Anna ST Claire Serie Corazones Nobles 02 Cortejando A Una Florero
Anna ST Claire Serie Corazones Nobles 02 Cortejando A Una Florero
CLAIRE
CORTEJANDO
A UNA
FLORERO
SERIE CORAZONES
NOBLES LIBRO 2
~1~
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una
traducción de fans para fans.
~2~
Argumento
Un trágico accidente de equitación deja a Lilian DeLacey incapaz de caminar y
restringe su vida a libros y las actividades tranquilas. Cuando su hermana gemela la
convence para que asista a un solo baile, ella acepta. Sujeta a una silla de ruedas,
observa a los bailarines con anhelo, hasta que un olor masculino sorprendentemente
familiar le trae recuerdos del misterioso hombre que la había salvado, nada menos que
el encantador y afable John Andrews. Conocer a John crea el deseo de volver a caminar
y no perderse la vida, pero ¿puede él amar a una mujer que tal vez nunca vuelva a
caminar?
John asiste a un baile mientras estaba en una misión para la Corona y reconoce a
la hermosa mujer que rescató un año antes de un grave accidente de equitación, y su
respuesta ante ella lo aturde. Enamorado de su belleza e ingenio, la persigue,
aceptando su invalidez. Su encuentro casual se convierte en romance que enciende un
anhelo por un futuro, aunque limitado por su miedo al matrimonio.
¿Serán suficientes la confianza y el amor para salvarlos y curar las cicatrices que
amenazan su futuro?
~3~
Prólogo
Tintagel, Inglaterra
Agosto 1815
—¡Nos escapamos por los pelos! Pensé que Chambers iba a decirnos que mamá
nos estaba buscando. —Lydia DeLacey se llevó la mano a la boca, sofocando la risa
mientras se unía a su hermana gemela al pie de los escalones de entrada de la casa de
su padre.
—¡Oh, maravilloso! Barney nos está esperando —murmuró con una pizca de
sarcasmo.
Ansiaba montar a Danby, el potro castaño oscuro que había sido su favorito
desde que nació. Le encantaba el aire fresco y le emocionaba la independencia que le
brindaba montar a caballo. A menudo, Lydia y ella cabalgaban codo con codo,
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corriendo por los prados y los campos de la propiedad de sus padres. Semejante
libertad era imposible en Londres.
Las flores brotaban por todas partes. Un manto púrpura de tomillo rastrero
bordeaba el camino. Las campanillas azules y las orejas de gato de brillante amarillo
alfombraban las laderas de la colina, dominando las pequeñas zonas soleadas a
medida que escalaban por una loma más adelante de ellas, haciendo que los pequeños
núcleos de rosadas rosas silvestres fueran muy notorios.
—Ésto es realmente encantador, Lil. El aire se siente incluso más fresco. Hace un
tiempo perfecto para nuestro paseo —comentó Lydia.
—Me encantaría, pero ¿crees que deberíamos? Papá nos ha pedido que nos
quedemos cerca de la casa. No nos quiere cerca de los acantilados sin acompañantes a
causa de los contrabandistas. No creo que considere a Barney suficiente protección.
~5~
—Sí, la idea de Barney defendiendo nuestro honor es casi demasiado como para
pararse a pensarlo. Muy bien. ¿Qué hay de las ruinas? Podríamos seguir la cumbre y
tal vez hacer correr allí a los caballos.
—Ese es un buen plan. ¡Mamá estará tan enfadada! Me pregunto quiénes son esos
caballeros.
—Un conde y su amigo, dijo papá esta mañana. Estabas demasiado ocupada
mirando a ese nuevo lacayo para darte cuenta.
Lilian suspiró.
—Había un caballero…
—Exacto. Me di cuenta de que te miraba y pensé que pediría ser presentado, pero
entonces su amigo regresó con copas de champán, le dijo algo y se fueron.
—Tal vez hubo una emergencia. —Su mente voló a esa noche—. Ambos eran
interesantes, pero también lo eran muchos otros. Me di cuenta de que parecías
encandilada con el Vizconde Yarstone. —Aunque pronunció esas palabras, Lilian
todavía tenía la mente puesta en el caballero de uniforme.
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le preocupó. Tenía a Danby y estaba aquí en esta gloriosa mañana. Era todo lo que
importaba.
—¡Santo cielo! ¡Barney está manteniendo el ritmo! —Lydia gritó sin recato a
través del espacio que las separaba, señalando con un movimiento de cabeza y, de
manera palpable, incitando a Lilian a mirar.
En cambio, Lilian soltó una risita grosera y le dio otro impulso a Danby. Su
castrado marrón corrió más rápido, lo que obligó a Lydia y a su caballo castaño a echar
una carrera para atraparlos. Era maravilloso. Las dos hermanas cabalgaron por la cima
de la colina durante un buen rato, esquivando hábilmente árboles, vallas y
afloramientos rocosos… seguidas tenazmente, a cierta distancia, por su mozo de
cuadras. Unos arbustos bajos y una desgastada cerca de madera delimitaban uno de
los bordes del camino que seguían, y una gran cantidad de coloreadas flores cubría el
suelo, desapareciendo gradualmente de la vista.
Una zona más boscosa apareció en una curva del sendero ante ellas, y cuando se
acercaron, sonó un fuerte disparo. Danby se echó violentamente hacia un lado y, con
un agudo chillido de angustia, se encabritó sobre sus patas traseras.
Lydia y el mozo de cuadra intentaron levantarla, pero ella gritó de dolor cuando
la tocaron. Aunque podía verlos hablándole, sus voces sonaban lejanas. Su visión se
oscurecía y apenas podía ver; percibía sus rostros y el cielo detrás de ellos a través de
un pequeño y oscuro agujero que seguía encogiéndose. Su mundo se estaba
oscureciendo. La cabeza y la espalda le dolían de manera intensa. Le zumbaban los
oídos. Quería gritar y lo intentó, pero no pudo oír nada. El dolor palpitaba en cada
parte de su cuerpo. Intentó moverse, levantarse, pero sus pies... ¿qué les pasaba a sus
pies? No se movían. ¿Qué había hecho? La cabeza le latía con violencia y un líquido
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tibio le corría por un lado de la cara. Una mano grande y cálida agarró la de ella y por
fin oyó voces.
Trató de abrir los ojos, pero no pudo ver nada más que negrura. Estoy tan cansada.
—...vestido rasgado...
Una ligera fragancia a laurel y bergamota acarició su nariz. Las colonias para
caballeros y damas habían abundado durante su presentación en sociedad, y la
mayoría de las veces habían torturado sus sentidos, pero ésta era una que le gustaba.
Qué extraño que ambos olores se transmitieran tan claramente.
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Capítulo 1
Londres, Inglaterra
—Lilian, estás preciosa con las perlas antiguas de la abuela. —Lydia, su gemela,
estaba de pie detrás de ella y sujetó el cierre mientras Lilian miraba su reflejo—. A la
abuela le gustaría que las llevaras cuando conozcas a tu príncipe azul —susurró su
hermana, añadiendo las horquillas de perlas a juego a su peinado.
Lilian suspiró con frustración y echó una ojeada hacia la puerta por la que
acababa de salir su hermana. Sabía que tenía buenas intenciones, pero deseaba que
Lydia simplemente aceptara su situación, tal y como había hecho ella. Odiaba que la
arrastraran a eventos sociales y tener que ver todo lo que ya no podía hacer, como
bailar. Hizo un gesto de dolor ante esa pérdida. Siempre le había gustado bailar en
esas reuniones. Había soñado con bailar con aquel caballero especial. Su mente podía
incluso evocar a ese caballero especial, aunque no importaba. Nunca se habían
conocido oficialmente... pero eso fue antes del accidente, en el pasado.
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corazón, decía, sabía que su hermana volvería a caminar. Todos los días trabajaba las
piernas de Lilian hacia delante y hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo, y en círculos,
moviéndolas siguiendo una rutina, convencida de que eso permitiría que los músculos
se mantuvieran intactos para cuando su hermana por fin caminara. Lilian se tocó la
pierna, esperando sentir algo. Era cierto. Sus piernas no se habían atrofiado como
tantos habían advertido que sucedería.
Quizás Lydia tenía razón, reflexionó. No. Por mucho que quisiera creerlo, no
podía. Sacudió la cabeza. Tal vez sea porque somos gemelas y Lydia siente que algo pasará
cuando yo no lo siento, pero no se trata de especular sobre el color de uno de sus vestidos. Tiene
que darse cuenta de que mis piernas nunca volverán a responder. Lilian se secó las repentinas
lágrimas de la comisura de los ojos y se pasó las manos por el regazo, alisando las
arrugas de su vestido. Había aceptado sus circunstancias y deseaba que su gemela
hiciera lo mismo. La vida sería más sencilla.
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Con un gran suspiro echó una ojeada al reloj de bronce dorado1 de la repisa de la
chimenea, deseando poder mover las manecillas y dejar este baile atrás.
—Lilian... —La excitada voz de Lydia reverberó escaleras arriba por delante de
sus pisadas, dando a Lilian un motivo para reírse. A su madre le daría un ataque de
apoplejía. A medida que su risa crecía, se le escapó un bufido poco femenino. Podía
imaginarse la reacción de su madre.
—Estamos listas para partir. Winston está aquí y te llevará abajo hasta el carruaje.
Tu silla de viaje ya está colocada.
—¡Ahí estáis! Oh, queridas mías, las dos estáis preciosas. —Su madre estaba de
pie en la entrada principal, ya con su chal puesto y sosteniendo el de Lilian sobre su
brazo. Miró a su mayordomo—. Chambers, por favor, informe a mi hijo de que le
estamos esperando para que nos acompañe en el carruaje.
—¡Ah! Ésta va a ser una noche maravillosa. Tengo a mis dos hermosas hijas
conmigo. —Sonrió en dirección a Lilian—. Querida, no tengo ni idea de lo que te ha
dicho tu hermana para convencerte, pero estoy encantada de que nos acompañes.
Lilian se mordió la lengua. Su madre, al igual que Lydia, obviaba por completo
sus piernas inútiles y la silla de ruedas que ahora estaba, embarazadoramente, atada a
la parte trasera de su carruaje, a plena vista. Lo único que quería era hacerse más y
más pequeña en el asiento en el que estaba sentada.
1N. de T.: En el original Ormolu clock: (del francés «or moulu», es decir "oro molido", y a partir de la voz inglesa «ormolu») se
refiere a la aplicación a un objeto de bronce de una amalgama de oro finamente molido. Los franceses denominan esta técnica «bronze
doré», en español bronce dorado. (Wikipedia)
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Toda la noche sería una prueba de resistencia y valor. La idea de que encontraría
a su príncipe azul mientras estaba sentada junto a las macetas y las floreros era
absurdo. De hecho, era tan ridículo que resopló en voz alta, como si todavía estuviera
en el aula escolar.
—¿Has dicho algo, querida? —preguntó su madre con una voz de peligrosa
calma.
Lydia disimuló una risita desde el otro lado del carruaje. Su madre la fulminó
con la mirada.
—Lydia, encuentro ese sonido de muy mala educación. Tendré que conversar
con tu padre la conveniencia de restringir tus visitas a los establos.
—Muy bien. Ahora, Lilian, ¿qué tienes que decir en tu defensa? No fuiste, creo,
educada en una pocilga, ¿verdad?
—No, mamá, por supuesto que no. Sólo me aclaré la garganta, te lo prometo.
Pido disculpas. —Le causaba malestar seguir discutiendo el asunto. Lo sabía muy bien.
—Ah, el sol está haciendo su última aparición, ya veo. —Con un rápido cambio
de semblante, la condesa sonrió a ambas chicas—. Será una velada maravillosa, hijas
mías. Vuestro padre se nos unirá allí. Puede que ya esté allí, esperándonos, aunque,
por lo general, Robert no suele llegar antes que yo. —Su madre sonrió con ternura y
luego se asomó por la ventana, aún sonriendo—. Siempre hemos disfrutado de estos
bailes.
De hecho, sus padres siempre bailaban juntos, a pesar de que la alta sociedad
consideraba que esas delicadezas no estaban de moda. Era mágico verlos bailar el vals,
sin que pareciera importarles quién los contemplara. Sus padres eran una pareja
enamorada —una rareza en la alta sociedad— y eso era lo que querían para sus hijos.
Era lo que Lilian había querido también, en otro tiempo, antes de su accidente. Había
soñado con dejarse llevar por el amor. Ahora, recordar esos sueños era lo más parecido
a una tortura. En su lugar, leía novelas, tantas como podía, sumergiéndose en las vidas
de los héroes y heroínas y disfrutando de sus buenas fortunas. Este baile prometía ser
también una tortura.
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Perdida en sus pensamientos, casi no se dio cuenta de que el cabriolé se detenía,
ni de que su hermano se les unía.
Una hora más tarde, Lilian estaba recostada en una silla y se abanicaba la cara. El
calor casi la sofocaba. El baile era una total aglomeración, incluso para quienes, como
ella, se sentaban junto a la pared. La silla de respaldo duro que tenía debajo ya había
empezado a fatigar su dolorida espalda. Ojalá Lydia no hubiera insistido. No puedo bailar,
no en una silla de ruedas. Echó un vistazo a su medio de transporte, colocado
discretamente detrás de una palmera, a unas cuantas sillas de distancia. Las miradas
de compasión de las otras madres y las conversaciones en voz baja de las jóvenes de
su edad detrás de sus abanicos la molestaban y, a la vez, la humillaban.
Se rio para sus adentros. Al fin y al cabo, por eso estaba ella aquí. Lydia había
insistido en que conocería al hombre de sus sueños en un baile y la había animado —
no, obligado— a venir a este baile. Dejó escapar un suspiro. Ningún príncipe la había
saludado, aunque tampoco lo esperaba.
Hacía un año había bailado la cuadrilla hasta que se le ampollaron los pies.
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Capítulo 2
¡Ella está aquí esta noche!
Lilian DeLacey. La hermosa joven que había sufrido una horrible caída de su
caballo hacía un año, estaba aquí esta noche. Por fin tendría la oportunidad de
conocerla. Había preguntado por su salud cada vez que visitó a Lord Avalon, pero
parecía que ambas hijas habían estado bien de visitas con su madre o bien de compras.
Esta joven dama le había robado el pensamiento a menudo durante el último año,
haciendo que estuviese decidido a conocerla. Al menos, pondría fin a la culpa que
sentía por su caída.
—¿Puede ser verdad? —susurró para sí mismo, sintiendo una mezcla de sorpresa
y tristeza. Las sillas de ruedas eran cosas monstruosas. Recordaba que su abuelo había
utilizado una, y no habían cambiado mucho desde entonces. Lord Avalon sólo decía
que su hija se había recuperado tanto como parecía posible. No tenía ni idea de que su
recuperación incluía aquella grotesca silla. Una punzada de dolor apretó su corazón.
¿Por qué le afectaba tanto?
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Iban camino de los acantilados cuando sonó un disparo. En el cruce de la
carretera delante de ellos, un bayo oscuro, montado por una mujer, corría fuera de
control y se precipitó por un terraplén. Max y él galoparon para alcanzar al caballo,
pero llegaron demasiado tarde. Encontraron a Lilian DeLacey —Lady Lilian
DeLacey— en el suelo, cerca de una roca. Su caballo continuó corriendo a la manera
enceguecida de los equinos espantados; aunque asustado, parecía estar ileso y él
volvió su atención hacia la chica. Al verla tendida sobre la dura tierra pensó lo peor,
hasta que descubrió que aún respiraba. Era una respiración superficial pero constante
y la llevaron hasta su padre. El pobre hombre y su esposa estaban profundamente
conmocionados. Sólo un poco antes, aquella dama había mencionado a sus dos hijas
mientras tomaban el té con ella. Ninguna de sus hijas había aparecido para reunirse
con Harlow y su amigo como Lady Avalon había esperado. Ahora estaba claro que
habían escapado a las maquinaciones de su madre para dar un paseo.
Volviendo al presente, Harlow se alegró de ver que Lady Lilian DeLacey parecía
haber mejorado mucho. Había sufrido contusiones y fracturas; sin embargo, recordó
que el médico la examinó y le había dicho a su familia que estaba seguro de que no
había sufrido lesiones en la columna vertebral y que volvería a caminar. ¿Qué había
ocurrido?
Harlow se dirigió hacia un lacayo que llevaba el champán, tomó otra copa y luego
caminó en dirección a ella. Al oír los fragmentos de conversación que provenían del
grupo de mujeres mayores delante de él, recordó de repente que no había sido
presentado formalmente a Lady Lilian DeLacey. Con destreza, se desplazó más allá de
la fila de debutantes sentadas hacia un grupo de esperanzadas madres, entre las que
reconoció a la de ella.
—Lord Harlow, muy buenas noches. —Haciendo una reverencia, las cinco
mujeres respondieron al unísono, con sus cabezas cubiertas de turbantes llenos de
plumas y joyas que amenazaron con hacerlas volcar al inclinarse. Lady Avalon asintió,
esbozando una sonrisa ensayada, y se adelantó, prestándole toda su atención.
¡Dios santo! El grupo de madres ansiosas convergió detrás de ella, haciéndole sentir como
si se tratara de un trozo de cordero guisado ante los tenedores preparados para comer. Ya no
estaba seguro de querer conocer a nadie.
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—Realmente sí, milord. ¿Y usted? ¿También está disfrutando, Lord Harlow? —
Lady Avalon lo miró de manera significativa y luego a su hija en la pista de baile.
Sonriendo con firmeza, le invitó a seguir su mirada. Parecía decidida a llamar su
atención sobre su hija, y se reprendió a sí mismo, ya que le pareció haber cometido un
error de juicio. Debería excusarse ahora… quería excusarse. Por desgracia, la única
forma de conocer a Lilian era a través de su madre, al menos por el momento.
—Por favor. —Él levantó la mano de modo implorante—. Pido disculpas por la
interrupción, pero me ha malinterpretado, milady. Me refiero a su otra hija. —Se volvió
y cabeceó hacia Lilian.
Ella seguía sentada con las demás floreros, al otro lado de la pista de baile donde
su hermana acababa de completar los últimos pasos de un cotillón, y lejos del
entretenimiento musical. Sin ningún motivo, le dio una punzada en el corazón ver a la
joven dama luciendo una mirada de aburrimiento y observando de manera vaga a los
bailarines que se movían frente a ella.
—Sí, por supuesto, Lord Harlow. Sígame, por favor. —Los dos se acercaron a la
hilera de floreros. El aburrido semblante de su hija estaba fijo en la puerta de la terraza
y no se dio cuenta de que se estaban acercando.
—Lilian... —Lady Avalon se inclinó hacia delante y tocó con dulzura el hombro
de su hija, llamando su atención.
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—Querida, permíteme que te presente a Lord Harlow, un socio de tu padre.
Harlow notó un cambio repentino en los ojos de la mujer mayor, como si cayera
en la cuenta de quién era mientras hablaba.
—Tienes que recordar a Lord Harlow. Fue el caballero que te rescató hace un año
y te devolvió a nosotros después de tu caída —continuó suavemente sin esperar la
respuesta de Lilian—. Lord Harlow, permítame presentarle a mi hermosa hija, Lady
Lilian DeLacey.
Él esbozó una cálida sonrisa ante su rostro ansioso e hizo una galante reverencia.
Harlow se permitió una leve sonrisa. Unos minutos antes, había observado a dos
jóvenes que abandonaban sus asientos y caminaban en dirección al comedor. Lady
Lilian había estado mirando en la dirección opuesta en ese momento. Las damas aún
no habían regresado. Tal vez estuvieran en la pista de baile. De cualquier modo, eso
podía ser una suerte para él. Podrían mantener una breve conversación. Haré que sea
suficiente.
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—¿Sin duda será tan amable de concederme el capricho, aunque sólo sea unos
instantes? —dijo él, con sus ojos azules centelleando.
—Bueno, si está todo resuelto, les dejaré para que hablen. —Lady Avalon miró a
su hija y mostró una sonrisa esperanzada antes de volver con sus amigas.
—Lady Lilian, esperaba conocerla formalmente algún día. Debería saber que he
preguntado por su salud varias veces. —Mantuvo su voz baja—. Me gustaría, no
obstante, con su permiso, hacerle una pregunta.
—Yo... sí, será un honor, milord. —Una expresión de alivio apareció en su rostro,
antes de una sonrisa especulativa.
—¿Digamos a las diez? —El baile en curso terminó, y dos jóvenes vestidas de
raso blanco, del brazo de sus acompañantes y burbujeantes de excitación, volvieron a
sus asientos a tiempo de oír su oferta de visita. Su animación fue audible, provocando
el sonrojo de Lilian.
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Estaba hecho. Tal vez un día en su compañía resolvería los sentimientos que había
tenido este último año. Sólo podía ser una fascinación. Una vez que se reuniera con
ella y pasara un rato en su compañía, estaba seguro de que los sueños desaparecerían.
Al fin y al cabo, sólo estaba preocupado por su seguridad. Su conciencia luchaba con
lo que había ocurrido. El accidente la había dejado destrozada, una joven dama
inocente, y él se sentía en cierto modo responsable, aunque hubiera llegado a tiempo
de ayudarla. Sin embargo, algo más le turbaba. ¿Y si en realidad había desarrollado
sentimientos más profundos por esa joven?
Mi madre me presionó para que viniera, gruñó para sí mismo. Sin embargo, ver a Lilian
DeLacey ha hecho que la velada merezca la pena. Su razón para asistir se había cumplido
de manera inesperada, y ya no sentía ninguna necesidad de estar aquí.
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reunirse con su primo para obtener su ayuda. Si alguien preguntaba, sus nuevas
relaciones debían justificarse como una aventura con la Compañía de las Indias
Orientales. La reunión con Lord Avalon había sido como se esperaba. Les había dicho
que se reuniría con su hombre de negocios y abriría una cuenta para fundamentar la
legitimidad, en caso de que hubiera alguna duda.
Una vez concluidos los negocios con Lord Avalon, se dirigían a su alojamiento
en la localidad cuando ocurrió el accidente.
El camino que recorrían los hombres discurría por debajo de una hermosa cima.
Unas carcajadas atrajeron la atención de Harlow hacia las dos jóvenes que, más arriba,
cabalgaban como el viento. Sin ataduras, sus cabellos oscuros fluían como el agua al
compás de la brisa, mientras los sonidos burlones de sus risitas juveniles le produjeron
curiosidad. Un viejo mozo de cuadra las seguía de cerca y parecía que ellas estaban
eludiendo deliberadamente al pobre tipo. Harlow reconoció enseguida a las
muchachas, ya que se enorgullecía de no olvidar nunca una cara. Eran las hijas gemelas
del conde; se había fijado en ellas en un reciente baile en Londres. Ambas le habían
encantado, pero la del vestido color zafiro había atraído de inmediato su interés. Sus
miradas se cruzaron cuando él entró en el salón, aunque no había hecho ningún intento
por conocerla.
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no parecía ser de las que se dejaban dominar por su temperamento, la sonrisa tensa
que la condesa había esbozado mientras mantenía una conversación trivial y les servía
té a ambos le había indicado que aquéllo no quedaría así. Esa madre había planeado
un ajuste de cuentas con sus hijas.
Harlow valoraba a una mujer con una pizca de independencia, aunque eso no
podía decirse de muchos de sus amigos. Cuando aquel día divisó a las hijas de Avalon
galopando codo con codo por la cima, se sintió aún más intrigado. Ambos caballos se
encabritaron ante el repentino disparo. El caballo de Max y el suyo también
relincharon alarmados, pero estaban más acostumbrados a los ruidos fuertes debido
al servicio prestado en la guerra, y los hombres pudieron mantener el control. La chica
del traje azul fue lanzada de su asiento y desapareció de su vista.
~ 21 ~
Capítulo 3
Lilian había visto al atractivo caballero mirarla más de una vez y siempre con una
enorme sonrisa. Hizo todo lo posible por no mirar fijamente en su dirección, pero, aun
así, sus ojos se sentían atraídos por él. Mientras los bailarines se deslizaban a lo largo
de la pista de baile, ella se esforzaba por divisarle por el rabillo del ojo y se daba a sí
misma pequeñas excusas cada vez que se daba cuenta de lo que estaba haciendo.
Buscar el paradero de su madre fue la última justificación de la que se sirvió, un
ridículo pretexto bastante impropio de su inteligencia.
Si no se hubiera vuelto tan cínica este último año, habría creído —no, habría
deseado— que John Andrews fuera su príncipe azul. De hecho, tenía los mismos
rasgos que el caballero con el que ella habría soñado. Su espeso y ondulado pelo
castaño le llegaba hasta el cuello, enmarcando una barbilla cuadrada con hoyuelos. Sus
anchos hombros acentuaban una cintura más pequeña, atrayendo la atención de la
joven hacia su muy atlético cuerpo. Era más alto que muchos de los hombres del salón,
una cualidad que, al examinar detenidamente su cuerpo desde la perspectiva de su
silla, le pareció imponente.
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Ésto no puede estar pasando. Gimió para sus adentros. El uniforme rojo de Lord
Harlow era demasiado fácil de distinguir, y lo vio encaminarse hacia la parte delantera
de la sala, deteniéndose para hablar con la anfitriona, sus dos hijas y la propia madre
de Lilian. Una mujer vestida de satén rojo y dorado, con el pelo rubio rojizo recogido
en un moño minuciosamente enjoyado, apareció detrás de él y puso a toda prisa la
mano enguantada en su brazo. Debió de decir algo a las otras mujeres, porque éstas se
apartaron inmediatamente de Lord Harlow y se alejaron susurrando. ¿Cómo le
preguntaré a mamá por ella sin que se convierta en un tema de discusión entre nosotras? Lilian
se permitió pensar en ello, convencida de que su madre tenía información, mientras
estudiaba la conexión entre todas ellas desde su distancia segura, observando los
movimientos de sus cuerpos con sumo interés. Se estaba volviendo experta en predecir
el estado de ánimo de la gente observando sus cuerpos y sus expresiones. La silla de
ruedas le proporcionaba muchas oportunidades para perfeccionar esta habilidad.
¿Quién es esa mujer? Pasados unos minutos, Lord Harlow se inclinó en dirección
a la mujer y le susurró... algo. La mujer se apartó, se rio y le dio un golpe repentino en
el brazo con el abanico, pero la escena parecía incorrecta, casi forzada. La mujer le dio
una vez más un golpecito en el brazo y asintió, casi imperceptiblemente, antes de
dirigirse paseando hacia un hombre que estaba de pie junto a la mesa de refrescos.
¿Planeaban ella y Lord Harlow una cita para más tarde? Una extraña sensación golpeó la
boca del estómago de Lilian y un calor le ascendió por el cuello. ¿Eran celos? ¡Imposible!
