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La Distribución Del Tiempo Una Dimensión Clave en El Análisis de La Desigualdad

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2016
Panorama Social de América Latina
Social Panorama of Latin America

Este documento es un resumen del capítulo IV del Panorama Social de América Latina, 2016
extraído del documento informativo que puede consultarse en línea en http://www.cepal.org/es/
publicaciones/41598-panorama-social-america-latina-2016-documento-informativo.
This document is a summary of chapter IV of Panorama Social of Latin America, 2016, extracted
from the briefing paper available for consultation online at http://www.cepal.org/en/publications/
41599-social-panorama-latin-america-2016-briefing-paper.
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Panorama Social de América Latina
Social Panorama of Latin America

Este documento es un resumen del capítulo IV del Panorama Social de América Latina, 2016
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Panorama Social de América Latina • 2016 3

Capítulo IV
La distribución del tiempo: dimensión clave
en el análisis de la desigualdad

El tiempo es un recurso limitado, y las personas lo emplean de modo distinto


dependiendo de una serie de factores socioculturales que obedecen a la estructura
social, las relaciones de poder y el orden de género imperante, entre otras cosas. La
división sexual del trabajo vigente en la región opera como una restricción para utilizar
el tiempo de forma libre y autónoma, lo que ha llevado a diagnosticar carencias de
tiempo propio. Al igual que sucede con los ingresos, la carencia de tiempo propio y la
falta de libertad para su disposición es un factor importante en la configuración de las
desigualdades de género.
En América Latina y el Caribe, la estructura productiva, los roles de género y la
configuración de las familias han arraigado profundas diferencias en la distribución
del tiempo entre hombres y mujeres. De ello se derivan desigualdades en términos
de oportunidades y resultados para el desarrollo personal y profesional de hombres y
mujeres. A fin de lograr un mayor bienestar para las personas y el desarrollo sostenible
de los países se requiere un modelo de políticas públicas que sitúe el tiempo como un
elemento central para garantizar una mejor armonización y equilibrio entre el tiempo que
se dedica a las actividades familiares, las laborales y las personales. Así como el lema
del movimiento feminista, “lo personal es político”, llamó la atención en el pasado sobre
la necesidad de formular políticas públicas en torno a ciertos fenómenos domésticos,
hoy los avances en la región muestran que también el tiempo es político: la formulación
e implementación de políticas públicas de redistribución del tiempo y el trabajo es
imprescindible para la igualdad de género y el desarrollo sostenible (CEPAL, 2016b).

A. Distribución del tiempo y desigualdad


A partir de los debates actuales sobre la economía del cuidado y la sostenibilidad de
la vida humana desde la economía feminista, queda patente que gran parte de lo que
se produce y lo que sostiene la vida de las personas no se considera ni contabiliza en
la economía tradicional (Carrasco y Tello, 2013). La desigualdad social de la región está
fuertemente condicionada por su matriz productiva y la estructura de la propiedad,
pero también por otros determinantes estructurales —como el sistema de género
dominante—, que a su vez se entrecruzan con factores como las etapas del ciclo de
vida, el lugar de residencia y la condición étnico-racial (CEPAL, 2016c).
Como ha planteado la CEPAL (2016b, 2016d), el uso del tiempo y la distribución del
trabajo no remunerado en los hogares es un elemento esencial para analizar la desigualdad
de género. Lograr la autonomía económica de las mujeres depende en gran medida de
la distribución equilibrada del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado entre
las mujeres y los hombres y entre las familias, el mercado, la comunidad y el Estado.
Para un análisis completo y profundo de las desigualdades que enfrenta América Latina
y el Caribe es fundamental ampliar la comprensión de la distribución y asignación del
tiempo entre hombres y mujeres.
En la Estrategia de Montevideo, aprobada por los Gobiernos de la región en la
XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe (2016), se
4 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

