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En segundo hu,
ePotestad-sujecién» no constituye e
taria le aportan un: a
a cierta base, otra
como la expropiatoria, la discipll
cionatoria se explican
tras potestades,
linaria ola san.
mejor, como aqut se hace,
TAR. 33, 3° CE,
42
5
i
E
a través de una estructura bipolar, siempre con
la precision de que no se wata de una concreta
relaci6n juridica, sino de posicionamientos juri-
dicos reciprocos'en los que la falta de objeto es-
pecifico mantiene latente una serie indefinida de
relaciones que, en su momento, surgirdn del ejer-
cicio de la potestad &
Por iiltimo, puede recordarse que la doctrina
italiana ha explicado la sujecién como una situa
cion pasiva de inercia, en él transcurso de la cual
podemos recibir desde luego desventajas, pero
también ventajas o, simplemente, resultarnos in-
diferente el contenido de determinadas decisio-
nes? que, en todo caso, nos afectan.
Dos nuevas precisiones cabe afiadir ahora so-
bre la estructura interna de la potestad, que en
cierto modo se desprenden de lo ya expuesto. La
primera, que se trata de un poder que se ejerce
siempre en interés de terceros, y, la segunda, que
incorpora no sélo una posibilidad de actuacion,
sino también la obligacién de realizarla, cuando
se dan las circunstancias previstas en la norma.
E] que la potestad se ejerce en interés de persona
distinta de su titular es facil de comprender, pues-
to que existe otra figura para identificar la pro-
teccién juridica de los intereses propios: el dere-
cho subjetivo (y, en su caso, el interés legitimo).
Careceria de sentido superponerle todavia un po-
T Vid Santi Romano, Frammenti, cit, p. 316 ss.
9 Giannini, Lezioni... cit, p. 266, Utiliza el ejemplo de la po.
testad de ordenacién viaria, ante a cual un propietario pue-
de encontrarse en cualquiera de las tres cireunstancias des-
critas. Santi Romano por su parte, entendiendo la sujecion
‘come la necesidad de aceptar limitaciones en la propia esfe-
ra juridica dice que no se da en todos los casos, por lo que
rho resulta un elemento necesario para la comprensién de las
potestades (Frammenti.., cit, p. 316),
43der genérico que habria de situarse entre el de-
recho subjetivo y la capacidad de obrat, con ine.
vitable solapamiento entre uno y otra. Pero mas
importante que lo que acaba de sefialarse resul.
ta la necesidad de que la potestad tenga, como to.
dos poder juridico, un titulo justificativo, algo en
que podamos apoyarnos para reconocer su «ra-
z6n de ser» y la forma en que este poder se inte-
gra en el ordenamiento que lo ampara. Este «al.
go» ha de ser forzosamente ese «interés ajeno>
que, como veremos mas adelante y para las po.
testades administrativas, suele ser presentado
acudiendo a la tal socorrida como imprecisa ex.
presién de los «intereses piblicos». En este sen.
tido, he presentado alguna vez la potestad con
Carnelutti como «un poder de mando para la tu
tela de un interés ajeno» en cuanto se trata de una
afortunada y clarificadora sintesis de todo lo que
hasta aqui se viene diciendo®.
La exigencia de que toda potestad haya de ser
necesariamente utilizada cuando se dan las cir-
cunstancias previstas en la norma, la identifica
como «potestad-funciéns en el sentido de Santi
Romano "' o posicién juridica activa mixta de po-
der y deber graficamente expresada en la ideade
«mando»: es claro que el mando debe ejercitarse
so pena de incurrir en abandono de responsabili-
dades propias. La precedente idea se completa y
matiza aceptando que es propio de toda pavestad
una cierta iniciativa en cuanto al momento y opor-
tunidad de su ejercicio, es decir, el primero lla-
1 Vid ini libro La actividad de la Adrainistracién, cit, p
49. La frase me llegé a través de Garrido Falla, quien la recy,
age (aunque para rechazarla) en su Tratado de Derecho wa
nistrativo, vol. I, reimp. de la 7." ed. (1976), CEC, Maciia
1980, p. 421.
Romano, Frammenti, cit, p. 309,
44
a determinar si se dan o no las circunstan-
ies ‘que hacen luridicarente obligado el uso de
una potestad es su propio titular; esta iniciativa
alcanza también a la decisién de no utilizar el po-
der conferido, con lo que puede parecer que se
niega lo afirmado, pero no es asi, desde el punto
y hora en que quepa —y cabe siempre— exigir res-
ponsabilidades por la decision negativa
adoptada ®
La doctrina administrativa, siguiendo en este
caso la construccién anglosajona del trust, ha ca-
lificado a las potestades como un poder fiducia-
rio, en el que se disocia la titularidad formal del
ejercicio y el beneficiario ultimo del mismo", in-
corporando en esta idea lo que se ha presentado
desglosado en las dos anteriores y, en especial
el concepto de «potestad funcional». La contruc-
cién es, desde luego, grafica, pero parece prefe-
2 Unicamente en la potestad iegislativa puede plantearse
una inactividad sin consecuencis juridicas, pues bo es Post
ble obligar al legslativo a aprotar un ley en un determine
do plazo de tiempo, ni siquiera bajo las indicaciones delle
dor constitucional tan abundances, por cierto} o del Tri
wunal Constitucional (recuérdese el caso de ANTENA 3.en el
que se estableci6 que la regulacin de la libertad de expre-
Sida en la television competia a las Cortes). Pero esto no es
sing una manifestacion de que si bien cabe hablar de“ potes-
tad legeasva como poder juridficado por a Copstiucion,
gta juridfiacionno es perfecta y mucho menos homologs
ble conlaproducidscn a potestad relamenatia, Deshi ae
ja responsebilidad por ei no uso de la potestad legislativa (que,
Seat sete connie dominates epatwooyick
politica y no juridica. He tratado de estas cuestiones en mi
articulo «Porestades administrativas y paderes constitucio-
nales. En torno al proceso de juridificacion del poder»,
RE.DA, nim. 38, 1983, p. 387 5s.1y en este mismo ensayo 3
han realizado algunas consideraciones al respecto,
'D Garcia de Enterria-Fernandez Rodriguer,Curso de Dere.
cho administrative, (1, 4* ed,, Civitas, Madrid, 1983, p. 422
45rible, tal como aquf se hace, dar un mayor desa-
rrollo a cada uno de los elementos en ella incor-
porados
Corolario de lo anterior es que las potestades,
una vez configuradas por el ordenamiento jurf.
dico son indisponibies para su titular, salvo pres-
cripcion expresa en contrario. La indisponibilidad
leva consigo como notas caracteristicas la ina-
lienabilidad y la irrenunciabilidad y, naturalmen.
te, para el Derecho actual, la imprescriptibilidad.
