Articulos 48, 49 y 50
Articulos 48, 49 y 50
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UNIVERSIDAD NACIONAL DANIEL ALCIDES CARRION
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS
ESCUELA PROFECIONAL DE DERECHO
Comentario de Autores:
1. Enrique Bernales Ballesteros / La Constitución de 1993
El idioma oficial del estado es el castellano. Es formalmente utilizado en todo el territorio de
la República como tal. También son oficiales, pero solo en las zonas donde predominen, el
quechua, el aimara y otras lenguas aborígenes existentes.
Para que haya un idioma oficial tiene que haber una lengua nacional que predomine en
cuanto a su uso sobre otras, aunque estas últimas concurran en determinadas regiones. Por lo
tanto, el idioma oficial será también aquel en el que las personas tienen derecho a expresarse
y a entender. El castellano se utiliza en todo el Perú, pero coexisten con él otros idiomas.
Esto quiere decir, por ejemplo, que en una zona de habla quechua, las personas tienen el
derecho de exigir que las actuaciones oficiales -y aun los escritos- sean hechos en la lengua
aborigen del lugar. Cuando sea el caso, habrá de proveerse de intérprete para reconocer este
derecho.
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2. Domingo García Belaunde
El tema de los idiomas de un país, no es en rigor un tema constitucional. De hecho, las
Constituciones de fines del siglo XVIII y las del XIX, lo ignoran totalmente. Y si hacen
referencia a ello, lo es de manera tangencial, tal como se aprecia en la Constitución federal
suiza de 1878. Y esto por la sencilla razón de que el uso de la lengua es un problema
sociológico e histórico, antes que jurídico. Cuando la lengua alcanza un nivel constitucional,
es porque ha surgido algún problema o se busca resolverlo o existe una identidad en
maduración, o simplemente se quiere dejar constancia de alguna realidad socio-histórica, que
se quiere reivindicar.
Las Constituciones peruanas no trataron, pues, este dato. Es cierto que hubo, por parte del
oficialismo, gestos favorables a las lenguas vernáculas, en especial del quechua, y así consta
en las proclamas de los primeros congresos constituyentes.
Ya avanzada la República, se aceptó, sobre todo en el mundo del proceso judicial, que las
partes pudieran expresarse en su propio idioma, y aun más, que se les proporcionase un
intérprete, si era necesario.
Y algunas medidas más se hicieron en los años siguientes, sobre todo a nivel educativo. Pero
lo que sin lugar a dudas motivó la incorporación de las lenguas
indígenas a nivel constitucional fue la oficialización del quechua en el año 1975, mediante
Decreto Ley N° 21156, promovido por el general Velasco Alvarado, quien declaró al quechua
idioma oficial de la República. Cabe señalar, que a ese momento, no existía una normativa en
el mismo sentido con respecto al castellano. Pero en ese momento; los medios oficiales, tanto
escritos como radiales y televisivos, empezaron a propalar versiones bilingües de las noticias
oficiales, así como de las principales normas. Y esto duró algunos meses.
Todo lo anterior trajo una intensa polémica que duró algunos meses sobre el alcance de la
lengua quechua (y en menor medida del aimara), y sobre todo, de su utilidad y de los medios
geográficos en donde debería utilizarse y promocionarse. Hubo aceptación general en lo
relativo al ámbito judicial, que se practicaba desde antes, y por cierto en el ámbito educativo,
sobre todo en la instrucción primaria y secundaria. No así en el resto de las actividades
públicas.
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Sin embargo, según datos que tienen cierta relevancia, el quechuahablante, si bien es una
importante mayoría en el Perú (se calcula entre 4 y 6 millones las personas que lo hablan), lo
cierto es que el castellano avanza cada día más, y todo quechuáhablante, es cada vez más un
bilingüe con respecto al castellano.
Esto es una realidad viva, culturalmente importante, que no puede ser dejada Ley N° 28106
apunta precisamente al reconocimiento y protección de las lenguas aborígenes).
El Perú, en cierto sentido es parecido a México, que dicho sea de paso, no habla de lengua
oficial en su Constitución. Y totalmente diferente a Paraguay, que es oficialmente bilingüe:
castellano y guarani.
Derecho Comparado
1. Venezuela – Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela
Artículo 9. El idioma oficial es el castellano. Los idiomas indígenas también son de uso
oficial para los pueblos indígenas y deben ser respetados en todo el territorio de la República,
por constituir patrimonio cultural de la Nación y de la humanidad.
