La Primera Guerra Mundial y La Revolución Rusa Resumen
La Primera Guerra Mundial y La Revolución Rusa Resumen
I. LA GRAN GUERRA
A lo largo de un proceso que arranca en el siglo XVII y se afianza con la derrota de Napoleón, cada uno
de los principales Estados europeos reconoció la autonomía jurídica y la integridad territorial de los otros.
principio de la soberanía estatal y en el equilibrio de poderes para regular sus mutuas relaciones. Este
mecanismo conocido como "el concierto europeo" se basó en el respeto del statu quo, en el
reconocimiento de la existencia de factores que limitaban el poder de cada Estado como consecuencia
del poder de las otras grandes potencias. La idea se aplicó únicamente a Europa, que de esa manera se
convirtió en una zona de "amistad y comportamiento civilizado" incluso en épocas de guerra. El "concierto
europeo" fue acompañado por un largo período de paz en Europa, pero no supuso el fin de las guerras
En el último cuarto del siglo XIX tuvo lugar una intensa carrera interestatal de armamentos, junto con la
resquebrajó. En parte porque cambiaron las relaciones de fuerza entre los Estados europeos con el ascenso
político y económico de Alemania y el declive industrial de Gran Bretaña. En gran medida, también, porque
como resultado del proceso de la expansión imperialista Europa empezó a ser una pieza dentro de un
sistema mundial mucho más complejo con la entrada en escena de Japón y Estados Unidos en el Lejano
Oriente
Estos cambios, asociados con las nuevas relaciones de fuerza entre las metrópolis europeas, hicieron difícil
la preservación del equilibrio europeo en los términos establecidos a partir de 1815. En su lugar, las
principales potencias construyeron dos grandes alianzas: por un lado, la integrada por Gran Bretaña,
Al mismo tiempo que los gobiernos convocaban a tomar las armas, multitudes patrióticas se reunían en
Berlín y en Viena, en París y en San Petersburgo para declarar su voluntad de defender su nación. Este
fervor patriótico contribuyó a la prolongación de la guerra y dio cauce a hondos resentimientos cuando
llegó el momento de acordar la paz. Sin embargo, estas concentraciones belicistas no expresaban al
conjunto de las sociedades: hubo pronunciamientos y marchas contra la guerra, aunque tuvieron menos
Entre los intelectuales, la exaltación patriótica también encontró una amplia acogida; los casos de abierto
rechazo, como el de Romain Rolland en Francia o el de Bernard Shaw en Inglaterra fueron testimonios
aislados. Entre los socialistas se impuso la defensa de la nación y el consenso patriótico. En cada país
justificaron su adhesión a las "uniones sagradas" aludiendo a la defensa de altos valores: los alemanes a
la preservación de la cultura europea y en pos de la liberación de los pueblos oprimidos por la tiranía zarista;
La incorporación a la unión sagrada no fue una traición de la Segunda Internacional. Entre los trabajadores
sindicalizados, la principal base social de los partidos socialistas, prevaleció el patriotismo sobre el
internacionalismo. Sin embargo, desde fines de 1915, las uniones sagradas comenzaron a resquebrajarse.
En el terreno político, se alzaron las voces de los dirigentes socialistas que, o bien dudaban de seguir
apoyando el esfuerzo bélico vía la aprobación de los presupuestos de guerra en los parlamentos, o bien,
como Lenin entre los más decididos, proponían la ruptura con la Segunda Internacional. También desde
1916 se registraron las primeras protestas obreras, que crecieron en los años siguientes frente a la profunda
distancia entre los sufrimientos y esfuerzos impuestos a los distintos grupos sociales para salvar a la patria.
Entre 1917 y 1918, la oleada de movilizaciones dio lugar a la caída de los tres imperios europeos. Antes de
llegar a la paz, los Romanov en Rusia, los Hohenzollern en Alemania y los Habsburgo en Austria-Hungría
Desde el Vaticano, no bien estalló el conflicto el papa Benedicto XV se pronunció sobre sus causas en la
En los inicios de la Gran Guerra todos supusieron que el enemigo sería rápidamente derrotado. No obstante,
en el sector occidental, la guerra de movimientos de los primeros meses, favorable a las potencias centrales,
se agotó con la estabilización de los frentes y dio paso a la guerra de posiciones (1915-1916). Después de
la batalla del Marne (1914), los ejércitos decidieron no retroceder aunque apenas pudieran avanzar. A un
lado y otro de la línea de fuego se cavaron complejos sistemas de trincheras que resguardaban a las tropas
del fuego enemigo. Millones de hombres en el frente occidental quedaron atrapados en el barro, inmersos
en una horrenda carnicería. En cambio en el este, las potencias centrales obtuvieron resonantes triunfos.
La victoria germana en Tannenberg (1914) marcó lo que iba a ser la tónica general de la guerra en el frente
oriental: el avance alemán y la desorganización rusa. Dos generales prusianos, héroes de guerra por su
desempeño en este frente, Paul Ludwig von Hindenburg y Erich von Ludendorff, tendrían un papel
La Gran Guerra fue un evento de carácter global. La tragedia no solo afectó a los combatientes, sino al
conjunto de la población de los países envueltos en el conflicto. Toda la población fue movilizada y la
economía fue puesta al servicio de la guerra. La organización de la empresa bélica confirió un papel
protagónico al Estado. Los gobiernos no dudaron en abandonar los principios básicos de la ortodoxia
económica liberal, sus decisiones recortaron la amplia libertad de los empresarios y la política tomó el
puesto de mando. En Gran Bretaña, el primer ministro Lloyd George creó un gabinete de guerra, nacionalizó
temporalmente ferrocarriles, minas de carbón y la marina mercante, e impuso el racionamiento del consumo
de carne, azúcar, mantequilla y huevos. En Alemania, la economía de guerra planificada fue aún más
drástica. En 1914 fue creado el Departamento de Materias Primas, que integró todas las minas y fábricas.
Sus dueños mantuvieron el control de las mismas, pero se sometieron a los objetivos fijados por el gobierno.
En 1917 se produjeron dos hechos claves: la Revolución Rusa y la entrada de Estados Unidos en la
guerra. La caída de la autocracia zarista, en lugar de dar paso a un orden liberal democrático, como
supusieron gran parte de los actores del período, desembocó en la toma del poder por los bolcheviques
liderados por Lenin en octubre de ese año. La paz inmediata fue la principal consigna de los
revolucionarios rusos para ganar la adhesión de los obreros y avanzar hacia la revolución mundial. El
gobierno soviético abandonó la lucha y en marzo de 1918 firmó con Alemania la paz de Brest-Litovsk.
No bien estalló la guerra, el presidente estadounidense Woodrow Wilson proclamó la neutralidad de su país,
sin duda la opción más afín con la de la mayoría de la opinión pública de su país. Pero dado el peso
los intercambios comerciales, y los empréstitos de los bancos norteamericanos a los gobiernos de Europa
occidental llegaron en 1917 a varios billones de dólares. Además, la guerra submarina puesta en marcha
por los alemanes provocó el hundimiento de barcos estadounidenses, en los que perdieron la vida
numerosos ciudadanos. Estos ataques conmocionaron a la opinión pública, y eso predispuso al país contra
Alemania.
Aunque los alemanes, después de Brest-Litovsk, pudieron concentrar todas sus fuerzas en el frente
occidental, el agotamiento de sus hombres y recursos y la llegada de las tropas norteamericanas resolvieron
la guerra a favor de la Entente. Con el desmoronamiento de los imperios centrales, los gobiernos
provisionales pidieron el armisticio en 1918. Al año siguiente, los vencedores, Estados Unidos, Francia,
Italia y Gran Bretaña, se reunían en Versalles para imponer los tratados de paz a los países que fueron
tratar el tema de la carrera armamentista desenfrenada que hacía prever el estallido de una guerra. Los
agresiva de sus respectivos gobiernos, y se acordó que cuando llegara el momento sus diputados
parlamentarios votarían contra los créditos de guerra. Se aplaudió la propuesta de llamar a una «huelga
revolucionaria internacional contra la guerra», aunque no se sometió a votación. El dirigente francés Jean
Jaurès fue aclamado cuando señaló que el sacrificio de una revolución sería mucho menor que el de la
guerra que están preparando. Finalmente, fue unánimemente aprobada la resolución que concluía con el
Sin embargo, en agosto de 1914 prevaleció la unión sagrada de todos los ciudadanos para defender a la
patria en peligro. Los socialistas no convocaron a ninguna huelga, ni rechazaron los créditos de guerra.
En el seno del Reichstag, el socialista alemán Hugo Haase definió la posición de su partido en estos
términos:
"Los resultados de una política imperialista [...] acaban de abatirse, como una marejada, sobre Europa [...].
La socialdemocracia ha combatido con todas sus fuerzas el desarrollo catastrófico de esta política [...] Pero
su esfuerzo para salvar la paz ha sido infructuoso [...] No hemos de plantearnos ahora el pro o contra la
guerra, sino la cuestión de los medios necesarios para asegurar la defensa del país [...]. Haremos, pues, lo
que hemos prometido hacer siempre: a la hora del peligro, no abandonaremos a nuestra patria".
Pero la socialdemocracia alemana se dividió. Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo fueron los primeros en
alejarse del partido, al que acusaron de haber traicionado el internacionalismo proletario. La decidida
prédica de ambos contra la guerra, a través del periódico Espartaco, creado en 1916, los llevó a la cárcel,
de la que fueron liberados al derrumbarse la monarquía. En 1917 también el grupo encabezado por Hugo
Haase y Karl Kautsky tuvo que abandonar las filas del partido por negarse a votar los créditos de guerra, y
decidieron crear el partido Socialdemócrata Independiente. Los espartaquistas se unieron al mismo como
TRATADO DE BREST-LITOVSK
Desde la revolución de febrero las masas reclamaban la paz; sin embargo, cuando los bolcheviques
tomaron el gobierno en octubre no todos apoyaron la retirada del campo de batalla. El grupo más
radicalizado, con Bujarin a la cabeza, veía en la continuación de la guerra la posibilidad de que estallara la
revolución en Alemania. Lenin, en cambio, apostó por la paz inmediata para salvar la integridad del
Estado nacional ruso. Trotsky dudaba e intentó dilatar las conversaciones con el gobierno alemán, con el
que se había firmado un cese temporal del fuego. Finalmente, las tropas alemanas avanzaron sobre
Rusia y los bolcheviques se vieron obligados a firmar el tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918.
Moscú fue despojado de los territorios que los zares habían ocupado en el sector occidental. Por un lado,
Alemania se quedó con la zona polaca ocupada por los rusos, con una parte de Bielorrusia y con Lituania.