Utilizó el cuaderno que guardaba en su bolsito para abanicarse la cara antes de
recordar que su delicado abanico de satén y encaje blanco colgaba de su brazo. Lo
abrió, desplegándolo de golpe, y movió el objeto con rapidez para crear una brisa sobre
la repentina humedad en su cara y en su cuello. Al escudriñar la habitación, Lilian
divisó la puerta abierta que daba a la terraza y deseó salir a ella. Cientos de velas de
cera habían caldeado miserablemente la habitación, y el color rosa oscuro de las
paredes se sumaba al miedo malsano a estar encerrada en un espacio reducido.
Lord Yarstone llegaría de visita puntualmente a las diez. Esperaba que mañana
toda la parte delantera del salón estuviera cubierta de rosas blancas, su elección
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habitual. Las rosas blancas significaban nuevos comienzos y amor eterno. Era todo lo
que Lydia se merecía.
La relación de Lydia con Lord Yarstone se volvía cada vez más seria. Era lo que
ella quería, y Lilian se alegraba por su hermana. No obstante, ésto no hacía más que
aumentar la sensación de mediocridad que se había apoderado de ella en los últimos
tiempos acerca de su propia vida, sentada aquí con sólo una enorme silla de ruedas
como permanente compañía. Su hermana, su mejor amiga, se casaría y se iría de casa,
separándolas por primera vez en sus vidas.
Sintiéndose de repente bastante agobiada, Lilian estaba lista para irse. Había
prometido venir y había cumplido su parte del trato. Agachó la cabeza, tanto por
vergüenza como por desesperación ante sus reflexiones. Estaba tan perdida en sus
pensamientos que no vio a su hermana y a Lord Yarstone acercarse.
—¿Estás lista para partir, Lilian? —Los ojos de Lydia se arrugaron en las esquinas
con alegría.
¿Ya?
—¿De verdad? —¿Lydia está lista para irse? Inaudito. Se volvió sutilmente hacia la
puerta a tiempo de ver a Lord Harlow salir del salón de baile, y un escalofrío subió
corriendo por su brazo. Era difícil no sentirse afectada por su gallarda presencia, en
particular cuando vestía su impecable uniforme rojo—. Sí, Lydia, si estás preparada.
—Sonrió levemente, manteniendo a raya su entusiasmo a propósito—. Hace un poco
de calor en este lado de la habitación, sobre todo porque no hay salidas. —Agitó unas
cuantas veces más el abanico, como para corroborar sus palabras, antes de guardarlo.
Conteniendo una sonrisa pícara, asintió con la cabeza y le vio rescatar su silla de
detrás del pequeño arco de macetas. Las plantas estaban delicadamente entrelazadas
para crear un pequeño jardín de verdor que se curvaba para embellecer la esquina de
la habitación. Perdidamente enamorado eran las palabras que había utilizado mi padre al
describir a Lord Yarstone.
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—Debes contármelo todo —susurró Lydia en voz baja, sonriendo—. Le vi
hablando contigo. —Hizo hincapié en la palabra le—. Y no finjas que no sabes de quién
estoy hablando, hermana.
Fingir que no sabía de qué estaba hablando no tenía mucho sentido. Su hermana
se aseguraría de sonsacarle la historia de inmediato. Sin embargo, sintiéndose traviesa,
Lilian decidió hacer que, antes, Lydia se retorciera un poco.
—No fue más que una conversación fugaz —dijo al fin. Una curiosa sensación de
satisfacción la recorrió. Pero cuando volvió la vista hacia Lydia, vio la sonrisa de
satisfacción de su hermana. Su sangre se precipitó desde el cuello a las sienes; sintió
su calor. No puedo ocultarle nada.
—No seas tonta. ¿Cómo podría hacer tal cosa cuando estoy atada a una silla? —
¡Me atraparon!
—Lydia, ¿podemos por favor discutir ésto en el carruaje? —suplicó Lilian en voz
baja, con la cara empezando a arder. Oyó un murmullo y giró la cabeza para ver que
todas las floreros, sin prestar atención a los buenos modales, estiraban el cuello en su
dirección.
Lilian levantó los brazos y dejó que Lydia tirara de ella hasta ponerla de pie
mientras Lord Yarstone intercambiaba las sillas detrás de ella, permitiéndole
acomodarse en la silla de ruedas. Odio esta parte. Es humillante. Esbozó una débil
sonrisa, una sonrisa falsa, pero una sonrisa, al fin y al cabo. No les daría nada de qué
hablar a propósito. Sólo podía imaginar la cantidad de gente que observaría la incómoda
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salida. Lydia afirmaba que ella volvería a caminar, señalando su capacidad para
mantenerse en pie. Honestamente, Lilian no lo interpretaba así para nada. Se sentía
atrapada en esta silla. Lord Yarstone esperó hasta que estuvo sentada y luego
acompañó al pequeño grupo hasta el carruaje.
Poco más de una hora después, las chicas estaban de vuelta en la casa de su padre,
en sus habitaciones. A Lilian le gustaba el hecho de que papá y mamá hubieran
convertido sus habitaciones en apartamentos contiguos. Cada una tenía su propio
dormitorio con una pequeña zona de retiro anexa, unidos por un salón privado más
grande. Cuando eran niñas, esta habitación se utilizaba como una pequeña guardería
o como cuarto para su niñera, si la salud de alguna de ellas lo exigía. Las habitaciones
de Lilian eran de sutiles tonos azules, mientras que las de su hermana eran rosas.
—No habrías oído nada. La música estaba muy alta —murmuró—. Por otro lado,
y ya que hablamos del tema, he notado que Lord Yarstone te presta una especial
atención. Tal vez deberíamos hacer apuestas sobre qué tipo de flor enviará mañana.
Tal como lo veo, debe levantarse muy temprano para comprar todas las rosas blancas
de la ciudad. Las rosas blancas son preciosas y expresan mensajes tan bonitos.
¿Recuerdas los vestíbulos llenos de flores que tuvimos el año pasado? —reflexionó
Lilian, meditando en voz alta sobre los ramos que ambas habían recibido la temporada
anterior.
—Me encantan las rosas que te trae. Estoy deseando ver lo que trae mañana —
murmuró Lilian, tanto para sí misma como para su hermana.
~ 26 ~
de Lydia la siguió mientras salía de la habitación… dejando a Lilian con sus
pensamientos.
—Abby, ¿puedes llenar la palangana con agua fresca, por favor? Mary, mi niña,
pon el té de manzanilla y los panecillos en la mesa junto a la cama de Lady Lilian, si
no te importa. —Las criadas hicieron lo que les pidió y se marcharon. Clara siempre
era muy respetuosa en su trato con las demás criadas. Todos los sirvientes la querían…
en especial las mujeres, por las muchas muestras de amabilidad que les dispensaba.
Cada Navidad añadía a los obsequios de cada una de ellas una cajita con un regalo,
normalmente cintas, que había comprado con su propio dinero a lo largo del año y
guardado para la festividad.
—Milady, ¿disfrutó del baile? —Clara se apresuró a quitar las horquillas del pelo
de Lilian y las joyas, metiendo con cuidado las perlas de su abuela en el joyero.
—Fue precioso. La vegetación formaba delicados arcos en las esquinas que daban
la impresión de que la habitación era redondeada. Los suelos de madera pálida se
veían como espejos bajo la luz de cientos de velas de cera de abeja. Estaba atestado y
hacía mucho calor. —Lilian trató de describir la habitación, pero en lo único que podía
pensar era en un soldado alto y apuesto con su elegante uniforme rojo.
Clara desató la espalda del vestido de Lilian de manera eficiente y se lo pasó por
encima de la cabeza.
—Yo puedo cepillarme el pelo, Clara. Tienes mucho que hacer después de estos
jaleos, especialmente ahora.
—Tonterías, milady. Es un gran placer para mí ver a mis dos hermosas chicas. Lo
que no daría por ser una mosca en la pared para escuchar los relatos de esta noche,
viendo las sonrisas que ambas lucen.
~ 27 ~
—He oído que un caballero pidió serle presentado. —La mujer mayor chasqueó
suavemente la lengua y sonrió.
—Oh, ¿el caballero que le salvó la vida? Un verdadero príncipe, sin duda. ¡Es un
tipo apuesto! Confieso que sería un verdadero placer recibirlo. Pidió conocerla,
¿verdad? —Los ojos de Clara brillaron—. He oído que ha preguntado por usted cada
vez que visita a su padre.
Los sirvientes siempre hablan. Sin embargo, ¿quién podría habérselo dicho tan pronto?
¡Mamá! Lilian sabía demasiado bien que no debería sorprenderse.
—Es suficiente saber que hay más, milady. Iré a ver a su hermana, porque me
temo que estará a punto de explotar, esperando oírlo todo. —Acarició suavemente la
barbilla de su muchachita y se fue corriendo a ayudar a Lydia, dejando a Lilian
sintiendo una miríada de emociones. Estaba emocionada, y eso la asustaba. Sin duda,
había conocido a muchos jóvenes caballeros... pero eso había sido el año pasado. Desde
que sufrió el accidente y quedó confinada en una silla de ruedas, no había recibido
visitas de caballeros. No estaba segura de tener estómago para ello.
—Puedo ver que estás tratando de escabullirte de cualquier cosa maravillosa que
esté a punto de suceder, ¡y no lo permitiré, hermanita! —Lydia irrumpió alegremente
en la habitación con sus habituales maneras salvajes y bulliciosas y subió de un brinco
a la cama junto a ella—. ¡Cuéntamelo todo!
—Por unos simples segundos. Debo añadir que también te tomaste tu tiempo
para saludar al mundo. De hecho, según mamá, ¡te perseguí! Te pisaba los talones. —
La voz de Lydia estaba llena de regocijo.
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—Estoy lista para contarlo todo. —Mientras relataba su encuentro con Lord
Harlow, se dio cuenta de que había pasado una velada mucho mejor de lo que había
imaginado y estaba deseando volver a verle.
—Eso no puede ser todo. Debo oírlo todo. ¡Date prisa! —la azuzó Lydia con
suavidad. Mientras hablaba, Lydia levantó el dedo y dejaron de hablar el tiempo
suficiente para escuchar si alguien caminaba por el pasillo, asegurándose de que su
madre no había oído sus comentarios. Tenía la habilidad de acecharlas de manera
sigilosa. Cuando se convenció de que su madre no estaba cerca, Lydia continuó—:
Practica tu cara de irritación. Como sabes, mamá puede pasar de estar alegre a, al
menos figuradamente, destrozar a una persona en un instante cuando se la atraviesa
—dijo.
—Cuéntame. ¿Qué dijo él? Le vi sentarse a tu lado y hablar. Pisé el pie del pobre
Yarstone cuando Lord Harlow se sentó.
Lilian sonrió de oreja a oreja por todas las cosas que quería contarle a Lydia.
Lilian sintió que su sonrisa se estiraba hasta ocupar tanta parte de su cara que le
dolía. Cerró los ojos e invocó su imagen. Llevaba meses intentando recordar al hombre
que la había socorrido. Lydia lo había descrito como guapo; incluso ahora, un año
2 N. de T.: En el original blow the gab (o blow the gaff). Frase slang con distintas traducciones: largarlo todo, descubrir el pastel,
irse de la lengua, derramar las alubias…
~ 29 ~
después, Lilian no podía recordar sus rasgos. Lo que recordaba era su olor. Era la
misma fragancia que la había asaltado esta noche.
—¿De verdad? ¡Eso es maravilloso! —Lydia saltó una y otra vez y aplaudió
frenéticamente—. Estoy tan feliz por ti, mi dulce hermana.
—¿Por qué estás contenta, querida? —La puerta se abrió y su madre entró con
una criada detrás de ella, llevando una bandeja—. Sé que has tomado un poco de té.
Pensé que, tal vez, una tacita de chocolate te aseguraría una noche más relajante.
—¿De qué hablabais hace un momento, chicas? ¿Por qué estás tan contenta,
querida? —Mamá miró a Lydia.
—Bueno, queridas mías, parece que esta noche ha sido un éxito para mis dos
hijas. —Se sentó entre ellas y las abrazó, luego miró a Lilian.
—Por favor, mamá —suplicó Lilian—. Por favor, no esperes nada de sus
atenciones. Sólo está siendo solícito y deseaba conocerme para asegurarse de mi buena
salud.
—Creo que mamá tiene razón esta vez. —Lydia apretó la mano de Lilian—. Me
voy a la cama. Buenas noches, queridísima. —Dicho esto, también se marchó.
Lilian se tumbó y observó cómo la luz de las velas bailaba sin esfuerzo sobre el
suave papel pintado azul y blanco de su habitación. Sintiendo que se le estaban
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cerrando los ojos, se obligó a incorporarse y apagar la vela de la mesilla de noche de
nogal, después volvió a tumbarse y se cubrió con las mantas.
Las cortinas estaban ligeramente abiertas y dejaban entrar una franja de luz de
luna. Se quedó mirando fijamente la luz en el techo, imaginando que provenía de las
estrellas. Cerró los ojos con fuerza y pidió un pequeño deseo. Esta noche pidió a las
estrellas que su madre tuviera razón. Esta noche, cada parte de Lilian esperaba que
pudiera ser verdad.
~ 31 ~
Capítulo 4
A la mañana siguiente, Harlow silbaba en el aire fresco de la mañana mientras
conducía la corta distancia que lo separaba de la casa de Lord Avalon en Mayfair. El
clima había cooperado, su corbata no le apretaba y Cook le había ofrecido sus platos
favoritos en el desayuno. Todo estaba bien en el mundo. Y lo más importante de todo,
iba a ver a la mujer que había ocupado tantos de sus sueños en los últimos tiempos…
en cuestión de minutos.
Estaba tan atrapado en sus pensamientos que casi pasó por alto el frenético ruido
de caballos corriendo calle abajo. Al levantar la vista, vio un carruaje negro tirado por
caballos también negros que se precipitaba en su dirección, con su conductor gritando
a los aterrorizados caballos, que parecían haberse desbocado. Sin un momento que
perder, Harlow azuzó a los suyos y apartó su calesa amarilla a un lado de la carretera,
mientras el carruaje negro pasaba a toda velocidad, dejando una nube de polvo a su
paso.
—Sí... sí, milord. Creo que sí —respondió una voz temblorosa—. Ésta es una
evidencia de su destreza, milord —añadió con la voz tensa.
—Creía que íbamos a hacer exactamente eso, milord —replicó el palafrenero sin
vacilación.
—¡Ja! ¡Tienes toda la razón, Simmons! —Con bastante buen humor, Harlow
sujetó las riendas con una mano y se quitó el sombrero, soplando el polvo que lo
cubría.
—Bueno, muchachos —murmuró en voz alta a sus alazanes—, es una suerte que
el tipo recuperase el control de sus caballos antes de que atropellaran a alguien. Ahora
que lo pienso, no recuerdo haber visto nunca un carruaje corriendo por esta parte de
la ciudad. Quizá tenga una cita con el mismísimo diablo. —Recordando que deseaba
mantener su buen humor, sacudió el polvo asentado en el sombrero, le dio la vuelta
~ 32 ~
para asegurarse de que el aspecto era el correcto y volvió a colocárselo en la cabeza—
. Eso podría haber tenido consecuencias poco afortunadas si hubiera habido gente en
la calle.
—Un lugar muy extraño para aparcar un carruaje... a menos que alguien haya
muerto pegado al grifo de un barril —murmuró para sí mismo, tomando nota mental
de comentar esta rareza con su amigo Max. Satisfecho con su decisión, dio la vuelta de
nuevo, hizo una señal a sus caballos para que aceleraran el paso y, diez minutos más
tarde, aparcó su calesa en la entrada circular de Avalon House, en Norfolk Street.
La hermosa mansión, que combinaba piedra gris y ladrillo rosa, tenía tres plantas
y estaba rodeada de verjas de hierro negro. Jardineras llenas de flores conocidas por
su fragancia bordeaban los alféizares de varias ventanas de los pisos superiores,
mientras que rosales blancos y rosas dominaban los jardines que enmarcaban la casa.
La suave fragancia de las rosas flotaba en la ligera brisa, dando la bienvenida a Harlow
y recordándole las flores que había traído al entregar las riendas a su palafrenero.
Alcanzó el ramillete de nomeolvides moradas, guardado de forma segura en una caja
oculta tras sus pies.
~ 33 ~
Harlow creyó percibir que una ligera sonrisa cruzaba el rostro del viejo criado
antes de que ésta desapareciera, como si se alegrara por Lady Lilian. El corazón de
Harlow se caldeó.
La puerta del salón se abrió antes de que Chambers pudiera llamar y una joven
dama salió a toda prisa por la puerta, con su atención aún puesta en una persona que
estaba detrás de ella dentro de la habitación. Se detuvo, resbalando, justo antes de
derribar al anciano, que ya había empezado a tomar medidas preventivas pegándose
contra la pared y extendiendo las manos.
—Oh, Dios mío. Por favor, acepte mis disculpas, señor. Pensé que Lord
Yarstone... —Se detuvo a mitad de la frase; una sonrisa trepó por su rostro y realizó
una rápida reverencia—. Lord Harlow, perdóneme. —La sonrisa iluminó su rostro—.
Imagino que ha venido a ver a mi hermana, Lilian.
—Sí, milord, lo somos, y me temo que nuestra infancia estuvo llena de travesuras.
—Sonrió con picardía e hizo un gesto con la cabeza hacia su hermana—. Los que nos
rodeaban trataban de hacernos parecer diferentes con nuestras vestimentas, una
táctica a la que me temo que... ah... le dimos un buen uso.
—Lady Lydia, por favor, acepte mis disculpas. —La voz del mayordomo
interrumpió cualquier otra confidencia indiscreta. El anciano había recuperado el
sentido común y el equilibrio.
—¡Oh, Dios! Lydia, por favor... ¡hija, tus modales! —La condesa irrumpió en la
habitación con evidente frustración y lanzó una mirada penetrante en dirección a su
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díscola hija—. Lord Harlow, qué agradable sorpresa es ésta. —Su voz era a la vez
serena y uniforme.
—Estoy seguro, señoras, que una excursión como la que ha descrito sería de lo
más agradable —intervino Harlow. No pudo evitar oír la petición susurrada de Lady
Lydia.
La habitación ofrecía un respiro luminoso y alegre del resto del mundo, y Harlow
imaginó que debían de utilizarla más que sólo cuando recibían invitados. Un suave
papel pintado adamascado amarillo y azul cubría las paredes. Unas cortinas de
terciopelo azul claro enmarcaban la ventana delantera, colgadas sobre finos visillos. El
delicado tejido atraía la luz a la habitación. Un sofá de terciopelo azul oscuro con
remates de nogal se apoyaba en la pared del fondo, y un sillón orejero a rayas amarillas
y blancas formaba un ligero ángulo diagonal con la pared opuesta a la puerta. Sobre
una mesita de madera adyacente había un jarrón con plantas. A su izquierda, cerca de
la puerta, un alto secreter de nogal, con coloridos libros encuadernados en cuero en los
dos estantes superiores, se erigía como un centinela apoyado en la pared.
—¡Milord, qué flores tan bonitas! —Sus manos agarraron las ruedas de su silla
para moverlas.
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Lady Lilian relajó el brazo. Harlow se acercó un poco más, sin dejar de
reprenderse por haber actuado como un idiota.
—Por favor, hágale... pasar... —La voz de Lady Lydia vaciló. Al levantar la vista,
Harlow llegó a tiempo de ver la mirada fulminante que recibió de su madre.
—Relájese —pronunció Harlow en voz baja. Yarstone se mostraba algo más que
irritado cada vez que se encontraban cerca de las hermanas DeLacey. Aclarándose la
garganta, dijo en voz alta—: Lady Lilian, ¿aún está dispuesta a dar un paseo en coche
por el parque?
Lilian asintió.
—Por supuesto, Lord Harlow, no hay nada que resulte más aceptable. —La
condesa sonrió, radiante—. No olvides tu pelliza, querida. Hoy hace un poco de frío
—añadió, tomando las flores de Lilian.
—¡Oh, cielos, rosas blancas! Son tan hermosas. —Lady Lydia las olió y sonrió al
vizconde.
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—Lady Lydia, hace un día agradable. Esperaba... ¿le gustaría acompañarme a dar
un paseo en mi faetón? —Lord Yarstone cambiaba de un pie a otro, aparentemente
nervioso.
—Sin ninguna duda, señor. Es usted muy amable al consentirla tanto. Caballeros,
han elegido un hermoso día para pasear por el parque. —Aceptó las flores de Lydia y
lanzó una rápida mirada a Lilian—. Procurad no meteros en líos, queridas —reprendió
con suavidad.
Harlow captó la mirada de esperanza en los ojos de Lady Avalon. Sólo podía
imaginar la tensión a la que había estado sometida la familia estos últimos meses. Una
punzada de culpabilidad golpeó su corazón. Aún no había determinado el origen del
disparo que había causado el accidente y, por mucho que lo intentara, no podía
quitarse de encima el miedo a que sus anteriores investigaciones en Tintagel lo
vincularan con esta tragedia.
—Un lacayo ayudará a Lady Lilian a subir al carruaje, señor. —Tiró de un cordón
junto al sofá. Sonó de inmediato un golpecito en la puerta y Winston entró tras el
permiso de su señora.
—¡Esperen! Cook envió ésto para ustedes, miladies. —Clara llegó corriendo
detrás de ellas con otra criada, cada una llevando una cesta de picnic y una manta—.
Por si les entra hambre —añadió sonriendo a las dos jóvenes damas.
Harlow asintió.
~ 37 ~
—Bueno, ¡váyanse o el día terminará antes de que lleguen allí! —añadió Clara,
saludando con la mano a los cuatro mientras se alejaban de la casa.
No dejaré que nada estropee este día, pensó Harlow para sí mismo. Su estómago se
contrajo cuando echó un vistazo a la hermosa mujer sentada a su lado, y permitió que
una pequeña sonrisa asomara a su boca. Su madre estaría contenta, y él debería estar
feliz, y lo estaría, si pudiera sobreponerse a la agitación que sentía en la boca del
estómago.
~ 38 ~
Capítulo 5
Era un día maravilloso para hacer un picnic en Richmond Park. Salvo unas pocas
palabras en cuanto a compartir juntos el día de campo, los cuatro acordaron unir sus
fuerzas y disfrutar del paisaje conjuntamente. A excepción de unos mínimos
comentarios amables, la conversación entre Lilian y Harlow se desvaneció en un
cómodo silencio mientras disfrutaban del parque.
Sólo había un leve frescor en el aire, aunque este año el clima parecía un poco
más fresco de lo normal. Teniendo en cuenta el frío extremo del pasado invierno,
cuando el Támesis se congeló lo suficiente como para que lo cruzara un elefante 3 —al
menos eso le habían dicho— no podía estar sorprendida. La gente corriente salía a
pasear, a leer libros bajo los árboles y a almorzar sin la lluvia perpetua e incómoda ni
el calor del verano.
Era el momento de ver y de dejarse ver. Había pasado casi un año desde su último
paseo en carruaje por un parque, y fue en Hyde Park. La vida había sido diferente
entonces.
—Lady Lilian, ¿me permite llamarla por su nombre de pila? —Lord Harlow
rompió el silencio, tocándole ligeramente la mano derecha enguantada.
3N. de T.: Según la BBC, el río Támesis se congeló por completo en 1814. Se llevó a cabo una "Feria de Escarcha" de cinco días
en su honor a partir del 1 de febrero de 1814, donde se asaron bueyes a la parrilla, se consumieron bebidas, se bailó y un elefante
cruzó el Puente Blackfriars a través del congelado río Támesis. Ésto afectó el sustento de los pescadores y conductores de carros
y carretas, que movían personas y bienes. Para compensar las ganancias perdidas, organizaron las ferias, cobrando a los inquilinos
y comerciantes por el acceso al hielo.
~ 39 ~
El calor de su tacto la atravesó como una espiral el centro del cuerpo, creando
una sensación desconocida, pero que no le resultó desagradable.
—John —replicó él antes de que ella pudiera terminar la frase—. Por favor,
llámeme John. ¿Está lo bastante abrigada? —añadió.
Lilian bajó la vista hasta la mano que él había cubierto con la suya y se dio cuenta
de que la había estrechado contra sí misma. ¡Qué vergüenza! ¿Qué debía pensar de
ella, reaccionando así a su contacto?
Su estómago dio una pequeña voltereta. Lilian se miró las manos y habló casi en
susurros.
Lord Harlow bajó la cabeza y tiró de sus caballos hacia la derecha, indicando a
Lord Yarstone que le siguiera. Los dos caballeros desviaron sus carruajes del camino
principal, reduciendo la marcha a medida que el grupo avanzaba por un camino más
estrecho.
~ 40 ~
—Estoy siendo sincero. Me doy cuenta de que nuestro primer contacto fue
terrible. Hubiera deseado que fuese mejor. —Pasó las riendas a un puño, deslizó la
mano libre sobre la enguantada de ella y apretó suavemente—. ¿Tiene hambre? —Lord
Harlow hizo un gesto con la cabeza hacia el claro rebosante de árboles que tenían
delante, donde un pequeño arroyo ondulaba bajo la luz moteada. La luz del sol se
filtraba entre las ramas de los árboles e iluminaba una zona de hierba aterciopelada.
Pequeños grupos de flox4 rosas y blancos cubrían el suelo, acentuando las orillas del
arroyo—. Parece un lugar perfecto para un picnic. No está aislado, pero la mayor parte
del tráfico se queda en la calzada principal.
—¿Les apetece hacer el picnic aquí? —se dirigió en voz alta a Lord Harlow y
Lilian.
Lilian se inclinó hacia delante para ver la reacción de su hermana. Lydia estaba
asintiendo, así que tomó una bocanada de aire para tranquilizarse.
—Sí, milord. Este sería un lugar encantador. —Espero no arrepentirme de esto. Lord
Harlow... John... tendrá que llevarme en brazos hasta la manta de picnic. Su corazón latió un
poco más rápido al pensar en sus manos sosteniéndola.
Lilian y Lord Yarstone cogieron una manta de cada vehículo y las extendieron
con esmero junto al arroyo. Lord Harlow entregó las riendas de su calesa a su
palafrenero y caminó hacia Lilian. La levantó del carruaje con delicadeza. Ella le rodeó
el cuello con los brazos. El aroma a bergamota y laurel despertó sus sentidos y, sin
tener en cuenta la falta de decoro, se acercó a él. Su tacto, su olor, le proporcionaron
una sensación de comodidad y seguridad que no había sentido desde antes del
accidente. Deseó apoyar la cabeza en su hombro, pero, con modestia atrasada,
mantuvo tanta distancia como le fue razonablemente posible. Fue una suerte para ella
que la distancia fuera corta, o podría haber sucumbido.
