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(Capitulo IACOBELLI) Asia y El Pacifico Durante La Guera Fria

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Sección de obras de Historia

ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA


Asia y el Pacífico
durante la Guerra Fría

PEDRO IACOBELLI D.
ROBERT CRIBB
JUAN LUIS PERELLÓ E.
(Editores)

JOAQUÍN FERMANDOIS H.
(Prólogo)

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


México - Argentina - Brasil - Colombia - Chile - Ecuador - España
Estados Unidos de América - Guatemala - Perú - Venezuela
Primera edición, FCE Chile, 2017

**************
Asia y el Pacífico durante la Guerra Fría / Pedro Iacobelli D., Robert Cribb y
Juan Luis Perelló E. (editores) — Santiago de Chile: FCE, 2017
350 p.; 23 × 17 cm (Colec. Historia)
ISBN 978-956-289-165-3

1.******************

********* *********

Distribución mundial para lengua española

© Pedro Iacobelli D., Robert Cribb y Juan Luis Perelló E. (editores)

D.R. © 2017, Fondo de Cultura Económica Chile S.A.


Av. Paseo Bulnes 152, Santiago, Chile
www.fondodeculturaeconomica.cl
Comentarios: [email protected]
Teléfono: (562) 2594 4132

Fondo de Cultura Económica


Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
www.fondodeculturaeconomica.com

Registro de Propiedad Intelectual N° *************

Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S.A.


Cuidado de la edición: Carlos Decap
Diseño de portada: Macarena Rojas Líbano
Fotografías de portada: ……………………
Diagramación: Gloria Barrios A.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra —incluidos el diseño


tipográfico y de portada—, sea cuál fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el
consentimiento por escrito de los editores.

ISBN 978-*********************

Impreso en Chile / Printed in Chile


ÍNDICE

Presentación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

Introducción: la Guerra Fría local y global. . . . . . . . . . . . . . . 23


Pedro Iacobelli D., Robert Cribb

Capítulo 1: El noreste asiático durante la posguerra. . . . . . . 29


Tessa Morris-Suzuki

Capítulo 2: Historia de Mongolia después de la guerra. . . . . 43


Li Narangoa

Capítulo 3: La transición de Corea del Sur luego


de la Segunda Guerra Mundial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
Wonjung Min

Capítulo 4: Corea del Norte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68


Jorge Santarrosa, Gustavo Santillán

Capítulo 5: Japón y la Guerra Fría: conflicto externo,


cambios internos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Pedro Iacobelli D.

Capítulo 6: El factor China en la Guerra Fría. . . . . . . . . . . . . 99


Maria Montt Strabucchi

Capítulo 7: La Unión Soviética, la Guerra Fría y el Asia


Pacífico: una historia colonial e imperial . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Diego Repenning López
7
8 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Capítulo 8: Auge y declinación de la Asociación


de Naciones del Sudeste Asiático. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Robert Cribb

Capítulo 9: Oligarcas, cleptócratas y demócratas:


Filipinas durante la Guerra Fría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
Cesar Suva

Capítulo 10: Vietnam y Laos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165


Bruce Lockhart

Capítulo 11: Camboya: violencia extrema y olvido


en Indochina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Jimena Bustos

Capítulo 12: La política y el palacio en Tailandia


(1945-1990) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
Nicholas Farrelly

Capítulo 13: Las cuatro décadas de lucha interna


en Birmania. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
Nick Cheesman

Capítulo 14: Malasia y Singapur durante la Guerra Fría . . . 223


Daniel Chua, Graham Gerard Ong-Webb

Capítulo 15: Indonesia en la intersección de la Guerra


Fría con la descolonización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Vannessa Hearman

Capítulo 16: El Pacífico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253


Paul D’Arcy

Capítulo 17: Australia y la descolonización de las islas


del Pacífico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 266
Vicki Luker

Capítulo 18: India: entre la unidad y la pluralidad . . . . . . . . 283


Felipe Luarte Correa
ÍNDICE 9

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297
Sobre los autores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319
Índice onomástico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325

Índice de Mapas

Mapa 1: Noreste de Asia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33


Mapa 2: Mongolia, principales ciudades . . . . . . . . . . . . . . . 45
Mapa 3: Corea del Norte y del Sur . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Mapa 4: Japón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
Mapa 5: China. Principales ciudades y divisiones. . . . . . . . 101
Mapa 6: Sudeste de Asia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Mapa 7: Filipinas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Mapa 8: Laos y Vietnam . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Mapa 9: Camboya, principales ciudades . . . . . . . . . . . . . . . 183
Mapa 10: Tailandia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Mapa 11: Malasia y Singapur. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
Mapa 12: Indonesia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239
Mapa 13: El Pacífico, áreas culturales . . . . . . . . . . . . . . . . . 254
Mapa 14: India y Birmania. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287
PRESENTACIÓN

No hay duda sobre lo oportuno de conocer Asia y el Pacífico,


por lo cual este libro se justifica plenamente sin necesidad de
más explicaciones. Pero se puede ofrecer una consideración
del contexto desde el cual surge nuestra preocupación por la
enseñanza sobre Asia. Hace 15 años en la conciencia y en el
debate público nacional los países asiáticos apenas estaban
presentes. La iniciativa visionaria de los fundadores de un pro-
grama de estudios asiáticos en la Pontificia Universidad Cató-
lica de Chile en los tardíos años noventa nace de su convicción
de la emergente importancia de Asia para el país y responde a
la curiosidad académica por conocer. En consecuencia las pri-
meras actividades desarrolladas en el marco de este programa
se enfrentaron al desafío de introducir y otorgar un conoci-
miento básico sobre Asia. Era una especie de viaje de explora-
ción extrañamente diacrónico al inicio del nuevo milenio.
Este contexto cambió dentro de pocos años. La importan-
cia comercial y política de Asia para Chile no es solo innega-
ble, sino además se ha vuelto parte del sentido común. Los
medios de comunicación informan y abordan temas asociados
a la seguridad internacional, como la amenaza nuclear, los
conflictos territoriales y marítimos, y la migración desde Asia.
Diferentes corrientes de la cultura popular de esa región han
encontrado sus seguidores en Chile, y ciertas prácticas prove-
nientes de sus religiones han ganado protagonismo en la vida
cotidiana de muchos y un lugar en la conciencia pública. Ele-
mentos de identidad se deslocalizan, moviéndose a través de
escalas y con frecuencia también vaciándose de contenido. Y
la sed por el conocimiento base se ha convertido en la necesi-
dad de una investigación académica sobre Asia, convirtiendo
el programa en un Centro uc, y aún persiste la necesidad de
comprender mejor los países de Asia Pacífico.
Pero vivimos en tiempos de “verdades alternativas” y de
simplificaciones excluyentes.
11
12 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Las facilidades ofrecidas por la multitud de instrumentos


del internet 2.0, la rapidez del acceso a la información y la
democratización de la comunicación han permitido una explo-
sión de las opciones para incrementar el conocimiento. Sin
embargo, la velocidad también hace la visión algo borrosa,
diluye los límites entre el conocimiento académico y la instru-
mentalización, y tiende en ocasiones a rebajar el nivel de discu-
sión. Sin desconocer las oportunidades inéditas para una ciu-
dadanía global que estos medios ofrecen, la preocupación es
que nuestra necesidad de simplificar, ordenar y hacer com-
prensible un mundo complejo y lleno de contradicciones da
lugar al reduccionismo, a las simplificaciones que excluyen
otras lecturas. En la infinidad de información buscamos prin-
cipalmente reafirmaciones de lo establecido, fomentando lec-
turas prejuiciosas.
Este libro no busca presentar “verdades absolutas” y no
pretende desligarse del punto de vista de sus autores, ya que la
escritura sobre historia tiene una posición en el tiempo y el
espacio desde donde se ofrece leerla e interpretarla. Para la
mayoría de los países de Asia, hace un análisis compacto, con
la información más relevante por región en el escenario de la
Guerra Fría, período fundamental para la comprensión de Asia
contemporánea. Este análisis está situado en una mirada desde
el inicio del siglo xxi, reconociendo las particularidades por
país, acompañada por sugerencias para profundizar estas lec-
turas. Estos perfiles tal vez no aporten información descono-
cida hasta hoy, pero ofrecen lo fundamental: una multitud de
distintas lecturas académicamente fundadas, de modo de apor-
tar a la construcción de un conocimiento clave para entender
Asia desde América Latina, y seguro será un texto clave para
nuestra enseñanza sobre Asia y el Pacífico.
Para la elaboración de esta compilación de trabajos ha
sido imprescindible una persistente labor de coordinación,
revisión de artículos y discusión sobre la línea editorial que
permitió generar una obra consistente internamente, resguar-
dando la diversidad de las perspectivas de los autores. Por esto
el primer agradecimiento se dedica a los editores del libro, los
cuales han realizado esta labor fundamental. Especial gratitud
queremos expresar a Patricio Bernedo, decano de la Facultad
PRESENTACIÓN 13

de Historia, Geografía y Ciencia Política, quien ha apoyado de


forma decidida el estudio de Asia y esta obra en particular.
Agradecemos a Pablo Whipple, director del Instituto de Histo-
ria, por su apoyo e interés en este proyecto, y al profesor Clau-
dio Rolle, quien con entusiasmo facilitó las conversaciones
iniciales con el Fondo de Cultura Económica-Chile. También
agradecemos a Sebastián Rodríguez, por la elaboración de las
cartografías del volumen, y a la editorial, por su apoyo en la
publicación de esta obra.

Johannes Rehner
Director Centro uc Estudios Asiáticos
Pontificia Universidad Católica de Chile
PRÓLOGO

Asia y Occidente —a veces Europa, a veces el Este y el Oeste—


son como las dos almas de un antiguo binomio, como los dos
elementos constitutivos de la existencia histórica y de su vínculo
con el significado de la vida de las civilizaciones. Desde Heró-
doto, la idea de la confrontación y relación entre Asia y Europa,
por más que haya sido tan diferente a la moderna, fue parte de
una organización de nuestro entendimiento de las condiciones
históricas. La historia de las civilizaciones, de casi todas ellas,
tiene que ver con un movimiento algo pendular entre el Este y el
Oeste. Posee un valor simbólico. No era lo mismo en la Antigüe-
dad que en los tiempos modernos. De hecho, la noción de “Asia”
era desconocida hasta hace pocos siglos por los pueblos de que
trata este libro; era un concepto impensable para sus categorías.
Si bien hubo alguna continuidad en la interrelación en los últi-
mos dos mil años, en la modernidad adquiere un dinamismo
diferente. Existe una primera etapa en los siglos xv y xvi, aun-
que es difícil hablar de que se haya tratado de un mismo sis-
tema.
En cambio, hablando en términos políticos y económicos,
desde el siglo xviii se inicia un proceso de unificación y de
comunicaciones en el planeta. No se trata de un mundo único,
pero sí uno de alta interconexión que nace en este proceso. Lo
homogéneo y lo heterogéneo parecen confundirse. Lo funda-
mental es la orientación bipolar de la conciencia de gran parte
del globo por alrededor de dos milenios y medio, aunque
entretanto el nombre “Asia” haya aludido sucesivamente a
realidades muy distintas. Por siglos se interponía el Imperio
otomano, una especie de Asia para Europa, aunque difícil-
mente mirado de esa manera y quizá ni siquiera percibido por
lo que hoy se llama Asia Oriental.
Se sabe que en los albores de la modernidad, la visión
occidental sobre Asia se alimentó de la idea del “despotismo
oriental”. En realidad, en su cimiento hubo una previsión algo
15
16 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

beatifica, quizá proveniente de las misiones cristianas, que en


una primera oleada de la Ilustración hizo ver en la China
imperial un orden racional y justo frente a la arbitrariedad del
absolutismo europeo. Luego se impuso la otra, que al final lle-
garía a la teoría política moderna, del “despotismo oriental”,
del Rey-Dios, de naturaleza muy diferente del antiguo régi-
men. La crisis de los sistemas políticos asiáticos, por dilemas
propios y por el desafío de la llegada triunfante de Occidente,
parecía confirmar la idea del progreso. En el siglo xx, las cosas
cambiaron. En Occidente, muchos observadores vieron en el
totalitarismo del aquel siglo un fenómeno nuevo, solo compa-
rable precisamente al despotismo oriental, pero con los apres-
tos, estilos y programas de la modernidad. Y con posterioridad
se extendería a esta Asia. Aun sabiendo que se trata de un con-
cepto discutido, su empleo fue una demostración más de la
fusión al menos en parte de la historia occidental con la de
esta región.
En China y en Japón se dio un debate interno —más en el
alma de algunos antes que en el sentido occidental de la idea
de debate, que supone opinión pública— entre abrirse o clau-
surarse ante el desafío externo que temían los pudiera destruir.
Junto al instinto espontáneo de rechazo apareció una res-
puesta: asumir la técnica occidental, pero conservar el alma
propia. Es la idea de quienes se ven confrontados a una socie-
dad más fuerte y pujante. Viene el afán por regresar a sus fun-
damentos tradicionales y adquirir solo lo instrumental. Aunque
no es tan fácil.
Siempre hay una combinación; con los objetos y técnicas
vienen también las sensibilidades, los estilos de apreciación y
los esquemas mentales. En el caso de Asia Oriental —India ha
sido una realidad algo distinta—, entre los siglos xix y el xx se
produjo una fusión entre ciertas nociones e ideas de potencia
universal, junto con el desenvolvimiento de sociedades mile-
narias que no pierden su personalidad, aunque a sus propias
mentes todo les parezca extraño, como lo refleja parte de su
literatura. Ideología, técnica militar y espíritu político es lo
más asible en digerir con relativa rapidez. La historia de Asia
Oriental —y la India en gran medida— en el siglo xx fue un
espejo de aquella síntesis que mantiene dos almas propias. Sin
PRÓLOGO 17

embargo, Asia ha sido más que Asia. Este libro es un testimo-


nio de ello.
La época de la Guerra Fría de que trata esta obra no sur-
gió de la nada en 1945. Por ello los autores deben dar alguna
idea de la raíz histórica en el período de entreguerras, que
difundió todavía más la modernidad política, además de debi-
litar la presencia de los países europeos, aunque no la de Esta-
dos Unidos. No solo en Asia, en todo el mundo a grandes
rasgos existe una continuidad en este sentido entre comienzos
de siglo, el despertar del nacionalismo en Asia y el período que
cubre el libro: los años de la Guerra Fría. Por algo, como seña-
lan los editores, se pueden nombrar dos momentos ejes en la
relación de Asia con Occidente. Uno es la Revolución Meiji en
Japón, de gran relevancia en la región, con todo lo que ello
significa, la interrelación de una sociedad procedente de la
civilización confuciana con el mundo moderno al menos en
algunos de sus aspectos. Poco después se dieron los primeros
brotes de nacionalismo —lo que suponía asumir aspectos de
la política moderna, occidental— que resultaban en la primera
fase del sentimiento anticolonialista que iba a impregnar gran
parte de lo que luego se llamó Tercer Mundo.
El segundo momento eje fue el triunfo comunista en
China, en 1949, y el apogeo de lo conflictivo y trágico de la
Guerra Fría en Asia. La Guerra de Corea y la larga confronta-
ción bélica de Indochina-Vietnam se potencian con este verda-
dero tiempo-eje, aunque no se debe ver una cadena de causa y
efecto, sino la simultaneidad de la asunción de persuasiones
políticas de la modernidad y el tener que digerir la moderniza-
ción con todos sus dilemas. El quiebre ideológico en Indone-
sia de un socialismo antioccidental, todavía no marxista, pero
sí aliado del comunismo, fue derrotado y este último extermi-
nado por una contraofensiva de la alianza nacionalista islá-
mica (todavía no islamista a mediados de 1960). Ello se
superponía a la rivalidad de las superpotencias y el caso con-
tradictorio, solo en relación a la lógica principal de la Guerra
Fría, del conflicto sino-soviético, como a la alianza estratégica
entre la Unión Soviética y la India, que en lo básico poco y
nada tenía de ideológica; como la de un Pakistán en camino
lento, pero seguro hacia el fundamentalismo de simpatías no
18 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

ideológicas con China y en virtual alianza con Washington.


Para el lector de nuestros días, se debe asemejar a un rompe-
cabezas.
No solo esto. De tanta trascendencia como lo anterior fue
el que Japón traspasara la barrera del desarrollo y de la madu-
rez de la modernización hasta consolidar una robusta demo-
cracia —con debilidades de un conformismo subyacente quizá
de raíces culturales— y pasara a ser la tercera economía del
mundo y probablemente la segunda entre las décadas de 1970
y 1990. La modernidad económica y social no era solo alcan-
zable para las sociedades donde se originó, en algunas partes
de Europa Occidental y Estados Unidos, sino que estaba
abierta a otros países y regiones, aunque con un camino bas-
tante pedregoso. Lo mismo se vería a partir de la década de
1970 con los “tigres asiáticos”: Corea del Sur, Taiwán, Singa-
pur y Hong Kong; y en la cola de la Guerra Fría, en los años
ochenta, con la misma República Popular China que al final
deviene en una síntesis entre nacionalismo y comunismo,
quizá una alianza post mortem entre Chiang y Mao. Otros se
agregarían a un ritmo más lento; algunos más quedarían con
un síndrome común a lo largo del mundo, el semidesarrollo y
semisubdesarrollo, como en nuestra América.
La definición misma de Asia empezó a cambiar, de un
modo tácito eso sí. Oceanía es un concepto muy geográfico y se
sumaban sociedades muy diferentes. El nacimiento de Asia
moderna —o renacimiento si se quiere— sería también convo-
catoria a la integración compleja. Ninguno de estos países,
como la mayoría del Asia Oriental por lo demás, ha pensado en
alejarse de Estados Unidos, pero creció la necesidad y la con-
ciencia de ser parte de este nuevo foco de acción. Australia y
Nueva Zelandia, un mundo british en la región, cambió en cier-
tos aspectos entre las décadas de 1960 y 1970, y pasó a aceptar
inmigrantes de toda la región; el multiculturalismo no es más
que la expresión retórica de este viraje. Es difícil que ello vaya
a transformar de manera radical el carácter de la sociedad aus-
traliana. Constituye con todo un paso gigante de identificación
con Asia y es la perspectiva que se toma en este libro, y por ello
ambas, así como otras sociedades de ese continente de insula-
ridades, han sido incorporadas por los editores.
PRÓLOGO 19

Conocemos la espectacularidad y el peso que ha adquirido


el tema de Asia en la política mundial y en la economía en
nuestros días. Quizá en la cara cultural y en el debate de ideas,
todavía no se hace presente del todo; puede ser parte de un
muy lento proceso de larga duración que no tiene etapas, aun-
que con el paso de las décadas puede empapar en síntesis
indefinida a la sociedad global. En fin, el proceso político tam-
poco tiene tantas discontinuidades entre 1919 (Versalles,
Movimiento 4 de Mayo) y la actualidad, por más que sobresal-
gan no pocos quiebres y tremendos desgarros. Lo que se
quiere decir es que la Asia de nuestros días se fue formando en
la Guerra Fría, en evolución a veces silenciada por el fulgor de
la confrontación de Estados Unidos con China, en los prime-
ros 25 años —indirectamente con la Unión Soviética—, y por
el acercamiento y virtual alianza estratégica con Mao y sus
sucesores después, hasta 1989.
No cabe duda de que la India es uno de los polos de Asia.
Que lo sea del Pacífico requiere de una explicación. Si introdu-
cir a Pakistán y a Afganistán hubiera sido ampliar el libro
hasta desproveerlo de lógica, el caso de la India es diferente.
Desde la Segunda Guerra Mundial este subcontinente ha
estado más involucrado con la política regional. Esto se incre-
menta en un grado todavía no del todo calculable luego de la
Guerra Fría. Su proyección al Pacífico en sus relaciones vita-
les como en la política exterior de Nueva Delhi ha sido un
aspecto relevante de la región en nuestros días. Su misma
aproximación a Estados Unidos —como la pertenencia de
Rusia al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (apec)
y el giro estratégico de Obama el 2011— es parte de esta reali-
dad. Se trata además de una de las pocas democracias persis-
tentes en un país subdesarrollado —o mixto si se quiere, por
su poder creciente, aunque lejos de lo que se puede llamar
madurez— con la breve excepción entre 1975 y 1977. La India
de nuestros días se posiciona cada día más como parte del
escenario de Asia Oriental y del Pacífico, dentro de su diversi-
dad de orientaciones.
Mirado desde el presente, resalta esa continuidad evolutiva
y transformadora no solo de la región, sino que del mismo sis-
tema internacional, lo que no finalizará en un futuro previsible.
20 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Muchos análisis sobre la historia del sistema internacional


ponen demasiado énfasis entre el mundo de antes de 1945 y el
de la Guerra Fría; o el de esta y el posterior a la Guerra Fría
(todavía no tenemos un nombre asumido en comunidad para
nuestra época). En algunas zonas llama la atención la conti-
nuidad (transformadora y transformada) desde la década de
1920 hasta la actualidad. Ello no quita que en todas partes del
mundo haya que analizar la especificidad que ese período tuvo
en la región tal o cual. El libro que aquí prologamos cumple
con la doble labor de mostrar esa especificidad en la política
interna y externa de cada una de las sociedades envueltas, y
nos hace ver cómo entre la posguerra y el 2000 emergió esta
Asia renovada, produciendo entremedio un cambio en el cen-
tro de gravedad en lo económico y en parte en lo político del
sistema internacional.
El libro, publicado por el Fondo de Cultura Económica
Chile, no responde necesariamente a una “perspectiva latinoa-
mericana”, concepto a veces engañoso. Pertenece a una colec-
ción de estudiosos del área del Pacífico, latinoamericanos y
asiáticos, aunque se incluyen en este concepto a autores de
Australia y Nueva Zelandia, cuyas universidades se han con-
vertido en un foco de fundición académica para toda la región.
Un grupo de ellos, liderado por uno de los editores, surgió de la
Pontificia Universidad Católica de Chile, que en el nuevo siglo
ha puesto un acento en la vinculación con Asia Oriental y los
países del Pacífico, esfuerzo que no está aislado en América
Latina, y donde México ha sido pionero. Todos sus autores, en
una ribera u otra del Pacífico, enfocan sus estudios en la zona.
No solo las grandes potencias o los países más relevantes, sino
espacios históricos con nombres que en nuestra América pue-
den sonar exóticos y que aparecen en los medios como titula-
res o citados, pero de los cuales nuestro público escasamente
se puede referir con conocimiento. Las islas del Pacífico, Bir-
mania y Mongolia están explicados con precisión y rigor; el
genocidio de Camboya y su enrevesada historia son examina-
dos con lucidez en estas páginas. La historia no es solo historia
política, interna y externa; como el mismo ser humano, tiene
dimensiones casi infinitas. Solo que la antigua historia política,
traducida a ojos del presente por las nuevas metodologías y
PRÓLOGO 21

preguntas, es en esta disciplina un inicio de inteligibilidad


insustituible para el conocimiento. Este libro es un testimonio
que acompañará los estudios asiáticos en lengua española.

Joaquín Fermandois
INTRODUCCIÓN:
LA GUERRA FRÍA LOCAL Y GLOBAL

Pedro Iacobelli D.
Robert Cribb

En el curso de las primeras décadas del siglo xxi, Asia y Amé-


rica Latina se han vinculado con una fuerza inédita a raíz de
algunos acontecimientos y procesos políticos y económicos.
Ciertamente que la importancia económica y política de las
grandes economías asiáticas ha impactado a todo el globo. La
expresión “el siglo de Asia” para referirse al siglo xxi da cuenta
de este fenómeno. Así como el resto del mundo, las naciones
iberoamericanas están cada vez más ligadas a los procesos
productivos internos de gigantes como China, Japón, India e
incluso dentro de la comunidad del Sudeste Asiático conocida
por su sigla en inglés asean: Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático. En consideración de la importancia actual y
futura de esta región del mundo, el libro Asia y el Pacífico
durante los años de la Guerra Fría busca responder a la necesi-
dad de conocer y profundizar la región desde una mirada his-
tórica centrada en las décadas en las que se forjó buena parte
de las identidades nacionales de estos países.
Este compendio de ensayos históricos identifica a la Gue-
rra Fría como el marco temporal y como el concepto que les
da contenido a los temas que abordan los autores. El lapso de
la Guerra Fría cubre un espectro temporal con extremos muy
difusos, y que se suele pensar entre 1945 y 1991, fechas que
tienden a obedecer a las variadas definiciones del período que
tengan los autores que lo utilizan. El plano espacial del con-
cepto de Guerra Fría también ha sufrido modificaciones en las
últimas tres décadas. No hace mucho, el grueso de las narrati-
vas en torno a este concepto se centraba en los eventos acaeci-
dos en Europa y destacaban las políticas estadounidenses en
la región, tales como el plan Marshall en Europa occidental, o
23
24 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

la respuesta soviética, con la creación de su propio bloque


económico y político. Asimismo, el bloqueo a Berlín, la guerra
civil en Grecia, la capacidad nuclear soviética y la retórica en
torno a la “cortina de hierro” nutrieron las narraciones de la
temprana Guerra Fría (Gaddis, 1982; Kennedy-Pipe, 2007).
No obstante, la idea de que los eventos en Asia y otras regiones
profundizaron el sentido de crisis en los Estados Unidos está
igualmente presente en estos relatos eurocéntricos del pasado
(Szonyi y Liu, 2010). En los últimos años, las conexiones
transnacionales entre Asia y la Guerra Fría global han aumen-
tado, incorporando varios análisis que vinculan a las regiones
latinoamericanas con Asia (Westad, 2007; Harmer y Riquelme,
2014; McMahon, 2013; Kwon, 2010; Hasegawa, 2011).
Como indica Joaquín Fermandois, la Guerra Fría fue un
sistema internacional cuya característica central consistió en
una competencia de estados, sistemas y creencias, con una
fuerte centralidad de las superpotencias, en las cuales se vio
inserta la mayoría de las sociedades del planeta, y en la que
hubo también “pequeñas ‘guerras frías’ al interior de muchas
sociedades del mundo… [incluyendo] el caso decidor de
China” (Fermandois, 2014). Desde la segunda mitad de la
década de los cuarenta, como explica Alfredo Riquelme, “anti-
comunistas y comunistas compartían —en su antagonismo—
una representación dicotómica de la escena mundial, que
coincidía con las visiones antagónicas del mundo que orienta-
ban a las élites gobernantes estadounidense y soviética de pos-
guerra” (Riquelme, 2014). Y siguiendo a Heonik Kwon, el
término “Guerra Fría” hace referencia a “las condiciones pre-
valecientes del mundo en la segunda mitad del siglo xx, dividi-
das en dos rutas hacia la modernidad política y el desarrollo
económico” (Kwon, 2010, 1).1 Esto puede interpretarse en un
sentido acotado como el conflicto entre los dos estados domi-
nantes: Estados Unidos y la Unión Soviética, en una confron-
tación no declarada por la dominación mundial, la cual
ninguno fue capaz de ganar. Desde una perspectiva más
amplia, la Guerra Fría global implica la “relación desigual de
fuerzas entre las comunidades políticas que buscaban o eran

1
Las traducciones del inglés al español son de Pedro Iacobelli.
INTRODUCCIÓN 25

llevadas a buscar un camino específico hacia el progreso den-


tro de una estructura binaria del orden mundial” (Kwon, 2010,
2). Esta última posición en el conflicto implica una relación de
dominación que fue no solo política, sino también económica
y cultural, permitiendo resaltar a otros actores, como las élites
locales.
Una de las distinciones más importantes entre lo que fue
la Guerra Fría en Asia y el Pacífico con lo que se dio en Amé-
rica Latina radica en la naturaleza del orden político sobre la
cual se desarrolló. Mientras la Guerra Fría latinoamericana, y
hasta cierto punto europea, se produjo sobre Estados formales
con más de cien años de antigüedad, y con diversas experien-
cias institucionales, en Asia y el Pacífico involucró a naciones
nuevas o profundamente reformadas, como el caso japonés y
tailandés, cuyos líderes gobernantes muchas veces se mostra-
ron ambivalentes frente a las alternativas que el orden mun-
dial les presentaba. A la vez, luego del fin de la conflagración
mundial en 1945, la región se insertó directamente en la Gue-
rra Fría como el principal escenario de las disputas ideológi-
cas de la época.
El dominio del Imperio de Japón en Asia y el Pacífico
logró unir bajo un régimen brutal a gran parte de los países y
regiones que se estudian en este libro. El gobierno japonés y
su plan por establecer una “esfera de coprosperidad en la
Gran Asia Oriental” fue expresión de su vinculación con los
regímenes fascistas de Europa. No obstante, mientras Esta-
dos Unidos y la Unión Soviética cooperaron contra la ame-
naza común en Europa en tiempos de guerra, en Asia casi no
existió colaboración. Por el contrario, una vez que se rindió
Japón, ambos bandos se enfrascaron en una competencia por
la hegemonía regional. En este contexto, Estados Unidos par-
ticipó en guerras “calientes” (en la península coreana y en
Vietnam) contra enemigos locales a quienes consideraba
secuaces, proxis, de la Unión Soviética. Tras el triunfo comu-
nista en China, las autoridades estadounidenses temieron que
el resto de las naciones cayeran, una por una, al comunismo,
como piezas de dominó, y en paralelo, intentaban fortalecer
la resiliencia en las sociedades no comunistas, apoyando la
costosa reindustrialización de Japón y financiando regímenes
26 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

dictatoriales, con programas desarrollistas dentro de la


región. Si bien Japón construyó sobre sus fuerzas industriales
de preguerra para retomar su liderazgo económico, la expe-
riencia económica y política en otras latitudes tuvo un resul-
tado mixto.
Por otro lado, las autoridades en Washington usualmente
malinterpretaron a los que no eligieron alinearse con ellos, por
cuanto los países que se constituyeron en regímenes marxistas,
como China, Corea del Norte, Vietnam, incluso a veces Mongo-
lia y luego Camboya y Laos, estuvieron lejos de ser títeres o
agentes de la Unión Soviética. Estas naciones se identificaron
como vanguardias dentro de una revolución global, en parte
debido a sus propias historias nacionales que encauzaban sus
agendas domésticas e internacionales. En otras partes, como
en Indonesia, Birmania e India, existió un poderoso movi-
miento que repudió la alineación con alguna de las “superpo-
tencias” y buscó formar una coalición progresiva de países del
“tercer mundo”, como un modelo alternativo. La derrota del
comunismo en Indonesia, la victoria comunista en Vietnam, el
vuelco hacia el capitalismo en China y el surgimiento de eco-
nomías exitosamente industrializadas (Corea del Sur, Taiwán,
Hong Kong y Singapur) son puntadas en la historia regional
que marcan la retirada de los imperativos de la Guerra Fría.
Lo local y lo global son dos fisonomías de un mismo con-
flicto, por lo que no es completamente extraño que las vicisitu-
des en un país resuenen en otro, incluso en un continente
distinto. Graham Greene, en su libro El americano impasible,
narra a través de los ojos de un periodista inglés, la historia de
un funcionario del servicio de inteligencia estadounidense,
agregado en la embajada de su país en Vietnam durante el
curso de la guerra. En su relato, Greene describe cómo, abs-
traído de la realidad local, este joven agente, educado e idea-
lista, busca cambiar el curso de la guerra y derrotar a las
tropas comunistas con su participación en los “programas de
asistencia” estadounidense —tapujos de una estrategia militar
mayor. Si bien las guerras en Indochina, descritas en el libro
de Greene, se enmarcan al interior de un proceso que en lo
local corolario de la construcción nacional que sigue a la caída
del colonialismo francés, la lucha de Estados Unidos y sus
INTRODUCCIÓN 27

aliados en contra del marxismo internacional se repitió en


otras zonas geográficas, en donde otros “americanos impasi-
bles” articularon reacciones a las amenazas del enemigo
común (ver Purcell y Casals, 2015; Schwartzberg, 2003). La
Guerra Fría global, en cuanto polifonía de oposiciones geopo-
líticas de gran escala, permitió que tanto Asia, el océano Pací-
fico y el mundo latinoamericano compartieran un “marco”
histórico semejante. La Guerra Fría fortalece un vínculo, al
menos a nivel de los imaginarios, de una región en otra. El
comunismo en China y las guerras en la península coreana y
en Vietnam, otrora zonas casi ignoradas en América, partici-
paron de la cotidianidad de las sociedades hispanohablantes a
través de la prensa que reportaba estos hechos o asociaciones
políticas que manifestaban su rechazo o apoyo a las motiva-
ciones que inspiraban a las partes beligerantes. Incluso, por
ejemplo, el caso chino sirvió de inspiración para los movi-
mientos revolucionarios en Latinoamérica (Rothwell, 2013;
Rothwell, 2010). (Ver capítulo 6).
A los coautores de este libro se les ha pedido dar una inter-
pretación libre sobre la historia de sus respectivas regiones de
estudio durante el período de la Guerra Fría. Esta, en cuanto
proceso global, tuvo un peso relativo desigual en las historias
locales de los países estudiados. Es por esto que este trabajo
no busca ser entendido como un conjunto de recuentos de los
sucesos propios de la Guerra Fría en las naciones de Asia y el
Pacífico, sino más bien como la interpretación de los principa-
les procesos sociales, políticos y culturales que experimenta-
ron estos pueblos durante el marco temporal que nos da dicho
conflicto.
El texto se encuentra dividido en dos partes. La primera
cubre las regiones del noreste de Asia e incluye un capítulo
“panorámico”, escrito por Tessa Morris-Suzuki, y seis capítulos
que se hacen cargo de las sociedades de la Unión Soviética,
Mongolia, Japón, Corea del Norte, Corea del Sur y China. La
segunda parte cubre las regiones del Sudeste de Asia, el Pací-
fico e India. Se incluyen aquí dos capítulos panorámicos, de
Robert Cribb y Paul D’Arcy, uno para el conjunto de países que
forman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y el otro
para las comunidades del Pacífico. El resto de los capítulos de
28 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

esa sección abordan las realidades nacionales en Vietnam y


Laos, Camboya, Tailandia, Birmania, India, Indonesia, Filipi-
nas, Malasia y Singapur, además de Australia y el proceso de
descolonización en el Pacífico.
En definitiva, esta obra ofrece un acercamiento a la región
de Asia Pacífico y busca expandir su estudio con una visión
crítica sobre cada una de las realidades regionales tratadas. A
través de autores líderes en su disciplina, presenta la historia
contemporánea de la región, así como también pretende inte-
resar al lector a conocer más a través de una bibliografía ano-
tada que permita ahondar los temas tratados. El libro va
acompañado de una selección de mapas diseñados especial-
mente para esta edición. Es, por lo tanto, un instrumento para
el estudio de la región y a la vez una invitación para profundi-
zar en su contenido. Si bien la importancia de los vínculos eco-
nómicos entre estos continentes justifica la necesidad de este
volumen, el período y regiones estudiadas son en sí mismas de
interés para el historiador y para el público general.
Finalmente, un proyecto de esta naturaleza contó con el
apoyo de numerosas personas, a las que se les debe una nota
de agradecimiento. En primer lugar, a los autores de estos tex-
tos, quienes dedicaron con entusiasmo su tiempo a un pro-
yecto, del cual varios no podrán leer por estar en un idioma
distinto al que dominan. Agradecemos también al equipo de
traductores liderados por Juan Luis Perelló E., en especial a
Marcela Contreras Torregrosa y Ángela Morales Santibáñez.
Ellos permitieron contar por primera vez en español con el tra-
bajo de algunos de los principales especialistas en el mundo
sobre la región. Los mapas que ilustran los capítulos fueron
confeccionados por Sebastián Rodríguez Leiva, quien trabajó
de cerca con los autores y coordinadores del libro. Por último,
agradecemos al Centro de Estudios Asiáticos, y a su director,
Johannes Rehner, y al Instituto de Historia de la Pontificia Uni-
versidad Católica de Chile, en especial al director Pablo
Whipple, por el apoyo constante a la realización de este pro-
yecto.
CAPÍTULO 1
EL NORESTE ASIÁTICO DURANTE
LA POSGUERRA*

Tessa Morris-Suzuki

El noreste asiático ha pasado por dos momentos de transfor-


mación desde principios de la era moderna. La primera recon-
figuración del orden en la zona involucró el declinar de China
y el ascenso de Japón. Este cambio comenzó en algún punto a
mediados del siglo xix, pero se confirmó del todo con las dos
guerras que se libraron entre 1894 y 1905. Estas se conocen en
general como la “guerra sino-japonesa” (1894-1895) y la “gue-
rra ruso-japonesa” (1904-1905), aunque quizá convendría lla-
marlas la “primera guerra de Corea”, pues en gran parte se
produjeron a causa de Corea y en torno al asunto que esta sig-
nificaba.
La segunda gran transformación siguió al colapso del
Imperio japonés en 1945. Entre dicho año y principios de la
década de 1950, surgió un nuevo orden en el noreste asiático,
en el que se reinstauró el poder de Japón dentro de la región,
aunque dentro de un marco radicalmente alterado por la divi-
sión de la Guerra Fría. El nuevo orden establecido allí se con-
firmó mediante conflictos violentos, que otra vez se produjeron
por la península de Corea y se lucharon allí mismo. Esta,
segunda transformación dio forma a la naturaleza del noreste
asiático como lo conocemos en la actualidad. Aunque en Europa
la Guerra Fría por lo general se considera terminada entre fines
de los años ochenta e inicios de los noventa, en el noreste asiá-
tico aún sobreviven poderosos elementos del conflicto. La penín-
sula coreana permanece dividida, y como veremos, algunas de

*
Traducido por Juan Luis Perelló.
29
30 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

las principales disputas territoriales de la región se originan


en los acuerdos internacionales de mediados del siglo xx. A
medida que la zona traza un curso hacia un futuro “posterior
a la Guerra Fría”, es especialmente importante comprender
las fuerzas que dieron forma a la naturaleza de su historia de
posguerra.

EL legado de la guerra del Pacífico en Asia

El orden de posguerra en el noreste asiático se vio influido


profundamente por los acontecimientos de la guerra del Pací-
fico en Asia. A nivel internacional, los acuerdos celebrados
entre las principales potencias aliadas durante el conflicto
determinaron los aspectos cruciales de la historia de posgue-
rra. El 1 de diciembre de 1943, tras una reunión en El Cairo, el
presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, el primer
ministro británico Winston Churchill y el líder chino Chiang
Kai-shek (también conocido como Jiang Jieshi) emitieron una
declaración que ayudaría a sentar las bases para el futuro de
la región en la posguerra. La declaración señalaba que una vez
vencido el Imperio japonés:

Se despojará a Japón de todas las islas del Pacífico que cap-


turó y ocupó desde el inicio de la Primera Guerra Mundial en
1914, y todos los territorios robados por este país a China,
como Manchuria, Formosa y las Pescadores, se restaurarán a
la República China. Japón también será expulsado de todos
los otros territorios que tomó con avaricia y por la fuerza.
Conscientes de la esclavitud del pueblo coreano, las tres gran-
des potencias antes mencionadas están determinadas a que a
su debido tiempo Corea sea libre e independiente.

Sin embargo, esta declaración dejó algunos asuntos sin


resolver. Por ejemplo, ¿qué quiso decir al aseverar que Corea
sería libre e independiente “a su debido tiempo”? Otros acuer-
dos del período de guerra agregan algunos detalles, pero asi-
mismo presentaron más problemas que abordar. Posterior a la
reunión en El Cairo, un encuentro en Teherán generó un
EL NORESTE ASIÁTICO DURANTE LA POSGUERRA 31

acuerdo secreto entre la Unión Soviética y Estados Unidos,


según el cual, luego de su liberación Corea quedaría bajo la
tutela de ambas potencias hasta que se la considerara “lista”
para la independencia. En el Acuerdo de Yalta, el 11 de febrero
de 1945, entre Roosevelt, Churchill y Stalin, la Unión Sovié-
tica (que a la fecha aún estaban sometidos a un tratado de
neutralidad con Japón) prometió declarar la guerra a Japón
una vez que Alemania fuera vencida. A cambio de esta pro-
puesta, el Reino Unido y Estados Unidos confirmaron que los
soviéticos obtendrían la soberanía sobre “la parte sur” de Saja-
lín, además de sus islas adyacentes.
Finalmente, en la Conferencia de Potsdam (o Berlín),
entre fines de julio y agosto de 1945, las principales potencias
aliadas acordaron las condiciones para aceptar la rendición
japonesa y declararon que tras la guerra la “soberanía japo-
nesa se limitará a las islas de Honshu, Hokkaido, Kyushu,
Shikoku y aquellas islas menores que determinemos”. Estos
acuerdos claves durante la guerra ayudaron a acelerar la
derrota de Japón, pero tendrían graves consecuencias para la
historia del noreste asiático.

La caída del Imperio japonés


y sus consecuencias

Lo que las potencias aliadas no pudieron predecir, incluso


durante el acuerdo de Potsdam, fue la velocidad con la que
colapsaría el Imperio japonés. Para cuando el acuerdo se
firmó, la milicia nipona ya se encontraba en franca retirada y
la economía del país sufría el efecto de los muchos años de
guerra. Las bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima
y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, así como la igualmente
importante declaración de guerra contra Japón por parte de
los soviéticos, el 8 de agosto, empujaron al país a la rendición
incondicional, y al noreste asiático al caos. El resultado fue la
decisión apresurada de Estados Unidos y la Unión Soviética
de trazar una línea divisoria en la mitad de la península de
Corea, separándola en dos zonas de ocupación y tutelaje: una
soviética y la otra estadounidense.
32 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Mientras tanto, las tropas soviéticas iban arrasando rápida-


mente hacia el estado cliente de Manchuria (Manchukuo) que
Japón había instalado en el noreste de China y hacia la mitad
sur de la isla de Sajalín y sus vecinas islas Kuriles, anterior-
mente controladas por Japón. En China, el vacío generado por
la retirada de las fuerzas japonesas se convirtió en un nuevo
campo de batalla entre los nacionalistas liderados por Chiang
Kai-shek y las fuerzas comunistas de Mao Zedong. La victoria
del bando comunista, en 1949, aseguró que la región quedara
dividida de una forma típica de la Guerra Fría, pero de manera
más compleja que en Europa. Mientras esta quedaba biseccio-
nada entre un Occidente pro Estados Unidos y un bloque sovié-
tico en el este, el noreste asiático quedó de hecho partido en
tres: entre (1) una zona oriental dominada por los estadouni-
denses (incluyendo Japón, Corea del Sur y la República de
China nacionalista en Taiwán); (2) la Unión Soviética (que con-
trolaba el este de Siberia, Sajalín y las islas Kuriles) y la Repú-
blica Popular de Mongolia (que mantenía estrechos lazos con
los soviéticos); y (3) la República Popular China que forjó una
alianza con la urss en 1950, pero cuya relación con ella perma-
neció inestable y se volvió especialmente fría después de la rup-
tura sino-soviética de principios de los años sesenta.
Aunque el derrotado Japón fue desarmado y su Constitu-
ción de posguerra en 1946 comprometió al país con la paz, el
nuevo orden en el noreste asiático estaba altamente militari-
zado. Las fuerzas aliadas, lideradas por Estados Unidos, ocu-
paron Japón desde septiembre de 1945 hasta abril de 1952,
aunque después del término de la ocupación, decenas de miles
de sus efectivos permanecieron en suelo nipón. El archipiélago
de las Ryukyu (Okinawa) al sur de Japón se mantuvo bajo con-
trol estadounidense hasta 1972. Asimismo en la mitad sur de la
península coreana permaneció una gran presencia militar esta-
dounidense, incluso luego de que ambas mitades de la penín-
sula fueran declaradas independientes en 1948. Mientras tanto,
la Unión Soviética estableció bases militares importantes en
los territorios del Lejano Oriente, incluyendo Sajalín; y las tro-
pas chinas, que habían sido enviadas a apoyar a Corea del
Norte durante la guerra de Corea, se quedaron en la mitad sep-
tentrional hasta 1958.
EL NORESTE ASIÁTICO DURANTE LA POSGUERRA 33

Mapa 1: Noreste de Asia

El tratado de paz de posguerra, firmado en San Francisco,


el 8 de septiembre de 1951, declaraba que en el futuro las
potencias aliadas y Japón “cooperarían en asociación amis-
tosa para promover su bienestar común y mantener la paz y
seguridad internacional”. No obstante, el tratado fue firmado
en una región ya dividida por la Guerra Fría, lo que significó
que encarnaba problemas y divisiones que han seguido ator-
mentando al noreste asiático desde entonces. Ni la Unión
Soviética ni la República Popular China, ni la República China
(en Taiwán) firmaron el Tratado de San Francisco. Después de
algunos debates, tanto la República Democrática Popular de
Corea (Corea del Norte) como la República de Corea (Corea
del Sur) fueron también excluidas de las negociaciones del
tratado, bajo el argumento de que durante la guerra Corea
había sido colonia japonesa.
Aunque se suponía que el acuerdo de posguerra determi-
naría la división territorial del que fuera el Imperio japonés,
34 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

las consideraciones producto de la Guerra Fría produjeron un


tratado que mantenía una “vaguedad estratégica” acerca de la
soberanía sobre varias de las islas que habían estado formal-
mente bajo control nipón, incluyendo la isla de Dokdo o
Takeshima (entre Japón y Corea), las islas Senkaku o Diaoyu
(entre Okinawa y China) y las islas al sur de la cadena de las
Kuriles (llamadas por Japón como “los territorios del norte”).
Como Kimie Hara y otros han argumentado, la vaguedad del
Tratado de Paz de San Francisco se convirtió en una causa
importante de conflictos territoriales sobre estas islas, que
persisten hasta hoy (Hara, 2014).
El concepto de “Guerra Fría” se acuñó en un contexto
europeo: su primer uso en la posguerra se atribuye por lo gene-
ral a George Orwell (Kwon, 2010). Aunque es aplicada amplia-
mente a otras partes del mundo, la expresión es menos
apropiada en el noreste asiático, donde la Guerra Fría se
“calentó” rápidamente. Con el estallido de la Guerra de Corea,
el 25 de junio de 1950, la península coreana se transformó en
escenario de un conflicto que era al mismo tiempo una guerra
civil y una guerra mundial en el suelo de una sola nación. Die-
ciséis países, como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, los
Países Bajos, Canadá, Australia, Turquía, Grecia, Tailandia,
Etiopía y Colombia enviaron tropas a luchar bajo la bandera
de las Naciones Unidas en el bando surcoreano de la guerra;
mientras que la República Popular China mandó un gran con-
tingente de Voluntarios del Pueblo Chino para ayudar a Corea
del Norte, y la Unión Soviética igual proporcionó armas y
apoyo aéreo. Japón, aunque sin ser un combatiente oficial,
estaba fuertemente involucrado. Proporcionó grandes cantida-
des de equipamiento bélico y algo de personal (incluyendo dra-
gaminas navales) a las fuerzas de la onu en Corea del Sur. Por
otro lado, la República Popular de Mongolia, tampoco involu-
crada oficialmente en la guerra, proporcionó equipamiento
para el bando norcoreano.
Esta confrontación fue la primera gran prueba para la
determinación y las destrezas diplomáticas de la recién creada
Organización de las Naciones Unidas (onu), pero produjeron el
extraño espectáculo de que esta actuaba como combatiente
por el bando surcoreano, en lugar de hacerlo como institución
EL NORESTE ASIÁTICO DURANTE LA POSGUERRA 35

garante de la paz: un hecho que tuvo profundas implicancias


para su papel posterior en el noreste asiático. La Guerra de
Corea también trastocó los esfuerzos por encontrar o crear un
acuerdo de paz para la posguerra que fuera verdaderamente
exhaustivo, y es una de las principales razones por las que aún
hoy, Rusia y Japón nunca han firmado un tratado de paz tras la
conflagración. La Guerra de Corea en sí misma terminó sin
resultados concluyentes, con ambos bandos luchando entre sí
hasta quedar en statu quo. El 27 de julio de 1953 se firmó en
Panmunjom un armisticio entre los representantes del mando
de la onu, el Ejército Popular de Corea y los Voluntarios del
Pueblo Chino, pero Corea del Sur se negó a rubricarlo y nunca
se ha firmado un tratado de paz por la Guerra de Corea (Miyo-
shi Jager, 2013).

Población y migraciones

Si bien la dominación política y militar japonesa del noreste


asiático, que llegó a su término en 1945, se caracterizó por su
violencia y desigualdad, también creó un complejo espacio de
circulación transfronteriza de personas e intercambio de ideas.
Para fines de la guerra del Pacífico en Asia, más de tres millo-
nes de civiles japoneses y un número similar de efectivos mili-
tares se hallaban repartidos por los países ocupados o
colonizados por Japón. Durante el transcurso de la década
siguiente, casi todos regresaron a su país, en las mayores repa-
triaciones masivas de personas en la historia moderna de la
región. Durante la era colonial, unos dos millones de coreanos
había migrado a Japón y cerca de 1,5 millones cruzó la fron-
tera hacia el noreste chino, Manchuria (Watt, 2009). Aunque
muchos regresaron a casa al concluir el conflicto, la problemá-
tica situación en Corea dificultó la repatriación y más de medio
millón de coreanos se quedaron a vivir en China, mientras que
cerca de 600.000 permanecieron en Japón, constituyendo la
mayor minoría étnica de posguerra en el país.
En China, decenas de millones de personas fueron despla-
zadas a causa de la confrontación con Japón, la que fue suce-
dida por la guerra civil. Entre estas había cerca de un millón
36 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

de efectivos militares y otro millón de civiles que huyeron


desde China continental hacia Taiwán luego de la derrota
sufrida por las fuerzas nacionalistas de Chiang Kai-shek en la
guerra civil. Estos nuevos residentes, que en su mayoría se
establecieron en el norte de Taiwán, cambiaron profunda-
mente el carácter de la población de la isla y contribuyeron a
su acelerado crecimiento demográfico de cerca de 5,8 millones
en 1940 a más de 10 millones en 1960 (Rudolph y Lu, 2011).
Los movimientos y desplazamientos producidos por la
gran transición de mediados del siglo xx continuaron en
menor escala hacia los años sesenta. Entre 1959 y 1984, unos
90.000 coreanos que vivían en Japón fueron “repatriados” a
Corea del Norte según acuerdos firmados entre las sociedades
de la Cruz Roja de ambos países. De hecho, la gran mayoría de
aquellos emigrantes salió desde la mitad sur de Corea, país
que en aquel entonces era reacio a recibirlos, mientras que la
pobreza y la discriminación hicieron a muchos sentir que no
tenían futuro en Japón (Morris-Suzuki, 2007). Asimismo dece-
nas de miles de chinos habían emigrado a Corea durante la
época colonial, y se cree que para 1960, cerca de 50.000 de
ellos vivían en Corea del Sur. Ante un trasfondo de naciona-
lismo y tensiones de la Guerra Fría, el régimen surcoreano de
Park Chung-hee promulgó estrictas leyes de propiedad que
obligaron a muchos chinos a dejar el país (Lynn, 2007). Estas
“migraciones bajo presión” reflejaban las fuerzas ideológicas
que dividían a la región entre los años cincuenta y ochenta.
Frente a este trasfondo de tensiones propias de la Guerra Fría,
las minorías étnicas resultaron ser un blanco fácil para las
sospechas. Los antagonismos ideológicos y las preocupacio-
nes por la seguridad hicieron que los controles fronterizos a lo
largo de la región fueran estrictos, por lo que el contacto
directo entre personas se vio muy limitado para los ciudada-
nos, incluso entre países vecinos.
Sin embargo, dentro de las fronteras nacionales de esta
región dividida, el retorno a la paz luego de 1953, combinado
con el crecimiento económico y una mejor atención sanitaria
EL NORESTE ASIÁTICO DURANTE LA POSGUERRA 37

llevaron aceleradamente a menores tasas de mortalidad y


mayores poblaciones (ver Tabla 1). Cuando en 1964, Japón se
unió a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económi-
cos (ocde), su esperanza de vida era la más baja de todas las
naciones miembro, pero para los años ochenta, se había con-
vertido en una de las mayores (Ogawa, 2008). Para aquel enton-
ces, Japón había ingresado a su etapa de “transición demográ-
fica”: tasas de mortalidad decrecientes se vieron acompañadas
de tasas de natalidad en descenso, por lo que el crecimiento
demográfico no fue tan rápido como en otras partes de la
región. En China, a pesar de las hambrunas aparejadas al fra-
caso de las políticas económicas de fines de la década del cin-
cuenta, las tasas de mortalidad igual cayeron pronunciada-
mente hasta los años ochenta. No obstante, la tasa de natalidad
permaneció alta, despertando temores de un “cataclismo
demográfico”, tanto dentro como fuera del país. Finalmente,
estos temores incitaron la adopción a fines de los setenta y
principios de los ochenta, de la “política china del hijo único”,
que combinada con otras fuerzas sociales, llevó a un brusco
descenso en la tasa de natalidad desde los años ochenta en ade-
lante. El crecimiento de la población y la transición demográ-
fica fueron tanto un síntoma como una causa de la creciente
prosperidad económica de la región, pero también sentaron las
bases de nuevos desafíos económicos y sociales que esta enfren-
taría en el siglo xxi.

Tabla 1. Crecimiento de la población en el noreste asiático


(en millones), 1950-1995

País 1950 1995 Tasa de crecimiento en %


Japón 83,6 125,1 149,6
China 552,0 1.218,8 220,7
Corea del Sur 20,4 45,0 220,6
Taiwán 7,6 21,4 281,6
Fuentes: Mason, 2001; Wang & Mason, 2008.
38 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

El crecimiento económico
en una región dividida

Para el noreste asiático, la era de posguerra fue una época de


divisiones y tensiones políticas, pero asimismo de una cre-
ciente prosperidad material (ver Tabla 2). Yoshida Shigeru, el
primer ministro de posguerra japonés, describió de forma
infame la Guerra de Corea como un “regalo del cielo” y de
hecho, el auge creado por las contrataciones públicas debidas
al conflicto bélico ayudó al arranque del “milagro económico”
japonés de la posguerra. Entre las décadas de 1950 y de 1980,
la región pasó a verse como un campo de pruebas para dos
modelos de desarrollo económico muy distintos. Japón, Corea
del Sur y Taiwán abrazaron el desarrollo capitalista, pero con
un estilo característico, en el que el Estado desempeñaba un
papel relativamente amplio en guiar y promover el creci-
miento económico.

Tabla 2. Tasa de crecimiento anual del pib en China,


Japón y Corea del Sur, en términos de porcentajes:
décadas de 1960 a 1990
País 1960-1970 1970-1980 1980-1990 1990-2000
Japón 9,4 4,5 4,1 1,5
China (rpc) 2,7 6,3 9,4 10,1
Corea (roc) 7,4 7,5 8,7 6,3
Fuente: Garnaut & Song, 2005.

El éxito espectacular de este enfoque “capitalista dirigido


por el Estado” en promover el crecimiento en Japón incentivó
a muchos observadores a ver a esta nación como un modelo
para el desarrollo de otros países asiáticos, aunque de hecho
la tasa de crecimiento japonesa cercana al 10 por ciento anual
durante los años sesenta recibió el apoyo de diversas fuerzas,
de las que la política gubernamental fue solo una parte. Junto
a ella, un suministro abundante de mano de obra bien edu-
cada, un acceso relativamente barato a proveedores interna-
cionales de recursos y un bajo gasto militar conforme a su
EL NORESTE ASIÁTICO DURANTE LA POSGUERRA 39

Constitución pacifista, ayudaron a Japón a resurgir como la


superpotencia económica de la región durante los años
sesenta. Hacia fines de las dos décadas siguientes, otros países
asiáticos menores, como Corea del Sur y Taiwán, habían adop-
tado con éxito fuertes políticas de industrialización conducida
por el Estado y se habían unido a las filas de las naciones
recién industrializadas.
Mientras tanto, China y Corea del Norte experimentaban
modelos socialistas de desarrollo económico con control del
Estado, con muy ambiciosos planes de industrialización y
aumentos de la productividad agrícola. En las primeras eta-
pas, estas políticas parecieron conseguir algunos resultados
impresionantes y varias naciones más pobres del “tercer
mundo” vieron en ambos países un modelo a seguir. Hace tan
poco como fines de los años setenta, algunos académicos occi-
dentales de izquierda seguían alabando la “clara y general
superioridad de la socialista Corea del Norte en comparación
con la capitalista del sur”, en palabras del escritor británico
Malcolm Caldwell (Caldwell, 1977). De hecho, hasta más o
menos inicios de esa década, aquella era probablemente aún
más próspera que su vecina del sur.
Muchos expertos todavía reconocen que durante las prime-
ras décadas de posguerra, Corea del Norte y China avanzaron
notablemente en áreas como la alfabetización y el desarrollo
de programas de salud pública, aunque el progreso se logró en
medio de sistemas sociales y políticos altamente opresivos. No
obstante, poco a poco resultó evidente que los ambiciosos
intentos por forzar el ritmo de crecimiento, como el “Gran
Salto Adelante” chino (1958-1961) y el movimiento Chollima
de Corea del Norte (1957-1961), habían fracasado en sus metas
y constituyeron enormes costos para la población. La sobreex-
plotación de la mano de obra y los recursos llevó a productos
de mala calidad y al colapso de los sistemas industriales y de
distribución. El fracasado Gran Salto Adelante en China se
considera como la principal causa de la hambruna que asoló el
país (Manning y Wemheuer, 2011). Problemas subyacentes en
el modelo de crecimiento económico con planificación estatal,
agudizados por el caos de la Revolución Cultural, llevaron a un
cambio de rumbo radical tras la muerte de Mao Zedong en
40 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

1976 y la llegada al poder de Deng Xiaoping a fines de esa


década. Aferrada firmemente a su camino de control econó-
mico estatal de su autonomía, Corea del Norte se hundió en un
atolladero que empeoró desde los años ochenta en adelante, en
especial después del colapso de la Unión Soviética en 1991 y la
muerte en 1994 de Kim Il-sung, el primer líder de Corea del
Norte.

Hacia un orden tras la Guerra Fría


en el noreste asiático

En Europa, la caída del muro de Berlín en 1989 y el colapso de


la Unión Soviética en 1991, por lo general se consideran como
el “fin de la Guerra Fría”, pero en el noreste asiático, las cosas
resultaron más complejas. Un deshielo gradual en las relacio-
nes entre los países de la región había comenzado desde 1972,
con la visita sorpresa a China del presidente estadounidense
Richard Nixon. En 1978, Japón y China firmaron un Tratado
de Paz y Amistad para resolver los asuntos pendientes de la
guerra del Pacífico en Asia. Esto abrió el camino a más comer-
cio y viajes entre las dos mayores economías del noreste asiá-
tico. La transformación y apertura de la economía bajo Deng
Xiaoping amplió enormemente las oportunidades de interac-
ción económica y social entre China y los demás países de la
región. La caída de la Unión Soviética también fue seguida
por la democratización de la República Popular de Mongolia,
que en 1992 adoptó una nueva Constitución y un gobierno
parlamentario, rebautizándose simplemente como Mongolia.
Al igual que otros estados postsocialistas, la nueva Mongolia
al principio forcejeó con problemas de corrupción y negligen-
cia económica, pero finalmente surgiría de décadas de relativo
aislamiento para convertirse en un actor político y económico
cada vez más importante en la región (Rossabi, 2005).
El cambiante orden global, junto con los movimientos
internos de democratización, produjo asimismo transforma-
ciones en otras partes de la zona asiática. Aparte de un breve
momento de democratización frustrada a inicios de los años
sesenta, Corea del Sur estuvo siempre dominada por regíme-
EL NORESTE ASIÁTICO DURANTE LA POSGUERRA 41

nes autoritarios desde la creación del Estado en 1948. El pro-


longado mandato del exoficial militar Park Chung-hee, que
fuera presidente entre 1962 y 1979, trajo consigo un creci-
miento industrial considerable, pero estuvo acompañado de
una represión política. Tras su asesinato en 1979, Park fue
sucedido por otra figura militar, Chung Doo-hwan, quien tam-
bién ejerció un control autoritario sobre el país, pero un cre-
ciente movimiento democratizador fructificó en los años
noventa, con el establecimiento de elecciones democráticas y
el retroceso gradual de las restricciones en las libertades polí-
ticas. Un proceso similar se producía en Taiwán, que había
estado siempre dominado por la presencia del presidente
Chiang Kai-shek, desde que transfiriera su gobierno naciona-
lista desde China continental hacia Taiwán tras su derrota a
manos de las fuerzas comunistas de Mao. Incluso después de
su muerte en 1975, su hijo Chiang Ching-kuo siguió mante-
niendo las riendas del poder de facto en Taiwán, pero un aflo-
jamiento gradual de las restricciones políticas allanó el camino
para las primeras elecciones presidenciales democráticas del
país en 1996.
La democratización y el inicio de relaciones entre los paí-
ses del noreste asiático ayudaron al ingreso a una nueva era de
prosperidad sin precedentes en la región, la que se convirtió en
el motor económico de Asia y de hecho, del mundo. La nueva
era inspiró el sueño de crear una comunidad regional de eco-
nomía y seguridad, más o menos como la Unión Europea. Pero
quedaban muchos problemas. La península de Corea perma-
necía dividida y el programa de armas nucleares en Corea del
Norte aumentó los niveles de tensión. Mientras tanto, crecía la
tirantez nacionalista entre una China que volvía a resurgir y un
Japón económicamente estancado, lo que se manifestaba en
tensiones sobre el recuerdo de la guerra del Pacífico en Asia y
el control sobre las islas Senkaku (Diaoyu), cuyo destino había
quedado indeterminado en el Tratado de Paz de San Francisco
en 1951.
Al mismo tiempo, la región enfrentaba desafíos comparti-
dos, que requerían de una cooperación urgente. La rápida indus-
trialización y el consumismo creciente, primero en Japón y
luego en China y demás naciones pequeñas de la zona, crearon
42 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

graves problemas de contaminación ambiental. La creciente


demanda energética regional se vio acompañada por la cons-
trucción de centrales nucleares en todos los países de la región
(excepto Mongolia), pero esto planteó interrogantes de impor-
tancia sobre la seguridad, en naciones sísmicas como Japón,
China y Taiwán. La transición demográfica llevaba al envejeci-
miento de la población y la perspectiva de una fuerza laboral
decreciente. Aunque a partir desde fines del siglo xx, Japón,
Corea del Sur, Taiwán e incluso China abrieron en forma gra-
dual sus puertas a influjos limitados de trabajadores inmigran-
tes, las perspectivas futuras siguen causando preocupación,
especialmente en Japón, donde desde 2010 en adelante la
población total va disminuyendo. En el siglo xxi, es más impor-
tante que nunca para el noreste asiático superar los asuntos
pendientes que dejó la Guerra Fría, para poder trabajar en con-
junto por un bienestar compartido y por la paz regional.
CAPÍTULO 2
HISTORIA DE MONGOLIA
DESPUÉS DE LA GUERRA*

Li Narangoa

La historia política de Mongolia gira en torno a su proceso


emancipador, que se desenvuelve a través de tres etapas gene-
rales: la lucha, consolidación y conservación de su indepen-
dencia. Este capítulo aborda este proceso con atención a su
contexto histórico en el siglo xx: desde la caída de la dinastía
Qing al derrumbe del bloque soviético.

La historia de la independencia

El proceso de construcción del Estado de Mongolia se remonta


a la unificación de las tribus mongolas por parte de Gengis
Kan, en 1206 d. C. Luego de cerca de un siglo de expansión por
Eurasia, que incluyó los territorios que corresponden actual-
mente a Rusia y China, el Imperio mongol volvió a fragmen-
tarse con su caída a fines del siglo xiv. El último emperador
mongol de la dinastía Yuan, cuyo territorio incluía a las actua-
les China y Mongolia, fue obligado a abandonar la capital
imperial, Khanbaliq (Beijing, en la actualidad), y se retiró al
norte de la Gran Muralla, en 1368. Los clanes mongoles man-
tuvieron relaciones comerciales con la dinastía Ming, que
había reemplazado a la dinastía mongola Yuan al sur de la
Gran Muralla. Hubo varios intentos de unificación, pero nunca
pudieron concretarse por completo. A mediados del siglo xviii,
la dinastía Qing (1636-1911), que reemplazó a la Ming en el
gobierno de China, ocupó todas las tierras mongolas. Mientras,

*
Traducido por Marcela Contreras Torregrosa.
43
44 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

los colonos chinos dominaron el comercio y los negocios, sus


prestamistas explotaron a la nobleza y a los pastores mongoles
por igual. Pero justo antes de la caída de la dinastía Qing en
1911, los mongoles al norte del desierto de Gobi declararon su
independencia bajo el liderazgo del líder budista, el Jebtsun-
damba Khutuktu: “Santo y Venerable Señor”, quedando los
clanes mongoles al sur del desierto bajo la administración
china. El recuerdo de la colonización china llevó a los mongo-
les a rechazar la posibilidad de ser regidos por un gobierno
controlado por los aquellos.
El Jebtsundamba Khutuktu, ungido como Bogd Kan, hizo
un llamado a todos los grupos mongoles en Asia para que se
integraran a la recientemente proclamada Mongolia indepen-
diente y construyeran un Estado unificado. Muchos líderes
mongoles manifestaron su voluntad de seguir al Bogd Kan y
cientos de ellos migraron hacia Mongolia, e incluso habitantes
del territorio chino de la Mongolia interior, al sur del desierto
de Gobi. El gobierno mongol envió tropas para liberar por la
fuerza a la Mongolia interior del dominio de la República
China, luego de que esta evitara activamente que los habitan-
tes de esa región adhirieran a la causa unificadora de Mongo-
lia en 1912. La lucha persistió durante 1913, pero las tropas
mongolas se vieron muy afectadas por la falta de armas y
municiones, hasta que finalmente se retiraron.
En su proceso de construcción de un Estado-nación inde-
pendiente, el gobierno de Mongolia buscó el reconocimiento
diplomático activo, primero con Rusia, en forma infructuosa,
y luego a través de un acuerdo tripartito con China y Rusia.
Estos tres países se reunieron en 1914 y 1915 para respaldar el
estatus internacional de Mongolia. Como resultado, se firmó
el acuerdo tripartito de Kyakhta. El tratado no solo aplazaba
el reconocimiento de Mongolia como un país independiente,
sino también limitaba su extensión territorial. La Mongolia
interior y la región de Barga no se incluyeron en la Mongolia
autónoma. En este tratado de 1915 se selló la división entre la
Mongolia interior y la Mongolia exterior.
HISTORIA DE MONGOLIA DESPUÉS DE LA GUERRA 45

Mapa 2: Mongolia, principales ciudades

Sin embargo, el Estado autónomo de Mongolia (Mongolia


exterior) no duró demasiado. Mientras Rusia estaba concen-
trada en su guerra civil, China envió tropas a Mongolia con el
pretexto de protegerla de los bolcheviques, para luego forzarla
a abolir su alto nivel de autonomía en 1918. Con la ayuda de
Ungern Sternberg, uno de los líderes del Ejército Blanco ruso
y, más tarde, con el apoyo del Ejército Rojo de ese mismo país,
Mongolia expulsó a las tropas chinas y el gobierno del Bogd
Kan recuperó su sitial en 1921. Al mismo tiempo, se estableció
el Partido Revolucionario de Mongolia. Tras la muerte del
Bogd Kan en 1924, los revolucionarios abolieron la monar-
quía, instalaron una Constitución de estilo soviético y procla-
maron la República Popular de Mongolia (rpm).
El nuevo gobierno recibió ayuda soviética en diferentes
áreas, pero asimismo fue capaz de hacer su propia política
durante los primeros años. Sin embargo, desde 1928 en ade-
lante, la política en Mongolia reflejó cada vez más la dominante
46 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

influencia soviética, hasta que la urss se convirtió en su único


socio comercial. Y no solo el sistema político de Mongolia
siguió el modelo soviético, sino también lo hizo el Ejército Rojo
mongol, pues se motorizó y se modernizó con ayuda de su
poderoso vecino. Debido a la agitación interna y las amenazas
externas en la frontera de la región de Manchuria y Mongolia
interior, ocupadas por los japoneses, las tropas comunistas se
estacionaron en Mongolia a partir de la década de 1930.
A pesar de que Mongolia no se vio directamente afectada
por las batallas de la Segunda Guerra Mundial, la Gran Guerra
Patria de Rusia contra la Alemania nazi desde 1941 significó
para ella una pesada carga. Mongolia apoyó a Rusia con un
enorme número de caballos, lana y ropa de abrigo. Con poste-
rioridad, el ejército mongol se unió al ejército ruso en la guerra
contra los japoneses y cruzaron la frontera de Mongolia inte-
rior, de dominio japonés, el 9 de agosto de 1945. El mariscal
Choybalsan declaró la guerra contra Japón para liberar a Mon-
golia interior y unificar a las culturas mongolas nacionales.
Desde el punto de vista de Mongolia, este fue un movimiento
táctico. Participar en la guerra y liberar a Mongolia interior de
los japoneses significaba que habría una posibilidad de unifi-
car Mongolia interior con la República Popular de Mongolia y
expandir sus territorios. Los líderes de ambos territorios com-
partían la idea de que la superficie al norte de la Gran Muralla
era tradicionalmente territorio mongol. Choybalsan imaginaba
un mundo de posguerra en que la nación mongola incluía a
Mongolia interior, tal como lo hiciera el Bogd Kan, cerca de
treinta años antes. Los nacionalistas chinos estaban conscien-
tes de sus intenciones, por lo que acusaron a Mongolia de par-
ticipar en la guerra ilegalmente, pues no formaba parte de la
Conferencia de Yalta. Aun peor, Stalin usó la presencia del ejér-
cito mongol en Mongolia interior como moneda de cambio
durante las negociaciones sobre las condiciones de los acuer-
dos sino-soviéticos de posguerra, que concluyeron el 14 de
agosto de 1945, apenas un día antes de la fecha de término ofi-
cial de la guerra. Bajo la presión soviética, China acordó con
renuencia reconocer la independencia de la República Popular
de Mongolia a condición de que fuese refrendada en un refe-
rendo nacional. Sin embargo, Mongolia interior quedó excluida
HISTORIA DE MONGOLIA DESPUÉS DE LA GUERRA 47

de formar parte de la nación mongola que se independizaba.


En octubre de 1945, tal como había sido acordado con las
autoridades chinas, se realizó un referendo nacional en la
República Popular de Mongolia, cuyos resultados estuvieron a
favor de la independencia casi en un ciento por ciento. Aunque
el gasto económico de Mongolia durante la guerra había sido
enorme, no recibió ninguna parte del botín de guerra, a excep-
ción de la mano de obra de 20.000 prisioneros japoneses utili-
zados en diversos proyectos de construcción en la capital, Ulán
Bator, hasta 1947.
En enero de 1946, el gobierno chino nacionalista recono-
ció oficialmente la independencia de la República Popular de
Mongolia. Sin embargo, en agosto de 1947, estalló una batalla
en las montañas Baitag Bogd, en la frontera de Xinjiang, entre
el ejército chino y el ejército mongol, apoyados por el ejército
soviético. Como resultado, los nacionalistas chinos quitaron
su apoyo al reconocimiento de la independencia de Mongolia
y vetaron su incorporación a la Organización de las Naciones
Unidas (onu) en 1946. Tres años más tarde, y luego del triunfo
comunista, Mongolia reconoció a la República Popular China
y firmaron un acuerdo mutuo. El gobierno nacionalista chino
en Taiwán continuó asegurando que la República Popular de
Mongolia era parte de China. Los taiwaneses siguieron inclu-
yendo el territorio mongol dentro de las fronteras de China
hasta la llegada del siglo xxi.