Cierto que en la historia de la monarquia absolu.
ta se han dado casos de enajenacién de oficios pi-
blicos, pero no es menos cierto que esto pertene-
cea una etapa ya superada de la evolucién del Es-
tado. Hoy es absolutamente claro, y ademas es.
tricto Derecho positivo, que la competencia, en
la que se manifiestan las potestades publicas, «es
irrenunciable y se ejercera precisamente por los
Srganos administrativos que la tengan atribuida
como propia, salvo los casos de delegacién, sus
titucion 0 avocacién previstos en las leyes» "© La
posibilidad de transferencia de potestades afec-
ta en todo caso a su ejercicio y no a la posibili-
dad de renuncia unilateral a su titularidad: la ex-
tincion de una potestad sélo podra producirse por
imperio de la ley, 0, en su virtud, por los hechos
que ésta sefiale™,
Una ultima caracteristica general aplicable a
las potestades de todo tipo es que configuran un
poder susceptible de aplicacion indefinida, que no
se agota por su ejercicio, antes al contrario, se
14 Art. 4.2, LPA. Vid. el art, 156 del Codigo civil (en la re-
daccion dada por la Ley 11/1981, de 13 de mayo) en cuanto
8 Ia atribueién de la patria potestad.
Asi en los arts, 169 ss. del Codigo civil en que se regula
Ia extincién de le patria potestad,
46
reafirma. Sabemos ya que de resultas de cada ac-
to de aplicacién surgiran relaciones especificas
entre el titular de la potestad y el sujeto a la mis-
ma en la mayoria de los casos, y también que es-
to no es exigible con cardcter general: Ja utiliza-
cién de la potestad normativa no tiene forzosa-
mente por qué provocar tal resultado.
1.2. Las potestades administrativas
como potestades juncionales
Enel texto precedente ha surgido en varias oca-
siones esta fundamental nota de las potestades
administrativas. La ultima, al examinar la confi-
guracién general de la potestad como concepto ju-
ridico, cuando veiamos que incorpora no sélo una
sibilidad de actuacién legitima, sino tambien
la obligacion de actuar en funcion de las circuns-
tancias establecidas en lz norma que la concede;
y antes, al distinguir las potestades «inferiores»
isubordinadas) de las actividades dirigidas a finalidades de interés pu-
‘ blico para cuya consecucién el ordenamiento con-
“cede potestades singulares» (Martin Mateo) 0 mas
= -brevemente como . Por nuestra parte po-
demos centrar la observacién en otro campo, el
del ordenamiento deportivo, objeto de recientes
transformaciones, pues éste parece un buen pun-
¥ Arino, «Preleccién sobre el concepto..», eit, p. 33.
61to de observacién para el estudio de la dinamica
de los intereses colectivos autoorganizandose y
entrando en relacién con el Estado. Segtin nues-
tra Ley General de la Cultura Fisica y del
Deporte? los clubs y asociaciones deportivas
privadas pueden agruparse —junto con deportis-
tas aislados— en Federaciones con personalidad
juridica propia cuya constitucién requiere la par-
ticipacién del Consejo Superior de Deportes”,
organismo auténomo adscrito al Ministerio de
Cultura que acta en régimen de descentraliza-
cién de funciones. Con independencia del necesa-
rio fomento y coordinacién de las actividades de-
portivas de toda indole que incumbe a estos
organismos“*, la potestad compulsiva mas im-
portante que ha de ser ejercida por ellos es la dis-
ciplinaria, toda vez. que el sometimiento a reglas
de comportamiento es la mision fundamental de
cualquier sistema deportivo. Esta potestad esta
expresamente recogida en la ley y referida tanto
a las agrupaciones, asociaciones 0 clubs, como a
las Federaciones, pudiendo ejercerla las prime-
ras sobre las personas fisicas y las segundas so-
bre personas fisicas o juridicas a ellas incorpo-
radas. La potestad disciplinaria, asi repartida, es
objeto de control a través de recursos jerarqui-
cos en los que las federaciones resuelven los pro-
Venlentes de las entidades inferiores acllas' pa:
3 Ley 13/1980, de 31 de marzo.
39 El Consejo Superior de Deportes emite informe favora-
ble para la constitucion de toda Federacion, aprueba sus Es
tatutosy la inscribe en el correspondiente registro (ert. 15,1
“car peneral, a todos tos poderes publics y, dentro de
“En general, a todos los poderes piblicos y, dentro del
Estado, a todos los Departamentos ministeriales de algun mo-
do implicados en este ambito de la realidad social exposicion
de mativos)
62
ra sus propias determinaciones se crea en la ley
un «Comité Superior de Disciplina Deportiva» al
que acudir en la referida alzada, La ley se cuida
expresamente de hacer constar que «contra las
resoluciones del Comité Superior de Disciplina
Deportiva no cabe recurso administrativo» algu-
no y que «el régimen de infracciones y sanciones
se atendré a los principios generales del Derecho
disciplinario y sancionador»*!. A partir de estos
preceptos, el reglamento de régimen disciplina-
rio deportivo* establece las siguientes precisio-
nes: la competencia del Comité Superior de Dis-
ciplina se extiende a las faltas muy graves y gra-
ves que afecten a deportistas, clubs 0 agrupacio-
nes, asi como a los asuntos que por su trascen-
dencia considere oportuno entrar en su conoci-
miento, Todas las demés cuestiones, en principio,
agotaran el trémite en los comités directivos de
las Federaciones espafiolas cuyas resoluciones se-
rén firmes y ejecutivas, sin perjuicio de lo que pa-
ra cada modalidad estaviezcan sus respectivos
estatutos*. Contra estas resoluciones del Comi-
té puede interponerse recurso contencioso-
administrativo de acuerdo con las normas pro-
pias de dicha jurisdiccién*,
La regulacién que acaba de sistematizarse so-
lo puede tener dos significados: o bien se trata de
una materia adjudicada a la jurisdiccién conten-
ciosa segun lo previsto en el articulo 3,°, aparta-
do c) de su Ley especifica (cuestiones que una ley
le atribuya especialmente}, o bien se trata de ac-
tos de los comprensibles en el articulo 1.°, apar-
W Aris, 34,2 39 de la Ley.
‘2 Aprobado por Real Decreto de 17 de octubre de 1960,
ném. 2690180,
‘Are. 45 det Reglamento de disci
4 Art 32,3. del Reglamento de disci
63me
tado 2 c) de la misma ley, es decir, son actos so-
metidos al Derecho administrativo y que se en
tienden producidos por la Administracién (por
consideracién como tal de una Corporacién some-
tida a la tutela del Estado). Dado que la primera
posibilidad es eliminada por el hecho de que la
norma que atribuye la jurisdiccién carece de ran-
go legal, tan sdlo nos queda la segunda, con el co.
rolario de que el Derecho disciplinario deportivo
es Derecho administrativo aplicado por la juris.
diccion a estos actos como a cualesquiera otros.