Turquía, aliada de los alemanes, se anexó territorios del Cáucaso. Finalmente se reconoció la
independencia de Letonia, Estonia, Finlandia y Ucrania. Esta última fue más tarde recuperada por los
bolcheviques. La derrota alemana en noviembre anuló este tratado y, en principio, se creó una situación
La paz
Entre los cuatro principales estadistas que habrían de rediseñar el orden mundial existían significativas
estadounidense Woodrow Wilson ya había presentado ante el Congreso de su país una serie de puntos
para alcanzar una paz vía la restauración de un orden económico liberal y con el recaudo de que en el
trazado del nuevo mapa europeo se tuviese en cuenta la autodeterminación de los pueblos. El jefe de
gobierno francés, Georges Clemenceau, en cambio, ansiaba que la economía alemana contribuyera
control militar en la frontera para que los alemanes no ingresaran más al suelo francés. El primer ministro
británico, Frank Lloyd George, tenía una posición más conciliadora con los vencidos: no creía conveniente
para la recuperación de Europa que Alemania emergiera arruinada. El jefe de la delegación italiana,
Vittorio Orlando, estaba básicamente preocupado por la anexión por parte de Roma de territorios que
hasta el momento habían pertenecido al imperio austríaco. El gobierno revolucionario de Rusia quedó
excluido, y aunque los vencedores anularon el tratado de Brest-Litovsk, los territorios que los
En la mesa de negociación Italia no obtuvo todo lo que reclamaba, ya que Wilson defendió la inclusión de
los eslavos en la recién creada Yugoslavia. En la suerte de Alemania acabó imponiéndose la línea dura de
Clemenceau frente a la más conciliadora de los ingleses. Ante este resultado, el economista John Maynard
No hubo paz negociada. Los vencidos, declarados culpables de la guerra, debieron someterse a las
condiciones impuestas por los vencedores: pérdida de territorios, restricciones a las fuerzas armadas y
pago de indemnizaciones de guerra. Alemania, a través de la firma del tratado de Versalles: Austria, del de
Saint Germain, y Bulgaria, del de Neuilly. Solo Turquía, después del triunfo de Kemal Atartuk en la guerra
contra los griegos que habían ocupado parte de Anatolia, logró que el duro tratado de Sèvres, firmado por
el sultán, fuera reemplazado en 1923 por el de Lausana. Este último reconoció al nuevo Estado nacional
turco integrado por Anatolia, Kurdistán, Tracia oriental y parte de Armenia, cuya población había sido
masacrada por los turcos durante la guerra. Turquía no debió pagar indemnizaciones de guerra.
En París se dibujó un nuevo mapa europeo. En el trazado de las fronteras en Europa centro-oriental se
combinaron distintos fines. Por un lado, asegurar el debilitamiento de Alemania. Para esto se prohibió que
el nuevo y pequeño Estado nacional austríaco, mayoritariamente habitado por alemanes, fuese parte de
Alemania. Berlín fue despojada de sus colonias para ser repartidas entre otros países, se redujo el territorio
nacional y los aliados asumieron la desmilitarización y el control de algunas zonas: los casos del Sarre y
Renania. Por otro lado, se creó un cordón "sanitario" en torno a Rusia, integrado por los países que habían
sido sojuzgados por el imperio zarista. En tercer lugar, se procedió a rediseñar el espacio que había
En Europa del este fueron reconocidos ocho nuevos Estados. En el norte, Finlandia, Lituania, Letonia,
Estonia, que se habían desvinculado de Moscú a partir de la paz de Brest-Litovsk, y además la República
de Polonia, a través de la reunificación de los territorios que en el siglo XVIII se habían repartido Rusia,
Prusia y Austria. Los tres nuevos países del centro, Austria, Checoslovaquia y Hungría resultaron de la
desintegración del imperio de los Habsburgos. Los Estados del sur que ya existían, Rumania, Albania,
Bulgaria, Grecia, sufrieron reajustes territoriales, y además se fundó el Reino de los Serbios, Croatas y
Eslovenos. Este nuevo país –a partir de 1929 Yugoslavia–4, amalgamó territorios que habían estado bajo
la dominación de los turcos (Serbia, Montenegro y Macedonia) con otros incluidos en el imperio de los
Habsburgo (Croacia, Eslovenia, Eslavonia, parte de Dalmacia y, a partir de 1908, Bosnia Herzegovina).
En Asia Oriental, Japón logró que se reconocieran sus pretensiones sobre las posesiones alemanas en
China. Esta decisión desconoció la integridad territorial de la República China que, tardíamente, había
declarado la guerra a las potencias centrales. La medida dio lugar a extendidas movilizaciones en el interior
de la República China. Estados Unidos fue el más decidido defensor de las reivindicaciones chinas, aunque
Durante el conflicto, ninguno de los pueblos sometidos creó dificultades serias a su metrópoli; la dominación
de 700 millones de personas por 200 millones de europeos fue casi indiscutible. En Versalles, las metrópolis
europeas siguieron decidiendo el destino de los pueblos colonizados y no escucharon a quienes llegaron a
París para presentar sus reclamos: la delegación nacionalista egipcia que impugnaba el protectorado
británico, los afroamericanos que denunciaban la discriminación racial en Estados Unidos, la delegación de
Al estallar el conflicto, Gran Bretaña tomó una serie de decisiones sobre Medio Oriente, aún bajo el poder
de los otomanos, que tendrían consecuencias de largo alcance. En primer lugar, alentó a los árabes de la
península Arábiga a combatir contra los turcos. Para esto prometió a Hussein, jerife de la Meca de la dinastía
hachemita, la creación de un reino árabe independiente, y envió al oficial Thomas Edward Lawrence para
que organizara la Revuelta del Desierto junto con Feisal y Abdulah, los dos hijos del jefe religioso. Al mismo
tiempo, firmó el tratado Sykes-Picot con Francia, en virtud del cual, al concluir el conflicto, esta ocuparía
Siria y el Líbano, mientras Gran Bretaña se haría cargo de la Mesopotamia y Palestina (en ese momento
incluía los actuales territorios de Israel, Jordania y los disputados entre israelíes y palestinos). En
consecuencia, cuando en 1918 Feisal entró en Damasco y se hizo proclamar rey de los árabes, las
autoridades militares inglesas le exigieron abandonar el territorio. Por último, en noviembre de 1917, el
ministro británico de Asuntos Exteriores, Arthur Balfour, en la carta enviada al banquero judío lord
Rothschild, declaró que su país veía con buenos ojos el establecimiento en Palestina de un "Hogar Nacional
para el pueblo judío". Con esta declaración, Londres reconocía la instalación de los judíos en el territorio
palestino que ya venía concretando el movimiento sionista. En el caso de Egipto, dio por rotos sus vínculos
Al terminar la guerra, los territorios del ex Imperio otomano en Medio Oriente y las colonias alemanas fueron
repartidos bajo la figura de "mandato". El nuevo estatuto incluía la supervisión de la Liga de Naciones sobre
el accionar de la potencia a cargo de la colonia. Se crearon tres tipos de mandatos según sus posibilidades
de alcanzar la autonomía. Los mandatos de tipo A se establecieron en las regiones que habían formado
parte del Imperio otomano . Siguiendo lo dispuesto en el pacto secreto Sykes-Picot, Francia obtuvo Siria y
Líbano (hasta 1920 formó parte de Siria), mientras que Gran Bretaña recibió Mesopotamia y Palestina. En
el primer territorio creó el reino de Irak y entregó la corona a Feisal, el frustrado monarca de la Gran Siria
árabe. Las tierras palestinas fueron distribuidas entre el emirato de Transjordania, al frente del cual quedó
Las colonias alemanas fueron distribuidas en mandatos de tipo B y C. Las primeras quedaron a cargo de
potencias europeas. Gran Bretaña recibió el África Oriental Alemana, que se convirtió en Tanganyka, la
quinta parte del Camerún y una parte de Togo. Francia quedó a cargo del resto de Togo y la mayor parte
de Camerún. Bélgica obtuvo los sultanatos de Ruanda y Burundi. Los mandatos de tipo C fueron cedidos a
Japón y a países de África y del Pacífico gobernados por minorías blancas: África sudoccidental quedó bajo
la administración de la Unión Sudafricana; en el Pacífico, los archipiélagos al norte del ecuador pasaron a
Japón, mientras que parte de Nueva Guinea y algunas islas del sur se entregaron a Australia, y Nueva
Durante el período de entreguerras, la dominación de los europeos contó en la mayoría de las colonias con
grupos de poder dispuestos a colaborar, pero al mismo tiempo echaron raíces fuerzas sociales y políticas
ordenada la convivencia y la libertad civil. El liberalismo fue severamente deslegitimado: la masacre en las
trincheras suponía la antítesis de todo aquello que, con su fe en la razón, en el progreso y en la ciencia,
había prometido.
KEYNES EN VERSALLES
Al estallar la guerra, John Maynard Keynes ingresó al Tesoro británico, el organismo que tenía a su cargo
la mayoría de las cuestiones económicas relacionadas con el conflicto. Keynes tuvo una intervención
central en los préstamos facilitados a Francia e Italia, y en 1919 fue nombrado representante del Tesoro
negociación, Lloyd George, Woodrow Wilson y George Clemenceau, estaban dando a luz un tratado
injusto e impracticable. En su renuncia, manifestó a Lloyd George: "(...) desaparezco de esta escena de
pesadilla. No puedo hacer ya nada útil aquí. A través de estas últimas horribles semanas he mantenido
aún la esperanza de que usted hallaría alguna forma de hacer del Tratado un documento justo y prudente.
Pero evidentemente es ya demasiado tarde. La batalla está perdida. Dejo que "los mellizos" (Cunliffe y
En dos meses redactó Las consecuencias económicas de la paz, que fue publicado en diciembre de 1919
y le valió ser acusado de sentir simpatías proalemanas. El trabajo contiene retratos ácidos de los principales
participantes y una evaluación pesimista del nuevo orden económico. En primer lugar, destacó la fragilidad
de la expansión de los últimos treinta años del siglo anterior, que se había acentuado en la posguerra. En
segundo lugar se propuso demostrar que el pago de las reparaciones era inviable. Los pilares en que se
había basado la prosperidad de Alemania habían sido destruidos con la guerra, era ilusorio suponer que
armenios, bajo la dominación de los otomanos, buscaron la formación de un Estado independiente con el
apoyo de los rusos. La parte oriental de Armenia había quedado en manos de Imperio zarista a lo largo de
Ante la aplastante derrota de los otomanos en 1915, a manos de las tropas rusas, el primer ministro turco
culpó a los armenios de este desenlace y los miembros de las fuerzas armadas de esa nacionalidad fueron
enviados a campos de trabajo forzado. Una brutal represión recayó sobre el pueblo armenio, con asesinatos
en masa, arrestos y traslados forzados hacia los desiertos de Siria, en condiciones que condujeron a la
muerte de la mayoría.
La mayor parte de los historiadores occidentales coincide en calificar estas matanzas como genocidio. Sin
embargo, hay varios países, como Estados Unidos, Reino Unido e Israel, que no utilizan el término
genocidio para referirse a estos hechos. Francia, en cambio, aprobó precisas medidas contra lo que califica
como el "holocausto armenio" por parte del Imperio otomano. Turquía no acepta que haya habido un plan
organizado por el Estado para eliminar a los armenios, y alega que en 1915 el gobierno imperial luchó
El pasaje del tratado de Sèvres al de Lausana afectó a los kurdos. En el primer documento se había
contemplado la posibilidad de reconocer un Estado nacional para este pueblo. Después de las acciones
militares de Mustafá Atartuk, el segundo tratado aprobó el desmembramiento del Kurdistán entre Turquía,
Irak, Irán y Siria. Los kurdos, como los palestinos, recorrieron el siglo XX sin que la comunidad internacional
Dos años después de Lausana, las riquezas petroleras del Kurdistán, especialmente la de las regiones de
Mosul y Kirkuk (incluidas en Irak, que estaba bajo mandato de Gran Bretaña) condujeron a la creación de
la Irak Petroleum Company. Esta compañía fue la encargada de exportar el petróleo iraquí y en ella
Los kurdos no son de origen árabe, aunque sí fueron islamizados y hoy en día la mayoría son musulmanes
suníes, pero también hay cristianos, musulmanes chiíes, y otros grupos religiosos. Su lengua es
indoeuropea, y su idioma pertenece a la rama iraní. Su cultura no es uniforme: entre ellos hay al menos dos
dialectos importantes y multitud de pequeñas variantes idiomáticas; el kurdo ha sido escrito en tres
alfabetos. En el seno del movimiento nacional kurdo se enfrentan concepciones sociales muy diferentes.
