Índice general
siglo xxi editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, MÉXICO, D.F.
siglo xxi editores, s.a.
GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA
siglo xxi de españa editores, s.a.
MENÉNDEZ PIDAL 3 BIS, 28036, MADRID, ESPAÑA tomo 1
BF173
L33218
Nota del director de esta colección, por Armando Suárez 11
2009 Lacan, Jacques Nota del traductor, por Tomás Segovia 15
Escritos 1 / por Jacques Lacan ; rev. con la colaboración
del autor y de Juan David Nasio ; tr., Tomás Segovia, Armando Uno
Suárez. — 3ª ed. rev. y corr. — México : Siglo XXI, 2009.
496 p. — (Psicología y psicoanálisis) Obertura de esta recopilación 21
Traducción de: Écrits i El seminario sobre “La carta robada” 23
ISBN: 978-607-03-0057-8 (obra completa)
Dos
978-607-03-0058-5 (v. 1)
De nuestros antecedentes 73
Psicoanálisis. I. Nasio, Juan David, colab. II. Segovia, Tómas, tr. Más allá del “Principio de realidad” 81
III. Suárez, Armando, tr. IV. t. V. Ser. El estadio del espejo como formador de la función del yo [je]
revisión del texto: equipo editorial de siglo xxi y tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica 99
gabriela ubaldini, siguiendo la edición francesa La agresividad en psicoanálisis 107
del texto integral (parís, seuil, 1999)
Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en
diseño de interiores: tholön kunst criminología 129
Acerca de la causalidad psíquica 151
primera edición en español, 1971
novena reimpresión, 1983
segunda edición en español, corregida y aumentada, 1984 Tres
decimocuarta reimpresión, 2007 El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada.
tercera edición, nuevamente corregida, 2009 Un nuevo sofisma 193
© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
Intervención sobre la transferencia 209
isbn 978-607-03-0057-8 (obra completa)
isbn 978-607-03-0058-5 (volumen 1) Cuatro
Del sujeto por fin cuestionado 223
primera edición en francés, 1966
Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis 231
© éditions du seuil, parís
título original: écrits i Variantes de la cura-tipo 311
De un designio 347
impreso en litográfica tauro Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre
andrés molina enríquez 4428, col. viaducto piedad, 08200 méxico, d.f.
la Verneinung de Freud 351
8 escritos 1 índice 9
Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Índices
Verneinung de Freud 363 Índice razonado de los conceptos principales 855
La cosa freudiana, o sentido del retorno a Freud en Tabla comentada de las representaciones gráficas 865
psicoanálisis 379 Términos de Freud en alemán 871
El psicoanálisis y su enseñanza 411 Índice onomástico 873
Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista Referencias bibliográficas en orden cronológico 881
en 1956 431
La instancia de la letra en el inconsciente o la razón
desde Freud 461
tomo 2
Cinco
De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible
de la psicosis 509
La dirección de la cura y los principios de su poder 559
Observación sobre el informe de Daniel Lagache:
“Psicoanálisis y estructura de la personalidad” 617
La significación del falo 653
En memoria de Ernest Jones: Sobre su teoría del simbolismo 663
De un silabario a posteriori 683
Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad
femenina 689
Seis
Juventud de Gide o la letra y el deseo 703
Kant con Sade 727
Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el
inconsciente freudiano 755
Posición del inconsciente 789
Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista 809
La ciencia y la verdad 813
Apéndices
1. Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud,
por Jean Hyppolite 837
2. La metáfora del sujeto 847
210 escritos i
Intervención sobre la transferencia1 Por lo que hace a la experiencia psicoanalítica debe comprenderse que se
desarrolla entera en esa relación de sujeto a sujeto, dando a entender con
ello que conserva una dimensión irreductible a toda psicología considerada
como una objetivación de ciertas propiedades del individuo.
En un psicoanálisis, en efecto, el sujeto, hablando con propiedad, se cons-
tituye por un discurso donde la mera presencia del psicoanalista aporta, an-
tes de toda intervención, la dimensión del diálogo.
