y empujó
la silla en dirección al salón. El papel de flores amarillas de las paredes del vestíbulo
proyectaba una alegre luz sobre el lugar, elevando su ánimo aún más mientras

~ 73 ~
pasaban al salón. Una vez dentro, un hombre alto de pelo castaño entregó su abrigo a
Chambers y se dio la vuelta, sonriendo. Llevaba en la mano un ramillete de
nomeolvides.

—Son para usted, milady. —Harlow le ofreció las flores a Lilian con los ojos
brillando por algún tipo de emoción que ella no pudo descifrar—. Hubiera venido
ayer, pero los negocios me mantuvieron alejado. Espero sinceramente que me perdone
esta negligencia.

Lilian no estaba segura de qué decir. Le había echado de menos. Pensó


brevemente en decírselo, pero su orgullo le impidió revelar sus sentimientos.

—Son preciosas, milord...

—John —murmuró sólo para sus oídos.

Clara había cogido su bordado y estaba sentada detrás de él en una silla a rayas.

—¡Ooh! —exclamó, chupándose el dedo—. Por favor, discúlpenme, milord,


milady. Debo ocuparme de ésto antes de que la sangre arruine mi trabajo. —Se levantó
de un salto de la silla y pasó junto a ellos a toda prisa.

—Parece que tenemos la habitación para nosotros solos durante unos instantes
—respondió él.

—Sí... pero si piensa importunarme, señor, Chambers estará cerca, en el


vestíbulo. —Se volvió y le miró, esperando que sus ojos y su tono desmintieran sus
palabras cuando susurró su respuesta.

—¡Yo nunca...! —comenzó a decir antes de elevar el ceño y continuar—: ¿Le


gustaría dar una vuelta por el jardín? Tengo una pregunta que hacerle. —Dio un paso
adelante y le levantó la barbilla con el dedo índice—. Perdóneme si la he preocupado;
si pensaba que no volvería. No he tenido lo suficientemente en cuenta sus sentimientos
por mi ausencia.

Ella bajó la mirada hacia las flores, necesitando ocultar las lágrimas que
amenazaban con derramarse. Creyendo que habían desaparecido, volvió a mirarle.

—No, John —susurró—. He estado ocupada —mintió. Se le hizo un nudo en la


garganta al hablar. Sí, he pasado los días preocupada por no volver a verte. No puedo decírtelo,
por supuesto. Sorbió por la nariz de manera involuntaria—. Debo agradecerle, señor,
que enviase al señor Whitten. Hizo amistad con Cooper. —De alguna manera, logró

~ 74 ~
soltar una breve carcajada—. Lo examinó por todos lados y nos dejó algunas medicinas
para ayudarle con sus heridas.

—El señor Whitten es un buen amigo mío. Nos conocimos luchando en Francia.
Su experiencia en ciencia animal nos ayudó enormemente con nuestros caballos.
Asistió al veterinario del regimiento y mantuvo a muchos de nosotros montados, ya
que era rápido para detectar las dificultades. Otro amigo mío, un médico, nos presentó.
Lord Maxwell Wilde, Conde de Worsley, estaba presente y los cuatro seguimos tan
unidos como hermanos.

Harlow extendió la mano y tocó la de ella ligeramente, haciendo que su estómago


diera un vuelco.

—Siento haberla descuidado, Lilian. Ojalá pudiera enmendarlo. —Le dio un


ligero apretón en la mano libre.

Ella reconoció los pasos de Clara aproximándose por el pasillo y retrocedió.


¡Maldita sea! Yo podía sentir su olor, él estaba muy cerca. Peligrosamente cerca. Se
estremeció.

John también dio un paso atrás, colocándolos a una distancia apropiada justo
antes de que Clara reapareciera.

—¿Le ha dicho a su señoría que nos vamos a Tintagel dentro de una hora? —
Clara podía ser impertinente debido a la notable libertad de la que disfrutaba con la
familia. De repente, Lilian comprendió demasiado bien la dificultad de su madre con
el descaro de Clara y se vio obligada a respirar hondo para tranquilizarse.

—Clara, su señoría me ha pedido que dé una vuelta por el jardín con él.
Estaremos en la rosaleda, por si alguien pregunta. Cooper actuará como mi
acompañante. —En ese momento, Cooper entró, ofreciendo un divertido espectáculo.
Los dientes del perro agarraban con firmeza la gran pelota que, arrastrando por el
suelo, golpeaba contra sus patas y el lado izquierdo de su cuerpo, obstaculizándole el
paso.

Harlow rio con verdaderas carcajadas.

—Apenas es más grande que su nueva pelota, lo que me recuerda... —


Interrumpiéndose, John metió la mano en su bolsillo, sacó una pelota roja más pequeña
y la colocó en la palma de la mano de Lilian—. Puede que disfrute con esta. Recuerdo
que a los perros les gusta el deporte.

~ 75 ~
—Sí, le encanta jugar con una pelota. —Se rio entre dientes—. Mamá se dio
cuenta enseguida. Le dio a Cooper una pelota sujeta a una correa azul para que yo
pudiera lanzarla y recuperarla. Cooper se divierte muchísimo. —Lilian adoraba a su
perro. Qué rápido había sucedido, reflexionó. No quiero hablar de Cooper. Quiero saber
más sobre él... sobre nosotros dos. ¿Podríamos ser una pareja? Se dio cuenta de que quería
que fueran una pareja.

Abrieron la puerta lateral de la sala matinal y salieron a un pequeño patio


empedrado. Una hilera de arbustos de camelias aún verdes añadía un elemento de
intimidad a la zona. Un gran olmo daba sombra, mientras que una alfombra de musgo
verde brillante crecía desde la base del árbol y se extendía hasta el césped, donde el sol
se abría paso a través de las hojas. Rosales rojos y amarillos bordeaban un camino de
piedra que conducía a una pequeña glorieta blanca cubierta por las hojas de un jazmín
que hacía tiempo que había florecido y que se erguía tras alfombras de ásteres rosas8,
verbena púrpura9 y margaritas blancas.

—Ésto es hermoso —susurró Harlow cerca de su oído—. Tienen un jardinero


muy minucioso.

Su aliento le produjo deliciosos escalofríos en la espalda.

—Es la pasión de mi madre, más que nada. Williams hace el trabajo más pesado,
pero a menudo se puede encontrar a mi madre aquí fuera, luciendo un gran sombrero
y guantes de jardinería. Dice que es su forma de pintar. —Señaló hacia delante—. ¿Le
gustaría sentarse en la glorieta? Mamá añadió una pequeña rampa para que yo pudiera
acceder a ella con facilidad. Me encanta leer aquí fuera. —Lilian podía oler su fragancia
de bergamota y laurel, incluso entre las flores, e inhaló discretamente. Disfrutaba de
su cercanía tanto como temía que durara poco. Ella estaba a punto de marcharse de
viaje.

Harlow colocó su silla junto a una pequeña de hierro situada en la glorieta y la


giró hacia él.

—Tengo algunas cosas que me gustaría decir, si me lo permite.

~ 76 ~
Ella no quería oír malas noticias. Asintió con la cabeza en silencio, fortaleciéndose
ante lo que él pudiera decir.

—Debo salir de la ciudad hacia la costa de Cornualles mañana para, con suerte,
concluir algunos negocios. Esperaba que estuviera dispuesta a seguir permitiéndome
cortejarla. —Se le hizo un nudo en la garganta, pero no dijo nada más.

A ella se le aceleró el pulso.

—¿Cuándo se marcha? —Tragó saliva, luchando por controlar su excitación.

—¿Le importa que me siente a su lado? —preguntó.

—En absoluto. —Juntó las manos delante de ella y echó un vistazo a su alrededor,
viendo a Cooper perseguir a una mariposa hasta detrás del olmo. La garganta le
palpitó de manera frenética. La ventana del estudio de su padre daba al jardín y se
preguntó si estaría allí, pero las cortinas estaban cerradas. Imaginó que las había
corrido ayer para evitar que el sol recalentara la habitación. Esta mañana había
acompañado a mamá y a Lydia a la ciudad a comprar los artículos de última hora para
el viaje de regreso a Tintagel, y no los había oído regresar.

—¿Puedo besarla? Tengo mucho que hablar con usted, pero mientras tenemos
un momento a solas, me gustaría besarla. Sólo tendremos un momento antes de que
aparezca su doncella.

¿Besarme? La pregunta la sobresaltó, devolviéndola a la realidad.

—Sí —exhaló, colocando la mano sobre su vientre agitado. De manera distraída


se preguntó cómo podría lograrlo desde su silla de ruedas. Impulsivamente, cerró los
ojos.

Harlow se acercó y deslizó un brazo alrededor de Lilian, atrayéndola. Ella sintió


que le pasaba la mano por el pelo, moviendo suavemente sus dedos entre los rizos que
colgaban de la nuca. Los labios de él rozaron los suyos, al principio con ternura, luego
con más empuje, con la lengua provocando que sus labios se abrieran.

Lilian disfrutó de su beso y se inclinó aún más hacia sus caricias, cediendo a la
presión de su boca. La lengua de él penetró rápidamente en su boca, esquivando y
bailando con la suya mientras exploraba los recovecos de su boca y suscitaba extrañas
sensaciones de hormigueo en el centro mismo de su cuerpo, obligándola a querer
más... de qué, no estaba segura. Sin embargo, sabía que no quería que aquel beso
terminara.

~ 77 ~
Un pequeño ladrido procedente de la esquina del jardín les hizo volver del cielo,
alertándoles de la presencia de visitantes, y se separaron, ambos respirando con
dificultad. Cooper volvió a ladrar y Lilian vio a Clara salir por la puerta de la casa y
sentarse en el banco del patio empedrado.

—Creo que tenemos un ferviente defensor en ese perrito —observó Harlow—.


Gracias. He disfrutado de este beso.

—Yo también lo disfruté —dijo tímidamente—. Confieso que me hubiera


gustado que durara un poco más... —Se detuvo entonces, dándose cuenta de repente
de la falta de decoro en sus palabras y en su comportamiento. Se le había ido la cabeza,
disfrutando de unos minutos robados a solas con él y de un beso que la había
chamuscado hasta la médula. ¿En qué había estado pensando? ¡Sólo era un poco mejor
que... que un ave del paraíso!10

—Lilian, es usted la primera mujer a la que he cortejado en mucho tiempo. ¡Me


temo que tengo que desempolvar mis reglas de etiqueta! —Intentó parecer arrepentido
y, al no conseguirlo, se echó a reír en su lugar.

—Oh... ¿también hay reglas escritas para los caballeros? —A ella se le escapó un
gorjeo de risa de la garganta—. Lo siento muchísimo —se excusó rápidamente,
llevándose una mano a la boca—. No era mi intención ofender… De repente visualicé
un libro de reglas que los caballeros deben seguir para cortejar a una dama. Me pareció
gracioso. Le pido disculpas.

—No hay necesidad de disculparse. Hay reglas, ah... principios, si se quiere. Por
ejemplo, a los chicos nuestros tutores nos enseñan que debemos ser honestos, ser
puntuales, incluso llegar antes de hora... ese tipo de cosas. Mi padre me mostró un
libro y me pidió que lo leyera. Creo que aún lo conservo. —Se sentó de nuevo en su
silla y se echó a reír—. Hace años que no pienso en ese libro. Creo que se llamaba algo
así como 'Los Caballeros Instruidos...' —se detuvo—. Había algo más en el título, pero
se me escapa. De todos modos, me esfuerzo por respetar esas enseñanzas.

—¿En qué sentido se siente decepcionado consigo mismo, John? —Lilian le


observaba los labios mientras hablaba con ella. Sus labios eran perfectos, ni demasiado
finos ni demasiado carnosos. Quería volver a sentirlos.

—No he querido casarme porque tengo malos sueños. —Dijo las palabras de
manera apresurada, con los ojos fijos en ella.

10 N. de T.: Un ave del paraíso, en slang, se usa para referirse a una mujer promiscua o, incluso, a una prostituta.

~ 78 ~
—¿Qué tipo de sueños? —se aventuró a decir con cautela, llevándose las manos
al corazón.

—Desde la guerra, me despierto sudando, a veces gritando. Estoy seguro de que


no tengo ni idea de por qué le estoy contando esto. Parece de lo más inapropiado
hablar de algo así, pero tengo miedo de que se haga una idea equivocada. Siento que
puedo confiar en usted y contarle ésto sobre mí, sin saber con certeza adónde nos
conducirá nuestra... relación.

Lilian se quedó callada y cruzó las manos sobre su regazo.

—Gracias por compartirlo. No puede haber sido fácil. De hecho, no puedo


imaginarme a mi hermano hablando de esos temas, ni siquiera con mi madre o mi
padre. —Levantó la vista hacia él, alzó con cuidado la mano y le acarició un lado de la
cara—. Puede confiar en que nunca hablaré de ello con nadie. No me casaré a menos
que haya amor o la posibilidad de que lo haya. Prefiero no casarme si no siento nada
por un caballero —habló en voz baja, casi susurrando.

—Mis padres eran una pareja enamorada, pero mi madre parece haber dejado
eso de lado en su ansiedad por un heredero. Quiere nietos, y puedo entenderlo.

Lilian hundió ligeramente la cabeza en señal de reconocimiento. No sabía qué


más responder. Su médico no le había indicado ninguna preocupación en cuanto a
tener hijos y, hasta ahora, ella no había dedicado un pensamiento al cortejo durante el
último año.

—Entonces, ¿estamos de acuerdo? ¿Intentaremos conocernos mejor y ver lo que


puede surgir, comprometiéndonos ambos a decírselo al otro si descubrimos que nos
resulta demasiado difícil o si, después de todo, no encajamos? —Fijó los ojos en la cara
de Lilian.

De repente ella sintió la garganta reseca. Lo único que pudo hacer fue asentir.

—Es hora de que volvamos a la casa. Clara se ha puesto de pie dos veces, creo
que tal vez nos está poniendo sobre aviso. —Se levantó y la miró—. La visitaré cuando
lleguemos a Cornualles. Parto mañana por la mañana con Lord Worsley. —Se inclinó
para besarle la cabeza y ella levantó la vista, haciendo que sus labios acariciasen su
nariz. Él se agachó y rozó sus labios—. Para marcarla como mía hasta que nos veamos
en Tintagel.

Unas pisadas sobre la grava suelta sonaron por fuera de la glorieta. Colocándose
detrás de la silla, Harlow empezó a empujarla rápidamente de vuelta hacia la casa.

~ 79 ~
—Clara, acompañaré a Lady Lilian a la casa y luego me marcharé antes de atentar
contra todas las reglas del decoro.

—Milord. Lord y Lady Avalon han regresado. Nos iremos dentro de poco. —
Clara se detuvo y jadeó—. Milord, un hombre se ha movido por detrás de los rosales.
—Señaló la valla cubierta de flores rosadas que se alzaba delante del callejón que
conducía a las caballerizas.

Harlow corrió hacia la valla y miró, luego volvió con una mirada desdeñosa en
su cara.

—Sólo vi a un mozo llevando un cubo de avena a los caballos del carruaje, Clara
—dijo, agarrando el respaldo de la silla de Lilian.

Lilian entró en la casa con las manos en el regazo, pero la cabeza en las nubes. No
estaba segura de lo que acababa de ocurrir, excepto que había aceptado poner su
corazón en peligro. Su corazón rebosaba de más esperanza de la que había sentido en
un año.

* **

Unos minutos más tarde, un hombre bajo y con bigote salió de detrás de las
caballerizas de Avalon House y caminó de regreso en dirección a la carretera, donde
le esperaba su caballo gris moteado.

~ 80 ~
Capítulo 10
La culpa lo asaltó mientras cabalgaba hacia su casa. Harlow sospechaba que
Lilian podía estar en peligro, pero sólo era un sentimiento instintivo. No tenía pruebas.
No había habido amenazas, pero confiaba en su intuición.

Quedarse cerca de Lilian no era una obligación; él quería estar junto a ella. Le
hacía reír y lo desafiaba con su ingenio e interés por cualquier tema, y su disposición
a escuchar y oír más allá de las palabras dichas en voz alta. Además, estaba aquel
beso... Harlow se tocó los labios y podría jurar que aún perduraba el tacto de ella en
los suyos. Sus labios eran suaves y su aroma a agua de rosas se había grabado en su
mente.

Consciente de que no podía compartir su misión con nadie, Harlow trató de


pensar en todas las formas de mantener sus actividades en secreto y seguir
protegiendo a Lady Lilian y a su familia. Pensó en su padre. Lord Avalon debía ser
informado de cualquier progreso. Él se lo proporcionaría cuando llegaran a Tintagel.
Harlow quería creer que Tintagel estaba situada a una distancia segura, pero los
contrabandistas que perseguía habían demostrado tener el corazón negro y no dejaría
la seguridad de Lilian al azar.

Harlow llegó a su casa de la ciudad y entregó las riendas de su caballo a su mozo


de cuadra. Con el objetivo de llegar a su estudio, corrió hacia la puerta principal, casi
derribando a Fitz, su mayordomo.

—Milord —pronunció Fitz en tono severo mientras se apartaba—, confío en que


su tarde haya sido aceptable.

—Fue bastante agradable.

Fitz debía estar perdiendo la audición. Su tono fue más parecido a un bramido
que a un comentario tranquilo. El corpulento sirviente había estado con la familia
desde que Harlow podía recordar.

—Muy bien, milord. Lord Worsley le aguarda en el estudio —anunció el fornido


y calvo hombre de manera aguda y penetrante a sus espaldas.

~ 81 ~
—Gracias, Fitz. —Harlow entregó el sombrero, los guantes y el bastón al
mayordomo y se dirigió por el pasillo de paneles oscuros hacia la puerta abierta de su
estudio, en el que aún brillaba el sol de primera hora de la mañana.

El criado acompañó a Harlow hasta su santuario.

—Eso será todo, Fitz.

—Por supuesto, milord. —El anciano se inclinó y cerró las puertas del estudio
tras de sí.

—Acababa de entrar por la puerta cuando te oí llegar, cabalgando como si te


persiguieran los sabuesos del infierno. —Max tiró su chaleco en la silla de al lado y se
puso más cómodo—. Todavía pareces alterado. Me tomé la libertad de servirte un
whisky. Tu cocinera me atendió poco después de mi llegada y me dijo que tenía
órdenes de servir un almuerzo ligero aquí mismo. Me parece conveniente porque creo
que tenemos mucho que discutir.

—No necesito hacer nada; mi casa funciona sin mí —reflexionó Harlow en voz
alta—. Eres un ama de llaves extraordinariamente eficiente, amigo mío. —Se bebió el
brandy de un solo trago y se sentó en una silla—. En caso de que te lo preguntes, lo
hice —dijo, dejando el vaso que, por algún milagro, había sobrevivido intacto.

—¿Lo hiciste? No entiendo el significado de 'lo'. —Max enfatizó la palabra—.


¿Preferirías que no tuviera un brandy esperando a tu llegada? —Esbozó una sonrisa
socarrona y bebió otro sorbo de su propia copa.

—Por supuesto que quiero tener un brandy esperándome. —Harlow rio con
nerviosismo—. Le hablé de mis sueños. —Se levantó y se sirvió otro brandy.

—¿Salió de la habitación y se escondió? —Max lanzó una risa cáustica.

—Es difícil de asimilar. Sin embargo, no se marchó. Yo estuve a punto de salir


corriendo. Siento algo por ella, pero no estoy seguro de poder casarme. Lo peor de
todo ésto es que creo que las investigaciones iniciales que hicimos en su localidad
pueden haberla convertido accidentalmente en el blanco de una bala dirigida a uno de
nosotros. Toda su vida quedó destruida aquel día. —Harlow se atragantó a causa del
dolor y el miedo que inundaron su ser mientras hablaba.

—Eso es algo que no me había planteado antes. Es mucha culpa la que llevas
sobre tus hombros, amigo mío —comentó Max con sobriedad.

~ 82 ~
Harlow asintió y caminó hacia la chimenea, que se alzaba entre dos estanterías
que llegaban hasta el techo y dominaban la pared. Apoyó la cabeza en la repisa de
madera de la chimenea y bajó la mirada hasta sus pies.

—Me ha pesado durante todo el año. Ahora, verla confinada a una silla de
ruedas... reavivó la carga: me trajo de vuelta todo lo que pasó.

—¿La estás viendo debido a la culpa? —El tono de Max era áspero.

—¡No! Por supuesto que no. —Un destello de mal genio alcanzó sus ojos—. Hay
algo especial en ella. No tiene malicia. Lilian trae luz a un mundo muy oscuro, sobre
todo por la cantidad de muertes que hemos visto. —Esta vez agachó la cabeza y se
enfocó en su whisky, reacio a permitir que Max volviera a leerle la cara, porque había
mentido... un poco. La verdad era que, al menos al principio, había querido conocerla
por culpabilidad. En cuanto al resto, sin embargo, era sincero. Tengo sentimientos. Sólo
que no los entendía. No se parece a nada que haya experimentado antes; una ligereza en el
corazón.

—¿Crees que Lord Avalon te hace responsable? Él conoce nuestra misión. —El
tono de Max era muy serio.

—No. Lo dudo. —Harlow se acercó a la ventana y se quedó mirando fijamente


la pequeña terraza que su madre había construido años atrás—. Max, me conoces
desde hace mucho tiempo. Confía un poco en mí. —Su voz se tensó. Se volvió y
fulminó con la mirada a su amigo, sin preocuparse ya de que lo estuviera
interrogando—. Y no, no le he dicho nada a Lord Avalon de mis sospechas.
Considéralo, Max —imploró—. El disparo. Recuerda que justo veníamos de husmear
por la ciudad. Podrían habernos descubierto. Eso era todo lo que había hasta el día del
baile. La viuda hizo su aparición, sin nadie del brazo y sin ningún verdadero
propósito... pero notó mi interés en Lady Lilian. Añade eso a lo que discutimos ayer:
sus conexiones con las tabernas y...

—Sospechamos de ella, pero no tenemos pruebas directas. Sólo preguntas.

—Creo que posiblemente deberíamos hablar con Avalon —murmuró Harlow.

—Eso es correr un gran riesgo, Harlow. —El tono de Max ya no estaba teñido de
recelo—. Yo digo que vayamos a la costa con la máxima celeridad, echemos un vistazo
por los alrededores y luego decidamos. Démonos dos días para elaborar un plan de
acción...

~ 83 ~
—Con una condición —interrumpió Harlow—. Si vemos cualquier cosa que
indique que las dos hermanas podrían estar en peligro, se lo haremos saber a su padre.

—De acuerdo.

—¿Qué noticias tienes del barco desaparecido de los hombres de Recaudación de


Impuestos? —Harlow se sentó detrás de su escritorio y se inclinó hacia delante, con
las manos juntas.

—Encontraron a los oficiales que viajaban en él... a los seis... muertos. El barco
estaba flotando frente a la costa de Cornualles. Un militar británico lo descubrió. El
Ministerio del Interior quiere ahorcar al responsable o responsables de esto. Necesitan
que consigamos tener bajo control esta situación. Hemos estado investigando durante
casi un año, con sólo pequeños éxitos. No me siento preparado para nombrar al
principal sospechoso... todavía. —El tono de Max era sobrio—. Prinny va a enviar a un
agente, alguien con experiencia dentro del negocio del contrabando, para que se reúna
con nosotros. El único nombre que nos han proporcionado es John Cressey. Vamos a
encontrarnos con él en la Taberna Anchor's Away en Boswell Street a las cuatro en
punto. Se acercará a nosotros y pedirá compartir nuestra mesa.