Construcción de un Estado socialista


moderno durante la Guerra Fría

La Guerra Fría y la ruptura de las relaciones sino-soviéticas


tuvieron un efecto devastador en Mongolia. A pesar de que era
reconocida por todos los países comunistas, pasó un largo
tiempo antes de que las principales naciones occidentales la
reconocieran. Tras una larga y ardua campaña, Mongolia
finalmente fue aceptada como Estado miembro por la Organi-
zación de las Naciones Unidas en 1961, quince años después
de haber solicitado su incorporación por primera vez.
48 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

El objetivo de Mongolia en las dos décadas que siguieron


al fin de la guerra consistió en construir un estado socialista
industrializado y moderno, junto con sus dos vecinos comu-
nistas: Rusia y la República Popular China. La economía tra-
dicional, basada en el pastoreo, se consideró retrógrada y no
ofrecía las condiciones para el surgimiento de una clase obrera
proletariada en términos marxistas. En la década de 1950,
Mongolia introdujo un sistema socioeconómico al estilo sovié-
tico: se colectivizó la propiedad y se retomó la organización
económica en planes quinquenales, los cuales ya se habían
puesto en práctica en la época de preguerra. La moderniza-
ción mongola no se basó en la demanda popular, sino fue diri-
gida por ser considerada un proceso necesario para la
revolución social y para expandir la clase obrera. Los pastores
se resistieron en un principio y, por lo tanto, la colectivización
no tuvo muy buen resultado en el primer tiempo, ya que el
ganado permaneció en manos de los pastores. Pero al inicio
de los años sesenta, el proceso de colectivización había pro-
gresado hasta ser considerado completo, quedando toda la
economía mongola bajo el control estatal. El ganado, que
habitualmente pertenecía a agrupaciones colectivas, aumentó
de 268.500 cabezas en 1952 a 16.900.000 cabezas en 1960. Los
pastores empezaron a convertirse en trabajadores asalariados.
El Estado moderno debía tener una economía diversifi-
cada, que contara con industrias y agricultura, y una vida
urbana que promoviera la educación y la cultura. Sin embargo,
Mongolia, por su escasa población, no tenía los recursos
humanos ni técnicos para lograr esta meta. La asistencia téc-
nica, la mano de obra y la ayuda financiera proporcionada por
los chinos y los soviéticos en ese entonces fueron esenciales
para el desarrollo de la economía y la infraestructura del país.
Los nuevos cultivos, la tecnología y los créditos los obtuvieron
del sistema soviético. Para 1960, se habían labrado y cose-
chado efectivamente 265.500 hectáreas, pero la producción
interna todavía no alcanzaba para que la nación fuera autosu-
ficiente. En 1950, se construyó junto con Rusia una línea
férrea que conectó a ambos países y en 1955 se abrió el ferro-
carril Transmongoliano hacia China. En 1951, Mongolia rea-
nudó el comercio con China y, en 1955, se firmó un acuerdo
HISTORIA DE MONGOLIA DESPUÉS DE LA GUERRA 49

sino-mongol de asistencia económica, mediante el cual algu-


nos trabajadores chinos invitados llegaron a Mongolia, donde
se les permitió quedarse de manera permanente, si así lo
deseaban. Pavimentaron las calles y construyeron los prime-
ros proyectos de vivienda en Ulán Bator, donde los principales
edificios de gobierno habían sido levantados por prisioneros
de guerra japoneses. La urbanización avanzó rápidamente, ya
que un cuarto de la población residía en Ulán Bator. Se abrie-
ron algunos yacimientos petrolíferos y minas de carbón (por
ejemplo, Baganuur y Nalayh, cerca de Ulán Bator, y Darhan)
para dar apoyo a la industria y la urbanización emergentes.
Durante toda la década de 1950 y a principios de la de
1960, Mongolia sostuvo una relación estrecha con sus dos
grandes vecinos socialistas. Mientras que el liderazgo mongol
inmediatamente después de la guerra, representado por Cho-
ybalsan, había sido en cierto modo resistente a la interferencia
soviética en todos los aspectos de la vida política y cultural de
los mongoles, se creía que el liderazgo de Yumjaagiin Tse-
denbal, que sucedió a Choybalsan luego de su muerte en 1952,
favorecía la incorporación de Mongolia a la Unión Soviética.
Tsedenbal eliminó a sus oponentes y puso en práctica una
política totalitaria al estilo soviético. Por su parte, China, que
tenía buenas relaciones con Mongolia, también tenía la espe-
ranza de que Mongolia exterior, como se denominaba en ese
momento, quedara bajo su dominio. Mientras que la Unión
Soviética y China ayudaron con equipamiento y suministros
militares al Ejército Popular de Corea durante la guerra de
Corea, Mongolia, en cambio, ofreció una enorme cantidad de
ayuda humanitaria a Corea del Norte: entre 1951 y 1955, envió
cerca de cien mil cabezas de ganado y más de cuatro millones
de toneladas de alimentos y otros tipos de ayuda.
Cuando se produjo el quiebre de las relaciones entre sus
dos vecinos comunistas en los años sesenta, Mongolia tomó
parte por la Unión Soviética y las relaciones con China se
deterioraron de forma rápida. En 1965, Mongolia firmó un
acuerdo de defensa con la urss, lo que permitió a los soviéti-
cos posicionar tropas en territorio mongol. Las primeras tro-
pas llegaron en 1967 y Mongolia quedó aún más aislada bajo
la influencia de esta nación, que se transformó en su principal
50 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

socio comercial, junto con algunos países socialistas de


Europa Oriental, y en su única ventana hacia el mundo exte-
rior. Así, Mongolia dependía en gran medida de la Unión
Soviética en lo político, lo económico y lo militar.
En la década de 1970, se desarrolló la industria minera
con la ayuda de los soviéticos y se construyó la faena de extrac-
ción de cobre de Erdenet, al norte de Mongolia y, a su alrede-
dor, se formó un complejo urbano. Durante la década de 1980
se desarrollaron más proyectos mineros conjuntos entre la
urss y Mongolia.
Además de los soviéticos, los países del bloque socialista en
Europa Oriental también contribuyeron a la industrialización
de Mongolia a través de la transferencia de conocimientos téc-
nicos y equipamiento. A principios de los años ochenta, aproxi-
madamente 32.000 expertos y asesores soviéticos vivían en
Mongolia, acompañados de sus familias, unas 28.000 perso-
nas; además de 1.500 expertos de Europa Oriental. Mongolia
consideró su desarrollo industrial como un sector importante,
por lo cual, durante las décadas del sesenta y setenta, planificó
expandirlo aún más a través de un desarrollo equilibrado y
diversificado.
En el aspecto cultural y religioso, durante el período de
estudio se observó que la sociedad mongola, históricamente
influenciada por el budismo tibetano y por tradiciones chamá-
nicas muy arraigadas, quedó sujeta a la política cultural del
régimen. Aun cuando la libertad religiosa se hallaba garanti-
zada constitucionalmente, la realidad durante la posguerra
era diferente. La mayoría de los templos fueron destruidos y
los monjes budistas sufrieron una purga durante la revolución
previa a la guerra. Después de esta, no se promovió más el
budismo y solo quedó un templo en Ulán Bator. Los chamanes
debieron retirarse porque se les consideraba retrógrados y
supersticiosos. No se permitieron las conmemoraciones de
Gengis Kan, a quien con frecuencia se le consideraba el arque-
tipo del señor feudal y del imperialismo.
En el plano diplomático, desde principios de la década de
1970, el contacto de Mongolia con el mundo se abrió algo
más, pues estableció relaciones diplomáticas con Japón,
Canadá, Chile y Australia, entre otros países. Pero su relación
HISTORIA DE MONGOLIA DESPUÉS DE LA GUERRA 51

con China se mantuvo tensa. Solo a partir de mediados de la


década de los ochenta la relación entre ambas naciones expe-
rimentó una mejoría que se condijo con el acercamiento gra-
dual de las relaciones sino-soviéticas y que fue potenciada
luego de una reunión conjunta sobre inspección fronteriza en
1982. En 1984, Yondon, el primer viceministro mongol de
Relaciones Exteriores, visitó China para firmar un tratado
fronterizo. Los líderes soviéticos también propusieron norma-
lizar sus relaciones con China, pero esta nación insistió en que
las tropas soviéticas primero se retiraran de Mongolia. Con la
mejora en las relaciones sino-mongoles y sino-rusas, el líder
soviético Mijaíl Gorbachov ordenó la retirada de sus tropas en
Mongolia, lo que se concretó entre 1987 y 1989.
En 1984, Tsedenbal fue reemplazado por Jambyn Bat-
mönkh, lo que permitió la llegada de una nueva generación de
reformistas que emularon en Mongolia el programa de Gorba-
chov de la glasnost y la perestroika, siguiendo una suerte simi-
lar. Posterior a las grandes protestas públicas en 1988 y 1989,
el gobierno comunista mongol se desmoronó en marzo de 1990
y fue reemplazado por un sistema multipartidista.
Para la década de los ochenta, Mongolia logró erradicar el
analfabetismo y fue reconocido como uno de los países con
mayor nivel de educación en el mundo. Existió un nutrido
flujo de estudiantes mongoles de posgrado al exterior, princi-
palmente a la Unión Soviética y a los países de Europa Orien-
tal. El movimiento reformista de fines de la década de los
ochenta fue liderado por muchos de estos estudiantes educa-
dos en el extranjero y jóvenes intelectuales, algunos de los cua-
les enseñaban en la Universidad Nacional de Mongolia y se
habían convertido en líderes del sistema democrático del país.

Sistema político democrático

Mongolia es una de las más nuevas y relativamente exitosas


democracias del mundo. Como ya se señaló, luego de las mani-
festaciones públicas realizadas en diversas regiones en 1988 y
1989, el gobierno comunista unipartidista colapsó en marzo de
1990 y fue reemplazado por un sistema multipartidista. En
52 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

1992, Mongolia adoptó una nueva Constitución y con ello insti-


tucionalizó la democracia multipartidista. Las primeras elec-
ciones en 1992 entregaron otra vez el poder al comunista
Partido Revolucionario del Pueblo Mongol. Después de la
introducción del nuevo sistema político, más abierto y menos
dirigido por el gobierno, el sistema social y económico colapsó.
Debido a esta crisis, Mongolia se transformó en el quinto país
en recibir más ayuda extranjera per cápita.
La transición política fue pacífica, pero el impacto econó-
mico y social fue enorme. El abrupto cambio al sistema de
libre mercado y el cese de la ayuda soviética generó tanto gran-
des oportunidades como también gran confusión y corrupción.
Junto con los problemas económicos aparecieron diversos
conflictos sociales. Debido a la privatización de las empresas
estatales muchas personas perdieron sus trabajos y se agudiza-
ron los problemas de alcoholismo entre los hombres. Por pri-
mera vez en la historia de Mongolia se vieron niños que vivían
en la calle. La educación y la salud se deterioraron. La mayoría
de los pastores ya no podían pagar los costos para enviar a sus
hijos a la escuela, y así comenzó a reaparecer el analfabetismo.
Como se abolió el sistema de bienestar socialista, los pastores
de las áreas rurales y las personas pobres de las áreas urbanas
no pudieron solventar los gastos médicos, por lo que recurrie-
ron a la medicina tradicional, que tenía un costo más bajo.
Pedían ayuda y consuelo a los monjes budistas, chamanes o
adivinos, quienes, perseguidos durante las décadas preceden-
tes por el aparato estatal, aumentaron en número ante estas
nuevas circunstancias de crisis. Las generaciones más anti-
guas anhelaban el favorable período socialista: si bien no
había libertad política, recibían salud y educación gratuitas.
El impacto de las reformas políticas y económicas se vio ejem-
plificado en el hecho de que una porción de los habitantes
urbanos emigró a zonas rurales en búsqueda de las labores
tradicionales de pastoreo, dado que al menos estas les propor-
cionaban alimento suficiente.
En esta época de enormes problemas económicos y socia-
les, el gobernante Partido Revolucionario del Pueblo Mongol
perdió las elecciones parlamentarias de 1996 frente a la
Alianza Democrática, una coalición compuesta por el Partido
HISTORIA DE MONGOLIA DESPUÉS DE LA GUERRA 53

Socialdemócrata y el Partido Nacional Democrático Mongol.


El partido gobernante solo logró obtener 25 de los 76 escaños
en el Parlamento (Ikh Khural). Este fue el primer quiebre den-
tro del largo régimen del Partido Revolucionario del Pueblo
Mongol, que había sido fundado en 1924. Sin embargo, la
Alianza Democrática carecía de experiencia en el gobierno y
su régimen fue inestable, cambiando de primer ministro cua-
tro veces en cuatro años.
Cuando llegó el cambio de milenio, Mongolia necesitaba
con urgencia una estabilidad política que impulsara su econo-
mía en transición. En el año 2000, se realizaron elecciones
parlamentarias en las que el partido comunista gobernante
venció rotundamente a la Alianza Democrática. Aunque la
inversión extranjera aumentó gracias al dinero colocado por
Canadá en minas de oro y cobre, y a la de China en minas de
carbón y en el área de la construcción, para el 2004 la econo-
mía de Mongolia aún estaba estancada y la ayuda internacio-
nal, que representaba el 30 por ciento del pib anual en 2002,
no fue capaz de disminuir la pobreza. No sería una sorpresa
entonces, que ninguno de los dos principales partidos que se
enfrentaron en las elecciones parlamentarias obtuviera el voto
mayoritario para elegir los 39 representantes que necesitaban.
Frente a esta situación, ambos partidos acordaron compartir
el poder. El gobierno impulsó una reforma agrícola y dio prés-
tamos a las compañías de este sector, las que se debilitaron
luego de la transición económica. La minería cobró cada vez
más importancia en su economía y alcanzó el 33 por ciento
del producto interno bruto; sin embargo, al no estar regulada,
esta actividad originó enormes problemas ambientales.
Desde el término de la Guerra Fría, Mongolia ha reafir-
mado sus derechos de soberanía con reformas políticas y eco-
nómicas internas, y al mismo tiempo, ha demostrado su
determinación de adoptar un enfoque político independiente y
global, en especial hacia el comercio. Mongolia adoptó una
nueva Constitución en 1992, así como una nueva política exte-
rior y conceptos de seguridad nacional en 1994. De esta forma,
se consagró una política extranjera fundada en múltiples pila-
res. Mongolia hizo hincapié en no alinearse con ninguno de
sus dos vecinos y adoptó una política exterior que fomenta las
54 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

relaciones de amistad con otros países. Esta decisión se cono-


cería más adelante como la “Política del tercer vecino” y es un
concepto metafórico que se refiere a las relaciones de Mongo-
lia con naciones distintas a China y Rusia. Su objetivo es man-
tener la seguridad nacional y el desarrollo económico de
Mongolia con el apoyo de otros países desarrollados influyen-
tes, además de sus dos poderosos vecinos.
Se puede argumentar que la experiencia anterior de
encontrarse, en períodos distintos, bajo el dominio de China y
la Unión Soviética hizo que Mongolia fuera muy sensible
frente a estos dos poderosos vecinos. A través de la promoción
activa de su política extranjera, Mongolia ha obtenido una
larga lista de terceros vecinos. Junto con su activa política
diplomática, los escondidos recursos no renovables de Mon-
golia, que distribuye a todo el mundo, han contribuido a sus
relaciones bilaterales y multilaterales. Mongolia firmó 63
acuerdos bilaterales e internacionales en el 2013, apoyándose
fundamentalmente en la inversión extranjera para desarrollar
la industria minera.
A pesar de las vigorosas relaciones diplomáticas de Mon-
golia con terceros países, tampoco ha descuidado sus relacio-
nes con sus dos vecinos inmediatos. De hecho, estas relaciones
parecen estrecharse a través de los intereses económicos y
comerciales en común, en comparación con los que tenían en
la década de 1990. Después de todo, China es el mayor aliado
de Mongolia en lo que se refiere al comercio y la inversión,
mientras que Rusia es el mayor proveedor de energía para la
creciente industria minera de Mongolia. Pero aunque conti-
núa ganando confianza política y económica, el país aún
muestra una gran dependencia económica de sus dos vecinos.
Equilibrar las necesidades económicas y la influencia polí-
tica de otros países es un tema sensible para Mongolia. No
obstante, su política extranjera proactiva, unida a los fuertes
intereses por la colaboración económica y energética entre
Rusia y China en los últimos años, le ha entregado excelentes
razones para establecer relaciones más audaces y positivas
con estos vecinos.
CAPÍTULO 3
LA TRANSICIÓN DE COREA DEL SUR LUEGO
DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Wonjung Min

En el curso del siglo xx la península coreana ha experimen-


tado una serie de procesos históricos de gran relevancia e
impacto en la región. En este capítulo se contextualizará la
historia de Corea de la segunda mitad del siglo xx con una
mirada amplia a su pasado en tres períodos; primero como un
importante reino independiente en el siglo xix, después como
colonia japonesa en la primera mitad del siglo xx y finalmente,
su posterior emancipación. Se enfatizan los principales ele-
mentos de la historia política y social para estos períodos his-
tóricos. Luego se discute la división coreana y las principales
características del orden político y económico en la República
de Corea. Se concluye con una evaluación de los gobiernos
surcoreanos en el siglo xxi.
Es importante conocer el contexto internacional que ro-
deaba la península coreana a fines del siglo xix para compren-
der la historia contemporánea de Corea tras la Segunda Guerra
Mundial. Los líderes de la dinastía Joseon (1392-1910), cons-
cientes de que la irrupción de barcos de guerra occidentales y
de comerciantes extranjeros en la región había debilitado la
posición de la dinastía Qing en China (proceso cristalizado en
la Guerra del Opio entre chinos y británicos en 1841), optaron
por cerrar con fuerza la puerta del país. Esta política de aisla-
miento no cambió tampoco cuando en 1853, el comodoro
Matthew C. Perry, de la armada estadounidense, y sus “barcos
negros” irrumpieron en la bahía de Edo, lo que inició el proce-
so de apertura de Japón al comercio exterior. Las reformas en
Japón —proceso conocido como la Restauración Meiji de
1868— conllevaron un drástico cambio institucional. A través
55
56 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

de su exitoso rechazo a intentos de franceses y estadouniden-


ses para “abrir” Corea en 1866 y 1871, el régimen se animó a
pensar que podía resistir indefinidamente la presión externa.
Sin embargo, en febrero de 1876, Japón logró imponer un tra-
tado desigual de estilo occidental, el que dio a los ciudadanos
japoneses derechos extraterritoriales y obligó a Corea a abrir
tres de sus puertos para el comercio nipón.
China, por su parte, trató de reafirmar su posición tradicio-
nal en relación con Corea, como hegemonía en el noreste de
Asia durante miles de años antes de que se perdiera la guerra
sino-japonesa, confrontando a los funcionarios imperiales al
interior del gobierno coreano, lo que resultó en que Corea fir-
mara tratados desiguales con Estados Unidos, Gran Bretaña,
Rusia, Italia y otros países. Esta manipulación dividió a los
cortesanos coreanos en cuatro facciones: prochina, projapo-
nesa, proestadounidense y prorrusa. Cada una de ellas influyó
en forma paralela en la política exterior, de la dinastía Joseon,
hasta la anexión oficial de Corea por Japón en 1910. Mientras
tanto, los coreanos llevaron a cabo varios movimientos de
reforma, que se vieron influenciados por progresistas japone-
ses y estadounidenses. Los reformistas coreanos influidos por
Occidente pusieron en marcha un club de independencia en
1896 para promover la occidentalización.
La península coreana se convirtió en un foco de intensa
rivalidad entre las potencias extranjeras que trataron de impo-
ner sus influencias en el este de Asia alrededor del año 1900.
La rivalidad entre Rusia y Japón degeneró en la guerra ruso-
japonesa (1904-1905), en la que Japón derrotó a Rusia. De esta
manera, Japón fue el primer país no occidental en someter a
una de las grandes potencias. Finalmente, en virtud del tra-
tado de paz mediado por el presidente Theodore Roosevelt en
la conferencia de Portmouth (1905), Rusia reconoció los dere-
chos primordiales de Japón sobre Corea. Japón aceptó los
derechos de Estados Unidos en Filipinas y los estadouniden-
ses no desafiarían los nuevos protectorados de Japón estable-
cidos en 1905 para controlar la política exterior de Corea. En
1910, Japón anexó oficialmente a Corea como su colonia.
LA TRANSICIÓN DE COREA DEL SUR… 57

La colonización japonesa (1910-1945)

La colonización japonesa fue una experiencia muy ambiva-


lente para los coreanos. Por un lado, el colonialismo japonés
era bastante duro. Durante la primera década, gobernó fuerte-
mente por regla militar y cualquier disidencia fue reprimida
sin piedad. Después de una serie de protestas nacionales de los
coreanos contra el colonialismo (por ejemplo, el movimiento
del 1 de marzo de 1919), el dominio japonés se relajó un poco,
lo que les permitió a los coreanos una limitada libertad de
expresión. A partir de la estricta y dura opresión de las autori-
dades japonesas, Corea pudo lograr de cierta manera la moder-
nización y la industrialización, así como un rápido crecimiento
urbano, la expansión del comercio, y el desarrollo de la radio y
el cine. No obstante, en vez de ir en beneficio de los propios
coreanos, el propósito de aquel desarrollo era facilitar la vida
de los japoneses en Corea y transportar los productos naturales
e industriales locales a Japón para preparar la guerra imperia-
lista. Este desarrollo desigual y distorsionado dejó un legado
mixto en la península coreana después de la independencia.
La movilización durante la guerra de 1937-1945 introdujo
severas medidas a la dominación japonesa. Los coreanos fue-
ron obligados a trabajar en las fábricas japonesas y fueron
enviados como soldados al campo de batalla. Miles de mujeres
coreanas jóvenes fueron reclutadas como “mujeres de confort”
—esclavas sexuales— para los soldados japoneses. En 1939,
incluso se prohibió usar el idioma y alfabeto coreanos: más
del 80 por ciento de los coreanos se vio obligado a cumplir
esta orden y cambiaron sus nombres a la usanza japonesa.

Liberación, división nacional y guerra

La rendición de Japón ante los aliados, el 15 de agosto de


1945, puso fin a la Segunda Guerra Mundial y llevó a Corea a
un momento de gran confusión y agitación. El país fue divi-
dido en zonas de protección por los estadounidenses y soviéti-
cos en torno al paralelo 38. Tanto los individuos como las
58 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

organizaciones se separaron según el espectro político con el


que se identificaban al momento de construir un gobierno de
Corea independiente. Ambas potencias no lograron llegar a un
acuerdo sobre un gobierno coreano y se establecieron dos
gobiernos separados en 1948. Cada uno, un estado democrá-
tico y otro comunista, afirmó ser el único gobierno legítimo de
la península coreana: la República de Corea, con su capital en
Seúl, en la zona estadounidense, y la República Popular Demo-
crática de Corea, con capital en Pionyang, en la zona soviética.
El 25 de junio de 1950, las fuerzas de Corea del Norte inva-
dieron el sur. La Guerra de Corea entre el norte, apoyado por
el bloque soviético (en especial China), y el sur, apoyado por
las tropas estadounidenses y de las Naciones Unidas, duró
hasta julio de 1953, luego de tres años de sangrienta lucha en
la que murieron unos tres millones de coreanos, un millón de
chinos y 54.000 estadounidenses (ver capítulo 4). La Guerra
de Corea terminó a través de un armisticio y desde entonces la
península coreana permanece dividida en dos estados antagó-
nicos y separados por una zona desmilitarizada.

Los gobiernos militares autoritarios

La causa subyacente de la división de Corea después de la libe-


ración radica en el dominio colonial japonés, mientras que la
razón inmediata de ella fue la ocupación del norte de Corea
por la Unión Soviética y del sur por los Estados Unidos. No
obstante, hay una serie de causas de la división que se pueden
atribuir al pueblo coreano. En primer lugar, en el momento de
la liberación en 1945, la comunidad nacional de Corea carecía
de una percepción clara y objetiva de la importancia histórica
de su liberación como nación. En segundo lugar, los coreanos
no comprendieron la importancia geopolítica que su penín-
sula representaba para las grandes potencias, porque carecían
de una política exterior. En tercer lugar, se produjo un fracaso
al impulsar el movimiento de liberación que se había desarro-
llado en los últimos años de la colonización japonesa.
LA TRANSICIÓN DE COREA DEL SUR… 59

Durante los duros años de esta colonización, los coreanos


en el interior del país mantuvieron su identidad nacional,
mientras aquellos que vivían en el exterior persistieron en el
movimiento de liberación. Los coreanos asumieron la derrota
de Japón como victoria propia y fueron incapaces de reconocer
que la posición real de Corea era la de ser una colonia de un
país derrotado. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la
Unión Soviética, comunista, que era una potencia continental,
y Estados Unidos, capitalista, que era una potencia marítima,
llegaron a un acuerdo sobre la ocupación de la península
coreana con el fin de alcanzar algún tipo de equilibrio de poder.
Corea necesitaba un liderazgo político con capacidad de usar
su posición estratégica geopolítica de península para estable-
cer un Estado-nación como una zona de amortiguación o un
área neutral entre el poder continental y marítimo. Pero cier-
tos elementos políticos utilizaron la ocupación dividida del
país para impulsar el establecimiento de dos estados separados
y la mayoría de las masas populares los siguieron. El antago-
nismo ideológico entre izquierda y derecha se había extendido
en el movimiento de liberación durante la época colonial, y fue
de hecho un elemento que impedía el desarrollo de formación
de un país más poderoso. También hubo continuos esfuerzos
por superar las diferencias ideológicas para crear una frente de
liberación nacional, que resultó en un acuerdo sustancial para
formar una nación unida cerca del final de la guerra. Sin
embrago, cuando Japón fue derrotado, las fuerzas que ocupa-
ron la península empujaron el país a su división.
Por desgracia, no había otras fuerzas políticas lo suficien-
temente fuertes como para forzar un cambio en la situación.
Por lo tanto, se establecieron dos gobiernos separados y sol-
ventados por las potencias extranjeras. Esta situación dio
lugar a una guerra entre los dos gobiernos que se convirtió
rápidamente en un conflicto internacional. La Guerra de
Corea terminó sin ninguna resolución y solo consolidó el sis-
tema de división. Los regímenes dictatoriales en ambos lados
de la zona desmilitarizada reforzaron mutuamente la división
y ambos lados sufrieron efectos devastadores en su desarrollo
cultural, social y económico en el transcurso del siglo xx.
60 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Mapa 3: Corea del Norte y del Sur

En el momento de su instauración en 1948, el régimen de


Syngman Rhee (1948-1960) fue incapaz de conseguir el apoyo
de las fuerzas de izquierda o de las fuerzas de derecha del
movimiento de liberación como el Partido de Liberación de
Corea. Rhee fue apoyado solo por el Partido Democrático de
Corea y las fuerzas projaponesas. Su régimen, que inicial-
mente duraría cuatro años, se extendió de forma indefinida
luego de la Guerra de Corea y se caracterizó, en términos ideo-
lógicos, en un profundo anticomunismo y una postura superfi-
cialmente antijaponesa. En el plano doméstico, Rhee fue un
déspota, que utilizaba a grupos de la policía, militares y jóve-
nes, junto con el Partido Liberal, para reforzar su gobierno
con actos de tiranía. Algunas manifestaciones de protesta con-
tra las irregularidades en la votación surgieron en la ciudad de
Masan en el día de la elección presidencial y se extendieron
por todo el país, culminando el 19 de abril de 1960 en un gran
levantamiento estudiantil en Seúl. Syngman Rhee trató de
LA TRANSICIÓN DE COREA DEL SUR… 61

mantener su poder alegando un supuesto apoyo del Partido


Comunista detrás de las manifestaciones en Masan, mientras
delegaba toda la responsabilidad de las elecciones en el Par-
tido Liberal y renunciaba a su cargo como jefe de ese partido.
Rhee, sin embargo, tuvo que renunciar como presidente, el 26
de abril de ese mismo año, frente a las protestas de los profe-
sores universitarios y de nuevas manifestaciones. El régimen
de Syngman Rhee, que carecía de legitimidad y respaldo desde
el principio, utilizó el anticomunismo para ganar el apoyo de
Estados Unidos en cada coyuntura crítica. Sin embargo, fue
derribado después de 12 años por la oposición.
Luego de que Rhee renunciara, la Asamblea Nacional,
cuyos miembros pertenecían mayormente al Partido Liberal,
estableció un comité para enfrentar la situación de emergen-
cia. En respuesta a la demanda del pueblo, la Asamblea Nacio-
nal también formó un comité para investigar las matanzas de
civiles, como la ocurrida en Gochang, perpetrada por el régi-
men de Rhee. Si bien Chang Myeon, que había llegado al
poder como resultado de la explosión del descontento ciuda-
dano bajo la dictadura de Rhee del 19 de abril, continuó la
lucha política interna hasta que finalmente el país comenzara
a alcanzar cierta estabilidad política a principios de 1961,
Chang fue incapaz de proporcionar un plan adecuado para la
reunificación nacional que fue demandada por los políticos
progresistas y estudiantes. Después de tan solo ocho meses, su
régimen concluyó abruptamente debido a un golpe de Estado,
perpetrado el 16 de mayo de 1961.
Cuando Syngman Rhee declaró la ley marcial y ordenó la
movilización de las fuerzas armadas durante la agitación polí-
tica de mayo de 1950, los militares se negaron a cumplir, argu-
mentando que estaba bajo el control operacional de los Estados
Unidos. Ese mismo año, los agentes de un grupo, en el que se
contaba Park Chung-hee, planearon un golpe de Estado para
derrocar a Rhee con el apoyo de las fuerzas estadounidenses
en Corea. El grupo militar, dirigido por el general Park Chung-
hee, llevó a cabo su plan el 16 de mayo de 1961. Luego de
declarado el Estado de excepción, Park asumió los poderes
Judicial, Legislativo y Ejecutivo. Su dictadura estuvo guiada
por seis promesas públicas: la búsqueda de una política de
62 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Estado de anticomunismo, la observación de la carta de la


onu, la revitalización del espíritu nacional, el desarrollo de la
capacidad de superar el comunismo y lograr la reunificación,
y transferir el poder político a los políticos civiles de “buena
conciencia”. Los golpistas establecieron un comité revolucio-
nario militar para administrar el país. El 19 de mayo se cam-
bió el nombre del comité a Consejo Supremo para la
Reconstrucción Nacional.
Una de las características de la estructura del régimen mili-
tar fue la creación de la Agencia Central de Inteligencia de
Corea, el 10 de junio de 1961. La junta militar de Park Chung-
hee estableció una Constitución presidencialista, legitimida a
través de un referendo nacional, el 17 de diciembre de 1962, y
anunció planes para una elección presidencial en abril, la elec-
ción de la Asamblea Nacional en mayo y el retorno del gobierno
a manos civiles en agosto de 1963. Simultáneamente, tras auto-
designarse general de cuatro estrellas, Park Chung-hee renun-
ció al ejército, y se postuló como candidato para la presidencia
en la elección del 17 diciembre de 1963, en la que derrotó por
cerca de 150.000 votos a Yun Boson, quien había ejercido como
segundo presidente de Corea del Sur entre 1960-1962.
El gobierno militar de Park enfrentó una serie de desafíos
a principios de 1970, a nivel internacional, nacional y en sus
relaciones con Corea del Norte. Según la Constitución de la
Tercera República, el presidente podía gobernar por un
máximo de dos períodos en el cargo. Sin embargo, la Asamblea
Nacional, dominada por el Partido Republicano Democrático
de Park Chung-hee, modificó la Constitución en 1969 para
permitir un tercer mandato. Fue reelegido en las elecciones
presidenciales de 1971. Apremiado por nuevos levantamientos
sociales en protesta por su gobierno, Park Chung-hee disolvió
la Asamblea Nacional, suspendió la Constitución y declaró de
nuevo el Estado de excepción, el 17 de octubre de 1972. Junto
con ello, las universidades fueron cerradas y la prensa fue cen-
surada bajo un estado de emergencia. Se comenzó a trabajar
en una nueva constitución, que fue promulgada el 27 de octu-
bre por el Consejo de Estado de emergencia. El gobierno esta-
blecido fue llamado en adelante el régimen Yushin, el cuarto
gobierno de Corea del Sur entre 1972-1981.
LA TRANSICIÓN DE COREA DEL SUR… 63

Bajo este régimen, la Constitución de la Tercera República


de Corea fue sustituida por la Constitución Yushin, la Consti-
tución de la Cuarta República. De acuerdo con esta, se creó un
colegio electoral denominado Consejo Nacional para la Unifi-
cación. Este se convirtió en una organización soberana que
eligió al presidente y a un tercio de los asambleístas. Por otra
parte, a diferencia de su predecesor, la nueva Constitución no
contenía disposiciones relativas a un límite de mandatos pre-
sidenciales: las elecciones se llevarían a cabo cada seis años,
pero no había restricciones constitucionales sobre el número
de períodos que un gobernante podría servir. Así, se garantizó
esencialmente la presidencia de por vida de Park Chung-hee.
Además, también le permitió al presidente declarar las medi-
das de emergencia, que le posibilitaban promulgar leyes sin la
ratificación de la Asamblea Nacional. En resumen, la Constitu-
ción Yushin dotó al mandatario de un poder casi absoluto:
podía nombrar a un tercio de los miembros de la Asamblea
Nacional, lo que le garantizaba una mayoría parlamentaria y el
control sobre el Poder Legislativo. El régimen Yushin pronto
fue cuestionado tanto por activistas como por estudiantes uni-
versitarios, artistas, líderes religiosos y la oposición. Park
suprimió estas protestas por la fuerza. En un incidente del Par-
tido Revolucionario Popular, ocho personas fueron ejecutadas
por traición. La única prueba, sus confesiones, se extrajo
mediante tortura, así que en la actualidad los ejecutados son
considerados inocentes. No obstante, la resistencia al régimen
Yushin continuó y causó un grave malestar social.
Este régimen fue criticado internacionalmente por sus vio-
laciones a los derechos humanos. El presidente Jimmy Carter
advirtió que las fuerzas militares de Estados Unidos podrían
ser retiradas de Corea del Sur si Park Chung-hee no moderaba
su dictadura.
El 26 de octubre de 1979, se produjo el llamado “Incidente
10.26”: el asesinato de Park Chung-hee por miembros de la
Agencia Central de Inteligencia de Corea. Este homicidio eli-
minó el principal impulso del régimen Yushin. A pesar de que
los militares tomaron el poder mediante golpes consecutivos
(el 12 de diciembre y otro el 18 de mayo) después de la muerte
de Park, había un consenso general de que la Constitución
64 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Yushin ya no era viable. La junta militar promulgó la Constitu-


ción de la Quinta República, que sustituyó oficialmente la ante-
rior en 1980. Aunque seguía siendo autoritaria, esta nueva
carta era liberal en comparación con aquella.
A pesar de su dictadura, Park Chung-hee jugó un papel
fundamental en el desarrollo de la economía de Corea del Sur.
Su enfoque en la industrialización se orientó netamente a la
exportación. Cuando llegó al poder en 1961, el ingreso per
cápita del país era de tan solo 72 dólares. Corea del Norte era
una mayor potencia económica y militar en la península
debido a su herencia de alta industrialización del norte, tales
como las centrales eléctricas y químicas, así como la gran can-
tidad de ayuda económica, técnica y financiera que recibió de
otros países del bloque comunista como la Unión Soviética,
Alemania Oriental y China. La industria surcoreana vivió un
notable desarrollo bajo el liderazgo de Park. La cooperación
entre el gobierno central en la expansión de sus exportaciones
ayudó a lograr el crecimiento de algunas empresas las cuales
conforman los gigantes conglomerados financieros coreanos
de hoy: los chaebols.
Aunque el crecimiento de la economía de Corea del Sur se
tradujo en altos niveles de aprobación al gobierno de Park en
la década de 1960, el apoyo ciudadano comenzó a desaparecer
después de que el crecimiento económico diera paso a la des-
aceleración a principios de 1970. Muchos surcoreanos estaban
descontentos con su régimen dictatorial, con los servicios de
seguridad y las restricciones impuestas a las libertades perso-
nales. Como Park había legitimado su administración usando
las disposiciones establecidas en el estado de emergencia que
se remontan a la Guerra de Corea, no había podido hacer
frente a las garantías constitucionales de libertad de expresión
y de prensa. Por otro lado, su servicio de seguridad mantenía
amplios poderes de arresto y detención. Muchos de los opo-
nentes de Park fueron detenidos sin juicio y torturados. Con el
tiempo, las manifestaciones contra el sistema Yushin estalla-
ron en todo el país, al tiempo que el nivel de impopularidad del
presidente empezó a subir.
Una reunión del Consejo de Estado, formado después del
asesinato del Park Chung-hee, puso a todo el país, excepto a la
LA TRANSICIÓN DE COREA DEL SUR… 65

isla de Jeju, bajo la ley marcial de emergencia y nombró al pri-


mer ministro Choi Kyu-hah como presidente interino. Este
fue elegido posteriormente como presidente por el Consejo
Nacional para la Reunificación, el 6 de diciembre de 1979,
pero fue incapaz de ejercer un poder efectivo y perdió el con-
trol de los militares. Un nuevo grupo militar se formaba en
torno al mayor general Chun Doo-hwan, quien era el jefe del
comando de seguridad del ejército al momento del asesinato
del Park Chung-hee, y por lo tanto se hizo cargo de la investi-
gación, junto con el mayor general Roh Tae-woo, comandante
de la división. El nuevo grupo militar, que fue ampliando su
control a través de la ley marcial y la supresión de la resisten-
cia popular en la ciudad de Gwangju, estableció medidas de
emergencia de protección llamadas Comité del Estado y puso
a Chun Doo-hwan a la cabeza, el 31 de mayo de 1980.
Choi renunció a la presidencia, el 16 de agosto, y los princi-
pales comandantes militares adoptaron una resolución que eli-
gió a Chun Doo-hwan como jefe de Estado, el 23 de agosto. El
27 del mismo mes, Chun fue elegido como presidente por el
Consejo Nacional para la Reunificación. El régimen de Chun,
que había llegado al poder bajo la Constitución Yushin, suscri-
bió una nueva Carta Fundamental, la que con posterioridad
ratificó a través de un referendo nacional, el 22 de octubre de
1980. Los estudiantes e intelectuales siguieron el movimiento
de democratización antidictatorial incluso bajo la política
represiva del gobierno de Chun. Durante este régimen también
hubo movimientos muy activos contra Estados Unidos. Mien-
tras las bases de apoyo para el régimen de Chun disminuyeron
durante sus siete años de poder, las capacidades políticas de las
fuerzas populares democráticas continuaron creciendo y obli-
garon a dimitir a Chun Doo-hwan.
A este lo sucedió Roh Tae-woo, quien asumió el poder, el
25 de febrero 1988, después de ganar en la elección directa de
presidente y se vio obligado a permitir el movimiento de
democratización de junio de 1987, y fue incapaz de ganar
siquiera la mitad de los escaños en las elecciones a la xiii
Asamblea Nacional celebradas dos meses más tarde. El régi-
men de Roh, en virtud a que el partido de gobierno era mino-
ría en la Asamblea Nacional, logró un acuerdo secreto para
66 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

enmendar la Constitución, para establecer un sistema parla-


mentario, y creó un nuevo referente político, llamado Partido
Democrático Liberal, mediante la fusión de parte de la deno-
minada Justicia Democrática con el nuevo partido de la Repú-
blica Democrática, de Kim Jong-pil, y el Partido Democrático
de Unificación, de Kim Young-sam, el 1 de enero de 1990.
Sin embargo, el movimiento estudiantil, que demandaba
la democratización, continuó con sus protestas y el régimen
de Roh Tae-woo se enfrentó a una serie de crisis. Luego de
sufrir varias dificultades, incluyendo un intento fallido por
implementar una elección competitiva para nombrar a su can-
didato presidencial, el Partido Democrático Liberal nominó a
Kim Young-sam, el portavoz de la Asamblea Nacional, como
su candidato a las elecciones presidenciales. El régimen de
Roh declaró la neutralidad en la elección y formó un gabinete
independiente, el 7 de octubre de 1991. Kim fue elegido como
presidente en las elecciones del 18 de diciembre. Después de
32 años, este sería el primer gobierno civil tras el golpe militar
de 1961.

Corea del Sur en un mundo globalizado

El sistema de división después de la liberación de Corea del


Sur, que comenzó bajo el gobierno militar de Estados Unidos,
se fortaleció en las esferas políticas, económicas y sociocultu-
rales en el marco de los regímenes de Rhee Syngman, Park
Chung-hee, Chun Doo-hwan y Roh Tae-woo. Kim Young-sam
y Kim Dae-jung finalmente tomaron el turno en el codiciado
premio de la presidencia en la década de 1990, y con cada
nuevo presidente, y cada nueva transferencia pacífica del
poder, se consolidó aún más la cultura política democrática
del país. Ambas presidencias, aunque profundamente marca-
das por la corrupción que rodeaba a los confidentes del presi-
dente y miembros de la familia, también avanzaron en una
cura de las cicatrices por la batalla de la democratización
nacional.
En la medida en que Corea del Sur entró en el nuevo siglo,
todavía se recuperaba de lo que se llamaron los períodos fmi,
LA TRANSICIÓN DE COREA DEL SUR… 67

cuando la economía cayó en una crisis de divisas en 1997 y


tuvo que ser rescatada por el Fondo Monetario Internacional
con un préstamo colosal. Sin embargo, Corea del Sur salió de
esta crisis. Las finales de la Copa Mundial de 2002, organiza-
das conjuntamente por Corea del Sur y Japón, sirvieron quizá
como el más potente símbolo de esta nueva era.
El rápido y drástico desarrollo socioeconómico impregnó
al país en su conjunto, que se vio impulsado cada vez más por
los estilos de vida y las perspectivas de las generaciones más
jóvenes. Lograr la paz luego de la Segunda Guerra Mundial y
el impacto de la historia del siglo xx en la modernidad coreana
antes, durante y después del conflicto, no pueden ser ignora-
dos en ninguna discusión tanto de la independencia de esta
nación como de la división de la península coreana.
CAPÍTULO 4
COREA DEL NORTE

Jorge Santarrosa
Gustavo Santillán

El estudio de la República Democrática Popular de Corea


(rdpc) plantea diversos desafíos, que se pueden resumir en las
siguientes cuestiones: la insistente prevalencia de los esque-
mas ideológicos característicos de la Guerra Fría y la escasa
información, sistemática y de primera mano, disponible para
el abordaje de los aspectos básicos de su economía, sociedad y
política internos.
Este capítulo abarca precisamente el período abierto en la
segunda posguerra y concluye en la actualidad. Sin embargo, pre-
tende trascender estos obstáculos, insistiendo tanto en la necesa-
ria superación del reprimido conflicto Este-Oeste en cuanto
condicionante de la perspectiva especializada (no así como prin-
cipio director de los principales acontecimientos acaecidos en
Corea del Norte, en tanto el anacronismo mencionado sigue con-
dicionando numerosos aspectos de su vida social) como en el
intento de abordaje de su historia doméstica.

1945-1953: División, guerra intercoreana


y transformaciones económicas

El final de la Segunda Guerra Mundial trajo aparejada la compe-


tencia, a partir de la primera mitad de 1945 y entre las fuerzas
aliadas, del Ejército Rojo combatiente en el este y de los contin-
gentes liderados por los Estados Unidos, combatientes tanto en
el frente occidental como en el océano Pacífico. La península
coreana fue en esta carrera uno de los escenarios de encuentro
entre ambas fuerzas, perfilando el conflicto geopolítico directo
68
COREA DEL NORTE 69

de los principales eventos de la escena internacional, que se


abriría formalmente dos años después.
Así, desde el mismo día en que Estados Unidos bombar-
deaba Nagasaki, el Ejército Rojo invadía el norte de la penín-
sula, entre el 9 y el 13 de agosto de 1945, encontrando escasa
resistencia y deteniéndose en torno al Paralelo 38°.1 El Comité
de Coordinación de la Marina de Guerra de Estados Unidos
reaccionó de inmediato, el 15 de agosto, instruyendo el diseño
de una línea demarcatoria artificial entre el sur y el norte de
Corea en torno al mencionado paralelo, sobre la base de un
programa de ocupación previamente diseñado por el Departa-
mento de Estado al menos dos años antes.
La geopolítica de las grandes potencias emergentes se
encontró entonces con el escenario local en Corea, donde la
resistencia al colonialismo japonés había sido uno de los fac-
tores más importantes en la orientación política de la socie-
dad. Así, tanto al sur como al norte de la nueva frontera, se
originó un clima significativo de agitación social tras el fin del
conflicto bélico. En ambos escenarios se constituyeron rápida-
mente comités populares de liberación nacional y social como
objetivos, teniendo como implicancias la toma de represalias
respecto a los grupos “colaboracionistas” y la eliminación de
las clases terratenientes, junto con el ensayo de una reforma
agraria radical. Debe tenerse en cuenta que el objetivo social
de ambas iniciativas era claramente coincidente: la aristocra-
cia yangban tradicional. De este modo, el 8 de febrero de 1946
fue constituido el Comité Popular Provisional de Corea del
Norte, liderado por Kim Il-sung.
La figura emergente de Kim debe verse en el contexto de
su participación en la resistencia antijaponesa, tanto en Man-
churia (desde la década de los treinta) como en Corea, donde
su actividad lo elevó muy luego en la consideración de sus

1
La estrategia de Stalin desde 1941-1942 fue la de no sostener la confron-
tación abierta con Japón, evitando una lucha en dos frentes y concentrando,
por ende, sus fuerzas y recursos en la contención de la invasión alemana. Solo
frente al bombardeo atómico estadounidense de la isla entró en hostilidades
con el imperio nipón, y avanzó sobre Corea del Norte. Esta estrategia condi-
cionó su relación con las guerrillas sino-coreanas hasta el último momento
del conflicto.
70 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

camaradas de armas y de la población local. Fue también en


este período cuando Kim trabó relaciones con el liderazgo
militar comunista chino, en tanto la primera guerrilla fue una
fuerza de resistencia binacional, china y coreana. Este hecho
informa tanto la base social original de su liderazgo como el
carácter de su relación con las fuerzas soviéticas, de la mano
de las cuales no obstante ingresó a Corea junto al Ejército
Rojo, en 1945. De hecho, Kim no fue la apuesta inicial de los
soviéticos para liderar el Comité Popular Provisional: el primer
apoyo fue otorgado en cambio al líder nacionalista Cho Man-
sik, pretendiéndose que Kim ocupara el lugar de encargado de
Defensa. Kim, por esto, ascendió a la cumbre del liderazgo de
una manera algo “accidental” desde la perspectiva soviética.
Una de las primeras iniciativas del Comité Popular Provisional
fue, en tanto, el emprendimiento de la reforma agraria, en
1946, que eliminó rápidamente el poder aristocrático yangban
tradicional en el norte.2 Con posterioridad, el 8 de febrero de
1948, fue creado el Ejército Popular de Corea. En esa oportuni-
dad, la imaginería de las nuevas fuerzas armadas regulares del
norte exhibía únicamente la figura de Kim (sin incluir a Sta-
lin), signo evidente tanto de la consolidación del liderazgo
emergente como de la independencia adquirida por el mismo.
Sobre estas bases, el 9 de septiembre de 1948, fue proclamada
de manera oficial la República Democrática Popular de Corea,
con Kim Il-sung como primer ministro.
Entretanto, el sur había sido ocupado por Estados Unidos,
el 8 de septiembre de 1945, dando inicio a una administración
militar temporal, que concluyó el 15 de agosto de 1948, cuando
fue elegido como presidente el nacionalista Syngman Rhee,
bajo los auspicios de aquel país. La situación fue muy tensa en
esos años, ante la represión de la actividad de los comités
populares por el gobierno militar, y tras la subsecuente adop-
ción de una postura agresiva por parte del presidente recién
electo en favor de la reunificación violenta del territorio. En el
norte, el recién creado Ejército Popular adoptó una actitud
2
La alternativa ofrecida a los yangban fue el trabajo como campesinos en
pequeñas parcelas, a condición de su reubicación geográfica. El resultado
concreto de estas disposiciones fue el éxodo masivo de los terratenientes hacia
el sur.
COREA DEL NORTE 71

belicosa similar. Es de destacar que la política estadounidense


en el sur, tras haber reprimido la actividad comunista y sedi-
ciosa en el territorio, moderó luego sistemáticamente la con-
ducta del presidente Rhee. La actitud soviética en el norte fue
similar, mostrando escaso involucramiento en la escalada agre-
siva de las fuerzas de Kim.
Los incidentes fronterizos se sucedieron en mayo de 1949,
en Kaesong (provocados por el sur), y en junio-agosto, en
Ongjin (provocados por el norte luego de la introducción de
un comando guerrillero sureño en su propio territorio). Estos
antecedentes coincidieron con el notable reforzamiento de las
fuerzas militares a ambos lados del paralelo 38°, producido en
el caso del norte por el retorno de los efectivos locales involu-
crados en la guerra civil china.3
Un año más tarde la situación era similar, aunque con un
cambio de actitud por parte de las grandes potencias: a una
sugestiva y creciente aquiescencia de Stalin frente a los planes
de Kim, se agregó la garantía estadounidense a Rhee acerca de
un eventual apoyo militar, solo en caso de que se viera obli-
gado a responder a una invasión por parte del norte. En este
contexto, las tropas norcoreanas volvieron a avanzar sobre
Ongjin, el 25 de junio de 1950, dando inicio formal a la Guerra
de Corea.
A partir de allí el involucramiento de Estados Unidos fue
total, y no solo por cuestiones atinentes a la seguridad de su
aliado en la península: en vísperas del conflicto, Mao Zedong se
disponía a unificar el territorio chino avanzando sobre el régi-
men de Jiang Jieshi, movimiento abortado por la disposición de
la Séptima Flota estadounidense en el estrecho de Taiwán, una
de las primeras medidas tomadas por la potencia occidental
tras el inicio de los combates en Corea. De este modo, se sellaba
su dispositivo de contención del comunismo en el Pacífico, en
el marco de un diseño geopolítico de amplitud global. La inter-
vención en Corea se hizo efectiva bajo el paraguas de la onu, en
cuyo Consejo de Seguridad la delegación soviética se ausentó
3
La participación norcoreana en la guerra civil china estuvo enmarcada
en una relación de reciprocidad tras el apoyo chino a la resistencia antijapo-
nesa en la península coreana que, como vimos, había cimentado la relación
entre Kim Il-sung y los comunistas chinos.
72 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

significativamente, renunciando a su derecho de veto y ava-


lando así de manera indirecta la participación beligerante en
apoyo al sur. El involucramiento de China fue inmediato, aun-
que más bien formal al comienzo, concentrándose al inicio en
la denuncia del bloqueo del estrecho de Taiwán.
Entretanto, el avance norcoreano desde Ongjin fue masivo,
tomando Seúl el 27 de junio y desde allí llegaron rápidamente
hasta Pusan a principios de agosto. En ese momento ocurrió
una primera y drástica reversión del conflicto, con el desem-
barco de la Armada estadounidense a espaldas del avance nor-
coreano en la bahía de Incheon, próxima a Seúl, capital que
recuperaron para el sur, el 25 de septiembre de 1950. De allí en
más, las tropas de Washington avanzaron en la práctica hasta
el río Yalu, induciendo la retirada de las tropas del norte y pro-
duciendo una rápida y masiva respuesta china de apoyo ante la
amenaza a su frontera. Como resultado, las fuerzas de la onu
volvieron a retroceder hasta el Paralelo 38° entre finales de
1950 y comienzos de 1951. Los dos años y medio restantes
hasta el armisticio, el 27 de julio de 1953, vieron el desarrollo
de una cruenta guerra de posiciones, dejando como saldo gene-
ral del conflicto una cifra comprobada de más de medio millón
de soldados muertos entre los dos bandos.4 A ello debe sumarse
una cifra mucho mayor de muertes y desapariciones civiles, la
virtual destrucción del tejido urbano y de la infraestructura
industrial y agrícola en el norte (hecho reforzado por el bom-
bardeo sistemático de represas y centrales hidroeléctricas), el
uso de bombas incendiarias de napalm por parte de los Esta-
dos Unidos y amenazas recurrentes de empleo de bombas
nucleares y armas químicas.5 Tras el final de la guerra, sobre la
4
La guerra terminó solo con un cese al fuego, y no con un acuerdo de paz
entre los beligerantes, situación que continúa hasta el presente. La línea de
cese al fuego pasó a ser la frontera en vez del Paralelo 38°, aunque es bastante
similar a la anterior demarcación. A ambos lados de la línea se instaló una
zona desmilitarizada de cuatro kilómetros de ancho, con puestos militares en
ambos extremos.
5
Reiterada y enfáticamente realizadas por el general Douglas MacArthur,
y en el contexto de su propia pugna interna con la administración demócrata.
MacArthur fue finalmente relevado por el presidente Truman del Comando
Supremo de las Fuerzas Aliadas en abril de 1951.
COREA DEL NORTE 73

base sentada por la reforma agraria de 1946, y a pesar de la


devastación general, el campo norcoreano fue colectivizado a lo
largo de la década de los cincuenta. Este proceso siguió a la
sucesión progresiva que experimentó el campo chino a partir
de la guerra civil entre comunistas y nacionalistas: reforma
agraria y eliminación de la clase terrateniente, formación de
cooperativas, y posterior subsunción de estas cooperativas en
unidades productivas de mayor tamaño, excediendo en el caso
norcoreano a la unidad administrativa de la aldea. Este último
paso apuntaba a propugnar la mecanización del agro, que en la
época se entendía como el paradigma necesario para el incre-
mento de la productividad rural. La colectivización, al igual que
en el caso chino, fue apoyada mayoritariamente por el campesi-
nado pobre y resistida por el campesinado medio y rico.
Sin embargo, merecen destacarse algunas particularidades
específicas al proceso norcoreano: en primer lugar, la colectivi-
zación fue emprendida de modo mucho menos traumático para
la población rural. Ello tiene que ver con la opción general del
modelo económico de desarrollo, que nunca abandonó el
esquema soviético de planificación centralizada (ni pretendió
avanzar hacia la utopía comunista, quemando etapas económi-
cas, como en el caso maoísta del Gran Salto Adelante): el apoyo
económico soviético fue por otra parte constante desde 1953,
aportando maquinaria, tecnología, asesoramiento y combusti-
ble barato, fundamental para reconstruir la matriz energética
norcoreana, severamente afectada por la guerra. En segundo
lugar, se permitió a las familias campesinas cultivar productos
complementarios en lotes o jardines contiguos a las parcelas
comunitarias, tanto para el autoconsumo como para su venta o
trueque en los mercados rurales; estos nunca dejaron de funcio-
nar, a un ritmo similar al del período prerrevolucionario. En
tercer lugar, el tamaño del país, la relativa homogeneidad del
espacio agrícola y la cantidad de su población permitieron que
el lapso abierto en 1946 y cerrado a principios de la década de
los noventa fuera la etapa de urbanización de Corea del Norte:
la cantidad de habitantes rurales cayó desde alrededor del 75
por ciento de la población a poco más del 20 por ciento a
comienzos de esta última década.
74 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Esto marca además un claro contraste con la situación


surcoreana de la posguerra, y está relacionado de manera fun-
damental con las características del tiempo previo: el norte de
la península coreana se vio favorecido por la política indus-
trial del colonialismo japonés en mayor medida que el sur;
este último fue básicamente el “granero” del imperio nipón,
mientras que el norte poseía una economía extractiva y una
estructura industrial integrada a la economía manchuriana y
japonesa, con fuertes inversiones en el sector secundario y pri-
mario capitalizado (minería, por ejemplo). Estas característi-
cas conformaron, a pesar de la devastación del territorio (y
gracias a la decisiva asistencia soviética), unas bases sólidas
para el desarrollo industrial planificado posterior a 1953.

1953-1989: Consolidación y predominio


deKim Il-Sung. Crecimiento económico

El Partido de los Trabajadores de Corea, fundado a finales de


1945 y dirigido por Kim Il-sung desde el inicio, se moldeó en
el marco típico de los partidos comunistas soviético y chino.
Al igual que en la República Popular China, si bien esta orga-
nización es absolutamente dominante, mantuvo la existencia
de otros pequeños partidos “aliados”, en buena medida ficti-
cios, sin base social ni política real. Kim parece haberse con-
solidado pronto en el poder, aunque se desconoce en buena
medida el nivel de las luchas interburocráticas6 que acompa-
ñaron esta consolidación. Una medida de su predominio
puede ser el temprano desarrollo del culto a la personalidad
del líder, imbricado con elementos claramente identificables
como neoconfucianos, nacionalistas y antiimperialistas que
son eco de los que mantuvieron aislado al reino de Corea antes
de 1876 y lo llevaron a recibir de los occidentales el mote
de Reino Ermitaño. Ello fue sistematizado a través de la doc-
trina Juche (Chuch’e) de autosuficiencia nacional. Además,

6
En agosto de 1956 hubo un conato de disidencia contra Kim protagoni-
zado por las facciones prochina y prosoviética del partido, que fue saldado
con purgas y con la consiguiente renovación de la mayoría del comité central.
COREA DEL NORTE 75

a diferencia de los regímenes chino y soviético, el elemento de


relaciones familiares en el círculo más íntimo del poder (inte-
grado en segundo orden por los líderes guerrilleros que acom-
pañaron a Kim en su lucha antijaponesa y por sus familias)
parece estar muy por encima de la burocracia civil y militar.
Justamente el énfasis en la autosuficiencia y la indepen-
dencia absoluta del país terminaría por convertirse en un cue-
llo de botella muy difícil de superar para los ambiciosos planes
de desarrollo económico. En términos estrictamente políticos,
las relaciones con la Unión Soviética, muy estrechas al princi-
pio, empezaron a enfriarse con motivo del conflicto chino-
soviético paralelo al Gran Salto Adelante de Mao Zedong
(1958-1960), lo que llevó a un acercamiento mayor con China,
hasta que durante la Revolución Cultural (1966-1969), los
guardias rojos criticaran a Kim Il-sung.7 Hacia inicios de la
década de 1970, Corea del Norte ya había tomado una posi-
ción equidistante entre las dos potencias, y logrado una com-
pleta autonomía con respecto a ambas. Se puede decir que
Corea del Norte logró explotar en su beneficio la rivalidad
chino-soviética, aunque nunca recibió de ninguno de los dos
las sumas y ayudas que Corea del Sur recibió de Estados Uni-
dos y Japón. Aun así, la ayuda externa fue muy importante
para la reconstrucción y el sostenimiento de la estructura
industrial norcoreana.
Si tenemos en cuenta que la planificación de tipo soviético
favorecía el desarrollo de la industria pesada, podemos expli-
car el rendimiento económico muy superior de la República
Democrática Popular de Corea con respecto a la República de
Corea, hasta 1979: ambos países poseían un ingreso per cápita
similar en 1978, y análogos eran igualmente la esperanza de
vida al nacer y los niveles alimenticios en ambos lados de la
zona desmilitarizada. Acompañaban estos indicadores la provi-
sión de servicios educativos y sanitarios gratuitos y de calidad,
y una completa alfabetización. El sur consumía la mitad de
energía por habitante que el norte, con la necesaria aclaración

7
Durante el período más álgido de la Revolución Cultural (1966-1967), los
Guardias Rojos atacaron tanto a los rusos como a los norcoreanos, tildándo-
los de revisionistas.
76 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

de que buena parte de esa energía era aplicada en la República


Democrática Popular de Corea a la industria, antes que al con-
sumo residencial. Este último dato indica, no obstante, una
proximidad más marcada en el sur hacia un cambio cualita-
tivo en su estructura económica. Precisamente, justo cuando
esto estaba a punto de ocurrir en la República de Corea, el
norte anunciaba formalmente el relegamiento del marxismo-
leninismo en favor de la doctrina Juche como filosofía de
Estado (1972). Sin embargo, dicha formulación ideológica
estuvo siempre presente desde la década de los cincuenta en el
Partido de los Trabajadores y estaba imbricada con el fortale-
cimiento de su propio culto a la personalidad (y a la vez encar-
naba una exageración extrema de las ideas maoístas de
autosuficiencia y confianza nacional). Abrevaba, como hemos
señalado, en fuentes neoconfucianas y, más importante para
nuestros propósitos inmediatos, no hizo más que acendrarse
en un contexto geopolítico renovadamente hostil, tras la caída
del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética.

1989-2016: Años de crisis y


transformaciones incipientes

Hasta 1989/1991, las relaciones exteriores de Corea del Norte


con los países del bloque soviético, China y muchos países del
Tercer Mundo eran muy activas, pero la caída de la urss fue un
duro golpe para la economía norcoreana. Las relaciones con
los países de Europa oriental se enfriaron o cesaron, los rusos
revisaron los términos de intercambio y comenzaron a exigir
pagos en divisas;8 China, en tanto, señaló con sus reformas el
camino que Corea del Norte debería seguir (ver capítulo 6). El
país intentó entonces emular las reformas ocurridas en la
República Popular, estableciendo algunas zonas económicas
especiales, redujo en forma drástica el sistema de raciona-
miento, devaluó la moneda e incrementó los salarios en dinero.
8
En el marco de la pauta de intercambio tradicional entre los países
comunistas, existía un sistema de trueque entre la Unión Soviética y sus alia-
dos. En el caso de Corea del Norte, esta cambiaba sus exportaciones por
petróleo, carbón y otras importaciones esenciales.
COREA DEL NORTE 77

Además, intentó conseguir nueva tecnología que no era capaz


de desarrollar por sí misma.9 También trató de avanzar en la
creación de fuentes de energía nuclear. Esto trajo una serie de
crisis internacionales, utilizadas con habilidad por Corea del
Norte para obtener asistencia en combustibles y alimentos, a
cambio de dejar fiscalizar sus sitios de investigación y desarro-
llo nuclear. Ejemplo de ello fue el pacto negociado entre Kim y
el ex presidente estadounidense Jimmy Carter, en junio de 1994,
durante la visita de este último a Pyongyang (se escribe asi-
mismo Pyeongyang o Pionyang). Esto se produjo en momentos
en que las malas cosechas provocaban la necesidad de importar
grandes cantidades de granos y el país contaba con pocas divi-
sas para comprarlos.10 Poco después moría Kim Il-sung (8 de
julio de 1994), siendo sucedido por su hijo Kim Jong-il (nacido
en 1942 y designado heredero desde 1980). Bajo el segundo
Kim, conocido como el “Querido Líder”, se produjo un relevo
generacional en el círculo de poder. Las relaciones con Estados
Unidos parecieron mejorar durante el resto de la década,
estando a punto de producirse la visita oficial del presidente Bill
Clinton, pero con el triunfo republicano en las elecciones de
noviembre de 2000, la situación se volvió en contra de Corea del
Norte. El nuevo presidente, George W. Bush, no tardaría en
incluir a esta en el “eje del mal”.11
A continuación, se produjo una nueva crisis nuclear entre
Corea del Norte y los Estados Unidos, que acusaron al régi-
men comunista de continuar enriqueciendo uranio para el
desarrollo de bombas atómicas. Corea del Norte reaccionó
expulsando a los inspectores de la Agencia Internacional de
Energía Atómica, dependiente de Naciones Unidas, anunció su
retiro del Tratado de No Proliferación Nuclear y amenazó a la
onu con declaraciones de alto calibre. En abril de 2003, Corea
del Norte finalmente accedió a suspender su programa nuclear

9
Compró fábricas enteras en Japón, por ejemplo.
10
Es imposible establecer con exactitud la cantidad de víctimas causadas
por la escasez de alimentos en la década de los noventa. Los cálculos oscilan
entre doscientos mil y dos millones de personas.
11
Bush incluyó a Corea del Norte, Irán e Irak en el “Eje del Mal” en un
discurso de 2002, un año después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva
York y un año antes de invadir Irak.
78 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

y la exportación de misiles a cambio de una renovación de la


ayuda estadounidense recortada de forma drástica por la admi-
nistración Bush.
Este comportamiento simplemente replicó el verificado
entre 1991 y 1994, que concluyó con la mencionada visita de
Carter y la suscripción de un acuerdo marco: desarme por
asistencia económica y alimentaria.
A pesar de que el triunfo de los liberales en Corea del Sur
traería una mejora ostensible en las relaciones entre ambos
Estados,12 estableciéndose una serie de acuerdos que llevaron
a instalar plantas industriales de empresas del sur en la ciudad
norcoreana de Kaesong, abriéndose el monte Kumgang al
turismo del sur, permitiéndose las visitas de familias divididas
desde la guerra, entre otras medidas. Sin embargo, la perma-
nente hostilidad de los Estados Unidos, sumada a la llegada al
poder en 2008 de los conservadores en el sur, terminó con la
ruptura de todos los acuerdos y el empeño, aparentemente
logrado, de obtener la bomba atómica por parte del norte.
Telón de fondo de estos acontecimientos fueron las infructuo-
sas conversaciones para descomprimir la situación, primero a
cuatro y luego a seis bandas.13
Las reformas de estilo chino, desarrolladas muy tímida-
mente desde comienzos de la década de 1990 y luego un poco
más desde 2001, tampoco parecen prosperar del todo por el
temor del gobierno norcoreano a una apertura internacional y
a una amenaza generalizada a su posición, sumado al ambiente
mundial cada vez más hostil. En este contexto, las habilidades
adquiridas desde la década de los noventa para negociar con
Estados Unidos se han trasladado a las relaciones con China,
de las que el régimen de Pyongyang obtiene insumos, alimen-
tos, tecnología industrial y militar, divisas y una reticente
cobertura política. Una constante que se puede observar es la

12
Los dos presidentes liberales, Kim Dae-jung (1998-2003) y Roh Moo-
hyun (2003-2008), efectuaron visitas oficiales a Pyongyang, el primero en
2000 y el segundo en 2007.
13
Primero las dos Corea, China y Estados Unidos, luego se sumaron Rusia
y Japón. Corea del Norte reclamaba de los estadounidenses un reactor de
agua ligera a cambio de cerrar su planta de producción de agua pesada de
Yongbyon y del desmantelamiento de sus programas nucleares.
COREA DEL NORTE 79

serie de graves crisis coyunturales, producidas prácticamente


cada año, con motivo de las maniobras anuales entre la flota
estadounidense y la surcoreana, realizadas en cercanías de las
aguas de Corea del Norte, que provocan fuertes reacciones de
parte de esta.
Kim Jong-il murió en diciembre de 2011, siendo sucedido
por su tercer hijo, Kim Jong-un, quien parece haberse consoli-
dado en el poder luego de una serie de purgas en su círculo
íntimo. Corea del Norte se mantiene condicionada por una
serie de factores muy negativos: su aislamiento internacional,
la hostilidad de Estados Unidos (que ha mantenido un bloqueo
económico desde 1950 a 1994 y lo ha renovado desde 2001),
los deseos de perseverar en una independencia y autarquía
incompatibles con el mantenimiento de un alto grado de desa-
rrollo, la dependencia de fuentes de energía externas (no posee
petróleo), el escaso crecimiento de la producción de alimentos
(el país es montañoso y posee poca tierra cultivable, y el clima
es frío y propenso a las heladas), y el hecho de que el avanzado
grado de desarrollo industrial solo acentuó la vulnerabilidad
con respecto al combustible y a los insumos industriales, a
pesar de la ayuda china al respecto. Y la situación de aisla-
miento y conflictividad justifica para el Estado norcoreano la
manutención de un poderoso ejército de cerca de un millón de
hombres (para unos 22 millones de habitantes), que es destina-
tario privilegiado de alimentos y combustible. Esto en el marco
de una guerra terminada hace 63 años, pero solo por medio de
un armisticio, y nunca por un tratado que solucionara los pro-
blemas internacionales más acuciantes, a pesar de que las ofer-
tas de paz realizadas por el norte han sido constantes a lo largo
de los años, y que ambas Corea aceptaron ingresar conjunta-
mente en las Naciones Unidas en 1991. Se puede inferir que la
caída del bloque soviético provocó las dificultades que trajeron
la hambruna, al complicarse con malas condiciones climáti-
cas, y que esta provocó la necesidad de las reformas, las cuales
fueron reforzadas por la decreciente capacidad del Estado de
tomar a su cargo las necesidades básicas de la población. Asi-
mismo, ello ha generado una independencia creciente de la
ciudadanía respecto a la penetración del Estado en las esferas
de la reproducción económica y social cotidiana.
80 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Es imposible determinar la evolución futura de estos pro-


cesos, aunque podemos apuntar a la profundización, quizá
contradictoria, de dos tendencias: por un lado, la complejiza-
ción social, los intercambios mercantiles y la despolitización
de la sociedad, y por otro lado, la persistencia del régimen en
la obtención de recursos económicos a través de la presión
política y militar dirigida a las grandes potencias, con China
como objeto creciente de estas presiones.

Conclusión

Para comprender a Corea del Norte es necesario tener en


cuenta, en primer lugar, la persistencia de unas tendencias his-
tóricas profundas que exceden al período contemporáneo aquí
analizado. Ejemplo de ello es la formulación y consolidación
de la doctrina Juche como ideología del Estado, y el culto a la
personalidad en torno a los sucesivos líderes de la familia Kim,
que remite a elaboraciones confucianas largamente madura-
das acerca del ejercicio y la legitimidad del poder político, y a
las virtudes que un soberano ha de irradiar a su población. En
este sentido, es menester aclarar que Juche es tanto “autosufi-
ciencia” como propiedad energética y moral de la ciudadanía y
del Estado. También la práctica recurrente de una oscilación
entre las grandes potencias, con vistas a obtener beneficios
marginales de las mismas y una ampliación de los grados rela-
tivos de libertad y maniobra del Estado, ha sido un rasgo típico
de los sucesivos regímenes coreanos.
En segundo lugar, el carácter de la península coreana como
escenario de disputa entre las grandes potencias. Esta sigue
siendo un escenario para el desarrollo de prácticas anacróni-
cas inherentes al período de la Guerra Fría: despliegue de tro-
pas en el terreno, contenciosos bélicos no resueltos, amenazas
nucleares recurrentes, censura y persecución política, etcétera.
Esto no ha hecho más que profundizar algunos rasgos típicos
del régimen norcoreano que parecen extraños al observador
externo; por ejemplo, la vigencia de la doctrina Juche y sus
implicancias.
COREA DEL NORTE 81

En tercer lugar, la evolución económica inherente no solo


al régimen norcoreano, sino en general a la maduración de
todo modelo de planificación soviética que, al alcanzar un
cierto grado de desarrollo, requiere de transformaciones cuali-
tativas en su diseño. Los modelos de planificación soviética
funcionaban en general bien cuando se trataba de construir
una infraestructura industrial básica, pero cuando llega a un
estadio de su propia maduración, la planificación centralizada
inhibe la provisión de bienes de consumo finales en cantidad y
calidad adecuadas a la población.
Hacer hincapié en cada uno de estos factores de manera
separada a los restantes, empobrece la comprensión de un
país tan complejo.
CAPÍTULO 5
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA:
CONFLICTO EXTERNO, CAMBIOS INTERNOS

Pedro Iacobelli D.1

La historia de Japón durante los años de la Guerra Fría se


enmarca en la segunda mitad de la era ShŌwa, nombre que
recibe el período del reinado del emperador Hirohito (1926-
1989). Durante la primera parte de su reinado, la sociedad y la
política japonesas tuvieron un carácter marcial en el que se
produjo el rápido avance imperialista sobre sus vecinos en el
continente y en el Pacífico. La cruenta dinámica de la segunda
guerra sino-japonesa (1937-1945), unida a la guerra en el Pací-
fico (1941-1945) —nombre que recibe uno de los frentes de la
Segunda Guerra Mundial—, se vio reflejada en el plano nacio-
nal en la movilización de la población para servir a la industria
militar y la represión de grupos contrarios al militarismo de
entonces. En el plano externo, la conflagración mancilló la his-
toria de este período —como otros autores en este libro apun-
tan—, con el gran número de atrocidades cometidas por los
militares y civiles en los territorios que ocuparon en Asia y el
océano Pacífico. La segunda mitad de la era ShŌwa se inició
con su rendición, en agosto de 1945, luego del también feroz
avance de las tropas aliadas sobre el archipiélago. Desde enton-
ces la influencia estadounidense, principal fuerza de ocupación
aliada, condicionó la forma y el fondo en las relaciones inter-
nacionales japonesas con el resto del mundo durante los años
de la Guerra Fría. El Estado nipón, en una relación llamada
por algunos como “clientelar”, tuvo que acomodarse a los dic-

1
El autor agradece los comentarios recibidos de Juan Luis Perelló e Isami
Romero.
82
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA 83

tados de Washington, al tiempo que priorizó su propia recons-


trucción y desarrollo económico.
La sociedad japonesa en este período sufrió profundos
cambios que se vieron reflejados en una mayor homogeneiza-
ción de la experiencia de vida, gracias a un sistema educacio-
nal nacionalmente uniforme y meritocrático. A su vez, la
cultura del trabajo se sacudió de la marcialidad y excesiva
jerarquización existente en los años de preguerra. Aunque per-
sistieron grandes diferencias sociales, muchas veces basadas
en conceptos raciales —tal como la discriminación en el trato
y en las oportunidades laborales disponibles para las comuni-
dades de residentes coreanos, okinawenses o ainu (y que se
mantiene en algún grado hasta hoy)—,2 las condiciones mate-
riales de la población en su conjunto mejoraron en forma
ostensible durante el tiempo en estudio, en el que se consigna
una disminución del número de personas pobres y la reduc-
ción de la brecha económica entre los distintos grupos socia-
les. Por último, las reformas políticas de la década de 1950
consolidaron la alianza estratégica entre los partidos políticos
(principalmente el Partido Liberal Democrático), el círculo de
las grandes empresas o zaikai (la Federación de Agrupaciones
Económicas, o Keidanren, es su institucionalidad más rele-
vante) y la burocracia centralizada. Esta alianza es conocida
como el Triángulo de Acero.
En el resto de este capítulo se abordará la historia de recu-
peración japonesa, que dio origen a un modelo de desarrollo
particular, al tiempo que se examinarán las principales contin-
gencias históricas que fijaron su posición dentro de la zona de
influencia del bloque capitalista durante la Guerra Fría. Los
temas a tratar son la ocupación de posguerra, la creación de
los sistemas de San Francisco y de 1955, el milagro econó-
mico, y, finalmente, las relaciones vecinales y el problema de
la memoria histórica.