Pero, si bien puede formalmente sostenerse que
Jas federaciones deportivas son corporaciones so-
metidas a la tutela del Estado, al contemplar ob-
jetivamente la realidad se aprecia facilmente un
enorme componente de ficcién en ello. Efectiva-
mente, la adscripcidn se realiza de la siguientes
forma: de un lado, por la aprobacién de Estatu.
tos con informe favorable del Consejo Superior
y, de otro, por el recurso de alzada previsto para
las sanciones disciplinarias ante el Comité Supe-
rior de Disciplina, que se considera adscrito or.
ganicamente al Consejo Superior, el cual a sti vez
lo esta al Ministerio de Cultura
Niuna ni otra adscripcién resultan totalmente
determinantes, pues la primera bien puede ser un
simple elemento de control sobre unas Federacio-
hes que no por ello se integran en la estructura
estatal, y la segunda porque el Comité de Disci-
plina es realmente una proyeccién de las Federa.
ciones en la que el Consejo Superior s6lo nombra
al Presidente y al Secretario. Mas adecuado a la
realidad seria aceptar que se trata de potestades
administrativas y no de organismos «considera.
bles como Administraciéns.
Una advertencia final: para la titularidad de po-
testades administrativas nomine proprio (otra co-
sa es, naturalmente, la transferencia 0 delegacion)
64
se requiere que las Corporaciones de que se tra.
te sean representativas de intereses piiblicos re-
conocidos como tales por el ordenamiento, En
otras palabras, cualquiera de las mil y una orga-
nizaciones privadas en las que sus integrantes
acepten un cierto control disciplinario por parte
de los directivos crear, en su ordenacion estatu-
taria, una serie de facultades que se asemejaran
a las potestades hasta ahora examinadas. Desde
los «Boy Scouts» hasta las asociaciones de veci-
nos, un amplisimo abanice de posibilidades nace
de la fundamental libertad de asociacién y de la
fecundidad de la imaginacién humana. En mu-
chas ocasiones puede, incluso, que sea dificil dis-
tinguir entre el componente privado y el publico
de determinadas organizaciones y no hay mas que
ir a los partidos politicos o los sindicatos para
comprobarlo; pero en todo caso lo que importa
es que las potestades que estudiamos aqui son las,
de Derecho publico y Derecho administrativo, sin
que las facultades derivadas del Derecho asocia-
tivo deban Hlamarnos a engafo: la experiencia del
corporativismo fascista y del nacional-
sindicalismo debe haber sido suficiente para va-
cunarnos contra la tendencia a ver intereses pu-
blicos y potestades puiblicas en todas partes.
3. PRINCIPIOS POR LOS QUE SE RIGEN
Tal como ha quedado situado el tema, no pue-
de caber duda de que, siendo el Derecho adminis-
trativo el ordenamiento que juridifica un especi-
fico poder publico, sus principios serén directa
einmediatamente aplicables a tal poder, es decir,
a las potestades administrativas. E] Derecho ad-
ministrativo es, por su parte, una de las ramas
del Derecho en la que los principios generales tie-
65————————————
nen un valor més destacado, lo que ha sido ade-
cuadamente sefialado por la doctrina tanto
espafiola* como extranjera“, y puede ser acep-
tado sin més a partir de los dos hechos siguien-
tes: toda Constitucion define los valores y prin
pios en que se asienta la convivencia, invistiendo
alos poderes publicos de la mision de conseguir
su conservacion y perfeccionamiento; y tanto en
el seno de los poderes publicos como en el Dere-
cho que los rige (y muy especialmente el adminis.
trativo) surgen innumerables instituciones cuya
trabazén necesita ineludiblemente aquellos prin-
cipios y valores. El Derecho administrativo,
«cuerpo més ordinario del Derecho publica» es
asi, pese a su apariencia ordinamental y regla-
mentista, eminentemente principial.
Es sabido que entre todos los que impregnan
nuestra rama del ordenamiento, el principio de
legalidad es no ya el mas importante o significa
tivo, sino que llega a tener un valor fundante
—siendo germen, savia y raiz— del Derecho
administrativo. Naturalmente su aplicacién a
la instituci6n que nos ocupa es de todo punto fun-
damental, hasta el punto de afirmar con Garrido,
que «actividad (de la Administracién) licita no
“5 Por todos, Garefa de Entesria Fernandez Rodrigues, Cur
$2 de Derecho cdministratva, 1,4 ed Civitas, Madd, 985,
Poids.
‘Id. Vedel, Derecho administrative, rad. esp, Aguila
Madrid, 1980, p. 220 ss, Pereira:
sr 'Garcia de Enterria Fernandez Rodriguez, op. cit
Pp,,78 80. ae
Garcia de Enters y Fernéndex Rodriguez han express:
do grficamente esta iden al afirmar el earscter esprit.
ta del Derecho administrative y presentario como snijove la
revolucion y consecuencia del tamado principio de legalidad
a les Administacion gue la Revohlon prepones op. at
7
66
quiere decir simplemente actividad que no viola
el Derecho objetivo sino més bien ejercicio leg’
timo de las potestades administrativas»®. Pero
esta idea requiere un desarrollo que aqui no po-
demos darle y habra que reservarla para suestu
dio monografico en el capitulo siguiente. Baste,
pues, por ahora con la afirmacién de que el prin-
cipio de legalidad y los principios constituciona-
les basicos aplicables a la Administracién ® jun-
toa los demas principios institucionales que sur-
gen del «giro 0 tréfico» 0 «competencia especifi-
Ca» de la misma confluyen con los principios ge-
nerales del Derecho piblico —o simplemente del
Derecho a secas— en la ordenacién juridica de las
potestades administrativas” para abrir paso al
estudio de dos principios que, aun siendo muy ge
nerales, son de un interés especifico para el te-
ma que nos ocupa.
El primero es el principio de mensurabilidad de
toda potestad administrativa. Se trata de un prin-
cipio, que ya fue destacado en su momento por
Villar Palasi® y que expresa que en ningun caso
una potestad administrativa puede constituir un
poder susceptible de expansion indefinida o ili-
mitada. Todo lo contrario, por muchas dificulta-
% Garrido, Tratado de Derecho administrative, . Ul, reimp.
dela 8." ed, CEC. Madrid, p. 244 en nota.
30 Entre otros, todos los del art. $9 de la Constitucién, 0
ol jmportaniain principio de igualdad del 116 a
S1Asi, todos los principios que rigen el poder punitivo del
Estado se aplican a las potestades administrativas sanciona,
toria o disciplinaria (audio alteram partem, non bis in idem,
irretroactividad de las normas no favorables, etc), al igual ue
la regla de la buena fe se aplica a la potestad de interpreta:
cién Unilateral de los contratos administrativos o la prohibi-
cién del enriquecimiento injusto alcanza a las potestades de
ordenacién y gestion de los servicios publices,
52 Villar Palasi, Apuntes de Derecho administrativo, t. 1
U.NE.D., Madrid, 1974, p. 166,
67des que haya para realizar su finium regundorum,
hay que partir siempre de la idea de que toda po-
testad como poder juridico es mensurable sin sa-
lir de la estricta técnica juridica.