Por mucha irresponsabilidad, incluso por mucha incoherencia que las
convenciones de la regla vengan a dar al principio de este discurso, es claro
Aquí estamos todavía en lo de amaestrar las orejas para el término sujeto. que esto no son sino artificios de hidráulico (ver observación de Dora, p. 15)3
El que nos da ocasión para ello permanecerá anónimo, lo cual nos ahorra tener que re- con el fin de asegurar el paso de ciertos diques, y que su curso debe prose-
mitir a todos los pasajes en que los distinguimos más adelante. guirse según las leyes de una gravitación que le es propia y que se llama la
La pregunta por parte de Freud en el caso de Dora, si se la quisiera considerar como verdad. Es éste en efecto el nombre de ese movimiento ideal que el discurso
cerrada aquí, sería el beneficio neto de nuestro esfuerzo por abrir de nuevo el estudio de introduce en la realidad. En una palabra, el psicoanálisis es una experiencia dia-
la transferencia al salir del informe presentado bajo este título por Daniel Lagache, léctica, y esta noción debe prevalecer cuando se plantea la cuestión de la na-
donde la idea nueva era dar cuenta de ella por el efecto Zeigarnik.2 Era una idea bien a turaleza de la transferencia.
propósito para gustar en un tiempo en que el psicoanálisis parecía escaso de coartadas. Prosiguiendo mi asunto, en este sentido no tendré otro designio que el de
Habiéndose permitido el colega no nombrado replicar al autor del informe que tam- mostrar por un ejemplo a qué clase de proposiciones se podría llegar. Pero
bién la transferencia podría ser invocada en ese efecto, creímos encontrar en ello ocasión me permitiré primero algunas observaciones que me parecen urgentes para
favorable para hablar de psicoanálisis. la dirección presente de nuestros esfuerzos de elaboración teórica, y en la
Hemos tenido que recortar algo, puesto que también nos adelantábamos aquí mucho medida en que interesan las responsabilidades que nos confiere el momento
sobre lo que hemos podido, en cuanto a la transferencia, enunciar desde entonces de la historia que vivimos, no menos que la tradición cuya custodia nos está
(1966). confiada.
Que encarar con nosotros el psicoanálisis como dialéctica deba presen-
tarse como una orientación propia de nuestra reflexión, ¿no podemos ver en
Nuestro colega B..., por su observación de que el efecto Zeigarnik parecería ello algún desconocimiento de un dato inmediato, incluso del hecho de sen-
depender de la transferencia más de lo que la determina, ha introducido lo tido común de que en él no se hace uso sino de palabras —y reconocer, en la
que podríamos llamar los hechos de resistencia en la experiencia psicotéc- atención privilegiada concedida a la función de los rasgos mudos del com-
nica. Su alcance consiste en poner de relieve la primacía de la relación de su- portamiento en la maniobra psicológica, una preferencia del analista por un
jeto a sujeto en todas las reacciones del individuo en cuanto que son huma- punto de vista en que el sujeto no es ya sino objeto? Si hay en efecto descono-
nas, y la dominancia de esta relación en toda puesta a prueba de las cimiento, debemos interrogarlo según los métodos que emplearíamos en
disposiciones individuales, ya se trate de una prueba definida por las condi- todo caso semejante.
ciones de una tarea o de una situación. Es sabido que yo me inclino a pensar que en el momento en que la psico-
logía, y con ella todas las ciencias del hombre, han sufrido, aunque sea con-
tra su voluntad o incluso sin saberlo, un profundo reajuste de sus puntos de
1 Pronunciada en el congreso llamado de los psicoanalistas de lengua
romance, de 1951.