Fuentes de Desarrollo
- Pleno. Sentencia 162/2021 - EXP. N.° 03085-2019-PHC/TC
LIMA
CLEMENCIA JARA AQUINO,
REPRESENTADA POR DIANA
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YAIMI ALANIA JARA
RAZÓN DE RELATORÍA
En la sesión del Pleno del Tribunal Constitucional, de fecha 21 de enero de 2021, los
magistrados Ledesma Narváez, Miranda Canales, Blume Fortini (con fundamento de voto)
Ramos Núñez, Sardón de Taboada (con fundamento de voto) y Espinosa-Saldaña Barrera
han emitido la siguiente sentencia que resuelve:
1. Declarar FUNDADA la demanda; en consecuencia, NULA la resolución expedida por el
Juzgado Penal Colegiado de Tumbes, de fecha 15 de agosto de 2012, en el extremo que,
por mayoría, condenó a quince años de pena privativa de la libertad a doña Clemencia Jara
Aquino por el delito contra la salud pública – tráfico ilícito de drogas; así como NULA la
resolución confirmatoria de fecha 6 de diciembre de 2012, expedida por la Sala Penal de
Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Tumbes.
2. ORDENAR el inicio de un nuevo juzgamiento por el delito contra la salud pública –
tráfico ilícito de drogas a la favorecida, que debe estar orientado por las garantías del
debido proceso, preservándose una especial protección a su derecho de defensa de
conformidad con lo expuesto en esta sentencia.
3. PRECISAR que la expedición de la presente sentencia no genera como consecuencia la
puesta en libertad de doña Clemencia Jara Aquino. Asimismo, el magistrado Ferrero Costa,
con voto en fecha posterior, coincidió con el sentido de la sentencia.
FUNDAMENTO DE VOTO DEL MAGISTRADO SARDÓN DE TABOADA
Si bien concuerdo con el sentido resolutivo propuesto en la sentencia, considero que la
demanda debe ser declarada FUNDADA, por los siguientes fundamentos.
En autos se pretende la nulidad de la sentencia de 15 de agosto de 2012 así como la de su
confirmatoria de 6 de diciembre del mismo año, mediante las cuales el Juzgado Penal
Colegiado de Tumbes y la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de
Tumbes condenaron a Clemencia Jara Aquino por la comisión del delito de tráfico ilícito
de drogas. Se alega la vulneración del derecho de defensa, pues la favorecida es
quechuahablante y no fue asistida por un intérprete.
En un proceso penal se afecta el derecho de defensa cuando el procesado resulta impedido,
por actos concretos de los órganos judiciales, de ejercer los medios necesarios, suficientes
y eficaces para la defensa de sus derechos e intereses legítimos. Si los procesados tienen
como idioma materno uno distinto al empleado en los tribunales, se les debe nombrar
un intérprete para que comprendan y ejerzan su defensa en el idioma
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empleado en el tribunal respectivo.
En este caso, la favorecida declaró en el proceso penal que es analfabeta (f. 197);
asimismo, expuso que domina el idioma quechua y entiende “a medias” el español (f. 185).
Sin embargo, las autoridades jurisdiccionales no le asignaron un intérprete para que
pueda ser informada adecuadamente del objeto del proceso, ser oída y para que pueda
defenderse en el mismo.
En consecuencia, se ha vulnerado el derecho de defensa de Clemencia Jara Aquino, por
lo que la demanda debe declararse FUNDADA; y, en consecuencia, NULA, la sentencia
de 15 de agosto de 2012, en el extremo que condenó a la favorecida a quince años de pena
privativa de la libertad; y, NULA su confirmatoria, la resolución de 6 de diciembre de
2012 expedida por la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de
Tumbes, en dicho extremo.
Por ello, corresponde ORDENAR que se realice un nuevo juzgamiento en el que se
preserve su derecho de defensa, proporcionándole un intérprete durante todo el proceso
penal. Además, corresponderá al juez penal competente, determinar la situación jurídica
de la procesada, conforme a la legislación procesal vigente.
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justificaciones vertidas por el imputado de un proceso penal con relación a los hechos
objetivos, configuran o no un delito”. (f.j. 32) .
- Exp. 00889-2017-PA/TC
Se establece el derecho al uso de la lengua originaria en la vida diaria, así como ante
cualquier autoridad, lo que supone que en los procedimientos administrativos se tomen en
consideración tal situación, más aún si la persona es iletrada en el idioma castellano.
Asimismo, se dispuso la elaboración y publicación de un Mapa Etnolingüístico del Perú, tal
como lo exige el artículo 5.1 de la Ley de lenguas. Se exhortó a todas las entidades públicas
y privadas que presten servicios públicos a que realicen sus máximos esfuerzos para
oficializar el uso de la lengua originaria predominante en sus ámbitos de desarrollo.