En cuanto se busca un baremo para la medida
de las potestades viene a nuestra mente inmedia-
tamente la idea de los «intereses publicos» a tra-
vés de un razonamiento impecable: si la Adminis-
tracién sélo tiene poder para perseguir los inte-
reses publicos, basta con medir el grado de rela-
cion con los mismos para conocer el alcance de
las potestades administrativas. Pero la cuestién
no es tan sencilla, como se puede comprobar en
uno de los autores que han intentado precisar la
nocién jurfdica de interés publico: Vedel®. Este
autor parte de una nocién politica de interés pu:
blico, que lo considera como carbitraje entre in-
tereses parciales diversos» para intentar obtener
una precisién juridica de este concepto a través
del estudio de los érganos que constitucionalmen-
te estén llamados a «arbitrar» entre los intereses
particulares. Si advertimos que, para lo que aqui
Interesa, estos érganos son los mismos que los lla-
mados a la integracién y aplicacién del Derecho,
comprendemos fécilmente que no hay aqui nin:
jan gran avance en la determinacion de qué sean
los intereses piblicos. Al propio tiempo este mis-
mo autor nos advierte de que «no es suficiente que
la Administracion persiga un fin de interés publi-
co cualquiera, puesto que en la mayor parte de
jos casos una autoridad administrativa ha reci-
bido tal poder para un fin determinado de inte-
res publico y no puede utilizarlo para otro
distinto»™. La desviacion de poder es la institu-
3 En su Derecho administrative, eit, pp. 287 ss.
BM Vedel, op. cit, p, 259.
68
cién que, en Francia como en Espajia, se utiliza
para controlar tales fenomenos. La expresion in-
terés piiblico se hace asi, o bien una referencia
genérica de escaso o nulo valor técnico, 0 bien el
ropaje de instituciones mas concretas como la se-
Aalada desviacién de poder, en las que radica la
verdadera operatividad,
Como mantener a rajatabla la mensurabilidad
de toda potestad, si tenemos que abandonar la c6-
moda referencia a los intereses ptiblicos? La res-
uesta nos la da el mismo Vedel, al estudiar el
Rincionamiento real de la legalidad administra:
tiva. Oficialmente, la ley y la norma administra-
tiva configuran el Derecho escrito determinante
de todas y cada una de las potestades en manos
de la Administracién; se trata, pues, de un Dere-
cho «escrito y legislativo». Pero, desde el mismo
momento en que el juez administrativo comenzé
a descartar las reglas del Derecho privado, se en-
contré ante la necesidad de pronunciarse antes
yen ausencia de norma, y tal es la importancia
de este hecho que, en palabras del autor citado,
«le permite mostrarse incomparablemente mas
osado en la creacién del Derecho y no esta obli-
gado a “fingir” ajustar su solucion a un texto, por-
que aqui la ficcién serfa muy grande». En la
intervencién del juez esté el elemento central de
la mensurabilidad juzgada. Es razonable —e in-
cluso deseable— que a través de actos de volicién
de los Parlamentos y del ejercicio de la potestad
normativa de la Administracion quede prefijada
y publicada una regla de medida previa para el
ejercicio de las potestades que el ordenamiento
juridico crea, Pero, si es el ordenamiento como
cuerpo ideal su creador, también puede ser su ra-
#F Vedel, op.
p. 238.
69sero de medida, con la consecuencia de que en el
ejercicio de toda potestad es, por esencia, justi-
ciable, lo que requiere su previa mensurabilidad,
tal como aqui se viene afirmando, Un sistema de
contraste/medida es siempre necesario y para las
potestades-administrativas este sistema es en
principio la jurisdiceién contencioso-admi-
nistrativa. Mas adelante habra ocasién de volver
sobre estas ideas al hilo del estudio de la funcion
del juez en relacién con la legalidad.
El otro de los principios stunsiados es el de
proporcionalidad o de congruencia entre los he.
chos y las medidas adoptadas. Aunque Villar Pa-
lasi incluye el de proporcionalidad entre los
subprincipios que se derivan del de mensurabi
dad, parece preferible darle el rango de princi-
pio propiamente dicho pues es una de las mejores
gulas que pueden determinarse para la aplicacion
fe las potestades administrativas.
La exigencia de que los actos (o normas) apli-
cativos de cada potestad deben see proporciona-
les a los hechos de los que traen causa es una idea
intuitiva facilmente aceptable. El reglamento de
servicios de las Corporaciones locales ha plasma-
do normativamente esta idea para los actos de in-
tervencién de estas Corporaciones®, lo que no
excluye su aplicacién a otras éreas de actuacion,
36 Estos son los de 1a buena fe, la Foporcionalidad, la
oportunidad y la técnica del reenvio. Vihar Palasl putes
ete p. 166
‘Art 6 RSL. «El contenido de los actos de interven-
cion serd congruenite con los motives y fines que los justih
4quen. Sifueren varios los admisibleg se clegiracl ticmoe tes
trictivo de la libertad individuals. Como es sabido. Is juris
Prudencia del Tibunal prem ha eleva el contenido de
este precepto # la categoria de principio general apleabis a
todas las Administraciones piblicas ns" PI
70
EEE EE SESE re eee eee Ere EEE EEE
como puede comprobarse en una atenta lectura
del propio reglamento: cuando establece que «se-
rn nulos los acuerdos de subvenciones que obe-
dezcan a mera liberalidad»** o que «con el fin de
atender a las necesidades de sus administrados
las Corporaciones locales prestarén los servicios
adecuados para satisfacerlas», es posible recono.
cer la relacion existente entre una subvencién 0
un servicio publico y su razon de ser: ni la sub-
vencién sera nunca «gratuita» ni el servicio «ina-
decuado»; todo lo contrario, han de ser siempre
«proporcionados» a los fines que las justifican y
a los hechos que los motivan.
Sart 27, 1° RSCL.
712. LEY Y ORDENAMIENTO
EN LA HABILITACION
DE LAS POTESTADES
ADMINISTRATIVAS,
1. EL PUNTO CRUCIAL DE La TEORIA
DE LAS POTESTADES:
Todos los estudios y planteamientos realizados
hasta ahora convergen materialmente en el pun
to en que nos encontramos situados: la explica-
cién del modo en que el ordenamiento juridico ha-
bilita de potestades administrativas a las entida-
des puiblicas. Dada la importancia que personal
mente le reconozco a esta cuestion, espero se me
perdonara si dedico unos parrafos a establecer
su pianteamiento, aunque sea abundar sobre lo
ya dicho.
Se recordaré la intencion confesada por mi par-
te de contribuir a través del estudio de las potes-
tades a limar las dificultades e incomprensiones
que enfrentan a politicos y funcionarios al mane-
jar las potestades de las que son corresponsables.
Pues bien, uno de los mas graves puntos de fric.
cion, sino el primordial, es el que afecta a la bis-
queda de un basamento en que apoyar determi-
nada utilizacion del poder, y, en general, cual-
quier iniciativa que incorpore ejercicio de potes-
tades. Para el funcionario, este basamento no pue-
de ser otro que el Boletin Oficial, que conoce bien
—en lo que afecta a su parcela de competencias—
y que le aporta una seguridad de la que no quie-
re prescindir. El politico ve las cosas de otra ma-
73nera. Su visién tiene que ser mas amplia, con lo
que las pequefias parcelas llenas de complejas re.
lamentaciones se le antojan submundos burocrs-
icos por encima de los cuales hay que pasar pa.
ra conseguir sus grandes objetivos. Ni que decir
tiene que el lugar de encuentro debe situarse en
un punto intermedio, en el que las normas sean
respetadas, pero puedan ser cambiadas, reinter-
pretadas, valoradas segiin su rango, y sobre to-
do, compietadas segun su espiritu. De esto se tra-
ta. De identificar las potestades administrativas
con el ordenamiento juridico y no con la ley (re-
cuérdese que para muchos funcionarios ley es
cualquier norma) y establecer que el ordenamien.
to juridico exige una causa justificativa para ca-
da una de ellas (recuérdese que muchos poifticos
Jo justifican todo con su nuda voluntad o, como
mucho, con la de su partido).