2
Otro grupo relevante que ha sufrido formas de discriminación, aunque
no por criterios étnicos, es el de los burakumin, debido al vínculo de sus ante-
pasados con prácticas consideradas impuras como, por ejemplo, el trabajo en
mataderos o carnicerías.
84 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

La Ocupación aliada:
objetivos y herencias, 1945-1952

El traumático fin de la guerra en 1945 incluyó largos meses de


intenso bombardeo sobre las principales ciudades del archi-
piélago (excepto Kioto), la invasión y completa destrucción de
la prefectura de Okinawa y el infame ataque nuclear sobre las
ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Al término de la conflagra-
ción, Japón se hallaba destruido, su población estaba psicoló-
gicamente arruinada y militarmente ocupado por las fuerzas
aliadas, encabezadas por oficiales estadounidenses.
El Comando Supremo de las Fuerzas Aliadas (scap) estuvo
a cargo de administrar el país. El general Douglas MacArthur,
comandante del Comando Estadounidense del Lejano Oriente,
asumió la testera del gobierno militar, el que estaba supedi-
tado a dos instituciones multinacionales: la Comisión del
Lejano Oriente, con sede en Washington, y el Concejo Aliado
para Japón, ubicado en Tokio. Sin embargo, la autoridad ejer-
cida por MacArthur durante los primeros años de la ocupa-
ción no tuvo real contrapeso dentro ni fuera de Japón. Es
importante hace notar que, a diferencia de Alemania, esta
nación no fue dividida entre las potencias victoriosas; salvo el
caso de las islas Ryukyu y Ogasawara (Bonin), que quedaron
bajo control exclusivo estadounidense, y las islas Kuriles, bajo
control soviético. En este sentido, no existen precedentes his-
tóricos de la imposición de la voluntad de una potencia sobre
otra potencia global como en este caso.
El Comando Supremo de las Fuerzas Aliadas gobernó
Japón rigiéndose al inicio por las instrucciones que emanaban
de la Declaración de Potsdam (julio de 1945) y el instructivo
del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos: “Directivas
básicas para el gobierno de Japón posrendición”, también
conocido como JCS 1380/15 (noviembre de 1945). El objetivo
inicial del gobierno militar en Japón, de acuerdo a estos docu-
mentos, se resumió en tres palabras: desmovilizar, desmilitari-
zar y democratizar. Para lograr esto, la arquitectura misma de
la ocupación descansó en un sistema indirecto de gobierno:
MacArthur permitió que los políticos japoneses desempeñaran
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA 85

las funciones habituales de los poderes Legislativo y Ejecutivo,


siempre y cuando no contravinieran sus instrucciones. Este
régimen contó con la connivencia de la burocracia central y el
trono, este último considerado indispensable para aunar al
pueblo japonés detrás de las grandes reformas implantadas.
Este sistema implicaba que las reformas propuestas por el
Comando Supremo de las Fuerzas Aliadas llegaran a la opinión
pública nipona, a través de los medios de comunicación (fuerte-
mente censurados), como iniciativas de los políticos japoneses
y no de los equipos de planificación estadounidenses.
El lapso de ocupación es tradicionalmente dividido en dos
etapas: una, caracterizada por el proceso de “democratización
desde arriba”, y la otra —en el contexto de la Guerra Fría, con
un marcado acento asiático—, del “cambio de curso” (reverse
course), término acuñado por el diplomático e historiador
George Kennan para referirse a la necesidad de fortificar a
Japón a la luz del avance marxista en la región. En su primera
parte, el gobierno de ocupación logró producir cambios de
gran impacto que perduran hasta la actualidad y tuvo como
una de sus primeras tareas purgar la administración pública,
en un intento por hacer justicia contra aquellos miembros del
gobierno más involucrados en la campaña imperialista nipona.
Este fue, sin embargo, un ejercicio muy selectivo, por cuanto la
burocracia central era indispensable para el buen gobierno de
ocupación y no iba en beneficio suyo debilitarla de forma radi-
cal. Asimismo, se establecieron tribunales militares no solo en
Japón, sino también en los territorios ocupados por los japone-
ses en Asia durante la guerra. Se establecieron tres categorías
de criminales de guerra: A, para los crímenes contra la paz; B,
para crímenes contra la humanidad; y C, para los crímenes de
guerra, tales como los actos genocidas. En el Tribunal Militar
de Tokio se condenó a muerte por sus crímenes de la clase A al
ex primer ministro TŌjŌ Hideki y seis otros altos comandantes
de las fuerzas japonesas. Sus restos, siguiendo la tradición sin-
toísta de honrar a quienes dan su vida por la patria, fueron
inscritos en el santuario de Yasukuni en Tokio. En una contro-
vertida decisión, impulsada por el general MacArthur, no se
juzgó por su responsabilidad en los crímenes de guerra al
emperador. Por último, el gobierno de ocupación intentó
86 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

disolver los grandes conglomerados industriales japoneses


(zaibatsu), reconocidos como responsables sustanciales en el
avance nipón en Asia. Sin embargo, debido a la complejidad
de esta medida y la eventual alteración de las prioridades de la
administración militar en el contexto del “cambio de curso”,
solo 11 de los 325 conglomerados alcanzaron a ser desarticu-
lados.
Este gobierno de corte liberal otorgó importantes derechos
civiles para la población y para los distintos grupos políticos
que habían sido perseguidos por el gobierno imperial la década
anterior, tales como los partidos Comunista y Socialista. En
1946, el Comando Supremo de las Fuerzas Aliadas presentó su
propia propuesta de cambios constitucionales, en la que se
buscó erradicar el militarismo y el fuerte autoritarismo, consi-
derado como gran causante de su empresa imperialista. La
extensión de los cambios resultó de hecho en una nueva Cons-
titución, a la que los políticos japoneses apenas pudieron
hacerle cambios. Así, se consiguió despojar al emperador Hiro-
hito de toda su autoridad política y religiosa, dejándolo como
“símbolo” inerme del estado secular japonés. Este, a través del
controvertido artículo 9, renunció a la guerra como derecho
soberano. En el campo de la institucionalidad política, la nueva
Constitución, presentada como una enmienda a la anterior,
establece un régimen parlamentario bicameral al estilo inglés.
Las secciones de derechos civiles en la Constitución de 1946,
los que eran progresistas para su época, incluyen el derecho de
sufragio para las mujeres, la libre asociación y libertad de con-
ciencia, entre otras medidas. Sus secciones institucionales, por
otro lado, no avanzaron más allá de lo mínimo, exigiendo altos
quórums para reformarlas.
Los años bajo la ocupación marcaron profundamente a la
población japonesa. La sociedad vivió con desesperanza el fin
de la guerra en Asia y el derrumbe de los mitos sobre los cuales
se habían asentado las bases del esfuerzo civil y militar; por
ejemplo, la divinidad e infalibilidad del emperador. Como lo
han profundizado John Dower (1999) y Lori Watt (2009), una
parte importante del pueblo se encontraba psicológicamente
arruinada luego de la guerra, situación que se vio agravada por
las míseras condiciones de vida y la repatriación de más de seis
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA 87

Mapa 4: Japón

millones de japoneses que se hallaban en ultramar, ya sea sir-


viendo en el ejército o como “colonos” en los territorios que
Japón había anexado a lo largo de su carrera imperialista. A
medida que las atrocidades cometidas en el exterior eran cono-
cidas en Tokio, los retornados y sus familias recibieron un
fuerte reproche social, el cual dividió comunidades y acentuó
las paupérrimas condiciones de vida de muchos. En un con-
texto económico de supervivencia, proliferaron el mercado
negro y las mafias que lo controlaban. La misma justicia estuvo
forzada por un lado a condenar a quienes participaran de este
comercio, aun cuando los mismos jueces, muchas veces, tuvie-
ran que abastecer a sus familias a través del comercio ilegal.
Otro aspecto de interés fue la constante y potente influencia
cultural que los Estados Unidos ejercieron sobre la población
urbana japonesa. En los arrabales del barrio estadounidense en
Tokio, los japoneses, sobre todo aquellos ligados a la industria
88 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

de servicios y de entretención, adoptaron modas y costumbres de


aquel país, al tiempo que se formaron numerosas parejas inter­
étnicas, típicamente entre oficiales estadounidenses y mucha-
chas japonesas, quienes eran por lo general mal vistas.

Dos sistemas: San Francisco y 1955

A medida que aumentó la conciencia en las élites estado­ -


unidenses de vivir en un mundo dividido entre dos bloques
ideológicos irreconciliables que competían por extender y con-
solidar sus respectivas esferas de influencia, y que esta disputa
hallaba su epicentro en el noreste de Asia, el gobierno estadou-
nidense decidió dar marcha atrás a su política de desmilitari-
zación del país y negociar una paz con Tokio que de forma
inexorable incorporara a un Japón independiente en su zona
de influencia. El triunfo comunista en China (1949) y el inicio
de la guerra en Corea (1950-1953) constituyeron el telón de
fondo de una Guerra Fría (por cierto, “caliente” en Asia) frente
a la cual se firmó el acuerdo de paz con Japón.
El llamado “Sistema de San Francisco” (en referencia a la
ciudad estadounidense donde se firmó el tratado de paz) esta-
bleció un vínculo, prácticamente indisoluble, entre la seguri-
dad del bloque capitalista y la continua presencia militar de
Estados Unidos en las principales islas de Japón y en particu-
lar, en la de Okinawa. Los arquitectos del acuerdo de paz —los
funcionarios de la Secretaría de Estado J.F. Dulles y Dean
Acheson, entre otros— negociaron con el gobierno japonés
obtener el derecho a “estacionar tantas tropas como desearan,
donde lo desearan, y por el tiempo que desearan” (citado en
Schaller, 1985). El objetivo que buscaban era constituir a
Japón como pilar de su gran arco de defensa en el Pacífico
occidental, el cual se iniciaba en las islas Aleutianas y conti-
nuaba su surco hacia el sur, pasando por Japón, Okinawa y las
Filipinas hasta el océano Índico. Esta “Gran creciente”, como
se la llamó, constituyó parte de la política estadounidense de
“contención” al marxismo soviético.
En el contexto de la naciente Guerra Fría, el gobierno de
los Estados Unidos debió dar un golpe de timón y cambiar el
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA 89

rumbo de la ocupación de Japón. Si antes se había privilegiado


purgar a los elementos imperialistas y democratizar, las necesi-
dades geopolíticas luego de 1947 obligaban a consolidar un
gobierno japonés fuerte. Este cambio fue bien recibido y
fomentado por los grupos conservadores del país. Se volvió a
restringir los derechos civiles y se rehabilitó a personas exone-
radas de sus funciones por el gobierno de ocupación o incluso
algunos de los enjuiciados por su responsabilidad en la guerra,
como los políticos Hatoyama Ichiro y Kishi Nobusuke. Asi-
mismo, se promovió que Japón estableciera una fuerza militar
propia. Yoshida Shigeru, primer ministro y principal figura
política de este período, navegando en el limitado espacio que
la ocupación aliada le entregaba, aceptó —entre otras cosas—
un rearme limitado de las fuerzas policiacas japonesas (sin
constituirse en un “ejército”), la proliferación de bases militares
estadounidenses, incluyendo la cesión ilimitada de la prefec-
tura de Okinawa a manos de Estados Unidos, y la contracción
de las relaciones entre Japón y China. Todo esto fue entendido
por Yoshida y el Parlamento japonés (conocido como Dieta)
como el precio que se debía pagar para poner fin a la ya larga
ocupación, retener el control sobre el territorio y poder recibir
una importante y necesaria asistencia económica.
El Tratado de Paz con Japón, firmado en septiembre de
1951 por 48 naciones, con la notable excepción de la Unión
Soviética, las dos China y la India, entre otros, puso fecha
límite a la ocupación y marca el inicio del regreso de Japón a la
sociedad internacional. En él se estipularon las condiciones
generales de indemnización por parte de Japón y de modo sig-
nificativo se cedió de forma indefinida el gobierno de la prefec-
tura de Okinawa a los estadounidenses. El mismo día de la
firma del tratado de paz, los Estados Unidos y Japón estable-
cieron el Acuerdo de Seguridad entre ambas naciones, en el
cual el gobierno de Tokio cedió por ocho años (renovado de
manera indefinida en 1960 y en 1970) el ejercicio de su propia
seguridad a Washington. El conjunto del Tratado de Paz con
Japón y el Acuerdo de Seguridad conformó el sistema que rigió
sobre la política exterior japonesa, ligándola al devenir del blo-
que capitalista en la Guerra Fría.
90 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

En el campo nacional posterior al fin de la ocupación, en


abril de 1952, coexistió una miríada de partidos políticos con
representación parlamentaria. En la elección de febrero de
1955, la derecha japonesa —representada por el Partido Libe-
ral, de Yoshida, y el Partido Democrático, este último dirigido
por el entonces primer ministro Hatoyama Ichiro (1954-
1956)— sufrió una fuerte disminución en su votación en la
Cámara de Representantes. Hacemos notar que Yoshida y
Hatoyama fueron enemigos políticos acérrimos, al punto de
que el primero impidió la participación de la facción de Hato-
yama en el Partido Liberal en 1951, llevando al segundo a con-
solidar su influencia y poder político en el Partido Demócrata.
En términos doctrinarios, existieron también grandes diferen-
cias. El Partido Liberal había logrado sortear la difícil negocia-
ción por el fin de la ocupación, y se mostraba abierto a
mantener los elementos fundamentales de la Constitución de
1947 y la cercanía estratégica con los estadounidenses. Hato-
yama, por su lado, promovió la vuelta a un Japón “normal”, es
decir, rearmado, menos dependiente de Estados Unidos y la
revisión de la Constitución. Rehabilitado políticamente, llegó a
la primera magistratura luego de vencer al Partido Liberal, de
Yoshida. Esto se produce a la vez en que los dos partidos socia-
listas japoneses, divididos por rencillas internas más que por
conflictos ideológicos, aumentaron su votación de manera sig-
nificativa, llegando a ocupar un tercio de los escaños en la
Dieta. La posterior unificación de estas dos facciones en un
solo Partido Socialista —electoralmente, la segunda fuerza
política del país— puso en alerta a la dirigencia de los grupos
de derecha, quienes alentados por el empresariado, y teniendo
como común denominador su anticomunismo y la preferencia
prioritaria por políticas que asistieran con la misión del creci-
miento económico, unieron sus conglomerados en una gran
fuerza política: el Partido Liberal Democrático. Este sistema,
establecido en 1955, revolucionó el mapa político japonés,
transformándolo de hecho en un estado gobernado por una
sola fuerza ideológica, la que no tuvo mayor contrapeso en las
elecciones parlamentarias, aunque sí a nivel de gobiernos
regionales y locales, hasta los años noventa. El ala de izquierda
del espectro político quedó como una minoría importante,
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA 91

demasiado débil para constituir gobierno, pero lo suficiente-


mente fuerte como para oponerse a las revisiones constitucio-
nales propuestas por el Ejecutivo.3

La era del rápido crecimiento económico

Uno de los fenómenos históricos característicos del período


fue el rápido crecimiento económico que experimentó Japón
desde principios de la década de 1950 hasta la crisis del petró-
leo en 1973. El “milagro económico japonés”, término utili-
zado ya en 1962 por el semanario The Economist, tomó por
sorpresa al mundo, y en especial a los Estados Unidos, gene-
rando un amplio debate sobre las causas que lo llevaron a cre-
cer a una tasa anual del 10 por ciento durante dos décadas, y
sobre la aplicabilidad de la “receta” en otros lugares. Japón
logró resurgir hasta el punto de convertirse en la segunda eco-
nomía industrial del mundo: ¿cómo fue esto posible?, ¿de qué
forma este rápido crecimiento impactó a la sociedad japonesa?
Chalmer Johnson, en su señero libro miti and the Japanese
Miracle (1982), profundiza sobre la primera de estas pregun-
tas, desmitificando las respuestas simples, que esencializan a
los nipones o la estructura económica de su país, tanto de
observadores casuales como de burócratas japoneses. Para
Johnson, el milagro económico se explica por el cúmulo de
condiciones globales, regionales y ciertamente nacionales que
favorecieron la creación de un sector industrial robusto y líder
en su área. Por el contrario, fue desechada la idea, muy difun-
dida en su tiempo, de que el milagro económico ocurrió
debido a que el país poseía cualidades y características únicas,
derivadas de su capacidad cultural para colaborar de forma
organizada. Lo que sí hubo y permitió el rápido crecimiento
económico fue mucho trabajo, la capacidad de los gobiernos
de turno de ampliar la base educacional de la población e
incentivar el ahorro. En un mundo que se empezaba a abrir al
3
En la década de 1960 se estableció el partido de centroizquierda
Komeito, conglomerado que en sus inicios estuvo muy vinculado con el Sokka
Gakkai, un movimiento religioso budista que también se opuso a las reformas
constitucionales.
92 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

libre comercio —con la creación del Fondo Monetario Inter-


nacional (fmi) y el Acuerdo General sobre Aranceles Aduane-
ros y Comercio (gatt, por su sigla en inglés)— y en el cual se
podía adquirir energía a bajo costo, y en un contexto regional
en el que los Estados Unidos apoyaron la recuperación econó-
mica del archipiélago y conservaron una tasa de cambio favo-
rable para él (llamada de modo sarcástico un “subsidio a la
exportación”), los gobiernos japoneses tuvieron la astucia de
aprovechar las condiciones domésticas para que, guiadas por
el Estado, permitieran el florecimiento de la economía.
El proyecto de este Estado desarrollista, abierto a la eco-
nomía y competencia global, con influjos de la escuela ale-
mana de economía política, se sostuvo en parte en el trabajo
del Ministerio de Comercio Internacional e Industria (miti,
por su sigla en inglés, muy usada en japonés), el que se esta-
bleció en 1949. Este ministerio, esencial para el crecimiento
económico del país, aprovechó las condiciones nacionales de
alta tasa de ahorro privado, que permite la inversión, la alta
tasa de consumo interno de artículos manufacturados (por
ejemplo, hacia 1963, el 80 por ciento de los hogares contaba
con un televisor), y un espíritu emprendedor caracterizado
por la creación de empresas como Honda, Sony y Kawasaki
que revitalizaron el crecimiento económico nacional. El come-
tido del ministerio consistió en “guiar” los proyectos indus-
triales estratégicos más relevantes. Con el poder que le daba
tener acceso a la divisa extranjera, de difícil obtención para la
población civil, a las materias primas y la posibilidad de
adquirir rápidamente y a un precio preferencial licencias tec-
nológicas estadounidenses, el Ministerio de Comercio pudo
seleccionar, apoyar y proteger a las nuevas industrias, las cua-
les se transformaron de manera rápida en el músculo de la
economía japonesa y del milagro económico, aunque no siem-
pre fueron todas.
La sociedad nipona sintió el impacto del crecimiento eco-
nómico, tanto por las desagradables externalidades de las nue-
vas industrias (por ejemplo, las crisis ambientales en Minamata
y Niigata, producto de las empresas químicas en los años
cincuenta y sesenta) como por el rápido crecimiento de la
clase media. Si en 1955, el 44,5 por ciento de la población se
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA 93

identificaba como clase media, para 1975 sobre 77 por ciento


se reconocía en ella. En un sistema laboral con mayor espíritu
igualitario y pequeña diferencia de los salarios entre los obre-
ros y los oficinistas, persistieron las veleidosas discriminacio-
nes laborales contra la mujer (llamadas coloquialmente “flores
de oficina”: shokuba no hana). Los campos de experiencia
compartida por los japoneses se ampliaron, abarcando desde
el nacimiento y muerte en un hospital —y no en el hogar como
era tradicional en 1955— a una educación muy uniformada y
meritocrática, en la cual se consiguió que la mayoría de los
jóvenes terminaran la enseñanza secundaria y entraran a la
educación superior; 35 por ciento de los jóvenes ingresaron a
la universidad en 1975. Las familias, luego de un efímero incre-
mento en la tasa de natalidad tras la guerra, tendieron a
nuclearizarse con cada vez menos hijos —tendencia que conti-
núa hasta la actualidad—, y al aumentar su riqueza, no fue
raro que hacia finales del período ciento de miles de japoneses
viajaran al exterior como turistas, en tours programados y
organizados para poder visitar en grupo la mayor cantidad de
sitios de interés en el menor tiempo posible. El crecimiento
económico en Japón fue vertiginosamente veloz; sin embargo,
los cambios que experimentó la sociedad nipona producto de
la mayor abundancia, en general no mutaron el perfil de sobrie-
dad que le es característico en el contexto nacional.

Relaciones exteriores y
el problema de la memoria

La política exterior de Japón tendió a secundar a la estadouni-


dense durante el período en estudio. Si bien las autoridades
buscaron fórmulas para acercarse a China, un socio comercial
natural para Japón, yendo más allá de lo sugerido por Was­
hington, los Estados Unidos fueron el elemento más gravitante
en la política regional de Japón, y desde 1956, después de su
incorporación en la onu, en la política multinacional. Una
aproximación a los mecanismos de su política exterior da
cuenta de un tapiz complejo en el cual el Ministerio de Asuntos
Exteriores es uno más de los principales actores de la política
94 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

internacional; estaban, entre otros, los ministerios de Comer-


cio Internacional e Industria, y el de Agricultura y Silvicultura.
En esta sección nos abocaremos a dos problemas de gran
importancia y que han sido fundamentales en la relación de
Japón con sus vecinos: los conflictos fronterizos y de soberanía
territorial; y el relacionado con la memoria histórica de la gue-
rra en Asia y el Pacífico.
El fin de la ocupación estadounidense en 1952 reveló nue-
vos conflictos de soberanía en la región. Es importante desta-
car que los arquitectos del acuerdo de paz de San Francisco,
en pos de un rápido entendimiento entre las naciones firman-
tes, no incluyeron con gran detalle la configuración fronteriza
del Japón de posguerra. Según la Declaración de Potsdam
(1945), Japón quedaría compuesto por sus cuatro islas princi-
pales y un número sin definir de islas “menores”. En este sen-
tido, la vaguedad del acuerdo permitió que los pequeños
islotes fueran temas de gran controversia entre Japón y sus
vecinos. Por ejemplo, aún mantiene con Corea del Sur una
discordia por la isla de Takeshima (Dokdo en coreano), con-
trolada por Seúl. Takeshima, un pequeño islote, punto ances-
tral de reunión de pueblos pesqueros y que había pertenecido
a Japón antes de la derrota en 1945, fue “recuperada” por el
gobierno del presidente de Corea del Sur Syngman Rhee
(1948-1960) en 1952, aprovechando la coyuntura internacio-
nal, iniciando así el reclamo de las autoridades niponas.
Las islas Kuriles son un conjunto de islotes al norte de
Hokkaido que Japón había adquirido luego de la guerra ruso-
japonesa en 1905, y que según las resoluciones adoptadas en
la conferencia de El Cairo, en 1943, Japón mantendría en su
poder después de la guerra. Sin embargo, fueron usadas tanto
por el presidente estadounidense Franklin. D. Roosevelt como
por el primer ministro británico Winston Churchill como
moneda de cambio para asegurar el apoyo soviético en la gue-
rra contra Japón y la posterior creación de la onu. Con la recu-
peración de su independencia, las autoridades japonesas
buscaron solucionar tanto este punto como firmar un tratado
de paz con la Unión Soviética, que como se ha mencionado, se
restó del acuerdo en San Francisco. En las conversaciones
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA 95

lideradas por el gabinete del primer ministro Hatoyama, se


logró llegar a un principio de acuerdo: junto con firmar la paz
y establecer vínculos comerciales, las islas serían divididas
entre los dos países. En el fragor de la Guerra Fría, el gobierno
de Eisenhower impidió todo tipo de acuerdo entre Japón y la
Unión Soviética, amenazando con conservar en su poder las
islas Ryukyu, en la prefectura de Okinawa, si Japón entregaba
cualquier porción de su territorio a un tercero. Sin ser posible
llegar a un entendimiento con los estadounidenses, el gobierno
nipón no pudo cerrar aquel acuerdo y dejó pendiente el pro-
blema del llamado “territorio del norte”.
Las islas Ryukyu, cedidas indefinidamente a los Estados
Unidos en el artículo iii del Tratado de Paz de San Francisco,
encarnaron de forma cruenta la alianza militar entre aquellos y
Japón. Okinawa, como metonímicamente se le llama al archi-
piélago, poseedora de una cultura propia, herencia del Reino
de Ryukyu, fue fortificada. La “Gibraltar de Asia”, como se la
conoció, fue erguida como la gran base estadounidense en Asia
durante los años de la Guerra Fría. Desde ella, diariamente
despegaron los bombarderos B-29 hacia la península coreana
durante la guerra, y los B-52 hacia Vietnam en los años sesenta.
La creciente impopularidad de la administración en estas islas
japonesas, que llevaron a cancelar la visita oficial del presi-
dente D. D. Eisenhower a Japón en 1960, contribuyeron a la
negociación de una “devolución” del territorio, hecho que se
concretó en mayo de 1972. Si bien la administración del terri-
torio fue devuelta, la capacidad militar estadounidense en la
isla se mantuvo. Finalmente, y como un conflicto que se desen-
vuelve de forma paralela a la discusión sobre la devolución de
las islas Ryukyu a Japón en los años setenta, tanto el gobierno
chino en Taiwán, que las denomina Tiaoyutai, como el de Bei-
jing (Diaoyu) articularon su demanda por el control sobre
ellas. Aunque las reclamaciones hacen referencia a hechos cen-
tenarios, este conflicto adquirió un nuevo vigor a partir de los
estudios realizados en el subsuelo de las islas en 1969, los que
sugieren la existencia de una gran reserva de gas natural. La
postura de los involucrados se acentuó, en una confrontación
que durante el período cargaba con la posibilidad de la entrada
96 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

en combate de las tropas estadounidenses en defensa de Japón


en caso de que China tratara de controlar las islas o islotes por
la fuerza.
Las disputas territoriales con sus vecinos son solo un
aspecto de las relaciones exteriores de Japón. Aun cuando,
como en el caso de Corea del Sur, se hayan restablecido las
relaciones diplomáticas en 1965, perduran los roces y tensio-
nes sobre las interpretaciones históricas del avance nipón
sobre Asia en la primera mitad del siglo xx. De cierto modo, la
forma brutal en que Japón fue derrotado —con sendos ata-
ques nucleares sobre dos de sus ciudades— le dejó una marca
profunda y se transformó en una de las principales coordena-
das que guiaron la definición de la guerra para ellos. En el
plano nacional, los japoneses de las décadas del llamado
“milagro económico” reconocían a su país como “víctima” del
conflicto, y no victimario en una guerra de expansión imperial.
Esto se puede apreciar en los nombres con que se conoce la
guerra que culmina en 1945: los Juicios o Proceso de Tokio, si
bien abarcaron eventos anteriores a 1930, utilizaron el término
de “conflicto entre Estados Unidos y Japón”, delimitando la
memoria colectiva a las acciones ocurridas desde el ataque
japonés a Pearl Harbor hasta el bombardeo a Hiroshima y
Nagasaki. En el mundo anglosajón, el concepto de guerra en el
Pacífico reafirma esta visión, la cual excluye los avances nipo-
nes sobre China en 1931 y 1937, e ignora el imperio colonial
japonés en Corea, entre otros lugares. Por otro lado, en japonés
el término más comúnmente utilizado es del de “Gran Guerra
de Asia del Este” aunque en sí es impreciso, por cuanto no
incluye sus colonias y se limita al lapso que se inicia en 1937.
En los años sesenta, se introduce un nuevo marco histórico
para nombrar este período bélico imperialista: la “guerra de
los 15 años”, que incluye desde los conflictos en Manchuria a
principios de la década de 1930 en adelante.
Desde el exterior, en particular desde China y Corea, se forja
una memoria histórica —con intencionalidad política, por
cierto— en donde se recuerda a Japón como principal agresor y
responsable de la guerra y de las numerosas atrocidades come-
tidas. Aunque muchas veces estos reclamos han tenido como
objetivo sacar algún beneficio económico, han permitido
JAPÓN Y LA GUERRA FRÍA 97

encender un debate interno en Japón sobre cómo recordar el


conflicto bélico. En los años setenta el importante periódico
Asahi Shimbun publicó una edición especial sobre los críme-
nes japoneses durante la guerra, y en la década de los ochenta
se desató una polémica internacional —que resultó ser artifi-
cial— sobre el contenido de algunos libros de textos de histo-
ria japonesa que habrían abordado la materia diluyendo parte
de la responsabilidad nipona. Palabras tales como “incursión”
o “invasión” estuvieron en el centro de calurosos debates por
controlar la narrativa histórica del conflicto. Por último, los
supervivientes de la guerra —mayormente mujeres víctimas
de esclavitud sexual—, hicieron sus descargos públicos hacia
el final del período de estudio. El problema de la memoria de
la guerra en Asia se desarrolló con mayor fuerza en los años
que siguieron al desplome de la Unión Soviética, pero es ahí
cuando emerge la conciencia de que Japón “está en deuda” de
al menos un acto de contrición honesto y compensación ade-
cuada a varios de los países asiáticos que fueron colonizados
por el Imperio nipón.

Ideas finales

El estudio de Japón durante la Guerra Fría refleja un país en


proceso de cambio interno, pero muy constreñido a actuar
libremente en el plano internacional. La sociedad tradicional
japonesa galopó rampante por el camino del desarrollo mate-
rial y la nueva modernidad, acercando la experiencia común
de sus ciudadanos a las tendencias de los Estados Unidos o
Europa Occidental, al tiempo que se alejaba del resto del noreste
asiático. El crecimiento de la economía y los veloces avances
tecnológicos impregnaron a vastos segmentos de la población
de un entusiasmo y optimismo sobre el futuro del país, dejando
los trágicos eventos de la guerra alejarse en un pasado difuso. El
nuevo Japón de los años setenta y ochenta, triunfante de un pro-
ceso tormentoso de ocupación y reforma, buscó relacionarse
con el resto del mundo más que por la vía diplomática política,
sujeta a censuras desde Washington, por la eficiente, pero vacía
“diplomacia del yen”. Su riqueza económica determinó en gran
98 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

medida su posición en el concierto mundial de la década de


1980 cuando llegó a ser el primer donante de ayuda al extran-
jero. Posición que, por cierto, lo transformó también en blanco
de críticas regionales, en particular por los temas no resueltos
de su pasado.
CAPÍTULO 6
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA

Maria Montt Strabucchi1

El 1 de octubre de 1949, Mao Zedong proclamaba el estableci-


miento de la República Popular China (rpc). Desde el fin de la
Segunda Guerra Mundial, que llevó a la salida de Japón del
territorio chino, el país se había visto envuelto en una guerra
civil devastadora. Esta proclamación significó el comienzo de
una nueva era, con el gobierno del Kuomintang (kmt) reple-
gado en la isla de Taiwán y el Partido Comunista de China
(pcc) con el control del territorio continental. En 1949, alrede-
dor del 90 por ciento de la población vivía en zonas rurales y
65 por ciento del ingreso nacional era generado por el sector
agrícola (Lippit, 2013). Para 1978, el gobierno comunista
había establecido un modelo de planificación centralizada,
que suponía la instalación de un sistema industrial junto con
la colectivización agrícola. El lapso entre 1949 y 1978 estuvo
marcado por los conflictos sociales y las pugnas de poder,
mientras el comienzo de la Revolución Cultural en 1966 trajo
consigo un aumento de la politización en la vida cotidiana. En
términos historiográficos existe una suerte de consenso res-
pecto de la imbricación de las movilizaciones internas y las
decisiones en política internacional de Mao. Como indica el
historiador Joaquín Fermandois, la Guerra Fría fue un sis-
tema internacional cuya característica central consistió en
una competencia de estados, sistemas y creencias, con una
fuerte centralidad de las superpotencias, en el que se vio
inserta la mayoría de las sociedades del planeta, y en el cual

1
Agradezco las revisiones, comentarios y sugerencias de Bárbara Silva,
Mariana Perry, Pedro Iacobelli y Ana Allamand, así como del editor. Cualquier
falta es propia.
99
100 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

hubo también “pequeñas ‘guerras frías’ al interior de muchas


sociedades del mundo [como en el] el caso decidor de China”
(2014, p. 259).
Tras la muerte de Mao en 1976 y el proceso de críticas
hacia su gestión, que comenzó en diciembre de 1978 y que
posicionó como líder a Deng Xiaoping, el país inauguró una
etapa de reformas que promovió cambios sustanciales. En
1999, la población urbana de China era del 31 por ciento en
comparación al 18 por ciento de 1978 (K. H. Zhang & Song,
2003) y, sin cortar continuidad con el período anterior, se llevó
a cabo tanto un proceso de cuestionamiento del pasado
maoísta como un impulso a los procesos de industrialización,
modernización tecnológica y emprendimiento económico, los
que han llevado a la nación asiática a ser una de las grandes
potencias en el escenario internacional.
Este texto se organiza en tres apartados que se orientan
según la cronología del proceso, enfocado en la República
Popular China: el establecimiento de ella, el conflicto sino-
soviético y el acercamiento sino-estadounidense, y luego incor-
pora una sección sobre la relación de China con América
Latina. De esta manera se propone repensar las dinámicas glo-
bales de la Guerra Fría a partir de una mirada que posiciona a
este país como un tercer actor y protagonista de ese conflicto,
más allá de la tradicional mirada bipolar con Estados Unidos
(EE UU) y la Unión Soviética (urss) como ejes centrales del
enfrentamiento. Al estudiar las relaciones internacionales de
China durante la Guerra Fría, considerándola como un com-
plejo conflicto de dinámica múltiple y variada, se iluminan
aspectos que se esconden bajo las miradas fijas de alteridad y
bipolaridad, de estereotipos y visiones esencialistas, así como
también es posible esbozar las dinámicas que aún entrado el
siglo xxi continúan informando su política exterior.

Establecimiento de la República Popular

Durante los años cincuenta, el Partido Comunista Chino


extendió y consolidó su poder dentro del país. La invasión
japonesa (1931-1945) y la guerra civil (1945-1949) habían
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 101

devastado su territorio, y las autoridades se concentraron en


el establecimiento de la seguridad nacional, la consolidación
del poder y el desarrollo de la economía. Mao, líder del par-
tido, tenía la atribución de tomar la decisión final en todos los
asuntos, y Zhou Enlai, primer ministro entre 1949 hasta su
muerte en 1976, y ministro de Relaciones Exteriores entre
1949 y 1958, estuvo a cargo de la política internacional del
país, con lo que adquirió una gran reputación en el exterior a
partir de sus habilidades diplomáticas y de negociación.

Mapa 5: China. Principales ciudades y divisiones

Tras la fundación de la República Popular, la política exte-


rior china se concentró en sus lazos con la Unión Soviética. A
mediados de 1949, ya había tomado la decisión de “inclinarse
hacia un lado” y alinearse con el bloque socialista, lo que se
expresó en el viaje de Mao a Moscú, en diciembre de 1949. La
administración del presidente estadounidense Harry S. Truman
102 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

(1945-1953) habría tenido interés en reconocer al nuevo


gobierno chino, pero la simpatía hacia Chiang Kai-shek, el
líder del Kuomintang, y el creciente anticomunismo en su país
frenaron el establecimiento de las relaciones diplomáticas. La
cia estimaba que en 1950 los comunistas invadirían Taiwán,
por lo que Truman habría decidido esperar. Si efectivamente
existió la posibilidad de que el comunismo chino y los estadou-
nidenses se acomodaran o evitaran un conflicto tras la revolu-
ción es un tema que ha sido explorado por Chen Jian (2005),
quien sostiene que este conflicto se originó en la necesidad del
Partido Comunista de fortalecer las dinámicas internas de su
revolución, por lo que no habría existido la posibilidad de una
“oportunidad perdida” para aquellos en China. El inicio de la
Guerra de Corea (1950-1953), en junio de 1950, habría termi-
nado con cualquier posibilidad de mayor cercanía entre el
gigante asiático y Estados Unidos.
Sin embargo, la relación entre China y la Unión Soviética
estaba lejos de ser una “luna de miel”, tanto por diferencias
inmediatas como históricas. Desde los años veinte en ade-
lante, Stalin había insinuado que China aún no estaba prepa-
rada para una revolución y les había urgido a trabajar junto al
gobierno controlado por el Kuomintang. Además, Stalin había
firmado un tratado de amistad con Chiang a fines de la
Segunda Guerra Mundial, y después había presionado a Mao
para negociar con aquel. Asimismo, algunas voces dentro de
China acusaban a los soviéticos de no haberles apoyado lo
suficiente durante la guerra civil. A pesar de estas diferencias,
en febrero de 1950 fue firmado el Tratado Sino-Soviético de
Amistad, Alianza y Mutua Asistencia. Durante todo este pri-
mer período, la guía y apoyo de la Unión Soviética fue crucial
para los proyectos de industrialización puestos en funciona-
miento en China, e incluso las reformas en el sistema educa-
cional fueron inspiradas en el modelo soviético. La alianza
entre ambos países pronto fue puesta en práctica seis meses
después, cuando Mao fue presionado tanto por Kim Il-sung
como por Stalin para intervenir en ayuda de Corea del Norte.
Esta situación puso en evidencia cómo China tendría que
tomar decisiones que no necesariamente se alineaban con sus
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 103

intereses, que en ese momento eran más bien tomar el control


de las regiones del Tíbet y Taiwán.
Recién establecido el gobierno, tomar el poder sobre Tai-
wán y otras islas controladas por el Kuomintang, quienes se
reconocían como la República de China, era una de las priori-
dades del Partido Comunista. En abril de 1950, el Ejército de
Liberación Popular (elp) tomó el control sobre la isla de Hai-
nan y en octubre de ese mismo año entró en el Tíbet. En un año
ya se habían apoderado de estas zonas estratégicas y puesto
presión al Dalai Lama para aceptar en términos generales la
soberanía de la República Popular China. Tras múltiples des-
acuerdos, el Dalai Lama se exilió en la India, estableciendo allí
un gobierno tibetano en el exterior. Hasta hoy el tema del Tíbet,
y su reclamo por parte del Dalai Lama, juega un rol en la pre-
sencia internacional de China.
El desafío que implicaba la toma de Taiwán era de alta
complejidad y, en parte por la guerra de Corea, fue demorado
bastante, a pesar de que hizo varios intentos por invadir la isla,
uno de los mayores se produjo en 1954 cuando el Ejército de
Liberación Popular Chino agudizó el conflicto con el bombar-
deo de Quemoy. Este período, conocido como la “Primera crisis
del estrecho de Taiwán”, se dio por cerrado en marzo de 1955
con el cese del fuego. La “Segunda crisis del estrecho de
Taiwán” comenzó en agosto de 1958, cuando el Ejército de
Liberación Popular bombardeó otra vez Quemoy y otras islas
cercanas. Un conflicto que es considerado la continuación de la
primera crisis vio morir a soldados de ambos bandos debido al
intenso intercambio bélico. A pesar de que en noviembre de ese
año se terminaron las hostilidades tras alcanzar un punto
muerto, al quedarse el Ejército de Liberación Popular sin pro-
yectiles de artillería, a la fecha no se ha firmado ningún tipo de
acuerdo que acabe con el conflicto. Desde entonces, no ha
habido nuevos enfrentamientos directos, no obstante aún se
mantienen las hostilidades en términos políticos.
En este contexto, la Guerra de Corea marca un punto de
inflexión para el posicionamiento chino en el escenario inter-
nacional. El conflicto empezó, como ya se vio en anteriores
capítulos, con la invasión de tropas de Corea del Norte sobre
104 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Corea del Sur, en junio de 1950. Según Warren Cohen, Tru-


man tenía la intención de quitarle el apoyo a Chiang, pero el
estallido de la Guerra de Corea maniobró para su protección y
apoyo sustancial (Cohen, 2012), y Estados Unidos anunció
que enviarían barcos al estrecho de Taiwán para evitar que la
disputa se extendiera por Asia. En octubre de ese mismo año,
tras la intervención estadounidense y de tropas de Naciones
Unidas (onu), Mao dispuso la movilización de sus tropas en
apoyo a Corea del Norte. La decisión de la Unión Soviética de
retractar su oferta de apoyo aéreo implicó un fuerte golpe
para el tratado y la relación entre ambos países. La participa-
ción de China golpeó fuertemente a las tropas de la onu en el
conflicto y, después de una intensa lucha, se restableció la
línea divisoria en el paralelo 38.
Durante este período, a nivel interno, el Partido Comu-
nista efectuaba distintas campañas de masas en busca de con-
solidar su poder y poner en marcha su proyecto de gobierno.
Por un lado, el Primer Plan Quinquenal (1952-1957) intentó la
implementación de un sistema económico centralizado. Con
el apoyo de algunos técnicos soviéticos, el desarrollo econó-
mico se centró en la industrialización. En cuanto a las campa-
ñas sociales aparecen, entre otros, el Movimiento de las Cien
Flores (1956) y el posterior Movimiento Antiderechista (1957).
El Movimiento de las Cien Flores llamó a la población a expre-
sar públicamente sus opiniones, sugerencias e ideas sobre el
régimen comunista, mientras el posterior Movimiento Antide-
rechista se enfocó en reprimir a todos aquellos que habían
sido críticos al régimen y su ideología. Aunque se ha especu-
lado sobre si el Movimiento de las Cien Flores fue una manera
de identificar a aquellos que se opusieran al proyecto maoísta,
aún no existen fuentes que puedan probarlo. De todos modos,
esta campaña reveló las tensiones y conflictos internos tanto a
nivel del partido como de la sociedad en general. Estas propa-
gandas de masas, junto con confirmar el control del Partido
Comunista sobre el país, también revelaban parcialmente las
desavenencias entre las distintas facciones al interior del par-
tido. La política de revolución continua liderada por Mao a
nivel interno se proyectaba asimismo en sus relaciones inter-
nacionales (Chen, 2005).
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 105

La participación en la Guerra de Corea, así como su apoyo


al Kuomintang, y el extenso despliegue militar por la región
significó que Estados Unidos se convirtiera en el mayor adver-
sario de China en el escenario internacional, lo que se mani-
festaba, por ejemplo, en que figurara como foco de campañas
políticas internas. A ello se sumó que la elección de Dwight
Eisenhower como presidente estadounidense, en 1953, vino
acompañado de una demanda por detener el comunismo
tanto en Asia como en Europa, pero su gobierno fue relativa-
mente prudente respecto de la intervención en conflictos que
pudieran llevar a un enfrentamiento directo con la Unión
Soviética. Aunque eran hostiles hacia el gobierno comunista,
el gobierno de Eisenhower tampoco confiaba en Chiang Kai-
shek. A pesar de esto, el bombardeo de China sobre Jinmen y
Mazu, en 1954, precipitó un acuerdo de defensa mutua entre
Estados Unidos y Taiwán, afianzando la presencia de aquella
potencia en la región.
Desde entonces, y hasta principios de los años sesenta, la
presencia naval estadounidense fue acompañada de una
masiva ayuda económica. La crisis en Taiwán aumentó la pre-
sión en Washington de establecer un diálogo con Beijing, pero
no se llegó a ningún acuerdo. En secreto, Eisenhower tenía
interés en mantener algún tipo de relación con ella y exploraba
la posibilidad de reconocer al régimen comunista, al tiempo
que mantenía relaciones con Taiwán, lo que ha sido llamado la
“política de las dos Chinas”, viendo como un error forzar la
dependencia China hacia la Unión Soviética, en consideración
de que el intercambio económico sería favorable para sus inte-
reses y los países aliados. El secretario de Estado John Foster
Dulles consideraba que la dependencia china con los soviéticos
estresaría su relación, generando tensiones entre Beijing y
Moscú, pero aunque existía un debate profundo entre los dis-
tintos departamentos y autoridades, no hubo mayores cam-
bios. Y mientras la relación entre ambas potencias comunistas
variaba, el papel estadounidense como el archienemigo de los
dos países se mantuvo constante por décadas.
106 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

El quiebre sino-soviético

La muerte de Stalin, en 1953, y los continuos desencuentros


de Mao con su sucesor, Nikita Jruschov, entre otros, llevaron
al quiebre de la relación sino-soviética. Esta fue mediada por
múltiples causas, la primera de las cuales eran los motivos
ideológicos, seguida por las políticas domésticas, la personali-
dad de sus líderes, así como por una tradicional competencia
por poder e influencia. La Guerra de Corea afectó el vínculo
entre ambas naciones comunistas y, cuando la guerra acabó,
China buscó consolidar su posición internacional, abriendo
relaciones con otros países del Tercer Mundo, en especial con
el Sudeste Asiático. Las denuncias de los crímenes de Stalin
en 1956, el culto a la personalidad y abuso de poder, introduje-
ron un cambio ideológico en la Unión Soviética que tuvo efec-
tos en todo el mundo comunista. En China, el proceso de
“desestalinización” puso en alerta a Mao, cuyas propias cam-
pañas corrían el riesgo de ser catalogadas como culto a la per-
sonalidad, así como por el hecho de que, al morir Stalin, Mao
había alabado su gestión y las críticas al líder soviético podrían
eventualmente alcanzarlo a él.
Otro hito que afectó en el quiebre de ese nexo fue el plan
de Mao de bombardear la isla de Quemoy, ubicada en el estre-
cho de Taiwán, y en la que se encontraban estacionadas las
tropas nacionalistas chinas, en 1958. Esto no fue previamente
informado a la Unión Soviética, sobre la base de que era un
asunto doméstico. La presunción de que este era un tema local
no tomaba en cuenta el hecho de que Estados Unidos era
aliado de Taiwán, y de que los soviéticos lo eran de los chinos,
por lo que este conflicto podía detonar una confrontación
abierta entre las superpotencias. En la crisis del estrecho de
Taiwán, la Unión Soviética se negó a apoyar a China; se man-
tuvo neutral en las tensiones fronterizas sino-indias en 1959 y
renegó de su oferta de proporcionar a Beijing tecnología
nuclear. Asimismo, la propuesta soviética de un tratado naval
ponía a China en una posición de subordinación. A fines de
1950, la relación sino-india había empeorado en forma noto-
ria, y luego de la implementación de la campaña del Gran
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 107

Salto Adelante (1958-1961), que se alejaba de los principios de


su modelo económico, la Unión Soviética retiró en forma uni-
lateral a sus técnicos en China y suspendió cualquier ayuda
económica a este país.
El Gran Salto Adelante tuvo un gran impacto en la política
internacional china. Lanzado oficialmente en 1958, el pro-
yecto buscaba transformar una sociedad agraria en una socie-
dad socialista a través de un proceso rápido de industrialización
y colectivización. En términos económicos, el Gran Salto Ade-
lante significó una regresión. Se ha planteado que las malas
decisiones técnicas causaron la Gran Hambruna, aunque otras
fuentes han llamado a esta misma situación los Tres Años de
Desastres Naturales o Tres Años de Dificultad, y el número de
muertos en distintos análisis del período, como consecuencia
directa o indirecta, varía de 15 millones hasta los 55 millones
de personas. El desastroso resultado de la campaña llevó a
una marginación de Mao del partido en favor de figuras más
moderadas, como Liu Shaoqi y Deng Xiaoping, quienes imple-
mentaron medidas de reconstrucción económica. Para enton-
ces la relación con los soviéticos ya se había fracturado.
El conflicto sino-soviético, uno de los eventos centrales de
la Guerra Fría, repercutió directamente en el vínculo de la
República Popular China con otros países. Desde que se hizo
inminente el quiebre, ambos aumentaron sus esfuerzos para
conseguir las lealtades de distintas naciones del Tercer Mundo
y el movimiento comunista internacional, con China plan-
teándose a sí misma como líder dentro del movimiento no ali-
neado (Conferencia de Bandung, de 1955). Durante los años
sesenta, por ejemplo, se publicaron y se distribuyeron global-
mente varios afiches en los que Beijing se presentaba tanto
liderando a los pueblos de Asia, África y América Latina a lo
largo del camino socialista como poniendo el énfasis en la
sólida relación con ellos. En este sentido, una de las conse-
cuencias del conflicto sino-soviético fue una mayor actividad
en cuanto a la exportación de la revolución china, de modo de
contrarrestar la influencia soviética en el mundo, lo que posi-
bilitaba ejercer mayor presión a nivel global. Pero a medida
que se profundizaba el quiebre entre ambas potencias comu-
nistas, la influencia china en el Tercer Mundo no lograba
108 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

avanzar de manera sustancial, pues no poseía los recursos para


prestar ayuda militar o económica significativa a dichos países.
A pesar de los intentos de acercamiento, el conflicto
aumentaba. El Comité Central del Partido Comunista Sovié-
tico criticó abiertamente a China, y esta acuso a Jruschov de
revisionista. Los desacuerdos respecto de situaciones relativas
a Taiwán, Estados Unidos y la India exacerbaron la disputa. El
caso de la relación con la India, por ejemplo, es revelador de
las diferencias sino-soviéticas. Hasta 1959, el vínculo entre
India y China había sido amistoso, a pesar de sus discrepan-
cias sobre el establecimiento del límite territorial. En ese año,
los enfrentamientos en la frontera aumentaron y se volvieron
más graves hasta que, en 1959, el Dalai Lama se exilió en la
India. El no apoyo explícito soviético hacia China fue leído
por esta como apoyo a la posición de la India. En el conflicto
fronterizo entre China y la India, en 1962, la República Popu-
lar tuvo una rápida y espectacular victoria militar. Las relacio-
nes entre China e India se deterioraron durante los sesenta y
principios de los setenta, a medida que los vínculos entre
China y Pakistán mejoraban, y empeoraban las relaciones
sino-soviéticas.
Las críticas entre China y la Unión Soviética surgían vela-
das a través de la prensa, pero las posiciones opuestas y el
retiro de los expertos soviéticos de territorio chino contribuye-
ron a que el conflicto entre ellos se esparciera por el mundo.
No obstante, ambos partidos comunistas trataron de que no
escalara; para el caso chino, esto se puede atribuir a la con-
centración en recuperarse del fracaso que significó el Gran
Salto Adelante.
Este fracaso fue tal que los líderes del partido acordaron
flexibilizar sus diferencias ideológicas. En el ámbito interna-
cional, ello se demostró, por ejemplo, en la firma de un tratado
con Japón, en noviembre de 1960; y la continuación del inter-
cambio económico e incluso la consideración de la firma de un
tratado para importar alimentos desde Estados Unidos. Con
todo, la relación sino-soviética mejoró en este ambiente más
positivo, y ambos estados firmaron un tratado económico en
1961. Sin embargo, el apoyo de China hacia Albania y el esta-
blecimiento de un tratado entre estos países, en 1964, volvió a
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 109

aumentar el distanciamiento. Este enfriamiento de las inter­


acciones llevó a varios líderes chinos a tomar acciones para
fortalecer la relación sino-soviética, lo que derivó en el surgi-
miento de posiciones divergentes dentro del Partido Comu-
nista Chino.
Mao reaccionó frente a las posturas disímiles respecto de
las reformas aplicadas después del Gran Salto Adelante y utilizó
a la Unión Soviética como un ejemplo negativo, describiendo a
sus líderes como revisionistas que servían al capitalismo inter-
nacional. Estos ataques de revisionismo ideológico se basaban,
principalmente, en las diferencias de opinión entre la política
internacional soviética y la china, y al mismo tiempo criticaba
el menor énfasis en las diferencias de clase y en los incentivos
económicos, lo que interpretaba como restauración del capita-
lismo. Mao presionaba por un mayor radicalismo en la política
doméstica y exterior china.
El conflicto en la frontera entre China e India, en el cual,
como ya se mencionó, la Unión Soviética no los apoyó expre-
samente, y la Crisis de los Misiles en 1962 fueron eventos casi
simultáneos que determinaron las relaciones sino-soviéticas e
implicaron el inicio del quiebre abierto entre los dos países.
Desde fines de 1962, la distancia entre el Partido Comunista
Chino y otros partidos comunistas del mundo aumentaron
producto, entre otros, de las acusaciones de aquel hacia Jrus-
chov de capitular frente al imperialismo estadounidense
durante la Crisis de los Misiles. La distancia entre ambos par-
tidos se hizo cada vez mayor, simbolizado por la fracasada
reunión entre los dirigentes de los dos partidos en Moscú, en
1963. Las críticas de Jruschov respecto del Gran Salto Ade-
lante, así como los anuncios de Mao de que este les permitiría
a ellos alcanzar el comunismo antes que los soviéticos, amplia-
ban más y más la brecha entre ambas naciones. Además, el
interés de Jruschov por llevar una política de coexistencia
pacífica con Estados Unidos tampoco era bien visto por China.
Para 1964, cuando Beijing logró detonar con éxito su primera
explosión nuclear, los nexos se habían roto por completo. Ese
mismo año, la normalización de las relaciones diplomáticas
entre China y Francia contribuía a la dilución de la hegemonía
bipolar.
110 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

En 1966, se anunció el inicio de la Gran Revolución Cultu-


ral Proletaria, conocida también como Revolución Cultural.
El movimiento buscaba rectificar las directrices políticas, aun-
que manteniendo el espíritu revolucionario para eliminar los
elementos capitalistas y tradicionales de la sociedad china.
Igualmente significó el aumento del liderazgo personal de
Mao, cuya presencia pública se había visto disminuida tras el
Gran Salto Adelante, estableciendo el pensamiento maoísta
como ideología dominante en el país. Planteó que algunos ele-
mentos burgueses estaban implantados en el partido y la
sociedad, y que era necesario remover a estos “revisionistas” a
través de la lucha de clases. Hizo un llamado a los jóvenes, lo
que llevó a la formación de la agrupación de Guardias Rojos a
lo largo del país. El libro oficial de la Revolución Cultural fue
el Pequeño Libro Rojo, un volumen de bolsillo que incluía una
colección de citas de Mao que eran leídas, estudiadas y com-
partidas. Entre ellas, por ejemplo:

La dialéctica materialista considera que las causas externas


constituyen la condición del cambio y las causas internas, su
base; además, considera que las causas externas actúan a tra-
vés de las internas. A una temperatura adecuada, un huevo se
transforma en pollo, pero ninguna temperatura puede trans-
formar una piedra en pollo, porque sus bases son diferentes
(sección “Métodos de pensamiento y de trabajo”).
El mundo es de ustedes, y también de nosotros; pero en
última instancia, es de ustedes. Los jóvenes, plenos de vigor y
vitalidad, se encuentran en la primavera de la vida, como el sol a
las ocho o nueve de la mañana. En ustedes depositamos nuestras
esperanzas. […] El mundo les pertenece. El futuro de China les
pertenece (sección “Jóvenes”).
Nuestro propósito es asegurar que la literatura y el arte
encajen bien en el mecanismo general de la revolución, se con-
viertan en un arma poderosa para unir y educar al pueblo y para
atacar y aniquilar al enemigo… (sección “Cultura y Arte”).

El movimiento, acompañado por un fuerte crecimiento


del culto a la personalidad de Mao, incluyó humillaciones
públicas, tortura y acoso constante. Muchas personas fueron
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 111

enviadas a la “reeducación” y cientos de sitios y artefactos his-


tóricos fueron destruidos. El caos se extendió rápidamente y
el país se vio envuelto en una turbulencia en la que, liderado
por los Guardias Rojos, tanto la sociedad como los miembros
del partido se vieron sometidos a violentas purgas, incluyendo
a miembros de alto nivel político; entre ellos, Liu Shaoqi y
Deng Xiaoping. A fines de 1968, la violencia y descontrol del
movimiento llevaron al mismo Partido Comunista a intervenir,
enviando a muchos de los jóvenes Guardias Rojos a las zonas
rurales para “reeducación” y ordenando al ejército a contribuir
con la restauración del orden. Desde 1971, una suerte de nor-
malidad retornó al país. Tras la muerte de Mao en 1976 y el
posterior arresto de la denominada Banda de los Cuatro —fac-
ción política dirigida por Jiang Qing, esposa de Mao, y uno de
los pivotes incitadores de las acciones detrás del movimiento—,
la Revolución Cultural terminó de forma oficial. Para entonces
la agitación ya había bajado en niveles significativos. En la pos-
teridad, el mismo partido ha reconocido lo turbulento que fue
el período de la Revolución Cultural.
El anuncio de la Revolución Cultural y los esfuerzos de
Mao por aumentar su poder e intensificar la revolución tuvo
consecuencias directas en términos de relaciones internacio-
nales. En 1967, los Guardias Rojos ocuparon el Ministerio de
Asuntos Exteriores en Beijing, revisando documentos sin
tomar en consideración temas de seguridad y transmitiendo
mensajes sin autorización de los altos oficiales, con lo que
afectaron directamente las relaciones internacionales y al
intercambio económico de China. Entre 1966 y 1967, todos
los embajadores, excepto Huang Hua, embajador en Egipto,
fueron llamados de vuelta al país. Asimismo, a medida que se
conocía más de lo ocurrido durante la Revolución Cultural, el
escepticismo hacia el gobierno de Mao aumentó en el mundo.
Aunque los gobiernos de John F. Kennedy y Lyndon
Johnson no realizaron en su momento mayores esfuerzos por
establecer contactos con China, cualquier intención que
hubiera habido no habría sido respondida por esta. Por otro
lado, entre marzo y septiembre de 1969, el conflicto con la
Unión Soviética llegó a uno de sus puntos de tensión máxima
con el incidente bélico en la isla de Zhenbao, en el río Ussuri,
112 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

cerca de la frontera noreste china. Este episodio estuvo al


borde de generar un conflicto abierto entre ambos países y en
China, la posibilidad de una guerra incrementó el poder del
Ejército. Las presiones domésticas y oportunidades interna-
cionales llevaron al acercamiento gradual a Estados Unidos en
1970, aunque se ha sugerido que este acercamiento habría
sido una respuesta de Mao para evitar el dominio del Ejército
en asuntos internos. En abril de 1971, el equipo estadouni-
dense de tenis de mesa llegaba a China a jugar una serie de
partidos amistosos, lo que ha sido conocido como la “diplo-
macia del pimpón”.
Sin embargo, la habilidad, intención, política y prepara-
ción de herramientas económicas del gobierno para alcanzar
sus objetivos en términos de relaciones internacionales fueron
restringidas por la relación sino-soviética y la experiencia de
China con el mundo socialista. El boicot económico estadou-
nidense desde los años cincuenta había dejado a Beijing en
una posición vulnerable y, por tanto, dependiente de Moscú y
del bloque socialista. En este contexto de tensión entre dos
superpotencias, China se encontraba en una posición limi-
tada, producto de la competencia por el protagonismo en el
imaginario comunista y por su enfrentamiento con el mundo
capitalista y el embargo que este suponía. La frustración que
implicó la dependencia hacia Moscú llevó a Mao a acercarse a
los recién independizados y descolonizados estados del Tercer
Mundo: las enseñanzas que dejó este contexto habrían sido
determinantes en que buscara relaciones económicas benefi-
ciosas que, simultáneamente, limitaran las intrusiones políti-
cas de los países más poderosos. En este sentido, la relación
de China con las naciones del Tercer Mundo enfatizaba aspec-
tos tales como que sus asesores ganaran salarios acordes a los
salarios locales, o que se promoviera la autosuficiencia de los
países; por ejemplo, criticando de modo abierto los altos cos-
tos de los intereses de los préstamos soviéticos a Chile. Asi-
mismo, la amenaza militar soviética llevó a una reorientación
estratégica por parte de Mao y los militares chinos, lo que
habría provocado su acercamiento a los Estados Unidos y
otros países del bloque capitalista, de modo de equilibrar la
relación con respecto a la Unión Soviética.
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 113

El acercamiento sino-estadounidense

La invitación al equipo de pimpón de Estados Unidos dejaba


entrever los resultados de una serie de conversaciones que se
habían llevado en secreto. La reputación de anticomunista de
Richard Nixon era explícita en su llegada al poder en 1969,
por lo que el acercamiento hacia China tomó a muchos por
sorpresa. Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger,
operaron sobre la base de que la cooperación entre Beijing y
Washington disminuiría las tensiones de la Guerra Fría. Para
lograrlo, se mostraba dispuesto a flexibilizar su compromiso
con Taiwán y esperaba que China apoyara la pacificación del
conflicto en Vietnam. Como indica Kissinger en sus memo-
rias, desde 1965 Mao comenzó ligeramente a cambiar el tono
al hablar de Estados Unidos y, desde fines de los sesenta,
Nixon también hacía sutiles referencias a una posible aper-
tura hacia China comunista (Kissinger, 2012). Asimismo, aca-
démicos y miembros de la opinión pública estadounidense
llamaban a una mayor apertura hacia China. En julio de 1971,
Kissinger viajó en misión secreta a Beijing a reunirse con
Zhou y a fines de ese año, Nixon anunciaba que había acep-
tado una invitación para visitar Beijing.
Con el gobierno de Pakistán como intermediario, chinos y
estadounidenses desarrollaron negociaciones que llevarían a la
reconfiguración geopolítica que significó la visita de Nixon a
Beijing, en 1972. El anuncio de la visita sorprendió al mundo
entero; para los soviéticos esto contribuía a la política de dis-
tensión, mientras países europeos y Canadá, que ya habían
reconocido a China, recibían positivamente la noticia. En Bei-
jing, Nixon sostuvo reuniones con Mao y Zhou, anticipando el
establecimiento del reconocimiento diplomático. Las fotos de
Nixon y su esposa, vestida en un simbólico abrigo rojo que se
destacaba en el escenario invernal chino, dieron la vuelta al
planeta. La emisión del Shanghai Communiqué al término de
viaje anunciaba, entre otros, el establecimiento de oficinas en
los países correspondientes, las que en la práctica funcionarían
como embajadas; Estados Unidos reconocía que su contra-
parte insistía en “una sola China” y aceptaba que Beijing era la
114 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

capital de China. Pero la normalización de las relaciones diplo-


máticas demoró, concretándose solo en 1979.
Este acercamiento tuvo efectos concretos en la posición
internacional china. Desde el establecimiento de la República
Popular, en 1949, había trabajado en obtener el reconoci-
miento internacional como único gobierno legítimo de todo el
país. Al establecer relaciones diplomáticas, tanto la República
Popular China como el gobierno de Taiwán exigían ser el
único gobierno legítimo del país. El acercamiento también
facilitó la recuperación del asiento de China en Naciones Uni-
das, el que desde 1945 estaba en manos de Taiwán. Como ya
se señaló antes, tras el establecimiento de la República Popu-
lar China, Estados Unidos y otros miembros de la onu se opu-
sieron a su entrada al organismo, lo que llevó a Taiwán a
mantener su representación en esta instancia hasta octubre de
1971. Sin embargo, ese año se hacía evidente que Estados Uni-
dos y Taiwán estaban perdiendo una batalla en contra de la
opinión pública internacional y se decidió que la República
Popular China entraría a la onu y ocuparía el asiento asignado
a China, expulsando de forma simultánea a Taiwán. Su ingreso
al organismo y la normalización de sus relaciones con Estados
Unidos acercaron a China a otros países, permitiendo el esta-
blecimiento en 1972 de relaciones diplomáticas con el Reino
Unido, Australia y Japón.
Después de la muerte de Mao en 1976, bajo el liderazgo de
Deng Xiaoping las autoridades comenzaron un proceso de refor-
mas que se tradujeron en un proceso de apertura y entendi-
miento con el escenario internacional. En enero de 1979,
durante el gobierno de Jimmy Carter, ambos países establecie-
ron relaciones diplomáticas formales. Deng tenía interés en uti-
lizar la relación con los estadounidenses para desalentar la
intervención soviética en la guerra que pensaba instalar en con-
tra de Vietnam, aliado de la Unión Soviética. China estaba dis-
puesta a ignorar la continua venta de armas estadounidenses a
Taiwán, mientras Estados Unidos revocaba el tratado de mutua
defensa y con ello, dejaba de reconocer a Taiwán como gobierno
de China y disminuía la venta de armas a la isla (Cohen, 2012).
No obstante, el apoyo del Congreso de Estados Unidos
a Taiwán se mantuvo inalterable, lo que continuó causando
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 115

hostilidad en la relación entre ambos países. A pesar de esto,


en 1985, Li Xiannian se convirtió en el primer presidente
chino en visitar Washington. En 1982, Margaret Thatcher
visitó Beijing y en septiembre de 1984 se llegó a un acuerdo
para la devolución de Hong Kong a China en 1997. Tras el
acuerdo con los británicos, China exigió a Portugal la devolu-
ción de Macao, la que se materializó en 1999. En 1986, la
reina Isabel ii de Inglaterra visitó Beijing en una gira oficial.
De este modo, China miraba hacia las potencias occidentales
para promover sus procesos de modernización y contrarrestar
el poderío soviético que aparecía como una de las mayores
amenazas para su seguridad nacional. Para facilitar su desa-
rrollo económico, el país reorganizó una serie de instituciones
burocráticas que establecieron protocolos de inversión alinea-
dos con las prácticas y expectativas de las empresas interna-
cionales interesadas en hacer negocios con China.
El proceso de reformas y apertura liderado por Deng Xiao-
ping fue inaugurado por el programa conocido como las Cua-
tro Modernizaciones, adoptado en el Congreso del Partido
Comunista, en 1978. El programa apuntaba a reformas en la
agricultura, la industria, la ciencia y la tecnología, y en lo mili-
tar, buscaba establecer un socialismo con características chi-
nas. En términos concretos, la política económica de Deng
abrió al país al extranjero, promoviendo inversionistas inter-
nacionales a través de zonas económicas especiales. A fines de
los años ochenta, la República Popular China era muy distinta
a la de 1949, con crecientes lazos internacionales, y debiendo
enfrentar nuevos desafíos en el contexto nacional.

La República Popular China,


América Latina y el caso de Chile

Durante los años cincuenta, la relación entre China y América


Latina se puede explicar cómo el intento de aquella por entrar
en un área tradicionalmente bajo la influencia de Estados Uni-
dos. Asimismo, su ingreso en América Latina le permitía vali-
dar su ideología entre los partidos vinculados a la izquierda.
Pero su influencia en la región fue tardía: el primer país con el
116 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

que China abrió relaciones diplomáticas fue Cuba, en 1960; el


siguiente fue Chile, en 1971, tras el triunfo de Salvador Allende.
Luego varias naciones latinoamericanas normalizaron sus
relaciones diplomáticas con China: Perú en 1971, México y
Argentina en 1972, Venezuela y Brasil en 1974, y otros que les
siguieron en los ochenta. Sin embargo, ya desde los años cin-
cuenta había cierto intercambio económico; por ejemplo, con
Argentina, con la que había firmado un contrato de provisión
de trigo (Oviedo, 2010). En el caso de Brasil, las relaciones se
vieron interrumpidas por el golpe de Estado de 1964 y el inter-
cambio comercial directo solo se reanudó en 1972. Para el caso
mexicano, este país rompió los vínculos diplomáticos formales
con la República de China tras la entrada de esta a Naciones
Unidas en 1971.
La relación de China con América Latina durante los años
setenta y ochenta es paradójica. Si bien apoyó algunos movi-
mientos de liberación nacional en la región y, como vimos,
abrió relaciones diplomáticas con Chile bajo el gobierno de
izquierda de Salvador Allende, China no rompió relaciones
con este país después del golpe de Estado de 1973. El caso chi-
leno es emblemático y representativo de las extensiones globa-
les del conflicto sino-soviético, en cuanto el mantenimiento de
las relaciones diplomáticas entre ambos países luego del golpe
de Estado de 1973 sorprendió a la izquierda nacional e inter-
nacional. Bajo el principio de no intervención en asuntos
internos sostenido por China en sus relaciones internaciona-
les, las relaciones entre ambos países siguieron en pie: mien-
tras Chile mantenía a un aliado en el escenario internacional,
China demostraba al mundo cómo el modelo soviético (del
cual Chile surgía como ejemplo) no era una alternativa viable
a largo plazo.
Aunque eran existentes, las relaciones con Latinoamérica
resultaban ser frías. A pesar de ello eran estables y no se vie-
ron mayormente interrumpidas desde los setenta en adelante.
China mantuvo un bajo perfil y una mirada pragmática en su
nexo con América Latina, consciente de su limitada presencia
en la región. Desde los años noventa el intercambio ha aumen-
tado en forma notoria, facilitado por instancias como el Foro
de Cooperación Económica Asia-Pacífico (apec), con una
EL FACTOR CHINA EN LA GUERRA FRÍA 117

activa presencia diplomática y desarrollo de vínculos econó-


micos, políticos, militares y culturales.

La Diplomacia china y el fin de la Guerra Fría

A fines de 1989 cayó el muro de Berlín, como un anuncio de


que el comunismo en Europa estaba en retirada, y en 1991, la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss) dejó de exis-
tir como tal. En 1989, el distanciamiento sino-soviético llegaba
a su fin con esa visita de Mijaíl Gorbachov a Beijing en 1989.
Coincidente con esta visita una serie de manifestaciones se
transformaron en demostraciones que alteraron el orden
nacional interno chino. Estas protestas, primero de estudian-
tes y a las que luego se sumaron trabajadores y otros miembros
de la población, clamaban por reformas democráticas y una
disminución de la corrupción. La “masacre de Tian’anmen”, el
4 de junio de 1989, fue conocida internacionalmente e impactó
a millones de personas, y como consecuencia de ello muchos
países redujeron los contactos diplomáticos y sus programas
de apoyo económico a China. En Washington, por ejemplo,
hubo fuertes presiones por sancionarla y, aunque se tomaron
algunas medidas, en paralelo se envió una misión secreta para
reafirmar a Deng sobre las buenas intenciones de Estados Uni-
dos. A pesar de estos incidentes, hacia fines de los noventa, la
mayoría de los países había normalizado sus relaciones con
China. Hasta hoy no existe consenso respecto de lo sucedido
en esos meses de 1989. El control del Partido Comunista ha
continuado y el éxito económico del país ha evitado la demanda
en la actualidad por mayores cambios políticos. Aunque local-
mente se han aplicado algunas medidas de democracia directa
y el intercambio y apertura con el resto del mundo han aumen-
tado de manera significativa, el poder continúa en manos del
Partido Comunista.
Desde el proceso de reformas iniciado tras la muerte de
Mao, a nivel global, el poder e influencia de China ha aumen-
tado y se ha complejizado, trayendo consigo nuevas demandas
y desafíos. Hoy existe una amplia y variada discusión de cómo
se piensan y desarrollan las relaciones internacionales de
118 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

China. Así como las redes internacionales se han intensificado,


las políticas de Estados Unidos continúan siendo variables crí-
ticas para China. Tanto el mundo académico como los gobier-
nos estudian diversas teorías de relaciones internacionales con
el fin de establecer miradas que sean acordes a los procesos
actuales que se observan en China. La búsqueda parece orien-
tarse a la comprensión de estas más allá del marco eurocén-
trico que tradicionalmente ha dominado este campo a nivel
global. Independiente de las metodologías, solo un mayor
conocimiento y estudio nos permitirá comprender las dinámi-
cas internas y el comportamiento internacional de China, así
como aprender más sobre esta nación y su historia.
CAPÍTULO 7
LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA GUERRA FRÍA
Y EL ASIA PACÍFICO: UNA HISTORIA
COLONIAL E IMPERIAL

Diego Repenning López

De modo tradicional, la Guerra Fría ha sido estudiada a partir


de la dicotomía representada por el bloque capitalista y el blo-
que soviético, analizando los enfrentamientos indirectos y
esferas de influencia en torno a las lealtades ideológicas. Sin
embargo, el énfasis puesto en el factor ideológico ha oscure-
cido otros aspectos de la Guerra Fría que ayudan a explicar las
dinámicas del período. El análisis del caso ruso y su relación
con Asia y el Pacífico dan cuenta de esto, por cuanto devela la
existencia de prácticas cuyas raíces no estarían relacionadas
con el conflicto ideológico de la Guerra Fría en sí, sino hundi-
das en el pasado zarista y los siglos de práctica colonial e
imperial que las primeras décadas del sistema comunista no
lograron obliterar del liderazgo soviético. El vínculo entre Asia
y Rusia es extenso y por ello no debe resumirse ni explicarse
exclusivamente en el curso de la segunda mitad del siglo xx,
sino nutrirse en la historiografía que provee miradas más
amplias para la comprensión del involucramiento ruso en
Asia.
En este capítulo ampliaremos nuestro análisis hacia el
pasado zarista para rastrear los orígenes de la mirada que
Rusia posee de Asia y el Pacífico. A partir de este análisis, se
propondrá que la mirada colonial e imperial de la Unión
Soviética sobre la región en cuestión es heredera de la época
zarista y representa una continuidad entre ambos períodos, a
pesar del radical cambio en el marco ideológico operado en la
estructura estatal rusa en 1917.