En algunos prevalecen liderazgos familiares con base de apoyo en el ámbito rural; en otros, el caso del
A mediados del siglo XVIII, la economía de la Rusia zarista no presentaba diferencias notables con las de
los principales centros europeos. Un siglo después, los contrastes eran evidentes. En el mundo rural
prevalecían las técnicas de explotación rudimentarias, y las condiciones de vida de las familias campesinas
eran muy precarias. La estructura social era de carácter ampliamente feudal: la clase dirigente estaba
constituida por una nobleza terrateniente que extraía un excedente del campesinado sometido. Los siervos,
especialmente los que pertenecían a los nobles, estaban obligados a prestaciones en dinero, especies o
servicios laborales; los señores gozaban de poderes de vida o muerte sobre ellos. Menos dura era la
condición de quienes vivían en las tierras pertenecientes a la familia imperial o a la Iglesia. Los campesinos,
agrupados por familias, integraban la comunidad aldeana que controlaba la distribución y utilización de las
tierras. Las dispersas parcelas que cada familia trabajaba en forma independiente eran repartidas por el mir
(consejo de la aldea) para asegurar la subsistencia de cada hogar. A través del mir, los campesinos
regulaban su explotación agrícola, y en parte la comunidad era una especie de escudo frente a las
exacciones del señor, pero el mir también exigía a cada integrante al cumplimiento de sus obligaciones.
Todo esto constituía la antítesis del individualismo agrario. La tierra pertenecía de iure a la comunidad y las
familias recibían las parcelas para usarlas durante determinados períodos, al cabo de los cuales volvían a
ser redistribuidas.
El aislamiento, la ignorancia y la pobreza conferían a las aldeas un modo de vida casi salvaje. Según el
testimonio del escritor Máximo Gorki –que había nacido en este medio y sufrido una penosa infancia y
adolescencia entre los campesinos– "Un deseo canino de complacer a los fuertes de la aldea se apoderaba
de ellos y entonces me resultaba desagradable hasta mirarlos. Se aullaban salvajemente los unos a los
otros, dispuestos a luchar, y luchaban por cualquier bobada. En esos momentos resultaban aterradores".
Las acciones violentas del campesinado contra los terratenientes y los agentes estatales atravesaban
periódicamente el mundo rural. La liberación de los siervos, aprobada por el zar en 1861, fue concebida
como el medio necesario para resguardar el orden social: "Es mejor destruir la servidumbre desde arriba –
manifestó Alejandro II en un encuentro con nobles– que esperar al momento en que empiece a destruirse
autoridad directa de la nobleza latifundista, pero los mantuvo sujetos a la tierra y sin posibilidades de salir
del atraso y la miseria. Los campesinos recibieron para su uso, pero no en propiedad privada, solo la tierra
que ya trabajaban antes de la reforma. El antiguo siervo tuvo que pagar por su libertad. La suma total de la
compensación tenía que ser abonada en cuotas durante 49 años al Estado, que había indemnizado a los
grandes propietarios. La medida reforzó el papel de cada mir, que se hizo cargo los pagos de redención.
Ningún campesino podía abandonar la aldea sin haber saldado su deuda, y el mir se aseguraba de que así
fuera para que el resto no viera acrecentado el monto de sus obligaciones. Las condiciones de la
emancipación buscaron evitar el desplazamiento de los campesinos hacia las ciudades: la creación de un
proletariado sin tierras también era percibida como una amenaza para el orden social.
El sistema ofrecía escasas posibilidades de intensificar la producción agrícola, ya que no permitía agrupar
las parcelas en unidades productivas sujetas a las iniciativas de medianos propietarios. La liberación de los
servidumbre, solo una minoría de nobles encaró una transición exitosa hacia la agricultura capitalista y
orientada al mercado. La mayor parte se refugió en los niveles superiores de la burocracia estatal para
gozar de las prerrogativas asociadas a ese servicio. En Rusia no hubo una revolución agraria –como en el
caso británico– que expulsara a la familia campesina y que atrajera inversiones para aumentar la
productividad del medio rural, contribuyendo así al proceso de industrialización. No obstante, el imperio
zarista buscó el desarrollo de la industria, y lo hizo por otros medios y con otros actores que los que
La derrota en la guerra de Crimea (1853-1856) y los límites impuestos por Francia e Inglaterra al avance
del Imperio ruso en los Balcanes en los años setenta del siglo XIX fueron las razones claves que indujeron
a la monarquía a promover la actividad industrial. Si el zarismo asumió ese rumbo, a pesar de estar
íntimamente ligado con una nobleza terrateniente feudal y de la ausencia de una burguesía que lo
presionara, fue para mantener a Rusia como potencia de primer nivel. La autocracia propició el giro hacia
una modernización económica en la que el Estado jugó un papel central. Al mismo tiempo se empeñó en
preservar el orden social y político del antiguo régimen, sobre el que reposaba su inmenso poder.
La industrialización desde arriba recibió el aporte de la inversión extranjera y en virtud de su carácter tardío
(arranca en los años sesenta y se intensifica la década de los noventa) contó con la ventaja de saltear
algunas de las etapas iniciales: adoptó la tecnología avanzada de otros países y privilegió la instalación de
unidades con alto nivel de productividad en las principales ramas de la industria pesada. Al calor de la
del tendido de las líneas férreas, creció un proletariado industrial que a pesar de su reciente pasado
campesino muy rápidamente asumió una conducta combativa. Las huelgas de gran escala eran habituales
y las demandas de los obreros eran políticas además de económicas. Sin embargo, esa actividad industrial
altamente avanzada se concentraba en algunos islotes aislados –San Petersburgo (llamada Petrogrado a
partir de la Primera Guerra Mundial, y Leningrado después de la muerte de Lenin); Moscú, Kiev, Jarkov y
los centros mineros de la cuenca del Don en Ucrania; Rostov y la ciudad petrolera de Baku al sur, rodeados
por un mar campesino (el 80 por ciento de la población cuando se produjo la revolución).
En las aldeas las formas de vida tradicionales fueron muy lenta e indirectamente modificadas por los
cambios en el ámbito urbano e industrial. Aunque la conservación del mir, y con él las formas de explotación
agrícola colectiva, frenaron los cambios en la agricultura, no impidieron su lenta corrosión. A medida que
se extendían las relaciones capitalistas, la aldea campesina se vio cada vez más sujeta a un proceso de
diferenciación social. Quienes lograron contar con animales de tiro y encarar el cultivo de extensiones de
tierra más amplias mediante contratos de alquiler constituyeron un estrato rural más alto, los llamados
kulaks. Estos eran campesinos más prósperos e individualistas, que ganaban dinero con la comercialización
de sus productos y que pudieron hacer préstamos o bien contratar a los aldeanos menos emprendedores
o más desafortunados. Como a través de la emancipación la mayor parte de las familias recibió un lote de
tierras insuficiente para hacer frente a los pagos y asegurar su subsistencia, una alternativa fue el trabajo
golondrina: los hombres más jóvenes dejaban temporariamente la aldea para trabajar como asalariados.
Las reformas impulsadas desde arriba que contribuyeron a la modernización de Rusia desde mediados del
siglo XIX hasta 1914 estuvieron dominadas por una profunda contradicción. Pretendían mantener el
absolutismo y la estructura social de la que dependía, pero el afán de colocar al Imperio ruso en condiciones
de competir exitosamente con el resto de las potencias ponía en movimiento fuerzas que atentaban contra
el régimen existente. En relación con este dilema, las actitudes de los tres últimos Romanov fueron
diferentes.
El zar Alejandro II (1855-1881) acompañó el edicto de emancipación de los siervos con una serie de
medidas destinadas a organizar el sistema judicial, mejorar las condiciones de vida de la población mediante
la creación de gobiernos locales –los zemstvos–, y abrir el ingreso de la universidad a nuevos estratos
sociales, junto con el aflojamiento de la censura. En 1876 se llevó a cabo, en una plaza de San Petersburgo,
la primera manifestación de protesta de los estudiantes. El "zar liberador" murió en 1881 víctima de un
atentado terrorista. La represión fue brutal, y sus sucesores Alejandro III (1881-1894) y Nicolás II (1894-
monarquía en los años previos a la guerra fue la restauración de las tradiciones de la antigua Rusia. La
tenacidad y la ceguera con que el último Romanov se comprometió con este objetivo clausuraron toda
La formación de grupos marxistas en Rusia en la década de 1890 fue alentada por intelectuales que seguían
anhelando el cambio pero rechazaban la vía terrorista y la creciente gravitación de la clase obrera al calor
de la rápida industrialización de esos años. Los marxistas, a diferencia de los populistas, no rechazaron la
modernización asociada al crecimiento de la industria: solo este proceso, ya en marcha, ofrecería la base
sólida para dar curso a la revolución socialista. Polemizaron con los populistas sobre el carácter socialista
de la aldea rural: el avance de las relaciones capitalistas en el ámbito agrario había desintegrado la
comunidad y en su interior se afirmaban las marcadas desigualdades entre el campesinado pobre y los
kulaks. Los campesinos acomodados defendían la propiedad privada y resistirían todo proyecto socialista.
En la última década del siglo, los marxistas se acercaron a los obreros para hacerles conocer sus ideas a
aprobó la creación del partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadores, que se comprometió a organizar
la lucha sindical y política de la clase obrera. El alto número de huelgas del período 1890-1914 y su
destacada impronta política pusieron en evidencia el carácter revolucionario del proletariado ruso. No cabe
atribuir este rasgo a la actividad del pequeño partido, sino más bien a las condiciones y las experiencias a
través de las que dicha clase afirmó su identidad: la temprana percepción de sus propias fuerzas en un
contexto que excluía la posibilidad de la negociación y dejaba solo abierta la vía de la confrontación.
Del segundo congreso del partido, de 1903, el mismo salió dividido en dos tendencias: los mencheviques
(minoría), encabezados por Julij Martov, y los bolcheviques (mayoría) dirigidos por Lenin. Esto se
correspondió con el resultado de la votación sobre una cuestión menor: la composición del comité editorial
El debate de mayor peso se dio alrededor de los estatutos del partido. La diferencia entre los textos
presentados por Lenin y Martov era en principio mínima, pero la definición del afiliado remitía al tipo de
fuerza política que se pretendía crear. La propuesta de Martov: un amplio partido abierto a la inclusión de
Este primer choque, fue solo la punta del iceberg. Una y otra tendencia sostenían posiciones encontradas,
que se fueron precisando a partir de la crisis revolucionaria de 1905, sobre las posibilidades de la revolución
rusa y el proceso de construcción del socialismo. Los mencheviques adherían a los postulados más
ortodoxos del marxismo y eran más pesimistas: el socialismo no tendría cabida hasta que la revolución
democrática burguesa concretara los cambios económicos, sociales y políticos necesarios para su arraigo.