4N. de. T.: En el original phlox: es un género con 120 especies de plantas con flores pertenecientes a la familia Polemoniaceae. Son
plantas anuales o perennes. Algunas de las especies florecen a principios de primavera, mientras que otras lo hacen de verano a
otoño. La gama floral abarca desde el azul pálido al rojo brillante y blanco. Algunas especies, como Phlox glaberrima alcanzan
una altura de 1,5 mt. mientras que otras, como Phlox stolonifera, forman bajas esteras de sólo unos pocos centímetros de altura.
~ 41 ~
Lord Harlow —John— la colocó tiernamente sobre la manta junto a su hermana.
—¡Ésto será divertido! —Lydia abrió las dos cestas y dispuso ante ellos una
botella de vino, un cuenco de frutas y una pequeña fuente de quesos y carnes. Su
hermana sirvió cuidadosamente copas de vino, mientras Lilian cogía los platos y
colocaba una pequeña porción de las diversas carnes, quesos y pan en cada uno.
—¡Ésto es un festín! —Lilian alzó los ojos hacia los de John y bebió un sorbo—.
Ésto es muy agradable, señor. Gracias por este día. —Miró a su hermana, que estaba
sentada mucho más cerca de lo debido de Lord Yarstone. Aquel caballero leía a Lydia
un soneto de su libro favorito mientras sorbían vino e ignoraban el resto de la comida.
—¿Ha oído eso? —preguntó John poco después, dejando en el suelo su vaso
vacío.
Lilian guardó silencio y John se levantó, escudriñando los árboles y a lo largo del
pequeño valle en el que estaban sentados.
—Oigo algo. —Volvió a meter la copa de vino dentro de la cesta para evitar que
el líquido se derramase y escuchó. Detrás del grupo de árboles sonaban unos quejidos
continuos y unos débiles ladridos, seguidos de risas.
—¡Agarra su cola!
~ 42 ~
Antes de que pudieran comentarlo, un chico salió disparado de entre los árboles,
sujetando con los brazos una pata delantera y otra trasera del pobre animal, haciéndolo
girar dando vueltas y burlándose. Los otros chicos le siguieron, lanzando piedras a un
pequeño perro de color albaricoque.
—Tu turno, Ralph. —El chico dio una patada a un niño más pequeño—. ¡Hazlo!
—Basta. ¡Para ahora mismo! Tráeme al pobre animal. —Apretó los puños a los
lados de su vestido, odiando no poder levantarse y plantarle cara al chico mayor.
—¿Qué, mi perro? ¿Qué te pasa? —El chico pelirrojo se giró y por fin se percató
del grupo de adultos. Dejó caer al cachorro al suelo, aún con la cuerda al cuello, y se
cruzó de brazos. Su postura era beligerante, pero Lilian se dio cuenta de que mantenía
una distancia prudencial con los adultos. Un tercer chico, de pelo oscuro, se detuvo
detrás de su amigo con una piedra del tamaño de un puño en la mano que,
obviamente, había planeado lanzar a la cabeza del cachorro.
—¡Suelta a ese animal de inmediato! —La furia teñía la voz de Lilian mientras
luchaba por controlar su temperamento. Detestaba el maltrato a los animales. Siempre
había arreglado las alas de los pájaros, quitado astillas de las patas, alimentado a las
crías de ardilla que salían de su nido demasiado pronto. Su padre le había permitido
cuidar de los animales y, de hecho, incluso la había alentado. Mamá, sin embargo, no
era de la misma opinión. No quería animales en su casa, pero, normalmente, al final
transigía y permitía que Lilian los cuidara hasta que sanaban.
~ 43 ~
Harlow se puso en pie y dio un paso en dirección a George con el rostro
irradiando ira.
—Mire, jefe... este es mi cachorro y puedo hacer lo que quiera. No me diga lo que
tengo que hacer.
—¡Muy bien! Te compro el cachorro. ¿Cuánto? —vociferó. Eran sólo unos cuantos
chelines, un poco de dinero que guardaba para emergencias, pero gastaría hasta el
último céntimo para salvar al animal.
—Lilian, seguro que no pretendes llevar ese perro a casa, ¿verdad? —susurró
Lydia en voz alta en dirección a su hermana.
—Sí —espetó Lilian. Quería a su hermana, pero Lydia no veía el mismo valor en
los animales que ella. Ése era probablemente el único tema en el que de verdad
discrepaban—. Mamá sin duda se subirá por las paredes5, pero se adaptará. El pobre
animal no puede quedarse con estos horribles chicos. Lo matarán —respondió con
brusquedad aún enfurecida, aunque en voz baja.
El chico pelirrojo tiró de la cuerda que colgaba del cuello del cachorro y le dio un
empujón con su sucia bota, provocando un grito ahogado del peludo chucho de color
albaricoque. Al menos ya no lo balanceaba en círculos. El cachorro gimió con fuerza.
Tirando de la cuerda, George hizo que el animal se levantara sobre sus patas y,
arrastrándolo tras de sí, se dirigió hacia la manta.
—Aquí tengo tres chelines. Te los daré todos a cambio del cachorro. —Lilian se
mordió el labio, esperando que fuera suficiente. No llevaba nada más de valor.
El pobre cachorro apenas podía mantenerse en pie. Parecía ser una mezcla de un
pequeño caniche y un spaniel, y su pelaje enmarañado de color albaricoque y sus ojos
5N. de T.: En el original “fly up into the bourghs”, literalmente “volar hacia las ramas”: enfadarse/disgustarse/enojarse mucho.
Como en el original se usa una frase coloquial, en la traducción se opta por hacerlo también.
~ 44 ~
ámbar mostraban dolor y miedo. Una materia costrosa cubría los bordes interiores de
aquellos ojos tristes.
—Nunca he veído tanto dinero —murmuró Ralph, el chico más joven—. ¿Pagaría
eso por un perro, señá? Debe de estar mu borracha. Eso es un montón de chelines —
declaró, rascándose pensativamente la cabeza y mirando del cachorro a las monedas—
. Sobre tó porque él no es...
Lilian alzó la vista hacia él con admiración. También se preocupa por los animales.
—Un buen perro como él debería dar más si lo vendo. —El chico sonrió
astutamente con la mirada fija en Harlow, esperando conseguir un mejor trato.
Harlow dio otro paso adelante y habló en voz baja desde el fondo de su garganta.
—Eso es una trola mu gorda, jefe —el chico echaba pestes con la mano cerrada en
un puño al costado. Miró la mano extendida de Lilian y la moneda que Harlow
sostenía en la suya—. ¡Bah! No es más que un perro sucio, después de todo, y tié un
buen precio. Es suyo. —George agarró las monedas de Harlow y Lilian y empujó al
cachorro hacia ella. El pobre animal se desplomó sobre su regazo mientras los chicos
volvían corriendo por donde habían venido, quedando el leve movimiento de los
arbustos como única señal, aparte del chucho tembloroso, de todo el incidente. Lilian
abrazó al cachorro sin preocuparse por su aspecto.
~ 45 ~
—Tenía el capricho de un helado de frambuesa, pero quizá ésto hace que el día
sea mejor.
Sujetando a Cooper, Lilian tocó con suavidad la cabeza del cachorro e intentó
desatar la gruesa cuerda de cáñamo de su cuello.
~ 46 ~
La cuerda había rozado el cuello del cachorro hasta dejarlo en carne viva, sin
pelo, rojo y supurando sangre. Lilian sacó un pañuelo bordado de su bolsito y lo mojó
en su copa de vino. Consoló a Cooper.
—Ésto debería hacerle sentir más cómodo, Lady Lilian. —Lord Harlow había
subido a su vehículo y sacado una manta a cuadros de la caja que había bajo su asiento.
—Bravo, Yarstone. Tal vez deberíamos darle algo de pan y asegurarnos de que
llena su barriga. Yo iría con cuidado con los quesos y la carne. Los más especiados
podrían enfermarlo. Aquí tengo una botella de agua. —Lord Harlow le ofreció el agua
en un pequeño cuenco. Después de tragar la pequeña hogaza casi entera, el cachorro
lamió el agua con avidez.
Abrazó a Cooper más cerca de su corazón y sonrió. Hasta el momento había sido
un buen día. Había hecho una buena acción, sin permitir que su invalidez la detuviera,
y tenía un nuevo amigo. No podía lamentarlo. Ahora todo lo que necesitaba era tener
buena suerte, pensó alegremente.
~ 47 ~
Capítulo 6
—¿Un cachorro? —A Lady Avalon se le atragantaron las palabras, pero
rápidamente se calmó—. Fuiste a dar una vuelta por el parque. ¿Qué quieres decir con
que trajiste de vuelta un perro, Lilian? —Su madre acentuó su nombre con lentitud—.
No, querida, me temo que no podemos quedárnoslo. Sabes que hay varias razones por
las que no podemos tener un perro.
Ésta debía de ser la lista de la que había hablado Lilian. Harlow se tragó las ganas
de echarse a reír; a su lado, Lilian suspiró.
Lady Avalon levantó los dedos uno a uno, marcando rápidamente cada razón
mientras miraba con fijeza a un Cooper encogido en los brazos de Lilian.
—Primero de todo, Cook ya tiene bastante que hacer como para tener que
preparar comidas para un cachorro. Además, un perrito necesita vigilancia y cuidados
constantes. Traerá esos parásitos… pulgas, creo que se llaman, a la casa. No puedo
tolerarlo —añadió para enfatizarlo—. Y sabes que a tu padre no le agradará que se
meta otro animal callejero dentro de casa. Los pájaros y los gatos eran una cosa... un
cachorro exige mucha más atención. Eso es completamente diferente.
Ésto es incómodo, pensó Harlow, pero a veces la vida puede ser más cómica que la
ficción. No había habido un momento adecuado para despedirse. Echó un vistazo a
Lilian, que estaba sentada en su silla, sosteniendo al animal y prestando a su madre
toda su atención, pero al mismo tiempo acomodando discretamente al cachorro para
que su madre pudiera ver la cara de Cooper. Reconoció su sencilla estrategia y admiró
su astuto método.
~ 48 ~
—Sí, querido, te mencioné, pero fue para explicar por qué no podemos
quedarnos con este cachorro. —Lady Avalon respondió con calma, señalando a
Cooper. Su tono contrastaba marcadamente con la diatriba que acababa de soltar. Era
evidente que la situación la desconcertaba.
—Sí... sí, acabo de fijarme en la pobre criatura. —Se volvió hacia Lilian—.
¿Supongo que le habrás puesto un nombre? —preguntó con ligereza—. Siempre lo
haces. —Lord Avalon enarcó una poblada ceja negra y gris e intentó parecer irritado.
En opinión de Harlow, estaba fracasando estrepitosamente.
Esa simpatía por los animales era una faceta de Lilian que no esperaba. Le
recordaba su propia infancia. Él había pasado cada minuto libre con los perros de su
padre o sus caballos, incluso ayudando a los mozos de cuadra a cuidar de los
lesionados.
—Veo que hay un pequeñín tremendamente agradable debajo de todo este barro
y porquería. —Miró a su hija, que no les había quitado los ojos de encima a ambos—.
Lilian, debemos... —dudó un momento, como si buscara la palabra adecuada—.
Cooper necesita un baño, una cama cómoda y una buena comida —terminó al fin—.
Puedes decirle a Clara que le pida a Cook algunas sobras para su cena. Permite que tu
madre y yo lo discutamos y hablaremos más sobre ello esta noche.
~ 49 ~
El conde y su esposa abandonaron la habitación, aparentemente para hablar del
animal, supuso Harlow. Lord Yarstone, las hermanas, Cooper y el propio Harlow se
quedaron en el salón.
—Creo que nuestro padre la convencerá. No tengo ni idea de qué magia ejerces
sobre papá, Lilian, pero él nunca podría negarte nada —dijo Lydia con franqueza, y se
echó a reír.
—Cada una tenemos nuestros puntos fuertes, querida hermana. Mamá tampoco
puede negarte nada. Es por eso que siempre nos hemos complementado la una a la
otra —añadió Lilian con tranquilidad.
—Creo que tienes razón. No podemos esperar que siempre sea así, pero parece
que los destinos se inclinan en esa dirección. Papá apoya las travesuras de mi hermana
y mamá encuentra menos defectos en las mías —añadió Lydia, gorjeando de risa.
Lilian también sonrió, aunque parecía algo forzada.
—Gracias por una excursión tan agradable, señor. —Lilian levantó la mirada
hacia él, abrazando una vez más a Cooper.
—Será un placer darle la bienvenida, Lord Harlow. Gracias por sus muchas
gentilezas —respondió Lilian, con un rubor rojo subiendo por su rostro mientras
arropaba a su nuevo perro con el otro brazo.
Él acarició a Cooper.
—Ahora, pórtese bien, caballero. Enviaré a un buen amigo mío, el señor Whitten,
para que le ayude con sus heridas —añadió.
—Me temo que yo también debo despedirme, Lady Lydia —añadió Lord
Yarstone. Besó la mano extendida de Lydia e hizo una rápida reverencia—. Yo también
espero volver a verla.
~ 50 ~
—Comparto sus deseos, señor —respondió Lady Lydia con el rostro radiante por
la evidente satisfacción.
—Eso fue extraño —comentó Harlow cuando la puerta se cerró detrás de ellos—
. Antes no tuve la sensación de que le cayéramos mal a Chambers. Sin embargo, hace
un momento he detectado, con toda seguridad, un cierto nivel de desagrado en su
forma de actuar.
—Creo que detesta al cachorro —informó Yarstone, riendo entre dientes—. Pero
pienso que el perro se quedará. ¿No le parece raro que muestre tanta aversión?
—Creo que podría tener razón, amigo mío. ¿Percibió cómo el argumento de Lady
Avalon se convirtió en polvo en el momento en que Lord Avalon entró en la
habitación? —Estaba seguro de que Lord Avalon aceptaría al cachorro—. Apostaría a
que están bañando al perrito mientras hablamos.
—No puedo imaginar la última vez que la pequeña criatura recibió algo más que
un chaparrón. Ahora no le faltará de nada. Lady Lilian lo adorará —reflexionó Harlow.
—Me disculpo, Harlow, por mis celos imperdonables de hace unas horas.
~ 51 ~
—Sí. Me gusta, pero tengo que pensar seriamente en algo más. No sé si estoy
preparado para el matrimonio tanto como a mi madre le gustaría. —Se estremeció al
pensar en su madre. Sin duda se enteraría de su cortejo a Lady Lilian y tendría
expectativas y preguntas… muchas preguntas.
—Sí, supongo que podría aceptarlo. Eso no significa que esté de acuerdo. —Sus
labios se crisparon.
—Tuve una situación similar con mi familia. Mi propia madre me hizo sentir
incómodo al hacer desfilar ante mis narices a señoritas elegibles e insistiendo en que
la acompañase a las fiestas, donde me exhibía ante todas sus íntimas amigas. Llegué a
un punto en que no podía soportar ir a casa, así que decidí abordar el tema. No tenía
nada que perder. —Yarstone hizo una pausa—. Hablé con mi madre y le expliqué
cómo me hacían sentir sus argucias, trampas y estratagemas, por bienintencionadas
que fueran. Le dije que no deseaba que el título abandonara la familia, pero que
tomaría mis propias decisiones a mi propio ritmo.
—¿Y cómo le fue con su madre? —Harlow estaba muy interesado. Casi evitaba a
su madre a causa de sus maquinaciones. Tal vez un enfoque directo sería lo mejor.
Tenía sentido. Como dijo Yarstone, ¿qué tengo que perder?
—Se disculpó y dijo que lo intentaría. Eso es todo lo que puedo pedirle, la verdad.
—Yarstone le tendió la mano a Harlow, y éste la estrechó.
—Gracias, Yarstone. No había pensado en ser claro con mi madre. Tal vez es el
momento. —También me daría tiempo a reflexionar, añadió para sí mismo, completando
su pensamiento.
—¿Sí?
—Noté que una mujer nos observaba hoy en el parque, desde lejos. No hice
ningún comentario al respecto a Lady Lydia, y que yo sepa, ella no se dio cuenta de su
presencia.
~ 52 ~
—Creo que era la viuda Lady Poinz. La vi en el baile la otra noche vestida de
satén rojo. Algo difícil de pasar por alto. —Sonrió con ironía.
—Sí. Lady Catherine Poinz es difícil de ignorar. —Extremadamente, pensó. Tal vez
eso merece un mayor análisis.
Harlow le cortó.
~ 53 ~
—Ve a comer algo mientras tanto, Simmons —dijo, poniendo una corona en la
mano de su cochero.
—Gracias, milord. —El cochero esbozó una sonrisa alegre y se guardó la moneda
en el bolsillo.
—Una cosa más. —Harlow levantó la vista hacia el cochero—. ¿Viste a una...
dudo en llamarla dama... una mujer bastante llamativa en el parque cuando nos
desviamos del camino principal hace un rato?
—¿El señor Moore? ¿El dueño de la Taberna Golden Goose? —Esa noticia intrigó
a Harlow.
—Eso creo, milord. No sé nada de sus propiedades, pero segurísimo que era él
—respondió Simmons con convencimiento.
Qué curioso. Harlow no estaba seguro de si lo había dicho en voz alta o no.
—Gracias, Simmons.
Tomó asiento al lado de Max, agradeciendo las brasas que ardían a fuego lento.
Quitaban el frío de la habitación, pero no la sobrecalentaban. Harlow aceptó un vaso
de su whisky favorito y se recostó, con ánimo reflexivo. Le gustaba este sillón, sobre
todo por el espacio que le dejaba para estirar las piernas y descansar. Si se reclinaba lo
suficiente, podía tocar la pared detrás de él y estirar las piernas un poco más. Así lo
hizo y pronto se relajó. Sus piernas se sintieron mejor al instante.
~ 54 ~
—Ambos lo están haciendo espléndidamente. Shep vigila al bebé. Tardé una
semana en acostumbrarme a verle desplegar su naturaleza protectora sobre el bebé.
Nathan es casi del mismo tamaño que él —Max se rio—. Pero es muy leal. Yo ocupo
un distante tercer lugar detrás de ellos dos. Antes de que naciera Nathan, tenía que
buscar mis calcetines por todas partes. Ahora, apenas repara en mí.
—Tu madre debe haber estado encantada —dijo Harlow, con una sonrisa irónica
en la comisura de los labios—. Por favor, no la animes a ponerse en contacto con la
mía. Mi madre ha vuelto a hacer de las suyas, rebuscando entre las debutantes a la que
considera la dama adecuada para mí. El tema se ha vuelto tan desagradable, que me
veré obligado a hablar con ella al respecto.
—Muy divertido, Max. Aunque tienes razón. No será fácil. —Harlow consideró
las palabras de su amigo—. Max —dijo en voz baja después de una pausa—, tenemos
algunos asuntos que discutir.
—Estoy de acuerdo —dijo Max, con avidez—. ¿Has visto la última apuesta del
libro? —Golpeó ligeramente la mesa con la palma de la mano para enfatizar su
entusiasmo.
Se reclinó aún más en su sillón, dejando que una sonrisa se dibujara en su rostro.
Tenía que ser una de las bromas de Max. No mordería el anzuelo.
—Cien libras a que te conviertes en inquilino de por vida de una tal Lady Lilian
DeLacey.
~ 55 ~
Capítulo 7
Al día siguiente
—Mamá, estás segura de que no te importa que Cooper esté aquí, ¿verdad?
A lo largo de los años, su madre había transigido con las diversas adquisiciones
de Lilian. Sin embargo, ni una sola vez había venido a jugar con la mascota en cuestión.
Siempre había mantenido una distancia reservada con el ofensivo animal o pájaro.
Esto, caviló Lilian, era bastante extraordinario. Luchó contra el impulso de llamar a
Clara para que fuera a buscar al médico y, en su lugar, disfrutó de la pura alegría que
su madre estaba mostrando con el más reciente miembro de la familia. Cooper estaba
tumbado en una postura relajada, permitiéndole que le rascara la barriga; era evidente
que él también estaba disfrutando.
~ 56 ~
Lilian observó con total sorpresa cómo su madre lanzaba varias veces la pelota y
la hacía retroceder, tentando a Cooper para que la persiguiera. El perrito se entusiasmó
e inmediatamente se metió de lleno en el juego, olvidando las dolencias que había
estado padeciendo sólo un día antes.
—¡Búscala, Cooper! —Su madre arrojó la pelota y tiró de ella hacia atrás,
provocando que Cooper la mordiera y le diera con la pata, decidido a conseguirla.
Lilian se rio a carcajadas con regocijo cuando estuvo a punto de atraparla, una imagen
que la remontó a su infancia, agitando su memoria.
—Mamá, ¿has tenido alguna vez un perro propio? —preguntó Lilian, sin saber
de dónde venía la pregunta. De hecho, ni siquiera había pensado en la pregunta antes
de hacerla. Sólo le salió de repente de la boca.
—Una vez tuve mi propio perro. Se llamaba Rascal7. Era muy pequeña.
—¡Me acuerdo! —Ese era el recuerdo que había luchado por afianzarse en su
mente.
~ 57 ~
excepto con tu padre, hasta este momento. Pensaba que el dolor no cesaría nunca y la
culpa por no haber estado allí me parecía insuperable. —Lady Avalon colocó la mano
sobre su bolsillo donde guardaba la pelota y la apretó fuertemente contra sí—. Rascal
fue un regalo de cumpleaños de mi padre —susurró—. Me la dio cuando fui
presentada en sociedad. Perderla fue como si hubiese perdido una parte de mí misma.
Lilian no sabía qué decir. Estaba a la vez sorprendida y maravillada con esta
nueva faceta de su madre. Al parecer, Cooper también estaba encantadísimo con
mamá.
Atribuyendo todo el mérito a Lord Harlow, su madre explicó que, dado que el
cachorro no tenía ningún problema más allá de la casi inanición y las quemaduras de
la cuerda, el señor Whitten pensó que podría programar su visita cuando viniera a la
ciudad para asistir a la Facultad de Veterinaria.
La oportunidad del momento era algo curioso, pensó Lilian para sí misma,
reflexionando sobre la coincidencia de descubrir a Cooper antes de que le hubieran
hecho más daño. Papá le había preguntado cuánto había pagado por el perro. Ella le
había dicho la verdad; para su sorpresa, su actitud no había cambiado. Se había
limitado a comentar que los chicos muy probablemente harían un mejor uso del dinero
que del pobre y hambriento cachorro. Su padre nunca mostraba su mal genio, pero así
era él. La comprendía. En cambio, nunca sintió que conociera a mamá, aunque esta
nueva faceta de su personalidad la hacía muy feliz. Tal vez tener un cachorro fuera
algo que todos pudieran disfrutar.
~ 58 ~
La cama se movió cuando su madre se levantó, alisándose de manera distraída
las arrugas de la falda.
—Antes de irme, tengo algo que darte. —Buscó en su bolsillo y sacó un pequeño
collar trenzado de cuero rojo—. Ésto era de Rascal. Me gustaría mucho que dejases que
lo lleve Cooper. —Una pequeña placa de plata colgaba de un anillo metálico cerca de
la hebilla, grabada con las palabras Cooper. Muy amado—. Tu padre encargó la
inscripción a petición mía. Puede ampliarse a medida que crezca, siempre que no sea
demasiado —añadió, señalando una pequeña cantidad de cuero extra más allá de la
hebilla.
—Gracias, mamá. Es el regalo más dulce que me has hecho nunca. Lo guardaré
siempre como un tesoro, y creo que Cooper estará orgulloso de llevarlo.
Probablemente debería atarlo a su cesta hasta que se le cure el cuello. —Se inclinó, fijó
el collar a la cesta de Cooper y luego le acarició la cabeza con ternura.
—Ahora bien, debería hablar con Cook acerca de las comidas de Cooper. Estoy
convencida de que a los perros les sienta bien una pequeña cantidad de verduras en
sus comidas, aunque no cebollas ni nabos —dijo su madre pensativa—. Nunca son
buenos, así que debo dar instrucciones a Cook para que le prepare la cantidad
adecuada de carne y verduras. Quizá una pequeña ración de galletas. —Dio una vez
más una palmadita a Cooper y salió de la habitación.
—Cooper, mira lo que mamá ha traído para ti. Es un verdadero collar. Cuando
tu cuello esté mejor, te dejaré ponértelo ¡y lucirás muy elegante! —Cogió al perrito, lo
abrazó y luego llamó a Clara. Quería vestirse y empezar el día. Hacía buen tiempo
fuera y de repente tuvo el deseo de jugar a la pelota con su nuevo cachorro.
~ 59 ~
—Milady, es hora de que Cooper salga afuera antes de que desayune. —La mujer
mayor se carcajeó suavemente—. No he visto a tu madre tan feliz desde hace años, no
desde que murió su Rascal.
—Milady, sus padres me han pedido que le diga que han decidido salir hacia
Tintagel por la mañana. Mis huesos no pueden esperar el momento de volver a sentir
el aire fresco del mar. Le prepararé sus baúles esta noche.
Quince minutos más tarde, Lilian fue trasladada al primer piso con Cooper
siguiéndola.
Cavilando sobre el día que tenía por delante, se dio cuenta de que echaría de
menos Londres… o al menos dos cosas de Londres. Una de ellas era Lord Harlow.
Sintió un vuelco en el estómago al pensar en él, similar a las sacudidas que sentía
cuando estaba cerca de ella. Lord Harlow no había ido a visitarla desde hacía dos días.
Sin duda no le habré cogido cariño... ¿verdad? Un gorgoteo de risa escapó de su garganta.
Le echo de menos. Había estado en su mente durante el último año, un hombre sin rostro
que la había salvado, sosegándola en el preciso momento en que necesitaba un toque
de calma. Su cálida voz de barítono y su inolvidable aroma habían apaciguado sus
sentidos, conectando de algún modo con su alma.
Pinchó con suavidad un trozo de naranja del plato y lo comió, perdida aún en
sus pensamientos. Aparte de su hermana, Danby era su mejor amigo. Lilian solía pasar
horas con él en el establo, utilizando una silla colocada cerca de su cuadra para su uso.
En los días soleados se llevaba un libro para leer. Su aterciopelada nariz marrón a
menudo la engatusaba para que sonriera, sin importar su estado de ánimo. Me pregunto
cómo se llevará Danby con Cooper. Deja de preocuparte. Le encantará el pequeño bribonzuelo.
~ 60 ~
El sonido de unas ligeras pisadas detrás de ella interrumpió sus reflexiones. Su
madre abrió parcialmente la puerta de la habitación.