2 En resumen, se trata del efecto psicológico que se produce por una tarea
inconclusa cuando deja una Gestalt en suspenso: de la necesidad por ejem- 3 Presses Universitaires de France, p. 8 (véase nota 4, p. 206) [Biblioteca
plo generalmente sentida de dar a una frase musical su acorde resolutivo. Nueva, Madrid, 1968, II, p. 605; Amorrortu, VII, p. 16].
intervención sobre la transferencia 211 212 escritos i
vista por las nociones nacidas del psicoanálisis, parece producirse entre los Es notable que nadie hasta ahora haya subrayado que el caso de Dora es
psicoanalistas un movimiento inverso que yo expresaría en los siguientes tér- expuesto por Freud bajo la forma de una serie de inversiones dialécticas. No
minos. se trata de un artificio de ordenamiento para un material acerca del cual
Si Freud tomó la responsabilidad —contra Hesíodo, para quien las enfer- Freud formula aquí de manera decisiva que su aparición queda abandonada
medades enviadas por Zeus avanzan hacia los hombres en silencio— de mos- al capricho del paciente. Se trata de una escansión de las estructuras en que
trarnos que hay enfermedades que hablan y de hacernos entender la verdad se transmuta para el sujeto la verdad, y que no tocan solamente a su com-
de lo que dicen, parece que esta verdad, a medida que se nos presenta más prensión de las cosas, sino a su posición misma en cuanto sujeto del que los
claramente su relación con un momento de la historia y con una crisis de las “objetos” son función. Es decir que el concepto de la exposición es idéntico al
instituciones, inspira un temor creciente a los practicantes que perpetúan su progreso del sujeto, o sea, a la realidad de la cura.
técnica. Ahora bien, es la primera vez que Freud da el concepto del obstáculo con-
Los vemos pues, bajo toda clase de formas que van desde el pietismo hasta tra el que ha venido a estrellarse el análisis bajo el término de transferencia.
los ideales de la eficiencia más vulgar, pasando por la gama de propedéuticas Esto por sí solo da cuando menos su valor de vuelta a las fuentes al examen
naturalistas, refugiarse bajo el ala de un psicologismo que, cosificando al ser que emprendemos de las relaciones dialécticas que constituyeron el mo-
humano, llegaría a desaguisados al lado de los cuales los del cientificismo fí- mento del fracaso. Por donde vamos a intentar definir en términos de pura dia-
sico no serían sino bagatelas. léctica la transferencia de la que se dice que es negativa en el sujeto, así como
Pues debido precisamente al poder de los resortes manifestados por el aná- la operación del analista que la interpreta.
lisis, no será nada menos que un nuevo tipo de alienación del hombre el que Tendremos que pasar sin embargo por todas las fases que llevaron a ese
pasará a la realidad, tanto por el esfuerzo de una creencia colectiva como por momento, como también perfilarlo sobre las anticipaciones problemáticas
la acción de selección de técnicas que tendrían todo el alcance formativo pro- que, en los datos del caso, nos indican dónde hubiera podido encontrar su
pio de los ritos: en suma, un homo psychologicus cuyo peligro denuncio. resolución lograda. Encontramos así:
Planteo a propósito de él la cuestión de saber si nos dejaremos fascinar Un primer desarrollo, ejemplar por cuanto somos arrastrados de golpe al
por su fabricación o si, volviendo a pensar la obra de Freud, no podemos vol- plano de la afirmación de la verdad. En efecto, después de una puesta a
ver a encontrar el sentido auténtico de su iniciativa y el medio de mantener prueba de Freud: ¿irá a mostrarse tan hipócrita como el personaje paterno?,
su valor saludable. Dora se adentra en su requisitoria, abriendo un expediente de recuerdos
Quiero precisar aquí, si es que hay necesidad de ello, que estas preguntas cuyo rigor contrasta con la imprecisión biográfica propia de la neurosis. La
no van dirigidas para nada a un trabajo como el de nuestro amigo Lagache: señora K... y su padre son amantes desde hace tantos y tantos años y lo disi-
prudencia en el método, escrúpulo en el proceso, abertura en las conclusio- mulan bajo ficciones a veces ridículas. Pero el colmo es que de este modo
nes, todo aquí nos da ejemplo de la distancia mantenida entre nuestra praxis ella queda entregada sin defensa a los galanteos del señor K... ante los cua-
y la psicología. Fundaré mi demostración en el caso de Dora, por representar les su padre hace la vista gorda, convirtiéndola así en objeto de un odioso
en la experiencia todavía nueva de la transferencia el primero en que Freud cambalache.