—Suena enigmático. Sin embargo, el nombre me resulta familiar. —Harlow se


estaba sirviendo otro whisky cuando se abrió la puerta y un lacayo trajo una bandeja
llena de sopa y bocadillos—. Ésto debería ayudarnos a pensar. No puedo conjeturar
dónde he oído ese nombre antes, pero lo reconozco. —Hizo un gesto al lacayo para
que pusiera la comida en la mesa de juegos, cerca de la chimenea.

—Por supuesto, milord. ¿Se le ofrece algo más? —preguntó el lacayo.

—No, gracias, Wells —Harlow asintió en agradecimiento.

Los dos hombres tomaron sus copas y se sentaron a la mesa mientras el lacayo
salía de la habitación, cerrando tras de sí la pesada puerta de madera del estudio.

—Alguien tiene que estar operando desde dentro. Nadie podría tener tanta
suerte como ellos sin ayuda. Saben cuándo llegan los grandes cargamentos, qué barcos
tienen carga de primera. Esos son los barcos interceptados por quienquiera que sea. —
Harlow vació su vaso—. Pásame esa jarra, amigo. Creo que necesito más.

—Estás obsesionado —observó Max en voz baja—. El Harlow que yo conozco es


mucho más calmado que éste. Te conozco por tu frialdad bajo presión. Estás a punto
de emborracharte si sigues bebiendo de esta manera.

~ 84 ~
—Sí. Soy conocido por mi aplomo. Me temo que entré en esta organización con
los ojos bien abiertos. Fue como si no pudiera controlarme. Me atrae como una polilla
a una llama. —Harlow sonrió para sus adentros e hizo girar los últimos restos de su
bebida alrededor del vaso antes de tragárselos. Echó un vistazo a la bandeja de plata
que seguía sobre un pequeño soporte junto a la mesa—. ¡Magnífico! Wells ha traído
una tetera. Como ves, no sucumbiré a mis libaciones.

—Tu cocinera es excelente —dijo Max, sirviéndose una taza de té caliente—.


Tomaré té por ahora —Brindó en dirección a Harlow—. No he comido sopa de tortuga
tan buena en muchos años.

—¿Te importaría si volvemos a centrar nuestra atención en el contrabando? —


Harlow dejó su vaso.

—Al parecer, Cressey ya está inmerso en el negocio del contrabando y fue clave
para acabar, hace unos meses, con esa importante organización de armas y municiones
que estaba comerciando con los franceses. Nos enviará un mensaje con un lugar de
encuentro. Nos reuniremos con él esta tarde antes de partir hacia Cornualles. —Max
se limpió la boca—. Veo que no has tocado tu sopa. Si no la quieres, me la comeré. He
dormido hasta tarde esta mañana y justo ahora estoy desayunando —comentó.

—Sería inusual que alguno de nosotros dejara un solo bocado. —Harlow se rio,
cogió un panecillo caliente y lo untó con mantequilla—. Conocemos a varios de los
implicados en la red de contrabando de Tintagel, pero no al líder, y necesitamos
determinar quién de dentro les está proporcionando información. Como sabes bien,
sólo atacan a ciertos barcos y parecen saber exactamente a cuáles robar. Por lo tanto,
deben de tener un informante —añadió, centrándose de nuevo en el tema que les
ocupaba.

—El Príncipe Regente está muy interesado en este asunto desde el asesinato de
los seis tasadores de impuestos. Aunque se sabe que a él mismo le gusta el brandy
francés de contrabando, uno de los hombres era amigo particular de Prinny, no sé si
me entiendes —dijo Max mientras terminaba la sopa.

—Algo había oído al respecto. Por lo que tengo entendido, Cressey operaba como
espía, y Prinny le ha pedido que preste sus servicios desde dentro de la red de
ladrones. —Harlow dejó la servilleta—. La reunión está fijada para esta tarde, tenemos
que movernos.

Una hora más tarde se acercaban a la taberna donde Harlow había visto el
carruaje negro cuando se abrió la pesada puerta de roble ennegrecido y un hombre
alto y corpulento arrojó a un borracho a la calle.

~ 85 ~
—No quiero volver a ver tu escuálido culo por aquí —gritó el dueño después de
que el hombre aterrizara en la cuneta.

Max y Harlow rodearon al hombre tendido y entraron en la taberna. La estancia


era húmeda y oscura. Los ojos de Harlow tardaron un momento en adaptarse a la luz.

—Veo una mesa vacía en la parte posterior, lejos de la ventana y de la barra.


Tomaremos ésa, dos jarras de cerveza y un pequeño plato de queso y carnes en salazón
—indicó Harlow a la camarera escasamente vestida que les recibió en la puerta. Max
se sentó contra la pared del fondo y Harlow tomó asiento a su derecha, dándole a
ambos una buena visión de la puerta de la cervecería.

—¿Desean algo más sus señorías? —preguntó, mirando fijamente con absoluto
descaro el regazo de Harlow antes de darse la vuelta y dirigirse, pavoneándose, hacia
la cocina con el pedido.

—¡Creo que le gustas, rufián! —señaló Max cuando estaba de espaldas a ellos.

—No me sentiría atraído por ella ni por sus incentivos añadidos, aunque
estuviera borracho como un mono —replicó Harlow—. Calla. —Hizo un leve gesto
hacia la cocina—. Está volviendo con nuestra comida.

La mujerzuela dejó dos espumosas jarras de cerveza y un plato de viandas sobre


la mesa frente a ellos e inhaló, balanceando significativamente las caderas mientras se
alejaba.

—Creo que tal vez te ha oído —comentó Max. Harlow le ignoró y levantó una de
las jarras.

Unos minutos más tarde, un hombre vestido de negro entró en la taberna.


Inspeccionó rápidamente la sala y se dirigió hacia la mesa de Harlow.

—Amigos, ¿os importaría si comparto vuestra mesa? —preguntó mirando a


ambos a los ojos.

—Con mucho gusto. —Harlow hizo una señal a la camarera para que trajera
cerveza para su invitado.

—Aquí tié, jefe —respondió ella, inclinándose todo lo que pudo, manteniendo a
duras penas sus pechos dentro de la blusa, mientras dejaba el vaso sobre la mesa.

~ 86 ~
Harlow le lanzó un chelín y le dio las gracias, esperando que se llevara su
mercancía al otro lado de la estancia.

—Es imposible saber qué otros... atractivos vienen con esas mercancías que ella
ofrece —dijo en voz baja, estremeciéndose involuntariamente sólo de pensarlo—. Por
fin estamos solos. —Se volvió hacia el hombre barbudo—. Eres... —empezó a decir,
pero se detuvo en seco cuando el barbudo levantó la mano en silencio—... arrogante
—terminó entre dientes.

—Me doy cuenta de que mi barba no os engaña a ninguno de vosotros. Cuando


salgamos de aquí esta noche, y hasta que acabe esta misión, sólo me conoceréis como
John Cressey. —En ese momento estalló una carcajada detrás de él y DeLacey giró la
cabeza a la defensiva.

—¿Creías que se estaban riendo de tu barba? —ironizó Max, echándose hacia


atrás en su asiento y mirando detenidamente al hombre—. Se reían porque a la
camarera que servía al borracho simiesco cerca de la puerta se le cayó la teta en su vaso
de cerveza, y él intentó apropiársela.

Harlow casi se atragantó con la cerveza. Jonathan DeLacey disfrutaba de las


bromas tanto como cualquiera. Sin embargo, tenía una opinión de sí mismo más
considerable que la mayoría y le resultaba difícil ser objeto de burlas. Su ego lo
convertía en un blanco fácil y había suscitado mucha hilaridad en la escuela. El
problema era que habían pasado diez años desde la escuela. A día de hoy, se estaban
adentrando en un negocio peligroso, y su ego podía hacer que los matasen a todos.

—Maldición, pensé... no importa. —DeLacey respiró hondo.

Harlow se inclinó hacia delante.

—Sujeta la lengua, Cressey. Pensaste que se estaban riendo de ti. Si lo hubieran


hecho, lo habríamos evaluado y quizá nos habríamos sumado, si sirviera a nuestro
propósito. Aparta tu ego y habrá menos riesgo para nuestras vidas.

DeLacey se quedó mirando fijamente a Harlow. Durante un largo rato, nadie


habló. Al final, asintió.

—Procuraré no reaccionar cuando sea el blanco de la ocurrencia de alguien. Me


doy cuenta de que mi aspecto os ha sorprendido. Me dejo crecer la barba cuando actúo
como Cressey.

~ 87 ~
—¿Tu padre lo sabe? —Harlow acompañó a su propia consulta con una
afirmación, formulando la pregunta que había estado ardiendo en su mente—. Él
también forma parte de esto. —Era habitual que el Ministerio del Interior mantuviera
en secreto la identidad de quienes trabajaban para ellos, incluso dentro de sus filas.

—Respetamos eso... y la barba no es demasiado espantosa. —Max sonrió


burlonamente—. Tenemos que protegernos, y ayuda que nos conozcamos los unos a
los otros —habló en voz baja, y los tres asintieron.

—Tu familia ha ido a Tintagel. Me sorprende que tú no hayas ido también —


aventuró Harlow, repentinamente irritado porque el hermano de Lilian no estuviera
allí para protegerla. Se recordó a sí mismo que su miedo era una especulación suya.
Eso se sumó a su ansiedad por partir hacia la costa.

—Salgo para Tintagel esta noche, pero este encargo me mantiene lejos de casa.
Sin embargo, confío en que estén lo bastante a salvo. No puedo imaginarme ninguna
intervención por parte de esos hombres —habló despacio, observando a Harlow.

Éste se acaloró bajo el escrutinio de su antiguo compañero de colegio, pero


mantuvo una actitud calmada. Sospecha. Harlow se quedó paralizado y contempló la
estancia que lo rodeaba, buscando una respuesta adecuada. Dos faroles de aceite que
colgaban de los muros apenas proporcionaban la iluminación adecuada, proyectando
sombras sobre las paredes de un azul deslucido. Un grupo de lugareños y marineros
estaban sentados en sillas, utilizando un banco entre ellos como mesa para una ruidosa
partida de cartas. Detrás de estos, un hombre yacía dormido sobre el banco bajo su
mesa. El humo de los cigarros rodeaba las cabezas de los clientes, acrecentando el
hedor acre de los vómitos de cerveza que hacía tiempo que se habían secado en el
suelo.

—Parece que tenemos unos cuantos asuntos que discutir antes de entrar en
materia —dijo finalmente, manteniendo sus emociones bajo control—. Creo que la bala
que casi se cobra la vida de tu hermana iba dirigida a nosotros, pero es una mera
especulación, ya que habíamos estado frecuentando la zona mientras observábamos.

DeLacey arqueó una ceja.

—Eso es también lo que yo creo, y hasta que empezaste a cortejarla, había


pensado que Lilian estaba a salvo de cualquier otro daño adicional. ¿Cuáles son tus
intenciones hacia mi hermana?

La pregunta de DeLacey lo pilló desprevenido. Si bien Harlow estaba dispuesto


a discutir sus sospechas, no estaba, sin embargo, preparado para aquéllo.

~ 88 ~
—Te complacerá saber que ayer expuse mis intenciones ante Lilian —dijo,
pensando que podría evitar continuar con el debate.

—¿Eso qué quiere decir?

El hombre no va a dejar el tema en paz. Harlow respiró hondo y después echó un


vistazo a Max, que permanecía impasible. Al parecer, él también estaba dispuesto a
escuchar a Harlow.

—Lady Lilian y yo hablamos de seguir conociéndonos para determinar la


profundidad de nuestros sentimientos mutuos. —Hizo una pausa para aclararse un
incómodo nudo en la garganta—. He evitado el matrimonio hasta ahora,
principalmente porque tengo... —se esforzó por encontrar las palabras—... tengo
episodios nocturnos a los que no deseo someter a una esposa, y se lo expliqué. A pesar
de este evidente obstáculo, me encuentro deseando cortejarla.

—¿Mi hermana se siente cómoda con eso? —respondió DeLacey en tono


sorprendido.

—Sí, ella señaló que lo estaba, pero tengo la firme intención de determinar si
encajamos bien. Siento algo por ella. —Se dio cuenta de que, al decirlo en voz alta ante
su hermano, hizo que, de pronto, pareciera muy real. Confiaba en que el repentino
sudor de su frente permaneciera oculto en este húmedo entorno.

—Muy bien, pero será mejor que mantengas esas honorables intenciones. No
esperaría menos de ti —susurró DeLacey—. No obstante, juega con los sentimientos
de mi hermana, y te retaré a duelo.

—Tiene las mismas pesadillas que muchos de nosotros trajimos a casa después
de la guerra —intervino Max con voz tranquila—. Tus sentimientos son
comprensibles, pero ambos sabemos que nunca jugaría con una inocente. Ahora,
pongámonos a trabajar y prescindamos de esto. Cuéntanos lo que sabes ya.

Ahora hablas sin reservas, Max. ¿Dónde estabas hace un momento? Quería
enfurecerse, pero a Harlow le resultaba difícil enojarse con cualquiera de los dos
hombres. Ambos estaban protegiendo los intereses de Lilian. Ella no reaccionó ante la
noticia de mis pesadillas. Se aferró a la esperanza de que Lilian fuera perfecta para él.
Sacudiendo ligeramente la cabeza, intentó sacarla de su mente.

—Creo que toda la operación emana de Tintagel y está dirigida por alguien con
múltiples intereses comerciales... —DeLacey les transmitió la información—.

~ 89 ~
Aparentemente, la población conoce y apoya a este hombre, aunque no creo que viva
allí...

—Pensamos que es una mujer —interrumpió Max en voz baja—. Creemos que es
la viuda Poinz.

—¡Mierda! —DeLacey se quedó callado—. En la alta sociedad es conocida por su


temperamento y sus envidias, por no hablar de su riqueza desde que murió su esposo.
Podría encajar.

—La muerte de ese hombre sigue siendo un misterio —añadió Max, mientras se
metía en la boca un trozo de carne salada.

—Sí, lo es. —DeLacey dio un sorbo a su cerveza—. Tiene sentido. Es dueña de


tabernas y posadas a lo largo de toda la costa de Cornualles y de Inglaterra. De hecho,
no habíamos descartado a una mujer en base a algo que oímos de un informante.

—¿Te contó algo el informante sobre las señas que hacen para comunicarse? —
preguntó Harlow.

—No, pero tengo mis sospechas. La comunidad entera se aprovecha de sus


actividades y todos miran hacia otro lado. Sin embargo, me he dado cuenta de algunas
cosas —añadió DeLacey. Se inclinó, acercándose más—. Si creéis que la viuda los
lidera, es una información clave y nos ayudará a determinar quién está dentro. Será
alguien de quien es cercana... en el gobierno. —Les pasó una lista de nombres a los dos
hombres y esperó a que la miraran.

—No hay mucha luz, pero reconozco muchos de estos nombres —dijo Max,
inclinando ligeramente la lista para captar la escasa luz de una lámpara que colgaba
cerca.

—Son nombres que me dio un informante reticente. Estad atentos a un granjero


en un caballo blanco. Pienso que forma parte del grupo de cobertura. Creo que hace
señales con él —declaró DeLacey. Cogió la lista y la desmenuzó en trozos pequeños,
metiéndoselos en el bolsillo.

—Nos hemos fijado en él. Va a la ciudad a caballo y, o bien vuelve andando,


conduciendo el caballo por la carretera principal, o lo hace montándolo a lo largo de
la ruta de la costa. Creemos que ésto último es una señal de todo despejado, ya que ha
coincidido con naufragios de barcos. Podríamos haber llamado a los Dragones y tirar
de la red, pero necesitamos al conspirador de dentro de nuestras filas —Harlow habló

~ 90 ~
muy bajo, aunque, dado el zumbido de las conversaciones alrededor, era poco
probable que les oyeran.

Max y DeLacey asintieron y terminaron sus cervezas.

—Tengo una sugerencia para un lugar increíble —DeLacey rompió la silenciosa


camaradería en voz también muy baja—. Sería bastante sencillo. Hay una piedra suelta
cerca del suelo en la esquina norte de la oficina de correos, en el lado que mira hacia la
parte posterior. La piedra es gris y se encuentra entre otras dos blancas totalmente
rotas. El edificio no empieza a llenarse hasta las diez. Poned allí vuestros mensajes. —
Colocó las palmas de las manos sobre la mesa—. Yo saldré primero. Y estaré en
contacto.

—De acuerdo.

~ 91 ~
Capítulo 11

Cinco días después

El cuerpo de Lilian se zarandeaba dentro del carruaje mientras éste rodaba por el
irregular pavimento de piedra de Bossiney Road, que les llevaba a través de la pequeña
localidad costera de Tintagel. Cinco días en un coche habían supuesto un reto para los
adultos, pero Cooper parecía disfrutar de la atención. Asombrosamente, el cachorro
pudo hacer sus necesidades en las principales paradas y no añadió más tensión al viaje.
Su presencia aligeró de manera considerable su humor, aunque pensaba cada vez más
en el apuesto Lord Harlow, deseando haber sido un poco más atrevida y haberle
devuelto el beso, ya que nunca antes la habían besado. Parecía que había pasado una
eternidad desde que habían salido de Londres y se preguntaba cuándo volvería a ver
a Lord Harlow. Él había mostrado interés en continuar su cortejo, se dijo a sí misma.
Me aseguraré de recibir otro beso en su próxima visita. Se dio cuenta de que estaba soñando
despierta con su último beso.

Estar sentada durante horas agotaba a cualquiera, e incluso sus libros habían
empezado a aburrirla.

—Hace mucho tiempo que no veo a Danby —murmuró para sí misma—. Me


pregunto cómo se llevará con Cooper —añadió, acariciando al pequeño perro echado
en su regazo.

—Sospecho que disfrutarán de su mutua compañía. A Danby le gusta correr


suelto por el prado. A Cooper le encanta rastrear y parece ágil. Cuando el cachorro
crezca, podrá seguirle el ritmo a tu caballo. —Lydia se inclinó y le hizo cosquillas a
Cooper detrás de la oreja.

—Disculpad. No me había dado cuenta de que había expresado mis


pensamientos en voz alta. —Se acaloró al preguntarse si eso era todo lo que había
dicho. Inclinándose, Lilian le dio a Cooper un rápido beso en la cabeza—. Disfrutarás
persiguiendo a Danby, pequeñajo —le dijo—. Danby lleva conmigo un poco más de
tiempo, así que quizá tengas que darle un plazo para que se acostumbre a compartir.
Sin embargo, creo que los dos podríais ser muy buenos amigos.

~ 92 ~
Se echó hacia atrás y cerró los ojos, evocando Elysium Manor. El camino a su casa
serpenteaba alrededor de un pequeño lago, dos tercios de cuya orilla estaban
enmarcados por un huerto de manzanos. El paisaje siempre le traía a la memoria
imágenes que su abuela le había regalado a través de las historias que le había contado
años atrás.

De acuerdo a la leyenda, Avalon fue el lugar al que llevaron al Rey Arturo para
recuperarse tras la Batalla de Camlann11. La abuela le había explicado que al abuelo le
encantaba escuchar historias del Rey Arturo cuando era pequeño y por eso había
rebautizado la propiedad con el nombre de Elysium Manor, porque le daba un aura
mística al nombre y porque el significado de Avalon era muy parecido al de Elysium.
Elysium le había sonado más mágico. Tanto Avalon como Elysium significaban isla de
manzanas, y el abuelo había plantado grandes extensiones de manzanos a lo largo del
camino más alejado del lago. Había sido su lugar favorito para montar a caballo desde
niña, especialmente durante el verano. A Danby le gustaba que le dejaran coger de vez
en cuando alguna manzana de los árboles, que siempre abundaban en verano.

Pudo identificar el momento justo en que el negro carruaje salía de la carretera y


entraba en el camino que llevaba a Elysium Manor, y dejó escapar un suspiro. Ya casi
estamos en casa. Sólo diez minutos más. Oyó el crujido de las conchas de ostras que
cubrían el camino al quedar aplastadas bajo el carruaje. Mamá había dado
instrucciones a los criados para que trituraran y esparcieran las conchas de crustáceos
siempre que sirvieran marisco. Había sido una costumbre familiar, y añadía un
atractivo elegante. Con el paso del tiempo, el camino de entrada se había convertido
principalmente en conchas hasta terminar en el camino circular de ladrillo delante de
la casa.

Llevada por un impulso, Lilian apartó a un lado la cortina para mirar. La casa se
alzaba frente a ellos sobre una suave pendiente. La mansión de ladrillo rosa y piedra
caliza gris, de estilo georgiano, tenía grandes alas de tres plantas al este y al oeste,
mientras que la casa principal era de cuatro plantas. Un gran camino circular delante
de la casa estaba pavimentado con ladrillo a juego.

Los tres carruajes de la familia se detuvieron, la maciza puerta de roble se abrió


y el ama de llaves y el lacayo les dieron la bienvenida. Chambers siempre viajaba a

11N. de T.: En la leyenda artúrica, la batalla de Camlann fue la batalla final del rey Arturo contra Sir Mordred, donde el monarca
fue herido mortalmente. Algunas fuentes dicen que la batalla fue ocasionada por un soldado que, contrariando las órdenes de su
general, desenvainó su espada para matar una serpiente. A esta señal, los ejércitos del rey Arturo y de Sir Mordred salieron a la
carga. La contienda se desarrolló a lo largo de una jornada entera de lucha, tras la cual, el mermado y muy inferior en número
ejército de Arturo derrotó a las sanguinarias hordas de sajones de Mordred. Ambos líderes cayeron al final del día, pero Arturo,
según cuenta la leyenda, fue trasladado aún vivo a Ávalon, donde probablemente todavía aguarda el momento de regresar al
mundo de los vivos para presentar batalla por, quizá, última vez. (Wikipedia)

~ 93 ~
Londres cuando abrían la casa de la ciudad, pero el viaje a casa le suponía un inmenso
esfuerzo porque no podía llegar a su puesto con la suficiente rapidez. Conocía a
Chambers y a Clara lo bastante como para saber que estarían supervisándolo todo en
cuestión de minutos, en el mismo momento en que sus pies tocaran el suelo. Como si
hubiera oído sus pensamientos, Chambers ocupó su posición habitual en la puerta,
haciendo que el ama de llaves y el lacayo retrocedieran.

—Milord, Lady Avalon, señoras, ¡bienvenidos a casa! —El robusto hombre tiró
de su chaleco como si estuviese eliminando cualquier arruga.

—Gracias, Chambers. No tenía que venir a toda prisa a recibirnos. Usted mismo
acaba de llegar a casa —declaró su padre al salir del vehículo.

Lilian siempre era la última. Se imaginó que Winston estaba trayendo hasta la
puerta la silla que mantenían aquí. Él la subiría en brazos por los escalones. No
encontraba ningún placer en esta parte de su regreso a casa.

Aún era temprano y Lilian tenía muchas ganas de ver a su caballo.

—¿Quieres venir a los establos conmigo, Lydia? Cooper debería conocer a su


hermano mayor.

—¿Hermano, dices? ¡Por favor! Danby es un caballo y tú no eres su madre. —Lydia


fingió exasperación.

—¿Me acompañas? Estoy muy emocionada por estar de vuelta en casa. —Lilian
sabía que Lydia iría con ella.

—Déjame primero cambiarme de vestido. ¡Estoy deseando quitarme esta ropa


polvorienta! —respondió Lydia.