destacan las encuestas sobre el uso del tiempo como un instrumento fundamental para
la generación de datos que sirvan de insumo para el diseño de políticas orientadas a
alcanzar la igualdad. Estas encuestas son una fuente de información privilegiada para
el análisis de la desigualdad de género; los estudios sobre el vínculo entre la pobreza
monetaria, los ingresos y la distribución y asignación del tiempo; los requerimientos
nacionales, regionales e internacionales de datos sobre el trabajo no remunerado, y
los nuevos requerimientos de estadísticas laborales. Principalmente en los últimos
diez años, 19 países de la región han hecho algún intento de medir el uso del tiempo.
Sin embargo, las encuestas sobre el uso del tiempo disponibles no son comparables,
dado que las metodologías utilizadas son heterogéneas en cuanto a los propósitos
que se persiguen, los procedimientos de recolección, las clasificaciones, la cobertura
geográfica y la posibilidad de realizar desagregaciones. Sin embargo, se espera que
con la adopción de la Clasificación de Actividades de Uso del Tiempo para América
Latina y el Caribe (CAUTAL) en 2015 la región avance hacia una metodología común
que permita la comparabilidad internacional.
El análisis de las dimensiones de la desigualdad y sus interrelaciones es fundamental
para diseñar políticas públicas que permitan avanzar en la senda del desarrollo sostenible
y cumplir los objetivos definidos en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible
(CEPAL, 2016e, 2016f). A nivel global se ha propuesto el indicador 5.4.1 (Proporción de
tiempo dedicado a quehaceres domésticos y cuidados no remunerados, desglosada
por sexo, edad y ubicación) del Objetivo de Desarrollo Sostenible 5 para monitorear el
logro de la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas.
Si bien este es uno de los indicadores de seguimiento de los ODS que no se producen
regularmente en los países pese a ser conceptualmente claros y tener metodología
establecida, los esfuerzos de las oficinas nacionales de estadística de América Latina
por desarrollar mediciones sobre el uso del tiempo han permitido calcular este indicador
en 17 países de la región, tal como se muestra en el gráfico 8. Según esta información,
las mujeres de la región destinan en promedio entre un quinto y un tercio de su tiempo
diario o semanal al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, mientas que en el
caso de los hombres esta proporción se encuentra en torno al 10%. El indicador 5.4.1
ofrece una perspectiva de la situación a nivel nacional, pero es necesario un enfoque
focalizado para visualizar las desigualdades que afectan a grupos específicos y que
quedan ocultas en los promedios.
La distribución del tiempo adopta características distintas a lo largo del ciclo de
vida de las personas. Sin embargo, existe un patrón común: la mayor carga de trabajo
doméstico y de cuidados no remunerado de los hogares que recae sobre las mujeres,
particularmente durante su edad reproductiva.
Desde muy temprana edad, se van creando divisiones en los espacios públicos y
privados entre hombres y mujeres. Los datos de las encuestas sobre el uso del tiempo,
a pesar de no ser diseñadas para medir el trabajo infantil, revelan la construcción
temprana de roles de género al identificar que el tiempo medio que los niños y
adolescentes varones dedican al trabajo remunerado excede al que dedican las niñas
y las adolescentes. Por otro lado, muestran diferencias notables en el tiempo dedicado
al trabajo no remunerado, que en el caso de los niños y adolescentes es de entre 6,6 y
15,2 horas semanales y en el de las niñas y adolescentes, entre 13,6 y 23,3 horas
semanales, dependiendo del país. La información sobre el uso del tiempo de niños,
niñas y adolescentes también permite medir su bienestar. Los datos indican que los
varones menores de 18 años dedican entre dos y siete horas semanales más que las
niñas y adolescentes del mismo tramo etario a actividades de convivencia social, que
incluyen actividades lúdicas, deportivas y de esparcimiento con familiares y amigos.
Panorama Social de América Latina • 2016 5

Gráfico 8
Argentina, 2013 25,6 10,5
América Latina (17 países):
Bolivia 23,5 proporción de tiempo
(Est. Plur. de), 2001 12,6
dedicado a quehaceres
Brasil, 2012 14,0 3,5 domésticos y cuidados
Chile, 2015 25,0 no remunerados, según
11,2
sexo (indicador 5.4.1 de los
Colombia, 2012 19,3 5,8 Objetivos de Desarrollo
Sostenible)
Costa Rica, 2011 29,6 11,6 (En porcentajes)
Cuba, 2001 16,3 5,3

Ecuador, 2012 23,9 6,0

El Salvador, 2010 26,4 11,3


Guatemala, 2014 19,8 3,0

Honduras, 2009 18,0 4,7

México, 2014 32,2 11,6


Nicaragua, 1998 22,9 12,1

Panamá, 2011 20,3 8,6

Paraguay, 2016 16,9 7,0

Perú, 2010 25,2 10,2

Uruguay, 2013 21,6 9,5

60 40 20 0 20 40 60
Mujeres Hombres

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones especiales de las encuestas
sobre el uso del tiempo de los respectivos países.
Nota: Se consideran el trabajo doméstico y de cuidado realizado para el propio hogar, otros hogares o la comunidad y el trabajo
voluntario, excepto en el caso del Brasil, donde en la encuesta solo se incluye una pregunta relacionada con las tareas
domésticas en el propio hogar, y Honduras, donde solo se incluye información relacionada con el cuidado de miembros del
propio hogar. Los datos corresponden al total nacional, excepto en Costa Rica, donde se refieren a la gran área metropolitana,
y Cuba, donde se limitan a La Habana Vieja. Los datos se refieren a la población de 15 años o más, excepto en la Argentina,
donde se limitan a la población de 18 años o más, y Nicaragua, donde se considera a la población de 6 años o más.