119
120 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Con este propósito, el siguiente capítulo se dividirá en


cuatro secciones. La primera rastreará los principales hitos de
la penetración asiática en la Rusia medieval y el proceso
inverso durante el Imperio ruso. La segunda sección delineará
la manera en que se ha comprendido el vínculo entre el Impe-
rio ruso y el Asia imperial, analizando en términos historio-
gráficos cómo se percibe dicha relación. La tercera parte
estudiará los cambios radicales ocurridos durante las prime-
ras décadas de la Unión Soviética y la influencia del período
estalinista en la reanudación de una lógica imperial y colonial.
Por último, se indagarán los diversos hitos que marcan la
intervención rusa en el Asia Pacífico y la renovación de su
dominio colonial e imperialista.

Presencia rusa en Asia y el Pacífico

Desde la historia medieval rusa los pueblos eslavos han estado


conectados, de diversas maneras e intensidades, al continente
asiático y, más específicamente, al océano Pacífico. En un
comienzo, esta relación fue pasiva e involuntaria, resultado
del dominio mongol sobre la expresión más temprana de la
organización estatal rusa: la Rus de Kiev. Esta organización
política fue creada a partir de una serie de principados eslavos
y varegos que se desarrollaron entre los siglos ix y xiii en los
territorios actuales de Ucrania, Bielorrusia y Rusia septentrio-
nal en torno al dominio del principado de Kiev y a la red
comercial que unía el norte europeo con Bizancio. Sin
embargo, en 1240, Kiev cayó bajo dominio mongol, integrán-
dose al sistema mercantil euroasiático que se extendía desde
el este europeo hasta el Pacífico, generándose el primer con-
tacto ruso con los asuntos del “lejano oriente” (Christian,
1998). A pesar del dinámico flujo cultural y comercial entre los
extremos del Imperio mongol, hacia el siglo xv esta unidad
territorial empezaría a fragmentarse y disolverse, diluyendo
los vínculos entre los eslavos y los puertos orientales.
La expansión mongola hacia Occidente se detuvo y retrajo.
Sin embargo, el proceso inverso se inició a medida que el
naciente principado de Moscovia incorporó los debilitados y
LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA GUERRA FRÍA Y EL ASIA PACÍFICO 121

divididos kanatos mongoles [un kanato era un territorio en la


jurisdicción de un kan], reconstruyendo lentamente redes y
caminos en la estepa euroasiática. Un episodio emblemático
en este avance es la conquista del kanato de Siberia en el siglo
xvi, pues inició el veloz avance de los cosacos y cazadores de
pieles rusos, quienes en sesenta años instalaron el dominio
ruso en las costas del Pacífico, reanudando la relación entre
Rusia y el Asia Pacífico. La influencia rusa aquí se confirmó
con los asentamientos y una serie de expediciones explorato-
rias, como la Gran Expedición del Norte (1733-1743), liderada
por Vitus Bering, que permitieron la incorporación de los terri-
torios de la actual Alaska en el Pacífico norte en el siglo xviii.
Del mismo modo, en el Pacífico sur ruso la exploración y con-
quista de la cuenca del río Amur abrió un flujo comercial esta-
ble, aunque intermitente, entre el Imperio ruso y la hasta
entonces hermética China (Forsyth, 1994). El avance ruso en
Asia se consolidará firmemente con la construcción del tren
Transiberiano, estableciendo un vínculo duradero entre la
metrópolis europea y el extremo oriente ruso. Este avance se
hará aún más evidente cuando a principios del siglo xx se
embarquen en una costosa, y al final catastrófica, guerra con el
Imperio japonés por puertos e islas estratégicas en el Pacífico.
El período imperial ruso está marcado por un largo y
activo involucramiento en Asia y el Pacífico, donde los intere-
ses estatales se manifestaron en la continua expansión terri-
torial, viajes exploratorios y la revitalización de las redes
comerciales euroasiáticas existentes desde el período mongol,
inaugurando la hegemonía que aún gozan San Petersburgo y
Moscú sobre la zona de Eurasia interior. Advertir esta extensa
relación nos permite comprender más acabadamente las rela-
ciones sostenidas entre la Unión Soviética y Asia Pacífico
durante la Guerra Fría. Por ello, la siguiente sección anali-
zará a grandes rasgos el tipo de relación que ha existido entre
el poder estatal ruso y su sección oriental durante la etapa
imperial.
122 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Raíces colonialistas en la Rusia zarista:


historiografía y nuevas perspectivas

El tipo de relaciones que Rusia ha mantenido con la sección


asiática de su imperio es un tema que ha generado muchos y
encendidos debates. A diferencia de lo que ha sucedido con los
imperios europeos occidentales modernos, debe notarse que
solo desde la década de los noventa ha comenzado a crecer un
cuerpo bibliográfico que analiza la dominación rusa sobre su
periferia imperial a partir de premisas coloniales, es decir,
entendiéndola como un Estado que colonizó regiones adya-
centes. Hasta tiempos recientes la historiografía había estu-
diado la masa territorial rusa como un ente geográfico estable
y naturalizado, sin poner atención al proceso expansivo que lo
concibió, generándose una imagen homogénea y uniforme de
Rusia.
Diversos factores han contribuido a esta noción: la ausen-
cia de colonias ultramarinas y la continuidad territorial entre
Rusia y su periferia; la identificación cultural y el fluido inter-
cambio social y demográfico entre esta y los pueblos conquista-
dos que pone en cuestión la dominación epistemológica
subyacente al dominio colonial (Schimmelpenninck, 2010); la
renuencia estatal a llamar a sus dominios como colonias,
haciéndolas provincias en términos nominales y administrati-
vos (Sunderland, 2004); y la prevalencia de una historiografía
nacionalista hermética que ha tendido a resaltar la singularidad
del caso, evitando parangones con sus pares europeos, aleján-
dola de las premisas utilizadas para el estudio de la Europa
imperial, y reivindicando la geografía del Estado ruso como el
rasgo definitorio de su identidad nacional. Estos elementos han
generado que la historiografía sea reticente a estudiar las pro-
vincias rusas como dominios coloniales. Esta reserva incluso se
traslada al lapso soviético gracias al énfasis ideológico de la his-
toriografía sobre la Guerra Fría, que identifica a la Unión Sovié-
tica con las causas de liberación colonial en el tercer mundo,
excluyéndola del espectro imperialista (Westad, 2007).
A pesar de lo anterior, durante los últimos veinte años se
ha realizado un escrutinio más detallado de la naturaleza del
LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA GUERRA FRÍA Y EL ASIA PACÍFICO 123

Estado ruso, en gran medida permitido por la apertura de los


archivos históricos centrales y provinciales después de la caída
de la Unión Soviética, aumentando en forma considerable el
material disponible para el estudio de una anterior hermética
Rusia y dando nuevo vigor al estudio de su fase imperial. Esta
nueva historiografía, descentralizando las interpretaciones
tradicionalmente metropolitanas, ha comenzado a desnatura-
lizar la idea de Rusia como ente geográfico estable, poniendo
atención a las dinámicas que permitieron su conformación.
En ese contexto, se ha planteado que durante el período
zarista ruso se desarrollan relaciones entre la sección asiática
del imperio y el núcleo estatal que nos permiten denominar
como colonial al tipo de dominación rusa sobre su periferia en
Asia. Dentro de esa línea historiográfica han surgido estudios
que ven en Pedro I el Grande los primeros atisbos de la inten-
ción de convertirla en una potencia imperial europea durante
el siglo xviii. Zanjando en un simple edicto largos siglos de
disputas geográficas acerca de la frontera entre Asia y Europa,
la historiografía ha atribuido a Pedro la identificación de los
Urales como el hito divisorio entre los dos continentes, convir-
tiéndose en el biombo delimitante entre el centro europeo del
imperio y la periferia colonial asiática (Bassin, 1999). A partir
de dicho período, el margen imperial no sería un ámbito de
“lo ruso”, sino un espacio de explotación para el beneficio
metropolitano e incluso un vertedero social, a partir del exten-
sivo empleo que se hizo de Siberia como colonial penal.
Del mismo modo, en las últimas décadas la población
nativa de Siberia y las costas del Pacífico empezó a recibir una
atención historiográfica y etnográfica que ha permitido situarla
no ya como perteneciente al ámbito eslavo, sino como sujetos
imperiales colonizados, sometidos y convertidos culturalmente
en rusos, replicando uno de los signos distintivos del colonia-
lismo europeo: la misión civilizadora del hombre europeo y la
imposición de su sistema epistemológico sobre los dominados.
A partir de esta nueva historiografía sobre Rusia se han
reconocido aspectos y matices de su historia imperial previa-
mente ignorados. En ese sentido, el escrutinio del período
imperial ha permitido entender aspectos de la historia sovié-
tica y continuidades entre ambos períodos, abriendo nuevas
124 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

perspectivas para comprender el involucramiento que la


Unión Soviética tuvo en Asia durante el siglo xx.

La urss, la ideología y el pragmatismo

La mirada colonial que el Imperio ruso mantuvo previo a 1917


sufrió, sin embargo y junto con el resto de las estructuras de
su sociedad, un vuelco absoluto durante la etapa de instala-
ción del poder soviético. La caída del imperio instaló un dis-
curso de emancipación que logró trastrocar todas las esferas
de la vida social. Discursivamente, Lenin promovía la igual-
dad y la autodeterminación, desencadenando una serie de
consecuencias para la manera en que Rusia consideraba su
periferia colonial asiática. Las jerarquías sociales y culturales
existentes, que situaban a la nación rusa en la cima de la socie-
dad, fueron revocadas, terminando con el sometimiento de los
pueblos situados en la periferia. A diferencia de Marx, que
consideraba que las sociedades asiáticas estaban atrapadas en
la tradición y eran inmunes a la modernidad comunista, Lenin
proponía que el imperialismo europeo y ruso había agregado
un nuevo ingrediente al desarrollo capitalista, insertando el
germen revolucionario entre los pueblos colonizados por
Occidente, convirtiéndolos en sujetos potencialmente revolu-
cionarios. Esta visión pragmática de los pueblos colonizados,
además de las teorías antropológicas de un comunismo primi-
tivo, abrió la posibilidad de considerar como comunistas ori-
ginarios a los pueblos nativos de la sección asiática imperial.
Ya no eran bárbaros por civilizar, sino representantes de la
forma más prístina de la ideología marxista y agentes del pro-
yecto revolucionario (Slezkine, 1996).
La solidaridad que la vanguardia revolucionaria mostró
con la sección asiática del Imperio ruso se proyectó más allá
de sus antiguas fronteras. Las ambiciones colonialistas que
afectaron a China en la cesión de la región del Amur y la isla
Sajalín a Rusia y Japón, Hong Kong a los británicos y Macao a
Portugal, eran hechos deleznables. El rechazo a la presencia
de estas reliquias no deseadas del imperialismo extranjero
mandaba la señal de que la Unión Soviética era un poder que
LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA GUERRA FRÍA Y EL ASIA PACÍFICO 125

se consideraba en pie de igualdad con sus vecinos asiáticos y


comprometidos con el fin de la dominación colonial occiden-
tal. La formación del Komintern (1919) fue la manifestación
práctica de este impulso, y se convertiría en el vehículo por el
cual se llevarían a cabo las revoluciones comunistas que aca-
barían con la dominación imperial en Asia y el mundo.
La mirada esencialmente colonial que el imperio de los
zares había mantenido para entender el rol que su sección
asiática jugaba en la estructura imperial, sufre una radical
transformación durante el período revolucionario. Desde la
subyugación y la preeminencia de los intereses metropolita-
nos por sobre los locales, desarrolla una idea de igualdad y
compromiso con la erradicación de los poderes imperialistas
que habían operado en el continente asiático.
Sin embargo, la revolución fue un proceso cambiante y
expuesto a una serie de contingencias que generaron reorde-
namientos en las prioridades del proyecto soviético y una
revaluación de los valores que guiaban el accionar revolucio-
nario, generando de manera inesperada continuidades con el
pasado zarista que se buscaba obliterar. Esto, por supuesto,
tuvo efectos profundos en la forma en que la Unión Soviética
se relacionó con Asia y el Pacífico.
Desde mediados de los años veinte, se le hacía evidente que
el proceso revolucionario debía acelerarse y responder a las
presiones externas a las que era sometida como vanguardia del
proceso revolucionario mundial. En ese contexto, comenzó a
instalarse la visión estalinista de que la revolución solo podría
ser llevada a cabo a partir de un modelo de colectivización que
sostuviera el crecimiento hacia una sociedad industrializada.
Las sociedades del tercer mundo, lamentablemente, no cabían
en ese esquema, pues aún no poseían las condiciones necesa-
rias para el éxito revolucionario, haciendo innecesario el patro-
cinio revolucionario soviético. A partir de lo anterior, dejó de
lado sus compromisos internacionales para concentrarse en su
dinámica revolucionaria, persiguiendo diplomáticamente la
protección de sus intereses particulares en detrimento del
compromiso ideológico revolucionario mundial.
El proceso de colectivización e industrialización que tornó
hacia el interior la atención de la Unión Soviética empezó a
126 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

tener efectos en distintos contextos. En sus relaciones interna-


cionales la primacía de los intereses internos, en particular del
éxito de los planes quinquenales, generó un quiebre con la
diplomacia ideológica practicada durante la primera década
revolucionaria. Como ejemplo de lo anterior, la presencia
imperialista británica en Hong Kong pasó de ser condenada
como un vestigio de la dominación colonial europea, a ser
considerada como una presencia deseada frente al peligro del
avance expansionista japonés en China, que amenazaba la
estabilidad fronteriza soviética en la víspera de la Segunda
Guerra Mundial (Share, 2007).
Sin embargo, las contingencias económicas y diplomáti-
cas que debió enfrentar durante el período de entreguerras, el
surgimiento del totalitarismo en Europa y la condición de
líder mundial después de la Segunda Guerra, crearon una
política exterior multidimensional para la Unión Soviética en
la que existían intereses en continuo conflicto (Kalinowski,
2014), los que imposibilitaban una diplomacia ideológica
coherente. Por estas razones, el aparato revolucionario tem-
prano, que buscaba reformular la relación existente entre
Rusia y Asia sobre una fraternidad ideológica, culmina encon-
trando en la reproducción de las dinámicas imperiales el
modelo para lidiar con su periferia asiática, algo que desarro-
llaremos analizando de manera más detenida los hitos que
marcaron su involucramiento en Asia durante la Guerra Fría.

La urss y la reanudación colonial imperialista


durante la Guerra Fría

La óptica colonial imperialista se manifestó en distintas dimen-


siones de la intervención soviética en Asia Pacífico, tanto al
interior como más allá de sus fronteras. Es por esta razón que
durante la segunda mitad del siglo xx nos encontraremos con
una serie de continuidades imperiales en un régimen que en el
origen se erigió en oposición radical a dichas prácticas.
Un aspecto interesante de este cambio es la forma en que el
Estado comprenderá el rol de su población asiática. A pesar
del comunismo primitivo que al principio los bolcheviques
LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA GUERRA FRÍA Y EL ASIA PACÍFICO 127

reconocían en la población aborigen oriental, durante la


década del treinta se establecerá el nuevo espacio que dichas
poblaciones ocuparán en el ideario revolucionario. A través de
las formulaciones inspiradas en la revolución, el aparato sovié-
tico inició la reproducción del modelo zarista. Frente a las teo-
rías antropológicas de la Alemania nazi con respecto a la
importancia del origen racial en las posibilidades de éxito civi-
lizatorio en un pueblo determinado, la academia soviética esta-
bleció a la cultura como el criterio que permitiría discernir las
posibilidades del progreso de los individuos. Sujetos prove-
nientes de cualquier etnia, no solo la aria, eran capaces de
alcanzar el más alto grado de desarrollo civilizatorio en la
medida en que fueran situados en un ambiente socioeconó-
mico favorable. Las culturas, de acuerdo a los planteamientos
soviéticos, se diferenciaban no por sus rasgos raciales, sino por
sus dinámicas históricas, alejándose del esencialismo nazi. En
estos planteamientos subyacía una idea de cultura entendida
como un ente dinámico e históricamente construido que for-
maba parte de la superestructura social de dominación
(Hirsch, 2005). Esta visión representaba una loable superación
de la eugenesia y lógica racial de la comunidad nazi. No obs-
tante, también suponía la capacidad transformativa de un indi-
viduo dadas “condiciones favorables”, lo que permitió entender
al sujeto soviético como un recurso económico que podía
movilizarse y ser adaptado a diferentes ambientes para maxi-
mizar su uso, algo que se convirtió en una parte fundamental
del discurso científico comunista y que prestó credibilidad a
los planes de colectivización estalinistas.
Bajo estas premisas, el proyecto soviético se abocó a des-
cubrir y desenmascarar los aspectos contrarrevolucionarios
en las culturas asiáticas consideradas primitivas, eliminando
elementos sociales desfavorables identificados con la tradición
y transformándolos en sujetos soviéticos. Solo mediante una
revolución cultural que arrasara con chamanes y campesinos
prósperos (kulaks), se lograría la transición desde el atraso
asiático a la modernidad comunista. De esta manera, la lógica
civilizatoria colonial del período imperial, reconvertida en
utopía modernista, vuelve a instalarse en la visión sostenida
de la periferia asiática.
128 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Esta lógica utilitarista en la comprensión de la población


asiática se imbricó con otro aspecto fundamental del rol sovié-
tico en Asia Pacífico: el discurso tecnológico y modernista que
constituía uno de los pilares de la propaganda soviética hacia
el tercer mundo. Conocida es la carrera que se desarrolló
durante la Guerra Fría en torno a la exploración espacial. La
generación de tecnología de punta era una metáfora que mani-
festaba las potencialidades del comunismo y el capitalismo, y
la puesta en órbita del Sputnik marcó un hito relevante en la
confrontación entre ambos modelos. Sin embargo, el ámbito
espacial solo representa la punta del iceberg en una carrera
tecnológica multidimensional, que abarcaba la tecnología
doméstica, energética y agrícola. En esa dinámica, Siberia y el
este asiático ruso jugaron, para los dirigentes moscovitas, un
papel relevante. Desde la idea posrevolucionaria de la igualdad
de los pueblos pertenecientes a la Unión Soviética, la estruc-
tura rusa revivió el discurso imperial de Siberia como tierra
virgen y primitiva que debía ser colonizada, racionalizada e
incorporada a las dinámicas revolucionarias. La industrializa-
ción y el avance tecnológico, en la lógica metropolitana, permi-
tiría construir el socialismo en Rusia y llevar a esta a Asia. Por
ello, los pueblos indígenas del este asiático comenzaron a ser el
objeto literario de las narraciones propagandísticas soviéticas.
Eran los protagonistas del “largo viaje” desde la vida primitiva
hacia la civilización y modernidad, iluminados por la ideología
marxista que permitiría transformar el Asia soviética en una
zona industrial, racional y legible. Era necesario, en palabras
de Jruschov, arrasar con la selva siberiana para construir el
proyecto que sustentara la promesa de modernidad que la
Unión Soviética le ofrecía al mundo. De ese modo, la mecani-
zación de la agricultura se convirtió en un mantra llevado al
paroxismo durante la campaña de las tierras vírgenes practi-
cada en las planicies desérticas siberianas. La fertilización quí-
mica de un terreno estéril prometía ser un quiebre radical en el
desarrollo agrícola y un gran triunfo de la modernidad sovié-
tica. Sin embargo, el desastre natural que esto significó para el
este asiático dejó marcas profundas en el ecosistema siberiano.
La inundación de hectáreas de terreno y la sobreexplotación de
los recursos mineros en el noreste asiático quedaron como
LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA GUERRA FRÍA Y EL ASIA PACÍFICO 129

marcas indelebles del involucramiento soviético en Asia Pací-


fico, generando efectos ecológicos y sociales catastróficos a
largo plazo.
En la misma lógica, la utilización de la periferia asiática
como lugar de exilio y trabajo forzado, replicando la práctica
imperial del katorga (colonias penales), perduró durante el
período de la Unión Soviética en la forma del gulag. A pesar de
que desde la muerte de Stalin estos dejaron de jugar un papel
preponderante en la visión económica del Estado, su utiliza-
ción y la concentración de la población penal en los márgenes
imperiales sigue dando cuenta de la visión utilitarista asig-
nada a la periferia provincial, destilando una conciencia colo-
nial sostenida (Applebaum, 2004).
Los efectos de la mantención de una óptica colonialista al
interior de la Rusia asiática se transforman en ambiciones
imperialistas cuando se analizan las intervenciones diplomáti-
cas de la Unión Soviética en Asia Pacífico durante la Guerra
Fría. La incursión en Corea y las relaciones con China y Japón
durante la época demuestran una visión pragmática, diseñada
en torno al deseo de mantener una influencia supeditada a los
intereses particulares del régimen soviético, más allá de las
identificaciones ideológicas.
Uno de los primeros episodios de la Guerra Fría en Asia
fue la victoria del bando comunista y la instauración de la
República Popular China, en 1949. La asistencia de la Unión
Soviética a Mao fue fundamental para la victoria sobre los
nacionalistas chinos, generando la primera victoria soviética
en el contexto de la Guerra Fría. Sin embargo, pese a la evi-
dente afinidad ideológica, las discrepancias en torno al dogma
y la diplomacia internacional provocaron que el liderazgo
chino quebrara su alianza con ella. El llamado “discurso
secreto”, en el que Nikita Jruschov (1953-1964) criticó dura-
mente el terror y el culto al líder nacido en el período de Stalin,
y la búsqueda de la détente o distensión con Estados Unidos,
generaron un ambiente tenso con el vecino del sur que terminó
por romper la alianza entre los dos gigantes comunistas. El
deterioro de estas relaciones tocó fondo en 1969, como ya se
señaló en anteriores capítulos, cuando la hostilidad diplomá-
tica se hizo militar en la disputa territorial por la isla Damanski,
130 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

en ruso, y Zhenbao en chino, ubicada en el río Ussuri que


divide ambos territorios. Ante el quiebre de las relaciones sino-
soviéticas, la presencia oficial de Moscú en la región se man-
tuvo en su estrecha alianza con Vietnam. Sin embargo, durante
la década de los sesenta y los setenta, de manera solapada y no
oficial, el Kremlin también protegió sus intereses regionales
mediante fluidas relaciones con Taiwán y Hong Kong. Pese a la
abierta identificación imperial y capitalista de ambos Estados,
la Unión Soviética mantuvo estrechas relaciones en la zona,
sin observar lealtades ideológicas como un obstáculo para la
persecución de sus objetivos regionales.
Solo durante la década de los ochenta, la situación inter-
nacional generó las condiciones necesarias para un reacerca-
miento sino-soviético. Desde los inicios de la década del
setenta, Estados Unidos había mantenido una alianza estraté-
gica con China, explotando las rivalidades entre ambos blo-
ques comunistas. Aunque el ascenso de Reagan y su retórica
ideologizada tensaron la relación entre Beijing y Washington.
La venta de armas a Taiwán y el enfriamiento de las relaciones
con Reagan crearon el ambiente y la presión sobre el pragmá-
tico Deng Xiaoping para propiciar un reacercamiento con
Moscú. Del mismo modo, el ascenso de Mijaíl Gorbachov
inauguró un nuevo período para la Unión Soviética en muchos
sentidos. La época de estancamiento experimentada desde el
gobierno de Leonid Brezhnev (1964-1982) ponía presión sobre
su gerontocrática administración. Además de lo anterior, la
guerra en Afganistán, la crisis democrática en Polonia y la cru-
zada ideológica que Reagan anunciaba prometían aislar diplo-
máticamente a Moscú, por lo que un acercamiento era un
paso necesario, enfatizando el origen pragmático en el reacer-
camiento sino-ruso, por sobre las afinidades ideológicas (Rad-
chenko, 2014).
Con Japón la historia de las relaciones es interesante, pues
se origina en el siglo xix, durante la consolidación del dominio
ruso en el Amur. Desde su instalación en la zona, Japón se
convirtió en un vecino cercano con el que había que delimitar
fronteras y esferas de influencia. Fue esto último, con respecto
a la península coreana y la búsqueda de un puerto de aguas
cálidas, lo que generó el estallido de la guerra entre Japón y
LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA GUERRA FRÍA Y EL ASIA PACÍFICO 131

Rusia entre 1904 y 1905. Sin embargo, la superioridad militar


japonesa y la incapacidad diplomática rusa generaron la pri-
mera derrota de un poder imperial europeo ante una potencia
asiática. Los eventos de 1905 marcaron profundamente el fin
de la etapa imperial y daban cuenta de la debilidad del Estado
ruso, en el que se iniciaron rebeliones que el gobierno debió
apaciguar con reformas.
No obstante, la guerra civil rusa abrió otro capítulo en las
relaciones. Ante el caos que la desmembración del Imperio
ruso trajo y la instalación del bando prozarista en el este,
Japón dio rienda suelta a sus ambiciones en Siberia y el Pací-
fico ruso, interviniendo en Kamchatka, las islas Kuriles y Saja-
lín (Naumov, 2006). Sin embargo, el avance y normalización
del poder bolchevique, la creación de la República del Lejano
Oriente y el aislamiento de las fuerzas blancas hicieron retro-
ceder el intervencionismo japonés hasta que durante la
Segunda Guerra Mundial, gracias al respaldo aliado, la Unión
Soviética logró controlar la parte sur de la isla de Sajalín y
arrebatar las islas Kuriles a Japón. A partir de ese minuto, se
inició un conflicto territorial que hasta la fecha no ha logrado
ser resuelto y que de alguna manera marcó las relaciones
soviético-japonesas durante la Guerra Fría. La guerra en
Corea durante la década del cincuenta transformó a Japón en
un importante aliado regional para los Estados Unidos, acer-
cándolo a su esfera de influencia. Pese a lo anterior, la Unión
Soviética, sobre todo en los gobiernos de Brezhnev y Gorba-
chov, buscó acercamientos con Japón que le dieran acceso al
capital y la tecnología necesarias para poder estimular el desa-
rrollo tecnológico del oriente siberiano. Al mismo tiempo, cul-
tivar relaciones amistosas con Japón minaría el sistema de
alianzas estadounidense en la zona, por lo que las alternativas
para una salida diplomática al irresuelto conflicto fueron bus-
cadas con insistencia más allá de las incompatibilidades ideo-
lógicas. Sin embargo, la sombra de los “territorios del norte”,
la forma en que Japón se refería a las islas Kuriles, impidió un
acercamiento, prolongando el conflicto hasta hoy.
El conflicto en Corea es el ejemplo paradigmático del
enfrentamiento ideológico soviético-estadounidense, el esce-
nario clásico de la pugna entre ambos modelos. No obstante,
132 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

una lectura más atenta nos permite captar de nuevo la presen-


cia de dinámicas imperialistas que superan la fraternidad
ideológica con el vecino afín. Durante la Segunda Guerra
Mundial las fuerzas japonesas habían ocupado Corea en su
avance por Asia. Aunque la capitulación ante los Aliados y el
reparto territorial que vino a continuación dejó la península
dividida en dos: el norte bajo influencia soviética y el sur tute-
lado por los estadounidenses. La proximidad de ambos siste-
mas en la península hizo estallar un conflicto que desde 1950
hasta 1953 enfrentó de modo indirecto los modelos capitalis-
tas y comunistas. Pero un análisis más en detalle del problema
indica que el involucramiento de Stalin, siguiendo la lógica
imperial y preocupado del desarrollo interno del país, no tuvo
un interés puramente ideológico. Manteniendo la visión de
que la revolución no era posible aún más allá de sus fronteras,
el estallido del conflicto en la península coreana formó parte
de una estrategia soviética más amplia. El inicio de la década
del cincuenta fue un lapso clave en la consolidación del inte-
rés soviético en Europa del Este, una zona que geopolítica-
mente poseía un alto valor para Stalin. Por esta razón, la
intervención en el conflicto coreano ha sido estudiada como
un intento de desviar la atención y escrutinio de los Estados
Unidos hacia Asia, con el fin de consolidar la posición sovié-
tica tras la “cortina de hierro”. Sin embargo, la victoria y pos-
terior alianza entre la Unión Soviética y Corea del Norte se
mantuvo durante la Guerra Fría, llegando a su apogeo a ini-
cios de los ochenta, pues constituía un capital importante en
la mantención de unas posiciones ventajosas en Asia. Pero la
resistencia en Pyongyang a las reformas que Gorbachov
impulsaba desde Moscú y la continua búsqueda de asistencia
militar, hicieron que el Kremlin reevaluara su alianza con
Corea del Norte. De hecho, hacia mediados de la década del
ochenta la Unión Soviética comenzará un acercamiento con
Corea del Sur, que necesitaba este reconocimiento para conso-
lidar su posición como potencia regional. Ante la insistencia
de los sureños, Gorbachov accedió a establecer relaciones,
reconocimiento que fue oficial e internacionalmente dado en
los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. La necesidad de crédito
y capital que el acercamiento con el sur ofrecía se encargaron
LA UNIÓN SOVIÉTICA, LA GUERRA FRÍA Y EL ASIA PACÍFICO 133

de allanar el camino entre la Unión Soviética comunista y una


Corea del Sur capitalista, ejemplificando otra vez la irrelevan-
cia del factor ideológico en los cálculos diplomáticos regiona-
les de los soviéticos. Es interesante notar que la alianza entre
Moscú y Seúl puso en marcha el conflictivo programa nuclear
norcoreano, cuyo objetivo era mitigar los efectos de un posi-
ble aislamiento regional ante la pérdida de apoyo de la poten-
cia comunista.

Conclusiones

A partir del análisis planteado, la intención ha sido demostrar


que el papel que la Unión Soviética tuvo en Asia Pacífico
durante la Guerra Fría no tiene su origen en las dinámicas
ideológicas que caracterizan el período, ni pueden ser entendi-
das exclusivamente a partir de las estructuras propias del
desarrollo de aquella. El interés de Rusia en Asia es largo y las
dinámicas presentes durante la segunda mitad del siglo xx son
herederas directas y continúan con el tipo de relaciones pre-
sentes en la época zarista. La noción imperial del deber de
civilizar a las poblaciones rusas asiáticas fue reanudada y se
mantuvo como el principal objetivo durante las décadas de la
Guerra Fría. Desde la idea ilustrada de civilización, durante el
período zarista, hasta la utopía modernista soviética, el propó-
sito de dominar y transformar Asia en Rusia se mantuvo como
una continuidad a pesar del cambio del marco teórico subya-
cente en ambos aparatos estatales. La caída de la Unión Sovié-
tica y la restructuración del espacio postsoviético dan cuenta
de lo anterior, pues, además de la separación de las repúblicas
satélites de Asia central, Siberia se convirtió durante la década
de los noventa en el escenario de una serie de movimientos
autonomistas que buscaron reivindicar su diferencia y oposi-
ción al tutelaje metropolitano. La hostilidad y expulsión de la
población rusa de Siberia corrió en paralelo a las reivindica-
ciones nacionales autonómicas, mientras se buscaba asegurar
los derechos y marcos legales que estuvieran sobre los poderes
federales centrales. La explosión del “carnaval de las sobera-
nías” durante los noventa permite captar que la relación que
134 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

la Unión de Repúblicas Soviéticas mantuvo con la sección


asiática de su imperio estuvo marcada por su dominación
colonial, continuadora de la tradición imperial.
CAPÍTULO 8
AUGE Y DECLINACIÓN DE LA ASOCIACIÓN
DE NACIONES DEL SUDESTE ASIÁTICO*

Robert Cribb

Los países de esta región son enormemente distintos en raza,


religión, experiencia histórica, base económica y sistemas
políticos. Sin embargo, durante varias décadas, la Asociación
de Naciones del Sudeste Asiático (asean, por su sigla en inglés)
ha demostrado ser una de las organizaciones regionales más
exitosas del mundo. Este éxito surgió a partir de una pulcra
fórmula que convirtió la diversidad en la base de una coopera-
ción política recíproca. Esta cooperación alcanzó el apogeo de
su éxito en los años ochenta y luego comenzó a declinar. Para
fines del siglo xx, su expansión hasta abarcar todo el Sudeste
Asiático, además del creciente número de organizaciones
regionales que ocupaban nichos levemente diferentes, en lugar
de fortalecerla, terminó por socavar su fórmula original de
coherencia y eficacia. Ahora, su desafío es reconfigurarse
como un tipo distinto de agrupación regional.
Aunque fue fundada en 1967, la idea de una agrupación
regional surgió veinte años antes, poco después de la Segunda
Guerra Mundial. En septiembre de 1947, algunas figuras políti-
cas e intelectuales de toda la región se reunieron para esbozar
la Liga del Sudeste Asiático, la que esperaban ayudaría a su
población a conseguir la independencia de los gobiernos colo-
nialistas, para convertirse con el tiempo en una federación polí-
tica. Sin embargo, ante los marcadamente diversos imperativos
estratégicos enfrentados por los diferentes grupos nacionales,
la idea se esfumó rápidamente. Mientras los británicos en

*
Traducido por Juan Luis Perelló.
135
136 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Birmania y los estadounidenses en Filipinas tenían la intención


de avanzar con prontitud hacia la independencia, los naciona-
listas se enfrentaron a una lucha militar en la Indochina fran-
cesa y las Indias holandesas. A su vez, las divisiones étnicas en
la Malasia británica entorpecieron allí el desarrollo de un pro-
grama nacionalista claro.
Desde entonces, y por más de una década, las relaciones
internacionales de la región se vieron dominadas por los ali-
neamientos y antagonismos locales de la Guerra Fría. En
1954, Tailandia y Filipinas se unieron a la Organización del
Tratado del Sudeste Asiático (seato, por su sigla en inglés), de
carácter anticomunista y respaldado por Estados Unidos. Viet-
nam del Norte se alineó con el mundo comunista mientras
Birmania se volvió cada vez más aislacionista. Al principio
Indonesia persiguió el ideal de una alianza global no alineada,
mediante iniciativas como la Conferencia de Bandung, en
1955, pero luego, bajo el gobierno del presidente Sukarno, se
inclinó hacia una postura más radical, antioccidental y antim-
perialista. Dos intentos por crear una modesta asociación
regional a principios de los años sesenta no prosperaron por
rivalidades nacionalistas. En 1961, Tailandia, la Federación
Malaya y Filipinas crearon la Asociación del Sudeste Asiático,
pero esta no pudo soportar las demandas contrapuestas por
Borneo Septentrional (Sabah) entre Filipinas y Malasia, el
Estado sucesor de la Federación Malaya. Malasia, Filipinas e
Indonesia, en un intento ambicioso por lograr una mayor inte-
gración entre ellos, establecieron la llamada Mafilindo, la que
apenas alcanzó a ser anunciada, en 1963, antes de sucumbir a
la llamada “confrontación” de Indonesia con Malasia.
La Organización del Tratado del Sudeste Asiático, fundada
en 1954, apenas calificaba para llamarse así. De sus ocho
miembros, solo dos: Tailandia y Filipinas, se situaban en el
Sudeste Asiático. El resto eran aliados occidentales con intere-
ses estratégicos en la región. Formalmente, pretendía ser la
homóloga de la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(otan) en la región, enfrentando al mundo comunista en su
flanco sureste, al igual que hiciera esta en Europa. No obstante,
la organización carecía de la estrecha coordinación militar de
aquella. Vietnam del Sur, Camboya y Laos fueron identificados
AUGE Y DECLINACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE NACIONES… 137

Mapa 6: Sudeste de Asia

como “Estados protocolares”, autorizados a invocar las dispo-


siciones de la Organización del Tratado del Sudeste Asiático
para entregar respuestas en común ante las agresiones, pero
no como miembros formales. Tales disposiciones nunca fue-
ron invocadas de modo oficial porque dos de sus miembros,
Francia y el Reino Unido, se rehusaron a dar su autorización.
Aun así, la membrecía de la Organización del Tratado del
Sudeste Asiático fue citada con frecuencia como base para la
participación de Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia,
Tailandia y Filipinas al lado del gobierno de la República de
Vietnam. Camboya rechazó la “protección” ofrecida. La orga-
nización se fundó formalmente en 1977, aunque nunca había
sido eficiente ni funcional.
Con la destitución del poder del presidente Sukarno en
Indonesia, en 1966, y la instalación del gobierno prooccidental
y militarmente dominado de Suharto, resurgió la posibilidad
138 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

de una asociación regional. Indonesia abandonó la mayor


parte de sus aspiraciones de liderazgo internacional y se vol-
vió más conciliadora con sus vecinos. Aún más importante,
había un consenso creciente entre los gobiernos no comunis-
tas de la región de que la presencia de Estados Unidos en ella
constituía una ventaja a medias. Aunque valoraban su ayuda y
la voluntad de sus tropas por luchar contra el comunismo,
creían que esa presencia también encendía los nacionalismos
locales, lo que favorecía los intereses de los movimientos
comunistas. Asimismo invitaba a otras potencias, como la
Unión Soviética y China, a intervenir en la región, y ya se apre-
ciaban signos de que Estados Unidos se encontraba prepa-
rando la retirada de su compromiso militar en el Sudeste
Asiático, un cambio que se formalizaría en 1969 conn la lla-
mada Doctrina Guam del presidente Richard Nixon.
Por consiguiente, tomó cuerpo la idea de que una asocia-
ción regional conseguiría dos cosas: primero, permitiría a sus
miembros distanciarse de la alineación con las mayores poten-
cias y por lo tanto fortalecería sus credenciales nacionales. En
segundo lugar, crearía el marco para la cooperación regional
que contribuiría al desarrollo económico y por ello a la resi-
liencia nacional frente a la amenaza de la insurgencia comu-
nista. El éxito evidente de la Comunidad Económica Europea
(cee) en superar los antagonismos nacionales y permitir el
progreso económico en Europa dio a los planificadores del
Sudeste Asiático un optimismo considerable, aunque no ima-
ginaron el grado de integración política que aquella conducía.
De todas formas, los evidentes obstáculos para una asocia-
ción en el Sudeste Asiático eran considerables. La diversidad
de la región era una razón permanente de escepticismo, espe-
culándose que los posibles miembros tendrían poco en qué
ponerse de acuerdo aparte de los clichés clásicos. Además,
Filipinas aún albergaba las bases militares estadounidenses,
mientras que Malasia y Singapur mantenían lazos formales de
defensa con el Reino Unido, Australia y Nueva Zelandia. Asi-
mismo, Tailandia enviaba tropas en ayuda de las fuerzas de
Estados Unidos en Vietnam. Todas estas disposiciones pare-
cían contradecir las aspiraciones de distanciar al Sudeste
Asiático de los alineamientos estratégicos globales.
AUGE Y DECLINACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE NACIONES… 139

Por lo tanto, la declaración de la Asociación de Naciones


del Sudeste Asiático, el 8 de agosto de 1967, fue un documento
modesto que vinculaba a Indonesia, Malasia, Filipinas, Singa-
pur y Tailandia a un compromiso común, poco rígido, con los
principios resumidos como “cooperación, amistad y no inje-
rencia”. De manera crucial, los cinco países se comprometie-
ron a no intervenir en los asuntos internos de los otros. Las
bases existentes fueron declaradas como “temporales”. Con
posterioridad, se estableció en Yakarta, la capital de Indonesia,
una discreta secretaría de la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático. Con el tiempo, los líderes de la entidad mate-
rializaron las consecuencias de la doctrina de no injerencia
como algo que denominaron “el modo asean”. Esta expresión
quería decir que la organización actuaría solo cuando tras
unos debates exhaustivos se llegara al consenso entre todos los
miembros. El concepto se justificó a menudo como una mani-
festación de las prácticas tradicionales de gobernanza en el
Sudeste Asiático, con fama de una notoria búsqueda del con-
senso y la integración, en lugar de un dominio de la mayoría en
desmedro de los derechos de las minorías.
El primer y más duradero logro de la Asociación de Nacio-
nes del Sudeste Asiático fue contener las tensiones entre sus
cinco miembros. No solo la memoria histórica de conflictos
como la confrontación indonesio-malaya, sino que también
las disputas territoriales e intereses nacionales entre las mino-
rías transfronterizas, tenían todo el potencial de originar nue-
vos conflictos. La existencia de ella incentivó a sus Estados
miembros a evitar la escalada de las tensiones a conflictos
abiertos. Su fundación llevó a Malasia y Filipinas a suavizar la
disputa por Sabah. En 1977, la organización sirvió de escena-
rio para sellar un acuerdo entre Indonesia, Malasia y Singapur
para regular la región del estrecho de Malaca, una de las rutas
marítimas más ajetreadas del mundo. Tailandia se sintió tran-
quilizada porque Malasia no apoyaría al movimiento separa-
tista malayo en sus provincias sureñas, mientras que esta
sintió que podía confiar en que Tailandia detendría el apoyo a
la insurgencia china. Los países de la Asociación de Naciones
del Sudeste Asiático también ampliaron a sus ciudadanos res-
pectivos el derecho a circular sin visa para visitas de corta
140 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

duración. Hubo reducciones modestas de los obstáculos aran-


celarios. Estas medidas mejoraron las oportunidades de
comercio y otros contactos, aunque la demanda por estas
oportunidades era discreta. Las potencias extranjeras, en par-
ticular Japón, Europa y Australia, recibieron bien la existencia
de una asociación regional funcional y su interés en tratarla
como socia ayudó a consolidar su lugar en las políticas extran-
jeras de los países miembros.
Aunque la asociación nació compuesta por solo cinco de
los diez países del Sudeste Asiático, sus ambiciones incluían
abarcar la región en su conjunto. En 1971, en línea con su
meta de limitar la influencia externa en la región, sus miem-
bros anunciaron la aspiración de convertirse en una “zona de
paz, libertad y neutralidad”. Con la retirada en curso de Esta-
dos Unidos desde Vietnam, la intención de la organización era
que esa presencia no fuera reemplazada por otras fuerzas
externas.
La mayoría de los observadores consideraban la declara-
ción de la zona de paz, libertad y neutralidad como un cliché
sin mayor peso, pero marcó el inicio de un formato inespera-
damente eficiente para el actuar colectivo de la Asociación de
Naciones del Sudeste Asiático. El principal proponente de la
idea fue Malasia: los demás miembros aceptaron la declara-
ción más por buena voluntad que por un compromiso pro-
fundo. Aunque no se observó en su momento, este patrón de
conducta convirtió la diversidad de la asociación en una forta-
leza más que en una debilidad. De hecho, sus miembros desa-
rrollaron la práctica de apoyar lo que fuera que cualquiera de
ellos sintiera más importante ante algún asunto internacional
en particular. De esta forma, cada miembro recibió de sus
compañeros un nivel de apoyo internacional en temas signifi-
cativos que no podría haber conseguido si aquellos hubieran
considerado solo sus intereses nacionales directos.
El patrón se reflejó en las prolongadas negociaciones
internacionales sobre derecho marítimo, en las que Indonesia
y Filipinas tenían sumo interés en defender el nuevo principio
archipelágico que les permitiría declarar las aguas entre sus
islas como aguas interiores (equivalentes a ríos y lagos en
otros países), en lugar de calcular un borde de mar territorial
AUGE Y DECLINACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE NACIONES… 141

alrededor de cada isla individual. Tailandia, Malasia y Singa-


pur tenían poco que ganar de dicho concepto, pero apoyaron
a sus socios y el principio al final se consolidó en la Conven-
ción de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, en
1982. Del mismo modo, en 1978 los países de la asociación se
unieron en apoyo a Singapur contra las nuevas reglas austra-
lianas de tráfico aéreo que discriminaban a las aerolíneas asiá-
ticas en la lucrativa ruta Australia-Reino Unido. Su campaña
común obligó a Australia a dar marcha atrás.
La experiencia de cooperación productiva incentivó a los
miembros de la asociación a trabajar de manera más estrecha.
En 1976, sus líderes celebraron una reunión cumbre en Bali,
donde firmaron el Tratado de Amistad y Cooperación del
Sudeste Asiático que los comprometió a resolver sus diferen-
cias de forma pacífica. Este tratado no se enmarcaba en estricto
sentido dentro de la organización, ya que estaba abierto a la
adhesión de otros países (en total, 29 Estados, además de la
Unión Europea lo han hecho); sin embargo, era más que nada
un reflejo de su intención de fijar reglas para los compromisos
estratégicos en la región.
La Tercera Guerra de Indochina enfrentó a la Asociación
de Naciones del Sudeste Asiático con el mayor desafío a sus
políticas. A fines de 1978, Vietnam invadió Camboya (en ese
entonces llamada Kampuchea), desplazando al gobierno de
los Jemeres Rojos e instalando una administración clientelar.
Aunque el derrocamiento de los genocidas Jemeres Rojos fue
muy bien recibido por Occidente, el actuar de Vietnam fue
considerado por muchos gobiernos como una peligrosa viola-
ción del principio de soberanía nacional. La invasión soviética
de Afganistán ocurrió casi al mismo tiempo, lo que aumentó
la presión internacional para que se tomara partido en defensa
de la soberanía nacional. En particular, a Tailandia le preocu-
paba que las fuerzas vietnamitas aprovecharan el impulso de
la operación en Camboya para atacar territorio tailandés o
simplemente pudieran amenazarla desde la frontera, a apenas
250 kilómetros de Bangkok.
Por lo tanto, al principio los países del Sudeste Asiático
participaron de una campaña global para aislar y castigar a
Vietnam por su actuar. Esta campaña incluyó el seguir recono-
142 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

ciendo a los Jemeres Rojos como el legítimo gobierno de Cam-


boya, aunque ya no se encontraran con el control administrativo
de la mayor parte del país y a pesar de su historial genocida. A
lo largo de la frontera entra Camboya y Tailandia, esta última
facilitó el suministro de armas desde China a las fuerzas res-
tantes de los Jemeres Rojos. La preocupación de la asociación
se vio agravada por los cientos de miles de refugiados que
abandonaron Vietnam en bote a consecuencia de la victoria
comunista de 1975. La cifra en sí constituía una considerable
carga logística para los países receptores, principalmente Indo-
nesia, Malasia y Filipinas. Asimismo se sospechaba que Viet-
nam fomentaba la salida de los ciudadanos de ascendencia
china. Dado su papel prominente en muchas economías de la
región y debido a la impresión de que sus lealtades recaían en
China, estos habitantes de origen chino del Sudeste Asiático
fueron discriminados en muchas partes. La impresión de que
las nuevas autoridades comunistas en Vietnam buscaban tras-
ladar un problema hacia el territorio vecino agravó el antago-
nismo de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático hacia
ellos. Por su parte, Vietnam etiquetó a la organización como
una herramienta del neocolonialismo estadounidense.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esta postura antiviet-
namita comenzó a preocupar a Indonesia, porque parecía
arrastrar a China directamente hacia los asuntos del Sudeste
Asiático. Esta no solo había invadido Vietnam de inmediato
después del ataque de este último a Camboya, sino que tam-
bién se convirtió en un gran defensor diplomático y militar de
los Jemeres Rojos. Además, su invasión fue presentada en
parte como respuesta al supuesto maltrato de los vietnamitas
a los residentes chinos en Vietnam. En Indonesia, el gobierno
de Suharto ya sospechaba de las intenciones chinas, culpando
en parte al fallido golpe de Estado procomunista de 1965,
debido a la estrecha relación entre los comunistas indonesios
y la República Popular China. Dichos miedos se agudizaron y
sintieron igualmente en Malasia y Filipinas, cuando se vieron
acompañados por la aprehensión de que China podría interve-
nir de modo militar para proteger a los descendientes chinos
en la región. A medida que se disipaba el miedo a una invasión
vietnamita directa, Indonesia empezó a temer que Camboya
AUGE Y DECLINACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE NACIONES… 143

se convirtiera en una avanzada china. Indonesia y otras nacio-


nes del Sudeste Asiático también comenzaron a temer que el
aislamiento internacional debilitaría a Vietnam, convirtién-
dolo en cliente de la Unión Soviética o en víctima de una reno-
vada invasión china.
Bajo la presión de este variable sentido de las prioridades
dentro de la organización, esta empezó a cambiar de postura.
Indonesia defendía cada vez más un acuerdo político con
Camboya que le daría legitimidad al gobierno apoyado por
Vietnam y por lo tanto permitiría terminar con el aislamiento
diplomático del país. Al inicio, la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático respondió buscando reforzar la legitimidad
de los Jemeres Rojos, persuadiendo a las fuerzas no comunis-
tas y antivietnamitas hacia el llamado Gobierno de Coalición
de la Kampuchea Democrática. Sin embargo, el arreglo nunca
fue más que un alineamiento ficticio. La presión sutil de Indo-
nesia se vinculó además con cambios más amplios. En 1986,
Vietnam inició un acercamiento con China que debilitaría el
previo apoyo implacable de esta última a los Jemeres Rojos.
Junto a esto, la creciente incertidumbre en la Unión Soviética,
que culminaría con la caída del gobierno comunista, quitó a
Vietnam su más importante fuente de apoyo internacional,
quedando así más dispuesto a un acuerdo. Australia igual
había empezado una campaña internacional para lograr un
acuerdo que no respaldara la invasión vietnamita ni requiriera
la restauración de los Jemeres Rojos. Australia e Indonesia
cooperaron en esta campaña, que llevó en 1990 a un plan de
paz en Camboya según el cual los gobiernos rivales acordaron
compartir el poder.
En 1984, el recientemente independiente Estado Brunéi
Darussalam se convirtió en el sexto miembro de la Asociación
de Naciones del Sudeste Asiático. Este pequeño país petrolero
era un exprotectorado británico con estrechos lazos con Mala-
sia y Singapur, por lo que su incorporación cambió muy poco
la dinámica interna de la asociación. Sin embargo, el ingreso
de Vietnam en 1995 constituyó un avance más significativo.
Era un gran paso adelante en el objetivo indonesio de una
asociación que incluyera a todo el Sudeste Asiático, creando
así un bloque regional de un tamaño suficiente como para
144 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

negociar de igual a igual con China, India y Japón. Era un


signo de la rehabilitación internacional de Vietnam después de
la larga disputa sobre Camboya. Pero cambió asimismo el
equilibrio de poderes dentro de la organización. Mientras
Indonesia antes había sido el líder incuestionable de la asocia-
ción, los dirigentes de Vietnam eran menos propensos a acep-
tar dicha preeminencia. Tanto su propia historia nacional
como su ausencia, por casi tres décadas, de la lenta adquisi-
ción de confianza entre sus miembros originales y la creciente
fuerza de la economía vietnamita, llevaron a sus líderes a adop-
tar un enfoque algo más instrumentista ante la organización.
Las incorporaciones de Laos y Birmania (Myanmar) en
1997 y Camboya en 1999 fortalecieron esta tendencia. Nin-
guno de los nuevos miembros continentales del Sudeste Asiá-
tico compartía el miedo ante la expansión comunista que
había sustentado la creación de la organización. También
resultó ilusoria la esperanza inicial de que esta seguiría natu-
ralmente el camino de la Comunidad Económica Europea en
brindar beneficios económicos demostrables a sus miembros.
El asunto de la contribución de la entidad al crecimiento eco-
nómico de la región era objeto de análisis académico y debate
político, pero nadie creía que hubiera desempeñado un papel
importante en el despegue de la economía del Sudeste Asiá-
tico. Un síntoma de la debilidad de la integración económica
fue la creación en 1992 de la Zona de Libre Comercio de la
asean (afta, por su sigla en inglés). Aunque el acuerdo de la
afta rebajó algunos aranceles dentro de la región, no los eli-
minó y permitió a cada miembro definir sus propios aranceles
ante las importaciones externas a la asociación.
Además, a medida que el siglo xx se acercaba a su fin, el
paisaje se atiborraba de asociaciones regionales. Considerando
que la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático había sido
fundada como un intento audaz de escapar del alineamiento
bipolar entre las grandes potencias durante la Guerra Fría, su
expansión para incluir a toda la región coincidió con el surgi-
miento de nuevas configuraciones regionales. Por ejemplo, la
Cooperación Mekong-Ganges y la Iniciativa de la bahía de Ben-
gala por la Cooperación Económica y Técnica Multisectorial
crearon nuevos lazos entre India y los miembros continentales
AUGE Y DECLINACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE NACIONES… 145

del Sudeste Asiático. Indonesia y Malasia se involucraron más


en la Organización para la Cooperación Islámica (oic, por su
sigla en inglés), una entidad sin interés para aquellos miem-
bros cuyas religiones principales eran el cristianismo o el
budismo.
Sri Lanka estuvo un tiempo interesado en pertenecer a la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, tanto por sus fuer-
tes lazos histórico-culturales con Tailandia y Birmania como
por las alguna vez flexibles ideas sobre cuál sería la región que
conformaría el Sudeste Asiático. Sin embargo, hacia fines del
siglo xx los miembros de la asociación habían acordado una
definición del mismo que incluía solo a los 10 miembros exis-
tentes. Timor Oriental, que se había liberado de Indonesia en
1999, constituía una anomalía menor, pero su pobreza era un
obstáculo serio para aceptar su incorporación. Además, sus
líderes demostraban un mayor interés en los mundos lusófono
y melanesio.
Aún más importante era la creciente percepción de que la
cooperación regional debería darse a una escala considerable-
mente mayor que la que se daba en la Asociación de Naciones
del Sudeste Asiático. En 1989, Australia creó el Foro de Coope-
ración Económica Asia-Pacífico (apec, por su sigla en inglés),
que incluía a los (de aquel entonces) seis estados del Sudeste
Asiático junto a Australia, Canadá, Japón, Corea del Sur, Nueva
Zelandia y Estados Unidos. Esto, como una manera de cen-
trarse en la cooperación económica y la liberalización del
comercio a una escala bastante mayor que la del Sudeste Asiá-
tico. Los miembros se denominan “economías” en lugar de
Estados, lo que permitió que la República Popular China, Tai-
wán (como “Taipéi chino”) y Hong Kong se unieran como
miembros separados en 1991. Temiendo que la inclusión de
Estados Unidos daría al Foro Asia-Pacífico un equilibrio de
poderes no asiático, el primer ministro malayo Mahathir
Mohamad propuso la creación alternativa del Grupo Econó-
mico de Asia Oriental, consistente en la asean, China, Japón y
Corea del Sur. Argumentaba que los valores culturales asiáti-
cos unían a la región y la distinguían marcadamente de Occi-
dente. No obstante, esta retórica antioccidental hizo que Japón
rechazara participar de la propuesta.
146 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

De todas formas, el formato general del Grupo Económico


de Asia Oriental reapareció en lo que con posterioridad sería
conocido como la asean + 3. En 1996 y 1997, en preparación
para el proceso del Foro Asia-Europa se llevaron a cabo reu-
niones entre los líderes de la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático, China, Japón y Corea del Sur. Más consultas
se celebraron durante y después de la crisis financiera de Asia
(1997-1999), cuando la volatilidad monetaria causó una coyun-
tura económica desfavorable en gran parte de la región. Estos
encuentros condujeron a la llamada Iniciativa de Chiang Mai,
un sistema de permutas financieras entre la asociación y sus
tres socios, con la intención de aumentar la estabilidad de las
monedas nacionales en tiempos de crisis. La asean + 3 también
desempeñó un papel de seguridad general al promover la con-
sulta multilateral ante las tensiones estratégicas entre las prin-
cipales potencias de la región.
No obstante, desde inicios del siglo xx la estabilidad de la
asean + 3 se vio cada vez más socavada por el alza del poder
económico chino y la percepción de una creciente asertividad
diplomática en especial en lo relativo a las contrapuestas
reclamaciones territoriales en el mar de China Meridional.
Por lo tanto, la primera Cumbre del Asia Oriental, patrocinada
por la asean + 3 en 2005, invitó a los líderes de 16 países, inclu-
yendo India y Australia (con Rusia como observador). Estas
cumbres se han realizado anualmente desde entonces y, ade-
más del comercio, han tratado temas de relevancia regional,
incluyendo la gripe aviar y el cambio climático.
El principio de “no injerencia” con que se fundó la Asocia-
ción de Naciones del Sudeste Asiático fue percibido amplia-
mente como una de las claves de lo duradero de la asociación.
Los miembros se abstenían de criticarse en forma mutua
sobre políticas internas, en mayor medida en lo relativo a
etnicidad, derechos humanos y medioambiente. Esta absten-
ción se veía respaldada por el hecho de que los cinco miem-
bros originales fueran objeto de crítica internacional en
distintos aspectos. La participación en la asociación no solo
les dio un respiro ante la reprobación, sino que también una
entidad mediante la que podían participar en asuntos interna-
cionales sin enfrentarse a las críticas inmediatas. Sin embargo,
AUGE Y DECLINACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE NACIONES… 147

la incorporación de Birmania y Camboya puso a prueba el


principio de no injerencia. La inclusión de Camboya, original-
mente planificada para 1997, fue retrasada hasta 1999 por una
breve guerra civil entre los dos primeros ministros del país. La
segunda reunión del Foro Asia-Europa en 1999 casi se arruina
por el rechazo de Europa a permitir la participación de Birma-
nia, entonces miembro de la asociación, debido a que su
gobierno militar era objeto de estrictas sanciones internaciona-
les. Estos asuntos crearon tensiones dentro de la organi­zación,
no porque los miembros estuvieran directamente preocupados
por los temas políticos y de derechos humanos de los otros
Estados, sino más bien porque la atención exterior hacia aque-
llos problemas obstaculizaba su propia participación interna-
cional a través de la asociación. Hubo significativos signos de
presión informal hacia los gobiernos infractores para que
mejoraran su actuar en pos de la reputación general de la orga-
nización.
Las exigencias a las que se ha visto sometida la asociación
desde fines del siglo xx podrían haberla vuelto intrascendente.
Ese riesgo fue especialmente apremiante después de 1998,
cuando la caída de Suharto llevó a Indonesia a un período de
relativa introspección y descuido de la agrupación. No obs-
tante, en 2007, sus Estados miembros acordaron proceder a
una forma de asociación mucho más estrecha, preconfigu-
rando explícitamente la integración política en líneas simila-
res a las de la estructura de la Unión Europea. La intención se
concretó en la Carta de la Asociación de Naciones del Sudeste
Asiático, que estableció en términos formales a la asociación
como una entidad legal en asuntos internacionales, que repre-
sentaba a 570 millones de personas. La carta reiteró el princi-
pio de no injerencia y reafirmó la importancia de la integración
económica. Sus líderes identificaron como objetivo inmediato
la eliminación de todas las barreras arancelarias internas y fir-
maron los “planos” para la Comunidad Económica de la asean
(aec, por su sigla en inglés). Además, la carta comprometió a
la asociación a crear un mecanismo para resolver las disputas
pendientes entre los Estados miembros. Esta disposición
implicó también que estos podrían verse obligados a aceptar
una sentencia dispuesta mediante dicho mecanismo.
148 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

La historia de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiá-


tico es una de adaptación constante a las fluctuantes oportuni-
dades. Creada en 1967 con ambiciones modestas en una región
marcada por los intensos conflictos políticos, fue primero
capaz de aliviar tensiones y luego convirtió en un plus la des-
ventaja evidente de las enormes diferencias políticas, sociales,
económicas y culturales entre sus miembros. Aquello se con-
virtió prácticamente en un comité que apoyaba a sus integran-
tes en los asuntos que más les preocupaban. El fin de la Guerra
Fría permitió que la asociación se expandiera y abarcara todo
el Sudeste Asiático, pero fue acompañada de un creciente
número de otras organizaciones regionales con misiones dis-
tintas solo a veces coincidentes. En este contexto, sus líderes
decidieron un audaz plan para llevar la organización hacia una
mayor integración económica y política. Los resultados de
aquella decisión aún están por verse.
CAPÍTULO 9
OLIGARCAS, CLEPTÓCRATAS Y DEMÓCRATAS:
FILIPINAS DURANTE LA GUERRA FRÍA*

Cesar Suva

El inicio de la Guerra Fría tuvo como paralelo en Filipinas la


independencia formal del país, el 4 de julio de 1946, tras casi
cincuenta años de dominio colonial estadounidense. Los dece-
nios que comenzaron a mediados de los años cuarenta y termi-
naron en los ochenta se caracterizaron por las preocupaciones
surgidas de la independencia. Dos de ellas dominarían en espe-
cial: la primera, el deseo de vivir a la altura de la retórica de la
generación anterior, que alegaba que los filipinos eran capaces
de llevar una democracia capitalista próspera sin la orienta-
ción de Estados Unidos. La segunda, relacionada con la pri-
mera, pero condicionada por acontecimientos en otras partes
de Asia, era un nacionalismo popular que dudaba y deseaba
una independencia verdadera del gigante norteamericano.
La nueva e independiente República de Filipinas fue ante-
cedida por la Mancomunidad Filipina, fundada en 1935. Este
estado se caracterizó por instituciones que permanecieron
hacia la era de la república, incluyendo el cargo de presidente,
un parlamento bicameral electo y un poder judicial indepen-
diente. A pesar de estos adornos democráticos, la autoridad
real de la mancomunidad siguió siendo Estados Unidos.
Sin embargo, a fines de los años treinta, continuando el
proceso de “filipinización” empezado una década antes, cada
vez más puestos de gobierno eran ocupados por filipinos pro-
fesionales con educación universitaria. A la cabeza del
gobierno de la mancomunidad se encontraba Manuel Quezón,
un hombre que había dedicado su carrera política a conseguir

*
Traducido por Juan Luis Perelló.
149
150 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

la independencia filipina de los Estados Unidos. Aunque técni-


camente aún eran un Estado “colonial” bajo la soberanía esta-
dounidense, Filipinas tenía el control de hecho del país desde
1935. Internamente, el legado del régimen de la mancomuni-
dad sentaría las bases para las décadas siguientes.

Oligarcas de posguerra

El regreso del general Douglas MacArthur, el 20 de octubre de


1944, a la cabeza de una gran fuerza estadounidense, que al
final libraría a Filipinas de la ocupación japonesa iniciada en
1941, consolidó un sentimiento de “gratitud” pro Estados Uni-
dos entre muchos filipinos de la generación presente en la gue-
rra del Pacífico. Con frecuencia se exigía a los líderes políticos
que dirigían la nueva República que demostraran que la
democracia presidencial estilo norteamericano y el capita-
lismo de libre mercado podían ser útiles en Asia. Esto se hizo
en particular agudo cuando Mao Zedong estableció la Repú-
blica Popular China, en 1949, y Ho Chi Minh ganó terreno a
los franceses en Indochina. Filipinas se convirtió en un “bas-
tión” de la democracia estadounidense en una región que se
suponía sucumbía de modo creciente al comunismo. Irónica-
mente, los cinco presidentes entre 1946 y 1965: Manuel Roxas,
Elpido Quirino, Ramón Magsaysay, Carlos García y Diosdado
Macapagal, lucharían por esta visión debido a la profunda y
arraigada política de patronazgo y los intereses latifundistas
que caracterizaron el sistema político filipino que surgió del
dominio colonial de Estados Unidos.
La política de patronazgo era una característica de la Fili-
pinas de preguerra. Las élites europeizadas y dueñas de la tie-
rra, alimentadas por los funcionarios estadounidenses, se
afianzaron temprano en el estado colonial en desarrollo. A
medida que más filipinos ocupaban puestos de poder, ellos
mismos continuaron con la práctica de reclutar y alimentar
redes políticas en una malla de obligaciones y lealtades perso-
nales. Estas prácticas prosiguieron en la república. De hecho,
los principales beneficiarios de los acuerdos de libre comercio
con Estados Unidos en los años inmediatamente posteriores a
OLIGARCAS, CLEPTÓCRATAS Y DEMÓCRATAS 151

Mapa 7: Filipinas

la guerra del Pacífico fueron aquellos con estrechos lazos de


patronazgo con la dirigencia política. Por eso, la mayor parte
de los fondos de guerra adquiridos por la Ley Comercial Bell,
de 1946, se distribuyeron entre los compinches políticos y, en
lugar de ser invertidos en la reconstrucción económica, se gas-
taron en bienes importados.
A pesar del cambio de estatus de Filipinas de una “manco-
munidad” bajo dirección estadounidense a una “república”
verdaderamente independiente, se perpetuaron en gran medida
las características del sistema político establecido en 1935. De
hecho, los escépticos ante la verdad detrás de la independencia
de aquel dominio parecieron aún más justificados cuando el
estado filipino en reconstrucción, desesperado por obtener fon-
dos de rehabilitación de posguerra, se veía presionado a acep-
tar una serie de acuerdos favorables a Estados Unidos en
contra de su “independencia”. Aparte de conceder derechos a
las empresas de aquel país para la explotación de recursos
152 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

naturales, propiedad de tierras y acceso a la economía filipina,


la Ley Comercial Bell también preveía el control estadouni-
dense de la política monetaria del país. Ese mismo año, se
firmó un acuerdo sobre bases militares que permitió a Estados
Unidos mantener instalaciones militares en Filipinas por 99
años. El desarrollo del ejército filipino igual quedó en gran
parte en sus manos. Los retornos de estos acuerdos, firmados
bajo la presidencia de Manuel Roxas, fueron de 620 millones
de dólares en fondos de rehabilitación gastados en compensa-
ción de daños a la propiedad, la reconstrucción de caminos y
equipo militar norteamericano sobrante equivalente a 100
millones de dólares.
Hacia 1949, el desempleo del 15 por ciento, la inflación y
la fuga de capitales llevaron la economía al borde del colapso.
Elpido Quirino, el exvicepresidente de Manuel Roxas, quien
heredara la presidencia ante la muerte de este último, se vio
carente del poder y habilidad necesarios para enfrentar la cre-
ciente crisis. Sin embargo, bajo su administración, Estados
Unidos admitió mayores aranceles para proteger las indus-
trias locales claves, un plan de sustitución de importaciones y
el control de divisas que regulaba el tipo de cambio del peso.
De hecho, hacia fines del período de Quirino, en 1954, un cre-
ciente sector manufacturero había obstaculizado el apetito
previo por los bienes importados, expandiéndose en 12,1 por
ciento entre 1951 y 1955. También tuvo éxito la instauración
de una reforma tributaria que permitió doblar los ingresos
públicos y alcanzar el primer superávit de la república desde
su independencia.
No obstante, empañando el éxito de Quirino estaba la per-
cepción generalizada de avaricia asociada a su administración.
Junto a otros miembros de su gobierno, fue acusado de corrup-
ción. Su despilfarro y el de otras élites políticas y latifundistas
alimentaron la ira de muchos filipinos más pobres, lo que fue
cada vez más defendido por los grupos emergentes de
izquierda. El Congreso de Organizaciones Laborales, domi-
nado por los comunistas, ganó popularidad durante la presi-
dencia de Manuel Roxas, al pedir atención a los apuros de la
pobreza urbana. Habían acusado a Roxas, y luego a Quirino,
de ser controlados por las élites terratenientes. El Partido
OLIGARCAS, CLEPTÓCRATAS Y DEMÓCRATAS 153

Comunista de Filipinas (pkp, por su sigla en inglés) había


gozado de popularidad durante la guerra como una eficiente
fuerza guerrillera contra los japoneses bajo el nombre de Ejér-
cito Popular contra Japón. Dicha popularidad, sin embargo, se
veía desafiada por la dirigencia política, dado que el nuevo con-
texto de la Guerra Fría exigía que se restringiera el comunismo.
Inicialmente dedicado a una campaña legal, la exclusión
que hizo Roxas del Partido Comunista para participar del sis-
tema político, así como su declaración de ilegalidad del Ejér-
cito Popular contra Japón, en 1948, obligó a sus líderes a
buscar formas alternativas de alcanzar sus metas. Conside-
rado entonces como enemigo, el rebautizado como Ejército de
Liberación Popular, se llevó la peor parte de los esfuerzos de
seguridad del gobierno. A medida que aumentaban los enfren-
tamientos con el gobierno, el Ejército de Liberación Popular
estaba seguro de que su reputación positiva entre el campesi-
nado, cultivada durante la ocupación japonesa y reforzada por
el desencanto ante las élites políticas, desencadenaría una
oleada de apoyo rural. Los fracasos militares debido a un lide-
razgo inexperto y la participación de la cia en el entrenamiento
y equipamiento de las Fuerzas Armadas de Filipinas, de parte
del gobierno, aseguraron que eso no sucedería. Tras la captura
de los líderes máximos del Ejército de Liberación Popular,
Ramón Magsaysay, el secretario de Defensa de Quirino, pudo
sacar ventaja de aquella rebelión hacia fines de 1953. A pesar
de sus éxitos económicos y militares, Quirino fue incapaz de
librarse de la imagen de político corrupto, porque sus compin-
ches proliferaron durante su régimen, y no pudo asegurar su
reelección en 1953 siendo derrotado por Ramón Magsaysay.
Magsaysay capitalizó el escepticismo popular antes las
administraciones de Roxas y Quirino, presentándose como
alguien ajeno a la política. Antiguo mecánico automotor, Mag-
saysay cimentó su reputación como exitoso líder de la guerri-
lla en la guerra del Pacífico. A diferencia de su rival, no
pertenecía a la oligarquía política y se encontraba notoria-
mente fuera de la influencia de la élite terrateniente. No obs-
tante ser un reformista comprometido, Magsaysay se ganó el
apoyo de los sectores tradicionalmente conservadores de la
sociedad filipina, como los militares, la Iglesia católica y los
154 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

anticomunistas. Su estilo “comunitario” implicaba hacer cam-


pañas zonales directas, lo que le permitió evitar a los interme-
diarios locales y las típicas trampas del patronazgo político.
Por lo tanto, pudo asignar cargos según cuán capaces él creía
que los individuos serían para ejecutar sus reformas. Posi-
cionó a algunos líderes comerciales para dirigir los proyectos
económicos mientras los funcionarios militares administra-
ban las iniciativas de desarrollo rural, con lo que socavó el
actuar de los reclutadores comunistas.
Magsaysay también aumentó la cantidad de agencias del
Ejecutivo como la Asistencia Presidencial para el Desarrollo
Comunitario y las utilizó para actuar localmente sin tener que
pasar por los mediadores políticos. Esto fortaleció de forma
eficiente la rama ejecutiva del estado, mientras que debilitó a
las élites políticas locales al quitarles su fuente de influencia.
Sin embargo, dichas élites no depondrían su poder tan fácil-
mente. Se opondrían en el congreso a las reformas claves
patrocinadas por él, incluyendo la Ley de Reforma Agraria de
1955, que sería diluida para eximir a las grandes haciendas
azucareras.
Las acciones presidenciales de Magsaysay desviaron efi-
cientemente a las oligarquías locales durante su mandato,
pues el sistema que creó era personalizado y dependía de su
liderazgo. En consecuencia, tras su muerte en un accidente
aéreo, en 1957, su sucesor, Carlos P. García, no pudo aprove-
charlas como él y en gran parte regresó al sistema de patro-
nazgo en que habían confiado los mandatarios anteriores.
Mientras que Magsaysay había buscado alcanzar una
mayor equidad social, García pretendía hacer crecer la econo-
mía, a pesar de los oligarcas que seguían controlándola. Conti-
nuó desmantelando el libre comercio con los Estados Unidos,
establecido con la Ley Comercial Bell de 1946, instaurando
controles de importación para favorecer a las empresas locales
con su política de “lo filipino primero”. Esto produjo un creci-
miento del 17 por ciento en la agricultura y de un asombroso
40 por ciento en la manufactura. La participación local en
inversiones nuevas aumentó hasta casi el 90 por ciento.
No obstante, de manera paralela creció exponencialmente
la corrupción, puesto que la política “lo filipino primero” y los
OLIGARCAS, CLEPTÓCRATAS Y DEMÓCRATAS 155

controles a la importación solo ofrecían nuevas oportunidades


de patronazgo. El mandato de García llegó a su fin arruinado
por los escándalos de corrupción que evocaban la era de Qui-
rino. Cuando se presentó a la reelección en 1961, fue derro-
tado por Diosdado Macapagal, quien prometió abrir el país a
la inversión extranjera y el comercio internacional.
Macapagal continuó con el uso que hacía Magsaysay de
acciones ejecutivas en un nuevo intento de eludir los intereses
locales. Su herramienta clave fue la Agencia para la Aplicación
de Programas. Al igual que aquel, Macapagal dotó esta agencia
de individuos que pudieran funcionar de forma independiente
a la influencia de la oligarquía política. Los reclutados eran
principalmente profesionales educados en el exterior y con una
visión del desarrollo económico nacional, y que recibían bue-
nos sueldos para que no fueran tentados por los sobornos. Esto
funcionó al principio en la aplicación de reformas, especial-
mente en la desregulación de la moneda en 1962. Sin embargo,
los intentos de perseguir la corrupción en el sector comercial
encontraron resistencia en el Congreso, ya que los industriales
acusados aprovecharon sus redes de patronazgo. El mandato
de Macapagal terminó casi de la misma manera que sus cuatro
antecesores, con acusaciones en su contra por corrupción y
abuso de poder.
A mediados de la década de 1960 parecía que el arraigado
sistema de patronazgo que sostenía a la oligarquía era casi
inmune. Había solo dos enfoques para eludir este sistema: la
acumulación de acciones ejecutivas independientes para libe-
rar al presidente de las ataduras del congreso, o el enfoque
radical y extrajudicial que el proscrito Partido Comunista se
vio obligado a tomar. Aunque en las dos décadas posteriores a
la independencia, los intentos de alcanzar la visión de una
nación moderna e independiente mediante cualquiera de estas
estrategias condujeron al fracaso. Los intereses de las oligar-
quías locales con sus extensas redes de patronazgo resultaron
muy poderosos. Para superarlos, en la segunda mitad de los
años sesenta, se necesitaría un político sin escrúpulos en ejer-
cer la autoridad.
156 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Dominio autoritario

Las primeras dos décadas de la República de Filipinas vieron


los intereses locales sacar ventaja, reunidos en el Congreso, a
pesar de los intentos de los presidentes por contrarrestarlos.
Esto significó que aumentaron sin control los hombres fuertes
regionales gracias a la política del patronazgo y se produjeron
algunos monopolios sobre ciertas industrias y empleo de ejér-
citos privados. Aun así, la visión de un desarrollo nacional en
su molde estadounidense siguió inspirando a muchos filipinos,
por lo que los políticos que buscaban ser elegidos prometían
encarar la corrupción que frenaba el “progreso” del país. En la
elección de 1965, un joven senador llamado Ferdinand Marcos
abrazó exitosamente esta retórica y derrotó a Macapagal.
Aunque la presidencia de Marcos comenzó igual que las
otras, en una ola de desencanto con la administración anterior
y promesas de abordar la corrupción y de reformas económi-
cas, utilizó tres herramientas en una escala que lo diferencia-
ría de sus antecesores. Quizá inspirado por el enfoque de
Magsaysay hacia la presidencia, Marcos solo usó al ejército
como un instrumento para el desarrollo rural. Como coman-
dante en jefe, las fuerzas armadas solo respondían ante él y
estaban fuera del alcance de los políticos locales, sus fuerzas
policiales o ejércitos privados. La segunda herramienta, ini-
ciada también originalmente por Magsaysay, era el uso de
agencias ejecutivas compuestas por profesionales bien educa-
dos, apolíticos y tecnócratas. La tercera herramienta, el gasto
público, sirvió para caracterizar su régimen más que cualquier
otro. En especial, usó préstamos para el desarrollo provenien-
tes de agencias de ayuda externa, como el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, para financiar sus proyec-
tos a una escala nunca antes vista en Filipinas.
Marcos pidió préstamos a fondos internacionales para
ampliar la infraestructura rural. Su objetivo era aumentar la
productividad de la tierra agrícola existente en la isla principal
de Luzón, además de abrir nuevos terrenos para el cultivo en
Mindanao, la segunda isla más grande al sur del país. Gran
parte del financiamiento se destinó a caminos, inversión,
OLIGARCAS, CLEPTÓCRATAS Y DEMÓCRATAS 157

nueva tecnología agrícola y al mejoramiento de la irrigación.