Ha de insistirse también en que no cabe con-
formarse con la afirmacién «las potestades exis.
tiran cuando asi lo quiera una ley aprobada por
el Parlamento», pues tal simplismo parte de pre-
supuestos juridico-politicos afortunadamente su-
perados. El primero, que los constituyentes de.
ben entregar la totalidad del poder piiblico al le.
gislativo para su administracion; el segundo, el
de la omnipotencia y perfeccion técnica de toda
ley escrita, que se pretende razén cristalizada
cuando en muchas ocasiones es pura voluntad
formalizada. Por fortuna, hoy sabemos ya que el
Peder publico se distribuye directamente por el
loque constitucional, el cual acude en muchas
ocasiones a criterios principiales e instituciona-
les que se imponen al mismo legislador, y que la
ley es un artificio técnico, fundamental en un Es-
tado de Derecho, pero no componente exclusivo
del sistema juridico. En otras palabras: ni el De.
recho escrito ni la voluntad de los Parlamentos
74
gozan de la exclusividad de creacién de potesta
des sino que éstas pueden nacer de una institu-
cién juridica (potestad autoorganizatoria), de una
calificacién (como la de servicio pablico) o del jue-
go de los principios generales del Derecho, como
se veré mas adelante; todo ello, naturalmente, ba-
jo las ideas de primacia de ley y reserva de ley,
sobre las que conviene decir unas palabras.
El imperio de la ley significa, desde luego, que
la voluntad de los Parlamentos democraticos pro-
ducida en el 4mbito del bloque de la constitucio-
nalidad y debidamente formalizade se impone a
todos los operadores juridiccs. Pero para asegu-
rarlo basta con establecer la reserva de ley (en sus
dos versiones de reserva constitucional indispo-
nible —y autorreserva parlamentaria— disponi
ble, es decir, deslegalizable) y la primacia de la
ley, superior nivel jerdrquico que corresponde a
las normas de este rango, sin necesidad de confi-
gurar un monopolio de creacién de potestades. El
problema estriba en que la remision a la ley ex-
presa, quiza por la sencillez que representa, qui-
24 por un prurito democraticollegalista, quiza por
el atractivo de la piramide kelseniana, esta muy
extendida. Las potestades administrativas, sean
las que sean, apliquense donde se apliquen y por
més que haya que retorcer la interpretacién jurt
dica, deben, segiin esta concepeién, reconducir-
se siempre a una norma escrita de rango legal.
Frente a esta toma de postura hay que plantear
la observacion neutra de la realidad, aceptando
que el Derecho es algo mas que una serie de nor-
mas yuxtapuestas y, sobre todo, que el Derecho
es mucho mas que tn rimero de textos escritos
mas o menos sofisticados. Tal es mi pretension.
E] andlisis que sigue estar vertebrado por el
dilema positivismo-espiritualismo en su proyec-
cién sobre la habilitaci6n de potestades; y, aun-
75que sus consecuencias inevitablemente afectaran
al modo de entender el principio de legalidad, he
creido preferibie, en aras del caracter monogra
fico de este ensayo, no tratar frontalmente este
tema, sobre el que, por otra parte, algo he escri-
to para otra publicacién’, lo que quiza sirva pa.
ra justificar no hacerlo ahora
2. FORMALISMO Y ESPIRITUALISMO
EN LA HABILITACION DE POTESTADES
24. La polémica doctrinal
Tras todo lo dicho, el anslisis debe centrarse
ya en nuestro auténtico objeto de preocupacion,
la habilitacion de las potestades administrativas
Aestos efectos el punto de partida bien puede si-
tuarse en los siguientes parrafos:
Nogreemog aus vst del aticule 97 dela Cont
tucion pueda exigirse una habilitacion legal especlti.
a siempre y en todo caso, aunque tampoco puede
aceptarse la tesis contraria de que exista un espacio
de discrecionalidad en relacién con las funciones indi
¢cadas en el primer inciso del precepto. El articule 97
lo que exige es una actuacion administrativa sometiga
a Ja norma fundamental y a las normas primarias, es
decir, de acuerdo con el ordenamiento juridico, pero
no la necesidad de habilitaciones especificas. Por su.
puesto, se requiere siempre coberture legal, por lo que
la norma reglamentaria de manera 1
eita, ha de buscar un punto de con
ion con la leg
dad, pero sin que ello suponga mecanica ejecucion a
partir de una ley habilitente concreta y determinada
Algo analogo cabe decir del articulo 103, 1.9. A nues
tro juicio, aqui por «Ley y Derecho» debe enienderse
* De la Cuétara, «Nueva legalidad potestades publics y jus
risprudencia constitucionals, en prensa para Ei libro hore
naje @ Hendndez-Rubio (Universidad de La Laguna)
76
sencillamente Ordenamiento juridice positive, un Or
denamiento que es mas uinplio que el referido én el ar
cul 9, "pucs ah cate ne suis a I posted
reglamentarla, dgicamente no sometida a ls reglamen:
tos precedentes, el 103, 1 alude a la actuacion ac
histrativa en general, que no sdlo viene sometida a
Tey, sino también a sus propics reglamentos ¥, sobre
‘odo, alos principios generates del Derecho que dees
2 forma quedan constitucionalizados en su especifica
funcion de elementos orientadores de la funcion adm
ristrativae incluso a a jurispradeneja en cuanto com
plemente el Ordenamicn‘o Juridica
Frente a la concepcién resefiada, claramente ¢s-
piritualista, cabe situar una concepcién mas res-
trictiva de la legalidad administrativa represen-
tada por las posiciones defendidas en ese gran li-
bro que es el Curso de los profesores Garcia de
Enterria y Fernandez Rodriguez. En aras de la
igualdad, se transcriben a continuacion los parra-
fos en que ambos autores sintetizan sus posturas:
Ei principio de legalidad de la Administracién, con el
‘contenido explicado se expresa en un mecanismo tee.
nico preciso: la lepalidad atvibuye potestades a la Ad
ministracion, precisamente, La legalidad otorga facul:
tades de actuacion, definiendo cuidadosamente sus li
tes, apodera, habilita a la Administracion para su a
ign contiriéndola ai efecto poderes juridicos. Toda ac-
Sten adminisraiva se nos presenta as como) cers
cio de un poder atribuido previamente por la Ley y por
ella delimitado y construido. Sin una atribuctén legal
Previe de potestades la Administracin no puede se
tuar, simplemente.