Desde este diagnóstico se mostraron dispuestos a colaborar con la burguesía liberal en la lucha contra el
antiguo régimen. En los bolcheviques prevaleció el voluntarismo político: la crisis del zarismo y las tensiones
desatadas por la guerra ofrecían la oportunidad de llevar a cabo la revolución. La concepción de Trotsky
tenía mayor afinidad con esta visión, razón por la cual acabó apartándose de los mencheviques para unirse
al grupo de Lenin.
alemánVolksstaat, en 1875, para combatir los argumentos del populista Tkachov a favor de una
"El señor Tkachov comunica de pasada a los obreros alemanes que yo no tengo la 'menor noticia' de lo que
ocurre en Rusia y que, por el contrario no hago más que poner de manifiesto mi 'ignorancia' sobre el
particular. Por ello se siente obligado a explicarles el verdadero estado de las cosas y, en particular, las
causas en virtud de las cuales la revolución social puede ser hecha en Rusia, precisamente ahora, sin
(Según Tkachov ) Es cierto que no tenemos proletariado urbano, pero, en compensación, tampoco tenemos
burguesía [...]. Nuestros obreros tendrán únicamente que luchar contra el poder político: aquí el poder del
capitalestá todavía en embrión. Y usted, estimado señor, sabe que la lucha contra el primero es mucho más
La revolución a que aspira el socialismo moderno consiste, brevemente hablando, en la victoria del
proletariado sobre la burguesía y en una nueva organización de la sociedad mediante la liquidación de las
diferencias de clase. Para ello se precisa, además de la existencia del proletariado, que ha de llevar a cabo
esta revolución, la existencia de la burguesía, en cuyas manos las fuerzas productivas de la sociedad
alcanzan ese desarrollo que hace posible la liquidación definitiva de las diferencias de clase. (...) Solo al
llegar a cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, muy alto hasta para nuestras
condiciones presentes, se hace posible elevar la producción hasta un nivel en que la liquidación de las
la burguesía han alcanzado las fuerzas productivas ese grado de desarrollo. Por consiguiente, la burguesía
es, también en este aspecto, una condición previa, y tan necesaria como el proletariado mismo, de la
revolución socialista. Por tanto, quien sea capaz de afirmar que es más fácil hacer la revolución en un país
donde, aunque no hay proletariado, no hay tampoco burguesía, demuestra exclusivamente que debe aún
Es evidente que a partir de la abolición de la servidumbre la situación de los campesinos rusos se ha hecho
insoportable y que no puede continuar así mucho tiempo; que, por esta sola causa, en Rusia se avecina
una revolución. Pero queda en pie la interrogante: ¿Cuál puede ser, cuál será el resultado de esta
revolución? El señor Tkachov dice que será una revolución social. Esto es tautología pura. Toda verdadera
revolución es social, porque lleva al poder a una nueva clase y permite a esta transformar la sociedad a su
imagen y semejanza. Pero el señor Tkachov quiere decir que la revolución será socialista, que implantará
en Rusia, antes de que nosotros lo logremos en Occidente, la forma de sociedad hacia la que tiende el
socialismo de la Europa occidental, y ello ¡en una sociedad en la que el proletariado y la burguesía solo
aparecen, por el momento, esporádicamente y se encuentran en un bajo nivel de desarrollo! ¡Y se nos dice
que esto es posible porque los rusos constituyen, por decirlo así, el pueblo escogido del socialismo al poseer
La propiedad comunal de los campesinos rusos fue descubierta en 1845 por el consejero de Estado
prusiano Haxthausen, que la proclamó a los cuatro vientos como algo verdaderamente maravilloso
(...). Herzen, terrateniente ruso, se enteró por Haxthausen de que sus campesinos poseían la tierra en
común y se aprovechó de ello para presentar a los campesinos rusos como a los auténticos portadores del
socialismo, como a comunistas natos, en contraste con los obreros del senil y podrido Occidente europeo,
obligados a estrujarse los sesos para asimilar artificialmente el socialismo. Estas ideas pasaron de Herzen
Nuestro pueblo [ … ] en su inmensa mayoría [. . . ] está penetrado de los principios de la posesión en común;
nuestro pueblo, si puede uno expresarse así, es comunista por instinto, por tradición. (...) De aquí se
desprende con toda claridad que nuestro pueblo, pese a su ignorancia, está más cerca del socialismo que
En realidad, la propiedad común de la tierra es una institución que podemos observar entre todos los
pueblos indoeuropeos en las fases inferiores de su desarrollo, desde la India hasta Irlanda, e incluso entre
los malayos, que se desarrollan bajo la influencia de la India, por ejemplo, en la isla de Java. (...)
En la Gran Rusia (es decir, en Rusia, propiamente) se ha conservado hasta ahora, lo que demuestra que
la producción agrícola y las relaciones sociales en el agro ruso se encuentran, realmente, muy poco
desarrolladas. El campesino ruso vive y actúa exclusivamente en su comunidad; el resto del mundo solo
existe para él en la medida en que se mezcla en los asuntos de la comunidad (...). Este aislamiento absoluto
entre las distintas comunidades, que ha creado en el país intereses, cierto es, iguales, pero en ningún modo
comunes, constituye la base natural del despotismo oriental; desde la India hasta Rusia, en todas partes en
donde ha predominado, esta forma social ha producido siempre el despotismo oriental, siempre ha
El señor Tkachov resuelve el problema de la revolución política con la misma facilidad que el de la
económica. El pueblo ruso, dice Tkachov, “protesta incesantemente” contra su esclavización “organizando
sectas religiosas... negándose a pagar los impuestos... formando cuadrillas de bandidos.. provocando
incendios... amotinándose... y por ello puede afirmarse que es revolucionario por instinto”. Todo esto
convence al señor Tkachov de que “basta con despertar en varios lugares y simultáneamente el
descontento y la furia acumulados... que siempre han latido en el corazón de nuestro pueblo”. Entonces, “la
unión de las fuerzas revolucionarias se producirá por sí misma, y la lucha (...) deberá terminar
Imposible imaginarse una revolución más fácil y agradable. Basta con amotinarse simultáneamente en tres
o cuatro sitios para que el “revolucionario por instinto”, la “necesidad práctica”, el “instinto de conservación”
hagan, “por sí mismos”, todo lo demás. No se puede comprender por qué, siendo todo tan increíblemente
fácil, la revolución no ha estallado hace ya tiempo, el pueblo no ha sido liberado y el país convertido en un
Karl Marx y Federico Engels (1980), Escritos sobre Rusia. II. El porvenir de la comuna rural rusa, México,
La revolución de 1905
El curso desfavorable de la guerra contra el Japón (1904-1905) y las penurias asociadas a ella
desembocaron en la revolución de 1905. El 9 de enero de ese año ("el domingo sangriento") una
manifestación obrera compuesta por 200.000 hombres mujeres y niños, encabezada por el carismático
padre Gabón y que canta "Dios salve al zar", fue violentamente reprimida. La movilización de los
trabajadores se amplió y profundizó. A mediados de octubre, la huelga general en San Petersburgo condujo
a la creación del primer soviet o consejo integrado por los delegados de los trabajadores elegidos en las
fábricas.
revolucionarios. Trotsky, que aún adhería a la tendencia menchevique, fue uno de sus líderes. A la
movilización de los obreros se sumaron, desde mediados de 1905, los levantamientos de los campesinos
que atacaron las tierras y las propiedades de los grandes señores. Una de las acciones más resonantes
fue la de los marineros del acorazado Potemkin quienes, hartos de malos tratos y de ser obligados a
alimentarse con alimentos en mal estado, en junio deciden sublevarse. En el marco de la agudización del
conflicto social, los liberales presionaron sobre la autocracia para que aceptara recortar parte de sus
El zarismo sobrevivió combinando la represión con una serie de medidas destinadas a ganar tiempo y dividir
a las fuerzas que habían coincidido en la impugnación del régimen. En octubre Nicolás II dio a conocer el
manifiesto en que prometía crear un parlamento electivo nacional, la Duma. La medida dividió a los
liberales: los octubristas se mostraron complacidos, mientras que los demócratas constitucionales (cadetes)
pretendieron reformas más avanzadas. Pero la revolución liberal perdió fuerza y los dirigentes de este
campo se abocaron a la organización de los partidos que intervendrían en las elecciones para la Duma. En
el curso del mes diciembre los soviets de San Petersburgo y el de Moscú fueron disueltos por la policía. En
Moscú, donde los bolcheviques tuvieron un destacado peso, la clase obrera resistió con las armas y hubo
muchos muertos.
Frente a la extendida insurrección campesina, el zar dio curso al programa diseñado por el ministro Stolypin,
que alentaba la expansión de los kulaks y la liquidación del mir. El fortalecimiento de los campesinos
propietarios de sus tierras fue impulsado como la vía más apropiada para lograr la estabilidad social. El
Estado intervino en esta empresa mediante la concesión de créditos que favorecieron la compra y la
concentración de las parcelas a cargo de la comunidad por parte de los kulaks. Estos no solo abandonaron
la comunidad con sus pedazos de tierra ampliados; además compraron a los terratenientes deseosos de
El fin de la guerra con Japón y la restauración del orden le permitieron al zar recortar las atribuciones de la
de Invierno.
MANIFESTACIÓN DEL DOMINGO SANGRIENTO
condiciones, nuestras esposas, nuestros hijos y nuestros desamparados ancianos padres, hemos acudido
a vos, señor, en busca de justicia y protección. Nos hemos convertido en mendigos; somos oprimidos y
cargados con un trabajo superior a nuestras fuerzas; no se nos reconoce como seres humanos y somos
tratados como esclavos que deben soportar su amarga suerte en silencio. Todo lo hemos soportado, y se
nos empuja cada vez más a las aprofundidades de la pobreza, la injusticia y la ignorancia. Estamos ta
ahogados por por la justicia y un gobierno arbitrario que no podemos respirar. Señor, ya no nos queda
fuerza! Nuestra resisitencia toca a su fin. Hemos llegado a ese momento terrible en que la muerte es
Por estas razones hemos dejado el trabajo y hemos dicho a nuestros patronos que no lo reanudaremos
La petición solicitaba la jornada laboral de ocho horas, un salario mínimo de un rublo diario, la abolición de
las horas extraordinarias obligatorias no mremuneradas, la libertad de los obreros para organizarse.
Además incluía demandas que debían ser atendidas por el poder político: una asamblea constituyente
elegida democráticamente. Libertad de expresión, prensa y reunión, educación gratuita para todos y el fin
No tenemos otro lugar a dónde ir, ni ningún objetivo para hacerlo. Sólo tenemos dos caminos: uno que
conduce a la libertad y la felicidad, el otro a la tumba […] Que nuestras vidas sean un sacrificio por la
El zar y su familia habían abandonado apresuradamente la capital, dejando a sus subordinados a cargo de
la situación.
