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Ulrico Zuinglio

Este documento presenta un sermón de Ulrich Zwingli de 1522 sobre la claridad y verdad de la palabra de Dios. El sermón fue predicado a monjas dominicas y explica que la palabra de Dios es firme, segura y poderosa, e ilumina el alma con salvación y gracia. El resumen del sermón enumera 12 puntos sobre cómo la palabra de Dios renueva el alma y engrandece a Dios.

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Ulrico Zuinglio

Este documento presenta un sermón de Ulrich Zwingli de 1522 sobre la claridad y verdad de la palabra de Dios. El sermón fue predicado a monjas dominicas y explica que la palabra de Dios es firme, segura y poderosa, e ilumina el alma con salvación y gracia. El resumen del sermón enumera 12 puntos sobre cómo la palabra de Dios renueva el alma y engrandece a Dios.

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ULRICO ZUINGLIO / ZWINGLIO

ZUINGLIO, Antología. Barcelona, Producciones Editoriales del Nordeste, 1973,


254 pp.

Sermón sobre la claridad y verdad de la palabra de Dios. [pp. 79-82]

Sermón predicado en el convento de monjas dominicas de Oetenbach, en Zürich,


en 1522, a petición del Consejo de la ciudad para que las monjas conociesen el
evangelio; publicado en septiembre de ese mismo año, en tres partes: 1) “Sobre la
firmeza, la seguridad y el poder de la Palabra de Dios”; 2) “Sobre la claridad de la
Palabra de Dios”; 3) “Resumen”. Ofrecemos el principio de la primera parte, el final
de la segunda, y el resumen completo en 12 puntos.

“Tan firme, segura y fuerte es la palabra de Dios que, si El así lo quiere, todas las
cosas acontecen tan pronto como El habla. Y es su palabra tan viviente, tan
poderosa, que todas las cosas, incluso las irracionales, han de acomodarse a El o,
mejor dicho, todas las cosas racionales e irracionales que El ha creado nos son
enviadas y hemos de aceptarlas tal y como El se lo ha propuesto. Así lo demuestra
el Génesis 1:3: “Y habló Dios, diciendo: ¡Hágase la luz! Y la luz fue hecha.” Mira
qué viviente y poderosa es la palabra de Dios que no solamente domina todas las
cosas, sino que hace surgir de la nada todo cuanto ella quiere…

He aquí nuestra opinión: La palabra de Dios hemos de honrarla lo más altamente


posible (entiéndase por palabra de Dios solamente lo que proviene del espíritu de
Dios) y a ninguna otra “palabra” hemos de creer como a la divina.

Porque, ciertamente, es infalible, es clara, no nos deja vagar entre tinieblas; se


interpreta ella misma por sí misma e ilumina el alma humana con toda salvación y
gracia; infunde al alma confianza en Dios y la humilla para que no se pierda e
incluso para que renuncie a sí misma con el fin de, en cambio, llenarse de Dios. En
El vive, hacia El aspira; desespera de todas las criaturas y únicamente Dios es su
consuelo y confianza. Sin El está intranquila y sólo en El descansa (Salmo 77:3).

Y es que ahora ya, aquí en la tierra, empieza a bienaventuranza, aunque no en


plenitud, pero sí en la seguridad de la esperanza consoladora, que Dios quiera
aumentar en nosotros y quiera también que no la abandonemos jamás. Amén.

1. Cada cual debe invocar a Dios de todo corazón, rogándole haga perecer al viejo
hombre, que tanto confía en su sabiduría y capacidad.
2. Y una vez fenecido y vaciado el viejo hombre, quiera Dios derramarse en él
misericordiosamente y tan abundantemente que el hombre sólo crea y confíe en
El.
3. Si así acontece, es indudable que el hombre se gozará y se verá consolado en
sumo grado; pero entonces no deje de repetir la palabra del profeta: “Señor,
nuestro Dios, reafirma lo que has levantado; porque el que esté en pie, mire de
no caer.” [1 Cor 10,12]
4. La palabra de Dios tiene en cuenta a todos y en especial a los que descuellan
entre todos. Cuando Dios llamó a Pablo, dijo a Ananías: “Este es el instrumento
por mí elegido para que lleve mi nombre ante los príncipes y reyes de la tierra”
[Hch 9,15]. Y a los discípulos les dice: “Os llevarán ante reyes y príncipes para
que en su presencia deis testimonio de mí”. (Mt 10:18).
5. Corresponde a la palabra de Dios el humillar a los orgullosos y poderosos y
levantar a los humildes…
6. No hay duda de que la palabra de Dios prefiere a los pobres de espíritu y les
ayuda. No hay tampoco duda de que consuela a los tristes y desesperados, pero
se opone a quienes confían en sí mismos. Y testigo de esto es Cristo.
7. La palabra de Dios no busca su propio provecho. Por eso ordenó Cristo a sus
discípulos que no llevasen consigo bolsa para el dinero ni zurrón para los
víveres.
8. Lo único que pretende la Palabra es que Dios sea manifestado a los hombres,
con objeto de que los duros de cerviz teman a Dios y los humildes hallen
consolación en El.

Quienes esto predican tienen, sin duda, razón. Pero aquellos que cautelosamente
van en busca de su propio provecho, como el gato alrededor de la sopa caliente;
aquellos que amparan doctrinas humanas antes que atenerse a lo que Dios enseña
y esforzarse en darlo a conocer son falsos profetas. Por lo que dicen los conocerás.
No en vano proclaman: -¡Los antiguos y piadosos “padres”! [n. Se refiere a los
llamados Padres de la Iglesia]. ¿Es que no vale nada lo que los hombres hacen?
Proclaman esto y cosas semejantes. Pero no se lamentan de que el evangelio de
Cristo sea predicado con tanta tibieza. No; de esto no se quejan.

9. Si sientes que la palabra de Dios te renueva y que Dios te va siendo más amado
que antes, cuando seguías doctrinas humanas, entonces puedes estar
persuadido de que lo que sientes ha sido obra de Dios.
10. Si sientes que la palabra de Dios te da la seguridad en la gracia divina y
también la seguridad de la salvación eterna, esto es obra de Dios.
11. Si sientes que la palabra de Dios te empequeñece, pero en cambio engrandece
a Dios dentro de ti, esto es consecuencia de la obra de Dios.
12. Si sientes que el temor de Dios empieza a darte más alegría que tristeza, eso
es, indudablemente, obra de la palabra y del espíritu de Dios. ¡Que Dios nos
conceda ese espíritu! Amén.”

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