Estos esfuerzos finalmente consiguieron el autoabasteci-
miento de arroz en 1968, la primera vez en varias décadas.
Asimismo aprobó leyes que promovieron la inversión extran-
jera en la industria exportadora, aumentando el atractivo de
Filipinas como base de exportación y manufactura para las
empresas foráneas.
La corrupción que más adelante daría fama internacional
a Marcos ya veía sus inicios durante su primer período entre
1965 y 1969. Sus familiares, amigos y seguidores tenían trato
preferencial en la adquisición de privilegios de producción,
licencias de importación y exportación, así como de contratos
de construcción. Los caminos y obras públicas serían cons-
truidos con recortes y materiales de calidad inferior. Mientras
su retórica sugería el quiebre del control oligárquico de la eco-
nomía, él establecía una oligarquía propia, centrada en su per-
sona como el principal dispensador de riqueza.
El verdadero problema para el régimen empezó cuando
los grandes préstamos que debían destinarse a estimular el
desarrollo industrial no produjeron los retornos esperados.
Marcos había apostado a que los retornos de las mayores
exportaciones generarían los fondos necesarios para financiar
el pago de las deudas. Pero para su reelección en 1969, los cul-
tivos destinados a la comercialización, como el azúcar y los
cocos, seguían representando el 70 por ciento de las ganancias
en exportación. Esta discrepancia hizo que los prestamistas
recelaran del régimen, con lo que la ayuda extranjera declinó
entre 46 millones y 144 millones de dólares, mientras que la
inversión extranjera disminuyó desde 12 millones hasta solo 8
millones de dólares. Mientras tanto, en los cuatro años del pri-
mer período de Marcos, la deuda pública se había inflado,
doblándose desde los 491 millones en 1965 a los 828 millones
de dólares en 1969. Una inflación en rápida alza, junto a la
amenaza de un colapso económico, causó la decadencia del
apoyo público, incrementando las filas de los grupos antigu-
bernamentales.
El Partido Comunista de Filipinas se beneficiaba de este
proceso, a medida que el descontento creciente renovó la rele-
vancia de esta organización. Como volvía a abogar por una
158 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

mayor justicia social, el partido reclutó con éxito miembros en


los campus universitarios como el de la Universidad de Filipi-
nas. En ella, una dinámica organización juvenil llamada Kaba-
taang Makabayan o Juventud Patriótica era dirigida por el
joven catedrático Jose Maria Sison. Sin embargo, su tendencia
a la lucha armada de inspiración maoísta alienó a los miem-
bros mayores del Partido Comunista que aún estaban compro-
metidos con el cambio constitucional. De hecho, fue esta
frustración ante las aparentemente irrompibles élites oligár-
quicas antiguas lo que hizo que muchos miembros de la
Juventud Patriótica llegaran a la conclusión de que solo la vio-
lencia y la rebelión podrían transformar el sistema político
“feudal” de Filipinas. La exuberante juventud y retórica de
Sison en contra de la internacionalmente impopular guerra de
Vietnam le dieron un dinamismo del que el más conservador
Partido Comunista carecía. A medida que sus líderes superio-
res buscaban marginalizar a la Juventud Patriótica, Sison y
sus jóvenes seguidores tenían la popularidad suficiente como
para romper con el partido y formar el suyo propio. Así nació
entonces el Partido Comunista de las Filipinas (cpp), en 1968.
Mientras tanto, reforzados en número por la impopulari-
dad del régimen de Marcos, otros grupos de estudiantes radi-
cales salieron a las calles los primeros meses de 1970, en lo
que sería conocido como la “Tormenta del primer trimestre”.
La audacia de los estudiantes que se manifestaban incentivó a
los políticos descontentos y a los industriales a endurecer sus
posiciones. Los magnates de los medios, como la familia
López, dieron su apoyo a los estudiantes y les dieron una
cobertura favorable. Incluso algunos atizaron a los comunis-
tas. Unos pocos meses antes de la “Tormenta”, los parlamenta-
rios opositores Jose Yap y el senador Benigno Aquino Jr.
mediaron un encuentro entre Sison y algunos excomandantes
del Ejército de Liberación Popular. Esto tuvo implicancias en
el tiempo, ya que llevó a la formación del Nuevo Ejército
Popular, que de inmediato consiguió reclutar a sus guerrille-
ros en el campo filipino.
El descontento comenzó durante la Tormenta del Primer
Trimestre de 1970 y culminó con la represión de un mitin de
oposición del Partido Liberal en la Plaza Miranda, de Manila,
OLIGARCAS, CLEPTÓCRATAS Y DEMÓCRATAS 159

el 21 agosto de 1971, que arrojó 95 heridos y 9 muertos. En la


época, se culpó del incidente a Marcos, lo que alimentó un
disentimiento aún más público. Sin embargo, las investigacio-
nes posteriores sugirieron que habría sido Sison quien ordenó
los ataques, mandando a un comando operativo del partido
comunista a tirar dos granadas al escenario usado por los pre-
sentadores del Partido Liberal. El mismo Marcos aprovechó el
incidente para justificar una mayor concentración de poderes,
llevando a declarar la ley marcial un año más tarde. El 21 de
septiembre de 1972, manteniendo la lealtad de los militares en
medio de las deserciones generalizadas hacia los grupos de
izquierda y oposición, declaró el estado de emergencia nacio-
nal. El ejército tomó el control de las estaciones de radio y
televisión, suspendió el Congreso y arrestó a los líderes de la
oposición. A pesar de esta descarada acción dictatorial, Esta-
dos Unidos mantuvo el apoyo a Marcos, sacrificando su ante-
rior doctrina de desarrollo democrático por la de Truman, de
contener el avance del comunismo. Por lo tanto, mantener
una gran base naval y bases de la fuerza aérea en Filipinas
pasó a ser una prioridad, y apoyó a Marcos con el argumento
de que estabilizaba el país contra los designios izquierdistas.
Con el poder absoluto en sus manos, Marcos pasó a reor-
ganizar el país. Reconvocó la Asamblea Constituyente que se
había reunido antes de la ley marcial para recomendar cam-
bios a la Constitución. Para 1973, esta asamblea ahora patro-
cinada por Marcos había concebido una nueva forma de
gobierno, parlamentaria, con un parlamento nacional unica-
meral, un primer ministro como jefe del gobierno y un presi-
dente como cabeza titular. Había una cláusula temporal según
la cual el mandato de Marcos se extendería hasta que las con-
diciones para adoptar el nuevo gobierno fueran adecuadas.
Esta “transición” duró años y el Parlamento Nacional, llamado
Batasan Pambansa, sería inaugurado recién en 1978. Incluso
entonces era visto como un mero “timbre de goma” para el
régimen.
El principal éxito económico de Marcos fue doblar la pro-
ductividad agrícola, destacada además por el alto precio inter-
nacional por las materias primas a mediados de los años
setenta. Inauguró zonas de procesamiento de exportaciones
160 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

para atraer la inversión extranjera y aumentó la productividad


laboral. También presidió una explosión de empresas públi-
cas, a medida que el Estado ganaba monopolios en la banca,
la generación de electricidad, el transporte público y la pro-
ducción petrolera. La más sobresaliente de las iniciativas de
Marcos para el desarrollo fue el gasto en edificios y obras
públicas. Eran proyectos de exhibición, con el fin de alabar los
logros del régimen bajo el cartel de una “nueva sociedad” o
Bagong Lipunan. Sin embargo, el financiamiento para estos
“elefantes blancos” provenía de la deuda internacional. Entre
1975 y 1980, Filipinas pasó de deber 2.600 millones a 10.500
millones de dólares. Para 1983, debía 25.000 millones de dóla-
res, en su mayoría gastado en las corporaciones públicas que
creó. Además de ser epicentros de corrupción para sus com-
pinches, las corporaciones nacionales de Marcos eran muy
improductivas y necesitaban de la intervención pública para
mantenerse operativas. La expansión en las exportaciones no
podía controlar el gasto público, puesto que era principal-
mente agrícola y se veía sujeta a la fluctuación en los precios
de las materias primas.
Mientras Marcos eliminaba la oposición legal, los críticos
del régimen que se libraron del arresto se unieron a la insur-
gencia comunista de Sison. Los miembros del Nuevo Ejército
Popular aumentaron a medida que los moderados se unían a
sus filas. En tanto el dictador hacía uso de sus poderes en
materia de seguridad en un intento de erradicar al creciente
poder de este movimiento, la guerrilla en el campo alcanzó su
punto cúlmine. Para 1979, las guerrillas de Sison llegaban casi
a los 15.000 miembros, con decenas de miles más relaciona-
dos en la activa red nacional del partido, además de simpati-
zantes en la sociedad filipina mayoritaria. Aunque mejor
equipados y financiados con la ayuda de Estados Unidos, las
fuerzas armadas filipinas no pudieron ganar ventaja sobre el
Ejército de Liberación durante el período de Marcos. De
hecho, a medida que este se debilitaba, aquel se fortalecía.
Aparte de la insurgencia de Sison, Marcos se enfrentó a
una segunda completamente distinta en la islámica frontera
sur del país. Por largo tiempo usada como el destino para la
reubicación de campesinos problemáticos del norte, la “válvula
OLIGARCAS, CLEPTÓCRATAS Y DEMÓCRATAS 161

de seguridad” de la frontera de Mindanao en el sur mismo


generó peligrosas tensiones a fines de la década de 1960. El
flujo de colonos provenientes de Luzón y la posterior confusión
sobre los derechos tradicionales de tierra, contextualizados por
la impresión creciente de que el gobierno nacional pretendía
destruir la forma de vida musulmana, condujo a la creación
del Movimiento por la Independencia de Mindanao (mim) en
1968. Sin embargo, este movimiento ganaría verdadero
impulso en 1972, cuando se alió con los grupos estudiantiles
liderados por un catedrático de la Universidad de Filipinas lla-
mado Nur Misuari. La organización resultante, el Frente Moro
de Liberación Nacional (fmln), aprovechó sus lazos internacio-
nales, pues fue armado por Libia y fortalecido por el financia-
miento de políticos de Mindanao contrarios a Marcos. Esta
etapa de la guerra de Mindanao duró entre 1973 y 1977, y con-
virtió en zona de guerra a la otrora pacífica frontera sur del
país. Igual que con el Ejército de Liberación Nacional, las fuer-
zas armadas no pudieron sacar ventaja y sería solo mediante
los esfuerzos diplomáticos de Marcos con Libia y otros estados
árabes, que tendría lugar el cese al fuego en 1977. Con la pér-
dida de gran parte de su apoyo internacional, Misuari se vio
obligado a negociar y, hacia fines del régimen de Marcos en
1983, el Frente Moro había perdido su amplio atractivo entre
los filipinos musulmanes, ya que se escindió en varios grupos
que se encargarían por sí mismos de la independencia en la
década del noventa y principios de la del 2000.
Aunque Marcos tuvo éxitos tempranos, sus amplios prés-
tamos del exterior significaron que el crecimiento económico
era artificial y de corta duración. Esto dejó al país desesperado
luego de su régimen. Marcos polarizó al país, ya que los libe-
rales que buscaban restablecer el dominio popular se vieron
empujados al Partido Comunista de Filipinas, y una minoría
musulmana en el sur fue guiada por el autoritarismo, bus-
cando y luchando por la independencia total.
Finalmente, fue el amiguismo de Marcos con los militares
lo que socavó esa fuente primaria de poder. Con los favoritos
del presidente que obtenían rangos militares superiores, los ofi-
ciales subalternos iniciaron un movimiento secreto de reforma
a las fuerzas armadas. Para conseguir transformaciones en la
162 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

milicia, su objetivo subyacente era reclutar miembros para un


posterior golpe de Estado.
El asesinato del líder de oposición Benigno Aquino Jr., en
la pista del Aeropuerto Internacional de Manila cuando bajaba
del avión proveniente de su exilio en Estados Unidos, el 21 de
agosto de 1983, cambió en forma drástica las condiciones
para el régimen. Este descarado acto de tiranía cristalizó el
sentimiento contra Marcos por parte de las élites empresaria-
les y la Iglesia católica, así como de la amplia base de la clase
media convencional. La fusión de movimientos contra el régi-
men en centros urbanos había rezagado incluso al recluta-
miento para el Partido Comunista y el Ejército de Liberación
Nacional en el campo. No obstante ello, el apoyo del Partido
Republicano y Ronald Reagan en Estados Unidos mantuvo a
Marcos a flote por otros tres años, hasta que llamó a eleccio-
nes anticipadas en febrero de 1986, en un intento por restable-
cer su legitimidad local. La viuda de Aquino, Corazón Aquino,
conocida popularmente como Cory, unió a la oposición contra
Marcos y a pesar de los intentos de fraude, ganó por un amplio
margen. Sin embargo, Marcos ordenó al parlamento decla-
rarlo ganador y ambos candidatos anunciaron su victoria. El
movimiento ram vio en este “empate” su oportunidad y lanzó
un golpe de Estado, el 22 de febrero. Desafortunadamente
para los oficiales, Marcos estaba preparado para esa posibili-
dad y la confabulación fue reprimida. Sus líderes y partidarios
principales, como el secretario de Defensa Juan Ponce Enrile
y el subjefe de Personal de las Fuerzas Armadas, Fidel Ramos,
se resguardaron en Campo Crame, en preparación para el
inevitable ataque de los leales al régimen.
La coalición de Cory Aquino y la Iglesia católica, ya movi-
lizados por la elección reciente, llamaron a sus partidarios a
formar un “muro de humanidad” alrededor de Campo Crame.
Como este se ubicaba convenientemente a lo largo de la ave-
nida Epifanio de los Santos, la arteria principal de Manila, la
cantidad de gente superó más del millón en un día. Siguiendo
la oleada de apoyo popular en lo que se conocería como la
Revolución del Poder del Pueblo, las unidades militares indivi-
duales enviadas a reprimir la rebelión comenzaron en cambio
a desertar y unirse a los manifestantes. Cuando Estados Uni-
OLIGARCAS, CLEPTÓCRATAS Y DEMÓCRATAS 163

dos finalmente retiró su apoyo, el 24 de febrero de 1986, Mar-


cos se dio cuenta de la señal de advertencia y evacuó al día
siguiente. Él y su familia fueron llevados por un jet militar esta-
dounidense hasta Hawái, donde permaneció exiliado hasta su
muerte, el 28 de septiembre de 1989.

El poder del pueblo y su influencia

Aunque aún estaba complicada por el legado del régimen de


Marcos, específicamente por la acumulación de una enorme
deuda externa, Filipinas terminó la Guerra Fría en términos
positivos. Su estilo pacífico de revolución popular fue imitado
en muchas dictaduras alrededor del mundo, ya que demostró
que las manifestaciones masivas y pacíficas podían derrocar a
los regímenes autoritarios.
Cory Aquino encargó de inmediato una Asamblea Consti-
tuyente cuya tarea era deshacer las políticas desafortunadas
durante los veinte años de poderío de Marcos. En 1987, esta
asamblea presentó una nueva Constitución que reinstauraba el
sistema parlamentario bicameral, con una Cámara de Repre-
sentantes y un Senado elegido por voto popular. El presidente
sería nuevamente electo por el pueblo, aunque solo con la posi-
bilidad de servir un mandato de seis años, con restricciones en
la reelección. A pesar de una gran presión nacionalista en el
sentido contrario, Cory Aquino decidió pagar la deuda pública
del país, constriñendo su gobierno y luchando por años para
cumplir su calendario de pagos. No obstante, esto dio a su
gobierno credibilidad internacional, con lo que la inversión
extranjera regresó al país.
Cory Aquino llegó al poder en una oleada de populismo
centrado en organizaciones no gubernamentales y grupos de
activistas cívicos y comunitarios. Durante su presidencia, estos
grupos adquirieron presencia convencional en el sistema polí-
tico filipino. Sin embargo, esto sirvió como contrapunto al
regreso del dominio oligárquico, puesto que volvieron al Con-
greso las élites que habían sido despojadas de sus privilegios.
Un fracaso clave de su administración fue la obstaculización
que pusieron las élites terratenientes para que prosperaran los
164 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

esfuerzos de una reforma agraria. Eso sí, dadas las circunstan-


cias con que se enfrentó en su inicio, es obvio que a pesar de
las esperanzas de los elementos más progresistas de la socie-
dad filipina, con la intención de estabilizar el país después de
veinte años de dominio dictatorial, Cory Aquino tuvo que hacer
malabares entre los grupos populistas de izquierda y los oligar-
cas políticos de derecha.
CAPÍTULO 10
VIETNAM Y LAOS*

Bruce Lockhart

Aunque Vietnam y Laos siempre han sido países separados,


sus destinos políticos han estado muy relacionados desde la
época de la ocupación francesa y su historia poscolonial se
entrecruza con mucha claridad. Este capítulo traza los proce-
sos históricos que han compartido desde fines de la Segunda
Guerra Mundial hasta el final de la Guerra Fría para ubicarlos
dentro de la historia moderna del Sudeste Asiático.

Antecedentes

Las relaciones entre laosianos y vietnamitas se vieron confi-


guradas sustancialmente por la colonización francesa pri-
mero de Vietnam (entre 1858 y 1884) y luego de Laos (en
1893). En sus ansias por maximizar el potencial económico
de Laos, Francia fomentó la migración vietnamita. Se creía
que estos, más “hábiles” y “dinámicos”, serían empleados
públicos, comerciantes y trabajadores más eficientes que los
comparativamente “atrasados” laosianos. Como resultado de
esta política, surgió una considerable comunidad vietnamita
en Laos, y para la década de 1930, los principales pueblos del
país poseían una mayor proporción de vietnamitas que loca-
les (a excepción de Luang Prabang, la antigua capital real).
Estas comunidades mantuvieron estrechos lazos con sus
hogares originales y con otros vietnamitas al otro lado del río
Mekong en el noreste de Siam. Una consecuencia importante
de esto fue que cuando el comunismo empezó a esparcirse

*
Traducido por Juan Luis Perelló E.
165
166 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

por Vietnam (al que los franceses habían dividido en tres “paí-
ses” distintos), avanzó a través de aquellas redes hacia Siam y
Laos.
Aunque un pequeño número de vietnamitas fue expuesto
al comunismo durante los años veinte, el inicio oficial del
movimiento comunista se considera por lo general en 1930,
cuando se fundó el Partido Comunista de Indochina (pci), bajo
el liderazgo de Nguyen Ai Quoc, posteriormente conocido
como Ho Chi Minh. El partido se llamaba en su origen Partido
Comunista de Vietnam, pero fue rebautizado por órdenes del
Komintern. Sin embargo, hasta la década de 1940, sus líderes
y prácticamente todos sus miembros siguieron siendo vietna-
mitas, incluyendo al pequeño grupo de inmigrantes repartidos
en Camboya y Laos.

Segunda Guerra Mundial

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Indochina francesa se


encontraba en una postura más bien anómala durante el con-
flicto, ya que aunque las tropas japonesas permanecían esta-
cionadas en su territorio, los franceses tuvieron el control
hasta los últimos meses de la guerra. La alianza entre el régi-
men de Vichy, que aún gobernaba Indochina, y la Alemania
nazi significaba que Francia y Japón eran aliados también, y
aunque la presencia de las tropas japonesas no fue bienvenida
por los franceses, estos pudieron mantener intacta la mayor
parte de su autoridad hasta marzo de 1945. El 9 de marzo, los
japoneses depusieron el régimen francés y tomaron el control
de toda Indochina. Se animó a todos los líderes de las familias
reales en Vietnam, Camboya y Laos a proclamar la “indepen-
dencia” bajo tutela japonesa, aunque en realidad solo gozaban
de un grado de autonomía levemente mayor que el que tenían
bajo el control francés.
Durante la guerra, el Partido Comunista de Indochina
esperaba su momento y expandía su apoyo en zonas rurales
mientras evitaba el enfrentamiento tanto con los franceses
como con los japoneses. En Vietnam controlaba franjas signi-
ficativas del campo, operando a través de un frente unido
VIETNAM Y LAOS 167

creado por Ho Chi Minh: el Vietminh o Liga para la Indepen-


dencia de Vietnam. Esta organización movilizaba a diversos
miembros de la población: campesinos, trabajadores, estudian-
tes y otros grupos específicos que se unieron a la causa anti­
francesa sin integrar el partido, y trabajaba además entre las
comunidades vietnamitas en Laos, donde tenía un sólido núcleo
de apoyo. La rendición japonesa en agosto dejó un vacío de
poder que llevó a las declaraciones de independencia en ambos
países, aunque bajo circunstancias bastante distintas.
En Vietnam, bajo el liderazgo de Ho Chi Minh, el Partido
Comunista de Indochina lanzó lo que llegó a conocerse como
la “Revolución de agosto” y tomó el poder en pueblos y ciuda-
des de todo el país. Aunque las agrupaciones no comunistas,
entre las que estaban las sectas religiosas Cao Dai y Hoa Hao
en el delta del Mekong, desafiaron su autoridad en algunas
zonas, el partido fue lo suficiente fuerte como para tomar el
poder y establecer la independiente República Democrática de
Vietnam (rdv), en septiembre de 1945. Naturalmente, decidi-
dos a volver lo más pronto posible, los franceses se rehusaron
a reconocer la independencia de Vietnam. Como resultado de
los acuerdos alcanzados en la Conferencia de Potsdam, los
nacionalistas chinos y las tropas de los señores de la guerra
ocuparon la mitad norte de Indochina, mientras que las fuer-
zas británicas hicieron la mitad sur (ver capítulo 6). Tanto los
británicos como los chinos facilitaron el retorno de los france-
ses y el régimen de la República Democrática de Vietnam fue
expulsado del poder en varias ciudades sureñas, mientras que
para principios de 1946 se vio forzado a coexistir con los fran-
ceses en la zona norte del país. Ambas partes gastaron la
mayor parte del año en negociaciones infructuosas que solo
sirvieron para retardar el brote de las hostilidades hasta fines
de diciembre.
Para principios de 1947, el gobierno de la República
Democrática de Vietnam había escapado a las tierras altas,
que siempre constituyeron su apoyo, y se luchaba contra los
franceses. Estos, reacios a ceder su colonia, pero conscientes
de que no era posible regresar simplemente al statu quo pre-
vio, improvisaron en forma gradual un régimen anticomu-
nista, el Estado de Vietnam, bajo el liderazgo del exemperador
168 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Bao Dai, quien había sido forzado a abdicar durante la Revolu-


ción de agosto. El estado de Vietnam tenía poca autoridad real
en asuntos políticos o militares, e incluso los vietnamitas anti-
comunistas eran por lo general reticentes y poco afines en su
apoyo a un régimen creado y respaldado por los franceses. El
conflicto militar continuó por más de siete años, con victorias
y derrotas en ambos bandos, mientras que la República Demo-
crática de Vietnam siguió expandiéndose y consolidando su
autoridad sobre gran parte del campo. A mediados de 1954, los
franceses congregaron sus fuerzas en el valle de Dien Bien Phu,
en el montañoso noroeste, y sufrieron una derrota contundente
tras ser sitiados por las fuerzas republicanas bajo el liderazgo
del general Vo Nguyen Giap. La rendición francesa allí signi-
ficó el fin real del dominio colonial, por lo que comenzó a deba-
tirse el futuro político de la colonia en una conferencia
internacional que se celebraba entonces en Ginebra para abor-
dar el conflicto reciente en Corea y el de Indochina.
En Laos, la independencia patrocinada por Japón había
generado divisiones en la élite entre aquellos que permanecían
leales a Francia y los que adoptaban una postura más antico-
lonialista. La división se expandió a la familia real, cuando el
rey Sisavang Vong y el príncipe heredero Savang Vatthana
permanecieron profranceses mientras que una rama rival bajo
el liderazgo del príncipe Phetsarath, el laosiano de mayor
rango en el servicio civil colonial, cooperaba con otros nacio-
nalistas antifranceses para avanzar hacia la independencia.
En octubre, se proclamó un gobierno independiente, el Lao
Issara o Laos Libre, pero duró solo unos meses hasta que sus
líderes se vieron forzados a partir al exilio en Tailandia cuando
los franceses iniciaron la reocupación militar del país.
Francia recuperó gran parte de su antigua autoridad, ejer-
cida ahora mediante el Gobierno Real de Laos (grl), bajo el
liderazgo de Sisavang Vong. Sin embargo, a medida que conti-
nuaba el conflicto en Vietnam y el Gobierno Real de Laos reci-
bía gradualmente más autonomía, la mayoría de los exiliados
de Laos Libre en Tailandia se convencieron de volver a casa y
unirse al régimen. Dos excepciones importantes fueron Phet-
sarath, quien permaneció exiliado hasta sus últimos meses de
vida a fines de la década del cincuenta, y su medio hermano
VIETNAM Y LAOS 169

Souphanouvong, que tenía estrechos lazos con el Partido


Comunista de Indochina. Mientras la mayoría de los naciona-
listas de Laos Libre regresaron a cooperar con los franceses,
Souphanouvong decidió unirse al movimiento revolucionario
liderado por los comunistas conocidos como País Laosiano
(Pahet Lao). Hacia los años de la posguerra, el partido había
desarrollado un núcleo duro de líderes comunistas laosianos,
entre los que se destacan Kaysone Phomvihane, Nouhak
Phoumsavanh y Phoumi Vongvichit, aunque no se establecería
un partido autónomo hasta 1955, cuando se separaría por
completo del Partido Comunista de Indochina. El movimiento
del País Laosiano controlaba grandes extensiones rurales y
formó un gobierno de resistencia, pero a diferencia de la Repú-
blica Democrática de Vietnam nunca se apoderó de las ciuda-
des ni tuvo la oportunidad de construir un estado genuino. Las
fuerzas revolucionarias de Laos recibieron un amplio apoyo de
aquella y un gran número de tropas vietnamitas se encontraba
en territorio laosiano cuando terminó la guerra después de la
batalla de Dien Bien Phu.
Los Acuerdos de Ginebra, firmados en julio de 1954,
impactaron a vietnamitas y laosianos de modo radicalmente
distinto. El Gobierno Real de Laos, apoyado por los franceses,
fue reconocido como el poder legítimo del país, sin división o
partición formal. Sin embargo, dos provincias: Phongsaly y
Sam Neua, fueron designadas como zonas para el reagrupa-
miento de las fuerzas del País Laosiano. La idea era que esas
unidades se integraran al ejército real de Laos, pero como
pronto quedaría claro, era más fácil decirlo que hacerlo. Ade-
más, mientras los acuerdos exigían la retirada de las tropas
extranjeras del territorio de Laos, en la práctica era imposible
hacer cumplir esta medida a las unidades del Vietminh que
constituían el único contingente militar significativo aparte del
francés. Así, el término formal del dominio colonial en Laos en
ningún caso sentó las bases de un futuro pacífico.
No obstante, estos asuntos eran insignificantes en compa-
ración con el dilema de la negociación del futuro de Vietnam.
Los acuerdos dividieron al país en dos mitades demarcadas en
el paralelo 17, una frontera prácticamente sin sentido en un
territorio donde el Estado de Vietnam controlaba las ciudades,
170 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Mapa 8: Laos y Vietnam

pueblos y pequeñas franjas rurales, y gran parte del resto del


territorio se encontraba en las manos del Vietminh. Estos últi-
mos recibieron formalmente la autoridad sobre la mitad norte
del país, mientras que la mitad sur se entregó al Estado de Viet-
nam, bajo el liderazgo del emperador Bao Dai y su nuevo pri-
mer ministro Ngo Dinh Diem. Según el acuerdo, se suponía que
en un plazo de dos años, para julio de 1956, tendría lugar la
reunificación mediante elecciones en todo el país.

La República de Vietnam

Al igual que con Laos, los Acuerdos de Ginebra terminaron


con el dominio francés en Vietnam, pero no aseguraron una
solución política duradera. Dado que la República Democrá-
tica de Vietnam, de Ho Chi Minh, tenía una base de apoyo más
VIETNAM Y LAOS 171

amplia que el régimen de Bao Dai, la separación en dos peda-


zos de territorio más o menos iguales difícilmente constituía
unas condiciones equitativas de competencia. Además, el
Estado de Vietnam gozaba del respaldo de los Estados Unidos,
que solo había “tomado nota” de los acuerdos, sin realmente
firmarlos, lo que dejaba las manos de Washington más o
menos libres. Diem, aunque no era el “hombre de Estados
Unidos” como a menudo se lo ha retratado, sí tenía una com-
binación de credenciales anticomunistas y antifrancesas que
funcionaron bien en Washington. En 1955, Diem sacó del
poder a Bao Dai mediante un referéndum arreglado, se auto-
proclamó presidente de la Primera República de Vietnam y
derrotó a sus rivales más notorios, incluyendo las sectas Cao
Dai y Hoa Hao. Estos hechos alimentaron la seguridad esta-
dounidense en su liderazgo, por lo que respaldaron su deci-
sión de rechazar las elecciones estipuladas por los Acuerdos
de Ginebra. Esto allanaría el camino para dos décadas de gue-
rra civil.
Los años de Diem en el poder: 1955 a 1963, fueron turbu-
lentos, y a pesar de que la guerra como tal solo empezó des-
pués de su muerte, los acontecimientos durante su presidencia
ayudaron a sentar las bases del conflicto venidero. Aunque
Estados Unidos reemplazó a Francia como el principal apoyo
al anticomunismo en Vietnam, la relación de Diem con sus ase-
sores civiles y militares estadounidenses era difícil y plagada
de tensión y malentendidos. Algunos estudios académicos
recientes muestran a Diem como un nacionalista profunda-
mente patriótico cuya visión del país y de su propio liderazgo
difería radicalmente de la de aquellos. La confianza de Estados
Unidos en contar con el modelo correcto de desarrollo para
Vietnam del Sur se encontró con la reiterada oposición de
Diem, de su hermano y asesor principal Ngo Dinh Nhu y de
otros miembros de la élite de Saigón.
Casi lo único que Diem y los estadounidenses tenían en
común era un anticomunismo visceral, que marcaría sus polí-
ticas desde el momento en que asumió el poder. A fines de la
década de 1950 encarceló y ejecutó grandes cantidades de sos-
pechosos de simpatizar con los comunistas, muchos de los
cuales habían luchado junto al Vietminh contra los franceses.
172 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

El liderazgo subterráneo del partido en el sur rogó a Hanói


por el permiso para iniciar la lucha armada, pero esta solo fue
autorizada formalmente en 1959. Al año siguiente, el partido
estableció el Frente de Liberación Nacional (fln), un sucesor
del Vietminh, que pretendía congregar a los sureños oposito-
res a Diem y a la presencia estadounidense. Al igual que ante-
riormente el Vietminh, el Frente de Liberación restó
importancia u ocultó completamente sus lazos con el partido
y, en lugar de socialismo o comunismo, habló de una lucha
por un Vietnam del Sur libre, democrático y neutral. A princi-
pios de la década de 1960, la República Democrática de Viet-
nam infiltró personal y equipamiento bélico al sur para apoyar
las guerrillas locales del Frente de Liberación en una serie de
caminos que llegarían a conocerse con el nombre colectivo de
la ruta Ho Chi Minh, que en gran parte recorría territorio
camboyano y laosiano.
Sin embargo, en ese momento la amenaza más directa al
régimen de Diem no provenía de la insurgencia comunista,
sino que de sus oponentes políticos, en particular de los budis-
tas. El gobierno de Diem incluía cantidades desmedidas de
sus hermanos católicos, muchos de ellos norteños que habían
huido hacia el sur después de la división. Hacia mediados de
1963, la percepción de un sesgo antibudista había llevado a las
calles a monjes, monjas y laicos para protestar. El régimen los
reprimió y cuando varios monjes se martirizaron con autoin-
molaciones en público, el destino del régimen de Diem quedó
sellado. Un grupo de oficiales militares tramó un golpe de
Estado y recibió luz verde de parte de la Embajada de Estados
Unidos en Saigón. El golpe tuvo lugar el 1 de noviembre; Diem
y Nhu fueron asesinados y la primera república se vino abajo.
Una de las muchas ironías del conflicto vietnamita es que a
pesar de las debilidades de Diem, él era en ciertos aspectos el
líder más calificado para dirigir Vietnam del Sur, con lo que la
situación posterior a su muerte se deterioró en forma drástica.
El país había estado bajo el mando militar por parte de indivi-
duos o juntas por los últimos casi doce años de su existencia,
con los generales Nguyen Cao Ky y Nguyen Van Thieu como
los líderes más duraderos. Cualquier grado de estabilidad polí-
tica alcanzada en los primeros años del gobierno de Diem
VIETNAM Y LAOS 173

estaba perdida y cada régimen siguiente tuvo que lidiar con


unos desafíos considerables a su autoridad y legitimidad.
Los desafíos más serios, por supuesto, continuaron lle-
gando de las fuerzas combinadas del Frente de Liberación y el
Ejército Popular de Vietnam (pavn), las unidades militares
infiltradas desde el norte. El conflicto empezó a escalar casi de
inmediato después de la muerte de Diem y Estados Unidos se
vio cada vez más involucrado. Sus bombardeos en la Repú-
blica Democrática de Vietnam comenzaron a fines de 1964 en
un intento infructuoso de detener la “agresión externa” contra
el sur, y sus tropas de combate llegaron a mediados de 1965.
Esta presencia militar, que alcanzó un máximo de medio
millón de efectivos, nunca se acercó realmente a “cambiar el
curso” de las cosas en Vietnam del Sur. La destrucción genera-
lizada de áreas rurales a través de la lucha, el napalm y los
bombardeos de saturación mató soldados enemigos, pero a
muchos más civiles, y causó estragos en campos y aldeas.
Aunque no produjo el levantamiento público concertado que
el Partido Comunista anhelaba, la Ofensiva del Tet, de prin­
cipios de 1968, demostró la vulnerabilidad permanente de
Vietnam del Sur y sus aliados.
Poco después de los ataques del Tet, Estados Unidos buscó
una estrategia para salir de Vietnam e inició las negociaciones
con la República Democrática de Vietnam y el Gobierno Revo-
lucionario Provisional de Vietnam del Sur, que era la estruc-
tura política y diplomática ligada al Frente de Liberación
Nacional. Tomó varios años, pero los Acuerdos de Paz de
París, de 1973, terminaron con el papel combativo estadouni-
dense en la guerra, aunque claramente no con el conflicto
mismo. Estos acuerdos permitieron el despliegue de las fuer-
zas del Ejército Popular de Vietnam por todo el territorio de
Vietnam del Sur e hicieron poco o nada por reafirmar el poder
del régimen de Saigón. La República de Vietnam se mantuvo
por dos años más, pero ante la última gran campaña militar
de la República Democrática de Vietnam en 1975, el país
colapsó en cosa de semanas, a pesar de la decidida resistencia
del ejército de Vietnam del Sur. Enarbolando la bandera del
Frente de Liberación Nacional y del Gobierno Revolucionario
Provisional, el 30 de abril las tropas de Vietnam del Norte
174 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

irrumpieron a través de las puertas del Palacio de la Indepen-


dencia en Saigón.

República Democrática de Vietnam

Cuando en octubre de 1954, el régimen de la República Demo-


crática de Vietnam tomó el control de Hanói, junto a otras ciu-
dades al norte del paralelo 17, se enfrentó a numerosos
desafíos. Su poder en las zonas rurales estaba bien establecido
en el norte, aunque no así en el sur. En las zonas de resistencia
bajo su control había avanzado con reformas agrarias simila-
res al modelo del Partido Comunista chino. Estas políticas,
que continuaron durante mediados de la década de 1950 cam-
biaron exitosamente los patrones de propiedad agrícola. Sin
embargo, también enfurecieron y enajenaron a las familias de
clase media y alta que aunque habían apoyado la revolución
contra los franceses, ahora sufrían la confiscación de sus tie-
rras, acosos e incluso ejecuciones. Había un descontento per-
manente en las zonas altamente católicas entre quienes habían
decidido no huir al sur, pero que eran, cuanto mucho, ambiva-
lentes ante un régimen dirigido por el Partido Comunista.
Muchos artistas e intelectuales igual estaban insatisfechos, ya
que la política partidista en las zonas de resistencia durante la
guerra contra Francia se había vuelto cada vez más ideológica
y dogmática. Un poderoso arrebato de disidencia literaria
entre 1956 y 1957 fue brevemente tolerado por las autoridades
de Hanói para luego ser reprimido.
Los líderes de la República Democrática de Vietnam
enfrentaron la difícil decisión de concentrarse en construir el
socialismo en el norte o de buscar activamente la reunificación
con el sur, sin importar el costo. Al principio optaron por lo
primero, pero a fines de la década de 1950 la fuerza de la repre-
sión de Diem contra el partido en Vietnam del Sur y la urgen-
cia de los pedidos de ayuda de los mandos del sur significaban
que Hanói debía dar luz verde a la insurgencia contra Diem y
apoyarla activamente. La movilización a gran escala de hom-
bres y el equipamiento bélico enviado rumbo al sur hasta la
ruta Ho Chi Minh equivalía a que la República Democrática de
VIETNAM Y LAOS 175

Vietnam se encontraba en pie de guerra más o menos desde


1960 en adelante. Una vez que los bombardeos estadouniden-
ses comenzaron en 1964, tuvo que lidiar con la destrucción de
los campos, diques e instalaciones industriales, además de la
muerte de civiles en las áreas afectadas. Aunque el combate
real (aparte de las medidas antiaéreas contra los bombarderos)
tuvo lugar exclusivamente en el sur, los costos humanos y físi-
cos de la guerra para el norte fueron incalculables.
A pesar de que durante la guerra Ho Chi Minh permaneció
como la figura más pública del liderazgo del partido, y de
hecho hasta hoy, para la década de 1960 su autoridad tras
bambalinas se debilitaba junto a su deteriorada salud pro-
ducto de la edad. La figura más poderosa era Le Duan, quien
sucedió al viejo líder como secretario del partido en 1960.
Junto a Le Duc Tho, quien encabezaría el equipo negociador
en París y que por mucho había ocupado cargos influyentes en
el partido, Le Duan llevó adelante políticas y agendas que
dejaron al organismo profundamente dividido en facciones,
incluyendo un breve episodio de purgas políticas contra un
grupo de líderes considerados demasiado influidos por las
ideas “revisionistas” de la Unión Soviética de Jruschov. Duan y
sus aliados dominarían el gobierno y el aparato partidista en
Hanói hasta mediados de la década de 1980.

Laos

Aunque Laos nunca fue dividido en términos formales, tam-


poco estuvo por completo unificado después de 1954. La anhe-
lada integración de las unidades del Pathet Lao con el Ejército
Real de Laos nunca tuvo lugar, así que permaneció como una
fuerza de lucha independiente repartida por el país. Los aconte-
cimientos políticos de las siguientes dos décadas se centraron
alrededor de tres gobiernos de coalición en 1957, 1962 y 1974.
Cada uno de ellos fue de corta existencia, los dos primeros por
conflictos políticos irresolubles y el último, porque evolucionó
en lo que sería el régimen comunista de la República Democrá-
tica Popular de Laos a fines de 1975. Desde fines de la década
de 1950 en adelante, recrudeció la guerra civil que se había
176 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

iniciado durante el período francés y el Gobierno Real de Laos


nunca tuvo el control de todo el territorio nacional.
Las fuerzas políticas laosianas se dividieron a grandes ras-
gos en derechistas, neutralistas e izquierdistas. Los últimos
estaban principalmente afiliados a Souphanouvong y al Pathet
Lao, mientras que el más prominente y capaz líder de los
neutralistas era el príncipe Souvanna Phouma, hermano de
Phetsarath y medio hermano de Souphanouvong. Souvanna
Phouma fue primer ministro gran parte de las dos décadas de
la existencia del Gobierno Real de Laos como gobierno inde-
pendiente, pero enfrentó desafíos regulares de los derechistas,
tanto civiles como militares, además del Pathet Lao. El neutra-
lismo se mantuvo como el ideal para el país, en especial des-
pués de la segunda Conferencia de Ginebra, celebrada en 1962,
pero nunca fue en verdad viable como realidad política y mili-
tar. Como se mencionó con anterioridad, las tropas de Vietnam
del Norte habían permanecido en territorio laosiano después
de 1954 y a medida que Estados Unidos reemplazaba a Francia
como aliado principal y fuente de apoyo, la presencia militar
de dicho país también se fortaleció. Mientras permanecieran
los aliados vietnamitas del Pathet Lao, los estadounidenses se
quedarían también, dada la importancia estratégica del país
para el conflicto en Vietnam.
Aunque las tropas estadounidenses nunca libraron com-
bates terrestres en Laos, durante años llevaron a cabo destruc-
tivas campañas de bombardeo en diferentes partes del país, en
especial en las provincias del noreste (un bastión del Pathet
Lao y base del gobierno revolucionario) y en la región sudeste,
donde la ruta Ho Chi Minh pasaba por territorio laosiano. A
pesar de que sus asesores entrenaron como fuerzas paramili-
tares a grandes cantidades de hmong y otros montañeses,
Estados Unidos también estaba profundamente envuelto en la
política de Laos, en algunos casos con distintos grupos de ana-
listas políticos de la cia, el ejército y el Departamento de
Estado que apoyaban diferentes facciones políticas. Mientras
tanto, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (usaid) dominaba la economía en la zona del
Gobierno Real de Laos hasta ser expulsada por el Pathet Lao
poco antes de subir al poder en 1975.
VIETNAM Y LAOS 177

Vietnam y Laos, 1975-1990

El final de la Segunda Guerra de Indochina no trajo paz ni


prosperidad para ninguno de los dos países. Los gobiernos
comunistas en Hanói y Vientián debieron lidiar con las tareas
de unificar diferentes partes de sus territorios que habían
estado bajo distintos regímenes y, en muchos casos, expuestos
a los efectos asesinos y destructivos de la guerra. Ambos paí-
ses vivieron una fuga masiva de ciudadanos educados hacia el
extranjero y aunque no ocurrió nada remotamente similar a
los horrores de la Kampuchea Democrática, muchos funcio-
narios y oficiales militares fueron reenviados a campos de ree-
ducación y algunos murieron allí. Tras décadas de conflicto
armado, la reconciliación y reunificación fueron difíciles.
Ambos países se encontraron firmemente en el bloque socia-
lista con poco o nada de ayuda de los Estados Unidos y sus
aliados occidentales.
Las políticas económicas socialistas ya eran efectivas en
Vietnam del Norte y, en distintos grados, en las zonas revolu-
cionarias de Vietnam del Sur y Laos. Hubo entonces esfuerzos
concertados para expandir tales políticas a aquellas áreas que
habían estado bajo la autoridad de los regímenes de Saigón y
Vientián. Normalmente, se acepta que estos esfuerzos fracasa-
ron, empujando a más vietnamitas y laosianos al exilio y
arrastrando a los países mismos hacia una pobreza y crisis
más profundas. La situación empeoró cuando Vietnam, pro-
vocado por la agresión de la Kampuchea Democrática, inva-
diera a su vecino a fines de 1978 y derrocara a los Jemeres
Rojos. Vietnam enfrentó por ello un embargo internacional
que duró hasta principios de la década de 1990, junto a los
costos militares de una ocupación que solo terminó a fines de
los años ochenta.
A fines de esa misma década los partidos de los dos países
reconocieron el cambio radical que se necesitaba, y comenza-
ron a revertir décadas de políticas socialistas. Este cambio fue
conocido como doi moi (“renovación”) en Vietnam y chinta-
nakan mai (“pensamiento nuevo”) en Laos. El abandono gra-
dual de la agricultura colectiva, el cambio hacia la economía
178 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

de libre mercado y la relajación lenta pero significativa de los


controles políticos y culturales movieron a ambas sociedades
en nuevas direcciones, trayendo mayor prosperidad y estabili-
dad. Aunque también trajeron sus problemas asociados de
corrupción, “males sociales” como las drogas y la prostitución,
además de la desigualdad en el reparto de las riquezas. Estas
tendencias se aceleraron tras la caída de la Unión Soviética,
cuando la mayor parte de la ayuda exterior provenía de Occi-
dente y las relaciones con Estados Unidos, Europa, Japón y
Corea del Sur, además de los vecinos del Sudeste Asiático, se
convirtieron en una de las más altas prioridades.

Vietnam, Laos y la Guerra Fría

En muchos aspectos, Indochina era el punto de referencia de


la Guerra Fría en Asia. Las dos superpotencias, así como
China, Francia y el Reino Unido, tenían un papel que desempe-
ñar para dar forma al destino de Vietnam, Laos y Camboya.
Las rivalidades diplomáticas, la interferencia política, la ayuda
económica y la intervención militar marcaron de modo indele-
ble los destinos de estos países durante la segunda mitad del
siglo xx. El papel de las potencias externas era tan grande, que
a veces los conflictos en Indochina han sido etiquetados como
“guerras subsidiarias”, aunque ese rótulo distorsiona la reali-
dad histórica. Los nacionalistas vietnamitas y laosianos de
diversas clases soñaban, pontificaban, discutían y luchaban
dentro y fuera del campo de batalla. Aunque los elementos
políticos y militares estadounidenses, soviéticos y chinos ayu-
daban, incitaban y apoyaban a sus propios aliados en contra de
sus enemigos declarados, no instigaron la contienda. Indo-
china, en virtud de su historia y geografía, no podía escapar de
verse arrastrada hacia el torbellino del conflicto regional, que a
su vez reflejaba las tensiones globales de la Guerra Fría. Fue
solo con el término de la rivalidad estadounidense-soviética
que Vietnam y Laos pudieron establecer relaciones más esta-
bles y equilibradas dentro de la región, y multiplicar sus alia-
dos alrededor del mundo.
CAPÍTULO 11
CAMBOYA: VIOLENCIA EXTREMA
Y OLVIDO EN INDOCHINA

Jimena Bustos

En febrero del 2012, Kaing Guek Eav, conocido por su alias


Duch durante el régimen de la Kampuchea Democrática
(1975-1979), fue condenado a cadena perpetua por las Cáma-
ras Extraordinarias en las Cortes de Camboya, acusado de una
serie de crímenes contra la humanidad cometidos en la pri-
sión de Tuol Sleng mientras fue comandante allí. En agosto
del 2014, dos de los más importantes miembros de la cúpula
del Partido Comunista de Kampuchea, Khieu Samphan y
Nuon Chea, fueron también sentenciados a cadena perpetua
por los crímenes cometidos durante aquel régimen. Duch
tenía 71 años al momento de su condena, Samphan tenía 82 y
Chea, 87. Así, estas resoluciones jurídicas fueron un gesto de
la comunidad internacional y del gobierno del país hacia el
intento de hacer justicia y reconciliar al pueblo de Camboya
con su violento pasado, un gesto simbólico, pequeño y muy
tardío que buscó, casi cuarenta años más tarde, cerrar las
heridas de lo que el historiador David P. Chandler denominó
acertadamente “la tragedia de la historia de Camboya”. El
concepto resume lo que fue el devenir de la población de esta
pequeña nación en la segunda mitad del siglo xx, ya que se
constituyó en uno de los escenarios más crueles y letales en
una región que sufrió en su conjunto la mayor violencia a
nivel global durante los años de la Guerra Fría.
Ubicado en la península de Indochina, Camboya limita con
Vietnam al este, con Laos al noreste y Tailandia al noroeste.
Entre los siglos x y xiv se desarrolló el Imperio Jemer de
Angkor que dominó gran parte de la península, aunque este
poder fue decayendo y sus vecinos comenzaron a absorberlo,
179
180 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

y a la vez la población de Camboya olvidaba esta historia de


glorias pasadas. En el siglo xix, Tailandia y Vietnam trataron
de invadir lo que quedaba del reino, pero los franceses lo impi-
dieron, iniciándose el período de su protectorado en 1863,
inaugurando lo que se conoce como la Camboya moderna. De
este modo, el imperialismo colonial europeo se imponía en la
región, dividida entre las posesiones francesas e inglesas.
Durante este período, en Camboya se mantuvieron las autori-
dades tradicionales, utilizando a los monarcas y su corte como
elementos necesarios para la legitimación del dominio colo-
nial. Asimismo, el sector más moderno de la economía y la
burocracia estaban en manos de los franceses, vietnamitas,
chinos y otros extranjeros. La estructura social del país se man-
tuvo casi inalterada en este período, siendo la mayoría de los
habitantes de la etnia jemer, budistas y campesinos. La divi-
sión social más importante era entre la masa campesina y la
minoría de habitantes de las ciudades. Otra característica
importante de esta etapa fue que los franceses mantuvieron a
su protectorado alejado de las influencias extranjeras, a dife-
rencia de lo que ocurrió en Vietnam.
La Segunda Guerra Mundial cambió en parte esta situa-
ción. En 1941, Japón se hizo cargo de Camboya con la anuen-
cia del gobierno colaboracionista de Vichy, al igual que del
resto de la zona dominada por los franceses. Durante este
tiempo cabe destacar que se intensificó en el país la visita de
académicos e investigadores franceses que se dedicaron a des-
enterrar la historia del reino de Angkor, describiendo su gran-
deza y entregándoles a los camboyanos la visión de un pasado
glorioso, en el que sus antepasados habían sido uno de los
pueblos más poderosos y talentosos del Sudeste Asiático,
dejando como corolario la idea de que cualquier fracaso era
atribuible a la intervención extranjera. Esta noción sería fun-
damental en el desarrollo del nacionalismo local y resultaría
también nefasta para el futuro del país. Debido a los cambios
de fines de la guerra, el 9 de marzo de 1945, las fuerzas japone-
sas encarcelaron a los oficiales franceses e informaron a las
autoridades camboyanas que eran independientes. Así nació el
breve Reino de Kampuchea, gobernado por el joven príncipe
Norodom Sihanouk, el que terminaría en octubre de 1945. A
CAMBOYA: VIOLENCIA EXTREMA Y OLVIDO EN INDOCHINA 181

partir de entonces, se desarrollaría la lucha por su indepen-


dencia real, así como diversas visiones de cómo se debía confi-
gurar esta nueva nación, las cuales se enfrentaron con
posterioridad en una lucha encarnizada, lo que llevaría a
implementar una utopía agraria comunista inédita que ter-
minó con la muerte de alrededor de dos millones de personas
entre 1975 y 1979, todo ello muy influenciado por el contexto
de la Guerra Fría global y los conflictos bélicos de Indochina
en particular.

De la independencia a la crisis
(1945-1963)

Desde 1942, algunos miembros de la población de Camboya, en


especial los monjes budistas (sangha), habían iniciado manifes-
taciones en pro de la independencia del país. Ya en 1940, Poc
Khun había formado un movimiento independentista (Issarak),
similar a otros que se desarrollaban por toda Indochina. Entre
1945 y 1946, este movimiento se fortalecerá. Uno de los líderes
destacados era Son Ngoc Thanh, a quien Sihanouk nombró
ministro de Relaciones Exteriores en 1945. Thanh intentó for-
mar una alianza con Tailandia, Vietnam y China contra los
franceses, por lo cual fue removido del cargo en octubre, una
vez que Francia recuperó el dominio de Camboya. Muchos de
los miembros de este movimiento huyeron al sur de Vietnam
luego del regreso de los franceses. Varios de ellos retornaron
después a Camboya, pero otros se aliaron con el Vietminh y se
unieron al Partido Comunista de Indochina (pci).
Mientras tanto, el gobierno de Sihanouk inició tímidas
negociaciones para obtener la independencia de Francia. El
resultado de estas negociaciones fue el denominado modus
vivendi (1946), que establecía una autonomía parcial, entre-
gándole soberanía a Sihanouk sobre asuntos administrativos
internos, así como la promesa de continuar las conversaciones.
En esta misma época, el gobierno recuperó los territorios de
Battambang y Siem Reap de manos de Tailandia, y se dio a la
difícil tarea de redactar una Constitución, tratando de conci-
liar conceptos occidentales y locales.
182 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

En esta época se conformaron los primeros partidos políti-


cos. Uno de los más antiguos, fundado por los franceses, era el
Partido Liberal, liderado por el príncipe terrateniente Noro-
dom Norindeth, profrancés. También se fundó el pequeño Par-
tido Progresivo Democrático. Pero el más importante sería el
Partido Democrático, fundado por Sim Var e Ieu Koeus en
1946, representante de los intelectuales y la élite educada de
Camboya, además de algunos monjes. A diferencia de los otros
partidos, esta organización tenía un programa claro y que era
dominado por las ideas nacionalistas y estaba conformada con
ramas provinciales y candidatos de prestigio local. Además,
tenía el apoyo del padre de Sihanouk, el rey Suramarit. Todo
ello lo convertía en un peligro para los franceses. Peor aun, en
las elecciones para la primera Asamblea Nacional, los demó-
cratas ganaron la mayoría de los escaños. Pero los franceses no
dejaron actuar al partido y en marzo de 1947 arrestaron a
varios de sus líderes por supuesta traición. No obstante, los
demócratas se dieron a la tarea de redactar una nueva Consti-
tución más democrática. Esta fue promulgada en 1947, pero se
vio opacada por la muerte de uno de los líderes demócratas, el
príncipe Yuthevong, lo cual debilitó a este partido. Pese a ello,
en las elecciones para la nueva Asamblea de 1948, los demó-
cratas nuevamente obtuvieron la mayoría, nombrando como
presidente a Ieu Koeus. La sucesión de una serie de crisis polí-
ticas y económicas que el gobierno demócrata no pudo mane-
jar llevó a Sihanouk a disolver la Asamblea y gobernar por
decreto, con apoyo de las autoridades francesas, en 1949.
Mientras tanto, un grupo de jóvenes camboyanos, becados
por el gobierno francés para estudiar en la universidad, se reu-
nían en París en forma sistemática, discutiendo ideas para el
futuro de su país. Inspirados por el nacionalismo anticolonia-
lista y los principios comunistas, la mayoría se unió al pc fran-
cés. Entre ellos, estaban Ieng Sary, Ieng Thirith, Khieu Samphan
y Saloth Sar, conocido con posterioridad como Pol Pot. Este
último expresó sus nuevas perspectivas políticas en varios escri-
tos que firmaba con el sugerente seudónimo de “Jemer Origi-
nal”. Para ellos, el comunismo era visto como un instrumento
de liberación nacional y más tarde serían quienes conformarían
la columna vertebral de la Kampuchea Democrática.
CAMBOYA: VIOLENCIA EXTREMA Y OLVIDO EN INDOCHINA 183

Mapa 9: Camboya, principales ciudades

En 1950, los franceses otorgaron mayor independencia a


Camboya, a la vez que la Primera Guerra de Indochina (1946-
54) se intensificaba. Esto llevó a los vietnamitas a considerar el
apoyo a una revolución comunista en Camboya; sin embargo,
se llegó a la conclusión de que su población no estaba prepa-
rada para ella, pues estaba “dormida”, sin liderazgo, ideología
ni organización. No obstante, con su apoyo se constituyó en
1951 la Asociación Issarak Jemer, de la cual el miembro más
importante era el Partido Revolucionario Popular de Camboya
(prpc). En poco tiempo, estas fuerzas controlaban un tercio del
territorio y declaraban su total independencia.
En este ambiente, se realizaron las elecciones para la
Asamblea y los demócratas obtuvieron de nuevo la mayoría.
Son Ngoc Thanh fue liberado de prisión y recibido como
héroe en la capital, Nom Pen. Aunque no se le dio ningún
cargo, era el líder indiscutido de los demócratas e independen-
tistas en general. Su decisión de unirse a los Issarak en Siem
184 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Reap fue vista por los franceses como una traición y agravó
aún más la difícil situación del partido. Por ello, en 1952,
Sihanouk disolvió otra vez al gobierno demócrata y se autode-
signó primer ministro, inaugurando su política denominada
Cruzada para la Independencia. Con ello buscaba tener un rol
más activo en la política de su país y este golpe de Estado le
permitió entrar a la arena política sin oposición, desbaratando
en el camino el pluralismo en Camboya. Varios demócratas
fueron encarcelados y Sihanouk se proclamó como el único
que luchaba por la independencia de su nación. Sin mayores
opciones, los franceses finalmente firmarían el documento de
independencia en 1953 y este triunfo del rey lo elevó a la cate-
goría de héroe.
Su visión del gobierno de Camboya se basaba en las creen-
cias ancestrales, compartidas por la mayoría de la población,
de que los gobernantes eran infalibles y que estaban en una
posición de poder debido a sus méritos (en el sentido budista
del término, según su comportamiento en vidas pasadas). Así,
el gobierno debía ser paternalista, autoritario y conservador,
manteniendo además buenas relaciones con Francia. Esta
noción se revela claramente en su afirmación de que “los que
favorecen la democracia en Camboya son burgueses o prínci-
pes […] el pueblo de Camboya es un niño. No sabe nada de
política y no le interesa” (Chandler, 1991).
En 1954, se realizó la Conferencia de Ginebra, convocada
por Inglaterra y la Unión Soviética para sacar a Francia de
Indochina. Camboya era la única nación de Indochina que
asistió en calidad de independiente y su delegación trabajó en
ella para frustrar los intereses de Vietnam, pues Sihanouk bus-
caba que su país no se involucrara en los problemas de sus
vecinos. Esta actitud agradó a los representantes de Estados
Unidos, pero no a los del Issarak y del Partido Revolucionario
Popular de Camboya que también asistieron a la conferencia.
Los resultados de esta dejaron satisfecho a Sihanouk, pero
enfrentaron a los comunistas camboyanos a una situación muy
compleja, sin claridad respecto a qué camino seguir. Muchos
se fueron a Vietnam a preparar la vía de la revolución y algu-
nos optaron por permanecer en el país en la clandestinidad,
CAMBOYA: VIOLENCIA EXTREMA Y OLVIDO EN INDOCHINA 185

como fue el caso de Saloth Sar (Pol Pot). Otros formarán el


Partido Grupo Popular (Krom Pracheachon) que buscaba
competir en las elecciones previstas por la conferencia.
En 1955, el rey de modo imprevisto abdicó al trono y con-
formó un movimiento político nacional, la Comunidad Socia-
lista del Pueblo (Sangkum), con la intención de disolver al
resto de los partidos y obtener mayor legitimidad política. En
mayo firmó un acuerdo militar con Estados Unidos y asistió a
la Conferencia de Bandung, donde se convenció de mantener
una postura de neutralidad, pese al acuerdo anterior. En las
elecciones para la nueva Asamblea, Sihanouk utilizó todos los
medios posibles para impedir el pluralismo, incluyendo asesi-
natos y persecuciones, lo cual dio como lógico resultado el
triunfo abrumador de los candidatos del Sangkum.
De esta manera, entre 1955 y 1962, Sihanouk dominó la
escena política nacional. Instauró un programa de “socialismo
budista”, que implicaba más bien mantener el statu quo; el
Estado intervendría en algunas áreas, pero la agricultura y el
comercio se mantendrían en manos privadas, la expansión de
la educación sería una prioridad para el gobierno, se aumentó
el número de escuelas y se fundaron universidades. Dada la
neutralidad del país, Sihanouk estableció relaciones y acuer-
dos con ambos bloques. Así, la ayuda económica de Estados
Unidos, Francia y el bloque sino-soviético proveía lo necesario
para la construcción de escuelas y hospitales, las cosechas
eran abundantes y todo parecía estar bien. Sin embargo, sus
enemigos políticos se mantenían activos. En 1956, Son Ngoc
Thanh fundó en el exilio el movimiento anti-Sihanouk de los
Jemeres Serei (Jemeres Libres), con apoyo estadounidense,
que resentía los acuerdos del gobernante con China y otros
países del bloque comunista. Por otro lado, a instancias de los
comunistas vietnamitas, se renombró al Partido Revoluciona-
rio Popular de Camboya como Partido de los Trabajadores de
Camboya (ptc) en 1960, buscando su apoyo para las acciones
del Vietcong. En esta reunión también se nombró a Saloth Sar
como número tres, en una rápida ascensión a puestos de
poder. No obstante, para el grupo de Sar, fuertemente antiviet-
namita, estar bajo las órdenes de Hanói era humillante.
186 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Crisis, golpe de Estado y la República Jemer


(1963-1975)

Esta situación de aparente bienestar empezó a deteriorarse a


partir de 1963. Una serie de disturbios entre estudiantes y la
policía llevó al gobierno a perseguir a todo aquel considerado
disidente, lo que hizo a muchos jóvenes y monjes a unirse a
los comunistas en las áreas rurales. Por otra parte, Sihanouk
decidió suspender la ayuda económica y militar estadouni-
dense y reducir las relaciones diplomáticas con ese país,
debido a las sospechas de su participación en dos conspiracio-
nes contra su vida ocurridos en 1958 y 1959, por su apoyo al
golpe de Estado que terminó con Ngo Dinh Diem en Vietnam
del Sur, por su ayuda a los Jemer Serei y porque pensaba que
era responsable de los problemas económicos de Camboya. El
gobernante creía que la nacionalización del comercio exterior
y los bancos privados serían la solución, siguiendo el modelo
socialista de sus aliados. Las relaciones con Estados Unidos se
cortaron definitivamente en 1965.
Entretanto, para los comunistas de Vietnam del Norte
estas acciones de Sihanouk eran convenientes, ya que las tro-
pas del Vietcong entraban a territorio camboyano y los cam-
pesinos les vendían arroz y otros pertrechos, con la anuencia
del gobierno, por lo que pidieron a los comunistas camboya-
nos no atacarlo. Esta postura frustró a sus líderes, sobre todo
a aquellos que veían en él al enemigo principal. Debido a ello,
en septiembre de 1966 hubo un nuevo cambio de nombre de
esa organización a Partido Comunista de Kampuchea (pck),
con una ideología más claramente maoísta, distanciándose de
los comunistas vietnamitas. Sus miembros serían conocidos
como los Jemeres Rojos y el liderazgo estaba en las manos
invisibles de la Angkar (Organización).
Entre 1967 y 1969, la izquierda se fortalece y el poder de
Sihanouk va en declive. En 1968, el Partido Comunista decide
iniciar ataques armados, lo cual generó una situación paradó-
jica. Por una parte, el ejército de Camboya apoyaba al Vietcong,
aunque negaba su presencia en el país, y por otro, perseguía a
los comunistas locales. Mientras tanto, la crisis económica y
CAMBOYA: VIOLENCIA EXTREMA Y OLVIDO EN INDOCHINA 187

alimentaria se agravaba, en gran medida por la mala adminis-


tración y la corrupción existentes, pero también por el contra-
bando de arroz a las tropas del Vietcong, que quitaba una
entrada fundamental al erario nacional. A esta grave situación
se sumaban los bombardeos sistemáticos que Estados Unidos
había iniciado sobre territorio camboyano para eliminar a las
fuerzas guerrilleras del Vietcong que se encontraban en la fron-
tera con Vietnam del Sur.
Sihanouk, cada vez más aislado, decidió renunciar como
jefe de Estado y propuso la formación de un gobierno de salva-
ción. El comandante en jefe del ejército camboyano, el general
Lon Nol, asumió como cabeza del nuevo gobierno, nombrando
al príncipe Sirik Matak como primer ministro. Este gobierno
era prooccidental y anticomunista, y asestó varios golpes al
“socialismo” instaurado por aquel, privatizando los bancos y
otros monopolios estatales. Frente a todo esto, el rey viajó a
Francia y se alejó de forma momentánea de la vida política.
En marzo de 1970, a instancias de Matak, la Asamblea
Nacional depuso a Sihanouk, lo cual fue aceptado por Lon
Nol. Desde su retiro —en Pekín—, el rey preparó su lucha con-
tra los golpistas, siendo apoyado por China, Vietnam e, iróni-
camente, por el Partido Comunista de Kampuchea. Uno de los
resultados de esto fue el aumento de norvietnamitas en Cam-
boya, lo cual empujó de lleno al país a la guerra de Vietnam.
La guerra civil se intensificó y el noreste quedó en manos de
los rebeldes y norvietnamitas. Frente a esto, el presidente
Nixon decidió dar luz verde a la invasión de tropas estadouni-
denses y survietnamitas a territorio camboyano, sin informar
a Lon Nol. El gobierno de este enjuició en ausencia a Siha-
nouk, acusándolo de traición y condenándolo a muerte. Así, el
9 de octubre de 1970, se declaró oficialmente la República
Jemer. Sihanouk se mantuvo en el exilio en Francia, mientras
el representante del Frente Unido Nacional de Kampuchea,
Thiounn Mumm, anunciaba su programa, el cual señalaba la
lucha de todos los camboyanos contra el imperialismo esta-
dounidense y la camarilla de Lon Nol y Sirik Matak. Dicho
programa no incluía mención alguna al rol del príncipe.
Hacia 1971, varios miles de camboyanos entrenados en
Hanói retornaban para engrosar las filas de la resistencia.
188 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Aunque eran un aporte en términos de su preparación militar,


los comunistas los miraban con recelo por su lealtad a Viet-
nam, por lo que serían las primeras víctimas de las purgas
secretas iniciadas por el Angkar. Junto con ello, miles de cam-
boyanos llegaban a apoyar a los rebeldes. La guerra se intensi-
ficaba y Estados Unidos incrementó su ayuda económica. Lon
Nol, convencido de su superioridad y mandato casi divino,
lanzó una ofensiva que resultó ser desastrosa, lo que socavó la
confianza en su aliado. Esta derrota pudo suponer el fin de la
guerra civil, aunque igual se extendió por tres años más,
debido a que la ayuda militar de Vietnam disminuyó y por la
continuación de los bombardeos estadounidenses a zonas
ocupadas por los comunistas. Nol se concentró en lo sucesivo
en mantener su poder a toda costa, utilizando todo tipo de
medidas autoritarias y violentas. Las manifestaciones en su
contra se hicieron más frecuentes y los estadounidenses pre-
sionaban a Nol para iniciar negociaciones con los Jemeres
Rojos, pero ambas partes se negaban a iniciar cualquier diá-
logo. Los bombardeos se hicieron cada vez más fuertes, esti-
mándose que para 1973 se habían lanzado medio millón de
toneladas de bombas sobre Camboya. El resultado de este
bombardeo sistemático fue el apoyo cada vez más masivo de
la población a los Jemeres Rojos.
El retiro de las tropas norvietnamitas y el apoyo popular
permitieron al Partido Comunista de Kampuchea iniciar sus
propias políticas en los territorios que estaban bajo su domi-
nio. Colectivizaron las tierras, estableciendo cooperativas, al
tiempo que purgaban a los sihanoukistas y a los retornados
desde Hanói. Además, el Congreso estadounidense, que se
enteró tardíamente de los bombardeos a Camboya, ordenó su
cese inmediato. Sin esta ayuda la caída de la República Jemer
era cuestión de tiempo. Las fuerzas de los Jemeres Rojos
intensificaron el sitio a Nom Pen, bombardeando la capital de
manera sistemática. Sus habitantes sufrían este bombardeo
constante, además del hambre y las enfermedades que tam-
bién mataban a cientos cada día. A principios de abril de 1975,
Nol y su familia huyeron del país, mientras las fuerzas comu-
nistas sitiaban la capital. El 17 de abril de 1975, las tropas de
los Jemeres Rojos entraron a Nom Pen desde tres direcciones.
CAMBOYA: VIOLENCIA EXTREMA Y OLVIDO EN INDOCHINA 189

Los habitantes de la ciudad salieron a las calles a recibir a los


soldados, quedando perplejos ante su hieratismo y juventud.
Pese a ello, pensaban que la guerra civil había terminado y
que nada podía ser peor que los bombardeos constantes, el
hambre y la muerte. Estaban muy equivocados.