Como ya hemos visto con los expedientes el tema del idioma de nuestro país es importante, ya
que tenemos leguas como lo son el Quechua y el aimara, que también va a afectar al debido
proceso , ya que estas personas originarias de estas leguas también ser entendidas y entender
lo que están diciendo en un proceso , lo cual hemos visto reflejado en la sentencia que a
dictado el Tribunal Constitucional para que pueda haber un traductor. De esta forma se hace
respetar nuestros idiomas oficiales. A pesar de ello, el reconocimiento constitucional de estos
idiomas como oficiales o cooficiales es limitado. Esto ha generado debates sobre la necesidad
de promover políticas lingüísticas inclusivas que protejan y promuevan la diversidad
lingüística del Perú, así como el acceso a la justicia y los servicios públicos en las lenguas de
las comunidades indígenas.
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Son símbolos de la Patria la bandera de tres franjas verticales con los colores rojo, blanco y
rojo, y el escudo y el himno nacional establecidos por ley.
• Comentario de Autores:
1. Enrique Bernales Ballesteros / La Constitución de 1993
Es una norma que ratifica aspectos formales importantes del Estado y de la patria.
Establece la capital de la República y lo bien eleva el rango de capital histórica a la ciudad
del Cusco, por su valor como una de las culturales y raciales de la peruanidad y también por
su enorme significación a nivel mundial.
Al establecer la Constitución que la capital de la República es la capital de Lima, lo que
queda reconocido es el vínculo jurídico de ella con toda la República. Pese a ello, esta
situación jurídica especial de la ciudad de Lima ha sido muchas veces entendida como
símbolo de concentración y centralización del poder y de las instituciones del Estado,
además de entender que viviendo en Lima «se está más cerca al poder». Lo que creemos es
que ambos fenómenos agobian al Perú y a la misma capital de la República, como
oportunamente lo comentaremos en el capítulo referido a la descentralización y los
gobiernos locales.
La bandera peruana, el escudo y el himno nacional son símbolos tradicionales de la patria.
Están regulados por ley.
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Así, cuando la Constitución señala que la capital del Perú es la ciudad de Lima, no lo hace
con afán centralista. La Constitución, incluyendo la reforma sobre el Capítulo XIV "De la
descentralización", proyecta una clara voluntad de desconcentrar y distribuir el poder y la
administración del Estado. Es más, el estatuto especial que se le atribuye a Lima en el
artículo 198 de la Constitución no se explica como un privilegio; al contrario, se trata de una
previsión necesaria debido a que Lima, a diferencia del resto de ciudades del país, no integra
una región. Objetivamente, nuestra Constitución consagra un tipo de Estado unitario
descentralizado; en tal sentido, existe cierta centralización de las decisiones que corresponde
a la noción de Estado unitario, pero que tiende a la inocuidad gracias a la descentralización,
la desconcentración y la delegación funcional.
La "capitalidad" y el centralismo son fenómenos distintos, pero sin duda tienen puntos de
encuentro. Lima no es atractiva al inmigrante por ser la capital, lo es por concentrar el
aparato estatal y gran parte de la riqueza nacional. Empero, como corolario de dicha
atracción, hoy Lima es la ciudad más representativa del Perú, pues cobija en sus calles a la
mayor cantidad de habitantes, provenientes de distintas partes del país. El fenómeno de la
inmigración y el mestizaje cultural, señalado a inicios de la década de 1980, consolida a
Lima como capital de la República.
Señaló Aramburú Menchaca: "Ya Lima (...) no puede ser considerada como antítesis de una
capital de provincia. Lima es el gran crisol del mestizaje cultural y étnico que es el factor
principal de la integración nacional. Por algo viene siendo capital del Perú desde hace cuatro
siglos y medio"951. A la pregunta ¿es hoy Lima de los limeños?, ya en los 80 se podía
responder: "Evidentemente no. Lima es y siempre fue de todos. Social y topográficamente,
tiene hoy la forma de un atolón. La rodea un cinturón ajeno a ella. Pero ese cinturón no es de
corales, sino de grupos humanos, forasteros y hermanos, que han conquistado las inhóspitas
laderas de los cerros limeños sin quitarle nada a nadie. A lo más algo a la propia Lima. Algo
de su personalidad tradicional. En cambio han adquirido mucho. Lo que han venido a
buscar. Lo que la televisión invita a ver, tener y gozar. Lo inalcanzable en el terruño
abandonado, bello y oloroso pero limitado, que se recuerda con nostalgia con la música
lugareña, generalmente serrana, que se escucha en los mercados y complejos del llamado
'comercio informal', ambulante e independiente". En efecto, hoy Lima es más de los
peruanos que de los limeños.