Una hora más tarde, Lilian hacía rodar su silla de ruedas por un camino recién
enladrillado hacia los establos. Su padre había planeado que estuviese terminado
mientras estaban en Londres. Lilian estaba encantada con la sorpresa. Le facilitaba
mucho el acceso a su caballo. Los nuevos jardines entusiasmaron a Cooper. Caminaba
delante de ella, deteniéndose cada pocos minutos para asegurarse de que lo seguía. Lo
olfateaba todo: los dientes de león, la hierba, los árboles, los arbustos, todo, y marcaba
su territorio en la medida de lo posible. Lilian sonrió ante sus payasadas mientras
avanzaba por el sendero. Le llevó un poco más de tiempo que si la hubiesen empujado;
sin embargo, el camino tenía una ligera pendiente descendente desde la casa, así que
se movió sin obstáculos. Para volver a la casa requeriré algo de ayuda, pensó.

~ 94 ~
—Buenas tardes, milady —gritó Barney, con la sorpresa claramente reflejada en
su rostro. Se limpió el polvo de las manos, se acercó y la empujó hacia el patio del
establo—. Sé a quién ha venido a ver. Se alegrará muchísimo de verla, milady. Lo he
puesto en el Prado Largo.

—¡Oh, espero que sí! Le he traído una bolsa con rodajas de manzana de la cocina
—Lilian sacó una de su bolsillo.

—Hemos podido disfrutar de las manzanas que plantó su abuelo. Es una buena
época para ellas este año. Cook ya ha hecho varias tartas.

—Son mis tartas favoritas —exclamó Lilian—. ¡Comeré un trozo hoy, si es que
queda alguno!

Barney giró su silla delante de los establos y la hizo rodar a lo largo del camino
de servicio hasta uno de los potreros, utilizados generalmente para una yegua con un
nuevo potrillo.

—Ésto es lo más cerca que puedo llevarla. Su caballo estará aquí en un momento.
Envié a Ned a buscarlo. —Barney asintió a Cooper, que corrió hacia la silla y subió de
un salto a su regazo—. ¿Quién es este pequeñín, milady?

—Éste es Cooper —le dijo alegremente—. Lo encontré en Richmond Park. —


Lilian sacó un pañuelo de su bolsillo, lo desenvolvió y rompió un trozo de la galleta
que le había dado Cook—. Cooper, éste es Barney.

El perrito metió la nariz en el otro bolsillo de Lilian, sacó una rodaja de manzana
de la bolsa y empezó a comérsela.

—¿Te gustan las manzanas? Nunca me lo habría imaginado. Son para Danby,
pero no se lo diremos.

—¡Ruff! —Cooper ladró rápidamente. Barney acarició la cabeza del cachorro con
suavidad.

Un relincho agudo atravesó el aire y un alazán oscuro caminó hacia la valla, se


inclinó sobre ella, se acercó a su cabeza y le relinchó suavemente en el oído.

—¡Danby! —Lilian levantó los brazos y lo acercó, besándole la raya blanca de la


cabeza. Cooper saltó de su regazo, pero permaneció junto a ella, olfateando
furiosamente el aire circundante—. No parece tenerte miedo, Danby.

~ 95 ~
Danby sacudió la cabeza y relinchó.

Le rascó delicadamente la cara.

—Espero que seáis amigos. Ambos sois muy queridos para mí.

—¡Ar-ruff! —Un ladrido agudo la alertó y giró la cabeza.

—Traté de sorprenderte. —Lydia se echó a reír—. Parece que he llegado justo a


tiempo para la gran reunión.

—Lydia, mira a Cooper. —Éste se había acercado lentamente a la valla y estaba


intentando parecer lo más alto posible. Tenía los pelos de punta y miraba directamente
al frente—. No, Cooper. —Danby estiró el cuello y le dio un empujoncito al cachorro
con la nariz desde debajo de la valla. Cooper dio un salto hacia atrás en el aire y rodó
sobre sí mismo. Lilian se agachó y recogió al cachorro, poniéndolo en su regazo—.
Vaya, eso fue divertido, Cooper. Mi caballo sólo te estaba diciendo buenos días. Es muy
guapo, ¿verdad? ¡Mira cómo brilla su pelaje! Pronto conseguiremos que tengas el tuyo
igual de bien. —Sacó las rodajas de manzana de su bolsillo—. Danby, tengo algo para
ti. —Sosteniendo las rodajas en la palma de su mano, se las ofreció una a una a su
caballo, que tomó cada porción con delicadeza y la masticó antes de volver a por la
siguiente.

—¡Ruff! —El cachorro le lamió la nariz y ella le dio una.

—Ya veo cómo será ésto contigo —dijo Lilian entre carcajadas, abriendo el
pañuelo—. Aquí tienes, amiguito —le dijo, dándole el resto de la galleta. Se alegró al
ver que ya no devoraba la comida. Al contrario, tomó la comida con suavidad y pareció
disfrutarla.

—Yo también tengo algo para ti. —Lydia sacó un bastón de detrás de ella—. Lo
mandé hacer para ti. Pensé... bueno, eso no importa. Aquí tienes. —Se lo entregó a su
hermana.

Lilian miró el bastón. Era precioso. La lisa vara de caoba sostenía la cabeza de un
caballo. Se le hizo un nudo en la garganta. ¿Cómo podía hacer eso Lydia?

—Sabes que no puedo levantarme. —Intentó decir algo más, pero se le contrajo
la garganta.

—No has intentado caminar en mucho tiempo. Por favor, considéralo, Lilian.
Creo que ésto te ayudará. Puedes ponerte de pie aquí, con Danby y usar la valla para

~ 96 ~
conseguir más apoyo. Tus piernas funcionarán, estoy convencida de que lo harán. —
Lydia bajó la mirada hacia Cooper—. Cuento contigo para que seas una maravillosa
inspiración para mi hermana, amiguito.

—No sé si puedo hacer tal cosa. Los médicos... —Los ojos de Lilian se enturbiaron
y no pudo terminar su razonamiento.

—Los médicos dijeron que no entendían por qué no podías andar. Tengo fe en
que puedas. No tienes que intentarlo ahora mismo. —Una solitaria lágrima corrió sin
control por el rostro de Lydia—. Mandé hacer dos para ti. Pensé en dejar éste cerca de
Danby. Se puede guardar en su establo, para un caso de necesidad. —Lydia sonrió
suavemente, secándose la cara—. Creo que volverás a caminar, Lilian.

Su hermana la creía capaz de andar; Lilian sabía que sus piernas estaban inertes.
De repente ya no sintió placer de estar sentada junto al mismo prado donde había
aprendido a montar su primer poni. Quiso gritar; estaba frustrada y cansada de esta
silla. El regalo de su hermana le había llegado al corazón, pero se sintió angustiada.

—Lo intentaré, más tarde —consiguió responder con una apariencia de amable
cortesía—. Gracias, Lydia, por tan gentil regalo. —Le invadió el desasosiego—. Barney,
por favor, lleva a Danby a su establo. Quizá podría sentarme cerca de él y leer un rato.

—Muy bien, milady. —Barney se apartó de la valla y recogió el ronzal de Danby


del poste donde lo había dejado el mozo de cuadra.

—Siento como si te hubiera estropeado el día con mi regalo. —Lydia apretó la


mano de Lilian con cariño—. Te empujaré hasta los establos. —Dio un pequeño silbido.
Lilian recordó cuando, un verano de hacía mucho tiempo, convencieron a Jonathan
para que las enseñara—. Síguenos, Cooper. —Lydia empezó a empujar la silla de su
hermana—. Es un cachorro tan listo. —Impulsó hábilmente la silla de Lilian dentro del
establo contiguo a Danby y la colocó de modo que su caballo pudiera alcanzarla
inclinando la cabeza sobre el muro—. También dejaré ésto —añadió suavemente,
colocando el bastón de madera cerca de la pared—. Estará aquí cuando estés lista para
intentarlo. —Se dio la vuelta para marcharse justo cuando Barney acompañaba a
Danby a su establo.

—¿Necesitará su yegua castaña, Lady Lydia? —preguntó Barney, estirando la


cabeza por fuera del tabique del compartimento para buscar a Lilian con la mirada.
Hizo un rápido gesto con la cabeza hacia su nuevo bastón—. Pondré un gancho en este
extremo, donde no pueda hacer daño, de modo que su bastón se quede en el mismo
sitio por si lo necesita usted, Lady Lilian —añadió.

~ 97 ~
—Gracias, Barney. No, no necesitaré a Ginger hoy. Lilian, debo regresar a la casa.
No te quedes mucho tiempo y cojas frío. Mamá dijo que le había pedido a Cook que
sirviera un almuerzo ligero y que te dijera que esperaba que te unieras a nosotros.

—Gracias, Lydia. —Lilian comprobó que el freno estaba puesto y luego llamó a
Cooper. El perrito se había aventurado a rodear el tabique de separación, pero volvió
corriendo cuando ella silbó. Se dio una palmadita en el regazo y el animalito saltó a él.

Durante unos largos minutos miró a su alrededor, hacia las vistas que le
resultaban familiares. La yegua de su hermana solía estar en el establo de al lado. Pensó
en visitar a Ginger antes de marcharse, pero decidió dejar que Cooper se familiarizara
más con Danby primero. Levantó la mano y acarició el hocico de su caballo, que para
entonces se había apartado de su comedero y estaba inclinándose todo lo posible
alrededor del poste para resoplar sobre ella.

—Ten cuidado de que no se te enganchen las patas en la cadena, Danby, o Barney


te pondrá la brida. Parece que ésta será una visita más corta de lo que había planeado,
pero volveré mañana de nuevo y leeré para ti.

Se oyó un ruido sordo, como si algo pesado se hubiera desprendido de la pared


de la entrada del establo. Cooper empezó a ladrar, intercalando sus ladridos con un
extraño gañido.

—Quieto —ordenó a Cooper, pero él ya había salido corriendo en dirección al


sonido.

—Debo ver qué fue eso, milady. Volveré en un momento. —Barney se apresuró
a investigar el ruido y regresó pronto, llevando en brazos al perrito. El caballerizo se
quedó de pie ante ella, con cara de perplejidad y rascándose la cabeza—. Ha sido
extraño. Nunca antes se había caído el farol de la pared. Tenemos suerte porque se
apagó, o podríamos haber tenido un incendio. He vuelto a asegurarlo, pero lo
comprobaré de nuevo antes de volver a encenderlo. Su perro parecía muy angustiado,
milady. No paraba de saltar arriba y abajo como una pulga... y luego me trajo este trozo
de papel.

—¿Puedo verlo? —Estiró la mano para coger el ajado trozo de papel. Había algo
escrito en él, pero estaba tan desvaído que no podía distinguir las letras. Las que pudo
descifrar estaban dañadas a causa de la humedad o tal vez emborronadas por la mano
que las escribió—. No consigo entenderlo. ¿Puedes tú leer algo?

~ 98 ~
Esperó a que el caballerizo lo mirara. Barney sacudió la cabeza, claramente
consternado, y le devolvió la nota. Recordó que él no sabía leer y le ardió la cara al
darse cuenta de su desconsideración.

—Fue una gran suerte que ocurriera a la luz del día, cuando el farol está apagado
—murmuró ella en voz alta. Un escalofrío involuntario la estremeció al pensar en lo
que podría haber sucedido. Estaba siendo ridícula, se reprendió a sí misma. No se
había producido ningún daño; Danby y todos los caballos estaban a salvo. No había
ocurrido nada. Ese farol sería demasiado difícil de sujetar. Lilian volvió a pensar en lo
que había dicho Barney—. Parece bastante extraño, Barney. Pensé que era demasiado
pesado para levantarlo. Nunca he visto que nadie lo moviera. El abuelo lo mandó hacer
sólo para el establo.

—No, milady. Podemos levantarlo, pero nunca he tenido ocasión de hacerlo.

—¿Podrías, por favor, empujar mi silla hasta la casa? Creo que sería difícil
empujarla yo misma por la cuesta. —Sonrió levemente—. Me temo que los músculos
de mis brazos se han debilitado durante mi estancia en Londres.

—Sí, por supuesto, milady. —Barney quitó el freno y empujó a Lilian y Cooper
hacia el pórtico trasero, donde Winston ya estaba esperando. Barney inclinó la cabeza
de manera respetuosa y se encaminó de vuelta hacia el establo.

La puerta osciló lentamente tras ellos hasta cerrarse mientras Winston la llevaba
hacia el comedor, donde se reunió con su familia.

***

Nadie reparó en el hombre de pelo oscuro y bigote, vestido de negro, que salió
de detrás de los arbustos. Se metió un lápiz en el bolsillo y miró fijamente la puerta
durante unos instantes antes de darse la vuelta para marcharse.

~ 99 ~
Capítulo 12
Harlow se alegró de no haber estado solo en este viaje a Cornualles. Era agradable
tener a Max con él. Casi cuatro días a caballo le recordaron la vastedad de su país.
Afortunadamente, su ayuda de cámara, Haydon, se había adelantado y había
reservado alojamiento en todas las posadas de la ruta. Tener habitaciones garantizadas
era una increíble bendición. Con el fin de la Temporada, muchas familias estaban
regresando a sus propiedades rurales para descansar de los calores de Londres.
Calculó que les quedaban menos de cinco millas12 por recorrer y deberían llegar allí
alrededor de las diez, a pesar de que las últimas millas eran algunas de las más duras.

—Es una suerte que no hayamos visto señales de salteadores de caminos durante
este viaje. Con muchos de los miembros de la nobleza dirigiéndose a sus casas de
campo, ha sido una agradable sorpresa —le comentó a Max.

—Mucho. —La respuesta de Max sonó automática.

Echó un vistazo a su amigo para comprobar que Max no se había quedado


dormido.

—Max, Tintagel está sólo a unas pocas millas más adelante. Propongo que
descansemos unas horas cuando lleguemos y después vayamos al puesto de
vigilancia. —Max le lanzó una mirada de sorpresa que confirmó que la mente de su
amigo estaba en otra parte—. Un penique por tus pensamientos —le sonsacó.

—Estaba pensando en Maggie. Su cumpleaños será dentro de tres semanas.


Espero estar allí para celebrarlo juntos. —Max se palmeó el bolsillo—. Tengo un regalo
para ella.

—Sé que echas de menos a Maggie y al pequeño Nathan. ¿Compraste joyas? —


preguntó—. ¿Un anillo, quizás? —Sonaba inquisitivo y se sintió irritado por sus
propias preguntas. La mirada de suspicacia en la cara de su amigo le impulsó a
clarificar sus comentarios—. Teniendo en cuenta nuestra misión, me pregunto si ha
sido prudente traerlo a este viaje. —Max entrecerró los ojos y Harlow lamentó de

12 N. de T.: Ocho kilómetros. Una milla es igual a 1,60934 kilómetros.

~ 100 ~
inmediato su tono reprobatorio—. Discúlpame. Olvida lo que he dicho. Nadie se
atrevería a desafiarte por tus chucherías, amigo mío.

Max se encogió de hombros con desdén.

Sin duda el regalo sería una joya. El hombre estaba perdidamente enamorado.
Una punzada de celos recorrió a Harlow cuando se dio cuenta de que no tenía
cumpleaños, aparte del de su madre, por los que preocuparse.

—Te equivocas en lo que piensas… en ambos casos —Max interrumpió el


momento de autocompasión de Harlow—. Ésto no es una joya, y no quiero que se
extravíe. Ya me ha pasado antes, así que estoy teniendo cuidado con este regalo.

—Ahora tienes mi atención. ¿Qué podría ser lo suficientemente pequeño como


para llevarlo en el bolsillo y, sin embargo, no es una chuchería?

—Le compuse un poema, si quieres saberlo. Es bastante sencillo. Ella me retó a


escribir uno el año pasado, y no lo había hecho hasta ahora. Planeo sorprenderla.
Maggie tiene todas las joyas que pueda desear. —Max le dedicó a Harlow una sonrisa
divertida y miró fijamente a lo lejos—. El sol está asomando entre las nubes. Parece
que va a ser un día espléndido. Ha sido una suerte que la lluvia sólo haya caído por la
noche estos últimos días. Willow odia viajar bajo la lluvia, y estoy de acuerdo con ella.

—¡Espera! ¿Le escribiste un poema a tu mujer? —preguntó Harlow, incapaz de


ocultar su diversión—. ¡Déjame adivinar! Las rosas son rojas, las violetas son azules,
tú eres mi tesoro y yo te amo —remarcó, complacido por su ocurrencia.

—Nunca habría pensado que eres un romántico, pero eso está bien, Harlow. Te
has convertido en Lord Byron ante mis ojos —replicó Max con voz burlona—. Por
suerte, no necesito copiar ese poema. He creado el mío propio.

—Espero escucharlo con la respiración contenida. —Harlow se reía mientras


hablaba.

—Muy bien. Puedo compartirlo. —Max sacó el escrito, lo desdobló y lo sostuvo


frente a él—. Quiero que sepas que me apetece hacerte partícipe de ésto sólo porque
eres como un hermano para mí. Te prometo que si te burlas de mí...

—¡Venga! —le interrumpió Harlow, sonriendo. Los dos hombres redujeron la


velocidad de sus caballos hasta el trote.

Max respiró hondo y exhaló lentamente.

~ 101 ~
—Ten en cuenta, Harlow, que nunca he hecho ésto antes...

Fue una noche como aquélla en la que nos conocimos,


Que, por mi vida, nunca olvidaré.
Brillantes estrellas en el cielo, centelleaban arriba,
Cuando bailamos y nos besamos, y nuestros corazones encontraron el amor.
Te apartaron de mi vida,
Mi futuro, mi amor, fue despreciado,
Mis labios y mi corazón,
Oh, la desdicha quemaba.
Hasta el día en que te encontré,
Cuando nuestras heridas eran tan profundas,
Luché por ignorarte,
El precio, mi corazón, era demasiado elevado.
Las estrellas y la luz de la luna iluminaban el cielo,
Te encontré, con el cuerpo roto,
Un pequeño perro a tu lado.
Un incondicional defensor era,
Mi admiración creció,
Dos corazones guiaron el camino que finalmente conocimos,
Mi vida, mi amor,
Maggie, tan fiel, para siempre mi esposa.

Harlow permaneció en silencio durante un largo momento.

—A tu esposa le encantará, Max.

—Gracias. No obstante, será aún mejor que vuelva a casa con una chuchería para
ella —bromeó—. Eso es lo que espera. —Dobló el papel y metió el poema en su
bolsillo—. No puedo negarle nada.

—Tu poema cuenta vuestra historia. Maggie desapareció con ni siquiera una
palabra y te rompió el corazón. La encontraste cuando ella necesitaba un héroe —
añadió Harlow, esperando sonar reconfortante.

~ 102 ~
Max sonrió. Los dos hombres instaron a sus monturas a ir un poco más rápido,
pero manteniéndose a un ritmo razonable, permitiendo la conversación.

—Ha pasado casi un año —comentó Harlow—, pero aún es desconcertante que
os hayáis vuelto a encontrar el uno al otro. —Soltó una risa forzada—. No puedo
burlarme de tu poema. Ojalá tuviera a alguien que me suplicara uno. —Se le oprimió
la garganta. Quería desear amor, pero el miedo a asustar a la mujer amada permanecía
en su corazón.

—Creo que nada es imposible, Harlow —susurró Max—. Pienso que estar unido
a la persona adecuada podría ayudar a sanar tu alma. Parece que tu corazón ya lo ha
decidido, así que puede que tu mente tenga que acostumbrarse a la idea.

—Todavía no estoy seguro. Mis pesadillas han aumentado. —Harlow trató de


mantener un tono ligero. Por dentro, se preguntaba si Max podría tener razón—. El
matrimonio no se me había pasado por la cabeza hasta que me mostraste esa apuesta
en White's.

—¿Estás diciendo que la apuesta fue algo bueno? —incitó Max, burlón.

—Yo no iría tan lejos. Haré que sangre la nariz de alguien si averiguo de quién
es esa apuesta —respondió Harlow.

—¿Golpearías a la viuda? ¿Tanto te ha alterado el ánimo? —Max arqueó una ceja,


soltando una carcajada cínica.

—No, por supuesto que no. Sin embargo, cuando encuentre al hombre que la
escribió, estará en problemas. —Instó a su caballo a avanzar. Una gran bandada de
gansos voló de repente desde la densa zona boscosa junto a ellos. El ingenio de Max le
había nublado los sentidos—. No estábamos prestando atención y me temo que nos
están siguiendo.

—¿Los pájaros? —susurró Max.

—Sólo un animal grande o una persona crearía un abandono tan precipitado de


los árboles. Mira, hay cientos de ellos. Cabalguemos, y con rapidez. Hay una
bifurcación a menos de una milla que gira a la izquierda y luego retrocede para
retomar la carretera. Preferiría ver quién nos sigue.

Espesos bosquecillos de árboles bordeaban la carretera a ambos lados. Era el


lugar perfecto para los salteadores de caminos. De todas las cosas inesperadas, ellos
no necesitaban ese tipo de distracción. Harlow se reprendió en silencio por no prestar

~ 103 ~
atención y dejarse distraer por sus problemas. Debería ser mucho más astuto, pensó.
Afortunadamente, el camino a seguir prometía más pastos intercalados con pequeños
grupos de árboles.

—La bifurcación está más allá de la siguiente curva —señaló, vocalizando las
palabras.

Max asintió con la cabeza y pusieron a sus caballos al galope. La bifurcación


estaba a media milla, justo antes de Tintagel. La tomaron, cabalgando a través de un
campo de hierbas altas, manteniendo el polvo al mínimo, hasta que divisaron otra gran
extensión de denso bosque que podían utilizar como refugio.

Apenas acababan de esconderse cuando un jinete vestido de negro apareció en el


camino que tenían delante, montado en un caballo tordo. Parecía tener prisa; el cuello
del caballo estaba estirado y le goteaba espuma de la boca. El jinete llevaba la cabeza
baja, cubierta por un sombrero negro de ala ancha. El único rasgo que Harlow pudo
ver fue un fino y peculiar bigote, y sin embargo estaba seguro de que había algo que
le resultaba familiar.

—¿Lo reconociste? —preguntó Harlow.

—No, no lo hice. El estilo de su bigote es bastante raro para esta zona. No suelen
estar tan bien cuidados —respondió Max. Inclinó la cabeza en dirección al jinete—.
Deberíamos seguirle, tengo la sospecha de que volveremos a verle.

—De acuerdo. —Harlow azuzó a su caballo para que avanzara y los hombres
partieron una vez más a paso rápido, siguiendo el polvo levantado por el caballo gris
camino adelante hacia Tintagel.

—No veo ningún jinete —dijo Harlow cuando tiraron de las riendas ante una
posada construida con piedra clara y madera oscura—. Sin embargo, aquí es donde
nos alojamos. Haydon nos reservó habitaciones aquí, en La Doncella Alegre.
Deberíamos descansar. Se supone que De... Cressey dejará dicho dónde encontrarnos
con él. Creo que será un mensaje cifrado o algo similar. —Dirigieron sus caballos hasta
el establo, junto a la posada. Un joven alto y delgado, de pelo rubio, caminó hacia ellos.

—¿Puedo encargarme de sus caballos, milores? —ofreció. Los dos hombres


desmontaron y entregaron las riendas al mozo de cuadra antes de desenganchar las
alforjas de sus monturas—. Soy Michael, el jefe de establo —continuó—. ¿Necesitan
que compruebe las herraduras? La herrería está allá. —Señaló hacia el taller de forja
donde un hombre corpulento y calvo martilleaba el hierro sobre el yunque con fuertes
golpes.

~ 104 ~
—Gracias —respondió Harlow—. Sí, haz que el herrero les eche un vistazo, si no
te importa. Además, aliméntalos y dales de beber. Puede que los necesitemos en unas
horas, así que necesitan estar bien descansados. Ah, y también frótalos para limpiarlos,
por favor.

—Sí, milores. —Se quedó allí de pie, esperando.

—Aquí tienes —añadió Harlow, dándose cuenta de que el chico esperaba unas
monedas. Le dio un chelín—. Cuídalos bien.