La información sobre el uso del tiempo de los jóvenes de entre 15 y 29 años de


edad que no estudian ni desempeñan una ocupación permite romper el estigma de
que se trata de una porción inactiva o improductiva de la sociedad. En promedio, las
mujeres que no estudian y que no están ocupadas en el mercado laboral dedican al
menos 40 horas semanales al trabajo no remunerado en sus hogares, por lo que es
posible afirmar que sí trabajan, aunque sin remuneración (CEPAL, 2016b).
Finalmente, la información sobre el uso del tiempo permite analizar a las personas
mayores tanto desde su faceta de receptores de cuidados como de cuidadores. Algunas
encuestas de la región (por ejemplo, en el Uruguay y México) permiten identificar
los cuidados que se realizan dentro de los hogares para atender las necesidades de
las personas de edad: se identifican actividades de asistencia en tareas de higiene
personal, alimentación o cuidados médicos, incluidos los traslados a centros de salud, y
actividades de apoyo en el uso de las tecnologías de la información. En los hogares con
presencia de personas mayores las mujeres destinan en promedio 18 horas semanales
a su cuidado, y los hombres, 15 horas.
Los datos indican que las mujeres de 65 años o más dedican entre 9,8 y 32,5 horas
semanales a cuidar de los miembros de su hogar o de otros hogares, generalmente
para cubrir las necesidades de cuidado de las generaciones más jóvenes y así liberar
el tiempo de otras mujeres (hijas, nueras, sobrinas o vecinas) que ingresan al mercado
6 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

laboral. Esto es un claro ejemplo de cómo se expresan las desigualdades de la distribución


del tiempo en esta etapa de la vida; en algunas ocasiones, estas desigualdades se
intensifican por el hecho de que, posiblemente, estas mujeres tuvieran una menor
participación laboral durante su vida adulta y, por ende, gozan de menos prestaciones
sociales asociadas al empleo, lo que las coloca en una situación de mayor dificultad
para acceder a servicios de cuidado. Es una lógica perversa que deja desprovistas de
servicios a personas que llevan toda su vida cubriendo estas necesidades (Gómez, 2008).

B. La valorización del trabajo no remunerado


y el Sistema de Cuentas Nacionales
Las tareas domésticas y de cuidados constituyen un soporte para las sociedades y
tienen un gran impacto en el bienestar y el potencial de desarrollo de los países. Sin
embargo, la limitada definición de la frontera de la producción del Sistema de Cuentas
Nacionales (SCN) deja fuera del marco central del análisis macroeconómico los servicios
domésticos y de cuidado generados y consumidos por los miembros del propio hogar,
lo que oculta el peso de estas actividades en la economía y perpetúa las relaciones
económicas y de poder. Debido a la importancia que tienen las cuentas nacionales
para el análisis económico, la toma de decisiones y la formulación de políticas, la
no inclusión de estas actividades repercute sobre la distribución de los recursos y
beneficios derivados de esa producción. Si no se reconoce esta esfera de la economía
ni se analiza su impacto, las desigualdades tenderán a mantenerse o profundizarse.
La valorización del trabajo no remunerado en el marco del SCN permite obtener una
medida más precisa de lo que produce la sociedad (visibilizando una parte de la economía
que había permanecido oculta), así como incorporar el aporte de este tipo de trabajo al
análisis macroeconómico y a la toma de decisiones. Además, favorece el análisis de la
interacción entre las esferas de la economía de los hogares y del mercado. La revisión
del SCN llevada a cabo en 1993 introdujo la posibilidad de añadir cuentas satélite al marco
central de las cuentas nacionales con el propósito de obtener una imagen integral de un
campo específico de la actividad económica, expandiendo de forma flexible la capacidad
analítica de las cuentas nacionales sin sobrecargar o afectar el sistema central.
Los países que han valorizado económicamente el trabajo no remunerado que se
realiza en los hogares han mostrado que este representa entre el 15,2% y el 24,2%
del PIB y que existe una marcada brecha en la distribución de las responsabilidades
no remuneradas en el interior del hogar. Si se considera el peso relativo del aporte de
hombres y mujeres al PIB, el aporte de las mujeres se ubica entre el 70% y el 87%,
según el país que se observe.

C. El aporte de la información sobre el uso


del tiempo a las políticas de igualdad
Las políticas públicas actuales, en apariencia neutras en cuanto al género, ignoran la
distribución del tiempo como recurso fundamental para el bienestar social y económico
de las personas y de la sociedad en su conjunto. El no reconocimiento de la contribución
de hombres y mujeres al bienestar de las familias y la sostenibilidad del desarrollo a través
del trabajo no remunerado profundiza las brechas y reproduce las desigualdades. Los
Estados deben hacer frente a este problema a través de políticas públicas innovadoras
que sitúen la distribución del tiempo y del trabajo no remunerado en el centro de su
diseño y que aspiren a transformar la actual división sexual del trabajo.
Panorama Social de América Latina • 2016 7