Asi explicado el mecanismo de ias potestades, convie.
ne insistir en su origen directo en ef Ordenamiento y
hho en actos juridicos determinadas. La potestad ex
siempre una derivacion de un Tegal por lo cual
¥ Peces Barba con la col:
Constirueidn esparola de 1978, Un estudio de Dereco
ica, Fernando Torres editor, Valencia, 1981, pp. 104105,
77zesulta inexcusable una norma previa gue, ademés de
Configurar, fa stribuya en concrsto®
A primera vista puede establecerse que este til-
timo criterio, el restrictivo, goza de una cierta pre-
ponderancia, al menos entre la doctrina adminis.
trativa, habiendo sido defendido también desde
otros puntos de vista, en monografias como la de
Garrorena Morales, quien se pronuncia claramen-
tea favor de una concepcién formal de la ley ca.
az de posibilitar simultaneamente la mejox de.
fensa de las libertades y la mas estricta sumision
del poder al Derecho‘, 0 simplemente recordado,
como hace Diez Picazo, al tratar de estas,
cuestiones®. Ni que decir tiene que cuanto mas
cerca nos situemos de la esfera vital del ciudada-
no (esferas penal o fiscal), con tanto mayor ardor
se sostendré la legalidad estricta.
El problema se plantea desde el punto y hora
en que todo criterio restrictivo ha de ser, en De-
recho administrativo, necesariamente matizado
ya que, de lo contrario, quedarian vacias de con.
tenido las referencias expresas de nuestra Cons.
titucion al cordenamiento juridico» y al «Dere-
cho» de los articulos 9.°, 1.° y 103, 1.2. Los auto-
res del Curso citado se dan cuenta perfectamen.
te de esta necesidad y asi, tras situar como ideal
juridico el kelseniano recogido en la Constitueion
austriaca —actuacién siempre sobre el funda.
mento de la ley— aceptan que la espafiola se se.
3 Garcia de Enterria Fernandez Rodriguez, Curso de Dere
cio administrative, tI, 4% ed, Civitas, Madrid, 1983, pp. 418
y
* Garrorena Morales, EI lugar de Ia ley en la Constitucidn
espatiola, C.E.C., Madrid. 1960, p. 142.
Diez’ Picazo, «Constitucion y fuentes del Derechow
REDA, nim. 21, 1979, p. 656
78
om
para de este ideal haciendo propio el abandono
del positivismo legalista de la Ley Fundamental
de Bonn, de la que fue tomada precisamente la
expresin «sometimiento pleno a la Ley y al
Derecho»®,
‘Ami modo de ver es en la cuestion dela atribu-
cidn de potestades donde el problema se plantea
de un modo dlgido y ha quedado certeramente
centrado por la doctrina a partir de la siguiente
formulacién: «Toda atribucion de potestades ha
de ser en principio, expresa, ya que ante el silen-
cio de la ley la Administracién carece de poderes
propios (entendiendo aqu{ por ley en un sentido
amplio los preceptos de rango constitucional que
también pueden atribuir expresamente potesta-
des). Sin embargo esta regla tiene una quiebra im-
portante cuya existencia es necesario admitir a
menos que se acepte un planteamiento excesiva-
mente legalista del tema que aboque a soluciones
absurdas y, por ello mismo, injustas o contrarias
al interés publico. Estas quiebras son las deno-
minadas potestades implicitas o inherentes, cu-
yo origen se encuentra en el Derecho anglosajon
(inherent powers) y en el Derecho internacional
(como correccién al principio nihil servandum
quod non scriptum)»’.
© Garcia de Enterria-Fernandez Rodriguez, Curso. it, p.
417.
?'Villar Palasi-Villar E2cuera, Principios de Derecho adi
nistrativo,t. Tl, Universidad Complutense, Madrid, 1982, p. 13
La presentacién de los «poderes implicitos o inherentes» co-
‘mo auténticas quiebras de la legalidad formal hace que esta
formulacin, a pesar de su similitud, se separe de la tealiza-
a por Garcia de Entecria y Ferndndez Rodriguez, quienes pre-
fleren ver en estos poderes una confirmacién expliita del cls
sico principio de legalidad (op. cit, p. 425)
792.2. Insuficiencia de las correcciones
establecidas al dogma
del legalismo estricto
Ante el planteamiento expuesto, la tarea inme-
diata consiste en determinar sies posible, partien-
do de un principio de legalidad formal estricto,
introducir las suficientes matizaciones como pa-
ra—sin llegar a desvirtuarlo— incorporar las so-
luciones adecuadas al problema de las potestades
implicitas o inherentes. A tal fin, nada mejor que
‘examinar la solucion ya aportada por la doctrina
en este ambito.
Una primera solucién es la Hamada teorfa de
la eautoatribucién de potestades» que se deriva,
al parecer, de la observacién del comportamien-
to de las autoridades administrativas en su tral
co ordinario. Estas, cuando se encuentran sin una
potestad previamente atribuida por la legalidad
existente, lo primero que hacen es promover la
modificacién de esa legalidad. Naturalmente, en
tanto dicha modificacién se produzca por via sim-
plemente reglamentaria, nos encontramos ante
una auténtica autoatribucion de potestades»®.
La explicacién aportada es que se trata de una
funcién absolutamente normal de los reglamen-
tos, ain reconociendo los riesgos que tal funcién
conlleva.
Parece patente que esta explicacién noes de re-
cibo. En primer lugar, la idea de «autohabilita-
cidn» choca frontalmente con ei propio concepto
de potestad, puesto que consistiendo ésta en la
proyeccién de efectos juridicos desde la voluntad
Ge quien la ostenta a la esfera de quienes 2 ella
estan sujetos, es inadmisible que nadie, ni siquie-
© Garcia de Enterria-Ferninder Rodriguez, Curso... cit, pp.
4d y 425.
80
ra —y mucho menos— la Administracién, pueda
autoinvestirse, por si misma, por su nuda capa-
cidad de querer, de tan especifico poder. En se-
gundo lugar, la consideracion de la reserva de ley
como «tinica garantia» no cubre en un sistema co-
mo el nuestro (en el que hay zonas sdlo cubiertas
por la primacia de ley, es decir, donde cabe la des-
legalizacién de materias) la totalidad de los su-
puestos posibles, con la consecuencia inadmisi-
ble de dejar zonas de libre autocreacién de potes-
tades. Por tiltimo, ante la sugerencia de que una
vez admitida por el Ordenamiento la potestad re-
lamentaria se confirma el principio de legalidad
‘ormal si de su propia virtud surgen potestades
nuevas de actuacién concreta, hay que oponer la
exigencia légica de que una potestad surjan de-
rechos y obligaciones concretos, dentro de una si-
tuacién de sujecion ala misma, pero no otras po-
testades. Carece de coherencia la afirmacion, por
ejemplo, de que es la potestad reglamentaria
quien crea la potestad sancionadora por infrac-
cidn de reglamentos, puesto que, segiin esto, di-
cha potestad también podria crear delitos (impra-
dencia punible con infraccién de reglamentos)
cuando, sabido es, el poder punitivo del Estado
¢s distinto y superior al utilizado por la Adminis-
tracién (en el caso de las sanciones administrati-
vas éstas encuentran su justificacién en titulos
distintos de la previa aprobacién de un reglamen-
to que puede ser, si se quiere, condicién necesa-
ria, pero no suficiente, para su aplicacion).