reconoce que el analista4 tiene en ella su parte. Freud es demasiado avezado en la constancia de la mentira social para ha-
berse dejado engañar, incluso de labios de un hombre que en su opinión le
debe una confianza total. No le ha sido pues difícil apartar del espíritu de su
paciente toda imputación de complacencia para con esa mentira. Pero al fi-
4 Para que se pueda controlar el carácter textual de nuestro comentario
remitimos en nuestro texto, para cada evocación de la reseña de Freud, a la nal de ese desarrollo se encuentra colocado frente a la pregunta, por lo de-
traducción publicada por Denoël, y a la reedición aparecida en Presses Uni- más de un tipo clásico en los comienzos del tratamiento: “Esos hechos están
versitaires de France, en 1954, a pie de página (1966). [Añadimos nosotros, ahí, proceden de la realidad y no de mí. ¿Qué quiere usted cambiar en
a pie de página, la referencia a la edición española de Obras completas,
Biblioteca Nueva, Madrid, 1967-68, y la argentina de Amorrortu, Buenos ellos?”. A lo cual Freud responde por:
Aires, 1978-82.] Una primera inversión dialéctica que no tiene nada que envidiar al análisis
intervención sobre la transferencia 213 214 escritos i
hegeliano de la reivindicación del “alma bella”, la que se rebela contra el Un tercer desarrollo de la verdad: la atracción fascinada de Dora hacia la se-
mundo en nombre de la ley del corazón: “mira, le dice, cuál es tu propia ñora K... (“su cuerpo blanquísimo”), las confidencias que recibe hasta un
parte en el desorden del que te quejas” (p. 32).5 Y aparece entonces: punto que quedará sin sondear sobre el estado de sus relaciones con su
Un segundo desarrollo de la verdad: a saber, que no es sólo por el silencio, marido, el hecho patente de sus intercambios de buenos oficios como mu-
sino gracias a la complicidad de Dora misma, más aún: bajo su protección vi- tuas embajadoras de sus deseos respectivos ante el padre de Dora.
gilante, como pudo durar la ficción que permitió prolongarse a la relación Freud percibió la pregunta a la que llevaba este nuevo desarrollo.
de los dos amantes. Si ésta es pues la mujer de la que experimenta usted tan amargamente la
Aquí no sólo se ve la participación de Dora en la corte que le hace el señor desposesión, ¿cómo no le tiene rencor por la redoblada traición de que sea
K..., sino que sus relaciones con los otros participantes en la cuadrilla reciben de ella de quien partieron esas imputaciones de intriga y de perversidad que
una nueva luz por incluirse en una sutil circulación de regalos preciosos, res- todos comparten ahora para acusarla a usted de embuste? ¿Cuál es el motivo
cate de la carencia de prestaciones sexuales, la cual, partiendo de su padre de esa lealtad que la lleva a guardarle el secreto último de sus relaciones? (a
hacia la señora K..., retorna a la paciente por las disponibilidades que libera saber, la iniciación sexual, rastreable ya en las acusaciones mismas de la se-
en el señor K..., sin perjuicio de las munificencias que le vienen directamente ñora K...). Con este secreto seremos llevados en efecto:
de la fuente primera, bajo la forma de los dones paralelos en que el burgués A la tercera inversión dialéctica, la que nos daría el valor real del objeto que
encuentra clásicamente la especie de retractación más apropiada para unir a es la señora K... para Dora. Es decir, no un individuo, sino un misterio, el mis-
la reparación debida a la mujer legítima el cuidado del patrimonio (observe- terio de su propia femineidad, queremos decir de su femineidad corporal,
mos que la presencia del personaje de la esposa se reduce aquí a este engan- tal como aparece sin velos en el segundo de los dos sueños cuyo estudio
chamiento lateral a la cadena de los intercambios). forma la segunda parte de la exposición del caso Dora, sueños a los cuales ro-
Al mismo tiempo, la relación edípica revela estar constituida en Dora gamos remitirse para ver hasta qué punto su interpretación se simplifica con
por una identificación con el padre, que la impotencia sexual de éste ha fa- nuestro comentario.