El capítulo presenta una agenda no exhaustiva de investigación y de recomendación


para las políticas públicas en la que se destacan los usos potenciales de la información
sobre el uso y la distribución del tiempo para políticas de igualdad con perspectiva de
género. Si bien se plantean algunas aplicaciones sectoriales, se reconoce la importancia
de establecer una coordinación y sinergias interinstitucionales e intersectoriales y la
imperiosa necesidad de diseñar políticas integrales, sobre todo para implementar
medidas redistributivas que se adhieran de forma transversal al objetivo de la igualdad
entre hombres y mujeres y el reconocimiento de los aportes que realizan las mujeres
al crecimiento, el bienestar y el desarrollo de los países.
La información de las encuestas sobre el uso del tiempo permite, por ejemplo,
generar datos empíricos para políticas de extensión de redes hídricas, saneamiento y
distribución del agua potable que tengan un impacto de género al aliviar especialmente
la carga de trabajo no remunerado de las mujeres. En las zonas rurales del Perú, los
datos muestran que el 57,3% de las mujeres participan en el acarreo de agua, y en
Guatemala las mujeres dedican seis horas semanales a esta actividad, casi dos horas
más que los hombres que se encuentran en su misma situación.
La distribución del tiempo de las personas está profundamente ligada a la organización
del espacio en el territorio: la compatibilización de sus actividades está vinculada a las
distancias y los medios y las condiciones que existen para recorrerlas, especialmente
en el caso de las ciudades (CEPAL, 2016e). La información sobre el tiempo que hombres
y mujeres dedican de forma semanal a desplazarse de su casa a su lugar de trabajo
y viceversa en las capitales de cinco países de América Latina (Colombia, Ecuador,
México, Perú y Uruguay) revela que en las capitales dicho tiempo suma al menos una
hora más a la semana que el promedio nacional, y que, debido a las características de
su inserción laboral, la tasa de participación de las mujeres en estos traslados al lugar
de empleo es menor que la de los hombres. Una medida que contribuye a construir
ciudades con una mejor calidad de vida tanto para los hombres como para las mujeres
es planificar espacios y definir la morfología del tiempo de uso de los servicios urbanos
(por ejemplo, horarios, duración de la espera, atención y gestión de trámites o distancias,
entre otros) de manera que mujeres y hombres puedan realizar las tareas cotidianas
del cuidado de los miembros de la familia y del trabajo remunerado con más facilidad
y en menor tiempo (Segovia, 2016).
Los indicadores sobre el uso del tiempo permiten establecer la relación entre
el trabajo no remunerado (que se realiza para los hogares) y el trabajo remunerado
(que se realiza para el mercado), ya que el tiempo que se destina al primero limita la
disponibilidad de tiempo para desempeñar el segundo. Una mirada al uso del tiempo
de la población ocupada muestra que las personas tienen una doble jornada de trabajo
(remunerado y no remunerado) y evidencia la mayor carga de trabajo total de las
mujeres en todos los países (entre 6 y 21 horas semanales de trabajo total más que
los hombres). La sobrerrepresentación de las mujeres en el trabajo no remunerado
y la situación inversa en el trabajo remunerado ponen de manifiesto la relación entre
el trabajo no remunerado y la menor inserción laboral de las mujeres, así como su
mayor informalidad y sobrerrepresentación en empleos precarios. Por este motivo,
es fundamental considerar la distribución del tiempo a la hora de formular políticas de
empleo que, en articulación con otras políticas sectoriales, incentiven la redistribución
del trabajo dentro de los hogares y promuevan prácticas laborales que permitan una
organización alternativa del tiempo destinado a las actividades de mercado (Marco,
2012). Además, el equilibrio entre el trabajo remunerado y el no remunerado que se
lograría con jornadas laborales inferiores a las actuales posibilitaría a los hombres una
mayor participación en el trabajo doméstico y de cuidado y ampliaría las opciones de
empleo y generación de ingresos de las mujeres (Batthyány, 2009).
8 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