—Vientre blando. No le sangran los ojos ni la nariz. Muy bien —continuó en voz
alta, pero casi para sí mismo. Whitten palpó a lo largo de la columna vertebral del
perro y comprobó la zona bajo su cola—. No hay señales de gusanos ni otros parásitos.
—Sacó el estetoscopio y auscultó el corazón de Cooper—. Fuerte. No hay sonidos
anormales. —A continuación, Whitten tumbó a Cooper suavemente de espaldas y le
miró las patas.
—Me dijeron que lo estaban haciendo girar sujetándolo por las patas. Una forma
vergonzosa de tratar a un animal, en mi opinión. Tiene suerte, ya que no noto ningún
punto sensible. Sus articulaciones están como deberían. —Whitten palmeó a Cooper
en la cabeza, indicando el final de la exploración—. Tengo una tintura que le dejaré
para la zona del cuello. Dos veces al día, coja un paño, mójelo en vinagre diluido y
~ 61 ~
páselo con suavidad por las zonas abiertas. Puede que a él no le guste, pero servirá
para curar las llagas. —Sacó un frasquito de su bolsa y lo puso en la mano de Lilian—
. Esta tintura de mirra y áloe debería ayudar. Espárzala ligeramente y espere unos
minutos. Este ungüento aplicado quince minutos después de la tintura ayudará a
curarlas. Aplique sólo una capa fina. El aire fresco ayudará a la cicatrización. En unos
días, creo que estará como nuevo y su pelaje volverá a crecer.
—Gracias, señor Whitten. ¿Sabe su edad? —Lilian estaba contenta por recibir un
informe tan positivo.
—Si tuviera que aventurar una respuesta, calculo que tiene cinco o seis meses.
Sorprendentemente, no parece haber contraído lombrices ni ninguna otra plaga.
Muchos cachorros sucumben a ellas antes de tiempo. Este cachorrito está
extraordinariamente sano. —Se volvió hacia Cooper—. Cuida bien de tu ama, Cooper;
creo que ella cuidará de ti. —Mientras hablaba, Whitten empacó su bolsa.
—Señor Whitten, ¿desea tomar una taza de té y unas galletas? Una criada nos va
a traer un ligero refrigerio. —En ese momento, la sirvienta entró con la bandeja de té y
la colocó en la mesa cerca de ellos.
—Gracias, milady, pero creo que debo ponerme en camino. Tengo un caballo que
debo atender cerca del mercado de Smithfield. —Se inclinó cortésmente—. Que tengan
un buen día.
—Muy agradecidas —Lady Avalon asintió—. Buenos días. Antes de que se vaya,
mi marido ha pedido que le espere en su estudio. Creo que desea darle las gracias
personalmente.
—Lo haré. —Se volvió hacia Lilian—. Ha sido un placer conocerla, milady. Lord
Harlow habló largo y tendido sobre la joven que se enfrentó a una pequeña banda de
canallas para rescatar a un cachorrito —dijo alegremente—. Pude ver que estaba muy
impresionado.
—Gracias, señor. Es usted muy amable. Estoy segura de que no hice más de lo
que muchos en mi lugar habrían hecho. —El rostro de Lilian enrojeció ligeramente
ante el cumplido y el recuerdo de John Andrews.
~ 62 ~
—Por supuesto. De todas maneras, fue bueno para el animal que usted
interviniera cuando lo hizo. —Whitten sonrió cortésmente, recogió su bolso y salió de
la habitación.
—Eso sería lo correcto —replicó su madre en tono distraído. Lilian miró por
encima del hombro a su madre, que estaba sentada en el sofá con Cooper en brazos. El
cachorro le estaba dando lametones en la barbilla.
~ 63 ~
Capítulo 8
Harlow se preguntó si Max le estaría engañando con lo de encadenarse a Lady
Lilian. Una vez que se hubo levantado, se disculpó por haber roto la silla y se secó la
bebida de los pantalones con el pañuelo, se acercó al libro de apuestas y lo comprobó
por sí mismo.
—¡Tonterías sin sentido! —proclamó. Estaba claro que alguien había escrito "por
L.C.P de M.M." Conocía a otros caballeros con las iniciales M.M., pero ninguno que se
hubiera atrevido a soltar eso por toda la ciudad. El "por L.C.P" le desconcertaba—. Ésto
tiene que ser una especie de broma. ¿Quién anotaría algo así?
—Pues te vas a quedar helado esperando, amigo mío. ¡Quién lo diría! Me voy de
la ciudad unos días, y cuando vuelvo, ¿qué me encuentro? ¡A ti, casi atrapado en la
ratonera del párroco! ¿No es esta decisión algo que consideres digno de compartir con
tus amigos? —preguntó Max con indolencia, examinándose las cutículas.
—¿Te gusta? —insistió Max con una sonrisa en la comisura de los labios.
~ 64 ~
A Max le encantaba burlarse de él, pero debería entender la situación mejor que
la mayoría. Sabía por experiencia que Harlow seguía teniendo pesadillas. ¿Cuántas
veces se habían visto obligados a compartir unos aposentos reducidos mientras
realizaban una misión juntos?
—No es eso lo que he preguntado —respondió Max con calma—. Quizá la mujer
adecuada cambiaría ese aspecto de tu vida... pero continúa.
—No obstante, hablo en serio. Tal vez el matrimonio sería bueno para ti; aliviaría
la tensión de cualquier carga que te acosa, si encontraras a la dama adecuada. Alguien
que escuche tus reflexiones y preocupaciones.
Harlow abrió la boca para responder, pero se detuvo. Conocía a muchos otros
que se quejaban de las pesadillas después de las guerras con Francia. Quizá Max
tuviera razón... ¡No! ¿En qué estaba pensando? Lilian tenía su propia pesadilla. Él no
se sumaría a sus problemas. Encontraría a los responsables de este ultraje y les haría
eliminar la anotación. Entretanto, esperaba que la gente lo pasase por alto.
—Lo sé. —Harlow captó el tono derrotado en su propia voz y decidió que no se
permitiría encolerizarse por el tema. También se dio cuenta, con alarmante claridad,
de que no podía abandonar justo ahora a Lady Lilian, dada la atención que ya le había
prestado a la joven. Eso sería un error—. ¿Dices que has conocido gente que se
recupera de estas pesadillas? —Quería oír hablar de ello.
~ 65 ~
—Sí. —Max empujó la nueva bebida en dirección a Harlow—. Creo, no obstante,
que sería mejor discutirlo en algún lugar menos... público. Desde que rompiste las
patas de esa silla, los demás miembros del club, que están evitando con todo cuidado
mirar hacia aquí, están, sin embargo, inclinando sus orejas ávidamente en nuestra
dirección.
—Creo que ése era su destino. Los caballos giraron en la esquina a toda velocidad
y, al pasar, descubrí a los mismos caballos, con las cabezas agitándose de un lado a
otro con irritación y echando espumarajos al mismo tiempo. Estaban a la vista justo en
la parte trasera de la taberna.
—Todo el episodio fue extraño. Iba de camino a encontrarme con... —hizo una
pausa, dándose cuenta de lo que estaba a punto de decir—... Lady Lilian —terminó
lentamente. Esperó la respuesta obscena. No llegó.
—Ésto podría ser una señal, amigo mío —dijo Max con suavidad, dándole una
palmada en la espalda.
—No puedes dejar las cosas tranquilas, ¿verdad? —replicó Harlow con jovial
diversión.
—No, me temo que no. Aunque no puedo decir que lo sienta. —Max tosió en su
puño, indicando que ya no estaban solos. Un hombre con el pelo largo hasta los
hombros y un abrigo negro mal ajustado y con las mangas hecha jirones, había
aparecido por el lateral del edificio y parecía estar observándoles.
~ 66 ~
Harlow se levantó y agarró su bastón. No siempre lo llevaba con él, a menos que
estuviera pavoneándose por la ciudad, como lo denominaría Max. La mitad del tiempo
lo pasaba intentando recordar dónde lo había dejado. Su madre le había regalado un
bastón de madera con un perro en el mango. Ya que le recordaba a su mascota de la
infancia, esperaba poder conservarlo. La visión del perro le condujo a otro detalle que
necesitaba contarle a Max.
—Hay una cosa más que me pareció extraña cuando visité a Lady Lilian. El
Vizconde Yarstone descubrió a Lady Catherine Poinz observándonos cuando
estábamos de picnic en Richmond Park el otro día.
—¿Fuiste de picnic a Richmond Park? —Max abrió los ojos de par en par—. Tal
vez necesite saber más sobre Lady Lilian. Pero volviendo a tu comentario, es extraño.
Ayer me encontré con la viuda en la sombrerería. Yo iba a recoger un sombrero nuevo
y ella salía de la sombrerería de al lado con un lacayo detrás que llevaba varias cajas.
Se detuvo y me preguntó si pensaba quedarme mucho tiempo en Londres. Muy
extraño.
—Curioso. ¿Dijiste que te vio en el parque con Lady Lilian? —Max parecía
pensativo—. ¿Cómo pudo hacer eso? ¿Quién haría una apuesta usando sus iniciales?
Lo sé, dirás, M.M., pero White's es el más rígido de todos los clubs de caballeros.
—Tal vez. —Max se frotó la barbilla—. No vamos a resolver ésto ahora. ¿Qué te
parece si vamos donde Gentleman Jackson? Ahora yo también siento la necesidad de
hacer ejercicio.
~ 67 ~
—Me parece una buena idea. Después de todo, hace calor. Dudo que queramos
que nos vean caminar inestables después del combate. —Max rio de manera
disimulada.
—Cierto. —Los dos hombres salieron y se encontraron con Simmons, que estaba
preparado junto al carruaje—. Simmons, llévanos al salón de boxeo de Gentleman
Jackson —ordenó Harlow. Necesitaba el desahogo del ejercicio vigoroso. Un combate
de puñetazos era una buena idea. Sólo esperaba no volver a casa con moratones.
Trataban de evitar las caras cuando boxeaban, pero a veces los planes mejor elaborados
podían salir mal—. Una idea sumamente buena, Max. ¡Golpearte la cara es justo lo que
necesito! —Harlow se acomodó en el asiento y miró hacia la calle por donde pasaban.
—Piensas provocarme para que tome la delantera, de modo que cuando te venza
—Harlow enfatizó la última palabra—, puedas acusarme de haber ganado con ventaja.
¡Me conozco tus trucos!
—No creo que estuviera mirando en nuestra dirección cuando pasamos, pero era
Lady Poinz. La reconocí. Estaba mirando fijamente a la puerta de la escuela de boxeo
—dijo con rotundidad—, igual que en el parque. Aquí está de nuevo. Me parece
demasiada coincidencia.
—Pero aún no estamos dentro. ¿Estás seguro de que te está vigilando? —Max
habló bajo, aunque no había nadie que pudiera escucharlo más que Simmons.
—No con seguridad. Sin embargo, ¿no te parece un poco extraño? Londres parece
un lugar demasiado grande para encontrarse con la misma persona tan a menudo: tres
veces en casi el mismo número de días. —Harlow redujo su propia voz a un fuerte
~ 68 ~
susurro—. Nos acercamos de nuevo al salón. Esta vez haré una señal a Simmons para
que se detenga. —Golpeó el techo del coche con el bastón—. Tenemos un código —
dijo, riéndose de Max, que tenía la confusión grabada por toda la cara.
—Buenos días, Lady Poinz —dijeron Harlow y Max casi a la vez. Ambos se
quitaron el sombrero.
—¡Buenos días! —El tono de ella era empalagoso—. ¿Qué están haciendo dos
caballeros como ustedes en el salón? ¿Están planeando una buena sudada? —Se lamió
casualmente el labio inferior mientras miraba en dirección a Harlow.
Si alguna vez había encontrado algo remotamente fascinante en la mujer, era cosa
del pasado. Su coquetería poco sutil le llenó el estómago de asco, una sensación que
no estaba acostumbrado a experimentar cuando estaba con una mujer... sólo que esta
mujer no era una dama.
—Qué lugar tan extraño para toparnos con usted, Lady Poinz —replicó Harlow
con ligereza—. No vemos demasiadas mujeres a la puerta del salón de Gentleman
Jackson.
—Es una pena, porque creo que es una de las partes más maravillosas de
Londres. Los hombres entran y salen... luciendo como si necesitaran un poco de
atención adicional —añadió, con un brillo burlón en los ojos. Se acercó de manera
seductora y recorrió con su dedo enguantado la parte delantera de la camisa de
Harlow, deteniéndose en la cinturilla de sus pantalones. Él le agarró la mano.
—Lady Poinz... —el tono de Harlow era amenazante—... nunca toque mi cuerpo
a menos que sea invitada a hacerlo. No sé a qué juego está jugando, pero no quiero
tener nada que ver con eso.
—Eso dice, querido, pero me temo que podría estar equivocado. —Lo miró de
arriba abajo, deteniendo su mirada en la parte inferior de él.
—Tenemos asuntos que atender, Lady Poinz. Que tenga un buen día. —Harlow
se puso de nuevo el sombrero, negándose a darle ninguna cortesía más, y entró en el
edificio. ¿Cuál era su juego?
~ 69 ~
—Parece que está buscando a alguien. Dame un minuto. —Harlow entregó su
sombrero y su bastón a un lacayo que estaba esperando para ayudarles y luego se
acercó a la ventana más cercana para mirar hacia fuera. Ella seguía mirando fijamente
la puerta del salón hasta que se detuvo un desgastado carruaje negro. Un hombre bajo
con bigote abrió la puerta y bajó del vehículo, antes de mantenerla abierta para ella.
Los dos caballos negros que tiraban del carruaje parecían similares a los del otro día;
sin embargo, no podía estar seguro. El carruaje era diferente.
Qué curioso. ¿Por qué me está acechando como a un ciervo herido? ¿Y cómo sabía que yo
estaría aquí, a menos que alguien se lo dijera? Su mente daba vueltas y vueltas a todo lo
que recordaba de White's. Su descuidado accidente había atraído una atención
excesiva hacia él, por lo que no podía estar seguro de quién era el informante.
Dos horas más tarde, al salir del salón de boxeo, Harlow miró al sol con los ojos
entrecerrados.
—Hay bastantes cabos sueltos. Haré que Dean investigue discretamente las
inversiones de Lady Poinz. Como mi hombre de negocios, debería saber a quién
preguntar —recalcó Harlow.
~ 70 ~
descubrir en el Cuartel General antes de que nos marchemos mañana —propuso
Max—. Si, por alguna razón, ella tiene clavadas sus garras en ti, entonces puede que
tengas que tener cuidado con quién te relacionas.
~ 71 ~
Capítulo 9
A la mañana siguiente, la casa bullía de actividad.
—Gracias, Mary. Sí, ponlos en el fondo de mi maleta, por favor. —Lilian miró la
calle por la ventana, sintiéndose desanimada.
Era un hermoso día de finales de verano, sin nubes en el cielo, algo que Londres
rara vez experimentaba. Normalmente se sentiría dichosa ante tal vista. Parecía como
si los últimos años hubieran sido más nublados y fríos, por lo que un cielo despejado
debería ser estimulante. En lugar de eso, se sintió desamparada. Hacía tres días que no
sabía nada de Lord Harlow —John— y se reprendió a sí misma por haberse permitido
pensar que existía cierta afinidad entre ellos. Sin embargo, algo tiraba de su corazón...
¿esperanza, tal vez?
—¡Cooper! Ahí estás, pequeño mío. Tengo algo para ti. —Lilian levantó la
almohada y sacó la pelota de tela que había hecho para su cachorro. De manera
concienzuda había cogido trozos de sábanas viejas y los había envuelto alrededor de
un relleno de papel desechado, que había obtenido de algunas de las páginas de
periódico ya leídos de su padre, y había cosido la tela hasta formar una bola perfecta.
Había advertido la afición de Cooper por jugar a la pelota y decidió que necesitaba
una más grande que pudiera perseguir, pensando que, para él, sería más fácil verla y
recuperarla. La ensuciaría, pero ya se preocuparía de eso después.
—Eres un cachorro muy vivo, Cooper. —Lilian lanzó la pelota fuera de la puerta
de su habitación, hacia la pared de enfrente, y él corrió tras ella. Un minuto después,
regresó sosteniéndola entre los dientes y haciendo girar la cola. Movía la cola en
~ 72 ~
círculos—. ¡Oh, Dios mío, tu cola da vueltas cuando estás tan contento como ahora! —
Contenta por su reacción, se rio y aplaudió mientras la cola de Cooper seguía girando.
—Milady, creo que nunca he visto a un perro mover la cola así —comentó Mary,
haciendo una pausa mientras empaquetaba los libros—. Tiene usted un verdadero
tesoro, milady.
—Observo que el joven amo ya está dejando sus cosas por ahí —se rio entre
dientes—. Vine hasta aquí para decirle, milady, que tiene compañía en el salón —
susurró Clara, guiñándole un ojo con gesto de familiaridad que Lilian ignoró.
—Su perro tiene una cola prodigiosa, milady —comentó Winston ligeramente
mientras bajaban el segundo tramo de escaleras—. Estoy seguro de que nunca antes
he visto una cola girar alrededor de un perro.
Winston la instaló en la silla y soltó el freno. Clara se acercó por detrás y empujó
la silla en dirección al salón. El papel de flores amarillas de las paredes del vestíbulo
proyectaba una alegre luz sobre el lugar, elevando su ánimo aún más mientras
~ 73 ~
pasaban al salón. Una vez dentro, un hombre alto de pelo castaño entregó su abrigo a
Chambers y se dio la vuelta, sonriendo. Llevaba en la mano un ramillete de
nomeolvides.
—Son para usted, milady. —Harlow le ofreció las flores a Lilian con los ojos
brillando por algún tipo de emoción que ella no pudo descifrar—. Hubiera venido
ayer, pero los negocios me mantuvieron alejado. Espero sinceramente que me perdone
esta negligencia.
Clara había cogido su bordado y estaba sentada detrás de él en una silla a rayas.
—Parece que tenemos la habitación para nosotros solos durante unos instantes
—respondió él.
Ella bajó la mirada hacia las flores, necesitando ocultar las lágrimas que
amenazaban con derramarse. Creyendo que habían desaparecido, volvió a mirarle.
~ 74 ~
soltar una breve carcajada—. Lo examinó por todos lados y nos dejó algunas medicinas
para ayudarle con sus heridas.
—El señor Whitten es un buen amigo mío. Nos conocimos luchando en Francia.
Su experiencia en ciencia animal nos ayudó enormemente con nuestros caballos.
Asistió al veterinario del regimiento y mantuvo a muchos de nosotros montados, ya
que era rápido para detectar las dificultades. Otro amigo mío, un médico, nos presentó.
Lord Maxwell Wilde, Conde de Worsley, estaba presente y los cuatro seguimos tan
unidos como hermanos.
John también dio un paso atrás, colocándolos a una distancia apropiada justo
antes de que Clara reapareciera.
—¿Le ha dicho a su señoría que nos vamos a Tintagel dentro de una hora? —
Clara podía ser impertinente debido a la notable libertad de la que disfrutaba con la
familia. De repente, Lilian comprendió demasiado bien la dificultad de su madre con
el descaro de Clara y se vio obligada a respirar hondo para tranquilizarse.
—Clara, su señoría me ha pedido que dé una vuelta por el jardín con él.
Estaremos en la rosaleda, por si alguien pregunta. Cooper actuará como mi
acompañante. —En ese momento, Cooper entró, ofreciendo un divertido espectáculo.
Los dientes del perro agarraban con firmeza la gran pelota que, arrastrando por el
suelo, golpeaba contra sus patas y el lado izquierdo de su cuerpo, obstaculizándole el
paso.
~ 75 ~
—Sí, le encanta jugar con una pelota. —Se rio entre dientes—. Mamá se dio
cuenta enseguida. Le dio a Cooper una pelota sujeta a una correa azul para que yo
pudiera lanzarla y recuperarla. Cooper se divierte muchísimo. —Lilian adoraba a su
perro. Qué rápido había sucedido, reflexionó. No quiero hablar de Cooper. Quiero saber
más sobre él... sobre nosotros dos. ¿Podríamos ser una pareja? Se dio cuenta de que quería
que fueran una pareja.
—Es la pasión de mi madre, más que nada. Williams hace el trabajo más pesado,
pero a menudo se puede encontrar a mi madre aquí fuera, luciendo un gran sombrero
y guantes de jardinería. Dice que es su forma de pintar. —Señaló hacia delante—. ¿Le
gustaría sentarse en la glorieta? Mamá añadió una pequeña rampa para que yo pudiera
acceder a ella con facilidad. Me encanta leer aquí fuera. —Lilian podía oler su fragancia
de bergamota y laurel, incluso entre las flores, e inhaló discretamente. Disfrutaba de
su cercanía tanto como temía que durara poco. Ella estaba a punto de marcharse de
viaje.
~ 76 ~
Ella no quería oír malas noticias. Asintió con la cabeza en silencio, fortaleciéndose
ante lo que él pudiera decir.
—Debo salir de la ciudad hacia la costa de Cornualles mañana para, con suerte,
concluir algunos negocios. Esperaba que estuviera dispuesta a seguir permitiéndome
cortejarla. —Se le hizo un nudo en la garganta, pero no dijo nada más.
—En absoluto. —Juntó las manos delante de ella y echó un vistazo a su alrededor,
viendo a Cooper perseguir a una mariposa hasta detrás del olmo. La garganta le
palpitó de manera frenética. La ventana del estudio de su padre daba al jardín y se
preguntó si estaría allí, pero las cortinas estaban cerradas. Imaginó que las había
corrido ayer para evitar que el sol recalentara la habitación. Esta mañana había
acompañado a mamá y a Lydia a la ciudad a comprar los artículos de última hora para
el viaje de regreso a Tintagel, y no los había oído regresar.
—¿Puedo besarla? Tengo mucho que hablar con usted, pero mientras tenemos
un momento a solas, me gustaría besarla. Sólo tendremos un momento antes de que
aparezca su doncella.
Lilian disfrutó de su beso y se inclinó aún más hacia sus caricias, cediendo a la
presión de su boca. La lengua de él penetró rápidamente en su boca, esquivando y
bailando con la suya mientras exploraba los recovecos de su boca y suscitaba extrañas
sensaciones de hormigueo en el centro mismo de su cuerpo, obligándola a querer
más... de qué, no estaba segura. Sin embargo, sabía que no quería que aquel beso
terminara.
~ 77 ~
Un pequeño ladrido procedente de la esquina del jardín les hizo volver del cielo,
alertándoles de la presencia de visitantes, y se separaron, ambos respirando con
dificultad. Cooper volvió a ladrar y Lilian vio a Clara salir por la puerta de la casa y
sentarse en el banco del patio empedrado.
—Oh... ¿también hay reglas escritas para los caballeros? —A ella se le escapó un
gorjeo de risa de la garganta—. Lo siento muchísimo —se excusó rápidamente,
llevándose una mano a la boca—. No era mi intención ofender… De repente visualicé
un libro de reglas que los caballeros deben seguir para cortejar a una dama. Me pareció
gracioso. Le pido disculpas.
—No hay necesidad de disculparse. Hay reglas, ah... principios, si se quiere. Por
ejemplo, a los chicos nuestros tutores nos enseñan que debemos ser honestos, ser
puntuales, incluso llegar antes de hora... ese tipo de cosas. Mi padre me mostró un
libro y me pidió que lo leyera. Creo que aún lo conservo. —Se sentó de nuevo en su
silla y se echó a reír—. Hace años que no pienso en ese libro. Creo que se llamaba algo
así como 'Los Caballeros Instruidos...' —se detuvo—. Había algo más en el título, pero
se me escapa. De todos modos, me esfuerzo por respetar esas enseñanzas.
—No he querido casarme porque tengo malos sueños. —Dijo las palabras de
manera apresurada, con los ojos fijos en ella.
10 N. de T.: Un ave del paraíso, en slang, se usa para referirse a una mujer promiscua o, incluso, a una prostituta.
~ 78 ~
—¿Qué tipo de sueños? —se aventuró a decir con cautela, llevándose las manos
al corazón.
—Mis padres eran una pareja enamorada, pero mi madre parece haber dejado
eso de lado en su ansiedad por un heredero. Quiere nietos, y puedo entenderlo.
De repente ella sintió la garganta reseca. Lo único que pudo hacer fue asentir.
—Es hora de que volvamos a la casa. Clara se ha puesto de pie dos veces, creo
que tal vez nos está poniendo sobre aviso. —Se levantó y la miró—. La visitaré cuando
lleguemos a Cornualles. Parto mañana por la mañana con Lord Worsley. —Se inclinó
para besarle la cabeza y ella levantó la vista, haciendo que sus labios acariciasen su
nariz. Él se agachó y rozó sus labios—. Para marcarla como mía hasta que nos veamos
en Tintagel.
Unas pisadas sobre la grava suelta sonaron por fuera de la glorieta. Colocándose
detrás de la silla, Harlow empezó a empujarla rápidamente de vuelta hacia la casa.
~ 79 ~
—Clara, acompañaré a Lady Lilian a la casa y luego me marcharé antes de atentar
contra todas las reglas del decoro.
—Milord. Lord y Lady Avalon han regresado. Nos iremos dentro de poco. —
Clara se detuvo y jadeó—. Milord, un hombre se ha movido por detrás de los rosales.
—Señaló la valla cubierta de flores rosadas que se alzaba delante del callejón que
conducía a las caballerizas.
Harlow corrió hacia la valla y miró, luego volvió con una mirada desdeñosa en
su cara.
—Sólo vi a un mozo llevando un cubo de avena a los caballos del carruaje, Clara
—dijo, agarrando el respaldo de la silla de Lilian.
Lilian entró en la casa con las manos en el regazo, pero la cabeza en las nubes. No
estaba segura de lo que acababa de ocurrir, excepto que había aceptado poner su
corazón en peligro. Su corazón rebosaba de más esperanza de la que había sentido en
un año.
* **
Unos minutos más tarde, un hombre bajo y con bigote salió de detrás de las
caballerizas de Avalon House y caminó de regreso en dirección a la carretera, donde
le esperaba su caballo gris moteado.
~ 80 ~
Capítulo 10
La culpa lo asaltó mientras cabalgaba hacia su casa. Harlow sospechaba que
Lilian podía estar en peligro, pero sólo era un sentimiento instintivo. No tenía pruebas.
No había habido amenazas, pero confiaba en su intuición.
Quedarse cerca de Lilian no era una obligación; él quería estar junto a ella. Le
hacía reír y lo desafiaba con su ingenio e interés por cualquier tema, y su disposición
a escuchar y oír más allá de las palabras dichas en voz alta. Además, estaba aquel
beso... Harlow se tocó los labios y podría jurar que aún perduraba el tacto de ella en
los suyos. Sus labios eran suaves y su aroma a agua de rosas se había grabado en su
mente.