—Lo haré, milores. —Michael tiró del ala de su sombrero. Se embolsó la generosa
propina y entró con los dos caballos en el establo.

—Espero que Haydon reservara dos habitaciones. Salió poco después de que
DeLacey se fuera para reunirse con su familia, así que debería haber tenido tiempo. Si
no, debe haberme dejado una nota aquí con instrucciones sobre dónde conseguir
alojamiento en su lugar —comentó Harlow mientras caminaban hacia la entrada
trasera de la posada.

Max le dio un golpecito con el codo.

—No te des la vuelta hasta que lleguemos a la puerta, pero el caballo gris que
acabamos de perseguir está atado en la taberna de enfrente.

Harlow escudriñó periféricamente el otro lado de la calle mientras abrían la


puerta de la posada y le hizo a Max un breve gesto de reconocimiento con la cabeza.
Entraron en la posada y se detuvieron un momento para que sus ojos se adaptaran a
la escasa luz. Las paredes estaban revestidas de paneles oscuros. Unas ventanas de
pequeños paneles, oscurecidas con cortinas rojas, sólo dejaban pasar algo de luz. El
olor a sebo barato y cerveza les recibió.

—¡Bienvenidos a La Doncella Alegre, milores! —les saludó un posadero


larguirucho y con anteojos. Estaba casi calvo, excepto por una mata de pelo rubio
blanquecino peinado hacia la parte delantera de la cabeza—. ¿En qué pueo ayudarles
esta bella tarde?

—Lord Harlow y Lord Worsley, patrón. Creo que tiene habitaciones a nuestros
nombres. —El posadero se colocó detrás del mostrador, que le llegaba a la altura de la
cintura, y abrió un libro de cuentas. Se agachó sobre la página, entrecerrando los ojos
para ver las entradas, recorriendo la hoja con la punta del dedo.

~ 105 ~
—¡Ah! Aquí está. Mi señá está arriba limpiando sus habitaciones. Bajará
enseguida. Su hombre dijo que llegarían aquí esta noche.

—Gracias. ¿Tiene un salón privado? Agradeceríamos una comida si tiene algo


apropiado para dos viajeros hambrientos —preguntó Max.

—Sí, lo tenemos, señores. Por favor, síganme. Hay una dama que lo está usando.
Está comiendo sola, pero hay dos mesas grandes y puen tener la suya propia. ¿Les
parece aceptable? —preguntó el posadero.

—Mientras pueda tolerar nuestro aspecto polvoriento, no tenemos


inconveniente. Traiga una jarra de cerveza y dos vasos, ¿quiere? —añadió Harlow—.
¿Qué van a servir hoy?

—Hoy es nuestro día del pastel stargazy13; si les gustan las sardinas, lo
encontraran sabroso. También tenemos empanada de Cornualles recién hecha y sopa
de almejas.

Harlow miró a Max, quien se encogió de hombros.

—Tomaremos el pastel de sardinas y la empanada de Cornualles, y un plato de


su queso yarg14 y galletas saladas. —Había descubierto el queso yarg en la última visita
que hicieron y disfrutaba de su sabor ligero, cremoso y parecido al queso cheddar.

El posadero inclinó la cabeza como gesto de deferencia y señaló la puerta que


estaba a su lado.

—Les avisaré cuando sus habitaciones estén listas.

Los dos hombres entraron en la habitación. Harlow vio un destello de satén rojo,
pelo rubio y una pluma negra de sombrero al cerrarse otra puerta al otro lado de la
sala. Se miraron el uno al otro. Aunque estaba detrás de él, Max también había visto la
desaparición de la mujer. Sus cejas se alzaron. Harlow cruzó corriendo la habitación,
golpeándose contra las sillas con el objetivo de llegar a la puerta para mirar. Otra
puerta que daba al exterior se cerró, y corrió rápidamente a abrirla. No había ni rastro
de la mujer.

13 N. deT.: El stargazy pie (literalmente, pastel mirar las estrellas) es un plato de Cornualles hecho con sardinas al horno cubiertas
con una corteza de masa, relleno de huevos duros, patatas, tocino, crema con sabor a mostaza y sardinas enteras. Las sardinas se
disponen con las colas hacia el centro del pastel y las cabezas asomando a través de la corteza por el borde, de forma que parece
que están mirando hacia las estrellas. (Wikipedia)
14 N. de T.: Cornish Yarg es un queso de leche de vaca semiduro elaborado en Cornualles. Antes de dejarlo madurar, el queso se

envuelve en hojas de ortiga para formar una corteza comestible, aunque mohosa. (Wikipedia)

~ 106 ~
—Maldición, no veo nada. —Miró fijamente a Max, perplejo—. Estaba seguro de
que era ella. Tal vez estoy dando a estos incidentes más importancia de la que tienen.
—Cerró la puerta, sacudiendo la cabeza. Sin embargo, no pudo ignorar el escalofrío
que le recorrió los hombros.

—Sé lo que vas a decir, Harlow. Yo pienso igual. Deben estar herrando a nuestros
caballos. Si ella está aquí, averiguaremos el por qué más tarde. —Max habló
despacio—. No queremos atraer una atención indebida sobre nosotros corriendo como
liebres por las calles.

—Parece demasiada coincidencia. No puedo deshacerme de la sensación


amenazadora que su presencia me acaba de dar. Estoy convencido de que era ella... —
Harlow sacudió la cabeza, tratando de despejarla—. Tienes razón, como de costumbre.
Necesitamos comer y descansar. Ella no puede habernos visto, lo que me hace creer
que la viuda sabe que estamos aquí pero no es consciente de que la hemos descubierto.

—Si es que era de verdad ella —corrigió Max.

—Como quieras. Ambos vimos lo mismo, ¿no es así? Sabemos que esa figura era
ella. Lo que aún no comprendemos es por qué la viuda está aquí. DeLacey se reunirá
con nosotros pronto. Puede que tenga más información. Creo que deberíamos
continuar discutiéndolo en nuestra habitación después de comer. —Harlow bajó la voz
a un leve murmullo. Empezaba a sucumbir al cansancio.

Sacó una silla y se sentó. Max le siguió. La puerta se abrió y entró la que parecía
ser la mujer del posadero con una criada detrás de ella, ambas portando bandejas. La
criada parecía la hija mayor y permaneció cerca de la mujer.

—Mija, Lizzy, les servirá la cerveza, mientras yo preparo la cena, buenos señores.
Sus habitaciones están listas. Las limpié yo misma. Sus cosas han sido llevás arriba. Sus
habitaciones son la tercera y cuarta puerta a la derecha. Caramba, el negocio ha estado
hoy muy animao —añadió sonriendo—. Tenemos una pequeña fiesta en este día y
estamos un poco atrasadas. Mis disculpas por las molestias. Todas las habitaciones
cierran por dentro. —La mujer bajita y regordeta ayudó a Lizzy a poner la mesa.

—La comida tiene muy buen aspecto. Gracias. —Harlow cogió su vaso y bebió
un sorbo. La cerveza estaba fría y espumosa, y le supo muy bien a su garganta reseca—
. Está buena. —Inclinó la cabeza en señal de agradecimiento.

Ambas mujeres hicieron una reverencia y salieron de la habitación.

~ 107 ~
—Nunca he comido pastel de sardinas —dijo Max después de que se cerrase la
puerta—, pero estoy dispuesto a intentarlo.

—Es una especialidad local. Lo encuentro delicioso, pero las cabezas de pescado
que me miran de ese modo, no me atraen. Tengo que cerrar los ojos y comer.

Max soltó una sonora carcajada que provocó que Harlow riera entre dientes.
Brindaron y se zambulleron en su festín.

Una hora más tarde se dirigieron a sus habitaciones, deteniéndose primero en la


de Harlow. Encontraron una nota en la mesita junto a la cama, sellada con una letra
"C" lacrada y dirigida a Harlow.

Os vi llegar. Encontradme en el lugar previamente hablado a las siete en punto.

C.

Harlow le pasó la nota a Max.

—Bien. Tal vez pueda arrojar algo de luz sobre los movimientos de la viuda.
Espero que todo pueda esperar hasta que haya descansado al menos un par de horas
—murmuró Max.

—El largo viaje y una barriga llena me hacen desear echarme a dormir. —Harlow
asintió en conformidad—. Tenemos varias horas antes de que debamos estar allí. Una
siesta me reclama. —Miró por la ventana hacia la tranquila calle—. La oficina de
correos está probablemente a menos de media hora de aquí.

Max asintió y se detuvo en la puerta.

—Creo que deberíamos reunirnos con Avalon pronto.

Imágenes de Lilian flotaron a través de la mente de Harlow.

—Estoy de acuerdo. Me gustaría asegurarme de que han llegado bien a casa. Le


envié una nota por medio de Haydon y le indiqué que iríamos hoy de visita, si nos es
posible. —Lo que realmente quiero es ver a Lilian.

~ 108 ~
Capítulo 13
Lilian se incorporó y, estirándose, miró a su alrededor. Se sentía renovada. Aun
así, tardó un momento en orientarse y darse cuenta de que ya no estaba en aquel
polvoriento y traqueteante carruaje, ni se despertaba en una posada. Su alcoba en la
mansión Elysium era una agradable visión. Adoraba los muebles chinos de mimbre
que le había regalado su abuela: un pequeño escritorio, una silla de mimbre con
respaldo en forma de medallón15 y una cama con dosel a juego. Los muebles
aumentaban la elegancia de la habitación con su madera dorada sobre blanco y su tela
azul cielo con grandes flores marfiles y doradas.

—Despertar en esta habitación siempre me hace sentir alegre —murmuró para sí


misma. Decidida a no perder ni un segundo del día, llamó a su doncella.

El sol brillaba y una leve brisa procedente de la ventana abierta, transportando el


olor a rosas, excitó sus sentidos. Miró a Cooper, que roncaba suavemente sobre la
almohada a su lado.

—¡Despierta, amiguito! —Le dio un amable empujoncito y él se levantó y se


estiró—. Ésa es una forma divertida de estirarte, pero apuesto a que hace que tu
espalda se sienta mejor. Ojalá yo pudiera estirarme de esa manera. —Le encantaba
descubrir su personalidad. Había pasado casi una semana y estaba empezando a
sentirse muy cómodo. Su cuello también estaba casi completamente curado.

Le picaba el pie y, distraídamente, echó la colcha hacia atrás y se lo rascó. La


puerta de su dormitorio se abrió y Clara entró con una bandeja de comida. Lilian
volvió a cubrirse con la colcha.

—Buenos días, Clara. —No pudo evitar que su voz burbujease de felicidad.

—Buenos días, milady. ¡Parece que hoy está de buen humor! Le he traído el
desayuno. Su señoría desea ir al pueblo. Planea partir en dos horas y me ha pedido
que las prepare a usted y a Lady Lydia. Desea que ambas vayan con ella. La he dejado

15 N. de T.:

~ 109 ~
dormir todo el tiempo que pude… y permítame decirle que me complace que le haya
sentado tan bien —dijo jovialmente.

Clara dejó sobre la mesa la bandeja que llevaba.

—Le he traído sus platos favoritos: huevos pasados por agua, beicon, tostadas
con mantequilla y unas lonchas de jamón. ¡Es necesaria una buena comida para
empezar el día! —Su doncella se acercó a la ventana y descorrió las cortinas azules,
atándolas a los lados.

—Huele delicioso. —Lilian se sentó—. Me encantará ir con mamá a la villa. Será


agradable visitar las tiendas. Me gustarían algunas cintas y otros adornos para renovar
mi guardarropa y... —Lilian dejó de hablar cuando se dio cuenta de que su ánimo era
más ligero de lo que había sido en meses. ¿A qué se debía? Echó un vistazo a su cachorro.
Cooper estaba sentado tranquilamente en el suelo, mirando la bandeja—. Para ser un
pedigüeño eres muy educado, ¿no? —bromeó, divertida por ese aspecto de su
personalidad.

Clara destapó un pequeño cuenco blanco al fondo de la bandeja.

—Ésto es para Cooper. Su madre sugirió que también le subiera el desayuno. —


Se carcajeó—. No he visto a su madre tomarse tanto interés por un animal en años. —
Cuando Lilian enarcó las cejas por su excesiva familiaridad, Clara añadió con
delicadeza—: Es bonito de ver. Incluso ha dado instrucciones a Cook sobre una dieta
adecuada para él. —Sonando más como una mamá oca que nunca, dejó el cuenco en
el suelo y dio un paso atrás.

Cooper lo bordeó, olfateando con cautela. Lanzó una rápida mirada de


reconocimiento y se zambulló en su desayuno, casi aspirando el cuenco de comida.

—¿Eso fue una sonrisa? Clara, estoy convencida de que ha sonreído —exclamó
Lilian—. Mi querido amiguito es justo el tónico que necesito. Me aligera el corazón.

—Creo que sí, pero también lo hace Lord Harlow —agregó Clara suavemente, y
su rostro se coloreó de inmediato—. Le ruego que me disculpe, milady.

En lugar de disgustarse por el comentario de Clara, Lilian se sintió reconfortada.


John había compartido una parte de sí mismo con ella; había confiado en ella. Sus
pesadillas debían de ser terribles para impedir que un hombre tan feliz uniera su vida
a la de alguien. Un sentimiento de protección la recorrió. Yo quiero ser esa persona.

~ 110 ~
Clara dejó el vestido mañanero de raso blanco y lavanda de Lilian en su silla y
colocó encima la ropa interior recién lavada.

—Termine de desayunar, milady, y volveré en un momentito para vestirla. —


Acarició la mano de Lilian y salió de la habitación.

A Lilian le encantó el vestido elegido por Clara. Era su favorito, sobre todo por
su pequeño estampado floral en lavanda y blanco. Su padre nunca dejaba de alabarla
cuando lo llevaba, diciendo que el vestido hacía que sus ojos parecieran de color
turquesa. Ella sabía, por los muchos comentarios recibidos a lo largo de su vida, que
sus ojos eran de un color poco común. Distraída, colocó la bandeja en su regazo y de
repente se dio cuenta de lo hambrienta que estaba. Cooper no sería el único en atacar
la comida esta mañana, reflexionó mientras masticaba un trozo de jamón.

Vestida, y con tiempo de sobra, llamó a Winston y le pidió que la ayudara a


sentarse en el asiento forrado de terciopelo azul de la ventana, para poder leer la última
novela de Una Dama, Mansfield Park16. A menudo se preguntaba quién escribía tras el
seudónimo de Una Dama, pero se sintió afortunada de haber adquirido un ejemplar
en Londres, pues ya estaba agotado en la mayoría de las librerías. Extendió la mano
hacia Cooper, que se había acurrucado cerca de ella, y le rascó suavemente detrás de
las orejas.

—Lady Bertram, de Mansfield Park, encarcela a sus pequeños carlinos en su


regazo. Nosotros no te haremos eso, mi dulce niño. Tal vez esta tarde podamos volver
a visitar a Danby. Llevaré más manzanas. —Su voz hizo que el perrito levantara las
orejas y se arrimase meneándose.

Al oír pasos en el pasillo, dejó su libro en un rincón.

—Creo que es hora de ir al pueblo, Cooper. Tendrás que comportarte mientras


estoy fuera. —Le toco la nariz de manera juguetona—. No comas demasiado. Me temo
que Cook también te está cogiendo cariño, ¡y eso podría causarte problemas si
engordas demasiado! —El pequeño perro gimoteó y saltó del asiento, como si
protestara por su advertencia sobre Cook. Su gemido de reproche divirtió a Lilian—.
¡Vamos, no dije que no te daría nada de alimento!

Se abrió la puerta y entró Clara, seguida de Winston.

—¿Está lista para bajar, milady?

16N. de T.: Mansfield Park es una de las novelas de Jane Austen. Fue escrita entre 1812 y 1814. Es quizá el texto más sombrío y
perturbador de Austen. (Wikipedia)

~ 111 ~
Ella odiaba esta práctica por todo lo que representaba, pero se alegraba de tener
una silla de ruedas arriba y otra abajo. Le daba una pequeña cantidad de
independencia para moverse por la casa por sí misma.

Cuando Lilian asintió, Winston la levantó del asiento de la ventana. Cooper dio
un ladrido corto y protector y los siguió hasta las escaleras.

—¡Pero bueno! Creo que está cuidando de usted, milady. Está claro que la
considera suya y sólo suya —comentó Clara con su habitual tono animado mientras
bajaba las escaleras detrás de Winston. Cooper también seguía de cerca a Winston,
algo que se había convertido rápidamente en habitual.

—¡Ah, excelente, querida! Estaba a punto de llamarle, Winston. —La condesa dio
un paso atrás—. Lady Lydia está esperando a su hermana en el carruaje.

El fornido lacayo asintió y llevó a Lilian hasta el reluciente vehículo gris oscuro,
colocándola en el asiento de terciopelo azul oscuro. Era el carruaje favorito de su
madre, quizá por los caballos grises que tiraban de él. Al menos no es el transporte en el
que llegamos ayer a casa. Probablemente aún lo estén limpiando, meditó Lilian mientras se
ajustaba el vestido. ¡Estoy segura de que tendrán que arreglar el hundimiento permanente en
el asiento por haber estado sentada allí tanto tiempo!

Se asomó por la cortina y vio a su madre bajando los escalones a toda prisa, con
el bonete de Lilian y la pelliza colgada del brazo. Debe de haber una abeja en el sombrero
de mamá, pensó con ironía. Su madre no perdía el tiempo cuando decidía algo, pero
esta excursión parecía más bien precipitada. El clima aún era lo bastante cálido como
para que pareciera adecuado viajar sin abrigo. Había planeado ponérselo justo antes
de llegar.

—Hoy tienes un estado de ánimo eufórico, hermana —dijo Lydia en voz alta
desde el otro lado del carruaje.

—Me siento más descansada —respondió Lilian.

—Parece algo más que eso —añadió Lydia en tono divertido.

—De verdad, eso es todo —protestó Lilian, manteniendo la voz ligera. No estaba
dispuesta a permitir que Lydia la arrastrara a una conversación sobre Lord Harlow,
especialmente con mamá presente. ¿Y si él ha cambiado de opinión sobre darnos la
oportunidad de desarrollar un vínculo? Nunca dejaría de oír hablar del tema.

~ 112 ~
—No era mi intención disgustarte ayer, Lilian —comentó Lydia, observando a su
madre. La condesa estaba dando instrucciones de última hora a Clara delante de la
escalinata de acceso a la casa.

—Disculpa, yo... Oh, ¿te refieres a darme ese bastón? Es precioso. Lo intentaré,
pero no quiero decepcionar a nadie. No tengo sensibilidad en las piernas. Tengo miedo
de ponerme de pie y caerme.

—Estoy convencida de que eso no sucederá. Me gustaría ayudarte a intentarlo,


si me dejas. —Lydia movió la cortina de su lado del carruaje—. Mamá viene ya. Lo
discutiremos más tarde.

La condesa entró en el vehículo y se sentó al lado de Lydia.

Mamá prefiere estar de espaldas al conductor, pensó Lilian, y luego sacudió la cabeza,
descartando la idea.

—Mamá, ¿crees que en la Confitería aún sirven helados? —preguntó Lilian—. Me


encantaría uno si tenemos tiempo. —Recordó el comentario de John en el parque sobre
los helados de frambuesa y se preguntó si ése sería su sabor favorito.

—Eso estaría bien; también podría ser una manera agradable de finalizar nuestra
excursión. Chicas, espero que no os importe que os haya llevado a toda prisa. Vuestro
padre sugirió este viaje a la villa, pensando que nos vendría bien a todas, y me gustaría
aprovechar la oportunidad para encargarnos un vestido nuevo a cada una. Estaba
pensando en un lavanda profundo para ti, Lydia, y para ti, Lilian, tal vez una seda azul
cian o incluso magenta —anunció—. No obstante, los colores los elegiréis vosotras.

—Eso suena muy bien, mamá —intervino Lydia—. Lord Yarstone dijo vendría
de visita en breve. No he sido tan osada como para ofrecérselo, por supuesto, pero
¿crees que podría quedarse aquí en lugar de tomar habitaciones en una posada?

—Me atrevería a decir que eso podría arreglarse, querida. A todos nosotros nos
gusta la compañía de Lord Yarstone —respondió su madre.

En cualquier momento se volverá hacia mí. Lilian echó una ojeada a su hermana y
notó su sonrisilla burlona de suficiencia. Te divierte alborotar el gallinero, ¿verdad? Me
encantará devolvértelo, hermanita, prometió Lilian, dedicándole a Lydia una sonrisa
socarrona cuando su madre miró hacia otro lado.

~ 113 ~
—Lilian, tu padre mencionó el hecho de que Lord Harlow planea visitar Tintagel.
No debemos olvidarnos de nuestra hospitalidad. Estaré feliz de ofrecerle alojamiento
también —añadió su madre.

Lilian fingió asombro.

—Gracias, mamá. Eso es muy amable, sin duda. No obstante, aunque Lord
Harlow me informó de que él y Lord Worsley tenían asuntos pendientes en
Cornualles, no hizo ningún anuncio de una fecha específica, como ha hecho Lord
Yarstone. —Eludió el tema con delicadeza.

—Qué raro. Tal vez él quería que fuera una sorpresa —añadió su madre
alegremente—. Lo cierto es que tu padre ha recibido hoy una misiva de Lord Harlow
preguntando si podía recibirlos, a él y a Lord Worsley, esta tarde. —Lady Avalon
jugueteó con su pelliza dorada e inclinó ligeramente su sombrero.

Sin ser consciente de ello, la boca de Lilian formó una O. ¿Para qué podría estar a
punto de reunirse con su padre? Sabía que él no estaba listo para pedir su mano. Un ligero
temblor la estremeció mientras le invadía un sentimiento de aprensión.

El olor a sal marina y el sonido de las ovejas balando suavemente al fondo


indicaban que se estaban acercando a la villa. A medida que el carruaje avanzaba hacia
el pueblo de Tintagel, el camino de tierra pronto cambió a adoquinado, haciendo el
viaje un poco más accidentado. Los tejados de paja y de pizarra adornaban la parte
superior de los pequeños edificios de piedra caliza blanca y de madera oscura,
alineados en hileras que se ramificaban desde la calle principal. La vista la animó y se
negó a pensar que algo horrible pudiera estar a punto de ocurrir. La voz de su madre
la interrumpió.

—Queridas, creo que dos horas en el pueblo deberían ser suficientes, ¿no estáis
de acuerdo?

Debería haber sabido que algo andaba mal cuando mamá insistió en salir de manera tan
rápida. Obviamente estaba haciendo de las suyas, esperando que estuviéramos en casa a tiempo
para recibir a Lord Harlow. Lilian era consciente de estar sintiendo cierta irritación, pero
le resultó difícil mantenerla. El sueño que su madre tenía para ella se había convertido
en su propio sueño, pero nunca lo admitiría. No podría soportar la decepción.

Su madre dio un golpecito en el techo del carruaje y éste se detuvo delante de la


tienda de Madame Chandos. La amistad de las dos damas había durado toda la vida,
y mamá siempre encargaba varios vestidos cuando volvían de Londres. Las costureras
de Madame Chandos elaboraban trabajos muy elegantes a un precio más económico

~ 114 ~
del que se podía encontrar en Londres. Mamá podía pasarse horas estudiando
minuciosamente patrones y telas, en especial si había llegado un nuevo cargamento de
encaje.