La pobreza monetaria y la falta de tiempo forman un círculo vicioso del que resulta
muy difícil salir sin políticas específicas dirigidas a fortalecer la autonomía económica
de las mujeres. Al analizar los datos sobre el uso del tiempo sobre la base del nivel de
ingresos per cápita de los hogares como criterio de estratificación, se puede comprobar
que las mujeres de los hogares correspondientes a los quintiles más pobres dedican
más tiempo al trabajo no remunerado. Las diferencias son considerables: mientras
en los hogares del quinto quintil las mujeres dedican un promedio de casi 32 horas
semanales al trabajo no remunerado, las mujeres que pertenecen al primer quintil le
dedican alrededor de 46 horas semanales. En el caso de los hombres, en general la
diferencia no alcanza una hora diaria. Para lograr erradicar la pobreza en todas sus formas
se requieren políticas públicas con perspectiva de género que eliminen los factores
estructurales de la feminización de la pobreza en los hogares de menores ingresos.
Además de las políticas de redistribución de ingresos monetarios, es importante contar
con políticas relacionadas con la redistribución del tiempo como recurso indispensable
para eliminar la pobreza y alcanzar el desarrollo.
Diversos estudios sobre el uso del tiempo de las personas destinatarias de programas
de transferencias condicionadas (Gammage y Orozco, 2008; CEPAL, 2013 y CEPAL, 2016b)
sugieren que el tiempo destinado al trabajo no remunerado y la carga de este se acrecientan
entre aquellas mujeres que deben llevar a cabo actividades exigidas por estos programas. La
información sobre el uso del tiempo debería tomarse en cuenta para incorporar la perspectiva
de género a la hora de diseñar programas de superación de la pobreza, o incluso al evaluar
la conveniencia de mantener las condicionalidades, que suponen una carga para quienes
son responsables de su cumplimiento, y fomentar el principio de corresponsabilidad entre
hombres y mujeres y entre el Estado, el mercado y las familias (CEPAL, 2016b).
La falta de indicadores sobre los servicios de salud que se brindan dentro del hogar
en los agregados macroeconómicos de la contabilidad nacional limita la consideración del
valor económico a la atención de salud pública y privada, con repercusiones negativas
para las políticas de salud y para el crecimiento económico y social de los países (Ferrán,
2008). En este sentido, la información que ofrecen las encuestas sobre el uso del
tiempo es clave para la valorización monetaria de los servicios de salud domésticos.
Por ejemplo, en México se estimó el valor monetario de los cuidados no remunerados
de salud brindados en el hogar en 167.536 millones de pesos, lo que equivale a cerca
del 1% del PIB o al 85,5% del valor agregado de los servicios hospitalarios; las mujeres
aportaron con su trabajo un 72,2% de este valor monetario (INEGI, 2014).
Las políticas públicas que posibilitan la provisión adecuada de cuidados deben reconocer
el trabajo de cuidado como una actividad esencial del desarrollo que la sociedad tiene la
obligación de garantizar (Gómez, 2008), además de responder al desafío de asegurar el
cuidado requerido por los individuos dependientes y resguardar y promover la igualdad
de género. Los datos sobre el uso del tiempo visibilizan la falta de capacidad autónoma
de los hogares para resolver las necesidades de cuidados y la deuda que tiene la región
con las mujeres que sostienen la economía del cuidado. En el caso del cuidado a niños
y niñas menores de cinco años de edad, las encuestas sobre el uso del tiempo de la
región permiten identificar que, en los hogares en que estos asisten a centros de atención
infantil, el tiempo que destinan las mujeres al cuidado disminuye entre 3,2 y 7,6 horas
semanales en comparación con los hogares donde los niños o niñas no asisten a un
centro de atención a la primera infancia; en el caso de los hombres, esta disminución no
es significativa. Las encuestas que también permiten identificar actividades de cuidado de
la población dependiente por discapacidad muestran que las mujeres tienen una mayor
participación en estas actividades y que el tiempo medio que ellas dedican a cuidar de
este segmento de la población (entre 12 y 56 horas semanales) es mayor que el dedicado
por los hombres. Cabe destacar que en los hogares cuyos miembros presentan alguna
discapacidad los otros miembros dedican una gran cantidad de tiempo a sus cuidados,
dada la exigencia de estas tareas.
Panorama Social de América Latina • 2016 9

D. Reflexiones finales
Es fundamental que la región aproveche los avances logrados en los últimos años en
materia de producción estadística con perspectiva de género; sin embargo, todavía
existe camino por recorrer. Por un lado, es preciso avanzar en el perfeccionamiento de
los instrumentos de recolección de datos, con miras a un mayor uso de la información
que permita realizar las desagregaciones necesarias para esclarecer las situaciones
que afectan de manera diferente a hombres y a mujeres durante todo el ciclo de vida y
en las diferentes situaciones socioeconómicas y territorios. Para ello, encuestas como
las del uso del tiempo deben formar parte de la planificación de las oficinas nacionales
de estadística, con una periodicidad y un presupuesto adecuados. Por otro lado,
todos estos avances en materia de medición no lograrán cambios concretos si no se
promueve el uso de la información para guiar la implementación de las políticas públicas
de igualdad y si no se acompañan de estudios sobre el bienestar subjetivo asociado a
la actual distribución del tiempo. Además de fortalecer los instrumentos de medición,
es necesario reforzar el análisis y las capacidades estadísticas de los responsables de
la toma de decisiones para, como plantea la Estrategia de Montevideo, “transformar
datos en información, información en conocimiento y conocimiento en decisión política”.
Social Panorama of Latin America • 2016 11

Chapter IV
Time distribution: a key element
of the inequality analysis

Time is a finite resource that people use in different ways depending on a number of
sociocultural factors that reflect social structure, power relationships and the prevailing
gender order, among other things. The sexual division of labour in the region restricts
some in using this time freely and autonomously, resulting in a lack of personal time.
As occurs with income, the lack of personal time and of the ability to manage it freely
is a significant contributor to gender inequality.
In Latin America and the Caribbean, the production structure, gender roles and family
make-up have reinforced stark differences between men and women with respect to time
distribution. This has led to inequalities in opportunities and outcomes for personal and
professional development. In order to increase well-being and sustainable development,
public policies must include time as a central element to guarantee better harmonization
and balance between time spent on domestic, professional and personal activities.
Just as the feminist movement’s slogan “the personal is political” drew attention to
domestic issues requiring public policies, advances in the region show that, now, time is
political. It is essential to develop and implement public policies on the redistribution of
time and work to foster gender equality and sustainable development (ECLAC, 2016b).