Fitz debía estar perdiendo la audición. Su tono fue más parecido a un bramido
que a un comentario tranquilo. El corpulento sirviente había estado con la familia
desde que Harlow podía recordar.
~ 81 ~
—Gracias, Fitz. —Harlow entregó el sombrero, los guantes y el bastón al
mayordomo y se dirigió por el pasillo de paneles oscuros hacia la puerta abierta de su
estudio, en el que aún brillaba el sol de primera hora de la mañana.
—Por supuesto, milord. —El anciano se inclinó y cerró las puertas del estudio
tras de sí.
—No necesito hacer nada; mi casa funciona sin mí —reflexionó Harlow en voz
alta—. Eres un ama de llaves extraordinariamente eficiente, amigo mío. —Se bebió el
brandy de un solo trago y se sentó en una silla—. En caso de que te lo preguntes, lo
hice —dijo, dejando el vaso que, por algún milagro, había sobrevivido intacto.
—Por supuesto que quiero tener un brandy esperándome. —Harlow rio con
nerviosismo—. Le hablé de mis sueños. —Se levantó y se sirvió otro brandy.
—Eso es algo que no me había planteado antes. Es mucha culpa la que llevas
sobre tus hombros, amigo mío —comentó Max con sobriedad.
~ 82 ~
Harlow asintió y caminó hacia la chimenea, que se alzaba entre dos estanterías
que llegaban hasta el techo y dominaban la pared. Apoyó la cabeza en la repisa de
madera de la chimenea y bajó la mirada hasta sus pies.
—Me ha pesado durante todo el año. Ahora, verla confinada a una silla de
ruedas... reavivó la carga: me trajo de vuelta todo lo que pasó.
—¿La estás viendo debido a la culpa? —El tono de Max era áspero.
—¡No! Por supuesto que no. —Un destello de mal genio alcanzó sus ojos—. Hay
algo especial en ella. No tiene malicia. Lilian trae luz a un mundo muy oscuro, sobre
todo por la cantidad de muertes que hemos visto. —Esta vez agachó la cabeza y se
enfocó en su whisky, reacio a permitir que Max volviera a leerle la cara, porque había
mentido... un poco. La verdad era que, al menos al principio, había querido conocerla
por culpabilidad. En cuanto al resto, sin embargo, era sincero. Tengo sentimientos. Sólo
que no los entendía. No se parece a nada que haya experimentado antes; una ligereza en el
corazón.
—¿Crees que Lord Avalon te hace responsable? Él conoce nuestra misión. —El
tono de Max era muy serio.
—Eso es correr un gran riesgo, Harlow. —El tono de Max ya no estaba teñido de
recelo—. Yo digo que vayamos a la costa con la máxima celeridad, echemos un vistazo
por los alrededores y luego decidamos. Démonos dos días para elaborar un plan de
acción...
~ 83 ~
—Con una condición —interrumpió Harlow—. Si vemos cualquier cosa que
indique que las dos hermanas podrían estar en peligro, se lo haremos saber a su padre.
—De acuerdo.
—Encontraron a los oficiales que viajaban en él... a los seis... muertos. El barco
estaba flotando frente a la costa de Cornualles. Un militar británico lo descubrió. El
Ministerio del Interior quiere ahorcar al responsable o responsables de esto. Necesitan
que consigamos tener bajo control esta situación. Hemos estado investigando durante
casi un año, con sólo pequeños éxitos. No me siento preparado para nombrar al
principal sospechoso... todavía. —El tono de Max era sobrio—. Prinny va a enviar a un
agente, alguien con experiencia dentro del negocio del contrabando, para que se reúna
con nosotros. El único nombre que nos han proporcionado es John Cressey. Vamos a
encontrarnos con él en la Taberna Anchor's Away en Boswell Street a las cuatro en
punto. Se acercará a nosotros y pedirá compartir nuestra mesa.
Los dos hombres tomaron sus copas y se sentaron a la mesa mientras el lacayo
salía de la habitación, cerrando tras de sí la pesada puerta de madera del estudio.
—Alguien tiene que estar operando desde dentro. Nadie podría tener tanta
suerte como ellos sin ayuda. Saben cuándo llegan los grandes cargamentos, qué barcos
tienen carga de primera. Esos son los barcos interceptados por quienquiera que sea. —
Harlow vació su vaso—. Pásame esa jarra, amigo. Creo que necesito más.
~ 84 ~
—Sí. Soy conocido por mi aplomo. Me temo que entré en esta organización con
los ojos bien abiertos. Fue como si no pudiera controlarme. Me atrae como una polilla
a una llama. —Harlow sonrió para sus adentros e hizo girar los últimos restos de su
bebida alrededor del vaso antes de tragárselos. Echó un vistazo a la bandeja de plata
que seguía sobre un pequeño soporte junto a la mesa—. ¡Magnífico! Wells ha traído
una tetera. Como ves, no sucumbiré a mis libaciones.
—Al parecer, Cressey ya está inmerso en el negocio del contrabando y fue clave
para acabar, hace unos meses, con esa importante organización de armas y municiones
que estaba comerciando con los franceses. Nos enviará un mensaje con un lugar de
encuentro. Nos reuniremos con él esta tarde antes de partir hacia Cornualles. —Max
se limpió la boca—. Veo que no has tocado tu sopa. Si no la quieres, me la comeré. He
dormido hasta tarde esta mañana y justo ahora estoy desayunando —comentó.
—Sería inusual que alguno de nosotros dejara un solo bocado. —Harlow se rio,
cogió un panecillo caliente y lo untó con mantequilla—. Conocemos a varios de los
implicados en la red de contrabando de Tintagel, pero no al líder, y necesitamos
determinar quién de dentro les está proporcionando información. Como sabes bien,
sólo atacan a ciertos barcos y parecen saber exactamente a cuáles robar. Por lo tanto,
deben de tener un informante —añadió, centrándose de nuevo en el tema que les
ocupaba.
—El Príncipe Regente está muy interesado en este asunto desde el asesinato de
los seis tasadores de impuestos. Aunque se sabe que a él mismo le gusta el brandy
francés de contrabando, uno de los hombres era amigo particular de Prinny, no sé si
me entiendes —dijo Max mientras terminaba la sopa.
—Algo había oído al respecto. Por lo que tengo entendido, Cressey operaba como
espía, y Prinny le ha pedido que preste sus servicios desde dentro de la red de
ladrones. —Harlow dejó la servilleta—. La reunión está fijada para esta tarde, tenemos
que movernos.
Una hora más tarde se acercaban a la taberna donde Harlow había visto el
carruaje negro cuando se abrió la pesada puerta de roble ennegrecido y un hombre
alto y corpulento arrojó a un borracho a la calle.
~ 85 ~
—No quiero volver a ver tu escuálido culo por aquí —gritó el dueño después de
que el hombre aterrizara en la cuneta.
—¿Desean algo más sus señorías? —preguntó, mirando fijamente con absoluto
descaro el regazo de Harlow antes de darse la vuelta y dirigirse, pavoneándose, hacia
la cocina con el pedido.
—¡Creo que le gustas, rufián! —señaló Max cuando estaba de espaldas a ellos.
—No me sentiría atraído por ella ni por sus incentivos añadidos, aunque
estuviera borracho como un mono —replicó Harlow—. Calla. —Hizo un leve gesto
hacia la cocina—. Está volviendo con nuestra comida.
—Creo que tal vez te ha oído —comentó Max. Harlow le ignoró y levantó una de
las jarras.
—Con mucho gusto. —Harlow hizo una señal a la camarera para que trajera
cerveza para su invitado.
—Aquí tié, jefe —respondió ella, inclinándose todo lo que pudo, manteniendo a
duras penas sus pechos dentro de la blusa, mientras dejaba el vaso sobre la mesa.
~ 86 ~
Harlow le lanzó un chelín y le dio las gracias, esperando que se llevara su
mercancía al otro lado de la estancia.
—Es imposible saber qué otros... atractivos vienen con esas mercancías que ella
ofrece —dijo en voz baja, estremeciéndose involuntariamente sólo de pensarlo—. Por
fin estamos solos. —Se volvió hacia el hombre barbudo—. Eres... —empezó a decir,
pero se detuvo en seco cuando el barbudo levantó la mano en silencio—... arrogante
—terminó entre dientes.
~ 87 ~
—¿Tu padre lo sabe? —Harlow acompañó a su propia consulta con una
afirmación, formulando la pregunta que había estado ardiendo en su mente—. Él
también forma parte de esto. —Era habitual que el Ministerio del Interior mantuviera
en secreto la identidad de quienes trabajaban para ellos, incluso dentro de sus filas.
—Salgo para Tintagel esta noche, pero este encargo me mantiene lejos de casa.
Sin embargo, confío en que estén lo bastante a salvo. No puedo imaginarme ninguna
intervención por parte de esos hombres —habló despacio, observando a Harlow.
—Parece que tenemos unos cuantos asuntos que discutir antes de entrar en
materia —dijo finalmente, manteniendo sus emociones bajo control—. Creo que la bala
que casi se cobra la vida de tu hermana iba dirigida a nosotros, pero es una mera
especulación, ya que habíamos estado frecuentando la zona mientras observábamos.
~ 88 ~
—Te complacerá saber que ayer expuse mis intenciones ante Lilian —dijo,
pensando que podría evitar continuar con el debate.
—Sí, ella señaló que lo estaba, pero tengo la firme intención de determinar si
encajamos bien. Siento algo por ella. —Se dio cuenta de que, al decirlo en voz alta ante
su hermano, hizo que, de pronto, pareciera muy real. Confiaba en que el repentino
sudor de su frente permaneciera oculto en este húmedo entorno.
—Muy bien, pero será mejor que mantengas esas honorables intenciones. No
esperaría menos de ti —susurró DeLacey—. No obstante, juega con los sentimientos
de mi hermana, y te retaré a duelo.
—Tiene las mismas pesadillas que muchos de nosotros trajimos a casa después
de la guerra —intervino Max con voz tranquila—. Tus sentimientos son
comprensibles, pero ambos sabemos que nunca jugaría con una inocente. Ahora,
pongámonos a trabajar y prescindamos de esto. Cuéntanos lo que sabes ya.
Ahora hablas sin reservas, Max. ¿Dónde estabas hace un momento? Quería
enfurecerse, pero a Harlow le resultaba difícil enojarse con cualquiera de los dos
hombres. Ambos estaban protegiendo los intereses de Lilian. Ella no reaccionó ante la
noticia de mis pesadillas. Se aferró a la esperanza de que Lilian fuera perfecta para él.
Sacudiendo ligeramente la cabeza, intentó sacarla de su mente.
—Creo que toda la operación emana de Tintagel y está dirigida por alguien con
múltiples intereses comerciales... —DeLacey les transmitió la información—.
~ 89 ~
Aparentemente, la población conoce y apoya a este hombre, aunque no creo que viva
allí...
—Pensamos que es una mujer —interrumpió Max en voz baja—. Creemos que es
la viuda Poinz.
—La muerte de ese hombre sigue siendo un misterio —añadió Max, mientras se
metía en la boca un trozo de carne salada.
—¿Te contó algo el informante sobre las señas que hacen para comunicarse? —
preguntó Harlow.
—No hay mucha luz, pero reconozco muchos de estos nombres —dijo Max,
inclinando ligeramente la lista para captar la escasa luz de una lámpara que colgaba
cerca.
~ 90 ~
muy bajo, aunque, dado el zumbido de las conversaciones alrededor, era poco
probable que les oyeran.
—De acuerdo.
~ 91 ~
Capítulo 11
El cuerpo de Lilian se zarandeaba dentro del carruaje mientras éste rodaba por el
irregular pavimento de piedra de Bossiney Road, que les llevaba a través de la pequeña
localidad costera de Tintagel. Cinco días en un coche habían supuesto un reto para los
adultos, pero Cooper parecía disfrutar de la atención. Asombrosamente, el cachorro
pudo hacer sus necesidades en las principales paradas y no añadió más tensión al viaje.
Su presencia aligeró de manera considerable su humor, aunque pensaba cada vez más
en el apuesto Lord Harlow, deseando haber sido un poco más atrevida y haberle
devuelto el beso, ya que nunca antes la habían besado. Parecía que había pasado una
eternidad desde que habían salido de Londres y se preguntaba cuándo volvería a ver
a Lord Harlow. Él había mostrado interés en continuar su cortejo, se dijo a sí misma.
Me aseguraré de recibir otro beso en su próxima visita. Se dio cuenta de que estaba soñando
despierta con su último beso.
Estar sentada durante horas agotaba a cualquiera, e incluso sus libros habían
empezado a aburrirla.
~ 92 ~
Se echó hacia atrás y cerró los ojos, evocando Elysium Manor. El camino a su casa
serpenteaba alrededor de un pequeño lago, dos tercios de cuya orilla estaban
enmarcados por un huerto de manzanos. El paisaje siempre le traía a la memoria
imágenes que su abuela le había regalado a través de las historias que le había contado
años atrás.
De acuerdo a la leyenda, Avalon fue el lugar al que llevaron al Rey Arturo para
recuperarse tras la Batalla de Camlann11. La abuela le había explicado que al abuelo le
encantaba escuchar historias del Rey Arturo cuando era pequeño y por eso había
rebautizado la propiedad con el nombre de Elysium Manor, porque le daba un aura
mística al nombre y porque el significado de Avalon era muy parecido al de Elysium.
Elysium le había sonado más mágico. Tanto Avalon como Elysium significaban isla de
manzanas, y el abuelo había plantado grandes extensiones de manzanos a lo largo del
camino más alejado del lago. Había sido su lugar favorito para montar a caballo desde
niña, especialmente durante el verano. A Danby le gustaba que le dejaran coger de vez
en cuando alguna manzana de los árboles, que siempre abundaban en verano.
Llevada por un impulso, Lilian apartó a un lado la cortina para mirar. La casa se
alzaba frente a ellos sobre una suave pendiente. La mansión de ladrillo rosa y piedra
caliza gris, de estilo georgiano, tenía grandes alas de tres plantas al este y al oeste,
mientras que la casa principal era de cuatro plantas. Un gran camino circular delante
de la casa estaba pavimentado con ladrillo a juego.
11N. de T.: En la leyenda artúrica, la batalla de Camlann fue la batalla final del rey Arturo contra Sir Mordred, donde el monarca
fue herido mortalmente. Algunas fuentes dicen que la batalla fue ocasionada por un soldado que, contrariando las órdenes de su
general, desenvainó su espada para matar una serpiente. A esta señal, los ejércitos del rey Arturo y de Sir Mordred salieron a la
carga. La contienda se desarrolló a lo largo de una jornada entera de lucha, tras la cual, el mermado y muy inferior en número
ejército de Arturo derrotó a las sanguinarias hordas de sajones de Mordred. Ambos líderes cayeron al final del día, pero Arturo,
según cuenta la leyenda, fue trasladado aún vivo a Ávalon, donde probablemente todavía aguarda el momento de regresar al
mundo de los vivos para presentar batalla por, quizá, última vez. (Wikipedia)
~ 93 ~
Londres cuando abrían la casa de la ciudad, pero el viaje a casa le suponía un inmenso
esfuerzo porque no podía llegar a su puesto con la suficiente rapidez. Conocía a
Chambers y a Clara lo bastante como para saber que estarían supervisándolo todo en
cuestión de minutos, en el mismo momento en que sus pies tocaran el suelo. Como si
hubiera oído sus pensamientos, Chambers ocupó su posición habitual en la puerta,
haciendo que el ama de llaves y el lacayo retrocedieran.
—Milord, Lady Avalon, señoras, ¡bienvenidos a casa! —El robusto hombre tiró
de su chaleco como si estuviese eliminando cualquier arruga.
—Gracias, Chambers. No tenía que venir a toda prisa a recibirnos. Usted mismo
acaba de llegar a casa —declaró su padre al salir del vehículo.
Lilian siempre era la última. Se imaginó que Winston estaba trayendo hasta la
puerta la silla que mantenían aquí. Él la subiría en brazos por los escalones. No
encontraba ningún placer en esta parte de su regreso a casa.
—¿Me acompañas? Estoy muy emocionada por estar de vuelta en casa. —Lilian
sabía que Lydia iría con ella.
Una hora más tarde, Lilian hacía rodar su silla de ruedas por un camino recién
enladrillado hacia los establos. Su padre había planeado que estuviese terminado
mientras estaban en Londres. Lilian estaba encantada con la sorpresa. Le facilitaba
mucho el acceso a su caballo. Los nuevos jardines entusiasmaron a Cooper. Caminaba
delante de ella, deteniéndose cada pocos minutos para asegurarse de que lo seguía. Lo
olfateaba todo: los dientes de león, la hierba, los árboles, los arbustos, todo, y marcaba
su territorio en la medida de lo posible. Lilian sonrió ante sus payasadas mientras
avanzaba por el sendero. Le llevó un poco más de tiempo que si la hubiesen empujado;
sin embargo, el camino tenía una ligera pendiente descendente desde la casa, así que
se movió sin obstáculos. Para volver a la casa requeriré algo de ayuda, pensó.
~ 94 ~
—Buenas tardes, milady —gritó Barney, con la sorpresa claramente reflejada en
su rostro. Se limpió el polvo de las manos, se acercó y la empujó hacia el patio del
establo—. Sé a quién ha venido a ver. Se alegrará muchísimo de verla, milady. Lo he
puesto en el Prado Largo.
—¡Oh, espero que sí! Le he traído una bolsa con rodajas de manzana de la cocina
—Lilian sacó una de su bolsillo.
—Hemos podido disfrutar de las manzanas que plantó su abuelo. Es una buena
época para ellas este año. Cook ya ha hecho varias tartas.
—Son mis tartas favoritas —exclamó Lilian—. ¡Comeré un trozo hoy, si es que
queda alguno!
Barney giró su silla delante de los establos y la hizo rodar a lo largo del camino
de servicio hasta uno de los potreros, utilizados generalmente para una yegua con un
nuevo potrillo.
—Ésto es lo más cerca que puedo llevarla. Su caballo estará aquí en un momento.
Envié a Ned a buscarlo. —Barney asintió a Cooper, que corrió hacia la silla y subió de
un salto a su regazo—. ¿Quién es este pequeñín, milady?
El perrito metió la nariz en el otro bolsillo de Lilian, sacó una rodaja de manzana
de la bolsa y empezó a comérsela.
—¿Te gustan las manzanas? Nunca me lo habría imaginado. Son para Danby,
pero no se lo diremos.
—¡Ruff! —Cooper ladró rápidamente. Barney acarició la cabeza del cachorro con
suavidad.
~ 95 ~
Danby sacudió la cabeza y relinchó.
—Espero que seáis amigos. Ambos sois muy queridos para mí.
—Ya veo cómo será ésto contigo —dijo Lilian entre carcajadas, abriendo el
pañuelo—. Aquí tienes, amiguito —le dijo, dándole el resto de la galleta. Se alegró al
ver que ya no devoraba la comida. Al contrario, tomó la comida con suavidad y pareció
disfrutarla.
—Yo también tengo algo para ti. —Lydia sacó un bastón de detrás de ella—. Lo
mandé hacer para ti. Pensé... bueno, eso no importa. Aquí tienes. —Se lo entregó a su
hermana.
Lilian miró el bastón. Era precioso. La lisa vara de caoba sostenía la cabeza de un
caballo. Se le hizo un nudo en la garganta. ¿Cómo podía hacer eso Lydia?
—Sabes que no puedo levantarme. —Intentó decir algo más, pero se le contrajo
la garganta.
—No has intentado caminar en mucho tiempo. Por favor, considéralo, Lilian.
Creo que ésto te ayudará. Puedes ponerte de pie aquí, con Danby y usar la valla para
~ 96 ~
conseguir más apoyo. Tus piernas funcionarán, estoy convencida de que lo harán. —
Lydia bajó la mirada hacia Cooper—. Cuento contigo para que seas una maravillosa
inspiración para mi hermana, amiguito.
—No sé si puedo hacer tal cosa. Los médicos... —Los ojos de Lilian se enturbiaron
y no pudo terminar su razonamiento.
—Los médicos dijeron que no entendían por qué no podías andar. Tengo fe en
que puedas. No tienes que intentarlo ahora mismo. —Una solitaria lágrima corrió sin
control por el rostro de Lydia—. Mandé hacer dos para ti. Pensé en dejar éste cerca de
Danby. Se puede guardar en su establo, para un caso de necesidad. —Lydia sonrió
suavemente, secándose la cara—. Creo que volverás a caminar, Lilian.
Su hermana la creía capaz de andar; Lilian sabía que sus piernas estaban inertes.
De repente ya no sintió placer de estar sentada junto al mismo prado donde había
aprendido a montar su primer poni. Quiso gritar; estaba frustrada y cansada de esta
silla. El regalo de su hermana le había llegado al corazón, pero se sintió angustiada.
—Lo intentaré, más tarde —consiguió responder con una apariencia de amable
cortesía—. Gracias, Lydia, por tan gentil regalo. —Le invadió el desasosiego—. Barney,
por favor, lleva a Danby a su establo. Quizá podría sentarme cerca de él y leer un rato.
~ 97 ~
—Gracias, Barney. No, no necesitaré a Ginger hoy. Lilian, debo regresar a la casa.
No te quedes mucho tiempo y cojas frío. Mamá dijo que le había pedido a Cook que
sirviera un almuerzo ligero y que te dijera que esperaba que te unieras a nosotros.
—Gracias, Lydia. —Lilian comprobó que el freno estaba puesto y luego llamó a
Cooper. El perrito se había aventurado a rodear el tabique de separación, pero volvió
corriendo cuando ella silbó. Se dio una palmadita en el regazo y el animalito saltó a él.
Durante unos largos minutos miró a su alrededor, hacia las vistas que le
resultaban familiares. La yegua de su hermana solía estar en el establo de al lado. Pensó
en visitar a Ginger antes de marcharse, pero decidió dejar que Cooper se familiarizara
más con Danby primero. Levantó la mano y acarició el hocico de su caballo, que para
entonces se había apartado de su comedero y estaba inclinándose todo lo posible
alrededor del poste para resoplar sobre ella.
—Debo ver qué fue eso, milady. Volveré en un momento. —Barney se apresuró
a investigar el ruido y regresó pronto, llevando en brazos al perrito. El caballerizo se
quedó de pie ante ella, con cara de perplejidad y rascándose la cabeza—. Ha sido
extraño. Nunca antes se había caído el farol de la pared. Tenemos suerte porque se
apagó, o podríamos haber tenido un incendio. He vuelto a asegurarlo, pero lo
comprobaré de nuevo antes de volver a encenderlo. Su perro parecía muy angustiado,
milady. No paraba de saltar arriba y abajo como una pulga... y luego me trajo este trozo
de papel.
—¿Puedo verlo? —Estiró la mano para coger el ajado trozo de papel. Había algo
escrito en él, pero estaba tan desvaído que no podía distinguir las letras. Las que pudo
descifrar estaban dañadas a causa de la humedad o tal vez emborronadas por la mano
que las escribió—. No consigo entenderlo. ¿Puedes tú leer algo?
~ 98 ~
Esperó a que el caballerizo lo mirara. Barney sacudió la cabeza, claramente
consternado, y le devolvió la nota. Recordó que él no sabía leer y le ardió la cara al
darse cuenta de su desconsideración.
—Fue una gran suerte que ocurriera a la luz del día, cuando el farol está apagado
—murmuró ella en voz alta. Un escalofrío involuntario la estremeció al pensar en lo
que podría haber sucedido. Estaba siendo ridícula, se reprendió a sí misma. No se
había producido ningún daño; Danby y todos los caballos estaban a salvo. No había
ocurrido nada. Ese farol sería demasiado difícil de sujetar. Lilian volvió a pensar en lo
que había dicho Barney—. Parece bastante extraño, Barney. Pensé que era demasiado
pesado para levantarlo. Nunca he visto que nadie lo moviera. El abuelo lo mandó hacer
sólo para el establo.
—¿Podrías, por favor, empujar mi silla hasta la casa? Creo que sería difícil
empujarla yo misma por la cuesta. —Sonrió levemente—. Me temo que los músculos
de mis brazos se han debilitado durante mi estancia en Londres.
—Sí, por supuesto, milady. —Barney quitó el freno y empujó a Lilian y Cooper
hacia el pórtico trasero, donde Winston ya estaba esperando. Barney inclinó la cabeza
de manera respetuosa y se encaminó de vuelta hacia el establo.
La puerta osciló lentamente tras ellos hasta cerrarse mientras Winston la llevaba
hacia el comedor, donde se reunió con su familia.
***
Nadie reparó en el hombre de pelo oscuro y bigote, vestido de negro, que salió
de detrás de los arbustos. Se metió un lápiz en el bolsillo y miró fijamente la puerta
durante unos instantes antes de darse la vuelta para marcharse.
~ 99 ~
Capítulo 12
Harlow se alegró de no haber estado solo en este viaje a Cornualles. Era agradable
tener a Max con él. Casi cuatro días a caballo le recordaron la vastedad de su país.
Afortunadamente, su ayuda de cámara, Haydon, se había adelantado y había
reservado alojamiento en todas las posadas de la ruta. Tener habitaciones garantizadas
era una increíble bendición. Con el fin de la Temporada, muchas familias estaban
regresando a sus propiedades rurales para descansar de los calores de Londres.
Calculó que les quedaban menos de cinco millas12 por recorrer y deberían llegar allí
alrededor de las diez, a pesar de que las últimas millas eran algunas de las más duras.
—Es una suerte que no hayamos visto señales de salteadores de caminos durante
este viaje. Con muchos de los miembros de la nobleza dirigiéndose a sus casas de
campo, ha sido una agradable sorpresa —le comentó a Max.
—Max, Tintagel está sólo a unas pocas millas más adelante. Propongo que
descansemos unas horas cuando lleguemos y después vayamos al puesto de
vigilancia. —Max le lanzó una mirada de sorpresa que confirmó que la mente de su
amigo estaba en otra parte—. Un penique por tus pensamientos —le sonsacó.
~ 100 ~
inmediato su tono reprobatorio—. Discúlpame. Olvida lo que he dicho. Nadie se
atrevería a desafiarte por tus chucherías, amigo mío.
Sin duda el regalo sería una joya. El hombre estaba perdidamente enamorado.
Una punzada de celos recorrió a Harlow cuando se dio cuenta de que no tenía
cumpleaños, aparte del de su madre, por los que preocuparse.
—Nunca habría pensado que eres un romántico, pero eso está bien, Harlow. Te
has convertido en Lord Byron ante mis ojos —replicó Max con voz burlona—. Por
suerte, no necesito copiar ese poema. He creado el mío propio.