vorecido, experimentada además por Dora como idéntica a la prevalencia Ya a nuestro alcance nos aparece el mojón alrededor del cual debe girar
de su posición de fortuna: esto puesto de manifiesto por la alusión incons- nuestro carro para invertir una última vez su carrera. Es aquella imagen, la
ciente que le permite la semántica de la palabra fortuna en alemán: Vermö- más lejana que alcanza Dora de su primera infancia (en una observación de
gen. Esta identificación se transparenta en efecto en todos los síntomas de Freud, incluso como ésta interrumpida, ¿no le han caído siempre entre las
conversión presentados por Dora, y su descubrimiento inicia el levanta- manos todas las claves?): es Dora, probablemente todavía infans, chupándose
miento de muchos de éstos. el pulgar izquierdo, al tiempo que con la mano derecha tironea la oreja de su
La pregunta se convierte pues en ésta: ¿qué significan sobre esta base los hermano, un año y medio mayor que ella (p. 477 y p. 208).
celos súbitamente manifestados por Dora ante la relación amorosa de su pa- Parece que tuviésemos aquí la matriz imaginaria en la que han venido a va-
dre? Éstos, por presentarse bajo una forma tan preponderante, requieren una ciarse todas las situaciones que Dora ha desarrollado en su vida; verdadera
explicación que rebasa sus motivos (p. 50).6 Aquí se sitúa: ilustración de la teoría, todavía por nacer en Freud, de los automatismos de
La segunda inversión dialéctica, que Freud opera con la observación de que repetición. Podemos tomar con ella la medida de lo que significan ahora
no es aquí el objeto pretendido de los celos el que da su verdadero motivo, para ella la mujer y el hombre.
sino que enmascara un interés hacia la persona del sujeto-rival, interés cuya
naturaleza mucho menos asimilable al discurso común no puede expresarse
en él sino bajo esa forma invertida. De donde surge:
7 P. U. F., p. 37; B. N., II, p. 624; A., VII, p. 46.
5 P. U. F., p. 24; B. N., II, p. 620; A., VII, p. 46. 8 P. U. F., p. 12; B. N., II, p. 613; A., VII, p. 18 [primera mención del hermano,
6 P. U. F., p. 39; B. N., II, p. 625; A., VII, pp. 49s. pero sin alusión a la escena. AS].
intervención sobre la transferencia 215 216 escritos i
La mujer es el objeto imposible de desprender de un primitivo deseo oral Igual que para toda mujer y por razones que están en el fundamento
y en el que sin embargo es preciso que aprenda a reconocer su propia natu- mismo de los intercambios sociales más elementales (aquellos mismos que
raleza genital. (Se asombra uno aquí de que Freud no vea que la determina- Dora formula en las quejas de su rebeldía), el problema de su condición es
ción de la afonía durante las ausencias del señor K... (p. 369) expresa el vio- en el fondo aceptarse como objeto del deseo del hombre, y es éste para Dora
lento llamado de la pulsión erótica oral en el encuentro a solas con la señora el misterio que motiva su idolatría hacia la señora K..., así como en su larga
K..., sin que haya necesidad de invocar la percepción de la fellatio sufrida por meditación ante la Madona y su recurso al adorador lejano, la empuja hacia
el padre (p. 4410), cuando cada quien sabe que el cunnilinguus es el artificio la solución que el cristianismo ha dado a este callejón sin salida subjetivo, ha-
más comúnmente adoptado por los “señores con fortuna” a quienes empie- ciendo de la mujer objeto de un deseo divino o un objeto trascendente del
zan a abandonarlos sus fuerzas.) Para tener acceso a este reconocimiento de deseo, lo que viene a ser lo mismo.