A. Time distribution and inequality


Ongoing discussions about the care economy and the sustainability of human life —from
the perspective of feminist economics— clearly show that much of what is produced and
what sustains people is neither considered nor accounted for in traditional economics
(Carrasco and Tello, 2013). Social inequality in the region is strongly determined by the
production matrix and ownership structure, as well as other structural determinants —like
the prevailing gender system— which in turn intersects with factors such as life cycle
stages, area of residence, ethnicity and race (ECLAC, 2016c).
According to ECLAC (2016b, 2016d), time use and the distribution of unpaid domestic
work are a central element in the analysis of gender inequality. The achievement of
women’s autonomy depends heavily on the balanced distribution of unpaid domestic
and care work between men and women, and between families, the market, the
community and the State. For a complete and in-depth analysis of inequalities in Latin
America and the Caribbean, more light must be shed on the distribution and use of
time by men and women.
The Montevideo Strategy adopted by the governments of the region at the
thirteenth Regional Conference on Women in Latin America and the Caribbean (2016)
highlights time-use surveys as essential data-generating tools which provide input for
the design of equality policies. These surveys are the ideal information source for the
analysis of gender inequality; studies on the link between monetary poverty, income
and time distribution and use; national, regional and international requirements for
data on unpaid work and new labour statistics requirements. Nineteen countries in
the region have already made at least one attempt to measure time use, mainly in the
past 10 years. However, existing time-use surveys are not comparable owing to the
different methodologies used in terms of the objectives, collection process, classification
of activities, geographical scope and ability to disaggregate data. Nonetheless, it is
12 Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC)

hoped that the adoption of the Classification of Time-Use Activities for Latin America
and the Caribbean (CAUTAL) in 2015 will allow the region to move towards a common
methodology that allows international comparability.
The analysis of the dimensions of inequality and how they interconnect is fundamental
to the design of public policies that would allow society to achieve sustainable development
and the Goals set forth in the 2030 Agenda for Sustainable Development (ECLAC,
2016e, 2016f). Sustainable Development Goal indicator 5.4.1 (Proportion of time spent
on unpaid domestic and care work, by sex, age and location) was proposed at the global
level to monitor the achievement of gender equality and the empowerment of women
and girls. Although it is not one of the Sustainable Development Goal indicators that
countries regularly produce (despite a clear concept and established methodology), the
efforts of national statistical offices in Latin American to develop time-use measurement
tools have made it is possible to calculate this indicator in 17 countries, as shown in
figure 8. According to these data, women in the region spend between one fifth and
one third of their time each day or each week on unpaid domestic and care work, while
men spend about 10% of their time on this work. Although indicator 5.4.1 offers a
perspective of the situation at the national level, efforts should be made to shed light
on the inequalities affecting specific groups, which are concealed by average figures.

Figure 8
Latin America (17 countries): time spent on unpaid domestic and care work, by sex (Sustainable
Development Goal indicator 5.4.1)
(Percentages)

Argentina, 2013 25.6 10.5


Bolivia 23.5
(Plur. State of), 2001 12.6
Brazil, 2012 14.0 3.5

Chile, 2015 25.0 11.2


Colombia, 2012 19.3 5.8

Costa Rica, 2011 29.6 11.6


Cuba, 2001 16.3 5.3

Ecuador, 2012 23.9 6.0

El Salvador, 2010 26.4 11.3


Guatemala, 2014 19.8 3.0

Honduras, 2009 18.0 4.7

Mexico, 2014 32.2 11.6


Nicaragua, 1998 22.9 12.1

Panama, 2011 20.3 8.6

Paraguay, 2016 16.9 7.0

Peru, 2010 25.2 10.2

Uruguay, 2013 21.6 9.5

60 40 20 0 20 40 60
Female Male
Source: Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC), on the basis of special tabulations from time-use
surveys conducted in the respective countries.
Note: Figures take into account time spent on domestic and care work in one’s own household, in other households, in the community
and volunteer work, except in the case of Brazil, where the survey asks only one question relating to domestic work in one’s
own household, and of Honduras, which includes only information on care for members of one’s own household. The data
correspond to the national total except for Costa Rica (Greater Metropolitan Area) and Cuba (Old Havana). The population
examined was 15 years and older, except in Argentina (18 years and older) and Nicaragua (6 years and older).
Social Panorama of Latin America • 2016 13