~ 101 ~
—Ten en cuenta, Harlow, que nunca he hecho ésto antes...
—Gracias. No obstante, será aún mejor que vuelva a casa con una chuchería para
ella —bromeó—. Eso es lo que espera. —Dobló el papel y metió el poema en su
bolsillo—. No puedo negarle nada.
—Tu poema cuenta vuestra historia. Maggie desapareció con ni siquiera una
palabra y te rompió el corazón. La encontraste cuando ella necesitaba un héroe —
añadió Harlow, esperando sonar reconfortante.
~ 102 ~
Max sonrió. Los dos hombres instaron a sus monturas a ir un poco más rápido,
pero manteniéndose a un ritmo razonable, permitiendo la conversación.
—Ha pasado casi un año —comentó Harlow—, pero aún es desconcertante que
os hayáis vuelto a encontrar el uno al otro. —Soltó una risa forzada—. No puedo
burlarme de tu poema. Ojalá tuviera a alguien que me suplicara uno. —Se le oprimió
la garganta. Quería desear amor, pero el miedo a asustar a la mujer amada permanecía
en su corazón.
—Creo que nada es imposible, Harlow —susurró Max—. Pienso que estar unido
a la persona adecuada podría ayudar a sanar tu alma. Parece que tu corazón ya lo ha
decidido, así que puede que tu mente tenga que acostumbrarse a la idea.
—¿Estás diciendo que la apuesta fue algo bueno? —incitó Max, burlón.
—Yo no iría tan lejos. Haré que sangre la nariz de alguien si averiguo de quién
es esa apuesta —respondió Harlow.
—No, por supuesto que no. Sin embargo, cuando encuentre al hombre que la
escribió, estará en problemas. —Instó a su caballo a avanzar. Una gran bandada de
gansos voló de repente desde la densa zona boscosa junto a ellos. El ingenio de Max le
había nublado los sentidos—. No estábamos prestando atención y me temo que nos
están siguiendo.
~ 103 ~
atención y dejarse distraer por sus problemas. Debería ser mucho más astuto, pensó.
Afortunadamente, el camino a seguir prometía más pastos intercalados con pequeños
grupos de árboles.
—La bifurcación está más allá de la siguiente curva —señaló, vocalizando las
palabras.
—No, no lo hice. El estilo de su bigote es bastante raro para esta zona. No suelen
estar tan bien cuidados —respondió Max. Inclinó la cabeza en dirección al jinete—.
Deberíamos seguirle, tengo la sospecha de que volveremos a verle.
—De acuerdo. —Harlow azuzó a su caballo para que avanzara y los hombres
partieron una vez más a paso rápido, siguiendo el polvo levantado por el caballo gris
camino adelante hacia Tintagel.
—No veo ningún jinete —dijo Harlow cuando tiraron de las riendas ante una
posada construida con piedra clara y madera oscura—. Sin embargo, aquí es donde
nos alojamos. Haydon nos reservó habitaciones aquí, en La Doncella Alegre.
Deberíamos descansar. Se supone que De... Cressey dejará dicho dónde encontrarnos
con él. Creo que será un mensaje cifrado o algo similar. —Dirigieron sus caballos hasta
el establo, junto a la posada. Un joven alto y delgado, de pelo rubio, caminó hacia ellos.
~ 104 ~
—Gracias —respondió Harlow—. Sí, haz que el herrero les eche un vistazo, si no
te importa. Además, aliméntalos y dales de beber. Puede que los necesitemos en unas
horas, así que necesitan estar bien descansados. Ah, y también frótalos para limpiarlos,
por favor.
—Aquí tienes —añadió Harlow, dándose cuenta de que el chico esperaba unas
monedas. Le dio un chelín—. Cuídalos bien.
—Lo haré, milores. —Michael tiró del ala de su sombrero. Se embolsó la generosa
propina y entró con los dos caballos en el establo.
—Espero que Haydon reservara dos habitaciones. Salió poco después de que
DeLacey se fuera para reunirse con su familia, así que debería haber tenido tiempo. Si
no, debe haberme dejado una nota aquí con instrucciones sobre dónde conseguir
alojamiento en su lugar —comentó Harlow mientras caminaban hacia la entrada
trasera de la posada.
—No te des la vuelta hasta que lleguemos a la puerta, pero el caballo gris que
acabamos de perseguir está atado en la taberna de enfrente.
—Lord Harlow y Lord Worsley, patrón. Creo que tiene habitaciones a nuestros
nombres. —El posadero se colocó detrás del mostrador, que le llegaba a la altura de la
cintura, y abrió un libro de cuentas. Se agachó sobre la página, entrecerrando los ojos
para ver las entradas, recorriendo la hoja con la punta del dedo.
~ 105 ~
—¡Ah! Aquí está. Mi señá está arriba limpiando sus habitaciones. Bajará
enseguida. Su hombre dijo que llegarían aquí esta noche.
—Sí, lo tenemos, señores. Por favor, síganme. Hay una dama que lo está usando.
Está comiendo sola, pero hay dos mesas grandes y puen tener la suya propia. ¿Les
parece aceptable? —preguntó el posadero.
—Hoy es nuestro día del pastel stargazy13; si les gustan las sardinas, lo
encontraran sabroso. También tenemos empanada de Cornualles recién hecha y sopa
de almejas.
Los dos hombres entraron en la habitación. Harlow vio un destello de satén rojo,
pelo rubio y una pluma negra de sombrero al cerrarse otra puerta al otro lado de la
sala. Se miraron el uno al otro. Aunque estaba detrás de él, Max también había visto la
desaparición de la mujer. Sus cejas se alzaron. Harlow cruzó corriendo la habitación,
golpeándose contra las sillas con el objetivo de llegar a la puerta para mirar. Otra
puerta que daba al exterior se cerró, y corrió rápidamente a abrirla. No había ni rastro
de la mujer.
13 N. deT.: El stargazy pie (literalmente, pastel mirar las estrellas) es un plato de Cornualles hecho con sardinas al horno cubiertas
con una corteza de masa, relleno de huevos duros, patatas, tocino, crema con sabor a mostaza y sardinas enteras. Las sardinas se
disponen con las colas hacia el centro del pastel y las cabezas asomando a través de la corteza por el borde, de forma que parece
que están mirando hacia las estrellas. (Wikipedia)
14 N. de T.: Cornish Yarg es un queso de leche de vaca semiduro elaborado en Cornualles. Antes de dejarlo madurar, el queso se
envuelve en hojas de ortiga para formar una corteza comestible, aunque mohosa. (Wikipedia)
~ 106 ~
—Maldición, no veo nada. —Miró fijamente a Max, perplejo—. Estaba seguro de
que era ella. Tal vez estoy dando a estos incidentes más importancia de la que tienen.
—Cerró la puerta, sacudiendo la cabeza. Sin embargo, no pudo ignorar el escalofrío
que le recorrió los hombros.
—Sé lo que vas a decir, Harlow. Yo pienso igual. Deben estar herrando a nuestros
caballos. Si ella está aquí, averiguaremos el por qué más tarde. —Max habló
despacio—. No queremos atraer una atención indebida sobre nosotros corriendo como
liebres por las calles.
—Como quieras. Ambos vimos lo mismo, ¿no es así? Sabemos que esa figura era
ella. Lo que aún no comprendemos es por qué la viuda está aquí. DeLacey se reunirá
con nosotros pronto. Puede que tenga más información. Creo que deberíamos
continuar discutiéndolo en nuestra habitación después de comer. —Harlow bajó la voz
a un leve murmullo. Empezaba a sucumbir al cansancio.
Sacó una silla y se sentó. Max le siguió. La puerta se abrió y entró la que parecía
ser la mujer del posadero con una criada detrás de ella, ambas portando bandejas. La
criada parecía la hija mayor y permaneció cerca de la mujer.
—Mija, Lizzy, les servirá la cerveza, mientras yo preparo la cena, buenos señores.
Sus habitaciones están listas. Las limpié yo misma. Sus cosas han sido llevás arriba. Sus
habitaciones son la tercera y cuarta puerta a la derecha. Caramba, el negocio ha estado
hoy muy animao —añadió sonriendo—. Tenemos una pequeña fiesta en este día y
estamos un poco atrasadas. Mis disculpas por las molestias. Todas las habitaciones
cierran por dentro. —La mujer bajita y regordeta ayudó a Lizzy a poner la mesa.
—La comida tiene muy buen aspecto. Gracias. —Harlow cogió su vaso y bebió
un sorbo. La cerveza estaba fría y espumosa, y le supo muy bien a su garganta reseca—
. Está buena. —Inclinó la cabeza en señal de agradecimiento.
~ 107 ~
—Nunca he comido pastel de sardinas —dijo Max después de que se cerrase la
puerta—, pero estoy dispuesto a intentarlo.
—Es una especialidad local. Lo encuentro delicioso, pero las cabezas de pescado
que me miran de ese modo, no me atraen. Tengo que cerrar los ojos y comer.
Max soltó una sonora carcajada que provocó que Harlow riera entre dientes.
Brindaron y se zambulleron en su festín.
C.
—Bien. Tal vez pueda arrojar algo de luz sobre los movimientos de la viuda.
Espero que todo pueda esperar hasta que haya descansado al menos un par de horas
—murmuró Max.
—El largo viaje y una barriga llena me hacen desear echarme a dormir. —Harlow
asintió en conformidad—. Tenemos varias horas antes de que debamos estar allí. Una
siesta me reclama. —Miró por la ventana hacia la tranquila calle—. La oficina de
correos está probablemente a menos de media hora de aquí.
~ 108 ~
Capítulo 13
Lilian se incorporó y, estirándose, miró a su alrededor. Se sentía renovada. Aun
así, tardó un momento en orientarse y darse cuenta de que ya no estaba en aquel
polvoriento y traqueteante carruaje, ni se despertaba en una posada. Su alcoba en la
mansión Elysium era una agradable visión. Adoraba los muebles chinos de mimbre
que le había regalado su abuela: un pequeño escritorio, una silla de mimbre con
respaldo en forma de medallón15 y una cama con dosel a juego. Los muebles
aumentaban la elegancia de la habitación con su madera dorada sobre blanco y su tela
azul cielo con grandes flores marfiles y doradas.
—Buenos días, Clara. —No pudo evitar que su voz burbujease de felicidad.
—Buenos días, milady. ¡Parece que hoy está de buen humor! Le he traído el
desayuno. Su señoría desea ir al pueblo. Planea partir en dos horas y me ha pedido
que las prepare a usted y a Lady Lydia. Desea que ambas vayan con ella. La he dejado
15 N. de T.:
~ 109 ~
dormir todo el tiempo que pude… y permítame decirle que me complace que le haya
sentado tan bien —dijo jovialmente.
—Le he traído sus platos favoritos: huevos pasados por agua, beicon, tostadas
con mantequilla y unas lonchas de jamón. ¡Es necesaria una buena comida para
empezar el día! —Su doncella se acercó a la ventana y descorrió las cortinas azules,
atándolas a los lados.
—¿Eso fue una sonrisa? Clara, estoy convencida de que ha sonreído —exclamó
Lilian—. Mi querido amiguito es justo el tónico que necesito. Me aligera el corazón.
—Creo que sí, pero también lo hace Lord Harlow —agregó Clara suavemente, y
su rostro se coloreó de inmediato—. Le ruego que me disculpe, milady.
~ 110 ~
Clara dejó el vestido mañanero de raso blanco y lavanda de Lilian en su silla y
colocó encima la ropa interior recién lavada.
A Lilian le encantó el vestido elegido por Clara. Era su favorito, sobre todo por
su pequeño estampado floral en lavanda y blanco. Su padre nunca dejaba de alabarla
cuando lo llevaba, diciendo que el vestido hacía que sus ojos parecieran de color
turquesa. Ella sabía, por los muchos comentarios recibidos a lo largo de su vida, que
sus ojos eran de un color poco común. Distraída, colocó la bandeja en su regazo y de
repente se dio cuenta de lo hambrienta que estaba. Cooper no sería el único en atacar
la comida esta mañana, reflexionó mientras masticaba un trozo de jamón.
16N. de T.: Mansfield Park es una de las novelas de Jane Austen. Fue escrita entre 1812 y 1814. Es quizá el texto más sombrío y
perturbador de Austen. (Wikipedia)
~ 111 ~
Ella odiaba esta práctica por todo lo que representaba, pero se alegraba de tener
una silla de ruedas arriba y otra abajo. Le daba una pequeña cantidad de
independencia para moverse por la casa por sí misma.
Cuando Lilian asintió, Winston la levantó del asiento de la ventana. Cooper dio
un ladrido corto y protector y los siguió hasta las escaleras.
—¡Pero bueno! Creo que está cuidando de usted, milady. Está claro que la
considera suya y sólo suya —comentó Clara con su habitual tono animado mientras
bajaba las escaleras detrás de Winston. Cooper también seguía de cerca a Winston,
algo que se había convertido rápidamente en habitual.
—¡Ah, excelente, querida! Estaba a punto de llamarle, Winston. —La condesa dio
un paso atrás—. Lady Lydia está esperando a su hermana en el carruaje.
El fornido lacayo asintió y llevó a Lilian hasta el reluciente vehículo gris oscuro,
colocándola en el asiento de terciopelo azul oscuro. Era el carruaje favorito de su
madre, quizá por los caballos grises que tiraban de él. Al menos no es el transporte en el
que llegamos ayer a casa. Probablemente aún lo estén limpiando, meditó Lilian mientras se
ajustaba el vestido. ¡Estoy segura de que tendrán que arreglar el hundimiento permanente en
el asiento por haber estado sentada allí tanto tiempo!
Se asomó por la cortina y vio a su madre bajando los escalones a toda prisa, con
el bonete de Lilian y la pelliza colgada del brazo. Debe de haber una abeja en el sombrero
de mamá, pensó con ironía. Su madre no perdía el tiempo cuando decidía algo, pero
esta excursión parecía más bien precipitada. El clima aún era lo bastante cálido como
para que pareciera adecuado viajar sin abrigo. Había planeado ponérselo justo antes
de llegar.
—Hoy tienes un estado de ánimo eufórico, hermana —dijo Lydia en voz alta
desde el otro lado del carruaje.
—De verdad, eso es todo —protestó Lilian, manteniendo la voz ligera. No estaba
dispuesta a permitir que Lydia la arrastrara a una conversación sobre Lord Harlow,
especialmente con mamá presente. ¿Y si él ha cambiado de opinión sobre darnos la
oportunidad de desarrollar un vínculo? Nunca dejaría de oír hablar del tema.
~ 112 ~
—No era mi intención disgustarte ayer, Lilian —comentó Lydia, observando a su
madre. La condesa estaba dando instrucciones de última hora a Clara delante de la
escalinata de acceso a la casa.
—Disculpa, yo... Oh, ¿te refieres a darme ese bastón? Es precioso. Lo intentaré,
pero no quiero decepcionar a nadie. No tengo sensibilidad en las piernas. Tengo miedo
de ponerme de pie y caerme.
Mamá prefiere estar de espaldas al conductor, pensó Lilian, y luego sacudió la cabeza,
descartando la idea.
—Eso estaría bien; también podría ser una manera agradable de finalizar nuestra
excursión. Chicas, espero que no os importe que os haya llevado a toda prisa. Vuestro
padre sugirió este viaje a la villa, pensando que nos vendría bien a todas, y me gustaría
aprovechar la oportunidad para encargarnos un vestido nuevo a cada una. Estaba
pensando en un lavanda profundo para ti, Lydia, y para ti, Lilian, tal vez una seda azul
cian o incluso magenta —anunció—. No obstante, los colores los elegiréis vosotras.
—Eso suena muy bien, mamá —intervino Lydia—. Lord Yarstone dijo vendría
de visita en breve. No he sido tan osada como para ofrecérselo, por supuesto, pero
¿crees que podría quedarse aquí en lugar de tomar habitaciones en una posada?
—Me atrevería a decir que eso podría arreglarse, querida. A todos nosotros nos
gusta la compañía de Lord Yarstone —respondió su madre.
En cualquier momento se volverá hacia mí. Lilian echó una ojeada a su hermana y
notó su sonrisilla burlona de suficiencia. Te divierte alborotar el gallinero, ¿verdad? Me
encantará devolvértelo, hermanita, prometió Lilian, dedicándole a Lydia una sonrisa
socarrona cuando su madre miró hacia otro lado.
~ 113 ~
—Lilian, tu padre mencionó el hecho de que Lord Harlow planea visitar Tintagel.
No debemos olvidarnos de nuestra hospitalidad. Estaré feliz de ofrecerle alojamiento
también —añadió su madre.
—Gracias, mamá. Eso es muy amable, sin duda. No obstante, aunque Lord
Harlow me informó de que él y Lord Worsley tenían asuntos pendientes en
Cornualles, no hizo ningún anuncio de una fecha específica, como ha hecho Lord
Yarstone. —Eludió el tema con delicadeza.
—Qué raro. Tal vez él quería que fuera una sorpresa —añadió su madre
alegremente—. Lo cierto es que tu padre ha recibido hoy una misiva de Lord Harlow
preguntando si podía recibirlos, a él y a Lord Worsley, esta tarde. —Lady Avalon
jugueteó con su pelliza dorada e inclinó ligeramente su sombrero.
Sin ser consciente de ello, la boca de Lilian formó una O. ¿Para qué podría estar a
punto de reunirse con su padre? Sabía que él no estaba listo para pedir su mano. Un ligero
temblor la estremeció mientras le invadía un sentimiento de aprensión.
—Queridas, creo que dos horas en el pueblo deberían ser suficientes, ¿no estáis
de acuerdo?
Debería haber sabido que algo andaba mal cuando mamá insistió en salir de manera tan
rápida. Obviamente estaba haciendo de las suyas, esperando que estuviéramos en casa a tiempo
para recibir a Lord Harlow. Lilian era consciente de estar sintiendo cierta irritación, pero
le resultó difícil mantenerla. El sueño que su madre tenía para ella se había convertido
en su propio sueño, pero nunca lo admitiría. No podría soportar la decepción.
~ 114 ~
del que se podía encontrar en Londres. Mamá podía pasarse horas estudiando
minuciosamente patrones y telas, en especial si había llegado un nuevo cargamento de
encaje.
—Madame, ha pasado mucho tiempo. Llegamos a casa justo ayer, y quería hacer
que ésta fuera mi primera visita.
—Estoy muy contenta de verlas a todas, milady. ¿Han tenido una buena estancia
en Londres? Tenía pensado visitarla, pero últimamente he estado muy ocupada —
respondió la modista.
—Sus chicas son tan hermosas —elogió la propietaria—. Lady Lydia adora los
rosas, pero tal vez un vestido crema y lavanda quedaría bonito.
—Es justo lo que había imaginado —presumió su madre. Se volvió hacia Lydia,
que estaba tocando un encaje con el dedo.
—Ah, tiene buen gusto, Lady Lydia. Ésto justo acaba de llegar. Es mi último envío
de encaje belga; el más fino de Bruselas —añadió Madame Chandos con orgullo—.
~ 115 ~
Quedaría un hermoso sobrevestido con este encantador satén lavanda. —Puso las telas
juntas y el brillo atrapó la luz de la ventana.
—Ah, chèrie, será feliz. Espere y verá. —Madame Chandos condujo a su madre y
a su hermana a ver los libros de diseños.
Lilian no sentía ninguna necesidad real de elegir. Su madre y Lydia conocían sus
gustos y resultaba incómodo hacerlo con la silla de ruedas. En su lugar, se trasladó al
mostrador donde estaban colocados los lazos y otros adornos justo en el momento en
que se abrió la puerta con un tintineo. Entró una mujer rubia, con un vestido de satén
a rayas amarillas y negras y un sombrero negro a juego con grandes plumas negras.
Se giró y Lilian la reconoció inmediatamente como Lady Poinz. ¿Qué estaba haciendo
aquí la viuda Poinz? Lilian nunca se había fijado en ella antes del baile celebrado en
Londres a principios de mes...aunque la mujer sólo había llamado su atención a causa
de su comportamiento coqueto con Lord Harlow. Un frío estremecimiento le recorrió
el cuerpo.
~ 116 ~
—Madame, creo que usted comprende muy bien nuestros requisitos. Estaré a su
disposición a su debido momento. Debemos irnos; espero invitados.
Su madre se irguió y dio unos pasos más cerca de Lilian, encontrándose con la
mirada fija de Lady Poinz.
—Estoy segura de que puedes dejarle una nota, si tienes un mensaje que enviar,
Catherine —dijo en voz muy baja. Sus ojos ardían de ira.
~ 117 ~
Capítulo 14
Le despertó el brillante sol de la tarde. Al mirar fuera la posición del orbe dorado,
Harlow juzgó que había dormido durante varias horas. Sacó su reloj de bolsillo,
esperando no haberse quedado dormido. Habían pasado tres horas; y aunque era más
de lo que esperaba, ambos habían estado exhaustos. La siesta le había sentado bien.
Harlow empujó la puerta para abrirla y encontró a Max calzándose las botas.
—Sabía que eras tú. Te oí pisotear con tus botas y supe que habías terminado de
vestirte. Supuse que vendrías a ver cómo estaba. —Max cubrió su cama con la sábana
y la manta que le habían proporcionado y esponjó las almohadas. Sin volverse, habló—
: Entrenamiento militar, en caso de que estés pensando en reprenderme. Es agradable
irse a dormir a una cama que parece que nadie hubiera dormido en ella antes que tú.
—Me dan ganar de reír, te juro que sí —respondió Harlow—, a pesar de que yo
hago lo mismo. —Se quedó mirando la cama con fijeza—. Ojalá ése hubiera sido el
único hábito que hubiese conservado del ejército —añadió en tono sombrío.
—Buenos días a ustedes, milores. El herrero Yon reemplazó dos de las herraduras
de éste —señaló al caballo de Max, Willow—. Cambió la de la pata izquierda de éste
—le dio una palmadita en la grupa al caballo de Harlow—. Los he alimentado a ambos
con heno dulce y avena y los he cepillado bien.
—Gracias. —Harlow le lanzó dos chelines de plata—. Dale uno al herrero por su
trabajo y quédate el otro para ti.
—¡Se lo agradezco mucho, milord! —El joven tocó los chelines que tenía en las
manos y se los guardó inmediatamente en el bolsillo.
~ 118 ~
Harlow montó en su yegua.
—Una última pregunta... ¿has visto a una dama con un vestido rojo? Creímos
reconocer antes a una amiga, una dama que estaba almorzando cuando llegamos. Por
desgracia, la perdimos de vista. Salía por la puerta lateral cuando nosotros estábamos
entrando en el comedor.
Los ojos de Michael se desplazaron con nerviosismo y echó una mirada de reojo.
Convencido de que no estaban siendo observados, se acercó aún más.
—Eso fue raro —reflexionó Harlow en voz alta en cuanto hubieron sobrepasado
los primeros edificios.
—La oficina de correos debe estar a un cuarto de milla por este camino, a la
derecha. Puede que DeLacey ya esté allí —murmuró Harlow.
—Me gusta el olor de la costa. Mis padres eran dados a llevar a la familia tanto a
climas cálidos como fríos. Mi madre está convencida de que nadar en el océano tiene
propiedades curativas —observó Max. Cuando el granjero hubo pasado, se volvió
hacia Harlow—. Mis disculpas. Fue la única cosa que se me ocurrió cuando vi al
granjero y quise asegurarme de que te fijabas en el caballo blanco —dijo mientras hacía
un gesto con la cabeza para señalar al caballo que ahora estaba detrás de él.
~ 119 ~
sumergirse de inmediato en las olas. Las mujeres, sin embargo, llevan tanta ropa como
para hundir una pequeña embarcación. Que te obliguen a ser arrastrado hacia el mar
en una casa de baños con ruedas me parece exagerado —añadió Harlow—. ¿Lo ha
intentado tu madre alguna vez? —preguntó.
—¿Estás diciendo que desearías que pudieran quitarse toda la ropa y se arrojaran
directamente al agua? —insistió Harlow, lleno de júbilo—. Eso, indudablemente, sí
que tendría unas cuantas propiedades curativas para mí. ¿Tú qué dices?
—Hoy es sábado. No creo que abran todos los días. Sin embargo, no me puedo
creer que aquí no haya nadie. Es una distancia que se puede recorrer a pie. Cualquiera
podría llegar.
—¿El caballo blanco y el granjero del que hablamos con Cressey en el pueblo? —
cuestionó Harlow para asegurarse de que hablaban del mismo—. Entiendo que nos lo
encontramos hace un momento mientras cabalgábamos por el pueblo.
~ 120 ~
—El mismo. Cabalgó de vuelta esta mañana temprano por el cerro. Encaja. El
Príncipe Regente me dijo que espera que pase un gran cargamento de brandy y encajes
de Francia confiscados. También se rumorea que en el barco hay una pequeña cantidad
de dinero para nóminas. Lo tripula el teniente Pelham, cuya estrella está subiendo en
la Armada británica desde que recupera mercancías para el gobierno. Su barco acaba
de abatir dos barcos piratas mientras patrullaba. Estos son los bienes que les fueron
confiscados.
—Entonces, ¿este barco zarpa mañana por la noche? —declaró Harlow más que
preguntó.
DeLacey asintió.
—Asumo que Pelham conoce la importancia de esta operación y forma parte del
engaño —dijo Max en tono interrogante.
Harlow levantó la vista, sorprendido. Las únicas personas con las que se habían
encontrado eran el mozo de cuadra y la familia del posadero, aunque también habían
vislumbrado a la viuda.
17N. de T.: Free traders: librecambistas, partidarios del libre mercado sin pago de impuestos y sin limitaciones gubernamentales.
Es la base ideológica que justifica el contrabando.
~ 121 ~
—Sí —respondió DeLacey en tono engreído—. Hazle un guiño cuando necesitéis
avisarme. Podemos confiar en él. Ha demostrado ser muy valioso para mí. Los
contrabandistas acusaron falsamente a su tío de colaborar con los hombres de
Recaudación y lo mataron. Me gustaba ese hombre. Era un buen hombre y el único
padre que Michael ha conocido. Busca vengar la muerte de su tío.
—Ya veo —respondió Harlow. Esperaba que la lealtad de Michael, basada como
estaba en la venganza, resultara sólida. Ésta era una misión peligrosa.
—¿Estáis familiarizados con las cuevas de la costa, las cuevas bajo el castillo?
—¡Excelente! Encontré una cueva poco conocida localizada cerca de King’s Cave.