su femineidad, le sería necesario realizar esa asunción de su propio cuerpo, Si Freud en una tercera inversión dialéctica hubiese pues orientado a
a falta de la cual permanece abierta a la fragmentación funcional (para refe- Dora hacia el reconocimiento de lo que era para ella la señora K..., obte-
rirnos al aporte teórico del estadio del espejo), que constituye los síntomas de niendo la confesión de los últimos secretos de su relación con ella, ¿qué
conversión. prestigio no habría ganado él mismo (no hacemos sino tocar aquí la cues-
Pero para realizar la condición de este acceso, no ha contado sino con el tión del sentido de la transferencia positiva), abriendo así el camino al reco-
único expediente que, según nos muestra la imago original, le ofrece una nocimiento del objeto viril? Ésta no es mi opinión, sino la de Freud (p.
apertura hacia el objeto, a saber, el compañero masculino con el cual la di- 107).12
ferencia de edades le permite identificarse en esa alienación primordial en la Pero el hecho de que su falla fuese fatal para el tratamiento, lo atribuye a
que el sujeto se reconoce como yo [je]... la acción de la transferencia (pp. 103-107),13 al error que le hizo posponer su
Así pues Dora se ha identificado con el señor K... como está identificán- interpretación (p. 106),14 siendo así que, como pudo comprobarlo posterior-
dose con Freud mismo (el hecho de que fuese al despertar del sueño “de mente, sólo tenía dos horas por delante para evitar sus efectos (p. 106).15
transferencia” cuando percibió el olor a humo que pertenece a los dos hom- Pero cada vez que vuelve a invocar esa explicación, que tomará el desarro-
bres no indica, como dijo Freud, p. 67,11 que se tratase de alguna identifica- llo que todos saben en la doctrina, una nota a pie de página viene a añadir
ción más reprimida, sino más bien que esa alucinación correspondía al esta- un recurso a su insuficiente apreciación del nexo homosexual que unía a
dio crepuscular del retorno al yo). Y todas sus relaciones con los dos hombres Dora con la señora K...
manifiestan esa agresividad en la que vemos la dimensión propia de la aliena- ¿Qué significa esto sino que la segunda razón no se le aparece como la
ción narcisista. primera de derecho sino en 1923, mientras que la primera en orden dio sus
Sigue pues siendo cierto, como piensa Freud, que el retorno a la reivindi- frutos en su pensamiento a partir de 1905, fecha de publicación del caso
cación pasional para con el padre representa una regresión en comparación Dora?
con las relaciones esbozadas con el señor K... En cuanto a nosotros, ¿qué partido tomar? Creerle ciertamente por las dos
Pero ese homenaje del que Freud entrevé el poder saludable para Dora no razones y tratar de captar lo que pueda deducirse de su síntesis.
podría ser recibido por ella como manifestación del deseo sino a condición Se encuentra entonces esto. Freud confiesa que durante mucho tiempo
de que se aceptase a sí misma como objeto del deseo, es decir, después que no pudo encontrarse con esa tendencia homosexual (que sin embargo nos
hubiese agotado el sentido de lo que busca en la señora K...
12 P. U. F., p. 90; B. N., II, pp. 656-7n; A., VII, p. 104, n. 7.
9 P. U. F., p. 27; B. N., II, p. 617; A., VII, pp. 35-6. 13 P. U. F., pp. 86-90; B. N., II, pp. 654-7; A. VII, pp. 101-5.
10 P. U. F., p. 33; B. N. II, p. 626; A., VII, p. 46. 14 P. U. F., p. 89; B. N., II, p. 656; A., VII, pp. 103-4.
11 P. U. F., p. 54; B. N., II, pp. 633-4; A., VII, pp. 64-5. 15 P. U. F., p. 89; B. N., II, p. 656; A., VII, p. 104.
intervención sobre la transferencia 217 218 escritos i
dice ser tan constante en los histéricos que no se podría en ellos exagerar su ¿Qué sucedió pues en la escena de la declaración al borde del lago, que
papel subjetivo) sin caer en un desconcierto (p. 107, n.)16 que lo hacía inca- fue la catástrofe por donde Dora entró en la enfermedad, arrastrando a
paz de actuar sobre este punto de manera satisfactoria. todo el mundo a reconocerla como enferma —lo cual responde irónica-
Esto proviene, diremos nosotros, de un prejuicio, aquel mismo que falsea mente a su rechazo a proseguir su función de sostén para su común dolen-
en su comienzo la concepción del complejo de Edipo haciéndolo considerar cia (no todos los “beneficios” de la neurosis son para el exclusivo provecho
como natural y no como normativa la prevalencia del personaje paterno: es del neurótico)?