Cuzco, ciudad imperial, es la capital histórica del Perú. Si bien muchas ciudades de nuestro
país tienen una gran importancia histórica, debemos recordar que Cuzco fue el centro del
imperio americano de mayor extensión, y que aún conserva gran parte de la infraestructura
tanto incaica como colonial.
Cuzco es con justa razón patrimonio histórico y cultural de la humanidad; constituye,
además, el principal atractivo turístico de nuestro país. Atribuirle a nivel constitucional la
condición de capital histórica es un reconocimiento no solo a su riqueza arquitectónica y
cultural, sino también una reivindicación con nuestra propia historia.
A diferencia de la capital de la República, la capital histórica no influye sobre la forma de
Estado; sin embargo, ambas capitales comparten una investidura conferida por el
constituyente debido a sus peculiaridades sociales, culturales e históricas.
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2.2. Los símbolos de la patria
Son representaciones, alegorías sobre la patria. ¿Pero, qué se entiende por patria? La noción
de patria es bastante compleja por inasible; podríamos decir que es la identidad en un
territorio común y el orgullo nacional forjados con el sacrificio de nuestros compatriotas a lo
largo de la historia.
Como se aprecia, la patria tiene una connotación casi combativa; vinculada a la lucha por los
intereses nacionales, la territorialidad, la soberanía. Contiene una fortísima carga emotiva y
manifiesta indeterminación, por ello se hace difícil comprender qué entendemos por sus
símbolos.
En el caso peruano, la noción de patria no puede separarse de la noción de Estado. La patria
a la que la Constitución se refiere equivale al territorio del Estado peruano, acentuado en su
contenido épico. Por tanto, los símbolos patrios parecerían ser "representaciones del
Estado", o "de la heroicidad de los forjadores y defensores del territorio nacional". Rudolf
Smend, autor de la Teoría de la integración, explicaba la función de estos símbolos. Les
atribuía una eficacia integradora, es decir, que permiten la actualización del espíritu
colectivo que forma el Estado. Se trata de una integración de tipo material, a la cual
pertenecen aquellos fenómenos que significan participación de los individuos en un
contenido de valores estatales o encarnados por el Estado. Smend considera que la
intensidad y extensión de estos fenómenos "impide muchas veces al individuo que forma
parte del Estado tener una visión completa de su eficacia integradora y su racionalidad le
resulta a menudo tan extraña, que lo siente como algo ajeno, algo en lo que no participa
vitalmente", y por tanto para "participar vitalmente en ella, para que actúe entregadoramente,
hace falta, por así decir, que quede concentrada en un momento concreto, que sea
representada por este. Ello se produce de modo institucional por medio de la representación
de los valores históricos que tienen vigencia actual en los símbolos políticos tales como las
banderas, los escudos, los jefes de Estado (en especial, los Monarcas) las ceremonias
políticas y las fiestas nacionales"
Los símbolos patrios, en el sentido expuesto, permitirían renovar nuestros vínculos
espirituales con el Estado, ya que representa al propio proceso de integración. Nosotros
somos de otra opinión. Sin descartar que en la realidad existan fenómenos que integren a los
individuos con la colectividad consideramos que los símbolos de la patria tienen la finalidad
de proyectar contenidos de identidad en la población. La Constitución no tiene por finalidad
mediatizar al ser humano para integrado con el Estado; por el contrario, el fin de este y la
sociedad es la persona humana y el respeto de su dignidad.
No puede negarse la carga valorativa y vinculante de la Constitución, y ese es el sentido que
merece la constitucionalización de los símbolos patrios. Visto así, los símbolos harían de
"señas de identidad" hacia el exterior permitiendo la identificación del Estado y, dentro,
coadyuvando a la identificación de la comunidad (que no es lo mismo que integrarse con el
Estado) y admitiendo la apertura hacia nuevos contenidos y valores compartidos. Con
acierto Peter Hiibede apunta que las banderas, los himnos y los escudos no "simbolizan" al
Estado, sino que apuntan a las dimensiones culturales de la comunidad política y deben ser
entendidos como elementos sustantivos del espacio público.
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Dicho esto, parecen irrazonables las medidas represivas ante "delitos contra los símbolos y
valores de la patria" previstos en los artículos 344 y 345 del Código Penal. Los símbolos
patrios, reiteramos, no pueden interpretarse como que "encarnan" al Estado, ni colocarse por
sobre la dignidad de las personas. Al contrario, los derechos fundamentales tienen una
eficacia superior, desde la cual debe interpretarse las "señas de identidad" del Estado.
Los mencionados delitos colisionan con diversos derechos fundamentales como las
libertades de expresión, opinión, conciencia; en tal sentido, quemar una bandera debe ser
entendida como una expresión simbólica protegida constitucionalmente, al igual que el uso
de estos símbolos en vestimentas, iconografías comerciales, pintas, obras de arte, etc.