En 1917 hubo dos revoluciones. La de febrero hizo suponer que Rusia, con retraso, seguiría el camino ya
transitado en Europa occidental: la eliminación del absolutismo para posibilitar el cambio social y político
hacia una democracia liberal. Sin embargo, la acción de los bolcheviques en octubre clausuró un proceso
en este sentido. Por otra parte, ni las condiciones sociales y económicas, ni la fisonomía de la cultura política
Cuando las masas ocuparon las calles a fines de febrero, casi nadie atribuyó a la movilización el carácter
revolucionario que llegaría a tener. Al igual que ocurriera con la Revolución Francesa, la soviética fue
tomada al principio como una protesta airada. El curso de los hechos no solo sorprendió al zar, a la corte y
a la oposición liberal: tampoco los militantes revolucionarios esperaban la inminente caída del zarismo.
Lenin, por ejemplo, llegaba a la estación Finlandia de Petrogrado en abril de 1917 después de la abdicación
del zar; había tenido que atravesar apresuradamente Alemania en un vagón blindado proporcionado por el
El 23 de febrero (8 de marzo) gran parte de los obreros de Petrogrado fueron a la huelga. Las amas de
casa salieron a la calle a participar en manifestaciones (coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer).
La gente asaltó panaderías, pero los disturbios no tuvieron graves consecuencias. Al día siguiente prosiguió
la huelga. Los manifestantes rompieron los cordones de la policía y llegaron al centro de la ciudad: pedían
pan, paz y tierras. El 25 de febrero todas las fábricas de la capital quedaron paralizadas. Para reprimir a los
manifestantes fueron enviadas tropas militares; aunque hubo algunos encuentros, los soldados evitaron
El zar dio la orden de disolver la Duma. Sus integrantes no se reunieron, pero formaron un comité para
seguir la marcha de los acontecimientos. Nicolás II insistió en que se aplastase al movimiento revolucionario
y los jefes militares ordenaron a la tropa que disparase contra la multitud. Los soldados celebraron reuniones
en los cuarteles y se negaron a reprimir. Las fuerzas que el zar había ordenado venir desde el frente no
llegaron porque los ferroviarios interrumpieron los transportes. Nicolás II abdicó y los integrantes de la Duma
nombraron un Gobierno Provisional presidido por el príncipe liberal Georgy Lvov. Entre los miembros de
ese gobierno no figuraban los socialistas, solo Aleksandr Kerensky, a título personal, se hizo cargo de la
cartera de Justicia. El Gobierno Provisional duraría hasta que una asamblea elegida por los ciudadanos
aprobase la carta constitucional del nuevo régimen. Sin embargo, la caída del zarismo dio paso a la
existencia de un poder dual: junto al Gobierno Provisional,representante de las clases medias liberales
atemorizadas y desorganizadas, emergieron los soviets, cuyo poder se fundaba en su contacto directo con
la clase obrera armada y radicalizada. El soviet no tenía ningún título legal en el que apoyar su autoridad
sino que representaba a las fuerzas movilizadas que habían hecho triunfar la revolución: los obreros, los
soldados y los intelectuales. Quienes integraban el soviet provenían de las elecciones llevadas a cabo en
las fábricas y los cuerpos militares, no tenían mandato por tiempo fijo y podían ser revocados en cualquier
momento si su gestión era desaprobada por aquellos a quienes representaba. El Gobierno Provisional solo
podía ejercer sus funciones si contaba con la colaboración del soviet de Petrogrado y los de las provincias.
Inicialmente, los partidos que lograron un mayor grado de inserción en estos organismos fueron los
Lenin estaba decidido a impedir la consolidación de un poder burgués y cuando llegó a Rusia propuso
entregar "todo el poder a los soviets". Esta consigna, difundida a través de las Tesis de Abril, desconcertó
a los mencheviques, que se mostraban cada vez más dispuestos a colaborar con el Gobierno Provisional y
deseaban que fuera la asamblea constituyente la que finalmente sentara las bases de un régimen
democrático. Pero también se sorprendieron muchos de los camaradas de Lenin. Los bolcheviques
moderados, coincidiendo con los mencheviques, consideraban un desatinado salto al vacío la arremetida
Sin embargo, la profundidad de la crisis y el rumbo cauto y oscilante del Gobierno Provisional condujeron a
las fuerzas sociales movilizadas a tomar creciente distancia del mismo y a desconfiar de sus propósitos. El
zar había caído, pero la guerra y las privaciones continuaban, los campesinos no recibían las tierras, se
temía que los zaristas diesen un golpe y no había garantías sobre la capacidad de reacción del gobierno
provisional. Los soviets, en cambio, contaban con el decidido reconocimiento de las masas radicalizadas.
Entre febrero y octubre los bolcheviques ganaron posiciones en los soviets, y en julio columnas de obreros
contrarios al gobierno "burgués" pidieron su ayuda para traspasar todo el poder a los soviets. Lenin no los
acompañó en esa iniciativa, pero el gobierno encabezado por Kerensky los reprimió bajo la acusación de
haber pretendido dar un golpe. Los bolcheviques volvieron a ocupar un lugar central en el escenario político
en virtud de su decidida y eficaz intervención en la resistencia al ambiguo intento de golpe del general
Kornilov, en agosto. No obstante, aún estaban lejos de ser la opción política dominante en el campo
socialista, si bien en el seno de la clase obrera más organizada recogían más adhesiones que los
Frente al creciente vacío de poder, en octubre Lenin resolvió terminar con el débil Gobierno Provisional.
Antes de que se reuniera el Segundo Congreso de Soviets, su partido debía tomar el Palacio de Invierno.
El jefe político de los bolcheviques, como en abril, volvió a sorprender a sus camaradas. Dos miembros del
Comité Central bolchevique, Grigori Zinoviev y Lev Kamenev, manifestaron su desacuerdo a través de la
prensa. A pesar del carácter público tomado por la orden de Lenin, el Gobierno Provisional fue incapaz de
organizar su defensa y en el mismo momento en que los delegados de toda Rusia llegaban a la sede del
congreso soviético, los bolcheviques –con el apoyo de los obreros armados– ingresaron en el Palacio de
Invierno y detuvieron a los ministros. Kerensky había partido al frente para buscar refuerzos militares que
Entre el 25 y 26 de octubre no hubo una jornada gloriosa, los bolcheviques tomaron el poder que nadie
detentaba. La mítica acción revolucionaria fue una construcción posterior inducida por los bolcheviques y
El Segundo Congreso de Soviets aprobó la destitución del gobierno después de un tenso debate en el que
que dividía el campo socialista. El poder quedó en manos del Consejo de Comisarios (Sovnarkom) integrado
solo por bolcheviques, a pesar de las resistencias de sectores del movimiento obrero y de miembros del
Comité Central del partido gobernante. Poco después, en virtud de la división de los social- revolucionarios
en un ala de derecha y otra de izquierda, estos últimos ocuparon dos ministerios hasta marzo de 1918.
Octubre dio por cerrado el ciclo iniciado en febrero: en Rusia ya no habría espacio para una revolución
democrática liberal y los socialistas partidarios de esta vía fueron decididamente expulsados del poder,que
quedó en manos del más radical y disciplinado partido de la izquierda, el liderado por Lenin.
La firma del armisticio con Alemania aseguró al nuevo gobierno una gran popularidad entre obreros y
soldados, el reparto de las tierras entre las familias campesinas le permitió contar con la más cauta adhesión
del campesinado. El apoyo de la clase obrera quedó reflejado en los excelentes resultados de los
constituyente. Pero estuvo lejos de obtener la mayoría en el medio rural: aquí el grueso de los votos lo
recogió el partido Social-Revolucionario, que recibió el apoyo masivo del campesinado rural. En enero de
1918, la asamblea solo sesionó unas horas. Lenin había decidido que los soviets eran "una forma de
desaparición del bolchevismo moderado, y el estrépito de los disparos que recibió a las decenas de miles
de personas que demostraron su apoyo a este foro da cuenta del deseo de los bolcheviques de empujar la
revolución no solo contra los propietarios sino también contra los socialistas moderados que aún contaban
de abrazos, de lágrimas de gozo, de efusiones verbales; pero, al mismo tiempo, de golpes decisivos contra
el enemigo. En las calles resonaban todavía los disparos. Se decía que los "faraones" de Protopopov,
ignorantes todavía del triunfo del pueblo, seguían disparando desde lo alto de las casas. Desde abajo
disparaban contra las azoteas y los campanarios, donde se suponía que se guarecían los fantasmas
armados del zarismo. Cerca de las cuatro fue ocupado el Almirantazgo, donde se habían refugiado los
últimos restos del poder zarista. Las organizaciones revolucionarias y grupos improvisados efectuaban
detenciones en la ciudad. La fortaleza de Schluselburg fue tomada sin disparar un solo tiro. Tanto en la
ciudad como en los alrededores iban sumándose constantemente a la revolución nuevos batallones.
El cambio de régimen en Moscú no fue más que un eco de la insurrección de Petrogrado. Entre los soldados
y los obreros reinaba el mismo estado de espíritu, pero expresado de un modo menos vivo. En el seno de
la burguesía, el estado de ánimo imperante era un poco más izquierdista; en las orillas del Neva, los
intelectuales radicales de Moscú organizaron una reunión, que no condujo a nada, para tratar de lo que
había de hacerse. Hasta el día 27 de febrero no empezaron las huelgas en las fábricas de Moscú; luego,
En varias ciudades de provincias el movimiento no empezó hasta el primero de marzo, después que la
revolución había triunfado ya hasta en Moscú. En Tver, los obreros se dirigieron en manifestación desde
las fábricas a los cuarteles, y, mezclados con los soldados, recorrieron las calles de la ciudad cantando,
personas se reunieron en los alrededores del edificio de la Duma municipal, que desempeñó en la mayoría
de las ciudades el papel que representaba en Petrogrado el palacio de Táurida. Después de escuchar un
discurso del alcalde, los obreros se dirigieron con banderas rojas a sacar de la cárcel a los presos políticos.
Al atardecer, dieciocho unidades, de las veintiuna que componían la guarnición, se habían puesto ya del
insurrección, se puso en pie en un coche ante la multitud agitada y, tremolando la gorra, gritó con todas las
fuerzas de sus pulmones: "¡Viva la revolución!". A Yekaterinoslav, la noticia llegó de Charkov. Al frente de
la manifestación iba el ayudante del jefe superior de gendarmería, con un gran sable en la mano, como
durante las paradas de grandes solemnidades. Cuando se vio claramente que la monarquía estaba
definitivamente derrumbada, en las oficinas públicas empezaron aves revolucionarias, la decisión era menor
que en Petrogrado. Cuando empezaban los liberales, que no habían perdido aún la afición a emplear el
tono de chanza para hablar de la revolución, circulaban no pocas anécdotas, verídicas o imaginadas. Los
obreros, lo mismo que los soldados de las guarniciones, vivían los acontecimientos de un modo muy distinto.
(...)
A los pueblos, las noticias relativas a la revolución llegaban de las capitales próximas, unas veces por
conducto de las propias autoridades y otras veces a través de los mercados, de los obreros, de los soldados
licenciados. Los pueblos acogían la revolución más lentamente y con menos entusiasmo que las ciudades,
pero no menos profundamente. Los campesinos relacionaban el cambio con la guerra y con la tierra.