Grandes rocas y arbustos ocultan su estrecha abertura, y no hay señales de uso desde
hace muchos años. Nos encontraremos allí mañana antes del mediodía. —DeLacey se
arrodilló y esbozó un dibujo en la marga arenosa del patio—. Ésta es la línea de los
acantilados y aquí está la cueva que voy a utilizar. —Dibujó la orilla y explicó cómo
llegar a King’s Cave. Señalando la ubicación de su cueva, trazó lo que parecía un
recodo de la costa y colocó una X sobre la representación de una cueva—. Aquí es
desde donde creemos que están operando.
—Las órdenes del Príncipe Regente son atrapar al líder y salvar el barco y su
carga. Ésto se pondrá peligroso. Un farol hará señales al barco y Pelham se acercará a
la costa. Su balandro es rápido, está bien blindado, gira con facilidad y también puede
ceñirse con facilidad a la costa. Una mujer despiadada lidera la banda. Vosotros ya
sospecháis de ella.
—Exacto. Ella tiene carta blanca por aquí. Los aldeanos la ayudan porque se
benefician, pero la temen. Normalmente, dirige la empresa desde Londres. Según
Michael, un hombre moreno y enjuto es su cómplice. Lleva un extraño bigote curvado.
No lo he visto, y hemos sido incapaces de atrapar a la viuda en su operación de
contrabando. Vuestra información relativa a su comportamiento reciente confirmó
varias cosas que sospechábamos. Lady Poinz convirtió las numerosas posesiones de
~ 122 ~
su difunto marido en oportunidades de blindaje y comercio para sus actividades; sin
embargo, su propia imprudencia nos ha llevado a sospechar de ella. La mujer no tiene
consideración por la gente y toma represalias al menor desaire. —DeLacey guardó
silencio un momento—. Mis fuentes confirman que ha llegado para supervisar este
ataque. El pueblo la apoya, como ya he dicho. Creo que todos están demasiado
asustados por sus propios pellejos como para hacer otra cosa. Incluso el vicario local
bendice sus esfuerzos en este tipo de comercio. Los seis hombres de Recaudación que
fueron asesinados en su embarcación frente a esta costa, perdieron la vida intentando
atraparla. Los aldeanos la conocen y le proporcionan cobertura, y no podemos arrestar
a todo el pueblo. El Príncipe Regente ha hecho saber que la marcará como traidora y
la colgará si la capturamos, a pesar de su título de nobleza.
—La vimos —dijo Harlow con sequedad. Su preocupación por Lilian aumentó
enormemente, aun cuando la atracción que la viuda sentía por él no tenía ningún
sentido—. Lady Poinz se comportó de manera un tanto extraña en la posada: huía por
la puerta lateral cuando entramos en el comedor.
—Si eso es todo, tenemos otro compromiso —añadió Max bruscamente mientras
se daban la mano y se volvían hacia sus caballos.
—Ese cabrito será tu cuñado algún día —murmuró Max cuando estuvieron lo
bastante lejos.
~ 123 ~
Harlow no dijo nada. No estaba seguro de qué decir. Los dos hombres desataron
sus caballos y cabalgaron hacia Elysium Manor. Cuando llegaron al camino de
entrada, un carruaje marrón claro con el escudo de Yarstone se alejaba de la puerta y
se dirigía hacia los establos.
—No hay mucho que se interponga entre el Vizconde Yarstone y Lady Lydia
DeLacey —bromeó Max, y ambos rieron a carcajadas.
—Percibo tu preocupación por Lady Lilian. Tal vez esta visita pueda disipar
algunas inquietudes —dijo Max con sinceridad.
—Bienvenidos, Lord Harlow; Lord Worsley. Lord Avalon está en su estudio. Les
está esperando —les indicó el criado. Recogió sus ropas de abrigo y colgó las diversas
prendas en el perchero—. Por favor, síganme.
La puerta del estudio se abrió y Cooper salió, seguido de Lilian que llevaba un
libro en el regazo.
—Gracias, papá —estaba diciendo—. Yo... —Se detuvo cuando vio a los dos
hombres acercándose—. Ésto es una sorpresa —dijo—. Estaba a punto de ir a mi
habitación a empezar un nuevo libro. —Señaló el tomo.
Su cachorro, tal vez celoso, saltó a su regazo encima del objeto encuadernado en
cuero.
~ 124 ~
—Es un placer verla de nuevo, Lady Lilian.
Le tendió la mano y Harlow le dio un beso en el dorso, como imponían los buenos
modales. El calor se propagó de repente por su cuello cuando se dio cuenta de que su
padre los observaba.
—Tal vez pueda disponer de unos minutos libres para sentarse en el jardín
después de que me reúna con Lord Avalon.
Desde luego, ese hombre está pendiente de ella, pensó Harlow, observando cómo se
retiraban.
—Caballeros. Por favor, pasen —La voz de Lord Avalon irrumpió en los
pensamientos de Harlow—. Avisé a mi condesa esta mañana de que estarían aquí, así
que no estoy seguro de cómo de sorprendente haya sido su aparición para mi hija —
dijo con un guiño.
—Pedí una bandeja de sándwiches hace un rato. Mientras tanto, ¿les apetece
tomar algo? —Abrió un pequeño gabinete que había junto al escritorio y sacó una
licorera de brandy y tres vasos.
—Sí, gracias. Comimos algo ligero en la posada antes de salir esta mañana —dijo
Harlow, aceptando un vaso—. Tenemos que informarle de lo que hemos averiguado
—añadió.
—Les agradezco ser merecedor de su confianza. Confieso que hay algo que
también necesito contarles. Tal vez debería empezar yo —respondió Lord Avalon—.
~ 125 ~
Mi hijo, con quien sé que han estado reunidos, me hizo saber que debía aumentar la
seguridad, así que contraté a un pequeño número de guardianes antes de dejar
Londres. Dos hombres llegaron hace unas pocas horas, mientras las damas estaban
fuera, de compras, y están instalados en una casa de campo vacía. —Hizo un gesto
vago, señalando tras de sí—. También he pedido a Winston que vigile más de cerca a
Lilian y Lydia.
—No. Él está aquí para cortejar a mi hija Lydia. Al parecer, salimos de la ciudad
demasiado pronto para su conveniencia. —Se rio suavemente entre dientes—. Le
hemos invitado a quedarse. La bienvenida se extiende a ustedes dos. Las posadas
pueden ser un poco toscas por estos lares y tenemos espacio de sobra.
Una punzada de celos recorrió las venas de Harlow y luchó contra ellos.
—Mi caballerizo me dijo que ayer por la tarde se cayó un farol mientras mis hijas
se encontraban con sus caballos. Curiosamente, el farol había sido encendido antes,
pero estaba apagado cuando cayó al suelo. La mecha ni siquiera estaba caliente. Barney
lo comprobó. Lo había llenado de combustible poco antes de la visita de mis hijas. El
farol es muy grande y pesado. Proporciona abundante luz en la parte delantera del
establo y también sirve para la entrada; de hecho, mi padre lo colocó en un robusto
gancho hace muchos años, y no creo que nadie haya tenido ocasión de moverlo.
—Entonces, ¿estaba apagado cuando cayó? Gracias a Dios que era de día. No me
imagino un farol del tamaño del que usted describe apagándose por sí mismo. —
¿Podría haber una advertencia intencionada de algún tipo en ello?
~ 126 ~
—No, y no lo encendemos durante el día a menos que esté encapotado y
necesitemos luz. Mi caballerizo indagó y no encontró nada. Barney dijo que todo el
asunto le erizaba la piel. El hombre tiene buenos instintos —respondió el conde.
—Estaba a punto de salir para investigar este tema cuando Lilian vino a verme.
No quise alarmarla, así que hablé con ella primero. Ya que están ustedes dos aquí,
quizá podamos explorar juntos. Estoy inquieto. Su visita me ha hecho darme cuenta
de que hay algo más por lo que preocuparse.
—Mi esposa y mis hijas se encontraron de manera fortuita con Lady Catherine
Poinz esta mañana en la villa. Entró en la tienda donde las estaban atendiendo y le dio
a mi hija un mensaje para que se lo diera a usted, Lord Harlow —relató el conde.
—Se dirigió de forma deliberada a Lilian y le pidió que le diera a usted sus más
sinceros saludos. —Lord Avalon miró fijamente sus manos y luego levantó la vista,
con expresión de dolor—. Mis hijas me son muy queridas. ¿Tiene idea de lo que busca
esa mujer?
—No sé por qué se acercaría a su familia, salvo por el curioso interés que le he
descrito. Creemos que está tramando algo y, de hecho, lo hemos discutido con su hijo
hace sólo unas horas. Nos gustaría mucho visitar el establo con usted, Lord Avalon.
—¿Creen que ella podría tener algo que ver con esta operación? Tendría sentido
si pensara que ustedes se están acercando demasiado —aventuró Lord Avalon.
~ 127 ~
Los tres hombres caminaron hacia los establos. Harlow sintió aprensión y una
repentina sensación de urgencia, y presumió que los demás sentían lo mismo, por su
ritmo acelerado y su silencio.
—Por supuesto. Adelante, Barney. Me gustaría que Lord Harlow y Lord Worsley
escucharan lo que tienes que decir. Estábamos hablando de lo que me contaste. —Lord
Avalon hizo un gesto hacia Max y Harlow.
—Es este papel de aspecto extraño que encontré. No puedo distinguir lo escrito.
Sin embargo, aparenta ser un dibujo del establo. —Se acercó y entregó el papel al
conde.
—Milord, lo encontré justo aquí... —Barney condujo a los tres a la entrada del
establo—... cerca de donde cayó el farol.
—¿Lord Avalon; Harlow? —Señaló una débil marca de tiza, casi oculta por el
gran tronco del roble albar que se erguía en la entrada—. Podría no significar nada.
¿Ha visto ésto antes, Barney?
—No, milord, nunca. Parece una X. No tengo ningún motivo para hacer una
marca en la pared del establo. No lo había visto nunca antes.
—Si todavía le parece bien, Lord Avalon, aceptamos su oferta de quedarnos aquí
mientras estemos en el pueblo. —Podía oír la tensión en su propia voz—. Max, creo
que deberíamos cabalgar a la villa y recoger nuestras pertenencias.
~ 128 ~
Capítulo 15
Lilian esperaba pacientemente en el salón, intentando leer su libro, mientras
Cooper dormía en su cesta junto a ella. Pasaba la mitad del tiempo leyendo y la otra
mitad vigilando la puerta, esperando que Lord Harlow entrara en cualquier momento
para hacerle una visita. Si alguien le hubiera preguntado qué leía, no habría podido
recordar ni una palabra. Su mente estaba en otra parte. No había entrado ni un alma
por la puerta en la hora que llevaba allí.
Eso dejaba a Mary sentada con Lilian en el salón, por si acaso Lord Harlow venía
a cortejarla. La joven no hacía ningún ruido y estaba sentada zurciendo sábanas de la
cesta que Clara le había entregado antes de partir.
—No, Mary. Te pido disculpas. Suspiré porque no soy una persona muy
paciente.
Es probable que mi hermana esté paseando con Lord Yarstone entre los manzanos. Me
encantaría ir allí con John, pensó soñadoramente. Salvo, por supuesto, que no puedo
moverme de esta horrible silla de ruedas. No hay caminos que pueda recorrer con esta molesta
y engorrosa máquina. No es ni cómoda ni romántica. Se le escapó una risa sarcástica.
Frustrada, dejó el libro en su regazo y se acercó a la ventana. Un hombre bajito con un
sombrero negro estaba de pie, a la sombra de los árboles, mirando con fijeza hacia su
casa. Alarmada, retrocedió con la silla varios metros.
~ 129 ~
—Mary, ven aquí, por favor.
—Sí, milady. —La joven dejó su cesta en el suelo y se movió hasta quedarse junto
a Lilian.
—¿No? ¿No lo ves? ¿De verdad? —Sus palabras eran más un signo de
exasperación que de pregunta. Lilian acercó su silla y volvió a mirar. Mary tenía razón.
El hombre ya no estaba—. Gracias, Mary. —Tragó saliva—. Quizá el sol de la tarde me
estaba jugando una mala pasada. —Miró en la dirección en la que había visto la figura
y no vio a nadie. ¿Cómo podía habérselo imaginado? No tenía la costumbre de ver
cosas que no existían. Tal vez debería hacer lo que le sugirió su madre y leer menos
novelas góticas.
No muy convencida, Lilian redobló sus esfuerzos, entrecerrando los ojos para
detectar cualquier cosa que se pareciera al desconocido que habría jurado que estaba
allí hacía unos momentos. Sólo podía ver parte del lago y el comienzo de los huertos.
Lo más probable era que su hermana y Lord Yarstone estuvieran más lejos de la casa,
para que nadie pudiera espiarlos. Lydia sabía, al igual que Lilian, que era muy posible
que Clara se quedase dormida después de un esfuerzo al aire libre. Era bien sabido
que en ocasiones lo había hecho, sobre todo después de caminar.
La abuela había creado una preciosa zona de meditación entre los manzanos. En
los días soleados, el sol impactaba en el estanque en el ángulo justo, haciéndolo
resplandecer. Dos bancos de hierro, pintados de blanco y enmarcados por un pequeño
círculo de arbustos de lilas, ofrecían un amplio espacio para sentarse. Los arbustos
solían estar perfumados después de que las flores de los manzanos se convirtieran en
frutos. A menudo, Lilian y su hermana se habían sentado allí, con sus caballos atados
detrás de ellas, para leer y observar a los cisnes en el lago. Su institutriz las había
llevado allí con sus caballetes y sus pinturas más veces de las que podía contar.
Lydia y Lord Yarstone probablemente están allí. Lilian se alegró por su hermana y
odió los celos tontos que le apuñalaban el corazón. Lydia, más que nadie, creía que ella
volvería a caminar. Lilian ni siquiera lo creía. Se había resignado a la soltería y a una
silla de ruedas... hasta John. Ahora quería más. Lo quería a él.
~ 130 ~
Su padre entró en la habitación y ella apartó la vista de la ventana.
Lilian sintió que se le arrugaba el rostro por la decepción y se retorció las manos
entre los pliegues de la falda.
—¡Ánimo, hija! Lord Harlow ha aceptado mi invitación para quedarse aquí. —El
conde se sentó en el sofá junto a su silla y le dio un afectuoso apretón en la mano—. Él
y Lord Worsley cabalgaron de regreso a la aldea para recoger sus posesiones de la
posada.
Su padre casi había salido de la habitación cuando ella oyó el ruido de caballos
galopando. Se asomó a la ventana justo a tiempo para ver a dos caballeros desaparecer
por el camino de entrada a la casa. Aunque no podía verlos con claridad, supuso que
eran Lord Harlow y su compañero.
—En ese caso, tal vez me retire a mi habitación para una siesta vespertina.
—¡Papá, espera! —No estaba segura de si debía revelar lo que había visto o no—.
Papá, miré hacia el lago hace unos minutos y vi a un hombre mirando con fijeza hacia
la casa.
—Le pedí a Mary que mirara y no vio nada, así que no estoy segura de que mamá
no tenga razón al decirme que he leído demasiados romances góticos. —
Involuntariamente, se estremeció—. Estaba de pie en el borde de los árboles, mirando
hacia la ventana. Sólo me percaté de que vestía de negro. No pude verle la cara, aparte
~ 131 ~
de un gran bigote que parecía ocupar la mayor parte de ella. Ahora que pienso en ello,
su aspecto era de lo más extraño.
—Tu madre podría tener razón, pero no estará mal que se investigue el asunto.
—Le dio una palmadita en la mano—. Hablaré con Winston. Él y Mary te acomodarán
en tu habitación.
—Milady, una siesta le hará mucho bien. ¿Puedo traerle una taza de té caliente y
algunas galletas?
—¡Lilian, despierta!
—No estoy dormida, Lydia. —Cooper ladró y saltó sobre la cama mientras ella
se incorporaba.
—¡Por supuesto! —dijo ella, con los ojos húmedos por las lágrimas—. Me alegro
enormemente por ti. Estoy segura de que papá y mamá le darán la bienvenida a la
familia. Es perfecto para ti. —Se secó una lágrima rebelde de la mejilla, esperando que
Lydia no la hubiera visto.
~ 132 ~
—Quiero creerte, pero no puedo. Aunque... Papá dijo que John, Lord Harlow, y
Lord Worsley planean quedarse aquí unos días. Tal vez... —Quería tener fe en las
palabras de su hermana.
—Sé que siente algo por ti. Siempre que Lord Harlow te mira, todo el mundo
puede verlo. Algo parece refrenarlo, pero creo que pronto estará a la altura. —
Sentándose en la cama, Lydia abrazó con fuerza a su hermana y le susurró—: Te
quiero, Lilian.
—¡Y yo a ti! Parece que tendremos que planear una boda. ¡Eso encantará a
nuestra madre hasta el extremo!
—Miladies. Pensé que podrían querer un poco de té y unas galletas. —Mary dejó
la bandeja y rebuscó en su bolsillo—. Señorito, le he traído también una galleta. —Le
tendió el bizcocho hecho especialmente para Cooper, que, de inmediato, abandonó la
cama en busca de la golosina—. ¿Necesitan algo más?
—Por el momento, no. Gracias, Mary —dijo Lilian a modo de despedida. La joven
sirvienta hizo una reverencia y salió de la habitación.
—Deberías descansar un poco, Lilian. Ésta podría ser una noche sensacional. No
creo que yo pueda cerrar los ojos ni un momento.
—Estoy emocionada por ti, Lydia. —Le dedicó una gran sonrisa a su hermana.
Lilian levantó la cabeza y miró hacia la ventana. Al notar que el sol había
empezado a ponerse, se dio cuenta de que había dormido durante horas, a pesar de
que pensó que le iba a ser imposible descansar. Su hermana estaría prometida y ella
seguiría atada a una silla de ruedas.
~ 133 ~
acomodado a su nuevo hogar, había transformado a su madre en una entusiasta de los
perros y a ella le había dado más motivos para sonreír de los que había conocido en
un año.
Unos minutos más tarde, Clara entró en el dormitorio con una taza de chocolate
en una pequeña bandeja.
Lilian reprimió la sonrisa que amenazaba con dejar salir. Clara habría sido
reprendida si mamá hubiera oído su comentario, y tal vez debería amonestarla, pero
las manifestaciones de la anciana la divertían a veces.
Mary había dispuesto un vestido de seda de flores rosas y unos zapatos a juego.
Clara aprobó la elección y ayudó a Lilian a vestirse.
—¿Hay algún estilo de peinado, con el pelo más suelto, que pueda llevar esta
noche, Clara? —Desenredando el cabello que había empezado a trenzar, Lilian cogió
las tenacillas ya calientes y formó suaves cascadas de rizos—. ¿Algo así? —preguntó,
esperando que Clara lo aprobara.
—Eso podría funcionar, milady. —Clara trabajó con delicadeza el resto del pelo
en torrentes de tirabuzones, luego recogió los laterales en trenzas sueltas y lo completó
con horquillas enjoyadas—. Está preciosa, milady —comentó Clara.
—Gracias, Clara, mi pelo está perfecto —dijo entusiasmada con tono ligero,
olvidando su ya habitual inseguridad—. Creo que estoy lista.
—Seguro que sí, milady. Lord Harlow lo tendrá más difícil que de costumbre
para no quedarse mirándola. —Su criada parloteaba algo sobre su pelo mientras Lilian
ya había empezado a pensar en la cena. Winston la ayudó a bajar al primer piso.
~ 134 ~
—Es usted como una visión, milady. —Inclinándose hacia un lado, le susurró
suavemente al oído—. ¿Puedo acompañarla a cenar?
Se retiró el primer plato de sopa de tortuga, pero antes de que los criados
pudieran traer los siguientes platos, su padre se levantó de la silla e hizo chocar la
cuchara en su copa de vino. Siempre lo había preferido como campana en la cena.
—Somos muy afortunados de tener con nosotros esta noche a Lord Harlow, Lord
Worsley y Lord Yarstone. En cuanto a eso —hizo una pausa, sonriendo felizmente—,
es un gran placer para mí anunciar el compromiso de mi hija, Lady Lydia DeLacey,
con Richard, Vizconde Yarstone.
18N. de T.: En el original sweetbreads: Lechecillas es el término gastronómico para el timo y el páncreas, especialmente de ternera
y cordero, aunque también se consumen los de buey y cerdo. A veces, se llama a esta asadura blanca «mollejas», término que
también alude a una parte del intestino de ciertos vertebrados. Wikipedia
~ 135 ~
Cuando terminó la comida, Lord Worsley, el Vizconde Yarstone y su padre se
retiraron a su estudio para tomar la acostumbrada copa de oporto. Estaba a punto de
reunirse con su hermana y su madre en el salón cuando Harlow se le acercó y le pidió
pasar unos minutos con ella. Con el permiso de su madre, salieron a la terraza, a la que
se accedía desde el comedor, dejando las puertas abiertas de par en par en atención a
sus acompañantes.
La terraza tenía el suelo de piedra lisa y gruesas columnas blancas hasta el techo
que estaban interconectadas por una balaustrada de madera blanca. Unos escalones
conducían al jardín de su madre, lleno de coloridos arbustos en flor y enrejados de
rosas rosas y rojas que revestían la valla blanca que lo rodeaba. Era una tarde cálida,
lo que hacía que Lilian echara aún más de menos la posibilidad de pasear entre las
preciosas plantaciones.
Harlow agarró una silla blanca de madera que estaba apoyada junto a la pared
de la casa y la colocó en un ligero ángulo respecto a la silla de ruedas de Lilian antes
de tomar asiento.
Lilian saboreó el vino que aún perduraba en sus labios y rápidamente se entibió
con su beso. Abrió un poco la boca, y la lengua de él aprovechó para invadir la cavidad,
provocando y acariciando la suya. Su cuerpo comenzó a calentarse en respuesta. Cerró
los ojos, dejando volar su mente, llevada por el delicioso aroma del laurel y la
bergamota, la fragancia de él que ella tenía memorizada desde el día de su accidente.
Llevaba toda la noche queriendo ésto. Su aroma la arrastró y le devolvió el beso, apoyando
con suavidad los brazos en su cuello.
Unos pies calzados con botas caminando a través del suelo de madera del
comedor los despertaron del beso y ella se apartó, intentando recuperar la compostura
y desacelerar su respiración agitada antes de que los descubrieran.
~ 136 ~
—En absoluto. Por favor, háganlo —respondió Harlow. Se levantó y le ofreció la
silla a su hermana.
—Mamá parece muy contenta, y tendrá una nueva diversión, aunque me da algo
de miedo volver a encontrarnos con esa horrible Lady Poinz en el pueblo. ¿Por qué
siquiera está aquí?
Lilian hizo una mueca. Su madre se sentiría muy avergonzada si oyera que
hablaban así de ella.
~ 137 ~
—¿De qué estás hablando, Lilian? ¿Has visto a una persona así? —preguntó
Harlow, con la voz tensa por alguna emoción que ella no podía determinar.
—Me ha parecido verlo hoy temprano, poco después de que ellos salieran a dar
un paseo —dijo, señalando a Lydia y Richard—, pero cuando le pedí a Mary que
mirara, había desaparecido, suponiendo que incluso existiera. Sin embargo, nunca he
sido de las que ven cosas inexistentes. Pensé que era mejor mencionárselo a mi padre.
—La única persona que estaba con nosotros era vuestra criada —respondió
Yarstone.
Lilian giró su silla para mirarle. Deseó que pudieran quedarse en la terraza un
poco más, pero con Lydia y Richard marchándose, no era apropiado.
—¿Puedes describirlo?
—No muy bien. Estaba demasiado lejos. Vestía de negro y tenía una gran mancha
negra en la cara... como un bigote, aunque, desde la ventana, no quedaba claro. —
Ahora estaba preocupada porque hubiera habido alguien.
—Una cosa más. —Le levantó la barbilla—. Significas mucho para mí. Mañana
tengo trabajo que hacer en el pueblo, pero te pido que te asegures de que Winston o tu
padre estén contigo si sales de casa.
—No lo creo, pero lo que has relatado me deja preocupado. Volveré de nuevo
mañana a última hora de la tarde.
~ 138 ~
—Haré lo que dices. —Se preguntó si su padre habría encontrado algo después
de que ella se lo hubiera comentado más temprano y decidió que se lo preguntaría por
la mañana.
Harlow le rozó los labios con un beso rápido y empujó su silla hacia el salón.
Más tarde, Lilian yacía despierta, pensando en el día. Cooper estaba tumbado en
la almohada a su lado y ella lo acercó, acariciándolo. Sentía una sensación de
tranquilidad con Harlow en casa… no había otra forma de describirlo.
—Buenos días, hija. —El conde se levantó mientras Winston acercaba la silla de
ruedas a la mesa, colocándola en el espacio vacío a la izquierda de Lord Harlow—.
Cook te ha preparado algo especial. —Hizo un gesto a un lacayo que le acercó un plato
y le quitó la tapa.
—Lilian, el lacayo puso el plato de Cooper en el rincón, lo cual, de por sí, supera
los límites de la mayoría de los hogares —la regañó su padre con suavidad, volviendo
la mirada hacia el pequeño cuenco colocado cerca de la puerta.
Mira que dejar que me pillen, se reprendió a sí misma mientras sentía el calor del
rubor subiendo por su cuello.
~ 139 ~
—Hija, acabo de hablar con Lord Harlow y Lord Worsley sobre el hombre que
viste ayer junto al lago. —Dejó el tenedor y habló en voz baja; un profundo ceño
arrugaba su frente—. No te lo has imaginado. Winston y yo encontramos huellas
frescas en la zona fangosa a orillas del lago que describiste. No podían haber sido
hechas ni por tu hermana ni por Lord Yarstone, ya que estaban juntos. Estas huellas
eran más bien pequeñas para un hombre, pero mostraban la presencia de una sola
persona.
—Lady Lilian, por favor, quédese cerca de la casa hasta que Max y yo
investiguemos ésto. —Su voz era muy sombría.
—Tienen una tarea que realizar. Tómense su tiempo y háganlo lo mejor que
puedan —le respondió su padre.
Lilian sabía muy bien que no debía preguntar, pero no pudo evitar pensar en qué
hacían ellos en Tintagel.
—¿Estás listo, Cooper? ¿Vamos al pórtico trasero a jugar con tu pelota? —Metió
la mano en su bolsillo y sacó la pelota azul atada que le había dado su madre. Se la
enseñó a Cooper, que saltó sobre su regazo con la intención de jugar con ella—. Por
favor, espera unos minutos para salir de casa. —Cogió a su cachorro y los dos se
marcharon juntos hacia el pórtico.
~ 140 ~
A Cooper le encanta jugar a la pelota, pensó. Ojalá hubiera traído la más grande que
hice. Disfruta sacudiéndola entre los dientes hasta que se rinde, se rio entre dientes, lanzando
la pelota a su perro.