• Derecho Comparado
1. Chile
“Artículo 3°. — Los Emblemas Nacionales son el Escudo de Armas de la República, la
Bandera Nacional y la Canción Nacional.
2. Bolivia
Artículo 6.
I. Sucre es la Capital de Bolivia.
Parágrafo II del artículo 6 de la Constitución Política del Estado establece que los
símbolos del Estado son la bandera tricolor rojo amarillo y verde; el himno boliviano; el
escudo de armas; la whipala; la escarapela; la flor de la kantuta y la flor de patujú.
3. Cuba
Artículo 2. - El nombre del Estado cuba- no es República de Cuba, el idioma oficial es el
español y su capital es La Habana. Los símbolos nacionales son la bandera de la estrella
solitaria, el Himno de Bayamo y el escudo de la palma real.
Artículo 4. - Los símbolos nacionales son los que han presidido por mas de cien años las
luchas cubanas por la independencia, por los derechos del pueblo y por el progreso
social: la bandera de la estrella solitaria; • el himno de Bayamo; • el escudo de la palma
real.
• Fuentes de Desarrollo:
- Recurso de Nulidad 000243-2018
Formas Agravadas del Delito de Violencia y Resistencia a la Autoridad Art. 367 Segundo
Párrafo Inc. 3,Disturbios Art. 315,Homicidio Calificado - Asesinato Art. 108,Violencia
Contra la Autoridad para Impedir el Ejercicio de sus Funciones. Art. 366,Ultraje a los
Símbolos, Próceres o Héroes de la Patria Art. 344
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- Expediente: 02458-2016-41-2601-JR-PE-01
DELITO DE ULTRAJE U OFENSA A LOS SÍMBOLOS PATRIOS.
BIEN JURÍDICO AFECTADO: "IDENTIDAD NACIONAL"
Sumilla: El delito de ultraje u ofensa a los Símbolos patrios es un tipo penal cuyo bien
jurídico específico directamente afectado, es la identidad nacional. Para configurar el delito
no basta la simple falta de respeto sino la ofensa grave a los símbolos patrios, la memoria de
los próceres o héroes nacionales. En cuanto a la tipicidad subjetiva se trata del doloso, la
conciencia y voluntad de realización del tipo objetivo. Además, debe estar acompañado de
un elemento subjetivo del tipo concretado del ánimo específico de injuriar.
El utilizar una bandera previamente desechada que se encontraba junto con otros residuos
materiales para trasladar los desperdicios desde la vereda al camión recolector no configura
el delito de Ultraje u ofensa a los Símbolos patrios por ausencia de dolo.
• REFORMA:
La Constitución de 1933, en su artículo 232, estableció una estrecha vinculación entre
Iglesia Católica y Estado de la siguiente forma:
«Respetando los sentimientos de la mayoría nacional, el Estado protege la Religión Católica,
Apostólica y Romana, las demás religiones gozan de libertad para el ejercicio de sus
respectivos cultos».
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• Comentario de Autores:
1. Enrique Bernales Ballesteros / La Constitución de 1993
La Constitución de 1933, en su artículo 232, estableció una estrecha vinculación entre
Iglesia Católica y Estado de la siguiente forma:
«Respetando los sentimientos de la mayoría nacional, el Estado protege la Religión Católica,
Apostólica y Romana, las demás religiones gozan de libertad para el ejercicio de sus
respectivos cultos».
Añadía el artículo 23: que «El Estado ejerce el Patronato Nacional conforme a las leyes ya
las prácticas vigentes».
El tratamiento constitucional del tema era muy tradicional y, en cierta medida, discriminador
con las demás confesiones, lo que no condecía exactamente con el principio de libertad
religiosa.
Al discutirse el tema en la Asamblea Constituyente de 1979, la jerarquía de la Iglesia
Católica presentó un documento en el que se dijo y propuso lo siguiente:
«La ayuda que la Iglesia presta con la colaboración económica del Estado, es debidamente
comprendida y apreciada por la comunidad nacional. Las autoridades y los políticos conocen
la insistencia con la cual los pueblos más abandonados reclaman esta acción coordinada.
Tal cooperación, sin embargo, debe establecerse ahora con formas modernas.