No pecaremos de exageración si decimos que la revolución de febrero la hizo Petrogrado. El resto del país
se adhirió. En ningún sitio, a excepción de la capital, hubo lucha. No hubo en todo el país un solo grupo de
población, un solo partido, una sola institución, un solo regimiento, que se decidiera a defender el viejo
régimen. Esto demuestra cuán fundados son los razonamientos que hacen con la caballería de la Guardia
o que si Ivanov no hubiera llegado del frente con una brigada de confianza, el destino de la monarquía
hubiera sido otro. Ni en el interior ni en el frente hubo una sola brigada ni un solo regimiento dispuesto a
momento oportuno para emprender el ataque contra el enemigo, era necesario que las masas, su sector
dirigente, tuvieran sus postulados ante los acontecimientos históricos y su criterio para la valoración de los
mismos. En otros términos, era necesario contar, no con una masa como otra cualquiera, sino con la masa
de los obreros petersburgueses y de los obreros rusos en general, que habían pasado por la experiencia
de la revolución de 1905, por la insurrección de Moscú del mes de diciembre del mismo año, que se estrelló
contra el regimiento de Semenov, y era necesario que en el seno de esa masa hubiera obreros que hubiesen
reflexionado sobre la experiencia de 1905, que supieran adoptar una actitud crítica ante las ilusiones
los cambios que se efectuaban en el mismo, que fueran capaces de sacar consecuencias revolucionarias
de sus observaciones y de comunicarlas a los demás. Era necesario, en fin, que hubiera en la guarnición
misma soldados avanzados ganados para la causa, o, al menos, interesados por la propaganda
A la pregunta formulada más arriba: ¿Quién dirigió la insurrección de febrero?, podemos, pues, contestar
de un modo harto claro y definido: los obreros conscientes, templados y educados principalmente por el
partido de Lenin. Y dicho esto, no tenemos más remedio que añadir: este caudillaje, que bastó para asegurar
el triunfo de la insurrección, no bastó, en cambio, para poner inmediatamente la dirección del movimiento
León Trotsky, Historia de la revolución rusa, Capítulo VIII ¿Quién dirigió la insurrección de febrero?
Publicada por primera vez, en traducción de Max Eastman, como The History of the Russian Revolution vols
I-III, en Londres 1932-33. Digitalizado por Julagaray en julio de 1997, Recodificado para el MIA por Juan R.
Conocido como León Trotsky, nació en una familia judía de origen burgués. Desde su adolescencia adhirió
al ideario socialista. Detenido en 1898 por sus actividades conspirativas, fue encarcelado y trasladado a
Siberia. En 1902 logró huir con un pasaporte falso en el que figuraba el nombre de Trotsky, uno de sus
carceleros en Odessa. Después de muchas peripecias, llegó a Londres donde conoció a Lenin y compartió
la vivienda con Mártov y la anciana revolucionaria Vera Zasulich. Se incorporó enseguida al equipo de
la Iskra (Chispa).
El grupo reunido en torno a esta publicación se dividió en el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata
Ruso (POSDR), celebrado en los meses de julio y agosto de 1903, primero en Bruselas y después en
Londres. Transitoriamente aliado con los mencheviques, Trotsky fue un agudo adversario de Lenin en
relación con el papel del partido. A comienzos de 1904, el futuro fundador del Ejército Rojo publicó
el Informe de la delegación siberiana, un texto que no menciona en sus memorias y en el que expresa su
"(…) un régimen que para subsistir comienza por expulsar a los mejores militantes en el aspecto teórico y
práctico, promete demasiadas ejecuciones y muy poco pan. Inevitablemente, suscitará una decepción que
puede resultar fatal no solo para los Robespierre y los ilotas del centralismo, sino también para la idea de
una organización de combate única en general. Los amos de la situación serán los “termidorianos” del
oportunismo socialista y las puertas del partido se abrirán efectivamente de par en par. Ojalá esto no
ocurra".
Pocos meses después escribió Nuestras tareas políticas, un texto todavía más ácido: "En las políticas
internas del partido estos métodos llevan a la organización del partido a sustituir al partido, al Comité Central
En el curso de la revolución, como consigna Deutscher, iría mucho más lejos que Lenin en la glorificación
de aquellos métodos, para después retroceder horrorizado frente a su consumación por Stalin.
Al estallar la revolución de 1905, Trotsky volvió a Rusia y en el soviet de San Petersburgo jugó un papel
central. Durante 52 días se desempeñó primero como su vicepresidente, después como presidente, y
escribió los editoriales de su órgano, Izvestia. Detenido después de la represión, elaboró en la cárcel su
famosa y muy polémica concepción de la “revolución permanente”. La burguesía rusa, según Trotsky, no
tenía ni la determinación ni la capacidad de llevar a cabo su propia revolución. La destrucción del antiguo
régimen sería encarada por los trabajadores que no podrían detenerse en la liquidación del absolutismo,
sino que profundizarían la revolución para no quedar desplazados del poder. Ante la chispa rusa, el
socialismo.
Cuando fue juzgado en 1906 por el delito de insurrección armada, aprovechó el proceso para denunciar al
terminarse el juicio, fue desterrado a Siberia por segunda vez, y nuevamente logró evadirse. Se refugió en
Viena, Berlín, París y Estados Unidos, y hasta 1917 actuó como un marxista independiente: "aunque los
aspectos antirrevolucionarios del menchevismo ya son completamente obvios –escribió en 1909–, los del
bolchevismo, probablemente, se volverán una grave amenaza solo en caso de una victoria".
En febrero de 1917, cuando la movilización popular provocó la renuncia del zar, Trotsky, que estaba en
Nueva York, decidió regresar a Rusia, después de doce años de exilio. A finales de julio se incorporó al
comité central del partido bolchevique. A partir de este momento apostó decididamente al protagonismo del
partido. El proletariado ruso se estaba mostrando “inmaduro” y por lo tanto necesitaba de una enérgica
vanguardia que lo guiara. Trotsky organizó el Comité Revolucionario Militar, que preparó la insurrección de
octubre. Después fue Comisario del Pueblo de Asuntos Extranjeros y organizador del Ejército Rojo, entre
los muchos cargos que desempeñó en la cúspide del naciente Estado soviético.
La firma de la paz de Brest-Litovsk con Alemania se demoró en el tiempo, y cuando finalmente los
izquierda, rompieron la alianza y atentaron contra la vida del embajador alemán para impedir que el acuerdo
se concretase. A partir de marzo de 1918, el gobierno soviético quedó bajo el exclusivo control del partido
monolítico.
La producción escrita sobre esta doble revolución es enorme: desde el momento en que el octubre
bolchevique dio un giro drástico al camino que liberales y gran parte de los socialistas emprendieron en
febrero, el debate ha girado a por qué y cómo los bolcheviques pusieron fin al Gobierno Provisional: ¿fue
una revolución o un golpe?, ¿el partido expresaba los intereses de la clase obrera o fue el afán de poder
de su cúpula, especialmente Lenin, la motivación decisiva? Si Rusia, según las ideas de Marx, no contaba
con los requisitos para avanzar hacia el socialismo, ¿en qué contexto y a través de qué argumentos una
La explicación de octubre dividió el campo historiográfico. Para unos fue el golpe de un partido dictatorial
que resultó viable debido a una crisis general de la ley y el orden. Sus dirigentes, desde esta perspectiva,
cargan con la responsabilidad de haber conducido hacia una horrenda experiencia, la del totalitarismo
soviético –similar a la del fascismo– del que fue víctima el pueblo ruso. Los que han rechazado esta idea
sostienen que la toma del Palacio de Invierno contó con el apoyo de los trabajadores y soldados de la
capital, hastiados de la guerra y preocupados por el desempleo masivo y la carestía de los alimentos, y
jubilosos ante la perspectiva de un orden socialista basado en una profunda igualdad entre las clases
sociales. Los primeros afirman la continuidad entre Lenin y Stalin. Los segundos adjudican a los fuertes
desafíos que afrontaron los bolcheviques el fracaso de la revolución en la Europa de posguerra, la guerra
civil a partir de 1918 y a la distancia abismal entre la dureza del revolucionario Lenin y la crueldad del
intrigante dictador Stalin, el hecho de que un partido flexible y revolucionario se convirtiera en una
TESIS DE ABRIL
"La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que
ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario grado de conciencia y de
organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres
del campesinado.
Este tránsito se caracteriza, de una parte, por el máximo de legalidad (Rusia es hoy el más libre de todos
los países beligerantes); de otra parte, por la ausencia de violencia contra las masas y, finalmente, por la
confianza inconsciente de estas en el gobierno de los capitalistas, los peores enemigos de la paz y del
socialismo.
Esta peculiaridad exige de nosotros habilidad para adaptarnos a las condiciones especiales de la labor del
partido entre masas inusitadamente amplias del proletariado que acaban de despertar a la vida política.
Ningún apoyo al Gobierno Provisional; explicar la completa falsedad de todas sus promesas, sobre todo de
la renuncia a las anexiones. Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de
Reconocer que, en la mayor parte de los soviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría y,
por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos pequeñoburgueses y
oportunistas -sometidos a la influencia de la burguesía y que llevan dicha influencia al seno del proletariado–
-, desde los socialistas populares y los socialistas revolucionarios hasta el Comité de Organización
Explicar a las masas que los soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno
revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra
misión sollo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y
Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y de esclarecimiento de los errores,
propugnando, al mismo tiempo, la necesidad de que todo el poder del Estado pase a los soviets de
diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores".
Conocido como Lenin, nació en Simbirsk, una ciudad de provincias pobre y atrasada, a orillas del Volga, en
el seno de una familia típica de la intelectualidad rusa de fines del siglo XIX. Fue el cuarto de los seis hijos
que tuvieron llia Uliánov y María Alexandrovna Blank. Su padre, un inspector de primera enseñanza,
compartía las ideas de los demócratas revolucionarios de 1860 y se había volcado a la educación popular.
Su hermano mayor, Alexander Uliánov, fue uno de los integrantes del grupo de jóvenes que intentó acabar
con la vida del zar Alejandro II en marzo de 1887. El atentado fracasó y sus autores fueron condenados a
muerte. Alexander fue ahorcado al año siguiente de que muriera el padre, y la familia debió trasladarse a la
fuerza a una aldea cerca de Kazán. Aquí inició Lenin sus estudios de derecho que debió abandonar por
participar en una manifestación de protesta contra el zar. En mayo de 1889 la familia se trasladó a la
provincia de Samara, donde, después de muchas peticiones, Lenin obtuvo la autorización para examinarse
en leyes como alumno libre. Tres años después se graduó y se inscribió en las listas de instructores de
En 1895 viajó al extranjero para establecer contactos con los emigrados dirigidos por Grigori Plejánov. Pasó
unas semanas en Suiza, y luego visitó Berlín y París, donde tuvo como interlocutores a Karl Liebknecht y
Paul Lafargue. Al regresar, fue detenido con Julij Martov por la policía secreta del zar (Ochrana). Una vez
en la cárcel, mantuvo contactos con el exterior a través de su hermana Ana y de Nadezda Krupskáia, una
estudiante adherida al círculo marxista, que, para poder visitarlo en la prisión, había declarado ser su novia.