el mismo que se expresa simplemente en el conocido estribillo: “Como el Basta como en toda interpretación válida con atenerse al texto para com-
hilo es para la aguja, la muchacha es para el muchacho”. prenderlo. El señor K... sólo tuvo tiempo de colocar algunas palabras, es
Freud tiene hacia el señor K... una simpatía que viene de lejos, puesto que cierto que fueron decisivas: “Mi mujer no es nada para mí”. Y ya su hazaña re-
fue él quien le trajo al padre de Dora (p. 18),17 y que se expresa en numero- cibía su recompensa: una soberbia bofetada, la misma cuyo contragolpe ar-
sas apreciaciones (p. 27 n.).18 Después del fracaso del tratamiento, se em- diente experimentará Dora mucho después del tratamiento en una neural-
peña en seguir soñando con una “victoria del amor” (p. 99).19 gia transitoria, viene a indicar al torpe: “Si ella no es nada para usted, ¿qué es
En lo que se refiere a Dora, su participación personal en el interés que ella pues usted para mí?”.
le inspira es confesada en muchos lugares de la observación. A decir verdad, Y desde ese momento ¿qué sería para ella ese fantoche que acaba sin em-
lo hace vibrar con un estremecimiento que, rebasando las digresiones teóri- bargo de romper el hechizo en que vive ella desde hace años?
cas, alza este texto, entre las monografías psicopatológicas que constituyen La fantasía latente de embarazo que seguirá a esta escena no es una obje-
un género de nuestra literatura, al tono de una Princesa de Clèves presa de ción para nuestra interpretación: es notorio que se produce en las histéricas
una mordaza infernal. justamente en función de su identificación viril.
Es por haberse puesto un poco excesivamente en el lugar del señor K... Por la misma trampa, en la que se hunde en un deslizamiento más insi-
por lo que Freud esta vez no logró conmover al Aqueronte. dioso, va a desaparecer Freud. Dora se aleja con la sonrisa de la Gioconda, e
Freud en razón de su contratransferencia vuelve demasiado constante- incluso cuando reaparezca Freud no tendrá la ingenuidad de creer en una
mente sobre el amor que el señor K... inspiraría a Dora, y es singular ver intención de regreso.
cómo interpreta siempre en el sentido de la confesión las respuestas sin em- En ese momento ella ha logrado que todos reconozcan la verdad de la
bargo muy variadas que le opone Dora. La sesión en que cree haberla redu- cual sin embargo ella sabe que no es, por muy verídica que sea, la verdad
cido a “no contradecirlo ya” (p. 93)20 y al final de la cual cree poder expre- última, y habrá conseguido precipitar por el puro maná de su presencia al
sarle su satisfacción, Dora la concluye en un tono bien diferente. “No veo desdichado señor K... bajo las ruedas de un coche. La sedación de sus sín-
que haya salido a luz nada de particular”, dice, y es al principio de la próxima tomas, obtenida en la segunda fase de su cura, se ha mantenido sin em-
cuando se despedirá de él. bargo. Así la detención del proceso dialéctico arroja como saldo un apa-