Así, la vieja institución colonial del Patronato, hoy convertido en mera fórmula, debe dar
paso al reconocimiento de la independencia de la Iglesia, contraparte del respeto de ésta por
la autonomía de lo temporal y de los Estados. La idea de «protección» típica de una
concepción paternalista superada, debe ceder a una interrelación, sin otro fin que el mejor
servicio a la comunidad nacional, tarea diferente pero coincidente del Estado y de la Iglesia
en beneficio de un mismo pueblo. El regalismo que impregna artículos de la Constitución
que ahora se reemplaza, debe dejar paso a un Estado que, celoso de su autonomía, respeta la
de las instituciones y las personas, libre de privilegios, hoy totalmente desaparecidos de las
Cartas fundamentales del mundo. La idea de «separación» que algunos creen un progreso,
significa una realidad individualista del siglo pasado, cuando hoy, comunitariamente, todas
las instituciones deben coordinar su acción social propia.
Concretamente es de desear no sólo un reconocimiento general de la libertad religiosa, sino
también la garantía de los derechos individuales y sociales que se derivan de aquélla.
Es igualmente fundado que, teniendo en cuenta las creencias de la mayoría nacional, así
como tomando en consideración el aporte que la Iglesia Católica ha dado históricamente a la
Patria y la significación del mismo en la formación de la realidad nacional, el Estado preste
a la Iglesia Católica la cooperación conveniente para un mejor servicio de la comunidad,
servicio éste que, como el bien común, es la razón de ser y de actuar del Estado.
Tales principios se podrían concretar en el siguiente enunciado:
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El Estado reconoce la libertad religiosa y garantiza los derechos individuales y sociales que
de ella se derivan, pudiendo establecer formas de colaboración con las confesiones
religiosas.
Teniendo en cuenta las creencias de la mayoría nacional, el Estado presta a la Iglesia católica
la cooperación que corresponde a esa situación para el mejor servicio a la comunidad.
Como puede apreciarse del texto que hemos transcrito, el fundamento de lo que contiene
este artículo fue presentado por la iglesia católica a la Asamblea Constituyente de 1979.
Todo lo propuesto por ella fue recogido, tanto en la anterior Constitución como en la actual
y idéntica forma, pues el artículo 50 de la Constitución es copia textual del artículo 86 o de
la Carta de 1979.
Los aspectos jurídicos esenciales contenidos en estas disposiciones son:
-La mutua independencia y autonomía de la Iglesia Católica y el Estado peruano. Ambos
colaboran en lo que les es común, pero se diferencian y son independientes en sus
decisiones.
-El Estado reconoce la trascendencia de la Iglesia Católica en la formación histórica, cultural
y moral del Perú. Es un reconocimiento a la inserción de la Iglesia en la población y en sus
convicciones, puesto que la mayoría absoluta del pueblo peruano se declara católico.
-El Estado presta colaboración a la Iglesia Católica, como consecuencia del dato anterior.
- El Estado respeta a las otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con
ellas. No es sencillo determinar qué es una confesión. El Diccionario de la Lengua Española
dice que significa para estos efectos: «Credo religioso y conjunto de personas que lo
profesan». Esto significa que debe ser un grupo humano que profesa un conjunto de ideas
como verdades de fe. Se supone, así, que tiene una cierta estructura y un fundamento
espiritual de trascendencia.
-Como marco general de todas estas relaciones entre Iglesia Católica y Estado, y entre éste y
otras confesiones, está el derecho humano de libertad de conciencia y de religión, en forma
individual o asociada, reconocido en el inc. 3 del artículo 2 de la Constitución.
Actualmente, las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado peruano se rigen por un
acuerdo suscrito en 1980 que ha sido incorporado a la legislación peruana mediante decreto
supremo.
El Tribunal Constitucional considera al Estado peruano como un Estado laico: En el
Expediente N° 3283-2003-AA, fundamento jurídico 22 señala:
«En dicha modalidad estadual queda asignada la atribución personal de alcanzar como
finalidad sustancial, según sus propias convicciones de conciencia -aceptando o negando la
existencia de un Dios- la plenitud espiritual incondicionada. Por ende, se niega al poder
político la facultad de afirmar una verdad teológica, aunque este puede reconocer el papel
histórico, social o cultural desempeñado por una Iglesia, Confesión o Comunidad religiosa
en favor de la institucionalización y desarrollo de dicha sociedad política».
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Desde una perspectiva cultural, el protagonismo histórico del catolicismo, de otro lado, nos
permite comprender la existencia de un artículo consagrado a la religión.
El Tribunal ha señalado en otra sentencia, en el expediente N° 3283-2003-AA, en su
fundamento jurídico 23: «La lectura sistémica de la Constitución no deja duda alguna de que
el Estado disocia los asuntos temporales de los asuntos espirituales; es decir, que los
aspectos vinculados con la fe trascendente y la moral están librados única y exclusivamente
a la conciencia de cada persona. Empero no puede soslayarse que la religión católica ha sido
y es la fe tradicional del pueblo peruano -la cual por varias razones se articula a nuestro
concepto mismo de nación- y ha determinado que el artículo 50 de la Constitución
establezca [...] un reconocimiento a su raigambre institucional».