Winston ayudó a Lilian a sentarse en su silla de ruedas y la empujó dentro de la


tienda. La mayor parte de la luz de la tienda procedía del gran escaparate de cristal de
la parte delantera y de dos lámparas de aceite situadas en la parte posterior, detrás de
un largo mostrador. Telas y encajes cubrían grandes mesas planas que llegaban hasta
la cintura. Las paredes estaban cubiertas de estanterías con cientos de rollos de tela
colocados uno al lado del otro, organizados según colores y texturas. Unas mesas altas
con elevados taburetes flanqueaban cada lado del mostrador, proporcionando espacio
para que la clientela pudiera examinar los grandes libros de patrones. La pared del
fondo se abría a dos pequeños vestidores para las clientas y a un diminuto despacho.
Lilian miró a su alrededor, con la secreta esperanza de que el sentido de urgencia de
mamá les ayudara a salir de allí rápidamente.

La puerta de la tienda tintineó cuando entraron, alertando a la modista de su


presencia, que se apresuró a darles la bienvenida.

—Bienvenu, chères amies —dijo efusivamente la dueña de la tienda—. Es un placer


verla, amiga mía. ¿En qué puedo ayudarle?

—Madame, ha pasado mucho tiempo. Llegamos a casa justo ayer, y quería hacer
que ésta fuera mi primera visita.

—Estoy muy contenta de verlas a todas, milady. ¿Han tenido una buena estancia
en Londres? Tenía pensado visitarla, pero últimamente he estado muy ocupada —
respondió la modista.

—Mis hijas y yo necesitamos vestidos nuevos de mañana y de noche. Quizá dos


para cada una. Tengo algunos colores en mente, pero, por supuesto, la selección final
será de ellas… a menos que su buen gusto habitual las abandone. —Una tela cerca de
la esquina de la mesa captó la atención de su madre y se acercó a ella.

—Sus chicas son tan hermosas —elogió la propietaria—. Lady Lydia adora los
rosas, pero tal vez un vestido crema y lavanda quedaría bonito.

—Es justo lo que había imaginado —presumió su madre. Se volvió hacia Lydia,
que estaba tocando un encaje con el dedo.

—Ah, tiene buen gusto, Lady Lydia. Ésto justo acaba de llegar. Es mi último envío
de encaje belga; el más fino de Bruselas —añadió Madame Chandos con orgullo—.

~ 115 ~
Quedaría un hermoso sobrevestido con este encantador satén lavanda. —Puso las telas
juntas y el brillo atrapó la luz de la ventana.

Lydia asintió dando su aprobación.

—Sería hermoso, mamá. —Había descubierto un terciopelo magenta en un


lateral y dirigió la atención de su madre hacia él—. ¿Puedo tener un nuevo traje de
montar, mamá? Es precioso.

Su madre se llevó el dedo a los labios.

—Tenía en mente un color similar para tu hermana, pero si tanto lo deseas, y si


Lilian no tiene objeción, no veo razón para negarme. Te quedaría de lo más encantador.

Todos los ojos se volvieron hacia Lilian.

—Soy feliz con lo que decidas, mamá, de verdad.

—Ah, chèrie, será feliz. Espere y verá. —Madame Chandos condujo a su madre y
a su hermana a ver los libros de diseños.

Lilian no sentía ninguna necesidad real de elegir. Su madre y Lydia conocían sus
gustos y resultaba incómodo hacerlo con la silla de ruedas. En su lugar, se trasladó al
mostrador donde estaban colocados los lazos y otros adornos justo en el momento en
que se abrió la puerta con un tintineo. Entró una mujer rubia, con un vestido de satén
a rayas amarillas y negras y un sombrero negro a juego con grandes plumas negras.
Se giró y Lilian la reconoció inmediatamente como Lady Poinz. ¿Qué estaba haciendo
aquí la viuda Poinz? Lilian nunca se había fijado en ella antes del baile celebrado en
Londres a principios de mes...aunque la mujer sólo había llamado su atención a causa
de su comportamiento coqueto con Lord Harlow. Un frío estremecimiento le recorrió
el cuerpo.

—Buenos días. —La mujer dio un paso en su dirección.

En ese momento, Madame Chandos se apresuró hacia la parte delantera de la


tienda.

—Lady Poinz, ¿puedo ayudarla? —preguntó nerviosa.

Su madre y Lydia llegaron detrás.

~ 116 ~
—Madame, creo que usted comprende muy bien nuestros requisitos. Estaré a su
disposición a su debido momento. Debemos irnos; espero invitados.

Lady Poinz miró primero a su madre y luego a Lilian.

—No hay necesidad de que se apresuren a marcharse por mi causa, ¿pero si


pudiera pedirles un pequeño favor? —Haciendo una breve pausa, continuó—: Lady
Lilian, la próxima vez que vea a Lord Harlow, por favor, asegúrese de darle mis más
sinceros saludos. —Una sonrisa centelleó en sus labios.

Su madre se irguió y dio unos pasos más cerca de Lilian, encontrándose con la
mirada fija de Lady Poinz.

—Estoy segura de que puedes dejarle una nota, si tienes un mensaje que enviar,
Catherine —dijo en voz muy baja. Sus ojos ardían de ira.

Se produjo un momento de silencio mientras las mujeres parecieron medirse la


una a la otra.

—Condesa, no me gusta su tono —siseó la mujer.

—¿No me digas? Tus susceptibilidades no significan nada para mí. No me gusta


tu sombrero —dijo su madre con frialdad. Deliberadamente, se volvió hacia su
amiga—. ¿Si nos disculpa, Madame Chandos? Gracias por su tiempo y esperaré su
mayor cuidado, como siempre. ¿Me avisará cuando los vestidos estén terminados?

—Sí, su señoría, en el momento que estén listos.

~ 117 ~
Capítulo 14
Le despertó el brillante sol de la tarde. Al mirar fuera la posición del orbe dorado,
Harlow juzgó que había dormido durante varias horas. Sacó su reloj de bolsillo,
esperando no haberse quedado dormido. Habían pasado tres horas; y aunque era más
de lo que esperaba, ambos habían estado exhaustos. La siesta le había sentado bien.

Una vez vestido, se dirigió a la puerta de al lado, la de Max, y llamó.

—Está abierto, Harlow.

Harlow empujó la puerta para abrirla y encontró a Max calzándose las botas.

—¿Dejas entrar a cualquiera? —se burló alegremente de su amigo.

—Sabía que eras tú. Te oí pisotear con tus botas y supe que habías terminado de
vestirte. Supuse que vendrías a ver cómo estaba. —Max cubrió su cama con la sábana
y la manta que le habían proporcionado y esponjó las almohadas. Sin volverse, habló—
: Entrenamiento militar, en caso de que estés pensando en reprenderme. Es agradable
irse a dormir a una cama que parece que nadie hubiera dormido en ella antes que tú.

—Me dan ganar de reír, te juro que sí —respondió Harlow—, a pesar de que yo
hago lo mismo. —Se quedó mirando la cama con fijeza—. Ojalá ése hubiera sido el
único hábito que hubiese conservado del ejército —añadió en tono sombrío.

Encontraron a Michael limpiando un establo. El joven apoyó la horca contra la


pared y ayudó a ensillar los caballos.

—Buenos días a ustedes, milores. El herrero Yon reemplazó dos de las herraduras
de éste —señaló al caballo de Max, Willow—. Cambió la de la pata izquierda de éste
—le dio una palmadita en la grupa al caballo de Harlow—. Los he alimentado a ambos
con heno dulce y avena y los he cepillado bien.

—Gracias. —Harlow le lanzó dos chelines de plata—. Dale uno al herrero por su
trabajo y quédate el otro para ti.

—¡Se lo agradezco mucho, milord! —El joven tocó los chelines que tenía en las
manos y se los guardó inmediatamente en el bolsillo.

~ 118 ~
Harlow montó en su yegua.

—Una cosa más.

—¿Milord? —El mozo de cuadra levantó la vista.

—Una última pregunta... ¿has visto a una dama con un vestido rojo? Creímos
reconocer antes a una amiga, una dama que estaba almorzando cuando llegamos. Por
desgracia, la perdimos de vista. Salía por la puerta lateral cuando nosotros estábamos
entrando en el comedor.

Los ojos de Michael se desplazaron con nerviosismo y echó una mirada de reojo.
Convencido de que no estaban siendo observados, se acercó aún más.

—Milores, perdonen mi osadía, pero sé que ésa no es amiga de ustedes. Viene


aquí a menudo… se queda en la taberna de enfrente. Es malvada. —Hizo una pausa,
todavía vigilante—. Y tengan cuidado, aquí las paredes tienen oídos. —El joven hizo
una mueca e inclinó ligeramente el sombrero de fieltro marrón. Miró alrededor del
patio una vez más antes de dirigirse a la puerta del establo y recoger su horca.

—Eso fue raro —reflexionó Harlow en voz alta en cuanto hubieron sobrepasado
los primeros edificios.

—Desde luego que lo fue —respondió Max.

—La oficina de correos debe estar a un cuarto de milla por este camino, a la
derecha. Puede que DeLacey ya esté allí —murmuró Harlow.

Max inhaló profundamente y habló en voz alta mientras un granjero en un carro


se aproximaba desde un recodo.

—Me gusta el olor de la costa. Mis padres eran dados a llevar a la familia tanto a
climas cálidos como fríos. Mi madre está convencida de que nadar en el océano tiene
propiedades curativas —observó Max. Cuando el granjero hubo pasado, se volvió
hacia Harlow—. Mis disculpas. Fue la única cosa que se me ocurrió cuando vi al
granjero y quise asegurarme de que te fijabas en el caballo blanco —dijo mientras hacía
un gesto con la cabeza para señalar al caballo que ahora estaba detrás de él.

—Tu repentina excursión a los reinos de la memoria me sacó de mi


ensimismamiento. Gracias —respondió con sarcasmo—. Ya que mencionas el tema,
¿estás familiarizado con los artilugios que emplean las mujeres para nadar en el
océano? —Sacudió la cabeza con incredulidad—. Los hombres pueden desnudarse y

~ 119 ~
sumergirse de inmediato en las olas. Las mujeres, sin embargo, llevan tanta ropa como
para hundir una pequeña embarcación. Que te obliguen a ser arrastrado hacia el mar
en una casa de baños con ruedas me parece exagerado —añadió Harlow—. ¿Lo ha
intentado tu madre alguna vez? —preguntó.

—Dios mío, Harlow, no es el momento para esas ideas. No quiero ni siquiera


pensar en mi madre en una máquina de esas rodando hasta el mar. Además, es dudoso
que veamos algo así en la costa de Cornualles. El fondo del mar es demasiado rocoso
—argumentó Max.

—¿Estás diciendo que desearías que pudieran quitarse toda la ropa y se arrojaran
directamente al agua? —insistió Harlow, lleno de júbilo—. Eso, indudablemente, sí
que tendría unas cuantas propiedades curativas para mí. ¿Tú qué dices?

—Basta. Ojalá no hubiera dicho nada. Concéntrate en nuestra tarea —replicó


Max. Dejaron el camino y entraron en el de gravilla, delante del edificio que
compartían la oficina de correos y la tienda de telas local—. Parece abandonado.
Imaginaba que habría gente aquí —añadió mientras desmontaban y conducía a sus
caballos hacia la parte trasera de la propiedad.

—Hoy es sábado. No creo que abran todos los días. Sin embargo, no me puedo
creer que aquí no haya nadie. Es una distancia que se puede recorrer a pie. Cualquiera
podría llegar.

Ataron sus caballos a la sombra de un gran roble y esperaron. Cuando


participaban en un encargo como éste, examinaban todos los laterales del inmueble.
Max dio un pequeño toque a su amigo cuando observó que DeLacey salía de detrás de
una enorme morera, llevando a su caballo tras de sí.

—Una entrada digna de elogio —comentó Harlow—. No había considerado


esconderme en un moral hasta ahora. Son una cobertura excelente. —Se acercó a
zancadas y arrancó una ramita con la negra fruta. Las moreras y otros arbustos
formaban una zona ajardinada que parecía abandonada desde hacía tiempo—. Un
recurso magnífico —dijo, haciendo explotar una de las moras en su boca.

—A mí también me gustan —replicó DeLacey con ironía. Miró a su alrededor y


les hizo un gesto para juntarse—. Creo que ya hemos hablado de la señal del granjero,
¿verdad?

—¿El caballo blanco y el granjero del que hablamos con Cressey en el pueblo? —
cuestionó Harlow para asegurarse de que hablaban del mismo—. Entiendo que nos lo
encontramos hace un momento mientras cabalgábamos por el pueblo.

~ 120 ~
—El mismo. Cabalgó de vuelta esta mañana temprano por el cerro. Encaja. El
Príncipe Regente me dijo que espera que pase un gran cargamento de brandy y encajes
de Francia confiscados. También se rumorea que en el barco hay una pequeña cantidad
de dinero para nóminas. Lo tripula el teniente Pelham, cuya estrella está subiendo en
la Armada británica desde que recupera mercancías para el gobierno. Su barco acaba
de abatir dos barcos piratas mientras patrullaba. Estos son los bienes que les fueron
confiscados.

—Entonces, ¿este barco zarpa mañana por la noche? —declaró Harlow más que
preguntó.

DeLacey asintió.

—Asumo que Pelham conoce la importancia de esta operación y forma parte del
engaño —dijo Max en tono interrogante.

—Tienes razón. Los librecambistas17 sueñan con encontrar una abundancia de


suministros como ésta. El Príncipe Regente quiere salvar este barco y su carga y
pretende que atrapemos al traidor. Sólo otras dos personas dentro de la Armada
conocen la ruta que tomará Pelham: el Almirante y su secretario.

—¿El Contralmirante? —Harlow formuló su pregunta de manera casual y miró


a Max. No era la primera operación en la que sospechaban que alguien de alta
autoridad había alertado al enemigo.

—Observo que ésto no os sorprende a ninguno de los dos. El secretario, sin


embargo, no es consciente de la trampa —admitió DeLacey en voz baja—. Su
culpabilidad parece concluyente si la señal que he descrito resulta ser cierta. Si este
barco es atraído y atacado, capturaremos tanto al informante como al jefe de esta red
de contrabando. Ese es el resultado más importante. Alertad a vuestro colaborador
dentro de los Dragones y mandadles que se escondan antes del anochecer, listos para
atacar —ordenó DeLacey, marcando cada instrucción con los dedos—. Ambos ya os
habéis reunido con mi contacto.

Harlow levantó la vista, sorprendido. Las únicas personas con las que se habían
encontrado eran el mozo de cuadra y la familia del posadero, aunque también habían
vislumbrado a la viuda.

—Por supuesto. Michael —dijo inclinando la cabeza.

17N. de T.: Free traders: librecambistas, partidarios del libre mercado sin pago de impuestos y sin limitaciones gubernamentales.
Es la base ideológica que justifica el contrabando.

~ 121 ~
—Sí —respondió DeLacey en tono engreído—. Hazle un guiño cuando necesitéis
avisarme. Podemos confiar en él. Ha demostrado ser muy valioso para mí. Los
contrabandistas acusaron falsamente a su tío de colaborar con los hombres de
Recaudación y lo mataron. Me gustaba ese hombre. Era un buen hombre y el único
padre que Michael ha conocido. Busca vengar la muerte de su tío.

—Ya veo —respondió Harlow. Esperaba que la lealtad de Michael, basada como
estaba en la venganza, resultara sólida. Ésta era una misión peligrosa.

—¿Estáis familiarizados con las cuevas de la costa, las cuevas bajo el castillo?

—Un poco. Llevamos un año observando la zona, utilizando la propiedad de tu


padre para acceder a ella —respondió Max.

—¡Excelente! Encontré una cueva poco conocida localizada cerca de King’s Cave.
Grandes rocas y arbustos ocultan su estrecha abertura, y no hay señales de uso desde
hace muchos años. Nos encontraremos allí mañana antes del mediodía. —DeLacey se
arrodilló y esbozó un dibujo en la marga arenosa del patio—. Ésta es la línea de los
acantilados y aquí está la cueva que voy a utilizar. —Dibujó la orilla y explicó cómo
llegar a King’s Cave. Señalando la ubicación de su cueva, trazó lo que parecía un
recodo de la costa y colocó una X sobre la representación de una cueva—. Aquí es
desde donde creemos que están operando.

—Vimos hombres entrando y saliendo de esa cueva, trasladando mercancía —


añadió Max. Lanzó una mirada a Harlow.

DeLacey se quedó en silencio un momento antes de hablar.

—Las órdenes del Príncipe Regente son atrapar al líder y salvar el barco y su
carga. Ésto se pondrá peligroso. Un farol hará señales al barco y Pelham se acercará a
la costa. Su balandro es rápido, está bien blindado, gira con facilidad y también puede
ceñirse con facilidad a la costa. Una mujer despiadada lidera la banda. Vosotros ya
sospecháis de ella.

—La viuda Poinz —murmuró Harlow.

—Exacto. Ella tiene carta blanca por aquí. Los aldeanos la ayudan porque se
benefician, pero la temen. Normalmente, dirige la empresa desde Londres. Según
Michael, un hombre moreno y enjuto es su cómplice. Lleva un extraño bigote curvado.
No lo he visto, y hemos sido incapaces de atrapar a la viuda en su operación de
contrabando. Vuestra información relativa a su comportamiento reciente confirmó
varias cosas que sospechábamos. Lady Poinz convirtió las numerosas posesiones de

~ 122 ~
su difunto marido en oportunidades de blindaje y comercio para sus actividades; sin
embargo, su propia imprudencia nos ha llevado a sospechar de ella. La mujer no tiene
consideración por la gente y toma represalias al menor desaire. —DeLacey guardó
silencio un momento—. Mis fuentes confirman que ha llegado para supervisar este
ataque. El pueblo la apoya, como ya he dicho. Creo que todos están demasiado
asustados por sus propios pellejos como para hacer otra cosa. Incluso el vicario local
bendice sus esfuerzos en este tipo de comercio. Los seis hombres de Recaudación que
fueron asesinados en su embarcación frente a esta costa, perdieron la vida intentando
atraparla. Los aldeanos la conocen y le proporcionan cobertura, y no podemos arrestar
a todo el pueblo. El Príncipe Regente ha hecho saber que la marcará como traidora y
la colgará si la capturamos, a pesar de su título de nobleza.

—La vimos —dijo Harlow con sequedad. Su preocupación por Lilian aumentó
enormemente, aun cuando la atracción que la viuda sentía por él no tenía ningún
sentido—. Lady Poinz se comportó de manera un tanto extraña en la posada: huía por
la puerta lateral cuando entramos en el comedor.

—Quizá quería que la vieras. —DeLacey limpió la arena, eliminando toda


evidencia antes de levantarse—. Has despertado el interés de la viuda. Su cómplice
trabaja estrechamente con ella. Vigilad si alguien os sigue.

—Lo haremos. —Los sentimientos de Harlow por Lilian creaban una


vulnerabilidad que no podía negar.

—Si eso es todo, tenemos otro compromiso —añadió Max bruscamente mientras
se daban la mano y se volvían hacia sus caballos.

—Mi padre os está esperando. Tened cuidado de que no os sigan —repitió


DeLacey a sus espaldas.

—Nos aseguramos de ser conscientes de nuestro entorno —gruñó Max con


dureza.

—Te agradecemos tu ayuda, Cressey. No juzgues mal nuestras capacidades en


esta operación —dijo Harlow en un tono peligroso que había empleado en muchas
ocasiones anteriores—. Nos reuniremos mañana contigo en la cueva.

DeLacey admitió de manera solemne la observación con un leve movimiento de


cabeza.

—Ese cabrito será tu cuñado algún día —murmuró Max cuando estuvieron lo
bastante lejos.

~ 123 ~
Harlow no dijo nada. No estaba seguro de qué decir. Los dos hombres desataron
sus caballos y cabalgaron hacia Elysium Manor. Cuando llegaron al camino de
entrada, un carruaje marrón claro con el escudo de Yarstone se alejaba de la puerta y
se dirigía hacia los establos.

—No hay mucho que se interponga entre el Vizconde Yarstone y Lady Lydia
DeLacey —bromeó Max, y ambos rieron a carcajadas.

—Nos sorprendería más no verle —añadió Harlow—. Me ha informado de que


planea declararse a Lady Lydia. La familia DeLacey se marchó antes de lo que él
esperaba, lo que puede haber frustrado su romántica propuesta. Si bien no sabe nada
de nuestra operación, es muy atento, y podría ser una casualidad que esté aquí.

—Percibo tu preocupación por Lady Lilian. Tal vez esta visita pueda disipar
algunas inquietudes —dijo Max con sinceridad.

—Siempre sabes bien lo que pienso. Pero, invariablemente, me sobrecojo cuando


revelas mis pensamientos de forma tan sucinta —susurró Harlow, y añadió—: Espero
que tengas razón. —Entregaron sus caballos a un mozo de cuadra que los esperaba y
subieron los escalones.

Chambers les recibió en la puerta.

—Bienvenidos, Lord Harlow; Lord Worsley. Lord Avalon está en su estudio. Les
está esperando —les indicó el criado. Recogió sus ropas de abrigo y colgó las diversas
prendas en el perchero—. Por favor, síganme.

La puerta del estudio se abrió y Cooper salió, seguido de Lilian que llevaba un
libro en el regazo.

—Gracias, papá —estaba diciendo—. Yo... —Se detuvo cuando vio a los dos
hombres acercándose—. Ésto es una sorpresa —dijo—. Estaba a punto de ir a mi
habitación a empezar un nuevo libro. —Señaló el tomo.

Su cachorro, tal vez celoso, saltó a su regazo encima del objeto encuadernado en
cuero.

—Cooper, compórtate —le exigió ella—. No ha conocido a Lord Worsley con


anterioridad. También he observado algunos comportamientos bastante protectores
desde que estamos en casa —explicó.

Ambos hombres se inclinaron ante ella.

~ 124 ~
—Es un placer verla de nuevo, Lady Lilian.

Le tendió la mano y Harlow le dio un beso en el dorso, como imponían los buenos
modales. El calor se propagó de repente por su cuello cuando se dio cuenta de que su
padre los observaba.

—Tal vez pueda disponer de unos minutos libres para sentarse en el jardín
después de que me reúna con Lord Avalon.

—Me encantaría. Estaré en el salón —respondió Lilian—. Vamos, Cooper,


ocupémonos de nuestros asuntos y dejemos a los caballeros con los suyos. —El perro
saltó de su regazo y brincó hacia la parte delantera de la casa. Winston apareció de la
nada y la empujó hacia el salón.

Desde luego, ese hombre está pendiente de ella, pensó Harlow, observando cómo se
retiraban.

—Caballeros. Por favor, pasen —La voz de Lord Avalon irrumpió en los
pensamientos de Harlow—. Avisé a mi condesa esta mañana de que estarían aquí, así
que no estoy seguro de cómo de sorprendente haya sido su aparición para mi hija —
dijo con un guiño.

Harlow y Max tomaron asiento frente a su escritorio. El escritorio de ébano del


conde estaba en el centro de la habitación, con una pintoresca gran ventana detrás,
cubierta con cortinas de terciopelo verde. A su izquierda, en la pared, había una amplia
chimenea. A Harlow le llamó de inmediato la atención el cuadro que colgaba sobre la
repisa de la chimenea. Representaba a la condesa, sentada y jugando con dos niñas
pequeñas, mientras un niño más mayor permanecía de pie junto a su silla, mirando.
Las niñas eran idénticas, excepto por sus ojos, que el artista había captado
maravillosamente. Unas estanterías repletas de libros cubrían ambos lados de la
habitación.

—Pedí una bandeja de sándwiches hace un rato. Mientras tanto, ¿les apetece
tomar algo? —Abrió un pequeño gabinete que había junto al escritorio y sacó una
licorera de brandy y tres vasos.