Time distribution varies during a person’s life cycle. However, there is a common
thread which is the greater burden of unpaid domestic and care work for women, in
particular during their reproductive years.
The division of public and private spaces for men and women occurs from a very
early age. Although data from time-use surveys are not designed to measure child labour,
they do shed light on the early construction of gender roles by showing that male children
and adolescents spend more time on paid work than girl children and adolescents. They
also show notable differences in the time spent on unpaid work, which ranges from
6.6 to 15.2 hours per week for male children and adolescents, compared with 13.6 to
23.3 hours per week for girl children and adolescents, depending on the country. Data
on how boys, girls and adolescents spend their time also allows the measurement of
their well-being. They indicate that boys aged 18 and under spend two to seven hours
per week more than girls in the same age group on social activities, including leisure,
sports and recreational activities with family and friends.
Data on time use by young people aged 15 to 29 who are not in education or
employment helps break the stigma that they are inactive or unproductive members
of society. On average, women who are not in education or employment spend at
least 40 hours per week on unpaid domestic work, which means that they do work,
but receive no compensation (ECLAC, 2016b).
Lastly, time-use data help to analyse the care that older persons provide and receive.
Some surveys in the region (for example in Mexico and Uruguay) show the care provided
to older persons at home and take account of activities such as assistance with personal
hygiene, feeding or medical care, including transportation to health centres, and support
in the use of information technology. In households where older persons are present,
women spend 18 hours per week caring for them, compared with 15 hours for men.
The data indicate that women aged 65 and older spend between 9.8 and 32.5 hours
per week caring for members of their own or other households, generally younger
generations, so that other women (daughters, daughters-in-law, nieces, neighbours) can
go to work. This is a clear example of the unequal distribution of time in old age. It also
shows that the situation is worse for women who may not have been as active in the
labour market during their adult lives and thus receive fewer social benefits relating to
employment, which then results in greater difficulties for them to access care services.
This is a perverse logic that deprives people of the very services that they provided to
others throughout the course of their own lives (Gómez, 2008).

B. The valuation of unpaid work and


the System of National Accounts
Domestic and care work support societies and have a significant impact on countries’
well-being and development potential. Nonetheless, the limited definition of the
System of National Accounts (SNA) production boundary excludes the domestic and
care services produced or consumed by members of a household from the central
framework of macroeconomic analysis. This conceals the importance of these activities
for the economy, and perpetuates economic and power relationships. Owing to the
importance of national accounts in economic analysis, decision-making and policy
formulation, the exclusion of these activities has repercussions for the distribution of
resources and benefits stemming from that production. If this aspect of the economy
is not recognized or its impact is not analysed, inequalities will persist or worsen.
14 Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC)

The valuation of unpaid work in the framework of SNA provides a more precise
measurement of what society produces (shedding light on a part of the economy
that had remained hidden) and allows the contribution of this type of work to be
incorporated into macroeconomic analysis and decision-making. Moreover, it aids the
analysis of the interaction between the household and market economies. A revision
of SNA carried out in 1993 introduced the possibility of adding satellite accounts to
the central framework, in order to provide a comprehensive picture of a specific field
of economic activity. This significantly expanded the analytical capacity of national
accounting, without overburdening or disrupting the central system.
The countries that have determined the economic value of unpaid domestic work
have shown that this type of work represents 15.2% to 24.2% of GDP and that there
is a marked difference in the distribution of unpaid domestic responsibilities. In terms
of the relative weight of men’s and women’s contributions to GDP, women contribute
between 70% and 87%, depending on the country.

C. The contribution of time-use data


to equality policies
Today’s apparently gender-neutral public policies disregard distribution of time as a
fundamental resource for the social and economic well-being of people and society as
a whole. The failure to recognize the contribution by both men and women to families’
well-being and to sustainable development through unpaid work widens gaps and
reproduces inequalities. States must address this problem through innovative public
policies designed around time distribution and unpaid work and geared towards
transforming the existing sexual division of labour.
This chapter describes a non-exhaustive research and recommendation agenda for
public policies that highlights the potential utilization of time-use and distribution data
for equality policies from a gender perspective. Although some sectoral applications are
suggested, it is important to establish inter-institutional and intersectoral coordination
and synergies, and there is an urgent need for comprehensive policies, especially on
redistributive measures aimed at working in a cross-cutting manner towards equality
between men and women and the recognition of women’s contributions to countries’
growth, well-being and development.
Time-use data gleaned from surveys, for instance, generate empirical data for
policies to expand water networks, sanitation and drinking water distribution, which
could improve gender equality by reducing the unpaid work done by women. In rural
areas of Peru, data show that 57.3% of women spend time fetching water, and in
Guatemala women spend six hours per week on this activity, which is almost two
hours more than men.
Time distribution is closely linked to the organization of space in each territory;
making activities compatible is linked to distances and means and conditions for
covering them, particularly in cities (ECLAC, 2016e). Data on the time that men and
women spend each week commuting between home and work in the capital cities of
five Latin American countries (Colombia, Ecuador, Mexico, Peru and Uruguay) show that
they spend one hour more than the national average on this activity, and that women
spend less time than men commuting, owing to the nature of their participation in the
labour market. With a view to building cities that provide a better quality of life for both
men and women, helpful measures include planning spaces and defining time use for
urban services (for example, timetables, waiting times, attention to and management
Social Panorama of Latin America • 2016 15