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Sería mezquino negar la importancia del cristianismo y de la Iglesia Católica para el
constitucionalismo contemporáneo. Así, se sabe que el pensamiento cristiano ha
influenciado decisivamente en la construcción de la actual concepción de los derechos
humanos a través de la noción de igual dignidad humana, basada en la creación divina del
hombre a imagen y semejanza de Yahvé, Dios cristiano, del cual todos sin distinción
seríamos hijos. Además, la Iglesia Católica también ha tenido importante participación con
los postulados del cristianismo social señalados en diversas encíclicas, que han servido a la
consolidación del carácter social del Estado Constitucional modelo Sin embargo, tales
aportes no parecen ser los valorados por el constituyente, sino únicamente los que
pertenecen a la construcción histórica del Estado peruano. Podría cuestionarse que el
reconocimiento hecho a favor de la Iglesia Católica merma la condición secular del Estado.
Por nuestra parte consideramos que no, pues dicho 'reconocimiento debe leerse desde un
enfoque culturalista, como explicamos luego.
El artículo 50 reconoce elementos y valores del catolicismo, sin hacer de esta una religión
oficial. Reiteramos: la aparente preponderancia de una religión es solo un rescoldo formal de
nuestro constitucionalismo histórico; la interpretación real del contenido de este dispositivo
a la luz del principio de unidad de la Constitución muestra al Estado peruano como un
Estado laico.
El enfoque culturalista nos permite entender la presencia de una cláusula constitucional
dedicada a la religión desde nuestras peculiaridades culturales sin duda la Iglesia Católica
ocupa un lugar relevante en la vida nacional, así mismo se recogen para nuestra constitución
cultural elementos que la informan y dan contenido desde postulados católicos y de
religiones diversas.
También desde este enfoque debe observarse la invocación que se hace en el preámbulo
constitucional a "Dios Todopoderoso". Sobre estas cláusulas que hacen referencia a Dios
(Goftesklausen) Peter Hiiberle afirma que se tratan, al igual que los dispositivos sobre los
cultos e iglesias, de expresiones del "derecho constitucional de la religión".
El derecho constitucional de la religión implicaría, a decir del profesor alemán, "una imagen
de ser humano que concibe a este -y al pueblo- tanto en lo histórico como en la actualidad,
como insertado en contextos de responsabilidad más altos: Estado y derecho son
confirmados como ordenamiento s limitados, fundados en la ética, lo que de por sí resulta
característico en el Estado constitucional. Así visto, existe una conexión interna entre las
cláusulas de responsabilidad con referencias a Dios (o a la creación) y la dignidad humana,
pero también con el principio constitucional de la tolerancia". Como se ve, esta
interpretación no desdice la neutralidad del Estado en materia religiosa. "Con ello no se
revierte la evolución histórica hacia el Estado constitucional secularizado, ya que el derecho
constitucional no obliga a nadie al "culto religioso" a través de estos textos. Sin embargo se
toma culturalmente en serio al ser humano como homo religiosus, llegando hasta la garantía
de comportarse de manera indiferente o contraria a la religión".
2.3. La libertad religiosa en el Estado constitucional
La laicidad del Estado no significa que este se mantenga completamente al margen de los
cultos. Si bien la libertad de religión, como libertad que es, demanda que el Estado no
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interfiera en la autonomía de los individuos para creer o no en divinidades y para practicar
las reverencias y cultos acordes con sus credos, no es menos cierto que además de estas
abstenciones el ejercicio de las confesiones requiere acciones afirmativas estatales, tales
como el deber estatal de protección de los derechos fundamentales frente a agresiones de
terceros particulares, así también el deber de optimización de los derechos como corolario
del carácter objetivo o de principio que detentan. Estas acciones positivas del Estado son
especialmente importantes para el ejercicio colectivo de las libertades religiosas a través de
los actos de culto.
No es momento de analizar en detalle el contenido de la libertad religiosa, pues ello
corresponde a otro artículo constitucional. En todo caso, sin entrar a discutir las similitudes y
diferencias planteadas por algunos autores entre la libertad de conciencia, la libertad
ideológica y la libertad religiosa, cabe anotar que la singularidad de la libertad de religión se
encuentra en el credo y los actos de culto, es decir a la pertenencia, no pertenencia o libertad
de cambiar de religión. Así, las libertades de conciencia y de ideas tienen una naturaleza en
primer orden individual e interna, mas la libertad religiosa, por su parte, cuenta también con
un relevante componente colectivo y conlleva a la práctica pública del culto.