—Huelo a humo, Cooper —comentó tras unos minutos de juego. Olfateó el aire
y miró a su alrededor, intentando determinar qué se estaba quemando—. ¡Los establos!
¡Oh, no!
Tocó la campana que colgaba cerca de ella en el pórtico y, desesperada, hizo rodar
su silla por el sendero en dirección al fuego. El camino de ladrillos que su padre había
hecho para ella se inclinaba ligeramente cuesta abajo, haciendo que llegar al establo
fuera más rápido. Cooper corría delante de ella, ladrando con ferocidad y tratando de
saltar a su regazo varias veces. Parecía querer que se detuviera. Sin embargo, Lilian
sólo podía pensar en su caballo, Danby, que perecería en el incendio a menos que lo
sacase de su establo.
Hizo rodar su silla lo más rápido que pudo, rezando para no volcar y aliviada al
ver que la parte delantera del establo estaba libre de fuego. Con las lágrimas cayendo
de sus ojos y gritando su nombre, maniobró la silla hacia el establo de Danby. El
pequeño perro seguía protestando. No iba a arriesgar también la vida de su perro.
Lilian rodó tan rápido como pudo hacia su caballo, gritando su nombre. Podía
oír el miedo en su relincho y en el de Ginger, el caballo de su hermana. El establo ya
estaba demasiado caliente y el olor a humo era casi sofocante. Volvió a gritar, llamando
a Barney y a los mozos de cuadra, pero nadie respondió. El establo era grande y podía
albergar cómodamente más de dos docenas de caballos cuando estaba lleno. La casilla
de Danby estaba ahora a unos seis metros más adelante. ¿Dónde pueden estar todos?
Empujó las ruedas con más fuerza y vio una pared de humo invadiendo la parte
trasera del establo. Tenía que llegar hasta él. La única opción era soltarlo. Al llegar al
borde del establo, sin pensar en lo que hacía, se levantó y se apoyó en el tabique que
separaba el establo de Danby del caballo de su hermana. Sus pies se arrastraron de
manera inestable y, tras unos pasos, se sintió demasiado débil para continuar.
Exhausta y jadeante por el humo, vio el bastón que le había dado su hermana colgando
lo bastante cerca como para alcanzarlo. Tiró de sí misma para acercarse al tabique y se
estiró para alcanzar el bastón... hasta que, por fin, fue capaz de descolgarlo de la pared.
~ 141 ~
Apoyándose pesadamente en él, Lilian se impulsó para caminar. Tan solo unos pasos,
por favor.
Con torpeza, forcejeó a lo largo de su establo hacia el pesebre. Cuando por fin
estuvo lo bastante cerca, alargó la mano y liberó a Danby de su ronzal. Su caballo
relinchó más fuerte y empezó a empujarla con la cabeza para que se subiera a él.
Sintiendo náuseas debido al humo, se tranquilizó y arrancó una parte de su vestido.
La empapó en el cubo de agua del caballo y luego se la puso sobre la nariz y la boca.
Con hasta el último gramo de sus fuerzas se apoyó en el bastón y avanzó poco a
poco por la pared que los separaba, retiró la cadena que corría a lo largo del extremo
del establo, tomó la cuerda de Ginger y finalmente le desenganchó la cabezada. La
yegua corrió hacia la puerta abierta, pero Danby permaneció quieto. En cambio, la
empujó con la nariz y golpeó con fuerza los cascos. ¿Quería que se subiera encima de él?
Lilian de verdad quería intentarlo, salvo que sus fuerzas flaqueaban y volvió a gritarle
que se fuera. Pero él se quedó. Desesperada, buscó su silla, pero estaba a casi tres
metros de distancia. Bien podría estar al otro lado del mar.
El fuego se había acercado demasiado; lamía las gruesas vigas del techo y el
espeso humo se extendía hacia ellos, asfixiándola y casi cegándola. Temiendo que el
techo se desplomara en breve, Lilian se echó boca abajo y se arrastró hacia su silla,
animada únicamente por los suaves relinchos de su caballo y los continuos empujones
de su nariz.
—Te tengo, Lilian. ¡Quédate conmigo! Ahora estás a salvo. Nunca te dejaré ir. —
La voz de Harlow se quebró, pero a ella le gustó.
—¿Mi hija aún respira? —Era la voz desgarrada de su padre. Oyó otras voces
masculinas que dictaban órdenes frenéticamente y decían su nombre. Quiso
responder, pero no pudo.
~ 142 ~
—Hemos trasladado a Barney a la hierba más allá del patio y hemos mandado
llamar al médico.
—Te salvaron la vida, querida mía. Están a salvo. Gracias a Dios que llegamos a
tiempo. —Harlow tiró de ella, acercándola contra sí.
Le ardían las fosas nasales por el humo acre, pero aún podía oler su agradable
aroma. Los latidos de su corazón golpearon de manera poderosa contra su oído.
~ 143 ~
Capítulo 16
Harlow y Max habían reunido las provisiones necesarias para el día y se dirigían
a la puerta para recoger sus caballos. Lord Avalon había pedido generosamente a Cook
que les proporcionara algunos emparedados, frutas y quesos a los tres hombres,
mientras esperaban a que se llevara a cabo la operación. Winston les abrió la puerta, y
el perro de Lilian salió disparado entre sus piernas y corrió hacia Harlow, ladrando
enloquecido. El pequeño perro saltó repetidas veces contra su pierna y luego corrió
una corta distancia delante de él hasta que los hombres se dieron cuenta de que el
cachorro quería que le siguieran. En cuanto se alejaron del umbral de la puerta, Harlow
olió el humo acre de un incendio.
—¡Los establos están ardiendo! —Max señaló hacia una columna de humo negro
grisáceo.
—Vaya a por Lord Avalon —Harlow se volvió y gritó a Winston antes de correr
detrás de Max por el sendero de ladrillos.
Los dos hombres se apresuraron tras el perro, que se había calmado un poco y
corría por delante. La parte trasera de los establos estaba en llamas, el techo ardía con
llamas anaranjadas y humo espeso, y al no haber puerta trasera a los establos, el humo
negro salía a borbotones. Cooper estaba solo y a Lilian no se la veía por ninguna parte.
Con repentino horror, Harlow se dio cuenta de que Lilian probablemente estaba allí
dentro. Jadeando más por el miedo que por el esfuerzo, irrumpieron en las caballerizas
y se encontraron con un joven mozo de cuadra que había trasladado a todos los
caballos que pudo hasta los prados.
Harlow recordó que el establo de Danby estaba más cerca del cuarto donde se
guardaba la comida y lejos del fuego. Cuando él y los demás hombres se aventuraron
~ 144 ~
a entrar en la estructura en llamas, se encontraron con un mozo de cuadra espantando
a su caballo y al de Max desde la parte trasera del establo y respiraron aliviados. Varios
sirvientes de la casa también habían corrido a ayudar con los caballos, y Max llamó a
un criado para que fuera rápido a buscar al veterinario.
—¿Has visto a Lady Lilian? —preguntó Harlow en voz alta. El mozo negó con la
cabeza.
—Tampoco había visto a Barney. Tuve que sacar estos caballos antes de mirar,
señor. Todavía hay dos caballos más aquí. Empecé por el extremo más alejado, el más
cercano al fuego. —El hombre señaló hacia los establos del otro extremo de la fila,
donde estaba albergado Danby.
Una yegua pelirroja pasó trotando junto a ellos, seguida de sonidos de un caballo
aún en apuros. Los hombres corrieron hacia el ruido de los golpes de cascos. Entonces
oyeron gritar a una mujer. El penetrante sonido procedía del establo de Danby. Harlow
se lanzó por el pasillo como si tuviera alas. Encontró a Lilian en el suelo, con el caballo
dándole, alternativamente, golpes y tirones de las faldas, intentando de manera
evidente arrastrarla hacia la puerta. Ella sostenía en su mano derecha un bastón de
madera.
—¿Mi hija aún respira? —gritó su padre, agarrándole la cara y rogándole que
abriera los ojos.
Harlow quiso dejarse caer de rodillas y dar las gracias. Si no la hubiera estado
sosteniendo en brazos, lo habría hecho. Lentamente, se dio la vuelta y la sacó al aire
libre. Sólo entonces se dio cuenta de su propio grado de desnudez. Sintiendo una
oleada de vergüenza, miró hacia otro lado, por encima de las vallas del prado donde
pastaban los caballos, revolcándose y levantando los cascos en feliz libertad.
~ 145 ~
Max acercó la silla de Lilian, también en gran parte intacta, y, con gran reticencia,
Harlow la depositó en ella. Unos instantes después se oyó un gran estruendo al caer
parte del tejado hacia la parte trasera del establo. Harlow le protegió el cuerpo
mientras saltaban chispas en el aire.
El Vizconde Yarstone había organizado dos brigadas con cubos para sofocar las
llamas desde dos direcciones y mojar el suelo que rodeaba el establo. Finalmente llegó
un camión de bomberos desde el pueblo que dirigió sus esfuerzos hacia el centro del
incendio, alimentado por las maderas del techo que no se habían consumido. Pasaron
varias horas antes de que los trabajadores de la finca pudieran controlar el incendio,
hasta el momento en el que, al fin, pensaron que podría extinguirse por sí solo.
—Manténgala erguida con almohadas para permitir que sus pulmones funcionen
con mayor facilidad —dijo el médico, que había llegado un momento antes—. Se lo he
dicho a su doncella. La postura la ayudará a expulsar los venenos inhalados por el
humo. Volveré en uno o dos días para ver cómo evoluciona. —Alzando el sombrero
ante el conjunto de sirvientes, familia y amigos, se marchó.
Ella podría haber muerto. Un escalofrío de miedo sacudió a Harlow al darse cuenta
de lo cerca que había estado de la muerte, y de lo cerca que había estado él de perder
a la persona que necesitaba para compartir su vida. Un mozo de cuadra había
informado de que había visto un farol tirado dentro de uno de los establos traseros, lo
que confirmaba sus sospechas de que el incendio no había sido un accidente.
***
Harlow odiaba dejar a Lilian, pero el deber lo exigía. El trayecto hasta la cueva
fue tranquilo durante gran parte del camino. Para cuando Harlow y Max llegaron, el
Capitán de Dragones Newman ya se había ocupado de tomar un lugar fuera de la vista
de cualquier habitante del pueblo o transeúnte.
—Me alegro de verle, milord. Gracias por su aviso. Tengo a mis hombres en
posición —declaró el capitán Newman—. Tienen la mira puesta en la abertura donde
esperamos la escaramuza y están listos para detener a los conspiradores.
~ 146 ~
—Estén atentos a dos personas —intervino Max—. Un hombre con bigote oscuro,
que es muy probable que vaya vestido de negro. La otra es Lady Catherine Poinz.
Creemos que son el cómplice y la cabecilla… o que están estrechamente ligados a ellos.
—Sí. ¿Hay algo que debamos saber, capitán? —preguntó Harlow en tono
amenazador. DeLacey escuchó el intercambio y se acercó—. Si tiene algo que decir,
dígalo. Hay vidas en juego, no sólo un barco y el botín.
—Puede que la haya visto esta mañana temprano, montando a caballo. Nos
habíamos escondido, así que ella no nos vio, pero si hubiéramos sabido que era un
punto central de esta operación, la habríamos retenido para interrogarla.
Harlow respiró aliviado. Había temido que Newman dijera que había hablado
con ella o que ella le había visto. Si sabía que la estaban vigilando, lo cancelaría todo.
El alivio también era evidente en los rostros de Max y DeLacey.
—Cabalgaba como el viento hacia la costa. No puedo estar seguro de dónde había
estado, pero estaba claro que estaba decidida a llegar rápido a algún sitio.
—Un vestido amarillo y un sombrero negro con una pluma, aunque el sombrero
apenas se sostenía sobre su cabeza. Parecía llevarlo sujeto con una cinta alrededor del
cuello.
—Avise a sus hombres, si no le importa. Dígales que necesitamos a los dos para
interrogarlos, nada más. Gracias por su información —terminó Max, despidiendo al
capitán.
—Cressey, tenemos que hablar contigo —dijo Harlow con un gesto endurecido
en la cara—, en privado.
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persona pisaba un agujero arriba, podía meter el pie y romperse un tobillo. Sin
embargo, las posibilidades de que eso ocurriera parecían remotas. Tenía razón al
afirmar que hacía años que nadie utilizaba la cueva. Una colonia de murciélagos pasó
volando junto a ellos mientras caminaban más adentro, buscando un poco de
privacidad. La escasa luz, ofrecida por los pequeños agujeros de la parte superior, les
permitió ajustar la vista con mayor rapidez.
—¿Qué es lo que tenéis que decir? ¿Tiene algo que ver con que ambos hayáis
llegado tarde? —espetó DeLacey con tono crítico—. Todo ésto debería empezar a
desarrollarse en unas horas.
—Tu hermana casi muere en el incendio del establo, junto con tu jefe de cuadras
y los caballos.
—Sí, está bien. No lo conoces, pero un pequeño cachorro que rescató hace poco
más de una semana, le salvó la vida. Puede sonar fantasioso, pero lo cierto es que tanto
él como su caballo lo hicieron —explicó Harlow.
—¿Motivo? La mujer odia a mi familia. Más bien debería decir que odia a mi
madre. —DeLacey aspiró aire entre los dientes, casi siseando—. Debería haber estado
allí.
—Nosotros estábamos allí, y eso no impidió que sucediera. —Max hizo una
pausa—. ¿Podemos preguntar por qué hay acritud entre ellas? Es importante. Tu
madre y la viuda tuvieron lo que yo describiría como un apasionado intercambio ayer
por la mañana, en la villa. Ella dirigía sus comentarios a Lady Lilian y tu madre
intercedió.
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DeLacey inclinó la cabeza.
—Hace mucho tiempo se insinuó a mi padre. Sus padres eran amigos y siempre
habían hablado de que ambos se casarían, pero mi padre conoció a mi madre y
cualquier compromiso con la viuda naufragó —explicó DeLacey—. Al final, se casó
con un hombre tan viejo como su propio padre, que, aunque rico, no era lo que ella
había deseado. Codiciaba ser condesa tanto como ser rica. Ten en cuenta que este es el
relato de mi padre. Podría haber más.
—Eso coincide con mi teoría. Creo que la viuda escogió a tu hermana cuando vio
que Lady Lilian había captado la atención de Lord Harlow, aquí presente. Puede que
él no quiera reconocerlo, pero muchas mujeres van detrás de él. —En los labios de Max
apareció una leve sonrisa.
—¡Por los dientes de Dios, Max! —dijo Harlow, mirando ceñudo a su amigo—.
¿Eres el responsable de la apuesta en White's?
—No, tranquilízate. Sabes que no fui yo. No obstante, creo que determinaremos
quién lo hizo dentro de poco.
—Creo que sé quién fue, pero lo veremos —dijo Max con frialdad.
Harlow apreciaba la sangre fría de Max bajo el fuego. De ese modo eran el uno
con el otro. Cuando él se enfadaba, Max le calmaba. Cuando Max se subía por las
paredes, él calmaba a su amigo.
—Tu padre nos envió comida. ¿Comemos antes de que empiece ésto? Creo que
éste sería un buen sitio —sugirió Harlow suavemente.
Unas pocas horas más tarde, los hombres estaban en sus puestos con las pistolas
cebadas y los cuchillos listos. Los Dragones serían su primera línea de defensa, pero
planeaban tener a la viuda y a su socio bajo custodia, independientemente de quién la
detuviera. Harlow sabía ahora que DeLacey compartía una segunda motivación para
asegurarse de que pagara. Su hermana.
La oscuridad los rodeaba, y durante más de una hora nadie se movió. Harlow
comprobó su reloj de bolsillo de bronce y, al cerrarlo, emitió el sonido más fuerte que
habían oído en horas. Un poco más allá de King’s Cave, una linterna apareció sobre el
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agua, un claro señuelo colocado para guiar el balandro del teniente Pelham hacia las
escarpadas rocas costeras. Lo más probable era que la lámpara estuviera en una
pequeña embarcación flotando o maniobrada con largas cuerdas. Habían visto el
pequeño bote negro escondido bajo la maleza en la costa. Era el principal medio
utilizado por los contrabandistas para acceder a la carga una vez que hacían naufragar
un barco. El color negro ayudaba a camuflarlos.
Utilizando una señal convenida, Harlow encendió una cerilla e hizo un rápido
destello, apenas visto por un ojo desprevenido. El hombre parecía preocupado por el
barco de Pelham y, a su entender, no se dio cuenta de la señal. Pudo ver cómo los
aldeanos y los contrabandistas se acercaban a la orilla, permaneciendo cerca del borde
del acantilado hasta que el barco británico quedó paralizado contra las rocas.
Harlow miró hacia abajo y se dio cuenta de que el hombre de negro se alejaba
lentamente. Está intentando escapar. Levantándose, Harlow miró hacia un lado y
descubrió al hombre justo debajo de su propio escondite. El hombre estaba trepando
por la roca en un intento de desaparecer de forma segura. Harlow metió la pistola en
su cinturón y saltó desde las rocas que protegían el puesto de observación, aterrizando
encima del hombre. Antes de que Harlow pudiera sujetar bien las ataduras, el hombre
deslizó un brazo, liberándolo, sacó un cuchillo corto y rasgó la camisa de Harlow,
lacerándole el hombro. El asaltante tuvo entonces tiempo de trepar por un saliente
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rocoso y dar una voltereta frente a Harlow, con una pequeña pistola de chispa
desenfundada.
—Será mejor que hagas que ese disparo valga la pena, porque no tendrás una
segunda oportunidad...
—Hará más que eso —gruñó Harlow. DeLacey apareció justo en el momento en
que Harlow arrancaba el burdo bigote negro de la cara del hombre.
—Reconocí el tacto del pecho de una mujer. Nunca he conocido a un hombre con
pechos. —Se rio a medias de su propio comentario, pero estaba serio. Su ira contra
aquella mujer por lo que había intentado hacerle a Lilian era incontrolable.
—Ésta ha sido una de las operaciones más fluidas de las que he formado parte,
caballeros. Tenemos a varios individuos que creemos que tienen algo que ver con la
dirección de esta red de contrabando, y planeamos llevárnoslos para interrogarlos. No
vimos a la viuda... —dijo, deteniéndose en mitad de la frase—. Él es ella. —Newman
parecía confuso mientras miraba fijamente a la desaliñada prisionera, ahora atada
delante de ellos.
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—Yo. —DeLacey le tendió un pañuelo de seda fina. Harlow obligó a la viuda a
abrir la boca y metió la tela en ella.
—Yo me encargo ahora de todo esto, Harlow. Gracias a los dos. Podéis hacer
vuestros informes. Tal vez estaríais más cómodos si volvéis a la posada. —DeLacey
guiñó un ojo y bajó la voz a un susurro—. Hazle saber a mi padre que lo veré mañana.
—Muy bien, Cressey. —Harlow se cepilló la arena de la ropa y, tras recoger sus
pertenencias, los dos hombres cabalgaron de vuelta a Elysium Manor.
—Ahora que Cressey... DeLacey... no está aquí, dime quién crees que hizo esa
anotación en el libro de apuestas de White's —le dijo Harlow a su amigo. No estaba
tan enfadado como lo había estado al principio, pero le irritaba que alguien pusiera el
nombre de Lilian en ese tipo de libro.
—No, no. Creo que fue un simple caso de celos —interrumpió Max—. Ten en
cuenta que yo no estaba allí, pero has contado lo suficiente sobre los intercambios en
torno a Lady Lilian DeLacey, que creo que ahí es donde reside la culpa. No lo sabremos
con seguridad hasta que preguntemos.
Los dos hombres dieron de comer y beber a sus caballos y luego caminaron hacia
la casa. Las prioridades de Harlow eran saber de Lilian, dormir y comer, en ese orden.
Al oír que ella descansaba cómodamente, se relajó. Necesitaba pensar más, pero en el
momento en que su cabeza tocó la almohada se durmió, con la tranquilidad de saber
que el día siguiente le reservaba una emoción muy particular.
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Epílogo
Al día siguiente
Lilian yacía tumbada en la cama con los ojos cerrados, sintiendo cómo el sol le
calentaba la cara. Intentaba tener un sueño mejor con el que despertarse para poder
liberar su mente de una pesadilla de lo más perturbadora. En su pesadilla, el establo
se había incendiado, atrapando a más de una docena de caballos, entre ellos el suyo y
el de su hermana, y casi quemándolos vivos. Adoraba a Danby, y la idea de que
pudiera perderlo por algo tan devastador la conmocionaba hasta lo más hondo. Por
más que lo intentó, no pudo llegar hasta él. Cuando por fin lo liberó, él se negó a
separarse de ella. Con sus últimas fuerzas agotadas, se desplomó, incapaz de salvarse
a sí misma ni a sus animales.
—¿El incendio? Sí, pero han pasado muchas cosas. ¿Recuerdas haber usado el
bastón? —La voz de su hermana estaba cerca de estallar de emoción.
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Usé un bastón, recordó.
—Sí. ¡A todo! —Las lágrimas corrían sin control por el rostro de Lydia y enterró
la cara en el hombro de su hermana—. Te quiero —murmuró, con la voz amortiguada
por el pelo de Lilian—. Eres mi heroína, hermana.
Su madre sonaba cualquier cosa menos enfadada. ¿Quizá la palabra correcta era
aturdida? Aunque respetaba a su familia, Lilian sabía, sin lugar a dudas, que haría
todo lo posible por salvar a su animal, incluso arriesgar su vida de nuevo, dadas las
circunstancias.
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—Cuéntale lo que dijo el doctor —le urgió Lydia.
—El médico ha dicho que deberías volver a caminar. El accidente del año pasado
puede haberte generado algún tipo de situación perjudicial, provocándote miedo a no
poder recuperarte. Él no está seguro, ya que, justo ahora, están percibiendo este tipo
de incidencias con todas las lesiones de guerra. El médico cree que el temor a perder a
tu querido caballo te obligó a superar esa angustia que te estaba paralizando. Habló
en términos que no entendí completamente. Sin embargo, comprendí que volverás a
caminar. —Se levantó, enjugándose las nuevas lágrimas —. Vístete. —Se acercó a la
campanilla y tiró de ella—. Te veré abajo.
Treinta minutos más tarde, Lilian se encontró con Lord Harlow y Lord Worsley
cuando salían del estudio de su padre. Ambos caballeros hicieron una rápida
reverencia. Se dio cuenta de la sonrisa socarrona de Lord Worsley cuando se excusó y
se escabulló en dirección al comedor.
Miró y juzgó que el salón estaba a sólo tres metros de ella. Estirando la mano
detrás de su silla, agarró el bastón que le había dado su hermana y lo aseguró sobre el
suelo frente a ella antes de levantarse. Con torpeza, impulsó un pie hacia delante y,
una vez estabilizado, arrastró el otro. Los pasos se hicieron más fáciles a medida que
se acercaba al umbral de la habitación.
Sus movimientos eran bruscos, pero con cada paso que daba, la sonrisa de su
rostro se ampliaba. Cuando llegó al sofá, se dio la vuelta y se sentó. O, más
exactamente, se dejó caer.
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—Lilian... —empezó a hablar, pero se detuvo. Cambiando de opinión, Harlow se
arrodilló frente a ella y le cogió la mano, mirándola a la cara.
No estaba segura de qué había impulsado sus esfuerzos para caminar, pero Lilian
no se esperaba ésto. Se le hizo un nudo en la garganta de emoción al contemplar los
rastros de lágrimas en el rostro de John. Se sintió eufórica, cautivada y querida, todo
al mismo tiempo, mientras una miríada de emociones inverosímiles la inundaba.
—Lady Lilian DeLacey, te lo ruego, hazme el más feliz de los hombres y di que
te convertirás en mi condesa. Habiéndote casi perdido, me he dado cuenta de que no
puedo vivir sin ti. Te amo. —Harlow le susurró las últimas palabras. Apenas había
terminado de pronunciarlas antes de que ella escuchara murmullos bajos procedentes
de la puerta. Abrumada, levantó la vista.
—Sí —susurró ella—. Sí, John Andrews, Conde de Harlow, me casaré contigo…
con la condición de que se me permita caminar por el pasillo hasta tus brazos. —Agitó
sus rizos—. Ya que nada en este compromiso parece cumplir los estándares de la
moda, creo que me gustaría hacerlo así.
—¡Aquí es donde estáis todos! No había nadie en la puerta para coger mi abrigo
y pensé que había pasado algo. —El grupo se separó y su hermano se unió a ellos.
—Vuestra atención, por favor, todo el mundo —dijo su padre en voz alta—.
Lilian y Lord Harlow están ahora comprometidos, y está permitido dejarles unos
minutos a solas. ¿Qué os parece si vamos todos al comedor y desayunamos juntos?
—Gracias, señor. Todos menos uno, creo. Vizconde Yarstone, por favor, quédese
un momento más. Tengo algo que preguntarte —le dijo Harlow en voz baja. Cuando
los demás se hubieron marchado, se volvió hacia Yarstone—. Max me indicó una
apuesta en White's… cuyo contenido ya no me molesta. Sin embargo, necesito saber la
verdad. ¿La pusiste tú allí?
Yarstone palideció.
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—Yo... lo siento. Fue un capricho estúpido. Fue un ridículo ataque de celos.
¿Podrás perdonarme alguna vez...?
—No digas más. Creo que ahora lo entiendo. Sólo quería saberlo. Me volvió loco.
—Guiñó un ojo y palmeó la espalda de Yarstone—. Como desagravio, te pido que
consideres la posibilidad de permitirnos celebrar una boda doble. ¿Qué dices?
—¡Digo que sí, por supuesto, estupendo! Será una boda doble, siempre y cuando
la familia esté de acuerdo —respondió Yarstone.
—Creo que mamá y papá estarán contentos con ello… más que contentos, en
realidad. ¡Les encantará! —Lilian aceptó de inmediato.
—Si eso es todo, me reuniré con ellos para desayunar. —Haciendo una
reverencia, Yarstone salió rápidamente y, seguido por Cooper, cerró la puerta.
Lilian levantó la vista hacia los ojos del hombre que tenía delante. Había
encontrado a su príncipe azul.
La levantó del sofá y la sostuvo, rozándole suavemente los labios con los suyos y
luego cubriéndole la boca con la suya, abrazándola contra su pecho.
—John, eres el príncipe que mi hermana prometió que encontraría. Eres todo lo
que podría haber imaginado… todo lo que siempre he imaginado. Te amo. —Acercó
sus labios a los de ella y lo besó con toda la emoción que poseía.
Esta mañana se había despertado asustada por su pesadilla, sólo para darse
cuenta de que era el verdadero comienzo de su vida y que todos sus deseos estaban a
punto de hacerse realidad.
Fin
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