La Kampuchea Democrática
(1975-1979)

Una vez tomada la ciudad, se inició la evacuación inmediata


de sus habitantes, lo cual se vería replicado en todas las ciuda-
des del país que aún estaban en manos de los republicanos.
En los meses siguientes, entre dos y tres millones de personas
fueron trasladadas al campo para convertirse en trabajadores
agrícolas. Eran el denominado “pueblo nuevo”, enemigo por
definición de la revolución, sin importar su condición social.
Junto con ello, se abolió el uso del dinero, se clausuraron los
monasterios, se prohibió la propiedad privada, se cerraron los
mercados y las escuelas. Las minorías étnicas, como los cham
musulmanes, los vietnamitas y los chinos, fueron especial-
mente maltratados por no ser jemeres. Todas estas medidas
emanaron de la conferencia de mayo de 1975, en la cual el
Angkar buscó imponer estas órdenes por toda Camboya.
La ideología detrás de estas medidas era una mezcla de
maoísmo, marxismo y nacionalismo. Los líderes del Partido
Comunista de Kampuchea buscaban crear una sociedad total-
mente comunista, de acuerdo al estadio último marxista, sal-
tándose etapas previas, como la industrialización y la existencia
de un proletariado. Esta utopía buscaba derrotar “tres monta-
ñas”: el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo, y en ella
la figura del campesino pobre (el “pueblo antiguo”), que había
rodeado a los líderes durante el período de clandestinidad y
lucha, era elevada a la categoría de base para el desarrollo de
una sociedad justa, autárquica y próspera. Las energías debían
dirigirse al vasto programa de irrigación y producción de arroz,
y la colectivización se expandió a todo el territorio. Pese al uso
ecléctico de varios modelos, como el soviético, el chino y el
norcoreano, los dirigentes del Angkar destacaban lo inédito de
190 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

su revolución, a la vez que subsistieron elementos prerrevolu-


cionarios en su ideología: el énfasis en el pasado glorioso de
Camboya, la excepcionalidad de la “raza” jemer y el supuesto
odio a Vietnam. El logro de sus ambiciosos planes requería del
uso de la violencia y del terror, los cuales se expandieron e
intensificaron cada vez más. De esta forma, se produjo un pro-
ceso de inversión moral, santificándose el uso del terror en
nombre de la revolución y el uso de la violencia se convirtió en
una virtud.
El 5 de enero de 1976 se promulgó una nueva Constitu-
ción, la que fue bautizaba oficialmente al nuevo Estado como
Kampuchea Democrática. En ella se estipulaba la colectiviza-
ción de toda la propiedad, desde las tierras a los automóviles,
se creaba una Asamblea Representativa del Pueblo y sobre ella
un Presidium. En las elecciones para la Asamblea no pudo
votar el “pueblo nuevo” y los candidatos fueron propuestos
por el Partido Comunista. Esta Asamblea solo se reunió una
vez y no tuvo mayor importancia en el resto del período de la
Kampuchea Democrática. Sihanouk, quien había regresado a
Camboya en septiembre de 1975, no tenía poder alguno y, tras
la muerte de su protector chino, Zhou Enlai, renunció en abril
de 1976. Pol Pot se convirtió a partir de entonces en el “her-
mano número uno” y el líder absoluto del país.
Entretanto, se habían producido conflictos con Vietnam a
raíz del ataque de tropas comunistas a territorio vietnamita
que, desde el punto de vista de la Kampuchea Democrática,
eran territorio camboyano por derecho. La zona de Kampu-
chea Krom en poder de Vietnam se transformó en centro del
conflicto con dicho país. No obstante, las relaciones entre
Vietnam y la Kampuchea Democrática fueron amigables hasta
1977. Por otro lado, las relaciones con China eran excelentes.
El gobierno chino suministraba armamentos y ayuda econó-
mica al régimen, pues buscaba disminuir la influencia sovié-
tica sobre Indochina.
Entre 1975 y 1977, las condiciones de vida de la mayoría
de los camboyanos eran muy duras, obligados a trabajar
durante extensas jornadas, sin un salario y sujetos a una disci-
plina militar que controlaba desde qué comían hasta qué ves-
tían, casi sin atención médica y temiendo de manera constante
CAMBOYA: VIOLENCIA EXTREMA Y OLVIDO EN INDOCHINA 191

la desaparición por cualquier trivialidad. Pese a ello, la mayo-


ría de los testimonios apunta a este período como una era
dorada en comparación con lo que ocurriría después. Las con-
diciones comenzaron a deteriorarse a partir de mediados de
1976, debido a la insistencia del régimen por lograr metas de
producción imposibles, lo cual produjo que muchos de los
administradores falsificaran los reportes y enviaran arroz des-
tinado al consumo, provocando hambruna y muerte. Además,
Pol Pot y sus compañeros cayeron en una paranoia cada vez
mayor a raíz de una serie de conspiraciones, e iniciaron una
serie de purgas al interior de sus propias filas. El Santebal,
órgano de persecución política, creció exponencialmente,
comandado por Guek Eav, conocido como Duch. A principios
de 1977 la cárcel de Tuol Sleng en Nom Pen fue recibiendo
miles de internos quienes eran sometidos a torturas que impli-
caban a otros en la supuesta traición. Se calcula que unas
16.000 personas fueron detenidas en esta cárcel y, de ellas,
solo siete sobrevivieron, pues el objetivo era lograr las confe-
siones y luego ejecutar a los prisioneros. Todo esto debilitó al
régimen desde dentro, las masacres masivas se intensificaron
a partir de 1978 y los “enemigos internos” parecían estar en
todas partes, incluso en los círculos más cercanos al Angkar.
Además de estos problemas, el régimen se había embar-
cado desde 1977 en una guerra con Vietnam, bombardeando
e invadiendo la zona fronteriza. Recién el 31 de diciembre de
1977, la Kampuchea Democrática rompió relaciones con su
vecino y continuaron las incursiones en territorio vietnamita.
De este modo, el enemigo interno también se asoció con
aquellos que apoyaban a dicho país, quienes eran descritos
por Pol Pot como aquellos con “cuerpo jemer y mente vietna-
mita”. La guerra y las masacres internas llevaron a miles de
camboyanos a huir o a rebelarse contra el régimen. Uno de
ellos fue Heng Samrin, quien logró reunir a la resistencia y
contar con el apoyo de Vietnam. En diciembre de 1978 se
formó el Frente Unido para la Salvación Nacional de Kampu-
chea. El Frente y el ejército de Vietnam lanzaron grandes
ofensivas sobre Camboya y a principios de enero tenían
rodeada a Nom Pen. El 7 de enero de 1979 entraron a la capi-
tal, horas antes, Pol Pot había huido a Tailandia. Era el fin de
192 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

la Kampuchea Democrática, la que había dejado tras de sí


una nación destruida y más de dos millones de muertos.

La República Popular de Kampuchea


y el fin de la Guerra Fría

Con el apoyo de Vietnam, se estableció la República Popular de


Kampuchea inmediatamente después de la toma de Nom Pen,
con Heng Samrin como su presidente. El nuevo gobierno acusó
a Pol Pot y su régimen de genocidio y estableció un memorial
del genocidio en la antigua cárcel de Tuol Sleng. China y Esta-
dos Unidos apoyaron a los líderes del Partido Comunista de
Kampuchea en el exilio debido a su política antivietnamita.
Como le señalara Kissinger al primer ministro de Tailandia,
“también debería decirles a los camboyanos que seremos ami-
gos suyos. Son matones asesinos, pero no dejaremos que eso se
interponga en nuestro camino” (Kiernan, 2010). Con este
apoyo, los líderes de la Kampuchea Democrática conservaron
su asiento como representantes de Camboya ante la onu, pese a
que una comisión de la propia institución había establecido las
graves violaciones a los derechos humanos cometidas por el
régimen. En 1981, Sihanouk volvió a aparecer en la escena polí-
tica y bajo su liderazgo se conformó la Coalición de Gobierno
de la Kampuchea Democrática, el único gobierno en el exilio
reconocido por la onu. Hacia 1989, la crisis del bloque oriental
coincidió con la retirada de todas las tropas vietnamitas de
Camboya y el gobierno del ahora denominado Estado de Cam-
boya aceptó negociar con la resistencia. Estas negociaciones
culminaron con los Acuerdos de Paz de París (1991), los que,
entre otras medidas, establecían la creación de la Autoridad
Provisional de las Naciones Unidas en Camboya, que supervisa-
ría el cese al fuego, y las elecciones dispuestas para 1993, en las
que Sihanouk volvía a ser el jefe de Estado. El resultado de las
elecciones generó un gobierno de coalición, dirigido por dos
primeros ministros: Hun Sen, del Partido Popular de Camboya,
y Norodom Ranariddh, hijo de Sihanouk.
En 1997, ambos pidieron ayuda a la onu para establecer un
tribunal que juzgara los crímenes cometidos en el período de la
CAMBOYA: VIOLENCIA EXTREMA Y OLVIDO EN INDOCHINA 193

Kampuchea Democrática. La muerte de Pol Pot en 1998,


supuestamente envenenado por sus propios partidarios, pro-
vocó nuevas diligencias para la instauración de un tribunal.
Pero diversas situaciones internas, como el golpe de Estado
perpetrado por Hun Sen, obstaculizaron la llegada a algunos
acuerdos respecto a qué tipo de tribunal debería tener la res-
ponsabilidad de los juicios, si uno internacional o uno local.
Después de años de propuestas y negociaciones, en el 2006
empezaron a funcionar las Cámaras Extraordinarias en las
Cortes de Camboya, compuestas por jueces camboyanos e
internacionales. Como se señaló al principio, estas solo han
logrado juzgar a algunos de los principales líderes de los Jeme-
res Rojos, pues la mayoría murió sin ser juzgado (como Pol
Pot) o durante el juicio, como fue el caso de Ieng Sary. Las con-
sideraciones políticas de la Guerra Fría fueron más importan-
tes que la justicia durante décadas y esto claramente ha
afectado la posibilidad de los camboyanos de rehacer sus vidas
hasta hoy.
CAPÍTULO 12
LA POLÍTICA Y EL PALACIO EN TAILANDIA
(1945-1990)*

Nicholas Farrelly

Los impulsos autoritarios

Entre 1945 y 1990, la política tailandesa estuvo definida por la


interacción de dictadores y demócratas, del palacio y los cam-
pesinos. Los gobiernos militares rigieron el país durante 35 de
estos 45 años, con el apoyo del rey Bhumibol Adulyadej (1927-
2016), quien ascendió al trono en 1946. Su reinado, el más
largo en la historia de Tailandia, dio paso a una nueva relación
entre las fuerzas armadas y la familia real. Los dictadores mili-
tares que contaban con el respaldo de palacio consolidaron su
mandato eliminando a los disidentes políticos, en especial a los
de la izquierda. En diferentes ocasiones, los periodistas, los
estudiantes, los activistas y los campesinos fueron objeto de la
represión. Para promover una mayor participación, siguiendo
el discurso oficial de “nación, religión y rey”, estos gobiernos
autoritarios trabajaron para poner en marcha agendas de desa-
rrollo de gran envergadura. Millones de personas consiguieron
escapar de la dura pobreza que antes limitaba sus horizontes.
La élite también acumuló grandes riquezas durante la rápida
industrialización e internacionalización que siguió al creci-
miento del comercio exterior. La inversión del gobierno en
educación, infraestructura, salud y bienestar social creó las
condiciones para unas continuas mejoras económicas.
Este período reciente de influencia autoritaria mantuvo
algunos de los patrones generales de gobierno que se estable-
cieron cuando la dinastía Chakri tomó el poder por primera

*
Traducido por Marcela Contreras Torregrosa.
194
LA POLÍTICA Y EL PALACIO EN TAILANDIA (1945-1990) 195

vez en 1782. Al fortalecer su capital en Bangkok, ciudad por-


tuaria cerca de donde el río Chao Phraya desemboca en el
mar, Tailandia aceptaba que las influencias extranjeras ten-
drían un papel importante en su desarrollo. Los gobiernos
absolutos de los reyes de la dinastía Chakri se prolongaron
hasta 1932, cuando un grupo de la élite conformado por refor-
mistas preparados en Europa obligó al rey Prajadhipok, el
séptimo rey de la dinastía, a aceptar una posición menor como
monarca constitucional. Esta revolución en los asuntos inter-
nos sirvió, a corto plazo, para debilitar la institución real. En
1935, el rey Prajadhipok abdicó en favor de un príncipe más
joven, Ananda Mahidol, que en ese momento solo tenía nueve
años. El nombramiento del rey Ananda significó que entre
1935 y 1946, los regentes fueron quienes se hicieron cargo de
los asuntos de palacio, mientras que, en 1938, el líder militar
Plaek Pibulsonggram tomó el control del país.
Durante la Segunda Guerra Mundial, su gobierno aceptó
la invasión japonesa y adoptó una postura cada vez más nacio-
nalista en asuntos culturales y políticos. Influenciado por la
interpretación que tenía Japón de la modernidad asiática, este
régimen militar dictó una gran cantidad de cambios en las
convenciones sociales y la cultura local. La codificación de las
nuevas prácticas se diseñó para promover un sentido de perte-
nencia y cohesión en un momento en que había mucha incer-
tidumbre sobre el futuro de la nación. Sin embargo, algunos
miembros de la élite se negaron a cooperar con el ejército
imperial japonés y prefirieron construir nuevos vínculos con
Estados Unidos. Por ejemplo, el embajador de Tailandia en
Washington se negó a emitir una declaración de guerra. Un
grupo denominado Tailandeses Libres (Seri Thai) se organizó
para preparar ataques contra las fuerzas japonesas. Final-
mente, luego de la rendición de Japón, trabajaron para formar
un nuevo gobierno.
Con posterioridad, desde 1945 en adelante, la relativa debi-
lidad de Tailandia motivó a sus líderes a buscar apoyo externo
de una manera nunca antes vista, en particular de los aliados
occidentales que habían ganado la guerra. Diferentes corrien-
tes de pensamiento político tuvieron influencia en esta genera-
ción de líderes tailandeses. Algunos abrazaron el socialismo,
196 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Mapa 10: Tailandia

otros creían que un enfoque social demócrata podía tener


éxito, mientras que algunas voces poderosas insistían en que
Tailandia solo sobreviviría bajo un control autoritario perma-
nente. Las batallas ideológicas que definieron la confrontación
geopolítica en aquellos años en que se iniciaba la Guerra Fría
cambiaron de forma rápida la actitud de los tailandeses hacia
la política. La desconfianza en las motivaciones de los diferen-
tes campos ideológicos preparó el terreno para el conflicto que
vendría.

El fin de la guerra

El término de la Segunda Guerra Mundial trajo inmensos


desafíos para el reino tailandés. Las disposiciones constitucio-
nales establecidas por la Revolución de 1932 habían reducido
LA POLÍTICA Y EL PALACIO EN TAILANDIA (1945-1990) 197

de modo significativo la importancia de la familia real. En su


lugar, los líderes militares competían por alcanzar una posi-
ción, en pos de definir un nuevo mandato autoritario. Durante
los años siguientes, se hizo patente la inestabilidad desencade-
nada por los cambios en los mecanismos de gobierno de la
nación. El término de la guerra dio al joven rey Ananda Mahi-
dol la posibilidad de volver al país con su madre y sus herma-
nos. El rey se vio obligado a trabajar en un sistema moldeado
por sus tíos, tres de los cuales habían sido regentes cuando él
era joven.
El pueblo se preguntaba lo que deparaba el destino para
este niño-rey. Lamentablemente, el 9 de junio de 1946, poco
después de su regreso al reino, Ananda murió por una herida
de bala. Este trágico incidente aún debe aclararse, pues las
diversas teorías sobre lo que ocurrió no ofrecen ninguna res-
puesta. Su muerte fue politizada desde el primer momento,
con las acusaciones por parte de Seni Pramoj y del Partido
Demócrata contra Pridi Banomyong, un rival político, en las
que afirmaban que había conspirado para asesinar al rey.
Finalmente, el secretario privado de este, el senador Chaleo
Patoomros, y dos asistentes de palacio, Chit Singhaseni y But
Pathamasarin, fueron ejecutados por su supuesta participa-
ción. En la actualidad, el consenso es que ellos fueron chivos
expiatorios. El hecho de que el disparo haya sido un accidente,
suicidio o regicidio, ha preocupado a los analistas ansiosos de
comprender el impacto transformativo de este suceso. En la
mentalidad colectiva tailandesa, este continúa siendo un tema
en extremo sensible.
Luego de la muerte de su hermano mayor, el rey Bhumibol
Adulyadej, noveno en la sucesión de la dinastía Chakri, fue
ascendido al trono. Posteriormente, regresó a Suiza para con-
tinuar sus estudios, donde tuvo un accidente automovilístico,
en el que perdió la vista de un ojo. Sin embargo, Bhumibol
tuvo el apoyo de su futura esposa, Sirikit, con quien regresó a
Tailandia, en 1950, para su coronación. La llegada al trono de
un rey y una reina llenos de energía fue muy celebrada y atrajo
mayor atención internacional a la revitalización del país tras
la guerra. Con viajes constantes al exterior, la joven pareja real
ayudó a suavizar la imagen de Tailandia, en especial en los
198 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

años en que las calles de Bangkok se caracterizaban por la


inestabilidad. Esta terminó en 1957, cuando el general Sarit
Thanarat tomó el poder en un golpe militar que fue crucial. Su
gobierno, que trabajó de manera muy cercana con Estados
Unidos, tenía como objetivo asegurar que país fuera un bas-
tión frente a la expansión del comunismo en el sudeste de
Asia.

El dominio dictatorial

En 1962, el gobierno militar instituyó el primer Plan Nacional


de Desarrollo Económico y Social, diseñado para mejorar las
condiciones materiales, en especial en las áreas rurales. Exis-
tía el temor de que Tailandia fuera vulnerable a la agitación
comunista, debido a la brecha entre los niveles de vida de la
mayoría de la gente en las provincias y la élite de Bangkok. La
inequidad se convirtió en una cuestión política, precisamente
por la retórica de las figuras de izquierda, que invitaban al
pueblo tailandés a derrocar la monarquía y a crear una repú-
blica socialista. Las violentas rebeliones comunistas en otros
lugares de la parte continental del sudeste de Asia, en especial
en Vietnam, Birmania, Camboya y Laos, causaron preocupa-
ción en Bangkok. Más tarde, Tailandia enfrentó una serie de
levantamientos a gran escala —encabezados por el Partido
Comunista de ese país—, los cuales reflejaron el giro violento
que había tomado la batalla por controlar el modelo de desa-
rrollo en el Sudeste Asiático.
En la década de 1960, Tailandia se unió cada vez más al
esfuerzo bélico de Estados Unidos en el sur de Asia. Una gran
cantidad de tropas de aquel país estaban emplazadas en Tai-
landia mientras otras estaban de paso camino a zonas de con-
flicto en Vietnam, y luego, en Camboya y Laos (ver capítulos 10
y 11). Tailandia daba un respiro a las duras condiciones que
enfrentaban los soldados estadounidenses. Sus playas y bares
ofrecían distracciones, y en poco tiempo ganó reputación como
un centro de descanso y recreación. Se crearon nuevos tipos de
negocios para satisfacer el gusto de los extranjeros en ali­
mentos, vestuario y entretención. Las tropas tailandesas se
LA POLÍTICA Y EL PALACIO EN TAILANDIA (1945-1990) 199

desplegaron también en Vietnam, junto a fuerzas de Corea del


Sur, Australia, Nueva Zelandia y Filipinas. En algunos de los
conflictos menos conocidos de la región, Tailandia jugó un
cometido importante. Por ejemplo, los grupos paramilitares
entrenados y equipados por Estados Unidos, y entre ellos la
policía fronteriza tailandesa, llevaron a cabo operaciones prin-
cipalmente en las zonas montañosas de Laos, donde combatie-
ron la rebelión comunista. Dentro del país, las fuerzas políticas
y de seguridad igual fueron puestas a prueba. Durante este
período, la familia real se convirtió en una presencia muy visi-
ble. Los cuatro hijos del rey fueron exhibidos a la opinión
pública como prueba de la continuidad ininterrumpida del
linaje de palacio, desde el origen de la dinastía Chakri. El
monarquismo, revestido con características del hinduismo y el
budismo, se convirtió en el credo nacional. Con las prioridades
en la unidad y en la lealtad, en los años sesenta, el palacio tenía
una vez más un papel fundamental en la construcción de la
historia del país.
Esta historia tuvo el apoyo directo de Estados Unidos y la
coalición de naciones anticomunistas que respaldaron sus
esfuerzos bélicos en el sur de Asia. La guerra de Vietnam con-
llevó el despliegue a gran escala de activos navales y de la
fuerza aérea estadounidense en la región. Para fortalecer su
posición militar requirió la construcción de nuevas instalacio-
nes en varios puntos del Sudeste Asiático. Filipinas y Singapur
demostraron ser lugares cruciales para aquellos intereses
estratégicos. Sin embargo, los mayores despliegues de fuego
militar se centraron en Tailandia, y fueron dirigidos por el
mariscal de campo Thanom Kittikachorn, quien apoyó leal-
mente a los estadounidenses.

La rebelión y la agitación estudiantil

En Bangkok, existía el temor de que una posible insurrección


comunista derribara el sistema de gobierno del reino. Era la
época de la “teoría del dominó”, cuando muchos creían que el
avance comunista en Asia pondría en peligro a toda la región.
Tailandia se transformó en un elemento central del bloque
200 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

anticomunista y en 1967 se unió a cuatro de sus países vecinos:


Indonesia, Malasia, Filipinas y Singapur, para formar la Aso-
ciación de Naciones del Sudeste Asiático, como ya se vio en
capítulos anteriores. Esta agrupación de dictaduras militares y
de estados monopartidistas recibió el apoyo de las democra-
cias occidentales, ansiosas de generar una solidaridad antico-
munista en la región. En esa etapa, cada uno de los países
miembros, enfrentaba la agitación interna de los grupos políti-
cos de izquierda. En algunos casos, esta movilización ya se
había intensificado hasta convertirse en una rebelión abierta.
El Partido Comunista de Tailandia tomó el liderazgo en la
insurrección contra las autoridades centrales. Utilizaron la
sagrada trinidad de “nación, religión y rey” para propósitos
propagandísticos, dirigidos al campesinado, y denostaron al
gobierno militar de Bangkok, por considerarlo divorciado de
los intereses de la población rural. Las bases comunistas en el
norte, el noreste y el sur se establecieron en áreas remotas, por
lo general en zonas montañosas. En su mejor momento, el
Partido Comunista declaró tener un millón de miembros y
10.000 combatientes armados, que contaban con el apoyo
político, logístico y militar de los comunistas chinos. Este
movimiento rural mantuvo latente su amenaza al control de
Bangkok hasta fines del período en estudio.
A principios de los años setenta, cuando la guerra en Viet-
nam llegaba a su fin, el mariscal Thanom Kittikachorn buscó
incrementar su dominio. Sin embargo, sus iniciativas encon-
traron resistencia en los campus universitarios, particular-
mente en la reconocida Universidad de Thammasat, en
Bangkok, cuyos estudiantes se levantaron contra el régimen
militar. En octubre de 1973, se tomaron medidas enérgicas
que terminaron en concesiones para los estudiantes y el exilio
del grupo militar gobernante. Junto con el regocijo estudian-
til, en los años siguientes Tailandia tuvo la oportunidad de
experimentar un sistema de gobierno más democrático. Este
sistema presenció una participación popular en los procesos
políticos a un nivel nunca antes visto. En aquel entonces,
muchos se preguntaban si era posible romper el ciclo del con-
trol autoritario, lo que resultó ser una quimera con posteriori-
dad. En 1976, la creciente democratización en la sociedad
LA POLÍTICA Y EL PALACIO EN TAILANDIA (1945-1990) 201

tailandesa fue suprimida de golpe por grupos que, aduciendo


la existencia de la amenaza comunista, reinstauraron un sis-
tema autoritario. Quienes habían imaginado que existía la
posibilidad real de una reforma política a largo plazo fueron
los más afectados y experimentaron cambios significativos en
su participación política. Un gran número de los activistas
estudiantiles que se salvaron de ser encarcelados, terminaron
abandonando Bangkok. Muchos se unieron a la rebelión
comunista en el norte y en el noreste de Tailandia. Su acerca-
miento intelectual al activismo de izquierda no siempre se
combinó de manera fácil con el levantamiento de los campesi-
nos. De cualquier modo, sus esfuerzos revolucionarios colecti-
vos nunca constituyeron una amenaza seria para el dominio
de los líderes en Bangkok sobre la política nacional.
Como consecuencia de las medidas represivas tomadas en
1976, y al mismo tiempo que se desarrollaban enfrentamien-
tos contra las fuerzas comunistas, el gobierno mantuvo un
estricto control sobre los medios de comunicación e insistió
en la transmisión diaria de propaganda unificadora. La fami-
lia real contribuía en este aspecto con la aparición regular de
los hijos del rey en la emisión vespertina de las noticias reales,
con lo que se buscaba mostrar el valor duradero de la cultura
y los beneficios especiales de “ser tailandés”. La realeza debía
representar la imagen de la vida familiar tailandesa moderna.
Los hijos de rey Bhumibol y la reina Sirikit tenían designados
roles específicos: el príncipe heredero Vajiralongkorn se pre-
paraba para ser soldado; la princesa Sirindhorn, para historia-
dora y artista, y la princesa Chulabhorn Walailak, para
científica e investigadora. Su otra hija, la princesa Ubolratana
Rajakanya, no siguió un rumbo tan directo. Cuando en 1972
se casó con el estadounidense Peter Jensen, fue repudiada por
la realeza y perdió sus títulos. Solo cuando se divorció, en
1998, volvió gradualmente a ser parte de ella.

El término del comunismo y el inicio del auge

La rebelión comunista concluyó en una estrategia doble. Las


ofensivas a gran escala contra sus bases requirieron que el
202 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

ejército tailandés confrontara a los antiguos rebeldes en com-


bate abierto. Estas violentas campañas acompañaron los
esfuerzos por reintegrar a los viejos bastiones comunistas a la
corriente que prevalecía en ese momento en el país. La forma
más simple de alcanzar este objetivo fue mejorar la infraes-
tructura en las áreas bajo la influencia de los rebeldes. Las
inversiones se enfocaron en el transporte, la electrificación y
las comunicaciones. En todo el país, los proveedores de servi-
cios del gobierno tuvieron acceso a nuevas áreas. Se utilizaron
todos los aspectos del poder tailandés para ayudar a asegurar
que los comunistas tuvieran la oportunidad de reintegrarse. A
los estudiantes que habían participado de la insurrección
armada se les ofreció retomar sus estudios en las ciudades. A
los agricultores se les dieron incentivos para que regresaran a
sus antiguos trabajos. Incluso los mandos superiores del Par-
tido Comunista tuvieron la posibilidad de construir una nueva
vida en la sociedad tailandesa. Esta reconciliación fue posible
gracias a la creciente confianza inspirada por el gobierno de
ese país.
El hecho de que estos cambios políticos también tuvieran
beneficios económicos importantes fue de ayuda. Con menos
recursos dedicados a combatir a los insurgentes y a apoyar a
gobiernos militares poco populares, Tailandia inició una
empinada ruta hacia el desarrollo. Con el auge económico, se
crearon millones de empleos nuevos en sectores diferentes a la
agricultura, lo que dio la oportunidad a los campesinos de
escapar del pesado trabajo de la tierra. Los tailandeses, con
nuevos ingresos en efectivo, usaban el dinero para adquirir
bienes de consumo, entre los que se incluían artículos impor-
tados que hasta ese momento no existían en el reino. Fue una
época de gran optimismo, pues los consumidores encontraron
formas de expresarse a través de las posesiones materiales.
Los automóviles y las motocicletas, que durante mucho
tiempo estuvieron fuera del alcance de la mayoría de las per-
sonas, ahora entraron dentro de sus posibilidades económi-
cas. Con esta transformación en las expectativas, resurgió la
idea de que las personas debían tener una participación más
importante en los asuntos nacionales. Los gobernantes milita-
res estaban cada vez más preocupados de no alejarse de los
LA POLÍTICA Y EL PALACIO EN TAILANDIA (1945-1990) 203

poderosos intereses comerciales que hacían que Bangkok se


transformara de modo veloz en una de las ciudades más prós-
peras de Asia. Su población creció repentinamente a casi seis
millones de habitantes y sumó aproximadamente un millón de
nuevos residentes durante los años ochenta.
Durante esta década, Bangkok ganó notoriedad por la
contaminación y el tráfico vehicular, y por la evidente des-
igualdad entre sus habitantes. A medida que las expectativas
económicas aumentaban, también crecía la demanda por más
bienes de consumo y otros indicadores del nivel de vida. Tai-
landia exportaba una gran variedad de productos agrícolas,
industriales y de manufactura, pero asimismo se convirtió en
un punto clave para las importaciones de todo el mundo. Las
empresas extranjeras vieron que la creciente clase media se
abría a adoptar nuevas alternativas en su estilo de vida. En
poco tiempo, las compras en los barrios de lujo de Bangkok
habían ganado fama por sus precios y su calidad. Al término
de esta década, Tailandia ya no era una parada oscura y ter-
cermundista: se ubicaba rápidamente entre las más destaca-
das naciones asiáticas y se transformaba en un lugar en el que
las posibilidades comerciales demandaban la atención inter-
nacional permanente.
Fue durante esta misma década cuando Japón apareció
como uno de los socios extranjeros más importantes de Tai-
landia. Ambos países habían mantenido algunos vínculos
luego de la Segunda Guerra Mundial. Japón, con su propio
auge económico y el aumento en el costo de su producción
industrial, buscó acceder a infraestructura y mano de obra a
menor costo en otros naciones de Asia y Tailandia, por su ubi-
cación central en el Sudeste Asiático, constituía una opción
evidente. Con un gobierno militar, también prometía ser una
opción de bajo riesgo en términos de nacionalización y expro-
piación de activos. Las políticas favorables para los negocios
del gobierno del general Prem Tinsulanond tenían sentido
para quienes tomaban las decisiones en Tokio. Los conglome-
rados nipones más grandes invirtieron en capacitar la fuerza
laboral en Tailandia. El personal japonés permanente apren-
dió muy bien la lengua tailandesa y logró construir nuevas
redes políticas con la élite de este país. El éxito que lograron
204 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

capitalizó una gran variedad de cambios en la economía local


que dio impulso a una nueva fase de transformaciones econó-
micas.

Las políticas de desarrollo

Durante el siglo xx, el nivel de vida en Tailandia mejoró de


manera significativa. Entre 1960 y 1990, el producto interno
bruto per cápita aumentó de 100 dólares a un poco más de
1.500 dólares, y para 2016 ha crecido a más de seis mil dólares
aproximados. Se construyeron escuelas, hospitales, caminos,
represas, fábricas y puertos en todo el país, lo que propició las
condiciones para el consiguiente éxito económico. Esta infraes-
tructura social y comercial ayudó a sacar a millones de perso-
nas de la pobreza y el sistema educacional se encargó de
atender a cada vez más alumnos en cada nivel de educación y
en cada provincia. El panorama mediático igual cambió
durante estos años, pues la radio y la televisión dieron a los
habitantes en diferentes regiones, zonas rurales y lugares
remotos la oportunidad de participar en el diálogo nacional.
La población acudió en multitudes a Bangkok en busca de
empleos bien pagados y de mejores oportunidades de vida para
sus hijos. Como el único centro global de la nación, la ciudad
sirvió como una ventana a los cambios que sucedían en otros
lugares del mundo. Cuando los rascacielos, los hoteles de cinco
estrellas y los enormes centros comerciales empezaron a cam-
biar el paisaje, Tailandia tomó las posibilidades que ofrecía la
hipermodernidad globalizada.
Al mismo tiempo, en las áreas rurales existía un nivel de
continuo distanciamiento del camino de desarrollo nacional,
por lo que los líderes en Bangkok buscaron enfatizar su apoyo
a las mejoras en la productividad agrícola y a la mayor integra-
ción de las provincias. A muchas de ellas todavía se les dejaba
de lado y no eran capaces de generar la combinación correcta
de condiciones para recibir apoyo. El poder político tenía raí-
ces cada vez más fuertes en las provincias, pero la distribución
de la riqueza todavía se enfocaba en la élite en Bangkok.
Esa élite, formada por los militares, la realeza y las fuerzas
LA POLÍTICA Y EL PALACIO EN TAILANDIA (1945-1990) 205

conservadoras, contribuyó a asegurar que Tailandia se mantu-


viera como un destino atractivo para la inversión extranjera.
La organización de los trabajadores y de los campesinos
levantó suspicacias; el gobierno estaba dispuesto a asegurar
que la amenaza comunista no volviera a aparecer. Las políti-
cas de izquierda, según la definición oficial, eran subversivas.
Durante el período del rey Bhumibol, la familia real cul-
tivó su estatus de líder suprema del desarrollo nacional. Los
proyectos reales, de los cuales había cientos para la década de
1980, ofrecían la posibilidad de visitas regulares para verificar
su avance. Mientras el príncipe heredero Vajiralongkorn se
esforzaba por mantener el interés en los detalles sobre rega-
dío, agricultura y educación, su hermana la princesa Sirind-
horn parecía disfrutar la oportunidad de entender cómo
funcionaba el país. Su mirada práctica y su actuar con los pies
en la tierra hicieron que ganara el afecto de aquellos a quienes
conocía. Los importantes proyectos llevados a cabo en el
norte, en particular aquellos enfocados en la sustitución de
cultivos en áreas en que se plantaba opio, provocaron interés
mundial por este modelo de intervención para el desarrollo.
Se concentraron recursos importantes en alternativas de sus-
tento para aquellos que estaban fuera del proyecto de cons-
trucción de la nación. Las escuelas que enseñaban la lengua
tailandesa e inculcaban los valores de “nación, religión y rey”
se construyeron incluso en los lugares más remotos. Los
esfuerzos por confirmar la nacionalidad y crear economías
locales viables iban de la mano. Se esperaba que todos estuvie-
ran orgullosos de compartir el sentimiento de ser tailandés.
Durante los años ochenta, el gobierno en Bangkok aún era
liderado por los militares. Como primer ministro de 1980 a
1988, el general Prem Tinsulanonda reforzó la función del
palacio, con el objetivo de dar legitimidad a su enfoque de
cambios económicos orientados al mercado. En 1981 y 1985,
repelió intentos de golpe de Estado. El segundo de ellos signi-
ficó el desafío más grave para su gobierno. Durante la mayor
parte del tiempo, el general Tinsulanonda se enfocó en la cons-
trucción de la infraestructura nacional. Logró atraer inversio-
nes extranjeras a gran escala, en especial de la economía
japonesa, que crecía de manera rápida. Debido al aumento del
206 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

costo de mano de obra en Japón, como ya se señaló, Tailandia


se presentó como un lugar atractivo para las actividades indus-
triales y de manufactura, que se concentraron alrededor de
Bangkok, especialmente en las provincias de la costa este,
como Chonburi, Samut Prakan y Rayong. Fue durante este
período en que el turismo en Tailandia se expandió de modo
veloz. Los vuelos regulares desde Europa, Estados Unidos y
Australia, y el aumento de vínculos activos con Asia, generaron
un incremento rápido en la llegada de extranjeros. El aero-
puerto Don Muang, en Bangkok, se expandió para atender las
necesidades del nuevo tráfico aéreo. Después de resistir las difi-
cultades de los años setenta, parecía que Tailandia se encon-
traba en buen pie para seguir teniendo éxito.
Sin embargo, todavía necesitaba manejar las relaciones en
un vecindario problemático. Incluso en los años ochenta, los
vínculos con China estuvieron enmarcados por la insurrección
comunista. Pasaría otra década antes de que fuera posible una
normalización real de las relaciones. Camboya presentaba una
situación completamente diferente, con flujos de personas
desesperadas que aún buscaban refugio de la violencia que
vino tras el término del régimen de los Jemeres Rojos. Las
provincias fronterizas al este de Tailandia tenían dificultades
para manejar la emergencia humanitaria que requería de
apoyo internacional constante. Las condiciones en Birmania
eran igualmente malas para muchas personas, debido a que el
gobierno socialista luchó para mantenerse en el poder: sus
campañas contra los grupos armados de minorías étnicas en
la frontera con Tailandia demandaban la atención de las fuer-
zas de seguridad de este país. Durante este lapso, surgieron los
primeros campamentos de desplazados a gran escala en terri-
torio tailandés.
Al término de los años ochenta, Tailandia realizó eleccio-
nes libres por primera vez desde 1975. Se formó una coalición
de gobierno encabezada por el partido Chart Thai, del general
Chatichai Choonhavan. Con la promesa de una administra-
ción del país favorable a los negocios, la coalición pronto se
enemistó con parte de la clase media de Bangkok que se preo-
cupaba de la corrupción descontrolada. Las protestas contra
el gobierno elegido democráticamente llevaron a un golpe de
LA POLÍTICA Y EL PALACIO EN TAILANDIA (1945-1990) 207

Estado, lo que se convirtió en un patrón en las prácticas de la


élite que se ha mantenido hasta el siglo xxi. Tailandia aún
debe encontrar formas efectivas de distribuir el poder en un
mandato popular. Para algunos, esto significa que la revolu-
ción de 1932 quedó inconclusa y que el pueblo aún espera
tomar el control total. Para otros, esto implica que la fragili-
dad de las instituciones democráticas las convierte en blancos
fáciles para los políticos corruptos que buscan explotar la
buena voluntad del pueblo. Este contraste de perspectivas se
mantiene como la falla que justifica una línea autoritaria cons-
tante en la política de Tailandia.
Entre 1945 y 1990, la política de la élite estuvo definida
principalmente por el estatuto supremo del rey Bhumibol.
Con el tiempo, y con una antigüedad en el cargo difícil de
igualar, la figura del rey se constituyó en un pilar fundamental
para la noción de ser tailandés. Su mandato también presen-
ció un aumento significativo en la riqueza y en las oportunida-
des para el pueblo tailandés, por lo que es fácil comprender la
razón por la cual se convirtió en una figura tan popular y que
causa tanta adoración. Pero como se demostró en el período
turbulento al término de la Guerra Fría, la posición del rey
como pacificador no estaba exenta de problemas. Sus detrac-
tores sugieren que la persistencia del gobierno militar en Tai-
landia se debe en parte a su incomodidad por la presencia de
una élite paralela electa de forma democrática.
El desafío para el palacio se circunscribe a que el rey Bhu-
mibol, quien falleciera en octubre de 2016, no creó las condi-
ciones que propiciaran un gobierno democrático al término
de su reinado. Posterior a la Guerra Fría, el país volvió a su
patrón histórico duradero de dominio militar. El gobierno
militar en estas circunstancias se basa en la idea de que, sin
un liderazgo firme, el país tendrá dificultades para sobrevivir.
La mayoría aún considera que los políticos electos son corrup-
tos y deshonestos, e incapaces de administrar de modo ade-
cuado los intereses nacionales. El contraste con la supuesta
pureza del palacio es lo que ha hecho más difícil que las élites
electas se justifiquen por mantener el poder. La historia de Tai-
landia desde la Segunda Guerra Mundial demuestra la persis-
tencia del problema de llegar a un consenso adecuado cuando
208 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

el poder antiguo choca con el nuevo. La sombra de las rebelio-


nes anteriores contra el poder real continúa atemorizando a
aquellos que han trabajado de manera tan esforzada por pro-
teger el estatus del palacio y de sus aliados.
CAPÍTULO 13
LAS CUATRO DÉCADAS
DE LUCHA INTERNA EN BIRMANIA*

Nick Cheesman

Si se mira desde afuera, Birmania tuvo un cometido menor


durante la Guerra Fría. El neutralismo persistente durante los
años cincuenta y el aislacionismo xenofóbico a partir de los
sesenta mantuvo al país fuera de las guerras subsidiarias que
sacudieron a Indochina y Malasia continentales y los archipié-
lagos del Sudeste Asiático. Sin embargo, las políticas de la
Guerra Fría afectaron de modo significativo a Birmania y con-
tribuyeron a cuatro décadas de luchas internas. Los llamados a
la emancipación y solidaridad de los oprimidos del mundo,
junto con el nacionalismo poscolonial en toda Asia, inspiraron
a los birmanos. La lucha desde su independencia, en 1948,
hasta el colapso en 1988 del gobierno unipartidista establecido
por los militares fue completamente interna, pero con referen-
cias externas.
La guerra interna de Birmania, en general, se dio de dos
formas: la agitación social y política en las ciudades, y la gue-
rra civil secesionista y revolucionaria que se libró desde las
áreas rurales. Al principio, ambas luchas estaban unidas, pero
más tarde se separaron. Aunque las represalias llevaron a los
disidentes desde las calles a la selva y a los insurgentes desde
las montañas a las ciudades, nunca se unieron.
Este capítulo trata sobre la historia de Birmania durante
la Guerra Fría y se refiere a cinco años cruciales: 1948, año de
la independencia; 1958 y 1962, de golpes militares; 1974, toma
de posesión de la legislación unipartidista; y 1988, año de la

*
Traducido por Marcela Contreras Torregrosa.
209
210 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

caída del Partido del Programa Socialista de Birmania. Cabe


mencionar que se concentra en las luchas en las áreas urba-
nas. Aunque existen algunos notables estudios sobre la guerra
civil de Birmania, a excepción del levantamiento de 1988, se
ha escrito poco sobre la resistencia urbana a la dictadura. Las
publicaciones en birmano con respecto a estos hechos tam-
bién eran escasas hasta no hace mucho tiempo. Los cambios
políticos a partir de 2012 originaron numerosas autobiogra-
fías y compilaciones que constituyen la base de este capítulo,
que busca entregar un relato más detallado de la historia
reciente de Birmania, pues de otra forma no sería posible.
Además, a través de él, se espera reconocer a sus autores por
arrojar nuevas luces sobre estos eventos, que hasta ahora se
habían mantenido en la oscuridad.

1948: El caos

Al término de la Segunda Guerra Mundial, Birmania estaba


en ruinas. El país había sido devastado por la violencia
durante los continuos períodos de los gobiernos militares bri-
tánicos y japoneses, y también durante entre guerras. Los ejér-
citos de ambos frentes bombardearon ciudades y puertos;
dinamitaron plantas de energía y refinerías de petróleo, y
sabotearon puentes y caminos. Destruyeron casi totalmente
los trenes y las vías ferroviarias, y hundieron o dañaron grave-
mente las embarcaciones fluviales y marítimas. Los hospitales
y las escuelas casi no funcionaban, y la producción agrícola se
desplomó. Además, el país estaba abarrotado de armas y de
hombres dispuestos a usarlas.
El regreso de la administración británica hizo a un lado
los planes para restablecer el gobierno imperial y, en su lugar,
se negoció una retirada precipitada. Pero la élite política
nacionalista entró en caos después de que el 19 de julio de
1947, algunos hombres armados enviados por un adversario
político asesinaran a Aung San, el presunto líder de la Birma-
nia independiente, junto con cinco miembros de su gabinete.
De los hombres que quedaron, U Nu tomó el cargo de primer
ministro y el liderazgo de la Liga Antifascista para la Libertad
LAS CUATRO DÉCADAS DE LUCHA INTERNA EN BIRMANIA 211

del Pueblo, que dominó a los partidos políticos en Birmania


durante la siguiente década.
La guerra civil comenzó junto con la independencia, el 4
de enero de 1948. Para marzo de ese año, una variedad de gru-
pos secesionistas y revolucionarios ocupó diferentes zonas del
país. Su número aumentó a medida que miles de miembros de
las tropas de gobierno desertaron. Las fuerzas comunistas
constituyeron la amenaza inmediata más grave, pero luego
vinieron otras. En 1949, los combatientes de la etnia karen,
muchos de los cuales habían desertado del ejército en unidades
completas, sitiaron Rangún, la capital. La segunda ciudad más
grande, Mandalay, cayó frente a las fuerzas comunistas y a los
guerreros karen que actuaron en conjunto.
Durante algunos meses, el gobierno no tuvo control de nin-
gún área. Se imponía solo porque sus muchos oponentes no se
unían. Quienes ocuparon Mandalay no se ponían de acuerdo en
sus objetivos y los comunistas estaban divididos en facciones.
Nu obtuvo apoyo del exterior, que incluía a su amigo Jawahar-
lal Nehru, primer ministro de India. Ambos habían colaborado
en la lucha compartida por independizarse de los británicos y
ahora tenían una política exterior común de estricta neutrali-
dad. Nehru envió armamento a Rangún en 1949 y visitó la ciu-
dad en 1950. A pesar de que la situación se estabilizó, en las
áreas rurales el gobierno aún dependía en gran medida de los
paramilitares para mantener su autoridad. Muchos se habían
formado a partir de los “ejércitos de bolsillo” de los caudillos
locales y no eran más que rufianes sin lealtad alguna.
Para agravar la guerra civil, los opositores en las urbes
protestaron a fin de promover una desorganización econó-
mica y política. En 1948 y 1949, los sindicatos apoyados por
los comunistas realizaron huelgas nacionales. Al año siguiente,
los trabajadores del petróleo paralizaron sus actividades y, en
1953, los estudiantes cerraron las universidades y las escuelas
profesionales, por las precarias condiciones para la educación
y porque percibían amenazas a la libertad académica. La poli-
cía dispersó las manifestaciones con violencia y ocupó los
campus. En respuesta a una mayor agitación, en 1956, el
gobierno prohibió las asociaciones estudiantiles y encarceló a
cerca de un centenar de sus líderes.
212 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

La incesante agitación política, la guerra civil y el daño


que dejaron las fuerzas imperiales tuvieron consecuencias.
Los planes de recuperación económica a través de la redistri-
bución de la tierra y de la industrialización impulsada por el
gobierno progresaban en forma muy lenta. Las exportaciones
de arroz bajaron considerablemente en relación con las dos
décadas anteriores y lo mismo ocurrió con la exportación de
otros productos.
El ejército era una de las pocas instituciones que había
logrado cumplir la mayoría de sus objetivos. Los soldados bir-
manos se habían probado a sí mismos en las batallas desde la
ribera del delta en la bahía de Bengala hasta la frontera de
China, donde las tropas del Kuomintang, el partido naciona-
lista chino, se habían escondido de sus oponentes comunistas.
Para mediados de 1958, sus esfuerzos rindieron frutos, pues
miles de insurgentes armados se rindieron a cambio de una
amnistía. Ya liberados de las luchas en varios frentes, los ofi-
ciales del ejército volvieron su atención a los asuntos de Estado.

1958: La amenaza

En 1958, el partido gobernante de turno en Birmania se des-


moronó. Nu lideró una facción en contra de un grupo opo-
nente, cerró el Parlamento y anunció nuevas elecciones. Los
políticos se peleaban por conseguir el apoyo de los oficiales y
de los grupos armados como el ejército, la policía, los parami-
litares y los insurgentes que se habían rendido. La violencia
estalló y hubo muertes en ambos bandos.
Los altos mandos militares se reunieron con Nu en sep-
tiembre y le informaron que algunos grupos del ejército inten-
tarían tomar el poder y que ellos no podrían controlar a sus
hombres. Debido a esta amenaza, el 28 de octubre, Nu entregó
el poder al comandante del ejército, el general Ne Win, por seis
meses, a condición de que luego llamara a elecciones libres y
justas. Ne Win estuvo de acuerdo, pero con posterioridad recu-
rrió al Parlamento para extender su período por un año.
El gabinete de Ne Win estaba conformado por burócratas
civiles y líderes de las minorías étnicas. Sus militares trabajaban
LAS CUATRO DÉCADAS DE LUCHA INTERNA EN BIRMANIA 213

en las sombras, expandían los intereses económicos del ejér-


cito y perseguían a quienquiera que se lo acusara de socavar la
ley y el orden. A algunos de estos acusados se les envió a áreas
segregadas remotas y a otros, a un campo de prisioneros en
una isla lejana.
Los partidos de extrema izquierda y los grupos estudianti-
les condenaron el golpe de Estado, pero muchos de los miem-
bros de las élites intelectuales y económicas de Birmania,
cansados de años de agitación política, elogiaron al gobierno
interino por su disciplina e integridad. No obstante, muy pocos
previeron los peligros de su conformidad con el gobierno militar.
En 1960, Nu venció con facilidad al candidato que el ejér-
cito apoyaba en las elecciones generales. Los militares birma-
nos, por primera vez, comprendieron que sus habilidades
como luchadores no se traducían en los atributos necesarios
para participar en la política. Después de todo el esfuerzo rea-
lizado, los electores habían restaurado el ordenamiento polí-
tico que existía antes de que ellos tomaran el poder.
Sin embargo, el ejército también entendió que no era
necesario que el país estuviera en peligro para que él intervi-
niera. En lugar de las amenazas existenciales que Birmania
había enfrentado una década antes, ellos podían fabricar otras
amenazas. De esta forma, mientras los militares continuaban
ganando batallas al interior del país, empujaban a las tropas
del Kuomintang hacia Laos y Tailandia, y repelían a los sece-
sionistas y a los insurgentes comunistas. Mientras preparaban
una estrategia para otra batalla: la lucha contra los enemigos
en la capital del país.

1962: La oscuridad

En las primeras horas del 2 de marzo de 1962, algunos vehícu-


los corrían velozmente alrededor de Rangún. En la oscuridad,
los soldados ocupaban los edificios principales. Sacaron de su
cama al primer ministro, a los políticos destacados, a los jueces
y a los burócratas, y se los llevaron. El ejército mantuvo a la
mayoría de ellos detenidos entre cuatro y seis años, sin some-
terlos a un juicio.
214 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Al día siguiente, Ne Win disolvió el Parlamento y, en su


lugar, estableció un Consejo Revolucionario, mientras trataba
de explicar las razones para haberse tomado el poder, entre las
que incluía la inflación, el deterioro del Estado de derecho y la
insistencia de algunas etnias por lograr el federalismo.
El 4 de julio, la junta de gobierno inauguró su organiza-
ción de vanguardia que se conocería como el Partido del Pro-
grama Socialista de Birmania. Al día siguiente, la policía
disparó contra los estudiantes que protestaban y este tiroteo
causó manifestaciones más grandes. El 7 de julio, la policía y
los militares rodearon el campus de la Universidad de Ran-
gún, donde se habían reunido miles de estudiantes. Cerca de
las seis y media de la tarde, comenzaron los disparos que ter-
minaron con más de cien muertos.
La masacre del 7 de julio definió un patrón que se mantuvo
durante todos los períodos sucesivos de dominio militar en
Birmania: la falta de certeza sobre el número de bajas en los
levantamientos en las urbes. Pero esta falta de certeza no fue
casual, fue instrumental, pues el temor y la confusión se con-
vertirían en el sello distintivo del gobierno birmano durante los
años que quedaban de la Guerra Fría.
Esta masacre marcó de manera definitiva el nuevo escena-
rio político del país. En adelante, el ejército no toleraría nin-
gún tipo de oposición y para reforzar el mensaje, el 8 de julio,
dinamitó y demolió el edificio de la asociación de estudiantes,
con algunos sobrevivientes de la masacre, según consta, en su
interior. Ne Win hizo declaraciones a través de la radio para
dejar en claro que cualquiera que intentara detenerlo, enfren-
taría “espada con espada y lanza con lanza”. Si el problema
eran las riñas políticas, entonces la solución del ejército sería
eliminar la política mediante la violencia.
El gobierno interino había logrado, en cierta medida,
expulsar de la administración pública a los políticos y estable-
cer organizaciones populares apolíticas para que realizaran
los deberes cívicos. Esta vez no se reabrirían las puertas, pues
debido a que el ejército carecía de habilidades para hacer polí-
tica, entonces debía evitarla.
Con una serie de movimientos estratégicos que empeza-
ron en 1962 y que se intensificaron entre 1963 y 1964, la junta
LAS CUATRO DÉCADAS DE LUCHA INTERNA EN BIRMANIA 215

erradicó los medios de comunicación independientes y las


organizaciones civiles, además de los partidos políticos autó-
nomos y las empresas privadas. Forzó también a cientos de
miles de ciudadanos y residentes de descendencia india y
china a que se fueran del país. Todas las escuelas, los sindica-
tos y los periódicos ahora marchaban al ritmo que imponían
los militares.
Muchos birmanos pasaron a la clandestinidad. La insur-
gencia creció y se difundió a regiones que aparentemente esta-
ban en paz. Con el apoyo de China, los comunistas reaparecie-
ron y lucharon hasta la fragmentación en 1989. El ejército
respondió con tropas de choque. Los militares apuntaron a
poblaciones completas mediante “cuatro cortes”: los alimen-
tos, el financiamiento, los reclutas y la inteligencia. La acción
contra la insurgencia ya no distinguía a los combatientes de
los aldeanos, pues todos eran enemigos.
En las ciudades, los monjes budistas protestaron en 1965
por los planes para hacer un registro de su población y para
controlar sus actividades. A alrededor de cien monjes se les
desnudó y encarceló, junto con algunos seguidores laicos. Los
estudiantes no se levantaron hasta diciembre de 1967, cuando
un incidente durante los Juegos Peninsulares del Sudeste Asiá-
tico precipitó los ataques a las empresas y reparticiones de
gobierno sobre las cuales existían rumores de enriquecimiento
por parte de la familia de Ne Win y sus cercanos. Las protestas
fueron espontáneas y breves, pero fueron el síntoma de una
posible agitación mayor en el futuro. La frustración generali-
zada frente a la pobreza y la falta de oportunidades, la censura
y las mentiras de la propaganda de gobierno, surgiría de nuevo
a través del descontento público, cada vez con mayor fuerza y
más derramamientos de sangre.

1974: El alboroto

Para la dictadura de Birmania, 1974 debía ser un año para


celebrar. Habían pasado más de dos años en la reestructura-
ción del aparato estatal y en la creación del Partido del Pro-
grama Socialista de Birmania. Los soldados, que habían
216 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

dejado sus uniformes y vestían de civiles, inauguraron una


nueva legislación bajo una constitución nominalmente socia-
lista. El proyecto de un estado unipartidista centrado en sí
mismo parecía haberse logrado.
Luego de unos pocos meses de que se inaugurara la legis-
lación, algunos eventos sacudieron sus bases. En marzo de
1962, los trabajadores en Rangún iniciaron una huelga para
protestar por los salarios bajos y las raciones insuficientes. Las
huelgas tomaron impulso y se unieron los estudiantes. Algu-
nos aprovecharon la oportunidad para quemar el cuartel de
policía, que respondió con disparos.
Para junio, 128 fábricas y talleres que empleaban a más de
43.000 trabajadores en todo Rangún estaban en huelga.
Muchos de ellos exigían el cierre de los consejos laborales
estatales. Algunos exigían una economía socialista “genuina” y
otros, el término de la dictadura militar. Decenas de miles de
trabajadores más en Mandalay se unieron a las huelgas, al
igual que en los pueblos más pequeños y en los yacimientos
petrolíferos. Las huelgas se coordinaban a través de comités
elegidos por los mismos huelguistas.
El 5 de junio, los trabajadores de una de las fábricas más
grandes de Rangún se enfrentaron con la policía y tomaron
como rehenes a tres funcionarios de gobierno, incluido un ofi-
cial del ejército. Los militares desplegaron sus fuerzas y los
tiroteos empezaron al día siguiente. Para el 8 de junio, las
huelgas terminaron con derramamientos de sangre o amena-
zas de matanzas. El listado oficial informó de 39 muertos,
pero de acuerdo a los testigos presenciales, solo en un punto
hubo más de 60 y en otro, 70. Cientos de personas detenidas
fueron torturadas. Los tribunales militares sentenciaron a 147
líderes a penas de al menos 10 años de cárcel, aunque la mayo-
ría al final solo cumplió entre cinco y seis años.
El año de la celebración se había convertido en un año de
alboroto y aún quedaba más por venir: en noviembre, el exse-
cretario general de las Naciones Unidas U Thant (1909-1974),
falleció en Nueva York. Sus restos fueron enviados a Birmania
para los ritos funerarios, pero el 5 de diciembre, los estudian-
tes robaron el cuerpo y lo llevaron a la Universidad de Ran-
gún, donde se les unieron los monjes y sus partidarios entre
LAS CUATRO DÉCADAS DE LUCHA INTERNA EN BIRMANIA 217

los civiles, para exigir un funeral de Estado y un mausoleo


para Thant acorde a su importancia como líder mundial.
La noche del 10 de diciembre, los militares rodearon el
campus y, para cuando amaneció, lo habían vaciado por com-
pleto. Miles de personas fueron detenidas o desaparecieron.
Cuando se propagó la noticia de la operación, los habitantes
de la ciudad atacaron e incendiaron las oficinas del gobierno,
cuarteles policiales, vehículos y cines estatales. Los militares
dispararon a la multitud y murieron cientos de personas. El
gobierno decretó la ley marcial, que se mantuvo en vigor hasta
1976. Al igual que antes, los tribunales militares sentenciaron
a los presuntos cabecillas del movimiento.
Después de aplastar nuevas protestas a mediados de 1975
y 1976, el gobierno del Partido del Programa Socialista de Bir-
mania siguió avanzando con dificultad a la siguiente década,
sin ninguna credibilidad y sin expectativas de sobrevivir a
largo plazo. La pretensión de ser un régimen civil ya se había
desmoronado mientras lo construían. En contra de los débiles
eslóganes oficiales sobre el sistema económico socialista y los
derechos y deberes de las masas trabajadoras, los gritos de
estas se hicieron eco en la gente: “Pedimos combustible y
arroz, y nos dieron balas”.

1988: El colapso

En 1985, la economía de Birmania estaba al borde del colapso.


Prácticamente todos negociaban en el mercado negro. En un
intento infructuoso por controlar el mercado ilícito, Ne Win
había ordenado el retiro del mercado de tres denominaciones
de billetes (25, 35 y 75 kyats). Las personas que tenían estos
billetes podían cambiar una cantidad limitada de ellos por otros
de diferente denominación durante un tiempo; sin embargo, los
comerciantes del mercado negro evadieron las reglas y conti-
nuaron con sus actividades.
En septiembre de 1987, el gobierno de nuevo retiró del
mercado tres billetes, pero esta vez no permitió cambiarlos
por otras denominaciones. De un momento a otro, el dinero
que tenían las personas en sus manos se convirtió en papeles
218 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

sin ningún valor. Después de escuchar el anuncio del retiro de


los billetes en la radio, las personas que comían en las cafete-
rías no pudieron pagar su consumo y los estudiantes que espe-
raban inscribirse en sus cursos no pudieron pagar la matrícula.
Algunos vehículos del gobierno fueron atacados en las calles;
las protestas esporádicas y los actos de violencia se mantuvie-
ron hasta noviembre de ese año.
A comienzos de 1988, el caos en Birmania estaba a punto
de estallar. Una discusión insignificante en un salón de té gati-
lló los sucesos que causaron las primeras protestas importan-
tes del año, iniciadas por los estudiantes. El 15 de marzo, los
militares y las fuerzas especiales ocuparon el Instituto de Tec-
nología de Rangún, arrestaron a los alumnos y suspendieron
las clases. Al día siguiente, acorralaron a los manifestantes en
el Puente Blanco, cerca de la Universidad de Rangún, golpea-
ron por lo menos a cien estudiantes hasta matarlos y ahoga-
ron a varios más en el lago Inya, en el centro de Rangún. El
horror de la experiencia vivida llevó a los sobrevivientes a bau-
tizar el lugar como Puente Rojo. Durante los siguientes días,
prácticamente miles de estudiantes fueron detenidos, tortura-
dos y violados, y 41 personas murieron asfixiadas dentro de
los furgones policiales. Las escuelas y universidades se mantu-
vieron cerradas hasta finales de mayo.
Las noticias sobre las atrocidades cometidas se difundie-
ron y, con ello, también aumentaron las manifestaciones.
Durante la tercera semana de junio, se multiplicó la cantidad
de personas reunidas en todas las ciudades del país. Las fuer-
zas especiales de la policía dispararon a los manifestantes, el
21 de junio. Algunos testigos indignados por los hechos se
unieron a los manifestantes para responder al ataque de la
policía y, como resultado, murieron seis personas. Entonces el
gobierno impuso toques de queda continuados.
El 23 de julio, Ne Win anunció que renunciaría a la presi-
dencia del partido. Aun así, tuvo la osadía de lanzar la siguiente
amenaza: “En el futuro cuando las multitudes causen desórde-
nes, si el ejército dispara, disparará a matar; no habrá disparos
al aire para atemorizar”. Obviamente, esta declaración consti-
tuyó una advertencia sobre lo que estaba por venir y una pre-
dicción de los sucesos futuros. Los ciudadanos de Birmania ya
LAS CUATRO DÉCADAS DE LUCHA INTERNA EN BIRMANIA 219

habían sido fusilados en las calles, en las fábricas y en los cam-


pus universitarios durante un cuarto de siglo, sin mencionar lo
que habían vivido sus compatriotas que vivían en áreas azota-
das por la guerra civil. No era necesario que Ne Win les dijera
qué sucedería cuando aparecieran los militares.
Hubo certeza de que vendrían más asesinatos cuando El
Carnicero Sein Lwin asumió el cargo de Ne Win como presi-
dente del Partido del Programa Socialista y luego se trans-
formó en presidente del país. Su designación causó la furia de
los ciudadanos. El Carnicero había sido responsable de las
atrocidades del Puente Rojo y había liderado las tropas el 7 de
julio, más de dos décadas antes. El 3 de agosto, Sein Lwin
impuso la ley marcial en Rangún. Cinco días después, el 8-8-
88 o “los cuatro ochos”, las personas que participaron en una
huelga nacional masiva proclamaron el fin de la dictadura
unipartidista. Después del anochecer, Sein Lwin dio la orden
de disparar a los manifestantes.
Durante los siguientes seis días, Rangún fue zona de gue-
rra. Los militares abrían fuego cada vez que veían grupos reu-
nidos en diferentes partes de la ciudad. Cuando el personal del
hospital general, ya exhausto, elevó una petición de cese de
fuego, llegaron los militares y dispararon a los médicos y
enfermeras que trataban a los heridos en el frontis del edificio.
Los manifestantes levantaron barricadas en el hospital y se
mantuvieron armados. Lo mismo hicieron los residentes de
muchos barrios y se defendieron con armas improvisadas:
ondas, dardos, palos y cuchillos. Quemaron o destruyeron las
oficinas y bodegas del partido gobernante, las estaciones de
trenes y los cuarteles de policía. Estos eventos ocurrieron en
todo el país. Responsable de otros miles de muertes, El Carni-
cero renunció a su cargo, el 12 de agosto, y fue reemplazado
por otro lacayo de Ne Win.
A principios de septiembre, las protestas llegaron a un
punto culminante, con la participación de diferentes tipos de
personas en todas partes del país. Los burócratas, los profeso-
res, los médicos, las enfermeras e incluso los policías, los mari-
nos y los guardias de las prisiones, marcharon uniformados
junto con los estudiantes, los monjes, los abogados, los perio-
distas, los actores, los ingenieros, los veterinarios, los obreros y
220 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

las amas de casa. Los miembros del partido gobernante que-


maron sus credenciales y se crearon nuevas asociaciones cívi-
cas y políticas. Los antiguos camaradas de Ne Win se unieron a
la oposición. Aung San Suu Kyi, hija del mártir de la indepen-
dencia Aung San, quien había regresado hacía poco del extran-
jero para cuidar a su madre enferma, habló en enormes
mítines. Nu salió del retiro forzado para formar un gobierno
rival.
Parecía solo cuestión de tiempo para que la dictadura
fuera cosa del pasado en Birmania. Sin embargo, los militares
tenían otros planes. Aunque el personal de unas pocas unida-
des especializadas de soldados activos había abandonado sus
tareas para unirse a las protestas, el ejército era quizá la única
institución que no había mostrado señales importantes de
daño. El 13 de septiembre, su comandante, el general Saw
Maung, afirmó que tal vez sus tropas tendrían que intervenir
para evitar la anarquía.
Como las manifestaciones masivas eran extremadamente
ordenadas, dado su tamaño y las circunstancias en las cuales
las personas marchaban, había que inventar la anarquía. Ya se
habían dado los primeros pasos: a fines de agosto se produje-
ron algunos incendios y desórdenes de manera simultánea en
varias cárceles. Miles de prisioneros habían sido liberados de
modo inexplicable. Después vinieron los saqueos a las empre-
sas del gobierno y los ataques a los vecindarios. Algunos líde-
res comunitarios y religiosos que se encargaban de organizar
la seguridad local fueron agredidos y asesinados.
Como la escasez de alimento y combustible aumentaba
todos los días y el odiado gobierno avanzaba lento en la reforma
política, el comandante del ejército hizo su jugada y el 18 de
septiembre formó una nueva junta: el Consejo de Estado para el
Restablecimiento del Orden y la Ley. Sus tropas demostraron
su compromiso con la ley y el orden ametrallando, agrediendo
y deteniendo de inmediato a todos los que se interpusieran en
su camino. Aunque los residentes de Rangún y otras ciudades
se resistieron, tal como lo habían hecho en agosto, esta resisten-
cia tuvo una corta duración. El ejército usó sus armas, su entre-
namiento y cuatro décadas de duras experiencias de combate
sin restricción, y en unos días, los soldados cobraron miles de
LAS CUATRO DÉCADAS DE LUCHA INTERNA EN BIRMANIA 221

nuevas vidas y aplacaron la insurrección, lo que dio término al


estado de gobierno unipartidista.

Epílogo

La nueva junta anunció que permanecería en el gobierno


hasta 1990, cuando realizaría una elección general multiparti-
daria y dejaría el cargo. La Liga Nacional para la Democracia
ganó las elecciones de mayo de 1990 por una mayoría arrolla-
dora. Si el ejército hubiera respetado los resultados, Birmania
habría experimentado una transformación política en sincro-
nía con el descenso de la Guerra Fría. Pero no fue así; al con-
trario, el país entró en un nuevo período de represión
extendido. En nombre de la ley y el orden, el pueblo de Birma-
nia tuvo que sobrellevar otro cuarto de siglo de violencia mili-
tar arbitraria y pobreza miserable.
No obstante, la junta post 1990 de Birmania fue, en
muchos sentidos, una junta post Guerra Fría. Mientras que
cada uno de sus predecesores tenía criterios ideológicos según
los cuales se podían medir sus éxitos y fracasos, la nueva junta
abandonó la ideología. No prometió transformar la sociedad;
su promesa fue que el ejército sería el único árbitro del futuro
del país, a menos que se anunciara otra medida.
Miles de estudiantes y activistas huyeron a las regiones
fronterizas. Con el apoyo de los rebeldes en las montañas y
más allá de las fronteras de Tailandia e India, algunos toma-
ron las armas y combatieron. Otros formaron organizaciones
políticas en las “áreas liberadas” y en el exilio. Crearon alian-
zas con defensores de los derechos humanos y partidos políti-
cos democráticos en el extranjero y, a través de internet, capta-
ron financiamiento de colaboradores que surgieron para
apoyar la causa de la sociedad civil en los últimos años de la
Guerra Fría; por ejemplo, el Instituto por una Sociedad
Abierta (Open Society Institute) y la Fundación Nacional para
la Democracia.
Durante un tiempo, parecía que se iba a formar una nueva
alianza antigobierno potencialmente poderosa entre los disi-
dentes e insurgentes de Birmania y los activistas y políticos
222 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

del mundo post Guerra Fría. No obstante, el apoyo obtenido


fue demasiado bajo y la oposición a la dictadura militar muy
problemática para alcanzar sus objetivos. Algunos grupos
insurgentes firmaron acuerdos de cese del fuego. Otros se
pusieron en contra de otras fuerzas contrarias al gobierno. Las
peleas de los estudiantes en el norte del país se repetían una y
otra vez. Las revueltas que comenzaron en 1996 y en 2007 atra-
jeron el apoyo del público, pero no lograron recobrar el ímpetu
que tuvieron en 1988.
Con su victoria masiva en las elecciones del 2015, la Liga
Nacional para la Democracia demostró una vez más ser el
sucesor político de la Liga Antifascista para la Libertad del
Pueblo. A diferencia de lo ocurrido en 1990, esta vez el ejército
le concedió el derecho a gobernar. Sin embargo, los militares
aún tienen un cuarto de representación en la legislatura nacio-
nal diseñada por el ejército. Las fuerzas armadas están involu-
cradas en todos los aspectos de la economía del país, continúan
librando batallas a lo largo de sus fronteras y disfrutan de la
impunidad por sus crímenes actuales y del pasado, por lo que
las luchas internas en Birmania están lejos de terminar.
CAPÍTULO 14
MALASIA Y SINGAPUR DURANTE
LA GUERRA FRÍA*

Daniel Chua
Graham Gerard Ong-Webb

La ocupación japonesa de territorios británicos en Malasia y


Singapur entre 1942 y 1945 aceleró el término de aquella colo-
nización. Aunque la impotencia de las fuerzas de la Common-
wealth, liderada por Gran Bretaña durante la guerra,
presagiaba el probable fin del dominio inglés, fueron los cons-
tantes y costosos conflictos contra la insurgencia comunista
entre 1948 y 1960 los que hicieron ineludible en el Sudeste
Asiático su política de retirada del “este del Suez”. Los planes
del primer ministro Harold Wilson de retirar sus tropas del
este del canal de Suez entre 1968 y 1971 marcaron un punto
de inflexión para la influencia británica en el “lejano Oriente”,
junto con impulsar los proyectos de construcción nacional de
Malasia y Singapur durante los años de la Guerra Fría. En este
capítulo, se recorren los caminos que los estados nacionales
en la península de Malaca tomaron hacia su independencia,
destacando los hitos en su lucha contra el colonialismo y el
comunismo. Asimismo, se analiza su progreso social y econó-
mico hasta 1990. Además de las luchas internas de ambos paí-
ses con el comunismo y el comunalismo, la historia y geografía
entrelazadas de ambos países contribuyeron a la sucesión de
períodos de conflicto y de cooperación en sus relaciones bila-
terales.

*
Traducido por Ángela Morales Santibáñez.
223
224 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

La Malasia británica y Singapur

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la Malasia británica


comprendía las “colonias de la corona” de Singapur, Malaca y
Penang, junto con nueve estados malayos bajo su dominio
indirecto, lo que significaba que los sultanes mantenían sus
cargos mientras que gran parte de la administración real
estaba en manos británicas.1 Con minas de estaño y plantacio-
nes de caucho, el área constituía un activo económico muy
importante para el Imperio británico; y desde el punto de vista
militar, la base naval en Singapur era un elemento central
para los planes estratégicos de Gran Bretaña en el resto de
Asia. Después de la guerra, las autoridades de la corona inglesa
percibieron que tenían más probabilidades de mantener sus
intereses en la región si se anticipaban a las demandas nacio-
nalistas y avanzaban hacia una independencia que se ajustara
a esos intereses locales. Especialmente en el contexto de la
Guerra Fría, el riesgo era que la resistencia propiciara movi-
mientos nacionalistas de izquierda, tal como sucedió en Indo-
nesia y Vietnam (ver capítulos 10 y 15). El dilema británico
era que el nacionalismo local fuera complejo, ya que los 12
territorios tenían características muy diferentes. Las tres colo-
nias eran ciudades cuyos habitantes eran en su mayoría des-
cendientes chinos, involucrados en el comercio y la industria.
Entre los estados malayos, algunos albergaban grandes comu-
nidades chinas e indias que a menudo trabajaban en planta-
ciones o en minas de estaño; algunas todavía estaban
principalmente habitadas por malayos musulmanes nativos.
En 1946, las autoridades británicas combinaron estos terri-
torios, excepto Singapur, en la Unión Malaya, un solo gobierno
que concedió los mismos derechos de ciudadanía a todos sus
residentes. Singapur se mantuvo como colonia, principalmente
debido a la base naval británica existente en su territorio.
Al obligar a los sultanes malayos a deponer gran parte de su

1
Nota de los editores: La forma preferible para referirse al grupo étnico
dominante y a la lengua oficial de Malasia es “malayo/a”; el gentilicio del país
es “malasio/a”.
MALASIA Y SINGAPUR DURANTE LA GUERRA FRÍA 225

Mapa 11: Malasia y Singapur

poderío y entregar a los malayos autóctonos los mismos dere-


chos que a las comunidades inmigrantes, la iniciativa británica
causó resentimiento y resistencia entre los malayos. El pueblo
—liderado por la recién fundada Organización Nacional de
Malayos Unidos (umno, por su sigla en inglés)— se movilizó
para levantar una oposición política y ejercer una actitud de
desobediencia civil frente a las autoridades coloniales. Como
respuesta, Gran Bretaña reemplazó la Unión con la Federación
Malaya en 1948. La estructura federal preservó la autoridad de
los sultanes y reconoció a los malayos como bumiputera (“hijo
del suelo”), quienes gozaban de una posición especial. La Fede-
ración se independizó en 1957, mientras que Singapur siguió
siendo una colonia británica.
A principios de la década de 1960, Gran Bretaña intentó
desprenderse de las responsabilidades coloniales que mantenía
en la región. Aunque la base naval de Singapur había perdido
226 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

mucha importancia con el descenso de Gran Bretaña en la


jerarquía mundial, los legisladores británicos consideraron
que Singapur solo podría ser viable si se integraba a Malasia.
Sin embargo, incluir a la población predominantemente china
de Singapur habría cambiado el equilibrio étnico de la federa-
ción. Por este motivo, incluyó en sus planes los territorios de
Sarawak y Sabah, ubicados en Borneo del Norte, que con
anterioridad habían sido separados de la Malasia británica, y
así en 1963 volvió a constituirse la Federación de Malasia. La
integración constitucional de los tres nuevos estados de la
federación con el resto fue mucho menor que la de los 11 esta-
dos originales. Las tensiones que surgieron de esta organiza-
ción de territorios poco usual causaron que Singapur fuera
expulsado de la Federación en 1965. Los estados de la antigua
Federación Malaya se conocen hoy como Malasia Peninsular
mientras que Sabah y Sarawak constituyen Malasia Oriental y
tienen importantes áreas de autonomía estatal que no poseen
los otros estados.