—Sí, gracias. Comimos algo ligero en la posada antes de salir esta mañana —dijo
Harlow, aceptando un vaso—. Tenemos que informarle de lo que hemos averiguado
—añadió.

—Les agradezco ser merecedor de su confianza. Confieso que hay algo que
también necesito contarles. Tal vez debería empezar yo —respondió Lord Avalon—.

~ 125 ~
Mi hijo, con quien sé que han estado reunidos, me hizo saber que debía aumentar la
seguridad, así que contraté a un pequeño número de guardianes antes de dejar
Londres. Dos hombres llegaron hace unas pocas horas, mientras las damas estaban
fuera, de compras, y están instalados en una casa de campo vacía. —Hizo un gesto
vago, señalando tras de sí—. También he pedido a Winston que vigile más de cerca a
Lilian y Lydia.

—Hemos reconocido el carruaje de Yarstone cuando llegamos. ¿Está al tanto de


algo? —aventuró Max.

—No. Él está aquí para cortejar a mi hija Lydia. Al parecer, salimos de la ciudad
demasiado pronto para su conveniencia. —Se rio suavemente entre dientes—. Le
hemos invitado a quedarse. La bienvenida se extiende a ustedes dos. Las posadas
pueden ser un poco toscas por estos lares y tenemos espacio de sobra.

Una punzada de celos recorrió las venas de Harlow y luchó contra ellos.

—Agradecemos la oferta, señor, y la tendremos en cuenta. Yarstone parece tener


buenas intenciones con ella —reconoció.

—Sí, creo que sí —murmuró el anciano—. Tengo una nueva preocupación y


cuanto más la descarto, más descubro que no puedo. Hoy me ha desazonado —
continuó—. Esta mañana temprano, mi encargado de las caballerizas mencionó que
había tenido lugar un suceso extraño.

A Harlow se le hizo un nudo en las entrañas mientras se inclinaba hacia el conde.

—Mi caballerizo me dijo que ayer por la tarde se cayó un farol mientras mis hijas
se encontraban con sus caballos. Curiosamente, el farol había sido encendido antes,
pero estaba apagado cuando cayó al suelo. La mecha ni siquiera estaba caliente. Barney
lo comprobó. Lo había llenado de combustible poco antes de la visita de mis hijas. El
farol es muy grande y pesado. Proporciona abundante luz en la parte delantera del
establo y también sirve para la entrada; de hecho, mi padre lo colocó en un robusto
gancho hace muchos años, y no creo que nadie haya tenido ocasión de moverlo.

Harlow lo miró con alarma.

—Entonces, ¿estaba apagado cuando cayó? Gracias a Dios que era de día. No me
imagino un farol del tamaño del que usted describe apagándose por sí mismo. —
¿Podría haber una advertencia intencionada de algún tipo en ello?

~ 126 ~
—No, y no lo encendemos durante el día a menos que esté encapotado y
necesitemos luz. Mi caballerizo indagó y no encontró nada. Barney dijo que todo el
asunto le erizaba la piel. El hombre tiene buenos instintos —respondió el conde.

—Nos gustaría echar un vistazo a la zona, si no le importa, sobre todo teniendo


en cuenta lo que le hemos contado sobre la viuda —añadió Max, con la preocupación
grabada en el rostro.

—Estaba a punto de salir para investigar este tema cuando Lilian vino a verme.
No quise alarmarla, así que hablé con ella primero. Ya que están ustedes dos aquí,
quizá podamos explorar juntos. Estoy inquieto. Su visita me ha hecho darme cuenta
de que hay algo más por lo que preocuparse.

Harlow y Max se inclinaron hacia delante, dejando sus vasos.

—Mi esposa y mis hijas se encontraron de manera fortuita con Lady Catherine
Poinz esta mañana en la villa. Entró en la tienda donde las estaban atendiendo y le dio
a mi hija un mensaje para que se lo diera a usted, Lord Harlow —relató el conde.

Harlow se estremeció por dentro.

—Juro que no puedo explicar el interés de la mujer, pero me niego a descartarlo


a la ligera. ¿Qué dijo?

—Se dirigió de forma deliberada a Lilian y le pidió que le diera a usted sus más
sinceros saludos. —Lord Avalon miró fijamente sus manos y luego levantó la vista,
con expresión de dolor—. Mis hijas me son muy queridas. ¿Tiene idea de lo que busca
esa mujer?

El pavor atenazó el corazón de Harlow.

—No sé por qué se acercaría a su familia, salvo por el curioso interés que le he
descrito. Creemos que está tramando algo y, de hecho, lo hemos discutido con su hijo
hace sólo unas horas. Nos gustaría mucho visitar el establo con usted, Lord Avalon.

—¿Creen que ella podría tener algo que ver con esta operación? Tendría sentido
si pensara que ustedes se están acercando demasiado —aventuró Lord Avalon.

Harlow echó una ojeada a Max.

—Sí —respondió—. Me gustaría hablar con Barney.

~ 127 ~
Los tres hombres caminaron hacia los establos. Harlow sintió aprensión y una
repentina sensación de urgencia, y presumió que los demás sentían lo mismo, por su
ritmo acelerado y su silencio.

Cuando se acercaron a los establos, Barney salió a su encuentro.

—Milord, ¿puedo mostrarle algo?

—Por supuesto. Adelante, Barney. Me gustaría que Lord Harlow y Lord Worsley
escucharan lo que tienes que decir. Estábamos hablando de lo que me contaste. —Lord
Avalon hizo un gesto hacia Max y Harlow.

—Es este papel de aspecto extraño que encontré. No puedo distinguir lo escrito.
Sin embargo, aparenta ser un dibujo del establo. —Se acercó y entregó el papel al
conde.

—Parece un dibujo del patio de mi establo.

—¿Dónde encontró ésto? —requirió Harlow.

—Milord, lo encontré justo aquí... —Barney condujo a los tres a la entrada del
establo—... cerca de donde cayó el farol.

Max caminó hacia el edificio, pareciendo escudriñar un lugar en la entrada.

—¿Lord Avalon; Harlow? —Señaló una débil marca de tiza, casi oculta por el
gran tronco del roble albar que se erguía en la entrada—. Podría no significar nada.
¿Ha visto ésto antes, Barney?

—No, milord, nunca. Parece una X. No tengo ningún motivo para hacer una
marca en la pared del establo. No lo había visto nunca antes.

Una nueva preocupación inundó a Harlow.

—Si todavía le parece bien, Lord Avalon, aceptamos su oferta de quedarnos aquí
mientras estemos en el pueblo. —Podía oír la tensión en su propia voz—. Max, creo
que deberíamos cabalgar a la villa y recoger nuestras pertenencias.

~ 128 ~
Capítulo 15
Lilian esperaba pacientemente en el salón, intentando leer su libro, mientras
Cooper dormía en su cesta junto a ella. Pasaba la mitad del tiempo leyendo y la otra
mitad vigilando la puerta, esperando que Lord Harlow entrara en cualquier momento
para hacerle una visita. Si alguien le hubiera preguntado qué leía, no habría podido
recordar ni una palabra. Su mente estaba en otra parte. No había entrado ni un alma
por la puerta en la hora que llevaba allí.

Su madre estaba tumbada en su habitación con dolor de cabeza, disgustada por


el episodio de esa mañana. A pesar de haber sido interrogada por Lydia, se había
negado a aclararles la evidente historia entre ella y Lady Poinz. Lydia y Lord Yarstone
habían salido a dar un paseo por la propiedad, acompañados por Clara. Lo más
probable es que fuera una excursión corta, ya que a Clara no le gustaba hacer ejercicio
y lo dejaba claro con sus quejas cada vez que la agobiaban. Lilian se mordió el labio
inferior para no sonreír, imaginando la frustración de Lydia con su criada.

Eso dejaba a Mary sentada con Lilian en el salón, por si acaso Lord Harlow venía
a cortejarla. La joven no hacía ningún ruido y estaba sentada zurciendo sábanas de la
cesta que Clara le había entregado antes de partir.

Lilian suspiró de manera audible.

—¿Sí, milady? —Mary dejó su zurcido y levantó la vista—. ¿Necesita algo?

—No, Mary. Te pido disculpas. Suspiré porque no soy una persona muy
paciente.

Como respuesta, la joven criada meneó la cabeza y continuó zurciendo.

Es probable que mi hermana esté paseando con Lord Yarstone entre los manzanos. Me
encantaría ir allí con John, pensó soñadoramente. Salvo, por supuesto, que no puedo
moverme de esta horrible silla de ruedas. No hay caminos que pueda recorrer con esta molesta
y engorrosa máquina. No es ni cómoda ni romántica. Se le escapó una risa sarcástica.
Frustrada, dejó el libro en su regazo y se acercó a la ventana. Un hombre bajito con un
sombrero negro estaba de pie, a la sombra de los árboles, mirando con fijeza hacia su
casa. Alarmada, retrocedió con la silla varios metros.

~ 129 ~
—Mary, ven aquí, por favor.

—Sí, milady. —La joven dejó su cesta en el suelo y se movió hasta quedarse junto
a Lilian.

—Asómate a la ventana delantera y dime si ves a un hombre vestido de negro,


de pie a la orilla del lago —le indicó.

La criada se inclinó por el hueco de la ventana, buscando a conciencia.

—No, milady. No hay nadie allí.

—¿No? ¿No lo ves? ¿De verdad? —Sus palabras eran más un signo de
exasperación que de pregunta. Lilian acercó su silla y volvió a mirar. Mary tenía razón.
El hombre ya no estaba—. Gracias, Mary. —Tragó saliva—. Quizá el sol de la tarde me
estaba jugando una mala pasada. —Miró en la dirección en la que había visto la figura
y no vio a nadie. ¿Cómo podía habérselo imaginado? No tenía la costumbre de ver
cosas que no existían. Tal vez debería hacer lo que le sugirió su madre y leer menos
novelas góticas.

No muy convencida, Lilian redobló sus esfuerzos, entrecerrando los ojos para
detectar cualquier cosa que se pareciera al desconocido que habría jurado que estaba
allí hacía unos momentos. Sólo podía ver parte del lago y el comienzo de los huertos.
Lo más probable era que su hermana y Lord Yarstone estuvieran más lejos de la casa,
para que nadie pudiera espiarlos. Lydia sabía, al igual que Lilian, que era muy posible
que Clara se quedase dormida después de un esfuerzo al aire libre. Era bien sabido
que en ocasiones lo había hecho, sobre todo después de caminar.

La abuela había creado una preciosa zona de meditación entre los manzanos. En
los días soleados, el sol impactaba en el estanque en el ángulo justo, haciéndolo
resplandecer. Dos bancos de hierro, pintados de blanco y enmarcados por un pequeño
círculo de arbustos de lilas, ofrecían un amplio espacio para sentarse. Los arbustos
solían estar perfumados después de que las flores de los manzanos se convirtieran en
frutos. A menudo, Lilian y su hermana se habían sentado allí, con sus caballos atados
detrás de ellas, para leer y observar a los cisnes en el lago. Su institutriz las había
llevado allí con sus caballetes y sus pinturas más veces de las que podía contar.

Lydia y Lord Yarstone probablemente están allí. Lilian se alegró por su hermana y
odió los celos tontos que le apuñalaban el corazón. Lydia, más que nadie, creía que ella
volvería a caminar. Lilian ni siquiera lo creía. Se había resignado a la soltería y a una
silla de ruedas... hasta John. Ahora quería más. Lo quería a él.

~ 130 ~
Su padre entró en la habitación y ella apartó la vista de la ventana.

—Lilian, me temo que Lord Harlow ha tenido que marcharse repentinamente.

Lilian sintió que se le arrugaba el rostro por la decepción y se retorció las manos
entre los pliegues de la falda.

—¡Ánimo, hija! Lord Harlow ha aceptado mi invitación para quedarse aquí. —El
conde se sentó en el sofá junto a su silla y le dio un afectuoso apretón en la mano—. Él
y Lord Worsley cabalgaron de regreso a la aldea para recoger sus posesiones de la
posada.

Su humor mejoró de inmediato y reprimió una exclamación de alegría. Su padre


la miró con complicidad.

—Deberían volver antes de que anochezca; planean cenar con nosotros.


Informaré a tu madre. De todos modos, tengo que ver cómo se encuentra. —Volvió a
levantarse.

Mamá estará encantada. Yo también lo estoy.

Su padre casi había salido de la habitación cuando ella oyó el ruido de caballos
galopando. Se asomó a la ventana justo a tiempo para ver a dos caballeros desaparecer
por el camino de entrada a la casa. Aunque no podía verlos con claridad, supuso que
eran Lord Harlow y su compañero.

—En ese caso, tal vez me retire a mi habitación para una siesta vespertina.

—Enviaré a Winston para que te ayude.

—¡Papá, espera! —No estaba segura de si debía revelar lo que había visto o no—.
Papá, miré hacia el lago hace unos minutos y vi a un hombre mirando con fijeza hacia
la casa.

Mostrando evidentes signos de alarma, su padre se sentó pesadamente.

—¿Qué aspecto tenía, Lilian?

—Le pedí a Mary que mirara y no vio nada, así que no estoy segura de que mamá
no tenga razón al decirme que he leído demasiados romances góticos. —
Involuntariamente, se estremeció—. Estaba de pie en el borde de los árboles, mirando
hacia la ventana. Sólo me percaté de que vestía de negro. No pude verle la cara, aparte

~ 131 ~
de un gran bigote que parecía ocupar la mayor parte de ella. Ahora que pienso en ello,
su aspecto era de lo más extraño.

—Tu madre podría tener razón, pero no estará mal que se investigue el asunto.
—Le dio una palmadita en la mano—. Hablaré con Winston. Él y Mary te acomodarán
en tu habitación.

—Gracias, papá. —El conde se inclinó y la besó en la mejilla. Todavía curiosa,


estuvo a punto de preguntarle a su padre por qué su madre había reaccionado de la
manera que lo había hecho ante Lady Poinz, pero cambió de opinión.

Winston entró y la ayudó a llegar a su habitación. Mary llevaba la cesta de Cooper


y los dos la siguieron.

Mary la ayudó a quitarse el vestido de día y colocó sobre su silla un nuevo


vestido, listo para la cena.

—Milady, una siesta le hará mucho bien. ¿Puedo traerle una taza de té caliente y
algunas galletas?

—Eso sería agradable, Mary. Gracias. —Lilian apoyó la cabeza en la almohada y


cerró los ojos, pensando en esperar el té.

Apenas se había cerrado la puerta tras Mary cuando su hermana entró en la


habitación dando brincos.

—¡Lilian, despierta!

—No estoy dormida, Lydia. —Cooper ladró y saltó sobre la cama mientras ella
se incorporaba.

—Richard planea pedirle mi mano a papá. Se le escapó durante nuestro paseo.


Por favor, alégrate por mí —suplicó su hermana con dulzura.

—¡Por supuesto! —dijo ella, con los ojos húmedos por las lágrimas—. Me alegro
enormemente por ti. Estoy segura de que papá y mamá le darán la bienvenida a la
familia. Es perfecto para ti. —Se secó una lágrima rebelde de la mejilla, esperando que
Lydia no la hubiera visto.

—Tú también encontrarás a tu príncipe, Lilian. Lo noto aquí —dijo Lydia,


dándose palmaditas en el corazón.

~ 132 ~
—Quiero creerte, pero no puedo. Aunque... Papá dijo que John, Lord Harlow, y
Lord Worsley planean quedarse aquí unos días. Tal vez... —Quería tener fe en las
palabras de su hermana.

—Sé que siente algo por ti. Siempre que Lord Harlow te mira, todo el mundo
puede verlo. Algo parece refrenarlo, pero creo que pronto estará a la altura. —
Sentándose en la cama, Lydia abrazó con fuerza a su hermana y le susurró—: Te
quiero, Lilian.

Lilian miró a su gemela.

—¡Y yo a ti! Parece que tendremos que planear una boda. ¡Eso encantará a
nuestra madre hasta el extremo!

Un golpe en la puerta reclamó su atención.

—Miladies. Pensé que podrían querer un poco de té y unas galletas. —Mary dejó
la bandeja y rebuscó en su bolsillo—. Señorito, le he traído también una galleta. —Le
tendió el bizcocho hecho especialmente para Cooper, que, de inmediato, abandonó la
cama en busca de la golosina—. ¿Necesitan algo más?

—Por el momento, no. Gracias, Mary —dijo Lilian a modo de despedida. La joven
sirvienta hizo una reverencia y salió de la habitación.

—Deberías descansar un poco, Lilian. Ésta podría ser una noche sensacional. No
creo que yo pueda cerrar los ojos ni un momento.

—Estoy emocionada por ti, Lydia. —Le dedicó una gran sonrisa a su hermana.

Lydia sopló un beso y salió de la habitación, cerrando la puerta suavemente tras


de sí. Lilian apoyó de nuevo la cabeza en la almohada y se rindió a las lágrimas
calientes que le corrían por ambos lados de la cara. Gimoteando de preocupación,
Cooper volvió a subir de un salto a la cama y se sentó cerca de su cabeza, lamiéndole
las lágrimas.

Lilian levantó la cabeza y miró hacia la ventana. Al notar que el sol había
empezado a ponerse, se dio cuenta de que había dormido durante horas, a pesar de
que pensó que le iba a ser imposible descansar. Su hermana estaría prometida y ella
seguiría atada a una silla de ruedas.

Un bostezo sobre la almohada atrajo su atención hacia el pequeño cachorro que


le había robado el corazón. En menos de quince días, aquel animalito se había

~ 133 ~
acomodado a su nuevo hogar, había transformado a su madre en una entusiasta de los
perros y a ella le había dado más motivos para sonreír de los que había conocido en
un año.

Se relajó y volvió a apoyar la cabeza en la almohada, contenta de acurrucarse


unos minutos más con Cooper, y recordó el mensaje de su padre: su contenido era un
gran motivo para sonreír. Con un gritito de regocijo, alcanzó el cordón y llamó a su
doncella.

Unos minutos más tarde, Clara entró en el dormitorio con una taza de chocolate
en una pequeña bandeja.

—Milady, venía ahora a despertarla. Yo también me he echado una siesta. Era


justo lo que necesitaba.

Lilian reprimió la sonrisa que amenazaba con dejar salir. Clara habría sido
reprendida si mamá hubiera oído su comentario, y tal vez debería amonestarla, pero
las manifestaciones de la anciana la divertían a veces.

Mary había dispuesto un vestido de seda de flores rosas y unos zapatos a juego.
Clara aprobó la elección y ayudó a Lilian a vestirse.

—¿Hay algún estilo de peinado, con el pelo más suelto, que pueda llevar esta
noche, Clara? —Desenredando el cabello que había empezado a trenzar, Lilian cogió
las tenacillas ya calientes y formó suaves cascadas de rizos—. ¿Algo así? —preguntó,
esperando que Clara lo aprobara.

—Eso podría funcionar, milady. —Clara trabajó con delicadeza el resto del pelo
en torrentes de tirabuzones, luego recogió los laterales en trenzas sueltas y lo completó
con horquillas enjoyadas—. Está preciosa, milady —comentó Clara.

Tenía que admitir que se sentía hermosa.

—Gracias, Clara, mi pelo está perfecto —dijo entusiasmada con tono ligero,
olvidando su ya habitual inseguridad—. Creo que estoy lista.

—Seguro que sí, milady. Lord Harlow lo tendrá más difícil que de costumbre
para no quedarse mirándola. —Su criada parloteaba algo sobre su pelo mientras Lilian
ya había empezado a pensar en la cena. Winston la ayudó a bajar al primer piso.

Lord Harlow hizo una elegante reverencia cuando la vio.

~ 134 ~
—Es usted como una visión, milady. —Inclinándose hacia un lado, le susurró
suavemente al oído—. ¿Puedo acompañarla a cenar?

—Me gustaría —respondió ella, feliz de verle al fin y agradecida de que su


incapacidad no representara ninguna diferencia para él. Winston se hizo a un lado,
permitiendo que Harlow empujara su silla hacia el comedor. Sus padres, su hermana
y el vizconde iban delante de ellos, mientras Lord Worsley caminaba al lado.

—Agradecemos la invitación de Lord Avalon a quedarnos. El alojamiento es


mucho mejor que el trato que recibimos en la posada —dijo.

—Nos complace darles la bienvenida, milord —respondió. Lilian se dio cuenta


de que a ella y a su hermana las habían colocado al otro lado de la mesa, frente a los
caballeros, por lo que resultaba muy difícil no mirar en dirección a ellos.

Se retiró el primer plato de sopa de tortuga, pero antes de que los criados
pudieran traer los siguientes platos, su padre se levantó de la silla e hizo chocar la
cuchara en su copa de vino. Siempre lo había preferido como campana en la cena.

—Somos muy afortunados de tener con nosotros esta noche a Lord Harlow, Lord
Worsley y Lord Yarstone. En cuanto a eso —hizo una pausa, sonriendo felizmente—,
es un gran placer para mí anunciar el compromiso de mi hija, Lady Lydia DeLacey,
con Richard, Vizconde Yarstone.

Todos respondieron con felicitaciones de alegría y entrechocando sus copas.

Lilian atrajo la mirada de Harlow cuando su padre terminaba de dar la


bienvenida al Vizconde Yarstone, y él inclinó la cabeza en su dirección mientras
proseguía el brindis. Estaba verdaderamente feliz por su hermana. Incluso su propio
y molesto monstruo de ojos verdes había desaparecido. Habría un revuelo sobre las
próximas nupcias en todo el pueblo, además de que le proporcionaría a mamá un
nuevo interés. El resto del festín nocturno incluyó platos de pescado, carnes cocidas,
puré de patatas y una variedad de ostras, verduras y lechecillas18. Los postres llenaban
un pequeño aparador al fondo de la sala. El interés de Lilian por la cena aumentó por
la presencia de sus invitados. No había otro centro de atención para los acompañantes
más que la feliz noticia. Incluso Lilian, entre bocados de comida y retazos de
conversación, se vio arrastrada a los preparativos de la boda de Lydia y al papel que
ella desempeñaría en la organización.

18N. de T.: En el original sweetbreads: Lechecillas es el término gastronómico para el timo y el páncreas, especialmente de ternera
y cordero, aunque también se consumen los de buey y cerdo. A veces, se llama a esta asadura blanca «mollejas», término que
también alude a una parte del intestino de ciertos vertebrados. Wikipedia

~ 135 ~
Cuando terminó la comida, Lord Worsley, el Vizconde Yarstone y su padre se
retiraron a su estudio para tomar la acostumbrada copa de oporto. Estaba a punto de
reunirse con su hermana y su madre en el salón cuando Harlow se le acercó y le pidió
pasar unos minutos con ella. Con el permiso de su madre, salieron a la terraza, a la que
se accedía desde el comedor, dejando las puertas abiertas de par en par en atención a
sus acompañantes.

La terraza tenía el suelo de piedra lisa y gruesas columnas blancas hasta el techo
que estaban interconectadas por una balaustrada de madera blanca. Unos escalones
conducían al jardín de su madre, lleno de coloridos arbustos en flor y enrejados de
rosas rosas y rojas que revestían la valla blanca que lo rodeaba. Era una tarde cálida,
lo que hacía que Lilian echara aún más de menos la posibilidad de pasear entre las
preciosas plantaciones.

Harlow agarró una silla blanca de madera que estaba apoyada junto a la pared
de la casa y la colocó en un ligero ángulo respecto a la silla de ruedas de Lilian antes
de tomar asiento.

—Sus padres fueron muy amables al invitarnos a Max y a mí a quedarnos. Sin


ninguna duda, es mucho más cómodo que el alojamiento en la posada del pueblo. —
Una sonrisa se dibujó en sus labios—. Creo que estamos solos, y no sé cuánto tiempo
durará. —Se inclinó hacia ella y le rozó suavemente los labios antes de cubrirle la boca
con los suyos. Su lengua dio unos golpecitos en sus labios, instándola a abrirlos.