En 1898, un año después de que fuera deportado a la Siberia meridional, cerca de la frontera con China,
En el destierro, redactó El desarrollo del capitalismo en Rusia, una obra en la que descartaba la concepción
populista acerca del pasaje al socialismo desde la aldea campesina en virtud del ya avanzado desarrollo
del capitalismo ruso. Después de casi tres años, marchó al exilio en Suiza donde se reunió con Martov y
puso en marcha la publicación de un periódico socialdemócrata de alcance nacional: Iskra (La Chispa). En
este período publicó el libro ¿Qué hacer?, donde se pronunció a favor de una organización de
revolucionarios profesionales que debía actuar como vanguardia de la clase obrera. Esta posición lo llevó
En octubre de 1905 regresó a Rusia para participar del movimiento revolucionario, pero con la restauración
del poder de la autocracia y ante la posibilidad de ser detenido huyó a Finlandia, desde donde pasó a París.
Este segundo exilio habría de prolongarse hasta 1917. En junio de 1912 abandonó París para instalarse
más cerca de sus partidarios, en Cracovia. En marzo de ese año apareció el primer número de Pravda (La
Verdad), el nuevo periódico obrero que dirigió desde el exterior para que circulara entre los emigrados y en
Rusia.
Cuando los diputados socialistas alemanes y franceses votaron unánimemente a favor de los créditos de
guerra para sus respectivos países, Lenin los acusó de haber traicionado al movimiento obrero. La guerra,
según el dirigente bolchevique, no era más que una contienda burguesa, imperialista, una lucha por los
mercados, y la II Internacional había claudicado frente a las ambiciones de los Estados nacionales. En
respuesta organizó un encuentro de los socialistas que se oponían al conflicto bélico. La conferencia se
celebró en Zimmerwald, en septiembre de 1915, y allí Lenin intentó sin éxito convencer a los asistentes de
que adoptaran la consigna de transformar la guerra imperialista en guerra civil. En este período escribió El
imperialismo, fase superior del capitalismo, con el propósito de ofrecer argumentos sobre las posibilidades
revolucionarias de los países atrasados en el marco de la nueva etapa crítica del capitalismo.
Un mes después de la abdicación del zar, en abril de 1917, Lenin llegó a la estación Finlandia de Petrogrado,
tras atravesar Alemania en un vagón blindado proporcionado por el estado mayor alemán. Muchos de sus
camaradas habían aceptado la autoridad del nuevo Gobierno Provisional, pero Lenin lo descalificó por su
el poder, pero sin que la dirigencia bolchevique se decidiera a tomar la conducción del movimiento, Lenin
huyó a Finlandia para evitar su detención. En esta última etapa de clandestinidad escribió la obra El Estado
y la revolución, en la que vaticinaba que el Estado, aparato de dominación burguesa, estaba destinado a
desaparecer tras la transitoria dictadura del proletariado y con el advenimiento del comunismo. Cuando
regresó impuso al partido su decisión de poner fin al Gobierno Provisional sin acordar la acción con los
soviets. El congreso, reunido el mismo día en que fue tomado el Palacio de Invierno, fue notificado de la
En marzo de 1922 asistió por última vez a un congreso del partido, en el que Stalin fue elegido secretario
general de la organización. El 21 de enero de 1924 una hemorragia cerebral acabó con su vida. Su cuerpo
sus reflexiones sobre este acontecimiento al que aplaudió, pero sin dejar de señalar sus diferencias con
algunas de las decisiones de Lenin y Trotsky, entre ellas la disolución de la Asamblea Constituyente.
"Es un hecho que Lenin y sus camaradas exigían furiosamente el llamado a la Asamblea Constituyente
hasta su triunfo de octubre. La política del gobierno de Kerenski de escabullirle el bulto a la cuestión
constituía uno de los blancos preferidos de crítica de los bolcheviques y la base de algunos de sus más
violentos ataques. Por cierto, Trotsky, en su interesante folleto De Octubre a Brest-Litovsk, dice que 'la
la revolución en conjunto. 'Y cuando dijimos –continúa– que no se podía llegar a la Asamblea Constituyente
a través del Parlamento Preliminar de Tseretelli sino solamente a través de la toma del poder por los soviets,
Y luego, pese a estas declaraciones, el primer paso de Lenin después de la Revolución de Octubre fue... la
disolución de esta misma Asamblea Constituyente a la cual se suponía se le abría el camino. ¿Qué razones
podían determinar un giro tan asombroso? Trotsky discute todo el asunto en el folleto antes mencionado.
'Así como en los meses anteriores a la Revolución de Octubre las masas fueron hacia la izquierda y los
obreros, soldados y campesinos se volcaron espontáneamente hacia los bolcheviques, dentro del Partido
Social Revolucionario este proceso se expresó en el fortalecimiento del ala izquierda a costa de la derecha.
Pero en la lista de candidatos de los social-revolucionarios los viejos nombres del ala derecha todavía
Además se dio la circunstancia de que las elecciones se realizaron en el curso de las primeras semanas
posteriores a la Revolución de Octubre. Las noticias del cambio que había ocurrido se expandían muy
lentamente, en círculos concéntricos que iban desde la capital a las provincias y desde las ciudades a las
aldeas. Las masas campesinas, en muchos lugares, apenas tenían noción de lo que sucedía en Petrogrado
y Moscú. Votaban por ‘Tierra y libertad’ y elegían como representantes a los comités locales a los que
permanecían bajo la bandera de los narodniki. Votaban, en consecuencia, por Kerenski y Avxentiev, que
habían disuelto los comités locales y arrestado a sus miembros [...] Este estado de cosas da una idea clara
de hasta qué punto la Asamblea Constituyente había quedado atrás en el desarrollo de la lucha política y
Todo esto está muy bien y resulta bastante convincente. Pero uno no puede menos que preguntarse cómo
personas tan inteligentes como Lenin y Trotsky no llegaron a la conclusión que surge inmediatamente de
los hechos mencionados. Dado que la Asamblea Constituyente fue elegida mucho antes del cambio
superada y llamado, sin dilación, a elecciones para una nueva Constituyente. No querían confiar, y no
debían hacerlo, el destino de la revolución a una asamblea que reflejaba la Rusia kerenskista de ayer, del
período de las vacilaciones y las alianzas con la burguesía. Por lo tanto, lo único que quedaba por hacer
era convocar una asamblea que surgiera de la Rusia renovada que tanto había avanzado.
En lugar de esto, Trotsky extrae de las características específicas de la Asamblea Constituyente que existía
'Gracias a la lucha abierta y directa por el poder —escribe— las masas trabajadoras acumulan en un tiempo
brevísimo una gran experiencia política, y en su desarrollo político trepan rápidamente un peldaño tras otro.
Cuanto más extenso es el país y más rudimentario su aparato técnico, menores son las posibilidades del
Aquí nos encontramos con un cuestionamiento al 'mecanismo de las instituciones democráticas' como tal.
A esto debemos objetar inmediatamente que en esa estimación de las instituciones representativas subyace
una concepción algo rígida y esquemática a la que la experiencia histórica de toda época revolucionaria
contradice expresamente. Según la teoría de Trotsky, toda asamblea electa refleja de una vez y para
siempre solo la mentalidad, madurez política y ánimo propios del electorado justo en el momento en que
este concurre a las urnas. (...) Se niega aquí toda relación espiritual viva, toda interacción permanente entre
Sin embargo, ¡hasta qué punto lo contradice toda la experiencia histórica! La experiencia demuestra
exactamente lo contrario; es decir, que el fluido vivo del ánimo popular se vuelca continuamente en los
organismos representativos, los penetra, los guía. Si no, ¿cómo sería posible el espectáculo, que a veces
presenciamos en todo parlamento burgués, de las divertidas volteretas de 'los representantes del pueblo',
que se sienten súbitamente inspirados por un nuevo 'espíritu' y pronuncian palabras totalmente
inesperadas; o encontrarse en determinadas oportunidades con que las momias más resecas se comportan
como jovencitos, o con los pequeños Scheidemänchenn más diversos que de golpe empiezan a usar un
tono revolucionario; todo esto siempre que hay alboroto en las fábricas y talleres y en las calles?
¿Y habrá que renunciar, en medio de la revolución, a esta influencia siempre viva del ánimo y nivel de
madurez política de las masas sobre los organismos electos, en favor de un rígido esquema de emblemas
y rótulos partidarios? ¡Todo lo contrario! Es precisamente la revolución la que crea, con su hálito ardiente,
esa atmósfera política delicada, vibrante, sensible, en la que las olas del sentimiento popular, el pulso de la
vida popular, obran en el momento sobre los organismos representativos del modo más maravilloso. De
este hecho dependen, con toda seguridad, los tan conocidos cambios de escena que invariablemente se
presentan en las primeras etapas de toda revolución, cuando los viejos reaccionarios o los extremadamente
moderados, que surgieron de una elección parlamentaria con sufragio limitado realizada bajo el antiguo
régimen, súbitamente se transforman en los heroicos y ardientes voceros del alza. (...)
parlamento sujeto a la censura de Luis Felipe, e incluso (y este último ejemplo, el más impactante, le fue
muy cercano a Trotsky) durante la Cuarta Duma rusa que, electa en el año de gracia de 1909, bajo el más
rígido dominio de la contrarrevolución, sintió súbitamente el aliento ardiente de la revuelta que se preparaba
Todo esto demuestra que “el farragoso mecanismo de las instituciones democráticas” cuenta con un
poderoso correctivo, es decir con el movimiento vivo de las masas, con su inacabable presión. Y cuanto
más democráticas son las instituciones, cuanto más vivo y fuerte es el pulso de la vida política de las masas,
más directa y completa es su influencia, a pesar de los rígidos programas partidarios, de las boletas
superadas (listas electorales), etcétera. Con toda seguridad, toda institución democrática tiene sus límites
e inconvenientes, lo que indudablemente sucede con todas las instituciones humanas. Pero el remedio que
encontraron Lenin y Trotsky, la eliminación de la democracia como tal, es peor que la enfermedad que se
supone va a curar, pues detiene la única fuente viva de la cual puede surgir el correctivo a todos los males
innatos de las instituciones sociales. Esa fuente es la vida política activa, sin trabas, enérgica, de las más
La oleada revolucionaria
Una vez en el poder, los bolcheviques promovieron la unidad de las fuerzas socialistas que reconocían el
de 1919, Lenin inauguró en Moscú el congreso que aprobó la creación de la Tercera Internacional -también
conocida como Comintern–, invocando a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, los líderes del comunismo
alemán asesinados ese año. La Comintern elevó al partido bolchevique a la categoría de modelo a imitar
por todos los partidos comunistas del mundo y reconoció a la dictadura del proletariado como el único
camino hacia el socialismo: las promesas de la democracia eran solo un falso espejismo para preservar la
dominación de la burguesía.
Entre 1920 y 1921 se crearon importantes partidos comunistas en Alemania, Francia e Italia, y también
hubo partidos comunistas de masas en Bulgaria y Checoslovaquia. En el resto de Europa, los partidos
comunistas fueron marginales. La mayor parte de los dirigentes de los partidos socialistas tomaron distancia
de los bolcheviques y permanecieron en las filas de la Segunda Internacional. No obstante, en casi todos
estos partidos, parte de sus militantes, los más jóvenes, los más decididos a entregar su vida a la causa de
la revolución, crearon nuevos partidos comunistas. La división del campo socialista tuvo un profundo
impacto en el rumbo político del período de entreguerras, y efectos permanentes en el siglo XX.