rente retroceso, pero las posiciones reasumidas no pueden ser sostenidas
sino por una afirmación del yo, que puede ser considerada como un pro-
16 P. U. F., p. 90; B. N.. II, pp. 656-7 nota; A., VII, p. 104, n. 7. greso.
17 P. U. F., p. 10; B. N., II, p. 607; A., VII, p. 19.
18 P. U. F., p. 18; B. N., II, p. 612, n. 2; A., VII, p. 27, n. 19. ¿Qué es finalmente esa transferencia de la que Freud dice en algún sitio
19 P. U. F., p. 82; B. N., II, pp. 651-2 [cita inhallable en el texto original alemán que su trabajo se prosigue invisible detrás del progreso del tratamiento y cu-
y en la traducción española. Freud, a lo más que llega es a escribir: “Tam- yos efectos por lo demás “escapan a la demostración” (p. 67)?21 ¿No puede
poco sé si el señor K. habría logrado más de haber descubierto que aquella
bofetada en modo alguno significaba un ‘no’ definitivo... Si no hubiese aquí considerársela como una entidad totalmente relativa a la contratrans-
hecho caso de ese primer ‘no’ y hubiese proseguido su cortejo con pasión
convincente, el resultado podría haber sido fácilmente otro: que la inclina-
ción de la muchacha se abriese paso por encima de todos los escollos
interiores.” A., VII, p. 96. AS].
20 P. U. F., p. 77; B. N., II, p. 649; A., VII, pp. 91-2. 21 P. U. F., p. 54; B. N., II, p. 634. A., VII, pp. 65 y 101-2.
intervención sobre la transferencia 219 220 escritos i
ferencia definida como la suma de los prejuicios, de las pasiones, de las di- El caso de Dora parece privilegiado para nuestra demostración en que, tra-
ficultades, incluso de la insuficiente información del analista en determi- tándose de una histérica, la pantalla del yo es en ella bastante transparente
nado momento del proceso dialéctico? ¿No nos dice Freud mismo (p. para que en ninguna parte, como dijo Freud, sea más bajo el umbral entre el
105)22 que Dora habría podido transferir sobre él al personaje paterno si él inconsciente y el consciente, o mejor dicho entre el discurso analítico y la pa-
hubiese sido lo bastante tonto como para creer en la versión de las cosas que labra del síntoma.
le presentaba el padre? Creemos sin embargo que la transferencia tiene siempre el mismo sentido
Dicho de otra manera, la transferencia no es nada real en el sujeto, sino la de indicar los momentos de errancia y también de orientación del analista,
aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los el mismo valor para volvernos a llamar al orden de nuestro papel: un no ac-
modos permanentes según los cuales constituye sus objetos. tuar positivo con vistas a la ortodramatización de la subjetividad del paciente.
¿Qué es entonces interpretar la transferencia? No otra cosa que llenar con
un engaño el vacío de ese punto muerto. Pero este engaño es útil, pues aun-
que falaz, vuelve a lanzar el proceso.
La negación con que Dora habría acogido la observación por parte de
Freud de que ella le imputaba las mismas intenciones que había manifestado
el señor K..., no habría cambiado en nada el alcance de sus efectos. La oposi-
ción misma que habría engendrado habría orientado probablemente a Dora,
a pesar de Freud, en la dirección favorable: la que la habría conducido al ob-
jeto de su interés real.
Y el hecho de haberse puesto en juego en persona como sustituto del se-
ñor K... habría preservado a Freud de insistir demasiado sobre el valor de las
proposiciones de matrimonio de aquél.
Así la transferencia no remite a ninguna propiedad misteriosa de la afec-
tividad, e incluso cuando se delata bajo un aspecto de emoción, ésta no
toma su sentido sino en función del momento dialéctico en que se pro-
duce.
Pero este momento es poco significativo puesto que traduce comúnmente
un error del analista, aunque sólo fuese el de querer demasiado el bien del
paciente, cuyo peligro ha denunciado muchas veces Freud mismo.
Así la neutralidad analítica toma su sentido auténtico de la posición del
puro dialéctico que, sabiendo que todo lo que es real es racional (e inversa-
mente), sabe que todo lo que existe, y hasta el mal contra el que lucha, es y
seguirá siendo siempre equivalente en el nivel de su particularidad, y que no
hay progreso para el sujeto si no es por la integración a que llega de su posi-
ción en lo universal: técnicamente por la proyección de su pasado en un dis-
curso en devenir.
22 P. U. F., p. 88; B. N., II, pp. 655-6; A., VII, p. 103.