Lilian saboreó el vino que aún perduraba en sus labios y rápidamente se entibió
con su beso. Abrió un poco la boca, y la lengua de él aprovechó para invadir la cavidad,
provocando y acariciando la suya. Su cuerpo comenzó a calentarse en respuesta. Cerró
los ojos, dejando volar su mente, llevada por el delicioso aroma del laurel y la
bergamota, la fragancia de él que ella tenía memorizada desde el día de su accidente.
Llevaba toda la noche queriendo ésto. Su aroma la arrastró y le devolvió el beso, apoyando
con suavidad los brazos en su cuello.

Unos pies calzados con botas caminando a través del suelo de madera del
comedor los despertaron del beso y ella se apartó, intentando recuperar la compostura
y desacelerar su respiración agitada antes de que los descubrieran.

—Estás perfectamente presentable —susurró él, sentándose más derecho en su


propia silla.

El Vizconde Yarstone y su hermana aparecieron en el umbral de la puerta.

—¿Les importa si nos unimos a ustedes? —preguntó Yarstone.

~ 136 ~
—En absoluto. Por favor, háganlo —respondió Harlow. Se levantó y le ofreció la
silla a su hermana.

—Es muy amable —le agradeció Lydia—, pero a mí me gusta apoyarme en la


balaustrada… ¡soy espantosamente indecorosa, lo sé! El aroma de la madreselva es
uno de mis favoritos y el perfume es encantador por la noche de manera especial.

—Felicidades a ambos por su compromiso. —Harlow tendió la mano a Yarstone,


que se la estrechó cordialmente.

—Gracias, Harlow —respondió Yarstone—. No veo la hora de convertir a Lydia


en mi esposa. Llevo todo el día pellizcándome para asegurarme de que no estoy
soñando —añadió.

Lydia soltó una risa nerviosa.

—Mamá parece muy contenta, y tendrá una nueva diversión, aunque me da algo
de miedo volver a encontrarnos con esa horrible Lady Poinz en el pueblo. ¿Por qué
siquiera está aquí?

—¿Qué pasó, querida? —preguntó Yarstone—. No creo que hayamos hablado de


ello.

Lydia relató el incidente, exponiendo cada detalle de la recriminación que hizo


su madre a la mujer.

—Lilian y yo estábamos asombradas —declaró—. La mujer debería tener


cuidado. Nuestra madre puede ser feroz cuando está protegiendo a una de nosotras.

—¿Estaba atacando a alguna de vosotras? —preguntó Yarstone, levantando una


ceja.

—Me pareció que estaba haciendo un comentario a expensas de Lilian. Mamá no


estaba dispuesta a aceptar tal comportamiento y le dio a Lady Poinz una reprimenda
cortante. Me impresionó mucho.

Lilian hizo una mueca. Su madre se sentiría muy avergonzada si oyera que
hablaban así de ella.

—¿Por casualidad has visto a un hombre vestido de negro mientras paseabais


esta mañana? —se aventuró a preguntar Lilian.

~ 137 ~
—¿De qué estás hablando, Lilian? ¿Has visto a una persona así? —preguntó
Harlow, con la voz tensa por alguna emoción que ella no podía determinar.

—Me ha parecido verlo hoy temprano, poco después de que ellos salieran a dar
un paseo —dijo, señalando a Lydia y Richard—, pero cuando le pedí a Mary que
mirara, había desaparecido, suponiendo que incluso existiera. Sin embargo, nunca he
sido de las que ven cosas inexistentes. Pensé que era mejor mencionárselo a mi padre.

—No, no vi a nadie. ¿Y tú, Richard? —preguntó Lydia, con clara preocupación


en su voz.

—La única persona que estaba con nosotros era vuestra criada —respondió
Yarstone.

Tras un momento de silencio, Yarstone y Lydia regresaron al salón.

—Vamos detrás de ti, Lydia —informó Lilian a su hermana, soltando luego el


freno de su silla para que Harlow pudiera empujarla.

Lilian giró su silla para mirarle. Deseó que pudieran quedarse en la terraza un
poco más, pero con Lydia y Richard marchándose, no era apropiado.

—Espera. ¿Viste a alguien observando la casa? —preguntó él en voz baja.

—Pensé que sí, pero desapareció —respondió, sintiéndose ahora un poco


insegura. Quizá no debería haberlo mencionado. Se sentía tonta.

—¿Puedes describirlo?

—No muy bien. Estaba demasiado lejos. Vestía de negro y tenía una gran mancha
negra en la cara... como un bigote, aunque, desde la ventana, no quedaba claro. —
Ahora estaba preocupada porque hubiera habido alguien.

—Una cosa más. —Le levantó la barbilla—. Significas mucho para mí. Mañana
tengo trabajo que hacer en el pueblo, pero te pido que te asegures de que Winston o tu
padre estén contigo si sales de casa.

—¿Debería temer algo? —De repente sintió como si se le cerrara la garganta.


¿Estaba en peligro?

—No lo creo, pero lo que has relatado me deja preocupado. Volveré de nuevo
mañana a última hora de la tarde.

~ 138 ~
—Haré lo que dices. —Se preguntó si su padre habría encontrado algo después
de que ella se lo hubiera comentado más temprano y decidió que se lo preguntaría por
la mañana.

Harlow le rozó los labios con un beso rápido y empujó su silla hacia el salón.

Su madre tomó la palabra en cuanto entraron.

—Puede que todos hayamos disfrutado de la cena un poco más de lo habitual.


Estábamos a punto de retirarnos.

—Creo que yo también me acostaré temprano —contestó Harlow—. Gracias por


una cena tan agradable. Creo que pasaré lo que queda de la noche en mis aposentos.
Buenas noches. —Hizo una reverencia y se marchó.

Más tarde, Lilian yacía despierta, pensando en el día. Cooper estaba tumbado en
la almohada a su lado y ella lo acercó, acariciándolo. Sentía una sensación de
tranquilidad con Harlow en casa… no había otra forma de describirlo.

A la mañana siguiente, Lilian se apresuró a vestirse e hizo que Winston la llevara


al comedor matinal, con Cooper detrás, para desayunar, con la esperanza de ver a Lord
Harlow antes de que él y Lord Worsley se marchasen. Su padre, Lord Worsley y Lord
Harlow ya estaban comiendo.

—Buenos días, hija. —El conde se levantó mientras Winston acercaba la silla de
ruedas a la mesa, colocándola en el espacio vacío a la izquierda de Lord Harlow—.
Cook te ha preparado algo especial. —Hizo un gesto a un lacayo que le acercó un plato
y le quitó la tapa.

—¡Tortitas! —Juntó sus manos, aplaudiendo—. Ayer mismo le susurré a Cook


que hacía tiempo que no disfrutaba de una buena tortita. Ésto es maravilloso. Con
salchichas y sirope, es mi favorita. —Bajó la vista hacia Cooper, que la miraba
pacientemente—. Compartiré un trozo contigo, dulzura —susurró y, arrancando una
esquina, la deslizó bajo la mesa, escondiéndola de su padre.

—Lilian, el lacayo puso el plato de Cooper en el rincón, lo cual, de por sí, supera
los límites de la mayoría de los hogares —la regañó su padre con suavidad, volviendo
la mirada hacia el pequeño cuenco colocado cerca de la puerta.

Mira que dejar que me pillen, se reprendió a sí misma mientras sentía el calor del
rubor subiendo por su cuello.

~ 139 ~
—Hija, acabo de hablar con Lord Harlow y Lord Worsley sobre el hombre que
viste ayer junto al lago. —Dejó el tenedor y habló en voz baja; un profundo ceño
arrugaba su frente—. No te lo has imaginado. Winston y yo encontramos huellas
frescas en la zona fangosa a orillas del lago que describiste. No podían haber sido
hechas ni por tu hermana ni por Lord Yarstone, ya que estaban juntos. Estas huellas
eran más bien pequeñas para un hombre, pero mostraban la presencia de una sola
persona.

Harlow inclinó la cabeza en su dirección.

—Lady Lilian, por favor, quédese cerca de la casa hasta que Max y yo
investiguemos ésto. —Su voz era muy sombría.

Hizo un gesto afirmativo con la cabeza y miró hacia su silla.

—Haré todo lo posible. No he estado en la campiña en el último año —dijo,


luchando por evitar la autocompasión en su voz.

Harlow extendió la mano izquierda y cubrió la suya durante un instante. Su tacto


le produjo unas mariposas familiares en el estómago. Lo que daría por estar más cerca de
él, por apoyar la cabeza en su pecho y pasar los dedos por su pelo. Ella deseaba todo eso y
mucho más… mucho más que no comprendía.

Lord Worsley miró a Harlow al otro lado de la mesa.

—Creo que deberíamos irnos.

Harlow dejó su servilleta y se levantó.

—Puede que esta noche volvamos tarde, su señoría.

—Tienen una tarea que realizar. Tómense su tiempo y háganlo lo mejor que
puedan —le respondió su padre.

Lilian sabía muy bien que no debía preguntar, pero no pudo evitar pensar en qué
hacían ellos en Tintagel.

—¿Estás listo, Cooper? ¿Vamos al pórtico trasero a jugar con tu pelota? —Metió
la mano en su bolsillo y sacó la pelota azul atada que le había dado su madre. Se la
enseñó a Cooper, que saltó sobre su regazo con la intención de jugar con ella—. Por
favor, espera unos minutos para salir de casa. —Cogió a su cachorro y los dos se
marcharon juntos hacia el pórtico.

~ 140 ~
A Cooper le encanta jugar a la pelota, pensó. Ojalá hubiera traído la más grande que
hice. Disfruta sacudiéndola entre los dientes hasta que se rinde, se rio entre dientes, lanzando
la pelota a su perro.

—Huelo a humo, Cooper —comentó tras unos minutos de juego. Olfateó el aire
y miró a su alrededor, intentando determinar qué se estaba quemando—. ¡Los establos!
¡Oh, no!

Tocó la campana que colgaba cerca de ella en el pórtico y, desesperada, hizo rodar
su silla por el sendero en dirección al fuego. El camino de ladrillos que su padre había
hecho para ella se inclinaba ligeramente cuesta abajo, haciendo que llegar al establo
fuera más rápido. Cooper corría delante de ella, ladrando con ferocidad y tratando de
saltar a su regazo varias veces. Parecía querer que se detuviera. Sin embargo, Lilian
sólo podía pensar en su caballo, Danby, que perecería en el incendio a menos que lo
sacase de su establo.

—¡Barney! —gritó repetidamente, sin recibir respuesta.

Hizo rodar su silla lo más rápido que pudo, rezando para no volcar y aliviada al
ver que la parte delantera del establo estaba libre de fuego. Con las lágrimas cayendo
de sus ojos y gritando su nombre, maniobró la silla hacia el establo de Danby. El
pequeño perro seguía protestando. No iba a arriesgar también la vida de su perro.

—¡Cooper, busca ayuda! —Indicó al perro que regresara a la casa. Él ladró en


señal de protesta, saltando sobre ella y corriendo hacia la puerta, tratando de decirle
que fuera con él, pero finalmente se detuvo y corrió hacia el exterior.

Lilian rodó tan rápido como pudo hacia su caballo, gritando su nombre. Podía
oír el miedo en su relincho y en el de Ginger, el caballo de su hermana. El establo ya
estaba demasiado caliente y el olor a humo era casi sofocante. Volvió a gritar, llamando
a Barney y a los mozos de cuadra, pero nadie respondió. El establo era grande y podía
albergar cómodamente más de dos docenas de caballos cuando estaba lleno. La casilla
de Danby estaba ahora a unos seis metros más adelante. ¿Dónde pueden estar todos?
Empujó las ruedas con más fuerza y vio una pared de humo invadiendo la parte
trasera del establo. Tenía que llegar hasta él. La única opción era soltarlo. Al llegar al
borde del establo, sin pensar en lo que hacía, se levantó y se apoyó en el tabique que
separaba el establo de Danby del caballo de su hermana. Sus pies se arrastraron de
manera inestable y, tras unos pasos, se sintió demasiado débil para continuar.
Exhausta y jadeante por el humo, vio el bastón que le había dado su hermana colgando
lo bastante cerca como para alcanzarlo. Tiró de sí misma para acercarse al tabique y se
estiró para alcanzar el bastón... hasta que, por fin, fue capaz de descolgarlo de la pared.

~ 141 ~
Apoyándose pesadamente en él, Lilian se impulsó para caminar. Tan solo unos pasos,
por favor.

Con torpeza, forcejeó a lo largo de su establo hacia el pesebre. Cuando por fin
estuvo lo bastante cerca, alargó la mano y liberó a Danby de su ronzal. Su caballo
relinchó más fuerte y empezó a empujarla con la cabeza para que se subiera a él.
Sintiendo náuseas debido al humo, se tranquilizó y arrancó una parte de su vestido.
La empapó en el cubo de agua del caballo y luego se la puso sobre la nariz y la boca.

—¡Corre, Danby! —ordenó, pero su caballo no se iba. ¿Qué le pasa? El caballo


agarró con los dientes la tela de su ropa y retrocedió, tratando de arrastrarla fuera del
establo. No puedo dejar a Ginger.

Con hasta el último gramo de sus fuerzas se apoyó en el bastón y avanzó poco a
poco por la pared que los separaba, retiró la cadena que corría a lo largo del extremo
del establo, tomó la cuerda de Ginger y finalmente le desenganchó la cabezada. La
yegua corrió hacia la puerta abierta, pero Danby permaneció quieto. En cambio, la
empujó con la nariz y golpeó con fuerza los cascos. ¿Quería que se subiera encima de él?
Lilian de verdad quería intentarlo, salvo que sus fuerzas flaqueaban y volvió a gritarle
que se fuera. Pero él se quedó. Desesperada, buscó su silla, pero estaba a casi tres
metros de distancia. Bien podría estar al otro lado del mar.

El fuego se había acercado demasiado; lamía las gruesas vigas del techo y el
espeso humo se extendía hacia ellos, asfixiándola y casi cegándola. Temiendo que el
techo se desplomara en breve, Lilian se echó boca abajo y se arrastró hacia su silla,
animada únicamente por los suaves relinchos de su caballo y los continuos empujones
de su nariz.

El golpeteo de pisadas y los ladridos de Cooper aplacaron la sensación de


desvanecimiento de Lilian. Entonces sintió que la cogían en unos cálidos brazos y la
sostenían estrechamente contra un pecho musculoso.

—Te tengo, Lilian. ¡Quédate conmigo! Ahora estás a salvo. Nunca te dejaré ir. —
La voz de Harlow se quebró, pero a ella le gustó.

—¿Mi hija aún respira? —Era la voz desgarrada de su padre. Oyó otras voces
masculinas que dictaban órdenes frenéticamente y decían su nombre. Quiso
responder, pero no pudo.

—Sí, gracias a Dios. Todavía respira.

~ 142 ~
—Hemos trasladado a Barney a la hierba más allá del patio y hemos mandado
llamar al médico.

Cálidas gotas de lágrimas cayeron sobre su rostro y sus ojos revolotearon.

—¿Mi perro, mi caballo...?

—Te salvaron la vida, querida mía. Están a salvo. Gracias a Dios que llegamos a
tiempo. —Harlow tiró de ella, acercándola contra sí.

Le ardían las fosas nasales por el humo acre, pero aún podía oler su agradable
aroma. Los latidos de su corazón golpearon de manera poderosa contra su oído.

—Estoy a salvo —murmuró con voz ronca y cerró los ojos.

~ 143 ~
Capítulo 16
Harlow y Max habían reunido las provisiones necesarias para el día y se dirigían
a la puerta para recoger sus caballos. Lord Avalon había pedido generosamente a Cook
que les proporcionara algunos emparedados, frutas y quesos a los tres hombres,
mientras esperaban a que se llevara a cabo la operación. Winston les abrió la puerta, y
el perro de Lilian salió disparado entre sus piernas y corrió hacia Harlow, ladrando
enloquecido. El pequeño perro saltó repetidas veces contra su pierna y luego corrió
una corta distancia delante de él hasta que los hombres se dieron cuenta de que el
cachorro quería que le siguieran. En cuanto se alejaron del umbral de la puerta, Harlow
olió el humo acre de un incendio.

—¡Los establos están ardiendo! —Max señaló hacia una columna de humo negro
grisáceo.

—Vaya a por Lord Avalon —Harlow se volvió y gritó a Winston antes de correr
detrás de Max por el sendero de ladrillos.

Los dos hombres se apresuraron tras el perro, que se había calmado un poco y
corría por delante. La parte trasera de los establos estaba en llamas, el techo ardía con
llamas anaranjadas y humo espeso, y al no haber puerta trasera a los establos, el humo
negro salía a borbotones. Cooper estaba solo y a Lilian no se la veía por ninguna parte.
Con repentino horror, Harlow se dio cuenta de que Lilian probablemente estaba allí
dentro. Jadeando más por el miedo que por el esfuerzo, irrumpieron en las caballerizas
y se encontraron con un joven mozo de cuadra que había trasladado a todos los
caballos que pudo hasta los prados.

Encontraron a Barney inconsciente, y su cuerpo tirado detrás de un arcón de


mantas en el cuarto de los arreos. El gran farol seguía colgado en la entrada, pero ya
había sospechado que la causa era uno de los que había a lo largo del pasillo frente a
los establos. Como si se hubieran puesto de acuerdo, ambos hombres se quitaron las
camisas a la vez, las empaparon en un abrevadero cercano y se las pusieron sobre la
cabeza. Lord Avalon y Yarstone llegaron cuando empezaban a abrirse paso a través
del acre humo y enseguida hicieron lo mismo.

Harlow recordó que el establo de Danby estaba más cerca del cuarto donde se
guardaba la comida y lejos del fuego. Cuando él y los demás hombres se aventuraron

~ 144 ~
a entrar en la estructura en llamas, se encontraron con un mozo de cuadra espantando
a su caballo y al de Max desde la parte trasera del establo y respiraron aliviados. Varios
sirvientes de la casa también habían corrido a ayudar con los caballos, y Max llamó a
un criado para que fuera rápido a buscar al veterinario.

—¿Has visto a Lady Lilian? —preguntó Harlow en voz alta. El mozo negó con la
cabeza.

—Tampoco había visto a Barney. Tuve que sacar estos caballos antes de mirar,
señor. Todavía hay dos caballos más aquí. Empecé por el extremo más alejado, el más
cercano al fuego. —El hombre señaló hacia los establos del otro extremo de la fila,
donde estaba albergado Danby.

Una yegua pelirroja pasó trotando junto a ellos, seguida de sonidos de un caballo
aún en apuros. Los hombres corrieron hacia el ruido de los golpes de cascos. Entonces
oyeron gritar a una mujer. El penetrante sonido procedía del establo de Danby. Harlow
se lanzó por el pasillo como si tuviera alas. Encontró a Lilian en el suelo, con el caballo
dándole, alternativamente, golpes y tirones de las faldas, intentando de manera
evidente arrastrarla hacia la puerta. Ella sostenía en su mano derecha un bastón de
madera.

Creyéndola muerta, Harlow la levantó y la acercó a su pecho, suplicándole que


no lo abandonara. La visión de su pelo sucio y lacio colgando alrededor de los hombros
le paralizó el corazón. Le arrancó el trapo mojado que le cubría la nariz y la boca y le
pidió que respirara. Pudo ver cómo subía y bajaba su pecho, aunque ligeramente, y
eso le dio esperanzas. Ella intentó abrir los ojos, pero sólo pudo pronunciar su nombre.
Lágrimas rebeldes escaparon sin control por el rostro de Harlow.

—¿Mi hija aún respira? —gritó su padre, agarrándole la cara y rogándole que
abriera los ojos.

—¿Mi perro, mi caballo? —murmuró ella.

Harlow quiso dejarse caer de rodillas y dar las gracias. Si no la hubiera estado
sosteniendo en brazos, lo habría hecho. Lentamente, se dio la vuelta y la sacó al aire
libre. Sólo entonces se dio cuenta de su propio grado de desnudez. Sintiendo una
oleada de vergüenza, miró hacia otro lado, por encima de las vallas del prado donde
pastaban los caballos, revolcándose y levantando los cascos en feliz libertad.

Milagrosamente, todos los animales habían sobrevivido al incendio gracias a la


rapidez mental del mozo de cuadra y a la fuerza de voluntad de la hermosa mujer que
tenía en sus brazos.

~ 145 ~
Max acercó la silla de Lilian, también en gran parte intacta, y, con gran reticencia,
Harlow la depositó en ella. Unos instantes después se oyó un gran estruendo al caer
parte del tejado hacia la parte trasera del establo. Harlow le protegió el cuerpo
mientras saltaban chispas en el aire.

El Vizconde Yarstone había organizado dos brigadas con cubos para sofocar las
llamas desde dos direcciones y mojar el suelo que rodeaba el establo. Finalmente llegó
un camión de bomberos desde el pueblo que dirigió sus esfuerzos hacia el centro del
incendio, alimentado por las maderas del techo que no se habían consumido. Pasaron
varias horas antes de que los trabajadores de la finca pudieran controlar el incendio,
hasta el momento en el que, al fin, pensaron que podría extinguirse por sí solo.

—Manténgala erguida con almohadas para permitir que sus pulmones funcionen
con mayor facilidad —dijo el médico, que había llegado un momento antes—. Se lo he
dicho a su doncella. La postura la ayudará a expulsar los venenos inhalados por el
humo. Volveré en uno o dos días para ver cómo evoluciona. —Alzando el sombrero
ante el conjunto de sirvientes, familia y amigos, se marchó.

Ella podría haber muerto. Un escalofrío de miedo sacudió a Harlow al darse cuenta
de lo cerca que había estado de la muerte, y de lo cerca que había estado él de perder
a la persona que necesitaba para compartir su vida. Un mozo de cuadra había
informado de que había visto un farol tirado dentro de uno de los establos traseros, lo
que confirmaba sus sospechas de que el incendio no había sido un accidente.

***

Harlow odiaba dejar a Lilian, pero el deber lo exigía. El trayecto hasta la cueva
fue tranquilo durante gran parte del camino. Para cuando Harlow y Max llegaron, el
Capitán de Dragones Newman ya se había ocupado de tomar un lugar fuera de la vista
de cualquier habitante del pueblo o transeúnte.

—Me alegro de verle, milord. Gracias por su aviso. Tengo a mis hombres en
posición —declaró el capitán Newman—. Tienen la mira puesta en la abertura donde
esperamos la escaramuza y están listos para detener a los conspiradores.

~ 146 ~
—Estén atentos a dos personas —intervino Max—. Un hombre con bigote oscuro,
que es muy probable que vaya vestido de negro. La otra es Lady Catherine Poinz.
Creemos que son el cómplice y la cabecilla… o que están estrechamente ligados a ellos.

—¿La viuda Poinz? —Newman palideció.

—Sí. ¿Hay algo que debamos saber, capitán? —preguntó Harlow en tono
amenazador. DeLacey escuchó el intercambio y se acercó—. Si tiene algo que decir,
dígalo. Hay vidas en juego, no sólo un barco y el botín.

—Puede que la haya visto esta mañana temprano, montando a caballo. Nos
habíamos escondido, así que ella no nos vio, pero si hubiéramos sabido que era un
punto central de esta operación, la habríamos retenido para interrogarla.

Harlow respiró aliviado. Había temido que Newman dijera que había hablado
con ella o que ella le había visto. Si sabía que la estaban vigilando, lo cancelaría todo.
El alivio también era evidente en los rostros de Max y DeLacey.