La emergencia malaya

El marxismo también influyó en el esbozo de los contornos


políticos y psicológicos de estas naciones formadas durante el
período de la Guerra Fría. El vehículo clave para difundir el
comunismo en Malasia y Singapur fue el Partido Comunista
de Malasia (pcm), formado en 1930. Aunque las autoridades
británicas calificaron a esta organización como ilegal antes de
la Segunda Guerra Mundial, la invasión japonesa en Malasia
las obligó a cooperar con ella. La milicia británica incluso ins-
truyó a elementos comunistas en tácticas de guerrilla en Sin-
gapur antes de que la defensa británica colapsara en esos
territorios. Los miembros entrenados conformaron la rama
militar del partido: el Ejército Antijaponés del Pueblo Malayo
(mpaja). Abarcando varios regimientos pequeños, este ejército
llevó a cabo operaciones de sabotaje y emboscadas contra las
fuerzas japonesas, quienes respondieron con represalias en
contra de los civiles chinos. El éxodo de los chinos malayos
desde las ciudades llevó al asentamiento de invasores en los
MALASIA Y SINGAPUR DURANTE LA GUERRA FRÍA 227

límites de la selva. Por su parte, el Ejército Antijaponés se con-


solidó en la selva con comandos británicos que les entregaron
las armas y los suministros necesarios, en especial en la pri-
mera mitad de 1945. La rendición de Japón, el 15 de agosto de
ese año, permitió que el Partido Comunista saliera de la selva
y restableciera su presencia entre los chinos malayos de las
zonas urbanas.
Al regresar a Malasia, las autoridades británicas reconocie-
ron las contribuciones del Ejército Antijaponés al resultado de
la guerra, pero con posterioridad le instruyeron entregar sus
armas y disolverse. Aunque el grueso se disolvió, a pesar de
mostrarse reacio a hacerlo, unos cuatro mil miembros se resis-
tieron, pasando a la clandestinidad. Quienes se mantuvieron
en el partido apoyaron el movimiento comunista y explotaron
el deficiente clima económico de la Malasia de posguerra. Esto
avivó la discordia entre la administración británica y los chi-
nos malayos, que instigaron huelgas y manifestaciones.
Con la asunción de Chin Peng como secretario general del
partido en 1946, el movimiento comunista en Malasia y Singa-
pur se volvió muy antibritánico. El punto de inflexión se pro-
dujo en 1948, cuando los comunistas asesinaron a tres europeos
dueños de plantaciones en Perak, lo que llevó a las autoridades
a declarar estado de emergencia, dotando de amplios poderes a
las fuerzas policiales para proceder con arrestos y otros casti-
gos. Las leyes permitieron realizar juicios abreviados y dictar la
pena de muerte para varias ofensas. Esta represión significó la
aniquilación del Partido Comunista de Malasia hasta que, en
1949, algunas facciones del antiguo Ejército Antijaponés del
Pueblo Malayo pudieron reagruparse como el Ejército de Libe-
ración de los Pueblos Malayos (mpla, por su sigla en inglés).
Esta organización armada inició una lucha por independizar al
país. Inspiradas por la estrategia ofensiva soviética, sus guerri-
llas continuaron en conflicto con los británicos y aumentaron
sus ataques contra construcciones claves, plantaciones de cau-
cho, medios de transporte y otros tipos de infraestructura. El
apoyo al Ejército de Liberación provino de alrededor de medio
millón de los más de tres millones de chinos en Malasia que
vivían en los mismos asentamientos marginales que se forma-
ron en la península durante la guerra. Dejando de lado su
228 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

agenda, el Partido Comunista y el Ejército de Liberación obtu-


vieron un amplio apoyo de los chinos malayos, quienes sentían
que se habían vulnerado sus derechos en el reconocimiento
entregado al nacionalismo malayo.
Después de enfocar al inicio sus esfuerzos en defender sus
activos económicos, la milicia británica optó por una estrate-
gia —concebida por el general Harold Briggs, director de Ope-
raciones del Ejército Británico en Malasia— para terminar
con el apoyo que los insurgentes recibían de la población. Este
Plan Briggs incluía la reubicación de los asentamientos ilega-
les en los campos de internación, denominados Nuevas Villas.
El propósito no era solo mantener a las guerrillas fuera, sino
también recuperar el apoyo de los chinos malayos de las zonas
rurales a través de la entrega de servicios públicos en aquellas
villas. Al mismo tiempo, el general Briggs introdujo más uni-
dades militares británicas en Malasia para reforzar la lucha
contra el Ejército de Liberación y, con ello, obligó a esas gue-
rrillas a refugiarse en el interior de la selva. La población
malaya, incluida la de origen chino, también comenzó a recha-
zar las tropas subversivas después de que matara al alto comi-
sionado británico, Henry Gurney. Este asesinato aumentó la
percepción en la opinión pública de que este ejército, original-
mente antijaponés, constituía una amenaza para la seguridad
de toda la población civil. Los esfuerzos británicos contra la
insurgencia se intensificaron con el nombramiento de Gerald
Templer como alto comisionado británico y director de Opera-
ciones. El éxito militar que obtuvo fue acompañado de un
impulso prodemocrático en la colonia; por ejemplo, el anun-
cio de las primeras elecciones del Consejo Legislativo Federal
(Parlamento), en 1955.
Cuando Templer abandonó Malasia, en 1954, la situación
había mejorado enormemente y, en 1955, los gobiernos de la
Federación Malaya y de Singapur emitieron una declaración
de amnistía para los insurgentes comunistas que depusieran
las armas y abandonaran la causa. A pesar de la resistencia ini-
cial a la propuesta, el Partido Comunista al final accedió a
empezar las conversaciones lideradas por Tunku Abdul
Rahman y varios otros representantes nacionales elegidos. Sin
embargo, estas conversaciones se vieron interrumpidas. Las
MALASIA Y SINGAPUR DURANTE LA GUERRA FRÍA 229

posteriores iniciativas de los comunistas por restablecerlas se


volvieron irrelevantes cuando Gran Bretaña otorgó a Malasia
su independencia, en 1957, durante el mandato del primer
ministro Tunku Abduk Rahman. La revolución perdió, enton-
ces, su propósito como guerra de liberación nacional. En 1960,
el gobierno de Malasia declaró el término del estado de emer-
gencia mientras los comunistas que quedaban se retiraron a la
frontera entre Malasia y Tailandia, donde intentaron reagru-
parse. En 1968, ese partido aprovechó el apoyo de la China
comunista, las crecientes tensiones entre las etnias malayas y
chinas en Malasia y la intensificación de la Guerra de Vietnam
para reanudar las hostilidades en la parte norte de la península
malaya. Sin embargo, diversos factores permitieron al gobierno
poner término a esta “Segunda emergencia malaya”, entre los
que se incluyeron el establecimiento de las relaciones diplomá-
ticas entre Malasia y China, en junio de 1974, y la introducción
del Programa de Seguridad y Desarrollo. Este programa invo-
lucraba la instalación de infraestructura y la entrega de servi-
cios en el área rural, además de una serie de “reglamentos
esenciales”, similares a los antiguos reglamentos de emergen-
cia, pero de una naturaleza menos draconiana. Esta segunda
insurgencia finalmente terminó en 1989, cuando el comunismo
firmó un acuerdo de paz con el gobierno malayo.
La existencia de Malasia también se vio amenazada por su
vecino más grande: Indonesia. Aunque los líderes malayos en
1963 habían acordado con los gobernantes indonesios y filipi-
nos crear una asociación regional denominada Maphilindo,
con la idea de lograr en el tiempo una integración política y
económica, el presidente indonesio Sukarno con posterioridad
denunció la creación de Malasia como una herramienta del
neocolonialismo británico, y lanzó una campaña en contra de
este país, conocida como Konfrontasi (Confrontación). Los
objetivos de Indonesia nunca fueron claros y Sukarno proba-
blemente estaba más influenciado por consideraciones políti-
cas internas que por obligaciones de política exterior. No
obstante, algunas pequeñas secciones de las tropas indonesias
cruzaron la frontera para ingresar a Borneo del Norte y se
asentaron en la península malaya.
230 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Singapur sale de Malasia

El gobierno que llegó al poder después de las elecciones de


1955 estaba conformado por una coalición de tres partidos: la
Organización Nacional Malasia Unida, la Asociación China
Malaya y el Congreso Indio Malayo, los que en conjunto se
conocen como la Alianza. La primera era el partido domi-
nante; sin embargo, todos los gobiernos incluyeron ministros
de otros partidos. Pero entre 1963 y 1965, el gobierno federal
de Malasia llegó a la conclusión de que la inclusión conti-
nuada de Singapur en la Federación debilitaría su política de
acción afirmativa para su país. Esta política pretendía fortale-
cer la posición económica de los malayos, quienes estaban
mal representados en el sector comercial moderno. La Organi-
zación Nacional Malasia Unida estaba particularmente preo-
cupada de que el gobierno de Singapur a cargo del Partido de
Acción Popular (PAP), liderado por Lee Kuan Yew, debilitara
su proyecto a través de la campaña denominada por una
“Malasia de malasios” que proponía tratar a todos los grupos
étnicos de manera igualitaria.
El gobierno federal y Singapur estaban, además, en el
medio de graves desacuerdos económicos. A pesar de la exis-
tencia de un convenio anterior para crear un mercado común,
el gobierno federal impuso restricciones al comercio entre
Singapur y el resto de Malasia. Como respuesta, Singapur se
abstuvo de cumplir con un acuerdo previo de prestar dinero
para el desarrollo económico a los estados de Sabah y Sarawak
(en Malasia Oriental). Esta fricción llevó a ambas partes a pro-
tagonizar un acalorado debate que causó un quiebre en las
relaciones políticas. Al mismo tiempo, la creciente tensión
étnica entre los malayos y los chinos, en Malasia y Singapur,
originó una avalancha de violentos disturbios raciales en 1964.
Estos conflictos raciales forjaron la base para que el primer
ministro recomendara al Parlamento de Malasia votar a favor
de expulsar a Singapur de Malasia en 1965. Tunku Abdul Rah-
man y su homólogo de Singapur, Lee Kuan Yew, reconocieron
la necesidad de dividirse con el fin de evitar el inminente des-
orden social.
MALASIA Y SINGAPUR DURANTE LA GUERRA FRÍA 231

Singapur, ya independiente, también estuvo expuesto a las


incursiones indonesias, pero después del derrocamiento del
presidente Sukarno en 1965-1966, las nuevas autoridades de
ese país rápidamente debilitaron la campaña de la Confronta-
ción y trataron de establecer buenas relaciones con Malasia y
Singapur. El fin de aquella campaña en 1966 entregó a Gran
Bretaña la oportunidad de planificar una salida militar del
Sudeste Asiático. El Acuerdo de Defensa Anglo-Malasio (amda,
por su sigla en inglés) se dio por terminado y fue seguido por
un pacto más débil denominado Acuerdo de Defensa de las
Cinco Potencias (adcp). Según este, Malasia, Singapur, Austra-
lia, Nueva Zelandia y el Reino Unido se comprometieron a
asesorarse mutuamente en caso de un ataque a los Estados
miembros. Este nuevo acuerdo, aunque crítico para mantener
la cooperación de defensa entre Malasia y Singapur y sus rela-
ciones bilaterales, redujo enormemente los esfuerzos de
defensa de Australia, Nueva Zelandia y el Reino Unido para la
seguridad de Malasia y Singapur. Esa tarea ahora era respon-
sabilidad de las nacientes fuerzas armadas de estos dos países.
La expulsión de Singapur de Malasia puede haber resuelto
algunas de las tensiones comunitarias que los líderes malasios
atribuían a los jefes del Partido de Acción Popular. Sin
embargo, no contribuyó en nada a resolver la continua divi-
sión entre los malayos y los chinos en su propia tierra. A fines
de la década de 1960, la mayoría de los malayos que vivían
sobre la línea de la pobreza ganaban lo justo para vivir como
trabajadores rurales, mientras que los grupos de origen chino
dominaban la mayoría de las áreas urbanas y se percibía que
controlaban gran parte de la economía del país. Esta aguda
división económica afianzaba el conflicto racial que se mani-
festó en los disturbios ocasionales durante las décadas de 1950
y 1960. El peor enfrentamiento fue el incidente ocurrido el 13
de mayo de 1969, después de que partidos no malayos gana-
ran las elecciones. El gobierno declaró el estado de emergen-
cia que perduró hasta 1971. Esto llevó, además, a la renuncia
del primer ministro, Tunku Abdul Rahman.
Después de la restauración del gobierno parlamentario, el
nuevo primer ministro, Tun Abdul Razak, lanzó la Nueva Política
Económica para acelerar la implementación de una acción
232 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

afirmativa para los malayos. También se abordó el problema de


la pobreza por medio del reasentamiento de un cuarto de millón
de campesinos en tierras de cultivo desocupadas que fueron
dotadas de una mejor infraestructura. Al mismo tiempo, se pro-
dujo un rápido crecimiento económico en las ciudades mala-
sias, particularmente en Kuala Lumpur. La política tuvo una
nueva configuración, la Alianza fue reemplazada por un Frente
Nacional más amplio (Barisan Nasional), el que llevó a un
mayor número de partidos a la coalición de gobierno. Sin
embargo, la Organización Nacional Malasia Unida siguió domi-
nando la política y proporcionando el primer ministro. En
especial en la década de 1980, bajo el régimen del primer minis-
tro Mahathir Mohamad, el país experimentó un lapso de mayor
desarrollo económico y urbanización. Además, Mahathir trans-
firió más poder económico a sus ciudadanos a través de una
serie de políticas educativas, incluida la imposición de ense-
ñanza en la lengua malaya y no en inglés. Como consecuencia,
la economía pasó de una economía agraria a una predominan-
temente basada en la manufactura y la industria, dominada por
el ascenso de la clase profesional. La trayectoria de la economía
de Malasia continuó su avance sin interrupciones durante el
resto de la Guerra Fría, excepto por una depresión del mercado
entre 1985 y 1986. El estilo político centralizado y autoritario
del primer ministro Mahathir, reforzado por los poderes de la
Ley de Seguridad Interna, minimizó la oposición en el país.

La independencia de Singapur

Durante la llamada Confrontación (guerra no declarada entre


Indonesia y Malasia), la prosperidad de Singapur, indepen-
diente desde el 9 de agosto de 1965, se vio amenazada por las
barreras comerciales con Indonesia, intercambio que consti-
tuía un cuarto de su ingreso antes del inicio de la guerra no
declarada. El término de esta, en 1965, permitió que el país
reanudara esta conexión comercial.
Sin embargo, el término de este conflicto no puso de inme-
diato a Singapur en la ruta del desarrollo económico. Las bases
militares británicas allí habían sido una fuente importante de
MALASIA Y SINGAPUR DURANTE LA GUERRA FRÍA 233

empleo e ingresos. Cuando Gran Bretaña anunció su política


de retirada del este del Suez en 1967-1968, los líderes de Singa-
pur temían que la seguridad y la economía de la isla se vieran
afectadas de modo significativo. A través de la promulgación
de un discurso de “supervivencia”, que resaltaba la vulnerabili-
dad innata de la isla, el gobierno del Partido de Acción Popular
adoptó políticas que contribuyeron simultáneamente al desa-
rrollo económico, social y defensivo del país. Para mejorar la
seguridad y la defensa, el gobierno aprobó la enmienda a la
Ley de Servicio Nacional en 1967, para enrolar a un número
inicial de cerca de nueve mil jóvenes en el servicio militar. Tal
como se anticipó, solo meses más tarde de que se aprobara el
proyecto de ley, el gobierno británico anunció sus planes de
retirarse de Malasia y Singapur. Para respaldar los esfuerzos
por contar con fuerzas armadas disuasivas, en 1970 se aprobó
la Ley de Reclutamiento en reemplazo de la Ley de Servicio
Nacional. El proyecto de ley regulaba el reclutamiento del ser-
vicio militar por dos o tres años de ciudadanos de sexo mascu-
lino, mayores de 18 años, después de los cuales la mayoría
serviría en la fuerza de reserva durante 12 años. El Servicio
Nacional no solo mitigó las preocupaciones de Singapur res-
pecto a la seguridad, sino que contuvo el flujo de jóvenes que
ingresaban a la fuerza laboral en una naciente economía indus-
trializada. De hecho, el Servicio Nacional no solo cumplió los
objetivos básicos de defender al país y cultivar el sentido de
patriotismo en los jóvenes, sino que también se transformó en
una experiencia socializadora que obligó a los singapurenses
de diferentes orígenes a interactuar con una mayor cercanía.
Cuando las tropas británicas terminaron su retirada de
Singapur, en 1971, el impacto económico no resultó ser tan
catastrófico como se había predicho, ya que sus antiguas bases
fueron convertidas en instalaciones de mantenimiento de bar-
cos y aviones comerciales. El uso de estas instalaciones por
parte de los estadounidenses durante la Guerra de Vietnam
entre 1965 y 1973 resultó ser crucial para el desarrollo econó-
mico de Singapur. El país se transformó en un destino popular
para el Programa de Descanso y Recuperación del despliegue
militar de Estados Unidos en Indochina. Aún más relevante
fue que Singapur se transformara en un punto importante de
234 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

mantención y reabastecimiento de combustible para las


embarcaciones de aquel país que participaban en la Guerra de
Vietnam. Debido a la salida militar de Gran Bretaña desde
esta nación, los Estados Unidos pronto desplazaron la impor-
tancia estratégica británica, profundizando la cooperación
militar y económica con Singapur. Lee Kuan Yew apoyó los
esfuerzos militares estadounidenses en Indochina, ya que per-
mitió que los países recientemente independientes del Sudeste
Asiático canalizaran sus recursos hacia proyectos para cons-
truir la nación en lugar de luchar contra el comunismo en la
región. Singapur fue capaz de concentrarse en su desarrollo
económico, ya que Estados Unidos se mantenía firme contra
el comunismo en Vietnam.
En la primera década después de la independencia, Singa-
pur logró un importante progreso interno. Fue capaz de rees-
tructurar su economía desde una que dependía de las regiones
interiores de Malasia e Indonesia a una economía manufactu-
rera, impulsada por las exportaciones, que daba trabajo a la
población. El gobierno lanzó una fuerte campaña para atraer
las inversiones extranjeras directas de Estados Unidos, Japón
y Europa, y así persuadió a las compañías multinacionales
para que establecieran sus divisiones regionales y centros de
manufactura en Singapur. A cambio de ello, el gobierno com-
prometió bajos impuestos, mano de obra eficiente y alta
conectividad con los mercados mundiales. El Estado isla
pronto se transformó en uno de los principales exportadores
de petróleo refinado en el mundo y en un centro regional de
manufactura y comercialización.

Las relaciones internacionales de Singapur

El gobierno de Singapur adoptó una política exterior de no ali-


neamiento que facilitó la posibilidad de conseguir más socios
comerciales. Pero lo que es más importante, esto lo dejó fuera
de la competencia bipolar entre la Unión Soviética y los Esta-
dos Unidos. Otro enfoque clave en cuanto a su política exterior
fue concentrarse en el regionalismo, guiado por la coopera-
ción multilateral y la preservación de la paz y la estabilidad
MALASIA Y SINGAPUR DURANTE LA GUERRA FRÍA 235

entre los estados del Sudeste Asiático. En 1967, tal como ya se


señaló en capítulos anteriores, Singapur, Indonesia, Malasia,
Tailandia y Filipinas formaron la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático (asean). Esta se transformó en una impor-
tante plataforma para el diálogo y la cooperación regional
sobre temas políticos, económicos y, en menor medida, en
temas estratégicos. Para Singapur, esta organización cumplió
la función esencial de darle más voz en las Naciones Unidas
respecto a temas como la Ley de Océanos, la libertad de paso
en el espacio internacional y algunas materias relacionadas
con la seguridad en la región.
La voz regional resultó tener una importancia crítica para
Singapur después del final de la Guerra de Vietnam, ya que
redujo la participación de Estados Unidos en los asuntos del
Sudeste Asiático en los años setenta. En diciembre de 1978,
Vietnam invadió Camboya y sacó del poder al gobierno de los
Jemeres Rojos (ver Capítulo 11). Con posterioridad, China
invadió Vietnam en enero de 1979; sin embargo, se mantuvo la
intervención política de Vietnam en Camboya. Durante el con-
flicto, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático rechazó
el gobierno instalado por Vietnam en Phnom Penh, en 1978.
Aunque el conflicto contribuyó a la caída de los Jemeres Rojos,
quienes, durante su gobierno, cometieron genocidios y otras
atrocidades, la asociación objetó la violación a los principios
de soberanía y no interferencia. Singapur temía que los esta-
dos pequeños sufrieran el destino de Camboya si una potencia
más grande pudiera suplantar a otro gobierno por medio del
uso de la fuerza y obtener reconocimiento internacional.
Durante el conflicto entre Vietnam y Camboya, la asociación
se transformó en una fuerza fundamental que mantuvo el
lugar de Camboya en la vacante de la onu hasta que el pueblo
de ese país eligiera a su gobierno a fines de los años noventa.
En medio de los riesgos para la seguridad mundial y regio-
nal, Singapur pudo desarrollar una economía que soportó las
crisis del petróleo de los años setenta y la recesión de mediados
de los ochenta. La ubicación de Singapur en la punta del estre-
cho de Malaca facilitó su crecimiento como núcleo principal
para el transporte marítimo y aéreo, lo que transformó al país
en un destino atractivo para los capitales extranjeros. Durante
236 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

la desaceleración económica, el gobierno se concentró en


entregar beneficios para la industria manufacturera, que impli-
caba una ardua mano de obra, y mantuvo los sueldos estanca-
dos a fin de mantener la competitividad en el país. Con la
habilidad de reducir los impuestos corporativos y la contribu-
ción de los empleadores al fondo de jubilación de sus trabaja-
dores, el Fondo de Previsión Central, el gobierno condujo al
país por estas tormentas económicas con una tasa de creci-
miento promedio real del pib de 8,7 por ciento anual entre 1965
y 1988.

Políticas sociales en Singapur

Desde 1965, el gobierno de Singapur había intentado crear una


nación multicultural que abarcara las etnias chinas, malayas e
indias junto con las minorías que incluían los euroasiáticos
(categorizados como “otros” para fines administrativos). Este
modelo ocultó la diversidad dentro de cada grupo étnico, pero
proporcionó una estructura útil, aunque rudimentaria, para
organizar las políticas del Estado sobre temas de educación,
vivienda y bienestar para una población formada por inmi-
grantes. Durante los primeros 25 años de independencia, la
generación fundadora de las élites nacionales fue muy exitosa
en la creación de una sociedad cohesiva, con un discurso
público que valoraba la subsistencia económica sobre las liber-
tades civiles. Con ese liderazgo, Singapur ganó la reputación
de ser un país de personas educadas, productivas y laboriosas
que atraía las inversiones extranjeras directas.
Como resultado, la descolonización e independencia de
Singapur durante la Guerra Fría ha sido en gran parte una his-
toria de éxitos. Sus líderes fueron capaces de aprovechar los
esfuerzos militares de Gran Bretaña y Estados Unidos para
obtener una seguridad regional y canalizar los recursos hacia el
logro del crecimiento económico y la seguridad social de Sin­
gapur. Desde 1965, año en que llegaron los primeros infantes
de marina de Estados Unidos a Danang, hasta 1991, cuando el
presidente George H.W. Bush declaró la existencia de un
“nuevo orden mundial”, Singapur logró progresar y mantener
MALASIA Y SINGAPUR DURANTE LA GUERRA FRÍA 237

la agilidad en sus relaciones estratégicas y en sus políticas


sociales, económicas y extranjeras.

Conclusión

Malasia y Singapur se formaron como países separados y en


consecuencia, ganaron su soberanía a través de un proceso
impulsado por los movimientos nacionalistas de posguerra y
la determinación británica por descolonizar esos territorios,
mediada por las preocupaciones acerca de la Guerra Fría de
los planificadores británicos y las élites locales. Gran Bretaña
luchó con éxito contra la insurgencia comunista en Malasia,
que fue provocada en parte por su decisión de favorecer a los
malayos autóctonos en su construcción política de una Mala-
sia independiente. El antagonismo étnico entre los indígenas y
las comunidades de colonos causó la separación entre Singa-
pur y Malasia, y perfiló la política interna restrictiva en ambos
países sucesores. En los dos países, la convicción política de
que solo el desarrollo económico impediría el desorden social
motivó políticas de desarrollo efectivas, aunque autoritarias.
CAPÍTULO 15
INDONESIA EN LA INTERSECCIÓN DE LA
GUERRA FRÍA CON LA DESCOLONIZACIÓN*

Vannessa Hearman1

En julio de 1966, la revista Time publicó una foto del general


Suharto en la portada, con el siguiente título: “Indonesia: la
tierra que los comunistas perdieron”. La revista proclamaba la
creciente importancia de Suharto a la cabeza de un violento
movimiento anticomunista y denominaba a la destrucción del
Partido Comunista de Indonesia “la mejor noticia de Occi-
dente durante algún tiempo”. En realidad, la destrucción de
este partido fue un suceso de importancia mundial. Su situa-
ción como el tercer partido comunista más grande del mundo
tuvo pocas consecuencias después de octubre de 1965, cuando
fue devastado luego de una operación anticomunista al mando
del ejército. En este capítulo, discutiremos varios aconteci-
mientos históricos ocurridos en Indonesia y nos concentrare-
mos en particular en el período de la Guerra Fría.
Al examinar los efectos de la Guerra Fría en Indonesia y la
violencia y los conflictos políticos que se originaron en este
lapso, resulta evidente que, tal como argumentó Odd Arne
Westad, esta fue un fenómeno mundial y que en ocasiones no
solo congelaba, sino que también abrasaba. La historia de
Indonesia luego de su independencia no nos deja dudas de
que la Guerra Fría tuvo un fuerte impacto en el país y en sus
habitantes. La violencia anticomunista entre 1965 y 1966, que

*
Traducido por Angela Morales Santibáñez.
1
Algunas secciones de este capítulo fueron publicadas originalmente
como V. Hearman. “Indonesian nationalism: from underdog to rising power”.
En Jeffrey Kingston, ed. Asian Nationalisms Reconsidered. Abingdon, Oxon:
Routledge, 2016. Usadas con autorización.
238
INDONESIA EN LA INTERSECCIÓN DE LA GUERRA FRÍA… 239

cobró la vida de cerca de medio millón de personas y que


motivó el encarcelamiento de cientos de miles de ciudadanos
y la destrucción del movimiento izquierdista, habla de que
Indonesia fue un campo de batalla durante este conflicto.
Había algo de verdad en el titular de la revista Time: los comu-
nistas perdieron de una manera dramática y sangrienta. Pero
no solo los comunistas perdieron. El presidente Sukarno, un
nacionalista radical poco amigo de Occidente, fue derrocado
por el golpe de Estado liderado por el ejército (1967) y el país
experimentó una reorientación radical de la política. En Asia,
la Guerra Fría se entrelazó con la descolonización. Indonesia
y muchos otros países asiáticos, como India, Birmania y Viet-
nam, se descolonizaron a medida que aquel conflicto se inten-
sificaba. La Guerra Fría complicó el período posindependencia
de Indonesia.

Mapa 12: Indonesia


240 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Este país constituyó un importante trofeo en la batalla por


la influencia, la que explica el interés de las potencias occiden-
tales por ganar el control de su territorio, ya sea a través del
colonialismo directo, las relaciones comerciales u otros tipos
de alianzas. Ubicado en el Sudeste Asiático, este archipiélago
consta de 13.000 islas extendidas por el denominado Anillo de
Fuego, una cadena de volcanes, que hacen que la región sea
geológicamente inestable y también muy fértil. Java, la isla de
mayor tamaño de este archipiélago, es la más densamente
poblada del mundo. Sus áreas más fértiles son aptas para la
realización de un amplio abanico de actividades agrícolas.
Indonesia también es rica en recursos naturales. Los produc-
tos que se pueden cultivar y su riqueza de recursos naturales,
como el petróleo, gas natural, carbón, estaño y hierro, tuvie-
ron un papel fundamental a lo largo de su historia.
Cuando los holandeses colonizaron Indonesia, las Indias
Orientales Neerlandesas, nombre que recibió después de esta
dominación, producía cultivos de exportación como café, té y
azúcar. Era un lugar atractivo para el intercambio comercial y
para la explotación minera. Su ubicación estratégica en el
océano Índico, donde ocupa algunas de las fosas oceánicas
más profundas de la región, también hizo de su territorio una
posesión muy valorada. Estas características geográficas tuvie-
ron influencia en el desarrollo de su historia; por ejemplo, en el
origen y la prolongación del régimen colonial durante un
tiempo y la lucha entre Estados Unidos y el bloque comunista
por tener influencia allí. Sin correr el riesgo de ser demasiado
simplista, la lucha por el poder, y los casos de violencia polí-
tica, y por sus recursos han trazado la historia del país.
La independencia de Indonesia fue proclamada el 17 de
agosto de 1945, proclamación que no fue reconocida por los
holandeses. Como estos querían reafirmar su control, vinieron
todavía cuatro años de conflicto armado con las fuerzas repu-
blicanas indonesias. Los holandeses regresaron a Indonesia
con dos campañas militares, en 1947 y 1948, y aunque no
pudieron asegurar la victoria, redujeron los territorios bajo el
control indonesio a pequeñas áreas en Java y Sumatra. Los
holandeses presionaron para lograr la formación de un estado
federal para Indonesia, parte del cual sería controlado por
INDONESIA EN LA INTERSECCIÓN DE LA GUERRA FRÍA… 241

ellos. Se efectuaron negociaciones diplomáticas, entre 1946 y


1949, incluidas aquellas intermediadas por las Naciones Uni-
das para salir de este punto muerto.
Finalmente, la independencia de Indonesia ocurrió con la
transferencia de la soberanía de los holandeses, el 27 de
diciembre de 1949. La Conferencia de la Mesa Redonda, reali-
zada en La Haya, estipuló las condiciones de esta transferen-
cia, dos de las cuales tuvieron efectos negativos prolongados
para la república. Esta asumió la deuda de la administración
colonial de Holanda que ascendía a 4,3 billones de florines
(moneda oficial en esos años) por el costo de administrar la
colonia. Debido a la magnitud de esta deuda, y ya que el país
europeo era su principal acreedor, Indonesia también tuvo
que consultar a los holandeses sobre materias monetarias y
fiscales en el futuro. Los holandeses se negaron a entregar
Irian Jaya Occidental (Nueva Guinea Occidental, también se
denominó alternativamente Papúa Occidental) y se retrasó un
año más la decisión respecto al futuro político del territorio.
Este hecho, combinado con la falta de infraestructura, capital
y recursos humanos, y años de cambios en su organización a
causa de la Segunda Guerra Mundial, dificultó el inicio de la
República de Indonesia.
Sukarno se transformó en el primer presidente de Indone-
sia, en 1949, y estableció un sistema de democracia parlamen-
taria en los años cincuenta, con una estructura de múltiples
partidos. Las elecciones se llevaron a cabo en 1955. A pesar de
la intensa rivalidad entre los partidos, el nacionalismo siguió
siendo un sentimiento poderoso. Durante el régimen de
Sukarno (1949-1966), se enfatizó la autosuficiencia y la auto-
nomía como los valores que Indonesia debía aspirar a alcan-
zar, en vista del continuo dominio extranjero de la economía.
La industria del petróleo fue monopolizada por tres firmas
extranjeras y la mayoría de las haciendas con plantaciones
tenían propietarios foráneos hasta fines de los años cincuenta.
El gobierno implantó campañas de educación y alfabetización
masivas. Además, realizó varios intentos por nacionalizar la
economía y la administración pública. Se incentivó el desarro-
llo de las empresas locales. Indonesia nacionalizó las empre-
sas holandesas a partir de 1957 en respuesta a su continua
242 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

ocupación de Irian Jaya Occidental. Estas empresas habían


sido claves para estimular la economía; por ejemplo, las
embarcaciones, los servicios aéreos, el intercambio de produc-
tos básicos y las compañías manufactureras.

Indonesia y el mundo

Sin embargo, Sukarno no solo fue un nacionalista. En 1945,


en su discurso sobre la ideología y filosofía del Pancasila,2
dijo: “Pero nuestro país Indonesia es solo una pequeña parte
del mundo”. Estaba consciente de su vulnerabilidad y de que
esta era una nación nueva en medio de la Guerra Fría. En
1954, Indonesia originó la conferencia de Bandung, Asia-
África, junto con los líderes: Birmania, Ceylán, India y Pakis-
tán. La conferencia de 1955 estaba destinada a trazar un curso
independiente de política exterior y promover la descoloniza-
ción de los países africanos que aún estaban bajo el régimen
colonial. La conferencia informó, además, sobre la incomodi-
dad de las naciones recientemente independientes con la divi-
sión del mundo entre Estados Unidos y el bloque comunista.
Después de la conferencia de Bandung, se crearon grupos pro-
fesionales y de solidaridad afroasiática. Los indonesios parti-
ciparon activamente en estas y en una serie de otras organiza-
ciones transnacionales como sindicatos, grupos de mujeres y
entidades pacifistas. Esta participación produjo una nueva
sensación de conexión con el mundo, con los indonesios que
vivían en otros países o que viajaban por ellos durante exten-
sos lapsos. Del mismo modo, con la Segunda Guerra Mundial
aún fresca en la memoria, los problemas planetarios como la
paz y el rechazo de la bomba atómica fueron llevados a la
esfera política de Indonesia en las campañas realizadas por
los indonesios que vivían en otras partes del mundo y su rela-
ción con las organizaciones de su país.
Indonesia estaba consciente de su rol internacional. El
gobierno, basado en su experiencia, diseminó la creencia de

2
Nota del traductor: Pancasila hace referencia a la filosofía del Estado
indonesio.
INDONESIA EN LA INTERSECCIÓN DE LA GUERRA FRÍA… 243

que el imperialismo era un flagelo para los estados recién


independizados. Aunque eran políticamente independientes,
estos descubrieron que su falta de capital y experticia técnica
los continuaba haciendo dependientes del primer mundo.
Esta dependencia tuvo una excesiva influencia en otros países
para que interfirieran en los asuntos internos de las que a
menudo eran sus excolonias. Sukarno trató de implantar una
política exterior “libre y activa” frente a la Guerra Fría. En un
principio, Estados Unidos insinuó a Indonesia que se uniera a
su fuerza militar. Sin embargo, esta forjó cada vez más lazos
con el bloque comunista, por lo que la posibilidad de una
alianza entre Estados Unidos y el gobierno indonesio era
remota. Los indonesios viajaron a otros países para rea­lizar
estudios en naciones como la Unión Soviética, Checoslovaquia,
Bulgaria y Rumania. También demostraron un interés activo
por China como posible modelo no occidental de moderniza-
ción para su país. Indonesia fue uno de los países fundadores
del Movimiento de Países No Alineados, que ahora tiene 115
países miembros. La primera conferencia de esta organización
se realizó en Belgrado en 1961. Sin embargo, poco después de
su formación la actitud de Sukarno se endureció y formuló el
concepto de “nuevas fuerzas emergentes” y de las “antiguas
fuerzas establecidas” como una manera alternativa de conce-
bir la división del mundo. Esta ya no estaba solo entre el Occi-
dente y el bloque comunista, sino más bien entre algunas
fuerzas en ambos lados, incluida la Unión Soviética ubicada en
el camino de lo que él llamó “nuevas fuerzas emergentes”.

Manejo de los deseos separatistas

El gobierno indonesio luchó por reprimir las aspiraciones


separatistas a fines de los años cincuenta y comienzos de los
sesenta, con la rebelión de las Islas Exteriores y del movi-
miento Islam Darul, con base islámica en Java Occidental y
Aceh. Vale la pena destacar la importancia para Indonesia del
estado unitario y la integridad de su territorio, importancia
que está influenciada por muchos factores históricos. El terri-
torio de Indonesia tomó su forma del que los holandeses
244 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

habían controlado antes de la independencia. El eslogan “de


Sabang a Merauke” denota la distribución de Indonesia desde
la punta de Aceh en el occidente hasta el punto más oriental
de Papúa Occidental. La propuesta holandesa respecto a la
formación de un estado federal, en oposición a la de crear una
república unitaria, ha transformado el concepto de estado
unitario en un elemento central de su nacionalismo, tal como
lo han promovido diversos gobiernos sucesivos de este país. El
modelo republicano centralizado se implantó en 1950, al pre-
ferirlo frente al modelo federal. Las rebeliones regionales
sacaron a la luz problemas como el hecho de compartir los
recursos y el poder, y el grado de control ejercido por Java, lo
que desencadenó las rebeliones y las posteriores demandas
por separar otras áreas como Aceh y Papúa Occidental.
En Aceh, surgieron demandas por un gobierno propio
desde inicios de los años cincuenta. Los líderes de esa provin-
cia aceptaron apoyar la causa de una república independiente
a cambio de que el territorio fuera debidamente reconocido en
ella y de que el nuevo estado se fundara de acuerdo con los
principios del islam. Existen múltiples y complejas razones
para el sentimiento separatista en Aceh y Papúa, que poseen
petróleo, gas, oro, cobre y otros recursos que han sido explota-
dos por compañías como Shell y Freeport McMoran, respecti-
vamente. Se usó la fuerza y tácticas militares para reprimir los
sentimientos separatistas, aunque no siempre con éxito.
Estados Unidos apoyó la conquista de Papúa Occidental
por parte de Indonesia, y con ello presionó a los holandeses
para que cedieran el territorio, ya que este país veía cada vez
más al colonialismo como una barrera para asegurar la lealtad
de los aliados en la Guerra Fría. Indonesia se opuso al control
continuado por parte de los holandeses de Papúa Occidental/
Papúa e inició campañas para su retorno a Indonesia hasta
que la onu administró el territorio desde 1963 hasta 1969. En
1969, se promulgó la Ley de Libre Elección, bajo la supervisión
de este organismo internacional, en la cual mil líderes de
Papúa prefirieron unirse a Indonesia. Los críticos han desacre-
ditado desde entonces esta ley, por favorecer a Indonesia en la
forma en que se administró, en cuanto los líderes de las tribus
fueron presionados para que votaran por un futuro indonesio.
INDONESIA EN LA INTERSECCIÓN DE LA GUERRA FRÍA… 245

A pesar del apoyo de Estados Unidos a Indonesia en el caso


de Papúa Occidental, Sukarno defendió la libertad de su
gobierno de elegir a sus aliados. La actitud de aquella potencia
frente a Sukarno se endureció cuando este se alejó de los paí-
ses occidentales. Las relaciones con Gran Bretaña se dañaron
cuando Indonesia se opuso a la fundación de Malasia en 1963,
lo que originó la Confrontación, un conflicto armado entre
Indonesia y Gran Bretaña y sus aliados. Aunque apoyaba el
nacionalismo malayo, Indonesia vio en la recién fundada Mala-
sia un estado amigo de los británicos y un intento por desauto-
rizar a la Indonesia independiente. Esta dejó las Naciones
Unidas en 1965, en protesta por la falta de neutralidad que per-
cibía del organismo, en particular en el caso del Congo Belga
varios años antes, donde algunos países sentían que la onu
contribuía a la caída, en 1961, del primer ministro Patrice
Lumumba, quien había sido elegido en forma democrática.

La democracia guiada y el fin de Sukarno

En 1959, Indonesia se cambió al sistema de democracia


guiada, el que otorgaba gran poder al Ejecutivo, a Sukarno. La
cercanía de Indonesia con el bloque comunista motivó una
creciente preocupación de parte de Estados Unidos y la deses-
tabilización del gobierno. Los políticos indonesios se polariza-
ron a causa de las diferencias respecto a la ruta política que el
país debería seguir en la década de 1960. Los líderes militares
criticaban los fuertes lazos de Sukarno con el Partido Comu-
nista. Este partido fue el tercero más grande fuera del bloque
comunista en 1965. Por otra parte, la introducción de la ley
marcial en 1957, después de la rebelión de las Islas Exteriores
y la campaña de Papúa Occidental, ayudó a reforzar la posi-
ción de los militares en la sociedad.
La caída de Sukarno se produjo como resultado de un
golpe de Estado liderado por el ejército en 1965-1966. Este
ocurrió después de que un grupo denominado Movimiento
Treinta de Septiembre secuestró y asesinó a siete oficiales del
ejército de alto rango, incluido el jefe de las Fuerzas Armadas,
general Ahmad Yani, el 30 de septiembre de 1965. El Ejército
246 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

bajo el mando del entonces mayor general Suharto encabezó


un contraataque y reprimió el movimiento. Con el fin de des-
truir a su oponente político, el ejército retrató el asesinato de
sus siete hombres como un intento de golpe de Estado planeado
por el Partido Comunista y lo usó como una oportunidad para
destruir a esta organización. Algunos análisis recientes han
demostrado que no se podría descartar por completo la partici-
pación de las secciones comunistas y su líder, Dipa Nusantara
Aidit, en el Movimiento Treinta de Septiembre, aunque los pro-
tagonistas de este provinieran de la milicia.
El cambio de gobierno de Sukarno a un régimen militar, el
encabezado por el presidente Suharto, no solo constituyó un
cambio de liderazgo en la cúspide, sino también un cambio en
la manera de pensar sobre la política y la sociedad, que pro-
vino de la grave represión contra la izquierda en Indonesia. La
represión del Partido Comunista causó el asesinato de medio
millón de izquierdistas y la prohibición de esta organización.
La mayoría de las víctimas estaban en Java y Bali, pero la
supresión anticomunista afectaba a toda Indonesia. A partir
de octubre de 1965 en todo el país, una combinación de gru-
pos de la milicia civil y los militares incurrieron en varias for-
mas de violencia contra los izquierdistas. Los perpetradores
civiles provenían de fuerzas anticomunista locales, cuya com-
posición era variada. En Java Occidental, por ejemplo, se
reclutaron de la organización islámica más grande de Indone-
sia: Nahdlatul Ulama. A partir de 1964, se habían desarro-
llado conflictos entre campesinos izquierdistas y el Partido
Comunista en una parte de Java Oriental y en otra de la
comunidad musulmana a causa de diversas ideologías y el
apoyo comunista a las ocupaciones de terrenos. Los campesi-
nos izquierdistas ocuparon terrenos que argumentaban
debían ser redistribuidos a agricultores sin tierras, según la
Ley de Reforma Agraria de 1960. Estas ocupaciones de
terreno unilaterales motivaron la antipatía de los terratenien-
tes y sus partidarios interesados en obtener territorios allí, lo
que motivó el apoyo de la violencia contra la izquierda.
Los asesinatos apuntaban a los activistas y grupos izquier-
distas, y no estaban motivados por razones de raza. Las perso-
nas eran elegidas de acuerdo a su afiliación política real o
INDONESIA EN LA INTERSECCIÓN DE LA GUERRA FRÍA… 247

percibida. Lo más común es que las víctimas fueran ejecutadas


por disparos o que fueran degolladas. Sin embargo, al contra-
rio de las versiones que sugieren que los indonesios perdieron
el control y se rebelaron contra los comunistas en masa, la vio-
lencia parecía no haber involucrado a grandes sectores de la
población, sino que se reducía a miembros de las fuerzas arma-
das, la policía y grupos paramilitares anticomunistas.
En cuanto a la cantidad de prisioneros, entre 600.000 y
750.000 personas fueron detenidas por diversos lapsos, a
menudo sin juicios de participación en los sucesos del 30 de
septiembre o como miembros de organizaciones izquierdistas.
Las detenciones se producían en prisiones comunes, instala-
ciones militares, oficinas del gobierno, exhospitales, escuelas,
tiendas, fábricas y edificios abandonados, debido a la cantidad
de prisioneros que había que acomodar. Las condiciones eran
terribles y muchos no sobrevivieron a este aprisionamiento, el
que a menudo estaba acompañado de tortura y de malos tra-
tos. Se realizó una clasificación a gran escala de los empleados
del servicio público para determinar su afiliación política.
Aquellos que no fueron detenidos perdieron sus trabajos y fue-
ron incluidos en una lista negra.
Los prisioneros se clasificaron en categoría A, B y C des-
pués de los interrogatorios. Sin embargo, estas categorías se
asignaron al azar, dependiendo de los interrogadores y el lugar
de la detención. La categoría A estaba reservada para los pri-
sioneros con participación directa en el Movimiento Treinta
de Septiembre. En la categoría B, estaban aquellos que habían
tenido cierto nivel de participación y en la categoría C, los que
habían tenido una participación indirecta. Algunos prisione-
ros categoría A fueron procesados en tribunales militares
especiales preparados para ellos. La mayoría de los de catego-
rías B y C no fueron procesados. Entre 10.000 y 12.000 prisio-
neros categoría B de Java fueron exiliados en la isla de Buru y
en las Malucas entre 1969 y 1979. Ellos se vieron forzados a
construir sus propios albergues y a trabajar en la isla en tareas
que incluían trabajar la tierra para construir arrozales y cortar
árboles para vender la madera.
En 1979, la mayoría de los izquierdistas habían sido libe-
rados en sus comunidades, pero estaban sujetos a varias res-
248 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

tricciones, respecto a las áreas de empleo y a los lugares donde


podían residir. No tenían derecho a voto o a postular a cargos
políticos. No podían trabajar como empleados públicos, pro-
fesores ni periodistas. Algunos tenían que presentarse ante las
autoridades locales de forma regular o semirregular durante
cierto período. Durante el régimen del denominado Nuevo
Orden, bajo el mandato de Suharto, los izquierdistas liberados
y sus familias fueron objeto de discriminación por haber
estado detenidos a causa de su relación con el Movimiento
Treinta de Septiembre.

El Nuevo Orden: un estado autoritario


para el desarrollo de Indonesia

Un hito del régimen del Nuevo Orden fue su promesa de desa-


rrollo y prosperidad económica para los habitantes de Indone-
sia, en contraste con la crisis económica registrada a fines del
período de Sukarno. Indonesia participaba activamente en la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, una organiza-
ción regional formada en 1967 como baluarte contra el comu-
nismo. El régimen se quebró debido al gran énfasis de Sukarno
en la autosuficiencia, la autonomía y el rechazo por la ayuda
del Occidente. En 1966, se aprobó la Ley de Inversión Extran-
jera y al año siguiente las autoridades económicas de Indone-
sia visitaron Estados Unidos, Japón y Europa Occidental para
promover la inversión. Este énfasis en la inversión, la ayuda y
el préstamo internacional, que impulsó el crecimiento de la
manufactura liviana, la industrialización y la extracción de
recursos caracterizaría el resurgimiento de la economía de
Indonesia liderado por Suharto.
La productividad agrícola también tuvo gran importancia
durante la Revolución Verde de Indonesia, ya que se usaron
semillas mejoradas y productos importados al país, como ferti-
lizantes y pesticidas. Sin embargo, en todas estas áreas siempre
seguía presente el énfasis por proteger las empresas locales.
Bajo el régimen de Suharto surgieron y se desarrollaron en
Indonesia conglomerados como el grupo Salim, se mantuvie-
ron los subsidios para el arroz y otros bienes básicos y para la
INDONESIA EN LA INTERSECCIÓN DE LA GUERRA FRÍA… 249

gasolina, y las empresas estatales proliferaron en áreas como


las telecomunicaciones, el transporte, la minería y la manu-
factura. En la década de 1980, Indonesia atrajo la inversión
extranjera en el sector textil, vestuario y calzado, electrónica y
equipamiento deportivo. Se instalaron en el país compañías
provenientes del este de Asia, que fabricaban productos para
grandes compañías multinacionales, como Nike y Adidas,
debido a los bajos salarios y a la mano de obra responsable.
El nuevo régimen recibió críticas de los estudiantes y de
los jóvenes en general, por sus políticas autoritarias y por el
aumento de la corrupción del círculo cercano y miembros de la
familia del presidente Suharto. Los opositores al régimen iban
desde exoficiales del ejército decepcionados incluidos en un
grupo hasta un movimiento estudiantil revigorizado. En 1978,
el decreto de normalización de la vida en el campus prohibió la
actividad política en la universidad. El descontento laboral
hizo que los estudiantes interesados en el tema, con ideas radi-
cales como el marxismo, crearan grupos de defensa del trabajo
y redescubrieran lazos con los sectores de trabajadores y cam-
pesinos de la población después de una prolongada interrup-
ción. Los bajos salarios y las deficientes condiciones laborales
en las fábricas multinacionales llevaron a los obreros a partici-
par en huelgas y protestas, y en algunas campañas internacio-
nales contra las empresas deportivas.
Los comunistas no eran los únicos enemigos del régimen,
que tenía una relación con el islam también problemática,
pues veía a los musulmanes como una potencial amenaza,
debido a la capacidad de esas organizaciones de actuar como
movimiento comunitario. Como se sabe, Indonesia es el país
islámico más grande del mundo y cerca del 87 por ciento de la
población se identifica con esta religión. El islam en Indonesia
se denomina Sunni y fue diseminado por mercaderes indios y
árabes que llegaron a Sumatra a vender sus productos. Las
dos organizaciones islámicas más grandes de Indonesia son
Nahdlatul Ulama y Muhammadiyah. Creada en 1912, esta
última es una organización modernista. Fundada en 1926, en
respuesta a que un reformista de Muhammadiyah aceptó apo-
yar la autoridad tradicional, en especial en lo que se refiere a
preservar la autoridad del clero religioso la Nahdlatul Ulama
250 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

es la organización más grande de Indonesia y es fuerte particu-


larmente en Java. Ambas se ven a sí mismas como organizacio-
nes religiosas con un papel social, pero no como organizaciones
políticas, a pesar de que de las dos han surgido algunos activis-
tas y pensadores políticos importantes de Indonesia.
Según Suharto, el islam se veía como una fuente de
influencia ideológica conflictiva y, por lo tanto, peligrosa. Se
redujeron las organizaciones islámicas masivas. En 1984, el
ejército ejecutó a protestantes musulmanes en Tanjung Priok.
En ese tiempo, el gobierno trataba de obligar a todas las orga-
nizaciones sociales y políticas de Indonesia a aceptar el Pan-
casila como fundamento para esas organizaciones. La filosofía
de Estado de Indonesia del Pancasila había sido interpretada
de diversas maneras por los diferentes gobiernos. Sukarno
planteaba que el Pancasila (Cinco principios) se adaptaba a
Indonesia, debido a que reconocía el pluralismo y el respeto
de valores como el nacionalismo, el internacionalismo y la jus-
ticia social. Se usó en el régimen de Suharto para imponer
uniformidad y cumplimiento, aunque no es una ideología que
inherentemente reprima la oposición. La codificación de sus
principios de prosperidad, unidad nacional, toma de decisio-
nes deliberadas y basadas en el consenso, creencia en un Dios
todopoderoso y humanitarismo, pueden leerse de una manera
que garantice los derechos de los ciudadanos. Sin embargo, en
la práctica el estigma de la oposición en contra del Pancasila,
a partir de las operaciones anticomunistas llevadas a cabo por
el ejército en 1965, hicieron de él un instrumento represivo
bajo el régimen de la Nueva Orden.
El intento del gobierno de imponer el Pancasila sobre las
organizaciones islámicas atrajeron numerosas críticas y ali-
mentaron la discordia que surgió entre el ejército y los musul-
manes en Tanjung Priok. A su vez, estas motivaron el asesinato
de los protestantes. El museo Waspada Purbawisesa (Museo
de la Vigilancia Eterna) en Yakarta se abrió en 1987 y advirtió
sobre los peligros del radicalismo islámico. No obstante, esta
posición contra el islam cambió cuando la relación de Suharto
con la milicia empeoró a fines de los años ochenta y se convir-
tió al islam con el interés de diversificar la base de su poder,
dependiendo menos del apoyo militar. El cambio al islam fue
INDONESIA EN LA INTERSECCIÓN DE LA GUERRA FRÍA… 251

también en reconocimiento de que la clase media de Indone-


sia se convertía gradualmente a esta religión. Suharto hizo un
peregrinaje a La Meca y ayudó a fundar la organización indo-
nesia denominada Asociación de Intelectuales Musulmanes
(icmi, por su sigla en inglés), dirigida por Bacharuddin Jusuf
Habibie en 1990.
Los derechos humanos de Indonesia fueron atacados tam-
bién como resultado de su invasión y ocupación de Timor
Oriental. A diferencia de lo que sucedió con Aceh y Papúa
Occidental, Indonesia no fue capaz de argumentar en esta ins-
tancia que había invadido Timor Oriental en 1975 porque esta
región había sido parte del territorio holandés. De hecho, la
invasión ocurrió mientras la nación se embarcaba en un pro-
ceso de descolonización del dominio portugués. El avance
agresivo de Indonesia fue tolerado por los países occidentales
en su deseo por contener el comunismo en el Sudeste Asiático.
En específico, la invasión apuntaba a impedir que las fuerzas
nacionalistas radicales del Frente Revolucionario de Timor
Oriental Independiente (Fretilin), un partido proindependen-
cia, asumieran el poder. Las secciones de esta organización se
vieron influenciadas por la teología de la liberación y el mar-
xismo. Su llegada al poder fue, en consecuencia, motivo de
preocupación. Timor Oriental fue incorporado a Indonesia for-
malmente en julio de 1976, transformándose en su provincia
número 27. Como resultado de la continua oposición al domi-
nio de Indonesia dentro de Timor Oriental, se produjo una
fuerte presencia militar en la provincia. La ocupación de Indo-
nesia causó la muerte de un número estimado de 102.000 timo-
renses debido a la guerra y a la hambruna, de acuerdo con la
Comisión para la Recepción, la Verdad y la Reconciliación de
Timor Oriental.

Conclusión

El caso de Indonesia demuestra la importancia de la Guerra


Fría para moldear y restringir a veces las elecciones políticas
de los países del Sudeste Asiático. Sin embargo, el fin de
Sukarno no fue simplemente el resultado de la manipulación
252 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

de la Guerra Fría, sino de una serie de eventos en Indonesia


que resultaron en la victoria del ejército y la agenda política de
Suharto, y ambos contaban con el respaldo sólido de Estados
Unidos y sus aliados. Sukarno mostró que los líderes políticos
con coraje y tenacidad seguían teniendo espacio para moverse,
a pesar de la Guerra Fría, para tratar de trazar un curso inde-
pendiente, tanto a nivel nacional como en cuanto a la política
externa. Sin embargo, esto no quiere decir que esos movi-
mientos no tuvieran un costo político. Pero sin eximir de res-
ponsabilidad a quienes perpetraron hechos de violencia y
opresión en contra de la izquierda, el fin de Sukarno y del Par-
tido Comunista de Indonesia se produjeron como resultado de
una serie de eventos en donde el liderazgo partidario en sí
tenía una función que cumplir.
La brutalidad y efectividad de la campaña de supresión
contra el Partido Comunista, y a su vez la caída de Sukarno,
quien había confiado en ese partido para obtener apoyo, alte-
raron la configuración del poder en la región después de 1965.
La rápida desaparición del Partido Comunista, la masacre de
medio millón de izquierdistas indonesios y la caída del presi-
dente Sukarno fueron acontecimientos que merecieron ser
celebrados en la prensa de Estados Unidos, según se discutió
al inicio de este capítulo. El apogeo y la consolidación de un
régimen de desarrollo autoritario, liderado por el presidente
Suharto, fue en realidad una buena noticia para Occidente. A
pesar de su negativo expediente de respeto a los derechos
humanos y prácticas corruptas, el régimen del Nuevo Orden
sobrevivió a base de sus promesas de desarrollo y apoyo de los
países occidentales, fundadas en los temores de la Guerra Fría
sobre el avance del comunismo en esta región.
CAPÍTULO 16
EL PACÍFICO*

Paul D’Arcy

El océano Pacífico se extiende por casi un tercio de la superfi-


cie de la Tierra: todos los otros océanos del mundo podrían
caber en él, igual que todas las masas de tierra. El Pacífico es
también el hogar de muchas islas con flora y fauna marina y
terrestre que provino de orígenes a grandes rasgos similares y
divergieron en lo relativo al aislamiento, como un laboratorio
soñado de biología comparada. Este capítulo cubre las islas
del Pacífico, Nueva Zelandia y Australia. Las islas del Pacífico
conforman la parte este de la cuña de islas limitada por Tokio,
Yakarta y Rapa Nui (Isla de Pascua) que se extiende al sureste
desde Asia hacia el Pacífico. De manera convencional, estas
islas se dividen en tres regiones geográficamente discretas:
Melanesia, Micronesia y Polinesia. Melanesia consiste en islas
grandes y continentales que se extiende desde Nueva Guinea
hasta Fiyi, en el Pacífico suroeste. Micronesia está situada al
norte, atravesando el ecuador, y son una cantidad de islas
“oceánicas”, más pequeñas, islas altas volcánicas y abundan-
tes atolones que se extienden hacia el oeste más allá de Filipi-
nas hacia el Pacífico central. La Polinesia son islas oceánicas y
se extiende desde Fiyi hasta Rapa Nui. A menudo esta región
es retratada como una zona cultural y lingüísticamente aparte,
aunque ahora se reconoce una gran diversidad dentro de ella.
El mapa 13 ilustra estas divisiones conceptuales junto con las
biogeográficas.
Oceanía y Australasia son términos relativamente recien-
tes e impuestos en forma externa. Este último fue acuñado
por el erudito francés Charles de Brosses para referirse a las

*
Traducido por Juan Luis Perelló E.
253
254 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

tierras al sur de Asia, o las actuales Australia y Nueva Zelan-


dia. Oceanía se refiere a las islas del Pacífico al este de la actual
Indonesia y las Filipinas hasta las islas Pitcairn en el Pacífico
sudeste e incluye la mitad oeste de la isla de Nueva Guinea,
hoy territorio indonesio.

Mapa 13: El Pacífico, áreas culturales

Las denominaciones Melanesia, Micronesia y Polinesia


fueron acuñadas por el explorador francés del siglo xix Jules
Dumont D’Urville, quien las consideraba como clasificaciones
raciales y culturales. La mayoría de las historias regionales se
centran en una de las tres partes que la constituyen: Australia,
Nueva Zelandia u Oceanía. Australasia y Oceanía son por lo
general una ocurrencia tardía en los textos de historia univer-
sal, agrupadas e incluidas al final de estudios globales como
áreas marginales de los eventos tratados. El valor y relevancia
primordial de la región dentro de la historia universal radica
EL PACÍFICO 255

en su valor comparativo para los exploradores y comerciantes


europeos, las posteriores sociedades coloniales y su relación e
impacto en los pueblos indígenas. Asimismo, radica en sus
diferentes perspectivas dado su pequeño tamaño y en ser geo-
gráficamente periféricas a la mayoría de los eventos y proce-
sos abordados por los estudios de historia universal.

Transformaciones coloniales
Segunda Guerra Mundial
y la

La historia moderna del Pacífico se caracterizó por un dominio


colonial relativamente tardío e incompleto, con la excepción de
unas pocas colonias donde europeos o japoneses llegaron a
sobrepasar la población autóctona, como en Australia, Nueva
Zelandia, Hawái y la Micronesia japonesa. Con la excepción de
los españoles en las islas Marianas en el siglo xvii, los franceses
en las islas Sociedad, Marquesas y Nueva Caledonia en las
décadas de 1840 y 1850, así como la Nueva Zelandia británica
de la década de 1840, la mayoría de las islas del Pacífico no
tuvieron intentos de conquista militar y asentamiento de los
europeos hasta las últimas décadas del siglo xix. Los asenta-
mientos europeos fueron limitados en casi todo el Pacífico tro-
pical, quizá con la exclusión de la colonia penal francesa de
Nueva Caledonia, y en menor grado, el asentamiento estadou-
nidense en Hawái. En otras partes, la incomodidad de los euro-
peos ante las condiciones tropicales, en especial la malaria,
produjo pequeñas poblaciones de ellos que se mantenían con
economías de plantación que suministraban a los mercados
europeos y norteamericanos, en particular con copra y azúcar,
y que se apoyaban en el trabajo en condiciones de servidum-
bre. Los mayores flujos de mano de obra fueron de Japón a
Hawái, Islas Salomón y las Nuevas Hébridas (actual Vanuatu)
a Queensland, India y Fiyi, y de papúes dentro de la Nueva
Guinea alemana.
La era colonial se vio interrumpida por el estallido de la
guerra en el Pacífico, en diciembre de 1941. La Segunda Gue-
rra Mundial en Oceanía significó un desafío logístico conside-
rable para todos los contendores. Las impresionantes victorias
256 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

de Japón en el Pacífico y el Sudeste Asiático después de su


ataque a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, permitieron
a sus fuerzas asegurar casi la mitad de Oceanía y mover el
frente a la costa norte de Nueva Guinea y al norte de las Islas
Salomón. Darwin fue bombardeada por aeronaves y minisub-
marinos japoneses situados en el puerto de Sídney a princi-
pios de 1942. La caída de Singapur alimentó el mito del
poderío británico en la región y dejó a Australia sintiéndose
vulnerable. Con Gran Bretaña abocado a la defensa de su pro-
pio suelo con dificultad, además de Birmania e India, los esta-
dounidenses llenaron el vacío y se llevaron la peor parte de la
batalla en el Pacífico. Mientras la más distante Nueva Zelan-
dia se sintió menos amenazada por los japoneses y mantuvo
todas sus fuerzas en los escenarios europeos y norafricanos
durante toda la guerra, Australia se centró en el Pacífico y los
eventos allí se convirtieron en los recuerdos perdurables en su
conciencia nacional: la primera derrota terrestre de los japo-
neses en el sendero de Kokoda en Papúa Nueva Guinea y la
sobrevivencia estoica de los prisioneros que soportaron un
horrible tratamiento por parte de sus captores nipones.
Trasladar y suministrar grandes cantidades de combatien-
tes en condiciones tropicales en islas subdesarrolladas, repar-
tidas por vastas extensiones oceánicas, implicó que la
eficiencia logística y la superioridad tecnológica fueran cru-
ciales para la supervivencia y la victoria. La capacidad indus-
trial de Estados Unidos demostró su verdadero potencial en el
Pacífico y fue allí donde la moderna guerra total marcó el ini-
cio de una nueva era nuclear. El medioambiente oceánico, las
enormes distancias involucradas y la ferocidad de la resisten-
cia nipona llevaron a que muchas guarniciones japonesas fue-
ron pasadas por alto y quedaran aisladas mediante el dominio
aéreo estadounidense, y su resistencia fue finalmente derro-
tada por el uso de una nueva superarma de una letalidad sin
precedentes: la bomba atómica.
EL PACÍFICO 257

Temas de posguerra: El Pacífico nuclear,


la descolonización y la búsqueda de identidad

Desde la Segunda Guerra Mundial, Nueva Zelandia y Australia


han sido naciones estables y conservadoras en términos socia-
les y políticos, que por lo general han elegido gobiernos de cen-
troderecha, ocasionalmente interrumpidos por breves lapsos
de gobiernos de centroizquierda. La Australia de posguerra se
ha beneficiado de su riqueza mineral y ha diversificado su eco-
nomía hacia la manufactura e industria más que Nueva Zelan-
dia, además de una mayor mezcla de su población a través de
la inmigración desde Europa continental después de la guerra,
y más reciente, desde todo el mundo, en especial de Asia.
Según el censo de 1996, casi uno de cada cuatro australianos
nació fuera del país. Nueva Zelandia se ha vuelto más oceánica
en su base poblacional. Los derechos de los maoríes han avan-
zado una enormidad desde que el proceso del Tribunal de Wai-
tangi tomara fuerza en la década de 1980 para corregir
injusticias, con traspaso de derechos legales, restitución de tie-
rras enajenadas injustamente o compensaciones económicas.
En Australia, los derechos territoriales y el reconocimiento de
las injusticias del pasado han quedado en cierto modo estanca-
dos desde el emblemático caso de Mabo, en 1992, por lo que la
mayoría de los aborígenes australianos permanece marginali-
zada en la periferia política y geográfica, presentando indica-
dores sociales y sanitarios solo vistos en naciones receptoras
de la ayuda que Australia ofrece al extranjero.
El tamaño y aislamiento relativos han cumplido papeles
importantes en la política exterior de Australia y Nueva Zelan-
dia. Esta última, más pequeña y remota, se siente más capaz
de adoptar posturas neutrales e idealistas en torno a temas
como las pruebas nucleares y la seguridad ambiental, mientras
que Australia se ve a sí misma como una potencia de rango
medio, interesada en desarrollar y mantener una proyección
regional de poder y una capacidad de ayudar en sus acciones
militares globales a su aliado cercano que es Estados Unidos.
Ambos países son férreos defensores del libre comercio y la
gobernanza democrática, y han sido un eficiente mercado
258 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

común para bienes y servicios desde la firma del Acuerdo de


Relaciones Económicas más Estrechas (cer, por su sigla en
inglés) en 1983.
Australasia y Oceanía se vieron afectados por los progra-
mas de armas nucleares que surgieron de las tensiones de la
Guerra Fría entre los bloques liderados por Estados Unidos y
la Unión Soviética. Las vastas y poco pobladas extensiones de
Oceanía y del este y centro de Australia resultaron ser ideales
para las pruebas nucleares de Estados Unidos, Reino Unido y
Francia. Esto en particular porque sus habitantes también
eran en términos políticos marginales en relaciones funda-
mentalmente coloniales en la Micronesia estadounidense, las
británicas islas Gilbert, la Polinesia Francesa y Australia. Las
pruebas atmosféricas de ojivas nucleares al final fueron reem-
plazadas primero por pruebas subterráneas y luego por simu-
laciones computacionales y pruebas por sistema de entrega,
solo una vez que aumentaron las protestas en la región. Un
punto de inflexión clave fue el envío de embarcaciones navales
neozelandesas a la zona de pruebas francesa de Mururoa en
1973 para destacar la intransigencia de Francia ante el fallo de
un tribunal internacional sobre pruebas atmosféricas. En
1985, se declaró la Zona Desnuclearizada del Pacífico Sur
(spnfz, por su sigla en inglés), solo con Australia matizando su
apoyo dada su preocupación por su alianza militar con Esta-
dos Unidos, que utilizaba embarcaciones con energía y armas
nucleares. Esta zona colindaba con la región desnuclearizada
de América Latina, lo que las convirtió en las zonas contiguas
sin armas nucleares más grandes del mundo, cubriendo bas-
tante más de la mitad del hemisferio sur. Nueva Zelandia no
matizó nada similar, lo que produjo un quiebre en la antigua
alianza de Australia, Nueva Zelandia, Estados Unidos que se
había formado justo después de la Segunda Guerra Mundial,
respondiendo a la disminuida capacidad del Reino Unido a
nivel global y regional.
El enfrentamiento por las pruebas nucleares en el Pacífico a
principios de la década de 1970 tuvo lugar mientras muchos
habitantes de las islas del Pacífico se encontraban en una rápida
transición hacia la independencia después de décadas de aban-
dono colonial. Los miedos ante su viabilidad económica como
EL PACÍFICO 259

microeconomías en un mundo global, y la coherencia política,


ya que las arbitrarias fronteras coloniales habían unido pue-
blos de diverso origen, retrasaron la independencia de la
mayoría de estas naciones hasta mediados o fines de esa
década. Mientras en esos años muchos líderes de esta primera
generación de países independientes negociaban con sus
gobernantes coloniales en términos de independencia y sobe-
ranía esencialmente terrestre, hubo otra negociación en curso,
que afectaría a la mayor parte de su actual territorio soberano,
el mar. Esta negociación conocida como la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Unclos), se centró
en alcanzar un consenso para una convención internacional
que rigiera el acceso y control de los recursos y los espacios
marinos.
La tercera y última convención duró desde 1973 a 1982.
La tardía fecha de independencia de las islas del Pacífico
implicó que tuvieran una influencia limitada en el proceso de
aquella negociación. Las autoridades coloniales estaban más
preocupadas de proporcionar asesoría técnica y ayuda para el
desarrollo dentro de las colonias en los años cincuenta y
sesenta, que de representar en los foros internacionales los
intereses marítimos de las naciones a su cargo. Se conside-
raba que la independencia era algo muy improbable para la
mayoría y el proceso de descolonización se veía como un ejer-
cicio bilateral más que multilateral. Irónicamente, le tocó a
Latinoamérica, los vecinos lejanos de las islas del Pacífico, y a
otros en África y Asia, oponerse a los intentos occidentales de
restringir el territorio costero y maximizar el acceso abierto a
los recursos marinos. La preferencia de una soberanía marí-
tima expansiva por parte del mundo en desarrollo triunfó en
la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Dere-
cho del Mar iii y estableció las 200 millas de zona económica
exclusiva (zee) frente a las costas soberanas. Estas nuevas
zonas de 200 millas (370,4 km) aumentaron en forma drástica
el territorio de las naciones isleñas del Pacífico, en especial
para los archipiélagos. Por ejemplo, los 690 km2 de islas de
Kiribati se tradujeron en una zona económica exclusiva de
3.550.000 de km2. Kiribati deriva el 45 por ciento de sus ingre-
sos a partir de la pesca y cuotas de permisos de pesca.
260 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Independencia, viabilidad económica


y desarrollo sostenible

Gran parte del Pacífico se independizó en la década del


setenta, aunque Francia, y en menor medida Estados Unidos,
permaneció estrechamente ligada a sus antiguas colonias y
territorios en fideicomiso de las Naciones Unidas. Las islas
independientes del Pacífico difieren de manera considerable
en tamaño, desde los poco más de 20.000 habitantes en Tuvalu
a alrededor de 6.100.000 en Papúa Nueva Guinea. Dentro de
cada Estado-nación se habla una diversidad de idiomas y para
la mayoría de sus ciudadanos la afiliación predominante es la
identidad basada en el parentesco. Muchos heredaron de sus
gobernantes coloniales una infraestructura limitada y desde
su independencia no han sido capaces de renovar la infraes-
tructura de transporte, educación, salud y economía necesa-
rias para que sus habitantes quieran y puedan operar como
ciudadanos de un estado moderno. Básicamente, la mayoría
de la gente aún lleva estilos de vida de subsistencia muy locali-
zados, complementados en ocasiones con cultivos destinados
a la comercialización. A pesar de la mala comunicación y a
ratos tensas relaciones entre los grupos sociales, una minoría
considerable de la población ahora viaja más allá del área de
su grupo familiar para trabajar en la economía moderna, en
particular en capitales nacionales o empresas multinacionales
como la minería. Tales puntos de encuentro son fuente tanto
de formación identitaria como de tensión. Mientras que una
nueva identidad urbana basada en clases ha comenzado a
tomar lugar en ciudades como Suva, muchos de quienes
migran a las ciudades, si no la mayoría, dependen de “redes”
wantoks en que se habla el mismo idioma y se comparte un
origen cultural.
La investigación acerca de esta era posindependencia ha
estado dominada por temas de soberanía política y cultural
tras fuerzas económicas intrusivas globales y acerca de un
futuro sostenible para los estados isleños. Actualmente muchos
dudan de la capacidad de los países soberanos de Oceanía para
conseguir avances económicos significativos y asegurar una
EL PACÍFICO 261

estabilidad política sin ayuda externa. Mientras los legislado-


res suscriben este análisis, la mayoría de los especialistas aca-
démicos sobre el Pacífico lo rechazan o exigen serias
modificaciones. Estos últimos instan a un gran reconocimiento
de la enorme falta de preparación de las naciones del Pacífico
para la independencia como motivo fundamental de sus pro-
blemas actuales. También son más cautos acerca de la eficacia
de aplicar modelos externos a los problemas del Pacífico.
El paradigma de desarrollo dominante desde la indepen-
dencia ha sido la llamada economía Mirab usada para descri-
bir a las naciones más pequeñas de la Oceanía contemporánea.
Mirab se refiere a las principales fuentes de financiamiento de
estas economías: migración, remesas, ayuda extranjera y buro-
cracia. Su imagen es la de economías minúsculas e inviables,
condenadas para siempre a depender de ayuda de las anterio-
res potencias coloniales. Como casi toda la ayuda es absorbida
por los sueldos de la administración pública, las remesas de
fondos dependientes del acceso variable al mercado laboral en
la cuenca del Pacífico se convierten en la fuente principal de
ingresos para aquellos que trabajan fuera del gobierno. Epeli
Hau, un difunto académico tongano, alegaba que estos “casos
perdidos” de Mirab eran el resultado de las barreras puestas
por las fronteras y políticas coloniales que impusieron un sen-
tido artificial de aislamiento y separación entre los isleños.
Ahora deben descolonizar su mente y refundar su sentido de
identidad, redescubriendo la visión de sus antepasados, para
quienes el Pacífico era un mar ilimitado de posibilidades y
oportunidades.
Las naciones de la Melanesia, más grandes y ricas en
recursos, presentan un patrón económico distinto, con empre-
sas multinacionales de gran escala y bajo control extranjero
que extraen minerales, madera y pescado, exportándolos casi
siempre sin procesar para que los países anfitriones desarro-
llen comparativamente pocas industrias complementarias y
de valor agregado. Así, reciben solo una fracción del valor
potencial de sus materias primas. Los fondos limitados para
las políticas ambientales donde se extraen los recursos, la
marginalización política de los terratenientes vecinos de las
operaciones, dada su baja cantidad y por lo tanto limitada
262 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

representación parlamentaria, así como el alto porcentaje de


ingreso nacional que representa el impuesto a las multinacio-
nales, han originado el paradigma de la maldición de los recur-
sos, donde en el mejor de los casos se consideran un arma de
doble filo. Atraen empresas extranjeras sin compromiso con la
sostenibilidad local y dividen a sus comunidades, enfrentándo-
las contra lo que a menudo se percibe como una alianza impía
entre las grandes corporaciones y los gobiernos nacionales.
Una carencia de recursos domésticos para monitorear las
aguas mar adentro y desarrollar flotas pesqueras eficientes, ha
forzado a las naciones del Pacífico a firmar acuerdos de acceso
a la pesca con países de la cuenca del Pacífico más ricos, que
devuelven a las islas una mera fracción del valor de mercado
que tiene la pesca. Por ejemplo, 10 países de la cuenca del Pací-
fico cosechan el 86 por ciento de la pesca que se vende en los
mercados de Japón, Taiwán, Corea del Sur y Estados Unidos.