‘Mas compleja resulta la cuestién de los pode-
res inherentes 0 implicitos, matizacién al princi-
pio de que «lege silente, la Administracion care-
ce de poderes, pues no tiene otros que los que la
ley le atribuye»®. E] esfuerzo doctrinal en este
Op y loc. i
81caso esta dirigido a encontrar un punto de apoyo
alos poderes que se consideran inherentes sin uti-
lizar ninguna interpretacién extensiva o expan-
sion anal6gica que, por definicion, est4n vetadas
(la atribucién de poderes es excepcional por cuan-
to supone restricciones a la libertad individual)
Pues bien, en cuanto al tema concreto de! poder
‘conmitante a otros poderes, ha de decirse que su
propia admisibilidad elimina a radice el postula-
do de partida, es decir, la previa exigencia de nor-
ma expresa. Para suavizar esta antinomia, alega
la doctrina que se trata de «poderes efectivamente
atribuidos a la Administracion por el Ordena-
miento, aunque no por el componente escrito del
taismo>"", olvidando que no cabe en modo algu-
no que el «componente no escrito» atribuya na-
da expresamente, !o que queda reservado al De-
recho positivo. No nos engaftemos: la exigencia
de norma expresa est directamente vinculada al
principio de legalidad formal y todo lo que tien-
da a climinarla es, inevitablemente, un atentado
contra dicho principio, tal como antes se expuso.
2.3. La flexibilizacion judicial de un sistema
iegalista: el eultra vires» inglés
Cuando en una exposicién juridica encontra-
mos la idea de que una autoridad sélo puede le-
gitimamente hacer aquello para lo que est4 inves-
tida de potestad por el Parlamento, reconocemos
inmediatamente el dogma de la legalidad estric-
ta. Pues bien, tal es la presentacion que se suele
TW Garcia de EnterrasFernandes Rodrigued, Curso, cit,
426, ia at
82
hacer en Inglaterra de la doctrina ultra vires y,
sabido es, en este pais todas las potestades adm
nistrativas significativas se consideran statutory
powers creados por el Parlamento. En tales con-
diciones, deberiamos esperar que el juez defen-
sor del «Common Law» aplicase a rajatabla la
doctrina mencionada, negando la existencia de to-
da potestad que no derive directa y expresamen-
te de la ley. Curiosamente, ello no es asi, Basta
con acudir a un autor clasico como Wade para
apreciar cémo, a continuacion del enunciado de
los statutory powers, se afiade que éstos «have
considerable latitude, and by reasonable cons-
truction the Courts can soften the rigour of de ul-
tra vires principle» '', Este es el auténtico senti
do de la construccién anglosajona de los «inhe-
rent powers»; incorporar a la habilitacién inicial
todo lo que el Derecho no escrito —tan grato a
los ingleses— hace aparecer como razonable. La
doctrina de los poderes inherentes aparece asi co-
mo destinada e evitar que se considere una accion
administrativa emas alld de las propias fuerzas»,
esto es, para establecer que cualquier accion que
honestamente —fairly— pueda ser entendida co-
mo incidental 0 consecuente a un poder autori-
zado por la legislatura no debe considerarse ul:
tra vires.
Lo anterior no es todo. Los jueces, en virtud de
la misma doctrina, deben también determinar
cuando la Administracién esta obligada a hacer
algo: ser la ley (entendida segan la doctrina de
los poderes inherentes) la que atribuya la capaci-
dad de actuar, pero seran sobre todo los princi-
Ty «,,alenen considerable amplitud y, a través de una cons-
truceién razonable, los Tribunales piieden suavizar el rigor
del principio ultra vires», Wade, Administrative Law, 4." ed.
Clarendon Press, Oxford, 1977 {reimp. 1979), p. 207
83pios generales los encargados de dictaminar si
una determinada actuacion era obligada De esta
forma, el juez inglés controla el misuse of power
puesto que como graficamente ha sefialado Foul.
kes, «los Tribunales han de examinar no sélo si
una potestad existe, sino también si ha sido ejer-
cida de acuerdo con ciertos principios» "Vea.
mos la explicacién que da este mismo autor:
“Lp uces, oro creat de nootos, debe se ales
arlamento. La justiicacion que eis aportan pas
extender la doctrina ultra vires tla nueva ares oo gee
G2 lastamente solo que extn hacendo endo
les al Parlamento, puesto que el sjereicio del poder co
desacuerdo con dichos priacipiog ro puede consideree
se autorizado por el legislader
Sorprendentemente, tras este brevisimo apun-
te de la solucion inglese, nuestro punto de parti-
da es el punto de llegada. En un sistema que se
declara absolutamente legalista en lo que concier-
ne al otorgamiento de potestades a la Administra.
cion, encontramos los mismos principios genera-
les y la misma problematica que vendrian signi.
Ficados por una referencia directa a la totalidad
del ordenamiento. De todas maneras quiz sea
bueno concretar en algin supuesto el funciona:
miento real del sistema anglosajén, a cuyo efec.
to podemos referirnos muy rapidamente al prin-
cipio de «razonabilidads, de especial interés en
Ja cultura anglosajona y que ha sido mencionado
en las paginas precedentes. Dicho principio esta.
blece que cuando una decision administrativa
puede ser tachada de «no razonable» el juez pue-
de declarar su invalidez. Naturalmente, con esta
2 Foulkes, Administrative Law, §,* ed., But
dres, 1982, p. 201
' Foulkes, op. y loc. eit
srworths, Lon:
84
formulacién cabe practicamente cualquier deci-
sion judicial, lo que es a todas luces inadmisible;
por ello, el principio se concreta en el supuesto
de que exista prueba abrumadora de que ningu-
na autoridad normal tomaria la decisién califica-
da de «no razonable> en las mismas circunstan-
cias; y, en todo caso, queda tajantemente recha-
zada cualquier tentativa de sustituir la discrecio-
nalidad administrativa por la discrecionalidad ju-
dicial. Supuestos de no razonabilidad se encuen-
tran en los casos de injusticia manifiesta, o de in-
terferencias «opresivas y gratuitas» en la liber-
tad ajena, elementos ambos que nos Ilevan a los
principios, mas familiares para nosotros, de pro-
porcionalidad y congruencia entre los hechos y
las medidas limitadoras de derechos *.
Los peligros de que los jueces administren no
se derivan, pues, del abandono del principio de
legalidad formal, sino que son propios de todo sis-
tema de revision judicial de la actividad adminis-
trativa. La cuestion es siel protagonismo judicial
posee o no valores suficientes como para compen-
sar el indudable peligro de cambiar el «gobierno
por las leyes y no por los hombres» en un gobier-
no de los jueces, que, al fin y al cabo, son hom-
bres. En caso de que dichos valores existan, el pe-
ligro siempre puede ser conjurado a través de la
adopcién de mayores o menores artificios juridi
cos (en este sentido el principio de legalidad es-
tricta es, también, un artificio).