La existencia de la Tercera Internacional se prolongó hasta 1943 cuando fue disuelta por Stalin para afianzar
su alianza con las democracias de Estados Unidos y Gran Bretaña en la guerra contra la Alemania nazi.
Hasta 1921 se alentó la posibilidad de la revolución, aunque ya con fuertes reservas en el tercer cónclave.
En este primer período, la esperanza de que el capitalismo finalmente sucumbiría estuvo alentada por la
ola de huelgas y de insurrecciones que recorrió el continente europeo en los años 1917-1923. Los sacrificios
que impuso la guerra fueron tan intensos y prolongados que antes de que dejaran de tronar los cañones la
resistencia de las bases quebró el consenso patriótico. El principal indicador del descontento obrero fue el
creciente número de huelgas, a pesar de la acción represiva de los gobiernos. Esta vasta movilización (Gran
Bretaña, Francia, Alemania, Austria, Hungría, Italia) se desencadenó antes de que los bolcheviques
tomaran el gobierno.
Después de la Revolución Rusa, en noviembre de 1918, en los imperios del centro europeo la movilización
de las bases derribó a la dinastía de los Hohenzollern en Alemania y a la de los Habsburgo en el Imperio
austrohúngaro. En Italia, entre 1918 y 1920, el movimiento obrero dio muestras de una fuerte combatividad.
En el industrializado Turín, los obreros formaron consejos de fábrica encabezados por comunistas y
ocuparon las empresas para tomar las riendas de la producción. En Hungría, Bela Kun proclamó la
República Soviética a su regreso de Rusia en marzo de 1919. La oleada de protestas llegó a Estados
Básicamente, la atención del mundo, y especialmente de los que anhelaban la revolución, estuvo pendiente
del rumbo de Alemania a partir de la caída del imperio. Como ya había ocurrido en Rusia en 1917, los
motines de soldados y marinos y las movilizaciones de los obreros en las ciudades desembocaron en la
creación de consejos obreros y de soldados. En Munich, la capital del Estado de Baviera, se proclamó la
república antes que en Berlín. Con la caída de Luis III, el primer monarca depuesto por la revolución
alemana, el gobierno quedó en manos del Consejo de Obreros y Soldados y Campesinos bajo la dirección
El 9 de noviembre, la revolución llegó a Berlín. Ante la efervescencia del pueblo en las calles, Guillermo II
renunció para refugiarse en Holanda y el primer ministro dejó su cargo al dirigente socialdemócrata Friedrich
Ebert. Se proclamó la república y el gobierno quedó en manos del Consejo de Comisarios del Pueblo,
integrado por tres representantes del Partido Socialdemócrata y otros tres del Partido Socialdemócrata
Independiente. En pos de la restauración del orden, Ebert pidió ayuda a los ciudadanos: todos debían
colaborar con la reactivación de la producción, la falta de alimentos representaba "la miseria para todos".
El espartaquista Liebknecht, en cambio, llamó a profundizar la revolución: el poder debía pasar a los
consejos de obreros y soldados para que Alemania, aliada con la Rusia bolchevique, llevase el socialismo
al mundo entero. El Primer Congreso de los Consejos de Obreros y Soldados de Alemania, que sesionó
elecciones para formar la Asamblea Constituyente. Después de su fracaso en este ámbito, los
En la primera quincena de enero de 1919, en un intento de capitalizar el descontento social, los comunistas
propiciaron un levantamiento armado en Berlín para tomar el poder. Fueron violentamente reprimidos por
el gobierno socialdemócrata. El ministro de Defensa Gustav Noske aceptó que alguien debía ser el
sanguinario y decidió asumir su responsabilidad. Entre el 5 y el 13 de enero, las calles de Berlín fueron un
campo de batalla. Dos días después, Luxemburgo y Liebknecht fueron detenidos y asesinados por oficiales
del ejército. El cuerpo de Rosa, arrojado a un canal, recién fue hallado el 31 de mayo.
participaron 52 delegados de 30 países: 34 con voz y voto y 18 con voz. El informe de Lenin sobre la
democracia burguesa y la dictadura del proletariado fueron aprobados sin discusiones por unanimidad.
“Los imperialistas de los países de la 'Entente' bloquean a Rusia, tratando de aislar a la República Soviética,
como foco contaminador, del mundo capitalista. Estas gentes, que se jactan del 'democratismo' de sus
instituciones, están tan cegadas por el odio a la República Soviética que no advierten cómo ellos mismos
hacen el ridículo. Figúrense ustedes: los países más adelantados, más civilizados y 'democráticos', armados
hasta los dientes, que tienen bajo dominio militar indiviso a todo el mundo, temen como al fuego el contagio
ideológico procedente de un país arruinado, hambriento, atrasado y que, según ellos, ¡es incluso un país
semisalvaje!
Esta sola contradicción abre ya los ojos a las masas trabajadoras de todos los países y ayuda a
desenmascarar la hipocresía de los imperialistas como Clemenceau, Lloyd George, Wilson y sus gobiernos.
(…)
La III Internacional fue fundada bajo una situación mundial en que ni las prohibiciones ni los pequeños y
mezquinos subterfugios de los imperialistas de la 'Entente' o de los lacayos del capitalismo, como
Scheidemann en Alemania y Renner en Austria, son capaces de impedir que entre la clase obrera del
mundo entero se difundan las noticias acerca de esta Internacional y las simpatías que ella despierta. Esta
situación ha sido creada por la revolución proletaria, que, de un modo evidente, se está incrementando en
todas partes cada día, cada hora. Esta situación ha sido creada por el movimiento soviético entre las masas
movimiento internacional.
La I Internacional (1864-1872) echó los cimientos de la organización internacional de los obreros para la
organización internacional del movimiento proletario, cuyo crecimiento se realizaba en amplitud, a costa de
un descenso temporal del nivel revolucionario, en el fortalecimiento temporal del oportunismo, que, a fin de
De hecho, la III Internacional fue creada en 1918, cuando el largo proceso de la lucha contra el oportunismo
y el socialchovinismo condujo, sobre todo durante la guerra, a la formación de partidos comunistas en una
La III Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida,
proletariado.
La alianza internacional de los partidos que dirigen el movimiento más revolucionario del mundo, el
movimiento del proletariado para el derrocamiento del yugo del capital, cuenta ahora con una base más
sólida que nunca: varias Repúblicas Soviéticas, que convierten en realidad, en escala internacional, la
¿Cómo ha podido suceder que haya sido precisamente uno de los países más atrasados de Europa el
primero en implantar la dictadura del proletariado, en organizar la República Soviética? Quizá no nos
equivoquemos si afirmamos que precisamente esta contradicción entre el atraso de Rusia y su 'salto' a la
forma más elevada de democracia, a la democracia soviética o proletaria, por encima de la democracia
burguesa; que precisamente esta contradicción ha sido una de las causas (además del peso de las
costumbres oportunistas y de los prejuicios filisteos sobre la mayoría de los jefes del socialismo) que hizo
Las masas obreras del mundo entero percibieron instintivamente el significado de los soviets como arma
de lucha del proletariado y como forma del Estado proletario. Pero los 'líderes', corrompidos por el
general.
¿Es acaso sorprendente que la implantación de la dictadura del proletariado haya mostrado, ante todo, la
'contradicción' entre el atraso de Rusia y su 'salto' por encima de la democracia burguesa? Cabría
extrañarse si la historia nos brindara la posibilidad de implantar una nueva forma de democracia sin una
serie de contradicciones.
Cualquier marxista, iucluso todo hombre familiarizado con la ciencia moderna en general, al que
capitalistas a la dictadura del proletariado, nos respondería, sin duda, negativamente. En el mundo del
capitalismo no hubo ni pudo haber jamás nada uniforme, ni armónico, ni proporcional. Cada país ha ido
desarrollando con particular relieve uno u otro aspecto o rasgo, o todo un grupo de rasgos, inherentes al
capitalismo y al movimiento obrero. El proceso de desarrollo ha tenido lugar en forma desigual. (…)
He tenido ocasión de decir reiteradas veces: en comparación con los países adelantados, a los rusos les
ha sido más fácil comenzar la gran revolución proletaria, pero les será más difícil continuarla y llevarla hasta
Nos fue más fácil comenzar, en primer lugar, porque el inusual –para la Europa del siglo XX– atraso político
de la monarquía zarista originaba un empuje revolucionario de las masas de una fuerza excepcional.
Segundo, porque el atraso de Rusia hizo coincidir de un modo peculiar la revolución proletaria contra la
burguesía con la revolución campesina contra los terratenientes. De ahí partimos en octubre de 1917, y no
hubiéramos vencido entonces con tanta facilidad de no haber partido de ahí. Ya en 1856, Marx, al referirse
a Prusia, indicaba la posibilidad de una combinación peculiar de la revolución proletaria con una guerra
campesina. Los bolcheviques, desde el comienzo de 1905, abogaban por la idea de la dictadura
muchísimo a la educación política de las masas obreras y campesinas, tanto en el sentido de familiarizar a
su vanguardia con la 'última palabra' del socialismo en Occidente, como en el sentido de la acción
revolucionaria de las masas. Sin este 'ensayo general' de 1905, las revoluciones de 1917, tanto la burguesa
de febrero como la proletaria de octubre, habrían sido imposibles. Cuarto, las condiciones geográficas de
Rusia le permitieron sostenerse más tiempo que otros países frente a la superioridad militar de los países
capitalistas adelantados. Quinto, la actitud peculiar del proletariado ante los campesinos facilitaba la
ciudad sobre las capas semiproletarias, más pobres, de los trabajadores del campo. Sexto, la larga escuela
de lucha huelguística y la experiencia del movimiento obrero de masas de Europa facilitaron el surgimiento,
en una situación revolucionaria que se exacerbaba profunda y rápidamente, de una forma tan peculiar de
Esta enumeración, claro está, no es completa. Pero, por ahora, podemos limitarnos a ella. (…)
lacayo de la burguesía internacional. Es una verdadera Internacional amarilla. Sus jefes ideológicos más
destacados, como Kautsky, cantan loas a la democracia burguesa, calificándola de 'democracia'' en general
históricamente necesario y útil, cuando estaba planteada al orden del día la obra de preparar a las masas
opresión de los trabajadores por el capital, un instrumento del poder político del capital, la dictadura de la
burguesía. La república democrática burguesa prometía el poder a la mayoría, lo proclamaba, pero jamás
pudo realizarlo, ya que existía la propiedad privada de la tierra y demás medios de producción.
La 'libertad' en la república democrática burguesa era, de hecho, la libertad para los ricos. Los proletarios y
los campesinos trabajadores podían y debían aprovecharla con objeto de preparar sus fuerzas para
derrocar el capital, para vencer a la democracia burguesa; pero, de hecho, las masas trabajadoras, como
Por vez primera en el mundo, la democracia soviética o proletaria ha creado una democracia para las
masas, para los trabajadores, para los obreros y los pequeños campesinos.
Jamás ha existido en el mundo un poder estatal ejercido por la mayoría de la población, un poder
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