La era posterior a la Guerra Fría

Las certezas de la Guerra Fría que ubicaron con solidez a la


región dentro de la alianza occidental han comenzado a per-
derse en el Pacífico, en particular desde el año 2000. La cre-
ciente prominencia e influencia de China en la economía
mundial ha dejado su marca en la región. La mayor presencia
y flujo de ayuda e inversión chinas en la región han causado
una expansión similar de ayuda e inversión de sus rivales Tai-
wán y Japón, para proteger las esferas de influencia percibi-
das. Australia, Nueva Zelandia y Estados Unidos están cada
vez más conscientes de que su influencia pasada en sus anti-
guos territorios ya no puede darse por sentada. En 2006, la
administración de Bush declaró al 2007 como el “Año del
Pacífico”, como un intento por volver a interactuar con una
región que siente haber abandonado desde la caída del Muro
de Berlín.
Los crecientes lazos entre Asia y el Pacífico parecen conso-
lidarse y expandirse. Los chinos continentales se han vuelto
cada vez más notorios en las islas del Pacífico desde los años
noventa. Muchos miembros de las comunidades chinas con
EL PACÍFICO 263

larga data en las islas expresan su preocupación ante la falta


de sensibilidad hacia las costumbres locales que muestra la
nueva oleada de recién llegados, y es probable que los vean
como competencia perturbadora más que como posibles
socios comerciales o matrimoniales. Los migrantes chinos
posteriores a 1990 se distinguen de los anteriores por sus débi-
les lazos con su país de origen y su alto grado de movilidad en
la economía global que ha surgido durante las últimas tres
décadas. Mientras los negocios de chinos más consolidados
son percibidos como beneficiosos para los locales, las más
recientes tienden a ser empresas destinadas a enriquecerse
rápidamente, como la explotación forestal, que traen pocos
beneficios evidentes para la comunidad. La tensión también
aumentó ante los intentos de los gobiernos chino y taiwanés,
así como de sus correspondientes intereses comerciales, por
comprar el apoyo y ganar el favor de los políticos locales. Las
considerables poblaciones de migrantes filipinos e indios en
las islas del Pacífico reciben menos atención, pero multiplican
los lazos entre el Pacífico, Asia y el Sudeste Asiático.
Desde el año 2000, ciertos medios y comentaristas acadé-
micos han culpado a la influencia china de la inestabilidad en
las islas, y esta culpa se ha enfocado en Beijing y los residentes
locales descendientes de chinos. La cantidad de chinos involu-
crados es muy pequeña. En general, la población étnicamente
china no supera el uno por ciento del total de población local
en cualquier país del Pacífico. Crocombe calculó en cerca de
80.000 la población china total en las islas del Pacífico en
octubre de 2006, incluyendo cerca de 20.000 en Papúa Nueva
Guinea y Fiyi, 15.000 en la mancomunidad de las Islas Maria-
nas del Norte, 14.000 en la Polinesia Francesa y 4.000 en
Guam. Desde entonces, más chinos han llegado al Pacífico,
pero es difícil determinar cifras precisas, debido a la debilidad
de la recolección de datos en muchas de las islas. A pesar de
los números bajos e imprecisos, los chinos siempre destacan
en los negocios. La influencia asiática en las islas del Pacífico
es descoordinada y hasta conflictiva. De hecho, el pujante
poderío económico e internacional de China ha incrementado
las tensiones con sus vecinos de Oriente y el Sudeste Asiático
con las islas en disputa y zonas oceánicas como las islas
264 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Diaoyu/Senkaku, Paracel y Spratly. Muchas medidas económi-


cas y políticas recientes tomadas por los países asiáticos en las
islas del Pacífico han sido motivadas por eventos y objetivos
estratégicos dentro del este y sudeste asiáticos.
Las cosas alcanzaron un punto álgido en 2006 con revueltas
contra empresas chinas asociadas con gobiernos impopulares
en Tonga y las Islas Salomón. Muchos analistas relacionaron
también los disturbios de 2006 en Honiara y Nuku’alofa con la
rivalidad entre Taiwán y China por su influencia entre los países
isleños del Pacífico, en especial como una diplomacia “de che-
quera” que desestabilizaba la política doméstica y regional. Seis
naciones isleñas del Pacífico reconocen a Taiwán: Kiribati, Islas
Marshall, Palaos, Islas Salomón, Tuvalu y Nauru. Las ocho res-
tantes —Islas Cook, Estados Federados de Micronesia, Fiyi,
Niue, Papúa Nueva Guinea, Samoa, Tonga y Vanuatu— recono-
cen a China. La competencia por la influencia en las islas del
Pacífico tuvo una escalada en 2006 y 2007 cuando China, Tai-
wán y Japón anunciaron fuertes incrementos en sus presupues-
tos de ayuda a la zona, y Estados Unidos declaró públicamente
su intención de revertir años de relativo abandono allí. Por for-
tuna, prevaleció la razón y desde 2007 no ha continuado esa
competencia mantenida y creciente por una mayor influencia
en el Pacífico mediante la ayuda. La ralentización de la econo-
mía global hizo dicha competencia cada vez menos probable.
Las relaciones entre China y Taiwán mejoraron de modo signifi-
cativo desde 2009, pero en ningún caso están libres de tensión.
Esa tensión ha sido reemplazada por otra creciente entre Japón
y China sobre las disputadas islas Senkaku/Daioyu y entre Esta-
dos Unidos y China sobre la influencia en el Pacífico occidental
en general. Hasta el momento, ninguna de estas nuevas tensio-
nes ha perturbado las políticas domésticas o las relaciones
internacionales de las islas del Pacífico.
A pesar de la guerra de pujas y la rivalidad amenazante en
respuesta a la creciente influencia de China en la región, las
islas del Pacífico y Australasia se mantienen en los márgenes
de la historia universal. Sus destinos en esta era de cambio
climático antrópico y exacerbado están ahora más unidos a
procesos más allá de su área y sobre los que no tienen potes-
tad. Así, más conscientes de las influencias que los amenazan
EL PACÍFICO 265

justo sobre el horizonte, los habitantes de la región deben


modificar el impacto de aquellas fuerzas externas más que
esperar darles forma.
CAPÍTULO 17
AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN
DE LAS ISLAS DEL PACÍFICO*

Vicki Luker

Si bien Australia desempeñó un papel significativo en la desco-


lonización de las islas del Pacífico, el proceso ha dejado un
legado desconcertante. Para los isleños, incluso aquellos antes
gobernados por esta nación, sus frutos han sido diversos,
mientras que Australia hoy parece haber olvidado todo el
asunto. La palabra “descolonización” también es semántica-
mente polémica. Así que se requieren ciertas definiciones y
antecedentes preliminares.

Definiciones

“Descolonización” se usa aquí quizá en su sentido más simple,


solo en referencia a la retirada de las potencias coloniales del
control legal y constitucional directo sobre sus territorios des-
pués de la Segunda Guerra Mundial. Durante la era de pos-
guerra y antes del inicio de la descolonización, las potencias
coloniales en las islas del Pacífico eran los Países Bajos, las
naciones de la Commonwealth, como el Reino Unido, Austra-
lia y Nueva Zelandia, Estados Unidos de América y Francia.1
Las islas del Pacífico incluyen a los estados y territorios de
la Secretaría de la Comunidad del Pacífico. Aparecen en el

*
Traducido por Juan Luis Perelló E.
1
La posición de los Países Bajos era ambigua, al mantener bajo su admi-
nistración a Nueva Guinea Occidental hasta 1963.

266
AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN DE LAS ISLAS… 267

mapa del capítulo y se indican en la Figura 17.1. Para fines


comparativos, la tabla incluye a Australia, pero no a países que
en otros contextos son por lo habitual considerados parte del
Pacífico. Además de Nueva Guinea Occidental, destacan por su
ausencia: Nueva Zelandia o Aotearoa, donde sus aborígenes,
los maoríes, descienden de antepasados del Pacífico tropical;
Hawái, el estado número 50 de Estados Unidos desde 1959; y
Rapa Nui o Isla de Pascua, integrada plenamente a Chile en
1966. Tal como Epeli Hau notara hace una generación, el Pací-
fico sigue “creciendo cada día”, puesto que muchos isleños han
fijado residencia a lo largo del anillo del Pacífico y otras zonas.
Sin embargo, no importa cuán estrictamente se definan estas
islas, o qué tan pequeñas se puedan considerar sus poblaciones
o superficies de terreno, sus estados y países ocupan una gran
extensión de la superficie del planeta.
Australia se convirtió en nación federada en 1901. Su cali-
dad de nación fue lo que la separó de una mayor y menos pre-
cisa selección de países y comunidades denominadas a menudo
colonialmente como Australasia. Estos compartían una combi-
nación de ubicación en el Pacífico suroccidental y diversos gra-
dos de influencia británica. Incluían lo que se convertiría en
Australia, Nueva Zelandia, Fiyi, las Islas Salomón, Vanuatu y
Papúa Nueva Guinea.
Australia, como se puede observar en cualquier mapa con-
vencional, comprende una voluminosa masa de tierra que es
difícil de clasificar. ¿Es una gran isla del Pacífico? ¿Es una
extensión del Sudeste Asiático? ¿No son casi todos los austra-
lianos hoy descendientes de europeos? Podría decirse que la
respuesta a todas estas interrogantes es “sí”. Y para los objeti-
vos de este artículo, cabe destacar otro hecho geográfico. El
estrecho de Torres, que separa el norte de Australia de la
nación de Papúa Nueva Guinea, es más corto y somero que el
estrecho de Bass, que separa a Australia continental del estado
isleño de Tasmania, la que siempre ha sido parte integral de la
nación australiana. De hecho, la distancia que separa el terri-
torio australiano del de Papúa Nueva Guinea es inferior a cua-
tro kilómetros en su punto más corto.
268 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Antecedentes

Las aseveraciones generales acerca de la descolonización de


las islas del Pacífico a menudo recalcan que en esta parte del
mundo ocurrió relativamente tarde, de “arriba hacia abajo” y
de forma inusualmente tranquila. Las primeras colonias del
mundo en conseguir la independencia del Reino Unido des-
pués de la guerra fueron Pakistán e India, en 1947, pero la
jurisdicción de islas del Pacífico pionera en adquirir dicho
estatus de Nueva Zelandia fue Samoa Occidental, en 1962,
quince años después que las anteriores, y dos años tras el
famoso discurso del primer ministro británico Harold Macmi-
llan, que anunció que ya soplaban los “vientos de cambio” en
el continente africano. Como muestra la Figura 17.1, el apo-
geo de la descolonización de las islas del Pacífico ocurrió
desde 1970 a 1980 inclusive.
Algunos analistas han considerado la aparente necesidad
de una oleada popular para la independencia política de las
islas del Pacífico. Aunque esta visión requiere ser matizada, el
historiador J. W. Davidson, quien ayudó a Samoa Occidental,
las Islas Cook, Nauru, Niue y Papúa Nueva Guinea en sus
negociaciones para la descolonización, destacó su carencia de
centros urbanos o industriales de los que pudieran nacer movi-
mientos masivos. Lo mismo sucedía con las fuerzas armadas
activas o incluso inactivas, mientras que los samoanos, tonga-
nos y fiyianos aborígenes mantenían su adhesión a jefes que
eran inherentemente conservadores (Davidson, 1971). Sin
embargo, desde 1960 aumentó la presión internacional para la
descolonización. Las Naciones Unidas declararon que la des-
colonización era un bien anhelado fervientemente por todos
los descolonizados, que bajo ningún pretexto debían conside-
rarse como no preparados. Al mismo tiempo, Gran Bretaña,
con anterioridad líder del más vasto imperio del mundo y
ahora en marcado declive, anhelaba librarse de sus persisten-
tes responsabilidades imperiales, un grupo de las cuales estaba
en el océano Pacífico. De hecho, en 1966 cerró la Oficina Colo-
nial Británica.
Figura 17.1. Miembros de la Secretaría de la Comunidad del Pacífico, más Australia. Las naciones en
negrita figuran en la Lista de las Naciones Unidas de territorios no autónomos
Naciones Km2 de superficie Población Independencia y estatus Fechas Potencia colonial
terrestre político actual o poscolonial

Samoa Americana 199 57.100 Territorio no organizado ni 1951 Estados Unidos


incorporado de Estados Unidos

Islas Cook 237 14.730 Autogobierno en asociación 1965 Nueva Zelandia


libre con Nueva Zelandia

Estados Federados 701 102.800 Independiente, en asociación 1986 Estados Unidos


de Micronesia libre con Estados Unidos

Fiyi 18.333 867.000 Independiente desde 1970 Reino Unido

República desde 1987

Guam 541 184.200 Territorio organizado no 1951


incorporado de Estados Unidos Estados Unidos

Kiribati 811 113.400 República independiente, 1979 Reino Unido


miembro de la Commonwealth

Islas Marshall 181 54.880 Independiente, en asociación 1986 Estados Unidos


libre con Estados Unidos

Nauru 21 10.840 República independiente 1968 Australia (con Nueva


AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN DE LAS ISLAS…

Zelandia y Reino Unido)


269
270
Figura 17.1. Miembros de la Secretaría de la Comunidad del Pacífico, más Australia. Las naciones en
negrita figuran en la Lista de las Naciones Unidas de territorios no autónomos (continuación)
Naciones Km2 de superficie Población Independencia y estatus Fechas Potencia colonial
terrestre político actual o poscolonial

Niue 259 1.470 Autogobierno en asociación 1974 Nueva Zelandia


libre con Nueva Zelandia

Islas Marianas del 457 56.940 Commonwealth 1986 Estados Unidos


Norte

Nueva Caledonia 18.576 272.700 Territorio de ultramar 1946 Francia

Ciudadanía francesa a todos 1956


los neocaledonios

Colectividad especial en ultramar 1998

Palaos 444 17.950 Independiente, en asociación 1994 Estados Unidos


libre con Estados Unidos

Papúa Nueva 462.840 8.083.700 Independiente, Commonwealth 1975 Australia


Guinea

Pitcairn 47 48 Territorios británicos de ultramar Reino Unido


ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Polinesia francesa 3.521 273.200 Territorio de Francia 1946 Francia

Autonomía interna parcial 1977

Autonomía interna ampliada 1984

Colectividad francesa en ultramar 2003


Samoa 2.934 187.300 Independiente, Commonwealth 1962 Nueva Zelandia

Islas Salomón 28.230 642.000 Independiente, Commonwealth 1978 Reino Unido

Tokelau 12 1.160 Incorporado dentro de las 1949 Nueva Zelandia


fronteras territoriales de Nueva
Zelandia

Tonga 749 103.300 Completamente independiente, 1970 Reino Unido


Commonwealth

Tuvalu 26 11.010 Independiente, Commonwealth 1978 Reino Unido

Vanuatu 12.281 277.500 República independiente 1970 Reino Unido/Francia

Wallis y Futuna 142 11.750 Territorio francés de ultramar 1961 Francia


(efectiva)

Colectividad francesa en ultramar 2003

Australia 7.692.024* 24.069.577+ Commonwealth 1901 Reino Unido


AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN DE LAS ISLAS…
271
272 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

También resultó llamativa la pacífica transición hacia la


independencia en la zona. Según Ratu Sir Kamisese Mara,
primer ministro de Fiyi, este decoro fue “el modo del Pací-
fico”. La reconciliación de las diferencias entre los intereses de
la isla de Bougainville y el gobierno de Papúa Nueva Guinea
antes de la independencia, lo que produjo que aquella perma-
neciera como parte de la nueva nación (un estatus luego reba-
tido con el conflicto de Bougainville entre 1988 y 1998), fue
descrito por Bernard Narokobi, intelectual, jurista y líder polí-
tico papú, como “el modo melanesio”. En general, la descolo-
nización de las islas del Pacífico no se vio acompañada de
matanzas.
La descolonización del Pacífico fue, en gran medida, un
asunto de la Commonwealth. Durante su apogeo entre 1970 y
1980, las ocho islas del Pacífico que obtuvieron la independen-
cia (incluyendo Vanuatu, excondominio británico-francés)
habían sido gobernados por el Reino Unido, Nueva Zelandia o
Australia. Los tres territorios administrados por Australia fue-
ron descolonizados. Lo mismo sucedió con todas las colonias
británicas del Pacífico, salvo Pitcairn, cuya población actual es
de 48 habitantes. A pesar de abogar por la descolonización y
haber administrado la vanguardia descolonizadora en Samoa
Occidental, Nueva Zelandia se enfrentó a la oposición de las
Islas Cook y Niue para la independencia completa, y en 2007
de parte de Tokelau a la independencia parcial. Estados Uni-
dos se quedó con Guam y Samoa Estadounidense como parte
de su territorio, pero desde los años ochenta dispuso la inde-
pendencia en asociación libre con los Estados Federados de
Micronesia, las Islas Marshall, Marianas del Norte y Palaos.
Aparte de Estados Unidos, Francia sigue siendo objeto de pro-
testas anticolonialistas en la región isleña. Wallis y Futuna, la
Polinesia Francesa y Nueva Caledonia figuran como territo-
rios franceses de ultramar, no como naciones completamente
independientes o en asociación libre.
Por eso, en el sentido simple, la descolonización de las islas
del Pacífico aún está incompleta, y hacia 1980, la región en
general puede haber estado más inestable que antes. Hoy, las
Naciones Unidas considera a seis países isleños del Pacífico
como no autónomos. Sin embargo, para la década de 1990, el
AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN DE LAS ISLAS… 273

ímpetu por la simple descolonización ya se había desvanecido.


Incluso sin ampliar el significado del término, “descoloniza-
ción” en el Pacífico se refiere a diferentes condiciones, medidas
y evaluaciones.

Australia y la descolonización
de las islas del Pacífico

¿Fue Australia una potencia colonial


importante en el Pacífico?

Tal como aquí se ha definido el concepto de “descolonización”


en sentido estricto, lo mismo sucede con el de “colonialismo”.
En el siguiente análisis, se usa únicamente en referencia al
gobierno colonial formal. No se refiere a modos de colonia-
lismo informal durante la era colonial, al colonialismo de regí-
menes donde los colonos europeos sobrepasaban en número a
los indígenas ni al colonialismo mental. Sobre ello, los lecto-
res podrán buscar con mayor amplitud en otras fuentes.
Sin embargo, incluso bajo una definición precisa, Austra-
lia era una potencia colonial importante de las islas del Pací-
fico por dos razones: el tamaño total de tierras y de población
que administraba de forma nominal. En las vísperas de la
Segunda Guerra Mundial, antes de que se hicieran incluso
intentos rudimentarios de cuantificar la población de las tie-
rras altas de Nueva Guinea, cuya existencia solo se hizo cono-
cida para la administración australiana durante los años
treinta y que según ciertos cálculos superaba el millón de per-
sonas, Australia gobernaba más súbditos en sus colonias de
Papúa Nueva Guinea y Nauru que en todas las otras adminis-
traciones coloniales del Pacífico en conjunto. Lo mismo se
puede decir de la superficie terrestre que gobernaba.
Una tercera razón era la riqueza. Como menciona Katerina
Teaiwa, Nauru era mundialmente una de las fuentes de mayor
calidad de fosfato, muy valioso para la agricultura (Teaiwa,
2015). Los mayores mercados para el fosfato nauruano eran
Nueva Zelandia y en especial Australia, por la pobreza de sus
suelos. Así, la pequeñez geográfica y demográfica de Nauru no
274 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

se condecía con su desproporcionado valor económico. El


relativamente amplio terreno de Papúa y de Nueva Guinea era
y es además rico, aunque poco desarrollado. Incluso antes de
la unión de ambos territorios, que siempre fueron entidades
coloniales separadas, cada administración por sí sola eclip-
saba en tamaño físico a los otros territorios de las islas del
Pacífico. A partir de las bondades naturales de Nueva Guinea,
algunos analistas predijeron una prosperidad extraordinaria
para esta parte del mundo. La mayoría de las islas del Pacífico
poseen pocos recursos de base terrestre, a menudo en brutal
contraste con Nauru y Papúa Nueva Guinea.
La colonia más antigua de Australia era Papúa, que abar-
caba más o menos el cuarto sudeste de la gran isla de Nueva
Guinea. Esta zona, que poseía fuertes lazos con la colonia de
Queensland desde 1888, había sido administrada por Gran
Bretaña desde 1884. En 1906, Papúa pasó a ser responsabili-
dad de la nueva nación australiana y más tarde, el cuarto
noreste de Nueva Guinea quedó también bajo su administra-
ción. Esta porción había sido gobernada por Alemania entre
1884 y 1914, pero el ejército australiano tomaría el control al
inicio de la Primera Guerra Mundial. En 1921, la Liga de las
Naciones concedió a Australia el mandato de administrar el
territorio de Nueva Guinea, supuestamente en pro del interés
del bienestar de los nativos. Japón ocupó el territorio a princi-
pios de 1942 y muchos habitantes locales sufrieron una enor-
midad en el conflicto resultante. Sin embargo, tras la derrota
de Japón en la Segunda Guerra Mundial, el mandato previo de
Australia fue reemplazado por una administración fiduciaria
de las Naciones Unidas, aunque introdujo una única adminis-
tración australiana que abarcó tanto Nueva Guinea como
Papúa.
En 1966, se realizó el primer intento de censo en ambos
territorios. Excepto unos pocos, toda la población se concen-
traba en 1.200 aldeas. Se calculó que la población total era de
2.184.986 habitantes. Más de la mitad de la población autóc-
tona no hablaba ninguna de las lenguas francas, o sea, ni
inglés, ni pidgin o hiri motu. Además, se estimó que más de la
mitad era funcionalmente analfabeta. Mientras la enseñanza
primaria era y sigue siendo un desafío, solo en los años sesenta
AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN DE LAS ISLAS… 275

se hicieron esfuerzos por ampliar la educación secundaria y


terciaria. Luego de la independencia, la mayor parte de la
gente seguía viviendo fuera de la economía monetizada. Aun-
que la inversión del gobierno australiano en lo que se converti-
ría la nación de Papúa Nueva Guinea subió marcadamente
tras la guerra, Australia suele ser acusada de incompetente
como administrador colonial.
Nauru se convirtió en interés colonial australiano en con-
diciones parecidas a las de Nueva Guinea. Australia se apo-
deró de Nauru en 1914, también administrado en forma previa
por Alemania. En 1920, el Imperio británico recibió el man-
dato de la Liga de Naciones, aunque Australia era la potencia
que administraba Nauru en acuerdo con el Reino Unido y
Nueva Zelandia. La actividad económica principal, la extrac-
ción de fosfato, era realizada bajo la gestión de la Comisión
Británica de Fosfatos. Nauru cayó ante Japón en 1942 y sus
habitantes sufrieron la crueldad de las cambiantes condicio-
nes durante la guerra. Mientras quienes se quedaron en Nauru
pasaron hambre, la mitad de la población fue exiliada a Truk
(hoy Chuuk), otra isla administrada por Japón, donde la
mayoría falleció. Después de la guerra, las Naciones Unidas
reinstalaron la anterior administración colonial tripartita, con
Australia a la cabeza. En retrospectiva, era difícil conciliar la
explotación colonial de fosfatos con cualquier dictado altruista
para gobernar los intereses nauruanos.

¿Australia cumplió o no un papel


importante en la descolonización?

Los territorios coloniales de Australia en el Pacífico destaca-


ban en superficie terrestre y en población. En un sentido eco-
nómico, las extraordinarias reservas de fosfato de Nauru eran
de vital importancia para la agricultura australiana y las reser-
vas naturales en Papúa y Nueva Guinea prometían riqueza,
además de su estratégica posición, que defendía el perímetro
australiano de invasión. Por lo mismo, ¿tuvo necesariamente
esta un papel importante? Entre las potencias coloniales de la
zona, Australia fue la única en despojarse de sus posesiones en
276 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

el sentido clásico y completo, pero, ¿constituye aquello un


compromiso con la descolonización? Las respuestas positivas
a estas interrogantes, ¿se ven reforzadas por el hecho de que
Nauru fuera el segundo país isleño del Pacífico en descoloni-
zarse por completo, mientras que Papúa Nueva Guinea, el
gigante regional, fuera el quinto?
En ciertos aspectos, el camino de esta última hacia la
independencia corrobora la caracterización de Australia como
un agente influyente en la descolonización del Pacífico.
Muchos papúes opinarán que el movimiento independentista
no provino de ellos. Anne Dickson-Waiko creció preguntán-
dose cómo se aplicaban a su mundo las palabras “independen-
cia” y “nación” (Dickson-Waiko, 2013). Stephen Pokawin
afirma que “la mayoría de los papúes no estaba interesada, en
contra o no comprometida” con la independencia (Pokawin,
1982). Algunos, de hecho, se opusieron a la naturaleza de la
descolonización que se les imponía. Josephine Abaijah, funda-
dora en 1973 del movimiento Papua Besena, insistió en que
los papúes eran ciudadanos australianos que no deberían
haber sido obligados a combinar su destino político con aquel
de los “protegidos” de Nueva Guinea. Además, para muchos,
Papúa Nueva Guinea había sido mal preparada para la liber-
tad política. El primer ministro inicial, Michael Somare,
recordó su visita a Kenia, Tanzania, Uganda y Ghana, donde
se había sorprendido de cómo los británicos habían capaci-
tado a los habitantes locales a asumir responsabilidades de
Estado, a diferencia del enfoque de sus homólogos australia-
nos. El historiador Hank Nelson ha descrito la “liberación”
australiana de Papúa Nueva Guinea como un acto colonial:
“En una relación desigual, es la parte dominante la que más
probablemente decide cuándo llega, se queda o se va” (Nelson,
2000).
No obstante, la experiencia de Papúa Nueva Guinea tam-
bién aporta evidencia para la opinión de que en la descoloni-
zación del Pacífico, Australia no fue líder, sino que seguidor.
Después de la guerra, en particular en Nueva Guinea, predo-
minaba la presión local por una mayor autonomía, aunque no
por independencia política. En el caso de la Asociación
Mataungan, formada en 1969, las aspiraciones económicas y
AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN DE LAS ISLAS… 277

políticas del pueblo tolai se volvieron de modo explícito anti-


coloniales. Asimismo, el partido Pangu Pati (Pangu son las ini-
ciales de Unidad de Papúa y Nueva Guinea en inglés), de
Michael Somare, trabajó intensamente por la independencia.
Las administraciones de Paul Hasluck (1951-1963) y Charles
Barnes (1963-1972) como ministros australianos para los
territorios externos tuvieron en sus inicios el enfoque de “ir
despacio”. En 1962, un funcionario superior del gobierno
afirmó ante una delegación de las Naciones Unidas en visita
que Australia “seguiría allí” en el año 2000. Pero, aparte de las
presiones locales, las discusiones en la comunidad nacional e
internacional llevaron a Australia a reemplazar con prontitud
su política de “ir despacio” con otra de “ir rápido”.
En retrospectiva, su política de “ir despacio” podría pare-
cer anacrónica. Hasluck se esforzó en enfatizar que la fuerza
de Naciones Unidas y del anticolonialismo no fue evidente
hasta los años sesenta. El “ir despacio” iba aparejado con las
ideas de promover la conciencia nacional y trazar, en el futuro,
nuevas fronteras que pudieran tener más sentido que los pre-
cedentes coloniales y ofrecieran mejores oportunidades para
la sobrevivencia nacional. Hasluck consideraba que el pueblo
de Papúa y Nueva Guinea estaba mucho más alejado del
mundo moderno y que Nauru era muy pequeña como para
sobrevivir en él como nación.
Aunque Nauru brinda una evidencia adicional acerca de la
situación de Australia como seguidor en lugar de líder de la
descolonización del Pacífico. También ofrece crudas pruebas
de que la misma podía ser algo por lo que se luchara local-
mente. A partir de los años cincuenta, los líderes nauruanos, en
especial Hammer DeRoburt, quien sería el primero en ocupar
el cargo de primer ministro, presionaban por los intereses del
país. La isla en sí había quedado desgastada físicamente por la
extracción de fosfato, cuyas ganancias se había pagado a los
nauruanos de manera simbólica. Aun así, las alternativas para
su reubicación completa en otra isla fueron desechadas por los
mismos. El 25 de enero de 1966, las primeras elecciones gene-
rales del Consejo Legislativo de Nauru llevaron a muchos habi-
tantes a sentir que “finalmente se vislumbraba el autogobierno”.
Cuando el 1 de enero de 1968, obtuvo la independencia, la
278 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

población de nauruanos de raza alcanzaba solo a 3.000 de un


total de 6.000 habitantes, mientras que los australianos en su
patria alcanzaban los 12 millones. Tal como Nancy Viviani
observara, “tras años de difícil negociación, David había supe-
rado a Goliath. La recuperación de los derechos económicos
aseguró la independencia” (Viviani, 1968).
Entonces, para responder a las preguntas anteriores: como
las administraciones coloniales australianas en las islas del
Pacífico destacaban en cuanto a tamaño geográfico, población
y valor económico, y porque estas administraciones fueron
descolonizadas, en sentido estricto, de forma completa y rela-
tivamente temprano, el papel de Australia en la descoloniza-
ción de las islas del Pacífico fue de manera inevitable
insignificante. Pero esa respuesta no implica que Australia
haya querido necesariamente cumplir ese papel.

La independencia:
¿una bendición para los isleños?

La independencia sigue teniendo un gran significado para


muchos isleños y “el protagonismo indígena más allá de los
más altos niveles de liderazgo político ha sido ampliamente
ignorado en la historiografía” (Gardner & Walters, 2013). Sin
embargo, Firth ha observado que “los isleños del Pacífico
viven mejor y tienen acceso a más servicios en la mayor parte
de los territorios de la región que los que tienen en países
independientes” (Firth, 2000). Por ejemplo, con pocas excep-
ciones, los países isleños del Pacífico con el producto interior
bruto per cápita más alto son aquellos más estrechamente
relacionados con Francia, Estados Unidos o Nueva Zelandia.
Nauru y Papúa Nueva Guinea pueden ilustrar esta ambiva-
lencia. Se calcula que al momento de la independencia, cada
hombre, mujer e hijo nauruano controlaba 500.000 dólares
australianos en activos de la nueva nación. Durante los años
sesenta y setenta, Nauru era una de las naciones per cápita
más ricas del mundo. Sin embargo, en forma melodramática,
la economía del país se describe ahora como “en quiebra”, su
medioambiente está destruido, su gente sufre de mala salud y
AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN DE LAS ISLAS… 279

los encargados de tomar decisiones tienden a realizar inversio-


nes desastrosas. En las últimas décadas, el orgulloso Nauru ha
pasado de millonario a mendigo.
La economía actual de Papúa Nueva Guinea es, bajo algu-
nos criterios, brillante. Su prosperidad se debe a que el país es
“una isla de oro, flotando en un mar de petróleo, rodeada de
gas” (Chandler, 2012). Conforme a los típicos indicadores de
pib, este país es una estrella tanto regional como internacio-
nal. Ningún otro Estado isleño del Pacífico tiene tantos ciuda-
danos adinerados, mientras que el recurso de subsistencia de
la mayoría de sus habitantes es sin duda una virtud econó-
mica. Por lo tanto, Papúa Nueva Guinea está libre de las car-
gas del Estado de bienestar. Para la mayoría, la subsistencia
puede verse como una forma de complementar la explotación
de los recursos y de asegurar su sustento.
Aun así, esa misma mayoría lucha contra las dificultades.
Papúa Nueva Guinea se sitúa extremadamente abajo en el
Índice de Desarrollo Humano, siendo el último entre los paí-
ses isleños del Pacífico. En la actualidad, muchos de sus habi-
tantes que dependen de la subsistencia sufren de sequías y
hambrunas, aunque todavía se discute el alcance de las conse-
cuencias.

La independencia:
¿una pérdida para Australia?

La descolonización hizo que Australia pasara de ser una


potencia colonial importante en las islas del Pacífico al mayor
donante de ayuda en la región. El aumento global de la ayuda
coincidió con la descolonización tras la guerra, pero no puede
reducirse simplemente a esta. Sin embargo, muchas naciones
imperiales pasaron de ser “amos” durante la administración
colonial a “amantes” durante el desarrollo internacional. En
teoría, a través de la ayuda una antigua potencia colonial
podría respaldar financieramente la transición de una excolo-
nia hacia la independencia autosostenida. Mientras para su
independencia Nauru era muy rica como para recibir ayuda, y
brindó esta a otras naciones de la región, Papúa Nueva Guinea
280 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

se había convertido a mediados de 1970 en el principal recep-


tor de la ayuda australiana. La mayor parte de ella, hasta prin-
cipios de los años noventa, en forma de subvenciones no
condicionadas para su gobierno. Campbell, entre otros, ase-
vera que para las potencias coloniales resultaba más barato
ofrecer subsidio que mantener la administración colonial
(Campbell, 2003).
En los datos recientes, se aprecia la constante y relativa
grandeza de Australia como donante en el Pacífico. De acuerdo
con las cifras recientes de la Organización de Cooperación y
Desarrollo Económico (ocde), Australia ocupa 60 por ciento
del total de la ayuda proveniente de países de dicho organismo
hacia la región, alcanzando los siete mil millones de dólares de
contribución bilateral a 16 países isleños del Pacífico, muy por
encima del siguiente donante, Estados Unidos, que entregó mil
seiscientos millones de dólares a nueve países. Hoy, casi sin
interrupción, Papúa Nueva Guinea sigue siendo el mayor
receptor del subsidio australiano. Desde 2001, Nauru también
ha recibido ayuda de Australia. Independiente de los debates
acerca de los beneficios para los receptores y a pesar de las dis-
cusiones humanitarias, ese aporte siempre ha sido reconocido
por las ventajas económicas y estratégicas que puede generar
al donante. Ahora es quizá la forma más importante para Aus-
tralia de relacionarse con las islas del Pacífico y más en especí-
fico, con sus anteriores colonias.
Quizá la mayor pérdida para Australia con esta transfor-
mación se relaciona con la memoria. Rara vez se menciona la
historia que este país comparte con Nauru y Papúa Nueva
Guinea. Tal como David Kavanamur y sus coautores mencio-
naron a principios del siglo xxi, Papúa Nueva Guinea ha desa-
parecido del radar del público en Australia, mientras los
australianos que vivieron y trabajaron allí están “envejeciendo
y es improbable que sean reemplazados” (Kavanamur et al.,
2003).
Esta pérdida está marcada por la ausencia. Una ausencia es
la relativa invisibilidad en suelo australiano de las personas de
sus excolonias. Se podría decir que los ciudadanos o residentes
australianos de ascendencia del Pacífico más notorios son
aquellos que se identifican como maoríes o polinesios. Ellos, o
AUSTRALIA Y LA DESCOLONIZACIÓN DE LAS ISLAS… 281

sus padres o abuelos, llegaron a Australia vía Nueva Zelandia.


Hasta podría bromearse con que en Australia viven más habi-
tantes de las Islas Cook que de Papúa Nueva Guinea. Australia
tiene acuerdos migratorios especiales con Nueva Zelandia, pero
a diferencia de esta, no posee ningún programa migratorio
especial hacia sus excolonias o vecinos. Incluso el reciente
esquema laboral temporal a baja escala, destinado a habitantes
de las islas del Pacífico para empleos como la cosecha de frutas,
tiene poca participación de sus antiguas colonias.
Otra ausencia que se puede identificar está en el debate
acerca de las dos instalaciones extraterritoriales australianas.
En ellas se detiene a las personas interceptadas en botes
rumbo a Australia con la intención de reclamar asilo. Una de
estas instalaciones está en Papúa Nueva Guinea, en la isla de
Manus, y la otra en Nauru. Estas constituyen la denominada
“solución Pacífico”, la contribución de Australia frente a un
problema global en el que de una forma u otra, millones de
personas buscan un nuevo hogar en otros países. La ubicación
de ambas instalaciones está vinculada a la ayuda australiana.
Como un analista ha destacado, la ayuda per cápita a Nauru
alcanza “unos sorprendentes dos mil dólares australianos,
más de diez veces superior a la entregada a cualquier otro país
del Pacífico” (Davies, 2016). Su ubicación también se vincula a
su historia colonial. Las dos instalaciones extraterritoriales de
tratamiento se encuentran en las dos únicas naciones que fue-
ran, hasta hace poco, colonias australianas. Sin embargo,
estas conexiones coloniales concretas son vagas y rara vez
mencionadas por cualquier entidad, y menos una entidad aus-
traliana, con respecto a la “solución Pacífico”.

Conclusión

Hay tres puntos y una pregunta que vale la pena sopesar. Pri-
mero, que la contribución de Australia a la descolonización de
las islas del Pacífico fue, sin lugar a dudas, grande. Segundo,
que los efectos de la descolonización fueron mixtos, en particu-
lar para las naciones que se independizaron. Tercero, que aun-
que la descolonización convirtió a Australia en un importante
282 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

donante regional, esta transformación se vio acompañada de


una impresionante pérdida de memoria: el papel que el país
jugó en el colonialismo y la descolonización de la zona han
sido ampliamente olvidados. Cabría preguntarse de hecho si el
agudo libro de Sean Dorney, The embarrassed colonialist [“El
colonialista avergonzado”], acerca de la necesidad australiana
de enfrentar su pasado colonial y reconectarse con Papúa
Nueva Guinea, podría ser rebautizado como “The oblivious
colonialist” [El colonialista inconsciente]. Pero la pregunta
final es: ¿cuál es el costo de esta pérdida?
CAPÍTULO 18
INDIA: ENTRE LA UNIDAD Y LA PLURALIDAD

Felipe Luarte Correa

Historiografía Colonial y Poscolonial

Gran parte de la literatura especializada sobre la historia con-


temporánea de la India, durante estos años, se ha dedicado en
especial al estudio del legado del Imperio británico en ese país
y al desarrollo del Movimiento Nacionalista Indio (en particu-
lar al papel del Partido del Congreso Nacional Indio, creado en
1885, y en menor medida, de la Liga Musulmana, fundada en
1906), destacando en sus escritos las relaciones entre ambos
fenómenos históricos y los liderazgos sobresalientes de figuras
como George Curzon y el virrey Louis Mountbatten, por parte
de los ingleses, y de Gopal Krishna Gokhale, Bal Gangadhar
Tilak, Mohammed Ali Jinnah, Netaji Subhas Chandra Bose,
Jawaharlal Nehru y, particularmente, de Mohandas K. Gandhi,
en el lado indio. Este proceso es conocido como Purna Swaraj
o la total independencia de la India del reinado británico.
Sin ninguna duda, los casi doscientos años (1757-1947) de
dominación y explotación inglesa en el subcontinente, y el
fuerte y prolongado movimiento antiimperialista, resultan
apasionantes en términos históricos, considerando los alcan-
ces en todos los ámbitos del reinado británico en la región y
las formas que tomó el nacionalismo indio, al combinar ele-
mentos religiosos-locales (principalmente hindúes) y secula-
res-occidentales. Al mismo tiempo, el colonialismo inglés y
también la oposición a este son los que dieron origen y, en
cierta medida, moldearon —políticamente hablando— la
República de la India independiente durante todas estas déca-
das. Así, pues, es entendible que los historiadores se hayan
abocado principalmente a conocer y comprender las distintas
283
284 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

formas del Imperio británico en el subcontinente y las causas


y consecuencias —con sus continuidades y rupturas— de este
en el desarrollo sociocultural de la India, tanto en sus formas
religiosas y comunales, regionalistas y de castización, por
nombrar solo las más importante, así como en la formación
de los grupos nacionalistas e independentistas y, su rol en el
nacimiento de la India como Estado nación a mediados del
siglo pasado.
De este modo, el estudio del ocaso del período colonial ha
concentrado mayoritariamente la atención de los especialistas,
en desmedro de otros momentos de la historia reciente de la
India, por lo que poco se ha escrito sobre los años posindepen-
dencia y sobre el proceso de formación y consolidación del
Estado indio en estas casi siete décadas. En pocas palabras,
parte importante de la historiografía tradicional ha consen-
suado el fin o término de la historia contemporánea de la India,
el 15 de agosto de 1947, con el proceso de independencia y con
la partición del territorio entre India y Pakistán, o bien, en el
mejor de los casos, seis meses después, con el asesinato del
Mahatma Gandhi, el 30 de enero de 1948, dejando el estudio
de la segunda mitad del siglo xx casi en exclusiva para otras
disciplinas, tales como la sociología y las ciencias políticas. Así,
la historia de la India independiente ha sido menos abordada
que el período anterior por los historiadores, tanto indios como
extranjeros, que han encontrado en las múltiples complejida-
des de la(s) cultura(s) india(s), en la diversidad de su actual
sociedad y en la inmensidad de sus números en todos los ámbi-
tos, un problema difícil de tratar. Además, de forma injusta y
equivocada, se le ha asignado —como período de estudio de la
historia esta vez— un nivel inferior, o secundario si se quiere,
en comparación a la fase precedente, la época de la India
inglesa y a los movidos años preindependencia y a la épica
—descrita de manera romántica como una lucha no violenta
por la libertad, guiada por un hombre santo— con la que se
impregnó al período en cuestión.
INDIA: ENTRE LA UNIDAD Y LA PLURALIDAD 285

Los años Posindependencia y


el Proyecto Unificador

La historia de la India desde 1947 en adelante —al ser un


período de “experimentación” social, político y económico—
debemos entenderla como una serie de “mapas de conflictos”:
de castas, lingüísticos, religiosos, de clases sociales y de género,
que se interrelacionan y se yuxtaponen unos a otros en el
tiempo. A través de ellos se ha desarrollado su acontecer histó-
rico durante todos estos años, conjugando y armonizando la
pluralidad de la India con el proyecto unificador declarado por
los fundadores de la nación, especialmente con Gandhi en los
años previos a la independencia, y con el Pandit Jawaharlal
Nehru después, en su rol inédito de primer ministro entre 1947
y 1964. Al mismo tiempo, el manejo de estos mapas de conflic-
tos —el modo en cómo lo ha enfrentado e intentado solucionar
de su clase política— es lo que ha posibilitado, contra todos los
pronósticos occidentales (y en algunos casos también indios),
la perdurabilidad de la democracia y su unidad desde la Inde-
pendencia hasta la fecha. En este sentido, es útil recalcar que
muy pocos analistas políticos internacionales preveían el éxito
de la estabilidad democrática de la India en el tiempo, sino que
por el contrario, la gran mayoría, al observar el panorama
local, con sus múltiples y variados conflictos y su diversidad
intrínseca, rápidamente vaticinaban una total “balcanización”
del subcontinente o, en el mejor de los casos, un inevitable
gobierno dictatorial.
El fin del colonialismo inglés en la India se dio después de
una larga y difícil lucha por la autonomía política y la liber-
tad total, que en cierta forma comenzó en 1857 con el Motín
de los Cipayos de la zona de Delhi, continuó con las campa-
ñas de No Cooperación y de Desobediencia Civil de los años
veinte y treinta, y con el movimiento Quit India en 1942, para
terminar finalmente la medianoche del 15 de agosto de 1947,
cuando consiguió su independencia oficial del Imperio britá-
nico. Los festejos por la independencia, como el famoso dis-
curso “El despertar a la libertad”, más conocido como “Cita
con el destino…”, pronunciado por Nehru ante la Asamblea
286 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Constituyente en el histórico Fuerte Rojo de Delhi, tuvieron


que empezar durante las últimas horas del 14 de agosto, ya
que según los astrólogos hindúes, el 15 no era auspicioso, en
una muestra más de las contradicciones de la India, que si
bien aspiraba a presentarse al mundo como una nación
moderna, no abandonaba las tradicionales costumbres de su
religión dominante: el hinduismo.
El proceso de descolonización trajo consigo, además de la
partición del subcontinente en dos nuevas naciones —India y
Pakistán Occidental y Oriental, que a partir de 1971 pasarían
a ser tres, con la independencia de esta última y la creación de
Bangladesh—, la extrema violencia, con fuertes disturbios y
matanzas repartidos por todo el territorio, derivada de la pro-
pia división, y la confusión y el caos en los años posteriores
como consecuencia de las masivas migraciones de un país a
otro, que se estiman en cerca de diez millones de personas,
donde muchas familias de hindúes abandonaron sus hogares
para establecerse en la India, así como también cientos de
miles de musulmanes tuvieron que dejar todo para radicarse
en alguno de los dos Pakistán. Esta discriminación, marginali-
zación y falta de oportunidades se dio como resultado de estos
movimientos forzados, que hasta hoy se ven sus consecuen-
cias en el ámbito socioeconómico de ambas naciones. Ade-
más, el trauma de la partición derivó asimismo en el
geoestratégico conflicto de Cachemira, que ha sido la causa
formal de las tres guerras entre la India y Pakistán durante la
segunda mitad del siglo xx.
El conflicto de Cachemira, en la región del mismo nombre
en el extremo noroeste del subcontinente, empezó inmediata-
mente luego del dominio inglés, cuando el gobernante hindú
de Jammu y Cachemira, Maharaja Hari Singh, decidió mante-
ner independiente su reino y no unirse ni a Pakistán —más allá
de que la población del estado principesco era mayoritaria-
mente musulmana— ni a la Unión India. En octubre del mismo
año, los grupos tribales y el ejército pakistaníes invadieron el
territorio, por lo que Hari Singh solicitó la ayuda militar del
gobierno de la India, accediendo este a intervenir a cambio de
que el Maharaja anexara Jammu y Cachemira de inmediato a
la India, acuerdo que fue aceptado el 27 de octubre de 1947. A
INDIA: ENTRE LA UNIDAD Y LA PLURALIDAD 287

partir de ese momento, tanto India como Pakistán reclaman


—con argumentos legales y emocionales— la soberanía polí-
tica de la región, lo que ha llevado a repetidas guerras (la de
1947-1948, de 1965 y 1971, además del conflicto de Kargil en
1999) y a una tensa y permanente situación entre ambas nacio-
nes durante todas estas décadas.

Mapa 14: India y Birmania

La transición de un gobierno colonial a una nación inde-


pendiente en ningún caso ha resultado fácil para la India. Si
bien es cierto que ha tenido que lidiar con una multiplicidad
de herencias y legados durante toda su historia, más lo ha sido
durante la segunda mitad del siglo xx, al tener que intentar
combinar la propia diversidad de culturas con un proyecto de
unidad mayor, que permitiera los derechos y las diferencias de
cada uno, pero al mismo tiempo los hiciera sentir indios y
288 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

parte de la nación India —la gran meta de los distintos gobier-


nos poscoloniales—, que para muchos no es más que una
invención y copia occidental, ya que según esta visión, la India
sería más bien un estado “artificial”, antes que uno “natural”, si
es que estos realmente existen.
Después del proceso de independencia, las nuevas autori-
dades políticas tuvieron que hacer frente de inmediato no solo
a los efectos emocionales de la partición del subcontinente,
sino también a sus efectos políticos y económicos, a la transfe-
rencia de poder de los ingleses y a la reorientación de la buro-
cracia estatal. Para ello se guiaron en el sistema administrativo
inglés, tomando el Acta de Gobierno de la India de 1935 como
base de la Constitución promulgada el 26 de enero de 1950, la
cual fue dirigida por el líder de los dalits y primer ministro de
Justicia de la India independiente, Dr. Bhimrao R. Ambedkar.1
La Constitución, de marcado corte liberal, instauró un modelo
parlamentario, que armonizaba el federalismo y el unitarismo
como forma de gobierno, incorporando además el sufragio
universal y los derechos fundamentales y las libertades indivi-
duales —a la manera estadounidense—, principalmente en el
rechazo o abolición de ciertas tradiciones indias, tales como el
trato discriminatorio por castas, por género o el matrimonio
infantil, por mencionar solo algunas de las más importantes,
así como también las leyes de Sucesión (1955) y de Matrimo-
nio (1956), que fueron incorporadas a los pocos años. Además,
el primer ministro Nehru prestó especial énfasis en la instaura-
ción de un gobierno secular —para él, el secularismo y el desa-
rrollo económico, a través de una modernización estructural
de la sociedad, eran las claves de la unidad y prosperidad de la
India—, que no hiciera distinciones por motivos religiosos, pero
que posibilitara la práctica de cada una ellas. Así por ejemplo,
los indios hindúes (junto a los jai­nistas y budistas), musulma-
nes y cristianos son considerados iguales ante la ley por ser

1
El término dalit, que significa “oprimido”, es un concepto impuesto por
Bhimrao R. Ambedkar, para referirse a los grupos discriminados y marginali-
zados, que en forma despectiva y tradicional se conocen como parias, intoca-
bles o descastados —a la cual él mismo pertenecía— en el complejo y
jerárquico sistemas de castas (varna-jatis) que existe en la India, principal-
mente, hindú.
INDIA: ENTRE LA UNIDAD Y LA PLURALIDAD 289

todos ciudadanos, pero asimismo se les reconocen sus diferen-


cias tradicionales, al tener tribunales de justicia separados
según sus costumbres particulares y la religión que profesen.
De esta manera, al formar una estructura constitucional
que se adapta a la realidad social y cultural india, y que mezcla
elementos tradicionales y modernos, el gobierno ha podido
sortear de forma exitosa, si consideramos la magnitud del país
y de sus desafíos, el problema comunal de su heterogénea y
jerárquica población, pudiendo contener las variadas aspira-
ciones de los distintos grupos de poder. Esto aplica no solo
para la diversidad religiosa de la India, sino que también ha
servido como control para las reivindicaciones regionalistas de
los grupos tamiles del sur y de los sikhs del Punjab, principal-
mente, así como para los reconocimientos y luchas lingüísticas
en el subcontinente: del bengalí, del punjabi, del marathi, del
urdu para los musulmanes y de las lenguas dravídicas del sur
del subcontinente, que ven como el hindi se transformó en la
lengua oficial de la nueva nación, más allá de mantener el
inglés como “lengua asociada”. Esto se intentó subsanar, en
1956, con la reorganización de los estados indios en base a los
idiomas de las distintas zonas.
Bajo este complejo escenario interno y sus condicionantes
naturales, Nehru y el Partido Nacional del Congreso Indio qui-
sieron instaurar un modelo político y económico que perdu-
rara en el tiempo, guiando a la nueva nación durante casi toda
la segunda mitad del siglo xx, a través de los principios ideoló-
gicos de una democracia tolerante y laicista, de una economía
de tinte socialista y con una fuerte aspiración internaciona-
lista, para posicionarla como un líder en el concierto mundial
y no solo de los países descolonizados de Asia y África. Es en
este sentido que podemos entender la posición del gobierno
indio durante los primeros años del conflicto de la Guerra Fría,
y su importancia en la articulación y gestión, primero, de la
Conferencia de Bandung (1955), y después, en la formulación
del Movimiento de Países No Alineados (1961), con el afán de
convertirse en un referente alternativo —una tercera vía—, al
peligro latente del dominio exclusivo y bipolar de los bloques
socialista-soviético y capitalista-estadounidense de la época.
Claro está que con el paso de los años, principalmente durante
290 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

la administración de Indira Gandhi (1966-1977 y 1980-1984), y


debido tanto a sus propios intereses como producto de las cir-
cunstancias internacionales: la guerra con China de 1962 y el
creciente apoyo de los Estados Unidos a Pakistán, la India se
fue convirtiendo en los hechos en un aliado de la Unión Sovié-
tica, más allá de que formal y teóricamente siempre sostuviera
el principio de la no alineación, junto con las aspiraciones de
liderar una tercera fuerza mundial.

Fuerzas Centrípetas y Centrífugas

La historia de la India de la segunda mitad del siglo xx solo se


puede tratar de entender como un sinfín de intentos —exitosos
en distintos grados y dependiendo de la perspectiva con que se
les mida— de control de la tensa relación entre las fuerzas que
unifican —con el modelo nerhuviano y su ideología de un
estado fuerte, democrático y secular como sistema a seguir en
las primeras décadas poscoloniales— y otras que van hacia
fuera, hacia la multiplicidad de organizaciones y de institucio-
nes no formales ni legales, como las tribales y aldeanas por
ejemplo, promovidas por la vasta diversidad que encontramos
en su interior. Hay que tener en cuenta que una vez lograda la
independencia en 1947, la nueva clase política india perdió el
elemento unificador —en este caso, un enemigo y una causa
común: el fin del colonialismo y la autonomía total del Imperio
británico—, por lo que las diferencias lingüísticas, sociales,
religiosas, regionales y de castas (en el amplio sentido de los
conceptos jati y varna) aparecieron de modo inmediato y
rápido. A su vez, el movimiento nacionalista indio —no solo
hindú— no se proyectó en el tiempo, por lo que no estructuró
un plan de nación posindependencia, una idea de India con-
sensuada por todos o por la gran mayoría, sino que fue enfren-
tando las dificultades y solucionando los problemas de manera,
podríamos decir, intuitiva y desorganizada. Para ejemplificar
lo anterior, baste recordar las diferencias de visión de país que
se dieron desde un primer momento, las que concebían pro-
yectos de nación e “ideas” tan variadas y contrarias entre sí,
que iban desde una India autárquica, aldeana y tradicional
INDIA: ENTRE LA UNIDAD Y LA PLURALIDAD 291

(Gandhi), hasta una India de corte socialista, humanista,


moderna, liberal e internacionalista (Nehru), pasando por una
India conservadora, ortodoxa (hindú), comunal y semicapita-
lista (Sardar Patel, viceprimer ministro de Nehru, 1947-1950).
Así, la instauración de proyectos sociopolíticos y económi-
cos que dieran estabilidad, unidad y orden organizacional a la
“idea de la India” de la dinastía Nehru-Gandhi, se transforma-
ron en uno de los objetivos más importantes durante todas
esas décadas. En este sentido, el accionar político y las institu-
ciones creadas durante el período en cuestión tuvieron como
único fin consolidar la nación a pesar de su extrema diversidad
cultural, para desarrollar una identidad basada en los princi-
pios de la libertad política y la tolerancia religiosa, donde se
respetaran las diferencias individuales, las cuales se encontra-
rían protegidas por esta “Madre” India (Bharat Mata en hindi).
En efecto, la India poscolonial tuvo que conjugar estas dos
fuerzas centrípetas y centrífugas, equilibrarlas si se quiere,
logrando mantener en orden, las más de las veces, los distintos
conflictos que se originaron por la lucha permanente entre la
unidad y la diversidad, expresadas de diferentes maneras, tales
como modernidad y tradición, regionalismo o nacionalismo,
desarrollo urbano o rural, crecimiento interno o externo, entre
otros. Además de las problemáticas más que conocidas, como
las regionalistas, lingüísticas, religiosas y de castas, que en
definitiva impregnan la totalidad de las áreas socioculturales
de la India.
Este equilibrio no siempre ha sido exitoso y lógicamente
en la historia de la India independiente encontramos varios
fracasos de la política democrática y de unidad llevada a cabo
por Nehru y sus sucesores. Entre los más importantes, pode-
mos mencionar el estado de emergencia y la suspensión de los
derechos civiles individuales declarado por Indira Gandhi en
1975. Junto con los tres mayores movimientos separatistas: de
Nagaland en los años cincuenta, del Punjab en los ochenta y
de Cachemira a fines de los noventa. Además, también están
los conflictos religiosos y territoriales con los sikhs, que resul-
taron en la toma del Templo Dorado en Amritsar, en el asesi-
nato de Indira Gandhi (1984) por sus guardias personales y de
los violentos disturbios en el norte de la India a raíz de este
292 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

hecho. Sin embargo, si uno tiene una visión completa de estas


décadas y de la compleja realidad sociocultural india, hay que
señalar con claridad que el resultado es más que positivo,
reconociendo que a pesar de todas las dificultades sociales,
económicas y culturales que presenta la India, de igual modo
ha sabido consolidar este proyecto en el tiempo.
Por otro lado, donde mejor se ve esta búsqueda del equili-
brio —o esta alternativa de modelo de gobierno y proyecto de
nación— en su historia reciente es en el camino hacia el desa-
rrollo que ha tomado el subcontinente durante todas estas
décadas, ya que en ella se ven expuestas las grandes problemáti-
cas de la India contemporánea. Así por ejemplo, cuando Nehru
instauró en los años cincuenta un modelo económico de tipo
socialista, con reforma agraria y planes quinquenales inclui-
dos, al tiempo que promovían la industrialización y la moder-
nización del país, se vio enfrentado con una realidad rural que
no compartió —y tal vez tampoco entendió— esta forma occi-
dental de progreso, que en apariencia era contraria a ciertos
valores y costumbres de la India tradicional. Por ejemplo, a
pesar de que la producción agraria aumentó en 25 por ciento,
haciendo frente a los graves problemas de nutrición existente
y a la permanente falta de alimentos, el primer ministro debió
desistir de su intento de terminar con el sistema de los zamin-
dari, los terratenientes dueños de la tierra que cobraban
impuestos informales, y, por lo mismo, el desarrollo de coope-
rativas agrarias tuvo escaso resultado en el proyecto final. La
India independiente, en la construcción de una nueva y gran
nación, se enfrentó —y aún lo hace—, en forma permanente,
con estas otras “Indias”, que buscan su espacio porque muchas
veces son marginadas y silenciadas, o porque no quieren —y
no pueden— cambiar, debiendo sumarlas o adaptarlas a un
proyecto mayor, muchas veces en contra de su propia volun-
tad, pero siempre debiendo ceder y flexibilizar los planes ori-
ginales. Es ahí donde está la clave y el desafío de la India
poscolonial y de toda su clase política: la adaptación a
la compleja realidad sociocultural de los grandes proyectos en
la construcción del nuevo Estado nación.
Asimismo, y en igual sentido, la liberalización y las prime-
ras reformas económicas a fines de los años ochenta del
INDIA: ENTRE LA UNIDAD Y LA PLURALIDAD 293

gobierno de Rajiv Gandhi (1984-1989) en una primera etapa y


en especial durante el gobierno de Narasimha Rao (1991-
1997), con Manmohan Singh como ministro de Finanzas en
los noventa, en una segunda etapa de la reestructuración eco-
nómica del país, más consolidada y sin duda más decidida,
igual debieron hacer frente a esta misma cuestión. A pesar de
las ventajas innegables que las reformas provocaron en la cali-
dad de vida de su población y a la crisis total que respondían,
hubo bastante recelo a estas medidas no solo por motivos polí-
ticos e ideológicos, sino que la modernización socioeconómica
experimentó un gran rechazo de la otra India, la tradicional y
religiosa, que no veía —ni ve, en realidad— con buenos ojos
las transformaciones que experimentaba la sociedad local
como consecuencia de la apertura económica. Aunque en
todas partes del mundo los cambios son resistidos por los gru-
pos más conservadores, en India lo es aún más y las reformas
deben hacer frente a variados y complejos grupos de presión
que no comparten la dirección que estaba —y está— tomando
el país.
Además, al haber tantas “Indias”, con sus diversos conflic-
tos, no todos se han visto beneficiado por las ventajas del neo-
capitalismo. De este modo, en la realidad actual conviven y
luchan una nueva India, moderna, occidentalizada, con un
gran mercado de 300 millones de potenciales consumidores,
que es líder mundial en distintas áreas —principalmente en la
salud y en la tecnología, y que en definitiva integra el siglo
xxi—, con otra India, para la cual usan el nombre tradicional
de Bharat en hindi o Bharata en sánscrito, que es más ritua-
lista y religiosa, que no es —y no desea— ser parte de los siste-
mas mundiales ni tampoco potencia, sino que por el contrario
se siente orgullosa de sus costumbres y valores, de su forma
de vida apegada a otros tiempos. Este choque de caminos o
visiones, entre las concepciones de la India y de Bharata, y
todo lo que esto conlleva para los distintos mapas de conflicto,
ha sido la constante de la historia de la India independiente,
expresada en la aparente dicotomía entre unidad y pluralidad,
desde sus inicios con las aspiraciones de Gandhi de una India
tradicional y rural, pasando por el proyecto modernizador y
urbanizador del Partido del Congreso Nacional Indio y la
294 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

dinastía de los Gandhi, hasta hoy, con el fuerte surgimiento


del nacionalismo hindú, que intenta combinar la apertura
económica con la protección e imposición de sus valores y tra-
diciones, en su mayoría hinduistas.

Conclusión

La historia reciente de la India, desde su independencia en


1947 hasta las reformas económicas de los años noventa
—que marcan un quiebre con el proyecto original de carácter
secularista y socialista, para dar paso a una India capitalista y
con mayoritaria presencia del nacionalismo hindú en la polí-
tica nacional—, debe ser entendida como una época donde la
unidad y el pluralismo o la diversidad han sido una constante
en el tiempo, y que para el panorama de la realidad india son
inseparables, teniendo ambas que coexistir de manera perma-
nente, más allá de que en determinados momentos de estas
últimas siete décadas, una haya predominado, parcial y transi-
toriamente, sobre la otra. Lo anterior se puede ver en términos
gráficos en su moneda la rupia, en la que el valor de la moneda
está impreso, con caracteres grandes, en hindi e inglés (los dos
idiomas oficiales), y también, en letras pequeñas, en las otras
17 lenguas oficiales aceptadas por la república india. Este
hecho es ilustrativo para entender su historia independiente
con sus dos grandes valores de unidad y de democracia.
El pluralismo y la aceptación de su diversidad sociocultu-
ral —en vez de su represión y negación como se ha dado en
otros lugares del mundo—, por parte de la clase política, han
servido para disminuir y aplacar las tendencias separatistas.
De este modo, el proyecto de la Unión India en una primera
etapa y luego el de la República de la India no se basan en una
lengua, religión o identidad étnica común, sino que lo que su
historia reciente nos enseña es que, paradójicamente, lo que
sostiene esta unidad es la misma diversidad cultural. De ahí
que la India, contra todas las predicciones negativas, haya
podido hasta la fecha tener éxito en la consolidación de su
independencia y en la construcción de una nación, porque ha
sabido dar cabida y expresión a su pluralidad cultural, creando
INDIA: ENTRE LA UNIDAD Y LA PLURALIDAD 295

una identidad nacional única basada en la superación y en el


manejo controlado de las fuerzas unitaristas y pluralistas de
su sociedad.
BIBLIOGRAFÍA

Los lectores no especializados en Asia que deseen ampliar sus


conocimientos encontrarán aquí algunas lecturas, sitios de
referencia y material audiovisual de sugerencia. También
hallarán las referencias bibliográficas de otras obras utilizadas
en los capítulos que conforman este libro.

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Capítulo 5

Existe una amplísima literatura en japonés sobre los hechos


descritos en este capítulo. Autores tales como Oguma Eiji,
Takenaka Yoshihiko, Hando Hazutoshi, Kano Masanao, Eiji
Takemae, Wada Haruki y Arasaki Moriteru, entre otros, son de
interés. Si bien algunos de estos autores han sido traducidos al
inglés, el grueso de su obra está en su idioma original. Algunas
obras de interés que se pueden citar son las siguientes:

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Capítulo 6

La bibliografía sobre las relaciones exteriores de China


durante la Guerra Fría ha aumentado particularmente en el
último tiempo, a raíz de la apertura de nuevos archivos e inter-
pretaciones sobre el período. Como texto introductorio apare-
cen los que siguen:

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(Arte France Cinéma, 2003).
Cambodian Genocide Program, Yale University. Contiene do-
cumentos, mapas y otros recursos útiles para la investiga-
ción sobre el tema. http://www.yale.edu/cgp/
Extraordinary Chambers in the Courts of Cambodia. Contiene
información actualizada sobre los juicios llevados a cabo
por estos tribunales. http://www.eccc.gov.kh/en

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tradición. Barcelona: Gedisa, 2007.
SOBRE LOS AUTORES

Jimena Bustos es magíster en historia por la Universidad de


Sídney y actualmente es profesora en el Instituto de Historia
de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Entre sus publi-
caciones, se destaca el libro, junto con J. Fermandois y M. J.
Schneuer, Historia política del cobre en Chile (2009).

Nick Cheesman es investigador en el Departamento de Cam-


bio Político y Social de la Universidad Nacional Australiana y
miembro del Instituto de Estudios Avanzados en Princeton.
Autor de Opposing the Rule of Law: How Myanmar’s Courts
Make Law and Order (2015).

Daniel Chua es profesor y subdirector de estudios de posgrado


en la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam, de la
Universidad Tecnológica de Nanyang. Autor de varias publica-
ciones sobre la relación entre Singapur y los Estados Unidos,
entre ellas: US-Singapore Relations, 1965-1975: Strategic Non-
Alignment in the Cold War (2017).

Robert Cribb es especialista en la historia moderna de Indo-


nesia, con un interés académico por otros países de Asia. Doc-
tor en historia por la Escuela de Estudios Orientales y
Africanos, de la Universidad de Londres, actualmente se des-
empeña como profesor titular en el Departamento de Cambio
Político y Social, de la Universidad Nacional Australiana. Den-
tro de sus últimos libros, es coautor, junto con S. Wilson, B.
Trefalt y D. Aszkilowicz, de Japanese War Criminals: The Poli-
tics of Justice After the Second World War (2017).
319
320 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Paul D’Arcy es profesor de historia contemporánea, especia-


lista en las sociedades de Oceanía, en la Escuela Coral Bell de
Asuntos de Asia y el Pacífico, en la Universidad Nacional Aus-
traliana. Destacan entre sus publicaciones, The People of the
Sea: Environment, Identity, and History in Oceania (2006) y
The Pacific Ocean: An Environmental History (2017).

Nicholas Farrelly es profesor y subdirector de la Escuela


Coral Bell de Asuntos de Asia y el Pacífico, en la Universidad
Nacional Australiana. Su investigación aborda temas relacio-
nados con el control estatal y los conflictos políticos en la
región del sudeste de Asia. Entre sus publicaciones, es coautor,
junto con N. Cheesman, de Conflict in Myanmar: War, Politics,
Religion (2016) y “Being Thai: A Narrow Identity in a Wide
World”. En Southeast Asian Affairs (2016).

Vannessa Hearman es doctora en historia por la Universidad


de Melbourne y profesora de Estudios Indonesios en la Uni-
versidad Charles Darwin.

Pedro Iacobelli es doctor en historia por la Universidad


Nacional Australiana y profesor e investigador del Instituto de
Historia y el Centro de Estudios Asiáticos de la Pontificia Uni-
versidad Católica de Chile. Entre sus últimas publicaciones,
destaca Postwar Emigration to South America from Japan and
the Ryukyu Islands (2017).

Narangoa Li es profesora de historia de Japón y de Mongolia


en la Escuela de Cultura, Historia y Lenguaje en la Universi-
dad Nacional Australiana. Sus investigaciones en curso inclu-
yen las relaciones de Japón con otros países de Asia, la historia
colonial de Japón y la historia, identidad y ciudades de Mon-
golia. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran, en
coautoría con R. Cribb, Historical Atlas of Northeast Asia,
1590-2010 (2015).
SOBRE LOS AUTORES 321

Bruce Lockhart es profesor de historia en la Universidad


Nacional de Singapur. Su investigación se relaciona con la his-
toria moderna y contemporánea del Sudeste Asiático, en espe-
cial Vietnam, Tailandia y Laos. Entre sus últimas publicaciones,
se hallan The Transformation of Southeast Asia: International
Perspectives on Decolonization (2003) y The Cham of Vietnam:
History, Society and Art (2011).

Felipe Luarte, bachiller en filosofía y religión del Instituto de


Yoga Dibyadham Yogashram y doctor (c) en la Universidad de
Delhi. Investiga los vínculos históricos transnacionales de la
religiosidad hindú en América Latina, tema sobre el cual ha
realizado presentaciones en congresos y publicado artículos.

Vicki Luker es profesora en la Universidad Nacional Austra-


liana y editora ejecutiva de The Journal of Pacific History. Sus
investigaciones abordan temas de género, educación y salud
en las diversas sociedades de las islas del Pacífico.

Wonjung Min es doctora en literatura latinoamericana por la


Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros, Corea del Sur.
Actualmente se desempeña como profesora e investigadora
del Instituto de Historia y del Centro de Estudios Asiáticos de
la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es editora del libro
Estudios coreanos para hispanohablantes: un acercamiento crí-
tico, comparativo e interdisciplinario (2015).

Maria Montt Strabucchi es magíster en Estudios Chinos por la


Escuela de Estudios Orientales y Africanos, de la Universidad de
Londres, y candidata a doctor en Estudios Culturales Latinoa-
mericanos en la Universidad de Manchester. Es miembro del
Centro de Estudios Asiáticos y profesora del Instituto de Histo-
ria de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su línea de
investigación actual abarca las relaciones entre China y América
Latina, con énfasis en las relaciones políticas y culturales.
322 ASIA Y EL PACÍFICO DURANTE LA GUERRA FRÍA

Tessa Morris-Suzuki es profesora titular de Historia Japonesa


y becaria laureada del Australian Research Council en la Uni-
versidad Nacional de Australia. Sus líneas de investigación
actual incluyen los movimientos sociales y las “políticas de
sobrevivencia” en el noreste de Asia; la Guerra de Corea en su
contexto regional; control fronterizo y migración en Asia del
Este; y temas sobre la identidad nacional y las minorías étni-
cas de Japón. Entre sus numerosos libros sobre estos temas,
se destacan Exodus to North Korea: Shadows from Japan’s Cold
War (2007) y Borderline Japan: Foreigners and Frontier Controls
in the Cold War Era (2010).

Graham Ong-Webb es investigador en el Programa de Estu-


dios Militares de la Escuela de Estudios Internacionales S.
Rajaratnam, en la Universidad Tecnológica de Nanyang.
Obtuvo su doctorado en el Departamento de Estudios de la
Guerra en el King’s College de Londres. Entre sus publicacio-
nes más importantes, se halla Piracy, Maritime Terrorism and
Securing the Malacca Straits (2006).

Juan Luis Perelló es traductor y magíster en Ciencias del


Lenguaje y la Información de la Universidad de Tokio. Profe-
sor del Departamento de Lingüística de la Universidad de San-
tiago de Chile, ha traducido obras de ficción y artículos
académicos publicados en España y México. Dentro de sus
contribuciones recientes, se cuenta su participación en Un
gran descubrimiento. Doce cuentos japoneses (2015).

Diego Repenning es magíster en historia rusa y doctor (c) en


Estudios Rusos en la Universidad de Bristol, Reino Unido. Sus
áreas de investigación incluyen el proceso de colonización
siberiano y el imperialismo ruso.

Gustavo Enrique Santillán es doctor en historia y profesor de


la cátedra de Historia Contemporánea de Asia y África en la
SOBRE LOS AUTORES 323

Universidad Nacional de Córdoba. Investigador asistente del


Centro de Investigaciones sobre Cultura y Sociedad (ciecs-
conicet y unc), y autor de numerosas publicaciones académi-
cas. Tomó parte en la traducción del libro de Bruce Cumings,
El lugar de Corea en el Sol: una historia moderna (2004).

Jorge Santarrosa es profesor de historia en la Universidad


Nacional de Córdoba y presidente de la Asociación Argentina
de Estudios Coreanos. Dentro de sus trabajos, pioneros en la
región, se encuentran su participación en la traducción de
Bruce Cumings, El lugar de Corea en el Sol: una historia
moderna (2004) y en la obra de Maurice Meisner La China de
Mao y después: una historia de la República Popular (2007).

Cesar Suva es doctor en historia por la Universidad Nacional


de Australia y profesor de historia contemporánea en la Uni-
versidad de Calgary. Su investigación versa sobre temas de
integración de minorías y en particular, la soberanía estatal en
las regiones musulmanas del sur de las Filipinas.
ÍNDICE ONOMÁSTICO

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