Ala iniciativa judicial se deben, al menos, dos
construcciones Sefieras del Derecho puiblico oc-
cidental: el control de constitucionalidad de las,
1 Foulkes anota que la propurcionalidad, bien conocida en
los paises continemtales, puede ser considerada una manifes-
tacion del principio de razonal
85leyes, implantado por el Tribunal Supremo ame-
ricano, y el propio Derecho administrativo conti-
nental, ‘creado artesanalmente por el Conseil
d'Etat francés. No son malas cartas de presenta-
cién, estando ambas implantadas en nuestro pais
y llenas de pujante vitalidad. El Tribunal Consti-
tucional, especialmente, revela una dinamica de
gran interés y ha tenido ocasién de manifestar-
se ya en abundantes ocasiones sobre los princi
pios basicos de nuestra Constitucién y Ordena.
miento. Si aceptamos su protagonismo —y a ello
nos obliga nuestra Constitucion— no podemos
menos que aceptar también que cabe dar un cier-
to voto de confianza al reconocimiento judicial del
Derecho, que se produce, insistamos en ello, sien
pre bajo el imperio de la Ley, pero —y esto es lo
importante— sin dejar de atender a las demas
fuentes del Derecho (especialmente a sus princi
Pios informadores). Espiritualismo, principios ge-
nerales y protagonismo judicial estan intimamen.
te unidos. Aplicado al caso que nos ocupa, ha de
observarse que no impide, en modo alguno, la ha.
bilitacion de potestades directamente por la ley
escrita, lo que seré el supuesto normal y en todo
caso el obligado en el ambito de la reserva de ley.
Pero facilita el reconocimiento de la habilitacion
de potestades directamente por el ordenamiento
'S No se me oculta el peligro de que en Espasa pueda hax
cerse buena la frase de Philip de que sle controle deacons:
titutlonnalite des lois tend a reveti un caractere abusif. yao
ompet se demande s'Von en arcive pas au poinou ie le
ic plus en plus preeminent du Coneel constttrionnal esas
se fausserie fonetonnement de notre syateme conrtuton
nel en mettant en cause le pouvoir d appreciation des autres
pouvoirs publics» Philip, «Le developpement cu contele da
constitutionnalité et l'accroissement des pouvoirs du juge
nels, RT-D.PS.P, num. 985, pp s02y 410. De ke
das mancras, pienso que es tn riesgo due hay que cones
86
que es lo que aqui se trata de destacar. Veamos,
para finalizar, como se produciria ésta
3. LA HABILITACION DE POTESTADES.
DIRECTAMENTE POR EL ORDENAMIENTO
El postulado inicial es que la fundamentacion
de las potestades al estilo aleman y no austriaco
ha sido aceptada por nuestro ordenamiento y que
se trata de hacerla operativa. Un ejemplo concreto
puede servir de primera muestra de la operativi
dad pretendida y, a tal efecto, puede traerse a co-
lacion la cuestidn de las potestades no limitado-
ras, ampliamente debatida en Alemania, sobre to-
do en torno a la figura de las subvenciones, La exi-
gencia de un fundamento legal especifico supon-
dria extender el ambito de Ia reserva de ley for-
mal a todas ellas, lo que, a su vez, reconduciria
la actividad del Pariamento en muchos casos a
autorizaciones en blanco, ai menos para subven-
ciones menores; por ello la doctrina se inclina a
no efectuar una extension desmesurada de la re-
serva de ley y admitir que sera el «ordenamiento
juridico» quien fundamente toda subvencién en
una cobertura bajo la cual las mas importantes
de ellas, las que incorporen algun tipo de inter-
vencionismo, o las de mayor duracién, sean recon:
ducidas a la ley, mientras que para otras, las me-
nores, no se exige que la ley se pronuncie expre-
samente en cuanto a todos y cada uno de sus ele-
mentos determinantes "*.
La operatividad directa de la nocién de «orde-
namiento juridico» requiere previamente la fija-
cién de sus soportes conceptuales, puesto que, en
18 Starck, Ei concepto de ley en ta Consiitucién alemana,
trad. esp., CE.C,, Madrid, 1979, pp. 394 ss.
87Sea e eee
liltima instancia, toda construccién juridica ¢
bard declarandose apoyada en el cronies
De ahi que pase a enumerar ahora los punieg oc,
ya glucidacién me parece mas significativa y qoe
fe desarrollaran a continuacién, Son los siguien,
tes: en primer lugar, debe afirmarse que laveun,
jién directa al ordenamiento no supone resucins
Ja negative Bindung, ningtin poder autojustficg
Ia actual «crisis de la ley» es indicati
tual «cri -Y» es indicativa de 5:
cilacién del péndulo histérico. Por ultimo halos
titucionales en cuanto piezas sobre las que se ha,
ce cargar una mayor proporcion di
total del ordenamiento. : Ste
31. La cuestion de la «negative Bindunge
Entrando en el primero de los puntos que aca-
ban de ser enumerados, quisiera dejar clero dex
de este mismo momento que en modo alguno pec,
fondo resucitar las viejas doctrinas alemarae de
Ja negative Bindung ni afirmar a la Admineic,
Pasé por una larga fase en la 6
ask u que imperé el prin.
Cpa oberenceya te Peo lp
y Ia Nacién)"", con la consecuencia de que se cd,
guaneme gerne et dearale delegate
leven teConstiucion epahala CEG, Meander Se
88
mitia un ambito de actuacién propio para la Ad-
ministracién en todo aquello en que no se viera
expresamente limitada por el Parlamento. Es la
llamada «teorfa residual», de la que el presupues-
to basico es que el poder ejecutivo es ante todo
poder publico, tanto como el legislativo: su volun-
tad es juridicamente superior y obligatoria para
el subdito'®. Como es bien sabido, la negative
Bindung puede considerarse muerta y enterrada,
puesto que la idea de que la legalidad acta co-
mo un simple limite externo a una basica liber
tad de determinacion administrativa es de todo
punto incompatible con el Estado de Derecho, lo
que ha sido perfectamente sentado por la
doctrina"®. Hoy apreciamos claramente que to-
dos los poderes del Estado poseen un tinico pun-
to de referencia» y que la explicacién de que la
Administracién puede hacer todo aquello que no
ha sido confiado a los poderes legislativo y judi-
cial es una simple indicacion histérico-politica,
pero no un criterio técnico para definir un ambi-
to de actuacién juridica.
Erradicado el poder soberano del monarea (ac-
cidn en la que el principio de legalidad tuvo mu
cho que ver), cae con él la posibilidad de construir
un Derecho publico que rodee a éste y a sus ser-
vidores en la misma forma que el Derecho priva-
do rodea a los ciudadanos, es decir, consideran-
do todo lo no prohibido como permitido. Esta es
una conquista irrenunciable del Estado de Dere-
TF Oitg Mayer, Derecho administrative alemdn, t. 1, trad.
esp, De Palma, Buenos Aires, 1948, p, 102.
'9 Por todos, Garcia de Enterria Fernandez Rodriguez, Ci
50... cit, pp. 365 ss.
3 En'ia Constitucion espanole: «La soberania nacional re
side en el pueblo espaftol, del que emanan los poderes del Es
tados, art 1, 2°
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