of procedures and distances) so that women and men can perform their daily tasks
of caring for family members and paid work more easily and quickly (Segovia, 2016).
Time-use indicators establish a link between unpaid work (for households) and paid
work (for the market) as the amount of time spent on the former limits the availability
of time to perform the latter. Time use by the employed population shows that people
have double working days (paid and unpaid) and that women have a heavier overall
workload in all countries (on the whole, they work 6 to 21 hours more than men each
week). Women’s overrepresentation in unpaid work and underrepresentation in paid
work show the link between unpaid work and women’s lesser engagement in the
labour market, as well as the fact that, compared with men, women tend to have more
informal and precarious jobs. Hence, it is crucial to consider time distribution in the
formulation of policies which, when combined with other sectoral policies, incentivize
the redistribution of domestic work and promote labour practices that offer alternatives
for the organization of time spent on market activities (Marco, 2012). Moreover, the
balance between paid and unpaid work with shorter working days would allow men to
participate more in domestic and care work and would increase women’s employment
and income-generation options (Batthyány, 2009).
Monetary poverty and lack of time sustain a vicious circle that is very difficult
to break without policies focused on strengthening women’s economic autonomy.
An analysis of time-use data based on per capita income shows that women in the
lowest-income households spend the most time on unpaid work. The differences are
significant: women in quintile V households spend an average of 32 hours per week on
unpaid work, compared with 46 hours per week for women in quintile I. For men, the
difference between those in quintile V and quintile I households is generally not more
than one hour per day. In order to eliminate poverty in all its forms, there is a need for
public policies with a gender perspective that can eliminate the structural factors of
the feminization of poverty in the lowest income households. In addition to monetary
income redistribution policies, there is a need for policies targeting time redistribution,
which is indispensable to eradicating poverty and achieving development.
Various studies on time use by beneficiaries of conditional transfer programmes
(Gammage and Orozco, 2008; ECLAC, 2013 and 2016b) suggest that time spent on
unpaid work and the workload itself increase for the women carrying out the activities
required by these programmes. Time-use data should be taken into account to
incorporate the gender perspective when designing poverty-eradication programmes
or when evaluating the benefits of retaining conditionalities that represent an additional
burden for those responsible for meeting them. They should also be used to encourage
shared responsibility between men and women and between the State, the market
and families (ECLAC, 2016b).
That fact that the macroeconomic aggregates in the national accounts lack indicators
on health services provided within the household limits the measurement of the economic
value of health care to that provided in public and private institutions. This is prejudicial
to health policies and to countries’ economic and social growth (Ferrán, 2008). Hence,
the information provided by time-use surveys is crucial to the monetary valuation of
domestic health services. In Mexico, for example, the estimated monetary value of
unpaid domestic health care is 167,536 million pesos, which is equivalent to roughly
1% of GDP, or 85.5% of the value added of hospital services; women contribute 72.2%
of this monetary value (INEGI, 2014).
In order to support appropriate provision of care, public policies must recognize
care work as an essential development activity that must be guaranteed by society
(Gómez, 2008), as well as meet the challenge of providing the care required by dependent
individuals and of protecting and promoting gender equality. Time-use data shed light
16 Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC)

on households’ lack of autonomy to meet care needs and the debt the region owes to
women who sustain the care economy. With respect to care for children under age 5,
time-use surveys show that women in households with the means to send these
children to day-care centres spend 3.2 to 7.6 fewer hours on care per week, compared
with households that are unable to do so. In the case of men, there is no significant
difference. The surveys that also provide information on the care of dependent persons
with disabilities show that women are more involved in this activity and that they spend
more time on average caring for this population segment (12 to 56 hours per week) than
men. In households where a member has a disability of some sort, other members
spend a significant amount of time meeting their care needs, given the demanding
nature of the tasks required.

D. Conclusions
The region must take advantage of the progress made in the past few years in the
production of statistics with a gender perspective. However, there is still much work
to be done. On one hand, data collection instruments must be fine-tuned to provide
information that can be disaggregated to reflect situations that affect men and women
differently throughout their life cycles and in different socioeconomic situations and
territories. Hence, planning by national statistical offices should include surveys such as
those on time use, which must be adequately funded and conducted on a sufficiently
regular basis. On the other hand, none of these advances in measurement will bring
about real change unless the resulting data are used to guide the implementation of
public policies for equality and unless they are supported by studies on the subjective
well-being produced by the current time distribution. As well as stronger measurement
tools, decision-makers need stronger analytical and statistical capacities to “transform
data into information, information into knowledge and knowledge into political decisions”,
in line with the Montevideo Strategy.
www.cepal.org
www.eclac.org

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