En tal sentido, en un Estado aconfesional el derecho a la libertad religiosa ha de comprender
también la colaboración igual del Estado y la no discriminación en el trato con las diversas
confesiones. Esto implica que el Estado peruano puede acordar formas de cooperación con
distintas religiones, que sin duda serán más complejas y relevantes en la medida que se
traten de confesiones con mayor cantidad de creyentes, pero ello no obsta que: (a) en la
medida de lo posible se otorguen las mismas ayudas a las demás religiones, (b) que con la
colaboración estatal no se atente contra las creencias de otras personas o a quienes no tienen
creencias religiosas, y (c) que los beneficios concedidos no se refieran a actividades
meramente oficiales o sin relevancia religiosa.
Ello empero, no queda claro en el Perú. Desde cuestiones formales como el cuadro de
precedencia para los actos que conciernen a la ceremonial del Estado (es decir, el orden en
que son mencionadas las autoridades en las ceremonias oficiales del Estado) pasando por
asuntos más sustantivos como el dictado del curso de religión en las escuelas públicas, hasta
temas urgentes en el caso de la adopción de una política nacional de control de embarazos y
enfermedades de transmisión sexual, se evidencia algún tipo de intervención directa o
indirecta de la Iglesia Católica.
El propio Tribunal Constitucional, en el caso ''Taj Mahal Discoteque y otra" (STC Exp. N°
3283-2003-AA, antes citada) parece privilegiar las convicciones católicas frente a lo que
alegaron los demandantes, esto es, que la prohibición de venta de licor dispuesta por la
Municipalidad Provincial de Huancayo durante la duración de la Semana Santa atentaba
contra sus derechos fundamentales de libertad de conciencia y religión -en la medida que se
pretendía "anteponer los dogmas y costumbres de la Iglesia Católica sobre todas las
personas, creyentes, o no"- así como contra las libertades de trabajo y empresa.
Si bien el Tribunal alude al orden público para justificar la limitación de los derechos
mediante la ordenanza municipal (aunque con una motivación poco convincente y sin
realizar los necesarios exámenes de razonabilidad y proporcionalidad), también se refiere al
interés público "emanado del sentimiento y convicción ciudadana", el mismo que coincide
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con los preceptos de la Iglesia Católica (cuya presencia en la vida nacional es bien
reconocida en la sentencia) acerca de las llamadas fiestas de guardar. Con esto, se hace
necesaria una revisión de los alcances de la libertad religiosa y la aconfesionalidad del
Estado, a la luz de las prerrogativas dadas a la religión e Iglesia Católica para confrontarlos
con los perjuicios mediatos, inmediatos, leves o insoportables para quienes profesan otras
confesiones, e incluso para quienes no profesan ninguna.
• Derecho Comparado:
1. Bolivia
Artículo 3°. - El Estado reconoce y sostiene la religión católica, apostólica y romana,
garantizando el ejercicio público de todo otro culto.
2. Chile
Artículo 19, Nº 6, inciso primero, asegura la libertad de conciencia, la manifestación de
todas las creencias y el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a
las buenas costumbres o al orden público.
3. Ecuador
Artículo 9. - La Religión de la República, es la Católica, Apostólica, Romana con
exclusión de cualquiera otra, y, se conservará siempre con los derechos y prerrogativas
de que debe gozar según la ley de Dios y las disposiciones canónicas.
• Fuentes de Desarrollo:
- EXP. N.° 06111-2009-PA/TC
LIMA NORTE
JORGE MANUEL
LINARES BUSTAMANTE
HA RESUELTO
1. Declarar INFUNDADA la demanda en el extremo en que se solicita el retiro,
en todas las salas judiciales y despachos de magistrados a nivel nacional, de los
símbolos de la religión católica como el crucifijo o la Biblia.
2. Declarar FUNDADA la demanda en el extremo en que se solicita la exclusión en
toda diligencia o declaración ante el Poder Judicial, de cualquier pregunta sobre
la religión que profesa el declarante en general, aplicando la misma exclusión a la
declaración ante toda autoridad o funcionario públicos, sin perjuicio de lo indicado
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en el fundamento 66, supra.
- Casación 002079-2017
SUMILLA: Teniendo en cuenta que los menores de edad se encuentran en pleno desarrollo y
que sus capacidades evolucionan progresivamente, pueden participar en las decisiones, sobre
su libertad religiosa, dicha facultad se incrementa proporcionalmente conforme a su
evolución, por lo que correlativamente a dicho crecimiento, disminuye el ámbito de
actuación de los derechos de los padres a guiarlos en el ejercicio del derecho a la religión.
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Bibliografía
Rioja Bermúdez
Jurista Editores
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