—¿Dónde dice que la vio? —insistió.

—Cabalgaba como el viento hacia la costa. No puedo estar seguro de dónde había
estado, pero estaba claro que estaba decidida a llegar rápido a algún sitio.

Sin saber qué pensar, Harlow y Max se miraron.

—¿Qué llevaba puesto? —preguntó Max.

—Un vestido amarillo y un sombrero negro con una pluma, aunque el sombrero
apenas se sostenía sobre su cabeza. Parecía llevarlo sujeto con una cinta alrededor del
cuello.

—Avise a sus hombres, si no le importa. Dígales que necesitamos a los dos para
interrogarlos, nada más. Gracias por su información —terminó Max, despidiendo al
capitán.

—Cressey, tenemos que hablar contigo —dijo Harlow con un gesto endurecido
en la cara—, en privado.

La cueva de DeLacey estaba de lo más preparada. Pequeños agujeros, cubiertos


ligeramente por matorrales, permitían que la luz se filtrara desde la parte superior,
aunque no estaba seguro de que no fueran el resultado de las inclemencias del tiempo
y del mar que desencadenaban su venganza en las laderas del acantilado. Si una

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persona pisaba un agujero arriba, podía meter el pie y romperse un tobillo. Sin
embargo, las posibilidades de que eso ocurriera parecían remotas. Tenía razón al
afirmar que hacía años que nadie utilizaba la cueva. Una colonia de murciélagos pasó
volando junto a ellos mientras caminaban más adentro, buscando un poco de
privacidad. La escasa luz, ofrecida por los pequeños agujeros de la parte superior, les
permitió ajustar la vista con mayor rapidez.

—Este parece un buen lugar —comentó Max.

—¿Qué es lo que tenéis que decir? ¿Tiene algo que ver con que ambos hayáis
llegado tarde? —espetó DeLacey con tono crítico—. Todo ésto debería empezar a
desarrollarse en unas horas.

Harlow se acercó y le miró directamente a los ojos.

—Tu hermana casi muere en el incendio del establo, junto con tu jefe de cuadras
y los caballos.

DeLacey soltó el aire con fuerza y se tambaleó.

—¿Está bien? —Le temblaba la voz.

Al menos el hombre se preocupa por su familia, reflexionó Harlow.

—Sí, está bien. No lo conoces, pero un pequeño cachorro que rescató hace poco
más de una semana, le salvó la vida. Puede sonar fantasioso, pero lo cierto es que tanto
él como su caballo lo hicieron —explicó Harlow.

—Todos se salvaron entre sí —añadió Max—. Estábamos convencidos de que el


hombre de la viuda era el responsable... o lo estábamos hasta que el capitán Newman
compartió su información. La viuda habría tenido acceso a la finca en el momento del
incendio, y venía de esa dirección. El motivo es el único cabo suelto.

—¿Motivo? La mujer odia a mi familia. Más bien debería decir que odia a mi
madre. —DeLacey aspiró aire entre los dientes, casi siseando—. Debería haber estado
allí.

—Nosotros estábamos allí, y eso no impidió que sucediera. —Max hizo una
pausa—. ¿Podemos preguntar por qué hay acritud entre ellas? Es importante. Tu
madre y la viuda tuvieron lo que yo describiría como un apasionado intercambio ayer
por la mañana, en la villa. Ella dirigía sus comentarios a Lady Lilian y tu madre
intercedió.

~ 148 ~
DeLacey inclinó la cabeza.

—Hace mucho tiempo se insinuó a mi padre. Sus padres eran amigos y siempre
habían hablado de que ambos se casarían, pero mi padre conoció a mi madre y
cualquier compromiso con la viuda naufragó —explicó DeLacey—. Al final, se casó
con un hombre tan viejo como su propio padre, que, aunque rico, no era lo que ella
había deseado. Codiciaba ser condesa tanto como ser rica. Ten en cuenta que este es el
relato de mi padre. Podría haber más.

—Eso coincide con mi teoría. Creo que la viuda escogió a tu hermana cuando vio
que Lady Lilian había captado la atención de Lord Harlow, aquí presente. Puede que
él no quiera reconocerlo, pero muchas mujeres van detrás de él. —En los labios de Max
apareció una leve sonrisa.

—¡Por los dientes de Dios, Max! —dijo Harlow, mirando ceñudo a su amigo—.
¿Eres el responsable de la apuesta en White's?

—No, tranquilízate. Sabes que no fui yo. No obstante, creo que determinaremos
quién lo hizo dentro de poco.

—¿Qué quieres decir? —exigió DeLacey—. ¿Qué apuesta? ¿Involucraba a mi


hermana? —El rostro del hombre se oscureció de ira—. ¡Cómo se atreve nadie a poner
el nombre de mi hermana en el libro de apuestas!

—Creo que sé quién fue, pero lo veremos —dijo Max con frialdad.

Harlow apreciaba la sangre fría de Max bajo el fuego. De ese modo eran el uno
con el otro. Cuando él se enfadaba, Max le calmaba. Cuando Max se subía por las
paredes, él calmaba a su amigo.

—Tu padre nos envió comida. ¿Comemos antes de que empiece ésto? Creo que
éste sería un buen sitio —sugirió Harlow suavemente.

Unas pocas horas más tarde, los hombres estaban en sus puestos con las pistolas
cebadas y los cuchillos listos. Los Dragones serían su primera línea de defensa, pero
planeaban tener a la viuda y a su socio bajo custodia, independientemente de quién la
detuviera. Harlow sabía ahora que DeLacey compartía una segunda motivación para
asegurarse de que pagara. Su hermana.

La oscuridad los rodeaba, y durante más de una hora nadie se movió. Harlow
comprobó su reloj de bolsillo de bronce y, al cerrarlo, emitió el sonido más fuerte que
habían oído en horas. Un poco más allá de King’s Cave, una linterna apareció sobre el

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agua, un claro señuelo colocado para guiar el balandro del teniente Pelham hacia las
escarpadas rocas costeras. Lo más probable era que la lámpara estuviera en una
pequeña embarcación flotando o maniobrada con largas cuerdas. Habían visto el
pequeño bote negro escondido bajo la maleza en la costa. Era el principal medio
utilizado por los contrabandistas para acceder a la carga una vez que hacían naufragar
un barco. El color negro ayudaba a camuflarlos.

El balandro de Pelham se adentró por la brecha, desviándose muy cerca de las


rocas. Tened cuidado. Harlow estaba preocupado; cualquier cosa podía salir mal. Sacó
su catalejo y observó, distinguiendo apenas un balandro camuflado en negro a
propósito, flanqueando el costado de babor de Pelham.

Un ruido en la playa atrajo su atención. Un hombre vestido de negro estaba de


pie a un lado, casi invisible junto a la roca oscura en la que se apoyaba. Harlow miró
atentamente y vio que sacaba una pistola plateada.

Utilizando una señal convenida, Harlow encendió una cerilla e hizo un rápido
destello, apenas visto por un ojo desprevenido. El hombre parecía preocupado por el
barco de Pelham y, a su entender, no se dio cuenta de la señal. Pudo ver cómo los
aldeanos y los contrabandistas se acercaban a la orilla, permaneciendo cerca del borde
del acantilado hasta que el barco británico quedó paralizado contra las rocas.

A medida que el balandro negro se acercaba, intentando encajonar el barco de


Pelham, forzándolo a naufragar, cinco cañones dispararon desde el balandro británico,
haciendo impactos directos en el barco de los contrabandistas e inutilizando sus
mástiles. Las llamas estallaron desde varias áreas del barco y, a juzgar por el caos que
se desató, el barco de los contrabandistas estaba dañado e incendiado.

Los Dragones invadieron la playa, combatiendo a los que se resistían a ser


detenidos. No habían planeado arrestar a la gente del pueblo, pero querían a los
líderes.

Harlow miró hacia abajo y se dio cuenta de que el hombre de negro se alejaba
lentamente. Está intentando escapar. Levantándose, Harlow miró hacia un lado y
descubrió al hombre justo debajo de su propio escondite. El hombre estaba trepando
por la roca en un intento de desaparecer de forma segura. Harlow metió la pistola en
su cinturón y saltó desde las rocas que protegían el puesto de observación, aterrizando
encima del hombre. Antes de que Harlow pudiera sujetar bien las ataduras, el hombre
deslizó un brazo, liberándolo, sacó un cuchillo corto y rasgó la camisa de Harlow,
lacerándole el hombro. El asaltante tuvo entonces tiempo de trepar por un saliente

~ 150 ~
rocoso y dar una voltereta frente a Harlow, con una pequeña pistola de chispa
desenfundada.

—Será mejor que hagas que ese disparo valga la pena, porque no tendrás una
segunda oportunidad...

El hombre echó un vistazo detrás de Harlow. En ese instante, éste aprovechó su


oportunidad y arrojó al hombre al suelo. La pistola se disparó al aire. Max apareció a
su lado y apartó el arma de una patada.

—No vimos a la viuda, pero él hablará —comentó Max.

—Hará más que eso —gruñó Harlow. DeLacey apareció justo en el momento en
que Harlow arrancaba el burdo bigote negro de la cara del hombre.

—¿Qué estás haciendo? El Príncipe Regente... —DeLacey se detuvo en mitad de


la frase.

—El Príncipe reconocerá a la viuda. —Harlow terminó la frase por él.

Al unísono, Max y DeLacey exhalaron ruidosamente con incredulidad.

—Era los dos —murmuró DeLacey—. ¿Cómo lo supiste?

—Reconocí el tacto del pecho de una mujer. Nunca he conocido a un hombre con
pechos. —Se rio a medias de su propio comentario, pero estaba serio. Su ira contra
aquella mujer por lo que había intentado hacerle a Lilian era incontrolable.

—Excelente trabajo, caballeros —tronó el capitán Newman mientras se acercaba


al pequeño grupo.

Sin demasiada delicadeza, Harlow ató las muñecas de la viuda y la entregó al


cuidado del capitán.

—Ésta ha sido una de las operaciones más fluidas de las que he formado parte,
caballeros. Tenemos a varios individuos que creemos que tienen algo que ver con la
dirección de esta red de contrabando, y planeamos llevárnoslos para interrogarlos. No
vimos a la viuda... —dijo, deteniéndose en mitad de la frase—. Él es ella. —Newman
parecía confuso mientras miraba fijamente a la desaliñada prisionera, ahora atada
delante de ellos.

—¿Alguien tiene un pañuelo? —preguntó Harlow.

~ 151 ~
—Yo. —DeLacey le tendió un pañuelo de seda fina. Harlow obligó a la viuda a
abrir la boca y metió la tela en ella.

—Nadie quiere oír ninguna de sus maldades.

—Yo me encargo ahora de todo esto, Harlow. Gracias a los dos. Podéis hacer
vuestros informes. Tal vez estaríais más cómodos si volvéis a la posada. —DeLacey
guiñó un ojo y bajó la voz a un susurro—. Hazle saber a mi padre que lo veré mañana.

—Muy bien, Cressey. —Harlow se cepilló la arena de la ropa y, tras recoger sus
pertenencias, los dos hombres cabalgaron de vuelta a Elysium Manor.

—Ahora que Cressey... DeLacey... no está aquí, dime quién crees que hizo esa
anotación en el libro de apuestas de White's —le dijo Harlow a su amigo. No estaba
tan enfadado como lo había estado al principio, pero le irritaba que alguien pusiera el
nombre de Lilian en ese tipo de libro.

—Responderé a tu pregunta con una pregunta —dijo Max con petulancia—. Es


bastante fácil si piensas quién puede haberse sentido más amenazado por tu relación
con las gemelas DeLacey.

¿Podría tener razón Max?

—¿No crees que él esté asociado con...?

—No, no. Creo que fue un simple caso de celos —interrumpió Max—. Ten en
cuenta que yo no estaba allí, pero has contado lo suficiente sobre los intercambios en
torno a Lady Lilian DeLacey, que creo que ahí es donde reside la culpa. No lo sabremos
con seguridad hasta que preguntemos.

Los dos hombres dieron de comer y beber a sus caballos y luego caminaron hacia
la casa. Las prioridades de Harlow eran saber de Lilian, dormir y comer, en ese orden.
Al oír que ella descansaba cómodamente, se relajó. Necesitaba pensar más, pero en el
momento en que su cabeza tocó la almohada se durmió, con la tranquilidad de saber
que el día siguiente le reservaba una emoción muy particular.

~ 152 ~
Epílogo

Al día siguiente

Lilian yacía tumbada en la cama con los ojos cerrados, sintiendo cómo el sol le
calentaba la cara. Intentaba tener un sueño mejor con el que despertarse para poder
liberar su mente de una pesadilla de lo más perturbadora. En su pesadilla, el establo
se había incendiado, atrapando a más de una docena de caballos, entre ellos el suyo y
el de su hermana, y casi quemándolos vivos. Adoraba a Danby, y la idea de que
pudiera perderlo por algo tan devastador la conmocionaba hasta lo más hondo. Por
más que lo intentó, no pudo llegar hasta él. Cuando por fin lo liberó, él se negó a
separarse de ella. Con sus últimas fuerzas agotadas, se desplomó, incapaz de salvarse
a sí misma ni a sus animales.

En algún lugar de su duermevela pudo olerlo, el príncipe azul que su hermana


había prometido constantemente que vendría a buscarla. El aroma a bergamota y
laurel llenó su mente y sintió que su rostro se relajaba, contenta de que él se hubiera
abalanzado y los hubiera salvado a todos. Una parte de su mente creía que había sido
un sueño, aunque toda ella deseaba que la parte final hubiese sido cierta. La
experiencia le había enseñado que, si permanecía dormida, podría dejarse envolver
por una mejor ensoñación, liberando su conciencia de este horrible sueño.

Sonó un golpecito en la puerta de su dormitorio, haciendo añicos cualquier


posibilidad de soñar despierta. Abrió los ojos lentamente y vio que su hermana la
besaba en la frente y se dejaba caer en una silla a su lado.

—Te quiero muchísimo, querida hermana. Si no fuera por ti, no tendría a mi


preciosa Ginger.

—Entonces era verdad —dijo con un nudo en la garganta. La parte horrible de


su sueño no era un sueño, después de todo. Era un mal recuerdo que volvía con más
fuerza que nunca.

—¿El incendio? Sí, pero han pasado muchas cosas. ¿Recuerdas haber usado el
bastón? —La voz de su hermana estaba cerca de estallar de emoción.

~ 153 ~
Usé un bastón, recordó.

—Sí. —Su voz se quebró—. No podía acercarme lo suficiente a los caballos.


Entonces vi el bastón que dejaste allí para mí, así que caminé hacia él. —Sus labios
formaron una "O" por voluntad propia. Sentándose derecha, echó las mantas hacia
atrás—. ¿Caminé? ¡Caminé! —Estiró las manos hacia sus piernas y pudo sentirlas
tocando su piel. Hacía un año que no tenía sensibilidad en las piernas.

—Sí. ¡A todo! —Las lágrimas corrían sin control por el rostro de Lydia y enterró
la cara en el hombro de su hermana—. Te quiero —murmuró, con la voz amortiguada
por el pelo de Lilian—. Eres mi heroína, hermana.

—Sí, lo es —dijo su madre, entrando en la habitación en ese momento—. Debería


estar enfadada contigo por lo que hiciste, por arriesgar tu vida, pero no puedo. El
médico dijo que te recuperarás… más que recuperarte, en realidad. Cree que estás
preparada para volver a disfrutar de una vida normal.

Su madre sonaba cualquier cosa menos enfadada. ¿Quizá la palabra correcta era
aturdida? Aunque respetaba a su familia, Lilian sabía, sin lugar a dudas, que haría
todo lo posible por salvar a su animal, incluso arriesgar su vida de nuevo, dadas las
circunstancias.

—Querrás vestirte y desayunar en poco rato —sugirió su madre con intención.


Una sonrisa de complicidad se dibujó en sus labios.

Cooper brincó dentro de la habitación y saltó a su cama, lamiendo las caras de


ambas chicas y provocándoles risitas.

—Te amo, pequeñín. Si mi pesadilla era cierta, fuiste tú quien me salvó, tú y


Danby.

—Este es un pequeño granuja. —Al mencionar el nombre de su antigua perra, su


madre volvió a sonreír. Esta vez con nostalgia—. Me aislé de otros perros, pensando
que no podrían devolverme la felicidad que había conocido con mi querida Rascal. Si
le hubiera negado un hogar a este cachorro, podría haber perdido a mi hija. —Se
inclinó y abrazó a Cooper, que la lamió directamente en la nariz. Ella se la limpió y
luego se echó a reír—. ¡Podría acostumbrarme a ésto otra vez! Tengo un regalo para ti
—dijo, acariciando la cabeza de Cooper y observando cómo devoraba la galleta—. Le
recordé a Cook las galletas con sabor a salmón que solía hacer para Rascal, y preparó
algunas para Cooper.

—Gracias, mamá —suspiró Lilian.

~ 154 ~
—Cuéntale lo que dijo el doctor —le urgió Lydia.

Su madre acunó cariñosamente la cara de Lilian.

—El médico ha dicho que deberías volver a caminar. El accidente del año pasado
puede haberte generado algún tipo de situación perjudicial, provocándote miedo a no
poder recuperarte. Él no está seguro, ya que, justo ahora, están percibiendo este tipo
de incidencias con todas las lesiones de guerra. El médico cree que el temor a perder a
tu querido caballo te obligó a superar esa angustia que te estaba paralizando. Habló
en términos que no entendí completamente. Sin embargo, comprendí que volverás a
caminar. —Se levantó, enjugándose las nuevas lágrimas —. Vístete. —Se acercó a la
campanilla y tiró de ella—. Te veré abajo.

Treinta minutos más tarde, Lilian se encontró con Lord Harlow y Lord Worsley
cuando salían del estudio de su padre. Ambos caballeros hicieron una rápida
reverencia. Se dio cuenta de la sonrisa socarrona de Lord Worsley cuando se excusó y
se escabulló en dirección al comedor.

—Buenos días, Lilian. —Harlow se inclinó y le susurró al oído—: ¿Me acompañas


unos minutos al salón?

Miró y juzgó que el salón estaba a sólo tres metros de ella. Estirando la mano
detrás de su silla, agarró el bastón que le había dado su hermana y lo aseguró sobre el
suelo frente a ella antes de levantarse. Con torpeza, impulsó un pie hacia delante y,
una vez estabilizado, arrastró el otro. Los pasos se hicieron más fáciles a medida que
se acercaba al umbral de la habitación.

Harlow estaba de pie justo al otro lado de la entrada de la sala, boquiabierto y


secándose las lágrimas rebeldes de los ojos.

—Nunca pensé que vería... ¿cómo es posible? —preguntó, con la conmoción


reflejada en su rostro—. Lilian... estás caminando. —Su voz temblaba de emoción—.
¿Estás cansada? ¿Deseas continuar? —Harlow se frotó las mejillas, pero fue incapaz de
contener las lágrimas que rodaban sin control por su rostro.

—Sí, lo deseo —respondió, insegura de su resistencia, pero decidida a intentarlo.

Sus movimientos eran bruscos, pero con cada paso que daba, la sonrisa de su
rostro se ampliaba. Cuando llegó al sofá, se dio la vuelta y se sentó. O, más
exactamente, se dejó caer.

~ 155 ~
—Lilian... —empezó a hablar, pero se detuvo. Cambiando de opinión, Harlow se
arrodilló frente a ella y le cogió la mano, mirándola a la cara.

No estaba segura de qué había impulsado sus esfuerzos para caminar, pero Lilian
no se esperaba ésto. Se le hizo un nudo en la garganta de emoción al contemplar los
rastros de lágrimas en el rostro de John. Se sintió eufórica, cautivada y querida, todo
al mismo tiempo, mientras una miríada de emociones inverosímiles la inundaba.

—Lady Lilian DeLacey, te lo ruego, hazme el más feliz de los hombres y di que
te convertirás en mi condesa. Habiéndote casi perdido, me he dado cuenta de que no
puedo vivir sin ti. Te amo. —Harlow le susurró las últimas palabras. Apenas había
terminado de pronunciarlas antes de que ella escuchara murmullos bajos procedentes
de la puerta. Abrumada, levantó la vista.

Su hermana, el Vizconde Yarstone, Lord Worsley, sus padres, Clara, Winston y


Chambers se agolpaban en el umbral, con las sonrisas llenando sus rostros. Cooper se
metió por debajo de sus piernas y entró en la habitación. Se tumbó frente a ella y la
miró a la cara.

—Sí —susurró ella—. Sí, John Andrews, Conde de Harlow, me casaré contigo…
con la condición de que se me permita caminar por el pasillo hasta tus brazos. —Agitó
sus rizos—. Ya que nada en este compromiso parece cumplir los estándares de la
moda, creo que me gustaría hacerlo así.

—¡Aquí es donde estáis todos! No había nadie en la puerta para coger mi abrigo
y pensé que había pasado algo. —El grupo se separó y su hermano se unió a ellos.

—No te has perdido nada, Jonathan, excepto el compromiso de nuestra hermana


—dijo Lydia, dándole un abrazo.

—Vuestra atención, por favor, todo el mundo —dijo su padre en voz alta—.
Lilian y Lord Harlow están ahora comprometidos, y está permitido dejarles unos
minutos a solas. ¿Qué os parece si vamos todos al comedor y desayunamos juntos?

—Gracias, señor. Todos menos uno, creo. Vizconde Yarstone, por favor, quédese
un momento más. Tengo algo que preguntarte —le dijo Harlow en voz baja. Cuando
los demás se hubieron marchado, se volvió hacia Yarstone—. Max me indicó una
apuesta en White's… cuyo contenido ya no me molesta. Sin embargo, necesito saber la
verdad. ¿La pusiste tú allí?

Yarstone palideció.

~ 156 ~
—Yo... lo siento. Fue un capricho estúpido. Fue un ridículo ataque de celos.
¿Podrás perdonarme alguna vez...?

—No digas más. Creo que ahora lo entiendo. Sólo quería saberlo. Me volvió loco.
—Guiñó un ojo y palmeó la espalda de Yarstone—. Como desagravio, te pido que
consideres la posibilidad de permitirnos celebrar una boda doble. ¿Qué dices?

—¡Digo que sí, por supuesto, estupendo! Será una boda doble, siempre y cuando
la familia esté de acuerdo —respondió Yarstone.

—Creo que mamá y papá estarán contentos con ello… más que contentos, en
realidad. ¡Les encantará! —Lilian aceptó de inmediato.

—Si eso es todo, me reuniré con ellos para desayunar. —Haciendo una
reverencia, Yarstone salió rápidamente y, seguido por Cooper, cerró la puerta.

Lilian levantó la vista hacia los ojos del hombre que tenía delante. Había
encontrado a su príncipe azul.

—Creo que soy la persona más feliz y la más afortunada.

La levantó del sofá y la sostuvo, rozándole suavemente los labios con los suyos y
luego cubriéndole la boca con la suya, abrazándola contra su pecho.

Lilian encontró sus besos y sus caricias excitantes, y se derritió en ellos,


embelesada por el hambre y la necesidad que él tenía de ella.

—Creo que nuestras vidas juntos nunca serán aburridas.

Lilian le miró a los ojos con los suyos rebosantes de lágrimas.

—John, eres el príncipe que mi hermana prometió que encontraría. Eres todo lo
que podría haber imaginado… todo lo que siempre he imaginado. Te amo. —Acercó
sus labios a los de ella y lo besó con toda la emoción que poseía.

Esta mañana se había despertado asustada por su pesadilla, sólo para darse
cuenta de que era el verdadero comienzo de su vida y que todos sus deseos estaban a
punto de hacerse realidad.

Fin
~ 157 ~

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